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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/16/2022, 4:21 pm

CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Png_2014


Celda 066 Chapter 1: Prólogo
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Prólogo

Hoy es el primer día de mi muerte. Después de una larga agonía y angustiosa espera, el juzgado penal dictó su sentencia hace tan sólo unas horas. Dos hombres uniformados, y armados, me llevan hacía un furgón mientras noto cómo los flashes de los fotógrafos, y unas incesantes preguntas de los periodistas, se agolpan sobre mí. Entre empujones y tirones, los dos policías me empujan hacia el interior del furgón negro que se encontraba situado frente a los juzgados.

—Podrías tener un poco más de cuidado; voy esposada — intento levantarme apoyando mi cuerpo contra las paredes del coche.

Y como ya suponía, los hombres no contestaron ante mis quejas; cerraron de golpe las puertas, dejándome en completa oscuridad. Como pude, fui tanteando el lugar hasta que choqué con lo que parecía una banqueta para sentarse; miré el único punto de luz, que me proporcionaba una rejilla, situada en la parte superior delantera del vehículo.

El día estaba nublado y apenas pude apreciar la claridad. Era curioso pero, ahora que estaba encerrada en una furgoneta, lo que más me apetecía ver era el sol. Era extraño, pues antes lo primero que hacía era cerrar las persianas para que no entrase la luz en mi habitación.

Al apoyarme en la pared, pude notar el bullicio que había causado mi caso. Empecé mi carrera con los flashes y cámaras y se termina mi sueño de la misma manera… Un tanto irónico.

—Esto es el fin— dije para mí misma a la vez que notaba cómo el furgón arrancaba y se movía hacía lo que iba a ser mi nuevo hogar.

A pesar de las miles de cosas que tenía en la cabeza hacía tan sólo unas horas, ahora mi mente estaba en blanco; no podía pensar. ¿Cómo debes de actuar cuando todos tus sueños y tu vida se van de un plumazo? Me quedé mirando un punto fijo del suelo, sin darme cuenta de que el vehículo había parado su marcha.

—Señorita, ya hemos llegado— me dijo mientras subía al furgón para volver a agarrarme del brazo.

—¿Dónde estamos?— pregunté nada más bajar del coche.

—Correcional Pokrov— contestó el otro guardia.

Con los ojos abiertos como platos, fui caminado poco a poco hacía los muros que iban a privarme de mi libertad durante bastante tiempo. Los guardias, con poca amabilidad, me llevaron hasta la puerta de seguridad dónde otro guardia, uniformado de distinta manera y con un arma colgada a sus hombros, daba una señal para que se abrieran las puertas de seguridad.

—Ya nos ocupamos nosotros, gracias — espetó a la vez que me agarraban de nuevo.

Me quedé inmóvil viendo cómo las puertas se cerraron a mi paso y cómo los guardias, que me acompañaron por el camino, volvían a su furgón negro.

—¿A dónde me llevan? — pregunté asustada.

—A recepción, a que te tomen los datos — dijo con una sonrisa –Hoy es martes de presa.

—¿Qué significa eso?— pregunté horrorizada.

—Ya te enterarás— respondió con prepotencia.

El camino hasta la recepción me parecía eterno; aquellos pasillos estaban oscuros y en silencio, algo que lo hacía más aterrador, sin duda. Noté cómo un sudor frío corría por mi frente y en mis manos, mi respiración comenzaba a acelerarse. Comencé a sentir un hormigueo en las manos, pues los grilletes me apretaban demasiado e incluso notaba cómo se estaba formando una herida, debido al sudor y a la fricción del metal en mis muñecas.

El guardia se paró en una puerta grande donde se podía leer un cartel que ponía "recepción". Al abrirla, noté cómo las luces de los fluorescentes de la oficina me cegaban y cómo mis oídos empezaban a escuchar el alboroto que tenían allí dentro.

—Aquí le traigo a la nueva— me colocó delante de un mostrador en el que se encontraba una señora mayor al otro lado.

—Nombre y apellido, por favor— soltó sin apenas mirarme a la cara.

—Elena Katina— contesté con un hilo de voz que apenas me salía del cuerpo.

—¿Elena Katina? La estábamos esperando— levantó esta vez la mirada para observarme  – Cada día más jóvenes… ¡Qué desperdicio de juventud!

—Soy inocente— dije en apenas un susurro.

—Ya, como todas aquí— hizo una pausa para recoger unos papeles – Deme sus huellas— me mostró un estuche que contenía tinta – El dedo índice, por favor.

Levanté como pude las manos, que aún tenía esposadas, y, con algo de dificultad, coloqué el dedo índice en el estuche de tinta, presioné fuerte y coloqué el dedo en el lugar que me señalaba aquella extraña señora.

—¡Vamos! — exclamó el guardia mientras tiraba de mí.

Yo apenas tenía fuerzas para pronunciar una palabra. Aquel lugar me intimidaba demasiado; sólo me dejaba llevar de un lado a otro de la estancia. Me llevaron a otra habitación en la que había un había un enorme cartel blanco, con rayas negras situadas en la pared.

—Póngase allí señorita— dijo amablemente una agente.

—¿Aquí está bien?

—Tome, sostenga el cartel firmemente a la altura de la barbilla. Le voy a hacer un par de fotos, así que no se mueva — me explicó mientras se giraba para agarrar la cámara de fotos que se encontraba en una mesa.

Cuando la chica se giró, observé el cartel que me había dado. Al parecer, era una serie de números y letras; como vi siempre en las películas. Pude leer lo siguiente: "Departamento de la policía Correcional Pokrov RU", bajo un número que, en este caso, era el 6521. Y, por último, más abajo, la fecha: 7 May 2013. La pared llevaba una serie de medidas que supongo que marcaban la estatura.

—6521, mire al frente con la cabeza alta.

Pude deducir, mientras me fotografiaban, que en ese lugar no te conocen por tu nombre. Eres un simple número más allí dentro; alguien que no importa si es inocente o no, si has sido alguien importante fuera, si tienes principios, creencias religiosas o si eres vegetariana… Da lo mismo, aquí sólo eres un número más, entre tantos.

—Ahora quiero que te pongas de perfil y sostengas el cartel de la manera que te he indicado— dijo separando el ojo del objetivo de la cámara.

Acostumbrada a las fotografías, a que la gente se parase para echarme una foto o, incluso, me pidiesen un autógrafo… y, ahora, me encuentro echándome las peores fotos de mi vida, las que marcan el final de todo.

Al finalizar, y comprobar que se apreciaba claramente el cartel con el número y los datos, me llevaron a lo que probablemente sería un almacén.

—Toma, aquí está tu uniforme— me entregó un par de camisetas de tirantes blanca, dos camisas de color beige, con el número grabado en la espalda y en el frontal, junto a unos pantalones marrones.

—¿Qué talla usas de zapato?— me preguntó mientras se giraba a buscar entre las estanterías.

—37— me limité a mirar fijamente el número que me acompañaría durante mucho tiempo.

—Toma, las botas… Aquí están los utensilios del aseo, un cepillo de dientes, una pastilla de jabón, un cepillo para el pelo — soltó de manera autómata como si estuviera programado para decir eso durante toda su vida.

—¿Nada más?— fruncí el ceño ante lo que allí consideraban cosas de aseo.

—El resto se encuentra en las celdas. Y, por cierto… no pierdas el jabón, sólo damos una pastilla al mes.

—¿Y mis cosas?— pregunté al ver que no mes las daban.

—Están siendo revisadas por los guardias; no queremos que entren cosas peligrosas.

—¿Cuándo me las darán?

—Cuando nosotros digamos. ¿Entendido? — elevó el tono algo malhumorado el guardia de aquel departamento.

—Sí señor…— me resigné.

Después del almacén, me volvieron a llevar a recepción, dónde se encontraba aquella extraña y anciana mujer. El hombre, me dejó en una silla junto a un par de mujeres que sostenían, como yo, aquél mono beige con su correspondiente número en la espalda. A diferencia de cómo me encontraba yo de aterrada, aquellas mujeres mostraban una expresión seria y dura. Me pregunto… ¿Qué delitos habrán cometido para acabar aquí?

—¡Qué estás mirando!– exclamó una de las mujeres con expresión amenazadora.

—Na…dddaa…— tartamudeé del miedo que me provocaba tan sólo con su simple mirada.

—Vas a durar poco aquí dentro, muñeca— volvió a mirar al frente con una sonrisa sádica en su rostro.

Todo el tiempo que estuve a la espera del juicio, pensé en todo lo que iba a perder si me condenaban, pero nunca llegué a imaginar cómo sería vivir aquí dentro o, más bien, sobrevivir. Ahora, más que tristeza y desilusión por vivir, sentía auténtico pánico, pues si las mujeres de allí dentro fuesen la mitad de grandes y la mitad de fuertes que mi compañera de asiento, la llevaba cruda.

Miles de imágenes se me vinieron de repente a la cabeza, mostrando las diferentes formas de tortura que podían someterse en una cárcel y, en todas, como protagonista… yo misma.

—Andando, es hora de entrar— espetó el guardia a la vez que me volvía a sujetar por el brazo.

—Nos vemos dentro muñeca— dijo a la vez que me lanzaba un beso, acto que provocó que se me pusiera un nudo en la garganta que no me dejaba ni respirar.

Los pasillos, por los que me llevaba ahora el guardia, no tenían ni punto de comparación con los de antes. Si los otros me parecían oscuros y silenciosos, éstos eran todo lo contrario; las pocas ventanas se situaban a lo alto de la pared y estaban tapadas con una rejilla. El bullicio de la gente comenzaba a ser más fuerte, según avanzaba.

Una puerta, eso era lo que me separaba de lo que ahora sería mi nuevo infierno.

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Hola mis amores, nuevamente por acá en el ruedo subiendoles otra historia bastante interesante y como siempre suelo hacer, mis felicitaciones a la autora de tan importante fics... Mis aplausos para ella quien ha redactado a la perfección, bonita obra y espero que ustedes la disfruten tanto como lo he hecho yo!

Un abrazo Laughing Laughing
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/17/2022, 3:21 pm

Celda 066 Chapter 2: Celda 066
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Intenté resistirme, con todas mis fuerzas, el entrar allí y ver a cientos de chicas gritando y aporreando las celdas cuando se abrieron las puertas. Es como cuando quieren llevar a una vaca al matadero; eso era lo que me esperaba si entraba allí: un auténtico matadero. Hubiera preferido que me encerrasen en un cuarto oscuro, sola y aislada.

—¡Andando!— gritó mientras me empujaba para que avanzara.

—No me dejes, por favor— supliqué al guardia con temor.

—Sólo te están dando la bienvenida.

Con paso tembloroso, fui avanzando por el pasillo lleno de celdas. A ambos lados veía como las mujeres, que se encontraban allí, me observaban como un trozo de carne, como un juguete nuevo.

—Guapa, vente a mi celda— gritó una mujer mientras me miraba con cara lasciva.

—¿A dónde me llevan?— le pregunté al guardia, con miedo.

—Te hemos asignado una celda.

Pude escuchar la mayoría de insultos y obscenidades provenientes del pasillo; todas las mujeres hacían ruido y silbaban, gritaban algo como "martes de presa". El guardia se detuvo ante una de las celdas, levanté la cabeza y pude observar a una mujer alta y morena de ojos oscuros; tenía algunos tatuajes que se le asomaban por las mangas de la camisa de presidaria, pero… lo que más me estaba asustando, era la cara con la que me miraba, de arriba a abajo mientras se relamía los labios.

—Por fin algo de entretenimiento— me miró a la vez que se frotaba las manos.

—¡Martínez! Échese a un lado, vamos a abrir la celda y no quiero problemas ¿Entendido? — ordenó mientras amenazaba con la porra.

—No se preocupé agente Navalny, sé como tratar a una dama.

—Abre la celda 081— comunicó por el walky.

Cuando vi que la puerta de aquella celda se abría, y que la tal Martínez me miraba como si fuera de su posesión… noté como el mundo se me venía encima. Las piernas no me respondían y la boca se me quedó seca.

—¡Agente Navalny!— gritó una mujer de unas celdas continuas.

—Ahora no es tiempo de hablar, ¡Cada uno a su celda!— gritó enfadado.

—Quiero que la señorita se quede en mi celda.

—Estarás de broma, ¿no? ¡La chica es mía!— gritó enfadada la mujer que iba a ser mi compañera.

Cuando escuché la voz que provenía de la celda, todas las presas se quedaron en silencio. Al parecer, la chica que había hablado imponía respeto o así lo parecía. Vi como el agente volvía a dar una orden para que cerraran la celda de la señorita Martínez, y se dirigía hacia otra celda. Pude observar como el agente parecía estar discutiendo con aquella chica, pero estaba lo suficientemente lejos para no poder escuchar nada. No sabía qué era peor… si quedarme en la celda de Martínez, o que me tocara compartir habitáculo con lo que parecía la mafia de la cárcel.

Pasaron sólo un par de minutos, que para mi parecer fueron eternos, cuando noté que el agente Navalny se encontraba de vuelta.

—Parece que es tu día de suerte— me dijo mientras me llevaba al lugar de dónde venía.

—¿Por qué me han cambiado de celda?— pregunté extrañada por el cambio de comportamiento del agente y de la situación.

—Mejor no preguntes, pero eres la chica más afortunada de la prisión.

El chico me detuvo ante la nueva celda pero, al contrario que las demás, no podía ver a nadie en su interior; sólo una sombra procedente de la litera de arriba. La voz del agente Navalny me asustó.

—Abre la celda 066— volvió a dirigirse a su compañero por walky –Cambio de planes, hay un traslado de una presa de la 081 a la 066 — esperó respuesta de centralista — ¡Es una orden!— exclamó enfadado.

A los pocos segundos de que el hombre cortara la conexión con el walky, vi como las puertas de la que ahora sería mi celda se abrían, mostrándome con mejor detalle lo que había en su interior.

—Ésta es tu nueva celda— habló mientras me quitaba las esposas y me arrastraba a su interior – El desayuno es a las 9:00 en punto; a las 9:05 quién no esté en el comedor… no entra. Las comidas son a las 14:00 con el margen de 5 minutos, como en el desayuno, y lo mismo sucede con las cenas que son a las 20 horas. A partir de las 10:00 es la hora libre, después se les asignará un trabajo — me explicaba a la vez que las puertas de las celdas se cerraban.

—¡Esperen! ¿Dónde están mis cosas?— pregunté mientras veía como el agente se marchaba sin responderme.

—Yo de ti no esperaría que te las devolvieran— dijo una voz que provenía de lo alto de la litera.

—Policía corrupta— susurré por lo bajo para que no se escuchara.

—¡Hey pelinegra! La pelirrojita es mía, ¿me escuchaste? ¡Yo la vi primero! Y lo que quiero lo consigo — gritó Martínez desde su celda.

A mi compañera de celda no le importó escuchar las amenazas de esa mujer, apenas se inmutó de la cama. Aproveché la situación para observar más detenidamente el lugar. Las paredes eran grises, proporcionando a la habitación más seriedad de la que ya tenían; la celda era pequeña y tenían un pequeño orinal, tal y como lo pintaban las películas policiacas; pero, lo que más me extrañó de aquel lugar, era que tenía un escritorio con un montón de libros encima de la mesa. No me atreví a acercarme a la mesa así que opté por examinar mi cama que, al parecer, estaba repleta de libros, al igual que la mesa.

—Lo siento, pero no estoy acostumbrada a tener compañera— se disculpó bajándose de la litera y, por lo tanto, mostrándose.

—Soy Elena Katina— intenté ser cortés.

—La simpatía y las buenas maneras no te van a servir de mucho aquí— dijo a la vez que despejaba mi nueva cama.

No quise seguir tentando a la suerte y decidí hacer la cama, con las sábanas que habían colocado a los pies de la misma, junto a la almohada. Deduje que la cama de abajo sería la mía, ya que la chica pelinegra había vuelto a subir a la cama de arriba, dándome a entender que no era una mujer de muchas palabras.

Intenté que el tiempo que estuve entretenida haciendo la cama, y colocando mis cosas en la pequeña estantería situada a los pies de las literas, calmara el estado de nervios que sufría en aquel entonces. Cuando lo tuve todo ordenado, y sin saber qué más hacer… me senté en mi cama a pensar una manera de sobrevivir en este lugar.

—¿Por qué te han encerrado? — preguntó desde arriba.

—¿Eso importa?

—Para mí sí, te acabo de meter en mi celda. Al menos me gustaría saber qué has hecho.

Mi nueva compañera "desconocida" me estaba sacando de mis casillas con tanta preguntita. Acababa de pasar un infierno y, encima, tenía que aguantar otro interrogatorio, como si ya no hubiese pasado suficientes…

—No suelo hablar de mi vida con desconocidos— me crucé de brazos.

—Yo no soy una desconocida, soy tu nueva compañera de celda— asomó la cabeza por la litera.

—Al menos dime cómo te llamas— expresé en tono malhumorado.

—¿No te cansas de hablar?— preguntó con media sonrisa.

—Es sólo que me gustaría saber el nombre de la persona con la que voy a convivir.

Silencio, eso es lo que recibí después de soltar todo por mi boca. Ahora sí que la había fastidiado, la había enfadado y ahora tendría que dormir con un ojo abierto por si decidía hacerme algo.

—Yulia— susurró a los 5 minutos de estar en silencio.

—¿Qué?— pregunté al escuchar esa palabra.

Escuché como la chica tomaba impulso desde arriba para después saltar hacía donde me encontraba; se quedó de pie, frente a mí, y pude al menos observarla desde más cerca. Vestía unos pantalones marrones con una camiseta de tirantes blanca, el pelo lo tenía corto y algo alborotado. La verdad es que podría pasar por modelo perfectamente si no la hubiera conocido en estas circunstancias.

—Yulia Volkova, mi nombre es Yulia— me tendió la mano.

—Elena Katina— estreché su mano.

—Lo sé, ya me lo has dicho… ¿Me vas a decir qué has hecho para acabar aquí?

Iba a responder cuando un ruido ensordecedor se escuchó por todo el pabellón de celdas dónde nos encontrábamos. Me alteré al ver como las celdas se abrían automáticamente y me metí por inercia en la cama, quedándome pegada contra la pared.

—¿Qué es eso?– pregunté a mi compañera.

—Es el aviso de la comida. Deben de ser ya las dos de la tarde— me contestó mientras se cambiaba de ropa.

Me quedé parada viendo como la chica se cambiaba de ropa ante mis ojos, colocándose la horrible camisa de color beige que minutos antes me habían dado a mí.

—¡Vamos! Sólo tenemos 5 minutos para llegar al comedor. ¡Cámbiate!— me gritó extrañada por mi reacción.

—No tengo hambre.

—Tienes que comer, si no, no probarás bocado hasta las 8.

—Prefiero quedarme aquí— dije mientras me agarraba las piernas como una niña pequeña.

—Lo que tú quieras, pero no te muevas de la celda.

Yulia salió de la celda un tanto preocupada, al fin y al cabo no era tan mala como la pinté al principio. Yo necesitaba estar a solas ese tiempo que duraba la comida.

A los 5 minutos de estar sentada en la cama, decidí acercarme al escritorio que se situaba en la pared de enfrente, junto a una silla y una lamparita de luz. El poco tiempo que había estado frente a la celda de Martínez, había sido suficiente para cerciorarme de que no tenía como ésta un escritorio y, aun así, daba la sensación de ser una celda más pequeña.

Miré el montoncito de libros de la mesa y encontré libros de literatura clásica, arte e historia… Al parecer, mi compañera tenía muy buen gusto con la lectura, pero no fue lo que realmente me llamó más la atención del lugar. Sí, lo hizo el gran montón de fotografías que pude observar en la pared que se situaba frente al escritorio, junto a la litera de arriba; eso despertó mi curiosidad mucho más incluso que su afición a la lectura.

—He estado esperando a que aparecieras en la comida, pelirrojita— dijo una voz familiar.

—¿Qué quieres?— pregunté con algo de temor al ver que Martínez se encontraba apoyada en la puerta de mi celda.

—Tú y yo tenemos algo pendiente— contestó mientras se acercaba a mí con paso firme.

—No sé de qué me hablas.

No había más espacio y mi espalda tocó el final de la celda, dejándome en una posición un tanto fácil. Noté como aquella mujer se acercaba, con la misma cara de sádica con la que me había mirado minutos antes, y me agarró fuertemente de los hombros.

—No, por favor, no me hagas nada— cerré los ojos con fuerza.

—Tranquila, si en el fondo te va a gustar y todo. Conmigo no te va a pasar nada aquí dentro— espetó mientras pasaba la lengua por mi cara, dejando su saliva en mi rostro.

—¡Suéltala Adriana!— exclamó Yulia atravesando con la mirada el cuerpo de la latina.

—No te metas Volkova. Cuando acabe con ella, si quieres jugamos tú y yo un rato…— le insinuó mientras me apretaba más contra su cuerpo.

—No te lo voy a repetir. Suelta a la chica y sal de mi celda.

—Esto no es asunto tuyo.

Volví a cerrar los ojos. Estaba perdida entre los brazos de la tal Adriana cuando, de repente, escuché un fuerte golpe. Abrí los ojos y vi el gran armario que tenía sobre mí; ahora se encontraba tendida en el suelo. No podía creer que Yulia tuviese la fuerza necesaria para tumbar a la chica.

—¿Estás bien?— preguntó mirándome de arriba abajo.

Sólo asentí con la cabeza. El miedo que tenía en el cuerpo me había paralizado las cuerdas vocales y más me asusté cuando vi como la chica se abalanzaba sobre Yulia propinándole una serie de golpes. El escándalo que se montó, debido a los gritos de ambas, alertaron a los guardias que, en pocos minutos, se metieron en la celda armados con sus porras.

—¡Chicas! ¡Sepárense!— gritó uno de ellos mientras empujaba a las chicas.

Pude observar como el agente que me había traído a la celda se llevaba a Adriana fuera de la misma. Me quedé un tanto sorprendida por ver a Yulia sentada, apoyada en la pared de la celda, mientras se tocaba el labio; poniendo cara de dolor por tal acto.

—¿Por qué lo has hecho?— pregunté mientras me acercaba hacia donde se encontraba.

—No me gusta que entren en mi celda— espetó clavándome la mirada.

En ese momento me quedé decepcionada con su respuesta. Ilusa de mí por creer que se preocupaba por mí… En este lugar la única persona que importa es uno mismo y tus posesiones y, viendo nuestra celda, comprendía que la gente quisiera entrar en ella.

—Gracias— le agradecí a pesar de su respuesta.

—La próxima vez ten más cuidado— se levantó con dificultad del suelo.

—Sólo estaba...

Era algo extraño, pero la chica que se encontraba frente a mí imponía respeto y, por alguna extraña razón, me dejaba sin habla.

—Volkova, tiene que venir conmigo— ordenó el agente entrando de nuevo en la celda.

—Vengo en seguida, no te metas en más problemas… Por cierto, no intentes tocar mis cosas— me dijo antes de irse con aquel agente.

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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/18/2022, 5:02 pm

Celda 066 Chapter 3: Elena Katina
___________________________________________________________

Habían pasado un par de horas o, al menos, eso me parecía a mí. Me di cuenta de que el tiempo en este lugar es muy relativo y el estar tumbada en la cama, mirando la litera de arriba, hacía que el tiempo se pasase más lento. Las puertas de mi celda se abrían dejando pasar a mi compañera, que no traía muy buen aspecto pues tenía una tirita en la frente y el labio algo hinchado.

—¿Estás bien? ¿Qué te han hecho?— miles de preguntas se me atoraron en la boca.

—Me duele la cabeza y no estoy de humor para aguantar tu interrogatorio — caminó hasta la litera y con un ágil movimiento se subió en ella.

No tengo dudas, mi compañera de celda me odia e imaginarme así el resto de las horas… posiblemente me iba a volver loca. Sin darme cuenta comencé a tararear una canción que se me vino a la mente.

—¿Qué cantas?— preguntó revolviéndose en la cama.

—"I Dreamed A Dream" de los miserables — solté como si nada –Aunque si te molesta, me callo— comenté con la esperanza de que fuese lo contrario.

—No me molesta, cantas bastante bien— soltó de manera indiferente.

—Eso solían decir— me revolví inquieta en la cama.

Volvió a reinar el silencio en la celda, cuando creí que podía cruzar dos palabras con mi compañera, ésta se cerraba en sus cosas. Sin darme cuenta, solté un suspiro y seguí cantando. Cuando creía haber encontrado un poco de tranquilidad, los guardias volvían aparecer y seguían igual de desagradables que hacía unas horas.

—¡Chicas, hora de trabajar!— gritaban mientras las celdas se abrían.

No sabía qué hacer, estaba perdida en aquel lugar. Inmediatamente observé como Yulia, con algo de dificultad, bajó de la litera colocándose la camisa beige de la cárcel.

—¡Vamos! ¡Colócate eso!— me señaló mi ropa.

Me levanté y obedecí lo que me dijo sin articular ninguna palabra. Agradecí que se diera la vuelta mientras me cambiaba, pues aún no estaba acostumbrada a compartir habitación y mucho menos con una desconocida.

Mientras me abotonaba la camisa, pude ver en la espalda de Yulia su número, el 6196, con esa cifra no debía de llevar mucho tiempo aquí.

—¡Hora del recuento y asignación de tareas!— escuché gritar a los guardias de nuevo.

Yulia me agarró de la mano y me sacó a la puerta de la celda, pude ver como las chicas estaban colocadas en fila. En el extremo de la fila se encontraba el agente Navalny, con una carpeta, pasando lista.

Mientras el agente pasaba lista, pude echar un vistazo más amplio de la zona. Observé que en la pared de enfrente había marcado, en grande, un C3; supuse que ese era el número del pabellón dónde me encontraba.

Aproveché, que las mujeres estaban pendientes del agente, para observar las caras de las demás chicas que se encontraban compartiendo el mismo pabellón que yo.

—6196— escuché como nombraba a Yulia y la observaban – Hoy te encargas de la cocina.

—6521— me observó de la misma manera que a Yulia – Por ser tu primer día, acompañarás a 6196 en la cocina— Ordenó mientras seguía recorriendo el largo pasillo.

Después de que el agente Navalny, junto con otro compañero, terminaran de pasar lista y designar las tareas, me di cuenta como Yulia observaba con su gesto impasible; al menos con ella me sentiría más segura.

—Sígueme— me dijo mientras echaba a andar.

Me limité a ir dos pasos por detrás de ella, con la cabeza agachada. Noté como la gente iba pasando cerca de mí, pero no me atrevía a levantar la mirada así que la fijé en las piernas de Yulia. En menos de 3 minutos llegamos a lo que sería la cocina de este lugar.

—¿Qué tenemos que hacer?— pregunté mirando como la chica se había parado en la puerta.

—Tenemos que recoger y limpiar la cocina, no es complicado.

No me dio tiempo a responder cuando vi como entraba por la puerta. Me apresuré, no quería estar sola en ese pasillo. Cuando entré me encontré con la típica cocina de instituto, pero a lo grande. Los fogones eran enormes, las cacerolas eran de tamaño industrial y el suelo estaba pegajoso.

—No pongas esa cara… Da gracias que no te han tocado los baños.

—No estoy acostumbrada a este tipo de trabajos— dije con cara de desagrado.

—Pues ya va siendo hora de que vayas madurando... ¡Toma!— me lanzó la esponja de lavar.

Noté como la esponja chocaba contra mi pecho; la cogí por inercia, sin darme cuenta de que estaba más espesa que el lugar en sí. Después de asegurarme de si la esponja tenía vida propia… levanté la mirada hacia Yulia que me observaba con cara divertida.

—No tiene gracia— intenté limpiarme lo que me había salpicado.

—Sí que la tiene… Si hubieras visto tu cara…— estalló en una carcajada.

Lejos de molestarme, el comentario me produjo una sensación agradable. A pesar de todo, las cosas con Yulia podían ir mejor y, con ello, que mi estancia no fuese tan aburrida.

—¿Se supone que esto limpia?— señalé de nuevo el trapo.

—No, sólo quería ver tu cara— dijo escondiéndose de mi mirada.

Después de dos horas limpiando aquel lugar, agradecí la tarea. Si encontraba cosas que ocupasen mi mente, el tiempo pasaría más rápido y más entretenido. Suspiré y me senté en una silla que había pegada a una de las paredes de aquella cocina enorme.

—Estoy agotada— volví a suspirar.

—Eres un poco debilucha, creo que algo de ejercicio por las mañanas te vendría bien— me observó con la mano en la barbilla.

—¿Ejercicio?

En aquel momento de silencio noté como las tripas me rugían, cosa que me produjo mucha vergüenza al ver como Yulia me miraba extrañada. Desde que comenzó toda ésta locura, apenas probaba bocado y el saltarme la comida no había sido buena idea. Cerré los ojos y me concentré para que no volviera a ocurrir, pero era imposible; estaba cansada del esfuerzo y hambrienta.

—Se me olvidó darte esto— me lanzó una manzana que se sacó del bolsillo del uniforme.

—¿Y esto?— pregunté mientras miraba a la manzana que tenía entre mis manos.

—Cuando estaba en el almuerzo…— se tocó la nuca buscando las palabras –  Y al ver que no venías… pensé que te daría hambre y te traje la manzana, pero con el follón que se montón después…— Soltó algo avergonzada.

—Gracias.

Me quedé mirando a Yulia durante un buen rato. Ese gesto, aunque pareciese una tontería, era un mundo aquí dentro. Noté como terminaba de recoger la cocina.

—¡Se acabó el tiempo! Más vale que lo tengáis todo terminado— gritó un agente en la cocina perturbando el ambiente.

—Ya está todo recogido— respondió tensa mi compañera.

—Vaya, vaya…— me miró mientras se acercaba con paso lento –Tenemos una nueva gallinita en el gallinero— me agarró del brazo para que me levantara de la silla.

—¡Suéltala Kozłowski!— gritó tensando la mandíbula y los puños.

El agente me miró de forma desafiante a la vez que me soltaba bruscamente. Me llevé la mano inconscientemente al lugar dónde me había tocado mientras se dirigía de forma amenazadora hacia Yulia.

—Estoy harto de ti, Volkova— dijo mientras apoyaba su frente contra la de ella.

—Yo no te tengo miedo Bazyli.

—¡Deberías!— golpeó la cara de mi compañera – Y para ti soy el agente Kozłowski ¿Me entendiste?— gritó descontrolado.

El golpe que le propinó hizo que Yulia cayera al suelo, dándose un golpe con la mesa que se situaba tras ella. Me asusté al ver que, al principio, no se movía. Me llevé las manos a la cara y no me quedé tranquila hasta que la vi moverse con gesto de dolor. El ruido fue tan fuerte que, en menos de un minuto, la cocina se llenó de guardias.

—¿Qué ha pasado aquí?— preguntó uno de los agentes.

—Está todo controlado, la chica se ha desmayado y he venido a ver qué pasaba— mintió Kozłowski.

—Lleve a las chicas a sus celdas— ordenó un agente que, por el tipo de uniforme, debía ser el jefe de sección.

—A sus órdenes.

Sólo llevaba unas horas aquí para comprender la corrupción que había y me temía que no iba a ser la última cosa que viera… El tal agente Kozłowski nos llevó a nuestra celda, no sin antes lanzarnos una mirada amenazadora a ambas.

Yulia enseguida se sentó en la silla que estaba en nuestro escritorio y puso su mano en la cabeza. No sabía si acercarme o no, pues desde que llegué sólo le había causado problemas.

—No me mires así— espetó con los ojos cerrados.

—¿Cómo sabes que lo hago?

—Noto como me atraviesas con la mirada… y me temo que vas a empezar con tu ronda de preguntas.

—Sólo quería disculparme, desde que he llegado… te han pegado dos veces— dije con tristeza.

—No es la primera vez que me pegan aquí y tampoco será la última— puso una mueca de dolor al intentar levantarse.

—No deberías moverte mucho— intenté frenarla.

—Me gustaría tumbarme en la cama, pero…— miró hacía la litera de arriba.

—¡Túmbate en la mía!— exclamé sin pensar.

—¿Seguro que quieres que me acueste en tu cama?— levantó su ceja.

—No creo que sea conveniente que subas allí arriba en tu estado y es lo mínimo que puedo hacer por ti— me puse nerviosa por su cercanía.

—Gracias— dijo antes de tumbarse en mi cama.

Me quedé sentada en la silla; esa que minutos antes había abandonado Yulia. No pude dejar de observar cada mínimo detalle de sus movimientos; creo que se había quedado dormida, pues su respiración se hizo mucho más profunda y lenta. Al mirarla así, desde tan cerca, no parecía tan mala como cuando la conocí; al menos su expresión cambiaba cuando estaba dormida y relajada.

Cogí la manzana que me había dado minutos antes. Por alguna extraña razón, me quedé sonriendo al observarla; ese pequeño detalle me daba la esperanza de sobrevivir en este infierno.

—¿Te gusta?— me asusté al escuchar a Yulia hablar con los ojos cerrados.

Observé con atención de nuevo a la pelinegra, no sabía si estaba soñando o se dirigía a mí… Ignoré el comentario y seguí comiendo el resto de la manzana.

—Eres habladora cuando quieres— sonrió.

—Pensaba que hablabas en sueños.

—Hace tiempo que no sueño— se entristeció.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Llevo 9 meses.

La chica era todo un misterio. Cuando creía que íbamos a mantener una conversación tranquila, vi como se levantaba de mi cama y comenzaba a caminar hacia dónde me encontraba.

—Gracias por dejarme la cama— me sonrió.

—Deberías dormir esta noche allí, tienes que recuperar fuerzas.

—Ya estoy mejor, pero… gracias. Dormiré en mi cama.

No sé qué fijación tiene Yulia por estar en su cama, aunque pensándolo bien… no teníamos muchas cosas que hacer más que mirar el techo, a no ser…

—¿Qué libros lees?— quise investigar.

—Me gusta mucho la literatura y la fotografía… ¿Y tú?— me preguntó curiosa.

—A mi leer no me va mucho. Soy más de cantar, ya sabes...

—Pues no. No lo sé, la verdad. Te acabo de conocer— soltó tranquila.

—¿No sabes quién soy?— me indigné.

—¿Debería?— dijo con el ceño fruncido y fijando su vista en mí.

—¡Soy Elena Katina!— exclamé alzando los brazos.

—Que eres Elena Katina lo sabía desde esta mañana— dijo más confundida.

—¿Es qué no escuchas música? ¿No vas a conciertos? ¿No lees las revistas? ¿No salías a la calle?— le pregunté incrédula.

—Los conciertos  no me van mucho, prefiero el cine. Y en cuanto a las revistas… no suelo leer ese tipo de cosas, prefiero la prensa.

Me quedé mirándola, ella trasmite mucha tranquilidad cuando habla. A pesar de que ese tipo de cosas me hubiesen molestado anteriormente, en una persona como ella, ahora me sentía diferente. Creo que será por el hecho de estar en la cárcel y que todo se haya acabado.

—¿Entonces trabajas en televisión, o algo así?... ¿Elena?— me pasó una mano por la cara debido a mi distracción.

—¿Qué?— pregunté al volver de mi mundo.

—Te has quedado como ida, pensaba que te había pasado algo.

—Lo siento, estaba pensando en otras cosas— me avergoncé —¿Qué preguntabas?— intenté retomar la conversación que tanto trabajo me había costado sacar.

—¿Trabajas en la televisión?— preguntó ésta vez riéndose.

—Sí, soy cantante, productora… Bueno, era…— dije agachando la cabeza.

—Yo una vez fui a un concierto de jazz — intentó animarme.

En ese momento ya no me apetecía hablar. ¿Qué iba a pasar a partir de ahora? ¿Qué haré cuando termine de cumplir mi condena? ¿Mis amigos estarán esperándome? ¿Mi familia me volverá a querer después de esto?

—¿Qué tipo de música cantas?— volvía a insistir.

—Rock pop, Rock alternativo, electrónica, dance, pop, baladas — suspiré al mencionar la última.

—¡Vaya! Pues entonces tienes que ser una súper estrella de la música— exclamó sorprendida por lo que había mencionado.

—Tanto como súper estrella… Estuve nominada a los Billboard por nueva revelación musical, pero se lo llevó Tatiana Kotova.

—Si te sirve de consuelo… A ella no la conozco tampoco — se colocó la mano en la barbilla y entrecerró los ojos.

No pude hacer otra que reírme al ver su cara y sus expresiones, provocando, además, que se contagiara. Había conseguido quitarme ese mal trago a su manera y, en el fondo, lo agradecía.

—Al menos he conseguido que quitaras esa cara tan triste— me sonrió.

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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/18/2022, 8:51 pm

Que felicidad encontrarme estos 3 capítulos. La historia me parece muy interesante me gusta mucho como va y la relación que tendrán y como les va a tocar cuidarse, ya quiero leer más 😃. Saludos cariño feliz noche 😘😘😘
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/19/2022, 12:57 pm

Celda 066 Chapter 4: Visita
_______________________________________________________

—Elena, Elena… — noté como me zarandeaban.

—Un ratito más — rogué escondiendo mi cara en la almohada.

—Voy al gimnasio un ratito, ¿te vienes?

—¿Qué hora es? — pregunté aún con los ojos cerrados.

—Son las 7:30 — me sonrió.

—¡Estás loca! — exclamé dándole la espalda.

—Me tomaré eso como un no, pero deberías de buscarte un entretenimiento aquí dentro. Y algo de ejercicio no te vendría mal — soltó tan frescamente por su boca.

—No suelo estar de buen humor tan temprano — refunfuñé.

—No te metas en líos y nos vemos en el desayuno — dijo antes de marcharse de la celda.

Al cabo de pocos minutos, me giré en la cama intentando volver a coger el sueño, pero me era imposible. Al parecer, la tranquilidad que me daba la presencia de Yulia se había ido con ella. ¡Mierda, no podía dormir! Me levanté de la cama observando la celda abierta e imaginando miles de situaciones por las cuales esa tal Adriana podría hacerme picadillo antes del desayuno.

Mi primera noche en la cárcel… Ha sido horrible. Lloré hasta quedarme sin fuerzas y las pesadillas, que había sufrido durante el poco tiempo que me quedé dormida, no dejaron que mi cuerpo descansara; parecía que me habían dado una paliza y la cabeza me iba a explotar, sin contar el madrugón al que me había visto sometida gracias a mi compañera.

Me levanté, me puse la camisa, con mi número correspondiente en la espalda, y cogí las cosas de aseo; salí con algo de temor en busca de los baños. Caminé con paso algo dudoso mirando todo lo que se movía a mí alrededor; apreté las cosas que llevaba contra mi pecho, como si eso fuese a salvarme la vida ante un ataque. Ilusa de mí, iba tan asustada… que sin darme cuenta llegué al aseo que correspondía a mi pabellón; éste estaba situado al final del pasillo, tras pasar la cocina y la lavandería.

Respiré hondo al entrar pues no me había cruzado con nadie por el camino, era la ventaja que tenía salir temprano de la celda. Aunque mi suerte se acabó ahí, justo cuando escuché caer agua de una de las duchas.

Con rapidez, me situé en el lavabo y me miré al espejo. "Parezco un verdadero zombie", pensé mientras veía la hinchazón de mis ojos, las ojeras y la cara de perro muerto que traía esa mañana. Escuché cesar la caída del agua y, a través del espejo, pude ver como una chica desnuda salía de la ducha mientras cogía la toalla que había dejado en el banco.

—¡Elena! — exclamó sorprendida —Pensaba que estaba sola— dijo mirándome algo avergonzada.

—Lo siento— me disculpé sin poder quitar la vista de su cuerpo.

—No pasa nada, aquí nos duchamos todas juntas— le quitó importancia.

—¿Todas juntas?— pregunté extrañada.

—Sí, después del desayuno es cuando se ducha toda la gente.

—¿Y tú? ¿Por qué lo haces ahora?— me giré para mirarla a la cara.

Error, eso es lo que fue. Tenerla en esas condiciones, cara a cara, me hacía intimidar más y me ponía más nerviosa de lo que ya lo estaba. Creo que ella lo notó porque, al verme, sonrió y se alejó a ponerse la ropa limpia que había traído.

—Te lo he dicho esta mañana— comentó mientras se terminaba de secar sus piernas.

—¿El… qué?— me quedé en shock.

—Pues que me iba a hacer ejercicio y ya aprovecho y cuando termino pues me ducho más tranquila antes del desayuno— cambió a la otra pierna.

—Es buena idea— dije dándome la vuelta al ver lo que venía después.

—No hace falta que te gires, no tengo nada que tú no tengas— se rió.

—Cuestión de intimidad— le contesté agachando la cabeza.

—¿Desayunamos?— preguntó ya vestida a mi lado.

—Pero yo no me…— no terminé cuando noté la mano de Yulia arrastrándome fuera de las duchas.

—Son casi las 9, no te va a dar tiempo a comer. Hazlo después.

—¿Después?— noté como la presión de mi cuerpo bajaba.

—Sí, tranquila, no pasará nada. Suele haber un guarda vigilando.

—No creo que eso me tranquilice mucho— solté en un tono de preocupación.

El comedor ya estaba lleno de gente. Dentro se encontraba el agente Kozłowski y una chica que se apellidaba Kuznetsova, al menos eso es lo que decía la chapa de su uniforme. Ella es blanquita de piel, morena, con unos ojos azules penetrantes y una sonrisa inocente que, por supuesto, me tranquilizaba.

—Vamos, allí hay un par de sitios libres — señaló con la bandeja de comida en la mano.

Noté como los ojos de aquellas mujeres se posaron sobre nosotras. El comedor estaba formado por varios grupos de presas, al menos así era como parecía estar distribuida la zona por el momento. Uno de los grupos más grandes era el de Adriana que, por cierto, no nos quitaba la mirada de encima.

—Hola Yul — saludó una chica de color mientras juntaba el puño con el de Yulia.

—Hola hermana — comentó con una sonrisa.

—¿Quién es la pelirroja? — preguntó mientras me miraba desafiante.

—Es Elena, mi nueva compañera de celda.

—¿Compañera? — preguntó extrañada.

—Me apetecía entretenimiento — bromeó con su amiga.

Me quedé escuchando, como si fuese un partido de tenis, la conversación que tenía esa extraña mujer con Yulia.

—Soy Nayah — me tendió la mano.

—Encantada— intenté sonreír.

—Me da a mí que no va a durar mucho aquí dentro.

—No digas eso Nayah — dijo Yulia.

—Mira como mira el cabrón de Kozłowski — miré hacia donde estaba el policía.

—¿Qué le pasa a ese tío? — pregunté curiosa debido al enfrentamiento de ayer.

—Se oye por mi pabellón que ayer llegó muy cabreado y se desquitó con una de las chicas — susurró para que no se escuchara muy alto.

—Hijo de puta…— noté como a Yulia le cambiaba la cara.

El desayuno pasó rápido, Nayah era una chica divertida y simpática; ella llevaba allí un par de años y se conocía la cárcel como si fuese su casa. También era más habladora que Yulia, que sólo se limitó a escuchar y mirar, algo que me ponía verdaderamente nerviosa.

—Hey muñeca, ¿ya te vas? — se acercó Adriana cogiéndome de la mano.

—Suéltame — intenté salir del agarre.

Le pegué un guantazo en la cara; estaba muy cansada de sus amenazas. Yulia me miraba con los ojos abiertos como platos, supongo que nunca esperaría esa reacción de mi parte. La cara de Adriana no era tampoco una de las mejores que digamos; inmediatamente, las chicas que estaban sentadas con la chica latina, se levantaron y me rodearon.

—¡Basta de juegos! — gritó la agente que estaba en el comedor.

—Sólo estábamos saludando a nuestra amiga — comentó con los ojos desafiantes.

—Será mejor que nos vayamos a nuestra celda — dijo Yulia agarrándome del brazo y sacándome de allí.

—No quiero peleas en el comedor — ordenó la agente.

—Lo siento Nadiuska, no volverá a pasar — se disculpó Yulia.

¿Nadiuska? La guapa agente se llama Nadiuska y Yulia parecía que la conociese de toda la vida… Aunque, siendo así de agradable y llevando tanto tiempo allí dentro, quizás acabas simpatizando con algunos de los funcionarios de aquí.

—¿Qué piensas? — preguntó al entrar en la celda.

—¿De qué conoces a esa tal Nayah?

—Eres directa…— recogió unos libros del escritorio.

—Tú me has preguntado, yo te contesto — me encogí de hombros, estaba dispuesta a seguir su juego.

—Cuando llegué a este sitio, estaba sola. Y a los pocos días… conocí a Nayah. Ella hizo que los días aquí no fuesen tan… tan… ¿horribles? — frunció el ceño.

—¿Ya está? — levanté una ceja.

—Te he hecho un resumen — se encogió de hombros.

—Por ahora me vale… ¿Y Nadiuska? ¿De qué la conoces a ella?

—¿Nadiuska? — se sorprendió ante mi pregunta.

—Parece que te llevas muy bien con ella…— sonreí.

—¡Para nada! Es buena chica. De hecho, una de las pocas personas de las que te puedes fiar aquí dentro… Por eso la respeto.

—¿Te gusta?— probé suerte.

—¿En serio me estás preguntando eso? — sonrió.

—A lo mejor me estoy equivocando.

—¿Qué te hace pensar que me gustan las mujeres?— se sentó a mi lado en la cama.

—No sé, supongo que…

—Señorita Katina — escuché una voz fuera de la celda.

—¡Sí!— exclamé levantándome como un resorte.

—Tienes visita — dijo el agente mientras me acompañaba por el pasillo.

El agente me llevó del brazo por el pasillo, abrió la puerta y allí estaba ella: mi abogada. Se encontraba esperándome sentada en una silla, con gesto algo serio, mientras me miraba completamente apenada.

—Tienes 15 minutos — me informó antes de cerrar la puerta y dejarnos a solas.

—¿Cómo estás Elena? — me miró con tristeza.

—¿Tu qué crees, Nastya?— pregunté algo destrozada mientras me sentaba en la silla situada al frente de la de mi abogada.

—Me puedo dar una idea.

—Dime que tienes buenas noticias y que me vas a sacar de aquí ya— le supliqué con lágrimas en los ojos.

—Lo siento Lena. Estoy trabajando muy duro en el caso, pero está todo muy atado y…

—¡Tú no sabes lo que es esto! ¡Hasta la propia policía me trata como una mierda — me derrumbé.

—Te prometo que te sacaré de aquí — dijo con determinación en los ojos.

Una de las cosas que caracterizan a Anastasia es que todo lo que promete lo cumple, aunque se le vaya la vida en ello. Por ese aspecto no me preocupo, pues confío plenamente en ella para que me saque de aquí. El problema es, en realidad, el tiempo que va a tardar en hacerlo y si iba a durar lo suficiente para comprobarlo.

Conozco a Nastya desde que era pequeña, nos hemos criado prácticamente juntas. Nos apuntábamos a los mismos grupos de canto, al grupo de teatro… Y gané con ella las nacionales del colegio. Pero ella prefirió tomar otro camino diferente al mío; siempre me dijo que la fama no era para ella y se matriculó en derecho, en una universidad de Moscú para al menos estar juntas.

—¿Cómo están mis padres? — pregunté con lágrimas en los ojos.

—Ayer estuve hablando con ellos todo el día. Vendrán en el siguiente pase de visita.

—¿Y Kristián?

—No he hablado con él— dijo con desagrado.

—Aunque no te lleves bien con él… debes hacerlo Nast, ya sabes lo importante que es para mí — le apreté las manos.

—Está bien, hablaré cuando pueda con él y le diré que venga a verte— dijo con algo de asco –¿Necesitas que te traiga algo?

—Dile a mis padres que me traigan el álbum de fotos y el mp3… Si les dejan, claro — comenté al recordar como me habían confiscado mis pertenencias al entrar.

—Yo se lo diré, no te preocupes. Y hablaré con los guardias para que te lo hagan llegar — espetó sonriendo.

—¿Hay alguna novedad en el caso?— pregunté esperanzada.

—El juez dictó sentencia, Elena. Por ahora debes de cumplir la condena que te ha impuesto…

—¡5 años metida aquí! — exclamé horrorizada.

—Es lo mínimo por lo que se te acusa, aunque por buen comportamiento se te reducirá la pena.

—No creo que dure viva mucho tiempo. Tienes que sacarme de aquí, Nast — le supliqué.

—Voy a presentar un recurso… Voy a hacer lo que sea para que se reabra el caso y demostrar tu inocencia.

—Confío en ti— dije con esperanza.

—Se acabó el tiempo señoritas— entró el guardia en la sala interrumpiendo la conversación con mi amiga.

—Volveré pronto — me dijo antes de abrazarme –Tú solo vive.

—Lo intentaré— dije antes de ver la puerta cerrarse viendo la cara triste de mi amiga allí de pie.

El guardia me volvió a llevar a la celda, encontrándome a una Yulia expectante por mi visita. Me limité a tirarme en la cama y cerrar los ojos. El ver a mi amiga en ese estado, tan triste y preocupada, me hizo sentir muy mal; me imaginé como debían de estar mis padres con todo esto.

—¿Todo bien, Elena? — preguntó preocupada.

—Sí— contesté llorando.

—¿Por qué lloras entonces?

—Ha venido mi abogada…

—Oh, oh… ¿Malas noticias? — susurró por debajo.

—Está haciendo todo lo posible.

—Eso dicen todos— dijo con una mueca de desagrado.

—Nastya no es así, ella luchará por sacarme de aquí — me levanté algo enfadada por el comportamiento de Yulia hacia mi amiga.

—Parece que le tienes mucho aprecio a tu abogada…

—Nastya es mi amiga, antes que mi abogada. Nos hemos criado juntas y… ¿Por qué te estoy contando a ti esto? — me quedé mirando a Yulia.

—¿Tiene algo de malo? Me gusta saber cosas de ti — sonrió.

—Siempre te ando contando cosas de mí, pero de ti no sé nada — me crucé de brazos enfadada.

—Si no quieres contarme nada… lo entenderé — dijo mientras se preparaba para salir.

—¿A dónde vas?— pregunté extrañada.

—A tomar un poco el sol — me guiñó el ojo.

—¿A tomar el sol? — mi cara de póker lo decía todo.

—Sí, al patio. En días, como el de hoy, me gusta tomar un poco el sol. Además, por las mañanas tenemos las horas libres hasta la comida — me explicó.

—¿Tenemos las horas libres?— pregunté mientras salía con ella hacia el patio.

—Todas las mañanas. A no ser que sea algún día excepcional que tengamos turno doble de trabajo.

—¿Y qué se puede hacer en las horas libres?

—Muchas cosas, aunque te parezca extraño— se rió al ver mi cara de incredulidad.

—No te rías de mí, soy nueva. No sé como funciona esto — dije indignada.

—Aparte de gimnasio, tenemos biblioteca, salón de cine…

—¿Tenéis salón de cine? — pregunté ilusionada.

—Sí. Los fines de semana suelen organizar actividades allí, ya las conocerás.

Casi sin darme cuenta, noté como los rayos del sol me cegaban los ojos. Ese sol que ansiaba tanto desde que llegué; al fin lo podía notar en mi cara, en mi piel… Era como una inyección de energía. Ya sé por qué Yulia aprovecha los días así para tomar el sol, hay que ser tonto para perderse ese lujo que nos brinda el cielo. Pero no éramos las únicas que pensábamos así pues, al igual que nosotras, casi toda la cárcel se encontraba allí reunida, convirtiéndola, a mi parecer, en un lugar hostil y peligroso.

—Tranquila Elena, no te pasará nada si estás conmigo— dijo al notar como me pegué a su brazo.

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Hola mis amores, hoy tendremos capítulo doble!!!
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Mensaje por Fati20 6/19/2022, 2:36 pm

Sigue muy buenaa historia me gusta esta clase de trama 😃 y que felicidad que tendremos otro capitulo. Feliz domingo querida 😘😘 estaré al pendiente del siguiente
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/19/2022, 5:23 pm

Celda 066 Chapter 5: Bipolar
_________________________________________________________

El patio está bastante tranquilo. Yulia es una persona poco habladora y muy misteriosa. Cuánto más la miro, más preguntas me vienen a la mente, pero… el verla, ahí, apoyada en las gradas del patio, absorbiendo los rayos del sol, me bloquea; no me gustaría romper la perfecta armonía que se ha creado.

Los rayos de sol logran que el azabache de su corta melena brille y, a pesar de tener la piel tan pálida, el poco sol que le da le proporcionaba un color rosado en las mejillas que la hace casi perfecta.

—Me vas a desgastar de tanto mirarme — me dijo sonriendo con los ojos cerrados.

—¿No te quemas la piel? Eres muy blanca para estar así tan directa al sol — intenté desviar su imagen de mi mente.

—No me suelo quemar. Además… necesito mis dosis de sol para vivir — dramatizó.

—Todo está muy tranquilo — miré hacia todas las direcciones.

—En días así, la gente se suele relajar y disfrutar — volvió a cerrar los ojos para seguir tomando el sol.

—¿No te sueles relacionar con la gente? — observé que la mayoría de chicas estaban en grupos de, al menos, unas cinco chicas.

—No suelo encajar bien en los grupos. Digamos que me gusta estar sola.

—¿Te molesto? — pregunté dolida.

—No lo decía por ti — me miró fijamente.

—¿Por qué tanto interés en mí? Si ni siquiera antes compartías celda — me interesé.

—Eres diferente a las demás.

—Eres siempre tan escueta en tus contestaciones? — me giré para darle la espalda.

—No te enfades, por favor — me suplicó – Es solo que llevo mucho tiempo sola y no me acostumbro a tener alguien a mi lado — se excusó.

—Entiéndeme tú, parece que le hablo a la pared.

—¿Preferirías haberte quedado en la celda de Adriana? — preguntó vacilante.

—Ok, tienes razón… pero…— intenté defenderme.

—¡Elena! — me interrumpió – Tendrás tiempo de conocerme — volvió a sonreír.

Me estaba acostumbrando a ver su sonrisa. No sé cómo lo hace, pero siempre sale ella ganando. A veces me gustaría poder meterme en su cabecita y saber lo que piensa, y lo que siente, aunque pensándolo bien… ella tiene razón, vamos a estar juntas mucho tiempo y tendremos tiempo de aburrirnos.

—¿Por qué llorabas anoche? — preguntó de la nada.

—¿Me escuchaste? — me sorprendí.

—Vivo arriba, ¿recuerdas? Es difícil no escucharte — me miró de reojo.

—Fue mi primera noche aquí y, cuando me tumbé en la cama, se me vino todo encima — agaché la cabeza recordando el momento vivido.

—Las primeras noches son así. Con los días podrás descansar mejor, ya lo verás — me colocó una mano en el hombro en señal de apoyo.

—Eso espero… — suspiré.

—Tengo una idea — dijo incorporándose – Acompáñame — volvió a sonreírme.

—¿A dónde? — pregunté extrañada.

—Tú solo sígueme.

Durante unos segundos dudé quedándome parada, mirándola fijamente, pero había algo en la mirada de Yulia que me hacía confiar. Ella era diferente a la mayoría de las reclusas que había conocido; me limité a seguirla, como siempre.

Abandonamos el patio por la puerta por dónde habíamos entrado. Me llevó por un pasillo que desconocía y en el cual nunca había estado.

—Espero que esto haga tu estancia algo más agradable — me dijo abriendo una puerta.

—¡Una biblioteca! — exclamé sorprendida —¿En las cárceles hay bibliotecas? — me llevé la mano a la barbilla.

Una sala enorme, llena de estanterías y enormes ventanales, que dejaban entrar la luz del sol y daban a la estancia un aspecto algo más agradable que el resto de las instalaciones oscuras de este lugar. Alrededor de las estanterías, había mesas con sus correspondientes puntos de luz. Al fondo, se encontraba un mostrador con una señora que, si no me equivocaba, era la que se encargaba de cuidar ese lugar.

—¡Claro! Esto no es tan malo como parece. Aquí podrás leer, consultar e incluso estudiar una carrera — sonrió de nuevo.

—¡Es fantástico! ¿Tenemos acceso cuando queramos? — pregunté ilusionada.

—En las horas libres y, además, te puedes llevar los libros a la celda para leerlos allí.

—¿Por eso tenías esos libros en la mesa? — deduje.

—Sí, que…por cierto, tengo que devolver en unos días.

—¿Tendrán la biografía de Sedaris? — la miré con ojitos.

—¿Quién? — preguntó extrañada.

Creo que mi cara lo decía todo. Ver cómo Yulia me miraba con algo de temor me produjo un poco de gracia; mi pregunta hizo que mirase a todos lados y se tocase la nuca por los nervios.

—Si no la tienen, pregúntale a la bibliotecaria que seguro te lo encuentra — dijo nerviosa.

—Ésta vez te has escapado — le señalé con el dedo amenazante.

—Ya tendrás tiempo de investigar — me dijo al verme que me metía dentro de la biblioteca.

—¿No nos quedamos? — pregunté extrañada.

—Aún te quiero mostrar otro lugar — me agarró de la mano.

Me dejé llevar por su mano. No se dio cuenta, pero todo el camino que duró el trayecto, hasta el siguiente destino, fue agarrada a mi mano. Me quedé algo pensativa ante tal gesto, era una persona un tanto extraña pues a veces te daba la mano y, otras, se ocultaba tras sus propios muros.

—¿Eres bipolar o algo? — pregunté sin darme cuenta.

—¿Por qué lo piensas? — me miró extrañada.

—Por esto — levanté nuestras manos agarradas.

—¿Por eso tengo que ser bipolar? ¿Nunca te han llevado de la mano? — me miró con una ceja levantada.

—Lo digo porque algunas veces estás tan cariñosa… y otras tan cerrada...

—Si te molesta, no lo vuelvo a hacer — me soltó la mano.

—No es que me moleste…— me callé al ver la mirada fría en su rostro.

Bien por ti Elena. La he vuelto a cagar, por una vez que Yulia estaba receptiva y habladora… voy y la fastidio. Doy un paso hacia adelante con ella pero, al momento, la fastidio y vuelvo dos hacia atrás.

—Llegamos — dijo algo más neutral.

—¿Es la sala de cine de la que me hablaste? — pregunté al abrir la puerta y ver lo que había dentro.

La sala era muy grande y espaciosa. Contaba con una televisión muy amplia, muchas sillas y una especie de escenario, con su equipo de sonido y sus luces.

—¿Y ese escenario? — señalé el lugar.

—Algunas veces viene algún cantante, algún espectáculo de magia o cualquier cosa que se les ocurra para hacernos la estancia más entretenida — dijo sonriendo.

—Algo bueno en todo este pozo — me contagié de la sonrisa de Yulia.

—Podrías cantar algo aquí — soltó sin más.

—No sé si será buena idea...

—Me dijiste que eres cantante. Y, bueno, aunque éste no sea un escenario famoso… al menos aquí tendrás a un público más… "selecto".

—No hace falta que lo jures, puede que salga apaleada de aquí — me reí ante mi comentario.

—Y ahora te voy a enseñar el gimnasio. Aunque por la cara que me has puesto esta mañana, no sé si eso te gustará.

—No es que no me guste hacer ejercicio… Es que no estoy acostumbrada mucho a madrugar, ya sabes… el trabajo y los pases nocturnos de los conciertos — me justifiqué.

—Así que eres una chica nocturna — me observó entrecerrando los ojos – Es bueno saberlo.

—¿Saber el qué? — me crucé de brazos.

—Tus hábitos — sonrió – Por eso de que compartimos celda, no te vayas a creer que es por otra cosa.

—¿Hay algo más que deba saber de éste sitio? — intenté desviar la conversación, por ese camino iba a perder.

—Ya te lo iré enseñando, ¿Volvemos al patio o quieres visitar algún sitio de aquí?

—Tampoco queda mucho para la hora de la comida… — dije observando el reloj que había en la pared de aquella sala de cine.

—Dentro de 45 minutos — giró para ver la dirección del reloj.

—Creo que debería ducharme antes de ir a comer.

—Pues entonces te dejo, yo iré a devolver los libros y recoger unos nuevos.

Me quedé observando cómo Yulia se perdía por el pasillo y, de repente, me sentí vacía y desprotegida. Aceleré el paso para llegar a la celda, pues tenía que recoger los utensilios de aseo. Me acordé, en ese momento, del guardia que tenía mis cosas confiscadas; tan simples como las cosas básicas: colonia, mascarilla facial... ¿Qué daño puede hacer un bote de crema para el pelo? ¿Es un arma de destrucción masiva y no me he enterado?

Recé para que la gente siguiera en el patio disfrutando del precioso sol. Deseé que estuviese vacío, como esta mañana cuando entré. Al llegar, había unas cuantas chicas, exactamente unas seis pude contar, pero al menos no parecían peligrosas.

Las duchas se encontraban en fila y separadas por un pequeño muro a los laterales; eran muy simples y dejaban poco a la intimidad. Dejé la ropa limpia en la banqueta, que se situaba justo frente a las duchas, me metí en una de ellas y dejé la toalla colgada del muro que me separaba de la ducha contigua.

El mecanismo de la ducha no era muy complicado: una tubería que conectaba a una alcachofa, un tanto rudimentaria, fijada a la pared y una simple manivela que daba paso al agua. Me desnudé lo más rápido posible y miré que no hubiese gente alrededor; al parecer las chicas estaban cada una a lo suyo. Giré la llave de paso al agua dejando que cayese al principio un hilito para que después cayera con fuerza; al menos el agua estaba templada.
Observé la pastilla de jabón que me habían dado al entrar aquí y recordé las palabras del guardia cuando me la entregó. La agarré con fuerza y comencé a enjabonarme el cuerpo. En las cosas que habían en la celda, junto a las mantas y a las toallas, se encontraba un bote de champú, que supuse también que sólo tendría uno al mes, al igual que la pastilla. Froté enérgicamente, noté la necesidad de eliminar todo el malestar que llevaba acarreando todo el día.

Cuando terminé de estar bajo el agua, cerré el grifo dejando la estancia en silencio. No me había dado cuenta, con el ruido del agua al caer al suelo, que me había quedado sola. Levanté el brazo para coger la toalla que tenía a mi derecha.

—Bonitas piernas y bonito culo — escuché una voz detrás de mí.

—¡Dios! ¡Me has asustado! — me llevé la mano al pecho mientras me ponía rápidamente la toalla.

—No hace falta que te tapes, preciosa, me gustas más sin la toalla — dijo acercándose a mí, arrinconándome contra la pared de la ducha.

—¡Déjame salir! ¡Socorro! — grité para que alguien viniera.

—No hay nadie, muñeca. Estamos tú y yo solas — apoyó sus brazos contra la pared, acorralándome en ellos.

—¡No me toques! — grité asustada al ver cómo intentaba meter la mano bajo la toalla.

—Me gustan que griten — dijo mordiéndome el cuello.

Cerré los ojos con fuerza, aguantando el pequeño dolor que me causó aquel mordisco en el cuello, que de seguro me iba a dejar marca. Noté cómo sus manos recorrían mis piernas, haciendo subir la toalla; intenté salir de allí pero recibí un manotazo en la cara. La chica aprovechó que tenía la cara girada para besarme el cuello.

—¡Suéltala Martínez! — gritó el agente Navalny que ahora estaba parado en la ducha.

—¡Mierda! — dijo Adriana.

—O sales por las buenas o te saco a golpes — sacó la porra de su cintura.

—Tranquilo agente, sólo estábamos pasándolo bien, ¿verdad Elena? — dijo agarrándome por los hombros.

—¿Es eso verdad 6521? — me preguntó con la mirada fija.

Noté cómo los brazos de Adriana se apretaban más contra mi cuerpo; si decía lo que verdaderamente pasaba, quizás me metería en problemas con la chica y la pagaría conmigo.

—Está todo bien agente — agaché la mirada.

—¿Ves? — dijo con una sonrisa fingida.

—No quiero que estéis así en las duchas, para eso está el vis a vis.

—Lo tendremos en cuenta agente — dijo Adriana separándose de mí para irse del lugar.

—La próxima vez que te hagan esto sólo dímelo y no te lo calles — me dijo antes de irse.

—Gracias, agente Navalny — agradecí con la voz temblorosa debido al encuentro con Adriana.

Cuando el agente se fue, me quedé paralizada en aquella ducha, agarrando con fuerza la toalla para que no se despegara de mi cuerpo. Fui cayendo al suelo, lentamente; las piernas me flojeaban y notaba que me iba a venir al suelo si no me sentaba. De repente, las lágrimas empezaron a salir en un llanto silencioso, no podía creer lo que podían hacerme en cuestión de pocos minutos.

Cuando noté que ya no me quedaban lágrimas, y tras darme cuenta del tiempo que había pasado, me levanté con cuidado, asegurándome ésta vez que no había nadie, y me vestí rápidamente. La hora de la comida se acercaba y necesitaba encontrar a Yulia. No podía creer la dependencia que tenía con aquella chica cuando, hacía tan sólo una semana, era lo suficientemente independiente y no necesitaba de nadie para hacer mis cosas. Ahora, una simple ducha o una simple comida me estaba costando mucho esfuerzo hacerlo sola.

—Hola Elena, ¿qué tal la ducha? — me preguntó Yulia con su amable sonrisa en la mesa del enorme comedor —¿Estás bien?— volvió a preguntar debido a mi silencio —¿Y ese golpe? — se preocupó al ver mi expresión seria y de angustia.

No necesitó que le dijese ni una palabra; cuando vio los ojos llorosos, noté cómo levantaba la mirada buscando a una persona en el comedor. Se levantó con los puños apretados y se dirigió hacía el grupo de chicas en el que se encontraba Adriana.

—¿Qué le has hecho hija de puta? — la escuché gritar desde la otra mesa.

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Oh Lena, solo resistí un poco!

Fati20: Gracias Nena! Embarassed
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/19/2022, 8:10 pm

Muy buen capitulo lastima q lena le toco pasar por eso debería decirle a julia q la enseñe a defenderse por si le toca estar sola lo cual no debería hacer tampoco es mejor estar pegada de julia. Ya quiero leer más cariño feliz noche 😘😘😘
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/20/2022, 5:54 pm

Celda 066 Chapter 6: Traición
____________________________________________________

Dos días: ese era el tiempo que llevo sola en la celda. La pelea que se formó entre Yulia y Adriana provocó que las detuvieran a las dos en una celda de castigo. Estos días no he salido apenas de la celda, tan sólo para los horarios de las comidas. Nayah me ha estado insistiendo en ir al patio o hacer alguna actividad, pero, la verdad, es que no tengo ganas de nada. La chica se esfuerza en protegerme y cuidarme y lo más seguro es que fuese por petición de Yulia.

—6521, tienes visita de tu abogada — escuché al guardia decir tras la verja.

—Gracias — me limité a agradecer antes de salir acompañada por la agente Kuznetsova.

Seguí el camino que me llevaba de nuevo a la habitación dónde se recibían las visitas. Después de dos días de encierro, tenía ganas de ver alguna cara amable y conocida.

—Tenéis 15 minutos, ya sabes — me informó abriéndome la puerta.

—Entendido agente.

Y allí se encontraba la fabulosa Anastasia, tan impecable como siempre, aunque esta vez iba más informal de lo que esperaba ver en ella. Vestía unos vaqueros, una camiseta blanca y su blazer negra, eso sí, sus vertiginosos tacones nunca podían faltar en su vestimenta; incluso cuando tenía que hacer deporte no iba sin sus zapatos de tacón.

—No me mires así Katina, he venido así porque me urgía enseñarte algo — exclamó enfadada.

—¿Ha pasado algo grave? — pregunté preocupada.

La cara que traía Nastya sólo podía indicar dos cosas: la primera, que se habían metido con algún ser querido y, la segunda, que se le hubiesen roto sus Louis Vuitton.

—Elena, siéntate — cerró los ojos y se sentó en la silla.

—Me estás asustando Nastya — dije tomando asiento también —¿Le ha pasado algo a mi familia?

—¡No! Tranquila, ellos están bien. De hecho, vendrán el lunes en horario de visitas.

—¿El Lunes? ¿Por qué tan tarde?

—Estuve hablando con los guardias, cuando me fui de aquí el otro día, y me contaron que el horario de visitas de los familiares y amigos son los lunes de cinco a ocho de la tarde.

—¿Y tú puedes venir cuando quieras? — me extrañé.

—A mí, al ser tu abogada y al estar el caso aún en el aire, me dejan hacerte visitas para ir informándote del procedimiento.

—Entonces… ¿Ha pasado algo con el caso? — me asusté.

—No he venido por el caso, he venido por algo peor — dijo mientras buscaba en su maletín.

—¿Algo peor que esto? No creo que me pueda pasar algo peor — me recosté en la silla cansada.

—No sé si será apropiado esto que estoy haciendo, pero… Toma — dejó una revista en la mesa.

Me quedé durante unos minutos observando la portada de aquella revista que me había traído Anastasia; mis ojos se abrieron de par en par y me quedé paralizada, allí, en la silla. Nastya se quedó en silencio esperando mi reacción. Ahora entendía a qué se debía su enfado.

—¿No dices nada? — se desesperó.

—¿Qué es esto Nastya? Dime que no es verdad — dije con lágrimas en los ojos.

—Me pediste que lo llamase y me encontré esto ayer en los quioscos. Me parecía justo que lo supieras cuanto antes.

Con miedo, agarré la revista con mis manos y la acerqué más para leer atentamente. Aquella portada era de una de las revistas más importantes de la prensa del corazón; en ella salía Kristián Kóstov, mi amigo, mi confidente, mi compañero, mi novio.

Leí atentamente la revista: "Siempre venía con mucha energía al trabajo, ahora entiendo todo"; "Tenía muchos malos hábitos"; "Siempre estaba de mal humor"; "Nunca llegamos a formalizar del todo la relación, había algo en ella que me daba mala espina". Esos eran algunos comentarios de los pocos que pude leer en la primera página. Entre esas líneas, había un montón de fotos del que hasta entonces había sido mi novio.

—¡Será Cabrón! — exclamé al fin con la boca abierta.

—Hablé con él, le dije que estabas muy preocupada y que necesitabas verle.

—¿Qué te dijo? — ya ni me importaba.

—Qué ya no quería saber nada de ti y que cuanto menos lo relacionasen contigo, mejor.

—¿Cómo ha podido hacerme esto, Nastya? — intenté buscar explicaciones que evidentemente mi amiga no me daría.

—Ya te lo advertí cuando lo conociste, nunca me ha gustado ese chico.

—Debería de haberte escuchado antes — dije derrotada.

—Yo siempre tengo razón Katina, ya lo sabes.

—¡Que le den! Si no fuera por mí… nunca habría triunfado en la música — exclamé cabreada.

—Te dije que te utilizaría, pero…

—Ya, ya… Tu siempre tienes razón — volví a decir derrotada.

—¿Estás bien? ¿Quieres que vaya a por él?

—No quiero que te metas en problemas, Nastya.

—Me refería a la vía legal, pero si quieres… voy y le doy su merecido — me sonrió.

—Prefiero no darle más bombo al asunto. Si nos metemos con él, le haremos conseguir más fama y ganar más dinero con las entrevistas.

—En eso tienes razón, será mejor pasar del tema y olvidarlo — se cruzó de brazos pensativa.

—¿Qué están diciendo de mí en la prensa?

No sabía realmente si quería saber la respuesta a esa pregunta que le estaba formulado a Nastya, pero la curiosidad era un don, o un defecto en algunos casos, que venía conmigo. Noté cómo Nastya bajaba la mirada y cogía aire.

—La mayoría de los medios se han ensañado contigo, no te voy a engañar, Elena. Pero también hay otro pequeño sector que está contigo hasta la muerte, sobre todo tu club de fans.

—He llegado al fin de mi carrera — dije sin poder creérmelo aún.

—Yo no tiraría todavía la toalla. Cuando salgas de aquí podrías retomar tu trabajo.

—¡Y quién va a contratar a una cantante ex - presidiaria! — me alteré.

—¡No me grites, Elena! — se alteró también – Todo sería hablarlo con tu representante, ¿no? Quizás él tenga respuestas o alguna idea, no sé, para eso le pagas.

—Tienes razón, no quiero adelantar acontecimientos — intenté tranquilizarme respirando profundamente.

—Mañana tengo una reunión con él, ya te contaré algo.

—Gracias, Nastya, por ocuparte de todo.

—No lo haría si no fueras mi mejor amiga — me agarró de la mano —¿Qué tal tu estancia aquí?

—Pues un auténtico infierno. Hace unos días intentaron abusar de mí en los baños — cerré los ojos recordando el momento angustioso que había vivido.

—¿Quién? — vi la cara asustada de mi amiga.

—Una tal Adriana, pero Yulia le dio su merecido.

—¿Quién es Yulia?

—Mi compañera de celda — contesté, sin más, a la cara extrañada de Nastya.

—¿Se porta bien contigo?

—Es muy protectora conmigo. Si no fuese por ella, creo que no seguiría viva — tuve que sonreír porque Nastya se quedó mirando mi cara, mostrando algo de sorpresa por mi contestación.

—¿Ha intentado abusar de ti? — me miró fijamente.

—¿Yulia? ¿Abusar de mí? ¡No! — exclamé sorprendida y algo avergonzada por la pregunta —¿Por qué lo preguntas? — me puse un poco nerviosa.

—Por lo que se ve en las pelis típicas de las cárceles… cuando una chica te protege de esa manera es como si fueses de su propiedad, ya me entiendes — hizo un gesto juntando sus dedos.

—Para nada, yo no soy propiedad de nadie — me puse seria.

—¿Te gusta esa chica? — disparó de repente.

—¿Por qué dices esas cosas? Sabes perfectamente que me gustan los chicos y que, hasta hace unos minutos, tenía novio.

—Lo digo porque te has puesto muy nerviosa cuando he preguntado por esa chica. Además, con los tiempos que corren no sería tan extraño que te gustasen las chicas, ya sabes lo que dicen de los famosos.

—Yo siempre he respetado toda forma de amar y cada cual es libre para elegir a quien quiera, pero no creo que sea lo mío.

—Lo que tú digas, Elena…

—Señoritas, se ha acabado el tiempo — dijo Nadiuska al entrar en la habitación.

—Una lástima, me hubiese gustado saber más de tu compañera de celda — dijo burlándose de mí.

—No tiene ni puta gracia, Nastya. Aun así, gracias por venir a verme, siempre es agradable ver a tu mejor amiga — le agradecí abrazándola.

—Vendré siempre que pueda y me permitan, claro. Buena suerte y cuídate Lena — se despidió de mí saliendo por la otra puerta que comunicaba con la habitación.

—Te olvidas esto, Elena — me dijo la agente entregándome la revista que estaba en la mesa.

¿Elena? ¿Me ha llamado Elena? ¡Qué extraño! Se nota cuándo una persona es amable y agradable con sólo un simple gesto, el tono de voz empleado… y Nadiuska desprendía dulzura por todos los poros.

—¿Me puedo llevar la revista? — pregunté incrédula.

—No veo por qué no deberías — me sonrió.

—Gracias — cogí la revista y salí acompañada de la agente.

—¿Sabes cuándo van a soltar a la señorita Volkova? – pregunté de camino a mi celda.

—¿Volkova? — preguntó extrañada.

—Sí, la reclusa 6196. Lleva en la celda de castigo dos días.

—¡¿Yulia está en la celda de castigo?! — exclamó algo sorprendida.

—¿No lo sabías?

—He estado librando estos días — volvió a ponerse seria.

Nadiuska me llevó hasta mi celda. Desde que le nombré lo de la celda de castigo, se quedó algo seria y no pronunció palabra alguna. Al final me quedé sin saber cuánto tiempo iba a estar encerrada mi compañera en ese sitio de castigo; las horas sin ella me estaban resultando eternas y aburridas.

Me tumbé en la cama y me puse a leer la revista que me había traído mi amiga Nastya, y que la amable de la agente Kuznetsova me había dejado quedarme. Me quedé un rato observando las fotos de Kristián y volví a leer la entrevista detalladamente, analizando todas sus contestaciones.

Conocí a Kristián en una cena benéfica. Él era el chico ideal: era atento, dulce, respetuoso… Durante un tiempo comencé a salir con él y la prensa se volvió como loca con nosotros, pues que los cantantes más de moda en el país estuvieran juntos en la vida real hizo que la música pop recobrara más fama y más interés para el público. Por supuesto, esto fue algo que gustó mucho al director y al productor de la disquera.

A mí me encantaba Kristián y él parecía estar bien conmigo… pero después de ver las duras palabras y declaraciones en la revista, y el hecho de que no quiera ni verme, me hace creer que sólo ha estado conmigo para conseguir la fama que él nunca tuvo cuando estaba en solitario.

Leyendo el resto de la revista, encontré una fotografía de mis padres que, al parecer, los periodistas habían realizado en la puerta de mi casa. Me quedé observando la expresión en sus rostros y no pude evitar preocuparme por cómo lo tendrían que estar pasando ellos. Echo mucho de menos a mis padres, en estos momentos los necesito más que nunca. Recorté con mi mano la fotografía de la revista y cogí un poco de cinta adhesiva que tenía Yulia en el escritorio para poder pegarla en la pared, cerca del cabecero de mi cama.

Nunca había visto esa preocupación en mi padre y, mucho menos, ese sufrimiento en la cara de mi madre. No era la mejor fotografía de ellos y tampoco era la manera en la que me gustaría recordarlos, pero por ahora era lo único que tenía y todo gracias a Nadiuska. Estaré muy agradecida con ella; el que me haya dejado traerme la revista a la celda ha sido un gran detalle.

Suspiré hondo y me quedé un buen rato observando la fotografía en la pared. La vida se me estaba yendo cuesta abajo, no sólo había perdido mi sueño y mi vida, también había perdido a mi novio y amigo. Ahora sólo me quedaba vivir y hacer todo lo posible por hacerme fuerte, se lo debía a Nastya y a mis padres.

—¿Te ocurre algo? — me preguntó Nayah en el comedor.

—No tengo mucha hambre — dije mirando el plato con mi cena.

—Si no comes vas a caer enferma y Yulia me va a matar si dejo que eso suceda.

—¿Yulia te ha mandado a protegerme?

—Más o menos — dijo intentando ignorarme.

—¿Por qué?

—Se puede decir que ella ha hecho muchas cosas por mí y le debo al menos ese favor.

—Yo no necesito niñera — espeté cabreada.

—¿Estás segura de eso? — me sonrió – No sé qué les das, pero todas tienen la vista puesta en ti.

—¿Por qué yo? — me desesperé.

—Aparte de que eres la novedad… El que Yulia te tenga bajo su protección hace que la gente te tenga ganas.

—Yulia no es muy bienvenida aquí, ¿verdad?

—Digamos que, desde que llegó Yulia, las cosas cambiaron y eso a la gente no le gusta. Eso de que haya una chica que imponga tanto respeto, y que no se deje dominar por los grupos de aquí, no ayuda.

—Pero si ella no hace nada malo y no se mete con nadie… — intenté razonar la respuesta de Nayah.

—Se han dado cuenta de que atacándote hacen daño a Yulia. Estaban esperando que mostrara una debilidad y contigo la han encontrado.

—¿Por qué Yulia me eligió a mí como compañera?

—Eso ya se lo tendrás que preguntar tú a ella. Yo ya he hablado demasiado y Yulia me va a matar cuando se entere de todo lo que te he dicho.

—Tranquila no diré nada.

—Más te vale, no quiero problemas con la pelinegra y me caes bien.

—Gracias Nayah, por todo.

—Mira, por ahí llega Yulia.

No dije nada, sólo me quedé observando cómo una desmejorada Yulia caminaba hacia nosotras con la bandeja de comida en la mano. Algo extraño le sucedía, no tenía ese brillo en la mirada que suele tener y tampoco esa sonrisa que tanto me gusta de ella. Al parecer, se ha quedado más delgada y las heridas de la cara, por la pelea con Adriana, están todavía recientes.

—¿Qué tal estás, Yulia? — pregunté cuando se sentó a mi lado en el comedor.


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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/21/2022, 12:05 am

Pobre Julia castigada sin comer y quien sabe q más 😔 espero que ahora q salio lena pueda hacerla sentir mejor de verdad que la ha cuidado tanto y a sufrido por cuidarla. Saludos querida mía espero ansiosa el próximo capitulo 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/21/2022, 6:42 pm

Celda 066 Chapter 7: Confianza
_____________________________________________________

Desde que volvió Yulia de su celda de castigo no he conseguido sacarle una palabra, ni siquiera me mira, sólo me ignora. La situación se ha vuelto tensa y siento que he vuelto al mismo punto de partida.

El fin de semana llegó y, con ello, los días libres. El tiempo en los trabajos de prisión me servía para evadirme un poco; la lavandería, la cocina y el comedor eran los lugares en los que había estado trabajando en ausencia de mi compañera pero, ahora, con las horas desocupadas, el tiempo iba a ser más desesperante.

—Van a poner Sexo en Nueva York, ¿te vienes?

—Tengo cosas que hacer, Elena — me contestó desde la litera.

—¿Vas a quedarte todo el día ahí tirada? — me enfadé.

—No es de tu incumbencia lo que haga o deje de hacer.

—¿Qué te pasa? ¡Llevas unos días rarísima! — me levanté de la litera para mirarla.

—No me pasa nada Elena, ya te lo he dicho hace 5 minutos y las últimas veces que me has preguntado — dijo molesta.

—¿Está mal que me preocupe por ti?

—¿Te preocupo? — me miró fijamente.

La mirada que tenía Yulia no era la misma de siempre. Sus ojos estaban más oscuros, debido a la poca claridad que entraba ese día en la celda; tenían un brillo distinto y estaban más tristes de lo normal.

—Claro que me preocupo por ti — dije antes de salir de la celda.

Caminé sin mirar atrás, tampoco quería seguir aquella conversación absurda con Yulia. Necesitaba relajarme y dejar algo de espacio a mi compañera; estaba molesta y yo sólo estaba siendo un agobio para ella.

Llegué a la sala que hacía unos días me mostró Yulia y no pude evitar pensar en ese momento: Yulia y yo cogidas de la mano por este mismo pasillo. Instintivamente, miré mi mano, fijamente, deseando que la antigua Yulia volviese.

—¿Leyendo tu futuro morena? — escuché la voz de Adriana.

—¿Te han soltado? — expresé con la voz quebrada.

—Sí, hace unas horas. Aunque creo que a tu amiguita la soltaron antes — se acercó con enfado.

—Ella no es como tú — levanté la cabeza firme.

—Te has vuelto muy valiente — soltó mientras pasaba la mano por mi cabello – Tenemos aún un asunto pendiente — me susurró al oído.

—Tú y yo no tenemos nada pendiente — intenté seguir firme.

—Ya veremos… Por ahora quiero que le digas a Yulia que se lleve cuidado — dijo con una sonrisa soberbia.

—¡No te atrevas a tocarle ni un pelo!

—¡O si no qué! — se burló.

—¡Martínez! ¡Aléjate de Elena! — escuché la voz de Nayah.

—Tranquilas señoras, ya me voy — hizo el gesto de levantar la mano.

Nayah, junto a tres amigas más de su bloque, llegaron hasta donde me encontraba; aún no me podía creer de dónde me había salido la voz para contestarle así a la latina.

—¿Y Yulia? — preguntó la chica de color al verme sola en la puerta del salón.

—No ha querido venir. Se ha quedado en la celda, tirada en la cama.

—¿Se encuentra bien?

—No lo sé, no ha querido hablar desde que salió de la celda de castigo.

En ese momento pude ver cómo Nayah hablaba con las chicas con las que venía para después comenzar a alejarse del grupo.

—¿A dónde vas? — pregunté curiosa.

—Acabo de recordar que tengo que arreglar unos asuntos… ¡Disfruta de la peli! — se alejó de allí.

Observaba como Nayah se iba a gran velocidad por el pasillo por el que yo había llegado hacía unos minutos. Entré en la sala descubriendo a un montón de gente, pues las tardes de cine de los sábados no se las perdía nadie. Película y actuación musical, eso me comentaron ayer, y en el cartel, que se situaba a la entrada del salón, había escrito el nombre de un hombre en un idioma impronunciable que, al parecer, iba a actuar para nosotras.

15 minutos de película, eso es lo que llevo aquí sentada mirando el reloj. Miré a mi alrededor y me encontré a todas las chicas pendientes de la pantalla, que estaba situada en la pared de enfrente de la sala. La película ya la había visto, pero me apetecía compartirla con Yulia; así no era lo mismo.

Con cuidado de no llamar mucho la atención, me levanté de mi asiento y me dirigí hacia la puerta; necesitaba encontrar a Yulia. Miré en la celda y no estaba, así que me dispuse a buscarla también en la lavandería, en el comedor y en el gimnasio. Sólo me quedaba por mirar en la biblioteca, pues Yulia me dijo una vez que le gustaba estar ahí cuando quería estar sola y relajarse. Además, era el último lugar donde podría estar.

Abrí lentamente la puerta y eché un vistazo a la sala, que aparentemente estaba vacía pues casi todo el mundo se encontraba en el salón de cine viendo la película.

—Ya la he fastidiado bastante — escuché la voz de Yulia al fondo de la sala.

—¿Tanto te merece la pena?

—Gracias por cuidarla Nayah.

—Ya sabes que me puedes pedir lo que quieras.

—¿Muchos problemas? — escuché decir a Yulia preocupada.

—No, esa pelirroja aunque sea una diva es muy divertida — se rió.

—No hace falta que lo jures.

Fui acercándome con cuidado hacia donde estaban para poder escuchar mejor la conversación. Supongo que se divertían hablando de mí a mis espaldas. Sin querer, tropecé con una de las estanterías provocando que se cayeran un par de libros al suelo; fue lo suficiente escandaloso para que mi plan de espionaje fracasase.

Yulia y Nayah me miraron con los ojos abiertos; divisaron cómo estaba en el suelo, con mi mano en un pie dolorido, mordiéndome el labio por no emitir más sonidos que pudiesen delatarme.

—¿Qué haces aquí, Elena? — me preguntó Nayah con cara sorprendida.

—¿Cuánto tiempo llevas escuchándonos? — preguntó una Yulia no muy contenta.

—No llevo mucho tiempo, apenas 5 minutos — contesté avergonzada como una niña pequeña que acaba de romper el jarrón favorito de su madre.

—No me gustan que me espíen, ni que se metan en mis cosas — espetó enfadada saliendo de la biblioteca.

—La próxima vez ten más cuidado de no tropezarte si no quieres ser descubierta — me ayudó a levantarme.

—¿Está muy enfadada conmigo? — dije mirando a la puerta mientras me tocaba el culo de la caída.

—Ahora supongo que sí — me dio una palmadita en la espalda.

—Ya no sé qué hacer, Nayah.

—¿Me dejas que te dé un consejo?

Simplemente me limité a asentir.

–No la agobies, Elena y dale tiempo — dijo antes de marcharse también.

Y me quedé parada, con un dolor en el tobillo derecho y en el trasero debido a la caída. Llevo aquí unos 5 días y aún me siento como pez fuera del agua; apenas me adapto a la vida aquí y lo peor es que cada día me veo más extraña conmigo misma.

Regresé al salón de cine, no quería volver a la celda y enfrentarme a Yulia pues aún tengo vergüenza por lo sucedido en la biblioteca. Necesito ganar tiempo para volver a mirarle a la cara sin que me sienta mal por ello.

Las cosas en el salón estaban igual que cuando me fui hacía casi media hora; tomé el mismo asiento de antes e intenté evadirme mirando la película. No pude alargar más el tiempo, pues la película terminó y, también, las 2 horas de actuación de aquel tipo que, por cierto, cantaba fatal y tenía un aspecto rarísimo, como si lo hubiesen recogido de la calle; tenía un cántico como si estuviese haciendo yoga y apenas sabía tocar la guitarra. Voy a tener que hablar con el que organiza éste tipo de eventos para que nos ofrezcan algo mejor la próxima vez.

Sin darme cuenta, llegué a mi celda. Había pasado todo el trayecto pensando como iba a reaccionar con Yulia y allí la tenía, sentada en el escritorio, leyendo un libro sin percatarse aún de mi presencia.

—Yulia — dije con algo de miedo mi en voz.

—¿Te gustó la película? — ni siquiera se giró para mirarme.

—Sí, aunque ya la había visto el día del estreno.

—Por eso te aburriste y decidiste salir a dar un paseo — noté su voz molesta.

—Yo… Verás… yo no quería — me bloqueé.

—Si tanta curiosidad tienes, ¿por qué no me preguntas a mí directamente? — ésta vez sí se giró para mirarme a la cara.

—He estado intentando acercarme a ti todo éste tiempo.

—Que sea la última vez, Elena. No me gusta que desconfíen de mí; si quieres te puedes trasladar a otra celda.

—Quiero estar contigo, aquí — agaché mi cabeza de la vergüenza que sentía en ese momento.

No la escuché hablar. Levanté de nuevo la cabeza y vi cómo se levantaba de la silla y se acercaba hacía a mí. Su expresión era seria, pero su mirada había cambiado, pues ahora era intensa y no la apartaba de mí.

—¿Estás segura? — casi no había espacio entre nosotras.

—Contigo me siento a salvo y protegida. Si me fuese de aquí creo que moriría — dije nerviosa por su cercanía.

—¿Sólo por eso?

¿Eso fue decepción? ¿Había decepcionado a Yulia con mi respuesta? ¿Por qué estaba tan nerviosa? Estaba tan inmersa en mis pensamientos que no noté como Yulia había retomado lo que estaba haciendo antes de mi interrupción.

—Supongo que tu silencio es un sí — suspiró.

—¿Qué lees? — intenté eliminar aquellos pensamientos de mi cabeza.

—¿Ese es tu novio? — me preguntó señalando la revista que estaba encima del escritorio.

—¿Has leído la revista? — me sorprendí.

—No, pero al sentarme he visto la portada y aparecía tu nombre junto al de ese chico. Até cabos y supuse que era tu novio.

—Era… Es… Bueno, era — dije sin saber cómo catalogarlo.

—¿Es o no? La pregunta es así de fácil.

—Técnicamente lo era cuando entré aquí. Nastya me trajo la revista para que le echase un vistazo y, evidentemente, ya no lo es — me senté suspirando.

—¿Puedo leerla?

—Claro, no hay problema.

Me quedé observándola apoyada en la litera, desde esa perspectiva tenía la mejor vista de su cara. Me quedé mirando como centraba sus ojos en el artículo de Kristián y pude notar como fruncía el ceño conforme iba leyendo.

—¿Es verdad? — me miró fijamente esperando una respuesta.

—¡No! — me alteré.

—Son acusaciones graves.

—Es todo mentira, lo hace para ganar dinero y fama — me defendí.

—¿Por qué estás aquí exactamente, Elena? — vi cómo se levantaba para situarse junto a mí.

—Me acusaron por tráfico de drogas — observé la cara perpleja de Yulia.

—¿Qué pasó? — se sentó en mi cama invitándome a que yo también lo hiciese.

—Fue después de una actuación. Fui a mi camerino, como todas las noches, me cambié y, cuando salí del concierto con Kristián, unos policías me cachearon; del bolso me sacaron una bolsita de heroína, me detuvieron y me llevaron a comisaría. Allí me tomaron declaración y, a las pocas horas, encontraron más droga en mi camerino.

—¿La droga no era tuya? Quiero decir, en el mundo en el que te mueves es muy común…

—¡Soy inocente! ¡Eso no era mío! ¡Alguien la puso ahí para hundirme! Si no me quieres creer, lo entiendo. Todo el mundo piensa que soy una traficante cuando en mi vida ni siquiera me he fumado un porro.

Me derrumbé y comencé a llorar. Estaba cansada de que la gente pensara que soy una delincuente. Las únicas personas que siempre han apostado por mi son mis padres y mi mejor amiga; ni siquiera mi novio me cree y eso me duele.

—Te creo — escuché decir a Yulia.

—¿Qué? — la miré sorprendida.

—Si tú dices que eres inocente, te creo.

—¿De verdad? — sonreí.

—Cuando te vi por primera vez, noté que eras diferente a las demás presas de aquí dentro. Me inspiraste confianza y te vi tan asustada… que no podía permitir que la gente de aquí te destruyese.

—¿Por eso me metiste contigo en la celda? — cuestioné sorprendida.
—Eres de las pocas personas que me inspira confianza y, aunque no estaba segura al 100 por cien, tenía que comprobarlo. Y, por supuesto, te creo cuando dices que eres inocente.

No sé por qué lo hice, ni cómo tuve el valor de hacerlo, pero… en ese momento, me abracé a Yulia con todas mis fuerzas. Ese gesto era lo que necesitaba en ese instante y mi compañera creo que lo entendió porque no noté ningún ápice de apartarse de mí.

Durante el abrazo, noté el cuerpo musculoso y bien formado de Yulia; el ir al gimnasio casi a diario le estaba sentando bien, además de que desprendía un olor agradable. Había algo en ella que me proporcionaba paz.

—¿Has hablado con Kristián? — se separó de mi cuerpo.

—Nastya me dijo que no quiere verme y que no quiere saber nada de mí — volví a sentirme mal.

—Es un gilipollas. Es mejor olvidarse de él, no merece la pena — volvió a abrazarme.

Y así me quedé, de nuevo entre sus brazos. Creo que me podría acostumbrar a esta sensación; hacía días que no sentía este bienestar. Con un poco de suerte, y con el tiempo, podría olvidarme de Kristián.

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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/21/2022, 11:42 pm

Creo q julia ya de dio cuenta q esta sintiendo algo por lena y se alejo y quería saber si ella solo la quiere por la protección, ojalá poco a poco se den cuenta de lindo amor q pueden vivir. Saludos querida 😘😘😘
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/22/2022, 5:58 pm

Celda 066 Chapter 8: Familia
______________________________________________________

El fin de semana había pasado muy rápido. Desde la conversación con Yulia en la celda, las cosas volvieron a ponerse frías de nuevo; era como un tira y afloja, lo mismo se acercaba como se alejaba.

—¿Pasa algo con el agente Navalny? Te vi ayer discutir con él en el pasillo — pregunté.

Sabía que no era de mi incumbencia lo que se llevara con el agente, pero necesitaba saber la razón de aquel cambio. Después de verlos discutir, la actitud de Yulia se volvió más distante y estoy segura de que algo tuvo que ver con esa charla.

—¿Otra vez espiando, Katina? — cuestionó algo seria.

—No estaba espiando, dio la casualidad de que pasé y os vi… pero te juro que no escuché nada.

—Siempre estás en el lugar menos oportuno.

—Lo siento Yulia, pensaba que había pasado algo grave.

—No fue nada grave, sólo que tenía un mal día y la pagó conmigo — zanjó la conversación.

—Deberías de tener más cuidado Yulia, no quiero que te vuelvan a meter en la celda de castigo — me preocupé.

—Gracias, pero no te preocupes por mí, sé cuidarme sola.

—¡A veces eres idiota!

Sin más, me tiré en la cama. Necesitaba tranquilizarme y Yulia me estaba poniendo de los nervios. Mañana sería otro día y, con un poco de suerte, el trabajo me ocuparía la mente.

Yulia no dijo nada más en toda la noche y yo tampoco tenía ganas de volver a discutir con ella. Me empezó a entrar sueño, a pesar del dolor de cabeza que tenía de todo el día, y me quedé observando la foto de mis padres antes de que definitivamente el sueño comenzase a vencerme.

—¿A dónde vas? — pregunté a Yulia aún con los ojos pegados.

—Voy al gimnasio, como siempre. Sigue durmiendo, no quise despertarte.

—¿Puedo ir contigo? — me levanté de la cama como un resorte.

—¿Quieres venir al gimnasio? — puso cara de desconcierto.

—¿Puedo acompañarte? — volví a preguntarle.

—Claro, supongo — vi como me esperaba en la puerta de la celda.

Me cambié de ropa a velocidad de la luz, pues no quería hacer esperar mucho tiempo a Yulia; después de haber accedido, no quería que se arrepintiese.

—Ya estoy lista — le sonreí.

—¿Quieres hacer ejercicio? — seguía sin creérselo.

—Quiero estar en forma, nunca se sabe cuándo me va a hacer falta la fuerza.

Había decidido valerme por mí misma; no estaba dispuesta a esconderme en la espalda de Yulia todo el tiempo que iba a durar mi estancia en este lugar. Tenía que aprender a defenderme, a luchar… y debía de empezar, al menos, por ponerme en forma.

—Creo que deberías de empezar por la bicicleta estática — me señaló la dirección de las máquinas.

—¿Y tú qué vas a hacer?

—A mí me toca hacer algo de abdominales.

Vi cómo Yulia se iba hacia el banco de abdominales, dejaba sus cosas en la banqueta de enfrente, y se colocaba en posición. No quise perder más tiempo y me dirigí hacía la bicicleta que me había recomendado Yulia.

No creo que sea muy complicado de manejar; el sillín, los pedales, el manillar y…

—¡Yulia! ¿Para qué sirve esto? – señalé un panel que tenía la bicicleta.

—Eso es el panel de la bicicleta; te dice los kilómetros, la velocidad, la resistencia y esas cosas.

Sin pensarlo más, me subí a la bicicleta, coloqué los pies en los pedales y le di al botón de ON del panel de la bicicleta.

No tiene pinta de ser muy difícil de usar. Es como poner un microondas o enchufar una lavadora… creo.

—¡Yulia! ¿Qué son todos estos números? — estaba perdida.

—¿Te estás peleando con la bicicleta? — noté como volvía esa sonrisa que tanto echaba de menos.

—No sé, he tocado los botones, pero la bicicleta está muy dura.

—Le has puesto mucha resistencia, mira…

Me fue explicando el mecanismo del panel de la bicicleta y me colocó los comandos en orden.

—¿Mejor?

—A mí de las bicicletas convencionales, con su cestita y su timbre, no me saques.

—Eres tan inocente a veces… — suspiró antes de marcharse a su banco de abdominales.

¡Una hora! Una hora dándole a la bicicleta como una loca y ahora no había manera de bajar del sillín. Mis músculos se habían engarrotado; me había puesto a darle a los pedales, y a pensar, y no me di cuenta del tiempo. Con dificultad, intenté bajar del sillín intentando no hacer mucho el ridículo delante de Yulia. Bastante tenía ya con ella para que se estuviese riendo ahora de mí.

—¿Estás bien, Elena? — se levantó del banco y vino hacía donde estaba.

Vi cómo Yulia me miraba extrañada por mis movimientos lentos, mientras se secaba el sudor con la toalla que se había traído.

—¡Claro! ¡No hay nada como el ejercicio a primera hora de la mañana! — intenté poner una sonrisa forzada, aunque me moría de dolor en el fondo.

—¡Genial! Si te soy sincera… pensaba que no ibas a aguantar ni 10 minutos — sonrió.

—Pues ya ves que no… — me agarré al manillar de la bicicleta para apoyarme y no caerme, las piernas me empezaban a fallar, y a temblar, debido al esfuerzo.

—¿Vienes a la ducha?

—Sí… Ve yendo tú, que yo te sigo — observé como Yulia fruncía el ceño por mi actitud.

—Está bien, yo me voy.

—¡Nos vemos ahora! — grité y alcé la mano para despedirme de Yulia.

¡Mierda! ¿Y ahora cómo voy a salir de aquí? Piensa Elena… Una pierna y después la otra. ¡Así de fácil! Con las piernas como si estuviera montando a caballo, y con un dolor que me subía de las piernas hasta la ingle, fui caminando a pasito lento hasta las duchas.

Cuando entré, vi que Yulia se había metido ya en una de las duchas y estaba cantando algo que, con el sonido del agua cayendo, no conseguía distinguir pero que sonaba muy bien. Tenía una voz muy sensual, pero al cantar era ronquecino; nada comparado con la mía, claro, pero al menos es muy agradable al oído.

Dejé mis cosas en la banqueta y me situé en la ducha contigua a la suya. Tiré mi toalla en el muro y abrí el grifo.

—¿Elena? ¿Eres tú?

—Sí, tranquila — sonreí.

—Pensaba que te había pasado algo, como tardabas tanto en venir…

—Estaba… recogiendo todo — mentí, con mi velocidad había tardado mucho en llegar.

Dejé que el agua se llevara cualquier rastro de sudor; parecía que mis músculos agradecían ese cambio de temperatura. Apoyé una mano en la pared, agaché la cabeza y dejé que el agua corriese por mi nuca y mi espalda; una sensación agradable recorría mi cuerpo.

Fue entonces cuando las imágenes de Adriana, de hacía unos días en la ducha, me invadieron la mente provocando que se me tensasen todos los músculos del cuerpo y el recuerdo me dejase paralizada de nuevo.

—¡Yulia! ¿Estás ahí? — pregunté al no escuchar el agua de la ducha contigua.

—Estoy secándome, ¿Ocurre algo?

—Nada, pensaba que te habías ido ya.

—Es casi la hora del desayuno, pensé en ir juntas.

—Enseguida termino, espérame por favor — supliqué.

—No pienso irme a ningún sitio.

Como un rayo terminé de ducharme. Al menos tenía la seguridad de que Yulia estaba a escasos metros, sentada en el banco esperándome. Salí con algo de vergüenza de la ducha, a pesar de tener la toalla liada al cuerpo, pues me sentía desnuda cuando Yulia me miraba con esos ojos penetrantes.

—En seguida me cambio — tartamudeé de la vergüenza.

—No tengas tanta prisa — noté como me clavaba más aún su mirada.

¿Por qué no deja de mirarme? No me puedo vestir tranquila, me tiemblan las piernas todavía.

—Será mejor que te espere fuera — captó mi incomodidad.

—Salgo enseguida.

El desayuno transcurrió muy tranquilo. El madrugar para hacer algo de deporte, y tener las duchas más disponibles, era una magnífica idea y, además, te dejaba como nueva a pesar de los terribles dolores musculares que tenía de cintura para abajo.

—6521 y 6196, tenéis visita — llegó el agente Kozłowski.

Sobre las 5 de la tarde empezaron a llegar las visitas. Me encontraba muy nerviosa, a pesar de haber estado esperando este día mucho tiempo. No podía evitar pensar en mis padres y en como iban a reaccionar al verme. Que me dejase Kristián era soportable, pero que mis padres me rechazasen sería lo peor.

Al entrar a la habitación, que ya conocía tan bien debido a las visitas de Nastya, encontré casi todas las mesas ocupadas de gente. Yulia se quedó a mi lado buscando con la mirada a alguien que pudiese reconocer.

—¡Mamá! — exclamé mientras corría hacía mis padres.

—Cariño, ¿cómo estás? ¡Estás más delgada! ¿Comes bien? — me acribilló a preguntas.

En ese momento no me importaba ni el dolor de piernas de ésta mañana, ni la cara de rancia que ponía Nastya ante los gestos cariñosos de mi madre. Tan sólo me apetecía estar en los brazos de mis padres y quedarme allí todo el tiempo.

—No irás a llorar, Katina — dijo mi amiga con desagrado.

—Déjala Nastya, es normal que lo haga. Nos echa mucho de menos ¿verdad hija? — me acarició mi padre la cabeza.

—Cuéntanos, cariño, ¿cómo estás?

—Ahora estoy mejor que cuando entré. Al principio lo pasé muy mal, menos mal que Yulia ha estado protegiéndome todo este tiempo — dije mientras dirigía mi mirada hacia la pelinegra, que se encontraba sentada hablando con otra mujer.

—Nastya nos ha estado informando de toda las visitas y nos ha ido contando como te iba — dijo mi padre.

—¿Te han hecho algo? — preguntó mi madre preocupada.

—Tuve un pequeño altercado con una presa, pero no pasó nada — intenté calmar a mi madre.

Ver a mis padres en ese estado me hacía sentir mal. Ellos se preocupaban mucho por mí y se les notaba en la cara que no estaban descansando mucho. No quería preocuparles de más.

—¿Vosotros estáis bien? — agarré las manos de mis padres.

—Estamos preocupados por ti, no tenemos apenas noticias tuyas. Menos mal que Nastya está con nosotros.

—No hay de qué Inessa, hago todo lo que puedo.

—Gracias Nastya — miré emocionada a mi amiga.

Aunque parezca que Nastya es de piedra, tenía un corazón enorme, tanto que no le cabía en el pecho. Y ella estaba dándolo todo por mí y por mi familia; era como una hermana y ella, por la familia, lo da todo y lo antepone a cualquier cosa.

—Elena, te hemos traído lo que nos pediste — dijo Sergey mientras sacaba un álbum de fotos y mi reproductor de música.

—No sé si me van a dejar meterlo dentro de la celda — me desilusioné.

—Esa chica de allí — dijo señalando con la cabeza hacia donde se situaba Yulia —¿Quién es?

—Es mi compañera de celda. ¿Por qué lo preguntas? — me extrañé.

—Porque no deja de mirar hacía aquí. Ella y la chica rubia de pelo largo.

—La chica pelinegra es Yulia y la otra no sé quién es; apenas me habla de su vida — me encogí de hombros.

La tarde había pasado muy deprisa, más de lo que hubiese querido, pero en cuestión de minutos tenía que despedirme de mi familia y de Nastya. Intenté aparentar que todo estaba bien y que todo esto no era tan malo para no preocupar más a mi familia.

Por supuesto, el idiota de Bazyli me confiscó todas las cosas que mis padres me habían traído; lo había catalogado como peligroso. Seguramente irían a parar junto al resto de cosas que traje al entrar aquí. Hoy no iba a tener la suerte de hacía unos días; aquél en el que la agente Kuznetsova me dejó pasar la revista que me había traído Nastya.

Llegué a la celda algo cabreada, no sólo porque necesitaba pasar más tiempo con mi familia, sino porque tenía ganas de tener esas cosas que me habían quitado.

—¿Qué tal la visita? — me preguntó Yulia al verme con gesto furioso.

—¡Odio a los agentes de este agujero! — me tumbé en la cama frustrada.

—¿Qué ha pasado?

—Pedí a mis padres que me trajesen unas cosas, para hacer de la estancia menos horrible, y el gilipollas de Kozłowski me las ha confiscado.

—¡Qué mala suerte! Hay algunos que si te dejan entrarlas.

—¿Qué tal te ha ido a ti con la chica? — pregunté curiosa.

—¿Con la chica? — preguntó sorprendida.

—¿Es tu novia o algo?

—¿Te interesa saberlo? — me levantó la ceja.

—No, lo decía porque es la misma chica que sale en tus fotos — señalé las fotos que tenía Yulia en la pared de su litera.

—Te fijas en todo — sonrió.

—Es difícil no fijarse cuando estás encerrada entre cuatro paredes.

—¿Eran tus padres? — me evadió de nuevo.

—Sí, Inessa y Sergey — le mostré la foto de ellos en la pared.

—Se parecen mucho a ti, tu madre sobre todo.

—Al menos veo que estás de buen humor — me sorprendí ante el cambio de actitud de Yulia.

—Svetlana saca siempre lo mejor de mí.

—¿Tu novia se llama Svetlana? — le sonreí.

—Yo no he dicho en ningún momento que fuese mi novia — se levantó a despegar la foto de la pared para mostrármela.

—Esta chica de aquí, es Svetlana y ese chico de la derecha es Samir — me dijo con la ilusión en su mirada – Son mis hermanos.

—Son muy guapos todos.

—Gracias. Y la otra chica que vino con cara de pocos amigos… ¿Quién es? — se interesó.

—Es Anastasia, mi mejor amiga y mi abogada.

—¡Al fin conozco a la famosa Anastasia!

—¡De famosa nada! — me indigné – Aquí la famosa soy yo.

—Perdone usted señorita Katina — hizo una reverencia.

—No te burles de mí Yulia, si no quieres pagar las consecuencias.

—Ahora que vas al gimnasio me debería de preocupar — me guiñó el ojo, para después subirse a la litera y dejarme con la palabra en la boca literalmente.

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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/22/2022, 11:23 pm

Que lindo que julia volviera a ser amable creo q la están como amenazando o utilizando el cariño q le tiene a lena y por eso se pone distante 🤔. Me alegra que lena quiera aprender a defenderse sola eso es importante y que las cosas entre ellas estén bien. Saludos cariño feliz noche 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/23/2022, 3:51 pm

Celda 066 Chapter 9: Efecto Volkova
_____________________________________________________

Los días en esta prisión han ido pasando. Desde que Yulia tuvo la visita de su hermana, la noto más animada y eso es de agradecer. Las cosas con Adriana se han ido calmando y los trabajos se me han hecho más amenos. Cuando no trabajo con Yulia, me tocan otras compañeras y ya estoy acostumbrada a ello.

—¿Has visto a Yulia? — pregunté a Nayah mientras dejaba mi bandeja de comida en la mesa.

—Le tocó turno en cocina con Bruna y ya no la he vuelto a ver — comenzó a comer su comida.

Observé por todos los rincones del comedor, pero no tuve tanto éxito. Al fondo, a la derecha, estaba Bruna. Ella es una chica rubia, muy guapa, pero Nayah me dijo que no me fiase de su apariencia.

—Mató a su marido — soltó Nayah de repente.

—¿Qué? — la miré extrañada.

—¡Bruna! — señaló con el tenedor hacía la chica – Le clavó varias veces el cuchillo en el pecho a su marido — bajó la cabeza para seguir comiendo como si nada.

—¿En serio? — fijé mi vista en la rubia de nuevo.

—Si no me crees, ve y pregúntale tú misma.

En ese momento, como si supiera que estábamos hablando de ella… giró su cabeza para mirarme fijamente. Al contemplar esa mirada desafiante, y su media sonrisa, la sangre se me heló y empecé a darme cuenta que había dejado de respirar.

A los 10 minutos de estar en el comedor, empecé a preocuparme por Yulia. Después de conocer el pequeño dato sobre Bruna, la situación me inquietaba mucho más. ¿Y si le había hecho algo? ¿Y si cogió el cuchillo de la cocina y se lo clavó en un ataque de locura?

Me estaba volviendo loca. Las diferentes formas de morir en una cocina, a manos de Bruna, se me pasaron por la cabeza. En un momento de mi estado catatónico, miré hacia mi bandeja de comida observando el amasijo de carne triturada que aquí entienden por lasaña.

—Es Yulia — dije en un susurro, pero lo bastante fuerte para que lo escuchase Nayah.

—¿Qué dices, Elena? — me miró extrañada.

—Bruna ha asesinado a Yulia, la ha hecho añicos y la ha puesto en el menú — dije con expresión de terror.

—Creo que deberías de dejar de consumir cosas extrañas.

—¡Yo no tomo drogas!

—Pues no es esa la fama que tienes por aquí — soltó medio sonriendo.

—¡Yo no tengo nada que ver con drogas! — levanté la voz.

—Hey pelirroja, cálmate, ¿quieres? Yo solo te digo lo que se comenta. Además, hasta donde yo sé, te metieron aquí por tráfico de drogas.

—Soy inocente, me tendieron una trampa — me defendí.

—Ya, claro… como todas.

No me apetecía seguir escuchando más comentarios sobre drogas y sobre mi supuesto delito. Me levanté de mi mesa, cogí la bandeja y la tiré a la basura; se me había quitado el hambre después de imaginarme el estar comiéndome a Yulia. Nayah tenía razón, no podía dejarme llevar por las apariencias aquí dentro. Las otras presas no son como Yulia, que es una buena persona y…

¡Un momento! Me paré en seco. Desde que entré aquí lo único que sé de Yulia es que tiene dos hermanos. ¿Y si es una asesina? ¿Una desquiciada? ¿Y si es una violadora?

—Hola Elena — me saludó Yulia sonriéndome en medio del pasillo.

—¡Estás viva! — me abalancé a sus brazos olvidándome por completo de lo que estaba pensando anteriormente.

—¿Por qué no iba de estarlo? — se extrañó.

—Pensaba que Bruna te había matado y te había triturado con la carne de hoy — dije muy deprisa y casi sin respirar.

—Tú nivel de dramatismo me está asustando… ¿Por qué pensaste eso? — se separó de mi abrazo.

—No te vi en todo el día y Nayah me dijo que tuviste turno en la cocina con Bruna. Y después de lo que le hizo a su marido… pensé que te había pasado lo mismo.

—No ha pasado nada, estoy bien ¿ves? — se miró a sí misma.

—¿Por qué no has venido a comer? — pregunté algo más tranquila.

—Comí algo en la cocina mientras limpiábamos y se me quitó el hambre, así que aproveché para estar un rato en la biblioteca.

—Menos mal, me estaba volviendo loca. Ya me estaba imaginando que te comía un brazo o un dedo — suspiré aliviada.

—¿Te imaginabas que me comías? Tienes mucha imaginación.

—Sí, bueno, la historia de Nayah me traumatizó…— me avergoncé.

—Comerte, no estaría mal — dijo pensativa – Seguro que sabes mejor que la comida de aquí dentro — sonrió.

El comentario de Yulia me dejó sin habla. Es la única persona que consigue hacerme callar de esa manera; es lo que yo ya he bautizado como el "efecto Volkova".

—¿Ibas a la celda? — me preguntó al verme callada.

—Estaba buscándote — caminé con ella hacía nuestra celda.

—¿Para asegurarte de que estaba bien?

No sabía si era la luz que entraba por la pequeña ventana ese día soleado, o si era mi imaginación… pero volví a ver ese brillo en los ojos de Yulia que mostraba raras veces.

—Sí, eres mi compañera de celda y la única persona a quién le importo… Bueno, y a Nayah a veces — sonreí al recordar a la morena.

—Me alegra de que, al menos, tu estancia aquí no esté siendo un infierno, como tú lo llamas.

Es ahora o nunca, me dije. Era mi oportunidad de preguntarle a Yulia todo lo que se me pasaba por la cabeza y, ahora, era el momento idóneo pues estaba receptiva, agradable y de buen humor.

—¿Por qué nunca hablamos, Yulia? — me paré en seco.

—Siempre hablamos, Elena. Es más, nunca parás de hacerlo — se rió.

—De ti, me refiero hablar de ti.

—¿De mí? ¿Qué quieres saber? — se sentó en mi cama.

—¿A qué te dedicas? — creí conveniente empezar por ahí.

Me quedé observando la expresión de su rostro; era una mezcla entre sorpresa y extrañeza. Desde luego no era el efecto que esperaba encontrar con sólo esa simple y fácil pregunta.

—Soy informática.

De todas las profesiones, trabajos, hobbies, etc… Nunca me habría imaginado a Yulia de informática. No creo que sea el prototipo de persona que le gusten los ordenadores y la informática.

—¿Sorprendida? — dijo levantando una ceja.

—No… ¡No! Es sólo que no te imaginaba de informática…

—¿Y eso por qué? ¿Qué tienen los informáticos que yo no tenga? — sonrió.

—Siempre me los imaginé, no sé… altos, con gafas, aparato en los dientes, acné… Lo típico — dejé de seguir con mi análisis de lo que sería para mí un informático, no la quería ofender.

—¿Yo no doy el perfil con esa descripción?

—¡Para nada! — dije sin pensar.

—¿Y de qué se supone que doy el perfil?

—De muchas otras cosas.

—¿Cómo cuáles? Tengo curiosidad por saber cómo me ves — se interesó.

—Te imaginaba pues en algo relacionado con la publicidad… Modelo…No sé, cosas así.

—¿Pensaste que soy modelo o algo por el estilo? ¿Por qué?

Yulia me estaba mirando de una manera intensa, a la vez que levantaba su ceja. Volvía el efecto Volkova y necesitaba encontrar una manera que me permitiese controlarme ante tal efecto.

Empezaba a notar cómo Yulia sabía el efecto que tenía en mí esa mirada, y esos gestos… Y, obviamente, no me gusta tener la sensación de no mantener el control y saber que ella conoce como controlarme. No me gusta nada sentirme así.

—A la vista está que eres muy guapa y tienes un físico espectacular.

—No me suelen decir ese tipo de cosas… Gracias.

—No me des las gracias, es la verdad.

—¡Se me olvidaba! — exclamó levantándose de la cama.

—¿Qué es? — pregunté al ver cómo Yulia se acercaba a una enorme bolsa de plástico situada a los pies de la litera.

—¡He conseguido tus cosas! — exclamó con la bolsa en la mano.

No podía creer lo que estaba viendo. Abrí la bolsa y allí se encontraban todos los efectos personales que la policía de aquí me había quitado.

—¿Cómo lo has conseguido?

—Se puede decir que tengo algunos contactos aquí dentro.

—¿Nadiuska Kuznetsova? — probé suerte.

—¿Por qué piensas que es ella?

—Hace unos días te vi hablando con ella muy animadamente. Además, el día que estuviste en la celda de castigo vino a preguntarme muy preocupada; supuse que sería ella.

—Eres muy observadora señorita Katina.

—Eso dicen… No os habréis metido en problemas por traerme esto, ¿no? — me asusté.

—Nadiuska me debía un favor y yo le he pedido esto a cambio.

¿Qué clase de favor sería? Aún tenía la duda de saber por qué Yulia está en la cárcel… ¿Cómo una simple informática ha podido llegar hasta aquí? ¿Algo tipo piratería? Pinta de asesina no tiene, claro está.

—¿Por qué te metieron aquí? — desvié la conversación.

—En la empresa en la que trabajaba, me prometieron que si hacía unos pequeños favorcillos me iban a hacer socia. Ilusa de mí cuando me di cuenta de que estaba hackeando una cuenta del gobierno.

—¿Y te culparon sólo a ti?

—La empresa se lavó las manos y me incriminaron sólo a mí, alegando que quería atentar contra un sistema público.

—¿Cuántos años te cayeron?

—24 meses. Me quedan sólo 15 meses de estar aquí.

—¿15 sólo? — me preocupé.

—¿Qué te pasa, Elena? Te has puesto pajiza de repente… – se acercó hasta mí.

—Vas a salir antes que yo…— agaché la cabeza.

—Entiendo — me abrazó y me acarició el pelo.

—¿Qué voy a hacer cuando tú no estés?

—Todavía queda mucho tiempo para eso, Elena. De todas formas, tú eres fuerte y podrás sobrevivir el tiempo restante de tu condena.

—Espero que tengas razón.

—Además, todavía te quedan días para aborrecerme y querer que me vaya antes de aquí.

—Nunca me cansaría de ti — sonreí agradecida por las palabras de ánimo que me brindaba.

—Me gusta verte sonreír; tienes una sonrisa preciosa.

Noté cómo enseguida Yulia se arrepentía del comentario que acababa de soltar. Era la primera vez que la veía tan diferente… Cada día iba quitando una capa y conociendo a la auténtica Yulia. Aunque, a veces, no entiendo por qué se encierra de esa manera en la que suele hacerlo.

—¿Tienes a alguien esperándote fuera?

—¿A qué te refieres, Elena? — se extrañó con mi pregunta.

—Pues si, aparte de tus hermanos, tienes algún novio o novia… Padre, madre… No sé, algo.

—Tenía a alguien, pero ya no importa. Supongo que habrá pasado página conmigo.

Sentí la necesidad de seguir preguntando sobre esa persona, pues no me había especificado sexo, ni ningún otro dato relevante. Tenía la curiosidad de saber el tipo de persona que le gusta a Yulia pero, por ahora, me tendría que conformar con saber que no es una loca o psicópata y que es igual de inocente que yo.

—Espero que ya haya acabado el interrogatorio.

—Por ahora, señorita Volkova — bromeé.

—Miedo me das cuando pones esa cara.

—Hay un dicho en mi familia que dice: "lo que un Katin se propone, lo consigue".

—¿Eso de dónde lo has sacado?

—Me lo decía siempre mi madre.

Al hablar de mi madre, me acordé del saco con mis pertenencias que me había conseguido Yulia. Empecé a sacar mis cosas de aseo; saqué mi colonia preferida, la destapé y olí el perfume que desprendía. Cerré los ojos para sentir más profunda esa sensación agradable de estar como en casa. También saqué mi champú con olor a coco, mis cremas hidratantes y un montón de cosas que ya ni me acordaba que había traído.

—¿Ese es tu perfume? — preguntó observando cómo olía el frasco.

—Sí, es mi favorito. Lo uso desde hace muchos años.

—Huele muy bien — me sonrió – Al menos ya conozco tu olor; aquí dentro la gente pierde su esencia.

—¡Al fin! — exclamé sacando mi mp3.

Si de algo me pueden acusar en esta vida es de ser adicta a la música. No puedo vivir sin ella. Si me la quitan me vuelvo como un drogadicto cuando le quitan su heroína. En este lugar, necesitaba la música como el respirar y, aunque he sobrevivido tarareando algunas canciones, sentía la necesidad de escucharla en mis oídos de nuevo.

—Sí que le tienes aprecio a ese juguetito. Yo tengo uno igual, pero apenas lo uso.

—¿Tenías un mp3 y no me habías dicho nada? — pregunté molesta.

—No sabía que necesitases uno. Como siempre ibas cantando tú…

—¿Ves cómo no nos comunicamos? — expresé algo molesta.

—No le presto mucha atención a estas cosas. Prefiero más las fotografías, los recuerdos, los objetos, los libros…

—Aquí está — dije sacando un gran álbum que me había traído mi madre a mi petición.

—¿Puedo verlo contigo? — preguntó poniendo morritos.

—¡Claro! Tenemos tiempo hasta la cena — me senté con Yulia en la cama.

Mientras pasaba las páginas del álbum, iba relatándole a Yulia la historia de cada fotografía; desde mis primeros años de vida, pasando por las diferentes etapas de la niñez, hasta la dura adolescencia con sus efectos secundarios.

—¿Estás bien, Elena? — me preguntó al ver un lágrima que había caído en el álbum.

—Sí, es sólo que me he emocionado al ver esta foto.

La foto se había realizado en el salón de mi casa, la noche en la que fui nominada a los Billboard. En ella, se podía observar la cara de mi madre mirándome con orgullo y adoración, a mi padre dándome todo su apoyo con su brazo rodeándome los hombros… y a Nastya limpiándose las lágrimas, justo a mi izquierda.

—Estás muy guapa con ese vestido — dijo observando la fotografía.

—Fue la noche de la que te hablé; la que me nominaron al Billboard.

—¿Estás llorando porque perdiste? — preguntó al recordar la conversación que habíamos tenido días antes.

—No, te equivocas. Yo no perdí, gané.

—¡Pero… si me dijiste que se lo había llevado otra mujer! ¡Y ya se me ha olvidado el nombre! — espetó confundida.

—No hablo del premio, hablo de mi familia.

—¿Y éstas fotos? — preguntó Yulia sorprendida.

—Estas fotos no deberían de estar aquí — dije cerrando el álbum de golpe.

—¿Por qué lo cierras? Ahora que se ponía interesante…

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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/23/2022, 4:09 pm

Feliz jueves querida mía!!! Qué lindo leer un capitulo temprano qué lindo q cada día se conocen más y esa julia picarona sabe lo q puede causar 😏😏😏 ya quiero leer más
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/24/2022, 4:42 pm

Celda 066 Chapter 10: Rompecabezas
____________________________________________________________

Me estaba empezando a arrepentir de haber abierto mi álbum de fotos el día anterior. Desde entonces, Yulia no ha parado de meterse conmigo de todas las formas posibles; estoy conociendo una parte de Yulia un tanto pesada y cargante pero que a la vez me divierte.

—¿Y si te dejo mi puzzle?

—Yulia, ya hemos hablado de eso… Espera, ¿tienes un puzzle? — pregunté incrédula.

—Sveta me trae muchas cosas que ella cree que son imprescindibles para matar el tiempo. Es de 5.000 piezas, pero nunca tengo la suficiente paciencia para esas cosas — se encogió de hombros con la fregona en la mano.

—¿Qué más cosas escondes en la celda? — miré curiosa.

—Muchas cosas… Si me enseñas las fotos, prometo contártelo — puso pucheros.

—No sigas por ahí. ¡Y no me pongas esa carita de puchero! — exclamé un tanto cansada por la insistencia – Además, tenemos que terminar esto — señalo los baños.

—No te pongas así, Elena. Ya sé que es desagradable esta tarea, pero es lo que toca; ya verás cómo lo terminaremos enseguida.

—Creo que después de esta experiencia no voy a ser la misma.

—Si quieres probar experiencias nuevas, me avisas.

¿A qué ha venido eso? Me suelta eso, se da la vuelta y sigue limpiando. Creo que lo hace a posta para ponerme nerviosa; le gusta verme en ese estado, pero ésta es la última vez que me va a pillar así.

—¿Qué has querido decir?

—¿De qué hablas, Elena? — me sonrió.

—No, no me sonrías, sabes perfectamente a lo que me refiero — me enfadé.

—No te enfades, es sólo que me gusta picarte de vez en cuando. No es nada por lo que preocuparse.

Justo en el momento que me disponía a seguir atacándola, entró el agente Kozłowski a estropear el buen día que estaba llevando, a pesar de las pequeñas bromas de Yulia.

—¡Volkova! El agente Navalny te está buscando — gritó mientras me miraba con cara de loco.

—Tengo que terminar la tarea — la vi tensarse agarrando el palo de la fregona con fuerza.

—¡Es una orden, Volkova! Navalny te espera en tu celda, no me hagas llevarte por las malas — sacó su porra.

Miré con ojos suplicantes a Yulia, pues no quería que saliera molida a golpes de nuevo y por mi culpa. Yulia pareció entender mi mensaje porque, aunque fue a regañadientes, dejó la fregona y salió fuera con el ceño fruncido.

El agente Kozłowski esperó a que la puerta se cerrase de golpe para volver a dirigir su mirada hacía mí. Con paso lento se fue acercando y juraría que no estaba teniendo un buen día; lo imaginé por la cara de cabreado con la que se acercaba a mí. Inconscientemente, fui dando pasos hacia atrás sin quitar la vista de Bazyli, hasta que choqué con la pared del fondo de los baños.

—Se te acabó la pared — exclamó aún más enfadado.

—¿Qué quieres? — pregunté con voz temblorosa.

Bazyli me agarró por los hombros fuertemente y acercó su cara muy cerca de la mía. Noté como los ojos se le iban a salir de la rabia que tenía contenida en ellos y empecé a notar cómo los huesos de la espalda se presionaban contra la pared debido a la fuerza que Bazyli ejercía, con sus manos, sobre mí.

—¡Ahora no te hagas la despistada! — gritó agitado.

—No sé de qué me hablas — respondí asustada.

—No soporto las insubordinaciones. Será mejor que Volkova y tú os portéis bien si no queréis vérselas con mi amiga — me dijo llevándose las manos a la porra que colgaba de su cinturón – Nunca doy segundas oportunidades, pero contigo haré la excepción.

Noté cómo las manos del agente iban aflojando y su cara fue separándose de la mía lentamente, mientras seguía amenazándome con esos ojos y esa sonrisa de superioridad.

—¡No la toques, agente Kozłowski! — gritó Nadiuska desde la puerta.

—¿De qué estás hablando, agente Kuznetsova? — preguntó ya a una distancia considerada de mí.

—Yo… pensaba que… — agachó la cabeza avergonzada.

—¡Pues pensaste mal! — gritó enfadado – Acusar a un compañero es una falta grave — dijo con aires de superioridad.

—Lo siento Kozłowski, no volverá a ocurrir.

—Más te vale si no quieres que te abran un expediente y salgas de patitas a la calle — soltó pasando por el lado de Nadiuska para salir del baño.

¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué Nadiuska ha salido en mi defensa? ¿Cómo sabía ella que yo estaba aquí? Cuando me vine a dar cuenta, Nadiuska ya había salido por la puerta y no me apetecía permanecer más tiempo en esos baños que tan malos recuerdos me proporcionaban por segunda vez. Caminé con paso acelerado, dirección a mi celda, rezando para que Yulia estuviese bien.

No tuve que recorrer mucho trayecto para encontrarme, a lo lejos, con la agente Kuznetsova, que discutía con Yulia en la puerta de mi celda. Fui acercándome, poco a poco, con la intención de poder escuchar algo de aquella acalorada conversación que estaban manteniendo ambas.

—¡Escúchame bien, Yulia! — gritó Nadiuska.

—Por favor Nadiuska, tranquilízate — intentó calmarla la pelinegra.

—¡No me pidas que me calme! ¡Por tu culpa casi me abren un expediente y me echan a la puta calle!

—Lo siento, pensaba que iba a hacer algo malo y…

—¿Qué coño te pasa con Katina? ¿Tan importante es? — preguntó alterada.

—Ya te dije que… — se calló al verme venir.

—¡Vosotras dos! — nos señaló la agente – ¡A vuestra celda! Os vais a quedar en la celda lo que queda de día; no quiero más problemas.

—No te pases, Kuznetsova — escuché cómo le murmuraba Yulia.

—¿No entendéis una orden?

—Sí, agente, y gracias — tiré de Yulia para que dejase de desafiar a Nadiuska.

No había dado dos pasos al interior de la celda cuando noté el cuerpo de Yulia abalanzarse sobre el mío. Al principio me asusté, pues no me esperaba esa reacción por parte de mi compañera.

—¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo? — preguntó atropelladamente.

—Sí, tranquila, estoy bien. No me ha hecho nada — me sorprendí por la reacción.

—Menos mal — suspiró aliviada.

—Sólo me amenazó sobre el incidente del otro día en la cocina.

—¿Qué más te dijo? — preguntó curiosa.

—Que él no suele dar segundas oportunidades, excepto conmigo.

—El muy cabrón va a ir a por ti — noté cómo Yulia apretaba la mandíbula.

—Tranquila Yulia, intentaré estar siempre rodeada de gente o contigo.

—¿Y si pasa lo mismo que antes? ¡No voy a poder protegerte! — soltó agobiada.

—No va a pasar nada. ¿Qué me puede hacer? Si yo no me meto con nadie… — pregunté.

—Tú no lo conoces. Desde que entré aquí he estado observando lo que les hace a las reclusas aquí dentro — comenzó a explicarme caminando de un lado a otro de la celda.

—¿Qué pasa con él? — pregunté curiosa por la historia.

—Las reclusas me cuentan que abusa de las chicas. Con eso de que tiene poder, las amenaza con matarlas para que no hablen.

—Vaya…

No se me ocurrió otra expresión más coherente que decir, pues el dato que me acababa de revelar Yulia sobre el agente Kozłowski me parecía algo sacado de una película de terror. Me imaginé lo cerca que había estado de mí ese sádico apenas unos minutos antes y tampoco podía imaginar lo que pudiese haber hecho si Nadiuska no hubiese entrado en ese momento. Ahora que tenía la certeza de que se había obsesionado conmigo, no iba a tener escapatoria de él; tenía que encontrar una solución y muy rápido, si no quería acabar como muñeca de uso de ese pervertido.

—¿Qué te apetece hacer hasta la hora de cenar? — cambió de tema al verme la cara de pánico.

—No creo que se pueda hacer muchas cosas en estas cuatro paredes — contesté con la mente aún puesta en Bazyli.

—Me podrías ayudar con los puzzles, si te apetece — dijo mientras sacaba unas cajas de detrás del escritorio.

—¿Qué tienes guardado ahí? — me llamó la atención.

—Cosas que me trae Svetlana para pasar el tiempo, ya te lo dije antes. Elije: familia de gatos o el de hadas y unicornios con… — se quedó pensativa – Con animales extraños — soltó con una sonrisa.

—El de la familia de gatos.

—El favorito de Sveta — espetó guardando el otro en su sitio.

—Tu hermana te trae muchas cosas.

—Sí, me trae puzzles, cartas, dibujos hechos por ella, fotos… Incluso tengo su peluche de unicornio — sonrió recordando a su hermana.

—La quieres mucho, ¿verdad? — pregunté abriendo la caja para sacar las piezas.

—Se puede decir que es la única de mi familia que me apoya con todo esto — agachó la cabeza algo triste.

—¿Tus padres? Y… ¿Tú hermano? — pregunté sorprendida.

—A mi hermano supongo que no le sentó muy bien la noticia y quiso mantenerse al margen. Y mis padres… — enmudeció.

—No me cuentes de tus padres si no quieres — comenté al verla tan apurada.

—Gracias Elena, la verdad es que no me apetece hablar de ellos ahora — volvió su sonrisa, aunque algo más apagada.

Durante un buen rato, estuvimos intentando armar el puzzle de la familia de los gatitos de Sveta. Pude fijarme la poca paciencia que tenía mi compañera con este tipo de entretenimientos. Me quedé observando sus gestos cuando una de las piezas no lograba encajar en el hueco que ella creía el correcto; fruncía el ceño y miraba con mucha intensidad la pieza, como si por arte de magia fuese a encajar por mirarla de aquella manera.

—No creo que esto sea lo tuyo — dije conteniendo la risa.

—¿A qué te refieres? — preguntó con la pieza de puzzle en la mano.

—A eso — señalé su mano.

—Ya te dije que no tengo mucha paciencia con los rompecabezas — lanzó la pieza al suelo donde estábamos armando el puzzle.

—No te enfades tan pronto — intenté convencerla para que volviese conmigo.

—No se me dan muy bien estas cosas — se subió a la litera.

—¿Eres así con todo? — pregunté enfadada por la reacción de Yulia.

No sé si formular esa pregunta había sido buena idea. Sólo con acabar la frase, noté cómo Yulia saltaba de la litera con el ceño algo fruncido. Al principio, no le di importancia hasta que vi cómo se acercaba más seria de lo normal hacía a mí.

—¿Quieres saberlo? — me preguntó acercándose a mí.

—Yo... yo... no quería decir — tartamudeé debido a la cercanía de la pelinegra y a sus ojos azules penetrantes.

—Cuando quieras te demuestro de lo que soy capaz — me susurró al oído.

No sé si fue por la tensión del momento, por la intensidad de la mirada de Yulia o porque ya todo en ésta cárcel me afecta el doble, pero noté la voz de Yulia como la más sensual que había escuchado en mi vida. Cuando sentí que se separaba de mí, las piernas me temblaban y no podía quitarme el tono de voz de Yulia de mi cabeza. En mi mente resonaban sus palabras: "Cuando quieras te demuestro de lo que soy capaz".

—¿Cómo qué? — el subconsciente me jugó una mala pasada.

—No sé si estás preparada para eso — me guiñó el ojo antes de girarse.

—¿Y qué pasa si te digo que sí? — la boca me estaba perdiendo.

—No juegues, Elena Katina, si no te quieres quemar — sonrío para volver a subirse a la litera.

Iba a volver a soltar otra lindeza por mi boca, pero consideré no quemarme, tal y como ella me había recomendado. No sé cómo ha llegado la conversación hasta este punto y, lo peor de todo, es que no sé cómo había llegado yo hasta este punto. Si Anastasia me viese ahora, estaría riéndose de mí hasta la saciedad. Nunca me he sentido así con una mujer; con Nastya es diferente, es algo fraternal…

Decidí sentarme de nuevo para continuar con el puzzle que habíamos empezado, pues nunca me ha gustado dejar las cosas a medias y, al menos, esta tarea me mantenía con la cabeza ocupada. Cuando me vine a dar cuenta, estaba colocando la última pieza del puzzle de Sveta.

—¡Vaya! Sí que eres buena con estas cosas — exclamó asomando la cabeza por la litera y sonriendo de esa manera especial que tanto me gusta.

—No me gusta empezar una cosa y dejarla sin haberla terminado — me levanté para mirar a Yulia.

—Es bueno saberlo.

Las cosas desagradables sobre Bazyli se fueron yendo de mi mente, aunque otra cosa, que empezaba a sentir en mí, estaba causándome un auténtico rompecabezas. Y éste rompecabezas me iba a costar más trabajo de solucionar que cualquier otro.

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Mensaje por Fati20 6/24/2022, 10:35 pm

Hay esos jueguitos 😏😏 pronto van a terminar quemándose las 2 🤣🤣🤣 Muy buen capitulo querida estoy encantada con la historia 😍😍😍. Saludos ojalá mañana sea más de 1 capitulo 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/25/2022, 4:38 pm

Celda 066 Chapter 11: Quédate Conmigo
_______________________________________________________

—¡Anastasia! ¿Y mis padres? — pregunté al encontrarme a mi amiga en día de visita.

—Tengo una buena y una mala noticia Elena, ¿cuál quieres que te diga primero? — se sentó tranquilamente en la silla.

—De verdad, Nastya, no sé de donde sacas la entereza — me senté en la silla de enfrente.

—Cómo veo que no me contestas, empezaré con la mala… Tu padre tuvo un accidente ayer — respiró profundamente.

—¡Qué! — me levanté sobresaltada de la silla por la noticia.

Yulia, desde el otro lado de la sala, me miraba extrañada por mi reacción; su hermana sólo sonreía ante mis gestos.

—¡Siéntate Katina! ¡Estás armando un escándalo! — se levantó para sentarme en la silla de nuevo.

—¡Cómo quieres que me calme! — respiré agitadamente.

—No es nada grave… Tu padre ayer decidió dar su paseo de todas las noches, teniendo la brillante idea de ir en la bicicleta que le regalaste por su cumpleaños… — rodó los ojos recordando el momento.

—¿Y qué pasó? ¿Le atropelló un coche? ¿Le atacaron?

—Chocó contra un árbol — me soltó seriamente.

—¿Un árbol? — de pronto empecé a sentirme mejor.

—El muy… despistado no llevaba las luces puestas y se comió, literalmente, el árbol — me asombraba el gesto impasible de mi amiga mientras me contaba el relato.

—¿Qué se ha hecho? — fruncí el ceño.

—Nada grave. Le han escayolado la pierna, pero le han dado un mes de recuperación.

—¿Por eso no han querido venir? — me desilusioné.

—Tu padre quería que Inessa viniese pero, después de ver cómo se maneja tu padre con las muletas, ella no se fiaba de dejarlo sólo y que se rompiera la otra pierna — sonrió por el comentario.

—Mi padre siempre ha sido algo torpe.

—Ejem, ejem. No me hagas hablar Katina — carraspeó.

—¿Me vas a decir entonces la buena noticia? ¿O vas a burlarte de mí torpeza? — me crucé de brazos y recosté mi cuerpo sobre el respaldo de la silla.

—El juez ha aceptado mi recurso si presento alguna prueba contundente — abrí los ojos como platos.

Anastasia era una apasionada del trabajo; hablaba de el como si fuese su amante, su familia, su vida… A veces no se daba cuenta de que, cuando me contaba algún caso, no entendía ni una palabra de lo que me decía; justo como estaba ocurriendo en este instante. Sólo le hacía falta observar mi cara de extrañeza para comprender la situación.

—No estás entendiendo ni una palabra de lo que te estoy diciendo, ¿verdad? — suspiró resignada.

—Exacto — intenté sonreírle para que me lo explicara mejor.

—Tú debes de ser Elena, ¿cierto? — nos interrumpió la hermana de Yulia.

—¡Svetlana! ¿Quieres dejarlas tranquilas? ¿No ves que están con un asunto importante? — regañó Yulia a su hermana.

—Pero… Yulia, yo quiero conocer a Lena — dijo con un acento algo infantil.

—No te preocupes Yulia, yo también tenía ganas de conocerla — sonreí y me acerqué a la rubia de ojos azules.

Cuando me levanté de la silla, noté cómo el menudo cuerpo de la rubia se pegaba al mío, dejando un cálido abrazo en él. Qué diferentes son, a pesar de ser hermanas. La cara preocupada de Yulia lo decía todo.

—Vamos Sveta, no molestes — tiraba de la rubia para arrancarla de mi cuerpo.

—¿Quién demonios eres tú? — preguntó Nastya de forma molesta.

—Soy Svetlana, la hermana de Yulia, pero puedes llamarme Sveta — se despegó de mí con un nuevo objetivo en mente.

—¿Pero qué…?

Nastya no tuvo tiempo de protestar cuando la pequeña Svetlana se había acoplado a su cuerpo de la misma manera que segundos antes había hecho conmigo.

—Disculpa a mi hermana, a veces no sabe lo que hace… Soy Yulia Volkova — se presentó a Nastya.

—Soy Anastasia Ivanova, y quítame a esto de encima — puso su cara típica de desagrado.

—Te pones muy guapa cuando te enfadas — soltó Svetlana de repente.

Era la primera vez que veía a mi amiga de esa manera. No había conocido persona que callase a la gran Anastasia Ivanova y esa pequeña, e inocente rubia, lo había conseguido en segundos. Sin duda el efecto Volkova es cosa de familia y se lleva en los genes.

—Lo siento chicas, os dejamos solas — volvió a agarrar a la rubia de ojos azules.

—Pero yo quiero quedarme con Lena y Nasty — puso pucheros.

—¡No me hagas enfadar! — exclamó Yulia ya en su mesa.

—Puedes quitar la cara de tonta, ya se ha ido.

—¿Qué has dicho? — giré mi cabeza para mirar de nuevo a Nastya.

—Te gusta la pelinegra y se te ve a kilómetros — puso su típica cara de tener razón.

—No es verdad — me enfadé.

—Te digo lo que veo, Elena.

—Al menos no me he quedado como una tonta cuando Sveta te ha dicho que estabas más guapa en tu modo perra — venganza.

—A lo que íbamos Katina…— volvió a ponerse seria – Dispongo de un mes para reunir de nuevo las pruebas y encontrar nuevas evidencias; si lo consigo, podremos reabrir el caso de nuevo.

—¿Lo conseguirás? Si en meses no han salido nuevos indicios, no creo que salgan ahora.

—No descansaré hasta que no te saque de este agujero — era ya su orgullo el que hablaba.

El tiempo de las visitas se había terminado y, de nuevo, me dirigía a la celda con Yulia. No me había dado cuenta, en todo el trayecto de vuelta, que Yulia me estaba observando atentamente.

—¿Malas noticias? — preguntó preocupada.

—No, Nastya ha conseguido que el juez aceptara el recurso. Tiene un mes para presentar nuevos indicios — solté aún pensativa.

—¿Por eso estás tan preocupada? Nastya parece buena abogada, seguro que logra sacarte de aquí — intentó animarme.

—Seguro que sí — le sonreí.

Lo cierto es que, desde que Nastya se fue, mi cabeza no paraba de dar vueltas a lo mismo y no era precisamente por la buena noticia que me había traído sobre el caso. Las palabras de mi amiga, sobre que Yulia me gustaba, rondaban una y otra vez; no me las podía sacar de la cabeza.

¿Y si tenía razón? ¿Y si el estar aquí dentro me estaba trastornando?

—Siento lo de mi hermana, no pude retenerla — agachó la cabeza avergonzada.

¡Qué guapa está cuando se pone colorada…! ¿Qué estoy diciendo?

—No pasa nada, me ha encantado conocer a tu hermana. Sois tan, tan… ¿distintas? — intenté buscar la palabra apropiada.

—Svetlana siempre ha sido muy especial; siempre tan inocente y, a la vez, un genio… pero lo que más me gusta de ella es su bondad — se le llenaba la boca de orgullo al hablar de su hermana.

—Es muy cariñosa y agradable, tienes suerte de tener hermanos. Yo siempre quise tener uno, pero mis padres decían que estaban muy ocupados con su trabajo como para tener otro bebé.

—Tienes a Nastya, ¿no? — me sonrió.

—Sí, ella es especial, igual que tu hermana, pero de distinto modo — sonreí recordando el carácter autoritario y lo opuesta que era mi amiga a Svetlana – Además, no todos los días se le cierra la boca a la gran Nastya — reí recordando el momento.

—Pensaba que la asesinaba allí mismo, por la cara que puso.

—No se lo tomes en cuenta, no está muy acostumbrada a las muestras de cariño.

—Sveta me ha dicho que te diera su unicornio. Dice que a ti te hace más falta que a mí, así que…— vi cómo subía hacia la litera para bajarme el bonito muñeco de peluche de su hermana.

—Gracias, lo cuidaré con mi vida — sonreí mientras miraba con atención el precioso peluche.

—Al menos tendrás compañía en la cama.

—¿Y tú te quedas sin nada, entonces? — pregunté preocupada por el regalo.

—Si tanto te preocupa… siempre serás bienvenida en mi cama.

Eso ya no era una indirecta de las suyas; definitivamente Yulia va a saco. Si antes tenía dudas sobre el doble sentido de la morena… esto lo había confirmado. Una corriente me recorrió todo el cuerpo, al imaginarme una noche durmiendo en la cama de Yulia. No quiero ni imaginarme lo que sentiría si me acostase con ella, si con el sólo hecho de compartir el mismo espacio ya tenía esa sensación.

—¿Quieres dormir conmigo? — pregunté con nerviosismo.

—Si dormir es lo que quieres… está bien también — sonrió de manera coqueta.

En ese momento, sentí cómo el unicornio de Sveta, que sostenía en mis brazos, caía al suelo debido al shock que me habían producido las palabras de Yulia. Comencé a notar cómo me faltaba el oxígeno en los pulmones; las manos me sudaban y un calor repentino empezaba a surgir en todo mi cuerpo.

—Elena, ¿vamos a cenar? — preguntó algo extrañada por mi cara.

—¿Cenar? ¿Ahora? — no entendía nada.

—Sí, hace unos minutos que sonó la alarma de la cena — empezó a sonreír al ver mi cara.

—No me he enterado — dije incrédula.

—Te has quedado metida en tu mundo, normal que no escucharas nada — me agarró de la mano para llevarme a la cafetería.

Yulia me arrastró hasta el comedor. Mi cabeza estaba puesta en la mano de la pelinegra, agarrando la mía. Sus manos son suaves, a la vez que fuertes, ¿será igual de suave el resto de su piel? ¿Tendrán el mismo efecto sus manos sobre mi cuerpo? No podía parar de plantearme miles de preguntas.

—¿Se puede saber que le has hecho a Elena? — preguntó Nayah al verme la cara.

—¿Yo? Lleva un rato así. Se mete en su mundo y se queda paralizada — se encogió de hombros.

—A saber en qué cosas está pensando…— sonrió.

—¡Hey! ¡Qué estoy aquí! — exclamé enfadada por los comentarios.

—Ya tenía ganas de volver a escuchar tu voz chillona.

—Nayah…— dijo Yulia.

—¿No te hace gracia cabrearla? — volvió a ignorar mi presencia.

—La verdad es que es divertido ver su cara cuando frunce el ceño. ¿Ves? ¡Esa misma! — exclamó mirándome.

—Estáis insoportables hoy. ¡Me voy!

No iba a aguantar más comentarios de aquellas dos, pues bastante mal lo estaba pasando ya como para que se estuvieran burlando de mí. Me levanté de mi silla y caminé hasta la salida.

—¡Elena espera! — escuché gritar a Yulia.

—¿Habéis venido a por más? — me giré para darle la espalda.

—Lo siento. Perdóname, por favor — se colocó delante de mí para que le viera, la mirase a los ojos.

—¿No puedes dominar a la gatita, pelinegra? — preguntó Adriana desde la puerta del comedor.

—¡Piérdete Adriana! — contestó Yulia con mal humor.

—Eres poca cosa para semejante mujer. Déjamela una noche y ya verás cómo la hago gritar.

—Cómo le toques un pelo, te mato. ¿Me has entendido? — amenazó agarrando a la latina por la solapa de la camiseta.

—No me gusta que me amenacen, Volkova. Llévate cuidado — noté la mirada llena de ira hacia Yulia.

—No me das miedo, Adriana. ¿Quieres pasar unos días en la celda de aislamiento?

—Si con eso consigo que acabes bajo tierra… estaré encantada — susurró cerca de Yulia.

—Me tienes harta con tus amenazas y tu grupito de seguidoras — miró a las chicas que se acercaban a Adriana.

—¡Martínez! ¡Deja a mi amiga en paz! — apareció Nayah con tres mujeres que reconocí como las que me presentó aquel día en la sala de cine.

—Cuando no tengas a tu perro buldog detrás…— miró a Nayah de reojo – estarás muerta y me quedaré con el bombón que tienes de compañera.

Lo que me faltaba por ver, una pelea de bandas. Al menos, teniendo a Nayah y a sus amigas, teníamos alguna posibilidad de ganar; aunque el que ellas estuvieran alojadas en otro pabellón me asustaba un poco, pues Adriana estaba a unas pocas celdas de la nuestra.

—¡Dispersaos! — gritó el agente Navalny – No quiero peleas en el comedor ni, en ningún otro sitio, ¿de acuerdo?

—Tranquilo agente, solo estábamos conversando entre amigas — contestó Adriana mientras ponía una sonrisa falsa.

En ese momento, se me quitaron las ganas de cenar; tan sólo quería meterme en la cama y refugiarme en la protección que me ofrecían los barrotes. Me hice una bolita en la cama, abracé fuertemente el unicornio de Sveta y recé para que no nos pasase nada. No me gustaba la idea de que le hiciesen algo a Yulia, ni que la matasen por mi culpa… No lo podría soportar. Las lágrimas comenzaron a salir; los ojos me ardían y la angustia no se me pasaba… Me temía que iba a ser una noche larga.

Después de un rato mirando la pared de la celda, noté cómo unos brazos me rodeaban el cuerpo.

—Tranquila Elena, todo saldrá bien — escuché la voz de Yulia como un susurro en mi oreja.

—Yulia, ¿eres tú? — pregunté con miedo aun sabiéndolo.

—Sí, soy yo. No me gusta verte llorar; necesitas descansar.

Noté cómo el cuerpo de Yulia se iba despegando al sentir cómo empecé a temblar.

—Quédate conmigo, por favor — supliqué.

—Me quedaré todo el tiempo que quieras.

Volví a notar la cercanía de Yulia en mi cuerpo y sus brazos me rodearon con más fuerza, para proporcionándome mucha más seguridad. De repente, una sensación de bienestar empezaba a instalarse en mi cuerpo; notar la respiración de Yulia en mi espalda me tranquilizaba y sus brazos me daban el calor que necesitaba.

No podía conciliar el sueño; no por el malestar que me amenazó anteriormente, sino por el miedo de girarme y encontrarme con algo que sabía no podía manejar, ni controlar.
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/25/2022, 5:42 pm

Me encanta!!!! Cada día más unidas y lena asimilando lo que esta sintiendo 😊. Espero con ansias el próximo 😘😘
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/25/2022, 6:46 pm

Celda 066 Chapter 12: Traslado
___________________________________________________

Elena, céntrate en Nayah… No veo nada diferente a lo que pueda tener yo…

—Yulia…

—Dime Nayah.

—¿Por qué Katina no para de mirarme?

—No será para… Tienes razón, te está mirando con cara de psicópata.

¿Por qué con Nayah no me pasa? Esto va a ser más complicado de lo que parece.

—¡Elena! — me asusté con el grito de Nayah.

—¡Dios, me asustaste! — coloqué la mano en mi pecho.

—Y tú mirada de loca a mí, pero no voy chillando por ahí.

—¿Qué estás diciendo? — pregunté extrañada.

—Llevas como 10 minutos mirando cómo me ducho. ¿No te piensas meter en la ducha?

Acabo de caer en la cuenta de que llevo como 10 minutos metida en mis pensamientos y lo peor es que Yulia y Nayah se han dado cuenta.

—Sí, ya voy — contesté levantándome para quitarme la ropa.

Desde que Adriana nos amenazase, hace dos días, en el comedor, Nayah decidió ser nuestra guardaespaldas. Nos acompañaba a todos sitios; comedor, duchas, gimnasio… El único momento en el que no podía protegernos era cuando estábamos en las tareas, pero, con los guardias vigilando, no había peligro en esas horas.

—Eres muy lenta, Elena — me dijo Yulia mientras salía con una minúscula toalla de la ducha.

—Es que… yo… sólo…

—Entra antes de que te resfríes — me dijo con una sonrisa.

Me quedé paralizada con su sonrisa. Definitivamente, verla con una minúscula toalla no era lo mismo que ver a Nayah ducharse. Me estaba volviendo loca por mi compañera de celda; muy bien, Elena, lo que te faltaba.

—¿Ocurre algo, Elena? — se preocupó Nayah.

—Tengo el pelo hecho un desastre — le contesté mirándome en el único espejo que había en los vestuarios.

—Por eso yo me tuve que cortar el pelo, no había quién domara aquí el cabello — dijo Yulia entre risas.

—¿Lo has llevado largo? — pregunté curiosa.

—Sí, más o menos como tú de largo… pero me era casi imposible domarlo aquí.

Comencé a imaginarme a Yulia con el pelo largo, pero no conseguía darme una idea. Aunque me gusta el cabello corto y despeinado de Yulia, me habría gustado conocerla de esa manera.

—Tú tienes el pelo muy bonito, Elena — me dijo muy cerca del oído.

—Vamos tortolitas, tenemos que salir a desayunar. Me muero de hambre — gruñó Nayah.

Echo de menos mi secador, mi plancha del pelo, mi bañera hidromasaje, mis aceites relajantes… Las cosas que antes pensaba que eran algo normales y cotidianas, aquí las estaba echando de menos. No basta con privarte de la libertad, sino que también te privan de las cosas que hacen la vida más normal… como, por ejemplo, una buena película con sus palomitas en el sofá de casa; las luces de la ciudad por la noche; el aire fresco de primera hora de la mañana cuando paseas por el puente de Luzhkov Most; los rayos de sol cuando entran por la ventana dándote en la cara, mientras estás en tu enorme cama enredada entre las sábanas…

—No le des más vueltas a tu pelo, Elena — soltó Yulia al verme pensativa.

—No es sólo el pelo… — me miré un mechón mojado que me caía por los hombros.

—¿Qué ocurre?

—Echo de menos estar fuera.

—Cuando menos te lo esperes, estarás fuera. Tómalo como una etapa transitoria; una nueva experiencia.

—Para ti es fácil decirlo porque en unos meses te vas de aquí — me puse triste al recordar el poco tiempo que me quedaba con ella.

—También puedo portarme mal y hacer que me encierren más tiempo aquí — me susurró a la vez que me guiñó el ojo.

—Yo quiero que seas libre, Yulia.

Me sonrió y siguió comiendo su desayuno. En breve nos toca la asignación de tareas y espero que no me toque con Adriana. Desde las amenazas, está muy rara y nos mira con mucho odio; no tiene buena pinta. Creo que está tramando algo y no me da muy buena espina.

—Menos mal que nos tocó la lavandería. Otro día más en los baños y me da algo — suspiré aliviada después de recibir mi asignación.

—No seas exagerada Elena, la lavandería también es un marrón. Lavar la ropa sucia de los demás, no es muy agradable.

—Prefiero esto que el mismísimo infierno — dije haciendo referencia a los baños.

—Lo que tú digas. Yo me conformo con estar contigo — me sonrió.

Tenía que preguntárselo; voy a volverme loca si no lo hago. Llevo días queriendo preguntarle a Yulia sobre sus sentimientos y a dónde quiere llegar, porque si lo que quiere es confundirme… lo está consiguiendo. Necesito quitarme este peso de encima.

—¿Terminaste de doblar eso? — me preguntó con un saco de ropa.

—Todavía me queda todo eso — señalé toda la ropa que me quedaba apilada.

—Voy a poner el último saco de ropa en la lavadora y, con esto, ya habremos terminado.

—Voy a darme prisa.

Ahora voy a tener que esperar a preguntarle después de comer, cuando estemos en la celda. Esto es tan complicado…

—¿Y Nayah? — pregunté con mi bandeja de comida.

—Hoy tenía unos asuntos que atender en su pabellón y no ha podido venir — me explicó mientras se llevaba un trozo de pan a la boca.

Yulia se quedó observando de una manera extraña; parecía que analizaba todos los movimientos que estaba haciendo.

—¿Ocurre algo? — pregunté algo molesta.

—Eso mismo me estaba preguntando yo… Llevas unos días algo rara, como metida en tu mundo.

—Yo no estoy rara, es sólo que estoy preocupada.

—¿De qué? — preguntó curiosa – Ya sabes que puedes confiar en mí — me agarró la mano por encima de la mesa.

Si supieras que lo que realmente me preocupa es esto… suspiré. Otra vez estaban las malditas mariposas y la corriente que me produce cada vez que hace ese gesto.

—Confío en ti, Yulia — fui separando mi mano – Me preocupa ella — señalé con mi cabeza la dirección en la que se encontraba Adriana.

—No te preocupes por ella, es una loca posesiva — se encogió de hombros para seguir comiendo de su plato.

El tiempo fue pasando y ahora me encontraba tumbada en mi cama escuchando los clásicos del pop, en mi mp3, mientras Yulia leía otro de los muchos libros que había recogido de la biblioteca.

Quizás debería de ponerme a estudiar algo, las tardes me resultan muy aburridas y mucho más cuando Yulia se sumerge en su mundo.

De repente, un gran alboroto se formó en el pabellón. Fue tan grande que, a pesar de llevar los auriculares puestos, pude escuchar el revuelo que se estaba creando. Claro, la cara de Yulia fue de preocupación y algo de desconcierto.

—¿Qué pasa, Yulia? — me empecé a preocupar.

—No lo sé — contestó levantándose de la silla para dirigirse fuera.

—¿Por qué está la gente gritando? — me quedé de piedra al escuchar la gente.

—Es extraño, todavía queda una semana para el martes de presa… A no ser que sea…

—¿Qué? — pregunté impaciente.

—Es un traslado, mira — me señaló en la dirección en la que unos guardias llevaban a una reclusa.

La chica está siendo escoltada por un par de guardias, entre ellos se encontraba la agente Kuznetsova. La reclusa es alta; su cabello es largo y lacio; lleva la camisa con el número 0466, así que debe de llevar la vida aquí dentro. Lo que más me sorprende, de ella, es su gesto de superioridad.

—¿Tú? — exclamó la rubia de pelo largo al pasar por nuestro lado.

—¡Sigue caminado! — ordenó la gente Kuznetsova.

La chica seguía caminado con la cabeza girada hacia Yulia y una mirada amenazadora.

—¿La conoces? — observé a Yulia paralizada y blanca como el papel.

—Sí, la conozco de fuera. No sabía que la habían trasladado — dijo con miedo en los ojos.

La mujer rubia se ha parado justo en la celda de Adriana. Al parecer, va a ser la nueva compañera de la latina y eso es algo que no me gusta ni un pelo. Adriana con otra aliada que, al parecer, conoce a Yulia y que, por su reacción, creo que no son grandes amigas.

—Yulia, ¿estás bien? — pregunté al ver a Yulia tumbada en la cama boca abajo.

—Déjame Elena, no quiero más de tus interrogatorios — espetó con voz preocupada.

—No iba a hacer tal cosa, sólo quiero saber si estás bien.

Por ese camino no iba a conseguir nada; Yulia había vuelto a su estado de mutismo, tal y como se comportaba cuando llegué aquí y todo causado por esa misteriosa chica. Tenía que abordar el asunto desde otra perspectiva.

—¿Fue tu novia? — me arriesgué.

—¿Estás de broma, Elena? — preguntó molesta.

—Si te ha afectado de esa manera…

Volvió el silencio. Ese plan no me iba a funcionar; lo único que había conseguido era cabrearla más. Elena tú y tus grandes ideas…

Me acordé de una cosa que Yulia quería y que había insistido tanto en ver. Fui hasta donde guardaba mis cosas y saqué el álbum de fotos.

—Toma — dije entregándole el álbum.

—¿Qué quieres que haga con esto? — me preguntó extrañada.

—¿Llevas días molestándome por ver las fotos de mi álbum y, ahora que te dejo, no sabes qué hacer? — sonreí.

Se sentó mirando fijamente la cubierta del álbum; no sabía que fuese tan importante para ella. Se tomó su tiempo para abrirlo y fue pasando las primeras fotos que, en su momento, ya vimos. Inmediatamente se le dibujó una sonrisa; recordaba el momento en el que le estaba contando la historia de cada fotografía. Sin darme cuenta, me estaba poniendo nerviosa; Yulia estaba sólo a un par de páginas de mis fotos privadas.

—¿Eres tú? — preguntó con los ojos abiertos como platos y la boca algo abierta de la sorpresa.

—Sí, estas son las fotografías que me sacaron para la revista Maxim.

—¡Sales espectacular! — exclamó – Pero si ya han salido publicadas… ¿por qué no podía verlas?

—Estas son de la revista — agarré la página para pasarla – Y éstas… son las que no salieron publicadas y me sacaron en plan personal.

Si la cara de Yulia antes había sido un poema, la de ahora no tenía precio. Las fotos de la revista eran muy sugerentes, pero las que estaban allí, expuestas ahora, no dejaban nada a la imaginación. En la primera fotografía aparecía con una minúsculo tanga negro y rompiendo una mini camiseta.

—Puedes pasar a la siguiente foto — le dije al ver que se había detenido por un buen rato en la misma foto.

La siguiente foto era aún peor que la anterior; estaba empezando a arrepentirme de enseñárselas.

—¿En la playa también? — preguntó casi tartamudeando.

—Es de otra sesión para una marca de bikinis — le expliqué mientras veía mi piel bronceada por el sol y brillante debido a los aceites que te echan.

—Estás… ¿desnuda? — exclamó con los ojos como platos.

—Tanto como desnuda… — dije algo avergonzada.

La foto era de una sesión en la playa. Me habían hecho una toma tumbada boca abajo, con restos de arena por el cuerpo y las gotas del agua resbalando por mi piel y por el pelo mojado.

—Son espectaculares las fotos.

—Me gustan las fotos, aunque luego me de vergüenza enseñarlas.

—Ya no hay más — dijo triste.

—Tengo más en casa. Éstas las puse aquí porque no tenía sitio donde colocarlas.

—¿Puedo quedarme con alguna? — preguntó con ojos de súplica.

—¿Para qué quieres una foto mía? — me entró la curiosidad.

—Me gustaría tener un recuerdo tuyo — agachó la cabeza.

—¿Cuál te gusta? — me mordí el labio.

—Ésta — me señaló la que era la portada de la revista Maxim.

—¿Y qué gano yo a cambio? — sonreí.

—Elige la foto que te guste de mi álbum — me dijo entregándome un álbum de fotos.

Yulia nunca me había enseñado ningún álbum, sólo había visto las pocas fotografías que tenía puestas en la pared y en las que salía con sus hermanos.

Al verlas, me di cuenta de lo que me había comentado esta mañana cuando tenía el pelo largo. A mi parecer estaba igual de preciosa. Aunque el pelo corto le daba un toque sexy, el largo la hacía muy dulce; no sabría cuál elegir.

—¿Qué piensas?

—No te imaginaba con el pelo largo… te queda muy bien, Yulia. Te hace parecer más dulce — espeté sonriente.

A diferencia de las mías, ella no tenía ninguna profesional. Había algunas fotos de estudio, pero la mayoría eran tomadas en la calle o en algún parque. Me gustaron unas en las que salía sentada en el césped, leyendo un libro, porque parecía relajada; muy diferente a como es aquí dentro. Se la veía relajada, feliz y tranquila; el tiempo que lleva aquí, la estaba cambiando.

—Voy a quedarme con ésta — señalé una foto que salía con el pelo rizado, gafas de sol y una piruleta en la mano. Su cara fue de asombro porque, al parecer, no se esperaba que escogiese esa foto.

—Vale, trato hecho — me tendió la mano para sellar el intercambio.

Seguí mirando el álbum y vi a Yulia con una chica, en una actitud bastante cariñosa. Empecé a sentirme mal, no me gustaba que la chica estuviera en esa actitud tan cariñosa con la pelinegra.

—¿Quién es?

—Es mi ex novia — dijo sin darle importancia.

—¡Al fin me dices que te gustan las chicas!

—No me gustan las etiquetas.

—¿Por qué te costaba tanto decírmelo cuando te preguntaba?

—¿Por qué tanto interés? — se fue acercando a mí — ¿Estás interesada en mí? — preguntó ya muy cerca de mi cara.

—¿Qué estás diciendo, Yulia? — me puse a temblar.

—Muy simple… ¿Te gusto, Elena? — preguntó en un tono tan sensual que me estaba derritiendo.


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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/26/2022, 12:08 am

Que curiosidad saber quien es esa nueva reclusa y q tiene q ver con julia. Y el resto buenísimo las fotos julia con sus picardias y lena derretida ya esto está apunto de concretarse y tendremos el primer beso 😍😍😍. Feliz noche cariño hasta mañana 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/26/2022, 3:05 pm

Celda 066 Chapter 13: Celos
_________________________________________________

—¿Qué estás diciendo, Yulia? — me puse a temblar.

—Muy simple… ¿Te gusto, Elena? — preguntó en un tono tan sensual que me estaba derritiendo.

Noté cómo estaba completamente acorralada entre la pared de la celda y el cuerpo de Yulia. Pude ver sus ojos, de un color azul oscuro, y juraría que hasta brillaban, a pesar de la poca luz que entraba en la celda. Sé que esperaba una respuesta, pero las palabras no me salían en ese momento de la garganta.

—¿Me vas a contestar?

—Yo… no… Lo siento Yulia — giré mi cara y cerré los ojos.

Al abrir los ojos, Yulia ya no estaba encima, pues se había apartado y ahora se subía a la litera. No dijo nada, se mantuvo en silencio.

De esto ya habían pasado dos días, los cuales fueron los peores en mi estancia en esta prisión. A Yulia no le ha sentado muy bien el hecho de que la rechazase; se ha vuelto distante y fría y, para colmo, pasa todo el tiempo con la nueva chica que trasladaron apenas hace unos días.

—En serio, si la veo más veces con esa tipa voy a vomitar — dije a Nayah en el patio.

—Yo contralaría más esa boca, Elena. Con esa chica no se juega, no después de lo que dicen por ahí de ella — me contestó muy seria.

—¿Por qué tiene que ir Yulia detrás de ella como si fuese su perrito? — exclamé enojada.

—¿Ha pasado algo entre ustedes? — preguntó curiosa mientras me miraba de forma directa.

Le puse mala cara, me giré y me senté de nuevo en las gradas del patio. El día no está tan estupendo como hace unos días, pues hoy está nublado, como mi estado de humor en este momento. Yulia, a lo lejos, está sentada al lado de Olga y su compañera de celda, Adriana.

Hace unos días no se podían ver y ahora son tan amiguísimas. No puedo dejar de observar, algo molesta, cómo Olga le susurra algo a Yulia y ésta pone mala cara. Al parecer, no está demasiado a gusto en su nuevo grupo de amigas.

—No sé lo que habrá pasado, pero no me gusta lo que está haciendo Yulia — comentó Nayah con desagrado.

—Eso lo vamos a averiguar — me levanté muy decidida hacia donde se encontraba el grupo de chicas.

—¡Katina! ¡Ven aquí! — gritó Nayah al percatarse de mi ausencia.

Ya era demasiado tarde, me había levantado e iba con paso firme y decidido. Necesitaba una explicación y la iba a tener; no me importaba quién se pusiese por delante y cuán peligrosa fuese.

—¿Qué coño quieres pecosa? — preguntó con desagrado Olga.

—No te pases, Olga, de la chica me ocupo yo — espetó Adriana con media sonrisa.

No me importaban los comentarios de las chicas. Sólo centré la mirada en Yulia, necesitaba que me explicase todo de una vez y no iba aceptar otro mal gesto, como en estos días atrás.

—Quiero hablar con Yulia — dije con voz seria.

—¿Tú estás de coña? Vete, si no quieres que te parta esas bonitas piernas…— la rubia alta se levantó.

Miré a Yulia con algo de temor en los ojos. Esperaba una reacción por su parte, pero sólo se limitó a agachar la cabeza. ¿Cuánto tiempo iba a seguir torturándome por aquel error? No estoy preparada para una relación en estas condiciones y, mucho menos, con una mujer. Necesitaba decírselo y explicárselo, pero mi miedo me bloquea siempre.

—No sé lo que le habrás hecho, pero ten por seguro que no te durará mucho — me enfrenté a la chica.

—¡Elena, basta! — gritó Yulia.

La rubia sacó su media sonrisa y se volvió a sentar, no sin antes echarme una mirada de desprecio y de soberbia.

—Pero Yulia…

—Será mejor que te vayas — noté sus ojos suplicantes.

—¡Estúpida, Yulia! — exclamó Adriana antes de que me marcharse de nuevo hacía donde se situaba Nayah.

La situación estaba empeorando pues, al parecer, Yulia había congeniado con la chica nueva. Recuerdo que me comentó que la conocía de afuera, pero
por su expresión juraría que de algo no muy bueno. ¿Una ex novia quizá? No creo, la chica que salía en las fotos de Yulia no es ella…

—Tú quieres morir antes de ganar un Grammy, ¿no? — Nayah se enfadó por mi intento de hablar con la pelinegra.

—Después de estar aquí encerrada, dudo mucho que me nominen a alguno.

El resultado, después del encuentro en el patio, no había sido el que esperaba. Yulia no ha ido al gimnasio, se ha pasado las horas estudiando en la biblioteca o en la celda… Ahora le gusta pasar el tiempo con Olga. La hora de comer había sido más de lo mismo, desafortunadamente.

—Sigo sin poder creérmelo — espetó Nayah.

—Tranquila, yo haré que vuelva la antigua Yulia — dije con la mirada fija en la bandeja de comida.

—¿Qué quieres decir? — preguntó extrañada.

—Por mi culpa, Yulia se ha ido con esa banda.

—¿Me estás diciendo que por tu culpa Yulia se ha unido a una banda? — dijo riéndose.

—No tiene gracia, Nayah… Hace unos días, antes de que sucediese eso, Yulia… — agaché la cabeza por la vergüenza que me proporcionaba lo que estaba a punto de contarle.

—Suéltalo Katina — me dijo algo más seria.

—Ella… yo… Yo le dije que no me gustaba y se disgustó.

—Así que la pelinegra tenía tanto interés en ti porque le gustabas… Ahora me cuadra su actitud, pero no creo que sea eso lo que la llevase a cambiar de esa manera — dijo pensativa.

—Voy a recuperarla — me levanté de la mesa, decidida.

Deposité la bandeja en el carrito y salí hacia la puerta, no sin antes dirigirle una mirada a Yulia. Quería que entendiese que la esperaba en la celda, necesitaba ese tiempo que tenía a solas con ella sin que las demás se entrometiesen.

Estoy nerviosa, llevo como 10 minutos caminando de un lado a otro de la celda y estoy empezando a marearme. Aún no sé cómo explicarle a Yulia mis sentimientos. Me sudan las manos; hace tiempo que no me siento así, es cómo cuando iba a salir al escenario en alguno de mis conciertos… ¡No, es peor que eso aún! Cuando estaba con Kristián… no me sentía así.

—Me vas a marear con tanta vuelta — me asusté al oír la voz de Yulia en la entrada de la celda.

—¡Has venido! — exclamé nerviosa mientras me quitaba el sudor de las manos con mi pantalón.

—Vivo aquí, ¿recuerdas? — soltó borde.

—¿Por qué te has vuelto tan borde conmigo? — pregunté molesta por la actitud de la pelinegra.

—¿Acaso te importa? — preguntó con desgana.

—Pues claro que me molesta. Me importas y mucho, además — dije para calmar los nervios por lo que iba a venir después.

—Pues acostúmbrate entonces.

Voy a tener que ser directa, no me deja otra opción. Vamos Elena, lo sueltas y listo, todo solucionado.

—El otro día en la celda cuando…— mi voz empezaba a fallar.

—6196 — dijo un agente en la puerta de la celda.

—Aquí estoy — contestó Yulia levantándose de la litera para dirigirse al agente.

—Tienes una petición de vis a vis de la reclusa 0466.

Me quedé mirando la cara de Yulia. Se encontraba con la nota en la mano, con gesto serio y frío. Por lo poco que me contó Yulia sobre ese sistema, la reclusa que quiere mantener relaciones con otra, debe mandar una nota a un agente para que se la haga llegar al destinatario y ésta deberá aceptar o no el encuentro. Y yo rezaba para que Yulia no aceptara la petición de Olga.

—Acepto — espetó devolviendo la nota al agente.

—Está bien, esta tarde a las 20:00 horas vendré a recogerte — explicó el agente con una sonrisa sátira.

—Yulia, no puedes ir — dije nada más que se fue el agente.

—¿Por qué no? — preguntó molesta.

—¿Con Olga? ¿En serio? — empecé a alterarme.

—Que yo sepa no estoy con nadie y no hago daño a nadie con esto, ¿cierto? — volvió su mirada desafiante.

—Cierto — solté orgullosa.

¡Mierda Elena! Las cosas se te han ido de las manos, pero… ¿qué ha pasado? Hace un momento estaba a punto de hablar sobre mis sentimientos y, minutos después, le estoy diciendo que se lance a los brazos de Olga porque no me importa en absoluto…

He tenido que darme algún golpe en la cabeza, esto es sólo un mal sueño. Con un poco de suerte, me despierto en mi habitación…

Las horas iban pasando y yo las había dedicado a mirar la foto de Yulia, esa que habíamos intercambiado hace apenas unos días. No me podía quitar de la cabeza que, en unos minutos, otra mujer iba a tocar y a besar su cuerpo.

—Yulia, vengo a por ti — dijo Nadiuska al llegar a la celda.

—Gracias, agente Kuznetsova. La estaba esperando.

—¿Estás segura? — preguntó Nadiuska.

—Por supuesto — contestó Yulia desafiando con la mirada a la agente Kuznetsova.

—Ten cuidado, es muy peligrosa — es lo último que escuché decir a Nadiuska antes de que se fueran de la celda.

Me había quedado tan sumida en mis pensamientos, que no me había percatado del paso del tiempo. Ahora ya no había marcha atrás, Yulia se había ido con Olga. ¿Por qué me duele tanto?

—Señorita, su abogada quiere verla — dijo el agente Navalny.

—¡Nastya! — exclamé mientras seguí al agente hasta la sala de visitas.

Lo primero que hice, nada más abrir la puerta, fue lanzarme a los brazos de Anastasia y llorar. Noté cómo la mano de mi amiga me acariciaba la espalda. No dijo nada, esperó hasta que terminé de llorar.

—¿Qué ha pasado, Elena? — preguntó preocupada.

—La he fastidiado, Nastya — intenté calmar los nervios que aún estaban instalados en mí.

—¿Has hecho algo malo?

—Es Yulia… La he perdido.

—¿Yulia? — noté como la cara de Nastya cambiaba de miedo a sorpresa.

—Le dije que no me gustaba y se ha ido con otra — resumí lo ocurrido, no me apetecía dar muchos detalles de los problemas con el nuevo grupo de mi compañera.

—¿Te gusta Yulia? — aún seguía sin poder creérselo.

—Sí, pero me he dado cuenta tarde, justo cuando ya la he perdido.

—Nunca es tarde, Elena. Si a esa chica le gustas, todavía estás a tiempo — dijo agarrándome de la mano para darme su apoyo.

—Pero ahora está en una habitación con otra mujer — espeté con tristeza.

—Sí que es rápida la pelinegra… — se cruzó de brazos y se quedó pensativa.

—¿Qué puedo hacer, Nastya? — pregunté desesperada.

Es la única que me puede ayudar con este asunto; ella siempre ha sabido darme el consejo apropiado para estas situaciones. Lo hizo incluso cuando estuve con Kristián. A pesar de que no le gustaba ese chico y de que yo ignorase sus advertencias, me ayudó con nuestra relación.

—¿Qué sientes ahora? — me quedé perpleja ante la pregunta de mi amiga.

—¿Qué importa eso?

—Mucho, necesito saber lo que verdaderamente sientes.

—Pues siento como si me hubiesen arrancado el corazón. Duele pero, a la vez, siento impotencia y ganas de arrancarle, uno a uno, los pelos de la cabeza a Olga.

—Nunca te había visto tan enamorada por alguien — soltó impresionada por mis palabras.

—¿Enamorada? ¡Estás loca! — me pareció absurdo su comentario.

—Estás enamorada hasta las trancas, quieras admitirlo o no — me dijo muy convencida.

—¿Me vas a ayudar, o no? — exclamé enfadada por los comentarios de mi amiga.

—No soy una experta en amor y tampoco sé cómo están yendo las cosas ahí dentro… pero creo que deberías ser sincera contigo misma primero y, cuando lo tengas todo aclarado, hables con ella — me aconsejó mientras sacaba un maletín con unos papeles.

—¿Qué es eso? — pregunté al ver cómo me entregaba unos folios.

—He estado investigando por otras vías diferentes. Mandé volver a analizar las pruebas y he encontrado nuevas evidencias de que te han tendido una trampa — me explicó a modo resumen lo que había escrito en los papeles que me había entregado.

—Pero eso es lo que estábamos buscando, ¿no? — dije sonriente.

—Tengo la evidencia, pero aún debo de encontrar una prueba física que me demuestre lo explicado antes. Me va a llevar tiempo, Elena. Voy a pedir ayuda a mi amigo Kovalenko de la facultad.

—¿Tú crees que podemos confiar en Borys? — pregunté incrédula.

—A pesar de su fama, ha resuelto muchos casos. Aunque sus métodos no sean muy éticos… le necesitamos, Elena.

—Espero estar haciendo lo correcto.

Borys es un amigo de la familia. Estudió con Anastasia la carrera de derecho y, aunque no era un buen alumno, se creó mucha fama. Cuando un caso es difícil, o imposible, Borys lo consigue ganar. Los rumores que llegan de él no son muy buenos; hablan desde amenazas, extorsiones, sobornos… En definitiva, hace lo que haga falta para beneficiar a su cliente.

—Quiero sacarte de aquí, Elena, y haré lo que sea para conseguirlo — dijo cerrando el maletín.

—No quiero que te metas en problemas, ya sabes que Kovalenko no juega limpio — me preocupé por mi amiga.

—Míralo de esta manera… Si pasa algo, me meterán contigo aquí dentro; y si gano, te sacaré de este agujero — sonrió antes de irse, el tiempo con mi abogada se había acabado.

Me llevaron de nuevo a la celda. Que le pase a Nastya algo, y acabe aquí, es lo último que deseo en este momento; no creo que nadie le desee eso a su mejor amiga. Espero que Borys sepa lo que se hace y pille a la persona que me ha tendido la trampa.

Estaba tan metida en el asunto de las pruebas, y de la nueva colaboración de Anastasia, que no me percaté de la llegada de Yulia.

Lleva el cabello más revuelto de lo normal, la camiseta algo desgarrada y la cara completamente roja… Para haber pasado una buena tarde de sexo, su cara no es de mucha satisfacción; aun así, noté cómo el dolor volvía a crecer en mí. Tengo que hacer caso a Anastasia y darme prisa en aclarar mis sentimientos.

—No quiero preguntas — me dijo pasando por mi lado.

—No me interesan tus encuentros sexuales — le contesté apoderada por los celos.

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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por Fati20 6/26/2022, 4:02 pm

Que mal q las cosas se fueron para mal pero ahora lena tendrá q reaccionar antes de que sea muy tarde. Muero de ganas de leer más esta buenísima la historia 😍😍😍 saludos querida mi 😘😘😘
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CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea  Empty Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea

Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/26/2022, 7:58 pm

Celda 066 Chapter 14: Opuestas
______________________________________________________

Si tengo que ver cómo la zorra de Olga se restriega con Yulia, juro que voy a vomitar. Esta sensación es peor que la que tuve cuando fui nominada a los Billboard y se lo llevó esa estúpida que no sabe cantar.

—¡Pelirroja! ¿Qué haces tan sola? — vi cómo Adriana se acercaba hasta la entrada de mi celda.

—No estoy de humor, será mejor que te largues — la ignoré y seguí con mi cabreo interno.

—Deberías de olvidarte de Volkova — me advirtió.

—¿Y quién eres tú para decirme eso?

Estaba cansada de que todo el mundo me dijera cómo tenía que ser y cómo tenía que actuar. Desde que entré a la prisión, hace casi un mes, todo eran problemas… para que encima, ahora, me tenga que preocupar con quién hablo o dejo de estar.

—Olga es muy peligrosa y puede eliminarte fácilmente — me miró seriamente.

—¿Te crees que no lo sé?

—Sólo he venido a advertirte. Por favor, no la cabrees más de la cuenta — dijo antes de marcharse por los pasillos.

Olga no me da miedo. Me da igual lo que me pase, quiero que vuelva la antigua Yulia; quiero volver a ver su sonrisa, su mirada intensa, su ceja levantada, su forma de protegerme y cómo se muerde el labio cuando algo le gusta.

—¡Señorita Katina!— exclamó la agente Kuznetsova.

—Dígame, agente Kuznetsova — me extrañó al verla en mi celda.

—Han venido a verla — me invitó a salir.

—¡Pero si hoy no es día de visitas! Y Nastya vino hace un par de días… — seguí los pasos de Nadiuska.

—Es una excepción, Elena.

Qué extraño que Nadiuska me llame por mi nombre y no como un número, o por mi apellido… ¿Una visita? Esto sí que es inesperado.

—¿Qué ocurre? — pregunté preocupada.

Por mi mente empezaron a pasar miles de situaciones posibles, desde una mala noticia sobre mis padres, hasta cualquier juego enfermizo que se tratase en esa cárcel como entretenimiento de los funcionarios.

—Una amiga me ha pedido un favor — me explicó mientras abría la puerta que me conducía hacía la sala de visitas.

Al abrir la puerta, la sala estaba vacía. Miré en todas las direcciones posibles pero allí no había nadie, excepto la agente y yo. Empecé a ponerme nerviosa.

—Aquí no hay nadie — fruncí el ceño.

—Tome asiento, vendrá enseguida — cerró la puerta tras de mí.

Tomé asiento y esperé a que algo o alguien apareciese. El tiempo allí, sola, me estaba desesperando y cada vez me ponía más nerviosa pues no sabía qué clase de persona podría venir a visitarme, además, me intrigaba que fuese amiga de la agente Kuznetsova.

Pegué un salto en la silla al escuchar el ruido de la puerta, que se situaba frente a mí, abrirse. Estaba tan metida en mi mundo, que no me percaté que una chica entraba en la sala.

—¿Svetlana? — pregunté extrañada por la presencia de la pequeña Volkova.

—Hola Elena — me saludó mientras me abrazaba fuerte.

—¿Qué haces aquí?

—He venido a verte — dijo tomando asiento.

—Gracias, pero… ¿No quieres ver a tu hermana? — pregunté extrañada por la presencia de la rubia de ojos azules.

—¡Por supuesto que quiero ver a Yulia! Pero necesito tu ayuda, Lenita — espetó en tono cariñoso, a la vez que preocupado.

—¿Y qué puedo hacer yo por ti? — no entendía en qué podía ayudar a la chica desde mi posición en la cárcel.

—Es por Yulia, está muy rara desde hace días y me preocupa — agachó la cabeza e incluso noté cómo empezaba a hacer pucheros.

—Hey, no llores Sveta… Puedo llamarte así, ¿no? — me acerqué a abrazarla.

Svetlana era el polo opuesto de Yulia. Ella parecía frágil e inocente, al contrario que Yulia de un fuerte carácter y dura; pero había algo que las caracterizaba y era esa dulzura e inocencia que, a veces, sacaba Yulia. La familia Volkov, transmitía mucho con los ojos y la sonrisa, y la de Sveta era grande como la de un niño, aunque ahora reflejaba tristeza.

—Claro, mis amigas me llaman Sveta y tú eres una de mis mejores amigas — dijo mientras se secaba con la mano sus propias lágrimas.

Era increíble cómo Sveta me consideraba su mejor amiga sin apenas conocerme, pero me hacía sentir como si la conociese de siempre.

—¿Te ha contado algo Yulia sobre lo que le pasa? — pregunté para intentar averiguar algo.

—No, un día estaba de lo más normal, como siempre, y, a la siguiente visita, estaba apagada, triste y muy deprimida.

—¿Qué fue lo último que hablaste con ella? Antes de que se pusiera así — necesitaba indagar, tenía que saber lo que pensaba Yulia antes de todo.

—La mayoría de las veces hablábamos de ti — soltó de lo más normal.

—¿De mí? — la cosa se ponía interesante.

Todos mis sentidos se pusieron en alerta, pues necesitaba captar todo lo que tenía que decir Sveta. Me acerqué más hacia ella para escuchar mejor y que no se me escapase ninguna palabra.

—Sí, me dijo que te había dado a Iris. Que, por cierto, ¿cómo está? — se desvió del tema.

—¿Iris?

—Sí, Iris el unicornio. Estoy preocupada por él y no es que piense que está en malas manos, es sólo que hace tiempo que no tengo noticias de su estado.

Estoy alucinando. Íbamos a hablar de Yulia y de sus sentimientos y, cuando me voy a dar cuenta, estamos hablando sobre el bienestar de un muñeco de peluche en forma de unicornio que me hace compañía por las noches. ¿Cuándo se me ha ido la conversación de las manos? Será mejor que conteste y vuelva a lo importante.

—Está perfectamente, Sveta. Lo cuido mucho y duerme conmigo todas las noches; me hace mucha compañía. Y volviendo a Yulia…

—Me alegra oír eso, está bien acompañado. Entonces… ya me puedo ir tranquila a casa — sonrió.

—Pero…— me quedé perpleja al ver cómo se levantaba de la silla para irse.

—¿Sí, Elena? — se giró al ver que intentaba hablarle.

—¿Te vas ya? — no podía quitar mi cara de asombro.

—¿Pasa algo? — preguntó extrañada.

—¡Pensaba que habías venido a hablar de Yulia! — exclamé confusa.

—¡Es verdad! — se volvió a sentar en la silla con una sonrisa enorme.

—Cuéntame sobre qué estuviste hablando con Yulia la última vez que la viste — volví a retomar la conversación por donde lo habíamos dejado.

—Pues me cuenta cosas de ti, como lo habladora que eres, los dramas que montas por cualquier cosa…— se encogió de hombros.

—¿Habladora? Sólo lo justo, lo que una persona normal es. ¿No crees? Siempre he dicho que el diálogo es la base de cualquier relación, si no hay comunicación no hay nada y yo me esfuerzo por saber lo que le pasa a la gente y averiguar cómo se sienten — solté todo lo que tenía dentro.

—También me comentó sobre tus arranques de verborrea — comentó sorprendida por la velocidad de mis palabras.

No pude negarle eso. A veces, soy muy intensa, pero es debido a mis preparaciones para las entrevistas y para ahorrar, básicamente, tiempo; siempre necesito que todo esté explicado y aclarado, no me gusta repetir las cosas.

—Tengo mis manías supongo.

—Son adorables, Lenita, por eso nos gustas tanto — sonrió.

Espera… ¿Ha dicho NOS GUSTAS? En plural, ¿se referirá a ella y a Yulia? Tengo que sacarle a Sveta todo. Necesito saber más.

—¿A Yulia también le gusto? — que diga que sí, crucé los dedos.

—¿Qué tal está Nastya? — sonrió.

¡Ya volvió a cambiarme de tema! ¿Ahora Nastya? No puedo perder más tiempo con estas conversaciones, aunque no estarían tan mal si no me interesase una en concreto… Esto es peor que no hablar con Yulia.

—¿Nastya? Bien, con ganas de verte — solté lo primero que se me vino a la cabeza.

—¿De verdad? ¡Es genial! Tenemos que quedar las cuatro juntas.

—¿Los cuatro? ¿Nastya, Yulia, tu y yo? — pregunté atónita.

—Sí, en plan pareja. ¿No te gusta la idea? ¿A Nastya le gusta bailar? Porque me gustaría bailar contigo y con Nastya…

Estaba divagando; o no está bien de la cabeza o es que se despista con facilidad. No sé si Nastya la aguantará más de 30 segundos; de hecho, cuando le cuente a Nastya lo de la cita… me va a matar. Ella odia hacer este tipo de cosas y mucho menos sin su consentimiento… Ya tendré tiempo de pensar en cómo decírselo.

—Sveta, cariño… ¿Podemos hablar de Yulia? — supliqué por desesperación.

—Necesito que la quieras, que la hagas volver y que la hagas feliz, tú que puedes — soltó de repente sin anestesia, como un jarro de agua fría.

—¿Qué la quiera? ¿Por qué piensas que yo…?

—Se ve a kilómetros que os queréis, lo que no sé es por qué, todavía, no os habéis dado cuenta — se quedó pensativa.

En ese instante, recordé el momento en el que Yulia me hizo aquella pregunta. Desde hace días que me va soltando indirectas… Sé que Yulia siente algún tipo de atracción por mí, pero no sé hasta qué punto. Gracias a mi brillante actuación, no lo sabré nunca, a no ser que haga algo.

—Sveta, me pondré a trabajar en ello, ¿vale? Haré que Yulia vuelva a ser la que era y haré que sea feliz — dije decidida.

—¡Genial! — se levantó para abrazarme – Gracias por todo Elena, ya puedo irme tranquila.

Vi cómo Sveta se iba por la puerta mucho más tranquila, pero, de repente, una pregunta se me vino a la cabeza; era algo vital que tengo rondando y que había olvidado, por completo, con todo el asunto de Yulia.

—¡Sveta! ¿De qué conoces a Nadiuska? — pregunté antes de que se fuera.

—¿A Nadiuska? La conocí en un pub — agitó la mano en forma de despedida antes de salir.

¡En un pub! ¿Conocería Yulia también a Nadiuska en un pub? ¿Sería un local gay? Tengo que investigar también este asunto… ¿Será Nadiuska un lío de una noche de Yulia? Lo que me faltaba… ¡Ahora tengo más preguntas en la cabeza! Se me va amontonando todo…

Por partes Elena. Primero, asunto Yulia; después, asunto Olga y compañía; más tarde, Nadiuska y, luego, Anastasia y Borys.

Al llegar de nuevo a mi celda, descubrí a Yulia tumbada en la litera, como hacía unos días. Su gesto era extraño, me miraba como si tuviera algo que esconder.

—¿Dónde has estado? — me miró fijamente.

Ahora le preocupa lo que he estado haciendo. ¿Le contesto la verdad o me invento cualquier cosa? La visita de Sveta seguro que le va enfadar...

—He tenido la visita de una amiga — en el fondo no estaba mintiendo, sólo ocultaba parte de la información.

—¿Nastya?

—No, una amiga que conocí en un pub — solté lo primero que se me vino a la cabeza.

—¿Una amiga de un pub? — se quedó perpleja con mi respuesta.

—Sí. ¿Nunca has conocido a alguien en un pub? — ya que estaba, aprovechaba la pregunta.

—No suelo hacer amigas en esos sitios.

—¿Y qué sueles hacer en esos sitios?

Estaba empezando a crearme una imagen de Yulia que esperaba que no fuese real. La imagino conquistando chicas en un pub, para luego desecharlas como un pañuelo… Espero que Yulia no sea de esas.

—Pues lo que hace todo el mundo; bailar, tomar una copa y pasarlo bien — comentó de lo más normal.

—Claro, lo normal…

—Estás más rara de lo normal hoy. Y eso ya es difícil en ti… — se levantó de la cama para irse al pequeño escritorio.

Yulia no tiene solución. Parece una persona totalmente diferente a la que conocí cuando entré; esas respuestas cortantes e insultantes me duelen. Busqué con la mirada a Iris, pues necesitaba abrazarlo con fuerza. Cuando iba a recogerlo, noté que algo sobresalía de la almohada de Yulia.

Me giré para asegurarme de que no estuviese mirando y, con un rápido movimiento, logré alcanzar lo que parecía ser una fotografía. Agarré la foto, me di la vuelta, para no ser vista, y le di la vuelta a la foto.

—No puede ser — me quedé en shock.

—¿Qué pasa? — se levantó del escritorio.

—¿Cuántas veces has usado la foto? — pregunté señalando la fotografía.

—No es de tu incumbencia, ahora es mía. Hicimos un trato, ¿recuerdas? — me arrebató la foto de mis manos y la guardó en su bolsillo.

La foto está arrugada del uso y se encontraba bajo la almohada de Yulia, lo que prueba la teoría de que la mira todas las noches. En el fondo no está todo perdido, su atisbo de nerviosismo me lo indica. Aún hay una posibilidad y es hora de actuar.

—No tienes de qué avergonzarte; yo la tuya la veo todas las noches.

—¿Por qué haces eso? — preguntó algo extrañada.

—Me gusta que tu cara sea la última cosa que veo antes de irme a dormir — le guiñé un ojo de forma coqueta.

Al menos ha tenido alguna reacción y la he dejado completamente avergonzada, eso es bueno. Creo que me voy a divertir reconquistando a la morena. A pesar de que Sveta y Yulia son tan opuestas, hay algo que las caracteriza: su debilidad por una Katina.

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