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HABITACIÓN EN ROMA // DERUJKUM

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Mensaje por DerujKum 8/29/2014, 7:01 pm

Bueno esta historia está basa en la película homónima, es de Julio Medem (director de la peli). El único mérito que tengo en ella, es que transformé con mis sentidos las sensaciones que percibí mientras la veía. Espero que la aprecien.

Capítulo I. El principio de una historia inconclusa


Roma, ciudad donde se formó la primera metrópolis de la humanidad, cuna de una civilización antigua que influyó en cultura, lengua, literatura y arte en general. Con un sinfín de monumentos históricos que han sufrido los efectos del tiempo, pero que siguen adornando majestuosamente la vista  de las millones de personas que han llegado a transitar por sus calles, disfrutar de su música o deleitarse con un buen café en la plaza Navona.

Ciudad de encuentros, costumbre y deslumbrantes demostraciones de amor. De esos amores que nacen bajo su dominio, de aquellos que buscan refugiarse entre sus seductores brazos para pasar días inigualables, o de aquellos que nacen súbitamente, sin poder evitarlos, esos que te desarman y te dejan sin aliento, esos que no encontrarás jamás.

Las luces tenues alumbraban el oscuro callejón, uno más de los tantos que forman el laberinto romano, por donde caminaban cómplices un par de chicas, de esas que han ido con la intensión de pasarla bien algunos días, que han coincidido en un bar para seguir con una buena plática que las ha llevado a donde están ahora, de camino a sus respectivos destinos.

-¿Estás segura de que no tienes un gato?- Preguntó una de ellas provocando la risa de la otra –Eres una amante de los gatos, ¿hasta cuándo te quedas en Roma?-
-Cojo un avión a Moscú mañana- Respondió la otra, al tiempo en que la luz tenue permitía ver su cuerpo y poder apreciar su pálida piel, sus pecas, su cabello rojizo y sus largas piernas.
-¡Qué casualidad!, yo también- Contestó la morena, cuya altura terminaba donde empezaba la mejilla de su compañera.
-¿Ah sí?, ¿vas a Moscú?-
-Voy a España- La pelirroja volvió a reír –Este es mi hotel- Señaló el edificio del frente, justo donde desembocaba el callejón.
-El mío está por ahí, a la izquierda-
-Pues éste nos pilla más cerca-
-A ti sí-
-A ti también- Soltó.
-No- Cortó la pecosa.
-Por favor, sólo… sólo una paradita, para tomarnos la última-
-Ya hemos bebido bastante en el bar- Contestó.
-Sí, pero sólo hemos hablado de Rusia y de España, no de nosotras- Dijo, alcanzando el final del callejón, donde se pudo apreciar su vestimenta, franela blanca de algodón, sobre ella una camisa de mangas largas a cuadros, pantalones negros y zapatos deportivos, un look bastante informal que acompañaba a su corte alocado en su cabello negro azabache.
-Prefiero que no hablemos de nosotras- Continúa defendiendo su compañera, que, en contraste con la morena, llevaba un vestido azul muy veraniego, sandalias de tacón blancas, un bolso del mismo color en su mano y el cabello largo y ondulado.
-Trato hecho-
-¿Cómo?- Preguntó confundida, estaban paradas una frente a la otra delante del pasado callejón.
-Que no hablaremos- Aclaró –Se puede estar sin hablar, ¿sabes?, y además muy bien- Añadió dando pasos al frente, acercándose a ella, hasta estar a su lado –Mira esa es mi habitación- Señaló y ambas volvieron su mirada al hotel –Tiene dos banderas, para algo será, ¿no?-
-Sí, una por Europa y la otra por Roma- Hasta entonces se acentuó ese acento Ruso inconfundible en su hablar.
-Me refiero a lo que hay en medio-
-La bandera del medio no está- Declaró en voz alta, como intentando que su compañera recobrara la cordura.
-Ajá- Soltó la otra –¡Eso es!, es por ti, sube a mi habitación y pon tú algo-
-¿Y qué quieres que ponga?- Soltó un bufido similar a una burla.
-No sé- Alzó sus brazos para hacer más casual lo que diría –Tu ropa, por ejemplo, cómo eres tan larga- Tomó la mano libre de la pelirroja y la haló haciéndola dar unos pasos –Vamos-
-Nunca he subido a la habitación de una mujer-
-Sólo es la habitación de un hotel en Roma- La pecosa retrocedió unos pasos hacia la izquierda, mientras que la morena seguía la dirección contraria, aún con sus manos entrelazadas, por lo que formaron una pequeña batalla por quien podía más. Eso, acompañado de risitas –Si sigues tirando vas a ganar tú y terminaremos en tu hotel, elige- Dijo para lograr convencerla y así fue, cesó la lucha y, con las continuas risas, entraron al hotel.

Las noches suelen llevar consigo muchas sorpresas, unas poco alentadoras, otras un tanto típicas, pero, sin duda alguna, existen unas especiales, enigmáticas y muy pero muy placenteras.

La noche en Roma no era la excepción y menos bajo ese ambiente de romanticismo que cubría la ciudad, bajo la luz de las farolas y bajo las vigilantes estrellas, suficientes para hacer que cualquier oído humano aprecie la opera muda que cada madrugada se siente, omnipresente, en cada una de sus calles. Única, especial.

La habitación constituía un precioso salón de arte y es que no hay nada en Roma que no sea toda una obra magistral. Los cuadros adornaban las paredes, una mesa el balcón, el techo se encontraba cubierto de figuras pintadas a mano por algún artista renacentista y, como no puede faltar, la cama se cubría de unas grandiosas sábanas blancas.

La puerta de la habitación se abrió, dando paso a las recién llegadas, que se adentraron en ella en completo silencio. La morena fue directamente a dejar las llaves sobre la mesa de noche, mientras que la pelirroja se quedó plantada en medio de la habitación.

-¿Una copa?- Preguntó la pelinegra tras encender la luz de una lámpara, ubicada al lado de la cama y abrió su pequeño refrigerador.
-Vino-
-Vino- Repitió para agacharse y extraer dos botellas con el contenido indicado, darle una a su nueva amiga y caminar hasta el balcón seguida de la chica –Perdona, ¿cómo te llamas?-
-Ya te lo que dicho dos veces- Respondió volteando sus ojos en un gesto de fastidio, para luego volver su mirada a su anfitriona.
-A ver si a la tercera va la vencida- La pelirroja chasqueó su lengua.
-Lena- Respondió para desviar su mirada nuevamente a la ciudad y beber del contenido de su botella.
-¿Lena?, ¿es el nombre que me has dicho antes?- Preguntó confusa.
-Es que no lo estás diciendo bien es Le-na- Pronunció con su extraño acento, conduciendo a la morena a igualar la pronunciación hasta que estuvo satisfecha –Y tú eres Julia-
-El amanecer en mi mejor momento, ya lo verás- Dijo cambiando el tema y bajo la complicidad de la cercanía que se había generado, fue entonces cuando pudieron detallar su mirar, la pelirroja de ojos verdes y la morena de ojos azules –Mmmm, ésta es la primera noche del verano- Siguió cuando se rompió el contacto de sus miradas.
-Sí, es verdad- Coincidió Lena –En Europa- Puntualizó –En Rusia el verano ya ha empezado, el nueve de Junio-
-¿En serio?, ¿tienen verano en Rusia?-
-Claro- Se mofó –Bueno, es el verano Ruso y ésta es mi última noche en Roma-
-Y la mía- Acercó su mano hasta tomar la de Lena y entrelazar sus dedos, ante la mirada de la chica –No estás sola, rusita, y, además, es la noche más corta del año, aquí y en Rusia, así que tenemos que aprovecharla- Sentenció dejando su aliento posarse en el rostro de su compañera, acariciando su mejilla y colocándose de puntillas para besar sus labios.

Un leve roce, un suspiro. Un nuevo roce, el cierre de sus ojos. Un intercambio de palabras mudas acumuladas en sus labios y el incesante palpitar de dos corazones nerviosos ante tal descubrimiento. Un nuevo sabor, una sinfonía, la nueva partitura escrita con besos y no a base de tinta y papel. Caricias, proximidad, el inicio de una batalla perdida. Un atrevimiento, el sonido de la seda de un vestido al ser subida por unas manos expertas. Un apuro. Un error.

Lena la apartó antes de que las cosas se salieran de control. Julia se apoyó en la baranda del balcón, a un escaso metro de ella.

-No soy… yo no soy…- Balbuceó Lena.
-¿Qué?, eres una mujer y yo otra, que estábamos bebiendo en un bar, nos hemos mirado y nos hemos sentido atraídas la una por la otra, ¿no ha sido así?-
-Es la primera vez en mi vida que miro así a una mujer- Confesó con complicidad –Y nunca antes una mujer me había mirado así- Julia suspiró –No es la primera vez que tú miras así a una mujer- Afirmó.
-Pero cada mujer es distinta- Detalló como Lena miraba el asta vacía de una bandera sin colgar, la misma de la que habían hablado con anterioridad, miró la tensión, provocado por la duda, que se dispersaba por el cuerpo de la chica y miró también, sin recelo alguno, su vestido para luego llevar su mano a su cabello en un gesto gracioso.
-¿Te gustaría verme desnuda?- Julia asintió.
-Sí, me encantaría- Terminó por confirmar.

Lena la miró intensamente para luego bajar lentamente su mirada hasta ella misma, hasta su vestido y llevar sus manos al cierre ubicado en su costado izquierdo. Lo abrió por completo ante la penetrante mirada de Julia, que la observó detenidamente mover sus manos hasta el final del vestido y subirlo con lentitud.

-¿Aquí?- Preguntó Lena, retirando sus manos y arrepintiéndose de su atrevimiento.
-Donde tú quieras- Vio cómo Lena miraba al interior de la habitación -¿Prefieres ahí dentro?- Señaló.
-Sí-
-Entonces vamos dentro- Caminó de regreso, mientras Lena tomó su botella para seguirla, misma, que al estar frente a la cama, Julia retiró de sus manos y colocó sobre la mesa de noche. Sus pasos eran vigilados por Lena, quien la observó tenderse en la cama para mirar con placer a la pelirroja, que prosiguió con su labor anterior, volviendo a pasear sus manos al final de su vestido para subirlo poco a poco, con sutileza, dejando ver sus estilizadas piernas. Dejó caer con brusquedad el vestido nuevamente en su lugar.
-Creo que sería mejor que tú me desnudaras- Anunció provocando que Julia se levantara de la cama y caminara hasta ella.

La miró de arriba hacia abajo, tomó entre sus manos la sedosa tela para alzarla, revelando, finalmente, la ropa interior negra que cubría el cuerpo de Lena, quien alzó los brazos para facilitarle la tarea a Julia. Luego de dejar reposar el vestido a un lado, sacó el brassier, dejando al descubierto los redondos senos de la chica, que lucían perfectos en ese torso dotado de una linda cintura y un abdomen tonificado.
Una de sus manos se dirigió con urgencia hasta la piel de su abdomen, acariciando con suavidad, descendiendo hasta su panti, tomando con sus pulgares el borde de ésta para bajarla sin pudor, dejando a Lena en completa desnudez. Empezó con la tarea de retirar su propia ropa y así igualar condiciones, la pelirroja la miraba sin perder detalle.

La española también poseía un cuerpo envidiable, dio una vuelta para dejar observarse completamente y luego fue respondida con el mismo gesto. Se acercó y retiró el cabello de Lena hacia atrás, tomó su muñeca y se pegó a su cuerpo, juntando, así, sus pelvis, luego la haló con sutileza hasta el colchón.

Retiró sin delicadeza las almohadas, que fueron a dar al suelo, y descartó la gruesa sábana que cubría la cama para invitar a la pecosa a acostarse en ella y luego la imitó. Apoyaron sus costados sobre el colchón,  de modo que se miraban la una a la otra. Julia se aventuró a besarla nuevamente y apenas pudo rozar sus labios, ya que la chica se separó al instante, para acostarse de espaldas.

-Shh… tranquila- Intentó tranquilizarla –Shh… no pasa nada- Se levantó un poco y tomó la sábana que estaba a los pies de la cama para taparse ella y tapar a su compañera –Tranquila- Volvió a acostarse pegándose a Lena y retirando el cabello pelirrojo de su rostro –Ahora nos quedaremos así, cerca pero sin tocarnos, mientras te relajas, ¿vale?- Lena asintió y recibió un tierno beso en la punta de su nariz.

Se miraron fijamente, sus rostros estaban a escasos centímetros de distancia, Lena acariciaba el rostro de Julia, delineando su contorno, mientras que Julia tomaba entre sus dedos mechones del cabello de Lena. Caricias tiernas, simples y nada más. La calidez que emiten dos cuerpos ardientes de deseo y una curiosidad desbordante. Música, melodía, cánticos, eso era el sonido que invadía la habitación tras el roce de las yemas de sus dedos y sus cálidas pieles. Y así, entre caricias, Julia sucumbió al sueño.

Lena, al verse liberada de aquella intensa mirada, optó por levantarse con sigilo y vestirse. Se colocó su brassier y su vestido, miró a Julia dormir para dedicarle algunas palabras en ruso. Tomó su panti para colocársela y al subirla escucho el rasgueo de la ropa al romperse, se las sacó y las miró con detenimiento, ahora tenían un gran agujero en la parte trasera. Rio al darse cuenta de lo que había ocasionado en la ropa interior de la otra chica al equivocarse de aquella forma. Julia se movió y Lena guardó silencio, no quería que se despertara, se agachó y recogió su panti, se la colocó con rapidez, caminó hasta la mesa de noche y bebió el resto del contenido de su botella mirando a Julia.

Un cuadro en la pared llamó su atención, en él estaban reunidos una serie de personas divididas en grupos y, en el medio, como figura principal, estaba un hombre alto, con cabello oscuro e imponente, poseía un libro bajo la seguridad de su mano izquierda y su mano derecha estaba levantada haciendo un gesto que denotaba explicación, la misma que utilizaría repetidas veces en su discurso.

Lena apagó la luz de la lámpara, acercó su rostro hasta el de Julia y susurró su propio nombre, repitiéndolo como cuando la corrigió. Se alejó y, tras unas últimas palabras en su idioma natal, algunas de ellas de agradecimiento, salió de allí sin mirar atrás.
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Mensaje por Kotenvolk 8/30/2014, 12:03 am

Continua, se ve interesante! Very Happy Smile
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Mensaje por DerujKum 8/31/2014, 7:03 pm

Kotenvolk. Aquí la conti. Espero que te guste cada día más.

Por cierto, tengo que aclarar que no habrá Epílogo. En lo particular, y lo siento por l@s que leyeron la historia en el otro foro, me gusta mucho así tal cual está, así que será para otra historia. Se les quiere.

Capítulo II. El placer de lo prohibido


La morena reposaba plácidamente entre la suavidad de las sábanas de aquella deslumbrante habitación, donde sólo se colaba un haz de luz proveniente de alguna pequeña farola. De pronto, y contra todo pronóstico, un sonido alto y marcado irrumpió en la armónica estancia. Se trataba de alguna canción del género mejor conocido en el mundo. Rock.

El tono logró romper con el placentero descanso de la chica, que se levantó un tanto aturdida y buscando el origen del sonido. Su mirada se posó en su ropa, regada en el suelo con la poca delicadeza que caracteriza la intención de un encuentro sexual. Recogió su prenda íntima, notando el desgarre del que había sido víctima y la dejó a un lado.

Descubrió al causante de aquel estruendo envuelto en su pantalón que, al alzarlo, hizo que el teléfono celular cayera golpeando el suelo. Se estiró un poco más y lo cogió con su mano izquierda.

-¿Quién me ha cambiado el tono de llamada?- Preguntó mirando el aparato extrañada.

Lo dejó caer nuevamente y se volvió a tender con pereza sobre el colchón. El sonido volvió a hacerse presente, intentó taparse con la almohada en un vago intento por ahogar el sonido. Se volvió a levantar de la cama confundida, buscó el origen del sonido, ésta vez estaba debajo de la cama. Se estiró a recogerlo, miró la pantalla alumbrase por ese matiz azulado y mostrar letras en un idioma incomprensible para ella.

-¡Ostias, qué ha pasado aquí!- El aparato dejó de sonar para mostrar un menú en el mismo idioma. Lo volvió a dejar para acostarse sin pensar en nada más, se tapó completamente con el cubrecama. Ahora el sonido de la puerta fue quien interrumpió su intento por volver a dormir. Se descubrió, volvieron a tocar -¿Quién es?- Preguntó.
-Lena- Al escuchar el nombre encendió la luz de la lámpara que estaba a su lado.
-Lena, claro- Susurró para agitar su cabeza y levantarse. Encendió el resto de las luces de la habitación mientras frotaba, con su mano libre, sus párpados. Abrió la puerta para encontrarse con la figura de la pelirroja. Suspiró.
-Creo que me he dejado el móvil en tu habitación- Anunció -¿No lo has oído?-
-Sí- Respondió, era impresionante la poca vergüenza que poseía, estaba allí, en el umbral, desnuda ante la pelirroja –Y me ha despertado- Lena soltó una risita.
-Perdona, se me debió caer del bolso, estoy cansada y quiero irme a mi hotel-
-Entra a buscarlo, te está esperando debajo de la cama- La pecosa se inclinó hacia adelante para mirar hacia donde Julia había señalado.
-Prefiero no volver a entrar- Aclaró retrocediendo varios pasos, casi pegando su espalda a la pared contraria a la puerta.
-¿Por qué?, ¿qué ha pasado?- Su mirada estaba hermosamente iluminada.
-Nada…nada en realidad, nada de lo que arrepentirnos- Dijo desviando su mirada a la pared que estaba al lado de la puerta. La morena dio dos pasos al frente.
-¿Y por qué has mordido mis bragas?- Preguntó muy curiosa. Lena rio.
-Yo no he mordido nada-
-Mira cómo las has dejado- Sonrió –Pasa-

El sonido de una voz varonil entonando una canción en italiano y las ruedas de un carrito, interrumpió las sonrisas de las chicas. El hombre frenó frente a ellas, ubicándose en el espacio entre Lena y Julia.

-Hola- Saludó en italiano a Lena, con ese tono característico de los nativos de Roma –Estoy perdido, buenas noches- Volteó su vista hacia la otra chica –Buenas noches- Saludó sonriendo y desviando su mirada hacia el contenido del carrito. Siguió su camino.
-¡Qué detalle, Lena!- Salió más al pasillo –Esto no me lo esperaba- Lena la miró al tiempo que el sujeto daba vuelta a su carrito a pocos pasos –Pasa y déjalo en la terraza- Indicó al hombre, Lena lo miró.
-Mis disculpas señorita, pero es para ésta habitación- Explicó señalando la puerta de la habitación contigua –Si usted quiere, dejo ésta aquí y luego le traigo algo-
-¿Tienes hambre?- Preguntó Julia.
-No, no- Se apresuró a aclarar.
-Ya has oído, ¿cómo te llamas?- Preguntó al hombre.
-Ehh… Max- Llevó su mano derecha al pecho en un gesto elegante. Lena desvió su mirada.
-Max- Repitió Julia –Pero dentro de un par de horas quizás sí-
-Me llaman- Se ofreció con un brillo en la mirada –Tengo toda la noche libre, es decir, trabajo toda la noche- Julia tomó la muñeca de Lena y la haló al interior de la habitación para cerrar la puerta.
-Está ahí- Señaló debajo de la cama y se quedó parada detrás de Lena al ver cómo se agachaba para admirar su trasero, hasta que la chica se levantó y ella se volvió para tomar un mapa -¿Dónde está tu hotel?- Preguntó a la vez que lo extendía sobre la mesa. Lena se plantó a su lado para admirarlo.
-Éste es el Tiber- Señaló el río, Julia asintió –A mi hotel se va por aquí- Siguió el camino con su dedo, reparó en algo, algo muy peculiar, lo miró con detenimiento –Es la Roma de los Césares- Miró a Julia que asentía observándola.
-Sí, es un mapa para perderse, ¿dónde nos perdemos?, elige- Siguió mirando el mapa –Tenemos los jardines, el Tempio de la Fortuna, El Tempio de la Ninfa-
-Mi hotel se llama Ninfa- Julia sonrió -¿Y el tuyo?-
-Pompeyo- Respondió –Mira, se va por aquí- Tomó el dedo de la chica para trazar el camino –Pasamos los jardines y… ya hemos llegado- Detuvo el recorrido –Estamos encima de un teatro- Miró por la ventana –No, estamos dentro del teatro de Pompeyo- Observó a Lena.
-La historia nos contempla- Miró la habitación, sus paredes.
-Estamos rodeadas- La imitó -¿No lo sientes?-
-Claro que sí-
-Creo que te gusta la historia-
-Sí- Afirmó sin titubear para mirar a Julia.
-Eso es bueno-

El silencio inundó la habitación mientras se generaba un apasionado y ansioso intercambio de miradas. Lena se acercó a la morena, que se encontraba apoyada en la mesa, acarició, con la palma de su mano, su mejilla y, sin poder resistir la tentación, dejó descansar sus labios en su pómulo. Dejó pasear su otra mano por donde la había besado para seguir regando besos por esa tersa y morena piel, hasta dar de lleno con su boca, que devoró con pasión, la misma pasión con la que fue correspondida.

Sus labios danzaban a un ritmo que ambos cuerpos entendían a la perfección, sumergidos en ese ambiente de seducción en el que se habían encontrado prisioneras desde hace horas. La urgencia de Julia por sentir la piel de la pecosa se hizo presente, quería zanjar aquella desventaja en la que se encontraba, así que repitió la acción hecha minutos atrás, deslizó su mano por el cierre del vestido y lo bajó con delicadeza. Lena se lo sacó por la cabeza con rapidez y se dejó caer en la cama, seguida de Julia que no retiraba su penetrante mirada de la de ella. Se subió con sensualidad sobre el cuerpo pecoso, que suspiraba ante el roce de ambas pieles.

Julia retiró con agilidad el brassier negro, dejando al descubierto aquellos apetitosos senos que había visto más temprano y se lanzó a por ellos. Deslizó con suavidad sus labios por los, ya endurecidos, pezones, cuyo sabor era gloria. Sus oídos se inundaron de la armonía que representaban los gemidos de Lena, que se dejaba hacer. La pelirroja llevó su cabeza hacia atrás, dejando ver la longitud de su cuello, que Julia no tardó en besar hasta subir a su mandíbula.

La morena se separó para poder retirar la última pieza que cubría el cuerpo de Lena, ante la mirada de la chica. Coló sus dedos por las ligas de la prenda y la deslizó suavemente por esas largas piernas. La pelirroja alzó la pierna izquierda que fue sujetada con delicadeza por la morena, que regó caricias y besos por su extensión. Siguió subiendo por sus muslos, su entrepierna, su abdomen, hasta volver a perderse en sus pechos, lamiendo y succionando con fervor, haciendo que Lena se retorciera de placer debajo de ella.

Subió para pasear sus labios por el rostro de Lena, que tenía sus manos sujetas a la almohada sobre su cabeza. Bajó besando su cuello, mientras sus manos recorrían, de arriba abajo, su cuerpo. La rusa reaccionó gimiendo a su oído y paseando sus manos por el cuerpo moreno. Una de las manos de Julia se coló entre las piernas de Lena, lo que provocó un gemido alto y delirante.

Los movimientos continuaron, expertos en aquellas labores, provocando un gran éxtasis en ambos cuerpos, que gemían una al compás de la otra. La pelirroja relamió sus labios en un claro gesto de goce, dejándose llevar por las caricias y besos de la morena, quien tomó su mano para invitarla a hacer lo mismo, y así fue. Los gemidos aumentaron conforme aumentaban los movimientos, regando la habitación. Lena golpeó la cabecera de la cama con la palma de su mano libre, al tiempo que ambas se dejaron llevar por esa gran explosión que recorrió sus cuerpos, liberándose en un excitante grito de placer. Lena mordió su dedo índice ante la mirada de Julia, que acarició su rostro para acostarse a su lado.

La española miró cómo la culpabilidad y la duda se hacían presente en Lena, que había volteado su rostro para evitar una mirada directa. Su respiración se hizo irregular, respiraba con rapidez, a la vez que miraba a la nada y mordía sus dedos.

-Julia-
-Mmm-
-Esto se queda aquí, en ésta habitación-
-En Roma- Completó.
-Entre éstas cuatro paredes- Fijó su mirada al techo. Julia se le acercó.
-Sí, pero ya que estamos aquí vamos a disfrutar un poco más, ¿no?- Susurró con ese tono que hacía delirar a cualquier mortal, cerca de sus labios.
-Yo sólo pido que esto no afecte a mi vida- Dijo con brusquedad, mirándola.
-¿Y cómo se hace eso?-
-Pues estando de acuerdo- Julia se alejó unos centímetros –Tú también tienes una vida fuera de aquí que quieres proteger, ¿verdad?-
-Muy lejos de la tuya- Dijo para terminar de echarse sobre su espalda –Pero mañana Roma nos lanzará a cada una a un extremo de Europa- Sus manos estaban entrelazadas sobre el muslo de Lena.
-¿Y si yo no soy rusa?- Bufó.
-¡Vamos!, tienes que ser rusa, me encanta- Lena rio.
-Bueno- Chasqueó su lengua –Pues lo soy- Julia sonrió satisfecha –Lo mejor es que no sabemos nuestros nombres-
-¿No lo sabemos?- Preguntó extrañada. Lena la miró.
-¿No me habrás dicho tu auténtico nombre?- Julia suspiró para levantar la mitad de su cuerpo, apoyándose sobre sus hombros.
-Así que no te llamas Lena, lo sabía- Susurró y la chica estalló en carcajadas -Julia era el nombre que le iba a poner a mi hija-
-¿Qué le pasó?-
-Julia nunca vio el amanecer-
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Mensaje por DerujKum 9/2/2014, 7:51 pm

Capítulo III. Vulnerable

-Lo siento- Anunció Lena después de un prolongado silencio. Julia se levantó hasta sentarse en el borde de la cama; Lena, por su parte, se incorporó apoyándose sobre sus codos.
-Así acabó la peor parte de mi vida, cuando mi Julia se murió dentro de mí- Confesó mirando a la nada, Lena la observaba desde su posición sin dejar pasar el gesto que hizo la morena, cuya mano acariciaba su vientre.

Julia se volvió a verla, descubierta, y terminó por levantarse, caminando hasta tomar una prenda vino tinto que cubrió su espalda y parte de su pecho. Se sentó sobre un mueble justo al lado de la puerta que conducía a la terraza, desde donde tenía una amplia visión de la cama y de Lena, que se había sentado pegando las rodillas a su pecho para abrazarlas juntando sus manos.

-Mi madre me llevó a Marbella un verano- Contó Julia –Yo tenía dieciséis años- Hizo una pausa apartando su mirada –Ella estaba medio arruinada y gastó el poco dinero que le quedaba en buscar fortuna y tuvo suerte… un jeque árabe, Jamir, nos conoció un día que estábamos de compras- Dejó descansar su brazo en el borde superior del mueble para volver a ver a su compañera –Pasamos el resto del verano en su bote- Lena acomodó mejor su cuerpo sobre el colchón, apoyando su costado izquierdo, levantando su brazo para apoyar en la palma de su mano la mejilla –Ese invierno nos invitó a pasar una temporada en Arabia Saudí- Acarició con la yema de sus dedos el borde del mueble –Tiene un palacio que…- Miró los claveles que adornaban la entrada a la terraza –Aunque te lo describiera nunca te podrías imaginar tanto lujo, a mi madre le compró de todo- Volvió su vista a Lena –Así que se fue de allí con pulseras, anillos, collares carísimos-
-¿Se fue?- Julia tragó el nudo acumulado en su garganta y bajó la mirada -¿Qué pasó contigo?- La morena alzó sus cejas en un gesto de “Bueno… he allí el problema”.
-Me quedé- Lena tenía el ceño fruncido –Jamir consiguió que mi madre me dejara allí a cambio de pasarle dinero todos los meses durante cuatro años, ese fue el trato- Acompañó su última frase con una mueca que simuló ser una sonrisa –A él sólo le interesaba yo- Lena volvió a moverse sobre el colchón, ésta vez se sentó al borde de la cama.
-Así que aceptaste- Julia se encogió de hombros mientras mordía su labio inferior.
-No te puedes imaginar lo fácil que fue para mí dejarme llevar por aquella vida, tenía todo lo que quería- Lena acariciaba sus rodillas ante aquella confesión –Jamir me compró un pura sangre que solamente montaba yo y al que llegué a querer como a un hijo- Le pelirroja se levantó para ir a su encuentro –Y todos allí eran tan amables, las otras mujeres de Jamir me trataban como a una auténtica princesa-
-¿Y te dejó embarazada?- Se sentó a su lado.
-Eso fue al final- El brazo que antes estaba sobre el sofá, ahora se encontraba flexionado mientras la mano acariciaba su oreja –Jamir empezó a enfadarse porque yo no me quedaba embarazada, entonces fue cuando quise irme pero no pude, me había casado con él, yo era de su propiedad, como mi caballo… que vendió para castigarme- Lena negó con la cabeza, aquello era terrible –Jamir al final consiguió su propósito y al poco tiempo me quedé embarazada, él se puso muy contento y volvió a tratarme de maravilla, ésta vez cómo a una reina- Mordió su labio mientras halaba con sus dedos el lóbulo de su oreja –Entonces me di cuenta que, en cuanto naciera mi hijo, él me dejaría recluida con el resto de su harem- Hizo una pausa en la que movió su mano hasta su cabello para acariciarlo –El día en que el médico nos dijo que era una niña, una enfermera egipcia, a la que pude contar mi historia, me ayudó a escapar en un barco griego- Sus ojos empezaban a tornarse cristalinos –Llegué a Atenas al amanecer y allí fue que decidí que la llamaría Julia-
-¿Y cómo la perdiste?- Preguntó en un claro tono de desolación.
-Me enteré de que Jamir me había denunciado, había contra mí una orden de busca y captura en Arabia Saudí- Lena volvió a negar con la cabeza –Si yo hubiera tenido a Julia, él no hubiera parado hasta cogerme- En la pausa que siguió Lena no cabía en aquel sentimiento que la abatía –Ya tenía dieciocho así que aborté, vendí un collar que llevaba y conseguí rehacer mi vida en España-
-¿Qué pasó con tu madre?-
-Nunca he vuelto a verla- Terminó por confesar.
-Y…- Arrastró el sonido de la letra por pudor a lo que preguntaría a continuación -¿Por todo eso te hiciste lesbiana?-
-Por… todo eso me hice mujer- Hubo un silencio en el que Lena apartó su mirada, Julia tendió su brazo para acariciar el hombro de la chica -¿Y tú?, ¿cómo te hiciste mujer?-
-No tengo ganas de hablar de mi vida- Apoyó su cuerpo en la esquina del sillón.
-Me lo debes- Anunció para levantarse y detenerse frente a la puerta de la terraza.
-¿Qué te debo?, ¿una verdad o una mentira?-
-Lo que prefieras, ¿piensas que te he mentido?- Volvió a mirar los claveles para dejarse acariciar por la brisa fresca que se colaba en la habitación.

Abrió más la puerta, en cuyo vidrio se reflejó el cuadro que estaba colgado sobre el sillón. Lena miró y Julia sonrió, la pelirroja volvió su cabeza para observar el cuadro original, se levantó del sillón para tener una mejor vista. El cuadro era una representación de los griegos de antiguas épocas, cubiertos con batas blancas y sumergidos en una apasionada conversación, algún tema que les robó, por un tiempo prolongado, largas horas del día. Se encontraban aglomerados a las afueras de un gran palacio, mismo que se ubicaba en el fondo del lienzo.

-Es el Ágora de Atenas, lo sabías, ¿no?- Preguntó Lena, mientras Julia sonreía -¿Qué fue antes?- Se miraron –El cuadro o tu historia- Le espetó -¿Quién inspiró a quién?-
-Buena pregunta- Dijo sonriendo.
-Ese cuadro está aquí desde antes de que tú nacieras-
-Desde mucho antes- Suspiró –Y me ha estado esperando todo este tiempo- Caminó de regreso al interior –Te propongo algo- Se sentó frente a la mesa donde antes había desplegado el mapa –No me cuentes nada, sólo dime dónde vives- Recogió el mapa –Y el nombre de tu barrio, para que me haga una idea- Lena se colocó detrás suyo para ver cómo abría su laptop, tecleaba algo y se cargaba el explorador, entonces apareció la aplicación Bing Maps mostrando el globo terráqueo.
-Primero ve a Moscú- Julia tecleó y el mapa se movió hasta llegar a la ciudad.
-Tenéis el mapa más grande del mundo-
-Ahora vete al Volga, más al Este-
-¡Alá!, aún más al Este- Así lo hizo.
-De ahí hacia Ostrov Nekrasov- Julia rio.
-¿Dónde?- Continuó riendo.
-Ostrov Nekrasov-
-Ostrov Nekrasov- Imitó al tiempo que pegaba su nariz a la de Lena para luego ambas mirar la pantalla sonriendo –Escríbelo tú, por favor- Lena tecleó el lugar -¿Qué es eso?-
-Ostrov significa isla- Explicó y Julia abrió mucho sus ojos con un gesto de asombro, mientras el Bing Maps mostraba una pequeña isla habitada por una única y majestuosa mansión.
-Si me dices que esa es tu casa te tendré que pegar en el culo- Lena deslizó su mano derecha hasta tomar la mano izquierda de la morena, la alejó del teclado de la laptop hasta pasarla detrás de su cuerpo y estrellarla sobre su nalga derecha sonriendo -¡Joder!- Sonrió con ella –La tienes como una piedra- Acarició la nalga donde había ido a parar su mano, para subir nuevamente, ésta vez hasta su espalda –Cuéntame, ¿qué estás haciendo aquí, en Roma?- Lena se volteó para estar frente a la morena, pegando su trasero a la mesa.
-Un casting, soy actriz- Paseó su mano derecha por su cabello.
-Actriz de cine rusa- Suspiró –¿Eres de las buenas, de las famosas o estás casada con un mafioso?-
-Estoy soltera-
-Mmm, entonces serás más que buena, te felicito-
-Enséñame tu palacio Árabe- Julia desvió su mirada al ordenador, chasqueó la lengua y respondió.
-No es mío- Aspiró hondo, dejando descansar su espalda sobre la silla, al tiempo que echaba su cabeza hacia atrás y llevaba sus manos a su cabello, peinándolo hacia atrás.
-¿No vas a enseñármelo?-
-Es que… si Jamir se entera de que estamos husmeando por encima de su casa-
-¿Qué?- Le espetó.
-Es capaz de…- Negó con su cabeza para bajar sus manos –Nos puede pasar de todo- Lena rio ante la mirada de Julia.
-Oye, si no me enseñas el palacio pensaré que eres tú la que me debes una historia verdadera- Le dijo mirándole fijamente –Quiero saber dónde vives- Se volteó para mirar la pantalla, agachándose un poco al lado de Julia.
-Mira- Se acomodó nuevamente en la silla, inclinándose hacia el frente para volver a teclear en el ordenador, el mapa viajó muchos kilómetros más allá, al otro extremo del continente hasta posarse en una península -¿Te gusta?-
-¿Ese es tu pueblo?-
-Ujum, es una ciudad, se llama San Sebastián-
-Parece un poco pequeña-
-Bueno, depende de con qué la compares-
-Roma-
-Será como unas- Hizo una pausa mirando al techo –Veinte veces más pequeña- Declaró volviendo su vista a Lena, quien soltó una risita.
-Pues Moscú es tres veces Roma- Miró nuevamente la pantalla –Mmm, me gusta y tú te pareces mucho a tu ciudad, pequeña- Simbolizó la palabra con un gesto de sus dedos índice y pulgar –De cara bonita-
-Ésta no es mi ciudad- Aclaró –Yo soy de Valladolid, que es… mmm… tres veces más grande-
-Enséñame tu casa-
-Es aquí- Acercó el mapa hasta el lugar y lo observó extrañada, lo acercó hasta la alberca -¡Vaya!, se han dejado las sillas en la terraza-
-¿Y qué?- Julia frunció el ceño.
-Que no contaba con eso-
-¡Ah!- Exclamó señalando una de las sillas -¡Un niño!-
-Un niño y una niña- Lena la miró sonriendo, ella seguía con ese gesto confuso.
-Tienes hijos-
-¿Qué?, ¿no puedo ser madre?- Le atacó bajando su mirada.
-Claro- Dejó de sonreír. Julia alejó la imagen del mapa -¿Qué te pasa, Julia?- La morena negó con la cabeza mientras se mordí el labio inferior –¿El padre de tus hijos no sabe que te gustan las mujeres?-
-No, no es eso, es la imagen, no es muy reciente- Volvió a alejar el mapa hacia la costa –Mira la playa, está llena de gente, seguro que estábamos allí- Alejó la imagen nuevamente –O en la isla- Apareció en la pantalla –Nos encantaba pasar los domingos en la isla, ésta imagen es- Señaló la pantalla –Del verano en que empecé a vivir en San Sebastián, hace dos años- Su voz se quebró y por su mejilla resbaló una lágrima, Lena la observaba. La morena cubrió su rostro con sus dos manos y Lena la abrazó.
-¿Qué te pasa?- La chica siguió llorando y Lena, inquieta, optó por acariciarla y besar el dedo que reposaba en su mejilla –Julia, ¿necesitas contarme algo?- Preguntó sin soltar su abrazo. Julia acabó con el contacto para irse a la cama.
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HABITACIÓN EN ROMA // DERUJKUM Empty Re: HABITACIÓN EN ROMA // DERUJKUM

Mensaje por DerujKum 9/5/2014, 11:04 pm

Capítulo IV. Peligro

Julia estaba sobre el colchón hecha un ovillo. Lena se levantó para ir por ella, con lentitud se subió a la cama para abrazarla, se echó el cabello hacia atrás para evitar que le estorbase, le dedicó una oración en ruso mientras repartía besos en su hombro y la acariciaba. Julia se volvió a mirarla para recibir los besos de Lena directo a sus labios, la pelirroja limpió sus lágrimas con la yema de los dedos.

-¿De dónde has salido tú?- Susurró Julia al borde de sus labios -¿Cómo es que has llegado así, sin avisar?- Recibió como respuesta otro beso seguido de palabras inentendibles para ella, el beso siguió -¿Qué me está pasando contigo?, ¡qué miedo me das, rusita!- Siguieron las palabras en ruso -¡Qué bonito suena el ruso, por Dios!- La cercanía era perfecta, sus alientos chocaban contra sus rostros con una paz momentánea pero embriagante.

Lena seguía susurrando en su idioma natal, mientras probaba una y otra vez esos sedosos labios que la habían hipnotizado desde el momento en que los tocó. Julia empezó a descender sus besos por el pecho blanquecino, siguiendo hacia aquel perfecto abdomen, pronto marcó un ritmo en el que subía y bajaba por el torso de la chica, que empezaba a excitarse, hecho que se hacía notar con sus gemidos y la manera en que los movimientos de su cuerpo se acoplaban al compás de las caricias.

-Te voy a dar el mejor orgasmo de tu vida- Anunció la morena separándose por unos centímetros -¿Estás preparada?-
-Sí- Respondió en un tono sedoso, arrastrando la primera letra debido al éxtasis que sentía. Julia bajó su cabeza para empezar a besar sus muslos, mientras sus manos los acariciaban -¿Sabes qué me encantaría?-
-¿Qué?, lo que quieras- Siguió besando esos preciosos muslos.
-¿Tienes un… amm… vibrador?- Julia dejó su labor para observarla –Es que me correré mejor si metes algo dentro de mí-
-Yo no uso vibradores- Sentenció –Y a ti tampoco te harán ninguna falta- Volvió a subir para besar su abdomen.
-Me conozco- Miró hacia la medita de noche, donde se encontraba la botella que ella misma había dejado allí horas atrás -¿Qué tal… la botellita de vino?- Preguntó con una sonrisa, tomó las últimas gotas de la botella.
-No me apetece que pongamos algo masculino entre las dos- Para entonces ambas estaban sentadas en el colchón. Julia acariciaba con la yema de los dedos la extensión de la pierna derecha de Lena.
-Es de la Toscana- Añadió saboreando el vino –Suena muy femenino-
-Mmm, no pienso meterte nada Lena- Se acercó más a ella.
-Me gustan los hombres, no lo olvides-
-Pero yo también te gusto-
-Sí… pero los hombres más-
-Sé de muchas que cuando han probado con una mujer ya no quieren volver con un hombre- Lena bufó.
-Pues yo me niego a que me pase eso- Julia sonrió y alzó sus cejas –Es más, prefiero que me pase lo contrario-
-O sea que después de mí, esperas que te gusten más los hombres-
-Eso sería genial- Julia bufó en un intento de risa, para retirarse el flequillo del rostro.
-Pero es muy feo que me lo digas ahora- Se alejó para dar la vuelta en la cama y salir de allí –No me gusta que discutamos y menos por una botella de vino-
-Y además vacía- Completó para observar cómo Julia mordía su labio inferior, un gesto bastante sensual a decir verdad, la morena movió su cabeza en busca de algo, una idea había invadido su mente.
-Voy a pedirte algo- Suspiró para frotar sus manos y tomar el teléfono, marcó el número de la recepción.
-¿Qué estás haciendo?- Preguntó curiosa observándola.
-Ya verás que a Max se le puede pedir cualquier cosa- Escuchaba atenta el tono del teléfono.
-Buenas noches- Dijo el italiano al otro lado de la línea.
-Pues sí, es una buena noche- Le respondió Julia.
-¿Tiene hambre?-
-Pues verás, mi amiga necesita un… un vibradore- Lena rio sobre el colchón, para luego sentarse mejor y cubrirse con la almohada.
-Emm... en ese caso me disculpa pero podría llevarles otra cosa, ¿fruta?-
-No, no es suficiente-
-¿Alguna otra cosa que pueda ofrecerles?-
-No déjalo, gracias Max- Trancó el teléfono.
-Estás mal de la cabeza, lo sabes, ¿no?- Anunció Lena y Julia sólo dejó caer los brazos a sus costados.
-Lo he hecho por ti- Se acercó al colchón.
-Y si Max cree que es una indirecta y sube él mismo- Dijo lanzándole la almohada a la chica que la atajó sin problemas.
-Bueno, así puedes elegir entre Max- Alargó la última letra al tiempo que caminaba de rodillas sobre el colchón en dirección a la pecosa –Y la botella de vino- Completó para retirar su prenda y pasarla detrás de la espalda de su acompañante quien rio sin gracia por lo mencionado, Julia atacó su cuello con besos mientras una de sus manos se colaba por su espalda y la otra por su pierna.
-Amm… pues Max viene de Máximo- Julia la alzó para acostarla en la cama.
-También es el diminutivo de Máximo- Tomó la botella de vino de la mesita de noche, donde había sido depositada nuevamente.

Paseó la botella por el abdomen de Lena, quien la miraba atenta, el frío vidrio provocaba un contraste con su cálida piel. La botella dio vueltas descendiendo, manipulada por las manos españolas, Lena suspiró, mientras el recorrido seguía por su muslo interno, primero ascendiendo y luego descendiendo. La pelirroja desfrutaba del momento con deleite y, para cuando la acción se realizó en la otra pierna, un gemido se escapó de su boca. Julia miraba atenta, observaba su cuerpo, la armonía de sus caricias y no pudo evitar que su piel se erizara ante el siguiente gemido acompañado de aquella inclinación de cabeza y la boca entre abierta de su amante, quien tomaba con sus manos la sábana sobre su cabeza.

El sonido de la puerta interrumpió la acción. Lena se levantó asustada y Julia, aún entre sus piernas, miró en dirección a la entrada.

-Máximo- Pronunció Lena a la vez que Julia optaba por incorporarse.
-Máximo- Repitió mirando a Lena para saltar fuera de la cama. Lena se cubrió con la sábana y Julia optó por un albornoz, apagó las luces, dejando encendida sólo la que estaba sobre la mesa de noche y se dispuso a abrir la puerta –Estamos bien Max, no nos hace falta nada, gracias- Le dijo al aludido que la observaba, interesado.
-Les he traído algo caliente-
-¿Cómo?-
-Pepino, pasados por agua unos minutos, estéril, aséptico- Dijo el hombre con una sonrisa.
-Verás, es que mi amiga prefiere la botella de vino- Su sonrisa se borró –Es de la Toscana-
-Ahh… ¿y tú?-
-¿Yo?, yo soy virgen- Soltó provocando la risa de Max.
-Felicitaciones, ésta noche España finalmente controló a Italia, merecidamente-
-¿De qué hablas?-
-La Eurocopa, futbol- Aclaró.
-Ahh… es que a mí me aburre el futbol-
-Amm… pero… ¿y a tu amiga?- Señaló al interior de la habitación.
-A ella también, ella es… una tenista rusa- Al escuchar aquello, Lena estalló en risas, tanto Julia como Max voltearon a verla -¿Qué pasa?, a mí me encantan las tenistas rusas- Lena, que estaba al borde de la cama, cayó al suelo para seguir riendo –No si al final vas a ser tenista- Dijo con una sonrisa a modo de broma y Lena no hizo más que reír con más ganas hasta acostarse completamente en el suelo.
-Mírale el brazo- Sugirió.
-¿Qué?- Preguntó Julia.
-El brazo, debe ser musculoso para practicar ese deporte- Julia se volvió a verla, caminado hacia ella, que se dio la vuelta sobre su costado para darle la espalda. Julia se agachó a su lado para tomarle el brazo.
-Sí que eres tenista, mira tu brazo derecho- Dijo tomando el izquierdo.
-Soy zurda- Declaró entre carcajadas.
-Me he equivocado, quería decir el izquierdo, ¡y tienes cayos!- Objetó mirándole la palma de la mano –Ésta es la prueba- El sonido de la puerta les hizo volver la mirada, algo no estaba bien, Max había entrado y cerrado la puerta tras él.
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Mensaje por DerujKum 9/20/2014, 7:48 pm

Capítulo V. ¿Verdad o mentira?


El hombre estaba inclinado frente a ellas y llevó un dedo a sus labios, indicando que se mantuvieran en silencio. Las chicas lo miraron aterrorizadas, aún desde su posición. Max se agachó para quedar a su altura y ellas se sentaron pegando su espalda a la cama, sin perder de vista un solo movimiento.

-¿Quieren hacer un trío?- Preguntó en un susurro.
-Oh, oh- Dijo Lena. Max se levantó lentamente y señaló con sus ojos su entrepierna.
-¿Quieren verlo antes?- Lena se levantó con la misma parsimonia seguida de Julia.
-No Max, muchas gracias- Respondió Lena en el idioma del hombre.
-¿Hablas italiano?- Preguntó Julia.
-Una lingua bellissima- Aclaró mirándola -Por favor vete, deseamos estar solas- Se dirigió hasta la puerta.
-Yo me había hecho ilusiones- Contestó el sujeto, viendo cómo ambas abrían la puerta de par en par –Pensaba que era lo que querían-
-Ha sido un malentendido, no debimos llamarte- Explicó la pecosa.

Max bajó la mirada desilusionado. Julia le hizo un ademán con la mano de que se fuera. Él llevó una mano a su cuello y dio dos pasos atrás, mirando el suelo adoquinado. Suspiró para negar con la cabeza y salir cantando.

-Buenas noches- Dijo en el pasillo, Julia quiso cerrar la puerta pero la detuvo –Era una broma- Y se fue. Lena cerró la puerta, para mirar una tarjeta que se encontraba adherida al albornoz que cubría a su acompañante en el que rezaba “J. Volkova”.
-Bueno, gracias a Max he conocido a una tenista rusa que habla italiano- Se apoyó en el marco de la puerta y vio a Lena caminar por la habitación.
-También me gusta el futbol-
-Me has mentido- Caminó hasta ingresar en el baño, mientras Lena sonreía –Esa mansión de la isla no es tuya, no hay pista de tenis-

Lena aprovechó su pequeña soledad para inspeccionar la habitación, y así descubrir un poco más sobre la morena. Alzó el mapa para ver un folleto cuyo título era “Feria de locomoción y sostenibilidad”. También encontró un adorno, que tomó entre sus dedos para detallarlo mejor. Era una moto roja, o eso parecía. Julia, por su parte, seguía en el baño. La pelirroja encontró un lindo recuerdo de cristal donde se podía observar, en su interior, el coliseo, arriba la palabra “Roma” y abajo “Colosseo”. Lo colocó en su lugar al oír el agua del lavabo correr. Ambas se quedaron paradas justo donde estaban para pensar un poco en todo lo ocurrido hasta ahora.

-¿Te acuerdas de lo que te dije antes?- Preguntó Julia asomándose.
-¿Cuándo?- Le devolvió la mirada.
-Cuando te hablaba del miedo-
-Sí, y me ha encantado- Se retiró la sábana del cuerpo para acostarse en la cama.
-¿Encantado?, oír que me das miedo- Se había acercado.
-Sí- Extendió su mano –Ven aquí- Julia se retiró su poca vestimenta para unirse a ella.
-Me estoy dando cuenta de que todo lo tuyo me da miedo- Confesó sentada a su lado, Lena sonrió –Tus ojos, tu boca- Acompañó las palabras con caricias –Tu sonrisa- Lena sonrió –Tu forma de hablar, el timbre de tu voz, tu olor, tu aliento, tu respiración- Descendió su mano por el pecho de la chica –Éste cuerpazo, tu piel- Se levantó y Lena se dio vuelta para que pudiera apreciar la extensión de su espalda -¡Qué piel!, tu piel es increíble- Se acostó para acariciarla.
-A mí me da más miedo el color de la tuya-
-Tu piel es como la estepa rusa- Acarició con la yema de su dedo la extensión de aquella espalda en forma descendiente –Eso sí que da miedo- Bajó para acariciar su trasero con la palma de su mano y volvió a subir.
-Una pregunta-
-Ujum-
-¿Si yo tuviera una hermana gemela, idéntica en todo a mí, con la misma boca, los mismos ojos, voz…?-
-¿Y la misma piel?- Lena se levantó un poco para mirarla. Sus rostros estaban a escasos centímetros.
-Sí, sobre todo la piel, ¿sentirías el mismo miedo?-
-¿Tienes una hermana gemela?-
-Es sólo una suposición- Dijo sonriendo.
-No lo sé, puede que sí o puede que no- Respondió sinceramente -¿Tú qué preferirías?-
-Me siento muy afortunada de estar yo aquí en vez de mi hermana-
-A ver, cuéntame eso-
-Tengo una hermana gemela, licenciada en historia del arte, acaba de terminar su tesis sobre el renacimiento italiano, he venido con ella-
-¿Cómo se llama?-
-Elena- Julia rio.
-¿Al igual que tú?, porque has dicho que no te llamas Lena-
-Yo tampoco sé tu nombre-
-Ahora tiene sentido que hables tan bien italiano-
-Yo también estudié historia del arte, pero en tercero nos hicieron a ambas un casting para una película y me eligieron a mí, desde entonces nos hemos ido distanciando-
-¿Tienes pruebas?-
-¿Pruebas?- Preguntó incrédula, Julia asintió. Entonces Lena miró el ordenador y sonrió para dirigirse hasta él. Cuando estuvo sentada en frente le hizo una señal a Julia con la cabeza para que se acercara, ya había abierto el computador y tecleado algo en él.
-¿Qué pone ahí?- Preguntó a su lado mirando la página que se había cargado, donde se encontraban un montón de fotos de su acompañante.
-Lana Katina-
-¿Lana, Lena, Elena?- Repitió incrédula -¿Sois trillizas?- Lena rio, negando con la cabeza para pasar las imágenes -¿Y qué pasa con el tenis?-
-Mi hermana Elena y yo hemos jugado desde niñas pero… ella siempre ha sido la mejor-
-¿Y tú cuando juegas al tenis?, si no tienes tiempo con tantos rodajes, estrenos, fiestas- Lena sonrió y volvió al ordenador, tecleando hasta que Ostrov Nekrasov apareció, movió un poco la imagen, hasta una cancha de tenis en una punta de la isla. Julia cerró los ojos, se llevó una mano hasta ellos y bufó -¿Me puedes enseñar a tu hermana?-
-Elena es la décima de ranking femenino en Rusia- Explicó cuando la página hubo cargado mostrando a una chica idéntica a ella en uniforme de tenis.
-Es zurda como tú- Acotó mirando más de cerca.
-Sí, yo también soy zurda-
-Es que las gemelas no tienen por qué ser zurdas las dos, aunque se parezcan en todo lo demás- Su mejilla estaba apoyada en el hombro de la pecosa.
-Pero nosotras sí- Dijo cerca de su oído.
-¿Y no hay ninguna diferencia entre ella y tú?, ¿eh?- Lena la miró con semblante serio para después desviar su mirada y levantarse de la silla hasta mirar por la ventana. Julia también se levantó.
-Yo me hice mujer antes que ella, aunque no como tú-
-¿Qué quieres decir?-
-Mi madre murió cuando teníamos trece años- Miró los claveles visibles desde allí, mientras acariciaba la cadena que adornaba su cuello –A partir de entonces mi padre empezó a tratarme como a una mujer, sólo me tocaba- Julia le acarició tras ella.
-¿Y a tu hermana?- Preguntó a su oído.
-No- Negó con la cabeza –Sólo a mí-
-¿Por qué?-
-No lo sé, pero sentí que debía guardar el secreto y no decírselo, hasta que una noche Elena nos vio-
-¿Y cómo reaccionó?-
-Mal, se sintió rechazada y… así comenzó su complejo de inferioridad-
-¿Complejo de inferioridad porque tu padre no la tocaba?- Su voz denotaba incredulidad –Debería sentirse afortunada-
-Aquello no duró mucho- Aclaró alejándose –Menos de un año- Se sentó en la cama dándole la espalda. Julia suspiró.
-¿Estás llorando?- Preguntó al verla llevar la mano a su mejilla, ella negó con la cabeza. Julia se acercó hasta sentarse detrás suyo y acariciarla –Puedes hacerlo si quieres-
-Es que… yo no lloro-
-¿No?-
-Bueno, no lloro desde hace un tiempo-
-Llorar es muy sano-
-Ya lo sé- Julia se levantó para ponerse frente a ella e inclinarse hasta estar a su altura.
-Llora como una actriz- Le pidió mirándola a los ojos –Venga, por favor, actúa para mí-
-Es lo que estoy haciendo-
-A mí me encantaría verte llorar, así tendría la oportunidad de consolarte, venga- Frunció el ceño –Llora, llora- Lena respiró profundo para mirarla a los ojos e intentarlo, Julia se mordió el labio inferior y sonrió.
-Lo siento Julia- Bajó su mirada –No soy buena actriz– Se alejó para colocarse más al centro del colchón.
-¡Ja!- Exclamó con burla.
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Mensaje por Anonymus 11/3/2014, 12:08 am

Y que paso con esto? No hay conti?
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HABITACIÓN EN ROMA // DERUJKUM Empty Re: HABITACIÓN EN ROMA // DERUJKUM

Mensaje por DerujKum 12/21/2014, 6:53 pm

Capítulo VI. Pentotal


Caminó por la habitación. Había otro cuadro, uno donde estaba una mujer blanca, sentada de perfil, con el torso inclinado, su rostro estaba escondido bajo la seguridad de sus manos, su cabello caía en cascada frente a ella, ayudando a esconder las claras lágrimas que saldrían de sus ojos, pasando por sus mejillas hasta perderse en el espacio infinito. Tomó el mando del televisor, se sentó a su lado y golpeó con su hombro el de su acompañante. Encendió el televisor.
-¿Cantas bien?- El sonido de una canción española inundó la habitación. Su nombre “Contigo”, la intérprete “Canteca de Macao”.
“No tengo dinero pero tampoco yo lo quiero, mientras mi rumba, ¡Ay! Pueda ser pa’ ti”
Julia se levantó de la cama y empezó a bailar y cantar al ritmo de la canción.
“Y es que yo quiero tu boquita y sólo tengo rumba pa’ ti, ¡ay!, mi rumba, mi rumba es pa’ ti”
Su voz sonaba tan desafinada que logró cambiar el semblante de Lena, haciéndola reír. Ambas se subieron de pie a la cama para empezar a saltar, dejando atrás el momento y disfrutando de su locura temporal, volviendo a ser niñas, riendo ante cada salto. Haciendo formas con sus brazos y cayendo de vez en cuando debido a la pérdida de equilibrio. Lanzaron las almohadas al aire para terminar de caer de espaldas sobre el colchón, riendo aún. Luego Lena se lanzó sobre Julia. La canción cambió, era rusa y ahora quien cantaba era Lena. Había tomado el control remoto como micrófono. Su voz no estaba mejor afinada que la de Julia. La canción “чичерина”, el grupo “ту-лу-ла”. Tal era el escándalo que formaron en aquella habitación que el que dormitaba en la de al lado golpeó la pared. Julia hizo señas de que guardara silencio, al tiempo que el sujeto lanzaba palabras en italiano y ella apagaba la tv. Lena se tapó la boca para mirar a la pared al fondo de la cama.
-Shhh- Dijo Julia acostada sobre su pecho.
Extendió su mano para señalar un “detente”, Lena la miró con el ceño fruncido. Julia desvió su mirada al techo, justo al lado de la pelirroja, miró con detenimiento. El techo estaba decorado en óleo, como casi todos en aquella ciudad, pero aquello no le sorprendió, sino el dibujo que le veía. Un querubín la apuntaba con una flecha, tensada en el arco, un pequeño angelito que conocía a la perfección. Cupido.
Se levantó, lanzando hacia atrás la almohada que segundos antes abrazaba. Caminó, aún sobre el colchón, hasta Lena que la miraba atenta, tratando de descubrir qué había detrás de esa sonrisa. La morena se posó frente a ella cuando sus pies tocaron el suelo, retiró los risos hacia la espalda pecosa y le acarició siendo correspondida. Se abrazó a ella, colgando sus piernas de la nívea cintura, mientras la besaba, no sólo sus labios, también sus mejillas. Se atrevió a ejecutar su idea y se impulsó para seguir subiendo, ayudada por su acompañante. Después del gran esfuerzo había logrado su propósito, ahora sus piernas descansaban sobre los hombros de Lena, que pudo soportar aquella posición.
Se veían fijamente a los ojos, hasta que Julia desvió su mirada para detallar mejor a Cupido, que seguía apuntando hacia ella, estaba hechizada, flechada. Sonrió y fue entonces cuando Lena inclinó su cabeza hacia atrás para poder observar lo que tanto llamaba la atención de Julia y entonces lo pudo apreciar. Dio escasos pasos al frente para lanzar a la morena sobre el colchón. Empezó a acariciar sus piernas mirándola con intensidad y dedicación. La morena tenía su cabeza inclinada, observando sus movimientos.
Las caricias eran delicadas, sutiles, impregnaban sus pieles de cariño. Besó el muslo moreno para recorrerla con sus labios, Julia inclinó su cabeza hacia atrás en un gesto de deseo. Lena se adentró más hacia el centro, perdiéndose entre sus piernas y provocando que aquel cuerpo empezara a moverse debajo de ella, alzando la pelvis. Se retiró con cuidado para subir a saborear sus labios, una idea rondó su cabeza, así que la ejecutó. Pasó con cuidado, y con ayuda de Julia, una de sus piernas por el pecho de la chica, para propiciar una posición cómoda ante lo que quería hacer. Su cabeza quedó entre las piernas morenas y la de Julia entre las suyas.
Volvió a su labor anterior, pasando sus labios por el muslo interno, trazando un camino directo hacia su próximo objetivo. Los suspiros empezaban a inundar la habitación. Julia no quiso quedarse atrás, así que empezó a besar con pasión las blanquecinas nalgas de la chica. Ambas hundieron sus bocas en la humedad de la otra, proporcionándose un placer mutuo, los movimientos empezaban a acelerarse, sus gemidos se ahogaban entre sus piernas, aunque otras veces se retiraban un poco para dejarlos escapar y recuperar el aliento, aquello en menos de dos segundos pues volvían con rapidez a su placentera labor, disfrutar y proporcionar goce. Aquello las llevó a experimentar un duradero y satisfactorio orgasmo.
Se dieron la vuelta para descansar, seguían abrazadas al cuerpo de la otra, acariciándose. Disfrutando del tiempo, escaso e indetenible. Besaban sus piernas, mientras sus manos recorrían la extensión de las mismas. Lena rompió el contacto, cayendo sobre su espalda y respirando exhausta. Julia tenía los ojos cerrados y sostenía con sus manos el pie izquierdo de la chica.
-Me imagino que en aquel harem árabe tú tendrías todo tipo de relaciones con mujeres- Se dibujó una sonrisa en el rostro moreno, alzó un poco la cabeza, abriendo sus párpados -¿O estaba prohibido?-
-Yo nunca he vivido en Arabia Saudí- Declaró, ambas se acomodaron mejor, habían cosas que aclarar. Lena se apoyó sobre su costado, dejando descansar su cabeza sobre la palma de su mano. Julia por su parte, se dejó caer sobre su espalda.
-¡Qué pena!, esa historia me gustaba-
-A mí también- Suspiró –La que se fugó de Arabia Saudí en un barco griego fue mi madre- Había adoptado nuevamente el gesto de tomar sus negros cabellos entre sus dedos –Embarazada de mí y huyendo de mi padre, soy la hija de Jamir y nací en Atenas-
-Me alegra que Julia exista- Ambas sonrieron.
-Gracias-
-Así que eres griega, no española-
-No, a los pocos meses de nacer mi madre volvió conmigo a España-
-¿Tu madre también se hizo… lesbiana?- Julia sonrió.
-Pues no, mi madre ha tenido muchos hombres y muchos problemas, pero siempre se ha ocupado de mí y luego yo de ella- Lena chasqueó su lengua.
-¿Has estado alguna vez con un hombre?-
-Yo soy lesbiana de nacimiento, así como tú eres gemela de nacimiento- Lena se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación.
-Verás Julia yo… tampoco he sido muy sincera contigo- Se paró frente a la puerta de la terraza –Me caso el domingo que viene- Julia se levantó un poco.
-¿Quién?, ¿la actriz o la deportista?-
-La deportista-
-¿Elena?- Lena asintió –Así que no eres la actriz, eres la gemela-
-Mi hermana también es gemela-
-Ya… pero tú eres la… la renacentista, eres la del renacimiento- Lena asintió –Mmm- Terminó por levantarse y caminar hacia ella –Bien, por un lado lo prefiero- Se sentó en una butaca frente a ella –Pero lo que no me hace ninguna gracia es que te cases tan pronto- Lena rio.
-Llevamos planeándolo casi un año-
-¿Con quién?-
-Con el tutor de mi tesis sobre el renacimiento-
-¿Es italiano?-
-No, es de Moscú, ya hemos comprado un pequeño apartamento, nos mudaremos tras la luna de miel- Julia miraba el suelo con el ceño fruncido.
-¿En una de esas colmenas rusas?-
-Sí- Afirmó sonriendo –Marcando diferencias con mi hermana.
-Me alegra que seas de clase media- Le pelirroja volvió a sonreír –Pero sobre todo me alegra que tu padre no te tocara… así que eres tú la del complejo de inferioridad- Lena desvió su mirada –No lo entiendo– La pecosa se dio media vuelta para mirar la noche que cubría la terraza, caminó hasta sentarse en una de las sillas que estaban dispuesta completando un pequeño comedor, dándole la espalda a Julia.
-Una noche me desperté y no vi a mi hermana en su cama, me levanté y fui a la habitación de mi padre… recuerdo sus enormes manos, con sus dedos fuertes y largos- Julia se acercó hasta pararse en el umbral del balcón –Acariciando el cuerpo desnudo de Lana, idéntico al mío- Se miró –Me quedé ahí, escondida… mirando, fue la primera vez en mi vida que sentí… placer sexual- Hizo un pequeña pausa para continuar –Cada vez que me despertaba y no veía a mi hermana, yo…- Suspiró –Me desnudaba y me tocaba-
-Te entiendo, rusita- Lena chasqueó su lengua.
-Aquello nos separó muchísimo a Lana y a mí- Volvió a ver a Julia –Pero ahora me gusta más mi vida que la de mi hermana- Julia sonrió.
-Me alegro- Declaró –Y además vas a formar tu propia familia- Bufó para ingresar en la habitación, sumergiéndose, ambas, en sus pensamientos.


Capítulo VII. Un triste recuerdo


Julia se había sentado en el sillón frente a la cama. Lena se había quedado en la terraza mirando las estrellas que aún se podían divisar. Ambas pensaban en esa noche y en sus vidas, sus vidas antes de esto, sus vidas antes de ellas. Julia tomó su móvil, miró por la ventana, Lena hacía lo mismo, así que sus miradas chocaron. La morena le hizo señas de que fuera hasta ella. Lena suspiró, se levantó de la silla y se acercó sentándose a su lado. Julia miraba el móvil con el entrecejo fruncido, la pelirroja también miró la pantalla.
Era un vídeo. En él estaba una mujer, una niña y un niño platicando en un extraño idioma. Los niños corrían. El niño le dijo algo a la persona que grababa, Julia. Entonces la mujer, rubia, de estatura promedio y muy abrigada, sonrió a la cámara para después decirles algo a los niños. La niña, que era más grande que su hermano, le respondió de igual forma, en una conversación que sólo ellos entendían.
“Ah muy bien, pues nada, no vais a salir en mi vídeo” Se escuchó decir, era la voz de Julia.
-¿En qué hablan?- Preguntó Lena.
-En euskera- Aclaró –Es una lengua muy antigua, es muy difícil- En el vídeo seguía la imagen de aquella mujer –Intento aprenderla pero cada vez que me equivocaba los niños me tomaban el pelo- El rostro sonriente de la mujer se veía más cercano.
-Yo también quiero tener hijos- Julia la miró para después volver su atención al vídeo.
-Son los hijos de Edurne- Dieron vuelta a la cámara y apareció Julia, que se recargó del hombro de la rubia.
“Edurne, es que hace más de un mes que no vemos el sol” Se escuchó, miraba al cielo nublado. La rubia le indicó que viera sobre el río y así lo hizo.
-¿Cuánto tiempo llevas con ella?-
-Dos años-
“¿Saldrá el sol hoy?” Dijo su voz en el vídeo.
“Mira” Señaló la rubia.
“!Eh!, que acaba de salir allí” Añadió la morena con voz alegre.
-Edurne estaba recién separada y yo acababa de terminar una relación muy tormentosa- Explicó –Pasó un fin de semana en Madrid, nos enrollamos una noche y un mes después me mudé a San Sebastián a vivir con ella- En el vídeo se podía observar el cariño entre las dos mujeres, que se abrazaban y besaban con amor y una gran sonrisa en el rostro. El niño corrió a los brazos de su madre, que lo cargó feliz. Lena sonrió y Julia, contra todo pronóstico, se soltó a llorar con gran dolor.
-¿Qué te ocurre?- Se acercó más a ella. La morena se había llevado una mano a sus ojos –Venga Julia, por favor, cuéntamelo- Insistió con una mano en el pecho, le dolía verla así. Julia siguió mirando la pantalla del móvil.
-El pequeño murió el invierno pasado- Confesó con un hilo de voz –Fue un accidente tonto en casa- Lena ahora miraba el suelo con un gesto de dolor –Es la primera vez que vuelvo a ver éstas imágenes… Edurne aún no lo ha superado- Lena hizo ademán de abrazarla pero Julia se levantó para lanzarse boca abajo en la cama, la pelirroja se unió a ella para abrazarla desde atrás –Murió estando conmigo en casa, estábamos los dos solos, Edurne no me culpa pero… ojalá hubiera estado ella esa tarde con él… y no yo, ¿quién sabe?, puede que así el accidente no hubiera sucedido- Lena se dedicó a acariciarla para intentar aliviar su dolor, aunque sabía que era una batalla perdida, seguía estando dispuesta a luchar, la abrazó pasando una de sus piernas sobre su cadera. Julia empezó a acariciar la extensión de la misma -¿Cómo se corre con estas piernas?- Preguntó más calmada. Lena sonrió para alzar unos centímetros su pierna y realizar aquel básico movimiento con lentitud, dejando que la morena apreciara cada fase del mismo -¡Qué sensación de velocidad tan agradable!, seguro que corres como una gacela- La miró, Lena sonrió -¿Cuánto tiempo llevas con él?- Preguntó después de un tiempo, sentada sobre el colchón.
-¿Con Vadim?-
-Ujum-
-Cuatro años, intensos-
-¿Y le quieres?- Seguía acariciando aquellas piernas mientras sentía caricias en su espalda.
-Le quiero mucho, profundamente y aprendo mucho a su lado, es cultísimo- Dijo con orgullo –Y siempre sabe lo que hay que hacer-
-¿Le habías sido infiel antes?-
-No- Dijo negando con la cabeza, en su voz se notaba el peso de sus acciones -¿Y tú… a Edurne?-
-Tampoco-
-Esto nos duele a las dos, ¿verdad?- Julia asintió para tumbarse a su lado, ella miraba la puerta de la habitación y Lena el techo, ambas pensativas, ambas con dolor. Luego se miraron, a pesar de todo no sentían arrepentimiento en su interior, aquella había sido, sin duda, una gran noche. Lena se levantó de la cama para sentarse frente al ordenador y volverlo a abrir. La morena se desperezaba sobre el colchón -¿Quieres hacerme un regalo de bodas?- Le preguntó con una sonrisa.
-Claro- Se levantó para inclinarse a su lado y ver la página que se cargaba en el ordenador. Había una serie de objetos con sus fotografías y características al lado. Julia rio.
-Estos son los que quedan-
-No sé- Negó con la cabeza -¿Cuál prefieres?- Lena la miró.
-El que tú elijas-
-¿Y qué pongo?, de Julia, la española de Roma-
-Si fueras un hombre podría parecer sospechoso… diré que conocí en Roma a una chica española muy simpática-
-¿Y guapa?-
-Guapísima- Julia asintió.
-Vale- Se sentó en el sillón de al lado para mirarla -¿Qué estás haciendo en Roma?-
-Es un regalo de boda de mi hermana- Se recargó en el espaldar de la silla –Una semana en Italia para intentar unirnos, pero esta noche nos enfadamos y salí por mi cuenta-
-Así que te he conocido gracias a un enfado- Lena asintió -¿Y tu hermana es buena actriz?-
-Sí, muy buena, y además llora de maravilla- Julia sonrió –Pero también es verdad que es la amante de un…-
-¿Mafioso?- Lena asintió.
-Y dime tú, ¿qué estás haciendo aquí?-
-¿Aquí?-
-Sí, en Roma- Julia aspiró hondo.
-He venido a una feria de locomoción y sostenibilidad, ideas de vehículos para el futuro, ecológicos, limpios y de bajo consumo-
-Ajá…- Fue lo único que alcanzó a decir. Julia sonrió –Genial- Agregó sin mucha emoción. La morena se inclinó hacia el ordenador para cargar otra página web, apareció lo que parecían los planos de un vehículo, extraño pero moderno, tenía tres ruedas y parecía más una bicicleta, además de incorporar una especie de techo. Julia cliqueó y aparecieron fotos del modelo real, era plateado en el exterior y negro en la parte interna -¿Qué es eso?-
-Se llama Aspasia- Dijo con una sonrisa –Perfecta para moverse por la ciudad, velocidad máxima setenta kilómetros por hora, cuarenta millas, es como una bici-
-Ujum-
-Va a pedales pero si te falta ayuda para subir una cuesta puedes conectar un silencioso motor de aire comprimido y si llueve no te mojas- Explicó con devoción, Lena sonrió.
-¿Quién ha inventado ésta cosa?-
-Yo- Respondió provocando que Lena estallara en carcajadas -¿Qué pasa?- Preguntó sonriendo -¿Qué?... ¿no tengo pinta de inventora?-
-La verdad es que no- Respondió entre risas.
-Soy ingeniera mecánica- Lena volvió a reír con fuerza –La mejor de mi promoción- Señaló alzando un dedo, para después apoyar su espalda en el asiento.
-Tiene sentido- Su risa cesó.
-¿Por qué?-
-Porque eres la mejor mujer que he conocido jamás- Julia mordió su labio inferior.
-Gracias… amor-
-No me llames amor- Desvió su mirada.
-¿Por qué?- Cuestionó.
-El amor es otra cosa-
-Para mí también- Se inclinó hacia ella –Pero lo que siento en éste momento se parece muchísimo al amor- Lena negaba con la cabeza –Es casi idéntico-
-El amor que puede haber aquí, ahora mismo es… pura fantasía- Julia cerró sus párpados con lentitud.
-Como en cualquier parte- Abrió sus ojos y se dejó caer sobre el asiento, bufó mirando al suelo.
-Ya sé qué quiero que me regales- Julia miró la pantalla preocupada, seguía la foto del vehículo.
-Um- Gruñó –No está en tu lista de bodas-
-La pongo ahora mismo, y si tú no me la quieres regalar, lo hará otro-
-Muy bien, la dejaré aquí- Concedió –Está en la feria para quien quiera ir a recogerla-
-¿Y ha gustado?-
-Un montón- Respondió con una sonrisa.
-Me encanta, estoy segura de que no falta mucho para que quiten los coches de la ciudad y pongan tus Aspasias-
-De momento sólo existe éste prototipo-
-Con una me basta en Moscú- Julia se volvió a inclinar hacia ella.
-Debes saber que si quieres a mi Aspasia como regalo, va conmigo adentro- Susurró con esa voz sensual, Lena sonrió –Somos inseparables- Lena se inclinó también hacia ella.
-Aún mejor- Julia suspiró para volver a lanzarse sobre el espaldar del sofá –Yo también sé quién era Aspasia, vivía ahí, en esa pintura- Señaló con su vista el cuadro que estaba sobre el sofá, el del Ágora de Atenas. Julia sonrió asintiendo.
-Hace una semana, cuando entré en ésta habitación me fijé en el cuadro… creí que era una buena señal para mi Aspasia- Aspiró –Pero hoy mismo me han dicho que no tengo posibilidades de que la fabriquen-
-Mmm, ¿por eso saliste a emborracharte?-
-La verdad es… que desde el invierno pasado, cuando pasó lo del niño, no hay noche en la que no me acueste con varias copas demás- Asintió –Me ayudan a dormir- Se notaba el cinismo en aquella última frase, producto del dolor –Menos ésta noche, que me has despertado- Lena desvió su mirada hacia el suelo, justo al pie de la cama, donde descansaba el cobertor y, al lado, su vestido. Julia mordió su labio inferior.
-Debería irme- Anunció y Julia sintió el pesar que causaban aquellas palabras -¿Puedo ducharme antes?-
-Sí- Suspiró. Lena se levantó dispuesta a ducharse para decirle adiós.







Capítulo VIII. Dejemos el agua correr



Julia miraba atenta cada paso que Lena daba hacia el baño, la pelirroja encendió la luz y se plantó frente al espejo, se llevó una mano a sus labios para mirarse y luego susurrar palabras en su idioma natal. Julia se inclinó sobre el asiento para observarla a través del espejo, ella seguía hablando consigo.
-Igual he confundido la señal del cuadro- Miró el lienzo –Eras tú mi rusita, lo bueno que tenía que pasarme- Susurró.
Lena señalaba en el espejo, siguiendo con la ejecución de aquel monólogo que sólo ella entendería. Bajó el brazo a su pecho. Caminó hasta la tina, abrió la regadera y se coló bajo ella, dejando que el agua recorriera su cuerpo. Una canción invadió sus pensamientos y la dejó salir, con aquel fluido italiano que formaba parte de su identidad.
“Penso che un sogno così non ritorni mai più” Miraba al techo del baño.
“Mi dipengevo le mani e la faccia di blu
Pio d’improvviso venivo dal ventor rapito”
Alzó su voz.
“E incominciavo a volare nel cielo infinito
Volare… oh, oh
Cantare… oh, oh, oh, oh”
Julia se unió a ella, ingresó en la ducha y la secundó, cantando. Lena la miró.
“Nel blu dipinto di blu” La tomó entre sus brazos.
“Felice di stare lassù” Cantaban cerca de sus rostros, Julia mojó su cabello. Lena le ayudó.
“Nel blu dipinto di blu
Felice di estare lassù”
Julia tomó la cara pecosa entre sus manos acercándose más.
“E volavo volavo felice più in alto del sole ed ancora più su,
mentre il mondo pian piano spariva lontano laggiù
una musica dolce suonava soltando per me”
Cantaron con más fervor aquella parte mientras ambas miraban hacia arriba, bailando al compás de su canto.
“Volare… oh, oh
Cantare… oh, oh, oh, oh”
Terminaron de cantar divertidas.
Se abrazaron debajo de la regadera, en un claro gesto de que sería difícil decir adiós, sus rostros reposaban en el hombro de la otra, una de sus manos presionaba su espalda y la otra la parte posterior de su cabeza. Inmóviles, sólo sintiéndose, en silencio, no había nada que decir. Julia besó el hombro pecoso, colándose por su cuello, para después buscar sus labios, besándola con todo el amor que podía sentir esa noche, siendo correspondida de la misma manera, con el mismo sentimiento.
Se alejó un poco para pasear su mano por su pecho, sus senos, retomando la tarea de besar su cuerpo, mientras su palma iniciaba un recorrido descendente hasta colarse entre sus piernas, llegando a aquel lugar que deseaba estimular, una última vez, era lo único que su mente suplicaba. Las caricias empezaron y, como si de un imán se tratase, atrajeron de inmediato los suspiros y gemidos de la pelirroja, que se abrazaba con más fuerza a ella dejándose amar. No quiso desaprovechar la oportunidad de tocarla también, así que imitó su acción, estimulándole con sus dedos. Sus gemidos se fusionaron en una nueva sinfonía, sus movimientos empezaban a subir de intensidad, sus cuerpos convulsionaban de placer y sus bocas se negaban a ahogar sus sonidos. Éxtasis, dolor, placer, miedo, pasión, terror, amor. Sensaciones, movimientos, emociones. Nada más, sólo eso.
El grito que salió de sus gargantas al llegar al tan esperado orgasmo fue depositado en la boca de la otra. Julia dejó caer su cabeza en el pecho de Lena, perdiendo el equilibrio, estaba mareada, sentía que caería, pero los brazos de la tenista lograron sostenerla hasta hacerla sentarse en el borde de la tina. Se miraron fijamente, Julia había retirado el flequillo de su rostro, Lena la acarició para besar su nariz y sus labios hasta lograr que ambas se calmaran.
Lena salió de la tina poco después ante la mirada de Julia. La pecosa, después de sentarse en el borde de la tina, buscó con sus ojos algo con qué secar las gotas que cubrían sus cuerpos. En la pared lateral colgaban dos albornoces y a sus pies dos pantuflas, ambas habían visto lo mismo, intercambiaron sus miradas y sonrieron ante aquella casualidad. Lena fue por uno, dedicándose a vestir a Julia, luego la ayudó a salir de la tina, anudó el albornoz y la sentó donde segundos antes había estado ella, para colocarle las zapatillas.
Julia la tomó de la cintura al estar lista y la colocó de espaldas a la tina. Repitió la acción al vestirla, retiró sus rizos a su espalda y se agachó para volver a colocar sus manos en su cintura para pedirle que se sentara. Tomó su pie derecho, lo acarició, alzándolo para depositar un beso en la planta del mismo. Lena sonrió con dulzura, le colocó la zapatilla. Tomó su pie izquierdo imitando la acción. Después tomó una toalla para secar aquellos rizos pelirrojos. Acariciaron sus rostros.
-Quiero contarte algo- Dijo Lena.
-Lo que tú quieras- Se plantaron frente al espejo, mirándose a través de él.
-Ésta noche, antes de conocerte, mi hermana me ha dicho algo en la cena que… ya me imaginaba pero que nunca me había atrevido a preguntarle- Hizo una pausa –Bebimos mucho vino… y la estábamos pasando muy bien, hasta que me contó que… Vadim estuvo con ella antes que conmigo- Julia la miraba atenta a través del espejo –Él también era profesor de mi hermana, pero estábamos en clases distintas… cuando la cogieron en el casting y ella dejó de asistir a la universidad, él la llamó, salieron juntos una temporada, fue mi hermana la que le dejó- Chasqueó su lengua –Supongo que entre los dos decidieron no decirme nada, hasta que esta noche a mi hermana se le escapó-
-No se lo digas a nadie pero tú me gustas mucho más que tu hermana- Lena rio –Y el blanco te queda mejor que a ella- Entrelazó sus dedos con los de la chica para pegar sus costados –Mmm- Se miraron unos segundos en el espejo, hasta que Julia volvió su cabeza –Los invitados esperan- Susurró. Lena la miró.
-Mi hermana pensaba invitar a mi boda a varios amigos de su novio, gente peligrosa, en realidad me he enfadado con ella por eso-
-Bien hecho, no queremos mafiosos aquí- Se volteó a mirar alrededor –Si alguien tiene algo más que decir, que hable ahora o calle para siempre- Sonrió.
-Yo- Se volteó a ver a Lena.
-Te escuchamos, novia-
-Lo más curioso es que ahora tengo miedo por Vadim, por si se entera el novio de mi hermana, que es un bestia-
-¿Y tú?, ¿qué sientes tú?-
-¿Yo?- Julia asintió –Yo sé que Vadim está enamorado de mí-
-Me gusta cómo eres, que seas tan buena, eres la mejor de todos nosotros- Suspiró –Seguro que tienes razón, Vadim te quiere, por encima de todo- Lena asintió sonriendo.
-Otra cosa curiosa, Vadim siempre me ha recordado a un personaje del renacimiento, a un personaje en particular- Esto último lo susurró cerca de sus labios.
-¿A quién?-
-A ese hombre- Señaló con la cabeza, Julia la miró confusa –Que habla encima de tu cama- La morena se acomodó un poco para poder ver el cuadro. Era el que había visto Lena antes de salir huyendo de la habitación, el del hombre que hablaba dedicado a su discurso –Es León Battista Alberti, uno de mis humanistas favoritos, decía que no se puede tensar el arco sin tener una diana a la que apuntar-
-¿Qué quiere decir?-
-La idea es que el artista debe saber en todo momento qué está representando- Caminó hasta asomarse por la puerta del baño. Julia la siguió –Nos muestra un simposio en el Palacio de los Medici, seguro que estaba hablando de los griegos- Volteó a ver el otro cuadro, el de Atenas –Le fascinaban. Esa pintura- Señaló la italiana –Habla de la otra- Señaló la griega –Entre estos dos cuadros hay XX siglos-
-Y para nosotras sólo una habitación- Sonrieron. Intercalaban su vista de un cuadro a otro, haciendo un continuo giro de cabezas –Parece que estamos en un partido de tenis- Lena sonrió para besarla e ingresar al baño. Julia cerró los ojos presionado su cabeza contra el marco de la puerta. Volvió a mirar al techo, a la imagen de cupido cuyo arco tensado apuntaba hacia ella, caminó hasta sentarse en el sofá pensativa. Lena arreglaba su cabello, recogiéndolo en un moño en forma de cebolla. El color del cielo estaba cambiando, empezaba a tornarse más claro, señal evidente del cercano amanecer. Lena se volvió a parar bajo la puerta, buscando a Julia con la mirada –Conclusión… aquí debajo de mi ciudad natal- Señaló con su mano el cuadro sobre ella -¿Tú me quieres?- Lena sonrió.
-Bueno… no sé por qué será, pero, ahora- Apagó la luz del baño –Sí, te estoy queriendo-
-¿Con fantasías o sin ellas?- Preguntó desviando su mirada. Lena se sentó a su lado. Se miraron.
-Con ambas- Confesó provocando en Julia una sonrisa.
-A mí también me queda bien el blanco, ¿verdad?- Lena sonrió para después mirar por la puerta de la terraza, la luz del sol se podía apreciar detrás de un edificio.
-Llega un nuevo día-
-El alba es mi momento-
-Me quedo a ver el amanecer contigo y luego nos decimos adiós-
Julia se levantó ingresando en la terraza, acomodó ambas sillas para mirar directamente hacia el frente, justo donde la luz empezaba a aparecer, se sentó en una. Lena soltó sus rizos y la acompañó, pasando uno de sus brazos tras su espalda. Y así, en silencio, sin caricias, sin nada más, se dedicaron a mirar aquel espléndido amanecer. La luz se coló por el interior iluminando la habitación, sus cuadros, la cama y todo cuanto fue testigo de aquella entrega. Iluminó, también, el rostro de ambas chicas, pero sin duda, aquella luz resplandecía el rostro moreno de una manera única, hermosa, especial. Era como si, silenciosamente, el sol hubiese hecho un trato con aquella piel para hacerle ver, tras el amanecer, de una hermosura envidiable.
Sus sonrisas se fueron borrando progresivamente a sabiendas que aquella mágica noche había llegado a su fin. Lena la miró para luego desviar su mirada. Las campanadas de la iglesia se hacían eco por toda la ciudad, llegando a los oídos tanto de citadinos como de turistas. Lena se levantó, Julia la siguió segundos después, la primera entró en la habitación, la otra miró un poco más a su alrededor para después entrar. Se paró a su lado, con la mirada en el mismo lugar que su acompañante, en el vestido azul. Lena llevó sus manos al nudo de su albornoz para quitarlo.
-Voy a pedir un desayuno para dos- Anunció tomando el teléfono de la habitación. Lena sonrió para volverse a anudar la prenda.
-Entonces llamo a mi hermana-
-Muy bien rusita- Sonrió levantando el teléfono, por su parte Lena tomaba el suyo.
-¿Quisiera alguna cosa?- Respondió Max al otro lado de la línea.
-Sí, hoy queremos ser las primeras en desayunar-
-Como las almohadas, ¿cómo lo quiere?, ¿simple o…?- Lena ya hablaba con su hermana.
-El más largo que haya-
-¿Quiere que dure?-
-Sí, por favor-
-Abundante entonces-
-Gracias Max- Colgó para acercarse hasta Lena que seguía al teléfono, la tocó por la espalda provocando que se volteara -¿Puedo oír la voz de tu hermana?- Lena asintió para poner el altavoz. Se escuchó la voz de la chica. Julia rio –Parce que te han desdoblado la voz- Lena quitó el altavoz para hablar, pues su hermana se extrañó al escuchar a Julia hablar, mintió -¿No se lo vas a contar nunca?- Preguntó al verla colgar. Lena no respondió -¿Entonces cuál es el plan?, pasar por aquí sin dejar rastro y sin que podamos contárselo nunca a nadie-
-Eso es cosa de cada una-
-Pero tiene que haber algo nuestro, algo que ambas tengamos que nos recuerde a esta noche- Lena sonrió.
-¿Cómo qué?- Julia suspiró mirando al exterior en busca de una idea. Sus ojos se iluminaron ante la locura que pasó por su cabeza.


















Capítulo IX. El amor tiene los límites que el tiempo le impone

Caminó hasta la cama para retirar la sábana blanca que cubría el colchón, las haló hacia ella, apilándola entre sus brazos, luego lanzó sobre el colchón el edredón que, desde hace horas, descansaba en el suelo, al pie de la cama. Corrió hasta la terraza con la sábana volando por lo aires, Lena reía al verla así, tan viva. Había entendido perfectamente su idea, así que le ayudó a doblar un poco la tela.
Julia miró el asta para luego ver hacia abajo, hacia la calle, tomó entre sus dedos el hilo superior para anudar una de las esquinas de la tela, cuando terminó haló el hilo para hacerla subir. Luego, con Lena tomándola de la cintura, se inclinó para agarrar la esquina inferior y atarla de igual forma. Ambas rieron al ver la bandera improvisada que habían creado.
-Aún no hay viento- Dijo Julia –Es muy temprano- Tomó entre sus dedos la tela para mecerla.
-Cuando sople sacarán la foto- Anunció Lena mirando hacia el cielo –Ya verás… nos lo deben a las dos- Julia sonrió.
-Qué bonito lo que acabas de decir, rusita-
-Tu idea ha sido lo más bonito- Siguió mirándola, Julia asintió.
-Formamos un buen equipo-
-Pero sólo se nos puede ver desde un satélite- Susurró señalando el cielo con el dedo índice.
-¡Vaya!, estás inspirada eh-
-Por ti- Susurró cerca de su oído. Julia mordió sus labios para mirar a la pelirroja.
-Eso se merece un beso- Acarició con su dedo el pecho pecoso, después tomó sus mejillas y, tras una mirada intensa, la besó. Luego de unos minutos en ese deleite, tocaron la puerta –Max-
-Máximo-
-Nuestro desayuno- Sonrió para soltarse de su abrazo y caminar hacia la puerta. Abrió –Hola-
-Buenos días- Saludó Max.
-Pues sí, es un buen día- Se sonrieron –Estamos allí, en la terraza- Señaló. Caminaron hasta el lugar, Max rodando el carrito con la comida.
-Hoy comienza el verano- Señaló el hombre con una sonrisa, colocando la bandeja sobre la mesita, Lena ya había posicionado las sillas en su lugar –Aquí lo tienen, éste es su gran desayuno, me han dicho que traiga algo abundante y aquí está, un desayuno abundante-
-Gracias Max- Dijo Julia.
-Grazie- Secundó Lena. Max miró la sábana colgar.
-¿Qué es lo que cuelga?- Las chicas se miraron para empezar a reír. Max las vio y entendió al instante. Fue entonces cuando empezó a cantar.
“Libiamo, libiamo ne’ lieti calici
che la belleza infiora” Tomó entre sus dedos los claveles para seguir cantando.
“E la fuggeuol ora sinedrii a voluttà” Hizo una reverencia ante aquellas sonrientes mujeres para ir retrocediendo sin dejar de cantar.
“Libiamo ne’dolci fremiti
Che suscita l’amore,
Poiché quell’ochio al core
Omnipotente va.
Libiamo, amore fra i calici
Più caldi baci avrà”
Finalmente cerró la puerta tras él.
-Bueno- Suspiró la morena –Ya tenemos a un padrino-
-Tenemos al mejor- Julia sirvió el café para ambas. Entre suspiros y miradas tomaron su primer sorbo –Nos va a sentar bien la luz del día-
-Seguro, suele pasar eso- Sus ojos resplandecían ante el reflejó del día.
-Oye- Se inclinó –Qué bien le siente el sol a tu cara, a tus ojos, a tus labios-
-Pues mira tu piel- Acarició su mejilla –La estepa se va dorando, ¡qué miedo!-
-Yo sí que tengo miedo-
-¿Por qué?- Lena se recargó del asiento.
-Porque sé lo que veo y lo que siento- Julia suspiró.
-¿Jugamos a ser valientes?, ¿eh?- Lena asintió –Si no tuviéramos pareja, ¿qué haríamos?, tú y yo-
-No sé, todo esto es nuevo para mí-
-¿Nos quedaríamos a vivir en Roma?-
-Estoy enamorada de Roma-
-Pues nos quedamos a vivir en Roma-
-¿Tú lo harías?- Se inclinó -¿Dejarías a Edurne y a sus hijos- Julia bajó la mirada –Perdón, a su hija, para vivir conmigo, aquí, en Roma?- Julia asintió, Lena la miró abrumada.
-Esto es real Lena, no una fantasía, lo siento con absoluta claridad- Lena pestañó repetidas veces y sonrió –Se nos están abriendo las puertas, ¿no las oyes?- Las personas empezaban a despertarse y a salir de sus casas -¿Eh?... cierra los ojos- Lena suspiró y lo hizo, seguida por Julia –Si nuestras manos se encuentran a mitad de la  mesa acabamos juntas, ¿vale?-
-Vale- Dijo sonriendo.
En aquella terraza se podían escuchar sus acompasadas respiraciones, el nervioso latir de dos corazones, el movimiento de las ruedas de los autos, las bocinas, el reloj de la catedral, pero, sobre todo, destacaba un sonido en particular, uno que denotaba calor y frio, uno que iba más allá, lleno de esperanza y a la vez de terror. Era, nada más que, el sonido de dos manos rozando el frio metal de aquella mesa. Avanzaban a paso lento, pausado, no había prisa, no había nada más, sólo ellas y ese sentimiento que se abrió paso en sus pechos, clavándose en sus corazones. Mismos que crujieron al tocar el borde final de la mesa, lo acariciaron con dolor. Lena abrió sus ojos y vio la mano morena volver a su lugar, así que se lanzó por ella.
-Ahh- Gritaron ambas para después reír.
-Me ha dado un calambre- Dijo Julia entre risas. Lena dijo algo en ruso -¿Qué dices, mi amor?-
-Electricidad- Aclaró.
-Eso es porque lo tenemos clarísimo, ¿no?- Susurró.
-No lo sé, pero ahora mismo es lo que más deseo en este mundo- Julia se inclinó pasando ambas manos por la mesa hasta alcanzar las de Lena.
-Sí-
-да-
-¿Da?-
-Sí- Rio. Julia se cubrió su rostro con una mano, palmeando su frente.
-¿Y cómo quieres que te llame?, ¿Elena o Lena?-
-Lena-
-¿Cómo?-
-Lena- Repitió volviendo a explicar, justo como al principio de aquella noche –Ese es el nombre que inventé para ti– Julia sonrió volteando sus ojos para después inclinarse, apoyarse en la mesa y besarla. Se separó y paseó su mano bajo la mesa, sobre el muslo de Lena.
-Y te voy a ver correr- Anunció con fascinación –Estoy deseando que salgamos a la calle para verte correr con tus piernas largas-
-Te prometo que lo verás- Julia mordió su labio inferior.
Volvieron su vista al desayuno, tomaron una rebanada para untarla, sonrieron para darle una mordida. Sus miradas recorrían la ciudad, sus rostros, sus gestos, y de vuelta a la ciudad. Sus miradas empezaron a inundarse de temor. Campanadas, golpes al hierro, autos pasar, sonidos inconclusos que no hacían más que recordar que allí fuera alguien más esperaba por ellas. Terminaron de desayunar mirando al horizonte, procesando todo aquello. Julia fue la primera en levantarse, fue directamente al baño, abrió el grifo de la tina, probando la temperatura del agua. El celular de Lena sonó, atendió, explicó a su hermana que dentro de un rato estaría con ella, que no se preocupara.
Julia abrió la llave del lavabo. Lena colgó y guardó el celular en el bolsillo del albornoz. La morena lavaba sus dientes mirando a nada en particular. Lena ingresó en el baño, con una mirada fría, plantándose a su lado, Julia sólo le abrió paso junto a ella. La pelirroja tomó un cepillo para pasarlo por su cabello y dar mejor forma a sus risos. Julia terminó de cepillarse los dientes dejando su utensilio a un lado. Lena lo tomó, Julia siguió el movimiento con la mirada, el cómo cubría las cerdas con pasta dental y su recorrido hacia su boca. Se apartó unos pasos abrumada por aquella imagen.
-Báñate conmigo, por favor- Pidió conteniendo el dolor en su pecho.
-No- Gruñó, mirándola a través del espejo.
-Sólo un baño, juntas, abrazadas, sin hacernos nada-
-Luego sufriríamos más- Su voz era fría, al igual que su mirada –Y sería aún más duro decirnos adiós-
-¿Aún más?, Lena… yo jamás… en toda mi vida, había conocido así el amor, de ésta forma y no puede ser para nada- Su mirada empezaba a tornarse cristalina. Lena se volteó con lentitud -¿Segura que quieres que nos separemos… para siempre?-
-Sí- Julia bajó la mirada y la paseó por la estancia. Desesperada avanzó hacia Lena para tomarla entre sus brazos pero ella retrocedió huyendo. Suspiró para cambiar de estrategia y retirar su albornoz, dejando ver su desnudes, tendió sus manos hacia ella, acortando la distancia –No te rebajes así, ¡lucha!-
-Es lo que estoy haciendo- Susurró –Lucho por ti-
-¿Qué crees, que yo no siento lo mismo?-
-Pues vamos a abrazarnos-
-¡No!- Gritó con fuerza, haciendo estremecer el cuerpo moreno que retrocedió varios pasos. Las lágrimas brotaban de aquellos ojos azules. Cerró el grifo.
-Perdóname- Dijo con un hilo de voz, su cabeza daba vueltas –Perdóname, no sé qué me pasa- Arrastraba sus palabras con debilidad –Lo siento, tienes razón- Negó con su cabeza para cerrar los ojos –Yo me quedo aquí, me quedo, lo prefiero- Sus fuerzas fallaron y cayó. Lena alcanzó a tomarla entre sus brazos, aquella frialdad se había esfumado.
-¿Qué te ocurre, Julia?- La morena estaba pálida –No sufras así, por favor- Acariciaba su mejilla.
Julia podía ver desde allí a cupido, le apuntaba nuevamente. Alzó su brazo, sin fuerzas, para señalarlo. Lena volvió su mirada para verlo y entonces sintió lágrimas recorrer sus mejillas, después de tantos años. Julia sonrió al verla llorar. Lena besó su frente y luego sus labios. Le ayudó a levantarse para ingresar a la tina. La opresión de su pecho aumentaba gradualmente, algo se había instalado allí, justo en su corazón, algo que lo perforaba, cruel, lastimero. Llevó sus manos hasta allí, sintiendo las caricias en su frente, bajó su mirada hacia sus manos y entonces vio la razón de su dolor.
El arco finalmente se encontraba relajado, había encontrado aquella diana a la que apuntar, y definitivamente disparó. La flecha se coló muy dentro, dando en el blanco, ingresando sin pensarlo en aquel pecho, perforando su piel, mientras el pesado hierro se abría paso entre la carne. Daba bocanadas de aire, intentando respirar. Agonizaba, lo sabía. Era la agonía del amor, la agonía del adiós. Lena tomó entre sus manos aquella flecha, ayudándola a sacarla. El agua se tiñó de rojo, la sangre fluía sin cesar de aquella herida. Y, sin pensarlo, de un solo movimiento, Lena la extrajo. Sólo entonces la morena puedo respirar, el agua retomó su color y su cuerpo volvió a su estado original.
-Julia, tienes razón, te entiendo perfectamente, nunca había sentido el amor tan intensamente como ésta noche contigo- Julia empezaba a recuperar su fuerza.
-¿De verdad?- Lena sonrió.
-A partir de ahora podemos pensar que… una vez en nuestra vida lo sentimos, lo mejor es dejarlo aquí, guardado para siempre entre nosotras, para que no se desvanezca-
-¿En la bañera?- Lena volvió a sonreír.
-Claro, ¿dónde si no?- Se desvistió para unirse a ella, que la acobijó entre sus brazos.
-¿Una última vuelta?-
-¿Dónde?-
-En nuestra bañera… para dejarlo todo aquí, ¿uh?-
-Ujum- Julia tomó aire.
Empezaron a dar vuelta a sus cuerpos, sumergidas en la bañera, riendo ante aquella locura, jugando como niñas, dejando todo en aquellos giros, dejando sus almas fluir con el agua. Claro que aquel lugar quedaría hecho un desastre.
-¡Una más!- Gritó Julia y volvieron a girar.
Se abrazaron allí, con ternura, uniéndose a la otra, demostrando cuánto se amaban en ese momento. Sintiendo sus corazones latir en el pecho de la otra, aquello era único, especial. Tiempo después salieron del baño un poco más presentable, con sus cuerpos cubiertos por el albornoz. Julia había recogido sus pertenencias. Lena secaba su cabello sentada en el sillón bajo el cuadro griego. Recogió el mapa, su laptop, sus folletos, su ropa, todo.
-Julia- Le llamó, la aludida volteó y ella dejó caer la parte superior de su albornoz sobre su cintura, posando como la “Venus de Milo”. Julia sonrió para tomar la escultura sobre la mesita de noche, apagar la luz y empacar la efigie.
Recogió lo que quedaba de su prenda íntima, la que Lena había destrozado, ambas rieron al verla. Lena se colocó su ropa interior y detuvo a Julia cuando iba a hacer lo mismo, quería vestirla ella. Terminaron por ayudarse mutuamente. Cuando estuvieron listas, tomaron sus cosas para caminar hacia la puerta. La primera en salir fue Lena, y Julia, tras mirar la habitación por última vez, la siguió, cerrando finalmente la puerta.
-Yo voy a coger un taxi al aeropuerto, es por ahí- Señaló al lado izquierdo de la calle, estaban paradas afuera, frente al hotel.
-El hotel de la Ninfa está en la otra dirección- La miró –Bueno, adiós, sin besos-
-¿Estás segura?-
-Segurísima-
-De acuerdo, pero no se te olvide que yo te he besado la planta de los pies-
-Yo a ti no-
-No-
-Amm, ¿te las beso ahora?-
-No, sufriríamos más en la despedida- Lena se colgó su bolso al hombro, mirando el camino hacia su hotel. Julia tomó su mano izquierda, acariciando sus dedos, asintieron y empezaron sus pasos en dirección contraria a la otra. Julia se quedó parada, Lena continuó, rompiendo con el enlace de sus dedos. Segundos después Julia emprendió su camino, podía escuchar sus pasos alejarse.
-Julia- Gritó.
-¿Qué?- Preguntó de igual forma.
-Mira- Se escucharon los sonidos de pasos apresurados, Julia sonrió asombrada. Sí que había cumplido su promesa, finalmente la había visto correr.

Justo cuando el viento sopló, moviendo las banderas de la terraza, en ese exclusivo momento, tomaron la foto satelital. Aquello duraría eternamente.
DerujKum
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