EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
5 participantes
Página 1 de 6.
Página 1 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Esta historia me llamó mucho la atención por su contenido... Algo dramático y divertido. Mucho humor sarcástico de parte de nuestra protagonista Yulia y la misteriosa obsesión por descubrir el pasado que sigue siendo presente...
Es una historia adaptada a mi manera, a la imaginación de ustedes. La trama, traté de basarla netamente en Rusia, lugar de donde son las protagonistas y todos los personajes que a través del tiempo, han venido acompañandolas en cada uno de los fics que acá se han escrito... La cuestión es no perder la imaginación ni lo que siempre se relaciona con las chicas..
Sin más, espero que disfruten de este primer capítulo que postearé los martes sábados. La otra historia, POCO A POCO CORAZON, está a solo diez (10) capítulos de terminar. Agradecida totalmente por cada uno de sus comentarios (que son pocos) y por cada minuto que toman para leer la historia...
Gracias
Capítulo Uno: Aire de Luto
Todo empezó una noche dentro de un cuarto oscuro.
El frío del aire acondicionado, estratégicamente colocado para que no estropee el proceso de revelado, me daba escalofríos; la luz roja escasamente me dejaba ver lo que hacía; el olor de los químicos y los sonidos perturbadores (y a la vez tranquilizantes) de Mourning Air de Portishead en mis oídos, eran las únicas cosas que me acompañaban en mi soledad.
Hay algo mágico en hacer las cosas como en los viejos tiempos, cuando la tecnología no estorbaba. En escribir una carta en un pedazo de papel o un diario en una de esas libretas forradas con cuero negro que se ajustan con una banda elástica en el borde, usando un estilógrafo, no un bolígrafo, por ejemplo; escribiendo con letra manuscrita de rasgos largos y estilizados, no la imprenta que se siente tan forzada.
Existe magia en tomar una foto con una cámara reflex que solo puede ser usada con un cartucho de película de doce, veinticuatro o treinta y seis fotos, en las que no tienes el privilegio de fallar y borrarlas con un botón que tiene el dibujo de un tacho de basura; donde solo sabrás el resultado de tu trabajo cuando haces el proceso de impresión.
Mientras tanto, debes esforzarte por no arruinar la toma, en aplicar bien los conceptos que quieres destacar, en usar la apertura precisa de acuerdo a la cantidad de luz existente y hacer el acercamiento necesario, tomar el encuadre perfecto, uno que comunique eso que sientes al mirar con cuidado por el visor antes de hacer click.
Como punto final, preparas la sala y apagas las luces blancas o amarillas, enciendes la roja y prosigues a preparar los materiales para traspasar las imágenes a un papel de un tamaño apropiado, siguiendo un delicado y meticuloso proceso.
Hay magia en escuchar la música en un tocadiscos, donde la experiencia nace al momento que vas a la repisa a elegirlo. Pasas por las coberturas, les echas un ojo. Recuerdas el día que los compraste y la primera vez que los escuchaste. Finalmente encuentras el cantante adecuado para el momento.
El arte del álbum se aprecia mucho mejor en ese tamaño, el aroma de sus materiales tiene un aire nostálgico y la textura de la impresión, se deja notar al recorrerla con las yemas de tus pulgares.
Después, lo sacas delicadamente de su funda de cartón y lo colocas en el aparato, alineando el orificio central del disco con el eje. Lo enciendes y vez al vinilo girar infinitamente... falta un solo paso.
Con suavidad y tino, tomas la aguja (con un solo dedo) del sujetador que tiene a un lado, llevándola hasta el borde de esa superficie entrelineada y la sueltas sobre la primera hendidura.
No hay nada como disfrutar del "silencio" de esos primeros segundos, porque aún en él, sientes esa magia.
Es imprescindible recurrir a esas canciones incómodamente intrínsecas al dolor, a la angustia, a la calma o a la tan elusiva felicidad y no caer en las típicas líricas pop sin transcendencia que están bien para jugar al karaoke y ya.
La magia te mueve. La magia saca de ti todo eso que tienes guardado dentro y aún no sabes qué es, a dónde va, o en qué se convertirá. Simplemente, la sientes.
Todo este proceso ha sido mágico para mí. Encontrarte en él se ha convertido en eso que tanto necesitaba hallar en mi vida.
(...)
Tengo que confesarte algo, te seguí el otro día. Te tomé algunas fotografías para mi proyecto de fin de semestre y algo me llamó la atención al revelarlas.
Fui a la mesa de trabajo por las pinzas para sacar el papel de la bandeja de la solución final y así poder enjuagarlo y colgarlo con el resto de las impresiones que hice esa tarde en la escuela.
Pude ver que un hombre te observaba a lo lejos, fue lo primero que noté. Su silueta no estaba del todo definida, tenía un cigarrillo en mano y la otra la mantenía guardada en el bolsillo de sus jeans.
Tomé las fotos en blanco y negro, pero fácilmente se podía establecer que su cabello era de color claro, rubio o posiblemente más claro, podría ser rojizo, quizás... y le caía hasta los hombros.
No era un tipo del todo desaliñado, su pelo ondulado estaba despeinado, su cuerpo, reclinado en uno de los postes de la vereda. Llevaba puesto una camiseta oscura de mangas cortas, cuello en V profundo, el logotipo del CBGB en su centro y, como último detalle, llevaba unas botas negras de estilo militar.
Tú eras lo único que él tenía en la dirección de sus ojos y, sin poder verlos con claridad, lo supe.
Llámalo un presentimiento, una corazonada, pero te miraba. Podría estar segura de eso.
Fui con apuro a ver el resto de las fotos que se secaban en la riel y sí, ahí estaba él, siguiendo cada uno de tus movimientos desde antes de llegar a ese lugar.
Encontré una única imagen que dejaba ver su rostro con claridad, pude apreciarlo entonces. Tenía la cicatriz de la que hablabas en tus escritos. Me recorrió un helado aire por la espalda cuando llegué a la conclusión de que debía ser él.
Incluyo dicha fotografía agrandada al máximo sin perder resolución y también adjunto la original. Creo que es lo mínimo que puedo hacer.
Sé que te debo una disculpa, pero sobre todo, una explicación del porqué sé tantas cosas, por qué aseguro que puedo ayudarte. A qué me refiero con "tus escritos".
Quizá sea la única persona que te entienda, que te conoce en realidad, aunque tú no lo creas.
Déjame darte una mano en esta ocasión, no necesitas hacerlo todo en soledad, no hace falta.
Y, antes de que te enojes por el hecho de que te tomé fotos esa tarde sin tu permiso, muchísimo peor aún, que te seguí a esa cafetería y que lo hice con toda la intención de usarte como modelo de mi proyecto, lee el resto de esta larga carta y cómo fue que llegué hasta aquí. Es lo único que te pido. Dame una oportunidad.
Yulia.
Es una historia adaptada a mi manera, a la imaginación de ustedes. La trama, traté de basarla netamente en Rusia, lugar de donde son las protagonistas y todos los personajes que a través del tiempo, han venido acompañandolas en cada uno de los fics que acá se han escrito... La cuestión es no perder la imaginación ni lo que siempre se relaciona con las chicas..
Sin más, espero que disfruten de este primer capítulo que postearé los martes sábados. La otra historia, POCO A POCO CORAZON, está a solo diez (10) capítulos de terminar. Agradecida totalmente por cada uno de sus comentarios (que son pocos) y por cada minuto que toman para leer la historia...
Gracias
Capítulo Uno: Aire de Luto
Todo empezó una noche dentro de un cuarto oscuro.
El frío del aire acondicionado, estratégicamente colocado para que no estropee el proceso de revelado, me daba escalofríos; la luz roja escasamente me dejaba ver lo que hacía; el olor de los químicos y los sonidos perturbadores (y a la vez tranquilizantes) de Mourning Air de Portishead en mis oídos, eran las únicas cosas que me acompañaban en mi soledad.
Hay algo mágico en hacer las cosas como en los viejos tiempos, cuando la tecnología no estorbaba. En escribir una carta en un pedazo de papel o un diario en una de esas libretas forradas con cuero negro que se ajustan con una banda elástica en el borde, usando un estilógrafo, no un bolígrafo, por ejemplo; escribiendo con letra manuscrita de rasgos largos y estilizados, no la imprenta que se siente tan forzada.
Existe magia en tomar una foto con una cámara reflex que solo puede ser usada con un cartucho de película de doce, veinticuatro o treinta y seis fotos, en las que no tienes el privilegio de fallar y borrarlas con un botón que tiene el dibujo de un tacho de basura; donde solo sabrás el resultado de tu trabajo cuando haces el proceso de impresión.
Mientras tanto, debes esforzarte por no arruinar la toma, en aplicar bien los conceptos que quieres destacar, en usar la apertura precisa de acuerdo a la cantidad de luz existente y hacer el acercamiento necesario, tomar el encuadre perfecto, uno que comunique eso que sientes al mirar con cuidado por el visor antes de hacer click.
Como punto final, preparas la sala y apagas las luces blancas o amarillas, enciendes la roja y prosigues a preparar los materiales para traspasar las imágenes a un papel de un tamaño apropiado, siguiendo un delicado y meticuloso proceso.
Hay magia en escuchar la música en un tocadiscos, donde la experiencia nace al momento que vas a la repisa a elegirlo. Pasas por las coberturas, les echas un ojo. Recuerdas el día que los compraste y la primera vez que los escuchaste. Finalmente encuentras el cantante adecuado para el momento.
El arte del álbum se aprecia mucho mejor en ese tamaño, el aroma de sus materiales tiene un aire nostálgico y la textura de la impresión, se deja notar al recorrerla con las yemas de tus pulgares.
Después, lo sacas delicadamente de su funda de cartón y lo colocas en el aparato, alineando el orificio central del disco con el eje. Lo enciendes y vez al vinilo girar infinitamente... falta un solo paso.
Con suavidad y tino, tomas la aguja (con un solo dedo) del sujetador que tiene a un lado, llevándola hasta el borde de esa superficie entrelineada y la sueltas sobre la primera hendidura.
No hay nada como disfrutar del "silencio" de esos primeros segundos, porque aún en él, sientes esa magia.
Es imprescindible recurrir a esas canciones incómodamente intrínsecas al dolor, a la angustia, a la calma o a la tan elusiva felicidad y no caer en las típicas líricas pop sin transcendencia que están bien para jugar al karaoke y ya.
La magia te mueve. La magia saca de ti todo eso que tienes guardado dentro y aún no sabes qué es, a dónde va, o en qué se convertirá. Simplemente, la sientes.
Todo este proceso ha sido mágico para mí. Encontrarte en él se ha convertido en eso que tanto necesitaba hallar en mi vida.
(...)
Tengo que confesarte algo, te seguí el otro día. Te tomé algunas fotografías para mi proyecto de fin de semestre y algo me llamó la atención al revelarlas.
Fui a la mesa de trabajo por las pinzas para sacar el papel de la bandeja de la solución final y así poder enjuagarlo y colgarlo con el resto de las impresiones que hice esa tarde en la escuela.
Pude ver que un hombre te observaba a lo lejos, fue lo primero que noté. Su silueta no estaba del todo definida, tenía un cigarrillo en mano y la otra la mantenía guardada en el bolsillo de sus jeans.
Tomé las fotos en blanco y negro, pero fácilmente se podía establecer que su cabello era de color claro, rubio o posiblemente más claro, podría ser rojizo, quizás... y le caía hasta los hombros.
No era un tipo del todo desaliñado, su pelo ondulado estaba despeinado, su cuerpo, reclinado en uno de los postes de la vereda. Llevaba puesto una camiseta oscura de mangas cortas, cuello en V profundo, el logotipo del CBGB en su centro y, como último detalle, llevaba unas botas negras de estilo militar.
Tú eras lo único que él tenía en la dirección de sus ojos y, sin poder verlos con claridad, lo supe.
Llámalo un presentimiento, una corazonada, pero te miraba. Podría estar segura de eso.
Fui con apuro a ver el resto de las fotos que se secaban en la riel y sí, ahí estaba él, siguiendo cada uno de tus movimientos desde antes de llegar a ese lugar.
Encontré una única imagen que dejaba ver su rostro con claridad, pude apreciarlo entonces. Tenía la cicatriz de la que hablabas en tus escritos. Me recorrió un helado aire por la espalda cuando llegué a la conclusión de que debía ser él.
Incluyo dicha fotografía agrandada al máximo sin perder resolución y también adjunto la original. Creo que es lo mínimo que puedo hacer.
Sé que te debo una disculpa, pero sobre todo, una explicación del porqué sé tantas cosas, por qué aseguro que puedo ayudarte. A qué me refiero con "tus escritos".
Quizá sea la única persona que te entienda, que te conoce en realidad, aunque tú no lo creas.
Déjame darte una mano en esta ocasión, no necesitas hacerlo todo en soledad, no hace falta.
Y, antes de que te enojes por el hecho de que te tomé fotos esa tarde sin tu permiso, muchísimo peor aún, que te seguí a esa cafetería y que lo hice con toda la intención de usarte como modelo de mi proyecto, lee el resto de esta larga carta y cómo fue que llegué hasta aquí. Es lo único que te pido. Dame una oportunidad.
Yulia.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
esta interesante
esta interesante
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Me parece mala idea, tener que dejarlos con la intriga, lo que queda de año 2016, algo que hace darme cuenta que ya estamos cerca de un nuevo período donde espero que todos uds, tengan 365 días de cosas buenas y si vienen algunas malas, aprendamos de estas para ser más fuertes.
Así que los dejaré con dos capítulos para terminar el 2016 con el pie derecho y empezarlo igual...
Felices fiestas!
Capítulo dos: Dejando un rastro
Tres meses atrás…
No dormí nada ayer y quería quedarme acostada todo el día sin mover un músculo de mi cuerpo.
Hace tiempo que vengo pensando en que necesito unas vacaciones en mi vida, de todo en realidad.
Quiero desocupar mi mente de las preocupaciones del futuro. Todo el mundo me pregunta ¿qué haré una vez que obtenga mi título al terminar la secundaria?, ¿a dónde me mudaré cuando eso ocurra?, ¿de qué trabajaré para subsistir? y tantas otras cosas. Es agotador pensar en las respuestas, no lo sé es lo único que puedo contestar.
Me levanté porque el lugar en el que vivo es deprimente. Fui a la escuela y pasé improductivas horas de mi vida escuchando cosas que sé que nunca necesitaré; intentando olvidar.
A la hora del almuerzo Aleksey se sentó conmigo en la mesa del cafetín. Comimos unas papas fritas esperando a que el resto de nuestros amigos se nos uniera.
Estamos entrando al supuesto invierno en Sochi, lo que únicamente significa que el calor no es tan intenso y, por suerte, no ha llovido en una semana. La humedad en estos días ha sido baja. El día fue agradable.
—¿Quieres fugarte a la última hora de clases? —me preguntó él, antes de que los chicos llegaran—. Podemos ir de paseo al parque de diversiones del bulevar o a la playa.
—Puede ser —le respondí con un suspiro, cansada. No tenía ganas de nada más que beber un café en mi sillón y leer una novela de Anne Rice. Claro que, entre quedarme en una aburrida clase de historia y salir por ahí, prefería el plan que él me proponía.
No terminaba de decirle que sí, cuando vi llegar a los demás con sus bandejas llenas para sentarse con nosotros. Charlamos como siempre de cosas banales, de los trabajos de la escuela, de la tarea de matemáticas, de los exámenes de la próxima semana.
Nunca conversamos de cosas importantes, de cómo está el hermano de Nastya con el nuevo tratamiento para su psicosis, o si el Alzheimer de la abuela de Vladimir, empeora. Sé que no debe ser fácil para ninguno de ellos.
Nastya se ha tornado por demás infantil desde que vive con Irina y trabajan de niñeras; debe ser por eso, porque está rodeada de mocosos todo el tiempo. Es responsable, nadie lo discute, puede mantenerse a si misma y cumple con sus obligaciones sin decaer en notas, sin embargo, su madurez emocional se asemeja a la de una niña de nueve años, se viste y a veces se comporta como tal.
Vladimir o como le decimos amistosamente; Vova, cada vez está más iracundo, metido en su mundo, tratando de manejar todo al mismo tiempo. Hace no mucho peleó con Lena y no fue un enfado de un día. Se siente amenazado por la competencia, por no lograr lo que se ha propuesto. Quién sabe si podrá ir a la universidad que quiere, de seguro no, si todavía debe cuidar de su abuela por la falta de sus padres.
Ruslán luce normal, aunque "tan normal" no está. La otra vez lo encontré hablando sólo en el salón. Fue extraño...
Aleksey está preocupado, no me lo dice, pero a él es a quien más cerca tengo. Sus papás le dieron un ultimátum. Si no consigue una beca para la universidad a la que quiere ir en Moscú tendrá que asistir al Alma Mater de su padre, el King´s College de Londres y estudiar ingeniería, como él. Además le inquieta qué es lo que pasará con nosotros y, para ser honestos, a mi mucho más. Yo… tal vez ya no me siento igual que antes. Desde la última vez que regresamos, las cosas han cambiado demasiado.
Entonces, lo extrañaba, al menos eso creía, por eso volvimos. Quizá lo que extraño es sentirme viva, apasionarme cuando nos besamos, extraño desear estar en sus brazos, probar sus labios. Extraño estar enamorada y no, no lo estoy, no de él, pero lo necesito a mi lado en este momento, mucho más que en cualquier otro.
A todo esto, siento que Katina es la única que se mantiene igual, tranquila y feliz como siempre, despreocupada, la hija de la familia perfecta, la chica "pop" que tiene la vida resuelta, el apoyo de sus padres, la de muchos amigos y que tiene el respeto de los maestros.
Odio que todo se le dé tan fácil, que no necesite preocuparse por nada, que no tenga problemas. Odio verla siempre tan contenta, tan serena, tan… completa.
—¿Yulia?
Abrí y cerré los ojos un par de veces al escuchar mi nombre y regresé a la realidad. Mi novio me estaba preguntando algo mientras yo pensaba en todo y nada al mismo tiempo.
—¿Quieres más Coca-Cola?
Negué con un simple gesto, no tenía sed. El tiempo del receso de almuerzo estaba por terminar y saldríamos a dar una vuelta, tomaría algo en la playa.
Quise apurar las cosas y me levanté a tirar en la basura la caja vacía de papas fritas junto con el vaso desechable que me terminé de un solo sorbo antes de empezar a caminar.
Evgeni y los otros nerds estaban viendo videos junto al tacho más cercano a nuestra mesa y, sinceramente, no tenía ganas de pelear para que se hicieran a un lado.
Elegí el depósito de la esquina, ese lejano espacio que casi nunca es visitado por los estudiantes de la escuela, seguramente porque siempre huele tan mal.
En fin, caminé y levanté la tapa del contenedor (para variar acababan de limpiarlo), tiré las cosas adentro sin mucho cuidado y me disponía a regresar a la mesa cuando vi que el vaso rebotó a un lado y, claro, mi desorden compulsivo por poner todo en su lugar me obligó a agacharme para recogerlo. Lo tomé con mi mano derecha y antes de enderezarme noté un cuaderno con tapas de cuero negro, una de esas libretas de escritor antiguas que tiene una cinta elástica para mantenerlo cerrado. Parecía usado, pero en muy buena condición como para pertenecer a la basura.
Lo levanté y, después de deshacerme del vaso, lo revisé.
Aparentaba ser un diario, tenía las fechas escritas en el tope derecho y una bonita caligrafía cubría sus páginas. No se podía diferenciar si le pertenecía a un hombre o una mujer. Parecía de esos manuscritos antiguos escritos con plumilla.
—Yulia, ¿nos vamos?
Alcancé a escuchar a Aleksey que se iba acercando y guardé rápidamente el cuaderno en mi maleta. Tenía una corazonada de que no debía dejarlo allí.
Me dieron más ganas aún de poner todo en neutro y salir directo a un lugar tranquilo para leerlo.
El fin de semana empezaba y, de repente, me comía la curiosidad de saber de qué trataba, descubrir quién era su dueño o dueña.
Al diablo Anne Rice, si esto valía la pena, no visitaría sus cuentos por algún tiempo.
Capítulo tres: Punto numero uno (1)
—¿En dónde diablos estabas, Yulia? —Me recibió con un caluroso saludo Román, el novio de mi mamá, el segundo exacto en que puse un pie dentro de ese lugar.
—Mierda, ¿qué te importa? —Me saqué mi bolso por encima de mi cabeza y lo arrojé sobre el sofá… mi cama, el banco de visitas o lo que sea que se llame el sitio donde duermo.
—¡Tú madre estaba muy preocupada porque no viniste a casa ayer! —Continuó con su reclamo.
Román es un hombre robusto, hasta podría decirse apuesto. Es un corredor de bienes raíces y no le iría nada mal si no fuera por sus malditos hábitos.
Ha estado en nuestras vidas por, más o menos, cinco años intermitentemente. Los últimos dos siendo los peores.
La última vez que terminaron, él se dedicó a beber y jugar. Y, aunque pudo dejar el alcohol cuando mamá decidió aceptar sus disculpas, los juegos son su verdadero amor. Desde entonces se dedica a ellos como si fueran a salvar su vida y nos terminó jodiendo a mi mamá, mi hermano y a mí, en el camino.
—¡Tu pobre madre no pudo ni disfrutar de la comida que me preparó por mi cumpleaños!
—No exageres, ¿quieres? Pasé la noche con Aleksey y mamá sabe que si no llego es porque me quedé con él.
—Pero te esperaba ayer para disfrutar en familia y…
—¿En familia? Tú no eres mi papá, Román. No tienes ni título de sustituto y, a mí, tu cumpleaños, me importa un pito.
—¡Soy lo más cercano a un papá que podrías tener…!
—¡Yo tengo un papá! Uno que no es un maldito ludópata como tú…
—Oh, ¿te refieres al que prefiere pagar un cheque cada mes para que su familia no se entere de que existes?
No pude gritarle que se equivocaba porque no era así.
Papá tuvo un amorío con mamá cuando ella era su asistente, la dejó embarazada y aquí estoy. Él accedió a darme su apellido y pagar la manutención a cambio del silencio de mi madre. A pesar de eso, siempre ha estado pendiente de mí, paga mi escuela aparte de mis gastos y, de vez en cuando, me lleva a comer con él.
Yo… debo admitir que las cosas son como Román las dice. Papá no es un padre, es el tipo que me dio el nombre y que me mantiene, también es aquel que yo siempre busco impresionar, más que nada, porque de él depende si yo sigo estudiando después de graduarme de la escuela. Si llega a creer que tengo potencial podría ayudar con la matrícula de la universidad, sino…
—¡Llama a tu mamá y dile que estás viva! —Fue lo último que Román dijo antes de salir dando un portazo y subirse en su auto, directo para el casino… estoy segura.
Tomé un respiro, uno muy profundo, pero nada pude sacar con eso. Agarré mis cosas nuevamente y me fui.
Cada vez que observo ese lugar por más de dos minutos me pregunto: ¿qué diablos sigo haciendo allí?
Debería emanciparme, mudarme, aunque para eso debo tener un trabajo fijo o el juez jamás me declarará capaz de vivir por mí misma y tendré que seguir bajo la tutela de mi madre. Además de eso, perdería la manutención de papá, la colegiatura. No puedo hacerlo.
Me arrepiento tanto de no haber aceptado el ofrecimiento de Efim, el papá de mi hermano menor.
Él y mamá se casaron cuando yo tenía tres años, se divorciaron cuando tenía diez, un año después de que Mikhaíl naciera.
Mamá, mi hermano y yo, vivíamos en una cómoda casa, en un buen vecindario. Teníamos dos autos, un jardín, dos perros.
Cuando Román empeoró, mamá trató de ayudarlo, quién sabe por qué. Hipotecó la casa, vendió su auto y tomó un segundo turno en la firma de abogados para la que trabaja.
Mamá es asistente legal, no abogada, básicamente hace investigaciones para los casos y maneja información confidencial. Es una buena firma y aprecian mucho su trabajo. Tiene un buen salario, aún así, las deudas ajenas no nos permiten salir a flote.
Román se jugó la mayoría de las ganancias de su propio negocio y terminó perdiéndolo. Apostó el costo de su propia casa y acabó prácticamente viviendo con nosotros. Muy poco después —ni siquiera un mes—, regresó completamente golpeado y con una deuda extra que nadie pudo haber pagado del bolsillo. Mamá volvió a hipotecar la casa, finalmente perdiéndola por falta de pago hace dos meses.
Efim, quiso llevarse a mi hermano desde que se enteró que Román estaba apostando de forma indiscriminada y mamá no le ponía un alto. Cuando llegó la notificación de salida, él pidió la custodia total de Mikhaíl y se lo llevó.
A pesar de no ser mi papá (y de que legalmente no podía pedir por mí), me ofreció un lugar en su casa; yo me negué. No quería dejar a mamá a solas con ese imbécil y me quedé a su lado.
Ahora vivo en esa pocilga, en el barrio obrero de la ciudad. En una casa, si es que se puede llamar así, que no tiene más de dos metros y medio de ancho por seis de largo; donde todo es miniatura; el baño, la cocina, la única habitación…, todo es diminuto.
Mamá duerme en la única cama que existe, muchas noches con Román. Yo uso el sofá de la entrada. Es por eso que la mayoría de noches prefiero quedarme en la casa de Aleksey, por lo menos allí tengo una cómoda cama, sin los ruidos que ningún hijo debería escuchar salir de la boca de sus padres.
No sé por qué es más fácil conservar una relación así, que aceptar que los problemas te están matando y cortar de raíz.
Es como si la mala compañía fuese mejor que la soledad, como si una persona tuviese más valor porque "alguien más" está a su lado, sin importar quien sea. Es estúpido, pero es así.
Temo que mamá nunca dejará a Román y terminará un día sin poder salir del hueco en el que la está enterrando.
Yo necesito hacerlo, pronto, o voy a perder la cabeza. Ese no es el lugar para mí. Amo a mamá, pero no puedo estar más allí.
"Yulia, ¿estás bien?, ¿estás con Aleksey?", es el mensaje que acabo de recibir de mi madre.
"Estoy en la bodega, estoy bien. Llegaré tarde a casa".
"Te espero, hija. Román va a dormir en el motel".
Eso es una buena noticia.
Cuando nos mudamos a la pocilga, mamá le dijo a su novio que no podría venir a vivir con nosotras, aunque, de todas formas, él se queda un par de noches a la semana. Por lo menos en eso me dio gusto. No sé si podría aguantarlo siempre a dos pasos de mí.
Hoy regresaré a casa, seguramente mamá me esperará con unos macarrones con queso y un bote de helado de chocolate, siempre que quiere mimarme lo hace.
Mientras tanto me quedaré aquí, en la bodega que pago de mi dinero y donde tengo guardadas todas mis pertenencias. Mi sillón color burdeos, mis animales disecados, mis discos de vinilo, mis libros.
Mi vida entera se queda bajo llave por las noches, pero por las tardes, puedo venir, correr la puerta lanfor, cerrarla tras de mí y sentarme a leer por unas horas o a hacer la tarea pretendiendo que estoy en una esquina de mi propio departamento. Respirar de verdad… tener un poco de paz.
Así que los dejaré con dos capítulos para terminar el 2016 con el pie derecho y empezarlo igual...
Felices fiestas!
Capítulo dos: Dejando un rastro
Tres meses atrás…
No dormí nada ayer y quería quedarme acostada todo el día sin mover un músculo de mi cuerpo.
Hace tiempo que vengo pensando en que necesito unas vacaciones en mi vida, de todo en realidad.
Quiero desocupar mi mente de las preocupaciones del futuro. Todo el mundo me pregunta ¿qué haré una vez que obtenga mi título al terminar la secundaria?, ¿a dónde me mudaré cuando eso ocurra?, ¿de qué trabajaré para subsistir? y tantas otras cosas. Es agotador pensar en las respuestas, no lo sé es lo único que puedo contestar.
Me levanté porque el lugar en el que vivo es deprimente. Fui a la escuela y pasé improductivas horas de mi vida escuchando cosas que sé que nunca necesitaré; intentando olvidar.
A la hora del almuerzo Aleksey se sentó conmigo en la mesa del cafetín. Comimos unas papas fritas esperando a que el resto de nuestros amigos se nos uniera.
Estamos entrando al supuesto invierno en Sochi, lo que únicamente significa que el calor no es tan intenso y, por suerte, no ha llovido en una semana. La humedad en estos días ha sido baja. El día fue agradable.
—¿Quieres fugarte a la última hora de clases? —me preguntó él, antes de que los chicos llegaran—. Podemos ir de paseo al parque de diversiones del bulevar o a la playa.
—Puede ser —le respondí con un suspiro, cansada. No tenía ganas de nada más que beber un café en mi sillón y leer una novela de Anne Rice. Claro que, entre quedarme en una aburrida clase de historia y salir por ahí, prefería el plan que él me proponía.
No terminaba de decirle que sí, cuando vi llegar a los demás con sus bandejas llenas para sentarse con nosotros. Charlamos como siempre de cosas banales, de los trabajos de la escuela, de la tarea de matemáticas, de los exámenes de la próxima semana.
Nunca conversamos de cosas importantes, de cómo está el hermano de Nastya con el nuevo tratamiento para su psicosis, o si el Alzheimer de la abuela de Vladimir, empeora. Sé que no debe ser fácil para ninguno de ellos.
Nastya se ha tornado por demás infantil desde que vive con Irina y trabajan de niñeras; debe ser por eso, porque está rodeada de mocosos todo el tiempo. Es responsable, nadie lo discute, puede mantenerse a si misma y cumple con sus obligaciones sin decaer en notas, sin embargo, su madurez emocional se asemeja a la de una niña de nueve años, se viste y a veces se comporta como tal.
Vladimir o como le decimos amistosamente; Vova, cada vez está más iracundo, metido en su mundo, tratando de manejar todo al mismo tiempo. Hace no mucho peleó con Lena y no fue un enfado de un día. Se siente amenazado por la competencia, por no lograr lo que se ha propuesto. Quién sabe si podrá ir a la universidad que quiere, de seguro no, si todavía debe cuidar de su abuela por la falta de sus padres.
Ruslán luce normal, aunque "tan normal" no está. La otra vez lo encontré hablando sólo en el salón. Fue extraño...
Aleksey está preocupado, no me lo dice, pero a él es a quien más cerca tengo. Sus papás le dieron un ultimátum. Si no consigue una beca para la universidad a la que quiere ir en Moscú tendrá que asistir al Alma Mater de su padre, el King´s College de Londres y estudiar ingeniería, como él. Además le inquieta qué es lo que pasará con nosotros y, para ser honestos, a mi mucho más. Yo… tal vez ya no me siento igual que antes. Desde la última vez que regresamos, las cosas han cambiado demasiado.
Entonces, lo extrañaba, al menos eso creía, por eso volvimos. Quizá lo que extraño es sentirme viva, apasionarme cuando nos besamos, extraño desear estar en sus brazos, probar sus labios. Extraño estar enamorada y no, no lo estoy, no de él, pero lo necesito a mi lado en este momento, mucho más que en cualquier otro.
A todo esto, siento que Katina es la única que se mantiene igual, tranquila y feliz como siempre, despreocupada, la hija de la familia perfecta, la chica "pop" que tiene la vida resuelta, el apoyo de sus padres, la de muchos amigos y que tiene el respeto de los maestros.
Odio que todo se le dé tan fácil, que no necesite preocuparse por nada, que no tenga problemas. Odio verla siempre tan contenta, tan serena, tan… completa.
—¿Yulia?
Abrí y cerré los ojos un par de veces al escuchar mi nombre y regresé a la realidad. Mi novio me estaba preguntando algo mientras yo pensaba en todo y nada al mismo tiempo.
—¿Quieres más Coca-Cola?
Negué con un simple gesto, no tenía sed. El tiempo del receso de almuerzo estaba por terminar y saldríamos a dar una vuelta, tomaría algo en la playa.
Quise apurar las cosas y me levanté a tirar en la basura la caja vacía de papas fritas junto con el vaso desechable que me terminé de un solo sorbo antes de empezar a caminar.
Evgeni y los otros nerds estaban viendo videos junto al tacho más cercano a nuestra mesa y, sinceramente, no tenía ganas de pelear para que se hicieran a un lado.
Elegí el depósito de la esquina, ese lejano espacio que casi nunca es visitado por los estudiantes de la escuela, seguramente porque siempre huele tan mal.
En fin, caminé y levanté la tapa del contenedor (para variar acababan de limpiarlo), tiré las cosas adentro sin mucho cuidado y me disponía a regresar a la mesa cuando vi que el vaso rebotó a un lado y, claro, mi desorden compulsivo por poner todo en su lugar me obligó a agacharme para recogerlo. Lo tomé con mi mano derecha y antes de enderezarme noté un cuaderno con tapas de cuero negro, una de esas libretas de escritor antiguas que tiene una cinta elástica para mantenerlo cerrado. Parecía usado, pero en muy buena condición como para pertenecer a la basura.
Lo levanté y, después de deshacerme del vaso, lo revisé.
Aparentaba ser un diario, tenía las fechas escritas en el tope derecho y una bonita caligrafía cubría sus páginas. No se podía diferenciar si le pertenecía a un hombre o una mujer. Parecía de esos manuscritos antiguos escritos con plumilla.
—Yulia, ¿nos vamos?
Alcancé a escuchar a Aleksey que se iba acercando y guardé rápidamente el cuaderno en mi maleta. Tenía una corazonada de que no debía dejarlo allí.
Me dieron más ganas aún de poner todo en neutro y salir directo a un lugar tranquilo para leerlo.
El fin de semana empezaba y, de repente, me comía la curiosidad de saber de qué trataba, descubrir quién era su dueño o dueña.
Al diablo Anne Rice, si esto valía la pena, no visitaría sus cuentos por algún tiempo.
Capítulo tres: Punto numero uno (1)
—¿En dónde diablos estabas, Yulia? —Me recibió con un caluroso saludo Román, el novio de mi mamá, el segundo exacto en que puse un pie dentro de ese lugar.
—Mierda, ¿qué te importa? —Me saqué mi bolso por encima de mi cabeza y lo arrojé sobre el sofá… mi cama, el banco de visitas o lo que sea que se llame el sitio donde duermo.
—¡Tú madre estaba muy preocupada porque no viniste a casa ayer! —Continuó con su reclamo.
Román es un hombre robusto, hasta podría decirse apuesto. Es un corredor de bienes raíces y no le iría nada mal si no fuera por sus malditos hábitos.
Ha estado en nuestras vidas por, más o menos, cinco años intermitentemente. Los últimos dos siendo los peores.
La última vez que terminaron, él se dedicó a beber y jugar. Y, aunque pudo dejar el alcohol cuando mamá decidió aceptar sus disculpas, los juegos son su verdadero amor. Desde entonces se dedica a ellos como si fueran a salvar su vida y nos terminó jodiendo a mi mamá, mi hermano y a mí, en el camino.
—¡Tu pobre madre no pudo ni disfrutar de la comida que me preparó por mi cumpleaños!
—No exageres, ¿quieres? Pasé la noche con Aleksey y mamá sabe que si no llego es porque me quedé con él.
—Pero te esperaba ayer para disfrutar en familia y…
—¿En familia? Tú no eres mi papá, Román. No tienes ni título de sustituto y, a mí, tu cumpleaños, me importa un pito.
—¡Soy lo más cercano a un papá que podrías tener…!
—¡Yo tengo un papá! Uno que no es un maldito ludópata como tú…
—Oh, ¿te refieres al que prefiere pagar un cheque cada mes para que su familia no se entere de que existes?
No pude gritarle que se equivocaba porque no era así.
Papá tuvo un amorío con mamá cuando ella era su asistente, la dejó embarazada y aquí estoy. Él accedió a darme su apellido y pagar la manutención a cambio del silencio de mi madre. A pesar de eso, siempre ha estado pendiente de mí, paga mi escuela aparte de mis gastos y, de vez en cuando, me lleva a comer con él.
Yo… debo admitir que las cosas son como Román las dice. Papá no es un padre, es el tipo que me dio el nombre y que me mantiene, también es aquel que yo siempre busco impresionar, más que nada, porque de él depende si yo sigo estudiando después de graduarme de la escuela. Si llega a creer que tengo potencial podría ayudar con la matrícula de la universidad, sino…
—¡Llama a tu mamá y dile que estás viva! —Fue lo último que Román dijo antes de salir dando un portazo y subirse en su auto, directo para el casino… estoy segura.
Tomé un respiro, uno muy profundo, pero nada pude sacar con eso. Agarré mis cosas nuevamente y me fui.
Cada vez que observo ese lugar por más de dos minutos me pregunto: ¿qué diablos sigo haciendo allí?
Debería emanciparme, mudarme, aunque para eso debo tener un trabajo fijo o el juez jamás me declarará capaz de vivir por mí misma y tendré que seguir bajo la tutela de mi madre. Además de eso, perdería la manutención de papá, la colegiatura. No puedo hacerlo.
Me arrepiento tanto de no haber aceptado el ofrecimiento de Efim, el papá de mi hermano menor.
Él y mamá se casaron cuando yo tenía tres años, se divorciaron cuando tenía diez, un año después de que Mikhaíl naciera.
Mamá, mi hermano y yo, vivíamos en una cómoda casa, en un buen vecindario. Teníamos dos autos, un jardín, dos perros.
Cuando Román empeoró, mamá trató de ayudarlo, quién sabe por qué. Hipotecó la casa, vendió su auto y tomó un segundo turno en la firma de abogados para la que trabaja.
Mamá es asistente legal, no abogada, básicamente hace investigaciones para los casos y maneja información confidencial. Es una buena firma y aprecian mucho su trabajo. Tiene un buen salario, aún así, las deudas ajenas no nos permiten salir a flote.
Román se jugó la mayoría de las ganancias de su propio negocio y terminó perdiéndolo. Apostó el costo de su propia casa y acabó prácticamente viviendo con nosotros. Muy poco después —ni siquiera un mes—, regresó completamente golpeado y con una deuda extra que nadie pudo haber pagado del bolsillo. Mamá volvió a hipotecar la casa, finalmente perdiéndola por falta de pago hace dos meses.
Efim, quiso llevarse a mi hermano desde que se enteró que Román estaba apostando de forma indiscriminada y mamá no le ponía un alto. Cuando llegó la notificación de salida, él pidió la custodia total de Mikhaíl y se lo llevó.
A pesar de no ser mi papá (y de que legalmente no podía pedir por mí), me ofreció un lugar en su casa; yo me negué. No quería dejar a mamá a solas con ese imbécil y me quedé a su lado.
Ahora vivo en esa pocilga, en el barrio obrero de la ciudad. En una casa, si es que se puede llamar así, que no tiene más de dos metros y medio de ancho por seis de largo; donde todo es miniatura; el baño, la cocina, la única habitación…, todo es diminuto.
Mamá duerme en la única cama que existe, muchas noches con Román. Yo uso el sofá de la entrada. Es por eso que la mayoría de noches prefiero quedarme en la casa de Aleksey, por lo menos allí tengo una cómoda cama, sin los ruidos que ningún hijo debería escuchar salir de la boca de sus padres.
No sé por qué es más fácil conservar una relación así, que aceptar que los problemas te están matando y cortar de raíz.
Es como si la mala compañía fuese mejor que la soledad, como si una persona tuviese más valor porque "alguien más" está a su lado, sin importar quien sea. Es estúpido, pero es así.
Temo que mamá nunca dejará a Román y terminará un día sin poder salir del hueco en el que la está enterrando.
Yo necesito hacerlo, pronto, o voy a perder la cabeza. Ese no es el lugar para mí. Amo a mamá, pero no puedo estar más allí.
"Yulia, ¿estás bien?, ¿estás con Aleksey?", es el mensaje que acabo de recibir de mi madre.
"Estoy en la bodega, estoy bien. Llegaré tarde a casa".
"Te espero, hija. Román va a dormir en el motel".
Eso es una buena noticia.
Cuando nos mudamos a la pocilga, mamá le dijo a su novio que no podría venir a vivir con nosotras, aunque, de todas formas, él se queda un par de noches a la semana. Por lo menos en eso me dio gusto. No sé si podría aguantarlo siempre a dos pasos de mí.
Hoy regresaré a casa, seguramente mamá me esperará con unos macarrones con queso y un bote de helado de chocolate, siempre que quiere mimarme lo hace.
Mientras tanto me quedaré aquí, en la bodega que pago de mi dinero y donde tengo guardadas todas mis pertenencias. Mi sillón color burdeos, mis animales disecados, mis discos de vinilo, mis libros.
Mi vida entera se queda bajo llave por las noches, pero por las tardes, puedo venir, correr la puerta lanfor, cerrarla tras de mí y sentarme a leer por unas horas o a hacer la tarea pretendiendo que estoy en una esquina de mi propio departamento. Respirar de verdad… tener un poco de paz.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
esta interesante
vamoa ver que sigue
entre Yulia y Lena
porque al parecer no
se llevan bien y saber
que hay escrito en el libro que encontro
siguea pronto
esta interesante
vamoa ver que sigue
entre Yulia y Lena
porque al parecer no
se llevan bien y saber
que hay escrito en el libro que encontro
siguea pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola, gracias por pasarse unos minutos por acá y leer. Andyvolkatin, gracias por tus comentarios...
Capítulo cuatro: Esta noche
No he podido leer el diario aún. Terminé la tarea y estaba oscureciendo, debía regresar al cuchitril antes de que sea demasiado tarde. Guardé mis cosas y recogí el vaso vacío de café que había comprado en el camino a la bodega para tirarlo al salir. Con mi bolso al hombro observé ese cuaderno que encontré en la mañana. Estaba sobre esas cajas que me sirven de mesa y me acerqué, tan solo para retirarme unos centímetros, pensar si debía llevarlo conmigo y luego volví para guardarlo entre mis otros libros. No sabía si tendría tiempo esa noche para darle una hojeada, pero si no podía dormir (lo que me sucede mucho últimamente), sería una buena compañía.
La brisa de la tarde-noche se sentía deliciosa aunque un poco tibia, era un contraste refrescante con lo que había sido el sol brillante de la mañana. El clima está loco, unos días se nota la baja de temperatura y otros, todo se vuelve un horno.
Tengo suerte de que, en la bodega, el aire centralizado es frío. Eso evita que las cosas se deterioren en el interior de los compartimientos de ese enorme edificio.
29,99 Rublos al mes. Eso es lo que me cuesta mantener mis cosas protegidas y fuera del alcance de otras personas. Pagué seis meses por anticipado, ganándome el descuento de una mensualidad. Algo es algo. Por lo menos no debo preocuparme de como seguiré costeándola, no todavía.
Aparqué mi vehículo en el estacionamiento público que queda a tres cuadras de la comuna del barrio obrero. El costo de dejarlo ahí es mínimo comparado con lo que tendría que pagar por un lugar a lado de nuestro edificio. El único problema es que estas calles, a esa hora, son algo peligrosas y hay que ir con cuidado; en lo posible, acelerando el paso.
Media cuadra antes de entrar a la ciudadela, pasé al lado de un puesto de comidas de una familia de latinos, olía tan bien. Quizá uno de estos días me anime a probarlo. No es mexicano.
Tengo la duda de si es colombiano o venezolano. Lo único que sé es que venden arepas y, de lo que averigüé, en ambos países son un plato típico. Realmente huelen delicioso, lo único que lamento es que debo cuidar mi dinero y no puedo gastarlo en pequeños gustos.
Seguí mi camino de largo hasta llegar a lo que nunca llamaré mi casa. El calor adentro es palpable. Al ser un espacio tan reducido, hasta calentar algo en el microondas afecta.
Se me hizo agua a la boca al oler la salsa de queso, amo los macarrones instantáneos de caja, es una de mis comidas favoritas desde que era niña.
Cerré la puerta y dejé todo lo que me estorbaba sobre el sillón, dando unos cortos pasos para saludar a mi madre. Ella estaba en la cocina, meciendo la cuchara de palo en la olla de fideos, con la otra mano sostenía su teléfono al oído.
—Acaba de llegar tu hermana —dijo mirándome con una expresión triste y decaída, una que últimamente es su cara de todos los días. Está deprimida. Odia vivir aquí tanto como yo. No entiendo por qué no deja al idiota de Román y nos vamos. Debería demandarlo por el dinero que le prestó, exigirle que… No lo hará, para qué me gasto repitiéndome lo mismo.
Saludé a Mikhaíl, regañándolo por no estar durmiendo todavía aunque apenas eran las ocho de la noche. Nos veremos en dos semanas para ir al parque de diversiones, si es posible, también por un helado gigante en el muelle o mejor uno mediano para no gastar tanto dinero, aunque no…, él puede pedir uno gigante. Después de un par de risas me despedí y me senté a la mesa.
Perdí la percepción del tiempo durante la cena. Mamá y yo podemos hablar mucho cuando estamos a solas. Usualmente de su trabajo, muy poco de la escuela o de Aleksey. Hay ciertos temas que prefiero no tocar con ella; los de mis relaciones, por ejemplo, esos son asuntos vetados.
Nos acostamos tarde con ganas de ver una película, una de las pocas cosas que todavía disfruto hacer. Me recosté sobre su cama y me quedé dormida por unas horas junto a ella. Para cuando desperté el televisor ya se había apagado automáticamente y nada más se escuchaba a los grillos tras la ventana. Hay mucha "naturaleza" aquí, por no decir arbustos muy altos por la falta de mantenimiento y también algunos árboles entre los otros bloques, ya que vivo en la planta baja.
No es raro encontrarse con bichos caminando justo sobre las cobijas, metidos en la pequeña bañera o dentro de los pocos anaqueles que están repartidos dentro del lugar. Para mi suerte no hay ratas o cucarachas. Los que siempre nos acompañan son arañas, mariposas gigantes y demasiadas lagartijas como para contarlas. No tengo problema con ninguno de estos animales; los otros dos, me dan un poco de asco.
Traté de conciliar el sueño nuevamente, me fue imposible. Tras media hora de no lograrlo, tomé el celular que había dejado a mi derecha y encendí la pantalla para ver la hora. La luz del aparato iluminó por completo la pequeña habitación que por un momento pensé que Dios había bajado a la tierra... en fin... decidí salir a mi sitio usual de descanso, evitando despertar a mamá. Encendí la lámpara pequeña de noche que cuelga de la pared y me recosté, mirando una vez más a este lugar que desprecio.
No tengo un hogar, mucho menos un lugar a donde huir cuando la ansiedad de la falta de sueño me invade. No puedo caminar a la sala de estar y leer en paz o poner música a todo volumen en mi habitación porque no tengo una, no puedo salir a fumar en la terraza o tomar un baño de tina, ni siquiera puedo dar un portazo para relajar mi tensión o jugarle bromas a mi hermano. Él ya no está aquí molestándome con su voz y sus preguntas. No pensé que lo extrañaría tanto.
Nada de esto se asemeja a una vida, absolutamente nada.
Son las tres de la mañana, oficialmente es viernes. Debería estar durmiendo, pero es una de esas noches en las que sé que no pegaré un ojo.
Alcanzo mi morral y saco de él el misterioso cuaderno que me encontré. Espero descubrir secretos escondidos entre sus páginas, algo que me emocione. Necesito dejar de sentirme muerta o apresada por las circunstancias.
Tal vez, lo único que quiero es perderme en la vida de alguien más. Sea simple o complicada, alegre o miserable. Me urge escapar de mi propia piel.
Capítulo cuatro: Esta noche
No he podido leer el diario aún. Terminé la tarea y estaba oscureciendo, debía regresar al cuchitril antes de que sea demasiado tarde. Guardé mis cosas y recogí el vaso vacío de café que había comprado en el camino a la bodega para tirarlo al salir. Con mi bolso al hombro observé ese cuaderno que encontré en la mañana. Estaba sobre esas cajas que me sirven de mesa y me acerqué, tan solo para retirarme unos centímetros, pensar si debía llevarlo conmigo y luego volví para guardarlo entre mis otros libros. No sabía si tendría tiempo esa noche para darle una hojeada, pero si no podía dormir (lo que me sucede mucho últimamente), sería una buena compañía.
La brisa de la tarde-noche se sentía deliciosa aunque un poco tibia, era un contraste refrescante con lo que había sido el sol brillante de la mañana. El clima está loco, unos días se nota la baja de temperatura y otros, todo se vuelve un horno.
Tengo suerte de que, en la bodega, el aire centralizado es frío. Eso evita que las cosas se deterioren en el interior de los compartimientos de ese enorme edificio.
29,99 Rublos al mes. Eso es lo que me cuesta mantener mis cosas protegidas y fuera del alcance de otras personas. Pagué seis meses por anticipado, ganándome el descuento de una mensualidad. Algo es algo. Por lo menos no debo preocuparme de como seguiré costeándola, no todavía.
Aparqué mi vehículo en el estacionamiento público que queda a tres cuadras de la comuna del barrio obrero. El costo de dejarlo ahí es mínimo comparado con lo que tendría que pagar por un lugar a lado de nuestro edificio. El único problema es que estas calles, a esa hora, son algo peligrosas y hay que ir con cuidado; en lo posible, acelerando el paso.
Media cuadra antes de entrar a la ciudadela, pasé al lado de un puesto de comidas de una familia de latinos, olía tan bien. Quizá uno de estos días me anime a probarlo. No es mexicano.
Tengo la duda de si es colombiano o venezolano. Lo único que sé es que venden arepas y, de lo que averigüé, en ambos países son un plato típico. Realmente huelen delicioso, lo único que lamento es que debo cuidar mi dinero y no puedo gastarlo en pequeños gustos.
Seguí mi camino de largo hasta llegar a lo que nunca llamaré mi casa. El calor adentro es palpable. Al ser un espacio tan reducido, hasta calentar algo en el microondas afecta.
Se me hizo agua a la boca al oler la salsa de queso, amo los macarrones instantáneos de caja, es una de mis comidas favoritas desde que era niña.
Cerré la puerta y dejé todo lo que me estorbaba sobre el sillón, dando unos cortos pasos para saludar a mi madre. Ella estaba en la cocina, meciendo la cuchara de palo en la olla de fideos, con la otra mano sostenía su teléfono al oído.
—Acaba de llegar tu hermana —dijo mirándome con una expresión triste y decaída, una que últimamente es su cara de todos los días. Está deprimida. Odia vivir aquí tanto como yo. No entiendo por qué no deja al idiota de Román y nos vamos. Debería demandarlo por el dinero que le prestó, exigirle que… No lo hará, para qué me gasto repitiéndome lo mismo.
Saludé a Mikhaíl, regañándolo por no estar durmiendo todavía aunque apenas eran las ocho de la noche. Nos veremos en dos semanas para ir al parque de diversiones, si es posible, también por un helado gigante en el muelle o mejor uno mediano para no gastar tanto dinero, aunque no…, él puede pedir uno gigante. Después de un par de risas me despedí y me senté a la mesa.
Perdí la percepción del tiempo durante la cena. Mamá y yo podemos hablar mucho cuando estamos a solas. Usualmente de su trabajo, muy poco de la escuela o de Aleksey. Hay ciertos temas que prefiero no tocar con ella; los de mis relaciones, por ejemplo, esos son asuntos vetados.
Nos acostamos tarde con ganas de ver una película, una de las pocas cosas que todavía disfruto hacer. Me recosté sobre su cama y me quedé dormida por unas horas junto a ella. Para cuando desperté el televisor ya se había apagado automáticamente y nada más se escuchaba a los grillos tras la ventana. Hay mucha "naturaleza" aquí, por no decir arbustos muy altos por la falta de mantenimiento y también algunos árboles entre los otros bloques, ya que vivo en la planta baja.
No es raro encontrarse con bichos caminando justo sobre las cobijas, metidos en la pequeña bañera o dentro de los pocos anaqueles que están repartidos dentro del lugar. Para mi suerte no hay ratas o cucarachas. Los que siempre nos acompañan son arañas, mariposas gigantes y demasiadas lagartijas como para contarlas. No tengo problema con ninguno de estos animales; los otros dos, me dan un poco de asco.
Traté de conciliar el sueño nuevamente, me fue imposible. Tras media hora de no lograrlo, tomé el celular que había dejado a mi derecha y encendí la pantalla para ver la hora. La luz del aparato iluminó por completo la pequeña habitación que por un momento pensé que Dios había bajado a la tierra... en fin... decidí salir a mi sitio usual de descanso, evitando despertar a mamá. Encendí la lámpara pequeña de noche que cuelga de la pared y me recosté, mirando una vez más a este lugar que desprecio.
No tengo un hogar, mucho menos un lugar a donde huir cuando la ansiedad de la falta de sueño me invade. No puedo caminar a la sala de estar y leer en paz o poner música a todo volumen en mi habitación porque no tengo una, no puedo salir a fumar en la terraza o tomar un baño de tina, ni siquiera puedo dar un portazo para relajar mi tensión o jugarle bromas a mi hermano. Él ya no está aquí molestándome con su voz y sus preguntas. No pensé que lo extrañaría tanto.
Nada de esto se asemeja a una vida, absolutamente nada.
Son las tres de la mañana, oficialmente es viernes. Debería estar durmiendo, pero es una de esas noches en las que sé que no pegaré un ojo.
Alcanzo mi morral y saco de él el misterioso cuaderno que me encontré. Espero descubrir secretos escondidos entre sus páginas, algo que me emocione. Necesito dejar de sentirme muerta o apresada por las circunstancias.
Tal vez, lo único que quiero es perderme en la vida de alguien más. Sea simple o complicada, alegre o miserable. Me urge escapar de mi propia piel.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
por que la dejas hay
esta emocionante
quiero saber que dice el diario
y a aquien le pertence
siguelo pronto
por que la dejas hay
esta emocionante
quiero saber que dice el diario
y a aquien le pertence
siguelo pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
A ver... El fics tiene muchos capítulos y hay que ser justos.... Así que lo subiré los martes, jueves y sábados así no estaremos tan estresados por saber que pasará
Capítulo cinco. Apenas respirando...
Entrada número uno del diario.
1 de junio, 2015
Respirar.
Respiro porque tengo que hacerlo, porque mi cuerpo me lo exige, no porque puedo o quiero.
Es una obligación natural, una acción automática.
No tengo interés en encontrar paz respirando o en buscar en eso la fuerza para sobrellevar las cosas que me pesan.
No es como ponerse de pie y caminar, como comer, como hablar, como dormir, masticar. Estas tareas son voluntarias. Aunque, de igual manera, son tan solo simples acciones que imitan a la vida, cuando lo que menos haces es sentirte vivo.
Puedes sonreír cuando quieres llorar y llorar cuando deberías sonreír. No quiere decir que sea feliz por fuera, pero me siento particularmente triste.
Lo que tengo es un vacío y todo me duele. No quiero salir de la cama, o estudiar, o trabajar, o escribir, o hablar, o… nada.
Hace dos días empezaron las vacaciones de verano, el último día de clases fue el viernes y hoy, miércoles en la mañana, no tengo qué hacer o a dónde ir.
Es gracioso cuando tus padres se divorcian y tú te quedas en medio de todo. Tu papá le pone más horas al trabajo y casi no lo ves porque se mudó a un departamento lejos de aquí. Tu mamá se dedica a consolar sus penas en compañía de otras cosas más importantes que tú, como sus amigas, su negocio o hasta su amante. Tu hermana se larga a pasar tres meses con tu hermano mayor y la familia lejana y tú, tú pasarás este tiempo en la más absurda soledad que puedas imaginar…
… y lo más gracioso es que, eso, la soledad, es exactamente lo que tú querías. No tener que responderle a nadie, vivir lo que quieras vivir si eso es lo que quieres; morir si deseas morir, ¿por qué no?
Alguien toca a la puerta, me pregunto quién es y qué quiere. No voy a bajar a abrirle, no me interesa a menos que venga a darme un millón de Euros o algo verdaderamente importante y sé que no es así.
Espero que no sea uno de los chicos de la escuela. Me pesa verlos, se han vuelto un fastidio. Todos creen que tengo que ponerles buena cara, hacerlos mis confidentes o resolverles la vida.
"¿Cómo estás? ¿Quieres salir? ¿Vamos al Boliche? ¡Ayúdame con esto y lo otro!"
¡Dios, si tan solo todos fueran más como Jesús! Él es despreocupado y hermoso de mirar, podría hacerlo por días.
Su nombre no es en realidad Jesús, así es como me gusta llamarlo. Sus padres lo nombraron Leonardo, sus amigos le dicen Leo, yo, Jesús.
Es castaño-rubio, tiene el cabello largo y ondulado. Es alto, fuerte, totalmente escultural. Me pasa con una cabeza completa y tiene una barba picosa y adorable; llena, para ser exactos, eso… se parece a una versión moderna de Jesús. Además es pacífico, un hippie completo, el sobrenombre le queda bien.
Ayer pasé con él, fuimos a su departamento y bebimos unas cervezas. Cree que tengo diecinueve años, eso es porque le di una identificación falsa en el club donde trabaja de barman. La noche que nos conocimos, me vio sin compañía en la fila y le atraje o algo así. Me preguntó mi edad, le enseñé mi documento y me tomó de la mano para pasar con él.
Me invitó a mezclar tragos y me dijo que me ayudaría con una identificación nueva, otra, porque la de diecinueve no me daba la edad para beber o servir alcohol.
Él es brasileño, allá los chicos son mayores de edad a los dieciocho y pueden hacer lo que quieran. Por eso a Jesús le resbala que yo haga lo mismo… Si tan solo supiera que no tengo ni siquiera esa edad.
En fin, divagué. Jesús… él es… Así deberían ser todos los chicos.
Siguen golpeando, no tengo idea quién puede ser. ¡Que se largue!
No hay nadie, me fui, estoy en… un resort, disfrutando del sol, la arena y las olas del mar. Sí, eso mismo y, junto a mí, hay una botella de cerveza metida en un cooler.
¿Quién diablos es? Si siguen insistiendo así, tiraran la puerta al piso.
Listo, volví. Era el ogro, tal como lo imaginaba necesitaba algo. La semana pasada me prestó dinero para una empanada a la hora del almuerzo y hoy vino a cobrar… con intereses.
Lo único bueno de que haya sido "esa persona" la que golpeaba con desesperación, es que, así como llega, se va. Nunca tiene algo productivo que decir. No compartimos una amistad y no hay la obligación de hacer conversación. Además, ¿qué diablos haríamos a solas? Aparte de aguantarle su mal genio, no tenemos nada en común.
El ogro lo tiene todo, la pareja perfecta, las mejores notas, libertad de sus padres que lo único que hacen es soltarle dinero y el auto. Tiene talento y los atributos necesarios para que el futuro se vea brillante en su camino a la gloria. ¿De qué puedo hablar con una persona así? De nada, porque nunca se equivoca, siempre se sale con la suya, porque no hay nadie mejor en el mundo.
¡Dios, es tan prepotente!
En fin, la escuela y su gente es algo que no quiero entretener en mi mente durante un tiempo.
Hace pocos minutos me escribió Jesús. Quería saber si hoy iré al club y sí, lo haré. El lugar cierra de domingo a martes y el miércoles es uno de los mejores días para ir a bailar.
Me encanta la noche, la fiesta, salir con un entumecimiento en el cuerpo que no me permite preocuparme de nada. Regresar con Jesús a su departamento y, bueno, seguir la diversión con él.
Allí termina la primera entrada. Esto sucedió hace dos meses y unas semanas.
Tengo una ligera curiosidad de saber quién lo escribió, bueno nada ligera. Es una chica, seguro, por lo de Jesús, aunque… también podría ser un chico. Ese tipo suena algo gay, podría ser un chico, sí.
Quisiera continuar leyendo, pero ya es muy tarde y mañana tengo clases, además, es el cumpleaños de Nastya. Tengo suerte de que mi amiga nunca espera nada de mí, porque no tengo qué regalarle. Le cortaré un papel en pedacitos y ya, ella se contenta con todo.
Cierro el cuaderno y lo coloco nuevamente en mi mochila, mañana lo continuaré.
Capítulo cinco. Apenas respirando...
Entrada número uno del diario.
1 de junio, 2015
Respirar.
Respiro porque tengo que hacerlo, porque mi cuerpo me lo exige, no porque puedo o quiero.
Es una obligación natural, una acción automática.
No tengo interés en encontrar paz respirando o en buscar en eso la fuerza para sobrellevar las cosas que me pesan.
No es como ponerse de pie y caminar, como comer, como hablar, como dormir, masticar. Estas tareas son voluntarias. Aunque, de igual manera, son tan solo simples acciones que imitan a la vida, cuando lo que menos haces es sentirte vivo.
Puedes sonreír cuando quieres llorar y llorar cuando deberías sonreír. No quiere decir que sea feliz por fuera, pero me siento particularmente triste.
Lo que tengo es un vacío y todo me duele. No quiero salir de la cama, o estudiar, o trabajar, o escribir, o hablar, o… nada.
Hace dos días empezaron las vacaciones de verano, el último día de clases fue el viernes y hoy, miércoles en la mañana, no tengo qué hacer o a dónde ir.
Es gracioso cuando tus padres se divorcian y tú te quedas en medio de todo. Tu papá le pone más horas al trabajo y casi no lo ves porque se mudó a un departamento lejos de aquí. Tu mamá se dedica a consolar sus penas en compañía de otras cosas más importantes que tú, como sus amigas, su negocio o hasta su amante. Tu hermana se larga a pasar tres meses con tu hermano mayor y la familia lejana y tú, tú pasarás este tiempo en la más absurda soledad que puedas imaginar…
… y lo más gracioso es que, eso, la soledad, es exactamente lo que tú querías. No tener que responderle a nadie, vivir lo que quieras vivir si eso es lo que quieres; morir si deseas morir, ¿por qué no?
Alguien toca a la puerta, me pregunto quién es y qué quiere. No voy a bajar a abrirle, no me interesa a menos que venga a darme un millón de Euros o algo verdaderamente importante y sé que no es así.
Espero que no sea uno de los chicos de la escuela. Me pesa verlos, se han vuelto un fastidio. Todos creen que tengo que ponerles buena cara, hacerlos mis confidentes o resolverles la vida.
"¿Cómo estás? ¿Quieres salir? ¿Vamos al Boliche? ¡Ayúdame con esto y lo otro!"
¡Dios, si tan solo todos fueran más como Jesús! Él es despreocupado y hermoso de mirar, podría hacerlo por días.
Su nombre no es en realidad Jesús, así es como me gusta llamarlo. Sus padres lo nombraron Leonardo, sus amigos le dicen Leo, yo, Jesús.
Es castaño-rubio, tiene el cabello largo y ondulado. Es alto, fuerte, totalmente escultural. Me pasa con una cabeza completa y tiene una barba picosa y adorable; llena, para ser exactos, eso… se parece a una versión moderna de Jesús. Además es pacífico, un hippie completo, el sobrenombre le queda bien.
Ayer pasé con él, fuimos a su departamento y bebimos unas cervezas. Cree que tengo diecinueve años, eso es porque le di una identificación falsa en el club donde trabaja de barman. La noche que nos conocimos, me vio sin compañía en la fila y le atraje o algo así. Me preguntó mi edad, le enseñé mi documento y me tomó de la mano para pasar con él.
Me invitó a mezclar tragos y me dijo que me ayudaría con una identificación nueva, otra, porque la de diecinueve no me daba la edad para beber o servir alcohol.
Él es brasileño, allá los chicos son mayores de edad a los dieciocho y pueden hacer lo que quieran. Por eso a Jesús le resbala que yo haga lo mismo… Si tan solo supiera que no tengo ni siquiera esa edad.
En fin, divagué. Jesús… él es… Así deberían ser todos los chicos.
Siguen golpeando, no tengo idea quién puede ser. ¡Que se largue!
No hay nadie, me fui, estoy en… un resort, disfrutando del sol, la arena y las olas del mar. Sí, eso mismo y, junto a mí, hay una botella de cerveza metida en un cooler.
¿Quién diablos es? Si siguen insistiendo así, tiraran la puerta al piso.
Listo, volví. Era el ogro, tal como lo imaginaba necesitaba algo. La semana pasada me prestó dinero para una empanada a la hora del almuerzo y hoy vino a cobrar… con intereses.
Lo único bueno de que haya sido "esa persona" la que golpeaba con desesperación, es que, así como llega, se va. Nunca tiene algo productivo que decir. No compartimos una amistad y no hay la obligación de hacer conversación. Además, ¿qué diablos haríamos a solas? Aparte de aguantarle su mal genio, no tenemos nada en común.
El ogro lo tiene todo, la pareja perfecta, las mejores notas, libertad de sus padres que lo único que hacen es soltarle dinero y el auto. Tiene talento y los atributos necesarios para que el futuro se vea brillante en su camino a la gloria. ¿De qué puedo hablar con una persona así? De nada, porque nunca se equivoca, siempre se sale con la suya, porque no hay nadie mejor en el mundo.
¡Dios, es tan prepotente!
En fin, la escuela y su gente es algo que no quiero entretener en mi mente durante un tiempo.
Hace pocos minutos me escribió Jesús. Quería saber si hoy iré al club y sí, lo haré. El lugar cierra de domingo a martes y el miércoles es uno de los mejores días para ir a bailar.
Me encanta la noche, la fiesta, salir con un entumecimiento en el cuerpo que no me permite preocuparme de nada. Regresar con Jesús a su departamento y, bueno, seguir la diversión con él.
Allí termina la primera entrada. Esto sucedió hace dos meses y unas semanas.
Tengo una ligera curiosidad de saber quién lo escribió, bueno nada ligera. Es una chica, seguro, por lo de Jesús, aunque… también podría ser un chico. Ese tipo suena algo gay, podría ser un chico, sí.
Quisiera continuar leyendo, pero ya es muy tarde y mañana tengo clases, además, es el cumpleaños de Nastya. Tengo suerte de que mi amiga nunca espera nada de mí, porque no tengo qué regalarle. Le cortaré un papel en pedacitos y ya, ella se contenta con todo.
Cierro el cuaderno y lo coloco nuevamente en mi mochila, mañana lo continuaré.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
esperare a que subas
esta interesante
esperare a que subas
esta interesante
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hey, calma Andyvolkatin que trataré de subir los capítulos tal cual como les he prometido...
Mientras, disfruten el siguiente.
Capítulo seis. Deja arder la llama...
Cafeína, la necesitaba. Sentía que no había dormido nada. Ya hasta veía monos saltar sobre los capós de los autos en el tráfico. Últimamente estoy traumada con las películas del Planeta de los Simios —las viejas y las nuevas— y aunque debería ver simios, veo monos por todos lados. El insomnio va a terminar con la poca cordura que tengo.
Antes de salir del cuchitril donde vivo, me preparé un jarro hermético de mi bebida favorita. Odio el café instantáneo, pero por ahora es lo único que tomo. El molido es demasiado caro para prepararlo todos los días y lo reservo para los fines de semana. Es como un ritual de las mañanas. Aunque… debería pensar seriamente en vender mi cuerpo una noche y comprar unas bolsas para el resto de los días o, en su defecto, buscar un trabajo.
Hoy las clases fueron aburridas como siempre. Tenía ganas de dejarlo todo e irme a un lugar recóndito a seguir leyendo. Me intriga saber quién sea, él o la, dueña del diario.
Tiene diecisiete años o dieciocho. Ninguno de dieciséis en la escuela tiene la cara o cuerpo para hacerse pasar por alguien de diecinueve y, según lo que leí, convenció a ese tal Jesús. Sacando
rápidas conclusiones, es de nuestro curso, le conozco, he compartido clases con esta persona. Sé quien es, por así decirlo, pero… no tengo idea de quién es. Quiero más pistas.
—¿Alguien puede decirme qué es la epistemología?
"Al diablo", pensé al escuchar una de sus repetitivas preguntas. Esta maestra no tiene idea de nada en la vida, ni siquiera de qué, parte de esta lección ya la pasamos hace una semana. No notaría mi ausencia.
Me disculpé para ir al baño y fui al armario del conserje con toda la intención de encerrarme a leer.
No pensaba encontrármela allí, sentada en el piso, arrimada al mueble de herramientas. El pequeño cuarto tenía un olor inusual que de primer golpe no supe reconocer.
—Katina, ¿qué diablos haces aquí? ¡Lárgate!
Ella bufó con mucha molestia y continuó leyendo su libro.
—¡Vete a la biblioteca si tienes que estudiar! Quiero estar sola.
No alzó la vista, únicamente su mano libre y una diminuta pipa. Estaba fumando, pero no cigarrillo normal, tampoco marihuana.
—¿Fumas? —le pregunté, sin obtener respuesta— ¿Qué es? No huele a tabaco.
—Es té verde.
"Vaya", me senté a su lado. Nunca había tenido interés de acercarme, sin embargo, esta versión de Lena me intrigó. Ella es la personificación de la estrellita perfecta o es lo que todos creen, jamás me la imaginé fumando… a pesar de que la he visto hacer cosas «cuestionables».
Quizá, moralmente, yo tenga una visión más clara de lo que es correcto. Yo no besaría a mi ex novio cuando es la nueva pareja de mi mejor amiga, eso es seguro.
Sí, quizá Katina no es todo lo que parece.
—¿No tenías para la caja de cigarrillos o te da miedo comprar marihuana? —me burlé—. Es muy fácil encontrar a alguien que te la venda discretamente en la playa, ¿sabías?
—Para ser Yulia Volkova, no… Olvídalo —dijo a medias y volvió a ignorarme, metiéndose entre las letras de su maldito libro de historia.
—¿Para ser yo, qué? ¡Habla!
—No es nada. Créeme, será mejor que olvides que dije algo.
—¡Habla, Katina, si no quieres que…!
—Que siendo tú yo habría pensado en el porqué antes de hacer la pregunta. —Me interrumpió antes de poder terminar mi amenaza—. Si me descubren con olor a tabaco me expulsan de la escuela, peor a marihuana. Fumando té, huelo a té. Puedo meter mi pipa dentro de mi vaso desechable, taparlo y listo. Me voy por donde vine sin que nadie me diga nada.
Sí, debí imaginarlo y no lo hice, tenía razón.
—¿Qué punto tiene fumar, té?
—¿Qué punto tiene fumar cualquier cosa?
—El tabaco tiene nicotina, produce un efecto placentero, tranquiliza. La marihuana todos sabemos que hace.
—¿Y qué crees que hace el té? —se mofó—. También tiene componentes tranquilizantes entre otras cosas, como antioxidantes, por ejemplo.
—Dudo que todos esos «beneficios» queden intactos después de quemarla. Deberías beber el té, no fumarlo.
Su cabeza giró con tal lentitud, que me di cuenta de que estaba sorprendida de que esas palabras salieran de mi boca. Me quedó mirando como preguntándose: ¿por qué diablos le estoy recomendando cosas que seguramente ya pensó?
No hay que ser genio para saber que cualquier cosa que fumas te expone a dióxido de carbono y eso no es lo más saludable del mundo. Si la razón son los dichosos beneficios, no le serviría de nada.
Pero ahí estaba, mirándome y entendí. Lo había hecho otra vez. No analicé las cosas antes de hablar.
¿Qué me importaba lo que hiciera? Si quería lanzarse por un puente, adelante.
Estiró su mano con la pipa hasta la altura de mis rodillas y me la entregó. Me pasó el encendedor metálico y ladeó rápidamente insinuando que lo pruebe.
Cuando me echo un porro, lo hago enrollando papel, no en pipa. Hacerlo así era algo nuevo. Miré para asegurarme que hubiera suficiente hierba y encendí el hornillo, absorbiendo el humo del otro lado.
El primer gusto fue suave, a comparación de otras cosas que he probado. El golpe no quemó tanto y me dejó el aroma del té en el pecho por largo rato. Fue agradable, además, es cierto, no huele nada más que a té.
—No preparo una taza de té porque no quiero beberlo, quiero fumar. Pero no soy estúpida como para exponerme a una expulsión.
El timbre de medio día sonó y ella me quitó la pipa de las manos, sin pedírmela. La guardó en la taza —tal como lo había sugerido antes— y se levantó para salir, dando la vuelta al último segundo para estirar su mano hacia mí, señalando el encendedor.
Me hubiese gustado que olvidara que lo tenía. Es un Zippo con una entalladura hecha en metal plateado; son unas calaveras y huesos que dan la vuelta por toda la superficie. Es hermoso.
Se lo devolví sin hacer notar mi gusto por él y me levanté también, había perdido mi tiempo de lectura y tenía hambre.
Me tomó unos minutos llegar a la mesa de siempre, Katina ya estaba sentada con el resto de los chicos para ese entonces. Me demoré por ir a dejar mis libros en el casillero y en el corredor de salida me topé con Nastya, quien llegó con una invitación para pasar la noche en su casa. Sus papás están en la ciudad para festejar su cumpleaños y tenían ganas de ver a sus amigos.
Yo puse resistencia… mínima. Aceptémoslo, quiero dormir en una cama sin tener que hacer «méritos» previos, algo que siempre me pasa con Aleksey. Además, en la casa de Nastya, hay el siempre bueno: «Todo lo que puedas comer». Sus papás son dos chefs muy reconocidos y exitosos.
Por lo que respecta a Irina, ella prefirió irse de viaje a Ekaterimburgo a visitar a su antiguo novio para hacer las cochinadas que yo no quiero hacer con el mío, así que sus aposentos estarán a mi disposición.
Durante el almuerzo Ruslán estuvo muy retraído,. Ha pasado así la semana completa. Algo le sucede y no tengo idea qué puede ser. No es que me interese en realidad, pero es extraño. Está… triste, desganado... Los cuarenta minutos los pasó jugando con su comida y ni siquiera Nastya podía animarlo.
Yo dejé de observar al nerd como si fuese un acertijo que se revelaría por si solo, para concentrarme en otro enigma que me atraía más, Katina.
Fui prudente al verla. Ella estaba como de costumbre, hablando, riendo, quejándose de su hermana Katia, dando consejos a los menos afortunados.
En el armario no trató de ocultar lo que hacía, no se justificó, no se asustó.
Antes de esa pequeña charla, habría pensado que ella no querría que alguien como yo —que siempre busca maneras y razones para joderle la vida—, conociera de sus vicios.
Por un segundo la vi bajo otra luz. No es que me agrade ahora, pero… ¿qué más tiene bajo la manga?
Lo admito, es algo que me gustaría saber.
Mientras, disfruten el siguiente.
Capítulo seis. Deja arder la llama...
Cafeína, la necesitaba. Sentía que no había dormido nada. Ya hasta veía monos saltar sobre los capós de los autos en el tráfico. Últimamente estoy traumada con las películas del Planeta de los Simios —las viejas y las nuevas— y aunque debería ver simios, veo monos por todos lados. El insomnio va a terminar con la poca cordura que tengo.
Antes de salir del cuchitril donde vivo, me preparé un jarro hermético de mi bebida favorita. Odio el café instantáneo, pero por ahora es lo único que tomo. El molido es demasiado caro para prepararlo todos los días y lo reservo para los fines de semana. Es como un ritual de las mañanas. Aunque… debería pensar seriamente en vender mi cuerpo una noche y comprar unas bolsas para el resto de los días o, en su defecto, buscar un trabajo.
Hoy las clases fueron aburridas como siempre. Tenía ganas de dejarlo todo e irme a un lugar recóndito a seguir leyendo. Me intriga saber quién sea, él o la, dueña del diario.
Tiene diecisiete años o dieciocho. Ninguno de dieciséis en la escuela tiene la cara o cuerpo para hacerse pasar por alguien de diecinueve y, según lo que leí, convenció a ese tal Jesús. Sacando
rápidas conclusiones, es de nuestro curso, le conozco, he compartido clases con esta persona. Sé quien es, por así decirlo, pero… no tengo idea de quién es. Quiero más pistas.
—¿Alguien puede decirme qué es la epistemología?
"Al diablo", pensé al escuchar una de sus repetitivas preguntas. Esta maestra no tiene idea de nada en la vida, ni siquiera de qué, parte de esta lección ya la pasamos hace una semana. No notaría mi ausencia.
Me disculpé para ir al baño y fui al armario del conserje con toda la intención de encerrarme a leer.
No pensaba encontrármela allí, sentada en el piso, arrimada al mueble de herramientas. El pequeño cuarto tenía un olor inusual que de primer golpe no supe reconocer.
—Katina, ¿qué diablos haces aquí? ¡Lárgate!
Ella bufó con mucha molestia y continuó leyendo su libro.
—¡Vete a la biblioteca si tienes que estudiar! Quiero estar sola.
No alzó la vista, únicamente su mano libre y una diminuta pipa. Estaba fumando, pero no cigarrillo normal, tampoco marihuana.
—¿Fumas? —le pregunté, sin obtener respuesta— ¿Qué es? No huele a tabaco.
—Es té verde.
"Vaya", me senté a su lado. Nunca había tenido interés de acercarme, sin embargo, esta versión de Lena me intrigó. Ella es la personificación de la estrellita perfecta o es lo que todos creen, jamás me la imaginé fumando… a pesar de que la he visto hacer cosas «cuestionables».
Quizá, moralmente, yo tenga una visión más clara de lo que es correcto. Yo no besaría a mi ex novio cuando es la nueva pareja de mi mejor amiga, eso es seguro.
Sí, quizá Katina no es todo lo que parece.
—¿No tenías para la caja de cigarrillos o te da miedo comprar marihuana? —me burlé—. Es muy fácil encontrar a alguien que te la venda discretamente en la playa, ¿sabías?
—Para ser Yulia Volkova, no… Olvídalo —dijo a medias y volvió a ignorarme, metiéndose entre las letras de su maldito libro de historia.
—¿Para ser yo, qué? ¡Habla!
—No es nada. Créeme, será mejor que olvides que dije algo.
—¡Habla, Katina, si no quieres que…!
—Que siendo tú yo habría pensado en el porqué antes de hacer la pregunta. —Me interrumpió antes de poder terminar mi amenaza—. Si me descubren con olor a tabaco me expulsan de la escuela, peor a marihuana. Fumando té, huelo a té. Puedo meter mi pipa dentro de mi vaso desechable, taparlo y listo. Me voy por donde vine sin que nadie me diga nada.
Sí, debí imaginarlo y no lo hice, tenía razón.
—¿Qué punto tiene fumar, té?
—¿Qué punto tiene fumar cualquier cosa?
—El tabaco tiene nicotina, produce un efecto placentero, tranquiliza. La marihuana todos sabemos que hace.
—¿Y qué crees que hace el té? —se mofó—. También tiene componentes tranquilizantes entre otras cosas, como antioxidantes, por ejemplo.
—Dudo que todos esos «beneficios» queden intactos después de quemarla. Deberías beber el té, no fumarlo.
Su cabeza giró con tal lentitud, que me di cuenta de que estaba sorprendida de que esas palabras salieran de mi boca. Me quedó mirando como preguntándose: ¿por qué diablos le estoy recomendando cosas que seguramente ya pensó?
No hay que ser genio para saber que cualquier cosa que fumas te expone a dióxido de carbono y eso no es lo más saludable del mundo. Si la razón son los dichosos beneficios, no le serviría de nada.
Pero ahí estaba, mirándome y entendí. Lo había hecho otra vez. No analicé las cosas antes de hablar.
¿Qué me importaba lo que hiciera? Si quería lanzarse por un puente, adelante.
Estiró su mano con la pipa hasta la altura de mis rodillas y me la entregó. Me pasó el encendedor metálico y ladeó rápidamente insinuando que lo pruebe.
Cuando me echo un porro, lo hago enrollando papel, no en pipa. Hacerlo así era algo nuevo. Miré para asegurarme que hubiera suficiente hierba y encendí el hornillo, absorbiendo el humo del otro lado.
El primer gusto fue suave, a comparación de otras cosas que he probado. El golpe no quemó tanto y me dejó el aroma del té en el pecho por largo rato. Fue agradable, además, es cierto, no huele nada más que a té.
—No preparo una taza de té porque no quiero beberlo, quiero fumar. Pero no soy estúpida como para exponerme a una expulsión.
El timbre de medio día sonó y ella me quitó la pipa de las manos, sin pedírmela. La guardó en la taza —tal como lo había sugerido antes— y se levantó para salir, dando la vuelta al último segundo para estirar su mano hacia mí, señalando el encendedor.
Me hubiese gustado que olvidara que lo tenía. Es un Zippo con una entalladura hecha en metal plateado; son unas calaveras y huesos que dan la vuelta por toda la superficie. Es hermoso.
Se lo devolví sin hacer notar mi gusto por él y me levanté también, había perdido mi tiempo de lectura y tenía hambre.
Me tomó unos minutos llegar a la mesa de siempre, Katina ya estaba sentada con el resto de los chicos para ese entonces. Me demoré por ir a dejar mis libros en el casillero y en el corredor de salida me topé con Nastya, quien llegó con una invitación para pasar la noche en su casa. Sus papás están en la ciudad para festejar su cumpleaños y tenían ganas de ver a sus amigos.
Yo puse resistencia… mínima. Aceptémoslo, quiero dormir en una cama sin tener que hacer «méritos» previos, algo que siempre me pasa con Aleksey. Además, en la casa de Nastya, hay el siempre bueno: «Todo lo que puedas comer». Sus papás son dos chefs muy reconocidos y exitosos.
Por lo que respecta a Irina, ella prefirió irse de viaje a Ekaterimburgo a visitar a su antiguo novio para hacer las cochinadas que yo no quiero hacer con el mío, así que sus aposentos estarán a mi disposición.
Durante el almuerzo Ruslán estuvo muy retraído,. Ha pasado así la semana completa. Algo le sucede y no tengo idea qué puede ser. No es que me interese en realidad, pero es extraño. Está… triste, desganado... Los cuarenta minutos los pasó jugando con su comida y ni siquiera Nastya podía animarlo.
Yo dejé de observar al nerd como si fuese un acertijo que se revelaría por si solo, para concentrarme en otro enigma que me atraía más, Katina.
Fui prudente al verla. Ella estaba como de costumbre, hablando, riendo, quejándose de su hermana Katia, dando consejos a los menos afortunados.
En el armario no trató de ocultar lo que hacía, no se justificó, no se asustó.
Antes de esa pequeña charla, habría pensado que ella no querría que alguien como yo —que siempre busca maneras y razones para joderle la vida—, conociera de sus vicios.
Por un segundo la vi bajo otra luz. No es que me agrade ahora, pero… ¿qué más tiene bajo la manga?
Lo admito, es algo que me gustaría saber.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Capítulo siete. Ilusión
Entrada número dos del diario.
2 de junio, 2015
Acabo de discutir con mamá. Vino a «sugerirme» otra vez que encuentre una ocupación en lugar de pasar todo el día como foca tirada en la playa, que nada de eso me va a traer algo de provecho.
No sé cuántas veces tengo que repetirle que yo ya tengo un trabajo. El dueño de la tienda de discos del centro comercial me ofreció el turno de la mañana al saber que había salido a vacaciones. Allí es donde solía perder el tiempo después de la escuela, cuando no tenía ganas de llegar a casa. El hombre me conoce bien y considera que tengo el conocimiento necesario en el tema de la música.
A mí me gusta pasar allí, puedo escuchar cientos de canciones sin pagar un centavo y, lo más importante, usar el internet para mis investigaciones sin tener que preocuparme por quién está a mis espaldas.
Mamá es tan distraída, está tan concentrada en su «segunda oportunidad en el amor» que se le olvida que existo. Casualmente viene en las noches, recoge su ropa para el día siguiente y desaparece. Yo salgo en la mañana, muy temprano, regreso pasado el medio día y sí, duermo para poder desvelarme en el club con Jesús en la noche. Algo que a ella ni le viene, ni le va.
Cuando llega del trabajo solo me ve allí, recostada en el sillón de la sala o tirada en mi cama.
No la culpo, por qué habría de interesarse. Sus reclamos constantes no son una preocupación. Es una forma de decirme: «debes prepararte para la vida adulta, ya tienes edad para cuidarte… sola». No un: «te amo, trabajar es una buena experiencia, me gustaría que la conozcas». Y, una vez más, ¿por qué lo haría? No es como si yo fuera mi hermana, ella si es importante y no hablo de que sea su favorita, hablo de que, yo, ni siquiera eso soy.
Ellos creen que no lo sé.
Papá me llama constantemente y me pregunta si me alcanza la mesada. Yo acepto lo que quiera darme a su voluntad, no le pido ni un centavo extra, así lo necesite. Siento que soy un ente invasor en esta casa y esta familia, que les deberé algo que no quiero adeudar.
A veces los odio. La mayoría del tiempo trato de comprender la vida que tengo, la gente que me rodea, los recuerdos que cada día son más constantes, más claros.
¿Qué harán mis padres, al momento en que se enteren que sé su secreto?
Esa es una respuesta que no sé si quiero tener, por lo menos no tan pronto, no hasta que tenga pruebas.
Ellos aún son… todo lo que tengo.
Cierro el cuaderno colocándolo en la mesa al terminar la lectura. Esto se va poniendo interesante, por no decir raro. Esta persona dice mucho y no dice nada a la vez.
Voy por un refresco en el mini refrigerador y vuelvo abrirlo.
Entrada número tres del diario.
4 de junio, 2015
Acabo de soñar con ellos. Fue igual a las otras ocaciones. Yo estaba escondida tras una ventana que daba al jardín, sentía la textura del césped bajo mis pies.
No podían verme. Él estaba sentado de lado, justo enfrente de mí, agachado, haciendo algo sobre la mesa de centro. Ella, frente a él, apoyada en los cojines, mirando atenta a las acciones de su acompañante. Lucía cansada, como si se hubiese chorreado en el sofá, hasta llegar a esa posición y eso es todo.
No entiendo por qué me escondía o qué es lo que ellos hacían. Pudo ser un juego de ajedrez, parchis, Jenga u otro juego de mesa, pero no recuerdo cuál.
Las imágenes son borrosas, mucho. No distingo sus rostros o vestimentas, tan solo unas siluetas muy opacas, imprecisas. Es casi como si los mirara tras un vidrio empañado que, por más que quiera limpiar, sigue cubierto por el vapor.
Yo… estoy segura de que son recuerdos.
En comparación a otros de mis sueños, veo siempre a las mismas personas. Ese hombre y esa mujer a los cuales les acompaña una molesta nostalgia de mi parte, dolor, incomodidad.
No pude volver a dormir, las imágenes se repetían una y otra vez, por lo que decidí despertar completamente y escribir la escena, aunque ya no sea tan nueva. He soñado este mismo fragmento, por lo menos, una decena de veces.
Odio tener estas partes de mí tan revueltas. Detesto tener una idea de lo que creo saber y no poder confirmar algo concreto, tener la verdad en mis manos, tal y como es.
Siento que estoy bajo demasiado estrés por la espera de los resultados de esos exámenes que me ayudarán a corroborar mis sospechas y eso ha precipitado estos sueños, los malos sentimientos, las dudas.
Necesito dormir. Nada gano con seguir dándole vueltas a esto, no por el momento.
Lo intentaré.
Cierro nuevamente el cuaderno y lo miro desde un lado. Es grueso, deben haber por lo menos cien entradas de diario escritas. Tratar de entender a su autor será complicado. No tengo un contexto, ni una pista de quién es.
Miro el reloj y ya es hora de partir. Seguiré el día de mañana. Debo estar en casa de Nastya antes de la siete de la noche.
—¿Ya te vas? —Mamá me pregunta al verme acomodar en mi maleta un poco de ropa para el siguiente día—. ¿Tienes regalo?
—Sí, ya me voy y no, no tengo regalo.
—Ten —dice, estirándome un billete de cincuenta rublos—, cómprale unos chocolates o un peluche.
Mamá estima a Nastya. Ha sido un gran apoyo para mí en esto. Únicamente ella y Aleksey conocen los pormenores de mi situación. Fueron ellos los que me ayudaron a pasar mis objetos de valor a la bodega cuando tuvimos que mudarnos.
Nastya es una buena amiga, sabe guardar un secreto —cuando debe hacerlo—, como yo guardo el suyo y la psicosis de su hermano, más que nada, lo que hizo para terminar encerrado en un hospital.
—Gracias mamá —le doy un beso y guardo el billete. Pasaré por la juguetería en camino a su casa. Un nuevo pulpo violeta le encantará.
A veces quisiera poder robarme su alegría y tener un poco de su optimismo, tal vez hasta de su picardía. La envidio, de buena forma, por algo es mi mejor amiga. Y ahora iré a verla, pasar con ella la noche, olvidarme un poco de mi vida… lo necesito tanto.
Entrada número dos del diario.
2 de junio, 2015
Acabo de discutir con mamá. Vino a «sugerirme» otra vez que encuentre una ocupación en lugar de pasar todo el día como foca tirada en la playa, que nada de eso me va a traer algo de provecho.
No sé cuántas veces tengo que repetirle que yo ya tengo un trabajo. El dueño de la tienda de discos del centro comercial me ofreció el turno de la mañana al saber que había salido a vacaciones. Allí es donde solía perder el tiempo después de la escuela, cuando no tenía ganas de llegar a casa. El hombre me conoce bien y considera que tengo el conocimiento necesario en el tema de la música.
A mí me gusta pasar allí, puedo escuchar cientos de canciones sin pagar un centavo y, lo más importante, usar el internet para mis investigaciones sin tener que preocuparme por quién está a mis espaldas.
Mamá es tan distraída, está tan concentrada en su «segunda oportunidad en el amor» que se le olvida que existo. Casualmente viene en las noches, recoge su ropa para el día siguiente y desaparece. Yo salgo en la mañana, muy temprano, regreso pasado el medio día y sí, duermo para poder desvelarme en el club con Jesús en la noche. Algo que a ella ni le viene, ni le va.
Cuando llega del trabajo solo me ve allí, recostada en el sillón de la sala o tirada en mi cama.
No la culpo, por qué habría de interesarse. Sus reclamos constantes no son una preocupación. Es una forma de decirme: «debes prepararte para la vida adulta, ya tienes edad para cuidarte… sola». No un: «te amo, trabajar es una buena experiencia, me gustaría que la conozcas». Y, una vez más, ¿por qué lo haría? No es como si yo fuera mi hermana, ella si es importante y no hablo de que sea su favorita, hablo de que, yo, ni siquiera eso soy.
Ellos creen que no lo sé.
Papá me llama constantemente y me pregunta si me alcanza la mesada. Yo acepto lo que quiera darme a su voluntad, no le pido ni un centavo extra, así lo necesite. Siento que soy un ente invasor en esta casa y esta familia, que les deberé algo que no quiero adeudar.
A veces los odio. La mayoría del tiempo trato de comprender la vida que tengo, la gente que me rodea, los recuerdos que cada día son más constantes, más claros.
¿Qué harán mis padres, al momento en que se enteren que sé su secreto?
Esa es una respuesta que no sé si quiero tener, por lo menos no tan pronto, no hasta que tenga pruebas.
Ellos aún son… todo lo que tengo.
Cierro el cuaderno colocándolo en la mesa al terminar la lectura. Esto se va poniendo interesante, por no decir raro. Esta persona dice mucho y no dice nada a la vez.
Voy por un refresco en el mini refrigerador y vuelvo abrirlo.
Entrada número tres del diario.
4 de junio, 2015
Acabo de soñar con ellos. Fue igual a las otras ocaciones. Yo estaba escondida tras una ventana que daba al jardín, sentía la textura del césped bajo mis pies.
No podían verme. Él estaba sentado de lado, justo enfrente de mí, agachado, haciendo algo sobre la mesa de centro. Ella, frente a él, apoyada en los cojines, mirando atenta a las acciones de su acompañante. Lucía cansada, como si se hubiese chorreado en el sofá, hasta llegar a esa posición y eso es todo.
No entiendo por qué me escondía o qué es lo que ellos hacían. Pudo ser un juego de ajedrez, parchis, Jenga u otro juego de mesa, pero no recuerdo cuál.
Las imágenes son borrosas, mucho. No distingo sus rostros o vestimentas, tan solo unas siluetas muy opacas, imprecisas. Es casi como si los mirara tras un vidrio empañado que, por más que quiera limpiar, sigue cubierto por el vapor.
Yo… estoy segura de que son recuerdos.
En comparación a otros de mis sueños, veo siempre a las mismas personas. Ese hombre y esa mujer a los cuales les acompaña una molesta nostalgia de mi parte, dolor, incomodidad.
No pude volver a dormir, las imágenes se repetían una y otra vez, por lo que decidí despertar completamente y escribir la escena, aunque ya no sea tan nueva. He soñado este mismo fragmento, por lo menos, una decena de veces.
Odio tener estas partes de mí tan revueltas. Detesto tener una idea de lo que creo saber y no poder confirmar algo concreto, tener la verdad en mis manos, tal y como es.
Siento que estoy bajo demasiado estrés por la espera de los resultados de esos exámenes que me ayudarán a corroborar mis sospechas y eso ha precipitado estos sueños, los malos sentimientos, las dudas.
Necesito dormir. Nada gano con seguir dándole vueltas a esto, no por el momento.
Lo intentaré.
Cierro nuevamente el cuaderno y lo miro desde un lado. Es grueso, deben haber por lo menos cien entradas de diario escritas. Tratar de entender a su autor será complicado. No tengo un contexto, ni una pista de quién es.
Miro el reloj y ya es hora de partir. Seguiré el día de mañana. Debo estar en casa de Nastya antes de la siete de la noche.
—¿Ya te vas? —Mamá me pregunta al verme acomodar en mi maleta un poco de ropa para el siguiente día—. ¿Tienes regalo?
—Sí, ya me voy y no, no tengo regalo.
—Ten —dice, estirándome un billete de cincuenta rublos—, cómprale unos chocolates o un peluche.
Mamá estima a Nastya. Ha sido un gran apoyo para mí en esto. Únicamente ella y Aleksey conocen los pormenores de mi situación. Fueron ellos los que me ayudaron a pasar mis objetos de valor a la bodega cuando tuvimos que mudarnos.
Nastya es una buena amiga, sabe guardar un secreto —cuando debe hacerlo—, como yo guardo el suyo y la psicosis de su hermano, más que nada, lo que hizo para terminar encerrado en un hospital.
—Gracias mamá —le doy un beso y guardo el billete. Pasaré por la juguetería en camino a su casa. Un nuevo pulpo violeta le encantará.
A veces quisiera poder robarme su alegría y tener un poco de su optimismo, tal vez hasta de su picardía. La envidio, de buena forma, por algo es mi mejor amiga. Y ahora iré a verla, pasar con ella la noche, olvidarme un poco de mi vida… lo necesito tanto.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Recuerden, pueden pasar por los comentarios y dejar uno si es de su agrado. Gracias por leer
Capitulo Ocho: Viva la vida
Lena Katina me intriga.
La declaración del año viniendo de mí. Especialmente porque no puedo dejar de mirarla, de esperar que algo más pase. Siempre me pareció una niñita mimada a la que le han repetido constantemente que es perfecta y así vive su vida, pensando que lo es, pero ayer…
Llegué a casa de Nastya y los chicos ya estaban allí. Ella, como es costumbre, robándose la atención con alguna historia absurda, sonriendo al tope de sus fastidiosas pecas sobre su cara, enseñando su dentadura también perfecta.
Pasé de ella para sentarme a lado de mi novio después de darle a mi amiga su regalo. Le gustó el peluche y las gomitas que compré. Las guardó en su cajón y dejó al nuevo miembro de su colección de muñecos sobre la mesa.
La conversación sin sentido continuó unas horas más. Comimos y soplamos las velas del pastel (que estuvo delicioso, por cierto) para después bailar un poco hasta que los papás de Nastya se fueron al aeropuerto. Se despidieron de su hija en la puerta de su casa; ella se notaba bastante acongojada por su partida. Nastya ama a sus padres y yo admiro su fortaleza, vivir sola no debe ser fácil. Yo en su lugar…, me hubiese ido con ellos, sin dudas.
Inna, su mamá, se me acercó unos minutos antes y me dio un fuerte abrazo. Seguramente usó ese instinto materno y supo que necesitaba uno. Aunque me desviva negándolo y que huya del contacto con la mayoría de gente, esta vez lo necesitaba. Quería un alivio sincero, uno que no sean los abrazos del caliente de Aleksey o la pena y vergüenza que mamá siente al hacerlo. Tan solo un consuelo, "todo estará bien", "gracias por venir"; un: "sé fuerte Yulia, todo pasará".
Cuando regresé a la mesa, Lena me veía extrañada por lo que acababa de presenciar y me preguntó si estaba bien.
—¿Luzco como si estuviera mal, Katina? —le pregunté molesta, pretendiendo normalidad con mi actitud de siempre.
—Luces cansada y… aunque, como siempre, te veas perfecta, podrías estar mal. Las apariencias engañan, Yulia —respondió entre dientes, girando su cuerpo para apoyarse de codos a la mesa y, sin esperar otra respuesta de mi parte, se insertó en la conversación que Vladímir tenía con Ruslán.
Nastya se nos unió minutos después y decidimos jugar unas partidas de strip-tease póquer. No solemos jugarlo así, pero es su cumpleaños número dieciocho, algo memorable debíamos hacer, ¿no? No había una gota de alcohol en la casa y tampoco saldríamos a comprarlo.
Aleksey y Vladímir perdieron tres veces, quedaron en ropa interior y medias. Ruslán en cambio perdió los pantalones y sus medias, se negó rotundamente a quitarse la camiseta, lo que a todos nos pareció extraño, pero es él, lo dejamos pasar. Nastya debió quitarse su suéter y su top, pero venía preparada; habíamos hablado con anticipación de que jugaríamos de esa forma y llevaba puesto su traje de baño en lugar de sostén. Yo tuve que quitarme solo la chaqueta de cuero y Lena su buzo, ambas perdimos tan solo una vez.
No acostumbro a verla o fijarme mucho en lo que hace, por lo que culpo lo sucedido al incidente de la mañana en el armario del conserje. Y es que no hay otra manera de explicarme por qué la ayudé el momento en que alzó sus brazos para quitarse esa prenda que debía pagar, y su camiseta que pegó a su buzo, subiendo hasta la mitad de su dorso, dejando su piel completamente descubierta.
Como instinto la sujeté con mi mano e impedí que diera un espectáculo, lo que en otra ocasión hubiese disfrutado con mis burlas… por semanas.
Claro que no fue mi repentina solidaridad para con ella lo que, personalmente, me sorprendió. Fue ese diminuto dibujo que tenía marcado justo sobre sus últimas dos costillas.
No debe medir más de dos centímetros y medio, tampoco está muy escondido que digamos, si vamos a la playa o a la piscina seguro lo vería con claridad. Es el tatuaje de una cruz, simple, negra completa; dos rectángulos cruzados entre sí, trazados en su costado derecho.
Nunca habría pensado en Lena como religiosa, mucho menos como el tipo de chica que tendría un tatuaje. No son cosas de niñas pop, simples y vacías, pero ahí estaba.
Lena se quitó la sudadera y se acomodó la remera, en ese momento la solté y volteé hacia Aleksey. Nadie más se dio cuenta de lo que hice o de mi asombro, no estaban prestando atención. La hemos visto en camiseta demasiadas veces como para que sea novedad.
Ella, sin duda, sintió mi agarre y, desde ese momento, me miró por el resto de la noche… tratando de ser discreta.
Estoy segura de que se preguntaba ¿por qué demonios la había ayudado?, ¿por qué no tomé mi teléfono y le saqué una foto de su indiscreción para enviársela a todas las personas que conocía?
No me lo preguntó y yo traté de no ver inconscientemente a ese lugar de su cuerpo. De todas formas, me pillé a mí misma un par de veces mirándola fijamente.
El juego terminó ahí y los chicos se marcharon, quedándonos únicamente Nastya, Lena y yo. Ellas decidieron ver una película, quizá ver unos videos. Yo me retiré a dormir.
La falta de sueño y el cansancio extremo me tenían agotada y me dio un fuerte dolor de cabeza. Nastya me regaló unos analgésicos que parecían somníferos y fui directo a apropiarme de la cama de Olga, compañera de alquiler de Nastya. Cuando hablé con ella en la tarde mencionó sólo una condición para prestármela:
—¡No permitas que Lena Katina toque mis cosas!
Le prometí que no la dejaría, pero siendo honestos, mientras no se apropiara del colchón con el que había soñado desde el medio día, bien podía robarse su vibrador que a mí me tenía sin cuidado.
No tengo idea de a qué hora llegaron a la habitación, o por qué está tan revuelta la cama de Nastya, con ella acostada a los pies de la misma y Lena en el cabezal tan solo en ropa interior.
No quiero saberlo.
El sol va aclarándolo todo y yo no quiero moverme de aquí, quisiera quedarme dos días más, así, en esta posición.
Las observo sin contenerme. Lucen tan tranquilas. Mi mejor amiga hecha un ovillo abrazada de sus piernas y la chica de arriba con sus brazos levantados por sobre su cara, lo que me permite ver otra vez ese pequeño dibujo grabado en tinta negra.
Lena Katina con un tatuaje… me intriga.
Capitulo Ocho: Viva la vida
Lena Katina me intriga.
La declaración del año viniendo de mí. Especialmente porque no puedo dejar de mirarla, de esperar que algo más pase. Siempre me pareció una niñita mimada a la que le han repetido constantemente que es perfecta y así vive su vida, pensando que lo es, pero ayer…
Llegué a casa de Nastya y los chicos ya estaban allí. Ella, como es costumbre, robándose la atención con alguna historia absurda, sonriendo al tope de sus fastidiosas pecas sobre su cara, enseñando su dentadura también perfecta.
Pasé de ella para sentarme a lado de mi novio después de darle a mi amiga su regalo. Le gustó el peluche y las gomitas que compré. Las guardó en su cajón y dejó al nuevo miembro de su colección de muñecos sobre la mesa.
La conversación sin sentido continuó unas horas más. Comimos y soplamos las velas del pastel (que estuvo delicioso, por cierto) para después bailar un poco hasta que los papás de Nastya se fueron al aeropuerto. Se despidieron de su hija en la puerta de su casa; ella se notaba bastante acongojada por su partida. Nastya ama a sus padres y yo admiro su fortaleza, vivir sola no debe ser fácil. Yo en su lugar…, me hubiese ido con ellos, sin dudas.
Inna, su mamá, se me acercó unos minutos antes y me dio un fuerte abrazo. Seguramente usó ese instinto materno y supo que necesitaba uno. Aunque me desviva negándolo y que huya del contacto con la mayoría de gente, esta vez lo necesitaba. Quería un alivio sincero, uno que no sean los abrazos del caliente de Aleksey o la pena y vergüenza que mamá siente al hacerlo. Tan solo un consuelo, "todo estará bien", "gracias por venir"; un: "sé fuerte Yulia, todo pasará".
Cuando regresé a la mesa, Lena me veía extrañada por lo que acababa de presenciar y me preguntó si estaba bien.
—¿Luzco como si estuviera mal, Katina? —le pregunté molesta, pretendiendo normalidad con mi actitud de siempre.
—Luces cansada y… aunque, como siempre, te veas perfecta, podrías estar mal. Las apariencias engañan, Yulia —respondió entre dientes, girando su cuerpo para apoyarse de codos a la mesa y, sin esperar otra respuesta de mi parte, se insertó en la conversación que Vladímir tenía con Ruslán.
Nastya se nos unió minutos después y decidimos jugar unas partidas de strip-tease póquer. No solemos jugarlo así, pero es su cumpleaños número dieciocho, algo memorable debíamos hacer, ¿no? No había una gota de alcohol en la casa y tampoco saldríamos a comprarlo.
Aleksey y Vladímir perdieron tres veces, quedaron en ropa interior y medias. Ruslán en cambio perdió los pantalones y sus medias, se negó rotundamente a quitarse la camiseta, lo que a todos nos pareció extraño, pero es él, lo dejamos pasar. Nastya debió quitarse su suéter y su top, pero venía preparada; habíamos hablado con anticipación de que jugaríamos de esa forma y llevaba puesto su traje de baño en lugar de sostén. Yo tuve que quitarme solo la chaqueta de cuero y Lena su buzo, ambas perdimos tan solo una vez.
No acostumbro a verla o fijarme mucho en lo que hace, por lo que culpo lo sucedido al incidente de la mañana en el armario del conserje. Y es que no hay otra manera de explicarme por qué la ayudé el momento en que alzó sus brazos para quitarse esa prenda que debía pagar, y su camiseta que pegó a su buzo, subiendo hasta la mitad de su dorso, dejando su piel completamente descubierta.
Como instinto la sujeté con mi mano e impedí que diera un espectáculo, lo que en otra ocasión hubiese disfrutado con mis burlas… por semanas.
Claro que no fue mi repentina solidaridad para con ella lo que, personalmente, me sorprendió. Fue ese diminuto dibujo que tenía marcado justo sobre sus últimas dos costillas.
No debe medir más de dos centímetros y medio, tampoco está muy escondido que digamos, si vamos a la playa o a la piscina seguro lo vería con claridad. Es el tatuaje de una cruz, simple, negra completa; dos rectángulos cruzados entre sí, trazados en su costado derecho.
Nunca habría pensado en Lena como religiosa, mucho menos como el tipo de chica que tendría un tatuaje. No son cosas de niñas pop, simples y vacías, pero ahí estaba.
Lena se quitó la sudadera y se acomodó la remera, en ese momento la solté y volteé hacia Aleksey. Nadie más se dio cuenta de lo que hice o de mi asombro, no estaban prestando atención. La hemos visto en camiseta demasiadas veces como para que sea novedad.
Ella, sin duda, sintió mi agarre y, desde ese momento, me miró por el resto de la noche… tratando de ser discreta.
Estoy segura de que se preguntaba ¿por qué demonios la había ayudado?, ¿por qué no tomé mi teléfono y le saqué una foto de su indiscreción para enviársela a todas las personas que conocía?
No me lo preguntó y yo traté de no ver inconscientemente a ese lugar de su cuerpo. De todas formas, me pillé a mí misma un par de veces mirándola fijamente.
El juego terminó ahí y los chicos se marcharon, quedándonos únicamente Nastya, Lena y yo. Ellas decidieron ver una película, quizá ver unos videos. Yo me retiré a dormir.
La falta de sueño y el cansancio extremo me tenían agotada y me dio un fuerte dolor de cabeza. Nastya me regaló unos analgésicos que parecían somníferos y fui directo a apropiarme de la cama de Olga, compañera de alquiler de Nastya. Cuando hablé con ella en la tarde mencionó sólo una condición para prestármela:
—¡No permitas que Lena Katina toque mis cosas!
Le prometí que no la dejaría, pero siendo honestos, mientras no se apropiara del colchón con el que había soñado desde el medio día, bien podía robarse su vibrador que a mí me tenía sin cuidado.
No tengo idea de a qué hora llegaron a la habitación, o por qué está tan revuelta la cama de Nastya, con ella acostada a los pies de la misma y Lena en el cabezal tan solo en ropa interior.
No quiero saberlo.
El sol va aclarándolo todo y yo no quiero moverme de aquí, quisiera quedarme dos días más, así, en esta posición.
Las observo sin contenerme. Lucen tan tranquilas. Mi mejor amiga hecha un ovillo abrazada de sus piernas y la chica de arriba con sus brazos levantados por sobre su cara, lo que me permite ver otra vez ese pequeño dibujo grabado en tinta negra.
Lena Katina con un tatuaje… me intriga.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
hasta ahora pude mirar el foro
y llevaba algunos capitulos
sin leer y me puse en ello
quien iba creer que Lena fuera asi
que sorpresa y Yulia todavia me intriga aunque
las dos no demuestan mucho de su personalidad
esta historia hasta ahora empiesa y esta muy interesante
hasta ahora pude mirar el foro
y llevaba algunos capitulos
sin leer y me puse en ello
quien iba creer que Lena fuera asi
que sorpresa y Yulia todavia me intriga aunque
las dos no demuestan mucho de su personalidad
esta historia hasta ahora empiesa y esta muy interesante
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
andyvolkatin, gracias por leer y comentar... Espero verte más seguido por acá como en el otro fics...
Capítulo Nueve: Dientes blancos
"Debe ser henna*", seguía pensando mientras conducía a Lena a su casa. No hablamos de nada en el camino, la música de mi radio sonaba por debajo de nuestros pensamientos.
Ella iba completamente desconectada del momento. Estaba concentrada enviándose mensajes con alguien y sonreía pícaramente con todos sus dientes blancos brillando como un comercial de algún dentífrico. Fue irritante oír sus risitas.
Nastya me botó al muerto, bueno, seamos justas, me lo "pidió" y después de lo bien que se ha portado conmigo, acepté. No dejaba de ser un trabajo pesado para mí. Todo el camino puso cara de: "estoy viendo porno y vaya que lo estoy disfrutando".
Apagó la luz de la pantalla cuando viré en la calle de su casa. Apoyó su brazo en el marco de la ventana abierta y la cabeza en su mano, dejando que el viento moviera su cabello rizado mientras ella disfrutaba de su frescura.
No estaba atenta a Lena, solo a su… despreocupación, sí, eso… o algo así.
Como sea, llegamos, recogió su maleta del piso del auto y regresó a verme, esperando algo.
—¡Bájate, ¿no?!
—Gracias por lo de ayer —me dijo, manteniéndose en la misma posición… esperando.
—Sí, sí, lo que sea. Tan solo no tenía ganas de borrar valiosas fotos de mi teléfono para poder tomarte unas cuantas semidesnuda —dije, e inmediatamente me percaté que los extremos de sus labios subían y su mirada se tornaba aún más traviesa que la que tenía minutos atrás—. Así que, no me agradezcas, que la próxima vez…
Mejor me callé.
Ella abrió la puerta y salió cerrándola suavemente, dejando su mano aún en el marco de la ventana, como si con esa acción pudiera detener el movimiento que yo iniciaba con el acelerador.
—No es henna —mencionó, resolviendo mi duda y, dando dos golpecitos en el mismo sitio que reposaba su mano, dio media vuelta y caminó hasta el pasillo de la entrada, perdiéndose tras la puerta.
Lena Katina…
En fin, ahora estoy en el apartamento que parece una caja de cerillos, sola. Mamá tenía una reunión urgente en la firma y no llegará hasta la tarde, lo que quiere decir que el idiota de Román tampoco vendrá.
Tomé un baño, no muy largo porque la falta de agua caliente en este lugar es notoria. Me hice una taza de café y me recosté en el sofá para continuar con mi lectura.
Veamos, ¿dónde me quedé?…
Entrada número cuatro.
12 de junio, 2015
Estamos a una hora de las doce de la noche. El día de la independencia está por terminar, aunque la fiesta seguirá por unas horas más.
Me tomé unos minutos para entrar al departamento de Jesús y sentarme a escribir esto porque necesitaba sacarlo de mi pecho.
Tengo un extraño sentimiento de libertad que nunca había sentido antes. Sin duda un efímero momento en mi vida, eso lo sé. Mañana todo regresará a la normalidad, pero justo en este instante (hoy, en este minuto), no tengo ninguna atadura… soy feliz.
Mil cosas pueden estar pasando, circunstancias que no puedo controlar; mi situación familiar, mi estatus… ¡Nada de eso importa! El mundo puede dejar de girar mañana, en cinco minutos si quiere… ¡Soy malditamente feliz!
Quizá es el efecto de todas las caipiriñas que me tomé o un remanente de los porros que fumamos con Jesús en el almuerzo…, pero hoy, hoy, ¡precisamente hoy!, no he cruzado palabra con ninguna persona de mi vida cotidiana. Nadie de la escuela, ni de mi familia, del trabajo… nadie. No he puesto un pie en casa, ni siquiera estoy vestida con mi propia ropa y, por alguna razón, eso me hace sentir extremadamente ligera, en paz…
No tengo que poner un show, ni controlarme en lo que digo, en lo que la gente espera de mí, en que debo cumplir un maldito canon y eso se siente tan, pero tan bien.
Día de la independencia (hmm), de verdad lo es.
Envidia eterna a esta persona, porque acabo de sentir la facilidad que tiene de dejar todo lo que le aturde a un lado. Ya quisiera yo, por un día, poder olvidarme de todo, de Román, de este maldito lugar o la falta de papá (me refiero a un verdadero papá), de la estupidez de mi madre porque vivir así, seguir viviendo así, lo es.
No siento que pueda ser feliz, no con todo esto encima. Tendría que mudarme a Marte y aún así mis problemas me seguirían.
Mi teléfono suena con un tono demasiado familiar. Es Aleksey y yo no quiero contestar.
Saco la cajetilla de cigarrillos del bolsillo de mi chaqueta junto con la fosforera plástica de color rojo anaranjado que compré ayer en camino a lo de Nastya y salgo cerrando la puerta con todo adentro. El diario, mi teléfono, mis gafas, mi billetera, mis llaves… Genial, ahora deberé esperar a mamá para poder entrar nuevamente.
Por algunos minutos camino por el parque y siento las miradas de la gente que vive por aquí.
Hay dos que tres personas que no te juzgan, las demás, digamos que no les gusta que la gente nueva merodee y, aunque ya he vivido en este lugar por dos meses, sigo siendo la niñita "rica" de cara bonita que no pertenece, y a la que todos le ponen cara de asco.
Son apenas las tres de la tarde y no, definitivamente no quiero estar aquí. Temo que más de uno de los tantos viejos gordos, mal vestidos y dejados al olvido con una botella de cerveza, vayan a salir de su casa a escupirme clavos oxidados que sacaron de sus propios autos. Muchos parecen estar a una ventisca de caerse en mil pedazos.
Enciendo un tabaco en mi camino a la salida, guardo el encendedor en mi bolsillo y siento unas monedas. Tres Rublos. Con esa cantidad de dinero puedo ir a la parada del bus, viajar hasta el centro comercial y regresar en la noche. Digamos que no es un mal plan, no leeré el diario, pero puedo pasar horas en la librería leyendo cualquier libro o ir a perder el tiempo en la tienda de discos. Quién dice que el dueño del misterioso cuaderno no sigue trabajando allí. Nada me cuesta ir a averiguarlo, ¿no?
Bien, estación del bus, allá voy.
*Henna: es un tinte natural de color rojizo que se emplea para el cabello y que además se usa en una técnica de coloración de la piel llamada mehndi.
Capítulo Nueve: Dientes blancos
"Debe ser henna*", seguía pensando mientras conducía a Lena a su casa. No hablamos de nada en el camino, la música de mi radio sonaba por debajo de nuestros pensamientos.
Ella iba completamente desconectada del momento. Estaba concentrada enviándose mensajes con alguien y sonreía pícaramente con todos sus dientes blancos brillando como un comercial de algún dentífrico. Fue irritante oír sus risitas.
Nastya me botó al muerto, bueno, seamos justas, me lo "pidió" y después de lo bien que se ha portado conmigo, acepté. No dejaba de ser un trabajo pesado para mí. Todo el camino puso cara de: "estoy viendo porno y vaya que lo estoy disfrutando".
Apagó la luz de la pantalla cuando viré en la calle de su casa. Apoyó su brazo en el marco de la ventana abierta y la cabeza en su mano, dejando que el viento moviera su cabello rizado mientras ella disfrutaba de su frescura.
No estaba atenta a Lena, solo a su… despreocupación, sí, eso… o algo así.
Como sea, llegamos, recogió su maleta del piso del auto y regresó a verme, esperando algo.
—¡Bájate, ¿no?!
—Gracias por lo de ayer —me dijo, manteniéndose en la misma posición… esperando.
—Sí, sí, lo que sea. Tan solo no tenía ganas de borrar valiosas fotos de mi teléfono para poder tomarte unas cuantas semidesnuda —dije, e inmediatamente me percaté que los extremos de sus labios subían y su mirada se tornaba aún más traviesa que la que tenía minutos atrás—. Así que, no me agradezcas, que la próxima vez…
Mejor me callé.
Ella abrió la puerta y salió cerrándola suavemente, dejando su mano aún en el marco de la ventana, como si con esa acción pudiera detener el movimiento que yo iniciaba con el acelerador.
—No es henna —mencionó, resolviendo mi duda y, dando dos golpecitos en el mismo sitio que reposaba su mano, dio media vuelta y caminó hasta el pasillo de la entrada, perdiéndose tras la puerta.
Lena Katina…
En fin, ahora estoy en el apartamento que parece una caja de cerillos, sola. Mamá tenía una reunión urgente en la firma y no llegará hasta la tarde, lo que quiere decir que el idiota de Román tampoco vendrá.
Tomé un baño, no muy largo porque la falta de agua caliente en este lugar es notoria. Me hice una taza de café y me recosté en el sofá para continuar con mi lectura.
Veamos, ¿dónde me quedé?…
Entrada número cuatro.
12 de junio, 2015
Estamos a una hora de las doce de la noche. El día de la independencia está por terminar, aunque la fiesta seguirá por unas horas más.
Me tomé unos minutos para entrar al departamento de Jesús y sentarme a escribir esto porque necesitaba sacarlo de mi pecho.
Tengo un extraño sentimiento de libertad que nunca había sentido antes. Sin duda un efímero momento en mi vida, eso lo sé. Mañana todo regresará a la normalidad, pero justo en este instante (hoy, en este minuto), no tengo ninguna atadura… soy feliz.
Mil cosas pueden estar pasando, circunstancias que no puedo controlar; mi situación familiar, mi estatus… ¡Nada de eso importa! El mundo puede dejar de girar mañana, en cinco minutos si quiere… ¡Soy malditamente feliz!
Quizá es el efecto de todas las caipiriñas que me tomé o un remanente de los porros que fumamos con Jesús en el almuerzo…, pero hoy, hoy, ¡precisamente hoy!, no he cruzado palabra con ninguna persona de mi vida cotidiana. Nadie de la escuela, ni de mi familia, del trabajo… nadie. No he puesto un pie en casa, ni siquiera estoy vestida con mi propia ropa y, por alguna razón, eso me hace sentir extremadamente ligera, en paz…
No tengo que poner un show, ni controlarme en lo que digo, en lo que la gente espera de mí, en que debo cumplir un maldito canon y eso se siente tan, pero tan bien.
Día de la independencia (hmm), de verdad lo es.
Envidia eterna a esta persona, porque acabo de sentir la facilidad que tiene de dejar todo lo que le aturde a un lado. Ya quisiera yo, por un día, poder olvidarme de todo, de Román, de este maldito lugar o la falta de papá (me refiero a un verdadero papá), de la estupidez de mi madre porque vivir así, seguir viviendo así, lo es.
No siento que pueda ser feliz, no con todo esto encima. Tendría que mudarme a Marte y aún así mis problemas me seguirían.
Mi teléfono suena con un tono demasiado familiar. Es Aleksey y yo no quiero contestar.
Saco la cajetilla de cigarrillos del bolsillo de mi chaqueta junto con la fosforera plástica de color rojo anaranjado que compré ayer en camino a lo de Nastya y salgo cerrando la puerta con todo adentro. El diario, mi teléfono, mis gafas, mi billetera, mis llaves… Genial, ahora deberé esperar a mamá para poder entrar nuevamente.
Por algunos minutos camino por el parque y siento las miradas de la gente que vive por aquí.
Hay dos que tres personas que no te juzgan, las demás, digamos que no les gusta que la gente nueva merodee y, aunque ya he vivido en este lugar por dos meses, sigo siendo la niñita "rica" de cara bonita que no pertenece, y a la que todos le ponen cara de asco.
Son apenas las tres de la tarde y no, definitivamente no quiero estar aquí. Temo que más de uno de los tantos viejos gordos, mal vestidos y dejados al olvido con una botella de cerveza, vayan a salir de su casa a escupirme clavos oxidados que sacaron de sus propios autos. Muchos parecen estar a una ventisca de caerse en mil pedazos.
Enciendo un tabaco en mi camino a la salida, guardo el encendedor en mi bolsillo y siento unas monedas. Tres Rublos. Con esa cantidad de dinero puedo ir a la parada del bus, viajar hasta el centro comercial y regresar en la noche. Digamos que no es un mal plan, no leeré el diario, pero puedo pasar horas en la librería leyendo cualquier libro o ir a perder el tiempo en la tienda de discos. Quién dice que el dueño del misterioso cuaderno no sigue trabajando allí. Nada me cuesta ir a averiguarlo, ¿no?
Bien, estación del bus, allá voy.
*Henna: es un tinte natural de color rojizo que se emplea para el cabello y que además se usa en una técnica de coloración de la piel llamada mehndi.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
bueno esta historia
me deja muchos interrogantes
porque espero con ancias cada capitulo
siguela pronto
bueno esta historia
me deja muchos interrogantes
porque espero con ancias cada capitulo
siguela pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Como cada Martes...
Andyvolkatin, recomiendo que no te despegues de la lectura porque el fics es muy, muy bueno e intrigante, aunque lo mejor tardará un poco. Así que a disfrutar!
Capítulo diez: Encantos y extrañezas
El transporte público y yo no nos llevamos bien. Pasando de la absurda lentitud y el tráfico, también están esas personas que, sin pena, llegan y se sientan a tu lado para imponer su olor tan particular y natural.
Me tomó cuarenta minutos llegar a la parada del centro comercial que queda justo a media cuadra de la entrada y, cuando pensé que no entraría ni una pluma en ese bus, se subió aún más gente. Me hice camino a empujones hasta la puerta, pero apenas llegué, la mitad de los pasajeros se bajaron conmigo, porque… al diablo la vida que aparentemente me quiere caer a golpes.
Ahora doy un fuerte respiro y me sacudo un poco la ropa. Siento que sobreviví una batalla, al menos ese último minuto intentando llegar a la salida.
Es una tarde de sábado así que el lugar está repleto. Hay gente en la acera caminando apresurada, otra tomándose selfies junto al letrero, haciendo muecas y labios de pato… Absurdo, ¿quién se toma fotos en un centro comercial?, ¿o en el baño de la casa? Cosas que jamás entenderé de la raza humana.
Alguien me llama la atención por su contextura, parece conocida, pero quién es. Camina en dirección a la puerta como yo, pero frente a mí. Debió venir de la calle contraria.
Estamos a más de cien metros de distancia, pero su caminar, el movimiento de sus cader… ¡¿Lena?!
No, no puede ser. Camino un poco más, fijándome dos, tres veces, antes de confirmar que sí es ella.
Casi no la reconozco. Nunca la había visto con esa mudada; unos jeans negros apretados, completamente cortados transversalmente, una camiseta blanca y vieja de una banda de punk, con unas botas negras que iban muy acorde a ese estilo y una gorrita negra de lana que, para qué mentir, no le quedaba nada mal. No es una pinta que veamos seguido en nuestra dulce y tierna…
Lena Katina.
Bien pudo haber sido su hermana gemela (su genial y malvada hermana gemela), pero no, era ella. Como siempre, me vio y me dio esa sonrisa tan típica.
—¡Yulia!
—Hermana malévola de Lena —le respondo, viéndola de pies a cabeza. Sigo intrigada—. No sé si debo decir que es un gusto verte "así" o asustarme por tu cambio.
—Oh… ¿lo dices por el atuendo? —me pregunta, revisándose a ella misma de arriba hacia abajo.
—¿Qué haces, Katina? ¿Vas a una fiesta de disfraces o qué?
—¿Tiene algo de malo lo que visto? Yo creo que me veo bien.
Muy bien, en realidad, pero ese no es el punto.
—¿A qué estás jugando?
—¿Yo? —Realmente está sorprendida de que me llame la atención su nuevo look o es que quiere convencerme de que no es raro. No lo logra.
—¡Sí, tú! ¿Qué bicho te picó? Porque no tengo idea de quién eres. Te agarró un virus o…
—Lo dices porque no llevo mi típico "uniforme" —puntualizó, ayudándose de un gesto con sus dedos—, ¿o es por lo que viste ayer?
—Vamos, Lena, eres la chica buenita, la hija perfecta, la estudiante estrella. ¿Desde cuando fumas, tienes un tatuaje y vistes… relativamente decente?
—Tal vez sí me contagié de algo en las vacaciones. Acaso ¿importa? —me pregunta alzando los hombros, manteniendo su sonrisa.
¿Por qué estoy haciendo una escenita de esto? ¿Si a ella no le importa su cambio, por qué a mí? Ah, ya, ya recuerdo. Porque de repente se convirtió en un maldito misterio que mi desorden compulsivo tiene que resolver.
—¿Tú qué haces aquí, Yulia? Pensé que le habías dicho a Nastya que tenías cosas que hacer, "cosas importantes que hacer", por eso te ibas temprano a casa.
—Me quedé afuera… —digo y ella me devuelve una mirada confusa—, dejé las llaves adentro de mi casa cuando salí a tomar un poco de aire, así que vine a perder el tiempo hasta que mi
mamá llegue y me deje entrar —le explico—. ¿"Tú" que haces aquí, vestida así? Todavía no es Halloween.
Ríe con el comentario, agitando su cabeza de lado a lado.
—Vine a ver una película. Inicia a las siete de la noche. Hasta eso pensé, en ir a leer algo en la librería o a ver que hay de nuevo en la tienda de música. ¿Quieres venir?
Hmm, venimos a lo mismo. Puedo usar esta oportunidad para preguntarle sobre su tatuaje, ¿cuándo se lo hizo?, ¿qué significa o desde cuándo fuma?
Aceptémoslo, la curiosidad que tengo desde ayer no va a esfumarse así nada más. Debo hacer algo.
—Iba a hacer esas mismas cosas… sola. No necesito compañía, Katina.
Lena insistirá en que la acompañe. Ella es así, una persona de hacer las cosas en equipo.
—Okey.
¿Qué? ¡No, tenía que insistir! ¡Diablos! Me retuerzo por dentro sin dejárselo saber. Mi plan, tirado a la basura por su nueva actitud.
—Nos vemos el lunes, entonces, cuídate. —Se despide y sigue su camino sin regresar a verme.
¿Qué le pasa? Ella no es así.
Va a unos metros delante de mí y yo la sigo como si mi objetivo fuese perseguirla como un cachorrito sin dueño.
"Espera… ¡¿qué demonios?!"
Me escucho gritarme a mí misma cuando la razón me golpea, haciéndome caer en cuenta de que estaba por subir las mismas escaleras eléctricas que la llevaban a la segunda planta.
¡Basta, Yulia, a lo que vinimos! Otro día le preguntas sobre su tatuaje. Ahora lo que importa es saber de quién es el diario.
Cambio mi camino y voy directo a la tienda de música que queda en ese mismo piso. Amo el lugar, o lo hacía cuando tenía el dinero para comprar discos. Es el único local en toda la ciudad que todavía hace importaciones de ediciones americanas de álbumes que no se pueden conseguir aquí… y a buenos precios que es lo más importante.
Reviso la sección de música alternativa por un rato, deteniéndome para leer las listas de canciones. Hay dos chicos atendiendo, no recuerdo haberlos visto antes, pero tampoco es que me fijo mucho en quién me atiende. Usualmente vengo, tomo lo que quiero, pago y me voy.
Finjo interés en varios discos y de paso le coqueteo al empleado que está más cerca. En unos minutos me acercaré a hacerle unas preguntas.
—¿No encuentras lo que buscas? —Se me adelanta.
Vamos, los chicos en su gran mayoría son tan fáciles, apenas lo miré y le medio sonreí. Es lindo, tiene una barba dejada de un par de días y una quijada con un hoyuelo en medio
—No, en realidad, no. Estoy tras un disco antiguo de Radiohead. El chico que me atendió en el verano dijo que me avisaría apenas llegue —le digo "avergonzándome" cuando me devuelve la sonrisa—. Sigo esperando su llamada.
—Hmm, no sabría qué decirte. No trabajé aquí en el verano —me responde, confirmando que perdí mi tiempo.
—Pero debes conocer a los que lo hicieron, ¿no? Tal vez tengas su número anotado en algún lugar…
—¿Y si mejor me dices qué álbum buscabas?, podría ver si lo tenemos en la bodega —contesta cambiando completamente la dirección de la conversación. Como si no tuviera ya todos los discos de Radiohead en vinilo.
—Es el The Bends —le miento con un suspiro. Él se apura a buscarlo y yo me dirijo al otro encargado a preguntarle lo mismo, sin un céntimo de simpatía.
No tarda en informarme que la tienda tiene la política de rotar a sus empleados durante las vacaciones de verano y que suelen contratar a pasantes que los cubran. No tiene idea de quién trabajó esos meses y el único empleado fijo es un tal Vasili que, convenientemente, no viene los fines de semana.
Me doy por vencida, no voy a sacar nada aquí y no tengo dinero para comprar la buena música que encontré. Mejor me voy antes de que el simpático vendedor regrese. Todavía tengo un par de horas antes de verme obligada a regresar a la pocilga y… podría intentar nuevamente con Lena, iniciar la conversación que quería.
Ahora, ¡no seas idiota y la mandes a volar a la primera! Está muy rara, así que con tino.
Recorro el local entero, pasillo por pasillo, hay mucha gente y se me dificulta hallarla. Subo al segundo piso, desde allí podré divisar mejor entre la gente. Me escabullo por la zona de niños, la de amantes del tejido en lana, la de jardinería, la de manualidades con escarcha dorada y nada.
Este no es mi día.
Doy un último vistazo desde el tope de las escaleras y, exhalando mi cansancio, decido ir por un libro para sentarme a leer. No la voy a encontrar jamás.
Voy a mi sección favorita, literatura clásica, hay muy buenas obras allí. Paso con mi vista por varios libros, deteniéndome en uno que me llama la atención por su encuadernación. Lo saco para darle un vistazo y escucho un susurro a mis espaldas que me hace brincar por dentro:
—No sabía que te gustaban las historias románticas. —Es ella—. ¿Jane Austen?
—Orgullo y Prejuicio es un buen libro —le respondo sin mirarla—. Además no iba a leerlo, solo veía la edición, es nueva.
—Ajá… —Se burla con una risita.
—¡¿Lo has leído siquiera?! —le pregunto fastidiada. Me intriga, pero es una idiota.
—Tres veces, Yulia. No digo que sea malo, solo creí que eras fan de otro tipo de literatura… ya sabes, algo más como… Cincuenta Sombras de Grey… —dice, logrando que la mire fijamente… con rabia—, lo digo por lo de la tortura y el placer, ¡no me mates! Me imagino que te gusta el sadomasoquismo y esas cosas.
—En tus sueños, Katina.
—Hmm, ¿entonces te gusta el romance hasta en el sexo? Definitivamente no es algo que esperaba de ti.
—¿Y tú, muy de esposas en la cabecera de la cama? —rebato más que irritada. Desde cuando ella asume cosas de mí, ni siquiera me conoce y seguro es súper virgen—. Dime, ¿se las robas a tu papá, o te compraste unas con plumas de color violeta y, de paso, un látigo?
Me sonríe de forma traviesa, moviendo sus cejas provocativamente, dejándome saber que no es que tuviera unas, es que no le molestaba la idea de usarlas.
"¡No quiero más preguntas, necesito respuestas!", me reprocho en medio de mil ideas que acaban de volar en mi mente. Volvamos al tema que me interesa.
—¿Es por eso que te tatuaste una cruz? ¿Para no tener que pedir perdón cada vez que haces tus cochinadas?
—No creo que el sexo sea "cochino" y no fue por eso.
—¿Entonces? —le pregunto gestualizando lo obvio, quiero la razón.
—Eso… quizá un día, Yulia, si te ganas mi confianza, te lo diré —enuncia y, por el mismo camino que vino, se marcha a devolver el libro que había tomado prestado, saliendo del local, así, tal cual, sin siquiera un adiós.
¡Lena Katina…!
¡Diablos, lo hizo otra vez!
Andyvolkatin, recomiendo que no te despegues de la lectura porque el fics es muy, muy bueno e intrigante, aunque lo mejor tardará un poco. Así que a disfrutar!
Capítulo diez: Encantos y extrañezas
El transporte público y yo no nos llevamos bien. Pasando de la absurda lentitud y el tráfico, también están esas personas que, sin pena, llegan y se sientan a tu lado para imponer su olor tan particular y natural.
Me tomó cuarenta minutos llegar a la parada del centro comercial que queda justo a media cuadra de la entrada y, cuando pensé que no entraría ni una pluma en ese bus, se subió aún más gente. Me hice camino a empujones hasta la puerta, pero apenas llegué, la mitad de los pasajeros se bajaron conmigo, porque… al diablo la vida que aparentemente me quiere caer a golpes.
Ahora doy un fuerte respiro y me sacudo un poco la ropa. Siento que sobreviví una batalla, al menos ese último minuto intentando llegar a la salida.
Es una tarde de sábado así que el lugar está repleto. Hay gente en la acera caminando apresurada, otra tomándose selfies junto al letrero, haciendo muecas y labios de pato… Absurdo, ¿quién se toma fotos en un centro comercial?, ¿o en el baño de la casa? Cosas que jamás entenderé de la raza humana.
Alguien me llama la atención por su contextura, parece conocida, pero quién es. Camina en dirección a la puerta como yo, pero frente a mí. Debió venir de la calle contraria.
Estamos a más de cien metros de distancia, pero su caminar, el movimiento de sus cader… ¡¿Lena?!
No, no puede ser. Camino un poco más, fijándome dos, tres veces, antes de confirmar que sí es ella.
Casi no la reconozco. Nunca la había visto con esa mudada; unos jeans negros apretados, completamente cortados transversalmente, una camiseta blanca y vieja de una banda de punk, con unas botas negras que iban muy acorde a ese estilo y una gorrita negra de lana que, para qué mentir, no le quedaba nada mal. No es una pinta que veamos seguido en nuestra dulce y tierna…
Lena Katina.
Bien pudo haber sido su hermana gemela (su genial y malvada hermana gemela), pero no, era ella. Como siempre, me vio y me dio esa sonrisa tan típica.
—¡Yulia!
—Hermana malévola de Lena —le respondo, viéndola de pies a cabeza. Sigo intrigada—. No sé si debo decir que es un gusto verte "así" o asustarme por tu cambio.
—Oh… ¿lo dices por el atuendo? —me pregunta, revisándose a ella misma de arriba hacia abajo.
—¿Qué haces, Katina? ¿Vas a una fiesta de disfraces o qué?
—¿Tiene algo de malo lo que visto? Yo creo que me veo bien.
Muy bien, en realidad, pero ese no es el punto.
—¿A qué estás jugando?
—¿Yo? —Realmente está sorprendida de que me llame la atención su nuevo look o es que quiere convencerme de que no es raro. No lo logra.
—¡Sí, tú! ¿Qué bicho te picó? Porque no tengo idea de quién eres. Te agarró un virus o…
—Lo dices porque no llevo mi típico "uniforme" —puntualizó, ayudándose de un gesto con sus dedos—, ¿o es por lo que viste ayer?
—Vamos, Lena, eres la chica buenita, la hija perfecta, la estudiante estrella. ¿Desde cuando fumas, tienes un tatuaje y vistes… relativamente decente?
—Tal vez sí me contagié de algo en las vacaciones. Acaso ¿importa? —me pregunta alzando los hombros, manteniendo su sonrisa.
¿Por qué estoy haciendo una escenita de esto? ¿Si a ella no le importa su cambio, por qué a mí? Ah, ya, ya recuerdo. Porque de repente se convirtió en un maldito misterio que mi desorden compulsivo tiene que resolver.
—¿Tú qué haces aquí, Yulia? Pensé que le habías dicho a Nastya que tenías cosas que hacer, "cosas importantes que hacer", por eso te ibas temprano a casa.
—Me quedé afuera… —digo y ella me devuelve una mirada confusa—, dejé las llaves adentro de mi casa cuando salí a tomar un poco de aire, así que vine a perder el tiempo hasta que mi
mamá llegue y me deje entrar —le explico—. ¿"Tú" que haces aquí, vestida así? Todavía no es Halloween.
Ríe con el comentario, agitando su cabeza de lado a lado.
—Vine a ver una película. Inicia a las siete de la noche. Hasta eso pensé, en ir a leer algo en la librería o a ver que hay de nuevo en la tienda de música. ¿Quieres venir?
Hmm, venimos a lo mismo. Puedo usar esta oportunidad para preguntarle sobre su tatuaje, ¿cuándo se lo hizo?, ¿qué significa o desde cuándo fuma?
Aceptémoslo, la curiosidad que tengo desde ayer no va a esfumarse así nada más. Debo hacer algo.
—Iba a hacer esas mismas cosas… sola. No necesito compañía, Katina.
Lena insistirá en que la acompañe. Ella es así, una persona de hacer las cosas en equipo.
—Okey.
¿Qué? ¡No, tenía que insistir! ¡Diablos! Me retuerzo por dentro sin dejárselo saber. Mi plan, tirado a la basura por su nueva actitud.
—Nos vemos el lunes, entonces, cuídate. —Se despide y sigue su camino sin regresar a verme.
¿Qué le pasa? Ella no es así.
Va a unos metros delante de mí y yo la sigo como si mi objetivo fuese perseguirla como un cachorrito sin dueño.
"Espera… ¡¿qué demonios?!"
Me escucho gritarme a mí misma cuando la razón me golpea, haciéndome caer en cuenta de que estaba por subir las mismas escaleras eléctricas que la llevaban a la segunda planta.
¡Basta, Yulia, a lo que vinimos! Otro día le preguntas sobre su tatuaje. Ahora lo que importa es saber de quién es el diario.
Cambio mi camino y voy directo a la tienda de música que queda en ese mismo piso. Amo el lugar, o lo hacía cuando tenía el dinero para comprar discos. Es el único local en toda la ciudad que todavía hace importaciones de ediciones americanas de álbumes que no se pueden conseguir aquí… y a buenos precios que es lo más importante.
Reviso la sección de música alternativa por un rato, deteniéndome para leer las listas de canciones. Hay dos chicos atendiendo, no recuerdo haberlos visto antes, pero tampoco es que me fijo mucho en quién me atiende. Usualmente vengo, tomo lo que quiero, pago y me voy.
Finjo interés en varios discos y de paso le coqueteo al empleado que está más cerca. En unos minutos me acercaré a hacerle unas preguntas.
—¿No encuentras lo que buscas? —Se me adelanta.
Vamos, los chicos en su gran mayoría son tan fáciles, apenas lo miré y le medio sonreí. Es lindo, tiene una barba dejada de un par de días y una quijada con un hoyuelo en medio
—No, en realidad, no. Estoy tras un disco antiguo de Radiohead. El chico que me atendió en el verano dijo que me avisaría apenas llegue —le digo "avergonzándome" cuando me devuelve la sonrisa—. Sigo esperando su llamada.
—Hmm, no sabría qué decirte. No trabajé aquí en el verano —me responde, confirmando que perdí mi tiempo.
—Pero debes conocer a los que lo hicieron, ¿no? Tal vez tengas su número anotado en algún lugar…
—¿Y si mejor me dices qué álbum buscabas?, podría ver si lo tenemos en la bodega —contesta cambiando completamente la dirección de la conversación. Como si no tuviera ya todos los discos de Radiohead en vinilo.
—Es el The Bends —le miento con un suspiro. Él se apura a buscarlo y yo me dirijo al otro encargado a preguntarle lo mismo, sin un céntimo de simpatía.
No tarda en informarme que la tienda tiene la política de rotar a sus empleados durante las vacaciones de verano y que suelen contratar a pasantes que los cubran. No tiene idea de quién trabajó esos meses y el único empleado fijo es un tal Vasili que, convenientemente, no viene los fines de semana.
Me doy por vencida, no voy a sacar nada aquí y no tengo dinero para comprar la buena música que encontré. Mejor me voy antes de que el simpático vendedor regrese. Todavía tengo un par de horas antes de verme obligada a regresar a la pocilga y… podría intentar nuevamente con Lena, iniciar la conversación que quería.
Ahora, ¡no seas idiota y la mandes a volar a la primera! Está muy rara, así que con tino.
Recorro el local entero, pasillo por pasillo, hay mucha gente y se me dificulta hallarla. Subo al segundo piso, desde allí podré divisar mejor entre la gente. Me escabullo por la zona de niños, la de amantes del tejido en lana, la de jardinería, la de manualidades con escarcha dorada y nada.
Este no es mi día.
Doy un último vistazo desde el tope de las escaleras y, exhalando mi cansancio, decido ir por un libro para sentarme a leer. No la voy a encontrar jamás.
Voy a mi sección favorita, literatura clásica, hay muy buenas obras allí. Paso con mi vista por varios libros, deteniéndome en uno que me llama la atención por su encuadernación. Lo saco para darle un vistazo y escucho un susurro a mis espaldas que me hace brincar por dentro:
—No sabía que te gustaban las historias románticas. —Es ella—. ¿Jane Austen?
—Orgullo y Prejuicio es un buen libro —le respondo sin mirarla—. Además no iba a leerlo, solo veía la edición, es nueva.
—Ajá… —Se burla con una risita.
—¡¿Lo has leído siquiera?! —le pregunto fastidiada. Me intriga, pero es una idiota.
—Tres veces, Yulia. No digo que sea malo, solo creí que eras fan de otro tipo de literatura… ya sabes, algo más como… Cincuenta Sombras de Grey… —dice, logrando que la mire fijamente… con rabia—, lo digo por lo de la tortura y el placer, ¡no me mates! Me imagino que te gusta el sadomasoquismo y esas cosas.
—En tus sueños, Katina.
—Hmm, ¿entonces te gusta el romance hasta en el sexo? Definitivamente no es algo que esperaba de ti.
—¿Y tú, muy de esposas en la cabecera de la cama? —rebato más que irritada. Desde cuando ella asume cosas de mí, ni siquiera me conoce y seguro es súper virgen—. Dime, ¿se las robas a tu papá, o te compraste unas con plumas de color violeta y, de paso, un látigo?
Me sonríe de forma traviesa, moviendo sus cejas provocativamente, dejándome saber que no es que tuviera unas, es que no le molestaba la idea de usarlas.
"¡No quiero más preguntas, necesito respuestas!", me reprocho en medio de mil ideas que acaban de volar en mi mente. Volvamos al tema que me interesa.
—¿Es por eso que te tatuaste una cruz? ¿Para no tener que pedir perdón cada vez que haces tus cochinadas?
—No creo que el sexo sea "cochino" y no fue por eso.
—¿Entonces? —le pregunto gestualizando lo obvio, quiero la razón.
—Eso… quizá un día, Yulia, si te ganas mi confianza, te lo diré —enuncia y, por el mismo camino que vino, se marcha a devolver el libro que había tomado prestado, saliendo del local, así, tal cual, sin siquiera un adiós.
¡Lena Katina…!
¡Diablos, lo hizo otra vez!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
esto se esta poniendo bueno
vamos descubriendo cosas interesantes
poco a poco de Lena y de Yulia
estuvo un poco corto el capitulo
y no me voy adespegar de esta historia
me gusta bastante
esto se esta poniendo bueno
vamos descubriendo cosas interesantes
poco a poco de Lena y de Yulia
estuvo un poco corto el capitulo
y no me voy adespegar de esta historia
me gusta bastante
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Otro capítulo... Tengo que irme así que, disfruten!
Capitulo once: Acaso alguien se ha preguntado?
Traté de concentrarme en la lectura que tenía frente a mí, pero me fue imposible. Tenía que encontrarme con Lena esa tarde para que siga llenándome de interrogantes la cabeza como si fuese el misterio mejor guardado del planeta?
¡Por favor! ¡Es un simple tatuaje de una cruz, no los jeroglíficos ancestrales de una tribu perdida!
¿Qué diablos puede significar su tatuaje para que tenga que esperar a que yo «me gane su confianza» para decírmelo?
¡Yo tengo un tatuaje, finalizando mi cuello! Una palabra en arabe: Hiyam. Significa la pasión, la emoción más poderosa; el amor. Me lo hice para no olvidar lo que más quiero en esta vida, que todo lo que haga, lo hago porque me gusta; punto.
El suyo es una cruz. ¡Una pequeña y sobria cruz negra!
Cuál más podría ser su representación que: uno, es virgen y quiere mantenerse pura por el resto de la eternidad —aunque le encante la idea de que la nalgueen atada a una cama—; dos, que encontró la salvación en Jesucristo y se unió a uno de esos grupos raros de oración que más parecen cultos y danzan desnudos alrededor de una fogata o; tres, no pudo aguantar el dolor de la aguja y el dibujo quedó en esa pequeñez.
… O es henna, aunque ella diga que no.
Sea cual sea su razón, ¿cuán relevante puede ser que viene envuelta en tanto secreto?
—Yulia, ¡por fin!
—¿Mamá? —Me asombro de escuchar su alivio al entrar al apartamento. Está sentada en mi supuesta cama, con una seria cara de preocupación.
—¡Pensé que algo te había pasado!
—¿Por qué me pasaría algo? Fui al centro comercial.
—Llegué temprano y no estabas. Te llamé y encontré tu celular tirado en el piso junto al sofá y la puerta entreabierta… —Me informa, entregándomelo.
—¿Qué? No, no, no. Yo me quedé afuera porque olvidé sacar la llave y la puerta estaba cerrada… completamente cerrada. —La reviso para asegurarme de que no tenga un defecto, pero no, la
puerta cierra.
—No creo que nos hayan robado, ya revisé todo —dice mamá, dando una última mirada a las cosas que podrían considerarse de valor.
—¡El diario! —Recuerdo y me apresuro a buscarlo sobre el sillón dónde lo había dejado, pero no hay nada allí. Giro rápidamente en todas direcciones y me agacho, todo en una fracción de segundos, o así se siente por el mareo que acaba de darme.
—¿Te refieres a esto? —Mamá me pregunta, agitándolo en sus manos—. ¿Es tuyo?
—¡Pudiste decirme que lo tenías, en lugar de provocarme un paro cardíaco! —le reclamo, estirando la mano para que me lo regrese.
—Te pregunté si era tuyo —insiste con una actitud demasiado severa. Seguro lo leyó y no le hizo gracia.
—Sí… bueno, no. Lo encontré en un basurero, me interesó y…
—¡Es un diario!
—¡Eso ya lo sé y es evidente que tú también! Lo leíste, ¿no?
Se queda callada hasta que la vence un «no».
—¡Mamá!
—¡Yulia, estaba preocupada! Solo le di una hojeada, pensé que quizá dejaste una nota adentro.
—Bueno, dámelo —le exijo, más ella no me hace caso. Me queda mirando, pensando en su siguiente acción—. ¡Ahora es mío, devuélvemelo! —Me adelanto.
—¿Sabes quién lo escribió?
—No, no dice nombres, ni del autor, ni de sus padres o sus amigos, de nada… no todavía —le respondo, ella ni se inmuta—. ¿Qué te pasa? Es un simple diario. Dámelo. Hace cinco minutos jurabas que yo lo había escrito.
—Pensé que se trataba de una de tus historias y si era así… no tendría problema en devolvértelo.
—¡No, no, no, no! El diario es mío. Yo lo encontré y tu sabes muy bien que la ley dice que si rescatas algo de la basura es tuyo.
—En realidad es de la cuidad…
—¡No si todavía no lo ha recogido el camión!
—¡Hija…! —Vaciló—. Creo que deberíamos entregarlo a la policía.
—¡¿Qué?!
¿Me está jodiendo? No es como si me hubiera encontrado un millón de euros o las joyas de la corona.
—¿Por qué se lo entregaría a la policía? Estás exagerando, mamá, es un simple cuaderno.
—«Esto» es lo que me preocupa —menciona, entregándome el recorte de periódico viejo. El papel es de un tono amarillo adquirido por el tiempo.
—¿Qué es esto?
—Es el reportaje de un caso muy notorio a principios del año dos mil, lo recuerdo muy bien. Una niña de tres años de Korsakovo, llamó a emergencias para que ayuden a su mamá. Cuando la policía llegó se encontraron con la horrible escena de una mujer muerta en una piscina de su propia sangre y dos niñas de tres y cuatro años de testigos.
—¿Asesinada?
—No se supo, no salieron esos detalles al público.
—Pensé que dijiste que había sido un caso muy famoso.
—Lo fue, pero no por la mujer.
—Como sea, ¿qué tiene que ver todo esto con el diario, mamá?
—Ese reportaje estaba dentro del compartimento de la tapa del cuaderno —me aclaró—. Mira la fotografía.
Me concentro en ella, pero es tan pequeña y borrosa que no se distinguen demasiados detalles. Hay par de niñas de las manos de unos oficiales, afuera de una casa blanca de mediano tamaño y un enorme jardín verde. No se ven sus rostros.
—Ahora mira ésta —Me alcanza una foto vertical de un hombre de tez blanca y cabellos claros con una niña pequeña en sus brazos. Él le cubre el rostro con su cabeza reposada sobre su hombro—. ¿Lo notas? —me pregunta esperando unos segundos, pero no entiendo qué…
—El vestido… los zapatos.
—Son los mismos. Ahora voltea la foto, Yulia.
Hay dos inscripciones al reverso. Una hecha años atrás con tinta negra difuminada que lee: «Papá y yo». Y otra, claramente reciente, en color azul fuerte: «La niña soy yo».
—Aún sigo sin entender.
—Ambas niñas se perdieron en el sistema de Servicios Sociales días después del incidente. La prensa aludía un manejo irresponsable del caso por parte de la policía, hasta se sospechó que habían sido secuestradas y vendidas en el mercado negro para trata de blancas —me explica y, claro, eso fue lo que hizo notorio al caso—. Las buscaron por meses, años y nunca hubo una sola pista. Lo recuerdo porque la niña menor… tenía tu edad.
Me corre un escalofrío por el cuerpo de contemplar esa posibilidad. ¡Eran niñas diminutas de tres y cuatro años! ¿Fueron vendidas en el mercado negro? Tan solo pensarlo es grotesco.
—Y tú crees que la persona que escribe el diario es una de ellas?
—Creo que es algo que la policía debería investigar.
—Dijiste que fue negligencia suya que las niñas desaparecieran ¿y así quieres darles todas las pistas que puedan existir?
—¡Alguien debe investigar esto, Yulia!
—¡No será la policía, el diario es mío y no se los voy a entregar!
—Yulia, ¿no me digas que ya te obsesionaste con esto? —me reclama porque me conoce muy bien—. Jamás debí haberlo mencionado.
—Mira, mamá. Lo leeré y tomaré muy en cuenta lo que me dijiste. Si encuentro una pista o evidencia te lo haré saber, pero el diario se queda conmigo.
—No, Yulia. Esto es más importante que tu capricho.
—¡Es mío! —grito, mirando a mamá, y respiro para controlarme—. Ni siquiera estás segura de qué pasó. Como dijiste, nadie lo supo y aparte del reportaje no hay más pruebas, no todavía. Tengo que leerlo.
Mamá se mantiene en silencio, pensando si debería forzarme o apoyarme. Sus brazos cruzados y su inquieto pie la delatan.
—Esto es serio, Yulia, muy serio.
—Sí, lo sé, pero esta persona está en mi escuela, en mi clase, yo podría descubrir más rápido quién es. Además, lo más seguro, es que ese diario sea una serie de recuentos insignificantes de adolescente y lo sabes.
—Posiblemente…
—Bien, lo leeré y te contaré si encuentro algo importante, ahora dámelo.
Da un suspiro y me lo entrega… finalmente.
—Confío en ti, Yulia. No sabes qué puede estarle pasando a esta chica o por qué hace las cosas que hace.
—¡Lo leíste, lo sabía!
—Tan solo un par de entradas y concuerdo contigo, son bastante simples… por así decirlo. Creo que tiene mucho tiempo libre y muy malos hábitos.
Por supuesto, a qué padre le gusta enterarse que su hijo fuma, bebe y tiene sexo. A ninguno, así que culpemos a sus malos hábitos y declaremos que es una mala influencia. ¿Dónde está mi corona?, que yo podría ser la reina de ese club.
Mamá se olvida que cuando voy a donde Aleksey, no ponemos el canal de caricaturas y nos sentamos a jugar damas chinas.
Mamá me da las buenas noches y se retira a su cuarto. Yo me acomodo en el sofá mirando la foto.
Es una niña muy chica para que ese haya sido su destino. Se ve dulce e inocente. Su vestido color blanco con flores rojas en los bordes, su diadema y sus zapatos de muñeca del mismo color… Solo espero que mamá no tenga razón esta vez.
Capitulo once: Acaso alguien se ha preguntado?
Traté de concentrarme en la lectura que tenía frente a mí, pero me fue imposible. Tenía que encontrarme con Lena esa tarde para que siga llenándome de interrogantes la cabeza como si fuese el misterio mejor guardado del planeta?
¡Por favor! ¡Es un simple tatuaje de una cruz, no los jeroglíficos ancestrales de una tribu perdida!
¿Qué diablos puede significar su tatuaje para que tenga que esperar a que yo «me gane su confianza» para decírmelo?
¡Yo tengo un tatuaje, finalizando mi cuello! Una palabra en arabe: Hiyam. Significa la pasión, la emoción más poderosa; el amor. Me lo hice para no olvidar lo que más quiero en esta vida, que todo lo que haga, lo hago porque me gusta; punto.
El suyo es una cruz. ¡Una pequeña y sobria cruz negra!
Cuál más podría ser su representación que: uno, es virgen y quiere mantenerse pura por el resto de la eternidad —aunque le encante la idea de que la nalgueen atada a una cama—; dos, que encontró la salvación en Jesucristo y se unió a uno de esos grupos raros de oración que más parecen cultos y danzan desnudos alrededor de una fogata o; tres, no pudo aguantar el dolor de la aguja y el dibujo quedó en esa pequeñez.
… O es henna, aunque ella diga que no.
Sea cual sea su razón, ¿cuán relevante puede ser que viene envuelta en tanto secreto?
—Yulia, ¡por fin!
—¿Mamá? —Me asombro de escuchar su alivio al entrar al apartamento. Está sentada en mi supuesta cama, con una seria cara de preocupación.
—¡Pensé que algo te había pasado!
—¿Por qué me pasaría algo? Fui al centro comercial.
—Llegué temprano y no estabas. Te llamé y encontré tu celular tirado en el piso junto al sofá y la puerta entreabierta… —Me informa, entregándomelo.
—¿Qué? No, no, no. Yo me quedé afuera porque olvidé sacar la llave y la puerta estaba cerrada… completamente cerrada. —La reviso para asegurarme de que no tenga un defecto, pero no, la
puerta cierra.
—No creo que nos hayan robado, ya revisé todo —dice mamá, dando una última mirada a las cosas que podrían considerarse de valor.
—¡El diario! —Recuerdo y me apresuro a buscarlo sobre el sillón dónde lo había dejado, pero no hay nada allí. Giro rápidamente en todas direcciones y me agacho, todo en una fracción de segundos, o así se siente por el mareo que acaba de darme.
—¿Te refieres a esto? —Mamá me pregunta, agitándolo en sus manos—. ¿Es tuyo?
—¡Pudiste decirme que lo tenías, en lugar de provocarme un paro cardíaco! —le reclamo, estirando la mano para que me lo regrese.
—Te pregunté si era tuyo —insiste con una actitud demasiado severa. Seguro lo leyó y no le hizo gracia.
—Sí… bueno, no. Lo encontré en un basurero, me interesó y…
—¡Es un diario!
—¡Eso ya lo sé y es evidente que tú también! Lo leíste, ¿no?
Se queda callada hasta que la vence un «no».
—¡Mamá!
—¡Yulia, estaba preocupada! Solo le di una hojeada, pensé que quizá dejaste una nota adentro.
—Bueno, dámelo —le exijo, más ella no me hace caso. Me queda mirando, pensando en su siguiente acción—. ¡Ahora es mío, devuélvemelo! —Me adelanto.
—¿Sabes quién lo escribió?
—No, no dice nombres, ni del autor, ni de sus padres o sus amigos, de nada… no todavía —le respondo, ella ni se inmuta—. ¿Qué te pasa? Es un simple diario. Dámelo. Hace cinco minutos jurabas que yo lo había escrito.
—Pensé que se trataba de una de tus historias y si era así… no tendría problema en devolvértelo.
—¡No, no, no, no! El diario es mío. Yo lo encontré y tu sabes muy bien que la ley dice que si rescatas algo de la basura es tuyo.
—En realidad es de la cuidad…
—¡No si todavía no lo ha recogido el camión!
—¡Hija…! —Vaciló—. Creo que deberíamos entregarlo a la policía.
—¡¿Qué?!
¿Me está jodiendo? No es como si me hubiera encontrado un millón de euros o las joyas de la corona.
—¿Por qué se lo entregaría a la policía? Estás exagerando, mamá, es un simple cuaderno.
—«Esto» es lo que me preocupa —menciona, entregándome el recorte de periódico viejo. El papel es de un tono amarillo adquirido por el tiempo.
—¿Qué es esto?
—Es el reportaje de un caso muy notorio a principios del año dos mil, lo recuerdo muy bien. Una niña de tres años de Korsakovo, llamó a emergencias para que ayuden a su mamá. Cuando la policía llegó se encontraron con la horrible escena de una mujer muerta en una piscina de su propia sangre y dos niñas de tres y cuatro años de testigos.
—¿Asesinada?
—No se supo, no salieron esos detalles al público.
—Pensé que dijiste que había sido un caso muy famoso.
—Lo fue, pero no por la mujer.
—Como sea, ¿qué tiene que ver todo esto con el diario, mamá?
—Ese reportaje estaba dentro del compartimento de la tapa del cuaderno —me aclaró—. Mira la fotografía.
Me concentro en ella, pero es tan pequeña y borrosa que no se distinguen demasiados detalles. Hay par de niñas de las manos de unos oficiales, afuera de una casa blanca de mediano tamaño y un enorme jardín verde. No se ven sus rostros.
—Ahora mira ésta —Me alcanza una foto vertical de un hombre de tez blanca y cabellos claros con una niña pequeña en sus brazos. Él le cubre el rostro con su cabeza reposada sobre su hombro—. ¿Lo notas? —me pregunta esperando unos segundos, pero no entiendo qué…
—El vestido… los zapatos.
—Son los mismos. Ahora voltea la foto, Yulia.
Hay dos inscripciones al reverso. Una hecha años atrás con tinta negra difuminada que lee: «Papá y yo». Y otra, claramente reciente, en color azul fuerte: «La niña soy yo».
—Aún sigo sin entender.
—Ambas niñas se perdieron en el sistema de Servicios Sociales días después del incidente. La prensa aludía un manejo irresponsable del caso por parte de la policía, hasta se sospechó que habían sido secuestradas y vendidas en el mercado negro para trata de blancas —me explica y, claro, eso fue lo que hizo notorio al caso—. Las buscaron por meses, años y nunca hubo una sola pista. Lo recuerdo porque la niña menor… tenía tu edad.
Me corre un escalofrío por el cuerpo de contemplar esa posibilidad. ¡Eran niñas diminutas de tres y cuatro años! ¿Fueron vendidas en el mercado negro? Tan solo pensarlo es grotesco.
—Y tú crees que la persona que escribe el diario es una de ellas?
—Creo que es algo que la policía debería investigar.
—Dijiste que fue negligencia suya que las niñas desaparecieran ¿y así quieres darles todas las pistas que puedan existir?
—¡Alguien debe investigar esto, Yulia!
—¡No será la policía, el diario es mío y no se los voy a entregar!
—Yulia, ¿no me digas que ya te obsesionaste con esto? —me reclama porque me conoce muy bien—. Jamás debí haberlo mencionado.
—Mira, mamá. Lo leeré y tomaré muy en cuenta lo que me dijiste. Si encuentro una pista o evidencia te lo haré saber, pero el diario se queda conmigo.
—No, Yulia. Esto es más importante que tu capricho.
—¡Es mío! —grito, mirando a mamá, y respiro para controlarme—. Ni siquiera estás segura de qué pasó. Como dijiste, nadie lo supo y aparte del reportaje no hay más pruebas, no todavía. Tengo que leerlo.
Mamá se mantiene en silencio, pensando si debería forzarme o apoyarme. Sus brazos cruzados y su inquieto pie la delatan.
—Esto es serio, Yulia, muy serio.
—Sí, lo sé, pero esta persona está en mi escuela, en mi clase, yo podría descubrir más rápido quién es. Además, lo más seguro, es que ese diario sea una serie de recuentos insignificantes de adolescente y lo sabes.
—Posiblemente…
—Bien, lo leeré y te contaré si encuentro algo importante, ahora dámelo.
Da un suspiro y me lo entrega… finalmente.
—Confío en ti, Yulia. No sabes qué puede estarle pasando a esta chica o por qué hace las cosas que hace.
—¡Lo leíste, lo sabía!
—Tan solo un par de entradas y concuerdo contigo, son bastante simples… por así decirlo. Creo que tiene mucho tiempo libre y muy malos hábitos.
Por supuesto, a qué padre le gusta enterarse que su hijo fuma, bebe y tiene sexo. A ninguno, así que culpemos a sus malos hábitos y declaremos que es una mala influencia. ¿Dónde está mi corona?, que yo podría ser la reina de ese club.
Mamá se olvida que cuando voy a donde Aleksey, no ponemos el canal de caricaturas y nos sentamos a jugar damas chinas.
Mamá me da las buenas noches y se retira a su cuarto. Yo me acomodo en el sofá mirando la foto.
Es una niña muy chica para que ese haya sido su destino. Se ve dulce e inocente. Su vestido color blanco con flores rojas en los bordes, su diadema y sus zapatos de muñeca del mismo color… Solo espero que mamá no tenga razón esta vez.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
quede confundida y
con ganas de saber mas
quede confundida y
con ganas de saber mas
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Así estás Andyvolkatin? Jajaja!
Capítulo doce: Cuando comenzó a irse tu corazon?
Entrada número cinco.
5 de julio, 2015
Vengo directo del trabajo, de caminar —casi correr, volar, teletransportarme— desde el centro comercial hasta mi casa porque vi algo que no debí, algo que no me incumbe, algo que preferiría olvidar.
Pero ¡¿cómo hacerlo?! Mi amigo es un maldito mete cuernos, un idiota más de esos que cree que puede hacer lo que quiera porque su novia es extraña, malhumorada y antisocial.
Es un estúpido, eso es lo que es. ¡No hay justificación!
Apenas ayer nos vimos. Fuimos en grupo al cine y él se desvivió idolatrándola durante todo el tiempo que estuvimos juntos. Le dijo docenas de «te amo», «bebé» y cosas melosas, además de tocarla por todos lados, y no quiero decir en el teatro, me refiero a su cuerpo.
Puedo decir que hasta un poco de repulsión sentí por su atrevimiento. Más de una vez le apretó sus nalgas frente al mundo entero y yo no sé que le pasaba a ella que simplemente se dejó.
¡¿Qué?! ¿Qué le pasa?
Porque ella no es así. Sí, en la escuela se besan y mucho, en sus videos de el Facebook se tocan y… Tal vez son cosas mías y me estoy pasando una película de monjas.
Ya en la sala se sentaron a mi lado. Los ruidos de sus besos me empalagaron más que el refresco de cereza. Si llegaron a ver dos minutos de la trama me sorprendería y, al terminar casi tuvimos que despegarlos con agua fría.
Se despidieron y fueron directo a su casa, me imagino que a seguir con su festejo; hace algunos días habían cumplido no sé cuántos meses juntos, sin contar sus rupturas, y pues… viva la lujuria.
Pero de qué sirve, ¡¿de qué?! Si él iba a hacer lo mismo con otra tipa al día siguiente. Además, ¡donde pensó que nadie lo vería!
Yo salía del centro comercial terminando mi turno. Los estacionamientos de la parte trasera —que quedan de camino a mi casa— están en mantenimiento. No tengo ni idea de cómo entró, pero reconocí su auto al segundo que lo vi y me acerqué para saludarlo porque creí ver su figura adentro.
Llegué a menos de un metro y estuve por tocar el vidrio, cuando observé bien, no estaba en el asiento del conductor. Di unos pasos más y lo vi. Estaba teniendo sexo en el asiento trasero con alguien y, esa chica, no era su novia, era una castaña cualquiera que no reconocí.
Él estaba de espaldas a la ventana y no me vio, ella tenía los ojos cerrados y gemía como si no hubiese nadie en veinte kilómetros a la redonda. Pero claro, yo, ¡yo tenía que estar ahí!
Di media vuelta y me largué. Llegué a casa en tiempo récord y es que la ira es un buen motivador para hacer ejercicio. No sentí ni dolor del esfuerzo que hice.
¿Qué se supone que debería hacer ahora?, ¿contárselo al ogro?
Me matará por meterme en cosas que no me competen y luego lo matará a él… por imbécil.
¡Aww!, ¿por qué diablos me siento tan mal?!
Días como hoy quisiera clavar una jeringa en el medio de mi pecho para dejar salir todo lo malo que tengo dentro. Y no lo digo como una analogía, de verdad pienso que si tuviese una jeringa gruesa la clavaría justo donde se dividen las costillas y dejaría salir esa incomodidad.
Absurdo lo sé.
Me siento tan traicionada, aunque a la que traicionaron no fue a mí; culpable, a pesar de que yo no podría, ni remotamente, tener la culpa. Nada más fui una testigo casual… y él es mi amigo.
Se supone que uno debe ser leal a sus amigos. Sin importar lo que hagan, tú te mantienes a su lado.
Vamos, la gente tiene derecho a equivocarse de manera épica y arruinarlo todo… ¿verdad? Yo lo he hecho y me perdonaron.
¡Bueno, basta!
No quiero sentirme atrapada o en deuda, porque no le debo nada al ogro, ¡nada!
Ella me lo ha dejado tan claro como el agua, me aborrece… ¡y él es mi amigo! Le estaría clavando el cuchillo en la espalda, eso me convertiría en una maldita arpía, en una traicionera… ¡y no lo soy!
¡Odio esto!
Se me está haciendo tan difícil dejar estos conflictos de lado y acercarme a él para aclarar lo que vi… y es que… no me debe explicaciones. El asunto no tiene nada que ver conmigo, nosotros tenemos otro tipo de relación.
No quiero odiarlo… ¡Maldita sea, A… nimal!!
Quiero dormir el resto de la tarde, hasta mañana de ser posible. Necesito borrar lo que presencié y pasar esta estúpida resaca que tengo por quedarme con Jesús hasta las tres de la mañana en el festejo de ayer.
Okeeey… El ogro es una chica, debería referirse a ella como «la ogresa» y dejar de pensar en lo que su amigo hizo. El lío es de él y estoy de acuerdo, es un idiota.
Pobre su novia.
Soy afortunada por tener a Aleksey, somos lo suficientemente civiles para no hacernos ese tipo de cosas aunque no todo vaya de maravilla. Somos amigos.
A veces creo que demasiado amigos. Las dos veces que terminamos, decidimos regresar porque estábamos más cómodos juntos que solos, también influyó que, en los ojos de la gente, nos convertimos en unos fracasados de diecisiete años que ni siquiera pudieron mantener una simple relación.
Su padre por ejemplo, vive alabándome y me lanza una sonrisa coqueta al verme. Es obvio que cree que soy bonita, me lo ha dicho más de una vez: «Mi hijo tiene una novia hermosa… despampanante. Alyósha, eres un chico con suerte». El hombre no conoce nada de mí aparte de mi escote, pero de alguna manera —de sus dos hijos—, mi novio es el de la «buena suerte».
Mamá siempre creyó que Aleksey era una buena influencia para mí, un chico con los pies en la tierra, con un buen corazón, desinteresado, amable, perfecto. Tampoco conoce mucho de él, nunca le conté que le gusta jalarme del pelo cuando tenemos sexo o que le encanta darme de nalgadas cuando estamos solos. Las apariencias lo son todo.
En la escuela es lo mismo. Todos, maestros y alumnos, me dan el beneficio de la duda al verme con él, a pesar de que yo no soy la mujer mas paciente y amable del mundo, pero algo «bueno» debo tener aparte de mi apariencia física, al menos debo ser buena en la cama si un alma «tan caritativa» como Aleksey está dispuesto aguantarse mi genio.
Es gracioso que hace mas de tres meses solo tenemos sexo cuando es conveniente para mí; últimamente, cuando necesito quedarme a dormir en su casa. A veces ni siquiera cumplimos con el acto completo, con que yo lo ayude de cierta manera es suficiente.
Damos pena…, pero volviendo al punto, Aleksey y yo nos gustamos, nos queremos, ¿necesitábamos más? Ni él ni yo nos pondríamos los cuernos.
Debe ser lo peor enterarte que la persona con la que compartes tanto, con la que te es tan fácil desnudarte —no solo físicamente—, pueda abiertamente y sin pena hacer lo mismo con alguien más.
Se supone que una relación es… íntima, es… No lo sé. para mí, sencillamente, no caben tres o cuatro.
Seguramente es por eso que aborrezco mi porvenir. Siento decirlo y que se escuche tan mal, pero… mamá fue «la otra» y yo una bastarda.
¿Cómo diablos o por qué te inmiscuyes entre dos personas que ya tienen algo establecido? En el caso de mi padre, tenía una familia, ¡hijos! No lo entiendo. ¿No te quieres lo suficiente como para ser la única persona de alguien más?
¿Qué se yo? Tan solo tengo diecisiete años, quizá me haga falta vivir un poco más.
Capítulo doce: Cuando comenzó a irse tu corazon?
Entrada número cinco.
5 de julio, 2015
Vengo directo del trabajo, de caminar —casi correr, volar, teletransportarme— desde el centro comercial hasta mi casa porque vi algo que no debí, algo que no me incumbe, algo que preferiría olvidar.
Pero ¡¿cómo hacerlo?! Mi amigo es un maldito mete cuernos, un idiota más de esos que cree que puede hacer lo que quiera porque su novia es extraña, malhumorada y antisocial.
Es un estúpido, eso es lo que es. ¡No hay justificación!
Apenas ayer nos vimos. Fuimos en grupo al cine y él se desvivió idolatrándola durante todo el tiempo que estuvimos juntos. Le dijo docenas de «te amo», «bebé» y cosas melosas, además de tocarla por todos lados, y no quiero decir en el teatro, me refiero a su cuerpo.
Puedo decir que hasta un poco de repulsión sentí por su atrevimiento. Más de una vez le apretó sus nalgas frente al mundo entero y yo no sé que le pasaba a ella que simplemente se dejó.
¡¿Qué?! ¿Qué le pasa?
Porque ella no es así. Sí, en la escuela se besan y mucho, en sus videos de el Facebook se tocan y… Tal vez son cosas mías y me estoy pasando una película de monjas.
Ya en la sala se sentaron a mi lado. Los ruidos de sus besos me empalagaron más que el refresco de cereza. Si llegaron a ver dos minutos de la trama me sorprendería y, al terminar casi tuvimos que despegarlos con agua fría.
Se despidieron y fueron directo a su casa, me imagino que a seguir con su festejo; hace algunos días habían cumplido no sé cuántos meses juntos, sin contar sus rupturas, y pues… viva la lujuria.
Pero de qué sirve, ¡¿de qué?! Si él iba a hacer lo mismo con otra tipa al día siguiente. Además, ¡donde pensó que nadie lo vería!
Yo salía del centro comercial terminando mi turno. Los estacionamientos de la parte trasera —que quedan de camino a mi casa— están en mantenimiento. No tengo ni idea de cómo entró, pero reconocí su auto al segundo que lo vi y me acerqué para saludarlo porque creí ver su figura adentro.
Llegué a menos de un metro y estuve por tocar el vidrio, cuando observé bien, no estaba en el asiento del conductor. Di unos pasos más y lo vi. Estaba teniendo sexo en el asiento trasero con alguien y, esa chica, no era su novia, era una castaña cualquiera que no reconocí.
Él estaba de espaldas a la ventana y no me vio, ella tenía los ojos cerrados y gemía como si no hubiese nadie en veinte kilómetros a la redonda. Pero claro, yo, ¡yo tenía que estar ahí!
Di media vuelta y me largué. Llegué a casa en tiempo récord y es que la ira es un buen motivador para hacer ejercicio. No sentí ni dolor del esfuerzo que hice.
¿Qué se supone que debería hacer ahora?, ¿contárselo al ogro?
Me matará por meterme en cosas que no me competen y luego lo matará a él… por imbécil.
¡Aww!, ¿por qué diablos me siento tan mal?!
Días como hoy quisiera clavar una jeringa en el medio de mi pecho para dejar salir todo lo malo que tengo dentro. Y no lo digo como una analogía, de verdad pienso que si tuviese una jeringa gruesa la clavaría justo donde se dividen las costillas y dejaría salir esa incomodidad.
Absurdo lo sé.
Me siento tan traicionada, aunque a la que traicionaron no fue a mí; culpable, a pesar de que yo no podría, ni remotamente, tener la culpa. Nada más fui una testigo casual… y él es mi amigo.
Se supone que uno debe ser leal a sus amigos. Sin importar lo que hagan, tú te mantienes a su lado.
Vamos, la gente tiene derecho a equivocarse de manera épica y arruinarlo todo… ¿verdad? Yo lo he hecho y me perdonaron.
¡Bueno, basta!
No quiero sentirme atrapada o en deuda, porque no le debo nada al ogro, ¡nada!
Ella me lo ha dejado tan claro como el agua, me aborrece… ¡y él es mi amigo! Le estaría clavando el cuchillo en la espalda, eso me convertiría en una maldita arpía, en una traicionera… ¡y no lo soy!
¡Odio esto!
Se me está haciendo tan difícil dejar estos conflictos de lado y acercarme a él para aclarar lo que vi… y es que… no me debe explicaciones. El asunto no tiene nada que ver conmigo, nosotros tenemos otro tipo de relación.
No quiero odiarlo… ¡Maldita sea, A… nimal!!
Quiero dormir el resto de la tarde, hasta mañana de ser posible. Necesito borrar lo que presencié y pasar esta estúpida resaca que tengo por quedarme con Jesús hasta las tres de la mañana en el festejo de ayer.
Okeeey… El ogro es una chica, debería referirse a ella como «la ogresa» y dejar de pensar en lo que su amigo hizo. El lío es de él y estoy de acuerdo, es un idiota.
Pobre su novia.
Soy afortunada por tener a Aleksey, somos lo suficientemente civiles para no hacernos ese tipo de cosas aunque no todo vaya de maravilla. Somos amigos.
A veces creo que demasiado amigos. Las dos veces que terminamos, decidimos regresar porque estábamos más cómodos juntos que solos, también influyó que, en los ojos de la gente, nos convertimos en unos fracasados de diecisiete años que ni siquiera pudieron mantener una simple relación.
Su padre por ejemplo, vive alabándome y me lanza una sonrisa coqueta al verme. Es obvio que cree que soy bonita, me lo ha dicho más de una vez: «Mi hijo tiene una novia hermosa… despampanante. Alyósha, eres un chico con suerte». El hombre no conoce nada de mí aparte de mi escote, pero de alguna manera —de sus dos hijos—, mi novio es el de la «buena suerte».
Mamá siempre creyó que Aleksey era una buena influencia para mí, un chico con los pies en la tierra, con un buen corazón, desinteresado, amable, perfecto. Tampoco conoce mucho de él, nunca le conté que le gusta jalarme del pelo cuando tenemos sexo o que le encanta darme de nalgadas cuando estamos solos. Las apariencias lo son todo.
En la escuela es lo mismo. Todos, maestros y alumnos, me dan el beneficio de la duda al verme con él, a pesar de que yo no soy la mujer mas paciente y amable del mundo, pero algo «bueno» debo tener aparte de mi apariencia física, al menos debo ser buena en la cama si un alma «tan caritativa» como Aleksey está dispuesto aguantarse mi genio.
Es gracioso que hace mas de tres meses solo tenemos sexo cuando es conveniente para mí; últimamente, cuando necesito quedarme a dormir en su casa. A veces ni siquiera cumplimos con el acto completo, con que yo lo ayude de cierta manera es suficiente.
Damos pena…, pero volviendo al punto, Aleksey y yo nos gustamos, nos queremos, ¿necesitábamos más? Ni él ni yo nos pondríamos los cuernos.
Debe ser lo peor enterarte que la persona con la que compartes tanto, con la que te es tan fácil desnudarte —no solo físicamente—, pueda abiertamente y sin pena hacer lo mismo con alguien más.
Se supone que una relación es… íntima, es… No lo sé. para mí, sencillamente, no caben tres o cuatro.
Seguramente es por eso que aborrezco mi porvenir. Siento decirlo y que se escuche tan mal, pero… mamá fue «la otra» y yo una bastarda.
¿Cómo diablos o por qué te inmiscuyes entre dos personas que ya tienen algo establecido? En el caso de mi padre, tenía una familia, ¡hijos! No lo entiendo. ¿No te quieres lo suficiente como para ser la única persona de alguien más?
¿Qué se yo? Tan solo tengo diecisiete años, quizá me haga falta vivir un poco más.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
buen capitulo y buen análisis mental
me parece raro lo que dice Yulia sobre
su novio están cómodos pero no se quieren
yo creo que la engaña
ahora a esperar que subas el sgte capitulo
si he estado así porque he querido leyendo mas
y tengo que esperar el día para seguir
ANIMO!!!
buen capitulo y buen análisis mental
me parece raro lo que dice Yulia sobre
su novio están cómodos pero no se quieren
yo creo que la engaña
ahora a esperar que subas el sgte capitulo
si he estado así porque he querido leyendo mas
y tengo que esperar el día para seguir
ANIMO!!!
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Yulia, Yulia, Yulia. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero esta morena no se da por vencida...
Sigue leyendo andyvolkatin y pronto tendrás muchas respuestas... Saludos
Capítulo trece: Una tragedia griega
Entrada número seis del diario.
6 de julio, 2015
Jesús se va de paseo a Brasil mañana, dos semanas nada más. Visitará a su familia y viajará por las playas del atlántico. Me pidió que fuera con él, pero como son las cosas, tuve que inventarme una estúpida excusa para librarme del compromiso. No tengo los diecinueve años que él cree y, a mis papás —por más distantes que estén en estos días—, no les va a agradar que su retoñito, que además es menor de edad, viaje con un hombre de veinticuatro años que no tiene otra intensión más que tener sexo en cada ciudad que visiten; cosa que, a mí, no me desagrada para nada.
Prometió traerme una botella de cachaza —según él, el trago más típico de Brasil— y un balón de fútbol para que practique. Me está enseñando a hacer cascaritas y dice que soy muy natural.
Los brasileños y el balón pie… en fin. Lo voy a extrañar.
Leer a esta chica hablar de sexo no es lo más agradable en este punto. Mi mente guarda la imagen de la niña de la foto y bueno, no me siento a gusto pese a que sé que tiene mi edad.
Necesito saber quién es, ponerle una cara actual a sus confesiones, figurarme sus sonrisas, su ira, su pena, su incertidumbre…
Debería hacer una lista de todas las mujeres de mi clase e irlas tachando, una por una, hasta descubrir quién es. Somos más de noventa alumnos en mi nivel y, de esos, no menos de cincuenta somos chicas… Ñe, ¡qué flojera!
Mejor aprovecho el día y hago una maratón de lectura para terminar con esta inquietud de una buena vez. Dudo que no revele un solo nombre en algún punto, no puede ser tan cuidadosa. Ya dejó salir su género varias veces, aunque, para darle un poco de crédito, en una de las entradas estaba borracha y en la otra muy molesta.
Veamos.
Entrada número siete del diario.
9 de julio, 2015 […]
—¡Yulia, por favor lleva la ropa sucia a la lavandería! —Mi madre me interrumpe.
Es domingo, día de limpieza y desde que nos mudamos aquí ofrecí realizar esta tarea para aminorar su estrés «y» tener una excusa para salir del apartamento. La tintorería queda en el extremo izquierdo del parque y ¿quién sabe por qué?, pero el domingo está casi desierto. La lógica es que sea al contrario, estar vacío entre semana y el feriado a tope, pero no es así aquí.
Recojo todo en una gran bolsa y coloco adentro el diario también. No pretendo pasar allí dos horas sin hacer nada. Me pongo los audífonos, guardo mi celular en el bolsillo y, poniéndome en hombros la bolsa, comienzo a caminar. A no más de una cuadra siento una vibración con una llamada que esperaba desde ayer.
—Hey, Alyósha —le contesto—, perdón por no marcarte ayer, estuve… ocupada.
—Me lo imaginé. Aunque un mensaje no habría estado de más, bebé.
—Tienes razón.
Debió preocuparse por no encontrarme toda la tarde. Claro que, si no lo hizo, es porque me quedé afuera, huyendo de una llamada como ésta.
—Yulia… —Inicia con inseguridad y ya sé que es lo que quiere tratar—, estaba pensando que… hemos postergado mucho la charla que dejamos pendiente esa noche. Ya son tres semanas.
El asunto es así, a fines de Julio comencé a notarlo muy nervioso, hacía lo posible por evitar estar solos, lo que en ese momento no me molestó; yo no he estado del mejor ánimo en estos últimos dos meses con todo lo de mi familia, la mudanza, los problemas con Román y mamá, estar apartada de mi hermano. Vaya, creo que hasta lo dejé de lado y preferí mi soledad.
Un día —varias semanas después— salimos con los chicos a un boliche, era el cumpleaños de Vladímir. Lo vi hablando con Lena en una esquina, parecían tener un desacuerdo y el regresó a la mesa muy molesto.
No me habría preocupado si hubiese sido Ruslán o el mismo Vova, pero fue Lena con quién discutió y eso me hizo preguntarme el porqué. Ellos siempre se han llevado muy bien, si estaba molesta era por algo grave y debía preguntarle.
En ese momento ignoró mi petición dándome unos besos y pretendió que todo estaba bien. Su silencio durante el resto de la velada me indicó lo contrario. Cuando fue a dejarme en la noche a la casa, se lo volví a preguntar y me dijo que uno de esos días hablaríamos, que me contaría qué fue lo que sucedió con más tranquilidad. Yo le dije que seguro, que podíamos ir por café o lo que sea y así han pasado semanas —una desde que iniciamos la escuela donde nos vemos todos los días— y lo único que hemos hecho es poner excusas. Hoy es 27 de septiembre y esa conversación sigue pendiente.
—¿Qué tal si nos vemos hoy? —me sugiere, interponiéndose en mis planes de lectura y, para ser honestos, no tengo ganas.
Haya sido lo que haya sido, ya pasó. Ya no me interesa la razón. Él y yo estamos… bien, normal…, o en lo que se ha convertido nuestra normalidad.
—Tengo que lavar la ropa —le comento— además de limpiar el apartamento y ayudar a mamá con la cena. —Le miento sobre lo último, ella se ocupa de esa parte de las obligaciones—. ¿Y si mejor lo dejamos para…?
—Uno de estos días… Sí, claro. Hablaremos entonces. —Completa por mí. No debe ser gran cosa, de lo contrario insistiría—. Creo que iré a visitar a Ruslán, lo vi muy desanimado en la fiesta de Nastya y…
—Sí, será mejor que averigües qué le pasa, yo también me fijé en su nube negra.
—Okey, nos vemos mañana en la escuela, ¿no?
—Si no me muero en mis sueños esta noche…
Me despido diciéndole un «te amo» que no siento y él me repite lo mismo. De verdad que somos patéticos.
Voy colocando la ropa blanca primero y pongo a funcionar la máquina. Me siento en las sillas de espera y comienzo de nuevo con el diario.
¿Dónde me quedé? Ah, sí.
Entrada número siete del diario.
9 de julio, 2015
Todavía sigo pensando en que me faltan uno o dos detalles para entender la verdad, pero no. Mis dudas crecen y todo se complica, más aún cuando envías material para pruebas de ADN —para las que ahorraste por cuatro meses y que te costaron un ojo de la cara— y resulta que ninguno de tus padres está biológicamente relacionado contigo, pero tu hermana sí, es tu media hermana, de hecho.
Me gustaría tener los resultados de Iván y así poder confirmar qué papel juega mi hermano mayor en todo esto. Claro que para eso necesitaría ir a visitarlo, robarme su muestra y tener trescientos dólares más… Ajá, mañana mismo, pfff.
No todo en mi vida puede ser una mentira, ¿verdad?
Él y yo somos tan parecidos en carácter y físicamente. De mis dos hermanos con él es con quién me siento más a gusto, más conectada… Sería un golpe enterarme que no somos nada.
… Pero… sí yo no soy hija de papá, él y yo tendríamos que compartir la misma madre… ¿Y qué con mi hermana? Es igual… si somos medias hermanas y ninguno de mis papás está relacionado conmigo…
Dios, todo es tan confuso…
Los exámenes llegaron el martes en la mañana, estaba por salir al trabajo y un sonido en mi teléfono me informó que tenía un nuevo e-mail.
«Resultados de las pruebas de ADN - Orden 1660928-2».
Vi el titular y mi corazón comenzó a palpitarme tan fuerte en el pecho que creí que tendría un infarto, mis manos comenzaron a sudar y me quedé ahí paralizada por minutos.
No lo abrí.
Cuando recuperé mi respiración salí a la tienda de discos y cumplí con mi turno sin siquiera sacar mi celular de la maleta. Quizá en un acto inconsciente sabía que no eran buenas noticias.
No tenía ganas de ir al club, Leo ya se había ido a Brasil y a mí no me nace pasar a solas con sus amigos, siento que no tengo mucho que compartir con ellos a menos que esté él, por lo que me quedé esa noche en mi propia cama, abrazada de la almohada. Mamá, como ya es costumbre, fue a dormir con su novio y la casa estaba completamente silente.
Pasé horas mirando al techo. La incertidumbre se intensificaba con el pasar del tiempo y traté de fijar mi atención en otras cosas. Arreglé mi alcoba, la cocina, hice una pizza que ni comí,
finalmente regresé a mi pieza y, sin pensarlo dos veces, llamé al ogro, queriendo de alguna forma sentirme un poco normal. Un insulto por aquí y por allá, una invitación a asesinarme y enterrarme en el medio de la nada era mejor que abrir ese correo electrónico.
—¿Qué… quieres? —preguntó con severidad, ya comenzaba a sentirme mejor.
Le respondí que nada en particular, que me gustaría hablar con ella sobre… cosas, que me sentía un poco sola. Ella no esperó en colgarme y… la volví a llamar.
Cuando contestó —después de la quinta vez que remarqué— con otro áspero: «¡¿Qué diablos quieres?! No soy tu bufón», fue que recordé lo que sabía de su novio y, con nervios, le dije que tenía razón, colgándole un segundo después. No quería que en media conversación se me escapara un: «Vi a tu novio tirándose a una chica el otro día». Definitivamente no sería la mejor forma de llenar el silencio entre nosotras o promover nuestra «amistad».
De repente me sentía peor. Miré mi mochila, donde seguía mi celular, y decidí cerrar mis ojos e intentar dormir.
No conseguí descansar demasiado. El eco que mi voz interna repetía cada cinco segundos era insoportable.
"Abre ese e-mail. ¿Para qué gastaste más de mil quinientos rublos en esos exámenes si te ibas a acobardar al final? ¡Valor! ¡Ábrelo!"
Pasé la madrugada debatiéndolo y a eso de las cinco de la mañana me llené de coraje y abrí la aplicación de correos.
«No existe relación biológica entre el sujeto A y el sujeto B».
«No existe relación biológica entre el sujeto A y el sujeto C».
«Existen congruencias en un 24.8 % de los marcadores en las secuencias de ADN del sujeto A y el sujeto D. Se establece una relación de medio hermano sin definir el vínculo de su origen».
Apagué el aparato después de leer los resultados y me puse a llorar por horas hasta que sonó la alarma del reloj, dejándome saber que debía prepararme para ir al trabajo. Desde entonces han sido dos días de entumecimiento cerebral en los que no hago más que pensar: ¿qué diablos significa todo esto?
—Tu ropa está lista —me informa una de las señoras que también está lavando. El timbre de enjuague había sonado y era hora de poner el suavizante, lástima que no tengo. Le agradezco y presiono el botón de continuar para que termine de exprimir y regreso al diario.
Entrada número ocho.
10 de julio, 2015
Papá vino por mí hace unas horas. Es viernes de «papá e hija». Iríamos por un café y un sándwich en el bar cerca de su trabajo, como ya es costumbre.
Cuánto hubiese querido tener el valor de enfrentarlo y decirle que sé muchas cosas. Que desde que los escuché discutir el día que decidieron separarse comencé a investigar a qué se refirió mamá cuando le dijo:
—Ella te la recuerda, son idénticas, y no pienses que resiento a mi hija, porque después de tantos años lo es, pero jamás debiste traerla a ella a esta casa.
Mi cuerpo se estremeció al escucharla repetir mi nombre varias veces después de ese intercambio de palabras, mi piel se puso de gallina y aguardé en silencio tras la puerta de mi cuarto hasta que termine su pelea. Mi hermana no estaba, como ya se le había hecho costumbre había salido a gastar el dinero de la tarjeta de crédito de mamá. No mucho después lo escuché subir a su recámara, el ruido de los cajones y las puertas de closet era evidente. Regogió sus cosas y salió por la puerta de enfrente, dejándome con la mujer que acababa de decir que no quería tenerme más a su lado.
¿Dónde está la lógica en eso? ¡¿Dónde?!
En ese entonces pensaba que papá era al menos mi padre biológico. Asumí que era hija de una aventura y que me llevó a casa a vivir con él. Después de todo, me ha repetido cientos de veces cuánto se arrepiente de nunca haber retirado a mi hermano Iván de la custodia de mis abuelos —que lo criaron casi como a uno de sus hijos—, más que nada, que haya crecido lejos de él, prácticamente sin su verdadero padre.
Pesé que tal vez yo era su reivindicación, la hija bastarda de una relación que no tenía cabida, pero mamá logró perdonarlo y me acogió en su hogar. Nunca se me cruzó por la cabeza que no le pertenezco a ninguno de los dos.
¿De dónde diablos salí? ¿Quién soy?
Hoy tengo más dudas que hace dos días, menos seguridad. Lo único que pude decirle a papá es que lo extrañaba. La verdad es que más que extrañarlo a él, extraño mi vida cuando no sabía nada. Extraño llamarlo papá y sentir que lo es, extraño pensar que mamá me hace bromas pesadas porque así son las madres con sus hijos, en lugar de saber que, seguramente, es porque no aguanta verme, que yo les recuerdo a alguien que no es grato, por lo menos no para ella.
¿A quién?, ¿a quién les recuerdo? ¿A mi verdadera mamá?, pero ¿quién es?, ¿los conoce?, ¿fueron amigos? ¡¿Qué?!
Extraño a Leo… me siento tan mal, tan sola… quiero que regrese, quiero perderme en sus brazos y llorar.
Dios…
Entonces su hermano Iván es su medio hermano y nunca creció con él. Es hijo de su padre y… por supuesto, por eso decía en la otra entrada que si no comparten padre deberían compartir madre… aunque quizá ni siquiera sean hermanos y… asumiendo que sí es la niña de la foto —que aceptémoslo, lo es—, su hermana tampoco es hija de sus padres y podrían estar relacionadas por parte de la mujer que murió o por el padre que nunca se mencionó siquiera en el reportaje.
Mamá tiene razón, esto es serio y muy enredado. Quizá lo mejor sea que profesionales investiguen a quién le pertenece este cuaderno y qué pasó, porque yo no tengo idea de qué hacer con esta información… Dios, no lo sé
Sigue leyendo andyvolkatin y pronto tendrás muchas respuestas... Saludos
Capítulo trece: Una tragedia griega
Entrada número seis del diario.
6 de julio, 2015
Jesús se va de paseo a Brasil mañana, dos semanas nada más. Visitará a su familia y viajará por las playas del atlántico. Me pidió que fuera con él, pero como son las cosas, tuve que inventarme una estúpida excusa para librarme del compromiso. No tengo los diecinueve años que él cree y, a mis papás —por más distantes que estén en estos días—, no les va a agradar que su retoñito, que además es menor de edad, viaje con un hombre de veinticuatro años que no tiene otra intensión más que tener sexo en cada ciudad que visiten; cosa que, a mí, no me desagrada para nada.
Prometió traerme una botella de cachaza —según él, el trago más típico de Brasil— y un balón de fútbol para que practique. Me está enseñando a hacer cascaritas y dice que soy muy natural.
Los brasileños y el balón pie… en fin. Lo voy a extrañar.
Leer a esta chica hablar de sexo no es lo más agradable en este punto. Mi mente guarda la imagen de la niña de la foto y bueno, no me siento a gusto pese a que sé que tiene mi edad.
Necesito saber quién es, ponerle una cara actual a sus confesiones, figurarme sus sonrisas, su ira, su pena, su incertidumbre…
Debería hacer una lista de todas las mujeres de mi clase e irlas tachando, una por una, hasta descubrir quién es. Somos más de noventa alumnos en mi nivel y, de esos, no menos de cincuenta somos chicas… Ñe, ¡qué flojera!
Mejor aprovecho el día y hago una maratón de lectura para terminar con esta inquietud de una buena vez. Dudo que no revele un solo nombre en algún punto, no puede ser tan cuidadosa. Ya dejó salir su género varias veces, aunque, para darle un poco de crédito, en una de las entradas estaba borracha y en la otra muy molesta.
Veamos.
Entrada número siete del diario.
9 de julio, 2015 […]
—¡Yulia, por favor lleva la ropa sucia a la lavandería! —Mi madre me interrumpe.
Es domingo, día de limpieza y desde que nos mudamos aquí ofrecí realizar esta tarea para aminorar su estrés «y» tener una excusa para salir del apartamento. La tintorería queda en el extremo izquierdo del parque y ¿quién sabe por qué?, pero el domingo está casi desierto. La lógica es que sea al contrario, estar vacío entre semana y el feriado a tope, pero no es así aquí.
Recojo todo en una gran bolsa y coloco adentro el diario también. No pretendo pasar allí dos horas sin hacer nada. Me pongo los audífonos, guardo mi celular en el bolsillo y, poniéndome en hombros la bolsa, comienzo a caminar. A no más de una cuadra siento una vibración con una llamada que esperaba desde ayer.
—Hey, Alyósha —le contesto—, perdón por no marcarte ayer, estuve… ocupada.
—Me lo imaginé. Aunque un mensaje no habría estado de más, bebé.
—Tienes razón.
Debió preocuparse por no encontrarme toda la tarde. Claro que, si no lo hizo, es porque me quedé afuera, huyendo de una llamada como ésta.
—Yulia… —Inicia con inseguridad y ya sé que es lo que quiere tratar—, estaba pensando que… hemos postergado mucho la charla que dejamos pendiente esa noche. Ya son tres semanas.
El asunto es así, a fines de Julio comencé a notarlo muy nervioso, hacía lo posible por evitar estar solos, lo que en ese momento no me molestó; yo no he estado del mejor ánimo en estos últimos dos meses con todo lo de mi familia, la mudanza, los problemas con Román y mamá, estar apartada de mi hermano. Vaya, creo que hasta lo dejé de lado y preferí mi soledad.
Un día —varias semanas después— salimos con los chicos a un boliche, era el cumpleaños de Vladímir. Lo vi hablando con Lena en una esquina, parecían tener un desacuerdo y el regresó a la mesa muy molesto.
No me habría preocupado si hubiese sido Ruslán o el mismo Vova, pero fue Lena con quién discutió y eso me hizo preguntarme el porqué. Ellos siempre se han llevado muy bien, si estaba molesta era por algo grave y debía preguntarle.
En ese momento ignoró mi petición dándome unos besos y pretendió que todo estaba bien. Su silencio durante el resto de la velada me indicó lo contrario. Cuando fue a dejarme en la noche a la casa, se lo volví a preguntar y me dijo que uno de esos días hablaríamos, que me contaría qué fue lo que sucedió con más tranquilidad. Yo le dije que seguro, que podíamos ir por café o lo que sea y así han pasado semanas —una desde que iniciamos la escuela donde nos vemos todos los días— y lo único que hemos hecho es poner excusas. Hoy es 27 de septiembre y esa conversación sigue pendiente.
—¿Qué tal si nos vemos hoy? —me sugiere, interponiéndose en mis planes de lectura y, para ser honestos, no tengo ganas.
Haya sido lo que haya sido, ya pasó. Ya no me interesa la razón. Él y yo estamos… bien, normal…, o en lo que se ha convertido nuestra normalidad.
—Tengo que lavar la ropa —le comento— además de limpiar el apartamento y ayudar a mamá con la cena. —Le miento sobre lo último, ella se ocupa de esa parte de las obligaciones—. ¿Y si mejor lo dejamos para…?
—Uno de estos días… Sí, claro. Hablaremos entonces. —Completa por mí. No debe ser gran cosa, de lo contrario insistiría—. Creo que iré a visitar a Ruslán, lo vi muy desanimado en la fiesta de Nastya y…
—Sí, será mejor que averigües qué le pasa, yo también me fijé en su nube negra.
—Okey, nos vemos mañana en la escuela, ¿no?
—Si no me muero en mis sueños esta noche…
Me despido diciéndole un «te amo» que no siento y él me repite lo mismo. De verdad que somos patéticos.
Voy colocando la ropa blanca primero y pongo a funcionar la máquina. Me siento en las sillas de espera y comienzo de nuevo con el diario.
¿Dónde me quedé? Ah, sí.
Entrada número siete del diario.
9 de julio, 2015
Todavía sigo pensando en que me faltan uno o dos detalles para entender la verdad, pero no. Mis dudas crecen y todo se complica, más aún cuando envías material para pruebas de ADN —para las que ahorraste por cuatro meses y que te costaron un ojo de la cara— y resulta que ninguno de tus padres está biológicamente relacionado contigo, pero tu hermana sí, es tu media hermana, de hecho.
Me gustaría tener los resultados de Iván y así poder confirmar qué papel juega mi hermano mayor en todo esto. Claro que para eso necesitaría ir a visitarlo, robarme su muestra y tener trescientos dólares más… Ajá, mañana mismo, pfff.
No todo en mi vida puede ser una mentira, ¿verdad?
Él y yo somos tan parecidos en carácter y físicamente. De mis dos hermanos con él es con quién me siento más a gusto, más conectada… Sería un golpe enterarme que no somos nada.
… Pero… sí yo no soy hija de papá, él y yo tendríamos que compartir la misma madre… ¿Y qué con mi hermana? Es igual… si somos medias hermanas y ninguno de mis papás está relacionado conmigo…
Dios, todo es tan confuso…
Los exámenes llegaron el martes en la mañana, estaba por salir al trabajo y un sonido en mi teléfono me informó que tenía un nuevo e-mail.
«Resultados de las pruebas de ADN - Orden 1660928-2».
Vi el titular y mi corazón comenzó a palpitarme tan fuerte en el pecho que creí que tendría un infarto, mis manos comenzaron a sudar y me quedé ahí paralizada por minutos.
No lo abrí.
Cuando recuperé mi respiración salí a la tienda de discos y cumplí con mi turno sin siquiera sacar mi celular de la maleta. Quizá en un acto inconsciente sabía que no eran buenas noticias.
No tenía ganas de ir al club, Leo ya se había ido a Brasil y a mí no me nace pasar a solas con sus amigos, siento que no tengo mucho que compartir con ellos a menos que esté él, por lo que me quedé esa noche en mi propia cama, abrazada de la almohada. Mamá, como ya es costumbre, fue a dormir con su novio y la casa estaba completamente silente.
Pasé horas mirando al techo. La incertidumbre se intensificaba con el pasar del tiempo y traté de fijar mi atención en otras cosas. Arreglé mi alcoba, la cocina, hice una pizza que ni comí,
finalmente regresé a mi pieza y, sin pensarlo dos veces, llamé al ogro, queriendo de alguna forma sentirme un poco normal. Un insulto por aquí y por allá, una invitación a asesinarme y enterrarme en el medio de la nada era mejor que abrir ese correo electrónico.
—¿Qué… quieres? —preguntó con severidad, ya comenzaba a sentirme mejor.
Le respondí que nada en particular, que me gustaría hablar con ella sobre… cosas, que me sentía un poco sola. Ella no esperó en colgarme y… la volví a llamar.
Cuando contestó —después de la quinta vez que remarqué— con otro áspero: «¡¿Qué diablos quieres?! No soy tu bufón», fue que recordé lo que sabía de su novio y, con nervios, le dije que tenía razón, colgándole un segundo después. No quería que en media conversación se me escapara un: «Vi a tu novio tirándose a una chica el otro día». Definitivamente no sería la mejor forma de llenar el silencio entre nosotras o promover nuestra «amistad».
De repente me sentía peor. Miré mi mochila, donde seguía mi celular, y decidí cerrar mis ojos e intentar dormir.
No conseguí descansar demasiado. El eco que mi voz interna repetía cada cinco segundos era insoportable.
"Abre ese e-mail. ¿Para qué gastaste más de mil quinientos rublos en esos exámenes si te ibas a acobardar al final? ¡Valor! ¡Ábrelo!"
Pasé la madrugada debatiéndolo y a eso de las cinco de la mañana me llené de coraje y abrí la aplicación de correos.
«No existe relación biológica entre el sujeto A y el sujeto B».
«No existe relación biológica entre el sujeto A y el sujeto C».
«Existen congruencias en un 24.8 % de los marcadores en las secuencias de ADN del sujeto A y el sujeto D. Se establece una relación de medio hermano sin definir el vínculo de su origen».
Apagué el aparato después de leer los resultados y me puse a llorar por horas hasta que sonó la alarma del reloj, dejándome saber que debía prepararme para ir al trabajo. Desde entonces han sido dos días de entumecimiento cerebral en los que no hago más que pensar: ¿qué diablos significa todo esto?
—Tu ropa está lista —me informa una de las señoras que también está lavando. El timbre de enjuague había sonado y era hora de poner el suavizante, lástima que no tengo. Le agradezco y presiono el botón de continuar para que termine de exprimir y regreso al diario.
Entrada número ocho.
10 de julio, 2015
Papá vino por mí hace unas horas. Es viernes de «papá e hija». Iríamos por un café y un sándwich en el bar cerca de su trabajo, como ya es costumbre.
Cuánto hubiese querido tener el valor de enfrentarlo y decirle que sé muchas cosas. Que desde que los escuché discutir el día que decidieron separarse comencé a investigar a qué se refirió mamá cuando le dijo:
—Ella te la recuerda, son idénticas, y no pienses que resiento a mi hija, porque después de tantos años lo es, pero jamás debiste traerla a ella a esta casa.
Mi cuerpo se estremeció al escucharla repetir mi nombre varias veces después de ese intercambio de palabras, mi piel se puso de gallina y aguardé en silencio tras la puerta de mi cuarto hasta que termine su pelea. Mi hermana no estaba, como ya se le había hecho costumbre había salido a gastar el dinero de la tarjeta de crédito de mamá. No mucho después lo escuché subir a su recámara, el ruido de los cajones y las puertas de closet era evidente. Regogió sus cosas y salió por la puerta de enfrente, dejándome con la mujer que acababa de decir que no quería tenerme más a su lado.
¿Dónde está la lógica en eso? ¡¿Dónde?!
En ese entonces pensaba que papá era al menos mi padre biológico. Asumí que era hija de una aventura y que me llevó a casa a vivir con él. Después de todo, me ha repetido cientos de veces cuánto se arrepiente de nunca haber retirado a mi hermano Iván de la custodia de mis abuelos —que lo criaron casi como a uno de sus hijos—, más que nada, que haya crecido lejos de él, prácticamente sin su verdadero padre.
Pesé que tal vez yo era su reivindicación, la hija bastarda de una relación que no tenía cabida, pero mamá logró perdonarlo y me acogió en su hogar. Nunca se me cruzó por la cabeza que no le pertenezco a ninguno de los dos.
¿De dónde diablos salí? ¿Quién soy?
Hoy tengo más dudas que hace dos días, menos seguridad. Lo único que pude decirle a papá es que lo extrañaba. La verdad es que más que extrañarlo a él, extraño mi vida cuando no sabía nada. Extraño llamarlo papá y sentir que lo es, extraño pensar que mamá me hace bromas pesadas porque así son las madres con sus hijos, en lugar de saber que, seguramente, es porque no aguanta verme, que yo les recuerdo a alguien que no es grato, por lo menos no para ella.
¿A quién?, ¿a quién les recuerdo? ¿A mi verdadera mamá?, pero ¿quién es?, ¿los conoce?, ¿fueron amigos? ¡¿Qué?!
Extraño a Leo… me siento tan mal, tan sola… quiero que regrese, quiero perderme en sus brazos y llorar.
Dios…
Entonces su hermano Iván es su medio hermano y nunca creció con él. Es hijo de su padre y… por supuesto, por eso decía en la otra entrada que si no comparten padre deberían compartir madre… aunque quizá ni siquiera sean hermanos y… asumiendo que sí es la niña de la foto —que aceptémoslo, lo es—, su hermana tampoco es hija de sus padres y podrían estar relacionadas por parte de la mujer que murió o por el padre que nunca se mencionó siquiera en el reportaje.
Mamá tiene razón, esto es serio y muy enredado. Quizá lo mejor sea que profesionales investiguen a quién le pertenece este cuaderno y qué pasó, porque yo no tengo idea de qué hacer con esta información… Dios, no lo sé
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
muy buen capitulo
esta interesante
muy buen capitulo
esta interesante
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Siento el retraso. Estuve un tanto indispuesta pero aquí les dejo otro capítulo más
Capitulo catorce: Repulsivo
Nada más placentero que llegar temprano a la escuela. Tempranísimo… cuatro horas antes de lo que debería.
El estacionamiento estaba completamente vacío cuando aparqué. Los ruidos del tránsito se escuchaban esporádicamente, una ambulancia a lo lejos, nada fuera de lo común para una gran ciudad.
Deseaba con todas mis ganas que fueran las siete de la mañana y abrieran las puertas del gimnasio, ir a las duchas y tomar ese buen baño caliente que me faltó al salir de casa. A Román se le ocurrió llegar borracho en la madrugada del lunes y a mi mamá defenderlo cuando lo llamé «hijo de su p… ísima madre». Así que tomé una mudada completa que metí en mi bolsa con mis libros, el diario, mi teléfono y las llaves; me puse mis botas —aún en pijama— y salí furiosa, gritando que ojalá y un hoyo profundo aparezca de la nada y se trague el maldito vecindario con ellos adentro.
Me subí en mi rápido y veloz vehículo que, con mi furia, pudo dejar marcas de fuego por todo el camino y entré a la escuela dando las cuatro de la mañana.
Sin tener más que hacer encendí la radio, tenía el disco de Radiohead puesto y comenzó a sonar en Creep. Debí haberlo tomado como un presagio.
Bajé el asiento a una posición más cómoda para seguir durmiendo, pero a pesar de que ya estoy acostumbrándome a la incomodidad, no pude conciliar el sueño.
No quería gastar la batería de mi auto más de lo necesario y me quedé en esa posición, a oscuras, mirando las luces de la calle, los semáforos cambiar de cuando en cuando, los autos pasar. A eso de las cinco salí a fumar un tabaco, quería respirar un poco de aire fresco antes de que el ambiente se llene de smog. Dejé la puerta entre abierta para que siguiera sonando la música y encendí mi cigarrillo. Me arrimé al capó del auto y di la primera inhalada, exhalando después con agotamiento. Vivir mi vida me estaba volviendo loca.
El cielo comenzó a esclarecer, los tonos negros azulados se tornaron violetas, luego celestes, y el sol comenzó a salir. Tiré la colilla al suelo y la pisé para apagarla, entrando nuevamente al auto. Aún tenía un poco más de una hora hasta que abrieran la escuela y decidí continuar leyendo el diario. No le mencioné a mamá lo que leí sobre las pruebas de ADN, me retracté al darme cuenta de que era más conveniente terminarlo en su totalidad y sacar conclusiones entonces. Qué tal si la chica resolvió todo su lío, yo solo estaría revolviéndolo todo otra vez, sería inútil.
Abrí en la página que me había quedado y, con mucho esfuerzo, concluí las siguientes dos entradas. Estaban llenas de sus dudas, sus hipótesis, sus miedos y preguntas. Cuando las escribió se sentía tan perdida y dolida con lo que había descubierto que se saturó de todo, sus ideas empezaron a caer en la locura y después… dejó de escribir… por días.
En ese momento yo tuve que hacer lo mismo. Abandonar el diario y tratar de no pensar en mis propias teorías. No había leído ni la octava parte de todo ese cuaderno y ya estaba deprimiéndome más que con mi propia realidad.
Lo cerré en mis manos, observándolo detenidamente y me sentí pesada, agobiada, con un decaimiento que no tenía razón. Esa chica me preocupaba y ni siquiera la conocía. Sus palabras me llegaban, me dolían, me hacían sentir impotente, hasta débil. La tenía tan pura en ese cuaderno, como si ella misma viviera en él y pensé: ¿qué estoy haciendo?
Mi vida ya era lo suficientemente complicada como para darle cabida a problemas ajenos. Estaba harta de todo, de mamá y sus decisiones, de vivir en un maldito incomodo apartamento, de tener que esperar a que abran la escuela para tomar un baño, de no poder ser la Yulia Volkova que tanto me gustaba ser, la fuerte, la segura, la que no le tiene miedo a nada, la que siempre sobresale, la que lo puede todo.
Apreté el diario con fuerza y lo golpeé contra el volante lo más fuerte que pude, tirándolo dentro de la guantera para después encerrarlo allí cerrando la compuerta con violencia. Necesitaba un descanso de la ansiedad que me provocaba.
Vi al conserje abrir las puertas y acomodé mis cosas para salir directo a los vestidores, me urgía como loca ese baño, librarme de ese peso que tenía en el pecho. Fue refrescante y delicioso, el día ya parecía mejorar cuando salí.
Fui a dejar mis cosas al casillero. El lugar estaba desierto, ni un alma alrededor. Arreglé mis libros y guardé mi pijama. Estaba por cerrar la puerta para subir a mi primera clase del día, cuando vi a Ruslán entrar por el portón principal. Cojeaba adolorido, tomándose del estómago y llegó hasta su locker dando pasos lentos, dejando caer su peso sobre él.
—¿Estás bien? —le pregunté. Se sobresaltó de inmediato dándose cuenta de que no estaba solo y se enderezó de golpe, ocultando de mala manera su dolor.
—Sí, no te preocupes, tuve un… accidente en la bicicleta. Ya se me pasará.
—Deberías ir a enfermería y pedir una pastilla para le dolor.
—Lo haré, solo sacaré unos cuadernos y voy.
Asentí sin decirle más, él dio la vuelta abriendo su casillero y yo cerré el mío, encaminándome por el graderío al segundo piso. Quedaban veinte minutos para iniciar clases y quería repasar la lección que dejó el maestro el viernes.
—Nos vemos en el almuerzo —le dije y seguí mi camino, perdiéndome por el resto del día.
Me sorprendió que Aleksey no fuera a buscarme al final de la hora, antes del almuerzo. Su aula queda enfrente de la mía y los lunes a la salida está parado en la puerta, esperándome.
Al bajar al pasillo principal lo vi arrimado a una de las columnas, decaído. Me acerqué y quise darle un beso, pero él se hizo a un lado, dejando mis labios en el aire.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, fijándome que llevaba un gesto de desagrado en el rostro—. ¡Aleksey, habla!
—Es… Ruslán —me contestó mirando al corredor. Lo tomé delicadamente por la quijada y lo volteé hacia mí. No quiso hacer contacto con mis ojos.
—¿Qué te dijo ayer? —le pregunté recibiendo un gesto confuso, no entendió a qué me refería—. ¿Lo viste en la tarde, no?
—Ah, sí… —Tragó con dificultad—. Nada… no dijo nada. Estaba abatido, distante… no quería hablar. Jugamos videojuegos y… —Se calló, claramente dudando de sus siguientes palabras
—. Después comimos pizza y yo regresé a casa.
—¿Y entonces por qué estás así? —insistí.
—Hoy en la mañana… llegué y… —Se le complicaba hablar—… Ruslán salía del baño con mucha dificultad. Fui a hablar con él y noté que tenía un morado en el ojo que había tratado de cubrir con maquillaje. Su camiseta estaba rota en el cuello con rastros de sangre, como si lo hubiesen jaloneado…
—¿Alguien lo golpeó?
No me di cuenta en la mañana de ninguno de esos detalles, quizá no les presté atención porque él se justificó con un accidente y, si lo vi, asumí que tenía que ver con eso, pero de verdad no le puse mucha atención a su aspecto.
—Lo ayudé hasta la enfermería. Él le dijo a la encargada que tuvo un accidente en la bicicleta. Ella me pidió salir para examinarlo y yo regresé a revisarla… —Cerró los ojos y se remordió los dientes con la mandíbula apretada al máximo, furioso—. ¡No tuvo ningún accidente! ¡La bicicleta está intacta, estacionada en el parqueadero! ¡Está mintiendo! —Alzó su voz, no lo suficiente para considerarse un grito, pero su enojo era evidente.
—¿Qué crees que le pasó?
—¡No lo sé, Yulia! ¿Tengo que saberlo todo? —me respondió alterado, golpeando duramente su cabeza en la pared a sus espaldas y sus puños apretados contra el concreto.
—¿Qué dijo la enfermera?
—Llamó a sus padres… vinieron por él y lo llevaron a casa.
—Estará bien —le dije tratando de confortarlo, pero él se molestó más y se hizo a un lado, poniendo distancia entre nosotros—. Nada está bien… ¡nada! —exclamó y se marchó sin dejar que lo acompañe. Yo no supe qué hacer. No es común que él actúe de esa manera.
Después de unos minutos fui a buscarlo en la cafetería de la escuela, no estaba allí, Vladimir tampoco. Lena y Nastya hablaban desanimadas, jugando con su comida. De seguro habían escuchado lo sucedido y preferí no acercarme y hundirme en ese mar de lágrimas —por así decirlo— , di media vuelta y fui a buscarlo en el estacionamiento. Cuando Aleksey quiere estar solo, acostumbra encerrarse en su auto, pero ni él ni el vehículo estaban donde comúnmente suelen estar. Se había ido a quién sabe dónde.
Pensé en llamarlo, pero al ver su foto en mi pantalla desistí. Pensé que tal vez necesitaba estar solo, que de todas formas no contestaría. Guardé el aparato en mi bolsillo y volví a mi rutina. La clase de fotografía iniciaba esa tarde y estaba emocionada. Había pospuesto la materia hasta este semestre porque el maestro es mucho mejor que el de los años anteriores, tiene experiencia y es muy afamado. Por dos horas pude olvidarme del mundo, fue genial… para mí.
Ya en la noche, después de terminar la tarea en la bodega, regresé a casa. En mi camino pasé por la casa de Aleksey, su auto no estaba, supuse por un segundo que quizá había ido a buscarme y lo llamé. Las dos primeras veces que intenté no me contestó y la tercera se dirigió a mi bastante seco, informándome que había salido con su familia y que regresaría tarde a casa.
—Hablaremos mañana —dijo y me colgó.
No me preocupé más, no había nada que pudiera hacer, ¿cierto?
Al siguiente día Ruslán seguía sin aparecer, lo que no me sorprendió. Había tenido un accidente —al menos esa era la versión oficial—, la enfermera le habría recetado días de reposo, era lógico. Yo seguí mi día normalmente, tratando de concentrarme en realizar tareas mecánicas y no pensar en mis problemas o los de los demás. Me hacía sentir más ligera, tranquila.
Las clases que compartía con Lema fueron las más difíciles. Ella seguía atrayendo mi atención como nunca antes. Su actitud se notaba diferente, un grano más segura, despreocupada, lo que me llevaba a pensar lo que me había dicho en nuestro encuentro en el centro comercial y las cosas que me contaría si llegaba a ganarme su confianza. Se estaba convirtiendo en un enigma que mi mente exigía resolver y en ese momento eso no era bueno.
Resolví mantenerme al margen de problemas ajenos, prohibiéndome llevarme más preguntas sobre ella al salir del aula. Regresaría a funcionar en piloto automático; dormir, levantarme, comer, estudiar, comer, estudiar, comer, acostarme, dormir; por lo menos hasta sentirme más normal y en algo ayudó, en pocos días pude conciliar el sueño y se sentía tan bien.
Sin embargo, no todo iba tan bien como yo pensaba. Hoy, viernes por la mañana, llegué y me encontré con Ruslán en la puerta de mi casillero, esperándome.
—Ya estás mejor —resalté, viéndolo enderezado y sin dolor.
—Sí, desde el miércoles, de hecho.
No me di cuenta, literalmente no me fijé en que había regresado hace dos días. Aleksey seguía evitándome lo más posible, yo continué dándole su espacio y siguiendo el esquema que me impuse a mí misma. Traté de no distraerme con asuntos que no consideraba relevantes y durante esa semana almorcé en mi auto, lejos de mis amigos.
Vaya que estaba haciéndolo tan, tan bien… ¿no?
—Yulia, me… me gustaría hablar contigo en la tarde si… si es posible. Hay algo que… que quisiera contarte —tartamudeó, preocupado, nervioso. Pensé en rechazarlo, pero lo vi tan vulnerable que simplemente asentí y fijamos vernos al final del día en el estacionamiento.
Ruslán tardó unos minutos en salir de la escuela, el resto de estudiantes se marcharon antes de que él llegara al punto de encuentro.
—Bien, ¿qué querías decirme? —inicié la charla cuando se detuvo a un metro de distancia.
—Pues… yo… Yulia, yo…
—¡Habla Ruslán, si no quieres que te deje más estropeado que la bicicleta!
Pegó un corto salto hacia atrás y pasó su mano con dureza por su nuca, virando la mirada a cualquier parte menos a mi persona.
—Debo explicarte algo y… —Exhaló, suspirando con pesadez, unos segundos después me miró y continuó—. El domingo, Alyosha fue a mi casa… quería saber si estaba bien porque me había visto decaído.
—Eso ya lo sé, me lo contó —le informé. Si era para eso que me había llamado, estaba haciéndome perder el tiempo.
—Sí… eso. Jugamos Tanques un rato y…
—Comieron pizza y…
—… y lo besé —dijo al mismo tiempo que yo y bajó su vista al piso tan pronto se encontró con la mía, llena de confusión.
—¿Besaste a «mi novio»?
Se puso más nervioso todavía, mucho más. Se hizo unos pasos atrás y respiraba fuertemente por la boca, alzando esporádicamente sus manos, queriendo explicarme lo sucedido sin lograrlo. Ninguna palabra salía de sus labios.
—¡¿Besaste a mi novio, Ruslán?!
—Estuvo mal, lo sé…
—¡¿Mal?! ¿Me estás jodiendo? ¡¿Mal?!
—Yulia, yo… he querido a Aleksey por tanto tiempo…
—¡Él es mi novio! ¿Qué diablos estabas pensando?
—¡No lo sé…! —gritó entre sollozos—. Solo quería… solo… una vez, por una vez… quería…
Rompió en llanto y no dijo más, tan solo lloró. Yo esperé, queriendo hacer lo mismo. Quizá era el cúmulo de emociones que me había impedido sentir durante toda la semana lo que me provocaba tanta tristeza, pero lo evité.
—¿Él te correspondió? —le pregunté, recordando lo extraño que Aleksey se ha comportado esos días. No quería pensar en esa posibilidad, pero necesitaba saberlo.
—No… Fue gentil y no me apartó, pero no me besó. Me dijo que… él es mi amigo y nada más —confesó, de alguna manera tranquilizando el miedo que tuve unos minutos atrás—. Luego se fue y no hemos vuelto a hablar de lo que pasó.
—¿Por qué me lo dices ahora?
Si ni siquiera Aleksey se molestó en hablarlo conmigo, por qué él sí.
—Porque, tú y yo, somos amigos… y yo fui un idiota… Lo siento. —Se limpió la cara con la manga de su camisa y salió apurado, huyendo. Dijo lo que tenía que decir y se fue.
No lo detuve, otras cosas cruzaban por mi mente, como el porqué mi novio se había guardado ese «tan insignificante» detalle. Lo llamé, no contestó. Insistí por horas, pero no lo hizo. Al fin decidí dejarle un mensaje de voz.
«Aleksey, hablé con Ruslán. Necesito verte, ¡ahora! Te espero en casa a las seis. Tienes muchas cosas que explicar».
Llegué a casa mucho antes de la hora fijada y permanecí sentada en la misma posición hasta que la puerta sonó con un par de golpes justo cuando la manija corta marcaba las seis y la larga el cero.
Sin apuro abrí la puerta y ahí estaba él, moreno, con una pose distante y una actitud aquejada, con su cabello recogido en un moño… Mi novio.
—Yulia…
—Entra, Aleksey. Tenemos que hablar.
Capitulo catorce: Repulsivo
Nada más placentero que llegar temprano a la escuela. Tempranísimo… cuatro horas antes de lo que debería.
El estacionamiento estaba completamente vacío cuando aparqué. Los ruidos del tránsito se escuchaban esporádicamente, una ambulancia a lo lejos, nada fuera de lo común para una gran ciudad.
Deseaba con todas mis ganas que fueran las siete de la mañana y abrieran las puertas del gimnasio, ir a las duchas y tomar ese buen baño caliente que me faltó al salir de casa. A Román se le ocurrió llegar borracho en la madrugada del lunes y a mi mamá defenderlo cuando lo llamé «hijo de su p… ísima madre». Así que tomé una mudada completa que metí en mi bolsa con mis libros, el diario, mi teléfono y las llaves; me puse mis botas —aún en pijama— y salí furiosa, gritando que ojalá y un hoyo profundo aparezca de la nada y se trague el maldito vecindario con ellos adentro.
Me subí en mi rápido y veloz vehículo que, con mi furia, pudo dejar marcas de fuego por todo el camino y entré a la escuela dando las cuatro de la mañana.
Sin tener más que hacer encendí la radio, tenía el disco de Radiohead puesto y comenzó a sonar en Creep. Debí haberlo tomado como un presagio.
Bajé el asiento a una posición más cómoda para seguir durmiendo, pero a pesar de que ya estoy acostumbrándome a la incomodidad, no pude conciliar el sueño.
No quería gastar la batería de mi auto más de lo necesario y me quedé en esa posición, a oscuras, mirando las luces de la calle, los semáforos cambiar de cuando en cuando, los autos pasar. A eso de las cinco salí a fumar un tabaco, quería respirar un poco de aire fresco antes de que el ambiente se llene de smog. Dejé la puerta entre abierta para que siguiera sonando la música y encendí mi cigarrillo. Me arrimé al capó del auto y di la primera inhalada, exhalando después con agotamiento. Vivir mi vida me estaba volviendo loca.
El cielo comenzó a esclarecer, los tonos negros azulados se tornaron violetas, luego celestes, y el sol comenzó a salir. Tiré la colilla al suelo y la pisé para apagarla, entrando nuevamente al auto. Aún tenía un poco más de una hora hasta que abrieran la escuela y decidí continuar leyendo el diario. No le mencioné a mamá lo que leí sobre las pruebas de ADN, me retracté al darme cuenta de que era más conveniente terminarlo en su totalidad y sacar conclusiones entonces. Qué tal si la chica resolvió todo su lío, yo solo estaría revolviéndolo todo otra vez, sería inútil.
Abrí en la página que me había quedado y, con mucho esfuerzo, concluí las siguientes dos entradas. Estaban llenas de sus dudas, sus hipótesis, sus miedos y preguntas. Cuando las escribió se sentía tan perdida y dolida con lo que había descubierto que se saturó de todo, sus ideas empezaron a caer en la locura y después… dejó de escribir… por días.
En ese momento yo tuve que hacer lo mismo. Abandonar el diario y tratar de no pensar en mis propias teorías. No había leído ni la octava parte de todo ese cuaderno y ya estaba deprimiéndome más que con mi propia realidad.
Lo cerré en mis manos, observándolo detenidamente y me sentí pesada, agobiada, con un decaimiento que no tenía razón. Esa chica me preocupaba y ni siquiera la conocía. Sus palabras me llegaban, me dolían, me hacían sentir impotente, hasta débil. La tenía tan pura en ese cuaderno, como si ella misma viviera en él y pensé: ¿qué estoy haciendo?
Mi vida ya era lo suficientemente complicada como para darle cabida a problemas ajenos. Estaba harta de todo, de mamá y sus decisiones, de vivir en un maldito incomodo apartamento, de tener que esperar a que abran la escuela para tomar un baño, de no poder ser la Yulia Volkova que tanto me gustaba ser, la fuerte, la segura, la que no le tiene miedo a nada, la que siempre sobresale, la que lo puede todo.
Apreté el diario con fuerza y lo golpeé contra el volante lo más fuerte que pude, tirándolo dentro de la guantera para después encerrarlo allí cerrando la compuerta con violencia. Necesitaba un descanso de la ansiedad que me provocaba.
Vi al conserje abrir las puertas y acomodé mis cosas para salir directo a los vestidores, me urgía como loca ese baño, librarme de ese peso que tenía en el pecho. Fue refrescante y delicioso, el día ya parecía mejorar cuando salí.
Fui a dejar mis cosas al casillero. El lugar estaba desierto, ni un alma alrededor. Arreglé mis libros y guardé mi pijama. Estaba por cerrar la puerta para subir a mi primera clase del día, cuando vi a Ruslán entrar por el portón principal. Cojeaba adolorido, tomándose del estómago y llegó hasta su locker dando pasos lentos, dejando caer su peso sobre él.
—¿Estás bien? —le pregunté. Se sobresaltó de inmediato dándose cuenta de que no estaba solo y se enderezó de golpe, ocultando de mala manera su dolor.
—Sí, no te preocupes, tuve un… accidente en la bicicleta. Ya se me pasará.
—Deberías ir a enfermería y pedir una pastilla para le dolor.
—Lo haré, solo sacaré unos cuadernos y voy.
Asentí sin decirle más, él dio la vuelta abriendo su casillero y yo cerré el mío, encaminándome por el graderío al segundo piso. Quedaban veinte minutos para iniciar clases y quería repasar la lección que dejó el maestro el viernes.
—Nos vemos en el almuerzo —le dije y seguí mi camino, perdiéndome por el resto del día.
Me sorprendió que Aleksey no fuera a buscarme al final de la hora, antes del almuerzo. Su aula queda enfrente de la mía y los lunes a la salida está parado en la puerta, esperándome.
Al bajar al pasillo principal lo vi arrimado a una de las columnas, decaído. Me acerqué y quise darle un beso, pero él se hizo a un lado, dejando mis labios en el aire.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, fijándome que llevaba un gesto de desagrado en el rostro—. ¡Aleksey, habla!
—Es… Ruslán —me contestó mirando al corredor. Lo tomé delicadamente por la quijada y lo volteé hacia mí. No quiso hacer contacto con mis ojos.
—¿Qué te dijo ayer? —le pregunté recibiendo un gesto confuso, no entendió a qué me refería—. ¿Lo viste en la tarde, no?
—Ah, sí… —Tragó con dificultad—. Nada… no dijo nada. Estaba abatido, distante… no quería hablar. Jugamos videojuegos y… —Se calló, claramente dudando de sus siguientes palabras
—. Después comimos pizza y yo regresé a casa.
—¿Y entonces por qué estás así? —insistí.
—Hoy en la mañana… llegué y… —Se le complicaba hablar—… Ruslán salía del baño con mucha dificultad. Fui a hablar con él y noté que tenía un morado en el ojo que había tratado de cubrir con maquillaje. Su camiseta estaba rota en el cuello con rastros de sangre, como si lo hubiesen jaloneado…
—¿Alguien lo golpeó?
No me di cuenta en la mañana de ninguno de esos detalles, quizá no les presté atención porque él se justificó con un accidente y, si lo vi, asumí que tenía que ver con eso, pero de verdad no le puse mucha atención a su aspecto.
—Lo ayudé hasta la enfermería. Él le dijo a la encargada que tuvo un accidente en la bicicleta. Ella me pidió salir para examinarlo y yo regresé a revisarla… —Cerró los ojos y se remordió los dientes con la mandíbula apretada al máximo, furioso—. ¡No tuvo ningún accidente! ¡La bicicleta está intacta, estacionada en el parqueadero! ¡Está mintiendo! —Alzó su voz, no lo suficiente para considerarse un grito, pero su enojo era evidente.
—¿Qué crees que le pasó?
—¡No lo sé, Yulia! ¿Tengo que saberlo todo? —me respondió alterado, golpeando duramente su cabeza en la pared a sus espaldas y sus puños apretados contra el concreto.
—¿Qué dijo la enfermera?
—Llamó a sus padres… vinieron por él y lo llevaron a casa.
—Estará bien —le dije tratando de confortarlo, pero él se molestó más y se hizo a un lado, poniendo distancia entre nosotros—. Nada está bien… ¡nada! —exclamó y se marchó sin dejar que lo acompañe. Yo no supe qué hacer. No es común que él actúe de esa manera.
Después de unos minutos fui a buscarlo en la cafetería de la escuela, no estaba allí, Vladimir tampoco. Lena y Nastya hablaban desanimadas, jugando con su comida. De seguro habían escuchado lo sucedido y preferí no acercarme y hundirme en ese mar de lágrimas —por así decirlo— , di media vuelta y fui a buscarlo en el estacionamiento. Cuando Aleksey quiere estar solo, acostumbra encerrarse en su auto, pero ni él ni el vehículo estaban donde comúnmente suelen estar. Se había ido a quién sabe dónde.
Pensé en llamarlo, pero al ver su foto en mi pantalla desistí. Pensé que tal vez necesitaba estar solo, que de todas formas no contestaría. Guardé el aparato en mi bolsillo y volví a mi rutina. La clase de fotografía iniciaba esa tarde y estaba emocionada. Había pospuesto la materia hasta este semestre porque el maestro es mucho mejor que el de los años anteriores, tiene experiencia y es muy afamado. Por dos horas pude olvidarme del mundo, fue genial… para mí.
Ya en la noche, después de terminar la tarea en la bodega, regresé a casa. En mi camino pasé por la casa de Aleksey, su auto no estaba, supuse por un segundo que quizá había ido a buscarme y lo llamé. Las dos primeras veces que intenté no me contestó y la tercera se dirigió a mi bastante seco, informándome que había salido con su familia y que regresaría tarde a casa.
—Hablaremos mañana —dijo y me colgó.
No me preocupé más, no había nada que pudiera hacer, ¿cierto?
Al siguiente día Ruslán seguía sin aparecer, lo que no me sorprendió. Había tenido un accidente —al menos esa era la versión oficial—, la enfermera le habría recetado días de reposo, era lógico. Yo seguí mi día normalmente, tratando de concentrarme en realizar tareas mecánicas y no pensar en mis problemas o los de los demás. Me hacía sentir más ligera, tranquila.
Las clases que compartía con Lema fueron las más difíciles. Ella seguía atrayendo mi atención como nunca antes. Su actitud se notaba diferente, un grano más segura, despreocupada, lo que me llevaba a pensar lo que me había dicho en nuestro encuentro en el centro comercial y las cosas que me contaría si llegaba a ganarme su confianza. Se estaba convirtiendo en un enigma que mi mente exigía resolver y en ese momento eso no era bueno.
Resolví mantenerme al margen de problemas ajenos, prohibiéndome llevarme más preguntas sobre ella al salir del aula. Regresaría a funcionar en piloto automático; dormir, levantarme, comer, estudiar, comer, estudiar, comer, acostarme, dormir; por lo menos hasta sentirme más normal y en algo ayudó, en pocos días pude conciliar el sueño y se sentía tan bien.
Sin embargo, no todo iba tan bien como yo pensaba. Hoy, viernes por la mañana, llegué y me encontré con Ruslán en la puerta de mi casillero, esperándome.
—Ya estás mejor —resalté, viéndolo enderezado y sin dolor.
—Sí, desde el miércoles, de hecho.
No me di cuenta, literalmente no me fijé en que había regresado hace dos días. Aleksey seguía evitándome lo más posible, yo continué dándole su espacio y siguiendo el esquema que me impuse a mí misma. Traté de no distraerme con asuntos que no consideraba relevantes y durante esa semana almorcé en mi auto, lejos de mis amigos.
Vaya que estaba haciéndolo tan, tan bien… ¿no?
—Yulia, me… me gustaría hablar contigo en la tarde si… si es posible. Hay algo que… que quisiera contarte —tartamudeó, preocupado, nervioso. Pensé en rechazarlo, pero lo vi tan vulnerable que simplemente asentí y fijamos vernos al final del día en el estacionamiento.
Ruslán tardó unos minutos en salir de la escuela, el resto de estudiantes se marcharon antes de que él llegara al punto de encuentro.
—Bien, ¿qué querías decirme? —inicié la charla cuando se detuvo a un metro de distancia.
—Pues… yo… Yulia, yo…
—¡Habla Ruslán, si no quieres que te deje más estropeado que la bicicleta!
Pegó un corto salto hacia atrás y pasó su mano con dureza por su nuca, virando la mirada a cualquier parte menos a mi persona.
—Debo explicarte algo y… —Exhaló, suspirando con pesadez, unos segundos después me miró y continuó—. El domingo, Alyosha fue a mi casa… quería saber si estaba bien porque me había visto decaído.
—Eso ya lo sé, me lo contó —le informé. Si era para eso que me había llamado, estaba haciéndome perder el tiempo.
—Sí… eso. Jugamos Tanques un rato y…
—Comieron pizza y…
—… y lo besé —dijo al mismo tiempo que yo y bajó su vista al piso tan pronto se encontró con la mía, llena de confusión.
—¿Besaste a «mi novio»?
Se puso más nervioso todavía, mucho más. Se hizo unos pasos atrás y respiraba fuertemente por la boca, alzando esporádicamente sus manos, queriendo explicarme lo sucedido sin lograrlo. Ninguna palabra salía de sus labios.
—¡¿Besaste a mi novio, Ruslán?!
—Estuvo mal, lo sé…
—¡¿Mal?! ¿Me estás jodiendo? ¡¿Mal?!
—Yulia, yo… he querido a Aleksey por tanto tiempo…
—¡Él es mi novio! ¿Qué diablos estabas pensando?
—¡No lo sé…! —gritó entre sollozos—. Solo quería… solo… una vez, por una vez… quería…
Rompió en llanto y no dijo más, tan solo lloró. Yo esperé, queriendo hacer lo mismo. Quizá era el cúmulo de emociones que me había impedido sentir durante toda la semana lo que me provocaba tanta tristeza, pero lo evité.
—¿Él te correspondió? —le pregunté, recordando lo extraño que Aleksey se ha comportado esos días. No quería pensar en esa posibilidad, pero necesitaba saberlo.
—No… Fue gentil y no me apartó, pero no me besó. Me dijo que… él es mi amigo y nada más —confesó, de alguna manera tranquilizando el miedo que tuve unos minutos atrás—. Luego se fue y no hemos vuelto a hablar de lo que pasó.
—¿Por qué me lo dices ahora?
Si ni siquiera Aleksey se molestó en hablarlo conmigo, por qué él sí.
—Porque, tú y yo, somos amigos… y yo fui un idiota… Lo siento. —Se limpió la cara con la manga de su camisa y salió apurado, huyendo. Dijo lo que tenía que decir y se fue.
No lo detuve, otras cosas cruzaban por mi mente, como el porqué mi novio se había guardado ese «tan insignificante» detalle. Lo llamé, no contestó. Insistí por horas, pero no lo hizo. Al fin decidí dejarle un mensaje de voz.
«Aleksey, hablé con Ruslán. Necesito verte, ¡ahora! Te espero en casa a las seis. Tienes muchas cosas que explicar».
Llegué a casa mucho antes de la hora fijada y permanecí sentada en la misma posición hasta que la puerta sonó con un par de golpes justo cuando la manija corta marcaba las seis y la larga el cero.
Sin apuro abrí la puerta y ahí estaba él, moreno, con una pose distante y una actitud aquejada, con su cabello recogido en un moño… Mi novio.
—Yulia…
—Entra, Aleksey. Tenemos que hablar.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
espectacular capitulo
esta emocionante
esta mal que la engañe y no le cuente
lo que ocurrió
espero el sgte capitulo
Que te mejores
espectacular capitulo
esta emocionante
esta mal que la engañe y no le cuente
lo que ocurrió
espero el sgte capitulo
Que te mejores
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
andyvolkatin, gracias por preocuparte!
Saludos a todos los lectores y acá les va otro capítulo
Capitulo quince: Ingenua
—¡¿Y qué quieres que haga Aleksey?! ¡¿Qué te entienda, que perdone esto?!
—¡Tú no tienes que hacer nada! —me respondió, gritándome a lo más alto de sus pulmones—. ¡Esto no tiene nada que ver contigo! ¡El maldito mundo no gira alrededor tuyo y nadie está pidiéndote perdón!
Su enojo no fue lo que más me alteró, fue que no entendiera que estaba frustrada, que tenía mil cosas encima y aún las tengo, que, lo que hizo, sí tenía que ver conmigo. «Aleksey, novio de Yulia», ¡claro que tenía que ver conmigo! Él debió ser sincero, confiar en mí.
—Eres tan egoísta, tan… ensimismada en lo que te pasa que te olvidas que los demás también tenemos una vida, problemas, miedos, que no somos perfectos. ¡No te importa una m…! —Evitó decir más, después de que exaltarse a un nivel que nunca había visto en él.
—Pensé que me entendías, Alyósha, que sabías que todo esto es tan difícil para mí. ¡Lo perdí todo! —refuté, igual de molesta—. ¡Tú no vives en un maldito hueco con tu madre! Vives solo en el sótano de tu propia casa, porque te da la gana, no porque te falta un cuarto adentro de tu casa con un televisor enorme colgado en la pared y un baño con tina, o una maldita cama.
Sonrió, burlándose, sin creer lo que acababa de escuchar. Caminó unos pasos pensando qué decir, no porque no lo supiera, intentaba como siempre no mandarme por un tubo, decir algo que pudiera herirme. Así es él.
—Tú, Yulia… Tú te ciegas tanto ante el dolor ajeno —me recriminó—. Dime, ¿has notado algo distinto en el resto de nuestros amigos? —me preguntó, sin dejarme contestar—. ¿Te das cuenta de que Nastya está llevando muy mal la separación con su familia y que por eso se comporta tan infantil últimamente? Es su forma de llamar la atención y tú ni te mosqueas.
—¡Eso no es verdad!
—¡Y Vova!, no se ha sentado con nosotros al almuerzo en días. Se la pasa en encerrado en el salón de música tratando de componer algo que termina tirando a la basura antes de volver a su infierno, no ha cruzado palabra con nadie. ¿Te has dado cuenta de eso al menos?
Me crucé de brazos frente a él con el rostro endurecido, pensando, recordando…
No, no me había dado cuenta.
—¿Qué tal Lena?
Mis facciones cambiaron con la mención de su nombre.
"Lena", pensé, alarmándome de repente.
Me había percatado de su actitud más soberbia, tenía un tatuaje y un misterio que no me dejaba tranquila, pero ¿por qué la mencionaba Aleksey?
—¿Sabías que está saliendo con un chico, no, un hombre que nadie sabe quién es?
—¿Lena?
—¡Sí, Lena, tu enemiga favorita, Lena! Está saliendo con un tipo que podría tener diez años más que ella. ¿No te has fijado? La recoge a una cuadra de la escuela, ayer fue en la puerta, y se dieron un beso que… No quiero pensar qué diablos hacen cuando se van.
¿Lena? ¡¿Lena Katina?! Pero si he pasado vigilándola, aunque no fuera de clases. Me he ocupado con otras cosas como no pensar en mi maldita vida, seguir el esquema que me impuse y mantenerme alejada de problemas ajenos.
—¿Ves? ¡Nada te toca! —reprendió y tenía la boca llena de razón. Tampoco vi venir lo de Ruslán, ni a un kilometro de distancia, ni a un metro, ni a un centímetro. Él tuvo que confesarme lo que sucedió; mi novio no se molestó en hacerlo.
—¿Al menos te importa si estoy bien?
—¡Basta, Alyósha!, nos vemos todos los santos días. Si a alguien le pongo atención es a ti —mencioné, consciente de mi mentira. No hablamos durante toda la semana más que para saludarnos.
—¡Nos vemos en la escuela y ya! Durante las vacaciones me llamaste con el único propósito de que sea tu obrero y te ayude con la mudanza. Vas a mi casa buscando un colchón y crees que haciéndome un «favor» todo está bien; lo nuestro se fue al demonio hace rato.
Me sentí mareada. El poco aire dentro del apartamento me agobiaba, el calor me consumía y los reproches de Aleksey me golpeaban como flechas en el pecho. Me apoyé en la pared a un lado de la puerta dejándome escurrir hasta el suelo, perdiendo la vista en su patrón veteado.
—¿Eso crees? —le dije unos segundos después—. ¿Que nuestra relación se terminó?
Me observó derrotada ante sus palabras, llegando a la misma calma que yo había encontrado, ambos cansados de pelear y sin hacer mucho ruido se sentó frente a mí.
—¿Hablas en serio, Yulia? —me preguntó—. Ya no encuentro una razón para seguir juntos, ¿Tú sí?
Levanté la mirada apreciando como él seguía los mismos diseños del piso con sus ojos.
—No hemos sido una pareja en mucho tiempo y yo necesito dejar de pensar en nosotros como algo que vale la pena conservar.
—¿Así de fácil? —le pregunté, conservando un tono suave—. ¿Dejarás que el asunto con Ruslán nos separe?
—«El asunto con Ruslán» —repitió exhalando—. No entendiste nada de lo que acabé de decir. El asunto con Ruslán es más complicado de lo que parece. Alguien lo está golpeando con frecuencia, yo creo que es su padre.
—Su papá es muy amable. Lo conozco de años, tú también.
—No lo suficiente —exclamó—. El domingo, después de… del beso, su hermana nos llamó para comer pizza en el comedor con la familia. Él me miró de muy mala manera, me sentí incómodo y vi a Ruslán nervioso, con miedo. Yo esperaba que nadie nos hubiese visto, pero ¿qué tal si él lo hizo? Cuando terminamos de comer yo me fui.
—¿Te sientes culpable? —le pregunté, al menos así sonaba, arrepentido.
—Siento que mi amigo está en problemas y no sé como ayudarlo. No te lo conté porque no quería que Ruslán tuviera que lidiar con una preocupación más. Con tu enojo y tus celos —me confesó, y estaría en lo correcto si esta charla la hubiésemos tenido hace un año. Yo era más volátil entonces. Ver a mi amigo destruido no me habría molestado y, aunque me siento traicionada por Aleksey, mis celos aún no se hacen presentes—. En lo que a nosotros respecta, creo que en el camino perdimos lo que nos unía —dijo, regresando al tema.
—Somos amigos.
—¿Lo crees? Dime, ¿me escuchas cuando lo necesito, cuando te pido que hablemos?, ¿me das un tiempo que no sea el obligatorio?, ¿te preocupas por lo que siento, por mis dudas, por mis sueños, por lo que yo quiero? —me acribilló con preguntas que no pude contestar—. Nosotros ya no somos ni eso. No somos amigos.
—Si eso piensas ¿qué haces aquí?… Vete —le dije con la misma calma de antes, mirándolo fijamente. Él casi no pestañeó hasta que se lo repetí—. Vete, no somos nada, ¿qué haces aquí?
Estaba dolida.
Aleksey continuó observándome en un silencio que nos acogió a los dos. Dejé de verlo, observando de nuevo ese estúpido y horrible linóleo. Odié mi vida, la odié.
Sabía que Vladimir estaba molesto y no hablé con él. Ruslán ha pasado retraído desde que volvimos a la escuela — tal vez desde antes—, comportándose de manera extraña; lo dejé pasar porque mis problemas eran más grandes, más importantes.
Nastya es mi amiga y en su cumpleaños compartí con ella lo que debía, nada más de lo necesario. La vi triste al despedirse de sus padres y ni siquiera por eso conversé con ella o me quedé haciéndole compañía por el resto de la noche. La que lo hizo fue Lena, yo me fui a dormir, porque mi sueño valía más que lo que le estuviese sucediendo.
Y ella, las cosas que he descubierto en esta última semana me han llenado de preguntas, pero ninguna ha sido sobre su bienestar, si algo grave le pasa, si está bien, si tiene problemas. Lena está saliendo con un hombre mayor, ¿qué tan mayor? ¿Está obligándola a fumar, a tatuarse, a otras cosas?
—Un día, la vida te golpeará en la cara, Yulia, y te darás cuenta de que no solo tú sufres en este mundo, no solo tú importas. Ojalá sea pronto, antes de que las personas que te consideran importante… terminen marchándose, como yo. —Lentamente se puso de pie, tomó su chaqueta del sillón y abrió la puerta, saliendo sin volverla a cerrar.
Terminamos… y no puedo decir que lo vi venir.
No esperaba que Aleksey me vomitara en la cara, todas las cosas que él cree que hago mal. No creí que estaba siendo tan manipuladora. En mi única defensa, pensé que él tenía más confianza en mí, que me diría como se sentía, qué le pasaba. Pero ¿cómo?… si me ha pedido una conversación hace semanas y lo único que he hecho es postergarla.
Perdí a uno de los pocos aliados que tenía. ¿Y Nastya? No quiero perderla por mi inmadurez.
Debo dejar de pensar solo en mí o, mejor dicho, abrir bien los ojos y ver lo que está justo en frente, en lugar de convertirme en un maldito robot que ni ve, ni siente.
Saludos a todos los lectores y acá les va otro capítulo
Capitulo quince: Ingenua
—¡¿Y qué quieres que haga Aleksey?! ¡¿Qué te entienda, que perdone esto?!
—¡Tú no tienes que hacer nada! —me respondió, gritándome a lo más alto de sus pulmones—. ¡Esto no tiene nada que ver contigo! ¡El maldito mundo no gira alrededor tuyo y nadie está pidiéndote perdón!
Su enojo no fue lo que más me alteró, fue que no entendiera que estaba frustrada, que tenía mil cosas encima y aún las tengo, que, lo que hizo, sí tenía que ver conmigo. «Aleksey, novio de Yulia», ¡claro que tenía que ver conmigo! Él debió ser sincero, confiar en mí.
—Eres tan egoísta, tan… ensimismada en lo que te pasa que te olvidas que los demás también tenemos una vida, problemas, miedos, que no somos perfectos. ¡No te importa una m…! —Evitó decir más, después de que exaltarse a un nivel que nunca había visto en él.
—Pensé que me entendías, Alyósha, que sabías que todo esto es tan difícil para mí. ¡Lo perdí todo! —refuté, igual de molesta—. ¡Tú no vives en un maldito hueco con tu madre! Vives solo en el sótano de tu propia casa, porque te da la gana, no porque te falta un cuarto adentro de tu casa con un televisor enorme colgado en la pared y un baño con tina, o una maldita cama.
Sonrió, burlándose, sin creer lo que acababa de escuchar. Caminó unos pasos pensando qué decir, no porque no lo supiera, intentaba como siempre no mandarme por un tubo, decir algo que pudiera herirme. Así es él.
—Tú, Yulia… Tú te ciegas tanto ante el dolor ajeno —me recriminó—. Dime, ¿has notado algo distinto en el resto de nuestros amigos? —me preguntó, sin dejarme contestar—. ¿Te das cuenta de que Nastya está llevando muy mal la separación con su familia y que por eso se comporta tan infantil últimamente? Es su forma de llamar la atención y tú ni te mosqueas.
—¡Eso no es verdad!
—¡Y Vova!, no se ha sentado con nosotros al almuerzo en días. Se la pasa en encerrado en el salón de música tratando de componer algo que termina tirando a la basura antes de volver a su infierno, no ha cruzado palabra con nadie. ¿Te has dado cuenta de eso al menos?
Me crucé de brazos frente a él con el rostro endurecido, pensando, recordando…
No, no me había dado cuenta.
—¿Qué tal Lena?
Mis facciones cambiaron con la mención de su nombre.
"Lena", pensé, alarmándome de repente.
Me había percatado de su actitud más soberbia, tenía un tatuaje y un misterio que no me dejaba tranquila, pero ¿por qué la mencionaba Aleksey?
—¿Sabías que está saliendo con un chico, no, un hombre que nadie sabe quién es?
—¿Lena?
—¡Sí, Lena, tu enemiga favorita, Lena! Está saliendo con un tipo que podría tener diez años más que ella. ¿No te has fijado? La recoge a una cuadra de la escuela, ayer fue en la puerta, y se dieron un beso que… No quiero pensar qué diablos hacen cuando se van.
¿Lena? ¡¿Lena Katina?! Pero si he pasado vigilándola, aunque no fuera de clases. Me he ocupado con otras cosas como no pensar en mi maldita vida, seguir el esquema que me impuse y mantenerme alejada de problemas ajenos.
—¿Ves? ¡Nada te toca! —reprendió y tenía la boca llena de razón. Tampoco vi venir lo de Ruslán, ni a un kilometro de distancia, ni a un metro, ni a un centímetro. Él tuvo que confesarme lo que sucedió; mi novio no se molestó en hacerlo.
—¿Al menos te importa si estoy bien?
—¡Basta, Alyósha!, nos vemos todos los santos días. Si a alguien le pongo atención es a ti —mencioné, consciente de mi mentira. No hablamos durante toda la semana más que para saludarnos.
—¡Nos vemos en la escuela y ya! Durante las vacaciones me llamaste con el único propósito de que sea tu obrero y te ayude con la mudanza. Vas a mi casa buscando un colchón y crees que haciéndome un «favor» todo está bien; lo nuestro se fue al demonio hace rato.
Me sentí mareada. El poco aire dentro del apartamento me agobiaba, el calor me consumía y los reproches de Aleksey me golpeaban como flechas en el pecho. Me apoyé en la pared a un lado de la puerta dejándome escurrir hasta el suelo, perdiendo la vista en su patrón veteado.
—¿Eso crees? —le dije unos segundos después—. ¿Que nuestra relación se terminó?
Me observó derrotada ante sus palabras, llegando a la misma calma que yo había encontrado, ambos cansados de pelear y sin hacer mucho ruido se sentó frente a mí.
—¿Hablas en serio, Yulia? —me preguntó—. Ya no encuentro una razón para seguir juntos, ¿Tú sí?
Levanté la mirada apreciando como él seguía los mismos diseños del piso con sus ojos.
—No hemos sido una pareja en mucho tiempo y yo necesito dejar de pensar en nosotros como algo que vale la pena conservar.
—¿Así de fácil? —le pregunté, conservando un tono suave—. ¿Dejarás que el asunto con Ruslán nos separe?
—«El asunto con Ruslán» —repitió exhalando—. No entendiste nada de lo que acabé de decir. El asunto con Ruslán es más complicado de lo que parece. Alguien lo está golpeando con frecuencia, yo creo que es su padre.
—Su papá es muy amable. Lo conozco de años, tú también.
—No lo suficiente —exclamó—. El domingo, después de… del beso, su hermana nos llamó para comer pizza en el comedor con la familia. Él me miró de muy mala manera, me sentí incómodo y vi a Ruslán nervioso, con miedo. Yo esperaba que nadie nos hubiese visto, pero ¿qué tal si él lo hizo? Cuando terminamos de comer yo me fui.
—¿Te sientes culpable? —le pregunté, al menos así sonaba, arrepentido.
—Siento que mi amigo está en problemas y no sé como ayudarlo. No te lo conté porque no quería que Ruslán tuviera que lidiar con una preocupación más. Con tu enojo y tus celos —me confesó, y estaría en lo correcto si esta charla la hubiésemos tenido hace un año. Yo era más volátil entonces. Ver a mi amigo destruido no me habría molestado y, aunque me siento traicionada por Aleksey, mis celos aún no se hacen presentes—. En lo que a nosotros respecta, creo que en el camino perdimos lo que nos unía —dijo, regresando al tema.
—Somos amigos.
—¿Lo crees? Dime, ¿me escuchas cuando lo necesito, cuando te pido que hablemos?, ¿me das un tiempo que no sea el obligatorio?, ¿te preocupas por lo que siento, por mis dudas, por mis sueños, por lo que yo quiero? —me acribilló con preguntas que no pude contestar—. Nosotros ya no somos ni eso. No somos amigos.
—Si eso piensas ¿qué haces aquí?… Vete —le dije con la misma calma de antes, mirándolo fijamente. Él casi no pestañeó hasta que se lo repetí—. Vete, no somos nada, ¿qué haces aquí?
Estaba dolida.
Aleksey continuó observándome en un silencio que nos acogió a los dos. Dejé de verlo, observando de nuevo ese estúpido y horrible linóleo. Odié mi vida, la odié.
Sabía que Vladimir estaba molesto y no hablé con él. Ruslán ha pasado retraído desde que volvimos a la escuela — tal vez desde antes—, comportándose de manera extraña; lo dejé pasar porque mis problemas eran más grandes, más importantes.
Nastya es mi amiga y en su cumpleaños compartí con ella lo que debía, nada más de lo necesario. La vi triste al despedirse de sus padres y ni siquiera por eso conversé con ella o me quedé haciéndole compañía por el resto de la noche. La que lo hizo fue Lena, yo me fui a dormir, porque mi sueño valía más que lo que le estuviese sucediendo.
Y ella, las cosas que he descubierto en esta última semana me han llenado de preguntas, pero ninguna ha sido sobre su bienestar, si algo grave le pasa, si está bien, si tiene problemas. Lena está saliendo con un hombre mayor, ¿qué tan mayor? ¿Está obligándola a fumar, a tatuarse, a otras cosas?
—Un día, la vida te golpeará en la cara, Yulia, y te darás cuenta de que no solo tú sufres en este mundo, no solo tú importas. Ojalá sea pronto, antes de que las personas que te consideran importante… terminen marchándose, como yo. —Lentamente se puso de pie, tomó su chaqueta del sillón y abrió la puerta, saliendo sin volverla a cerrar.
Terminamos… y no puedo decir que lo vi venir.
No esperaba que Aleksey me vomitara en la cara, todas las cosas que él cree que hago mal. No creí que estaba siendo tan manipuladora. En mi única defensa, pensé que él tenía más confianza en mí, que me diría como se sentía, qué le pasaba. Pero ¿cómo?… si me ha pedido una conversación hace semanas y lo único que he hecho es postergarla.
Perdí a uno de los pocos aliados que tenía. ¿Y Nastya? No quiero perderla por mi inmadurez.
Debo dejar de pensar solo en mí o, mejor dicho, abrir bien los ojos y ver lo que está justo en frente, en lugar de convertirme en un maldito robot que ni ve, ni siente.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Página 1 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Temas similares
» Mi Sexy Asesina (ADAPTACION) // RAINBOW XANDER
» AMOR TRAS LAS REJAS // RAINBOW.XANDER (ADAPTACIÓN)
» BABY, I´MA YOUR GIRLFRIEND! // RAINBOW.XANDER
» AÑO BISIESTO EN DUBLIN // RAINBOW.XANDER
» INCESANTE (by: Abbi Glines) // RAINBOW.XANDER
» AMOR TRAS LAS REJAS // RAINBOW.XANDER (ADAPTACIÓN)
» BABY, I´MA YOUR GIRLFRIEND! // RAINBOW.XANDER
» AÑO BISIESTO EN DUBLIN // RAINBOW.XANDER
» INCESANTE (by: Abbi Glines) // RAINBOW.XANDER
Página 1 de 6.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.