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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Oct 04, 2014 1:52 am


Mykonos, Dima y Apuestas

- No es posible que tengas hambre, Yulia- rió Lena, sintiendo el estómago de Yulia rugir por inanición severa, como si no hubiera comido tanto en las últimas cuatro horas.



- Quiero comerte a besos- Lena se rió a carcajadas por lo cursi, quizás hasta por raro del comentario. – Pidamos algo de comer, pero lo comemos aquí- y silbó fuertemente para llamar a uno de los meseros del bar, que uno llegó corriendo ya listo para tomar la orden. - Dýo pítes, éna arní kempáp, kai dýo pago̱méno tsái- ordenó, manteniendo sus dedos en el aire; mostrándole un “dos”.



- Lemóni í rodákino?- preguntó aquel mesero, apuntando todo en una libreta arrugada y descuidada.



-Rodákino- respondió Lena, volviéndose a Yulia para obtener la sonrisa de apreciación de “me alegra que sepas que me gusta más el melocotón y no el limón”.



El mesero se retiró sumamente nervioso, como si fueran sus primeros clientes o su primer día de trabajo, se retiró corriendo, botando la charola sobre la arena y recibiendo una mirada de desaprobación de su, presuntamente, jefe. Lena y Yulia volvieron a lo suyo, a su abrazo frío mientras contemplaban, en silencio, la oscuridad de la noche, con el agua tibia ya apenas llegándoles a los pies; la marea baja empezaba a notarse junto con la baja de brisa.



- No entiendo por qué, cuando el sol se va, la gente se va también, como si el mar, de noche, les diera miedo- murmuró Yulia indignada ante la remota cantidad de gente que quedaba sobre aquella playa.



- Quizás están cansados, o tienen hambre- los excusó Lena, notando la falta descontento en Yulia.



- No, digo, sí…pero la playa no sólo “sirve” cuando hay sol



- ¿A qué te refieres?- susurró Lena, paseando sus dedos por los muslos de Yulia, que estaban cubiertos de un poco de arena, sacudiéndolos suavemente y dejándolos suaves como siempre.



- Digo, aquí puedes comer, nadie te está sacando a patadas



- Muy cierto, mi amor…cuidado al nadar después de comer? El agua está tibia- sonrió, reacomodándose y retirándose del pecho de Yulia, haciendo que Yulia se estremeciera por la brisa marina, ese pequeño frío al despegarse de ella.



- Sure- y posó su frente contra la de Lena, escuchando a lo lejos el trote torpe del mesero, quien se acercaba hacia ellas, tambaleándose entre las dunas miniaturas de arena floja- Ekeí- murmuró Yulia, poniéndose de pie y sacudiendo la arena de su trasero con su mano izquierda mientras, con la derecha, le apuntaba la mesa que dividía los chaise lounge donde se sentarían a comer.



Devoraron aquellas pitas y aquellos kebabs de cordero como si realmente nunca hubieran comido, las dos, sonriendo en la plena oscuridad, pues había un par de reflectores que iluminaban, por partes, la playa y un poco del mar.



- Oye…- interrumpió Lena aquel silencio remoto que era interferido por el ruido suave del choque final con la arena de las pequeñas olas. Yulia levantó la mirada, encontrando la de Lena. – Te amo…- sonrió, como si no hubiera sido lo que tenía en mente decirle, pero la improvisación no estaba tan fuera de lugar.



- Yo también te amo, mi amor- repuso Yulia con aquella inmensa cursilería interna pero en tono plano y casual.



- Se te escucha muy bonito- ensanchó Lena su sonrisa mientras se arreglaba el cabello, ahora un tanto sucio y tieso por el agua salada ya seca, haciendo que Yulia se sonrojara que, aún en la oscuridad, Lena podía notarlo hasta con sus ojos cerrados. - ¿Nunca te lo dijeron?



- No, en realidad no le digo “te amo” a cualquiera…eres a la primera que se lo digo así



- Pues, se te escucha muy bonito, aparte que, cuando me lo dices, me siento como un paso más cerca de tu corazón



-Pero ya estás allí ... ya estás en el- Yulia se hincó sobre la arena, colocándose entre las rodillas de Lena, acariciando sus muslos con sus manos y estirando su cuello hacia el rostro de Lena, que la esperaba inclinada hacia ella para unirse en un beso cálido y tierno como sólo los más enamorados pueden dar. – Nadamos?



- Pensé que nunca lo preguntarías- susurró, rozando su nariz con la de Yulia mientras la sostenía con ambas manos por su quijada.



Se dirigieron a la orilla, para ver la luz de los reflectores penetrar aquel agua cristalina y haciéndola ver más llamativa de lo que probablemente era, denotando crudamente las áreas que tenían rocas y las áreas que no. No era que los reflectores alumbraran directamente al agua, era parte del reflejo, pero alumbraban, más que todo, el área de los chaise lounge y el conjunto de mesas que estaban apiñadas en una esquina y que eran parte del restaurante en el que habían almorzado. Desde donde estaban podían ver lo vacía que estaba ya la playa, lo desértico que se veía mientras empezaban a guardar los colchones de los chaise lounge y los doblaban por mitad como en una operación fugaz y desesperada por terminar, que hasta donde estaban Yulia y Lena terminaron por desmantelar pero dejando sus pertenencias sobre la mesa.



- ¿Cómo te sientes?- preguntó Yulia a Lena, tomándola por la cintura y trayéndola hacia ella.



- Muy bien- susurró, dejándose atraer.



- ¿Por qué?



- Porque estoy contigo- se sonrojó, hundiéndose un poco entre sus hombros pero dejándose besar por Yulia, uniéndose en aquel beso, haciéndose una, calentándose los cuerpos y reviviendo las ganas por estar más juntas que en ese momento.



Contemplaron cómo apagaban los reflectores del área de descanso, poniendo a oscuras parte de la playa, la parte en la que se encontraban Yulia y Lena para ser exacta, obligándolas a salir, pues ya ni la lejana luz del bar de la playa les alumbraba. Debido a que había un par de rocas a la orilla de la playa, pero aún sumergidas en agua, nadaron lenta y suavemente hasta la orilla, saliendo a gatas del agua pues no supieron en qué momento llegaron a la orilla, gateando sobre la arena, en donde Yulia tomó a Lena por su tobillo, halándola hacia atrás, tumbándola juguetonamente sobre la arena y, con agilidad, se colocó encima de ella, gateando sobre ella, viéndola fijamente a los ojos, cosa que la luna llena se hacía cargo de proveerles.



- ¿Qué haces?- rió Lena, viéndola a los ojos y abrazándola con sus piernas alrededor de su cadera y tomándola con sus manos por sus mejillas, viéndola sonreírle.



- Quiero hacerte el amor- dijo, como si estuviera diciendo “Hola, ¿qué tal?”, así de sencillo, así de natural, así de fresca.



- Subamos- tragó Lena con un poco de dificultad, como si aquellas palabras le dificultaran desde la respiración hasta el bombeo de sangre.



- No, no quiero subir



- Eres igual que un Vouyerista- rió burlonamente, halándola suavemente y trayéndola a sus labios para saborear los suyos.



-Tal vez…- exhaló a ras de sus labios, como si una ferocidad la invadiera, pues, habiendo dicho eso, mordió el labio inferior de Lena con una sensualidad salvaje que hizo que Lena se lubricara.



- ¿Por qué?- murmuró entre su agitación por el beso acalorado que Yulia le colocaba e intentaba, contra toda interrupción del universo, como la de Lena en ese momento, arrancarle los besos, robárselos y quién sabe qué más.



- Porque me da la gana- sonrió, dándolo a conocer como única explicación, como queriendo encogerse de hombros entre la inocencia de su ego, pues no había otra explicación para eso, para luego volver a besarla y, dejando caer, poco a poco, su peso sobre el torso de Lena, hizo que bajara sus piernas y las apoyara, con sus pies, sobre la arena.



Y Lena, entre la sonrisa divertida por el ego de Yulia, que tenía que aceptar que le encantaba, recibió y contestó el beso de Yulia que, a pesar de que había un remoto frío de dieciséis grados centígrados y una ligera brisa marina que les erizaba la piel, calentaba sus cuerpos de adentro hacia afuera. Sentían las olas llegarles a los pies, que los ruidos de sus besos se disipaban entre el rompimiento de las múltiples olas, los gemidos casi mudos se ahogaban en sus gargantas. Lena deshacía el nudo del bikini, el que estaba a su cuello, mientras que Yulia, sin dejar de besarla, deshacía el nudo de la cadera derecha del bikini de Lena.



Yulia, sin rodeos, introdujo de golpe dos dedos en Lena y sintió aquella respiración; en la que la inhalación no dejaba de ser más que una simple y cavernícola traducción de “oh my God” y la exhalación en un alivio calenturientamente nasal que se expandía por la mejilla izquierda de Yulia, y las lenguas se entrelazaban dentro de la cavidad bucal de la Licenciada Katina, sin empujar, sin forzar, simplemente se acariciaban mientras los dedos de Yulia acariciaban los labios menores de Lena; de arriba abajo, llegando, abajo, a la entrada de su vagina, en donde hacía círculos pequeños, provocándola al no introducirlos y subir para acariciar igual, circularmente, su clítoris, atrapando sus gemidos en su garganta, tal y como a Lena le gustaba. Los rígidos pezones de Yulia rozaban la piel descubierta de Lena al ritmo que los besos y las embestidas suaves y sensuales que ejercía Yulia al compás de sus dedos abusando del clítoris de su jadeante novia. Lena succionó, repentinamente, el labio inferior de Yulia entre los suyos mientras le clavaba sus cortas e indefensas uñas en su espalda y ahogaba un gemido orgásmico en su garganta.



- Basta de exfoliarme la espalda- rió Lena demasiado divertida mientras recuperaba el aliento y veía a Yulia succionar sus dedos con supremo gusto.



- La mejor exfoliación de rodillas- dijo Yulia, dándole un beso fugaz a Lena para luego erguirse y, sin arreglarse su bikini; mostrándole sus hermosos y redondos senos a la playa inhabitada de Elia, y llevar sus manos a la cadera de Lena para rehacer el nudo de sus panties en plena oscuridad.



- Quiero otro- sonrió, levantando el bikini de Yulia y llevando sus manos hacia su cuello mientras se erguía y hacía un nudo un tanto torpe.



- Nympho- gritó burlonamente al aire, riéndose irónicamente, tarareando el insulto cariñoso, pues no era insulto.



- Lo se…y tu lo amas- susurró en aquella voz sensual que sólo invitaba a querer darle placer para escucharla gemir, y gemir, y correrse una y otra, y otra vez. Se pusieron de pie con aquellas sonrisas cómplices e ilícitas que nadie podía notarles más que ellas mismas y entre la densidad de la oscuridad que era opacada por la luna blanca y reluciente. – ****, tengo arena hasta en los lugares más remotos- rió Lena, intentando sacar, cuidadosamente, arena de su hendidura trasera.



- Una ducha lo solucionará- guiñó su ojo, tomando su enorme bolso floreado Stella McCartney después de haberse arrojado su delgado vestido y habiéndose puesto, apenas, sus sandalias, sólo para ver a Lena con una sonrisa de gula sexual, digamos que dos pecados capitales en combo.



La tomó de la mano y, sintiendo el roce de aquella típica textura de arena y agua de mar ya seca, se dirigieron sonrientemente hacia el hotel, en donde Phillip y Natasha eran, nada más y nada menos, que unas conscientes e inocentes víctimas de su propia ingenuidad y suposición, pues gozaban del mismo placer, pero desde un punto de vista más heterosexual, y quizás esa no era la única diferencia, que era realmente insignificante, sino que, a pesar de estar en la privacidad de la Suite Familiar, a pesar de no ser exactamente familia, se habían desinhibido en la libertad de la sala de estar, cuya desinhibición salvaje y apasionada, como si aquella acción futura y no tan lejana del matrimonio fuera a aniquilar el presunto ancho y profundo apetito sexual. El problema fue que Phillip y Natasha asumieron, de humana manera, que Lena y Yulia se quedarían cenando a la orilla de la piscina para luego continuar su remoje, que tenía por base una fijación con el agua en volúmenes exuberantes, y fue por eso que, después de una ducha fugaz, Phillip consintió la espalda de Natasha al humectarla para evitar complejos de serpiente, terminaron, de alguna manera, en el sofá cian; Phillip abrazando a Natasha, ambos acostados sobre su costado izquierdo, frente al televisor, Phillip sosteniéndose, por debajo del cuello de Natasha, de su seno izquierdo, Natasha estimulándose a sí misma mientras Phillip la penetraba desde atrás y mantenía levantada la pierna derecha de su prometida, y ambos se deshacían en gemidos de placer desencadenado, gruñidos de la desesperación por poder tener lo mismo sin el molesto látex que era por doble protección. Y si no hubiera sido porque ambos gruñeron al mismo tiempo; Phillip por el orgasmo que se avecinaba, Natasha por el orgasmo que vivía y que alargaba porque Phillip se salía de ella para colocarse entre sus piernas y, mágicamente, desaparecer aquel Trojan Bareskin para que Natasha se encargara de liberar la masculinidad de su futuro esposo jadeante sobre su vientre y su entrepierna, hubieran escuchado, más bien visto, cuando Lena abrió la puerta de par en par y se paralizó ante la imagen de la eyaculación de Phillip.



- Fuck!- jadeó Phillip entre su sorpresa mientras rápidamente se dejaba caer sobre Natasha para taparla a ella también, más que todo a él, pues era una vergüenza andar mostrando esas cosas frente a las Señoritas.



- Sorry- murmuró aquella pelirroja Licenciada, tapando la vista con su mano y pasando de largo, igual que Yulia, quien le daba un “Perdón” con los labios a Natasha, quien era la que contemplaba la escena con desconcierto, como si no supiera qué pasaba.



- Mi amor… ¿estás bien?- susurró Yulia, contemplando a Lena a través del reflejo del espejo del baño mientras Lena se veía a través de él y enjuagaba sus manos sólo con agua y a ciegas.



- Veinte centímetros de Phillip que no quería ver- sonrió, sacudiendo su cabeza para deshacerse de la imagen para luego frotar sus mojadas manos por su rostro, como para relajarse.



- Dieciocho- rió Yulia, colocando sus manos sobre los hombros de Lena y los masajeó suavemente con sus ásperas manos por la arena, intentando darle tranquilidad vibratoria a Lena, pues a ella no le perturbaba la escena; no era la primera vez que los veía, al menos ya habían terminado, o estaban terminando.



- Señoritas, perdonen nuestra impertinencia voyerista, por favor- irrumpió Phillip en el baño, ya vestido del torso hacia abajo, con bermudas azul marino desgastado a propósito, muy Abercrombie, descalzo, desnudo del pecho, mientras se arreglaba el cabello hacia atrás.



- Oye, lánzate al estrellato- bromeó Yulia un tanto incómoda.



- Len, discúlpanos, por favor- suplicó, obviando a Yulia, pues sabía que Yulia no era la primera vez que los encontraba en acción y, seguramente, no sería la última.



- Tranquilo, no pasa nada- sonrió Lena a través del espejo, viéndolo con comprensión.



- ¿Ves, Yulia? “No pasa nada”- recapituló Phillip para Yulia, sonriéndole en un “no seas una exagerada”.



- Perdón, perdón- interrumpió Natasha, amarrándose a una bata blanca. – No era nuestra intención



- Ni la de nosotros- murmuró Lena, apoyándose del lavabo y dándose cuenta que la escena se llevaba a cabo en un baño, los cuatro en el mismo baño y de manera extraña.



- Por mí, por ti, no hay problema- rió Yulia, dándole una palmada amistosa en la espalda a Natasha.



- ¿Y por mí?- dijo Phillip, un tanto escandalizado.



- No- rió. – Yo sé que eres incapaz de no tocar a Natasha por más de cinco horas- sonrió. Natasha se río, pensando en lo cierto que era eso, pues, pero era de los dos lados, tanto ella como él.



- Si puedo- balbuceó Phillip, un tanto herido por la aclaración severa de Yulia. – Eres tú la que no puede quitarle la manos de encima a Lena



- Si puedo, eres tú el que no puede



- Oh,Vamos ... estás actuando infantil!- siseó Natasha. – Da igual, es una pelea estúpida que han materializado de la nada.



- Te apuesto a que eres tú la que no puede resistirse- retó Phillip a Yulia.



- ¿Qué apostamos?- sonrió, juntando las palmas de sus manos una con la otra y frotándolas por la emoción de un gane seguro.



- Te apuesto mil dólares a que tú no te aguantas- Phillip levantó su ceja, dejando a Lena boquiabierta, pues Yulia no era de las que rechazaba una oferta así. “No puede ser…no sex?”



- Dos mil- sonrió, alcanzándole la mano.



- Caerás, Julia-rió a carcajadas sarcásticas, apretujándole la mano.



- Son un par de idiotas…- Natasha le dio una palmada iracunda en la espalda a Phillip y una mirada de odio a Yulia, se retiró en medio de sus pasos histéricos y neuróticos.



- Yulia, tenemos que hablar- dijo Lena, viendo que Phillip salía tras Natasha. - ¿Tu ego es tan grande?- murmuró, con expresión de disgusto.



- Sólo le voy a pagar, es sólo una broma- se excusó, elevando sus manos al aire en plan de librarse de toda culpa.



- Es un chiste muy, muy, pero muy, caro- Lena frunció su ceño y se cruzó de brazos. – Mañana voy a Santorini, ojalá y quieras venir, pero yo voy, vengas o no…y ahorita me voy a bañar- dijo, quitándose con pesadez su vestido y encendiendo la ducha.



- No te enojes, Lena, por favor, al final no va a llegar a tanto…me baño contigo



- ¿Tú de verdad esperas que crea que vas a aceptar perder? Eso no existe contigo, a no ser que hayas intentado ganar…y no, me voy a bañar, espera tu turno.



Lena tenía razón, y Yulia lo sabía, pero sabía que, de pagarle a Phillip por el chiste tan caro, que seguramente Natasha la odiaba, y a Phillip también. Sería compartir el sofá con Phillip. Yulia salió del baño y se dirigió a la sala de estar, en donde vio a Phillip, de espaldas, fumando un cigarrillo a la orilla de la piscina privada. Caminó hacia él, se paró a su lado. Phillip le alcanzó el cigarrillo encendido, sin decir una palabra, y Yulia sacudió su cabeza con la mayor de las frustraciones, pues en ese momento le sentaría bien uno, pero se enojó ante el potencial enojo de Lena en caso de que lo tomara.



- ¿Se enojó mucho?- murmuró Yulia.



- Me dijo que no fuera a Santorini, que la dejara respirar… ¿somos tan brutos?



- Yo soy una egocéntrica, tú sólo vives para provocarme- rió, sintiendo el brazo de Phillip abrazarla por el hombro.



Phillip era más alto que Yulia, once centímetros para ser exactos, y pesaba una libra por centímetro, o sea ciento ochenta y cinco libras, de pecho fuerte, brazos tonificados, un six-pack un tanto delineado. Sus piernas eran tonificadas también, muslos y pantorrillas, y tenía una que otra leve pincelada de vello corporal, menos de donde Natasha era parte de la diversión. Del pecho le colgaba una cadena y dos placas militares, una de su papá y la otra de su mejor amigo; que su papá era Veterano de la guerra de Vietnam y su mejor amigo, Christopher, había muerto en una intervención militar en Afganistán.



- Yo soy un pendejo, estoy demasiado nervioso por la boda- exhaló, inhalando de su cigarrillo y casi exhalándolo al mismo tiempo, vaya forma de disfrutarlo.



- Todo va a salir bien, Noltenius, ¿qué te preocupa?



- Que la palabra sea muy pesada y sea que nos estamos apresurando a algo que no es necesario



- Ustedes ya son un matrimonio, no te preocupes, sólo necesitan permiso social, religioso y legal para ejercerlo…para no vivir en pecado- rió Yulia ante la enunciación religiosa.



- ¿Y tú? ¿Necesitas permiso?



- ¿De qué hablas?



- Digo, con Lena



- Como sé que ni el Papa me va a dar permiso, no voy a intentar conseguirlo



- Creí que tenías planes, grandes de hecho, con Lena



- Los tengo, pero no para ahorita, déjame respirar- rió, dándole unas palmadas en la espalda. – Sólo tengo que contentarla, antes que nada



- Oye, ¿qué harás con los dos mil dólares?



- ¿Me estás diciendo que gano?- rió. Fue más fácil.



- No, no he tocado a Natasha y no creo que la toque ahora, que me deje, tú sabes



- ¿Entonces?



- Sólo quiero saber



- Lo donaría



- A dónde y por qué



- Son dos mil dólares que no necesito, pues no los tenía y no me hacían falta, seguramente a otras personas sí, ¿y tú?



- Te lo daré a ti si gano, para que hagas con él eso que quieres hacer si tú ganas



- ¿Qué piensas hacer con Natasha?- preguntó, sentándose a la orilla de la piscina, metiendo sus pies en el agua.



- Voy a dormir en el sofá ahora, darle su espacio, y rogarle por que me deje ir a Santorini- Yulia se sacó su vestido y se deslizó en el agua. - ¿Tú con Lena?



- Tal vez lo mismo…pero…



- Tú no le ruegas a nadie por nada- guiñó su ojo, tambaleando su cabeza de lado a lado, sabiendo que eran las palabras que saldrían de su boca. – Es tu novia, deja el orgullo a un lado



- Soy muy literal, me hicieron para seguir órdenes- le respondió el guiño, encogiéndose de hombros.



- Si fueras economista, te diera trabajo en la consultora para que ladraras y mordieras a la competencia



- Eso ya lo hago en el estudio, Volterra-Volkova



- No me habías contado nada- sonrió. – Felicidades. ¿Cuándo entra en vigencia?



- Tengo que firmar unos papeles todavía, pero entra a principio del año fiscal del estudio, tú sabes, legalidades y formalidades



- ¿Lena lo sabe?



- Lena no sabe muchas cosas, es lo malo de tenerla en el trabajo, la línea entre relación jefe-empleado y pareja es muy fina pero a la vez muy crítica…planeaba decírselo un día de éstos, pero los días pasan rápido y no he encontrado el momento adecuado, te prohíbo decírselo, boca floja- le advirtió, pues sabía del mal que padecía Phillip, de esas personas que no pueden contenerse la información confidencial ni un segundo.



- Separa el trabajo de tu relación y las haces una sola…no sé, sólo digo…si la has dejado entrar a tu oficina y a tu casa, ¿por qué no hacerla parte de tu trabajo al cien por ciento?



- No lo sé, estoy intentando averiguarlo y lidiar con ello



- Házlo, los secretos estuvieran bien si Lena no trabajara contigo, pero da la casualidad que sí, entonces cuéntale, no creo que eso te traiga problemas, de igual forma ya eras dueña del estudio, ahora va cincuenta y cincuenta con Volterra, y un cambio de nombre, que de Vensabene a Volkova sólo cambian las letras después de la “V”, mayor cambio no hay, y tú no pierdes nada, sólo un poco de dinero en inversión, ¿y qué? Te sobra…



- Oye, no me sobra- rió, indignada por cómo lo había puesto.



- Pues no te hace falta…a veces se te olvida que te manejo tus cuentas, Julia, y te sobran un par de cifras



- ¿Por qué hablamos de mi dinero?- frunció su ceño entre aquella rara conversación.



- Lena no sabe todo lo que tú tienes



- ¿Y tiene que saberlo?



- Lena sabe que tienes mucho dinero, pero su definición de “mucho” creo que no concuerda con el “mucho” verdadero



- ¿Qué sugieres? ¿Que le de un estado de cuenta?- rió a carcajadas, inhalando el aire invadido de humo de cigarrillo.



- Puedes hacerlo, puedo tenerlo para ti en cuanto regresemos



- ¿Y para qué tengo que mostrárselo?- preguntó Yulia con desconcierto.



- Confianza- sonrió.



- Ya está libre el baño- interrumpió Lena, secándose el cabello con la toalla blanca, sacudiendo sus ondas rojas.



- Gracias, mi amor- dijo Yulia, acercándose lentamente a la orilla de la piscina para salirse.



- De nada, Yulia- y la vio salir, goteando el suelo, saltando sobre su pie derecho y ladeando su cabeza para sacar el agua de su oído.



- Len, qué guapo el bronceado que tienes- la halagó Phillip, notando la tensión entre ella y Yulia, siendo ninguneado por Lena, pues le lanzó una mirada de desprecio, porque tenía culpa en la falta de sexo.



- Iré al bar a tomarme una copa, le dices a Yulia- dijo, peinándose con sus dedos.



- ¿Te puedo acompañar?- preguntó, implorándole con la mirada que le dijera que sí.



- ¿Me queda de otra?- uy, qué genio.



- Si no quieres no, easy, Len



- Ven, compénsame mi noche sin sexo, mala mano



Bajaron al restaurante, a sentarse a la barra, Lena y Phillip a compartir una botella de Whisky, para que, cuando Yulia saliera del baño, se diera cuenta que estaba en ausencia de novia y de amiguito con quien pasar la noche. Pues, viendo cómo estaba la situación y estando dispuesta a pagarle los dos mil dólares a Phillip, se deslizó en la pijama que había querido utilizar en Roma y en Venecia pero que no había podido utilizar por A o por B motivo; un Wrap de Kiki de Montparnasse, de seda negra, muy, pero muy escotado, que apenas tapaba sus pezones por los tirantes, de espalda muy baja, con unos pantaloncillos incluidos muy, muy, cortos, pues apenas tapaban su entrepierna. Fue en busca de Natasha, pero la encontró muerta en la cama, por lo que se tiró en la cama a esperar a Lena, tirada sobre el cubrecama, con sus brazos cruzados bajo su cabeza, descansando sobre ellos, con sus piernas cruzadas, al estilo “doce vida na Grécia”, mientras escuchaba “Candy” de Paolo Nutini.



Lena y Phillip diluyeron sus diferencias, más bien Lena logró superar el enojo sin fundamento que tenía en cuanto a Phillip, y comieron, junto con la botella de Johnnie Walker Black Label, pues era lo único que tenían en botella para vender, y Lena, no queriendo irse por un Martini, como le había aprendido a Yulia y a Natasha, que nunca le habían gustado pero que eran sabrosos si se sabía disfrutarlos, le estaba gustando porque se estaba emborrachando junto a un sandwich de sardinas marinadas y salteadas en ajo, mantequilla, limón y pimientos, y una ensalada de aguacate y retoños de soya. Cuando Lena regresó a la habitación, Yulia estaba más deseable que nunca, con la pijama que se le había movido, dejando sus senos al aire, pues, al menos sus pezones, al estar sobre su costado, cosa que se le antojó a Lena como postre, pero no la tocaría porque, entre su borrachera, había entendido que Yulia podía hacer una apuesta, sólo era una apuesta, pero se iba a divertir con ello.



Consideró todavía en irse a dormir con Phillip al sofá, pues lo de Phillip y Natasha si había sido algo más serio, quizás eran los nervios por aparte, de cada uno, que, al unirse, explotaban y de mala manera, un respiro no les iba mal tampoco, además, Lena consideró que no estaría tan bien el hecho de dormir con Phillip, no porque le pareciera que a Yulia le dieran celos, que nunca le había visto sufrir por eso, ni por irrespeto a Natasha, pues era como poner a un pez y a una bicicleta en el mismo lugar, no pasaría nada, simplemente no le pareció correcto y se acostó con Yulia entre sus mareos etílicos, besando sus pezones hasta que Yulia se movió un poco y dejó de abusar del sueño de su novia, era trampa, pero nadie se daría cuenta, además, Yulia no podía tocarla a ella, pero ella a Yulia sí. Lena simplemente se acomodó a Yulia, Yulia se despertó y sonrió ante la compañía de su novia, la abrazó y se fundieron juntas en un profundo sueño que no las dejó despertarse hasta las gloriosas siete y media de la mañana.

*

Y después de un incómodo desayuno, en el que sólo intercambiaban palabras, unos entre otros, para pedir el pan, o la sal, o más agua, Phillip logró que Natasha accediera a que fueran juntos a Santorini. Yulia simplemente, callada, se mantuvo al lado de Lena y la acompañó, sabiendo que no quería ir, pero ahogaría sus pensamientos de disgusto y pondría la mejor cara. Y pensar que podrían haberse quedado, durmiendo y haciendo el amor todo el día, pero no, no y no, era la apuesta egoísta, egocéntrica y orgullosa. A Lena le había dejado de importar, pero la indiferencia que mostraba para con Yulia era realmente graciosa, pues Yulia se desvivía por las pocas sonrisas o palabras que Lena le dirigía. Y, pues, después de dos horas y media en el ferri hacia Santorini, con el sol, el calor y el caminar y caminar más y caminar todavía más, tuvieron que caminar de nuevo para encontrar aquel lugar al que Lena y Natasha, por capricho selectivo y sobreactuado, habían decidido que tenía comida comestible y de buena calidad, todo para torturar a sus parejas en aquel adoquinado y cementado suelo, en el que sentían dejar la suela de los zapatos con cada pisada.



Luego de una comida un tanto menos incómoda, pues Lena y Natasha hablaban sin parar, cual “play” en un iPod, Phillip y Yulia se encargaban de intercambiar miradas cómplices de dolor por estar ahí, se dirigieron al puerto para tomar el ferri de regreso a Mýkonos, pues no habían encontrado nada muy interesante más que dos discusiones entre Phillip y Natasha por culpa de una tienda de souvenirs, que tenían de todo y no tenían nada, pues Natasha quería comprar algo, sólo porque sí y no llenaban las expectativas de la Diva Roberts. Ante esos dos eventos, y me refiero a las discusiones estúpidas que tuvo el futuro matrimonio, hubo daños colaterales en ambas partes; por un lado, en Yulia y Lena, pues nunca los habían visto pelear y Lena se dio cuenta que el enojo sin fundamento era estúpido, Yulia se asombró que se hubieran ido a la cama enojados y que siguieran enojados, ahí había algo más que nervios de boda y apuesta estúpida, pero las hizo recapacitar un poco, y, por el otro lado, en Natasha y Phillip, sólo incrementaba la tensión sexual entre ellos, Phillip queriendo arrancarle el diminuto vestido Diane von Furstenberg a Natasha y arreglarlo todo con el riesgo de un miembro desprotegido para mayor satisfacción de su prometida, en la posición que más le gustaba: ella en cuatro sólo para la introducción del miembro de su futuro esposo para luego erguirse y que Phillip gruña a su oído mientras la embiste y la toma de sus senos y estimula su clítoris.



Llegaron a Mýkonos justo cuando el sol estaba por salir de la escena y fue cuando se bajaron del ferri que pasó lo que pasó, lo que nadie nunca se imaginó que pasaría, por los nuncas de los nuncas, nunca, nunca, nunca. Caminaban en dirección al hotel, pero Natasha tenía que ir al baño de manera urgente, por lo que se detuvieron en una tienda de souvenirs para que Natasha pudiera rogarle al vendedor de usar el baño, pues en realidad no se aguantaba y después de cincuenta euros en un souvenir que Yulia tuvo a bien, humorísticamente, llamarle, por el resto de su vida como “La Mentira”, pues no podía ser verdad que fuera tan feo. Y ahí, en esa tienda de souvenirs, mientras Yulia veía las postales más aburridas y monótonas de su vida, con unos colores que daban ganas de matarse y unos efectos peores, vio a un griego rubio, de cabello largo, pues, hasta los hombros, liso y que se detenía de una banda elástica, que se acercaba a su novia por la espalda, quien veía con aburrimiento las figuritas de las casas sobre un estante.



- Disculpe, Señorita, ¿un autógrafo?- le dijo aquella voz grave al oído, asustándola, causándole un grito y luego una sonrisa que terminó en un abrazo.



- ¡Dima!- gritó Lena, dándole un beso en cada mejilla a aquel rubio y viéndolo con una sonrisa como nunca en el día. - ¡Qué gusto verte!- siseó, cruzándose de brazos y manteniendo la mirada en sus verdes ojos que se perdían entre la bronceada piel de aquel rubio.



- ¿Qué haces aquí? ¿Vives aquí?- preguntó, llamando la atención de Phillip que pagaba el souvenir más caro de la historia, también llamó la atención de Yulia, que lo veía con desconcierto. “¿Y ese?”.



- No, no, estoy en vacaciones del trabajo- sonrió, sonrojándose, buscando a Yulia con la mirada, pero no la encontró.



- ¿Sigues en Italia? Pues, es lo último que supe de ti- la voz y el tono de aquel hombre, que tenía brazos fuertes, o al menos así parecían porque se le saltaban muchas venas en sus bronceados brazos y en sus enormes manos.



- No, no, ahora trabajo en Nueva York, en un estudio- Lena seguía sonriendo, era como si recordaba muchas cosas, muy buenas, muy, muy buenas y también malas, o no tan buenas, depende del punto de vista. - ¿Y tú? Tengo años de no saber de ti- suspiró, acariciándole el brazo derecho con su mano izquierda.



- Pues, aquí trabajo- se encogió de brazos.



- Oye, Lena, te esperamos afuera- dijo Yulia, interrumpiendo aquella conversación extraña con aquel extraño, y lo analizó y lo aborreció, no sólo por sus sandalias arenosas, sino también por las bermudas flojas, supuestamente blancas, y sucias que llevaba puestas, y la camisa menos cuidada, hasta rota del cuello y las mangas, de Deadmau5 en negro y fondo rojo, peor ya muy maltratado.



- Yulia, él es Dima…Dima, Yulia- los presentó, y sólo ahí, Yulia supo quién era: el ex–novio griego de Lena.



- Dima…- rió Yulia, alcanzándole la mano por educación. “O se llama Dima, Dimatius, Dimitry o Dimaleimon…pero qué nombres que no me gustan”. – Mucho gusto



- El gusto es mío, Dimitry- dijo su nombre porque vio en Yulia la risa interna, y le pareció muy guapa, pero seguía gustando muchísimo de Lena, tal vez porque había sido aquel amor de colegio, el primer amor.



- Un gusto en conocerte, Dimitry…- murmuró, con la misma sonrisa irónica, pues se sentía incómoda, como con celos, sí, eso, con celos, más porque vio la mirada de aquel tipo introducirse en el escote del Nanette Lepore color coral que llevaba por encima del bikini negro. – Te esperamos afuera- guiñó su ojo derecho para Lena.



Salió sólo para suspirar un “El tipo es la versión más patética de un David Beckham chamuscado por el sol…y es el ex de Lena”, que hizo que Natasha y Phillip, que se besaban sobre la cerámica quebrada de La Mentira, perdón, el jarrón más feo y caro de la historia.



- Te debo dos mil dólares a partir de cuando lleguemos al hotel- suspiró Phillip, dejando a Natasha con una sonrisa boba de deseo sexual.



- ¿El ex?- rió Natasha. - ¿Y qué te preocupa? ¿Que se acueste con ese surfer?



- Be nice- dijo Yulia, refiriéndose a lo que implicaba sexo, pues eso le había dado el peor de los tragos salivales de su vida, que le había dolido el pecho y le había faltado el aire por unos segundos. – Estaré bien- sonrió, sabiendo que los celos, algo que no conocía, se apoderaban de su razón.



- Pues, olía a pescado seco- rió Phillip. – No te preocupes



- Ah, aquí están todavía- dijo Lena, estando de la mano con Dima, pues, eran amigos, habían terminado en buenos términos.



- Pues, quería pedirles permiso de secuestrar por la cena a Lena, entiendo que tenían planes juntos, por eso pido permiso- sonrió aquel rubio, con una inmaculada sonrisa recta, como si era el arma secreta para conseguir a cualquier mujer.



- Pues…contigo se va, pero conmigo se viene- repuso Yulia, causando una carcajada en Phillip y en Natasha pero no en Dima, quien no había entendido el chiste. Lena si lo entendió, y le enojó, o tal vez no, pues era ver, por vez única, a Yulia poseída por los celos y reclamando lo que era suyo, aunque eso, para Dima, era inentendible. – Aquí está la llave de la habitación, Lena- le alcanzó la llave, sabiendo que Phillip tenía una extra. – Nos vemos más tarde- guiñó su ojo. – Un placer, Dima- y la pesadez, el tono grosero que aplicó sobre el “Dima” fue tanto que hasta él sintió la tensión entre Yulia y Lena, que sólo venía de parte de la Arquitecta.



- Dima- dijo Natasha, siguiendo a Yulia, quien caminaba diez pasos adelante. – Lena- se despidió, diciéndole con la mirada que Yulia ya había ganado, y Lena se sintió culpable, de algún modo, pero era el turno de Yulia de estar enojada, estaba en todo su derecho, quizás.



- Oye, Len, preséntame a tu amigo- sonrió Phillip. – Bueno, a falta de educación, soy Phillip



- Mucho gusto, Phillip- dijo Dima, entre un quejido, pues el apretón de manos había sido un tanto brusco, sólo para hacerle saber que si le hacía algo a Lena, pues, iba a tener problemas.



- Qué buen bronceado, yo quiero uno así- dijo, refiriéndose al bronceado perfecto de Dima.



- Cosas del trabajo, no creo que lo quisieras



- ¿En qué trabajas?- preguntó, y era eso lo que quería saber, por eso la pregunta un tanto homosexual de su parte.



- Jefe de Recolección de Especies Marinas- sonrió, asustado de la supuesta homosexualidad de Phillip.



- Ah, ¿eres como Biólogo Marino?



- Pues…no, sólo recolecto mercancía para los restaurantes y los hoteles



Phillip se carcajeó internamente y se las arregló para salir rápidamente e ileso de esa conversación para alcanzar a Yulia y a Natasha, quienes hablaban de los celos de Yulia con la mayor de las naturalidades. Lo único que le dijo Phillip a Lena, cuando se despedían de un abrazo, fue un callado “cualquier cosa llámame”, pues al tal Dima se le notaba las revividas ganas de gozar a Lena como aquella única noche en la que la había hecho suya para siempre, pues le había arrancado la virginidad de una desesperada y heterosexual manera, en la que la hizo gemir, según el de placer cuando en realidad era de dolor y disgusto sexual.



- Hablemos de lo que nos interesa- dijo Phillip en cuanto llevaban Lokmas a la mesa, algo de comida reconfortante para una dolida Yulia que sólo quería que Lena llegara para hacerla suya, para hacerle saber que tenía miedo de perderla. – El tipo es un pescador



- ¿Qué tiene que sea un pescador?- Natasha se molestó por lo snobbish que eso había sonado.



- Pues, que no me dijo que era pescador, sino “Jefe de Recolección de Especies Marinas”



- Eso es como un Biólogo Marino, Felipe- rió Yulia ante el placer que le daba morder los Lokmas.



- Eso pensé, pero no, me dijo que “recolectaba mercancía para los hoteles y restaurantes”, es pescador…el no tiene oportunidad, Julia, relájate



- No me preocupa- sonrió, haciéndole la seña al mesero más atento para que llevara la cuenta.



No muy lejos de ahí, Lena disfrutaba de un platillo de mariscos, de los mariscos más frescos de toda la isla, pues eran pescados a diario y por las manos de Dima, quien la veía comer con tanta elegancia y juicio que Margaret Robinson estaría muy orgullosa.



- Has cambiado- murmuró Dima.



- No esperabas que fuera la misma niña ingenua y tonta, ¿o si?- dijo, tomando la copa de vino en su mano y respirando el aroma de aquella bebida que sabía demasiado bien con el manjar de mariscos.



- No digo que el cambio sea malo, sólo te ves diferente…



- ¿Diferente?



- En aquel entonces eras muy sencilla, querías conquistar el mundo del Diseño de Interiores, tenías metas muy grandes que podías lograr…



- Soy la misma pelirroja, sencilla y ambiciosa niña que conociste hace años…



- Esos amigos tuyos son como de los que solíamos reírnos; altaneros y separatistas, ¿eres uno de ellos?



- No nos reíamos por gusto, y no los juzgues si no los conoces



- El tal Phillip- dijo, viéndolo de menos. - ¿Es tu novio?



- No, él es mi amigo



- ¿Eso significa que puedo arriesgarme a una segunda oportunidad contigo?



- Nada de segundas oportunidades, Dima…no te la di en aquel entonces, no te la daré ahora que he conocido más el mundo y a otras personas…



- Pero no tienes novio, ¿cuál es el problema?- se quejó, viendo a Lena beber la copa de vino hasta dejarla seca y ponerla en la mesa.



- No hay ningún problema, es sólo que no eres mi tipo



- Oye, la pasábamos muy bien juntos



- Hace años, hablando de cómo meter un huevo en una botella de vidrio, eso ya pasó…



- ¿Y la vez que la pasamos más que bien juntos?



- Quedó en el pasado, Dima, intenta superarlo…consíguete una novia, seguro a muchas les gustas, sigues siendo muy guapo- sonrió, sacando su cartera del bolso.



- Te parezco guapo todavía, todavía soy tu tipo



- No, no lo eres…y yo no soy para ti



- ¿Por qué te niegas rotundamente a intentarlo?- preguntó, alcanzando a ver que, del compartimiento que Lena sacaba un billete de cincuenta euros, había más de lo que él ganaba por semana.



- Primero, yo no vivo en Grecia, no voy a dejar mi trabajo, segundo, no eres mi tipo, tercero, no me gusta vivir en el pasado- dijo, cerrando su cartera y metiéndola en su bolso.



- ¿Cómo es tu tipo? Puedo transformarme en quien quieras- insistió, tomándola de la mano.



- Mi tipo es muy diferente al que tú crees- rió, poniéndose de pie y colocándose el bolso al hombro.



- Adinerado, seguramente…si has cambiado, Lena…- bajó la mirada mientras se ponía de pie.



- No sé qué frustraciones tengas, pero tú sabes que el dinero no lo es todo, al menos no para mí…y mi tipo se reduce a una persona nada más



- Pero me dijiste que no tenías novio- se quejó, como un niño de cinco años que estaba a punto de convertirse en un capricho.



- El que no cambia eres tú, siempre con la actitud de “quejas profesionales” que tanto me irritaba, y me sigue irritando



- El problema es que tú me confundes, me dijiste que no tenías novio pero me acabas de insinuar que sí



- Ese es el problema, que te equivocaste en el género…



- ¿De qué hablas?- murmuró, siguiendo a Lena hasta la puerta del restaurante.



- Yulia no es sólo mi compañera de trabajo como te dije hace unos momentos, es más que mi compañera de vivienda



- No entiendo, Lena…



- No es que no entiendas, es que no quieres entender…madura, guapo, tienes toda la vida por delante para encontrar a una mujer que valga la pena para ti, yo no soy para ti



- Cualquier mujer tan guapa como tú, que los años te han sentado de maravilla, es para mí



- Dimitry Bourousis, Yulia es mi tipo, ¿entiendes?- gruñó ya desesperada, de un momento a otro se acordó por qué había decidido terminarlo, porque la desesperaba.



- Estuviste conmigo, te besaste con Nikolaos muchas veces…lo de ser lesbiana no te lo creo



- Ay…- suspiró, sacando su iPhone de su bolso y colocando la clave “3662”, algo un tanto romántico, si es que saben a lo que me refiero, y buscó, entre las fotos, una foto que Natasha había tomado en Nápoles con su respectivo iPhone, y la foto constaba de Yulia y Lena, ambas sentadas en unas gradas con un gelato en la mano mientras Yulia le robaba un beso a Lena que ella conducía. – Es en vano que lo intentes- vio la mirada de Dima, la mirada de asco y decepción, y comprendió que el que no había crecido, ni como persona ni como profesional, había sido él y no ella, y que los cambios eran, a veces, también buenos. – Fue un gusto verte de nuevo, Dima- dijo, acercándose a su mejilla para darle un beso, pero Dima dio un paso hacia atrás.



- Igualmente, Elena Sergeyvegna, buena suerte en su nueva vida- era como si la inmadurez hablara a través de él.



- Katina, no Sergeyvegna- lo corrigió, dándole espacio para el comentario más hiriente que había recibido de alguien.



- Claro, hasta a tu papá lo has decepcionado, tanto como a mí…
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 08, 2014 8:11 pm

Y bueno, es que he estado nerviosa desde aquella conversación en Roma, pues, es que es el cumpleaños de Lena, de mi Lena, y , desde nuestra pequeña plática en el avión de regreso a casa, mis nervios han empeorado en un cien por ciento, si no es porque en un mil por ciento, y creo que es porque no sé qué quiere en realidad. Me dijo que le gustaría pedirme algo, pero que, hasta cierto punto, le da pena y, con sólo ver la información codificada cayendo por detrás de sus verdes pupilas, sé lo que quiere aunque, ahorita que lo pienso, a las seis-veintidós de la mañana del veinticinco de marzo, no es algo tan ligero de pudor, pues en Roma me lo dijo como si nada...y mi error fue decirle, durante el vuelo de regreso, un amable: "Cariño, simplemente dilo en voz alta acerca de tu cena de cumpleaños y lo voy a hacer". Tal vez no fue un error pero quién sabe con qué revolución sexual/mental/gastronómica/etc. va a resultar, pero bueno: lo que sea por darle a Lena el cumpleaños que se merece; un cumpleaños perfecto. The perks of being the Studio's Co-owner/Anarchistic Boss/Careless and Fearless Girlfriend? Pues, es fácil, manipulo a mi gusto y a mi gana mi horario de entrada y, con mis amistades, o sea Natasha, lograré distraer a Lena de llegar temprano a la oficina, o sea, compré tiempo con una falsa asesoría secreta, una petición de una opinión de parte de Natasha para Lena. Y es por eso que me ha dado la gana no despertarla todavía, que a esta hora ya estamos despiertas, o al menos yo ya lo estoy, porque Lena tiene la habilidad de la pereza más grave que yo; requiere de tres veces "cinco minutos más", y es por eso que no desayuna, motivo de eterna pacífica discusión, y toma un taxi todos los días, sino llega tarde. El punto es que estoy acostada en mi cama con Lena, en nuestra cama, rezando por que la madre naturaleza de las feminidades haya decidido abortar su plan de hemorragia y, si me concede ese deseo, donaré los dos mil dólares que le gané a Phillip en la apuesta que hicimos en Mýkonos junto con el resto de mi fondo filantrópico.



Después de aquel episodio con Dima, Dima de ****, Lena y yo pudimos resolver nuestras “diferencias” tras unos cuantos Martinis en la barra del hotel en Mýkonos. Me preguntó si estaba enojada con ella por haberse ido con Dima de ****, y no, le dije que no, que era cierto, pues, al principio me ofendí que se fuera con la copia barata de David Beckham, el tal “Jefe de Recolección de Especias Marítimas” y no conmigo, pero después la ofensa se me terminó cuando me puse a pensar, mientras bebía mi segundo Martini, a solas porque Lena no había llegado, y escuchaba “Funky Martini” en honor a la bebida, que Lena estaba conmigo, yo era con quien se iba todas las noches a dormir, yo era con quien gritaba con una almohada en la cara cuando estaba estresada por algún cliente incoherente, que me daba risa pero la apoyaba, y, lo mejor de todo, con quien hacía el amor cada vez que se le antojaba. Aunque eso del antojo es engañoso porque “tener ganas” no es sinónimo de “poder”, pues, después de que le expliqué que no estaba enojada y ella me preguntó por qué y le recomendé leer “Emma” de Jane Austen para que me entendiera el por qué, que se resume a mi ego y a lo que acabo de mencionar, intentamos irnos a la cama para reconciliarnos por algo que no teníamos sobre qué reconciliarnos, todo para que, cuando Lena metiera sus dedos entre mis labios mayores, la madre naturaleza, que con razón es en género femenino, me había hecho el milagro mensual de hacerme saber que no estaba embarazada, pues, ¿cómo carajos voy a estar embarazada estando con Lena? De ninguna manera, gracias, muchas gracias por la puntualidad…lo detesté en ese momento. Más cuando me di cuenta que me había durado más de mis cuatro reglamentarios días, pues era el día cinco y no se me quitaba, y ahora es día siete y espero que se me haya quitado.



Ah, sí, Dima, Dimita, Dima de ****, fue a buscar a Lena al hotel al día siguiente, encontrándola en bikini en el área de la piscina, en su hermoso Missoni, que yo, Yulia Volkova, su novia, le estaba embadurnando la espalda con aceite bronceador, el muy estúpido, que heterosexual sí es, no dejaba de verme el par de curvas que mamá tan graciosamente me heredó vía genética, tal vez era la posición en la que estaba. En fin, llegó a pedirle disculpas a Lena y como la noche anterior nos habíamos sentado los cuatro a verborrear con dos botellas de vino tinto y Lena había hecho público lo que Dima de **** le había dicho, Phillip se acercó a él, sin camisa, todo tonificado con su altísima estatura y su mejor cara de furia, a decirle a Dima de **** que por favor se retirara, que dejara de molestar a su “hermana”, que fue motivo de polémica, pues Dima de **** no entendió que era en sentido fraternalmente figurado, y armó un escándalo sin sentido sobre siendo adoptada por la familia de “ese”, o sea Phillip. Pues, yo decidí sentarme a ver el espectáculo de Dima de ****, lo deberían contratar para hacer el ridículo, y me reía de sus palabras, lo que terminó por molestarle y como que hizo lo que no debía; no sólo le dijo a mi novia que le daba asco que fuera lesbiana, la noche anterior, sino también me gritó y eso no se hace conmigo, pues ni yo me grito, y no me quedó más remedio que callarlo, no con un golpe físico, sino con un golpe visual y emocional al halar a Lena hacia mí y decirle: “tus gustos de verdad han mejorado” y la besé, no sólo frente a Dima de ****, sino frente al público espectador, que Lena me siguió el beso, no sé si porque le gustó o porque quería joderlo igual que yo, que fue cuando Seguridad llegó y lo sacó del hotel. Claro, a nosotros nos pidieron, muy amablemente, que no diéramos muestras de afecto en público.



Tenemos que cambiar lados en la cama porque Lena duerme sobre su costado derecho y yo sobre mi costado izquierdo, resulta que terminamos dándonos la espalda en algún momento de la noche y quizás se preguntan por qué ya no dormimos abrazadas, y es simplemente porque las dos despedimos inmenso calor y ya está empezando a hacer calor, a pesar de ser primavera, en fin, terminamos buscando un lado frío en la cama, y no me gusta darle la espalda a mi futura esposa, si es que acepta, que, por cierto...no, nada, olvídenlo. Empezamos la noche con un abrazo y luego se deshace. Me doy la vuelta con cuidado de no despertarla y, como cosa rara, está sobre su abdomen y viendo hacia mí, con la almohada abrazada de tal manera que logra darme celos, y su cabello cae de manera demasiado natural sobre su espalda y su hombro derecho, la mitad de su rostro enterrado en la almohada y la otra mitad descansa en paz, hasta un tanto sonriente, y deja ver la mitad de su rostro porque ha pasado su cabello detrás de su oreja, quizás lleva horas infinitas en la misma posición. Todavía no hay sol pero puedo ver que Lena se ha encargado de enrollar la sábana, que no tengo, en sus piernas, de sus rodillas hacia abajo, lo que me deja verla en su desnudez...porque, desde que Lena se mudó conmigo, el uso de las pijamas fue disminuyendo poco a poco hasta establecer su uso por temporada, sólo en invierno. Tiene ese bronceado marcado que le sienta demasiado, demasiado, provocador. Su mano izquierda toma su muñeca derecha, y me imagino su dedo anular con dos anillos, y, ¿quién mejor que Harry Winston para adornarlo? Aunque hay un Bvlgari que no se vería mal, digo, por tener un aire de casualidad de consumismo joyero y no de formalidad matrimonial, también hay un Tiffany.



- Buenos días, Princesa- susurro, imitando su posición mientras sonrío y veo cómo empieza a crear un MOR, que en su caso es para evitar despertarse. - Feliz cumpleaños- le vuelvo a susurrar, que mi sonrisa es la que le susurra mientras ella respira hondo y empieza a abrir los ojos y me sonríe de regreso con una carga de sueño que me da ternura.



- Buenos días- balbucea en esa voz mimada y ronca, pegajosa.



Es que mis días son realmente "buenos" desde que Yulia me despierta, siempre con esa sonrisa blanca y un tanto torpe por ser la primera del día, con el cabello un tanto alborotado de las horas de sueño profundo en las que raramente entra, porque siempre siento que se mueve, siempre se despierta de tres a cuatro veces, dependiendo de la intensidad del día presente y futuro, y siempre respira hondo, se restriega suavemente los ojos, recorre su nariz, entre su pulgar y su dedo índice, desde el tabique hasta la punta, estira sus brazos sobre su cabeza hasta tocar el nogal del respaldo de la cama con sus palmas y luego se vuelve sobre su costado izquierdo y se duerme mientras mueve rápida e inquietamente su pie derecho sobre el izquierdo. Le hago la típica seña con mi dedo índice para que se acerque, necesito mi beso de "buenos días", se coloca sobre mí mientras me vuelvo sobre mi espalda y me clava un beso profundo mientras se balancea hacia adelante con su cuerpo y roza mi entrepierna con su muslo y mis pezones, que hasta ese momento estaban relajados y suaves, contra los suyos. La tomo por la espalda y la abrazo, cerrando mis brazos alrededor suyo, apretando aquella menudez de cuerpo y halándola hacia mí, pegándola a mí. Puedo hacer lo que quiera, es mi cumpleaños, ese es mi regalo, que más perfecto no puede ser, puedo abusar del control que Yulia me ha cedido, control que le sienta mejor a ella, pero es un buen regalo. Mi cumpleaños es el veinticuatro o el veinticinco, según mi mamá nací a las cero-cero-cero-uno del veinticinco, pero el reloj del doctor estaba atrasado dos minutos, cosa que explica la confusión y, aunque legalmente nací el veinticuatro, Yulia me pidió celebrarlo el veinticinco, pues "ninguna mamá se equivoca".



Yulia sabe como a felicidad para mí, me gusta cuando se deja caer completamente sobre mí y siento su piel rozar la mía, es suave y tibia, que me deja recorrerla, con mis manos, o, más meticuloso, con mis dedos, que me encanta acariciar las marcas de su bikini y luego bajar, con una mano acariciar su trasero y con la otra acariciar su cicatriz. No tiene ningún relieve, pero me la se de memoria, su forma y a la altura en la que está y sé que Yulia se incomoda a veces, más que todo cuando la presiono sin querer, pero no dice nada, simplemente muerde mi labio inferior y escapa un gemido de dolor melancólico y frunce su ceño, se ve tierna. Yulia se ríe, no sé de qué o por qué, pero su risa acaba en mi garganta y me hace cosquillas entre aquellos besos suaves y tiernos de feliz cumpleaños.



- Tengo algo para tí- me susurra un tanto agitada y rozando su nariz contra la mía, que no sé por qué me parece tan romántico. Yulia se estira y abre la gaveta de su mesa de noche y saca una bolsa de papel blanco, pues, no es una bolsa ordinaria, podría jurar que Julia ha estado jugando con papel blanco, un bisturí y un par de acuarelas. - No es lo que esperas, quizás, pero, yo que tú, nunca me la quitaría...porque nunca se sabe- sonríe, poniéndolo entre mis manos y esperando a que lo abra.



- Es una pulsera- dice extrañada, viéndola sin mayor gusto, mejor dicho con disgusto.



- Sip, es una pulsera- le susurro, sabiendo que no tiene nada de grandioso, es una simple Pandora de cuero, pero las mejores cosas son las que no se esperan. - Úsala, yo sé lo que te digo- sonrío, pues la sonrisa es mi única arma que Lena no ha sabido quitarme. Le pongo la pulsera en su muñeca derecha, dándole las tres vueltas reglamentarias y la cierro con mi risa nerviosa que trato de callar.



Beso su mano, viendo que sus uñas no tienen color y me extraña, pero luego me acuerdo que Natasha le dará una "misión" y terminará de rojo o negro, que, en lo personal, no me gustan para mí, pero a Lena se le ven bien, tanto que, cuando se pone el color que yo me vengo poniendo desde hace cuatro años, la veo rara, como si no fuera ella. Pero bueno, odio que siempre desvarío recién despierta y quizás hasta revelo demasiada información. Mmm...me encanta cuando Lena me hala hacia ella para que nos besemos, ¿en qué momento me enamoré de ella? Si hubiera sabido que besaba asi de bien, la hubiera besado en aquel momento que me llevó mi té de vainilla a Louis Vuitton en el tercer día de trabajo.



Yulia, Yulia, Yulia... ¿qué voy a hacer contigo y con tus excentricidades? Estoy demasiado caliente, en ambos sentidos, y es por la apuesta estúpida que Yulia ganó, que fue gracioso, lo admito, pero cuando ganó, ya era momento de pagar la factura mensual, que soy yo la que la termina pagando, y he pasado siete días sin sexo y justamente ayer, después de cenar con Natasha y Phillip, que fue que Phillip le pagó la apuesta en efectivo, veníamos cual tornado. Tal habrá sido la emoción que la ropa voló y nosotros nos quedamos más muertas que un cadáver, todavía con secuelas del jetlag, pues, es que nada de eso pasó, simplemente veníamos tan afectadas por la comida y el alcohol, que nos morimos. Pero ahorita seguro me dan mi dosis de placer, la justa y necesaria, pues me vendría como la "maldición gitana: versión sexual", el que coge lunes, coge toda la semana.



- ¿Qué hora es?- me pregunta Lena, deteniendo abruptamente el beso y el roce, justamente cuando ya empiezo a sentir, en mi muslo, que su entrepierna se calienta cada vez más.



- Las tempranitas- murmuro, buscando los labios de Lena de nuevo, reanudando el roce de mi muslo contra su entrepierna.



Al parecer me moví un poco y mi propio roce me excita, pues lo que le hago a Lena, me lo hago a mí misma pero con su muslo. No quiero ir a trabajar, pero tengo la última reunión con los van De Laar y la primera reunión con el Plaza, porque quieren hacerle unos cambios a los jardines y no sé por qué me buscan a mí si no tengo nada de paisajista, algo sé, pero no mucho. Lena mete su lengua en mi boca y me da cosquillas, me encanta cuando lo hace, eso es lo bueno de casi nunca hacerlo. Y es de lo mejor, que Lena mete su mano entre su muslo y mi entrepierna, yo sé que quiere que yo haga lo mismo, pero no puedo cederle todo el control. Me mezo sobre sus dedos, frotando mi clítoris sobre sus dedos que se sienten divinos, mis gemidos los atrapa Lena en su garganta, literalmente me roba los suspiros y los gemidos, mi roce es cada vez más rápido y más estrecho.



- Tú te vienes conmigo, y sólo conmigo- le digo entre dientes mientras gime contra mí, apoyando su frente sobre la mía y tomándome, con una mano, por mi nuca. Eso ha quedado como frase célebre, tanto para mí, como para Natasha y Phillip.



Sé que eso le excita, porque se agita y no deja de mecerse sobre mis dedos, tensiona su mandíbula y se deja llevar. Pero se detiene, no sé qué pasa. Se queda respirando como si el aire le faltara de verdad, pero se queda sobre mi frente, como frustrada. Respira hondo y sonríe, esa sonrisa que me mata porque es perfecta.



- Me tengo que ir a trabajar, tengo una reunión a las ocho- murmura, cerrando los ojos y sacudiendo su cabeza, me encanta. - Y tú también. Me voy a bañar, te despierto cuando salga de la ducha- y me sonríe con inocencia, porque está jugando conmigo.



Lo hago para dejarla caliente, aunque sé que a mí es a la que más le va a doler, más porque estaba a punto de correrme y lo he detenido sólo para lograr mis objetivos que todavía no conozco, quizás es para que Lena me viole por la noche; después de la cena y del striptease, porque eso fue lo que me dijo que quería aunque después se retractó, pero yo la conozco. Le doy un beso junto con una caricia en su cuello, y luego beso su cuello para pedirle una disculpa por haberlo detenido todo. Me dirijo al baño, notando que Lena sonríe mientras intenta volver a dormirse. Me tomo mi tiempo para bañarme, revisando cada rincón de mi entrepierna para corroborar que mi hemorragia femenina ha cesado y así es, donaré los dos mil dólares a algo de los afectados de Sandy...make it five or ten, pondré a Gaby a trabajar en ello. Podría correrme aquí en la ducha, en silencio, como antes de conocer a Lena solía correrme, pero no, Lena es dueña de mis orgasmos.



Me pongo de pie, con esa pesadez infinita, que no quiero ir a trabajar, sólo quiero estar con Yulia, en la cama, revolcándome, más porque aparentemente sus días femeninos ya terminaron, tal vez por eso quería celebrarlo ahora, como sea. Camino hacia el baño y me apoyo en el marco de la puerta con mi hombro derecho y mi sien y contemplo a Yulia bañarse; que el vapor sale por arriba de la puerta de vidrio y empaña el espejo y las ventanas y sólo la parte baja de los vidrios que comprenden la ducha. Me parece un momento sumamente sensual, que Yulia encare a la ducha en el mismo ángulo, que el agua le cae directamente en su cabeza y en su rostro, de tal manera que se desliza por su cuerpo y las manos de Yulia se detienen tensamente desde su nuca, como si se estuviera estirando. Se eleva de puntillas, acortando la distancia entre la ducha y su cabeza, suelta sus manos y, mientras se posa sobre el suelo lentamente, toma la llave del agua y la gira completamente hacia la derecha y luego la empuja para detener el agua fría. Y su cuerpo queda lleno de gotas provocadoras y que se deslizan en cuanto Yulia levanta sus brazos y escurre su cabello, todo con los ojos cerrados todavía, abre la puerta y, a ciegas, alcanza la toalla de turno, hoy es la beige, y se seca el rostro, pasando la toalla por su cabello y escurriéndolo de nuevo, secándose su espalda y luego su pecho, sus senos, que esa es mi parte favorita por como los rodea con la toalla y los levanta un poco y resultan sus pezones rígidos, que se notan por cómo se agacha para secar sus piernas y me da la mejor vista de sus senos, para, por último, ponerse la toalla a la cabeza.



Salgo de la ducha y veo a Lena apoyada en el marco de la puerta, como si la pereza se estuviera deteniendo con la mayor de sus fuerzas. Me sonríe y camina hacia mí y me abraza por la espalda y me da besos en los hombros.



- Eres mala- ríe, clavándome la mirada a través del espejo mientras me pongo un poco de crema humectante en los párpados con mis dedos de enmedio.



- Te lo compensaré



- Me muero por esos Ravioli- susurra sonrientemente a mi oído y se retira, sacudiendo su melena roja por el aire y dándome una nalgada juguetona que me provoca una risa interna pero, aparentemente, mi risa no es una sonrisa, por lo que Lena se frustra y baja la mirada. - Lo siento



- Es tu cumpleaños, es figuradamente literal que puedes hacerme lo que quieras- sonrío a través del espejo, tomando en mi mano derecha el Chanel no. 5 y lo rocío: uno a cada lado de mi cuello y uno en cada antebrazo.



- ¿Cómo Yulia Volkova podría cederme todo el poder que ella tiene y ejerce?- reí, notando cómo el ego de mi novia se inflaba cual pez globo y se le dibujaba una sonrisa de satisfacción, yo sé que le gusta que sepa cuál es su lugar...porque mi lugar es parte del suyo: inflarle su ego.



Y no es que me burle de lo egocéntrica que es, es que no fuera de quien me enamoré, es parte de su personalidad y de su caracter, de su psique y de su alma: respira grandeza porque tiene confianza en sí misma. Y me gusta su ego, más porque ella sabe que tiene un ego demasiado grande, tanto que una vez le pregunté que para qué necesitaba una cama tan grande si antes que yo me mudara sólo ella dormía allí, ella me respondió: "nunca dormí sola, dormía abrazada de mi Ego y a veces me botaba de la cama" y me da risa acordarme de eso mientras me meto a la ducha. Eso que dijo era cierto, pero me gusta pensar que ahora yo soy su Ego, pues duerme abrazada de mí. Me mojo la cabeza y, cuando abro los ojos, Yulia ya no está, seguramente ya no la encontraré para cuando salga de aquí.



Si se acuerdan bien, Lena quiere un striptease pero con mi ropa de trabajo, es momento de cruzar los límites que alguna vez en octubre me puse: Yulia seria, pero sexy. Antes sólo era egocéntrica, con Lena me he vuelto narcisista. Tuve la decencia de pedir unas cosas por internet, cosa que casi nunca hago, y, de lo relevante, se reduce a una tanga negra de spandex que tiene, a letras doradas, un juguetón "Touche-moi", y me pongo el garter negro que nunca me he puesto hasta ahora, medias Wolford negras que sostengo del garter, sostén negro pero strapless, falda negra de twill de Carolina Herrera ajustada a mis muslos, camisa blanca Burberry que sólo se delata por las muñecas, pero las cubre mi chaqueta Jill Sander blanca. Me termino de maquillar y peinar, que ahora, más tarde, cuando se seque del todo, lo amarraré de alguna forma porque el clima está criminal para andarlo suelto, un moño bastará. No desayuno y, antes de salir del apartamento, que Lena se sigue bañando, le dejo otra bolsita de papel sobre su teléfono. Al salir me pongo mis Lanvin y espero por el ascensor.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 08, 2014 9:43 pm

Ahora viene mas escenas HOT





Típico, se los dije, Yulia ya se fue. Me deslizo en lo primero que veo, nada complicado, no sé por qué ahora me siento dueña del Mundo, tal vez porque Yulia, en su cursilería, me confesó que era su dueña, y ella lo es todo, no sé cómo pero es todo. Y después de un pantalón gris oscuro ajustado a mis piernas, que por primera vez creo que tengo buen trasero, una camisa de algodón azul oscuro y de manga corta, que noto que he bajado de peso, quizás, dos o tres libras, un blazer a juego con el pantalón, sólo para no morir de frío en la oficina, y mis Wu magentas, decido, por primera vez, desayunar, me muero del hambre. Un tazón de obvio Special K y una taza de café, lista para maquillarme a las siete y quince y estar a las madrugadoras siete y media en la oficina de Natasha. Abro la bolsita que me dejó Yulia, y es un charm para la pulsera que me dio, es un... ¿una "R"? A veces puede ser un poco rara. "Pon atención" dice el papel en el que viene envuelto. ¿A qué debo ponerle atención? Tomo mi teléfono y mi bolso y voy a por Natasha mientras, en el taxi, le pongo el charm a mi nueva pulsera.



Conseguí que Gaby donara lo de la apuesta y mi fondo filantrópico a dos organizaciones que se encargan de darles apoyo a los damnificados de Sandy. Tuve la reunión con el Plaza, se acaba de terminar, y será un placer jugar con su jardín, más por el precio que decidieron pagar, todavía no sé por qué yo, no quisieron decirme por recomendación de quién habían llegado a mí, pues ellos tienen a su paisajista de confianza, supongo, no sé. Quizás fueron los Hatcher o los Mayfair por la proeza de jardín y fachada que les hice. Me tomo mi segunda taza de té de manzanilla y vainilla y recibo el paquete que Natasha se encargó de pedir por mí; nada más y nada menos que el vanilla and cream layered cake de Wolfgang Puck himself, gracias a Margaret Robinson por ser su amiga y confidente...ah, tiene un obsceno y engordante y delicioso baño de chocolate blanco y vainilla, demasiado rico.



- Licenciada Katina, ¿dónde está?- le pregunto al teléfono, viendo que son las nueve y treinta, seguramente ya ha salido de la misión secreta de Natasha, una visita glamurosa para cubrir sus uñas de rojo.



- Frente al edificio, mi amor- escucho que va caminando, al fin camina, y me río.



- Bien, pase a la sala de reuniones en cuanto llegue- y le cuelgo, tomando mi iPhone y poniéndolo sobre la mesa mientras Volterra, si, Volterra, me ayuda a sacar esa delicia de la caja, que Wolfgang se preocupó por poner el pedestal para la candela blanca y que la cera no cayera sobre el baño.



Coloco la candelita, es verde con detalles en blanco, es rara pero bonita, y la enciendo, y al ver la llama salir del encendedor, me desespero, me dan ganas de salir corriendo a fumar un cigarrillo. Pero me coloco enmedio de Volterra y Bellano, y esperamos a que Lena entre por esa puerta con Gaby. Lena abre la puerta y le cantamos, infantil y tradicionalmente, un desentonado y coreado "happy birthday" que dibuja en Lena una sonrisa sonrojada. Nuestras miradas se encuentran y sólo quiero acercarme y darle un beso y un abrazo, pero sacudo mi cabeza para evitar los pensamientos mientras Lena se colorea más de rojo y no sabe qué hacer más que acercarse y soplar, tomando su cabello en precaución, la candela, y veo cómo cavidad bucal se infla sensualmente y el aire sale por entre sus rosados labios.Yulia es a la última a la que abrazo para darle las gracias, pues es la que corta con gracia mi torta cumpleañera. Le susurro un "quiero hacerte el amor" al oído mientras la abrazo y acaricio disimuladamente su trasero en esa falda ajustada, es un crimen.



- Suena a que quieres cogerme hasta el amanecer- le susurro a Lena después de haber recibido el regalo de Volterra, que es mío en realidad.



- Adoro cuando me entiendes- sonríe y le da el primer bocado a su...se nota que está rico por cómo enrolla los ojos y se desvive en un gemido sexual de placer gastronómico.



Nos acabamos esa delicia entre todos los que trabajamos en el Estudio y todos regresamos a nuestras labores. Lena se ve radiante en su atuendo conservador, es que más tarde tiene una reunión con Volterra y un cliente que la ha llegado a buscar a ella en especial, Mr. Ravitz es el CEO del St. Regis, que quiere un nuevo look para las suites ejecutivas, Lena va a hiperventilar de la emoción. Veo que tiene el regalo de Natasha y el de Volterra en su mano derecha y los coloca sobre su escritorio mientras enciende su ordenador y busca su iPhone en su bolso, que tiene la mala costumbre de dejarlo sobre el suelo. La casa de los van De Laar está lista, el viernes que la vi sólo faltaba lo de siempre, lo que suelo hacer por último; los jardines y el montaje del interior, pero todo está comprado y dividido en los salones de la casa, listo para que lo carguen mañana y lo lleven a su destino. Le alcanzo a Lena otro paquete, este no es un regalo, o sí, pero es una torta pequeña, para que se la coma ella sola. Y me sonríe así como aquella vez en Duane & Reade y me susurra un "Gracias" muy bajo mientras le doy un beso en la cabeza y materializo una cuchara.



- ¿Una "A" y una "M"?- me vuelve a ver, abriendo su pulsera para meter los charms en ella. - Andas por todos lados, sé que es obra tuya... ¿Qué voy a hacer con una pulsera que dice "ARM"?- y ríe con incoherencia ajena.



- No, sólo me parecieron muy bonitos- le sonrío, abriendo el inventario de la casa de los van De Laar para corroborar que hay seis televisores.



- Así te amo- murmura, cayendo de clavado olímpico en la piscina de las cursilerías.



- ¿Así me amaste desde el principio?- río, sabiendo que la respuesta es un "no" rotundo.



- Pues, hay cosas que se sienten...y esto es, en parte, aprendido



- ¿Aprendido?- eso de alguna manera me sorprende.



- Sí, hay cosas que no me gustan pero en tí las amo...supongo que aprendí a amarte cuando ya sabía que te amaba....Si eso tiene sentido para ti- levanta sus cejas de una graciosa manera, como si para ella no tuviera sentido lo que para mí sí, y eso me gusta.



- Gabriel García Márquez dice en "Crónica de una muerte anunciada"...más bien Pura Vicario se lo dice a Ángela Vicario, que el amor también se aprende- sonrío ante mi desagradable elocuencia sin sentido.



- Y también dijo que el amor es tan importante como la comida, pero no alimenta- dice, levantándose de su silla y caminando hacia mí como si estuviera enojada. - Y en "Amor en los tiempos del cólera" dice que sabes más por escarmiento que por experiencia, porque ninguna felicidad llega tan fácil.- gira mi silla y termino por encararla mientras ella se agacha un poco con su espalda y su rostro queda muy cerca del mío. - Pero la verdad...por ahora, en lo único en que pensamos, mi vagina palpitante y yo, es en cuánto te deseamos- y me ataca con un beso un tanto violento y salvaje que logra encenderme, pero se detiene y camina de regreso a su escritorio, a comenzar a comerse su torta. - Creería que llega fácil, mantenerla es difícil...contigo se me hace demasiado fácil- dice, volviendo al tema anterior.



El día transcurre con facilidad, con un almuerzo digno de describir: patatas fritas, salteadas en paprika, curry y sal, hamburguesa, 3/4 de cocción, con lechuga, hongos y cebolla salteados, tocino y queso cheddar y una Dr. Pepper para mí y, para Yulia, un sandwich de albóndigas, salsa marinara y queso mozzarella, patatas fritas salteadas en paprika y sal y una Mountain Dew. Me encanta ver a Yulia comer con las manos, pues nunca lo hace, todo va en tenedor y cuchillo y con la servilleta sobre el regazo. Creo que ahora sufre de inanición porque ha atacado su sandwich casi sin respirar y ha pedido un orden extra de patatas fritas, porque la primera se las comió con la mano y con la servilleta sobre la mesa. De postre, algo sencillo; sliced granny smith apples en salsa de caramelo. Regresamos al estudio a eso de las tres y media, justo a tiempo para que Yulia tuviera su reunión con los van De Laar mientras yo terminaba por decidirme sobre ahora por la noche, que ya está en mi bolso porque Natasha me asesoró. Según Yulia ella me lo había planeado, pero era mi coartada, lo hice parecer como idea de Natasha, no soy tan estúpida como la mayoría de la gente cree. Después de la cena se lo pediré, ya lo decidí




Son las cinco y media y Lena entró hace media hora a reunión con Ravitz y Volterra, yo ya no tengo nada que hacer, me marcho al apartamento a prepararle a Lena sus Ravioli. El Bollinger está perfecto cuando lo reviso, saco la harina, seis huevos y sal y decido hacerlo sin medidas, sólo al ojo. Me quito mi blazer y me pongo mi delantal negro y, sin quitarme nada más, empiezo a hacer pasta fresca. La dejo reposar y, para mientras, hago la famosa mezcla de queso ricotta de mamá; taza y media de ricotta para media de mozzarella, para un octavo parmesano, para tres cucharadas de mascarpone. Lavo mis manos y saco la mantequilla y los limones, raspo un poco de la cáscara y exprimo la mitad de uno en un recipiente. Arrojo harina en la encimera y extiendo la masa, la corto para pasarla por la máquina y la extiendo sobre la raviolera. Una cucharadita de queso en cada espacio, agua en los bordes para que se pegue, cierro la raviolera y listo, veinticuatro ravioles. Pongo agua a hervir. Repito el proceso hasta que el queso se acabe, al final me quedan ochenta y nueve ravioles, que son muchos, pero son ricos. Justo cuando el agua empieza a hervir y le arrojo la sal, Lena entra con una sonrisa enorme en sus labios. Arrojo unos cuantos ravioles al agua y recibo a mi novia con un beso en sus labios, un beso que me sabe a que tiene el proyecto del St. Regis.



Yulia en delantal es como un croissant con nutella recién horneado, como una copa de champán despues de una cucharada de gelato de limón, y verla cocinar es como cuando Nadal pierde, simplemente exquisito. Yulia me señala el congelador y saca dos copas mientras busco el Bollinger, que no tengo idea de haberlo visto hoy por la mañana, quizás era la prisa. En una cacerola derrite mantequilla y le arroja la cáscara de limón y un poco del jugo y huele delicioso, saca los ravioles y los coloca en la mantequilla, para luego arrojar más en el agua. Mientras saltea en mantequilla los ravioles, abro la botella de Bollinger y la sirvo en las dos copas. Yulia se da la vuelta, me toma por la cintura y me planta un beso mientras toma, de mi mano, su copa.



- Larga y exitosa vida- brinda Yulia, chocando su copa suavemente con la mía y bebiéndola hasta el fondo, la imito.



Busco mi bolso mientras Yulia coloca los ravioles en los platos y parte una suave baguette en rodajas, un hermoso ataque de carbohidratos, no nos caerían mal un par de libritas más. Saca los ravioles del agua y los coloca en la mantequilla, agitando suavemente la cacerola mientras arroja el resto de ravioles al agua, pero se come uno crudo y parece disfrutarlo, como si un recuerdo de infancia la atacara. No, todavía no es momento de decírselo, mejor cuando estemos en la habitación. Me devuelvo y la analizo, tal y como solía hacerlo antes de que cayeramos en el buen pecado: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, viendo sus delgados tobillos en esos Lanvin, piernas cubiertas en esas medias que dan ganas de romperlas sólo para penetrarla por sorpresa. Me encantan sus pantorrillas, más cuando se detiene sólo de una, cómo sus músculos se definen. Su trasero llena con elegancia esa falda, y su camisa blanca está demasiado ajustada a su torso, con las mangas recogidas hasta por los codos, y que las muñecas le suenan por cómo agita suavemente la cacerola, el ruido de su reloj chocando con su pulsera. La abrazo por la cintura y me dedico a inhalar su esencia junto con el de la mantequilla y se estira para alcanzar un plato para poner el pan ya cortado. Sirve los últimos ravioles en cada plato y saca los de la olla para ponerlos aparte.



Me quito el delantal y lo he logrado, ni una mancha, ni una quemadura, nada. Beso a Lena, que no sé por qué cuando cocino entro en estado mudo.



- Buen provecho, espero que te gusten, mi amor- le digo a Lena chocando mi copa con la suya y dándole un beso por el aire.



- Buen provecho, Arquitecta- guiña su ojo y luego bebe de su copa.



Me junto a Yulia con mi hombro, ella me abraza después de haber pasado su tenedor hacia su mano izquierda y me siento bien, entre la comida, la bebida y mi novia, la vida es perfecta. Ah, también el St. Regis. Yulia come con una sonrisa perceptible, no necesito verla para saber que sonríe, y a veces hunde el pan en la mantequilla y le pone pimienta y luego un raviole y se lo lleva a la boca, y siento cómo mastica, cómo le gusta. En realidad están muy ricos, no están tan pesados, aunque seguramente a cualquiera le parecerían una carga láctea demasiado grande.



- ¿Me vas a decir lo que quieres de cumpleaños? Ahora es el momento exacto- Yulia me abraza un poco más fuerte mientras le clava el tenedor a los últimos dos ravioles de mi plato y me los da en la boca, los mastico y me doy cuenta de que estoy llena, pero tengo espacio para postre, como siempre. El hecho de que Yulia me abrace de esa manera me hace sentir confianza y creo que estoy lista para decirle...o quizás no.



- Me da pena- le murmuro, poniendo mi mano en su muslo y acariciando la suavidad de sus medias. Me gusta cuando se pone, me gusta pasear mis manos por sus piernas.



- Me tienes que decir...- se levanta y recoge los platos y todo lo empieza a meter a la lavadora, buscando el jabón en el gabinete inferior. - Todavía no sé leer tu mente- y sé que sonríe aunque no la veo, no sé por qué me da la impresión que ya sabe lo que quiero pedirle y sólo está jugando conmigo, tal vez Natasha le dijo, aunque no creo.



¿Qué tan obsceno puede ser como para que a Lena le dé pena decirme? ¿A caso es que quiere hacer un trío? ¿O que le ayude con algo en el sentido de financiamiento? No se me ocurre otra cosa que pueda darle pena, sólo al trío me negaría, o a algo que involucre a más personas que no seamos ella y yo, en el sentido sexual, pero, por lo demás, lo hago. Veo que Lena está hundida entre sus manos, creo que está considerando en decirme lo que quiere, pero le doy un minuto para que me lo diga, sino, sigo con mi plan. Me pongo mi blazer y me cruzo de brazos, me apoyo de la encimera que está entre el congelador y la cocina y me le quedo viendo a una Lena que parece que tiene una lucha de moral contra deseo. Si de verdad lo quiere, me lo dirá.



Yulia camina hacia mí y me abraza por los hombros, dándome un beso en la cabeza. Su mano se desliza por la mía y hace que me desprenda de mi cara, estoy sonrojada. Ella, como siempre, me sonríe con ternura. Me hala hacia ella y hace que me pare del banquillo del desayunador, me abraza por la cintura y me da un beso que uy, Dios mío, logra idiotizarme y, cuando se detiene, me deja buscando más de sus labios, y no los encuentro. Meto la mano en mi bolso, pero la saco, me acobardo.


- Siéntate en el sofá- le digo, y me despego sólo para disminuir un poco la intensidad de las luces y para poner mi iPhone en el puerto del Stereo.



No entiendo a Yulia a veces, pero el factor sorpresa lo sabe manejar muy bien. No tengo ni idea de qué va a hacer, ni de qué hago aquí sentada, pero hay que esperar a ver con qué sale, es parte de lo que me encanta, creo que está loca, pero sólo a veces, o todo el tiempo, y creo que mi ego, que lo he aprendido de Yulia, es que me dice que está muy loca, pero por mí. Me río, en parte por los nervios, que veo que Yulia se para frente al ventanal, frente a la noche oscura neoyorquina, y me da la espalda pero sólo se estira. ¿Qué hace? Se da la vuelta y enciende la música. Empiezan unas trompetas y unos tambores, es entre intenso y sensual, es raro, pero me gusta. Yulia camina hacia mí y, junto con la voz del cantante, Yulia sube un poco su falda y se sienta, con sus piernas abiertas, sobre las mías. Se le ven los elásticos de encaje y el garter, mis manos no dudan en acariciar sus piernas.



- Sí, tócame...- susurra mientras empieza a hacer círculos con su cadera y empieza a provocarme con gemidos ahogados al compás de esa música.



Las trompetas siguen, y Yulia me sigue provocando, más con la sensualidad con la que mueve sus caderas. Se afloja su cabello y cae sobre sus hombros, son unos lisos perfectas. Se pone de pie y, arrojándome su blazer a la cara, comprendo qué es todo esto; tomó muy en serio lo que le dije en Roma, mejor para mí, a lo mejor y me animo. Y, en una nota alta, baja sensualmente la cremallera de su falda y, dándose la vuelta, se la baja, mostrándome sus panties juguetones que dicen un provocador "Touche-moi" y eso es lo que quiero hacer. Jamás me imaginé a Yulia en garter, se ve exquisita, con sus infinitas piernas elevadas por quince centímetros, y se vuelve a erguir, contoneándose mientras pasa sus manos por detrás de su camisa y desabrocha su sostén por encima de ella, se da la vuelta y, metiendo su mano entre el cuello de la camisa y su pecho, saca su sostén negro strapless y lo arroja contra mí. Yo estoy hecha un hermoso y potencial orgasmo, más cuando veo que los pezones de Yulia se marcan a través de su blusa. Camina hacia mí y coloca su trasero sobre mi regazo, dándome un hermoso y femenino lapdance que, de haber sido hombre, probablemente ahí termino. No puedo contenerme y la tomo por la cintura, recorriéndola hasta sus muslos mientras ella se aferra a mis muslos y roza su trasero contra mi regazo. Y no puedo evitar gemir, de verdad que no puedo, y paso mis manos, con desesperación, hacia el interior de sus muslos, sintiendo el final del encaje de las medias y el comienzo de su piel hasta el comienzo del spandex negro de sus panties y mis dedos van directo a acariciar sus labios mayores, que abre sus piernas para facilitarlo.



Mi dedo de enmedio se introduce entre sus labios, por encima del spandex, que se desliza con facilidad, está húmeda, y eso termina por mojarme a mí. Yulia se pone de pie y, junto con las últimas notas de aquella sensual canción, desprende su blusa, arrancándole los botones y mostrándome tanto su personalidad como su pechonalidad. ¿Quién hubiera dicho que "Cry Me A River" podría ser tan sexy? Deja caer su blusa sobre el suelo y mi quijada se abre de par en par, más porque Yulia cruza sus pies; el derecho frente al izquierdo, y se estira con sus brazos amarrados por sus manos en lo alto. "Silhouettes" empieza a sonar, Yulia se vuelve a sentar sobre mis piernas y me abraza por el cuello, busca mis labios y, al ritmo del estribillo, me planta un beso improvisado pero apasionado, que sólo me demuestra lo excitada que está. No sabía que hacerme un striptease podía ponerla así. Mis manos se enloquecen, viajan por su espalda, repasando cada vértebra con mis dedos y acariciando su trasero, pasando mis dedos, desde atrás, para acariciar sus labios mayores con mis dedos.



Yulia gime en mi garganta, y cómo me gusta robárselos, es como si fuera dueña de su placer. Me gusta respirarla, el Chanel no. 5 que se desprende de su cuello y sus brazos y llegan a mi nariz por alguna corriente de aire imaginaria, inhalar su exhalación, respirar su excitación y los ruidos que nuestros labios hacen al despegarse para volver a unirse, respirar su calor, la suavidad de su piel, las perfecciones de su cuerpo, la inteligencia sensual que fabrica su cerebro y su corazón, y escuchar lo que su boca dice cuando ninguna palabra sale de ella, saber lo que sus manos en mi cuello piensan y sienten, tragar la magnitud de autoridad y ego, entender su personalidad y su caracter, comprender lo que piensa, hace y cree, en lo que cree y en lo que no, la esencia de su cuerpo y su alma; el "por qué" que todos buscan y pocos encuentran, lo que me ayuda a encontrarme a mí misma. Tiene mi cabeza recostada sobre el borde del respaldo de la cama, y es un beso profundo por naturaleza natural y forzada.



- ¿Qué quieres de cumpleaños?- me detengo para preguntarle por última vez, si no me lo dice ahora, que calle para siempre...o al menos hasta el otro año.



Lena sonríe un tanto rendida y sacude un poco su cabeza mientras ríe con su garganta y roza su nariz con la mía. Respira hondo y sus manos se detienen en mi cadera y se aferran a ella. Eso significa que me tengo que poner de pie, y así lo hago. Lena me da un beso corto, fugaz en realidad, y camina hacia su bolso. Busca sus gafas y se las coloca con una mano mientras arroja la funda dentro del bolso de nuevo y saca una especie de cilindro de cuero negro que no deja que sus dedos se junten con su pulgar cuando lo toma. Se da un par de golpes en la frente y suena hueco, pero hay algo dentro, es como si algo se golpeara entre las paredes del cilindro. Se da la vuelta y está de un rojo que nunca había visto, y caigo, sin pensarlo, sentada sobre la mesa de vidrio, y, Dios mío, está frío, pero no me muevo, simplemente me inclino hacia atrás y me detengo con mis manos, brazos estirados, sobre el vidrio, cruzando mi pierna derecha sobre la izquierda, con mis enormes secretos al aire, que no me gusta que sean tan grandes, pero, al parecer, Lena redescubrió América en ellos. Veo su lucha mental y moral, ¿qué puede haber en un cilindro que parece que guarda algo tan valioso? Sólo a Romeo lo he visto con un cilindro así, y más grueso, porque guarda, en él, una botella de champán de su boda con Margaret. Camina hacia mí y se sienta frente a mí en el sofá que arrastra, a su posición original, a su paso. Pone el cilindro sobre el suelo. Se acerca a mí, y yo me acerco a ella, todavía con mi pierna cruzada, y me da un beso tímido, como si me estuviera pidiendo permiso.



- Juega contigo misma- murmuro, ahogándome en la pena más grande del mundo pero logro mantener mi vista en la de Yulia. - Para mi...



Me dan ganas de reírme, no sé si de nervios, pero una risa interna me ataca mientras me acerco a ella y la beso, tomándola del cuello de forma muy delicada, acariciando sus pómulos con mis pulgares extendidos. Lena me sigue el beso, es un poco incómodo por sus gafas, pero ladeo mi cabeza y la vida se me hace más fácil. Escucho dos "click" simultáneos, y las manos de Lena que se escabullen bajo mi trasero y lo levantan, haciendo nuevamente otros dos "click", y eso basta para desligar el garter de mis medias, y siento que Lena toma mis panties, junto con el garter, halándolos hacia afuera, tomando, de paso, los elásticos de encaje de mis medias y arrastrándolas a su paso. Mis Lanvin caen sobre el suelo y Lena termina por dejarme sin nada más que mi Patek, mi Pandora, mi cadena Cartier y mis aretes Harry Winston. Delicadamente empujo a Lena hacia atrás, recostándola sobre el respaldo del sofá, y cruza su pierna porque sabe que me gusta verla sentada así, y yo me inclino un poco hacia atrás, sentándome también un poco más al centro de la mesa de vidrio, que doy gracias a mis ocurrencias de comprar un vidrio de siete centímetros de ancho. Subo mis pies y, pasando primero mi mano por mi cabello para peinarlo un poco hacia atrás y quitando el exceso de flequillo de mi rostro hacia tras mis orejas, me apoyo del borde de la mesa con mi mano izquierda, aferrándome, y llevo mis dedos de enmedio de la mano derecha a mi boca para humedecerlos.



No sabría decir si es excitante o cosificante, no sé si sentirme muy, muy sexy, como una mujer muy guapa y provocativa o como un vibrador, que da más placer por morbo que por sensación; mi opinión nada más. Pero veo la expresión de Lena y es indescriptible. Ya me ha visto así, aquella vez por Facetime, pero creo que es distinto por ser frente a frente. Voy directo a mis pezones con mis dedos, en el derecho hago círculos alrededor de mi pezón, y se me ocurre exhalar por la boca, lo que mi pezón agradece de una extraña manera, pues el aire es frío o se enfría en el camino y lo siento en mi pezón, y, carajo, no puedo evitar ahogar un sonido de placer entre mi esternón y mi epiglotis. Cierro mis ojos para realmente dejarme llevar y dejo de ponerle atención visual a la despampanante pelirroja que me observa, aunque siento lo que hace, como cruzar sus brazos y cambiar de pierna mientras mis dedos pellizcan mi pezón izquierdo y ambos se vuelven pequeños y rígidos. Mi mano viaja hacia el metafórico sur y siento la mano de Lena detener la mía, abro mis ojos y Lena está muy cerca de mí y entre mis rodillas, a la misma altura.



- Tú mandas...- murmura Yulia, sonriendo como siempre y retirando su mano para apoyarla al borde de la mesa, así como su mano izquierda.



No es que no me importe, pero quiero un gemido de esos que literalmente hacen que me corra cuando los escucho. Necesito escuchar uno de esos salir desde lo más profundo de las entrañas de Yulia. Empieza a sonar una música muy sexy, es un tanto fuerte y pesada, y la voz de la cantante, las cantantes, es muy juguetona, y me pone de buen humor cada vez que las escucho. Y mi pulgar acaricia el punto ese en donde sus labios mayores se separan, y lo tiro hacia arriba, estirando suavemente todo aquello, viendo cómo su clítoris y sus labios menores se dejan ver disimuladamente y están no tan mojados como creí. Yulia ha cerrado los ojos y ha echado su cabeza hacia atrás, su cabello roza el vidrio, y veo la sensualidad de la simpleza de su maquillaje; sus pestañas largas, alargadas por una mágica mascara de YSL, delineador que toma en cuenta la curvatura del párpado superior y un rastro disimulado de un perfecto blush aplicado. Llevo mi pulgar y lo rozo contra mi lengua, Yulia vuelve en sí y abre los ojos, se le queda viendo a mi pulgar, y, empapada la huella con mi saliva, Yulia rastrea mi dedo hasta que hace un contacto lento, de abajo hacia arriba, en su clítoris, y ella recorre el trazo que hace mi dedo pero no logro sacarle un gemido como el que quiero, sino sólo un suspiro que se le corta en la garganta junto con el cierre de sus ojos y no me deja otra opción más que penetrarla con mi dedo de enmedio, de sorpresa golpeada, y ahí si lo logro, frunce su ceño, tensa la quijada y deja salir el gemido en cuando su vagina me deja entrar hasta el fondo. Una vez más y otro gemido.



- Continúa...- me susurra, sacando su dedo de mí, que no quería que lo sacara, me ha dejado con esa sensación de querer penetrarme yo sola por mi propio placer, cosa que es rara porque soy más de clítoris.



Y esas dos penetraciones me han mojado increíblemente, tanto que, en nanosegundos, tengo mi clítoris ya mojado. Llevo mis dedos de enmedio a mi clítoris, echándome hacia atrás para mayor comodidad visual de Lena y física mía. Empiezo a jugar con mi clítoris, suave y despacio, a ojos cerrados y cabeza hacia atrás, respirando cada vez menos uniforme, acelerando el roce así como mi respiración. Me apoyo de mi codo, quedo más recostada, todavía con los pies sobre el vidrio, y mis dedos bajan a mi vagina, a hacer círculos en la entrada, y subir de nuevo a mi clítoris, que ya lo encuentro hinchado. Se escuchan esos ruidos de cuando mis dedos viajan por entre mis labios menores, cuando frotan mi clítoris y cuando provocan mi vagina. Reacomodo mi cabeza y le clavo la mirada a Lena, con una dificultad enorme, entre mis gemidos y mi respiración que es un dulce desastre. Siento ese calor que sólo una mujer puede sentir pero no describir exactamente, aunque es como que si el mundo se detuviera por un segundo y una es lo más importante, el poder que una siente, el orgullo de poder llegar a ese momento, esa impotencia de no poder dejar de tocarse y de explotar en un gemido agudo, que las piernas tiemblan, las caderas dejan de ser controlables, y que el clítoris es la felicidad más grande siendo tan pequeño, las palpitaciones vaginales, las contracciones que no se sabe dónde son, el corazón que corre a mil, que pudiera reventar el pecho, y los gemidos suaves posteriores al magno y principal, que se derivan del frote excesivamente rápido del clítoris. Dicen por ahí que los días después de la impotencia sangrienta son los mejores. Quiero más.



- Con ésto también...- murmuro alcanzándole el cilindro, sintiendo mis panties empapadísimos, que cada vez que muevo mis piernas me dan ganas de gemir, pero no puedo.



Le hubiera destapado el cilindro, pero me tiemblan las manos de la emoción y no pude. Yulia succiona sus dedos, los limpia, es demasiado sexy; los succiona ambos juntos, envolviéndolos con su lengua, retorciéndolos entre su cavidad bucal. Yulia destapa el cilindro y le da vuelta sobre su mano, atrapando el dildo en su mano. Lo analiza un momento, girándolo en la palma de su mano y levanta la mirada. Sí, Yulia, eso quiero. Tengo que asentir. Yulia sonríe y lo lanza al aire y lo atrapa con su mano, inspeccionándolo rápidamente. Es un Lelo Elise 2, en negro, según Natasha muy cómodo y muy placentero. Lo lleva a sus labios y da dos golpecitos contra ellos con él, y sonríe con picardía, acercándose hacia mí. Lo pone sobre el vidrio y sus manos viajan por mis muslos, por encima de mi pantalón, hasta llegar a mi cadera, de donde se detienen. Me pongo de pie, bajándome de mis Stilettos magenta mientras Yulia deshace mi cinturón y el botón de mi pantalón, bajándolo hasta el suelo, dejándome en mi tanga roja y mi camisa nada más. Besa debajo de mi ombligo, bajando con besos en línea recta hasta el elástico de mi tanga y pasa de largo, besando por encima de ella hasta donde puede besar. Toma un borde lateral de mi tanga y desliza esa parte hacia el lado izquierdo, descubriendo mi inundación femenina e hinchada. Toma el dildo en su mano derecha, mientras con la izquierda mantiene retirado el algodón y, dándole un beso a la punta del dildo, lo introduce entre mis labios menores, girándolo mientras lo empuja y lo retira, lubricándolo de mí y excitándome todavía más.



Vuelve a echarse hacia atrás, sus pies y su mano izquierda como antes, y yo me vuelvo a sentar, me cruzo de piernas para no ceder al autoplacer. Yulia coloca la punta del dildo en la entrada de su vagina y, con un gemido que me roba la cordura, introduce lentamente el dildo dentro suyo. Ver su cara de placer hace que me deje de sentir mal por pedirle algo así, ella lo está disfrutando. Me encanta verla así, desinhibida, dándose placer, que lo disfruta sin restricciones entre los gemidos que se provoca ella al ritmo que ella impone al penetrarse. Ahorita es lento y hasta el medio, pero me gusta ver su abdomen contraerse así de cortado. Quiero ser yo quien la penetre, o no sé qué me excitaría más. Y aumenta el ritmo y la profundidad, gimiendo cada vez más fuerte, agudo como me gusta. Me gusta todo, que su piel facial se enrojece, su pecho también, y su ceño fruncido, con las cejas hacia arriba, ojos cerrados, piernas abiertas, el dildo penetrándola a su gusto, el ruido sensual de sus jugos que entran y salen, que ya se mezclaron con los míos.



Siento que estoy muy próxima a correrme de nuevo, pero Lena toma el dildo en su mano derecha y me penetra, me encanta, no me duele, me da placer. Escucho un "click" e inmediatamente, el dildo empieza a vibrar dentro de mí, me hace gritar, no pude evitarlo. Y jamás me había dado tanto placer una vibración así de intensa, no puedo pensar en nada más que no sea en lo rico que se siente. Lena respira excitada también, el dildo pasa frotando mi GSpot con esa vibración sagrada. Así no puedo correrme, es demasiado intenso, por eso decido raise the bar y tocar mi clítoris como si fuera la última vez que lo tocara. Siento que me elevo al cielo y me quedo ahí mientras gimo fuertemente, contrayéndome como nunca antes, relajándome en un gemido que expulsó el dildo fuera de mí, justo para que yo dejara de frotar mi clítoris y Lena se dedicara a saborearme, arrojando el dildo a ciegas por el aire. Y sube con besos por mi abdomen intranquilo, besando mis pezones, succionándolos y mordiéndolos suavemente, pero yo siento todo y no siento nada, no me puedo concentrar si en el orgasmo que siento que no termina o en el que empieza por culpa de Lena. Sube a mi cuello, me relaja eso, sus labios son suaves, succiona suavemente algunas partes de mi cuello y muerde mi lóbulo derecho, atrapando mi arete también. Me toma de la mano y me hala contra ella, atrapándome entre sus brazos.



- Gracias, mi amor- susurra a mi oído abrazándome fuertemente y ayudándome a ponerme de pie.



Estoy a-no-na-dada, Yulia es mi Afrodita, aunque debería ser Venus. Me satisface en todo sentido; visual, sexual, auditivo, amoroso, etc. Me gusta tenerla así, jadeante, es como si fuéramos el soporte de la otra. La tomo de la mano y, entre el tiradero de ropa que quitamos a patadas alocadas, Yulia recoge mi teléfono y el suyo en el camino, que calló aquella canción que en alguna parte, o muchas, he escuchado antes. Recoge en su mano izquierda la botella de Bollinger. Yulia tararea, "give your heart and soul to me and life will always be la vie en rose" canta calladamente en ese tono sensual que tiene, me gusta cuando canta, que canta igual que yo: espantoso, pero es como si se le olvidara eso y estallara en diversión personal y que no le gusta compartir, fine with me. Apaga las luces en cuanto pasa a la par de la chimenea que ahora pasa abierta porque le he dicho que se ve mejor así, caminamos de la mano hasta la que es ahora "nuestra" habitación.



Lena camina un poco más hacia adelante, yo me detuve a encender la luz, la halo del brazo y resulta como un paso de baile dramático, pues me abraza por el hombro y queda su frente contra la mía después de un leve golpe que nos da risa. Le planto un beso en sus labios y ella toma la botella de Bollinger en su mano derecha, abrazándome entre el beso, topándome lo frío del vidrio a mi omóplato y provocándome goosebumps. Me sacudo de los hombros por lo mismo y ambas reímos nasalmente entre el beso, nuestros labios se despegan, haciendo ese ruido pegajoso que me gusta, no sé por qué, tal vez porque lo que era asqueroso con Misha o Vincent o Marco, es más romántico y lindo con Lena. Tal vez porque con Lena todo me parece más delicado, más puro, más real. No sé si me entienden. Lena retira la botella, pero se retira ella también, lo que me da espacio para poner a cargar al chiste racista de Phillip, nuestros teléfonos, ambos iPhone, pero acusa a Lena de racista porque el suyo es blanco y el mío es negro. Aplaudo una vez para que el iPod del Stereo de mi habitación se encienda y dos veces para que la música empiece, y gracias a Natasha y a la playlist que me dejó el sábado, suena "Copacabana" de Soviente, no de Barry Manilow, y es una samba electrónica que contagia el ritmo cardíaco. Lena toma directamente de la botella, antes me molestaba pero creo que es porque yo no era capaz de hacerlo, tiene su simpleza, y jamás me había empinado una botella hasta conocer a Lena, no todos los cambios son malos.



Yulia me ve con ese brillo en los ojos que raras veces le veo, es como cuando Phillip ve a Natasha, que se nota que se desvive por ella, que lo idiotiza, ¿eso le hago yo a Yulia? Wow. Toma su cabello entre sus manos y lo retuerce hasta convertirlo en un moño a media altura que asegura con la banda elástica que siempre anda en la muñeca izquierda, arriba de su reloj. Se quita su reloj y lo pone a la par de los teléfonos mientras doy otros generosos tragos a mi Bollinger. Se acerca a mí y me besa, emite un "mmm", me imagino que es por el sabor del frío Bollinger que hay en mi boca, y me toma por la camisa, porque eso es, una vil camisa Banana Republic, que parece que Yulia quiere arrancarme, pues intenta sacarla pero, en su intento, no se acuerda que tengo la botella de Bollinger en la mano y, cuando la levanto, derramo un poco en mi cuello y en mi hombro por a través del algodón de la camisa. Cambio de mano la botella y quita mi camisa y, en cuestión de un "inmediatamente" y un "ya mismo", recoge los restos de Bollinger con su lengua, provocándome un gemido que no supe contener.



Pasa sus brazos alrededor mío y desabrocha lentamente mi sostén negro, que no sé por qué me gusta tanto el negro de un tiempo acá, quizás es por Yulia, es raro que ande panties rojos, quizás en mi desvarío matutina los vi negros. Clava sus uñas en mi espalda conforme retira esos extremos del centro de mi espalda y no deja de besarme el cuello, lo muerde y me saca otro gemido que no puedo contener, desliza sus manos por mis hombros, retirando los tirantes y recorriéndolos con sus uñas, yo sólo bebo Bollinger como si fuera jugo de naranja recién exprimido, hasta que me lo acabo y me deja sintiendo las burbujas en la garganta y ese diminuto picante en la nariz. Yulia se pega a mí, sus senos se oprimen contra los míos, clava sus rígidos pezones en los míos y gimo.



Lena gime y no le he hecho mayor cosa, le hago lo que usualmente le hago, quizás sólo la tengo muy cerca, así quiero sentirla, su calor, su perfume mezclado con el aroma del Bollinger, los sonidos que se escapan de ella sin que ella quiera. Clavo mis dientes en su clavícula y bajo mis manos por su espalda, sintiendo su piel ceder a mis dedos y a mis uñas, hasta que llego a su trasero y lo acaricio suavemente su trasero, lo masajeo en círculos, separándolo delicadamente con mis manos. Retiro mis manos y le doy una nalgada en cada glúteo y gime, aferrándose a mi cuello y hundiéndome más en su cuello. Otras nalgadas simultáneas y otros gemidos que se transforman en jadeos calientes y sonrojados. Tomo los elásticos en mis manos y los halo hacia arriba, así como Lena hizo alguna vez conmigo, quiero que sienta ese placer extraño pero hermoso. Y vuelve a gemir, exhalando su excitación en mi oído. Bajo su tanga y ella se encarga de hacerla caer hasta el suelo y salirse de ella. Al fin, Lena está lista para que la haga gozar, mi parte favorita. La recuesto sobre la cama y me dedico a abusar de sus labios con los míos, saboreo sus labios como si el mundo se acabara, me encantan, son suaves y cálidos, me encanta atrapar su labio inferior entre los míos y acariciarlo con mi lengua, para luego tirar de él y soltarlo para seguir con nuestro beso. Nuestras lenguas juegan suavemente en mi boca mientras mi mano se introduce en la parte interior de sus muslos.



Ella seguro que sabe lo que está haciendo. Abro mis piernas para la mano de Yulia y ya sé lo que me espera, nada menos de tres orgasmos, y eso lo sé porque me trae ganas, quiere verme perder el control, regresárselo, ceder y rendirme, y eso, para cualquiera, sería como que yo perdiera y ella ganara, pero si ella gana, yo gano, así funciona ésto, a ella le viene mejor todo ésto, lo sabe manejar mejor, yo abuso de él. Todo gran poder, lleva una gran responsabilidad, y no necesito más responsabilidades. Sus dedos se introducen entre mis labios mayores y liberan mis jugos con locura, sin ubicación, pasea sus dedos de arriba abajo y, cuando llega a mi vagina, recoge mis jugos a su paso hasta más allá de mi clítoris e interrumpe el beso sólo para saborearme junto con un "mmm-mmm-mmm" y baja su mano nuevamente mientras vuelve a besarme. Es momento de que yo ahogue mis gemidos en ella. Introduce su dedo del medio entre mis labios menores y me acaricia con toda la longitud de su dedo, de arriba abajo. Siento como si me penetrara aunque no lo hace, es todo su dedo atrapado entre mis labios menores, que sube y baja y, al mismo tiempo, entra y sale de mí, y su palma apenas roza mi monte de Venus y no sé por qué me gusta tanto, simplemente me gusta. Lo hace más rápido, removiendo mi clítoris, presionándolo un poco, y acariciando la entrada de mi vagina, atrapando entre su dedo de enmedio y el índice y anular atrapa mis labios menores y roza mis labios mayores.



Abro más mis piernas y le cedo a Yulia el autocontrol que tenía hasta ahora, me dejo llevar y siento eso que no sé explicar, eso que en segundos calienta hasta el último milímetro de mi cuerpo y siento que me hincha, por dentro y por fuera, ese calor que es insoportable. Yulia y yo nos detenemos de nuestras frentes, clavándonos la mirada, mi mano izquierda se detiene de su cuello y, ante el espasmo pre-orgásmico, mi mano derecha la toma por la mejilla. Siento cómo poco a poco mis ojos se cierran, mis gemidos se hacen uno sólo y estallo, ante el roce desesperado de Yulia en mi clítoris, en un gemido creciente que aceleró el roce de Yulia a un término de "mil por segundo" y mis caderas se elevan mientras Yulia me roba el gemido y lo transforma en un beso, en el que le digo que quiero otro, aunque eso ella ya lo decidió por mí, porque cuando yo voy, ella ya fue y regresó unas diez veces. Deja de frotar mi clítoris y lo presiona una última vez, pero deja su dedo ahí y siento las palpitaciones post-orgásmicas rebotar contra él.



Lena se estira y termina sobre su abdomen, me acomodo a ella y beso su hombro derecho y acaricio su brazo. Ella sonríe, sé que lo hace aunque no la veo. Su cabeza reposa sobre su brazo, que dobla para acariciar mi cabeza por encima de su cabeza, su brazo derecho se mueve de mi mano y se mete bajo la almohada. Me deslizo hacia abajo y acaricio su trasero, sin marca alguna de mis previas nalgadas, y, entre caricias y besos, Lena suspira.



- Es mi cumpleaños- le digo, acordándole que puedo reclamar el poder cuando quiera, apenas son las siete y cuarenta y nueve según su reloj digital.



- Lo se- exhala entre mis glúteos, ella ya sabe lo que quiero. - Que necesitas?- o tal vez no sabe lo que quiero.



- My ass- murmuro, cerrando mis ojos al sentir la punta de la nariz de Yulia recorrer mi hendidura.



- Tu trasero es hermoso y esta perfecto- susurro, admirándolo y dándole besos pequeños en los bordes de su hendidura, acercándome cada vez más a donde quiero llegar.



- Please...- suplico, llevando mi mano a mi trasero y abriéndolo un poco. - No me tortures más...- repito, abriéndolo un poco más, sintiendo su aliento tibio en mi agujerito.



- No quiero torturarte, baby...Yo simplemente no entiendo que quieres- sonrío, viendo su mano abrir su trasero, que su dedo de enmedio toca los bordes del agujerito que se contrae suavemente a simple vista.



- Quiero que metas tu dedo en mi trasero- digo entre dientes al sentir que sopla mi agujerito.



- En tu trasero?- río, paseando superficialmente mi dedo desde el yacimiento hasta su perineo y veo cómo la mano de Lena apretuja su glúteo derecho. Yo sé lo que quiere, lo sé desde que se volvió sobre su abdomen, pero estoy jugando, nada más.



- Tus dedos...tus labios...tu lengua...en mi asshole- gimo al sentir su dedo detenerse en mi agujerito y empieza a hacer círculos pequeños alrededor de él.



Sus deseos son órdenes, me gusta cuando me dice lo que quiere y cómo lo quiere, aunque ahora no me dice cómo y eso me gusta más. No está mojada, pero sí húmeda, es como si una gotita de sus jugos se hubiera deslizado, por inundación, por su perineo y se hubiera estancado en su agujerito. Saco mi lengua lo más que puedo y la paso de adentro hacia afuera, que Lena me ayuda al abrirse un poco más y al recoger un poco su pierna, y mi lengua va del centro hacia arriba y del centro hacia abajo, del centro a la izquierda y del centro a la derecha, en todas las direcciones, si a mí me gusta, no sé cuánto le gustará a Lena, pero creo que mucho por cómo clava sus uñas en su piel y el placer opaca el dolor, que apuña el borde de la cama con todas sus fuerzas, que la veo en cuanto voy hacia arriba, aprieta su mandíbula y cierra los ojos, o quizás no puede abrirlos. Llevo mi dedo a su agujerito y empiezo a presionar alrededor, masajeándolo suavemente, relajándolo y alistándolo, porque yo también quiero, ese calor que necesito sentir en mi dedo, y no puedo evitar acordarme de cuando la lastimé en Roma, pero luego en Venecia lo hice y no lo hice mal, espero no estropearlo todo; porque la amo.



- Por favor...- suplico por última vez, que no he terminado de emitir la súplica cuando ya empiezo a sentir su dedo adentrándose en mí.



Su dedo sólo llega hasta la mitad, pues ya sus demás dedos contra mis glúteos no la dejan seguir, pero yo lo quiero todo adentro, y quiero el segundo también; creo en algo equitativo y si yo ya abusé doblemente de su rico agujerito, ella debería abusar del mío, probablemente me duela, pero es Yulia, lo hará con amor, además tengo curiosidad y es mi cumpleaños, no puede negarse. Me doy la vuelta y su dedo se sale de mí, alcanza una almohada y la coloca bajo mi cadera, me apoyo con mis pies al abrir mis piernas y Yulia se coloca sobre sus rodillas y acerca su rostro a mi entrepierna. No sé que hace primero, porque me doy cuenta de uno pero no del otro, pero no sé, es confuso: ataca mi clítoris con su lengua, clavando suavemente sus dientes en mi monte de Venus, y mete su dedo índice en mi agujerito, creando la mejor de las sensaciones. No sé si estoy gimiendo o gritando o simplemente soy un jadeo en aquella cama que se componía de un colchón Kluft Beyond Luxury Palais Royal, sábanas Hugo Boss blancas, como siempre, y un cubrecama SFERRA, ahora es el blanco, hay wisteria y ivory también. Sólo sé que en mis adentros soy una mujer que gime sin parar ante la lengua de Yulia y ante sus succiones esporádicas que provocan contracciones no sólo vaginales, que mis sentidos se agudizan y siento que expulso pacíficamente jugos calientes de ella que son los que usa Yulia para penetrarme suave y deliciosamente mi ano. ¿Ano? Así se llama, Lena, pero se escucha mejor "Asshole", menos grotesco supongo.



- Otro, por favor- me dice entre un suspiro que corta al morder suavemente su clítoris.



- ¿Otro qué?- respiro, presionando su vagina con mi pulgar y me valgo de él para penetrar su agujerito un poco más rápido pero sin lastimarla. Sé que quiere otro orgasmo, sólo quiero que me lo diga.



- Otro dedo- y eso me toma por sorpresa, dejo de comer su clítoris y dejo de penetrarla para volver a verla. Levanto la mirada y encuentro dos curiosos y verdes ojos llenos de brillo sexual. - Por favor- sonríe, como si eso me hiciera ceder, y lo hace.



Me río suavemente ante la facilidad de corrupción que Lena tiene conmigo y reanudo mi sesión oral. Saco mi índice del agujerito de Lena y lo aparto para introducir el de enmedio en su vagina. Libera un gemido que me vuelve a dar ganas de correrme. Introduzco nuevamente mi dedo índice en ella y, lentamente, mientras beso su clítoris, mi dedo de enmedio empieza a empujar el borde del agujerito que está relleno de mi dedo índice. Lena respira hondo a medida que mi dedo se introduce roza la pared de su conducto, es muy estrecho, y muy caliente, y sé, tan bien como ella, que ésto de dos dedos es demasiado para mí, por lo tanto, no se repetirá ni en ella ni en mí, por mucho que me haya gustado, pero es un tanto destructivo. Los dejo adentro, y siento el agujerito de Lena contraerse y relajarse, se relaja cuando beso su clítoris, eso alivia el dolor quizás.



Mejor no me puedo sentir, Yulia me ha dado gusto y la siento muy, muy adentro. No duele, es esa molestia que es soportable, tal vez al principio me dolió un poco, pero da placer, y es placer que voy a aprovechar porque sé que Yulia no querrá hacerlo de nuevo, y la entiendo. Tomo la cabeza de mi hermosa novia en mis manos y la presiono contra mi clítoris, no puedo más, no aguanto, no, no...y ¡ah!, Yulia saca sus dedos de mi agujerito y puedo elevar mis caderas para correrme fuerte y duradero, hasta que la garganta no expulse más gemidos y quede en un estado de inconsciencia en vida.



Limpio mis dedos con mi boca, no saben a nada, sólo están muy calientes. Subo con besos por su inquieto abdomen y me detengo en sus pezones, están rígidos, rosaditos como siempre y, sin quitarle la mirada a la de Lena de encima y, alternadamente, los acaricio con mi lengua, envolviéndolos con ella y haciendo círculos en la areola, los atrapo entre mis labios y los presiono entre ellos, mordiéndolos suavemente, desde su areola, cerrando la mordida a medida que lo halo delicadamente hacia arriba y termino por morder sus diminutos pezoncitos para, por último, darles un beso húmedo con mis labios y mi lengua. Beso las marcas de bronceado en sus senos y digo: "gracias, Sol griego", subo por su cuello y termino en sus labios, que sonreímos y reímos nasalmente, es ridículo pero no sé a ustedes, pero a mí un orgasmo, mío o suyo, me da risa, me pone feliz, no sé, las endorfinas quizás.



¿No hay más? No puede ser que Yulia sólo me haya dado dos, dos orgasmos calientes y sensuales que me han hecho muy, muy feliz. Ah, no, me equivoco, aquí viene el tercero: me toma por la nuca y hace que me siente, pero no se despega de mis labios, todavía respiro agitada, pero poco a poco me estoy calmando. Toma mi pierna derecha y se coloca entre mis piernas, pasa su pierna izquierda por encima de mi pierna derecha y entiendo lo que quiere hacer. Me acerco a ella y le planto un beso, le agradezco por complacerme, por un excelente cumpleaños, introduzco lentamente mi lengua en su boca y acaricio la suya, que se entrelazan y se revuelcan delicadamente entre nuestros labios. Yulia se acerca más a mí y siento sus labios mayores encajar con mis labios mayores y menores, mi clítoris queda contra uno de sus labios mayores, es una sensación distinta a la de una lengua, unos labios o unos dedos, me gusta. Interrumpimos el beso en cuanto Yulia empieza el roce, y sé que no voy a aguantar mucho, me voy a correr rápido, no sé cómo, pero lo sé. Ambas nos detenemos de nuestras manos por detrás de nuestras espaldas, rozándonos en un vaivén sensual y desesperado, sé que esa Arquitecta que no puede abrir los ojos está pronta a correrse también. Y es esa palabra, "Arquitecta", la que me excita más, y ver que sus senos suben y bajan unos milímetros con cada roce.



Sé leer cuándo Yulia está próxima a correrse: echa la cabeza hacia atrás, dejándome ver su esbelto cuello estirado, presiona sus pies contra la cama, muerde su labio inferior por el lado derecho y respira por la abertura que se construye entre sus dientes y sus labios y sus gemidos salen desde su esternón como con cierto efecto tenístico, como con top-spin. Y eso está sucediendo ahora, lo cual me calienta. Y no me había dado cuenta, pero el roce va al ritmo de la invención de Bob Sinclar sobre Raffaela Carrá, y eso me excita más, tanto que procuraré correrme al mismo tiempo que Yulia. "I just wanna fuck" empieza a sonar, la música rara de Yulia, que me suena más a Phillip, y Yulia suelta sus labios, lo sé aunque no la veo, y empieza a jadear y acelera el ritmo del vaivén, siento que voy a explotar de lo caliente que me siento muy repentinamente. Ayudo a mi jefa con el vaivén y, jo-der, Yulia mete su mano entre nosotras y nos frota a ambas, elevándonos más allá del techo de Mrs. Davis.



Quedamos sin aire las dos, Lena todavía tiembla de sus piernas y de su espalda, de sus brazos ya se rindió y se ha dejado caer sobre las almohadas. Me acerco a ella y me acomodo a su cuerpo, acariciándole su abdomen, que se infla y se desinfla cada vez menos constante, se está calmando junto con esa sonrisa que cuesta borrarle.



- Gracias- suspiro, volviéndome a Yulia, dándole verbalmente las gracias por un perfecto cumpleaños, lleno de orgasmos y comida deliciosa, y Bollinger que me arrepiento de haberme terminado tan rápido, seguramente Yulia tiene otra botella en el congelador.



Me da un beso en la cabeza, se pone de pie y sale de la habitación entre la oscuridad del pasillo y sin encender una tan sola luz. Me revuelco de tal manera que me logro meter bajo las sábanas, inhalo, exhalo, inhalo de nuevo, exhalo todo el aire que pude guardar, cierro mis ojos y paso mis manos por detrás de mi cabeza mientras dibujo una sonrisa de satisfacción. Creo que Anya ya sabrá que Yulia y yo somos pareja. Anya es la que se encarga de limpiar del piso ocho al doce, por eso es que Yulia nunca mueve un dedo y su apartamento está siempre impecable. Nunca supe de Anya hasta que un día, en enero, tuve que regresar a cambiarme para una reunión y la encontré aspirando la alfombra del walk-in-closet, casi me da el infarto al ver a esa canosa y grande mujer con acento ruso, aunque Yulia dice que es polaca. Seguramente Yulia recoge la ropa, la que está tirada en el suelo, por la mañana y esconde, lava, incinera, bota el dildo. Ah, Yulia se va mañana a los Hamptons a hacer el montaje de la casa de los van De Laar, está entregándoles la casa prácticamente mes y medio antes de lo que el contrato dice. Quizás no venga a dormir, ¿qué voy a hacer? Es primera noche que dormiré aquí sin Yulia. Dios, qué dolor.



- ¿En qué piensas, mi vida?- murmuro, arrojando la ropa en la bolsa de ropa sucia y colocando el dildo en la gaveta de mi mesa de noche. Pone dos tarros de helado en mi mesa de noche y me alcanza una caja negra, de cuero, con una laza roja. - Pensé que cada gusto tiene un reto- sonríe, tomando el tarro superior de helado y caminando a su lado de la cama. - ¿En qué pensabas?



- En que mañana vas a los Hamptons a hacer el montaje y que quizás no regreses hasta el miércoles, en el peor de los casos el jueves- me dice agachando la mirada.



- Ven conmigo- susurro, destapando mi tarro de Ben & Jerry's de Peach Cobbler y hundiendo la cuchara en él para darle el primer bocado a mi postre comestible y masticable.



- No puedo, tengo reuniones con Mr. Ravitz, que asumo que ya lo sabes porque tú no lo aceptaste y me buscaron a mí- dice, agitando la caja de cuero y haciendo una expresión graciosa por no saber qué es. Deshace la laza y destapa la caja. Sonríe.



- No, Licenciada Katina- balbuceo con la boca llena de helado. - Yo no he trabajado con el St. Regis desde que diseñé las alfombras del Lobby- continuo, viendo que Lena quita el papel y descubre los Stilettos. - El St. Regis escoge con quién trabaja, no yo



- Wow- suspira, sacando el Ferragamo derecho y sosteniéndolo con cuidado.



- Tú estás lista para aplanar las calles de Manhattan con unos Stilettos de Animal Print- yo revisé la temporada de Ferragamo, y éstos no estaban. ¿Son de la próxima temporada?



- Serás la envidia de todas las que sepan de eso, sólo hay un par de esos en una colección de quince pares- ríe, como si fuera un chiste, porque para ella lo es, ¿cuántos pares de esos quince tiene ella? - Tenía dos pares, ahora sólo uno- dice, respondiendo a mi pregunta.



- No puedo aceptarlo, está nuevo- digo, volviendo. Verla mientras escarba minuciosamente en el tarro de helado, como si buscara algo en especial dentro de él.



- Suelo regalar cosas usadas, más cuando se trata de zapatos- ríe, levantando su ceja en esa forma sarcástica. - Los compré para tí- guiña su ojo. - Hay más, sigue buscando- dice, llevándose otra cucharada de helado a la boca.



- ¿Qué es?- pregunta, viendo fijamente a las cinco mil piezas del rompecabezas que tiene que armar, no por diversión, sino por deber.



- Un rompecabezas de cinco mil piezas- sonrío. - Se va a derretir- le digo, apuntándole al tarro de Cinnamon Buns que tiene a la par.



- No tiene guía- se altera, y eso me gusta, me da risa.



- Sólo son dos colores, no es tan difícil, lo prometo- dice, ahogando su risa en otra cucharada de Peach Cobbler.



A veces mi novia es excéntrica, por no decir todo el tiempo. Sacudo mi cabeza mientras guardo los Stilettos en la caja luego de haber sacado la caja de plástico en la que vienen las cinco mil malditas piezas, que son como de fibra de vidrio, un tanto transparentes, y sí, sólo negras y blancas. Coloco las cajas en la mesa de noche y tomo el tarro de helado, lo destapo y le clavo la cuchara. Yulia aplaude y la música se apaga. Toma el control remoto y enciende la TV, exactamente en TNT, que al menos están dando algo interesante, "Black Swan". Me junto con Yulia y poso mi cabeza sobre su hombro, estamos sentadas y ambas en silencio, comiendo de nuestra gula dulce.



- Gracias- me susurra Lena y yo sólo la abrazo y le doy un beso en su cabeza mientras programo "sleep" de media hora de "Pirates of the Caribbean". No tiene nada que agradecer, porque soy yo la que le debería dar las gracias por estar conmigo pero, antes que pueda decirlo en voz alta, me doy cuenta que Lena ya está dormida entre mi brazo y mi pecho, recostada sobre mi hombro y una almohada. Cierro mis ojos y me acuerdo que no me he desmaquillado ni me he lavado los dientes, pero no voy a despertar a Lena porque mi situación de ser obsesivo-compulsiva con eso me esté quitando el sueño. Lo vuelvo a abrir y veo que están, como siempre, en un barco. Cierro mis ojos, imagino un pizarrón en blanco, con una tiza azul dibujo un círculo grande y, con una tiza roja, un noventa y nueve, luego lo borro sin borrar el círculo y dibujo un noventa y ocho y así sucesivamente hasta que, antes de saberlo, me quedo dormida antes de las diez de la noche, un récord
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Vie Oct 10, 2014 11:53 pm

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- Buenas tardes- sonrió Volterra al entrar a su oficina, tras él venía un hombre de quizás treinta y cinco años, de buen parecido aunque daba pereza.



- Alec- sonrió Yulia, poniéndose de pie, dejando a medias un diseño en SketchUp. – Buenas tardes



- Volterra- sonrió Lena, dejando de hacer su creación en AutoCad.



- Vengo a presentarles a Clark Windham, el nuevo Ingeniero- sonrió, haciéndose a un lado para que Yulia y Lena vieran al distraído hombre tras él.



- Arquitecto Volterra, tiene una llamada urgente- se asomó Michelle, su secretaria.



- Conózcanse, relaciónense- murmuró. –Vuelvo en un minuto, sino, Yulia o Lena, por favor, relaciónenlo con el resto



- Como usted diga, Jefe- rió Lena. – Mucho gusto, Lena, Diseñadora de Interiores y muebles- sonrió, alcanzándole la mano a Clark.



- Mucho gusto, Lena, Clark- sonrió nerviosamente, tratando de no verla a los ojos. – Ingeniero estructural y ambiental



– Bienvenido a bordo, y mucha suerte- sonrió Lena.



-Sí, eso de la suerte la voy a necesitar- dijo.



- No es un mal ambiente de trabajo- rió Lena. – Es muy relajado y flexible, ¿verdad, Arquitecta?- Yulia asintió, quedándose de brazos cruzados, pues el tipo ese estaba un tanto distraído en analizar a Lena de manera lasciva.



- Pero tengo referencias de que es muy difícil lidiar con la tal Arquitecta Volkova, que mi vida será difícil si llego a cuestionarla, ¿algún consejo para llevarme bien con ella?- sonrió, volviéndose a Yulia con una sonrisa torpe. Lena simplemente se rió nasalmente, aguantándose las ganas de reírse en su cara. – Perdón, qué grosero, mucho gusto- le alcanzó la mano a Yulia.



- Yulia Volkova- rió, sacudiendo su cabeza burlonamente mientras le estrechaba la mano, viendo al nuevo Ingeniero perder el color facial y toda fuerza de piernas. – Vienes de Bergman



- Perdón, de verdad, perdón- murmuró tartamudamente y se ruborizó.



- Anatoly Segrate no es la mejor fuente- sonrió, acordándose de que Phillip le había comentado algo sobre aquel estudio, acercándose a “Watch Group”, consultora para la que Phillip trabajaba, para que hicieran la misma intervención de reforma fiscal interna, la misma que habían hecho en Volterra-Volkova, y fue algo por lo que Phillip tuvo que rechazar la oferta de trabajo, además, era una malísima paga, pues estaban en los suelos.



- Perdóneme, Arquitecta, de verdad- repitió.



- Ah, veo que ya conociste a mi Socia- sonrió Volterra, tomando a Clark por el hombro, Yulia no borró su sonrisa burlona. – Bueno, creo que te presentaré al resto del Estudio, ya que conociste a mi sobrina- y le señaló a Lena, pues lo hizo sólo por si se había interesado físicamente en ella, para hacerle saber que ella estaba fuera de su alcance. – Y a tu otra jefa…dime, ¿qué te ha parecido hasta ahora todo?- preguntó mientras se alejaba y cerraba la puerta tras él.



- Oye, ven aquí- dijo Lena, caminando hacia Yulia, bordeando su escritorio y la empujó delicadamente sobre su silla. – Gaby, cero llamadas y cero visitas, por favor- dijo Lena por el intercomunicador. Se colocó sobre Yulia, en su silla, que los rodos desplazaban la silla.



- ¿Qué haces?- murmuró Yulia, viendo a Lena abrirse su camisa mientras ella la tomaba por su trasero.



- Hazme correrme- sonrió, revelando su sostén negro strapless y el leve bronceado extra que todavía le quedaba después de las vacaciones.



- Aquí no, hay mucha gente- Lena bajó su sostén y subió su falda, mostrándole a Yulia una diminuta porción de encaje negro mientras su trasero era abusado por las caricias de su novia. – Eres irresistible- susurró, abrazándola por su diminuta cintura y trayéndola hacia ella, clavándose los pezones de Lena entre sus labios, entre sus dientes, Lena deteniéndola por la cabeza, apretando su mandíbula, como si eso iba a detener sus gemidos.



Y, succionando sus pezones suavemente, sintiendo la suavidad de ellos entre sus labios, masajeándolos con su lengua, hundiéndolos suavemente con ella, presionándolos, para luego succionarlos de nuevo, coqueteándoles con la punta de su nariz, excitándolos no sólo con su tacto, sino también con su tibia exhalación nasal, con sus lengüetazos verticales y los jugueteos circulares que a Lena tanto le encantaban, y se notaba por la rigidez de sus ambos rosados pezones. Se despegó de sus pezones, siguiendo en la misma área, besando sus senos completamente, mordisqueándolos suavemente, simplemente inhalando su calor al abrazarla un poco más fuerte y, en una inyección de fuerza brutal, levantó a Lena y, Lena a ciegas apartando el teclado del ordenador para caer con gracia y firmeza sobre el escritorio, Yulia hundiéndose en su cuello, embistiéndola suavemente de manera muy viril y masculina, besando sus labios, saboreando el recién aplicado lipstick, ese típico sabor espeso y aceitoso, con olor a maquillaje, un olor muy térreo.



- ¿Quieres correrte? ¿Aquí?- murmuró Yulia, deteniendo sus embestidas y el beso.



- Por favor- suspiró, tomando a Yulia por la cabeza y empujándola para que encontrara sus labios de nuevo.



Volvió a juguetear con los labios de Lena, mordiendo suavemente el labio inferior, tirándolo entre sus dientes y soltándolo para luego besarla de nuevo, introducir suavemente su lengua en su cavidad bucal, acariciando suavemente su lengua mientras su mano derecha subía todavía más la falda de su novia, dejándosela a la cadera, todo para acariciar lentamente su muslo izquierdo, por el exterior y luego por el interior, por la parte inferior, ambas empezando a gemir mudamente a base de exhalaciones. Yulia llevó sus manos a las caderas de Lena y, alocada y desesperadamente, buscó los elásticos de su tanga, deslizándola por sus muslos, retirándose sólo para sacárselos del todo. Volvió a juntar el dénim de sus jeans con la entrepierna de Lena, rozándola con aquella tela mientras trazaba un camino de besos por su cuello, mordisqueándolo a su paso, besando enmedio de sus senos y desviándose hacia los lados para retomar su labor con sus pezones, succionándolos suavemente y besando aquellos pezones, tratándolos con ternura mientras Lena estaba ya al borde del colapso orgásmico por el roce de la tela del pantalón de Yulia. Bajó por su abdomen, con besos y caricias con la punta de su nariz; mordisqueando aquella falta de grasa abdominal, todo hasta llegar a su vientre, en donde tomó las piernas de Lena y, colocando sus manos, al reverso de sus rodillas, abrió sus piernas y las empujó en dirección al torso de Lena, viendo los labios mayores de aquella Licenciada tan hinchados como nunca, bueno, del hinchado que le gustaba. Se acercó lentamente a su entrepierna y lamió su labio mayor izquierdo, luego el derecho, muy lento, de abajo hacia arriba, provocativa y lujuriosa, trayendo a Lena a otro país, otro idioma, otra cultura, algo que sólo gritaba “sexo, orgasmo y placer”.



Acarició la línea divisoria de aquellos hinchados labios con la punta de su lengua, y Lena empujó la cabeza de la Arquitecta para que se dejara de rodeos y se la comiera todita. Y Yulia exhaló, por diversión, ante aquel empuje, acariciando con sus labios y su lengua los labios menores de su novia, que estaban de alguna manera empacados entre sus labios mayores, algo no muy común en ella, pues sus labios menores se asomaban con disimulo por entre sus labios mayores. Y los succionó, así como a ella le gustaba, saborearlos entre sus labios, acariciarlos con su lengua mientras los tenía atrapados, y sólo los soltó para succionar su empapado clítoris que, al soltarlo, lo rozó con la punta de su nariz, inhalando el olor de aquella divinidad de jugos, el calor, su textura, haciendo que Lena diera un brinco de sorpresa y de excitación, llevando a su boca un lápiz, el cual mordería para no gemir, o eso creía ella, pues sabía que no debía gemir, a veces las paredes escuchaban. Yulia soltó sus piernas y se dedicó, sentada sobre su silla, con sus piernas cruzadas para no liberar sus jugos, a lamer y relamer, coquetear lingualmente con el clítoris hinchado de la única Licenciada a la que soportaba, a la que amaba con todo su ser, a la única persona que dejaría que jugara así con el día de trabajo, en un espacio laboralmente público; corriendo el mayor de los peligros. Introdujo su dedo del medio en Lena, rozando a su paso su GSpot, provocándole un gemido suave a Lena, quien detenía sus piernas en lo alto, así como Yulia las había sostenido hacía un rato.



- Otro…- suspiró, expulsando antes el lápiz de entre sus dientes con ayuda de su lengua.



Y, como para Yulia los deseos de Lena eran órdenes, introdujo su dedo anular hasta lo más profundo que pudiera alcanzar, haciendo de Lena un suspiro eterno y constante con piernas, jadeante ante cada penetración. Yulia no era ninguna Santa y, si de hacer las cosas mal se trataba, había que hacerlas realmente mal, y realmente el “bien” y el “mal”, para aquella Arquitecta, era simplemente relativo y se confundía fácilmente, todo tenía que ver con la perspectiva que se escogía. Y, penetrándola sensual y profundamente, rozando su GSpot, haciendo que las caderas de Lena se empezaran a descontrolar, haciendo el mismo movimiento circular que su lengua en su clítoris. Lena gimió calladamente desde lo más profundo de sus entrañas y Yulia bajó sus labios a su vagina, en donde sus dedos ya sólo se movían de arriba hacia abajo dentro de ella, para que, dos segundos después, Lena intentara erguirse, un tanto sudada y roja de su pecho y su rostro, por el esfuerzo, mientras expulsaba una minúscula cantidad de lubricante directamente en los labios de Yulia; quien los bebió con muchísimas más ganas que su habitual Pellegrino. Yulia se recostó sobre la jadeante Afrodita que intentaba relajarse sobre su escritorio de nogal, y se dedicó a darle besos cortos y cariñosos a su vaporizada piel, acariciándola con el dorso de sus dedos, ah, lo que uno par de centímetros sobre el suelo podían hacer en esa ocasión.



- Arquitecta, aquí está Miss Roberts- dijo al teléfono. - ¿Puede entrar?



- Dame un momento- le respondió Yulia, con una risa vergonzosa. – Vístete- sonrió para Lena, irguiéndose junto con ella para ayudarle a vestirse.



- No tengo tanto tiempo para esperar- irrumpió Natasha en la oficina, sorprendiendo a Lena, con el trasero desnudo, apoyado sobre la madera curada, Yulia con sus manos en el pecho de Lena mientras Lena se arreglaba el cabello. – Woah, perdón- rió.



- Cállate y cierra la puerta- le gruñó Yulia en tono cariñoso, Lena sonrojada totalmente, no queriendo volverse.



- Ay, en serio, perdón- se sonrojó, Yulia estallando en una risa y Lena, por contagio, también. – Sexo en la oficina…- murmuró para sí misma. – Felicidades, han pasado el examen- rió, Yulia y Lena rieron apenadas, terminando de abotonar la camisa de la Licenciada.



- Quedamos a la cinco y media- sonrió Yulia, ayudando a Lena a bajarse del escritorio, mostrándole a Natasha aquella perfección de trasero desnudo.



- Son las cinco y media- repuso Natasha, no pudiendo evitar ver cómo Yulia besaba a Lena y la tomaba por su trasero, separando sus glúteos y mostrándole un poco más de intimidad que sólo algo que fácilmente podía imaginarse cuando se usaba bikini; que luego de separarlo un poco, por los restos de la lujuria y el cariñoso momento, bajó la falda de su novia, lentamente, sin despegar sus labios de los de la Licenciada.



- Pues, vámonos- sonrió, ayudándole a Lena a meterle la camisa dentro de la falda.



- ¿No vas a ponerte nada abajo?- rió Natasha, refiriéndose a Lena, apuntándole encima del ordenador, de donde colgaba su tanga.



- A eso voy



Lena se colocó su tanga en el lugar en el que correspondía, con la incomodidad aprendida de caminar no sólo mojada, sino corrida, más porque sus labios menores se rozaban mutuamente con cada paso, pero intentó que no le afectara y salió junto a Yulia y a Natasha, con bolso y teléfono en mano, en un desfile de competencia a la mejor vestida, Natasha molestando a Yulia con la mirada, Yulia sonrojándose, Natasha intentando borrar aquella imagen de las limpias profundidades de Lena, que, por indiscreción o confidencia de Yulia, sabía que ya Yulia había irrumpido en ese agujero, no sólo con un dedo, sino con dos, que Yulia no se dio cuenta en qué momento se lo confesó a Natasha; quizás fue cuando Natasha estaba considerando el sexo anal con Phillip, pues, su regalo de bodas, irónicamente el de la boda Religiosa, y, al escuchar que a Lena, quien le parecía a veces que era un tanto mimada, demasiado. Se subieron al auto con el chofer de Natasha, como todos los días últimamente, pues, desde que Yulia trabajaba casi a diario en el apartamento de los futuros Noltenius, que casi que ella misma pintaba las paredes y curaba los pisos de madera o colocaba las alfombras de aquel Penthouse, solían cenar los cuatro juntos, considerando ya la idea para cuando vivieran a no menos de ochocientos metros de distancia. Se dirigieron al lugar más temido por Natasha y por todas las novias de todos los tiempos: a la última prueba del vestido de novia; que debía ser blanco aunque Natasha siempre dijo que se casaría de celeste muy pálido o de beige, pero Margaret y Katherine, su futura suegra, habían insistido en ello.



- Bienvenida Miss Roberts- sonrió la recepcionista del Vera Wang Atelier. – Pase adelante, Shoshana ya está esperándola- y le indicó que pasara al probador. – Miss Volkova y Miss Katina, sus vestidos ya están listos, se los entregaré al finalizar la prueba, están en planchado todavía, pasen adelante, por favor- y las dirigió a la misma sala que a Natasha.



- ¿Estás bien?- susurró Yulia para Lena mientras caminaban por el pasillo hacia la sala de prueba.



- Si es por lo de Natasha, estoy bien, al final, creo que me agradó que fuera ella y no Volterra o alguien más, Arquitecta- resopló, acordándose del imbécil de Clark.



- No sé si la oficina sea el mejor lugar para eso



- Perdón, sólo no me aguanté las ganas- murmuró, llegando a la sala y viendo a Natasha sonreírle a su teléfono.



- No me pidas perdón por eso, me importa más que tú estés bien- y se contuvo las ganas para darle un beso en la frente y abrazarla para reconfortarla, aunque no se sentía mal, según lo que Lena le había dicho.



- Miss Roberts- sonrió Shoshana, empujando el perchero con aquel vestido blanco que seguramente haría que PageSix reventara en críticas; en envidiosas y en aduladoras. – ¿Lista para sorprendernos?



Yulia y Lena se sentaron en aquel cómodo sofá de cuero blanco, Yulia recostando su cabeza sobre el regazo de Lena mientras ella jugaba con su cabello y Yulia se encargaba de retirar sus Sergio Rossi de piel de pitón negra del cuero blanco para no ensuciarlo. Veían a Natasha desvestirse sin pudor, retirar su pantalón Alexandre Plokhov de cuero negro luego de haberse quitado sus Louboutin Aborina, para quitarse su chaqueta gris Isabel Marant y su camisa blanca, quedándose únicamente en un G-String turquesa y en su sostén blanco; ninguna ciencia elitista en lo estético en ese ámbito, pues su ropa interior la tomaba a ciegas y recién despierta, más porque estaba ordenada por colores. Entre Shoshana y una más, bajaron aquel vestido lleno de encaje blanco, con una minúscula cola que daría mucho material sobre qué hablar, pues quizás dirían que no era ni lo suficientemente larga para ser cola, ni lo suficientemente corta para no serlo, y, con ayuda de aquellas dos mujeres se metió en él, quitando su sostén para no revelarles más de lo que ya habían visto, y colocarse el busto del vestido en su lugar. Yulia se tuvo que sentar, pues, aún sin cerrarlo, sin maquillaje, sin peinado y sin St. Patrick’s Cathedral, aún sin las joyas de la familia, se veía espectacular. Natasha se subió a la plataforma junto con Shoshana, quien comenzó a subirle la cremallera lateral.



- Miss Roberts, disculpe la pregunta pero, ¿está embarazada?- murmuró Shoshana, haciendo que Lena y Yulia se volvieran a ver en sorpresa y luego vieran a Natasha. “¿Embarazada?” le preguntó Yulia con la mirada.



- No, no estoy embarazada, Shoshana, ¿por qué?- espetó, frunciendo su seño.



- Está gordita, Miss Roberts- sonrió, palpándole el abdomen inflado.



- ¿Gordita?- resopló Natasha, incrédula.



- Pues, usted sabe, pasada de peso, rebalsando, gorda- y ese “gorda” fue tan eterno como una clase de “Psicoanálisis en los Medios Interactivos”, la “o” en especial, eterna, la “r” tosca, como si fuera rusa, y la “a”, como si tuviera una “h” que le seguía, con vulgaridad, con asco.



- Yo no estoy gorda- siseó enojada. – Suba la **** esa ya- exhortó, refiriéndose a la cremallera, la cual, tras Natasha respirar hondo y aplanar el abdomen, cerró. – Gorda…ahí está su gorda- dijo, indignada hasta los huesos, levantándose su vestido para subirse a sus Manolo Blahnik Swan azul marino con un tremendo detalle en cristales de Swarovski.



- Ella, Darling- entró Vera a la sala. – Te ves preciosa- sonrió, dándole dos besos, uno en cada mejilla. – Tienes muy buen gusto- dijo, bajando sus gafas y extendiendo una chaqueta de encaje que iría por encima del vestido.



- ¿Estoy gorda?- le preguntó Natasha a Vera.



- Quizás quieras bajar un poquito de peso, tienes tiempo todavía, querida Ella- sonrió, poniéndole la chaqueta encima. – Es la mejor explosión de encaje que he hecho, tiene estilo y clase, tienes buen gusto- rió.



- Si, ¿verdad?- siseó, viéndose en el espejo. – Ya, sáquenme de esta cosa- refunfuñó enojada, bajándose ella misma la cremallera y al mismo tiempo saliéndose de su chaqueta. – Que me cobren los cinco mil que me faltaban, ahorita- exhortó, vaya genio.- No, no, yo puedo sola- le dijo a Shoshana, haciendo que saliera de la sala. - ¿Gorda? ¿Yo? ¿Que está ciega la tal Chochana? ¿Me ven gorda?- refunfuñó. - ¿Estoy gorda? ¿Me veo gorda?



- No, Natasha, no estás gorda- dijo Yulia, intentando no reírse, acercándose a ella para ayudarle con el vestido.



- Nate, estás bien, esas quieren que estés “Starving-to-death-skinny”, te ves preciosa en tu vestido



- ¡Gorda…Gorda ella, gorda su madre, gorda su abuela!- gruñó, casi saltándosele la vena de la frente del enojo. - ¡Gorda toda su puta estirpe! ¡Yo no estoy gorda!



- Ya, Nicole Richie- bromeó, haciendo alusión a un nivel de famosa anorexia notable. – No estás gorda, estás muy bien



- Vera me dijo que podía rebajar más- sollozó, con sus ojos ya llenos de lágrimas, sollozando con el pecho desnudo, quejándose de las injusticias de la vida bascular.



- Amor- dijo Lena, sentándose a la par de una parcialmente desnuda Natasha. – Estás como Dios manda…mira a Vera: petisa, pie pequeño, nada guapa…



- Tú estás para que Phillip se chupe los dedos- sonrió Yulia, poniéndole el sostén en su lugar para abrochárselo por la espalda.



- La puta ciega esa me vio gorda- rezongó de nuevo, con ademanes furiosos.



- Pues, por eso te dijo así, porque está ciega- sonrió Lena, dándole un beso en el hombro. – Yo diría que estás hasta muy flaca, amor- murmuró, ayudándola a ponerse de pie.



- Y pensar que les estoy pagando miles de dólares…



- Claramente no les pagas para que te adulen- rió Yulia, dándole un beso en su cabeza y alcanzándole su camisa.



- ¡Vera!- llamó, metiéndose en su camisa a la manera furiosa, estirándola del cuello más de lo que ya estaba y tomando su pantalón de las manos de Yulia.



- Dime, Ella, ¿decidiste algo sobre el velo?- emergió Vera de un sorpresivo segundo.



- No, ningún velo, te quería pedir que lo redujeras una pulgada más- sonrió, metiéndose en el pantalón y buscando con la mirada sus Stilettos.



- ¿Estás segura? ¿Vas a poder bajar cinco libras más?- preguntó, volviendo a ver a Yulia y a Lena, quienes se sonreían mutuamente.



- Sólo hazlo, ¿si?- dijo, tomando sus Stilettos por las agujas, su bolso y su chaqueta. – Que carguen los me-importa-un-bledo-cuántos-miles a mi cuenta- dijo, retirándose por el pasillo.



- Creo que está teniendo un día femenino- dijo Vera, enrollando sus ojos. – Ya me había impresionado lo inofensiva que era, nunca he tenido una novia tan tranquila, era mi primera vez- sonrió, quitándose sus gafas de nuevo para limpiarlas con la cachemira de su típico suéter negro, luego se las volvió a poner. – Y todavía ha sido la más respetuosa- rió.



- Una disculpa ajena no está nunca de más- rió Yulia. – Muchas gracias, Vera- guiñó su ojo, estrechándole la mano. – Vamos tras la fiera, Princesa- le murmuró a Lena, todavía en presencia de Vera.



- Buena suerte, Madrina de Honor



El chofer de Natasha recogía los vestidos de Yulia y Lena, enfundados en una bolsa de cuero sintético negro, que, fuera del Atelier, estaba Natasha, fumando compulsivamente, de un cigarrillo en cada mano, que de disfrutarlos no había ni la más mínima de las señales, que sólo inhalaba por inhalar, y exhalaba sin disfrutar. Esa vena no se relajaba. Yulia se demoró por estar pagando la última cuota de su vestido, Lena pagaba el suyo por aparte; pues, de un tiempo acá, Lena ya tenía más libertad de gastos personales, Yulia le daba más espacio, además, Lena, de diciembre hacia mayo, mes presente, no había habido un mes en el que no tuviera al menos un trabajo, ya podía darse lujos por su cuenta, ayudar con las últimas dos cuotas del apartamento de Yulia, que el apartamento de Yulia, con razón Yulia lo había comprado, estaba en el corazón de Manhattan, y no Times Square, sino que: Central Park, The Plaza, la Quinta Avenida y Barneys y Bergdorf Goodman a sus alrededores, y ahora podía comprarse sus cosas con su dinero, quizás no tantas como Yulia, que salía con cuatro o cinco bolsas cada vez, pero sí las que le gustaban; y, según Yulia y Oskar, y Natasha también por adición, el gusto de Lena por fin había madurado y estaba en su apogeo estilístico.



- Yo sabía que no debía irme con Vera y su séquito de ciegas- renegaba Natasha al teléfono. – Primero, me dice que soy dueña de mi vestido y blah, blah, blah, luego que no, que ella no hace encaje, me cobra diez mil dólares porque la tela la trae de España, que costaba quinientos dólares el metro, que fácilmente la podía traer yo, pero no, simplemente no- continuaba, parecía que hablaba sola, como en un estado de pre-locura. – Me cobra cinco mil dólares por cada prueba que me hago, sólo en eso son veinte mil dólares, porque cinco minutos para tomarme las medidas así de caro es, más el precio de corte y confección, más el precio de la funda y tintorería, y ahora me quiere cobrar tres mil dólares más porque le dije que lo ajustara todavía una pulgada más porque me dijo gorda, ¡Mamá, no estoy gorda!- gritó llamando la atención de todo peatón a su alrededor. – Y, por su fuera poco, me llama Ella, ¿tú sabes cuánto odio eso?... Si me hubiera ido con Donna o con Donatella, nada de esto me hubiera pasado, y me lo hubieran hecho…¡sin decirme que estoy gorda!- gruñó.



- Natasha, cálmate, por Dios- suspiró Margaret, al teléfono. – Estás bien, hasta demasiado delgada, ve y dile que no lo ajuste esa pulgada y ya, ¿entendido?



- No me voy a retractar ahorita, Santa Madre- se burló, en una risa histérica que no mostraba más que su descontento psicológico y acomplejado.



- ¿Quieres que la llame yo?- espetó, haciendo que Natasha se asustara.



- No, rebajaré, tengo unos días todavía…además, si quieres llamarle, llámale para decirle que me llame “Natasha”, así como Donna y Donatella



- Olvídalo, no la llamaré para eso- rió sarcásticamente. – Ya entendí que no estás contenta con tu supuesto sobrepeso…



- ¿Y qué sugieres que haga? ¿Qué compre fuegos artificiales para celebrar que no me han dicho anoréxica?- terminó de fumar sus cigarrillos y buscó otro en la cajetilla pero, oh, sorpresa, no tenía más.



- Natasha, supéralo de una buena vez, que gorda no estás- dijo Margaret, en aquel tono en el que sólo una mamá desesperada puede hacer. – Puedes hacerte una liposucción si eso te hace sentir mejor- sugirió, con el mismo tono cínico.



- ¿Sanaría para la boda?- preguntó, considerando la idea como posible procedimiento, el primero de índole quirúrgica.



-Come un poco de papas fritas y supera el hecho de que, de acuerdo a tu escandalosa y ridícula la autoconciencia, que eres obesa ... porque no lo eres, ¿de acuerdo?- la regañó, típico de una mamá. Yulia y Lena salieron del Atelier, justo para encontrarse a una Natasha más relajada después del regaño de Margaret.



- Está bien- murmuró, admitiendo su derrota. – Lo haré



- Bien, cálmate y rebaja esas libras que tienes de más- rió, molestándola y colgó antes de que Natasha pudiera explotarle a ella.



- ¿McDonald’s?- sonrió Natasha, volviendo a ver al par de mujeres, con mirada de frustración hambrienta. – No me miren así, yo invito



- Cualquiera de nosotras puede pagar tu botella de agua y la manzana- rió Yulia, notando en Natasha una mirada de potencial asesinato.



- No para la cantidad de Chicken McBites y unas enormes french fries y mi Angus Mushroom and Swiss…y no me vean así, no estoy loca, es el antojo, ha de ser porque estoy en completo desangramiento femenino- suspiró, cayendo con su frente sobre el hombro de Yulia.



- Tú no estás gorda- rió Lena a carcajadas.



- Oye, Lena, no hablemos más de eso, por favor- sonrió Yulia, con aquella sonrisa de “no toques las finas hebras de un complejo femenino de esa manera tan escueta”.



- No, digo, tú no estás gorda, estás hinchada por tu “desangramiento femenino”- dijo, citándola y riéndose al mismo tiempo.



- Oh…- murmuró Yulia. – Eso tiene sentido, Natalia- rió, elevando rápidamente su hombro para que se irguiera.



- Lena, eres una genio



- Ya lo sé- sonrió egocéntricamente, haciendo que Yulia simplemente quisiera arrojarse sobre ella y besarla y hacerle el amor en plena vista pública. – Y, como soy tan genio y McDonald’s no es mi lugar favorito para comer…



- ¿Ah, no?- corearon las otras dos, abriendo anchamente los ojos.



- Pues, tal vez podríamos cocinar algo- sugirió Lena.



- ¿Cocinar?- se preguntó Natasha. – Lena, amor, yo sólo sé hervir agua para hacer alguna sopa instantánea o pasta



- ¿Quieres cocinar? – murmuró Yulia, tomándola de la mano.



- Pues, podríamos comprar un poco de pan, Provolone, rib-eye, cebollas y green bell peppers y hacer Philly Cheese Steak Sandwiches- y, a medida que Lena decía todo eso, las glándulas salivales de Yulia y Natasha se aflojaban y las hacían salivar como nunca antes.



- ¡Hugh!- llamó Natasha, sin quitarle la vista de encima a Lena.



- Miss Roberts- se acercó, pues había estado parado frente a la puerta trasera de aquel Mercedes, esperando a que las tres Señoritas se quisieran subir al auto. - ¿Qué puedo hacer por usted?



- Caminaremos hasta Kips Bay- murmuró.



- Pero, Miss Roberts, se tardaría una hora, quizás más, yo la llevo- sonrió preocupadamente aquel hombre de cuarenta y tres años.



- Entonces iremos a donde Yulia- sonrió, volviéndose a él por fin. – Necesito que vaya a Agata and Valentina, sobre la primera y setenta y ocho, y compre seis libras de Rib-Eye Steak para Philly Cheese, dos libras de Provolone, ocho Italian Hero que estén frescos, dos cebollas, dos pimientos verdes, una bolsa de patatas hervidas, una cajita de Porcini y dos six packs de Urqell, por favor- y le alcanzó sólo tres billetes. – Y Ben & Jerry’s, por favor, Cookie Dough, Peach Cobbler, Cinnamon Buns y el Caramel Chunk, creo que con lo que le dí, bastaría, y, pues, con lo que sobre, cómprese lo que guste de comer, por favor- y se acercó a él para darle un beso rápido en la mejilla. – Gracias



- Eres una consentida- rió Yulia, esperando a que Hugh se metiera al auto. - ¿Seis libras? Con eso alimentamos a África- bromeó.



- Ah, pero es que Natasha ya alimentó a África cuando Phillip se quitó la camisa- rió Lena, sintiendo la mano de Yulia tomar la suya, en plena Madison Avenue, sintió que le faltó el aire, todavía tuvo que agachar la mirada para corroborar con sus ojos lo que su mano sentía.



- Ay, bueno, a mi hombre no lo iban a ver sin pantalones- se justificó, colocándose su mascada Armand Diradourian amarilla alrededor de su cuello, con pereza, apenas para no andarla en la mano, pues la había sacado para pescar su iPhone y su cajetilla de cigarrillos.



- Corrección, no era tu hombre….todavía- rió Yulia, entrelazando sus dedos con los de Lena. – Y pensar que lo hizo por amor



- ¿Amor a quién?- rió Lena.



- Pues, obviamente que a la filantropía- se carcajeó Natasha, imitando el acento ingles de Yulia.



- Al menos no tuve a un tipo acosándome, no te burles- dijo Yulia, afianzando su mano a la de Lena.



- Acosador o no, en menos de dos semanas será mi esposo ante la ley y en menos de tres ante Dios…y no tiene disfunción eréctil- se burló, descarada y abiertamente, dándole a Lena un poco de material nuevo.



- ¿Quién tenía disfunción eréctil?- preguntó, sintiendo el pulgar de Yulia acariciando el suyo.



- El mismo hijueputa con complejo de Edipo que sufría de Hifefilia- rió Natasha nuevamente a carcajadas.



- ¿Complejo de Edipo? ¿Hifefilia?- murmuró Lena, no notando ningún cambio en Yulia.



- El complejo de Edipo está claro- dijo Yulia, volviendo a ver a Natasha por delante de Lena, pues caminaban las tres en la misma línea. - ¿Hifefilia?



- Tipo de Fetiche en el que una persona obtiene excitación al poseer un objeto ajeno, en este caso, las tangas de tu novia



- ¿Tus tangas?- tartamudeó, volviendo a ver a Yulia, viéndola asentir y sintiendo a Natasha asentir tras ella. – Supongo que hablamos de Misha, ¿no?



- Sólo de él vale la pena hablar…- susurró Natasha.



- Ni de él- la corrigió Yulia, entrando en un momento de ansiedad enorme en el que tuvo que soltar a Lena. – Y ya que estamos en conversación incómoda- dijo, dibujando una sonrisa. - ¿Por qué no hablamos sobre tu ex?



- ¿Tu ex?- preguntó Lena – ¿Quien jodido a es tu ex?



- Pues si vamos a hablar de mi ex, hablemos de tu ex-ex, ¿cómo la ves, Yulia?- dijo Natasha, deteniendo el paso y encarándola totalmente, omitiendo la presencia de Lena.



- Entonces hablemos de pecado puro, Ella Natasha- gruñó Yulia, haciendo ese particular ademán demandante con su mano derecha por el aire, empujándola hacia adelante, obviamente ese “Ella Natasha” era de ira profunda.



- ¿Cómo me llamaste, Yulianuelle?- gruñó Natasha de regreso, con sus ojos entreabiertos.



- Cálmense- murmuró Lena, obteniendo dos miradas aniquiladoras que sintió como si le atravesaran el cuerpo, como si quisieran matarla, que decían “cállate”.



- Tú empezaste- dijo, elevando la voz, algo que no era usual en Yulia, algo que simplemente no sucedía. – Tú trajiste a Misha, tú trajiste al otro imbécil



- Sí, y tú a mi ex y a eso- repuso, acercándose físicamente a Yulia.



- ¿Eso? ¿Qué es eso?- susurró Lena, algo le decía que “eso” no era nada bueno.



- Odio cuando estás en tus días, que te sientas tan miserable que tengas que sacarme mis únicos dos defectos que no han sido mi culpa- dijo Yulia, en ese acento tosco y seco, sonaba a regaño.



- Tuviste tanta culpa como yo con los míos- explotó, dibujando un “perra” con sus labios.



- ¿Cómo me dijiste?- siseó Yulia, entrecerrando sus ojos y acercando su rostro al de ella.



- Tú leíste mis labios, o ¿estás tan ciega?



- Ciega estás tú, tremenda…- se burló, haciendo referencia al Atelier, dibujando un “obesa” con sus labios.



- ¡Perra!- gritó Natasha.



- ¡Perra pero no obesa!- gritó Yulia de regreso.



- Enough!- estalló Lena, dejándolas en estado mudo y con sus miradas asombradas en la suya. – Las dos, ¡ya basta!- gritó de nuevo. - ¡Parecen niñas!- gruñó. – Me importa un bledo quién sea tu ex-ex, o Misha, o tu ex, Natasha, o “eso”, supérenlo ya, superen el hecho de que una sea perra- y vio a Yulia. – Y la otra obesa- vio a Natasha. – Yulia, pídele perdón



- ¿Yo?- murmuró.



- No conozco a otra Yulia en este trío- gruñó, haciendo con sus manos un gesto de estrangulación humana.



- Yulia Volkova no pide perdón, porque su ego es demasiado grande- rió Natasha.



- Y Natasha Roberts tampoco pide perdón, porque nunca hace algo malo- rió Yulia.



- Ay, ¿saben qué?- gruñó Lena, afianzándose de su bolso. – Son unas come ****, y si no conocen el término, pues búsquenlo en la puta Wikipedia- y dio un paso hacia adelante. – Y me voy a la ****, búsquenlo por si tampoco saben la gravedad de mi cabreo, ¡con las dos!- y siguió caminando, taconeando en sus Aborina Louboutin negros, con sus manos aferradas en cólera al cuero de su bolso.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Vie Oct 10, 2014 11:55 pm

Bottega?- murmuró Natasha, refiriéndose al bolso.



- Zagliani- susurró Yulia.



- Muy bonito bolso, ¿gusto tuyo?



- No, yo no visto a Lena, ella se compra su propia ropa, ella sola se viste



- Fashion Improvement al máximo- sonrió Natasha. – Oye…¿de verdad piensas que no hago cosas malas?



- No haces cosas malas, te pasan cosas malas nada más- sonrió, acariciándole el hombro, viéndola ya con ternura, como si ese regaño de Lena les hubiera servido como golpe en la cabeza.



- Tú si pides perdón…- murmuró Natasha, bajando la cabeza. – Me has pedido perdón dos veces, o tres…y sólo en lo que va del año



- Ojalá y Lena se hubiera quedado, para que fuera testigo de cómo nosotras nos pedimos perdón…



- ¿Qué vamos a hacer con ella?



- ¿Vamos? Tú no duermes con ella…- rió Yulia, abrazándola por el hombro, viendo a una Lena caminar ya muy lejos, a punto de cruzar hacia la izquierda, pero antes, Yulia vio cómo Lena se detuvo, paseó su mano por el cuello y lo aflojó de lado a lado sin quitar su mano. – Sabes…a veces creo que Lena se junta demasiado con Volterra



- ¿Por qué lo dices?- murmuró Natasha, reanudando la marcha.



- Se le contagian los ademanes- sonrió. – Anyway…tengo que ver cómo contentar a Lena, seguro la cólera no se le pasa de aquí a ocho cuadras



- Son catorce- rió Natasha, buscando un cigarrillo en su bolso, que no encontró.



- Wow, como si seis cuadras más le van a dar tranquilidad



- We really messed it up, didn’t we?



- Oh yeah



- Sabes, quizás no ayude en nada, pero quizás podríamos darle un small feedback sobre…pues, sobre lo que peleábamos



- O quizás Phillip puede ayudar- sonrió Yulia, deteniendo a Natasha, pues el semáforo peatonal había dado rojo. - ¡Phillip!- siseó, buscando su iPhone en su bolso.



- ¿Qué pasó con mi hombre?



- Necesito saber si encontró lo que le pedí



- ¿Qué le pediste? Oye, esas complicidades secretas que ustedes se traen a veces, me asustan- sonrió, viendo que no venía auto alguno y haló a Yulia para cruzar la calle; como todo neoyorquino, como todo humano.



- Que le regalara a Lena un libro de “Willpower”- y marcó el número de Phillip, esperando a que le contestara, caminando apresuradamente calle a calle, pero sin pasarse a Madison Avenue, que nunca se podían explicar por qué les gustaba más Park que Madison entre la ochenta y la setenta, cosas traumáticas imaginadas y sin resolver. – Felipe, soy yo



- ¿Quién yo?- bromeó, sabiendo obviamente que era Yulia, pues al iPhone ya sólo le faltaba crear un holograma de la persona.



- Felipe, no tengo ni tiempo ni paciencia, ¿tienes el libro?



- Sí, Arquitecta…sólo que tengo un problema, es un buen libro, no sé por qué se lo quieres dar a Lena, pero el título es raro, pues, creo que está mal escrito



- ¿Por qué? ¿Qué tiene?



- Dice “Will” todo grandototote y está separado por un guión, y abajito dice “power” todo pequeñito



- Eso no importa, hermano, lo que importa es que sea sobre Willpower



- Ay, que a veces no te entiendo, tremenda loca



- Oye, no me digas algo que ya sé…cena en mi apartamento en una hora



- Ya estoy aquí, esperando a algún alma caritativa que conozca me abra la puerta de tu aposento



- Lena ya va a llegar, tranquilo



- ¿Lena no está contigo?



- No, sólo voy con tu histérica mujer, Lena se enojó con nosotras y se adelantó



- No te preocupes, yo la amansaré- rió Phillip, aflojándose su corbata azul a diminutos puntos blancos sobre aquella camisa color lavanda envuelta en su traje Ralph Lauren gris carbón y que se adornaba de los zapatos Ermenegildo Zegna que Natasha le había insistido que comprara, más bien, que los tenía porque Natasha lo había convencido, a través del sexo, de que se los comprara.



- Oye, más respeto, que Lena no es animal



- Lo siento- se sonrojó, pues no le gustaba tratar mal a Lena, no soportaba la idea de irrespetarla, simplemente la adoraba. – Por cierto, traje lo otro que me pediste



- Gracias, te veo en unos minutos- colgó. – Por cierto- le dijo a Natasha, quien no estaba a su lado. Cuando se volvió, la vio comprando una cajetilla de cigarrillos, tratando de quitarles el empaque plástico, abriendo la cajetilla y sacando un cigarrillo, el cual, por tener las manos ocupadas, el vendedor tuvo que encendérselo. – Tienes un serio problema de ansiedad- le dijo en cuanto Natasha la alcanzó, viendo que sacaba los cigarrillos de la cajetilla y pasándolos a la cajetilla que le había regalado Phillip para Valentine’s Day; algo que Yulia había diseñado pero que él había armado: era una estructura de lego, pues a Phillip le encantaban los legos, y, al ver que a Natasha siempre se le arruinaban cajetillas completas por la variedad de cosas que rodaban en el interior de su bolso, que le pidió ayuda a Lena, que le diseñara una cajetilla en el que cupieran los veinte cigarrillos, que se pudiera cerrar, y que tuviera un compartimiento para el encendedor; porque Natasha se tardaba más buscando el encendedor que fumando el bendito cigarrillo.



- Lo sé, son los nervios de la boda- dijo, colocando cada cigarrillo con suma precaución en aquella estructura blanca con rojo que era muy similar a una cajetilla de Marlboro Rojo.



- Por cierto, ¿qué has pensado de tu despedida de soltera?



- Je pensé que c’est stupide



- ¿Por qué?- rió Yulia, viendo a Natasha batallar con su cigarrillo entre sus labios y con sus manos llenas, por estar colocando los cigarrillos en la otra cajetilla, uno por uno, y se compadeció, pues le tomó el cigarrillo de los labios para que pudiera respirar aquel puro aire neoyorquino.



- Pues, es una despedida de soltera, ¿no deberían hacer antes de tener novio? Digo, soltera no estuve- rió.



- Pues, tienes un buen punto, lo admito, pero, mi pregunta implicaba, ¿qué quieres hacer? No que me dieras una explicación etimológica- y le alcanzó el cigarrillo para que volviera a inhalar, pues no se lo dejaría entre los labios, le daba demasiada risa cuando Natasha intentaba hablar con un cigarrillo en los labios. - ¿Quieres que invite a Julie, a Adrienne, a Vanessa, a quiénes?



- Creo que esta cultura tiene ese agujero, el concepto de la despedida esa, yo no quiero un Stripper, tampoco jello shots en forma de pene…mucho menos una torta con forma de pene



- Tú sabes que mi gusto no es tan…ordinario, digámoslo así



- No lo es, por eso quisiera sólo quizás hacer un brunch con todas ellas, pero sólo para que no se resientan conmigo



- ¿Qué quieres y dónde?



- Bottomless Margarita Brunch para que no gastes mucho en la misma gente que me va a criticar al día siguiente, a las once…



- Pues, dime a quiénes quieres que invite- rió, volviendo a ponerle el cigarrillo en los labios y entrando a la calle sesenta y nueve.



- Pues Lena y tú, si ustedes no llegan, me quedo emborrachándome en tu apartamento…y luego a Julie y a Vanessa, sino rodará mi cabeza antes de que pueda bajarme del Bentley frente a St. Patrick’s Cathedral, y luego Adrienne, las dos primas de Phillip; Sabrina y Beatrix, Alexis quizás, la Junior de Recursos Humanos



- Sí, por la que me cambiaste- rió Yulia, volviéndole a poner el cigarrillo.



- Dramática…



- Ay, el burro hablando de orejas- se carcajeó Yulia.



- Ya, ya, no volvamos al tema



- ¿Quién más?



- Las sobrinas de papá, Olivia, Violet y Consuelo



- O sea tus primas- rió Yulia, sabiendo exactamente por qué Natasha hacía la distinción.



- Sobrinas de papá nada más- repuso, cerrando la cajetilla por fin y arrojándola en lo profundo de su bolso, arrojando la cajetilla de Marlboro Light a la basura de la esquina, alistándose para incorporarse a Madison de nuevo.



- ¿Y por la noche?



- Emborracharme contigo y con Lena, no quiero a nadie más, sólo la tres, con Grey Goose, comida chatarra, tú sabes



- Sin ofenderte, no quieres engordar tanto, acuérdate que le dijiste a Vera que le diera todavía una pulgada menos



- Pues, claro, lo sé, pero como si el vestido me quedó bien con mi hinchazón, sin ella me quedará bien, no me sentía incómoda ni nada, lo juro



- Está bien, Nate, como tú digas



Y caminaron hasta la sesenta y dos, en donde entraron por la parte de atrás al edificio de Yulia, que la entrada principal era en la sesenta y uno, pero a Yulia le gustaba entrar más por atrás, pues siempre había fotógrafos debido a que había un rumor que Jerry Seinfeld vivía en el edificio, aunque, hasta donde Yulia sabía, no vivía ahí y los primeros dos pisos eran oficinas, luego, cuatro apartamentos por piso, que en el tercer piso sólo había dos; el de Marjorie, que trabajaba en “Chicago”, y el de Christian, que vivía con otro compañero, que ambos bailaban en “Jersey Boys”, luego, los próximos cuatro pisos eran de banqueros, luego en el que vivía Mr. Kramer, un judío que se había retirado a los cuarenta años de quién sabe qué profesión que lo dejaba vivir como rey, con el piso para él solo, pues en el octavo piso estaba el área de gimnasio común, sauna y jacuzzi, que nadie nunca utilizaba, luego un piso de abogados, en el décimo piso Mr. Smith, otro banquero, y Mrs. Brock, que tenía un apartamento para vivir y el otro como clínica de Psicología y Psiquiatría, luego, en el onceavo piso, el apartamento de Yulia y el de Maureen Dowd, columnista del New York Times, y, en el Penthouse, Mrs. Davis, quien era cantante de ópera, o así decía ella, pero se había retirado tras las trágicas secuelas del sobrepeso del divorcio.



- Por cierto, ¿sexo en la oficina?- murmuró Natasha, terminándose su segundo cigarrillo frente a la puerta trasera.



- It just happened- se excusó Yulia, buscando a Józef con la mirada.



- Si sabes que eso es ilegal, ¿no?



- Habla la experiencia- rió Yulia, encontrando a Józef. – Józef, buenas noches- sonrió, caminando hacia él.



- Buenas noches, Señorita Volkova- dijo, en aquel acento polaco muy marcado, pero que le daba cierta ternura a Yulia, pues Józef no tenía ni veinticinco años, había empezado a los veinte como suplente de Ramy, el otro portero, y, a partir de junio, Józef sería el asistente del conserje del edificio. - ¿Se le ofrece algo?



- Quería saber si Lena ya vino, por favor



- Por aquí no ha entrado, Señorita Volkova, pero déjeme confirmar con Sergei en la otra puerta- sonrió, volviéndose al escritorio principal para llamar a Sergei. Natasha apagó el cigarrillo en la arena del basurero y caminó hacia Yulia, tomándola por los hombros con ambas manos y reposando su mejilla izquierda sobre su hombro izquierdo. – Señorita Volkova, Sergei dice que sí, que su novia ya subió, y que subió con el Señor Noltenius- dijo, sonriendo para Natasha, pues ya sabía, por deducción, que Natasha y él eran algo, pues, no había mucho que deducir si siempre se besaban en los ascensores, por lo mismo que sabía de Yulia y Lena.



- Muchísimas gracias, Józef- sonrió Yulia, alcanzándole un billete de cincuenta dólares. – Come algo, por favor, te ves muy flaco- y Józef le tomó el billete en medio de estado ruborizado.



- Muchas gracias, Arquitecta



- Buenas noches, Józef…– sonrió, empezando a caminar.



Józef agachó la cabeza, todavía ruborizado, porque Yulia, la mujer más guapa de todo el edificio y que él conocía de su existencia, le había dicho que estaba muy flaco, y también porque no le gustaba tomar dinero de los propietarios, por algo pagaban mensualmente una cuota de mantenimiento y seguridad, pero Yulia ya le había logrado ganar, pues, una vez, hacía unos dos años, quizás menos, le había querido dar propina por haberle ayudado a subir un enorme paquete, y él se había rehusado a aceptar aquel único billete de diez dólares que Yulia tenía en líquido para darle, y, por ser época Navideña, Yulia, en su incapacidad de que le rechazaran algo de buena fe, le dio un sobre con cien dólares, que Józef le regresó, por lo que esos cien se hicieron doscientos, luego trescientos junto con una amenaza de: “Cada vez que me lo devuelvas, le pondré cien dólares más”, que fue cuando Józef los tomó, y, desde entonces, Yulia le daba dinero, ocasionalmente, por ayudarle a subir algo al apartamento, ya fuera un insignificante paquete de DHL o las cubetas de pintura, o, cuando estaba de muy buen humor, que últimamente era muy común, que le daba dinero para comer o para lo que fuera.



- Lo siento, no hay Whisky ahora, ¿quieres otra cosa?- le dijo Lena a un Phillip apoyado con sus codos y sus antebrazos de la barra del desayunador.



- Agua estará bien- sonrió, caminando hacia la mesa del comedor, en donde había un regadero de las piezas del rompecabezas que Lena intentaba armar. - ¿Qué es eso?



- Lo empecé ayer en la noche, no podía dormir



- ¿Qué figura es?



- No tengo ni la menor idea, Yulia me lo regaló para mi cumpleaños- rió, alcanzándole el vaso con agua fría a Phillip, para enseguida quitarse, por las agujas, sus zapatos.



- Ah, eso me acuerda algo- suspiró, buscando su Serapian negro, abriendo el primer compartimiento y sacó su portátil, que no era lo que buscaba, por lo que lo volvió a meter para cerrar el compartimiento y abrir el otro. - ¿No te dijo qué figura era?- preguntó, metiendo la mano, a ciegas, en otro compartimiento.



- No, sólo hay piezas negras, blancas y blancas con negro, y sólo he podido encontrar los bordes, que todos son negros- rió, viendo a Phillip ver dentro del compartimiento.



- No soy muy bueno para rompecabezas, Yulia sí, pero asumo que no te va a ayudar…yo te puedo ayudar- sonrió, sacando un folder negro que tenía el logo de “Watch Group”, el cual abrió para sacar un libro de él.



- Gracias, me ayudarías a avanzar, no entiendo por qué tengo que armarlo



- No tienes que hacerlo- rió Phillip, cerrando el folder y colocándolo en la mesa de la entrada.



- Quiero…no me gusta que Yulia piense que no puedo



-Lena, una relación no es una competencia, no creo que a Yulia le importe si lo armas o no- sonrió.



- Si me lo regaló es porque espera que lo arme, ¿no?



- En ese caso, si tú quieres, te ayudo- se acercó a la mesa del comedor de nuevo. – La vez pasada…uhm... estaba en Barnes, buscando el Architecture Fallingwater…y, dándome una vuelta por ahí en lo que buscaban el paquete en la bodega, vi este libro, no quiero ofenderte, no lo tomes a mal, pero pues, lo hojeé y pensé en ti- sonrió, alcanzándole el paquete envuelto en el típico papel verde con letras doradas de “Barnes & Noble Bookstore”.



- Gracias- sonrió Lena, dándole la vuelta para arrancarle el papel y ver qué era.



- Mi amor- sonrió Natasha al Yulia abrir la puerta, y se arrojó encima de Phillip, él cargándola con sus piernas alrededor de sus caderas.



- Hola- murmuró Yulia, un tanto cabizbaja, como si era perro regañado, pues, así se sentía.



- Dame un beso- sonrió Lena, ah, es que ya se le había pasado la cólera. Yulia sonrió y, no queriendo imitar a aquel par de enamorados de sí mismos y de lo que una mezcla de ellos podía hacer, tomó a Lena por la cintura y le dio un beso, un beso de “perdóname, tú sabes que sí pido perdón”. - ¿Beso sin mordida?- le reclamó Lena, llamando la atención de Phillip y Natasha. - ¿Qué sigue? ¿Cereal sin leche?- bromeó, haciendo que sus tres acompañantes estallaran en una risa histérica, tanto que Natasha quedo llorando de la risa. Y Yulia le dio un beso risible pero mordió su labio inferior al final, sonriendo con tranquilidad. – Así está mejor



- Yo no sé ustedes, pero yo me estoy muriendo del hambre- dijo Phillip quitándose el saco y deshaciendo el nudo de su corbata.



- Ay, si quieres te quitas los zapatos también- bromeó Yulia ante el striptease.



- No me tientes- bromeó, levantando su ceja.



- Uy, qué sexy cuando haces eso, mi amor- y Natasha lo volvió a atacar a besos.



- Discúlpame- murmuró Yulia, evitando la mirada de aquella pelirroja Afrodita.



- Mírame y todo está olvidado- susurró Lena, acariciando la mejilla de Yulia, quien reía nasalmente mientras, con el paso de los nanosegundos, se sonrojaba cada vez más. Tocaron a la puerta, y eran los componentes de la cena.



- Muchas gracias- dijo Natasha, siendo asistida por Phillip. – Regresaré a casa en Taxi, no se preocupe- sonrió a su chofer. – Buenas noches, Hugh, gracias por todo, como siempre- y dio un paso adelante y le dio un beso en su mejilla, cosa que a Phillip no le provocaba nada, pues el tal Señor Chofer había sido desde niñera hasta guardaespaldas de Natasha desde que probablemente Natasha tenía memoria, era parte de la familia.



- Len, ¿ya te diste cuenta que son de doble cara las piezas del rompecabezas?- dijo Phillip, ensamblando un par de piezas.



- Natasha y yo haremos la cena- rió Yulia, viendo que Lena se iba con Phillip.



Y, mientras Lena y Phillip, entre risas e insultos cariñosos, avanzaban con aquella imagen desconocida, que a Yulia y a Natasha les daba risa cómo se veían, tan tranquilos, tan entretenidos, como si no mataran ni a una mosca; y la carne a la cacerola y el pan al horno, Yulia cortando la cebolla y los pimientos verdes, Natasha llevándoles cerveza a su futuro marido y a su cuñada, por cariño, otra cacerola con mantequilla, papel aluminio extendido, sacar el pan del horno, envolverlo con flojera en el papel aluminio y de regreso al horno, la cebolla a la cacerola con mantequilla para caramelizarla, Natasha encargada de remover la cebolla, una pizca de sal, otra de pimienta, Yulia sazonando la carne, un poco de cerveza a la carne, sal, pimienta y eneldo, arrojar el pimiento verde, Natasha agregando los Porcini a la cebolla ya caramelizada, Lena y Phillip terminando un cateto de aquel rectángulo, Phillip muriendo de hambre pero distrayéndose por diversión y por cerveza, Yulia sacando el pan del horno, haciéndole aquella perfecta incisión con el cuchillo correcto, algo que aprendió Natasha, abriendo cada pan y poniéndole doble rebanada de Provolone, cerrar el aluminio, de vuelta al horno por un minuto, un poco de ajo en polvo a la carne, apartando la cacerola de la carne para que se asentara el sabor, Natasha cortando las papas a su manera, Yulia tomando la cebolla caramelizada y los hongos para ponerlos en un recipiente de vidrio, agregando otro poco de mantequilla a esa misma cacerola, arrojando las papas, un poco de sal, pimienta, paprika, eneldo, romero, esperando a que tomaran los sabores, apagando las hornillas y:



- Niños, a comer- llamó Yulia, sacando nuevamente el pan del horno mientras Natasha sacaba los platos.



- Huele rico, mamá- bromeó Phillip colocando la botella vacía de cerveza en una de las encimeras y tomando otra.



- Very funny- siseó Yulia, poniendo el pan en cada plato y sirviendo la carne entre aquel crujiente pero suave pan.



– Cebolla y hongos al gusto- dijo Natasha, alcanzándole un plato a Phillip con patatas y otro a Lena.



- Veamos qué tal le quedó a Lena- rió Yulia.



- Yo no te vi cocinando, Len- sonrió Phillip, poniéndole una generosa cantidad de cebolla y hongos a su sandwich.



-¿Ves cómo hago magia, Pipe?- repuso Lena, alcanzándole un tenedor a Phillip.



- ¿Pipe?- corearon los tres.



- Phillip no tiene diminutivo, y “Phil” no me gusta, aclaro…tú me dices “Len”, yo te digo “Pipe”, por “Felipe”- explicó, recogiendo unas cuantas patatas con su tenedor y metiéndolas a su boca.



- Pipe…- murmuró Phillip. – Suena bien- rió. – Tiene estilo



- Pues, si lo dices en inglés, significa “tubería”- se carcajeó Yulia.



- Speaking of which- dijo Lena. – Yulia tiene algo que compartir con ustedes



- ¿Qué?- susurró.



- Tú sabes, lo de la oficina



- Ay, bueno- sonrió, clavándole el tenedor a una patatas mientras el resto devoraba sus respectivos sándwiches. – Supongo que es para que Phillip se entere por nosotras y no por Natasha



- Hey…- rezongó Natasha, dándole un codazo amistoso en la cadera.



- Pues, Pipe, Lena y yo tuvimos sexo en la oficina



- ¿Que ustedes qué?- se ahogó Phillip, con un “¡Yulia!” en el fondo, un siseo indignado de parte de Lena.



- ¿Qué? ¿No era eso a lo que te referías?- Yulia estaba confundida. – Es lo único que Natasha sabe



- Y ahora Phillip- dijo en seco Lena.



- Ay, cómo que si no le iba a contar a la que le dan Truth Serum por consecuencia sexual- se defendió Yulia.



- Yulia, se llama semen, no serum- bromeó Natasha. – Y no, no me lo dan



- Hay algo que se llama “condón”, pero claro, no creo que sea un término que conozcas- intervino Phillip, levantando su ceja mientras mordía de nuevo su sandwich.



- No es un término, es un producto- repuso Yulia, con aquel aire de sabiduría erudita.



- Como sea, lo de Clark- dijo Lena, intentando sacudirse el tema de encima, pues sabía que, de seguir en el tema, algo sobre “sexo en la oficina” volvería a salir a la luz.



- Ah, eso- rió Yulia, dándole una mordida a su sandwich y luego destapando una cerveza. – Tenemos un ingeniero nuevo, Clark Windham, el tipo es excelente, he visto su trabajo



- ¿O sea que ya sabías que él venía a trabajar al Estudio?- interrumpió Lena.



- Pues, claro… Lo contratamos el lunes, apenas



- ¿”Lo contratamos”?- repitió, haciendo énfasis en el plural: “nosotros”.



- Sí, Alec y yo



- Creí que no tenías nada que ver en contrataciones- murmuró Lena, luego de haberle dado un trago a su cerveza, un trago que parecieron tres.



- Pues, tomando en cuenta que yo despedí a Segrate y quería asegurarme que no iba a tener a otro imbécil en mi Estudio, pues, me tomé el tiempo de ver su portfolio al menos, que no pude ir a la reunión porque estaba en una reunión más importante, tú sabes, con el Plaza



- ¿En tu Estudio?



- Está bien, está bien…uhm…Phillip, ayúdame- dijo Yulia, refiriéndose a las cosas del Estudio, a darle una explicación más detallada a Lena.



- Claro que sí, Julia…- dijo, aclarándose la garganta. – Pues, no sé si tú sabes que el año fiscal del Estudio no es de enero a diciembre, como la mayoría de instituciones, empresas y corporaciones, sino que éste va del primero de Julio al treinta de Junio del siguiente año



- Al grano, Pipe- exhortó Lena.



- Yulia tenía el veinticinco por ciento de la sociedad al darle un seguro económico al Estudio, es un proceso complicado que hizo hace tiempo, muchísimo antes de que tú llegaras, Len



- Pero, ahora, estamos apuntando alto con Alec- interrumpió Yulia. – No puedes decir nada, ni una palabra, ¿entendido?- Lena asintió con curiosidad, Natasha comía en silencio, obviando esas aburridas pláticas de dinero y negocios mientras ella satisfacía su inexistente gordura. – Estamos a un mes, un poquito más de que el año fiscal termine, a partir del siguiente año fiscal, o sea, primero de Julio, “Volterra-Volsabene” no será más una sociedad parcialmente fantasma, pues, como sabrás, Flavio Volsabene está más muerto que Elvis Presley



- No entiendo, explícate- exigió Lena, destapando otra cerveza y empinándosela.



- Al estudio hay que hacerle una inversión bastante…densa, digámoslo así, y Alec no tenía el dinero suficiente



- ¿Entonces tú se lo prestaste?- preguntó Lena, frunciendo su ceño.



- Yulia te puede prestar a ti dinero, pero no a Volterra, al menos no de manera oficial- intervino Phillip, viendo a Natasha caminar hacia el congelador y sacar un bote Grey Poupon y una cuchara, todo para ponerle una cucharada de mostaza a cada mordisco de su sandwich, que se tenía que comer con los ojos cerrados, pues le daba enorme placer el hecho de comérselo así, era la combinación de sabores perfectos.



- Entonces “Volterra-Volkova” y eres, oficialmente, dueña de la mitad estudio con Volterra…- murmuró Lena, tratando de procesarlo todo, frotando rápidamente sus pulgares con sus dedos índices y medios de cada mano, definitivamente Lena tenía que dejar de estar tanto tiempo con Volterra.



- No exactamente- sonrió Phillip.



- Como sea, supongo que es complicado, pues, ni siquiera entiendo por qué no han dicho nada



- Sencillo, para que nadie nos boicotee nuestros planes, ni del interior ni del exterior- explicó Yulia, aunque no diciendo exactamente a qué apuntaban. – Te explicaré detalladamente cuando termines ese rompecabezas, revises la correspondencia, etc. – sonrió.



- ¿Ves cómo si espera que lo arme, Pipe?- se volvió a él, quien ya se estaba riendo mudamente mientras Natasha se servía dos sándwiches más y más patatas, sólo para alcanzarle uno de esos sándwiches a Phillip.



- Larga vida- brindó, dándose cuenta que estaban los cuatro de pie, comiendo sobre las encimeras, los cuatro con sonrisas por diferentes motivos. Y fue cuando entendió a Yulia y a la **** fuerza de voluntad que tanto quería que Lena leyera.



Pues, así eran las cenas últimamente, torpes, graciosas, Yulia dándole terapia psicológica a Natasha, ahora Lena y Phillip intentando poner cada piececita del rompecabezas en su lugar, Yulia y Natasha repasando los últimos detalles del apartamento de Phillip y Natasha, que estaba a una semana de entregárselos, lo que más se había tardado era tramitar el permiso de modificación vacía de estructura; alterar un pasillo, perforar el techo sin hacer que el edificio entero explotara, levantar nuevas paredes divisorias, alterar la distribución sin realmente botar ninguna pared, pues había todo tipo de cableado, soporte y tubería que no se podía romper, cosa de la que Yulia no era muy fanática, quitar el piso, ponerlo uno nuevo, optimizar la cocina, cambiar desde inodoros hasta acabados pequeños acabados, como los de las puertas, las ventanas, la polarización automática de los vidrios, y, por último, todos los detalles que tenían “muebles” por nombre, algunos diseñados por Lena, otros comprados, otros restaurados. Era quizás el mejor proyecto para Yulia, en los que más libertad le habían dado, tanto económica como de gusto, Phillip simplemente le había dicho “spend away but make us feel home”, y eso era lo que Yulia había hecho, había encontrado el punto medio entre los gustos de ambos, apegándose a lo acogedor de lo clásico pero con un toque postmoderno, en donde todo debía tener accesibilidad y movilidad, sobre todo discreción, como en el minimalismo en el que Phillip vivía en ese momento.



- Tú no compraste sólo el veinticinco por cierto… ¿verdad?- murmuró Natasha en el balcón de la habitación del piano.



- Es mucho dinero el que hay que invertir- respondió Yulia, tomando su cabello y retorciéndolo para hacerse un moño mientras que, con los dientes, detenía su botella de cerveza.



- ¿A qué apuntan?



- ¿No te ha dicho Phillip?- se sorprendió, sonriendo burlona e incrédulamente.



- Phillip y yo hablamos de ti como persona, no como cliente…llámalo “juramento hipocrático” si quieres, pero es algo que nos respetamos mucho, hay que saber trazar la línea



- Le compré el cincuenta por ciento a Volterra



- Lo que lo deja de minoritario, ¿qué planean?



- Hay alguien que quiere que seamos la sede de Nueva York para sus cosas de ingeniería, arquitectura y ambientación, nosotros no vamos a perder el nombre, es como subcontratación…y hay muchas cláusulas que tenemos que respetar, así como requisitos que tenemos que llenar, y ellos los nuestros, llegamos a un acuerdo, bastante loco, debo decir, pero funcionará



- ¿Para qué necesitas el setenta y cinco por ciento si con el veinticinco puedes hacer muchas cosas?



- Una de las cláusulas se refiere a la estabilidad de socios, que cada emisión de cobro o contrato deba ir con dos firmas



- Pues, por eso, Volterra y tú, ¿no?



- Piensa, Nate, ¿qué pasaría si yo estoy en Boston y no puedo firmar el cobro o el contrato? Volterra no puede falsificar mi firma, eso es fraude



- Me estas jodiendo, cierto?- rió, sacando un cigarrillo de aquella meticulosa cajetilla.



- Es arriesgado, pero vale la pena



- ¿Cuándo planeas decirle?



- No, no…- suspiró, bebiendo el resto de su cerveza y volviéndose a Natasha. – Ese es el problema, ahorita no puedo decirle…y no es suyo…



- ¿Entonces?



- Phillip no puede ser mi socio, porque hay conflicto de intereses, es mi asesor financiero y el del estudio, no puede involucrarse, no es ético…



- ¿De esto me querías hablar el lunes?- sonrió, alcanzándole el resto de su cerveza a Yulia.



- Si



- ¿Y qué implica?



- Pues, nada, yo lo pago, tú no pierdes ni un centavo



- Sólo te estaría prestando mi nombre entonces- repuso Natasha, sacudiendo las cenizas de su cigarrillo mientras veía lo que parecía ser Central Park a su izquierda.



- Pues, tienes que firmar papeles de que estás “comprando” el veinticinco por ciento y nada más, y tiene que ser para comenzar el año fiscal, nos ahorramos muchos dólares y muchos papeleos



- ¿Qué piensa Volterra de que yo entre?



- Pues, nada, igual sólo estás prestando tu nombre, no tienes voz ni voto ahí, permanecerás en anonimato para el Estudio, sólo serás conocida para los que nos estarán contratando- sonrió, apretando su mandíbula para no decirle quiénes eran los interesados.



- ¿Por cuánto tiempo será?



- Un año, como máximo



- ¿Y si se da la situación de que tengo que firmar algo porque tú no estás, o Volterra no está?



- Por mi cuenta corre que no tendrás que firmar muchas cosas, eso ya lo hablé con Phillip y con Volterra, siempre seremos Volterra y yo, no tomaré ningún proyecto fuera de Manhattan



- ¿Por un año?



- Créeme, tendré suficiente trabajo por el próximo año, todo concentrado en Manhattan, y Volterra no irá más lejos de Philadelphia…nos tendrán forrados de trabajo, es prometedor



- ¿Quiénes son?



- No puedo decirte, Nate, tenemos que cuidarnos las espaldas de los de Bergman o Connelly porque nos pueden boicotear, hasta es estrategia contratar al nuevo ingeniero porque viene de Bergman



- Soy tu socia- dijo, tomando la botella de cerveza de las manos de Yulia, quien no había bebido nada y sólo la estaba calentando. – Salud- brindó, levantando la botella un poco y dándole un trago.



- Es el dueño de un turbo imperio de bienes y raíces- rió, poniéndose un poco nerviosa, pues necesitaba un cigarrillo, o al menos eso sentía.



- ¿Es un sesentón con combover?



- Es correcto- guiñó su ojo, sonriendo, pues no había tenido que decirle. – Pero, por favor, suma discreción, al menos hasta el primero de julio…que todo entre en vigencia



- ¿Por qué sólo un año? Digo, yo no sé nada del negocio, ¿no sería mejor que Lena lo tuviera?



- Sí, es que eso estoy pensando…tú sabes…regalárselo- murmuró, sabiendo que Natasha la bombardearía con demasiadas preguntas, que así fue.



- ¿Regalárselo?- dijo, sacando el humo por su nariz. - ¿No es un poco caro el regalo?



- No si es regalo de bodas- tarareó, elevando sus cejas mientras se recogía las mangas de su camisa.



- Hablemos de esto, ¿si?- Yulia asintió. – Confío en que te dirá que sí, pero, ¿y si no?



- Después de que parezca que tú me has vendido tu parte, yo le venderé el quince por ciento a Belinda



- ¿A Hayek?



- A ella, pues, no le caería mal un poco de dinero extra sólo por ser dueña de algo intangible



- ¿No es como que un poco ilegal lo que planeas hacer? Digo, no habría flujo de dinero ahí, sólo llevarías las de ganar si Lena dice que no



- Y digo dos puntos- se aclaró la garganta, levantando su pulgar para empezar a enumerar. – Primero, no es ilegal, es como si tú lo compraras y yo te lo comprara luego, sólo que yo lo compraría todo desde el principio y, luego, tú dices que me lo vas a vender, y nunca me cobras porque yo ya pagué por eso- sonrió, levantando su dedo índice. – Segundo, ¿qué tendría que perder si Lena me dice que sí? Ni todo el dinero del mundo podría pagar ese momento



- Muy cierto, Yul, muy cierto…bueno, ¿cuándo piensas proponérselo?- Yulia sólo sonrió. – Ya es mayo, me dijiste que cada mes podía preguntar por más detalles- sonrió Natasha, apagando el cigarrillo contra el fondo de la botella de su ya vacía cerveza.



- Lena se lo está proponiendo sola, prácticamente…y no se ha dado cuenta



- ¿Qué me estoy proponiendo?- interrumpió Lena en aquel balcón, casi ahogando a Natasha en el último poco de humo que había guardado en sus pulmones, sorprendiéndola literalmente con las manos en la masa, a ella y a Yulia, quizás todo se venía abajo.



- Le contaba a Natasha de cuánto has mejorado en tus diseños- sonrió, improvisando al máximo pero guardando la calma. – Lo del St. Regis va por buen camino- Lena sonrió un tanto sonrojada.



- Nate, no es que te quiera sacar del apartamento, pero creo que Phillip está muy cansado- sugirió Lena, con aquella sonrisa decorada con los perfectos camanances que a Yulia tanto le encantaban.



- ¿Me consigues un Taxi?- se volvió a Yulia, guiñándole su ojo para reconfirmar la complicidad.



- Claro que sí- dijo, tomando a Lena de la mano y entrando de nuevo al apartamento. – ¿Cuándo tienes tiempo?- le preguntó a Natasha mientras le sonreía a Phillip en señal de que ya todo estaba arreglado.



- Cuando esté listo- respondió, guardando la corbata de Phillip en su bolso mientras él se ponía su saco.



- Paso mañana por tu oficina- dijo, señalando a Phillip. – Y luego por la tuya- se volvió a Natasha.



- Sure, sólo déjate caer, amor- murmuró Natasha, abrazando a Yulia y dándola un beso cariñoso y reconciliador. – Buenas noches- sonrió, abrazando a Lena y dándole un beso, así como con Yulia.



- Buenas noches, distinguidas Damas- rió Phillip, dándole un beso en la frente a cada una. – Yulia, te espero mañana a las nueve- dijo, siendo halado por Natasha por el pasillo. – Gracias por la comida- elevó la voz, pues cada vez se alejaba más.



- Sergei, buenas noches, podría conseguir un Taxi, ¿por favor?- dijo Yulia por el intercomunicador, para luego soltar el botón y escuchar un “Con mucho gusto, Señorita Volkova”. – Gracias, Sergei, buenas noches- obteniendo un “Buenas noches a usted”.



- ¿Qué tal una copa de vino tinto para terminar de llegar a casa?- susurró Lena, abrazando a Yulia por la cintura y recostándose sobre su hombro mientras veían a Phillip y a Natasha esperar por el ascensor, tomados de la mano, Natasha cargando con su bolso de la mano derecha y Phillip su portafolio de su mano izquierda, no sabría decir si, por protocolo, la posición de los géneros estaba bien, pero era más fácil para ellos, pues Phillip era zurdo y Natasha derecha.



- Suena bien- sonrió, levantando la mano para despedirse de aquellos dos. – Oye, hazme un favor y revisa tu correspondencia- susurró, apuntando con la mirada, al cerrar la puerta, hacia la mesa de café, en donde encima de toda la correspondencia de Lena, estaba el folder de “Watch Group”, aquel que Phillip había colocado allí, y no creía Lena que era por equivocación.



- ¿Y esto?- dijo, refiriéndose al folder.



- Míralo con tranquilidad, si tienes preguntas, estoy para respondértelas- sonrió, caminando de largo hacia la cocina, quitándose sus Stilettos y dejándolos tirados en el suelo.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 15, 2014 9:41 pm

Disfruten mas continuación



Lena tomó aquellos sobres, el folder, un tubo y una caja relativamente pequeña que jamás hubiera adivinado que eran de DHL. Los colocó en la barra del desayunador y, mientras Yulia guardaba los platos y las cacerolas ya frías en la lavadora de platos, Lena se encargaba de descorchar una botella de Pomerol. Luego, sirvió las dos copas que había sacado mientras Yulia colocaba el jabón dentro de la lavadora de platos. Si se preguntaban cómo era el congelador de ese apartamento, porque dicen por ahí que hay dos maneras de conocer a una persona; por su baño y por su congelador, el de Yulia, por la importancia que le daba a la comida en sí, más por sabor que por necesidad de comer, pues a veces comía por gula, uy, qué pecado, pues, el famoso refrigerador era de dos puertas, la de la derecha con un vidrio, por lo que Yulia sólo mantenía bebidas que no eran vino blanco o champán, pues esas botellas iban bajo la encimera al lado del congelador en un congelador especial, y, volviendo al congelador, en los primeros dos estantes, de abajo hacia arriba, mantenía apiladas, horizontalmente, sólo botellas de Pellegrino, y, en el tercer estante, latas de Aranciata y Limonata y Pompelmo. En la otra puerta, sin vidrio, guardaba el yogurt, simple o de vainilla, las fresas, siempre diez quesos: gouda, mozzarella, mozzarella ahumado, ricotta, cheddar, pecorino, feta, parmiggiano reggiano, queso crema, aunque claro, en cantidades pequeñas porque odiaba que se le arruinaran, huevos, los eventuales recipientes herméticos, como ahora, las típicas salsa que se guardan a la puerta, jugo de manzana, jugo de naranja y jugo de tomate, leche semi-descremada por Yulia y descremada por Lena, leche de almendras porque a Yulia le iba bien con eso cuando no podía dormir, más cuando los acompañaba con los PopTarts de canela recién salidos del tostador por un minuto. Y, en las gavetas congeladoras, mantenía comida ya preparada, bolsas de Cheese Sticks, Chicken Wings, Waffles, Tostadas a la francesa, Pancakes, un par de salchichas de pavo, ribeye steak, Crab Sticks, filetes de trucha y, lo más importante, el Grey Goose, que iba en la otra gaveta, allí lo mantenía todo el tiempo, de seis a ocho botellas “por cualquier cosa”.



- Mamá me mandó algo por mi cumpleaños- sonrió Lena, poniendo su copa sobre le encimera y tomando asiento en uno de los banquillos.



- ¿Ves? Si hubieras revisado antes…- rió Yulia, empezando a limpiar la cocina, pues detestaba que quedara sucia, muy raras veces la dejaba sucia.



- Yo sé, yo sé…- tarareó, intentando no molestarse ante las bromas de su novia mientras abría el sobre. – Es un charm para mi Pandora…



- ¿Qué es?- preguntó Yulia, petrificándose.



- Es una “Y”- rió. – What the fuck?



- ¿Qué pasó, Lena?- Yulia se volvió, dejando de pasear el paño húmedo por la superficie de las hornillas.



- Ahora mi pulsera dice “Mary”, que no me llamo así, o “Army”- rió. – Que nunca estuve en el ejército…y no creas que no sé que estás atrás de esto- sonrió, quitándose su pulsera de la mano derecha para introducir la letra al final, y, como la había dejado diciendo “Arm”, ahora decía “Army”.



- Oye, no me culpes de todos los regalos que recibes- rió, levantando los brazos en “yo no soy culpable”.



- Sólo tú me das regalos raros



- ¿Raros?



- Sí, tú sabes…que no son normales



- Vea, pues…- suspiró, intentando no reírse. - ¿Qué es normal?



- Normal es que te regalen una camisa, un vale para ir a un masaje, yo no sé…



- Revisemos su teoría, Licenciada Katina- sonrió Yulia, volviéndose con su copa en la mano. – Para usted, “normal”, es que le regalen una camisa que probablemente no le va a quedar o no le va a gustar, eso de regalar ropa es “fácil”, pero no es acertado, mucho menos normal si se fija en que, la gente que regala ropa, no conoce muy bien su gusto, lo que significa que es, según su definición, “anormal”, pues quizás haya algo implícito con regalar ropa, tal vez cambiar su estilo, o un intento de agradar, o quién sabe…¿un masaje?- dijo, notando a Lena reírse pero intentando esconderlo al morder sus labios. - ¿Qué de normal tiene que le pague unas manos extrañas para que toquen su cuerpo? Si quiere un masaje, pues avíseme para tomar un curso intensivo sobre masajes, teórico y práctico, porque, como usted entenderá, sólo yo puedo tocarla- levantó su ceja, así como cuando le había dicho que si le gustaban los pescadores, que aprendería a pescar.



- Está bien- rió a carcajadas.



- Lo que sí le puedo decir, Licenciada Katina, es que todo regalo tiene su propósito…espere, eso ya se lo dije



- ¿Y cuál es el propósito de ese rompecabezas? ¿O de esta pulsera?- preguntó, levantando su ceja con escepticismo.



- El propósito de un rompecabezas es simple, como lo dice la palabra, “romperse la cabeza”…y, de la pulsera, pues, que juegues con los charms que te regalen- sonrió, levantando su copa en modo de “salud” y bebió de ella.



- No sé si tus evasivas me enojan o me divierten, mi amor- dijo, tomando otro sobre para informarse sobre absolutamente nada de AT&T.



- No son evasivas- guiñó su ojo, dándose la vuelta para seguir fregando la cocina.



- Entonces, a ver si me entiendes- suspiró, tomando la caja de DHL. – Digamos que el propósito es la meta, ¿no?- y Yuliaa emitió aquel característico “mjm” de cuando estaba prestando atención. - ¿Qué sería el punto de partida? ¿Por qué el hecho de llegar a la meta?



- Digamos, en el caso de la camisa, porque quizás te ven con las mismas camisas todo el tiempo, o se te ven mal, o simplemente no saben qué regalarte y creen que regalar ropa es lo más fácil cuando es lo más comprometedor y en lo que se tiende a lo que se conoce como “cagarla”, y si no lo entiendes, búscalo en la Wikipedia- rió, trayendo a Lena a una ruborización extrema al remedarla. – Esa estuvo muy bien, debo decir- rió de nuevo, sacudiendo su cabeza como cuando uno no puede creer algo.



- No te desvíes del tema- dijo, abriendo la caja y sacando papel protector de burbujas, reventando un par de burbujas.



- Pues, un masaje sería porque te ven muy tensa



- ¿Y en el caso de tu rompecabezas y de tu pulsera?- sacó el marco de foto que estaba dentro de la caja, que había sido colocado al revés.



- La pulsera es porque ibas a tener diversión al jugar con tus charms, poder armar palabras graciosas, como “Army” o “Mary”- rió, escuchando a Lena empezar a reírse de nuevo. – Y el rompecabezas, para que pases menos pegada a tu teléfono y más tiempo poniendo a trabajar los sesos



- ¿Y qué me dices de esto?- dijo, riendo nasalmente, colocando el marco de fotografía sobre la barra, encarando a Yulia. – Quiero razón y propósito- Yulia no pudo hacer nada más que reírse a carcajadas. – Dime, no te rías, ¿qué carajo debo pensar de eso?- rió.



- Ay, yo no mandé eso- rió Yulia, deteniéndose el abdomen.



- Toda la razón, Natasha sí, pero, again, pienso que tienes mucho que ver en que me haya mandado una foto tuya



- A ver, déjame pensar- musitó, intentando recuperar el aliento. – ¿La razón?...Mmm…quizás es la misma que el propósito



- ¿Que sería qué?



- Que nunca me olvides- sonrió, no dándose cuenta de lo cursi que eso sonaba. El marco era de caoba, simplemente verticalmente rectangular, que guardaba una fotografía de Yulia en lo que parecía ser la cama de Natasha, acostada sobre su abdomen, apoyada de sus codos y encarando a la cámara, con sus lisos divididos por un caminillo al medio, algunas sobre su espalda, otras sobre sus hombros, deteniendo su flequillo por un listón negro, sonriendo ampliamente, con la ceja derecha un poco más arriba que la izquierda, sus manos juntas: simplemente perfecta.



- ¿Por qué te olvidaría?- susurró, frunciendo su ceño y sus labios, tomando el tubo y retorciéndolo en dirección contraria para abrirlo.



- Sólo digo- se encogió de hombros y bebió de su copa, yendo por la botella para servirse un poco más.



- ¿Y de éste qué me dices?- murmuró Lena, extendiendo un afiche de Uncle Sam.



- Wow…tal vez “Army” y Uncle Sam tengan algo que ver- rió Yulia. – Aunque quizás debas analizar la caricatura un poco mejor, no tiene mensaje ni nada, sólo es Uncle Sam, ¿quién te mandó eso?



- Tú- respondió, sabiendo que, aunque dijera “Phillip Charles Noltenius”, decía “Yulia Volkova” por todo el empaque. – Y tienes buen gusto, ¿sabes?- murmuró, viendo a Yulia caminar hacia ella y servirle un poco de vino.



- Explícate- sonrió, poniendo la botella sobre la barra y llevando sus manos a los hombros de Lena para masajearlos



- Te gusto, eso es suficiente- murmuró sonrientemente, con sus ojos cerrados, empezando a sentir los dedos de Yulia enterrarse suavemente entre sus músculos, tan tensos como la pelea que se tenían Yulia y Natasha hacía unas horas.



- Toda la razón, soy como tú, con gusto impecable- replicó, escuchando en Lena un suspiro pesado. – Ay, Lena, por cierto, te estás juntando mucho con Volterra creo yo



- ¿De qué hablas?- murmuró, sintiendo los dedos de Yulia, psicológicamente, en otro lado.



- Te está contagiando sus ademanes



- Nada que ver, mi amor



- Sí, acabas de suspirar como él cuando está estresado…



- Es porque estoy estresada



- Y quitas el kleenex de la caja igual que él, violentamente, para limpiar tus gafas, y las limpias igual que él, hasta las ves a contra luz tres veces



- Pero así lo he hecho toda mi vida…sabes, he usado gafas desde los doce, ya son dieciséis años de ritual- rió, ladeando su cabeza de lado a lado para aflojar su cuello y paseando su mano por él.



- ¿Y eso de pasear la mano por el cuello? ¿De qué estás dudando?



- ¿Cómo sabes que estoy dudando algo?- dijo Lena, volviendo en sí y despegándose de Yulia para volverse a ella.



- No sé, Volterra suele hacer eso cuando tiene que decidir entre dos cosas y no sabe cuál y termina decidiendo, normalmente, lo correcto



- Está bien, dejaré de juntarme con él- rió. – Tampoco quiero que me contagie todo



- No es malo, Volterra es una buena persona



- Yo sé que lo es- dijo, bebiendo su copa hasta el fondo. – Pero no sé, a veces me regaña raro, o me da consejos que nada que ver



- ¿A qué te refieres?



- Pues, desde que mamá le dijo que estoy contigo, siempre me pregunta si me tratas bien, si estoy bien, si no tiene que salir con una escopeta recortada para que te asustes…no sé, como que fuera el suegro celoso y tú el nuero indefenso- rió, sabiendo que o era yerno o era nuera.



- Ay, Lena, sólo se preocupa por ti, ni que fuera tu papá, eso se lo tienes que hacer saber…pero creo que, en lo que a mí se refiere, no me molesta…Volterra no conoce mucho mi soft-side, supongo que se imagina que te trato así como trato a los demás, como con distancia…no sé



- Puede ser, pero todos los lunes que me llama a la oficina me lo acuerda



- Supongo que tu mamá tiene algo que ver, Volterra es la única persona que puede decirle la verdad en cuanto a nosotras, ¿no crees?- sonrió, paseando su mano por aquella pelirroja cabellera.



- Tienes razón… ¿estás enojada porque no te había dicho eso de Volterra?- preguntó, cerrando un ojo como si le doliera que esas palabras salieran de su boca.



- No, yo en tu relación con Volterra no me meto- guiñó su ojo, esperando reciprocidad en cuanto a la relación entre ella y él.



- Gracias…- sonrió, un poco del lado, pues no era una sonrisa completa, era más bien apenada, o quizás porque pensaba que a Yulia no le importaba lo que Lena anduviera haciendo, aunque eso es de locos, obviamente sí, le acababa de decir que no le regalaría un masaje, eso había sonado a celos de que alguien, que no fuera ella, hombre o mujer, la tocara, quién sabía por dónde habían pasado antes esas manos.



- De nada- sonrió Yulia, bebiendo todo su vino y tomando la copa de Lena. - ¿Quieres más?- Lena sacudió la cabeza.



- ¿Puedo preguntarte algo?- murmuró, enrollando el afiche de Uncle Sam, pensando en que lo llevaría a enmarcar sólo por diversión, o quizás ella le haría un marco, pues podía usar esa técnica para distraerse de la tensión del St. Regis. Y Yulia, con su típico “mjm”, tapó la botella de vino tinto y la recostó, para luego lavar las copas, a mano. - ¿Qué es el rompecabezas?- Yulia se volvió, con esa mirada lógica de “Pues, el rompecabezas es un juego de mesa”. – Digo, me corrijo, ¿qué imagen es?



- Es una muy buena pregunta… es una incógnita total, ¿no?- rió.



- Pues, sí, por eso te pregunto…



- No quieres armarlo, ¿verdad?



- No es eso, es sólo que si supiera qué figura es, fuera más fácil…son cinco mil piezas, ¿sabes?- susurró, tomando el folder de “Watch Group” en sus manos, pues se le había olvidado ver eso.



- Lo sé…sé que son cinco mil piezas, así lo pedí…



- ¿Por qué?- preguntó, casi ni prestándole atención, intentando descifrar qué decían los papeles, pues sólo veía números y más números.



- Porque estoy jugando a la búsqueda del tesoro contigo- rió.



- Be serious, please



- Quizás ahorita no entiendas, pero tú sabes que no haría que te quebraras la cabeza por gusto…y, realmente, te recomiendo que lo armes- sonrió, apagando la llave del agua y sacudiendo sus manos sobre el lavabo, llevándolas a la toalla que colgaba, como en toda casa, de la barra del horno.



- Oye…- murmuró, frunciendo su ceño ante los papeles que veía. - ¿Para qué me das esto?



- Para que sepas lo que tengo y lo que no, para que tengas una idea más real- sonrió, sacando una cuchara de una de las gavetas y abriendo la puerta del congelador superior, en el que sólo mantenía el helado.



- ¿Lo que no tienes?- rió sarcásticamente. – No sé qué podrá ser eso, porque con todo lo que hay aquí, puedes tenerlo todo



- No lo tengo todo, Lena, eso que tienes en tus manos no lo es todo



- Seguramente que no, pero pregúntale a cualquiera lo que haría con lo que ganas por año por el plazo fijo, y seguramente todos tienen una solución para que sea su “todo” y más…



- Página nueve- sonrió, clavándole la cuchara al típico Peach Cobbler, al que le daba máximo diez cucharadas por noche, por costumbre, y luego lo volvía a guardar, si no es porque se lo comía todo.



- Wow…- suspiró, cerrando el folder. – No sé qué decir…



- Por algún lado se empieza- guiñó su ojo, llevándose una cucharada de helado a la boca.



- Aparentemente sí…- sonrió, caminando hacia Yulia. – Sabes, Phillip me regaló un libro sobre la fuerza de voluntad, ¿no tienes nada que ver en eso, verdad?



- En tu mente de Pentágono Paranoico a lo Post-Nine-Eleven, creo que sí, ¿o me equivoco?- sonrió, y Lena asintió. – Deberías leerlo, yo también ya lo leí, Phillip me lo regaló hace unos años, es muy bueno



- Está bien- sonrió, abrazándola por la cintura y abriéndole la boca para que le diera un poco de su helado. – Ahora dime algo, ¿si?- dijo, atacando la cuchara. – Con todo lo que tienes y das, ¿qué te falta?



- Cereal con leche- sonrió, tapando el helado y volviéndolo a meter al congelador.



- You’ve got plenty of that ( Tienes un montón de que)- susurró, acercándose a su rostro y dándole un beso tierno y frío, que poco a poco se hizo tibio, con sabor a vino tinto y Peach Cobbler por ambos lados. – ¿Tienes que trabajar mañana?



- Tengo que ir a la oficina de Phillip y a la de Natasha nada más, por lo demás, creo que sólo trabajar en el Plaza y en las invitaciones para la despedida de soltera de Natasha, ¿por qué?



- De la nada me he sentido muy mal, ¿sabes?



- ¿Ah, sí?- sonrió Yulia, rozando su nariz con la de Lena. Se estaban susurrando, con sus miradas clavadas mutuamente, Lena deteniendo a Yulia por su cintura, Yulia a Lena por sus antebrazos. – Creo que la reunión con Phillip durará toda la mañana



- Qué mala suerte, Arquitecta- suspiró Lena, cerrando su mandíbula en una mordida sonora.



- ¿Verdad que sí?- Yulia la había empezado a empujar suavemente hacia atrás, en dirección a su habitación.



- Me imagino que esas reuniones pueden tomar el día entero



- Uy, sí…no se imagina, Licenciada Katina



- Auch, qué dolor…-sonrió Lena, dejándose guiar por Yulia, que todavía seguía pegada a su nariz.



- ¿Qué le duele, Licenciada?



- No estoy segura…



- ¿Qué es lo que siente? ¿Dolor?- bromeó, apagando las luces de la cocina y de la sala de estar, caminando lentamente por el comienzo del pasillo.



- Siento…congestión…palpitaciones…fiebre…- susurró llena de respiraciones cortadas, provocando a Yulia, cosa que no era necesaria.



- ¿En dónde son las palpitaciones, Licenciada Katina?- giró a Lena hacia la derecha para entrar a la habitación.



- En donde quiero que usted, Arquitecta, use…- susurró, cerrando sus ojos y haciendo una dolorosa pero sensual pausa. – El dildo…- Yulia gruñó sexualmente, ese gruñido de excitación y sorpresa, de deseo.



- Tu sabes que sexy suena eso?- sonrió, recostando a Lena sobre la cama y colocándose sobre ella.



- Yo sé muchas cosas, y, la que sé de memoria, es que tú eres sexy- susurró, apuñando su camisa y trayéndola hacia ella para besarla.



Corrió sus manos hacia el centro, desabotonando la Olatz azul marino sin despegar sus labios de los de Yulia, sintiendo su lengua acariciar suavemente su cavidad bucal, sólo siguiéndole la corriente a Yulia, dejándose llevar, dejándose guiar y, cuando desabotonó todo, recorrió a Yulia, desde sus caderas, desde donde empezaba su jeans, hasta su espalda alta, volviendo a bajar para pasear el reverse de sus manos contra su abdomen, acariciar sus senos por encima de su Full-Cup negro que realmente la hacía ver menos voluptuosa de lo que era, tal vez era un complejo inverso, digo, cualquiera quisiera un busto grande pero manejable, pero a Yulia le incomodaba, hasta había considerado la reducción, vaya locura. Lena volcó a Yulia luego de que se quitara la camisa, a besar su cuello, aquel flaco punto detrás de sus orejas, Yulia imitando a Lena al desabotonarle su camisa y retirársela lo más rápido que pudo su motricidad fina hacerlo. Desabrochó el sostén de Lena y, con una mirada, Lena comprendió que debía deslizarse un poco más hacia adelante, pues a Yulia se le antojaban sus pezones.



- Me estás matando…- suspiró Lena en aquel tono mimado, que lo tenía natural, pero, en ese estado, solía hacerlo sensual, y también era natural.



- Tráelo- sonrió Yulia, no sin antes succionar un tanto fuerte su pezón derecho. Lena sonrió y se volvió, sobre sus rodillas, hacia su mesa de noche para buscar el famoso implicado. –No te muevas, quédate así- susurró Yulia, viendo el trasero de Lena siendo apretado por su falda negra Givenchy.



- La última vez que me dijiste eso…- suspiró, sintiendo las manos de Yulia recorrer sus muslos por encima de su falda, recorriendo su trasero suavemente, deslizando su dedo, algún dedo, quizás el índice o el de enmedio por la locación de su hendidura pero todavía por encima de la tela, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba hasta llegar a la cremallera.



- ¿Si?- susurró Yulia, haciendo que el ruido de bajar la cremallera fuera más fuerte que su susurro.



- No te dejé que me lo hicieras así…- balbuceó, alcanzando el dildo y sintiendo a Yulia retirar su falda, que para su sorpresa, la tanga venía en el mismo movimiento.



- Es muy cierto, Licenciada…- Lena levantó una rodilla y luego la otra para que Yulia retirara su falda, dejándola totalmente desnuda. – Pero hay una diferencia entre esa vez y esta- sonrió a ras de sus glúteos, haciendo que su exhalación exaltara cada poro de la piel de su novia.



- ¿Y esa cuál es?- colocó su mano entre sus piernas, sólo para alcanzarle el dildo a Yulia.



- Que ahora sé lo que te gusta y cómo te gusta- dio besos a sus glúteos, besos ruidosos y pausados, húmedos, lentos, a veces lengüetazos convertidos en besos, besos que le gustaban a Lena.



Y Lena ni había dicho aquellas dos palabras cuando Yulia ya la había complacido, un “nalgueame”, que Yulia se la dio en su glúteo derecho, tomándolo con su mano al momento del contacto y separándolo del medio, revelando la humedad de Lena y aquel agujerito que según Yulia era “turbo apetitoso”, y, justo cuando le dio una nalgada con su mano izquierda, sin soltar su glúteo derecho, separó total pero delicadamente aquellos glúteos e introdujo su lengua dentro del agujerito de Lena, provocándole un sincero gemido de aguda sorpresa. Los jadeos empezaron en cuanto Yulia mordía los bordes de sus glúteos y luego paseaba su lengua en círculos sobre aquel agujerito, que hundía su cara sin restricción, sin pudor, simplemente gozaba del delicado sabor de aquel agujerito, tan pequeño a la vista, tan inocente, tan puro, pero tan ganoso, que era como si tuviera una conexión directa con las cuerdas vocales de Lena, que pedía más, y más, y más, que la penetrara más, que la besara más, que coqueteara más con él. Yulia quitó sus manos de sus glúteos y quedó con su nariz y su lengua en medio de ellos, respirando profundo, haciéndole cosquillas a Lena con sus ahogos consentidos, mientras que, con su mano izquierda, se apoyaba de la cama, pues, con la mano derecha, tomó el dildo y lo frotó suavemente contra los empapados labios mayores y menores de su novia, todo a ciegas, sólo al cálculo. El propósito de aquel frote, o roce, depende de cómo lo vean, era para lubricar el látex de aquel dildo negro, que a Yulia nunca se le habría ocurrido comprar un dildo negro, quizás uno rojo, o azul, o verde, pero nunca negro, pero ahora pensaba el por qué; porque el negro era elegante y complementaba a aquel vibrador que habían puesto en la gaveta del olvido, es decir en la segunda gaveta de la mesa de noche de Lena.



- Oh. My. God- gimió Lena al sentir que Yulia empujaba lentamente el dildo dentro de ella, que iba tan lento que era más una tortura, un juego muy maligno, pues, aquella dimensión en aquel agujero al que, como máximo, le introducían dos dedos, ahora tenía un curvo cilindro que llenaba su vagina de manera uniforme y que aplanaba su GSpot.



- ¿Cómo lo quieres?- susurró Yulia, despegándose de su agujerito, para tomar aire y para lanzar esa engañosa pregunta que tenía muchísimas engañosas respuestas.



- Como tú lo usarías contigo- jadeó.



Y Yulia volviendo a su agujerito, topó el dildo a su barbilla para tener un soporte, y, mientras trabajaba aquel suculento agujerito, que cada vez se calentaba más y se contraía de una hermosa manera, aprisionando su lengua dentro de él, comenzó a penetrar a Lena, aquel dildo entraba y salía de su vagina sólo un poco al principio, sólo para frotar aquel suprimido GSpot, y luego, el trayecto de penetración, se fue haciendo, paulatinamente, más largo, hasta que llegó a ser una penetración suave pero profunda, en el que Lena logró perder la voluntad de sus brazos para rendirse de cara a la cama, con sus brazos pegados a sus antebrazos mientras sus manos apuñaban aquel edredón color crema y sus dientes lo mordían, por los mismo por los que salían sus gemidos y hasta posibles y potenciales gritos de delicioso y malévolo placer. Yulia rozaba el dildo contra su barbilla, ahora la penetración era más rápida y no tan profunda, pues no quería llegar a disturbar aquel punto de una vagina en el que empezaba a quizás no doler pero sí incomodar. Lena llevó su mano derecha a su entrepierna y comenzó a acariciar su clítoris lentamente, intentando hacer, de aquel orgasmo, una nueva definición del mismo. Yulia apretó aquel botoncito casi invisible y Lena gimió agudamente, un sollozo tierno y placentero para ambas, que se convirtió en un jadeo pesado que se hizo tan constante como las vibraciones penetrantes de aquel dildo sobre su GSpot.



- ¡Me corro, me corro, me corro!- gimió rápidamente y soltó un gruñido con una baja de caderas que sólo hizo que aquel dildo se incrustara hasta lo más profundo de su vagina, dejando únicamente lo que debía ser el agarradero fuera de ella. Yulia soltó aquel vibrante dildo y subió a besar el cuello de su novia, para quien no encuentro otro término más que “estaba en la luna” y sólo jadeaba calladamente y sonreía ante los besos de Yulia en sus hombros.



- ¿Otro?- susurró lascivamente Yulia a su oído, ocasionándole una risa maléfica. Lena sacudió su cabeza, sintiendo la tela del sostén de Yulia rozarle la espalda baja. -¿Y qué quiere hacer, Licenciada?



- Quiero hacer que te corras- respondió por fin, dándose la vuelta, cayendo sobre su espalda y sacando el dildo para apagarlo. - ¿Querías usarlo?- sonrió, levantando disimuladamente el dildo, pero Yulia se negó con la cabeza. - ¿Cómo quieres correrte?- susurró, todavía un poco jadeante, que a veces todavía le faltaba el aire después de uno o dos minutos, como si se le confundieran las corrientes de oxígeno y dióxido de carbono en el proceso. - ¿Quieres que te coma?- y le desabotonó el jeans a Yulia, tomándolo por los bordes para deslizarlo hacia afuera. - ¿Que te penetre?- y el jeans fuera. – ¿Scissors?- y subió con besos hasta sus senos, en donde Yulia ya había quitado su sostén. - ¿Qué te masturbe?- murmuró entre los besos que le daba a aquella pequita que le daba sensualidad al yacimiento del seno izquierdo de su Arquitecta.



- No puedo ni pensar- susurró Yulia, viendo a Lena cómo besaba únicamente su pezón, ya rígido y bien definido, cómo sus labios lo abrazaban cálida y húmedamente.



- Mi amor…- pasó al otro pezón. - ¿Sólo quieres correrte?- y levantó la mirada, para encontrar una sonrojada mirada mientras Yulia asentía. – Ponte de pie al borde de la cama- susurró. – De espaldas- Y Yulia obedeció.



Era tal lo que se le ocurrió a Lena, que dio gracias a Larissa por haberle dado piernas largas a Yulia, pues quedaba de tal manera que Lena, al poner su nuca al borde de la cama y levantar un poco su cabeza, tenía la entrepierna de Yulia a la distancia óptima para un terrible y delicatessen sexo oral. Yulia no preguntaba, igual que Lena, simplemente acataban las órdenes de la otra, pero sólo en la cama, pues era imposible tener una mala idea si al hecho de obtener placer se refería. Y Lena así lo hizo, se escabulló entre las extendidas piernas de Yulia, quien las había abierto para que la posición improvisada sucediera y, pensando en la comodidad de Lena, sostuvo su cabeza con ambas manos, acercándola un poco más a su entrepierna pero para que su nuca no se cansara, sino, ya se imaginaba los resultados: “Carajo, qué dolor de cuello” y, para verla recorrer su cuello como Volterra y ser el apagón sexual más grande de la historia, simplemente no, gracias. La lengua de Lena se hundió entre sus labios mayores y menores, sus manos jugando por ahí, jugando a ser peatones de espalda, de trasero, hasta de esa zona que a Lena tanto le encantaba acariciar, el ápice de los muslos, en donde se fundían con su trasero, simplemente le encantaba el cambio de altura, tan marcado.



El clítoris de Yulia estaba demasiado hinchado, pero sabía que, de correrse, terminaría de bruces, comiendo alfombra, y no quería eso, pero fue culpa del placer, todo la culpa la tiene el desgraciado placer, pues no pudo detener a Lena en cuanto sintió que estaba a punto de correrse y se dejó llevar por un orgasmo que quizás había esperado todo el día, o al menos desde aquel episodio en su oficina y, cuando empezó a sentir aquellas contracciones pre-orgásmicas, se aferró todavía más a la cabeza de Lena y se corrió, con un grito de esfuerzo por no flexionar sus rodillas, sino desnucaría a Lena, y por mantenerse de pie, sino terminaría en la alfombra, no sin antes haber pasado por la esquina del mueble del televisor con su frente. Y ese esfuerzo sólo hizo que se corriera más fuerte, pues era como resistirse a lo inevitable, y bastaron tres gritos en total para exorcizarla, tres gritos de simple y detallado placer. Lena se escabulló de regreso a la cama, por completo quiero decir, y Yulia se tumbó a su lado.



- Sobra decir que estuvo…¡Uf!- sonrió Lena, volviéndose sobre su costado para ver a Yulia, quien estaba sobre su espalda, todavía un poco agitada por el orgasmo.



- ¡Uf!- repitió con una risa. - ¿Sueño?



- En lo absoluto, ¿y tú?



- Tampoco- Yulia pasó su brazo por el hombro de Lena, recostándola sobre su pecho, cayendo con su mano sobre su abdomen.



- ¿Segunda ronda?- suspiró, viéndola a los ojos. Y ambas sacudieron la cabeza, seguidas por un ataque de risa. - ¿Me ayudas con mi rompecabezas?



- No puedo, yo ya sé qué es, ¿recuerdas?- sonrió, dándole un beso en su frente. – Pero…podríamos mudar el rompecabezas a la mesa de la otra habitación y nos hacemos compañía…



- ¿Qué vas a hacer? ¿Trabajar en lo del Plaza?- Yulia sacudió la cabeza. – Vas a leer



- No, quizás pueda contribuirte con un poco de piano



- ¿Tienes ganas de tocar piano?- Lena se asombró, irguiéndose un poco con su espalda mientras Yulia asentía. - Está bien, mudaré el rompecabezas a la mesa…¿segura que va a caber?



- Esa mesa es de dos por dos, el rompecabezas mide uno por uno cincuenta



- ¡Eso! Al menos ya tengo dimensiones- rió Lena.



- Hey, eso no es justo!



- No, se llama astucia- rió Lena, sacándole la lengua y poniéndose de pie. – Vamos, tomemos algo de ropa y vamos a lavarnos las manos.



- Acuérdame de poner cortinas en esa habitación- dijo Yulia, poniéndose de pie para unirse a Lena en el baño para lavarse las manos y quizás los dientes no, pues le darían muerte a aquella botella de Pomerol y quizás a otra. Lena se metió en una camiseta desmangada negra y en los primeros panties que encontrara, encima, una simple bata blanca que era más bien un cobertor, pues de calentar nada. Yulia, por el contrario, simplemente se colocó su Carine Gilson de seda, una bata de color violeta oscuro.



- Ponte algo abajo también



- ¿Por qué?- Yulia se encogió de hombros.



- Porque no creo que quieras que tu trasero roce el cuero del banquillo de tu Steinway- rió Lena.



- Después de todo, es mi culo, Lena- rió Yulia, pero le hizo caso mientras Lena se encargaba de mudar lo que ya llevaba armado del rompecabezas con la ayuda de Yulia.



Lena siguió con su rompecabezas, que apenas y seguía intentando armar los bordes, pues era lógico que era el primer paso, y era lo que temía, que todos los bordes fueran negros, en realidad había muy pocas piezas blancas, lo que se le dificultaba, pues al menos el noventa por ciento de las piezas eran negras. Yulia llevó la botella de Pomerol y dos copas, distintas a las que había lavado unos minutos antes, pues apenas eran las diez y diez. Y, cada una con su copa, se sentó a lo que se debía sentar, Yulia a deleitar a Lena con todo tipo de música, algunas divertidas, sacadas de películas para niños, algunas las cantaba completas, otras sólo algunas partes, pero divertía a Lena, y realmente a Lena se le hacía menos difícil armar aquella misión imposible, desde Disney hasta Mariah Carey, desde Chopin hasta Seu Jorge, desde Snow Patrol hasta Laura Pausini.



- ¿Esperamos a alguien?- dijo Lena ante el toque del timbre del apartamento.



- No que yo sepa- se encogió Yulia de brazos.



- Iré a ver, sigue tocando- sonrió Lena, levantándose y caminando, descalza, hasta la puerta. – Mrs. Davis, buenas noches- sonrió extrañada Lena.



- Disculpa que te moleste tan tarde, ¿estabas dormida?- preguntó, con una sonrisa como nunca antes con Lena.



- No, no, ¿quiere pasar?- dijo por cortesía.



- Sí, gracias



- ¿Quisiera algo de tomar? ¿Vino, agua, cerveza, jugo de algo?



- ¿Vino tinto?- murmuró, viendo a su alrededor, notando la peculiaridad de apartamento, la vez que había metido a Lena no se había podido detener a evaluar la calidad de vida de Yulia.



- Pomerol del ochenta y seis



- Está bien, muchas gracias- sonrió.



- Por favor, siéntese si quiere



- ¿Qué música escuchas?- preguntó, escuchando el sonido de una simple tecla que era presionada cuatro veces, luego otra cuatro veces, luego otra tres, y luego estallando en una melodía que pretendía ser de amor, cuando en realidad, la canción original, era rap, pero sonaba hermoso.



- ¿El piano?- murmuró, Mrs. Davis asintió. – Es Yulia tocando



- No sabía que tocara piano- y escuchó el piano cesar.



- Sí- murmuró, sintiendo la incomodidad de la visita, ¿qué hacía allí de todas maneras?



- ¿Mrs. Davis?- emergió Yulia.



- ¡Yulia!- se puso de pie, saludándola efusivamente con un beso en la mejilla.



- ¿Está todo bien?- preguntó, levantando sus manos para poner la copa de Lena y la suya en la barra del desayunador.



- No creerás lo que me pasó- rió. – Estaba arriba cuando se me ocurrió bajar a traer mi correspondencia y no traje la llave del Penthouse, mucho menos la llave del elevador para que me lleve hasta el Penthouse, pero ya le dije a Sergei y me dijo que vienen en camino



- No se preocupe, Mrs. Davis, quédese el tiempo que sea necesario- sonrió Yulia, viendo que Lena le alcanzaba una copa de Pomerol a Mrs. Davis.



- Gracias…- murmuró.



- Elena, me llamo Elena- dijo, para terminar con la incertidumbre de su nombre.



- ¡Ah!- gimió graciosamente Mrs. Davis. – Tú eres Elena Katina entonces- sonrió, materializando una revista de la nada. – Esto estaba en mi correspondencia, seguro se equivocaron al depositarlo en el casillero- sonrió de nuevo, alcanzándosela.



- Gracias, Mrs. Davis- sonrió Lena, viendo que era la edición mensual de “Interior Design and Digital Innovations”, con una nota de renovación de suscripción semestral que al mismo tiempo era una felicitación de cumpleaños, personalizada diría Lena, pues tenía una “K” en grande, que asumió que era por “Katina”, pues no creía que se tomaran el tiempo de escribir “Elena Katina” en la tarjeta, bonito detalle, pero no renovaría la suscripción, pues ya no había mucha novedad en dicha revista.



- Gail Davis, por favor- dijo, revelando no sólo su nombre por primera vez, sino también su procedencia y ascendencia; una total eminencia, todo mientras Lena arrancaba la nota de la suscripción y le dibujaba a Yulia con los labios “marcador de libros improvisado”, y Yulia sonrió.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 15, 2014 10:17 pm

Era jueves, lo que significaba que dos días para la boda Civil, uno para la supuesta despedida de soltera de Natasha, quien estaba estresada, tanto que había decidido tomar un voto de silencio hasta las once de la mañana del viernes, día en el que sería el brunch, la misma mujer que ese día en la mañana le había llamado a Yulia para hacerle saber de su crisis existencial de tipo de: ¿Y qué pasa si todo sale mal? ¿Qué de todo puede salir mal? ¿Y si en vez del Donna Karan me compro el Versace azul? ¿Crees que se me vería mejor? ¿Debería llamar a ‘mini-me’ para asegurarme que todos los invitados tienen reservaciones en los Hamptons? ¿El florista? ¿Cómo controlaré la marea? Esa crisis de nervios que a Yulia ya la tenía un tanto desesperada, al punto de decirle a Natasha que no se preocupara, que su “mini-me”, o sea la encargada del evento, que tenía la suficiente experiencia para multiplicarse una vez por cada invitado; doscientas treinta y seis veces, que todo lo tenía jodidamente bajo control. Habían ido, sin Lena, por cuestiones de trabajo, a William Fioravanti, a que Phillip se midiera por última vez sus dos atuendos, el que usaría en cada Boda. El de la boda Civil era azul marino; pantalón y chaqueta, un poco ajustado de la pierna, camisa hecha a la medida igual que todo lo demás, blanca a rayas rosadas pálidas y muy finas y corbata que habían logrado hacer con la ayuda de la mafiosa de Yulia, que le había pedido a Donna que le diera lo que había sobrado de cuando había ajustado el vestido de Natasha, de los tobillos a la rodilla, haciendo así la corbata que complementaría el vestido, otra razón para no cambiar el vestido de Natasha.



- Me has dejado sin palabras, Felipe- suspiró Yulia al ver que Phillip se deslizaba en su saco de solapa redonda y terminaba por darle los últimos ajustes al corbatín blanco.



- Pues, imagíname recién bañado, bien peinado y sonriendo por Natasha- rió, arreglándose las mangas. – El vestido…- murmuró.



- No te preocupes- le guiñó el ojo, acercándose a él y repasando las solapas de su saco, y los botones de su chaleco. – Bonito detalle que lo hagas en blanco- sonrió, dándole unas palmadas cariñosas en el pecho.



- Sólo me faltan las mancuernillas



- Tampoco te preocupes por eso, están muy bien



- Yulia… ¿puedo preguntarte algo?



- ¿De negocios, de Lena, de Natasha?



- No estoy seguro



- Pues, adelante



- ¿Ya compraste el anillo de Lena?- cerró sus ojos, esperando un golpe por entrometido.



- No, todavía no, tengo problemas para encontrarlo



- ¿Por qué?- se quitó su chaqueta con ayuda para que se la guardaran en la funda.



- Porque…- se quedó pensativa un segundo mientras veía a Phillip quitarse la camisa y el pantalón para luego meterse en su ropa de trabajo. – Porque es un poco difícil…no puedo darle uno como el que tú le diste a Natasha



- La primera vez que se lo pedí, le di una banda, no tenía ningún diamante enorme como el de ahora…y no creo que me pusiera en espera porque el anillo estaba mal



- No es por eso



- O sea, es porque no puedes darle un anillo como el que le acabo de dar a Natasha, sino le lloverán preguntas, de quien sea, sobre “¿Quién es el novio?”, más en la oficina, ¿o me equivoco?


- Si, es por eso…



- Y seguramente quieres el anillo perfecto, así como yo lo quería- Yulia asintió. – Y estás indecisa porque Lena no usa anillos, ¿verdad?- volvió a asentir. – ¿A ti te gustan los anillos?



- No, en realidad sólo uso el de mi mamá por el valor sentimental, a la larga te acostumbras, supongo



- He ahí la respuesta, quizás a Lena no le gusten así como a ti, pero el valor sentimental te hace querer usarlo…y ya, demasiado sentimentalismo



- Tienes razón…- volvió a ver su reloj, casi las seis de la tarde.



- A la vuelta de la esquina está Winston y Tiffany- sugirió, metiéndose la camisa dentro del pantalón.



- Está bien, pero sólo vamos a ver



- Sí, sólo a ver.



Y el “sólo a ver” se convirtió en una llamada al banco para autorizar una compra en Tiffany, la compra inmediata de una anillo de platino, con un diamante amarillo de dos punto treinta y un quilates, adornado con diamantes blancos y redondos que le daban tal parecido que no era un anillo de compromiso. Phillip y Yulia se despidieron, de beso y abrazo, Yulia considerando un rompecabezas ya casi terminado, pero a quién intentaba engañar, si Lena apenas y llevaba los contornos y los iba rellenando lentamente hacia adentro, hacia el centro, pero Yulia ya iba contenta, pues, además, sabía que si Lena aceptaba, ese anillo pasaría a colgarle del cuello de una cadena que, cuando Phillip se había subido al Taxi para regresar al Financial District, en donde ya había empezado a empacar sus cosas para mandarlas a su nuevo apartamento, Yulia había comprado en Tiffany también pero luego de eso; nada muy osado y que escondería delicadamente en la caja fuerte, cosa que Lena no tenía idea que existía en ese apartamento, pequeño detalle que a Yulia se le había olvidado mencionar. No era como que mantuviera tres lingotes de oro y múltiples pasaportes por ser agente de la CIA, no, Yulia no compraba oro, y todos sus documentos legales, que todo tenía tres copias, estaban en poder de su mamá en Roma, otra copia la mantenía Romeo, el papá de Natasha, y, la última copia, en una caja de depósito en el CitiBank. Yulia subió al apartamento y, corroborando antes que Lena no estuviera, se dirigió a la habitación del piano y, quitando su colección de Harry Potter, presionó un panel que se deslizó, con su ayuda, hacia arriba, justo para que colocara su pulgar y digitara el código: 4-7-3-2-4-9 y, sonriéndole a la caja por un par de segundos, la colocó entre sus pasaportes y los paquetes a los que llamaba “Plan B”, lo suficiente para “por cualquier cosa”.



- Hola- emergió Lena en la habitación mientras Yulia terminaba de cerrar la caja fuerte.



- Hola, mi amor- le sonrió poniendo las palmas de sus manos en el panel y lo deslizó hacia abajo. - ¿Todo bien con la reunión?



- Si, todo bien…no sabía que tuvieras una caja fuerte aquí



- ¿Necesitas guardar algo?- y casi se pega por haber expuesto a la caja de Tiffany.



- No…Yulia…



- Dime- murmuró, colocando de nuevo los siete libros de Harry Potter en su lugar.



- Llamaron del banco a tu oficina…



- Sí, ya hablé con ellos- sonrió, notando a Lena dejarse caer en el sofá e inclinándose hacia su rompecabezas.



- ¿Qué compraste?- rió, dejando caer sus YSL sobre el suelo de madera.



- El regalo para Phillip- improvisó, pues realmente eso lo tenía desde hace mucho.



- ¿Cuánto te debo?



- Lo arreglaremos luego, lo prometo- sonrió, tomando su cabello y fijándolo en un moño con una banda elástica negra. - ¿Pedimos Thai?- Lena asintió. - ¿Lo pides tú?



- Sólo si me dejas pagar



- Pide para Natasha también, no tarda en venir- suspiró, viéndole la mano izquierda a Lena, su dedo anular que estaría adornado por aquel reluciente diamante, mientras llamaba a aquel restaurante de comida rápida thai.



Yulia se dirigió a su clóset, desvistiéndose en el camino, que no era muy largo, sacándose la camisa así como se sacudía el estrés, más porque al día siguiente no iría a trabajar, y sólo mandarían a alguien para que firmara unos papeles, papeles con fecha del diez de junio, que no era delito, pero era hacerlo rápido. Lena había pedido tres órdenes de Red Curry Beef, una de Stir-fried Ginger Pork, y tres órdenes de steamed rice, nada fuera de lo común, lo que siempre comían, más fuera de la caja, que nunca se explicaban cómo no se salía la salsa de cada cartón. Se quedó pensando en lo de la caja fuerte, imaginándose una glock diecisiete, dos repuestos, los lingotes de oro, más después de ver sus movimientos financieros, probablemente el Rolex que le había visto en una fotografía, la llave de otra caja fuerte escondida, y no, demasiada imaginación, que le causó una risa boba que hasta la llevó a las lágrimas. “¿Un regalo de Tiffany para Phillip? ¿Por qué no sólo me dice que no pudo resistirse y se compró algo tan caro como para que el banco llamara para corroborar el cobro?”.



- Hola, familia- llamó Natasha al entrar al apartamento, halando el carro de Lobby hacia el interior del apartamento con ayuda de Hugh.



- Pasa adelante- gritó Yulia desde el clóset mientras Lena salía a su recibimiento.



- Hola, amor- sonrió, dándole un beso a Natasha en cada mejilla.



- Te ves mal, Len- rió Natasha, señalándole a Hugh dónde colocar las cosas en la habitación de huéspedes.



- Ni me lo digas, día abrumador- suspiró, sintiendo los brazos de Yulia abrazarla por la cintura.



- Bombardeo de información- interrumpió Yulia, viendo a Hugh armar un perchero especial para los vestidos de la novia.



- ¿Recogiste el anillo en Tiffany?- preguntó Natasha, sabiendo justamente qué hacer y qué decir ante el chisme de Phillip.



- ¿El anillo de quién?- preguntó Lena al sentir que Yulia asentía sobre su hombro.



- El de Phillip- rió Natasha. - ¿El de quién más?



- No sé- se encogió de hombros Lena, pensando en lo raro que eso le parecía. – Creí que el anillo era Winston



- El mío sí, el de Phillip es hecho a la medida y a su gusto en Tiffany, son los únicos que ofrecen ese servicio, con sanación y brillo sin costo adicional



- Quién te entiende- rió Yulia. – Pagas ocho mil dólares por el anillo de Phillip pero te rehúsas a pagar mil más por la sanación y brillo



- Espera- interrumpió Lena. - ¿Llamaron del banco por ocho mil dólares?



- Llaman por arriba de cinco mil si tú no notificas antes- sonrió Yulia, dándose cuenta de lo incómodo que aquello debió haber sido para Hugh, quien escuchaba esas exuberantes cantidades de dinero como si fueran de una cifra, como si se tratara de una Big Mac.



- En mi defensa, diré que ocho mil fue el último pago, que luego te lo repondré- sonrió Natasha ante el gesto de Yulia de “no te preocupes, sólo deja la conversación que me incomoda”. – Hugh, usted es un pan de Dios, gracias- se volvió hacia Hugh, alcanzándole un billete. – Llévele algo de comer a la familia y lo veo mañana a las diez y media- y se le lanzó en un abrazo que rompía toda barrera entre empleado y empleador. – Buenas noches- sonrió mientras aquel hombre salía por la puerta.



- Buenas noches, Miss Roberts. Recuerde que estoy cerca, si necesita algo, no dude en llamarme, por favor- sonrió aquel hombre, siempre en traje formal, de camisa blanca y corbata negra, pero sin quepis.



- ¡Argh!- gruñó Natasha al cerrar la puerta del apartamento. – I’m gonna fuck his brains out! (Me voy a joder su cerebro!)- gruñó de nuevo.



- ¿A quién? ¿A Hugh?- rió Lena, sabiendo que era lo que la lógica indicaba en ese momento.



- A Phillip, por supuesto- murmuró entre una sonrisa mientras se aflojaba el moño y dejaba que su liso y suave cabello cayera sobre sus hombros. – Bueno, hago la noticia pública- dijo, llamando la atención mientras se quitaba sus zapatillas Blahnik de patrón de leopardo. – Peso ciento trece libras, tres libras menos de lo que tendría que pesar, y una pulgada menos de lo que debería tener…



- ¿Esa dieta de silencio, té de apio y pepino y sandía te ha dado resultados?- rió Yulia, dirigiéndose a la cocina para sacar un vaso alto y ponerle hielo hasta la mitad del vaso.



- Eso y mi entrenador personal que me hace sudar dos horas diarias, cinco días a la semana



- ¿Qué clase de crueldad te hace?- Yulia sacó una botella de Grey Goose del congelador y una botella de Pellegrino.



- Me hace sudar en cinco minutos- murmuró. – Sírvenos a Len y a mí, no seas egoísta



- Eres una dramática, Nate…no creo que sudes tan rápido- dijo Yulia, alcanzando dos vasos más y llenándolos de hielo.



- Ven conmigo mañana a las cuatro de la mañana y desearás no haber nacido



- Suena a apuesta- sonrió Lena, jugando con aquellas hebras delicadas en el ego de Yulia.



- Te partiré el culo- rió Yulia. – No sabes de lo que soy capaz



- A la que le pese más la ropa entonces



Y así se cerró la apuesta, Natasha segura de que Yulia no aguantaría ni quince minutos antes de pedir el primer descanso para tomarse el primer litro de agua, Yulia segura que le patearía el trasero a su mejor amiga, así como en aquellos viejos tiempos de Esgrima, que Natasha le ganaba una de cada diez peleas, todo porque Yulia era más ágil, por lo mismo de ser más delgada, pero era más estable sobre sus piernas por cómo se colocaba de pie. Pero tal vez las dos tendrían razón y sus egos, que eran quizás del mismo tamaño, se inflarían o se desinflarían en un cincuenta por ciento. La noche fue divertida, pues, ¿con Vodka quién no se divertía? Y después de aquella comida, que la comieron directamente de las cajas, dos botellas de Grey Goose después, y una tercera mientras veían la peor de las películas de Batman, “Batman & Robin”, de la cual se mofaban con descaro, sobre el Batman homosexualizado que había intentado interpretar George Clooney, un fiasco artístico, y Uma Thurman, otro fiasco, por aparte, pero en conjunto, cuando lo único bueno de la película era George Clooney y Chris O’Donnell, para Natasha, y Alicia Silverstone para Yulia y Lena, quienes admitían que aquella rubia estaba en su apogeo estético en pleno mil novecientos noventa y siete, pero en sí, la película, era un desastre. Lena, todavía en su ropa de trabajo, sólo con su vestido amarillo brillante Michael Kors, se había quedado dormida al lado de Yulia mientras veían aquella aburrida y horrible película, o al menos eso parecía, pues estaba intentando dormir, se esforzaba tanto que, cuando ya estaba por caer, se le escapaba de las manos.



- Bellano se fue- suspiró Yulia hundiendo sus dedos entre el cabello de Natasha, quien posaba su cabeza sobre su regazo mientras Yulia permanecía sentada.



- Yo también- murmuró Natasha, odiando la escena de cuando Uma Thurman emerge del suelo.



- No, digo, renunció



- Yo también, renuncié ahora- se irguió, pues sabía que era la plática que Yulia y ella debían tener.



- ¿Qué? ¿Por qué?



- ¿Te acuerdas en el proyecto en el que estaba trabajando?- Yulia asintió con cierto aire de duda, pues Natasha nunca le había explicado realmente en lo que consistía dicho proyecto. – Creo que apunté demasiado alto con ese proyecto…intentaba optimizar las horas de trabajo, en efectividad y en calidad, al, según yo, lograr un balance entre la vida cotidiana y la vida laboral, cosas de respetar, dentro de lo que cabía, las dos vidas que cada persona civil tiene en esta ciudad- Yulia emitió su típico “mjm”, que significaba atención al cien por ciento. – Y era básicamente de tratar los temas del “Burn-Out”, para prevenir la inefectividad, y del “Bored-Out”, para prevenir el decaimiento de calidad…y suena como lo más cliché de Recursos Humanos, que se da por sentado que eso hacemos, pero no sé por qué todo fue raro desde el principio



- ¿Por qué? Digo, nunca me dijiste que hubieras tenido problemas



- Mandaron a una consultora para que me ayudara con el proyecto, ella se enfocaba en diversidad e inclusión y yo en ergonomización e implementación, y para eso nos dieron suficiente dinero y suficientes recursos, todo para hacer desde una simple charla operativa hasta un taller o un seminario, haciéndolo de tal manera que pudieran vender el servicio a través de Lifetime, porque tú sabes que todo tiene que ver con dinero, hasta pensaban en patentar el programa



- Hasta ahora suena “maravilloso”, Nate… pero, ¿qué fue exactamente lo que salió mal?



- Ayer por la mañana tuvimos la presentación, estábamos los productores ejecutivos, los representantes y asesores legales, los creadores y el equipo de administración financiera…y yo iba preparada para aventarles la bomba desde el punto de vista del “por qué” y del “porque”, en lo que beneficiaría al equipo, al programa y a Lifetime, pero llegamos y dicen que quieren que Kristin, la consultora, dé la presentación, para que sea más ajena y neutral al programa



- Oh…déjame adivinar, ¿te lo llevó abajo?- murmuró, tomándola de la mano.



- Habló cuarenta y cinco minutos sobre el proyecto, ella solo dijo m*****s, cantidades extremas de **** fue lo que habló, tanta **** que al final creo que ni ella se entendió y no logró que los ahí presentes no sólo no entendieran, sino que no comprendieran el proyecto…y, lo peor de todo, es que yo creo que ni se dio cuenta que lo estaba explicando como…demasiado esotéricamente- suspiró, intentando no enojarse de nuevo. – Al final de la presentación, como no habían entendido, casi que sólo hicieron las preguntas que se hacen por educación, pero no dieron ningún input, mucho menos un feedback, sólo se fueron…y, bueno, como eso fue al final del día, me fui a meter a la cama en la inmensa frustración y puse mi teléfono en silencio, para que, cuando me despertara, tuviera cincuenta y nueve e-mails de críticas hardcore y feedback que gritaban “su proyecto es una **** insalvable”, el representante de fondos administrativos para optimizaciones me dijo, literalmente, que estaba decepcionado



- Nate, lo siento mucho, de verdad- Yulia realmente podía sentir su frustración en la forma en cómo hablaba, era como si una niña de diez años se estuviera excusando de algo que no había hecho pero aún así había tomado la culpa. – Pero no es motivo suficiente para que renuncies



- Espera, que no termina aquí, ahora fue un día muy largo…- se aclaró la garganta suavemente para no despertar a una ya casi dormida Lena. – A la consultora se la comieron viva- sonrió, pues era lo único que la hacía sentir mejor, que sabía que estaba mal, pero no podía negarlo. – Aquí se viene lo peor, dos puntos: para la noche, el CFO y CEO de Lifetime ya sabían que la presentación había estado mal, y que era “lo mismo de siempre pero más caro”, pues nadie tuvo la decencia, de los de administración, de decirme que Lifetime nos estaba auspiciando con veinticinco mil dólares para sacar adelante el proyecto, luego, llego a la oficina, con piernas hechas una gelatina, y me encerraron en la oficina con el CFO y CEO no sólo de Project, sino del canal también, y estuvimos reunidos desde las siete y media hasta las dos de la tarde, y realmente despidieron a la consultora



- ¿Cómo se van a meter los jefes del canal y del programa de una vez?- preguntó Yulia, sabiendo que había algo ahí que no encajaba del todo.



- Es graciosa tu pregunta… resulta que los e-mails que me mandaban los de Lifetime iban con copia escondida a los de Project y viceversa- rió, como si realmente fuera gracioso, porque no lo era, y le enojaba. – Y como esos proyectos son concebidos con apellido, quedamos “Roberts & Gage” como esotéricas, por culpa de la consultora



- Pero la despidieron a ella, no a ti, Nate…no puedes dejar que un momento de ira te haga hacer cosas así de extremas- intentó darle terapia, pero no podía.



- Invertí cuatro meses de mi vida en ese proyecto, para que en cuarenta y cinco minutos, en una presentación esotérica, haya sido tachada como una ****…y ahora mi imagen en Recursos Humanos es débil, perdí credibilidad y autoridad porque el proyecto quedará ahí, como muchos otros de otras áreas, no le darán seguimiento sin realmente saber de qué se trata, dime, Yul, ¿cómo se puede acabar lo que les doy en cuarenta y cinco minutos que ni siquiera los pregoné yo? ¿Por qué cuando todo está bien, todo es elogios y adoraciones y aplausos y cuando una cosita no sale bien, me odian?- sus ojos se aguaron de frustración, de real frustración y desmoralización.



- Eso suele suceder cuando todo lo haces bien, cada vez esperan más de ti y tú simplemente llenas su expectativas cada vez más, cada vez más alocadas, y llega un momento en el que esperan un milagro, y tú no eres Dios…es como en el futbol, Nate, la Roma lleva invicto, ganando por tres goles sobre sus contrincantes, pierde contra la Juve, el mejor equipo de la Serie A, y hay unos “fanáticos fieles” que odian al equipo, al entrenador, al árbitro…y hay otros, Nate, que lloran pero que siguen siendo fieles y siguen apoyando- murmuró, con aquel tono comprensivo maternal que sólo sabía sacar cuando había alguien cercano en angustia, miseria, desgracia, pena y/o dolor. - ¿Qué tipo de fanático eres tú? ¿El que da la espalda o el que se mantiene?



- Amo lo que hago, podría hacerlo de por vida, me parece más interesante que correr un perfil o analizar comportamientos, eso es mi hobby, no mi profesión…pero no quiero estar rodeada de gente así, gente que no cree en mí, que cuando rogué por una audiencia, porque así le llaman, todos se negaron…es como si hubieran estado esperando este error para quitarme del camino



- Error tuyo o no, un error es algo de lo que puedes aprender, y si el argumento de tu renuncia yace en que no quieres gente así alrededor tuyo, te lo valgo, pero si es por baja autoestima laboral, no, ¿qué es?- sonrió, trayendo a Natasha con sus brazos para abrazarla contra su pecho, para consolarla.



- Ambas cosas, gente así no me hace sentir bien, porque tú sabes que no me van a “perdonar”



- Pues, como mi socia, y ahora casi recién casada y que no huirás de luna de miel hasta agosto, sabes que puedes venir al Estudio cuando quieras, más ahora que comenzaré a reacomodar “Bloom”- sonrió, volviendo a acariciar su cabeza con sus dedos entre su cabello.



- Creo que te tomaré la palabra a partir del lunes- sonrió, olvidando el trago amargo de su renuncia.



- ¿Phillip ya lo sabe?



- Si, lo llamé al salir, después meter mis cosas en la típica caja de las películas, ¿sabes que esas cajas si existen?- rió, viendo que Batman y sus secuaces ya estaban en la cúpula rara con Mr. Freeze, o sea, Arnold Schwarzenegger.



- Lo sé, amor…lo sé…oye, quiero enseñarte algo- susurró, poniéndose de pie y alcanzándole la mano. Natasha le tomó la mano y la siguió hasta la habitación del piano, en donde Yulia volvió a quitar los libros y volvió a abrir la caja fuerte. – Sé honesta- susurró, alcanzando la caja celeste, abriéndola para luego volcarla sobre la palma de su mano y revelar una cajita de gamuza negra.



- ¿Es lo que creo que es?- susurró Natasha de regreso, tomando la cajita entre sus manos. Yulia se encogió de hombros y Natasha, sin quitarle la mirada a la de Yulia, abrió la cajita y volvió a ver hacia el interior. – Mierda- exhaló pausadamente, tomando el borde inferior de su camiseta con sus dedos pulgar e índice derechos y tomó el anillo, para no ensuciarlo, pues estaba recién pulido y brillaba con grandeza, tanto la banda de platino como los diamantes transparentes, pero no superaban al diamante amarillo, que era un tanto conocido ya, pero seguía siendo especial. – Qué bueno que el Grey Goose no es tan mortal, porque con Absolut no me acordaría para mañana…- sonrió, volviéndolo a enterrar entre las almohadillas que lo sostenían con tanta paciencia. – Está perfecto- murmuró, escuchando el sonido seco del cierre de los bordes de gamuza mientras sus ojos se aguaban de nuevo.



- ¿Por qué lloras?- murmuró Yulia, encajando la cajita celesta en la negra para guardarla.



- Estoy emocionada, por ti, por Lena, por mí, por Phillip…estoy emocionada nada más- sonrió, batallando inhalatoriamente con su congestión nasal.



- Oh- se conmovió la Arquitecta. – Ven, vamos a dormir, que mañana te patearé el trasero- rió, cerrando la caja fuerte.



- Te despertaré a las tres y media- sonrió Natasha, limpiándose sus emocionales lágrimas, dándose cuenta que ya las dosis de progesterona habían decidido subir y quedarse en ese nivel.



- ¿No pensarás dormir sola, o si?- murmuró, abrazándola fuertemente sobre su hombro, con una sonrisa por la aprobación.



Y no, Yulia no dejó que Natasha durmiera sola, pero ella tampoco dormiría sin Lena, por lo que terminaron las tres en la cama de Yulia, ella al centro por supuesto, abrazando a una ya muerta Lena, abrazándola sobre su vestido de encaje, inhalando aquella fragancia que sólo a ella le podía quedar bien, más cuando dejaba su cuello al descubierto, como aquella noche, pues se había dormido con su moño muy bien hecho, improvisado pero con estilo, que Yulia no quiso deshacer por no despertarla. Fue la noche, desde hacía una semana, que Natasha logró dormir bien, sin despertarse entre la ansiedad de la Boda, de las Bodas, sin la ansiedad que la hacía llorar descontroladamente, sintió protección y calor, que no había sentido desde que había dejado de dormir con Phillip para los días de su sangrienta incapacidad mensual, parte por la incapacidad femenina y parte por el estrés del ahora fallido proyecto. Quizás, después de todo, renunciar había sido lo mejor, acercarse a Yulia nuevamente porque Yulia, a diferencia de Natasha, era prácticamente dueña de su trabajo, era literalmente dueña del Estudio y podía hacer lo que se le antojaba, además, era socia de Yulia, que no tenía ningún valor más que en papel, pues financieramente no lo era, y nadie iba a saber, sólo Phillip y Lena. Quizás podía aprender algo de lo que Yulia hacía, algo más, porque ya había aprendido del proceso cuando Yulia ambientó su apartamento de Kips Bay, apartamento que estaba ya vacío y pintado de blanco, listo para que Romeo, su papá, lo volviera a rentar, así como antes de que Natasha viviera ahí. Lena, por el otro lado, se había empezado a obsesionar con el rompecabezas, hasta soñaba una estrategia para armarlo más rápido, pues todavía sólo veía negro en él, y apenas había podido rellenar las esquinas, con Yulia que se rehusaba a ayudarle, y con injusta razón que Lena no entendía, hasta soñó con el enojo fugaz que tuvo al ver que Yulia había enmarcado el afiche de Uncle Sam y lo había colgado en el pasillo, sacando de coherencia toda la decoración del apartamento.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Oct 18, 2014 12:59 am

Aqui mas continuación





- ¿De verdad crees que con tus zapatitos Stella McCartney vas a poder hacer algo?- bromeó Natasha mientras se colocaba sus Asics GEL-Sustain con sus pies descalzos y Yulia enfundaba sus perfectos pedicurados pies en unos calcetines negros al tobillo para luego meterse en sus siempre amarradas zapatillas Adidas.



- Con lo que aquí lugar de tortura parece, igual te patearé el trasero- rió, sacando dos botellas con agua, y abrió una para verterle potasio saborizado, porque sabía que lo necesitaría en aquel lugar que parecía cámara de tortura de la Segunda Guerra Mundial.



- Miss Roberts- se acercó Henri, el francés que estaba al mando de aquella sala de tortura. – Veo que trae compañía- guiñó su ojo a Yulia, viéndole las manos para ver si era casada y no, no lo era. – Mucho gusto, Henri Martin, el entrenador- le alcanzó la mano.



- Yulia- sonrió, tomándole la mano, que hizo lo que más detestaba, pues se la besó en vez de estrechársela; odiaba la saliva ajena, la que no fuera de Lena o Natasha, a veces la de Phillip no le importaba.



- A memorizar, Señoritas- sonrió entre sus cejas depiladas y su no-natural rubia cabellera. – Cien abdominales al aire, cien ganchos, cien sentadillas frontales, cien laterales, veinticinco patadas izquierdas, veinticinco derechas, veinticinco upper-cuts izquierdos y veinticinco derechos, media hora de trote y diez minutos corriendo en la banda sin fin, cinco minutos en la máquina de remo en nivel tres y, por último, cien pechadas, ¿entendido?- Yulia no entendió de abdominales al aire y de ganchos, del resto sí, ya le era familiar. Natasha asintió.



- La que termine de último, ¿qué pierde?- murmuró Yulia, viendo las abdominales al aire que Garçon, perdón, Henri, demostraba para otra mujer.



- Créeme, baby, lo único que vas a desear es vomitar o resignarte, no ha habido ni una vez en el mes que tengo de venir que haya logrado terminar el circuito- sonrió, recogiendo su cabello en un moño tenso mientras veía a Yulia ponerse los guantes que había comprado en la tienda local.



- Ahora verás cómo lo termino, amor- y le lanzó un beso al aire, un beso cínico y juguetón mientras tomaba dos pesas de diez libras en cada mano.



Ambas tenían una estrategia distinta, Natasha haría veinticinco de cada ejercicio, dejando por último el remo y la banda sin fin, claro, las pechadas iban, por ley de Henri, por último, Lena no, haría los cien de cada uno. Y empezaron, para que, quince minutos después, Yulia ya estaba por la mitad de las cien sentadillas laterales habiendo hecho las frontales, y Natasha apenas estuviera en la bolsa de boxeo, ambas sudando de igual forma, Yulia todavía no jadeando, Natasha sí, pero a Yulia ya le dolían los brazos, pero nunca cedería, ni por orgullo ni por competitividad. Yulia se movió a la bolsa de boxeo luego de haberse tomado la cuarta parte de agua y la cuarta parte de solución de Potasio, siendo impulsada por su música para hacer ejercicio, lista musical que casi nunca utilizaba, y nada mejor que “Rattle” de Bingo Players para llenarla de más adrenalina. Natasha ya iba por la mitad de todo. Cuarenta y cinco minutos desde el comienzo y las gotas de sudor corrían por la frente de Yulia al ir por la veinteava abdominal sobre el aire, que sólo se impulsaba con sus pies, detenidos en una armazón de esponja y metal, y que tenía que, al bajar, tocar el suelo con sus manos, haciendo un arco total. Natasha terminaba las sentadillas. Yulia pasaba a los ganchos, que no eran nada más que una barra a dos metros y diez centímetros sobre la superficie, a colgarse de ella y a impulsarse para que los pies, simultáneamente, subieran a la altura de la barra. Natasha un breve descanso y una barra de granola, medio litro de agua y de regreso a terminar las abdominales, mientras Yulia ya se movía a la máquina de remo.



- Por el c*** de Atenea- jadeó Natasha al llegar a la máquina de remo que estaba al lado de la de Yulia. – Estoy muerta ya



- No me diga nada que quiero llorar- rió, impulsándose con sus brazos y sus piernas, viendo su cronómetro para darse cuenta que le faltaban dos minutos todavía.



- Ríndete ya- rió Natasha notando que Yulia si se cansaba, que era mortal, y se ahogó en una risa personal.



- Nunca…- jadeó, inhalando su congestión nasal, deteniendo la máquina para limpiar su rostro con la manga de su camisa.



- El orgullo nos va a matar



- ¿Qué perderemos?- preguntó Yulia, escuchando que Natasha alcanzaba a escuchar su placer pecaminoso: Nicki Minaj y su “Pound The Alarm”.



- La que pierda paga el masaje- jadeó Natasha, sintiendo sus brazos ya demasiado débiles.



- Hecho



- ****, ¿ahora es el brunch?



- ****…- rió Yulia, sabiendo que eso no iba a ser nada bueno. – Mañana, menos mal que es en TOMS, porque Stilettos ni que me paguen me pondría



- ****, mañana me caso- la histeria de Natasha le dio fuerzas. – Ojalá y ese vestido no me quede flojo



- Joder contigo, que muy gorda primero y luego que muy flaca- suspiró Yulia, haciendo esfuerzo para mantener el cronómetro corriendo pues, de detenerse, el desgraciado se detenía también. – Acuérdame de no rebajar para mi boda



- Tú no tienes que rebajar, siempre pesas lo mismo, así comas un cerdo entero o no, pesas ciento quince, yo tengo que luchar con mi sobrepeso- gruñó, intentando empujar y halar al mismo tiempo para hacer que el cronómetro no se detuviera.



- Sigo siendo talla cuatro, como tú- rió, notando ya sólo veintitrés segundos, que tiró con más ganas.



- Lena entonces, ella es talla dos y nunca engorda



- Lena así es, así es su constitución física, tú eres delgada también, no te quejes- pujó, dándole a los últimos diez segundos de la máquina del demonio, sintiendo sudor correrle por donde nunca antes le había. – Además, Lena tiene una cara muy joven todavía, nosotras ya vamos, con gracia, hacia los treinta físicamente



- Pues, si quieres saber cómo será tu novia en treinta años o más, tienes a Inessa, a tu suegra, que son idénticas- pujó, viendo a Yulia detenerse con una sonrisa y limpiándose el rostro con su camisa, dejando al desnudo su abdomen.



- Oye…eso es cruel- rió entre sus respiraciones cortadas. – No quería imaginarme con mi suegra en la cama



- Ay, Yulia- se detuvo. – Esa es tu culpa…además, quizás los genes paternos le peguen violentamente a medida que envejezca



- Genes paternos…- murmuró para sí misma.



- ¿En qué piensa, Arqui?



-¿Aparte de que esto puede irse al carajo?- dijo, rodeando la sala de la tortura con su dedo. – En que Lena es igual a Inessa, es la copia exacta, claro, más delgada y más joven nada más



- Tiene que tener algo del papá, Yulia, es imposible que sea tan igual…



- Tú misma lo dijiste, Nate, es “idéntica”- rió, poniéndose de pie y agachándose con su espalda, viendo sus piernas bañadas en sudor, para recoger su botella de agua con Potasio, que la bebió hasta el fondo.



- Yo no he visto al papá de Lena- dijo, reanudando su marcha.



- Yo tampoco- interrumpió Yulia la idea de la Psicóloga.



- ¿Ni en una fotografía?



- Ni en una fotografía, Nate, sólo lo ha mencionado un par de veces, pero de fotografías, videos o material audiovisual, cero, niente…bueno, si había una fotografía, cuando busqué su nombre en la página web del PASOK…pero no me acuerdo de su cara, aparte, era una fotografía muy, muy, muy vieja, casi antigua…



- Entonces algo de carácter tiene que tener, ¿no?



- Si de carácter se tratara, te diría estúpidamente que es hija de Volterra entonces- rió Yulia a carcajadas, siendo atacada por una tos inestable.



- Tienes razón, “estúpidamente”- remarcó entre pujidos de esfuerzo extremo.



- A Sergey es como que nunca lo haya visto, y, si no supiera que es hija de él, te juro que encontraría hasta la más mínima semejanza entre Lena y Volterra



- ¿Como cuáles?



- Está bien, no tengo similitudes físicas, y no conozco tanto a Volterra como para hacerle un análisis psicológico, esa eres tú…pero tiene esos ademanes que me exasperan a veces, en Volterra, porque en Lena no



- Si te das cuenta que tu teoría no tiene base ni argumento, y que tu conjetura, la que según tú sostiene paupérrimamente tu teoría, es que tienen los mismos ademanes, ¿verdad?



- Sí, lo sé, por eso no he hecho la declaración…



- Además, Lena te diría si Volterra fuera su papá- Yulia asintió con duda, que terminó en un tambaleo de cabeza de inseguridad total. – Así como te dijo que él no era su tío, sino que era amigo de su mamá… ¿no crees que te hubiera dicho “soy su hija”?- rió, volviendo a ver el cronómetro y alegrándose por los cuarenta y un segundos que faltaban.



- Pero me dijo que Volterra e Inessa habían sido novios, desde el colegio hasta casi por graduarse de la universidad, porque Inessa no terminó la universidad y se casó con Sergey



- Eso no te da la suficiente base para hacer esa suposición, Yul- sonrió, concentrándose en su agitada respiración y en cómo Yulia ya había normalizado la suya.



- Pero cuando se casó con Sergey ya estaba embarazada- sonrió, con aquel “mhm” afroamericano, haciendo un movimiento circular con su cuello y echando su mano hacia atrás.



- Ten cuidado, vas a terminar por decirle “suegro” a Volterra- rió, deteniendo la máquina justo un segundo después de marcar los cinco minutos.



- Pregunta- dijo, alcanzándole la botella de agua a Natasha. – Si yo le voy a proponer a Lena que se case conmigo, ¿debería pedirle permiso a su mamá primero?



- Es una pregunta engañosa, con millones de respuestas más engañosas todavía…- dio un trago que parecieron mil. – Si eres como Phillip, que siempre respetó las reglas que le puse y que buscaba mantener a mis papás contentos, le pedirías permiso…



- ¿Pero?- sonrió, alcanzándole la mano a Natasha para ayudarla a ponerse de pie.



- Pero es el Siglo XXI- pujó, impulsándose con sus pies y tirando del brazo cansado de Yulia para ponerse de pie. – Y tu relación no comenzó precisamente con un cortejo sacado de un libro de Jane Austen, ni siquiera de la época de tus papás, podrías informarle a Inessa en ese caso, o que Lena le endulce la noticia y ya, o simplemente no le dices y se casan en secreto…o le pides permiso- rió, caminando hacia las bandas sin fin, siguiendo a Yulia.



- No puedo casarme en secreto, al menos no tan en secreto…Lena le contaría a Volterra, el Mister puede llegar a ser un dolor en el culo cuando persuade, e Inessa se daría cuenta…es más, yo no sé si decirle a mi mamá de mis planes o no…seguro se muere- suspiró, encendiendo la banda y empezando, con un salto, a trotar suavemente, siendo imitada por Natasha.



- Tu mamá es una persona que me costó descifrarla- rió, viendo el gesto de “¿por qué?” de Yulia. – ¿Segura que quieres saber?



- No te censures, Nathaniel



- Tu mamá viene de buena familia, no hablo sólo de familia adinerada, sino que también de dinero sanamente habido, familia conservadora, fue a un colegio privado y caro, que estoy casi segura que su colegio fue un internado católico ortodoxo, estudió en la Sapienza, como tú, y estudió algo con historia del arte, renacimiento me atrevería a decir, y algo con religión, para que tu abuelo no se asustara, y luego, por no querer trabajar en la empresa de la familia, que me arriesgo a decir que eran viñedos, porque la familia de tu mamá no es de Roma, siguió en la universidad y tuvo que haber estudiado algo como arqueología, porque no creo que en esa época haya existido la carrera de curación…¿voy bien?



- Opus Dei en Florencia, viñedos cerca de San Gimignano y eran de la familia de mi abuela, estudió en la Sapienza porque mis abuelos se fueron de Florencia a Roma porque a mi abuelo lo contrató la Roma, y sí, estudio Historia del Arte, Antropología y Religión y luego Ciencias de la Arqueología y Bellas Artes- jadeó, siguiendo con el trote monótono, sintiendo que los pies le ardían. – Pero ambos fueron grados, no tiene Máster



- Conoció a tu papá por algo de la universidad, pero, lo que no logro encajar es por qué se casó con él si sabía cómo era



- Porque la relación de mis papás nunca existió, fue más bien que mi papá la cortejó a lo Jane Austen, a través de mis abuelos, y fue casi que matrimonio a la fuerza, porque mi papá tenía un futuro prometedor y venía de una buena familia, como que era realmente en un libro de Jane Austen, casi que, al que diera el cerdo más gordo y más grande por mi mamá, a ese le iban a dar permiso de que se casara con ella

Ahora sí encaja en mi teoría, porque pasaron un par de años antes de que tu mamá se embarazara, y se embarazó porque tus abuelos querían nietos, porque tu mamá es hija única, pero tu abuela quería nieta, se embarazó de nuevo, y de nuevo para que tu abuela no se escandalizara al pedirle el divorcio a tu papá, pero tu abuelo ya había muerto, entre tu hermano y tú, y tu abuela murió muchísimo después de que naciera tu hermana, y tu mamá sabía lo que tu papá te hacía, aunque tú no le dijeras, sabía lo que te hacía, pero no tenía manera de comprobarlo porque tú nunca le dijiste y nunca te dejaste ver, además, tu tío era un abogado de ligas mayores, por lo que llevaba las de perder con ustedes, y sabía que tu hermano era igual a tu papá, por eso no intentó hacer que se quedara con ella, y tu hermana siempre fue la consentida de tu papá, junto con tu hermano, porque eran los más afectados del divorcio



- ¿Qué tiene que ver todo eso con que no sé si decirle a mi mamá?- jadeó Yulia, intentando no ceder ante las emociones encontradas, en realidad intentaba callar a Natasha, pues había traído el tema más sensible.



- Tiene que ver por esto, y digo dos puntos: la protección que no te pudo dar cuando estaba casada con tu papá, porque quizás a ella también le rebotaron un par de golpes, te la dio desde el divorcio, y no te consintió como tu papá consentía a tu hermana, sino que se preocupó por ti, era de las que te preparaba la comida para el colegio, de las que personalmente te iba a traer, de las que buscaba conocerte mientras que a tu hermana le importaba más ser amable con tu papá por los beneficios económicos, porque tu mamá no es partidaria de consentir materialmente y por eso tú si eres así con Lena, y es por esa misma búsqueda de conocerte y de comprenderte que a tu mamá lo único que le interesa es que seas feliz, y si ser feliz es casarte con Lena, por muy ajena y repelente que la idea le suene, porque algo de conservadora tiene todavía, lo va a aceptar- sonrió, volviendo a ver a Yulia, no sabiendo si la había escuchado a través de la voz aguda de Asaf Avidan que salía del audífono que colgaba de su oreja pero no de su oído.



- Lo meditaré- murmuró, colocándose el audífono en el oído para sacudir los pensamientos negativos en el parcial silencio que Daft Punk le proveía.



Y trotó, trotó hasta que se dio cuenta que había sudado tanto que su ahogo emocional y psicológico no tenía agua para salir como lágrimas, y fue cuando se dio por vencida y lo dejó ir, que sintió como si un enorme peso fuera removido de sus hombros, como si dejara de cargar con un peso que ella misma definió, en ese momento, como la esencia de su forma de existencialismo, y sintió su cuerpo trotar con una mejor postura, sintiéndose más ligera y más ágil, como con más ganas de esto y de aquello, con más ganas de todo. Dibujó una sonrisa mientras sentía aquel peso ser arrancado de sus hombros, que había echado raíces en su espalda, arrancándole aquel ardor psicológico de aquella única cicatriz, ardor que revivía y que vivía con una sonrisa, como si ese ardor le alegraba, pues así era, era la última vez que sentiría dolor por eso, simplemente se había cansado y había decidido, inconscientemente, un “ya no más” que había excusado con la deshidratación. Y siguió trotando, escuchando en el fondo el ruido de aquella samba amorfa, cuyo nombre quedaba perfecto, pues se llamaba “Happy”, escuchando más cerca sólo su respiración, tosca, marcada, agitada, que cada paso era inhalar, el siguiente exhalar, que sus brazos se movían inversamente coordinados, flexionados ortogonalmente, a la altura de su cintura, con sus puños entrecerrados y los pulgares hacia arriba. Siguió trotando hasta que se encontró corriendo, pues la configuración de la banda sin fin había sido puesta automáticamente para subir de rapidez, y, respirando por la nariz, dio los últimos diez minutos de aquel penúltimo y agotador ejercicio, con una mezcla de Jennifer Lopez, Earth, Wind & Fire y Bodybangers, fue disminuyendo la velocidad, quedándose ya casi sin aliento, la falta de costumbre.



- ¿Todavía quieres seguir con las pechadas?- jadeó ahogada Yulia, a una semejante Natasha que, mientras ella ponía sus manos a la cadera y se estiraba hacia atrás para estirarse un poco, ella se detenía con sus manos de sus rodillas y miraba hacia el suelo.



- Vamos a dormir un rato, mejor- dijo, inhalando profundamente a medida que se erguía.



- Entendido- gimió graciosamente al bajarse de la banda e intentaba caminar, con molestias por supuesto, hasta su bolso, en donde se quitó, en vista pública, la camiseta completamente sudada y la metió en una bolsa ziploc para secarse con una de las toallas que tenía Garçon, perdón, Henri, a la disposición de sus clientas-obsesivas-con-su-peso , mostrando su Supernova Racerback amarillo para luego meterse una camiseta amarilla y se sentó, a terminarse el agua mientras se quitaba sus zapatos, así como Natasha, sólo que ella se metía en sus TOMS que ya había arruinado al aplastar la parte del talón, y Yulia se deslizaba, con dolor, sus flip flops Tory Burch.



Salieron de aquella sala de tortura, abrazándose mutuamente en desconsolado consuelo, tratando de apoyarse una en la otra para poder caminar, que realmente Yulia daba gracias a Dios que el invento no interferiría muscularmente en tener que ponerse Stilettos para la Boda del día siguiente, pues, como era en la playa, sobre la arena, la Wedding-Planner, se había tomado la pagada molestia de saber la talla de zapato de cada invitado para entregarles un par de TOMS, aunque Yulia llevaría los inmaculados color champán cubiertos de brillantina, los que había comprado especial y únicamente para la boda. Y, a pesar de sólo estar a cinco calles y dos avenidas del apartamento de Yulia, detuvieron un Taxi y pagaron generosamente por el milagro de que las hubiera recogido. Yulia llamó a al Spa de su nuevo Socio y reservó dos Synergy Massages con Parafina y Piedras Calientes, para ella y para Natasha, y otro Synergy con Piedras Calientes y Aceite aromático para Lena, cita a las cuatro de la tarde, habiendo calculado que el brunch no pasaría de las dos de la tarde, porque más allá de esa hora era porque habría algún muerto, corrección; alguna muerta. Yulia se arrojó a la ducha como pudo, apenas eran las seis de la mañana, se lavó el cabello, sintiendo que la fuerza en sus manos se había desvanecido por completo, salió de la ducha y se tragó, con la bebida de Potasio, el par de pastillas que Natasha le había dejado sobre el mármol del baño, justo para encomendarse al dios del cabello para que, sin secarse el cabello, se quedara manejable cuando se despertara a las diez para ir al brunch que ella le había organizado a Natasha. Se acostó, sólo en toalla ante la inhabilidad de moverse más de la cuenta, y sólo puso la cabeza sobre la almohada y se quedó dormida al lado de aquella pelirroja que parecía no haberse movido, por cansancio rezagado, ni un centímetro.

*

- Mmm…- se quejó Yulia al sentir una molestia que era más bien un ardor indescriptible, pero no sabía dónde la sentía. – Mmm…- se fue despertando poco a poco, abrió los ojos y se encontró con una sonriente Lena, recién bañada, con su cabello empapado y goteando agua sobre su brazo, fuente del ardor, pues caía como agua fría.



- Buenos días- sonrió serenamente, mostrando su impecable sonrisa que era encerrada por sus carismáticos camanances, le tomó la mano y la besó. - ¿Adolorida?



- “Adolorida” es subestimar la sensación real que implica el término- balbuceó en su voz un tanto atascada mientras intentaba sentarse, sintiendo su espalda hecha polvo, quizás de las abdominales aéreas, pero se quedó acostada, notando que su toalla todavía la acogía.



- Son las nueve y media, puedes dormir un poco todavía- murmuró, acariciando sus nudillos con su pulgar. – Natasha está igual o peor que tú



- Ese lugar…acuérdame de llevarte- rió, con dolor muscular en su abdomen, en sus caderas, en dónde no le dolía.



- Se me saldría el tampón de tanto esfuerzo- se carcajeó Lena, colocando la mano de Yulia sobre su abdomen para ponerse de pie.



- ¿A dónde vas?



- A secarme el cabello- al parecer era un día sonriente para Lena. - ¿Por qué?



- Sólo preguntaba- flexionó sus rodillas, notando el ardor en sus muslos al tensionarlos, y abrió su toalla.



- Ya veo- se sonrojó, pero todavía con aquella sabrosa sonrisa. - Ahora no, hasta mañana- deshizo su toalla y la dejó caer al suelo mientras se mordía, juguetonamente, su dedo índice para jugar la carta sensual. - Me habría gustado que me dijeras que tenías otros planes para mí



- Diséñame un placer con forma de Chaise Lounge a nivel de suelo- levantó la ceja derecha. Lena no pudo evitar reírse.



- ¿Te lo diseño en base de hierro, para usar el soplete?- sonrió, acercándose a la cama y empezando a gatear sobre ella hasta llegar a la entrepierna de Yulia. – ¿O en madera para martillar?- levantó la ceja derecha para causarle una risa a Yulia.



- Lena- rió nasalmente Yulia, con una risa dolorosa pero nerviosa.



- Me gusta cuando dices mi nombre- sonrió, llegando por fin a la entrepierna de Yulia, viendo sus labios mayores relajados, tersos y que, al Yulia abrir un poco más sus piernas, se abrieron un poco y dejaron ver su clítoris.



Antes de que pudiera Yulia decir algo, se lanzó directamente a atrapar el clítoris de Yulia, que Yulia emitió un quejido gracioso por el aliento extremadamente fresco, a Listerine, de Lena, que se agudizó más cuando Lena sopló suavemente para calmar el leve ardor mentolado, ambas riéndose pero volviendo a la acción. Lena envolvió el clítoris con su lengua, tirando y relajando los labios menores de la Arquitecta, de su jefa, pues ya era oficial. Y esa sensación de saber que su egocéntrica y orgullosa jefa cediera tanto de su autocontrol por un par de lengüetazos húmedos, que terminaban por provocar secreción natural de lubricante de su vagina, le daba una risa interna, una risa macabra quizás que delataba el punto débil de aquella eminencia de mujer, en el único caso que Yulia era controlable, pero no domable, situación en la que Yulia estaba consciente que el génesis del placer estaba en dejarse ir, en entregarse a Lena, en hacerle saber que era mortal, y ese día más, pues era su semejante, sin armadura, sin dolores emocionales, pues dolores musculares si tenía, y era igual de humana y frágil que cualquier otra persona. Lena tomó a Yulia por el reverso de sus rodillas y, con quejidos incluidos, Yulia se dejó flexionar las piernas para que Lena martillara en ella, pero con su lengua, rígida y profunda en su vagina, que entraba cual martillazo rápido y acariciaba aquel túnel de placer al moverse dentro de él, y que Lena abría su boca para encerrar toda su vulva, desde el yacimiento de su clítoris hasta su perineo, y cerrar la mordida labial para saborear los jugos de Yulia, para luego concentrarse en su clítoris, atrapándolo entre sus labios, tirando de él cuando ya estaba hinchado, succionarlo cada vez más fuerte, Yulia gimiendo, enterrando sus pies en las sábanas, apuñando sin éxito la almohada, sin poder abrir los ojos, dejando que Lena la hiciera suya en todo sentido.



Lena, sin despegarse de su clítoris, sólo para succionar sus tensos labios menores y mordisquear suavemente los labios mayores y luego llenarlos de besos, paseó su dedo índice por su vagina, acariciando suavemente la entrada de ésta con la punta de su dedo, en un movimiento circular y superficial que a Yulia le daba cosquillas picantes, y que palpitaba sin control cuando Lena presionaba levemente y su dedo apenas se adentraba en aquel agujero, dejándolo con antojo de más, de sentirlo más adentro, de sentirlo hasta el fondo, de sentirlo presionar aquel botoncito que un ginecólogo alemán, Dr. Ernst Gräfenberg, había descubierto, el que actuaba para la eyaculación femenina, aquella zona erógena con la capacidad de expulsar cantidades mayores de lubricante. Pero no. Lena no satisfacía aquel antojo a pesar de los gemidos musicales de Yulia, tan genuinos, tan femeninos. Yulia, en su intento de hacerle saber a Lena lo obvio, se estiró hacia su derecha, abriendo la gaveta de la mesa de noche de Lena, en donde descansaba, a la espera de su uso, aquel dildo negro.



- Te juro, por Dios, que si no me penetras, te saco el tampón y te penetro con esto- sonrió entre sus jadeos, mostrándole el dildo, emitiendo aquella amenaza que cualquiera desobedecería por que se convirtiera en realidad.



- Uy, qué miedo- rió Lena, tomando el dildo en su mano izquierda, que no hacía nada más que acariciar el vientre de Yulia al abrazar su muslo




Se despegó de la entrepierna de su adolorida novia y, clavándole la mirada en la suya, lasciva y juguetona, abrió sus labios y atrapó un poco más de dos centímetros de longitud entre ellos, paseando su húmedo y ondulado flequillo por su oreja, cerrando sus ojos por un repentino pudor que la invadió. Yulia, atónitamente excitada al ver a Lena practicar una pacífica y lenta falsa felación, que cada vez iba más profunda, a más profundidad, mayor sensualidad, siempre con sus labios abrazando el látex, su lengua, que Yulia no podía ver, se enrollaba alrededor del acomodado cilindro. Era raro para Yulia, porque, a pesar de ser una literal pero figurada felación, no quiso ser hombre para que Lena le practicara algo así, sino más bien le dio ternura, ver la delicadeza y la timidez con la que Lena tomaba el dildo en ambas manos, y no quería abrir sus ojos porque sino se moriría de vergüenza, y ver la timidez de su subir y bajar por la longitud, simplemente era lindo, supuso Yulia, y sensual. Yulia se irguió y, con su dedo índice derecho, elevó el rostro de Lena, obligándola a cesar la plástica felación y a abrir sus ojos para que Yulia reclamara los labios de su novia, proclamando psicológicamente en ambas que sus labios nunca debieron ni deberían, ni estarían, en un miembro masculino. Le robó un beso que trajo hacia la horizontalidad de la cama, Lena sobre ella, deteniéndose con dildo en mano izquierda de la cama, con la derecha acariciaba el cuello y el hombro izquierdo de Yulia.



El beso era suave, hasta podría describirlo como puro e inocente, como un juego de labios muy suave, ambas con sus ojos cerrados, Yulia succionando apenas el labio superior de Lena y Lena el labio inferior de Yulia, abriendo y cerrando el beso, sin lengua, para que Lena, poco a poco, se fuera desviando, por la barbilla de Yulia, con un camino de besos cariñosos, y una mordida suave, hacia su cuello, poniéndole una pausa al orgasmo de Yulia, sólo besando su cuello, sin aroma, pero igual delicioso, transmitiéndole su devoción, su cariño, su respeto, todo lo que ella sentía por Yulia, aquella sonrisa con la que de la nada sintió correcta tener, que le salía natural. Besó su hombro, por donde sus sensuales pequitas se esparcían, la parte que a Lena más sensual le parecía, más interesante, y se regresó a su cuello, bajando hasta mordisquear su clavícula y bajar con besos a su pecho, besos que terminaron, como siempre, en sus pezones, sólo trabajo labial, nada de succión, nada de mordiscos, ni lengüetazos, sólo besos, besos y más besos, que bajaron por su abdomen, creando una alivio muscular psicológico. “Esto es hacer el amor”. Lena volvió a llegar a la entrepierna de su novia, y reanudó las caricias linguales en su clítoris, Yulia abriendo más sus piernas, más bien desplomándose de par en par, abriéndose para la lengua de Lena, que ahora lamía rápidamente su perineo para tomarlo como punto de partida, para que, el punto final, fuera su clítoris de nuevo y, habiendo hecho eso, Lena se despegó y frotó, suavemente, la longitud del dildo entre los labios mayores de Yulia, girándolo sobre su eje para lubricarlo bien, y luego, con besos en su monte de Venus, lo colocó en la entrada de su vagina, en donde empujó lenta y tortuosamente aquel dildo, llevándolo hasta donde la vagina de su novia se lo permitiera, y lo soltó, lo dejó ahí dentro.



- Ten piedad, no me hagas eyacular- jadeó Yulia al suponer que eso era lo que Lena tramaba.



Lena rió, empujando su dedo índice en el otro agujerito de Yulia, sacándole la mejor definición de “placer sexual” en un sonoro y sensual gemido, que se escapó por entre los dientes superiores y el labio inferior de Yulia. Lena encendió el vibrador, dejándolo estático, pues sólo movería su lengua por su clítoris y penetraría suavemente su ano; adentro, caricias giratorias, afuera, y así sucesivamente, mientras que, en su clítoris, era lamer de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo a tempo medio, pues la sonrisa no daba para más velocidad. Yulia, cuando Lena introducía su dedo, se sentía repleta, con una sensación de gloriosa plenitud femenina en la que intentaba respirar con normalidad, intentaba no anudar más sus músculos abdominales, pero no podía, todo se contraía celestialmente y le robaba el oxígeno, a tal punto que respiró hondo, contuvo el aire en sus pulmones, y lo soltó poco a poco, acompañándolo todo con un gemido agudo y creciente, potencial grito, sintiendo la hipersensibilidad que se generaba en su clítoris mientras aquel orgasmo se intensificaba por intentar triturar el vibrante dildo.



- No saques tu dedo- rió Yulia entre sus jadeos, pues si Lena lo sacaba, eso no terminaría bien, o más bien quedaría muerta.



- Aplaude dos veces- murmuró, haciéndole caso a Yulia. Y una música del género de “nada que ver” empezó a sonar. – Hopped out the bed, turned my swag on, took a look in the mirror, said “what’s up? What’s up? What’s up?”- rapeó Lena, llevando a Yulia a una dolorosa pero divertida risa.



- Has conseguido el swag, Lenita- rió Yulia, emitiendo un quejido al Lena sacar lentamente su dedo para sacar el dildo.



- Los rusos son mejores…- sonrió, sacando el dildo y apagándolo.



- Te probare que estas equivocada



- Tu eres mejor- guiñó su ojo, inclinándose hacia Yulia para darle un beso, acción que Yulia agradeció profundamente pero aplaudió dos veces más para apagar el sistema de sonido. – Cierto, Natasha duerme todavía



- ¿No sabes si ya se bañó?- Lena se encogió de hombros y supo que era momento de ponerse de pie y ver cómo carajos arreglaba su cabello. – Mierda- suspiró, tomando los extremos de su toalla para envolverse en ella, sólo para no ir en total desnudez a despertar a Natasha. – Nate- llamó a la puerta, golpeándola con sus nudillos tres veces. – Natasha- llamó de nuevo, y no obtuvo respuesta, por lo que abrió la puerta. – Nate- susurró, inclinándose sobre el cadáver de su mejor amiga y peinó su castaño cabello. – A bañarse



- Mmm…- se quejó, obviando a Yulia.



- Levántate o te meto a la ducha con agua fría- la amenazó, no bromeando en ningún momento, pero Natasha le mostró aquella educada seña con su dedo del medio.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Oct 18, 2014 1:26 am

El brunch: momento apoteósico en el que se celebraba, de manera civilizada, sin Strippers y sin mucho alcohol, sólo el suficiente para soportar a sus primas, hijas de su tío Manuel, hermano de Romeo, Consuelo de treinta y tres, la mayor de todos los primos; la versión joven y delgada de Susana Dosamantes, Olivia de treinta, casada ya, con hermosas gemelas de diez años y, Violet, de veinticinco, quien se había demorado en absolver su Bachelor, tanto como los cien años desde el hundimiento del Titanic. Eran las primas de Natasha, que Natasha realmente no odiaba, pero no las toleraba, y, de haber sido por ella, ni a la boda las hubiera invitado, pues sabía que no había nada de sano en eso, sólo en Olivia, pues se llevaba relativamente bien con ella y con sus hijas, pero Natasha estaba muy consciente, gracias a su perfilación de hobby, que Consuelo era una patada en el culo todo el tiempo, siempre le había tenido celos, o envidia, pues Natasha no sólo era hija única y no había tenido que compartir con dos hermanas que fácilmente pasaban por ogros, y a Natasha siempre le habían dado lo que quería, siempre, para los abuelos, todo era “Ella, beautiful Ella”, porque era la más tranquila, la más cariñosa de todas, la que jugaba con cualquiera por el mismo hecho de no tener a nadie con quién jugar en casa. Y ahora, ahora que se casaba, y se casaba bien, en el sentido de amor y dinero, que había una parte que a Natasha le importaba un comino, Consuelo la envidiaba más, pues, ¿qué había hecho Natasha para que todo le saliera bien? Mas no sabía que toda Diva tiene sus malos días.



Lo que más le molestaba a Consuelo era lo perfecta que se veía su vida, lo perfecta que se veía su boda, cómo sus tíos le asolapaban cada capricho insensato como pagar hospedaje para todos los invitados en los Hamptons al día siguiente, y no sólo de sábado a domingo, sino de viernes a sábado también, cómo habían logrado casarse en St. Patrick’s Cathedral, las invitaciones a ambas bodas, muy únicas, tan personalizadas que hasta preguntaban, en la tarjeta de R.S.V.P. si iban a querer platillo de carne roja o de carne blanca o vegetariano, para ambas bodas, y ni siquiera había que mandarlas de regreso, pues siempre había un encargado de preguntar si ya estaba lista la respuesta e iba a traer no sólo la tarjeta de R.S.V.P., sino que, si llamaban para que fuera a traer el regalo, lo iba a traer. Consuelo era de Relaciones Públicas, como Natasha, pero ella no había llegado tan lejos como Natasha, se había quedado trabajando para TV Guide, a paga estándar por no decir mala, y siempre veía a Natasha en PageSix, ya fuera con Phillip, en una demostración de afecto en público, o con Yulia, y con Lena, pues, desde que Katherine se encargó de anunciarle la boda a PageSix, siempre había una que otra fotografía de Natasha con sus dos secuaces, de un sábado o un domingo, saliendo de alguna tienda de la Quinta Avenida con infinidad de bolsas. No se explicaba cómo alguien podía tener tanta suerte, pues no sólo tenía dinero, pues sus papás nunca le habían dado rienda suelta a su cuenta bancaria, de la cual no vería ni un centavo hasta que ambos se murieran, y que para eso faltaba mucho, sino también tenía el físico, el carácter y la personalidad que todo el mundo amaba.



Sabrina y Beatrix eran primas de Phillip, prácticamente sus hermanas, aparte de Adrienne, pues eran hijas del tío Bertrand, quien había ido a la guerra con el papá de Phillip, pero él no tuvo tanta suerte como su papá y quedó en el campo de batalla, por lo que Katherine y Phillip, los papás del novio en cuestión, se habían hecho cargo de ambas, de su crecimiento y de su educación, a tal grado que Beatrix se casó con un francés que vivía ahí mismo en Corpus Cristi, donde vivían los papás de Phillip, y tenía dos hermosas hijas: Anabelle y Arielle, quienes, en ese momento, cuyas edades sumaban siete años, sentaban al tío Phillip a tomar el té mientras Natasha tenía su brunch, y Sabrina, madre de dos terribles destructores gemelos de siete años y de una princesa de cuatro, quien realmente residía en París junto a su esposo, sobrino, por otro lado, de Katherine, por lo que no tenía ningún grado de fantasioso incesto. Adrienne emergió, entre sus gafas oscuras oversized Barton Perreira, con una resaca más grande que el Met, pues había salido al típico clubbing con otra de sus primas y su mejor amiga, que estaba invitada por default a las dos bodas, y con los primos sexuales de Natasha; Matthew, Greg y Eric, que nadie quería saber en qué condiciones había terminado aquello, ni en dónde, pero algo era cierto, Matthew no se metía con nadie que tuviera que ver con su prima, sino ya sabía que lo iban a matar a golpes, más probable Phillip. Entre Margaritas, pláticas mezcladas, una que otra anécdota de una Natasha universitaria, en típicas fiestas de “college”, otras carcajadas, un brindis molesto de Consuelo, que iba con todo el odio indiscreto del mundo, en el que le dijo lo siguiente:



“Ella, querida primita, la que antes se revolcaba en el lodo y hasta se lo comía, que odiaba que la bañaran y que le tenía miedo a Pinocchio…ahora vas por la vida bajo el nombre de ‘Natasha’, creándote una nueva imagen, que es muy distinta a la de la Ella que la familia conoce, que los abuelos Angus y June tanto añoran que regrese, que estarán felices de verte caminar hacia el altar, así que no los mates todavía…como sea, sólo quiero decirte que te deseo una gran felicidad, que ojalá y sepas aprovecharla porque tú y yo sabemos que ninguna felicidad dura tanto, y te felicito por el buen dinero con el que te casas, siempre piensas en cómo agrandar el caudal monetario de tu familia, y te felicito por todos los preparativos de tu boda, que no dejan de sorprenderme, más en este lugar tan…’pintoresco’ que has escogido para hacer tu despedida de soltera, que todas sabemos que en la noche habrá diversión alocada, como la típica Ella lo haría…Salud, porque en una semana logres que el vestido de novia te quede”.



- Que dientres le pasa a tu prima?- rió Julie cuando ya solo quedaban Natasha, Yulia, Lena y ella en aquel restaurante.



- No le dan pene- rió Natasha, viendo cómo el mesero le ponía un plato con tres tacos enfrente.



- ¿Y quién va a querer darle pene así como es de satánica?



- Vagina satánica- rió Yulia a carcajadas, firmando el voucher de pago. – Eso es una locura



- Una vagina es un arma letal- dijo Natasha antes de darle un mordisco a su taco. – Aunque es más mortal un pene



- ¿Por qué?- rió Julie, encendiendo un cigarrillo.



- Una vagina no duele, un pene sí- explicó Yulia, viendo a Lena levantarse y bordear la mesa para llegar donde ella.



- Un pene no duele- dijo Julie, exhalando el humo de su cigarrillo.



- Anal sex seguro que sí- Yulia se echó sobre su silla, tomando su jugo de tomate, por el potasio, y lo mezcló con el apio que invadía aquel enorme vaso.



- ¡Bah! Ya lo hice y cosquillas hace- sonrió Julie, tomando un poco más de su Margarita.



- Que?- canturreó Natasha en su voz aguda, intentando esconder una risa pudorosa mientras Lena se le pegaba a Yulia por la espalda, deteniéndose de la mesa con su brazo izquierdo y pasando su mano derecha por entre la silla de Yulia y Julie para alcanzar su bolso, pero Yulia recostó su cabeza sobre el hombro de Lena y acarició su antebrazo izquierdo con su mano.



- Necesito ir al baño- susurró Lena a su oído, pero todas pudieron escuchar, que Yulia sonrió mientras asentía y la soltó, pues se había acordado que Lena andaba en sus días.



- ¿Qué fue eso?- preguntó Julie al marcharse Lena.



- ¿Qué fue qué?- sonrió Yulia, todavía con el olor de Lena en su olfato.



- Esa muestra de cariño con tu subordinada- rió Julie, ofreciéndole cigarrillo a Yulia, que se negó con la palma de la mano.



- No es mi subordinada



- No, eso ya lo noté- dijo, viendo a Natasha comerse con pasión aquellos tacos.



- Lena es…- suspiró. – Es una diseñadora de Interiores, que su éxito más grande es ser diseñadora de muebles…ha hecho la mayoría de los muebles del Penthouse de Natasha…es…



- Perfecta- la completó Natasha. – Lena es perfecta…es una mujer guapa, graciosa, inteligente…



- ¿Y de dónde salió esa mujer tan perfecta?



- Lena es rusa…acaba de cumplir los veintiocho… - suspiró Yulia



- ¿En dónde vive?- inhaló de su cigarrillo.



- Conmigo



- ¿Estás en problemas financieros, Yul?- se preocupó Julie, no entiendo por qué Yulia compartía su vivienda con alguien.



- Yulia no tiene ningún problema- rió Natasha. – Menos financiero



- ¿Entonces?



- Nos llevamos bien y no me gustaba ni dónde ni cómo vivía Lena- respondió Yulia, sabiendo que Julie iba por buen camino.



- Y qué, ¿es tu protegida? Porque sabes…yo ya me aburrí de vivir en Chelsea- bromeó Julie.



- Es mi novia- dijo, a secas, volviéndose a Julie sólo con su rostro. – No sé desde cuándo es mi novia, pero es mi novia- sintió otro peso quitársele de encima.



- Nunca vi venir eso – murmuró Julie, frunciendo su ceño y apagando su cigarrillo. – ¿Es tu novia de así como James y yo?



- Un poco diferente….porque Lena y yo compartimos baño, cama, clóset, oficina…



- ¿Qué tan serio es?



- Tan serio como que Yulia quiere proponerle matrimonio- interrumpió Natasha, agrandándole los ojos a Julie.



- ¿Y qué pasa con tener hijos y todo eso?- espetó Julie, levantando un poco la voz.



- No está en mis prioridades…- sonrió al ver que Lena salía del baño. – Y ni una palabra a Lena de lo de proponerle, ¿de acuerdo?- y una mirada matadora atravesó a Julie.



- Sólo quiero que sepas que no soy homofóbica- susurró, sonriéndole las tres a Lena mientras ella se acercaba con expresión extrañada.



- Cuéntale a James si quieres…pero no quiero que se salga de proporción



- ¿Qué pasó? ¿Por qué me ven así?- rió Lena, sentándose de nuevo frente a Yulia.



- Ya nos tenemos que ir, sólo terminamos de comer y nos vamos- rió Natasha, robándole un taco a Yulia.



El masaje, oh, el masaje, era el cielo en la tierra, doloroso al principio, tanto para Yulia como para Natasha, hasta emitían quejidos y gritos esporádicos cuando las masajistas enterraban sus dedos en sus espaldas para relajarlas, que ellas sentían que enterraban sus dedos, pero sólo las acariciaban, Lena, en la camilla de enmedio, sólo se reía, pues el suyo estaba demasiado relajante, a tal punto y tal profesionalismo, que se quedó dormida por cinco minutos que sintió que habían sido más de tres días. Fue el día en el que a Lena no le importó que la vieran en su entera desnudez, siendo Natasha y las masajistas, pues dejó de tener vergüenza sólo para tener un masaje totalmente relajante, pues, pobres las otras dos, que aún caricias en los dedos les dolían, y Lena se reía. El masaje concluyó con una Lena dormida, nuevamente, y una Natasha y una Yulia casi sin dolor muscular, que envidiaron a Lena por estar tan cómodamente dormida.



- Ese rompecabezas va lento, Len- molestó Natasha.



- Quiero que Yulia me ayude- guiñó su ojo, pues Natasha no era más que su cómplice, más porque Natasha ya sabía del anillo, pero Lena no.



- Olvídenlo, no tiene gracia si yo lo armo porque ya sé lo que es…



- Pero yo quiero armarlo contigo- Lena no iba a dejar de insistir.



- No, Lenita… no te voy a ayudar- golpeó el paquete de Breadsticks precocidos contra una encimera.



- Bueno, a ti te gusta ponerme retos, como el rompecabezas ese… yo te pondré uno- sonrió Lena, viendo a Yulia cortar la masa de dos en dos secciones.



- Cuéntame sobre ese reto, mi amor- rió, sacando la mantequilla derretida del microondas para esparcirlo sobre la masa.



- Si tú logras hacer mis tres Cubos Rubik para antes de las diez de la noche, o sea en cuatro horas, armo el rompecabezas sin tu ayuda



- ¿De cuánto son tus cubos?



- De dos, de cuatro y de cinco- sonrió, sabiendo que el de cuatro y el de dos eran los más engañosos en realidad.



- Y si no los resuelvo, te ayudo a armar el rompecabezas, ¿cierto?- Lena asintió, Natasha sonreía. – Tráelos- sacudió la cabeza, terminando de esparcir la mantequilla sobre la masa y empezando a colocar un poco de queso mozzarella ahumado y tomate deshidratado en el centro de la masa para luego envolverlos y meterlos al horno por quince minutos, en lo que hacía la salsa. – Te voy a matar- le dijo a Natasha en cuanto Lena se fue.



- Yo no fui, todo es de Lena…



- Sabes, lo peor es que va a tener que armar el rompecabezas sola



- Tú nunca has resuelto uno de esos cubos, ¿o si?



- No es si los he resuelto o no, con algoritmos los resolveré, tuve bastante de eso en la universidad, y he armado de tres, de cuatro y de cinco, pero nunca de dos…el punto es que el rompecabezas es fucking important- siseó, viendo a Lena salir con sus manos encerrando los cubos.



- Ayúdame a revolverlos- le dijo a Natasha, dándole el de dos por dos mientras ella desordenaba el de cuatro por cuatro.



- ¿Alguien quiere un poco de Grey Goose?- ambas levantaron la mano, Yulia rió, pues eran unas niñas queriendo revolver cada una su cubo.



Sacó tres vasos, llenándolos hasta la mitad con hielo. Al suyo le exprimió medio limón y le dejó ir la cáscara exprimida, medio vaso de Grey Goose, un tercio de Pellegrino, al de Lena un poco de esencia de vainilla y almendra, un tercio de Grey Goose y el resto de Pellegrino, al de Natasha nada, simplemente un cuarto de Pellegrino y el resto de Grey Goose. Natasha se encargó de que el cubo de dos por dos estuviera lo mejor revuelto posible, con colores distintos en cada cara del cubo, pero no sería suficiente. Yulia lo tomó en cuanto Natasha lo puso sobre la barra del desayunador y, sabiendo que el rojo tenía al amarillo del otro lado, y que el verde tenía al blanco, comenzó a girar las caras del cubo, deteniéndose para acordarse visualizar los algoritmos que alguna vez tuvo que saber para su carrera en una materia que no se acordaba, o quizás sólo había sido Leo Perlotta, el hijo del Arquitecto Perlotta, quien le había enseñado, pues su papá tenía fijación con los cubos Rubik desde su época de colegio. Y, entre que lo resolvía y metía los Breadsticks al horno, y arrojaba, en una olla pequeña, pimientos rojos deshidratados y el resto de tomates deshidratados que no había utilizado en los Breadsticks, y los acompañó con un poco de salsa marinara hasta que llegaran al punto de ebullición.



- Next- sonrió Yulia, poniéndole el cubo ya resuelto, a Lena, sobre la barra. Ella le alcanzó el de cuatro por cuatro, y Yulia, con el mismo método de los algoritmos, que dejó a un lado por un momento, sólo para resolver los centros, resolvió el cubo, pero le tomó tiempo, pues estaba al pendiente de la salsa. – Natasha, lánzate al estrellato y termina la salsa- sonrió, alcanzándole una Immersion Blender para que licuara los trozos de pimientos y tomate con la salsa marinara.



- Oye, una pregunta, ¿qué se hace en la noche de bodas de la boda civil?- preguntó Lena, intentando revolver más los colores del cubo de cinco por cinco.



- Pues yo no sé, nosotros, como te podrás dar cuenta, no vamos a dormir juntos hasta la de la Boda religiosa… por idiotas, supongo, porque es el Siglo XXI, supongo que cualquiera tiene una noche de sexo salvaje y extremo, pero nosotros no, por respetar la tradición, para que nuestros papás no nos caguen el matrimonio desde el principio



- Es una movida inteligente, diría yo- dijo Yulia, completando las cuatro piezas del centro de cada cara del cubo. – Los papás de Phillip son muy conservadores



- Katherine más que Phillip… creo que, como la mayoría de las mujeres, Katherine se concentra mucho en las apariencias, le importa demasiado cómo se vean las cosas, el qué dirán…mi suegro es la persona más suave del mundo, es hasta demasiado relajado, todo le importa un bledo, siempre dice: “lo único complicado en esta vida es una guerra”, está traumado con la guerra, y quién no…- rió, sumergiendo la licuadora en la olla. – No es que yo sea su persona favorita, pero nos llevamos bien…Katherine está más que convencida que soy una Gold-Digger…



- ¿Te hizo firmar un acuerdo prenupcial?- se asombró Lena, pues le parecía estúpido, Phillip y Natasha tenían dinero los dos, ¿qué tanto podían perder si sus fortunas se juntaban?



- Sí, todo es de bienes separados, sólo el apartamento en el que vamos a vivir está a nombre de los dos… una clausula de que si uno de los dos le es infiel al otro, le tiene que pagar cierta cantidad de dinero al otro… y básicamente ese es mi acuerdo prenupcial



- Esta loca- rió Yulia. – Mi suegra nunca me haría firmar un acuerdo prenupcial, ¿o sí?- Natasha y Yulia volvieron a ver a Lena, quien ya estaba sonrojada.



- Creería más bien que mi suegra insistiría en que yo firmara uno… yo no tengo nada que perder, tú sí- respondió, sintiendo su corazón latir muy rápido.



- A mi mamá esas cosas no le importan… es más, cuando se divorció de mi papá, y que mi papá, según él, la dejara sin un centavo, le pareció absurdo que la dejara sin nada aún cuando mi mamá había invertido tiempo y dinero ahí…además, no creo que Phillip deje que me roben mis centavos- sonrió, equivocándose en un algoritmo. – Anyway… ¿qué hay para la noche de bodas?- continuó con el tema, evitando el tema del matrimonio que tuviera que ver con ella, pues era demasiado peligroso.



- ¿Lencería sensual?- preguntó Lena, con una sonrisa de picardía, acordándose de cuando Natasha la había llevado a La Petite Coquette antes del cumpleaños de Yulia.



- Para la civil, pues nada…emborracharnos…ay, qué fiesta la que nos espera mañana- rió. – Mi mamá no ha estado de acuerdo con la música, sólo con la comida, que ha tenido riñas con Katherine por eso…pero no importa, es la ventaja de dejar que se metan en la boda, así no se metían tanto en la religiosa, que esa es, de pies a cabeza, mi gusto y mi gana



- Yo creo que Katherine, el problema que tiene, es que Phillip se le está saliendo de control, un control que nunca tuvo sobre él- opinó Yulia, sonriendo ante el casi logro de resolver el cubo.



- ¿A qué te refieres?- murmuró Lena, viendo la rapidez con la que Yulia movía las manos y deslizaba las caras con sus dedos, definitivamente iba a perder.



- Phillip creció sin sus papás prácticamente- dijo Natasha. – Katherine se hizo cargo del negocio de su familia, que fue por eso que se mudaron a Corpus Cristi…pero Phillip se quedó aquí, y dice Phillip que no intentaron convencerlo ni nada, simplemente lo dejaron en el colegio, le compraron un apartamento, el apartamento donde ha vivido desde antes que lo conociera, y le contrataron a personas de servicio para que lo terminaran de criar…y es algo que nunca voy a entender, y tampoco me toca entender…simplemente así pasó, y Phillip dice lo mismo



- Supongo que la relación entre Phillip y sus papás no es la mejor del mundo, no así como tú con los tuyos- dijo Lena, atajando el cubo que Yulia le arrojaba a las manos.



- No es mala, es un poco distante…pero bromea con su papá y respeta mucho a su mamá…creo que esa es la razón por la que Phillip me respeta mucho, porque su papá siempre respetó a su mamá y porque él mismo respeta muchísimo a Katherine



- Pues, supongo que ser hijo de militar es muy distinto a ser hijo de político- suspiró Lena, arrojándole suavemente el último cubo a Yulia.



- ¿Por qué lo dices?- preguntó Yulia, tocándole el hombro a Natasha, no sólo para que dejara de licuar la salsa sino también para que escuchara.



- Tú sabes, Yulia…



- Oleg está en la política pero no es político, tiene que haber una diferencia- la corrigió Yulia, intentando indagar sobre Sergey.



- Puede ser…aunque, pensándolo bien, no creo que la profesión u oficio sea lo que determine la actitud de un papá hacia su hijo- murmuró.



- Tienes razón, quizás no es determinante, pero sí influye…no sé, en estilo de educación- dijo Natasha, volviéndose sólo para sacar la licuadora de la olla.



- Tampoco creo eso- dijo Yulia. – Porque si por eso fuera, ten cuidado, que Phillip puede ser un…con tus hijos- censuró la palabra.



- Buen punto, teoría llena de agujeros- sonrió Natasha. - ¿Tú te llevas bien con tus papás?- se dirigió a Lena. Ella se encogió de hombros, como en una cierta incomodidad.



- Con mi mamá me llevo súper…es un cliché, pero es la mejor mamá del mundo…



- ¿Y tu papá? ¿Cómo es que se llama?- preguntó Natasha.



- Sergey Sergyevegna



- Diría que tú te llevas bien con tu papá también, ¿no?



- Yo con él no tengo mayor problema, me enojan ciertas actitudes que tiene, o tenía…



- Ah, ¿no mantienes contacto con él?- murmuró Natasha, quitándose del camino de Yulia para que pudiera sacar los Breadsticks del horno.



- Mi papá es un poco rarito- rió. – Te podría decir que quiere muchísimo más a mi hermana, pero eso sería victimizarme…yo creo que simplemente no teníamos química… él era un poco distante conmigo, yo con él también, quizás por celos por cómo trataba de bien a mi hermana, o por cómo trataba de mal a mi mamá, o simplemente porque su trabajo no me parecía muy honesto…




- ¿Trataba mal a tu mamá?- Yulia se volvió hacia Lena con la lata y la colocó en la encimera bajo la barra a la que se sentaba Lena.



- No la maltrataba, no eran de los que peleaban, no se gritaban barbaridades…simplemente eran como indiferentes entre sí…mi papá no la dejaba trabajar, porque decía que eso no era digno de una señora de una buena familia, que su trabajo era cuidar a sus hijas, y también la tenía como adiestrada, que si yo decía algún comentario realista sobre la política que se ejercía en el PASOK, mi mamá no me regañaba, me daba la razón, pero me decía que no hablara así de mi papá…cosas así…y luego lo de la secretaria



- ¿Se metió con la secretaria?- rió Natasha, el chisme estaba jugoso definitivamente.



- Sí, mi mamá se dio cuenta, le pidió el divorcio, y el resto es historia…



- Y cuando te quitaste el apellido, ¿qué te dijo?- pregunta inteligente de parte de Natasha.



- Nada, supongo que no le importó- rió un tanto melancólica. – Claro, yo me lo quité sin saber el señor problema que era cambiar todo, los títulos de la universidad, los pasaportes, todo…



- Menudo relajo- susurró Yulia, volviendo a su cubo mientras Natasha vertía la salsa en un recipiente de vidrio.



- Me parece muy lindo que tu papá te llame “cariño”- le dijo a Natasha.



- ¿Por qué?



- Pues- rió, poniéndose de pie para sacar su iPhone de su bolsillo. – Siempre me llamó por mi nombre, ni cuando mi mamá me llamaba “Leni”, ni cuando mi hermana me llamaba “Lepi” porque no podía decir “Leni”…



- Muy clásico tu señor padre- rió Yulia. – Es mejor a que te llame “tesorino”- hizo una expresión de asco.



- Tu mamá te llama “Tesoro” y no le dices nada- bromeó Natasha, tomando el recipiente entre sus manos y colocándolo sobre la barra, listo para que empezaran a comer, en lo que esperaban a que la Lasagna estuviera lista; Lasagna preparada por Vika, la cocinera de los Roberts.



- “Tesoro” es como “Darling”…pero que tu papá te llame “Tesorino”…uhm…simplemente no, más cuando es un….- hizo una pausa en la que gritó mentalmente todos los insultos, en especial “asesino”, por haber matado a Piccolo. – Un señor muy violento…la violencia y las cursilerías no se llevan bien, fin de la discusión



- ¿Quieren ver a mi papá?- murmuró Lena, buscando algo en su iPhone, y eso era la iluminación para las otras dos, quienes asintieron emocionadas.



- Se parece a Michael Douglas- dijo Natasha, volviendo a ver a Lena y luego a la fotografía, y así repetidamente.



- Ya sé, ya sé que no me parezco en nada…me lo dice todo el mundo, más porque mi hermana tiene su toquecito de gen Sergyevegna, y bien fuerte…pero, pues, mejor que me parezca más a mi mamá- rió. – Soy más femenina



- Es sólo que Michael Douglas es como un gen bastante neutral- murmuró Yulia, sumergiendo un Breadstick en la salsa. – Me ovaciono, me quedó rico- rió, hablando de la salsa y de los Breadsticks.



- Oye, Lena…tu novia es Ego con piernas- rió Natasha, intentando olvidar el tema del papá de Lena, pues era cierto, Yulia tenía razón, un físico así era muy neutral, no tenía mucho por heredar, y tampoco era como que Katya se pareciera muchísimo a él, simplemente, si se esmeraban en buscar algún parecido, eventualmente lo encontrarían.



- Lo hace porque puede- murmuró, sumergiendo un Breadstick en la salsa. Esas palabras eran las que Yulia le había dicho en los Hamptons, en una de las pláticas que habían tenido la primera vez que habían ido a los Hamptons juntas, en realidad la única vez, a mediados de noviembre, la semana antes de Thanksgiving, la semana después de su cumpleaños.



- Un segundo- sonrió, escuchando su teléfono sonar a lo lejos, quizás en su bolso o en su habitación, y se dirigió hacia el sonido.



- ¿Por qué tanto interés en mi papá?- preguntó Lena, tomando el cubo de dos por dos en sus manos. – No creas que no lo noté…



- No lo sé, quizás porque nunca hablas de él…



- Yulia tampoco habla del suyo



- Pero a esa joya ya la conocemos- rió Natasha, abriendo el horno para ver la Lasagna.



- Bueno, ahora ya lo conocen- sonrió, escuchando a Yulia reírse a carcajadas al teléfono. – Tengo una pregunta…



- Dime



- Desde el punto de vista de una psicóloga, claro



- Está bien… haré lo que pueda, aunque no soy psicóloga clínica



- Algo sabes…- Natasha tambaleó su cabeza, como diciendo “sí, algo de eso sé”. - ¿Qué tanto puede durar lo mío con Yulia?



- ¿A qué te refieres?- y escuchaban a Yulia reírse más y más.



- Siempre le dije a Yulia que catalogarse como heterosexual u homosexual era irrelevante…



- ¿Y has llegado al punto en el que ves la necesidad de hacerlo?



- Uhm…sí



- A Yulia le gustas tú, y sólo tú…y para que a Yulia le guste alguien… - suspiró. – Es porque tiene cuerpo, alma y cerebro enganchado en ese alguien…- de psicología clínica eso no tenía nada, era su amiga hablando, su hermana, que iba en contra del reglamento ético de la psicología clínica.



- Yo creo que estoy realmente muy, muy, muy enamorada



- ¿Tienes miedo de que te deje?- rió nasalmente, al mismo tiempo que Yulia rió a carcajadas en su habitación. Lena tambaleó su cabeza. – Confía en mí, no te va a lastimar… ella también está así… creo que es la primera vez que lo siente realmente



- Es sólo que todo ha pasado muy rápido, no es normal, supongo



- ¿Normal?- resopló, acordándole de Yulia a Lena - ¿Qué es normal? Digo, quizás la manera en la que su relación se dio no fue de lo más común, pero, ¿quién dijo que lo común es lo normal?



- Ay, eres igual a Yulia…



- Pensamos igual, que es diferente- sonrió, volviéndose al horno, pues el Timer ya había dado los minutos de la Lasagna.



- ¿Te confieso algo?- murmuró, sonriendo ante el estrepitoso ruido de las carcajadas de Yulia en el fondo, Natasha asintió. – Yulia es la primera persona que ha logrado muchas primeras veces en mí



- ¿A qué te refieres?



- A que Yulia es la primera persona que me ha interesado en un sentido no sólo sexual, que era la primera también, sino también en el sentido amoroso, de esas personas que ves y dices "Si yo quería decir algo más para ella"…”Si ella me considera ... pero no lo hace”… y que me provocó sonrisas estúpidas sin decirme siquiera un halago, con sólo que me dirigiera la mirada ya me tenía sonriendo…y que llegó un momento en el que temblaba si mi mano rozaba la suya al alcanzarle algo, en el que se me olvidaba el tiempo, lo correcto y lo incorrecto…



- Eso, Lena…se llama, cursimente, “amor a primera vista”… pregúntale a Phillip sobre eso, he sure does know- sonrió, tomando el envoltorio de aluminio de aquella Lasagna. – Dicen que "la vida no se mide por el número de respiraciones que tomamos, sino por los momentos que nos quitan el aliento” – Lena rió. - ¿Qué te parece tan gracioso de mi cita?



- No me digas que un orgasmo no te consume los suspiros- sonrió amplia y pícaramente.



- Y pensé que yo era la sexual en la historia



- De ese privilegio no gozas exclusivamente, mi amor- rió, llamándola, por primera vez, “mi amor”.



- Nate, es mi mamá- sonrió Yulia, emergiendo de la nada en la cocina, con una sonrisa como nunca, aguantándose la risa, le alcanzó su iPhone. – Yo sirvo la Lasagna, don’t worry- Natasha se apartó, llevándose a Larissa al oído mientras caminaba hacia la habitación de huéspedes



-¿Y?- murmuró Lena, levantándose para alcanzar los platos.



- Mi mamá, que quiere desearle muchos éxitos a Natasha…



- ¿Y las risas?



- Mi mamá ha estado dando un Seminario sobre restauración y curación de lo barroco y dice que uno de los alumnos, un niño de no más de veinte años, la invitó a salir, en una cita- Lena rió, entendiendo las carcajadas de Yulia. - ¿Estás bien?



- Si, ¿por qué?



- No sé, sólo pregunto- murmuró, tomándola de la cintura y buscando sus labios con los suyos; haciendo que encajaran en un perfecto y tierno beso. – Quisiera besar tus labios…- susurró al soltar su labio inferior de entre sus dientes.



- Realmente espero que te refieras a los de abajo



- Iba a decir “todo el día”… pero tu idea está muchísimo mejor…- sonrió, tomándola de su trasero para levantarla y sentarla sobre la barra. – La Lasagna puede esperar



- Espera, espera- rió incómodamente al Yulia meter su mano por debajo de su falda James Perse gris. – Natasha va a regresar…



- Sólo quiero tocarte… un poquito- susurró a ras de su cuello, para luego besarlo e introducir su mano por entre el encaje de su tanga.



- Esto solo hará que tengamos un final malo- resopló, sintiendo los dedos de Yulia recorrerla de arriba abajo, desde su clítoris hasta su vagina.



- ¿Te has cambiado el tampón?- susurró a su oído, mordiendo su lóbulo y haciendo círculos sobre el clítoris de Lena.



- Después de cenar- suspiró, culpando a los labios de Yulia que besaban detrás de su oreja izquierda, y amando a sus dedos tibios que coqueteaban con su clítoris.



- Mmm…- tarareó, rozando sus labios y su nariz contra su mejilla. - ¿Por qué no ya?- susurró, atrapando sus labios en los suyos y, con un movimiento rápido y ágil, tomó el cordón de aquella invención y lo tiró lenta y gentilmente hacia afuera.



- Oye- rió Lena. –Voy a ponerme uno limpio, gracias por hacerme el milagro de sacarlo sin tener que mover un dedo- se intentó bajar de la encimera, pero Yulia la detuvo.



- No te enojes- murmuró Yulia.



- ¿Por qué me enojaría?- preguntó con su respiración entrecortada al sentir nuevamente los dedos de Yulia en su clítoris, que había pasado el tampón, que iban a mantener en el anonimato, a su mano izquierda. – Oh… fuck…- gimió entre dientes al sentir que Yulia metía dos dedos dentro de ella. – Sácalos, por favor



- ¿De verdad quieres que los saque?- y movió sus dedos dentro de ella, frotando su GSpot, sacándole un gemido agudo y callado a Lena, que intentó ahogar pero falló.



- Dos puntos- suspiró, deteniéndose del cuello de Yulia, escuchando a Natasha muy en el fondo, que todavía hablaba con Larissa. – Es injusto… ¿por qué tú puedes y yo no?, y, segundo, te ensuciaste tus dedos… y bastante



- Tengo demasiadas ganas de hacerte el amor- dijo, mordiendo su labio inferior. – Demasiadas ganas- repitió por todo capricho.



- ¿Qué tantas ganas tienes?- Yulia hizo lo impensable para Lena, sacó sus dedos de su vagina y, elevándolos hasta un punto en el que ambas pudieran verlos, pintados de rojo, Yulia los introdujo a su boca y los limpió, los succionó frente a Lena. – No quieres hacer eso …



- Si lo hice, mi amor… ¿ducha antes de dormir?



- Sí, sí, suena demasiado bien… ¿en qué mundo pensé que iría a la cama sin un orgasmo?



- En uno muy retorcido- sonrió, dándole un beso fugaz en sus labios mientras se bajaba de la encimera. – Esto es tuyo- rió, alcanzándole el tampón que lo tomaba por el cordón.



- ¿Quién eres y qué hiciste con mi novia?- rió Lena, tomándolo antes de que Natasha lo viera.



- Yo soy Mrs. Hornyness, y tengo a tu novia- rió, sonando como un secuestro. – ¿Harías algo por mí?



- Lo que sea



- ¿Segura?- rió a carcajadas en pleno descaro.



- Claro, tu mente no es tan retorcida…



- Sal sin que lleves tu camisa y tu tanga, sin sujetador, sin fondos- sonrió, levantando la ceja.



- Lo que la Princesa quiera- sacó su lengua y se retiró por el pasillo, cruzándose con Natasha en el camino, que ambas se guiñaron el ojo. Oh, algo tramaban.



- Buenos deseos los que te deseó mi mamá- rió Yulia, tomando el iPhone de la mano de Natasha para seguir cortando la Lasagna.



- I like your mom, pero me gustas más tú- sonrió, dándole un beso en la mejilla.



- ¿Y ese beso?



- ¿Ya no te puedo dar un beso?



- Tienes un buen rato de no darme uno



- Yul, tengo miedo



- ¿De qué?



- Call me crazy, pero tengo miedo de que, al casarme con Phillip, tú y yo no seamos las mismas



- Nate, tú y yo… no hay nada que pueda separarnos, creo yo… no puede ser un hombre, que suele ser la causa más común- la abrazó y le dio un beso en la cabeza. – Lo de nosotros es un verdadero matrimonio, pero no le digas a nadie- susurró, dándole otro beso.



- It’ll be our own dirty Little secret- susurró de regreso Natasha, abrazándola por la cintura, pues a Yulia no le gustaba que la abrazaran por encima de los hombres, sólo Lena podía hacer eso. – Gracias



- ¿Por qué?- no dejaba de abrazarla, no la soltaría por nada en el mundo, tal vez sí en ese momento, pero no había poder humano que pudiera quitarle a su mejor amiga.



- Porque estuviste ahí para “Eso”, para todo lo de Phillip, para lo de mamá, porque has estado siempre para mí, te lo pidiera o no, siempre me has apoyado en todo, te has alegrado por lo que he logrado, me has levantado cuando me he caído, siempre, siempre has estado para mí, y me has escuchado, no me has juzgado, me has hecho entrar en razón en los momentos más críticos, me has dado tranquilidad en los momentos más desesperantes, me has consentido por mucho tiempo, me has cuidado cuando he necesitado que me cuiden, me dejaste manchar tu chaqueta IRO…- la voz se le quebró un poco, pero Yulia simplemente la abrazó más fuerte.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 22, 2014 11:28 pm

Aquí hay mas



- Todavía tengo esa chaqueta- rió. – Me acuerda que estuve ahí para ti…- le dio un beso en su cabeza mientras acariciaba su castaño cabello, liso y largo, hasta media espalda, todo un cuidado profesional para las Bodas, que luego lo cortaría a su largo usual, pero no lo volvería a teñir. – Nate… we’re best friends… y digamos que las mejores relaciones, que tengo, son las que no han empezado de manera muy común… tú, Phillip y Lena son lo mejor que tengo, what I treasure… no sé quién sería yo, o qué sería de mí si no te hubiera conocido, bendigo a Alfred infinitamente por habernos presentado indirectamente en aquella fiesta, lo bendigo también por haber activado lo que tengo con Lena- paseaba su mano, enterrando sus dedos por entre su cabello, y apoyaba su mejilla contra el pómulo de Natasha, que ambas estaban descalzas. – Y siempre voy a estar para ti, sea bueno o malo, fácil o difícil, no te voy a dar la espalda… y quizás ya no me necesites tanto como antes, pero siempre voy a tener ganas y tiempo para lo que tenga que ver contigo… que soy toda oídos para tus problemas, toda ojos para las excentricidades que hemos pasado- rió, acordándose de un particular episodio. – Para lo que necesites, aquí estaré…más cerca que nunca… para celebrar tus aniversarios, porque sé que serán muchos, para celebrar tus embarazos correctamente, para meterme a St. Patrick’s Cathedral para los bautizos de tus hijos, para acompañarte en el duelo, hasta para reprender a Felipe si la situación lo amerita… aquí tienes comida, cama, todo. Y, te repito, yo no soy Phillip, y sé que eres feliz con él, y que los vas a ser, pero, el día que no te sientas feliz, puedes ser feliz conmigo, o con nosotras… y sabes que siempre voy a estar para ti, pase lo que pase, las cosas sean buenas o malas, difíciles o imposibles… I’ll be there, always and forever- y no pudo evitar quebrarse en un par de lágrimas que Natasha le limpió mientras la veía a los ojos y la detenía por sus mejillas.



-No te atrevas a dejarme ... no puedes



- Bueno, supongo que estamos atrapados entre sí entonces ... nadie va a ninguna parte- guiñó su ojo y le dio un último abrazo.



- A mutilar a esa perra- rió, refiriéndose a la Lasagna.



Al poco tiempo apareció Lena, en tanga negra, cuidando que el cordón de aquella invención quedara dentro de los límites de la tela, y en una camiseta desmangada gris, complaciendo a Yulia, que Yulia no creía que lo hiciera. Cenaron entre risas, Natasha contándoles sobre su época de capitana del equipo de Lacrosse en el colegio, de cómo, en su histeria, le había pegado a una de las del equipo rival con el crosse y la había hecho desmayar del golpe, motivo de su salida del equipo de Lacrosse. Yulia terminó el cubo entre la cena, entre que Natasha contaba sobre su prima Consuelo, y Lena tuvo que resignarse a armar aquel **** rompecabezas ella sola. Y, entre Grey Goose y Grey Goose, que terminaron bebiendo tres botellas, Lena hablando con acento ruso por el Vodka, luego con acento francés cuando Natasha le dijo que Grey Goose era francés, Yulia y Natasha enseñándole, a Lena, literalmente “how to Dougie” y luego “Let Me Clear My Throat”, se fueron a dormir, entre la ebriedad, todas a la cama de Yulia, Yulia y Lena olvidándose de su cita en la ducha, más bien sólo posponiéndola. Pero durmieron bien, profunda y pacíficamente, no se acostaron tarde, sólo muy ebrias, para recordar, o no recordar, el último día de Natasha como “no-casada”, pues no pudieron encontrar un término que lo describiera; no era soltera, legalmente sí, pero de corazón no. Hugh las estaría esperando a las diez de la mañana para llevarlas hasta la casa de los Hamptons de los Roberts, en donde se llevaría a cabo la Boda Civil a las cinco de la tarde en punto. Yulia se levantó primero, como cosa no muy rara, y fue a la cocina a meter un paquete de PopTarts de Canela al tostador. Se sirvió un vaso con leche y esperó el minuto a que aquellas cosas, porque no sabía qué eran en realidad, saltaran del tostador, un desayuno nada saludable, pero al menos estaba comiendo. Era un día perfecto, cielo azul, ni una nube, sol invadiendo cada rincón que pudiera alcanzar, era un hermoso día de verano, día que se volvió más perfecto en cuanto vio a su Afrodita salir de su habitación, con su melena roja alborotada en sus rizos flojos y anchos que eran más unas ondas, se rascaba los ojos.



- Buenos días, Licenciada- sonrió, y, pues, la llamó así porque así se saludaban en la oficina.



- Buenos días, Arquitecta- bostezó mientras se estiraba con sus brazos entrelazados, así como sus manos, y levantaba un poco su camiseta, que, al estar en puntillas y con los brazos intentando alcanzar el cielo, se deslizaba hasta por su ombligo.



- ¿Café o té?



- Creo que café para la resaca- rió suavemente, sentándose en la encimera, al lado del plato en el que Yulia había colocado la mitad de su PopTart, pues ya había comido uno y medio.



- ¿Qué tal dormiste?- preguntó, tomando el Portafilter y rellenándolo de café con la palanca que traía hacia ella.



- Bien, aunque no me acuerdo en qué momento me morí… porque eso no fue dormir, eso fue morir- rió, moviendo sus pies colgantes mientras Yulia aplacaba y comprimía el café en el Portafilter y luego lo encajó con el Group head.



- Pero, ¿descansaste?- sacó una de las tazas de Lena, la de “Wasn’t Me”, y la colocó bajo el portafilter.



- Sí, ¿y tú?- Yulia apretó el botón y el café empezó a caer en la taza.



- Sí, muy bien- sonrió, sacando la leche y vertiendo un poco en la jarra de aluminio para luego vaporizarla.



- ¿Te sientes bien?



- Sí, ¿por qué?- guardó la leche.



- No lo sé…



- ¿Algo que me quieras decir, mi amor?- sonrió, empezando a vaporizar la leche, no sin antes haber dejado ir un poco de vapor para limpiarlo. Lena se negó con su cabeza. – Por favor, si no me dices, no sabré qué hacer



- Te puede sonar muy raro, hasta infantil…



- ¿Quieres algo de Barney?- Lena se negó con una sonrisa. – Entonces no puede ser infantil



- Está bien…- suspiró. – Siempre nos vamos juntas a la cama, a veces sólo a dormir, a veces hacemos el amor, pero siempre nos vamos juntas a la cama… y siempre nos despertamos juntas…- Yulia apagó el vaporizador y le dio un par de golpes a la jarra contra la encimera, sólo para aplacar la espuma, sacudió la leche y le dio otro golpe. – Bueno, tú te despiertas primero, pero siempre que me despierto estás ahí, conmigo… si es fin de semana, simplemente me abrazas hasta que se me quite la pereza, si es cualquier otro día, me despiertas y luego te vas a bañar, pero siempre me despierto contigo… y ahora…- se encogió de hombros. Yulia la veía a los ojos, veía algo en su mirada, como si algo estuviera roto, o mal. – Ahora que me desperté… suena tonto, yo sé, pero no estabas…- Yulia sonrió y tomó la taza en su mano. – Quizás lo has hecho otras veces, pero ahora se sintió raro…diferente…



- Mi amor…- se acercó a ella con la jarra y la taza. – Lo siento mucho- sonrió, vertiendo la leche en la taza. – Tienes razón… no me gusta dejarte sola, no me gusta irme sin darte un beso…- dibujó un círculo, paró, un círculo más pequeño que empujaba el anterior y lo hacía una media luna, paró, otro más pequeño que hacía lo mismo, paró, agitó la leche mientras caía a la taza y la deslizó por el medio. – Sé que una flor no arregla una tristeza, pero quizás una flor y un beso sí- sonrió, alcanzándole su Latte con la flor barista y le dio un beso en sus labios.



- Eres muy detallista conmigo- se sonrojó, tomando la taza en sus manos. – Gracias



- No me des las gracias, mi amor… - guiñó su ojo. - ¿Quieres algo de comer? – la vio un poco pensativa, sonriéndole a su flor entre sus manos.



- Me comeré una manzana- sonrió, hablando muy bajo, casi tan bajo que Yulia no le escuchó. - ¿Cómo es que sabes hacer estas cosas? Nunca te pregunté y nunca me lo dijiste



- ¿Mis habilidades de Barista?- rió Yulia, abriendo el congelador y buscando una manzana para cortarla.



- Tú no tomas café, pero sabes hacerlo, ¿por qué no tomas café?



- Tomo café, pero es muy rara la vez que lo tome, sólo con Bourbon… con una generosa porción de Tiramisú, neutraliza un poco las cosas- sonrió. – Pues, es que no me gusta lo amargo del café, es ácido y amargo a la vez, indeciso y confuso- cortó la manzana en sus cuatro caras, cortándola en gajos también, gajos accesibles y los colocó en un recipiente mientras veía a Lena tomar su café, que cada vez era más raro que le pidiera un café. – Y, lo de Barista… mi mamá, como buena rusa, piensa que todo ruso debe ser capaz de hacer un buen café- arrojó un poco de canela en polvo sobre los gajos de manzana verde. – Y, cuando le dije que no me gustaba el café… me metió a un curso intensivo; desde cómo hacer un café, hasta cómo presentarlo…- exprimió medio limón sobre los gajos. – Hacer café no es sólo poner agua y café molido a hervir, tiene su arte- dijo con cinismo, pues a Yulia le daba igual todo aquello, vertió una cucharada de azúcar moreno y a mezclarlo.



- There’s so much more to you than meets the eye (Hay mucho más de lo que se ve a simple vista)- sonrió, tomando el recipiente de las manos de Yulia. – Gracias



- Buen provecho, mi amor- cerró sus ojos en ternura, volviendo a su leche y a su PopTart, que sabía que eso no la iba a llenar.



- Buen provecho a ti también…mmm…están buenísimas- rió al morder el primer gajo de manzana.



Yulia le alcanzó un poco de agua, para cuando terminara su café, pues Yulia insistía en que tomar agua, tras una taza de café, era lo mejor, aunque realmente creía haber leído en algún lugar, en Vogue quizás, que, por cada taza de café, había que tomarse, por lo menos, un litro de agua, pero Lena llenaba la cuota de los cuatro litros diarios, pues en la oficina, después del café o del té, sólo había agua, y bebía mucha, porque el aire acondicionado le resecaba la garganta. Lavó rápidamente los platos, con la ayuda de Lena los secó, pues no le gustaba tener platos escurriendo, no sabía por qué, pero no le gustaba, quizás por el desorden del agua, no sabía, pero Lena los secaba, pues eran demasiado pocos para lavarlos en la lavadora de platos. Yulia vio el reloj, eran apenas las ocho y media, Natasha todavía no despertaba, y la novia necesitaba “Beauty Sleep”, por lo que la dejaron descansar media hora más mientras ellas sacaban sus respectivos vestidos: Yulia su J. Mendel blanco, de encaje y manga corta pero más larga de lo habitual, la falda era entre su rodilla y medio muslo, con bolsillos invisibles y cómodos, con una pequeña abertura en el torso, nada revelador, con clase, y con un listón de seda que marcaba la cintura, Lena un Givenchy de un hombro, un Blouson, que tenía que cuidarse muchísimo por ser blanco. Yulia empacó sus TOMS y los de Lena, ambos color marfil, los de Yulia de Grosgrain, los de Lena de Crochet. Empacaron también un poco de ropa cómoda, pues se regresarían a la mañana siguiente, quizás sin dormir, quizás con un poco de sueño encima, pues Natasha no quería estar muy cerca de sus familiares, había decretado que tenía que tener paz y tranquilidad para evitar sorpresas arrugativas antes de la Boda religiosa, nada que no cupiera en la Duffel Bag de Yulia, aquella Louis Vuitton que la había acompañado en su llegada. Sacaron el Donna Karan de Natasha, cuya diseñadora, obviamente, estaría presente en la Boda, no sólo en la civil, sino también en la religiosa, así como Donatella, pero sólo en la religiosa, empacaron las zapatillas Alexander McQueen que usaría aquella tarde, junto con sus joyas, y apenas las ocho y cuarenta y cinco.



- ¿Eso es todo?- preguntó Lena luego de meter los perfumes en la Duffel Bag, junto con las respectivas joyas y los bolsos compactos.



- Eso es todo- sonrió Yulia, tomándola de la mano y trayéndola a ella por su cintura. - ¿Ducha?-



Lena asintió lentamente, pasando sus manos por el cuello de Yulia. Lena dio un salto, quedando a horcajadas con Yulia, por su cadera, Yulia deteniéndola con sus brazos, pesaba, pero no tanto, eran las ciento catorce libras más livianas. Se movieron en silencio para no despertar a Natasha, Lena se bajó al entrar al baño y cerró la puerta, o al menos eso creyó. Yulia encendió la ducha, creando un baño de vapor para aquel remoto calor que traspasaba las paredes de su apartamento, viendo Central Park hacia la derecha, al borde de donde estaría, en algún momento, una bañera, tal y como Lena se lo había pedido una vez. Lena se desvistió, arrojando la ropa en el cesto de la ropa sucia, como todas las veces, Yulia también, y quedaron desnudas, una frente a la otra, con una sonrisa sincera. Lena desvió la mirada, un tanto sonrojada, no sabía por qué, o quizás sí, pero no lo quiso compartir conmigo, aunque yo todo lo sé. Yulia abrió la puerta de la ducha para regular el agua, agua un poco fría, más fría que tibia, relajante y refrescante, le alcanzó la mano a Lena para darle paso a la ducha, que pasara primero. Ella sacudió la cabeza.



- ¿No?- Lena sacudió nuevamente la cabeza. - ¿Qué pasa?- Lena levantó su ceja derecha, desvió su mirada hacia abajo y le mostró a Yulia que, en la palma de su mano, descansaba el cordón celeste. - ¿De verdad?- resopló Yulia un poco incrédula. Lena asintió. - ¿Estás segura?- volvió a asentir. – Agáchate- sonrió, agachándose con ella y llevando su mano a su entrepierna para tomar el cordón en su mano. Lo tomó entre su dedo índice y medio, lo retorció alrededor de ellos para asegurarlo. – Respira hondo- Lena lo hizo, y Yulia tiró suavemente del cordón hasta que salió aquello de Lena.



- ¿Feliz?- sonrió, poniéndose de pie y tomando aquella cosa de la mano de Yulia.



- Ha sido un honor para mí, Licenciada- sonrió, mientras Lena hacía que aquel artefacto desapareciera. – Ahora sí, ¿ducha?- Lena asintió y le tomó la mano a Yulia.



- Me acuerdo de la primera vez que me duché contigo- sonrió bajo el agua, que Yulia también se empapaba, pues el agua caía desde el techo, en un riel que iba a lo largo, en forma rectangular, que hacía que cincuenta y seis chorros en distintas direcciones, todos apuntando, de alguna manera, hacia el centro, cayeran de techo a suelo, con la propulsión que se deseara, hasta se podía jugar con la dirección de los choros con un control remoto, aunque también se podía usar la cascada convencional, la que caía de la pared frontal de la ducha, pues la otra sólo la utilizaban cuando se duchaban las dos juntas, para no esperar tanto tiempo, aunque servía de hidromasaje también. – En la ducha miniatura de mi apartamento- rió, acordándose de aquel desastre, que la ducha había terminado sin cortina.



- Ese fin de semana, ¿de verdad te divertiste?- rió Yulia, vaciando un poco de su shampoo , que había cambiado de marca, a un Alterina Anti-Envejecimiento, mientras Lena utilizaba el equivalente pero para cabello rojo.



- Después de esa cápsula sobre la Cobra, que es la serpiente venenosa más larga de todas, con un largo de hasta cinco metros y medio, después de subirnos a los camellos, de darle de comer a las focas y a los pingüinos, y de una gloriosa y exagerada comida, después de comprar esas cosas que parecían consoladores- rió. – Sí, me reí demasiado ese día, entre tus cápsulas de nula sabiduría sobre los osos polares, los chistes sobre pingüinos o monjas extremadamente malos, y que el pingüino no aceptara tu pescado, sí, me reí- rió de nuevo, lavándose el cabello mientras Yulia sólo la escuchaba, pues hacía lo mismo. – Me acuerdo de tu cara cuando empezó a llover, y sin paraguas, tan típico… y, sí, luego la ducha caliente para no enfermarnos, y le dije adiós a la cortina de mi ducha



- Oye, es que esa ducha…- sacudió la cabeza mientras se enjuagaba el cabello. – Si apenas cabíamos… además, te compré una cortina nueva muy bonita, no te quejes- rió, sacándole la lengua, pero Lena no vio.



- No me quejo, sólo me da risa- escurrió su cabello y volvió a tomar el shampoo para una segunda ronda, igual que Yulia, pues Oskar llevaría la belleza hasta los Hamptons, que no era cortesía de Bergdorf Goodman a pesar de que Margaret y Natasha eran miembros Platino.



- ¿Te he dicho alguna vez que me encanta tu risa?- murmuró entre la espuma de su cabello, Lena sólo rió nasalmente, pues estaba sonrojada y no sabía qué decir. –Es que me gusta que, cuando te ríes, sonríes también



- ¿No se supone que eso es lo que suele suceder?



- Hay gente que sólo abre la boca… como Clark- y ambas rieron a carcajadas, acordándose de la vez que lo habían visto reírse, pues no lo habían escuchado, el Ingeniero no emitía ninguna risa, sólo abría la boca, era extraño, demasiado extraño, y gracioso para segundos y terceros, pues no sabían cómo la Arquitecta Ross había podido aguantarse tremenda carcajada.



- Touché- jadeó Lena ante el dolor de abdomen que le había provocado aquella risa. – Gracias… por el halago- sonrió, escurriendo nuevamente su cabello, sintiéndolo limpio, viendo a Yulia hacer lo mismo, luego tomando el acondicionador, que usaban un Ojon restaurador, Yulia vertió un poco en la mano de Lena y luego en la suya, peinando sus cabellos con sus dedos a medida que mezclaban el acondicionador con el cabello para alisarlo todo, que Yulia se hacía un moño por unos minutos para dejarlo hacer efecto, Lena simplemente seguía peinándolo para quitar todo aquel jodido cabello que no debía estar incrustado en su cuero cabelludo. Terminaron por enjuagarse el acondicionador.



- ¿La espalda?- murmuró Yulia, destapando el tarro de jabón exfoliante. – Lena asintió y apagó la ducha desde la llave, no sólo la interrumpió. – Sabes… - dijo en voz baja mientras empezaba a exfoliar la espalda de aquella pelirroja. – Tengo un tiempo de estar sintiendo algo…



- ¿Físico?- dijo, deteniéndose de la pared frontal con ambas manos, en posición de registro físico policíaco.



- Más allá que físico… siempre lo siento, es fuerte, aunque hay días, como ahora, que lo siento más… o quizás no “más”, pero lo siento frágil- subía y bajaba por su espalda, exfoliando sus hombros, sus omóplatos, su cintura y sus caderas. – Y ahora se intensificó cuando me dijiste lo de que no te gustaba despertarte sin mí…- detuvo la exfoliación y la abrazó por la cintura, Lena se irguió. – Te amo… - le susurró al oído, suave y tiernamente, simplemente teniéndola en sus brazos. – Y no quiero que te sientas así otra vez… nunca… breaks my heart saber que puedo hacerte sentir así- Lena se volvió hacia Yulia y se aferró a ella, besando sus hombros y su cuello, libre de cabello, pues estaba en el moño que se había vuelto a hacer al quitarse el acondicionador.



- No fue grave- susurró, topando su mejilla izquierda a la de Yulia.



- Te diré algo… es un secreto- susurró. – Nunca pensé que el amor pudiera sentirse como este, y que cambió mi mundo con sólo un beso, ¿cómo puede ser que estás aquí conmigo?- susurró, aferrándose a Lena todavía más. – You’re an angel, it was a miracle (Eres un ángel,fue un milagro)- Lena resoplaba conmovida, sonrojada, solo descansando su mejilla contra la de Yulia. - Tu amor es como un río, pacífico y profundo, su alma es como un secreto que nunca podría tener, cuando miro en tus ojos Sé que es verdad ... Dios debe haber gastado ... -susurró, haciendo una breve pausa para besar su pómulo. – Un poco más de tiempo en ti.



- Te dire un secreto yo- susurró Lena, acariciando el cuello de su Arquitecta con sus dedos. – En todas las creaciones, todas las cosas grandes y pequeñas, que es el que supera a todos ... más precioso que cualquier diamante o perla ...- aquellas dos mujeres, abrazadas, en pleno eco de ducha y baño, mejilla contra mejilla, ambas con sus ojos cerrados, derramando, en cantidades industriales, cursilería tras cursilería, pero se sentía bien. – Rompieron el molde cuando viniste a este mundo-sonrió, dando un paso, y luego otro, creating un círculo de Pasos. - Y yo estoy tratando de averiguar, lo que he hecho sin ti, la calidez de tu sonrisa, el corazón de un niño ...



- Es muy dentro ... me hace purificado- completó Yulia, quitando su mejilla de la de Lena para apoyar su frente contra la suya y rozar su nariz con la suya. – Te amo- susurró, encajando sus labios con los de Lena, tan sensual, tan romántico, tan perfecto.



Y, mientras Lena separaba sus labios para besar el labio superior de Yulia, Yulia lo hacía para con el inferior de Lena, ambas apoyándose en la fuerte ternura del beso. Suave. Cariñoso. Rudo pero suave, cargado de amor, feroz pero tranquilo, como un nanosegundo pero también para siempre, y fue como una explosión de paz y serenidad que las invadió, que no era melancolía, sino el verdadero significado de lo que tenían entre ellas, que quizás sólo ellas podían entender y comprender en su totalidad, que sabían que el amor no alimentaba, pero daba calor cuando había frío, y daba más significado a todo en la vida, que Yulia era más que un Ego, que una limitada omnipotencia, y que Lena era más que una imprescindible sonrisa, más que una sentimiento desaforado hacia Yulia, pues Yulia era el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el orden y el caos, Lena no era ni su Sidekick ni su Profeta, era su Ambiance Enhancer, la que le daba forma y sentido, la que potencializaba y maniobraba todo aquello, creando una complementariedad cruda y natural, la interdependencia física, mental y emocional, una simple fusión que se llamaba “perfeição”, dicho en el idioma más sensual que existió jamás, en el más considerado de todos, no era intenso, ni tosco, ni romántico, era la mezcla justa entre la delicadeza y la gracia, entre el chiste y el canto pausado.



- Te amo, te amo, te amo, te amo…- suspiró Lena, encendiendo la ducha nuevamente y empujando a Yulia contra la pared mientras la seguía besando y Yulia enjuagaba su espalda.



Clavó sus labios en el cuello de su novia, aferrándose a ella con sus manos por entre la pared y la piel, recorriendo, a besos, desde su cuello hasta sus hombros, degustando sus deliciosas y elegantes pecas, Yulia no sabía qué estaba pasando, simplemente se sentía entre las manos de Lena, con el gusto que aquello le daba, fuera del placer sexual y emocional, era feliz, y era razón suficiente para hacer cada locura injustificada y justificada. Yulia detuvo a Lena por su cuello y sus mejillas, volviendo su rostro hacia el suyo, sólo para besarla, besarla infinitamente, después de todo, eso era lo único que siempre quiso hacer, besarla. Y Lena terminó contra la pared, suavemente, apoyada erguidamente contra ella, Yulia apoyando su frente contra la suya. Algunos chorros minúsculos caían sobre la espalda de Yulia, sobre sus hombros, que hacían que se corrieran hacia abajo, por efectos de la gravedad y la atracción, y se volvieron a besar corta pero cariñosamente, Yulia rozó su nariz con la de Lena mientras la tomaba de sus manos, entrelazando sus dedos, ambas abrieron sus ojos y encontraron sus miradas reflejadas en la otra; verde contra celeste, y Yulia llevó su mano al sexo de Lena, Lena al de Yulia y, sin despegar sus frentes o sus narices, viéndose a los ojos, se tocaron de tal manera que no era una masturbación mutua, era hacerse el amor mutuamente en aquella ducha. Ambas jadeaban suavemente, gemían aguda pero calladamente, lo suficientemente fuerte como para que la otra escuchara a través del uniforme ruido del agua caer, se veían a los ojos sólo para darse cuenta de cómo la otra se adueñaba de su mente, que la enredaba cariñosamente en sus deseos amorosamente carnales. Era aquello de que, mientras más se hacían el amor, mientras más fuerte era la tensión entre ellas, que jadeaban y tensaban las quijadas, inhalaban y exhalaban placer romántico, más ganas se tenían. Que sus dedos las recorrían mutuamente, cada par de dedos a su manera, desatando la locura en la respiración, en las sensaciones que las volvía agudas, más agudas que nunca, que hasta lo más íntimo perdía la cordura. Aquella parte que se acariciaban mutuamente ardía, era una dulce y placentera agonía.



- I love you- susurró Lena con esfuerzo sobrenatural en su respiración entrecortada, y tomó a Yulia por el cuello y la besó, dejando que la locura invadiera sus entrañas, haciendo que el deseo de Yulia se desbordara, ocasionando un gemido mutuo en aquel beso, el fuego que provocaba el roce y el beso. Y ambas perdieron totalmente la cordura, se la cedieron mutuamente, y acariciaron sus clítoris más rápido, se dejaron de besar, y fusionaron sus alientos entre la frescura de la humedad que aquella cascada proveía. Y no había tales de secretos, ni de respiraciones tranquilas y pacíficas, sólo Lena aferrada a Yulia por su cuello, Yulia aferrada a Lena por el antebrazo que la atraía hacia ella, y abrieron los ojos, sólo para reencontrarse, besarse de nuevo, entendiendo por qué aquello no había sucedido la noche anterior, por qué hasta entonces. Se volvieron a abrazar, olvidándose del tiempo, del glamour, de la Haute Couture, de todo lo que tenía y no tenía sentido, lo que pasó y pasaría, ahí, en ese momento, sólo estaban ellas dos, haciendo, de esa imagen, que era momentánea y pasajera, una fotografía, para recordarla siempre, así como la visita al Zoológico, así como su primer beso, así como todo lo que vendría, que ni Yulia ni Lena sabían con certeza, pero podía venir lo que fuera, y no importaría en lo absoluto.



- I’m head over heels for you…(estoy perdidamente loca por ti)- susurró a su oído, tal y como había empezado aquello, con aquel secreto. Se desvió a besar su cuello, cariñosamente, sólo para adorarla ese momento, para amarla, para hacerla sentir lo importante que era.



- Stiletto Heels?- sonrió Lena junto con una risa nasal.



- De dieciséis centímetros y Louboutins- rió.



- Es muy alto…- alcanzó el jabón de almendra y se lo mostró a Yulia. – Y…será que…¿puedo hacer tu sueño realidad si te bajas de esos Stilettos?- rió, colocándole el bote de jabón líquido en la mano.



- Esto significa que, si yo lo hago, tendré que dejarte luego, ¿cierto?



- Es decisión de cada quién…- suspiró, abriendo nuevamente sus piernas. – Esta soy yo, dejando que me consientas al cien por ciento, desde un shampoo de Caviar hasta que me laves…- tomó la mano de Yulia junto con el bote de jabón, se lo quitó delicadamente, volteó su mano sobre su dorso y, abriendo la boquilla, vertió un poco de aquel amarillento y transparente jabón líquido en la palma de su mano. – Esta soy yo, entregándome al cien por ciento, tras mi definición- guiñó su ojo y levantó su ceja. - ¿Me lavas o no?
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Jue Oct 23, 2014 12:10 am

That’s it!- gimió Yulia aquel jueves por la noche. – Ya no puedo esperar más…- suspiró, poniéndose de pie, impulsándose con ambos brazos de la encimera.
- What?- murmuró Natasha, viéndola con ojos sorprendidos.
- I’m gonna ask her!- murmuró mientras se alejaba por el pasillo.
- ¡Yulia!- la llamó, hundiendo su rostro entre sus manos. Y la risa la atacó.
- Nada de “Yulia”- susurró para ella misma, imitando el tono de Natasha, y presionó aquella puerta, la de la habitación del piano, y la haló con fuerza para abrirla de par en par, asustando a Lena, quien estaba sumergida en su rompecabezas.
- Esa sí que fue una entrada- rió aquella pelirroja, levantando su ceja en pleno sarcasmo pero volviendo al rompecabezas.
- Lena, hay algo que quiero decirte- murmuró Yulia, acercándose a ella.
- Me lo pude imaginar por esa súper entrada- rió un tanto indiferente, ensamblando un bloque de tres piezas. - ¿Qué pasó?- murmuró sin quitarle la vista a las piezas, pero notó que Yulia se arrodillaba sobre su rodilla derecha. - ¿Qué… pasó?- Yulia le tomó las manos, botándole las piezas sobre la mesa.
- Mi amor, Lena Katina… por el carajo más grande que existe, ¿podrías dejar de armar esa cosa y venir a cenar?- Lena se quedó perpleja. – Deja de armarlo, no me importa si no lo armas, te diré lo que era, lo armaré contigo si quieres… pero ven a comer, por favor
- Ah… uhm… claro- sonrió. - ¿No quieres que lo siga armando?
- No, esa cosa te está consumiendo más que el jueguito ese del cocodrilo en tu iPhone… te estoy perdiendo en un rompecabezas- sacudió su cabeza dramáticamente. – Eso no puede ser
- Eres tan…- hizo una pausa y entrecerró los ojos. – Dramática…- suspiró con una risa ridícula.
- Lo sé… y, por lo mismo, si no dejas de armar esta cosa… te llevarás la decepción más grande del mundo y te vas a enojar conmigo- Yulia se levantó, tomando a Lena en su manos y halándola hacia ella por su cintura. – Era un signo de interrogación- sonrió, abrazándola completamente y empezando a besar su cuello.
- Tienes razón, me hubiera enojado si lo hubiera terminado… pero no significa que no esté molesta- suspiró ante el mordisco de Yulia. – Te perdono si me das otro- y Yulia sonrió y rió nasalmente a ras de su cuello mientras la mordía suavemente en su nuca. – ¿Qué hay de cena?
- Acaban de traer Kebaps
- ¿Por qué no me dijiste eso antes?- rió, despegando a Yulia de su cuello y halándola por el pasillo con una sonrisa extrema.
- Ay, al fin vienen, yo ya tengo hambre- rió Natasha, sacando tres vasos. - Un Kebap, con extra salsa, extra picante, sin tomate y extra pepino para mi cuñada- le alcanzó el paquete cubierto de papel aluminio, que Lena lo volcó, tiró al papel hacia los lados y luego lo abrió hacia arriba y hacia abajo, sacando aquel humeante Kebap. - Uno con poca salsa, extra picante y queso para la Princesa- le arrojó el paquete a Yulia.
- Y uno sólo de lechuga y carne para la Señora Noltenius- rió Yulia. – You’re such a pussy
- I have a juicy pussy, que es muy distinto- rió Natasha, abriendo una lata de Mountain Dew para Yulia. Lena casi se asfixia con el enorme bocado que intentaba masticar, ese comentario había estado muy bien puesto, a veces se seguía sorprendiendo por cómo Natasaha, o Yulia, podían jugar y tergiversar las palabras.
- ¿Y cuándo vas a poner a trabajar a la vagina jugosa?- Yulia bromeaba, pues sabía que hasta el domingo por la madrugada o por mañana, dependiendo de a qué hora se terminara la boda.
- La pongo a trabajar a diario y ni cuenta te das- guiñó su ojo.
- Ni voy a preguntar- resopló Lena, deteniendo el Kebap en la mano izquierda mientras que, con la derecha, abría su lata de Sierra Mist.
- Pues, es como que preguntes- le lanzó un beso aéreo Natasha a Lena. – Me masturbo to-dos los días – rió, sacando la mostaza del congelador de Yulia y poniéndole un poco a cada bocado de Kebap.
- Con que eso era lo que se escuchaba ahora que salí a la oficina- se carcajeó Lena.
- Sí que eres exagerada, Lena…- se sonrojó. – Sólo toco mi clítoris
- Y…esta conversación se acaba de poner incómoda- canturreó Yulia, totalmente incómoda y evitando hacer contacto visual con cualquiera de las otras dos.
- Incómoda nada, cuéntanos- sonrió Lena. Oh, Lena y Natasha sólo iban a molestar a Yulia un poquito, que digo un “poquito”, iban a push her limits, pero tenían una buena razón: ganar tiempo. Lena consiguió una mirada de “¿es en serio?” pero que ignoró de manera muy profesional.
- Ay, pues tú sabes… tú sabes cómo son dos semanas sin sexo, ¿no?- Lena asintió, Yulia simplemente intentaba comer rápidamente su Kebap para salir huyendo de ahí, pues no le gustaba comer en otro lugar que no fuera la cocina, en realidad, la mesa del comedor, no la había usado nunca, sólo para que Lena la acostara el día del cumpleaños de Phillip, y se rió ante el recuerdo. – Necesito relajarme… y tanto masaje tampoco me cae muy bien, además, ayuda al “Beauty Sleep”
- ¿No se supone que el Beauty Sleep es la noche anterior?- rió Yulia irónicamente.
- Pues el mío dura una semana entera- rió, vertiendo otro poco de mostaza sobre el Kebap.
- Nate, es que el Kebap no se come con mostaza- frunció Yulia su ceño, viendo la aberración que aquella mujer, recién casada, próximamente también ante Dios, hacía.
- Se supone que tampoco tengo permiso de comer estas cosas de la calle, según mi mamá, y aún así lo hago…- sacó su lengua y dio la mordida, sintiendo el picante y ácido de la mostaza, esa mezcla perfecta, con la grasa de la carne del Kebap, que nunca se había atrevido a preguntar de qué era, pues no estaba segura si quería saber, y lo crujiente de la lechuga fresca aunque ya un poco tibia, era demasiado para su paladar, Margaret no sabía de lo que se perdía, eso era un buen platillo, aunque, claro, Natasha no tenía el mejor paladar del mundo, al menos no el más fino. – En fin, Lena, como te decía- se volvió a ella, evadiendo a Yulia. – Quiero sentir a Phillip así como cuando supongo que Yulia te penetra con sus dedos cuando no lo ha hecho por mucho tiempo- sonrió, Yulia casi se muere.
- Con la diferencia que yo no dejo que pase tanto tiempo…- dijo Yulia, muy a la defensiva, pero gracioso. - ¿Podemos dejar de discutir abiertamente nuestras vidas sexuales o la falta de? ¿Por favor?- gimió en un suspiro incómodo.
- Ay, mi niña, pudorosa como siempre- rió Natasha, lanzándole un beso por el aire. – Pero, está bien, ¿qué hora es?
- Las siete y cincuenta y tres- murmuró Lena, y la mirada de Natasha y Lena se abrieron.
- No crean que no me di cuenta- dijo Yulia, viéndolas a ambas alternadamente. - ¿Qué se traen entre manos?
- Quería preguntarte algo- dijo Natasha, todavía con un poco de comida en la boca, pero cada segundo contaba. Yulia emitió aquel “mjm”. - ¿Habría problema si duermo contigo y con Lena por estos días que faltan, o sea sólo hoy y mañana?
- Si prometes no masturbarte- rió, no entendiendo realmente qué pasaba.
- Oye, no seas mala, yo no te estoy pidiendo que dejes de “tú sabes” a Lena- sonrió.
- Eres bienvenida- guiñó Lena su ojo izquierdo y levantó la ceja derecha.
- Bueno… supongo que si a mi novia no le importa, a mi tampoco- murmuró. – Pero, ¿por qué quieres dormir con nosotras?
- Le tengo miedo a la oscuridad- improvisó infantilmente.
- Y yo me chupo el dedo- rió Yulia, evocando aquel momento, aquella plática entre ella y Natasha, el día decisivo.
- Pues… de que te lo chupas, te lo chupas- guiñó su ojo. – No, es sólo que me siento sola en esa gran cama- sonrió, pero no logró ruborizarse, por lo que era, al igual que la excusa anterior, una mentira.
- Esfuérzate un poco más
- Lena y yo queremos hacer un trío contigo- sonrió, y esta vez sí se ruborizó. Yulia volvió a ver a Lena con desconcierto, luego a Natasha, dejó de masticar. – Busted!- rió, Lena estalló en una carcajada y dio un doble High-Five a Natasha.
- Ahora ya puedo ir al baño tranquila- suspiró.
- Did you make a tiny shit?- rió Natasha, arrojándosele encima con un beso en la mejilla.
- I felt sick- murmuró. – Esa clase de bromas… wow…- suspiró, guardando el poco de Kebap que le quedaba, pues se le había quitado el hambre. – Not cool- sacudió la cabeza, arrojando la bola de papel aluminio en la bolsa de papel en la que habían llegado los Kebaps. – No fue gracioso...
- Perdón- murmuró Lena.
- Sí, perdón, se nos pasó la mano- murmuró Natasha.
- Who’s the bitch now?- rió Yulia un tanto tarareado. Y todo estaba bien, eran simples bromas. – Aunque, si debería hacer un trío… supongo que lo haría contigo, Nate… pero estás casada, entonces no- sonrió, guiñando su ojo.
- Len tiene una política muy estricta sobre los tríos- dijo Natasha.
- ¿Ah, sí?- Yulia las miró escépticamente a ambas, que tenían la sonrisa cómplice más estúpida y para nada discreta de la historia.
- Sí- murmuró Lena. – Lo consideraría con Natasha, como tú dices, pero por dos cosas queda descartada, y me permito decir dos puntos: una vez estás con una mujer, no hay otra alternativa, pobre de Pipe- Yulia asintió.
- Te puedo dar mi testimonio sobre esa razón- rió Yulia, todavía asintiendo.
- Y, la segunda, es porque estás casada…- concluyó.
- ¿Entonces, si no estuviera casada, ni estuviera con Phillip, hicieran un trío conmigo?
- No- corearon las dos con una sonrisa.
- ¿Por qué? – Lena le dio la palabra a Yulia.
- ¿De verdad quieres saber?- Natasha asintió. - ¿Con censura o sin censura?
- La que te salga mejor, Señorita Pudor- bromeó.
- Porque yo te puedo comer, Lena me puede estar comiendo a mí, pero en ese trío, las únicas que tenemos una conexión ilustre, en lo que a la sexualidad se refiere, somos Lena y yo, porque tú y yo nunca hemos tenido un roce sexual, y tampoco tú con Lena, espero… probablemente funcionaría, pero siempre terminaría siendo entre Lena y yo, sin ofender
- Realmente no me imagino en un trío… menos con ustedes- rió. – Sin ofender, claro…
- None taken- corearon las dos.
- Es que apenas y sé qué hacer con Phillip… no sé qué haría con una mujer, mucho menos con dos… digo, habría tres pares de estás- dijo, levantando su busto con ambas manos. -Tres vaginas… demasiado estrógeno, demasiados pezones, demasiados clítoris, demasiado lubricante, eso no puede salir exactamente bien- rió.
- Menos con tres vaginas poderosas- añadió Lena, creando un coro de “oh” ridículo y chocaron las palmas de sus manos.
- Amen, sister- rió Yulia, levantando su vaso con aquel líquido verde, que se veía muy, pero muy natural. Y se volvieron a reír, nadie entendía qué les pasaba, ni siquiera ellas, pero estaban bien, pues, entre risas y comentarios como esos, ¿quién no?
- En fin, cambiando de tema…- dijo Natasha. - ¿No vas a comer más?- le preguntó a Yulia, pues no había vuelto a abrir el Kebap.
- No, no… voy a comer un poco de fruta- dijo como con un poco es asco.
- ¿Todo bien?
- Sí, sí… es sólo que estoy un poco estresada y me di cuenta que, si me acababa ese Kebap, no iba a tener una buena mañana, iba a terminar como mi novia, en Duane comprando Dramamine
- Una pregunta, eso que están haciendo en el estudio, ¿cuenta como de mergers and acquisitions?- Natasha seguía poniéndole un poco de mostaza a cada bocado. Lena devoraba aquel Kebap en silencio, le encantaba.
- Pues, es que Trump no nos está comprando, nos está subcontratando… lo que significa que estamos juntos pero separados, Trump trabaja con nosotros de manera exclusiva y nosotros con él, pero son exclusividades distintas. Trump sólo puede trabajar con nosotros, para diseñar, construir, mantener, restaurar y demoler, todo lo que una construcción implique, esté ya hecha o no, nosotros sólo podemos trabajar con Trump en el sentido exclusivo de organización, no podemos irnos a trabajar con otras compañías de Real Estate, como The NYBuilding Company o The Clever RE, podemos trabajar particularmente con clientes que entran bajo la categoría de “civiles y personales”, puede ser una persona como tú, que quiere que construyamos su casa, o puede ser NBC que quiere que ambientemos el set de algún programa, hay clausulas y estipulaciones, oficiales que se están en el contrato, y otras que no saldrán a la luz del diario oficial
- ¿No es como que un poco ilegal eso?- murmuró Natasha.
- Es un tipo de protección… en el diario oficial se hace constar que, si Trump Organization rompe con la exclusividad, en cualquier sentido, en los primeros cinco años, tienen que pagarle al Estudio lo mismo que ganó el Estudio en los últimos cinco años, en los diez años, lo que se ganó en los últimos diez años…y así sucesivamente, y, que si nosotros rompemos con la exclusividad, en el momento que sea, por ser subcontratación imperativa, les tenemos que pagar veinticinco millones… que los tenemos, pero, por año, lo que se estaría ganando con Trump, aumentaría en el doble, en un sentido colectivo, de flujo al Estudio, porque cada quien gana por separado, con esto ganas por separado por cada proyecto que haces, pero ganas por el Estudio… y, lo que no se está diciendo en el diario oficial, pero que sigue siendo un contrato, a puerta cerrada, es que, si Trump viola la exclusividad, a cada trabajador le tiene que pagar lo que ganó en los últimos cinco años, o en los últimos diez, y así, y, si nosotros rompemos con la exclusividad, iremos a juicio, que lo peor que puede pasar es que, además de que tenemos que pagarles veinticinco millones, es que tengamos que entregarles los fondos del seguro financiero, que son alrededor de cinco millones, y tendríamos que cerrar el Estudio…
- Es un poco fatalista, ¿no te parece?- rió Natasha, viendo su reloj, que en cualquier momento llamarían a la puerta.
- Pues, sí… pero son, por lo menos, cinco años de trabajo seguro, ¿quién no quiere trabajo seguro?- sonrió, terminándose su Mountain Dew y volviéndose al congelador para sacar un paquete de fresas.
- Pues, claro, todos queremos algo así, más con la buena paga
- Mejor aún- dijo, enjuagando las fresas en agua mientras sacaba una tabla de uno de los gabinetes superiores. – Poder darle a tu novia una oficina, como se la merece- sonrió.
- ¿Estás sacando a Lena de tu oficina?- suspiró con una expresión dramática, Lena sólo rió nasalmente.
- Sí y no… es que es un poco incómodo tener reuniones en la sala de reuniones, o que me tenga que salir de la oficina de Yulia cuando ella tiene algún cliente, pues, por discreción… le pedí mi propia oficina, al lado suyo, frente al escritorio de Gaby- dijo Lena antes de que Yulia pudiera responder. Yulia sonrió, alcanzando un cuchillo para cortar sus fresas. – Es divertido invadirle el espacio personal a Yulia, pero creo que es hora de devolverle la totalidad del espacio
- Sí, y es una de las clausulas, que cada integrante tenga su oficina… entonces, técnicamente, no la estoy sacando de mi oficina, se va porque quiere y porque tiene que irse- rió Yulia. – Además, van a reestructurarlo todo; todo va como en agrupaciones, en las oficinas nuevas van a estar los Ingenieros, en lo que ahorita es el Estudio nos quedamos los Arquitectos, el diseñador micro-urbano y Lena, pero hasta el final, entonces la oficina de Hayek y Ross es la de Lena, la de Fox es la del micro-urbanista, la de los Ingenieros es la de Volterra, la de la sala de impresiones es la de Fox, la sala de reuniones la de Hayek, la de Volterra desaparece porque es parte del pasillo, y así sucesivamente…
- ¿Y cómo harán para estar juntas? Digo, van a estar a la distancia de una puerta, pero divididas por paredes- dijo dramáticamente.
- Últimamente, y de ahora en adelante, necesito una segunda opinión sobre mis diseños- rió Yulia, terminando de cortar las fresas por mitades y poniéndolas en un recipiente hermético.
- Además… yo creo que Gaby sospecha algo- dijo Lena, atrayendo la atención de ambas. – Vamos, no es como que Gaby es sorda, o ciega…o estúpida…
- Gaby siempre me pareció que tenía voz de cama sensual- susurró Natasha, como si pensaba en voz alta.
- What?- rieron las dos.
- Sí, esa voz sensual postcoital… como si fuera de alguna HotLine- se encogió de brazos, viendo a Yulia arrojar una cucharada de azúcar moreno, pareciéndole un poco raro. – Anyway… ¿tú de verdad crees que Gaby sospecha?
- Yo creo que no- dijo Yulia, vaciándole un chorro de vinagre balsámico a las fresas. Rara.
- La paranoia no es lo mío… no me da vergüenza que se den cuenta de que me beso con mi jefa- dijo Lena, volviendo a ver a Yulia con hambre de besos. – Quizás Gaby sepa, quizás sospeche…quizás no sepa… pero sabe que Yulia me trata diferente a los demás, que es hasta protectora conmigo- y una pizca de pimienta recién molida a aquella mezcla rara de fresas. – Yulia, cuando no está Moses, no deja que Gaby me prepare mi té o mi café, sino que me lo hace ella… y, cuando es café, siempre estamos platicando mientras me lo hace, y siempre da lugar a la cápsula cultural del día- rió, Yulia vertió un chorro de vainilla y tapó aquel recipiente, lo agitó para mezclar todo aquello.
- Soy un poco obvia… ¿y qué?- dijo Yulia a la defensiva. – No me avergüenzo de que Lena sea mi novia… se merece que la trate como tal, en público y en privado, y, al que no le guste, pues… soy la dueña del Estudio- rió. – Y me aseguré de que la homosexualidad no sea un tema de peligro, ni para Trump, ni para Volterra-Vensabene
- Volterra-Volkova- dijo Lena, dándose un High-Five con Natasha. – Aunque realmente creo que debería ir el Volkova primero, porque tienes el cincuenta por ciento, ¿no?
- Tiene más que el cincuenta por ciento- murmuró Natasha.
- ¿A qué te refieres?- Lena estaba un tanto confundida. – ¿No se supone que Yulia tiene el cincuenta, Volterra el veinticinco y tú el veinticinco restante?
- Así es- intervino Yulia, pues Lena no sabía que Yulia tenía en realidad el setenta y cinco por ciento, no el cincuenta, y que Natasha era sólo un nombre. – Tengo el cincuenta, pero tengo más que el cincuenta porque te tengo a ti- fue lo mejor que se le pudo ocurrir, y logró ruborizar a Lena.
- Mírate…- suspiró Natasha, tomándola de la mejilla mientras Yulia enterraba el tenedor en sus fresas, que olían excepcionalmente bien. – Toda cursi… pro-homosexualidad… falta el feminismo- rió.
- No impulso la homosexualidad, pues, sólo creo que hay naturaleza en todo tipo de preferencias… es una reacción química, es como el C4, estable pero inestable… - dijo Yulia entre sus fresas, que vio que Natasha iba a robarle un par, pero le retiró el recipiente de las narices, como diciendo “si quieres fresas, háztelas tú”. – Respeto los gustos y las decisiones… nada más.
- Pues, para los gustos están los colores- sonrió Natasha, viendo a Yulia sonreírle con la mirada a Lena.
- Es correcto, Señora Noltenius- dijo Lena. – Y, para Yulia está el amarillo- dijo, acercándose a Yulia y tomándola por la cintura. – Porque significa que aporta felicidad, que está feliz, que es brillante, en iluminación y en intelectualidad, que no es más que la capacidad del juicio justo…- y le plantó un beso en los labios, que sabía a fresas, un beso suave y tierno, corto.
- Y también significa “Advertencia”- sonrió Natasha.
- Pues, claro, a Yulia Volkova hay que tenerle cuidado- guiñó su ojo la dueña de aquel nombre mientras abrazaba a Lena.
- Porque te enamora- sonrió Lena, dándole otro beso, fugaz y luego la abrazó.
- ¿Por qué siento que ustedes están cada día más…”cursi”?- resopló Natasha.
- Porque podemos- dijeron las dos al mismo tiempo, volviéndola a ver, luego ahogándose en una risa egocéntrica.
- Buena respuesta… lo admito, ahora, Yulia, ¿me das de tus fresas?
- Sure…- sonrió, alcanzándoselas mientras le daba un beso en la frente a Lena. – Creo que es momento para salirme de la ropa de oficina, ya los pies me están matando- sonrió de nuevo, despegándose de Lena y empezando a caminar sobre sus Ferragamo de gamuza negra, con aquella laza elegante en la punta, rompiendo el viento en su Skinny Jeans azul gastado y traspasando aquel viendo entre las capas de su Kaftan Blouse roja Cavalli. Pero llamaron a la puerta en cuanto Yulia recién la pasaba, y Lena y Natasha se volvieron a ver, era hora. Yulia se volvió a la puerta, intentando no dañar el piso con la aguja de su Stiletto y, tirando la perilla para abajo, haló la puerta, pero se petrificó. Y aquella mujer, que ahora era veinticinco centímetros más pequeña que Yulia, sólo levantó la ceja derecha y sonrió. Yulia volvió a ver a Natasha y a Lena hacia la cocina, que ambas sonreían, y se volvió hacia su mamá. - ¡Mami!- se le arrojó en un abrazo encorvado, con una sonrisa de sorpresa.
- Sorpresa, Tesoro- susurró, dejando caer su bolso sobre la alfombra del pasillo para responderle el abrazo.
- Por favor, pasa adelante- sonrió emocionada, pues Larissa no era fanática de Nueva York, sólo había ido una vez desde que Yulia vivía ahí, el primer año, que Yulia no podía salir del país por cuestiones migratorias, trámites de visa aquello era, y no había regresado hasta ahora. Tomó su bolso y la dejó pasar, atrás de Larissa venía Phillip, que cargaba una Duffel Bag y una funda alta y negra. – Hola, Pipe- y le dio un beso en ambas mejillas, luego cerró la puerta.
- ¡Ay!- canturreó Natasha, caminando con los brazos alzados hacia Larissa. - ¡Qué alegre que esté aquí!- y le dio un abrazo a Larissa, que se tambaleaban de lado a lado, con amor y cariño.
- No me lo perdería- sonrió, respondiéndole el abrazo, para que Natasha se despegara de ella. – Lena, Tesoro- sonrió, encajando un abrazo con Lena, un abrazo sonriente.
- ¿Qué tal? ¿Cómo está?- murmuró Lena entre aquel abrazo. Yulia, entre su sorpresa, que era cincuenta por ciento por la llegada de Larissa y cincuenta por ciento por el afecto entre Larissa y Natasha y Larissa y Lena, simplemente se quedó de pie, observando la escena.
- Muy, muy bien, más ahora que ya llegué- sonrió, volviendo a ver a Yulia.
- ¿Quieres algo de comer? ¿Algo de tomar?- reaccionó Yulia, Larissa asintió. - ¿Te gustaría salir a comer algo? ¿Te preparo algo?
- Primero déjame terminar de llegar, Tesoro- sonrió Larissa, viendo a Phillip emerger por entre el pasillo.
- Buenas noches, familia- sonrió Phillip, inclinándose hacia Lena para darle un beso en la cabeza, como siempre, y luego para abrazar a Natasha por la cintura, por la espalda, dándole un beso en su sien izquierda. - ¿Podríamos hablar un momento?- susurró al oído de Natasha, quien asintió. - Em, ¿me prestas tu habitación un momento?
- Claro, claro… si salimos, ¿les aviso?- ambos asintieron, y Phillip se llevó a Natasha de la mano hacia la habitación.
- Espero que no sea nada malo- murmuró Larissa.
- No te preocupes, no lo será- sonrió Yulia. – Estás aquí- resopló, abrazándola de nuevo. A Lena cómo le encantaba ver a Yulia así de feliz, y no se sentía mal por no poder darle esa felicidad, pues era la felicidad que sólo una mamá podía darle.
- Es una venganza muy dulce, de parte de Lena- dijo Larissa, y Yulia volvió a ver a Lena con una sonrisa.
- Cobrándome la de mi mamá en Navidad- sonrió. – Les daré un momento a solas… iré a guardar el rompecabezas- dijo, pasando de largo, pues no quería importunar, pero Yulia la detuvo de la mano y la trajo hacia ella.
- Gracias- le susurró, dándole un beso corto, muy corto, apenas roce, en sus labios, haciéndola ruborizarse. Sonrió, y rió nasalmente pero muy callada, y no pudo ver a Larissa a los ojos de la incomodidad, soltó la mano de Yulia y desapareció por el pasillo. – Ahora sí- sonrió para Larissa. - ¿Quieres ir a comer o quieres que te prepare algo?
- Si quieres esperemos a que Natasha y Phillip terminen, porque no quiero que cocines, ya es un poco tarde, debes estar cansada, Tesoro
- Cansada debes estar tú- sonrió, acariciando su hombro y viéndola con ternura a los ojos. - ¿Cómo estuvo el vuelo?
- Considero visitarte más a menudo, estuvo muy cómodo el vuelo, largo, pero cómodo- sonrió, sentándose en el sillón de cuero ocre, Yulia en el sofá frente a ella. – Y, antes de que preguntes, no te enojes, Lena si pagó mi boleto- Yulia sólo respiró hondo. – Y aguántate, porque lo hizo con buenas intenciones… le dije que podía pagarlo yo, que ese no sería problema, pero, ante la invitación de Natasha y Phillip a su boda, pensé en que podía hacer felices a todos sólo con aceptar
- ¿Cuánto tiempo te quedas?
- Me voy el sábado de la otra semana, Lena y Natasha pensaron que te gustaría tenerme aquí, aunque yo sé que, con Lena aquí, no es tu idea favorita- sonrió un tanto divertida.
- No, no, no te preocupes, me encantaría que te quedaras, de verdad- sonrió, levantando sus cejas. – Es sólo que todavía no me creo que estés aquí…- inhaló profundamente, y exhaló lentamente aquel aire.
- Tesoro, sabes que siempre puedo quedarme en un hotel, lo que sea por tu comodidad
- Mami, tú no eres ningún inconveniente… mi casa es tu casa- sonrió resoplando, pues, claro que lo era. – No voy a dejar que vayas a un hotel… además, el Plaza está lleno, tan lleno que ni Natasha logró la Suite Matrimonial, hay otra boda ese día, bueno, varias, pero los dos salones principales están reservados, Natasha ha tenido que meter a gente en el Ritz y en el Waldorf, hasta en el Trump…
- Está bien, pero sabes que sólo tienes que decirlo, no lo pienses ni dos veces… ¿si?- acarició su mejilla mientras sostenía sus manos en su mano derecha.
- Mi amor, te ves tan guapo- suspiró Natasha, besándolo ya con sus labios rojos, que se habían regalado, arrebatado y arrancado los besos, se besaban en la cama de Yulia, sin vergüenza, pues a Yulia no le importaba, Natasha sobre Phillip, simplemente extrañándolo.
- El matrimonio me sienta bien- rió Phillip, tomando a Natasha por la cintura y tumbándola suavemente a su lado.
- Mi amor…- resopló Natasha, volviendo a besarlo. – Creí que te habías arrepentido- suspiró, arrancándole más besos, deteniendo sus mejillas, sin barba, con ambas manos.
- No, no…- dijo entre besos. – Me moría por verte, por besarte…por saber que estás bien, que no tienes nervios medievales- sonrió, hundiendo sus labios en el cuello de Natasha.
- Quiero que me hagas el amor, que me hagas el amor, una y otra, y otra vez, sin parar, sin restricciones y sin miedo- susurró, enterrando sus manos entre el cabello negro de su esposo.
- No tendré placer más grande, nunca, que se compare a deshacer cada botón de tu vestido… que dicen las malas lenguas que son cincuenta y dos- rió, soplando exhalación sobre su cuello, dándole cosquillas.
- Son sólo treinta y dos- rió Natasha un tanto fuerte.
- Sólo- repitió Phillip un tanto divertido. – Oye… te quería dar algo
- ¿Si?- sonrió, siendo halada suavemente por Phillip hasta traerla a sentarse.
- Lo consulté con las personas que debía consultarlo…- respiró hondo. – Con Yulia y con tu mamá…- sonrió. – Y…- buscó una caja de cuero rojo, muy delgada, no muy larga, pero tampoco muy corta. – Mamá me dio esto el lunes…- abrió la caja, revelando un broche brillante, en forma de “S” estirada verticalmente hasta hacerla parecer el logo de Sephora. – Ha estado en la familia por muchas generaciones… el abuelo de mamá se lo regaló a su abuela el día antes de la boda, y, en mi familia, con este broche, la tradición dicta que lo pasan al primer hijo que se case… primero lo llevó Eleanor, mi bisabuela, luego lo llevó mi abuela, Elizabeth, luego lo llevó mamá, y ahora…
- Phillip…- susurró viéndolo a los ojos. – No sé qué decir…
- No puedo obligarte a que lo lleves… eso lo sabes, nunca te obligaría a nada, nunca
- Mi amor… lo llevaré con todo el honor de mi vida- sonrió, acariciándole la mejilla izquierda. – Y, el día que nuestra Elena, o nuestro Christopher, o el hijo que se nos case primero, le contaremos juntos la misma historia, para que lo cuide y lo guarde así como lo haré yo - sonrió, dándole otro beso en sus labios.
- Gracias, mi amor, de verdad, muchísimas gracias- susurró, cerrando aquella caja y poniéndola en manos de Natasha.
- Gracias a ti… por confiar en mí…- tomó la caja y volvió a besar a Phillip.
- I’ve always trusted you…- sonrió. – Tengo otra cosa para ti, que sé que tu mamá va a detestar…
- Esas son las cosas que más te gustan, ¿no?- rió, Phillip asintió, sacando un cordón de lana blanca de su bolsillo delantero, al mismo tiempo sacó unas llaves, junto con una Victorinox Tomo en blanco.
- ¿Te acuerdas cómo una vez te dije que eras dueña de lo que fuera que hubiera entre nosotros?- susurró, tomándole su muñeca izquierda, en donde tenía un cordón de lana roja. Natasha asintió. – ¿Y te acuerdas que cada tres meses te decía lo mismo y te volvía a poner la misma lana roja?- Natasha volvió a asentir. – No es que no confíe en que Su-Gran-Eminencia-Arzobispo-De-Nueva-York-Timothy-Michael-Dolan haga mal su trabajo- dijo risiblemente mientras intentaba recuperar el aliento tras decir aquel título que representaba al jefe de la Arquidiócesis Neoyorquina, y cortó la lana roja de la muñeca de Natasha, fue suave, con ayuda de la pequeña tijera que sacó de la Victorinox. – Pero creo que mi método también funciona- sonrió, y pasó aquella lana alrededor de la muñeca de Natasha. – Ya no es “lo que sea que tenemos”- rió, empezando a anudar aquel cordón. – Pero sigo confiando en que sabrás llevar nuestro matrimonio igual que como supiste llevar todo aquello…- sonrió, cortando el exceso de cordón y depositando ambas cosas en la mano de Natasha, el exceso y la Victorinox.
- Y tú… ¿te acuerdas que, cada mes que cambiabas la lana roja, yo te decía que yo sólo quería ser feliz contigo?- dijo, cortando la lana roja de la muñeca de Phillip, de su muñeca izquierda, y enrollando la lana blanca alrededor de ella. – Ser feliz contigo, por estos cuatro años y medio, en realidad más, y tú lo sabes, es lo mejor que me ha pasado- anudó aquella lana blanca. – Y juré no volver a hacerte pasar por aquello… porque te amo, desde tu reclamo insensato por creer que yo te iba a quitar la camisa para recaudar aquel millón de dólares para combatir la Inanición en África- sonrió, volviéndolo a ver a los ojos, colocándole las llaves en su mano. – Porque eres tú el que decide, ahora sin insistirme, Guapo- entrecerró sus ojos y le dio un beso suave y tranquilo.
- Las llaves son tuyas…- susurró, atrapando luego el labio inferior de Natasha con sus dientes.
- ¿Llaves de qué son?
- De mi proyecto secreto con Yulia… está instalado en nuestro nuevo apartamento… y Yulia no te dirá por más que la tortures- rió. – Así que no lo intentes, mi amor
- No lo intentaré, lo prometo- le dio otro beso, y es que no podía resistirse, tenía desde el domingo de no verlo, sólo de hablar con él por teléfono, de ni siquiera poder ser capaz de tener Phonesex, así como alguna vez lo tuvieron. – ¿Te veré mañana?
- Creo que tu día con Yulia, Lena, Larissa y tu mamá estará bastante ajetreado… escuché que van a ir a darse el mejor de los tratamientos de esos de mujeres- rió, no sabiendo de qué hablaba. – Pero hoy… hoy me tienes aquí, todo para ti

- Quédate a dormir
- Pero…- susurró, pero Natasha lo detuvo, poniéndole su dedo índice en sus labios.
- La cama es suficientemente grande, no creo que importe, Yulia no puede negarme nada- sonrió. – Y, es mejor…
- ¿Ah, sí?
- Sí… así nos aseguramos de que no te voy a violar… porque, en este momento, I so wanna fuck your brains out, Guapo- suspiró.
- Bueno…- sonrió. – Te iba a decir que me quedaba si a Yulia no le importaba… pero que primero vamos a llevar a Larissa a comer algo, ¿te parece?
- Buena idea, mi amor…- le dio un último beso, que terminó en ambos acostados, Natasha sobre él, un beso profundo, Natasha acariciando suavemente su cavidad bucal con su lengua. – Sólo déjame llevarles zapatos cómodos a Yulia y a Lena, que un segundo más en Stilettos y se van a morir- se puso de pie y buscó las zapatillas Reed Krakoff en base color crema para Yulia y unos TOMS rojos para Lena, de paso, tomó una camisa blanca, sin mangas, para Yulia, y, para Lena, una negra.
- ¿Qué se te antoja comer?- murmuró Yulia, viendo a Lena salir del pasillo con la caja del rompecabezas y deslizar el panel de la pared, el que descubría la chimenea. Qué bélica.
- No tengo mucha hambre, pero quizás, en lo que llegamos al lugar, sí tendré, sólo quiero comer- Lena volvió a cerrar el panel, pues no podía quemar las piezas de aquel rompecabezas, simplemente no podía, pues eran plásticas. Las botaría en algún basurero cuando salieran.
- ¿Quieres ir a Times Square? ¿Al Plaza que queda cerca?
- A donde me quieras llevar, Tesoro… es tu ciudad, no la mía- sonrió.
- Creo que deberíamos descartar la comida italiana en un radio de cinco avenidas y diez calles- opinó Lena, y con justa razón. – Pues, no creo que quiera comer italiano- rió.
- Oh, no, créeme que no, Lena- dijo sonriendo mientras sacudía suavemente su cabeza de lado a lado.
- ¿Se te antoja un poco de sushi?- y aquella simple palabra les abrió el apetito a las tres, hasta a Phillip y a Natasha, que apenas se incorporaban.
- ¿Alguien dijo sushi?- murmuró Natasha, alcanzándole los zapatos a Lena, junto con la camisa negra, que Lena se retiró hacia la oscuridad del pasillo. – Podríamos ir a Sushiden, en la sexta y cuarenta y nueve…- le alcanzó las cosas a Yulia, quien decidió por acompañar a Lena, entre el hueco que hacía el closet de la entrada y la puerta de la alacena.
- Son veinte, veinticinco minutos caminando- sonrió Phillip.
- Suena bien, ¿las esperamos abajo?- dijo Larissa, tomando su bolso y siguiendo a Phillip y a Natasha, quienes iban tomados de la mano.
- Sí, sí… ya bajamos- dijo Yulia, dándole la espalda a Lena para que le ayudara a bajarle la cremallera de su blusa.
- Larissa…- escucharon decir a Natasha mientras abría la puerta. - ¿Todo bien con el vuelo?- y la voz se desvaneció en cuanto la puerta se cerró.
- Oye, ven aquí- susurró Lena, halando a Yulia por su cintura con sus manos y abrazándola, dejándola sentir el encaje de su sostén en las partes desnudas de su espalda. – Desabróchate el jeans, por favor
- Bromeas, ¿cierto?- rió Yulia, sintiendo los besos en el cuello que Lena le daba.
- Por favor…- Yulia lo hizo, desabrochó su jeans y sintió las manos de Lena acariciar su abdomen, bajando a su vientre, introduciéndose entre su piel y el algodón de su tanga. – Me encanta verte así de feliz…- susurró, acariciando el clítoris de Yulia con sus dedos, estaba húmedo, Yulia estaba ovulando, sí Señor, y la otra mano de Lena haló la copa izquierda del sostén de Yulia, la haló hacia abajo, liberando aquel seno, con su pezón relajado y dilatado, pequeño y suave, perfecto al tacto de los dedos de Lena. – Verte sonreír de esa manera…
- Mmm… Len…- suspiraba Yulia ante el coqueteo de Lena, un sensual y rico coqueteo táctil.
- Me hace tan feliz verte feliz…- susurró a su oído, mordiendo a continuación su lóbulo, pues Yulia tenía su cabello recogido en un moño trenzado. – Eres tan especial para mí… todo lo contrario a lo que conozco…- sentía cómo aquel clítoris se empezaba a mojar por el trayecto que su dedo trazaba, circular y suave, sentía el pezón de Yulia ceder entre sus dedos, que sólo lo había aprisionado entre su dedo medio y anular, presionándolo un poco por los lados. – Edición limitada… fuera de serie… única…- y Yulia gimió, colocando sus manos sobre las de Lena.
- Me estás mojando, mi amor…
- ¿No te gusta mojarte?
- Me encanta…- dijo, ahogando un gemido. – Me encanta que tú me mojes…
- ¿Y te gusta que te excite?- susurró, mordiendo su cuello y sus hombros, sintiendo cómo Yulia apretaba su mano para que Lena apretara su seno, que lo hiciera gentilmente. Yulia emitió un “mjm” tan sensual que Lena misma se mojó; agudo y tembloroso, lleno de placer. – Me encanta cuando haces eso- mordió hacia el exterior del hombro, besando el trayecto de regreso hasta su cuello. – Me encantas toda… y me encantas así de excitada…
- Faster…- suspiró, utilizando su mano sobre la de Lena, marcándole el paso, círculos rápidos y con un poco de presión.
- Me fascina que lo más pequeño es lo que te pone una sonrisa…- comenzó a morder el lado izquierdo de su cuello, no dejando de tocarla, llevando su mano izquierda a meterla entre la copa y la piel de Yulia, a tomar su seno derecho. – Mi Yulia…- susurró, besando sus pecas, sus sensuales y elegantes pecas. Y Yulia resopló entre su gemido suave, casi mudo. – Mi Arquitecta…
- Make me cum…- gimoteó, no pudiendo abrir sus ojos. Aquello había escalado rápido, rápido pero delicioso, de eso daba testimonio Yulia, de eso también. – Please- le rogó entre un suspiro.
- Sólo mía…- y sintió a Yulia tensar su cuerpo, la vio llevar sus manos a sus senos, a ambos, deteniéndolos y apretujándolo mientras ella no dejaba de abusar de su clítoris.
- Mi amor…- balbuceó en aquella vocecita sexualmente aguda, esa que sólo es posible sacar cuando se está próxima a un sabroso orgasmo, que hasta la mujer más ronca, de voz más profunda puede hacer, y hace. – Fuck- pujó, sacudiéndose entera, desde su cadera hasta sus hombros, encogiéndose, estirándose y apretujándose, tanto con sus manos en sus senos como en sus adentros, cerrando las piernas de un pequeño salto, atrapando la mano de Lena entre ellas. – Sólo tuya- resopló. – Sólo tuya- saboreó aquel momento fugaz, que quizás se había corrido por la presión de que las esperaban en el Lobby, porque ahí estaba Larissa, algo psicológico.
- ¿Estuvo rico?- sonrió Lena, ayudándole a darse la vuelta, sacando su mano de entre sus labios mayores y rozando su nariz con la suya.
- Muy, muy rico… - sonrió.
- ¿Ves cómo las cosas pequeñas te ponen esa sonrisa?- llevó su dedo a sus labios, abrió sus labios y, estando lista para saborear a Yulia, Yulia le arrebató aquel dedo y lo succionó ella, limpiándolo con su lengua, quitándole aquel característico suave olor que definía a Yulia. - ¿Qué dices si nos duchamos antes de dormir y…?
- … ¿Y te limpio con mi lengua?- sonrió Yulia, dándole un beso corto de agradecimiento, pues la había relajado, aquel orgasmo había sido mágico, como muchos y como pocos.
- Me gusta más tu idea- sonrió, arreglándole el sostén a Yulia, no sin antes darle un beso húmedo al pezón que veía aquel rincón.
- Te amo- susurró, acortándose quince centímetros sobre el suelo, quedando de la misma estatura de Lena, pues por eso mordía su cuello, Lena estaba sobre el suelo, Yulia sobre sus Stilettos.
- Yo a ti, mi Yulia- sonrió, robándole tímidamente un beso que sólo fue de labios, de labios topar.
- Gracias por lo de mi mamá- dijo, descolgando la camisa blanca de la perilla de la puerta de la alacena y metiéndose en ella.
- Lo que sea por ponerte una sonrisa de esa calidad, mi amor…- tomó la camisa del suelo y, mientras se erguía, se metió en ella.- Pero también me gusta dejarte sin palabras, como ahora
- Un día…un día no muy lejano…- sonrió, metiéndose en sus zapatillas. – Haré algo que te deje sin palabras
- No te tengo miedo…- dijo, empujando a Yulia suavemente, colocándola contra la encimera, pasando su brazo de largo para alcanzar una servilleta, pues, estaba a la mano, y la introdujo entre el algodón de su tanga y su piel, limpiando aquella mezcla de lubricante y orgasmo, sintiendo como aquello se deslizaba, que tenía que sacar y doblar para seguir intentando absorber aquello, todo mientras Yulia deshacía su moño.
- Deberías- susurró divertidamente, levantando sus índices a la altura de sus orejas y sacudiéndolos de adelante hacia atrás.
- We’ll see about that- guiñó su ojo y arrojó aquella servilleta en el interior de la caja del rompecabezas.
- ¿Qué me darías si te dejo sin palabras, Lena?- recogió la ropa del suelo mientras Lena recogía los zapatos.
- ¿Qué quieres que te dé?- tomó su bolso y colocó los zapatos al borde del sillón de la sala de estar, en donde Yulia colocó las blusas sobre el respaldo.
- No sé, ¿qué estarías dispuesta a darme?- salieron del apartamento a esperar a por el ascensor.
- ¿Qué es lo que más quieres y no tienes?
- Mmm…- Yulia frunció su ceño y sus labios, mordiendo la parte interior de su labio inferior, por el lado izquierdo. – Es más bien… lo que no he hecho y quiero hacer…
- ¿Y se necesitan dos para hacerlo?- rió, tomándola de la mano, entrelazando sus dedos. Yulia asintió.
- No, en realidad no… pero supongo que vale más la pena si se hace entre dos
- ¿Por qué no lo has hecho con Natasha? Digo, es como que todo lo habido y por haber lo han hecho juntas, ¿no?
- Bueno…sí y no… Natasha… no es fanática de las alturas…- Lena tragó duro y grueso.
- Vivió en el piso treinta y dos por mucho tiempo, ¿eso es tenerle miedo a las alturas?- Yulia tambaleó su cabeza de lado a lado mientras reía nasalmente. - ¿A qué altura le tiene miedo Natasha?
- Bueno…- rió. – A una…un poco…bueno, quizás, todo es relativo…
- ¿De qué tan alto estamos hablando?
- Paracaidismo- Lena se rió histéricamente.
- Pues… la entiendo- se abrió la puerta del ascensor y salieron de él.
- Es eso o… conozco a alguien en Boston, trabaja para el acuario… y me dijo que cuando quisiera nadar con los tiburones, que lo podía hacer- sonrió.
- Paracaidismo será- rió Lena, trayendo a Yulia a una risa conjunta mientras se abrazaban por los costados, como si bromearan, escena que vieron los Señores Noltenius y Larissa desde afuera, que los tres pensaron en lo “lindo” que aquello se veía, pero no lo tuvieron que comentar.
- Compartan el chiste- sonrió Natasha, viendo a Yulia abrazar a su mamá por el hombro pero sin soltarle la mano a Lena.
- Parece ser que, algún día, no muy lejano, voy a hacer paracaidismo- dijo Lena.
- Espero que sea una apuesta justa- comentó Phillip mientras sacudía su cabeza.
- Pues… más o menos- rió Lena.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Oct 25, 2014 12:15 am

Aquí tienen






Caminaron hasta Sushiden, en donde Yulia realmente comió, pues aquel orgasmo le había consumido la mitad de Kebap que se había comido, y el poco de fresas, que se le había olvidado refrigerar, y Lena, en su inanición progresiva, porque no había ni desayunado ni almorzado, que Yulia ni se enterara, porque un Kebap no le había ni hecho cosquillas, y no se diga Natasha, quien, a pesar de estar en dietas, estaba segura, al cien por ciento, que ese vestido cerraría, y Phillip, que si no era por Natasha no comía, terminaron por comerse una generosa cantidad de rollos y nigiri, entre risas, porque eran una compañía agradable entre ellos, Larissa que estaba encantada de ver que aquella relación que había visto en Roma era natural y real, que no sólo había sido, hasta cierto punto, actuada, porque no lo había sido, simplemente se llevaban bien entre ellos, quién sabe por qué razón, ni cómo, ni por qué, simplemente así era. Y le dieron en feedback de la Boda Civil, que se resumía a lo siguiente, dos puntos:
I. Oskar, el asesor de imagen, había decidido hacer el moño de Yulia a su gusto y a su gana, no como Yulia decía, por lo que para Yulia, desde ese momento, y para siempre, entraría en su lista negra; en las personas que no podían ni siquiera dignarse a verla… bueno, tan así no, pero Yulia no quería a Oskar tocando su cabello nunca más, el cabello de una mujer era algo sagrado, no era sólo cabello, era parte de la personalidad y de la presencia de cada mujer, y Yulia quería el moño así, y sólo así, porque así lo demandaba el J.Mendel que vestiría, para no robarle protagonismo y tampoco arruinarlo, para que fuera un complemento y completara, al mismo tiempo, el look en general. En cambio, al no obtener el moño que quería, y al estar contra el reloj, dejó que su cabello cayera, sobre sus hombros, en las mejores lisos que la humanidad vio en esa Boda, y tenía razón, ese vestido era para un moño, no para cabello suelto, pero ella no llevaría el moño ácido y torcido que Oskar inventó hacerle, era una simple aberración, pues un moño Hepburn no era lo mismo que un moño Kelly, no Señor, no era lo mismo. Igual, Yulia se veía despampanante.
II. La ceremonia había durado quince minutos exactos, ni un segundo más, ni un segundo menos, con todo y la firma de los testigos y los padres; Yulia, Julie, Margaret y Romeo, y Adrienne, Patrick, Phillip y Katherine, la firma del notario, el mejor amigo de Romeo, y las firmas de los novios. Habían comido delicioso, en las porciones exactas, la mezcla de los mejores sabores, pues claro, no había mejor dúo que un teórico y un práctico en la culinaria, el excelentísimo Wolfgang Puck con la dirección de “Food-Culture” herself. Aquella temprana cena había sido interrumpida por un discurso de media hora, un discurso dado por el tío de Natasha, el papá de Consuelo, Manuel, que había sido el discurso más gris, aburrido, patético y ridículo, al que nadie le prestó atención, pero, para desgracia de Consuelo, hizo público el regalo secreto que tenía para los novios; un terreno en East Hampton, para que la feliz pareja pudiera construir una casa de verano, y entonces, sólo entonces, sí le aplaudieron. Y sirvieron “late-night-snacks” a eso de la media noche; entre Cheese Quesadillas con Guacamole fresco, Chicken Chunks o Chicken Wings, Sliders, Beignets y Lemon-Verbena Bavarians. Y, a las cuatro de la mañana, volvieron a atacar con más comida, y eso que ninguna mesa, en la que hubiera gente todavía, quedó nunca sin la selección de Dips, entre lo típico: salmón, menta y puerro, el favorito de Phillip; pesto, Philadelphia condimentado y pasta de tomates deshidratados al horno y, el de Natasha; de cangrejo.
III. La música, como Natasha había prometido, había sido lo mejor, sin lugar a dudas, pues resultaba ser un sexteto de cuerdas, que empezó suave, con un par de covers de canciones actuales pero, llegadas las ocho y media de la noche, se les unió el resto, que tocaron música disco, la favorita de Natasha, que, luego de la media noche, cuando la pista de baile fue invadida por toda música, de buena calidad, que hubo de todo, desde Charleston, que Natasha sabía bailar demasiado bien por ser el género favorito de Margaret y Romeo, hasta Samba hasta aquellos géneros que pocas canciones eran de calidad, las que Yulia y Natasha solían bailar, ebrias y sobrias, desde “Cuero Na Ma” hasta “Hollywood Swinging”, desde Kool & The Gang hasta Earth, Wind & Fire, cubriendo todo tipo de música y baile que era impulsado por las cantidades torrenciales e inimaginables de cualquier bebida, pura o en Cocktail, de cualquier denominación; que se terminaron consumiendo, para doscientos treinta y ocho presentes, contando ya a los novios, a sus padres y a los amigos cercanos, ciento veintitrés botellas de champán, sobrando sólo diecinueve.
IV. La resaca. ¿Tendría que explicar algo de eso? Pues, no es mucho en realidad. La música en vivo se retiró a las cinco de la mañana, hora a la que Natasha puso su iPod, pues sólo quedaban los amigos más cercanos, y fue cuando aquellas aberraciones musicales empezaron a sonar; desde Backstreet Boys hasta el desgraciado Gangnam Style, que no era música para bailar, sino para cantar y reír en ebriedad, aunque, claro, ¿quién no podía bailar el famoso Gangnam Style? Aquello que era ridículo pero divertido hacer, todo porque quizás nadie se acordaría más tarde, pues el alcohol no dejaba de fluir. Y no fue hasta las ocho de la mañana, hasta que ya sólo los-ahora-Señores-Noltenius quedaban en compañía de Yulia y Lena, milagrosamente de Adrienne también, que decidieron irse a dormir, aunque Adrienne se quedó durmiendo en aquella casa, y Phillip con ella mientras las otras tres féminas se dirigieron, escoltadas y llevadas por Hugh, de regreso a Manhattan, a dormir hasta que el sueño se les quitara, que Natasha no despertó hasta las diez de la mañana del lunes, Lena y Yulia, por el trabajo, despertaron el mismo domingo. Pero algo era cierto: la resaca les duró, a las tres, por lo menos, hasta el martes por la tarde, que pudieron comer con normalidad y que lograron deshacerse de aquel dolor de cabeza que les punzaba las sienes. Yulia casi muere entre las cuatro reuniones que había tenido sólo el lunes, pues se firmaba el contrato de manera oficial, y no se diga las otras dos que tuvo el martes, que dejó a cargo a Volterra para la tercera porque dejó el estómago en el inodoro. Natasha, a pesar de que había pasado tirada en la cama, y sólo iba al baño a vomitar, o a tirarse a la ducha, esperando, sin perder la fe, en que algún día se le quitaría todo aquello, le duró lo mismo, pues el martes la habían obligado a ir a desayunar con la familia, que también dejó más que el estómago con el primer bocado sólido. Lena era la que tenía más suerte, pues había entregado el St. Regis y no tenía mucho por hacer, sólo aprender a dormir con los ojos abiertos mientras daban, por lo menos, las tres de la tarde para irse a la comodidad de la cama de Yulia. Pero claro, ninguna emitió aquella aseveración, ni en su mente ni en voz alta, aquella que hasta yo he dicho alguna vez: “nunca más vuelvo a ingerir bebidas alcohólicas”.
Regresaron al apartamento, Larissa se retiró a descansar, pues realmente estaba cansada, padecía del mismo mal de Yulia, que no podía dormir en los aviones, ni porque se podía recostar completamente, simplemente no lograba conciliar el sueño. Phillip se disfrazaría, quizás, de Yulia, pues, Yulia y Lena votaron a favor de que Phillip se quedara a dormir, así se aseguraban de que Natasha no cometiera el error de fornicarle hasta los sesos, y se aseguraban, también, de que, el día antes de la Boda, no tuvieran aquella impaciencia por verse, que la tendrían, pero no tan intensa. Se acostaron los cuatro a ver televisión, pues, eran apenas las once pasadas, y nadie iría a trabajar al día siguiente, Yulia porque era su propia jefe, Lena porque, aparentemente, se había tomado un día personal, que ni Volterra ni Yulia escribían en el record de asistencias, eran un poco corruptos en ese sentido, Natasha no tenía trabajo por el cual preocuparse, sino habría trabajado de lunes a jueves, y Phillip, que había decidido tomarse sus días personales desde que lo habían nombrado Junior Partner, y ya era Senior Partner. Veían lo más interesante que pudieron encontrar en aquellos ciento quince canales a la disposición de Yulia, que era un paquete exclusivo, que sólo proveía deportes, películas, cuatro noticieros, y los canales culturales, y, como tenía AppleTV, tenía Netflix, pero, en aquella ocasión, veían cómo habían construido el acuario de París, desde su diseño y construcción, que era interesante para Yulia y para Lena, tomando en cuenta los fondos financieros y el transporte de las especies, que era de interés para Phillip, hasta las tácticas de mercadeo y publicidad, que era adecuado para Natasha; en fin, los cuatro muy profundos y embobados por el documental, ¿o reportaje?
- ¿Alguna de ustedes dos sabe hacer una pecera?- preguntó Phillip al finalizar el documental, pues estaba tan impresionado y maravillado que quería una.
- Pues… supongo que sí- dijo Yulia mientras jugaba con el cabello de Lena, ella estaba recostada sobre las almohadas, Lena sobre su abdomen, acurrucada, relajándose ante las caricias de Yulia.
- Podríamos pensar en una manera un tanto alternativa de poner una pecera en el Penthouse…- murmuró Lena, volviendo a ver a Phillip hacia arriba, pues estaba sentado pero con Natasha entre sus piernas.
- ¿A qué te refieres?
- Que no creo que quieras el típico paralelepípedo que estorbe y agarre polvo en el pasillo- dijo Lena.
- Creo que, a lo que Lena se refiere, es a que puedes usar la pecera como base de una mesa, o un tipo de decoración fuera de lo común… ¿Qué tipos de peces quieres?- Yulia seguía acariciando la longitud de los cabellos rojos de su novia, pensando, latente e inconscientemente, cómo le propondría que se casara con ella ahora que había mandado al carajo el rompecabezas, que realmente sólo era una incógnita, que se lo había dicho expresamente cuando le preguntó qué era, un simple “?”. Algo se le ocurriría, después de todo, no podía ser tan difícil diseñar una propuesta de matrimonio si había diseñado casas y múltiples caprichos para distintas mentes, ¿o sí?
- Quiero algo raro…
- Ay, mi amor, yo no quiero algo que me coma la mano cuando tenga que darle de comer- rió Natasha.
- Hermano Felipe, yo te entiendo, yo también quiero un tiburón- rió Yulia.
- Son interesantes… pero no son muy human-friendly, yo te entiendo, Natasha- guiñó Lena su ojo para la Señora Noltenius.
- Dije algo “raro”, no que comiera humanos… además, ¿cómo voy a meter a un tiburón en mi apartamento?- dijo con un tono de voz que gritaba “tampoco soy tan imbécil…o tal vez un poco”.
- ¿Quieres un Nemo?- rió Yulia.
- Para eso necesitaríamos una anémona- dijo Natasha. – Y yo no quiero un arrecife en mi apartamento…
- Una medusa- dijo Phillip.
- ¿Me quieres matar?- rió Natasha.
- No es fácil cuidar de una medusa- dijo Yulia. – No me acuerdo por qué ya he escuchado que alguien quiere una medusa
- Hay tanques especiales para medusas, si es que me acuerdo bien- interrumpió Lena.
- Te escucho, Len- sonrió Phillip, omitiendo a Yulia y a Natasha.
- Cuando estaba en la universidad, el primer año creo yo, no me acuerdo quién le regaló un tanque con medusas al alcalde… creo que fue el decano de la facultad de diseño artesanal… la cosa es que era una novedad el tal tanque, caro, pero podías meter a medusas ahí
- ¡Ah!- exclamó Yulia. – Cuando me fui a Brasil, a arreglarle a Batista su casa vacacional, una de las cosas que quería, era un tanque de medusas… y hay una compañía que vende todo, desde las medusas hasta las cosas para limpiar el tanque… te venden los caracoles o los cangrejos para que limpien un poco el tanque, la comida, la sal para el agua, todo… es caro pero no es feo
- ¿No es un poco peligroso darle de comer a una medusa?- Natasha estaba un tanto alarmada.
- No creo que lo vendieran abiertamente si fuera un peligro total, supongo que cuidado tienes que tener…porque me acuerdo que traía un gotero o algo así, de plástico, para dejarles ir la comida en el agua… si quieren puedo revisar el lunes, en el archivo de Batista, para saber la marca y todo eso- Natasha y Phillip se volvieron a ver, tenían que debatirlo, pues Phillip no iba a cuidar a las medusas, eso lo sabía Natasha, pero las quería, Natasha sólo quería saber qué iba a ganar ella con cuidar a los Celentéreos esos. – I’m gonna take a shower now…- suspiró, dándole unas palmadas suaves y cariñosas a Lena en su espalda, para que se quitara y para darle a entender que la acompañara. - ¿Me platicas mientras me baño?- rió Yulia para Lena.
- Sure…- se puso de pie y se dirigió al closet. – Te alcanzo en un momento- Yulia agachó la cabeza en aprobación y se dirigió al baño mientras Lena registraba los cajones en busca de una camiseta grande para Phillip, que Yulia tenía que tener alguna, pues no sabía en realidad si quería que Phillip durmiera, en su cama, con el pecho desnudo, y, bingo, una camiseta lo suficientemente grande, pero no se la podía dar, porque había sido la camiseta que Yulia había comprado aquella vez que necesitaban ropa seca luego de que la lluvia las atrapara en el zoológico del Bronx, y, ni modo, que durmiera semi-en-pelotas aquel hombre. Sonrió ante el recuerdo y dobló aquella camiseta para volverla a guardar. Sacó dos Shorties, más bien Maison Culottes, uno azul grisáceo y el otro en negro, idénticos de no ser por los colores, y una Tunic negra de Kiki de Montparnasse para Yulia y una camiseta desmangada negra para ella.
- Have fun- susurró Phillip para Lena cuando pasaba hacia el baño.
- Pipe, no tengo idea de qué hablas- sonrió con una expresión de “sólo voy a platicarle, ¿no escuchaste?”
- La omisión de la verdad es un pecado, porque es mentira- dijo con un guiño de ojo.
- No estoy omitiendo la verdad, estoy omitiendo tu comentario- sacudió la cabeza en burla y se metió al baño.
- ¿Por qué no sólo dicen que van a hacer el amor?- preguntó Phillip a Natasha.
- Guapo…- respiró hondo, como si aquellas palabras la mojaran automáticamente, porque lo hacían. - ¿Nos metemos a la cama?
- No había pensado en la pijama…- susurró.
- Sólo quítate el jeans y los calcetines… y te metes a la cama, ¿si?- sonrió, irguiéndose para dirigirse al closet de Yulia, en donde ya había dejado sus cosas desde la tarde.
- Oh, perdón, perdón…- dijo Lena, cerrando los ojos y tapándose los oídos.
- Ya terminé- rió fuertemente, lo que hizo sonreír a Phillip y Natasha, pues se podía escuchar un poco aquella carcajada.
- Se me olvida que mi novia también tiene que evacuar la vejiga- rió Lena, colocando las cosas en los percheros que estaban pegados a la columna en la que se detenía la puerta al abrirse. Yulia sólo sonrió, dejando ir la cadena. – Es raro, nunca te había visto con los pantalones abajo- rió, Yulia sólo levantó la ceja en escepticismo y se salió de su pantalón y de su tanga. – Pues, tú sabes… taking a leak
- No soy una fanática de que me veas haciendo mis necesidades naturales- dijo con un tono erudito y ceremonioso ante aquella terminología no tan profesional. – Pero tampoco me molesta- sonrió, sacándose la camiseta, quedando sólo en aquel sostén negro que Lena hacía algunas pocas horas había invadido, que había querido romperlo en realidad.
- Igual- sonrió, bajándose con aquel típico mover de caderas el pantalón y la tanga al mismo tiempo. – Tienes que tener privacidad ciertos momentos al día, ¿no crees?
- Hace mucho que dejé de creer que eras una invasión a mi privacidad, Lena…- logró que Lena se ruborizara, el doble cuando removió su sostén mientras se acercaba a su lavabo para remojar un algodón en el removedor de maquillaje para los párpados, por el típico delineador negro y la mascara. – En realidad, nunca fuiste una invasión a mi privacidad… porque tú no escogiste invadir mi oficina, esa fue culpa de Volterra, y tú no decidiste invadir mi closet, ni aquí- sonrió a través del espejo mientras señalaba con su índice al centro de su pecho.
- Me alegra saber eso- sonrió, quitándose su sostén para quedar en las mismas que Yulia, para hacer lo mismo que Yulia, sólo que, a diferencia de Yulia, Lena utilizaba Clarins y no Lancôme.
- Quería preguntarte algo… y quiero que me lo respondas con toda sinceridad, no te censures, por favor- le dio vuelta a aquella rueda de algodón, ya sucia de un lado, y la pasó suavemente por su párpado izquierdo.
- Está bien
- ¿Qué piensas de mi mamá?- esa era una pregunta que Lena realmente no se esperaba.
- ¿En qué sentido?
- En todo sentido
- Bueno…- suspiró, limpiando su párpado derecho. – Me voy a tardar en llegar al punto que quiero llegar… pero necesito que me escuches para que me entiendas- Yulia asintió, viéndose al espejo para corroborar que ya estaba libre de maquillaje. – No me gustaría tener a Margaret como mamá, aclaro, no es que me caiga mal, porque hasta cierto punto me da igual, la respeto muchísimo como “Food-Culture”, pero, como siempre, creo que su relación con Natasha puede ser más estrecha… no es posible que sean tan distantes si viven tan cerca, digo, no es posible que tú tengas una mejor relación con tu mamá y las separa un océano, o yo, y eso que tú y yo competimos con hermanos, Natasha no… Margaret se ve como de esas señoras de “mi hija es la razón por la que me hice un Facelift”, tal vez sólo es mi percepción, tú la conoces mejor, tú debes saber…- suspiró, tomando el paño húmedo, que Yulia le alcanzaba, para limpiar el resto del rostro y quitar el maquillaje removido. – Es como que le importa tanto lo que Natasha hace, pero no sabe cómo demostrar que le importa porque tiene que mantener esa imagen de mujer, mamá, y profesional, de seriedad y dureza, de autoridad…- Yulia rió nasalmente, dándole la razón a Lena. – A la mamá de Phillip la he visto dos veces, en la fiesta de Año Nuevo y en la Boda Civil, porque es demasiado exquisita para haber llegado al brunch de su nuera… y me parece la mujer más aburrida que he conocido en mi vida
- ¿Por qué?- rió Yulia, dándole también la razón por eso.
- Es recta, plana, con esa rectitud dorsal, tiene postura de suricata- Yulia lanzó una carcajada, una buena carcajada, tan genuina y tan graciosa que Phillip tuvo que comentarle a Natasha que, en efecto, no estaban haciendo el amor, y Natasha sólo le dijo que “shhh…”, por esas tres palabras. – Te ríes porque es cierto… es como estirada, seria, tosca…la mujer, pobre, sólo a Phillip sabe sonreírle, ni siquiera al esposo le sonríe, y siempre está regañando a Adrienne con la mirada… y esa mirada penetrante… parece que te estuviera comiendo viva, criticándote, despellejándote, como si lo disfrutara… aunque, debo admitir, la señora está guapa, mil veces más que Margaret, aunque Margaret se arregla mejor- desvarió, recibiendo, en la palma de su mano, un poco de jabón exfoliador para el rostro. – No sé, me parece elegante, menos Avant-garde que Margaret, que no tiene ni una arruga en su ropa ni en su rostro…y, aún así, me parece una mujer fría, como si le doliera mostrar una pizca de felicidad, es como si fuera tan fría que, en vez de…tú sabes, evacuar el intestino como todos los demás, evacuara hielo- Yulia reía nasalmente, pues Lena tenía razón, cada palabra que decía no podía ser más cierta. – Mi mamá es otra historia, es cálida, es compañía y apoyo, no lo que Margaret o Katherine tienen, definitivamente no lo tiene, pero, lo que sí tiene es que te regala confianza, te regala su apoyo, y es porque está tan atormentada por cosas que hizo en el pasado, que cree que, al ayudarme a mí, o a quien sea, va a poder redimirse con ella misma… es como si mi mamá tuviera un peso muy grande con el que logra lidiar al darnos toda su atención y su cariño, es como si estuviera en deuda con nosotros…digo, con mi hermana y conmigo, y eso no me gusta…

- Tu mamá no puede haber hecho cosas malas, Len… no lo suficientes como para sentirse tan culpable que tiene que redimirse a través de terceros- susurró, encendiendo el agua caliente del lavabo para agregarle la fría y empozar aquel lavabo alto, blanco y redondo, como un cuenco enorme.
- No sé si las ha hecho, pero se siente como que sí, todo lo que hace, es por enmendar lo que hizo… no sé qué hizo, o qué no hizo, pero así parece… y, a veces, eso me parte el corazón… porque yo creo que las cosas del pasado se deberían quedar en el pasado… sino no puedes vivir tranquilamente tu presente ni puedes pensar en tu futuro- dijo, imitando a Yulia pero en su lavabo. – Claro, hay cosas más difíciles de superar, y cada quien lo hace a su paso… hay cosas que yo no he logrado superar, que ni siquiera sé si quiero volver a abrir esas cajas que tengo en lo más oscuro de mi cerebro…
- Tú sabes que estoy para lo que necesites, ¿verdad?- Lena asintió. – Digo, yo no soy psicóloga…
- Yo tampoco, y tú te abriste conmigo… creo que es justo que yo lo haga contigo, ¿no crees?
- No se trata de si es justo o no… yo me tomé todo el tiempo del mundo para hablar de mis cosas, tú estás en todo tu derecho también… yo sólo me aseguraré de estar ahí el día en el que tengas ganas de hablar de esas cosas que dices
- Gracias… son cosas que ya te he contado, pero algún día me desahogaré un poco más- sonrió minúsculamente, llevando un poco de agua entre sus manos para remover aquel jabón de su rostro. – En fin… ahora, tu mamá es otra historia, es como tú… es diferente, por así decirlo
- Y… ¿diferente es bueno o es malo?
- Es diferente, simplemente diferente… porque, Yulia, se acaba de tirar una cena con los amigos de su hija, con la novia de su hija, y tu mamá era una risa infalible… y no es la típica mamá que cuenta las historias de Little-Yulia para avergonzarte- rió. – Bueno, tal vez una que otra, esa manía no la quitas tan fácil… pero tu mamá no le tiene repulsión a muchas cosas que mi mamá, sí, quizás es porque ha visto más cosas, ha vivido más cosas, ha vivido más tiempo libre… acuérdate que mi mamá apenas va a tener dos años de haber salido del régimen de mi papá…
- A ver… más despacio, por favor, que no te estoy entendiendo muy bien
- Es por lo que te dije, es como si tuviera esa carga tan grande, que no sé qué es, quizás es sólo mi imaginación, quizás sea que se arrepiente de haberle aguantado tanto a mi papá, y por nada… no lo sé, pero es como si muy en el fondo se sintiera miserable, como que no se merece las cosas…
- ¿Por qué dices eso, mi amor?
- Cuando mis papás estaban casados, que mi papá le daba todo y no le daba nada, mi mamá tenía lujos, muy buenos lujos, lujos más grandes que los que yo tenía, porque a mí me daba igual casi todo, yo dormía en un colchón inflable entre aserrín y sierras si así se me antojaba… mi mamá se vestía de Armani, de Dolce, Chanel, conducía un BMW que nunca tenía más de tres años de estar en uso porque el gobierno lo cambiaba, tenía su Rolex, cosas así, superficiales si así lo quieres poner, pero, desde que se divorciaron, es como si buscara sentirse miserable, y, como te digo… it breaks my heart
- ¿Por qué buscaría sentirse así? Tu mamá no es una mala persona, y la mía tampoco es una santa
- Pero me fascina de tu mamá que no se sienta así, que irradie seguridad y regocijo en todo lo que hace, habla, come, etc. Y mi mamá, al contrario de la tuya, es como si se castigara por algo… al punto de que, cuando regresó a Roma, trabajó en una panadería hasta que algo le cayó del cielo, que yo juraría que fue Volterra , pero no lo sé, no sé cómo consiguió el trabajo en la Sapienza… pero es como si hubiera ese “algo”, que no es sólo una cosa, sino varias… como si le pesara, dentro de todo, no haber terminado la universidad, haber salido embarazada, haberse casado con mi papá, haberle aguantado tanto, estar de regreso y terminar peor de cómo empezó… y no sé, ahora, si me enoja, me frustra o qué- hundió su rostro en sus manos, no por alguna razón en particular, simplemente para escurrir su rostro.
- Mi mamá no está exenta de errores, nadie lo está, mi amor… pero los errores que cometemos, a veces creemos que tenemos que pagar por ellos, pero nunca sabemos cuándo es suficiente, y nos seguimos castigando por eso… pero esa carga que tú crees que tiene tu mamá, no es tu carga, no es para que tú la lleves, tú tienes otras cosas con las que tienes que lidiar, cosas con las que estoy segura que nadie más que tú tiene que lidiar… llegará un momento en el que tu mamá deje de castigarse por lo que sea que haya hecho, porque eso de sentirse miserable cansa también, te come lentamente, te tortura… y no puedes tener tanta empatía por alguien, no es sano, no a ese nivel, no al punto en el que te sientas miserable por alguien más… no sabes por qué, ni siquiera saber si es cierto… lo que puedes hacer es hablar con ella…
- ¿Tú crees que mi mamá me diría?
- No pierdes nada con intentarlo… además, yo creo que si ella ve que a ti te afecta, o que es demasiado ya, o demasiado extremista, lo va a meditar y, eventualmente, lo va a dejar de hacer…
- ¿A ti también te pasa que tienes tantas preguntas, tantas cosas que no tienen sentido en tu cabeza, que sabes que tienen algo raro, algo que no las deja encajar, pero que tienes miedo de preguntar porque tienes miedo de la respuesta?
- Sí, también me pasa… y he llegado a ambos extremos: a que es mejor preguntar que quedarse con la duda… o a que prefiero conformarme con lo que sé, porque lo que no sé es más doloroso que lo que ya sé- sonrió, trayéndola a ella en un abrazo. – Pregúntate si “quieres” o “necesitas” respuestas… eso suele ser el factor determinante- le dio un beso en su cabeza, Lena la abrazaba también, se aferraba a ella.
- A veces dices unas cosas que son tan ciertas…- suspiró, quedándose en aquella posición, apoyando su sien contra la quijada de Yulia, estaba un poco recostada.
- ¿Y las veces que no?
- Es porque no estás hablando…- sonrió, despegándose de ella y tomándola de la mano para halarla hacia la ducha, que hacía calor, era verano.
- No todo lo que digo es cierto… es simplemente lo que creo
- No hablas sólo porque tienes boca…- sonrió, regulando el agua desde la cascada que salía de la pared y no del techo. Yulia simplemente sonrió y la abrazó por la cintura, empezó a besar sus hombros, libres de cabellos rojos. – Oye…uhm…tengo muchísimas ganas de que me hagas el amor… de que me toques…- susurró, dándose la vuelta hacia Yulia y tomándola por las mejillas con ambas manos.
- Pero…
- No te voy a mentir… entre que estoy muy cansada y Phillip está en la cama…no contaba con su presencia y…- hizo una expresión graciosa, que estiro ambos labios, más el inferior, y sacudió lentamente su cabeza. – Como que no me siento muy cómoda…
- ¿Estás cómoda con él durmiendo en la cama?
- No es como que nos va a violar- rió, metiéndose con Yulia entre aquellas dos paredes de vidrio y dos de azulejo. – Es sólo raro que un hombre duerma en nuestra cama
- Sólo pude escuchar “nuestra cama”- sonrió Yulia, dejando ir sus labios al encuentro de los de Lena.
- Tenía razón, tienes audición selectiva- pero aquel beso siguió, no se salió de tono, ni estaba diseñado para salirse de tono, simplemente era suave y tierno, un beso dulce y eterno, un juego de labios tímidos mientras el agua, un poco fría, por el calor, mojaba aquel abrazo de los hombros hacia abajo, lo que tenía que mojarse…con agua. – Oye…- resopló, retirando sus labios de los de Yulia, mordiéndose su labio inferior y viendo hacia abajo. – ¿Qué pasó el viernes pasado?
- Aparte de esa mutilación de piernas que no sé siquiera cómo salí caminando de ese lugar, de cómo explotaste un orgasmo hermoso en mí, de la prima envidiosa de Natasha y de haber terminado muerta en la cama… nada, ¿por qué?
- Te ves diferente… te siento diferente…
- ¿Diferente en el buen sentido o en el mal sentido?- alcanzó el jabón de almendras y vertió un poco en su mano para que, en el abrazo, poder enjuagar la espalda de su pelirroja favorita.
- Estás más cursi, más relajada, bueno, dentro de lo que se puede…porque sí que has estado tensa con lo de los contratos
- Lo siento, a veces puedo ser un poco grosera cuando estoy muy tensa- introdujo suavemente su mano en la hendidura trasera de su novia, quien le abrazaba por el cuello y se dejaba de ella, de sus cuidados y sus caricias, algo que creyó que nunca iba a disfrutar tanto, así si le gustaba que la consintieran, porque no era un cuidado de “inversión”, como Yulia le llamaba, sino un cuidado de “cariño”.
- No has sido grosera, al menos nos conmigo, o con Natasha… has estado tensa pero no reactiva ni efervescente, has estado de buen humor
- Me vas a dar un premio por eso, ¿verdad?- rió, enjuagando sus manos para verter un poco más de jabón entre ellas.
- También me gustas cuando estás un poquito de mal humor, cuando sé que no es conmigo, obviamente- sonrió, dándose la vuelta, rozando los senos de Yulia con su enjabonada espalda para que pudiera lavar su parte frontal. – Me gusta cuando te quejas
- Tienes unos gustos bastante peculiares- rió a su oído, enjabonándole su abdomen, subiendo y bajando por él, subiendo de largo hasta enjabonar sus senos con delicadeza, que aquella sensación provocaba una particular reacción en los pezones de Lena, que eran invisibles por la espuma pero tan rígidos al tacto.
- Creo que es porque estoy profunda…- Yulia bajó sus manos por el vientre de Lena, a tomarla por el yacimiento de sus muslos. – Loca…y perdidamente enamorada- y la mano derecha de Yulia se encargó de su entrepierna, sintiendo aquella mezcla de jabón con lubricante natural, el que había quedado atrapado desde hacía algunas horas. – Tan grave es mi situación que he accedido a hacer paracaidismo
- No tienes que hacerlo
- Fue un trato
- Entonces, que sea justo… ¿qué quieres tú que no tengas?- empujó suavemente a Lena bajo la cascada para enjuagarla.
- Quiero quitar el diván del closet y poner otro mueble, una isla de gavetas… creo que un par de gavetas extras no nos vendrían mal- sonrió, alcanzando el jabón para hacer lo que Yulia le había hecho, y, para eso, la colocó de espaldas a ella.
- Pero eso lo puedes hacer en cualquier momento, mi amor… hazlo cuando quieras, mañana si quieres
- Por eso me gusta negociar contigo- rió. – Siempre salgo ganando- deslizaba sus manos por sus senos, tomándolos suavemente, masajeándolos, atrapando “accidentalmente” sus pezones entre sus dedos, que estaban rígidos porque el agua se había tornado un poco fría.
- Eso se intenta… ¿qué más quieres?
- Quiero ver todas las obras de Broadway
- Sólo si “Sister Act” es la primera y todas en fila “J”
- Trato hecho
- Ha sido un placer hacer negocios contigo- sonrió Yulia con sus ojos cerrados, pues le gustaba sentir a Lena recorrerla de esa cariñosa y suave manera, que lavaba sus labios mayores y menores con delicadeza.
- Hay una cosa más, pero es fuera del trato
- Tú dirás…
- La otra semana tengo cita en el ginecólogo, y me gustaría que me acompañaras
- ¿Está todo bien?- Lena pasó sus manos a la espalda de Yulia, vertiendo un poco más de jabón entre sus manos, masajeando su cuello y sus hombros.
- Sí… es sólo que no me gustan los doctores y ya tengo que hacerme el chequeo general
- I’ll tell you what…- susurró, sintiendo los labios de Lena en su cicatriz, que ahora le hizo cosquillas y sacudió sus hombros por los nervios, reacción que nunca antes había tenido. – Yo me haré uno también… mamografía y toda cosa
- Gracias, es que no me gustan, de verdad que no me gustan- introdujo su mano en la hendidura de Yulia, así como Yulia lo había hecho, y Yulia no había dicho nada, y Lena lo hizo rápido, pues era mejor decir que lo había logrado a decir que no había podido terminar, de lavar, claro.
- I’ll hold your hand, I promise- y Lena la empujó delicadamente hacia el agua para quitarle los restos de jabón.
Salieron de aquella ducha, secándose Yulia con su toalla blanca, Lena con su toalla roja, y, un poco de tónico y cinco gotas de Le Soin Noir, Yulia y Lena humectaron sus respectivos cuerpos con un poco de Argan Oil y se deslizaron en sus pijamas, para, por último, luego de haber colgado las toallas, lavaran sus dientes, que últimamente habían cambiado la canción de duración, pues, como cosa rara, Yulia había confesado que tarareaba el Happy Birthday en su cabeza, y eso se tardaba en lavarse los dientes, ahora era “One Little Indian” pero tarareada en voz alta, una noche por Lena, una noche por Yulia, lo que siempre las llevaba a una eventual risa, pues, ¿a quién se le ocurre tal cosa? Sorpresivamente sólo habían tardado un poco más de media hora, entre tanta plática y tanto cuidado de la piel, que no solía haber ducha nocturna, sólo para encontrar a Phillip y a Natasha ya rendidos ante Morfeo mientras, asumieron, Phillip veía BBC. Natasha, acurrucada y abrazando a Phillip por su pecho, Phillip envolviéndola con su brazo, era la que estaba más cerca del centro, que, tras una riña de “Rock, Paper, Scissors”, estaría al lado de Yulia, pues Yulia no era precisamente fanática de dormir entre dos personas, menos cuando, indirectamente, el calor de Phillip invadiría también la cama, y ni hablar con estar al lado de Natasha, pues eran como micro hornos, y ahora harían combustión. Yulia, contra su voluntad y su regocijo, se metió bajo las sábanas, asegurándose antes de haber colocado el aire acondicionado a veintitrés grados centígrados, y abrazó a Lena, acurrucándose ambas en dirección a la ventana, tomadas de la mano, dedos entrelazados y llevados contra el pecho de Lena. Y eran las dos de la madrugada, apenas había podido dormir una hora, Yulia se despertó entre tanto calor, estaba sudando, lo que tampoco le gustaba. Pero intentó, con todas sus fuerzas, volver a dormirse, cerró sus ojos, aplicó la técnica que Alastor Thaddeus alguna vez le dio, y llegó al cero en el conteo y no se había dormido. Pensó en la historia de nunca acabar, y probablemente la terminó, y apenas las dos y veinticinco…y el calor sólo aumentaba.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Oct 25, 2014 12:55 am

Y, por primera vez, Yulia durmió en paz, no soñó absolutamente nada, al menos que ella se diera cuenta o se acordara, pues, últimamente, sabía que estaba soñando, hasta se encargaba de decirlo en su sueño, expresamente, a cada persona que en su sueño aparecía. Pero no, ahora fue todo blanco o todo negro, plano, nada, ausente, lo que le permitió dormir profundamente, sin moverse, sin despertarse, cómodamente abrazando a Lena, quien se movía minúsculamente; sólo para reacomodar su rostro sobre el pecho de Yulia, o su mano, pero no para moverse de lugar, ni volcarse completamente, y sus respiraciones eran tranquilas, livianas, mudas. Habían logrado entrar en una sintonía de sueño profundo tan grande que no sintieron cuando Phillip se fue del apartamento a las madrugadoras seis y media de la mañana, que ya había un poco de luz; primero se sintió culpable, y se disculparía con Yulia por haberla sacado de la cama, pues habían despertado en toda la cama, pero luego le dio ternura, nunca se imaginó ver a Yulia así, no dejaba de sorprenderle, ver que amaba y se dejaba amar. Tampoco se despertaron contra las siete y media, que Larissa salió de la habitación, ya bañada y lista para comenzar el día, con intenciones de hacerse un café pero, al ver a su hija en la sala, durmiendo con tanta tranquilidad, simplemente se devolvió a la habitación, a esperar unos minutos más, a darles tiempo de que se despertaran, pues no quería despertarlas, no cuando le habían provocado una verdadera y despreocupada sonrisa de completa aprobación.
Y regresó cuando escuchó a Natasha salir de la habitación, creyendo que Yulia y Lena también se habían despertado ya, pero no, seguían en carácter de cadáver, que no se habían movido, y que se veían en inmensa inocencia, siendo inofensivas, a tal punto que para Larissa era increíble que Yulia pudiera verse así, cosa que no había notado la noche anterior, quizás por su propio cansancio o quizás porque Yulia no había terminado de ceder. Natasha había salido en su típica pijama, importándole un bledo y medio lo que Larissa pensara, pues salió sólo en camiseta desmangada y aquella típica tanga negra, que se lograba escabullir por lo corta, o de largo normal, que era la camisa. Y a Natasha tampoco le importaba abrir el congelador si Yulia estaba dormida ahí, sabía que sacar un poco de jugo de naranja no la despertaría, y no la despertó, y Larissa y Natasha bebían su jugo de naranja, admirando con asombro aquella imagen extraordinaria de paz, acosándolas con la mirada, Natasha no explicándose qué hacían durmiendo en el sofá o por qué estaban vestidas si se habían salido para hacer el amor, Larissa simplemente contemplaba, hasta que Yulia se despertó, que ambas se quedaron inmóviles porque creyeron que habían sido ellas quienes habían despertado a Yulia.
Yulia simplemente abrió los ojos, poco a poco, pues la luz empezaba a molestar, y no le importó analizar su alrededor, simplemente sonrió ante aquella mujer que descansaba sobre su pecho, hasta le veía una disimulada sonrisa. Se movió un poco, Lena también, Natasha y Larissa creyeron que era para seguir durmiendo, pero no. Yulia buscó los relajados labios de Lena con los suyos, pues no quería que aquello se repitiera, no quería que despertara sola, y Lena, lentamente, comenzó a responder su beso entre suspiros pesados de recién despertar. Llegó a tal punto que Yulia se colocó sobre Lena, entre sus piernas, que Lena las había abierto para ella, y la siguió besando, no era algo que Natasha no hubiera visto ya, había visto cosas más intensas pero, en su estado zombificado, no tuvo la capacidad de detener aquello, que para Larissa debía ser difícil, o quizás no, pero incómodo probablemente si era, aunque el beso era tierno, de “buenos días”. Pero dejo de ser de esa inocente connotación, pues aún bajo la cobija se podía distinguir el roce de la pelvis de Yulia contra el pubis de Lena, y todavía fue más intenso cuando Lena tomó la mano izquierda de Yulia y la llevó a que, por favor, tocara su seno. Y eso fue suficiente, Natasha se aclaró la garganta.
- Eu não sabia que vocês estavam aqui- murmuró en cuanto las volvió a ver, que las veían a ambas, Lena sólo quería que la Tierra se la tragara.
- Eu falo português também, Yulia Vokova- sonrió Larissa.
- ¿Buenos días?- sonrió con expresión de “yo no fui”.
- Buenos días, Tesoro, buenos días, Lena- rió Larissa, levantando su vaso con jugo de naranja para brindar fantasmagóricamente por aquella demostración de amor.
- Buenos días, Larissa- sonrió Lena ruborizada de todo el cuerpo mientras Yulia se ponía de pie para ir a la cocina, que no estaba a más de diez pasos. – Buenos días, Señora Noltenius
- Buenos días- susurró Yulia, luego dándole un beso en la cabeza a Natasha, y luego abrazando a su mamá. – No pienso disculparme
- No pensaba que lo hicieras- rió Larissa, viendo a Lena doblar la cobija con suma maestría. – Porque yo tampoco me voy a disculpar- ¿así, o más iguales? Juzguen ustedes.
- ¿Café?- y aquellas tres cabezas asintieron al mismo tiempo, al mismo ritmo. Yulia llenó los dos Portafilters de café recién molido, que liberaba aquel aroma que a ella le daba igual, no le notaba la suprema maravilla, y, colocando tres tasas bajo LaCimbali M24 Plus, dejó que el café cayera en aquellas tazas mientras vaporizaba la leche para Natasha y para Lena, pues a Larissa nada de Latte, un Espresso. - ¿Qué tal dormiste mamá? ¿Todo bien con tu habitación?
- Sí, todo muy bien, una cama muy cómoda… todo perfecto, y tú, ¿qué tal dormiste?- Yulia le alcanzó su Espresso.
- Bien, con calor- dijo, volviendo a ver a Natasha con mirada de “me las vas a cobrar de alguna manera, no te preocupes”. Le dio un par de golpes a la jarra de aluminio, el procedimiento estándar, y empezó a prepararle un Latte sencillo a Natasha, sólo con leche, ningún detalle, ningún dibujo.
- Yo dormí de maravilla, por si te importa- le dijo a Yulia con una sonrisa mordida.
- Me asustaría si no hubieras dormido como Princesa…- resopló, sacudiendo la cabeza en burla mientras le preparaba a Lena su Latte, con una simple “Rosetta”, pero al menos tenía detalle.
- Gracias- murmuró Lena, tomando la taza de las manos de Yulia.
- Oye, ¿por qué Lena tiene una plantita y yo no tengo ni un punto?- dijo indignada Natasha. Larissa observaba aquella riña, que no era riña en realidad, era una simple broma.
- Porque Lena no me saca de mi cama…
- ¿Y yo sí?
- ¿Quién quiere desayuno?- canturreó Lena, evitando que Larissa presenciara una de esas peleas sin sentido, que eran más por burlarse una de la otra que por pelearse, pues nunca se enojaban en realidad.
- Mamá me recogerá a las nueve para ir a desayunar con mis primas… Arquitecta, ¡sálveme!- gimió, juntando sus manos en imploración y casi arrodillándose sobre el suelo.
- ¿Qué quieres que haga, que les diga que tienes diarrea o algo parecido?
- Pensaba en algo más sutil como que las tres me acompañaran- sonrió. – Así pueden decidir si se quedan para el Spa o salen huyendo
- Yo creo que no vamos a tener poder de decisión- susurró Lena a ras de su Latte, haciendo que Larissa riera fuertemente.
- Yo, por mí, te acompaño, porque no hay nada en el mundo que quiera hacer más que aguantar a tu prima Consuelo… intenta convencer a mi mamá mientras Lena y yo nos duchamos- dijo, olvidando, rápidamente que Larissa estaba presente. – En baños separados- aclaró, aunque nadie le había pedido aclaración, y salió de aquella cocina tan rápido como pudo, halando a Lena de la mano, que aquella pelirroja de melena estática cuidaba que su Latte no se derramara sobre el suelo. Y sólo se escuchó un “Larissa…¿le gustaría…” y llegaron a la habitación.
- Qué rico… es la mezcla perfecta- rió Lena mientras Yulia sacaba ropa y la colocaba sobre el diván. – Un English Muffin de salchicha, queso cheddar y poached egg, y una jarra de esa limonada de Vodka con Eneldo… ¡y la compañía de la prima Consuelo!- rió a carcajadas. – Está satánicamente diseñado para que el desayuno te caiga pesado
- Shit just got Funny- rió Yulia, girando el cilindro de los Stilettos para sacar sus Zanotti, que entraban en la categoría de Sandalias, pero en altura de doce centímetros. – Al menos hay buena comida… porque no planeo dejar de comer porque Consuelo me dice cuántas calorías tiene lo que me estoy comiendo
- A Consuelo le faltan los cuatro placeres más grandes de la vida- opinó Lena, entrando al closet para sacar ella su ropa, pues sabía que Yulia se iría a bañar a la ducha de la habitación de huéspedes.
- ¿Cuáles son esos?
- Comer, dormir, amar y coger
- ¿Y… cuál es el que sí tiene?- rió Yulia.
- Tú sabes… si la mujer está compungida todo el tiempo
- Sí, tiene expresión de dolor físico- rió. – Pero, todavía así, no sé a qué te refieres
- Ay, parece que todo el tiempo se está cagando- y ambas estallaron en una risa estrepitosa, que Yulia terminó sentada en el piso, sosteniéndose el abdomen.
- Pobre mujer- jadeó Yulia, intentando no reírse más, pero Lena sólo la hacía reír.
Aquello terminó en cuanto tuvieron que meterse a la ducha, pues Margaret llegaría en cualquier momento, luego de Lena, que se bañaba relativamente rápido, se metería Natasha a la ducha. Y todo estaba listo a las diez en punto, que justo llegó Hugh, como siempre en el Mercedes negro, a por las cuatro féminas, pues Margaret tenía demasiada pereza de ir al apartamento de Yulia sólo a recogerlas, además, con Larissa de manera adicional, no cabrían en el auto. Aquel desayuno fue eterno para las tres horas que duró, que era más bien un brunch, Consuelo le calculó siete mil calorías a Lena, pues se había comido dos Muffins y había bebido cuatro de aquel Cocktail, pero a Lena no le importaba, pues tenía los cinco placeres bajo control, al menos el que Consuelo parecía no tener muy controlado, pues a veces entrecerraba los ojos como si hiciera un sobrehumano esfuerzo por apretar el colón para no dejar que aquello saliera, que ni siquiera se asomara. Y Yulia tuvo la indiscreción de compartir su teoría con Lena, en un secreto indiscreto, pero que nadie escuchó, “Yo creo que no evacúa porque cree que Natasha no evacúa”, y Lena hizo hasta lo imposible por no reírse a carcajadas, pues, ¿qué clase de conversaciones eran esas? Pero el secreto estaba en lo que Phillip y Natasha alguna vez dijeron: “Imagínatelo cagando… a ver si lo sigues amando”, y otra carcajada que Lena y Yulia intentaban ahogar en sus gargantas, haciendo de aquella potencial carcajada un resoplido que se detenía en la epiglotis. Nadie supo nunca de qué reían, sólo Natasha, cuando tuvieron que invadir el baño en manada, como era de femenina costumbre. Larissa y Margaret, oh, eso si había sido extraño; tan distintas pero habían compaginado tan bien, pues Margaret podía sacar su conocimiento sobre el renacimiento italiano y discutirlo con alguien que lo vivía, históricamente, de cerca, y era simplemente perfecto; entre la cocina y el arte, parecía que las dos tenían años de conocerse, que Natasha y Yulia no sabían si podía ser peor, porque aquello era malo, o que mejor era imposible, pues aquello era perfecto. Margaret hasta se maravillo por las zapatillas Manolo Blahnik que Larissa llevaba con tanta facilidad, pues eran de patrón de leopardo, y más con aquel pantalón blanco, y, oh, aquella blusa negra Dolce & Gabbana, y Larissa, que Margaret tenía el mejor gusto en zapatos, y, ah, qué aburrido, bostezos, vamos al Spa, a que nos duerman, hasta que llegaron a la noche, luego de una cena con Margaret…¿un día entero con Margaret Robinson? Eso sí había estado de mal gusto, hasta para Natasha, pues le resonaba el tono de voz de su mamá, Natasha aquí, Natasha allá, no se te olvide esto, no hagas lo otro, no comas aquello, duerme bastante, tómate una pastilla para dormir bastante, y simplemente NO.
- ¿Qué hora es?- susurró Natasha en aquella oscuridad que invadía la habitación de Yulia.
- Las putas tres de la mañana…- gruñó Yulia.
- No sé a qué hora voy a dormir… tengo demasiada hambre
- Ya somos dos- dijo Lena, con la cara hundida en una almohada.
- ¿Qué hay abierto a esta hora? Porque eso nos hace tres- rió Yulia.
- Sólo hay un lugar que está abierto a esta hora… que no es sano y que está cerca- dijo Lena, levantando su rostro, con expresión de estar drogada, pues le faltaba el oxígeno por estar jugando a dormir así, o a intentar dormir así.
- ¿Están pensando lo que yo estoy pensando?- susurró Natasha.
- No tengo idea de qué piensas, Nate… pero, vamos, a vestirse y a salir con los zapatos en la mano para no despertar a mamá…- y aquellas tres mujeres de casi treinta años salieron cuales adolescentes, a escondidas de Larissa, entre risitas estúpidas y siseos para que hicieran silencio, uno que otro quejido ahogado por golpearse el pie o por ponerse en el camino de una esquina que no habían considerado.
- Mmm…- gimió Natasha. – Esto si es comida- rió con sus ojos cerrados y su boca llena, sostenía, en su mano izquierda, un Honey Mustard Snack Wrap, en su boca un McNugget, y, en su mano derecha, una quesoburguesa sin pepinillos, sin ketchup, pero con mostaza.
- Mhm- gimió Yulia en un tono afroamericano. – Best shit ever- con su boca llena de Grilled Onion Cheddar Burger.
- Amen- añadió Lena, deshaciéndose ante sus tres McChickens. – Qué rico es provocarme arterioesclerosis e hipertensión- suspiró, sumergiendo unas patatas en mostaza, otra amante de la mostaza.
- Mom is so gonna kill me- rió, dándole una doble mordida a su Wrap, Dios, aquella mujer sí que tenía hambre.
- Maggie no tiene por qué enterarse- susurró Yulia, arrancándole otra mordida a su hamburguesa. – Yo no lo voy a decir- sonrió. – ¿Y tú, Lena?
- ¿Decirle qué?- rió, llevando su coca cola a sus labios.
- ¿Ves? Nadie le dirá a mamita que no hiciste caso- dijo Yulia, casi ahogada por no masticar. – Pero más te vale que ese vestido cierre, Ella Natasha… porque hago que te cierre…- dijo en aquel tono, imitando a Margaret, que las tres se rieron a carcajadas, alborotando el ambiente de aquel McDonald’s de la cincuenta y ocho y tercera.
- Ella Natasha, tú tienes una semana de estar en dieta líquida, ¿verdad?- imitó Natasha.
- ¡Que no!- rió Lena.
- Te voy a hacer vomitar hasta que te quede, Ella Natasha- dijo Yulia.
- Dios mío… es tan predecible mi mamá… y tan intimidante…- suspiró entre lapsos de masticaciones. – La peor parte es que no se da cuenta por qué no quería estar con ella en el Penthouse…but she sure does trust “oh, Yulia,Darling…”- rió, burlándose de cómo saludaba Margaret a Yulia.
- Pues, claro, desde que me conoces, no ha tenido que recurrir al Botox de nuevo- sonrió Yulia, abriendo sus Fish Bites, arrojándole la salsa tártara a Natasha, pues le encantaba con las patatas.
- Esta arruga fue de cuando Ella Natasha se dislocó la clavícula, esta otra fue de cuando Ella Natasha le dijo “calvo” a su abuelo, esta de aquí es de cuando Ella Natasha comió en Pizza Hut- Natasha sólo quería sacarlo todo, canalizar todo aquello que tanto le molestaba a través de una imitación, pues no era como que la estuviera ofendiendo, pero sólo quería hacerlo.
- Seguro ahora se le arruga la cara entera- rió Lena.
- No sólo la cara, sino todo… partes que ni quiero imaginarme- murmuró Natasha, tomando más patatas entre sus dedos. – Y por eso le gusta la comida, porque es la responsabilidad de alguien, siempre tiene autor, y la comida no desobedece, no puede salir mal si sigues los pasos correctos y en el orden correcto… yo no soy comida, motivo de su “sobrepeso” y del un-tanto-descontrolado-uso-del-Botox que tiene… - y Natasha se quebró, arrancándole las mordidas a sus patatas, comiéndose casi los dedos.
- Déjalo salir- sonrió Yulia, tomándole la mano por encima de la mesa. – I’m right here- y le tomó la mano a Lena, bajo la mesa, dándole a entender que, lo que fuera que estuviera a punto de escuchar y/o presenciar, que no lo podía comentar nunca, con nadie, que tenía que hacer que se le olvidara.
- ¿Cómo es posible que sea mi Boda y me deje invitar sólo a veinte personas y a Phillip veinte? No es como que conozco a cincuenta, no de la manera que quisiera como para invitarlos a mi Boda… pero restringirme todo a veinte personas… está loca… son seiscientos invitados, que hay unos que en mi puta vida he conocido, ni siquiera escuchado, ¿cómo puedes conocer a tantas personas en tu vida? Yo no quería una Boda grande, no así, me quería casar en St. Patrick’s Cathedral, con apenas tres bancas llenas de cada lado, sólo a los que les importa realmente que me esté casando, los que quieren estar conmigo, con Phillip… y sí, me quería casar en el Plaza, pero no en el salón principal, sino en la Champagne Suite, y quería que Donna o Donatella diseñara mi vestido, no Vera…- respiró hondo, limpió sus lágrimas, volvió a respirar hondo. – Al menos las tengo a ustedes- suspiró, llevando más patatas a su boca. – Y ahora Phillip se fue, sin decirme adiós, cómo odio que haga eso- Lena volvió a ver a Yulia, sólo por el cliché de la situación. – Tengo una vida entera de estar durmiendo con él, hasta he dormido con él los días que no he podido o no he querido dormir con él, y Katherine que no nos quiere juntos, me odia, le estoy robando a su niño… y me hizo firmar un papel en el que se hacía constar que Phillip y yo no nos podíamos ver por dos semanas antes de la boda, porque si mi embarazo databa en esas dos semanas, el matrimonio se anulaba
- ¿Embarazo? ¿Qué carajos?- siseó Yulia, apretando la mano de Lena.
- Primero creyó que Phillip se casaba conmigo porque yo estaba embarazada, que no tenía sentido, si Phillip me lo propuso, de manera oficial, en diciembre, y la Boda es en junio, ¿en qué puta cabeza cabe que me voy a casar a los seis o siete meses de embarazo? Es estúpido…- suspiró, metiendo más patatas a su boca. – Luego, que con el Prenup, es en bienes separados… pero tiene un pequeño agujerito, del que no se dio cuenta… y dice el Prenup que si a mí se me ocurre parir un hijo antes del primer año de matrimonio, yo puedo divorciarme de lo más fácil, ganarle la Patria Potestad a Phillip y quitarle la mitad de su dinero… y se dio cuenta hace un mes, que me llevó al ginecólogo de su confianza y le dijo que yo estaba en tratamiento, que ahí no había nada raro, ninguna enfermedad de transmisión sexual, ninguna enfermedad degenerativa en el record de la familia, toda mierda existente e inexistente, pero también le dijo que mi tratamiento terminaba hace dos semanas, y no es que voy a ser fértil el día en el que se me acabe la dosis, esa mierda toma tiempo en regularse, y por eso me hizo firmar ese documento, que si mi embarazo data antes de la Boda: I, Ella Natasha Roberts, am fucking screwed… porque se anula el matrimonio y, cuando se me ocurra parir, se lo tengo que entregar a Phillip…
- That bitch is fucking crazy- resopló Lena.
- Gracias por decirlo… porque yo no puedo decirle así a la abuela de mis hijos, que no tengo ni en calidad de cigoto- gruñó. – El hecho de que sea una ninfómana con hipersexualidad adictiva- dijo, sabiendo que era una triple redundancia. – Y que su hijo me quite las ganas- rió, porque era divertido, pues eso no se lo imaginaba Katherine. – No significa que voy tras su dinero, ni a embarazarme sólo por Hobby…- sacudió la cabeza en indignación. – Y, por si fuera poco, Phillip y yo no íbamos a decir votos, porque hay que ser honestos, nadie se acuerda de los votos, nadie les presta atención y sólo alargan la misa… y Phillip y yo queremos que la noche se acabe cuanto antes, no hacerla eterna… pero no, Katherine no, ella insistió hasta que me hizo ceder que los íbamos a hacer, como si un par de palabras probaran mi amor por Phillip
- Claramente ella cree que vivimos en la Edad Media… déjala…de todas maneras, el día de hoy, tú y sólo tú importas, pues, con Phillip, pero no es la Boda de tu mamá, ni la de Katherine, Phillip es su hijo pero es tu esposo…- sonrió Yulia.
- Con el tiempo te aceptará completamente…- murmuró Lena. – Quizás sólo es lo que tú dijiste, que siente que le estás robando a su niño… pero al niño lo perdió hace mucho, y el niño ya no es niño, ya está en la tercera década, no es como que Phillip necesite que su mamita lo proteja
- Esperen a que me vean entrar a la Iglesia sin velo… mi mamá y mi suegra se van a morir- dijo, como si no hubiera escuchado nada, aunque si lo había escuchado, y sabía que ambas tenían razón. – De virgen no tengo ni la intención- rió.
- Ya habíamos discutido que el velo quedaba descartado, Ella Natasha- rió Yulia en aquel tono que implicaba las palabras de Margaret. – Arruinaría tu peinado y las argollas Tiffany no se verían, tienes la aprobación de Yulia, my Darling- sonrió.
Regresaron así como se fueron, en silencio, con los zapatos en la mano para no despertar a Larissa, esta vez alumbrando con la mejor linterna; el iPhone. Y, con el olor a McDonald’s impregnado en sus ropas, con estómago lleno y corazón contento y desahogado, cayeron en un delicioso sueño, sueño que, de no ser porque Margaret llamó a Natasha a las doce del medio día, no se hubieran despertado, quizás nunca. Y nadie supo nunca qué le dijo al teléfono, pero, desde ese minuto, Natasha entró en un modo de nerviosismo infinito, que temblaba aún estando acostada, que había empezado a sudar y a despedir calor corporal como si hubieran encendido la olla de presión, a tal punto de que, estando ya maquillada y peinada, salió corriendo, como una histérica, al Plaza, que menos mal quedaba a tres segundos del apartamento de Yulia, y regresó veinte minutos después, con su maquillaje intacto, justo a las cuatro y veinticinco, para que Oskar le diera los últimos retoques, pues todo debía ser perfecto en aquel moño Wittstock, en el que, en donde su cabello se recogía realmente el moño, resaltaban aquellas curvaturas brillantes que abrazaban cierta cantidad de cabellos. Yulia, ayudando a la novia, como toda buena Matron of Honor, le ayudó a rociarse el Neroli Portofino antes de meterse en el vestido, ayudándole con los aretes, unas orquídeas Cartier que sólo le daban el toque perfecto de elegancia y glamour. Larissa y Lena ya habían sido recogidas por Hugh, que Larissa vestía un Caftan Gown Naeem Khan en cian, muy elegante y conservador para su edad, que a Yulia le acordaba mucho a la Reina Noor de Jordania, y Lena vestía un Donna Karan, al igual que Yulia, pero ella, al ser una Dama de Honor, que sólo eran cuatro, más Yulia, la Matron of Honor, iba de magenta, de chiffon, escotado al punto perfecto, de escote traslapado, de que, de su cintura, se marcaba un cinturón de color plata, repleto de detalles transparentes en cian, magenta y gris, y caía con fluidez hasta el suelo, en donde la forma, de la cintura hacia abajo, era perfectamente al primer grado en lo bombacho, lo más mínimo, desmangado pero de soporte grueso, para que aquel chiffon cayera con el peso adecuado, para darle el movimiento óptimo.
Sí, a las cinco y quince, un Bentley clásico, de aquellos “Silent Sports Cars”, en un modelo que se registró en mil novecientos treinta y nueve, año en el que empezó la Segunda Guerra Mundial, pero que había sido renovado catorce veces, en un azul marino con blanco, conducido y maniobrado por Hugh, el fiel chofer de Ella Natasha Roberts, se detuvo frente a St. Patrick’s Cathedral. Se bajó del auto y lo rodeó, viéndose muy bien en el tuxedo negro, abrió la puerta trasera hacia la izquierda y tendió su mano para que aquella Arquitecta se bajara del auto, en su vestido Donna Karan, y limpiado por Vera Wang, el peor de los trabajos para venerar a aquel único vestido color rosa cosmético grisáceo, en chiffon, en cascadas y traslapes de chiffon que se sostenía, sin esfuerzo alguno, del hombro derecho de Yulia, en donde una ráfaga de perlas blancas alineadas lo forraba, abrazando aquella tela, aquel tirante, que se desencadenaba a media espalda desnuda, subiendo en un presuntuoso y elegante bustier, sólo para la forma, acentuando, con los traslapes plisados de aquella tela, la cintura y la cadera de la Matron of Honor, haciendo que cayera, desde las caderas, hasta el suelo, en una especie de selva alocada, pero ordenada, de los fines de las telas que habían sido traslapadas y cosidas con tanta pericia, que, por su longitud y volumen, que no opacarían al vestido de la novia, en lo absoluto, pero que era, sin duda alguna, majestuoso y memorable, lo adornaban unos Stilettos Valentino, cubiertos en una especie de joyería zapatera. Y Yulia no llevaba un moño, sino en una coleta estilizada, la Beckinsale Ponytail, un éxito seguro.
Y, con ayuda de Yulia, su mano derecha, su mejor amiga, su hermana, su confidente, y Hugh, Ella Natasha Roberts, tomando sus manos, se impulsó para salir de aquel asiento, siendo invadida, desde lo lejos, por los constantes relámpagos fotográficos. Se irguió completamente, con la sonrisa más tímida y nerviosa que existió en su vida, todo mientras Yulia se agachaba levemente para arreglarle aquel magnífico vestido de encaje, qué logro hacer que Vera Wang trabajara todo el vestido en encaje. Reveló sus Manolos azul grisáceos, de seda, que la hacía ver diez centímetros más alta, lo suficiente para poder ver, relativamente, a Phillip al mismo nivel. Y no era sólo eso, era que, de aquel vestido que decoraba su figura, la hacía ver más esbelta y definida, que no había tenido problema alguno para deslizarse en él, llevaba un listón de seda blanca por cinturón, que, en el centro, bajo su busto, se plagaba de orquídeas blancas muy pequeñas. Y ni hablar de su Bolero Jacket, que parecía nacer de la espalda, a sus tres cuartos, y se ajustaba perfectamente sobre el busto del vestido, que era simplemente tul de seda blanco con aplicaciones en encaje.
- ¿Estás lista, mi amor?- susurró Yulia, tomándola de la mano derecha, caminando ella, por primera vez, cómodamente a su lado derecho, encaminándola hacia el nivel de las puertas, en donde Margaret y Romeo la esperaban con una sonrisa, Margaret en un Versace Atelier, diseño único, sencillo, en negro, pero elegante, pulcro, con autoridad y presencia.
- Estoy ca.ga.da de los nervios- se volvió a Yulia mientras subía escalón por escalón, que no eran muchos, pero parecían eternos.
- Estaré al lado tuyo… respira hondo, por favor- susurró, llevándola hasta sus papás. – Cuando estés lista, ¿de acuerdo?
- ¿Cómo se ve?- susurró, viendo hacia el suelo, sintiendo la mano de Romeo acariciarle el hombro derecho.
- Se ve como el hombre con el que te vas a terminar de casar, guapo, muy guapo, Nate- sonrió, levantándole la mirada con su dedo índice.
- Ella Natasha, ¿y el velo?
- Se fue de vacaciones junto con tu sentido maternal y tu empatía- sonrió, volviéndola a ver.
- Esa es la Ella que yo conozco- rió Margaret. – Estás perfecta- dijo, con el primer indicio realmente maternal, hasta le acariciaba la mejilla, con cuidado, claro, por el maquillaje.
- Voy a llamar a “Mini-Me” para que traiga tu bouquet y organice la entrada, ¿está bien?- sonrió Yulia, soltándole la mano a Natasha, viendo cómo el pavor invadía su sistema, aunque logró asentir.
- Cariño, estás hermosísima- sonrió Romeo, otorgándole un paternal abrazo, como aquellos que solía darle cada saludo y cada despedida, pero este, este en especial, se sintió diferente. Aquel señor de un poco más de sesenta años, con su cabello corto, destellos canosos y otros negros, con la mirada comprensiva y empática, vestido de Armani, como siempre, pero ahora en calidad de Tuxedo de chaleco.
- Gracias, mamá, gracias, papá- sonrió Natasha, rehusándose a ver hacia el Altar, pues todavía no quería ver a Phillip, ni sabía si estaba ahí, viendo hacia uno de los costados, por donde se acercaba “Mini-Me”, que se llamaba Jo, sólo Jo, y era la Wedding Planner, la mejor que existía, y lo había demostrado con la de los Hamptons.
- Mrs. Noltenius, su bouquet- sonrió, alcanzándole aquella creación que era, inesperadamente, diseño y confección de una de las invitadas, una mezcla de orquídeas verdes y violetas, en un abultamiento discreto y liviano. – No tiene idea de lo hermosa que se ve- la halagó, quizás era su trabajo, o quizás decía la verdad. – Las Damas de Honor vienen en camino junto con los Padrinos, en cuanto usted nos diga traemos a sus sobrinas para empezar- que se refería a las hijas de Sabrina y Beatrix. Natasha tragó con dificultad, se le nubló la vista y dejó de escuchar todo sonido existente e inexistente, y volvió a ver su muñeca, en donde el hilo blanco estaba amarrado, y lo acarició, era como su amuleto de relajación, su protección y su sanación.
- Nate…- suspiró Julie, en su Blouson Cavalli azul marino de sólo un hombro. – I’m Speechless- sonrió, abrazándola con cuidado de no despeinarla.
- Cuñada, no podría usted verse mejor- sonrió Adrienne en su vestido Armani negro, o azul muy oscuro, que sólo le acordaba a Anjelica Huston, como Morticia Addams.
- Gracias…- sonrió forzadamente, intentando relajarse al acariciar aquella lana en su muñeca. Buscó la mirada de Yulia, y la encontró, era reconfortante, suave y cálida, que le decía “Come on, you can do this”. – Let’s do this- resopló.
Y aquella operación empezó, realmente empezó. Mini-Me empezó a dictar órdenes por la manga de su vestido manga larga, que a Natasha le acordaba a ella misma, en la época en la que se “ganaba la vida” haciendo ese tipo de cosas, de eventos, aunque nunca tuvo una Boda, tal vez eso estaba fuera de su alcance en aquella época, pero no podía ser muy distinto. Yulia tomó del brazo a Patrick, caminando, como debía ser por Protocolo, no por su gusto, a su izquierda, Julie, imitando a Yulia, tomó del brazo a Stephan, otro de los amigos cercanos de Phillip, médico internista, Lena tomó del brazo a Maurice, el esposo de Beatrix, Adrienne a Paul-Henri, el esposo de Sabrina; se formaron cada pareja detrás de la otra, encarando al altar, en donde Phillip esperaba ya de pie, al lado derecho de él; sin barba, con el cabello arreglado, corto de los costados, un poco largo del medio, peinado como a Natasha le gustaba, direccionado hacia atrás pero hacia la derecha, con su corbatín blanco, alto, ancho y elegante, con sus John Lobb de cuero negro, de sólo una hebilla, y el resto era perfecto; los botones de su camisa eran negros y forrados de cachemira negra, las mancuernillas que Natasha le había regalado de Boda Civil, de platino y hematita tan negra como la noche. Natasha asintió, tomó a Romeo del brazo, siguiendo con el Protocolo, respiró hondo, apretujó su brazo y, aquel conjunto de cuerdas, empezó aquella obra de Pachelbel, ninguna marcha nupcial cliché, y las cuatro parejas, ante los invitados de pie, que eran de-ma-sia-dos, con de-ma-sia-das miradas direccionados hacia el fondo del pasillo, pues todos, o todas, querían ver a la novia. Phillip estaba nervioso, pues no alcanzaba a ver a Natasha, hasta que pasaron las dos sobrinas de Natasha, Arielle y Anabelle, por entre aquel pasillo que estaba forrado con orquídeas blancas, que regaban más pétalos de orquídeas por la alfombra roja de aquella Catedral, y el corazón de ambos se detuvo al verse a lo lejos.
Phillip casi se muere, Natasha también, pero ya había comenzado a caminar, lenta y seguramente, hacia el altar, en donde aquel Guapo la esperaba, quien volvía a ver a Yulia con nerviosismo, y ella sólo le sonreía con calma, con serenidad, y eso lo reconfortaba. Se veía hermosa. Yulia tomó el bouquet de Natasha para que Romeo pudiera darle aquel beso de despedida, estrecharle la mano a Phillip en aprobación, y Phillip tomó a Natasha con ambas manos, ayudándola a subir los últimos tres escalones, en donde aquel evento se llevaría a cabo; no más de cuarenta minutos, esa había sido la condición, pues el tiempo del Obispo era demasiado importante para la humanidad neoyorquina. Phillip tomó de la mano a Natasha, encarando al Obispo, sonriéndole de vez en cuando, desviándose de su concentración, dibujándole con los labios incontables “you look outstandingly gorgeous”. Yulia se sentó al lado de Margaret, junto con Lena a su lado, Larissa en la tercera banca, pues las primeras dos eran solamente para la familia y las madrinas y padrinos. Y hubo algo que a Yulia le alcanzó a tocar aquellas fibras oscuras: Consuelo, de blanco, en la boda religiosa de su prima; imperdonable, qué falta de educación, qué descaro, qué bajo nivel de pensamiento. Y aquel sermón, aquella ceremonia que provocaba bostezos, sólo porque el Obispo no era exactamente el más entretenido, se pasó lento y eterno para Yulia y Lena, entre poniéndose de pie y sentándose cuando aquel hombre lo indicaba, escuchando nuevamente sus palabras, el canto espectacular del Coro de Nueva York, acompañado por el conjunto de cuerdas.
- Mr. Noltenius- sonrió Natasha, elevando su mirada, envolviéndolo con ojos de cristalina ternura, un momento de él y ella y de ella y él, los invitados eran inexistentes, que a cualquiera le hubiera parecido distante el hecho que lo llamara “Mr. Noltenius” y no algo más cariñoso, pero era por el valor de memoria sentimental que aquel título y apellido tenían para ambos, el Obispo, por supuesto, manteniendo el micrófono muy cerca para que toda la Catedral escuchara aquellas palabras. – Cuando lo conocí, hubiera apostado todo lo que tenía a que no pasaba de una sonrisa esporádica, pero me equivoqué y aquí estamos, sin poder pensar en un mejor resultado, por ahora, de la amistad y del amor que hemos desarrollado a lo largo de los años. Creí que nunca iba a decirlo, pero usted no sólo es mi mejor amigo, sino también el amor de mi vida, en quien puedo confiar ciegamente porque sé que me apoyará hasta en la más alocada ocurrencia que tenga. – su voz se quebró y tuvo que hacer una pausa para respirar profundamente, para no ceder ante el ahogo emocional, Phillip apretó más fuerte sus manos y, cuando Natasha cerró sus ojos al exhalar, una lágrima se escapó de su lagrimal derecho, y Phillip sólo soltó su mano derecha para poder limpiarla con su pulgar, con la mayor de las delicadezas para no arruinarle el maquillaje. – Mi amor, no te prometo aprender a cocinar, eso lo tenemos que negociar todavía, pero hay cosas que si te puedo prometer; como que voy a ser la mejor esposa que pueda ser y, cuando el momento venga, la mejor mamá que pueda ser.
- Yulia, dime que no está embarazada- susurró Margaret a su oído, que Yulia sacudió suavemente su cabeza para la tranquilidad y realidad de Margaret Robinson.
- Prometo respetarte y apoyarte, y apreciar profundamente tus atenciones y tus muestras de cariño- rió levemente al ver que Phillip sonreía ampliamente. – Te prometo que te voy a amar cuando sea fácil y cuando sea difícil, cuando seas difícil y cuando yo sea difícil. Prometo confiar en ti, en darte siempre la mayor expresión de honestidad y lealtad, así como he sido hasta ahora, así seré siempre, porque no hay hombre que pueda tolerarme y hacerme reír como tú, ni hombre tan guapo, ni tan hecho para mí como tú, pero, más importante, es que prometo que esto será por el resto de mi vida: en recesión, en inflación, en dólares o en euros. Estoy muy orgullosa del hombre que eres, y estoy agradecida porque tú estás en mi vida. Lo amo, Mr. Noltenius- sonrió, finalizando aquel discurso que había tenido que aprenderse por obligación, por requisito de Katherine, su suegra, y que sabía que era una movida estratégica para, por última vez, intentar humillar a Natasha, pues siempre creyó que Natasha era de corazón tirano y sentimientos fríos, teoría que se le desplomó con ese discurso.
- Natasha, Nate, mi amor- comenzó, limpiando nuevamente la lágrima que se salía de control por el sector derecho. – Si consideras la probabilidad de encontrar a alguien como tú, diseñada de pies a cabeza, de adentro hacia afuera, para mí, es tan remota; seis punto veinticuatro por diez a la potencia menos diez si no me equivoco, te defino como un milagro. Quiero que sepas que te respeto, que siempre te he respetado, porque me complementas en todo sentido, me pones en balance, me alientas y me retas, eres la única persona que me ha tenido más fe que yo en mi mismo, y amo que seas tan joven de corazón, y amo cómo lograste salvarme de crecer demasiado rápido. Eres hermosa, inteligente, bondadosa, ambiciosa, dedicada, paciente y comprensiva, el paquete asesino e irresistible, y no dudo que seas la mejor esposa y la mejor mamá, por eso te prometo no ser la figura proveedora, sino la figura que se involucra en todo, un esposo entrometido y un papá presente cuando el momento llegue. Contigo me siento protegido y seguro, amado y apreciado, que no importa qué hagamos o hacia dónde vayamos, seré feliz porque estarás conmigo, y, si no estás conmigo, prometo insistirte y acosarte, dentro de los márgenes legales, como siempre lo hice, hasta convencerte- Natasha rió y sacudió su cabeza en medio de su estado sonrojado, a Yulia también le dio risa, pues era una referencia al génesis de aquella relación. – Prometo amarte en la riqueza, en la pobreza, aún en la pobreza extrema después de que ataques la Quinta Avenida, ya sea que hagas perfilaciones criminales para la CIA, o organices un evento o que intentes ergonomizar el ambiente de trabajo, será un placer acompañarte. Prometo estar presente para ti, para cuando necesites lo que sea y Yulia no esté para dártelo- ambos rieron, Yulia también, qué inadecuado. - Gracias por ser como eres, mi amor- besó sus manos y se vieron a los ojos, sabiendo que quedaba poco tiempo para dejar de resistirse mutuamente a lanzarse en un beso.


Bueno, no voy a decir lo obvio, aquello de que “lo que ha unido Dios, que no lo separe el hombre”, y nadie supo nunca quién lloraba más, si Margaret o Romeo, que ambos compartían aquel pañuelo blanco mientras Phillip repetía los votos reglamentarios y deslizaba, en el dedo anular de Natasha, aquel anillo matrimonial que acompañaría el de compromiso, que era brillante, lleno de diamantes, cuatro filas de diamantes, creando el Pavé en Platino, y luego, Natasha deslizándole aquel anillo, la perfecta fusión de Paladio y Platino, un anillo relativamente pesado, pero sobrio, mate a pesar de haber sido pulido hasta el cansancio, pues a Phillip no le fascinaban los anillos, eso lo sabía Natasha, y sería más fácil para él si no brillaba. Después de que Su-Gran-Eminencia-el-Arzobispo-de-Nueva-York-Timothy-Michael-Dolan los bañara en agua Bendita, con Bach de fondo, y luego les hiciera una limpieza pulmonar con aquel incienso con el que pretendía purificar sus almas, todo para que cerrara con aquel típico y cinematográfico: “I now pronounce you, Husband and Wife; Phillip, you may kiss your lovely Wife”, y aquel beso, que quedó fotografiado a la perfección, tanto en blanco y negro, como en sepia, como a color, a una resolución inexistente, ¿qué habría hecho Margaret para tener a Mario Testino fotografiando cada momento? Y si tan sólo Consuelo hubiera sabido, en totalidad, las personalidades que estaban sentadas tras ella, personas que no tenían por qué estar ahí, sin embargo ahí estaban, desde Michael Bloomberg y su compañera doméstica, pues no era su esposa, viva la unión libre, hasta la creadora de los vestidos de Yulia y Lena, a quien Natasha llamaba, con libertad y cariño: “Aunt Donna”, desde André Leon Talley hasta Kimora, desde Bobby Flay, íntimo amigo de Margaret, hasta Gloria Gaynor, aunque todos sabían que, muy en el fondo, Natasha estaba incompleta, pues “Auntie Donna”, que no era Donna Karan, sino Donna Summer, faltaba, en todo sentido faltaba, quizás porque era una de las mejores amigas de Margaret; que era, quizás, la mezcla más diversa en el círculo de amigas de Margaret: ella de crítica, Donna S. de cantante, Terry de escritora literaria, Diane de escultora, Mercedes ex-tenista profesional y ahora entrenadora, Donna K. de diseñadora y Jane, la actriz.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 29, 2014 8:46 pm

Mas capitulo






Aunque la mayoría de invitados ya se había trasladado al Plaza, creando un embotellamiento de tráfico por la larga fila de autos negros que se alineaban a lo largo de la Quinta Avenida, llegando hasta más allá del Plaza, algunos invitados habían decidido caminar aquellas siete calles, el resto de los invitados esperaban a que los nuevos esposos, que de nuevos eran realmente hacía una semana, a que terminaran la típica sesión de fotografías, para que, al fin, salieran de la mano, y nada de arroz, ni burbujas, ni un aplauso, NADA, sino que, urgentemente, a la fiesta, Sí Señor. La ventaja de ser de la familia de la novia o del novio, que ni era la familia en realidad, sino sólo los novios, los padres de los mencionados, y los padrinos y madrinas, todos gozaban del derecho de Limusina para llevarlos rápidamente al Plaza, al Great Ballroom, en donde, por supuesto, tenían que mantener la tradición: el primer baile de los novios, que bailarían al compás de “What A Difference A Day Makes”, un baile totalmente improvisado pero romántico, con aquella rasposa y sensual voz del único e inigualable Rod Stewart, en vivo, todo para que terminaran bailando Phillip con Katherine y Natasha con Romeo, y luego en intercambio, Natasha con Phillip I y Phillip II con Margaret, pero eso era para que se terminara lo cursi y lo tradicional, o, bueno, para que sólo quedara el discurso/éxitos/bendiciones del Best Man, o sea Patrick, y el brindis de la Matron of Honor, que habían decidido que fuera Yulia quien levantara la copa del brindis final, ningún brindis de ninguno de los padres ahí presentes, ni del novio, ni de la novia, simplemente dos, pues había mucho que celebrar: el permiso de la Arquidiócesis para transformar la fornicación en un “acto de sexualidad natural en pareja con el fin de procrear, basado en el amor”, el hecho de que no sólo las Leyes del Estado, sino también las Celestiales, les hacían la constancia y les emitían el permiso para vivir juntos, que tenían el permiso de, por fin, vivir una vida completamente juntos.
- ¿Hola?- sonrió Yulia al micrófono, atrayendo la atención de todos los invitados, que recién Patrick se iba, y ella quería decir las palabras que cerrarían aquel ciclo, no sólo quería, sino que tenía que hacerlo. – El que no tenga una copa en su mano, por favor levante la mano para que les lleven dos en compensación- sonrió, aclarándose la garganta y consiguió uno que otro silbido lascivo, un par de aplausos y otras risas difuminadas por ahí en la multitud. – Estoy completamente a favor de los discursos cortos, así que, al grano. Soy Yulia, y Natasha es como mi hermana, y Phillip es mi mejor amigo, y quiero decirles este día, a los dos, que estoy muy feliz por ustedes, porque al fin sólo voy a tener que ir a un lugar para verlos a los dos, porque al fin sólo voy a tener que llamar a un teléfono los sábados por la tarde y no a dos. Gracias por hacerme la vida más fácil al ser felices como ustedes querían, de verdad, muchas gracias. No voy a decirles que los quiero muchísimo, a Natasha, a mi hermana, que se ve espectacular, a Phillip, que se ve muy guapo, sin ofender, porque eso ya lo saben, sino que vengo a compartirles el secreto del éxito del matrimonio… y lo están viendo, es la combinación de Natasha y Phillip Noltenius, gracias por hacerme la vida más fácil al llamarlos bajo el mismo apellido también- susurró al micrófono, consiguiendo un par de risas. – A mí no me enseñaron a mentir, sino a decir la verdad, y la verdad es que sé que van a ser felices, contrario a lo que muchos piensen, y que su matrimonio va a ser tan sano y vivo como ningún otro, que nos van a enseñar a todos que se puede ser más feliz que ser simplemente feliz. Gracias a Katherine y a Phillip por haber criado y educado a un hombre tan honesto y respetuoso como Phillip, gracias por haberlo moldeado para ser un ejemplo; en el trabajo, en la vida diaria, y no dudo que algún día será un ejemplar papá, gracias a Margaret y a Romeo, por haber aderezado y condimentado, de manera inconsciente, a Natasha para el paladar de Phillip, gracias a Natasha y a Phillip por permitirnos celebrar con ellos este día- la sonrisa de Natasha crecía, pero también sus lágrimas caían por sus mejillas mientras se intentaba limpiar una a una y Phillip la abrazaba y, cuidadosamente, le daba besos en su cabeza. – Gracias por permitirnos ser parte de uno de los mejores recuerdos de sus vidas, y yo no sé los demás invitados, pero yo estaré en las buenas y en las malas, porque ustedes, para mí, son personas excepcionales… y les deseo una vida llena de risas y sonrisas, de abrazos y besos, de respeto y de éxitos personales y en pareja- sonrió, viendo al suelo, viendo las burbujas de su champán reventar en la superficie del líquido. – Y quisiera proponer un brindis- murmuró, levantando su copa. – Por mis mejores amigos, mis hermanos, y los ahora recién casados, por Phillip y por Natasha- guiñó su ojo hacia los novios y sonrió, sólo para ellos, para nadie más, pues tenía pánico escénico. - ¡Salud!- y todos y cada uno de los invitados corearon aquel brindis.
Aquella multitud aplaudió luego de haber bebido de su copa de champán, que siguieron aquello con un aplauso que la orquesta, que no era sinfónica, pero tenía todo tipo de instrumentos, desde los clásicos hasta los electrónicos y digitales, a tal grado que, aquella fiesta comenzó, con aquella canción que, irónicamente, no sería la del final, sino la que reventara el comienzo, en honor y respeto a los que faltaron, en honor a Auntie Donna, que la mismísima Gloria Gaynor terminó por cantar aquel épico éxito que a Natasha le fascinaba, pues, a veces, cuando estaba deprimida o se sentía confundida, era la canción que sonaba sin parar en su iPod o en su iPhone, tanto que la había escuchado más de diez mil veces según la cuenta de su iTunes, también porque, de pequeña, Auntie Donna solía cantársela en vez del “Happy Birthday”, y fue aún mejor cuando Gladys Knight se unió a aquella proeza de canción, “Last Dance” aquella canción era. Y debieron haberle visto la cara a Consuelo cuando veía que, los invitados, eran los que cantaban, por placer, no por paga, y que todo era perfecto, Natasha bailando muy cómoda con Phillip, ¿por qué no iba de mesa en mesa para saludar a todos sus invitados? ¡Porque no eran suyos! ¡Ni siquiera Consuelo! Yulia se dirigió a la mesa en la que estarían con Julie y James, con Lena, Thomas y su nueva novia, Boni, y que no se me olvide Larissa, Vanessa, la otra amiga de Natasha, Alexis, la ahora jefe-provisional-de-Recursos-Humanos de Project Runway, de paso también, sólo para llenar los diez puestos por mesa, a Consuelo, que la había puesto ahí por “maldad”, pues quería que se le consumiera el hígado en un turbo-cabreo al ver que nadie hablaba con ella, y que todos platicaban amenamente, era todo con todos menos con ella.
- Lenis…- sonrió cínicamente Matt, el desgraciado primo de Natasha. – Qué bien te sienta la noche- eso era lo malo de ir caminando por el pasillo, y sola.
- Matthew- suspiró, enrollando sus ojos, acelerando el paso, tomando su vestido en su mano para agilizarse.
- ¿Por qué tan seria, preciosa? ¿A dónde vas?- le pisaba los talones, de manera metafórica, claro.
- A piérdete y déjame en paz- aquel añejado miedo la invadió de nuevo, pues la estaba siguiendo y ella se dirigía hacia el baño.
- Tú no aprendes- resopló. – Me gustas más cuando te haces la difícil- la tomó por el brazo con el que recogía su vestido, halándola violentamente hacia él.
- Tú no estás bien- le dijo Lena, alejando su rostro del de aquel rubio. – Suéltame
- La tercera es la vencida, preciosa… y, si sabes contar, esta es la tercera vez- gruñó, apretando su brazo, que a Lena le dolía porque rozaba directamente sus huesos con sus dedos, y los enterraba bajo ellos.
- Dije que me soltaras- lo empujó con su mano derecha, que lo movió dos pasos atrás, y sólo logró enojarlo más.
- Tú no me vas a pegar…- gruñó entre dientes, arqueando sus cejas de una maligna y conspiratoria forma, y pateó su vestido, pues tenía una diminuta cola, y Lena sabía que, de dar dos pasos, se le rompería. – En cambio yo a ti sí- murmuró, tomándola por ambos antebrazos.
- Señor Blair- dijo aquella voz tranquila pero de ultratumba.
- Y tú, ¿quién carajo eres, negro?- se volvió a él con una mirada de odio pero sin soltar a Lena, que daba gracias que alguien había interferido.
- Suéltela- sonrió, poniendo su mano, grande y fuerte, sobre su hombro.
- Dije, ¡¿quién carajo eres, maldito negro?!
- Si usted no la suelta, seré su peor pesadilla- dijo, ejerciendo presión, de alguna manera, con sus dedos, haciendo que aquel pretensioso rubio se debilitara en plena consciencia mientras lo tomaba por los brazos para disimular ante el flujo de la gente en el pasillo. – Me dijeron que la estaría molestando, no se preocupe, Señorita Katina, yo lo tendré bajo control- sonrió, colocando correctamente de pie a su objetivo, que sólo tenía que mantenerlo calmado, por órdenes de Phillip, pues debía proteger a su “hermana”, sólo que Lena no lo sabía; aquel hombre era tan invisible que ni lo notó en los Hamptons para la boda Civil.
- Gracias…- sonrió, acariciando sus brazos, en donde Matt la había apretujado sin piedad.
- D’Sean- sonrió, escoltando a Matt en la otra dirección, volviéndose a él para susurrarle las implicaciones que tendría si se acercaba a Lena de nuevo, si se acercaba a Yulia.
- Entonces… Natasha no es cualquier Natasha, ¿cierto?- preguntó Larissa, hablándole a Yulia al oído, quien esperaba, de pierna cruzada, por Lena, para raptar nuevamente a los mejores bailarines de aquella Boda: Romeo para Yulia, Patrick para Lena. Y Patrick sabía que no podía meterse con Lena, simplemente eran una buena mezcla para bailar.
- Creí que ya lo habías entendido- rió, sintiendo la mirada penetrante de Consuelo que le leía los labios. – Natasha tiene tanto dinero, por ella misma, sin contar lo de sus papás, que es ella quien está pagando por la boda, por todo esto- vio a Thomas pelearse con su novia, que ahora entendía que era “novia”, pues aquella mujer se levantó y Thomas ni fue tras ella.
- Y tú, ¿cómo te sientes?- sonrió Larissa, viendo a Yulia a los ojos, preguntándole más cosas con la mirada.
- Hay algo de lo que quiero hablarte… pero no es ni el lugar, ni el momento
- ¿Es sobre Lena?- Yulia asintió. - ¿Tendrás tiempo el lunes, a solas?
- Para ti siempre tengo tiempo- sonrió, viendo por el encima del hombro derecho de Larissa, que Thomas posaba su mano.
- No soy muy buen bailarín… pero puedo intentar- sonrió Thomas, alcanzándole la mano para invitarla a bailar, lanzándole a Yulia una mirada de: “No te preocupes, es tu mamá”.
- Ve, Thomas no es malo en la pista…- sonrió Yulia, viendo a su mamá levantarse y haciéndose camino por entre las mesas.
- Bueno, ahora que se fue tu mamá, hay algo de lo que debemos hablar- rió James, sentándose al lado de Yulia, colocando su codo sobre la mesa para tapar, con su puño, su boca, pues había estado observando a la reina del Odio, perdón, a Consuelo, y sabía que podía leer los labios, o al menos eso intentaba, y hablaba inglés, lo que lo haría más fácil, pues James no hablaba más que inglés y francés, y masticaba el español.
- Me vas a preguntar de Lena, ¿cierto?- levantó la ceja, imitando a James con su codo, pues sabía que un Chef como él no irrespetaba la mesa sólo porque sí. Él asintió. – Pues, ¿qué quieres que te diga? ¿Que es mi novia?- dijo en un tono muy natural, como si hablaran sobre el clima.
- No le creía a Julie- resopló. - ¿Novias-novias?
- Sí, novias-novias… de besarnos y todas sus implicaciones
- ¿Todas sus implicaciones?- se ahogó, imaginándose gráficamente la fantasía de todo hombre, que todavía no logro entender qué tiene de excitante…a quién engaño, a mí sí me provoca cosas, por lo tanto, lo entiendo.
- Todas, Chiquito- rió, punzando suavemente la punta de su nariz, que los meseros empezaban a llevar las raciones de comida comunal; quesos variados, lo que no era muy inteligente según Consuelo, pues, ¿quién comería queso con galletas en una Boda? Pues, querida Consuelo, para amortiguar el alcohol hasta que las Entradas llegaran, pasaría, por lo menos, una hora.
- ¡Lena!- gimió Natasha, halándola suavemente de la mano, trayéndola a un costado, en donde Phillip estaba de pie, esperando por Natasha. - ¿Bailas un momento con Phillip?
- Yulia me está esperando
- Por favor, necesito cambiarme los zapatos- gimió, mostrándole una leve marca roja en donde el Cisne del Manolo le cortaba el empeine derecho.
- Ve, bailaré con él- sonrió, y Natasha también, que salía del salón para dirigirse tras bambalinas, en donde Mini-Me había dejado sus zapatos de emergencia, tanto los Casadei color crema, que Yulia los tenía pero en gamuza y en negro, como las “pantuflas” Prada blancas, que salían aquellos picos metálicos puros de rockstar. – Hay dos cosas que quiero decirte- le dijo a Phillip, dejando que la tomara por la mano y por la cintura mientras ella colocaba su mano sobre su hombro y se afianzaba a su mano bajo aquel ritmo tan seductor y divertido, con aquellas voces impresionantes, siempre siguiendo los gustos de Natasha por el género Disco, “Get Down Tonight”, que se tomaban y se separaban para dejarse llevar por la música que, aún bailando por separado, era bailar conjuntamente.
- Tú dirás- gritó, separándose de ella con el cuerpo, creando aquella tensión mientras le tomaba las manos, para halarla e impulsarse él.
- Felicidades, Pipe…no tengo palabras para describir cómo irradias felicidad- sonrió, bailando ahora muy pegado a él, con su sien contra la suya mientras daban una vuelta. – Y, segundo…conocí a D’Sean- Phillip se quedó estático y la empujó suavemente hacia el exterior de la pista de baile. – Oye, ¿qué pasa?
- ¿Te tocó? ¿Te hizo algo?- su mirada era de preocupación, pero estaba alterado, le clavaba la mirada a Lena en la suya, era enojo confuso. – Lena, te estoy hablando, ¿te hizo algo?- gimió en una preocupación profunda e infinita.
- No, gracias a D’Sean no lo hizo, por eso te quería agradecer- balbuceó un tanto asustada, cayendo en un abrazo de alivio de Phillip. – But you can’t protect me forever, you know?
- Mientras pueda hacerlo, Len, lo haré…- sonrió, viéndola a los ojos. – No puedo dejar que te haga algo ese pedazo de…- gruñó, ahogando el insulto en una exhalación pesadamente nasal.
- Tranquilo, sólo no iré al baño sola de nuevo, ¿está bien?
- Gracias, gracias… tú sabes que eres como una hermana para mí, ¿verdad?- Lena asintió, sintiendo el flash de una cámara apuntarle a ellos, y era uno de los catorce fotógrafos que se había contratado, y había más afuera, pero ellos no tenían el gafete de la Boda, que pasaban, sí o sí, por el registro del Hotel y luego de Mini-Me. – Estás muy guapa, sonríe- sonrió, haciéndole cosquillas en la cintura, siendo el resultado una secuencia de fotografías que narraban, en imágenes, las risas y desplomes ridículos de aquellos dos.
- Iré a rescatar a mi novia…
- Y yo un Whisky y a mi esposa- sonrió, dándole un beso, como siempre, en la frente y dejándola pasar antes que él, pues era un caballero que rebalsaba cortesía, más entre aquella ropa que tanto le molestaba, pues no estaba acostumbrado a utilizar chaleco, y se sentía gordo, o tal vez no gordo, pero sí ancho, y pesado.
- Perdón que me tardé tanto, me asaltaron varias veces en el camino- sonrió Lena, gritando por la música, viendo a Yulia platicar muy de cerca con Julie y James, que ella estaba sobre sus piernas en aquel Blouson Cavalli que era realmente exquisito.
- Lena- gritó James, extendiéndole la mano. – Creo que no nos hemos conocido correctamente, James Doherty- y Lena le tomó la mano y la sacudió suavemente.
- Lena Katina- gritó, deteniéndose con su mano izquierda del hombro izquierdo de Yulia, sintiendo su suave piel arder aún con tal baja temperatura de aire acondicionado.
- Bienvenida a la familia- rió, que Julie se puso de pie y tomó a James de la mano.
- Con el permiso de ambas…- gritó Julie, agachándose un poco, inclinándose hacia Yulia y hacia Lena para que la escucharan, que fue cuando Yulia supo que tenía que decirle a Mini-Me que bajara el volumen de la música en la consola principal de sonido. – Me robo a mi prometido- y lo tiró de la mano, que aquella pelirroja no podía verse mejor en aquel azul vibrante.
- ¿Qué le pasó a tu brazo?- preguntó Yulia a Lena al sentarse a su lado, encarándola en realidad, pues habían reacomodado las sillas para mayor sociabilidad.
- Nada, ¿por qué?- Consuelo observaba, con cara larga y de “algún día los mataré a todos”, aquella discusión.
- No me mientas, por favor- acarició sobre las leves marcas rojas que, en la piel de Lena, se marcaban violenta y fuertemente sobre ella. Lena sólo se encogió, apartando la mano de Yulia de su antebrazo. – Fue él, ¿verdad?- Lena no tuvo ni que asentir para que Yulia lo tomara por afirmación y, sin importarle, le robó un beso, exactamente frente a Consuelo, pues, era con intención de ahuyentarla, porque seguramente era homofóbica, pero sólo quería saber si Lena estaba bien… y ningún beso miente, ¿o me equivoco? Y fue como si Lena, al despegarse de los labios de Yulia, le gritara, en un siseo, un “Yulia” con la mirada.
- ¿A dónde vas?- le gritó, viéndola ponerse de pie con aquel enojo que la había visto aquel día de enero en la oficina.
- To set fucking rules and fucking boundaries with that Motherfucker- gritó, moviéndose intempestivamente por entre las mesas, buscándolo con la Mirada, como si tuviera vista de halcón, porque la tenía, pero no lo veía, ni en la pista de baile, en donde Larissa bailaba, maravillada, un poco de Cha Cha de ballroom. Lena seguía a Yulia a paso apresurado, pues Yulia caminaba demasiado bien en sus tacones, con los límites de lo que la zancada entre aquel vestido le permitía, y eso no la detenía. Salió del Great Ballroom, buscándolo por los pasillos, y nada.
- ¡Yulia!- gritó Lena, al fin alcanzándola.
- Quédate aquí- dijo, viendo a aquel rubio fumando en una salida de un ventanal, que formaba un pequeño balcón. – Hablo en serio, Lena, quédate aquí…- esa era una advertencia que Lena nunca había escuchado salir de la boca de Yulia, no, ni parecido.
- Pero…
- Pero NADA- dijo, volviéndose a ella. – Ese cabrón ya me tiene hasta aquí- gruñó, haciendo un gesto a la altura de su coronilla. – Quédate aquí… por favor- y aquellas mágicas palabras, el simple “por favor”, hicieron que Lena asintiera y la esperara fuera, que vería la escena como público. Yulia abrió el ventanal, alto, y acompañó a aquel rubio, que todavía estaba adolorido del dedo de D’Sean en aquel punto de presión en la clavícula, que había sentido que le cortaban la respiración desde entonces, pero fumaba un cigarrillo, y no necesariamente de tabaco, pues el humo era demasiado denso, espeso, y olía a Brownie Universitario. – Matthew- suspiró, pues afuera, el ruido de los salones, era inexistente. Aquel hombre se volvió, pues no pudo reconocer la voz, o tal vez sí, pero no le pudo poner rostro y, cuando se volvió hacia Yulia, Yulia lo tomó por las solapas de su saco y lo empujó, con furia, contra la pared lateral. – Escúchame muy cuidadosamente hijo de puta- gruñó, viendo la sorpresa y el pánico en aquella mirada. – Si alguna vez molesta a mi novia otra vez, si la sigues jodiendo otra vez…- aquel hombre desvió la mirada en una risa. – Escúchame dije- gruñó de nuevo, retirándolo de la pared y volviéndolo a golpear con aquella fuerza brutal. – Soy una persona muy peligrosa, idiota- le advirtió. – Mi ex-novio me fue infiel, asi que le corte su pene y alimente a las palomas de la Plaza San Pedro.....oh lo disfrutaron…- mintió, pero era su mejor amenaza, y volvió a retirarlo para volver a golpearlo. – Y si sigues jodiendo, te lo hare a ti si te atreves a mirarla- volvió a golpearlo, sacándole completamente el aire a aquel rubio. – Ahora ,entendiste lo que te dije?!- preguntó, viendo a Matt detenerse de la baranda para recuperar el aliento. –Dije; que si entendiste maldito?!
- Si…Si…- tosió, viendo nublado y sintiendo que el aire le faltaba. Y Yulia le dio unas palmadas cínicas en la cabeza, agachándose ella con su espalda también.
- Ugh…- suspiró, intentando no inhalar de nuevo. - ¿No que muy macho?- dijo, llevando sus manos a su nariz. – De ahora en adelante… te llamaré “Don Mierda”- sonrió, halando el ventanal para salir de ahí, de ese olor. – Buena suerte con el cambio de pañales- rió, saliendo de aquel balcón. – Oh… y una cosa más, dijo de espaldas…como dije antes…no te voy a matar, pero te voy a hacer sufrir… y lo voy a disfrutar…- cerró el ventanal, curándose el olfato después de aquella diarrea, qué asco. – Espero que haya entendido el Ultimátum- sonrió, tomando a Lena de la mano.
- ¿Te puedo decir algo y no te enojas?- Yulia se encogió de hombros. – No te tengo miedo… pero verte así… me asusta- Yulia se petrificó, se sintió como un monstruo, algo feo, se sintió satanizada. – Repito, no te tengo miedo
- Pero te asusto- murmuró pensativamente, como para sí misma.
- Me gusta que me defiendas, que me protejas… y no me asusta que te pongas así, menos con ese, porque me gusta… pero me asusta el hecho de que te puede pasar algo… después de todo, él es familia de Natasha…y Romeo… no sé, no sé si me explico
- Nada me va a pasar, ¿entendido?- sonrió, acariciándole la mejilla, y Lena vio a Matthew salir corriendo, un tanto cojo, faltándole el aire.
- Si tú dices…
- Oye, Natasha y Phillip saben lo que te hizo en Año Nuevo, Margaret también… D’Sean- dijo, apuntando en su dirección, pues Yulia ya sabía de él, sólo que, como era tan invisible, se le olvidaba su existencia. – Él tampoco vio nada, por órdenes de Phillip… somos demasiados contra la palabra de Matthew…
- Bueno, supongo que tienes razón- sonrió, tomándola de la mano, pero Yulia se acercó a ella y le plantó un beso corto y ligero. – Mmm… no me tientes… porque en ese vestido… sólo buenas cosas me provocas- gruño sensualmente entre dientes.
- Me gustaría provocarte unas cuantas malas también…- sonrió. – Pero, olvidándonos de aquello… a la fiesta… que nos esperan unos deliciosos Springrolls de Langosta en esa salsa de maní…que…- e hizo una expresión de orgasmo que a Lena le dio risa.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Oct 29, 2014 9:56 pm

Entrar a aquel salón era impresionante, pues se habían construido, o ensamblado, cuatro bares, en los extremos, contra la pared, pues Natasha no había querido poner mesas en el Foyer del salón, sino sólo en la parte baja, y había un mesero por mesa, un mesero extra cada dos mesas; todos vestidos especialmente para la ocasión, pues Natasha odiaba los uniformes de los meseros, los había vestido a todos de negro, con zapatos cómodos, corbata en vez de corbatín. La orquesta que tenía veintinueve integrantes, más los tres cantantes principales y los tres coristas, que velarían por el entretenimiento de la Boda hasta, por lo menos, las cinco de la mañana, hora en la que se calculaba que aquello terminara, aunque el uso del salón había sido reservado hasta las once de la mañana del domingo. Y, en efecto, los rollos de langosta ya habían sido servidos, que Lena y Yulia se sentaron, y, por educación, invitaron a Consuelo, que tenía complejo de solterona, a que comiera con ellas mientras la mayoría bailaba en la pista, pues la música estaba muy interesante. Pero simplemente fue imposible, Consuelo no soltaba una palabra si no era en el idioma del cinismo o si no era un comentario para descomponer la imagen de Natasha, y, de no haber sido porque Larissa y Thomas regresaron a la mesa, aquella tortura, que ellas mismas se habían recetado. Y degustaron, junto con mucho champán, cada uno de los platillos, que luego de los rollos de langosta habían sido Porcini a la parrilla sobre una lasca de Parmigiano Reggiano sobre un Crostini perfectamente horneado, con una pizca de ajo y nuez moscada, luego, de una real entrada, un gazpacho de langostinos, aguacate en lascas y cebollas dulces, no caramelizadas, sino dulces, que era pequeño, tres cucharadas como máximo. El platillo principal, para los que habían elegido vegetariano; risotto con Ragout de champiñones y chalotes, para los que habían elegido carnes blancas; pollo a las hierbas y al limón, flambeado en whisky y ajo confitado, todo, en el platillo, sobre una base de pan Naan y un puré de espárragos, wasabi y puré de patatas, y, para los que habían escogido carnes rojas; Filet Mignon rostizado, Galette de patatas al gratín, brócoli y trufas salteados en vino blanco y una hermosa salsa de vino blanco y menta. Y la torta no era precisamente el postre, que también se la comerían, pero a eso de las dos de la mañana, para darle lugar a un poco de comida y a la bebida de lavanda y jengibre que acompañaba, con grandeza, aquella torta de cinco pisos, redonda, que era de vainilla, que realmente se habían horneado con vainilla de vanilla beans, y tenía un relleno de Buttercream de chocolate blanco y una pizca de Ron Vizcaya, cuyo baño era sencillo, una fina capa de merengue crudo, que era básicamente insípido, sólo para cubrir aquellas proezas que la mismísima invitada que había confeccionado el Bouquet, que residía en Bedford, Newark. El postre era mini berry cobblers y mini ginger puding.
Pues, sí, alrededor de las dos de la mañana, cuando ya la mayoría se había retirado, el Bouquet fue lanzado de espaldas, como la tradición lo dictaba, y no lo atrapó ni Yulia ni Lena, pues estaban ocupadas con Julie y James y Larissa, hablando de cualquier tontería, pues a todos se les había subido ya el alcohol; a las féminas por la calidad y el sabor del champán, y las demás bebidas femeninas que ingerían, pues, entre tanto bailar, que Phillip, a esa hora, ya sólo estaba en camisa y en pantalón, fuera corbatín, chaleco y saco, sólo daba sed, James siempre con un Whisky en la mano, o un Ron puro, que era también Vizcaya, y todo era culpa de Natasha, que había dado órdenes específicas que, a esa mesa, nunca le faltara nada sobre las demás, ni copas vacías, ni Crostinis con salmón ahumado y chalotes marinados para marchitarles el olor, ni los favoritos de Natasha, el pão de queijo, que a todos les gustaban. Y tampoco fueron partícipes de cuando Phillip le quitó la liga a Natasha, que, contra la voluntad de Margaret, era negra, de encaje elástico, diseñado y manufacturado por Donatella y no por Vera. Comieron de la torta, siguieron bailando hasta las cuatro de la madrugada, que ya quedaban no más de cincuenta personas, y, bueno, entre que Natasha no soltaba a Phillip, o Phillip a Natasha, porque era mutuo, Yulia bailaba con Lena, o Lena con Yulia, pues nadie tenía el control ahí, simplemente se disfrutaban, y Larissa las veía en aquella completa simbiosis, que, a pesar de estar notablemente cansadas, por no decir exhaustas, pero se sonreían y se reían, se veían a los ojos con aquella tensión sexual, y el roce que se daban cuando Yulia tomaba a Lena, con su mano izquierda, por la cintura, y cómo Lena giraba a Yulia, y luego reían, y cantaban “Cause I don’t know, if I can stop now, I’m going too fast, heart first, my head just can’t slow me down, and I don’t care if you don’t break my fall, you got me dreaming of a life that anybody else would die for”, y fue entonces, sólo entonces, que, mientras Larissa y Margaret platicaban, pues el volumen de la música ya había bajado mucho, y los invitados seguían yéndose, que pasó lo que pasó.
Yulia y Lena se quedaron estáticas, luego de haber dado un par de vueltas sobre su eje, Yulia deteniéndola con una mano por la cintura, Lena por su hombro desnudo, tomándose de la mano para no salir en direcciones opuestas. Natasha y Phillip bailaban como si el tiempo no existiera, Julie y James también, sólo que buscaban detenerse entre ambos de la Señora Ebriedad que los poseía, que seguro terminaba en un sexo anal muy violento, y Katherine y Phillip llegaban a sentarse con Larissa y Margaret, para que luego Romeo los acompañara. Yulia soltó la mano de Lena y la tomó completamente por la cintura, acercándola a ella en aquel hermoso vestido, la vio a los ojos y, sin quitarle la mirada de la suya, le cantó: “First sight, I believe in first sight, no second thoughts in my mind, just felt right” y, mientras buscaba los labios de Lena con los suyos, Lena le respondió con aquel “Oh My Goodness” y se besaron, que el tiempo realmente se detuvo, se besaron frente a todos, frente al Alcalde de Nueva York, quien estaba más ebrio que Yulia y Natasha en sus épocas de empinarse los vinos de caja, frente a todos, que a Margaret le pareció adorable, pues no era un beso pornográfico, sino como los que Natasha y Phillip se daban, que parecían tener un fundamento en el amor y no en el deseo. Y Lena paseaba sus manos por el cuello de Yulia, por su cabello, la detenía delicadamente por las mejillas, Larissa comprendió que aquello era lo que probablemente debía pasar, lo que debía ser, que no era porque Yulia se había aburrido de buscar al hombre que podía satisfacerle todas sus necesidades, que excluían las económicas, que no era un capricho, pues, de ser capricho, no estaría así, así de feliz, porque los caprichos, una vez concretados, una vez superados, no tenían mayores frutos. Larissa no conocía a Lena tan a fondo, pero sabía que los de Yulia y Lena no iba para otro lado que no fuera para largo, y que ella, en su búsqueda de apoyar a Yulia así como Yulia estaba siempre presente para ella, así debía estar para ella, no al punto de asolaparle los caprichos y los antojos, sino de, como su mamá, darle el mejor consejo si se lo pedía, darle el apoyo incondicional, aceptar lo que viniera.
- Larissa, ¿usted conoce a la novia de Yulia?- preguntó Margaret, agradeciéndole, con la mirada, al mesero, que traía más champán para ella.
- Sí, la conocí hace un par de meses, cuando fueron a Roma- sonrió, viendo todavía aquel beso que no tenía intensión de cesar.
- Es cierto, me contó Natasha que se habían quedado en su casa- resopló. - ¿Se portaron bien?
- Me dieron un breve respiro- dijo, volviéndose a Margaret y a Romeo. – Ambos son muy educados- y volvió a ver a Katherine y a Phillip, que Katherine estaba incómoda con aquel beso público. – Y muy graciosos… al menos yo me la pasé muy bien con ellos
- Natasha venía hablando maravillas de los lugares que habían visitado- dijo Romeo. – Y, cuando le pregunté qué había sido lo más impresionante de su viaje, ¿sabe qué me dijo?- Larissa sacudió la cabeza.
- Su cocina- rió Margaret. – Tanto el lugar como la comida
- Eran requisitos de mi mamá; saber cocinar, hacer un buen café y apreciar las distintas formas de Arte que existen- sonrió, tomando la copa de champán.
- Disculpe, ¿qué es lo que usted hace?- interrumpió Katherine, dirigiéndose a Larissa.
- Soy la Presidenta del Equipo de Curación del Vaticano- sonrió, intentando no sonar muy altanera. - ¿Y usted?
- La Presidenta de “Parker & Brennan Oil Company”- pues, Larissa ya sabía que la familia de Phillip no era exactamente sencilla, pero el petróleo nunca se le ocurrió. – Y mi esposo construye vehículos marítimos
- ¿De qué índole?- sonrió Larissa, mostrando interés.
- Del que usted me pida- sonrió aquel hombre relajado, que tenía expresión de “yo dejo que Katherine se pelee, yo ya peleé demasiado”. Era un hombre alto, que se notaba que, en el pasado, había estado en la mejor forma, que todavía seguía estándolo para su edad, pues Larissa le calculaba un poco más de sesenta. Ahí todos eran contemporáneos. – Desde un bote, motorizado, por supuesto, hasta un yate… - y era raro, pues aquel hombre, de expresión tosca, tenía aire de ser muy dulce en su inmensa despreocupación, más entre su sonrisa crónica por excelencia, entre su cabello gris y alocado, y Larissa sólo podía decir que era muy guapo, y que Katherine se veía bien a su lado, quizás, en otra época y él siendo soltero, ella hubiera hecho una de aquellas antiguas pero efectivas movidas.
- Es el mejor- dijo Romeo, como si se tratara de su mejor amigo. – Oh, Larissa, quizás un día de la otra semana pudiera acompañarnos a un paseo por altamar, así le muestro la grandeza que construyó mi consuegro para mi familia y la belleza de Westport, en donde vivimos
- Claro, con gusto- sonrió Larissa, sabiendo que aquello no pasaría, pues no se quedaba mucho tiempo, y Yulia seguramente ya había organizado todo alrededor de su estadía.
- En fin, Larissa- sonrió Margaret. - ¿Qué tan bien conoce a Lena?
- Bueno, la conocí, la primera vez, hace un par de meses… y, pues, a través de Yulia la conozco bastante, aunque filtrada por Yulia, por supuesto, ¿usted la conoce?- tosió ante el humo del Louixs que fumaba Romeo y Phillip a la mesa, más mientras Katherine fumaba Vogue Cigarettes, y a Larissa, realmente, el humo le molestaba, pues nunca había sido fumadora, por eso Yulia se había acostumbrado a no fumar dentro de la casa, sólo en espacios abiertos, ni siquiera en el balcón de su apartamento.
- Sí, claro que la conozco- sonrió. – A través de Yulia y Ella Natasha un poco más, pero es una persona transparente, grita las cosas sin decirlas
- Es una persona muy dulce- sonrió, viendo que, por fin, Yulia y Lena se despegaban para hacer la coreografía que todos estaban destinados a saberse; YMCA, pecado si no se la saben.
- Yulia construyó nuestra casa en Westport, realmente debería venir a verla- dijo Margaret. – Le tengo mucho cariño, a la casa y a Yulia…ha sido la mejor influencia para Ella Natasha, ay, no- resopló, bebiendo un trago elegante de su champán. – Me acuerdo cuando Yulia hizo, del apartamento de mi hija, un lugar habitable- rió, con cierto descaro y burla, con osadía. – Y me consta que Yulia es una buena persona… hasta me atrevería a decir, con su perdón, Larissa, que, si Lena no fuera merecedora de Yulia, yo hubiera sido una de las primeras en decirle algo…- rió. – Yulia es como una hija para mí, creo que es porque ha sido la única, de las amigas de Ella Natasha, que está disponible para ella todo el tiempo, y siempre le da el consejo correcto… hasta yo he recurrido a Yulia para que haga entrar en razón a Ella Natasha, es como si la mantuviera anclada a la tierra- y eso ya era el alcohol hablando.
- Me alegra saber eso de Yulia- sonrió Larissa, un tanto conmovida, pues había cosas que, como mamá, ignoraba, pues sabía que Yulia no le contaría todo, y no pretendía saberlo todo, pero se sentía bien cuando alguien pensaba y creía cosas buenas de sus hijos, de cualquiera de los tres.
- Créame, Larissa- intervino Romeo. – Que Yulia está muchísimo mejor que con Misha
- ¿Con Misha?- repitió un tanto confundida.
- Sí, usted sabe, con los problemas de drogadicción… todos le dijimos a Yulia que no se involucrara con él, pero, dicen por ahí, que intentó ayudarlo… Lena es otra historia, es una jovencita muy encantadora- sonrió Romeo. – Y baila muy bien- rió ante la mirada matadora de Margaret.
- Definitivamente está mejor ahora, sin malas compañías…- sonrió Margaret. – Y con eso de que está aliada con Trump Organization y está arrastrando a Ella Natasha en ello… ojalá y aprenda algo Ella Natasha, le vendría bien saber otras cosas… para que explore sus opciones
- Sí, dijo Phillip que la habían despedido del trabajo- dijo Katherine, en ese tono mofador, que, lo único que haría, sería calentar la conversación.
- No la despidieron, ella renunció- aclaró Margaret. – Ella Natasha no necesita trabajar, querida Katherine, tiene bastante de qué comer, con o sin su esposo…
- Pues, que aprenda a cocinar… porque no voy a dejar que mi hijo muera de hambre- y era intensa, con la mirada fría, de odio, a Larissa no le cayó bien.
- No la voy a obligar a que aprenda a cocinar…- refunfuñó Margaret, que Romeo y Phillip hacían aquella expresión de “y ahí vamos otra vez”.- Así como no pretendo obligar a Phillip a que le dé más espacio en su closet- era una relevante alusión a que Katherine había obligado a Natasha a firmar aquel documento sobre el embarazo, o a la ida al ginecólogo. Margaret tenía ojos y oídos en todas partes de Manhattan, pues era su terreno, no el de Katherine. – No planeo meterme en su matrimonio cuando ni ha empezado… y esperaría que el respeto a su matrimonio sea de ambos lados- dijo, levantando su ceja, marcando el fin de aquella discusión.
- ¿Qué me estás haciendo?- murmuró Yulia al oído de Lena, que la había hecho girar y ahora sostenía, en su pecho, su espalda.
- ¿De qué habla, Arquitecta?- sonrió Lena, desenvolviéndose al desenroscarse y estirar su brazo para clavarle aquella sonrisa con camanances.
- No sé qué hacía antes de que aparecieras- dijo a su oído, volviéndola a traer mientras aquella canción ícono de Santana empezaba a sonar. – Ni me acuerdo cómo me divertía en las fiestas, no me acuerdo cómo era
- Eso es lo que hace el alcohol- rió Lena, dándole un beso en la mejilla.
- Dame un beso de verdad
- Ese fue un beso de verdad- levantó la ceja derecha en ironía.
- No, uno como éste- y, con aquella letra de fondo, aquella guitarra, aquella sensualidad que transmitía aquella canción de los noventas, Yulia probó una vez más los labios de Lena, un beso que gritaba deseo, pero más que eso, era que Yulia sólo quería desinhibirse, dejar de pretender ante todos, al menos los que quedaban, que no eran muchos, que Lena era algo más que su amiga, y, bueno, la mayoría pensó que era el alcohol, no el amor.
- Te amo- sonrió a ras de sus labios, que no era audible pero Yulia lo sabía, lo había sentido, lo había escuchado, y Lena besaba, a picos cortos y cariñosos, el labio inferior de aquella eminencia de Arquitecta.
- Yo también te amo, Len
Larissa no tuvo que esperar mucho, pues, de repente, se encontró con que Yulia y Lena sonreían e interrumpían en la mesa, aquella plática amena y divertida entre Margaret, Romeo y Larissa, pues Phillip y Katherine ya se habían retirado a descansar, y los novios ya se iban también, por lo que ellas también ya se iban y, con ellas, Larissa. Margaret y Romeo a ser llevados al Trump Hotel, en donde se habían acomodado en la Suite Ejecutiva, una con vista a Central Park, pues, asombrosamente, no como Katherine y Phillip, Margaret y Romeo seguían compartiendo la cama juntos por algo más que el respeto y la rutina, pues seguían sintiéndose cómodos con la compañía del otro, que se daban un beso en los labios antes de dormirse, que se apoyaban en todo, no era que no se quejaran, porque eso era idílico para ya casi treinta años de casados, pero siempre se respetaban, y se hablaban, se tenían aquel cariño profundo, que, claro, sin pudores ahora, revivirían aquel momento en Los Ángeles en mil novecientos ochenta y cuatro, aquel enero temprano en el que Margaret había acompañado a Romeo para el cumpleaños de una de sus hermanas, aquel día en el que, luego de haber bebido unas copas de vino y haberse comido una suculenta hamburguesa en la barra del bar del Chateau Marmont, hotel en el que se estaban hospedando, habían concebido a Ella Natasha, que habrían querido que se llamara “Simonette” también, pero que no los dejarían tener tres nombres en aquella época, todo para que, hoy en día, existieran no sólo nombre como Torpedo Nuclear, o Apple, o Blue, ¿y eso era legal? En fin, regresaron al Trump mientras Phillip y Natasha caminaban aquella cuadra en sus atuendos de “marido y mujer”, pues no habían querido irse en Taxi, o en auto, simplemente querían caminar hasta su nuevo hogar, y Yulia, Lena y Larissa se dirigían, de la misma manera, pero en Taxi, a su apartamento.
- Muy bonita boda- sonrió Larissa al entrar al apartamento. – Y Natasha se veía espectacular
- Todo salió muy bien, excelente podría decir, de no ser porque Consuelo fue de blanco- dijo Yulia, encogiéndose de hombros, importándole tres carajos la tal Consuelo, pues sabía que no la volvería a ver, al menos no hasta que Natasha bautizara a sus hijos, que faltaba mucho para eso.
- Eso es lo malo, que se acordarán de ella como “la que fue de blanco”, que no es una referencia exactamente bonita- rió Larissa, viendo a Lena pasar de largo al baño de visitas, pues, por no ir sola al baño de nuevo, se había esperado hasta llegar al apartamento. - ¿Te vas a dormir ya?
- En un momento, ¿y tú?
- Yo sí, estoy muy cansada, entre el Jetlag y tu amigo Thomas y el desvelo, estoy muerta- sonrió, abriendo la puerta de la habitación de huéspedes. – Te ves hermosa, Tesoro
- Gracias, tú también- dijo, colocando la bolsa con sus Stilettos contra la puerta de su habitación para ayudarle a Larissa con la cremallera trasera del vestido. – Si te despiertas antes que yo y tienes ganas de salir, despiértame sólo para saber que saliste, ¿sí?
- Claro que sí, Tesoro, pero no creo que salga… me duelen los pies y seguramente estaré cansada todavía, Mamma non è più venti- rió.
- Bueno, por cualquier cosa, nada más- sonrió Yulia, acariciándole suavemente los hombros a su mamá por debajo del vestido, que también poseía las mismas pecas, pero muchísimas más, se esparcían hasta su espalda baja. – Pasa buenas noches- le dio un beso en la cabeza.
- Buenas noches a ti, Tesoro… y dale un abrazo a Lena de mi parte, de buenas noches, por favor- entró a su habitación y cerró la puerta.
Yulia respiró hondo, dándose cuenta cómo algo, de un momento a otro, podía terminarse, así como una fiesta, se podía terminar un matrimonio, así como aquellos nervios habían terminado, así podía terminarse cualquier cosa. Y aquello daba vueltas en su cabeza, se preguntaba demasiadas cosas y se sintió incapaz de pensar en su habitación, por lo que ni abrió la puerta y se metió en la habitación del piano, a inhalar un poco de aire fresco desde el balcón. Lo de Lena y ella, ¿estaba escrito en alguna parte que debía pasar? ¿Debía sólo pasar o debía ser? ¿Había sido realmente natural o había sido manipulado? ¿Por qué Volterra había metido a Lena en su oficina y no con Hayek, si Segrate, el seductor frustrado, a Hayek no se le acercaba ni que le pagaran? ¿Por qué pasar por tanto problema, con la visa, por la hija de la novia que tuvo en el colegio y en la universidad? No, pero Volterra cómo sabría que a Yulia le gustaría Lena, pero aún, Lena no podía ser hija de Volterra, al menos no sólo porque la trataba diferente, pues a Yulia también la trataba así, sí, Volterra era la ventana de información real que tenía Inessa, eso era, simplemente eso. Pero aquello que Yulia había hecho hacía ya un par de años, ¿qué con eso? ¿Por qué Volterra le daría dinero a Inessa? ¿Por qué tanto? No, simplemente no, y otra vez no, era porque Volterra la seguía queriendo, por no decir “amando”, y quizás, a pesar de Patricia, a pesar de haber enviudado, Volterra seguía atrapado en aquella época de romántico amor, quizás, sí. Todo tenía una explicación coherente y real, Lena no era hija de Volterra, al menos no biológica, sólo era la hija de la mujer que amaba, porque hablaba de Inessa como nunca había hablado de Patricia, y quizás era su manera de llegar a Inessa de nuevo, no, quizás no, es que así fue, ¿qué mejor que ayudar a Lena cuando no tenía trabajo? Volterra sí que estaba desesperado en aquel entonces pero, entonces, ¿por qué no traer a Inessa también? ¡Por Katya, claro! ¿Pero por qué sólo ayudar a Lena cuando podría haber ayudado a Katya así como ella y Lena lo estaban haciendo en esos momentos? No, es que Katya estaba bajo el dominio de Sergey, por eso no pudo, y no trajo a Inessa porque quería estar lejanamente cerca de su otra hija. ¿Y Lena no necesitaba de ella? Lena ya había vivido en aquella cultura, no la necesitaba tanto, ¿o sí?
- ¿En qué piensas?- murmuró Lena, entrando al balcón y abrazando a Yulia por la cintura, pegando su pecho a su espalda y dándole un beso en su hombro desnudo, en el izquierdo.
- Tengo dos preguntas para ti- suspiró, apoyando su cabeza contra la de Lena, quien seguía dándole besos cortos y suaves a su hombro. – Antes de navidad… ¿cuánto tiempo tenías de no ver a tu mamá?
- Cinco o seis meses, ¿por qué?
- Me dijiste que tenías como un año de no verla- resopló Yulia, acordándose de aquella conversación tan evasiva.
- Porque es mi mamá… es como que yo te pregunte en dos o tres semanas hace cuánto viste, por última vez a la tuya, y me vas a responder que tienes una vida entera de no verla…
- Buen punto- dijo, pensando en que era una explicación válida. – Y eso me transporta a mi segunda pregunta, ¿por qué no vino tu mamá contigo?
- ¿A qué hubiera venido?- Yulia se encogió de hombros. – Habla el inglés pero no ha vivido la cultura, mi mamá no tiene un grado universitario del cual valerse para conseguir un trabajo aquí, ni parecido al que tiene en la Sapienza… además, mi hermana quedaba allá, yo ya sabía cómo era vivir aquí, mi hermana la podía necesitar en cualquier momento… mi mama no renunciaria a ella, no asi
- ¿Por qué Volterra no le ayudó con Katya también? Si bien recuerdo, tú dijiste que le preguntó si ustedes estaban bien
- Mi papá no es precisamente un fanático de Volterra y mi mamá no se iba a arriesgar a perder a mi hermana para siempre, la ayuda que tú ofreciste la tomó porque venía de ti, o de mí, como sea, la cosa es que tú no eres Volterra… y, ahora que mi hermana va a empezar la universidad allá, dudo que mi mamá considere irse, en caso que Volterra se lo plantee… ¿por qué hablamos de esto?
- No sé, estaba pensando en lo que me dijiste sobre tu mamá… tiene que haber algo que no estamos considerando- sonrió, volviéndose a Lena, tomándole las manos, envolviéndolas en las suyas para besarlas. – Pero creo que es sólo porque tu mamá siente que, con Katya, cedió demasiado, no peleó por ella… - la improvisación más ingeniosa, ahí estaba.
- Sí, puede ser… no lo había visto de esa manera…- susurró, volviendo a caer sobre el hombro de Yulia para besarlo, pues es que le encantaba.
- ¿Alguna vez has pensado en qué hubiera pasado si Volterra hubiera ido tras tu mamá luego del divorcio?
- Sí, muchas veces… pero siempre supe que Volterra no iba a intentar nada con mi mamá… por mucho amor que hayan tenido en aquella época prehistórica, esto no es precisamente “The Notebook”- rió a ras del cuello de Yulia. – Crecieron por aparte… lejos uno del otro, y dejaron que los años pasaran, no era que no se hablaran, porque sí lo hacían… hasta me acuerdo de un verano, no me acuerdo en qué año fue, que mi mamá se reunió con Perlotta y Volterra en Roma, por un café…y fue porque mi papá no estaba, no había llegado… y, sinceramente, creo que, por mucho amor que le tengas a alguien… si tú y yo estuviéramos enamoradísimas, así como ahora, y yo, por comodidad, decido fugarme con algún banquero, ¿tú crees que algún día podrías perdonarme eso?
- Yo te lo perdonaría… pero tu castigo sería vivir con la idea de que nunca te perdoné- dijo Yulia, tomando suavemente a Lena por los hombros para verla a los ojos.
- ¿Ves? Por eso no podría funcionar entre mi mamá y Volterra… aunque alguna vez tuve que escuchar que, la única vez, que mi mamá tuvo placer sexual, fue con Volterra… y la sola idea me aterra- rió.
- ¿Cuántas veces has tenido placer sexual?- sonrió Yulia, un tanto ladeado hacia la derecha.
- La primera vez que, de verdad me disfruté como persona sexual, fue cuando estaba en la universidad… que me masturbé tan, pero tan rico, que fue la primera vez que tuve un orgasmo- y se sonrojó pues, para haber estado ya en la universidad, implicaban dos décadas de vida quizás. – Y, la siguiente vez que realmente tuve un placer sexual… fue contigo, aquel domingo por la madrugada… en el que vinimos a tu apartamento, así como hoy, de gala…
- Que ahora entiendo que, para mí, no fue sólo sexo… porque no quería divertirme, quería sentir y hacerte sentir placer… - susurró, acercándose cada vez a sus labios, pero lo hizo lento y doloroso, tortuoso, anticipativo.
- Tú no lo sabes…- susurró Lena, sintiendo cada vez más el calor de los labios de Yulia, que no la besaban, pero merodeaban por los suyos. – Pero me seduces todo el tiempo; con la mirada, con tus palabras… con la manera en cómo truenas tus dedos, con la manera en cómo caminas… con tu respiración… te me haces irresistible… y es peor cuando te haces sentir- susurró, cada vez más bajo, acariciando los labios de Yulia al gesticular. – Cuando me viste de esa manera en Duane la primera vez… que me despedazaste con la mirada, sentí que me desnudabas, que me entrabas hasta los huesos, y me pareció que tu autoridad era sensual, esa altanería con la que me viste esa vez, que no me has vuelto a ver así nunca… sólo me dio ganas de saber a qué sabía la gran Arquitecta Volkova- la acercó por la cintura, pegándola a ella totalmente, y Yulia, como cosa realmente rara, estaba empapada. – Porque sabía quién eras desde que me viste, pero eso ya te lo he dicho… y te me hiciste tan grande, tan grande que no podía tomarte entre las manos…porque alguien así de supremo, alguien así de imponente como tú, es tan grande y tan pesado que no sabes cómo pero quieres levantarlo y guardarlo, sólo para ti…
- Por mucho que me halague estar entre tus manos… quisiera estar aquí también- susurró Yulia, acariciando el pecho de Lena. – Y no soy tan grande como piensas, ni tan imponente…
- Sólo es para asegurarme de que no te me escapas- resopló, citando a Yulia de aquella noche en la habitación de Natasha, en la casa de los Roberts en Westport, en aquella fiesta.
- Puedo escaparme en cualquier momento- dijo en aquel tono calmado y bajo, rozando su nariz contra la de Lena. – Pero no tengo la intención… porque te siento profundamente; en todo lo que hago, pienso y siento… porque te siento parte de mí… esa parte que nunca tuve y que ahora no sé qué hacer sin ella, esa parte que me hace suprema, intocable, invencible… esa parte que me motiva, que me mueve...
- ¿Y qué es lo que te mueve?- preguntó, así como aquella vez.
- Tú- respondió, y unió sus labios a los de Lena en un beso de simple roce estático, pausó el beso para verla a los ojos, para asegurarse que era real y volvió a besarla, esta vez más profundo, entrelazando sus labios, degustándolos, gozándolos, disfrutando su suavidad, su sabor, su sensación. Pero Lena la detuvo y le dio la vuelta, apoyándola contra la baranda del balcón, viendo el cielo colorearse cada vez con más claridad. – Nunca te lo pregunté, ¿qué te mueve a ti?
- La felicidad- susurró, tomando la cremallera de Yulia entre sus dedos. – Y descompongo la felicidad en comodidad, placer y amor, y resumo esas tres cosas en una sola; en Yulia Volkova… porque tengo comodidad emocional, tengo un lugar al que puedo llamar “hogar”, y me siento cómoda en él, viniendo a ti si algo me pasa, extrañándote si no estás, que me lleva al amor, que no hay nada mejor que sentir que me amas- y bajó la cremallera. – Y que tú me dejes amarte… porque no ha habido alguien que me haga sentir así de especial, y el placer… contigo tengo placeres que creí que se encontraban en distintos lugares; la risa- resopló, retirando el hombro del vestido del hombro de Yulia. – La comida…- y lo dejó caer sobre el hormigón del balcón, dejando a Yulia totalmente desnuda, pues Yulia, en un vestido así, había decidido ir au naturale. – Pasar tiempo contigo es un placer… un inmenso placer…- y se inclinó sobre la cicatriz de Yulia, aquella que había besado, sin saber su origen, la primera vez. – Y me das el placer, el completo placer, de ser mujer, porque así me haces sentir…- subió con besos por su espalda, hasta su nuca. – Me haces sentir que estoy y soy completa, feliz… me haces sentir tuya- y, de un movimiento, Yulia se dio la vuelta y clavó sus labios entre los de Lena, tomándola por las mejillas, simplemente dejando que su deseo por besarla se saciara, aunque ese deseo nunca se acabaría.
- Te amo, te amo, te amo- susurró a ras de sus labios, volviendo a besarla rápidamente, febrilmente, cariñosamente, enamoradamente, todo mientras, poco a poco, recogía, con ambas manos, el vestido de Lena, todo para que Lena, ya descalza, diera aquel minúsculo salto para quedar a horcajadas con ella, que Yulia la llevó, sin mayor esfuerzo, mientras le bajaba la cremallera, hasta la habitación, y, una vez ahí, bajó su vestido hasta el piso, quedando ambas en absoluta desnudez mientras lo hacían constar entre sus besos.
- Ti adoro- suspiró, cayendo de golpe sobre la cama, cayendo bajo Yulia, que aquel minúsculo sonido despertó a Larissa. Y Yulia seguía besándola mientras la empujaba, recogiendo su cintura con su brazo, deslizándola hasta recostarla sobre las almohadas. – S 'agapó̱- suspiró entre dientes, sintiendo a Yulia como siempre pero potencializada, Larissa escuchaba las voces, pero nada que pudiera distinguir, probablemente sólo platicaban antes de dormir.
Pero Yulia abrazó a Lena, y la rusa la trajo hacia ella, y la besó en aquella oscuridad, manteniéndola entre sus piernas, acariciándole las mejillas, el cuello, los hombros, deslizando sus manos hacia su espalda, clavándole apasionadamente sus uñas, sintiendo la calidez de su piel en sus dedos fríos, repasando sus vértebras, aquella hendidura vertebral que se le formaba al apoyarse de la cama, o al besar su cuello, y no había nada mejor que aquello, que aquel roce cálido, y que Lena sólo podía querer besar y abrazar a Yulia, y que la sentía suya, sólo suya, porque quería creer y podía creer que Yulia no tenía ojos para nadie más que no fuera ella, porque así era, y era recíproco. Aquellas dos mujeres, que en distintos momentos de sus vidas se declararon asexuales, no por decisión, no por sensación y tampoco por inclinación natural, sino porque no habían encontrado a aquella persona, hombre o mujer, de género irrelevante, que las hiciera sentir así; desde que las piernas les temblaran, o las manos les sudaran, hasta sentir un impulso sexual, y que era sano. Se seguían besando, entre sus respiraciones pesadas, los ruidos de cuando sus labios se despegaban y se volvían a unir, y hubo un momento que me confundió, pues se dejaron de besar, quedaron frente contra frente, nariz contra nariz, y sólo resoplaron al mismo tiempo, y Lena irguió a Yulia, más bien la sentó sobre la cama, entre sus piernas, encarándola en aquella celeste oscuridad, y volvieron a besarse entre una sonrisa disimulada. Yulia se hincó, Lena la detuvo con sus brazos por detrás de su espalda baja, abrazándola por la cintura y llegando a la cadera por su espalda, juntando ambas, de alguna manera, sus entrepiernas, que no iban a por un placer sexual, todavía no. Y entendí por qué, pues Lena, de un movimiento lento y suave, terminó entrelazando sus piernas con las de Yulia, al punto de unir su entrepierna con la de Yulia, que no era una simple unión, era una fusión, tan perfecta, inigualable, como nunca la vi antes, que la crearon por cuestiones del destino ciego y oscuro, no por haberlo planeado, pues los labios menores de Lena eran abrazados por los labios mayores de Yulia, un roce directo de clítoris contra clítoris, que fue cuando Lena gimió, y gimió deliciosamente sensual, de esos gemidos que excitan a terceros, a terceros que no se llamaran “Sara Peccorini”, pues aquello era realmente incómodo, y no había nada por hacer más que esperar.
- Slower, please- jadeó Yulia, pues no sabía exactamente si era su clítoris o el de Lena el que invadía su cavidad, una hinchazón más psicológica que física.
Y Lena para eso se pintaba de todos los colores del arcoíris, se transformaba en Cashmere, y movía su cadera, de adelante hacia atrás, lenta y sensualmente, echando su cabeza hacia atrás, jadeándole al techo, a la madrugada. Yulia no se atrevía a moverse, no porque no supiera cómo, sino porque le encantaba ver a Lena así, así de libre y así de excitada, que no frenaba sus gemidos, que los dejaba salir por su nariz mientras su pecho se volvía una superficie cóncava, de hombro a hombro, y que sus senos reposaban tranquilamente y, por el mismo hecho de no ser extremadamente grandes, sino que cabían bajo la categoría de “de cómodo tamaño, suficiente”, se veía toda su redondez, con aquella característica separación por donde el sostén rodeaba externamente sus senos que, por el mismo hecho de usar el sostén de la talla y forma adecuada, no era tan notable. Yulia se empezó a mover intercaladamente; cuando Lena se retiraba, ella iba, cuando Lena iba, ella se retiraba, y era un constante roce sensual y erótico, que no elevaba tono ni rapidez, simplemente se mantenía, y hacía que las dos gimieran sin restricción alguna; ruborizando a Larissa, porque nadie nunca le dijo a Yulia que las paredes, que no fueran de la habitación del piano, escuchaban, pues no tenía el revestimiento que aquella habitación sí. Larissa escuchaba prácticamente todo, y se decía a si misma que podía ser peor, podría ser con aquel Fred, que ella siempre lo creyó un buen hombre, y podía ser sólo por sexo, por saciar aquella sed jovial, que ni tan jovial, porque podía sentir, entre los jadeos lejanos, que era más que eso.
Lena, que era la que tenía más tiempo de no correrse, que sólo eran unos cuantos días, en realidad desde el martes, que ya era bastante para no estar en incapacidad femenina, agilizó el ritmo, y lo hacía un tanto golpeado, roce y frote al cien por cien, pero era un poco tosco, hermosamente rico para las dos, y, dejándose llevar, que Yulia logró presentir aquello, introdujo su mano entre sus entrepiernas y frotó a Lena, llevándola a caer de espaldas, con la cabeza al borde de la cama, y Yulia no cesaba el roce, ni cuando Lena se aferró, con ambas manos, de su cuello, gimiéndole a los ojos, que sabía que Yulia la veía a los ojos, y que sus caderas se movían sin su consentimiento, que sus entrañas se contraían cada vez más, retuvo su respiración y, soltándola en un gemido entre dientes, agudo y tembloroso, estalló en aquel enorme estremecimiento. Y Yulia, al ver eso, aquella expresión facial de innegable e inconfundible placer, llevó sus dedos, los mismos con los que había frotado a Lena, a su clítoris, a hacer lo mismo, y ahí, estando todavía entre las manos de Lena, gimió una vez, y otra, apretando su mandíbula, jadeando entre dientes, frunciendo su ceño, entrecerrando sus ojos, hasta que, ¡Ah! Lena la abrazó se aferró a ella y sintió su peso tembloroso sobre el suyo, ambas jadeando, exhalando champán por la boca.
Todavía intentaban recuperar el ritmo promedio de la respiración individual y colectiva. Aquello se sentía bien, se sentía sensual, se sentía femenino y hasta delicado, y Yulia agradeció con una sonrisa, a quien sea, por estar en ese momento, buscó el cuello de Lena con sus labios, aquello no terminaba, deslizó sus manos por debajo de sus hombros y la recogió, llevándola de nuevo a las almohadas, colocándose entre sus piernas de nuevo, paseando su mano derecha desde su cintura hasta su muslo, envolviendo su trasero en el trayecto, haciendo, entre sus besos y mordiscos gentiles y el roce de su mano, que Lena gimiera suavemente, sólo por anticipación, por una cuestión realmente psicológica. Yulia se mecía contra el torso de Lena, y era sutil, nada grotesco, sin intención de hacerlo en realidad, sólo se estaba dejando llevar, y las manos de Lena, que se aferraban a su espalda o a su nuca, sólo la alentaban a seguirse meciendo así, que era una sensación fuera de este mundo, pues la rigidez de los pezones involucrados era extrema, y era delicioso, innegablemente exquisito, más entre los alientos cortados de Lena. Bajó por su pecho, no sin antes haber mordisqueado los espasmos musculares crónicos que tenía aquella rusa en sus hombros, y besó sus siempre huesudas clavículas, intentó morder aquella piel que se alojaba sobre la escotadura yugular.
Rozó su nariz, hundiendo luego su mejilla, luego la otra, restregándose suavemente entre el valle de aquel pecho ruso mientras la rodeaba con sus brazos, Lena simplemente se relajó, pasando sus brazos por encima de su cabeza, recostándolos sobre las almohadas para mayor comodidad. Y era aquella delicadeza con la que Yulia adoraba cada milímetro de su piel, con los cinco sentidos principales, y con muchos de los secundarios pero no menos importantes, de cómo se abría camino, con besos, hacia su pezón izquierdo, que era manía de empezar por el izquierdo. Pero lo besó con tal exquisitez que Lena tuvo que gemir agudamente, gemido que Larissa escuchó claramente. Tuvo un breve romance con cada pezón, porque le encantaba sentir la textura de aquellas areolas, tan suaves y uniformes, tan perfectas, y la rigidez del pezón en sí, que era pequeño en circunferencia y corto en altura, que el romance daba los resultados que Larissa escuchaba, y no tenía otra alternativa más que aguantar la incomodidad, pues no era lo mismo discutir la vida sexual de su hija para incomodarla que vivirla, literalmente, a una distancia de no más de seis metros, con dos paredes de por medio, ni loca salía al pasillo. La Arquitecta bajó, respetando el protocolo que había estipulado para aquel cuerpo, con besos por su abdomen, que Lena jadeaba, y su abdomen se hundía, “and it’s so cute when she does that”, y, cuando llegaba a su vientre, esa fina frontera entre su vientre y el comienzo de aquella letal arma, sacudía horizontalmente sus caderas, pero ya resolvía en abrir más sus piernas para Yulia.
Yulia besó los bordes de su vulva, que era aquella leve hendidura raquítica entre el muslo y el labio mayor, Lena entrelazó sus dedos, quería “sufrir” de placer, y Yulia paseó su nariz, la punta más bien, por aquella empapada sensibilidad sexual, porque no había mejor olor que el olor de una Lena excitada, el olor de la excitación de aquella mujer que le cambiaba la cordura por la locura. Muy despacio, con la mayor de las paciencias, Yulia pasó sus brazos por debajo de los muslos elevados de Lena, tomándola por su abdomen, que Lena las tomó en las suyas para besarlas. Pero no hubo mejor reacción que sentir la excitada exhalación en sus nudillos al lamer una única vez su clítoris. Yulia cerró los ojos, igual que Lena, y ambas se guiaron por la memorizada topografía de las ajenas partes del cuerpo que tenían a su disposición, haciendo las dos lo mismo: besando y succionando suavemente, inundando el amanecer con el ruido de aquellos besos que se intercambiaban.
- Mi amor…- balbuceó Lena, apretujando los dedos de Yulia entre los suyos mientras vivía aquel minúsculo respingo previo a su orgasmo. – Mi amor…mi amor- jadeó agudamente, creando un movimiento circular con su trasero, que yacía en su cadera, pero era suave, mecido, y era culpa de las caricias que la lengua de Yulia hacía exclusivamente en su clítoris; que era que Yulia colocaba, sobre su clítoris, su labio superior para tener un soporte, y, horizontalmente, despacio y seductoramente, paseaba su lengua, rozando no sólo su labio, sino también aquel hinchado e hirviente clítoris.
Lena inhaló, haciendo ese sonido agudo al fondo de su inhalación, estrujó los dedos de Yulia, contrajo sus entrañas, apretó fuertemente su mandíbula y sus ojos, y se dejó relajar en un leve sacudir de caderas, relajando su rostro, soltando su mandíbula para gemir sin restricción alguna. Todavía intentaba tranquilizarse cuando Yulia recorrió el interior de sus labios mayores y menores, desde su vagina hasta su ardiente clítoris, recogiendo una, y otra vez, aquellos sabrosos y abundantes jugos, que tenían ese toque dulce al final. No fue suficiente, pues Lena había secretado tanto lubricante, en aquella minúscula viscosidad que la caracterizaba en los días posteriores a su regular femineidad, que tuvo que recogerlos también desde el otro lado del perineo de su novia; lengüetazos suaves y lentos, que intentaban saborear tanto aquella mezcla de lubricante y orgasmo como del sabor local. Le encantaba sentir cómo Lena se contraía al roce de su lengua, le parecía una reacción muy dulce. Y al fin, la Licenciada dejó caer sus piernas sobre la cama, dejando que Yulia sólo pudiera darle besos, que eso fue lo que hizo; besos cariñosos en aquellos labios hinchados.
- Me encantas cuando gimes asi... – sonrió Yulia, subiendo verticalmente, con besos, por su monte de Venus hasta su cuello, hasta llegar a sus labios.
- Es inevitable cuando estas haciendo el amor- dijo entre su dificultosa respiración, soltando por fin los dedos de Yulia, pues quería abrazarla mientras se tranquilizaba. El problema con aquello era lo siguiente, y yo también digo dos puntos: número uno, estaban un poco ebrias, tenían el volumen distorsionado por la música de la Boda, por lo tanto hablaban jodidamente fuerte, número dos, por el mismo hecho de que hablaban fuerte, Larissa podía escuchar cada palabra, pues habían dejado de susurrar, que también era por el número tres, que se habían olvidado de que Larissa estaba en la otra habitación, por lo que ni la puerta habían cerrado, y, en aquel momento, eso era irrelevante. - Oscar Wilde dijo en “The Importance of Being Earnest” que la única manera de controlar a una mujer era haciéndole el amor si era bonita… pero, si no lo era, si era plana y monótona, que la controlabas al hacerle el amor a otra mujer…- rió, no sabiendo exactamente de dónde había salido aquello.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Vie Oct 31, 2014 11:52 pm

Mas continuación



- “Soy egoísta, impaciente y hasta un poco insegura. Cometo errores, estoy fuera de control y, a veces, soy difícil de controlar. Pero si tú no puedes aceptarme en mi peor momento, por el mayor de los carajos que no me mereces en mi mejor momento”- rió Yulia a la defensiva.
- ¡Uh!- rió Lena, sintiendo los dedos de Yulia incrustársele juguetonamente en su cintura, sí, cosquillas.
- Marilyn Monroe- resopló, tapándole la boca a Lena para que dejara de gritar y reírse tan fuerte. Y se detuvo, clavándole la mirada a Lena en la suya, quitándole la mano de sus labios.
- If you can make me laugh, you can make me do anything- susurró Lena, irguiéndose con su cuello para besar a su novia.
- Me encanta tu risa- murmuró, cayendo a su lado y abrazándola. – Pero no te obligaré a hacer algo que no quieras hacer, nunca
- Era una cita de Marilyn Monroe también- rió, volviéndose hacia Yulia, cayendo con su cabeza entre su brazo y su pecho, utilizando su hombro de almohada.
- Me parecía conocida- sonrió, sintiendo a Lena abrazarla por la cintura mientras entrelazaba sus piernas con las suyas.
- Tengo una pregunta para ti- Yulia la abrazó por su cuello, pasando su mano por detrás de él, llevando sus dedos hacia el cabello para retirarle los Bobby Pins de aquel rojo moño. – Si pudieras escoger a alguien para que esté contigo hasta que literalmente la muerte los separe, ¿a quién escogerías?
- ¿Esa persona tiene que ser dentro de lo que ya tengo o dentro de lo que no tengo?
- Lo que tú quieras, pero quiero explicación- sonrió, paseando su dedo índice por su abdomen, acariciándolo suave y cosquillosamente, sin sentido, sólo para sentir su piel.
- Es una pregunta engañosa- murmuró, tratando de alcanzar uno de los restantes Bobby pins que se incrustaban en aquella melena. – Escogería a Meryl Streep- dijo sin pensarlo, que, a mí, en un principio, me asustó, pero tenía su punto. – I’m a big fan of hers… pienso que es una mujer muy interesante, y es inteligente, bastante simple; ha sido de mis clientes favoritos
- ¿Eres fanática de ella o de su trabajo?
- No puedes separar esas dos cosas, porque su habilidad es convertirse en lo que le pidan, transformarse, y sabe jugar astutamente… y creo que su personalidad real es la que la mayoría no ve, they mistake intention for affection
- ¿Y qué haría mi novia con Meryl Streep?
- No lo sé, tomar una buena copa de Pomerol del dos mil, darle jamón serrano y champiñones salteados en vino y hierbas, hablar de lo que sea…- enredó sus dedos entre el cabello rojo de Lena y lo aflojó, habiendo tomado antes los Bobby Pins en su otra mano.
- ¿Por qué no escogiste a Natasha para tenerla para el resto de tu vida?- preguntó, preguntando, indirecta e implícitamente por qué no a ella.
- Porque las personas que tengo en mi vida, las tengo, ya las tengo…- le dio un beso en su frente, enterrando sus dedos alocadamente entre la melena ya floja, le gustaba jugar con aquellos cabellos rojos. – Creo que mantener una relación, de la índole que sea, es una cuestión de decisión… yo decido a quiénes tengo en mi vida y a quiénes no, yo escojo que Natasha esté en mi vida para siempre, escojo mantener a mi mamá muy cerca, escojo marginar y excluir a mi papá de mi vida… yo soy dueña de mis amistades, yo escojo hasta qué punto las dejo entrar en mi vida y por cuánto tiempo…- y suspiró, sintiendo la mano de Lena envolver su rostro para alcanzar aquella coleta, para quitarle el Bobby Pin que sostenía el recubrimiento sobre la banda elástica, que se perdía al tener, en el ángulo, una de las argollas Tiffany que Natasha había llevado en su cabello. – Pero una relación no es sólo de una persona, es de dos… y yo puedo decidir los límites y la otra persona puede respetarlos o no, puede notar o no los límites…- sonrió, tomando la mano de Lena en la suya y acercando su rostro, más bien sus labios, al de Lena, rozando su nariz. – En cuanto a mi hermosa rusa, la que ha logrado hacerme saber que estar demente no es suficiente, decidí hace mucho… no te puedo soltar, no te quiero soltar… y siento y pienso que no debo soltarte
- A veces…- susurró, enrollándose todavía más contra Yulia. – A veces intento descifrar cómo logras poner palabras tan sencillas en una composición tan compleja, la manera en cómo les das un sentido propio sin intentarlo…
- Para mí hay tres formas de hablar…- sonrió, acariciando la mejilla de Lena, abrazándola y sosteniéndola cual bebé entre su cuerpo y su brazo, como si la estuviera protegiendo. – Desde la boca, que es de donde viene el término “hablas porque tienes boca”, desde el corazón, que es motivo de que la gente hable más rápido de lo que piensa, que dice cosas que “en realidad no quería decir”, y desde la mente, en donde todo está estructurado y organizado, todo tiene un plan, una razón, una meta, y todo tiene sentido
- I’m listening- balbuceó con sus ojos ya cerrados, tomando a Yulia por el borde externo de su seno izquierdo.
- Y está el término literal de “speak your mind”, que va a la velocidad del corazón y con la estructura de la mente, dices lo que quieres decir y quieres decir lo que dices... y no te arrepientes, porque dices la verdad..
- Las verdades duelen
- Pero es mejor ser odiado por lo que dices que ser amado por lo que no dices- susurró, sintiendo la respiración de Lena ya un tanto pesada, callada y tranquila. Cómo le encantaba que se durmiera así, enrollada contra ella, porque sentía que podía protegerla hasta de sus sueños, que nunca había escuchado que Lena tuviera una pesadilla, pero sentía que podía darle su amor aún estando dormida, y le gustaba ver su expresión inofensiva, la paz con la que dormía, era como si a aquella mujer le duplicaran la belleza mientras dormía, se rebalsaba su perfección mientras transpiraba honestidad. – Escogí, para estar contigo, un verdadero “hasta que la muerte nos separe”- susurró, viendo hacia el techo, olvidándose de todo cansancio, de tener sueño. – Descanse, Licenciada Katina- sonrió, dándole un beso en la frente.
Yulia estiró su brazo, alcanzando el control remoto, sólo para encender aquella pantalla, pues se le antojaba, no ver las noticias, sino una buena película, quizás algo que le diera sueño. Había cosas que Yulia realmente disfrutaba, cosas que sabía que gozaba al máximo y que las repetía, que las podía repetir exactamente al terminarse. En la literatura eran dos obras, magníficas en sus respectivos estilos; “Emma” y no por egocentrismo, sino porque era realmente bueno, y le encantaba, sobre cualquier obra de Jane Austen, “The Great Gatsby”. En la cinematografía no era exactamente una fanática de las películas nuevas, y con “nuevas” me refiero a las que salieron después del dos mil, pues le encantaba “Death Becomes Her”, porque la mezcla de su idolatrada Meryl Streep y de Goldie Hawn, añadiéndole a un sumiso Bruce Willis, era simplemente brillante, y era una película que caricaturizaba, de la mejor manera, al mito de la vida eterna y a la mitificación del narcicismo, y, contrastando aquella película, le gustaba “The Shawshank Redemption”, aunque también le gustaba “The Help”. En lo que a la “cuisine” se refería, no podía negarse nunca al sushi o a aquellos medallones de carne en salsa de pimienta y vino tinto con un poco de puré de patatas, y tampoco podía negarse a un poco de piña asada con helado de vainilla. Y había cinco canciones que nunca le aburrirían, “My Kind Of Love” de Emeli Sandé, “Cry Me A River” en la voz de Diana Krall, “White Knuckle Ride” de Jamiroquai, “La Cose Che Vivi” de Laura Pausini y “Dance Of The Knights” de Prokofiev.
Pero aquella vez no buscó ninguna de sus películas favoritas en Netflix, intentó, pero pensaba que si una película estaba bien hecha, merecía su absoluta atención y, en ese momento, Yulia no estaba segura de si duraría más allá de la mitad de la película despierta, y por eso, sólo por eso, puso la película que, por excelencia, la dormía cada vez que intentaba verla, alguna de las películas de The Matrix, y sólo escogió cualquiera, pues sabía que se dormiría. En vez de aquello, logró ver aquella escena de la cuchara, logró ver hasta el final, hasta que los créditos tuvieran su tiempo, en realidad miró la película, pues de atención: NADA. Y todo era porque estaba pensando, constantemente pensando, progresando y volviendo al punto inicial; y más que todo era la palabra “matrimonio”, pero sabía que un matrimonio sin amistad, estaba condenado a la miseria sentimental; así como el matrimonio de sus papás, así como el de los papás de Lena, así como no estaba condenado el de los Roberts. Y luego estaba también el tipo de matrimonio que es “vivir juntos pero separados”, así como el de los papás de Phillip. Pero para Yulia todo tenía solución, así como todo tenía su razón. Pero las preguntas la atacaban también, ¿por qué quería casarse con Lena? ¿Por qué caer en el convencionalismo de una relación? Y sólo Natasha tenía las respuestas que Yulia misma tenía pero que no quería aceptar. Le dieron las once de la mañana y, al no tener a Lena entre sus brazos, pues se había desplazado hacia las almohadas para mayor comodidad, Yulia se levantó, por hambre y por necesidad de hacer algo, no sin antes haberle dado un beso a Lena, que intentó despertarla, pero fue imposible. Se deslizó en su bata Burberry, de hace tres temporadas, pero le gustaba porque era de cachemira roja, y, ordenándose el cabello en un moño flojo, salió de aquella habitación, cerrando la puerta tras ella, pues se acordó que Larissa estaba en la habitación del otro lado del pasillo.
“You know you’re in love when you can’t fall asleep because reality is finally better than your dreams” se dijo a si misma mientras abría el congelador y sacaba una botella de Pellegrino. La abrió, escuchando aquel gas escaparse por entre el tapón y, dejando que saliera con tranquilidad, abrió la otra puerta del congelador y sacó Cream Cheese y salmón. Sirvió ¾ del vaso con el agua, le dejó ir un generoso chorro de miel de abejas, el jugo de una lima y una de las mitades ya exprimidas, sacó dos Bagels y, utilizando el cuchillo correcto, los introdujo en la tostadora. Sacó un recipiente de vidrio y un tenedor, eneldo, menta, sal y pimienta, un poco de romero y aquella botellita de aceite de trufas, y revolvió todo aquello con un poco de Cream Cheese en el recipiente, todo para que saliera el primer Bagel y tapizara con aquella mezcla la superficie, recubriéndolo con unas lascas de salmón ahumado, y nada mejor que aquello, hasta sonrió al sentir aquella mezcla de sabores. Y comió apoyada de la encimera, viendo la mañana neoyorquina a través del ventanal, saboreando lo crujiente del Bagel, la suavidad del salmón y lo cremoso que lo acompañaba. Hizo lo mismo con el segundo Bagel, que moría de hambre, tanta para haberse comido cuatro mitades, oh sí, y, habiendo limpiado todo, al menos enjuagado lo que había utilizado para colocarlo en la lavadora de platos, se dirigió con una nueva botella de Pellegrino en la mano, con un vaso virgen, hasta la habitación del piano, en donde se sentó ante él, sabiendo que, con la puerta cerrada, no sería la gran cosa, más si la caja estaba cerrada. Repasó las teclas con sus dedos mientras colocaba sus pies en los pedales, que siempre le dijeron que no utilizara su pie izquierdo porque era “de mal gusto”, pero a Yulia eso le importaba tres carajos, y, sin saber qué melodía tocar, bebió un trago grande y apretado de su agua con gas, de aquellos tragos que le daban ganas de soltar una que otra lágrima por reacción al gas, y, apretando su cavidad nasal para no estornudar y/o llorar a causa de algo tan inofensivo como una bebida carbonatada, apretó un par de teclas, y, en cuanto se dio cuenta, se encontró tocando aquel Preludio en E menor de Chopin, al que la mayoría de las personas le llamaba “Suffocate” cuando en realidad se llamaba “Suffocation”, y a veces hasta ella le llamaba así, por error coloquial.
En aquel vacío mental en el que lograba no pensar en absolutamente nada, que le daba ventana a un espacio en blanco, tanto en color como en contenido, como si fuera el estereotipo de una institución de salud mental, pasó de acariciar las teclas a presionarlas con pesadez, con odio, pues al principio sólo presionaba suavemente, con su dedo medio y anular derecho, intercalando la B y la C, para luego un A#, y luego una A, pasar a un G#, A, B, D, C, E, A, F#, y que lo más lejos, que su mano derecha llegaría, sería a la E, pues los acordes finales eran, obviamente, graves. Y se encontró sin poder dejar de presionar las teclas, pasando de Chopin a algo menos pesado como Horner, en aquella mezcla de “My Heart Will Go On” y “The Portrait”, que le acordaba demasiado a Natasha, pues se acordó de aquella noche en la que corroboró su teoría de que la música calmaba a las personas, que aliviaba el dolor emocional, que fue la primera vez que tocó el piano, desde hacía tantos años, no para velar por la salud de las cuerdas y los martillos, sino para emitir una melodía. Era su mundo, su burbuja, en el que era más vulnerable que nunca, ¿pero quién dijo que ser vulnerable era malo? Terminó por tocar “La Solitudine”, algo más pop, y se equivocaba, pues sin partituras, ¿quién no? Y se sentía libre de equivocarse, porque equivocarse no tenía consecuencias, simplemente continuaba.
- Cierra la puerta, por favor- susurró Yulia, deteniéndose de repente pero sin abrir los ojos. – No quiero despertar a Lena
- Buenos días, Tesoro- sonrió Larissa, caminando hacia ella luego de cerrar la puerta.
- Buenos días- respondió, reanudando aquella melodía mientras sentía el beso de su mamá sobre su cabello. - ¿Qué tal dormiste?
- No mejor que tú, supongo- y Yulia se volvió a detener, respiró hondo y se volvió sobre el banquillo, tomando del suelo su vaso con agua para beberlo hasta el fondo. – No te avergüences…
- No he dormido nada, si es que lo tuyo era ironía
- ¿No?- resopló, cruzando su pierna al sentarse sobre el sofá en el que Lena solía sentarse para armar aquel rompecabezas. Yulia sacudió la cabeza. – Te veo cansada
- Porque no he dormido- sonrió un tanto divertida, cerrando cuidadosamente la caja de las teclas.
- No lo cierres- y Yulia la vio con escepticismo. – Tengo veinte años de no escucharte tocar el piano- suspiró con cierta melancolía que a Yulia le partía el corazón, pues era como lo que le había dicho a Lena, en este caso ella podía perdonar a Larissa por no hacer nada en el momento en el que tuvo que hacerlo, pero era el castigo de Larissa vivir con aquello, y era un castigo que nadie le había puesto, nadie más que su propia moral y su propia consciencia. Se puso de pie y se sentó al lado de Yulia, al lado derecho, como cuando estaba pequeña y tocaban juntas el piano, tenían su canción. - ¿Todavía te acuerdas?
- No la he vuelto a tocar desde aquella vez- susurró, viendo las manos de su mamá, pequeñas y femeninas, con sus uñas cortas y pequeñas, por las mismas proporciones de tamaño de las manos, con laca similar a la que Yulia llevaba desde siempre, manos con las venas saltadas, con un anillo que nunca se quitaba, ni para dormir, un anillo grueso y de oro rosado, que, en medio, llevaba una franja de mármol marrón. - ¿Cómo estás?- murmuró, presionando el primer acorde y las primeras teclas, trabajando los tonos agudos, viendo a Yulia colocar sus manos sobre las teclas correspondientes.
- Bien, ¿y tú?
- Mejor que tú… ¿qué te pasa? ¿Qué te atormenta?- aquellas dos mujeres, madre e hija, tan parecidas que hasta retiraban las manos de las teclas con el mismo gesto lento y ceremonioso. Yulia sintió aquel nudo en la garganta, aquel mismo que había sentido cuando le tuvo que decir por qué estaba reclamando la herencia. - ¿Qué es lo que quieres decirme y no puedes?- Yulia respiró hondo, cerrando sus ojos para evitar ceder a la angustia. – Las cosas están bien con Lena, ¿no?
- Vamos por partes…- susurró con su voz quebrada, pues la cantidad de confianza también era intimidante. - ¿Qué tanto te afecta a ti el hecho de que yo esté con Lena de la manera en la que estoy con ella?
- ¿A mí?- resopló con sus ojos cerrados. – Soy tu mamá… por mis hijos hago lo que sea, sea el hijo que sea, daría mi vida por cualquiera de los tres…
- ¿Por qué no ayudaste a Aleksei en aquel entonces?
- Porque no hay mejor manera de aprender que de los errores que tienen grandes consecuencias, Yulia… mira lo que pasó; salió bajo fianza y lo volvió a hacer… pienso que cuando solucionas un problema por alguien, cuando les solucionas cada obstáculo, no les ayudas…
- ¿Por qué me ayudaste a mí?
- Los dos cometieron un error… pero el tuyo fue por “amor” y no por “ambición”… y había una diferencia muy grande...- aquellos tonos eran tan tranquilos, tan cariñosos y melancólicos que a ambas les evocaban aquellas tardes, cuando el sol se metía por la ventana y alumbraba sólo el teclado y el costado izquierdo de Yulia. – Cuando tu hermano llegó a pedirme la herencia, lo único que vi en sus ojos fue el miedo a arruinar su reputación… la reputación se la hace uno mismo, como consecuencia de sus actos, Yulia… y, cuando tú llegaste a mí, vi miedo, un miedo diferente, un miedo que nunca se me va a olvidar, el mismo miedo que vi en las vacaciones, y vi algo más importante… que se llama arrepentimiento, y eso es digno de admirar… porque no todos nos arrepentimos de todo lo que hemos hecho, pues si lo hiciéramos, ¿lo volveríamos a hacer? Y, aún así, Yulia, no es obligación mía dar la vida por ustedes, no es una obligación legal, es algo que sólo sientes… que no está escrito en ningún papel, que no viene en ningún manual de maternidad… y una mamá da lo que sea por la felicidad de sus hijos
- Mi felicidad es con Lena…
- He dejado que mis hijos sean felices de la forma que quieran, que hagan las cosas a su manera, yo no soy nadie para interferir en la felicidad de mis hijos… porque yo no soy feliz si ustedes no son felices… Alina es feliz, o al menos así parece estarlo, con ese filósofo por esposo que tiene, Aleksei supongo que es feliz porque no ha regresado de Londres… y si Alina y Aleksei han tenido esas libertades, ¿por qué no dártelas a ti también?- quitó sus manos de las teclas, interrumpiendo la melodía antes de la parte intensa, abriendo los ojos para volverse a Yulia.
- Sólo quiero quitarme cosas del pecho
- Tesoro- sonrió, tomándole las manos en las suyas. – Mi única responsabilidad es no dejar que seas infeliz… a mí no me importa si te atraen los hombres, o las mujeres, o si te atraen los dos… no me importa si eres la mejor Arquitecta de Manhattan, del mundo entero o si eres simplemente “Yulia Volkova”, tú eres mi hija y, hagas lo que hagas, siempre me vas a hacer sentir orgullosa… he visto cómo ves a Lena, cómo te ve ella a ti, sé que la has dejado entrar en tu vida y ella a la suya. Es imposible conocerlo todo de la otra persona pero yo sé cuando tú confías en alguien, y la diferencia entre las confianzas que hay con Natasha y con Lena… que son parecidas, pero nunca iguales
- Tengo miedo a equivocarme- suspiró, agachando la cabeza, pareciendo una niña de nuevo, que su mamá le recogía el flequillo tras la oreja izquierda mientras la veía con ojos maternales, llenos de preocupación y cariño, un amor que podía recibir una bala.
- De las equivocaciones salen cosas buenas también, Yulia- sonrió, levantando la cabeza de Yulia, dirigiendo su mirada hacia la suya. – No es una justificación, pero hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío - dijo, levantando el vaso de Yulia del suelo. –El vaso está como está, no por coincidencia y complot del cosmos, sino por una razón… porque el vaso medio vacío o medio lleno también es ambivalente, está a la mitad...- tomó la botella de Pellegrino en su otra mano. – Y es decisión tuya…- susurró, bebiendo luego el agua hasta el fondo del vaso. – Si te tomas lo que hay en el vaso… o si lo llenas- y le alcanzó el vaso luego de haberle vertido agua. – El vaso no puede estar a medias toda la vida, ¿cierto?- levantó su ceja derecha, tal y como Yulia la levantaba.
- Siempre he tenido un vaso medio lleno…- suspiró, poniéndose de pie para caminar hacia los libros de Harry Potter. – Tuve la suerte de nacer en una familia como en la que nací, en la que nunca tuvimos una preocupación económica, que tú dices que el dinero no compra la felicidad, pero acaba con las angustias de fin de mes… la familia era un poco disfuncional, porque no hay familia que sea totalmente funcional…- levantó el panel, revelándole la caja fuerte a Larissa. – Pero tuve una buena educación, una buena cultura, tuve muchas oportunidades, y todo lo que viví en ese entonces, en lo que papá y tú me dieron, fuera bueno o malo, me hicieron lo que soy ahora…- digitó la contraseña y colocó su pulgar en el sensor. – Ese era mi vaso medio lleno…- abrió la puertecita y tomó en sus manos aquella cajita celeste. – No sé si es ambición… pero ya no quiero tener el vaso medio lleno- suspiró, dándose la vuelta y caminando con aquella cajita de reluciente celeste hacia Larissa. – No sé si fui yo quien lo encontró, o si “eso” me encontró a mí…- destapó la cajita y dejó caer, sobre la palma de su mano, la cajita de gamuza celeste. – Eso que llena mi vaso… y quiero que se quede lleno hasta que la vida decida que debe vaciarse, ya sea hasta la mitad, o por completo- y abrió la cajita, mostrándole a Larissa aquel anillo, que cada vez que lo muestra, me emociono, no lo puedo evitar.
- ¿Qué quieres que te diga?- susurró atónita, tomando la cajita entre sus manos, viendo aquel diamante amarillo brillar por el reflejo del sol que entraba por las puertas que daban al balcón, en donde estaba, tirado, el vestido de Yulia, y que no se había acordado hasta ahora que lo menciono.
- La verdad
- No dudo que esto ya lo hablaste con Natasha- suspiró, cerrando la cajita con cierta pesadez. – Pero necesito respuestas
- Pregunta todo lo que quieras, que por eso te lo estoy diciendo… para aclarar las cosas, para no ir de escondidas a hacerlo, así como mi hermana
- ¿No es muy rápido?
- El tiempo es relativo e irrelevante…
- Hablemos, ¿si?- sonrió, alcanzándole la cajita a Yulia para que la guardara en su lugar. – Cuéntame de tu relación con Lena
- ¿Qué de todo?
- Todo… porque sólo supe que Lena era tu compañera de trabajo y, de la nada, que era tu “algo”
- ¿Qué tal estás del corazón?- resopló Yulia, volviéndose hacia la caja fuerte.
- Estoy muy bien… confía en mí, sólo quiero saber
- Está bien…- suspiró, manteniéndose de espaldas a Larissa. – Mi relación con Lena no empezó con un “cortejo”- dijo, haciendo las comillas con sus dedos índices por el aire. – Lena me daba curiosidad en un nivel más profundo que sólo “curiosidad”… porque, por primera vez en mi vida, me dolía la indiferencia, o me encantaba la invasión a mi privacidad… no la perseguí, ni ella a mí, simplemente los planetas se alinearon y supimos que estábamos en la misma página; Lena me ha dicho que ella es lesbiana- dijo, como si la categorización le molestara en el hígado. – Pero nunca había estado con una mujer, y le creo… pero la admiro, porque ella sabe que es lesbiana, yo no sé si soy o no soy, si lo soy por Lena o qué…- cerró la puerta y deslizó el panel. – Todo lo que no hice en mis años de universidad, esas locuras de acostarme con alguien sin tener una relación, de tomar un riesgo estúpido… todo eso lo hice con Lena… tú quieres saber, y yo te lo estoy diciendo, Lena y yo tuvimos relaciones sexuales muchísimas veces antes de ser “novias”… que ni me acuerdo desde cuándo somos novias, porque no me importa, porque aunque sea esa fecha, yo fui suya desde mucho antes, y ella mía- Larissa sólo la veía hablar con naturalidad, como si hablaba de cómo hacer un salmón al vapor, como si fuera cualquier cosa, y eso le venía bien, pues se lo hacía más fácil para asimilarlo. – Yo no sé cómo fue tu vida sexual con papá, o con quien sea, no te la estoy preguntando… pero mi vida sexual consta de tres personas, y Lena es el final de mi vida sexual, porque es con la única persona con la que he podido saber y sentir qué es hacer el amor, he tenido la satisfacción de sentir lo que una mujer siente cuando la persona que ama le toma la mano en la calle, le abrí mi vida, mi corazón, las puertas de mi hogar, y nunca se sintió tan bien y tan correcto; con nadie más
- ¿Por qué quieres hacerlo?
- Podría simplemente quedarme viviendo con ella por el resto de mi vida… seguir un noviazgo vitalicio… pero tú una vez me dijiste que el matrimonio es algo sagrado…
- Bueno, yo no soy la mejor persona para hablar del matrimonio, pues vivo en eterno pecado por haberme divorciado…
- Mami… tú te casaste a la antigua, porque literalmente te casaron con papá… yo quiero casarme con Lena porque quiero casarme con ella, porque sé que es la persona indicada, porque sé que es esa persona… y, te soy sincera, esta relación con Lena es muy bonita, es casi perfecta… y no es perfecta porque es un jodido secreto…
- ¿Llamas secreto a besarla en público en la pista de baile?- rió Larissa, sacudiendo su cabeza lentamente hacia los lados.
- “Yo no nací para encajar, yo nací para sobresalir”… y Dr. Seuss tiene razón, yo no quiero una relación secreta con Lena, una relación así de bonita no debería ser secreto, no debería ser pecado tenerla, y mantenerla en secreto es quizás por vergüenza, porque conlleva riesgos… pero yo no quiero encajar en mi vida alrededor de una mentira, de que Lena y yo sólo somos compañeras de trabajo, o que vivimos juntas porque yo tenía problemas financieros y Lena necesitaba donde vivir- se encogió de hombros en ironía mientras enrollaba sus ojos. – Yo no quiero tener que negarle un beso a Lena, nunca, jamás, porque no es justo que ella me de la felicidad y yo le niegue un beso, yo no quiero tener que negar a Lena nunca…
- No la tienes que negar, la presentas como tu novia y ya, Yulia…
- No te agrada la idea, ¿verdad?
- Volvamos a la pregunta inicial, ¿sí?- Yulia tambaleó la cabeza de lado a lado. - ¿No crees que es un poco rápido?
- Puedes tener mil años o un día de relación antes de casarte, pero si no eres su amiga, antes que amante, novia, y todo lo demás, no tienes ni la más remota posibilidad de tener un matrimonio exitoso… yo lo vi en Natasha y en Phillip, lo viví al lado de Natasha, que esperó a cumplir los veintiocho para poder hacerlo oficial, pero los veintiocho para Phillip no eran los veintiocho biológicos… y les tomó más tiempo del que debió haberles tomado, todo porque respetaban una tradición de Margaret… y me di cuenta que todo se acaba rápido; Natasha pasó meses trabajando en un proyecto y su trabajo se acabó en cuarenta y cinco minutos, pasó meses planeando su boda y, en una noche, aquello es cosa del pasado, mi relación con Lena puede acabarse antes de siquiera haber empezado… y sé que me estoy apresurando, que no tengo ni la más remota idea de lo que estoy haciendo o en lo que me estoy metiendo… pero se siente bien, siento que es lo correcto, no lo sé pero lo siento
- Tu planteamiento es bastante catastrófico…
- Sí, y es por eso que me pregunto: “¿qué es lo peor que puede pasar?” Y lo peor que puede pasar no es un divorcio, porque sólo es un papel, no es que terminemos nuestra relación, eso no es lo peor
- ¿Y qué es lo peor, Yulia?
- Lo peor sería no haber aprovechado las “normalidades” que, supuestamente, la sociedad nos ofrece… amo a Lena, y siento que me ama de la misma manera, esa es la verdad universal… quiero compartirlo todo con ella, oficialmente, que si, algún día, me pasara algo, Lena pueda decidir mi paradero por ser familiar si no estás tú… así, quiero poner mi vida en las manos de Lena… no puedo tener una familia completa, pero puedo tener una esposa, que me puedo referir a nosotras como la familia Katina o la familia Volkova… - Larissa respiró hondo, dibujando una sonrisa con sus labios y con sus ojos, y caminó hacia Yulia.
- Yulia, Tesoro… no puedo evitar que hagas una locura como esa… y tampoco quiero evitarlo
- Entonces…
- ¿Qué quieres? ¿Mi bendición?- rió, tomándola por las mejillas y sonriéndole a los ojos. – Es más fácil apoyarte en esto que tomar una bala por ti- sonrió. – El anillo está precioso, Tesoro…
- Mi vida es más fácil cuando sé que puedo contar con mi mamá- se lanzó en un abrazo que hizo sonreír a Larissa, pues realmente nunca había visto así de feliz, ni así de decidida a Yulia.
- ¿Lena ya lo sabe?
- Planeaba que fuera sorpresa- sonrió traviesamente, con esa sonrisa de “yo no fui”.
- ¿Me cuentas mientras asalto el congelador?
- Está bien- sonrió. – Aunque, si quieres, podemos pedir que traigan algo…
- No, no te preocupes…sabes que puedo materializar algo comestible con lo que sea- guiñó su ojo, volviéndose hacia el piano para cerrar la cajuela de las teclas. – Sólo hazle un favor a tu estresante madre- resopló. – Quita el vestido de ahí- dijo, señalando aquel precioso vestido sobre el hormigón del balcón.
- Mamá…uhm…- murmuró Yulia, pues tenía que saber si había escuchado algo.
- Nunca logré tener ese brillo- sonrió.
- ¿Cuál brillo?
- Ese brillo que irradias, ese brillo que sólo logras después de tú-sabes-qué – sonrió con ironía, más bien con burla, y Yulia sólo se sonrojó, quedándose boquiabierta, intentando excusarse pero no pudo. – No te preocupes, no haré ningún comentario al respecto
- Gracias- suspiró en alivio prematuro, tomando el vestido, apuñándolo apresuradamente entre sus manos.
- Bueno, sólo que, aparentemente, sabes cómo le gusta a Lena- rió, saliendo por el pasillo, a paso rápido para que Yulia no la reprendiera a su modo.
- ¡Larissa!- siseó entre su espeto, sabiendo que aquella rubia mujer, que caminaba descalza en aquella bata azul marino, sonreía ampliamente.
Pero, al ver que aquella mujer, que decía ser su madre, se dirigía en modo automático a la cocina, simplemente rió calladamente y entró a su habitación, en donde vio a una Lena inconsciente, totalmente desnuda, acostada sobre su abdomen, viendo hacia el lado en el que Yulia dormía, con su pierna derecha flexionada, que dejaba ver su exquisita y suculenta entrepierna. Yulia arrojó el vestido sobre uno de los sillones y cerró la puerta, todavía sin quitarle la vista de encima a aquella hermosa entrepierna, tan vulnerable a jugar de “víctima”. Se veía preciosa, apetecible, inocente, como sin preocupaciones, y Yulia se acercó a ella, con ganas de “postre”. Comenzó por darle besos en sus glúteos, besos pequeños y cortos que se acercaban cada vez más al medio y, mientras tanto, acariciaba, con sus dedos derechos, el muslo izquierdo de la dormida pelirroja, de la hermosa princesa. Yulia no pretendía violarla, no podía concebir una relación sexual fuerte y violenta, ella no quería ser, para Lena, así como había sido Misha con ella, pues Lena se merecía caricias y satisfacciones suaves y pacientes, que no sólo la hicieran sentir mujer, sino una mujer completamente amada, que sintiera cómo Yulia era suya y podía hacer lo que quisiera con ella, así como Marilyn Monroe dijo, sólo que, para Yulia, la risa no era el punto de partida, sino Lena misma. Dio un beso a sus dedos y los rozó suavemente contra sus labios mayores y menores, que le encantaba que la complexión de Lena era distinta a la suya, y que era hermosa, como si se hubieran tomado todo el tiempo del mundo para diseñarla y cincelarla. Subió con besos por su espalda, sintiendo los suspiros transitorios de su novia al sentir el roce de la cachemira con su piel, al sentir la seda de los labios de Yulia.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Nov 01, 2014 12:18 am

- Wake up, my Darling- susurró a su oído con una sonrisa, teniendo de fondo mental aquella canción que recién tocaba con Larissa al piano, “Vocalise” de Rachmaninoff. – Len…- susurró, besando su mejilla y rozando su nariz contra la de ella, que estaba sobre la almohada. – Despierta, mi amor…- y alcanzó a darle un beso en la comisura de sus labios cuando Lena respiró hondo, esa respiración que todos hacemos cuando nos despertamos. – That’s it… wake up, Gorgeous
- ¿Qué hora es?- balbuceó contra la almohada, que se había hundido totalmente en ella para rascar su rostro pero sin sus manos, para poder abrir los ojos, como todas las mañanas.
- Las doce y cuarenta y siete, mi amor- susurró Yulia, acariciándole el hombro, repasándole la leve marca que el imbécil de Matt le había dejado con sus dedos.
- Fuck it…- suspiró, levantando, por fin, su rostro de la almohada, llevando sus manos a su rostro para despertarse mejor. – Me acabo de dormir- se quejó, volviendo a caer sobre la almohada.
- No, llevas seis o siete horas dormida, mi amor- pero sólo consiguió un quejido de negación rotunda. – Vamos, tienes que levantarte, sino, en la noche, vas a estar sin sueño- y consiguió el mismo quejido. – Levántate, por favor, tienes que comer algo… antes de que la resaca te invada
- Más tarde… tengo demasiado sueño- balbuceó de nuevo, abrazando la almohada por debajo de su cabeza.
- Por favor, Lena- rió Yulia. – Sino… habrá consecuencias… - y le hizo el gesto ruso de “Non mi importa”. – Have it your way, Lena… because I wasn’t kidding
- No te tengo miedo- dijo contra la almohada, sintiendo a Yulia colocarse entre sus piernas y acariciar su trasero.
- Get up- resopló, dándole una ligera nalgada en su glúteo izquierdo con su mano derecha, pero Lena caricaturizó el sonido de un ronquido gracioso y exagerado, que hizo que Yulia riera, y retirara su mano de su trasero. – Vamos, levántate- pero Lena siguió con el ronquido. Lena no se dio cuenta ni cómo, ni cuándo, pero sólo gimió al sentir que Yulia introducía dos dedos en ella, en su vagina, ¡Ah!, qué hermosa sensación. – Levántate- Lena siguió con su ronquido, que ambas ya sabían que era para que Yulia siguiera. Yulia introdujo sus dedos hasta el fondo, presionando a su paso su GSpot, sacándole otro gemido que se disipó contra la almohada. - ¿Te vas a levantar?
- ¡Jamás!- gritó contra la almohada. - ¡Shit!- gimió con todas su fuerzas al sentir que Yulia movía sus dedos de arriba hacia abajo. Iba directo a hacerla eyacular.
- ¿Te vas a levantar?- preguntó de nuevo, pero Lena se negó con la cabeza, abriendo más sus piernas para Yulia, elevando un poco su trasero para que la hiciera eyacular. – You get wet so fast- resopló, bajando a su trasero, girando sus dedos dentro de Lena para hacerla eyacular en su boca.
- You get me wet so fast- la corrigió, llevando su dedo ya humedecido, entre sus jadeos, a su trasero, en donde empezó a acariciar su agujerito, qué antojo, por Dios, qué ganas de sentir placer.
Y lo que Yulia sintió, al ver que Lena introducía su dedo en su agujerito, simplemente se me hace demasiado difícil explicar, pues fue tan sensual y lleno de lujuria adormitada que se vio exquisito, ver cómo aquel delgado dedo invadía aquel agujerito, que el agujerito lo abrazaba, lo encerraba con presión, como siempre, y no era sólo eso, sino que era la mano delicada de Lena, ver que a algo tan elegante, juzgando por su manicura y su complexión manual, le gustaba “some quite ‘dirty’ pleasure”, era la mezcla justa de picante y elegancia, era eso, picante. Yulia que no cesaba sus movimientos, escuchando a la vagina de Lena ceder ante sus dedos, ante el movimiento vertical que hacían sus dedos, que se despegaban de los contornos de aquella estrecha vagina, con aquellos ruidos húmedos, no, empapados, inundados, y que aquella vulva se inundaba de brillo que se deslizaba cada vez más hacia abajo, hacia el clítoris de Lena, que Yulia ahora rozaba con la palma de su mano. Larissa sólo sonreía ante los gemidos de Lena, pues sabía, desde el momento en el que Yulia cerró la puerta de la habitación, que la despertaría con cariño, pero aquello no sonaba sólo a cariño, sino a un placer que era demasiado grande para la palabra misma. Y ahí estaba, Lena pujó entre un gruñido sensual, expulsando los dedos de Yulia de su vagina, expulsando aquel lubricante directamente en la boca de Yulia, que ya la esperaba con una sonrisa que intentaba no dibujar con sus labios para no perder ni una tan sola gota de aquel tembloroso orgasmo de Lena.
- Chica,tienes buen sabor- rió Yulia, succionando sus dedos para no desperdiciar aquellos jugos que los envolvían. – Are you gonna get up?
- Oh, sí- suspiró, que, de un movimiento brusco, tumbó a Yulia sobre la cama, temblando por aquella eyaculación. – Te debo dos- sonrió, yendo directamente a su clítoris, pues Yulia sólo llevaba aquella bata.
Sabía tan bien, era la mezcla de los jugos de la madrugada con los de ese momento, con los jugos que había secretado al ver a Lena penetrar su agujerito, eran tan concentrado el sabor que a Lena la volvía loca, la despertaba y la hacía querer hacer lo mismo que Yulia: tragar hasta la última gota de aquel lubricante tan femenino. Yulia no se resistió en lo más mínimo, simplemente abrió más sus piernas para Lena, la tomó de la melena y se dejó llevar por la lengua de Lena, y ni se diga de cuando su vagina fue invadida por dos largos y elegantes dedos, mano opuesta a la que Lena había utilizado en su agujerito, y la invadían engañosamente; entraban y salían dubitativamente, hasta el fondo, provocándole gemidos celestiales. Larissa nunca había presenciado un exorcismo, pero aquello parecía un exorcismo sexual, y sabía que era su hija la que gemía ahora, que le incomodaba, pero que era justo, pues, al menos, tenían una vida sexual bastante activa, por no decir “crónicamente latente”, nada que unos Linguine en vino tinto y Parmigiano Reggiano no lograran distraer, pues el proceso de lo que “en vino tinto” se refería, iba más allá de sólo hervir los Linguine y luego dejarles ir un chorro de vino tinto, no, era hervirlos en agua por tres cuartos del tiempo, drenarlos y verterlos en vino tinto hirviente para seguirlos cociendo. Y, justo cuando Larissa arrojó los Linguine en el agua, que arrojó el paquete entero, Yulia gimió entre dientes, más bien gritó entre ellos mientras se aferraba al cubrecama con ambas manos, elevaba su cadera y hundía su abdomen para dejar que aquel orgasmo la poseyera al cien por ciento.
- Tengo hambre- resopló Lena, regresando al clítoris sensible de Yulia, que Yulia se estremeció ante los labios de Lena.
- Mi mamá iba a cocinar, vamos a que te haga algo a ti también- dijo Yulia con su voz entrecortada, falta de aire, sintiendo el dolor en sus dedos al aferrarse de tal fuerte y brutal manera al cubrecama.
- Pensaba más en una dulce venganza- sonrió, introduciendo nuevamente sus dedos en Yulia, obteniendo un ahogo agudo que era digno de besar. – Y no me importa que esté tu mamá… que se entere de la clase de orgasmos que te doy- rió, introduciendo su pulgar en el agujerito de Yulia.
- Oh, God…- sollozó, contrayendo sus agujeros, sintiendo suyos los dedos de Lena.
- Me llamo “Lena”, pero gracias por la comparación- rió, sacando un ego materializado que hizo sonreír a Yulia, sonrisa que se le borró por placer, para morder su labio inferior por el lado izquierdo mientras fruncía su ceño y jugaba con su cabello, que Lena, despiadada y placenteramente, implementaba aquella técnica que Yulia misma había utilizado en ella en Venecia, hacerla eyacular, pero no tres o cuatro o cinco veces, sólo una, pues moría de hambre, y digamos que Larissa no le era tan irrelevante. – Tócate… para mí
Murmuró aquello, ante aquella Yulia que estaba en la perdición del placer, que tenía fuerzas y razón suficiente, únicamente, para gemir, para respirar y para llevar sus dedos a su clítoris, en donde Lena vería aquel evento de descontrol supremo, ese momento en el que Yulia Volkova era potencial Maria Sharapova, pues era lo único que la lograba descontrolar tanto, y con justa razón. Para Lena, ver cómo Yulia tocaba su clítoris, era como aquel momento en el que siete vidas corrieron magno peligro en “Totem”; intenso, potencial catástrofe, en el buen sentido, éxito seguro, asombro del público, emocionante, lleno de adrenalina, pues no había nada más sensual que ver a Yulia, a sus inmaculados y arquitectónicos dedos, con esa laca YSL, ¡Uf, por los lugares por los que esos dedos pasaban! Ver el descontrolado control con el que Yulia frotaba aquel botoncito inflamado, que estaba completamente tenso, que se asomaba por entre aquel femenino prepucio clitoriano y se fundía con sus tensos labios menores, una complexión digna de aplaudir. Y la manera en cómo Yulia escondía su excitado rostro entre su antebrazo, que había pasado su brazo por detrás de su cabeza, era simplemente lindo, pues se coloreaba de rojo, desde la frente hasta el comienzo de sus senos, pero en su rostro era menos intenso, su cuello y su pecho, por efectos y defectos de los gemidos y esfuerzos por ahogarlos, se enrojecía con mayor facilidad, y le gemía a su antebrazo, rozando su nariz y sus labios a él para aguantar el descontrol. El secreto estaba en que Lena se detenía, pues si lo hacía por más de quince o veinte segundos Yulia eyacularía, y sólo quería torturarla para liberarla en un hermoso y potente orgasmo, uno que la dejara sin la capacidad de razonar. Hasta que se cansó, hasta que la mano se le empezó a acalambrar, que empezó a sentir aquel hormigueo, que abusó de su novia, de su sensual gemidora, hasta hacerla gritar, en un equivalente a un remate de Maria Sharapova, un remate seguro y brutal, que la hizo sacudirse sin dirección establecida, en un vaivén de caderas y pubis descoordinado, los gruñidos que salían por entre su tensada mandíbula y se alojaban bajo su ceño fruncido mientras Lena la mantenía sobre la cama y recibía la mayor parte de aquella eyaculación en su cavidad bucal.


- Sabes muy bien, tambien- resopló, limpiando a Yulia desde su agujerito hasta su clítoris, tomando sus rendidos dedos para succionarlos lascivamente cual felación.
- Lo sé- gruñó Yulia sensualmente entre sus dientes, dejando salir un “Grrr” demasiado sensual y gracioso que, a pesar de estar sin oxígeno, fue capaz de reírse hasta llorar al ver a Lena retorcerse en una risa genuinamente de burla. – Buenos días, Licenciada- sonrió Yulia, cesando la risa mientras se sentaba para acercarse a Lena.
- Buenos días, Arquitecta- repuso, dándole un beso con sabor a ella, que fue capaz de introducir un poco su lengua, sólo por motivos de “porque sí”. - ¿Agua y jabón?

- Lavamanos y Bidet- sonrió, dándole otro beso corto en sus labios para luego ponerse de pie.
- No has dormido, ¿verdad?- dijo Lena al verla a través del espejo mientras se secaban las manos, que ya se habían lavado casi todo lo que tenían que lavarse, pues la ducha venía más tarde. Yulia se negó suavemente con la cabeza, colgando la toalla de manos en la barra que colgaba del lado de su lavamanos, pues había otra del lado de Lena. - ¿Por qué?- Yulia sólo se encogió de hombros. - ¿No tienes sueño? ¿No podías dormir? ¿Pesadillas?
- No podía dormir… creo que tengo demasiadas cosas en la cabeza ahora que la Boda de Natasha no ocupa el cuarenta por ciento de mi atención- resopló, saliendo del baño tras Lena, quien se ponía su bata al cuerpo mientras caminaba hacia la puerta de la habitación.
- ¿En qué piensas?
- En que creo que esta semana voy a trabajar desde aquí… no quiero estar en el Estudio cuando estén remodelando el Estudio y tampoco quiero estar en la Trump Tower por mientras
- ¿Y tus cosas?- abrió la puerta, ya con la bata amarrada, que creaba el mismo escote que la de Yulia, aunque la suya no era Burberry, sino La Perla. - ¿Las vas a dejar ahí?
- Mi oficina no la van a tocar, así que, si vas, te ruego que la cierres con llave… no es que haya algo confidencial ahí, pero, tú sabes…
- ¿Cómo que “si voy”?
- ¿Tienes trabajo por hacer?- guiñó su ojo con una sonrisa, viendo hacia la izquierda, en donde Larissa cocinaba de espaldas al pasillo. Lena sacudió la cabeza. – Considera tus días personales… que no aparecerán nunca en tu record- sonrió, caminando hacia la cocina.
- I love my Boss!- rió, haciendo reír a Larissa.
- Buenos días, Lena- sonrió, drenando los Linguine del vino tinto, que había utilizado botella y media de Chianti, nada elegante, y no era como que Yulia se enojaría si drenaba un litro de Chianti.
- Buenos días, Larissa, ¿qué tal durmió?- sonrió, acercándose al congelador para sacar una Aranciata.
- Muy bien, estaba demasiado cansada y caí como roca, ¿tienen hambre?
- ¿Qué haces?- preguntó Yulia, materializando su iPhone de uno de los bolsillos de su bata.
- Linguine en vino tinto- sabía que a Yulia le gustaban, y que nunca se había atrevido a hacerlos por miedo a estropear la receta. - ¿Los has comido así, Lena?
- No, pero se escucha interesante
- ¿Interesante?- resopló Yulia. – Espera a que los pruebes… vas a enloquecer con el sabor
- ¿Con qué se comen?- preguntó a Larissa, pues vio a Yulia bastante sumergida en su iPhone, probablemente revisaba su correo electrónico.
- Bueno, ahora que los he drenado, les dejas ir la generosa italiana de aceite de oliva, aunque veo que Yulia tiene aceite de trufa blanca, que creo que le van a dar un toque bastante único…- sonrió, dejándole ir un buen chorro, a lo que se refirió con “la generosa italiana”, al recipiente blanco que había sacado, en donde había colocado aquellos Linguine violetas. – Aquí tengo Parmigiano Reggiano, fino, con una cucharada de ralladura de limón, un toque de nuez moscada, un poco de romero, un poco de eneldo y media cucharada de pimienta negra…
- Suena a que acabo de pasar de tener hambre a estar famélica- rió Lena, sacando tres platos del gabinete superior. – Yulia, ¿quieres?- Yulia sólo emitió el “mjm” que tanto la caracterizaba, esta vez no era sinónimo de total atención, sino de total distracción, pues leía, en ese momento, un correo electrónico demasiado interesante. Oh, Volterra, ¿cuándo aprendería a revisar el destinatario de sus correos?
- También puedes comerlos al pomodoro y con feta, o al burro con mozzarella ahumado- dijo Larissa, sirviendo, con maestría, aquella porción, que era más generosa para Lena por tener más hambre que hambre.
- ¿Y con qué se acompaña? Digo, si están hervidos en vino tinto, no se toma vino, ¿o sí?
- Puedes acompañarlo con lo que quieras, algo que no le mate el sabor a vino tinto, supongo
- ¿Alguien quiere un Martini?- sonrió Yulia, poniendo a un lado su iPhone, volviendo a la tierra con una expresión de incógnita total.
- ¿Tan temprano?- rió Larissa, viendo que Lena le arrojaba la cantidad perfecta de queso al plato de Yulia, quien se encogía de hombros ante la pregunta. – Que sea sucio
- ¿Lena?
- Que no sea sucio
- A sus órdenes- rió Yulia, paseándose por el otro lado de la cocina, en donde la cocina dejaba de ser cocina y se volvía una especie de bar, que estaba al roce del ventanal.
- Tesoro, ¿alguna vez has comido en la mesa?- sonrió Larissa, viendo a Yulia sacar la botella de Gin y de Vermouth para luego sacar las tres copas. Yulia sólo soltó una carcajada, pues nunca había comido en ella, más bien se la habían comido a ella sobre la mesa.
- No, usualmente como de pie, ahí, donde está parada Lena- dijo, acercándose al congelador para sacar la bolsa de hielo y las aceitunas. – Esa mesa está de adorno, ¿verdad, Lena?
- Speak for yourself, yo sí la he usado, una vez para comer y la otra para el obsoleto rompecabezas
- Al menos Lena sí sabe aprovechar las superficies- dijo Larissa, siendo totalmente ajena al chiste de “comer en la mesa”.
- En la tercera gaveta, de arriba hacia abajo, del gabinete del medio de la barra- dijo, sacudiendo aquella mezcla en el mixer, que sería el de Lena y el de ella, pues no les gustaba sucio, a Yulia ni con la aceituna dentro, a Lena sí, por lo que le ponía siempre tres. – Ahí hay Placemats y servilletas, por si quieren arreglar y usar la mesa- guiñó su ojo, vertiendo aquel frío líquido en las dos copas, pero Larissa no, simplemente se sentó a la barra, tomando el tenedor y la cuchara que Lena le alcanzaba junto con una servilleta de papel. – O no- rió, encogiéndose de hombros al ver que Lena se sentaba al lado de Larissa y dejaba el plato de Yulia sobre la encimera que encaraba a ambas.
- Dime, Lena…- comenzó a decir Larissa, con aquella voz que Yulia sabía que hablaría sobre ella. - ¿Cómo es que no sabía yo que tenías una hermana?- Yulia respiró en alivio, pues creyó que iría a por algo sexual, o quién sabía a por qué. – Digo, tuve que enterarme por medio de Inessa- sonrió, viendo a Yulia atravesar las aceitunas con un palillo.
- ¿Por mi mamá?
- Sí, bueno, nos hemos tenido que reunir
- ¿Reunir?- repitió Yulia, llevando la copa de su mamá entre sus manos.
- Sí, el Vaticano da un seminario de restauración y uno de curación Renacentista en el semestre de invierno- sonrió Larissa, agachando la cabeza ante la entrega de su Martini, a manera de “gracias”.
- ¿Y tú das el seminario?- preguntó Yulia un tanto indiferente, volviéndose hacia las copas de ella y de Lena para llevarlas a donde comerían.
- No, yo sólo apruebo el currículum del Seminario… mi Seminario es de Barroco y es en el semestre de verano
- ¿Tía Carmen da el Renacentista?- sonrió Yulia, alcanzándole la copa a Lena, quien la veía con una sonrisa de perdición total.
- No, ella es Gótico y en verano…- sonrió. – En fin… llegué a firmar el currículum a la oficina de tu mamá- dijo, volviéndose a Lena, y Yulia se dio cuenta que ahí había algo raro.
- Perdón que interrumpa, ¿quién me dijiste que daba el Renacentista?- le clavó la mirada a Larissa, quien se negaba a dársela. Oh, eso se pondría bueno en unos segundos.
- Giannini- sonrió, nombrando sólo el apellido de aquella persona, sí, “persona”. – Como te decía, Lena- resopló, desviando nuevamente la mirada hacia ella. – Llegó tu hermana a la oficina, Yulia no me había contado que tenías una hermana
- Sí, Katya…- sonrió, viendo la mirada cínica de Yulia, la que buscaba con burla la mirada de Larissa. – Va a empezar en la Sapienza en Invierno
- Es un amor- sonrió. – Me acordó mucho a Yulia estaba empezando la universidad
- Yulia…- resopló Lena. - ¿Eras insoportable?- rió, y Larissa también.
- Tomé un voto de silencio que me duró un año, juzga tú- sonrió. – Mamá… Giannini es nueva, ¿no?
- ¿Nueva? Se llama Bruno, Yulia- dijo, enrollando la primera porción de Linguine en su tenedor, ayudándose de su cuchara. – Y lo transfirieron de Florencia hace un poco menos de cuatro meses, supongo que sí, cuenta como “nuevo”- Lena simplemente se apresuró a introducir aquellos humeantes Linguine en su boca, todo porque ya sabía cómo terminaría aquello.
- Y… este tipo… el tal “Bruno”- resopló Yulia, bebiendo a fondo su Martini, sin hacer una tan sola expresión de disgusto. - ¿Tiene algo que ver con que llame a casa a las ocho de la noche y no te encuentre?- “Busted.”, pensó Lena, “She’s dating”.
- Bueno, puede ser, supongo que a veces me entretengo en la oficina… o salgo a cenar con Carmen, yo no sé, Yulia Volkova, no veo por qué Bruno debería ser la razón- dijo con el mayor de los descaros, pero todavía no podía ver a Yulia a los ojos.
- ¿Cuántos años tiene el tal Bruno?
- Cuarenta y algo, no pasa de los cuarenta y cinco- y Lena casi se ahoga, volviendo a ver a Yulia, que parecía estar boquiabierta sólo con la mirada.
- Madre, véame a los ojos y dígame que no está saliendo con él- murmuró Yulia.
- Yulia, Bruno es sólo un compañero de trabajo
- ¿Y por qué no me ves a los ojos?
- Porque me parece ridículo- rió, viéndola por fin a los ojos. - ¿Qué estás insinuando?- dijo, Yulia le dio la espalda y se dirigió al bar para hacer triple Martini.
- El Hobby de Yulia es leer a las personas- le susurró Lena a Larissa. – Se lo aprendió a Natasha
- Hago la aclaración- dijo Yulia mientras sacudía su cabeza de lado a lado, que lo acompañaba con una sonrisa incrédula y divertida. – No estoy enojada
- Está enojada, ¿verdad?- susurró Larissa a Lena.
- Si sonríe y empieza a arrastrar las palabras clave… sí, pero, por ahora, no creo que lo esté- le susurró de regreso.
- ¿Por qué habrías de enojarte, Tesoro?
- Lena, ¿alguna vez te dije por qué mamá nunca viene a Nueva York?- sonrió, sacudiendo aquel líquido en el mixer.
- ¿Porque queda muy lejos, le da pereza viajar en avión por tantas horas y le aturde el estrés de Manhattan?
- Exacto- sonrió, destapando el mixer mientras caminaba hacia su copa. – En escala del uno al diez, ¿qué tanto te costó convencerla?
- Uhm… no sé- se sintió acorralada.
- Dile, Lena- sonrió Larissa, enrollando Linguine en su tenedor.
- ¿Cinco?- sonrió, como si hubiera respuesta incorrecta, porque había nueve respuestas incorrectas, si no era porque había diez.
- ¿Estás segura que cinco?
- Le dije que sí de una buena vez, Yulia…- intervino Larissa, para acabar con la incomodidad de Lena.
-Verás, Lena- sonrió, enrollando Linguine en su tenedor. – Mamá no vino sólo a la boda de Natasha, no vino sólo porque tú le pagaste el boleto… vino porque las cosas con el tal Bruno se han enseriado y quería intentar armarse de valor para decírmelo de frente
- Le dije que no hay mucho que pueda ocultarle- rió suavemente Lena, haciendo aquel gesto sobre sus labios, como si los cerrara con una cremallera. – A mí no me metan en eso
- ¿Es porque es menor o simplemente porque no sabes qué te voy a decir?- dijo Yulia, comiendo más de sus Linguine, viendo a Lena casi terminarse los suyos.
- No sé, la verdad no sé
- Yo quiero mi vaso lleno- sonrió, vertiendo la mezcla en su copa. – Quiero que mi vaso se rebalse- y no dejó de verter líquido hasta que se derramó sobre la encimera. – Tu vaso es tuyo, yo no pienso beber de él- Lena no tenía la más mínima idea de lo que hablaban, en qué clase de código se comunicaban. – Así como tú no piensas beber del mío
- Está bien, está bien… sí, estoy saliendo con Bruno- y Yulia hundió sus brazos, en ese gesto de “Success!” y alegría que a Lena le pareció tierno.
- Por eso, la señora Peccorini,sale con hombres mas jovenes?- resopló Yulia en una burla, oh, cómo le gustaba molestar a su mamá.
- Él me buscó, no yo a él… además, son sólo once años de diferencia, que a tu edad podrían verse bastante, pero a mi edad ya no…
- Además, tu mamá está joven, se ve más joven que mi mamá al menos- dijo Lena.
- No dije que tenía algo de malo- resopló incrédulamente. - ¿Tienes alguna fotografía?
- Tiene que haber una que otra en mi Dropbox- sonrió, materializando, igual que Yulia, su iPhone de uno de los bolsillos de su bata.
- Dios, mi mamá es tecnológicamente minusválida- rió Lena. – Del correo electrónico no pasa
- Bueno, no es que yo sea la izquierda y la derecha en la tecnología, querida Nuera- sonrió, encontrando la fotografía por fin. “¿Nuera?” se preguntaron retóricamente las otras dos féminas, que se entendieron con la mirada. – Pero cuando Yulia te dice “te voy a mandar algo”, a veces es por distintos programas… yo ni sabía que Google tenía Gmail hasta que Aleksei me mandó un correo desde su cuenta de Gmail… creo que tu mamá y yo estamos en la misma página, sólo que a mí me obligan- rió, mostrándole a Yulia al tipo aquel.
- Madre- suspiró Yulia, sacando una risa nasal un tanto burlona. – No está nada mal- sonrió, mostrándoselo a Lena. – Cuéntanos de él- Larissa sólo ahogo las palabras en un suspiro pesado, que era seña de que no era nada bueno. – Aquí nadie te va a juzgar- sonrió, pues era cierto, al menos Yulia no lo haría, a Lena, como no le importaba, no juzgaría tampoco.
- Es divorciado… desde hace ocho o siete años… trabaja para el Vaticano desde que estuvo en la universidad… es el encargado de la Capilla y la Basílica
- ¿No era ese tu trabajo?
- Yo estoy encima de él- y Yulia tuvo que reírse por la simple alusión sexual que aquello conllevaba. - ¡Yulia Volkova!- se escandalizó graciosamente, ahogándose con el último bocado de sus Linguine.
- Yo no dije nada- dijo, levantando los brazos para liberarse de toda culpa. – En fin, ¿tiene hijos?
- Dos… y aquí es donde creo que tú le vas a ver el problema- rió Larissa. – Vittoria tiene dieciséis… y Luca tiene diez
- ¿Y qué tan serio es lo de ustedes dos como para que tú creas que yo le veo un problema a eso?- preguntó Yulia, volviéndose hacia una Lena cabizbaja, que sabía que pensaba lo mismo que Yulia.
- Apenas estamos saliendo… pero los dos me conocen, viajan a Roma cada dos semanas a ver a Bruno, viven con Ravenna en Florencia… Ravenna es la ex-esposa de Bruno
- ¿Y…?
- Nada… tú sabes, para Vittoria soy irrelevante, y Luca me ve como su abuela- rió. – Porque sucede que la mamá de Ravenna es sólo tres años mayor que yo
- Espero que te des cuenta que no es porque estás o te ves vieja, ¿está bien?- dijo Yulia, bebiendo luego de su Martini. – Porque eso, lo único que significa, es que Vittoria está consumida en su teléfono todo el tiempo y que la abuela de los Stronzetti se estrenó como madre demasiado joven- y Larissa y Lena simplemente rieron ante “Stronzetti”, pues, es que no era normal escuchar a Yulia decir palabras así, menos para referirse a “niños” con “little fuckers”. – Y también significa que Sara Peccorini tiene muchísimo más sex-appeal que la tal “Ravenna”
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Nov 05, 2014 9:34 pm

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Lunes veinticuatro de junio, 2013.


- Oh my God!- gimió Natasha al ver a Yulia, que se le lanzó en un abrazo.
- Hola, Cariño- sonrió, abrazándola de regreso, abrazándola como si no la hubiera visto en años. – Qué gusto verte- murmuró a su oído. Y, ah, qué bien se sentía tener a Natasha entre sus brazos, qué bien se sentía tener a Yulia entre los suyos, qué sonrientes ambas, hasta me hicieron sonreír a mí.
- I missed you so much- pero no se despegaban, estaban prácticamente fundidas, dando una escena de afecto público a la orilla del Pond de Central Park.
- Ha sido apenas una semana… pero una semana muy larga en tu ausencia- sonrió. – Me tenías preocupada, amor
- Lo siento mucho- suspiró, despegándose de Yulia para volver a abrazarla.
- No te preocupes… supuse que necesitarías tiempo para descansar, para asimilarlo todo, para recuperarte del estrés, tú sabes…
- Creo que hablaste con Phillip- Yulia asintió.
- También estaba preocupado… no te enojes con él…
- ¿Qué te dijo exactamente?
- No importa lo que me haya dicho… lo importante es que estás aquí, afuera… y que me llamaste
- No me digas esas cosas, por favor… suena a como si me tuvieras lástima…- se despegó de Yulia y la vio a los ojos con la peor de las sensaciones.
- No te tengo lástima, Nate… estoy preocupada, estamos preocupados… y quiero que sepas que si necesitas hablar, a la hora que sea, sabes que puedes hablar conmigo… yo no le voy a contar ni a Lena
- No es que no confíe en ti, eso lo sabes…
- ¿Pero?- murmuró Yulia, viendo a Natasha volverse a los patos, que tenía una bolsa de pan que no era fresco pero tampoco viejo.
- Me siento incomoda
- ¿Por Phillip o con Phillip?- preguntó, volviendo a ponerse sus gafas oscuras a los ojos y arrojando su hermoso bolso sobre la banca que estaba al otro lado del angosto camino de cemento, la banca que quedaba frente a Natasha, más bien a espaldas de ella, pues ambas encaraban el Pond. Natasha sólo la volvió a ver y Yulia supo que era más complicado que eso. – Soy toda oídos…
- A mal paso darle prisa- dijo rápidamente entre su exhalación. – No me siento cómoda conmigo misma- y, antes de que Yulia pudiera preguntar “¿por qué?”, Natasha levantó la palma de su mano para evitar la pregunta. – El domingo… hicimos el amor, tuvimos sexo tosco y rudo, volvimos a hacer el amor… ordeñé a Phillip, me dejó muerta, sobre toda superficie del apartamento, posiciones nuevas, posiciones viejas… gritos, gemidos, jadeos, de todo… sexo oral, vaginal… y, por supuesto, para terminar, a eso de las ocho de la noche, en la última ronda, apareció por primera vez el condón
_Pense que nunca lo usaría otra vez - murmuró Yulia, pues tuvo que bajar la voz ante los peatones que se acercaban.
- No soy una experta en sexo anal, sabes?- murmuró Natasha de regreso, haciendo que Yulia dibujara un “Oh” con sus labios, que, de haber visto sus ojos, habría visto la totalidad de una expresión de sorpresa, pues, muy en el fondo, Yulia no creía que Natasha fuera, literalmente, a regalarle su trasero a Phillip. – Anyway… aquello es historia
- No me puedes dejar así… ¿te gustó?
- No sé si me gustó o no… lo que si te puedo decir es que eso de que no duele es mentira… yo sentí que me estaba taladrando hasta el cerebro- se sonrojó. – Y no es que me haya dejado parapléjica, pues tampoco fueron tres metros los que me metió… pero, en fin, no es algo que voy a hacer ni siquiera una vez al mes…
- En escala del uno al diez, ¿qué tanto te dolió?
- Sólo me acordé de cuando me disloqué la clavícula en la final del campeonato de Lacrosse en el colegio… creí que me estaba incendiando, aquello me quemaba, me ardía, me dolía, me sentía floja pero apretada, vista nublada, náuseas
- Nate, si te das cuenta que acabas de describir, de manera literal, la expresión: “Pain in the ass”, ¿verdad?- Yulia logró provocar una carcajada en Natasha, quizás la primera en toda la semana que no la había visto, que no la había visto desde la Boda.
- El punto es que, después de eso, caí dormida… como si me hubieran dormido con cloroformo y, antes de eso, me hubieran dado dos pastillas para tranquilizar a un Elefante… no me desperté hasta que Phillip regresó de la oficina el lunes a las seis y algo de la tarde…
- ¿Te asusta eso?
- No, no esa vez en particular… se lo atribuí a que estaba cansada, que era el cansancio acumulado- Yulia le hizo una expresión manual de “continúa, por favor”. – Llegó el lunes y me preguntó qué había hecho, le dije que dormir, porque eso había hecho…luego, lo que te voy a decir, se repitió de martes a viernes- Yulia asintió. – Se despertó, como siempre, a las cinco y media, me dio un beso y se retiró a hacer ejercicio, a las seis y media se metió a la ducha, yo no me metí a la ducha con él, ni porque sabía que no lo vería hasta doce o trece horas después, se vistió, me dio un beso de despedida a las siete de la mañana y se fue a trabajar… me quedé tirada en la cama, que sólo me levanté para ir al baño, a veces a sufrir- dijo con una expresión de “sufrir por tú sabes qué, que no lo vamos a discutir ni ahora ni nunca”. – Para dejar entrar al del delivery, y nada más… la cosa es que me dio vergüenza que ya eran casi las seis y media de la tarde, hora en la que usualmente Phillip sale de la oficina, y me bañé aunque no quería bañarme, arreglé la cama porque Agnieszka no llegó en toda la semana, llegó Phillip justo cuando terminaba de arreglar la cama, me abrazó por la espalda y me preguntó: “¿Qué hiciste ahora?”
- ¿Y?
- No tengo cara para decirle “nada, mi amor, he estado en estado vegetativo, intentando hacer fotosíntesis desde la oscuridad de nuestra habitación”…
- ¿Y qué te preocupa?- murmuró Yulia, cayendo sobre su trasero en la banca, pues siempre era así, Yulia se sentaba en la banca, cruzando su pierna derecha sobre la izquierda, siempre en sus Stilettos, con sus brazos estirados paralelamente al borde del respaldo de la banca, y la veía a través de sus gafas Chanel, de tinte apenas marrón, pues no le agradaban los de tinte negro.
- He tenido unos meses un poco intensos… que terminaron en cuestión de ocho días, y ha pasado una semana desde la boda y me siento exhausta
- Pues, es lógico, ¿no crees? Digo, los últimos días son catalizadores, supongo que tienes cansancio acumulado, ¿desde cuándo no tienes la presión de no llegar a cierta hora a la oficina, Nate?
- Tú crees que tiene mucho que ver con mi salida de Project, ¿verdad?
- Acuérdate de cómo fue cuando te saliste de Public Relations, pasaste una semana dormida, que sólo te levantabas para pagarle al del Delivery, o al baño, pasaste, vergonzosamente, dos días sin bañarte… ¿esperas que sea algo diferente?- Natasha se encogió de hombros. – Aquella vez trabajaste por menos de un año y pasaste en ese estado una semana días, has trabajado en Project… ¿qué? ¿Tres o cuatro años?
- Cinco años, Yulia… cinco años en los que derramé todo mi amor en optimizar ese desastre…
- Oye… ven, siéntate- murmuró, halándola suavemente por la cadera y sentándola a su lado. – Háblame, por favor
- Me siento inútil- suspiró, hundiendo sus manos en su rostro, sintiendo un abrazo de Yulia, al menos un roce por su espalda.
- Necesitabas un descanso, amor, está bien no hacer nada… en italiano lo conocemos como “Dolce far niente”… que significa: “El placer de no hacer nada”… quizás sea una diferencia cultural la que te voy a plantear, pero aquí la cultura es hacer, hacer, hacer y hacer más, y es precisamente lo que lleva a la gente a lo que tú tratabas de hacer en Project… tú intentabas separar la vida laboral de la natural, intentabas prevenir el Burn Out y el Bored Out… si te tomas un descanso,no te aburres y no te quemas...
- No quiero ser una ama de casa, no quiero ser de las potenciales “New York’s Wives” o como sea que se llame el Reality Show ese…
- ¿Te sientes ama de casa porque no has hecho nada una semana?- resopló Yulia, consiguiendo un “sí” mudo de parte de Natasha. – te llame, porque no me devolvistes la llamada?
- Estabas con tu mamá, no quería arruinarte tu tiempo de oro con mis estupideces
- ¿Tienes alguna idea de lo que una semana sin ti significa para mí? Yo ni siquiera sé qué voy a hacer cuando Phillip y tú se vayan de Honeymoon
- ¿Por qué no llegaste al apartamento?
- Porque creí que necesitabas tiempo, espacio, o como sea que se llame eso… supongo que un poco de privacidad no le cae mal a nadie, pero sólo de vez en cuando- sonrió. – Además, consideré que quizás querrías involucrar a Felipe un poco más ahora que… tú sabes…
- Cuando te avergüenzas de ti misma no es muy fácil compartirlo con alguien más
- Nate… lo que no entiendo es por qué te avergüenzas, ¿es por lo que pasó el domingo o qué?
- No, eso fue un poco satánico nada más… es sólo que me siento inútil, no tengo nada que hacer, no tengo trabajo, ¿qué se supone que haré?
- ¿Has pensado en buscar un trabajo como todo mortal?- rió Yulia, pues era la pregunta más adecuada.
- No hay mucho que pueda hacer, o que me llame la atención- se encogió de hombros, arrojándoles un pedazo de pan a los patos. - ¿Y Lena?- dijo, cambiando drásticamente el tema, pues Yulia estaba excavando en el núcleo de su consciencia.
- Tenía una reunión, que una de las amigas de Lilly Hatcher se enteró de la casa de muñecas que había hecho para Penelope y quiere que Lena le haga algo parecido pero en una habitación entera… como una ciudad o algo así… en fin, cuéntame de tu matrimonio- sonrió Yulia, siguiéndole el juego, pues a ella tampoco le gustaba presionar a Natasha, no buscaba peleas, ni discusiones, ni nada que se pudiera evitar con algo tan sencillo como eso.
- Igual que mi noviazgo- sonrió. – Eso es lo que me mantiene de pie, creo yo… saber que no ha cambiado nada en ese aspecto, ni con él, ni contigo… me quita un peso de los hombros
- Deja de ser Atlas, ¿sí? Deja de cargar al Mundo en tu espalda
- Por ahora me considero existencialista, cargando con mi propio peso- rió, cayendo en un abrazo con Yulia, sobre su hombro, abrazándola por la cintura, sobre el algodón de su camisa desmangada amarilla.
- Camus estaría tan orgulloso- rió Yulia, acariciándole el cabello a aquella neoyorquina aturdida, extranjera para sí misma. - ¿Qué tal estuvo el regalo de Bodas?
- Increíble, lloré de la emoción- rió, retomando su Hobby. – Gracias
- ¿Por qué me lo agradeces? Fue idea de Phillip
- Independientemente, gracias… gracias por estar aquí conmigo, ahora, y por no haber hecho ningún comentario de mi Hobby
- Supuse que, eventualmente, o tú o yo desistiríamos de tratar tu Hobby de caninizar a los patos…
- ¿Caninizar?
- No lo sé, me acabo de inventar el término, neologismo… “volverlo can”- rió.
- Eso es lo que hace el amor verdadero- rió, la segunda carcajada de la tarde, y eso que ya llevaban media hora de estar alimentando a los patos. – Pero, bueno…basta ya, ¿qué tal estuvo todo con tu mamá?
- Agárrate… mi mamá tiene novio- Natasha sólo rió nasalmente y le hizo una seña, a Yulia, de que continuara. – Es once años menor que ella
- Oh, ahora hablame- rió. - ¿Qué más?
- Dos hijos… él está divorciado…
- ¿Y cómo te sientes al respecto?
- Oye, no me vengas con tu psicología- le advirtió Yulia. – Pero me siento normal, es justo, ¿no? Si mamá no dice nada de mi relación con Lena, yo no tengo derecho a opinar sobre su relación con Bruno
- Buen punto, muy buena conclusión debo decir, digna de admirar, ovacionar y aplaudir… ¿cuánto tiempo tienen de estar saliendo?
- Dos meses y medio o dos, lo transfirieron hace poco de Florencia
- Eso quiere decir que empezaron a salir después de que llegamos- suspiró. - ¿Está contenta tu mamá?
- Supongo que sí… y yo que pensaba presentársela a Volterra- rió.
- Volterra es de tu suegra, o tu suegra de Volterra
- Hablando de eso…- dijo Yulia, quitándose las gafas para rascarse los ojos. – Algo de eso hablé con Lena… y me dijo que dejara de pensar que eso era como en “The Notebook”… y no entendí la referencia, ¿me podrías ayudar?
- Bueno, sólo he visto la película, no sé qué tan distinta sea al libro
- Al grano, Natasha
- Está bien, Yulia… trata sobre una pareja, que la mujer se va del pueblo con la familia porque el hombre era mala influencia según los papás, y la mujer conoce a otro hombre en la ciudad, la mamá le intercepta las cartas del hombre del pueblo, la mujer se va a casar con el otro hombre pero regresa al pueblo y se reencuentra con el otro…
- Ah, ah…- suspiró. – Ahora entiendo
- Supongo que lo que te quiso decir es que Volterra no es como el hombre del pueblo, que se termina casando con la mujer aun después de haberse comprometido con el otro; que si lo piensas románticamente, era entendible, porque la mamá le interceptó las cartas, pero a Inessa nadie la obligó a irse con Sergey, y tampoco es como que Inessa regresó a Volterra, ¿o sí?
- Yo qué sé, Nate… pero Lena habla de que Inessa está en una etapa en la que se está castigando a ella misma, o que al menos así la siente- dijo, hundiéndose entre sus hombros. – Y tiene sentido… pues, la manera en cómo Lena  me planteó la situación, no creo que Volterra sea su papá…
- Vuelvo a lo mismo, Yul, si Volterra fuera su papá, ¿no estaría tratándola como un papá? Digo, no que la interrogue sobre su relación contigo, sino que la llamara “hija” y cosas así
- Hay algo que no encaja, ni considerando la posibilidad de que sea su papá…
- ¿Qué es lo que no encaja, Arquitecta?
- ¿Por qué te complicarías la existencia? Digo, Volterra trajo a Lena, la mantuvo aquí hasta que se completara su visa de trabajo, no fue como lo hizo conmigo
- Fue parte de un favor que le hizo a Inessa, supongo, no lo sé
- Sí, pero igual, Lena mencionó que el Estudio le pagaba la renta del apartamento en Chelsea… yo nunca autoricé un pago para ningún apartamento… eso salió de la bolsa de Volterra… y, además, si te complicas por una persona, ¿por qué no complicarte por tres? Digo, “go big or go home”, si Volterra hubiera querido ayudar a Inessa, ¿no hubiera traído a Inessa y a Katya también?
- Tal vez era Inessa la que no quería nada con él, y Katya vivía con Sergey, ¿no?
- Sí, pero el objetivo era Lena, no era Katya, no era Inessa… Lena dice que es porque Inessa no está familiarizada con la cultura, que a Sergey no le cae bien Volterra… Volterra les podría haber dado una vida de Upper East Side para que les sobrara, a las tres…
- Creo que simplemente le has intentado encontrar esquinas a lo que no tiene, deja de pensar en eso…
- Ponte en los zapatos de Lena, si mi teoría fuera cierta, ¿no te gustaría saber que el hombre, al que en tus sueños lo acusas de corrupto, no es tu papá sino que es una persona honesta, con un trabajo honesto?¿No te gustaría comprender por qué tu mamá se castiga tanto cuando ya acabó todo? ¿No crees que tienes derecho a saber la verdad?
- Sí, pero eso es si tu teoría es cierta… pero, ¿y si no lo es? ¿Y si es sólo una serie de coincidencias? ¿Has considerado la posibilidad de que, dentro de lo que debes saber como verdad, no tienes que saberlo? Digo, ponte tú en los zapatos de Lena, ¿realmente quisieras que tu vida se cayera después de veintitantos años, casi treinta? Yul, el ignorante vive más feliz porque no conoce la verdad “absoluta”
- Tienes razón, tienes razón… supongo que sólo he materializado conexiones donde no las hay- suspiró, volviendo a ponerse sus gafas. –Lo dejamos aqui
- O puedes preguntarle a Volterra- susurró Natasha, como si aquello nunca sucedió.
- ¿Por qué me diría a mí la verdad cuando no se la ha dicho a Lena?
- Y estas 100% segura que Lena cree que Sergey no es su padre, pero es su "figura paterna"?
- Por favor, lo llama “papá”… lo que yo daría por que mi mamá me dijera que Oleg no es mi papá, sino sólo un idiota que se le cruzó en el camino…
- Piensa bien la respuesta a la pregunta que te voy a hacer, ¿está bien?- Yulia asintió. - ¿Esto es por Lena o por ti? ¿Para quién tendría más significado que Volterra fuera su papá, para ti, o para Lena? Porque si es porque tú no quieres a tu papá, puedes querer al mío como tuyo… estaría encantado de que lo llamaras “papá”
- Ya superé eso… pero no puedo dejar de quererlo, no puedo odiarlo tampoco, no puedo perdonarlo, tampoco puedo dejarlo pasar…
- ¿Y tú le llamas a eso “superarlo”?
- Superé mi parte, el hecho de no decir nada, de no dejar que hicieran algo, de no hacer algo yo, me perdoné… él no me da miedo, ya no más, crea en mí una especie de repulsión, pero estoy segura que, el día en el que ese hombre se muera, voy a llorarlo… lo que hizo no puedo perdonarlo, no puedo deshumanizarme, tampoco puedo santificarme… no puedo perdonarlo porque no puedo olvidarlo, no puedo olvidarlo porque no puedo perdonarlo
- Algún día se dará cuenta de lo que perdió- sonrió Natasha. – No sé qué es perderte… y acabo de sonar bastante lesbiana- rió.
- Algo se te pasa- rió cínicamente Yulia. – Lo hago por mí… no puedo dejar que mi egocentrismo traspase la barrera al egoísmo, no sabiendo que, lo que es ganancia para mí, puede ser pérdida para Lena… no puedo ser tan egoísta
- Entonces… este pedazo de pan- dijo, alcanzándole un trozo que cortaba con sus dedos. – Simboliza la incógnita de si Volterra es el papá de Lena o no, acaba con esa incógnita- y lo colocó en la palma de su mano, que Yulia lo arrojó a los patos, viendo cómo lo devoraban, cómo devoraban aquella incógnita.
- Te diré lo que vamos a hacer- suspiró Yulia, envolviendo la mano de Natasha alrededor del trozo de pan que sostenía en ella. – Si aquello simbolizaba mi incógnita, éste representa tu “inutilidad”, ¿sí?- sonrió, viendo a Natasha arrojarlo a los patos, viendo también cómo lo devoraban, y ya no más pan, pues ya no había. - ¿Quieres venir a cenar a mi apartamento? Lena tiene preparados croissants sólo para cortarlos, rellenarlos Provolone o Mozzarella ahumado, y jamón de York o jamón de pavo y enrollarlos…
- ¿Comida hecha en casa? Ni pensarlo dos veces- rió. – Creo que estoy a punto de enfermarme entre desayunar McDonald’s, almorzar del Plaza y cenar lo que a Phillip se le antoje comer…
- ¿Y qué piensa Margaret Anne Robinson de eso?- sonrió Yulia, poniéndose de pie, tomando su bolso Balenciaga negro.
- Quiere que Agnieszka no sea sólo de limpieza, sino que la convierta en ama de llaves… está preocupada por mi colesterol- rió en una carcajada, tomando su enorme bolso de la banca y abrazando a Yulia por la cintura, por la espalda. – Dice que tengo dos opciones: comer menos dañino o hacer ejercicio… y hacer ejercicio, si no es para meterme en mi vestido de novia, jamás… me pone de mal humor, no quiero condenar mi matrimonio, no cuando mis días femeninos no lo han condenado ya
- Adivino: ¿“Ella Natasha, empezarán a crecer hacia los lados”?
- Es correcto, Yulia Volkova…
- ¿Qué piensa Phillip?
- Le da igual- rió. – Igual, Agnieszka empieza el miércoles… lo arreglé con la agencia…
- La fortuna que pagarás- rió Yulia, pasando su brazo por el hombro de Natasha.
- Phillip es el que hizo los números, dice que Agnieszka gana dieciocho dólares la hora, y el horario sería de seis de la mañana a nueve de la noche, de lunes a domingo, cada dos semanas tiene derecho a salir todo el fin de semana… son doscientos setenta al día, mil trescientos cincuenta por días hábiles, sólo a la semana, lo que significa que, al mes, Agnieszka gana seis mil quinientos, por impuestos le quitan quinientos, la agencia cobra mil quinientos dólares por comisión de ama de llaves, lo que deja a Agnieszka ganando sólo cuatro mil… Phillip quiere que Agnieszka gane lo que trabajó, y dijo que le iba a completar, mensualmente, de manera “off-the-record”…
- Agnieszka es como tu mamá- rió. – Además, entre satisfacer tus necesidades de lavandería, de limpiar ese Penthouse, ir de compras para abastecer el supremo congelador que te puse… creo que Phillip tiene razón
- No digo que no la tenga… y odié que no llegara la semana pasada
- ¿Por qué no llegó?
- Una de las hijas se enfermó y pidió sus días personales con la agencia, me llamaron para saber si quería que mandaran a alguien que la cubriera, dije que no- rió, saliendo de Central Park, caminando al borde de él, pues estaban demasiado cerca del apartamento de Yulia. – Sino, créeme que me hubiera levantado de esa cama, aunque sea para mover el culo hasta el sofá y dejar que CNN me durmiera
- Perdón que te cambie un poco el tema… pero… para que muevas tu culo un poco más, para que recuperes tu dignidad y tus ganas de volver a la realidad subjetiva- sonrió, viendo a Natasha colocar un cigarrillo en sus labios. –Deberias dejar de fumar- murmuró Yulia, tomando el cigarrillo de los labios de Natasha y quebrándolo por la mitad. – Ahora que estás relajada, que no tienes estrés ni de boda, ni de trabajo, ni de nada, intenta dejarlo ahora… por favor
- ¿Por qué?
- Mira, yo sé que no ha pasado tanto tiempo desde que lo dejé… pero siento la diferencia… y no te niego que no he querido fumar la cajetilla entera de una sola vez, meter los veinte cigarrillos en mi boca e inhalarlos todos al mismo tiempo… pero realmente se siente mejor
- Está bien, está bien… lo intentaré- rezongó, enrollando sus ojos a lo niña caprichosa.
- Gracias, por el bien tuyo y de quien sea… un fumador menos ya es algo- sonrió. – En fin… lo que te quería decir… me aprobaron la ambientación de “Prestige”, el nuevo restaurante de la cuarenta, y tengo que ir de compras mañana… ¿me harías el honor de acompañarme?
- ¿A dónde irás?
- Tengo que ir a “Mood”, a Brooklyn, a este local que vende iluminación, a comprar la pintura, las plantas, y a hacer el encargo de la cocina, los baños y el bar
- ¿A qué hora?
- A las ocho salgo a “Mood”…
- Me tendrás a las siete y media en tu apartamento… gracias
- ¿Por qué me agradeces?
- Porque estás aquí, ahora, y me estás ayudando
- Amor, Phillip hizo un voto por mí y ni cuenta te diste: “para cuando Yulia no esté para dártelo”
- ¿Tú le ayudaste a escribir sus votos?
- Vocación de escritora no tengo, Darling, pero él pensó que estaría bien… aunque PageSix lo llamó “de mal gusto”
- Están celosos que “soltero” número cuatro ya no está soltero… y saben que me hizo el amor sobre cada superficie del apartamento
- Nate, ¿te hizo el amor?- resopló.
- Podria haber sido un poco brusco,cogi su cerebro y seguro me cogio mas duro que nunca… pero nadie sabe la satisfacción que tuve al no ver, ni sentir, ni siquiera acordarme del tal condón… bueno, me duró poco por lo otro, pero igual, no es algo que lo voy a hacer todos los días
- Pero tú me dijiste una vez que era una de sus fantasías…
- Su fantasía era meterme el dedo, no que le triturara su “Lethal Weapon” con el culo
- ¡Natasha!- se quejó Yulia. – Come on… ¿no puede ser un poco más delicada con tus palabras?
- ¿Y qué quieres que diga? Si realmente le estaba triturando su “pene” con mi “ano”…
- Suena crudo, pero mejor, al menos más correcto… menos grotesco
- Yulia,no entiendo cómo puedes no referirte a algo así con esas palabras… como llamas a tu vagina?
- Vulva
- Aceptable, lo acepto… ¿a tu culo?
- Pues, culo es culo, no lo niego, aunque también se le llama trasero, nalga, como sea, pero a lo que tú te referiste con “culo”, yo me refiero a él como “ano”… es sólo que si tienen un nombre, ¿por qué no usarlo? Es como que te llames Natasha pero yo te llame Claire
- Está bien, Miss Fancy Words… oye, ¿cómo va lo de la propuesta de matrimonio?
- Después de haber querido jugar a “National Treasure meets Formal Logic” con Lena… lo mantendré sencillo, simplemente me voy a valer de algo cotidiano para hacerlo especial… y me pican las manos por pedírselo ya…
- ¿Por qué la prisa? ¿No me dijiste que querías esperar hasta después del verano, entrado el otoño?- suspiró Natasha, sacando su iPhone de su bolsillo para responderle a Phillip el iMessage de “Voy a casa, ¿qué compro de cena?”
- Le conté a mamá…- Natasha levantó la mirada, dejando de escribirle a Phillip un “Ven a donde Yulia”. – Me dijo que si era lo que quería hacer… que lo hiciera… que ella no podía vivir mi vida por mí y que no iba a interferir en mis decisiones, porque interferir en ellas sería como privarme de ciertas libertades que les ha dejado a mis hermanos…
- Sea como sea que se lo pidas, será especial…se acordará de eso toda su vida… además, no será un cliché como que se lo pidieras en Valentine’s o algo así- rió, viendo a Yulia saludar a Józef, para luego dirigirse a uno de los ascensores.
- ¿Valentine’s?- repitió para sí misma. – Ya pasó… y no voy a esperar al siguiente…
- ¿En qué estás pensando?
- Tu sabes....solo"cosas"-guiñó su ojo, entrando al ascensor y sacando su iPhone. – Oye, ¿alguna vez has pensado en volver a las Relaciones Públicas?
- Me gustaba, pero creo que ya no estoy para desvelarme tantas noches a la semana, eso sí sería sacrificar mi matrimonio, acabarlo antes de empezarlo… Phillip no me conoció en esa época
- En teoría sí se conocían, pero no eran novios
- Como sea, Yul… yo no quiero volver a eso, no así, te consume… todo lo bueno que ese mundo me pudo dar, ya me lo dio, ahora corro peligro de que, si vuelvo a él, me quite lo que me dio
- Entonces que quieres hacer para ganarte la vida? quiero decir… volviendo a que no quieres estar en tu apartamento todo el día…- pero, ay, ay, ay. – Mrs. Davis- sonrió Yulia. - ¿De visita de nuevo en el octavo piso?
- Yulia- sonrió. – Estaba viendo si Mr. Kramer sabía algo de fontanería, aparentemente tengo una fuga en el grifo de mi cocina… pero no sabe nada de fontanería
- ¿De dónde se le está saliendo el agua? ¿Del grifo, del sifón o de la succión?
- No tengo ni idea de lo que me estás preguntando, Yulia- rió, que el ascensor se detuvo en el onceavo piso.
- Si quiere puedo ayudarle- dijo Yulia.
- No te preocupes, no quisiera quitarte tu tiempo- sonrió un tanto frustrada, pues, no era que Yulia no fuera de su agrado, porque lo era, pero era aquello de que, el hecho de ser lesbiana, peor que no lo disimulara, le restaba agrado, aunque, como todo humano, de manera hipócrita le sonreía y la veía a los ojos a pesar de ella creer que Yulia no se lo merecía.
- Nada de eso, Mrs. Davis… es parte de lo que me da de comer- sonrió Yulia al detenerse el ascensor en el onceavo piso.
- No, Yulia, no te preocupes, veo que tienes invitados… ya Richard llamó a un fontanero
- Bueno, si en algo puedo ayudarle, estoy para lo que sea- sonrió, tomando a Natasha de la mano, sin intención alguna de provocarle pensamientos negativos a Mrs. Davis, simplemente era normal para ella. – Que tenga un buen día- murmuró, abrazando a Natasha al salir del ascensor para luego darle un beso en la cabeza.
- Si sabes que esa mujer es un poquito homofóbica, ¿verdad?- dijo Natasha, guardando su iPhone en su bolsillo.
- Pues, no espero que todos acepten… pero, ¿cómo sabes?
- Entra con cara de estar en proceso de parto al ascensor, te dice que ha ido a decirle a tu vecino que tiene una fuga, ¿te dice todo lo que hace?, la cara que trae es porque el vecino no tiene ni idea, tú le dices que le puedes ayudar, te dice que no, que ya el vecino le ha llamado un fontanero, ¿por qué no lo dijo desde el principio?
- No sé, tienes razón… antes de que Lena se apareciera, en general, casi que me adoptaba- rió entre su exageración. – No me importa si no me “acepta”, no tiene por qué hacerlo y tampoco me voy a morir si no lo hace
- Sólo decía…- murmuró, entrando al apartamento de aquella mujer que era más que su mejor amiga. – Perdón… es sólo que estoy un poco de mal humor
- Ya me había dado cuenta… no sería la primera vez que trato con una Natasha así… - la tomó de la mano obligándola a dejar su bolso sobre el suelo, y la llevó hacia la habitación del piano, en donde ya alguna vez la había logrado calmar. -¿De qué quieres hablar?
- De tu proposal- sonrió, cayendo sobre el banquillo al lado izquierdo de Yulia mientras ella descubría el teclado. Yulia sólo respiró hondo y sacudió su cabeza con una sonrisa ridícula que se transformó en una risa nasal. – No seas así… comparte tus pensamientos con tu mejor amiga- sonrió ampliamente, así como sería catalogado el equivalente a aquella expresión facial del Gato con Botas.
- Me quede sin ideas...Tengo que pensar en algo- murmuró, empezando a presionar ciertas teclas, inundando a Natasha con una sonrisa, para lo que le gustaba Adele.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Nov 05, 2014 10:09 pm

- ¿Alguna vez te conté, en detalle, lo que me había dicho Phillip?- Yulia sacudió la cabeza, recreando la imparable voz de aquella británica con las mismas teclas, que mantenía con los pedales y con su mano derecha mientras mantenía la melodía con la izquierda, ayudándose de la izquierda, cómo le gustaba estar al piano últimamente, y a Natasha cómo le gustaba esa canción en especial. – Justo cuando están cantando “supercalifragilisticexpialidocious”, se acercó a mi oído…
- ¿Algún día te vas a aburrir de esta historia?- le preguntó Phillip, quien sabía que a Natasha le estorbaba que le hablaran durante su obra favorita, durante Mary Poppins.
- No, es perfecta- le respondió aquella mujer el martes veinticinco de diciembre en el Amsterdam Theater, era alrededor de las nueve menos diez de la noche. – She’s practically Perfect
- Yo pienso que tú eres perfecta también, más perfecta que ella, porque ella es un personaje ficticio… - Natasha lo volvió a ver con expresión de “¿podemos seguir viendo la obra y luego me halagas?”, pero Phillip no cedió. – Creo que eres perfecta en el magno sentido de la palabra, que eres gentil y bondadosa, cosa que no te toca ser sino que escoges serlo…
- Phillip, mi amor… eres muy lindo, de verdad, pero… ¿podemos continuar la plática al finalizar?- sonrió, volviendo su rostro hacia el escenario, que hacían ese bailecito que tanto le gustaba.
- Yo sólo quiero una historia perfecta con la mujer perfecta- sonrió, colocándole, entre las manos, el bolso miniatura de Mary Poppins, de tamaño de monedero. – Quiero un bolso sin fondo para depositar la grandeza de la historia perfecta con la mujer perfecta- murmuró, dándole un beso en la mejilla y volviendo totalmente a ser un espectador más de aquella obra que, sin exagerar, había visto no menos de veinticinco veces en los últimos cinco años, todas y cada una con Natasha, pues no podía negarle hora y media de sonrisa eterna, de aplausos como si fueran la primera vez que la impresionaran de esa manera, y que cada vez que cambiaban a alguien del reparto, Natasha entraba al Backstage, porque podía, y hacía que cada uno de los protagonistas autografiaran la fotografía colectiva, pues tenía la que Margaret y Romeo le habían regalado, autografiada por el reparto de la película, para su vigésimo primer cumpleaños. – Pero ese bolso, es tan pequeño que es tan infinito y concentrado…
- ¿Estás drogado?- resopló, no entendiendo nada de lo que Phillip decía. Phillip sólo resopló y siguió clavado en la obra, que era buen actor, pues era un sacrificio total, nada cambiaba, sólo el reparto y los asientos, pero la historia era la misma, y no lograba comprender por qué Natasha debía verla tantas veces, pero, como ya dije, era por ver a Natasha feliz. - ¿Te sientes bien? Porque si no te sientes bien podemos irnos- dijo a su oído, apretujando el monedero y sintiendo que había algo dentro, algo que parecía haber sido metido por obligación.
- Me siento perfectamente bien- sonrió, viendo, de reojo, que Natasha abría el monedero y sacaba aquel brazalete que era alusivo a Mary Poppins, del que colgaba un charm del bolso mismo, el paraguas, el sombrero, la bota, el retrato de la sombra, un “Practically Perfect” y algo que no era parte de los charms; aquel Attraction Engagement Ring by Harry Winston.
- Oh my…- suspiró, volviéndolo a ver, que él ya la veía con ojos de ternura y conmoción.
- Ya cumpliste los veintiocho reglamentarios, ahora estás cumpliendo los veintiocho que nosotros queremos que tú cumplas- sonrió, tomando el brazalete de sus manos y sacando el anillo de él. – Tengo el permiso de tus papás, St. Patrick’s Cathedral y El Plaza para que todo sea perfecto- susurró, deslizándole el anillo por el dedo anular izquierdo. – Sólo falta que me des la respuesta
- Sí, sí, sí…- susurró rápidamente entre los besos que le daba a Phillip en sus labios. – Con o sin permiso de mis papás, con o sin St. Patrick’s Cathedral, con o sin El Plaza… sí, sí, sí, al fin mil veces sí- y no dejó de atacarlo a besos hasta que, los de la fila de atrás, les dijeron que había menores presentes y que, en el peor de los casos, trasladaran la escena de amor a un hotel.
- Y luego hicieron el amor, sin condón porque había que celebrar, y te hiciste los tatuajes- sonrió Yulia.
- Exacto, mi queridísima amiga- dijo, recostando su cabeza sobre el hombro de Yulia. - ¿Piensas planearlo?
-No lo sé- sonrió. – Las cosas que no planeo son las que, a veces, me salen mejor que las que planeo… como Lena- suspiró, cerrando sus ojos y reanudando sus dedos sobre las teclas del piano y, olvidándose de los gustos de Natasha, se dejó llevar, improvisando, aquella otra pieza de Chopin que tanto le gustaba, Op. 9, No. 1. – Pero algo tengo que planear para que me salga bien, ¿no?
- ¿Tienes ideas?
- Tenía… pero era demasiado complicada hasta para mí, hasta para que yo lograra que Lena se diera cuenta de lo que estaba pidiéndole
- ¿Por qué no sólo se lo dices?- Yulia se encogió de hombros entre sus intranquilos dedos y no los tranquilizó, sino que cerró los dedos y se dejó llevar por la memoria de aquellas partituras que había guardado en lo más oscuro de su cerebro, en aquella caja que no había querido abrir, ni siquiera buscar. – Háblame, que tu vida es más interesante y coherente que la mía
- Hay tantas maneras de hacerlo… puedes decirlo, preguntarlo, insinuarlo… y, sin ofender, si Lena me dice lo que tú le dijiste a Phillip, al principio… quiero decir, respeto a Phillip por tener paciencia y madurez para aceptar una respuesta como la tuya… si Lena me dice que sí pero que no en un momento pronto, creo que me muero
- Lo importante es que te diga que sí, ¿no?
- La semana pasada me atacaron los “what if…”, ¿sabes?- sonrió un tanto sonrojada, abriendo los ojos y deteniendo la melodía, volviéndose a Natasha, quien la veía con desconcierto. – Que pasa si me muero mañana? Que pasa si estoy perdiendo mi tiempo pensando en maneras estupidas para proponer en lugar de solo hacerlo? Que pasa si pierdo tiempo, es tiempo que lamentare? No sabes lo mucho que odio los finales… y pensar que lo mío con Lena puede tener un final… simplemente me aterra
- Finales siempre hay, Yul… pero no tiene nada de malo empezar algo “antes de tiempo” para ganar tiempo… “Carpe Diem”- sonrió Natasha, dándole un beso en su mejilla. – Quizás te suene un poco raro pero, ¿tienes algún bolso con forro interno a cremallera?
- Sí, una Delvaux y una Zagliani
- ¿Cuál es la que es más floja?
- La Zagliani, mil veces, ¿por qué?
- Mete el anillo dentro del forro y, cuando sientas que el momento es el adecuado, lo sacas y se lo propones- sonrió de nuevo, llevando las manos de Yulia nuevamente a las teclas, pues no podía negar que le gustaba que Yulia tocara el piano, más cuando era para ella, canciones más “pop”.
- ¿Y andarlo llevando todo el tiempo?- Natasha asintió. – Son cien mil razones para no andarlo en el bolso
- Nunca te han robado
- Por lo mismo, Querida… la Ley de Murphy- resopló Yulia, continuando con aquella canción, ahora de origen brasileño, muy emotiva, muy profunda, fuerte y marcada, llenando no sólo la habitación con aquella melodía, sino todo el apartamento, pues no habían cerrado la puerta y Yulia presionaba las teclas con mayor fuerza.
- Sólo hazlo porque, de no hacerlo, te vas a encontrar en un momento en el que dirás “Carajo, este era el momento perfecto” y no tendrás el anillo para hacerlo… y va a haber otros momentos así, los que sean indicados, pero tendrás que esperar a que vuelva a surgir uno de esos
- Tienes razón- susurró bajo el nivel de los sonidos que sus dedos provocaban. – Pero tendré cien mil razones para cuidarlo
- Te dirá que sí, ya lo verás- Lena apenas entraba al apartamento y notó el bolso de Natasha, y era imposible obviar aquellas tonadas que la conmovían.
- Si voy a proponérselo también tengo que estar lista para escuchar un “no”, ¿no crees?- dijo, mientras Lena caminaba por el pasillo, taconeando sobre sus Yves Saint Laurent Tribtoo de patrón de cebra, ah, lo orgullosa que había estado Yulia al ver cómo se los compraba la semana anterior y, todavía más, cuando se los había visto por lo mañana, pues, como siempre, Lena llegaba diez o quince minutos después que Yulia.
- Puedes estar lista, pero tienes que creer en la respuesta que quieres escuchar, no porque te hará feliz sólo a ti sino porque sería para las dos- y Natasha casi revela todo aquello, aquello que estaba siendo guardado cual secreto de Estado, pues todos sabían menos Lena, bueno, casi todos, y Lena no era una persona que gastaba sus energías en descifrar lo obvio, pues Yulia, luego de haber quitado, tras un comentario actuado de Larissa, el afiche de Uncle Sam, no había mucho que pensar, y Lena se había dado cuenta que si Yulia quería jugar con ella, que jugara en la cama pero no con enigmas tan grandes como ese, y se paró a la puerta, viendo a aquellas dos mujeres, a su novia con los ojos cerrados, tocando aquella pieza que le estaba gustando y que se le hacía conocida, no quiso hacer ningún ruido, pues aquella escena era para apreciarla en su totalidad, pues no sólo veía a su novia sonreír mientras se movía al ritmo de sus dedos, sino también veía que Natasha estaba viva y sin nada alrededor de sus muñecas, pues hasta eso se había imaginado.
- Serás la primera en saberlo- resopló con sus ojos cerrados, aunque ya sabía que Lena estaba ahí, y no sabía cómo sabía, simplemente se sentía observada y, hasta cierto punto, invadida, pero no dejó de tocar la canción y dejó que Natasha reposara su cabeza sobre su hombro hasta el final de su interpretación.
- Veo que las dos se sienten mejor- resopló Lena al conseguir silencio en aquella habitación. Estaba recostada contra el marco de la puerta con su antebrazo izquierdo mientras se aflojaba su melena con su mano derecha, en donde se le marcaba aquel pequeño músculo.
- ¡Len!- sonrió Natasha, volviéndola a ver muy sensual en su camisa desmangada roja y en su pantalón negro, coronándose con aquellos Stilettos de patrón de cebra que estaban di-vi-nos, según Natasha y Yulia.
- Estás viva- sonrió, caminando hacia ella para abrazarla y darle dos besos, uno en cada mejilla.
- Mala hierba nunca muere- murmuró Yulia, burlándose descaradamente de Natasha.
- Somos inmortales, entonces- se defendió Natasha, viendo cómo Lena pasaba hacia Yulia y la tomaba por las mejillas para plantarle un beso en sus labios. Un beso totalmente inesperado pero rico, de aquellos que a Yulia la hacían brillar y a Natasha enternecerse.
- Mmm…- suspiró Yulia guturalmente ante aquel beso. - ¿Y eso?
- La gente está loca…- susurró, volviendo a unir sus labios con los de Yulia. – Cincuenta mil dólares por armar una habitación para Barbies…
- ¿Qué?- interrumpió Natasha.
- Traduzco- rió Yulia, habiendo mordido brevemente el labio inferior de Lena. – Le van a pagar eso, neto, por armar un montón de casas para Barbies- resopló.
- ¿Eso es un trabajo?- ambas asintieron. - ¿Y pagan tanto por eso?
- Son tres casas, un supermercado, una Boutique, un restaurante y dos piscinas… que, gracias a Yulia, será muy fácil hacerlo- sonrió. – Yo no me quejo de la paga
- Te mataría si te quejaras- dijo Natasha, notando el amor con el que Lena veía a Yulia, hasta le daba empacho, y Natasha sabía que Lena le diría a Yulia que sí, y Phillip también lo sabía, pues Lena ya le había comentado algo al respecto, no sobre Yulia y sus planes, sino algo de la idea del matrimonio en general, que todo lo puedo reducir a “Soy adicta a Yulia, quisiera ponerle un anillo para que nadie se le acercara, para que actuara como repelente contra hombres y mujeres, para que todos sepan que ella es mía y sólo mía”.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Vie Nov 07, 2014 11:30 pm

Continuación chicas



Martes, segundo día del mes de Julio, 2013; segundo día del año fiscal.




Eran las seis de la mañana, el sol ya empezaba a salir, empezaba a escabullirse por entre las cortinas de la habitación de Yulia, iluminando parte del final de la cama, la esquina en donde la puerta de aquella habitación se encontraba, parte del mueble, a cajones y puertecillas, en las que Yulia guardaba todo lo que tenía que ver con la ropa de cama, toallas que se necesitaban únicamente en el baño, y todas las reservas de los utensilios de aseo personal, pues Yulia compraba por docenas para no estar comprando cada cierto tiempo. La luz apenas les iluminaba los pies a mi pareja favorita, aunque sí, Phillip y Natasha también son mi pareja favorita, pero están en categorías distintas, y aquellos pies estaban hermosamente entrelazados, que, con sólo verlos, aquello me daba una vaga idea de lo pacíficamente que descansaban, de lo profundamente que dormían, y, conforme mis ojos se desviaban hacia la derecha, veía las piernas de ambas, que pantorrillas se convertían en muslos, las rodilla de Lena bajo la pantorrilla izquierda de Yulia, que terminaban por revelarme el trasero y la espalda de Yulia. Me conmovió que fuera Lena quien abrazaba a Yulia, que la sostenía entre sus brazos mientras descansaba su cabeza entre su quijada, su hombro y su brazo. A Yulia la despertó su reloj biológico, y se vio envuelta entre los brazos de Lena, se sintió bien, realmente se sintió bien. Volvió a cerrar los ojos y respiró profundamente, evitando estirarse o hacer demasiado ruido al respirar para no despertar a Lena, y se quedó allí, no se quiso mover, lo tenía todo, no le faltaba nada. Bueno, quizás sólo una ducha, pero, por lo demás, no le faltaba absolutamente nada. Sólo se acomodó, con sus ojos cerrados, y, ante una cabeza fría y relajada, vaya que sí estaba relajada, se dejó ir, sin ninguna técnica, sin ningún esfuerzo, se entregó a lo que yo llamo “sueño”.
Pero aquello no duraría mucho, al menos no tanto, o tal vez sí. Lena se despertó asustada, pues, ¿a quién no le asustaba “Pulp Fiction” a plenas siete y media de la mañana? Bueno, era ya tarde, y ni Yulia ni Lena se habían asomado por la oficina, Yulia por elección, porque podía, y Lena porque podía dormir el tiempo que la dejaran dormir, vaya don, vaya vocación, vaya pasión, qué envidia. “Pulp Fiction” era cuando Gaby llamaba, “The Godfather” cuando era Volterra mismo quien llamaba, para Katya tenía “Mah Na Mah Na”, risible y ridículo pero acertado, para Inessa tenía “Twisted Nerve”, aquella canción de silbidos que terminó por hacerse famosa tras Kill Bill, para Natasha tenía “Four To The Floor” de Starsailor aunque sólo tenía los primeros veinte segundos, alargados en instrumental, porque era poderoso e intenso, para Phillip tenía el tema principal de James Bond y, para Yulia, con mucho cariño, elegancia, ridiculez, burla, amor y respeto, le tenía el tema principal de “Sex & The City”. Pero Lena sólo calló su teléfono y siguió durmiendo al ver que Yulia dormía angelicalmente entre sus brazos, hasta le parecía que sonreía. Jamás había logrado dormir así, Lena quería tomarse un poco de crédito por tenerla así de muerta, pero la verdad era que le alegraba que Yulia pudiera dormir tanto, pues no había sentido que se moviera en toda la noche, aparentemente no lo había hecho, pues estaba en la misma posición en la que se había dormido al Lena estarle dando besos en su cabeza y paseando sus dedos entre su cabello. Se reacomodó, escuchando la suave vibración de su iPhone sobre la alfombra, pues hasta para eso había sido un tanto inútil, o había sido a propósito, arrojarlo sobre el suelo para que no vibrara sobre la madera de la mesa de noche.
- Gaby- llamó Volterra nuevamente, por novena vez desde las siete y media. - ¿Ya vino Yulia?
- No, Arquitecto, todavía no- le respondió, viendo la hora en el monitor de su ordenador, las ocho y media, Yulia ya tenía una hora y media de retraso, Lena una hora y quince minutos. Volterra suspiró en inmensa frustración, pues aquello le asustaba, Yulia nunca llegaba tarde y, siempre que no llegaría a trabajar o se atrasaba, llamaba a Gaby para que mantuviera al tanto a quien fuera por si preguntaban por ella, ¡y Lena! ¿Estaría tan enojado con él que había decidido tomarse el día libre? ¿Estaría contemplando la renuncia? Saludemos a un Alec Volterra en una etapa, de su día y de su vida, a la que llamaremos: Frustración y Angustia Suprema.
- ¿Y Lena?
- Tampoco
- Gaby, si en media hora, Yulia no aparece…- suspiró de nuevo, sabiendo que aquello estaba mal, mal en ambos sentidos, tanto por Yulia como por él. – Tengo una reunión y no puedo hacerlo personalmente- dijo, y se le notaba nervioso, Volterra no era de los que no terminaba una idea para empezar otra.
- Dígame, Arquitecto, ¿qué puedo hacer por usted? – abrió su libreta de apuntes, aquella que cambiaba cada tres meses por todo lo que apuntaba para hacer, de todo lo que Yulia le pedía que hiciera.
- Si en media hora Yulia no aparece, quiero que vayas a su apartamento y la busques…
- No tengo la dirección, Arquitecto
- Sesenta y Uno y Madison, el edificio 680 y el apartamento es el once… once “B”- titubeó, sabiendo que era el peor de los errores, pues, el solo hecho de mandar a Gaby a donde Yulia, era como mandarla donde Lena, en donde probablemente estarían las dos y, de cualquier forma, se daría cuenta que Yulia y Lena vivían juntas, y ahora, su Arquitecta estrella y la hija de su-alguna-vez-y-hace-años-novia-y-amor-de-su-vida quedarían cuestionadas ante la potencial homosexualidad. Bueno, ¿y a él que le importaba? Le importaba mucho. – Media hora
- Está bien, Arquitecto
- Mientras tanto sigue intentando localizar a Yulia, por favor… y a Lena también, por favor- Gaby simplemente pensó que Volterra estaba urgido por contactar a Yulia por alguna cosa de trabajo, que Yulia lo rescatara de algún error en algún plano, o que le ayudara a dimensionar alguna pared o alguna tubería de la “cosa religiosa” que tenía a cargo, proyecto que Yulia tuvo que pasar por el simple hecho de que no quería nada religioso en su portafolio, no era su especialidad y tampoco quería verse involucrada en eso, no de manera profesional. Y realmente a Gaby le pareció más importante Yulia, pues no le había dicho que fuera donde Lena, que ni idea tenía de donde estaba viviendo Lena, con que ni sabía dónde vivía Yulia y tenía más de tres años de trabajar con ella; era algo que no consideraba nunca, aunque tuvo que admitir que le había impresionado que viviera en el Upper East Side, tan cerca de Central Park y de la oficina. – Toma un Taxi, te lo reembolsaré luego- y colgó, considerando hablarle a Inessa para decirle lo que había pasado entre él y Lena, la razón por la que temía su renuncia o su supremo e histórico enojo, pero no pudo, pues su cliente llegó a interceptarlo, dándole luz verde a Yulia y a Lena.
- Buenos días, Arquitecta- sonrió Lena al abrir los ojos y notar que Yulia la veía con su mirada adormitada, todavía intentando enfocar la iluminación y las dimensiones. Las ocho y cincuenta y nueve. Era tarde. No. Tardísimo.
- Buenos días, Licenciada- dijo entre su voz pegajosa. - ¿Ya viste la hora?
- Llegaremos tarde a la oficina- resopló Lena, abrazando más fuerte a Yulia, y Yulia que se dejó.
- I’m the boss- rió Yulia, abrazándola a ella también. – Y no es como que tenga reunión con alguien… es más, no tengo ni proyecto particular, ¿y tú?
- Tenía una reunión pero la cancelé ayer para acompañarte a Teterboro- sonrió. – Sólo tengo que ensamblar y pegar las piezas de las cosas de Barbie…
- Me encantan tus manos- dijo Yulia, como si no hubiera escuchado lo que Lena le acababa de decir, y besó sus dedos. – Pobres dedos… dejados en el microtapizado de los muebles a escala…- y succionó, a lo largo, su dedo de enmedio. – Mmm…aun sabes a mi- susurró al sacar su dedo de su boca.
- Me alegra que Belinda y Nicole estén a cargo del edificio en Washington…- aquella plática mañanera no era la más coherente.
- Rebecca también está, pero de consultora… he dormido tan bien- resopló, dibujando un alocado trayecto superficial sobre el abdomen plano de Lena, introduciendo su dedo en su ombligo cuando tenía que pasar sobre él.
- Has dormido tan bien que no tienes un hilo coherente- rió, rozando su piel contra la de Yulia, qué rico, tibio durmiente, su temperatura favorita.
- Gracias- susurró, llegando con sus dedos hasta acariciar su pezón derecho, haciendo círculos suaves, un verdadero roce ligero, le encantaba cuando estaba dilatado, pues podía apreciar cada segundo que aquel pezón se tomaba en volverse rígido, en encogerse.
- Las que tú tienes, mi amor- le dio un beso en su cabeza. - ¿Cómo estás?- le preguntó antes de que pudiera responderle a su genérico y trillado comentario.
- Migraña obsoleta… gracias a ti- sonrió, reacomodándose para colocarse sobre Lena, abrazando su cadera con sus rodillas y sus muslos.
- Gracias a ti, en realidad- susurró, colocando sus manos suavemente sobre las caderas de Yulia, las huesudas caderas, que le sentaban femeninamente bien, no eran anchas, tampoco angostas, eran proporcionales a sus hombros, tomando en cuenta que su cintura no era marcada, pues, no tanto, porque sí tenía cintura notable, tenía más que ella, ella apenas tenía una leve curvatura, ninguna de las dos tenía cintura de Claudia Romani, pero quizás el cuerpo de Yulia tenía más parecido al cuerpo de aquella modelo, pero sólo de frente.
- ¿Por qué?
- Porque me dejaste tocarte todo lo que se me dio la gana- susurró casi bajo el nivel del volumen promedio de un susurro, deslizando sus manos por su cintura, hacia el centro para subir por su abdomen, por en medio de sus senos hasta rodear sus senos, que esa mañana se veían mejor que nunca.
- ¿Te diste gusto?- Lena tambaleó su cabeza, intentando decirle que le faltó, y tomó suavemente sus senos mientras se erguía para quitarse el supuesto ayuno, pues prefería comerse los pezones de Yulia que comer algo de comida de verdad, y asintió entre sus besos, que iban específicamente a encerrar su pezón, no su areola, sólo su pezón. – Chupate esa, por favor…- susurró, tomando a Lena por la cabeza para enterrarla en su seno izquierdo, y le gustaba que su nariz, tan rígida de la punta, se enterrara también, pues su exhalación le daba cosquillas.
- Me encanta cuando me pides que te haga algo- murmuró, tumbándola gentilmente sobre su espalda sobre las almohadas para colocarse ella sobre Yulia, para poder succionar a su gusto aquellos pezones.
- Tócame, por favor- Lena no sabía qué tenía aquel “por favor” que la corrompía tanto, que la hacía ceder de inmediato. – Mójame, por favor- ahí estaba de nuevo, aquellas dos palabras mágicas que se resumían a una. – Hazme el amor, por favor- dijo entre un jadeo soplado por aquella leve succión que se convertía, poco a poco, pero muy rápido, en un tirón suave.
- Esos deseos son mis ordenes- sonrió, volviendo a atrapar aquel ya rígido pezón entre sus labios y sus dientes, y Yulia volvió a jadear de la misma manera.
- Only those?
- Soy un alma libre- dijo, mordiendo su areola, cerrando la mordida hasta morder sólo su pezón y tirar suavemente de él con sus dientes. – Bajo tu hechizo
- No soy una bruja- murmuró. – A veces una perra
- A Hot…- lamió el rígido pezón. – Sensible…- una succión. – Inteligente- otra succión, y sin quitarle los ojos de los suyos. – Y Unique Wizardess, entonces- resopló. – No eres perra...eres una increible arquitecta- lamió su otro pezón. – Una diseñadora increible- un beso. –Una amiga maravillosa- otro beso. – Una novia aun mas maravillosa…- mordió suavemente su pezón y tiró de él, haciendo que Yulia gimiera al compás del abrirse del ascensor, de donde salía Gaby en ese momento y empezaba a caminar hacia la puerta del apartamento. – Una mujer deslumbrante...mi mujer- guiñó su ojo al tomar aquel pezón entre sus labios, succionándolo fuertemente y tirando de él hasta estirar un poco la piel de su seno, no dolía, parecía doloroso, pero a Yulia le gustaba.
- Completamente tuya- dijo entre dientes ante aquella mirada que se cerraba en lujuria total mientras mantenía succionado su pezón y se arreglaba el flequillo derecho tras su oreja. “By God, she’s mesmerizingly stunning”. Y soltó aquel pezón, con aquel sonido labial que decoró con una sonrisa juguetona y seductora, y, ¡oh, no!, llamaron a la puerta. - ¡Dios!- gruñó Yulia entre una risa, cortando todo aquel momento. – Seguro Józef dejó subir a alguien de un Courier porque no nos vio salir- suspiró con una risa de frustración.
- Yo iré si prometes que vas a dejar que me coma…- dijo, acercándose a su oído. – tu pequeño culo apretado- susurró, que a Yulia casi se le sale el corazón por la boca, casi le sale corriendo en tremendo caos, y sólo sonrió, viendo a Lena retirarse de encima de ella de un movimiento totalmente magistral, que tomó su bata del suelo y salió de la habitación, cerrando, tras ella, la puerta, y colocándose la bata al cuerpo, sólo para darse cuenta que no tenía correa alguna, ah, era la bata de Yulia, que no sabía si podía calificarse como bata o como un simple cobertor adulterado, pero Yulia no logró esperarse a que Lena llegara, por lo que se puso de pie para tomar una bata del baño, pues la bata de Lena no era tan apropiada para recibir al del Courier. Error número-ya-perdí-la-cuenta, abrir la puerta sin preguntar quién es.
- ¿Licenciada?- se asustó Gaby, intentando, aunque no pudiendo, ver que Lena estaba en calidad de recién despertada y semidesnuda, pues se notaba que, bajo esa bata negra, no había nada más que piel y vergüenza ante el momento.
- Gaby- siseó, tratando de guardar la calma.
- Perdón… estoy buscando a la Arquitecta Volkova- dijo rápidamente, viendo que, al pie del sillón, tras Lena, reposaban dos bolsos, y uno era de Yulia. – Creo que el Arquitecto Volterra me dio mal la dirección, se ha de haber equivocado…- sonrió, sabiendo lo que pasaba pero no queriendo hacerse a la idea. - ¿Podría darme la dirección del apartamento de la Arquitecta, por favor?- dijo, materializando una libreta, pero Lena no era capaz de pensar, sólo de intentar respirar, tampoco era tan policrónica, no cuando estaba nerviosa, y Yulia salió de la habitación, amarrándose la correa de la bata, y era lo malo de andar descalza, que Lena no escuchaba sus pasos.
- Mi amor… sólo firma de recibido y regresa a la cama, por…- dijo, viendo a Gaby a la puerta. – Favor…- concluyó, queriendo que la tierra se la tragara. – Gaby- siseó, igual que Lena hacía unos segundos. Y Gaby las vio, primero a Lena y luego a Yulia, a Lena de nuevo, luego a Yulia, aquello era más avanzado de lo que ya sabía, y sólo supo maldecir a Volterra por haberla llevado al lugar en donde su mente se corrompería, donde se imaginaría a su Jefa y a la sobrina de Volterra, involucradas sexualmente, pues no sabía si sentimentalmente también. ¿Lo sabía Volterra? Qué importaba, Gaby no diría nada, por respeto y deuda a Yulia, y porque no era su secreto para compartir, más no sabía que Volterra ya sabía, y que había varias personas que ya sabían. Pero ahora se explicaba el por qué de muchas cosas, y supo calcular el génesis de aquella asumida relación.
- Arquitec…ta…- suspiró en asombro, pues tampoco era actriz para disimular y tomar aquello a la ligera.
- ¿Qué haces aquí?- dijo, acercándose más a la puerta, acariciando el hombro de Lena para dejarle saber que tenía que seguir respirando.
- El Arquitecto Volterra me mandó para saber si estaba viva, porque le urge hablar con usted- dijo, desviando su mirada hacia el suelo, viendo aquel par de pies que eran tan perfectos como sus pantorrillas, sus rodillas, sus muslos, sí, Gaby las recorrió a ambas, era inevitable ante el morbo de la simple idea. – Creo que es algo de lo de la iglesia que está diseñando- pero la mirada perpleja era imborrable. – También ha estado preguntando por usted, Licenciada Katina
- Gaby, necesito que me hagas un favor- dijo Yulia, notando, por su mano, cómo Lena lograba recuperar el aliento con el tan solo escuchar de las hermosas palabras de respeto: “Licenciada Katina”. – Dile a Volterra que se acuerde que le dije que no le iba a ayudar con esos planos, porque no me gusta meterme con los religiosos… y que se acuerde que tengo que recoger a mi papá en Teterboro, que se olvide que voy a llegar, al menos no hasta el día después de mañana…que deje de ser tan paranoico, que mi ausencia no tiene nada que ver con lo que pasó ayer- sonrió. – Pero díselo así como te lo he dicho… o dame esa libreta y el bolígrafo y se lo escribiré yo- rió, creando, con esa risa, una atmósfera más relajada, bueno, menos tensa, menos de sorpresa.
- ¿Licenciada?- murmuró, viendo a Yulia apoyar la libreta en el hombro de Lena para escribir rápidamente aquello.
- Agrégale que el enojo ya se me pasó, por favor, mi amor- aquello era tan obvio, siempre fue obvio, tan obvio que casi nadie lo notó, bueno, nadie lo notó, y ese “mi amor” era tan cursi y cariñoso que a Gaby le robaron la concentración al ver cómo se trataban a puertas cerradas. – Que llegaré mañana, y que espero que podamos tener un almuerzo con ambiente suizo- Yulia sólo asentía y seguía escribiendo en aquella letra ligera y rápida, era su letra normal, no la de Arquitecto, y era un tanto inentendible, pues la “q” y la “g” eran iguales, a veces las palabras eran una sola línea que se doblaba para no dejar ningún espacio entre las letras, y todas las mayúsculas eran de imprenta, el resto, de no ser por las “b” y las “p”, eran cursivas, pero no separaba las letras; escribía recto y pequeño, y lo coronó con aquella firma corta.
- Aquí tienes, Gaby- sonrió Yulia. – Y puse también que tienes el resto del día libre- dijo, alcanzándole la libreta y el bolígrafo, Gaby asintió en modo mudo.
¿Qué pasó ayer? No, esto no es la película, es más bien una realidad ficticia, y era lo mismo que se preguntaba Gaby en cuanto a las dos, ¿qué habría hecho Volterra para que ninguna de las dos quisieran ir a trabajar? Pues, dejando a un lado que estaban terminando de hacer el amor, quizás a media acción o encaminándose a una hermosa acción. También Lena se preguntaba qué había pasado entre Yulia y Volterra, cosa que no pasaba recíprocamente para Yulia entre Lena y Volterra, porque ya lo sabía. Y, ¿qué pasó? Bueno, esto:
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Vie Nov 07, 2014 11:32 pm

Lunes, primer día del mes de Julio, 2013; primer día del año fiscal.



- Por el “Estudio de Diseño y Construcción Volterra-Volkova”- dijo la Arquitecta Fox, que todos levantaron, a plenas ocho de la mañana, sus copas llenas, hasta la mitad, con Moët Ice Impérial frío. - ¡Salud!- y aquellas dos botellas de Champán se desvanecieron en las gargantas de todos los integrantes, qué buen día, un día totalmente distinto para todos, lleno de confianza, que seguramente Segrate habría visto con escepticismo y Bellano con repugnancia.
- Jefa- sonrió la Arquitecta Hayek para Yulia.
- No, Belinda… sigo siendo Yulia, nada de “Jefa”, por favor- rió avergonzada, apenas pudiendo disimular sus mejillas sonrojadas. – El “Jefe” sigue siendo Volterra
- ¿Por qué lo dejas ser el jefe cuando yo sé que tú fuiste la que movió cielo, mar y tierra para tenernos repletos con Trump?- Yulia se encogió de hombros ante dicho comentario, pues era cierto, pero ella no tenía materia de ser la autoridad suprema a pesar de que le gustaba serlo. - ¿Quién hubiera dicho que aquella niña, que vino hace casi seis años, no estaría asegurando trabajo, dinero y prestigio ahora?- Yulia no sabía cómo responder a los halagos, suponemos ella y yo que son cosas que vienen en la configuración femenina. – Sólo quiero que sepas que es un placer trabajar para ti
- No trabajas para mí, trabajas conmigo- sonrió, viendo a Lena de reojo, quien platicaba con Volterra, se hablaban en italiano, eso lo notaba Yulia por la cantidad exagerada de gestos que aquellas palabras llevaban por defecto, ¿por qué estaba Lena tan enojada? ¿O era Volterra el enojado? – Discúlpame un momento, por favor- dijo, volviéndose completamente hacia aquella acalorada pero susurrada discusión, que ambos se detuvieron al sentir que los observaban, y sólo alcanzó a leer, de los labios de Volterra, un absurdo: “No tienes idea de lo que has hecho”. Lena simplemente respiró hondo, cerró los ojos y sacudió su cabeza para sacudirse el enojo, sí, Lena era la enojada, ¿qué le había dicho Volterra? y caminó hacia su silla, dejándose caer al lado izquierdo de la silla de Yulia, pues, a Yulia le gustaba tenerla cerca en todo momento, más entonces porque habían dejado de compartir oficina.
- Será breve, lo prometo- dijo Volterra con su tosca voz, elevándola para que todos escucharan y tomaran asiento, en cuenta Yulia, al lado izquierdo de Volterra, quien se sentaba a la cabeza de la mesa, frente a ella se sentaba la Arquitecta Hayek, a su lado derecho la Arquitecta Fox, la Arquitecta Ross al lado de Lena. – El año pasado, Bergman fue invitado a la Universidad de Londres para dar ciertos Seminarios y Talleres, pero, al parecer, la Universidad no está satisfecha con la presencia que aquel material dejó en las memorias de sus alumnos…- dijo, aclarándose la garganta mientras Lena se relajaba al sentir la mano de Yulia tomarle la suya por debajo de la mesa, pues frente a Volterra no les gustaba ser cariñosas en lo absoluto, por Inessa y porque era realmente incómodo. – Este año han acudido a nosotros para hacer lo que los de Bergman no pudieron hacer
- ¿De qué son los Seminarios y los Talleres?- preguntó el Ingeniero Pennington desde el otro lado de la mesa, de punta a punta.
- Son cinco Seminarios de Arquitectura, uno de Ingeniería y dos talleres de Diseño- dijo como breve descripción de las categorías. – El de Ingeniería, para el que había pensado que fueras tú- dijo, refiriéndose a Pennington. – Es de “Ambiente de Construcción”… el de “Técnicas de Dibujo Conceptual” lo había pensado para Ross, el de “Luz e Iluminación” para Fox, “Cultura Visual y Material” para Volkova, “Planeación, Diseño y Desarrollo” para Hayek, “Planeación Espacial”, el primer taller, para Katina, “Análisis y Visualización Espacial”, el segundo taller que es el complemento del anterior, para Volkova y Katina, y, para mí, me he quedado con “Historia Arquitectónica”- sonrió. - ¿Quién está de acuerdo con lo que va a tratar?- todos levantaron la mano, qué lindos, parecían alumnos de colegio.
- ¿Cuánto tiempo es y cuándo es?- preguntó la Arquitecta Hayek, pues era la única que tenía hijos de los que trabajaban en el Estudio. Ross tenía treinta y un años y apenas experimentaba su primer embarazo, ya de cinco semanas, Fox tenía veinticinco, conocida por tener al mismo novio desde cuarto grado del colegio, Hayek, por el contrario, tenía treinta y nueve, casada con Joshua, un ortodoncista desde hacía quince años, con quien había tenido tres hijos; Nathan de quince, Wilhelmina de doce y Alexa de nueve.
- Es en tres semanas, por una semana, del veintidós al veintiséis de Julio, el currículum de cada Seminario y de cada Taller lo tendrán antes del medio día en sus oficinas, ¿alguien quiere retirarse?- dijo, viendo a Lena, quien le negaba una mirada por respuesta, pues sólo veía hacia abajo; su mano con la de Yulia, que el pulgar la acariciaba delicadamente, como si le estuviera sonriendo con el sólo roce. – Pues, en vista que todos están accediendo, los detalles de la paga y del viaje se los mandaré por correo electrónico- dijo, viendo a Yulia, quien lo veía a los ojos con enojo, “¿Qué carajo le hiciste a Lena que le arruinaste el humor?”, sí, eso era lo que gritaba esa mirada seca y fría. – Eso era todo- sonrió, volviendo a ver el resto de rostros mañaneros. - ¿Algo más que alguien quisiera agregar?- todos se negaron con la cabeza, todos menos Lena, pues ni eso se merecía Volterra en su inmenso enojo. – Bueno, pueden regresar a… a…a lo que sea que tengan que hacer- dijo un tanto frustrado, viendo cómo Lena se levantaba de primero, en silencio, sin volver a verlo, sólo recogiendo su agenda y su pluma estilográfica roja, la que Yulia le había regalado en Navidad, y se retiró suavemente, a paso glacial, como si se deslizara sobre el suelo con la facilidad y la ligereza con la que marcaba sus pasos, y Yulia le clavó la mirada a Volterra, esa mirada de haber lastimado a lo que era suyo, esa mirada salvaje y protectora.
- ¿Qué le dijiste?- dijo, a secas, hirientemente para cualquiera, hasta para mí, ya todos se habían retirado.
- Te lo diré de la mejor manera que conozco- suspiró Volterra. – No te metas en esto- suspiró con aire grosero.
- Te pregunté “¿qué le dijiste?”, no que me dijeras si podía meterme o no
- Yulia, no te metas, esto es entre Lena y yo- repuso cortantemente ante la corrección de Yulia.
- Te lo diré una vez, Alec, y sólo una vez te lo voy a decir- dijo con una sonrisa. Eso era la clara señal de que Yulia estaba hirviendo por dentro. – Tú puedes hacer lo que quieras contigo, con Inessa, con quien tú quieras… pero si te metes con Lena, es como que te metas conmigo
- Arquitecta Volkova, esto no es el colegio- dijo en tono burlón, riendo nasalmente y poniéndose de pie, dándole instantáneamente la espalda a Yulia.
- Tú no entiendes- dijo, viendo que Volterra caminaba hacia la puerta de salida sin darle la cara. – Al menos dame la cara cuando te estoy hablando
- ¿Y qué quieres que te diga? ¿Quieres que te repita que no te metas?- gruñó, volviéndose hacia ella con enojo.
- Odio ser la que te de la noticia, Alec… pero yo vivo con Lena, y Lena es mi novia, tú no vas a aguantar su enojo todo el día y toda la noche, esa seré yo, y necesito saber qué pasa para poder estar para ella- dijo, en tono sincero, pues tenía razón, y le decía la razón por la cual quería saber, pues no era mera curiosidad, sino para saber con qué trataba.
- Ese es tu problema, entonces, no el mío- repuso, volviendo a darle la espalda. Ah, cuánto odiaba eso Yulia, le acordaba a su papá.
- Está bien, es mi problema, pero deja de causarme problemas tú a mí…- dijo, por fin, qué bien se sentía aquello. – Date cuenta de que tú eres su jefe, el novio que alguna vez tuvo Inessa Katina… lo único que estás logrando, con lo que sea que estás haciendo, es que Lena deje de hablar con Inessa y deje de confiarte cosas a ti, y sé que no apruebas del todo mi relación con ella, no sé si eres tú o Inessa, no me importa lo que tú o ella o los dos piensen de lo que tenemos… porque no lo conocen… y, con lo que estás haciendo, lo único que haces, es empujarla más lejos
- ¿Por qué pienso que tú le has estado trabajando la cabeza a Lena para que sea grosera con Inessa?- dijo, volviéndose nuevamente hacia Yulia.
- ¿Grosera?- preguntó Yulia. – No tengo ni la más mínima idea de qué estás hablando
- No pretendas estar fuera del plano, Yulia- gruñó, caminando hacia ella.
- Yo no sé quién crees que soy o qué crees que hago con Lena… pero te aseguro que, lo que sea que pasa entre Lena e Inessa es fruto de la relación que mantienen, yo respeto la relación que ellas tienen, respeto la exótica relación que tienes con Lena… yo no digo nada
- ¿Relación exótica?
- Sí, ese complejo de papá que has adquirido con Lena…
- ¿Complejo de papá?- repitió un tanto asombrado. - ¿De qué hablas?
- Ay, Alec… vamos, yo no soy estúpida, pareces suegro celoso- siseó, intentando contenerse la risa, pues aquel enojo se le convertía en risa cuando veía las expresiones de su atacante. – Tú puedes seguir jugando a ser su protector y su papá y todo lo que quieras, pero espero que, así como yo respeto eso, me dejes estar para Lena, ¿o vas a estar con ella toda la noche?
- ¿De qué hablas?
- ¿Tú qué crees?- murmuró frustrada, consiguiendo que Volterra se preocupara y se encogiera de hombros. – Lo que sea que le dijiste sólo tiene dos maneras de tranquilizarse y ambas terminan en llanto hasta que se duerme, y definitivamente, lo que le dijiste, no era ni en el lugar ni en el momento adecuado
- ¿Llorar?- repitió, sacando a Yulia de su enorme autocontrol, pues eso de repetir las palabras en forma de pregunta, le estaba empezando a desesperar.
- Sí, llorar- afirmó. – El hecho de que Lena tenga veintiocho años no significa que no llora, Alec… y seré muy honesta contigo- dijo, aclarándose la garganta y tomando su agenda, su pluma y su iPhone de la mesa. – Siento que algo en mí se muere cada vez que la veo llorando… y esa sensación no se la deseo a nadie, así de fea es- se puso de pie y deslizó la silla bajo la mesa. – Y, lo peor de todo es que no te das cuenta de la ventaja que tienes conmigo… porque, a pesar de que yo no sé a qué estás jugando, ni con quién, yo puedo ayudarte…
- ¿Qué te hace pensar que necesito ayuda?- preguntó justo cuando Yulia pasaba al lado suyo.
- Sento l’odore della paura- respondió con una sonrisa. – La vostra e la di Inessa… insieme
- No sé de qué hablas…
- Alec… creo que todavía no sabes con quién estás hablando, con quién estás tratando- dijo, respirando profundamente para medir sus palabras y el tono de ellas.
- Está bien- se resignó. – Lena le dijo a Inessa que dejara de ser la víctima, que dejara de jugar a castigarse todo el tiempo… que si quería arreglar las cosas, por las que se siente culpable, que las arregle… porque eso la haría orgullosa, no que ahora, en este momento, le tiene lástima, porque a las víctimas se les ve con esos ojos, con ojos de lástima
- ¿Y tú qué le dijiste a Lena?
- Que no fuera así con su mamá, que la respetara
- ¿Te das cuenta de lo que has hecho?- Volterra se negó con la cabeza. – No sólo te metiste en una discusión entre madre e hija, sino que la acusaste de irrespetuosa
- No la acusé de irrespetuosa, eso es
- No, eso es algo que no entiendes… dime, a quién respetarías más: ¿a la persona que se victimiza y se castiga nostálgicamente todo el tiempo o a la persona que supera eso y hace algo al respecto?- Volterra la vio con confusión, pues entendía a lo que Yulia iba, pero así no lo había visto él. – Y ahora, que tú te hayas metido, no sólo la confianza, que había entre tú y Lena y Lena e Inessa, ha caído, sino que realmente cruzaste la línea paternal…
- ¿A qué te refieres?
- Con el mayor de los respetos que usted se merece, Arquitecto Volterra… usted actuó como su papá y, hasta donde yo tengo entendido, Lena tuvo un papá, que se llamaba Sergey Katin, a quien desconoció como papá y dejó de tenerlo… y no es justo para ella que usted esté jugando a asumir el rol de papá… más cuando se supone que usted es su Jefe y no es, ni siquiera, la pareja de su mamá… Lena, a sus veintiocho años no necesita que su Jefe juegue a ser la figura paterna por efecto y defecto de una situación nostálgica que tiene que ver con su mamá, ¿me explico?- Volterra frunció su ceño, inhaló profundamente y cerró sus ojos.
- Ayúdame
- ¿Qué pretendes que yo haga? ¿Qué vaya corriendo y me disculpe por ti? ¿Qué le diga que le pida perdón a Inessa?- Volterra la vio pensativamente por unos segundos, dudando si asentir o sacudir su cabeza. - ¿Tienes la más remota idea de lo que a Lena le duele esa autovictimización en la que vive Inessa? ¿De lo inentendible que es eso para ella? ¿Lo doloroso que es no tener respuestas porque nadie se las quiere dar, porque nadie se las puede dar?
- ¡Soy un ogro!- siseó, como si estuviera pensando en voz alta.
- Tú también sufres de lo mismo que Inessa… deja de culparte y haz algo al respecto, dale a Lena su espacio porque, mientras no seas su papá, padrastro o figura paterna por adición a Inessa Katina, no puedes cruzar esa frontera… cuando lo seas, quizás los tengas…
- ¿Qué te hace pensar que algún día voy a ser algo con Inessa?
- Alec…- resopló. – Lena le dice eso a Inessa e Inessa corre a ti para contártelo, ¿qué es eso?
- Todo un malentendido- dijo, poniendo su mano sobre el hombro de Yulia.
- Entonces dejen de hacer cosas buenas que parecen malas, por la salud del hígado y de los lagrimales de Lena, ¿sí?- Volterra sólo asintió en silencio, Yulia no sabiendo que Volterra, por dentro, sólo quería retroceder en el tiempo, y no exactamente en el momento en el que Inessa fue suya, sino hacía veinte minutos, para no decirle a Lena lo que a Yulia no le había dicho, pero que se enteraría, “Tu mamá es una mujer perfecta, actúa como su hija, sino no te la mereces como mamá”. ¿En qué momento de furia se lo dijo? ¿Qué lo había poseído? ¿Cómo hablarle así a Lena? ¿Por qué hablarle así? – Tómate un café, te ayudará a distraerte- sonrió Yulia, dándole unas palmadas en la espalda. – Estaré en mi oficina, revisando los documentos para la ventana de Londres, porque, si tú y yo vamos a ir, tenemos que arreglar todo para que Natasha no tenga ningún problema, tenemos que dejar todo firmado y sellado, con cobros programados hasta para luego de Londres
- Deja eso… lo haré yo, no te preocupes…- la vio con ojos de “por favor podrias limpiar mi desastre?”, y Yulia asintió, retirándose de aquella sala de reuniones, dejando a aquel hombre apoyado en el respaldo de la silla donde se había sentado Lena.
Salió, cerrando la puerta tras ella, pues estaba acostumbrada a cerrar esa puerta al ser la última que salía, siempre, pero también lo hacía por costumbre general, pues, en su casa, puerta que se abría era puerta que se cerraba, y esa regla iba junto con que, si una puerta estaba cerrada, se tenía que llamar antes, pues por algo estaba cerrada la puerta, pero, al vivir sola por cinco años, aquella costumbre se había ido olvidando y sólo se le olvidaba cerrar la puerta de su propia habitación. Vio el ya reambientado espacio que la rodeaba, no le molestaba, no le incomodaba, pero tampoco le fascinaba, simplemente era irrelevante, o a Yulia le parecía ridículo el mínimo cambio, pues todo era por asimilación de Trump Organization, y, lo peor de todo, era que la sala de reuniones quedaba hasta lo que Yulia llamaba “la octava Avenida del Infierno”, pues estaba de punta a punta con su oficina al estar del lado nuevo del Estudio. Taconeó sobre sus Fendi negros, sintiendo cómo sus dedos, al tener agarrada la agenda y la pluma, rozaban con el denim de su jeans J. Brand y la seda de su blusa de patrón de leopardo; desmangada, muy fina y nada densa, hasta un tanto transparente, nada que un sostén del mismo color de su piel no pudiera solucionar, y no se diga de lo estilizada que se veía con su moño improvisado, que se lo había hecho mientras caminaba hacia el Estudio al haber salido tarde por estarse sintiendo mal, mal en el sentido físico, de salud, pues tenía dos o tres días de estarse sintiendo sumamente cansada, con una maldita migraña que se burlaba de ella cada vez que se levantaba o se sentaba, que era peor cuando se acostaba, pues era simplemente su recuperación de un resfriado sin gracia que había tenido la semana anterior.
- Arquitecta, tiene dos mensajes- dijo Gaby, interceptando a Yulia en el camino a su oficina de siempre. – Uno es de su hermano y el otro es de su hermana, los dos pidieron que por favor los llamara cuanto antes, es urgente- aquello no sonaba nada bien, pues si Aleksei había llamado no podía ser nada bueno, en lo absoluto. Volvió a ver a Lena, que estaba atrapada al teléfono mientras revisaba su agenda con sus nuevas gafas Carolina Herrera, pues sus Vogue habían sufrido un terrible asistente en cuanto Phillip la había tumbado sobre el sofá y se había acostado encima de ella hacía una semana, Lena riéndose a carcajadas ,Lena pues le daba cosquillas tener ciento ochenta y cinco libras encima, y no sabía por qué, y sus gafas volaron de una misteriosa manera y Natasha, por quitarle a Phillip de encima, los había arrojado, de una accidental patada, contra la pared y los había quebrado. Se veía hermosa, aunque enojada, pero Yulia no podía resistirse a verla con tanto cariño, se sacudió en un escalofrío y se sintió realmente mal. – Arquitecta, ¿se siente bien?
- Sí, sí…- balbuceó, desviando la mirada de su novia.
- Está muy pálida
- Me siento bien, Gaby- sonrió forzadamente. - ¿Algo más?
- No, Arquitecta
Yulia sólo asintió y entró a su oficina, no cerrando la puerta por desubicación repentina, pues se mareó abruptamente y sólo supo llegar a su silla para postrarse débilmente sobre ella, cosas de la migraña. Respiró hondo, intentando recuperar sus múltiples sentidos al masajearse sus mejillas, sus pómulos y suavemente sus ojos para despertarse, pues creía que tenía un turbo desvelo; no había podido dormir muy bien por el mismo. Levantó la vista y logró enfocar, sí, seguramente era el desvelo, y alcanzó su iPhone para iniciar una llamada por Face-Time con Alina, su hermana menor. Esperó a que le contestara y no obtuvo respuesta, intentó de nuevo y tampoco. Estuvo a punto de intentar al temido, o tal vez no temido, pero si incómodo, al número de Aleksei, ah, las ventajas de tener todos un iPhone.
- Ciao- murmuró Yulia, viendo a su hermana, por primera vez, desde hacía cuatro años. Eran parecidas, pero nunca iguales, al menos no físicamente, ambas parecían haber sido diseñadas por la mente de la Santa Belleza Universal y parecían haber sido cinceladas y coloreadas por la mano de la Santa Precisión y el inevitable Pecado del Deseo. Alina era de rostro más largo y menos ancho, tenía una frente un poco más amplia, pero que se la disimulaba con el flequillo, ojos más pequeños y del color de un Tequila Reposado por naturaleza, las cejas eran menos anchas, y no bajaban en una disimulada curva, sino en una remota esquina, era de nariz respingada aunque un tanto redonda de la punta, los labios eran lisos y de una sola curva, no en estilo coseno como los de Yulia, la sonrisa no era exactamente recta, sólo la dentadura superior, pues la corrección de la dentadura inferior se la había quitado antes de tiempo, pero no le impedía que fuera blanca, reluciente como la de sus hermanos y la de su mamá. A pesar de tener sólo veinticinco, parecía mayor de lo que era, quizás por las repercusiones de tanto sol, pues tenía unas cuantas superficiales arrugas en los ojos y en la sonrisa, que Yulia tenía las de la sonrisa también, pero sólo esas, y Alina tenía muy marcado el ceño, aparentemente lo fruncía mucho.


Suora Yulia- resopló Alina, viendo que Yulia tenía cara de “al grano, por favor”. - ¿Cómo estás?- dijo en aquella voz rasposa, como la de Yulia, pero ya con un acento de un acostumbrado griego flojo y haragán, pues ya no vivía en Tripoli, ya Libia no era para ninguno de los dos, y se habían mudado a Creta nuevamente.
- Bien, ¿y tú?
- Bien, también- sonrió, y a Yulia le dio una terrible envidia, de la nostálgica, pues Alina se movió y alcanzó a notar aquella playa paradisíaca en el fondo. – Espera un segundo, voy a ir por Aleksei
- ¿Aleksei está contigo?- murmuró Yulia, colocando horizontalmente su iPhone sobre el escritorio, reposando su barbilla sobre sus manos, sobre el escritorio, qué cansada estaba.
- Sí, aquí está con Lucia- sonrió. – Lucia es la novia, por cierto… porque supongo que no has hablado con Aleksei desde hace mucho
- Estás en lo cierto…- murmuró incómodamente, pues no estaba muy lista para ver a Aleksei ese día, nunca lo había estado, no en los últimos cinco años, casi seis, pero ese día en especial, no era bueno para volver a verlo. Vio a Alina llamarlo y, en cuanto menos supo, aquella cara de ángel hipócrita había aparecido en la pantalla también.
- Hola, hermanita- le sonrió. Se veía diferente, al menos no tenía esa vibra de arrogante que tenía hace cinco años, casi seis.
- ¿Cómo estás?- intentó sonreír, pero no pudo, no porque no quisiera, sino porque no tenía fuerzas para sonreír, hasta hacía demasiado con no ceder al cansancio y a la migraña.
- Muy bien, ¿y tú? ¿Te sientes bien?
- Sí, estoy bien- sonrió con lo único que pudo, con la mirada, pues los labios no le servían para estirarlos mucho. – Estoy un poco ocupada, ¿cuál es la urgencia?
- Bueno… - dijo Aleksei, y suspiraron los tres al mismo tiempo. – Es papá
- ¿Qué con papá?- preguntó Yulia, logrando abrir los ojos.
- ¿No has visto las noticias?- Yulia sacudió la cabeza. - ¿No te ha dicho mamá?
- ¿Por qué no me dicen ustedes en vez de estar preguntándome si lo sé? Porque está claro que no lo sé- dijo Yulia, a secas, intentando hacer aquel momento incómodo y cansado lo más corto posible.
- Papá está en el hospital- Yulia logró despertarse y erguirse.
- ¿Qué tiene? ¿Qué le pasó?- y se preocupó, sí, sería inhumano que no lo hiciera.
- Le dispararon- dijo Alina, sintiendo las primeras ganas de llorar al respecto.
- A él y a otros seis consultores- añadió Aleksei, completando la información.
- ¿En dónde está? ¿Cómo está?
- Está aquí, en Creta, en el hospital
- ¿Qué carajo hace en Creta?- gruñó Yulia.
- Pasó en Atenas… - dijo Aleksei, aquel hombre fornido, de rizos rubios y flojos, que se complementaban con una barba espesa que le robaba la inocencia que su rostro emanaba.
- ¿Y qué carajo hace en Creta si pasó en Atenas?
- Es más barato- respondió Aleksei.
- Ustedes sí que no piensan, ¿verdad?- dijo, elevando la voz. – Papá trabaja para el gobierno, ¿por qué mierda no lo regresaron a Roma?- ambos se quedaron callados. - ¡Respóndanme!- y, sí, Yulia gritando, gritando por el hombre que le solía gritar, enojada porque no lo trataban como un papá, sino que, aparentemente, pensaban más en ellos. – Es increíble- suspiró en enojo. - ¿En qué estado está?
- Inconsciente, ha perdido mucha sangre…- dijo Aleksei con la voz quebrada, pues aquella mujer, la que le gritaba, le daba miedo, por primera vez, Yulia le daba miedo, pues tenía la autoridad para dar miedo, para infundirlo, y sería tan grande que lograba transmitirlo a través de un teléfono.
- La bala, o las balas- dijo, poniéndose de pie, sintiendo todos sus huesos quemarle los músculos, o los músculos los huesos, simplemente le dolía todo. - ¿En dónde están?
- Una en la pierna, le atravesó la pantorrilla, la otra en la columna
- ¿Qué tan bueno es el servicio? Sean honestos, por favor- dijo Yulia, caminando por su oficina, necesitaba respirar aire puro, no, no, necesitaba una cajetilla de cigarrillos, fumarlos todos de una vez, pero, en vez de eso, se empinó una botella de agua, sin gas.
- No es malo- dijo Alina.
- ¿No es malo? ¡Eso no me sirve de nada!- gruñó, conteniéndose las ganas de arrojar el teléfono contra la pared.
- No podemos costear otra cosa, y no podemos contactar a mamá, no sabemos por qué…
- Mamá está en Barcelona, no la metan en esto…- suspiró. - ¿Qué tan estable está?
- Pues, está en coma, ¿no me escuchaste?- gruñó Aleksei, y Yulia vio el mismo rasgo violento de Oleg en él, y vio el mismo rasgo sumiso de ella en Alina al intentarlo calmarlo.
- No me hables así- le exigió Yulia.
- No se peleen, por favor- murmuró Alina. – Esto es por papá, no por nosotros
- De ser por papá, Yulia dejaría que se muriera- se carcajeó Aleksei, recibiendo una palmada incómoda de Alina sobre su hombro.
- No lo creo, sino no hubieran acudido a mí… porque ustedes no quieren que papá se muera- dijo a secas, bajando el teléfono, dándoles un vistazo de lo que era su oficina. – Me importa un carajo lo que piensen o quieran, aquí se va a hacer lo que yo digo, y punto, ¿entendido?- ambos hermanos se vieron en estado mudo. – Averigüen qué necesita papá para ser trasladado a Roma o a Nueva York, costos de todo… y quiero lo mejor, el mejor servicio que exista, ¿de acuerdo? Y lo quiero para ayer
- Yo no soy un empleado tuyo- gritó Aleksei justo cuando Lena entraba a la oficina de Yulia.
- Perfecto, entonces deja que se muera y adiós a tus comodidades- sonrió Yulia, viendo a Lena a los ojos, indicándole que entrara y cerrara la puerta.
- Te llamaremos en cuanto tengamos todo listo, aunque es preferible que vaya a Nueva York- sonrió Alina.
- ¿Por qué?- Lena sólo escuchaba aquella voz, que era muy parecida a la de Yulia.
- Es un escándalo en Roma, no puede ir ahí… seguramente lo matan si no se muere
- ¿Saben qué?- gruñó. – Averigüen todo para que lo traigan a Nueva York, yo veré lo legal y todo lo que tenga que ver con él aquí…- suspiró. – Yo sí lo voy a cuidar bien, aunque no lo merezca de mi parte- y colgó, cayendo sentada sobre uno de los sillones que tenía en la pequeña sala de estar.
- ¿Qué pasó?- murmuró Lena, acercándose lentamente hacia Yulia para sentarse sobre sus piernas.
- Es mi papá- suspiró, abrazando a Lena por su cintura.
- ¿Te hizo algo?
- No, está en el hospital
- ¿Y piensas traerlo aquí?
- Es mi papá, sobre todas las cosas es mi papá, y se merece el mejor trato…
- Me encantas- sonrió Lena entre su susurro, sintiendo los labios de Yulia unirse con los suyos. Eso era reconfortante para Yulia, para las dos, para el enojo y para la aflicción, y era la debilidad colectiva, a tal punto de que Lena tomaba a Yulia por las mejillas para aferrarse a ella, así como Yulia lo hacía por su cintura, por debajo de su blusa Etro. -Ahora...eres la unica persona que quiero, la unica que verdaderamente amo...la que mas me importa- se volvieron a unir en un beso cariñoso, de esos que las hacían un potencial llanto nostálgico y romántico, y las manos de Yulia subían hasta los hombros de Lena, todavía por debajo de su blusa, acariciaban toda su piel, pues Dios era tan grande que había dejado inventar el Latex Bra para no tener ni un tan solo impedimento en su espalda, no para acariciar aquella perfecta y tibia piel, notar las marcas de sus vertebras.
- Licenciada Katina- irrumpió sorpresivamente Gaby en la oficina de Yulia, encontrándolas in fraganti, en pleno beso, que yo no supe saber quién era la más sorprendida entre las tres. – Perdón, perdón- murmuró, volviéndose a la puerta, ruborizada totalmente.
- Gaby, espera- balbuceó Lena, haciendo que Gaby se diera la vuelta y la viera todavía sentada sobre el regazo de Yulia. – Dime- sonrió, pasando su brazo por el hombro de Yulia.
- Ya vino Mrs. Madrid- dijo totalmente nerviosa.
- Mi amor… creo que tengo que retirarme… - murmuró para Yulia, plantándole, frente a Gaby, un beso corto pero significativo, en sus labios. – Nos vemos para almorzar
- A las dos en punto, mi amor- dijo, reteniendo la tos que no sacaría por dolor torácico que le había dejado aquel resfriado, y sacó las manos de la blusa de Lena y la vio salir de su oficina. – Gaby, espera
- No se preocupe, Arquitecta- murmuró. – Yo no diré nada
- No, no es sobre eso…
- Le juro que no voy a decir nada- repitió.
- Tranquila, Gaby… sólo quiero que me pongas a Romeo Roberts al teléfono- sonrió.
- ¿Algo más?
- Sí, tranquilízate, por favor… y si tienes preguntas o comentarios que quieras hacer sobre lo que viste, adelante, ahora es el momento adecuado
- No, no, no…- dijo rápidamente. – Es su vida privada, Arquitecta- sonrió. - ¿Algo más?
- Sólo a Romeo Roberts, dile que es urgente- Gaby agachó su cabeza y se retiró, intentando quitarse aquella imagen de la Arquitecta y la Licenciada en plena demostración de afecto.
Había demasiadas cosas buenas sobre los Roberts, no sólo Natasha, que era la mejor del conjunto de la Baza que tenían, pero también era que conocían a todos los que se debían conocer, a todos los que se podían conocer, y eran capaces de mover sus influencias en un simple restaurante hasta en la oficina de migración para obtener los permisos necesarios, algo un tanto ilegal, o quizás alterado, pues, para el final del día, Yulia ya tenía permisos migratorios para una estadía indefinida, que había sido aprobado no sólo por la autoridad de migración, sino también acotejado por Lenox Hill, para que, al aterrizar Oleg Volkov en Teterboro, el helicóptero del hospital lo trasladara hasta ahí y lo pudieran tratar de inmediato. Y, en todo aquello, en aquel ajetreado día, lleno de malestar, mucho trabajo, pues la carpeta del Seminario y el Taller que tenía que preparar con Lena, terminó por llegar, muerta en cansancio, a las siete de la noche a su apartamento, en donde se arrojó en la cama, sin quitarse los zapatos, ni nada, simplemente se arrojó.
- Mi amor… tienes que comer, por favor- murmuró Lena, haciendo que Yulia abriera los ojos después de haberse quedado instantáneamente dormida.
- No tengo hambre- balbuceó, sólo queriendo llorar del dolor, pues realmente sentía morirse, o eso quería.
- Por favor- susurró, acariciando su espalda por sobre la camisa, que ya le había quitado los Stilettos y Yulia ni había sentido en qué momento, así de cansada estaba. – I made you a Mozzarella, Cheddar and Monterrey Jack, with some scallions and mint, Grilled Sandwich
-Suena delicioso… pero no tengo hambre- balbuceó de nuevo sin abrir los ojos, sólo quedándose ahí.
- No te dejaré ir a trabajar mañana si no comes- y santo remedio, Yulia hizo todo el esfuerzo por sentarse sobre la cama, y fue cuando abrió los ojos y vio a lo mejor que podía ver, a su novia, que no sabía en qué momento se había vuelto tan cursi y se había enamorado tanto de aquella pelirroja que, a pesar de estar enojada, sonreía el noventa y nueve por ciento del tiempo, pues ese uno por ciento no sonreía porque estaba dormida. - ¿Qué?- sonrió sonrojada al ver cómo Yulia la veía.
-Eres tan hermosa susurró, abriendo la boca para morder el sandwich que Lena le alcanzaba.
- Y tu no estas bien- resopló. - ¿Qué sientes?
-¿Mi novia jugando a ser doctora?- resopló en respuesta Yulia, viendo que Lena vestía únicamente la bata Carine Gilson negra, que era transparente menos de los bordes y de los cordones, y podía ver todo su cuerpo. Nadie entiende cómo o por qué ponerse algo transparente, pues, yo tampoco lo entiendo, más cuando se trata de estar desnudo bajo una tela transparente, pero era la confianza de la desnudez dentro de la ropa, que podía jugar el papel de provocador o de timidez.
- Nunca- rió. – Pero te ves como una mierda
- Ese es uno de los mejores halagos que me ha dado, Licenciada Katina- sonrió, notando que la migraña ya no era tan fuerte.
- No soy especialista en poesía- dijo, introduciendo nuevamente el sandwich en su boca. – Pero hago el intento
- Gracias…
- Las que tú tienes, mi amor- rió nasalmente, mordiéndose la lengua. Ah, era ese humor el que a Yulia le gustaba, que todo podía estar terriblemente mal, pero Lena sabía cómo suavizar las cosas, al menos distractora era. – Vamos… come
- Está muy rico- dijo, dándole dos mordidas al sandwich y acabándoselo, bueno, la mitad, pero eso era suficiente, al menos para Lena.
- Buen provecho- sonrió. – Son las ocho y media, ¿quieres dormir ya?
- Tengo un poco de calor… ¿me acompañarías a una ducha?
- ¿Qué te parece si te doy un masaje y luego una ducha? Así duermes de lo más relajado que se pueda
- Me gusta cómo piensas, mi amor- sonrió, sacándose su blusa y quedando en su sostén, que Lena se lo arrancó suavemente, sólo para ver sus senos antes de retirarse a recoger una toalla y el aceite Clarins que tenía una eternidad de estar ahí, desde que Yulia le dio aquel masaje cuando era Lena la que estaba enferma. – Debería poner en la espalda?-preguntó en cuanto Lena extendió la toalla blanca sobre la cama.
- Sobre tu vientre- sonrió, y Yulia le hizo caso. – Espera aquí un segundo- se puso de pie y se dirigió hacia el gabinete de las sábanas, toallas y cobijas, de donde sacó dos toallas grandes y las enrolló, colocándolas bajo el vientre de Yulia, para que su trasero quedara elevado, las intenciones eran claras, hasta Yulia lo sabía.
- Licenciada, ¿está planeando violarme?- susurró Yulia, colocando su rostro sobre la toalla, sobre su mejilla derecha.
- Jamás- resopló sarcásticamente. – No pudimos hablar mucho en el almuerzo- dijo, colocándose, de rodillas, al lado derecho de Yulia, encarando su espalda ortogonalmente, sólo para ver su cara, no le gustaba hablarle a la espalda de Yulia.
- ¿Me vas a contar lo que pasó con tu mamá y Volterra?- suspiró, sintiendo el aceite caerle a lo largo de su columna vertebral.
- Si tú quieres…- susurró, enterrando suavemente sus dedos alrededor de los omóplatos de Yulia.
- Cuéntame si quieres que sepa
- Quizás te suene infantil
- Creo que nunca te he juzgado… no creo que sea momento para empezar a hacerlo
- Pues, te conté que ayer llamó Kat, ¿no?- dijo, refiriéndose a Katya, su hermana.
- Sí, que quería hacer el curso de química orgánica y latín, ¿verdad?
- Sí, pues, la cosa era que los cursos los da la Sapienza pero, por ser fuera de matrícula, los tiene que pagar, en total eran seiscientos euros creo, un poco más o un poco menos, algo así… le dijo a mi mamá que costaba la mitad porque ella tenía la otra mitad, pues, para que mi mamá no gastara tanto, pero mi Kat no consideró que tenía que comprar cuatro libros, su propio equipo de laboratorio, que igual lo tendría que comprar en un futuro
- ¿Qué equipo?- las manos de Lena se deslizaban deliciosamente sobre aquella espalda, deshaciendo suave y lentamente cada espasmo muscular, que tenían nombre y apellido.
- Su propia pinza de metal, un set de bisturís, un mortero y un pistilo, y no sé qué más… la cosa es que, al final, le faltaban otros cuatrocientos euros, casi quinientos… le preguntó a mi mamá si tenía dinero, le dijo que sólo tenía cien euros más… para no hacerlo tan largo, me llamó para preguntarme si le podía dar el resto, yo le pregunté por qué no me había dicho desde el principio, que eso yo se lo daba todo para que no tuviera que gastar ella de sus ahorros ni que mi mamá tuviera que gastar
- ¿Qué dijo?- suspiró en cuanto Lena se concentró en sus hombros, que estaban rígidos, como una roca.
- Me dijo que no se le había ocurrido, que hasta se había sentido bien al pagarlo todo sin tanta ayuda de mi mamá, porque sabe que a mi mamá no le sobra el dinero… pero, lo que me asustó es que me dijo que mi mamá, a partir de eso, había dejado de comer, que estaba, literalmente, a pan y agua- y suspiró frustradamente. – Me levanté en la madrugada para llamarle a mi mamá y preguntarle qué pasaba… y me dijo que ella le estaba dando todo lo que tenía a mi hermana, me enojé y le dije que por qué no me había dicho que estaba corta de dinero, me dijo que ese no era mi trabajo, le dije que mi trabajo podía pagar más cosas, y que ella era importante también… y me dijo lo más doloroso que he escuchado: “el ayuno me lo merezco desde hace tiempo”, entonces todo terminó con que le dije que se dejara de castigar por alguna estupidez del pasado, que deje el pasado ir, porque ya pasó no puede hacer nada por cambiarlo… pero, que si quiere hacer algo, que lo arregle en la medida de lo posible, que con castigarse no va a hacer que las cosas cambien por arte de magia, y que a mí, lo que una víctima me inspira es lástima, y yo no quiero tenerle lástima a mi mamá, porque eso sería perderle el respeto… y que yo no iba a dejar que ella misma me hiciera perderle el respeto, entonces que hiciera algo y me hiciera sentir orgullosa
- ¿Y dónde está Volterra en todo esto?- murmuró Yulia entre quejidos por los dedos de Lena que se deslizaban con tanta facilidad por el aceite, y ahora, que se encontraban en su cuello y en su nuca, la migraña se le estaba empezando a disipar todavía más.
- Llego a la oficina, dejo mi bolso y Volterra me intercepta, para reclamarme que por qué había irrespetado a mi mamá… y que me diera cuenta de la excelente mujer que era mi mamá, que era perfecta… y que, si yo no podía lidiar con eso, que si no podía respetarla, que no la merecía como mamá
- ¡¿Qué?!- espetó Yulia.
- Le dije que tuviera cuidado con lo que me decía… porque, de cada historia, hay dos lados, y él sólo conoce el que le apetece escuchar, y que a mí me importa un carajo si sigue queriendo a mi mamá, si le debe algo mi mamá a él, si él a ella, pero que las cosas entre mi mamá y yo, son entre ella y yo y que, la próxima vez que hable con mi mamá, que le diga que no sólo le estoy perdiendo el respeto, sino también la confianza… porque eso de correr a Volterra para quejarse, o yo qué sé, está bastante infantil
- Por eso no me dijiste nada- susurró Yulia.
- Pues, claro… te tengo muchísima confianza, pero en ese momento estaba enojada con mi mamá, y cuando estoy enojada digo cosas de las que me arrepiento, aunque no me arrepiento de lo que le dije a ella… - se deslizó al trasero de Yulia, a masajearlo suavemente, pero le encantaba separarlo con sus manos y que él se resbalara de sus dedos para unirse de nuevo, le encantaba ver su discreto agujerito, que, entre aquella revivida cólera, se le antojó saborearlo.
- ¿Cómo te sientes?- balbuceó, cambiando de mejilla y subiendo sus brazos a la altura de su rostro.
- No sé qué le pasa a mi mamá y tampoco sé qué le picó a Volterra… me regañó como si fuera mi papá, ¡ni siquiera mi papá me regañó así, nunca!- siseó entre su inmenso asombro. – Luego pasó por mi oficina y me pidió disculpas… sólo le dije que, por favor, no se le olvidara que es mi jefe, no mi papá, ni el novio de mi mamá, que si quisiera tener el más mínimo de los derechos, que al menos fuera el novio de mi mamá…Creo que tuvimos un mal día
- Tenia?- susurró. – Eso es simple pasado... el día... no ha terminado aún- sonrió, y, aunque Lena no pudiera verlo, lo supo. - ¿Qué quieres hacer para que el día mejore antes de irnos a dormir?
- Quiero olvidar... Quiero que nos olvidemos los muchos obstáculos...
- ¿Y qué tienes en mente?
- No es lo que tengo en mente… es lo que tengo entre las manos- resopló, apretujando suavemente su trasero, pues sus manos se deslizaban alrededor de él.
- ¿Cómo es que puedes estar tan enojada y, al mismo tiempo, tener el mejor humor del mundo?- las manos de Lena se deslizaron por el interior de sus muslos que, con los meñiques, rozaba aquella fusión que era tan sensible en Yulia, que le daba cosquillas, que la hacía temblar internamente y la hacía intentar retener sus jadeos, o sus pujidos de placer.
- Hay varias razones- sonrió, volviendo a acariciar la parte interna de sus muslos. – Y diré dos puntos- Yulia sonrió ante aquella expresión, que había sido adecuadamente aprendida y empleada. – El enojo causa arrugas, me llevaría al potencial descontrolado uso de Botox y Colágeno- rió. – Además, estaría creando un desbalance de glucosa e insulina en mi sangre… que, de igual forma, creo que es sinónimo de un pronto envejecimiento físico y químico… y no quiero flacideces, ni arrugas, ni algo que me puedo evitar, o posponer lo más que se pueda…- sus manos iban desde el interior de su hendidura trasera hasta el interior de sus muslos, sólo jugando a desesperar a Yulia. – Y, por último, el enojo no es contigo… el enojo es con Volterra, la frustración es con mi mamá y la preocupación es con mi hermana
- ¿Y conmigo?- susurró, contrayendo sus entrañas ante el roce de los pulgares de Lena, que presionaban sus labios mayores y se deslizaban hasta su trasero para presionarlo.
- La demencia- rió, y Yulia también. Es que Lena tenía ese poder, esa habilidad para poder balancear sus dolores con sus risas, sí, ella, alrededor de Lena, sólo sentía paz que, bueno, no le llamaba “paz” porque no sabía que eso era en realidad, pero sabía y entendía que, cuando Lena no estaba, algo le faltaba, y no era precisamente el sexo, a pesar de que estaban sexualizadas al máximo por todo lo que no habían practicado desde que perdieron sus respectivas virginidades, sino era esa voz mimada con las palabras arrastradas y flojas que eran la influencia de un ruso inconsciente que era parte de la profundidad y la base de su inglés pero no de su italiano, ni del supuesto “baile” que le hacía al español.
- La demencia le sienta muy bien, Licenciada Katina- exhaló Yulia, sintiendo cómo Lena canalizaba sus emociones “negativas” y las guiaba a sus dedos para contribuir a su relajación, y se preguntó por qué no le había pedido un masaje antes, o por qué no se había dejado tocar tanto antes, y, claro, era porque prefería tocar a ser tocada, quizás por Oleg, quizás por manía adquirida o inventada, pero lo cierto era que no le gustaba que la tocaran tanto, por eso odiaba los masajes y sólo se sometía a uno cuando realmente lo necesitaba, que no pasaban de uno al año, a veces cero al año, pero, ahora, con Lena, que la tocara todos los días por treinta horas si quería.
- Arquitecta, es que usted no sabe la mano tan buena que tiene mi novia- resopló, apenas acariciando los bordes de su agujerito trasero, viendo cómo Yulia se contraía tiernamente ante la lisa caricia que el aceite le daba. “She’s a Killer”.
- Creo que tiene las dos manos buenas- rió Yulia, frustrándose ante las manos de Lena, que subían por su espalda baja hasta sus hombros, y quiso decirle que no, que por favor bajara sus manos a donde las tenía antes, que por favor las dejara ahí, que ahí tenía todo su estrés, o que ahí quería tenerlo, pero el matrimonio de su Ego y su Orgullo no se lo permitió. – Porque cada día te veo más atractiva
- ¿Y eso es malo?- murmuró, colocándose sobre Yulia, abrazando sus muslos con los suyos, dejando que los bordes de seda de su bata le rozaran la piel, pero el sentido del tacto de Yulia estaba tan agudo como su sentido de la vista, que, a pesar de que no veía, sabía cómo Lena la veía, con qué intención mental la acariciaba a pesar de que aquello era una obvia provocación, y sabía que Lena no dejaba de ver su trasero, vaya fijación, y era una que ambas compartían. Su pubis, cubierto por nada más que piel, se unía con el yacimiento de su trasero, y Yulia lo sentía.
- Me encanta- y separó un poco sus piernas dentro de lo que los muslos de Lena le permitían, invitando todavía más a la mirada de Lena, quien deslizó nuevamente sus manos hasta su elevado trasero, pues, no estaba tan elevado, pero sí le daba un mejor ángulo visual. – Y, en realidad, debo decir que usted, Licenciada Katina, tiene el mejor par de manos que conozco…
- ¿Por qué lo dice, Arquitecta?
- Porque, la manera en que usted me está tocando… me provocan las ganas de pedirle que me toque más- resopló, embistiendo suavemente, con su trasero, el pubis tibio de Lena. – Aunque creo que estoy un poco…
- Excitada?- susurró, colocándose al lado izquierdo de Yulia y acercándose a su oído.
- Oh yeah
- Tiempo de venganza - sonrió a su oído, introduciendo, intempestivamente, su dedo medio y anular derechos en su vagina, provocándole un gemido genuino a Yulia.
- Venganza?- preguntó entre dientes, saboreando los dedos de Lena en sus adentros.
- Sí… por las veces que me has provocado y no he podido quitarme las ganas, por la vez que me prohibiste correrme- y sus dedos iban cada vez más profundo. – Por haberme hecho olvidar mi nombre…por no haber aparecido antes en mi vida… por haber mantenido mi vagina en tremenda espera- rió mientras movía sus dedos dentro de Yulia. – Pero…- dijo, irguiéndose y sacando sus dedos de la vagina de Yulia, quien acompañó la acción con un quejido, no por dolor sino porque los estaba sacando cuando se sentía demasiado bien dentro de ella. – Tú tienes ese dolor de cabeza… y tienes que descansar…
- No me puedes dejar así- rezongó al abrir sus ojos. – No es justo
- Venganza…- sonrió, dándole una nalgada demasiado sabrosa, que sonrojó a Yulia del placer que sintió.
- En mi vida te vuelvo a negar un orgasmo, sola o acompañada
- ¿Lección aprendida?- levantó su ceja, así como Yulia la levantaba.
- Tengo a la mejor profesora, Licenciada Katina- sonrió, colocándose sobre su espalda para erguirse lentamente, notando que el dolor de cabeza todavía estaba ahí, omnipresente, pero que era cada vez más débil.
- Así me gusta- guiñó su ojo. - ¿Ducha?
- Sólo si me dejas… tú sabes…- sonrió, ladeando su cabeza hacia un lado, con aquella sonrisa juguetona y seductora.
- ¿No vas a dejar que me corra? – Lena se negó con la cabeza. – Entonces no hay ducha
- Como quieras- rió, halando la toalla y arrojándola, a ciegas, por la habitación. - ¿HBO?
- Abrázame
- Ahora hablamos..
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Nov 12, 2014 9:11 pm

Disfruten



- ¿Estás segura de que quieres estar aquí?- le preguntó Yulia a Lena mientras sostenía sus manos entre las suyas, sentadas una al lado de la otra, Lena a la izquierda de Yulia, y Yulia besaba las manos de Lena, bueno, sus nudillos.
- ¿Tú quieres que esté aquí o que me vaya? Sólo son tres avenidas y dos calles…- murmuró Lena, apoyando su frente contra la de Yulia.
- Quiero que estés aquí pero no quiero que estés aquí… porque no sé exactamente qué esperar de esto
- ¿Es por tus hermanos o por tu papá?- Yulia sólo respiró profundamente y le dejó saber que tampoco estaba segura. - ¿Quieres que me vaya?
- No, pero si se pone incómodo… puedes salir corriendo- sonrió, abriendo los ojos y viendo que, por el final del pasillo, se abrían las puertas del ancho ascensor, de donde salió aquella camilla, escoltada por dos paramédicos y tres enfermeras y, detrás de ellos, aquellas dos caras que eran tan parecidas a las de Yulia, pero tan ajenas entre sí. – Y puedes hacerlo ahora o más tarde
- No les tengo miedo- resopló, ayudándole a Yulia con el humor, quien no le quitaba la vista a la camilla que se desplazaba hacia un costado, desapareciendo por el pasillo lateral derecho de Cuidados Intermedios.
- No deberías- le dio un beso en la frente y se puso de pie, que, hasta ese momento, ninguno de sus dos hermanos la habían reconocido, pero a Yulia esas caras no se le olvidaban, nunca.



Caminó hacia ellos, siendo más alta que los dos por sus Tom Ford de piel de pitón negra, y sintió el aire frío que penetraba por entre las capas de chiffon plisado de su blusa; desmangada, de cuello redondo y a altura media, del centro blanca, de los costados pálidamente aqua, asegurada, por la cintura, con un listón elástico negro, a pronunciadas canaletas verticales, con un lazo exactamente al centro frontal, aquella blusa caía un tanto bombacha por el hecho de tener el listón, y caía, exactamente, hasta la altura del comienzo de la cremallera de su jeans Saint Laurent negro, ajustadísimo a sus piernas, no trituradores, pero sí que se le veían bien. Todo aquello siendo decorados por una melena suelta y un tanto alocada por las ondas del horrendo clima neoyorquino de la época, pero manejada y ajustada, por el flequillo, que había sido tirado hacia el lado izquierdo, con un Bobby Pin, y eso le daba un poco de inocencia y juventud, la hacía verse menor que su hermana menor, y muchísimos años menor que su hermano mayor. Lena apreció aquella escena, que sabía que sería extraña, incómoda para Yulia, y no por Alina, pues a Alina la soportaba y la quería bien y de buenas, pero, con Aleksei, de quien Yulia no hablaba nunca ni por la fuerza, eso era para grabarlo. Le impresionó ver cómo Alina, quien no dejaba de ser impresionante para la vista, aunque Yulia estaba mil veces mejor, corrió literalmente a Yulia y la abrazó con una sonrisa, y Lena notó que Yulia se petrificó un poco, pues le tomó unos cuantos segundos en reaccionar ante aquel abrazo y correspondérselo; hasta parecía que Alina no quería soltarla. Notó que, en su dedo índice izquierdo, Alina utilizaba el mismo anillo que Yulia utilizaba en su dedo anular derecho, pero éste, en vez de ser un rubí, tenía una esmeralda, como si fuera Pantone 2013.



Alina no se despegó de Yulia hasta que Yulia le dio un beso en su cabeza y le dio unas palmadas en la espalda, Lena rió nasalmente, pues sabía que a Yulia no le gustaba que la abrazaran por tanto tiempo, no así, no pasando su un brazo por encima de su hombro izquierdo, esa era una zona prohibida, que se podía besar, acariciar, pero nunca hacerle presión; secuelas de varios episodios con Oleg, aunque Lena no se había dado cuenta de que, la noche anterior, Yulia no se había quejado al ella olvidar eso, hasta se dejó, y era por la misma razón de que su cicatriz no le dolía más. Entonces, aquel abrazo era simplemente porque Yulia no era ni mediamente fanática de los abrazos duraderos, de los abrazos que la hicieran sentir aprisionada de los brazos. Alina se hizo a un lado, quedándose de perfil para Lena, y era delgada, como Yulia, pero era más pequeña que Yulia, más pequeña que Natasha, medía, quizás, un metro y sesenta centímetros, y se parecía muchísimo a Larissa, al menos en cómo se vestía, pues llevaba un pantalón de denim rojo, ajustado y hasta los tobillos pero, en vez de Loafers o Drivers, Oxfords blanco y café pálido que Lena sabía que eran Ralph Lauren, una blusa de manga hasta por arriba de los codos, de algodón blanco, que se aflojaba del pecho pero que le hacía un favor al tallarle su delgadez, y la herencia de Larissa, digo, su prominente busto, aunque quizás más pequeño que el de Yulia. En el transcurso de aquel abrazo, que duró un poco menos de treinta segundos, Lena le dejó de encontrar lo interesante a Alina, pues se notaba que era una niña atrapada en un cuerpo bronceado que, por lo mismo, había envejecido de piel más rápido de lo que normalmente debía, y era todo, su postura un tanto erguida, la inseguridad con la que se plantaba sobre el suelo, aquella coleta desordenada que marcaba su perfil, los Wayfarer negros Ray-Ban, era hasta un poco aburrida para la vista, parecía que estuviera viendo la vestimenta de Gaby, quizás en marcas más caras, o menos baratas, pero en una mezcla de Yulia y Larissa.



Y, quedándose Alina sonriendo, viendo a Yulia desde un costado, Lena no presenció otro abrazo, ni un beso, sino lo que pareció ser un apretón de manos, que no era más que una alusión a sus orígenes, pues se daban la mano para demostrar que no iban armados, que no iban a matarse. Lena no podía ver al hombre que estaba tras Yulia pues ahora Alina también contribuía a la obstaculizada visión. Yulia asentía de brazos cruzados, incómoda ante la mano de Alina que se posaba sobre su hombro, pero no la quitaba. Por entre las piernas de Yulia y Alina alcanzaba a ver los zapatos de gamuza marrón de Aleksei, que, de reojo, parecían botas Timberland, y luego yacía un pantalón khaki que caía, asumió Lena, hasta el suelo, lo que lo descomponía en las hebras de denim, de mal gusto, o muy “chic” si eran los noventas. Yulia continuó asintiendo, tambaleando la cabeza ante los ademanes exagerados de Aleksei, que no eran exagerados, eran rusos nada más, y Lena veía las manos varoniles volar por el aire, Alina asentía, a veces lo interrumpía y Yulia ladeaba su cabeza hacia Alina. Lena realmente no se explicaba la relación que tenía Yulia con sus hermanos, había algo que no encajaba del todo, tal vez era porque estaban juntos por el hombre que menos quería a Yulia, o que más la quería en su desquiciada mente. Además, comprendía y, al mismo tiempo, no comprendía a Yulia, pues, si tanto evitaba a sus hermanos, ¿por qué pagarles todas las acomodaciones? Pues, Yulia les había rentado, a ambos, un apartamento en el Bristol Plaza, ella no dejaría de trabajar, no porque le hiciera falta el dinero, sino porque tampoco podía estar metida ahí, no era sano. Además, tenía que preparar su seminario y su taller, que no era difícil, pero llevaría tiempo, pues sólo eran catorce horas para intoxicarlos con todo lo que debían saber. Yulia levantó su dedo índice, sacando su iPhone del bolsillo del pantalón y se hizo a un lado para que sus hermanos no escucharan su conversación por teléfono, y fue cuando Lena vio a Aleksei. Sí, tenía esa cara de ser lo que Natasha llamaba “un cabrón”, lo que yo llamo, eufemísticamente, “un desgraciado”. De barba espesa, de dos semanas de crecimiento, rubia, totalmente rubia, así como sus rizos grandes y flojos en aquel cabello largo y tirado hacia atrás con la ayuda de algún producto que no le sentaba bien, pues parecía que no se había bañado en más de tres días. Asco. Y aquellos vellos varoniles que le plagaban el pecho por entre la camisa entreabierta. Se notaba que, en su mejor época, había sido no sólo guapo de la cara, sino del cuerpo también, pero, por algún motivo, ya no estaba tan en forma y había desarrollado un abdomen inflado que le ajustaba la camisa, pero nada grosero y obsceno.





- Len- dijo Phillip al tocarle el hombro, notándola distraída.
- Hola, Pipe- sonrió, poniéndose de pie para darle un beso en cada mejilla y un abrazo, pero Phillip la mantuvo en sus brazos unos segundos.
- ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú?- sonrió, tomando nuevamente asiento, tomando el bolso de Yulia para colocarlo sobre el suelo, casi sintiendo la cajita dentro del forro del bolso.
- Bien, bien… ¿ellos son?- murmuró, como si, con la inmensa distancia de siete metros, pudieran escucharlo. Lena asintió. – Yo soy más guapo, ¿verdad?- rió.
- Te llevan, , Pipe… sin comentarios- sonrió Lena, dándose la oportunidad de salir ilesa de aquella pregunta. - ¿Y tu esposa?
- En un rato viene, se quedó comprando una de esas cosas de flores
- ¿Un Bouquet? ¿Una floristería?- rió, sólo burlándose suavemente de la irrelevancia que aquello tenía para Phillip.
- No me extrañaría que comprara la floristería- rió, pasando su brazo por los hombros de Lena para abrazarla. - ¿Cómo está tu mujer?
- Está como quiere- dijo, entre broma y en serio, consiguiendo que Phillip la viera con ojos de “no, en serio”. – Está normal… tranquila, nada fuera de lo normal- dijo, metiendo la mano en su bolso y sacando un cubo Rubik de cuatro por cuatro.
- Llevas esto en tu bolso?- preguntó Phillip, señalando el cubo con escepticismo.
- Sí… a veces es lo único que me entretiene- sonrió, empezando a mover las caras del cubo, en desorden según Phillip. – Pues, cuando tengo que esperar mucho tiempo para algo, nada más…
- ¿Te aburro?
- No, es sólo que actúa como distractor mental también
- ¿Por qué necesitas un distractor de tus pensamientos, Len?- murmuró, aflojándose el nudo de su corbata Ricci, celeste, a cuadros blancos de línea doble pero fina, con un punto blanco en el centro de cada cuadro y, entre cada doble línea, una finísima línea punteada amarilla.
- Gaby se dio cuenta de que Yulia y yo vivimos juntas… y, antes de que preguntes “¿y qué?”, nos vio besándonos…pues, supongo que sabe que no estamos experimentando… nos encontró en bata
- Explícate
- No sé, el paranoico de Volterra la mandó al apartamento de Yulia a buscarla… y se me ocurrió abrirle la puerta…
- ¿No fueron a trabajar ahora?
- No, Yulia estaba cansada… tenía dolor de cabeza ayer y durmió bien, tan bien que le dieron casi las nueve dormida, cosa que tú sabes que no pasa nunca
- ¿Y tú, Len?
- No tenía ganas de verle la cara a Volterra, prefiero que se me pase la cólera antes de volver a tratar con él
- ¿Por lo de tu mamá?- Lena asintió. – Pues…no me estás pidiendo mi opinión…
- Pero eso no te detiene para dármela- sonrió al interrumpirlo.
- Exacto- dijo, viendo que un doctor se acercaba a los hermanos Volkova y Yulia colgaba rápidamente la llamada, que, aparentemente, era de trabajo. – Me pongo en los zapatos de Volterra… él no tiene hijos propios ni ajenos, quizás lo que quería era ayudar, pero, sin experiencia, no hizo nada más que ofenderte… pero porque no se dio cuenta de que se estaba metiendo, de la peor manera y en el peor de los casos
- Es sólo que, a veces, cruza el límite… yo soy su empleada, la hija de la novia de la vida pasada… y a veces actúa como si fuera mi papá, así como ni siquiera mi papá actuó conmigo… supongo que, lo que me molesta, es que se tome ese derecho cuando no lo tiene… si en realidad quiere ser mi papá, pues que se case con mi mamá… soy un alma libre- resopló.
- ¿Le has dicho a tu mamá que sientes eso de Volterra?- Lena se negó con la cabeza. – Deberías… así te evitas que tu mamá corra a contarle a Volterra y que Volterra te “regañe”
- Tienes razón- suspiró. – Le diré cuando vuelva a hablar con ella
- ¿Estás bien?
- Sí, ¿por qué?
- No sé, el “sí” femenino viene del antiguo griego “no”- resopló, y provocó, en Lena, una risa ridícula.
- Me estoy preparando mentalmente para lo que sea que pueda salir mal
- ¿A qué te refieres?
- A que haya una especie de Tercera Guerra Mundial entre Yulia y sus hermanos, con o sin su papá, con o sin su mamá, que Oleg se muera, que no se muera, que nunca se despierte, que Yulia esté gastando tanto en él, más cuando tú sabes cómo es él con ella… no sé, es tanto…
- A Yulia le alcanza para mantenerlo hasta los cien años y no teniendo una tan sola deuda, además, Romeo ya está en contacto con los representantes legales del Ministerio de Desarrollo Económico, Infraestructura y Transporte y del Ministro de Economía y Finanzas, pues, legal por parte del Gobierno… porque le tienen que seguir pagando, al menos hasta que se muera…
- Me imagino que Yulia ya habló contigo de eso
- Len, Yulia no se va a quedar pobre… va a mantener a tu suegro con lo del plazo fijo del primer año- rió, dándole un beso en la cabeza.
- No es el dinero- dijo indignada, pues realmente no era eso lo que le molestaba. – Que haga lo que quiera con él… no es mío… es suyo…
- ¿Entonces?
- No sé si es madurez suprema o es simplemente lo que un hijo tiene que hacer por su papá
- ¿Las dos?
- Quizás… sólo espero que él lo sepa apreciar
- Yulia habrá hecho lo que debía hacer, lo que podía hacer, será cosa de él si le gusta o no… Yulia tendrá la consciencia tranquila…
- A veces se me olvida que tu testosterona es algo bueno para mí- se recostó sobre su hombro, evitando ver a Yulia y a sus hermanos hablar con el doctor.
- Hay algo que me quita las ganas de vivir… y es ver a una mujer preocupada… a cualquiera
- Eres un encanto- dijo, molestándolo mientras Phillip acariciaba su roja melena.
- Me quita más las ganas de vivir cuando es una mujer a la que quiero mucho, como tú- le volvió a dar un beso en su cabeza.
- Yo también te quiero mucho, Phillip- y, sólo con llamarlo por su nombre, la situación cambiaba, era más directo y más personal. – Y ya, suficiente romance heterosexual por hoy

- Suficiente incesto también- se burló, escuchando el ascensor abrirse, no por el que habían salido los Volkova, sino por el que había salido él, pues era el de personas naturales, no pacientes, y Natasha salió de él, que venía, tras ella, Hugh, cargando un Bouquet bajo que sólo gritaba “Serenidad” entre las Dianthus Balls, los Snapdragons verdes y las rosas blancas sin aroma.
- Hola, hola, familia- sonrió Natasha en su prácticamente aguda voz, pero la voz rara, aguda pero de una forma que sonaba normal, como si tratara de hacerla sonar profunda, aunque no era así, pero se marcaba su acento neoyorquino, inconfundible e imborrable, lo que no tenía Phillip.
- Mi amor- la saludó Phillip, poniéndose de pie, tomándole las manos y dándole un beso en sus labios, un beso corto pero sin quitarle el cariño. Hugh le entregaba el Bouquet a una de las enfermeras que se encontraba en la recepción principal.
- Hello, Darling- la saludó Lena, dándole un beso en cada mejilla.
- ¿Esos son?- preguntó, casi como Phillip había preguntado, pero ella ni se molestó en quitarse las gafas oscuras. Ambos asintieron. – prefiero a los hombres en “Suit & Tie”- rió, burlándose de Aleksei en su camisa ajustada, que tenía tono de lo que Natasha catalogaba como “de nuevo narcotraficante”. – Y una mujer con clase y poder
- ¿Qué te hace pensar que Yulia tiene el poder en esa conversación?- preguntó Phillip, pues era algo que él, por ser hombre, no sabría, no por las razones que Natasha y Lena sí sabían.
- Pipe, ¿tú crees que una mujer se sube en Stilettos sólo para destrozarse los pies?- resopló Lena, y Phillip simplemente se encogió de hombros.
- ¿No se supone que es porque ustedes adoran sus zapatos y todo eso?- preguntó, viendo todavía cómo Yulia era la que hablaba con el doctor y los otros dos sólo escuchaban.
- Sí, y no- murmuró Natasha, tomando un papel que Hugh le alcanzaba de manera discreta. - Es una manera de imponerte… porque todos ven hacia arriba cuando te quieren ver
- ¿Es una cuestión de Ego, entonces?- rió Phillip.
- No, el Ego no es un pecado- levantó su ceja Lena. – Es lo que los demás te permiten tener… es lo que te regalan los demás al dejarte ser grande
- El secreto es saber controlarlo… de un modo caprichoso- añadió Natasha, pasando su brazo por los hombros de Phillip hasta llegar a acariciarle la oreja izquierda. – Pero los Stilettos son un arma de elegancia, riqueza y poder… lo llamo “Psicología Básica del uso de la moda”
- La mujeres son criaturas maravillosas,pero peligrosas- susurró Phillip al oído de su esposa, pero ambas féminas se dieron cuenta de que Yulia caminaba hacia ellos, y, tras ella, venían sus dos hermanos, quienes, para Natasha, la escoltaban, pues no caminaban a la misma altura, dejaban que Yulia tuviera el control de la situación al caminar tras ella, y no se daban cuenta; pues perfectamente cabían a lo ancho del pasillo.
- Hey- susurró, arrastrando aquella expresión mientras se lanzaba a Natasha y a Phillip, en un abrazo doble y les daba un beso en una tan sola mejilla.
- ¿Cómo va todo?- preguntó Natasha, notando que Aleksei veía a Phillip con cierto odio.
- Bien… bien… perdón- dijo, sacudiendo su cabeza. – Phillip, Natasha… ellos son mis hermanos, Alina y Aleksei- y se estrecharon la mano, aunque Aleksei dejó a Phillip con la mano tendida, por rencor ajeno. – Y ella es Lena…
- Tu novia- sonrió Alina al interrumpirla, alcanzándole la mano, que luego se arrepintió y le dio un beso en cada mejilla. Wow. – Mucho gusto
- El gusto es mío- dijo Lena, no sabiendo qué decir exactamente, sólo lo dijo, pero no sabía si en realidad lo sentía así.
- Yo me quedo- dijo Aleksei, dejando a Lena también con la mano extendida, y todavía le vio la mano por unos segundos, aún mientras hablaba; y la sangre de Yulia que empezaba a hervir lentamente, como una olla de presión.
- Correcto…- susurró Yulia. – Bueno, mi hermana se está muriendo del hambre… quizás nos quieran acompañar- sonrió para los otros tres, viendo a Natasha a los ojos, y Natasha entendió el mensaje.
- Agnieszka estaba preparando Entraña- dijo Natasha.
- No podemos desperdiciar un buen corte- añadió Phillip, dándole un beso en la cabeza a Natasha, entendiendo por qué de su fingida invitación, en la que se había calculado comida sólo para cuatro, y sería Yulia o Natasha quienes dejarían fuera la Entraña sólo para que Alina comiera, y, la que lo hiciera, comería, en vez de eso, los fabulosos Sourdough Torpedos, o uno que otro pão de queijo y vegetales salteados, qué rico cocinaba Agnieszka.




Y así fue, Yulia decidió rechazar la Entraña, que era increíble que lo hiciera, pero no le importaba, Alina no le molestaba, simplemente tendía a desesperarla un poco, y podía controlar su desesperación. Claro, ambos sabían porque Oleg les había dicho, pues, aquello de que Yulia tenía una novia, mujer, y no un novio, que eso no era normal. Alina, como Oleg esperaba, no entendía la dimensión de aquellas preferencias, pues a ella no le importaba lo que tuvieran que hacer con tal de ser felices, por eso se había casado ella con un Filósofo, que no le daría una vida de lujos como la habría tenido si se hubiera casado con aquel otro pretendiente que tenía, con aquel heredero de todo un imperio de Aceite de Oliva, Messiniaki era, y Alina, en su profundo enamoramiento, que todavía estaba enamorada de aquel rubio, y habían vivido en muchos lugares, pero a Alina siempre la había hecho feliz, y eso era algo que Oleg Volkov catalogaba como “estupidez”, o sea, que Alina era estúpida, y así se lo había dicho, así de crudo. Alina no era la mujer más brillante sobre la faz de la Tierra, pero tampoco era tonta, era un poco torpe, y a veces no entendía por qué tenía que hacer ciertas cosas, pues ella, con tan solo tener sol y arena era feliz, y había sido gracia de Oleg Volkov enfermarle la mente en cuanto a Larissa, que era por eso que Alina no quería a Larissa, por simple y sencilla mala fama que Oleg le había hecho, la misma que le había hecho a Yulia. Aleksei no necesitaba la mala fama, Aleksei estaba convencido que Larissa y Yulia eran iguales, peor desde que Yulia era lesbiana, qué desgracia para la familia, para el enorme apellido Volkova. En mi opinión, el único que lo había arruinado era Aleksei mismo, no Yulia, no Alina, ni siquiera Oleg; no de una manera pública. Y sabía que Phillip le había dado un golpe de recuerdo a Oleg. Sólo era amable con Yulia porque Yulia pagaba, porque Yulia era la única que podía ayudar a Oleg, y a Aleksei no era como que le importaba Oleg en realidad, era simplemente el hecho de que, si Oleg no se recuperaba, él no podría seguir teniendo la vida que estaba teniendo en esos momentos. Par de incomprendidos, y en sentidos totalmente distintos.




Yulia y Lena regresaron con Alina al hospital, no sin antes Yulia haberle comprado un generoso combo de McDonald’s a la réplica de Oleg Volkov. Aleksei no le agradeció a Yulia, pues, ella tampoco lo esperaba, pero se lo dio con una sonrisa y con un “buen provecho” que le ardió a él en el hígado, pues no podía comprender cómo era que Yulia estaba tan tranquila ante un Oleg que estaba, literalmente, vegetando en una camilla de hospital, con tubos por todos lados, con la barba que ya le empezaba a crecer, que era él y no era él. Yulia prefería no entrar, pues, después de su resfriado, casi neumonía, hacía dos semanas, le habían recomendado estar prácticamente en cuarentena, aunque era obvio que Yulia no era de las que acataba las órdenes de un doctor, lo que la volvía, junto con Lena, dos de las peores pacientes que había tenido Leo Berkowitz. Todavía tenía las secuelas de aquella inundación de flema, ahora cristalizada, por lo que todavía tosía un tanto sin gracia, una tos seca y molesta que todavía le molestaba en el pecho y en la espalda, algo a lo que Lena no le tenía miedo, y más bien le preocupaba cuando a Yulia la tomaba, la tos, por sorpresa, pues tenía unos ataques de nunca acabar, que tosía y tosía hasta que, en su mirada, se notaba que quería llorar de dolor. Pero, claro, Aleksei no sabía eso, y Yulia tampoco le diría, pues no tenía por qué darle explicaciones al grosero de su hermano, al grosero y arrogante de su hermano mayor. Escoltaron a Alina al apartamento que Yulia les había rentado, Alina no queriendo dormir con Aleksei, pues, en el mismo espacio, todo porque se había sentido bien al lado de Yulia, se le había olvidado cómo era de tranquilo el ambiente.




- ¿Estás bien?- preguntó Lena a través del espejo, viendo a Yulia cepillarse los dientes, igual que ella. Ella asintió lentamente, reanudando el rápido y ágil cepillado sobre la hilera inferior de dientes. - ¿Segura?
- No puedo hacer nada- se encogió de brazos, mordiendo las cerdas de su Oral-B, de su vil cepillo de dientes, ni eléctrico, simplemente algo que compraba al por mayor al proveerles una obsolescencia programada de dos semanas y media, siendo su dureza de término medio. - Le estoy dando todo lo que puedo, no puedo revivirlo, no puedo matarlo, no puedo diagnosticarlo, ni medicarlo
- ¿Te sientes bien?- Yulia sólo respiró hondo y cerró sus ojos, aflojando sus muñecas y tronando sus dedos.
- Hay tanta presión Yulia que se puede manejar- sonrió, dándole a entender a Lena que no le insistiera tanto, pues era su manera de no quebrarse. No era momento para quebrarse.
- ¿Vas a la oficina mañana?- Yulia asintió.
- Mañana quiero sacar, por lo menos, la mitad del Seminario… ¿te parece si el fin de semana hacemos el taller?
- ¿Qué carajos se hace en un taller?- preguntó, pues esa etapa ya la había olvidado por completo.
- En tu caso…- dijo, enjuagando su cavidad bucal con un poco de agua, para luego erguirse y volverse a Lena, quien hacía lo mismo. – Explicas la importancia del espacio, la distribución de acuerdo al cliente, de acuerdo a lo que es mejor, a la accesibilidad, a la facilidad de lo que ya existe o no existe, como las tuberías, el cableado, las conexiones de gas, etc., qué poner en qué pared y por qué, cómo ponerlo… y luego les pones un ejercicio… es como armar un rompecabezas… acuérdate que sólo tienes catorce horas para eso- y sonrió, quitándose su sostén y arrojándolo al cesto de la ropa interior, pues aquello no se lavaba como todo lo demás, sino con un jabón especial; las copas a mano, el resto de la estructura y los panties con una especie de esponja.
- ¿Y el que tendríamos juntas?
- En la parte del análisis, se hablaría de lo que tienes que considerar para planear, o sea, las estructuras laterales, las tuberías, el cableado, todo eso… cómo escoger el tipo, cómo instalarlo, etc., y, en la parte de visualización, es básicamente con SketchUp… porque los mismos que tuvieron tu taller, van a tener el nuestro… entonces, con el conocimiento de ambas partes, puedes darles uno o dos ejercicios, uno fácil y otro que los haga pensar, todo para que lo introduzcan a SketchUp
- Por lo visto ya leíste las carpetas, ¿no?
- Pero muy rápido, apenas hojeé el currículum e hice un par de notas, pero sólo me dio tiempo de hacer notas en mi Seminario
- Lo que hubiera dado por que tú me dieras un Seminario- sonrió. – Seguramente no habría puesto atención
- La parte del taller, en la que yo hable, puedes sentirte una alumna más- rió Yulia. Qué rico era escucharla y verla reír.
- ¿Y qué parte quieres hacer?- preguntó, tomándola de la mano, llevándola a la cama, que todo estaba listo para simplemente acostarse y dormirse. No sex tonight.
- La que mi hermosa novia no quiera hacer- sonrió, siguiendo a Lena ya sobre la cama, quedando sobre sus rodillas, esperándola a que apagara la luz de la lámpara de su lado, la única luz que faltaba para tener completa oscuridad.
- Me sonrojas- murmuró, cayendo sobre su espalda, sintiendo a Yulia enrollarse entre su costado y su brazo, y la hizo sonreír, pues era la segunda noche que aquello sucedería, y adrede.
- Te amo, Len- suspiró, obviando el comentario de Lena y disponiéndose a sentir su respiración al poner su mano sobre su abdomen.
- Es que hasta me cuesta respirar cuando me lo dices- resopló entre sus mejillas y camanances sonrojados.
- Ya no te lo diré… para que no te ahogues… sino te mueres- sonrió Yulia, entrelazando sus dedos de la mano derecha con los de la mano izquierda de Lena, que la tomaban por su costado, entre su axila y su cintura.
- Yo te adoro- susurró Lena, no sabiendo cómo pero, en la oscuridad, logró encontrar los labios de Yulia con los suyos. – Deberías ser besada... y a menudo
- Pero sólo por alguien que sabe cómo- susurró, volviendo a unir sus labios con los de Lena.
- ¿Habrá alguna cita que no sepas?- susurró, rozando su nariz suavemente con la de Yulia.
- Seguramente- rió.
- ¿Citas que te representen?
- Varias- volvió a unir sus labios con los de Lena; era su droga, su medicina, su tranquilizante, su paz, su felicidad. Todo.
- Ilumíname
- Siempre me merezco el mejor trato porque no soporto otro tipo- susurró, paseando su mano desde el abdomen de Lena hasta su cuello, sintiéndolo tibio y llamativo. – Podré haber perdido mi corazón… pero no mi autocontrol- y se reacomodó para alcanzar el cuello de Lena, besándolo corta y lentamente, sintiendo aquel aroma de L’Air, que Lena, tras una batalla de citas, como muchas otras veces, había comprendido que el perfume se rociaba en cada parte que gustaría ser besada, pues, en sentido figurado, aunque a Yulia le encantaba su aroma después de todo un día de llevarlo en su cuello. – Si te amara menos, quizás podría hablar más sobre eso- Lena sentía sus besos con una extrema profundidad, tibios y amorosos, y sonrientes, así como sus labios se dibujaban con cada beso y cada palabra que Yulia le daba. – Siento mucho tener la razón en esta ocasión, habría preferido ser divertida y no sabia…- y ese mordisco en su lóbulo, encerrando, entre su mordida húmeda, su arete de argolla de platino, en cuyo contorno se incrustaban nueve diamantes; no era un regalo de Yulia, sino de Volterra para Lena, por su cumpleaños. – La vida, sin música, es vacía… soy la mejor juez de mi propia felicidad… - paseó su lengua, desde el centro de su cuello hasta su barbilla. - ¡Mal hecho, Yulia!- susurró, atrapando la barbilla de Lena entre sus dientes.


- ¿Por qué no aprovechar el placer de una buena vez? ¡¿Cuántas veces la planeación, la estúpida planeación, no destruye la felicidad?!- susurró, y Yulia rió a través de su nariz.
- Tener fe era contar con ello- susurró, colocándose sobre Lena. O tal vez sí había espacio para el sexo. Para el sexo no, para hacer el amor sí. – El éxito requiere de esfuerzo
- Y es muy difícil, para los prósperos, ser humildes- sonrió.
- “She was happy, she knew she was Happy…and she knew she ought to be Happy”- susurró, besó la comisura de sus labios y, en su cabeza, Rachmaninoff le hacía el favor de presentarle un dueto de piano, aquel dueto que solía tocar con Larissa, que estoy segura que a cualquiera conmovería, y que haría comprender a cualquiera de la clase y la cantidad de amor que tenía por Lena, más allá del anillo que esperaba por ser sacado de la cajita, más allá de un simple, pero complejo, “te amo”. Vocalise.
- “And time did not compose her…and she never approved of surprises, since the pleasure was never enhanced and the inconvenience was considerable”- suspiró, tomando a Yulia por su cintura, sintiendo sus besos nuevamente en su cuello.
- Y realmente pensé que ella no era necesaria para mi felicidad
- Inocente, a pesar de todas sus culpas- jadeó al Yulia morder su lóbulo, así como hacía unos momentos, pero ahora del otro lado.
- Y cuando la herida se ha dado… tu has sido la cura que encontre
- Y tomaste la idea, que no suponga, acabas de ceder todo ante el - Yulia regresó a los labios de Lena y los besó apasionada pero suavemente, un contacto de labios, un coqueteo tibio, entrelazados, presionándose sin apuros, succionándose delicadamente, despegándose para volverse a unir de la misma forma; un beso frontal, ahora ladeado hacia la izquierda de Lena, todo mientras Yulia la detenía, por debajo de sus ondas rojas oscuro por su nuca. – Eres tan Yulia- rió Nasalmente, acostando a su Yulia entre su brazo y su pecho.
- ¡Ya quisiera ella ser como yo!- susurró. – Yo te puedo decir, a ti, que te amo… y que te amo mucho, y que te vuelvo a amar… ella: a nadie.
- Yulia Volkova guapa, inteligente y rica, con un hogar confortable y feliz disposición, parecía unir a algunas de las bendiciones de la existencia; y ha vivido casi veinte y nueve años en el mundo con muy poca a la angustia o fastidiarla- suspiró, abrazando a Yulia fuertemente por su cuello, pues, no tan fuerte, pero si la mantuvo cerca.
- Ahora te amo muchísimo más- paseó su mano por el brazo de Lena hasta llegar a su mano, dejó que Lena entrelazara sus dedos y se acomodó nuevamente entre el calor que Lena despedía y la corriente de aire frío que salía por la pequeña ranura metálica.
- Yo también la amo, Arquitecta- susurró, escuchando una leve sonrisa nasal. Wow. Yulia cediendo tan rápido al sueño.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Miér Nov 12, 2014 10:02 pm

Quizás Yulia sólo necesitaba un abrazo, un abrazo de esos, quizás era su manera de lidiar con el estrés que no quería exteriorizar verbalmente, pues sería aceptar muchas cosas que no quería aceptar, porque no tenía tiempo y porque no quería, y tampoco quería intensificar su catastrófica e inmadura inexistente relación con Aleksei. Lena se quedó un momento pensando, pensando más en los Talleres que en lo otro, pues lo otro no tenía sentido pensarlo cuando era tan incierto como un placer fingido, los Talleres dependían de ella, el resto no. Se concentró en un punto fijo, al vacío, sobre la franja que se iluminaba a ras del blanco techo, que iluminaba parte de la lámpara superior. Sentía la respiración de Yulia, no la escuchaba, sólo la sentía al estirarse la piel de su costado cuando inhalaba, y de alguna forma se preguntó, entre las teorías espaciales de Ponticelli, Anchieta y Ershov, cuánto durarían las noches así con Yulia, si aquella comodidad sería eterna o si estaría destinada a ver su fin en algún momento. La aflicción la invadió; por la incertidumbre de la duración, por el dolor que aquel solo pensamiento le provocaba, ¿qué había después de Yulia? Ah, era la primera vez que Lena estaba enamorada, y enamorada de verdad, no de sólo excusa o explicación fugaz, sino que realmente estaba perdida entre la mirada azul de Yulia, entre sus labios de forma de coseno, entre su muda respiración, entre los sueños alocados de Yulia que tenían, por música de fondo, “Barbra Streisand” y no era precisamente la cantante, sino la canción de Duck Sauce, no quería encontrarse entre su piel, ni entre el tono de su voz, ni entre el acento británico, el cual nunca hubiera entendido si no era porque Yulia se lo hubiera explicado: “Es un secreto. Teníamos profesores ingleses y no norteamericanos, un pecado para una American School Abroad.”. Se rehusaba, de manera definitiva, a decir que no le gustaba la música clásica, a negar una cómoda y funcional blusa de casi tres mil dólares, pues, con Yulia, había comprendido que, entre la riqueza material, la miseria era un pecado, un verdadero pecado, y había aprendido a dejar que la consintieran, y que el término “Vogue” no era sólo de una revista, sino que era una elección, un estilo de vida, una corriente personalizada, un grito público de la propia cosmovisión.




No se había perdido, sino que había decidido perderse, porque se sentía bien, como en casa, porque Yulia, y todo lo que aquella mujer, que ahora descansaba entre sus brazos, comprendía, era su hogar. No era su familia, no la que se componía, socialmente, por papá, mamá e hijos, tal vez abuelos, no, era su familia verdadera, pues aquella familia, la que alguna vez fue la unión de Katina y Sergeyevna, no había sido elección suya ser parte de ella, pero si había sido una elección suya dejarse ser parte de una familia, que no era disfuncional, de una familia que se componía de su pareja, de su novia, de la única persona con la que quería estar, y que estaba segura que quería estar con ella, de Yulia Volkova, quien, por consecuencia, había arrastrado a los ahora Señor y Señora Noltenius, y esa era una familia que le gustaba, que no podía compararla con la suya, pero era una que, si le dieran a escoger de nuevo, entre ellos y la idea de una felicidad en un momento pre-Yulia, que era la típica familia feliz, de papás casados y todos felices, los volvería a escoger, volvería a escoger ese momento, hasta volvería a escoger vivir aquella única, horrenda y estúpida pelea que había tenido con Yulia, porque las había llevado, sí o sí, a esa noche. Ni se molestó en preguntarse cómo habría sido su vida sin Yulia, o la vida de Yulia sin ella, pues ella, a Yulia, mayor cambio no le veía… pero yo sí. Con Yulia se sentía más que bien en todo sentido, hasta protegida pero, ¿cómo se sentía Yulia? Lena sonrió ante su pregunta retórica y se dio cuenta de que, lo que Yulia había citado, era cierto: “si te amara menos, hablaría más sobre ello”. Aquella pelirroja respiró hondo y, al compás de su exhalación, dejó que su propia mente cerrara sus ojos al risible recuerdo de la música de su propio iPod, que tenía algunos artistas que Yulia tenía, pero, al contrario de Yulia, carecía de música clásica y estaba plagado de Adele, Madonna, Laura Pausini, Black Eyed Peas, The Black Keys, The Bravery, Electric Six, The White Stripes, Jack White, The Raconteurs, Queen, Pet Shop Boys, Coldplay, George Michael, Robbie Williams, Justin Timberlake y Snow Patrol.





- Buenos días, Licenciada- sonrió Yulia luego de haberle dado un beso en su frente. Se encontraba agachada al borde de la cama, sonriendo mañaneramente, con mirada y sonrisa fresca, de una ducha recientemente terminada.
- Cinco minutos más- balbuceó Lena, volviendo a cerrar sus ojos ante el cansancio acostumbrado, pues no estaba realmente cansada, simplemente le gustaba dormir, haraganear, un verdadero “dolce far niente”.
- Son las seis y media- susurró Yulia, logrando que Lena abriera los ojos nuevamente.
- Buenos días, Arquitecta- sonrió, restregando su rostro contra la almohada para despertarse un poco más rápido, y vio a Yulia, con su cabello partido por el lado derecho, pues había tirado su flequillo hacia el lado izquierdo, deteniéndolo bajo una diadema, que era en realidad un listón negro, que daba lugar a que el flequillo le diera un minúsculo copete estilizado, y el resto de su cabello bajaba, tras sus orejas, revelando sus medianas perlas que daban centro a una circunferencia de diamantes blancos, y sobre su espalda, en ondas hermosamente flojas. Y ni hablar de aquella sonrisa, asesina.
- Vamos dormilona… - murmuró, dándole otro beso, pero esta vez en sus labios. – Ve a ducharte, ¿sí?



Con ese tono de voz, ¿quién no accedía? Peor aún con esa mirada seductora. Lena asintió y, con un impulso, que se tradujo a una profunda respiración, se puso de pie y se arrastró hacia el baño, en donde todavía sonaba la música de Yulia. Debía estar de buen humor, pues siempre la apagaba y sólo cuando estaba de buen humor la dejaba encendida, “Lujon” de Henry Mancini. Y, Wow, se sintió como una verdadera Afrodita con aquella canción, tan sensual, tan seductora, como una pasión profunda entre dos amantes. Claro, el otro nombre de dicha composición era “Slow Hot Wind”. Yulia vio a Lena arrojarse en la ducha y pasó a su clóset, en donde aseguró su busto en un sostén de látex ante la eminencia de blusa Cavalli que se pondría luego; una hermosa blusa de fondo blanco, con un recubrimiento de chiffon blanco con impresiones impresionantes de cebra, lovely. Sólo escuchaba el agua correr, a Lena moverse dentro de la ducha, y sonrió ante su plan. Se deslizó en la típica tanga negra y enfundó la parte baja de su cuerpo en un super skinny jeans, que no era celeste ni azul marino, era un hermoso Stone wash. Lena salió de la ducha y, habiéndose lavado los dientes, se asustó al ver que Yulia no había terminado de vestirse.




- ¿Me tardé menos?- preguntó, aclarando luego su garganta ante lo pegajoso de ésta.
- No lo sé, ¿por qué?- sonrió Yulia, dibujando la típica línea negra en su párpado inferior para luego trazar una en su párpado superior pero más gruesa y en proporción a la curvatura.
- No estás desayunando y yo ya salí de la ducha- sonrió, aunque Yulia no la pudo ver por estar concentrada en su ojo, en el espejo, en las dos cosas.
- Entonces sí te has tardado menos, felicidades- resopló, cambiando el delineador de ojo.
- Very Funny- rezongó falsamente, buscando la blusa Armani blanca, la que se amarraba, literalmente, del cuello, y, que del frente central, se expandía una franja plisada en aquella tela de algodón que acentuaba sus curvas, ocasión perfecta para imitar a Yulia con su sostén de látex, aunque ella no sabía.
- Al salir de la oficina voy a ir a hacerme los exámenes al hospital- le informó, por si quería acompañarla, o no.
- Te acompaño, mi amor- murmuró, sacando un pantalón, asumo que Burberry, en un tono rosa cosmético que funcionaba sólo con blusas o camisas por fuera.
- ¿Por qué, la Señora Knightley, estás siendo extraordinariamente amable- dijo en un tono ceremonioso y dramático.
- Porque Señora Woodhouse- resopló, imitándola. – Sera mi placer- guiñó su ojo, despegando el látex de las bases de cerámica.
- Te amo- murmuró, acercándose a donde Lena estaba, acercándose mucho a su rostro, pero sólo era para alcanzar su jeans.
- Yo a ti- dijo rápidamente, robándole un beso en ayunas. – No sé si la gente va a trabajar así de guapa como tú
- Es demasiado?- sonrió, guiñando luego su ojo, introduciendo sus pies en el jeans.
- Tu nunca será "demasiado" para mí- repuso, entrelazando los broches metálicos de su sostén, el que se aseguraba entre sus senos, que hacía, de su busto, un hermoso y bien ajustado monumento.
- Me sonrojas- murmuró, abrochando el jeans bajo su blusa.
- Yulia Volkova se sonroja también- rió divertidamente para ella misma mientras tomaba una tanga negra, sólo que ella no la había escogido entre tantas, Yulia sí.
- Soy humana- sonrió, halando un cinturón negro del perchero para colocárselo. – Por cierto…- murmuró, enfundando su cinturón mientras veía a Lena meterse en el pantalón y luego en la blusa. – Voy a cambiar de perfume- dijo, acordándose que eso le faltaba todavía.
- ¿De cuál de todos?
- Bueno… dejaré de usar el Chanel y el Carolina Herrera… el Insolence es mi preferido, sobre todas las fragancias, es de lo mejor
- ¿Qué usarás, entonces?
- Pues- rió, sólo para ver la expresión de Lena. – Pensaba penetrarte todos los días, por las mañanas… así usarte a ti como perfume- y levantó la ceja.
- ¡Yulia!- rió nerviosamente, volviéndose completamente roja.
- No, es broma- resopló, guardando aquella reacción en su memoria, en el cajón de buenos recuerdos. – Creo que voy a optar por un Loewe o por un Nina…
- Tú siempre hueles muy rico- murmuró. – Lo que sea que te pongas, olerás delicioso… más al final del día… quizás después de dos sudados orgasmos- levantó la ceja en venganza mientras se dirigía al espejo con el delineador y la mascara en las manos.
- ¿Estás insinuando algo?- sonrió, acercándose por detrás y abrazándola por la cintura. Seis y cincuenta. Yulia: tarde. Lena: todavía no.
- Tú dime- rió, aplicándose, con maestría, aquel delineador, que lo alargaba más allá de la comisura de sus párpados, por el lado exterior, pero quizás un milímetro o dos, no más.
- Prefiero que me sorprendas
- Creí que no te gustaban las sorpresas
- Resulta que lo hago…- guiñó su ojo y le dio un beso en su cabeza, retirándose para buscar sus Gianvito Rossi rojos, y los Zanotti de Lena, que no tuvo que decirle cuáles quería, ella simplemente lo sabía.
- Está bien, está bien… te sorprenderé- guiñó su ojo, volviendo a cerrarlo para dibujar la doble línea y luego alargar sus pestañas con mascara.
- ¿En serio?- resopló, colocándole los Stilettos a un lado y ella se detenía de uno de los percheros vacíos, que yacían de las columnas de madera, que eran las divisiones, para deslizar sus pies en sus hermosos y asesinos catorce centímetros de piel de cocodrilo de escamas pequeñas que le daban forma a una punta un tanto puntiaguda, abultado para permitir el movimiento interno de los dedos, y porque se veía mejor cuando no se marcaban los dedos, más estilizado. Eran lo que se conocía como Cut-Out dentro de la categoría de los D’Orsay, pues, la parte interna de cada pie estaba al descubierto. Y ni hablar del tacón de metal, reforzado con un recubrimiento de Jatoba rojo.
- ¿Qué con el tono de sorpresa? ¿Me estás retando?- sonrió, viéndola a través del espejo en cuanto se trabajaba las pestañas con suma destreza y rapidez, tenía más habilidad que Yulia, quizás por la motricidad fina, quizás por el apuro.
- Io?- repuso en tono sarcástico. – Mai!- resopló sarcásticamente en su exagerado tono italiano.
- Mai, mai…- murmuró con una sonrisa, como si estuviera repasando la burla de Yulia. – All “mai” arriva, Cara mia- le advirtió, cerrando su mascara y volviéndose hacia el cajón para guardar aquello.
- Lo so, lo so…- susurró con una sonrisa, tomándola por la cintura, envolviéndola entre sus manos que intentaban acariciarle el vientre. – Te ves hermosa- le susurró al oído, logrando sonrojarla y, al darle un beso corto, le provocó un hormigueo gracioso que la hizo sonreír.
- ¿Por qué no te has ido?- susurró, despegándose de Yulia para tomar sus Stilettos.
- ¿Me estás echando?- rió.
- No, no…- suspiró, enfundando sus pies en aquellos Zanotti que tanto le gustaban, por cómodos y por hermosos. – Es sólo que estoy acostumbrada a que, cuando salgo de la ducha, o ya te has ido o estás por irte…
- Pensé que, en un día como este, podía hacer la excepción y esperar a mi novia… para irnos juntas a la oficina- Lena creyó que el corazón le iba a partir la piel del pecho y saldría corriendo, gritando “Oklahoma, Oklahoma, Oklahoma, Oklahoma!” , tal vez no “Oklahoma”, pero sí en ese estilo, y no de fingida felicidad.
- Le ruego me disculpe?- balbuceó, paseando sus dedos por entre su cabello para aplacar y ordenar sus ondas, que no quedaría ordenado, por el simple hecho de que a Lena no le gustaba peinarse mucho, pues su cabello perdía volumen.
- Pues, ¿cuál es el punto en que me vaya antes si tú trabajas en el mismo lugar?- dijo, alcanzándole la mano derecha. – Además, será la forma más efectiva en que logre que camines y dejes de tomar un Taxi- la haló suavemente, viéndola sonreír tímidamente.





Y así salieron, de la mano, sólo haciendo una pequeña parada para tomar sus bolsos, pero así bajaron con el ascensor, así salieron por el Lobby y así caminaron por la Quinta Avenida hasta llegar a Rockefeller Plaza, ambas luciendo no sólo sus gafas oscuras, sino también a la belleza que llevaban de la mano, que, en el frenesí de las siete de la mañana, casi nadie notaba y, los que lo notaban, no le daban mayor importancia, pues aquello, para ellos, no significaba nada, pero, para Yulia y para Lena sí, sí que significaba algo, y mucho. Entraron así, mano en mano, por las puertas de vidrio de la entrada principal, saludando, o deseándole “buenos días” a la secretaria principal, que se llamaba Eugenia y no era la de Volterra, pues aquella se llamaba Liz, fueron vistas, con la misma irrelevancia, por el resto de las Arquitectas, hasta por la secretaria que les pertenecía; Tamara, y sólo se alejaron para que Lena entrara a su oficina y Yulia a la suya, todo para que, minutos después, llegara Gaby, sonrojada y sin poder verla a los ojos, no por odio o repulsión, sino porque le avergonzaba saber aquel secreto, un secreto que a Yulia no le molestaba que Gaby supiera. Le entregó su taza de té, que Yulia la tomó como todos los días, y luego, ante la llegada de Lena, terminaron estructurando el taller que tenían en conjunto, todo mientras Yulia leía la última edición de Vogue y Lena jugaba con su Cubo Rubik de cuatro por cuatro, que lo armó y lo desarmó, por lo menos, seis veces en todo lo que acordaban el contenido y la parte de la que cada una sería responsable, y había quedado así: Lena se encargaba de la teoría, Yulia se encargaba de llevar a cabo un holocausto estudiantil, en sentido figurado, con los ejercicios teórico-prácticos.





- ¿Puedo pasar?- dijo Volterra luego de haber llamado a la puerta.
- Claro, pasa adelante- sonrió Yulia, dejando de redactar el primer ejercicio, que estaría, en escala del uno al diez, violentamente difícil, y el segundo que estaba diseñado para ser, en escala del uno al diez, un holocausto.
- Gracias- murmuró, cerrando la puerta tras él y abriéndose paso hacia la silla contraria al puesto de Yulia. - ¿Qué tal estás? ¿Qué tal está tu papá?
- Yo estoy bien, gracias por preguntar… mi papá…- suspiró. – Bueno, estará bien, bajo mis parámetros de “bien”, muy pronto
- Me alegra escuchar que estará bien y que tú estás bien, ¿algo en lo que pueda ayudar?
- Nada en especial, pero gracias- sonrió, entrelazando sus dedos por sobre su vientre, bajando sus codos y echando su espalda contra el respaldo de su comodísima silla de cuero.
- ¿Puedo?- preguntó, levantando el Cubo Rubik de Lena, pues se le había olvidado tras haber salido, rápidamente, a su reunión hacía apenas unos momentos.
- Supongo que sí- respondió, pues no era suyo, pero seguramente Lena no se molestaría.
- Tenía mucho tiempo de no jugar con uno de éstos- sonrió como para sí mismo.
- ¿Jugar?- resopló Yulia, viendo cómo aquel hombre giraba las caras sin sentido alguno, igual que Lena, con la diferencia que él se notaba titubeante.
- Resolver, si el término te sienta mejor- sonrió, no levantando la mirada del cubo. – Se te desarmó, ¿verdad?- preguntó con una sonrisa, encontrando nuevamente la mirada divertida de Yulia, pues Volterra parecía un niño.
- Sí- asintió, pues a Lena se le había desarmado y había pasado más de veinte minutos tratando de resolverlo, no pudo.
- Lo armaste mal- le informó, girando las caras, de tal manera, que una pieza se desprendió y aquel cubo se hizo añicos en sus manos.
- Quizás por eso no se podía resolver- rió, pensando en cómo Lena casi pierde la cabeza al no poder resolverlo en menos de cinco minutos.
- Quítale el “quizás”… porque ibas bien- sonrió, alineando las piezas de la base.
- Eres un experto ahora, ¿o qué?- lo molestó Yulia, pues necesitaba desquitarse con alguien, algo que a las once de la mañana sentía.
- Esto es como aprender a ir en bicicleta… una vez lo aprendes, nunca lo olvidas- sonrió, notando que Yulia se encogía de hombros en su cómoda posición. – En fin… venía a preguntarte si querías quedarte en el hotel que todos nos quedaremos o en otro
- ¿Viniste hasta aquí para preguntarme eso?- resopló, sabiendo que realmente iba a hablar de Lena, y empezó a contar los minutos, de manera imaginaria, cuánto tardaría en sacar el tema.
- Claro, Jefa
- ¿En cuál se quedarán?- murmuró, obviando el título que Volterra le acababa de atribuir, cuánto odiaba eso.
- Se llama “Charlotte Street Hotel”- murmuró, comenzando a poner la segunda fila de piezas.
- ¿Y el protocolo?
- Robert duerme solo, igual que yo… Belinda y Nicole duermen en la misma habitación, tú sabes que son inseparables- resopló. – Y Rebecca duerme sola… se regresa antes porque tiene que presentar el diseño del edificio de Washington
- ¿No debería estar Belinda y Nicole también?- preguntó Yulia, velando por los intereses que tenían en conjunto con Trump; cliente y socio.
- No es al panel ejecutivo, sino a Junior… para corregir errores o hacer modificaciones antes de presentarlo al panel, para el cual si estarán presentes las otras dos
- Bueno, si tú lo dices… tú eres el jefe
- Pensé que tú lo eras- rió nasalmente.
- Que sea mayoritaria no significa que sea la Presidenta del Estudio- sonrió irónicamente, pues eso ya lo habían discutido. Yulia no quería ni responsabilidades administrativas, ella quería diseñar, construir y ya, nada que tuviera que ver con contrataciones, ni con proyectos grandes en los que todo el estudio se viera involucrado, ella sólo quería ser la conexión principal, o ni eso, entre Trump y Volterra-Vensabene. Perdón. Volterra-Volkova. Hasta Yulia le seguía llamando Vensabene, por costumbre y porque no se sentía cómoda teniendo su apellido, que llevaba sin orgullo y sin vergüenza, en lo alto del mundo Arquitectónico-Comercial-Bienes y Raíces de Nueva York, o de toda la Costa del Este.
- Todavía no entiendo por qué… pues estás en todo tu derecho
- Tener derecho no es sinónimo de tener la voluntad… las ganas, ¿sabes?- levantó su ceja. Ah, una conversación un tanto profunda, Yulia, a salir rápido de ahí.
- Toda la razón es la que usted tiene, Arquitecta Volkova- dijo Volterra en tono de Yoda filosófico. – Pero, a lo que vine…
- ¿A armar el cubo?- rió Yulia, sintiendo la vibración de su iPhone en el bolsillo de su pantalón.
- También- sonrió. – Pero, ¿quieres quedarte en el mismo hotel?
- Bueno… ¿no crees que sería lo normal y lo justo?- se encogió de hombros, sintiendo todavía la vibración.
- No sé si Lena y tú quisieran estar en otro lugar para…
- ¿Para qué?- sonrió, y Volterra se había metido en una conversación de mal gusto, o no de mal gusto, pero sí incómoda.
- Para que… no sé, tú sabrás- sonrió.
- No, no lo sé
- Si lo sabes, Yulia… no me tomes el pelo
- No te lo estoy tomando- rió, burlándose en su cara del evidente nerviosismo que le corría por las venas a aquel hombre que siempre era sereno, siempre menos últimamente.
- Bueno, para que puedan tener privacidad
- Pero no necesitamos privacidad- levantó su ceja. Y la actuación empezó.
- ¿No?
- No que yo sepa… ¿o has visto tú alguna demostración exagerada de amor entre nosotras?- Volterra se negó con la cabeza. - ¿Un tan solo beso?
- No, no…- balbuceó.
- ¿Y tú de verdad crees que Lena y yo tenemos algo más que una relación de trabajo?- preguntó, jugando al ratón entre las garras del gato.
- ¿Por qué me preguntas eso?- se incomodó, y se le notaba la mezcla de la incomodidad con el nerviosismo en sus inquietos dedos que intentaban colocar cada pieza en su lugar.
- Olvídate de Inessa… ¿tú de verdad crees que Lena y yo tenemos algo? Digo, dejando a un lado todo
- Pues, viven juntas, ¿no?
- ¿Y eso qué?
- No lo sé, no te imagino viviendo con alguien sólo porque sí… por hobby
- ¿Y qué si tengo problemas económicos y no puedo pagar el alquiler?
- Yulia, ¿esperas que crea eso?
- ¿Y si somos buenas amigas?
- ¿Demasiado buenas amigas?- preguntó por respuesta, con una tonelada de burla que Yulia desistió.
- Bueno, bueno… pero, si Inessa no te hubiera dicho, ¿te lo imaginarías?
- No
- Entonces, ¿por qué crees que necesitaríamos estar en otro lugar?- sonrió en plan de terapeuta, así como ella sabía que sonreían al preguntar algo sólo para que la persona se diera la respuesta a sí misma y que no tuviera que dársela ella.
- No lo sé…
- Alec, tú, al hacerme esa propuesta, estás insinuando que mi relación con Lena es muchísimo más avanzada de lo que tú te imaginas- sonrió. – Estás implicando que tenemos un trato distinto, de modo preferencial… y no sería justo para los demás… además- resopló, consiguiendo llamar la mirada de Volterra a la suya. – Estás insinuando que Lena y yo hacemos cosas que requieren de máxima privacidad
- No, yo sólo quería redimirme por lo que hice- murmuró, bajando la mirada nuevamente al cubo.
- Yo creo que intentas matar a varios pájaros de un tiro…- dijo, acercándose por sobre el escritorio hacia Volterra. – Sí, intentas redimirte con Lena y conmigo, aunque conmigo no tienes por qué redimirte… pero intentas evaluar mi percepción de poder, el tamaño de mi ego e intentas saber si nuestra relación está en ese nivel, en ese nivel que te niegas a darle un nombre, y lo intentas saber por curiosidad… porque Inessa no te lo ha dicho, y quizás no te lo quiere decir porque es demasiado personal… - sonrió pícaramente, pues no había nada más gracioso, para ella, que incomodar a los curiosos. O era quizás que le gustaba incomodar y jugar con la mente de Volterra, por entrometido y curioso, sí, eso era. – Lo cual no me explico- murmuró, frunciendo su ceño en confusión. – Si Inessa no te ha dado detalles de nuestra relación, ¿por qué correr a ti con algo tan personal como una pelea entre ella y Lena? Eso da una sensación de la calidad de confianza que hay entre los dos, que aparentemente es muy grande y muy buena
- ¿Cómo era ese dicho?- murmuró, burlándose de sí mismo, riéndose nasalmente mientras veía hacia el techo.
- ¿Nunca subestimes a tu enemigo? ¿Mucho menos si es mujer?- levantó Yulia su ceja, todavía más arriba, elevando su juego, elevando su intento de incomodar.
- Sí, precisamente eso- sonrió.
- Oh…My…God!- siseó. - ¿Tú y Inessa están juntos?- la mandíbula de Yulia cayó, tan bajo que casi toca el escritorio.
- ¿De qué hablas?
- Es la única explicación que le veo a ese exceso de confianza- dijo, elevando irrelevantemente sus brazos al aire.
- No, no estamos juntos… ¿quién es el curioso ahora?- sonrió, colocando las últimas piezas del cubo.
- Todavía tú- rió Yulia. – Pero, en fin… no, no quiero otro hotel… ¿cuál es la mejor habitación?
- Una Penthouse Suite- dijo, presionando las piezas, para hacerlas encajar. – Listo- dijo, alcanzándoselo, Yulia lo tomó.
- ¿Y qué tipo de habitación me dará el Estudio?- instantáneamente empezó a desordenar el cubo, no con la misma destreza y agilidad que lo habría hecho Lena, pero lo hacía rápidamente. Era sólo desordenarlo.
- Una Deluxe…
- ¿Cuál es la diferencia de precio?
- Setecientos cuarenta Libras por noche
- ¿Reembolsas?
- No lo sé, ¿tu Estudio le reembolsaría a la dueña?- Yulia se sonrojó y se incomodó. - ¿De verdad te molesta tanto que te digan eso?
- Como no tienes idea… mi intención no es ser la dueña
- ¿Esperas que crea que no quieres ser dueña es todo esto?- dijo, rodeando la oficina, implicando el Estudio completo, con su mano.
- Eso, precisamente, es lo que quiero, no que creas, sino que entiendas
- ¿Por qué compraste el cincuenta por ciento, entonces? Digo, si no querías ser dueña de todo esto, no lo hubieras comprado
- Alec, te seré muy honesta… por si no lo has notado, soy dueña de mi tiempo, de mis gustos, de todo lo que tenga que ver conmigo, no necesito gastar seis cifras para ser dueña de algo que ya soy… además, creo que tu corta visión de la visión no te deja ver más allá de las cosas…
- ¿Qué?- murmuró confundido, pues aquello último sólo tenía sentido para Yulia.
- Resuélvelo en menos de un minuto y te digo- sonrió, alcanzándole el cubo mientras sentía nuevamente la vibración de su iPhone.
- ¿Qué me vas a decir exactamente?
- Oh, Arquitecto Volterra, ¿está usted considerando mi reto?
- Depende de lo que la paga sea- sonrió, tomando el cubo de las manos de Yulia.
- Te diré por qué compré tanto, qué pienso hacer con él y qué tan avanzada está mi relación con Lena
- ¿Un minuto dices?- Yulia asintió, tomando su muñeca izquierda entre su mano derecha, apoyándose de su pulgar para presionar el cronómetro de un minuto.


- Tres… Dos… Uno- y Volterra empezó a girar las caras, las filas y a revolver las columnas. Yulia sólo supo comparar aquello con el ritmo pulsante y repetitivo del Harlem Shake, lo estresante y acelerado que era aquel movimiento, aunque tenía que aceptar que Lena lo hacía más rápido. Treinta segundos pasaron y Volterra apenas llevaba hechos los centros, faltándole los bordes, que, según lo que Lena decía, era lo más fácil. Y todo iba bien hasta que, a partir del trigésimo segundo, Volterra se detuvo, por una mínima fracción de segundo, para analizar los algoritmos a seguir, y tocó una que otra pieza, que parecían ser al azar, pero Yulia sabía que no eran al azar. – Veinte segundos- murmuró, y Volterra empezó a gritar en desesperación, a reírse ante la presión del tiempo, parecía un niño pequeño. – Diez… Nueve… Ocho…- Volterra seguía girando las caras y no conseguía resolverlo. – Siete… Seis…- se agitó de manera sonriente, pues ya, sólo quince rotaciones más y lo lograba. – Cinco… Cuatro… Tres…- seis rotaciones más. – Dos….- cuatro rotaciones. – Uno…- tres rotaciones. – Tiempo- murmuró Yulia, escuchando aquel “click”, que sólo significaba el desprendimiento de la pieza, que le había impedido rotar las caras dos veces más, dos rotaciones que le explicarían muchísimas cosas, pero no, no sería en esa ocasión.
- Creo que no tendré respuestas por ahora- sonrió, asegurando la pieza y terminando de resolver el cubo.
- Las escucharás de mi boca… lo prometo- balbuceó Yulia, viendo cómo Volterra colocaba el cubo, ya resuelto, con la cara blanca apuntando hacia arriba.



- ¿Te sientes bien?- Yulia asintió lenta pero nerviosamente. - ¿Estás segura?
- Sí, sí… ¿se te ofrece algo más?- dijo rápidamente, intentando sacar a Volterra de su oficina para poder respirar, y quizás era algo que la continua vibración de su iPhone le provocaba, la intranquilidad, el impacto, la incertidumbre, la confusión, o quizás lo que ya sabía.
- ¿Crees que sea prudente acercarme a Lena para pedirle disculpas?
- Claro, aunque tu sobrina no es una persona rencorosa- intentó sonreír, empleando el término “sobrina” por obvias razones para ella.
- ¿Estás segura que te sientes bien?- preguntó de nuevo, notando cómo las pupilas de Yulia se habían dilatado, y cómo mordía, rápida pero suavemente, su labio superior por el lado derecho. A eso, Volterra y yo le llamamos: “Yulia pensativa, Yulia maquinando”.
- Sí, sí, sí…- balbuceó rápidamente, como si tuviera la lengua en plan de inutilidad completa. – Debo atender esta llamada- dijo, sacando su iPhone de su bolsillo y viendo que era llamada de Alina. Ocho llamadas perdidas. ¿Por qué no llamó a la oficina? Pues, ocho llamadas sonaba a urgencia.
- Bueno, le diré a Liz que les reserve la Suite que quieres, luego reembolsaré la diferencia- sonrió, empujando suavemente el cubo a lo ancho del escritorio mientras Yulia asentía suavemente, todavía sorprendida, y Volterra no sabía por qué, aparentemente yo tampoco. - ¿Ali?- preguntó al teléfono, pues así llamaba a Alina, de cariño. - ¿Qué pasó?- Volterra se puso de pie y devolvió la silla a la posición en la que la había encontrado. - ¿Se… despertó?- murmuró con la voz temblorosa, y fue algo que Volterra pudo percibir, creyó que era algo bueno, porque lo era, pero ahora Yulia era incapaz de tener una clara, o borrosa, visión de lo que se venía a continuación en lo que a Oleg se refería. Y ante un “sí” de Alina, Yulia bajó lentamente el teléfono, pretendió colgar en cuanto su mano se posó, cómodamente, sobre su regazo, y se quedó viendo al vacío unos momentos, sin pestañear, sin respirar, unos cuantos segundos que parecieron horas de agonía, de incertidumbre, de la invasión de los ¿Y ahora qué?- Llegaré en cuanto pueda- balbuceó sin pestañear, y logró colgar.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Nov 15, 2014 12:18 am

Disfruten




¿En cuanto pudiera? Vamos, si de ser así, Yulia nunca podría, y eso quería Yulia, no poder, porque se imaginaba el enojo de Oleg, el enojo del que ella no tenía la culpa, el enojo con el mundo, con el universo, con todos y por todo, ¿le habrían dado ya la noticia? Dios, Yulia sólo quiso gritar de angustia, gritar hasta que la garganta le doliera, hasta que se quedara sin aire, una enorme y verdadera catarsis. Pero, en vez de eso, volvió a su trabajo, colocando música de fondo, la música de Lena en realidad, pues era la más alocada, y necesitaba distracción, no relajación. Aquel segundo ejercicio no sería “Holocausto”, sino que sería “Guerra Atómica de índole Mundial”, y todo eso se lo debían al estrés por el que Yulia estaba pasando. ¿Cuántos aprobarían el Seminario y el Taller al final? Con ese ejercicio no muchos, quizás la mitad, y con suerte. Sacudió su cabeza y, entre el aumento de las distintas impresiones y el paso del tiempo, continuó redactando su parte del Taller. Ella no tenía vocación de profesora, ella sabía cómo plasmar las ideas, cómo poner todo sobre la mesa, pero seguramente no sabía cómo transmitir todo aquello, y creía que era porque, de manera personal, a ella nunca le gustó cuando un profesor, en la Universidad, sólo leyera lo que decía el libro que él mismo había escrito; aquello, para Yulia, no era una clase, no era una transmisión de conocimiento, más porque, lo que simplemente se leía, no penetraba el vidrio blindado que cubría el cerebro de un estudiante: toda persona aprende haciendo. A Yulia se le quitaron las ganas de comer, las ganas de tomar agua, de salir de su oficina a respirar aire puro sin purificar, al menos dentro de los pasillos de la oficina, a la oficina de Lena. Terminó de redactar aquellos dos ejercicios, en los que se había esmerado por hacerlos lo más difícil que había podido, todo porque, en su cabeza, los alumnos de último año deberían ser capaces de resolver un pequeño problemita. Y cada “problemita” iba, desde interpretar y diseñar el espacio en un plano, levantarlo en SketchUp, sacar cada minúscula y molesta cotización, etc. y todo eso sería evaluado veintitrés veces, pues eran veintitrés alumnos, qué rico. Y le faltaba preparar, a fondo, su propio Seminario, con la respectiva prueba que estaba obligada a hacerles a los treinta alumnos que asistirían a su Seminario, ¿hacerlo de opción múltiple o de expansión? Opción múltiple, pero la verdadera opción múltiple.






- Arquitecta- llamó Gaby a la puerta, asomando su cabeza por entre ella.
- Pasa adelante- murmuró, redactando, a ciegas, parte de su Seminario, pues ya le había mandado a Lena su parte del Taller, claro, vía cibernética. – Dime
- Sé que me dijo que no le pasara ninguna llamada y que no la molestara…
- ¿Pero?- volvió a verla Yulia, pero Gaby retiró la mirada.
- Su hermano ha llamado diecisiete veces para preguntar si ya va a llegar…- murmuró viendo las redondeadas puntas de sus tacones negros que se hundían entre las microscópicas hebras de la alfombra marrón carbonizado de la oficina de su jefa.
- ¿Qué le dijiste?
- Que usted está en una reunión muy importante y que no puede tomar ninguna llamada
- ¿A qué hora tengo el examen con el Doctor...? Se me olvidó el apellido- suspiró, llevando sus manos a su rostro. Cómo el estrés y las epifanías consumían toda la energía de una persona en tan solo tres horas, o cuatro, o cinco, ya ni sabía qué hora era.
- A las cinco y media- respondió. – Con Doctor Conway- añadió, todavía con su vista clavada en sus tacones.
- Gaby, ¿te podrías sentar un momento?- le señaló la silla contraria a ella con la palma de su mano mientras que, con la otra mano, tapaba sus ojos, y sólo sintió a Gaby obedecer. – Esto no va a funcionar así…- suspiró, volviendo a ver a Gaby, quien quitó la mirada en cuanto Yulia logró el contacto visual. – Tengo demasiados problemas como para lidiar con algo como esto también
- Arquitecta…
- Dime qué te molesta y ya, así de fácil
- No me molesta nada, Arquitecta
- ¿Entonces?
- Es algo nuevo para mí, eso es todo
- ¿Y crees que podrás acostumbrarte a la idea?- murmuró Yulia, cayendo con su frente sobre sus brazos cruzados sobre el escritorio. Gaby asintió rápidamente, Yulia no lo vio pero lo sintió. – Creo que te lo podrás evitar si llamaras a la puerta- sonrió.
- Lo siento mucho, de verdad… se me olvidó completamente, no sé en qué estaba pensando
- Gaby, no te estoy regañando, no te estoy despidiendo… sólo te estoy dando un consejo… por tu bien mental, supongo- sonrió, pero Gaby no pudo verlo.
- Arquitecta, yo le juro que no le voy a decir a nadie…
- No me preocupo por eso, sé que eres discreta… además, si de algo te sirve saberlo…- respiró hondo. – Volterra lo sabe… así que no estarías tapando el sol con un dedo…- y Gaby, por fin, pudo respirar entre aire tranquilo. – Como sea, gracias por la discreción
- Nadie se enterará por mí- reafirmó aquella mujercita.
- Y te lo agradezco… en fin- dijo, irguiéndose nuevamente. – Se me olvidó decirle a Volterra que quiero volar en Primera Clase




- Ya lo arreglé… y asumí que le gustaría ir al lado de la Licenciada Katina… y pagué con los datos de su tarjeta de crédito, sabiendo que van a reembolsarle el costo estándar de Clase Ejecutiva, en lo que vuelan el resto de los que van… Liz está averiguando si se pueden reservar los asientos desde ya, que no creo que sea posible, pero estaré muy atenta para cuando se abra la ventana del Check-In, así me aseguro de colocarla a usted, y a la Licenciada Katina, en los primeros asientos del lado derecho, a usted a la ventana y a la Licenciada en pasillo… y ya reservé su Suite… y di instrucciones específicas de que no debe haber ni lirios, ni margaritas, ni rosas, de ningún tipo, porque usted es alérgica- sonrió, haciendo a Yulia sentirse orgullosa, por el simple hecho de que no era alérgica, simplemente no le gustaban. – Y dije que sería bueno si fueran de lavanda y Equisetum- Yulia levantó su ceja en sorpresa, de las buenas sorpresas, y no pudo evitar sonreír. – También averigüé qué tipo de frutas ponían en el recipiente de la sala de estar, y especifiqué que tenían que ser manzanas verdes, ciruelas rojas, nectarinas, duraznos y uvas verdes sin semilla- Yulia asintió, comenzando a morderse el labio inferior por el centro, para disimular su sonrisa. – Tiene, todos los días, un desayuno inglés… y pedí que todo lo sirvieran en la habitación a las seis y media de la mañana, con un té y un Latte para preparar en la habitación… cuatro toallas grandes y dos pequeñas
- Te confiaría mi vida- sonrió. – Espera… creo que ya lo hago

- Entonces, ¿todo está bien?
- Perfecto… sólo averigua, si puedes, si las almohadas son cuadradas o rectangulares
- He pedido que pongan sólo almohadas rectangulares, dos altas y dos bajas… pero, hay algo que quería preguntarle… - se sonrojó.
- Déjame adivinar- resopló. – Quieres saber si quiero dos camas o una, ¿no?- Gaby asintió suavemente, sonrojada como nunca antes, y Yulia levantó su dedo índice, indicándole que quería una cama nada más.
- ¿Algo más?
- No que yo sepa, Gaby…- sonrió. – Gracias- Gaby asintió una única vez y se puso de pie para empezar a caminar hacia el exterior de aquella oficina.
- Arquitecta, sólo una cosa más…- murmuró, dándose la vuelta.
- Dime
- Son las tres y media, ¿no quiere almorzar?- sonrió, sacando una pequeña libreta y un bolígrafo, literalmente, de la nada. ¿Almorzar? ¡Almorzar!
- Cuando puedas, ¿me podrías subir un Trenta de Iced Passion Tea de Starbuck’s, por favor?
- ¿Limonada?- Yulia asintió. – Enseguida, Arquitecta
- Gaby, Gaby- la detuvo antes de que cerrara la puerta, y se volvió con una sonrisa, qué bueno era verla sonreír y ver que podía encontrar sus ojos. - ¿Lena ya salió?- Gaby se asomó a la oficina de Lena, que dio gracias a Dios que era de paredes de vidrio, al menos las frontales, y la vio todavía ocupada; dibujando algo sobre un papel mientras las tres cabezas involucradas asentían y un dedo índice señalaba sobre el papel mientras Lena seguía trazando líneas.
- No, todavía no…
- Cuando salga, sólo dile que ya le mandé las cosas del Taller, por favor






Gaby esperaba más un “dile que venga a mi oficina y no me pases llamadas, y que no me molesten”, pues así había sido en otras ocasiones, ¿qué habrá pasado en realidad? Bueno, Gaby podía preguntarse mil cosas y nunca sabría la respuesta, pero, la respuesta a esa pregunta era simple; a veces trabajo, y trabajo del Estudio, y sólo una vez para realmente hacer lo que Gaby temía. Y asintió, cerrando, tras ella, la puerta de aquella oficina, dejando a Yulia redactando como si no tuviera tiempo el resto de los días que tenía la semana, que no sabía si lo había soñado o qué, pero creyó que prepararían el taller el sábado, ¿o no? Y ahora ya había perdido la mitad del día en hacer lo que podría haber hecho el sábado, pero no, calma, querida Arquitecta, el sábado también puede hacer su Seminario. El orden de los sumandos no altera la suma. Pero, justo cuando terminaba de escribir sobre los elementos que comprendían la cultura visual, Gaby le entregó su pedido y se dio cuenta de que tenía, redactadas, dieciséis páginas, que, para cultura material, sería, quizás, la misma cantidad de material, lo cual le bastaría para cubrir lo que el currículum del Seminario esperaba de ella, y dividiría el Seminario en las dos partes más importantes; las primeras siete horas, o sea el primer día, en la cultura visual y, el segundo día, o sea las otras siete horas, en la cultura material; cada parte con una evaluación obligatoria, de resolver dos de tres ejercicios, pues así lo estipulaba el currículum. Se colocó los audífonos mientras introducía su iPhone a su bolsillo, para luego tomar su bolso y salir de aquella oficina, lista para ir a hacerse el examen, pero no para ver a Oleg. Lena no aparecía por ninguna parte, y Yulia no iba a esperarla, pues le gustaba ser puntual, y le dejó dicho con Gaby que había ido a hacerse los exámenes, y que, por favor, le dijera que le llamara cuando apareciera.





Resulta que Yulia no era contagiosa, a pesar de sus repentinos ataques de tos, pero no era una incubadora de enfermedades respiratorias, ni de las mutaciones que ella esperaba tener para que le negaran el acceso a la habitación de Oleg. No le tenía miedo a Oleg en sí, sino a las hirvientes emociones de aquel hombre, pues era tan impredecible como nadie en el mundo para Yulia, podía estar totalmente renovado y reinventado, agradecido con la vida y, suponíamos todos, que con Dios o con algún equivalente en otra cultura y/o religión, estaría totalmente feliz de estar, al menos, con vida. O podría ser todo lo contrario y de dos tipos, enojado, o quizás cabreado, por estar en terreno de Yulia o simplemente porque estar en un hospital le sentaba mal. Pero Yulia no consideró la otra opción, no se le ocurrió, no sabiendo lo que sabía, quizás sólo asumió que Oleg no sabía, o que estaría tan agradecido, por estar con vida, al menos, que no le importaría aquello. GRAVE ERROR.







- Ah, al fin te dignaste a venir- gruñó Aleksei, poniéndose de pie rápidamente de la silla del pasillo, casi gritándole aquello a Yulia, quien venía caminando lo más lento que su paso ruso le permitía, pues no quería llegar nunca hasta la habitación 404.
- Cuida tu tono, ¿quieres?- siseó. – Es un hospital
- Ya te dije que no me trates como a uno de tus empleados
- A mis empleados los trato mejor…- sonrió, acelerando el paso hacia la estación de enfermeras.
- Perra- gruñó, halándola del brazo, peor que Matt con Lena, lastimándole más la tranquilidad mental que el brazo.
- Suéltame, grandísimo imbécil- siseó, agitando su brazo fuertemente para librarse de la mano de Aleksei.
- ¡No me insultes, lesbiana hija de puta!- gritó, haciendo que varias cabezas se dirigieran hacia ellos.
- Mi mamá es la misma tuya, y te pido que no la insultes- siseó entre dientes. – Y podré ser lesbiana… pero al menos tengo integridad y dignidad intacta y no vivo de las sobras de Oleg- dijo, llamándolo por su nombre, con toda la decisión del mundo.
- ¿Oleg?- gruñó, acercándose a ella, rostro a rostro. – Ni siquiera le llamas “papá”…
- Ha sido todo menos un papá para mí… así como tú nunca fuiste mi hermano- dijo, que, por el poder de sus Stilettos, Aleksei sintió como si Yulia fuera más grande que él, hasta cierto punto intocable, hasta invencible.
- Nunca valiste la pena
- Pero valí la herencia entera de nuestra nonna- gruñó, lanzándole la carta más descarada e hiriente que podía tener para Aleksei. – Y sé que, con tu socio, creyeron que me estaban quitando todo…- se acercó más a él con su rostro, clavándole sus iracundos ojos en los suyos. – PO.BRECITOS- siseó rígidamente. – No me quitaron ni una décima parte… ¿y sabes qué hago con ese dinero?- lanzó una pausa penetrante, intensa y provocadora, ninguno se quitaba la mirada de encima. – Lleno la bañera con todos esos billetes y le hago el amor, una y otra, y otra, y otra vez a mi novia- siseó lentamente, provocándolo, sintiendo cómo, con su inhalación, crecía su furia. Era mentira, hasta cierto punto, pues no tenía bañera, tampoco hacía eso, pero era una de las razones por las que le encantaba gastarlo en Lena.
- Cagna!- gruñó, levantándole la mano, tomando impulso para azotar la mejilla izquierda de Yulia.
- ¡No!- siseó, atrapando la mano de Aleksei en el aire. – Tú no me vas a pegar a mí
- Es lo que te mereces- gruñó, sintiendo los dedos y las uñas de Yulia incrustársele en las venas de la muñeca, que su mano empezaba a perder el rojizo color. – Porque eres lo peor de este mundo
- No, Aleksei- sonrió, sacudiendo la cabeza en negación. – Lo peor de este mundo fue cortado del mismo lienzo, y Oleg y tú fueron cortados de ese lienzo- la mano de Aleksei era ya blanca, muy blanca, y empezaba a dejar de sentirla, o a sentirla adormecida, no estaba seguro.
- Tú no tienes derecho a insultar a papá
- ¿Y él a mí sí? ¿Y tú a mí sí? – resopló, soltando violentamente la mano de Aleksei, como si la estuviera arrojando con todo su odio contra el suelo. Aleksei sólo la vio a los ojos, notando tras ella, que el doctor salía de la habitación en la que Oleg estaba. – Y, para que tengas una mejor dimensión de las cosas, oh, grandísimo Aleksei, alias “Scammer Borghese”- dijo, llamándolo así como lo habían llamado los periódicos en su debido momento. – Gasté seiscientos setenta y cinco mil dólares en el anillo de compromiso que le di a Lena- sonrió traviesamente, dándole una pequeña mentira, pues no se lo había dado todavía y, dándose la vuelta y reanudando la marcha hacia la segunda fase de su pobre hígado, dejando a Aleksei intentando no ahogarse en su propia neurosis, en sus ganas de querer gritar como el más demente y matar a Yulia a golpes, dio gracias, esta vez sí a Dios, porque Lena no estaba con ella. ¿En dónde estaría?





- Quien esta ahi?- preguntó al escuchar que la puerta se cerraba pero, por el minúsculo pasillo oscuro, no podía ver bien, pero, al escuchar el taconeo, la reconoció.
- Me alegra verte despierto- sonrió Yulia mientras analizaba el panorama; las sábanas blancas, las paredes blancas, todo blanco, el típico “bip” que emitía una de tantas máquinas que tenían tubos conectadas al enclenque hombre que estaba tendido, sobre su costado derecho, sobre la cama.
- A ti te quería ver- sonrió, pero esa sonrisa un tanto satánica, la misma que le había visto dibujar la primera vez que, después del divorcio, tuvo su día de visita.
- Aquí me tienes- murmuró, sentándose frente a él, a distancia de más de un brazo, todavía escéptica.
- ¿Cómo estás?- emitió la voz de ultratumba, con aquella sensación de toda una vida de chimenea cigarrera, que salía, en forma de dióxido de carbono, por entre la desordenada y arrugada composición facial, ahora sin barba, que le daba vida al hombre que decía ser su papá.
- No es importante eso…- sonrió levemente, pues, hasta yo me creí el número artístico. - ¿Cómo estás tú?- preguntó, viendo cómo Oleg llevaba su mano a sus ojos para decidir no responder a esa pregunta. – Puedes mover los brazos- sonrió genuinamente Yulia, pues realmente, el diagnóstico de Creta decía que quedaría totalmente en tetraplejia.
- No debiste haberme traído- dijo de repente. Wow. – No debiste haberme traído- repitió, frunciendo tétricamente su ceño, creando una expresión de profunda maldad y enojo.
- ¿De qué hablas? Estás bien, estás despierto y puedes mover los brazos… es una gran noticia- sonrió Yulia, tanto con sus labios como con sus ojos.
- ¡Yo no quiero poder mover sólo los brazos!- gritó. - ¡Es tu culpa!
- ¿Cómo va a ser eso mi culpa?- murmuró frustradamente, echándose sobre su espalda contra el respaldo de la silla.
- ¡Me hubieras dejado en Creta, así soy un inútil!
- Cálmate, ¿sí? Con el tiempo verás que…
- ¡Con el tiempo nada!- la interrumpió. – ¡Es tu culpa que esté así de inútil! ¡Yo no debía despertar, debía morir antes de ser un inválido!
- ¿Quién te entiende?- resopló.
- ¡Y te ríes de un inválido!
- Corrección, eres “parapléjico”- sonrió. – Y no me estoy riendo de ti- dijo, poniéndose de pie.
- ¿A dónde crees que vas?- gruñó. – Tú no te vas hasta que pagues por lo que me has hecho
- Oh- tarareó, acercándose un poco a él. - ¿Qué? ¿Qué me vas a hacer?- sonrió, y sonrió de inmenso placer, pues no le daba ningún remordimiento hacerlo, no con aquel monstruo que tenía frente a ella.
- ¡Te voy a hacer pagar!
- Qué prefieres, ¿Nike o Adidas?- resopló. – Digo, para comprarte unos zapatos tenis y me persigas por toda la ciudad- y se enserió, hasta a mí me dio miedo, pues le clavó la mirada fría y rígida en la suya. – Porque sé que tienes unas ganas tan grandes de matarme a golpes, y golpes que se me vean… que no puedes siquiera pensar en que alguien más lo haga por ti, porque no te daría placer… no, nada de placer- sacudió su cabeza. – Pero puedo traerte los zapatos tenis, para que te los pongas y me persigas para pegarme tú mismo…- la máquina que sonaba con el nervioso “bip” empezó a salirse de control, a emitir el molesto sonido más rápido. – Oleg, Oleg, Oleg…- susurró. – ¿Sabes qué? Te perdono todo lo que me has hecho y dicho- sonrió, y eso le cayó a Oleg como una patada en el hígado. – Mi consciencia está tranquila, hice lo que tenía que hacer, lo que tus otros dos hijos no pudieron, por falta de cerebro y por falta de…- dijo, haciendo un gesto con su mano, un gesto muy italiano que significaba “mucho dinero”. – Eres un adulto, puedes decidir si quedarte aquí o irte… si te quedas- susurró, agachándose levemente para acercarse a él, mostrándole, con un principio psicológico, que ella estaría, desde ese momento, muy por encima de él. – Yo pagaré todo hasta el día en el que decidas morirte… y lo pagaré por dos cosas, porque tengo que hacerlo y porque sé que te encantará que lo haga- alerta de sarcasmo.
- Vete
- Lo que Oleg Volkov quiera-sonrió.
- ¡Y no vuelvas!- gruñó en cuanto Yulia se irguió.
- Te estoy escuchando, no me grites- sonrió de nuevo, tratando de tragarse el enojo entre su sonrisa falsa. - ¿Vuelvo mañana o…?
- Nunca- dijo a secas, y esa fue la última palabra que Oleg Volkov le dirigió a su hija, la última, la última de verdad, no la última del día, ni de la visita, sino la última.
- Yo también te quiero mucho, papá- sonrió Yulia, aferrándose a los agarraderos de su bolso con ambas manos, y esperó un segundo, con su mirada en la de Oleg, por una respuesta, al menos una intención, y nada, no obtuvo ni el más mínimo indicio de una intención. – Que te mejores pronto- y fueron las últimas palabras de Yulia para su papá, se había cansado ya de buscar una aceptación, una sonrisa genuina, no bastaba ella con querer, no podría cambiarlo, ni eso, ni nada, nunca, y así no valía la pena seguir intentando, pues era como querer ayudar a alguien que no quería ser ayudado.
- ¿Tanto escándalo para venir sólo cinco segundos, Yul?- la interceptó al ella cerrar la puerta de la habitación, con mirada de odio entre sus cejas pobladas y elevadamente fruncidas en cinismo.
- Es todo tuyo, y sólo tuyo… haz lo que quieras con él, en donde quieras…- dijo Yulia, escabulléndose por el pasillo, por entre el brazo elevado de Aleksei, el que se suponía que le bloquearía el paso. – Pagaré lo que sea para él… y estaré para ti cuando me trates con respeto y me busques no sólo porque sabes que puedo ayudarte- y, al darse la vuelta, vio a Lena salir del ascensor, deteniéndose un paso afuera, evitando un paso más.
- Te odio- murmuró Aleksei, y Yulia lo escuchó y dibujó una sonrisa, como si “O Children” sonara en el fondo de aquella muda escena en la que caminaba directamente hacia la hermosa mujer que la veía con desconcierto, con su bolso Delvaux de reluciente piel de caimán negro en su mano izquierda, con el Rolex que Yulia le había regalado y que ya no le gustaba.




- ¿Mi amor?- dibujó Lena con sus labios y con su mirada.
- Mi amor- sonrió en respuesta, alcanzándole la mano derecha para que se la tomara, y así lo hizo Lena al cambiarse el bolso de mano. – Te me perdiste- murmuró, presionando el botón del ascensor y dándole un beso en su sien.
- Perdón, tuve un contratiempo… que se hizo eterno
- Nada de pedir perdón- sonrió, soltando su mano para abrazarla por sus hombros, acercándola a ella, no sólo porque sabía que Aleksei estaba viendo sino también porque tenía ganas de hacerlo.
- ¿Cómo está tu papá?
- No te sabría decir- resopló cerca de su oído. – Pero estamos en buenos términos- a Lena, aquello, no le sonó nada bien, así como a mí, pero no iba a cuestionar ni a insistirle a Yulia, pues eso sería como desatar a un huracán Katrina entre cuatro paredes, o sea una destrucción masiva.
- Me alegra- sonrió, volviéndose a ella para robarle un beso, un beso que hizo que Aleksei empezara a caminar hacia ellas, con pasos pesados y decididos a atentar contra ellas.
- No he comido en todo el día, ¿tienes hambre?- sonrió, entrando al ascensor con Lena, alcanzando a ver a Aleksei de reojo, que estaba a tres segundos de entrar al ascensor, pero las puertas se cerraron frente a él al Yulia presionar el simple botón y, justo cuando se cerraba la puerta, Yulia tomó a Lena de las mejillas y le plantó un beso iracundo y ofensivo para el público inexistente, sólo para triturarle el hígado a Aleksei.
- Yo siempre tengo hambre- jadeó a ras de sus labios.
- ¿Qué quisieras comer?- la tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los de Lena y elevando la mano hasta sus labios para besarle sus nudillos.
- ¿Te puedo invitar?- susurró mientras la puerta se abría en el segundo piso y más personas entraban a su momento privado.
- No me gusta que me pregunten tanto- guiñó su ojo, y no era más que una cita de la mismísima Lena Katina, alusiva a aquella vez, sí, a LA vez en la que todo se hizo realmente relevante, la noche de la fiesta de Margaret.
- Te ordeno que me dejes invitarte- rió nasalmente, siguiéndole el juego a Yulia, así como ella había hecho aquella noche.
- Demasiado mandona- repuso mientras salían de aquella cabina y se abrían camino hacia la salida.
- Me dirijo hacia “Rouge Tomate” y me gustaría mucho que aceptaras mi invitación a cenar- sonrió, dibujando sus hermosos camanances en sus delgadas mejillas.
- ¿A qué me vas a invitar?
- A una botella de un perfecto Cabernet Sauvignon, a un Piedmontese New York Strip con los Gnocci de rábano que tanto te gustan y a un Strudel de almendra con salsa de vainilla y canela…
- Suena perfecto- resopló Yulia al salir del hospital.
– ¿Por qué no has comido?- dijo, levantando su brazo al borde de la calle, logrando, por suerte, que un Taxi se detuviera frente a ellas.
- Porque se me olvidó… o no sé
- ¿Segura?
- Sí, me sumergí en la preparación del Seminario… - dijo, abriendo la puerta del Taxi para que pasara Lena.
- ¿Y cómo vas con eso?
- Bien, creo que mañana lo termino- respondió, cerrando suavemente la puerta, notando como sus manos empezaban a sufrir por el ayuno sólido, y se dio cuenta de que no había siquiera desayunado. Y había cenado demasiado mal. – Sesenta y Quinta, por favor- dijo para el Taxista. - ¿Y tú?- se volvió a Lena.
- No he podido avanzar en mi Taller, pero ya revisé lo que me enviaste… creo que entre mañana y el sábado termino todo
- Me imaginé que no habías tenido tiempo… pasaste como dos horas con el…- dijo Yulia, no sabiendo reconocer la nacionalidad de aquel hombre.
- Bhandari es de Nueva Dehli… aunque ese no era Bhandari, sino su asistente y el otro era el traductor… Bhandari se acaba de comprar un apartamento en la Quinta Avenida… me estaba ayudando a comprender qué era lo que quería exactamente
- ¿Y qué quiere?
- Bueno, que decore el apartamento…- se encogió de hombros. – Es productor de cine
- Seguramente será como Khalifa bin Zayed… decoré su Penthouse en el dos mil diez, creo... y nunca ha estado ahí…
- Ni idea… pero…- sonrió anchamente.
- Oh…- resopló Yulia, entendiendo que la paga era diez veces más de lo que quíntuplemente exagerado sería. - ¿Estás contenta?
- Podría comprar la mitad del Estudio con eso- guiñó su ojo.
- ¿Quieres hacer eso?- titubeó Yulia, imaginándose, de manera fatalista, cómo su potencial regalo se estropearía.
- ¿Bromeas?- resopló. – Yo no tengo las agallas para hacerme dueña de algo
-¿No te gustaría serlo?
- No te podría decir que no… pero no es porque yo lo compraría, no sé si me explico




- Yo sí te entiendo- sonrió Yulia, tomando suavemente la mejilla de Lena en su mano derecha. – Dios…- suspiró. – Eres tan hermosa- y, con la mirada del Taxista encima, pues las veía por el espejo retrovisor luego de que Lena suspirara aquel halago en inglés, pues habían ido hablando en un ruso puro, reunió sus labios con los de Lena al cerrar sus ojos.





A eso le llamo yo: necesidad de Lena, necesidad extrema. No incomodaron al Taxista, no como la vez anterior, sino más bien le pusieron una sonrisa un tanto estúpida en su rostro, sonrisa que le duró hasta que se detuvo frente al restaurante y Yulia le colocó, en la escotilla, un billete de veinte dólares que acompañó con un educado “Thanks for the ride, Mr. Gomes… have a pleasant evening”. De la mano entraron al restaurante, en donde tuvieron que esperar unos minutos en la barra, pues el área que ellas querían estaba llena, y, tras el descorche del Colgin Cabernet Sauvignon y dos medias copas de aquel líquido que realmente estaba para no desperdiciar ni una tan sola gota, y no sólo eso, sino también tras dos docenas de ostras frescas, que iban cubiertas de ralladura frita de jengibre y menta, entre risas y sonrisas, golpes suaves de frente contra frente, Yulia con sus ganas de fumar un cigarrillo, lo bien que le caería, y Lena intentando encontrar el momento perfecto para arrojar diversas bombas, ninguna mala, pero con Yulia nunca se sabía, aunque le aconsejó Natasha que esperara lo mejor.






- ¿Yulia?- resopló Lena, empinándose su copa para dejar que hasta la última gota cayera en su esófago.
- No sé, no sé, estoy pensando- gimió agitadamente entre una sonrisa mientras el mesero le retiraba la copa a Lena. – Una de Harlan Blend, por favor- sonrió para el mesero al mismo tiempo que le entregaba la carta de los vinos. Aquel hombre agachó la cabeza y se retiró de la misma manera en la que había preguntado si querían algo más de beber. Y, pues claro, si apenas iban a medias de la cena, Yulia comiendo lo que Lena había pronosticado, Lena un risotto a las finas hierbas y sin huevo, pues Lena no era exactamente fanática del huevo, al menos no en un risotto. - ¿Entonces?
- “Legends of the Summer”
- Supongo que estarán en Madison Square Garden, ¿no?
- En dos semanas pero en el Yankee Stadium- dijo mientras sacudía su cabeza y sumergía su tenedor bajo el Risotto.
- ¿Cuándo es?
- El diecinueve
- Ya casi- resopló Yulia, viendo a Lena que intentaba aguantar su risa nasal. – Sólo dime que vamos a ver bien
- ¿Tú qué crees?- levantó su ceja. – Sector central, segunda fila, asientos del medio… sobre el campo
- ¿Y conseguiste esos puestos cómo? Digo, usualmente, las primeras filas son de patrocinadores…
- Conozco a alguien que conoce a alguien- sonrió.
- Bien, vamos a ir. ¿Qué más?
- “The Mrs. Carter Show”, el cuatro de agosto- resopló. – Barclays Center, mejores asientos tambien- I'm in- dijo al tragar su delicioso y jugoso bocado de carne roja, que la sintió tan gloriosa como orgásmica, añorada. - ¿Qué más?
- Estaba pensando en si querías hacer algo para las vacaciones del verano- sonrió, intentando omitir al mesero que ponía copas limpias frente a ellas.
- Definitivamente no voy a ir a las Maldivas con los recién casados…
- ¿Por qué?
- Porque de haber ido a las Islas Vírgenes… dejaban de ser vírgenes… además, es momento suyo, en eso no me meteré yo
- ¿Y qué tienes planeado hacer?- preguntó, viendo el líquido rojo caer dentro de su copa, y soltaba un hermoso aroma a excelencia por automaticidad, buena elección.
- No tengo la menor idea… pero quisiera hacer algo contigo, sólo contigo… así de tú y yo y nadie más
- ¿Como qué quisieras hacer?- Yulia se encogió de brazos mientras le murmuraba un “gracias” al mesero, pues había llenado su copa hasta donde a ella le gustaba tener líquido. - ¿Turismo Interno?
- ¿A qué te refieres?
- No lo sé, ¿has ido a Las Vegas?- Yulia se negó con la cabeza. - ¿O prefieres salir del país?
- Creo que sí… es para desconectarme completamente, supongo
- Estaba pensando…- dijo, tomando su copa para beber dos tragos de aquella bebida fermentada que sabía a cielo. - ¿Te gustan los cruceros?
- Claro, es otra manera de viajar… ¿quieres que tomemos uno para las vacaciones de verano?
- Es sólo una de las ideas, Yulia…
- A ver, mi amor…- suspiró. - ¿Cuáles son las otras ideas?
- No tengo ninguna otra- rió Lena contra la servilleta de tela que había tomado de su regazo.
- ¿Por dónde quisieras ir?
- Paradise- sonrió.
- Eso está en la cama- rió Yulia en una carcajada que estaba claramente influenciada por la botella de Cabernet Sauvignon.
- El Caribe, ¿qué te parece?- Yulia sólo sonrió, aunque todavía reía un tanto fuerte.
- El Caribe es un espacio muy grande… escoge el que más te guste, lo vemos… y lo hacemos- sonrió Yulia, colocando su tenedor y su cuchillo, hacia dentro, sobre el plato, apuntando, tras la etiqueta, sobre las cuatro. – Suena demasiado bien
- ¿De verdad?
- Claro, ¿qué más podrías pedir?- rió nasalmente mientras se rascaba el lado izquierdo de su cuello con su mano derecha. – Además… lo que haga contigo siempre suena bien y resulta bien
- Y…- dijo, alargando aquella simple letra hasta que se acercó a Yulia por sobre la mesa aunque permaneció sentada. - ¿Tienes planes para más tarde?- susurró, acariciando su cuello con su mano, como si estuviera aflojándolo, pero era por el pudoroso nerviosismo.
- Sólo pedirte algo- sonrió, imitando la posición torácica de Lena por sobre la mesa.
- Dime
- Estoy en necesidad desesperada por follarte- susurró con su sonrisa juguetona, levantando su ceja en modo de seducción, sólo diciendo la palabra “follarte” para sonar un tanto traviesa y lujuriosa, pues la palabra en sí no le agradaba, pero sabía que, sólo con eso, lograría que Lena se mojara, quizás.
- Cuán desesperada?
- Suicidal
- Cómo excepcional lo quieres?
- Quiero que me folles- la retó. – Quiero que me hagas sudar...… quiero que me lo hagas tan duro…… que mis rodillas se sienta entumecida y débil… Quiero que me folles en todos los sentidos, ya sabes… y duro- dijo entre dientes, más la última palabra, la cual sufrió de sobrepeso de lujuria, seducción e intención. – En cualquier posición que quieras... con una...-dijo, levantando su dedo índice derecho a la altura de su rostro, pues estaba apoyada de su codo. – O dos dedos- añadió, levantando su dedo medio al lado del índice. – O con el consolador.... en el agujero de tu elección
- ¿Estás hablando en serio?
- ¿Pagas ya?- sonrió, dándole a entender que era todo cierto.








Yulia no estaba excitada pero no lograba imaginarse otro escenario en el que pudiera combatir con el resonar del “te odio” de Aleksei, y del “vete” de Oleg. De que le dolió, le dolió, y no era raro que no quisiera aceptarlo, pues nadie, en su situación, lo podría hacer así de fácil o así de rápido, ¿en qué mundo podría Aleksei odiarla? ¿En qué mundo podría alguien odiarla así? Yulia era, a veces, como alguien una vez describió a Lena, “siempre maquinando pensamientos”, y eso era lo que hacía en ese momento, materializaba un proceso de aceptación o eso pretendía, aunque, lo único que hacía, era preguntarse qué había hecho ella, de manera consciente, para hacer que su papá y su hermano no la quisieran. Sólo le había triturado el hígado a Aleksei, pero hasta ese momento, nada, y a Oleg lo había retado en más de una ocasión, lo había empujado contra sus propios límites, pero nunca se había extraditado, ¿o sí? Pensaba en el momento en el que se había equivocado, si es que se había equivocado, y lo hacía apoyada del brazo de la silla con su codo, deteniendo su quijada entre la “L” que formaba su pulgar y su dedo índice, el cual llegaba hasta el borde exterior de su ojo derecho por sobre su pómulo, y el costado de su dedo medio descansando sobre su labio superior, y veía a Lena y al mesero cobrar, esperar a que saliera el voucher impreso de aquel cobrador inalámbrico. Veía a Lena alistar su bolígrafo, el que ella le había regalado, y, con su nombre por firma, parecida a la firma de Sophia Loren aunque estaba escrita en una sola línea continua y que al final tenía una “A”, la que daba una idea del segundo apellido que había adoptado de Inessa, y lo había adoptado, en contra de lo que lo común establecía, porque quería librarse de todo homónimo posible. Guardó su cartera en su bolso y, con una sonrisa, le extendió la mano a Yulia y se la tomó con una sonrisa forzada mientras intentaba ahuyentar sus pensamientos, los que asumió que se irían al estar completamente muerta de cansancio.
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El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion  - Página 3 Empty Re: El Lado Sexy de la Arquitectura - Adaptacion

Mensaje por VIVALENZ28 Sáb Nov 15, 2014 12:47 am


Cruzaron la calle y ya estaban en el edificio, besándose en el ascensor, Lena tomando todo el control de la situación, Yulia que se lo dejaba, y tenía a Yulia contra la pared lateral del ascensor, con sus brazos por sobre su cabeza mientras introducían sus lenguas suavemente en la cavidad bucal de la otra, succionándose sensualmente los labios, enrojeciéndolos, respirándose demasiado cerca, la puerta del ascensor se abrió y se volvió a cerrar con ellas dentro, Yulia ya no siendo una incubadora de alguna enfermedad respiratoria, Lena excitada de sólo acordarse de las palabras de Yulia, de cómo, lascivamente, le había pedido el favor de, literalmente, cogerla. Entraron al apartamento, arrojando a ciegas sus bolsos, Lena intentando arrancarle la ropa a Yulia, pues eso era lo único que quería, eso pretendía hacer, pero ropa de esa calidad no podía sufrir así, y, cerrando la puerta principal, apoyando a Yulia contra la pared, deshizo el cinturón y logró bajar su jeans hasta la altura de sus rodillas, y fue suficiente. Clavó sus labios en el cuello de aquella Arquitecta y, habiendo movido hacia un lado el algodón de su tanga negra, fue al grano al introducir sus dedos, dos de ellos, en su empapada vagina, y batió sus dedos dentro de ella, de atrás hacia adelante, con la palma de su mano envolviéndole su monte de Venus. Yulia gemía, gemía fuertemente ante la presión que Lena ejercía sobre su GSpot, y aquella sensación junto con los lengüetazos y los mordiscos de Lena en su cuello, y que Lena apretujaba, por encima de la blusa, uno de sus senos, Yulia padeció casi de un exorcismo al gemir fuertemente, tan fuerte que traspasó las barreras de las paredes y las puertas y se escuchó un piso abajo, un apartamento al lado y un piso arriba, todo mientras sus rodillas, tal y como ella lo había pedido, se debilitaban y se doblaban mientras su tanga se empapaba de su eyaculación y empezaba a gotear sobre su jeans. Definitivamente Lena se sentía como en una misión, que realmente “Danger! High Voltage” podría describir la intensidad del ambiente, de los incontenibles gritos de Yulia. Y cómo le encantaba a Lena ver el rostro de Yulia mientras se corría, no tenía precio; tan vulnerable, en potencial felicidad, de goce de placer, de liberación total.



Lena no le dio un tan solo respiro a Yulia, no dejó que se recuperara y masajeó, con la palma de su mano, a medida que penetraba lentamente a la tiritante vagina de Yulia, su clítoris, rígido como una roca, así como seguramente estarían sus pezones, de lo cual Yulia intentaba encargarse al pretender quitarse su blusa. Quizás no podía porque Lena besaba su rostro, mordía suavemente sus mejillas y su mentón para luego clavarse en un beso que sólo la intensidad de la guitarra eléctrica de aquella canción podía describir. Yulia desistió y optó, mejor, por quitarle a Lena su blusa, nada mejor que complementar lo visual con la sensación, y eran los pequeños y rosados pezones de Lena los que contribuirían a aquel pronto clímax, pues habían estado erectos, por excitación, bajo el látex del supuesto sostén. Lena también se llevaba lo suyo, pues rozar sus pezones contra la blusa de Yulia era como el cielo, eso y que Yulia la tomaba por su trasero, que se lo apretaba y alcanzaba a meter sus dedos por entre sus piernas, por encima del pantalón, claro. Lena sacó sus dedos de Yulia y, volviendo a besar sus labios, Yulia se salió de sus Stilettos y luchó, con ayuda de Lena, por salirse de aquel triturador pantalón, lo cual Lena imitó pero sólo con sus Stilettos. Lena haló a Yulia hasta la cama, pues ahí lo tendrían todo, desde comodidad, más barreras que los gritos de Yulia no pudieran traspasar, y aquel dildo cerca. Yulia cayó sobre su espalda sobre la cama, Lena entre sus piernas, a disfrutar del sabor que su tanga había atrapado, dándole un sensual y lascivo sexo oral por encima de aquella tela, Yulia logrando quitarse la blusa y, por consiguiente, el sostén, quedando, al fin, desnuda para Lena, para ella misma, para la histórica cogida que quería, que no sucedería nunca, sólo cuando los planetas de la frustración y el malestar emocional se alinearan, y eso, en cuatro días dejaría de ser cien por ciento menos probable.





Movió aquella tela a un lado, así como hacía unos momentos, y succionó fuertemente todo aquello, logrando hacer que Yulia disparara un gemido que sólo era un “más” encubierto. Estaba hinchada, empapada y reluciente, con la viscosidad perfecta, todo coloreándose de un rosado más candente, tornándose más rígido, y eso sólo a la vista de Lena. Yulia atrapó la curiosa cabeza de Lena entre sus muslos y sacudió su dedo índice, Lena rió nasalmente y tomó los elásticos de aquella La Perla para retirarla del panorama, igual que el resto de ropa que ella traía encima, para que, en cuanto volviera su mirada a la entrepierna de la Arquitecta Volkova, viera que ella, con una mano, abría un poco sus labios mayores y, con los dedos de la otra, estimulara suavemente su clítoris; paisaje digno de admirar, más cuando Lena notó que aquel agujerito, que se llamaba vagina, se contraía en cuanto Yulia paseaba sus dedos por el costado izquierdo de su clítoris, le pareció sensual, muy femenino, y se le antojó que aquellas leves contracciones se llevaran a cabo alrededor de sus dedos, pues quería sentirlas también. Aquella pelirroja detuvo los dedos de Yulia en cuanto aprisionaban su clítoris por los flancos, y ahí los dejó. Sacó su lengua y, se dedicó a lamer aquel delicado e hinchado botoncito, a lamerlo de arriba abajo, de lado a lado, presionándolo por entre las inmaculadas uñas de Yulia, sabor a mujer, a una gran mujer, a unicidad de mujer. Nada que su dedo pudiera resistirse a hacer, pues era un desperdicio tenerlo de inútil, por lo que decidió, sin mayor esfuerzo o complejidad, llevó su dedo índice a la entrada de su vagina, sólo lo acariciaba circularmente, sintiendo su calidez y su resbalosa suavidad hinchada, donde presionaba suavemente con su dedo, bromeando con su sensibilidad repartida. Lena sintió la típica rigidez del clítoris de su novia, el que conocía de memoria y a ojos cerrados, y se fascinó por cómo aquel clítoris se desenfundaba y dejaba que se marcara entre sus dedos.





Yulia jadeaba intensamente, intentaba no quitar sus manos de su entrepierna, sólo quería tomar a Lena por entre sus ondas rojas, tomarla para ahogarla entre sus labios mayores, pues era algo que Lena sabía hacer con inmensa maestría; Lena sabía cómo respirar entre los ahogos que le provocaba a Yulia, sabía cómo provocarle esos ahogos, esa falta de oxígeno, sabía cómo hacerla perder el control, sí que sabía. La Arquitecta Volkova era una mujer débil si tenía a la Licenciada Katina cerca, más si la tenía entre sus labios; bucales o vaginales, y, ante el déficit de aguante, pues tampoco quería aguantar, se volvió a dejar ir, tampoco tuvo remedio ante el mordisco de Lena, el mordisco que le robó el oxígeno como nunca antes, como ninguna eyaculación antes, como ninguna emoción anterior, y sus labios vaginales, mayores y menores, se tornaron rígidos de la hinchazón natural de un orgasmo mientras el dedo de Lena percibía su vagina encogerse y dilatarse con rapidez, al mismo ritmo de lo que su corazón abría y cerraba sus válvulas para el paso de la sangre, para ser bombeada y llevar oxígeno a cada célula de su cuerpo, oxígeno que en ese momento le faltaba y que estaba siendo transpirado en forma de gemidos y jadeos tensos de mandíbula y apretados de dientes.
Pero aquellas contracciones que sintió el dedo de Lena, tampoco le dio descanso a Yulia y decidió, como si tuviera propio uso de razón, introducirse en lo más profundo de las entrañas vaginales de su Arquitecta. Wow, qué buena mano tenía Lena. Eso lo sabían los senos de Yulia, que estaban siendo apretujados por sus manos, ¿y a quién engañaba? Le encantaba, al menos a ella sí. Lena sacó su dedo, no porque le faltaran ganas de penetrar a Yulia, o de hacerla eyacular de nuevo, para eso tenían toda la noche, el resto de la resistencia física de Yulia y el aguante total de la ligera ebriedad que la botella de un litro de Cabernet Sauvignon, y el comienzo de la otra, les había provocado, a las dos. Tomó a Yulia de sus muslos y, deslizando sus manos hasta donde sus rodillas creaban aquel pliegue, y hundió su lengua en aquel agujerito que a las dos les gustaba tanto coquetearle, pues mutuamente, y no sólo coquetearle a nivel teórico-político, o sea con las boca, sino también a nivel completamente práctico, o sea con las manos, más bien sus dedos. Pero la teórica llevaba a la práctica en esa ocasión, pues a veces era al revés, y la lengua de Lena atacó directamente el agujerito a una profunda superficialidad, en donde se introdujo eróticamente y fue expulsada al Yulia contraerse por la misma sensación, contracción que fue acompañada por un jadeo y el regreso de sus dedos a su clítoris, dedos que la acariciaron con un tan sola meta: placer, y orgasmo, el nombre que prefieran. Lena introdujo lentamente su dedo índice en aquel ya lubricado agujerito, tanto por su lengua como por los mismos jugos de Yulia, y Yulia se desplomó en palabras soeces que sólo daban a conocer la retención del orgasmo que estaba preparado entre sus nervios, el cual, al mínimo descuido, se liberaron y estallaron en un “Lena” por sensual gemido que casi hizo Lena se corriera al sólo escuchar su nombre entre el descontrol que poseía a Yulia.





- ¿Más?- resopló Lena con una mirada excitada, notando que Yulia estaba roja de su rostro, roja de su cuello, roja de pecho hasta por el comienzo de sus senos, roja de sus hombros hasta por la mitad de sus antebrazos, con la piel brillosa y resbaladiza de la transpiración erótica y desintoxicante que su mismo cuerpo materializaba al compás de la liberación del coctel de endorfina, serotonina y adrenalina y, a manera de cereza, que era lo único que Yulia toleraba en un coctel y ni siquiera se la comía, la oxitocina.
- Dame un respiro- murmuró sonrientemente entre la falta de oxígeno. – Ven aqui- dijo, llamándola con su dedo índice, y fue cuando Lena subió por entre las hormigueantes piernas de Yulia, no dándose cuenta de que rozaría, con su pezón erecto, el sensible clítoris de su novia; llenándose también parte de su seno con los jugos tibios de Yulia, haciendo que Yulia gimiera sensual y femeninamente ante aquel roce, el cual le pareció demasiado sensual.
- Me encanta cuando estás así…- susurró Lena frente a frente con Yulia, clavándole la mirada mientras Yulia tomaba el seno de Lena con su mano.
- ¿De ninfómana?- resopló, halando a Lena por sobre ella para darse el enorme gusto culinario que sabía que era aquella piel, aunque sabía que se probaría, de manera directamente indirecta, a ella misma, y eso le quitaba la emoción, pero no era un factor de impedimento, más cuando sabía que su sabor no era nada malo.
- Cuando recién te corres…- suspiró, sintiendo los labios de Yulia aprisionar su pezón y tirarlo en una succión intensamente erótica. – Aunque de ninfómana…- emitió guturalmente en una sabrosa “m” que arrastró por unos segundos entre su exhalación nasal que se fue degradando, en volumen, con el paso de los segundos. – No me quejo…




Yulia se concentró en su pezón y en el masaje delicado que le hacía a ambos senos, que sus manos luego se deslizaban por su espalda y regresaban por sus antebrazos hasta volver a sus senos, y, en todo ese tiempo, mordisqueó, succionó, besó y lamió todo aquel pezoncito erecto todo lo que quiso, tanto hasta volverlo un tanto rojo, así como le gustaba a ambas. Cambió de pezón sólo para abusar equitativamente de aquellas feminidades rígidas mientras Lena se concentraba en no gritar, en sólo gemir calladamente, y Yulia que no contribuía, no sólo por lo que le hacía a su pezón, sino porque deslizó su mano por entre las piernas de Lena y decidió frotar su clítoris. Más “m” guturales que alargaba, que le temblaban contra la epiglotis, que fluctuaban de agudo a estándar, de nasal a vocal, de inhalaciones nasales, a inhalaciones bucalmente abiertas, a inhalaciones entre dientes. De un movimiento, Yulia la abrazó por la cintura con su mano libre y la tumbó a su lado, colocándose rápidamente sobre ella sin dejar de frotar su clítoris. Y se dedicó a besarla, con sabor a vino tinto y a una mínima pincelada de su mismo lubricante vaginal, y, mientras la besaba, alternaba las caricias en el clítoris de Lena y las penetraciones en aquella hirviente e hinchada vagina mientras Lena luchaba por no mover tanto sus caderas, aunque le parecía imposible, y frotaba su trasero contra la suave tela del edredón. Los dedos de Yulia entraban y salían de tal manera que, al salir, se tornaban un tanto a la forma del pubis de Lena y terminaban por rozar su clítoris. Pero aquello cesó entre las lenguas que se entrelazaban lentamente, sin ahogarse mutuamente mientras Lena se aferraba al cuello de Yulia, y Yulia decidió frotar su clítoris rápidamente, robándole cada gemido y haciéndolo suyo desde sus labios, y más rápido, Lena elevó sus caderas y estalló en un grito que no era apto ni para mayores de dieciocho años. Yulia no esperó ni un segundo.



Lena seguía en su estado orgásmico todavía cuando introdujo sus dedos en su vagina y le provocó, en tres respiraciones agitadas, una contracción de abdomen y vientre y un ceño fruncido, una abundante pero suavemente alocada eyaculación femenina que terminó por expulsar sus dedos de aquella cavidad vaginal. Pero aquello tampoco terminó entonces. Yulia frotó, a medida que Lena eyaculaba, rápidamente su clítoris, llenando a Lena hasta de los muslos de aquel líquido, llenando el edredón, como si les importara tanto, y luego, al sentir que la eyaculación había terminado, dio uno, dos, tres golpecitos muy suaves sobre el agradecido clítoris de Lena, provocándole uno, dos, tres gemidos que Yulia supo saborear entre aquel beso que no terminaba de terminarse.





- Si no me despierto mañana… será tu culpa- dijo Lena en un susurro, pues no podía hablar con su voz al cien por ciento, se le había olvidado que aquello se podía.
- La culpa…- sonrió a ras de su mejilla mientras rozaba su nariz contra ella y luego contra su nariz.- Es de mis hormonas y de mis…- dijo como si tomara aire entre cada palabra, que le sentaba un poco sensual, bueno, está bien, bastante, quizás entre el sudor, el vino tinto y el aliento agitado, la sonrisa amplia que se difundía entre cada palabra y entre cada respiro. – Spirit fingers!- resopló, llevando sus dedos frente a los ojos de Lena y los agitó como aquel ridículo personaje de Sparky Polastri.
- Son oro- rió Lena, tomando la mano de Yulia, todavía con sus dedos bastante inquietos, brillosos por la eyaculación, pues, empapados, Lena los llevó a su boca y succionó cada dedo, sintiendo su propio concentrado sabor sobre aquella tersa piel que abrazaba cada dedo, la perfección sedosa de la laca No. 24 de YSL.
- Te amo- susurró en cuanto Lena terminaba de succionar, o limpiar, su dedo meñique.
- Perissótero- susurró en respuesta a ras del cuello de Yulia, en donde se encargaba de besar el último día de Chanel no. 5.
- Te amo
- Perissótero- repitió.
- Te amo- resopló, sintiendo las cosquillas que siempre le nacían detrás de su oreja, y se apartó de Lena para no armar un griterío por las cosquillas, pues vaya que sí tenía, pero prefería no revelarle aquello a Lena, al menos no en ese momento, o quizás todavía no.
- Yo también- rió, pues Yulia abusaba del secreto, ella sí podía hacerle cosquillas a Lena, y así la torturaría, lo que Natasha llamaba “Tortura Medieval”, pues, en un sentido figurado, se podía morir de la risa. Y sus dedos se enterraban ridículamente en su cintura, en su abdomen, subiendo por su costado hasta sus axilas, lugar en donde el noventa por ciento de personas, que tienen cosquillas, creen haber perdido la sensibilidad con el paso de los años, pero no. – Stop it!- gimió sin dejar de reírse, que ya se reía a carcajadas e intentaba detener a Yulia.
- Tienes una risa demasiado agradable- rió Yulia, intentando detener los brazos de Lena sobre su cabeza con su mano izquierda. Y aquello sólo hizo que Lena intentara aguantarse la risa, pero le fue imposible, pues volvió a estallar en una carcajada mientras se encogía en posición fetal.
- Ya, ya…- jadeó agitadamente con lágrimas de risa que no terminaban de desprenderse de sus lagrimales externos. - ¡Uf!... No es justo, estaba en desventaja
- Qué bueno que esto no es la Corte Suprema de Justicia- rió Yulia, tomando a Lena entre sus brazos y llevándola hasta acostarse sobre las almohadas.
- Dios, ¡qué comentario!- se carcajeó Lena, volviéndose a su mesa de noche para tomar un sorbo de la crónica botella de agua, sin gas, que mantenía ahí sólo porque a veces le daba sed.
- No te quejes…- dijo, recogiendo sus piernas hasta apoyarse con sus pies sobre la cama. – Tengo uno que otro que es todavía más idiota
-Estás borracha?- resopló, casi ahogándose con el agua.
- Tal vez…
- ¿Del uno al diez?- murmuró, abriendo la gaveta y sacando, sin que Yulia viera, el dildo negro. Si alguna vez hubiera tenido que comprarse un dildo, creyó que jamás sería negro, no por ser racista como Phillip decía, sino porque simplemente no le parecía inocente, ¿y qué tenía de inocente comprar un dildo? Bueno, hasta ese dildo que fue que el negro, sólo en ese dildo, le pareció un tanto elegante.
- Cinco…o seis… no, no… siete- se corrigió. ¿Qué vino tan mortal tenía 46% de alcohol? ¡Tenía más que el Grey Goose!
- No he terminado contigo- dijo, volviéndose a gatas sobre la cama a Yulia.
- ¿Ah no?
- No, dijiste que necesitabas un descanso... tu descanso terminó
- Tú si estás más perdida que yo
- Al menos estoy segura de que es un siete- sonrió, tomando las piernas de Yulia y colocándolas sobre sus hombros, ambas piernas. Yulia sonrió, pues tenía razón, aunque eso no significaba mucho, ¿o sí? Lena introdujo lentamente el dildo en Yulia, lo bueno que era que a Yulia se le dificultara absorber todo, y Yulia gimió por la sorpresiva invasión de su vagina, que estaba siendo encogida a propósito, más por la posición que por una contracción que ella misma había decidido ejercer.
- Eres tan hermosa- susurró en cuanto Yulia gimió, pues le encantaba ver aquella expresión de excitación, más cuando fruncía su ceño y mordía su labio inferior por el lado izquierdo.







No sé cómo fue que Lena logró hacer aquello, pues encendió aquel vibrador en el sexto nivel y, girando aquel cilindro dentro de la vagina de la Arquitecta Volkova, colocó aquella parte que no penetraba a Yulia sobre su clítoris, siendo ambas estimuladas por la vibración de aquella divinidad. Y Lena hizo lo impensable, quizás por la ligera ebriedad, quizás porque no estaba pensando, pero qué bueno, pues tomó el dildo entre sus dedos y, sin despegar la vibración de su clítoris, empezó a embestir a Yulia con aquel dildo, con movimiento de cadera y trasero. Una penetración corta y suave, pero intensa. Yulia llevó sus dedos nuevamente a su clítoris y, con un poco de dificultad por la posición, logró emprender una satisfactoria auto estimulación, provocando en ambas un orgasmo más de origen visual que de sensibilidad, pues Yulia, al ver que Lena la embestía sensualmente y la expresión facial que aquella pelirroja hacía, que gritaba placer con la mirada y callaba la excitación en sus gemidos, se excitaba cada vez más, y Lena ni hablar, pues el sólo hecho de ver a Yulia tocarse era lo suficientemente matador como para correrse, y podía hacerlo si dejaba de concentrarse en no hacerlo, quería esperar a Yulia, pues no había nada más bombástico que un orgasmo sincronizado. Y, ante el “holy fuck” de Yulia, Lena la penetró un poco más rápido y, notando la rapidez con la que Yulia estimulaba su clítoris, no quiso aguantar más y, junto con un creciente agudo gemido allá Volkova, se evaporó en el clímax conjunto que tanto le gustaba, el cual concluyó con risa y sonrisa de magnífica dificultad de mantener al tumbarse al lado de una igualmente extasiada Yulia Volkova, quien expulsaba mágicamente aquel dildo de su vagina, sólo con el poder de su vagina.






- ¿Más?- jadeó Lena.
- Si me das otro no podré caminar ni dos pasos antes de sentir que me quema
- ¿Qué te quema el qué?- rió, tomando el dildo y asustando a Yulia, aunque sólo lo tomó para apagarlo.
- Mi co*o
- ¡Uf! ¡Vaya palabra!- rió.
- No te burles… estoy intentando
- No me burlo… me parece sexy- dijo, volviéndose a ella con su ceja levantada, sólo para darse cuenta que Yulia la veía suavemente, con un brillo extraño en sus ojos, y ese brillo eran las oprimidas ganas de levantarse, abrir su bolso, sacar la cajita de gamuza cian y pedirle lo que, por respeto, no podía pedirle después de haber tenido lo que Natasha llamaba “sexo desenfrenado, erótico y lujurioso”, y ni hablar de la leve sonrisa que se dibujaba en sus perfectos labios, los cuales eran repasados por las puntas de sus dedos de la mano derecha, que hacían que Lena admirara aquel heredado anillo, bañado en lo que era, sin dudarlo, lubricante femenino, quizás sólo de la eyaculación de Lena, o quizás una mezcla de los jugos de ambas. - ¿En qué piensas?


- Brilla después de que ha tenido un orgasmo- dijo, haciendo que Lena se sonrojara ante aquel extraño halago.
- Por eso, gracias
- De nada - sonrió.
- Por cierto, tengo algo para ti
- ¿Otro concierto?- Lena sacudió su cabeza. - ¿Qué es?
- Prométeme que no te vas a enojar
- No me asustes así…
- Sólo promételo
- Está bien, te prometo que no me voy a enojar- sonrió, recibiendo un beso fugaz de Lena en sus labios para luego verla retirarse por el pasillo. Yulia se quedó ahí, tendida en la cama, sobre su espalda, sólo viendo el techo, no siendo capaz de pensar en algo, tenía la mente en blanco: justo lo que quería. Respiró hondo y analizó la perfección de sus uñas, la perfección adquirida el sábado por la mañana cuando ella y Lena habían agradecido un buen sol para salir en look veraniego; Yulia, por supuesto, en unos pantaloncillos impresos Stella McCartney, en una camiseta desmangada negra y, como cosa rara, en sandalias aunque eran Manolo, así de caluroso estaba el día, y Lena en pantaloncillos de denim y en una camiseta blanca que era como andar sólo en sostén; así de fina y ligera.



- Temí encontrarte dormida- rió mientras cerraba la puerta de la habitación con ayuda de un leve empujón de su bolso.
- Ahora que lo dices… me dio sueño- sonrió, moviéndose un poco hacia la izquierda para darle espacio a Lena.
- Dormiremos… pero antes… - murmuró, sacando una cajita cian, así como la que Yulia tenía en su bolso, y Yulia se petrificó. – Me acordé de lo que me dijiste hace unos días… y me pareció que te gustaría tener un par- Yulia sólo se pudo relajar ante escuchar aquellas dos palabras: “un par”, pues aquello sólo se compraba en singular, por unidad.
- Están perfectas- sonrió al abrir la cajita; un par de perlas negras, perfectas en brillo, perfectas en tamaño. – Gracias- acercó sus labios a los de Lena y le dio un beso de verdadero agradecimiento. Como para derretirse.
- Las que tú tienes- guiñó su ojo mientras acariciaba su mejilla.




Nos vemos la otra semana Wink
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