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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 10/31/2015, 11:48 pm

— ¡Hola! — Saludó Tonraq con energía, pero solo recibió silencio. — Me llamo Toaq y quiero sed su amigo.

El grupo de niños miró de arriba abajo al morenito, si pensaban que sus ropas eran finas, ahora que lo veían de cerca eran más que eso. La confección de aquellos ropajes eran del mismo calibre del que habían visto en los trajes más costosos de sus padres y ese mocoso los usaba cómo ropa del diario. Pero lo que les pareció aún más extraño fue ver el color tan poco común de los ojos del chico, en ese instante se sintieron intimidados. ¿Qué persona en todo el mundo tendría un ojo de color verde y otro de azul? Era bizarro y daba miedo, o eso pensaba el grupito. Cuando eres pequeño, usualmente todo lo nuevo o diferente te asusta y, si no recibes una buena educación dónde te digan que lo diferente o extraño no es malo ni debe dar miedo, ten por seguro que seguirás huyendo, negado y temiéndole a todo.

— Nosotros no queremos ser amigos tuyos. — Habló el más grande de ellos con un vocabulario más decente.

— ¿Eh? ¿Po qué no? Soy un niño bueno. — Se quejó el moreno colocando sus manos sobre su cadera.

— Porque tienes los ojos raros. — Habló uno de los más pequeños.

— Mis ojos no son estaños. Mi hedmanita tiene los mismos que yo y son muy bonitos. Mi mami Asami me decía que tenemos los ojos de ella y de mi mamá Kodda. — Explicó Tonraq tratando de razonar con los tribales.

— ¿Tienes dos mamás? — Interrogó incrédulo uno del grupo.

— ¡Chi! — Dijo orgulloso el pequeño de ojos heterocrómaticos. — Mi mami Asami es muy bonita, tanto cómo mi hedmanita, peo mucho, mucho más. Es muy lista y fuelte, tanto como mi otra mamá. Mi mamá Kodda es muy genial, ella eda... eda... No me acuedo cómo le decían, pedo puede contolal los cuato elementos, ¡es genial! ¡También es muy fuelte! ¡Puede cadgad a Kim y a Noak, nuestos pedos oso-polades con ambos bazos!

— ¿Y tú papá? — Preguntó un niño que tenía una cicatriz en la barbilla.

— Yasuko y yo no tenemos papá, peo mi mamá Kodda me dice que es polque ella amaba mucho, mucho a mi mami Asami.— Narró el pequeñín sonriente.

— ¿¡No tienes papá!? — Comentó con cierto tono burlón el mayor.

— No, mi mamá Kodda dijo que... — Pero de inmediato fue acallado por el mismo niño grande que le había hablado antes.

— ¿Ven, chicos? A parte de tener ojos raros no tiene papá. — El niño de mayor edad y estatura tomó al pequeño Tonraq de la camisa y lo alzó del suelo cómo si de una pluma se tratase. — Significa que no es un niño.

Tonraq estaba asombrado con aquella declaración, jamás le importó no tener un papá, con sus madres era más que suficiente y, ahora que ellas no estaban, con su gran-gran Senna se sentía feliz, nunca sintió el vacío de no tener una figura masculina en su vida pues Korra y Asami, cuando aún respiraban, se habían encargado de criarlo como un niño que, en un futuro, fuese un guerrero. ***Pero, a diferencia de Tonraq, aquel grupo de niños se había criado en un entorno más tradicional dónde el padre mandaba y la mujer solo estaba ahí para darles de comer y mimarlos. Jamás vieron a una combatir y mucho menos hacer algo semejante a lo que aquel niño les contaba.

— ¡Y-Yo sé pelead! — Se defendió el hijo menor de la Avatar. — ¡Mi mamá Kodda y mi mami Asami son las mejores peleadodas del mundo!

— Si, si, cómo no. — Se mofaba el grandote. — Una niña jamás podrá contra un hombre. Ahora, quédate quieto como la niña que eres.

Tonraq estaba asustado, ¿cómo se había metido en ese problema? ¡Él solo quería hacer amigo de los nuevos! Vio como el niño que lo sujetaba alzaba su puño en lo alto y empezó a patalear y tratar de golpearlo, pero era inútil, lo superaba en edad, fuerza y altura. Iba a empezar a llorar cuando, de la nada, vio como una pelota que bien conocía golpeaba a su agresor con la suficiente potencia como para atontarlo y que lo soltara. De inmediato, viró el rostro para saber de dónde había venido el proyectil y jamás estuvo más agradecido con la persona que le había salvado. Ahí, parada, con el ceño fruncido y con el brazo delantero en posición de tiro realizado, estaba su hermana. En ese instante Tonraq sorprendió ante aquello, si algo sabía era que jamás se debía hacer enojar a Yasuko, sus madres habían recibido buenas rasguñadas y mordidas cuando a la pequeña se le salía todo lo Sato y lo Korra que tenía adentro. Algo le decía que esos niños estaban en problemas, aunque después igual temió por su propia seguridad, Yasuko le iba a regañar cuando todo eso acabara, lo sabía, así que solo le quedaba esperar que su carita de cachorro apaciguara la furia de su hermana mayor. Sin pensarlo dos veces, Tonraq corrió y se colocó junto a su hermana con los ojos llorosos. Aún estaba asustado por como las cosas habían sucedido.

— ¡Tú, no toques a mi hedmanito! — Gritó la hija mayor de la Avatar Korra y de la ingeniero Asami Sato.

— ¿Y tú quién eres para darme ordenes, niña de la Nación del Fuego? — Refunfuñó el más grande sobándose la cabeza, aquella niña tiraba duro, pero jamás lo admitiría.

— ¡A ti no te impota, tonto! — Dijo la pequeña sacando la lengua.

— ¡Tú...! ¡Ya verás! — Gritó el niño mayor mientras corría en dirección a Yasuko, no iba a tolerar que una niña le insultara.

— ¡No te acelques! — Vociferó la mayor de los hermanos cerrando los ojos mientras alzaba los brazos para proteger al menor.

Un grito, se escuchó un grito. El olor a humo se sentía en el aire y e su mano percibía una sensación cálida que jamás había sentido antes. Con temor, Yasuko abrió sus ojitos para observa que, de su mano, salía una llamarada de fuego color azul que había, sino herido a su agresor, si asuntarlo -o enojado- lo suficiente para mantenerse a ralla por unos segundos asimilando la información. La pequeña, ahora, maestra fuego retiró su mano de inmediato denegando el flujo de energía que de ésta salía y así apagando el fuego que su mano generaba. Estaba asombrada, sabía que su madre era de la Nación del Fuego, sus raíces estaban ahí, pero también poseía cierta sangre del Reino Unido Tierra, en más de una ocasión escuchó a la Avatar y a la CEO discutir que si alguno de los dos era un maestro, los más factible era que fuesen maestros agua o tierra, pero jamás pensaron que, realmente, podrían controlar el fuego.

— ¡Hedamanita, ¿viste eso?! — Comentó emocionado el menor. — ¡Hiciste fuego contol!

— L-Lo sé. — Respondió aun en shock la mayor mirando al morenito.

— ¡T-Tú! ¡Me las pagarás! — Escucharon los hermanos provenir del niño grande que aún se empeñaba en agredirlos.

— ¡Cuidado, hedmanita! — Gritó Tonraq alzando los brazos.

Hielo, una pared de hielo se irguió entre los hermanos y el abusivo que terminó estrellándose contra la pared fría. En la parte superior del jardín donde estaba había un tragaluz que funcionaba como ventilación, así que ahí siempre había nieve para que los niños jugaran, ¿quién diría que ahora sería usada para que un pequeño niño descubriera que era un maestro agua? Tonraq miró impresionado sus manitas. Tenía agua control al igual que su mamá Korra, estaba feliz, así estaría más cerca de ella aunque aún no supiese identificar aquel sentimiento.

— Toaq... ¡Edes un maesto agua al igual que mamá Kodda! — Le felicitó su hermana mayor.

— ¡No se queden ahí parados sin hacer nada! ¡Atrápenlos! — Ordenó el bravucón a su banda quienes no dudaron en acatar la orden.

— ¡Code! — Dijo Yasuko agarrando a su hermano menor de la mano.

Los niños emprendieron una carrera por todo el jardín, si bien no era pequeño, tampoco era un lugar donde pudiesen dar carreras libremente. Podían escuchar como el grupo que los perseguía les ordenaba detenerse, pero sabían que si lo hacían, algo malo les pasaría. Yasuko estaba entrando en desesperación, debía proteger a su hermano menor y al contrario solo empeoró todo. En ese instante miró su mano, si pudiese hacer un poco más de fuego control, lo suficiente como para alejar a esos niños de ellos, podría cruzar la barda con su hermano e ir en busca de su gran-gran para que los pusiera a salvo. Confiando en su pequeño plan, la niña estiró su brazo echándolo por completo para atrás con la esperanza de que de éste saliera aunque fuese una pequeña flamita. Nada. No percibió el calor que había experimentado hacia unos minutos antes y volvió a intentarlo con el mismo resultado. Ya frustrada, lo intentó una vez más esta vez mirando a sus espaldas para ver qué era lo que estaba haciendo mal. Su sorpresa fue mayúscula al percatarse de que, de hecho, si estaba haciendo control, pero no del fuego. Sino del agua. Estaba tan impresionada con su descubrimiento que no se dio cuenta cuando uno de los niños la acorraló a ella y su hermano, su confusión era tanta que no sabía qué hacer.

Tonraq estaba asustado, su hermana había quedado estática al darse cuenta que podía hacer uso del agua y el fuego, para él en ese momento Yasuko se había convertido en la persona más genial del mundo seguida por sus madres. Pero él igual debía de hacer algo, no podía simplemente quedarse allí y estar atrás de su hermana todo el tiempo, quizá no podía usar ambos elementos como ella, pero si tenía el control bajo el agua. Dio unos pasos adelante y extendió sus manos para que, a su voluntad, una pared de hielo se alzase y así él y ella podrían seguir escapando. Pero jamás salió una pared hielo como la vez anterior, sintió una calidez extraña, muy diferente al uso del agua que había experimentado minutos antes de empezar su carrera y huida, de sus manitas morenas emergió una llamarada naranja que podría asustar a cualquier adulto y, para los niños, fue el mudo mensaje de retirada. Tonraq estaba estupefacto con aquel descubrimiento, no solo su hermana mayor podía controlar el fuego y el agua a la vez, sino que él también era capaz de hacerlo. Yasuko y Tonraq Sato se habían convertido en los primeros maestros plurielementales fuera del Avatar que el mundo había conocido. Los primeros maestros fuego y agua.

La persecución siguió su curso por un buen rato, los hermanos Sato trataban de eludir a sus agresores por el miedo de herirlos con sus nuevos poderes, habían visto entrenar sus madres y cómo en más de una ocasión Asami había salido quemada o congelada gracias a los controles de Korra. Los niños tenían noción de que eso dolía y no querían lastimar a nadie aunque fuesen sus agresores, sus madres les habían educado de tal manera que si, algún día, ambos tuviesen algún control jamás lo usaran para dañar a otras personas, sino al contrario, para ayudarles. Ese era el ejemplo que ellos veían día tras días cuando la Avatar partía a alguna misión y regresaba con una sonrisa en la cara y algún juguete nuevo, y planeaban seguir aquel ejemplo sin importar que. Puede que Yasuko y Tonraq no hiriesen a sus perseguidores, pero no podían decir lo mismo de su entorno que se encontraba más que deteriorado, pequeñas llamas eran visibles en espacios remarte considerables, pareciese que un pequeño dragón empezaba a descubrir su aliento de fuego y escupiese erráticamente bolas candentes de llamas cada vez que rugía. Pequeños fragmentos de hielo punzante emulando a estalagmitas surgían del suelo impidiendo el paso.

La mujer había estado en la reunión por más de diez minutos discutiendo de lo mismo. La orden quería llevarse a Yasuko y Tonraq y criarlos en la base cercana al Polo Norte, al ser hijos de la Avatar y de otra mujer, rompiendo toda ley biológica, debían estar bajo observación, pues no sabían qué clase de humanos podían llegar a ser esos dos niños. En todo el transcurso de la reunión Senna siempre dio la negativa ante aquello, sus nietos acababan de perder a sus madres en un feo accidente y ahora querían aislarlos de todo el mundo y tratarlos como conejillos de indaga, ¡obviamente se iba a negar! Las cosas estaban subiendo de tono pues, tanto Senna como el anciano que estaba al frente de la junta empezaban a alzar la voz unos cuantos decibelios hasta que el ruido de unos chillidos retumbos en las paredes. Todos los presentes reconocieron aquella aguda voz que penetraba sus odios. Yasuko y Tonraq. Los adultos se miraron entre sí por unos segundos e interrumpieron la junta, nadie sabía que sucedía allá afuera, quizá un ataque o algo peor pues todos tenían conocimiento de lo tranquilo se eran los hermanos Sato y para que uno o, en este caso, ambos gritaran algo debía estar sucediendo. Cuando Senna llegó al lugar dónde había dejado a sus pequeños se sorprendió al ver el estado, y, casi de inmediato, sintió como un par de brazos se colgaban de ella gritando su nombre.

— ¡Glan-glan! — Gritaron ambos niños dejándose cargar por su abuela.

— ¿Niños, niños, qué pasó aquí? — Interrogó de inmediato Senna. — ¿Por qué estaban gritando? ¿Por qué todo el lugar está hecho un desastre?

— ¡Fueron ellos! — Se escuchó la voz de un nuevo niño. — ¡Ellos nos atacaron con fuego y agua!

— ¡No es cieto! ¡Ustedes quedían golpead a Toaq! — Se defendió Yasuko ante tal acusación.

Paralelo a la familia, cinco niños estaban siendo custodiados por sus padres, Senna conocía a esos señores, los había visto de vez en cuando en las reuniones que tenía y fueron ellos uno de los pocos que se quejaron ante la decisión de dejar viva a Kuvira hacia algunos años atrás. Jamás habían intercambiado palabras, pero si tenía cierto conocimiento de que ellos eran uno de los pocos miembros del Loto Blanco que menos simpatizantes tenían en toda la organización.

— Kuiq y compañía, ¿los niños son de ustedes? — Habló el anciano que había estado dialogando con Senna en la reunión.

— S-Si, señor. — Tragó saliva el tribal llamado Kiuq.

— ¿Saben tus hijos a quienes trataron de agredir? — Siseó de manera amenazante el mayor.

— N-No, señor. — Y en efecto, la noticia de que la Avatar Korra y la CEO Asami Sato tenían a dos pequeños no era muy conocida, querían que ambos tuvieran una infancia normal ajena a sus sombras.

— Estos niños que la señora Senna carga, son nada más y nada menos que los hijos de la difunta Avatar Korra y la señora Asami Sato. — Anunció el señor de más alto rango del Loto Blanco. — Como usted sabrá, la Avatar y su pareja eran dos mujeres, unas muy grandes que pelearon contra las más terribles adversidades. Sus pequeños son producto del mundo espiritual y son en exceso valiosos para nuestro cuerpo. Es nuestro deber cuidarlos y, ahora, me entero de que sus niños trataron de agredirlos.

— Mis disculpas, señor. — Habló Kiuq apenado y avergonzado.

— ¡Pero, papá! ¡Ellos son maestros fuego y agua! ¡Nos estaban atacando! — Alzó la voz en niño más grande.

— ¡Cállate, ya verás cuando llegues a casa! — Le reprendió su padre provocando una mueca de horror en su hijo mientras se retiraban.

El anciano vio como Kiuq y sus séquito acompañados de sus hijos se retiraba, en su mente se repetían las frases que el hijo de éste había soltado. Quizá el muchacho no era la persona más amigable del mundo, pero no tenía fama de mentiroso.

— Señora Senna, ¿podría hacerle unas preguntas a Tonraq y Yasuko? — Preguntó el anciano inclinándose a ver a los pequeños.

— Claro. — Accedió no muy confiada la sureña.

— Hola, niños. Soy Kaiqo, el líder del Loto Blanco en el Polo Sur. — Se presentó el anciano. — ¿Me pueden contar que pasó?

— Yo solo qulia sel amigo de ellos. — Empezó Tonraq. — Me dijelon que mis ojos edan estaños y que por no tened papá no eda un niño. Así que me alzadon y el gandote me quiso golpead, ¡peo mi hedmanita me defendió! ¡Ella es una maesta fuego y agua! ¡Es inqueibe!

— ¿Eso es cierto, Yasuko? — Preguntó curioso Kaiqo.

— Chi, peo... — Hizo una pausa para mirar su hermano menor. — ¡Taoq igual lo es! Aunque, hay algo muy drado. Mi fuego es de un colod y el de él de oto.

— ¿Me podrían mostrar? — Pidió amablemente el anciano.

— Vale. — Acortaron los dos.

Yasuko y Tonraq abrieron su manita derecha y, de ésta, salieron dos pequeñas llamas. La de la niña de un color azul zafiro y la del pequeño rojo cuan rubí. En sus manos izquierdas flotaba un copo de nieve que era demostración más que obvia del control que tenían bajo los elementos. Si Kaiqo quería llevarse a los niños, con ese descubrimiento era más que obligatorio. Tenían en sus manos a los seres humanos más poderosos seguidos del Avatar y debían empezar su entrenamiento cuanto antes, normalmente un niño descubre su control a los cuatro o cinco años, pero esos dos eran unos prodigiosos al igual que sus difuntas madres.

— Vaya, impresionante. — Halagó el anciano a los pequeños antes de mirar a la abuela de éstos de nuevo. — Mi estimada Senna, creo que será mejor que vaya a su hogar, debo atender unos asuntos pendientes.

Dicho esto, el anciano se dio media vuelta con una sonrisa en el rostro, ahora tenía la excusa perfecta para hacerse cargo de esos niños, serían sus soldados más paces y fuertes que la humanidad tendría y, cuando tuvieran la edad necesaria, los perfectos compañeros del Avatar.

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Ya era de noche en la Tribu Agua del Sur y la familia de la ex-Avatar ya estaba en su hogar cenando. Senna veía con orgullo a sus nietos y recordaba con felicidad la primera vez que Korra demostró el dominio de los elementos, fue un día de invierno cuando la morena descubrió que podía controlar más de un elemento. Senna estaba cocinando mientras Tonraq jugaba con la pequeña Korra a, precisamente, que ella era el Avatar. De algún modo aquel juego infantil fue cobrando seriedad, o bien, toda la que una niña de cuatro años podía poseer. Mientras la mujer tribal seguía en sus deberes culinarios, pudo escuchar el grito de su marido en la sala y eso le alteró de sobremanera. Tonraq era un joven fuerte, valiente al cual su único miedo podría ser que algo le pasase a su mujer o a su hija, así que escucharle entonar un grito no era nada común. Armada con un sartén y con un aplanador de masa, Senna salió disparada de la cocina para encontrarse a su esposo mirando incrédulo a su hija que estaba diciendo a todo pulmón "soy el avatar Korra, y a mí nadie me detiene" mientras hacia un control casi completo de todos los elementos. La morena fue considerada un prodigio de Avatar en esos momentos, usualmente la persona que nacía con el deber de ser quien trajera paz al mundo solo podía hacer su control de nacimiento y, con el tiempo, podría usar los otros. Korra fue un casi excepcional, caso que ahora se repetía en sus hijos sin duda alguna.

Todo era paz, la mujer mayor sonreía ante las toneladas de recuerdos que le venían mientras veía comer a sus pequeños hasta que, de la nada, el sonido de la puerta siendo golpeada la sacó de su trance. ¿Quién sería a esas horas? Desde lo que había pasado con sus hijas, un sentimiento de inseguridad se apoderó de ella con el replicante sonido. Le advirtió a Yasuko y a Tonraq que se acabaran su comida y que no salieran al recibidor, pues no tenían sus ropajes para soportar el frío de la noche y sus cuerpos no se habían acostumbrado al cien por ciento al clima congelante de la región. A paso lento se dirigió a la salida, su respiración era irregular, su corazón latía con tal rapidez que cualquier persona pensaría que había sido participe de una carrera de alto rendimiento, las manos le sudaban y en su mente ya estaba ingeniando un plan para poder poner a salvo a sus nietos si algo salía mal. Trató de tranquilizarse pensado que quizá era Tenzin, desde hacía unos días no los visitaban así que cabía la posibilidad de ser él y su familia, o Mako, Bolin y sus parejas, o el señor Varrick con su esposa Zhu-Li. Debía pensar lo mejor, no podía seguir viviendo con el recuerdo de esa tarde dónde los dos mejores amigos de su hija le decían la trágica noticia con la que apenas aprendía a convivir.

Tomó el picaporte y abrió la puerta con una lentitud abismal, su respirar se tranquilizó y su corazón volvió a su rito normal al ver a los tres hombres vestidos de azul con blanco que estaban al otro lado del umbral. Eran dos soldados de la orden den Loto Blanco y Kaiqo. Con una amabilidad que solo Senna poseía, invitó a pasar a los hombres casi de inmediato, pudiese ser que de manera laboral ella y el anciano no se llevasen muy bien, pero de manera personal habían aprendido a ser amigos, sobre todo porque ellos les daban un apoyo casi total con Tonraq y Yasuko suministrándoles de alimentos y otras cosas que un niño podría necesitar además de que cuando llegase el momento, se encargarían de pagarles las mejores escuelas a los niños, la orden no olvidaba ningún detalle, eran herederos de Industrias Futuro -que en esos momentos dirigía Varrick junto con Zhu-Li-, y cuando ambos crecieran se harían cargo de dicha empresa, además de ser los hijos de Asami Sato, quien podría competir y hasta impresionar al mismo Wan Shi Tong si se lo proponía.

— Por favor, tomen asiento. — Ofreció la mujer tribal.
— Gracias, Senna. — Dijo Kaiqo sentándose en uno de los hermosos sillones rojos. — ¿Dónde están Yasuko y Tonraq?
— Están cenando en la cocina, no deben tardar. — Informó la mujer mientras se acomodaba en uno de los sillones.
— Me gustaría hablar con usted respecto a ellos. — Comentó el anciano con ojos afilados y Senna entendió que eso terminaría en una discusión.
— Tonraq, Yasuko, vengan un momento. — Ordenó la morena.

Se escucharon unos pasitos pequeños encaminarse hasta dónde estaban los presentes, de una pequeña puerta que conectaba la sala con la cocina salieron los hijos de la difunta Avatar Korra y la ingeniero Asami Sato. Vestían ya sus pijamitas y cargaban sus respectivos peluches cada uno a pesar de que la hora de dormir estaba muy lejos. Se acercaron a su abuela ignorando la presencia de los adultos.

— Mis hermosos nietos, tengo que hablar un momento con los señores, ¿qué les parece ir a jugar con Naga un rato? — Ofreció Senna sonriendo. — De seguro ha de sentirse muy solita.
— ¿¡En sedio podemos!? — Preguntaron ilusionados los hermanos, jamás les habían permitido ir a jugar solos con Naga por temor a que ellos la lastimaran.
— Claro, solo pónganse sus abrigos y botitas. — Afirmó la mujer.
— ¡Vamos, vamos, hedmanita! — Arrastró Tonraq a Yasuko con emoción hasta que salieron de la habitación.
— Listo. — Habló Senna con cierta frialdad. — ¿De qué desean hablar?

¡Era increíble! ¡Iban a poder jugar con Naga por esa noche después de tanto tiempo! Los hermanos Sato no cabían en su felicidad, desde que ellos tenían memoria aquel perro-oso polar había sido de la familia desde siempre y, cuando ambos estaban aún más pequeños, aquel animal les trataba como si de sus propios cachorros se tratarse cuidándolos cuando Korra quería jugar de manera muy brusca con ellos. Ambos niños corrieron por los pasillos hasta llegar a sus respectivas habitaciones dónde buscaron con desesperación sus chaquetas y pantalones para salir, como pudieron se los pusieron tratando que quedara de una forma bastante decente y se encontraron a la salida de sus recamaras, se miraron con complicidad y fueron al almacén que tenían para sus juguetes que estaba ubicado a unas cuantas puertas más adelante, se adentraron y revolotearon todo hasta dar con una pelota enorme, se la llevarían a Naga para que jugara con ellos, pues Kimq y Noak estaban siendo usados por la familia de Tenzin y Ryou, bueno, él dormía mayormente todo el tiempo cuando no estaba Asami para despertarlo.

Una vez tuvieron el presente, ambos niños se dirigieron a la salida que conectaba con el gran albergue que usaban sus mascotas para estar. Cuando estaban a punto de partir, Yasuko recordó que no le había dicho a su gran-gran que ya se iban a jugar con Naga. Advirtiéndole a Tonraq que se quedara ahí, dio media vuelta y corrió en dirección a la sala con una sonrisa en la cara. ¿Cómo se le había olvidado avisarle a gran-gran Senna que ya se iban? Mami Asami siempre les decía que cuando ambos se fuesen a algún lugar, siempre le avisaran a ella, a mamá Korra o a gran-gran Senna para que no estuviesen preocupadas. «Debelas, Yasuko, que tonta eles», se reprendió infantilmente la niña de ojos heterocromaticos cruzando al fin el ultimo pasillo que le faltaba para llegar a la sala. Cuando estuvo a punto de llegar recordó que no debía interrumpir una junta de adultos, pues era mala educación y si lo hacía, podría dejar mal a gran-gran Senna delante de los invitados y no quería hacer eso. Así que, acatando las reglas que desde siempre había obedecido, se quedó paradita en el umbral de la puerta esperado a que los más grandes dejaran de hablar. De repente, la niña captó algo que la dejó estática y preocupada.

"Senna, debes dejarlo ir con nosotros. Con nosotros pueden convertirse en lo mejor. No recibiré un no por respuesta después de ver lo que son capaces de hacer a tan corta edad. Hoy nos llevaremos a Tonraq y a Yasuko."

Esas palabras resonaban con horror en la pequeña e infantil mente de Yasuko, ¿llevárselos a su hermano y a ella? ¿Lejos de gran-gran Senna? No. No. No. No. Gran-gran Senna era la única familia que les quedaba, ya no tenían a sus madres y ahora querían alejarla de la persona que los cuidaba. Sin detenerse a escuchar las protestas que Senna les daba a los miembros del Loto Blanco, corrió. Corrió como nunca antes lo había hecho en su vida hasta llegar dónde su hermano, tenía lágrimas en los ojos, su respiración era más errática que los intentos de Korra por convencer a Asami de que ella no había comido todo el chocolate de la casa, susurraba cosa incomprensibles y trataba de evitar la mirada de su hermano menor quien le cuestionaba con ahínco el motivo de sus lágrimas, pero no obtenía respuesta alguna y eso le empezaba a molestar. Yasuko solamente no quería hablar, no era capaz de hacerlo, su garganta estaba desconectada y su cerebro era bombardeado por miles de ideas, una más confusa que la otra. Debía calmarse, algo en su mente se lo decía, pero sus sentimientos en ese momento eran mayores y su capacidad de conciencia aún no estaba totalmente desarrollada, así que solo se limitaba a seguir llorando mientras jalaba a su hermano menor.

Ya habían pasado algunos minutos desde que los hermanos Sato habían llegado dónde Naga, Yasuko se había acostado sobre el gran animal para seguir llorando mientras que su hermano menor, al sentirse frustrado y enojado, se terminó uniendo a los berridos. La pobre y anciana perro-oso polar se limitó a usar su cola como sabana para darles calor a los cachorros de su ama, ella lo sabía, no había sentido la presencia de Korra por días y podía entender el porqué de los sentimientos de esos niños. Yasuko fue la primera en dejar de llorar, pues sabía que si lo seguía haciendo Tonraq la imitaría hasta que uno de los dos cayese dormido por tanto cansancio. Se paró de dónde estaba y se encaminó hasta dónde estaban las sillas de montar que su madre mantenía ahí, trató de alcanzar una de ellas, pero era imposible, ella era demasiado pequeña y su objetivo estaba por lo menos a la altura de su madre Asami, quien, si mal lo recordaba, era la mujer más alta que había conocido en toda su vida, la única capaz de ganarle era nada más y nada menos que su tía Lin, pero eso no le quitaba el mérito de que ella apenas midiese unos cuantos centímetros de altura.

— ¿Qué haces, Yasuko? — Escuchó la voz de su hermano detrás de ella.
— Nos vamos, Toaq. — Determinó la mayor ya ignorando la silla y buscando la manta con la que su madre tapa a Naga por las noches.
— ¿Po qué? — Preguntó curioso el menor.
— Poque los del Loto Banco nos quieren sepadad de glan-glan Senna. Los escuché cuando se lo decía. — Explicó Yasuko colocando la manta en el lomo de Naga.
— ¿Pol eso llolabas? — Se interesó Tonraq.
— Chi. — Afirmó. — No voy a pelmitil que nos lleven a ningún lado. Vamos a id al Mundo Espiritual, encondrad a mami Asami y a mamá Kodda y nos quedademos con ellas.
— ¡Chi, chi! ¡Vamos a vedlas! ¡Eres un genio, hedaminta! — Felicitó el niño a su hermana con un abrazo.
— Listo. — Anunció Yasuko. — Peo antes…

La mayor de los Sato se colocó delante de su hermano menor, lo miró directamente y, con sus manitas, le desacomodó el pelo de tal manera que un gran mechón de pelo le cubriese el ojo verdoso que tenía dejando entre impresionado y enojado al pequeño, pues a éste no le hacía gracia que la más grande le revolviese el cabello cómo solía hacer la Avatar para molestarle.

— Ya está, así ya nadie te podrá decir que tienes los ojos extraños. — Comentó Yasuko dándole media vuelta dejando a su hermano extrañado. — ¿Nos vamos?

La mayor ya se había subido en la espalada de Naga quien se limitó a bufar al sentir un peso -liviano- en su parte superior. La pequeña maestra extendió su mano y ayudó a su hermano pequeño a subirse. Ya estaba todo listo. Con cierto entusiasmo y emoción al ver la gran aventura a la que dirigían, la más grande de los gemelos Sato le dio la orden a Naga para que avanzara. Pero nada. No se movió ni un solo milímetro.

— ¡Oh, vamos! ¡Naaaaaaaaagaaaaaa! — Chillaba Yasuko.
— Quizá no lo estás haciendo bien. — Se animó a decir Tonraq. — Intenta con: "Vamos, chica..."

Cómo si Naga estuviese prestando realmente atención, el enorme animal se paró de dónde estaba con toda la fuerza que sus débiles huesos le permitieron, si bien ya no podría cargar a Korra ya, si podía lidiar con dos pequeños que no alcanzaban ni treinta kilos juntos. Sin dudarlo un solo momento, salió del lugar haciendo tal estruendo que, hasta el momento, noqueado Ryou se despertó viendo con terror cómo Naga, su mejor amiga en todo el mundo, se iba con los hijos de su "mamá". El dragón se deshizo de su ensoñación moviendo la cabeza de lado a lado lo más rápido que pudo y siguió sin dudar al perro-oso polar pues, ahora que el sueño no inundaba todos sus sentidos, podía saber porque había emprendido tal carrera. Algo iba a pasar y, si sus instintos de dragón no le fallaban -y eso era de dudarse, pues fue criado por una de las mejores personas del mundo-, sería algo más que sorprendente para todos, menos para ambos animales quienes ya sabían de qué se trataba. Ahora solamente debía cuidar de Yasuko, Tonraq y Naga, el dragón tenía conocimiento del estado de la última y, por si al caso, prefería seguirlos de cerca.

Lo último que escucharon fue un estruendo, como el sonido de una madera al romperse. Senna, quien había estado deliberando con Kaiqo el destino de sus nietos por veinte minutos, se quedaron callados y de inmediato una sensación de desesperación empezó a recorrer todo el cuerpo de la mujer. Sin pensarlo, corrió a las afuera de la casa para encontrarse con la escena más terrible y escalofriante que podría haber pensado. Sus nietos, arriba de Naga, corriendo a quien sabe dónde. Decir que gritó fue poco, casi se desmaya ante aquello. Kaiqo, quien estaba observado todo junto a la mujer tribal que casi cae al suelo sino fuera por sus reflejos, empezó a dar órdenes a sus soldados. Debían perseguir a esos niños, tenerlos entre sus filas era más que primordial, no dejarían que nada les pasara, tanto por el valor que tenían cómo por el simple hecho de que, les gustase o no, eran dos pequeños de dos años de edad arriba de un animal enorme corriendo sin dirección alguna entre la nieve a altas horas de la noche y con una tormenta de nieve próxima a caer. Si, ya veía porque Senna se había desmayado, no eran sus nietos, pero ya podía darse una idea de porque había entrado en una crisis de histeria. Él se quedaría a cuidar de la mujer mientras sus soldados lidiaban con la persecución, ya no era tan joven como antes, así que esa era la mejor opción.

No sabían a dónde se dirigían, ellos confiaban en que Naga les hubiese entendido cuando le dijeron que querían ir al Portal Espiritual. El frío empezaba a sentirse aún más, quizá sus ropas los abrigaban, pero con forme iban adentrándose al centro del polo el frío era mayor. Podían sentir sus dientes temblando dentro de sus sonrojadas mejillas, se aferraban a Naga tratando de que un poco del calor del animal se les transmitiese, peor era inútil. Después de un tiempo se dieron cuenta que todo era oscuridad, tan abismal que no pudieron evitar sentir miedo. ¿Realmente iban a dónde le habían pedido a Naga? ¿Era por ahí el camino? No lo sabía y el terror se comenzaba a apoderar del cuerpo de los pequeños. Lloraban con desesperación el nombre de sus madres y del animal al que montaban, ya no querían huir, la idea había sido tonta, muy tonta y solo querían regresar de nuevo dónde su gran-gran Senna, les diera un poco de leche caliente y los arropara para dormir como lo había hecho desde que sus madres se fueron. El viento soplaba y soplaba, la nieve se les estrellaba en la cara y la sensación de inseguridad crecía así como su miedo. Solo les quedaba llorar y esperar que su gran-gran viniese a rescatarles.

*No supieron cómo ni cuándo, pero una luz hermosa y un calor abrazador los acarició, con lentitud la piel y una sensación de paz enorme se apoderó de sus pequeños cuerpecitos que aún se aferraban del gran perro-oso polar que había parado en seco. Los pequeños Tonraq y Yasuko alzaron el rostro con cierto temor, pero que de poco a poco iban dejando atrás gracias al aura del lugar dónde estaban, se encontraron con una luz amarillenta que salía del centro de la tierra y acedia hasta hacerse uno con el basto cielo nocturno. Habían escuchado historias acerca de eso, pero jamás pensaron que realmente irían a llegar. Estaban enfrente del portal al Mundo Espiritual. Habían llegado. Realmente estaban ahí. Su felicidad era indescriptible, ¿qué debían hacer? No lo sabían, así que solo se bajaron del lomo del animal y miraron incrédulos el portal. Estaban tan ensimismados observando a los espíritus entrar y salir de aquella hermosa estela de luz que no se percataron de dos figuras detrás de ellos. Lo último que ambos hermanos sintieron fue cómo dos manos los tomaban de la cintura y los alzaban del suelo. Se quedaron estáticos ante el repentino tacto, ¿voltear o no voltear? El miedo les impedía pensar o moverse, solo podían quedarse estáticos ante sus capturadores y esperar a que fuesen los miembros del Loto Blanco que, de seguro, los habían seguido.

Gritaban los nombres de los pequeños, pero no recibían respuesta alguna. ¿Y si la nieve les había impedido seguir? ¿Y si la tormenta había sido demasiado fuerte para la anciana Naga? No. Debían seguir buscando, dos pequeños estaban en calidad de desaparecidos y no dos niños cualquiera, sino los hijos de la ex-Avatar y la ingeniero Asami Sato, dos personajes más que importantes en sus líneas de vida, si no volvían con Tonraq y Yasuko sanos y salvos, ya podían irse despidiendo de sus vidas, pues su líder Kaiqo los mataría. El dúo de agentes del Loto Blanco se miraron entre si y siguieron andando hasta que se toparon con las pisadas de Naga. Los dos soldados no dudaron ni un segundo en seguir dichas marcas, era su única pista para dar con el paradero de los pequeños y, así, por lo menos seguir vivos, porque su trabajo ya estaba más que negado. Kaiqo era una persona muy estricta y si no daban con el paradero de una persona que había huido en menos de veinte minutos, no podían ser llamados miembros en servicio del Loto Blanco. Ya le podían empezar a decir "hola" a trabajos administrativos, si es que tenían la suficiente suerte como para seguir dentro de la organización.

Siguieron las huellas hasta que llegaron al portal que unía al Mundo Espiritual con el Físico, ¿cómo un par de niños podía haber llegado hasta ahí solos? No podían dar con una explicación concreta ya que, para llegar ahí, debían saber exactamente dónde estaba y estar muy bien abrigado para soportar las inclemencias del clima que significaba llegar hasta allí. Los soldados bajaron de sus monturas y se acercaron a portal con cuidado y a paso lento, no sabían qué clase de espíritu podía salir de allí, así que era mejor tomar precauciones. Estaban a unos cuantos metros cuando divisaron a dos figuras, una más pequeña que la otra, cargado a un par de niños atreves de éste. No había que ser un genio para saber que aquellos pequeños eran Yasuko y Tonraq, ningún padre responsable dejaría ir a alguno de sus hijos hasta ese lugar solo y en la noche, ni pensarlo. Lo más rápido que pudieron hicieron uso de su agua control para hacerse de un par de látigos de agua que venían desde sus hombros hasta unos cuantos centímetros más allá de la mano terminando en una punta afilada de hielo, era mejor parecer intimidante a que el enemigo tratara de atacarte primer para ver si eras amigable o no.

— ¡Ustedes, los de allí! — Habló el primer soldado. — ¡Bajen a esos niños, están bajo la jurisdicción del Loto Blanco!

— ¿Qué piensan hacer con ellos? — Se escuchó a una voz femenina hablar.

— No podemos informarle de eso. — Respondió el segundo soldado tratando de hacerse el duro.

— Nos llevaremos a los niños a las instalaciones que hay en el Norte, ahí serán entrenados para ser soldados del Loto Blanco y los futuros compañeros del nuevo Avatar. — Intervino el primer miembro del Loto Blanco para que no pareciesen los malos de la historia.

— ¿¡Y quien ha dado esa orden!? — Se percibió a una nueva voz femenina notoriamente enojada.

— Nuestro superior. Ahora, entreguen a los niños. — Exigieron los soldados al mismo tiempo.

— Nos negamos. — Sentenciaron ambas voces.

— ¡No están en posición de negarse! ¡Somos miembros del Loto Blanco y tenemos la autorización de llevarnos a esos dos! — Dijo irritado el segundo soldado.

— Oh, claro que estamos en posición de negarnos.

— ¿Y quiénes son ustedes cómo para pensar eso? — Retó el primer soldado.

Se pudo escuchar una risa proveniente de una de las dos figuras, aceptando el reto, la más pequeña dio un paso adelante seguida de la más alta. Los soldados se quedaron estupefactos y pudieron sentir como todo esa mascara de chicos malos se bajó hasta más allá del suelo. Decir que sentían vergüenza era poco para expresar que tan mal y humillados se sentían. De repente la idea de ser aniquilados por su líder era mejor que estar ahí parado.

— Soy la Avatar Korra y ella es mi esposa, la ingeniero Asami Sato. Y por si nuestros títulos son poco, también somos las madres de estos niños y creo que esa es la suficiente autoridad que necesitamos para decir que no se llevaran a Tonraq ni a Yasuko a ninguna parte. — Fulminó la morena.

Las cosas no se podían poner más extrañas de lo que ya eran porque rompería el equilibro del mudo. Cuando se suscitó la explosión de la pelea contra Tokku, quien efectivamente murió, ambas pudieron salir con vida gracias a sus partes espirituales. El espíritu invitado, llamado Cronos, tenía la increíble capacidad de viajar en el tiempo y espacio, Tokku quería usar su poder para acabar con Korra cuando estaba peleando con Unalaq, pero hubo algo que el seguidor del que fue el primer Avatar Oscuro no contó, y fue con la posibilidad de que su cuerpo físico no pudiese con tanta cantidad de energía espiritual contenida. Y, en efecto, cuando los tres -pues Korra y Asami se vieron atrapadas en el ojo de la explosión- empezaron a viajar, el cuerpo del hombre, al no tener una parte espiritual en él, no aguantó tanta carga energética dando como resultado que su cuerpo estallara en miles de pedazos, aquella imagen se quedaría grabada para siempre en la mente de la Avatar y la ingeniero, quienes sobrevivieron meramente por el espíritu de Raava, que tenía Korra y el de Wan Shi Tong, de la cual era poseedora Asami. Si no fuese por eso, ellas también hubiesen compartido el destino de aquel loco que pensó que jugar con los espíritus era fácil.

Después de la rápida inspección dada por los soldados y la llegada de un feliz Ryou, el grupo regresó al hogar de la familia Sato. El reencuentro de los pequeños Tonraq y Yasuko con su abuela fue hermoso, pero no tanto como el que los pequeños tuvieron con sus madres cuando se percataron que las personas que los cargaban eran ellas. Cuando sus pequeños ojitos enfocaron por primera vez en un semanas el rostro de sus madres y escucharon sus voces que aclamaban que se calmasen el llanto brotó de éstos, aquel llorar fue acompañado por el de sus progenitoras quienes los abrazaban con posesión, para los niños había pasado un mes, pero para las mujeres pasó un año entero. Trescientos sesenta días extrañando a sus niños y preguntándose si estarían bien, si las extrañaban tanto como ellas y si algún día los volverían a tener entre sus brazos como en aquella ocasión. La desesperación vivida por Korra y Asami en ese tiempo solo sería comparable con la tristeza y melancolía que sus pequeños experimentaron. Lo que parecía ser un agujero de oscuridad, repentinamente, como aquel portal iluminaba la noche, fue abatida por una luz enorme que invadía los corazones de la familia recién reencontrada. Al final, siempre había luz en la oscuridad y los Sato lo entendían mejor que nadie

Continuará…

NOTAS DE LA AUTORA:

Primer*: Recuérdese que Meiko es la guerrera Kyoshi que apareció en los primeros capítulos y es, según el FanFic, la novia de Mako. Por ende, la "tía" de Yasuko y Tonraq.

Segundo**: Esto sería como un "genial", según yo.

Tercer***: Antes de que se me vengan todos encima defendiendo a la mujer y cosas así, creo que debo reiterar que, nos guste o no, en los Polos (tanto Norte como Sur) se era muy machista hasta que Katara rompió dicho estigma de la mujer débil. Ahora, ¿cuantos años ha pasado de eso? ¿70? ¿80? Y no creo que esa costumbre aún se haya erradicado por completo a pesar de que el Universo Avatar nos muestra a mujeres muy poderosas, sobre todo las que tienen raíces de fuego. Pero, seamos algo "realistas". Han pasado más décadas de la liberación femenina y aún hay caso de machismo actualmente (esporádicos, pero siguen existiendo) y no creo que 70 años sea suficiente como para cambiar las cosas tan radicalmente. Así que, si les molestó esta parte, pido disculpas y espero lo vean como una parte crucial para que la trama se desarrollara.

DELIRACIONES DE LA AUTORA:

Bueno, espero que les haya gustado el capítulo de esta ocasión, quizá tardé un poco pero, entiéndanme, el capítulo pasado fue endemoniadamente extenso y, me guste o no, me cansó escribirlo; además de que también estoy haciendo otro proyecto One-Shot (que será divido en dos, o, inclusive, cuatro partes si es que el resultado final es muy extenso). También el retraso se debió a que cometí el gran error de enviciarme con un cómic que es bastante extenso y pues… tardé dos días enteros leyendo. Sorry….

Como sea, hora de la gran revelación:

El próximo Viernes 19 de Junio mi compañero y amigo, el escritor Susurro Nocturno, autor del maravilloso FanFic (que de manera personal me encanta) "Un puente hacia ti", transmitiremos un vídeo en directo por medio de la plataforma de vídeos YouTube a partir de las 2 de la tarde (hora México) dónde contestaremos a sus preguntas y hablaremos de nuestros proyectos. El canal que utilizaremos aún se discutirá, pues tanto él como yo somos poseedores de uno en YouTube.
Para más información, pueden mandarle a él o a mi un PM por aquí, contactarme a mi por mi Tumblr (zakurohatsune "punto" Tumblr "punto" com) o en mi Facebook: Zakuro Hatsune o al de él: Lobo Susurro Nocturno.

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 11/2/2015, 1:08 am

Chapter 17: Décimo Sexto Acto

Hola a todos, milagrosamente les ge triado el capítulo puntualmente, ¡gracias a no dormir pude lograr esto! ¡Soy genial! No la verdad es que no… Con razón llovió hoy en mi ciudad… Como sea, espero y este acto sea de su agrado y, si tienen alguna interrogante, no duden en hacerla por los comentarios, PM, pues les daré respuesta tan rápido como pueda.

Sin más preámbulos, les dejo leer.

Escrito por: Zakuro Hatsune.

Edición: Korrasammii.

Nuestra Historia Sigue


Décimo Sexto Acto: Nubes Negras.

El tiempo, aquella media imborrable que ningún ser humano es capaz de manipular y siempre está atado a éste. Aquella fuerza es tan imparable que ni el mismo Avatar era capaz de luchar contra él. Trece años habían pasado ya desde que la gran maestra de los cuatro elementos, la Avatar Korra, y su esposa, Asami Sato, habían regresado de aquel incidente del portal espiritual. Se suscitaron demasiadas cosas en esos ciento cincuenta y seis meses, pero nada que fuese demasiado relevante como para contar, el mundo al parecer había estado al favor de la persona que debía traer paz al mundo, pues en ese lapsus de tiempo solo se había enfrentado a pequeñas guerrillas en el Reino Unido Tierra, una revolución en el archipiélago de la Nación del Fuego que fue aplacada gracias a la rápida intervención de la morena y su esposa, y desastres naturales dónde la Avatar, junto con su familia, debían colaborar para sacar a los heridos y reconstruir los poblados afectados. Fuera de eso, la presencia de Korra era innecesaria, los nuevos Nómadas Aire se ocupaban de las peleas más aisladas y de la protección de las cuatro naciones en general haciendo que, como último recurso, la Avatar fuese llamada a la acción. Cosa que no le molestaba a la morena, pues una de sus quejas era que la llamaban para solucionar hasta la fuga de agua del alcantarillado público.

Ahora, la familia de la Avatar estaba arriba del hermoso dirigible perteneciente a Industrias Futuro. La maestra agua miraba con orgullo la práctica de sus hijos y, a su lado, estaba nada más y nada menos que su esposa, la bellísima Asami Sato, quien compartía ese sentimiento que la morena tenía en su interior. Aun recordaban cuando los vieron hacer fuego y agua control al mismo tiempo, a pesar de que todos pensaban que la ingeniero se sentiría mal por el hecho de que ninguno de sus dos hijos fuese un no-maestro como ella, fue todo lo contrario. Ella fue la más emocionada con aquel acontecimiento pues, nadie mejor que ella, sabía lo que era cargar con el estigma de no poder manejar algún elemento y, entre menos sufrieran sus pequeños, ella sería más que feliz. Claro, que eso se le solía olvidar cuando Tonraq y Yasuko quemaban las cortinas o congelaban alguna parte de su hogar jugando. Una de las reglas generales, y la que se rompía más usualmente, era la de: "No control dentro de la casa". Claro, ¿quién le haría caso a esa ley si la Avatar vivía en ese hogar? Luego por eso no solo debía castigar a sus hijos, sino también a su esposa quien condescendía aquella acción prohibida. Al parecer, nadie entendía que si se hacía control, sobre todo del fuego, podían quedarse sin vivienda un buen rato.

Veían patada y golpes volar acompañadas de danzas de fuego color rojo y azul, que Yasuko tuviese aquel mítico color en sus llamas sorprendió a la morena, pues solo aquellos maestros fuego prodigios tenían esa capacidad. Su hija mayor poseía una habilidad nata para la pelea, dominó todas las técnicas tan rápido como sus progenitoras y su habilidad para poder lanzar rayos era única, incluso se decía que eran mejores que las de la princesa Azula. Si de fuerza se trataba, Yasuko Sato era la fusión de ambas chicas. Pero Tonraq no se quedaba atrás, si bien tenía todas las capacidades de su hermana a excepción del poder hacer rayo, su dedicación era más para lo espiritual y lo tecnológico. Tenía un gran poder espiritual que llegó sorprendió a la Avatar, si ella había tardado varias sesiones en aprender como purificar a un espíritu, su hijo tardó solo dos. Y no solo eso. Tonraq Sato había heredado la habilidad matemática y económica de la ingeniero. Los hermanos Sato poseían una inteligencia sorpréndete, pero el que llevaba la batuta -pues era al que le gustaba más-, era el menor de ellos. La mayor tenía una endemoniada habilidad mecánica que no usaba, cosa que le dolía en lo más profundo a Asami, pero que aceptaba a su vez, ya que sabía que su hija no le interesaba armar armatostes como fuente de vida. Las veces que ella lo hacía era para entretenerse, cuando su hermano menor se lo pedía o ambos tenían algún proyecto.

La maestra de los cuatro elementos tomó a su esposa de la cintura y le sonrió con picardía mientras le besada dulcemente aquellos labios que jamás se cansaría de probar a pesar de que pasaran diez mil años, aquellos adolescentes que estaban luchando entre sí en la cubierta de la nave eran sus orgullos, sus tesoros y su mayor secreto. Casi nadie sabía acerca de los hijos de la Avatar y de la CEO, a lo mucho solo tenían conocimiento de sus nombres, pero de ahí en más, solo muy pocos conocían a ambos jóvenes y, una cantidad mucho menor, sus habilidades reales y el potencial que poseían para ayudar al mundo entero. Gracias a esa minoría corría el rumor de que existían otros dos maestros en el mundo capaces de dominar más de un elemento, más nadie sabía quiénes eran y, mucho menos, quienes eran las dos grandes figuras maternas detrás de ellos y eso, para la pareja, estaba bien, querían que la vida de sus hijos fuera lo más ajena a ellas posible, no deseaban que viviesen bajo su sombra y que sus habilidades fuesen solo por "ser los hijos de la Avatar y de la líder de Industrias Futuro", deseaban que ambos se hicieran un nombre propio, que fuesen reconocidos como Yasuko y Tonraq.

— ¡Chicos, ya! — Gritó Korra al notar que su hija mayor estaba arriba del menor con el puño cerrado. — El entrenamiento acabó.

A lo lejos, ambos hermanos se miraron mutuamente y la de tez clara dio claras intenciones de pararse, pero fue apresada por los brazos del menor en un abrazo que terminó con ambos dando vueltas por todo el ancho de la plataforma. Yasuko y Tonraq no eran como los típicos hermanos que a cierta edad se repudiaban, no, esos dos seguían comportándose como niños pequeños cuando estaban juntos. Las risas de ambos no tardaron demasiado en llegar a los oídos de sus madres quienes se miraron y sonrieron cansadas al ver el tierno juego de sus hijos.

— Por Raava, los dos son iguales a ti. — Comentó Asami sonriente. — Míralos, me recuerdan a cuando tenían cuatro y hacían lo mismo. Solo que ahora no hay un postre en juego.

— Oh, vamos, 'Sami... Sabes que adoras verles jugar así. — Contestó la Avatar alzando una ceja a su esposa.

— Eso es nuestro pequeño secreto. — Dicho esto, la ingeniero se inclinó y apoyó sus labios sobre la tostada piel de la morena. — Además, deben cambiarse, ya pronto llegaremos a Ciudad República.

— ¿¡Iremos a Ciudad República!? — Se escuchó decir al hijo menor de la pareja con entusiasmo mientras se separaba de su hermana.

— Claro que iremos, Tonraq. — Intervino la mayor con calma. — Es el cumpleaños de Mang.

— ¿A sí? — Comentó confundo el moreno.

— Si. — Afirmó Asami sonriente, su hijo menor era tan despistado como Korra. — Ahora, vayan a bañarse y vístanse.

Los gemelos asintieron ante la indicación de su madre, estaban a punto de entrar a la zona habitacional del dirigible cuando la voz de la CEO resonó nuevamente.

— Oh, Yasuko. No te pongas el traje de pelea. — Amenazó con cierta severidad Asami a su hija. — Vamos a ir de visita, no a una misión.

— Si, mamá. — Acató con un poco de desagrado, a ella le encantaba su traje de pelea, era igual a la armadura tribal de su progenitora de tez morena y bastante cómodo.

— Y Tonraq. — Llamó al menor esta vez la mecánica. — No quiero que tardes mucho en el baño. La última vez dejaste a Yasuko sin agua caliente y ella la tuvo que calentar.

— ¡Vale! — Acató sin interés el pequeño.

Korra y Asami miraron como sus hijos entraban en la parte habitable del dirigible y suspiraron, últimamente ambos hermanos habían estado algo extraños, deseaban hacer más cosas por su cuenta, pero sin dejar de todo de lado a sus madres, pues sabían que dónde sea que ambas estuviesen, la acción y la aventura estarían. Era algo extraño que los perturbaba y tanto la Avatar como la ingeniero lo notaban, pero ellas no podían hacer nada en ese aspecto más que mostrar su apoyo y, claro está, darles cierta libertad en las misiones que ambos captaban. La vida normal que la pareja deseaba cuando nacieron sus hijos desapareció cuando entendieron que, por quienes eran, jamás la tendrían. Sus pequeños deseaban hacer algo por el mundo al igual que la CEO y la maestra agua, y eso era algo que ambas no podían negarle a ambos.

— Creo que será mejor espéralos adentro, tengo que verificar las coordenadas... Llegaremos a la Isla del Templo aire. — Comentó la ojiverdee a su esposa. — Desde que Kazuki dejó de ser presidente, ya tenemos total acceso a la ciudad.

— Hablando de tu "amiguito"... — Denotó la morena encaminándose a la entrada más cercana. — ¿Qué sabes de él?

— Nada desde hace quince años, las últimas noticias que supe de él fueron por boca de Varrick, y fue que tenía un puesto en el gobierno. De ahí en más, nada. — Contó la mecánica con cierto tono tristón. Kazuki había sido en su tiempo su único amigo y por una estupidez ambos se habían distanciado. Demasiado. — No deseo hablar de él, Korra.

— Como quieras. — Accedió la ojiazul mientras le abría la puerta a su esposa. — ¿Ya tienes listo el regalo de Mang?

— He trabajado en él por tres meses con ayuda de los chicos. — Sonrío la CEO de cabellera negra. — Así que está más que listo.

— Al pequeñín le encantará. — Sonrío la morena al imaginar la cara del niño.

— Korra, Mang cumplirá trece años, ya no es un niño. — Le reprendió su esposa. — Y estoy de acuerdo, le encantará lo que le hicimos.

La pareja caminó hasta la proa de la nave con una bella sonrisa en la cara, pues, apenas llegaran a Ciudad República, harían una de las mejores acciones que jamás hubiesen hecho en su vida. Mang era el único hijo del amigo de la Avatar y mejor amigo de la ingeniero, Bolin y de su tierna esposa, Opal BeiFong. El pequeño había nacido dos meses después de que Korra y Asami regresaran de aquella paradoja temporal donde se habían metido. El primogénito del maestro lava y la maestra aire era de una tez particular, pues no era moreno como su madre, ni alvino como su padre, tenía el cabello negro y poseía la sonrisa bobalicona de Bolin. Todo fue felicidad cuando el pequeño nació, hasta que abrió sus diminutos ojitos y la algarabía sentida se volvió preocupación y temor. En vez de tener los hermosos ojos verdes de los que se jactaban sus progenitores, los de niño eran de un famélico color blanco sin vida alguna. Todos sabían que pasaba y les dolió en el alma, aquel hermoso bebé era ciego, no debían consultar con un doctor para saberlo, aquellos ojos los habían visto antes en cierta legendaria maestra tierra quien asistió al nacimiento de su bisnieto y quien, al enterarse de su problema, se regocijó de cierta manera pues, muy adentro de ella, sabía que aquel niño seria alguien importante, y fue ella quien le puso *Mang, nombre que se le quedó. Bolin y Opal tenían la esperanza de que su pequeño fuese un maestro tierra, así podría aprender de su abuela, la gran Toph BeiFong y tener una vida normal. Su sorpresa fue mayúscula al ver que en vez de lanzar piedras, empezó a jugar con ráfagas de aire a su alrededor.

Asami y Korra recorrieron los hermosos pasillos de la gran aeronave que eran adornados por candiles hasta llegar al centro de juntas que, a su vez, era el de control. La verificación de las coordenadas que tenía que seguir el dirigible era fácil, la CEO solo tenía que subir y checar en una pantalla que la trayectoria que tenía grabada el sistema digital que había inventado seguía su curso, aquello no duró más de algunos minutos y, después de hacerlo, Asami regresó sus pasos hasta la enorme mesa que había en el centro del dirigible. Encima de ésta se encontraba un artefacto extraño, era similar a un planeador pero con la diferencia de poseer un sistema infrarrojo que se activaba con el aire control, a pesar de que Mang podía "ver" gracias a que sentía las corrientes de aire perder fuerza cuando había un objeto cerca, una ayuda le vendría bien y, conociendo al pequeño, de seguro le encantaría su nuevo planeador. A diferencia del peculiar carácter que poseían los BeiFong, Mang era un amor de persona, después de todo, sus padres eran las personas más tiernas e infantiles que podían existir en la tierra, cada vez que ese pequeño era visitado por la pareja, las traba de la manera más cariñosa posible, además de ser el mejor amigo de Tonraq y Yasuko, esos tres eran el trio inseparable, puesto que todos los demás pequeños tenían apenas uno o tres años de vida.

Korra miró el peculiar regalo y lo examinó con atención, ya lo había probado antes y sabía que estaba bien hecho, sus hijos y su esposa habían hecho un excelente trabajo construyéndolo, pero según tenía entendido, el radar era lo que aun fallaba y eso ya era tarea de Asami. Al parecer ya estaba totalmente perfeccionado, o eso le decía su esposa mientras ella seguía jugueteando con el peculiar aparato. La idea de regalarle aquel planeador fue nada más y nada menos que de su hija mayor, Yasuko, quien se encargó personalmente junto con Tonraq en hacer los planos y hacer el modelo base. La hija más grande de los Sato había desarrollado un cariño especial por el pequeño Mang desde que ambos eran pequeños, a pesar de que casi no tenían la oportunidad de verse a diario, lo que esos dos tenía permanecía intacto y cada vez que tenían la oportunidad de verse, como en aquella ocasión, la hija de Asami y Korra, junto con su hermano, no dejaban pasar la oportunidad y pasaban todo el tiempo posible con el maestro aire ciego.

Mientras Korra seguía escuchando la compleja explicación de su esposa, dos figuras que bien conocían entraron por la puerta de madera que conectaba la parte habitacional con la del salón principal. Sus hijos ya estaban listos y arreglados, y si los cálculos de la ingeniero no le fallaban, en media hora más ya estarían atravesando las fronteras de Ciudad República y en diez minutos más, ya aterrizarían en la hermosa Isla del Templo Aire que era el hogar de la familia de Tenzin y centro de reunión de todos los Nómadas Aire que recogían provisiones y se les encargaba sus nuevas misiones. La mayor de los hijos de la Avatar llevaba un curioso conjunto, pues era el traje típico sin mangas de la Tribu Agua del Sur, unos guantes semejantes a los que usaba su madre cuando tenía aproximadamente su edad, y los pantalones bombachos, todo de un color rojo vino, pero en vez de cargar las pieles usuales, llevaba una hermosa falda de ceda negra que emulaba esa función en su cadera, dónde debía haber adornos blancos de peluche se podían apreciar hermosas franjas doradas. El menor, por otro lado, usaba una chaqueta azul oscuro totalmente abotonada, abajo de ésta, portaba una camisa negra cuyo cuello le llega a la mitad del suyo. Sus pantalones eran de ceda del mismo color que su chaqueta, atado a su cintura se podían apreciar las pieles que anteriormente su madre usaba y su cabello estaba peinado de la misma forma que hacía tantos años atrás Yasuko se lo había dejado, con un fleco en el rostro que cubría su ojo verde y, al poseer el pelo largo, lo mantenía en su lugar con una coleta.

— Ya estamos listos. — Anunció la mayor de los hermanos terminándose un adorno similar al que la Avatar usaba en su juventud del lado izquierdo para amansar a un mechón rebelde.

— Ven, **Yas, te lo acabo de poner. — Se ofreció su hermano menor sentándose a su lado y arreglando la maraña que se había hecho la maestra fuego.

— Gracias. — Musitó la chica dejándose hacer. — ¿Cuándo llegamos a Ciudad República? Hace años no vamos para allá.

— Dentro de una media hora ya estaremos en sus fronteras y en diez minutos más en la Isla del Templo Aire. — Informó Asami mientras le quitaba el regalo que le darían a Mang a su esposa, si lo seguía manoseando habían grandes probabilidades de que lo rompiera.

— ¿Podemos ir a ver un partido de pro-control ya que estaremos allá? — Preguntó Yasuko con una pequeña sonrisa.

— ¿Tú que dices, amor? — Interrogó la mecánica a su esposa quien parecía más interesada en hacer fuercitas con su hijo menor.

— ¿Eh? ¿Qué? — Se sorprendió la morena.

— Que si vamos a ver un partido de pro-control cuando estemos en Ciudad República. — Reiteró la ingeniero conteniendo una risa, algunas cosas jamás cambiaban.

— Ah~ — Exclamó la Avatar. — ¡Claro que sí! ¡Quiero que mis niños sepan dónde inició su madre!

— Ma, tú no iniciaste en el pro-control... — Susurró Tonraq aplanando sus cejas. — Iniciaste destrozando la casa de gran-gran Senna.

Una risa grupal se hizo presente en todo el ambiente y los colores rojizos no tardaron en aparecer en las mejillas morenas de la maestra que podía controlar todos los elementos.

— Esos son pequeños detallitos que ustedes no deberían saber. — Musitó la ojiazul mientras hacía un puchero, cosa que hizo que las carcajadas aumentaran. — Asami, cariño, ayúdame.

— Niños, no se burlen de su madre. — Empezó la CEO. — Ya suficiente tiene con saber que cuando era pequeña su pancita -que considero realmente adorable- sobresalía de su blusa.

Aquella confesión no solamente no ayudó a la situación en la que se encontraba metida la Avatar, sino que también incrementó las burlas de sus hijos y que la risa de Yasuko, quien poseía una manera de reírse demasiado queda, se escuchara por todo el lugar haciéndole compañía a los tremendos berridos de su hermano menor.

— Gracias, amor, yo igual te quiero... — Sollozó la Avatar al ver que ya no tenía escapatoria alguna.

El tiempo pasó entre risas y anécdotas, la familia de la morena y de la mujer de tez lechosa era única. Las aventuras que habían tenido, las experiencias vividas, los golpes emocionales sufridos, como la primera vez que Tonraq y Yasuko vieron a sus madres heridas al regreso de una misión, las tragedias presenciadas y más hicieron que sus lazos se estrecharan entre si y que no solo se vieran como personas unidas por la sangre, sino que también como parte de un equipo, como compañeros y amigos. A Korra y Asami les encantaba pasar tiempo así con sus hijos, hablar de cosas irrelevantes, recordar aquellos tiempos cuando sus pequeños apenas aprendían a dar sus primeras patadas o alguna que otra historia cómica como el hecho de que a la mayor de los hermanos no le gustaba bañarse y la morena debía perseguirla por todos lados para poderla meter a la bañera y limpiarla con ayuda de la ingeniero. O como aquella ocasión que Tonraq vio por primera vez a Lin y empezó a llorar como si no hubiese mañana. Las historias iban y venían, parecían no tener un fin, después de todo, desde que los niños habían cumplido seis años Korra y Asami habían decidido de manera unánime el llevarlos con ellas a sus misiones, desde el incidente con lo del portal habían entendido que su deber con el mundo era mayor, pues en éste crecían sus hermosos hijos, por lo tanto, volverían a estar juntas e ir a cualquier lugar siempre acompañadas de sus pequeños. Ya no los volverían a dejar atrás, nunca más.

Pasó el tiempo establecido y atravesaron las fronteras de Ciudad República. Los cuatro miembros de la familia de la Avatar se pararon de golpe y se dirigieron a la plataforma superior del dirigible dónde anteriormente habían estado entrenando Yasuko y Tonraq. La pareja se acomodó cerca del barandal que mantenía a salvo a los ocupantes de esa sección de caer al vacío, a su lado se colocaron sus hijos quienes veían excitados la escena que se desarrolla ante ellos, pues, de una manera lenta, divisaban como de poco a poco la estatua del Avatar Aang les daba la bienvenida a su ciudad. Era casi un ritual hacer eso, siempre, desde que el maestro fuego y la maestra agua tenían memoria, sus madres les decían que cada vez que llegaba a Ciudad República, el gran maestro aire les recibía imponente con su fallado de roca. Con el tiempo los gemelos aprendieron que aquello era solo un cuento para que ambos salieran a ver que ya habían llegado a su destino, pero no lo dejaron de hacer, inclusive, ahora con sus quince años, seguían emocionándose de ver como el avatar Aang "les daba la bienvenida" a la Ciudad de las Naciones Unidas.

Diez minutos después, tal y como lo había dicho la ingeniero, ya aterrizaban en la Isla del Templo Aire. Aquel lugar no cambiaba a pesar del tiempo, era extraño, pues aquella fuerza imparable parecía no pasar en ese lugar, todo seguía en el mismo estado de hacía décadas, inclusive, podría decirse que estaba tal cual el difunto Avatar Aang lo había dejado. Las enredaderas habían adquirido mayor territorio en la construcción y alguna que otra mancha de humedad o moho había aparecido en algún lugar de la hermosa roca con la que estaba construido la estructura, pero en más, no se podía apreciar algún cambio aparente. Entre Yasuko, Tonraq y Asami lograron aterrizar el enorme dirigible que era ya básicamente su hogar, siempre estaban en constante movimiento, pues no solo ayudaba en grandes atracos, sino que también pasaban por los distintos poblados de las Cuatro Naciones para ver si podían hacer algo de utilidad allí, desde rescatar a un gato o atrapar a un delincuente menor. Quizá Korra ya no cambiaba alcantarillas, pero de vez en cuando le gustaba hacer pequeñas acciones.

Tardaron algunos cuantos minutos en bajar y, ya a su espera estaban todos sus amigos. Tenzin se veía más demacrado, las arrugas se habían esparcido por todo su rostro, su barba era ahora totalmente grisácea y requería de la ayuda de un bastón para moverse, las secuelas que su cuerpo había tenido por la pelea de Zaheer se dieron a notar años después y con grandes precios a pagar. Pero fuera de eso, el maestro aire seguía teniendo esa aura autoritaria y sabía que siempre lo rodeaba. Junto a él estaban sus cuatro hijos. Jinora había decidido dejarse el cabello largo y suelto, llevaba unas vestimentas típicas de Nómada Aire que delataban su rango. A su izquierda podía verse a Ikki, su mirada infantil había desaparecido y ahora se podía apreciar a una mujer hecha y derecha, sus tatuajes eran cubiertos por su vestimenta roja de Nómada Aire y fleco que tenía un mechón pintado de morado, su cabello era el mismo de siempre a excepción de que sus coletas eran más largas. Seguidamente se podía ver a Meelo, se había vuelto a rapar permitiendo que sus flechas -recién tatuadas- relucieran en todo su esplendor, había superado ya en altura a Korra y a Asami hacia bastante tiempo, cosa que le encantaba echarle en cara a la morena por ser ella la más bajita. Después estaba Rohan, su pelo era ahora más largo, pero seguía teniendo ese copete tan característico de él, su altura era igual a la de la CEO y se podía aprecies un poco de barba crecer en su quijada.

— ¡Korra, Asami! — Gritaban los maestros aire saludando a sus amigas quienes bajan de la nave.

— ¡Chicos, hola! — Les correspondió la Avatar alzando su brazo y moviéndolo con energía.

Los abrazos no tardaron en llegar, el primero fue para el anciano maestro aire, quien en mejores tiempos podía soportar los apretones brutales de la maestra de los cuatro elementos, pero ahora, solamente podía resistir una pequeña muestra de afecto no tan brusca. Luego se suscitó el abrazo grupal, dónde la ojiazul estrujó con toda su fuerza a los que ella consideraba sus hermanitos. A pesar de que ahora todos los maestros aire le superaban en altura, su fuerza seguía siendo imparable, tanto que llegó a alzar a los cuatro chicos del suelo y hacerles rogar para que les dejara respirar un poco. De ahí fue el turno de la CEO, quien también estrechó entre sus brazos a sus amigos, pero de una manera más dulce y delicada como lo era ella.

— Es bueno verlas de nuevo. — Comentó Tenzin con voz cansada.

— Lo mismo decimos, Tenzin. — Condescendió Korra con una sonrisa en el rostro.

— ¿Y Yasuko y Tonraq? ¿Vinieron con ustedes? — Se interesó el menor de los hermanos de maestros aire con una curiosidad especial en la hija de la Avatar.

— No deben tardar en bajar, de seguro están... — Pero la explicación de la morena fue interrumpida por un berrido que aclamaba el nombre del menor de los Sato. — Ya vienen.

A diferencia de la pareja que había bajado de la aeronave de manera tranquila, sus hijos recorrieron el mismo trayecto que la Avatar y la CEO en menos de la mitad que ellas, pues lo que anteriormente había sido planeado como un descenso normal, se había convertido en una carrera por cierto papel que podía verse ser aprisionada por el menor de los hermanos Sato y que la mayor exigía con severidad serle devuelto con las mejillas encendidas de con un vivido color rojo.

— ¡Tonraq! ¡Devuélveme eso! — Pedía la maestra fuego persiguiendo a su gemelo menor.

— Veo que siguen tan enérgicos como siempre. — Comentó el maestro aire sonriente.

— ¡Tonraq, dale eso a tu hermana! — Demandó la morena a su hijo.

— Pero, pero, pero. — Se excusaba el maestro agua distraído lo suficiente como para que Yasuko lograra quitárselo. — ¡Oye!

— Esto es mío. — Susurró algo irritada la maestra fuego. — Perdone tan molesta demostración.

— Para nada, me recuerdan mucho a su madre. — Habló Tenzin abrazando a los chicos. — Me alegra mucho verlos.

— Y nosotros a ti, abuelo. — Dijeron ambos hermanos al unísono.

— ¿Qué tal si pasamos adentro? Estoy seguro de que a Pema le encantará verlos. — Invitó el hijo del Avatar Aang.

— Estoy de acuerdo con ello. — Accedió Korra mientras sentía un par de manos rodeándole del brazo, eran unas tersas manos de color blanquecino.

— En ese caso, vamos adentro. — Todos los presentes se miraron entre si y siguieron al de mayor edad con una sonrisa.

El que había ocupado la delantera había sido Tenzin, pues a pesar de tener que usar un bastón como apoyo para su cuerpo, no dejaba de ser muy hábil gracias al entrenamiento que recibió desde pequeño a manos del mismo Avatar Aang, uno de los grandes Avatares de la historia. De muy cerca lo seguía Jinora, quien cuidaba de su padre con gran dedicación y asegurándose de que el monje no abusase de su fuerza. Luego le seguía Ikki, lanzaba al aire preguntas para los hermanos Sato quienes estaban con ella, detrás de los jóvenes podía verse a Rohan, quien no le quitaba la mirada de encima a Yasuko, cosa que no pasó desapercibido por sus madres quienes ocupaban el último puesto en aquella fila para, precisamente, cuidar de sus pequeños. Ante tal comportamiento dado por el menor de los maestros aire Korra iba a lanzar un comentario que de seguro avergonzaría tanto al maestro aire como a la maestra fuego que, a pesar de haberse percatado de la manera en la que su amigo la veía, prefería pasarlo de largo.

— Korra, ni se te ocurra. — Amenazó la CEO en voz baja como si pudiese leer la mente de su esposa.

— Pero... Asami, ¡míralo! ¡Se está babeando por ella! — Le respondió la maestra agua a susurros.

— Si, pero nuestra pequeña Yasuko está empezando a sentir algo por alguien más. — Le confesó la más alta a la mujer de tez morena.

— ¡¿Qué?! — Gritó la ojiazul al enterarse de tal notica. ¡Su hija no podía empezar a "sentir cosas" por alguien! ¡Estaba muy pequeña para eso!

El alarido fue tan potente que logró llamar la atención de todos sus amigos quienes, al momento de virar el rostro para ver qué pasaba, la Avatar solamente se limitó a sonreír de manera nerviosa mientras saludaba dando a entender que eso era algo entre la ingeniero y ella, y, si algo sabían todos los presentes, era el no meterse en los asuntos de ellas dos a menos que quisieran acabar hundidos en problemas.

— ¿Cómo sabes eso? — Susurró la morena con tono irritado.

— Porque me pidió ayuda para escribirle algo... Fue muy lindo verla sonrojada y pidiéndome ayuda, me recordaba a ti cuando me proponías salir a citas. Tensa de pies a cabeza, labios fruncidos, e incapaz de verme a los ojos. — Rememoró la ingeniero con una sonrisa en el rostro.

— ¿Por qué no me dijo a mí? — Interrogó Korra falsamente dolida.

— Amor, acabas de gritar un tremendo "¿qué?" solo por darte una pequeña información que yo deduje por el comportamiento de Yasuko... No quiero imaginarme lo indiscreta que serías si supieras la verdad. — Argumenta la ingeniero dándole un beso a su esposa en la mejilla para que no se sintiese tan mal. — Además, no creo que nuestra pequeña sepa que está sintiendo... O bien, eso creo yo, no es como Tonraq que está más en contacto con sus sentimientos.

— Confiaré en ti... — Musitó la Avatar resignada. — ¡Pero quien quiera que sea el chico tendrá que pasar por una prueba para saber que es digno de mi hermosa princesa guerrera!

— Claro, amor, claro. — Condescendió la ojiverde con una sonrisa.

El resto del camino hacia el interior del Templo fue bastante tranquilo, los más jóvenes dialogaban sobre sus aventuras tenidas en esos años que no habían podido verse tan a menudo mientras que los mayores rememoraban viejos recuerdos de cuando eran unos adolescentes que iban por allí y por allá desafiando a la autoridad. Las anécdotas de cuando el equipo Avatar estaba en su apogeo no tardaron en llegar, pero a diferencia de lo que cualquiera pensaría, lo que se contaba eran básicamente historias absurdas, cómo cuando en las primeras noches que Asami llegó como residente del Templo Korra amanecía de una manera muy sospechosa junto a ella, aún recordaban cuando aquello se dio por primera vez, el grito que dio la Avatar al no encontrarse en su cama y, en vez de estar abrazando a su almohada, estar estrujando a la pobre ingeniero fue más que épico. Logró despertar a todos los habitantes de la Isla, incluyendo a los bisontes voladores, lémures y hasta a Bolin, quien se caracterizaba por poseer el sueño más pesado jamás antes conocido.

Una vez dentro de la hermosa construcción de roca sólida que era adornada por algunas lianas que surgieron gracias a la convergencia armónica que se suscitó tanto tiempo atrás, el grupo dirigió sus pasos a la parte superior del edificio dónde se encontraba la cocina y el resto de sus amigos esperándolos. El camino hacia la sala de reunión, por excelencia, fue tranquilo pero cargada de recuerdos. Sobre todo, para cierta pareja que venía al fondo rememorando aquel tiempo donde amabas vivieron en ese lugar por meses antes de que la mayor se hiciera con el departamento que tenía en las afueras de la cuidad. ¿Cuantas cosas podrían contar esas paredes? ¿Cuantos besos robados habrán presenciado? ¿De cuántas "visitas" nocturnas habrían sido testigos esas paredes de madera? Una sonrisa traviesa se asomó por el rostro de la morena al recordar cuando acorralaba a su, en ese tiempo, novia, en esa escalera y no la dejaba ir hasta que sucumbiera entre sus besos o, por el contrario, que Tenzin las encontrara y las reprendiera. Cosa que les pasó en más de una ocasión siendo el objetivo de las bromas de sus amigos.

Al fin habían llegado hasta la hermosa puerta corrediza de madera adornada por toques cremas, el viejo maestro aire estiró su mano y corrió aquella plancha de madera dejando a relucir su interior. Dos niños corrían por todos lados jugando y divirtiéndose, el más grande tendría a lo mucho tres o cuatro años de edad; a su alrededor destacaban ciertos adultos que tanto la morena como la CEO conocían bien. Una pequeña niña de ojos dorados, cabello largo castaño oscuro y de tez pálida se le acercó a la pareja exigiendo especial atención de la ingeniero quien no dudó dos veces en cargarla, otro pequeño, esta vez aproximadamente de dos años y vestido como un monje se le apegaba a la morena pidiendo también su dosis de atención. Después de todo, Korra y Asami eran sus tías favoritas, puesto que la maestra agua siempre accedía a jugar con ellos y la ingeniero los trataba de una manera tan agradable que era imposible no encariñarse con ella. Aparte de que ambas daban bueno regalos. A veces los niños pueden ser más astutos que los mismos padres.

— ¡Hola, niño! ¡Qué gusto es verlos a todos! — Hablaba la Avatar con esa energía tan usual en ella.

— Espero que también te alegres de vernos a nosotros. — Se escuchó la voz del jefe Mako BeiFong quien era acompañado por su esposa, Meiko BeiFong.

El maestro fuego que había conocido la pareja en su juventud había quedado ya muy atrás, ahora vestía un elegante traje de policía que Asami había diseñado especialmente para los maestros fuego, en estética era muy similar al que usaban los maestros metal, pero en ingeniería era muy distinto. El cabello de Mako se mantenía tal y como en sus veintes, sus ojos eran más rasgados y algunas arrugas ya se habían empezado a apoderar de su cara al igual que una ligera barba. En su momento llegaron a decir que el que más envejecería seria él, puesto que siempre lo hacían pasar por malos ratos y nadie jamás escuchaba a "mamá Mako".

— Pero si son mi par de amargados favoritos. — Denotó la maestra agua con sarcasmos.

— Es bueno verlos, a los dos. — Comentó la CEO con una sonrisa.

— Digo lo mismo, chicas. — Dicho esto, la pareja abrazó a la ingeniero y a la Avatar.

— Veo que la pequeña Asakura está bastante grande ya, será una gran maestra fuego igual que tú, Mako. — Halagó la morena mirando como la hija del detective jugaba con los otros pequeños.

— Lo sé, y Meiko y yo estamos bastante felices. — Confesó algo apenado el maestro. — Por cierto, Yasuko cada vez se parece más a ti, Asami. Y Tonraq se está convirtiendo en todo un hombre.

La pareja iba a contestar a aquel comentario, pero unos brazos abrazándolas y la repentina falta de aire les impidió formular respuesta alguna. No necesitaban mirar quien era su autor para saber a quién pertenecían esos brazos que les aplastaba en diafragma.

— ¡Korra, Asami, las he extrañado tanto! — Sollozaba una grave voz.

— B-Bo... No podemos... respira... — Logró articular la ingeniero con dificultad.

— ¡L-Lo siento! — Se disculpó el maestro tierra liberado a sus amigas. — ¿Dónde están mis hermosos y preciosos sobrinos?

— Si miras dónde está Mang, lo sabrás. — Comentó la Avatar señalando a un grupo de chicos hablando.

En una esquina algo apartada del resto, se podía distinguir las figuras de Tonraq y Yasuko haciéndole compañía a un chico más bajito que ellos dos, de cabello largo atado en una coleta y ojos totalmente blancos sin vida alguna. Aquel adolescente era Mang, el único hijo de Opal y Bolin. El joven ciego vestía con la ropa que anteriormente usaban los maestros aire, pues su entrenamiento no había terminado y, para obtener su traje planeador, primero debía pasar por varias pruebas. Mang se aferraba con ahínco al que era su antiguo planeador con su mano izquierda. La sonrisa que portaba el maestro aire era única, al igual que la forma en la que se sentía al estar junto a los gemelos Sato. Eran sus mejores amigos en todo el mundo seguido por su lémur.

— No lo había visto sonreír así desde su última vista. — Hablaba Opal con una sonrisa en el rostro. — Adora cuando Yasuko y Tonraq lo vienen a ver. Ese es su mejor regalo.

— ¿Entonces quiere decir que la pequeña sorpresa que le trajimos será irrelevante? — Comentó la Avatar en voz alta con el afán de que aquel chico de ojos como la porcelana la escuchara.

— ¿¡Regalo!? — Sonrió Mang al escuchar dicha palabra. — ¿Yasuko, Tonraq, es cierto?

— Si, entre Yas, yo y con un poco de ayuda de mamá te lo trajimos. Pero deberás esperar hasta la fiesta.

— ¡Genial! — Chilló el maestro aire emocionado. — Cualquier cosa que venga de ti o de Yasuko es siempre asombroso.

— N-No es para tanto... — Musitó la mayor de los hermanos con nerviosismo y con un leve sonrojo.

— ¡Claro que sí! — Reafirmó Mang seguro de sí. — Y si me lo niegas, me enojaré contigo.

— Va-Vale. — Accedió la maestra fuego, a aquel niño no le podía negar nada.

— Ya que hablamos de fiesta... ¡Vamos a empezarla ya que todos estamos aquí al fin! — Gritaba Bolin mientras agarraba a su esposa y la alzaba para dar a entender que la fiesta ya iniciaba.

La celebración por el décimo tercer aniversario del hijo menor de Bolin y de Opal fue espectacular. Mang se la pasó súper contento en compañía de Tonraq y Yasuko quienes no lo dejaban ni a luz ni sombra, todos cantaban y convivían con el pequeño. Recibió muchos regalos por parte de todos. Mako y Meiko le dieron como presente un nuevo traje de maestro aire de color verde y rojo, en honor a su descendencia. Kai, quien apenas había llegado de una misión, junto con Jinora le regalaron varias bolsas con comida para lémur. Bolin y Opal le iban a llevar como regalo a Zaoufu, a ver a su abuela. Ikki y Huan le trajeron un hermoso cuadro de él pintado por la tan peculiar pareja. Meelo y Rohan, quienes colaboraron para el regalo de Mang, le llevaron un estuche lleno de caramelos, a veces era increíble el saber que esos dos tenían veinticuatro y diecinueve respectivamente. Tenzin y Pema le ofrecieron como presente al pequeño su tarta de frutas favorita, siempre era un buen método llegar al lado bueno de las personas por el estómago. Por último y no menos importarte, el regalo de Asami, Korra, Yasuko y Tonraq. Lo habían dejado para el final precisamente para que se sorprendiera aún más el pequeño.

Todos estaba reunidos en la mesa, el hijo menor de los Sato cargaba con orgullo el bastón que había hecho junto a su hermana y con la supervisión de su madre. Sin mucho reparo, lo puso frente a Mang quien enseguida empezó a palpar toda la estructura deduciendo que era. El planeador era de color negro y sus alas de un violeta intenso, en la parte superior de éste había un pequeño localizador que era la computadora que manejaba el radar de alta frecuencia que había diseñado Asami. Es por demás decir que el rostro del pequeño se iluminó al percatarse que era su regalo, y su sonrisa se anchó más cuando la CEO le explicó con lujo de detalles la pequeña nueva función que había implementado en éste. Mang era más que capaz volar sin estrellarse, pero admitía que con el radar que su tía le había instalado a su planeador podría "ver" con mayor precisión y eso le encantaba, pues volar era una de las cosas que le hacía sentirse libre, sin atadura alguna, capaz de hacer lo que fuese sin que alguien estuviese allí ayudándolo, la lastima se quedaba en el suelo y él volaba en la plenitud total y, sobre todo, allá arriba él era normal, despojado de cualquier incapacidad.

Pero ese no fue solamente lo que recibió, atado a una parte del tronco del planeador estaba atada una pequeña carta escrita de tal manera y con cierto lenguaje que la CEO había diseñado para que Mang pudiese leer. Éste se bastaba en la forma de los kanjis y su textura. Casi nadie sabía sobre esto a excepción del mismo Mang, sus padres y la ingeniosa mente quien creó aquel nuevo abecedario. El maestro aire notó tal objeto y, sin quen nadie se percatarse, empezó a leerlo con sus manos. De inmediato una sonrisa risueña se apoderó de sus infantiles labios y su corazoncito palpitó de una manera que jamás había experimentado antes. Era una carta de Yasuko dónde lo felicitaba por haber cumplido trece años y que, para ella, él era su tercera persona más admirable seguida de sus madres; esas palabras venían con la promesa de que siempre estaría allí para él y que siempre recordase que ella lo querría sin importar nada. Esas letras llegaron muy adentro del maestro ciego que, desde ese día, guardaría esa carta como uno de sus más valiosos tesoros, ya que le había sido escrita por la persona que él consideraba más especial del mundo y, sobre todas las cosas, su mejor amiga.

— ¡Papá, ¿puedo ir a probar el planeador?! — Preguntó el pequeño Mang ilusionando con la idea de sobre volar Ciudad República con su nuevo juguete.

— ¡Claro que sí, hijo mío! — Accedió rápidamente el maestro tierra con una gran sonrisa.

— Bo, yo no creo que eso sea buena idea. — Intervino inmediatamente la CEO con semblante serio.

— ¿Eh? ¿Por qué, Asami? — Se quejó el papá de Mang provocando una pequeña risa grupal.

— Lo siento, Bo, pero concuerdo con Asami. — Intervino Korra con severidad, cosa extraña en la morena. — El cielo se está pintado de un color bastante oscuro... No me gusta para nada como se ve...

— Pero... yo quería... — Logra decir el pequeño ciego denotando su desilusión.

— Mamá, ¿y si llevamos a Mang a dar un paseo al parque que le hiciste a Ma? — Preguntaba el hijo menor de la Avatar mirando a sus madres. — Para que así al menos pueda salir.

— Tú que dices, Bolin. — Interrogó la morena mirando a su amigo de ojos verdes.

— Mientras esté con Yasuko y Tonraq no tengo de que preocuparme, ¿o no, Opal? — Pidió apoyo el maestro tierra a su esposa.

— Absolutamente. — Afirmó la maestra aire con una sonrisa.

— De acuerdo. — Accedió la Avatar. — Vayan, pero no quiero que tarden. Acuérdense que en la noche vamos a ir a ver pro-control.

— ¡Si! — Acataron los tres amigos con entusiasmo.

— Si empieza a llover, traigan de inmediato a Mang y procuren que no se moje. — Advirtió la CEO a sus hijos antes de que salieran.

— ¡Mamá, vamos con Yas, ella es capaz de cargarlo hasta aquí para evitar que se caiga! — Bromeó Tonraq recibiendo un golpe en el hombro cortesía de su hermana. — ¿Qué? Es la verdad.

— Esperen, voy con ustedes. — Se escucha decir a Rohan antes de seguir al trío.

Después de la partida de los mayores, los menores no tardaron mucho en rendirse ante su siesta vespertina. El primero en caer fue Aang, hijo de Jinora y Kai y el menor de los pequeños. Después fue Asakura, quien cayó dormida sobre su madre y en cuestión de segundos ya compartía la cama con Aang. Mientras los pequeños dormían, los más grandes aprovecharon el tiempo para ponerse al corriente sobre sus vidas. Mako al fin había alcanzado el puesto que Lin había dejado vacante, él era ahora el responsable de la policía de Ciudad República y, gracias a él, la delincuencia era casi nula, y ahora que tenía una pequeña a quien proteger, quería eliminarla por completo. Bolin, por su parte, se unió a la estación de policía también, su afán por ayudar a las personas no había desaparecido y, ¿qué mejor manera de luchar contra el mal que codo a codo con su hermano? Además, así él tenía un trabajo en la cuidad para cuidar a Mang, pues Opal tenía la responsabilidad de viajar por el mundo como una Nómada Aire; si bien las misiones que Tenzin le encarga a la morena eran mínimas y pequeñas, eso no quitaba el hecho de que tuviese que viajar y dejar a su adorada familia atrás. En ese aspecto agradecía tener como esposo a un hombre tan comprensivo como Bolin y a un hijo tan maduro como su pequeño Mang.

Por parte de la familia de Tenzin habían cambiado algunas cosas. Jinora había decidido dejar las aventuras y dedicarse a su lado espiritual enseñando a los demás maestros aire a como ser uno con los espíritus, todo lo contrario a su esposo, Kai, quien aceptaba de vez en cuando misiones, pero últimamente prefería quesearse con la maestra aire y su pequeño de un añito, Aang. Ikki, por otro lado, prefería viajar por el mundo así como el resto de sus compañeros siendo acompañada nada más y nada menos que por Huan BeiFong, su prometido. La relación tan peculiar de esos dos tomó por sorpresa tanto a los BeiFong como a la familia del veterano maestro aire. ¿Quién diría que esas dos casas se unirían? Ahora no solo un fuerte lazo de amistad las ataría, sino que una unión marital entre la hija menor de Tenzin y el hijo de Suyin. Meelo seguía siendo el mismo de siempre, a excepción de su ego, al parecer con los años disminuyó llegando a un punto de ya casi no tenerlo. Pero seguía siendo mandón y un "Casanova" con las chicas. Rohan, el menor, seguía su entrenamiento y aún era incapaz de decidir si explorar su lado espiritual o ir en misiones a ayudar a los demás. Tenzin, por otra parte, se había retirado ya; el maestro aire se limitaba meramente a hacer trabajos ejecutivos y su esposa, como siempre, lo apoyaba dónde sea.

El tiempo pasó y la tarde empezó a surgir a pesar de que en el cielo aun predominasen las nubes negras que hacia algunas horas empezaban a formarse. Desde que la Avatar había visto aquella extraña formación nubosa un sentimiento extraño surgió en su interior, había visto antes el cielo nublarse, pero que pareciera tan calmo y a su vez tan sombrío le preocupaba. Movió su cabeza para quitarse esas extrañas ideas de su cabeza y miró el reloj que tenía Tenzin en la pared, notó que dentro de nada ya serían las cinco de la tarde y sus hijos junto con Mang no aparecían. Desde hacía ya una hora deberían haber regresado, así que sin pensarlo mucho y con la esperanza de que una vuelta por la ciudad la despejara, se disculpó con sus amigos y salió de la cocina argumentado que iría por esos cuatro malcriados. Apenas dicho eso, la CEO, que no pasó por alto las extrañas miradas de su esposa, decidió acompañarla, quizá en el camino le pudiese contar que era lo que tanto le estaba molestando. Las miradas perdidas y los constantes ceños fruncidos no eran para nada naturales en aquella mujer de tez morena.

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La gente estaba amodorrada en el parque que se había erguido a su honor, si la Avatar tuviese que precisar que pasaba ahí, diría que de seguro estaban dando comida gratis o un espectáculo callejero se había apoderado esa zona pública. Un calor abrazador la empezaba a invadir gracias a estar rodeada de tantas personas que le impedían el paso, sintió como la mano de su hermosa esposa se aferraba aún más a su bíceps para evitar perderla o que se separasen lo necesario para que la oleada de gente les impidiese seguir juntas. ¿Qué demonios pasaba? Ni cuando los igualitarios hacían su propaganda lograban reunir a tal cantidad de espectadoras. La joven de tez morena frunció el ceño y alzó su labio inferior en un tierno puchero al verse incapaz de avanzar entre tantos maestros y no-maestros, estaba ahí para encontrar a sus hijos y al chico que consideraba su sobrino, ¡no tenía tiempo para perder y toda chusma no la dejaba moverse con libertad! ¡Por Vaatu! ¡¿Es que acaso toda Ciudad República estaba ahí o qué!? Era bien conocida la casi nula paciencia de la Avatar y en una situación así era más que inexistente, estaba a punto de empezar a gritar a los cuatro vientos y a hacer uso de su fuerza para empezar a quitar personas del camino cuando una voz que ella conocía bien la distrajo.

— Vas a perder... hermanita... — Un alarido por parte de la mitad de la gente resonó con aquella afirmación.

— Que hayas perdido con 'ma no quiere decir que tengas el suficiente nivel cómo para enfrentarte a mi... Mi pequeño y dulce hermanito. — "Uuuuuuuuy", eso fue lo que se pudo apreciar después de que una voz femenina hablara.

Los ojos azules de la Avatar se posaron en los verdes de la ingeniero y ambas mujeres bajaron sus hombros y agacharon sus cabezas con cansancio. Por eso no habían llegado esos dos al Templo... Se habían puesto a jugar Pai-Sho y también he ahí el motivo por el cual tantas personas estaban amontonados alrededor de ellos. Si las partidas de dicho juego entre el general Iroh y la ingeniero Asami Sato eran conocidas por ser de las mejores y más lentas, la de los hermanos Sato se caracterizaba por su habilidad de generar estrategias tan velozmente que la gente llegaba a interesarse, pues, aparte de eso, los gemelos solían acompañar estas con incitaciones verbales prendían la llama de la competencia en ambos.

— Por Raava... dime que no están jugando Pai-Sho. — Rogó inútilmente la morena.

— Han estado jugando por casi dos horas, hasta ahora siguen empatados y el que gane cinco juegos seguidos será el ganador y el que pierda tendrá que hacer los deberes del otro por un mes. La mitad de la gente le va a Tonraq y la otra mitad, más uno, a Yasuko. — Se escuchó decir a una voz aguda.

— ¿La mitad más uno? — Se interesó la Avatar.

— Si, yo soy ese uno. — Comentó el muchacho de ojos blancos. — No es que no apoye a Tonraq, pero entre él y Yasuko... Obviamente la elijo a ella. Es un haz en el campo de batalla y el Pai-Sho es eso, pero con fichas.

— ¿¡Cinco juegos!? No tenemos tanto tiempo, Korra. — Bufó la ojiverde mientras se encaminaba dónde estaban sus hijos. Conociéndolos, esas cinco partidas jamás pasarían.

— ¡A-Asami! ¡Espera! — Chilló la morena siguiendo a su esposa.

Los hermanos se veían con intensidad, sus manos se movían a una velocidad que nadie jamás había visto en un juego de Pai-Sho, algunas personas aclamaban los nombres de los competidores para darles más ánimo. El que ganara cinco veces seguidas sería el ganador. Hasta ese punto, Yasuko y Tonraq estaban empatados, ambos con diez juegos cada uno, los hermanos habían crecido jugando aquello cuando estaban de viaje, gracias a la ingeniero desarrollaron tal potencial en aquel juego de mesa que solamente su misma mentora era capaz de arrasar con ambos en un solo parte. Los gemelos se lanzaban sonrisas picaras y una que otra insinuación dándole un toque más picante a aquel juego. Solo quedaba una jugada y era el turno del moreno, si arruinaba su estrategia sería su fin. Estaba pensando en cual ficha mover cuando una mano que conocía bien metió cierta ficha que condenó a ambos a la perdición y, a la dueña de aquella hermosa ficha, la victoria. Yasuko y Tonraq se quedaron boquiabierto al ver tal cosa y de inmediato supieron que estaban en problemas, con cuidado fueron recorriendo el brazo intruso en su tablero hasta encontrarse con unos bellos ojos verdes y unas cejas fruncidas.

— ¿Tienen una idea de la hora que es? — Fue lo primero que la mujer dijo con tono nada agradable, pero sin perder su elegancia.

— H-Hola mamá... — Tragaron saliva los gemelos.

— Niños, están en severos problemas. — Se escuchó decir a la Avatar que estaba detrás de su esposa.

— Lo podemos explicar. — Dijeron los dos hermanos en unísono.

— Mang ya nos contó su pequeña apuesta. — Denotó la ingeniero.

— No, yo... nosotros. — Empezó a hablar Tonraq de manera atropellada.

— No pensamos que esto se volvería así. — Intervino la mayor en ayuda del menor. — Tonraq y yo solo quisimos jugar una partida... Pero una llevo a tres... tres a cinco y así sucesivamente... Perdón. De seguro es tarde y debimos haber llevado a Mang al templo hace mucho.

— Yasuko, no te apures por mí, adoro sentir sus espíritus de competencia. Tu respiración es agitada y la de Tonraq se vuelve más acelerada, es genial. — Comentó el pequeño maestro aire.

— Saben cómo se ponen cuando juegan estas cosas o compiten entre ustedes y aun así lo hacen. — Empezaba a reprenderlos la CEO cuando una mano se posa sobre su hombro y unos ojos azules la miran con ternura.

— 'Sami, Yas ya se disculpó y ambos aceptaron la culpa, déjalos... Además, no creo que deba recordar cierta tarde de Pai-Sho que tuviste con Bolin, ¿no? — Aquellas palabras repercutieron en el cerebro de la mecánica, ella mejor que nadie sabía lo adictivo que podría llegar a ser.

— De acuerdo... — Accedió Asami. — Pero no quiero que esto se repita. Llevemos a Mang a la Isla del Templo Aire, tenemos cosas que hacer.

— ¿Cosas? — Se preguntaron entre si los hermanos.

— Si, ¿acaso no querían ir a un partido de pro-control? — Le informó la Avatar guiñándoles un ojo a sus pequeños.

— ¡Si! — Gritaron ambos con emoción tomando al pequeño Mang de la mano y siguiendo a sus madres quienes empezaban a caminar.

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La noche era cerrada, no se podía ver rastro alguno de la luna ni a las estrellas jugar entre ellas, las nubes parecían querer ser las protagonistas en esa ocasión ocupando cualquier pequeño agujero en el basto cielo. Pero no por eso la gente se detenía o no salía de sus hogares, era noche de pro-control y cualquier fanático del deporte enfrentaría a las condiciones atmosféricas para ir a apoyar a su equipo predilecto. Era el inicio de temporada, los murciélagos-vampiros se enfrentarían contra los tejones-topo de metal en una competencia "amistosa". Todos sabían sobre la mala reputación del primer equipo mencionado, desde los tiempos en los que la Avatar actual practicaba aquel deporte, aquel grupo de maestros ya había empezado a hacerse una mala reputación entre los jugadores, reputación que con los años solo llegó a empeorar. Ahora, los lobos-murciélagos era el equipo con el que nadie quería enfrentarse a menos que quisieran terminar en una sala de hospital, con un ojo morado o con tu orgullo por los suelos debido a que cuando ganaban, éstos se encargaban personalmente en humillar a la competencia dando como resultado que al equipo perdedor no se les permitiese jugar una temporada completa por "ciertos" comentarios escuchados por allí.

La Avatar Korra y su familia ya estaban acomodados en su respectivo palco propiedad de Industrias Futuro; el lugar dónde les había tocado era más que perfecto: Amplio y con una buena vista, a su alrededor se podía apreciar las cortina que eran exclusivas de aquellos sitios para gente que podía pagarlo, los asientos eran básicamente sillones color vino con un pequeño aditamento que permitía al usuario colocar algún refrigerio que desease, además de poseer un hilo que, apenas era halado, un elegante camarero acudía de inmediato hasta el lugar para complacer algún antojo ocasional. El piso estaba forrado por una alfombra negra bastante suave, Asami recordaba que la primera vez que Korra y ella fueron como espectadoras a ver un partido de pro-control, lo que menos hicieron fue prestarle atención al partido y concentrarse en la hermosa textura que tenía aquella alfombra con sus pieles a medio desnudar, gracias a Raava en aquella ocasión la ingeniero logró sobreponer la razón sobre el placer y terminaron viendo -el final- del partido. Claro que la Avatar y la CEO terminaron lo empezado en esa alfombra ya en el departamento de la ojiverde con un poco más de privacidad, sin tanto ruido y con más picardía que antes.

Ya era la hora establecida para el partido y los equipos empezaron a entrar a la cancha, aquel lugar no había cambiado en nada, seguía siendo la misma plancha metálica con líneas, agua y lingotes de roca rodeada de agua de antes. Ver eso provocó un sentimiento nostálgico en la Avatar, además de invocar en ella ciertos recuerdos de su aventura en el pasado junto con su esposa. Quizá no lo admitía, pero Korra extrañaba esos días dónde podía practicar aquel deporte junto con sus amigos, patear algunos traseros y tiene tiempo libre para pasarla con su hermosa Asami. Revivir aquel tiempo en su pequeña incursión en el tiempo hacia tantos años le había sentado de maravilla, pues aun sentía vívidamente todas esas emociones de aquellas memorias. Los nervios antes de salir a jugar, la gente aclamando tu nombre, el de tus amigos y el de tu equipo, el sentimiento de victoria cuando veías caer al último integrante del equipo contrario y el peso de la copa que sostenías con tus amigos al final del torneo. Parecía como si lo hubiese vivido ayer y una sonrisa se apoderó de su rostro mientras sentía como su hermosa esposa la tomaba de la mano compartiendo aquellos momentos de remembranza. Quizá si no fuese la Avatar, hubiese elegido ser jugadora de pro-control profesional, así hubiese dado como sea con su hermosa ingeniero -pues ella igual era fanática de aquel deporte- y, ¿quién sabe? Quizá ahora Asami estaría en ese mismo balcón y ella en el campo de juego lanzándole besos.

Los jugadores se colocaron en sus respectivas posiciones y el sonido de una trompeta indicó que el juego había comenzado. Llamas danzaban por la cancha, fuego y tierra se encontraban, gritos resonaban por todo el lugar, el sonido de la roca romperse, el hielo partirse y del fuego crujiendo amenizaba todo el lugar. Para algunos era un deporte, para otros una obra de arte. Los maestros que se enfrentaron esa noche con los lobo-murciélagos sabían que no tenían oportunidad alguna, pero aun así dieron su máximo potencial a pesar de que los estaban aniquilando de una manera muy rápida, eficaz y sucia solo para aquellos ojos expertos que habían estado allí arriba y sabían lo feo que se podían poner las cosas. El juego no duró ni media hora, en cuestión de minutos los tres maestros del equipo de los tejones-topos calleron al agua tres veces dándole una victoria "limpia" al equipo oscuro con violeta. Era realmente deprimente ver como los pobres que usaban aquel uniforme verde con café salían empapados, golpeados y hasta quemados, pero lo que tocó realmente a cierta familia quien estaba indignada con tan mal juego fue ver que uno de los participantes tenía la mandíbula rota y que de su frente escurría sangre. Jamás habían visto pelea tan más brutal y, a su vez, tan bien disimulada como para que en ningún momento se percatasen de las heridas del equipo visitante.

— ¡Al parecer los lobos-murciélagos siguen invicto! — Anunció una voz desde lo alto, la misma que narraba los sucesos del partido. — En estos momentos Kium está con Keio, el capitán del equipo.

— Keio, Keio. — Llamaba el hombre llamado Kium a un joven de melena negra y ojos dorados. — ¿Qué se siente ser el ganador invicto cuyo equipo es el mejor?

— Pues, realmente bien. Mi equipo es el mejor y no deberían sorprenderse por ello, pero eso lo logramos con trabajo duro y esfuerzo. — Contestó el chico de cabello azabache con tono síndico.

— ¿Quién lo diría? A pesar de ser el sobrino de la hermosa esposa del concejal Kazuki, eres muy humilde. — «Ya todo tiene sentido...», pensaron Korra y Asami al escuchar aquella noticia.

— Chicos, nos vamos. — Demandó la Avatar, no quería tener contacto alguno con alguien relacionado con la mujer que puso en riesgo la vida de su esposa y de sus bebés recién engendrados.

— ¿Mamá, 'Ma, pasa algo? Las veo muy serias. — Preguntó Tonraq algo atontado.

— Nada que debas saber. — Gruñó Asami igual de irritada que su esposa, aquel recuerdo amargo aún seguía presente en ella.

La familia estaba a punto de salir de su balcón, no deseaban seguir escuchando ni una palabra más de boca de algún pariente de Yuko que había heredado su mala lengua, cuando algo llegó a sus odios, un reto que sin duda alguna sería del gran interes para los menores.

— En este momento, aquí y ahora, desafío a cualquiera que crea pueda vencerme a mí y mi equipo. — Lanzó Keio con arrogancia en su voz.

— ¿Qué...? — Susurró la Avatar incrédula, ¿su narcisismo llegaba a tales extremos?

La pareja aún estaba asimilando la noticia mientras que sus hijos no tardaron en correr hasta el balcón y verificar la legitimidad aquella noticia que habían escuchado.

— ¿Estás seguro, Keio? — Se interesó el reportero.

— Claro, confío plenamente en mi equipo. ¿O es que no hay nadie que quiera un pequeño partido? — Se burló el chico de cabello azabache.

Korra y Asami se encaminaron a donde estaba sus hijos y pusieron una mano sobre el hombro de cada uno, sabían lo que ambos estaban pensando, habían sido iguales a ellos cuando tenían sus edades y, por la forma en la que los criaron, tenían noción de que no permitirían que alguien así cantara victoria, menos Tonraq quien era el más temperamental.

— Chicos, no lo hagan... — Pidió la CEO apretando ligeramente el hombro de su hija.

— Pero, mamá... Él jugó sucio. — Gruñó Yasuko sin apartar la vista de Keio.

— No saben con quien se están metiendo. Es el sobrino de Yuko, gracias a ella no pudimos ingresar tan libremente a Ciudad República por todo el gobierno de Kazuki. — Recordó la Avatar.

— Una razón más para darle una paliza. — Siseó Tonraq apretando el barandal que les impedía caer al abismo. — Si así es él, no quiero saber cómo es su tía.

— Chicos... — Volvió a musitar la ingeniero.

— Mamá... Por favor. — Imploró la mayor de los hermano Sato mirando a su madre.

— Déjanos darle una lección de humildad a ese tarado. — Escupió el menor con algo de ira. — El pro-control del que nos habló 'Ma no deja a un equipo así de herido.

La pareja se miró mutuamente, eso era lo que pasaba cuando criabas a tus hijos con tu misma moralidad y les enseñabas a hacer siempre lo correcto, luchar por la justicia y a darle una paliza a los chicos malos si lo ameritaba, lección dada por parte de la morena y de la ingeniero cuando se cabreaban lo suficiente.

— De acuerdo. — Accedió la morena. — Pero recuerden que solo pueden hacer uso de uno de sus controles. Puede que Raava les hubiese permitido manejar el fuego y Wan Shi Tong el agua, pero en este juego es ilegal. Lo sé por experiencia.

— Lo prometemos. — Acataron los dos hermanos.

— Muy bien. — Comentó la CEO. — Solo una cosa más.

— ¿Si, mamá? — Se interesaron los gemelos.

— Su equipo deberá llamarse: "Los hurones de fuego". — Sonrío la mecánica contagiándola a su familia.

Yasuko y Tonraq abrazaron a sus madres, no podían haber deseado mejores que ellas, cualquier otra se hubiese negado a su participación rotundamente. Después darles la muestra de afecto, los hermanos se asomaron al balcón desafiantes ante aquel reto.

— ¡Nosotros aceptamos el reto! — Gritaron los gemelos.

— ¡Tenemos una pareja retadora! — Anunció Kium emocionado. — ¿Qué dices, Keio? ¿Un dos contra dos?

— Por mi está bien, mientras que esos dos sepan morder el polvo. — Fanfarroneo el maestro fuego sonriente.

Las miradas de Yasuko y Tonraq se cruzaron con las de Keio, una chispa surgió entre ese contacto visual y no era para nada buena. Los hermanos salieron de su balcón acompañados de sus madres, quizá aún tenían el equipo de "Los Hurones de Fuego" guardados en algún lugar de la bodega que tenía el estadio en la sección de materiales de entrenamiento, con algo de suerte el traje de Mako le quedaría a Yasuko, pues era igual de alta que el maestro fuego en ese entonces y el de Bolin a Tonraq a pesar de que el moreno no tuviese tanta masa muscular como su tío. Volver a caminar por esos pasillos de roca color gris con franjas rojas en la parte inferior y superior, hediondos a sudor y a pie de atleta se le hacía tan familiar a la CEO, recorría el mismo camino para visitar a sus amigos antes de algún partido, el objetivo inicial de aquellas visitas era el de ver a Mako, pero con el tiempo se convirtió en un hábito para desearle suerte a sus compañeros antes de algún partido y, cuando se daba, pasar un poco más de tiempo con cierta morena que empezaba a despertar en ella sentimientos que jamás había experimentado antes. Si, en definitiva, era bueno volver a pasar por ahí a pesar de que olor era algo que no añoraba demasiado.
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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 11/2/2015, 1:12 am

Al parecer la petición de la ingeniero había sido escuchada, pues el lugar que habían ocupado "Los Hurones de Fuego" como vestidores no habían sido usados de nuevo desde lo del ataque de Kuvira y, después de su remodelación, era uno de los otros pocos lugares intactos del lugar. Korra tenía tantos buenos recuerdos ahí, al igual que muy humillantes como la vez que se confesó ante Mako de una manera muy impulsiva y vergonzosa, pero quitando eso de lado, también ese lugar había sido presentes del comienzo de sus extraños sentimientos que empezaba a tener por Asami, pues cada vez que les iba a ver para desearles suerte con algún partido, ella se quedaba atrás a propósito para poder pasar tiempo extra con aquella chica de ojos verdes y cabellera negra. Con paso lento se dirigió a los antiguos casilleros donde guardaba sus uniformes y sientas y, para su sorpresa, la clave de los tres eran las mismas de hacía años. «Deberían por lo menos haber cambiado la contraseña...», pensó la morena mientras abría el locker del maestro fuego y de su amigo bonachón de ojos verdes, deducir los números de los dos era fácil, pues era la fecha del cumpleaños de ambos.

La Avatar y la CEO ayudaron a arreglarse a sus pequeños, sería una gran mentira decir que la morena estaba llorando mientras le ataba la armadura al menor de sus hijos, verlo así, como ella alguna vez fue, le hizo sentirse orgullosa y que el llanto se apoderara de ella, cosa que a la ingeniero le pareció tierna y, a sus hijos, vergonzoso. Estaban ahí, metidos en un cuarto pequeño, con una de sus madres llorando mientras los ayudaban a vestirse para entrar por primera vez al ring de pro-control con uniformes que no eran de ellos y, por lo que sentía Yasuko entre sus piernas, ni para su género. Ambos hermanos suspiraron cansados, no podían quejarse ante ello, ya mucho habían hecho sus madres al dejarlos competir contra el sobrino de la mujer que había echado a las personas más buenas y geniales que conocían, no sabían a ciencia cierta la historia detrás de eso, cada vez que les interrogaban por aquello cuando estaban pequeños usualmente les cambiaban el tema o se limitaban a decir que había pasado "algo" con la esposa del presientes Kazuki y que todo acabó muy, pero muy, mal para la ingeniero, y la relación que tenía con la Avatar en ese entonces. De ahí en más no podían -ni querían- sacarles más información, en sus rostros se veía que aquel recuerdo les dolía mucho y preferían no tocarlo.

Ya una vez preparados, la pareja se despidió de sus pequeños y les deseo suerte con un abrazo, si por ellas fuera estarían con ellos en el ring, pero sabían que no debían ni podían, así que, una vez que el contacto de los cuatro terminó, la Avatar y su esposa regresaron al balcón donde verían a sus pequeños luchar. Ambas estaban nerviosas, pero seguras de que ganarían, a sus quince años sus niños habían enfrentado a crimínales menores y salido victoriosos, claro que con uno que otro rasguño, pero nada grave hasta el momento. Pero, ellas sentían un hueco en el estómago, Yasuko y Tonraq creían carecer de uno. ¿Y si se pasaban de la fuerza necesaria? ¿O usaban sus dos controles por accidente? No. Debían enfocarse así como lo hacían en los entrenamientos que tenían, solo que ahora lucharía codo a codo como cuando enfrentaban a los delincuentes de los pueblos del Reino Unido Tierra con sus madres. Si, así debían de estar mentalmente, concentrados y sin ninguna distracción. Querían que Korra y Asami estuviesen orgullosos de ellos, que todas esas sesiones de lucha no solamente sirvieran para intimidar gente mala, sino que también para darles una lección a los niños mimados cuya tía había herido al par de persona que más amaban.

— ¡Y aquí están los participantes! — Anunció la voz del narrador. — Kium, ¿por qué no los entrevistas antes?

— ¡Claro! — Accedió el reportero acercándose al par de hermanos. — Ustedes dos fueron los valientes que aceptaron el reto de Keio, ¿podrían decir sus nombres?

— Claro, soy Tonraq. Tonraq Sato y seré el maestro agua. — Cuando el moreno pronunció su apellido todos en el estado se impresionaron.

Sabían que su Avatar había tenido hijos, pero jamás los habían visto, las fotos que tenían en los diarios de Ciudad República siempre eran malas y, la única vez que pudieron conseguir una buena imagen, ambos niños salían cortados del torso para arriba. A diferencia de su madre, al parecer esos dos no eran tan fotogénicos. Murmullos resonaban por todo el lugar y una orgullosa Korra se podía apreciar desde el balcón, le recordó a cuando nadie sabía que ella era la Avatar, al parecer la gente siempre le prestaba más atención a otras cosas que al ser que los cuidaba y a sus allegados. Si tan solo los locos fuesen igual...

— Y yo soy su hermana, Yasuko Sato, y seré la maestra fuego. — Se presentó con indiferencia la maestra fuego moviendo su cabello para atrás, hábitos de familia.

— ¿¡Qué!? ¡No puede dejarlos competir! — Saltó de inmediato Keio asustado.

— ¿Por qué no? Tú mismo lanzaste el reto y mi hermano y yo lo aceptamos. — Comentó la mayor de los Sato.

— ¡Son los hijos del Avatar! ¡De seguro son unos maestros en el control de los elementos! — Chilló el muchacho de cabello azabache.

— ¿A caso tienes miedo? ¿Por qué no vas a ocultarte bajo la falda de tu tía? — Le retó Tonraq haciendo un ademán con las manos invitándolo a irse.

— Tú... — Gruñó Keio.

— Por favor, sé que soy hermoso pero no es para tanto. — Se burló el moreno.

— Tonraq... No molestes a los niños. — Le reprendió falsamente Yasuko colocándole más carbón al fuego.

— ¡Vale! ¡Acepto! ¡Los voy a destruir! — Vociferó Keio colocándose en su posición.

— Eso lo veremos... — Empezó Tonraq.

— ... Niño bonito. — Terminó Yasuko adaptando una postura de ataque.

Decir que eso fue una pelea seria faltarle al respeto a todos los pleitos alguna vez luchados. Sus pequeños derrotaron al fanfarrón sobrino de Yuko en menos de treinta minutos, y eso que a su compañero lo sacaron del ring en menos de cinco. Keio trataba de jugar sucio y Tonraq y Yasuko lo sabían, por eso ambos se cuidaban siempre las espaldas, su forma de lucha cuando sólo podían usar un elemento no era distinta, al contrario, se volvía uno para poder emular lo que cada quien hacía de forma individual. El menor de los Sato contaba con la agilidad que se le negaba a la mayor, y ésta, a su vez, con la fuerza que el moreno reprimía pues, si la usaba, capaz y en vez de que saliera un chorro de agua por alguna parte, expulsase una tremenda llamarada de fuego. Lo mismo pasaba con su gemela, si se excedía en sus movimientos fluidos era muy posible que en vez de invocar una flama, saliera un látigo de agua de Raava sabe dónde y golpease al enemigo dando como resultado que descalificasen a ambos. Era tal su sincronización que cuando Keio quería golpear a uno de los hermanos, el otro salía a su rescate evitando algún golpe no deseado haciendo que el sobrino de Yuko solo se enojara más dándole a los hermanos Sato más posibilidades de ganar.

Los aplausos de victoria no tardaron al igual que los gritos de emoción, pero, lo que más les gustó a Yasuko y Tonraq, fue ver gritar a sus madres cuando Keio salió de la plataforma gracias a un ataque en conjunto de ambos. La sensación se haber ganado era única, con razón a la Avatar le gustaba tanto estar ahí para escuchar como aclamaban sus nombres, no les importaba ser comparados con sus madres, al contrario, se sentían orgulloso de ello porque sabían que estaban en buen camino para ser mejores que ella y que en un futuro, el "es el hijo de la Avatar Korra" o "la hija de la CEO Asami Sato", sería: "Yasuko y Tonraq Sato, hijos de la Avatar Korra y la CEO Asami Sato". Su meta era poder estar a la altura de sus madres sin perder de vista quienes eran ellos y esa victoria pública era el primer paso para ser reconocidos. Cuando alzaron sus manos y los aclamaron lo supieron, algún día ellos serían el legado que se encargaría de mantener la paz y, quizá, entrenar al futuro Avatar así como Tenzin le había enseñado a su madre y, para que eso fuese aceptado, era mejor hacerse de un nombre antes para que su futuro o futura aprendiz no sintiese que solo por el hecho de que eran los hijos de la anterior maestra de los cuatro elementos les habían dado prioridad, sino que ellos estaban al mismo nivel que la anterior Avatar y eran capaces de hacer todo y más.

Una vez terminado el juego, Korra junto con Asami decidieron ir a esperar a sus pequeños -que ya no lo eran- fuera de los vestidores, de seguro habrían muchos reporteros entrevistándolos y lo menos que de seguro querían eran ver a sus dos madres abrazándolos, felicitándolos y besándolos frente a tanta gente. Ellas igual habían sido jóvenes, así que tenían una ligera idea de que hacer y qué no hacer para avergonzar a sus hijos, aunque la mayoría era casi siempre a propósito. La pareja charlaba y se emocionaba acerca de lo espectaculares que habían estado sus niños cuando, de repente, la vejiga de la ojiazul exigió liberar su contenido, así que, pidiéndole disculpas a su pareja corrió en dirección al sanitario más cercano. Normalmente, Asami siempre acompaña a su esposa en esas situaciones, pero sabía que en ese momento no podía pues debía esperara a sus hijos y era mejor que encontraran a una de ellas allí, pues ni Tonraq ni Yasuko sabían manejarse del todo bien en la cuidad y había una gran cantidad de probabilidades de que si no las viesen, ambos partirían a la Isla del Templo Aire solos sin alguna guía y terminarían perdidos.

La CEO apoyó su espalda contra la fría pared de concreto que se alzaba imponente, su estómago empezaba a gruñir, según tenían planeado: Después de ver el juego, ella y su familia iban a ir a comer fideos a un restaurante nuevo en la bahía Yue, y de eso ya había pasado bastante rato, el enfrentamiento de sus hijos fue totalmente de improviso provocando un severo movimiento en el horario que la ingeniero había predicho. Miró al cielo que seguía totalmente nublado, Korra tenía razón, en todo el tiempo que había vivido en Ciudad República jamás había visto nubes semejantes a esas que ahora cubrían al firmamento intangible, era como si esos hermosos algodones les advirtieran de algo. «Me hace recordar a la historia que me contó Korra de cuando el Avatar Aang huyó del templo... Una tormenta lo sorprendió e hizo que se congelara en un iceberg permitiendo que la guerra de los cien años se diese... Pero en fin, lo más probable es que este formando un huracán. Ya debe estar cerca la temporada, así que, mejor no pienso en eso», se decía la CEO a si misma sin apartar la mirada. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se percató de la presencia que la veía con ojos de lujuria.

— Buenas noches, Asami. — «¡Esa voz...!», un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la ingeniero al escuchar esas palabras.

De forma automática, Asami se alejó del muro y se buscó con la mirada a la dueña de aquellas palabras y, para su desgracia, lo que encontró fue unos ojos dorados y una piel tan pálida como la de ella misma. No podía ser verdad, ¿qué demonios hacia ella ahí?

— Yuko... — Siseó ácidamente la mecánica.

— Es bueno verte de nuevo, mi hermana Asami... — Ronroneó la mujer autóctona del archipiélago candente.

Si el tiempo había sido generoso con Asami, pues a pesar de que habían pasado quince años las arrugas apenas habían tocado su cara, con Yuko también lo había sido. La mujer era exactamente la misma. Cabello largo, traje sensual, mirada dorada penetrante y esa asquerosa voz que hastiaba a la mecánica.

— No me llames así. — Gruñó la CEO frunciendo el ceño.

— Oh, lo siento, señorita Sato. — Corrigió falsamente apenada Yuko.

— Señora Sato de Korra, por favor. Estoy casada con ella. — Hizo énfasis Asami ante ese factor, no se le había olvidado todo el daño que esa mujer le había hecho.

— Oh, perdóneme. — Rio la mujer de Kazuki. — Jamás pensé que esa Avatar de cuarta podría tener a tremenda mujer como usted.

— ¿Qué quieres? — Demandó saber la ojiverde cansada de aquel jugo impuesto por la mujer de sangre de fuego. — ¿Debo recordarte que aun sigues bajo sospecha de intento de asesinato contra mi persona?

— Oh, vamos, eso quedo atrás... Muy atrás... Quince años si mal lo recuerdo. — Comentó con altanería la mujer de cabello azabache. — Además, solo vine a recoger a mi sobrino. Es un campeón en el pro-control, no como tu esposa que lo dejó. — Presumió la fémina con aires presuntuosos.

— Querrás decir: "Era" un campeón en el pro-control. Tuve la desdicha de ver como jugaba y es un tramposo de lo peor... igual que tú... lastimando a aquellos que se interponen a tus deseos o no caen ante ti. — Bramó ingeniero.

— Pero si hoy estás que ardes, acabo de recordar porque te quería en mi cama... Por cierto, la oferta sigue en pie.

¿Es que era cínica? Asami estaba a punto de contestar a aquella proposición, pero no tuvo que hacerlo. Antes de que ella pudiese hacer algo un joven moreno de cabello castaño y con un fleco que le cubría parte de la cara junto con una chica de tez tan blanca como la porcelana y ojos heterocromaticos se colocaron a sus costados con cara de pocos amigos.

— Mamá, ¿está mujer te está molestando? — Interrogó de manera severa Tonraq.

— Señora, le pido no le falte el respeto a mi madre. — Gruñó secamente Yasuko, quien tuvo la desdicha de escuchar el ofrecimiento tan vulgar de aquella mujer.

— ¿Mamá?, ¿Madre? — Interrogó confundida Yuko.

— Somos sus hijos, ¿algún problema con ello? — Interrogó Tonraq notoriamente molesto.

— Oh... Ninguno... — Los ojos de Yuko se posaron en la figura de Yasuko. — Veo que al contrario, hizo un excelente trabajo...

— No mires a mi hija. — Gruñó Asami interponiéndose entre la mujer de Kazuki y su pequeña.

— No te pongas así, querida... Sabes que... — Pero la charla de a ojidorada fue interrumpida por una voz.

— ¡'Sami! — Se escuchó a decir a Korra a la distancia.

La joven Avatar venia corriendo, había tenido ciertos problemas en el baño (y con eso me refería a que cierta maestra de los cuatro elementos puede ser muy valiente, pero apenas ve una rata-elefante se acobardaba a tal grado que llegaba a romper el escusado).

— Perdón por la tardanza. — Se disculpó la morena entre respiraciones, había corrido hasta dónde estaba su mujer para lograr alcanzarla.

— 'Ma, esta mujer está molestado a mi mamá. — Acusó de inmediato Tonraq sin quitarle la vista a Yuko quien no salía de su asombro.

— ¿¡Quién se atreve a molestar a...!? — Pero las palabras de Korra fueron totalmente cortadas cuando divisó a la mujer a quien su hijo se refería. — Tú...

— Nos volvemos a ver, Avatar. — Musitó Yuko con cierto rencor en su voz.

— ¿No te advertí que te mantuvieras lejos de Asami? — Gruñó la morena con severidad.

— ¿Y tú no tienes una orden de restricción? — Devolvió el golpe Yuko con una sonrisa en la cara.

— Deberías estar en la cárcel... — La poca paciencia de la Avatar se estaba agotando.

— No conseguiste pruebas suficientes, lo siento. — Se burló la mujer sin pizca de remordimiento.

— Eras la esposa del presidente, ¡podías hacer lo que se te diese en gana!

— ¡Korra! — Intervino Asami, si eso seguía así lo más probable es que su esposa terminase en problemas. — Vámonos... No merece la pena.

— 'Sami... — La mirada de la ingeniero estaba cargada de ira contra la mujer, pero aun así se mantuvo firme ante la decisión.

Asami tomó de la mano a su pareja y la haló para salir de allí, sus hijos no tardaron en seguir a sus madres, no sabían quién era aquella mujer y la relación que tenía con la Avatar o la CEO, pero por cómo habían actuado sus progenitoras sabían que era áspera y sin esperanza de que mejoría. La ingeniero hervía en ira, ¿cómo se atrevía esa mujer en tan siquiera dirigirle la palabra después de todo lo que le había hecho? Era simplemente imposible. Y cómo había mirado a Yasuko, su hermosa niña, esa mujer estaba simplemente enferma. Cerró los ojos con fuerza y trató de tranquilizarse, pero era en vano, los recuerdos, el dolor, el miedo y la impotencia que alguna vez sintió Asami provocados por Yuko regresaron. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas sin control. La ingeniero no era de las personas que mostraba sus sentimientos en público, y mucho menos de los que le afectaban los fantasmas del pasado, pues había tenido que lidiar con muchos. Pero el temor a una muerte inminente, a que quizá jamás despertara o lo peor de todo, que gracias a ella perdiese a Korra para siempre.

El camino hacia la nave fue en silencio, la familia ni siquiera sintió de pasa a saludar a los maestros aire que les brindaban hospitalidad, no deseaban preocuparlos. Korra les pidió a sus hijos que se fueran a dormir de tal manera que ambos hermanos entendieron que era mejor dejar a sus madres solas, así que, deseándoles las buenas noches a ambas y con un cariño especial a la ingeniero quien respondió de esa manera tan dulce de siempre, los gemelos se retiraron dejando a la Avatar y a la CEO solamente con la compañía mutua. El silencio era desgarrador y Korra lo sabía, no debía decir palabra alguna, solamente se extendió sus brazos y acogió a esa figura alta de ojos verdes que tanto amaba. Comprendía su dolor, Yuko había lastimado a ambas en lo más profundo y delicado que tenían. Su relación y la vida de una de las dos. Jamás se le perdonarían aquello, pues hizo lo que hizo con plena conciencia de lo que podría causar y era innegable que ataque sufrido hacia tantos años atrás era nada más y nada menos para darle muerte a la hermosa mujer de cabello negro. La pareja se quedó ahí, abrazada, tratando de aliviar el dolor mutuo que sentían, pues, a pesar de que de eso habían pasado quince años, la marca seguía ahí y no se iría en por lo menos cien más. Pasó un buen rato antes de que la pareja pudiese tranquilizarse ante tan incómodo encuentro, ya era bastante tarde y debían irse a la cama así que, sin dudarlo, fueron a su respectiva recamara, se quitaron sus ropas y se metieron en la cama. Mañana sería un nuevo día y preferían estar descansadas.

La noche era relativamente tranquila, la joven Avatar había al fin logrado conciliar el sueño abrazando a su hermosa Asami, ambas estaban tendidas en su cama, sintiéndose de manera inconsciente, uniendo sus cuerpos tanto como sus anatomías podían. No deseaban alejarse mucho, tantas noches compartiendo el mismo lecho les había formado el hábito dónde ninguna podía estar sin contacto alguno con su pareja. Korra se hundía su rostro en el cabello de Asami y ésta sonreía entre sueños al sentir aquello, estaba siendo una sesión de sueño bastante cómoda y agradable. Hasta que. De la nada. Una explosión, gritos y sirenas de policía rompieron aquella aparente paz tangible. Casi de inmediato la pareja despertó sobresalta, la morena fue la primera en pararse de la cama dejando a relucir su típica pijama que jamás cambiaba, corrió hasta la ventana más cercana y miró con horror cómo se desataba un incendio en el edificio de gobierno de Ciudad República. Podía oler a la distancia el característico aroma a fuego, ¿qué rayos tenía esa ciudad con hacer explotar lugares? La última vez que estuvo ahí el taller de Asami había explotado gracias a una "deuda" pendiente con su familia. La morena tomó sus ropajes de la Tribu Agua del Sur y su planeador, iba a ver qué pasaba y a ayudar si se podía.

La Avatar junto con su familia no tardaron nada en llegar a la escena del crimen, habían miles de personas alborotadas gritando por doquier, el fuego se había empezado a expandir por todos lados. Korra indicó a sus hijos que buscaran supervivientes y ayudasen a disminuir el avance del fuego, ella iría a ver quién había provocado la explosión junto con Asami. Los cuatro estaban a punto de despedirse cuando, de entre el fuego, una figura femenina se ve salir. La mujer era alta, de cabello rubio, labios rojos intensos y, en sus manos, cargaba algo. La piel de las mujeres y de los chicos se erizó y sintieron como su corazón dejaba de latir por unos segundos. Lo que cargaba esa extraña rubia, que estaba cubierta de sangre y hollín, eran las cabezas decapitadas de Yuko y Kazuki, en el rostro de ambos aún era tangible el horror que de seguir vivos debieron sentir en el momento que su atacante les despojó de la vida. Korra estaba más que impresionada ante aquello, no se llevaba bien con ninguno de los dos, y era capaz de decir que odiaba hasta cierto grado a la mujer de la Nación del Fuego, pero eso, que les pasara eso, que sus ojos perdieran el brillo de esa manera era algo que ni ella misma le era capaz de desear ni a su peor enemigo, y vaya que tenía una gran lista de éstos. Sus ojos azules con los dorados de la rubia se cruzaron por unos momentos y la Avatar entendió algo que temía que se diera en su línea de vida. Algo malo iba a pasar. Algo realmente malo que acabaría con miles de vidas y que ella de seguro debería enfrentar.

Continuará….

NOTAS DE LA AUTORA:

Primer*: Mang significa "ciego" en chino. Cualquier duda consular al traductor de Google(?

Segundo**: Para el que no se ha dado cuenta, "Yas" diminutivo cariñoso de "Yasuko".

DELIRACIONES DE LA AUTORA:

Vale, ¿qué les pareció? A mi me gustó bastante escribir la última parte, sobre todo la del pro-control. Ya vamos por el Acto dieseis, o sea, el capítulo 17… Wow… No lo puedo creer. Esta historia ha sido la más larga que he redactado en todo este tiempo en la que me he dedicado a escribir y, parte de ello, es gracias a ustedes. ¿Quién imaginaría que esto surgió gracias que varias personas me pidieron seguir el FanFic de "Familia"? Es simplemente alucinante para mi, sigo sin creerme que este escrito posea 100 favoritos, +100 seguidores y +350 comentarios. No puedo expresar mi felicidad en palabras, ni jamás podría darles a entender lo agradecida que estoy por el apoyo que me han dado en todo el trayecto de esta obra que, desgraciadamente, se acerca a su final.

Así es. Quizá, no estoy seguirá, este sea el antepenúltimo capitulo que de "Nuestra Historia Sigue", todo dependerá de cuan largo esté el próximo capítulo. Desearía de antemano poder extenderlo, pero sencillamente, para mi, esta perfecto así como va y espero me comprendan. Vuelvo a reiterar mis agradecimientos para los que sieguen y, espero, seguirán esta historia hasta el final. Gracias. Muchas, pero muchas gracias.

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 11/2/2015, 11:05 pm

Chapter 18: Décimo Séptimo Acto

Hola a todos, perdón por la tardanza pero me surgieron –y siguen saliendo- problemas que en su mayoría eran de salud. Pero aquí estoy –o eso intento, tengo Salmonella en estos momentos y solo Raava sabe cómo estoy escribiendo esto- y al fin, después de una razonable tardanza, les traigo el décimo séptimo acto que espero les guste.

Por favor, les pido que se pasen un momento por la sección de "Deliraciones de la Autora", pues ahí hay un anuncio importante que los lectores que poseen mi Facebook ya saben. El fin, les dejo leer.

Nuestra Historia Sigue


Décimo Séptimo Acto: Inicio

Horror. Eso era lo que le recorría el cuerpo en ese instante. ¿Cómo alguien podría tener los escrúpulos requeridos y la sangre tan fría como el mismo hielo de su tierra natal para poder hacer algo así y sonreír de esa forma tan cínica como esa chica lo estaba haciendo mientras sostenía victoriosa las cabezas degolladas de un alto funcionario de gobierno y su esposa? Era simplemente repugnantes, su estómago se lo hizo saber al sentir las inminentes arcadas. No podía moverse, su cuerpo estaba totalmente petrificando por la escena que estaba viendo delante de sus ojos, no sentía ya el calor del fuego que la rodeaba, el dulce tacto de su esposa sosteniendo su mano se percibía tan lejana como la brisa o el mismo viento helado, los gritos enmudecieron, las órdenes dadas desaparecieron de su mente, era incapaz de tan siquiera recordar su propio nombre. Había viajado por el mundo, vio a personas morir, matarse entre si, pero jamás, en todos sus treinta y cinco años de vida, fue testigo de un acto tan barbárico. Antes pensaba que los métodos utilizados en la guerra de los cien años eran inhumanos, pero, al parecer, estaba más que errada, su realidad se lo estaba confirmando, la mujer que tenía enfrente se lo estrujaba en la cara.

«Esto es... horrible», pensaba Asami sosteniendo la mano de Korra, era un hábito que había adquirido con el paso de los años y de sus aventuras que, a veces, se podían poner un poco feas, pero no tanto como lo que se estaba desarrollando en esos momentos. Había querido ver a Yuko muerta, enterrada bajo toneladas de tierra y que los gusanos se comieran cada parte de ella. Pero eso. Ese cartel destino que la vida le había preparado no era justo, nadie, absolutamente nadie, tenía el derecho de quitarle la vida a otra persona. Esa lección se le había quedado profundamente gradaba desde su pequeño incidente con Kuvira hacia tantos años atrás. ¿Qué demonios pasaba? ¿Quién era esa joven de apariencia tan extraña? Estaba tan metida en sus pensamientos la mecánica que, solo hasta que escuchó un pequeño gritito sonar detrás de ella, pudo regresar a la realidad y, lo que pudo observar con sus ojos verdes terminó destrozando cada pequeña y miserable fragmento de su moralidad. La extraña mujer rubia sonreía y, con lentitud, bebió de aquel líquido carmín que destilaba como si de una llave abierta se tratasen cabeza de Kazuki. Eso rozaba en lo pútrido, enfermo y desquiciado. Era un nuevo nivel de morbosidad y perversión, algo que jamás había visto y, esperaba, jamás ver de nuevo.

Todos estaban en shock y la chica de ojos dorados lo notó, eso era lo que ella quería, causar caos y confusión. Tantos años de planeación, tanto esperar había valido al fin la pena. Sus planes se encubaron por diez años y, ahora, todo se estaba dando de acuerdo a lo que ella había predicho.

— Es un gusto conocer a la Avatar Korra y a su esposa. — Habló por fin la rubia, su voz era lenta y hablaba entre suspiros.

No hubo respuesta de parte del ser que dominaba los cuatro elementos, sus ojos seguían fijos en las cabezas que aquella mujer misteriosa cargaba como si de un accesorio de moda se tratase y ésta lo notó y no pudo estar más contenta de lo que ya estaba.

— ¿Te gustan mis adornos? Son lindos, ¿verdad? Pero no es mi estilo. — Y, sin más, la mujer rubia de pelo ondulado lanzó las cabezas de Yuko y Kazuki como si fueran un envoltorio de algún caramelo. — El color chocolate me va bastante bien.

— ¿Quién eres? — Gruñó la Avatar con ceño fruncido.

— Oh, ya volviste a la tierra. Me alegro. — Dijo feliz la ojidorada. — Me llamo Akumi, un placer.

— ¿Qué quieres? — Preguntó entre dientes la morena conteniéndose las ansias de molerla a golpes.

— No soy una chica de muchas exigencias. — Empezó a hablar Akumi caminando de un lado para otro entre los escombros.

Asami seguía con la mirada a la tal Akumi, algo no le gustaba de ella y no tenía que ver el hecho de que había sido la mujer que decapitó a su amigo y a su esposa. Se movía de una manera extraña, sus pasos pretendían ser meneados, pero algo en alguna parte de su cuerpo la molestaba, como si cargara algo que le impidiese moverse con total libertad. Conocía ese meneo, ella caminaba así solo cuando... «¡Oh, Raava!», dedujo la ingeniero en ese mismo instante.

— ¡Solo quiero matara al ser que me impide avanzar! — Amenazó Akumi mientras sacaba un extraño aparato metálico de entre sus ropas.

— ¡Korra, cuidado! — Gritó Asami moviendo a su esposa.

Se escuchó un extraño sonido, algo que jamás había tenido el gusto de oír en toda su vida. Era como el chocar del metal, pero más agudo, frío y aterrador. Pero lo que más llegó a asustar a la familia Sato fue ver el como una cosa pequeña, del tamaño de un guijarro de piedra, atravesaba con gran facilidad el hombro de la Avatar provocando que la morena diese un grito tan desgarrador que perseguiría a todos los miembros de su familia por las noches, sobre todo a su esposa que no tardó nada en poner su cuerpo como amortiguador del peso muerto de la ojiazul. Ya decía ella que algo estaba ocultado esa mujer, pero no había pensado que fuese cosa semejante. Sin tardar y por costumbre, Asami empezó a revisar la herida de su hermosa morena quien se retorcía del dolor mientras sostenía con fuerza su brazo herido. ¿Qué demonios había sido eso? La mecánica no lo sabía y no iba a averiguarlo en esos insistes, tenía que ver qué clase de extraña herida le había causado esa cosa extraña a su hermosa Avatar para que ya, después, con más calma, pudiese patearle el trasero a esa maldita que se estaba riendo en esos momentos. Habían cuatro cosas con las que nadie se debía meter con la Sato: Con su empresa, con su dragón, con su familia y, sobre todas las cosas, con Korra. Si tocabas a la última, podrías empezar a hacer tu testamento, porque firmabas tu sentencia de muerte.

Decir que estaba enojada era poco, ¿¡cómo se atrevía esa mujer en lastimar a su madre?! Sus cejas estaban fruncidas, sus puños cerrados y presionado con tal fuerza que sus uñas hacia mucho habían atravesado la tela de sus guantes haciéndole sangrar gracias a la ruptura de la epidermis en contacto con sus uñas, sus dientes crujían de tanto que se estrujaban entre ellos y de su garganta salían pequeños gruñidos guatarles. Le iba a dar una paliza, una que jamás olvidaría y que le hiciera arrepentirse de haber usado ese extraño artefacto contra su madre. Miró a su hermano quien estaba en la misma y ambos supieron que debían hacer. Ellos eran Tonraq y Yasuko Sato, habían crecido juntos y su estilo de pelea podía ser letal si era trabajan en equipo y, en ese momento, ambos tenían los mismos pensamientos. Nadie, por más loco y enfermo que estuviese, podía tocarle un pelo a su madre, a cualquiera de las dos. Si ya Akumi se había ganado el repudio de Asami, ahora debía lidiar con otros dos que si bien, no eran tan amenazantes aún, si era para temerles pues, así como Yasuko podía dominar perfectamente el rayo, Tonraq era un prodigio en la prohibida sangre-control y, en esas circunstancias, no iba a ponerse a pensar en si era legal o no y eso su hermana mayor lo sabía al igual que aquel poder que el moreno prefirió mantener en secreto de sus progenitoras, pues sabía que podía meterlas en problemas. Además de invocar malos recuerdos en la más pequeña.

Los hermanos se dieron una última mirada antes de asentir con sus cabezas, tenían un plan, ellos siempre tenía uno. Sin más, Yasuko arrancó a correr en dirección de la rubia quien seguía riendo por la caía de la Avatar mientras que Tonraq decidió tomar el camino contrario. La táctica que usarían era simple y, a su vez, muy efectiva: La maestra fuego atacaba por delante y distraía al objetivo enfrentándole cara a cara para darle tiempo y, a su vez, una entrada al maestro agua para que pudiese atacar por sorpresa y dejar inmóvil al contrincante. Jamás fallaba, esa era su maniobra maestra, cuando hacían eso el enemigo pensaba que el menor iba por ayuda o algo semejante cuando en realidad lo que hacía era dar media vuelta a su entorno para agarrarlo por la espalda y someterlo. Lo habían hecho en más de una ocasión, ser hijos del Avatar te hacia presa de muchos delincuentes menores que pesaban erróneamente que esos chiquillos eran hijos de mami, así que debías aprender a defenderte pues mami y mamá podrían ese día no estar contigo y a algún "genio" "criminal" se le podría ocurrir que era lo suficientemente inteligente como para secuestrar a los tesoros del Avatar y pues, más valía que ese "genio" saliese corriendo temiéndole a dos niños, a que partiese con uno en cada brazo llorando y rogando por sus madres.

Akumi no podía creerlo, el juguetito que había hecho pudo dejar en el suelo al Avatar en cuestión de segundos, ¡era increíble! ¡Los diez años de preparación valieron totalmente la pena! Ahora solo debía acabar con la morena, no más Avatar significa que la persona que representaba todo lo contrario a sus ideales desaparecería y, con ella, lo tradicional que impedía avanzar al mundo. Solo tenía que alzar su hermoso juguete, apuntar y listo, todo habría acabado. O eso pensaba antes de ver como una chica de cabello negro largo atado en una trenza corría en dirección a ella. Sabia quien era, si sus fuentes no estaba mal se trataba de Yasuko Sato, la hija mayor de la Avatar y de su ídolo Asami Sato, ¿como una mujer de ciencia como ella pudo haberse ligado de por vida con un vejestorio como la Avatar? ¡Era inaceptable! Así que, ¿por qué no hacerle un favor al mundo y eliminar el fruto de la unión entre lo nuevo y lo viejo? La rubia sonrío con malicia y cambio su objetivo moreno por uno de tez blanca y ojos heterocromaticos, torturaría al ser más poderoso de la manera más suculenta, quitándole la vida a una de las personas que más amaba en la vida, matando al producto del pecado, de lo que jamás debió ser juntado. A la hija mayor de Asami Sato y la Avatar Korra. Después iría con el menor, si su memoria no le fallaba su hediondo nombre era Tonraq. Él era el mal encarando, lo que jamás debe existir, ¡una abominación total! ¡Si su hermana era un pecado, él era una aberración con tan solo el hecho de respirar!

De nuevo ese atemorizante sonido atravesó el aire, Yasuko solo pudo ver como una cosa pequeña se dirigía hacia su posición. Todo pareció alentarse, le dio las órdenes a sus piernas de que saltaran a la izquierda, había visto ver a su madre caer gracias a esa cosa tan pequeña. No sabía que era, pero tampoco lo deseaba averiguar. Sintió como algo le rizaba la cara, quemaba, dolía y ardía. Pudo percibir su piel abrirse y como un hilo de sangre empezaba a recorrer con lentitud su mejilla, aquel liquido carmín llegó hasta su quijada dándole a entender que al parecer la herida era un poco más grave de lo que ella pensaba, pero no le importó, debía seguir corriendo y lograr taclearla o algo semejante. Mientras esa rubia tuviese esa extraña cosa entre las manos, todos corrían peligro. Sus madres, quienes estaban en el suelo; su hermano, quien de seguro ya estaba en posición y ella. Tomó aire y, sin pensarlo mucho, se abalanzó sobre Akumi con una patada que venía acompañada de una hermosa ráfaga de fuego azul que, para desgracia de Yasuko y fortuna de la rubia, la última puso esquivarlo con cierta facilidad. Al parecer no solamente la rubia ladraba, también tenía dientes con los que podría morder.

— Vaya, al parecer el pequeño fenómeno sabe jugar. — Se burló abiertamente Akumi guardando su aparato mecánico, vencer a la hija de la Avatar sería con sus propias manos más gratificante. — Ven, veamos lo que tienes.

— Te arrepentirás de haber herido a mi madre. — Susurró Yasuko con rabia.

— La niñita quiere llorar, buh, buh. — Akumi no terminó de hablar, pues un puño impactó directamente en su mandíbula.

— Cierra la boca. — Gruñó la maestra fuego.

— Así que ya quieres empezar, vale. Juguemos. — Sentenció la rubia frunciendo ceño y sonriendo.

Llamas azules danzaban al rededor, gritos de guerra las acompañaban como música de fondo. Yasuko y Akumi no parecían pelear, sino bailar con cada puñetazo, patada o injuria soltada. Asami podía verlo todo a la distancia mientras traba de hacer parar la hemorragia de su Korra quien cada vez estaba más pálida, como deseaba estar allí junto a su hija luchando contra la persona que había osado lastimar a la morena, pero no podía, no debía moverse de su lugar a menos que quisiese que la vida de la Avatar terminase en ese mismo instante. Se mordía con furia el labio y prefirió apartar la vista para inspeccionar la herida que tenía su adorada maestra de los cuatro elementos. Un agujero de aproximadamente el tamaño de su pujar era visible en el hombro de la ojiazul, la epidermis que estaba al rededor se encontraba quemada y muy dañada, del lado contrario donde el proyectil había salido las cosas no eran mejores. La herida era mucho más grande, casi el triple del agujero paralelo, se podía apreciar como la piel fue cocida en algunas partes y en otras desgarrada dejando a la intérprete el músculo bien trabajado y, ahora, dañado de la Avatar. Asami jamás había visto una cosa semejante, sea lo que sea que fuese aquella extraña arma, era de tener y esperaba que solo fuese una sola que Akumi tuviese en su poder. Le rogaba a Raava que así fuera pues, de lo contrario, todo el mundo estaría en peligro.

Tonraq miraba como su hermana distraía a la rubia que había lastimado a Korra, debía esperar al momento justo para hacer su jugada. Las patadas cargadas de fuego azul que lanzaba Yasuko eran impresionantes, tanto que llegó a hechizar al moreno por unos instantes, afeitaba ver a su hermana en acción, parecía una bailarina interpretando alguna pieza dramática. Su trenza bailaba con cada movimiento ágil que hacía, su mirada afilada jamás perdía de vista a su enemiga ni por un segundo, daba saltos mortales semejantes a los que su madre hacía, su armadura jugaban con el viento cada vez que su cuerpo giraba de manera brusca. Aquel estilo de pelea tan feroz, calculador y a su vez con tanto sentimiento eres hermoso, una obra de arte que la mayor de los Sato había perfeccionado con los años y que al menor le encantaba ver. Por eso disfrutaba entrenar con ella porque, si verla de lejos te encantaba, estar a su lado observando todo en primera fila era magnifico. Pero Tonraq no estaba ahí para deleitarse con los ágiles movimientos de su hermana, estaba allí para atacar a esa estúpida rubia quien acababa de darle un puñetazo a su gemela.

«¡Oh, no... Con Yas nadie se mete y sale sin ningún diente roto!», pensó el maestro agua antes de arrancar a correr a toda prisa y derrumbar a la rubia con la potencia de su impacto. Tonraq era de la misma altura de Yasuko, así que le sacaba unos cuantos centímetros a Akumi quien acabó en el suelo confundida y adolorida después de haber recibido más de setenta kilogramos de puro músculo. El moreno la miraba con cierta ira en los ojos, a diferencia de su hermana él mucho más expresivo en la batalla denotando mucho su estado de ánimo, estaba a punto de usar su control bajo el fuego para atacar a la rubia a quien tenía bajo su merced, cuando sintió la presencia de un espíritu llamándole, por inercia viró su rostro en dirección de dónde percibía aquella esencia. Sus ojos se abrieron por completo permitiendo ver el hermoso azul de su único ojo expuesto al mundo. Al parecer el empujón que le dio a la rubia fue tan potente que logró sacar de dónde sea que hubiese metido la arma que poseía Akumi, regresó su mirar hacia su hermana y le empezó a hacer gestos para que mirase en dirección del artilugio de metal. Debía tomarlo, esa cosa podría ser una de las pistas más importantes que podrían obtener esa noche si capturaban a la rubia.

Sentía un gran dolor, ¿qué cosa se le había aventado encima? No lo sabía, pudo percibir su cabeza crujir y como un objeto que le era incomodo en la parte trasera de su espalda desaparecía, cosa que realmente agradecía. Su mundo daba vueltas, el suelo contra ella no le era nada reconfortante y, cuando notó un peso sobre su abdomen sus sentidos se volvieron a activar tan rápido como su cerebro pudo procesar los mensajes de éstos. Enfocó su vista sobre el joven que la tenía aprisionada contra el candente pavimento que era aún decorado por las llamas que se esparcían por todo el lugar dándole un ambiente aún más sádico y enfermizo. Si ceño se frunció de inmediato al notar que quien la tenía subyugada era nada más y nada menos que una de las personas que representaba lo que ella consideraba una aberración. Intentó mover su mando a su espada para coger su juguete, no lo quería usar, la satisfacción de asesinar a alguien con sus propias manos era mucho mejor que hacerlo con aquel artefacto metálico, pero en esas circunstancias no tenía muchas opciones. Al tocar su espalda notó que algo faltaba y un frío la recorrió por todo su pálido cuerpo. No estaba. El arma no estaba. Miró con desesperación por todos los lados y la vio, allí tirada en el suelo, a unos cuantos metros de ella. Debía recuperarla pues, de lo contrario, si la líder de los Sato y esposa de la Avatar podía una de sus delicadas manos en ese artefacto de metal, sabría o idearía un modo para neutralizarla. Pateó con fuerza el estómago del joven que la tenía contra el suelo en una posición para nada agradable para salir y tomar lo que era suyo.

La mayor de los Sato divisó como su hermano era empujado por Akumi y ésta se paraba enseguida con una mirada retadora que se dirigía a su persona, a ella le faltaba aún un buen tramo para llegar hasta aquel extraño artilugio metaloide color negro que se encontraba plácidamente apoyado en el suelo. Dorado se juntó con verde y azul, el aire se tensó y supo que el enfrentamiento sería inminente. Yasuko no dudó ni un minuto y enseguida se precipitó hacia delante para lograr coger el objeto metálico, si aquella rubia se volvía a posesionar de aquella cosa, sería muy peligrosa. Había visto que hacía, su madre estaba en el suelo y perdiendo sangre debido a un ataque directo, no quería imaginar que eso se volviese a repetir con su hermano, su mamá o con ella misma. Ya estaba a unos cuantos centímetros del objeto negro, contrajo sus piernas y dio un salto para poder coger el arma más rápido que su contrincante. Pero el destino no estaba de su lado pues, apenas tocó el mango más corto de la extraña cosa en forma de "L", otras falanges se colocaron sobre las suyas propias, alzó el rostro y de nuevo se encontró con aquellos ojos dorados que destellaban vacío e inhumanidad. Al parecer la debía enfrentar de nuevo, tan solo esperaba que Raava estuviese de su lado para no ser ella quien probase la eficacia de aquel extraño aparato.

Tonraq estaba tan abobado asegurándose que su hermana tomara aquella cosa metálica que lo único que sintió de la huida de Akumi fue como su abdomen se contraía. Debía admitirlo, la rubia pegaba duro, no tanto como Yas, pero si lo suficiente como para hacerle sentir dolor por un breve momento. Se retorció por algunos minutos tallándose la zona lesionada con el afán de calmar un poco el dolor y alzó la vista para encontrase con otra de las hermosas danzas de su hermana, podía ver que estaba unida a su contrincante gracias a que ambas cogían el extraño aparto y disputaban quien se lo quedaba. Sin ponerse a meditar mucho la situación, el moreno se paró lo más rápido que pudo y corrió dónde Yasuko y Akumi peleaban, extendió sus brazos y, con toda su fuerza, tomó a la rubia de la cintura y extremidades superiores privándola de toda movilidad posible limitándola a solo patalear con sus piernas. Con el rabillo del ojo notó como su hermana mayor guardaba la arma usada y se apresuraba a dónde él estaba para ayudarle con la enemiga capturada. Ambos hacían un buen equipo, lo sabían y ese era su mayor fortaleza que muchas personas no sabían, cosa que les daba una ventaja enorme a ambos al igual que su anonimato que tuvieron desde que ambos nacieron.

Todo iba salir como era debido, pero algo que nadie planeo a excepción de cierta rubia pasó. Se escuchó el sonar de un objeto cuando impactaba contra el suelo, aquello llamó la atención de ambos hermanos y de la pareja que yacía en el suelo. Un pequeño siseo se apoderó del aire y, con éste, un humo espeso que se iba dispersando por todo el lugar. De la nada, varias personas aparecieron obligando a los gemelos Sato a encontrarse y a la ingeniero a reincorporarse para proteger a su amada quien estaba en el suelo inconsciente y con una pérdida de sangre tremenda. La pelea no se tardó en dar, Asami era buena y podía con todo aquello que se le pusiera en frente, había estado en situaciones similares antes, así que la experiencia estaba de su lado; pero no para los hermanos. Yasuko no lograba encontrar a Tonraq y eso le hacía flanquear, se concentraba más en proteger al menor que en los sujetos con los que se enfrentaba, eran cinco contra ella y, a pesar de que tuvieron problemas, lograron derribarla y despojarla del objeto que debía custodiar. «Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda...», pensaba la maestra agua mientras seguía contra el suelo, su cuerpo dolía y cada músculo de su anatomía le exigía un descanso. Aún era joven para la batalla, lo sabía, pero dio todo de si en ese encuentro.

Tonraq seguía enfrentándose contra los cómplices de Akumi, eran tres contra él solo, jamás se había enfrentado a tantos enemigos a la vez, pero no podía perder, si lo hacía, ya podía irse despidiendo del respeto que le tenía Yasuko y decirle "hola" a las burlas de su hermana mayor. Alzó los puños y los colocó frente a él, no tenía ninguna fuente de agua cerca, así que sólo podría usar su fuego control y, si se daba una situación realmente extrema dónde no tuviese oportunidad alguna de alzarse victorioso, escapar o que su hermana o sus madres estuviesen en peligro, recurriría al dominio de su sangre control. A él no le gustaba para nada aquel don con el que nació, cuando supo de su capacidad aquel día de verano dónde por accidente logró inmovilizar a Yasuko en uno de sus entrenamientos se juró jamás volver a ser uso de aquello, además de que sabía que aquello le podría hace recordar a su madre aquel día donde Amon le quitó sus poderes. Tonraq estaba listo para atacar cuando una voz femenina se alzó sobre todo el humo y los sonidos que dominaban en el ambiente.

— ¡Gente, nos vamos! ¡Ya tengo lo que me quitaron y ya hice el daño suficiente! — Era Akumi dando la orden de retirada a sus peones.

«¿Lo que le quitamos...? ¡Yas! ¡El arma!», reaccionó el moreno al ver a lo lejos la figura magullada de su hermana mayor quien señalaba a uno de los delincuentes amigos de la rubia, el joven Tonraq avanzó lo más veloz que sus piernas le permitieron y, con una agilidad sorprendente y haciendo uso de sus habilidades para sacarle cualquier cosa que su hermana tuvieras sostenida sin que ésta se diera cuenta, estiró su mano y, con una delicadeza digna de un ladrón, deslizó el objeto metálico que éste poseía y lo escondió entre sus ropas que se asemejaban a las que la ingeniero usaba cuando peleaba solo que de un color azul marino. Una vez hecho, corrió en dirección dónde Yasuko estaba, por lo que veía él había corrido con suerte al enfrentarse a solo tres oponentes, quien sabe cuántos habrían ido tras su hermana mayor y, al ver lo magullada que estaba, tuvo que morderse la lengua para no decir alguna obscenidad delante de ella y se maldijo por no haber estado a su lado. Desde hacía años él siempre era al que ella protegía, siempre cuidándolo de que nada malo le pasase y, cuando debió estar allí para hacer lo debido con ella, no estuvo. «Tonraq, era el peor hermano del mundo...», se dijo a sí mismo el moreno ayudando a la maestra fuego a pararse. «Mamá y Ma' te van a matar...», suspiró mentalmente el hijo menor de la CEO y la Avatar ante el inminente castigo que, sinceramente, no le importaba recibir. Solo quería asegurarse de que su familia estuviese bien.

- o - o - o - o - o - o - o - o - o - o -

Gente corría de un lugar para otro cargando cubetas y tiñas de agua, algunas limpias y otras teñidas con un rojo carmín claro. Una anciana Kya daba órdenes precisas sobre que debían hacer sus asistentes que, por todos los espíritus, sacaran a Tonraq del lugar de sanción porque si seguía llorando como magdalena le iba a congelar en aquel lugar. Apenas nos humos se disiparon en la escena del crimen cometido, Asami con ayuda de su hijo llevaron a Korra y Yasuko a la *Isla del Templo Aire para que las curasen. Las heridas de la mayor de los hermanos Sato eran simples contusiones, moretones, un pómulo lesionado, un ojo morado, labios partidos y varios cortes leves, nada que el mismo Tonraq no pudiese curar, a diferencia de su hermano, la maestra fuego no se llevaba muy bien con la sanción, si sabía cómo tratar un hematoma o alguna cortada era mucho decir. Quizá ambos fuesen prodigios, pero cada quien tenía su área donde destacaba y, en ese aspecto, Yasuko solo se quedaba en lo principiante por netamente falta de interés. Así que a curación de la mayor de los Sato fue rápida y eficaz, en unos cuantos minutos ya estaba en un camarote dentro de la nave siendo acompañada por su hermano menor, vendada y con alguno que otro analgésico para el dolor, que sus heridas no fuesen mortales no sofocaban que no le doliesen. Gracias al cansancio y al medicamento la maestra fuego cayó rendida apenas salir de la cámara de sanción, dormir un poco le ayudaría al proceso de curación.

Sin embargo, la Avatar no tuvo tanta suerte como su hija. A pesar de que la herida de la morena era solo una, lo compensaba la gravedad de ésta. La maestra agua de cabellos grisáceos y azulina mirada jamás había visto lastimada parecida en todos sus años de experiencia, y eso que ella viajó por el mundo ejerciendo aquella hermosa profesión de curar a los enfermos y heridos. El hombro de Korra estaba parcialmente intacto de la parte superior, solo se podía apreciar un agujero que estaba adornado por una aureola morada, de segundo un hematoma, la sangre escurría de aquella pequeña perforación y, por lo que la maestra agua podía apreciar, seguiría así de no curarlo rápidamente. Pero el problema no era ese, sino lo que estaba detrás. El lado posterior del hombro de la Avatar estaba muy lastimado, era como si algo le hubiese explotado cera de esa zona. Se podía ver el agujero de salida del proyectil usado y, sus alrededores, la piel parecía haber desaparecido, pero lo más correcto era decir que había sido quemada llegado a tal punto que el músculo era visible. Kya tardó dos o tres horas tratando de curar todo el daño causado, pues no solamente era externo sino que interno también, y eso era lo más complejo puesto que debía recurrir a lo que agua le decía. Una vez finalizado el trabajo básico, le pidió a Asami que cuidase de Korra y que Tonraq le hiciese una curación diaria, ella había solo restablecido el daño interno y un poco el externo, pero para que curase al cien por ciento necesitaría de varias sesiones.

La CEO agradeció de antemano las atenciones de la tribal del sur, con los años Kya había pasado a ser parte de la familia, pues ella junto con su esposa Lin les dieron los ánimos requeridos cuando ambas se sentían cohibidas o les daban algún consejo marital en aquellas ocasiones donde las cosas no iban muy bien entre ambas, además de ser la niñeras oficiales de Tonraq y Yasuko cuando aún vivían en la Tribu Agua del Sur. Con ayuda de la maestra agua y su hijo menor, Asami movió a Korra hasta el camarote dónde se encontraba Yasuko, prefería vigilar a las dos mujeres más importantes de su vida al mismo tiempo, le prometió a la hija del ex-Avatar Aang que cuidaría a ambas chicas antes de que la morena se retirase dejándola a ella junto con su familia a solas. La ingeniero tomó una silla de uno de los dos escritorios que estaba en enorme habitación y la jaló en medio de las dos camas, a su derecha estaba su esposa y a la izquierda su hija, detrás de ella había una mesita de noche con una lámpara que daba la suficiente luz para poder ver y, arriba de ésta, otra que le ayudaba a la primera. Las paredes estaban forradas por una tapicería roja vino y con adornos negros en las esquinas. Todo sea un silencio sepulcral, tan solo se podía escuchar la respiración de las cuatro personas que estaban allí, cada una en su propio mundo.

— Mamá, discúlpame. — Rompió el silencio Tonraq con tono melancólico.

— ¿Por qué me pides disculpas, cariño? — Se interesó Asami sin quitar la mirada de su esposa o su hija.

— No cuidé bien a Yas... Salió muy lastimada. — Empezó a hablar entre sollozos el moreno. — Yo... Yo debí estar allí para ella. Jamás nos separamos cuando nos enfrentamos a muchos enemigos, siempre estamos ella y yo y, cuando me necesitó yo estaba en otra parte. Soy el peor hermano de la historia. Ella siempre me protege y yo no pude hacerlo.

— Oh, Tonraq... — Susurró con amor la ingeniero ante las palabras de su hijo.

La ojiverde suspendió su guardia, se paró y encaminó sus pasos en dirección donde estaba el moreno. Tonraq desde que había ayudado a acomodar a su madre se apoyó en la puerta de entrada, pues, así, no perdía de vista a ninguna de las tres mujeres que más amaba en el mundo. El maestro agua dio un pequeño respingo al sentir dos manos tomándolo del cuello y acogiéndolo en un abrazo, el aroma característico de la mecánica le inundó las fosas nasales y contestó aquel gesto aferrándose a la ojiverde como si su vida dependiera de ello, de sus ojos empezaron a salir lágrimas y pequeños gemiditos de su garganta. Se sentía mal, culpable, si no fuese porque le pidió cuidar el arma, su hermana no estuviese así de herida.

— ¡Mamá, mamá, todo es mi culpa! — Se recriminaba el moreno.

— No, no, tú hiciste todo lo que podías hacer por tu hermana. — Trataba de tranquilizarle Asami.

— Ahora Yas está herida, Ma' está herida, tú tienes golpes que no te atendiste y yo, bueno, soy el idiota al que solo le golpearon el abdomen. — Sollozaba el maestro agua apegándose más a su madre. — Fuero por Yas porque sabían que tenía el arma, lo sé, fue mi culpa.

— Cariño, sé cómo te sientes... — Le reconfortaba Asami con tono dulce. — Yo debo proteger a tu madre... Sabía que Akumi tenía algo extraño, pero me di cuenta muy tarde... Debía ser yo quien estuviese en esa cama y no ella.

— Pero tu cuidaste de Ma', no te separaste de ella desde que la hirieron. Yo, por otra parte, me alejé de Yas y permití que le lastimaran. — Al parecer sentir que la culpa era solamente tuya era algo que en el linaje Sato hará hereditario.

Asami ya no dijo nada, las palabras parecían sobrar o insuficientes en esos momentos, solo se limitó a que su hijo posara su cabeza y se desahogara en su pecho como cuando se lastimaba e iba donde ella para que lo curase, solo que ahora la herida que sufría el menor de los Sato era intangible y la ingeniero no podía darle un beso mágico para que el dolor desapareciera. Con sus manos acariciaba la melena castaña de su pequeño y con su garganta y labio hacia los mismos sonidos que alguna vez utilizó para calmarlo cuando era un pequeño bebé. No podía imaginar la angustia sufrida por su moreno, en todos sus años jamás sufrió tal golpe, en sus pupilas nunca se había reflejado el cuerpo herido de su hermana y tan magullado como su madre. Era una experiencia nueva y a su vez aterradora para Tonraq, Asami lo sabía, pasó por eso mismo cuando Korra fue envenenada. La impotencia y la culpa la llegaron a consumir en su momento, pero ahora ella estaba allí para su hijo y no lo dejaría caer. Lo aferró más contra sí y en silencio ella también lloró, esa era una de las cosas que no quería que sus hijos experimentarán, pero hacia años aceptó que aquello era inminente y que, quisiera o no, siempre llegaría algún momento similar a ese y lo mejor que podía hacer era estar a su lado como en esos momentos.

Aquella noche fue una de las más tensas para la ingeniero y su pequeño, se quedaron velando a la morena y la maestra fuego hasta que el sol se alzó por el horizonte, no deseaban separarse ni un momento de ellas. Las ojeras no tardaron en aparecer en el más joven al igual que las señales de cansancio: falta de concentración, adormilamiento y bostezos seguidos. Asami sabía que Tonraq no era del tipo que cediera sus horas de sueño, pero también tenía conocimiento de su abismal preocupación por la Avatar y su hermana. Sonrío al verle tan decidido luchando contra el sueño y permaneciendo al lado de Yasuko, si eso seguía así Tonraq caería sobre su hermana y quizá le causaría más daño del ya sufrido. La CEO le ordenó con dulzura a su hijo menor que se retirase a descansar y, a pesar de la negativa inicial del moreno, acató las órdenes de su madre sin mucho reprochar, estaba demasiado cansado como para rezongarle a la ojiverde quien tenía más experiencia en esos tema y, si ella le daba la oportunidad de dormir, lo haría, debía estar descansado para cuando su madre calera víctima del agotamiento. Con esa idea de mente, le deseó las buenas noches a la líder de Industrias Futuro y se retiró a su habitación dejando a la CEO sola con su hija y su esposa quienes aún dormían plácidamente.

Era ya pasado de medio día, la joven Avatar sintió como los rayos del sol acariciaban sus párpados con la delicadeza suficiente como para molestar su sueño. Quiso cambiar de posición, pero un dolor punzante y un ardor tan potente que parecía como si un fierro al rojo vivo estuviese en contacto con su piel la despertó. De su garganta salió un gruñido gutural y cerró uno de sus ojos en un gesto de dolor. «Pero que ra...», empezaba a pensar la morena cuando una oleada de recuerdo azotó su mente como una ola gigantesca hacia al chocar contra la bahía en un huracán. Fuego. Llamas. Gritos. El sonido de algo estallado. Un dolor inmenso o en su hombro. Oscuridad. Llantos. Alaridos. La voz de Asami llamándola con desesperación. Akumi. Su ceño se frunció, había sido derrotada con una facilidad abismal. Con lentitud, la Avatar se irguió sobre la cama y puso su mano sobre su rostro, el hombro le mataba y un dolor de cabeza tremendo le estaba invadiendo. «¿Qué demonios pasó anoche? ¿Qué era esa cosa con la que me atacaron? ¿Quién rayos es Akumi?», se preguntaba la maestra de los cuatro elementos tratando de luchar contra su gran lapsus oscuro que su mente solo le daba y tratando de unir los vagos recuerdos que tenía antes de perder totalmente el conocimiento por el dolor sentido o la pérdida de sangre.

— Buenos días, Korra. — Escuchar aquella voz logró erizar la piel de la ojiazul, ¿alguna vez se acostumbraría a que esa magnífica voz le dirigiera la palabra? No lo sabía. — ¿Cómo estás?

La morena viró su rostro y encontró para su dicha unos hermosos ojos verdes que la miraban con preocupación, abajo de éstos se podían apreciar leves ojeras que empezaban a aparecer en esa pálida piel que en más de una ocasión tuvo el placer de palpar y proclamar como suya propia.

— Buenos días, Asami. — Devolvió el saludo la Avatar con una sonrisa. — Pues, sigo en una pieza y eso es bueno.

— ¿Y tú hombro? ¿Te duele mucho? ¿Quieres que llame a Kya para que te cure? — Bombardeó de preguntas la ingeniero a su esposa.

— Mi hombro está lo mejor que puede estar, supongo... Me duele, no lo negaré, pero no creo que sea prudente molestar a Kya. Puedo hacerlo yo misma. — Se defendió la morena.

— Si tú lo dices... — Aceptó la CEO en un suspiro.

— Por cierto. — Zanjó la Avatar. — ¿Dónde está mi pequeña Yas y mi pequeño Tonraq? ¿A caso no van a saludar a su madre?

Aquella pregunta hizo que el semblante de Asami se ensombreciera y agachara la cabeza, estaba tan preocupada cuidando a Korra y a Yasuko que se le había olvidado por completo que su esposa había estado en un estado deplorable en toda la batalla que sus pequeños tuvieron valientemente con Akumi, así que no había estado presente en aquellos momentos de confusión con el humo. Lástima que aquello no pasó inadvertido para la Avatar, sintió como un nudo en empezaba a aparecer y la preocupación se comenzó a apoderar de ella.

— Asami... ¿dónde están nuestros hijos? — Cuestionó de manera más severa la morena.

— Acabo de mandar a dormir a Tonraq, pasó toda la noche haciéndome compañía y ayudándole con ustedes dos... — Habló la ingeniero con delicadeza.

— ¿Nosotros... dos...? — Repitió la morena con temor.

— Si. — Afirmó la mecánica haciéndose un lado para dejarle la visión libre a su esposa.

Korra sintió su mundo derrumbarse de poco a poco, delante de ella estaba su princesa con vendas por todas partes y profundamente dormida. ¿¡Qué demonios había pasado!? ¿¡Por qué Yasuko estaba herida!? ¡¿Quién se había atrevido a tocarle un pelo a su hermosa niña?! La Avatar apretó sus puños y su rostro reflejó el enojo que esa escena le provocaba.

— ¿Qué demonios pasó anoche, Asami? — Empezó a gruñir Korra. — ¿Por qué Yasuko está así? ¿Dónde demonios estaba Tonraq? ¡Es su deber cuidar de su hermana! ¡Le he dicho millones de veces que estén juntos!

— ¡Korra! — Calló Asami a su esposa que empezaba a gritar, y no la culpaba, ella reaccionaria así su despertara y encontrara a cualquiera de sus hijos en ese estado.

La morena casi se muerde la lengua al escuchar como su esposa alzaba la voz, una de las pocas cosas a las que la Avatar le temía era a su esposa enojada, porque ella también tenía su carácter y sus peleas podían volverse una lucha de gritos tremenda y totalmente estúpida que sacaba lo peor de ambas junto con los reproches jamás dichos por ser nada fundamentados.

— Korra... Cariño... No tendieron una emboscada. — Comenzó a contar la CEO. — Después de que te desmayaras yo me encargué de cuidarte. Tonraq y Yasuko fueron muy valientes al enfrentarse contra Akumi. Trabajaron juntos como les enseñaste... Pero... Los cómplices de Akumi lanzaron bombas de humo y separaron a nuestros pequeños. Yo quería ir a ayudarlos, pero me acorralaron seis sujetos. Los vencí tan rápido como pude, pero ya era tarde... Golpearon a Yas porque se hizo con la arma de Akumi y se la quitaron, pero antes de que huyesen, Tonraq logró quitársela a uno de los compañeros de Akumi.

— Oh... Ya veo... — Susurró la Avatar sin saber cómo sentirse. Inútil. Triste. O simplemente frustrada.

— Korra... — Susurró Asami tomando la mano de su esposa.

— Soy la peor madre de todas... — Musitó la morena. — Dejé que mi hija saliera herida por mi culpa. Yo estaba en otro lugar mientras ella, Tonraq y tú luchaban mi pelea. Soy un asco.

— Por Raava, tú y Tonraq son dos gotas de agua. — Murmuró la mujer de ojos verdes antes de darle un beso a su mujer. — Estabas herida con una extraña arma que te quemó, perforó y casi destrozó tu hombro. No podías hacer nada y ni Yasuko ni Tonraq te culpan. Ellos pelearon por ti, porque sabían que lo que te habían hecho no era justo. Ellos te aman, Korra. Yo te amo.

— Asami... — Murmuró la Avatar antes de sentir los carnosos labios de su esposa sobre los suyos. — Yo igual los amo... Te amo.

La pareja se sonrío mutuamente, aquel pequeño acto estaba cargado de sentimientos tan puros que sería imposible describirlos con palabras entendibles. Estaba a punto de volver a compartir un beso cuando una voz nueva resonó en la habitación.

— Por favor, si van a proclamarse amor eterno que sea en otra parte. Trato de dormir. — Gruñó Yasuko dándole la espalda a sus madres. — Por cierto, le dimos una paliza a Akumi... Espero que eso le enseñe a no meterse contigo, Ma'. Mientras Tonraq y yo estemos aquí, no dejaremos que nadie te haga daño a exposición de mamá.

La maestra de los cuatro elementos y la ingeniero sonrió ante el comentario dicho por la mayor de sus dos hijos. Esa era su manera tan peculiar de confirmar las palabras dichas por la ojiverde. Yas y Tonraq amaban a sus madres, harían todo por ellas y esa noche se los demostraron.

Asami caminó por los pasillos de la hermosa nave hasta llegar a la cocina que tenía instalada ahí mismo, era grande y con la última tecnología en electrodomésticos inventados por ella y Varrick, sus prototipos funcionales siempre acababan ahí mismo, ¿qué mejor lugar de pruebas que su propio "hogar"? Si es que al enorme dirigible dónde tanto ella como su familia habitaban se podía llamar así. Del refrigerador sacó unas cuantas verduras, huevos y carne, mucha carne. Contó mentalmente sus ingredientes para asegurarse de que no le faltase ninguno y continuó buscando una cacerola apropiada para poder hacer la comida que prepararía. En eso estaba cuando escuchó los pasos de alguien acercándose a dónde ella estaba y sonrió al identificar esas pisadas potentes y enérgicas, su hijo se había despertado. El menú serían huevos de gallina antártica revueltos con carne de cerdo-vaca acompañados con verduras, a excepción del plato de la maestra de los cuatro elementos, quien carecía de éstos por su extraña aberración hacia cualquier cosa verde que no viniese del mar. Con las raciones servidas, Asami y su hijo fueron directo dónde estaban Korra y Yasuko para hacerles entrega de su desayuno y, de paso, ingerirlos todos juntos.

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 11/2/2015, 11:10 pm

La mañana fue relativamente tranquila en comparación con lo que ahora la Avatar tenía que aguantar, eran aproximadamente las dos de la tarde cuando al fin la ingeniero le permitió a la morena salir de la nave aérea, a pesar de que estaba herida, sus deberes cómo Avatar eran mayores y eso significaba ir dónde su amigo Mako e investigar qué demonios fue todo eso de la noche anterior. Normalmente los villanos con los que se enfrentaba le revelaban su plan siniestro de dominación mundial y esas cosas, pero ahora ella estaba básicamente en ceros y, por lo que le contaron Yasuko, Tonraq y Asami, después de que ella quedara inconsciente todo se había resumido en golpes y ordenes, nada que revelase qué quería en realidad y digamos que "querer matar al Avatar" no era algo muy fiable, por lo menos había unas miles de razones para lo que cualquier persona quisiera acabar con la vida del ser que controlaba los cuatro elementos. Así que, si Korra quería descubrir el motivo por el cual esa chica de apariencia tan extraña llamada Akumi quería verla muerta -como un millar de personas más-, debía indagar un poco antes de planear un contraataque.

La Avatar llegó hasta las grandes oficinas de la Jefatura de Policías de Ciudad República,, era un edificio grande rectangular y proporcional, de estructura metálica y rocosa, con algunas ventanas que daban en dirección a la acera y un hermoso escudo de la fuerza judicial de la ciudad se alzaba imponente en el centro de éste. Korra sonrió para sí, hacías años que no visitaba aquel lugar, a su mente vino el recuerdo de cuando pisó por primera vez el piso gris de ese lugar. «Por Raava, era un desastre a los dieciséis años, bueno, tampoco es que haya cambiado tanto en estos años, solo que ahora tengo a Asami para sacarme de los aprietos en los que me meto», pensó pícaramente la maestra de los cuatro elementos. Y en efecto, en todos esos años había parado presa en más de una ocasión, ya sea por actuar tan imprudentemente como siempre o por faltarle al respeto a alguna figura de autoridad en algún pueblo, en todas esas situaciones siempre la ingeniero de tez pálida terminaba pagando, literalmente, los platos rotos de la morena evitándole pasar alguna noche en prisión, a excepción de una ocasión dónde discutieron acerca de un joven que no dejaba de ver a la mecánica con ojos nada inocentes y le golpeó hasta casi romperle la nariz. Sin querer hacer esperar más a su compañero y amigo, la ojiazul acompañada de su familia decidió entrar en el edificio.

Lo primero que la familia Sato vio fue el recibidor enorme dónde un joven policía atendía a los ciudadanos que deseaban hacer alguna demanda, las personas que estaban ahí eran relativamente pocas, desde que Mako había sido nombrado jefe, la delincuencia bajó radicalmente, pero aun así los oficiales corrían por todo el lugar con papeles por doquier y caras estresadas que eran la prueba de los acontecimientos dados la noche anterior. El maestro fuego tenía vasta experiencia en los movimientos de la criminalidad de la ciudad, sus años viviendo en las calles cuando era un niño y parte de su adolescencia le mostraron claramente cómo debía actuar, con quienes no meterse y aprendió sus modos operandi para evitarlos a toda costa. ¿Quién diría que eso le ayudaría ahora a tener la ciudad bajo control? Claro está, no todo era perfecto y a pesar de que la Ciudad de las Naciones Unidas estaba en una relativa paz, no significaba que algún peligro asechara. El día anterior fue la prueba de ello. Después de lo del ataque sufrido en plena metrópolis, el presiente actual había ordenado una búsqueda exhaustiva provocando aquel extraño recibimiento para la familia de la Avatar.

Korra siguió caminado por la estación esquivando a los pobres cadetes quienes sufrían la peor parte de la situación en la que se encontraban. La morena guio a su familia hasta unas escaleras de aluminio que conducían al segundo piso dónde se encontraban los escritorios de los detectives y, sobre todo, la oficina del jefe de policías. Con paso firme, la Avatar emprendió la caminata hacia arriba, debajo de sus pies crujía el material con el que estaban hechas las escaleras provocándole que su piel se erizara. Solo una vez había subido por aquel lugar y fue cuando rompió su relación amorosa con el que ahora era su mejor amigo. Quizá su furia contenida le impidió sentir como los escalones de ese lugar de zanjaban bajo sus pies y la sensación de que el piso se rompería la invadió. «Por Vaatu, espero Mako hable con Asami para mandar a reparar esto», pensó la morena tragando saliva y rezándole a Raava para que ella y su familia llegasen hasta la segunda planta sin perder a alguien en el camino o que la escalera de plano flanquease y todos de viniesen abajo.

No supo cómo, pero ella y toda su comitiva llegó hasta el lugar objetivo, para su alivio ahí ya los estaba esperado Mako. El detective llevaba su traje metálico con malla, diseño de la ilustre ingeniero Asami Sato, se podía ver la placa que lo distinguía como al jefe en su pecho, su cabello estas desordenado y uno que otro pelo necio se acomodaba a como lo tenía cuando era más joven, una ligera barba comenzaba a salirle y en su mano llevaba una taza de café que de seguro era lo único que había tomado desde el día anterior. El jefe BeiFong la recibió a ella y a su familia con un abrazo y enseguida les invitó a entrar a su oficina, no es que Mako desconfiara de sus hombres ni nada por el estilo, vale, quizá un poco, pero solo lo necesario como le había enseñado Lin, pero ese no era el caso en esa ocasión. Simplemente era que ese caso dejó de pertenecer al repertorio judicial de la ciudad y pasó a ser de estatus "Avatar" y, por lo tanto, solamente los miembros del Equipo Avatar y sus allegados podían ser partícipes de esa junta.

— ¿Cómo va el brazo? — Preguntaba Mako mientras abría la puerta de su oficina para dejar pasar a sus amigas y a sus sobrinos.

— Bien, la herida sigue ahí y duele como si estuviera en el pozo de las almas perdidas, pero todo normal. — Bromeó la morena entrando al lugar. — ¿Cómo estuvo la noche?

— Fatal. El presidente Kito no me dejó en paz ni un solo segundo. Estoy tomando un auto-break para poder seguir. — Se quejó el comandante BeiFong en un suspiro mientras se dirigía al escritorio que alguna vez le perteneció a Lin BeiFong.

— Pobre de ti, espero y Meiko no te reciba como una fiera enojada. — Comentó la Mirna provocando una risa en el grupo.

— Quizá lo haga, pero dudo que su visita sea solo para preguntar sobre mi vida marital. — Agregó el maestro fuego mientras invitaba a sentarse a sus amigas.

Al Avatar y la ingeniero ocuparon los asientos que estaban frente al hermoso escritorio de melara finamente armado del detective, tenía papeles regados por allí y por allá, tres fotografía se podían apreciar encima de éste: Una -y la más grande-, era una donde se podía apreciar a la familia del jefe de policía, en otra estaba él con su hermano y el último margen, una fotografía tomada hacia años donde todo el equipo Avatar posaba con alegría para la cámara. Korra abrazaba a Asami por la cintura y sus otros dos compañero por los hombros de ambas. Eran hermosos recuerdos que valían la pena tener siempre pendiente.

— Obvio que no, ¿tienes algo para nosotros? — Preguntó la ojiazul adquiriendo un semblante serio, las bromas ya habían quedado atrás y ahora solo debía enfocarse en la loca que incendió ayer el edificio municipal.

— Me encantaría decirte que sí, pero no tenemos nada. — Suspiró Mako agobiado, había mandado a sus mejores hombres a buscar algún indicio de quien era la persona que causó tanto alboroto el día anterior, pero solo se toparon con cenizas.

— ¿Nada? — Dijo incrédula la Avatar.

— Me temo que así es. — Afirmó el detective cabizbajo. — Si tan siquiera tuviésemos una pequeña pista...

— ¿Sirve el arma que tenía Akumi? — Se atrevió a hablar Tonraq.

— ¿Qué? — Musitaron los adultos.

— Yo... Nosotros... — Empezó a explicarse el moreno mirando a su hermana. — Logramos hacernos del arma... Antes la tenía Yas, pero en la paliza que le dieron se la quitaron y, antes que se marcharan, yo la pude robar.

— Por eso me dijiste esto anoche... — Susurró la ingeniero para más para sí que para el grupo. Recordaba que su hijo le hizo un comentario semejante, pero si cabeza estaba en otro lado en ese instante.

— ¿No las dejarían ver? — Preguntó el jefe de policía interesado.

— Claro. — Accedió el moreno sacando de entre sus ropas la arma. Tonraq, con delicadez, colocó el trozo de metal en forma de ele en el escritorio del comandante BeiFong.

Todos se quedaron impresionados al ver tal extraña arma, pero la que más shockeada estaba era nada más y nada menos que la ingeniero. Del puro asombro colocó su mano sobre sus rojizos labios y se tragó un suspiro. Había visto es cosa antes, cuando embaucaron todo el material que tenía su padre para los igualitario. Si mal lo recordaba, aquel artefacto era una especie de mini-cañón que le había encargado Amon a su padre para que, con éste, pudiesen hacer más daño a las personas que se oponían contra los igualitarios. El arma tenía forma de ele, un mango café se podía apreciar con grabados en forma de engranajes, la parte más larga era de color negro y tenía un agujero en el extremo de éste que era dónde salía el proyectil, se podía ver un gatillo en medio circulo en la intersección de las dos rectas que conformaban dicho artefacto y una mira de tamaño considerablemente pequeño adornaba la parte superior cuya función era simplemente apuntar al objetivo al que se le deseaba hacer daño y reducir así las posibilidades de errar.

— ¿Esta cosa realmente te hiso tanto daño, Korra? — Preguntó incrédulo Mako, jamás había visto un arma semejante. Era como un cañón de Kuvira pero en pequeñito.

— Si, y no tienes idea de cómo duele, quema y arde a la vez. — Se quejó la morena mirando su hombro herido.

— Asami, tú eres la experta, ¿qué es? — Se aventuró a interrogar el detective a su amiga quien se veía sumida en sus pensamientos.

— Se llama "pistola"... — Comentó la ingeniero con voz melancólica. — Mi padre lo diseñó para Amon cuando trabajaba para los igualitarios... Querían imitar a un cañón pero en un tamaño más pequeño ya que los guantes eléctricos les eran insuficientes para todos sus allegados. Recuerdo haber visto los planos cuando Lin confiscó todas sus cosas, pero solo de reojo, solo pude observar el nombre un boceto del producto terminado.

— Espera, 'Sami. — Se entrometió la morena pidiendo una pausa. — Si Lin lo confiscó, ¿los planos no deberían estar aquí?

— Korra, las oficinas administrativas de la estación de policías sufrieron daños cuando el ataque de Kuvira, se perdieron armas, oficios y cualquier cosa puesta bajo custodia policial... — Comentó el detective BeiFong tomándose el tabique de la nariz en señal de estrés. — Lin le advirtió a Raiko que debían hacer un escuadrón oficial para recuperar todo lo extraviado, pero no le hizo caso.

— ¿Tienes alguna idea de cómo podríamos combatir esto, 'Sami? — Dijo la Avatar mirando a su pesa quien solo se puso su dedo en su barbilla en señal de que estaba pensado y analizando todo el asunto.

— Tendría que desarmar la pistola, entender el mecanismo de éste y ver si hay alguna forma de contrarrestar algo. — Determinó la mecánica con cierta calma.

— Perfecto, ¿para cuándo sería...? — Pero la morena no pudo acabar de formular su oración ya que la puerta de la oficina del comandante se abrió con brusquedad.

— ¡Jefe BeiFong! — Soltó un cadete a gritos.

El joven que había irrumpido en la habitación vestía con el uniforme de los maestros metal que trabajaban para la policía de Ciudad República, era de tez morena pero, aun así, su cara estaba más que pálida, unas cuantas gotas de sudor se podían apreciar recorrerle el rostro y sus facciones estaban tan tensas que podrían usarse como trampolines y te llevarían hasta el cielo.

— ¿Qué pasa cómo para que interrumpas así? — Interrogó Mako con cierto fastidio, de seguro heredado de la persona que él consideraba una madre.

— Señor, acabos de recibir noticias de parte del presidente Raiko. — Habló el cadete colocándose en posición de firmes. — Han ataco del distrito de Shu-En.

— ¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso? — Se paró el maestro fuego de su asiento arrugando los papeles que tenía ahí.

— Un ejército entró en las fronteras de ésta con armas extrañas. Hubo muchas bajas y el grupo de defensa no pudo hacer nada contra ellos. — Informó el policía.

— ¿Quiénes son? ¿A qué nos enfrentamos? — Demandó saber la Avatar, en el estado en el que estaba no podía hacer mucho.

— Se hacen llamar: "La Fuerza del Mañana" y, según he oído, tienen varios grupos distribuidos por todo el mundo. — Aquella noticia dejó impactados a todos los presentes.

— Un ataque simultaneo... — Susurró Asami. — Ayer la explosión en Ciudad República, hoy la toma de Shu-En, que es el segundo estado más avanzado tecnológicamente de todo el Reino Unido Tierra... ¿No hay nada que se pueda hacer?

— No, está totalmente rodeado. Hemos mandado a varios grupos, pero ninguno regresa o son heridos con algún arma extraña. — La maestra de los cuatro elementos se paró de su asiento seguida de su esposa, nada de eso estaba bien.

— ¿Quine es el líder? — Interrogó con cierta furia la morena frunciendo el ceño.

— No sabemos su nombre real, pero la hacen llamar "El Demonio de rubio". — Anunció el muchacho de tez caoba.

— ¿Es una mujer? — Preguntó Asami curiosa.

— Según nuestras fuentes, sí. — Afirmó el cabo.

— Es Akumi. — Anunció la ojiverde.

— Esa maldita... ¿Qué está planeando hacer? ¿¡Iniciar una guerra!? — Chilló la Avatar exasperada.

— No lo sé, pero lo averiguaremos. — Sentenció el maestro fuego. — Manda al equipo de investigación al lugar, quiero toda la información que tengas. Averigua si hay algún otro altercado en alguna nación distinta a esta. ¡Quiero todo lo más rápido posible!

— ¡Si señor! — Acató el cadete saludando a su superior y retirándose del lugar.

— ¿Soy al único al que esto le causa mala espina? — Comentó Tonraq con cierto temor en su voz.

— No, hijo... No eres le único. — Le apoyó su Korra colocando su mano en el hombro del moreno. — **El cielo ha estado nublado... un gran peligro se acerca y debemos estar allí para hacerle frente.

Tonraq miró a su madre y asintió entendiendo lo que su madre quería decir con aquellas palabras. La Avatar lo sabía, algo muy malo iba a pasar en el mundo y la incertidumbre le molestaba a más no poder. ¿Quién era Kimi? ¿Qué quería? ¿Por qué hacía todo eso? Y más interrogantes empezaron a surgir de nuevo en la mente de morena. Sintió en su estomago un vacío tremendo que amenazaba con tragársele a ella en cuestión de segundos. La última vez que percibió aquella sensación fue una noche antes de que se enfrentara con Zaheer y eso solo terminó dándole la sensación de que sus presentimientos se harían realidad. «Cualquier cosa que venga, lo enfrentaré. Protegeré a mi familia y al mundo de esa maldita de pelo amarillo», se decía la morena dándose fuerzas. Sea lo que fuese que viniese, le haría frente así como a todos los obstáculos que se le habían presentado anteriormente. No sería la primera vez ni la última en la que el mundo estuviese en riesgo, pero algo muy a dentro de ella le advertía que aquel nuevo enemigo era de cuidar y que, en definitiva, no era sabio subestimarlo. Pero no le importaba, ella era la Avatar y como tal lucharía hasta el último aliento. No iba a dejarse, ahora ella era más fuerte y sabía que nunca. «¡sí que, Akumi, ¡tendrás que lidiar con eso!».

Continuará…

NOTAS DE LA ESCRITORA:

Primer*: ¿Por qué hasta allá y no directo al hospital? Porque allí estaba Kya y porque al parecer, en el mundo de Avatar, prefieren ir con una sanadora conocida que al hospital LOL.

Segundo**: Referencia a lo que dicen los monjes en ATLA antes de la guerra de los cien años.


DELIRACIONES DE LA AUTORA:

Esta vez si tengo varias noticias que darles, así que vayamos de la más agradable hasta la que a algunos no les parecerá.

Primero:

¡El FanFic se extiende! Así es, después de escribir este capítulo me di cuenta que el "final" se dividirá en tres o cuatro partes dónde, obviamente, este es el primero.

Segunda noticia:

Cómo comenté al principio, ahorita estoy enferma de salmonelosis y no me siento para nada bien, ayer por la noche sufrí una fiebre tremenda y, bueno, para no hacerlo tan largo, la próxima actualización se tardará un poco más… Sorry… Odio estar enferma.

Tercera noticia (y la que quizá a algunos no les guste):

Saben bien que yo escribo esta obra sin fines de lucro y por el mero gusto de hacerlo porque me encanta, ¡dios! ¡Amo escribir! Pero, por desgracia, últimamente mi economía no está muy bien que digamos y cada día la Universidad se hace más costosa para mí. Hace unos días puse un post tanto en mi Facebook (Zakuro Hatsune) y en mi Tumblr (zakurohatsne punto Tumblr punto com) dónde les preguntaba si podían ayudarme en ese aspecto…

Después de hacer una pequeña encuesta entre si aceptar donaciones o crearme un Patreon, la segunda ganó. Así que, dentro de tres días, estará activo mi Patreon para recibir donaciones. Aclaro, esta obra y mis otros trabajos NO SERÁN CANCELADOS si no donas, yo seguiré escribiendo como si nada y las actualizaciones seguirán. Solo que, con éste, habrán ciertos premios para las personas que deseen donar, cosas que serán especificadas en mi Patreon que cuando ya esté activo lo actualizaré aquí mismo. Sus aportaciones me ayudarían mucho, ya que así podré seguir con la Universidad y, además, pagar –quizá- la plataforma que uso para escribir (si, yo no uso Word ni nada semejante para guardad mis proyectos ya que escribo en tres medios electrónicos distintos y para mi es imprescindible que éste se actualice).

Ya sin más, estos serían los anuncios. ^^

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 11/28/2015, 12:49 am

Chapter 19: Décimo Octavo Acto

Hola chicos y chicas, ¿cómo están? Yo me encuentro mucho mejor, la próxima semana me haré unos análisis para saber si ya estoy totalmente recuperada. Les agradezco a todos ustedes por sus buenos deseos y, gracias a esto, aprendí mi lección: Jamás comer algo que este echado a perder a pesar de que este bueno. En fin, les dejo con el antepenúltimo capitulo. Espero lo disfruten.

Nuestra Historia Sigue


Décimo Octavo Acto: Nudo. Guerra.

Era de noche, podía sentir la brisa acariciar su piel por sobre sus ropajes cálidos de la Tribu Agua del Sur, corría a toda prisa por los tejados rojizos y en terminación en punta doradas de las viviendas tradicionales de la Nación del Fuego, arriba de ella podía percibir el mirar de las estrellas y la luna, sus protectores más eficaces en esos momentos de tensión y en los cuales necesitaban su velo para ocultarse. No debía estar allí. Ni ella ni él tendrían que estar en ese lugar a esas horas tan inapropiadas de la noche, el sitio donde deberían de estar en esos momentos era en sus respectivas camas descansando y recuperando las fuerzas necesaria para enfrenare los obstáculos que el sol les traería con su aparición, pero no podían quedarse allí sin hacer nada, sus mentes no les permitían estar postrados durmiendo plácidamente mientras aquella maldita guerra que se había expandido por dos años agobiaba a sus madres, a su gente, a sus naciones y al mundo entero. ¿Cómo podían ellos, Yasuko Sato y Tonraq Sato, quedarse sin mover algún dedo mientras hombres, mujeres, maestros, no-maestros y demás personas morían cada día en el frente de batalla? Ya habían estado ahí, visto la sangre inocente ser derramada y como héroes caían. Era un escenario horrible el cual deseaban acabase lo más pronto posible y que no se expandiese tanto como la última gran guerra que el mundo sufrió.

Aun recordaba aquel fatídico día cuando "El Demonio Rubio" hizo su primer movimiento, conquistó un pequeño *poblado del que alguna vez fue el Reino Unido Tierra. Su ceño se frunció y apretó su mandíbula con desdén, tanta fuerza aplicó en aquella acción que pudo sentir y oír como sus dientes crujía en su interior. Aquella guerra era innecesaria, sin fundamento alguno, pero con consecuencias que podrían alterar al mundo entero, ya que, Akumi, mejor conocida como "El Demonio rubio", deseaba acabar con todo vestigio tradicional que en el mundo existes. Por alguna razón, a esa rubia se le había mentido la "brillante" idea de que, al permanecer sujetos a las raíces que desde hacía siglos teníamos y a la intervención de los espíritus en nuestro día a día, el mundo ya no avanzaba con la velocidad de antes y éste terminaría en un estado vegetativo, detenido sin sentido del futuro, siempre viviendo lo mismo y experimentando una monotonía existencial cada día que pasara reduciendo al humano a otro animal más. Akumi no deseaba eso, habían demasiadas cosas por descubrir, analizar, observar, inventar e, inspirada en los inventos de la talentosa ingeniero Asami Sato, decidió que ella seria quien guiase a la humanidad a aquel futuro brillante. Y gracias a esa ideología ahora el mundo se veía en una disputa que parecía interminable e insaciable de vidas.

En esos dos años las revuelta, guerrillas y disputas se habían reducido en tan solo dos bandos: "Las Fuerzas del Mañana", liderado por la joven Akumi Shi, defensores de la tecnología y el avance de ésta, su ejército militar y casi todos los miembros políticos estaba compuestos en su mayoría por personas que odiaban a muerte al Avatar o a los espíritus, igualitarios, algunos miembros del Loto Rojo -que de seguro eran renegados, ya que Zaheer jamás les hubiese permitido en listarte en dicho bando tan opresor-, los más renombrados miembros del ejército de la que alguna vez fue llamada "Gran Unificadora", maestro y no-maestros, corruptos y alguno que otro incrédulo que se dejaban convencer con la magnífica forma de manejar el habla de Akumi, sus territorios ganados oficialmente y que en la actualidad ocupaban eran: La Tribu Agua del Norte, ganada meramente por propaganda y porque el recuero de Unalaq junto con lo que hizo estaba presente en todo los aldeanos, no deseaban saber nada de los espíritus en ese lugar, y más de la mitad del Reino Unido Tierra o, como a ello le gustaba llamarlo, "Metrópolis Terrosa", arrebatado en batallas injustas cuando aún el bando rival carecía de las protecciones requeridas para sus armas de fuego.

Y, por otro lado, estaban: "Los Rebeldes", liderados por la Avatar Korra y su hermosa esposa, Asami Sato, defensoras del equilibro del mundo, ya que sin la tecnología no podría existir lo tradicional. Siempre debía haber un promedio entre ambas para que la paz se conservara. Sus fuerzas eran confirmadas por toda aquella persona que desase acabar con la tiranía del "Demonio rubio". Entre sus filas tenían a los maestros más poderoso del mundo, pues llegar a tal nivel del dominio de los elementos requería de apreciar las antiguas enseñanzas que los primeros maestros les dejaban, algunos miembros del que alguna vez fue el Loto Rojo y casi todos los verdaderos seguidores de Unalaq, pues éstos sabían mejor que nadie sobre la importancia de aquellos seres transparentes que últimamente habían desaparecido de la parte Este del mundo. Sus principales dominios eran: La Nación del Fuego, archipiélago al que no se habían atrevido a atacar gracias a sus fuerzas marítimas que la protegían a capa y espada, La Tribu Agua del Norte, custodiada por los nacientes Nómadas Aire quienes siempre vigilaban las fronteras de aquel lugar tan alejado del centro del mundo, y lo que quedaba del Reino Unido Tierra dónde entraba la Ciudad de las Naciones Unidas, vigilado celosamente por el ejército de Zaofu y demás maestro tierras.

Y, por otro lado, estaban: "Los Rebeldes", liderados por la Avatar Korra y su hermosa esposa, Asami Sato, defensoras del equilibro del mundo, ya que sin la tecnología no podría existir lo tradicional. Siempre debía haber un promedio entre ambas para que la paz se conservara. Sus fuerzas eran confirmadas por toda aquella persona que desase acabar con la tiranía del "Demonio rubio". Entre sus filas tenían a los maestros más poderoso del mundo, pues llegar a tal nivel del dominio de los elementos requería de apreciar las antiguas enseñanzas que los primeros maestros les dejaban, algunos miembros del que alguna vez fue el Loto Rojo y casi todos los verdaderos seguidores de Unalaq, pues éstos sabían mejor que nadie sobre la importancia de aquellos seres transparentes que últimamente habían desaparecido de la parte Este del mundo. Sus principales dominios eran: La Nación del Fuego, archipiélago al que no se habían atrevido a atacar gracias a sus fuerzas marítimas que la protegían a capa y espada, La Tribu Agua del Norte, custodiada por los nacientes Nómadas Aire quienes siempre vigilaban las fronteras de aquel lugar tan alejado del centro del mundo, y lo que quedaba del Reino Unido Tierra dónde entraba la Ciudad de las Naciones Unidas, vigilado celosamente por el ejército de Zaofu y demás maestro tierras.

La maestra fuego y agua cerró sus ojos y suspiró tratando de relajarse, a su mente llegó el recuerdo de esa mañana que le había orillado a estar ahí, arriba de un techo con su hermano a su lado.

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Era de mañana, el sol resplandecía en todo su esplendor, el azul cielo era el vivo reflejo de la tranquilidad, cosa que le faltaba en esos momentos al mundo entero, las nubes jugueteaban con el aire cambiando de forma con cada soplido nuevo, el calor era abrazador, digno de la Nación del Fuego dónde en esos momentos se encontraba la familia de la Avatar Korra. La morena quien era acompañada por su esposa y sus dos hijos atravesaban con seriedad los hermosos pasillos del palacio de la Señora del Fuego Izumi, murallas rojizas se alzaban a su alrededor, el escudo de la nación candente era visible en las banderas que acompañaban su andar, algunos jarrones blancos con adornos dorados en toda su materia se podían apreciar sobre unas mesitas de madera de un solo pie, soldados pasaban a sus costado y la servidumbre del palacio también obteniendo por parte de éstos una reverencia en señal de respeto. La líder de los Rebeldes había decidido establecer ahí su base de operaciones por ser la Nación más segura en todo el mundo que, en esos instantes, no se encontraba en el mejor estado. Aquel conflicto que había iniciado en la que alguna vez fue llamada Reino Unido Tierra, ahora era de tallas mundiales y que, con cada día que pasaba, se hacía mayor. Cobraba más vidas, más territorios y, sobre todo, el equilibrio del mundo se desigualaba.

La Avatar y su familia detuvo su andar cuando una imponente puerta de hierro rojo con el hermoso escudo de armas de la Nación de Fuego se interpuso en su camino, se podían ver los remaches sobresalir de las uniones, el fino trabajo del moldeado del metal y algunas decoraciones doradas en los bordes. Aquella era la entrada a la sala de reuniones del palacio, estaban ahí para discutir una nueva estrategia con todos sus allegados que dirigían a las tropas y los que se encargaban de cuidar a la población civil para que no sintiesen la presión de la guerra demasiado. La morena percibió como unas delgadas manos se aferraban de su brazo y, al dirigir su mirada azulina mar a la persona de aquel tacto, se encontró con unas bellísimas joyas color verdoso. Asami sabía de todas la carga que estaba sufriendo su esposa en esos momentos, ser el Avatar y que el mundo estuviese en estado de guerra era una de las cosas más desgastantes que pudiesen existir, pues en las circunstancias en las que se encontraban, el ser que debía ser por naturaleza neutral fue orillado a hacerse de un bando para contrarrestar a las fuerzas enemigas y eso solo significaba un peso moral para Korra cuando debía dirigir alguna operación o se encontraba con aquellos que vivían bajo las normas de Akumi y eran rescatados por ella. Lo único que la ingeniero podía hacer era estar allí, a su lado y siendo su apoyo como siempre. Ese era su debe, no, era lo que ella quería hacer.

— ¿Listos? — Preguntó la morena a su familia pasando su vista por cada uno de ellos.

— Si. — Afirmaron todos con seguridad.

— De acuerdo. — Exhaló la ojiazul colocando su mano libre en la puerta percibiendo el frío metal que acariciaba sus falanges. — Allá vamos.

Korra haciendo uso de su fuerza adquirida por infernales rutinas de entrenamiento y experiencia ganada a la hora de la batalla, empujó la enorme puerta de hierro que expidió un sonido chillante y realmente molesto, tanto que podía alterar a cualquier humano o animal a un kilómetro de distancia del lugar, una tenue luz rojiza empezó a iluminar los cuerpos de la familia que estaban allí, primero los pies y de poco a poco se fue extendiendo hasta llegar a sus caras. Ya habían estado en ese lugar antes, siempre iban cada tres días a ponerse de acuerdo con las acciones a tomar antes de hacer algún movimiento militar nuevo o simplemente se informaban mutuamente de lo que pasaba en el mundo y las acciones que tomarían respecto a las circunstancias que se desarrollaban. Aquellas juntas se limitaban meramente a escuchar a Asami y de vez en cuando a sus hijos hablar con los demás miembros mientras ella daba su punto de vista, ya que, algunas ideas que habían propuesto antes podían llegarse a llamar inhumanas, cómo el sacrificio de toda una división o cosas semejantes que la Avatar no planeaba aprobar, a pesar de que estuviesen en guerra no iba a permitir que aquellas "estrategias" se diera. Entre más vidas salvara, mejor sería para ella.

Korra haciendo uso de su fuerza adquirida por infernales rutinas de entrenamiento y experiencia ganada a la hora de la batalla, empujó la enorme puerta de hierro que expidió un sonido chillante y realmente molesto, tanto que podía alterar a cualquier humano o animal a un kilómetro de distancia del lugar, una tenue luz rojiza empezó a iluminar los cuerpos de la familia que estaban allí, primero los pies y de poco a poco se fue extendiendo hasta llegar a sus caras. Ya habían estado en ese lugar antes, siempre iban cada tres días a ponerse de acuerdo con las acciones a tomar antes de hacer algún movimiento militar nuevo o simplemente se informaban mutuamente de lo que pasaba en el mundo y las acciones que tomarían respecto a las circunstancias que se desarrollaban. Aquellas juntas se limitaban meramente a escuchar a Asami y de vez en cuando a sus hijos hablar con los demás miembros mientras ella daba su punto de vista, ya que, algunas ideas que habían propuesto antes podían llegarse a llamar inhumanas, cómo el sacrificio de toda una división o cosas semejantes que la Avatar no planeaba aprobar, a pesar de que estuviesen en guerra no iba a permitir que aquellas "estrategias" se diera. Entre más vidas salvara, mejor sería para ella.

La familia entró en la habitación que era iluminada por luces de papel rojas, el calor característico de la sala de reunión empezó a invadir el cuerpo de la Avatar y de inmediato sus raíces se hicieron presente, ella odiaba el calor, pero debía aguantar tan infernal temperatura con tal de estar ahí. Sin más, empezó a caminar en el interior de la habitación. Era realmente amplia, podía decir que era casi del mismo tamaño que el recibidor de la mansión Sato o del palacio de la Tribu Agua del Sur, el color carmín dominaba notoriamente en todo su alrededor, en el fondo yacía orgullosa una bandera de la Nación del Fuego pegada en la pared con la típica llama negra en su centro, a sus costados se podía ver arder dos cuencas de encendidas al rojo vivo condecorando la tela nacional. Delante de ésta había una mesa larga rectangular, en la cabeza se encontraba La Señora del Fuego, Izumi, con su hermoso traje que la marcaba como la líder del archipiélago candente. A su lado estaba el general Iroh II, con aquella mirada seria y tan profesional que lo caracterizaba, paralelo a él se podía ver a Mako, en representación al sector del reino tierra que protegían, su traje de policía gris relucía ante el rojo del fondo y su mirada era ceñuda como de costumbre y, junto a él, se podía ver a Bolin quien era el encargado de cuidar a las personas que no estaban involucradas en el campo de batalla, acompañando al maestro tierra estaban Jinora y Kai, quienes tenían el cuidado de la Tribu Agua del Sur.

La mujer de tez chocolate de inmediato tomó asiento junto a sus amigos con semblante serio, su esposa se sentó a su lado digno en ella y sus hijos la siguieron en las sillas conjuntas. El ambiente de aquel lugar era tenso, tanto que si tomabas hasta el más desafilado cuchillo podrías cortar el aire como si fuera mantequilla caliente. Nadie deseaba estar allí, esos dos años vividos habían sido uno de los más agotadores de todos. La Avatar alzó la vista y pudo notar varios mapas del mundo y de las respectivas naciones que ellos cuidaban, arriba de éstos estaban varias figuritas extrañas en forma de triángulo y otras de rectángulo de distinto color, si mal lo recordaba, las rojas eran los aliados y las negras los contrarios, jamás había entendido ese tipo de cosas, las estrategias no eran lo suyo, sus planes eran siempre para cosas que se suscitaban en el acto, rápidos y eficaces, no para dirigir una tropa enterara o algo semejante. Korra suspiró cansada, agradecía tener a su hermosa esposa ahí para que le ayudase en ese aspecto. Asami junto con sus hijos eran genios en esa rama, gracias a ellos pudieron recuperar bastante territorio del Reino Unido Tierra sin experimentar tantas bajas y con una eficacia que rozaba en la perfección.

— Bueno, ya que estamos todos... Iniciemos con la reunión. — Rompió el silencio Izumi mientras se limpiaba los lentes. — Por favor, Iroh, tu reporte.

— Claro, mi Señora. — Se paró el joven de ojos ambarinos haciendo una señal de respeto a su madre y dirigiendo su mirada al mapamundi que estaba extendido sobre la mesa. — El reporte de este mes nos informa que desde la última guerrilla tenida a las afueras de Bang Sin Se, no ha ocurrido ningún intento de ataque. Las fuerzas a enemigas se retiraron y cedieron el control total de la capital.

— Con razón no me han llamado la frente... — Susurraba Korra con la vista agachada, todo ese mes tuvo que lidiar con gobernantes y cosas diplomáticas internas.

— Así es. — Afirmó el príncipe.

— ¿A caso eso no es extraño? — Intervino Yasuko. — Akumi no es del tipo que cede terreno así porque así.

— Lo sabemos y aún estamos esperando el informe de nuestro nuevo infiltrado. — Agregó de inmediato Iroh sentándose en su lugar.

— ¿Nuevo? ¿Y el otro? — Se interesó con cierto temor Bolin.

— Lo hemos retirado. — Se limitó a contestar el príncipe.

— ¿Qué? ¿Por qué? — Esta vez fue el turno de Mako. — Chuan era un hombre bastante experimentado y sus filtraciones exactas. Era el mejor y por eso lo mandamos allá.

— Hace un par de meses nos mandó unos informes que eran falsos. — Gruñó Iroh sin querer dar mucha información al respecto, cosa que la Avatar notó.

— Iroh, habla. — Demandó la maestra de los cuatro elementos. — Cualquier información es vital en estos momentos.

El general desvío la mirada para encontrarse con la dorada de su madre quien afirmó con la cabeza dándole su señal de aprobación para que revelara la información solicitada. El hombre al verse libre de hablar, aclaró su garganta con una carraspera más que notoria y, sin más, miró al ser que podía controlar los cuatro elementos.

— Hace seis meses, Chuan nos mandó un informe diciendo que los infiltrados de "Las Fuerzas del Mañana" habían atravesado nuestras fronteras y se habían instalado a las afueras de la Ciudad Capital. — El comandante Iroh hizo una breve pausa para analizar a sus compañeros y, al ver el primer ápice de sospecha agregó en el acto. — Cosa que era más que imposible ya que yo mismo cuido y verifico todas las embarcaciones de refugiados. Nadie extraño entró en mi guardia.

— ¿Y fueron a revisar en lugar dónde Chuan dijo que estaban? — Intervino Asami.

— Claro que sí, señora Sato. — Afirmó el maestro fuego. — Una tropa especializada fue a inspeccionar el bosque y las casas abandonadas a las afueras y no encontró nada fuera de lo normal.

— ¿Qué decía exactamente el mensaje? Si mal lo recuerdo, Chuan mandaba su información cifrada. — Se interesó la ingeniero, quizá hubo un error en el descifrado del mensaje.

— Si lo desea, aquí tengo la copia del informe. — Le extendió el documento el general a la ingeniero quien lo tomó entre sus manos. — Cualquier duda, puede preguntar.

— General Iroh, se le olvida que yo inventé el código que usan. — Bromeó Asami tratando de que la tensión entre todos se desperdigara.

— Claro, perdóneme... — Musitó el príncipe apenado.

La ingeniero sonrió ante tal acto y posó su vista sobre el papel que le había dado su compañero. El código en el cual estaba encriptado el mensaje era complejo, la mayor de los Sato pasó un mes entero diseñando los códigos de cifrado y descifrado para las palabras, número y letras. De las bolsas que estaban ocultas en su chal negro, sacó sus lentes que le ayudaban a las lecturas, años y años diseñando planos y soldado habían repercutido bastante en su visión obligándola a que en ciertas circunstancias necesitara la ayuda de esos cristales. Repasó cada código, cada número, cada letra con atención, acariciaba los trazos con su visión para verificar que nada se le pasara por alto, a veces los errores más comunes en la traducción de tan compleja escritura era que no entendían bien el uso de determinado símbolo, ya que, a veces, una misma runa podía ser interpretada de mil y un formas distintas. Con cuidado terminó su inspección minuciosa en todo el código y entendió que había pasado casi tan rápido como si en ese pedazo de papel estuviese la ecuación más sencilla del mundo. Un traidor.

La joven de ojos verdes se quitó los lentes y en sus facciones se podía ver que algo le molestó y Korra se percató de ello, ¿qué había leído su esposa en ese trozo de papel? La Avatar iba a empezar a deducir las posibles causas de aquel cambio de humor en la hermosa mujer de melena negra, pero la mecánica no le dio tiempo de esto. La mayor de las Sato se paró de su silla y le entregó el papel a la morena quien también empezó a leer el documento, ella había sido la primera persona en aprender tal código y, a pesar de que no era tan rápida cómo la mujer de tez lechosa para descifrarlo, podía entender el texto tan bien como si estuviese leyendo el periódico de la mañana. Apenes pudo interpretar las primeas oraciones entendió el motivo por el cual su esposa había adquirido aquel semblante y, con forme iba avanzando y los garabatos se convertían en palabras concisas en su cabeza, la ira empezó a surgir en su estómago extendiéndose por todo su ser. Al terminar con la lectura lo único que atinó a hacer fue tomar el pedazo de papel y estrellarlo contra la mesa dejando impresionados a sus compañeros quienes la veían con la duda en sus ojos ante tal inusual forma de actuar de la morena.

— ¡Maldición! — Expresó la Avatar amenazando con salirle fuego de la boca.

— ¿Qué pasa, Korra? ¿Qué dice la carta? — Interrogó el detective BeiFong.

— Hay un traidor entre nosotros. — Habló Asami dejando a sus amigos y compañeros estupefactos con tal revelación.

— ¿Cómo que hay un traidor, señora Sato? — Cuestionó impresionado el príncipe de la Nación del Fuego. — Más de cuatro personas interpretaron esa carta y ninguno me dijo nada al respecto.

— Es porque el mensaje vino dentro del mensaje. — Explicó la ingeniero. — El mensaje principal no era el mensaje tal cual, sino una forma de despistar a los traidores, pero, si se descifra el mensaje que sale, nos dice que hay un traidor entre nosotros y nos da la ubicación exacta de dónde opera. Alguien ha estado filtrando información desde hacía meses, y si a eso le sumamos que las fuerzas armadas de Akumi se están retirando, no quiero saber que vaya a pasar.

— Esperen, ¿no teníamos pérdidas de información desde hace unos seis meses? — Comentó abiertamente el hermano menor detective BeiFong.

— ¿Fuga de información? — Repitió incrédula la CEO en compañía de la Avatar.

— Si, Iroh me informó de eso, investigamos eso pero no teníamos nada claro así que lo eliminamos. — Informó Mako mirando a sus compañeros.

Todos guardaron un silencio sepulcral, aquella nueva revelación cambiaba todo. ¿Cuánto sabía Akumi de sus movimientos? ¿Qué planeaba hacer? La información era algo peligroso que en las manos equivocadas podía ocasionar una gran desgracia, el mejor ejemplo de esto era el incidente con el espíritu de la Luna y el general Zao hacía más de noventa años.

— Entonces, ¿qué debemos hacer? — Preguntó Bolin mirando a sus amigos.

— Debemos ir a dónde ellos y acabar con la filtración. — Alzó Yasuko quien miraba ceñuda a algún punto de la mesa. — No sabemos cuanta información nos han robado, cuántos son, o qué planean hacer aquí, en la Nación del Fuego, que sería algo así como su mina de oro.

— Estoy de acuerdo con Yas, debemos atacar el problema ya. — Le secundó su hermano menor.

— No. — Dijo finalmente la Avatar. — Debemos esperar un poco... Tenemos que desarrollar un plan de ataque primero, no tenemos la información suficiente, así que sería más prudente cubrir todos nuestros puntos ciegos.

— Korra tiene razón. — Comentó Asami. — Será mejor atacar cuando todas sus posibles vías de escape sean cerradas. Lo empezaremos hablar mañana.

— ¿Mañana? — Se levantó la maestra fuego y agua incrédula ante las palabras de sus madres. — ¡Para ese entonces quizá ya se enteró de que sabemos que estamos tras de él y se marche! ¡El traidor está entre nuestras filas! ¡No podemos darnos el lujo de hacer un plan totalmente meticuloso! ¡Ataquemos ya!

— ¡No! — Denegó Korra reprimiendo a su hija ante tal despliegue de insubordinación.

— ¡Pero...! — La joven chica de ojos heterocromaticos no pudo acabar su queja, pues su madre le acalló con su voz.

— ¡Yasuko Sato! — Le reprendió la Avatar con una amenaza muda.

— Si... entiendo... Perdóneme... — Acató la chica regresando a su asiento ceñuda y con leve puchero casi invisible en sus labios.

La joven de ojos hererocromaticos se cruzó de brazos y bufó exhalando tanta cantidad de aire que hizo que el hermoso mechón de cabello que adornaba su rostro jugara con éste y eso quería decir una cosa, estaba enojada. Tonraq se la quedó mirando un rato, ver a su hermana enojada era algo que no pasaba todos los días, pasara lo que pasara, la mayor de los gemelos Sato siempre mantenía su semblante. La charla seguía y el tema había cambiado a los requerimientos que pedía la población general y esos temas ni a él ni a su compañera de sangre le interesaban.

— Yas... — Susurró con voz baja el moreno mientras le picaba la costilla a la mayor de los hijos Sato. — Yas... Yas... Yas... Yas... Yas...

— ¿Qué quieres? — Gruñó la pelinegra sin mirarle.

— ¿Qué pasa? ¿Desde cuándo le hablas así a tu pequeño hermanito? — Gimoteó el maestro agua con cara de cachorrito.

— No te apures. — Comentó la joven Sato. — Solo es que... estoy irritada...

— ¿Por lo que dijo Ma'? — Cuestionó el menor.

— Si... — Siseó Yasuko. — Es que... Los tenemos ahí, a los traidores que de seguro están filtrando información y ahora que tenemos toda la información necesaria... Nuestras madres no hacen nada, quieren un plan, plan que de seguro será infiltrado y que ellos podrán evadir.

— ¿Y? ¿Qué quieres que hagamos? — Inquirió Tonraq despabilado. — ¿Ir a dónde ellos y patearles el trasero?

«¡Mi hermanito es un genio!», pensó en ese instante la mayor de los Sato ante tal idea lanzada al aire con tono satírico pero que al final tenía cierta verdad oculta, ¿por qué no se le había ocurrido?

— Eso es. — Dijo Yasuko. — Vamos a por ellos, solo tú y yo.

— ¿Qué? — Preguntó parpadeando un par de veces ante tal descabellada proposición. — Oye, sabes que lo dije jugando.

— ¿Y? — Cuestionó la maestra fuego.

— ¿¡Y!? ¡Mamá y Ma' nos matarían si se enterasen! — Chilló el moreno con un notorio miedo en su voz. — ¡No, Yas! ¡Sabes que te quiero, hago mil y un cosas absurdas a tu lado, nos metemos en líos juntos, pero no pienso hacer eso!

— Vale. — Vociferó la más grande. — Dejemos que los malos se sigan alimentado de nuestra información confidencial hasta que perdamos la guerra.

— Exageras...

— No exagero.

— Claro que sí.

— Claro que no.

— Eres igual a Ma'.

— Y tú a mamá.

Ambos hermanos se lanzaron una mirada desafiante antes de ignorarse mutuamente y concentrarse en la charla que sus madres estaban teniendo con sus compañeros. ¿Cómo era posible que su hermano no quisiera ayudarle? «Es un cobarde... Soy su hermana, ¡por Raava! ¡Debería apoyarme en esto! ¿Quién le siguió el juego cuando quiso rasura el bisonte de Rohan? Yo. ¿Quién estuvo ahí para echarse la culpa del jarrón roto de gran-gran Senna? Yo. Y ahora que deseo hacer esto para ayudar a todos él se niega», refunfuñaba Yasuko acomodándose en su asiento. Tonraq y ella siempre hacían las cosas juntos y más cuando eran situaciones peligrosa, él era su mano derecha, su compañero de aventuras, si él se negaba a hacer eso, ella estaba atada de manos entonces. Podía hacerlo sola, tenía las capacidades para ejecutar esa misión, pero si algo salía mal lo más seguro es que su mente no trabajara con la misma eficacia en comparación a cuando su hermano menor le acompañaba, cuando Tonraq estaba ahí, podía despreocuparse de todo y enfocarse en la batalla con tal frialdad que podría considerarse inhumana. Su hermano era su razón para pelear, para vencer. «¿A quién engaño? Es una tontería... Tonraq tiene razón, sería una misión suicida y, hasta cierto punto... Yo igual le tengo miedo a Ma', sobre todo a nuestra madre...», reflexionó la mayor dejando de lado la idea inicial tenida.

Era medio día, el sol estaba en su cenit, sus rayos acariciaban con clemencia a todas esas personas que debían andar bajo su dominio, el viento soplaba y hacia cantar a las ramas de los árboles quienes danzaban al compás de éstas con sus ramas, en los verdosos jardines de una hermosa casa tradicional de la Nación del Fuego se podía apreciar a una joven de tez blanca y cabello negro largo amarrado a una coleta lanzar bellísimas llamas azules de sus puños y manejar el agua a su antojo contra un maniquí que sufría sin poder defenderse los ataques de tan bella muchacha. Esa era su forma de sacar toda la ira reprimida que jamás admitiría que sentía, con cada llamarada una parte rabia abandonaba su cuerpo, cada vez que una estalactita impactaba contra el pobre maniquí hacía que su humor mejorase con una velocidad increíble. Unas personas recurrían al arte, otros a la música y otro tanto a la escritura para calmar sus mentes. ¿Ella? Ella destruía maniquís con sesiones de entrenamiento brutales para el muñeco. «Yas, Yas, te pareces a Ma', si claro», pensó la muchacha dando un último golpe al pobre títere que dio su último respiro (si necesitara de oxígeno para vivir), antes de que su cabeza saliera volando por los aires y su cuerpo ardiese.

Era medio día, el sol estaba en su cenit, sus rayos acariciaban con clemencia a todas esas personas que debían andar bajo su dominio, el viento soplaba y hacia cantar a las ramas de los árboles quienes danzaban al compás de éstas con sus ramas, en los verdosos jardines de una hermosa casa tradicional de la Nación del Fuego se podía apreciar a una joven de tez blanca y cabello negro largo amarrado a una coleta lanzar bellísimas llamas azules de sus puños y manejar el agua a su antojo contra un maniquí que sufría sin poder defenderse los ataques de tan bella muchacha. Esa era su forma de sacar toda la ira reprimida que jamás admitiría que sentía, con cada llamarada una parte de la rabia que experimentaba abandonaba su cuerpo, cada vez que una estalactita impactaba contra el pobre maniquí hacía que su humor mejorase con una velocidad increíble. Unas personas recurrían al arte, otros a la música y otro tanto a la escritura para calmar sus mentes. ¿Ella? Ella destruía maniquís con sesiones de entrenamiento brutales para el muñeco. «Nadie se mete con Yasuko Sato», pensó la muchacha dando un último golpe al pobre títere que dio su último respiro (si necesitara de oxígeno para vivir), antes de que su cabeza saliera volando por los aires y su cuerpo ardiese.

Un joven de tez tostada volaba en el basto cielo azulado, acaba de terminar su trabajo en la escuela comunitaria. Mang BeiFong era un muchacho admirable y digno del apellido que portaba con orgullo, a pesar de su incapacidad él hacía todo lo posible para colaborar con las personas que habían sido afectadas en aquella guerra junto con su padre. El maestro aire era voluntario en la pequeña academia comunitaria de la Nación del Fuego, atendía a los pequeños que, gracias a las extrañas armas que poseían "Las Fuerzas del Mañana", habían quedado ciegos o paralíticos; les ayudaba primordialmente en su autoestima y a seguir sonriendo a pesar de la adversidad. Pero no solo eso, cuando era requerido, iba al campo de batalla a sacar a los civiles que se habían quedado atrapados en el fuego cruzado y, de vez en cuando, peleaba contra los enemigos para poder sacar a grandes masa de gente inocente de las partes más peligrosas de la Metrópolis. El BeiFong era querido por todos, y él quería a muchas personas. Sin embargo. Había una muchacha en especula que provocaba su corazón palpitar con tal rapidez que a veces amenazaba con salir de su pecho, y era justamente a la chica a la que se dirigía a visitar en esos momentos con una sonrisa en el rostro. Desde hacía algunos días no la veía, ella estaba siempre peleado en el frente o haciendo misiones especiales junto con su hermano encargadas por sus madres. Mang estaba más que ilusionado con volver a escuchar su respirar y esperaba poder sentirla entre sus brazos, aunque lo último era más que improbable.

Empezó a sentir como las corrientes de aire cambiaban a su alrededor, nuevos objetos iban apareciendo y pudo reconocer la obstrucción que originaba la hermosa casa de los Sato. Había llegado. Inclinó su hermoso planeador para empezar a descender en los hermosos jardines de la mansión, cuando pudo percibir que el suelo estaba cerca, cerró el abanico haciendo una corriente de aire que amortiguo su caída. Sintió un peso sobre su hombro y un pelaje suave contra su mejilla, su lémur-murciélago, Kon, había decidido aparcar junto a él después de tan agotador viaje. Con una sonrisa en el rostro acarició la cabeza de su amigo peludo y se encaminó en dirección a la chica que de seguro estaba entrenando, o bien, eso era lo que le decía el viento. Ya estaba a nada de llegar cuando pudo escuchar el crujir de algo y una ráfaga de viento le advirtió que algo se acercaba por sobre encima de él, casi de inmediato contraatacó con un movimiento y mandó a volar el objeto que iba en su dirección. La cabeza del maniquí terminó en la cima de un árbol gracias a ello. Después del susto Mang pudo sentir el respirar de la joven que estaba allí, agitado, rápido y muy violento. Estaba enojada, y mucho por lo que él podía apreciar con tan solo su inhalar y exhalar.

— ¿Qué sucede, Yas? — Preguntó el maestro aire acercándose hasta la maestra fuego sumado su bastón para guiarse.

— ¿Mang? ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste? — Preguntaba Yasuko impresionada, casi de inmediato se miró a si misma notando que estaba sudada y asquerosa, así que tomó algo de distancia para con su nuevo acompañante.

— Hace poco salí de la escuela dónde ayudo, así que decidí venir a verte... Si te parece... — Explicó el invidente con un leve sonrojo en los pómulos, cosa que se le hizo más que tierno a la maestra fuego. — Yas, tu respiración es errática y violenta, ¿algo te está molestando?

— Nada que te interese, pequeño. — Exhaló la hija mayor de la Avatar mientras se sentaba en el pasto con pesadez.

— Todo lo que tenga que ver contigo me interesa, eres mi mejor amiga... — Expresó Mang con preocupación acompañando a la joven Sato en el suelo.

— Nos han estado robando información, Mang, desde hace seis meses. — Empezó a hablar Yasuko. — Sabemos quiénes son y dónde están, pero mis madres no quieren actuar. Quieren hacer un tonto plan que les llevará días y quizá, cuando lo ejecuten, sea demasiado tarde.

— Quizá ellas solo piensan en lo mejor para todos, sería muy arriesgado mandar a ciegas a alguien a por algo. Lo sé por experiencia. — Trataba de animar Mang a su amiga.

— Lo sé, pero estamos en guerra y no es el momento para hacer planes muy elaborado. — Suspiraba Yasuko, era bueno tener a Mang a su lado, era un bueno escuchado y en esos momentos era lo que más necesitaba a menos de que quisiera acabar con todos los muñecos de entrenamiento. — Al ver la negativa, le dije a Tonraq que hoy en la noche nos fugásemos y fuéramos a por los malos nosotros mismos. Pero se negó...

— Y ya lo creo, no sabes quienes son esos sujetos y tampoco sabes si tienen esas extrañas armas. — Habló Mang preocupado. — Él no quiere que te pase nada. Te está cuidado.

— Lo sé, Mang, lo sé. Y me siento mal por ser así, pero es que no quiero que Akumi tenga información de nosotros... Yo he visto como es, peleando contra ella, sus bravucones me dieron la paliza de mi vida hace dos años. — Explicó la joven de tez de porcelana. — Es solo que... no me gusta quedarme sin hacer nada teniendo las cosas de frente a mí...

— Yas, tú no sueles actuar de manera impulsiva por nada, debe haber una cosa más. — Se interesó el maestro aire ya que conocía muy bien a su amiga, esa conducta iba más con su hermano que con ella.

Al escuchar esas palabras Yasuko se quedó muda. Era cierto, ella no era del tipo de persona que actuaba sin pensar mucho las cosas, al contrario, su fortaleza era la estrategia y los movimientos calculados con frialdad. ¿Qué era lo que la impulsaba a actuar así? «Akumi...», esa era la respuesta. Cualquier cosa relacionada con esa mujer le provocaba que la sangre le hirviese, no había olvidado el daño que le había hecho a su madre y eso provocaba en ella aquella necedad de acabar con todo lo que tuviese relación con aquella rubia.

— Es Akumi... — Confesó la maestra. — Ella hace que saque lo peor de mí y el saber que tiene acceso a algo que yo protejo... qué mi familia protege... Me enoja.

— ¿Aún piensas ir donde los traidores? — Se interesó Mang preocupado.

— No, sabes que no hago estas cosas sin Tonraq. — Contestó en un suspiro la chica de ojos heterocromaticos.

— En ese caso, me quedo tranquilo. — Exhaló aliviado el joven ciego. — Si te pasara algo... No sabría cómo enfrenarlo. Eres una persona muy especial para mí.

— ¿L-Lo soy? — Tartamudeó incrédula Yasuko sintiendo como sus mejillas se coloreaba de rojo.

— Claro que sí. — Afirmó seguro Mang.

— Vaya... gracias. Nadie me había dicho algo así de... lindo. — Comentó tímidamente la maestra agua.

— ¿En serio? ¿Por qué? Si eres una persona maravillosa. No sé cómo eres físicamente, pero por cómo te describen eres hermosa seguramente, tu voz es tan melódica, eras una gran estratega y peleadora. — Le halagó el joven de ojos blancos.

— Vamos, no es para tanto. Mamá es mucho más hermosa que yo, y eso que ya supera los treinta, de ella heredé el cerebro y tanto ella como Ma' son unas luchadoras tremendas. Aprendí de las mejores. — Sonrío tímidamente Yasuko.

— Quizá, pero eres una combinación de las dos, y eso te hace más que única. — Argumentó Mang tomando la mano de la maestra fuego. — Eres extraordinaria.

— Yo... Yo... — La joven no sabía que hacer o decir, el tacto de su amigo contra su piel quemaba y a su vez, le encantaba. — Mang...

— Yasuko... — Susurró el maestro aire acortando la distancia entre ambos.

— Yo no sé si... — Inició la hija mayor de la CEO Sato confesado su nulo conocimiento acerca de lo que estaba pasado.

— Yo tampoco sé... — Le reconfortó el joven ciego sin alentar el acercamiento mutuo.

Ambos jóvenes no tuvieron conocimiento de nada, dejaron a sus cuerpos dominar en esa ocasión. Yasuko y Mang lo sabían, desde hacía años ese sentimiento travieso empezó a jugar con sus corazones y ahora se estaba cobrando lo que tantos años tardó en construir. La maestra fuego siempre sintió un cariño especial por aquel chico, quizá porque en él encontraba aquella figura débil que debía proteger, aquel apoyo moral que nadie más le daba o que, simplemente, le gustaba. El joven ciego, por otra parte, le encantaba sentirse acogido en el velo protector de su amiga, adoraba cuando le tomaba de la mano y lo guiaba por lugares con muchedumbre, desde pequeño, para él, Yasuko era lo máximo en todo y, ahora, lo seguía siendo con un bonus extra que le hacia su corazón palpitar y querer probar esos labios que siempre había imaginado ver por primera vez. Sus corazones tocaban a la misma melodía y sus alimentos se unían dando una nueva fragancia que a ambos les empezó a gustar tanto que sería su nueva droga, sus labios estaban a unos cuantos centímetros más para poder al fin ser uno, el viento soplaban y lo árboles cantan. Era perfecto.

— ¡Yas! — Se escuchó la voz del hermano menor de la maestra fuego a la distancia.

Aquel grito aclamado a la joven maestra fuego sorprendió a la pareja de improviso, sintieron un fuerte temblor en sus cuerpos y pusieron una prudente distancia entre ambos al mismo tiempo que el menor de los gemelos dato se acercaba a la escena del crimen.

— Yas, mamá dice que es hora comer. — Comentó Tonraq mirando a su hermana y amigo. — ¡Mang! ¡Estás aquí! ¿¡Cómo estás!?

— B-Bien, gracias, Tonraq. — Contestó apenado y sonrojado el maestro aire mientras agachaba la mirada.

— Oye, ¿te quedas a comer? — Le ofreció el maestro agua a su amigo mientras pasaba su brazo sobre su cuello. — Apuesto que a Yas le encantaría, y también a mis madres.

Para nadie era un misterio que el único hijo del matrimonio BeiFong y la mayor de los hermanos Sato tenían sentimientos muy fuertes el uno por el otro, pero eran demasiado tímidos e idiotas cómo para para dar el siguiente paso.

— Cómo sea. — Bufó Yasuko parándose y dirigiéndose al interior de su hogar.

— ¡Oye! ¡No te vayas! — Le gritó Tonraq con una sonrisa en el rostro.

— Mamá debe estar esperándonos, gran pedazo de tonto. — Siseó la maestra fuego con ojos afilados, al parecer estaba más enojada de lo que usualmente se ponía cuando el moreno interrumpía sus charlas con Mang.

— Vale, no te pongas así con tu hermanito. — Le condescendió Tonraq. — ¿Y a ella qué le pasa?

— No tengo idea... — Mintió hábilmente el maestro aire. — Mejor nos vamos moviendo, tus madres odian que lleguemos tarde a la comida

La tarde pasó tranquila, Mang acompañó a la familia de la Avatar a la merienda, su presencia en la mesa fue bien recibida por todos los miembros que la conformaban, sobre todo por las mayores quienes adoraban al chico, pues él había crecido prácticamente a la par que con sus hijos. Almorzaron pasta a las flamas acompañada por una sopa de algas, las horas pasaron entre risas y recuerdos de cuando los más jóvenes eran pequeños. Desde la primera vez que el chico de ojos blancos hizo por primera vez aire control hasta pequeñas anécdotas que involucraba al trío de maestros, como cuando entre los tres decidieron irse de expedición por los alrededores del hogar que tenían en la Tribu Agua del Sur, al cabo de unas horas terminaron perdidos, al ver la ausencia de los más pequeños los mayores fueron a su búsqueda y, lo que encontraron, jamás lo olvidaría. Yasuko con la nariz chorreante de un líquido transparente aguantando las ganas de llorar mientras que Tonraq y Mang chillaban a todo pulmón llamando con desesperación a sus respectivas madres aferrados a la niña de cabello negro y tez clara. El trío de amigos tenía muchas historias juntos, pero esa era una de las favoritas de la Avatar y su esposa.

Las horas transcurrieron y la noche se posó sobre toda Ciudad Capital, el aire era cálido y el bochorno húmedo podía molestar hasta el más experimentado habitante de la Nación candente, la luna era hermosa, blanca y grandota, adornando el manto negro al que le llaman cielo, las estrellas tintinaban juguetonas y las nubes acompañaba al viento en su andar. En el interior de la casa de los Sato se podían apreciar a una joven de cabellera negra atada en una hermosa trenza, ojos de distinto color, usaba una camisa sin mangas negra y unos pantalones cortos de color rojo. La maestra fuego miraba abobada el blanquecino primer maestro de los mares, su mente era un caos total. Desde que había "discutido" con su madre y hermano menor respecto a lo que haría con los traidores la idea de querer hacer algo no le dejaba en paz, quería salir y encontrar a aquellos que habían tenido el atrevimiento de faltar a su palabra de juramento para con su madre. Yasuko Sato siempre había tenido un sentido del deber y la justicia tremenda, era tan grande como el de sus madres o inclusive mayor. No era justo que mientras Akumi estaba plácidamente en su recamara leyendo con lujo de detalles, los de su bando estuviesen allá al frente peleando con algo que estaba totalmente orquestado.

Del otro lado de la enorme casa, un joven de tez morena, cabellera larga atada en una coleta de caballo y fleco tan largo como para cubrirle la mitad del rostro caminaba con lentitud entre los pasillos, hacía mucho tano él como su hermana deberían estar dormidos, pues mañana empezarían la planeación de la estrategia que tomarían para con los traidores, pero algo en su mente no le dejaba dormir. Su hermana. Sabía que si accedía a su petición ambos se meterían en problemas, pero, ¿no sería la primera vez que eso pasaba, verdad? Jamás había visto a Yasuko actuar de ese modo, pero, sobre todo, nunca jamás en su vida le había recriminado alguna orden dada de manera oficial por parte de sus madres. La joven maestra fuego debía de estar siendo empujada por algo más, algo inexplicable, alguna fuerza más allá de lo que él podría ver. Después de estar pensado sobre eso toda la tarde, recordó que cada vez que su hermana mayor se empeñaba en algo que no era característico en ella era porque algo pasaba, cómo cuando se negó a comer el pastel que tanto le gustaba y al final del día todos terminaron enfermos porque lago había salido mal en la preparación de éste, o aquella vez que no quiso salir a pasear sobre Kimq -cosa más que extraña en ella, ya que era de sus actividades favoritas- y esa misma tarde se desató una tormenta de granizo tremenda. Era mejor confiar en los instintos de su hermana y, en ese caso, apoyarla.

No supo cuándo, pero al fin había llegado frente a la puerta de la recamara de su gemela, tomó aire y, con ligereza, tocó aquella puerta de madera negra tallada finamente por los más expertos artesanos en su ramo, el sonido que ésta emitió fue suave pero conciso, lo suficiente como para hacerse notar ante el silencio que lo acompañaba. Esperó un momento antes de que pudiese escuchar el sonido de afirmación que le daba una voz femenina del otro lado de la puerta, tomó el picaporte y penetró en los aposentos de su hermana mayor con cuidado de no hacer el más miserable ruido, si sus madres se enteraban de que él estaba ahí, en pijama, Yasuko se podría meter en problemas. No es que sus madres no confiaran en él, al contrario, tenía muchas libertades para con la mayor, pues sabían que Tonraq jamás permitiría que alguien le pusiera un dedo encima a su hermana, y menos él, pero eso no quitaba el hecho de que ya fuese un hombre y ella una mujer, aquellos límites impuestos por la Avatar y la CEO eran meramente por cuestiones básicas y muy primordiales en las reglas de un hogar, pero que si por ellas fuese, les dejarían dormir juntos hasta que alguno de los dos se hartase del otro y lo echara de su cuarto, cosa que pasaba usualmente cuando eran obligados a compartir la misma cama. Tanto Tonraq como Yasuko habían heredado el mal habito de moverse con suma frecuencia mientras dormían.

— ¿Yas? — Habló tímidamente el moreno de fleco.

— ¿Qué pasa, Tonraq? — Cuestionó la pelinegra sin mirarle.

— ¿Estás bien? — Preguntó el maestro agua colocándose junto a su hermana.

— ¿Por qué estaría mal? — Contraatacó Yasuko con cierta frialdad.

— Mira, Yas, sé que estás enojada... O al menos en tu forma de enojarte. — Empezó el maestro agua. — Pero quiero que sepas que... Acepto ir contigo.

— Tonraq, ya dejaste claro esta tarde que no ibas a... — La joven de ojos verdes y azules hizo una pausa a su discurso ensañado, ¿estaba aceptado ir con ella? — ¿Qué dijiste?

— Que voy contigo. — Respondió con aires ligeros el joven castaño encogiéndose de hombros.

— ¿Qué hay de Ma' y mamá? ¿Los problemas en los que nos vamos a meter? ¿Por qué el cambio de decisión? — Interrogaba la más grande con incredulidad en su voz.

— Con los años he aprendido que si tú tienes una corazonada, cosas que jamás identificas por lo que veo, es por alguna razón. Ma' y mamá estarán bien mientras no se enteren que salimos y si regresamos antes del alba, y si nos metemos en problemas, te echaré toda la culpa a ti. — Bromeó Tonraq dándole un leve golpe en el hombro a su hermana mayor.

— Idiota... — Sonrió Yasuko.

— Pero solo tu hermano idiota. — Le siguió el juego el moreno. — Ahora, vístete, que nos vamos a patear unos cuantos traseros. A que puedo golpear más malos que tú.

— Solo en tus sueños, la última vez yo conseguí cuatro rendiciones y dos se ellos se hicieron en los pantalones. — Comentó la maestra fuego empezando a buscar sus cosas. Esa noche sería una muy larga.

Y ahora estaban allí, recorriendo las afueras de la ciudad sobre los techos de las casas, antes de partir a esa misión tomaron el documento que el general Iroh le había dado a la ingeniero en la reunión. Según el mensaje, que Yasuko pudo descifrar en menos de cinco minutos, había un pequeño grupo de infiltrados entre sus filas desde hacía ya varios meses, según el correo, lograron entrar gracia a algún grupo enorme de refugiados. Aquel equipo se escondía en una de las casas pertenecientes a los antiguos soldados de la Nación del Fuego a las afueras de Ciudad Capital que se encargan de cuidar las fronteras de ésta misma en los tiempos de La Guerra de los Cien Años, su difícil acceso y su mal estado las hacían el lugar perfecto para una central clandestina de operaciones del bando enemigo. Nadie se acercaba allí a menos que estuviese lo suficientemente loco para soportar posibles derrumbes de techos, alimañas, supuestos fantasmas de guerreros asesinados ahí mismo, o que el suelo colapsara bajo tus pies dejándote atrapado entre escombros y suciedad de solo Raava sabe cuentos años. No era un lugar atractivo, era peligros y ni siquiera los vagabundos más desesperados llegaban hasta allí. Era un excelente lugar, hasta la mayor de los Sato admitió que habían seleccionado una buena posición. Ni siquiera habían llegado y ya tenía el estómago encogido.

Las casas cada vez se pusieron más desgastadas, ya no podían correr sobre las viejas tejas de los techos, pues el riesgo de resbalar y caer al suelo era mucho mayor ahora. Los hermanos Sato decidieron seguir su camino por tierra pero sin aminorar el paso, debían estar en sus hogares antes de que el sol saliera a menos que quisieran meterse en serios problemas con sus madres y de tan solo pesar en aquella posibilidad a los gemelos ya les daba miedo. Ver a Korra enojada no era la gran cosa, gritaba mucho pero no llegaba a más a menos que ambos hubiesen hecho algo realmente grave, sus temores se volcaban principalmente en la ingeniero. Asami no era de las personas que se enojaban, al contrario, ella los defendía ante la morena, pero cuando la furia se apoderaba de esa hermosa mujer de personalidad tranquila y amorosa, infundía el terror hasta al ser que controlaba los cuatro elementos y era el puente de los dos mundos. En todos los diecisiete años de edad de ambos, sólo habían visto realmente enojada sus madres, y fue cuando los dos hicieron su primera rabieta porque querían comer helado antes de la cena. Aquel regaño se quedó grabado en sus mentes y se prometieron mutuamente jamás hacerlas enojar así. Claro, hasta ese día si es que se enteraban de su pequeña aventura nocturna.

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 11/28/2015, 12:51 am

Al fin llegaron hasta su objetivo, una enorme casa tradicional de la Nación del Fuego tan grande como la suya propia, tenía aquellos característicos techos en curva con puntas en dirección al cielo, unos cuantos dragones adoraban las esquinas, se podía ver el desgaste a plena vista y eso que sólo podían iluminarse con la luz de la luna. Las ventanas estaban rotas, las puertas cerradas con tablas y las paredes se caían a pesados lentamente. Yasuko miró a su hermano y le hizo señas de que mirase al techo, por ahí entrarían, nadie se espera que tus enemigos te sorprendan desde el cielo. Ambos gemelos compartieron una mirada cómplice y buscaron el árbol más cercano que pudiesen trepar para poder tener total libertad a la parte superior de aquella choza, solo deseaban que la construcción pudiese soportar su peso y que las tejas no se cayesen en pedazo o estuviesen demasiado lisas, ya demasiado se estaba arriesgando con ir allí y si alguno de los dos regresaba con un brazo o pierna roto, sus líos aumentarían exponencialmente al infinito. Encontraron uno, pasa su fortuna, muy pegado al hogar que iban a invadir y, haciendo alarde de su envidiable condición física, abrazaron el bello tronco grueso, buscaron donde afianzar sus manos y pies, cerraron sus párpados, respiraron con lentitud y te llegaron a la sima en un abrir y cerrar de ojos. Divisaron el techo que tenían como objeto y, pidiéndole a Raava por su seguridad, saltaron al vacío cayendo justamente en el tejado.

Yasuko respiró aliviada al poder percibir una masa sólida debajo de sus botas negras con dorado, al parecer el techo estaba en mejores condiciones de lo que ella pensaba, de manera instintiva buscó con la mirada a Tonraq teniendo que él no hubiese podido saltar lo suficiente o, lo que era más probable, haber caído directo al foso de los leones, que ese caso, era el interior de esa casona, sus soperas fue realmente grata y bien recibida al ver a su hermano menor a unos metros de ella probando el tejado dando pequeños pero inaudibles saltitos que era su media para verificar las condiciones de donde estaban parados ambos. La maestra fuego rodó los ojos y se dirigió donde su hermano, pero en el transcurso algo llamó su atención. Una fuente de luz. Dándole un golpe cariñoso al maestro agua, la joven de cabellera negra le hizo señas de que mirase al haz de luz que salía del interior de la casa. Si algo sabia ella, era que una casa en ese estado no sería capaz de emitir tal señal de luz, eso solo le indicaba que los enemigos ya habían estado ahí el suficiente tiempo como para poder remodelar el interior de aquella pocilga, y eso no era nada bueno. Si tenían ya algo tan básico como luz, eso significaba que debían poseer armas y demás cosas, en ese momento agradecía haber obligado a Tonraq a ponerse la armadura que su madre había inventado para contrarrestar las armas que sus oponentes de seguro tenían.

Con cuidado, ambos jóvenes se fueron acercado hasta la fuente de luz para encontrase con una ventana allí mismo que daba en dirección al cielo. Con cuidado de no ser vistos, los hermanos se inclinaron para poder tener una mejor visión del interior de aquella casa y, lo que vieron los dejó boquiabiertos. Por fuera parecía un asco, que el cualquier momento se caería en pedazos. Pero por dentro estaba tan bien hecha que podría competir con el hogar de los gemelos Sato. Lo que su visión les permitía ver eran a unos cuantos hombres caminar por lo que ellos deducían era una oficina, pues habían Marías mesas regadas por toda la habitación con varios papeles sobre éstos, la mayoría de los sujetos que pasaban por allí tenían caras de pocos amigos y una pistola relucía en su cintura dando la amenazaba muda de que están capaces de usarlas y que no lo dudarían por ningún segundo.

— Tonraq, ¿ves lo que yo veo? — Musitó la joven de cabello negro.

— Claro que si... — Contestó de manera queda el menor. — Yas, tenías razona. Estos sujetos están más que bien preparados y de seguro esos papeles son de expedientes clasificados.

— Tenemos que entrar. — Advirtió la mayor mirando a su hermano. — ¿Trajiste los guantes?

— Jamás voy a jugar sin juguetes. — Respondió Tonraq con una sonrisa mientras de sus ropas extraía un par de guantes.

Aquellos accesorios habían sido diseñado por su madre, eran unos guantes eléctricos similar a los de ella en color azul marino, en su parte interna estaba recubierta por un material no conductor de electricidad. El objetivo de esos guantes era que Tonraq pudiese usar su agua control con éstos y aprovechar que aquel liquido era un conductor natural de electricidad dando como resultado que, aparte de que el joven maestro pudiese dar golpes certeros, éstos vinieran acompañados por una descargara eléctrica que dejara a su adversario noqueado.

— ¿Y tú? ¿Trajiste tu juguete? — Se interesó el moreno mientras se colocaba sus guantes.

— Esta aquí conmigo. — Susurró Yasuko acariciando una espada que portaba en la espalda. — Mamá hace mejores regalos que Ma'.

El arma de Yasuko era nada más y nada menos que una hermosa espada forjada por la minas Asami Sato. Ésta era de un tipo de metal que soportaba altas temperaturas convirtiendo aquella simple hoja en un pequeño fragmento del mismo sol. La maestra fuego había logrado calentar tanto el metal de que estaba hecha su arma que llegó a cortar metal y, una vez, platino con ésta. Korra quizá daba buenas lecciones, pero la CEO se llevaba el premio en regalos de cumpleaños.

— ¿Estás listo? — Preguntó la mayor al menor.

— ¡Hagamos esto! — Sentenció el moreno con una sonrisa de medio lado en el rostro.

Dándose una última mirada, los hermanos abrieron la ventana con sutileza para que el ruido no alterara a los habitantes del interior de la vivienda y, haciendo alarde sus magníficas y bien trabajadas piernas, saltaron en su interior cayendo de una manera agraciada sobre sus pies, casi podían semejar al hermoso aterrizaje de un pájaro-dragón. Pero, cómo era de esperarse, sus intromisión no había pasado desapercibida. Apenas los hijos de la Avatar tocaron el hermoso suelo blanco metálico, los hombres que estaban ahí dirigieron su total atención a los intrusos que habían tenido el atrevimiento de pisar su territorio. Primero se sintió un ambiente de confusión por parte de los traidores, cosa que aprovecharon al máximo Tonraq y Yasuko para hacer el primer movimiento ofensivo para contra ellos, una de las lecciones que les habían enseñado cuando aprendían apenas los movimientos más básicos, fue que el desconcierto de tu enemigo era tu ventaja táctica. Así que, haciendo uso de aquello, los hermanos Sato se abalanzaron a los primeros sujetos a los que tuvieron alcance y, tan rápido cómo la aparición y desaparición de un espíritu, dejaron a los pobres sujetos noqueados con un eficaz golpe detrás de la nuca.

El momento de desconcierto de los rivales no tardó demasiado y la riña que los hermanos Sato habían empezado se hizo más activa, pero no por eso, más exigente. Tonraq y Yasuko se colocaron espalda con espalda al ver que los empezaban a rodear, de la nada el número de contrincantes se elevó considerablemente, y el par de maestros no pudo contener su sonrisa triunfal. Al parecer los traidores eran más de los que inicialmente pensaban y, por lo que podían concluir con solo una rápida inspección, habían acertado en ir tras ellos en ese momento, quien sabe cuántos más habrían si se les hubiese dejado pasar más tiempo. El primer movimiento fue dado por un maestro fuego que estaba frente a la mayor de los gemelos, un golpe con llamas era su ataque en ese instante, pero aquel puño jamás llegó a tocar el hermoso rostro de Yasuko, pues ella con tan solo un movimiento de manos tomó la mano cerrada de su atacante, dispersó las llamas que el joven dominaba y, sin más, le dio un cabezazo en la frente tan potente que el chico quedó tendido en el suelo, cosa que no les gustó nada a sus compañero pues, al ver aquello, todos iniciaron un ataque masivo a los hijos de la CEO Sato.

Llamas, agua siendo disparada en forma de ganchos, rayos eléctricos y humo eran los principales protagonistas de aquella escena. Tonraq sonreía mientras noqueaba a sus enemigos, para él aquello era un juego muy divertido que solo podía jugar con su hermana mayor, pues el nivel en el que los pobres sujetos estaban era más que lamentable, se notaba demasiado que ellos estaban ahí por su materia gris y no por su condición física o de pelea. «No todos son hijos de Avatar y la CEO Asami Sato, supongo», se dijo a si mismo el moreno mientras esquivaba una patada de un sujeto de lentes que intentaba hacerse el rudo. «Yas, hasta me da pena pelear contra estos cerebritos», pensó el mayor, pensamiento que resonó en la mente de la mayor. «No les hagas mucho daño, solo déjalos noqueados...», le contestó su hermana mayor mientras usaba su fuego control para atemorizar a un hombre de contextura enclenque y con rasgos aniñados, quien apenas vio la bella llamarada azulina que rodeaba a Yasuko toda su azúcar bajó al igual que su ritmo cardiaco haciendo que su cuerpo entero se desplomase en ese mismo instante. «De acuerdo, quizá si me da algo de pena... Pensé que serían más duros», se recriminó la mayor al ver que el moreno terminaba de noquear al último individuo en pie.

— Ese fue el último. — Anunció Tonraq estirándose cuan lémur recién alimentado.

— Esto es extraño... — Susurró Yasuko encaminándose en dirección a uno de los escritorios volteados por la pelea, con cuidado se agachó y tomó con sutileza uno de los papeles que adornaban el piso. — Fue demasiado fácil...

— Yas, son cerebritos... Su fuerza radica en sus cabezas, no en su cerebro. No todos los genios son con mamá, tú o yo. — Parloteó el moreno poniéndose junto a su hermana.

— Ese no es el punto, Tonraq. No creo que la seguridad de Akumi fuese tan poca. — Musitó mientras leía con atención el documento que tenía entre las manos. — Hemos estado en el frente de batalla y sabemos los feroces que son sus hombres. Además, estos sujetos en ningún momento hicieron uso de sus armas. Eran más que inexpertos.

— ¿Qué estás leyendo? — Se interesó el menor para quitarle peso a los pensamientos de la maestra fuego.

— Son cifras, cuentas... — Contestó sin mirarle. — Como las que hace mamá cuando está trabajando en un nuevo proyecto.

— ¿Y...? — Le invitó a seguir el joven de fleco.

— No sé, solo son números... Puedo reconocer algunas fórmulas cómo las de electricidad y velocidad, las otras ya son sustituciones... Ni unidades tienen, **¿qué clase de ingenieros son estos?

El moreno estaba a punto de contestar con una de sus usuales bromas, pero las palabras no pudieron salir de su boca. O, mejor dicho. No se le permitió hablar. Los hermanos estaban tan concentrados en su entorno que no se percataron cuando una figura alta y notoriamente robusta entró en la habitación, con sumo sigilo, de sus ropajes sacó una extra arma semejante a las pistolas que ya bien los gemelos conocían, pero con una pequeña modificación, ésta estaba pintada de un negro total y, cañón, sobresalían dos pequeñas agujas semejantes a los dientes de un dragón. Con precisión, el sujeto apuntó el arma en dirección del moreno y la pelinegra, una vez colocado la mira en el punto exacto, el hombre jaló del gatillo y las jeringas salieron disparadas con una velocidad increíble. Yasuko y Tonraq apenas pudieron reaccionar ante el pequeño malestar que el penetrar de las agujas provocaba en su piel cuando, de repente, una corriente eléctrica empezó a invadirlos por todo el cuerpo. Habían experimentado esa sensación antes cuando el más pequeño de los hermanos jugó por primera vez con sus guantes, la electricidad acariciar cada uno de sus nervios obligando a sus extremidades a moverse de manera involuntaria, el dolor creciente y las contracciones de sus músculos. Era horrible, una pesadilla que terminaba en un color negro total debido a la sobrecarga de sus cabreos. «Ton...raq... Perdóname...», fue lo último que pensó Yasuko antes de caer en un sueño profundo.

- o - o - o - o - o - o - o - o - o - o - o -

Era una noche agradable, pero algo en el aire la mantenía nerviosa, cómo si algo fuera a pasar. Korra se rascó la cabeza y miró con atención la luna, siempre que necesitaba pensar y desde que habían llegado a vivir a la que alguna vez fue la residencia original de los Sato, iba a sus hermosos jardines y se sentaba en medio de éste. El césped bajo su cuerpo, el olor a humedad invadir sus fosas nasales, la ligera brisa que le proporcionaba el mínimo del frío que su cuerpo necesitaba para sobrevivir, las visiones de los cientos de espíritus que habían encontrado un refugio en costas candentes, todo aquello combinado con la oscuridad de la noche le tranquilizaba. Su hija mayor estaba enojada con ella, lo sabía, veía mucho de ella en Yas así como en Tonraq, su hermosa princesa había sacado el mismo carácter que ella tenía a esa edad, obstinada y siempre preocupada por los demás, mientras que su hijo menor tenía su sentido del humor y su composición por los demás. «¿Será que esperar no fue una buena idea?», se preguntó a si misma la Avatar, «tenemos mucha información importante, pero no sabemos nada de ellos... cuantos son o qué desean... será mejor dejarlo así por ahora...», razonó la morena mientras seguía en la intemperie permitiendo que el viento se llevase sus preocupaciones.

Asami la veía a la distancia, a pesar de que su hija mayor no se había portado de mala gana con ninguna de las dos, si pudo percibir el pequeño matiz de frialdad e irritabilidad que desprendía cuando estaba cerca de ambas. Yasuko jamás fue una niña mal portada, al contrario, ella y su hermano eran unos niños maravillosos que crecieron para volverse adolescentes extraordinarios, claro, con sus diferencias de vez en cuando, pero nada que jamás pudieran superar, así que ver ese pequeño distanciamiento por parte de su hija mayor le dolía, y más a Korra, quien quisiera o no admitir, veía mucho de ella en su pequeña princesa de fuego. Miró la taza que tenía entre sus manos y se aseguró que estuviese caliente, eso ya era una clase de ritual para ambas desde hacía mucho, pero mucho tiempo atrás. Se acomodó un cabello travieso que le molestaba en la cara colocándolo detrás de su oreja y salió de su acogedor hogar con aquella taza humeante entre las manos dispuesta a hablar con su esposa y hacerle saber que cualquier cosa que llegase a necesitar, ella estaba ahí para ella. Con paso lento se fue acercando hasta dónde su amada morena estaba y, por un instante, se perdió en esa figura que tanto adoraba. Su piel tostada, esos brazos fuertes y protectores, ese castaño cabello atado en una trenza y se imaginó aquellos hermosos azules con los que todas las noches soñaba. Cada día que pasaba a su lado la amaba aún más.

— ¿Korra? — Dijo la ingeniero con voz suave tratando de llamar la atención de la Avatar.

— Oh, 'Sami. — Dio un respingo la morena al escuchar esa hermosa voz acariciar sus oídos y dirigiendo su mirada a la intérprete de ésta. — No te escuché.

— Te traje un poco de té. — Informó la mecánica sentándose al par con la maestra agua y extendiéndole la taza que cargaba.

— Gracias, eres la mujer más dulce del mundo. — Agradeció la ojizaul dándole un beso en la mejilla a su esposa.

— ¿Cómo estás? — Se aventuró a preguntar Asami acercándose aún más a Korra para darle seguridad.

— No sé... Yas me preocupa. — Expresó Korra mirando el reflejo que dibujaba el té de ella. — Puede actuar como si nada... pero sé que está enojada.

— Ella es cómo tú cuando tenías esa edad. — Comentó con dulzura la mujer de tez blanca mientras tomaba la mano de su pareja. — Siempre queriendo actuar en el acto.

— Eso es lo que más me preocupa de ella... No quiero que pase por mí mismo que yo para que aprenda a ser paciente. — Expresó la Avatar apretando la taza que tenía sujetada. — No deseo que mi bebé aprenda de la mala manera...

— Y no lo hará, verás que cuando crezca lo notará... Solo dale tiempo. — Le reconfortó la ingeniero. — Pero será mejor que hables con ella y le digas que piensas.

— ¿Tú crees? Está enojada conmigo, soy la última persona que de seguro quisiera ver. De seguro me corre como lo hace con Tonraq cuando está en ese periodo del mes. — Bromeó un poco Korra para que aquel peso invisible que tenía en sus hombros se dispersara un poco.

— Oh, vamos, sabes que no lo hará. — Le animó Asami. — Anda, yo iré contigo para protegerte de nuestra pequeña.

— No es mi culpa que heredase tu humor. — Aquel comentario sacó una sonrisa en ambas mujeres.

— En ese caso, será mejor que lleves un para rayos o un traje que soporte muy bien el fuego y el agua. — La morena sonrió ante la ocurrencia de su esposa y se irguió, tomó de la mano a su pareja y se encaminaron al interior de su hogar, iba a hablar con su hija y a aclarar todo.

Korra caminó nerviosa por los pasillos, a pesar de que en muchas ocasiones había reñido con su hija mayor sobre algunos asuntos, jamás podría acostumbrase a eso. Ese nudo en su estómago, la tensión sobre sus hombros, el mudo temor que le invadía por terminar en peores términos con su pequeña que tanto quería por ser la viva imagen de su madre. Respiró de manera profunda para tranquilizar los latidos de su corazón que padecía de una fuerte taquicardia nerviosa, sintió como una mano familiar se posaba en su hombro transmitiéndole la seguridad que necesitaba. Allí estaba Asami, a su lado, como lo había estado desde el momento en el que le declaró amor eterno en esa tarde luminosa en el Mundo Espiritual. Le miró por unos instantes y sintió como cualquier vestigio de inseguridad desaparecía de su ser dejando solamente una sensación de paz que, a pesar de lo mucho que se empeñara en explicar o en encontrar algún motivo de aquello, jamás daría con una explicación que satisficiera su curiosidad como era debido. Con cuidado agarró aquella blanquecina y fina mano con la suya y le dio un leve apretón en señal de que agradecía tal tacto, viró el rostro de nuevo al frente y siguió su camino hasta llegar a la recamara de su hija. «Espero que no esté dormida...», rogó mudamente la Avatar para sí misa.

Llegaron hasta una hermosa puesta de madera roja finamente tallada, en su marco se podían ver las siluetas de delgados y estilizados dragones danzar por la piel del árbol que fue utilizado para semejante obra maestra, la perilla de un color dorado como el mismo sol tenía grabado una "S" en cursiva que era el símbolo distintivo de los Sato hacía años, antes de que la hermosa heredera de su linaje decidiera contraer matrimonio con el ser más poderoso del mundo. Korra iba a abrir la puerta como siempre hacia, pero su mujer le reprendió con un pequeño gritito, aquel mal habito que tenía le llegaba a sacar de quicio. Yasuko ya tenía diecisiete años de edad, quisiera o no la morena, su pequeña bebé se estaba convirtiendo lentamente en una mujer y necesitaba más espacio personal para poder desarrollarse como tal. La Avatar retiró su mano de la perilla y tocó la puerta que estaba delante de ella, si quería estar en buenos términos con su hija era mejor llevar las cosas con tranquilidad, decidió esperar unos cuantos segundos antes de volver a golpear la madera al ver que no había señal del otro cuarto. «¿Se durmió?», se preguntó mentalmente la morena llamando a la puerta por tercera vez consecutiva.

Korra miró a su esposa preguntándole mudamente si sabía algo, pero la mecánica solo se limitó a negar con la cabeza, sabía que Yasuko estaba en su cuarto, antes de irle a preparar el té a la morena divisó a Tonraq ir a éste y entrar con la autorización de su hermana, así que debía estar allí dentro. La morena regresó su mirada al picaporte y lo tomó, con cuidado giró la hermosa perilla de oro, escuchó el mecanismo metálico trabajar y destrabar la puerta permitiéndoles el total acceso adentro de la habitación de la maestra fuego. Todo era penumbras, apenas se podía divisar algunas cuantas cosas gracias a la luz de la luna que se filtraba por el enorme ventanal que estaba justo frente a ellas. La pareja entró en la recamara con sutileza temiendo que el más mínimo movimiento despertara a su pequeña. La recamara de Yasuko era amplia, tenía un escritorio dónde se podían apreciar algunos papeles y planos (de seguro de Tonraq) regados en todo su ancho, paralelo a éste se encontraba su cama dónde sobresalía un bulto entre las sabanas, seguida a ésta había una mesita de noche dónde la maestra fuego guardaba sus pequeños accesorios, ya sean broches o pequeños engranajes que le guardaba a su hermano menor para sus máquinas.

— Yas... cariño... — Llamó la mujer de tez achocolatada mientras se sentaba a un lado de su cama. — Sé que estás dormida... pero quiero hablar contigo.

Asami se quedó en el umbral de la puerta viendo aquella escena, a su mente vino el recuerdo de cuando Yasuko le alzó la voz por primera vez a Korra, su pequeña hija no quería ir con los hijos de Zhu-Li y Varrick, pues éstos eran unos demonios que solo la fastidiaban y en su afán de protesta, terminó gritándole a Avatar quien, a su vez, le llamó la atención de manera severa. No supo quién había llorado más en esa noche, si Yasuko porque se sentía mal por haberle faltado al respeto a su madre, o Korra por haberle gritado a Yasuko. Su reconciliación había sido igual a esa escena, su esposa sentada en la cama de su hija hablándole y pidiéndole perdón, pero a su vez, explicándole que ese comportamiento había estado mal.

— Mira, Yas... Sé que estás enojada conmigo, sé que quieres lo mejor para todos... Estamos viviendo momentos muy duros, la guerra no es fácil... — Hizo una pausa para pensar en sus siguientes palabras, podía dar discursos motivadores y ruedas de prensa, pero cuando se trataba de hablar con sus hijos su lengua se trababa y su mente no carburaba. — Prometo que daremos lo mejor de nosotras para buscar a los traidores, no descansaré hasta dar con ellos y hacerlos que paguen. Pero, por favor, no te enojes conmigo.

Pero no hubo respuesta alguna de parte de la maestra, su silencio hería a la morena y a su vez le hacía enojar.

— Vamos, Yasuko, ya estás grande como para hacerme esto. — De nuevo, nada. — ¡Por Raava! ¡Soy la Avatar! ¡Tengo más asuntos pendientes que esto! Yasuko, sé que estás enojada conmigo, ¡pero hazme caso! ¡Soy tu madre!

Dicho esto, la joven morena tomó las sabanas que cubrían a su hija y las removió para obligarla a que le diera una respuesta, y sí que obtuvo una. El bulto que ella y su esposa habían visto eran las dos almohadas que usaba su hija para dormir. El cuerpo de la Avatar se heló, su respiración paró por un segundo al igual que su corazón. Yasuko no estaba, su bebé había desaparecido.

— Asami... Yasuko no está. — Logró articular a duras penas.

— ¿Qué? — Cuestionó con incredulidad la CEO acercándose para verificar si era cierto lo que su esposa decía.

— Yasuko no está... ¡Yasuko no está! — Bramó la Avatar.

— Korra, cálmate. — Le pidió la ingeniero a la maestra agua, si ella se alteraba no iban a hacer nada.

— ¿Cómo quieres que me calme? ¡Nuestra hija ha desaparecido! — Gritó la ojiazul apuntando a la cama vacía.

— No, debe estar en algún lugar y de seguro esta con Tonraq. — Habló la mecánica. — Llamaré a Mang, él de seguro sabrá algo.

— Hazlo, yo alistaré todo para irlos a buscar. Esos dos están en serios problemas. Una por irse sin decir nada, y el otro por ser su cómplice. — Siseó Korra con ira, pero, con una preocupación inimaginable.

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Dolor. Eso fue lo primero que sintió en su cuerpo. Se giró sobre su propio eje tratando de quedar una posición más apacible para que el malestar pasara, pero no logró nada. Intentó mover sus brazos, pero una especie de soga los rodeaba impidiéndole hacer el más mínimo movimiento. Aquello alteró de sobremanera a Yasuko obligándola a abrir los ojos con rapidez e incorporarse sobre sus piernas, todo a su alrededor dio mil vueltas, al parecer su cerebro aún no se había recuperado por completo del choque eléctrico recibido. Cerró sus ojos con fuerza y movió su cabeza en un intento de que todo dejara de dar vueltas. A su mente vinieron como los mismos rayos que ella hacía los recuerdos de hacía unos momentos atrás: Habían escapado de casa para estar allí y hacerles frente a los traidores, lograron llegar hasta la casa abandonada de la cual hablaba el mensaje cifrado, encontraron una ventana que daba justo adentro de la guarida, lucharon contra unos cuantos tipejos armados que no sabían usar una mísera pistola por unos cuantos minutos antes de que los derrotaran por completo, luego estaban leyendo unos apuntes que tenían cálculos respecto a la electricidad y demás cuentas que no podía relacionar con lo que sabía y, después de eso, todo era negro y ahora estaba ahí con un malestar físico horrible y, ahora, un estomago nauseado gracias a los mareos que tenía.

Una vez el mundo se mantuvo quieto delante de sus ojos, Yasuko pudo observar dónde demonios se encontraba: Ella estaba en una especie de celda de concreto, las paredes eran grises y con machas de moho por todos lados, arriba de ella podía ver por el rabillo de su ojos una ventana con barrotes negros y algo desgastados que permitía la entrada de aire fresco para evitar que el aroma a humedad proliferara en ese encierro, frente a ella se podían ver las rejas que la separaban de la libertad, estaba amarrada de manos y pies con sogas cafés de consistencia débil, quizá podría romperlas si hacia la suficiente fuerza o quemarlas con su fuego control, su arma yacía a unos metros de ella desvainada y se preguntó mentalmente quien rayos dejaba un objeto punto cortante cerca de un prisionero con amarres más frágiles que una mosca, de seguro se habían confiado demasiado por ser ella una chica, no sería la primera vez que pensaran que era débil por ser del género femenino. Apenas terminó de contemplar su mente vino la imagen de su hermano menor. «¡Tonraq!», se recriminó la maestra fuego mirando para todos lados. ¿Dónde estaba su hermanito? ¿Por qué no lo metieron con ella? ¿¡Y si le pasaba algo!? ¡Si me tocaban un solo cabello a Tonraq ella misma se encargaría de desatar una tormenta con truenos, agua y fuego!

Trató de mover, pero las ataduras le estaban molestado más de la cuenta y eso era algo que nadie quería. Yasuko enojada era tan temible como la misma Asami. Ya exasperada por su casi nula movilidad decidió que era hora de deshacerse de las cuerdas que la ataban, y no había mejor manera de hacer eso que con su aliento de dragón que su madre le había enseñado. Abombó las mejillas juntado toda su energía ahí y, para no hacer una gran bola candente, entrecerró los dientes dejando solo una leve ranura que sería el medio de escape del fuego. Cuando sintió que ya había acumulado suficiente energía, la disparó hacia el exterior dando como resultado que de sus labios saliera una ligera y delgada, pero potente llama azulada que en cuestión de segundos quemó la cuerda que la mantenía sujeta. Repitió la misma operación con la de sus pies, pero en vez de usas su aliento de dragón prefiero usar un método más ortodoxo y hacer un pequeño soplete con sus manos, técnica que aprendió de su tío Mako hacia tantos años atrás, ¿quién diría que aprender tal movimiento le sería tan útil? Si lograba salir de ahí con su hermano a salvo, le regalía a su tío un peine nuevo para su absurdo estilo de peinado y jamás volvería a ignorarle cuando le estuviese diciendo algo, vale, quizá lo último no lo cumpliría al pie de la letra, pero daría su mayor esfuerzo por hacerlo.

— ¡Tonraq! — Gritó Yasuko parándose y estrellándose contra las rejas de sólido metal. — ¡¿Dónde estás?!

— ¿Yas? — Se escuchó una voz gruesa proveniente de la jaula conjunta. — ¿Eres tú?

— ¿Tonraq? — Inquirió la maestra fuego extendiendo su mano para tratar de llegar a la otra celda, la enorme pared de concreto era demasiado gruesa como para poder tener una visión decente. — Hermanito, ¿eres tú?

— ¡Yas! — Chilló con alegría el maestro agua. — ¡Por Raava, estás bien! ¡Por un momento temí lo peor!

— ¿Te encuentras bien? ¿Te hicieron algo? — Preguntó Yasuko con un tono amenazante en su voz.

— Solo me mandaron a callar por escandaloso, les estuve gritando y amenazándolos con reducir todo esto a cenizas si te hacían daño o tocaban un solo cabello de tu cabecita. — Habló con una sonrisa el moreno tomando la mano de su hermana. — Al fían se aburrieron y se fueron, estamos solos aquí.

— Me alegro que estés bien... — Susurró la joven de cabellera negra separándose del agarre de su hermano y sentándose en la fría roca. — Todo esto es mi culpa...

— No seas tan dura contigo misma. — Le trató de animarla Tonraq.

— ¿Cuánto crees que duremos aquí? — Preguntó Yasuko con tono deprimente.

— ¿Hasta qué mamá y Ma' nos encuentren? Yo digo que no pasamos de medio día aquí. — Contestó el menor de los Sato imitando a su hermana a pesar de no verla.

— Eso será humillante y me meteré en líos terribles por exponerte... Espero a algún día me perdones. Se supone que soy la mayor y debo cuidarte, no hacer que te electrocuten o te metan celdas asquerosas como estas. — Bufó Yasuko hundiendo su cara en sus rodillas.

— Fue divertido. — Comentó Tonraq con júbilo. — Que mi hermana mayor al fin desafiara a nuestra madre y saliera a por lo que ella creía. Y para mí fue un honor haber estado a tu lado. Además, mamá y Ma' de seguro no tardan en llegar, yo te cubriré en esto, yo soy el que más puntos en contra tiene.

— No puedo permitir eso, Tonraq. — Se negó rotundamente la maestra fuego.

— Yas, tú has encubierto mis salidas furtivas por la noche.

— Es porque no quiero que te metas en problemas.

— Pues lo mismo quiero yo. Tranquila, ¿sí? — Le reconfortó el maestro fuego a su hermana.

— De acuerdo. — Accedió Yasuko. — Pero también quiero compartir algo de culpa, fue mi plan después de todo.

— Como quieras, total, a los dos nos van a hacer añicos. — Se despreocupó el menor.

— ¿Y ahora qué? — Preguntó la mayor.

— A esperar a Ma' y mamá. — Bostezó Tonraq mirando a la nada.

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La morena estaba irritada, no quería estar allí, en medio de la nada, escalando un árbol con la preocupación en su corazón. Bufó por lo bajo y siguió su camino, al menos tenían un lugar al cual dirigirse y no ir a ciegas buscando en toda Ciudad Capital. En esos momentos debía agradecerle demasiado a Mang de que confesara todo lo que sabía, se notaba es voz la preocupación por sus amigos así que les pudo informar sobre todo: De la charla que Yasuko había tenido con Tonraq durante la reunión y sobre el plan que, según él, no iban a ejecutar juntos.

— Ya verán esos dos niños cuando los vea... — Gruñía la Avatar mientras trepaba a un robusto árbol.

— Korra, deja de estarte quejando y sube. — Le reprendió su esposa quien estaba a varios metros más arriba que ella.

— Pero, 'Sami, ¡es que estoy enojada! — Vociferó la morena casi escupiendo fuego.

— ¡Korra, calla o nos van a encontrar! — Le regañó Asami con tono severo.

— Vale... — Acató la ojiazul. — Pero sigo enojada.

***La pareja logró alcanzar la copa del gran árbol al que se estaban trepando, debían llegar al tejado de la casa en las que según el mensaje que habían descifrado en la mañana estaban los traidores. Según Mang, Yasuko y Tonraq iban a penetrar en las instalaciones que estaban usando los del bando enemigo como cuartel general y darles una muy violenta advertencia de que nadie les clavaba un cuchillo por la espalda a menos que quisieran terminar tan morado que pareciese una uva. Enterrarse de aquel absurdo plan ponía aún más furiosa a la pareja pues sus hijos poseían una inteligencia táctica tremenda, tan solo Yasuko podría haber desarrollado un plan tan complejo y eficaz que podría rivalizar con los que la misma inteligencia militar hacía, pero no, su impaciencia solía ganarle y prefería actuar por mero instinto. Cosa que no le agradaba para nada a la Avatar pues ella sabía que había demasiado potencian en su pequeña como para que ese defecto que ella misma poseía la echara a perder. Yasuko era una maestra en las armas, táctica a más no pero, calculadora y fría a la hora del ataque, pero ¿por qué siempre que tenía que tomar decisiones así se dejaba llevar por el maldito impuso? «Voy a hablar con esa niña muy severamente cuando todo esto termine», se prometió a sí misma la Avatar mientras saltaba al techo de la casa.

Lo primero que notó Asami fue la extrañeza del techo en el que se encontraban paradas en esos momentos, para ser una casa supuestamente abandonada y con una estructura que se caía a pedazos con tan solo una leve brisa de viento, el tejado estaba bastante bien trabajado, sólido y firme bajo sus pies, parecía como si ese aspecto abandonado hubiese sido provocando por alguien quien sabia del arte de la escultura y no por el paso de los años ni de las inclemencias del clima. La ingeniero siguió inspeccionado con la mirada sus alrededores hasta que sus ojos verdes encontraron un haz de luz provenir de alguna abertura extraña como si ésta tratase de llamar la atención de cualquier individuo que tuviese bien su visión, llamó la atención de Korra y le pidió mudamente que la siguiese al origen de la luz blanca que daba en dirección al cielo. Su sorpresa fue mayúscula al toparse con una ventana rota en miles de fragmentos con señales de que había sido alguien y no algo quien la había dejado en ese estado tan lamentable y, a su vez, accesible paga cualquiera, por ahí de seguro habían entrado sus hijos. Una forma no muy agraciada ni sigilosa, pero buena de donde lo vieses por el factor sorpresa que con éste acarreaba. Nadie se separa que sus enemigos les caigan del cielo, y mucho menos que vayan a las fauces del lobo sabiendo que allí lo único que encontrarían serían dientes filosos y una lengua que los arrastraría hasta lo más profundo.

La ingeniero miró a su pareja y ambas entendieron el mensajes, la Avatar tomó a su hermosa esposa de la cintura y la cargó estilo nupcial para que, posteriormente, diese un salto al interior del caserón, usando su aire-control, hizo un colchón de viento para que la caída no fuese tan dura, quizá su condición física era aún buena, pero tampoco se iba a exponer a terminar como su mentor. Con cuidado puso a la ingeniero en el piso, como si fuera la más delicada y fina flor que alguna vez el supremo espirito haya creado. Una vez en el suelo, la morena se dedicó a observar el escenario a su alrededor. Todo era un caos, se notaban a leguas los indicios de que en ese lugar hubo una disputa, pero lo que llamó la atención a ambas mujeres fue que solo se podían ver rastros de fuego, no había balas tiradas u orificios de balas. La ojiazul recorrido todo el perímetro tratando de hacerse una imagen mental de lo ocurrido, pero aquellas pistas solo le daban un ligero vistazo a lo que de seguro había sido la pelea más fácil de la historia. Se agachó para recoger algunos papeles que estaban tirados y, al ver los miles de números que estaban ahí escritos, decidió pasárselos a su esposa quien, al leer los dígitos, simplemente se encogió de hombros al no poder reconocer casi nada de lo que allí estaba plasmado. Por eso ella tenía el hábito de ponerle por lo menos unidades a sus cuentas, para que después ella pudiese reconocer que había hecho allí.

No tardaron mucho tiempo en ese lugar, debían encontrar a sus hijos así que, dejando de lado las hojas con números y se encaminaron a la salida más cercana sin hacer ruido, entre menos resaltara su presencia, mejor sería. Los pasillos de aquella casa eran totalmente metálicos denotando de sobremanera el tiempo que aquellos sujetos ya tenían residiendo en aquel lugar como su cuartel general. Pasaron por una puerta por dónde escuchaban quejidos y suplicas de atención, al ver una bandera blanca supusieron que era la enfermería y que ahí estaban los pobres infelices que habían tenido la desdicha de enfrentarse con sus pequeños. Pero no por eso detuvieron su andad, éstos se mantuvieron firme y silencioso hasta que se percataron de unos que no eran los suyos, tan rápido como pudieron la pareja se escondió en una de las habitaciones más cercanas que tenían y, para su fortuna estaba vacío, se pegaron a la madera para tratar de averiguar cuando el peligro había pasado y así seguir con la búsqueda de sus hijos.

— ¿Ya viste a los extraños especímenes que nuestro líder capturó? — Pudieron escuchar Asami y Korra desde su lugar.

— Si, a los cerebritos les dieron un buen susto. — A este comentario se le unió una carcajada. — Pobres, no supieron ni que les golpeó, hasta se les olvidó que tenían pistolas.

— Pues si a mí me atacaron dos maestros fuegos y no tuviese un ápice de noción de la pelea, también me peinaría en los pantalones y saldría corriendo.

— ¿Y ya viste a esa maestra fuego? — Aquel comentario llamó la atención de la pareja que estaba escondida.

— ¡No estoy ciego! ¡Es hermosa! ¿Crees que pueda...? Ya sabes... ¿Cobrar horas extras? — «Yo lo mato.», pensaba la morena mientras intentaba salir de su escondite y patear al sujeto que se había atrevido a hablar mal de su pequeña, pero Asami la agarraba impidiéndole salir a pesar que quisiere cortar la respiración de aquel tipejo con sus propias manos por dirigirse de esa manera a su niña.

— Si logras que su hermano o ella no te dejen como a los listos, yo digo que sí. Pero, ¿a quién engañamos? De seguro está más usada que su madre... ¿Cómo se llama? Ah, sí, Asami Sato. Desperdicio de mujer, casada con la "gran" Avatar, de seguro no encontró un hombre que pudiese satisfacerla en la cama. — Y ese fue el punto de ruptura de la maestra de los cuatro elementos.

La mujer de tez morena no soporto más, ya aquellos sujetos se habían metido con su hija y ahora, con su esposa. Nadie, absolutamente nadie, podía meterse con las dos mujeres que más amaba en su vida: Con su pequeña princesa Yasuko y con su amada mujer Asami. Usando una fuerza superior a la que su esposa pensaba, se deshizo del agarre de la ingeniero y salió de la habitación encarando a los dos sujetos que anteriormente habían hablado con aires chulos. Aquellos hombres eran notoriamente más altos que ella, después de todo la gran Avatar Korra no había sido bendecida con una gran estatura, pero si con un carácter tremendo. Los ojos azules del ser que dominaba los cuatro elementos y era el puente entre el mundo material y el físico se juntó con unos verdes y otros borgoñas. El de mirada esmeralda tenía la tez morena, pelo castaño y crespo, un leve bigote se empezaba a dibujarse en la parte superior del labio. Mientras que el de ojos color madera oscuro era de tez blanca, el con cabello notoriamente más largo que el primero, pero con el mismo tono, sus brazos eran regordetes y tenía mil y un tatuajes en esto, intimidaba, pero no a la Avatar quien ya se había enfrentado a más de un tipejo similar a ese y todos eran iguales, hombres que ladraban pero que su mordida era más insignificante que la de Ryou cuando era un pequeño dragón.

— ¿Qué fue lo último que dijo tu sucia y repugnante boca de "mi hija" y de "mi esposa"? — Preguntó la Avatar haciendo énfasis en las personas a las cuales quería antes de empezar a desatar el caos.

Yasuko seguía con su rostro oculto entre sus rodillas, su mente trabaja a mil por hora para poder desarrollar un plan que sacara a su hermano y a ella de ese lugar. No tenían guardias, Tonraq había armado un escándalo tremendo que obligó a sus vigilantes a dejar el lugar, tenía su arma ahí mismo, podría quizá derretir los barrotes calentando lo suficiente su espada, pero eso sería demasiado tardado y quizá el humo y el hedor del hierro fundiéndose sería demasiado llamativo y no querían enfrentarse de nuevo a otra pelea. Bufó cansada, el sueño le estaba matando al igual que el dolor muscular, no había sido muy listo el haber tenido un entrenamiento exigente esa misma tarde. Apretó con fuerza sus brazos percibiendo como sus ligeramente largas uñas se enterraban en su piel dejando surcos levemente rojos, su ceño se frunció al sentir como un malestar punzante se apoderaba de su espalda, justo en el mismo lugar dónde anteriormente esas endemoniadas agujas se habían enterrado en su piel descargando una oleada eléctrica tremenda que le sumaba aún más dolor al ya sentido en todo su ser. ¿Qué demonios fue esa extraña cosa con el que le habían atacado? No lo sabía con certera, era como una combinación enfermiza entre los guantes eléctricos de su madre y las armas de platino con pólvora que tenían "Las Fuerzas del Mañana" entre su arsenal. Si esas cosas eran letales, con lo que ella había sido agredida era algo menor, pero aún más doloroso que la primera.

La joven maestra fuego y agua seguía metida en lo más profundo de su mente cuando, de repente, el ruido de gritos e improperios resonó en las cuatro paredes de su jaula de concreto haciéndolas retumbar. Había una pelea afuera y, al escuchar gritar a una voz femenina exigiendo saber el paradero de sus "bebés" su rostro se pintó de rojo y rodó los ojos mientras hundía más su cara entre sus piernas. Mamá y Ma' habían llegado y eso solo quería decir dos cosas: que la ansiada libertad de ambos estaba a unos metros y golpes de ellos y que su merecida reprimenda estaba cerca. A pesar de que Tonraq había dicho que él tomaría la total responsabilidad de aquello, Yasuko no se lo permitiría, por ella era que estaban en esa situación tan apremiante, si tan solo se hubiese negado cuando Tonraq le había dicho que si, es más, si tan solo jamás hubiese tomado en serio la pequeña broma que su hermano menor le había hecho en la junta de esa misma mañana no tendrían que estar ahí, podrían estar tranquilamente en sus respectivas camas durmiendo y descansado para que cuando los volviesen a llamar para proteger la paz en el frente de batalla estuviesen bien preparados y con la energía al máximo. Pero no. Su obstinación y desesperación los habían conducido a ese aprieto. «Genial, Yasuko, genial», se dijo a si misma la mayor de los hermanos Sato reduciendo todas sus acciones a simplemente esperar a que sus madres atravesaran esa puerta que veía frente a ella atreves de los barrotes.

De repente, los gritos cesaron y el entorno se quedó en silencio, aquello preocupó a la mayor de los hermanos, pues sabía bien que la Avatar jamás lograba quedarse tranquila después de una pelea. Se paró como pudo y se aferró a las barras metálicas que la separaban de la única salida del a habitación. Al escuchar como unos pasos se acercaban a dónde ellos estaban no dudo ni un solo segundo en tomar su arma y sacarla por los barrotes mientras le advertía a Tonraq que estuviese alerta, cualquier cosa podría pasar en esos momentos. Percibieron como la perilla de la puerta gris que era la única que comunicaba con el exterior giraba de manera lenta y tortuosa. Sudaba frío, su estómago se contrajo y empezó a calentar le metal del sable de manera instintiva, entre más espacio tuviese el enemigo de ella sería mejor en esos instantes, no estaba en las mejores condiciones y debía proteger a su hermano. Tragó saliva al ver como la puerta se abría con una lentitud mortal, ¿quién era tan malvado cómo para hacerles esa tortura psicológica? Yasuko estaba a punto de perder su total sanidad mental cuando pudo percibir un sonido semejante a un golpe seguido del abrir total de la puerta exponiendo a una mujer de tez morena tallándose la cabeza y a otra más alta de piel igual que el marfil mirándola con desaprobación.

— ¿Y eso por qué fue? — Se quejó la Avatar con una lágrima en su ojo derecho.

— Korra, creo que ya han sufrido lo suficiente como para que tú vengas a torturarlos más. — Le reprendió la ingeniero a la morena con un suspiro cansado. — ¿Alguien pidió un rescate?

— ¡Mamá! — Chillaron ambos hermanos al ver a sus madres sanas y salvas.

— Tienen mucho que explicar. — Empezó la CEO mientras abría las celdas en las que se encontraban sus hijos. — Sobre todo usted, señorita.

— Lo sé... — Aceptó Yasuko con la mirada gacha al mismo tiempo que veía como su madre abría su reja.

— Que bueno que lo sepas, pero lo harás más tarde, debemos salir de aquí. — Se dignó a hablar la ojiazul mientras revisaba el lugar dónde habían encerrado a sus hijos.

Era un cuarto relativamente pequeño de color gris hecho de piedra sólida, a unos cuantos metros estaba un escritorio con una silla dónde guardaban una copia de las llaves de aquellas rejas por si a alguno de los guardias se les perdía alguna, de ahí en más toro era monótono y sin vida, hasta las celdas de la oficina de Lin eran más coloridas que esa en la que se encontraban en esos momentos.

— ¿Cómo están? — Preguntó la ingeniero mimando a sus pequeños a la vez.

— Estamos bien, mamá. — Farfulló Tonraq sonriente.

— Uno de los tipos nos atacó con una especie de pistola eléctrica, no había sentido algo así desde que Tonraq nos electrocutó a él y a mí por accidente. — Comentó Yasuko con tono apenado.

— Si, uno de los guardias quiso hacernos lo mismo, pero fuimos más rápidas que él... Al parecer desarrollaron esa arma no letal aquí, tomaron unos planos de los guantes que tenía y lo adaptaron a sus armas. Ahí estaba la fuga de información. — Explicó Asami asegurándose por última vez que sus pequeños estaban bien.

— Y no es todo lo que se desarrolló aquí. — Se escuchó la voz de la Avatar entrecortada e impresionada.

La morena se acercó a dónde estaba su familia con un papel en las manos, éste tenía un aspecto demasiado formal como para ser parte de toda la colección de documentos que habían encontrado previamente en ese lugar, tenía un margen negro y el sello característico de la armada de Akumi en una esquina.

— ¿Qué es eso, Korra? — Se interesó Asami nerviosa.

— Una notificación de aprobación de un plan. — Contestó tajantemente Korra. — Van a ejecutar un ataque sorpresa dentro de tres días a todos nuestros aliados en conjunto...

Continuará...

NOTAS DE LA AUTORA:

Primer*: Hace referencia al ataque del capítulo anterior.

Segundo**: Mi maestro de física me regañaba por no poner unidades, y sigo con ese miso vicio después de tantos años…

Tercer***: Madres e hijos piensan igual.

DELIRACIONES DE LA ESCRITORA:

¿Qué les pareció el capítulo de hoy? A mí me encantó escribirlo a pesar de que me fue demasiado cansado, ayer avancé de la página 13 a las 18 (fueron un total de 23 páginas), así que mi cerebro por ahora está más que seco, lo bueno es que ya tengo los puntos a tratar en el próximo capítulo, así que no tengo que estar viendo que me saco de la manga para el último capítulo.

Oh, dentro de unas cuantas horas (o quizá mañana) ya estará activo mi Patreon (ZakuroHatsune) para que, si desean apoyarme con estos proyectos, puedan donar ahí. Habrá recompensas por sus buenas acciones y no, no los estoy sobornado, saben que los quiero a todos. Cualquier duda, pueden mandarme un PM aquí, en mi Tumblr ( zakurohatsune "punto"Tumblr "punto" com) y mi Facebook (Zakuro Hatsune). ¡Gracias a todos aquellos quienes ya me han confirmado su ayuda! ¡Realmente me será de mucha utilidad!
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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 12/17/2015, 12:06 am

Chapter 20: Décimo Noveno Acto
Hola a todos, les pido una ENORME disculpa por la espera, pero como dije en mi comunicando anterior, no me sentía bien y, bueno, lo explicaré mejor en la sección: "Deliraciones de la autora". Sin más, les dejo el último capítulo de esta FanFic. Gracias a todos por su apoyo.

Nuestra Historia Sigue

Décimo Noveno Acto: Nuestro último acto.

Caos. Terror. Preocupación. Miedo. Todas esas sensaciones y muchas más se podían percibir en el palacio de la Nación del Fuego, flotaban en el aire con el único objetivo de entrar en los pulmones de todos y así invadir todo su sistema mediante su circulación. Soldados corrían con papeles en brazos que salían despedidos gracias al aire que éstos provocaba cuando iban de un lugar a otro a toda prisa, otros se estrellaban contra sus compinches por estar sumergidos en sus pensamientos o muy ensimismados en cumplir con alguna orden de un superior que les era de vital importancia ejecutar a menos que quisieran una reprimenda que tuviese como resultado una baja de salario o, peor aún, de rango. Los gritos no faltaban al igual que las maldiciones y otras que era mejor jamás escuchar, el estrés que se vivía en ese momento era horrible, como una tormenta que se descargaba en pleno día soleado o como un maremoto que atacaba a una pequeña isla sin aviso anticipado alguno. Era compresible, pues no todos los días te enterabas que sólo tenían dos o a lo mucho tres días para alistar todo, mover tropas, hacer un plan de contraataque y mucho, pero mucho, papeleo al igual que movimientos dentro de inteligencia.

La Avatar y su esposa se encontraban en la sala de reuniones del hermoso castillo de color igual al del rubí y la misma sangre que en esos instantes les hervía por la ira e impotencia, todos estaban al rededor de la enorme mesa central de madera de caoba en dónde anteriormente habían discutido sobre los traidores que ahora estaban en las mazmorras más sucias, repugnantes y lejanas de Ciudad Capital esperando sus respectivas sentencias después de haber confesado todo lo que sabían: Ellos eran un grupo relativamente nuevo que se encargaba de planificar todas las estrategias de guerra basados en la información que robaban, por esa razón los "Rebeldes", perdían constantemente en el frente. Después de un tiempo, aquel equipo dio a luz un plan que aterraría a cualquiera: Iban a engañar al bando enemigo haciéndoles creer que se estaban retirando, así se mantendrían por un tiempo para que posteriormente ellos atacasen a los tres lugares más importantes en cuestión política y estratégica del bando enemigo; La Tribu Agua del Sur, La Nación del Fuego y, claro está, el punto central y de mayor peso a nivel burocrático y donde yacían la esperanza de muchos, Ciudad República, dónde los cuatro reinos permanecían aún unidos y la cuna del tercer Portal Espiritual. Una vez tomados esos tres lugares bajo en nombre de "Las Fuerzas del Mañana", que el resto del mundo cayera sería relativamente fácil, pues aniquilando los lugares que más apreciaban, las esperanzas estarían perdidas y la rendición quedaría como el único escape para todos esos pequeños estados, y lo que no quisiesen colaborar, serían tomados a la fuerza.

La tensión se podía sentir en el aire, sobre todo por parte de la ingeniero y la Avatar quienes mantenían una conducta muy cortante, distante y algo arisca cuando la conversación pasaba de simples planes a una discusión algo mayor en comparación a como eran ellas normalmente en una situación así de delicada y sería, y era aceptable en esos momentos, pues a pesar de que la morena fuese la Avatar y la ojiverde miembro del equipo Avatar, seguían siendo humanas. Korra y Asami estaban ahí cumpliendo con sus deberes para con el mundo mientras que sus hijos estaban a unas cuantas puertas de ellas recibiendo curaciones, después de haber salido de la casa donde encontraron el plan de Akumi, Yasuko y Tonraq habían tenido nauseas, mareos y problemas para caminar debido a que de la nada sentían fuertes calambres en sus piernas o extremidades debido a que aún la carga eléctrica del arma con la que les atacaron seguía presente en su organismo, y no solo eso, cuando ambas madres quisieron ayudar a sus pequeños se percataron de las marcas rojizas que empezaban a aparecer en sus pieles y también de los horrorosos surcos color negro con rojo que tenían en las manos de donde borboteaba un líquido amarillento y un hedor emanaba de éstos. Por ahí había la electricidad había encontrado una salida después de recorrer todo el cuerpo de los hermanos por un buen rato y, si así tenían las manos no querían imaginar el estado en el que se encontraban las plantas de los pies de sus pequeños.

— ¡Ya les dije que debemos prepararnos! — Chillaba Korra con impaciencia. — ¡Nos van a atacar y ustedes aun quieren hacer un estúpido plan!

— Estoy de acuerdo con Korra. — Intervino Asami algo más tranquila que su esposa, pero con voz firme. — Tenemos que movilizarnos rápido, el ataque es inminente y no tenemos el tiempo necesario para desarrollar un plan tan complejo.

— ¿Entonces, qué sugieren? — Preguntaba Izumi con severidad y mirada afilada. — ¿Qué mándenos soldados al frente y que combatan hasta la muerte? ¿Usarlos escudo humano? No lo creo. La Nación del Fuego no hará nada hasta tener un plan, somos buenos en las guerras y es porque siempre estamos bien organizados y tenemos una guía que seguir en el campo de batalla. No me es grato mencionarlo, pero por algo estuvimos ganando una guerra que duró cien años.

— ¿Quieres un plan? Te daré un plan. — Rezongó la morena colocándose en medio de la meas sintiendo las miradas sobre ella mientras acariciaba con sus manos el gran mapamundi que se extendía sobre esta. — Asami, ¿por dónde van a atacar?

La ingeniero sacó de entre sus ropas la carta que habían encontrado en la casona dónde los traidores se ocultaban antes de que sus pequeños decidieran entrometerse ahí, estaba arrugada y muy maltratada gracias al ajetreo a la que la CEO se sometió después del encuentro de dicho documento que sentenciaba el destino de la guerra en la que se encontraban si es que no hacían algo al respecto.

— Van a mandar un ataque marítimo para la Nación del Fuego y la Tribu Agua del Sur y un ataque terrestre para Ciudad República. — Explicó la ojiverde mientras leía y traducía el código enemigo.

— De acuerdo. — Captó la Avatar y de inmediato empezó a mover las piezas de su bando por todo el mapa cercando los tres lugares que iban a ser objetivos de ataque. — Quiero que toda la armada de la Tribu Agua se prepare, ningún soldado debe estar fuera de su lugar, también quiero que informen que cualquier hombre o mujer que sea capaz de pelear y desee proteger a su tribu, puede ayudar. Bo. — Llamó la morena a su amigo bonachón. — Quiero que le manden un mensaje a Jinora y Kai: Que todos los Nómadas Aire ayuden, debemos proteger la Tribu Agua de Sur, es nuestro principal proveedor de mercancía y comestibles.

— De acuerdo. — Acató el maestro tierra haciendo un saludo militar.

— ¿No crees que eso es muy obvio? — Se metió Izumi. — Sabrán como contraatacar, tienen casi toda nuestra información con ellos.

— La Señora del Fuego tiene razón, Korra. — Intercedió Asami. — Se esperan que actuemos así ante su "ataque sorpresa".

La Avatar se quedó callada unos instantes, tenían razón, eso era solo una medida meramente defensiva para que no tomaran su amado hogar y el lugar dónde sus pequeños crecieron, debía hacer algo, tener una carta bajo la manga. La ojiazul sonrió cuando a su mente le llegó una idea que no se le había ocurrido antes. Si tenía una carta, una carta hecha de frío y sólido mental.

— Bo. — Volvió a llamar a su amigo la morena. — Quiero que le des esta orden a los Miembros del Loto Blanco: Liberen a Kuvira.

Todos se quedaron pasmados ante tal declaración salida de los labios del ser que era capaz los cuatro elementos, ¿acaso acababa de dejar libre a la persona que alguna vez trató crear una dictadura en el Reino Tierra? ¡¿Es qué estaba demente?!

— ¿Estás segura de esto, Korra? — Hablaba rápidamente el general Iroh incrédulo. — Es Kuvira, una enemiga declarada del que alguna vez fue el Reino Tierra.

— Kuvira se ha reformado, lo sé... Tomó conciencia de lo que hizo y estoy segura de que ayudará y no nos traicionará. Además, nadie se espera que la pongamos en el frente de la batalla y eso les sacará de lo previsto a los oponentes. — Argumentó la Avatar con semblante serio.

— Pero... — Trató de intervenir el nieto de Lord Zuko.

— ¿Tienes alguna mejor idea? — Preguntó Korra ya algo frustrada.

— No... — Musitó el general agachando la cabeza.

— ¿Y usted, Señora del Fuego Izumi? — Se interesó la Avatar.

— Mientras todo salga bien, cuenta conmigo. — Accedió Izumi con aquel porte elegante y tranquilo que la caracterizaba.

— Vale. — Sentenció la morena regresando al mapa que estaba sobre la mesa. — Supongo que la gran Nación del Fuego puede cuidarse sola, ¿no?

— Hasta a interrogante ofende, Avatar Korra. — Contestó la Señora del Fuego con una altiva sonrisa.

— Mako, Bo y Iroh se encargaran de ella, si así lo autoriza usted. — Ofreció la ojiazul.

— Claro, pero yo estaré al mando de las operaciones. — Aceptó Izumi, pues ella era una de las mejores maestras fuego que habían en el mundo aún y poseía una mente brillante para la milicia heredada de sus abuelos y bisabuelos.

— Por mi está bien. Asami y yo partiremos apenas acabemos los asuntos aquí a Ciudad República. Deseo que manden un comunicado de nuestra llegada y que los soldados que la cuidan se alisten para lo peor, que la evacuación de la ciudad y todos los puntos a ser atacados empiece de inmediato. — Sentenció Korra con voz firme. — La última batalla empieza.

Todos los presentes miraron al Avatar y asintieron con severidad, las palabras que el ser que dominaban los cuatro elementos habían retumbando en sus cabezas puesto que en ellas había una gran verdad que se ocultaba entre esas palabras de ánimo. La batalla empezaría, pero no sería la última.

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Su cuerpo dolía, sentía como el agua pasaba por cada una de sus heridas y cómo penetraba en la piel para lograr que la curación de su maltratada epidermis se acelerara. No día estar allí siendo tratada por una curandera, debía estar junto a sus madres ayudándoles a planificar y no causarles más dolores de cabeza. «Excelente, Yasuko... Excelente», se recriminaba la maestra fuego mientas de mordía el labio inferior para reprimir algún quejido, ya era suficiente con los berridos que su hermano menor estaba dando en la habitación contigua como para que le sumara otra voz a tan estruendoso ruido que se seguro podía ser escuchado hasta el terrario dominado por Akumi. Ella sabía que Tonraq jamás fue del tipo de personas a los que les gustase ser curado por aquel método, prefería siempre ser el sanador y no el paciente, por algo había estudiado con la maestra Katara y siempre procuraba salir ileso de cualquier misión que les mandaran a hacer, era rara la vez que su hermano recibía alguna herida, normalmente era ella quien acaparaba todos los maltratos de sus aventuras juntos, como hacía dos años cuando le dieron la paliza de su vida. Pero ahora era diferente, su hermano por primera vez estaba experimentado lo que él le hacía a ella después de cada viaje juntos y, de cierto modo, le divertía, quisiera o no, seguía siendo la hermana mayor y a veces, solo a veces, el sufrimiento del menor le era más que gracioso, como cuando recibió su primera vacuna a tan solo unos minutos después que ella. «Tonraq, Tonraq, Tonraq, ya era hora de que te tocara...», se burló mentalmente Yasuko mientras seguía reprimiendo quejidos de dolor.

La sesión de curación había terminado y al fin se disponía a ponerse sus ropas, las vendas con ungüentos olor menta hecho con varias hierbas medicinales que tenía en las manos le picaban y ardían al par que le molestaban para agarrar sus ropajes, pero no tenía otra alternativa, era eso o dejar sus heridas expuestas y que se infectaran. Miró al rededor en la habitación dónde estabas, era pequeña y solo tenía una mesa, una tina y una silla. Suspiró cansada, se dirigió a la mesa donde estaban sus prendas y como pudo tomó sus pantalones y, tenido un cuidado inhumanos con sus pies que estaban parcialmente chamuscados, introdujo una pierna y luego la otra con tal delicadeza que cualquier persona que viese eso no pensaría que fuese la minas Yasuko Sato, quien se caracterizaba por su porte femenino y por su brusquedad ante todas las cosas. Una vez colocado sus pantalones, los ató con el cinturón que tenía la insignia de su familia. Luego se colocó su blusa roja que se le ceñía al cuero dejando poco a la imaginación, se colocó su pechera y tomó sus botas mientras se estaba a en la silla para tener un lugar firme y donde posarse, introdujo su hermosa bota negra con adornos dorados en su pie con un cuidado, semejante al que tiene un ladrón al robar cualquier objeto de valor, agradecía que sus zapatos solo fuesen de meter pues, si tuviesen agujetas, de seguro lloraría por el insoportable roce de su planta de los pies con la suela de su bota. Una vez estuvo asegurado su calzado, se afianzó de la mesa dónde había encontrado un lugar como para realizar aquella tarea que en ese ínstate le era inmensa y, usando la fuerza de sus brazos y evitando hacer mucha presión en sus palmas, se paró con lentitud y encaminó sus pasos hacia la puerta. Debía ver como estaba su hermano y asegurase de que al menos estuviese mejor que ella.

Salió de la habitación con un ninja, sin hacer ruido alguno y con una lentitud asesina, estaba cerrando la puerta cuando decidió echarse para atrás unos cuantos pasos y así lograr su objetivo, pero su parte lumbar chocó con algo que era demasiado suave y que no se movía de su lugar. Su semblante palideció a pesar de que su rostro seguía intocable, con cuidado se irguió separándose de la persona que estaba detrás de ella, no necesitaba virar el rostro para saber que un par de ojos azules la miraban con desaprobación acompañados de unos verdes que también estaban enojados, pero no tanto como los de la morena. Suspiró y, con el valor que la caracterizaba, giró sobre sus talones haciendo bailar la hermosa trenza con la que domaba aquella melena ondulada que había heredado de la ingeniero y se topó con sus madres quienes no se veían para nada alegres. No tuvieron que decir palabra alguna, ya sabía lo que dirían con solo percibir esas expresiones en sus rostros: «No hables, que eso lo harás después cuando llegamos a casa, Yasuko. Vamos por tu hermano y nos volvemos», se decía a sí misma la maestra fuego viendo como sus madres tomaban la delantera y se dirigían al cuarto continuo para esperar la salida de Tonraq quien de seguro aún estaba luchando con su ropa para poder salir vestido y no en ropa interior. No es que les molestara el clima, ellos habían nacido y parcialmente crecido en la Tribu Agua del Sur, así que estaban acostumbrados a las brisas fuertes, pero también tenían algo de decencia y dudaba que su hermano, a pesar de ser una persona muy relajada, fuese en trapos menores por allí, Tonraq podía ser lo que quisieran, pero era todo un caballero de alta sociedad -cuando le convenía-.

Una vez el maestro agua salió de la habitación de curación, la familia Avatar se dirigió a su hogar en compañía de los primeros rayos del sol. El paso del tiempo le fue imperceptible al ser capaz de controlar los cuatro elementos, a su esposa y a sus hijos, pues tanto ella como su hermosa ingeniero tuvieron que permanecer encerradas en un cuarto discutiendo los preparativos que debían hacerse y sus niños en unas pequeñas habitaciones siendo curados de los maltratos recibidos. Conforme el astro rey subía, la temperatura lo hacía a su par tratando de competir entre ellos mismo con el afán de ver quién alcanzaba su punto máximo, el viento dejó de silbar dando como anunciado de manera oficial que el día había llegado dejando atrás las tinieblas de la noche junto con su brisas y su hermosa princesa que la gobernaba.

Una vez el maestro agua salió de la habitación de curación, la familia Avatar se dirigió a su hogar en compañía de los primeros rayos del sol. El paso del tiempo le fue imperceptible al ser capaz de controlar los cuatro elementos, a su esposa y a sus hijos, pues tanto ella como su hermosa ingeniero tuvieron que permanecer encerradas en un cuarto discutiendo los preparativos que debían hacerse y sus niños en unas pequeñas habitaciones siendo curados de los maltratos recibidos. Conforme el astro rey subía, la temperatura lo hacía a su par tratando de competir entre ellos mismo con el afán de ver quién alcanzaba su punto máximo, el viento dejó de silbar dando como anunciado de manera oficial que el día había llegado dejando atrás las tinieblas de la noche junto con su brisas y su hermosa princesa que la gobernaba. Apenas llegaron a su hogar, las matriarcas guiaron a sus hijos hasta la sala del comedor, una habitación amplia con una mesa pequeña, similar a la que tenían en la Tribu Agua del Sur. Korra ocupó el asiento de la cabecera, dónde ya era su lugar de costumbre y, Asami, haciendo el papel de buena esposa tomó asiento a su lado derecho dejando como a sus hijos los dos únicos asientos que quedaban disponible. Tonraq enseguida se sentó junto a la ingeniero obligado a su hermana mayor a sentarse junto a la Avatar.

— ¿Y bien? ¿Tienen algo que decir respecto a lo que pasó hoy? — Habló la morena con severidad mirando a sus dos hijos.

— Yo... Ma'... verás... — Inició a Tonraq nervioso. — Yas y yo...

— Todo fue mi culpa. — Interrumpió la mayor. — Yo le pedí a Tonraq que me acompañara a ir a buscar a los traidores. Solo íbamos a llegar, darles un escarmiento a los traidores e irnos. Pero nos atacaron y...

— Yasuko, ¿sabes el peligro que pudieron correr? Es tu deber proteger a tu hermano menor, no exponerlo. ¡Por dios, ya tienes diecisiete años! — Gritaba la Avatar empezando a cegarse por su enojo. — ¡¿Podrías usar esa brillante mente tuya para pensar?!

— ¡Korra! — Llamó Asami a su esposa con seriedad.

La morena iba a contestar a aquel gritillo que su esposa le dio, pero cuando sus ojos azules se posaron en los verdes de su esposa se topó con una mirada reprochante y ceñuda, de manera instintiva viró su rostro en dirección a sus hijos. Tonraq trataba de evadir la mirada celeste de la Avatar mientras que Yasuko solamente se limitaba a agachar la cabeza en señal de rendición. Korra bufó y trató de tranquilizarse recordando que gracias a sus pequeños ahora ellas sabían de los planes que Akumi tenía, además de tener en su posesión las nuevas armas que el grupo de infiltrados había creado.

— Creo que Yasuko y Tonraq aprendieron su lección hoy, ¿no es así? — Siguió hablando Asami con un tono más dulce, sus hijos solo se limitaron a asentir con lentitud evitando cualquier movimiento brusco.

— De acuerdo, váyanse a su habitación y duerman un poco, apenas su madre y yo terminemos de arreglar unos cuantos papeles aquí no dirigiremos a Ciudad República. — Ordenó la Avatar con tranquilidad. — Y den gracias que los vamos a llevar y no a dejarlos aquí a cargo de la evacuación después de su conducta demostrada hoy.

Yasuko y Tonraq volvieron a afirmar con la cabeza y, posteriormente, se retiraron de la habitación como un perro-oso polar con la cola entre las patas, quizá la charla no había sido la más severa que habían tenido, pero ese factor fue el que más les dolió a los hermanos, sobre todo a la mayor de ellos. Korra y Asami vieron con pesar como sus hijos se retiraban con los ánimos por los suelos y suprimieron todo impulso maternal por ir a con ellos y acogerlos entre sus brazos y reconfórtalos susurrándoles palabas de aliento y excusando sus actos. Pero sabían que no debían hacer tal cosas, esa sería una lección que ambos debían aprender y no había mejor castigo que el sabor de su propia culpabilidad, al no darles un regaño tan severo -gracias a la intervención de la ingeniero-, podían hacer que aquella sensación de saber que hicieron algo mal se apoderara de ellos y así, jamás volver a cometer el mismo error que antes. Muchas veces los propios demonios eran los mejores remedios para corregir tu ser, y tanto la Avatar como la CEO de Industrias Futuro sabían de aquello.

Las cosas habían pasado de una manera demasiado rápida, hace apenas unas horas ellas estaban en el palacio de la Nación del Fuego dando las últimas órdenes y, ahora, se encontraban preparando todo para el viaje de regreso a Ciudad República. Asami revisaba los motores de su fiel aeronave que tantos años estuvo con ella y su familia llegando a tal punto que sus hijos llegaron a relacionar aquel dirigible con el logo de su familia como su hogar. Aquel gran armatoste metálico tenía tantos recuerdos guardados celosamente entre sus frías paredes color platino, ¿cuántos secretos no habría guardado en su interior? A la mente de la ingeniero llegaron recuerdos de cuando Tonraq y Yasuko tenían aproximadamente doce años y corrían de un lugar para el otro con una sonrisa inocente en sus rostros cuando era la hora de dormir y ninguno de los dos deseaba acostarse aún. O cuando la Avatar y ella compartían algún momento de intimidad justamente ahí dónde estaba parada, pues el ruido estrepitoso de los motores y la caldera ocultaba sus propios gritos de placer que su morena le causaba cada vez que la lograba acorralar en ese lugar sabiendo de antemano que a sus dos niños les aterraba estar en aquella recamara llena de tubos cantantes y de engranajes chillantes. Tantas cosas que en su momento le fueron palpables ahora se limitaban simples memorias que le hacían sonreír como estúpida mientras ajustaba una tuerca suelta. Ya todo revisado y probado a manos de la ingeniero, llamó a su familia para que se acomodaran y el viaje empezara.

El viaje hacia Ciudad República fue agradable, la tensión que la familia de la Avatar tenía no duró ni veinticuatro horas, todo aquello se resolvió con un abrazo grupal, literalmente, puesto que la morena de ojos azules era demasiado débil y no soportó ver más de tres horas a sus hijos en un estado depresivo sin acudir a ellos dándoles un confortante abrazo, cosa que secundó su esposa terminando todos en la habitación de la mayor de sus pequeños compartiendo un lindo momento familiar. Korra y su familia pasaron momentos de mucha calma en su trayecto a la Ciudad de las Naciones Unidas, la morena y la CEO de Industrias Futuros tuvieron al fin la oportunidad de entrenar con sus hijos después de mucho tiempo sin hacerlo. Una guerra no solo tomaba vidas, sino que momentos importantes de uno mismo. Rieron bajo las nubes blancas y esponjosas recordando viejas anécdotas de cuando viajaban por todo el mundo acompañando a la Avatar en su misión de traer paz y balance. Asami se enfrentó a sus pequeños en un juego de Pai-Sho que duró más de dos horas dado como ganadora a la ingeniero quien no por nada había sido la única capaz de competir con el mismo general Iroh. Y, el momento más especial vivido en ese viaje de dos días, fue la pequeña fiesta en honor al aniversario número catorce de la unión marital entre la Avatar Korra y la CEO Asami Sato. No fue nada glamuroso ni ostentosos, peor si muy conmovedor ya que sus hijos se encargaron de todo por ese día. Yasuko demostró que, a pesar de ser una maestra en la lucha, la cocina no se le daba y, por otro lado, Tonraq probó que no solamente era bueno en asuntos mecánicos y espirituales, sino que la decoración se le daba bastante bien.

La noche del primer día de viaje ya estaba cayendo, cuando el sol saliera de nuevo por el horizonte sería cuando llegaran a Ciudad República. La Avatar miraba absorta las hermosas estrellas que empezaban a aparecer en el basto y hermoso cielo nocturno, eran simplemente bellas. Cerró los ojos y dejó que la brisa le rozara como las manos de su esposa lo hacía cada vez que volvían a encender la llama de la pasión que jamás se había apagado o disminuido entre ellas, dejó escapar el aliento que tenía retenido en sus pulmones, a pesar de que esas horas compartidas con su familia le reconfortaban bastante, su mente no dejaba de ser perturbada por la idea de que cuando llegaran a su destino les esperaba mucho trabajo y una lucha que definiría al fin al ganador de aquella disputa que se había extendido por tantos años. ¿Estaba haciendo un buen trabajo como Avatar? Había pasado mucho tiempo hablando con Aang los primeros meses en los cuales ella al fin había tomado "un bando" y, de cierta forma, le apaciguaba bastante que su vida pasada y padre de su mentor apoyara aquella decisión que con cierto temor había tomado. Ella era la Avatar, un ser neutral, no la líder del bando "contrario", si no fuera porque el que alguna vez fue el último maestro del aire le explicó que, en su tiempo, él también había llegado a ser el líder del movimiento que iba contra la Nación del Fuego (en aquel tiempo mala), no sabría si habría podido superar tantas críticas a su persona cuando todo esa oscuridad invadió el mundo. Estaba tan absorta en aquel mar de ideas que, al pudo percibir una mano cálida sobre la suya, dio un pequeño saltito ocasionado por el susto inicial, pero luego sonrió al toparse con aquellos ojos verdes que siempre veía antes de irse a conciliar el sueño y volverlos a encontrar en éstos.

— ¿Cómo está la cocina? — Preguntó la morena acariciando el cabello negro de aquella mujer que estaba frente a ella.

— Yas dejó un desastre, pero entre Tonraq y yo lo conseguimos limpiar. Ambos duermen en estos momentos. — Informó la ojiverde dejándose acariciar por esas manos robustas pero delicadas de color chocolate.

— Me alegro. — Musitó la Avatar dejando el cabello de su esposa para volver a colocar su mano en la barra de protección de la plataforma de la nave y dirigió de nuevo sus ojos al cielo.

— ¿Estás bien? — Escuchó preguntar a la ingeniero con tono preocupado.

— Si, solo que... — Hizo una pausa para poder pensar bien en sus palabras y no alterar tanto a su esposa. — Este día fue tan hermoso... Vi sonreír a Yas, Tonraq y a ti de una manera no lo hacíamos hacía bastante tiempo. Dejamos atrás los problemas de esta estúpida guerra y, ahora... cuando el sol salga... estas horas van a ser como si nunca hubiesen existido de nuevo.

— Korra... — Susurró la mecánica percibiendo como unos brazos la rodeaban y una cabeza se ocultaba en su cuello.

— Cuando todo esto acabe, quiero volver a la Tribu Agua del Sur... quiero pasar un tiempo a solas con los niños y contigo como antes. — Confesó la morena.

— Y lo haremos, pero primero debemos acabar con esta guerra. — Le trató de animar su esposa.

— ¿Y si no la acabo? ¿Y si esto sigue y sigue? ¿Y si no logró acabar la guerra? — Asami solo pudo alzar el rostro de su esposa y acallar su palabrería uniendo sus labios con los suyos propios en un delicado beso.

— Korra, la vas a acabar, estaré ahí para ti en ese momento. Eres el Avatar, el mejor que ha existido y eres más poderosa que cualquiera que haya vivido. Lo lograrás y serás la ganadora. — Aquellas palabras llegaron dentro del ser que dominaba los cuatro elementos y una sonrisa se pintó en su rostro.

— Gracias, Asami... Siempre sabes que decir. — Le dijo Korra a su ingeniero robándole un beso.

— Solo digo lo que creo de ti, eres asombrosa, Korra, jamás lo olvides. — Le contestó la CEO dejándose hacer de nuevo, se había vuelto una mimada después de tantos años con la morena.

La morena sonrió al ver la sumisión de su esposa ante sus carisias, «Si tan solo fuera así siempre, quizá ya no tendría que lavar los platos después de cenar», se dijo a sí misma la Avatar siguiendo con aquel tacto sutil y delicado. La ojiazul pasó de estar acariciando los delicados pómulos de su mujer a rozar con la yema de sus dedos sus labios, sus achocolatadas falanges pasaron a su barbilla y recorrieron esos menudos hombros imaginando que con tan solo ese sencillo acto la ropa de su pareja desaparecía dejando expuesta su blanquecina piel que con los años no había sufrido cambio alguno; con cuidado escabulló su mano por detrás de la CEO teniendo total contacto con la espalda de la ingeniero quien al sentir aquel tacto se estremeció dejando salir de sus labios un ligero suspiro. Aquel bello sonido acarició el tímpano de la maestra plurielemental como ella misma lo estaba haciendo con su amante. No podía esperar más. Tomó con fuerza las **anchas caderas de su hermosa mujer de ojos color verde y unió sus labios en un desesperado beso que desde el primer instante que ambas pieles tuvieron contacto pedían con urgencia y desesperación. Quería sentir esos labios rojizos como la sangre sobre los suyos, saborear el exquisito sabor a té de jazmín que Asami desprendía, percibir su textura con su lengua y dientes si eso era posible. Por Raava. La amaba. La adoraba y, a pesar de no ser el momento ni las circunstancias. La deseaba. Su morena tez gritaba ser fusionada con la nívea de la ingeniero y volver a ser un solo ser como en aquellas noches cuando nada las perturbaba, no tenían preocupaciones. Como cuando eran felices.

La luz se colaba por las cortinas rojas que trataban de impedir que los potentes rayos del sol entraran en la habitación de la pareja casada, lo primero que tocaron los incorpóreos brazos del astro rey amarillo fueron los dormidos parpados de una mujer morena de larga cabellera que entre sus brazos mantenía aprisionado un cuerpo femenino notoriamente más alto que ella. Refunfuñó entre sueños quejándose de la repentina iluminación que irrumpía su sueño que como protagonista tenía a la misma mecánica que en esos instantes tenía retenida con el único afán de que no le dejara, podía parecer algo estúpido, pero aquel miedo de que la ingeniero Asami Sato conociera a alguien más seguía presente en su mente desde el incidente de Yuko. Con pereza ocultó su rostro entre la sedosa y negra cabellera de la CEO quien permanecía impasible ante la llegada del nuevo amanecer que se estaba desarrollando fuera de su habitación en la cual aún predominaba la penumbra. En el piso se podían ver las ropas que en la noche cargaban ambas mujeres, arrugadas, empapadas de sudor y una que otra rota por el frenesí que de seguro la Avatar y la mujer de ojos verdes experimentó. No supieron como de estar en la terraza de la hermosa aeronave de Industrias Futuro acabaron en la habitación que ellas dos compartían activando la insonoración de la recamara y concluyendo esa sesión de besos y caricias desenfrenadas en un acto tan carnal y mortal que solamente la pareja del Avatar era capaz de creer que el ser capaz de controlar los cuatro elementos y traer paz al mundo podía ser tan pasional como un humano normal.

Asami abrió los ojos de poco a poco, su organismo ya le estaba pidiendo su té matutino para poder empezar el día como era debido. Con cuidado se incorporó y se estrujó los ojos quitándose las lagañas y se estiró cual perro-oso polar para quitarle lo entumido a su cuerpo. Estaba a punto de salir de entre sus sabanas cuando se percató del brazo moreno que la mantenía aprisionada, recorrió aquella bella extremidad hasta toparse con una hermosa mujer de tez tostada y cabellera larga castaña quien seguía durmiendo plácidamente. Una curva se dibujó en su boca que aún seguían manchados con labial y, sin contenerse, se inclinó para poder besar esos delicados labios que con tanta pasión poseyó y mordió cuando la luna estaba en su punto máximo. Esa mujer le encantaba. ¿Quién diría que esa morena que dormía con una cara angelical era un demonio cuando se trataba de complacerla? Aún podía sentir su fuerte tacto sobre ella, los suspiros y gemidos que le robó esa noche fueron incontables y las heridas que la Avatar portaba en sus hombros y espalda delataban lo buena que era en su trabajo como amante, y eso era sin necesidad de activar el estado avatar que, para fortuna o desgracia de Asami, había logrado experimentar en más de una ocasión y, cuando ocurría, era incapaz de mover ni un solo músculo por un buen periodo de tiempo debido a la gran exigencia que tenía su amante al entrar en ese modo de "autoprotección".

Al sentir unos labios sobre los suyos no tardó ni una milésima de segundo el reconocer de quienes eran aquellas delicias que en ese instante tenía el placer de saborear, hasta dormida podría reconocer el sabor de los labios de Asami. No hizo nada, solo se dejó llevar por las caricias que en esos instantes su esposa compartía con ella, por un instante en lo más profundo de su mente, le rogó a Raava que aquel momento jamás acabase, que el tiempo mismo se congelara en esa escena y que las sensaciones fuera eternas. Pero sabía que no podía ser, que debía pararse y volver a ser el Avatar Korra y no solamente Korra, pero en esos instantes nada de lo que pensaba importaba mucho, lo único en lo que lograba enfocar todos sus pensamientos era en la ingeniero quien le estaba dando el típico beso de buenos días. Era tan dulce, tan atenta. De manera inconsciente tomó a la mujer quien le besaba y la colocó sobre ella solo para poder tener total acceso a su tersa piel de nuevo, las caricias que habían compartido esa misma noche seguían impregnadas en su piel y le quemaban como fuego al rojo vivo. «¿Sería muy malo hacer una segunda ronda?», pensó la Avatar acariciando la espalda desnuda de la CEO quien estaba a punto de perder la poca cordura que le quedaba, la morena lograba hacer añicos su auto-control con solo acariciarla de esa forma tan sutil y delicada. Korra podía tener un aspecto rudo, varonil a veces, pero era todo lo contrario. Era dulce, la trataba como su diosa, como si fuera del material más frágil y aquellos contrastes de la morena le encantaban a Asami, jamás le dejaba de sorprender.

— Buenos días... — Suspiró la ingeniero contra los labios de la morena con un tono sugerente y dulce a la vez.

— Yo diría que son excelentes. — Ronroneó la morena con una sonrisa.

— ¿Lista para el día de hoy? — Preguntó la ingeniero levantándose un poco para lograr divisar esos hermosos ojos azules que tanto le gustaban.

— Si estás a mi lado, estaré lista para enfrentar lo que sea. — Soltó dulcemente la Avatar entre pequeñas risitas.

La pareja se miró un rato, les esperaba un día bastante largo por delante. Tenían que ver si la evacuación había sido efectuada correctamente y verificar que las tropas estuviesen listas para recibir un ataque inminente y además preparar la estrategia en caso de que el plan que en esos momentos tenían saliera mal. Así que, sin quererlo mucho, rompieron el contacto visual y se pararon de su hermoso lecho hecho un caos total y se metieron a la ducha para limpiarse y poder salir, que sus hijos ya tuviesen cierta edad les hacía más difícil ocultar el hecho de las cosas que hacían, así que entre menos pruebas dejasen a su alcance, mejor para ellas. Ya las habían pillado una vez con las "manos en la masa" y fue uno de los momentos más vergonzosos de sus vidas, solo agradecían que Yasuko y Tonraq solo tuviesen un añito de edad y que las luces estuviesen apagadas, *tuvieron que mentirles diciendo que la ingeniero y la Avatar estaban jugando al caballito para que los niños no les hicieran preguntas que no estaban dispuestas a contestar.

Una enorme nave impulsada por hélices descendía en los jardines de la hermosa Isla del Templo Aire, hacía tanto la pareja no pisaba aquel lugar, y menos desde que la guerra había empezado. Tenzin junto con su familia se habían mudado "temporalmente" a la Tribu Agua del Sur para cuidar a la gran maestra Katara cuya salud empeoraba con cada día que pasaba dejando abandonado aquel sitio que ahora sería convertido en la base de operaciones de la Avatar y su familia. Apenas el dirigible de Industrias Futuro se afianzó en tierra con amarras metálicas cortesía de la maestra de los cuatro elementos, todos los miembros de los Sato bajaron sus pertenencias de la máquina voladora y las colocaron en las habitaciones que ocuparían mientras estuviesen ahí. Tonraq eligió la habitación que antes le pertenecía a su tío Bolin por ser la más cercana a la cocina. Yasuko se conformó con la recamara que antes usaba Asami y, la pareja, eligió el cuarto que le perteneció y seguía perteneciendo a la morena. Nada había cambiado, la misma ventana al mar, los muebles seguían en su lugar al igual que la cama que sufrió en más una ocasión por su culpa, inclusive el techo seguía teniendo la misma marca de negra que Korra le había provocado cuando experimentó por primera vez los placeres de la vida a manos de su novia. Tantas memorias guardadas en tan solo cuatro paredes, pero no era momento para pensar en los ayeres, estaban ahí por una guerra.

Una vez instalados, la familia de la Avatar se dirigió directo al palacio de gobierno para poder hablar con el presidente que estaba a cargo. Estaban en la orilla de la Isla cuando se percataron que el Ferri que supuestamente no debía estar activo debido a la evacuación de la Ciudad llegaba a la orilla como todos los días, aquello extrañó tanto a Korra como Asami, pues desde que descubrieron lo del ataque habían mandado una carta con instrucciones más que precisas que exigían la inmediata evacuación de la República de las Naciones Unidas al igual que el preparamiento de su ejército. Al llegar a la urbe los rostros de los Sato se quedaron desencajados al a toda la gente ir y venir en como si fuera un día normal. «¿Qué demonios está pasando aquí?», se preguntaba constantemente la morena mientras caminaba por las aglomeradas calles de la metrópolis tratando de esquivar ciudadanos, la razón por la cual Ciudad República era un blanco muy deseado era por tener a la mayor concentración de civiles y, por lo tanto, menos riesgo de una confrontación armada si se daba el dichoso ataque. Decir que Korra estaba molesta era poco, pues ella había dado una orden directa que al aparecer fue ignorada por completo o no efectuada, y que la carta que ella mandó hace más de dos días se perdiese tenía una probabilidad realmente baja. A menos que hubiese otro traidor entre sus filas, aunque no creía aquello debido a que los que capturaron soltaron toda la información tenida.

Después de una larga, agotadora y estresante caminata, al fin la familia Avatar llegó al hermoso edificio de gobierno cuya reconstrucción corrió a manos de nada más y nada menos que de Varrick. Aquella estructura metálica tenía una forma para nada convencional como la misma mente que lo había concebido. No era rectangular como los edificios comunes, sino tenía una forma redonda y se alzaba imponente terminado en punta, algo insólito a la vista pero muy llamativo y eficaz como todos los inventos de Black-Ston. Las paredes metálicas de dicha estructura eran de un color plateado y sus ventanas lo rodeaban por completo como si tuviese miles y miles de ojos que observasen a cada ciudadano que transitasen por ese lugar. Una enorme puerta doble de platino color dorado condecorado con los cuatro escudos de las naciones era la única puerta de acceso que poseía aquel edificio dónde se encontraba el actual presidente: Kito, un hombre de tez morena, ojos verdes, cabello castaño atado en una coleta, cálida sonrisa y no mucho mayor que Mako crecido en la capital, más específicamente en la parte pobre que escapó de ahí cuando Zaheer tiró los muros que separan al pueblo con la capacidad social y aristócrata de Korra, por eso había sido elegido como presidente después de que a Kazuki se le acabara su lapsus con el poder siendo ganador prácticamente unánime en el conteo de votos.

Korra entró junto con su familia al peculiar edificio y saludó amablemente a la secretaria mientras le informaba acerca de lo que hacía en ese lugar, la joven mujer apenas ver a la persona quien estaba frente a ella no dudó ni un segundo en darles total libertad al ascensor que daba justamente a la oficina del presídete. La Avatar agradeció la atención y le pidió a sus hijos que se quedaran abajo esperándolas, pues aquello era una conferencia privada, además de que si llegaban los cuatro podrían intimidar al pobre de Kito. Puede que sea un prescindente de mano dura con los servicios públicos, pero cuando era rodeado de gente muy importante o con un título más allá de lo gubernamental, podía asustarse bastante dejando relucir su verdadera personalidad. Así que, despidiéndose de sus pequeños, la maestra agua y su esposa se encaminaron al armatoste metálico que las llevaría a su destino y, antes de que las puertas se cerraran, Korra le hizo una advertencia a Tonraq de que cuando regresara no quería verlo enrollado o cortejando a alguna señorita del recinto. Su hijo menor tenía una debilidad abismal por las féminas de cualquier estirpe mientras a él le pareciese abstractiva e interesante, así que era mejor mantenerlo a raya y para eso tenía a Yasuko, aunque una advertencia de vez en cuando no le estaba mal al menor de los hermanos.

El viaje en el elevador fue tranquilo, la pareja aprovechó esos momentos de soledad para poder dialogar acerca de lo que habían visto en su llegada, sobre todo por la gran cantidad de civiles que había aun en la ciudad. Una vez ya alcanzado el piso deseado, Korra y Asami se encaminaron a la oficina de Kito. Tuvieron que atravesar todo un pasillo adornado con una alfombra roja y custodiado por estatuas de ojos vacíos y de grisácea tez que lograban incomodar bastante a cualquiera que se atreviese a andar por ahí con menos claridad o sin él aparo del sol, en ese instante la pareja se interrogó severamente como era que Varrick no había logrado traumatizar de por vida a alguno de sus cuatro hijos, de seguro ahí algo tenía que ver su dulce esposa Zhu-Li, porque de lo contrario, esos niños hubiesen un severo problema con tantas peculiaridades por parte de su progenitor. A su lado derecho podían ver ventanas cuadradas con persianas rojas abiertas que les permitían una vista excepcional de toda la cuidad. Si tan solo ese corredor careciera de esos guardias hechos de roca la transición del elevador a la oficina del presidente sería más que apacible. Llegaron hasta las hermosas puertas de madera que limitaban el pasillo y daban el inicio a la sala presidencial. La Avatar tomó aire y golpeó la delicada madera con sus nudillos.

— Adelante. — Se escuchó una voz grave venir del interior.

La morena tomó uno de los picaportes en forma de "s" que tenía la puerta y empujó con la suficiente fuerza para abrirla dejando a relucir su interior. La oficina del presidente no era tan amplia como la de Asami, al contrario, quizá era de la mitad de su tamaño, pero tenía el suficiente espacio como para que el líder de la República de Naciones Unidas pudiese trabajar con comodidad. En las paredes de los costados se encontraban dos libreros repletos de documentos, de seguro archivos de la ciudad o algo similar, el piso estaba recubierto de la misma alfombra roja que tenía el pasillo dando a entender que era la continuación de éste, enfrente de a la se podía ver un escritorio con dos sillas viradas en dirección a un hombre que sentado detrás de éste ya entrado en años que sostenía una hoja frente a sus ojos.

— Presidente Kito. — Habló finalmente la Avatar. — Deseamos hablar con usted.

El hombre de inmediato apartó la vista del documento y fijó sus orbes olivo en los zafiro de la Avatar. No tardó ni dos segundos en pararse e ir a recibir a la pareja como si fueran viejas amigas a pesar de solo mantener un contacto puramente profesional.

— ¡Oh, pero si es la Avatar Korra y su adorable esposa, Asami Sato! — Saludó Kito mientras le daba la mano a la pareja. — Por favor, por favor, siéntense.

Ofreció el presidente mientras guiaban a la maestra de los cuatro elementos y a la ingeniero hasta su escritorio donde les ofreció caballerosamente que tomaran asiento en las sillas que estaban frente a él mientras que él ocupaba su respectivo asiento.

— ¿A qué se debe su visita? — Se interesó Kito prestando su total atención a sus invitadas.

— ¿Por qué aún hay civiles en la ciudad? — Lanzó Korra directamente confundiendo a Kito.

— ¿A qué se refiere, Avatar Korra? — Respondió obviamente atontado al presidente.

— Déjeme explicarle. — Intervino Asami con sutileza. — Verá, ayer por la noche la Avatar Korra y yo con ayuda de nuestros hijos descubrimos que mañana hay un ataque planeado por parte de "Las Fuerzas del Mañana". Apenas supimos la noticia lo informamos y mandamos una carta solicitando de manera oficial la evacuación total de la ciudad y la preparación de las Fuerzas Unidas.

— ¿Ataque? ¿Carta? — Repitió Kito asombrado. — Con todo respeto, a mí no me han hecho llegar migues carta con tal información.

— ¿A qué se refiere? — Se interesó Korra frunciendo el ceño.

— La última carta que recibimos de su parte fue el de la liberación total de la capital y que permitiésemos a los habitantes refugiados pertenecientes a Ban Sin Se regresar a su hogar. — Explicó Kito nervioso debido a las declaraciones antes dichas por la Avatar.

— ¿Me permitirá hacer una llamada rápida? — Preguntó la morena viendo al teléfono. — Debo informar de esto a la Señora del Fuego Izumi.

— Por supuesto. — Accedió el presiente cediendo su teléfono a la ojiazul.

Korra cogió el teléfono y marcó los números que Asami le decía para poder comunicarse con la hija de Lord Zuko. Después de una breve charla donde descubrió que, al parecer, el mensajero se había perdido gracias a una lluvia torrencial, colgó el aparato y regresó su atención a la charla inconclusa.

— ¿Y bien? — Inquirió Kito deseoso de saber lo que pasaba.

— El mensajero se perdió en el mar, lo más probable es que esté navegando en algún lugar en el Sur. — Bufó cansada la Avatar. — Debemos evacuar la ciudad de inmediato, presiente Kito.

— Lo sé, pero todos no tengo a todos mis oficiales, algún están en la frontera y otros ocupan cargos en el ejército. — Comentó el hombre de ojos verdes mientras miraba a su escritorio en señal de preocupación.

— No se apure, denos a los que tengan, quedaran a cargo de mi hija y mi hijo. — Aseguró Korra segura que sí.

— ¿Está de acuerdo con ellos? — Preguntó incrédulo el líder de Ciudad República. — Sus hijos son los únicos maestros capaces de controlar dos elementos a la vez, ¿no serán más eficaces a hora de la batalla?

— Por eso mismo, deben proteger a los civiles. — Argumentó la Avatar. — Dejándolos a ellos con los ciudadanos se sentirán protegidos, como si una parte de mi estuviese con ellos.

— Entiendo su punto. — Captó Kito. — Pero aun así...

— Presidente. — Irrumpió Asami. — Mis hijos son capaces de hacer esto y los dejamos al cuidado de todo un poblado porque sabemos de sus capacidades. Mientras Korra y yo estamos al frente, ellos están ahí con su gente cuidándolos y protegiéndolos. Es un trato justo por donde lo vea.

— De acuerdo. — Terminó aceptado el hombre de cabello largo. — Ahora mismo les proporciono a los policías.

— Perfecto, mientras tanto Asami y yo alistaremos a las Fuerzas Unidas. — Anunció la Avatar parándose de su lugar y dándole la mano al presidente. — Le prometo que todo esto saldrá bien.

Una vez dicho eso, la Avatar y su esposa abandonaron el lugar, no habían errado al pensar que ese día sería largo, pero jamás pensaron cuan tedioso seria en realidad. No solo ahora debían organizar un ejército, sino que también tenían que ver lo de la evacuación, darles a sus hijos las instrucciones a seguir para hacerlo de una manera rápida y ágil, convencer a los ciudadanos de abandonar sus hogares -de nuevo-, estar pendientes de cualquier actividad sospechosa fuera de las fronteras de la ciudad, verificar el material contra armas de fuego, cerciorarse de que sus Yasuko y Tonraq cumplieran bien su labor y que la maestra fuego no perdiera los estribos. Después de eso regresar con Kito para exponerles los avances y acordar el lugar en donde él se escondería, pues no podía dejar su lugar por si Akumi deseara negociar la rendición voluntaria (cosa que solía hacer, ya que esa fue la forma en la que se adueñó de la Tribu Agua del Norte) y luego comunicarse con sus compañeros para ver cómo se desarrollaba todo en las demás naciones quienes también estaban amenazadas. En fin, demasiadas cosas para hacer y sólo tenían ese día para cumplirlas todas puesto que, cuando el sol volviera a salir, ya tendrían al ejército de Akumi en la puerta y no necesariamente la tocaría con educación, sino que la derrumbaría para hacer notar su presencia en el lugar.

- o - o - o - o - o - o - o - o -

La noche era abrumadora y con un cielo despejado que solo causaba más intranquilidad, puesto que aquello era solo un mal augurio de lo que se aventaba. Gente corría de un lugar para otro abordando trenes y barcos, de arremolinaba y se estrujaban unos contra otros con el simple afán de poder entrar en algún medio de transporte, ya fuese marítimo o terrestre, y ponerse a salvo, la experiencia de los Ciudadanos de la República de Naciones Unidas con los enfrentamientos armados no era buena, así que lo mejor sería abandonar el lugar lo antes posible. La evacuación resultó ser más complicado de lo que había pensado inicialmente la Avatar, principalmente porque solo contaban con cinco policías y sus hijo para controlar a más de medio millar de persona alteradas en vez de todos los ayudantes y la armada de los agentes de la ley, y era comprensible tal alboroto, todos querían salir de Ciudad República y los medios no eran suficientes. Algunos niños lloraban sacando de quicio a la hija menor de Korra que en más de una ocasión recibió un regaño por parte de alguna de sus madres por su actuar tan arisco con las masas, Yasuko era buena en la pelea, pero no en sus relaciones sociales, para eso, según ella, tenía a Tonraq, quien era el más amable y solicitado principalmente por las chicas y alguno que otro joven. A la mayor de los Sato no le gustaba estar en ese lugar, había tratado de negociar con su madre, pero había sido inútil.

Después de que la mayoría de los habitantes de la Ciudad fueron evacuados de la misma a lugares más seguros o lejanos dónde el estruendo de una guerra armada no los alcanzase, al fin la Avatar y su familia regresó exhausta a la Isla del Templo del Aire que en esos momentos ocupaban como su guarida en la espalda del magnífico dragón de la CEO, Ryou. Apenas los hermanos Sato acariciaron con sus pies la madera café y suave de sus habitaciones respectivamente, el cansancio cayó sobre sus hombros tensando todos sus músculos, como pudieron se arrastraron a sus camas y cayeron como sacos de papas provocando un sonido mudo al estrellar sus cuerpos en el colchón. Korra solamente se quitó parte de su armadura, esperó a que Asami terminara de ponerse su bello camisón de seda rosa para abrazarla como su almohada y al fin dejarse caer ante el sueño.

El sol reinaba en cielo, ninguna nube se podía ver en el cielo, como si ellas supieran acerca del evento del que iban a llevarse a cabo en ese lugar. Un enorme ejército confirmado por maestros y no maestros esperaban impacientes a sus enemigos, la tensión se sentía en todos los lugares al igual y los nervios estaban a flor de piel. Al frente de ellos se encontraba la Avatar con el ceño fruncido, antes de estar en ese lugar había tenido una pequeña riña con sus hijos. Sus puños estaban cerrados y eso no pasó desapercibido por su esposa quien había sido testigo de la disputa entre la mayor de los gemelos Sato y la morena que era capaz de controlar los cuatro elementos, sintió una presión en su corazón por aquello, estaban a nada de ir a pelear con uno de los que podrían entrar en la lista de los mayores enemigos de la Avatar y ella de seguro solo pensaba en las palabras que la maestra fuego le había dicho antes de dejarla atrás junto con el resto de la población. Sabía que Yasuko era una chica fuerte cuyo potencial estaba en el campo de batalla protegiendo a los demás, no cuidando de éstos cual niñera, pero en esos momentos estaba mejor allí y que junto a ellas. Ambas lo sabían.

— ¿Por qué no puedo ir con ustedes? — Cuestionaba Yasuko con un tono serio exigente. — He estado peleado a su lado desde que tengo doce, ¿por qué me mandan a mí y a mi hermano a cuidar a un grupo de refugiados que bien podrían hallar su camino por sus propios medios?

— Yas, ya hablamos de esto. — Le respondía cansada la morena maestra agua mientras se colocaba sus ropas normales. — No vas a ir con nosotras, debes cuidar a los civiles.

— Ma', has visto mi potencial, ¿por qué me limitas a una tarea que el inútil del príncipe Wu hizo? — Preguntó la maestra fuego colocando su mano en su pecho entre gruñidos.

— ¡Yasuko! — Le reprendió Korra a su hija. — ¡Wu es un gran hombre! Quizá no cuando lo conocí, ¡pero se hizo responsable de su tarea y dio todo lo que tenía en ella!

— ¡Pero, madre! — Reprochó la joven de ojos heterocromaticos. — ¡Tonraq y yo seremos más útiles en la batalla! ¡Los agentes de policía pueden con los restantes!

— ¡He dicho que no! — Rugió la Avatar.

Korra agachó su rostro y en ese instante sintió la mano cálida de su esposa sobre la de ella. La mirada azulina se encontró con la verdosa de su mujer quien en ella reflejaba la preocupación que sentía.

— ¿Sigues pensando en lo de Yas, no? — Se interesó la CEO.

— No me gustó gritarle... — Susurró la morena mirando al horizonte. — ¿Por qué es tan necia?

— Porque es igual a ti. — Respondió la ingeniero con suavidad. — No soporta que la mantengan alejada de los lugares donde puede hacer una diferencia. Es como cuando te conocí, pero sin ser muy expresiva.

— No me gusta esa actitud de ella. — Musitó la Avatar en un suspiro. — Cuando acabemos con todo esto hablaré con Yas.

— Eso has dicho desde siempre y solo acaban ambas llorando y abrazadas. — Bromeó Asami tratando de subirle el ánimo a su esposa.

— Ángel, no me ayudas... — Sonrío levemente Korra.

— Eso te pasa por tener un corazón tan grande. — Le comentó la ingeniero.

Korra estaba a punto de contestar a aquel comentario cuando un rugido metálico azotó el ambiente. Sus ondas sonoras eran tan potentes que logró hacer temblar el piso como si un trueno hubiese caído cerca. Aquello llamó la total atención de la Avatar y la de su esposa que dirigieron sus miradas al origine del sonido.

— Creo que dejaremos esos para más tarde. — Roñó la morena frunciendo sus cejas.

— Es hora del trabajo. — A completó la CEO colocándole sus guantes eléctricos.

- o - o - o - o - o - o - o - o -

Estaba enojada, furiosa, ¿cómo es que ella, Yasuko Sato, la gran hija de la Avatar y la ingeniero Asami Sato estaba ahí diciéndole a un niño que se callara mientras que sus madres peleaban contra una oleada de enemigos? No lo sabía y eso le irritaba aún más. A diferencia de Tonraq quien disfrutaba de ayudar a las personas de manera más personal, ella no era capaz de mostrar la suficiente empatía por alguien ajeno a ella, pues, por llevar el simple título de "hija del Avatar" le solían a hacer a un lado cuando ella quería jugar con otros niños de pequeña, nunca se sintió acostada en su totalidad cuando apenas era una infante dando como resultado que en su adolescencia y, ahora, juventud, tuviera un carácter demasiado frío para con las demás personas a pesar de que ella daría todo por protegerlas así como sus progenitoras lo estaban dando en el frente de batalla. ¿Cuántos enemigos serían? ¿Usarían aquellas armas extrañas que combinaban la precisión de una pistola con la capacidad eléctrica de un guante de eléctrico de Industrias Futuro? No lo sabía y moría por averiguarlo, pero estaba atrapada abajo de la tierra tratando de hacer entrar en razón a un niño llorón cuyos padres no encontraba. «No entrené casi toda mi vida para esto...», refunfuñó la maestra fuego en su mente.

Los hermanos Sato seguían en su labor cuando un gran temblor los obligó a tomarse mutuamente de las manos para conservar su equilibrio. Algo había pasado y eso no les gustaba a ninguno de los dos. Yasuko fue la primera en salir seguida de cerca por Tonraq quien le llamaba a gritos exigiéndole que no saliera del subterráneo o, mínimo, le esperarse un poco. Apenas la alcanzó sintió como su corazón se estrujó y su respiración se detuvo por un segundo, algo en ambiente no le parecía grato, estaba muy pesado y vacío, escaso de vida alguna, tan negro como el cielo nocturno y a la vez tan claro y despejando como el mismo día soleado. Al salir de la estación de trenes que se encontraba bajo tierra el menor de los gemelos Sato pudo notar la ausencia total de espíritus al rededor y eso era más que extraño siendo que Ciudad República era la orgullosa poseedora del famoso Tercer Portal Espiritual que había en el mundo y el cual fue creado nada más y nada menos que por la misma Avatar Korra hacía ya más de quince años. Los seres incorpóreos de escasa y de escasa y muy ligera materia eran una de las cosa más que comunes en ese lugar precisamente caso ocupando el cincuenta por ciento de toda la ciudad y que el moreno mismo no siéntese nada solo lo alertó más de la cuenta. En sus años estudiando a esos seres tan alabados y misteriosos a su vez descubrió que tenían algo semejante a un sexto sentido que les permitía saber o detectar cuando cosas malas iban a ocurrir ya sea de manera natural o, en este caso, provocada por los mismos seres humanos. Sus temores se hicieron realidad cuando a lo lejos logró divisar a todo el escuadrón que había acompañado a sus madres al frente de la batalla, algo estaba pasando y él como su hermana iban a averiguar de qué se trataba.

Estaba estática. Impresionada y aterrada a su vez. ¿Qué demonios era esa *cosa que arroja balas tan grandes como un bisonte volador? Jamás había visto algo así y aquella máquina infernal le asustaba a pesar de que en su mirada solo hubiese incredulidad. Después de que escucharon el estruendo en el horizonte no divisaron ni ejército ni nada, solo un artefacto tan grande que fácilmente ocupaba de ancho y largo la misma área que toda la Isla del Templo aire. Era de un color gris oscuro semejante al granito, tenía un par de ruedas anchas que protegían sus costados con recelo y eran cubiertos por una cinta metálica que le permitía aplastar cualquier cosa que estuviese en su camino; en la parte superior tenía una pequeña cúpula con un cañón de circunferencia envidiable que era de dónde salían las gigantescas balas que la Avatar en su momento trató de detener en un intento inútil, aquellas cosas eran demasiado pesadas y rápidas para ella, a pesar de que era una maestra metal y a su vez el ser más poderoso del mundo, también era un simple mortal como todos y eso, en esa ocasión, molestó de sobremanera a Korra. Y más cuando una de esas cosas se estrelló contra la cuarta parte de su ejército haciendo relucir su poder destructivo dejando cadáveres o solo fragmentos de éstos regados por todos lados, algunos inclusive llegaron a volar por los aires tres o cuatro metros. Si le había tenido miedo al cañón de Kuvira, este lo superaba por el simple hecho de que, ahora, no iba a poder detenerlo con su simple control.

— ¡Retírense todo! — Gritaba la Avatar tratando de poder divisar a los soldados que aún se encontraban de pie. — ¡Vayan a la estación de tren y póngase a salvo!

Tan solo acabó de decir aquello la morena, se escuchó el estruendo que ahora todos reconocían como el disparar del arma, no tuvieron que pensar mucho para buscar refugio ya que con el impacto de la bala contra el suelo roco dónde estaban, miles de pequeñas piedras salían disparadas por los aires convirtiéndose en mini proyectiles que podían matarte si se estrellaban en el lugar correcto, Korra lo había visto y no deseaba que sus hombres ni su mujer sufrieran daño alguno. La maestra agua tomó a la ingeniero y ambas se ocultaron detrás de una inmensa roca siendo cubiertas por el polvo alzado por la gran bala metálica. El poder de tiro de aquel trasto gris era impresionante, pero no podía decirse lo mismo de su avance, era tan pesado que apenas podía moverse unos cuantos metros en una hora completa.

— Asami, ¿estás bien? — Preguntó notoriamente alterada la Avatar con solo la idea de que algo malo le hubiese pasado a la mujer que más amaba en el mundo.

— Estoy... — Tosió un poco la ingeniero limpiando sus fosas nasales y faringe. — Estoy bien, Korra, no te apures.

— Esa maldita de Akumi... — Gruñó la morena. — No sabíamos nada de esa cosa, no encontramos planos ni nada por el estilo en la base que saqueamos.

— Es porque esa base era de experimentación de armas pequeñas, esa cosa debió estar bajo la supervisión de la misma Akumi. — Razonó Asami asomándose por arriba de la roca para tratar de ver qué pasaba a su alrededor. — Es realmente grande, lenta y acorazada. Se parece al robot gigante de Kuvira.

— Quizá pueda entrar a ella usando metal-control... — Soltó la Avatar en un pensamiento a la ligera.

— Quizá puedas, si es que no te hace papilla de frutas primero. — Reprochó la ingeniero en el acto.

La joven de ojos azules iba a contradecir aquel argumento que le había lanzado su esposa cuando un aletear de alas enormes les obligó a mirar el cielo. Ahí, montados en Ryou, estaban Yasuko y Tonraq preparados con sus trajes de batalla. El hermoso animal de color verde no tardó nada en aterrizar con esa elegancia digna de un ser que arrojaba fuego y que de seguro había aprendido de su bellísima dueña. Los hijos del Avatar, apenas tocar tierra, bajaron apresurados y se encontraron con sus mandares quienes los veían entre confusas y enojadas, ¡¿qué rayos estaban haciendo ahí?!

— ¡Ma', mamá! — Gritaron los hermanos Sato con preocupación.

— Yas, Tonraq, ¿¡qué hacen en el frente!? Se supone que deberían estar evacuando gente. — Les reprendió la Avatar en un hilo de voz.

— Nosotros... — Iba a empezar a hablar la mayor de los hermanos cuando su vista pudo divisar el enorme aparato metálico a lo lejos. — ¿Qué demonios es eso?

— No tenemos idea, no sabíamos de eso. — Explicó la CEO con el ceño ceñido. — Pero eso no responde la pregunta de tu madre.

— Escuchamos unas explosiones a gran escala, no íbamos a dejarlas estar aquí solas si aquellos estruendos eran provocados por los enemigos. — Respondió rápidamente la maestra fuego.

— Algo no es normal aquí. — Continuó el maestro agua. — A pesar de ser una pequeña confrontación, no hay espíritu alguno en la cuidad y eso no es nada bueno.

— ¿No hay ningún espíritu en toda Ciudad República? — Interrogó incrédula Korra.

— Ni uno solo, Ma'. O bien, que yo pueda percibir. — Afirmó el moreno con seguridad.

— Es no... — Iba a decir la Avatar, pero el sonido tan característico del disparo de un arma a mayor escala se lo impidió. — ¡Corran!


Última edición por Admin el 12/17/2015, 12:09 am, editado 1 vez
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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 12/17/2015, 12:08 am

Ante el grito dado por Korra, ella y su familia empezaron a avanzar tan rápido como sus piernas podían para evitar que la enorme bala metálica se estrellara contra ellos. A su alrededor salieron volando fragmentos de tierra y una gruesa capa de polvo los envolvió como cada vez que aquello ocurría. Como pudieron se refugiaron de un salto detrás de una roca saliente que un anterior disparo había provocado quedando temporalmente fuera del rango del arma, o bien, hasta que los encontrara.

— ¿Todos están bien? — Preguntó la Avatar asegurándose de que fuesen cuatro los que están allí.

— Si. — Contestó inmediatamente Asami. — Ryou percibió al peligro antes y salió volando.

— Yas, Tonraq. — Llamó la maestra agua a sus hijos. — ¿Cómo están?

— Estamos bien. — Respondieron ambos en unísono parándose y limpiándose la ropa.

— Me alegro, porque se van ahora mismo. — Sentenció la norma con firmeza.

— ¿¡Eh!? ¿¡Por qué!? — Chillaron ambos hermanos.

— ¡Cuidado! — Sobresaltó Asami a los demás mientras Korra envolvía a su familia en un protector abrazo.

Casi de inmediato otra munición pesada impactó a escasos metros de donde se encontraba la familia, sabían que no los veían aun, de lo contrario ya habrían disparado directamente en su dirección.

— ¡Este es un lugar muy peligroso! ¡Deben irse! — Bramó Korra al ver que el peligro ya había pasado.

— ¡Pero queremos estar con ustedes! ¡Somos la familia del Avatar! ¡Los mejores guerreros y maestros en el mundo! — Decía Tonraq con elocuencia y algo de agresividad.

— Podemos ayudar. — Korra solo suspiró ante las palabras de sus hijos y colocó una mano sobre cada hombro de ellos mirándolos con amor y paciencia.

— Ustedes son mis bebés, los he llevado a misiones y les he permitido estar al frente en más de una ocasión. Pero esta es diferente. — La Avatar hizo una leve pausa para tomar aire. — No quiero que les pase nada, la gente los necesita y, ahora, también los soldados que de seguro no saben a dónde deben ir para ser evacuados. Ustedes son lo más valioso que su madre me ha podios dar y no les queremos poner en un riesgo tan grande como este. Por favor, se los imploro... Váyanse.

— Ma'... — Susurraron ambos hermanos en un solo hilo de voz.

— Korra... — Musitó impresionada la ingeniero, jamás había escuchado a su esposa hablar de esa manera tan dulce y maternal.

Toda la familia se quedó estética por un segundo tratando de asimilar todos esos sentimientos que sus cuerpo estaban experimentado en ese mismo momento, Yasuko quería estar ahí con ellas, ayudarlas a defender el mundo donde vivía y en el cual había engendrado recuerdos maravillosos cuyas protagonistas en ese instante estaban frente a ella. Tonraq solo deseaba proteger a sus madres, ellas eran las dos personas más valiosas, junto con su hermana, que tenía en el mundo, daría su vida por esas mujeres que tanto amaba. Pero los hermanos sabían que de cierta forma, Korra tenía razón y, a regañadientes, los aceptaban. El sonido particular del batir de unas enormes alas llamó la atención de todos, el hermoso Ryou apareció detrás de ellos aparcando sus patas en el suelo y esperado a que sus pasajeros subiesen a su lomo. Korra vio como con algo de pesar sus hijos subían al hermoso dragón con lentitud y sin gana alguna de hacer aquello que les estaba ordenando con empeño, antes de partir, ambos voltearon a ver a sus madres con mucha pidiendo mudamente que reconsideraran aquella elección ya tomada, pero era inútil, ambos lo sabían, pero aun así lo intentaban porque los milagros existían, su misma vida era una prueba de ello.

— Asami, eso va también para ti. — Comentó la Avatar sin perder de vista a sus hijos. — No quiero que te pase nada, vuelve con los niños y póngase a salvo.

— Korra, me voy a quedar contigo. — Fulminó la ingeniero. — Ya te lo he dicho miles de veces, te juré acompañarte donde sea el día de nuestra boda y lo pienso cumplir.

Al terminar de recordarle su jurarte a su esposa, Asami se encaminó donde estaba su hermoso Ryou y no pudo evitar pensar en lo pequeño que era cuando lo había encontrado, ahora ya no podía meterlo entre sus ropas o cargarlo en su hombro como antes. Ya era todo un dragón adulto, sus colores verdosos le daban una apariencia única. Agachó su cabeza para frotarla con el rostro de la mecánica quien respondió a aquel gesto con leves caricias en la barbilla peluda del animal. Los largos y lindos bigotes de Ryou rozaban las mejillas de su dueña con tal amor y devoción que parecía increíble, como si con aquel acto él pudiese comunicarse con la persona que consideraba su madre.

— Por favor, mi pequeño dragoncito, cuida a mis hijos. — Pidió en voz baja la ingeniero deseando que nadie le escuchara y que aquellas palabras solo quedasen entre Ryou y ella. — ¡Ahora, vuela! — Ordenó la CEO.

Ryou no tardó no dos minutos en emprender vuelo dejando cada vez más lejanas las figuras de Asami y Korra quienes veían con cierta tristeza como sus hijos se alejaban de poco a poco. En un repentino acto, notaron como la mayor de sus pequeños quien dirigía al hermoso dragón giró su rostro uniendo sus ojos de color verde y azul con los de sus progenitoras quienes se preocuparon de inmediato por aquello, Yasuko no era de las personas quienes mirase atrás para dar un último análisis o algo semejante. Estaban a puro de cuestionarle a su hija que pasaba cuando ambas chicas pudieron notar como los labios de Yasuko se movían formando las palabras: "Las quiero…", provocando una sonrisa y un nudo de garganta en la Avatar y su esposa quien reprimía el llanto por aquel acto tan tierno.

— ¿Viste eso? — Preguntó anonadada la morena de ojos azules.

— Si. — Respondió la pelinegra en el mismo estado que su pareja.

— Al parecer no debemos concebir esta batalla. — Sonrío de medio lado la Avatar. — Así que, ¿cuál es el plan?

La Avatar y la ingeniero se ocultaron lo mejor que pudieron atrás de esa enorme roca adyacente del suelo maltratado por tantas explosiones y tierra control utilizado, debían estar agachadas y prácticamente inmóviles debido a la vista casi omnipotente que poseía aquella máquina infernal de tal aspecto que solamente una mente desquiciada y enferma podría alguna vez haber imaginado en alguna pesadilla antes tenida con un fondo de llamas y gritos agónicos para hacer el acompañamiento musical perfecto. La veterana pareja de mujeres no tardó mucho en concebir un plan que podría calificar como descabellado y estúpido pero que sería de gran eficacia si es que salía como ellas habían pensado. Al estar peleando contra un armatostes gigantesco de metal, Asami pensó que si la morena hacia uso de su domino con el aquella derivación de la tierra, podrían penetrar al interior del tanque y ahí i donde Akumi para acabar desde el corazón, tal y como lo habían hecho con Kuvira Pero, para lograr hacer eso, primero debían acercarse. La ingeniero, usando su cerebro a su total capacidad, ideó que acortaran distancia bajo tierra, ya que así no las verían y el enemigo pensaría que habían decidido retirarse, puesto que ahora, en esa explanada rocosa de color amarillo y piedras por donde sea, los únicos vestigios del Ejército de las Fuerzas Armadas eran ellas dos, además de que seguro habían divisado a Ryou marchándose con sus pequeños y, tanto la morena como la CEO, sabían que sus hijos eran más que parecidos a ellas.

Una vez que la Avatar aprobó el plan hecho por su esposa, empezó a golpear la tierra que estaba bajo sus pies agrietándola y, posteriormente, haciendo un agujero de un tamaño razonable para que ambas pudiesen entrar con facilidad. La oscuridad prontamente se hizo presente, ya que apenas ambas chicas pudieron empezar a caminar de merma vertical Korra tapó el único orificio que tenían por donde la luz del sol podría ayudarlas a iluminar el camino. Asami no era de las personas que le sintiese miedo a la oscuridad ni a los lugares estrechos, pero no se podía decir lo mismo de la Avatar quien sólo soportó estar bajo tierra unos cuantos minutos antes de que empezara a desesperarse por salir de ese lugar. Desde que sufrió el secuestro por Amon y había sido encerrada en es jaula, algo dentro de ella cambió, de por si jamás le había gustado estar tan limitada y después de aquella experiencia aquel malestar de volvió una fobia. Fobia que en esos momentos le provocaba que su pecho se oprimiese, y que cada vez empezara a romper piedras con mayor velocidad ignorando. Debía de allí, eso era lo que le decía su cuerpo y su mente cegándose casi por completo. El miedo cada vez era mayor al igual que la desesperación y las pequeñas convulsiones que recorrían su cuerpo. Estaba a nada de sucumbir ante él cuando una mano suave y cálida se posó en hombro. «Asami», pensó la Avatar relajando todos sus músculos y dejando que esa paz que su esposa le transmitía de apoderase de su cuerpo y le sonrió a su mujer dándole gracias por aquel gesto.

Asami tranquilizó a la morena de ojos azules de la mejor manera que pudo, ella desconocía por completo de su aberración ante los lugares cerrados, así que solo se limitó a darle ánimo mientras le dirigía. Tenía cierta idea de cuánto debían avanzar y faltaba poco, así que, cuando dedujo que ya estarían a un lado de la máquina, le dijo a Korra que podían salir y la morena no tardó ni un segundo tomar a su esposa estilo nupcial y arremetió contra el techo rompiendo todo lo que se le atravesará en el camino cabeza. Después de unos cuantos minutos, ambas aparecieron a un lado del gran armatoste y por puro instinto se pegaron al frío metal cuya temperatura helada podía ser percibida a través de los ropajes de la pareja. Asami se alzaba la cabeza para vigilar que la maquina monstruosa no se percatara de su existencia mientras escuchaba como el metal que recubría el aparato cuyos movimientos eran más lentos que un gusano. La ingeniero solo escuchó el chillido chirriante agudo y penetrante característico del metal doblándose y retorciéndose, su esposa ya estaba trabajando en una entrada y el hecho de que aquel sonido fuese así de fuerte le puso nerviosa por un momento y le rogó mudamente a Raava que nadie estuviese cerca del lugar dónde estaban. «Creo que eso no lo pensé...», se reprendió la mecánica al darse cuenta de aquel olvido.

Sentía el mental moldearse, romperse y deformarse bajo su control, trataba de hacer el mínimo de ruido posible, pero sabía que con aquella materia era más que imposible. Apenas abrió un agujero lo suficientemente grande como para que ella y su mujer pasaran, dejó de usar su metal-control. Korra le avisó a Asami con voz queda que ya estaba listo y entraron a la enorme maquina metálica. Su interior era escalofriante, tubos salían por dónde sea, luces amarillas iluminaban el entorno dejando ver grandes máquinas, botones y demás cosas que ni la misma Asami podía reconocer, el calor, el vapor que les invadía y una gigantesca máquina con tubos de dónde salía humo les indicaba que de seguro estaban en la sala de calderas. La Avatar divisó a unos cuantos metros una puerta chapada metálica con una extraña perilla que se semejaba al timón de un barco, con su mano, llamó la atención de su pareja dándole un leve toque a su hombro y con su falange indicó la puerta, no se iban a arriesgar a hacer algún ruido, pero entre ellas no hacía falta, tantos años juntas les había dado la habilidad de saber comunicarse con solo una mirada, una caricia o en casos más extremos, solo con sus acciones, cosa que usualmente se limitaba a cuando ambas combatían. Las chicas se miraron mutuamente y se tomaron de las manos, cuando cruzaran esa puerta toda aquella guerra se acabaría, estaban seguras de ello.

Apenas Korra y Asami salieron, lo primero que hicieron fue mantenerse al margen, para su suerte no había guardia alguno por donde estaban lo que les daba una pequeña liberad de movimiento. La Avatar tomó la delantera por si algún imprevisto se les ponía enfrente, con paso rápido y silencioso recorrieron el pasillo dónde se encontraban hasta toparse con una puerta igual al que estaba en la caldera a diferencia de que ésta tenía una ventana. La joven morena, alzándose de puntitas, se asomó por el cristal para ver lo que se encontraba del otro lado. Había una escalera que conducía a la parte superior de la maquina custodiada por dos guardias de las fuerzas de Akumi. Eran dos hombres grandes con pistolas en sus cinturones, insignias de rango menor en su pecho y con navajas de metal en sus brazos, por la ropa verde que usaban podían deducir que eran maestros tierras, puesto que solo a los que eran capaces de controlar un elemento eran a los que les daban colores, a los no-maestros los vestían con ropajes más llamativos de tonos dorados o, inclusive, plateados. Sabían que no iban a tener el camino fácil, pero no pensaron que su suerte dudaría tan poco. La avatar bufó sacando aire entre sus diantres antes de comunicarle la noticia a la CEO, tan solo esperaba que Asami tuviese alguna idea para sacarla de esa. Y, para su fortuna, así era, la mecánica jamás la decepcionaba.

La puerta chapeada se abrió con una lentitud llamando la atención de los dos hombres que cuidaba con recelo en acceso a la parte superior, puesto que en esa planta se encontraban las escaleras que conducían al centro de control donde solamente podían acceder los ingenieros, mecánicos y maestros que se encaraban del manejo del tanque de guerra. Uno de ellos se acercó con cuidado y algo nervioso, nadie de los de allá arriba había bajado a ver la sala de calderas y esa plancha de metal era lo suficientemente pesada como para que "el aire" -que era prácticamente nulo en ese lugar, puesto que estaba totalmente sellado con frío hierro y muchos clavo tan grandes como un huevo-, la abriera. Lo último que supieron los guardias fue que una mujer de cabellera negra larga atada en una coleta corría hacia ellos con un extraño guante del cual salían chispas azules brillantes y unos labios rojos cual fresa antes de caer ante la inconsciencia debido a una fuerte carga eléctrica que paralizó todos sus músculos provocando que su sistema nerviosos saltará en el acto y que su cerebro lo interpretara como dolor haciéndose desmayarse. Quizá el guante de la ingeniero no era letal o tan potente como las pistolas eléctricas que poseían los hombres de Akumi, pero tenía lo suyo y un diseño que no le pedía nada a las tontos juguetitos que la líder de "Las Fuerzas del Mañana" concibió con ayuda de sus mismos planos, cosa que molestaba en exceso a Asami, pero ya no podía hacer nada por aquello.

La Avatar y la ingeniero tardaron un poco en poder llegar hasta la sala de control, sobre todo porque en el transcurso del viaje se habían encargado de cortar la comunicación del gran tanque y de los guardias que podrían intervenir en la disputa que se llevaría a cabo cuando llegaran a su objetivo, y si iban a atacar directamente el centro de mando, era mejor que a Akumi no pudiese comunicarse con nadie y, mucho menos, que fueran a su auxilio. Ambas se encontraban delante de una puerta semejante a las demás y supieron que había llegado el momento, los nervios empezaron a invadir el cuerpo moreno de la Avatar y el pálido de la ingeniero, sus manos sudaban y la adrenalina ya corría por todos sus vasos sanguíneos exhortándoles de lo que se aproximaba apenas aquella limitantes de platino color fuese echada abajo y los gritos comenzaran a invadir sus odios. Korra se colocó sus pies con firmeza en el suelo adquiriendo la postura dura de un maestro tierra e hizo el ademán de golpear la plancha de color plateado como ambos puños inclinado su cuerpo adelante con fuerza. De inmediato la pesada puerta salió volando por los aires haciendo un estruendo metálico que anunciaba el inicio de la última batalla dejando tan solo un agujero donde ante fiambre estaba permitiendo a los ocupantes que estuviesen adentro de la sala de control viesen a la inusual pareja.

La sala de control era amplia, muchos botones y pequeños focos brillaban con una frecuencia extraña, tubos salían por todos lados de los cuales salía algo de vapor, en el centro de ésta estaba Akumi sentada en una silla del mismo material del cual estaba construida el enorme armatoste con una serie de palpabas junto a ella y en su cabeza había unas especies de lentes que de seguro era la manera en la cual podía ver a la distancia. A pesar de lo que habían pensado Korra y Asami, Akumi se encontraba por completo sola, su única compañía era el frío metal que la abrazaba y el sonido del agua condensada salir despavorido de agujeros o grietas en los cilindros que se esparcían por todos lados como raíces que buscaba su origine. Las ventanas en ese sitio eran inexistentes, como si aquella mujer que manejaba el enorme apartado no desease que el brillo del sol o el velo de la luna penetrasen en ese santuario tecnológico que solamente ella podía dominar.

— ¡Akumi! — Gritó la morena alzando sus puños mientras veía como la mujer de cabellera rubia oprimía varios botones con la ira reflejada en su rostro. — ¡Ni se te ocurra llamar a nadie, que nos hemos encargado de todo!

La joven de cabello tan amarillo como el trigo bufó resignada, cuando vio al dragón de la Sato alejarse con rapidez dedujo que se habían retirado de la batalla para reorganizarse o algo similar, más nunca pensó que estarían ahí mismo. Sin hacer notar su furia creciente, se quitó el casco dejando relucir su largo y sedoso cabello en un movimiento que solo la misma Asami sería capaz de repetir y miró directamente a la pareja.

— Pero, mi estimada Avatar, yo no necesito a nadie para poder lidiar contigo. — En ese instante, en un movimiento tan ágil como los de sus oponentes, Akumi sacó su fiel pistola y apuntó directamente a Korra. — Para eso tengo esta preciosidad.

El sonido de las balas saliendo de la cámara del arma no tardaron en resonar entre las paredes, ¿a qué horas sacó esa arma? Y la interrogante más sorprendente, ¿dónde la tenía? La Avatar no cabía en su asombro, en lo poco que había podido observar a su contrincante jamás vio algún culto extraño o algo semejante donde pudiese tener escondida su arma, Akumi iba vestida con un típico traje militar dotado con negro y unas medallas condecoraban su pecho remarcándole su estatus social y militar.

— ¡Korra, cuidado! — Se interpuso Asami en el rango de tiro de la rubia.

— ¡Asami!

La morena se quedó helada, la ingeniero solo sintió un dolor en el estómago y parte de su pecho. Dolía, eso realmente dolía. Sus piernas flanquearon por un segundo y cayó al piso, respiraba con dificultad y el sudor empezaba a adornar su bello rostro con pequeñas gorditas. Korra no podía moverse, de nueva cuenta una presión en su pecho la dominó. No quería que eso volviera a suceder, casi había perdido a su Asami en una ocasión, no deseaban volver a pasar por eso. La Avatar no dudó ni un segundo y se colocó alado de la ingerido para ver si podía hacer algo, fue en ese momento que notó la ausencia de sangre y la sonrisa de satisfacción que tenía su esposa.

— Korra, ve por ella. — Fue lo único que dijo la CEO de Industrias Futuro.

— 'Sami, algún día me vas a matar de un infarto. — Bramó la morena una vez asegurada de que, en efecto, su esposa no tuviese ningún rasguño.

La pelea al fin se dio. Korra contra Akumi por primera vez. Desde el incidente cuando se conocieron, ninguna de las dos de había topado frente a frente, siempre que la Avatar llegaba para lidiar con la rubia, ésta se retiraba o era demasiado tarde como para que la morena pudiese intervenir. La ojiazul atacaba sin piedad alguna usando todas sus habilidades posibles. Agua. Metal. Fuego. Aire. Pero por más que se empeñara, Akumi siempre lograba eludir los golpes fulminantes y usualmente cuando eso ocurría ella contraatacaba con aquella arma cuyos proyectiles Korra lograba esquivar por pura suerte o simplemente usaba el mismo metal que la rodeaba para protegerse a sí misma y a Asami, pues la rubia tenía más que claro que si lograba herir a la persona que la Avatar más amaba, teóricamente a ella también le heriría y de una forma aún más dolorosa y satisfactoria que cualquier otra llaga física pudiera hacerle. La maestra plurielemental sabía que su esposa era perfectamente capaz de cuidarse sola y que el chaleco anti-balas mejorado que había hecho al parecer funcionaba, pero aun así no bajaba su guardia, si Akumi hería a Asami, ella no dudaría en entrar en estado Avatar y acabar con su patética vida de no-maestra y el peso de una muerte era algo que Korra no deseaba tener, ya suficiente presión tenía con todos los asuntos del ser quien mantenía la paz entre las naciones y el mundo -cosa que al parecer no estaba haciendo muy bien esos momentos- y quien es el que se encarga de traer el equilibro.

La riña se alargó más de lo previsto y eso le molestaba a Korra, debía acabar con eso de una vez por todas. En un solo movimiento, la Avatar convocó una oleada de llamas que envolvieron a Akumi en una enorme esfera, así por lo menos la mantendría encerrada hasta que Asami se recuperarse del impacto de las balas y la fuese a ayudar. Mientras la joven morena trataba de mantener el control bajo el fuego, algo en éste le llamó la atención con potencia. Sentía como alguien más lo estaba dominado, y no solo eso, sino que también manipulando. La cara de asombro de la tribal fue todo un poema al ver como de entre aquella burbuja roja, una pequeña grieta se abría y de ésta salía nada más y nada menos que Akumi usando una técnica muy avanzada del control del fuego. «No puede ser...», pensó Korra al caer en cuenta que aquella mujer que ella pensaba era una no-maestra que seguía los absurdos ideales de Amon y de Kuvira -hablado en el aspecto militar y gubernamental-, era en realidad una maestra fuego. Era imposible, todos sabían que Akumi era una de las personas que más odiaba lo tradicional y sagrado, jamás pensó que ella sería una maestra, un ser concebido con el don más antiguo y sagrado de todos. Un control.

Las balas danzaban por el aire acompañadas de fuego candente, la sala de control era un caos total. Asami no podía mover ni un solo musculo ante tal batalla que se desplegaba frente a sus ojos, había visto miles de veces combatir a la Avatar y usualmente ella estaba justo a su lado cuidando de su espalda, pero esa vez ella era una simple observadora, sabía que no debía meterse, aquella pelea era solo de su morena y de Akumi. Korra bloqueaba los proyectiles que le disparaba la rubia con el metal y desviaba las llamaradas de su enemiga con su propio control, debía hacer alguna cosa para inmovilizarla o algo semejante. La morena estaba pensado en qué estrategia usar cuando notó una pequeña abertura en la defensa de Akumi, siempre que intentaba usar metal-control aprisionarla la rubia lo esquivaba, pero esa vez, la maestra fuego estaba concentrada en no perder de vista a la Avatar mientras que cargaba su arma que no se percató de los enormes tubos que tenía atrás y que también surgían por entre sus pies. Korra sonrió ante ese pequeño detalle y, antes de que Akumi pudiese tan siquiera alzar el arma que tenía entre sus manos o usar su fuego-control, la morena alzó sus brazos y, con este gesto, los tubos que estaban en el suelo y los que se encontraban en el techo cerca de la rubia se proyectaron creando una especie de jaula. Los brazos de la líder de "Las Fuerzas del Mañana" tenía los brazos afuera con una movilidad mínima, su rostro se mantenía agacho resultado de las tuberías en su nuca y su respiración era agitada.

— Esto se acabó, Akumi. — Siseó la morena cansada.

Una risa desquiciante se escuchó en todo el lugar proveniente de una la rubia quien no había dejado de reír desde que fue capturada por la Avatar.

— ¿Qué es tan chistoso? — Gruñó la Avatar.

— ¿Crees que iba a perder tan fácilmente? — Aquellas palabras sonaron más como una burla que como una advertencia.

— ¿A qué te refieres? — Habló Asami acercándose.

— Quizá hoy pierda, pero dejaré al mundo sin su conexión con lo espiritual, mientras éste siega atado a ti, no podrá avanzar, está sentenciado a quedarse estancado entre el lodo. — Gruñó la líder del bando enemigo. — Cosas como lo humanamente correcto, lo moral, lo espiritual, lo que tú representas es un obstáculo para que la tecnología avance, para que la humanidad se haga superior a los espíritus. Por eso, debo acabar contigo. Restricción cuatro levantada, autodestrucción confirmada. Tiempo estimado, estándar. — Fue lo único que dijo Akumi antes de poner su arma en su cabeza y que una luz roja empezara a destellar por todos lados. — *Bon voyage, Avatar, señora Sato.

Una vez dicho aquello, lo único que se escuchó fue el sonido del arma que tenía la rubia ser disparada para que una cascada de sangre saliera de la parte trasera de su cabeza junto con una masa de color rosa.

— Pero que... — Comentó Korra impresionada y asqueada a la vez.

— No puede... no pudo... — Musitó Asami sin dejar de ver la chorreante cabeza de la rubia.

— Autodestrucción confirmada, tiempo restante: diez segundos. — Soltó una voz metálica e inhumana seguida de una cuenta regresiva en reversa.

— ¡Korra, debemos salir de aquí! — Chilló la ingeniero al darse cuenta de la situación en la que estaban. — Esta cosa explotará.

La Avatar miró a todos lados buscando una salida, con cada segundo que pasaba la voz sintética decía un número menor y cada vez más cercano al cero. Sin pensarlo mucho, se dirigió hacia dónde estaba una de las paredes metálicas que según ella debía de dar al exterior. Tomó la fría pared de hierro e hizo un agujero que con lentitud fue expandiendo hasta hacerlo lo suficientemente grande como para que ella y su esposa fueran capaces de salir del enorme armatoste. Apenas Korra pudo divisar un haz de luz, supo que estaba cerca de la libertad. Tomó a Asami de la cintura y se lanzó al vacío justamente cuando aquella voz que la estresaba a más no poder llegó al número cero. Se escucharon estruendos, gritos despavoridos dados por los pobres hombres que de seguro no habían logrado salir de aquella prisión metálica, un calor ardiente empezó a envolverlas y lo único que la Avatar atinó a hacer fue abrazar a su adorada mujer para protegerla con su cuerpo de todo daño ocultando su cabeza en su pecho y la suya propia en el cuello de la ojiverde.

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Caminaba con dificultad, a su alrededor yacían cuerpos inertes, quemados, magullados y destrozados. Jamás había visto tal nivel de destrucción masivo y con tantas víctimas a su alrededor. Sentía el pecho arder, sus músculos no podían mantenerla más tiempo de pie, pero debía seguir adelante, Korra contaba con ella para ponerla en algún lugar seguro, pero no tenía la certeza de poder aguantar tanto. Su brazo estaba totalmente roto, podía percibir el hueso amenazar con destrozar su blanca piel, su espalda era adornada con raspones y perforaciones de trozos metálicos que habían salido disparados en la explosión del armatoste, tenía un ojo cerrado debido a que éste fue golpeado por una piedra, un hilo de sangre le recorría la comisura de sus labios y dibujaba un río carmín hasta su quijada, sus pómulos estaban inflamados y de un color morado, las quemaduras se esparcían por todo su cuerpo provocándole dolores que prefería ignorar, su izquierda rodilla no le respondía, parecía como si ésta se negase a seguir adelante obligándola a arrastrar la pierna, su estómago se sentía asqueado, con náuseas y sus pulmones adoloridos al igual que todo su ser. En algún punto Asami se tuvo que detener para toser y lo que vio que expulsó de su interior le dejó helada, tanto que su andar se detuvo. Sangre. Escupía sangre con cada exhalación que daba para despejar sus vías respiratorias y con ésta un poco de su energía vital se iba.

Korra solo podía aferrarse del hombro de Asami, su cuerpo pedía a gritos un descanso, su espalada estaba totalmente quemada, a tal grado que podía verse como su tez morena era sustituida por aquellos músculos de los cuales se sentía tan orgullosa, su rostro era adornado con líneas carmesí que veían desde el centro de su cráneo, en la ranura de sus labio se podía ver como la sangre chorreaba dejando un rastro nada agradable en las desgarradas ropas de la Avatar, sus piernas eran prácticamente inútiles, por eso dependía de la ingeniero para poder moverse, Sus costillas estaban totalmente destrozadas, pues ella fue quien recibió el impacto directo contra el suelo, su brazo izquierdo estaba partido en mil y un secciones y sentía claramente como le costaba a sus pulmones retener el aire dentro de ellos, pero a pesar de su pésimo estado, estaba feliz, pues una sonrisa radiante se yacía en su moreno y magullado rostro. Habían ganado, ella había salido victoriosa ante un enemigo tan temido y letal como Akumi y tenía en presentimiento de que al fin volvería a su vida normal con sus hijos y su adorada esposa, hasta que se percató del estado en el que se encontraba su compañera de vida y de lo que expulsaba cada vez que ambas se detenían. La Avatar vio una roca erguida de manea perpendicular que terminaba en punta y le pidió a su esposa que fueran ahí, descansar un rato no les haría mal ni las mataría, además de que de seguro Yasuko y Tonraq de seguro ya estaban empezando a buscarlas.

La pareja, con algo de dificultad, se encaminó a aquel pedacito de cielo que la morena había divisado, pues parecía como si algo o alguien hubiese protegido aquella zona de todo aquel caos que las rodeaba. La roca, de un color amarillo característico del lugar, yacía parada imponente y a su alrededor un hermoso campo verde le adornaba como haciéndole una ofrenda al enorme pedazo de tierra. Con cuidado, Asami ayudó a Korra a sentarse apoyando con suma delicadeza su espalda contra la dura roca que actuaba como soporte, seguidamente, ella se dejó caer a su lado percibiendo como cada nervio de su sistema le mandaba una oleada de dolor que pensó jamás experimentar desde el día en el que dio a luz a sus hijos. Cuando ya estuvo totalmente sentada, se pegó lo más que pudo a la morena que estaba a su lado y entrelazó su brazo con el de ella teniendo la precaución de no infligirle más dolor del que ya tenía. Korra la había protegido, usó su cuerpo como escudo humano para que a ella no sufriera tantas heridas o quemaduras, pero aquello no sirvió de mucho, ya que los cuando ambas volaban por los aires demasiados fragmentos de material o clavos taladraron ambos cuerpos, algunos inclusive atravesando la piel y músculos de una para acabar en el cuerpo de la otra con tanta facilidad que a cualquier ser le daría miedo estar en el mismo lugar dónde ellas estuvieron hacía unos minutos atrás. El silencio era mortal, pero eso no parecía molestarlas, al contrario, les daba una sensación de paz inmensa.

— ¿A-Asami? — Logró decir la morena con dificultad forzando a sus cuerdas vocales a emitir aquel sonido.

— ¿Si? — Respondió la ingeniero con tranquilidad cuando percibió la mano de la morena entrelazarse con la suya.

— No saldremos de esta, ¿verdad? — Soltó al fin la Avatar sin perder la sonrisa de su rostro.

Asami no dijo nada, solamente desvió la mirada para ver el enorme agujero que se tenía su esposa en el pecho para después ver el que ella misma tenía en el suyo. En el momento de la explosión una enorme tubería había atravesado los cuerpos abrazados de la pareja con tan velocidad que ni una ni la otra se percató de aquello hasta que ambas estaban tendidas en el suelo chorreando borbotones de sangre y con la respiración fallándoles.

— Me temo que no, Korra. — Contestó la CEO igual de sonriente que la morena pero con el rostro lleno de lágrimas. — Esta vez no...

— Perdóname. — Dijo la maestra plurielemental al fin cediendo al llanto.

— ¿Por qué me estás pidiendo disculpas? — Preguntó la ingeniero con dulzura.

— Por hacer que nuestra peor pesadilla se esté cumpliendo ahora mismo. — Confesó amargamente Korra. — Yasuko y Tonraq ahora estarán solos... Esto era lo que ambas temíamos cuando nos enteramos de que ellos estaban en camino. Ahora no estaremos más con ellos, no veremos sus sonrisas y, sobre todo, les hemos fallado como madres.

— Korra... — Susurró la ojiverde antes de usar sus pocas energías para inclinarse y besar aquellos labios que carecían de su sabor mentolado usual y ahora solo sabían a hierro. — No te preocupes por ellos... Entenderán, los hemos criado lo mejor que pudimos para que cuando este momento llegase no se sintieran solos o abandonados... Yasuko es la mayor, sabrá consolar a su hermano. Tonraq es muy pérsicas y sabrá como apoyar a su hermana mayor cuando al fin se deje dominar pos sus sentimientos. Lo único de lo que me arrepiento es que no les pude decir que los amaba por última vez.

— 'Sami, ellos lo sabes que los amamos, más que a nuestras vidas, por eso estamos aquí en estos momentos. — Susurraba la morena percibiendo como su energía era cada vez menos. — Oye, ¿y si te cuento una historia?

— No creo que sea momento para eso. — Asami trató de reír ante la ocurrencia de su esposa, pero sus pulmones no le dejaron. — Pero está bien...

— Vale. — Sonrió Korra. — Esta es la historia de una apuesta Avatar llamada Korra y de su hermosa novia llamada Asami Sato y de cómo ambas fueron felices el resto de su vida.

— ¿Y cómo se llama? — Preguntó curiosa la CEO.

— Se llama... Se llama... — Pensó un momento la sureña antes de dar con el título perfecto. — Se llama: "Nuestra historia sigue", ya que así será, 'Sami, este no será nuestro final... Ya lo verás.

Korra empezó a narrar como la ingeniero y ella se habían conocido y cómo fue que su amor surgió. Sus vacaciones en el mundo espiritual, la tan inesperada forma en la cual todos se enteraron gracias a un reportero que ella y Asami estaban saliendo, el viaje que ambas hicieron para recuperar las vidas pasadas de la Avatar y su primer encuentro con Ryou. El encuentro con Ryouzaki, su cita en la Tribu Agua del Sur, el miedo que sintieron cuando se enteraron que Yasuko y Tonraq venían en camino, el bache que provocó Yuko en su relación, en terror que Korra sintió cuando pudo percibir como el respirar de Asami se detenía después de que un sujeto contratada por esa maldita la atacara, como fue que su padre le hizo entrar en razón y, a su vez, como fue que la madre de Asami le ayudó a darse cuenta que amaba a esos pequeños que crecían en su interior y cómo fue que al final decidieron conservarlos y armar su propia familia. El nacimiento de los hermosos Tonraq y Yasuko, su primer cumpleaños, *aquel viaje en el tiempo en el cual estuvieron casi un año, el reencuentro con sus hijos y sus amigos, la primera vez que vieron a sus bebés hacer fuego y aire control, sus viajes por el mundo, el nacimiento del pequeño Mang y las aventuras que tuvieron esos tres niños mimados por todo el equipo Avatar y, con cada nueva anécdota, la energía usual de Korra disminuía a un paso alarmante.

— Entonces... La Avatar miró como dulzura a su esposa y beso aquellos hermosos labios rojos que tantos adoraba... — Narraba Korra disminuyendo su tono de voz con cada nueva palabra. — Y... entonces...

Se hizo un silencio casi total, cosa que no pasó desapercibido para la ingeniero quien escuchaba atentamente la historia que su esposa le contaba mientras dejaba que el frío se apoderara de su cuerpo.

— ¿Y...? — Comentó Asami tratando de que la Avatar continuase con su historia, pero no obtuvo respuesta alguna. — Korra, ¿qué más si...?

Los ojos verdes de la Sato empezaron a expedir lágrimas y de su garganta salían chillidos casi inaudibles, tan suave como sus destrozados músculos pudieron, acarició la pálida mejilla de que alguna vez fue coloro chocolate. Estaba helada y por lo que podía percibir, Korra ya no respiraba, pero en sus labios se podía ver una sonrisa que llenó de ternura a la ingeniero. Su amada se le había adelantado, como siempre. «Siempre quieres ir primero, Korra... solo espera un poco más, que ya te voy a alcanzar, esta vez no te irás sin mi», pensó Asami imitando el gesto de su esposa en ese momento. Relajó todo su cuerpo y solo se dedicó a esperar que su destino le llegara, hacia bastante rato que había dejado de sentir calor o frío alguno. Su respiración de poco a poco fue aminorando, cada vez le costaba más adquirir aquel vital elemento que le servía para mantenerse con vida, pero ya no le importaba, dónde Korra la esperaba de seguro no necesitaría aquel gas. Unas cuantas lágrimas recorrieron sus mejillas, en su mente se volvían a repetir todos aquellos momentos vividos que le causaron felicidad: Cuando su padre y madre le regalaron su primer estuche para hacer planos, aquella tarde en el hospital dónde su padre y ella al fin habían vuelto a hacer las paces. Pero después de eso, su mente solo me mandó imágenes de unos ojos azules y de una piel morena que le encantaba tocar. De unos niños con ojitos verdes y azulados. De sonrisas. De dichas. De alegrías. De Korra. De Yasuko. De Tonraq. De sus amigos. De todos y cada una de las personas que le hicieron sonreír, y ella sonrió al darse cuenta de que, al fin de cuentas, había sido feliz.

Y, entre recuerdos y memoras, Asami Sato dejó su vida atrás para unirse con su amada quien ya le esperaba dejado solamente su cuerpo para que le hiciera compañía a la de la morena. «Yo, Asami Sato, te tomé a ti, Korra, como mi esposa. Jamás me separaría de tu lado, te ayudaría a levantarte. Cuando estuvieses sonriendo, compartiría tus risas. Cuando estuvieses llorando, estaría ahí para ser tu apoyo y ofrecerte consuelo... Te amo... Te protegí a costa de mi vida y no me importó, ya casi te perdí una vez y me aseguré de que eso jamás volviese a pasar. Solo quiero despertar como tu esposa ahora que me vaya y ver esa sonrisa de lado que tanto te gusta... Por eso... Solamente espérame...», fueron los últimos pensamientos de la joven CEO al abandonar el mundo material.

La tez morena de la Avatar se había vuelto pálida y fría como la nieve, y, a su lado, tomada de su mano, estaba su mujer. Ambos cuerpos a pesar de tener heridas graves y magulladuras severas, yacían tranquilos y sonrientes en señal de que no se arrepentían de absolutamente nada. Korra y Asami habían sido felices el tiempo que vivieron, ambas trabajaron muy duro para construirse aquel futuro en el que vivían y al cual ya no regresarían jamás. Pero eso no importaba, ya no. Asami y Korra habían conseguido formado lazos que no se disolverían tan fácilmente, su muerte no era el final de su historia, al contrario, apenas iniciaba. Quizá ellas no estarían más de manera física, pero seguían vivas en la mirada azulina y verdosa de sus hijos quienes las veían con tristeza e incredulidad. Tonraq lloraba de manera desconsolada mientras era abrazado por Yasuko quien hacía lo mismo de una manera menos obvia. El cielo se cerró con nubes de negras dejando solo un pequeño espacio dónde el sol iluminaba los cadáveres de la que alguna vez fue la gran Avatar Korra y de su esposa Asami Sato, era como si la misma naturaleza supiera que su protectora y su amante se habían ido y que ahora solo le quedase esperar a que la reencarnación de aquella morena y la ingeniero saliera a la luz para que aquel ciclo empezara de nuevo y, con éste, su historia siguiese adelante porque, en efecto, tal y como Korra lo había dicho: Ese no era su final, su historia seguiría y no tendría un final.

..::~FIN~::..

NOTAS DE LA ESCRITORA:

Primer*: Sé que técnicamente aquí debió ser "e Iroh", pero su nombre se pronuncia "Airo", por lo tanto debe de llevar una "y". No sé, solo hago mención de esto por cualquier duda...

Segundo**: Consecuencias del embarazo… supongo…

Tercer***: Normalmente no me gustan las cosas dulces, pero sentí que esto era importante por lo que pasó después.

Cuarto****: Chiste inspirado del libro "Sorpréndeme" de Megan Maxwell cuando a la protagonista le sorprende su hija en plena faena con su novio y le dice que está jugando a los vaqueros.

Quinto*****: Zakuro suele exagerar un poco...

Sexto******: No creo que necesite explicar esto.

Séptimo******: PRÓXIMO FANFIC.

DELIRACIONES DE LA ESCRITORA:

Hola a todos, perdón por la tardanza, pero estas últimas semanas de mi vida han sido mierda tras mierda (y espero puedan perdonar el vocabulario tan vulgar que he usado). Hace algunos días subí un comunicado donde decía que este capítulo se retrasaría, no me gusta dejarles sin capítulo, puesto que hacer esto y sus comentarios son una de las pocas cosas que le da luz a mi patética y estúpida existencia. Como ya habrán notado algunos que se han animado a hablar conmigo, no soy el tipo de persona a la cual le guste hablar mucho de su vida personal y ese estilo de cosas, pero realmente pasé por una semana muy dura que me obligó a retrasar esto y siento que merecen una explicación.

Para empezar, la persona quien me inculcó el amor por la lectura y principal causa de que el día de hoy yo esté aquí escribiendo, mi abuelo al cual considero un padre, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Esto desembocó que en mi hogar se dieran muchos problemas en todos los aspectos, económicos, emocionales y demás, provocando que donde vivo el ambiente fuera muy hostil. Usualmente soy una persona que no demuestra mucho como se siente y se traga todo, pero como siempre pasa, uno termina estallando y yo no soy la excepción. Lo malo fue que el mi estallido fue a causa de otra persona a la cual aprecio y temo mucho a su vez provocando que todo fuese empeorando ya que, mientras esa persona estallaban en ira, yo estallaba en lágrimas. Todas aquellas que no derramé en esas duras semanas en las cuales todos en mi hogar necesitaban a alguien que siguiese adelante y no demostrara debilidad alguna, quien le sonriera a mi padre, le diera el valor suficiente y le asegurara de que alguien estaría cuidando a los demás y secando su llanto. Todos ese peso en mis hombros cayó de una manera tan poco ortodoxa que me abatió por completo, así que si de por si estaba en un estado bastante depresivo aquello solo lo empeoró.

Las cosas no siguen muy bien que digamos, pero al menos tengo un poco menos de presión. Mi padre se está recuperando de poco en poco y yo puedo lidiar con este estado anímico de felicidad, puesto que yo de por sí padezco de depresión así que la controlo fácilmente.

Quiero agradecer a todos los que me escribieron dándome palabras de aliento, sobre todo, a cierta usuario quien me escribió un PM hermoso expresándome su apoyo y, no solo eso, sino también la importante que era para ella «Nuestra Historia Sigue» en su vida. Saber todos los sentimientos que tenía por mi historia me hicieron ver un poco de luz entre tantas tinieblas. Con esto no menosprecio a los demás quienes me ayudaron, al contrario, ellos fueron aquellas pequeñas estrellas que brillaban todas mis noches de agonía. Realmente, gracias. No saben cuánto me ayudaron sus comentarios en esta difícil etapa de mi vida, saber que habían personas allá afuera que se preocupaban por mí fue maravilloso, jamás me había sentido tan querida o apreciada. Nunca tendré palabras suficientes para poder expresar mi gratitud. En serio, gracias.

Ya dejando de lado todo este drama, espero les haya gustado el final y pido una disculpa de antemano por la escena de la pelea, como pueden apreciar, soy más de escribir escenas dramáticas con mucho feeling, en cambio, cuando escribo algo que requiere una descripción de alguna pelea o semejantes se me da muy mal, en el transcurso que estuve en el hospital traté de leer un poco de esto, pero también descubrí que las cosas con muchas peleas escritas no son lo mío… Me doy asco. Como sea, en serio, perdón.

Y bien, al fin me siento más tranquila sabiendo que esta historia finalmente llegó a su fin, espero que hubiese sido de su agrado, porque por mi parte, ya moría por escribir esa última escena. Parece como si apenas ayer estuviese en mi cama a media noche pensando en todo este trama y después de casi seis meses o más al fin terminó. Les agradezco a todos ustedes por seguir conmigo estos veinte capítulos, ¡es el Fic más largo que he hecho y me siento orgullosa de ello! ¡Así que gracias, ustedes hicieron todo esto posible!

Ahora, quisiera dar un anuncio:

En el capítulo pasado anuncié que me iba a hacer una cuenta en Patreon para recibir donaciones, ya que estudio animación y los materiales que uso no son nada baratos, aquí les dejo en link con espacios: www. Patreon ZakuroHatsune

Todos aquellos que donen una suma mayor a tres dólares, obtendrán un drabble escrito por mi y, así, muchas más cosas que podrán ver en mi página. Y, para aquellos que se atrevan a donar 30 dólares, serán acreedores de una pequeña guía de como hago mis Fics que incluyen:

Capturas de pantalla de cómo escribo y que programa uso (los que me conocen saben que no uso Word a menos que ya esté acabado el fic).

Fotos de todo el proceso:

Creación de la idea.

Desarrollo de la idea.

Adaptación de personajes para AU's.

Vídeo explicando todo lo anterior.

Y los que donen un dólar, tendrán un acceso total al material inédito que subiré acerca de "Nuestra Historia Sigue" como:

Primeros bocetos de Yasuko y Tonraq.

Una escena cortadas que guardé.

Borrador del capitulo final.

Borrador del primer final que quería hacer y del segundo.

ANUNCIO IMPORTANTE, FUTURO PROYECTO:

Ahora vamos a un tema que sé que todos les interesa saber, ¿qué demonios hará Zakuro ahora? Pues bien, como comenté en el directo de hace unos meses, tengo en puerta dos Long-Fics y el primero que pienso desarrollar será: "Paradoja" que sé no tengo la necesidad de explicar, pero que aún así haré:

Volveré a tomar el tema de los viajes en el tiempo ya que, originalmente, iba a ser otro arco en "Nuestra Historia Sigue", pero por ser demasiado extenso y por desviarse demasiado de la historia, lo desarrollaré en un Fic aparte. Aún no sé cuando lo pueda publicar, pero apenas esté listo se los haré saber por mi Facebook (Zakuro Hatsne)y mi adorado Tumblr (zakurohatsune . tumblr . com).

Sin más por el momento, me despido y hasta la próxima.

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NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE - Página 2 Empty Re: NUESTRA HISTORIA SIGUE // ZAKURO HATSUNE

Mensaje por Admin 12/17/2015, 12:10 am

Chapter 21: Acto Extra
Hola a todos, ¿qué tal? Bueno, hace tiempo pregunté por allí si estarían dispuestos a leer un epílogo (o lo que sea que esto sea) de "Nuestra historia sigue" y, al ver que muchas personas dijeron que si, pues me puse a trabajar en este pequeño epílogo. No es muy largo, aclaro, pues como ya sabrán esto es un epílogo (si, estoy repitiendo muchas veces la palabra para darle énfasis) y no un capítulo tal cual, así que, allá vamos y espero que disfruten de esto.

LOS PERSONAJES DE LOK NO ME PERTENECEN.

Nuestra Historia Sigue.

Acto Extra: Epílogo.
Chapter 21: Acto Extra
Hola a todos, ¿qué tal? Bueno, hace tiempo pregunté por allí si estarían dispuestos a leer un epílogo (o lo que sea que esto sea) de "Nuestra historia sigue" y, al ver que muchas personas dijeron que si, pues me puse a trabajar en este pequeño epílogo. No es muy largo, aclaro, pues como ya sabrán esto es un epílogo (si, estoy repitiendo muchas veces la palabra para darle énfasis) y no un capítulo tal cual, así que, allá vamos y espero que disfruten de esto.

LOS PERSONAJES DE LOK NO ME PERTENECEN.

Nuestra Historia Sigue.

Acto Extra: Epílogo.

Las llamas se extendían por todos lados, los gritos de desesperación de los civiles se juntaba con el crujir de las llamas alzándose en el cielo formando así una melodía que podría hacer temblar hasta al más valiente maestro y no-maestro, pero para ella era algo a lo que ya se había acostumbrado, después de todo, sin un Avatar que estuviese allí para poner en orden las cosas, el caos llegaría tarde o temprano. Apenas habían pasado unas cuantas semanas desde que la gran Avatar Korra y su esposa, la talentosa ingeniero líder de Industrias Futuro, Asami Sato perecieron en batalla de la manera más honorable posible y ya todo el mundo estaba envuelto en la locura y desesperación, y no se le podía culpar pues, a pesar de que la guerra contra los que se hacían llamar "Las Fuerzas del Mañana" por fin culminó en la derrota de su líder, sus ideales seguían allí contaminado y provocando pequeños levantamientos armados dónde muchas personas inocentes perdían su vidas por el simple hecho de no cooperar o ser un maestro o no-maestro que apoyasen la convivencia igualitaria y, sobre todo, al Avatar que aún no podía ser localizado por temor de los padres a que mataran a sus pequeños bebes recién nacidos o les hicieran cosas peores. Sí, el mundo no estaba en su mejor momento y dos jóvenes quienes miraban el caos de Ciudad República, sede de aquel ataque terrorista en esos momentos, lo sabían.

Yasuko Sato miraba todo desde lejos con ayuda de unos binoculares que ella misma había hecho con algunas cosas que le sobraban en su hogar y suspiró cansada al ver el panorama que se exhibía frente a ella. Apenas hacia siete días ella estaba en el funeral de sus madres llorando junto con su hermano la pérdida. Hacía cinco días ella estaba planeando todo para la nueva organización del mundo. Hacía cuatro días estaba siendo abrazada y besada por Mang mientras éste le juraba ser aquel hombro al cual acudir cuando se sintiese sola o triste. Hacía tres días estaba siendo despertada en medio de la madrugada por Tonraq exigiéndole ir con él al mundo espiritual porque había tenido una visión dónde sus madres le hablaban diciendo que debían verlos de inmediato. Hacía dos días su gemelo y ella estaban siendo recibidas por sus madres quienes les contaron que el mundo corría un severo peligro, y no sólo éste, sino que también el nuevo Avatar; quizá Akumi había muerto, pero antes de que eso pasara les dio órdenes a su gente de acabar con la vida del que sería la reencarnación de Raava. Y, ahora, estaba allí, viendo como el planeta se sumergía en un foso de desesperación y miedo absoluto, las tropas de los "Rebeldes" no eran tantas como para proteger a tanta gente y, en esos momentos, estaban ocupados poniendo orden en las principales ciudades del mundo. Todo volvía a caer en los hombros de la familia de la ex-Avatar y la ingeniero Sato.

La maestra fuego sintió una mano en su hombro distrayéndola por un momento de su objetivo visual y su cadena de pensamientos recopilatorios. Dirigió su heterocromatica mirada a unos ojos similares a los suyos que podría reconocer donde sea y bajó los binoculares que tenía mientras se alzaba el cuello de la capa que llevaba que evitaba exhibir el logro que predominaba en su vestimenta pues sería fácilmente reconocida y atacada a la vez. Guardó los binoculares en la bolsa que llevaba y afianzó la espada que llevaba en su cadera por mera costumbre pues siempre hacía eso antes de alguna gran pelea como a la que iba a entrar en esos momentos. Volvió a percibir aquel extraño agarre en su hombro, pero esta vez era diferente, se sentía como un leve roce del viento o de chi, como cuando se usa agua control para sanarte alguna herida. Yasuko dirigió su mirada esta vez a la dueña de aquel tacto y se encontró con unos ojos azules que pensó que jamás volvería a ver hasta el día que ella muriese y pudiese reencontrase de nuevo con la poseedora de esa mirada que le transmitía un calor que jamás podría entender.

— ¿Estás segura que el nuevo Avatar está allí, Ma'? — Preguntó Yasuko con algo de duda.

— ¡Claro que está allá, puedo sentir el espíritu de Raava! — Se defendió la morena que era parcialmente transparente y azulina, como todos los espíritus.

— No lo sé, ¿Tú qué dices Tonraq? — Cuestionó la mayor de los Sato al menor en búsqueda de una segunda opinión. — No quiero meterme en una pelea innecesaria, la última vez casi dejo lisiado a un pobre hombre.

— Yo digo que creas en lo que dice Ma', mis capacidades espirituales son mejores que las tuyas, pero no al nivel de un espíritu. — Respondió el menor mientras se encogía de hombros. — Además, ella fue la Avatar, supongo que aún puede estar unida con Raava.

— Ya, pero...

— Yasuko. — Se escuchó la voz dulce de una mujer que poseía unos ojos verde olivo y un semblante elegante. — Allí está el nuevo Avatar.

— ¿Cómo sabes eso, mamá? — Interrogó la maestra fuego al espíritu de Asami, quien era igual de translúcido que la Avatar pero ella resplandecía con un color verde azulino.

— Porque en ese lugar puedo sentir la reencarnación de Wan Shing Ton que, por lo que veo, estará unido al Avatar a partir de este día. — Explicó la ingeniero sonriente. — Así que, debemos ir rápido.

— Esto no será nada fácil. — Se quejó la mayor de los Sato.

— Pero podrás patear traseros a gusto. — Trató de animarle el menor. — Imagínate que es esa chica que le coqueteaba a Mang, debes dejar claro que nadie se mete con tu novio

— ¿Novio? — Se escucharon dos voces pícaras femeninas.

— Creo que será mejor irnos de una vez. Nosotros nos adelantamos. — Gruñó Yasuko cogiendo a su hermano del cuello. — Y tú vienes conmigo.

La Avatar y la CEO vieron como sus hijos se encaminaban en dirección a la ciudad que estaba en llamas para buscar al pequeño nuevo Avatar y a su compañero o compañera quien compartía la inteligencia de Wan Shing Ton y la morena no pudo evitar suprimir una pequeña sonrisa.

— ¿De qué te ríes? — Se interesó la CEO mientras alzaba una ceja.

— Es curioso... — Empezó a hablar Korra. — Se supone que cuando uno muere y decide quedarse en el Mundo Espiritual es porque desea pasar su eternidad en paz y tranquilidad, pero venos aquí, en búsqueda del nuevo Avatar y el heredero de Wan Shing Ton.

— Ahora entiendo porque nos hemos quedado en el Mundo Espiritual. — Suspiró Asami. — Tú debías ser la guía del nuevo Avatar y yo del heredero de Wan Shing Ton.

— En ese caso. — Comentó la morena mientras tomaba la fantasmal mano de su pareja. — Será mejor que sigamos está nueva historia porque, por lo que veo, la nuestra todavía sigue y seguirá hasta la eternidad.

..::~ Fin. ~::..

DELIRACIONES DE LA ESCRITORA:

Bueno, me da gusto al fin poder subir esto, antes de que empiecen a decir que el final anterior estuvo mejor, quiero aclarar algunas cosas:

Esto es un "extra" que hice, si te gustó el final anterior, puedes tomar ese como tu final y si te gustó más el epílogo, puedes tomar este como el final, los dos son… por decirlo de alguna forma…. Cien por ciento canons.

Deseo también agradecer a todos ustedes por el apoyo que le dieron a esta historia y por el que le están dando a "Paradoja", pues para mi, eso es la mejor recompensa que me pueden dar ya que, no solo escribo para mi, sino que para todos ustedes también y ver que disfrutan de la lectura y me gano el premio que son sus hermosos comentarios, me hacen sentir la escritora más feliz del planeta.

En serio, gracias y espero pueda verlos en otros trabajos KorrAsami pues, como van las cosas y mi libreta de ideas, me tendrán por aquí un largo periodo de tiempo.

Zakuro Hatsune.
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Mensaje por Admin 12/17/2015, 1:07 am

Un agradecimiento a tod@s aquell@s que se han tomado la molestia de leer este grandioso trabajo, y agradecimientos especiales a la autora ZAKURO HATSUNE por permitirnos compartirla con tod@s nosotr@s, espero que disfrutasen la lectura como yo, estén pendientes para los proximos proyectos con contenido KorrAsami para aquell@s que son fans.

Saludos y agradecimientos.
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