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HUSH HUSH (Saga)

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Mensaje por SweetMess 3/2/2015, 12:50 pm

Sinopsis
Para Lena Katina, el romance no era parte del plan. Ella nunca se había sentido particularmente atraída hacia los chicos de su escuela, sin importar lo mucho que su mejor amiga, Vee, los empujara hacia ella. No hasta que Yulia llegó a su vida. Con su sonrisa fácil y ojos que parecen ver dentro de ella, Lena se siente atraída hacia ella, en contra de todos sus instintos.
Pero después de una serie de aterradores encuentros, Lena no sabe en quien confiar. Yulia parece estar donde quiera que esté ella, y saber más sobre ella que sus amigos más cercanos.
Ella no sabe si correr hacia sus brazos o correr y esconderse. Y cuando intenta encontrar algunas respuestas, se acerca a una verdad que es mucho más incomoda que todo lo que Yulia la hace sentir.
Lena esta justo en medio de una antigua batalla entre los inmortales y aquellos que han
caído- y cuando tiene que escoger un bando, la elección equivocada le costará su vida.
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Mensaje por SweetMess 3/2/2015, 1:12 pm

Capítulo 1

Coldwater, Maine

Día presente

Entré en Biología y me quedé con la boca abierta. Misteriosamente adherida a la pizarra estaba una muñeca Barbie, con Ken a su lado. Habían sido obligados a unir los brazos y estaban desnudos excepto por hojas artificiales situadas en algunas zonas estratégicas.

Garabateado sobre sus cabezas en gruesas letras rosas de tiza estaba la invitación:

BIENVENIDOS A LA REPRODUCCIÓN HUMANA (SEXO)

A mi lado, Vee Sky dijo:

- Ésta es exactamente la razón por la que el instituto prohíbe móviles con cámara. Fotos de esto en eZine serían toda la prueba que necesito para hacer que la cámara de
educación cortara por lo sano con la Biología. Y entonces tendríamos esta hora para
hacer algo productivo... como recibir tutorías individuales de chicos mayores monos.
- ¿Cómo, Vee? - Dije. - Habría jurado que estabas esperando con ansias esta unidad todo el semestre.

Vee bajó las pestañas y sonrió torvamente.

- Esta clase no va a enseñarme nada que no sepa ya.
- ¿Vee? ¿No eres virgen?
- No tan alto. - Guiñó el ojo justo cuando sonó el timbre, enviándonos a las dos a
nuestros asientos, que estaban al lado en nuestra mesa compartida.

El Entrenador McConaughy cogió el silbato que colgaba de una cadena de su cuello y
sopló.

- ¡A vuestros asientos, equipo! - El Entrenador consideraba enseñar Biología de décimo
curso un deber secundario a su trabajo como entrenador del equipo de baloncesto, y
todos lo sabíamos - Tal vez no se os haya ocurrido, chicos, que el sexo es más que un
viaje de quince minutos al asiento trasero de un coche. Es ciencia. ¿Y qué es la ciencia?
- Aburrida. - Gritó un chico del fondo de la clase.
- La única clase que suspendo. - Dijo otro.

Los ojos del Entrenador rastrearon la primera fila, deteniéndose sobre mí.

- ¿Elena?
- El estudio de algo. - Dije.

Se acercó y golpeó el dedo índice sobre la mesa delante de mí.

- ¿Qué más?
- Conocimiento adquirido a través de la experimentación y la observación. –

Encantador. Sonaba como si estuviera en una audición para el audiolibro de nuestro libro de texto.

- Con tus propias palabras.

Toqué mi labio superior con la punta de la lengua y busqué un sinónimo.

- La ciencia es una investigación. - Sonaba como una pregunta.
- La ciencia es una investigación. - Dijo el Entrenador, frotándose las manos - La ciencia
requiere que nos transformemos en espías.

Dicho así, la ciencia casi sonaba divertida. Pero había estado en clase del Entrenador lo
suficiente como para no albergar esperanzas.

- Ser buenos sabuesos requiere practica. - Prosiguió.
- También el sexo. - Vino otro comentario del fondo de la sala.

Todos ahogamos la risa mientras el Entrenador apuntaba al ofensor con un dedo
acusatorio.

- Eso no va a ser parte de los deberes de hoy. - El Entrenador me devolvió su atención -
Elena, has estado sentada al lado de Vee desde el comienzo del curso.

Asentí, pero tenía un mal presentimiento de a dónde nos estaba llevando esto.

- Ambas estáis juntas en el eZine del instituto. - Una vez más, asentí – Me apuesto a que sabéis bastante la una de la otra.

Vee me dio una patada por debajo de nuestra mesa. Sabía lo que estaba pensando. Que él no tenía ni idea de hasta qué punto sabíamos cosas la una de la otra. Y no me refiero solo a los secretos que enterramos en nuestros diarios. Vee es mi no-gemela. Tiene ojos verdes, pelo rubio platino y está unos kilos por encima de “con curvas”. Yo soy una pelirroja de ojos gris humo con montones de pelo ondulado que se mantiene en sus trece incluso con la mejor plancha. Y soy todo piernas, como el taburete de un bar. Pero sí hay un hilo invisible que nos une; las dos juramos que el vínculo empezó mucho antes del nacimiento. Las dos juramos que continuará en su sitio durante el resto de nuestras vidas.
El Entrenador alzó la vista a la clase.

- De hecho, me apuesto a que cada uno de vosotros conoce lo bastante bien a la personaal lado de la cual se sienta. Escogísteis los asientos que escogísteis por una razón, ¿verdad? Familiaridad. Qué mal que los mejores sabuesos eviten la familiaridad. Anula el instinto investigador. Que es la razón por la que hoy vamos a crear una nueva asignación de asientos.

Abrí la boca para protestar, pero Vee se me adelantó.

- ¿Qué demonios? Es Abril. Es decir, es casi fin de curso. No puede sacar este tipo de
cosas ahora.

El Entrenador mostró un atisbo de sonrisa.

- Puedo sacar este tipo de cosas hasta el último día del semestre. Y si suspendéis mi
clase, estaréis de vuelta aquí el año que viene, donde estaré sacando este tipo de cosas otra vez.

Vee lo fulminó con la mirada. Es famosa por esa mirada. Es una expresión que lo hace
todo salvo sisear audiblemente. Aparentemente inmune a ella, él Entrenador se trajo el silbato a los labios y captamos la idea.

- Cada compañero sentado en el lado izquierdo de la mesa..., es decir, vuestra
izquierda..., que se mueva un asiento hacia adelante. Esos en la fila de adelante..., sí,
incluida tú, Vee..., id al fondo.

Vee metió su libreta dentro de la mochila y cerró la cremallera. Yo me mordí el labio y le dediqué un breve adiós con la mano. Después me volví levemente, revisando la sala
detrás de mí. Sabía los nombres de todos mis compañeros... excepto de una. La
transferida. El Entrenador nunca la llamaba en clase, y ella parecía preferirlo así. Estaba sentada apoltronado una mesa detrás, los fríos ojos azules mirando siempre hacia delante. Justo como siempre. Ni por un momento me creí que simplemente se sentara ahí, día tras día, mirando al vacío. Estaba pensando en algo, pero el instinto me decía que probablemente no quería saber en qué.
Dejó su libro de Biología sobre la mesa y se deslizó en la antigua silla de Vee. Sonreí.

- Hola. Soy Lena.

Sus ojos azules cortaron a través de mí, y las comisuras de sus labios se elevaron. Mi
corazón dio un pequeño salto y en esa pausa, la sensación de una oscuridad sombría
pareció deslizarse como una sombra sobre mí. Se desvaneció en un instante, pero
todavía estaba mirándolo. Su sonrisa no era amistosa. Era una sonrisa que anunciaba
problemas. Como una promesa.
Me concentré en el encerado. Barbie y Ken me devolvieron la mirada con unas sonrisas
extrañamente alegres.

El Entrenador dijo:

- La reproducción humana puede ser un asunto pegajoso...
- ¡Agh! - Gruñó un coro de alumnos.
- Requiere manejarla con madurez. Y como toda ciencia, la mejor aproximación es
aprender siendo sabuesos. Durante el resto de la clase, practicad esta técnica a base de averiguar tanto como podáis sobre vuestro nuevo compañero. Mañana, traed por escrito vuestros descubrimientos, y creedme, voy a revisar su autenticidad. Esto es Biología, no lengua, así que ni se os ocurra trabajar con la ficción en vuestras respuestas. Quiero ver intención de verdad y trabajo en equipo. - Había un “o si no” implícito.

Me senté perfectamente quieta. La pelota estaba en su campo ―yo había sonreído, y
mira lo bien que eso había resultado. Arrugué la nariz, intentando averiguar a qué olía.
Cigarrillos no. Algo más intenso, más apestoso. Puros.
Encontré el reloj en la pared y di golpecitos con mi lápiz a tiempo con el segundero.
Planté mi codo en la mesa y apoyé la barbilla sobre el puño. Solté un suspiro.
Genial. A este ritmo iba a suspender.
Tenía los ojos clavados delante, pero oí el suave deslizamiento de su bolígrafo. Estaba
escribiendo, y quería saber qué. Diez minutos de sentarnos juntas no la cualificaba para asumir nada sobre mí. Lanzando una mirada de reojo, vi que en su papel había varias líneas, y creciendo.

- ¿Qué estás escribiendo? - Pregunté.
- Y habla. - Dijo mientras lo garabateaba, cada movimiento de su mano al mismo tiempo suave y descuidado.

Me incliné tan cerca de ella como pude, intentando leer lo que había escrito, pero dobló el papel por la mitad ocultando la lista.

- ¿Qué has escrito? - Exigí.

Estiró la mano hacia mi papel sin usar, deslizándolo a través de la mesa hacia ella. Lo
arrugó formando una bola. Antes de que pudiera protestar, lo lanzó a la papelera al lado del escritorio del Entrenador. El tiro entró de lleno. Me quedé mirando a la papelera un momento, dividida entre la incredulidad y el enfado. Después abrí mi libreta en una página en blanco.

- ¿Cómo te llamas? - Pregunté, el lápiz preparado para escribir.

Alcé la vista a tiempo para ver otra sonrisa oscura. Ésta parecía retarme a sonsacarle
algo.

- ¿Tu nombre? - Repetí con la esperanza de que fueran imaginaciones mías el que mi voz temblara.
- Llámame Yulia. Lo digo en serio. Llámame.

Me guiñó el ojo al decirlo, y estaba bastante segura de que se estaba riendo de mí.

- ¿Qué haces en tu tiempo libre? - Pregunté.
- No tengo tiempo libre.
- Asumo que este trabajo es para nota, ¿así que me haces el favor?
Se inclinó hacia atrás en su asiento, doblando los brazos detrás de la cabeza.

- ¿Qué clase de favor?

Estaba bastante segura de que era una insinuación, y busqué desesperadamente la forma de cambiar de tema.

- Tiempo libre. - Repitió, pensativa - Hago fotos.

Escribí Fotografía en mi folio.

- No había terminado. - Dijo - Tengo toda una colección sobre una columnista de eZine
que cree que hay una verdad en comer orgánico, que escribe poesía en secreto, y que se echa a temblar ante la idea de tener que escoger entre Stanford, Yale y... ¿cuál es esa grande con la H?

Me quedé mirándola un momento, sacudida por lo acertada que estaba. No tenía la
sensación de que fuera una suposición afortunada. Lo sabía. Y yo quería saber cómo
―justo ahora.

- Pero al final no irás a ninguna de ellas.
- ¿Ah, no? - Pregunté sin pensar.

Enganchó los dedos bajo el asiento de mi silla, arrastrándome más cerca de ella. No muy segura de si debería apartarme y mostrar miedo, o no hacer nada y fingir aburrimiento, escogí la última. Dijo:

- Incluso aunque triunfarías en las tres escuelas, las desprecias por ser un cliché del éxito. Juzgar es tu tercera gran debilidad.
- ¿Y mi segunda? - Dije con rabia muda.

¿Quién era esta tia? ¿Era esto algún tipo de chiste perturbador?

- No sabes cómo confiar. Retiro eso. Confias... solo que en toda la gente equivocada.
- ¿Y mi primera? - Exigí.
- Mantienes a la vida atada muy corto.
- ¿Qué se supone que significa eso?
- Tienes miedo de lo que no puedes controlar.

Se me puso de punta el pelo de la nuca, y la temperatura de la clase pareció bajar.
Normalmente habría ido derecha al escritorio del Entrenador a solicitar una nueva
asignación de asientos, pero me negaba a dejar que Yulia pensara que podía intimidarme o asustarme. Sentía una necesidad irracional de defenderme y decidí en ese mismo momento y lugar que no me echaría atrás hasta que lo hiciera ella.

- ¿Duermes desnuda? - Preguntó.

Mi mandíbula amenazaba con caerse, pero la mantuve en su sitio.

- Difícilmente eres la persona a la que se lo diría.
- ¿Alguna vez has ido al psiquiatra?
- No. - Mentí.

La verdad es que estaba yendo a sesiones con el psicólogo del instituto, el Dr.
Hendrickson. No era elección mía, y no era algo sobre lo que me gustara hablar.

- ¿Has hecho algo ilegal?
- No. - Saltarme ocasionalmente el límite de velocidad no contaría. No con ella - ¿Por qué no me preguntas algo normal? Como... ¿mi música favorita?
- No voy a preguntar lo que puedo adivinar.
- Tú no sabes el tipo de música que escucho.
- Barroco. Contigo, es todo sobre el orden, el control. Me apuesto a que tocas... ¿el cello? - Lo dijo como si lo hubiera adivinado de la nada.
- Incorrecto. - Otra mentira, pero ésta envió un escalofrío por mi piel que me dejó los
dedos temblando.

¿Quién era ella en realidad? Si sabía que tocaba el cello, ¿qué más sabía?

- ¿Qué es eso? – Yulia dio un toquecito con su bolígrafo en la parte interna de mi
muñeca.

Me aparté instintivamente.

- Una marca de nacimiento.
- Parece una cicatriz. ¿Eres suicida, Lena? - Sus ojos conectaron con los míos, y podía
sentirla riéndose - ¿Padres casados o divorciados?
- Vivo con mi madre.
- ¿Dónde está tu padre?
- Mi padre falleció el año pasado.
- ¿Cómo murió?

Me encogí.

- Fue... asesinado. Esto es territorio personal, si no te importa.

Hubo un momento de silencio y la acidez de los ojos de Yulia pareció suavizarse un poco.

- Eso debe de ser duro. - Sonaba como si lo dijera en serio.

Sonó el timbre y Yulia estaba en pie, de camino a la puerta.

- Espera. - Grité. No se giró - ¡Disculpa! - Salió por la puerta - ¡Yulia! No conseguí nada
De ti.
Se dio la vuelta y caminó hacia mí. Tomando mi mano, garabateó algo en ella antes de
que se me ocurriera apartarme.
Bajé la vista a los siete números en tinta roja sobre mi palma e hice un puño a su
alrededor. Quería decirle que de ningún modo iba a sonar su teléfono esta noche. Quería decirle que era culpa suya por gastar todo el tiempo interrogándome a mí. Quería un montón de cosas, pero me limité a quedarme allí de pie como si no supiera cómo abrir la boca. Al final dije:

- Esta noche estoy ocupada.
- Yo también. - Sonrió de oreja a oreja y se fue.

Me quedé clavada en el sitio, digiriendo lo que acababa de pasar. ¿Se comió todo el
tiempo interrogándome a propósito? ¿Para que yo suspendiera? ¿Creía que una sonrisa brillante la redimiría? Sí, pensé. Sí, lo creía.

- ¡No llamaré! - Grité detrás de ella - ¡Nunca!
- ¿Has terminado tu columna para el plazo de entrega de mañana? - Era Vee. Vino a mi
lado, apuntando notas en la libretita que llevaba a todas partes - Estoy pensando en
escribir la mía sobre la injusticia de las asignaciones de asientos. Estoy de pareja con una chica que dijo que acabó el tratamiento contra los piojos esta misma mañana.

- Mi nueva compañera. - Dije, apuntando al pasillo, a la espalda de Yulia.

Tenía una forma de andar irritantemente confiada, del tipo que encuentras acompañada de camisetas gastadas y un sombrero de cowboy. Yulia no llevaba ni la una ni el otro. Era más bien una chica de Levi’s oscuros, cazadora oscura, botas oscuras.

- ¿La transferida de último curso? Supongo que no estudió lo bastante la primera vez. O la segunda. - Me lanzó una mirada cómplice - A la tercera va la vencida.
- Me da escalofríos. Sabía mi música. Sin ninguna pista en absoluto, dijo “Barroco”. -
Imité bastante mal su voz ronca.
- ¿Suposición afortunada?
- Sabía... otras cosas.
- ¿Cómo qué?

Solté un suspiro. Sabía más de lo que quería contemplar cómodamente.

- Cómo meterse debajo de mi piel. - Dije al fin - Voy a decirle al Entrenador que tiene que volver a cambiarnos.
- Ve a por ello. Podría usar un gancho para mi próximo artículo del eZine. “Alumna de
décimo devuelve el golpe.” Aún mejor, “Asignación de asientos recibe una bofetada en la cara.” Mmm. Me gusta.

Al final del día, fui yo la que recibió una bofetada en la cara. El Entrenador rechazó mi
súplica de volver a pensarse la asignación de asientos. Parecía que estaba atascada con
Yulia.
Por ahora.
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Mensaje por SweetMess 3/2/2015, 11:31 pm

Capítulo 2

Mi madre y yo vivimos en una granja del siglo XVIII llena de corrientes de aire a las afueras de Coldwater. Es la única casa en Hawthorne Lane, y los vecinos más cercanos están a más de un kilómetro de distancia. A veces me pregunto si el constructor original se dio cuenta de que de todos los solares disponibles, eligió construir la casa en medio de una misteriosa inversión atmosférica que parece aspirar toda la niebla de la costa de Maine y trasplantarla a nuestro jardín. La casa estaba en este momento velada en unas sombras que parecían espíritus escapados y merodedores.

Me pasé la tarde plantada en un taburete de bar en la cocina en compañía de los deberes de álgebra y Dorothea, nuestra ama de llaves. Mi madre trabaja para la Compañía de Subastas Hugo Renaldi, coordinando subastas de propiedades y antigüedades a lo largo de toda la Costa Este. Esta semana estaba en Charleston, Carolina del Sur. Su trabajo requería muchos viajes, y pagaba a Dorothea para cocinar y limpiar, pero yo estaba bastante segura de que el contrato de Dorothea incluía el mantener un ojo atento y parental pendiente de mí.

- ¿Qué tal el colegio? - Preguntó Dorothea con un ligero acento alemán.

Estaba en el fregadero, frotando una lasaña de una cacerola.

- Cambiamos de compañero en Biología.
- ¿Esto es algo bueno, o algo malo?
- Vee era mi antigua compañera.
- Hum. - Restregó con más vigor, y la carne de la parte superior del brazo de Dorothea
tembló - Algo malo, entonces - Suspiré, de acuerdo - Háblame de la nueva compañera.
¿Cómo es esta chica?
- Casi tan alta como yo, morena e irritante. E inquietantemente cerrada.

Los ojos de Yulia eran esferas azules. Absorbiéndolo todo y no ofreciendo nada. No es
que yo quisiera saber más sobre Yulia. Ya que no me había gustado lo que había visto en la superficie, dudaba que me fuera a gustar lo que se escondía en la profundidad.
Solo que esto no era exactamente cierto.

Me gustaba mucho de lo que había visto. Músculos largos y esbeltos a lo largo de sus brazos, hombros relajados, y una sonrisa que era en parte juguetona y en parte seductora. Estaba en una alianza insegura conmigo misma, intentando ignorar lo que había empezado a encontrar irresistible.

A las nueve en punto Dorothea terminó su tarde y cerró con llave al salir. Como adiós,
encendí y apagué las luces del porche dos veces; debieron de penetrar en la niebla,
porque ella respondió con un bocinazo. Estaba sola.

Hice inventario de los sentimientos en mi interior. No tenía hambre. No estaba cansada.
Ni siquiera estaba tan sola. Pero sí estaba un poco nerviosa por mis deberes de Biología. Le había dicho a Yulia que no iba a llamar, y seis horas atrás lo decía en serio. Todo en lo que podía pensar ahora era que no quería suspender. La Biología era mi asignatura más dura. Mi nota vacilaba problemáticamente entre un sobresaliente y un notable. En mi mente, ésa era la diferencia entre una beca parcial y una completa en mi futuro.

Fui a la cocina y descolgué el teléfono. Miré lo que quedaba de los siete dígitos todavía
tatuados en mi mano. Secretamente, esperaba que ella no respondiera a mi llamada. Si no estaba disponible o cooperadora con los trabajos, eran pruebas que podía usar en su contra para convencer al Entrenador para que deshiciera la asignación de asientos.

Sintiéndome con esperanzas, tecleé su número. Yulia respondió al tercer toque.

- ¿Qué pasa?

En un tono práctico dije:

- Estoy llamando para ver si podemos vernos esta noche. Sé que dijiste que estabas ocupada, pero...
- Lena. - Yulia dijo mi nombre como si fuera el broche final de un chiste - Crei que no
ibas a llamar. Nunca.

Odiaba estar tragándome mis palabras. Odiaba a Yulia por restregármelo. Odiaba al
Entrenador y a sus locos trabajos. Abrí la boca, con la esperanza de que saliera algo
inteligente.

- Bueno. ¿Podemos vernos o no?
- Resulta que no puedo.
- ¿No puedes, o no quieres?
- Estoy en medio de una partida de billar. - Oí la sonrisa en su voz – Una partida de billar importante.

Por los ruidos de fondo que oía de su lado, creía que estaba diciendo la verdad ―sobre la partida de billar. El si era o no más importante que mi trabajo era un tema para debate.

- ¿Dónde estás? - Pregunté.
- El Arcade de Bo. No es tu tipo de sitio.
- Entonces hagamos la entrevista por teléfono. Tengo una lista de preguntas justo...

Me colgó.

Me quedé mirando al teléfono con incredulidad, después arranqué de mi libreta una hoja de papel en blanco. Garabateé Cretina en la primera línea. En la línea debajo de ésa añadí, Fuma puros. Morirá de cáncer de pulmón. Ojalá que pronto. Excelente forma física. Inmediatamente taché la última observación hasta que fue ilegible.

El reloj del microondas pasó a anunciar las 9:05. Tal y como yo lo veía, tenía dos
opciones. O bien inventaba mi entrevista con Yulia, o bien conducía hasta el Arcade de
Bo. La primera opción tal vez fuera tentadora, si tan solo pudiera bloquear la voz del
Entrenador advirtiendo que revisaría todas las respuestas en busca de autenticidad. No
sabía lo suficiente sobre ella como para lanzarme el farol de una entrevista completa.

¿Y la segunda opción? Nada tentadora, ni en lo más mínimo.

Retrasé el tomar una decisión lo bastante como para llamar a mi madre. Parte de nuestro acuerdo para que ella trabajara y viajara tanto era que actuara con responsabilidad y no fuera el tipo de hija que requiere supervisión constante. Me gustaba mi libertad, y no quería hacer nada para darle a mi madre una razón para aceptar una reducción de sueldo y tomar un trabajo local para mantenerme un ojo encima.

En el cuarto toque, su buzón de voz cogió la llamada.

- Soy yo. - Dije - Solo llamaba para ver qué tal. Tengo unos deberes de Biología que
terminar, después me voy a la cama. Llámame mañana en la comida, si quieres. Te
quiero.

Después de colgar, encontré una moneda de veinticinco centavos en el cajón de la
cocina. Mejor dejarle al destino las decisiones complicadas.

- Si es cara voy. - Le dije al perfil de George Washington - Si es cruz me quedo.

Lancé la moneda al aire, la paré contra el dorso de mi mano y osé echarle un vistazo. Mi corazón estrujó un latido extra, y me dije a mí misma que no estaba segura de lo que eso significaba.

- Ahora no está en mis manos. - Dije.

Decidida a acabar con esto tan rápido como fuera posible, agarré un mapa de la nevera, cogi mis llaves, y eché atrás mi Fiat Spider por el camino que llevaba a la carretera. El coche probablemente había sido una monada en 1979, pero no me entusiasmaba demasiado la pintura marrón chocolate, el óxido extendiéndose sin control por el parachoques trasero, y los asientos blancos de cuero agrietado.

El Arcade de Bo resultó estar más lejos de lo que me habría gustado, situado cerca de la costa, a treinta minutos en coche. Con el mapa estirado contra el volante, metí el Fiat en el aparcamiento detrás de un edificio de bloques grises con una señal eléctrica
centelleando “EL ARCADE DE BO, LOCO PAINTBALL NEGRO Y LA SALA DE BILLAR DE OZZ”.

Grafitis salpicaban las paredes, y había colillas por todo el suelo. Claramente el local de
Bo no estaba lleno de futuros alumnos de las mejores universidades y ciudadanos
modelo. Intenté mantener mis pensamientos altaneros y despreocupados, pero mi
estómago se sentía un poco incómodo. Revisando que hubiera cerrado todas las puertas, entré.

Me coloqué en la fila, esperando a pasar las cuerdas. Mientras el grupo delante de mí
pagaba, me escurrí por en medio andando hacia el laberinto de sirenas a todo volumen y luces centelleantes.

- ¿Crees que te mereces una entrada gratuita? - Aulló una voz endurecida por el humo.

Me di la vuelta y parpadeé al cajero sobre-tatuado. Dije:

- No estoy aquí para jugar. Estoy buscando a alguien.

Gruñó.

- Si quieres pasar por delante de mí, pagas. - Puso las palmas sobre el mostrador, donde una tabla de precios había sido pegada con celo, mostrando que debía quince dólares.

Solo efectivo.

No tenía efectivo. E incluso si tuviera, no lo habría gastado para pasar unos pocos
minutos interrogando a Yulia sobre su vida personal. Sentí cómo me enfadaba al pensar en la asignación de asientos y por tener que estar aquí, en primer lugar. Solo tenía que encontrar a Yulia, después podríamos mantener la entrevista fuera. No había conducido hasta aquí para volver con las manos vacías.

- Si no estoy de vuelta en dos minutos, pagaré los quince dolares. - Dije.

Antes de poder ejercitar un mejor juicio o reunir un poco más de paciencia, hice algo
totalmente fuera de sitio y me colé entre las cuerdas. No me detuve ahí. Me apresuré a través del arcade, manteniendo los ojos bien abiertos en busca de Yulia. Me dije a mí
misma que no me podía creer que estuviera haciendo esto, pero era como una bola de
nieve, ganando velocidad y fuerza. Llegados a este punto sólo quería encontrar a Yulia y salir de allí.

El cajero me siguió, gritando:
- !Eh!

Segura de que Yulia no estaba en el piso principal, corrí abajo, siguiendo señales para la Sala de Billar de Ozz. Al final de las escaleras, una luz tenue iluminaba varias mesas de poker, todas en uso. Humo de puro casi tan espeso como la niebla envolviendo mi casa nublaba el techo bajo. Situadas entre las mesas de poker y el bar había una fila de mesas de billar. Yulia estaba estirada a través de la que estaba más lejos de mí, intentando un tiro complicado.

- !Yulia! - Grité.

Justo cuando hablé, disparó hacia delante su palo de billar clavándolo en el tapete. Su
cabeza se levantó de repente. Se me quedó mirando con una mezcla de sorpresa y
curiosidad. El cajero bajó ruidosamente por las escaleras, detrás de mí, atrapando mi hombro en su mano.

- Arriba. Ahora.

La boca de Yulia se movió formando otra sonrisa que apenas estaba ahí. Difícil decir si
era burlona o amistosa.

- Ella está conmigo.

Esto pareció tener algún poder con el cajero, que aflojó su agarre. Antes de que pudiera cambiar de idea, me sacudí su mano y zigzagueé entre las mesas hacia ella. Di los primeros pasos amplios y seguros, pero encontré que mi confianza desaparecía a medida que me acercaba a ella.

Fui consciente de inmediato de que había algo diferente en ella. No podía captar
exactamente qué, pero podía sentirlo como electricidad. ¿Más animosidad?

Más confianza.

Más libertad para ser ella misma. Y esos ojos azules me estaban llegando. Eran como
imanes aferrándose a cada movimiento mío. Tragué saliva discretamente e intenté
ignorar la danza nerviosa de mi estómago. No podía captar exactamente qué, pero algo en Yulia no estaba bien. Algo en ella no era normal. Algo no era... seguro.

- Perdón por colgar. - Dijo viniendo a mi lado - La cobertura no es genial aquí abajo.

Sí, claro.

Con un giro de cabeza, Yulia les indicó a los demás que se fueran. Hubo un silencio
incómodo antes de que nadie se moviera. El primer tío en marcharse me golpeó el
hombro al pasar. Retrocedí un paso para recuperar el equilibrio y alcé la vista justo a
tiempo para recibir las frías miradas de los otros dos jugadores mientras se iban.
Genial. No era culpa mía el que Yulia fuera mi compañera.

- ¿Bola ocho? - Le pregunté alzando las cejas e intentando sonar completamente segura de mí misma, de mi entorno. Tal vez él tuviera razón y el Arcade de Bo no fuera mi tipo de sitio. Eso no quería decir que fuera a salir disparada hacia las puertas -¿Cómo están de altas las apuestas?

Su sonrisa se amplió. Esta vez estaba bastante segura de que se estaba burlando de mí.

- No jugamos por dinero.

Dejé mi bolso en el borde de la mesa.

- Qué mal. Iba a apostar todo lo que tengo en tu contra. - Levanté mi trabajo, dos líneas ya completas - Unas pocas preguntas rápidas y me voy.
- ¿Cretina? - Ella leyó en voz alta, apoyándose en su palo de billar - ¿Cáncer de
pulmón? ¿Se supone que eso es profético?

Abaniqué el trabajo en el aire.

- Asumo que contribuyes a la atmósfera. ¿Cuántos puros por noche? ¿Uno? ¿Dos?
- No fumo. - Sonaba sincero, pero no me lo tragué.
- Mm-hmm. - Dije colocando el papel entre la bola ocho y la morada lisa.

Empujé accidentalmente la morada lisa al escribir Definitivamente puros en la línea tres.

- Estás estropeando el juego. - Dijo Yulia, todavía sonriendo.

La miré a los ojos y no pude evitar igualar su sonrisa ―brevemente.

- Espero que no en tu favor. ¿Tu mayor sueño?

Estaba orgullosa de ésa porque sabía que le bajaría los humos. Requería reflexionar.

- Besarte.
- Eso no es gracioso. - Dije, sosteniéndole la mirada, agradecida por no haber
tartamudeado.
- No, pero te hizo ruborizar.

Me impulsé sobre el lateral de la mesa, tratando de parecer imperturbable mientras lo
hacía. Crucé las piernas, usando la rodilla como tablero de escritura.
- ¿Trabajas?
- Limpio mesas en el Borderline. El mejor mexicano en la ciudad.
- ¿Religión?

No pareció sorprendida por la pregunta, pero tampoco parecía entusiasmado por ella.

- Creí que habías dicho unas pocas preguntas rápidas. Ya estás en la número cuatro.
- ¿Religión? - Pregunté con más firmeza.

Yulia deslizó una mano pensativamente por la línea de su mandíbula.

- Religión no... culto.
- ¿Perteneces a un culto? - Me di cuenta demasiado tarde de que, aunque había sonado sorprendida, no habría debido.
- Y resulta que tengo necesidad de sacrificar a una mujer sana. Había planeado atraerla
para que confiara en mí antes, pero si estás lista ahora...

Toda sonrisa que aún quedara en mi rostro desapareció.

- No me estás impresionando.
- Aún no he empezado a intentarlo.

Me bajé de la mesa y me planté delante de ella.

- Vee me dijo que vas al último curso. ¿Cuántas veces has suspendido la Biología de
segundo año? ¿Una? ¿Dos?
- Vee no es mi portavoz.
- ¿Estás negando haber suspendido?
- Te estoy diciendo que no fui al instituto el año pasado. - Sus ojos se mofaban de mí.

Eso solo me hizo más determinada.

- ¿Faltaste sin autorización?

Yulia dejó su palo de billar sobre el tapete y me hizo un gesto con el dedo para que me
acercara. No lo hice.

- ¿Un secreto? - Dijo en tono confidencial - Nunca antes he ido a la escuela. ¿Otro
secreto? No es tan aburrida como esperaba.

Estaba mintiendo. Todo el mundo iba a la escuela. Había leyes. Estaba mintiendo para
sacarme de quicio.

- Crees que estoy mintiendo. - Dijo alrededor de una sonrisa.
- ¿No has ido a la escuela, nunca? Si eso es cierto, y tienes razón, no creo que lo sea,
¿Por qué decidiste venir este año?
- Tú.

El impulso de sentirme asustada palpitaba a través de mí, pero me dije a mí misma que
eso era exactamente lo que Yulia quería. Manteniéndome firme en el sitio, intenté en
vez de eso actuar irritada. Aún así, me llevó un momento encontrar mi voz.

- Ésa no es una respuesta de verdad.

Debió de acercarse un paso, porque de pronto nuestros cuerpos estaban separados tan solo por nada más que un estrecho margen de aire.

- Tus ojos, Lena. Esos fríos ojos gris pálido son sorprendentemente irresistibles. – Inclinó la cabeza a un lado, como para estudiarme desde un nuevo ángulo - Y esa tremenda boca curva.

Sorprendida no tanto por su comentario, sino porque una parte de mí respondiera
positivamente a ella, me aparté.

- Eso es suficiente. Me voy.

Pero tan pronto como las palabras estuvieron fuera de mi boca, sabía que no eran
ciertas. Sentía la necesidad de decir algo más. Escogiendo entre los pensamientos
enredados en mi mente, intenté encontrar qué era lo que sentía que tenía que decir.
¿Por qué era tan desdeñosa, y por qué actuaba como si yo hubiera hecho algo para
merecérmelo?

- Pareces saber mucho sobre mí. - Dije, haciendo la subestimación del año - Más de lo
que deberías. Pareces saber exactamente qué decir para ponerme incómoda.
- Me lo pones fácil.

Se disparó una chispa de furia en mi interior.

- ¿Admites que estás haciendo esto a propósito?
- ¿Esto?
- Esto. Provocarme.
- Di “provocar” otra vez. Tu boca se ve provocadora cuando lo haces.
- Hemos terminado. Termina tu partida de billar. - Agarré su palo de billar de la mesa y lo empujé hacia ella. No lo cogió.
- No me gusta sentarme a tu lado. - Dije - No me gusta ser tu compañera. No me gusta tu sonrisa condescendiente. - Mi mandíbula se apretó, algo que normalmente pasaba solo cuando mentía. Me pregunté si estaba mintiendo ahora. Si era así, quería pegarme una patada - No me gustas tú. - Dije tan convincentemente como pude, y empujé con fuerza el palo contra su pecho.
- Me alegro de que el Entrenador nos pusiera juntos. - Dijo.

Detecté una levísima ironía en la palabra “Entrenador”, pero no pude interpretar ningún significado oculto. Esta vez sí cogió el palo de billar.

- Estoy trabajando para cambiar eso. - Repliqué.

Yulia pensaba que esto era tan gracioso que enseñó los dientes en la sonrisa. Alzó la
mano hacia mí, y antes de que pudiera apartarme, desenredó algo de entre mi pelo.

- Un papel. - Explicó, dejándolo caer al suelo.

Al alzar la mano, vi una marca en la cara interna de su muñeca. Al principio asumí que era un tatuaje, pero un segundo vistazo reveló una marca de nacimiento marrón rojiza, algo levantada. Era de la forma de una salpicadura de pintura.
- Ése es un desafortunado sitio para una marca de nacimiento. - Dije, más que un poco
molesta de que estuviera en un lugar tan similar al de mi propia marca.

Yulia se bajó la manga casual pero perceptiblemente sobre la muñeca.

- ¿La preferirías en algún lugar más privado?
- No la preferiría en ningún sitio. - No estaba segura de cómo sonaba esto y lo volví a
intentar - No me importaría si no la tuvieras en absoluto. - Lo intenté por tercera vez – No me importa tu marca de nacimiento, punto.
- ¿Alguna pregunta más? - Preguntó - ¿Comentarios?
- No.
- Entonces, te veré en Bio.

Pensé en decirle que nunca me volvería a ver. Pero no iba a tragarme mis palabras dos
veces en un día.

Más tarde esa noche un ¡crack! me sacó de mi sueño. Con la cara espachurrada contra mi almohada, me quedé quieta, todos mis sentidos en alerta máxima. Mi madre estaba
fuera de la ciudad por lo menos una vez al mes por trabajo, así que estaba acostumbrada a dormir sola, y habían pasado meses desde que imaginara por última vez el sonido de pisadas por el pasillo hacia mi habitación. La verdad es que nunca me sentía completamente sola.

Justo después de que mataran a mi padre de un tiro en Portland mientras compraba el
regalo de cumpleaños de mi madre, una extraña presencia entró en mi vida. Como si
alguien estuviera orbitando en mi mundo, observando desde una distancia. Al principio la presencia fantasma me había aterrorizado, pero cuando nada malo vino de ella, perdí la ansiedad. Empecé a preguntarme si habría algún propósito cósmico por la forma como me estaba sintiendo. Tal vez el espíritu de mi padre estaba cerca. El pensamiento solía ser reconfortante, pero esta noche era diferente.

La presencia se sentía como hielo sobre la piel.

Girando la cabeza un poco, vi una forma de sombras estirarse por mi suelo. Me giré
rápidamente para mirar la ventana, el blanquecino rayo de luna era la única luz en la
habitación capaz de formar una sombra. Pero allí no había nada. Apreté con fuerza la
almohada contra mí y me dije que era una nube pasando sobre la luna. O un trozo de
basura volando en el viento. Aún así, me pasé los siguientes minutos esperando a que se me calmara el pulso. Para cuando reuní el valor para salir de la cama, el jardín debajo de mi habitación estaba silencioso y quieto. El único sonido procedía de tres ramas rozando contra la casa, y de mi propio corazón atronando contra mi piel.


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HUSH HUSH (Saga) Empty Re: HUSH HUSH (Saga)

Mensaje por SweetMess 3/4/2015, 10:58 am

Capítulo 3

El Entrenador McConaughy se mantuvo ante la pizarra hablando monótonamente sobre algo, pero mi mente estaba lejos de las complejidades de la ciencia.
Estaba ocupada formulando razones de por qué Yulia y yo no deberíamos ser
compañeras y estaba haciendo una lista sobre ellas en la parte trasera de un viejo
examen. Tan pronto la clase terminara, le presentaría al Entrenador mis argumentos.

No es cooperadora con las asignaturas, escribí. Demuestra poco interés en trabajar en equipo.

Pero eran las cosas no enlistadas las que me preocupaban más. Encontré inquietante la localidad de la marca de nacimiento de Yulia y estaba asustada por el incidente en mi ventana la noche anterior. No estaba completamente segura de que Yulia me estaba espiando, pero no podía ignorar la coincidencia de que estaba casi segura de que vi a alguien mirando por mi ventana solo horas después de que me encontré con ella.

El pensar que Yulia me está espiando me provocó alcanzar el interior del
compartimiento delantero de mi mochila, sacar dos píldoras de hierro de la botella y
tragármelas enteras. Por un momento se quedaron atoradas en mi garganta, pero luego lograron bajar.

Por el rabillo del ojo, cacheé a Yulia arqueando sus cejas.

Consideré explicar que soy anémica y que tengo que tomar hierro varias veces al día,
especialmente cuando estoy bajo estrés, pero luego decidí no decir nada. La anemia no era una amenaza contra mi vida… siempre y cuando tomara hierro regularmente. No estaba paranoica hasta al punto de pensar que Yulia querría hacerme daño, pero de alguna manera, sentía que era mejor guardar en secreto mi vulnerable condición médica.

- ¿Lena?

El Entrenador se detuvo en el frente del salón, con su mano extendida en un gesto que
mostraba que estaba esperando por algo ―mi respuesta. Un suave incendio se abrió
camino hasta mis mejillas.

- ¿Podría repetir la pregunta? - Pregunté.

La clase rió.
- ¿Qué cualidades te atraen en una potencial pareja? - Dijo el Entrenador con un poco de irritación.
- ¿Una potencial pareja?
- Vamos, que no tenemos toda la tarde.

Podía escuchar a Vee riendo tras de mí. Mi garganta pareció estrecharse.

- ¿Quieres que mencione las características de…?
- De una posible pareja, sí, eso ayudaría bastante.

Sin proponérmelo, miré a Yulia de soslayo. Ella estaba recostada en su silla, estudiándome con satisfacción. Luego mostró una de sus sonrisas piratas y me dijo por lo bajo, Estamos esperando. Yo puse mis manos sobre la mesa, esperando lucir con más compostura de la que en realidad sentía.

- Nunca he pensado sobre ello.
- Bueno, pues piensa rápido.
- ¿Podrías preguntarle a otro primero?

El Entrenador señaló con impaciencia a mi izquierda.

- Tu turno, Yulia.

Contraria a m, ella habló con seguridad, posicionó su cuerpo de una manera que
quedaba levemente inclinado hacia mí y nuestras rodillas estaban a solo pulgadas de
distancia.

- Inteligente. Atractiva. Vulnerable.

El Entrenador estaba ocupado escribiendo los adjetivos en la pizarra.

- ¿Vulnerable? - Preguntó. - ¿Cómo así...?

Vee habló.

- ¿Esto tiene algo que ver con lo que estamos estudiando? Porque en el libro no aparece nada sobre las características deseadas en una pareja.

El Entrenador dejó de escribir y miró sobre sus hombros.

- Todo animal en el planeta atrae a la pareja con el propósito de reproducirse. Los sapos inflaman sus cuerpos. Los gorilas machos golpean su pecho. ¿Alguna vez has visto a una langosta macho levantarse sobre las puntas de sus patas y chasquear sus pinzas, para llamar la atención de la hembra? Atracción es el primer elemento de toda la reproducción animal, incluyendo a los humanos. ¿Por qué no nos das tu lista, señorita Sky?

Vee levantó cinco dedos.

- Guapo, rico, indulgente, fieramente protector y un poquito peligroso. - Cada vez que
mencionaba una descripción, bajaba un dedo.

Yulia rió por lo bajo.

- El problema con la atracción humana es que no se sabe si ésta será correspondida.
- Excelente punto - Dijo el Entrenador.
- Los humanos son vulnerables - Continuó Yulia - porque son capaces de ser heridos.

Al decir eso, la rodilla de Yulia chocó con la mía y yo me alejé porque no me atrevía a
permitirme pensar qué quiso decir con ese gesto.

El Entrenador asintió.

- La complejidad de la atracción humana ―y la reproducción― es una de las cosas que
nos apartan de las otras especies. - Creí escuchar a Yulia bufar, pero fue un sonido muy suave, así que no podía estar muy segura. El Entrenador continuó - Desde el comienzo de los tiempos, la mujer ha sido atraída a hombres con fuertes destrezas de supervivencia ―como inteligencia y fuerza física― porque los hombres con esas cualidades tienen más probabilidades de traer a casa cena al final del día. - Él levantó sus pulgares y sonrió abiertamente - Cena equivale a supervivencia, equipo.

Nadie rió.

- Además, - Él continuó - los hombres están atraídos por la belleza porque eso indica
salud y juventud. No tiene sentido emparejarse con una mujer enfermiza que no durará mucho para criar a los hijos.

El Entrenador acomodó sus gafas en el puente de su nariz y soltó una risa ahogada.

- Eso es tan sexista. - Protestó Vee - Dime algo que se relacione con la mujer del siglo XXI.
- Si observas la reproducción con ojos científicos, señorita Sky, verás que los hijos son la llave de la supervivencia de nuestra especie. Mientras más hijos tengas, mayor es tu
contribución para los genes.

Prácticamente escuché a los ojos de Vee ponerse en blanco.

- Creo que finalmente nos estamos acercando al tema de hoy. Sexo.
- Casi. - Dijo el Entrenador, alzando un dedo - Antes del sexo viene la atracción, pero
antes de la atracción viene el lenguaje corporal. Tienes que comunicarle a tu potencial
pareja que estás interesada, pero debes hacerlo sin muchas palabras.

El Entrenador señaló al lado mío.
- Muy bien, Yulia. Digamos que estás en una fiesta. La habitación está llena de chicas de toda clase de formas y tallas. Ves rubias, morenas, pelirrojas y unas cuantas con pelo negro. Algunas son habladoras, mientras que otras parecen tímidas. Has encontrado una chica que encaja con tu perfil: atractiva, inteligente y vulnerable. ¿Cómo le dejas saber que estás interesada?
- La saco aparte y hablo con ella.
- Bien. Ahora la gran pregunta: ¿Cómo sabes que ella está interesada o solo quiere que te vayas?
- La estudio. - Dijo Yulia - Descubro qué está pensando y sintiendo. Ella no va a decirme
las cosas directamente, por lo cual debo prestar mucha atención. ¿Inclina su cuerpo hacia mí? ¿Me mira directo a los ojos y luego mira a otra parte? ¿Se muerde el labio y juega con su pelo de la manera que Lena lo está haciendo justo ahora?

La risa aumentó en todo el salón. Yo dejé caer mis manos en mi regazo.

- Ella está interesada. - Dijo Yulia, dándole otra vez a mi pierna.

De todas las cosas que pude hacer, me sonrojé.

- ¡Muy bien! ¡Muy bien! - Dijo el Entrenador con voz cargada y sonriendo abiertamente
por nuestra atención.
- Los vasos sanguíneos de la cara de Lena se están ensanchando y su piel se ha acalorado.- Dijo Patch - Ella sabe que está siendo evaluada. A ella le gusta la atención, pero no está segura de cómo lidiar con ello.
- Yo no me estoy sonrojando.
- Ella está nerviosa. - Dijo Yulia - Ella está acariciando su brazo para desviar la atención
de su cara y llevarla hacia su cuerpo o quizá su piel. Ambos son puntos fuertes de interés.

Yo casi me ahogo. Ella está bromeando, me dije a mí misma. No, ella está loca. No tengo experiencia lidiando con lunáticas y ahora se ha presentado. Sentí como si hubiera pasado la mayor parte de nuestro tiempo juntos mirando boquiabierta a Yulia. Si tenía alguna ilusión de ponerme a la par con ella, iba a tener que encontrar alguna otra manera para lograrlo.

Situé mis manos sobre la mesa, puse mi mentón en alto y traté de parecer que aún me
quedaba algo de dignidad.

- Esto es ridículo.

Estirando su brazo con exagerada lentitud, Yulia lo acomodó en el respaldo de mi silla.

Tuve la extraña sensación de que esto era un reto dirigido directamente a mí y que a ella le importaba poco lo que la clase pensara. Ellos rieron, pero ella pareció no escucharlo, mirándome directamente a los ojos y sosteniendo la mirada de una manera que casi creí que ella había creado para nosotros un pequeño y privado mundo que nadie podía alcanzar.
Vulnerable, ella articuló sin pronunciar palabra.

Yo junté mis tobillos a las patas de mi silla y me incliné hacia delante, sintiendo el peso de su brazo caer tras la silla. Yo no era vulnerable.

- ¡Y ahí lo tienes! - Dijo el Entrenador - Biología en marcha.
- ¿Podríamos ahora hablar sobre sexo? - Preguntó Vee.
- Mañana. Lee el capítulo siete y prepárate para discutirlo.

La campana sonó y Yulia arrastró su silla hacia atrás.

- Eso fue divertido. Repitámoslo en alguna otra ocasión.

Antes de que pudiera decirle algo menos lamentable que ‘no gracias’, ella se fue detrás de mí y desapareció por la puerta.

- Estoy comenzando una petición para que despidan al Entrenador. - Dijo Vee mientras se acercaba a mi mesa - ¿Qué pasó con la clase de hoy? Esto fue como porno.
Prácticamente os acostó a ti y a Yulia sobre la mesa de laboratorio, horizontalmente, sin ropa y haciendo el gran acto…

La corté en seco con una mirada que decía, ¿Parezco que quiero que me lo recuerden?

- Cielos. - Dijo Vee retrocediendo.
- Necesito hablar con el Entrenador. Te veré en las taquillas en diez minutos.
- Seguro.

Me abrí camino hacia el escritorio del Entrenador en donde él estaba inclinado sobre un libro de jugadas de baloncesto. A primera vista, todas las X y O parecían como si él
hubiera estado jugando al tic-tac-toe.

- Hola, Elena. - Él dijo sin mirar - ¿Qué puedo hacer por ti?
- Estoy aquí para decirte que el cambio de compañeros y el plan de clase me está
haciendo sentir incómoda.

El Entrenador se echó para atrás en su silla y puso sus manos detrás de su cabeza.

- Me gusta cómo están acomodados casi tanto como esta nueva jugada que estoy
trabajando para el juego del sábado en la noche.

Puse justo sobre el libro de jugadas una copia sobre los derechos del código de conducta escolar.

- Por ley, ningún estudiante debería sentirse amenazado en propiedad escolar.
- ¿Te sientes amenazada?
- Me siento incómoda y me gustaría proponer una solución. - Como el Entrenador no me interrumpió, respiré con más seguridad - Seré tutora de cualquier estudiante de
cualquiera de tus clases de Biología, si me sientas otra vez junto a Vee.

- Yulia podría usar un tutor.

Resistí tronar mis dientes.

- Eso contradice mi punto.
- ¿La viste hoy? Ella estaba envuelto en la discusión. Nunca la había escuchado decir ni una palabra en todo el año, pero lo siento a tu lado y bingo. Sus calificaciones aquí van a mejorar.
- Y las de Vee van a empeorar.
- Eso es lo que pasa cuando ya no puedes mirar hacia tu lado para saber la contestación correcta. - Él dijo secamente.
- El problema de Vee es falta de dedicación. Seré su tutora.
- No puedes hacer eso. - Mirando a su reloj, dijo - Llego tarde a una reunión. ¿Tienes algo más que decir?

Me quedé con la boca abierta a medias, escurriendo mi cerebro para que escupiera algún otro argumento, pero parecía que estaba falto de inspiración.

- Vamos a darle un par de semanas al asunto de los compañeros de silla. Ah, y estaba
hablando en serio acerca de ser la tutora de Yulia. Estoy contando contigo.

El Entrenador no esperó por mi respuesta, comenzó a silbar la tonada de Jeopardy y salió por la puerta.

A las siete de la tarde el cielo se puso azul oscuro y subí la cremallera de mi abrigo
buscando más calor. Vee y yo salíamos del cine, después de ver El Sacrificio, y nos
dirigíamos al estacionamiento. Mi trabajo en el eZine era hacer reseñas de películas, y
como ya había visto todas las demás películas en cartelera, nos resignamos a ver lo
último del cine urbano.

- Ésa - Dijo Vee - fue la película más grotesca que he visto en mi vida. Como norma, ya no volveremos a ver nada que tenga que ver con terror.

Bien por mí. Estaba comenzando a sentirme un poco paranoica tomando en
consideración que anoche alguien estuvo acechando tras la ventana de mi cuarto y a eso le sumamos que hoy vimos una película que trata sobre un acosador.

- ¿Puedes imaginar - Dijo Vee - vivir toda tu vida sin saber que la única razón por la cual
sigues con vida es porque serás usada como un sacrificio?

Ambas nos estremecimos.

- ¿Y qué pasa con ese altar? - Ella continuó, sin darse cuenta de que me estaba
fastidiando y de que preferiría hablar sobre el ciclo de vida de los hongos antes de hablar sobre la película - ¿Por qué el chico malo prendió la piedra en fuego antes de atarla a ella? Cuando escuché su piel chisporrotear…
- ¡Ya está bien! - Prácticamente grité - ¿A dónde vamos ahora?
- ¿Y puedo decir que si alguna vez un chico me besa así, vomitaré? Repulsivo ni siquiera describe qué estaba pasando con su boca. ¿Eso era maquillaje, verdad? O sea, nadie tiene una boca así en la vida real…
- Mi reseña tiene que estar lista para la media noche. - Dije parándome frente a ella.
- Ah. Sí. A la biblioteca entonces. - Vee abrió las puertas de su Dodge Neon del 95 color
violeta - Estás siendo demasiado susceptible ¿Lo sabías?

Me deslicé en el asiento del pasajero.

- Culpa a la película.

Culpa a Tom el Espía, que estaba anoche en mi ventana.

- No estoy hablando solamente de hoy. He notado - Dijo ella con una mueca traviesa -
que durante los últimos dos días has estado inusualmente malhumorada por una buena media hora después de la clase de Biología.
- Eso también es fácil. Culpa a Yulia.

Los ojos de Vee se posaron en el espejo retrovisor, lo ajustó para ver mejor sus dientes, los lamió y luego dio una sonrisa practicada.

- Tengo que admitir que su lado oscuro llama mi atención.

Yo no tenía ningún deseo de admitirlo, pero Vee no era la única. Me sentía atraída por
Yulia de una manera que nunca había sentido por nadie. Entre nosotras había un
siniestro magnetismo. Cuando estaba cerca de ella me sentía atraída al borde del peligro. Se sentía como si en cualquier momento ella podría empujarme por el abismo.

- Escucharte decir eso me hace querer…

Hice una pausa, intentando pensar qué era exactamente lo que nuestra atracción hacia
Yulia me hacía querer hacer. Algo no placentero.

- Dime que no crees que ella es guapa - Dijo Vee - y prometo nunca más hablar de ella.

Extendí la mano para encender la radio. Con tantas cosas que hacer, debe haber algo
mejor que arruinar nuestra noche hablando abstractamente de Yulia. Sentarme una
hora al lado de ella todos los días, cinco días a la semana, era más de lo que podía
soportar. Tampoco le iba a dar mis noches.

- ¿Y bueno? - Presionó Vee.
- Ella puede ser guapa, pero yo seré la última en saberlo. En esto soy un jurado corrupto, lo siento.
- ¿Qué se supone que significa eso?
- Significa que no soporto su personalidad. Ninguna cantidad de belleza podría arreglar
eso.
- No es belleza. Ella es… difícil de explicar. Sexy.

Yo puse mis ojos en blanco.

Vee sonó la bocina y frenó en seco mientras otro coche se ponía frente a ella.

- ¿Qué? ¿No estás de acuerdo, o es que no es tu tipo?
- No tengo un tipo. - Dije - No soy tan estrecha.

Vee rió.

- Tú, nena, eres más que estrecha. Estás confinada. Hacinada. Tu espectro es tan ancho
como uno de los micro-organismos del entrenador. En la escuela hay pocos chicos, si es que hay alguno, de los cuales podrías enamorarte.
- Eso no es cierto. - Dije automáticamente. No fue hasta que lo dije que me pregunté cuán ciertas eran mis palabras. Nunca he estado interesada en nadie. ¿Tan rara era? - No tiene que ver con los chicos, es sobre… amor. No lo he encontrado.
- No se trata de amor. - Dijo Vee - Se trata de divertirse.

Dudosa, junté mis cejas.

- Besar un chico, no sé. No me interesa. ¿Es divertido?
- ¿No has estado prestando atención a la clase de Biología? Es mucho más que besarse.
- Ah. - Dije como si hubiera descubierto el mayor de los conocimientos – La población
humana ya está bastante elevada sin tenerme a mí para contribuir a ello.
- ¿Quieres saber quién creo que sería muy buena en eso?
- ¿Buena?
- Buena. - Repitió con una sonrisa indecente.
- No quiero saberlo.
- Tu compañera.
- No le llames así. - Dije – Compañera tiene una connotación positiva.

Vee acomodó su coche en un espacio cerca de las puertas de la biblioteca y apagó el
motor.

- ¿Alguna vez has fantaseado con besarla? ¿Alguna vez la has visto de reojo y has
imaginado lanzarte y cerrar tu boca con la suya?

Yo la miré con una mirada que deseé que luciera bastante alarmada.

- ¿Tú lo has hecho?

Vee sonrió abiertamente.

Traté de imaginar qué haría Yulia si supiera esta información. Con lo poco que sabía de
ella, sentía que su aversión hacia Vee era lo suficientemente concreta como para tocar.

- No es lo suficientemente buena para ti.

Ella gimió.

- Cuidado. Solo estás haciendo que la desee más.

Dentro de la biblioteca ocupamos una mesa en el primer nivel, cerca de la sección de
ficción para adultos. Abrí mi ordenador portátil y escribí: El Sacrificio, dos estrellas y
media. Dos y media era probablemente demasiado bajo, pero tenía tantas cosas en mi
mente que no me sentía particularmente equitativa.

Vee abrió una bolsa de frituras de manzana.

- ¿Quieres?
- Estoy bien, gracias.

Ella miró a la bolsa.

- Si no te las comes tendré que hacerlo yo, y en realidad no quiero.

Vee estaba en la dieta de frutas. Tres frutas rojas diarias, dos azules y muchas verdes…

Ella alzó una fritura y la examinó.

- ¿Qué color? - Le pregunté.
- Verde-hazme-vomitar. Creo.

Justo en ese momento Marcie Millar, la única estudiante de segundo curso que logró ser porrista en la historia de Coldwater High, se sentó en la esquina de nuestra mesa. Su cabello rojizo estaba recogido en trenzas y, como siempre, su piel estaba cubierta por media botella de maquillaje. Estaba segura de que había acertado en la cantidad de maquillaje porque no se notaban sus pecas. No he vuelto a ver ninguna de sus pecas desde séptimo grado, el mismo año que descubrió Mary Kay. Había tres cuartos de pulgada entre el final de su falda y el comienzo de su ropa interior… si es que llevaba puesto algo.

- Hola talla grande. - Le dijo Marcie a Vee.
- Hola fenómeno. - Le contestó Vee.
- Mi madre está buscando modelos en esta semana. El pago son nueve dólares la hora.
Pensé que estarías interesada. - La madre de Marcie maneja el JCPenney local y en los
fines de semanas tiene a Marcie y al resto de las porristas desfilando bikinis en las
vitrinas que dan a la calle - Se le ha hecho muy difícil conseguir modelos para ropa
interior de talla extra grande. - Dijo Marcie.
- Tienes comida atorada en tus dientes. - Vee le dijo a Marcie - En la grieta que hay entre tus dos dientes frontales. Parece como chocolate laxante…

Marcie lamió sus dientes y se bajó de la mesa. Mientras ella se alejaba ostentosamente, Vee ―a espaldas de Marcie― metió su dedo en la boca y fingió que se provocaba el vómito.

- Tiene suerte de que estamos en la biblioteca. - Me dijo Vee - Tuvo suerte de que no nos hubiéramos encontrado en un callejón oscuro. Última oportunidad, ¿quieres una fritura?
- Paso.

Vee se fue para tirar las frituras. Minutos más tardes regresó con una novela de romance. Se sentó al lado mío y, mostrando la carátula, dijo: Algún día éstas vamos a ser nosotras. Violadas por dos vaqueros medio desnudos. Me pregunto cómo se sentirá besar labios tostados por el sol y manchados de barro…

- Sucio. - Murmuré mientras seguía escribiendo en mi portátil.
- Hablando de sucio. - Y alzó la voz inesperadamente - Ahí está nuestra chica.

Dejé de escribir, miré sobre mi portátil y mi corazón soltó un latido. Yulia estaba parada al otro lado de la habitación, haciendo fila para llevarse un libro. Como si sintiera que la estaba mirando, se volvió y nuestros ojos se encontraron por tres segundos. Yo fui la primera en mirar a otra parte, pero no sin antes recibir una lenta sonrisa.

Mi corazón comenzó a latir erráticamente y me dije a mí misma que me tranquilizara. Yo no iba a seguir por este camino. No con Yulia. De ninguna manera, a menos que
estuviera loca.

- Vámonos. - Le dije a Vee mientras cerraba mi portátil, lo guardaba y metía mis libros
dentro de mi mochila, dejando caer unos cuantos mientras lo hacía.
Vee dijo:
- Estoy intentando leer el título del libro que tiene… espera… Cómo ser una Acosadora.
- Ella no se va a llevar un libro con ese título. - Pero no estaba segura.
- Es eso o Cómo Ser Sexy Sin Intentarlo.
- ¡Shhh! - Silbé entre dientes.
- Cálmate, ella no puede escucharnos. Está hablando con la bibliotecaria. Está registrando el libro para llevárselo.

Confirmando esto con una rápida mirada, me di cuenta de que si nos íbamos ahora
probablemente nos encontraríamos con ella en la salida y entonces tendría que decirle
algo. Me acomodé de nuevo en la silla y comencé a buscar en mis bolsillos ninguna cosa en particular mientras ella terminaba el proceso del libro.

- ¿Crees que será raro que ella esté aquí a la misma vez que nosotras? - Preguntó Vee.
- ¿Tú lo crees así?
- Yo creo que te está siguiendo.
- Yo creo que es una coincidencia. - Esto no era del todo cierto.

Si tuviera que hacer una lista de los primeros diez lugares en donde pensaría encontrar a Yulia en cualquier noche, la biblioteca no sería uno de ellos. La biblioteca no estaría ni en los primeros cien lugares. Entonces, ¿qué estaba haciendo él aquí?

La pregunta era particularmente perturbadora después de lo que pasó anoche. No se lo había mencionado a Vee porque pensaba que se iba a reducir y marchitar en mi memoriahasta que dejara de existir. Punto.

- ¡Yulia! - Susurró Vee teatralmente - ¿Estás acosando a Lena?

Yo planté mi mano en su boca.

- Deja eso y lo digo en serio. - Le dije adoptando una expresión severa.
- Apuesto a que te está siguiendo. - Dijo Vee apartando mi mano - Apuesto a que ya tiene un historial en esto. Apuesto a que ha tenido órdenes de alejamiento. Deberíamos colarnos en la oficina, podría estar todo en su archivo estudiantil.
- No nos vamos a meter en la oficina.
- Yo podría crear alguna distracción. Soy buena en eso. Nadie te vería entrando.
Podríamos ser como espías.
- Nosotras no somos espías.
- ¿Sabes cuál es su apellido? - Preguntó Vee.
- No.
- ¿Sabes algo sobre ella?
- No, y me gustaría mantenerlo así.
- Ay, vamos. Te encantan los misterios y éste no podría ser mejor.
- Los mejores misterios están relacionados con cadáveres. No tenemos un cadáver.
- ¡Todavía! - Chilló Vee.

Saqué de la botella dos píldoras de hierro y me las tragué.

Después de las nueve y treinta, Vee estaba entrando en la carretera de su casa,
apagando el motor y sacudiendo las llaves enfrente mío.

- ¿No me vas a llevar a casa? - Le pregunté.

Una pérdida de aliento porque ya sabía qué iba a responder.

- Hay neblina.
- Neblina parcial.

Vee sonrió abiertamente.

- Ay, niña. Estás pensando en Ella. No te culpo. Personalmente, espero soñar con ella esta noche¹. Y la neblina siempre se pone peor cerca de tu casa. - Continuó Vee - Me asusta cuando ya es de noche.

Agarré las llaves.

- Muchas gracias.
- No me culpes. Dile a tu madre que se mude más cerca. Dile que existe este nuevo club llamado civilización y vosotras podríais uniros.
- Supongo que mañana te tengo que recoger para ir a la escuela. ¿Cierto?
- A las siete y media estaría bien. Haré el desayuno.
- Más vale que sea bueno.
- Sé buena con mi bebé. - Ella acarició el dash del Neon - Pero no demasiado buena. No
quiero que piense que hay alguien mejor que yo.

Mientras conducía a mi casa, me permití pensar un poco en Yulia. Vee tenía razón, algo
en ella era increíblemente seductor y también increíblemente espeluznante. Mientras más pensaba en ello, más me convencía de que algo en ella era… extraño. El hecho de que a ella le gustara contrariarme no era exactamente algo nuevo, pero había una diferencia cuando a molestarme en la clase se le suma el que posiblemente me esté siguiendo a la biblioteca para contrariarme aún más. No mucha gente se tomaría tantas molestias… a menos que tenga una muy buena razón.

A mitad de camino, la lluvia comenzó a caer, dividiendo mi atención entre el camino y el volante, mientras intentaba localizar los limpia parabrisas.

Las luces de la calle comenzaron a parpadear y me pregunté si se avecinaba alguna
tormenta más fuerte. El clima cambia constantemente estando tan cerca del océano y un aguacero puede rápidamente convertirse en una inundación. Decidí acelerar el Neon.

Las luces de afuera volvieron a parpadear. Una sensación fría recorrió mi nuca y se me
puso la piel de gallina. Mi sexto sentido gradualmente se puso en alerta máxima. Me
pregunté si pensaba que estaba siendo perseguida. Por mi retrovisor no veía ninguna luz y al frente tampoco había ningún coche. Estaba completamente sola. No era un
pensamiento muy reconfortante. Aceleré el coche a cuarenta y cinco.

Encontré los limpia parabrisas, pero aunque estaban a velocidad máxima, no podían
contra la pesada lluvia. La luz del semáforo que estaba más al frente cambió a amarillo.
Me detuve lentamente, verifiqué que no hubiera tráfico y luego atravesé la intersección.

Escuché el impacto antes de que registrara la oscura silueta deslizarse a través del techo del coche. Grité y frené en seco. La silueta dio un golpazo contra el parabrisas y lo agrietó.

Por impulso, moví el volante bruscamente hacia la derecha. La parte trasera del Neon
patinó, haciéndome dar vueltas en la intersección. La silueta dio vueltas y desapareció en el borde del techo.

Yo estaba aguantando la respiración, apretando el volante entre los nudillos blancos de mis manos. Levanté mis pies de los pedales y el coche se detuvo.

La silueta estaba agachada a poca distancia, observándome. No parecía para nada… herido. Estaba vestido completamente de negro y se confundía con la noche, haciendo difícil ver cómo era. Al principio no pude distinguir ningún rasgo facial y luego me dí cuenta de que llevaba puesta una máscara de esquiar.

Se paró y aminoró la distancia entre ambos. Plantó su mano en el cristal de la ventana
del conductor y nuestros ojos se encontraron a través de los agujeros de su máscara.

Una sonrisa letal pareció crecer en los suyos.

Nuevamente aporreó el cristal y éste vibró entre nosotros.

Arranqué el coche, intenté sincronizarlo poniendo el cambio en primera, apretando el
pedal de gasolina y soltando el embrague. El motor hizo el intento de prender, pero
luego se volvió a apagar.

Arranqué el motor una vez más, pero estaba distraída por un gemido metálico y
desentonado. Observé con horror cómo la puerta comenzaba a arquearse. La estaba
arrancando.

Con fuerza, puse la palanca de cambio en primera. Mis zapatos resbalaban en los
pedales. El motor comenzó a gruñir y el contador de revoluciones subió hasta la zona
roja.

Su puño atravesó la ventana con una explosión de vidrios. Su mano pasó torpemente por mi hombro y luego se aferró a mi brazo. Lancé un ronco grito, pisé fuerte el pedal de gasolina y me liberé de su agarre. El Neon comenzó a moverse haciendo chillidos. La figura por un tiempo se mantuvo corriendo al lado del coche y agarrando mi brazo, pero luego me soltó.

Aceleré más actuando bajo los efectos de la adrenalina. Miré por el espejo retrovisor
para asegurarme de que no me estaba siguiendo y luego giré el espejo para que diera a otra a parte. Tuve que morderme los labios para evitar sollozar.
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Mensaje por SweetMess 3/5/2015, 2:57 pm

CAPITULO 4
Conduje Hawthorne a toda velocidad hasta llegar a mi casa y luego di la vuelta y me dirigi al centro de Coldwater, atajando por Beech y utilice el marcado rápido de mi celular para llamar a Vee.
- Paso algo… yo… eso… salio de la nada… el Neon…
- Te estas entre cortando. ¿Qué?
Me limpie la nariz con la parte trasera de mi mano. Estaba temblando de la cabeza a los pies.
- Salió de la nada.
- ¿Quién?
- Eso… - Intente juntar mis pensamientos y formularlos en palabras – ¡Ella salto frente al auto!
- Ay hombre. Ay-dios- ay- dios-ay-dios. ¿Golpeaste un venado? ¿Está bien? ¿Qué le paso a Bambi? – Ella medio gimió y mitad gruño. -¿El Neón?
Yo abrí la boca, pero Vee me interrumpió.
- Olvídalo. Lo tengo asegurado. Solo dime que no hay pedazos de venado sobre mi bebe… no los hay ¿cierto?
Cualquiera que fuera la respuesta que le iba a dar se quedó atrás. Mi mente estaba dos pasos adelantados. Un venado. Quizás podría fingir que impacte a un venado. Quería contarle la verdad a Vee, pero tampoco quería parecer una loca. ¿Cómo iba a explicar que vi a la chica que impacte ponerse de pie y arrancar la puerta del auto? Gire mi cuello hacia un lado de mi hombro. Hasta donde podía ver no había marcas en donde ella me había agarrado…
De repente reflexione. ¿De verdad estaba considerando negar lo que había pasado? Yo se lo que vi. No fue mi imaginación.
- Ay rayos – dijo Vee – No me estas respondiendo. El venado está pegado en los focos del auto ¿cierto? ¿Estas conduciendo por ahí con el atascado en el frente como si fuera una pala para la nieve?
- ¿Puedo dormir en tu casa? – Quería salir de las calles. Fuera de la oscuridad. Con una súbita inhalación me di cuenta de que para ir a casa de Vee tendría que volver a la intersección donde la impacte.
- Estoy en mi cuarto – dijo Vee - Puedes venir. Te veo al rato.
Con mis manos fuertemente apretadas contra el volante, conduje el Neón a través de la lluvia, rezando para que el semáforo en Hawthorne estuviera verde en mi favor. Lo estaba y pase la intersección mirando directamente hacia el frente, pero a la vez mirando con el rabillo de ojo las sombras de los lados de la carretera. No había ninguna señal de la chica de la máscara de esquiar.
Diez minutos más tardes estaba estacionando el Neón frente a la casa de Vee. El daño en la puerta fue mucho y tuve que patearla para poder salir. Luego corrí hasta la puerta de entrada, entre a toda prisa y baje corriendo las escaleras hasta el sótano.
Vee estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas, tenía un cuaderno sobre sus rodillas, llevaba puesto audífonos y su iPod estaba encendido.
- ¿Quiero ver el daño hoy, o debería esperar a dormir al menos siete horas? Me pregunto a través de la música.
- Quizás deberías escoger la opción número dos.
Vee cerró su cuaderno y se quitó los audífonos.
- Terminemos con esto de una vez.
Cuando salimos me quede mirando al Neón por un largo rato. No era una noche cálida, pero el clima no era la causa del escalofrió que recorrió mis brazos.
La ventana del conductor no estaba rota. Tampoco la puerta.
- Algo no está bien – dije. Pero Vee no me estaba escuchando. Ella estaba ocupada inspeccionando cada pulgada del Neón.
Yo me adelante para inspeccionar la ventana del lado del conductor. Cristal sólido. Cerré mis ojos. Cuando los volví a abrir, la ventana seguía intacta.
Camine hasta la parte de atrás del auto, casi terminaba de rodearlo cuando de repente me pare en seco. Había una pequeña grieta en el parabrisas.
Vee lo vio al mismo tiempo.
- ¿Estas segura de que no fue una ardilla?
Mi mente volvió a los letales ojos tras la máscara de esquiar. Ellos eran tan oscuros que casi no distinguía las pupilas. Eran tan intensos como los de… Yulia.
- Mirame, estoy llorando de alegría – dijo Vee, tumbándose de forma poco elegante en el Neón para abrazarlo – Una pequeña grieta. ¡Eso es todo!
Yo fingí que sonreía, pero mi estómago estaba revuelto. Cinco minutos antes, el cristal de la ventana se había deshecho y la puerta estaba encorvada. Ahora, mirando al auto, todo parecía imposible. No, parecía una locura. Pero yo vi como atravesó el cristal con su puño y sentí como sus uñas se clavaban en mi hombro.
¿Verdad?
Mientras más intentaba recordar el accidente, menos podía. Pequeñas lagunas de información perdida llenaban mi memoria. Los detalles se estaban perdiendo. ¿Era alta? ¿Baja? ¿Delgada? ¿Musculosa? ¿Me dijo algo?
No podía recordar. Esa era la parte más aterradora.
A la mañana siguiente, Vee y yo salimos a las siete y quince y conducimos a Enzo´s Bristol para tomar un desayuno de leche vaporosa. Con mis manos envueltas alrededor de mi tasa china, intente aliviar el frio que recorría el interior de mi cuerpo. Si me bañe y me puse una camisola y un cárdigan que me presto Vee, también me puse un poco de maquillaje, pero casi ni recuerdo cuando lo hice.



- No mires ahora – dijo Vee – pero el señor suéter verde sigue mirando acá, estimando tus largas piernas a través de tus jeans… Ah! Me acaba de saludar. No estoy bromeando. Me acaba de dar un pequeño saludo militar, de esos que hacen con dos dedos. Que adorable.

Yo no la estaba escuchando. El accidente de anoche se estuvo repitiendo en mi cabeza durante toda la noche, llevándose consigo toda posibilidad de dormir. Mis pensamientos estaban enredados, mis ojos estaban pesados y no podía concentrarme.

- El señor suéter verde se ve normal, pero su copiloto parece un chico muy malo – dijo Vee – emite señal de no-jodas-conmigo. Dime que no parece el hijo de Drácula. Dime que estoy imaginando cosas.
Alzando mis ojos lo suficiente como para verlo sin parecer que lo estaba viendo, me fije en las facciones finas y atractivas de su rostro. El pelo rubio colgaba hasta sus hombros. Sus ojos eran de color del cromo. No estaba afeitado. Estaba impecablemente vestido con una chaqueta a la medida y unos jeans oscuros de diseñador.
- Estas imaginando cosas – dije.
- ¿No te fijaste en ese par de ojos profundos? ¿En esa forma de uve que la raíz de su cabello deja en su frente, al estilo Drácula? ¿En su cuerpo alto y delgado? Él puede que sea hasta más alto que yo.
Vee mide casi seis pies de alto y le encanta los tacones. Tacones altos. También tiene la costumbre de no salir con chicos más bajos que ella.
- Bueno ¿Cuál es el problema? Te has vuelto incomunicable. ¿Esto no tiene que ver con la grieta en mi parabrisas, verdad? ¿Qué importa que hayas golpeado a un animal? Le pudo haber pasado a cualquiera. Aunque está comprobado que las probabilidades hubieran sido menos si tu mama se mudara fuera de esa jungla.
Le iba a contar a Vee lo que había pasado de verdad. Pronto. Solo necesitaba un poco de tiempo para juntar los detalles. El problema era que no veía como podía hacerlo. Los únicos detalles que recuerdo estaban incompletos. Era como si un borrador hubiera dejado mi memoria en blanco. Pensando, recordé que un aguacero caía en cascada sobre las ventanas del Neón, causando que todo fuera borroso. ¿Habré golpeado de verdad un venado?
- Mmm, mira eso – dijo Vee – El señor suéter verde se está levantando de su silla. Vaya, eso sí es un cuerpo que visita el gimnasio regularmente. Definitivamente está caminando hacia nosotras. Sus ojos buscándote.
Medio latido después, fuimos saludadas con un simpático “Hola”
Vee y yo lo miramos al mismo tiempo. El señor suéter verde estaba parado tras nuestra mesa, sus pulgares estaban enganchados en los bolsillos de sus jeans. Tenía ojos azules y el pelo rubio estratégicamente despeinado caía sobre su frente.
- Hola a ti – dijo vee – Soy Vee y esta es Lena Katina.
Mire seriamente a Vee. No me gusto que ella diera mi apellido, se sintió como si hubiera violado el contrato entre chicas y mejores amigas cuando se encuentran con chicos desconocidos. Hice un leve movimiento de mano como saludo y lleve la tasa a mis labios, quemando mi lengua inmediatamente.
El arrastro una silla de la mesa de al lado y se sentó al revés, sus brazos descansando en donde se suponía estuviera su espalda. Extendiendo una mano en mi dirección, dijo:
- Soy Sash Kuzma – Sintiéndome demasiado formal, le estreche la mano – Y este es Jules – añadió alzando la barbilla en dirección a su amigo, al cual Vee subestimo cuando le llamo “Alto”
Jules inclino todo su cuerpo y se sentó en una silla al lado de Vee, y bajo su cuerpo la silla parecía muy pequeña.
- Creo que eres el chico más alto que he visto en mi vida. En serio. ¿Cuánto mides? – Dijo Vee.
- Seis pies, diez pulgadas – mascullo Jules, hundiéndose en su silla y cruzándose de brazos.
Sash aclaro su garganta. - ¿Puedo comprarles algo para comer?
- Estoy bien – dije, levantando mi taza – Ya ordene.
Vee me pateo bajo la mesa. – Ella quiere una dona rellena de crema de vainilla. Que sean dos.
- ¿No es demasiado para tu dieta? – Le pregunte.
- El grano de vainilla es una fruta. Una fruta marrón.
- Es una legumbre.
- ¿Estas segura sobre eso? – No lo estaba.
Jules cerró los ojos y se apretó el puente de su nariz. Aparentemente él estaba tan contento de estar sentado con nosotras, como yo lo estaba por tenerlos a ellos allí.
Mientras Sash caminaba hacia el mostrador, permití que mis ojos lo recorrieran. Definitivamente él estaba en la secundaria pero nunca antes lo había visto en CHS. Lo hubiera recordado. Él tiene una personalidad carismática y llevadera, de esas que no pasan desapercibidas. Si no me hubiera sentido tan trastornada, definitivamente me hubiera interesado para una amistad, o tal vez para algo más
- ¿Vives por aquí? – Le pregunto Vee a Jules.
- Mmm.
- ¿Vas a la escuela?
- Kinghorn Prep. – Había un aire de superioridad en la manera en la que él lo dijo.
- Nunca he oído de ella.
- Es una escuela privada en Portland. Comenzamos a las nueves – El levanto su manga y miro su reloj.
Vee sumergió un dedo en la espuma de la leche y luego lo lamio – ¿Es cara?
Por primera vez, Jules la miro directo a los ojos. Sus ojos se estrecharon, mostrando un poco de blanco alrededor de los bordes.
- ¿Eres rico? Apuesto que lo eres
Jules miro a Vee como si ella hubiera matado una mosca en su frente. El alejo su silla un par de pulgadas, distanciándose de nosotras.
Sash regreso con una caja con media docena de donas.
- Dos cremas de vainilla para las damas – dijo, empujando la caja hacia mí – y cuatro glaseadas para mí. Supongo que me tengo que llenar ahora porque no sé cómo es la cafetería de Coldwater High.
Vee casi escupe su leche. - ¿Vas a ir a CHS?
- Comenzare hoy. Me acabo de transferir de Kinghorn Prep.
- Lena y yo vamos a CHS – dijo Vee – Espero que aprecies tu buena suerte. Cualquier cosa que necesites saber –incluyendo a quien deberías invitar para el baile de primavera- solo pregunta. Lena y yo no tenemos pareja… todavía.
Decidí que era tiempo de separarnos. Jules estaba obviamente aburrido y molesto, y el estar en su compañía no ayudaba a mí ya agotado ánimo. Hice un gran espectáculo mirando mi celular y dije “será mejor que nos vayamos a la escuela, Vee. Tenemos que estudiar para el examen de biología. Sash, Jules, fue un placer conocerlos.”
- Nuestro examen de biología es para el viernes – dijo Vee.
Mi interior se estremeció, pero aun así sonreí entre dientes – Correcto. Me refería a que tengo un examen de inglés. Las obras de… Geoffrey Chaucer - Todo el mundo supo que estaba mintiendo.
De una manera lejana, mi rudeza me molesto un poco, especialmente porque Sash no había hecho nada para merecerlo. Pero no quería estar sentada aquí por más tiempo. Quería seguir adelante, distanciándome de lo que paso anoche. Tal vez la la desvanecida memoria no era tan mala después de todo. Mientras más temprano olvidara lo que paso, más rápido mi vida volvería a retomar su normalidad.
- Espero que pases bien tu primer día de clases y quizás nos veamos en el almuerzo – le dije a Sash. Luego tome a Vee por el codo, la obligue a levantarse y la conduje hasta la puerta.


El día escolar casi se había acabado, solo quedaba biología y me dirigí a la clase después de que hiciera una parada rápida en mi casillero para cambiar los libros. Vee y yo llegamos antes que Yulia, ella se deslizo en su silla vacía y busco en su mochila, sacando una caja de Hot Tamales.
- Por aquí va una fruta roja – ella dijo, ofreciéndome la caja.
- Déjame adivinar… ¿La canela es fruta? – aleje la caja.
- Tampoco almorzaste – dijo Vee, frunciendo el entrecejo.
- No tengo hambre.
- Mentirosa. Siempre tienes hambre. ¿Esto tiene que ver con Yulia? ¿No piensas que ella realmente te está acosando, verdad? Por qué anoche solo estaba bromeando con todo ese asunto en la biblioteca.
Comencé a masajearme circularmente las sienes. El sordo dolor que tomo por residencia mis ojos aumento con la mención de Yulia. “Ella es lo que menos me preocupa,” dije. Eso no era exactamente cierto.
- Mi asiento, si no te molesta.
Vee y yo miramos simultáneamente al sonido de la voz de Yulia.
Ella sonó lo suficientemente simpática, pero siguió observando a Vee mientras colgaba su mochila en su hombro y parecía que ella no se podía mover lo suficientemente rápido porque Yulia movió su brazo hacia el lado, invitándola a que se saliera del medio.
- Luciendo bien, como siempre – me dijo mientras se sentaba en su silla. Se recostó en ella, extendiendo sus piernas.
- Gracias – respondí sin pensar e inmediatamente quise retirar lo dicho.
¿Gracias? De todas las cosas que pude haber dicho “gracias” era la peor. No quería que Yulia pensara que me gustaban sus cumplidos. Por qué no me gustaban… la mayor parte de ellos. No se necesitaba mucha percepción para darme cuenta de que ella era un problemática y ya tenía demasiados problemas en mi vida. No tenía necesidad de invitar más. Quizá si la ignoraba, eventualmente ella dejaría de intentar iniciar conversaciones y entonces podríamos sentarnos una al lado de la otra en silenciosa armonía, como los demás compañeros del salón.
- También hueles bien – dijo Yulia.
- Se llama tomar una ducha – Yo estaba mirando directamente hacia el frente. Cuando ella no contesto, mire hacia el lado – Jabón. Champú. Agua caliente.
- Desnuda. Se el proceso.
Abrí mi boca para cambiar el tema, pero la campana me interrumpió.
- Aparten sus libros – dijo el entrenador desde detrás de su escritorio – Les voy a repartir un examen corto para prepararlos para el examen del viernes. – Él se detuvo frente a mí, lamiendo sus dedos mientras intentaba separar las hojas de los exámenes – quiero quince minutos de silencio mientras responden las preguntas. Luego, discutiremos el capítulo siete. Buena suerte.
Trabaje con las primeras preguntas, respondiéndolas con un rítmico desplazo de hechos memorizados. Si no fue otra cosa, el examen robo mi concentración, apartando el accidente de anoche y la voz que cuestionaba mi salud mental. Haciendo una pausa para quitarme el calambre que le había dado a la mano con la que escribía, sentí a Yulia inclinada hacia mí.
- Te ves cansada. ¿Tuviste una noche agitada? – Susurro.
- Te vi en la biblioteca – Tuve cuidado de mantener mi lápiz moviéndose sobre mi examen, pareciendo que estaba trabajando duramente.
- Lo más destacado de mi noche.
- ¿Me estabas siguiendo?
Ella movió su cabeza hacia atrás y rio suavemente.
Intente otro ángulo - ¿Qué estabas haciendo allí?
- Buscando un libro.
Sentí los ojos del entrenador sobre mí y me dedique a mi examen. Después de contestar otras cuantas preguntas, mire disimuladamente a la izquierda y me sorprendí al descubrir que Yulia me estaba mirando. Ella sonrió.
Mi corazón dio un inesperado vuelco, sorprendida por su extrañamente atractiva sonrisa. Para mi horror, estaba tan desconcertada, que se me cayó el lápiz, reboto varias veces sobre la mesa y luego rodo hasta el borde. Yulia se dobló para tomarlo, lo sostuvo en la palma de su mano y tuve que concentrarme en no tocar su piel mientras lo tomaba.
- Después de la biblioteca – susurre - ¿A dónde fuiste?
- ¿Por qué?
- ¿Me seguiste? – exigí en tono bajo.
- Luces un poco agitada, Lena. ¿Qué paso? Sus cejas se juntaron con preocupación, pero era todo fingido porque había un brillo burlón en el centro de sus ojos azules.
- ¿Por qué querría perseguirte?
- Contesta la pregunta.
- Lena. – La advertencia en la voz del entrenador hizo que me volviera a concentrar en el examen. Pero no pude evitar especular sobre cuál hubiera sido su respuesta y eso me hizo querer alejarme de ella, estar lejos de Yulia en el salón. Al otro lado mundo.
El entrenador soplo su silbato.
- Se acabó el tiempo. Pasen sus exámenes al que está en frente. Esperen preguntas similares en el examen del viernes. Ahora – El junto sus manos y el sonido seco que causo hizo que me estremeciera – a la lección de hoy. Señorita Sky ¿Quiere decir cuál será nuestro tema?
- S-E-X-O – Anuncio Vee.
Precisamente, luego de que ella hablara yo me desconecte. ¿Yulia me estaba persiguiendo? ¿Era su cara la que estaba tras la máscara de esquiar, si es que había una cara tras ella? ¿Quién era ella? Abrace mis codos, sintiendo súbitamente frio. Quería que mi vida volviera a ser como era antes de que Yulia irrumpiera en ella.
Al final de la clase, detuve a Yulia antes de que se fuera - ¿Podemos hablar?
Ella ya estaba parada, así que se sentó en el borde de la mesa - ¿Qué pasa?
- Yo sé que tú tampoco quieres sentarte conmigo y creo que el entrenador consideraría cambiar nuestros asientos si tú hablas con él. Si le explicas la situación…
- ¿La situación?
- Nosotras no somos… compatibles.
Ella puso su dedo sobre su mentón, un gesto con el cual ya me había familiarizado en el poco tiempo de irla conociendo. - ¿No lo somos?
- No estoy anunciando que se partió la tierra.
- Cuando el entrenador me pidió las características que deseo en una compañera, le di las tuyas.
Mi boca se abrió levemente. – Retira lo dicho.
- Inteligente. Atractiva. Vulnerable. ¿No estás de acuerdo?
Ella estaba haciendo esto con el único propósito de contrariarme y eso solo me puso más nerviosa.
- ¿Le pedirás al entrenador que nos cambie de asiento o no?
- Yo paso. Me he acostumbrado a ti.
¿Cómo se supone que respondiera a eso?
Obviamente su objetivo era que yo reaccionara, lo cual no era difícil porque nunca sabia cuando ella estaba bromeando o hablando en serio.
Trate de que mi voz sonora tranquila – Creo que estarás mejor sentada con otra persona y creo que lo sabes. – Sonreí tensa, pero cortésmente.
- Creo que podría terminar sentada con Vee – Su sonrisa parecía igual de cortes que la mía - No voy a presionar mi suerte.
Vee apareció al lado de nuestra mesa, mirándonos a mí y a Yulia - ¿Interrumpo algo?
- No, -dije, cerrando mi mochila. – Le estaba preguntando a Yulia sobre la lectura de esta noche. No recuerdo cuales fueron las páginas que el entrenador asigno.
- La asignación está en la pizarra. Como siempre. Como si no lo hubieras leído – dijo Vee.
Yulia rio, parecía que estaba compartiendo una broma privada con ella misma. Sin ser la primera vez, desee saber que estaba pensando. Porque a veces estaba completamente segura de que esas bromas tenían todo que ver conmigo. - ¿Algo más, Lena?
- No – dije – te veo mañana.
- Eso espero. – Ella guiño. De verdad guiño.
Después de que Yulia estuviera lo bastante lejos para que no pudiera escuchar, Vee agarro mi brazo.
– Buenas noticias. Volkova. Ese es su apellido. Lo vi en la lista del entrenador,
- ¿Y eso es algo por lo cual alegrarse porque…?
- Todo el mundo sabe que los estudiantes tienen que registrar en la enfermería las medicinas recetadas – Ella tiro del bolsillo frontal en mi mochila, en donde yo guardaba mis píldoras de hierro – Además, todo el mundo sabe que la oficina de la enfermera esta convenientemente localizada dentro de la oficina principal, donde, da la casualidad, están también guardados los archivos de los estudiantes.
Con los ojos brillantes, Vee enlazo su brazo con el mío y me arrastro hacia la puerta – Es hora de hacer trabajo detectivesco de verdad.
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Mensaje por SweetMess 3/7/2015, 11:58 am

Capítulo 5.

¿Te puedo ayudar?

Sonreí forzadamente a la secretaria de la oficina principal, esperando no verme tan deshonesta como me sentía.

 Tengo una medicina recetada que debo tomar diariamente en la escuela y mi amiga…

Mi voz se estancó en la palabra. Me pregunto si después de hoy tendré ganas de considerar a Vee otra vez mi amiga.

 Mi amiga me informó que se supone que yo lo registre con la enfermera. ¿Sabes si es eso correcto?” No podía creer que estaba aquí parada intentando hacer algo ilegal.

Últimamente estaba mostrando un comportamiento no característico en mí. Primero seguí a Yulia a un billar de mala muerte tarde en la noche. Ahora estaba a punto de husmear en el archivo estudiantil. ¿Qué estaba pasando
conmigo? No. ¿Qué estaba pasando con Yulia? ¿Por qué cuando se trata de ella, no puedo evitar tener mal juicio?

 Ah, sí. - dijo solemnemente la secretaria. - Todas las medicinas necesitan ser registradas. La oficina de la enfermera está allá detrás, tercera puerta a la izquierda, al frente del archivo estudiantil.- Ella hizo señas hacia el pasillo detrás de ella. - Si la enfermera no está ahí, puedes sentarte en el catre. Ella regresará en cualquier momento.

Fabriqué otra sonrisa. De verdad esperaba que no fuera tan fácil.
Mientras caminaba por el pasillo, me detuve par de veces para mirar sobre mi hombro. Nadie venía tras de mí. El teléfono de la oficina principal estaba sonando, pero sonaba como un mundo aparte del oscuro pasillo en donde estaba. Estaba sola, libre para hacer lo que quisiera.

Me paré frente a la tercera puerta a la izquierda. Aguanté la respiración y
toqué a la puerta, pero por la oscuridad en la ventana, era obvio que el cuarto estaba vacío. Empujé la puerta. Se movió con renuencia, haciendo un chirrido mientras se habría hacia un pequeño cuarto con baldosas blancas.
Por un momento me quedé parada en la entrada, casi deseando que la enfermera apareciera y así no tener otra opción que registrar mis píldoras de hierro e irme. Una rápida mirada a través del pasillo reveló una
puerta con una ventana que decía Archivo estudiantil. También estaba oscura.

Concentré mi atención en un insistente pensamiento en el fondo de mi mente. Yulia diciendo que ella no había ido a la escuela el año pasado. Estaba segura de que ella estaba mintiendo, pero y si no lo estaba ¿tendría una record estudiantil? Al menos sí tiene una dirección residencial, razoné. También la tarjeta de vacunas y las calificaciones del semestre pasado. Aún así, una posible suspensión parecía un precio muy alto para pagar por mirar la tarjeta de vacunas de Yulia.

Recosté un hombro contra la pared y miré mi reloj. Vee me dijo que esperara por su señal. Ella dijo que sería obvia. Grandioso.

El teléfono en la oficina principal volvió a sonar y la secretaria lo contestó. Mordiéndome el labio, miré nuevamente a la puerta identificada como Archivo Estudiantil. Probablemente estaba cerrada con llave. El archivo estudiantil probablemente era considerado de mucha seguridad. No importaba que clase de distracción Vee hubiera creado; si la puerta estaba cerrada, yo no iba a entrar. Cambié mi mochila al otro hombro. Otro minuto pasó. Me dije a mi misma que debía marcharme…

Por otro lado ¿y si Vee tenía razón? ¿Y si Yulia tiene un pasado criminal? Como su compañera de biología, el tener regularmente contacto con ella podría ponerme en peligro. Yo tenía la responsabilidad de protegerme… ¿cierto?

Si la puerta no estaba cerrada y los archivos estaban alfabetizados, no tendría ningún problema en localizar rápidamente el record de Yulia. A eso añadámosle un par de segundos para leer por encima a ver si tiene record criminal y probablemente esté fuera del cuarto en menos de un minuto. Lo cual sería tan rápido que probablemente ni se sentiría que había entrado.

Todo estaba demasiado callado en la oficina principal. De repente, Vee se apareció en la esquina. Ella se acercó a mí caminando agachada, pegada contra la pared, arrastrando sus manos por la pared y mirando furtivamente sobre sus hombros. Estaba caminando como los espías lo hacían en las películas viejas.

 Todo está bajo control. -ella susurró.
 ¿Qué le pasó a la secretaria?
 Tuvo que dejar la oficina por un minuto.
 ¿Tuvo? No la incapacitaste ¿cierto?
 Esta vez no.

Gracias a dios por las pequeñas bondades.
 Llamé desde el teléfono público y dije que hay una amenaza de bomba - dijo Vee. -La secretaria llamó a la policía y luego corrió para buscar al director.
 ¡Vee!

Ella dio golpecitos en su muñeca. - El reloj está contando. No queremos estar aquí cuando llegue la policía.” Y me lo dices.

Vee y yo fuimos a la puerta de los archivos de los estudiantes.

 Muévete, - dijo Vee, empujándome con su cadera.

Ella cubrió su puño con la manga de su camisa e intentó perforar la ventana. Nada pasó.
 Eso fue solo práctica -dijo y luego retrocedió para dar otro golpe, pero yo agarré su brazo.
 Podría estar abierta.- Giré el pestillo y la puerta se abrió.
 “Eso no fue nada divertido - dijo Vee. Cuestión de opiniones.
 Entra tú, - ordenó Vee. - Yo vigilo. Si todo va bien, nos encontraremos en una hora. Espérame en el restaurante mexicano en la esquina de Drake y Beech.- Luego caminó en cuclillas por el pasillo.

Me dejó allí parada, mitad adentro y mitad afuera del estrecho cuarto revestido de pared a pared con archiveros. Antes de que mi conciencia me dijera que me saliera de ahí, entré y cerré la puerta tras de mí, presionando mi espalda contra ella.

Con un profundo respiro, me quité la mochila y me adelanté, trazando con mis dedos la parte frontal de los archiveros. Encontré la gaveta marcada con CAR-CUV. La gaveta se abrió de un jalón. Las etiquetas de los archivos estaban identificadas a mano y me pregunté si Coldwater High era la última escuela en el país que aún no estaba computarizada.

Mis ojos se posaron sobre el apellido “Volkova”.

De un tirón, saqué el archivo de la repleta gaveta. Por un momento lo sostuve en mis manos, tratando de convencerme de que no era tan malo lo que estaba a punto de hacer. ¿Qué importaba que allí adentro hubiera información privada? Como compañera de biología de Yulia, tenía derecho a saber estas cosas.

Afuera, las voces llenaron el pasillo.

Abrí el archivo con torpeza e inmediatamente me estremecí. No tenía sentido. Las voces avanzaban. Al azar, introduje el archivo dentro de la gaveta y la empujé, enviándola rápidamente devuelta al archivero. Mientras me giraba, me quedé paralizada. Al otro lado de la ventana, el director se detuvo en seco y su vista estaba fija sobre la mía. Lo que sea que le estaba diciendo al grupo, el cual consistía de los más
importantes de la facultad, se quedó en el olvido.

 Discúlpenme un momento -lo escuché decir. El grupo continuó caminando. Pero él no.Él abrió la puerta. - Esta área es prohibida para los estudiantes.

Intenté mostrar una expresión indefensa. - “Lo siento. Intento encontrar la oficina de la enfermera. La secretaria dijo que era la tercera puerta a la derecha, pero creo que conté mal…” Puse mis manos en alto. - “Estoy perdida.”

Antes de que él pudiera responder, abrí la cremallera del bolsillo de mi mochila.

 Se supone que registre esto. Píldoras de hierro,- expliqué. - Soy anémica.

Él me estudió por un momento frunciendo el ceño. Pensé que podía verlo balancear sus opciones: quedarse aquí y lidiar conmigo, o lidiar con una amenaza de bomba. El señaló hacia la puerta, alzando su barbilla, -“Necesito que salgas del edificio inmediatamente.”

Él abrió la puerta y yo pasé bajo su brazo, mientras mi sonrisa colapsaba.



Una hora después me senté en uno de los cubículos del restaurante mexicano en la esquina de Drake y Beech. Un cactus de cerámica y un coyote de peluche estaban puestos en la pared frente a mí. Un hombre que llevaba puesto un sombrero más ancho que él estaba paseándose por ahí, rasgueando acordes en su guitarra. El me dio una serenata mientras la chica de alterne ponía menús sobre la mesa.

Fruncí el entrecejo cuando vi la insignia en la portada. The Borderline. Nunca antes había comido aquí, y sin embargo algo en el nombre se me hacía vagamente familiar. Vee vino detrás de mí y se sentó en la silla opuesta. Nuestro mesero estaba a sus pies.

 Cuatro chimis, crema agria extra, un plato con nachos y otro con frijoles negros, - le dijo Vee sin consultar el menú.
 Un burrito rojo, -dije.
 ¿Cuentas separadas? - Preguntó él.
 Yo no le voy a pagar a ella, - Vee y yo dijimos al mismo tiempo.

Después de que nuestro mesero se fue, dije, - “Cuatro chimis. Estoy ansiosa por saber su conexión con las frutas.”

 No empieces. Me muero de hambre. No he comido nada desde el almuerzo. - Ella hizo una pausa. - Si no cuentas el Hot Tamales, porque yo no lo estoy contando.

Vee es voluptuosa, una escandinava, y era increíblemente sexy de una manera no ortodoxa. Ha habido días en los que nuestra amistad era la única cosa que evitaba mi envidia. Junto a Vee, la única cosa que tenía a mi favor eran mis piernas y tal vez mi metabolismo, pero definitivamente no mi cabello.
 Más vale que traiga los nachos rápido, - dijo Vee. - Me va a dar urticaria si no como algo salado en los próximos cuarenta y cinco segundos y de todas maneras las primeras tres letras de la palabra ‘dieta’ debería decirte que es lo que quiero hacer.
 Ellos hacen la salsa con tomates, - mencioné. - Eso es rojo y los aguacates son una fruta,creo.

Su rostro resplandeció. - “Y ordenaremos daiquiris de fresa.” Vee tenía razón. Esta dieta era fácil.

 Vuelvo enseguida, - dijo ella, saliendo del cubículo. - Ese tiempo del mes. Después de eso, voy hacer primera.

Mientras esperaba por ella, me encontré concentrada en la chica que estaba unas mesas más al frente. Ella estaba trabajando duramente, estregando un trapo sobre la mesa. Había algo extrañamente familiar en la manera en que se movía, en la manera en que su camisa caía sobre el arco de su espalda. Casi como si ella sospechara que estaba siendo observada, se enderezó, se dio la vuelta y sus ojos se fijaron en los míos al mismo tiempo que yo comprendí por qué me era tan familiar.

Yulia.

No podía creerlo. Pensé en golpearme la frente cuando recordé que ella me había dicho que trabajaba en el Borderline.

Limpiándose las manos en su delantal, caminó hacia mí, aparentemente disfrutando de mi incomodidad mientras yo miraba alrededor buscando alguna manera de escapar y descubriendo que no podía ir a ninguna parte, que solo podía hundirme más en el
cubículo.
 Vaya, vaya,- ella dijo. - ¿Cinco días a la semana no son
suficiente para mí? ¿También me tienes que dar una tarde?
 Me disculpo por la desafortunada coincidencia.

Ella se sentó en la silla de Vee. Cuando ella puso los brazos sobre la mesa, estos eran tan largos que cruzaron mi lado de la mesa. Ella tomó mi vaso, haciéndolo girar entre sus manos.

 Todas las sillas aquí están ocupadas, - dije. Cuando ella no respondió, agarré mi vaso de vuelta y tomé un sorbo de agua, tragando accidentalmente un cubo de hielo que me lastimó la garganta. - ¿No deberías estar trabajando en lugar de estar fraternizando con clientes?” Dije ahogada.

Ella sonrió. - ¿Qué vas a hacer el domingo en la noche?

Yo bufé. Accidentalmente. - ¿Me estas invitando a salir?
 Te estás volviendo presumida. Me gusta eso, ángel.

 No me importa lo que te gusta. No voy a salir contigo. No en una cita. Tampoco sola contigo.- Quería patearme por experimentar un ardiente estremecimiento al imaginarme qué podría conllevar pasar una noche sola con Yulia. Ella ni siquiera lo decía en serio. Estaba provocándome por razones que sólo ella conocía. - Espera ¿me dijiste ángel? - Pregunté.
 ¿Y si lo hice?
 No me gusta.

Ella sonrió abiertamente. - Entonces lo dije. Ángel.

Ella se inclinó en la mesa, levantando sus manos hasta mi cara y rozó su pulgar en la esquina de mi boca. Yo me alejé, muy tarde. Frotó brillo labial entre su pulgar y el dedo índice. - Te ves mejor sin eso.

Intenté recordar de qué estábamos hablando, pero no me esforcé tanto como estaba haciendo para intentar parecer que su contacto no me había causado nada.

Recogí mi pelo tras mi hombro, tomando de nuevo el hilo de nuestra previa conversación. - De todas maneras, no me dejan salir cuando hay clases al otro día.

 Que mal. Hay una fiesta en la costa. Pensé que podríamos ir.

Ella de verdad parecía sincera, pero no podía saber si era cierto o no. En lo absoluto. El calor de antes seguía corriendo en mis venas y tomé un largo sorbido con mi pajilla, intentando enfriar mis sentimientos con un tiro de agua helada.

Tiempo a solas con Yulia podría ser intrigante y peligroso. No estaba segura cómo exactamente, pero esta vez estaba confiando en mis instintos.

Fingí un bostezo.- Bueno, como ya dije, al otro día hay clases.- Con la esperanza de convencerme más a mí que a ella, añadí, - Si estas interesada en esa fiesta, yo casi puedo garantizarte que no estaré.

Listo, pensé. Caso cerrado.

Y luego, sin ninguna advertencia en absoluto, dije,- ¿Por qué me estas invitando?

Hasta este preciso instante, había estado diciéndome que no me importaba lo que Yulia pensara de mí. Pero ahora, supe que era una mentira. Aunque probablemente me arrepentiría, estaba lo suficientemente curiosa sobre Yulia hasta el punto de ir a cualquier parte con ella.
 Quiero estar contigo a solas,- dijo. Solo con eso, mis defensas regresaron.
 Escucha, Yulia, no quiero ser grosera, pero…
 Seguro que quieres serlo.
 ¡Bueno, tú comenzaste! - Adorable. Muy madura. - No puedo ir a la fiesta. Fin de la historia.
 ¿Porque no puedes salir en noches de escuela, o porque te da miedo estar sola conmigo?
 Ambas. - La confesión se me escapó.
 ¿Te dan miedo todas las chicas… o solo yo?

Entorné mis ojos dejando claro que no me iba a molestar en contestar una pregunta tan estúpida.

 ¿Te hago sentir incómoda? - Su boca creó una línea neutral, pero detecté una sonrisa especulativa atrapada tras ellos.

Sí, en realidad ella tenía ese efecto en mí. También tenía la tendencia de eliminar de mi cabeza todo pensamiento lógico.

 Lo siento, - dije. - ¿De qué estábamos hablando?
 De ti.
 ¿De mi?
 De tu vida personal.

Yo reí, insegura de qué otra respuesta dar. “Si esto es sobre mi… y las chicas como tu… Vee ya me dio ese discurso. No necesito escucharlo dos veces.”
 ¿Y qué te dijo la sabia Vee?

Yo estaba jugando con mis manos y las deslicé fuera de la vista. - “No puedo imaginar por qué estas tan interesada.”

Ella sacudió suavemente su cabeza. “¿Interesada? Estamos hablando de ti. Estoy fascinada.” Ella sonrió y fue una sonrisa fantástica. El efecto fue un pulso agitado. Mi pulso agitado.

 Creo que deberías regresar a trabajar, - dije.
 Es bueno saberlo, me gusta la idea de que en la escuela no haya ningún chico que junte todas tus expectativas.
 Olvidé que eres la autoridad de mis tan nombradas expectativas, - bufé.

Ella me estudió de una manera que me hizo sentir transparente. - “Tú no eres reservada, Lena. Tampoco eres tímida. Solo necesitas una buena razón para salir de tu rutina y conocer a alguien.”
 Ya no quiero hablar más sobre mí.
 Tú crees que lo sabes todo.
 No es cierto, - dije.- Por ejemplo, bueno, en este caso, yo no sé mucho sobre… ti.
 Tú no estás lista para conocerme.

No había nada despreocupado en la manera en que ella lo dijo. En realidad, su expresión era cortante.

 Busqué en tu expediente.

Mis palabras colgaron en el aire por un momento antes de que los ojos de Yulia se alinearan con los míos.

 Estoy bastante segura de que eso es ilegal - dijo ella calmadamente.
 Tu expediente estaba vacío. No había nada. Ni siquiera tu record de vacunas.

Ella ni siquiera fingió estar sorprendida. Se reclinó en su silla y sus ojos relucían como obsidianas. - “¿Y me estás diciendo esto porque tienes miedo de que pueda causar un brote de sarampión o paperas?”
 “Te estoy diciendo esto porque quiero que sepas que yo sé que algo no está bien contigo. Nos has engañado a todos. Voy a descubrir qué es lo que estas tramando. Te voy a descubrir.
 Estaré esperando que lo hagas.

Yo me sonrojé, comprendiendo muy tarde la indirecta. Sobre la cabeza de Yulia, pude ver a Vee abriéndose camino entre las mesas.

 Vee viene. Te tienes que ir.- Dije
.
Ella se quedó ahí, mirándome, pensando.

 ¿Por qué me estas mirando así?- Le dije a manera de reto.

Ella se impulsó, preparándose para levantarse. - “Porque tú no eres como yo pensaba.”

 Tú tampoco lo eres, -rebatí. - Eres peor.
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Mensaje por SweetMess 3/10/2015, 2:05 pm

Capítulo 6.


A la mañana siguiente estaba sorprendida de ver a Sash entrar a la clase de Educación Física, justo cuando la campana tardía sonó. Él estaba vestido con unos pantalones de baloncesto que le llegaban hasta las rodillas y una sudadera Nike blanca. Sus tenis parecían nuevas y costosas. El me miró, luego de entregarle un papel a la Srta. Sully, me saludó de lejos y se reunió conmigo en las gradas.

 Estaba pensando cuándo sería el día en que nos encontráramos otra vez,” él dijo. “La oficina principal se dio cuenta que no he cogido Educación Física en los últimos dos años. No es requerido en las escuelas privadas. Están debatiendo cómo cubriré cuatro años de EF en los próximos dos años y medio y,
pues aquí estoy. Tengo Educación Física a primera hora y en el cuarto período.”
 “Nunca escuché por qué te transferiste aquí,” dije.

 “Era demasiado costoso para mis padres. Les estaba costando todo el dinero que habían ahorrado para su retiro.”

La Srta. Sully sopló su silbato.

 “Entiendo que el silbato significa algo,” me dijo Sash.
 “Diez vueltas alrededor del gimnasio, sin cortar las esquinas.” Me levanté de las gradas. “¿Eres atleta?”

Sash se levantó de un salto, bailando en la punta de sus pies. Tiró al aire unos cuantos ganchos y puños y terminó con un puño alto que terminó a solo centímetros de mi mentón. Sonriendo, él dijo, -“¿Un atleta? De corazón.”
 “Entonces vas a adorar la idea de diversión que tiene la Srta. Sully.”

Sash y yo trotamos juntos diez vueltas, luego salimos fuera del gimnasio, dónde el aire estaba cubierto de una fantasmal niebla que parecía tapar mis pulmones y me ahogaba. Del cielo cayeron unas cuentas gotas, amenazando con una tormenta en la ciudad de Coldwater. Yo miré las puertas del edificio, pero supe que no tenía caso, la Srta. Sully era muy firme.

 “Necesito dos capitanes para el softball,” ella gritó. “Vamos, luzcan con vida. ¡Déjenme ver algunas manos en alto! Es mejor que lo hagan voluntariamente, porque de lo contrario yo escogeré los equipos y no siempre soy justa.”

Sash levantó su mano.

 “Muy bien,” le dijo la Srta. Sully. “Ven aquí a la meta y… qué tal… Marcie Millar como capitán del equipo rojo.”

Los ojos de Marcie se movieron sobre el cuerpo de Sash. - “Veamos quién es el mejor.”
 “Sash, es el primero en escoger los miembros del equipo,” dijo la Srta. Sully.

Cerrando sus dedos sobre su barbilla, Sash examinó la clase, al parecer midiendo nuestras destrezas en el juego con solo mirarnos. - “Lena,” dijo.

Marcie echó su cuello hacia atrás y rió. - “Gracias,” le dijo a Sash,
enviándole una sonrisa tóxica que, por razones más allá de mi conocimiento, cautivaban al sexo opuesto.

 “¿Por qué?” Dijo Sash.
 “Por regalarnos el juego.” Me señaló con un dedo.
 “Hay cientos de razones por las cuales soy porrista y Lena no. Coordinación es la primera.”

La fulminé con la mirada, luego caminé hasta ponerme al lado de Sash y me puse una camiseta azul.

 “Lena y yo somos amigos,” le dijo Sash a Marcie calmadamente, casi con frialdad. Era algo exagerado, pero yo no lo iba a corregir. Marcie parecía como si le hubieran echado un balde de agua helada y yo lo estaba disfrutando.
 “Eso es porque no has conocido a nadie mejor. Como yo.” Marcie enrolló su pelo en su dedo. “Marcie Millar. Pronto escucharás todo sobre mi.” O su ojo tenía un tic, o le lanzó una guiñada.

Sash no dio ninguna respuesta en lo absoluto y continuó escogiendo a los miembros de su equipo. Cualquier otro chico se hubiera puesto de rodillas y rogaría a Marcie por un poco de atención.

 “¿Queremos quedarnos aquí toda la mañana esperando que venga la lluvia, o queremos comenzar con el juego?” Preguntó la Srta. Sully.

Luego de dividirnos en equipos, Sash dirigió el nuestro a la caseta y
determinó el orden de bateo. Entregándome un bate, puso un casco sobre mi cabeza. “Tú vas primero, Katina. Todo lo que necesitamos es un imparable para llegar a base.”

Casi lo golpeo mientras practicaba con el bate y le dije, “Pero tenía ganas de hacer un cuadrangular.”

 “También tendremos uno de esos.” Él me dirigió hacia la meta. “Espera al lanzamiento y batea con fuerza.”

Yo balanceé el bate en mi hombro, pensando que quizá debí haber prestado más atención a la Serie Mundial. Mi casco me cubrió los ojos y yo lo empujé hacia arriba, intentando ver el parque, que estaba cubierto por una macabra espiral de neblina.

Marcie Millar tomó su lugar en el montículo del lanzador. Ella sostuvo la bola en frente de ella y noté que su dedo del medio estaba alzado para mí. Ella mostró otra sonrisa tóxica y lanzó hacia mí la bola.

Le di a una parte de ella, enviándola hacia el lado equivocado.

 “¡Eso es un strike!” Gritó la Srta. Sully desde su posición entre primera y segunda base.

Sash gritó desde la caseta, “¡Esa bola tenía mucha curva, lánzale una buena!”

Me tomó un momento para darme cuenta de que él le estaba hablando a Marcie y no a mí.

Nuevamente la bola dejó la mano de Marcie, haciendo un arco en el sombrío cielo. Yo intenté golpearle, pero fallé.

 “Segundo strike,” dijo Anthony Amowitz a través de la máscara del receptor.

Yo lo miré pesadamente.

Alejándome del plató, intenté nuevamente practicar con el bate. Casi ni sentí a Sash venir tras de mí. Él estiró sus brazos alrededor de mi y posicionó sus manos en el bate, alineándose con las mías.

 “Déjame enseñarte,” él me dijo al oído. “Así. ¿Sientes eso? Relájate. Ahora gira tus caderas, todo está en las caderas.”

Podía sentir mi cara calentarse al ver que toda la clase nos estaba mirando. - “Creo que entendí, gracias.”

 “¡Vayan a un cuarto!” Nos gritó Marcie. Toda la clase rió.
 “Si le lanzaras decentemente,” Sash le gritó, “ella golpearía la bola.”
 “Mi lanzamiento está bien.”
 “Y el bateo de ella está bien.” Sash bajó la voz y me habló. “Tú pierdes contacto visual al minuto que ella suelta la bola. Sus lanzamientos no son rectos, así que tendrás que estar alerta para poder golpear.”

 “¡Estamos atrasando el juego, gente!” Gritó la Srta. Sully.

Justo en ese momento, algo en el estacionamiento más allá de la caseta llamó mi atención. Creí que alguien me llamaba. Me giré, pero mientras lo hacía, supe que mi nombre no había sido mencionado en alto. Lo había escuchado en mi mente.

Lena.

Yulia llevaba puesta una desgastada gorra de béisbol y tenía sus dedos enganchados en la verja de metal, recostándose contra ella. No llevaba abrigo a pesar del clima. Simplemente iba de negro de la cabeza a los pies. Sus ojos azules eran opacos e inaccesibles mientras me observaba, pero sospeché que había mucho más oculto tras ellos.

Otra sucesión de palabras se introdujeron en mi mente.

¿Lecciones de bateo? Que rico… contacto.

Respiré profundamente y me dije que estaba imaginando las palabras. Porque la otra alternativa a considerar era que Yulia tenía el poder de transmitir pensamientos en mi mente. Lo cual no podía ser. Simplemente no podía. A menos que estuviera loca. Eso me asustó más que la idea de ella violando los métodos de comunicación normal, por voluntad propia, y hablándome sin ni siquiera abrir su
boca.

 “¡Katina! ¡Concéntrate en el juego!”

Yo pestañeé, volviendo a la vida justo a tiempo para ver la bola rodando hacia mí en el aire. Comencé a mover el bate, pero entonces escuché otro hilo de palabras.

Todavía… no.

Me detuve esperando que la bola viniera a mí y mientras descendía, me adelanté al frente del plató y bateé con toda la fuerza que tenía.
Se escuchó un enorme crujido y el bate vibró en mis manos. La bola condujo hacia Marcie, quién cayó de espaldas al suelo y apretujada entre segunda base y campo cortó, la pelota rebotó en la grama del parque.

 “¡Corre!” Gritó mi equipo desde la caseta. “¡Corre, Lena!”

Corrí.

 “¡Tira el bate!” Gritaron.

Lo lancé a un lado.

 “¡Quédate en primera base!”

No lo hice.

Tropezando con una de las esquinas de la primera base, le di la vuelta, corriendo hacia la segunda. Ahora el campo izquierdo tenía la pelota, en posición para sacarme. Yo agaché la cabeza, estiré los brazos y traté de recordar cómo los profesionales en la ESPN se deslizaban hacia la base.

¿Primero los pies? ¿La Cabeza? ¿Detenerse, tirarse y dar vueltas?

La pelota navegó hacia donde estaba el de la segunda base, dejando una estela blanca en algún lado de mi visión. Un emocionado coro con la palabra “¡Deslízate!” vino desde la caseta, pero yo todavía no me había decidido qué iba a golpear primero el suelo: mis zapatos o mi cara.

El de la segunda base agarró la pelota fuera del aire. Yo me lancé de cabeza,con los brazos estirados. El guante vino de la nada descendiendo en picada sobre mí. Aterrizó en mi cara, apestando fuertemente a cuero. Mi cuerpo s abolló contra el suelo, dejándome con la boca llena de polvo y arena el cual se disolvió bajo mi lengua.

 “¡Fuera!” Gritó la Srta. Sully.

Me puse de lado, inspeccionando mis daños. Mis muslos ardían con una extraña mezcla de calor y frío y cuando levanté mi sudadera, decir que dos gatos habían estado jugando en mis muslos era poco.

Cojeando hasta la caseta, me dejé caer en la banca.

 “Muy bonito,” dijo Sash.
 “¿La maniobra que hice, o el rasgón en mi pierna?” Llevando mi rodilla contra mi pecho, sacudí el sucio lo más que pude.

Sash se dobló y sopló en mi rodilla. Varios de los pedazos más grandes de tierra cayeron al suelo.

Un momento de incómodo silencio le siguió.

 “¿Puedes caminar?” Preguntó.

Parándome, demostré que aunque mi pierna era un desastre con rasgones y sucio, aún podía usarla.

 “Puedo llevarte a la enfermería, si quieres, para que te venden,” él dijo.

 “De verdad estoy bien.” Miré a la verja en donde había visto a Yulia. Ella ya no estaba allí.

 “¿Esa que estaba parada en le verja era tu novia o algo?” Preguntó Sash.

Me sorprendió el que Sash hubiera notado a Yulia. Él había estado de espaldas a ella. - “No,” dije. “Es solo una amiga. En realidad, ni siquiera es eso. Es mi compañera de bilogía.”
 “Te estás sonrojando.”
 “Probablemente he estado demasiado tiempo expuesta al sol.”

La voz de Yulia seguía haciendo eco en mi cabeza. Mi corazón latió más rápido y mi sangre se puso fría. ¿Ella habló directamente a mis pensamientos? ¿Había entre nosotras alguna inexplicable conexión que permitía que eso pasara? ¿Estaba enloqueciendo?

Sash no pareció muy convencido. - “¿Estás segura que no hay nada entre ustedes dos? No quiero estar tras una chica que no está disponible.”
 “Nada.” Nada que yo fuera a permitir.

Espera. ¿Qué dijo Sash?

 “¿Discúlpame, qué dijiste?”

Él sonrió. - “Delphic Seaport reabre el sábado en la noche, Jules y yo tenemos pensando ir. El clima no se supone que esté tan mal. Quizá tú y Vee quieran ir…”

Tardé un momento en pensar sobre su oferta. Estaba muy segura que si le decía a Sash que no, Vee me mataría. Además, salir con El parecía una buena manera para escapar de mi incómoda atracción hacia Yulia.

 “Dalo por hecho,” dije.
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Mensaje por SweetMess 3/11/2015, 7:03 pm

Capítulo 7


Era la noche del sábado y Dorothea y yo estábamos en la cocina. Ella acababa de meter una cacerola en el horno y yo estaba viento la magnitud de la lista de tareas que mi mamá había colgado en la nevera con un imán.

 “Tu mamá llamó. No regresará hasta el lunes en la noche,” dijo Dorothea mientras le echaba Ajax a nuestro fregadero y lo restregaba con tanto vigor, que hacía que mi codo doliera. “Dejó un mensaje en la máquina. Quiere que la llames. ¿La has llamado todas las noches antes de acostarte?”

Me senté en uno de los taburetes de la barra, mientras comía un panecillo con mantequilla. Acaba de dar un mordisco enorme y ahora Dorothea me estaba mirando como si quisiera una respuesta. “Mm-jmm,” dije, asintiendo con la cabeza.

 “Hoy llegó una carta de la escuela.” Ella señaló con su barbilla un grupo de cartas que había sobre la encimera. “Tal vez sepas a qué se deba.”

Alcé los hombros, intentando parecer lo más inocente posible y dije, - “Ni idea.”

Mentalmente, me di en la frente con la palma de mi mano. Doce meses atrás, abrí la puerta y me encontré con la policía. Tenemos malas noticias, dijeron.

Una semana después fue el funeral de mi papá. Desde entonces, todos los lunes en la tarde me he presentado a mi sesión programada con el Dr. Hendrickson, el psicólogo de la escuela. He faltado a las últimas dos sesiones y si no enmendaba eso en esta semana, iba a tener problemas. La carta era más bien una advertencia.

 “¿Tienes planes para esta noche? ¿Tú y Vee tienen algo bajo la manga? ¿Van a ver una película en la casa?”
 “Quizá. Honestamente, Dorth, yo puedo limpiar el fregadero luego. Ven siéntate y… toma la otra mitad de mi panecillo.”

El moño canoso de Dorothea se estaba comenzando a deshacer mientras restregaba.

 “Mañana voy a una conferencia,” dijo. “En Portland. La Dra. Melissa Sánchez va hablar.Ella dice que la gente para ser más sexy, debe creer que es sexy. Las hormonas son una medicina poderosa. A menos que les digamos qué queremos, estas nos estarán traicionando.” Dorothea se dio la vuelta, apuntándome enfáticamente con el envasé de Ajax. “Ahora me despierto en las mañanas, llevo mi labial rojo al espejo y escribo: Soy sexy. Los hombres me desean. Sesenta y cinco es el nuevo veinticinco.”
 “¿Crees que está funcionando?” Le pregunté, esforzándome en no reír.
 “Está funcionando,” dijo con sobriedad.

Lamí la mantequilla de mis dedos, buscando una respuesta adecuada.

 “Entonces vas a pasar el fin de semana reviviendo tu lado sexy.”

 “Toda mujer necesita revivir su lado sexy. Me gusta eso. Mi hija se hizo implantes. Ella dice que lo hizo por ella. ¿Pero para qué una mujer quiere senos más grande? Son una carga. Ella se hizo los senos para un hombre. Espero que no hagas cosas estúpidas por un chico, Lena.” Ella me señaló con el dedo.
 “Créeme, Dorth, no hay chicos en mi vida.” Está bien, quizá hay uno que otro acechando, y alguna que otra chica de ojos azules rodeándome, pero como no lo conozco bien a Sash y Yulia me
asusta, se sentía más seguro cerrar mis ojos y fingir que no existían.
 “Eso es bueno y es malo,” dijo Dorothea, a regañadientes. “Si encuentras al chico equivocado, buscarás problemas. Si encuentras al chico adecuado, encontrarás amor.” Su voz se suavizó nostálgicamente. “Cuando era una chiquilla en Alemania, tuve que decidir entre dos chicos. Uno era un chico muy malo. El otro era mi Henry. Hemos estado felizmente casados por cuarenta y un años.”

Era tiempo de cambiar de tema. - “¿Cómo está tu ahijado… Lionel?”
Sus ojos se estrecharon. “¿Te gusta el pequeño Lionel?”
 “Noooo.”
 “Podría arreglar algo…”
 “No, Dorothea, de verdad. Gracias, pero… en realidad ahora mismo estoy concentrada en mis estudios. Quiero entrar a una buena universidad.”
 “Si en el futuro…”
 “Te dejaré saber.”

Terminé mi panecillo con el sonido monótono del parloteo de Dorothea, respondiendo con algunos “ah-ja” cada vez que ella se detenía lo suficiente para esperar por mi respuesta. Yo estaba preocupada debatiéndome si en realidad quería encontrarme esta
noche con Sash. Al principio, salir con él me había parecido
una gran idea, pero mientras más lo pensaba, más dudas tenía.

Conocía a Sash desde hace solo unos días y además no estaba segura de cómo mi mamá se sentiría acerca de esto. Se me estaba haciendo tarde y el viaje hacia Delphic duraba al menos media hora y para añadir, en los fines de semana, Delphic tenía reputación de ser peligroso.

El teléfono sonó y el número de Vee apareció en el registro de llamadas.

 “¿Vamos a hacer algo esta noche?” Ella quería saber.

Abrí la boca, pensando cuidadosamente mi respuesta. No habría marcha atrás una vez le dijera a Vee sobre la invitación de Sash.

Vee chilló. - “¡Ay! ¡Ay dios ay dios! Acabo de derramar esmalte de uñas en el sofá. Espera, voy a buscar papel toalla. ¿El esmalte de uñas sale con agua?” Momentos después, regresó. “Creo que arruiné el sofá. Tenemos que salir esta noche. No quiero estar aquí cuando mi último trabajo de arte accidental sea descubierto.”

Dorothea se había ido al pasillo, al tocador, y no tenía deseos de pasar toda la noche escuchándola gruñir acerca de las instalaciones del baño mientras limpiaba, así que hice mi decisión. - “¿Qué tal si vamos a Delphic Seaport? Sash y Jules van a ir y quieren que nos encontremos allá.”

 “¡Ocultaste pistas! Esto es información vital, Lena. Te recogeré en quince minutos.” Y me dejó escuchando el tono muerto del teléfono.

Subí las escaleras y me puse un cómodo suéter blanco de cachemira, jeans oscuros y mocasines azul marino. Con mis dedos, acomodé mi pelo para que enmarcara mi rostro de la manera que aprendí a manejar mis rizos naturales y… voilá! Rizos más o menos decentes. Me alejé del espejo para verme completa y pensé que me veía como un cruce entre descuidada y casi sexy.

Exactamente quince minutos después, Vee estaba con su Neón al frente de la casa y sonó su bocina al estilo staccato. A mí me toma diez minutos llegar a su casa, pero usualmente yo presto atención al límite de velocidad. Vee entendía la palabra velocidad, pero límite no era parte de su vocabulario.

 “Voy a ir a Delphic Seaport con Vee,” le grité a Dorothea. “Si mi mamá llama, se lo dejas saber.”

Dorothea salió del tocador balanceándose. - “¿Vas a ir a Delphic tan tarde?”

 “¡Diviértete en tu conferencia!” Dije, escapando por la puerta antes de que ella pudiera protestar o llamar a mi mamá por el teléfono.

El cabello rubio de Vee estaba recogido en una cola de caballo alta, dejando caer sus grandes rizos. Aros dorados colgaban de sus orejas.

Llevaba puesto labial rojo cereza y rímel negro.

 “¿Cómo lo haces?” Pregunté. “Tuviste cinco minutos para estar lista.”

 “Siempre estoy preparada.” Vee sonrió de oreja a oreja. “Soy el sueño de un Boy Scout.”

Vee me observó con ojo crítico.

 “¿Qué?” Dije.
 “Esta noche nos vamos a reunir con chicos.”
 “La última vez que verifiqué, sí.”
 “A los chicos les gusta las chicas que lucen como… chicas.”

Yo alcé mis cejas. - “¿Y cómo luzco yo?”

 “Como si hubieras salido de la ducha y decidieras que eso solo era suficiente para parecer presentable. No me tomes a mal. La ropa está bien, el pelo está bien, pero el resto… Toma.” Ella buscó en su bolso. “Siendo la amiga que soy, te presto mi labial y mi rímel, pero solo si juras que tus ojos no tienen una enfermedad contagiosa.”
 “¡No tengo ninguna enfermedad contagiosa!”
 “Solo cumplo con preguntar.”
 “No lo quiero.”

Vee se quedó boquiabierta, mitad jugando y mitad en serio. - “¡Te sentirás desnuda si no lo usas!”

 “Suena como la manera en que tú quieres lucir,” dije.

Con toda honestidad, tenía sentimientos encontrados con esto de ir sin maquillaje. No porque sí me sentía un poco desnuda, si no porque Yulia había puesto en mi mente la sugerencia de no usar maquillaje.

En un esfuerzo para hacerme sentir mejor, me dije que mi dignidad no estaba en juego y tampoco mi orgullo. Me dieron una sugerencia y yo estaba dispuesta a llevarla a cabo. Lo que no quería reconocer es que específicamente había escogido una noche en donde sabía que no vería a Yulia para que ella lo aprobara.
***
Media hora después Vee condujo hasta la entrada de Delphic Seaport.

Fuimos forzadas a estacionarnos en el lado más lejos del lote de estacionamiento, debido al pesado tráfico del fin de semana de inauguración. El pueblo se encuentra justo en la costa, así que Delphic no es conocido por su buen clima.

Un suave viento había comenzado, haciendo que las bolsas de hojuelas de maíz y envolturas de dulces se envolvieran alrededor de nuestros tobillos mientras Vee y yo caminábamos hacia la ventanilla de entradas. Hacía mucho que los árboles habían perdido sus hojas y las ramas amenazaban sobre nosotras, como dedos inconexos. El auge de Delphic Seaport duraba todo el verano junto con un parque
de diversiones, mascaradas, leedoras del tarot, músicos gitanos y un
espectáculo de fenómenos. Jamás podré estar segura si las deformidades humanas eran reales o si solo eran una ilusión.

“Un adulto, por favor,” le dije a la mujer de la ventanilla de entradas.

Ella cogió mi dinero y deslizó bajo la ventanilla una banda para la muñeca. Luego sonrió, mostrando unos colmillos plásticos de vampiros, pintados con labial rojo.

“Que la pasen bien,” dijo con una voz sin aliento. “No olviden probar nuestra recién remodelada atracción.” Ella golpeó su lado del cristal, señalando a una pila de mapas del parque y volantes.

Yo tomé uno de cada uno mientras caminaba hacia la entrada giratoria. El volante decía:

¡La nueva sensación del Parque de Diversiones Delphic! El Arcángel ¡Remodelado y Renovado! Cae del cielo en esta caída vertical de cien pies.

Por encima de mi hombro, Vee leyó el volante y sus uñas amenazaban con perforar la piel de mi brazo. - “¡Tenemos que ir a eso!” Exclamó.

 “A lo último,” prometí, esperando que si íbamos primero a las otras atracciones, ella se olvidaría de esta. Desde años no le he temido a las alturas, probablemente porque desde años he estado convenientemente evitándolas y no estaba segura si estaba lista para saber si el tiempo había borrado mi temor a ellas.

Después de montarnos en la estrella, en los carritos chocadores, en la
atracción de la Alfombra Mágica y jugar en los juegos de las casetas, Vee y yo decidimos que era tiempo de buscar a Sash y a Jules.
 “Jmm,” dijo Vee, mirando a todas partes del camino que cruzaba el parque.

Ambas nos quedamos calladas pensando.

 “En los videojuegos,” dije por último.
 “Bien pensado.”

Acabábamos de pasar por la entrada de los videojuegos cuando vi, no a Sash. Tampoco a Jules.

Yulia.

Ella me miró desde su videojuego. Llevaba puesta la misma gorra de béisbol que cuando la vi en ED y esta le tapaba casi toda la cara, pero estaba segura de que vi una rápida sonrisa. A primera vista parecía amistosa, pero luego recordé cómo ella entró en mis pensamientos y me puse fría hasta los huesos.

Por suerte Vee todavía no la había visto y la llevé hacia donde estaba toda la gente, dejando a Yulia fuera de la vista. Lo último que necesitaba era que ella sugiriera ir a donde ella y comenzar una conversación.

 “¡Allí están!” Dijo Vee, moviendo el brazo sobre su cabeza. “¡Jules! ¡Sash!
 ¡Por aquí!”
 “Buenas noches, damas,” dijo Sash, abriéndose camino entre la multitud.

Jules caminaba tras él, luciendo tan entusiasmado como un pastel de carne hecho hace tres días. “¿Puedo comprarle a ambas una Coca-Cola?”

 “Me parece bien,” dijo Vee. Ella estaba mirando directamente a Jules. “Que la mía sea dietética.”

Jules masculló una excusa de que tenía que ir al baño y se volvió a perder en la multitud.

Cinco minutos después, Elliot regresó con las Coca-Colas y luego de que nos las entregara, frotó sus manos y contempló el suelo. - “¿Por dónde comenzamos?”

 “¿Qué pasa con Jules?” Preguntó Vee.
 “Él nos encontrará.”
 “Hockey de mesa,” dije inmediatamente. El hockey de mesa estaba al otro lado de los videojuegos. Mientras más lejos de Yulia, mejor. Me dije que era una coincidencia el que ella estuviera aquí, pero mis instintos decían lo contrario.
 “¡Ah, mira!” Interpuso Vee. “¡Fútbol de mesa!” Ella ya estaba zigzagueando entre la multitud, abriéndose camino hasta una mesa libre. “Jules y yo contra ustedes dos. Los perdedores comprarán pizza.”
 “Muy justo,” dijo Elliot.

El fútbol de mesa hubiera estado bien, si esta no hubiera estado a tan corta distancia de dónde Yulia estaba jugando. Me propuse ignorarla. Si me mantenía de espaldas a ella, difícilmente notaría que estaba ahí. Quizá Vee tampoco lo vería.

 “¿Oye, Lena, no es esa Yulia?” Dijo Vee.
 “¿Jmm?” Dije inocentemente.

Ella señaló. - “Allí. Esa es ella ¿cierto?”

 “Lo dudo. ¿Sash y yo seremos el equipo blanco?”
 “Yulia es la compañera de biología de Lena,” Vee le explicó a Sash. Ella me lanzó un guiño travieso, pero adoptó una expresión inocente al momento que Sash le dio su atención.
Sutilmente, sacudí la cabeza, transmitiéndole silenciosamente que se detuviera.
 “ Ella sigue mirando para acá,” Vee dijo bajando la voz. Ella se reclinó contra la mesa del fútbol, intentando que nuestra conversación pareciera privada, pero ella susurró tan alto, que Sash no tuvo más opción que escuchar. “Se está preguntando qué haces aquí con…” Ella balanceó su cabeza hacia Sash.

Yo cerré los ojos e imaginé que golpeaba mi cabeza contra una pared.

 “Yulia ha dejado bien claro que quiere ser para Lena algo más que compañera de biología,” continuó Vee. “Y nadie puede culparla.”
 “¿Es cierto eso?” Dijo Sash, mirándome de una manera que decía que no estaba sorprendido. Que él ya lo sospechaba. Noté que él se acercó más a mí.

Vee me lanzó una sonrisa triunfante. Me lo agradeces después, decía.

 “No es eso,” corregí. “Es…”
 “Peor que eso,” dijo Vee. “Lena sospecha que ella la está siguiendo. La policía está a punto de envolverse.”
 “¿Por qué no jugamos?” Dije en voz alta y tiré la bola al centro de la mesa, pero nadie lo notó.
 “¿Quieres que hable con ella?” Me preguntó Sash. “Le explicaré que no estamos buscando problemas. Le diré que estas aquí conmigo y que si tiene algún problema lo puede discutir conmigo.”

Esta no era la dirección que quería que tomara nuestra conversación. Para nada.

 “¿Qué le pasó a Jules?” Dije. “Se ha ido por mucho tiempo.”
 “Sí, quizá se cayó en el inodoro,” dijo Vee.
 “Déjame hablar con Yulia” dijo Sash.

Aunque apreciaba su preocupación, no me gustaba la idea de Sash hablando cara a cara con Yulia.

 “Ella no me asusta,” dijo Sash, como desaprobando mis pensamientos.

Obviamente esto era algo en lo que Sash y yo no estábamos de acuerdo.

 “Mala idea,” dije.
 “Gran idea,” dijo Vee. “De otra manera, Yulia podría volverse…
violenta. ¿Recuerdas la última vez?”

¿La última vez? Le dije a Vee, articulando sin pronunciar palabra.
No tenía idea de por qué Vee estaba haciendo esto, aparte de que ella tenía una tendencia a hacer todo lo más dramático posible. Su idea de drama era mi idea de una mórbida humillación.

 “Sin ofender, pero esta chica suena como una arrastrada” dijo Sash. “Dame dos minutos con ella.” Él comenzó a caminar.
 “¡No!” Dije, agarrándolo por la manga para detenerlo. “Ella, eh, podría ponerse otra vez violenta. Déjame lidiar con esto.” Fulminé a Vee con la mirada.
 “¿Estas segura?” Dijo Sash. “Estaría muy feliz de hacerlo.”
 “Creo que es mejor si se lo digo yo.”

Froté mis manos en mis jeans y luego de respirar tranquilamente, comencé a cerrar la distancia entre Yulia y yo. No tenía idea de qué le iba a decir cuando llegara a ella. Con suerte, solo un breve hola y luego podría regresar y asegurarle a Sash y a Vee que todo estaba bajo control.
Yulia estaba vestida con su ropa usual: camiseta negra, jeans negros y una delgada gargantilla de plata que brillaba sobre su oscura complexión. Ella era alta, delgada y sólida y no me hubiera
sorprendido si bajo su ropa tuviera varias cicatrices, legados de peleas callejeras y otras conductas imprudentes. No es que yo quisiera ver bajo su ropa.

Cuando llegué a la consola de Yulia, la golpeé por el lado para llamar su atención. Con la voz más calmada que pude lograr, dije, - “¿Pac-Man? ¿O es Donkey Kong?” La verdad, parecía un poco más violento y militar.

Una lenta sonrisa se expandió en su rostro. - “Béisbol. ¿Crees que puedas pararte tras de mí y darme un par de instrucciones?” Bombas explotaron en la pantalla y cuerpos gritando navegaron en el aire.

Obviamente ella no estaba jugando béisbol.

 “¿Cuál es su nombre?” Yulia preguntó, señalando con la cabeza casi imperceptiblemente hacia la mesa de fútbol.
 “Sash. Mira, debo hacer esto rápido. Me están esperando.”
 “¿Lo he visto antes?”
 “Él es nuevo. Se acaba de transferir.”
 “Primera semana en la escuela y ya hizo amigos. Que suerte tiene.” Ella me deslizó una mirada. - “Podría tener un lado tenebroso y peligroso del cual no conocemos.”
 “Parece ser mi especialidad.”

Esperé a que ella captara lo que yo quería decir, pero solo dijo, “¿Quieres jugar?” ella inclinó su cabeza hacia más allá de los videojuegos. Hacia la multitud en dónde solo podía ver mesas de billar.

 “¡Lena!” Gritó Vee. “Ven aquí. ¡Sash me está ganando!”
 “No puedo.” Le dije a Yulia.
 “Si yo gano,” ella dijo, como si no tuviera ninguna intención de ser rechazada, “le dirás a Elliot que pasó algo. Le dirás que ya no estarás libre esta noche.”

No podía evitarlo; ella era demasiado arrogante. Dije, - “¿Y si yo gano?”

Sus ojos me observaron de la cabeza a los pies. Su sonrisa vino fácil. - “No creo que debamos preocuparnos por eso.”

Antes de que pudiera detenerme, golpeé su brazo.
 “Cuidado,” ella dijo en voz baja. “Ellos podrían creer que estamos flirteando.”

Me dieron ganas de patearme porque eso era exactamente lo que estábamos haciendo. Pero no era mi culpa, era de Yulia. Estando cerca de ella, experimentaba una confusa polaridad de deseos. Parte de mi quería correr, alejarme de ella gritando, ¡fuego! y una parte más imprudente estaba tentada de ver qué tan cerca podía llegar sin… quemarme.

 “Una mesa de billar,” ella tentó.
 “Estoy aquí con otra persona.”
 “Ve hacia los billares, yo me encargo de lo demás.”

Yo me crucé de brazos, esperando lucir severa y un poco exasperada, pero al mismo tiempo, tuve que morderme el labio para no mostrar una reacción levemente más positiva. -“¿Qué vas a hacer?
¿Pelear con Sash?”
 “Si tengo que hacerlo.”

Estaba casi segura de que ella estaba bromeando. Casi.

- “Se acaba de vaciar una mesa. Ve y ocúpala.” Yo… te… reto.
Me puse rígida. - “¿Cómo haces eso?”

Cuando ella no lo negó inmediatamente, sentí un poco de pánico. Era real. Ella sabía exactamente lo que estaba haciendo. Las palmas de mis manos comenzaron a sudar.

 “¿Cómo haces eso?” Repetí.

Ella me sonrió maliciosamente. - “¿Hacer qué?”

 “No hagas eso,” le advertí. “No finjas que no lo estas haciendo.”

Ella reclinó un hombro contra la consola y bajó la vista hacia mí. - “Dime qué es lo que se supone que estoy haciendo.”
 “Mis… pensamientos.”
 “¿Qué pasa con ellos?”
 “Ya basta, Yulia.”

Ella observó a todos lados de una manera teatral. - “No dirás… que estoy hablándole a tu mente ¿cierto? ¿Sabes lo loco que suena eso?”

Tragando, dije lo más calmada que pude, - “Tú me asustas y no estoy segura de que seas buena para mí.”

 “Yo podría hacerte cambiar de opinión.”
 “¡Leeenaa!” Se escuchó la voz de Vee llamar sobre todas las voces y los sonidos electrónicos.
 “Encuéntrame en el Arcángel,” dijo Yulia.

Me alejé un paso. - “No,” dije impulsivamente.

Yulia se me acercó por detrás y un escalofrío recorrió mi espina. - “Te estaré esperando,” me dijo al oído. Luego salió de los videojuegos.
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Mensaje por SweetMess 3/15/2015, 2:58 pm

Capítulo 8.


Regresé a la mesa de fútbol un poco aturdida. Sash estaba inclinado sobre la
mesa y su rostro mostraba concentración competitiva. Vee estaba gritando y
riendo. Jules seguía perdido.

Vee me miró. - “¿Y bueno? ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?”
- “Nada. Le dije que no nos molestara y se fue.” Dije con voz monótona.
- “Ella no parecía molesta cuando se fue,” dijo Sash. “Sea lo que sea que le
hayas dicho, debió haber funcionado.”
- “Que mal,” dijo Vee. “Estaba esperando algo más emocionante.”
- “¿Estamos listos para jugar?” Preguntó Sash. “Se me está antojando la pizza
que me voy a ganar.”
- “Sí, si es que Jules regresa,” dijo Vee. “Estoy comenzando a pensar que no le
agradamos. Él sigue desapareciendo. Creo que es una indirecta.”
- “¿Estas bromeando? Él las adora,” Sash dijo con demasiado entusiasmo. “Lo
que pasa es que él es tímido con los extraños. Voy a buscarlo. No se vayan a
ninguna parte.”
Tan pronto Vee y yo estuvimos solas, dije, - “¿Sabes que te voy a matar,
verdad?”
Vee levantó las manos y dio un paso hacia atrás. - “Te estaba haciendo un
favor. Sash está loco por ti. Después de que te fuiste, le dije que tienes
como a diez chicos que te llaman todas las noches. Debiste haber visto su cara.
A penas contenía los celos.”

Gruñí.

- “Es la ley de oferta y demanda,” dijo Vee. “¿Quién diría que economía sería
tan útil?”
Me di en la frente con la palma de mi mano.- “Necesito algo.”
- “Necesitas a Sash.”
- “No, necesito azúcar. Mucha. Necesito algodón de azúcar.”

Lo que necesitaba era un borrador lo suficientemente grande como para borrar de mi vida toda evidencia de Yulia. Particularmente eso de hablar a través de la mente. Me
estremecí. ¿Cómo lo hacía? ¿Y por qué a mí? A menos que… lo haya imaginado.

Al igual que imaginé golpear a alguien con el Neón.

- “Yo también podría usar un poco de azúcar,” dijo Vee. “Cuando llegamos, vi a
un vendedor cerca de la entrada. Me quedaré aquí para que Jules y Sash no
piensen que huimos y tú puedas comprar el algodón de azúcar.”

Retrocedí hasta la entrada, pero cuando encontré al vendedor que vendía los algodones, me distraje por algo que vi a lo lejos del camino. El Arcángel se alzaba sobre la copa de los árboles. Una serpiente de carros montaba sobre la alumbrada vía y bajaba en picada hasta perderse de vista. Me pregunté por qué Yulia quería
reunirse conmigo. Sentí un pinchazo en el estómago y probablemente debí haber
tomado eso como una respuesta, pero a pesar de mis mejores intensiones, me
encontré caminando hacia el Arcángel.

Me movía junto a la corriente de todas las demás personas, manteniendo mis ojos
en las distantes vías del Arcángel que serpenteaba en el cielo. El viento había
cambiado de frío a helado, pero esa no era la razón por la cual me sentía mal.
La sensación había regresado. Esa fría y mortífera sensación de que alguien me
estaba observando.

Miré hacia ambos lados y no vi nada. Di una vuelta de 180 grados. Un poco más
atrás, parada entre un pequeño grupo de árboles, una figura encapuchada se dio
la vuelta y desapareció en la oscuridad.

Con mi corazón latiendo velozmente, eludí a un enorme grupo de personas para
alejarme de los árboles. Cuando ya estaba más lejos, volví a mirar hacia atrás.
No vi a nadie que pareciera seguirme.

Cuando me giré para seguir caminando, me di contra alguien. - “¡Lo siento!” Dije,
intentando recobrar el balance.

Yulia sonrió de oreja a oreja. - “Soy difícil de resistir.”

La miré y parpadeé. -“Déjame sola.”

Traté de pasar por su lado, pero ella me agarró por el codo.

- “¿Qué pasa? Parece que vas a vomitar.”
- “Tienes ese efecto en mi,” dije bruscamente.

Ella rió y me dieron ganas de patear su espinilla.

- “Podrías tomarte algo.” Ella todavía me tenía del codo y me llevó hasta el
carrito de limonadas.
No quise dar un paso más. - “¿Quieres ayudarme? Aléjate de mí.”

Ella apartó un rizo de mi cara. - “Amo tu cabello. Me gusta cuando esta fuera de
control. Es como ver una parte de ti que necesita salir más a menudo.”

Con furia, alisé mi cabello. Tan pronto me di cuenta que me veía como si
intentara parecer más presentable para ella, dije, - “Me tengo que ir. Vee me está
esperando.” Luego de una pausa agotada, dije, “Supongo que te veré el lunes en
clase.”

- “Ven conmigo al Arcángel.”

Yo estiré el cuello para mirar hacia el Arcángel. Gritos agudos hacían eco
desde los carros que hacían estruendos en las vías.

- “Dos personas en una silla.” Su sonrisa cambió a una lenta y atrevida.
- “No.” De ninguna manera.
- “Si sigues huyendo de mi, nunca descubrirás qué es lo que está pasando de
verdad.”

Con ese comentario, debí haberme ido corriendo. Pero no lo hice. Fue casi como
si Yulia supiera exactamente qué decir para picar mi curiosidad. Como si
supiera qué decir en el momento correcto.

- “¿Qué está pasando?”
- “Solo hay una manera para saberlo.”
- “No puedo. Le tengo miedo a las alturas. Además, Vee me está esperando.”

Solo que, de repente, la idea de ir tan alto en el aire no me asustó. Ya no me
asustaba. De una manera absurda, el saber que estaba con Yulia me hacía sentir
a salvo.

- “Si aguantas toda la ronda sin gritar, le diré al entrenador que nos cambie
de silla.”
- “Ya lo intenté. Él no va a cambiar de opinión.”
- “Yo podría ser más convincente que tú.”
Tomé su comentario como un insulto personal. - “Yo no grito,” dije. “No en atracciones
de carnavales.” No por ti.

Junto a Yulia, me abrí camino hasta lo último de la fila de espera para el
Arcángel. Una ráfaga de gritos se levantó y luego se apagó lejos en el cielo
nocturno.

- “No te había visto antes en Delphic,” dijo Yulia.
- “¿Vienes aquí seguido?” Hice una nota mental de no viajar más a Delphic en
los fines de semana.

- “Tengo una historia con este lugar.”

Llegamos hasta el principio de la fila, mientras los carros se vaciaban y un
nuevo par de buscadores de emoción se montaban.

- “Déjame adivinar,” dije. “El año pasado venías aquí en lugar de ir a la
escuela.”
Estaba siento sarcástica, pero Yulia dijo, - “Contestar eso significaría dar
pistas sobre mi pasado y prefiero mantenerlo en secreto.”
- “¿Por qué? ¿Qué tiene de malo tu pasado?”
- “No creo que ahora sea un buen momento para hablar de eso. Mi pasado podría
asustarte.”

Demasiado tarde, pensé.

Ella se acercó y nuestros brazos se encontraron. Una leve conexión que causó que
se me erizara el bello de mi brazo. - “Las cosas que tengo que confesar no son
el tipo de cosas que le cuentas a tu irrespetuosa compañera de biología,” dijo.

El frío viento me envolvió y cuando respiré, me llenó de hielo. Pero no se comparó con el escalofrío que las palabras de Yulia me causaron.

Yulia movió bruscamente su barbilla hacia la rampa. -“Parece que es nuestro turno.”-

Yo empujé la salida giratoria. Cuando llegamos a la plataforma de abordar, los únicos carros vacíos eran el que estaba al frente y el que estaba en lo último. Yulia se dirigió al
primero.

La construcción de la montaña rusa no me inspiraba confianza. Estuviera o no
remodelada, parecía que tenía un siglo de antiguo y estaba hecho de una madera que
había pasado demasiado tiempo expuesta al severo clima de Maine. El arte que tenía
pintado a los lados era menos inspirador.

El carro que Yulia escogió tenía un grupo de cuatro pinturas. La primera representaba
una turba de demonios con cuernos arrancándole las alas a un ángel masculino que
gritaba. La siguiente pintura mostraba al ángel sin alas posado sobre una lápida,
observando de lejos a unos niños jugando. En la tercera pintura, el ángel sin alas estaba parado cerca de los niños, haciendo señas con el dedo a una niña de ojos verdes, para que esta fuera a donde él. En la última pintura, el ángel se balanceó como un fantasma sobre el cuerpo de la niña. Los ojos de la niña estaban negros, su sonrisa se había ido y le salieron cuernos como a los demonios de la primera pintura. Una media luna colgaba sobre las pinturas.

Aparté la vista y me dije que era el frío del aire lo que estaba haciendo que mis piernas
temblaran. Me deslicé en el carro junto a Yulia.

-“Tu pasado no me asustará”- Dije, abrochando el cinturón sobre mi regazo. -“Creo que más que nada, estaré consternada.”-
-“Consternada”- Repitió ella. El tono de su voz me hizo creer que aceptaba la acusación.

Extraño, puesto que Yulia nunca se degrada.

Los carros comenzaron a moverse en reversa y luego dieron bandazos hacia delante. De una manera no muy tranquila, nos alejamos de la plataforma, escalando la montaña sin cesar. El aire estaba lleno de olor a sudor, moho y del agua salada que soplaba del mar.

Yulia estaba lo suficientemente cerca de mí como para poder olerla. Capté un leve
rastro de un costoso jabón de menta.

-“Te ves pálida”- Dijo, inclinándose para poder ser escuchada a través del ruido de las
vías.

Me sentía pálida, pero no lo admití.

En la punta de la montaña, hubo un momento de vacilación. Podía ver millas a la
distancia, notando donde la oscuridad del bosque se mezclaba con la luz de los suburbios y gradualmente se convertía en el cuadriculado de las luces de Portland. El viento se detuvo, permitiendo que el húmedo aire se posara en mi piel.

Sin proponérmelo, miré a Yulia. Encontré consolación en tenerla a mi lado. Luego ella
sonrió de oreja a oreja.

-“¿Asustada, ángel?”

Agarré la barra de metal perforada en la parte frontal de los carros mientras sentía mi
peso inclinarse hacia el frente. Una temblorosa risa se me escapó.

Nuestro carro voló endemoniadamente rápido, mi cabello revoloteaba tras de mi.
Virando bruscamente a la izquierda y luego a la derecha, repiqueteábamos sobre las vías.

Adentro, sentía mis órganos flotar y caer en respuesta a la ronda. Miré hacia abajo,
intentando concentrarme en algo que no se moviera.

Fue entonces cuando noté que mi cinturón se había soltado.

Intenté gritarle a Yulia, pero mi voz fue tragada por el aire. Sentí que se hizo un hueco en mi estómago y solté una mano de la barra de metal para intentar asegurar el cinturón alrededor de mi cintura. El carro circuló hacia la izquierda. Mis hombros chocaron con los de Yulia, presionándome contra ella tan fuerte que dolía. El carro comenzó a elevarse y sentí que se despegó de las vías, que no remachó completamente con ellas.

Estábamos descendiendo vertiginosamente. Las luces centelleantes de los lados de las
vías me cegaron, no podía ver hacia dónde iba la vía al final del descenso.

Era demasiado tarde. El carro viró bruscamente hacia la derecha. Sentí una sacudida de pánico y luego sucedió. Mi hombro izquierdo chocó contra la puerta del carro. Esta se abrió y yo fui expulsada del carro mientras la montaña rusa se alejaba sin mí. Rodé en las vías e intenté encontrar algo a qué agarrarme. Mis manos no encontraron nada y seguí rodando hacia el borde, precipitándome al vacío. El suelo se abalanzaba contra mí y abrí la boca para gritar.

Lo próximo que supe fue que la ronda terminó en la plataforma de desembarque.

Mi brazo dolía por lo fuerte que Yulia me estaba agarrando. -“Vaya, eso sí que fue un
grito”- Dijo ella sonriéndome de oreja a oreja.

Aturdida, la observé llevar una mano a su oído, como si mi grito todavía hiciera eco allí.
Sin estar segura de qué había pasado, observé al lugar en su mano en donde mis uñas
habían dejado semicírculos tatuados en su piel. Luego mis ojos se movieron hacia mi
cinturón de seguridad. Estaba abrochado alrededor de mi cintura.

-“Mi cinturón…”- Comencé. -“Creí…”-
-“¿Qué creíste?”- Preguntó Yulia, sonando genuinamente interesada.
-“Creí… que me había caído del carro. Literalmente creí… que iba a morir.”-
-“Creo que ese es el punto.”-

A mi lado, mis manos temblaron. Mis rodillas tambalearon bajo el peso de mi cuerpo.

-“Supongo que nos quedamos como compañeras”- Dijo Yulia. Sospeché un pequeño
grado de victoria en su voz, pero estaba demasiado atónita para argumentar.
-“El Arcángel”- Murmuré, mirando sobre mi hombro a la montaña rusa, la cual estaba
comenzando su siguiente ascenso.
-“Significa un ángel de alto rango.”- Definitivamente había petulancia en su voz. -
“Mientras más alto estas, peor es la caída.”-

Comencé a abrir la boca para decir otra vez cómo estaba segura de que por un momento había dejado el carro y fuerzas más allá de mi habilidad para explicar me habían puesto a salvo tras mi cinturón. En lugar de eso dije -“Creo que mejor soy un ángel guardián.”-
Yulia sonrió otra vez. Guiándome por el camino, dijo “Te llevaré de regreso a los
videojuegos.”
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HUSH HUSH (Saga) Empty Re: HUSH HUSH (Saga)

Mensaje por SweetMess 3/19/2015, 1:27 pm

Capítulo 9

Me abrí paso entre la gente de los videojuegos, pasando el mostrador de los premios y
los baños. Cuando pude ver las mesas de fútbol, Vee no estaba en ninguna de ellas y
tampoco Sash ni Jules.

-“Parece que se fueron”- Dijo Yulia. Sus ojos debieron sostener un poquito de diversión. Pero tratándose de Yulia, podría haber sido algo completamente diferente. -“Parece que necesitas a alguien que te lleve.”-
-“Vee no me dejaría”- Dije, parada de puntas para ver sobre el gentío. “Probablemente
estén jugando tenis de mesa.”-

Yo recorrí por todos lados mientras Yulia me seguía, tomándose una soda que había
comprado en el camino. Ella se ofreció a comprarme una, pero en mi actual estado, no
estaba segura de poder tolerarla.

En el tenis de mesa no había ninguna señal de Vee ni Sash.

-“Quizá estén en las maquinas de pinball”- Sugirió Yulia. Definitivamente ella se estaba
burlando de mí.

Sentí que mi rostro se ponía un poco rojo. ¿Dónde estaba Vee?

Yulia sostuvo en alto su soda -“¿Segura que no quieres tomar algo?”-

Miré a la soda y luego a Yulia. Solo porque mi sangre se calentara de solo pensar en
poner mi boca donde estuvo la suya, no significaba que tenía que decirle.

Busqué en mi bolso y saqué mi celular. La pantalla de mi teléfono estaba negra y se
rehusaba a encender. No entendía como la batería estaba muerta cuando la había
cargado justo antes de salir. Presioné una y otra vez el botón de encendido, pero nada
pasó.

Yulia dijo -“Mi oferta sigue en pie.”-

Pensé que estaría más segura si algún extraño me llevara. Todavía estaba agitada con lo que había pasado en el Arcángel y no importaba cuantas veces intentara olvidarlo, la
imagen de caer se repetía en mi cabeza. Me estaba… cayendo y luego la ronda había
terminado. Así de simple. Era la cosa más aterradora por la cual había pasado. Casi tan
aterradora como el hecho de que yo fui la única que lo notó. Ni siquiera Yulia, que
estaba justo al lado mío.

Me di en la frente con la palma de mi mano. -“Su auto. Probablemente ella me esta
esperando en el estacionamiento.”-

Treinta minutos después había recorrido todo el estacionamiento. El Neon se había ido. No podía creer que Vee se había ido sin mí. Tal vez había pasado alguna emergencia y no tenía ninguna forma de saberlo porque no podía verificar los mensajes de mi celular.

Traté de mantenerme tranquila, pero si ella me había dejado, tenía una amplia cantidad de coraje hirviendo a fuego lento y lista para rebosar.

-“¿Alguna otra opción?”- Preguntó Yulia.

Mordí mi labio considerando mis otras opciones. No tenía ninguna otra opción.

Desafortunadamente, no estaba segura de estar lista para aceptar la oferta de Yulia. En un día ordinario, ella emanaba peligro. Esta noche había una potente mezcla de peligro, amenaza y misterio.

Finalmente resoplé y recé por no estar a punto de cometer un error.

-“Me llevarás directo a casa”- Dije. Sonó más como una pregunta que como una orden.
-“Si eso es lo que quieres.”-

Estuve a punto de preguntarle a Yulia si ella había notado algo extraño en el Arcángel,
pero me detuve. Estaba demasiado asustada para preguntar. ¿Qué pasa si no me había
caído? ¿Qué pasa si lo había imaginado todo? ¿Qué pasa si estaba viendo cosas que en
realidad no estaban pasando? Primero el chico con la máscara de esquiar. Ahora esto.
Estaba bastante segura que el que Yulia me estuviera hablando a través de la mente erareal, pero no estaba segura de lo demás.

Yulia siguió pasando unos cuantos espacios del estacionamiento. Una lustrosa
motocicleta negra descansaba en su soporte. Ella se sentó en ella e inclinó su cabeza hacia el asiento tras ella. -“Móntate.”-
-“Vaya. Linda moto”- Dije. Lo cual era una mentira. Parecía como una lustrosa trampa
mortal. Nunca antes había montado una motocicleta. Nunca. No estaba segura de que en esta noche quisiera cambiar eso.
-“Me gusta la sensación el viento en mi cara”- Continué, esperando que mi bravuconería disimulara el terror que me causaba el moverme a una velocidad mayor de sesenta y cinco millas por hora sin nada interponiéndose entre mi y la calle.

Solo había un casco, negro con la visera teñida, y ella me la ofreció.

Tomándola, balanceé mi pierna sobre la moto y me di cuenta de lo insegura que me
sentía sin nada más que una estrecha silla debajo de mí. Deslicé el casco sobre mis rizos y lo abroché bajo mi mentón.

-“¿Es difícil conducirla?”- Pregunté. Lo que en realidad quería decir era, ¿Es segura?
-“No”- Dijo Yulia, contestando mis dos preguntas, la que dije y la que no dije. Ella rió por lo bajo. -“Estás tensa. Relájate.”-

Cuando salió del estacionamiento, la explosión de movimiento me sobresaltó; había
estado aguantándome de su camisa, teniendo entre mis dedos la cantidad de tela
necesaria para mantenerme en balance. Ahora envolví mis brazos alrededor de ella, en un abrazo de oso al revés.

Yulia aceleró en la autopista y mis caderas se apretaron contra ella. Deseé ser la única en haberlo notado.

Cuando llegamos a mi casa, Yulia detuvo la motocicleta frente a mi casa, que estaba
toda cubierta de neblina, apagó el motor y se bajó de ella. Yo me deshice del casco,
balanceándolo cuidadosamente en el asiento frente a mi, y abrí la boca para decir algo
como “Gracias por llevarme, te veo el lunes”. Las palabras se disolvieron cuando Yulia cruzó la calle y subió los escalones del balcón.

No pude comenzar a especular que estaba haciendo. ¿Llevándome hasta la puerta?
Algo sumamente improbable. Entonces… ¿Qué?

Subí al balcón después de ella y lo encontré en la puerta. Observé, dividida entre confusión y creciente preocupación, mientras ella sacaba de su bolsillo un juego de llaves bastante familiar e insertaba la llave de mi casa en la cerradura. Yo bajé mi bolso de mi hombro y abrí el compartimiento en donde guardo las llaves. Ellas no estaban allí.

-“Devuélveme mis llaves”- Dije, desconcertada por no saber cómo mis llaves habían
parado en su posesión.
-“Se te cayeron en los videojuegos cuando estabas buscando tu celular”- Dijo ella.
-“No me interesa en dónde las tiré. Devuélvemelas.”-

Yulia levantó sus manos, clamando inocencia, y se alejó de la puerta. Recostó un
hombro contra los ladrillos y me observó acercarme hasta la cerradura. Intenté girar la
llave, pero no se movió.
-“La atacaste”- Dije, moviendo la llave. Me alejé un paso. -“Adelante. Inténtalo. Está
atorada.”-

Con un agudo click, ella giró la llave. Con la mano puesta en el picaporte, ella arqueó sus cejas como diciendo ¿Puedo?

Tragué, enterrando una oleada de mutua fascinación e intranquilidad. -“Vete. No vas a
entrar. Estoy sola en casa.”-
-“¿Toda la noche?”-
Inmediatamente me di cuenta de que eso no había sido la cosa más inteligente para
decir. -“Dorothea vendrá pronto.”- Eso era mentira. Hacía tiempo que Dorothea se había ido. Era casi media noche.
-“¿Dorothea?”-
-“La señora que limpia. Ella es vieja, pero fuerte. Muy fuerte.”- Intenté pasar y dejarla
atrás, pero no pude.
-“Suena aterrador”- Dijo, sacando la llave de la cerradura y ofreciéndomela.
-“Ella puede limpiar un inodoro por dentro y por fuera en menos de un minuto. Más que aterrador.” Tomando la llave, pasé por su lado con toda la intención de cerrar la puerta entre nosotras, pero cuando lo iba a hacer, Yulia se paró bajo el umbral, con sus brazos puestos en cada lado del marco.

-“¿No me vas a invitar a entrar?”- Preguntó sonriendo.

Yo pestañeé. ¿Invitarla a entrar? ¿A mi casa? ¿Estando yo sola?

Yulia dijo -“Es tarde.”- Sus ojos me siguieron de cerca, reflejando un caprichoso brillo. -
“Debes de tener hambre.”-
-“No. Sí. Digo, sí, pero…”-

De repente, ella estaba adentro.

Yo retrocedí tres pasos; ella cerró la puerta, empujándola con su pié. -“¿Te gusta la comida mexicana?”- Preguntó.
-“Yo…”- ¡Me gustaría saber qué estas haciendo dentro de mi casa!
-“¿Tacos?”-
-“¿Tacos?”- Repetí.
Esto pareció divertirla. -“Tomates, lechuga, queso.”-
-“¡Sé lo que es un taco!”-

Antes de que pudiese detenerla, cruzó la habitación a grandes zancadas y al final del
pasillo, se dirigió a la izquierda. A la cocina.

Fue hasta el fregadero y abrió el grifo mientras frotaba jabón hasta la mitad de sus
brazos. Aparentemente se estaba sintiendo como en casa porque primero fue a la
despensa, buscó en la nevera, sacó productos de aquí y allá (salsa, queso, lechuga y
tomate) y luego buscó en las gavetas hasta encontrar un cuchillo.

Sospeché que estaba a mitad de camino para entrar en pánico por la imagen de Yulia
sosteniendo un cuchillo, cuando algo más capturó mi atención. Me adelanté dos pasos y miré a mi reflejo en uno de los sartenes que colgaban en el estante de ollas. ¡Mi pelo! Parecía como si una planta rodadora gigante hubiese rodado hasta mi cabeza. Tapé mi boca con una mano.

Yulia sonrió. -“¿El rojo de tu cabello es natural?”-
Yo me le quedé mirando. -“No tengo pelo rojo.”-
-“Odio ser la que te de la noticia, pero es rojo. Podría prenderlo en fuego y no se pondría más rojo.”-
-“Es marrón.”- Está bien, tal vez tenía una pequeñísima, la cantidad más infinitesimal de castaño rojizo en mi pelo. De todas formas, seguía siendo morena. -“Es la luz”- Dije.
-“Sí, quizá sean las bombillas.”- Su sonrisa llegó a ambos lados de su cara y un hoyuelo
apareció.
-“Regreso en seguida”- Dije, saliendo de la cocina a toda prisa.

Subí por las escaleras y recogí mi pelo en una coleta. Resuelto ya eso, me puse a pensar.

No estaba del todo cómoda con la idea de Yulia vagabundeando por mi casa… y armada con un cuchillo. Y mi mamá me mataría si se entera que dejé entrar a Yulia cuando Dorothea no estaba.

-“¿Podemos dejar esto para otro momento?”- Pregunté luego de que dos minutos más
tarde la encontrara trabajando duramente en la cocina. Puse una mano en mi estómago, señalando que me estaba molestando. -“Me siento algo mareada”- Dije. -“Creo que fue por la moto.”-
Ella paró de cortar con el cuchillo y me miró. -“Casi termino.”-

Noté que ella había cambiado el cuchillo por uno más grande y afilado.
Como si ella tuviera una ventana a mis pensamientos, sostuve el cuchillo en alto y lo
examinó. La hoja brillaba bajo la luz. Mi estómago se contrajo.

-“Baja el cuchillo”- Le ordené con calma.

Yulia dejó de mirar al cuchillo, me miró y luego volvió a mirar al cuchillo. Luego de un
minuto, lo bajó frente a ella. -“No te voy a lastimar, Nora.”-
-“Eso es… tranquilizador”- Logré decir, pero mi garganta estaba tensa y seca. Ella hizo girar el cuchillo, con el mango señalando hacia mí. -“Ven aquí. Te voy a enseñar
cómo hacer tacos.”-

No me moví. Había una chispa en sus ojos que me hacía pensar que debería estar
asustada… y lo estaba. Pero ese miedo era igualmente atractivo. Había algo
extremadamente inquietante al estar cerca de ella. En su presencia, no podía confiar en mi misma.

-“¿Qué tal… un trato?”- Su rostro estaba bajo, ensombrecido, y me observó tras sus
pestañas. El efecto fue una impresión de honradez. -“Ayúdame a hacer tacos y
contestaré algunas de tus preguntas.”-
-“¿Mis preguntas?”-
-“Creo que sabes a qué me refiero.”-

Sabía exactamente a qué se refería. Me estaba dando la oportunidad de saber un poco
sobre su mundo privado. Un mundo en donde ella podía hablar a través de mi mente. Otra vez, supo exactamente qué decir, en el momento correcto.

Sin decir palabra, me moví a su lado. Ella deslizó el picador hasta colocarlo en frente
mío.

-“Primero”- Dijo, parándose detrás de mí y poniendo sus manos sobre la encimera,
justo al lado de las mías, “escoge un tomate.” Agachó su cabeza para que su boca
estuviera en mi oído. Su aliento era tibio y hacía cosquillas en mi piel. -“Bien. Ahora,
agarra el cuchillo.”-
-“¿La chef siempre tiene que estar así de cerca?”- Pregunté sin estar segura si me gustaba o me asustaba el revoloteo que su cercanía causaba dentro de mí.
-“Cuando ella está revelando secretos culinarios, sí. Agarra el cuchillo bien.”
-“Eso hago.”-
-“Bien.”- Alejándose, ella me miró cuidadosamente, como inspeccionando cualquier
imperfección. Sus ojos me recorrieron de arriba a abajo y de aquí a allá. Por un
desconcertante momento, pensé ver una secreta sonrisa aprobatoria. -“El cocinar es algo que no se aprende”- Dijo. -“Es innato. Es algo que tienes o no. Como la química. ¿Crees que estas lista para química?”-

Yo presioné el cuchillo hasta atravesar el tomate, el cual se dividió en dos y cada mitad
rodó sutilmente en la tabla de picar. -“Tú dime. ¿Estoy lista para química?”-

Yulia hizo un sonido profundo el cual no pude descifrar y luego sonrió.

Luego de cenar, ella llevó nuestros platos al fregadero. -“Yo los limpio y tú los secas.”-

Rebuscando en las gavetas al lado del fregadero, ella encontró una toalla y la lanzó
juguetonamente hacia mi.

-“Estoy lista para hacerte esas preguntas”- Dije. -“Comenzando con la noche en la
biblioteca. ¿Me seguiste…”-

Me quedé en blanco. Yulia estaba recostada despreocupadamente contra la encimera.
Su oscuro cabello se asomaba bajo su gorra de béisbol. Una sonrisa tiraba de sus labios. Mis pensamientos se disolvieron y así como así, un nuevo pensamiento rompió la superficie de mi mente.

Quería besarla. Ahora mismo.

Yulia arqueó sus cejas. -“¿Qué?”-
-“Eh, nada. Nada de nada. Tu limpias, yo seco.”-

¿Qué pasó para que tratara a Yulia como tu peor vicio? Me pregunté. ¿Qué pasó para
que ignorara lo malo y me quedara con lo bueno?

No nos tomó mucho tiempo en terminar de fregar los platos, y cuando lo hicimos, nos
encontramos apretujadas en el espacio al lado del fregadero. Yulia se movió para
quitarme la toalla y nuestros cuerpos se tocaron. Ninguna de las dos se movió,
manteniendo el frágil enlace que nos mantenía unidas.

Yo me alejé primero.

-“¿Asustada?”- Murmuró ella.
-“No.”-
-“Mentirosa.”-
Mi pulso se aceleró. -“Tú no me asustas.”-
-“¿No?”-

Hablé sin pensar. -“Tal vez solo me asusta…”- Me maldije por apenas comenzar la
oración. ¿Ahora qué se supone que dijera? No iba a admitirle a Yulia que todo sobre ella me asustaba. Eso le daría permiso para provocarme más. -“Quizá tenga miedo a… a…”-
-“¿Qué yo te guste?”-
Aliviada por no tener que terminar mi propia oración, automáticamente respondí -“Sí,”- y me di cuenta muy tarde de lo que había confesado. -“¡Digo, no! Definitivamente no. ¡Eso no era lo que estaba intentando decir!”-

Ella rió suavemente.

-“La verdad es que parte de mi definitivamente no está cómoda contigo alrededor”-Dije.
-“¿Pero?”-
Me aferré a la encimera tras de mí. -“Pero al mismo tiempo, siento una aterradora
atracción hacia ti.”-

Yulia sonrió.

-“Que creída eres”- Dije, empujándola con mi mano.
Ella atrapó mi mano contra su pecho y bajó mi manga hasta mi muñeca, cubriendo mi
mano con ella. Así de rápido, hizo lo mismo con la otra manga y sostuvo mi blusa por los puños, dejando mis manos capturadas y mi boca abierta en protesta.

Me jaló hasta tenerme cerca y no se detuvo hasta que estuve directamente en frente de ella. De repente, me levantó y me sentó en la encimera. Mi cara estaba al mismo nivel que la suya y me petrificó con una sonrisa oscura y tentadora. Fue entonces cuando me di cuenta que desde hace días, este momento había estado danzando los límites de mis fantasías.

-“Quítate lo gorra”- Dije y la palabras se escaparon antes de que pudiera detenerlas.

Ella la giró, poniendo la visera hacia atrás.

Me moví hasta el borde de la encimera y mis piernas colgaban a los lados de ella. Algo
dentro de mí me decía que me detuviera, pero rechacé la voz hacia los confines de mi
mente.

Ella puso sus manos en la encimera, justo al lado de mis caderas y se acercó inclinando su cabeza hacia un lado. Su olor, el cual era como de tierra mojada, me sobrecogió.
Inhalé dos veces. No. Esto no estaba bien. Esto no. Con Yulia no. Ella era aterradora. De una manera buena, sí. Pero también de una manera negativa. Una muy negativa.

-“Deberías irte”- Susurré. -“Definitivamente deberías irte.”-
-“¿Ir aquí?”- Su boca estaba en mi hombro. -“¿O aquí?”- Se movió hasta mi cuello.

Mi cerebro no podía procesar ni un pensamiento lógico. La boca de Yulia estaba
moviéndose hacia el norte, hasta mi mandíbula, probando suavemente mi piel…

-“Mis piernas se están durmiendo”- Solté. No era del todo una mentira.

Estaba experimentando una sensación de hormigueo por todo mi cuerpo, las piernas
incluidas.

-“Yo podría resolver eso.”- Las manos de Yulia se cerraron sobre mis caderas.

De repente mi teléfono sonó, salté al escucharlo y lo saqué fuera de mi bolsillo.

-“Hola, cariño”- Mi mamá dijo alegremente.
-“¿Te puedo llamar después?”-
-“Seguro. ¿Qué pasa?”-
Cerré el celular. -“Tienes que irte”- Le dije a Yulia. -“Ahora.”-

Ella volvió a girar la visera de su gorra. Ahora su boca era lo único que podía ver bajo ella y estaba curveada en una sonrisa pícara. -“No llevas maquillaje.”-
-“Debí haberlo olvidado.”-
-“Que tengas dulces sueños.”-
-“Seguro. No hay problema.”- ¿Qué fue lo que ella dijo?
-“Sobre la fiesta de mañana en la noche…”-
-“Lo pensaré”- Logré decir.

Yulia guardó en mi bolsillo un pedazo de papel y su contacto envió una sensación de
calor abajo en mis piernas. -“Aquí está la dirección. Te estaré buscando. Ven sola.”-

Un momento más tarde escuché la puerta frontal cerrarse tras ella. Un fiero sonrojo se
abrió camino hasta mi cara. Demasiado cerca, pensé. No había nada malo con el fuego… siempre y cuando no te le acercaras demasiado. Algo que tengo que tener en mente.

Me recosté de espalda a los gabinetes, respirando entrecortadamente.
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Mensaje por SweetMess 4/23/2015, 6:21 pm

Capítulo 10.

Fui despertada por el sonido del timbre de mi teléfono. Atrapada en mitad del sueño,
Puse mi almohada sobre mi cabeza e intenté amortiguar el ruido. Pero el teléfono sonó y sonó.

La llamada pasó a mensajes de voz. Cinco segundos después, el timbre comenzó a sonar otra vez.

Estiré un brazo sobre el lado de la cama, buscando a tientas hasta que encontré mis jeans y saqué el celular del bolsillo.


- ¿Sí?- Dije entre un gran bostezo y con los ojos cerrados.


Al otro lado, alguien estaba respirando con coraje. -¿Qué pasó contigo? ¿Qué pasó con el algodón dulce? ¡Y mientras me dices eso, qué tal si me dices en dónde estás para poder ir a estrangularte con mis manos! - Golpeé varias veces mi frente con la palma de mi mano. - ¡Pensé que te habían raptado! - Siguió Vee -¡Pensé que te habían secuestrado! ¡Pensé que te habían matado! -


Intenté encontrar el reloj en la oscuridad. Golpeé un marco de foto en la mesa de noche y todos los cuadros que estaban tras ese también se cayeron por el efecto dominó.

- Me retrasé un poco- Dije - Para cuando regresé a los videojuegos, ya te habías ido. -
- ¿Retrasada? ¿Qué clase de excusa es “retrasada”? -


Los números rojos del reloj se enfocaron. Era un poco después de las dos de la mañana.


- Conduje por una hora en el estacionamiento- Dijo Vee. -Sash caminó todo el parque mostrando la única foto tuya que tengo en mi celular. Intenté llamar a tu celular un billón de veces. Espera. ¿Estás en tu casa? ¿Cómo llegaste a tu casa?

Me estrujé los ojos. Yulia.

- ¿Yulia la acosadora?
- Bueno no tenía muchas opciones ¿o sí? - Dije directo al grano. -Tú te fuiste sin mi.
- Suenas a la defensiva. Bien a la defensiva. No, no es eso. Suenas agitada… nerviosa… excitada.- Podía sentir sus ojos ponerse como platos. -Ella te besó ¿verdad?


Ninguna respuesta.


- ¡Lo hizo! ¡Lo sabía! He visto la manera en que ella te mira. Sabía que esto iba a pasar. Lo vi desde una milla de distancia.


No quería pensar en eso.


- ¿Cómo fue?- Presionó Vee. -¿Un beso melocotón? ¿Un beso ciruela? ¿O fue un beso al-fal-fa?
- ¿Qué?
- ¿Fue un besito, las bocas se abrieron, o hubo lengua? Olvídalo. No tienes que contestar eso. Yulia no parece ser la clase de chica que lidia con preliminares. Allí hubo lengua. Garantizado.-


Cubrí mi cara con mis manos, escondiéndola tras ellas. Yulia probablemente pensó que
yo no tenía ningún auto control. Yo me derretí en sus brazos como mantequilla. Justo
antes que le dijera que se tenía que ir, estaba bien segura que hice un sonido que era un cruce entre un suspiro de alegría y un gemido de éxtasis.


Eso explicaría su arrogante sonrisa.


- ¿Podemos hablar de esto después?- Pregunté, presionando el puente de mi nariz.
- De ninguna manera. - Suspiré. - Estoy muerta de cansancio.
- No puedo creer que estés pensando en dejarme con el suspenso.
- Estoy contando con que lo olvides.
- Muy poco probable.

Traté de imaginar los músculos de mi cuello relajarse, anticipándose al dolor de cabeza
que sentía avecinarse. -¿Todavía está en pie el ir de compras?
- Te recogeré a las cuatro.
- Pensé que no nos íbamos a reunir hasta las cinco.
- Las circunstancias han cambiado. Estaré allí más temprano si es que puedo escaparme de la hora familiar. Mi mamá está teniendo un ataque de nervios. Ella piensa que mis malas calificaciones se deben a su mal trabajo como madre. Aparentemente pasar tiempo juntas es la solución. Deséame suerte.


Cerré el celular y me hundí en mi cama. Imaginé la sonrisa cínica de Yulia y sus brillantes ojos azules. Después de varios minutos dando vueltas en la cama, me rendí en intentar ponerme cómoda. La verdad es que, mientras Yulia estuviera en mi mente, la comodidad estaba fuera del tema.

Cuando era pequeña, Lionel (el ahijado de Dorothea) rompió uno de los vasos de cristal en la cocina. Él recogió todos los pedazos de cristal excepto uno y me retó a lamerlo. Imaginé que enamorarme de Yulia era un poco como lamer un cristal roto. Sabía que era estúpido. Sabía que me iba a cortar. Después de todos estos años, una cosa no había cambiado: todavía me seguía sintiendo atraída por el peligro.

De repente me senté derecha en mi cama, alcancé mi celular y encendí la lámpara.

La carga de la batería estaba completa.

Un inquietante hormigueo recorrió mi espina vertebral. Se supone que mi celular
estuviera muerto. ¿Entonces cómo fue que mi mamá y Vee pudieron llamarme?

La lluvia caía en grandes cantidades sobre los coloridos toldos de las tiendas junto al
muelle y se derramaba en la acera. Las anticuadas lámparas de gas que estaban
estancadas en ambos lados de la carretera brillaron con vida. Con nuestros paraguas
chocándose, Vee y yo nos apresuramos por la acera hasta estar bajo el toldo de líneas
blancas y rosadas de Victoria’s Secret. Cerramos nuestros paraguas al unísono y las
colocamos afuera, junto a la entrada.

El estruendo de un trueno nos hizo correr hacia la puerta.

Sacudí la lluvia de mis zapatos y me estremecí por el frío. Varios difusores de aceite
aromático estaban ardiendo sobre un mostrador en el centro de la tienda, rodeándonos de un exótico y potente olor.

Una mujer vestida con pantalones negros y una ajustada camiseta negra, se adelantó
hacia nosotras. Ella tenía una cinta medidora enrollada en su cuello y comenzó a mover su mano para tomarla.

- ¿Les gustaría que tome sus medidas gratuitamente…?
- Aparta esa maldita cinta - Ordenó Vee. -Ya sé mi talla. No necesito que me lo recuerden.

Sonreí a la mujer a manera de disculpas mientras seguía a Vee, quién se dirigía hasta la
sección de rebajas que estaba en la parte de atrás.

- Copa D no es algo por lo que deberías estar avergonzada- Le dije a Vee mientras tomaba un sostén de satín azul y buscaba la etiqueta de precio.
- ¿Quién dijo que estoy avergonzada?- Dijo Vee. - No estoy avergonzada. ¿Por qué estaría avergonzada? Las únicas chicas de dieciséis años con senos así de grandes como los míos es porque están cubiertos de silicona y todo el mundo lo sabe. ¿Qué razón tendría para estar avergonzada?- Ella rebuscó en un perchero. -¿Crees que aquí tengan algún sostén que hagan que mis bebés se vean planos?
- Eso se llama sostenes deportivos y tienen un horrible efecto secundario llamado Uniteta - Dije observando un sostén negro de encaje que estaba junto a otros.


No debería estar mirando lencería. Naturalmente me hace pensar en cosas sexy. Como
besarse. Como Yulia.

Cerré mis ojos y repetí nuestra noche juntas. La sensación de la mano de Yulia en mi
cadera, sus labios saboreando mi cuello…

Vee me sorprendió fuera de guardia lanzándome un par de bragas con estampado de
tigre color turquesa. - Esto luciría bien en ti - Dijo. - Todo lo que necesitas es un trasero
como el mío para rellenarlas.


¿En qué estaba pensando? Había estado muy cerca de besar a Yulia. La misma Yulia que posiblemente ha estado invadiendo mi mente. La misma que me salvó de
precipitarme hacia mi muerte en el Arcángel porque estaba segura de que eso era lo que había pasado, aunque no tenía ninguna explicación lógica. Me pregunto si ella de alguna forma detuvo el tiempo y me atrapó durante la caída. Si ella era capaz de hablarme através de la mente, tal vez, solo tal vez, ella era capaz de otras cosas.

O quizá, pensé con un escalofrío, ya no podía confiar en mi mente.

Todavía tenía el pedazo de papel que Yulia había metido en mi bolsillo, pero de ninguna manera iba a ir a la fiesta esta noche. Secretamente disfrutaba la atracción entre nosotras, pero el misterio y el miedo lo sobrepasaban. De ahora en adelante iba a sacar a Yulia de mi sistema y esta vez lo decía en serio. Iba a ser como una dieta purificadora. El problema era que la única dieta que había hecho, había actuado en mi contra. Una vez intenté pasar un mes entero sin comer chocolate. Ni si quiera un mordisco. Al final de las dos semanas, no pude más y comí más chocolates de los que hubiera comido en tres meses.

Esperaba que mi dieta libre de chocolates no presagiara lo que podría pasar si intentaba evitar a Yulia.

- ¿Qué estás haciendo?- Pregunté, esta vez atendiendo a Vee.
- ¿Qué parece que estoy haciendo? Estoy despegando de este sostén este sello de rebaja para pegarlo en uno que no esté en rebaja. De esa manera puedo tener sostenes sexy al precio de uno barato.
-No puedes hacer eso. Cuando vayas a pagar, ella va a escanear las barras de código y
sabrá lo que estás haciendo.
-¿Barras de código? Ellos no escanean las barras de código.- Ella no sonaba muy segura.
-Lo hacen. Lo juro. Atraviesa mi corazón- Supuse que mentir era mejor que observar a
Vee ser llevada a la cárcel.
-Bueno, parecía una buena idea…
-Tienes que comprarte esto - Le dije a Vee, arrojándole un pedazo de seda y esperando
que eso la distrajera.

Ella sostuvo en alto la braga. Pequeños cangrejos rojos adornaban la tela. - Esto es lo
más asqueroso que haya visto. Por otro lado, me gusta ese sostén negro que tienes. Creo que deberías comprarlo. Ve y paga, yo seguiré viendo.


Pagué. Luego, pensando que sería más fácil olvidar a Yulia si buscaba algo más benigno, comencé a buscar en la sección de lociones.

Estaba oliendo una botella de Dream Angels cuando sentí cerca una presencia familiar.
Era como si alguien hubiera arrojado una bola de helado en la parte de atrás de mi blusa. Era la misma sacudida de escalofríos que experimentaba cada vez que Yulia llegaba.

Vee y yo seguíamos siendo las únicas en la tienda, pero al otro lado de la ventana de
cristal, vi una figura encapuchada ocultarse bajo la sombra de un toldo al otro lado de la carretera. Nuevamente agitada, me quedé inmóvil un minuto entero antes de que
recobrara la compostura y fuera a buscar a Vee.


-Es hora de irnos- Le dije.

Ella estaba rebuscando en un perchero de batas de dormir. - Vaya. Mira esto, pijamas de franela con un cincuenta por ciento de descuento. Necesito un par de pijamas de
franela.

Mantuve un ojo pegado a la ventana. - Creo que me han estado siguiendo.

Vee levantó la cabeza. -¿Yulia?

-No. Mira a través de la calle.

Vee miró. - No veo a nadie.

Tampoco yo. Un auto había pasado, interrumpiendo mi línea de visión. - Creo que
entraron a la tienda.

-¿Cómo sabes que te están siguiendo?
-Un mal presentimiento.
-Se parecían a alguien que conozcamos? Por ejemplo… si era un cruce entre Pippi
Longstocking y la Malvada Bruja del Oeste obviamente era Marcie Miller.
-No era Marcie - Dije, todavía mirando a la calle. - Cuando anoche me fui de los
videojuegos para comprar algodón de azúcar, vi que alguien me vigilaba. Creo que es la
misma persona que está aquí.
-¿Estás hablando en serio? ¿Por qué me dices eso ahora? ¿Quién es?

Dirigí la voz a la vendedora. - ¿Esta tienda tiene una puerta trasera?

Ella estaba ordenando una gaveta y me miró. - Es solo para empleados.

-¿La persona es hombre o mujer?- Quiso saber Vee.
-No sabría decir.
-¿Bueno, por qué crees que te están siguiendo? ¿Qué quieren?
-Asustarme.- Parecía bastante razonable.
-¿Por qué querrían asustarte?

Quería decir ¿Quién no está intentando asustarme?

-Necesitamos una distracción- Le dije a Vee.
-Exactamente lo que estaba pensando - Dijo ella. - Y sabemos que soy muy buena en eso. Dame tu chaqueta.

Yo me le quedé mirando. - De ninguna manera. No sabemos nada sobre esta persona.
No voy a permitir que salgas vestida como yo. ¿Qué pasa si están armados

-A veces tu imaginación me asusta - Dijo Vee.

Tenía que admitirlo, la idea de que ellos estuvieran armados y listos para matar era un
poco exagerada. Pero con todas las cosas raras que estaban pasando últimamente, no
me culpaba por sentirme alarmada y asumiera lo peor.

-Yo saldré primero - Dijo Vee. - Si ellos me siguen, tú los sigues. Voy a subir la colina,
rumbo al cementerio y luego los vamos a acorralar y les sacaremos algunas respuestas.

Un minuto después, Vee dejó la tienda llevando puesta mi chaqueta y cogió mi paraguas rojo, sosteniéndolo muy bajo sobre su cabeza. Si descontáramos el hecho de que ella era unas cuantas pulgadas más alta que yo y un par de libras más voluptuosa, se confundía conmigo. Agachada tras un perchero de batas de dormir, observé como la figura encapuchada salía de la tienda al otro lado de la calle y seguía a Vee. Me acerqué sigilosamente hasta la ventana. Aunque la sudadera y los jeans anchos lo hacían lucir andrógeno, la manera de andar era femenina. Definitivamente femenina.

Vee y la chica se perdieron de vista en la esquina y yo corrí hasta la puerta. Afuera la
lluvia se había convertido en un aguacero.

Agarrando el paraguas de Vee, aceleré el paso manteniéndome bajo los toldos, libre de lalluvia. Podía sentir el borde de mis jeans mojarse. Deseé haber tenido botas.

Detrás de mi, el muelle se extendía hacia el océano gris. Frente a mi, la línea de tiendas
terminaban en la base de una empinada y verde colina y sobre ella se podía ver la verja
de hierro del cementerio local.

Abrí el Neon, subí la calefacción al máximo y encendí los limpiaparabrisas a toda
velocidad. Conduje fuera del estacionamiento y giré hacia la izquierda, acelerando hacia lo alto de la colina. Hacía mucho viento, los árboles del cementerio se mecían y sus ramas parecían como si cobraran vida a través del loco vaivén de los limpiaparabrisas. Las lápidas de mármol blanco eran las únicas que se podían ver a través de la oscuridad. Las lápidas grises se disolvían en la atmósfera.

De la nada, un objeto rojo se lanzó contra el parabrisas, obstruyó mi línea de visión y
luego voló sobre el auto. Frené en seco y el Neon patinó hasta detenerse a un lado de la carretera.

Abrí la puerta y salí. Corrí hasta la parte de atrás del auto para buscar lo que había
golpeado. Hubo un momento de confusión mientras mi mente procesaba lo que estaba viendo. Mi paraguas rojo estaba enredado en la maleza. Estaba roto; un lado estaba colapsado exactamente de la manera que se esperaría si hubiese sido arrojado contra algo, un objeto más duro.

Escuché un ahogado sollozo a través de la violenta lluvia.

-¿Vee? - Dije. Troté por la carretera, protegiendo mis ojos contra la lluvia mientras
recorría el paisaje. Más adelante yacía un cuerpo y comencé a correr. - ¡Vee! - Me dejé caer de rodillas a su lado. Ella estaba acostada de lado, con sus piernas pegadas contra su pecho y luego gimió.

-¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Te puedes mover? - Eché mi cabeza hacia atrás,
pestañeando contra la lluvia. ¡Piensa! Me dije. Mi teléfono celular está en el auto. Tengo que llamar al 911. - Voy a buscar ayuda - Le dije a Vee.

Ella gimió y se aferró a mi mano.

Yo me bajé hasta quedar al nivel de ella y la aferré firmemente. Las lágrimas quemaron
tras mis ojos. - ¿Qué pasó? ¿Fue la persona que te siguió? ¿Ellos te hicieron esto? ¿Qué
hicieron?

Vee murmuró algo ininteligible que pudo haber sido “bolso”. Lo cierto era que su bolso
no estaba.

-Vas a estar bien. - Luché por mantener mi voz firme. Tenía un oscuro presentimiento
corroyéndome y estaba tratando de mantenerlo a raya. Estaba segura que la persona que me vigilaba en Delphic y la que me siguió hoy en las tiendas era la responsable, pero me culpé por poner a Vee en peligro. Marqué al 911 en mi teléfono y el operador respondió. Tratando de mantener la histeria fuera de mi voz, dije - Necesito una ambulancia. Mi amiga fue atacada y asaltada.

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Mensaje por SweetMess 4/27/2015, 5:18 pm

Capítulo 11.


El lunes lo pasé en las nubes. Fui de clase en clase esperando que sonara la última
campana del día. Antes de ir a la escuela llamé al hospital y me dijeron que el brazo
izquierdo de Vee fue roto durante el ataque y como el hueso no se había alineado,
necesitaba cirugía. Quería verla pero no pude hasta más tarde, cuando la anestesia cedió y los empleados del hospital la movieron hasta su habitación. Era especialmente
importante el que yo escuchara su versión del ataque antes de que ella olvidara los
detalles o los exagerara. Cualquier cosa que ella recordara podría ayudarme a descubrir quién hizo esto.

Mientras las horas se alargaban hasta llegar la tarde, dejé de pensar en Vee y comencé a pensar en la chica afuera del Victoria’s Secret. ¿Quién era ella? ¿Qué quería? Quizá se trataba de una perturbadora casualidad el que Vee fuera atacada minutos después de que viera a la chica seguirla, pero mis instintos no estaban de acuerdo. Deseé poder
haber tenido una imagen más clara de cómo era ella. La ancha sudadera, los jeans y la
lluvia hicieron un buen trabajo disfrazándola. Por lo poco que sabía, bien pudo haber sido Marcie Millar. Pero muy en mi interior sabía que no podía ser ella.

Abrí la puerta de mi casillero para tomar mi libro de biología y luego me dirigí hacia mi
última clase. Entré y encontré vacía la silla de Yulia. Típicamente, ella llegaba al último
momento junto con la campana tardía, pero la campana sonó y el entrenador tomó su
lugar ante la pizarra y comenzó a leer.

Comencé a reflexionar sobre la silla vacía de Yulia. En el fondo de mi cabeza, una
diminuta voz especulaba que su ausencia podría estar relacionada con el ataque hacia
Vee. Era un poco extraño que ella estuviera desaparecida en la mañana después y no podía olvidar el escalofrío que sentí momentos antes de mirar a las afueras del Victoria’s Secret y descubriera que estaba siendo vigilada. Todas las otras veces que me había sentido de esa manera, era porque Yulia estaba cerca.

La voz de la razón extinguió rápidamente la implicación de Yulia. Ella pudo haberse
contagiado de algún resfriado. O se pudo haber quedado sin gasolina de camino a la
escuela y estaba varada a millas de distancia. O tal ves había una gran apuesta en el billar de Bo’s Arcade y ella pensó que eso era más provechoso que pasar una tarde aprendiendo las complejidades del cuerpo humano.

Al final de la clase, el entrenador me detuvo mientras salía por la puerta.


- Espera un minuto, Lena.
Me regresé y subí mi mochila a mi hombro. -¿Sí?
Él me ofreció un pedazo de papel doblado. -La Srta. Greene pasó por aquí antes de la
clase y me pidió que te diera esto - Dijo.
Yo acepté el papel. - ¿La Srta. Greene? - No tenía ninguna maestra con ese apellido.
- La nueva psicóloga estudiantil. Ella acaba de reemplazar al Dr. Hendrickson.


Yo desdoblé la hoja y leí el mensaje garabateado.

Querida Lena,

Yo estaré reemplazando al Dr. Hendrickson y seré tu nueva psicóloga escolar. He visto que has faltado a las últimas dos sesiones con el DR. H. Por favor, ven ahora mismo para poder ponernos al día. He enviado una carta a tu madre para informarle del cambio.

Todo lo mejor, Srta. Greene


- Gracias - Le dije al entrenador mientras doblaba la nota hasta volverla lo
suficientemente pequeña para caber en mi bolsillo.


Afuera en el pasillo seguí a la corriente de personas. Ahora no lo estaba evitando.

Tenía que ir. Me abrí camino por los pasillos hasta que pude ver la puerta cerrada de la oficina del Dr. Hendrickson. Como era de esperar, en la puerta había una placa con un nombre nuevo. El latón pulido resplandecía contra la fea puerta de roble: Srta. D. Greene, Psicóloga Escolar.

Toqué a la puerta y un momento después se abrió. La Srta. Green tenía una piel pálida y sin defectos. Sus ojos eran azules y tenía una boca exuberante. Su pelo era fino, lacio y rubio; le llegaba más allá de los codos y estaba dividido en la coronilla de su ovalado
rostro. Unas gafas puntiagudas color turquesa descansaban en la punta de su nariz y
estaba vestida formalmente con una falda a la rodilla gris y ajustada, y una blusa de seda rosa. Su figura era esbelta, pero femenina. Ella parecía ser mayor que yo por no más de cinco años.


- Tú debes ser Elena Katina. Luces igual que en la foto de tu expediente - Dijo ella, dándome un firme apretón de mano. Su voz era abrupta, pero no ruda. Una voz de negocios.


Echándose para atrás, ella me indicó que entrara a la oficina.


- ¿Te traigo jugo o agua? - Preguntó ella.
- ¿Qué le pasó al Dr. Hendrickson?
- Se retiró antes de tiempo. He estado pendiente a este trabajo desde hace tiempo, así
que me lancé en cuanto estuvo abierta la plaza. Fui al Estado de Florida, pero crecí en
Portland y mis padres todavía viven allí. Es bueno estar otra vez cerca de la familia.


Yo contemplé la pequeña oficina. Había cambiado drásticamente desee la última vez que la vi unas cuantas semanas atrás. El librero que cubría la pared ahora estaba lleno de libros académicos de carpeta dura y apariencia genérica; todos encuadernados en
colores neutrales y con letras doradas. El Dr. Hendrickson usaba las estanterías para
colocar marcos de fotos familiares, pero allí no habían instantáneas de la vida personal
de la Srta. Greene. El mismo helecho colgaba en la ventana, pero bajo el cuidado del Dr. Hendrickson, había sido más marrón que verde. Unos cuantos días con la Srta. Greene y ya parecía coqueto y vivo. Había una silla de estampado rosa al otro lado del escritorio y varias cajas estaban amontonadas en la esquina más lejana.


- El viernes fue mi primer día - Explicó ella al ver que mis ojos caían sobre las cajas. ---Todavía estoy desempacando. Siéntate.


Bajé mi mochila hasta mi brazo y me senté en la silla estampada. Nada en ese pequeño
cuarto me daban claves de la personalidad de la Srta. Greene. En su escritorio tenía una pila de expedientes -no muy ordenados, pero tampoco muy desordenados- y una taza blanca con lo que parecía té. No había rastros de perfume ni de refrescadores de aire. El monitor de su computadora estaba negro.

La Srta. Greene se inclinó sobre un archivero detrás de su escritorio y sacó una carpeta
manila. Con un marcador negro escribió mi nombre en la lengüeta y lo puso en su
escritorio, junto a mi expediente viejo, el cual tenía varias manchas de la taza de café del Dr. Henrickson.

- Pasé todo el fin de semana leyendo los expedientes del Dr. Henrickson, -ella dijo. – Aquí entre nos, su letra me da migraña, así que estoy copiando todos su expedientes. Me sorprendí al ver que él no usaba una computadora para escribir sus apuntes. ¿Quién escribe grandes textos a mano en esta época?


Ella se acomodó en su silla giratoria, cruzando sus piernas y sonriéndome cortésmente.


- Bueno ¿por qué no me cuentas un poco sobre la historia de tus sesiones con el Dr. Henrickson? A penas pude descifrar sus apuntes. Parece que ustedes dos estaban discutiendo cómo te sentías acerca del nuevo empleo de tu mamá.
- No es tan nuevo. Ha estado trabajando allí por un año.
- Ella solía ser ama de casa ¿correcto? Y luego de que tu papá murió, ella tomó unempleo a tiempo completo.- Ella se quedó mirando una hoja de papel que había en mi expediente. - Ella trabaja para una compañía de subastas ¿cierto? Parece que coordina subastas estatales por toda la costa - Ella me observó por encima de sus gafas. – Eso debe requerir mucho tiempo lejos de casa.
- Nos quisimos quedar en nuestra granja - Dije con una voz que casi sonaba a la
defensiva. - No hubiésemos podido pagar la hipoteca si ella hubiese tomado un empleo local.- No es que yo amara mis sesiones con el Dr. Henrickson, pero me encontré guardándole rencor por haberse retirado y por haberme abandonado con la Srta. Greene. Estaba comenzando a sentir algo sobre ella. Parecía atenta a detalles. Podía sentir como se moría de ganas por meterse en cada esquina oscura de mi vida.
- Sí, pero tú debes sentirte muy solitaria estando sola en esa granja
- Tenemos una ama de llaves que se queda conmigo todas las tardes hasta las nueve o diez de la noche.
- Pero una ama de llaves no es lo mismo que una mamá. -Yo miré a la puerta. Ni siquiera intenté ser discreta. - ¿Tienes una mejor amiga? ¿Un novio? ¿Alguien con quién hablar cuando tu ama de llaves no… esta disponible?”- Ella echó una bolsita de té en la taza y luego la levantó para beber de ella.
- Tengo una mejor amiga. - Me propuse decir lo menos posible. Mientras menos dijera, más corta sería la sesión. Mientras más corta la sesión, más pronto podría visitar a Vee.

Sus cejas se arquearon. - ¿Novio?

- No.
- Eres una chica atractiva. Me imagino que alguien del sexo opuesto debe tener algún interés en ti.
- Este es el asunto - Dije lo más paciente posible. - De verdad aprecio que estés tratando de ayudarme, pero hace un año tuve exactamente esta misma conversación con el Dr. Henrickson cuando mi papá murió. Es como regresar en el tiempo y revivirlo todo otra vez. Sí, fue trágico y horrible y aún sigo lidiando con eso todos los días, pero lo que en realidad necesito es seguir adelante.


El reloj en la pared hizo tic tac entre nosotras.


- Bueno - Dijo finalmente la Srta. Greene, forzando una sonrisa. - Me ayuda mucho conocer tu punto de vista, Lena. Lo cual era lo que estaba tratando de entender. Escribiré sobre tus sentimientos en tu expediente. ¿Hay alguna otra cosa de la que quieras hablar?
- No.- Sonreí para confirmar que, de verdad, estaba bien.


Ella hojeó unas cuantas páginas más de mi expediente. No tenía idea de qué
observaciones el Dr. Henrickson habrá inmortalizado allí, y no quería esperar lo suficiente para saberlo.


Levanté mi mochila del suelo y me moví hasta el borde de la silla. - No es que quiera
acortar esto, pero tengo que estar en otro lugar a las cuatro.

- ¿Ah sí?

No tenía ningún deseo de contarle a la Srta. Greene sobre el ataque a Vee. - Tengo que
buscar información en la biblioteca - Mentí.

- ¿Para qué clase?

Dije la primera respuesta que me vino a la mente. - Biología.
- Hablando de clases ¿cómo te va en ellas? ¿Algún problema en esa área?
- No.

Ella pasó unas cuantas páginas más de mi expediente. - Excelentes calificaciones -Observó ella. - Dice aquí que eres tutora de tu compañera de biología, Yulia Volkova -
Ella me miró, aparentemente queriendo mi confirmación.


Estaba sorprendida de que mi tarea como tutora era lo suficientemente importante para que llegara hasta el expediente del psicólogo escolar. - Hasta ahora no hemos podido reunirnos. Conflicto de horarios. - Me encogí de hombros como queriendo decir, qué se le puede hacer.


Ella le dio golpecitos a mi expediente, luego recogió todas las hojas sueltas y las guardó
en el nuevo expediente que había identificado a mano. - Para darte una advertencia
justa, voy a hablar con el Sr. McConaughy para establecer ciertos parámetros en tus
sesiones de tutoría. Me gustaría que todas las reuniones se hagan aquí en la escuela,
bajo la supervisión directa de un maestro o cualquier otro miembro de la facultad. No
quiero que le des tutorías a Yulia fuera de la propiedad escolar. Especialmente no quiero que ustedes dos se reúnan a solas.

Un escalofrío recorrió mi piel. - ¿Por qué? ¿Qué pasa?

- No puedo discutirlo.


La única razón que se me ocurría para explicar el por qué ella no me quería sola con
Yulia era que ella era peligrosa. Mi pasado podría asustarte, ella me había dicho en la
plataforma de desembarque del Arcángel.


- Gracias por su tiempo. No te retrasaré más - Dijo la Srta. Greene. Ella caminó a grandes pasos hasta la puerta, la mantuvo abierta con su delgada cadera y se despidió con una sonrisa que pareció mecánica.


Llamé al hospital después de dejar la oficina de la Srta. Greene. La cirugía de Vee había
terminado, pero ella seguía en la habitación de recuperación y no podía tener visitas
hasta las siete de la noche. Consulté el reloj de mi teléfono. Tres horas. Encontré el Fiat
en el estacionamiento de estudiantes y me metí en él esperando que pasar una tarde
haciendo mis tareas en la biblioteca haría que la espera fuera más corta.

Me quedé en la biblioteca toda la tarde y antes de que me diera cuenta, el reloj en la
pared había pasado calladamente al anochecer. Mi estómago rugió contra el silencio de la biblioteca y mis pensamientos fueron hacia la máquina expendedora que estaba en la entrada.

Lo último de mi tarea podía esperar hasta más tarde, pero aún quedaba un proyecto que requería la ayuda de los recursos de la biblioteca. En casa tenía una anticuada
computadora IBM con conexión de Internet dial-up y normalmente evitaba bastantes
gritos y tirones de cabello innecesarios utilizando el laboratorio de computadoras de la
librería. A las nueve de la noche tenía que entregar una reseña de Othello al editor del
eZin y me había propuesto ir a comer tan pronto lo terminara.

Guardando todas mis pertenencias, caminé hasta los elevadores. Ya adentro, presioné el botón para cerrar las puertas, pero no presioné el número del piso de inmediato. Saqué mi celular y llamé otra vez al hospital.

- Hola - Le dije a la enfermera que contestó. - Mi amiga esta en recuperación por una cirugía y cuando verifiqué temprano en la tarde, me dijeron que saldría de recuperación esta noche. Su nombre es Vee Sky.
Hubo una pausa en donde solo se escuchaba el clic del teclado de la computadora. -
Parece que dentro de una hora la van a llevar a un cuarto privado.
- ¿Cuándo termina las horas de visita?
- A las ocho.
- Gracias. - Me desconecté, presioné el botón del tercer piso y comencé a ascender.


En el tercer piso, seguí los letreros hacia la sección de colecciones esperando que si leía varias reseñas de teatro en el periódico local, iluminaría mi musa.


- Disculpe - Le dije a la bibliotecaria detrás del escritorio de colecciones. - Intento
encontrar copias de crónicas o el Portland Press Herald del año pasado. Particularmente la sección de teatro.
- No tenemos cosas tan recientes en la sección de colecciones - Dijo ella - Pero si buscas online, creo que el Portland Press Herald tiene archivos en su página. Sigue directo por el pasillo que esta tras de ti y verás a tu izquierda el laboratorio de computadoras. – Dentro del laboratorio firmé para usar una computadora. Estaba apunto de sumergirme en mi tarea cuando una idea se me cruzó. No podía creer que no se me hubiera ocurrido antes.


Luego de confirmar que nadie estaba mirando sobre mi hombro, busqué “Yulia Volkova” en Google. Tal vez encontraría algún artículo que arrojara luz sobre su pasado.

Tal vez tenía un blog.

Fruncí el ceño al ver los resultados de mi búsqueda. Nada. Ningún Facebook, ningún
MySpace, ningún blog. Era como si ella no existiera.


- ¿Cuál es tu historia, Yulia? - Murmuré. - ¿Quién eres realmente?


Media hora después había leído varias reseñas y mis ojos estaban vidriosos. Extendí mi
búsqueda online a todos los periódicos en Maine. Un enlace al periódico de la Preparatoria Kinghorn llamó mi atención y pasaron unos segundos antes de que
reconociera el nombre. Sash se había transferido de la Preparatoria Kinghorn. Por puro
capricho, decidí leerlo. Si la escuela era tan elite como Sash decía, probablemente
tendría un periódico respetable.

Pinché el enlace, busqué en la página de archivo y al azar escogí febrero 10 de este año.

Luego de un momento tuve un encabezado.

ESTUDIANTE INTERROGADO POR ASESINATO EN LA PREPARATORIA KINGHORN

Moví mi silla para acercarme más, atraída por la idea de leer algo más emocionante que las reseñas de teatro.

El estudiante de dieciséis años de edad que asiste a la Preparatoria Kinghorn y fue
interrogado por la policía en relación a lo que ha sido bautizado como “El Colgado de
Kinghorn”, ha sido liberado sin ningún cargo. Después de que el cuerpo de Kjirsten
Halverson, de dieciocho años de edad, fuera encontrado colgado de un árbol del campus de la Preparatoria Kinghorn, la policía interrogó al estudiante de segundo curso Sash Kuzma, quién fue visto con la víctima en la noche de su muerte.

Mi mente procesaba la información lentamente. ¿Sash fue interrogado como parte de
una investigación de asesinato?

Halverson trabajaba como mesera en Blind Joe’s. La policía confirmó que Halverson y
Kuzma fueron vistos caminando juntos en el campus, tarde en la noche del sábado. El
cuerpo de Halverson fue descubierto en la mañana del domingo y Kuzma fue liberado
en la tarde del lunes luego de que una nota suicida fuera encontrada en el apartamento de Halverson.


- ¿Encontraste algo interesante?


Salté al escuchar la voz de Sash detrás de mí. Me giré y lo encontré recostado del marco de la puerta. Sus ojos estaban estrechos y su boca parecía una línea recta. Algo frío me recorrió, como un sonrojo, pero al revés.

Moví mi silla un poco a la derecha, intentando ponerme frente al monitor de la
computadora.


- Estoy… Estoy terminando mi tarea. ¿Y tú? ¿Qué estas haciendo? No te
escuché venir. ¿Desde cuándo estas ahí parado? - Mi voz se escuchaba por todo el lugar.


Sash se alejó del marco y entró al laboratorio. Sin mirar, busqué a tientas el botón de
apagar.


- Estoy intentando inspirarme para una reseña de teatro que se supone debo
entregar a mi editor más tarde en la noche.- Todavía seguía hablando demasiado
rápido. ¿Dónde estaba el botón?
Sash observó alrededor mío. - ¿Reseñas de teatro?

Mis dedos rozaron un botón y escuché el monitor ponerse negro. - Lo siento, ¿qué dijiste que estabas haciendo?

- Estaba pasando por aquí cuando te vi. ¿Pasa algo? Pareces… nerviosa.
- Ah, es un bajón de azúcar. - Puse mis papeles y mis libros en una pila y los metí dentro de mi mochila. - No he comido desde el almuerzo.

Sash agarró una silla y la rodó hasta estar junto a mí. El se sentó con el espaldar de la
silla frente a él y se acercó más, invadiendo mi espacio personal. -Tal vez te pueda
ayudar con la reseña.

Yo me alejé. - Vaya. Eso es de verdad muy amable de tu parte, pero lo voy a dejar por
ahora. Necesito comer algo. Es buen momento para un descanso.

- Déjame comprarte comida - Dijo él. - ¿No hay un restaurante a la vuelta de la
esquina?
- Gracias, pero mi mamá me estará esperando. Estuvo fuera del pueblo toda la semana y regresa hoy.- Me paré y traté de pasarle, pero él sacó su celular y me detuvo con él en el ombligo.
- Llámala.

Yo miré el teléfono y pensé en una excusa. - No me permiten salir en noches de
escuela.

- Se le llama mentir, Lena. Dile que tu tarea te tomó más tiempo del que pensabas. Dile que necesitas otra hora en la biblioteca. Ella no sabrá la diferencia.


La voz de Elliot había cobrado un tono que nunca antes había escuchado. Sus ojos verdes me abofetearon con una frialdad recién descubierta y su boca se veía más delgada.


- A mi mamá no le gusta que ande con chicos que no conoce - Dije.

Sash sonrió, pero no era una sonrisa cálida. - Ambos sabemos que no te preocupan
mucho las reglas de tu mamá porque la noche del sábado estuviste conmigo en
Delphic.


Tenía mi mochila colgada de un hombro y estaba agarrando el mango. Ni dije nada. Pasé a Sash y salí rápidamente del laboratorio, dándome cuenta de que si él encendía el monitor, vería el artículo. Pero no había nada que pudiera hacer ahora.

A mitad de camino hacia el escritorio de colecciones, me atreví a mirar sobre mi hombro.

La pared de cristal del laboratorio mostraba que estaba vacío. Sash no se veía por
ninguna parte. Regresé a la computadora, manteniéndome en guardia en caso de que él apareciera. Encendí el monitor; el artículo de la investigación del asesinato aún seguía allí. Envié una copia a la impresora más cercana, la guardé dentro de mi carpeta, cerré laventana de internet y me apresuré a salir.
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