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BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS

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BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS  - Página 2 Empty Re: BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS

Mensaje por Admin 12/21/2014, 5:41 am

Capítulo 18

A la mañana siguiente, mi celular me despertó de un profundo sueño. Mi cabeza estaba protegida contra el cálido pecho de Julia, mis piernas entrelazadas con las suyas. En su mesita de noche, mi celular sonó, tocando el timbre de Sara.
Me levanté de golpe al escucharlo e hice una mueca de dolor, cuando me di cuenta de que mi largo cabello estaba atrapado debajo de su cabeza.
Abrió sus ojos y me sonrió.
—Buenos días. ¿Dormiste bien?
Desenredé mis piernas de las suyas.
—No recuerdo haberme ido a dormir en absoluto —bromeé.
Quería deslizarme bajo ella y sentir su maravilloso peso sobre mí.
Quería hacer una madriguera en su pecho y dejar que el mundo desapareciera.
Mientras, el teléfono seguía sonando con el timbre de Sara, suspiré.
—Tengo que atender.
Se acercó y me tendió el teléfono.
Abrí mi celular.
—Hey.
—¡Hey, Len! —dijo ella, completamente alegre—. Tardaste mucho en contestar. ¿Qué sucede?
—Nada —dije, esperando que ella no escuchara el sonrojo en mi voz. Julia me llevó de vuelta con ella y me retorcí lejos—. ¿Cómo estás? ¿Está todo bien?
—Todo está bien. Bastante tranquilo. Más que todo hemos estado jugando en la computadora. Ramsey es terrible en ello, pero creo que lo sigue intentando por mi bien. —Podía escucharla masticando algo, probablemente una tostada—. ¿Qué hay sobre ti? ¿Te mantienes ocupada?
Me atraganté.
—Uh… sí, estoy… estoy bien. —Una risa nerviosa escapó de mi garganta—. Sólo manteniéndome ocupada con el trabajo y todo eso.
—Mmmhmm. —Se detuvo—. Julia está justo ahí, ¿no es así?
Oh, Dios, dispárame ahora.
—No, ella no está aquí. ¿Qué te hace pensar eso?
—Tienes ese chillido agudo en tu voz. —Masca, masca—. Y Ramsey me dijo que Julia está loca por ti. A ti también te gusta, ¿cierto?
Julia resopló y frotó su pie contra mi pantorrilla.
—Nunca he usado la palabra “loca”.
Por supuesto, Julia podía escuchar todo lo que Sara decía. ¿Qué podía ser más humillante que eso?
—No está sucediendo nada —dije, aun cuando la mano de Julia se deslizó por mi espalda desnuda y la pellizcó, haciéndome chillar.
—Claro que está sucediendo algo. Estás saliendo con ella. Están durmiendo juntas.
—Hablaremos de esto después —dije, ahogando el gemido que amenazaba con salir, cuando los dedos de Julia danzaron ligeramente a lo largo de la parte interna de mi muslo—. ¿Qué sucede?
—Es que, uh, no sé cómo decirte esto —dijo Sara lentamente y mi corazón cayó.
—¿Qué es? —Mi mente automáticamente entró en pánico. Si dejábamos la ciudad esta noche, todavía podríamos alejarnos.
Escondernos bajo el manto de la oscuridad…
—Ramsey lo sabe —dijo.
—¿Qué sabe? —Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. Tal vez estábamos hablando sobre dos cosas distintas.
—¿Sobre el asunto lobuno? —dijo Julia perezosamente—. Siempre lo ha sabido.
Dejé de respirar. No podía pensar.
—Te llamaré de nuevo —le dije a Sara sin respiración, luego colgué el teléfono—. ¿A qué te refieres? ¿Cuál asunto lobuno?
—Tu hermana es el lobo que la manada Anderson ha estado buscando —dijo, siguiéndome hasta la cama, un gato acechando a su presa, me eché hacia atrás.
Estaba paralizada.
—¿Cómo… cómo lo supiste?
Se encogió de hombros.
—Cualquier cambiador con una nariz lo puede decir, tan pronto como ella entra por la puerta. Seguía sintiendo el aroma de lobo en ti y pensé que lo habías pescado en tu trabajo, pero cuando conocí a Sara, todo encajó. Por eso Ramsey es su sombra; la va a mantener a salvo hasta que consigamos tener a Savannah de vuelta.
Las lágrimas en mis ojos, hicieron mi vista difusa. Me sentía… no sabía cómo me sentía. Era un volcán, a punto de explotar de rabia. Era un balón que acababa de ser desinflado. Repetí las palabras de Julia, aún sin comprender.
—¿Él la va a mantener a salvo?
Sus manos se deslizaron en mi cintura y me tiró de vuelta a la cama, debajo de ella, entonces comenzó a presionar besos en mi ombligo.
—Eso es lo que dijo.
—Pero… pero los lobos…
—Nunca les daríamos a tu hermana a cambio de la nuestra —dijo y mordisqueó mi estómago—. Te das cuenta de eso, ¿no es así?
¿Sara estaba totalmente a salvo? ¿Nadie podía cambiarla a los lobos, alejándola de mí por siempre? El alivio era tan abrumador que sentía como si estuviera sollozando. Por seis largos años habíamos sido nosotras contra el mundo, siempre escondiéndonos, siempre asustadas. Ahora, sabiendo que teníamos gente para compartir nuestra carga, me sorprendió en silencio.
—¿Quieres hablar sobre ello? —preguntó Julia.
¡No!
Pero eso no era justo. Sabía que tenía que decir las palabras de alguna forma. Respiré profundo, tratando de darme valor.
—Cuando estaba en mi primer semestre, en la universidad, Sara conoció a un hombre. Ella solo tenía diecisiete y él era muy controlador. Cuando me enteré de que ella se estaba mudando con él, fui a casa para tratar de darle algo de sentido común. Ella se puso tan furiosa que… se transformó en un lobo justo frente a mis ojos. Fue entonces cuando aprendí sobre los hombres lobos. Y que ella había sido mordida. Tratamos de ocultarla, pero él volvió por Sara y… lo maté. Le disparé.
¿Odiaría ella que yo hubiese matado a un hombre? Tenía sangre en mis manos, y no estaba arrepentida en lo más mínimo.
Julia descansó su barbilla en mi estómago, mirándome.
—Fue necesario —dijo simplemente—. Necesitabas mantenerla a salvo.
—Le disparé después de que él también me mordió —dije con suavidad—. Iba matar a Sara, lo asesiné a tiros y lo enterré en el patio trasero.
Los ojos de Julia brillaron y supe que no me desaprobaba. Entendía que se tenía que hacer lo necesario para mantener a los seres queridos a salvo.
Presionó otro beso en mi estómago, luego me miró.
—¿Pero tú no te convertiste?
Sacudí mi cabeza.
—No me afectó en lo absoluto. No sé por qué Sara era más susceptible que yo, pero simplemente lo fue. Ella se convirtió en lobo y yo me convertí en…
Su cuidadora, quería decir, pero me pareció muy injusto. Sara no lo había escogido. Cuando la había encontrado, había estado destrozada, asustada y tan cerca ser salvaje, la cuidé desde el borde.
No me arrepentía de nada.
No parecía sorprendido por mis palabras.
—Eso sucede. Algunas personas nacen inmunes. La teoría es que, la mayoría de las personas tienen un ancestro cambiador, por lo tanto llevan el gen y son susceptibles. Es extraño encontrar a alguien que sea totalmente inmune.
—Sara y yo tenemos madres diferentes —le recordé—. ¿Pero sabes lo que esto significa?
—¿Qué?
Tragué con fuerza.
—No puedes convertirme. Nunca seré una cambiadora. Nunca seré capaz de tener hijos con un cambiador.
Esperé que entendiera que nunca podría ser la pareja correcta para ella, para que se endureciera y se alejara. En lugar de ello, mordió mi cadera lo suficientemente fuerte para que chillara por la sorpresa.
—¡Hey! ¡Estoy tratando de decirte algo aquí!
—Estás diciéndome que no puedes tener mi camada, por lo tanto, puedo morderte tanto como quiera —dijo, su voz baja y alegre—. ¿O me perdí algo?
—¿No te importa?
Sus dedos se flexionaron contra mis caderas, de la misma forma en que un gato se sobaría y me dio una mirada seria.
—Si es importante para ti, siempre podríamos adoptar. Conozco a un gentil were-oso que podría necesitar un hogar.
Solté un bufido.
—Absolutamente no.
Sonrió.
—Estás distrayéndome de tu historia. ¿Así que tú y Sara mataron al maldito lobo y huyeron de la manada?
Asentí.
—Nos mudamos a otro estado, buscando algún lugar con menos lobos. Giselle me ofreció un trabajo de oficina pero no dijo de qué se trataba, y casi me desmayo del susto cuando me di cuenta exactamente de qué clase de negocio se trataba. Pensé que me había puesto una trampa.
Ella se rió.
—Lo apuesto.
—Pero necesitábamos tanto el dinero que tuvimos que quedarnos. No teníamos opción. —Pasé mis dedos a través de su cabello—. Unas cuantas semanas pasaron y Giselle no dijo nada sobre Sara. Luego sugirió que contratara a mi hermana para que echara una mano en la oficina. Sara estaba cansada de huir, así que fue ese primer día pensando que Giselle la destrozaría, pero… nada. Giselle no tenía idea de lo que era Sara, o al menos, pensé que no lo hacía. Parecía la forma perfecta de mantener control sobre la manada de lobos y escondernos justo bajo sus narices, si éramos cuidadosas. —Suspiré. Contar la historia estaba quitando un peso inmenso de mis hombros—. Hemos sido cuidadosas por seis años. Sara puede controlarlo un poco mejor, pero aún tiene malos momentos, un montón de ellos.
—¿Y tú nunca hasta tenido citas? ¿Con nadie?
Sacudí mi cabeza.
—Habría puesto a Sara en riesgo.
—Has tenido una vida dura, pero eso te ha hecho fuerte. —Descansó su barbilla en mi estómago, como si estuviese pensando y luego dijo—: ¿Es por eso que dijiste que no querías estar conmigo?
—Esa era la razón original. Pero ahora Giselle sabe el secreto de Sara. Y la va a vender a los lobos a menos de que yo siga saliendo con las personas que ella fije para mí.
Un bajo y posesivo gruñido empezó en su garganta.
—No vas a salir con nadie más. Vas a estar conmigo, y juntas vamos a proteger a Sara. ¿Entendido?
No estaba segura de poder entregar el bienestar de Sara a otra persona tan fácilmente. Estaba muy acostumbrada a encargarme de todo, de siempre estar vigilante.
—¿O es que realmente no quieres salir conmigo? —Los ojos azules de Julia buscaban mi rostro—. ¿Es ese el por qué?
Me di cuenta de que había herido sus sentimientos.
—Tú sabes eso, Julia.
—De hecho, no lo sé. —Su voz sonaba triste.
Le miré, la vulnerabilidad luchando con la timidez. Abrí la boca y salió un chillido. Mortificada, aclaré mi garganta y lo intenté de nuevo.
—Yo…
—¿Tú…? —Alzó una ceja, esperando.
Golpeé su torso desnudo.
—Me gustas, ¿está bien? Al principio solo salí contigo por el asunto de Rosie, pero dormí contigo porque me gustas. Estoy en esta cama contigo porque me gustas, no por algo que le deba a Giselle. Tal vez, me gustas demasiado.
Sonrió, el felino confiado de nuevo, quitó un mechón de pelo de mi mejilla.
—Lo sé.
—Si lo sabías, ¿por qué me hiciste decirle en voz alta? —Mi cara se calentó. Odiaba abrirme de esa forma.
Julia inclinó su cabeza, observándome.
—Quería asegurarme de que tú también lo sabías.
—Oh, gracias, maestro zen —dije sarcásticamente y la empujé, no se movió. Con un suspiro, pasé mis manos por su espalda—. Supongo que debería llamar a la oficina y decirles que no puedo ir por un par de días más. Pasar desapercibida hasta que resolvamos todo esto y que tanto Sara como Savannah estén a salvo.
—Deberías. —Estuvo de acuerdo. Sus músculos se flexionaron bajo mis manos, claramente disfrutando mis caricias.
Seguí deslizando mis manos sobre su espalda, fascinada con el juego de músculos bajo su suave piel. Tenía las más asombrosas hendiduras, y llevé mis dedos al crecimiento de sus nalgas.
Si todos los cambiaformas estaban hechos tan maravillosamente como ella, ¿por qué necesitaban un servicio de citas? Mis dedos deslizaron a sus nalgas y las apreté, luchando con la repentina necesidad de morder los redondeados músculos.
Los ojos de Julia brillaron, con ese felino azul-oro.
—Lo estás haciendo de nuevo —dijo con voz ronca.
—¿Haciendo qué? —Levanté la mirada hacia ella, con los ojos chispeantes.
—Pensando en sexo —murmuró, luego su boca descendió a mi cuello.
—Es una lástima que el pensamiento es lo único que esté sucediendo — bromeé.
Su mano se deslizó bajo mi pierna, incursionando alrededor de mi cintura, y el resto fue justo como esperaba.
* * *
Nadie contestaba el teléfono en la oficina. Eso me molestaba y cuando le sugerí que comprobáramos las cosas, Julia no protestó. Eso me permitiría explicarle a Giselle cara a cara, porque tenía que estar ausente, y también me permitiría saber lo que estaba pasando.
Abrí la puerta.
La oficina estaba en silencio. ¿Marie y Ryder se habían tomado unas cuantas horas? Si así era, ¿quién estaba a cargo de la oficina? ¿Giselle?
Eso explicaría por qué las llamadas no eran contestadas, pensaba que era demasiado buena para eso. Un rápido vistazo a su despacho mostró que la luz estaba encendida, la puerta cerrada.
—Voy a hablar con Giselle y obtener algo de tiempo libre del trabajo. Te quedas aquí —le dije a Julia.
—No huelo a nadie —dijo y pasó junto a mí—. No recientemente, de todos modos. —Arrugó la nariz, como si oliera algo—. ¿Old Spice?
La colonia de Jason era tan fuerte que, probablemente, se había quedado y la sensible nariz de Julia la había captado.
—Un cliente que vino ayer —dije.
Se dirigió a la oficina de Giselle, planté mis manos en su espalda y lo llevé hacia la sala de archivos.
—Déjame hablar con ella primero, Julia. —Cuando se resistió, continué—. Cinco minutos. Eso es todo lo que pido.
—¿Y te quedarás conmigo hasta resolver esto, para que pueda protegerte?
—Sí, pero tengo que dejar tranquila a Giselle. No le va a gustar si vienes y te diriges a ella, lanzando autoridad a su alrededor y exigiendo cosas. Déjame manejarlo.
—Está bien. Cinco minutos. Pero no más.
Asentí con la cabeza, me dirigí a la oficina de Giselle y llamé a su puerta.
No hubo respuesta.
Abrí la puerta y me asomé. No había nadie allí. Eso era extraño. Si Giselle no estaba, entonces, ¿quién estaba a cargo de la oficina?
Eso hacía que salir del trabajo fuera un poco más fácil, sin embargo.
Destellos de culpa me molestaron, cuando me di cuenta de que no había nadie, pero no podía quedarme y esperar a que alguien se presentara. Me fui al otro lado de la mesa de Giselle y tomé un pedazo de papel para dejarle una nota.

Giselle, surgió una emergencia familiar. Llámame a mi celular y te explicaré.

Escribí mi número de celular y firmé la nota, con la esperanza de que ella lo entendiera. Estudié la nota por un momento, mordiéndome el labio. ¡Oh! ¿A quién quería engañar? Ella no lo compraría. Tamborileaba los dedos sobre la mesa con frustración y por accidente golpeé su ratón.
El monitor de la computadora parpadeó y la pantalla de Giselle se iluminó.
Me quedé helada. Giselle me mataría si sabía que había visto el fondo de pantalla del escritorio, había una foto muy comprometedora de ella y tres marineros. ¡Oh, mi Dios!
¿Cómo lo podía ver todos los días y aun así realizar su trabajo? No lo sabía.
Las ventanas parpadeaban en su pantalla, e hice click en una. Una ventana de conversación con BigWilly69 (hombre encantador, estoy segura) enviaba mensajes frenéticos.

¿SIGUES AHÍ? ¿ESTAS VIVA? HOLA LOL.

Todas decían 10:49 de la noche. Extraño. Hice clic en algunos de los otros mensajes y me encontré la misma cosa, aunque uno había enviado una foto de su pene. Bien. Rápidamente le di clic para cambiarlo.
¿Tal vez sólo había olvidado apagar la computadora cuando salió de la oficina?
Un nuevo mensaje apareció.

Giselle, ¿estás ahí?

El nombre en la pantalla era Jason_ontheprowl.
¿Jason?
Dudé un momento, después escribí: Hola Jason, es Lena. Estoy tomando prestado el equipo de Giselle.

Pasó un largo momento. Entonces la respuesta de Jason iluminó la pantalla.

Lena (una cara sonriente seguía a mi nombre) ¿Estás bien? Te fuiste tan rápido ayer por la noche. Tenía la esperanza de que pudiéramos hablar. ¿Esta noche, tal vez? ¿Bebidas en mi casa?

Uf. ¿Había ido directamente con Giselle para tratar de establecer más citas?

Algo ha surgido. Escribí. ¿Podemos quedar la próxima semana?

O nunca. Nunca sería un muy buen momento para ponerse al día.
Claro. Escribió, otra cara sonriente. Yo te llamo. Bien, adiós.

Y a continuación, salí de la sesión de chat. El calendario estaba debajo de la ventana y le eché un vistazo.
Había reservado tres citas más para mí hoy. Garth una vez más, Jason en la noche, y un chico nuevo llamado Ricardo por la tarde. Había etiquetado cuidadosamente cada cita con el ID del perfil del cliente, la suma que había pagado por la cita, y una dirección de correo electrónico.
Envié correos electrónicos rápidos para los hombres explicando que iba a estar fuera de la ciudad, luego eliminé la evidencia incriminatoria de la carpeta de correos enviados de Giselle.
—¿Lena? —llamó la voz inquisitiva de Marie.
—Aquí —contesté.
Entró en la oficina de Giselle, un momento después, hizo un gesto con el pulgar detrás de ella y me dio una mirada de curiosidad.
—Encontré un perro callejero. ¿Podemos quedárnoslo?
Detrás de ella, Julia salió de las sombras y me sonrió.
—Han pasado diez minutos.
Levantó la cabeza y olfateó el aire una vez, luego se frotó la nariz. El olor a Old Spice debía realmente molestarle.
—Estaba apagando el equipo de Giselle, he terminado.
Marie miraba a Julia con una expresión más bien de adoración en la cara.
—Tómate tu tiempo. Puedo hacer un poco de café, si vas a quedarte allí —dijo, y me di cuenta que no estaba hablando conmigo. La irritación destelló.
Julia sonrió, pero su mirada descansaba en mí.
—Gracias, pero tenemos que irnos.
Asentí con la cabeza y rodeé la mesa de Giselle. Mi zapato se deslizó por las baldosas y estuve a punto de plantar la cara en el suelo, pero Julia se lanzó más allá de Marie y me agarró.
—Lo siento —susurré, distraída por su proximidad—. Resbalé con algo.
Miré hacia abajo y vi manchas oscuras en el azulejo, pegajosas y de color rojo.
Sangre.
La cara de Julia palideció.
—No lo huelo —murmuró con asombro, mientras me condujo fuera de la oficina de Giselle y me apresuró a través de la oficina principal.
—¿Adónde vas? —exclamó Marie detrás de nosotros—. ¿Qué está pasando?
—Lena está en peligro. —Julia no aminoró el paso, empujándome hacia la puerta—. Voy a enviar a alguien para cuidar de la oficina. Quiero que salgas con nosotros, ¿entiendes?
Ella asintió asustada, miró hacia atrás, a la oficina de Giselle, y luego nos siguió.
Yo no me movía lo suficientemente rápido para Julia. Me alzó en sus brazos como si no pesara nada y me llevó hasta el coche. Ramsey nos había conseguido un coche de alquiler en algún punto de la noche anterior y Julia me empujó en el asiento trasero.
—Acuéstate y cúbrete con el abrigo hasta que te diga.
Oí a Marie deslizarse en el asiento delantero y acostarse, su respiración aterrorizada, fuerte y ronca. Por el amor de Dios. No era como si francotiradores fueran a dispararnos desde los tejados o algo así.
—Julia, estás segura…
—Acuéstate —gruñó, y lo hice. Cerró la puerta tras de mí, y me quedé allí, casi sin atreverme a respirar. Afuera, iba y venía, haciendo sonar las llaves, lista para arrancar.
Me pareció que pasaba una eternidad antes de que oyera otras voces, y me senté para echar un vistazo. Los otros miembros del clan Volkova habían llegado. A la vista de ellos, Marie salió del coche, les di una mirada firme y me quedé donde estaba, Julia y sus hombres investigaron el edificio. Uno de ellos se quedó en el exterior, protegiéndome en la parte trasera del coche y luego reapareció Julia.
Los hombres hablaban en voz baja, pero su lenguaje corporal era un poco más relajado. A salvo por ahora. Julia abrió mi puerta y me deslicé fuera del coche.
—¿Marie va a estar bien?
—Sí. Dos de los chicos se quedarán con ella.
—¿Cómo es que no oliste la sangre? —pregunté.
—Había muchos otros olores, polvo, colonia, flores. Tú. —Miró hacia mí—. El Old Spice molesta mi nariz, por lo que me centré en tu olor y nada más. —Me miró enojada—. Fue estúpido de mi parte.
Me senté en silencio, halagada, luego Julia salió a la calle. Tenía un millón de preguntas, pero en todo lo que podía pensar era en la piscina de sangre medio seca debajo de la silla de Giselle.
Regresamos al hotel en silencio. Estaba perdida en mis pensamientos y Julia no parecía dispuesta a hablar tampoco. El hotel estaba animado esta mañana, gente consiguiendo café antes de ir a conferencias o reuniones, personas con maletas retirándose. Me estremecía cada vez que alguien me miraba, entonces me di cuenta de que era porque llevaba un suéter sucio y sin medias en invierno.
Mi mano se cerró en un puño. Julia me llevó de regreso a través del laberinto de habitaciones del hotel, su rostro sombrío, sus ojos entrecerrados y fríos. Determinada. Enojada. Se detuvo frente a nuestra puerta, olfateando el aire y luego sacó la tarjeta-llave.
—Julia —dije—. No tengo nada de ropa. —En el estado de furiosa protección en el que se encontraba, podía no salir por varios días.
Me dirigió una mirada dura.
—No vamos a volver a casa.
—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer?
Echó un vistazo a mi vestido.
—Lavarlo en el lavabo.
Típica respuesta masculina.
—¿Estás consumiendo drogas? —Una pareja de ancianos pasó por el pasillo, mirándonos. Tal vez hubiera sido un poco escandalosa. Ups. Me incliné, bajando mi voz a un susurro—. No tengo bragas.
Una leve sonrisa iluminó su rostro.
—¿Estás coqueteando conmigo?
—¡No! Te digo que necesito algunas bragas —susurré con furia—. Tenemos que ir a la tienda…
—Demasiado arriesgado —interrumpió.
¿La tienda? ¿Arriesgada? ¿Estaba loca?
—Entonces llama a Ramsey y dile que me traiga ropa interior.
Me miró por un momento.
—No.
Parpadeé sorprendida.
—¿Qué quieres decir con “no”? Necesito ropa.
Abrió la puerta e hizo un gesto para que entrara.
—Tu vida está en peligro. Puedes ir de compras más tarde.
Me pellizqué el puente de la nariz. La vena me estaba palpitando e iba a estallar muy pronto si no golpeaba algo.
—No me estás escuchando… —comencé.
—No me estás escuchando —dijo, poniendo su mano en la parte baja de mi espalda y básicamente empujándome hacia delante.
Planté los pies, furiosa.
—Julia Olegovna Volkova. Si tengo que estar en esta habitación durante todo el día discutiendo para poder conseguir algunas bragas, entonces, por Dios, eso es lo que voy a hacer. —Apoyé mis pies contra el marco de la puerta, mirándole.
Me hizo cosquillas a los costados y me desplomé en un ataque de risa.
Me agarró por la cintura y me llevó dentro, tirándome sobre la cama, y deslizándose sobre mí. Un esbozo de sonrisa había vuelto a su rostro severo.
—¿Bragas? —preguntó.
—Bragas —afirmé—. Jeans y una camiseta serían apreciados, también.
Se inclinó y me besó.
—Tus deseos son mis órdenes. Voy a ver que puede gorronear Ramsey.
Tuve imágenes mentales de un oso mendigando por bragas con volantes y resoplé.
—Tal vez Sara debería ayudarlo.

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BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS  - Página 2 Empty Re: BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS

Mensaje por Admin 12/21/2014, 5:42 am

Capítulo 19

Ramsey llamó a la puerta del hotel una hora más tarde, bolsas en mano. Julia salió para tener una conversación en privado con su teniente, me pasé los siguientes minutos eligiendo entre la ropa y me puse unos pantalones de mezclilla, una camiseta con el logo de la empresa de Julia en ella, y unas bragas nuevas. Incluso había un par de zapatos Keds. Lindo.
Metí mi celular en el bolsillo trasero del pantalón y de inmediato comenzó a vibrar. Sorprendida, lo saqué y me quedé mirando la pantalla.
Se leía Gis-celular. Levanté la tapa y contesté cautelosamente.
—Giselle, ¿dónde estás…?
—Hola, Lena. —La voz era excesivamente dulce, petulante. No la reconocí, y seguro que no era Giselle. Había algo en el tono que me inquietaba—. Quédate tranquila y escucha lo que digo, o tu hermana Sara morirá.
Me quedé helada, la oscuridad arrastrándose ante mis ojos. El aire salió de golpe de mis pulmones. ¿Quiénes tenían a Sara? Ramsey la estaba manteniendo a salvo… Eché un vistazo al pasillo, donde lo acaba de ver, luego tragué saliva.
—¿Quién es?
—Soy Arabella. ¿Me recuerdas?
—Me acuerdo de ti. —Miré hacia la puerta, pero los hombres seguían murmurando afuera. Me pasé al baño y cerré la puerta detrás de mí—. ¿Tienes a Sara?
—Sí —alardeó ella—. Y a tu jefa, también, quienes están pasando por un terrible dolor en este momento. ¿Quieres hablar con ella?
Dios, no. Pero esa no era una buena respuesta.
—Sí.
Había un poco de estática, y luego escuché un gemido de dolor, seguido de un sollozo. ¿Giselle?
El teléfono se apartó y escuché la suave risa de Arabella.
—Ups. Suena como que no puede tomar la llamada justo ahora. Qué lástima.
—Déjame hablar con Sara.
—Ella está inconsciente por el momento.
Mi corazón se paralizó.
—Si le has hecho daño…
—No lo he hecho todavía —interrumpió—. Por lo menos no demasiado.
Voy dejarle eso a la manada de lobos, ya que ellos están muy acalorados y molestos por encontrarla. ¿A menos que tú y yo queramos arreglar algo?
Cada parte de mi cuerpo quería aventar el teléfono.
—Sí —dije rechinando los dientes—. ¿Qué quieres?
—Bien. —Sonaba complacida—. Si quieres que tu hermana viva, necesito que hagas un par de cosas.
Vacilé. Giselle lanzó un grito de dolor en el fondo y eso me hizo decidirme, aunque tenía una horrible sensación en el estómago de que esto no iba a salir bien.
—Escucho.
—Quiero que nos encontremos —dijo calmadamente, como si estuviera hablando de una cita para cenar—. A solas. Voy a enviarte un mensaje de texto con la dirección, y quiero que estés ahí en media hora. Si llego a olfatear que alguien está ayudándote o acompañándote, cortaré la garganta a Sara. ¿Entendido?
Tragué saliva.
—Iré sola. —No sabía cómo iba a escapar de Julia, pero no iba a defraudar a Sara.
—Bien. —Se rió entre dientes—. Está ahí en media hora o empezaré a afilar los dedos. Y las garras. Tu pequeña hermana no puede permitirse el lujo de perder más tiempo.
Colgó el teléfono.
Apreté mis manos en puños, tratando de pensar. No podía perder el control. Tenía que hacer algo. Rápido. Si le decía a Julia, no me dejaría ir y Sara estaría muerta.
Necesitaba un plan.
La puerta de la habitación se cerró y Julia llamó:
—¿Lena?
Pasé mis manos por mis pantalones, limpiando el sudor.
—Saldré en un minuto. —Tomé ese momento para calmarme y luego salí del baño, cuidando de tener el rostro en blanco. Una expresión facial errónea, y Julia lo descubriría.

Si llego a olfatear que alguien está ayudándote o acompañándote, le cortaré la garganta a Sara.

Así que tenía que deshacerme de Julia. Ignoré la sonrisa que me estaba dirigiendo y me senté en el borde de la cama.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
Vino y se sentó junto a mí, su caliente brazo rozó contra el mío. Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura y me acercó más.
—¿A qué te refieres?
Me aparté de él y me levanté de un salto de la cama. Tiempo de ser inocente, para sacarlo de la pista.
—Me refiero a ¿cuál es tu plan para averiguar dónde está Giselle? ¿Qué pasa si las mismas personas que están detrás de mí la tienen?
Ella parecía exasperada.
—Giselle pude cuidarse a sí misma, y me importa un comino dónde esté. Todo lo que me importa es mantenerte a salvo.
Casi me desmorono con eso, pero en vez de eso decidí usarlo en su contra.
—¿Así que simplemente la vas a dejar ahí, indefensa? ¿Qué pasa si los lobos la tienen y la están torturando para saber dónde está Sara?
Negó con la cabeza.
—Ellos no torturarían a una mujer para conseguir a otra. Y Giselle es todo menos indefensa.
No, ella no lo era. Si había alguien que podía convertir un secuestro en rosas, esa era Giselle. Pero entonces recordé la sangre bajo su escritorio.
—No podemos dejarla con quien sea que la tiene, Julia. Ella es mi jefa. —Mi voz se elevó una octava.
—Déjalo en paz, Lena.
—No. Tenemos que ayudar a encontrarla.
Me miró mientras me escaneaba.
—No vas a dejar pasar esto, ¿verdad?
—No. —No puedo.
—¿Por qué le eres tan leal? Ella te ha utilizado una y otra vez.
—Ella me dio un trabajo. Un trabajo bien pagado —grité en respuesta—. Ella se levantó por mí. Lo menos que puedo hacer es no dejarla a los lobos.
—No a los lobos —dijo con desdén—. Lo que sea que está detrás de esto atacó a los lobos.
—Fue un decir —espeté, empezando a preocuparme por lo cerca que ella estaba de la verdad—. Tenemos que rescatar a Giselle. No voy a ser capaz de vivir conmigo misma si no lo hacemos. ¿Recuerdas ese dedo en tu propiedad? Quienes estén detrás de esto están comiendo personas. Y ellos la tienen.
—Me doy cuenta de eso —dijo pacientemente—. Pero tu seguridad está ante todo en mi mente. Alguien allá afuera está cazando pelirrojas. Eso y además la manada de lobos, que está buscando a tu hermana y tiene a mi prima. ¡Ya tenemos suficientes problemas sin tratar de jugar al caballero andante para una mujer que estaba tratando de venderte al mejor postor! Lena —dijo, poniéndose a mi lado y frotando mis brazos para tranquilizarme—. Con todo lo que está pasando, por qué no te limitas a mantenerte apartada por los próximos días y me dejas ocuparme de las cosas.
La oferta era dulce, y considerada… y significaba que me quedaría sentada sobre mi culo a esperar a que él hiciera magia.
Así no era como yo funcionaba.
El teléfono de Julia vibró y echó un vistazo a la pantalla, luego a mí de nuevo.
—Ramsey recibió una actualización sobre Savannah. ¿Puedes esperar aquí?
Asentí con la cabeza.
—Claro.
Tan pronto como salió por la puerta, tomé las llaves de la mesita de noche y salí por la ventana, por suerte, estábamos en el piso inferior, y luego la cerré de nuevo. Entonces me lancé por el estacionamiento hacia el coche de alquiler. Incluso si estaba yendo a una trampa, lo haría. Sara me necesitaba.
Cuando salía del lote de estacionamiento, mi celular sonó. El mensaje que apareció era el texto con una dirección.
La memoricé sin llegar a comprender las palabras y salí a la carretera.
Julia entraría en pánico, preguntándose a dónde estaba yo. Me había pedido que confiara en ella, no lo había hecho. Tan pronto como se había dado vuelta, yo había corrido. Otra vez. Si alguna vez le volvía a ver, esperaba que lo entendiera.
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BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS  - Página 2 Empty Re: BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS

Mensaje por Admin 12/21/2014, 5:44 am

Capítulo 20

Veinte minutos más tarde salí de la carretera, en una vía de servicio, siguiendo la señal del GPS hacia la dirección que me habían dado.
Sin un plan, mi cabeza le daba vueltas a todo desde un millón de puntos de vista y el mejor que pude hilar fue entrar ahí, rescatar a Giselle y Sara; escapar por cualquier medio necesario. En otras palabras, estaba condenada.
Me aproximaba a una carretera familiar y me sorprendí al ver las iniciales JTC en el gran portón de hierro. No puede ser. ¿Qué hacía Arabella en la casa de Jason? Me acordé del pánico de la sirvienta, y de la manera que él había olfateado el pañuelo ensangrentado, y tragué saliva.
Al pulsar el timbre del portón, me contesto una voz metalizada.
—¿Quién es? —La dulce voz de Arabella sonó a través del altavoz.
¿Quién más podría ser?
—Soy yo. Estoy aquí, sola. —Se oyó un zumbido, y la puerta empezó a abrirse.
—Si no estás sola, voy destripar a Sara —advirtió.
Golpeando el botón, empecé a sentir bilis en la boca, como si fuera a vomitar.
—No le hagas daño —grité—. Estoy sola, te lo juro.
No hubo ninguna respuesta. Conduje por un camino largo y sinuoso.
No había nadie en la puerta para recibirme. Dudé antes de tocar el timbre, y me dirigí hacia el lateral de la enorme casa, tratando de mirar a través de las ventanas y ver lo que pasaba dentro.
La mayoría de las ventanas estaban tapadas, las cortinas pesadas sobre los cristales. Había una ventana en la parte de atrás de la casa, y reveló una habitación vacía, de azulejos blancos con una cocina más grande que mi primer apartamento. Una puerta amarilla, colorida y alegre que había cerca, llevaba a la cocina. Puse mi mano sobre el pomo de la puerta. ¿Qué pasa si había una alarma? Bueno, de todos modos Arabella me estaba esperando ya. Giré el pomo.
No sonó ninguna alarma. ¡Bien!
Con mi corazón latiendo como loco, entré de puntillas en la casa.
Alrededor de mí había un manto de silencio, incómodo y opresor. Mis zapatos sonaban con fuerza en el suelo. Crucé la cocina con rapidez y vi un cuchillo en un bloque de carnicero, y lo agarré. No tenía sentido subir sin un arma. Agarrándolo fuertemente en mi mano, fui al pasillo.
En algún lugar de este laberinto de casa, Arabella me estaba esperando. Para patearme el culo o comerme, no sabía exactamente cuál. Me deslicé hacia adelante a lo largo de la pared, y de pronto comprendí por qué lo hacían en las películas. Si tienes la espalda contra algo, te sientes menos vulnerable. Si pudiese haber presionado tanto la espalda como el pecho contra la pared, ya estaría en ello.
La escalera se alzaba delante, y me dirigí hacia ella. En completo silencio.
El olor del perfume intenso de Arabella, espolvoreado con un toque rancio, llamó mi atención. E hizo que encajasen varias cosas dentro de mi mente. Cada vez que había estado en una escena donde el Wendigo había estado, el olor de la podredumbre y la decadencia se sentía en el aire.
Dentro de mi casa, el hedor pútrido fue muy fuerte. Por eso Arabella había sido capaz de ocultar su verdadera naturaleza durante tanto tiempo, ella casi nos ahogaba con su perfume, para disfrazar el perverso olor a muerte que acompañaba a sus poderes robados. Jason llevaba una cantidad parecida de agua de colonia. Y me di cuenta de por qué Arabella estaba escondida en su casa.
Ellos estaban trabajando juntos.
Mis ojos se humedecieron y me agaché, mirando a mí alrededor. No había rastro de ella. Tal vez el olor estaba en todo adentro.
La casa estaba extrañamente desierta. Eché un vistazo a un cercano reloj y vi que faltaban varios minutos antes de que se me acabase el tiempo. Con una última mirada a mí alrededor, subí en silencio por las escaleras. Si yo estuviese en un círculo vicioso en el que el Wendigo buscaba vengarse de mi exnovio, habría ocultado mis prisioneros en el piso más alto, en la habitación más inaccesible.
El segundo piso era más abierto que el primero, lo que me puso más nerviosa. Pasé cerca de un lado del pasillo, deteniéndome sólo para pasar rápidamente a un cuarto de baño rojo y blanco.
Entonces me detuve otra vez. Y volví atrás.
El baño no estaba decorado de rojo.
Sangre cubría el suelo, salpicando toda la cerámica de la taza del baño, y hundiéndose a través del borde de la columna. La cortina de tela se empapó en ella.
Una mano colgaba fuera de la bañera, con largas uñas rojas perfectamente arregladas.
Reconocí la manicura de esa mano.
Giselle.
¿Dónde estaba Sara? ¿Estaba aún con vida?
La voz de Jason me llegó desde el pasillo.
—Lena, veo que has llegado.
Agarrando fuertemente el cuchillo, seguí el sonido de su voz.
Lo encontré dos habitaciones más allá, reclinado sobre una mesa de billar. Su alborotado cabello, con un peinado caro, su ropa rasgada en los hombros y las costuras. Sonrió al verme.
—Estás aquí. ¡Bienvenida!
Me quedé inmóvil, con el temor corriendo libre por mi sangre.
—¿Dónde está Sara?
—No la he visto —dijo, con una amplia sonrisa. Podía oler su colonia espesa desde donde yo estaba, a varios metros de distancia.
Una sensación muy, muy mala se apoderó de mí y me volví de nuevo a la puerta.
Arabella parada allí, oliendo a perfume floral, como polvo y a algo putrefacto. Tenía la comisura de la boca manchada de sangre, y al darse cuenta que la miraba, se limpió con delicadeza en las esquinas.
—¿Oh, no está Sara? —dijo en una voz melodiosa—. Mierda. Parece que mentí. Eso me hace una chica muy, muy mala, ¿no?
Di un paso hacia atrás, llegando a la pared. Espalda contra la pared.
Espalda contra la pared. Empecé a sudar profusamente por las palmas de mis manos, y agarré más fuerte el cuchillo.
—¿Sara no está aquí?
—Menuda idiota —dijo Arabella, sonriendo a Jason.
¿Sara no estaba aquí? El alivio me inundó. Mi hermana estaba a salvo, entonces.
Arabella se acercó a la mesa y le acarició la mandíbula de Jason.
—El plan de JT fue brillante.
Mi mirada horrorizada aumentó un par de enteros cuando las cosas comenzaron a encajar. La historia de Julia acerca de su infancia, cuando su mejor amigo era su enemigo, el absoluto terror de los sirvientes, el gran emblema de la puerta principal que rezaba “JTC”.
Era una idiota.
—¿Jason... eres JT?
Al sonreír, pareció enseñar todos los dientes.
—Me preguntaba cuánto tiempo tomaría para que te dieras cuenta.
Realmente te creía más rápida.
—Claro… —concordé, moviéndome a lo largo de la pared hasta que encontré una esquina, y me acurruqué allí. El olor de ambos era muy fuerte, y junto con la desesperación de mi mente, pensé que me iba a desmayar.
Con una mirada posesiva en su rostro, Arabella miraba a JT deslizarse de la mesa.
—Bueno —dijo JT mientras se deslizaba hacia mí.
Acorralada, blandí el cuchillo y lo miré.
—Supongo que esta es la parte donde se supone que debo preguntar qué va a pasar conmigo.
Dio otro paso hacia adelante y lo esquivé, pero era anormalmente fuerte y rápido. Golpeó mi brazo, saliendo despedido el cuchillo con tanta fuerza que pensé que mi muñeca se rompería por el impacto, entonces me empotró contra la pared. El yeso cedió detrás de mí, y me dejó sin respiración por la fuerza de su golpe.
Luché por respirar, tratando de tomar algo de aire. Cuando por fin lo conseguí, tragaba bocanadas enormes y nocivas de la esencia de Jason.
Plantó su boca sobre la mía, forzando la entrada de su lengua. Me produjo náuseas el gusto a carroña y traté de empujarlo, pero era como empujar a un ladrillo. Golpeé sus hombros, esperando que terminara conmigo.
Arabella se aclaró la garganta, molesta.
—Jason.
Se apartó y me tiró de la barbilla, mirándome divertido.
—Tú, querida, incluso sabes a inmunidad.
—¿Inmunidad? —dije, mirándole a los ojos. Sonrió.
—Sí. Mi Arabella no es aficionada a los cambios físicos de ser un Wendigo. La leyenda dice que para transformarse de nuevo, tienes que beber la sangre de un inmune. Y yo me preguntaba… ¿dónde podría encontrar semejante criatura?
Tragué saliva.
—Entonces… empecé a acosar a una mujercita que salía con mi enemiga. Ella era dulce y bonita, pero humana. Y debido a Julia que la amaba, tenía que morir —dijo, mirándome de forma posesiva—. Por lo menos al final, después de que yo me divirtiese con ella. Los seres humanos son tan fáciles. Fáciles de cazar, de acechar, de asustar y de seguir.
Siempre supe que había algo raro en mi casa, pero no iba a poner mi dedo en la llaga. Las pelirrojas muertas se parecían a mí. Jason salía de la nada para cortejarme. ¿Cuánto tiempo había estado jugando conmigo al gato y al ratón?
—Luego me enteré por Giselle que mi pequeño ser humano tenía un hombre lobo como hermana. Y pensé: ¡Qué extraño! porque su hermana mayor no olía como un lobo en absoluto. ¿No es fascinante?
Miré a Arabella, cuyos ojos brillaban mientras mantenía su mirada fija en mí.
—Arabella dijo que olías a sangre pura, así que lo comprobé yo mismo. Y por supuesto —dijo, hundiendo una garra bajo mi barbilla hasta que brotó la sangre. Sus fosas nasales se abrieron y se dibujó una mueca sobre su rostro—. Hueles a bueno y limpio.
Lancé mi rodilla, tratando de darle en la ingle. Su mano la agarró antes de que pudiera hacer contacto, con un movimiento centelleante.
—Buen intento.
—¿Así que me trajiste aquí, para poder comerme mejor? ¿Es eso? —dije con valentía.
—En realidad —dijo Jason—, te hemos traído porque eres la compañera de Julia. En primer lugar vamos a atraerla aquí y matarla. Sip, eso me funciona. Entonces, a mi querida Arabella le tocará la hora de la comida. Así ganamos algo los dos.

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Mensaje por Admin 12/21/2014, 5:44 am

Capítulo 21

Fiel a su plan, no me comieron de inmediato.
Me ataron a una silla. Al principio me ataron de brazos y piernas en cruz en la mesa de billar, pero cuando Jason me había mirado con demasiado interés mientras aseguraba mis ataduras, Arabella había insistido en una silla en su lugar.
Así que nos sentamos y esperamos.
Parecía que Arabella era una clase diferente de Wendigo que Jason, menos poderosa y más atraída por la sangre, a pesar de que su olor era tan fuerte como el de él. Cada cierto tiempo, Arabella se estremecía y convulsionaba y desaparecía para otra ronda de comer a Giselle.
Supongo que necesitaba la carne más a menudo.
No era de extrañar que quisiera cambiar de vuelta.
Durante uno de estos interludios, decidí trabajar en Jason. Retorcí mis manos tras la silla, tratando de aflojar mis ataduras. No estaban muy ajustadas y no creí que realmente importara, ellos estarían sobre mí en segundos y no sería capaz de escapar. Aun así, me hacía sentir mejor trabajar en ellas.
—¿Por qué estás haciendo todo esto? —pregunté.
Jason levantó la vista de su BlackBerry sorprendido.
—Esa es una pregunta bastante estúpida.
—Soy un humano estúpido —lancé de vuelta—. Sígueme la corriente.
Pensé que se suponía que los Wendigos tenían que ser fuertes e indestructibles.
Guardó su teléfono y cruzó la habitación hacia mí.
—No hay poder más grande en el mundo que el de un Wendigo. Tengo la fuerza de aquellos a los que he devorado.
—¿Entonces, por qué comerme y cambiar?
—Mi compañera no está feliz con su transformación. Esto es por ella.
Me encogí de hombros.
—Está bien, entiendo eso. Pero, ¿por qué arrastrar a Julia en esto? ¿Qué te ha hecho ella a ti?
Se puso de cuclillas cerca de mi silla.
—¿Por qué estoy tras de Julia? —Jason parecía estar divertido por mi preocupación—. ¿Realmente estás preocupada por ella?
Me encogí de hombros.
—Solo por curiosidad. Ella solo estaba usándome por su celo.
—No estoy muy seguro sobre eso. —Jason se acercó y comenzó a empujar mi camisa fuera de la cinturilla de mis jeans—. En cualquier caso, estoy seguro de que lo descubriremos en breve.
Me sacudí mientras él tiraba de mi ropa.
—¿Qué estás haciendo?
Cortó mi camisa abriéndola con sus garras, arrastrándola a través de mis hombros exponiendo mi pálido torso y mi sostén.
—Asegurándonos de que nuestro gatito muerda el anzuelo, dulzura. —
Tomó un rollo de cinta adhesiva de la mesa y sacó un pedazo. Luego metió un calcetín en mi boca y estampó la cinta sobre él, silenciándome y haciéndome atragantar. Mi corazón martilleó en mi garganta, mis ojos se ampliaron. ¿Qué estaba pensando hacer?
Jason se deslizó alrededor de la silla y envolvió sus brazos en la parte posterior de ella, enroscándolos alrededor del resto de mis pechos. Grité contra el calcetín, empujando mi lengua contra él para tratar de aflojar la mordaza.
Levantó su teléfono y se acurrucó junto a mí, sonriéndole a la cámara.
—Sonríe para tu novia —dijo y pellizcó mi pezón.
Gruñí mientras escuchaba el clic de la cámara.
Para mi alivio, se levantó y deambuló por la habitación. Sus pulgares volaron a través del teclado mientras escribía un mensaje de texto, silbándose para sí.
Jason presionó un último botón y luego miró hacia mí, la dentuda sonrisa revelándose de nuevo.
—Todo listo. Veremos si esto trae a tu novio al juego.
Le di una mirada rebelde.
Jason simplemente sonrió, volviendo hacia mí otra vez, y se río cuando respingué. Liberó mi cabello de la cola de caballo y lo colocó sobre mis hombros, observándome pensativamente.
—Es una lástima que seas humana —dijo, arrastrando un dedo sobre mi sujetador de nuevo—. Pero si Julia puede mirar más allá de ello…
Mi respiración se detuvo del miedo.
Pero sólo me sonrió, se puso de pie y salió de la habitación.
Calientes lágrimas de miedo amenazaban, y les di unos segundos antes de que casi me ahogara con la mordaza. Me obligué a recomponerme, y pensé con fuerza, mi mente frenética.
¿Cómo podría Julia posiblemente derrotar a dos cambiaformas súper rápidos y súper fuertes?
¿Cómo podría yo?
* * *
—Bien, bien —susurró una voz cerca de mi oreja—. Parece que la caballería ha llegado.
Alcé la mirada, medio consciente, de donde me había desplomado en mis ataduras. Arabella se cernió sobre mí y parpadeé.
Ella me abofeteó tan fuerte que luces danzaron frente a mis ojos.
—Vamos, despierta.
Perra. Gemí “púdrete”, alrededor del calcetín.
Puso sus manos sobre sus rodillas y plantó su rostro en el mío, mirándome con demasiado interés. Su fétido aliento abanicó mi rostro.
—¿Estás simplemente llena de sorpresas, no es así? —Se acercó y golpeó la punta de mi nariz.
Alarmada por su actitud demasiado amistosa, miré alrededor buscando a Jason. Pero éramos solo yo y la novia desquiciada. Día de suerte. Arabella cortó mis ataduras de la silla y me agarró por los brazos. Su agarre era tan apretado que pensé que me los iba a romper, y lágrimas de dolor me cayeron de los ojos. Mis fosas nasales se dilataron mientras contuve el aliento, asustada, luché contra su agarre, pero fue inútil. A pesar de mi terrorífico forcejeo, me arrastró a la ventana.
¿Iba a arrojarme por ahí?
Abrió la cortina y empujó mi rostro contra el vidrio.
—Echa un vistazo, mejillas dulces. Mira muy bien.
Era un poco difícil mirar con mi rostro aplastando en la ventana, pero rápidamente escaneé el césped invernal, buscando algo fuera de lo normal. Arboles desnudos. Grandes extensiones de césped húmedo, y…
Jadeé y casi me ahogo con el calcetín. Me tomó un momento recuperarme y mirar de nuevo para asegurarme de que no estaba loca.
Julia estaba allí abajo en su forma de gato, su largo cuerpo visible cerca de la línea de los árboles. Era hermoso, una larga y ondeante cola y la brillante forma felina. No había nada que lo distinguiera de algún otro puma, pero sabía que era Julia. Había venido por mí.
Oh Dios, iba a hacer que lo mataran.
Más sombras se fundieron con los árboles, y con ellas, más animales. Un gigantesco oso pardo apareció al lado de Julia. Ramsey.
Más sombras, más pumas, quienes estaban a unos metros detrás de
Julia, indicando inequívocamente que ella era su líder.
Julia comenzó a caminar hacia adelante y luego fue como el Arca de Noé levantándose en el césped. Animales de todo tipo y tamaño, depredadores de todo lo imaginable, comenzaron a aparecer en el jardín delantero de Jason. Un gigantesco tigre Siberiano merodeaba junto a Julia, y a su otro lado, un león. Un águila daba vueltas en el cielo, abalanzándose alrededor de ellos. Conté docenas, luego me di por vencida cuando ellos continuaron saliendo de los árboles. Incluso pude reconocer la pequeña forma lobuna de Sara.
Ellos estaban mostrándole su lealtad a ella. Apoyándolo en su intento de recuperarme.
Era hermoso.
Era muy, muy malo.
Arabella agarró la parte trasera de mi cabeza, su mano enmarañándose en mi desordenado y suelto cabello.
—Debes tener un coño mágico para que ella traiga a la caballería de esta forma. —Agarró entre mis piernas en un doloroso agarre. Cerré mis muslos de golpe, tratando de alejarla. Se rió, pero había un borde desesperado en ello.
La empujé y me escapé, pero me agarró del cabello y me tiró al piso, sacándome el aire.
—Perra estúpida.
Doblé mis manos, jadeando para recuperar el aliento. La mesa de billar estaba seductoramente cerca y me arrastré bajo ella, luego trabajé en quitar la cinta de mi boca.
Un par de zapatos nuevos aparecieron al otro lado de la mesa de billar.
—Arabella —dijo Jason a modo de advertencia—. ¿Has visto el jardín delantero?
—Lo he visto —contestó, sonando un poco a la defensiva. ¿Ella también tenía miedo de Jason?
—¿No dije específicamente que tenía que venir sola si quería verla con vida de nuevo?
—Eso es lo que le dije —dijo ella, elevando su voz—. Dado que no está escuchándote, debe quererla muerta. —Un duro y áspero borde entró en su voz—. Solo vamos a comérnosla ya.
Me quedé inmóvil, sin atreverme a respirar.
—Todavía no. Ella la quiere. Sé que lo hace —dijo Jason, furioso. Observé mientras sus pies aterrizaban a través del piso hacia la ventana—. Registró para una visa de compañera ayer. Está tratando de obtener un estatus permanente en la Alianza.
¿Una visa de compañera? ¿Julia quería casarse conmigo?
—¿Ella qué? —Arabella sonaba furiosa—. No podría querer emparejarse con una humana; sería el hazme reír de la Alianza.
—¿Entonces por qué mi césped está lleno con un despliegue de fuerza? —Su voz se estaba endureciendo con la ira. Era escalofriante de escuchar—. Ella necesita subir aquí, sola.
¿Sola? No, ellos le matarían.
Jason miró bajo la mesa de billar y sonrió ante la vista de mí. Me le quedé mirando, amortiguando mi rebeldía y esperando que no notara que había perdido la cinta de mi boca. Escupí el calcetín y lo apreté en mi mano.
Me agarró por mi tobillo y me arrastró a través de la alfombra como si yo fuera una muñeca de trapo. Acarició mi cabello y me miró como alguien lo haría con una posesión frágil.
—¿Arabella no te está haciendo daño, verdad?
Eché un vistazo a Arabella, que estaba mirándome con odio.
—Bien —dijo, tomando mi silencio por sumisión. Su mano continuó acariciando mi cabello en esa extraña y posesiva manera—. Si tiene la intención de tener un calvario, le daremos uno. —Jason sonrió con frialdad—. Pero me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que ella escuche tus gritos cuando te esté cogiendo. —Bajó la mirada hacia mí, casi con ternura—. ¿Piensas que eso le molestaría?
Sí, pensé mientras traté de empujarlo.
Golpeó mis manos alejándolas, como si no hubiesen sido nada, sonriendo.
—Me va a molestar a mí —gruñó Arabella y se metió entre nosotros. Me tiró con fuerza contra la pared más cercana y mi cabeza crujió contra la pintura—. ¡Dijiste que podía comérmela! No que te la tirarías.
Jason le dio una mirada divertida.
—Cariño, no tengo ningún interés en una humana. —Tomó su mano y comenzó a besar su muñeca, luego subió delicadamente a su brazo. Ella lo observó con una intensa y alocada mirada posesiva—. Pero piensa en lo mucho que le molestaría. Primero te robé a ti, luego descubre que me estoy tirando a su pequeña mascota humana.
—Pero no quiero que la toques —se quejó.
Jason se quedó mirando a Arabella, su boca reduciéndose como si encontrara su lado necesitado muy molesto. Después de un momento, suspiró.
—Está bien, mascota. No la tocaré. Ella es toda tuya…
La sonrisa de Arabella era brillante.
Tragué saliva.
—… tan pronto como matemos a Julia —terminó Jason.
—Pero… —comenzó Arabella.
—Tengo que ir al baño —solté.
Ambos se giraron para mirarme con molestia.
—Lo siento —dije en voz baja, tratando de sonar patética—. No puedo aguantar mucho más.
Era la táctica más vieja del mundo.

Por favor haz que caigan en ella.

Para mi gran sorpresa, Jason accedió.
—Llévala al baño, y terminaremos donde lo dejamos.
Oh, hombre.
Arabella me dio una mirada impaciente y agarró mi brazo.
—Vamos.
Me arrastró hacia el baño. El baño de Giselle. La bilis subió a mi garganta y apreté una mano en mi boca.
—Ese no —dije entre mis dedos presionados—. Por favor.
Ella me miró con disgusto y vaciló por un momento. Sabía lo que estaba pensando. ¿Acceder a mi estúpida petición, o empujarme a la sangrienta carnicería y arriesgarse a la ira de Jason si perdía los estribos?
—Vamos —dijo con brusquedad y me arrastró a través del pasillo y por las escaleras, al primer piso.
Gracias a Dios por ese pequeño milagro. Le permití arrastrarme a través de la casa sin protestar y cuando me tiró dentro del baño, no pronuncié ni un chillido cuando me estrellé contra la pared.
—Cinco minutos, o romperé tu pierna —gruñó—. Todavía podría comerte con una pierna rota.
Asentí hacia ella mientras cerraba la puerta del baño. Cuando se cerró, la escuché caminar por el pasillo.
Tenía cinco minutos para pensar en algo, rápido.
Descarté la ventana de inmediato. En lugar de los vidrios normales, había pequeños bloques de gruesas burbujas de vidrio muy pequeños para pasar a través de ellos.

Piensa, Lena, piensa.

Yo tenía dos cambiaformas ampliamente poderosos en esta casa conmigo. Julia y su pequeño ejército esperaban en el césped. Ninguno de los dos iba a hacer un movimiento hasta que el otro lo hiciera. Julia no entraría a menos que supiera que no le costaría nuestras vidas.
Arabella y Jason no renunciarían porque ahora mismo ellos tenían la ventaja.
Tenía que sacar a Arabella y a Jason de la casa de algún modo.
Un pequeño grupo de velas decorativas en la pared trasera atrajo mi atención. ¡Un incendio! Las velas necesitaban cerillas.
Silenciosamente abrí uno de los cajones bajo el lavabo y hurgué en él.
No hubo suerte.
Había un esmalte de uñas, fijador para el cabello, cosas para el cabello, un rizador y un secador de cabello. Cosas de Arabella. Mi mano pasó sobre el esmalte de uñas de nuevo, y luego al rizador y me detuve.
El rizador podría calentarse lo suficiente como para empezar un incendio.
Emocionada, mire alrededor buscando un toma corriente. Allí, en el extremo más alejado de la pared. Bien. Conecté el rizador, lo puse en alto, y busqué un lugar para esconderlo.
Un cesto de basura medio lleno estaba al otro lado del retrete. Incluso mejor. Empujé el rizador al fondo, y llené el resto del cesto de basura con papel higiénico suelto, luego escurrí el esmalte de uñas sobre ello.
Por último, puse el aerosol junto al rizador. Eso explotaría, ¿verdad? Yo esperaba que sí. Si tenía suerte, habría un incendio.
—Apresúrate —gritó Arabella, y me apresuré a tirar de la cadena. Eché un rápido vistazo a la tela de la cortina de la ducha, luego empujé el cesto de la basura lejos hasta que el cordón del rizador se estiró y la cortina del baño escondió parte de ello. Perfecto. A menos de que miraras de cerca, el cordón beige del rizador era invisible contra la pared, y la arrugada cortina de la ducha escondía el cesto.
El ligero olor del metal caliente ya estaba comenzando a llenar la habitación, mezclado con el aroma del esmalte de uñas, y entré en pánico. Necesitaba ocultar el olor. Agarré la botella de perfume más cercana y la rocié en el piso.
Arabella abrió la puerta de golpe.
—¿Qué estás haciendo, perra estúpida?
Tan pronto como ella abrió la puerta salí disparada junto a ella hacia la cocina.
Agarró mi codo y lo rompió hacia atrás con tanta fuerza que mi brazo palpitaba y quemaba y me desplomé a sus pies. Arabella envolvió sus manos en mi ropa destrozada y me arrastró de vuelta por el pasillo.
—Estás acabada.
Exhausta y adolorida, acuné mi brazo y me dejé arrastrar de vuelta a la habitación de billar, rezando por un milagro.

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BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS  - Página 2 Empty Re: BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS

Mensaje por Admin 12/21/2014, 5:45 am

Capítulo 22

El día transcurrió lentamente insoportable. Mis nervios estaban tan tensos que pensé que mi cuerpo entero se rompería. Nada estaba ocurriendo. Era un punto muerto de proporciones extrañas. La multitud de cambiadores de la Alianza todavía estaba en el jardín, rodeando la casa en forma animal, al acecho.
Las pequeñas noticias que recibía eran las pocas palabras cortas y concisas intercambiadas por Arabella y Jason. Me habían atado una vez más, y se alternaban entre mirarme a mí y con inquietud de vuelta al césped.
El apoyo de Julia había sido un bache en sus planes.
—Necesitamos encontrar una manera de atraerle —dijo Jason después de un tiempo—. Está demasiado seguro ahí fuera, rodeado de los demás. Aquí podemos acabar con él, robarle su poder. Una vez derribado, los demás caerán como naipes.
Me estremecí. Vamos, fuego. Es la hora.
Arabella se encogió de hombros ligeramente.
—¿Por qué no la herimos? Llévala afuera, al balcón y rómpele unos cuantos dedos para conseguir que se mueva. —Sus ojos brillaban de emoción.
Como si estuviera considerando este horrible plan, Jason me estudió.
—Quítate la ropa.
¿Qué?
—No. —Miré a Arabella, cuya boca se había reducido a una línea de desaprobación.
—Quítate la ropa —repitió Jason, mirándome con intensidad—. Tenemos que hacer que piense lo peor.
No, no, no. Me moví intranquila en la silla.
Jason se acercó, una luz de locura en sus ojos. Su mano se extendió hacia mí, y mientras miraba, onduló y burbujeó, transformándose en algo horrible. La carne distorsionada formaba una pata, y luego siguió cambiando. Los músculos se hincharon y se desgarraron, y las garras se hicieron aún más grandes.
Me deslizo hacia atrás de nuevo, otro centímetro. Los ojos de Arabella comenzaron a brillar y a cambiar, como si estuviera entusiasmada por la idea de la violencia.
¡Oh, Dios!
La repulsiva pata me tocó el hombro, y un estremecimiento me atravesó. Intenté alejarme.
—¡No! ¡No me toques!
Sus labios se curvaron hacia atrás como si lo encontrara divertido. Las garras se deslizaron a través de mí, ya hecha trizas la camiseta y se clavaron en mi sujetador, dejando dolorosas ronchas rojas. Luego, hizo trizas mi sujetador. Jason metódicamente rasgó mi ropa hasta que quedó colgando de mí en jirones, dejando al descubierto mi cuerpo tembloroso y dejando largas rayas rojas a través de mi piel pálida.
Después de que mi ropa fuera desechada, Jason dio un paso hacia atrás, doblando su pata distorsionada.
—¿Por qué no la estropeas un poco, querida?
Arabella se adelantó y me abofeteó.
Rojo y negro aparecieron en mi visión, y sentí el sabor de la sangre. La sangre caliente deslizándose por mi nariz y mi cabeza se tensó de dolor.
—Lo suficiente para hacerla verse apaleada —advirtió Jason—. Queremos que ella se mueva lo necesario para que sepa que está viva. Hazla gritar.
Sabía que la audición ultrasensible de cambiador de Julia escucharía mis gritos. Bueno, no les daría la satisfacción. Me mordí el labio y cerré los ojos, preparándome. El siguiente puño de Arabella impactó en mi estómago. Me golpeó unas cuantas veces más, pero me quedé en silencio, sofocando los sollozos de dolor.
Jason empujó a Arabella a un lado. Con un golpe rápido, pasó sus garras por mi hombro y pecho, desgarrando mi piel. La sangre corrió por las heridas superficiales y mi pecho se sentía como si estuviera en llamas.
Di un fuerte grito de dolor, incapaz de evitarlo.
—Eso está mejor —dijo, y se frotó la entrepierna como si el dolor le excitara. Entonces me agarró por la muñeca, me arrastró contra su cuerpo. Sus garras cortaron mis ataduras y mis muñecas quedaron libres.
Inmediatamente comencé a forcejear, tratando de liberarme de su agarre.
—Me gusta cuando peleas —dijo, sus ojos brillaban con locura, una sonrisa salvaje mostrándose en su rostro—. Vamos a ir a ver a tu novia, ¿de acuerdo?
Uno de los grandes ventanales conducía a un balcón. Jason me sacó delante de él como un escudo, desencadenando olas de dolor, y miró a Arabella.
—Mantente fuera de la vista.
Ella gruñó, sonando más como Wendigo de lo que me hubiera gustado escuchar.
—¿Por qué?
—Porque piensan que estoy aquí con ella a solas. El elemento sorpresafunciona a nuestro favor. —Le dirigió una mirada cortante—. Y porque yo lo digo.
Con ese tono, no estaba jugando. Arabella se calló y se mantuvo lejos de la puerta.
Jason la empujó para abrirla y salió, mi espalda presionada contra su estómago. Me esforcé débilmente, luego me dejé caer. Todavía recuperándome de los golpes de Arabella, me resultaba difícil concentrarme. Un lado de mi cara estaba pegajoso por la sangre, pero lo que es peor, parecía que no podía concentrarme. El dolor era demasiado molesto.
—Julia —gritó Jason—. Muéstrate.
El puma líder se adelantó y comenzó a cambiar. Hice una mueca, anticipando un cambio desagradable como el de Jason. Para mi sorpresa, la transformación de Julia fue fluida, casi sin fisuras. Su piel onduló y ligeramente cambió, alargando sus huesos con gracia. En unos momentos se encontraba en su forma humana, completamente desnuda. La expresión de su rostro era letal y sus ojos me escaneaban con posesividad.
—Estoy aquí —dijo, orgullosa, fuerte.
La mano de Jason se apretó alrededor de mi cuello y me levantó del suelo, demostrando la forma en que podía maltratarme.
Mis manos fueron a las suyas, tratando de hacer palanca en sus dedos para quitarlos de mí garganta antes de que me dejara sin oxígeno. Oí reír a Arabella en el interior del cuarto oscuro, y un plan se formó en mi mente.
Dejé que mis manos cayeran hacia mis costados y las apreté en forma de puños, dejando dos dedos como una señal de que había dos de ellos... si alguien miraba un momento mis manos.
—He estado divirtiéndome jugando con tu humana —dijo Jason, entonces me agarró entre las piernas en un agarre sorprendente y doloroso. Giré y lancé un sollozo jadeante de dolor, retorciéndome—. Es una pena que se rompan tan fácilmente.
La mandíbula de Julia se tensó en una línea dura, y casi pude ver el músculo marcándose en su mandíbula.
—Sin embargo, no le entusiasman mis jueguecitos —continuó Jason en una voz burlona—. No creo que vaya a durar mucho más tiempo si este asedio continúa.
—¿Qué quieres? —La voz de Julia estaba mortalmente teñida con ira.
—Reúnete conmigo dentro de esta casa. Sola.
Meneé los dos dedos y busqué desesperadamente en el mar de caras animales. ¿Habían visto mi gesto?
—Nos reunimos, solos tú y yo, y acabamos con nuestra rivalidad de una vez por todas. —La mentira de Jason resonó a través del patio oscurecido.
Julia nunca aceptaría tan estúpido trato.
—¿Y no le harás daño? —No hubo ninguna vacilación en su voz.
Escuché una risa satisfecha desde el interior de la habitación.
¡Ellos le matarían!
La mano de Jason se deslizó por mi pecho y lo apretó, y el rostro de Julia se ensombreció como si quisiera matarlo.
—Son dos —grité—. Dos…
El puño de Jason impactó en mi cara, y estuve cerca de morderme la lengua. La oscuridad flotó por encima de mi visión y apenas escuché el rugido de ira de Julia y las maldiciones de Jason mientras me arrastraba hacia el interior. La puerta del balcón se cerró de golpe, y me arrojó al suelo.
Me deslicé por las baldosas con la fuerza de su golpe y me estrellé contra la pared.
—La zorra estúpida está tratando de arruinarnos esto —espetó Jason, y
Arabella le acarició el brazo en un gesto tranquilizador. Ambos me miraban con odio desde el otro lado de la habitación.
—Vamos a matarla —acordó Arabella, con los ojos brillando de un color verde dorado—. Ella ya no importa. Déjame beber de su garganta. — Sus manos empezaron a crisparse y a mostrarse el pelaje.
—No puedes matarla hasta que los demás se hayan ido —gruñó—. Necesitas tus poderes para vencerles.
—Pero, ¿qué pasa si no tengo otra oportunidad? —se quejó Arabella.
Una ventana se rompió en la planta baja, y se miraron el uno al otro con triunfo.
—Está viniendo —dijo Arabella.
Entonces algo detonó en la planta baja. El suelo tembló bajo mis pies, y el fuerte estruendo fue ensordecedor. Los cuadros de las paredes se estrellaron contra el suelo, mientras las alarmas contra incendios se disparaban como locas, llenando la casa de un coro ensordecedor de pitidos de advertencia.
—¿Qué carajo están haciendo? —Jason se precipitó hacia el pasillo—. Quédate con la perra —gritó mientras salía.
Arabella sólo esperó un momento y luego le siguió.
Me levanté del suelo, mi primer instinto fue ocultarme. Luché contra la idea, si la casa estaba en llamas, sería sumamente estúpido quedarse aquí.
Así que necesitaba un arma. Frenéticamente miré a mí alrededor y vi el estante de tacos de billar. Podría usar uno de ellos.
Alcancé uno. No era muy pesado, pero era mejor que nada.
Una voz salvaje gruñó, y Jason resonó por el pasillo.
—¡Voy a matar a esa perra por hacer estallar en llamas mi casa!
Sonreí sombríamente. ¿Cómo si no me fueran a matar de todos modos?
Agarré el taco de billar firmemente en mis manos y lo levanté, dejándolo a la vista, al otro lado de la mesa de billar. Jason se precipitó por el pasillo y me vio, y su boca se curvó en una sonrisa cruel.
—¡Lena!
Los dos Wendigos se congelaron en el pasillo ante el sonido de la débil llamada de Julia. El humo flotaba a la deriva escaleras arriba y podía oír el crepitar del fuego ahora, debía haber cubierto toda la planta baja.
Jason centró de nuevo sus ojos negros hacia mí y vi que la parte delantera de su pantalón parecía tener una tienda de campaña. Di un paso involuntario hacia atrás. El fuego y la violencia parecían emocionarle. Malas noticias para mí.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Arabella, tosiendo por el humo. Ella tiró de su brazo, alejándolo de mí.
Jason la empujó lejos y ella se estrelló contra la pared, derribándola y rompiendo el soporte de tacos de billar.
—Tú, zorra estúpida. Nos masacrarán si tratamos de salir. —Sus ojos se volvieron hacia mí, relucientes—. Nos atrapaste, ¿verdad? —Se movió hacia mí, acechando a su presa, y deslizó hacia abajo su mano, por la parte delantera de sus pantalones—. Nos dejaste atrapados por el fuego.
Mis dedos se cerraron firmemente alrededor del taco y di otro paso hacia atrás.
—Me gustaría hacerlo de nuevo, también. —Sonaba más valiente de lo que me sentía. Si se acercaba más, iba a escuchar mis rodillas temblando.
Gruñó. En un movimiento completamente inhumano, saltó por encima de la mesa de billar y se lanzó.
Apenas tuve tiempo de girar el taco de billar hacia su cabeza antes de que estuviera sobre mí. El palo se astilló, como si hubiera sido un palillo de dientes y me empujó contra la pared, presionándome contra él y forzando su erección contra mi estómago. Una horrible sonrisa estiró su boca y cogió un puñado de mi pelo y lo olió.
Me retorcí, tratando de alejarme, mi mano empujando su rostro.
Sólo se reía.
—¡Olvídate de ella! —Arabella se precipitó hacia Jason, tirando de su brazo mientras me dirigía una mirada llena de odio—. Tenemos que irnos ahora. Encontraremos a otra inmune más tarde. —Cuando no se movió, su voz se volvió persuasiva—. Esas patéticas criaturas no son rivales para nosotros. Los aplastaremos como insectos bajo nuestros pies y obtendremos más poder de sus muertes.
—Poder —repitió Jason, sus ojos negros atentos a mi rostro. Se inclinó tan cerca que su nariz presionaba contra mi piel, empujó sus caderas hacia mí. Me atraganté—. Necesito más poder —murmuró.
—Sí —gritó Arabella, tirando de su brazo de nuevo.
Para mi sorpresa, se giró para mirarla. La sonrisa macabra todavía estaba en su rostro.
—Poder —dijo, y pasó sus dedos, acariciando su mandíbula. Ella se deleitó del placer momentáneo, dejando expuesta su garganta y mirándolo con ojos devotos y fanáticos.
Se inclinó hacia ella, y le desgarró la garganta. La sangre brotaba por todas partes.
Grité mientras sus manos le rodeaban, agarrándole como si fuera a abrazar su cuerpo durante toda la eternidad. Su cabeza cayó laxa, y los horribles sonidos continuaron mientras Jason se encorvaba sobre ella.
Sonó un gruñido y el crepitar de los huesos y el sonido de la carne siendo desgarrada. Estaba comiéndosela. Robando su poder.
Me atraganté y me presioné contra la pared. ¡Huye! Me dirigí vacilante hacia la puerta.
—¡Lena! —gritaba la voz de Julia diciendo mi nombre otra vez, aunque se estaba haciendo más difícil de oír por encima del crepitar del fuego y el pitido estridente de las alarmas de incendio.
La pierna de Jason se contorsionó y arremetió, golpeándome las costillas. Me desplomé, colapsando en el suelo. Mis pulmones se sentían como si estuvieran en llamas por el humo, y no podía respirar. Jadeando en busca de aire, sufriendo un dolor punzante, me agarré mi costado y me empujé a mí misma hacia la puerta apoyándome en una mano y mis rodillas.
Sólo quería salir de aquí. Sólo quería estar con Julia. En sus brazos. Sólo nosotros en la cabaña de nuevo. Felices. Me deslicé hacia la puerta, sintiéndome abrumada por la distancia que había y por el dolor en mi cuerpo. Incluso aunque llegará a las escaleras antes de que Jason me atrapara, ¿cómo saldría? Mis hombros se derrumbaron, y me acurruqué en el suelo.
Sólo necesitaba un poco de aire, después seguiría moviéndome.
Oí un alarido feroz, luego alguien nuevo irrumpió en la habitación, cerniéndose sobre mí. Agobiada por el dolor y el humo, levanté la mirada hacia mi salvador.
Julia.
—Oh, Dios mío —dijo, cayendo de rodillas y atrayéndome hacia él. Su mano rozando mi cuerpo—. Oh, Dios, no te mueras. Por favor, no te mueras.
¿Parecía estar muerta? Traté de poner mis dedos sobre sus labios para que se callara, pero todo iba muy lento para responder. Me esforcé por señalar a la esquina de la habitación en la que Jason seguía dándose un festín de Arabella, su cuerpo retorciéndose como si no pudiera controlar el poder corría a través de él.
Julia presionó un beso en mi frente, sus ojos estaban inyectados en sangre por el calor y el humo.
—Eres una cosita inteligente y dulce —dijo, levantándome contra ella.
Sospechaba que había adivinado mi plan del fuego.
Teníamos que salir de la casa, y me sentía aliviada cuando se puso de pie conmigo en sus brazos.
—Julia. —Logré decir—. Jason…
Una fuerza desgarradora me arrancó de sus brazos, y fui lanzada contra la pared del fondo. Estrellas hicieron círculos enfrente de mis ojos. Jason había terminado con Arabella.
Julia gruñó, un grito de rabia felina, y mis ojos parpadearon, abriéndose para ver a los dos moviéndose en círculo, transformándose. Julia era todo curvas doradas elegantes mientras se transformaba en puma.
—¡Corre, Lena! ¡Corre! —gritó.
Jason era un monstruo, hinchándose, ondeándose de forma poco natural bajo la piel. Era repugnante a la vista, todo garras y colmillos. Y era el doble del tamaño de Julia.
El techo empezó a ennegrecerse, con naranja fuego en los bordes, sin embargo, se precipitaron el uno hacia el otro, las garras volando en una lucha a muerte.
¡No teníamos tiempo para esto! El techo en llamas se iba a derrumbar y matarnos.
Los gatos enredados en una maraña de pelaje volando, rodando y arañándose, los dientes destellando. La forma gris de Jason empequeñecía a un elegante y dorado Julia; Julia no tenía ninguna posibilidad.
Miré frenéticamente a mí alrededor, a la sala de billar destruida, en busca de algo que utilizar para distraerlos.
Un paquete de tacos de billar rotos yacía en el suelo y agarré un para usarlo como un palo. Tenía sólo 45cm de largo, y uno de los lados en punta y horriblemente dentado me dio una idea nueva. Me tambaleé sobre mis pies, agarrándolo contra mí.
Sabía que un mal golpe de uno de ellos podía matarme y distraer a Julia en un momento crítico. Pero no podía no hacer nada. Nos había forzado a esta situación terrible porque no había confiado en él, pero confiaba ahora. E iba a salvarle.
Todo era gruñidos y garras destellando, los gatos volaban por la habitación con gruñidos llenos de dolor y de rabia. La boca de Julia sujetaba el hombro de Jason y le arrancó un enorme gemido. Cuando rodaron de nuevo hacia mí, todo lo que veía era la espalda de Jason y oí el rugido de indignación de Julia cuando quedó atrapado.
Cargué contra ellos, sosteniendo el extremo roto del palo de billar con ambas manos, y luego lo lancé hacia la espalda de Jason.
Se hundió en él como si estuviera hecho de mantequilla.
Jason se arqueó hacia atrás, su garra tratando de llegar a su espalda, pero sin poder hacerlo en su forma de gato. Comenzó a cambiar, desesperado por alcanzarla, pero se la había clavado en la parte baja de su espalda, debajo de las costillas. Se volvió hacia mí con ojos de asesino, a continuación, Julia le atacó y le desgarró la garganta.
Mi estómago se revolvió, y me desplomé en el suelo. El dolor y el humo finalmente pudieron conmigo, y todo se volvió negro.
—Lena. —Julia me acarició suavemente la mejilla, y me desperté en sus brazos. La sangre cubría su rostro, su rostro humano, pero aún estaba entero—. Lena, dime dónde está Giselle.
Todavía estábamos en la casa en llamas. Sólo había estado inconsciente unos segundos.
—Ella está muerta. Julia, tenemos que salir de aquí. —Mi voz áspera ni siquiera sonaba como yo.
Se movió hacia la puerta del balcón.
—Dos pasos por delante de ti —dijo, y dio una patada para abrirla.
Se acercó a la baranda y miró por ella.
Los animales esperaban abajo. Estaba demasiado alto. Me aferré a su cuello, de repente asustada.
Me besó en la frente.
—Ramsey te atrapará. ¿Confías en mí?
No había confiado en él un poco antes, hoy mismo, y casi había conseguido que nos mataran a ambos. Con un pequeño sollozo, presioné mi boca contra la suya en un último beso.
—Confío en ti.
—Bien. —Me dejó caer del balcón.
Recordé vagamente estar atrapada en las pesadas patas de un oso pardo antes de perder el conocimiento de nuevo, esta vez quedándome atrapada.

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BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS  - Página 2 Empty Re: BEAUTY DATES THE BEAST // JESSICA SIMS

Mensaje por Admin 12/21/2014, 5:46 am

Capítulo 23

Mis párpados se abrieron un poco después. Una sábana fría me cubría, y algo caliente aferraba mi mano.
Estaba en una habitación de hospital, limpia, prístina, y blanca. Una bandeja de comida no consumida estaba al pie de la cama, y Julia estaba sentado a mi lado, con sus manos apretando con fuerza la mía como si fuera a perderme si me soltaba. Su camisa de franela era unas tallas más grande que ella (de Ramsey, supuse).
Parecía agotada. Yo me sentía atropellada.
Gemí y al instante Julia se sacudió en alerta. Sus ojos se movieron sobre mi cara y cuerpo, luego su intensa mirada dio paso al alivio.
—Estás despierta.
—Lo estoy —dije, y traté de incorporarme—. ¿Dónde estamos?
Me volvió a empujar hacia abajo.
—El doctor quiere que te quedes por unos días para asegurarse de que no tienes ninguna consecuencia perjudicial por la inhalación de humo.
—Pareces estar totalmente sana. —Verlo ileso y sonriendo hizo que el alivio me inundara.
—Ser una cambiadora tiene algunas ventajas. —Sentí su peso posarse en el borde de la cama y se inclinó sobre mí, apartando un mechón de pelo de mi cara—. ¿Lena?
Mi corazón se agitó ante la forma afectuosa en la que dijo mi nombre.
—¿Sí?
—Nunca vuelvas a hacer una estupidez como esa.
Hice una mueca.
—¿Cuál? ¿En la que me salí por la ventana y robé el coche, o en la que grité una advertencia y los Wendigos casi me comen, o aquella en la que estuve a punto de hacer estallar la mansión?
—Todas ellas. Cuando estás enfrentándote con cambiaformas, Wendigos y otros Sobrenaturales, no puedes ser rival. —Su mano apretó la mía.
Irritada de que pensara que era tan frágil, dije:
—Eran del doble de tu tamaño. Tuve que hacer algo o te habrían matado.
—No si ese algo consiste en sacrificarte —dijo, quitando el cabello de mi cara con movimientos bruscos. Me di cuenta que estaba bastante molesto—. No si eso significa que voy a perderte. —Movimiento, movimiento, movimiento. A ese ritmo me iba a quitar todo el cabello de la cabeza—. Él… te hizo daño. —Había un mundo de angustia en ese tono.
Froté mis nudillos a lo largo de la barba en su mandíbula.
—Sólo algunos rasguños. Realmente no me hizo daño.
—Dos costillas rotas, una conmoción cerebral y laceraciones en más de un sesenta por ciento de tu cuerpo —replicó.
—No me violó.
La tensión desapareció de su cara.
—Y lo haría de nuevo si es para salvarte —dije en voz baja.
Se levantó de golpe y se alejó, y me llené de ardiente decepción. ¿En qué estaba pensando, enamorándome de una cambiadora? Me había vuelto demasiado cursi, y ella probablemente estaba tratando de romper con la responsabilidad humana con la que se había cargado…
—No puedo hacer esto, Lena. —Julia estaba de vuelta en mi cama, pareciendo torturado.
Mi respiración se quedó atrapada en mi garganta.
—¿Hacer qué?
Me miró con ojos atormentados.
—He liderado el clan Volkov durante doce años. He liderado la Alianza por ocho. Todo el mundo me escucha. Si chasqueo los dedos, las cosas se hacen. —Sus manos apretaron la mía, y se quedó mirando la mía más pequeña como si le fascinara—. Sin embargo, desde que te conocí, no has escuchado una cosa de lo que he dicho. No sé qué hacer contigo.
Eres independiente hasta el punto de la testarudez, e incluso cuando estás frente a un oponente que es más fuerte y más malo, no te das por vencida. Te esfuerzas por proteger a Sara, que debería ser tan capaz como tú. Más capaz, porque es una cambiadora.
Abrí la boca para protestar, pero continuó, bajando la voz.
—Incluso arriesgaste tu vida para salvar la mía, cuando eso podría haberte matado.
Repentinas lágrimas picaron en mis ojos. Si esto significaba que la había perdido para siempre, yo...
Lo haría de nuevo. Una y otra vez.
Me di cuenta que amaba a Julia con todo mi corazón. Quería estar siempre a su lado, y protegerlo cuando pudiera.
—Lo siento —susurré.
No estaba escuchando.
—Eres la única persona en el mundo a la que no puedo someter a hacer mi voluntad —dijo pausadamente—. Y es por eso que no puedo dejarte ir. Me niego a aceptar que quieras romper conmigo.
Le miré con sorpresa.
Y continuó:
—La Alianza es un lugar peligroso para un humano, todo el mundo es más brusco, y hay un código que ni siquiera puedes comenzar a comprender. Es demasiado peligroso para ti. Las últimas semanas me lo han demostrado. —Una expresión de angustia pasó por su rostro—. Y no puedo cambiarte, aún si me lo pidieras.
Asentí con la cabeza.
—Soy inmune —dije en voz baja.
Sus dedos me acariciaban continuamente la mano.
—Todo el mundo me advierte que no debería meterte más en mi mundo, en el clan Volkov. Pero todo en lo que puedo pensar es en que tengo que casarme contigo para mantenerte a salvo…
El corazón me dio un salto en el pecho, y el monitor cardíaco al lado de la cama pitó fuerte.
—¿Quieres casarte conmigo… sólo para protegerme?
Su rostro sombrío se iluminó un poco.
—En realidad, quiero llevarte de nuevo a mi cabaña, encerrarte, y nunca dejarte salir al mundo otra vez. Quiero tenerte a mi lado para poder cuidarte siempre, y besarte cada vez que pases junto a mí. —Su expresión se relajó, transformándose en algo más sensual, y su voz se convirtió en un susurro ronco—. Quiero oler cada vez que pienses en mí, y quiero que pienses en mí varias veces al día.
Mi boca se secó un poco.
—¿Podemos volver a tener relaciones sexuales en la bañera?
Se rió y le dio un beso a mis nudillos.
—Definitivamente podemos tener relaciones sexuales en la bañera.
—No sería tan malo, entonces —reflexioné, y fui recompensada con una sonrisa brillante—. Pero esa no es la razón adecuada para casarse conmigo. No quiero que te cases conmigo sólo porque quieras protegerme, Julia. Y yo no puedo quedarme contigo en el bosque.
Su sonrisa cayó, y lució devastado. De mala gana, me soltó la mano.
—Entiendo.
—Espera —dije cuando se apartó. Agarré la pechera de su camisa—. No entiendes. Me quiero casar contigo, gran y estúpida gata. Te amo.
Julia me abrazó con fuerza.
—Te amo, Lena. ¿Quieres casarte conmigo? ¿Unirte al clan Volkov y ser mi compañera?
Era difícil hablar con el nudo emocional en mi garganta.
—No puedo vivir en el bosque y esconderme del mundo —advertí. Ante su mirada de asombro, dije—: tengo que manejar el negocio de Giselle.
Las líneas estaban de vuelta alrededor de su boca, pero estaba escuchando.
—Adelante.
Continué, con mi valentía reforzada.
—Me siento responsable de la muerte de Giselle. Si no fuera por ti, por Jason y por mí, todavía estaría viva.
Levantó una ceja escéptica.
—Y piensa en la base de datos —dije, acogiendo mi tema—. Cada paranormal en seis estados alrededor está registrado en la base de datos. No sólo la Alianza, hombres lobo, vampiros, e incluso algunas hadas. Midnight Liaisons puede ser una conexión común para todos los paranormales en la zona. Podemos unir parejas o familias. Y ¿qué hay de guardaespaldas? ¿O transacciones comerciales? Hay tantas cosas que podríamos hacer. Una red social para la Alianza sería una excelente manera de mantener a la gente relacionada, y la oficina puede ayudar a la gente a crear los perfiles y regular el tráfico —dije, emocionándome. Era un concepto brillante.
—Nos casaremos antes de que regreses a esa oficina —insistió—. Eres mía y nadie más va a tocarte. Nunca más.
—Muy bien —dije, emocionada ante la idea. El monitor cardíaco pitó de nuevo.
—Nos casaremos mañana —ordenó.
Negué con la cabeza.
—Vamos a esperar una semana. Me gustaría ser capaz de estar de pie para mi boda sin asistencia médica.
—Una semana —declaró. Su rostro esbozó una sonrisa complacida, como si le acabaran de entregar una corona y un cetro.
Pregunté por el último asunto que me estaba molestando.
—¿Y qué sea humana no será un problema con tu posición en la Alianza? ¿No te echaran a patadas de tu lugar de líder?
Negó con la cabeza.
—En todo caso, estamos empezando una tendencia. Todos mis hermanos están rondando las calles en busca de pelirrojas desnudas para saltar de ventanas y aplastar osos pardos.
Golpeé su brazo e hice una mueca de dolor.
—Eres una idiota. No podría haberlo aplastado.
Los labios se Julia se crisparon.
—Sólo un poco. Sara te dice Lena Asesina de Osos.
Me reí, a pesar de que dolía. Mi mano agarró la suya y miré sus risueños ojos grises.
—Prefiero ser Lena Volkova.
—Bien. Porque probablemente vas a querer matarme cuando escuches lo que yo voy a proponerte —dijo sombríamente—. Se trata de Sara.
* * *
Tan pronto como me dieron de alta del hospital, una reunión se estableció entre el clan Volkov y los lobos Anderson. La ubicación era un pequeño terreno neutral no perteneciente a ninguna de las partes. ¿La causa de la reunión? Un intercambio de mujeres: Sara por Savannah.
Viajé con el clan Volkova en su caravana de camionetas y SUVs. Sara estaba sentada conmigo, extraordinariamente tranquila. Desde la última vez que la había visto, se había teñido de azul brillante su corto y greñudo cabello, y usaba una vieja y andrajosa camiseta de un concierto que no reconocí. Eso la hacía verse más joven, pero también le daba una apariencia un poco más dura. O tal vez los acontecimientos de la semana pasada fueron los que finalmente la habían endurecido. Quería abrazarla, pero sabía que no quería eso.
Esta era su batalla, y no podía lucharla por ella.
Esta era la única manera de resolver el conflicto sin destruir a ambos grupos de cambiadores. Era el intercambio o la guerra.
Tomé la mano de mi hermana cuando nos alineamos en el lugar de reunión. Julia estaba al frente del clan. Ramsey parado junto a ella, su inmensa forma casi haciéndonos parecer pequeños al resto en la sombra. Sara y yo nos quedamos atrás, las únicas mujeres entre casi una docena de hombres.
La manada salió corriendo del bosque en forma de lobo. Después de rodear al grupo una vez, se separaron y se transformaron a su forma humana. Desnuda.
Todos eran guapos. No había visto a ningún cambiador feo (a excepción de Garth), pero parecían duros. Y miraban a Sara con demasiada atención.
Uno dio un paso al frente, su rostro barbudo y arrugado por años de vida dura.
—¿Trajeron a la chica lobo?
Sara se puso tensa a mi lado.
—Trajimos a Sara con nosotros, sí —dijo Julia—. ¿Dónde está Savannah?
El líder de los hombres lobo nos miró a Sara y a mí, protegidas por un muro de miembros del clan Volkov, luego levantó una mano en el aire.
Después de un momento otro hombre salió del bosque, con el brazo alrededor de los hombros de una joven de pelo oscuro.
—Esa es Savannah —murmuró uno de los hermanos Volkov para mi beneficio.
Sus ropas estaban manchadas de lodo y entornaba los ojos ante la luz del sol como si no la hubiera visto durante días, pero parecía entera y sana. Y no parecía alterada, lo cual era bueno.
Cuando Savannah se acercaba, se liberó del hombre a su lado y titubeó, como reponiéndose. Luego le dirigió una mirada inquisitiva, como pidiendo permiso.
Qué extraño.
Entonces corrió hacia el clan Volkova, y fue envuelta por los cálidos abrazos de sus primos.
—Es toda suya de nuevo —dijo arrastrando las palabras el líder de los hombres lobo—. Dennos a Sara.
Mi hermana me miró y me apretó la mano, dándome a entender que todo estaría bien, y le devolví el apretón. Estaba muy asustada de que algo saliera mal. De que esta fuera la última vez que la vería.
A continuación, Sara dio un paso hacia adelante, una delicada figura de cabello azul entre una horda de hombres imponentes. Avancé, decidida a mantener mis ojos en ella.
El líder de los hombres lobo la evaluó, y sus fosas nasales se ensancharon mientras revisaba su olor. Luego sonrió ampliamente.
—Hola, muñeca. Vamos a tratarte muy bien.
—Voy con ustedes por mi propia voluntad —dijo Sara—. Un intercambio es un intercambio.
El hombre lobo asintió con la cabeza.
—Muy bien, entonces —dijo Sara, y oí el ligero temblor en su voz—.
Ahora soy parte de la manada de lobos.
El silencio cayó.
Luego Ramsey dio un paso adelante y dejó caer una enorme mano sobre su hombro, casi cubriéndolo.
—De acuerdo con la ley de los Bjorn y los clanes were-osos, reclamo a esta mujer como mi compañera.


¿FIN?
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Mensaje por xlaudik 12/31/2014, 11:11 am

Me encantó!!!!:-D
Gracias x compartirlo, espero puedas pasarme la conti para no quedar a medias con la historia xD
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Mensaje por SweetMess 1/21/2015, 11:34 am

Estuvo buenisimoo Smile
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Mensaje por flakita volkatina 9/12/2015, 7:25 pm

Estuvo bastant intensa pero no le quita lo bueno q estuvo la adaptacion es una pena q hayas decidido n seguir... seria muy genial q si la siguieras...
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