OCULTO AMOR
5 participantes
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
Re: OCULTO AMOR
OCULTO AMOR
Capítulo 26
Lena se duchó antes de atreverse a ir hasta la cocina. Había oído
antes las risas de los niños, la voz burlona de Yulia.
Aquel día había dormido más de lo habitual, pero temía quedarse a solas
con Yulia. Mientras los niños estuviesen allí, haciendo de amortiguador
entre ambas, no habría tiempo para charlas... ni para besos.
Se apoyó en la repisa del baño para tranquilizarse y por fin se atrevió a
mirarse a los ojos en el espejo. Había evitado a propósito pensar en lo
sucedido la noche anterior... en lo que estuvo a punto de suceder. Seguía
sin poder creer que había estado tan cerca de besar a Yulia después de tantos
años. La palabra que la morena había susurrado seguía resonando en su mente.
«¡Sí!»
Pero ¿qué quería decir aquello? ¿De pronto tenía curiosidad? ¿O estaba
expresando en voz alta sentimientos que había estado reprimiendo todos
aquellos años?
Fuese cual fuese la respuesta, Lena no estaba muy segura de poder
enfrentarse a ella.
Yulia alzó la vista cuando Lena entró en la cocina, yendo directamente
hacia la cafetera, sin dedicarle ni una mirada. Ya esperaba aquello: sin
duda, Lena estaba avergonzada por lo que casi había llegado a suceder.
También lo estaba Yulia.
Después de todo, había sido ella quien lo comenzó todo: era ella la que
quería hablar, y después la que prácticamente le había rogado a Lena que
la besase.
Sin embargo, a la luz del día ya no estaba tan segura. Tal vez sólo se había
imaginado aquella expresión en el rostro de la pelirroja. Tal vez la atracción
que sentía por Lena, la que seguía sintiendo después de tantos años, no
tenía nada que ver con el sexo. Tal vez no era más que eso, atracción, una
extensión más de su amistad. Tal vez estaba sacando demasiadas
conclusiones.
—¿Qué tal te encuentras esta
mañana? —preguntó Lena en voz baja y titubeante.
Yulia la miró a los ojos,
sumergiéndose en aquellas verdigrises profundidades tal y como había hecho
cientos de veces antes, sólo que ahora aceptó lo que había visto en ellos y
también lo que sentía por Lena. Y sí, tenía que ver con su amistad, y al
mismo tiempo no tenía nada en absoluto que ver con ella.
—Estoy muy bien, ¿y tú?
Lena miró un momento hacia los niños, ocupados comiendo tortitas,
y volvió a mirar a la ojiazul.
—Sobre ayer noche...Yul, lo siento mucho —susurró.
Yulia asintió.
—Sí, yo también lo siento. Si Lee Ann hubiese esperado tan sólo cinco
minutos más, yo ya sabría lo que es besarte.
Lena abrió unos ojos como platos.
—¿Quieres tortitas?
—¿Cómo? ¡Yulia!
—¿Mmm?
—Me estás volviendo loca —susurró Lena.
—Bien, ya era hora. Entonces,
¿quieres tortitas o no?
Lena negó con un gesto.
—No, no creo que pueda comer
nada —murmuró.
Cogió su taza de café con la
intención de volver a su dormitorio... y pensar. Pero una manecita le tocó
el brazo.
—¿No vas a comer? La tía Yul ha hecho tortitas sólo para ti.
—Ah, ¿sí? ¿Para mí?
Lena alzó la vista hacia Yulia y pudo ver que se ruborizaba
ligeramente.
—Dice que solías comerte diez a la vez.
—Ah, pero eso era cuando cocinaba tu abuelita. Me da miedo comer lo que
cocina la tía Yul
Su frase fue recompensada con un trapo húmedo disparado contra su cara.
CONTINUARÁ...
Capítulo 26
Lena se duchó antes de atreverse a ir hasta la cocina. Había oído
antes las risas de los niños, la voz burlona de Yulia.
Aquel día había dormido más de lo habitual, pero temía quedarse a solas
con Yulia. Mientras los niños estuviesen allí, haciendo de amortiguador
entre ambas, no habría tiempo para charlas... ni para besos.
Se apoyó en la repisa del baño para tranquilizarse y por fin se atrevió a
mirarse a los ojos en el espejo. Había evitado a propósito pensar en lo
sucedido la noche anterior... en lo que estuvo a punto de suceder. Seguía
sin poder creer que había estado tan cerca de besar a Yulia después de tantos
años. La palabra que la morena había susurrado seguía resonando en su mente.
«¡Sí!»
Pero ¿qué quería decir aquello? ¿De pronto tenía curiosidad? ¿O estaba
expresando en voz alta sentimientos que había estado reprimiendo todos
aquellos años?
Fuese cual fuese la respuesta, Lena no estaba muy segura de poder
enfrentarse a ella.
Yulia alzó la vista cuando Lena entró en la cocina, yendo directamente
hacia la cafetera, sin dedicarle ni una mirada. Ya esperaba aquello: sin
duda, Lena estaba avergonzada por lo que casi había llegado a suceder.
También lo estaba Yulia.
Después de todo, había sido ella quien lo comenzó todo: era ella la que
quería hablar, y después la que prácticamente le había rogado a Lena que
la besase.
Sin embargo, a la luz del día ya no estaba tan segura. Tal vez sólo se había
imaginado aquella expresión en el rostro de la pelirroja. Tal vez la atracción
que sentía por Lena, la que seguía sintiendo después de tantos años, no
tenía nada que ver con el sexo. Tal vez no era más que eso, atracción, una
extensión más de su amistad. Tal vez estaba sacando demasiadas
conclusiones.
—¿Qué tal te encuentras esta
mañana? —preguntó Lena en voz baja y titubeante.
Yulia la miró a los ojos,
sumergiéndose en aquellas verdigrises profundidades tal y como había hecho
cientos de veces antes, sólo que ahora aceptó lo que había visto en ellos y
también lo que sentía por Lena. Y sí, tenía que ver con su amistad, y al
mismo tiempo no tenía nada en absoluto que ver con ella.
—Estoy muy bien, ¿y tú?
Lena miró un momento hacia los niños, ocupados comiendo tortitas,
y volvió a mirar a la ojiazul.
—Sobre ayer noche...Yul, lo siento mucho —susurró.
Yulia asintió.
—Sí, yo también lo siento. Si Lee Ann hubiese esperado tan sólo cinco
minutos más, yo ya sabría lo que es besarte.
Lena abrió unos ojos como platos.
—¿Quieres tortitas?
—¿Cómo? ¡Yulia!
—¿Mmm?
—Me estás volviendo loca —susurró Lena.
—Bien, ya era hora. Entonces,
¿quieres tortitas o no?
Lena negó con un gesto.
—No, no creo que pueda comer
nada —murmuró.
Cogió su taza de café con la
intención de volver a su dormitorio... y pensar. Pero una manecita le tocó
el brazo.
—¿No vas a comer? La tía Yul ha hecho tortitas sólo para ti.
—Ah, ¿sí? ¿Para mí?
Lena alzó la vista hacia Yulia y pudo ver que se ruborizaba
ligeramente.
—Dice que solías comerte diez a la vez.
—Ah, pero eso era cuando cocinaba tu abuelita. Me da miedo comer lo que
cocina la tía Yul
Su frase fue recompensada con un trapo húmedo disparado contra su cara.
CONTINUARÁ...
Última edición por LenokVolk el 4/27/2015, 2:42 am, editado 1 vez
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
OCULTO AMOR
Capítulo 27
—Katya dijo que pensaba darnos de comer las hamburguesas que sobraron,
pero tengo la horrible sospecha de que también ha invitado a Ivan.
—Mami dice que Ivan es muy guapo
—dijo Lee Ann.
—Y también es muy joven —dijo
Yulia mirando de reojo a Lena por el retrovisor.
—Pero es cierto que es guapo —se burló Lena.
—¡Chitón!
—Tía Yul, ¿Ivan va a ser tu novio?
—No, Lee Ann.
—Pero mami dice que vais a salir juntos.
—¿Es eso lo que dice mami? —
murmuró Yulia entre dientes—. Me parece que voy a tener una charlita con
tu mami.
—¿A qué hora volvieron? —quiso saber Lena.
—Me llamó a las dos.
—No han estado mucho tiempo
fuera.
—No. Normalmente no vuelven
hasta las seis. Seguro que Greg estaba deseando regresar.
—Sí. Sólo espero que no...
Lena se detuvo al darse cuenta de que Lee Ann estaba atendiendo a la
conversación. Miró a Yulia en el retrovisor y vio que asentía discretamente.
Cuando llegaron a la entrada de la casa, la morena dejó escapar un hondo
suspiro.
—Tal y como sospechaba.
—¿Qué ocurre?
La ojiazul hizo un brusco movimiento de cabeza, señalando hacia la calle.
—La camioneta de Vlad.
—¡Aah! Así que tendremos otro
asalto con Ivan —dijo Lena, al tiempo que salía del coche y ayudaba
a Denny con su mochila.
Se detuvo al notar que unos cálidos dedos le rodeaban el antebrazo.
—Tengo cero interés en Ivan —
murmuró Yulia mirándola firmemente a los ojos—, y lo sabes.
Lena asintió. La mirada de Yulia la había asustado un poco. En ese
momento, se dio cuenta de que, fuera lo que fuese lo que iba a ocurrir entre
ambas, ella ya no tenía el control de la situación, sino Yulia. Y la mirada de
Yulia acababa de decirle que sabía
perfectamente quién estaba ahora al mando. Lena estaba
completamente a su merced. Aquella idea la hizo sentirse débil.
Los encontraron en el jardín trasero, disfrutando de los últimos rayos de
sol.
El hombre del tiempo había pronosticado lluvias primaverales para el día
siguiente.
—¡Hola, chicos! —exclamó Katya, inclinándose para abrazar a Lee Ann—.
¿Cómo está mi niña mayor?
—¿A que no sabes lo que hemos
comido?
—¿Qué?
—¡Tortitas!
—¿Tortitas? ¿La tía Yul ha
cocinado? —preguntó Katya, incrédula.
—Oye, que soy tan capaz como
cualquiera de abrir una caja.
Katya se volvió hacia Lena.
—¿Tú las has comido? —preguntó en voz baja.
—Ella me obligó —contestó esta con un esbozo de sonrisa.
—¡Muy graciosas las dos! ¡Y ya veremos si vuelvo a cocinar para ti alguna
vez! —añadió dándole un golpe a Lena.
La pelirroja se frotó el brazo dolorido.
—Estaban buenas. Tal vez no tan esponjosas como las de tu madre, pero
buenas.
Katya se acercó a ambas y murmuró:
—No dejes que Ivan se entere de que no sabes cocinar. La comida es algo a
lo que los hombres dan mucha
importancia.
—Escúchame, Katya: puedes jugar a las casamenteras todo lo que quieras,
pero Ivan no me atrae, ni lo más mínimo. Así que deja de intentar
metérmelo por los ojos.
—¿Cómo puede no gustarte?
Kay alzó las manos, exasperada.
—¡Porque no soy tú, así que déjalo ya!
Katya miró a Lena.
—¿Podrías hacer que entre en razón?
¡Pero si es prácticamente un Adonis, por el amor de Dios!
Lena se encogió de hombros.
—Si no le gusta, no le gusta.
Yulia se echó a reír y se colgó del brazo de Lena.
—Gracias, señorita Katina. Ni yo podría haberlo explicado mejor.
Katya se quedó mirándolas fijamente.
—Os estáis comportando de un
modo muy extraño.
Yulia soltó a Lena, sonriendo al ver que su amiga se había sonrojado
ligeramente. Maldita sea, Lena seguía siendo muy vulnerable. Y por
mucho que lo intentase, no podía ocultarle ya lo que sentía. Yulia podía
descubrirlo por muy bien que lo disfrazase. Sabía ya que, si la tocaba,
notaría cómo se estremecía. ¿Por qué, por qué no lo había descubierto
quince años antes? ¡Cuánto tiempo desperdiciado!
—No estoy haciendo nada raro,
Katya.
Su hermana puso los brazos en
jarras.
—Dame una buena razón por la que no te guste Ivan.
La morena miró de reojo a la pelirroja y pudo ver la sutil mueca que se dibujaba en sus
labios. «Está bien, Kat. Veamos: lo primero porque es un hombre, y lo
segundo porque no es Lena.» Cerró los ojos. Tal vez eso sería demasiado
para Katya, así que se decidió por algo más neutro.
—Tiene veintisiete años.
-¿Y?
—Yo estoy a punto de cumplir
treinta y cuatro.
Yulia se encogió de hombros.
—Bebe demasiado.
—¡¿Cómo?!
Yulia hizo un gesto con la cabeza.
—¿Alguna vez lo has visto sin una cerveza en la mano?
—Eso no quiere decir nada. ¿Alguna vez has visto a Vlad sin una cerveza
en la mano?
Yulia asintió.
—Ahí es donde yo quería llegar: Vlad bebe demasiado.
—No puedes juzgar a todo el
mundo comparándolo con Pasha; él era prácticamente un borracho.
—¡Era un borracho de tomo y lomo, Katya!
—¿Y eso qué tiene que ver con Ivan?
—Chicas —intervino Lena
colocándose entre ambas—. Me parece que este no es el momento ni el
lugar adecuado para esta discusión.
—Tienes razón, lo siento —dijo Katya—. Lo que pasa es que me gustaría
que tuvieses una mentalidad más abierta, Yulia.
—La tendré, Kat, pero, por favor, deja de preocuparte por mí.
Lena se aclaró la garganta antes de anunciar:
—Aquí viene... tu cita.
—¡Vaya, aquí están! Katya me dijo que vendríais —dijo Ivan
examinándolas detenidamente—. Tú eres Lena, ¿no?
Lena sonrió, al tiempo que miraba de refilón a Yulia.
—Sí. Y tú eres... ¿Vadim?
—Ivan —corrigió él, y a
continuación tomó del brazo a Yulia—.
Ven, te traeré una cerveza.
Katya le dio un codazo a Lena.
—¿Cómo que Vadim?
—Sólo me estaba metiendo un poco con él —contestó Lena,
encogiéndose de hombros mientras veía alejarse a su amiga.
A Yulia no le gustaba ser maleducada pero, como aquel hombre no le
quitase pronto las manos de encima, acabaría por darle una bofetada.
—Estaba pensando que tal vez
podríamos salir a cenar esta semana —
sugirió Ivan—. Vlad dice que el restaurante mexicano del barrio es
bastante bueno.
Yulia retrocedió un paso, librándose así del brazo con el que Ivan le rodeaba
la espalda.
—Sí, hacen una comida muy buena.
Sin embargo, no iré a cenar contigo.
—¿Por qué no?
—Ivan, pareces un buen tipo, de verdad —dijo Yulia sonriendo
amablemente—, pero no estoy interesada.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que no me interesas, que no quiero salir contigo —aclaró;
no quería parecer una arpía.
—Pero Katya me dijo...
—Ya irás viendo que Katya dice
muchas cosas.
Yulia pasó rápidamente la vista por todo el jardín, hasta encontrar a Lena,
sentada sola en una silla plegable. Movió la cabeza de un lado a otro,
preguntándose por qué Katya la habría dejado sola.
—Disculpa —le dijo a Ivan.
No aguardó respuesta. Se encaminó hacia la pelirroja con paso decidido, y
sonrió cuando la vio alzar la vista.
—¿Qué haces?
—Pues aquí sentada, observando —
contestó Lena encogiéndose de hombros.
Yulia se puso en cuclillas junto a su silla y posó tímidamente la mano sobre
el muslo de su amiga. Notó que se ponía tensa y que un estremecimiento la
recorría de arriba abajo. Le parecía increíble tener tanto poder sobre ella, y
también se asombró al comprobar que los ojos de Lena podían volverse de un verde con gris mas profundos de lo que eran.
—Yul... —susurró Lena, al tiempo que posaba la mano sobre la de su
amiga y la apretaba más contra el muslo
—. No sabes lo que estás haciendo.
—No, supongo que no —murmuró
Yulia.
Notó una gran calidez bajo sus dedos, y abrió más la mano para rodearle el
muslo. Era algo tan simple..., y sin embargo hacía que el corazón se le
desbocase y se quedase sin aliento.
—¡No puedo dejarte sola ni un
minuto!
Al ver que Katya se acercaba a ellas, Yulia apartó la mano rápidamente, con
gesto culpable, y se puso en pie, notando que le temblaban las piernas.
—¿Me lo dices a mí o a Lena?
—A las dos. ¡Pero bueno! Hay un hombre guapísimo muriéndose por atraer
tu atención ahí mismo, ¿y qué haces?
¡Correr hacia Lena! ¡Dios, hay cosas que nunca cambian!
Yulia y Lena se miraron, sonriendo.
—Tenemos que recuperar estos
quince años perdidos, Kat, ¿por qué no puedes entenderlo?
—Porque tienes ahí mismo a un
bombón, por eso —dijo Katya tomándola de la mano—. Y no lo digo por
exagerar, Yul. ¿Has visto qué bíceps tiene?
—Kat, te quiero mucho, pero me estás poniendo de los nervios —replicó
La ojiazul.
—Lo siento, hermanita, pero es que tengo una corazonada con Ivan; creo
que puede ser el bueno.
—¿El bueno?
—Sí, ¡el bueno!
—¡Créeme, Katya, no lo es!
Katya blandió severamente el dedo hacia su hermana.
—¡Tu problema, Yulia, es que eres demasiado exigente!
—¡Y el tuyo, Katya, es que no haces más que meterte en mis asuntos!
—¡Niñas, portaos bien! —advirtió Lena.
—¡Oh, Len, es que es tan terca...!
—gritó Katya.
—¡Si tanto te gusta, sal tú con él! —
contestó Yulia.
Ambas se dieron la vuelta cuando Greg carraspeó tras ellas.
—Haced el favor de gritar un poco más, creo que los del final de la calle no
os han oído.
Yulia se puso las manos en las
mejillas, avergonzada.
—Lo siento —musitó.
Miró furtivamente a Lena, y en sus ojos no encontró más que
comprensión.
—Yo también lo siento. Sé que estoy presionándote —dijo Katya
sujetándola por el brazo—, pero es que quiero que tengas a alguien, Yul.
Odio que estés sola.
—-Tienes que entender que estoy perfectamente así, Katya. Tú eres la única
que se preocupa por que no tenga pareja.
—-No soy yo sola Yul, pero sí soy la única que lo dice en voz alta.
Lena acabó por ponerse en pie.
—Dale un respiro, Katya, ¿quieres?
—Para ti es fácil decirlo, Lena.
Vienes y te vas. No tienes que verla sola, día tras día.
—-Te estás pasando, Katya —
murmuró Yuli, quien a continuación miró a Greg—. ¿Podrías decirle algo?
—-Vamos, Kat, ayúdame a servir las hamburguesas.
—-Lo siento mucho, hermanita, es que...
—-Lo sé, Kat, no pasa nada.
Yulia dejó escapar un hondo suspiro cuando el matrimonio se alejó.
—-Sé que tiene buenas intenciones, pero algunas veces me agota.
—¿Ha sido siempre tan pesada con esto de que salgas con alguien?
—No, la verdad es que no. De vez en cuando me sugería alguna cita a
ciegas, pero nunca llegaba hasta el final.
—Me parece que está... No importa
—dijo Lena interrumpiéndose a sí misma.
Yulia posó su cálida mano sobre la de su amiga.
—¿Está... qué?
Lena la miró a los ojos.
—Creo que está preocupada por...
mí.
—¿Preocupada por ti? —quiso saber Yulia, acercándose más a ella, para
después preguntar en voz baja—: ¿Preocupada por que estés conmigo?
Lena desvió la mirada.
—Sí.
Yulia sonrió.
—Tal vez sea cierto, pero ese no es el motivo por el que está intentando
imponerme a Ivan.
La pelirroja volvió a mirar a su amiga.
—Si yo no estuviese aquí, ¿querrías salir con Ivan?
—¿Quieres decir si no hubiese
vuelto a verte?
Su amiga asintió.
—La verdad es que no, no querría salir con él. No me interesa, Lena,
nunca me ha interesado nadie... más que tú —
añadió en un susurro.
Lena asintió. No sabía qué decir.
—¿Eso hace que te sientas mejor?
—No estoy segura —contestó Lena inclinando la cabeza—. Claro que
ahora mismo casi no estoy segura de nada.
Yulia le dedicó una dulce sonrisa.
—Pues ya somos dos.
CONTINUARÁ...
Capítulo 27
—Katya dijo que pensaba darnos de comer las hamburguesas que sobraron,
pero tengo la horrible sospecha de que también ha invitado a Ivan.
—Mami dice que Ivan es muy guapo
—dijo Lee Ann.
—Y también es muy joven —dijo
Yulia mirando de reojo a Lena por el retrovisor.
—Pero es cierto que es guapo —se burló Lena.
—¡Chitón!
—Tía Yul, ¿Ivan va a ser tu novio?
—No, Lee Ann.
—Pero mami dice que vais a salir juntos.
—¿Es eso lo que dice mami? —
murmuró Yulia entre dientes—. Me parece que voy a tener una charlita con
tu mami.
—¿A qué hora volvieron? —quiso saber Lena.
—Me llamó a las dos.
—No han estado mucho tiempo
fuera.
—No. Normalmente no vuelven
hasta las seis. Seguro que Greg estaba deseando regresar.
—Sí. Sólo espero que no...
Lena se detuvo al darse cuenta de que Lee Ann estaba atendiendo a la
conversación. Miró a Yulia en el retrovisor y vio que asentía discretamente.
Cuando llegaron a la entrada de la casa, la morena dejó escapar un hondo
suspiro.
—Tal y como sospechaba.
—¿Qué ocurre?
La ojiazul hizo un brusco movimiento de cabeza, señalando hacia la calle.
—La camioneta de Vlad.
—¡Aah! Así que tendremos otro
asalto con Ivan —dijo Lena, al tiempo que salía del coche y ayudaba
a Denny con su mochila.
Se detuvo al notar que unos cálidos dedos le rodeaban el antebrazo.
—Tengo cero interés en Ivan —
murmuró Yulia mirándola firmemente a los ojos—, y lo sabes.
Lena asintió. La mirada de Yulia la había asustado un poco. En ese
momento, se dio cuenta de que, fuera lo que fuese lo que iba a ocurrir entre
ambas, ella ya no tenía el control de la situación, sino Yulia. Y la mirada de
Yulia acababa de decirle que sabía
perfectamente quién estaba ahora al mando. Lena estaba
completamente a su merced. Aquella idea la hizo sentirse débil.
Los encontraron en el jardín trasero, disfrutando de los últimos rayos de
sol.
El hombre del tiempo había pronosticado lluvias primaverales para el día
siguiente.
—¡Hola, chicos! —exclamó Katya, inclinándose para abrazar a Lee Ann—.
¿Cómo está mi niña mayor?
—¿A que no sabes lo que hemos
comido?
—¿Qué?
—¡Tortitas!
—¿Tortitas? ¿La tía Yul ha
cocinado? —preguntó Katya, incrédula.
—Oye, que soy tan capaz como
cualquiera de abrir una caja.
Katya se volvió hacia Lena.
—¿Tú las has comido? —preguntó en voz baja.
—Ella me obligó —contestó esta con un esbozo de sonrisa.
—¡Muy graciosas las dos! ¡Y ya veremos si vuelvo a cocinar para ti alguna
vez! —añadió dándole un golpe a Lena.
La pelirroja se frotó el brazo dolorido.
—Estaban buenas. Tal vez no tan esponjosas como las de tu madre, pero
buenas.
Katya se acercó a ambas y murmuró:
—No dejes que Ivan se entere de que no sabes cocinar. La comida es algo a
lo que los hombres dan mucha
importancia.
—Escúchame, Katya: puedes jugar a las casamenteras todo lo que quieras,
pero Ivan no me atrae, ni lo más mínimo. Así que deja de intentar
metérmelo por los ojos.
—¿Cómo puede no gustarte?
Kay alzó las manos, exasperada.
—¡Porque no soy tú, así que déjalo ya!
Katya miró a Lena.
—¿Podrías hacer que entre en razón?
¡Pero si es prácticamente un Adonis, por el amor de Dios!
Lena se encogió de hombros.
—Si no le gusta, no le gusta.
Yulia se echó a reír y se colgó del brazo de Lena.
—Gracias, señorita Katina. Ni yo podría haberlo explicado mejor.
Katya se quedó mirándolas fijamente.
—Os estáis comportando de un
modo muy extraño.
Yulia soltó a Lena, sonriendo al ver que su amiga se había sonrojado
ligeramente. Maldita sea, Lena seguía siendo muy vulnerable. Y por
mucho que lo intentase, no podía ocultarle ya lo que sentía. Yulia podía
descubrirlo por muy bien que lo disfrazase. Sabía ya que, si la tocaba,
notaría cómo se estremecía. ¿Por qué, por qué no lo había descubierto
quince años antes? ¡Cuánto tiempo desperdiciado!
—No estoy haciendo nada raro,
Katya.
Su hermana puso los brazos en
jarras.
—Dame una buena razón por la que no te guste Ivan.
La morena miró de reojo a la pelirroja y pudo ver la sutil mueca que se dibujaba en sus
labios. «Está bien, Kat. Veamos: lo primero porque es un hombre, y lo
segundo porque no es Lena.» Cerró los ojos. Tal vez eso sería demasiado
para Katya, así que se decidió por algo más neutro.
—Tiene veintisiete años.
-¿Y?
—Yo estoy a punto de cumplir
treinta y cuatro.
Yulia se encogió de hombros.
—Bebe demasiado.
—¡¿Cómo?!
Yulia hizo un gesto con la cabeza.
—¿Alguna vez lo has visto sin una cerveza en la mano?
—Eso no quiere decir nada. ¿Alguna vez has visto a Vlad sin una cerveza
en la mano?
Yulia asintió.
—Ahí es donde yo quería llegar: Vlad bebe demasiado.
—No puedes juzgar a todo el
mundo comparándolo con Pasha; él era prácticamente un borracho.
—¡Era un borracho de tomo y lomo, Katya!
—¿Y eso qué tiene que ver con Ivan?
—Chicas —intervino Lena
colocándose entre ambas—. Me parece que este no es el momento ni el
lugar adecuado para esta discusión.
—Tienes razón, lo siento —dijo Katya—. Lo que pasa es que me gustaría
que tuvieses una mentalidad más abierta, Yulia.
—La tendré, Kat, pero, por favor, deja de preocuparte por mí.
Lena se aclaró la garganta antes de anunciar:
—Aquí viene... tu cita.
—¡Vaya, aquí están! Katya me dijo que vendríais —dijo Ivan
examinándolas detenidamente—. Tú eres Lena, ¿no?
Lena sonrió, al tiempo que miraba de refilón a Yulia.
—Sí. Y tú eres... ¿Vadim?
—Ivan —corrigió él, y a
continuación tomó del brazo a Yulia—.
Ven, te traeré una cerveza.
Katya le dio un codazo a Lena.
—¿Cómo que Vadim?
—Sólo me estaba metiendo un poco con él —contestó Lena,
encogiéndose de hombros mientras veía alejarse a su amiga.
A Yulia no le gustaba ser maleducada pero, como aquel hombre no le
quitase pronto las manos de encima, acabaría por darle una bofetada.
—Estaba pensando que tal vez
podríamos salir a cenar esta semana —
sugirió Ivan—. Vlad dice que el restaurante mexicano del barrio es
bastante bueno.
Yulia retrocedió un paso, librándose así del brazo con el que Ivan le rodeaba
la espalda.
—Sí, hacen una comida muy buena.
Sin embargo, no iré a cenar contigo.
—¿Por qué no?
—Ivan, pareces un buen tipo, de verdad —dijo Yulia sonriendo
amablemente—, pero no estoy interesada.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que no me interesas, que no quiero salir contigo —aclaró;
no quería parecer una arpía.
—Pero Katya me dijo...
—Ya irás viendo que Katya dice
muchas cosas.
Yulia pasó rápidamente la vista por todo el jardín, hasta encontrar a Lena,
sentada sola en una silla plegable. Movió la cabeza de un lado a otro,
preguntándose por qué Katya la habría dejado sola.
—Disculpa —le dijo a Ivan.
No aguardó respuesta. Se encaminó hacia la pelirroja con paso decidido, y
sonrió cuando la vio alzar la vista.
—¿Qué haces?
—Pues aquí sentada, observando —
contestó Lena encogiéndose de hombros.
Yulia se puso en cuclillas junto a su silla y posó tímidamente la mano sobre
el muslo de su amiga. Notó que se ponía tensa y que un estremecimiento la
recorría de arriba abajo. Le parecía increíble tener tanto poder sobre ella, y
también se asombró al comprobar que los ojos de Lena podían volverse de un verde con gris mas profundos de lo que eran.
—Yul... —susurró Lena, al tiempo que posaba la mano sobre la de su
amiga y la apretaba más contra el muslo
—. No sabes lo que estás haciendo.
—No, supongo que no —murmuró
Yulia.
Notó una gran calidez bajo sus dedos, y abrió más la mano para rodearle el
muslo. Era algo tan simple..., y sin embargo hacía que el corazón se le
desbocase y se quedase sin aliento.
—¡No puedo dejarte sola ni un
minuto!
Al ver que Katya se acercaba a ellas, Yulia apartó la mano rápidamente, con
gesto culpable, y se puso en pie, notando que le temblaban las piernas.
—¿Me lo dices a mí o a Lena?
—A las dos. ¡Pero bueno! Hay un hombre guapísimo muriéndose por atraer
tu atención ahí mismo, ¿y qué haces?
¡Correr hacia Lena! ¡Dios, hay cosas que nunca cambian!
Yulia y Lena se miraron, sonriendo.
—Tenemos que recuperar estos
quince años perdidos, Kat, ¿por qué no puedes entenderlo?
—Porque tienes ahí mismo a un
bombón, por eso —dijo Katya tomándola de la mano—. Y no lo digo por
exagerar, Yul. ¿Has visto qué bíceps tiene?
—Kat, te quiero mucho, pero me estás poniendo de los nervios —replicó
La ojiazul.
—Lo siento, hermanita, pero es que tengo una corazonada con Ivan; creo
que puede ser el bueno.
—¿El bueno?
—Sí, ¡el bueno!
—¡Créeme, Katya, no lo es!
Katya blandió severamente el dedo hacia su hermana.
—¡Tu problema, Yulia, es que eres demasiado exigente!
—¡Y el tuyo, Katya, es que no haces más que meterte en mis asuntos!
—¡Niñas, portaos bien! —advirtió Lena.
—¡Oh, Len, es que es tan terca...!
—gritó Katya.
—¡Si tanto te gusta, sal tú con él! —
contestó Yulia.
Ambas se dieron la vuelta cuando Greg carraspeó tras ellas.
—Haced el favor de gritar un poco más, creo que los del final de la calle no
os han oído.
Yulia se puso las manos en las
mejillas, avergonzada.
—Lo siento —musitó.
Miró furtivamente a Lena, y en sus ojos no encontró más que
comprensión.
—Yo también lo siento. Sé que estoy presionándote —dijo Katya
sujetándola por el brazo—, pero es que quiero que tengas a alguien, Yul.
Odio que estés sola.
—-Tienes que entender que estoy perfectamente así, Katya. Tú eres la única
que se preocupa por que no tenga pareja.
—-No soy yo sola Yul, pero sí soy la única que lo dice en voz alta.
Lena acabó por ponerse en pie.
—Dale un respiro, Katya, ¿quieres?
—Para ti es fácil decirlo, Lena.
Vienes y te vas. No tienes que verla sola, día tras día.
—-Te estás pasando, Katya —
murmuró Yuli, quien a continuación miró a Greg—. ¿Podrías decirle algo?
—-Vamos, Kat, ayúdame a servir las hamburguesas.
—-Lo siento mucho, hermanita, es que...
—-Lo sé, Kat, no pasa nada.
Yulia dejó escapar un hondo suspiro cuando el matrimonio se alejó.
—-Sé que tiene buenas intenciones, pero algunas veces me agota.
—¿Ha sido siempre tan pesada con esto de que salgas con alguien?
—No, la verdad es que no. De vez en cuando me sugería alguna cita a
ciegas, pero nunca llegaba hasta el final.
—Me parece que está... No importa
—dijo Lena interrumpiéndose a sí misma.
Yulia posó su cálida mano sobre la de su amiga.
—¿Está... qué?
Lena la miró a los ojos.
—Creo que está preocupada por...
mí.
—¿Preocupada por ti? —quiso saber Yulia, acercándose más a ella, para
después preguntar en voz baja—: ¿Preocupada por que estés conmigo?
Lena desvió la mirada.
—Sí.
Yulia sonrió.
—Tal vez sea cierto, pero ese no es el motivo por el que está intentando
imponerme a Ivan.
La pelirroja volvió a mirar a su amiga.
—Si yo no estuviese aquí, ¿querrías salir con Ivan?
—¿Quieres decir si no hubiese
vuelto a verte?
Su amiga asintió.
—La verdad es que no, no querría salir con él. No me interesa, Lena,
nunca me ha interesado nadie... más que tú —
añadió en un susurro.
Lena asintió. No sabía qué decir.
—¿Eso hace que te sientas mejor?
—No estoy segura —contestó Lena inclinando la cabeza—. Claro que
ahora mismo casi no estoy segura de nada.
Yulia le dedicó una dulce sonrisa.
—Pues ya somos dos.
CONTINUARÁ...
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
OCULTO AMOR
Capítulo 28
Volvieron a casa en completo silencio.
Lena fingía contemplar el atardecer, y Yulia simulaba estar atenta a la
carretera.
Salieron temprano de la casa de Katya, desde luego antes que todos los
demás. Pero la ojiazul se dio cuenta de que no hacía más que mirar a la pelirroja y de
que lo único que deseaba era estar a solas con ella. O hablar, tal vez. O tal
vez no. Notó que la invadía un extraño nerviosismo que no sabía definir. Si
algo salía de aquello, de aquello que había entre ambas, tendría que ser ella
la que lo pusiese al descubierto, porque Lena nunca lo haría, igual que
tanto tiempo atrás no había sido capaz de confesarle que sentía algo por
ella, algo que iba más allá de la pura amistad.
Cuando aminoró la velocidad,
esperando a que se abriese la puerta del garaje, Yulia notó que crecía la
tensión en el interior del vehículo, y supo que Lena también lo había
notado. Se preguntó si su amiga tendría miedo, ahora que sabía que estaban
solas y que nadie las interrumpiría. Pensó que era extraño que no hubiesen
hablado en absoluto del beso que habían estado a punto de darse la noche
anterior. Extraño pero no inesperado, porque Lena nunca se atrevería a
sacar el tema.
Ambas salieron del coche y cerraron las portezuelas al unísono. Lena
le cedió el paso amablemente cuando iban a entrar en la cocina, y Yulia
pudo ver que sus ojos erraban de un lado a otro, fijándose en lo que fuese
con tal de evitar mirarla a ella.
Lena entró en la sala, con la intención de escabullirse hacia la
habitación de invitados. Cerraría la puerta, encendería el portátil, revisaría
el correo, trabajaría... cualquier cosa antes que pensar en la mujer con la
que compartía la casa.
—¿Len?
Se detuvo en el vestíbulo. La
penumbra no dejaba ver la expresión de miedo que tenía pintada en el
rostro. No se volvió.
-¿Sí?
Notó que Yulia se acercaba por su espalda.
—Ya no tenemos diecisiete años.
Lena tragó saliva y por fin se volvió.
—Lo sé.
Yulia dio otro paso hacia ella.
—Lena, ¿alguna vez... alguna vez has tenido fantasías sobre mí?
Lena la miró a los ojos, envueltos en la penumbra, pero no pudo
contestar.
—¿Te imaginabas cómo sería...
besarme?
Lena cerró los ojos. El corazón le latía tan fuerte que podía oír cómo
resonaba su eco en el vestíbulo.
—Respóndeme —suplicó Yulia en un murmullo.
—Sí —musitó la pelirroja.
En ese momento, notó que la mano de Yulia se posaba sobre su vientre y
comenzaba a ascender.
—¿Te imaginabas acariciándome?
Lena notó que el pulgar de Yulia subía por entre sus pechos y apenas
pudo reprimir un gemido.
—¿Te lo imaginabas, Len?
—¡Sí!
Yulia se acercó aún más, y sus muslos se rozaron. La mano de Yulia temblaba
mientras seguía ascendiendo por entre los pechos de Lena y más arriba,
acariciando suavemente con el pulgar el agitado pulso que latía en el cuello
de su compañera.
—¿Pensabas también que yo te
acariciaría a ti? —susurró la morena.
—¡Yul...!
—Responde, ¿lo pensabas, Lena?
La pelirroja no pudo soportarlo más.
Sujetó a Yulia por los brazos, la llevó contra la pared y apoyó el cuerpo
sobre el de ella, sujetándola allí. Se miraron con ojos igualmente ardientes.
Notó que Yulia se estremecía entre sus brazos.
—Yo también tenía fantasías
contigo, Len.
Lena ya no esperó. Sin más palabras, se apoderó de aquellos labios
tan cercanos, aquellos labios con los que soñaba desde la adolescencia,
aquellos labios que seguían hechizándola, ya adulta. Su gemido se fundió
con el de Yulia cuando sus bocas se unieron por vez primera. Bordeó
tímidamente con la lengua el labio inferior de la ojiazul, y al notar la invitación
de su boca se deslizó en ella.
Unas manos frenéticas tiraron para acercarla más, y Lena la aferró
por las caderas, fundiendo ambos cuerpos.
Era una sensación que Yulia nunca había experimentado. Notó que su cuerpo
se disolvía en Lena. Todos sus sentidos despertaron a la vez, y supo que
en realidad nunca la habían besado. No así, con aquella pasión, con tanto
deseo que hacía palidecer al suyo propio. Por fin se apartó un poco,
jadeante.
—¡Ooh...! ¡Dios santo, Lena, voy a desmayarme! —consiguió decir.
—Yo te sostendré.
Yulia bajó las manos hasta la cintura de su amiga, y tiró frenéticamente de
la camiseta, embutida en los vaqueros.
—Por favor, Len, no esperemos más —suspiró.
Fue Lena la que creyó
desmayarse cuando dejó que el sujetador de Yulia se deslizase entre sus
dedos hasta caer al suelo. La penumbra no consiguió disimular los
jadeantes movimientos del pecho de la morena, no pudo esconder sus menudos
senos de la hambrienta mirada de Lena. Era un cuerpo que había
llegado a conocer de memoria, un cuerpo al que había visto transformarse
de la pubertad a la adolescencia. Un cuerpo que había madurado hasta
convertirse en la maravillosa mujer que ahora tenía desnuda frente a sí.
En ese momento cayó en la cuenta: Yulia y ella estaban a punto de hacer el
amor.
—Tengo miedo, Yul —susurró.
Su compañera sonrió. Tendría que haberlo sabido. Acto seguido tomó una
de las manos de la pelirroja y la atrajo hacia sí, sorprendiéndose al notar que
temblaba cuando la posó sobre su pecho. No pudo contener el suave
gemido que se escapó de sus labios al percibir la tímida caricia de Lena.
Cerró los ojos mientras sus propias manos recorrían la desnuda piel de su
compañera.
—Hazme el amor, Lena —suspiró.
Fue en ese momento cuando notó que el cuerpo de Lena se posaba sobre
el suyo, cuando comprendió de pronto lo perfecto que era todo aquello.
Ella sólo se había acostado antes con una persona, y la suave caricia de
Lena sobre su cuerpo era completamente distinta a las brutales manazas
que ella recordaba. Abrió los ojos al notar que la cálida boca de Lena le
cubría el seno, y su espalda se arqueó hacia ella al sentir la lengua
jugueteando con el pezón. Su cuerpo cobró vida: sensaciones que le eran
completamente extrañas la recorrieron de arriba abajo, haciendo vibrar
todas y cada una de sus terminaciones nerviosas, y no pudo más que gemir
de placer. ¡Sí, hacer el amor con Lena era todo un acierto!
Lena temblaba mientras su mano bajaba desde la cintura de Yulia a sus
caderas, disfrutando de aquella piel cálida y suave que le daba la
bienvenida en cada curva. Los ahogados gemidos de la morena la excitaban
todavía más, y tenía que obligarse a sí misma a ir despacio cuando lo único
que deseaba era estar dentro de ella, notar su humedad, paladearla.
Dejó escapar un gemido y abandonó el seno de Yulia para ir de nuevo hacia
su boca, encontrándose con unos suaves labios que se abrieron a ella, ¡para
ella!
Los brazos de Yulia la atrajeron hacia sí, y sus manos le recorrieron
suavemente la espalda, bajando hasta las caderas. Notó que los muslos de
Yulia se separaban y que su compañera se arqueaba para acercarse más a
ella. Lena bajó las caderas hasta encajarlas fuertemente contra las de
Yulia, al tiempo que sus lenguas se enfrascaban en un duelo. Las caderas de
ambas bailaron al ritmo de una danza ancestral, hasta que Lena ya no
pudo aguantar más. Utilizando las rodillas, hizo que Yulia abriese más las
piernas e insertó la mano entre sus muslos.
Yulia creyó delirar mientras aguardaba a que la mano de Lena la
acariciase, la tomase, la reclamase como suya después de todos aquellos
años. Nunca se había imaginado que su cuerpo pudiera excitarse tanto en
respuesta a las caricias de alguien, nunca creyó poder ser transportada al
éxtasis gracias tan sólo a la boca y las manos de Lena. Y sin embargo,
¡Dios!, estaba a punto de explotar, y la mano de la pelirroja todavía no había
llegado hasta ella, todavía no había acariciado su húmeda vulva, todavía no
la había penetrado.
—Lena... ¡Oh, Len! —murmuró, cerrando de nuevo los ojos al notar
cómo avanzaba la mano de ésta sobre sus caderas, a lo largo de los muslos,
dolorosamente cerca de sus palpitantes carnes.
La contención a la que intentaba obligarse Lena se vino abajo al oír
cómo Yulia susurraba su nombre. Sin pensarlo más, deslizó los dedos en su
vulva, y los hundió en su cálida humedad.
Notó cómo las carnes de su compañera se cerraban alrededor de sus dedos
y cómo arqueaba la espalda para empujarla más hondo, oyó aquellos
gemidos que ni siquiera sabía si provenían de Yulia o de ella misma. Cerró
los ojos y acompasó los movimientos de sus dedos con los del cuerpo de
Yulia hasta llevarla al borde del orgasmo. Yulia comenzó a producir sonidos
incoherentes, mientras sus caderas se golpeaban con fuerza contra su
mano. A Lena le costaba respirar.
Cuando abrió los ojos, vio cómo su mano brillaba, repleta de jugos. Se
relamió y emitió un fuerte gemido, ¡tenía que probar aquel dulce sabor!
Yulia apenas fue consciente de la boca que se apoderó de su sexo, de la
lengua que dio una sola pasada sobre su hinchado clítoris. Eso fue lo único
que hizo falta para hacerla traspasar todos los límites. Al momento gritó
con fuerza. Ya no tenía control alguno sobre su cuerpo.
El orgasmo la sacudió de la cabeza a los pies y comenzó a temblar
febrilmente mientras las convulsiones iban amainando poco a poco. Tiró
ciegamente de Lena hacia sí, pues la necesitaba cerca, necesitaba su
fuerza.
—No tengo palabras, Len —
musitó pegada a su cuello.
Lena no consiguió hilar ni el menor pensamiento coherente mientras
enroscaba su desnudo cuerpo sobre el de Yulia. «¡Oh, Dios mío... acabas de
hacerle el amor!» Estaba a punto de sufrir un ataque de pánico. Una parte
de ella temía que Yulia acabase lamentando lo que acababa de suceder y la
apartase de su lado. Se volvió hasta quedar boca arriba, tirando de Yulia al
tiempo para mantenerla junto a sí. Sus labios fueron recorriendo
suavemente el rostro de su compañera.
De pronto jadeó al notar que la mano de Yulia le acariciaba los senos.
—Tienes unos pechos tan
preciosos... Siempre me ha gustado contemplar tu cuerpo —murmuró ésta;
de pronto alzó la vista y la miró a los ojos, que apenas se distinguían en la
penumbra—. Lo que pasa es que no sabía por qué.
—Yul, tú no... no te arrepientes,
¿verdad?
—¡Por Dios, claro que no! Nada de arrepentirme, Lena. ¡Ha sido tan... tan
hermoso...!
Yulia bajó la vista hacia su mano, que había vuelto a acariciar los grandes pechos de
Lena, primero uno, después el otro, y contempló fascinada cómo se
endurecían los pezones.
—Quiero hacerte el amor. Quiero...
quiero hacerte lo que tú me has hecho —
añadió alzando la vista de nuevo—. Tú lo deseas, ¿verdad?
—Llevo toda mi vida deseándolo, Yulka.
Lena pudo ver que los ojos de Yulia se cerraban antes de que ésta bajase la
vista. Y entonces, su corazón estuvo a punto de detenerse, antes de volver
de nuevo a la vida cuando sus sueños de adolescente comenzaron a hacerse
realidad, comenzando con el momento en que la boca de Yulia se posó sobre
su pecho.
CONTINUARÁ...
Espero les haya gustado.
Capítulo 28
Volvieron a casa en completo silencio.
Lena fingía contemplar el atardecer, y Yulia simulaba estar atenta a la
carretera.
Salieron temprano de la casa de Katya, desde luego antes que todos los
demás. Pero la ojiazul se dio cuenta de que no hacía más que mirar a la pelirroja y de
que lo único que deseaba era estar a solas con ella. O hablar, tal vez. O tal
vez no. Notó que la invadía un extraño nerviosismo que no sabía definir. Si
algo salía de aquello, de aquello que había entre ambas, tendría que ser ella
la que lo pusiese al descubierto, porque Lena nunca lo haría, igual que
tanto tiempo atrás no había sido capaz de confesarle que sentía algo por
ella, algo que iba más allá de la pura amistad.
Cuando aminoró la velocidad,
esperando a que se abriese la puerta del garaje, Yulia notó que crecía la
tensión en el interior del vehículo, y supo que Lena también lo había
notado. Se preguntó si su amiga tendría miedo, ahora que sabía que estaban
solas y que nadie las interrumpiría. Pensó que era extraño que no hubiesen
hablado en absoluto del beso que habían estado a punto de darse la noche
anterior. Extraño pero no inesperado, porque Lena nunca se atrevería a
sacar el tema.
Ambas salieron del coche y cerraron las portezuelas al unísono. Lena
le cedió el paso amablemente cuando iban a entrar en la cocina, y Yulia
pudo ver que sus ojos erraban de un lado a otro, fijándose en lo que fuese
con tal de evitar mirarla a ella.
Lena entró en la sala, con la intención de escabullirse hacia la
habitación de invitados. Cerraría la puerta, encendería el portátil, revisaría
el correo, trabajaría... cualquier cosa antes que pensar en la mujer con la
que compartía la casa.
—¿Len?
Se detuvo en el vestíbulo. La
penumbra no dejaba ver la expresión de miedo que tenía pintada en el
rostro. No se volvió.
-¿Sí?
Notó que Yulia se acercaba por su espalda.
—Ya no tenemos diecisiete años.
Lena tragó saliva y por fin se volvió.
—Lo sé.
Yulia dio otro paso hacia ella.
—Lena, ¿alguna vez... alguna vez has tenido fantasías sobre mí?
Lena la miró a los ojos, envueltos en la penumbra, pero no pudo
contestar.
—¿Te imaginabas cómo sería...
besarme?
Lena cerró los ojos. El corazón le latía tan fuerte que podía oír cómo
resonaba su eco en el vestíbulo.
—Respóndeme —suplicó Yulia en un murmullo.
—Sí —musitó la pelirroja.
En ese momento, notó que la mano de Yulia se posaba sobre su vientre y
comenzaba a ascender.
—¿Te imaginabas acariciándome?
Lena notó que el pulgar de Yulia subía por entre sus pechos y apenas
pudo reprimir un gemido.
—¿Te lo imaginabas, Len?
—¡Sí!
Yulia se acercó aún más, y sus muslos se rozaron. La mano de Yulia temblaba
mientras seguía ascendiendo por entre los pechos de Lena y más arriba,
acariciando suavemente con el pulgar el agitado pulso que latía en el cuello
de su compañera.
—¿Pensabas también que yo te
acariciaría a ti? —susurró la morena.
—¡Yul...!
—Responde, ¿lo pensabas, Lena?
La pelirroja no pudo soportarlo más.
Sujetó a Yulia por los brazos, la llevó contra la pared y apoyó el cuerpo
sobre el de ella, sujetándola allí. Se miraron con ojos igualmente ardientes.
Notó que Yulia se estremecía entre sus brazos.
—Yo también tenía fantasías
contigo, Len.
Lena ya no esperó. Sin más palabras, se apoderó de aquellos labios
tan cercanos, aquellos labios con los que soñaba desde la adolescencia,
aquellos labios que seguían hechizándola, ya adulta. Su gemido se fundió
con el de Yulia cuando sus bocas se unieron por vez primera. Bordeó
tímidamente con la lengua el labio inferior de la ojiazul, y al notar la invitación
de su boca se deslizó en ella.
Unas manos frenéticas tiraron para acercarla más, y Lena la aferró
por las caderas, fundiendo ambos cuerpos.
Era una sensación que Yulia nunca había experimentado. Notó que su cuerpo
se disolvía en Lena. Todos sus sentidos despertaron a la vez, y supo que
en realidad nunca la habían besado. No así, con aquella pasión, con tanto
deseo que hacía palidecer al suyo propio. Por fin se apartó un poco,
jadeante.
—¡Ooh...! ¡Dios santo, Lena, voy a desmayarme! —consiguió decir.
—Yo te sostendré.
Yulia bajó las manos hasta la cintura de su amiga, y tiró frenéticamente de
la camiseta, embutida en los vaqueros.
—Por favor, Len, no esperemos más —suspiró.
Fue Lena la que creyó
desmayarse cuando dejó que el sujetador de Yulia se deslizase entre sus
dedos hasta caer al suelo. La penumbra no consiguió disimular los
jadeantes movimientos del pecho de la morena, no pudo esconder sus menudos
senos de la hambrienta mirada de Lena. Era un cuerpo que había
llegado a conocer de memoria, un cuerpo al que había visto transformarse
de la pubertad a la adolescencia. Un cuerpo que había madurado hasta
convertirse en la maravillosa mujer que ahora tenía desnuda frente a sí.
En ese momento cayó en la cuenta: Yulia y ella estaban a punto de hacer el
amor.
—Tengo miedo, Yul —susurró.
Su compañera sonrió. Tendría que haberlo sabido. Acto seguido tomó una
de las manos de la pelirroja y la atrajo hacia sí, sorprendiéndose al notar que
temblaba cuando la posó sobre su pecho. No pudo contener el suave
gemido que se escapó de sus labios al percibir la tímida caricia de Lena.
Cerró los ojos mientras sus propias manos recorrían la desnuda piel de su
compañera.
—Hazme el amor, Lena —suspiró.
Fue en ese momento cuando notó que el cuerpo de Lena se posaba sobre
el suyo, cuando comprendió de pronto lo perfecto que era todo aquello.
Ella sólo se había acostado antes con una persona, y la suave caricia de
Lena sobre su cuerpo era completamente distinta a las brutales manazas
que ella recordaba. Abrió los ojos al notar que la cálida boca de Lena le
cubría el seno, y su espalda se arqueó hacia ella al sentir la lengua
jugueteando con el pezón. Su cuerpo cobró vida: sensaciones que le eran
completamente extrañas la recorrieron de arriba abajo, haciendo vibrar
todas y cada una de sus terminaciones nerviosas, y no pudo más que gemir
de placer. ¡Sí, hacer el amor con Lena era todo un acierto!
Lena temblaba mientras su mano bajaba desde la cintura de Yulia a sus
caderas, disfrutando de aquella piel cálida y suave que le daba la
bienvenida en cada curva. Los ahogados gemidos de la morena la excitaban
todavía más, y tenía que obligarse a sí misma a ir despacio cuando lo único
que deseaba era estar dentro de ella, notar su humedad, paladearla.
Dejó escapar un gemido y abandonó el seno de Yulia para ir de nuevo hacia
su boca, encontrándose con unos suaves labios que se abrieron a ella, ¡para
ella!
Los brazos de Yulia la atrajeron hacia sí, y sus manos le recorrieron
suavemente la espalda, bajando hasta las caderas. Notó que los muslos de
Yulia se separaban y que su compañera se arqueaba para acercarse más a
ella. Lena bajó las caderas hasta encajarlas fuertemente contra las de
Yulia, al tiempo que sus lenguas se enfrascaban en un duelo. Las caderas de
ambas bailaron al ritmo de una danza ancestral, hasta que Lena ya no
pudo aguantar más. Utilizando las rodillas, hizo que Yulia abriese más las
piernas e insertó la mano entre sus muslos.
Yulia creyó delirar mientras aguardaba a que la mano de Lena la
acariciase, la tomase, la reclamase como suya después de todos aquellos
años. Nunca se había imaginado que su cuerpo pudiera excitarse tanto en
respuesta a las caricias de alguien, nunca creyó poder ser transportada al
éxtasis gracias tan sólo a la boca y las manos de Lena. Y sin embargo,
¡Dios!, estaba a punto de explotar, y la mano de la pelirroja todavía no había
llegado hasta ella, todavía no había acariciado su húmeda vulva, todavía no
la había penetrado.
—Lena... ¡Oh, Len! —murmuró, cerrando de nuevo los ojos al notar
cómo avanzaba la mano de ésta sobre sus caderas, a lo largo de los muslos,
dolorosamente cerca de sus palpitantes carnes.
La contención a la que intentaba obligarse Lena se vino abajo al oír
cómo Yulia susurraba su nombre. Sin pensarlo más, deslizó los dedos en su
vulva, y los hundió en su cálida humedad.
Notó cómo las carnes de su compañera se cerraban alrededor de sus dedos
y cómo arqueaba la espalda para empujarla más hondo, oyó aquellos
gemidos que ni siquiera sabía si provenían de Yulia o de ella misma. Cerró
los ojos y acompasó los movimientos de sus dedos con los del cuerpo de
Yulia hasta llevarla al borde del orgasmo. Yulia comenzó a producir sonidos
incoherentes, mientras sus caderas se golpeaban con fuerza contra su
mano. A Lena le costaba respirar.
Cuando abrió los ojos, vio cómo su mano brillaba, repleta de jugos. Se
relamió y emitió un fuerte gemido, ¡tenía que probar aquel dulce sabor!
Yulia apenas fue consciente de la boca que se apoderó de su sexo, de la
lengua que dio una sola pasada sobre su hinchado clítoris. Eso fue lo único
que hizo falta para hacerla traspasar todos los límites. Al momento gritó
con fuerza. Ya no tenía control alguno sobre su cuerpo.
El orgasmo la sacudió de la cabeza a los pies y comenzó a temblar
febrilmente mientras las convulsiones iban amainando poco a poco. Tiró
ciegamente de Lena hacia sí, pues la necesitaba cerca, necesitaba su
fuerza.
—No tengo palabras, Len —
musitó pegada a su cuello.
Lena no consiguió hilar ni el menor pensamiento coherente mientras
enroscaba su desnudo cuerpo sobre el de Yulia. «¡Oh, Dios mío... acabas de
hacerle el amor!» Estaba a punto de sufrir un ataque de pánico. Una parte
de ella temía que Yulia acabase lamentando lo que acababa de suceder y la
apartase de su lado. Se volvió hasta quedar boca arriba, tirando de Yulia al
tiempo para mantenerla junto a sí. Sus labios fueron recorriendo
suavemente el rostro de su compañera.
De pronto jadeó al notar que la mano de Yulia le acariciaba los senos.
—Tienes unos pechos tan
preciosos... Siempre me ha gustado contemplar tu cuerpo —murmuró ésta;
de pronto alzó la vista y la miró a los ojos, que apenas se distinguían en la
penumbra—. Lo que pasa es que no sabía por qué.
—Yul, tú no... no te arrepientes,
¿verdad?
—¡Por Dios, claro que no! Nada de arrepentirme, Lena. ¡Ha sido tan... tan
hermoso...!
Yulia bajó la vista hacia su mano, que había vuelto a acariciar los grandes pechos de
Lena, primero uno, después el otro, y contempló fascinada cómo se
endurecían los pezones.
—Quiero hacerte el amor. Quiero...
quiero hacerte lo que tú me has hecho —
añadió alzando la vista de nuevo—. Tú lo deseas, ¿verdad?
—Llevo toda mi vida deseándolo, Yulka.
Lena pudo ver que los ojos de Yulia se cerraban antes de que ésta bajase la
vista. Y entonces, su corazón estuvo a punto de detenerse, antes de volver
de nuevo a la vida cuando sus sueños de adolescente comenzaron a hacerse
realidad, comenzando con el momento en que la boca de Yulia se posó sobre
su pecho.
CONTINUARÁ...
Espero les haya gustado.
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
Hola de nuevo aquí les traigo mas conti, ya esta historia esta llegando a su final, espero les sigan gustando.
OCULTO AMOR
Capítulo 29
Yulia despertó primero, con la poco familiar sensación del peso de otro
brazo que le rodeaba la cintura. ¡Poco familiar y, sin embargo, tan, tan
familiar! Hubiese sabido que era Lena la que la estaba abrazando incluso
en el caso de que los sucesos de la noche pasada no siguiesen frescos en su
mente, porque sería capaz de reconocer el tacto y el olor de Lena en
cualquier parte.
Cerró lentamente los ojos,
intentando ahuyentar el ataque de pánico que tenía la certeza de estar a
punto de sufrir. La noche anterior no había tenido tiempo de pensar. Lo
único que deseaba era que Lena la acariciase, y acariciar ella la suave piel
de su amiga. Nada más tenía importancia. Sin embargo ahora, ahora que la
luz del sol comenzaba a colarse por entre las persianas, la realidad la
«¡Ay, Dios!»
Tenía que huir de allí. No podía mirar a la pelirroja a la cara en esos momentos.
¿Qué iba a decirle? ¿Que había sido un error? No; lo había vivido como
algo demasiado perfecto para que fuese un error. Perfecto y acertado. Sin
embargo,
¿ahora, qué?
«¡Oh, Dios mío, soy lesbiana!»
«¿Lo soy?»
Movió la cabeza de un lado a otro.
No estaba preparada para enfrentarse a ello en esos momentos. No estaba
preparada para hablarlo. De modo que hizo lo único sensato que se le
ocurrió.
Huyó.
Lena rodó sobre sí misma, notando el cuerpo placenteramente
molido. Supo que estaba sola incluso antes de abrir los ojos. Aunque al
principio se sintió decepcionada, pronto se dio cuenta de lo tarde que sería:
Yulia debía de estar ya en su trabajo. De modo que apartó las mantas de
golpe y se desperezó, dejando escapar un gemido de satisfacción cuando
los recuerdos de la noche pasada inundaron su mente.
«¡Hemos hecho el amor!»
¡Quién le iba a decir que llegaría el día en que eso sucediera! Ni en sueños,
pensó, sonriente. Y sin embargo, la noche anterior la inexperta Yulia se
había adueñado de lugares de su cuerpo que ninguna mujer había poseído
antes de ella. La ojiazul sabía exactamente cómo tocarla.
Era como si... como si Yulia lo hubiese soñado mil veces.
Se dio una ducha y se puso los vaqueros del día anterior, recordándose a sí
misma que debía volver a hacer la colada. No había café preparado... ni
tampoco nota alguna. De hecho, casi no había pruebas de que Yulia hubiese
estado allí.
Mientras iba contando las medidas de café que sacaba de la lata, miró a su
alrededor, pensativa, preguntándose qué estaría pensando Yul, qué sentiría
en aquellos momentos. Era una pena que no la hubiese despertado para
poder hablar, porque sin duda lo necesitaría.
Mientras se hacía el café, estuvo rebuscando en los cajones del escritorio
de la morena, intentando encontrar la agenda de teléfonos. Dio con el número de
la
«Tienda Hallmark de Yulia» y lo marcó.
Una involuntaria sonrisa le iluminó el rostro al oír la voz de su amiga.
—¡Buenos días! —susurró.
Silencio.
—Hola —se oyó por fin.
Lena enarcó las cejas.
—Si te hubieses quedado un ratito, podríamos haber hablado sobre lo
sucedido, Yul —musitó—. ¿Estás bien?
Oyó un largo suspiro y un suave carraspeo.
—No estoy segura, Lena.
Lena cerró los ojos.
—¿Debo pedirte perdón?
—¿Perdón? Me parece que lo que sucedió ayer noche fue cosa mía —
susurró Yulia, y a continuación volvió a carraspear—. Ahora no es buen
momento para hablar.
—Lo comprendo.
«¡Mierda!»
—Esto... hasta luego.
Lena asintió y se quedó
escuchando la señal de fin de llamada unos segundos antes de colgar.
—Supongo que se ha puesto
histérica —musitó.
«¡Mierda!»
CONTINUARÁ...
OCULTO AMOR
Capítulo 29
Yulia despertó primero, con la poco familiar sensación del peso de otro
brazo que le rodeaba la cintura. ¡Poco familiar y, sin embargo, tan, tan
familiar! Hubiese sabido que era Lena la que la estaba abrazando incluso
en el caso de que los sucesos de la noche pasada no siguiesen frescos en su
mente, porque sería capaz de reconocer el tacto y el olor de Lena en
cualquier parte.
Cerró lentamente los ojos,
intentando ahuyentar el ataque de pánico que tenía la certeza de estar a
punto de sufrir. La noche anterior no había tenido tiempo de pensar. Lo
único que deseaba era que Lena la acariciase, y acariciar ella la suave piel
de su amiga. Nada más tenía importancia. Sin embargo ahora, ahora que la
luz del sol comenzaba a colarse por entre las persianas, la realidad la
«¡Ay, Dios!»
Tenía que huir de allí. No podía mirar a la pelirroja a la cara en esos momentos.
¿Qué iba a decirle? ¿Que había sido un error? No; lo había vivido como
algo demasiado perfecto para que fuese un error. Perfecto y acertado. Sin
embargo,
¿ahora, qué?
«¡Oh, Dios mío, soy lesbiana!»
«¿Lo soy?»
Movió la cabeza de un lado a otro.
No estaba preparada para enfrentarse a ello en esos momentos. No estaba
preparada para hablarlo. De modo que hizo lo único sensato que se le
ocurrió.
Huyó.
Lena rodó sobre sí misma, notando el cuerpo placenteramente
molido. Supo que estaba sola incluso antes de abrir los ojos. Aunque al
principio se sintió decepcionada, pronto se dio cuenta de lo tarde que sería:
Yulia debía de estar ya en su trabajo. De modo que apartó las mantas de
golpe y se desperezó, dejando escapar un gemido de satisfacción cuando
los recuerdos de la noche pasada inundaron su mente.
«¡Hemos hecho el amor!»
¡Quién le iba a decir que llegaría el día en que eso sucediera! Ni en sueños,
pensó, sonriente. Y sin embargo, la noche anterior la inexperta Yulia se
había adueñado de lugares de su cuerpo que ninguna mujer había poseído
antes de ella. La ojiazul sabía exactamente cómo tocarla.
Era como si... como si Yulia lo hubiese soñado mil veces.
Se dio una ducha y se puso los vaqueros del día anterior, recordándose a sí
misma que debía volver a hacer la colada. No había café preparado... ni
tampoco nota alguna. De hecho, casi no había pruebas de que Yulia hubiese
estado allí.
Mientras iba contando las medidas de café que sacaba de la lata, miró a su
alrededor, pensativa, preguntándose qué estaría pensando Yul, qué sentiría
en aquellos momentos. Era una pena que no la hubiese despertado para
poder hablar, porque sin duda lo necesitaría.
Mientras se hacía el café, estuvo rebuscando en los cajones del escritorio
de la morena, intentando encontrar la agenda de teléfonos. Dio con el número de
la
«Tienda Hallmark de Yulia» y lo marcó.
Una involuntaria sonrisa le iluminó el rostro al oír la voz de su amiga.
—¡Buenos días! —susurró.
Silencio.
—Hola —se oyó por fin.
Lena enarcó las cejas.
—Si te hubieses quedado un ratito, podríamos haber hablado sobre lo
sucedido, Yul —musitó—. ¿Estás bien?
Oyó un largo suspiro y un suave carraspeo.
—No estoy segura, Lena.
Lena cerró los ojos.
—¿Debo pedirte perdón?
—¿Perdón? Me parece que lo que sucedió ayer noche fue cosa mía —
susurró Yulia, y a continuación volvió a carraspear—. Ahora no es buen
momento para hablar.
—Lo comprendo.
«¡Mierda!»
—Esto... hasta luego.
Lena asintió y se quedó
escuchando la señal de fin de llamada unos segundos antes de colgar.
—Supongo que se ha puesto
histérica —musitó.
«¡Mierda!»
CONTINUARÁ...
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
OCULTO AMOR
Capítulo 30
Yulia colgó el teléfono, furiosa consigo misma por haber sido tan brusca con
Lena. No era culpa suya: Lena no había hecho nada malo. Había sido
ella la que prácticamente la asaltó en el vestíbulo la noche anterior, quien
tomó la iniciativa, quien se la llevó al dormitorio. No, de ser por la pelirroja,
nunca habrían cruzado la línea que separaba a las amigas de las amantes.
«¡Amantes!»
Sólo de pensarlo, Yulia sintió que le fallaban las piernas, y tuvo que
aferrarse a la encimera del mostrador para no caerse mientras las imágenes
de cada beso y cada caricia se sucedían sin pausa en su cabeza.
Cerró los ojos. Todavía podía sentir la boca de Lena sobre su piel, seguía
notando el sabor y el aroma de Lema, como cuando su propia boca le
recorría el cuerpo.
¡Amantes, sí!
—¡Yul! ¿Te encuentras bien?
La morena parpadeó varias veces y se encontró cara a cara con Rene Wells.
¿Qué podría haber ocurrido para que Rene Wells se rebajase a entrar a su
humilde tienda? ¡Si ni siquiera era Navidad!
—Hola, Rene —saludó Yulia
enderezándose—. Estoy perfectamente.
¿Qué te trae por aquí?
—¿Qué pasa, es que no puedo venir a comprar a tu preciosa tiendecita?
Yulia negó con un gesto.
—No sueles hacerlo.
Rene tuvo la decencia de ruborizarse, aunque lo disimuló bastante bien con
una encantadora sonrisa.
—Ayer estuvimos hablando de ti —
dijo—. Mi familia política nos invitó a almorzar, después del oficio
dominical.
También estaban Alexey y Mary Vasiliev.
—Ah, muy bien —murmuró
educadamente Yulia.
—Comentaron que Elena Katina se aloja en tu casa. Por supuesto, sabíamos
que estaba en el pueblo, por lo del funeral y todo eso —dijo Rene haciendo
un gesto con la mano—. Se dice que aparece mencionada en el testamento
de su padre.
¿Puedes creer el descaro que tienen algunas, atreviéndose a volver al
pueblo para exigir la fortuna familiar después de la vergüenza que hizo
pasar a su pobre madre?
Yulia abrió la boca para defender a Lena, pero desistió al momento: no
tenía por qué dar a Rene explicación alguna. Ya se enteraría de todo muy
pronto.
—Oye, Yul, ¿tú crees que es bueno que se aloje en tu casa?
—¿Cómo que bueno?
—Ya hay rumores por todo el
pueblo.
—¿Qué rumores?
—De que vosotras dos sois más que amigas, no sé si me entiendes.
Yulia se echó a reír.
—Claro que te entiendo, Rene. Lo que me pregunto es por qué habrás
sentido la necesidad de venir hasta aquí a contármelo.
—No hago más que preocuparme
por tu bienestar, Yulia.
—Ambas sabemos que eso es una
gilipollez, Rene —contestó la ojiazul con su mejor sonrisa—. No somos amigas,
ni tampoco tenemos la misma vida social.
De hecho, apenas frecuentas mi establecimiento.
Yulia rodeó el mostrador y se colocó frente a Rene.
—Lo que supongo es que quieres conseguir cotilleos frescos. Pero ¿sabes
qué, Rene? Nada de esto es asunto tuyo.
Así que, ¿qué tal si vuelves al club de campo y les dices que has fallado en
tu misión?
Rene dio un paso atrás y se llevó la mano al pecho.
—¡Yulia Volkova, no puedo creer que me estés hablando de esta manera! —
exclamó, y a continuación bajó la voz—.
Creo recordar que fue gracias a un préstamo de nuestro banco como
conseguiste comenzar este... negocio, ¿no es así?
Yulia sonrió. ¡Oh, apenas podía
esperar a que Rene averiguase que era Lena quien controlaba ahora el
banco!
—Sí, así fue. Aunque no recuerdo que tu nombre estuviese escrito en
ninguna parte de mi solicitud de préstamo.
—Dudo que hubiesen aprobado tu préstamo de no haber sido porque
fuimos juntas al colegio, Yulia. Tal vez deberías recordarlo —concluyó, y,
dando media vuelta, salió a toda prisa de la tienda.
La sonrisa de Yulia se convirtió en carcajada. ¡Dios, Rene no tenía ni la
menor idea sobre cómo funcionaba el mundo! Sin embargo, la sonrisa se
esfumó en cuanto recordó a Lena. ¡Había sido tan brusca con ella, tan
distante...! Y todo porque se sentía... ¿Cómo, avergonzada?
¿Avergonzada por haber hecho el amor con ella tan concienzudamente?
Ya no estaba nada segura de cuál era el motivo por el que había huido de
Lena aquella mañana. ¿La culpa? Podía enumerar mil excusas, y una de
ellas era lo que pensaría la gente del barrio, su familia, sus amigos. Era lo
que más odiaba del hecho de vivir en un barrio de clase alta: todos lo sabían todo de los
demás. Y
aquello era algo que dudaba que pudiesen mantener en secreto. Qué
demonios, seguro que Rene Wells estaba ya contándole a sus amigas del
club de campo la visita que acababa de hacerle.
Lena sacó rápidamente el móvil al oírlo sonar, esperando que fuese
Yulia.
Pero fue Greg quien la saludó.
—¿Estás ocupada?
Lena miró hacia su portátil, en el que centelleaba el salvapantallas.
—No, sólo estaba haciendo unas correcciones —mintió—. ¿Qué pasa?
—Pues que acaba de venir por aquí el señor Vasiliev, y me ha dicho que
te irás muy pronto. ¿Es cierto eso?
Lena comenzó a hacer girar las gafas que tenía en la mano, al tiempo
que asentía.
—Sí, Greg, muy pronto, aunque
todavía no estoy segura de la fecha. De hecho, pensaba llamarte hoy para
saber si hay algo que quieras tratar conmigo antes de que me vaya.
Greg se echó a reír.
—¡Hay railes de cosas que querría tratar contigo! Pero he estado echando
un vistazo a esa lista de deseos tuya que me enviaste. La mayoría son
prestaciones para los empleados y cosas parecidas. Si estás segura de
querer poner en marcha todas esas medidas, puedo hablar con la señora
Scott y que te presente un esquema de las fases de implantación.
—Sí, creo que las prestaciones que ofrecemos a nuestros empleados son
vergonzosamente escasas. Algunas de las que quiero implantar son
sencillas y baratas, mientras que otras comprendo que nos restarán
beneficios. Pero es algo que me parece necesario hacer. Creo que a la larga
nos hará ser más productivos.
—Estoy de acuerdo. Me pondré a ello de inmediato.
Lena se quedó en silencio un momento, recordando la forma en que
se había ido Yulia aquella mañana. Bien mirado, tal vez sería mejor
marcharse ya.
No tenía sentido prolongar lo inevitable.
—¿Qué tal si vas adelantando ya algo hoy mismo, Greg? Tal vez
podríamos discutirlo esta noche y, si me parece que estamos en la misma
onda, puede que decida irme mañana.
—Claro, no hay problema —
contestó Greg; carraspeó un poco e hizo una pausa antes de añadir—:
¿Sabe Yul que piensas marcharte?
—No —dijo ella, e hizo también una pausa—. Pero no será ninguna
sorpresa, Greg.
Arrojó las gafas sobre la mesa antes de continuar:
—Iré yo hasta tu casa. ¿Te viene bien que nos reunamos allí al salir del
trabajo?
—Perfecto.
Lena se pasó el resto del día haciendo la colada y buscando un vuelo
de regreso. Calculó que, si salía lo bastante temprano, podía estar en América en la noche, de modo que reservó un vuelo que salía para San Francisco a
las diez en punto. Envió un breve correo electrónico a Ingrid para
asegurarse de que alguien la iría a recoger. Incluso le prometió regresar
con ella y quedarse unos días de visita. Sería mejor eso que quedarse sola
en su casa, donde no habría nada con que distraerse.
CONTINUARÁ...
Capítulo 30
Yulia colgó el teléfono, furiosa consigo misma por haber sido tan brusca con
Lena. No era culpa suya: Lena no había hecho nada malo. Había sido
ella la que prácticamente la asaltó en el vestíbulo la noche anterior, quien
tomó la iniciativa, quien se la llevó al dormitorio. No, de ser por la pelirroja,
nunca habrían cruzado la línea que separaba a las amigas de las amantes.
«¡Amantes!»
Sólo de pensarlo, Yulia sintió que le fallaban las piernas, y tuvo que
aferrarse a la encimera del mostrador para no caerse mientras las imágenes
de cada beso y cada caricia se sucedían sin pausa en su cabeza.
Cerró los ojos. Todavía podía sentir la boca de Lena sobre su piel, seguía
notando el sabor y el aroma de Lema, como cuando su propia boca le
recorría el cuerpo.
¡Amantes, sí!
—¡Yul! ¿Te encuentras bien?
La morena parpadeó varias veces y se encontró cara a cara con Rene Wells.
¿Qué podría haber ocurrido para que Rene Wells se rebajase a entrar a su
humilde tienda? ¡Si ni siquiera era Navidad!
—Hola, Rene —saludó Yulia
enderezándose—. Estoy perfectamente.
¿Qué te trae por aquí?
—¿Qué pasa, es que no puedo venir a comprar a tu preciosa tiendecita?
Yulia negó con un gesto.
—No sueles hacerlo.
Rene tuvo la decencia de ruborizarse, aunque lo disimuló bastante bien con
una encantadora sonrisa.
—Ayer estuvimos hablando de ti —
dijo—. Mi familia política nos invitó a almorzar, después del oficio
dominical.
También estaban Alexey y Mary Vasiliev.
—Ah, muy bien —murmuró
educadamente Yulia.
—Comentaron que Elena Katina se aloja en tu casa. Por supuesto, sabíamos
que estaba en el pueblo, por lo del funeral y todo eso —dijo Rene haciendo
un gesto con la mano—. Se dice que aparece mencionada en el testamento
de su padre.
¿Puedes creer el descaro que tienen algunas, atreviéndose a volver al
pueblo para exigir la fortuna familiar después de la vergüenza que hizo
pasar a su pobre madre?
Yulia abrió la boca para defender a Lena, pero desistió al momento: no
tenía por qué dar a Rene explicación alguna. Ya se enteraría de todo muy
pronto.
—Oye, Yul, ¿tú crees que es bueno que se aloje en tu casa?
—¿Cómo que bueno?
—Ya hay rumores por todo el
pueblo.
—¿Qué rumores?
—De que vosotras dos sois más que amigas, no sé si me entiendes.
Yulia se echó a reír.
—Claro que te entiendo, Rene. Lo que me pregunto es por qué habrás
sentido la necesidad de venir hasta aquí a contármelo.
—No hago más que preocuparme
por tu bienestar, Yulia.
—Ambas sabemos que eso es una
gilipollez, Rene —contestó la ojiazul con su mejor sonrisa—. No somos amigas,
ni tampoco tenemos la misma vida social.
De hecho, apenas frecuentas mi establecimiento.
Yulia rodeó el mostrador y se colocó frente a Rene.
—Lo que supongo es que quieres conseguir cotilleos frescos. Pero ¿sabes
qué, Rene? Nada de esto es asunto tuyo.
Así que, ¿qué tal si vuelves al club de campo y les dices que has fallado en
tu misión?
Rene dio un paso atrás y se llevó la mano al pecho.
—¡Yulia Volkova, no puedo creer que me estés hablando de esta manera! —
exclamó, y a continuación bajó la voz—.
Creo recordar que fue gracias a un préstamo de nuestro banco como
conseguiste comenzar este... negocio, ¿no es así?
Yulia sonrió. ¡Oh, apenas podía
esperar a que Rene averiguase que era Lena quien controlaba ahora el
banco!
—Sí, así fue. Aunque no recuerdo que tu nombre estuviese escrito en
ninguna parte de mi solicitud de préstamo.
—Dudo que hubiesen aprobado tu préstamo de no haber sido porque
fuimos juntas al colegio, Yulia. Tal vez deberías recordarlo —concluyó, y,
dando media vuelta, salió a toda prisa de la tienda.
La sonrisa de Yulia se convirtió en carcajada. ¡Dios, Rene no tenía ni la
menor idea sobre cómo funcionaba el mundo! Sin embargo, la sonrisa se
esfumó en cuanto recordó a Lena. ¡Había sido tan brusca con ella, tan
distante...! Y todo porque se sentía... ¿Cómo, avergonzada?
¿Avergonzada por haber hecho el amor con ella tan concienzudamente?
Ya no estaba nada segura de cuál era el motivo por el que había huido de
Lena aquella mañana. ¿La culpa? Podía enumerar mil excusas, y una de
ellas era lo que pensaría la gente del barrio, su familia, sus amigos. Era lo
que más odiaba del hecho de vivir en un barrio de clase alta: todos lo sabían todo de los
demás. Y
aquello era algo que dudaba que pudiesen mantener en secreto. Qué
demonios, seguro que Rene Wells estaba ya contándole a sus amigas del
club de campo la visita que acababa de hacerle.
Lena sacó rápidamente el móvil al oírlo sonar, esperando que fuese
Yulia.
Pero fue Greg quien la saludó.
—¿Estás ocupada?
Lena miró hacia su portátil, en el que centelleaba el salvapantallas.
—No, sólo estaba haciendo unas correcciones —mintió—. ¿Qué pasa?
—Pues que acaba de venir por aquí el señor Vasiliev, y me ha dicho que
te irás muy pronto. ¿Es cierto eso?
Lena comenzó a hacer girar las gafas que tenía en la mano, al tiempo
que asentía.
—Sí, Greg, muy pronto, aunque
todavía no estoy segura de la fecha. De hecho, pensaba llamarte hoy para
saber si hay algo que quieras tratar conmigo antes de que me vaya.
Greg se echó a reír.
—¡Hay railes de cosas que querría tratar contigo! Pero he estado echando
un vistazo a esa lista de deseos tuya que me enviaste. La mayoría son
prestaciones para los empleados y cosas parecidas. Si estás segura de
querer poner en marcha todas esas medidas, puedo hablar con la señora
Scott y que te presente un esquema de las fases de implantación.
—Sí, creo que las prestaciones que ofrecemos a nuestros empleados son
vergonzosamente escasas. Algunas de las que quiero implantar son
sencillas y baratas, mientras que otras comprendo que nos restarán
beneficios. Pero es algo que me parece necesario hacer. Creo que a la larga
nos hará ser más productivos.
—Estoy de acuerdo. Me pondré a ello de inmediato.
Lena se quedó en silencio un momento, recordando la forma en que
se había ido Yulia aquella mañana. Bien mirado, tal vez sería mejor
marcharse ya.
No tenía sentido prolongar lo inevitable.
—¿Qué tal si vas adelantando ya algo hoy mismo, Greg? Tal vez
podríamos discutirlo esta noche y, si me parece que estamos en la misma
onda, puede que decida irme mañana.
—Claro, no hay problema —
contestó Greg; carraspeó un poco e hizo una pausa antes de añadir—:
¿Sabe Yul que piensas marcharte?
—No —dijo ella, e hizo también una pausa—. Pero no será ninguna
sorpresa, Greg.
Arrojó las gafas sobre la mesa antes de continuar:
—Iré yo hasta tu casa. ¿Te viene bien que nos reunamos allí al salir del
trabajo?
—Perfecto.
Lena se pasó el resto del día haciendo la colada y buscando un vuelo
de regreso. Calculó que, si salía lo bastante temprano, podía estar en América en la noche, de modo que reservó un vuelo que salía para San Francisco a
las diez en punto. Envió un breve correo electrónico a Ingrid para
asegurarse de que alguien la iría a recoger. Incluso le prometió regresar
con ella y quedarse unos días de visita. Sería mejor eso que quedarse sola
en su casa, donde no habría nada con que distraerse.
CONTINUARÁ...
Última edición por LenokVolk el 5/3/2015, 6:12 am, editado 1 vez
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
OCULTO AMOR
Capítulo 31
Yulia se sintió decepcionada al ver que el automóvil de Lena no estaba en
la entrada cuando llegó a casa.
Decepcionada, pero no necesariamente sorprendida. Seguramente, la pelirroja
estaba intentando eludir la confrontación que daba por sentado que iba a
producirse al regresar ella a casa. Yulia no pensaba provocar ninguna
confrontación, pero tenían que hablar: ella lo necesitaba urgentemente.
Se dio cuenta de que ya había
superado la conmoción inicial que sintió al advertir que acababa de hacer
el amor con Lena. El día anterior, la noche anterior, lo había visto todo
tan claro...
Sin embargo, con la luz del día le entró el pánico. Y ahora... bueno, ahora
había tenido todo el día para acostumbrarse a la idea, para aceptarlo.
Además, lo que Lena y ella habían hecho la noche anterior no había sido
más que la expresión física de lo que sentían la una por la otra, de lo que
habían sentido años atrás y que desde luego seguían sintiendo ahora, ya
adultas.
Cuando Lena la tocó, cuando le hizo el amor, Yulia descubrió de pronto
que todo lo que había sentido por ella tenía sentido, que encajaba: su total
disposición para seguirla a todas partes, cuando era niña, por el puro placer
de estar con ella; y más tarde, ya adolescente, sus enormes deseos de que
Lena la tocase. Ambas habían estado tan apegadas la una a la otra que
para ellas era algo completamente natural tocarse mientras charlaban.
Y ahora de adultas, esa necesidad de tocar y ser tocadas era más fuerte que
nunca.
La noche anterior habían dejado de resistirse a esa urgencia. Ya no podían
reprimirse más. Sin embargo, Yulia no tenía ni la menor idea de lo que iba a
suceder a continuación. Por eso deseó que Lena estuviese en casa.
En lugar de eso se encontró una nota. Al parecer, Katya iba a preparar
espaguetis para todos.
—Por favor, que no esté Ivan —
musitó.
Sin embargo, no tendría por qué haberse preocupado: el de Lena era el
único automóvil aparcado en la entrada.
Yulia dejó el suyo justo detrás y se apresuró a entrar para escapar de la
llovizna que llevaba cayendo desde el mediodía. Las tormentas
primaverales que habían anunciado se habían quedado más al norte. No se
molestó en llamar al timbre: llamó un par de veces con los nudillos y
entró.
—¡En la cocina! —gritó Katya.
Lee Ann y Denny estaban sentados a la mesa, coloreando. Lee Ann alzó la
vista lo justo para dedicarle una breve sonrisa.
Katya la recibió con una cuchara tendida hacia ella.
—Prueba.
Yulia obedeció, antes de asentir.
—Muy rico. Necesita un poco más de albahaca.
Katya se echó a reír.
—¡Como si fuese a aceptar tus
consejos sobre cocina!
Tapó la cacerola y la puso a fuego lento.
—¿Dónde están todos?
—Eché a los gemelos a dormir la siesta hace un par de horas.
Yulia aguardó pacientemente.
—¿Lo dices por Lena? —dijo Katya sonriendo.
—Supongo que Greg y ella estarán encerrados en algún sitio.
—Están jugando al ordenador. Greg le ha preparado unos gráficos o algo
así
—explicó, haciendo un gesto con la mano.
Lena asomó la cabeza antes de que Yulia hubiese tenido tiempo de ir a
buscarlos.
—Kat, ¿tienes más té helado? —
preguntó, interrumpiéndose al ver a Yulia
—. No te había oído entrar.
Yulia se sumergió en las
profundidades de aquellos ojos verdigrises y tuvo que apoyarse en la encimera
para no caerse. Todo lo que había sentido la noche anterior pareció
golpearla de pronto.
—Hola.
Lena le dedicó una titubeante sonrisa.
—Hola, ¿qué tal? ¿Todo bien?
Yulia asintió.
—Sí, ahora todo está perfectamente.
—Estupendo.
—Lo siento.
—No pasa nada —contestó
Lena encogiéndose de hombros.
—Fue todo culpa mía.
—Deberíamos haberlo hablado —
musitó la pelirroja.
Katya carraspeó audiblemente antes de intervenir:
—¡Hola! —saludó, arrastrando las sílabas—. Está claro que me he perdido
parte de la conversación, porque lo que oigo no tiene ningún sentido.
A continuación recogió el vaso que Lena llevaba en la mano y
añadió:
—¿Dónde está mi marido?
—Está acabando unos organigramas que le he pedido —contestó,
apartando la vista de Yulia.
Katya le ofreció un vaso lleno de té.
—Bueno, esto tiene que acabar.
Trabaja todo el día, y al llegar a casa se pone otra vez con el ordenador.
¡En estas dos semanas no ha hecho ni las malas!
Lena soltó una carcajada.
—¿Y qué quiere decir eso en
cristiano, Katya?
Katya llenó otro vaso y se lo ofreció a Kay.
—Quiere decir que tengo tareas para él en casa, y aquí el cerebrito no las
ha hecho todavía.
—Bueno, ya tendrá tiempo de sobra cuando yo me haya ido.
Yulia se dio la vuelta y clavó la vista en aquellos ojos tan verdigrises.
—¿Te vas? —preguntó en voz baja.
Lena asintió.
—¿Cuándo?
Su amiga miró un momento a Katya y después volvió a mirarla a ella.
—Tengo un vuelo
mañana a las diez.
—Entiendo —dijo Yulia, y carraspeó brevemente—. Y ¿cuándo lo has
decidido?
Lena dudó un momento antes de responder.
—Esta mañana.
Yulia asintió y desvió la mirada.
—Entiendo —repitió.
Lena miró a Katya y pudo ver la multitud de preguntas que pugnaban
por salir de sus labios. Aquel no era el mejor momento para tener esa
discusión con Yulia, a pesar del dolor que expresaban sus ojos. Lo único que
deseaba era ir hacia ella y abrazarla estrechamente.
—¡Eh, Lena! ¡Ven a ver esto! —
gritó Greg desde la parte de atrás de la casa.
Lena se quedó quieta un
momento, dedicó a Yulia una última mirada y se escabulló en silencio.
—¿De qué demonios iba todo eso?
—preguntó Katya en cuanto la pelirroja desapareció de la vista.
Yulia se enderezó, pues no quería que Katya pudiese ver lo afectada que
estaba.
No podría explicar el motivo de sus lágrimas, de modo que se hizo la tonta.
—¿De qué iba qué?
—Me dio la sensación de estar
escuchando sin querer una conversación privada, eso parecía. Aunque no sé
de qué me sorprendo: vosotras dos siempre habéis vivido en vuestro propio
mundo
—dijo Katya, al tiempo que quitaba la tapa de la cacerola que contenía la
salsa para los espaguetis y la removía lentamente—. No sabía si decírtelo,
pero la fábrica de rumores ha estado funcionando a pleno rendimiento.
—¿Qué quieres decir?
—Sobre Lena y tú. Llevo todo el día oyendo cuchicheos.
—¿Qué dicen de Lena y de mí?
—Oh, Yulia, estoy segura de que tu ingenuidad no llega a tanto. Lleva dos
semanas viviendo en tu casa. Aunque nadie lo menciona, todo el mundo
recuerda el motivo de su marcha. Y, aunque no fuera así, es prácticamente
una celebridad. Y lo suyo es de dominio público, como ellos dicen.
—¡Rene Wells, esa bruja! —musitó Yulia entre dientes.
Al momento echó un rápido vistazo hacia Lee Ann. La pequeña estaría
escuchando atentamente, sin duda.
—¿De qué hablas?
—Vino esta mañana por la tienda, buscando información sobre Lena. Te
juro que fue como si siguiésemos en el instituto.
Katya volvió a colocar la tapa y se acercó a ella.
—Yulia, tú sabes que si hubiese algo entre Lena y tú... no quiero decir que
vaya a suceder, ni mucho menos... pero si lo hubiese, puedes contármelo,
¿sabes?
No me iba a poner histérica ni nada de eso.
Yulia soltó una risita nerviosa.
—¡Oh, Katya, por supuesto que no hay nada de eso, no seas tonta! Conozco
a Lena de toda la vida. Tan sólo somos amigas, y nunca habrá nada más
que eso
—declaró, y carraspeó un poco—. Y sí que te pondrías histérica.
Lena se quedó inmóvil en el vestíbulo, notando cómo se le partía el
corazón al escuchar las palabras de Yulia.
Y sin embargo, ¿qué esperaba? ¿Acaso creía que Yulia iba a confesarle a su
hermana que habían hecho el amor la noche anterior? ¿Pensaba que Yulia
estaba preparada para afrontar aquel cambio?
Procuró recomponerse antes de entrar en la cocina. La mirada de la ojiazul voló
hacia ella.
—Olvidé mi té —murmuró.
—Lena...
La pelirroja la miró fijamente a los ojos, reconociendo así que lo había oído
todo. Le dedicó un breve gesto de asentimiento y se alejó de allí.
«¡Oh, Dios!» Yulia cerró los ojos y se apartó de Katya, consciente de que el
dolor que había visto reflejado en los ojos de Lena era a causa de ella.
¡Menuda hipócrita estaba hecha! En privado, ante sí misma —o ante Lena
—, era capaz de admitir lo que sentía... lo que era. Pero
¿podía hacerlo ante Katya, ante cualquier miembro de su familia? ¿Podría
proclamar a los cuatro vientos que Lena y ella eran ahora... amantes?
«¡No, nunca!»
No podía. Katya nunca lo entendería, a pesar de lo que acababa de decirle.
Su madre tampoco. Y no sólo eso: ¡tenía un negocio, por Dios santo!
¿Seguiría teniendo clientes después de que se supiera? ¡Claro que no! Lo
más seguro era que huyesen en masa de su tienda, y ella se convertiría en
el hazmerreír de Chystye Prudy y de todo Moscú.
—Yul, ¿ocurre algo?
La morena negó con un gesto y buscó a ciegas su vaso de té.
—Nada... me da rabia que Lena se vaya tan pronto, eso es todo —
murmuró.
Respiró hondo y por fin consiguió alzar la vista hacia Katya, esperando que
su sonrisa pareciese sincera antes de añadir:
—Voy a echarla de menos.
—Lo sé, pero al menos esta vez sabes que volverá.
Yulia deseó poder estar segura de eso.
—Pero yo estoy ya harta de que acapare a Greg todo el tiempo. Bueno, ve a
decirles que la cena está lista —dijo Katya, y se volvió a continuación hacia
los niños—. Lee Ann, recoge los lápices de colores. Es hora de cenar.
Después asomó la cabeza por el pasillo.
—¡Yul, dile a Greg que se traiga a los gemelos! —gritó.
Yulia asintió, a pesar de saber que tanto Greg como todo el vecindario la
habían oído perfectamente. Encontró a Lena inclinada por encima del
hombro de Greg, frente al ordenador encajado en una esquina del
dormitorio matrimonial.
Ambos señalaban al monitor, y Yulia aprovechó para permitir que sus ojos
recorriesen de arriba abajo el cuerpo de Lena. En el breve espacio de
tiempo que tardó en hacerlo, los recuerdos de lo sucedido la noche anterior
se agolparon en su mente, haciendo que la respiración se le entrecortase y
su corazón comenzase a latir desbocadamente. Como siempre sucedía,
Lena percibió su presencia. Se incorporó lentamente, enderezando la
espalda. Giró el rostro y la miró a los ojos. Yulia pudo ver que la mirada de
Lena se apagaba, y se preguntó qué es lo que acababa de ver en su propio
rostro.
«¿Deseo?» ¿Era posible que Lena fuese capaz de adivinar lo que tenía en
la mente en aquellos momentos?
—Greg, Katya quiere que vayas a por los gemelos —dijo en voz baja, sin
despegar los ojos de Lena.
—Sí, ya la he oído —contestó,
aunque no dejó de teclear en su ordenador.
—Creo que quería decir ahora
mismo. Está un poco gruñona.
—Ya he visto bastante, Greg —dijo Lena—. Puedes enviarme el
resto por correo electrónico.
—¿Estás segura?
—Claro que sí —contestó ella.
Yulia se le acercó tan pronto como Greg las dejó a solas, sin dejar de mirarla
a los ojos.
—Lo siento mucho —susurró.
—¿Por?
—Por lo de esta mañana, por lo que me has oído decirle a Katya —explicó.
Después cerró los ojos de golpe y añadió en un susurro:
—Y también siento que vuelvas a abandonarme.
—¡Oh, Yul, no te estoy
abandonando! Estoy dejando... lo nuestro.
Será mejor para ti que me vaya.
—No, Lena. Te vas porque esta mañana me puse histérica y hui de ti. Te
vas porque no he sido capaz de hablar contigo sobre ello. Y te vas también
por lo que le dije a Katya.
Ambas se miraron fijamente a los ojos.
—Sí —admitió Lena en voz baja—. Sí a todo.
—¡Dios, Len, no quiero que te vayas! ¡Se me rompe el corazón con sólo
pensarlo!
Lena le tomó la mano y la atrajo hacia sí, posándola sobre su seno
izquierdo y presionándola con fuerza.
—También se rompe el mío.
—¡No te vayas! —susurró Yulia.
—Nunca olvidaré la noche pasada, Yul. No tienes ni idea de lo especial
que ha sido.
—Sí que lo sé.
—Tú no estás preparada para este tipo de vida, Yul, sabes que no. Puede
que nunca lo estés. Pero yo soy ya demasiado mayor, y he estado
viviéndolo abiertamente durante demasiado tiempo.
No puedo meterme en el armario y esconder esto, Yul.
—Tengo que pensar en mi familia, en mi negocio —explicó Yulia,
moviendo la cabeza de un lado a otro—. Nunca podría... declarar esto
abiertamente, Lena.
—Lo sé. Por eso me voy.
—Lema, por favor, tal vez si me das algún tiempo...
—¡Chicas, a cenar! —aulló Katya.
La pelirroja apretó cariñosamente la mano de la morena.
—Hablaremos esta noche.
—¡Esta noche no quiero hablar, quiero volver a hacerte el amor! —
susurró Yulia.
Lena cerró los ojos un
momento.
—¡Dios, Yul, no tienes ni idea del efecto que me causan esas palabras!
La ojiazul se acercó a ella.
—Sólo con pensar en que me toques, me flaquean las piernas, Lena.
Sus miradas se clavaron la una en la otra, y sus labios estaban apenas a
unos centímetros de distancia cuando Katya volvió a llamarlas a gritos.
—¡Maldita sea! —musitó Lena.
Yulia le apretó cariñosamente la mano.
—Vamos, preciosa.
Lena sintió que volvía a rompérsele el corazón cuando Yulia le soltó la
mano. Sabía que esa noche volverían a hacer el amor. Y también que aun
así se iría al día siguiente.
«¡Estoy enamorada de ella!»
La verdad no la conmocionó
demasiado. Tuvo que admitir que siempre la había querido. Siempre. Ese
era el motivo por el que, año tras año, nunca conseguía encontrar a alguien
que apartase a Yulia de su corazón, nunca conseguía encontrar a quien la
sustituyera. «¡Y voy a volver a abandonarla!» Porque, esta vez, Yulia estaba
poniendo a su familia por encima de ella.
—¿Lena?
La pelirroja asintió tristemente.
—Voy.
CONTINUARÁ...
Capítulo 31
Yulia se sintió decepcionada al ver que el automóvil de Lena no estaba en
la entrada cuando llegó a casa.
Decepcionada, pero no necesariamente sorprendida. Seguramente, la pelirroja
estaba intentando eludir la confrontación que daba por sentado que iba a
producirse al regresar ella a casa. Yulia no pensaba provocar ninguna
confrontación, pero tenían que hablar: ella lo necesitaba urgentemente.
Se dio cuenta de que ya había
superado la conmoción inicial que sintió al advertir que acababa de hacer
el amor con Lena. El día anterior, la noche anterior, lo había visto todo
tan claro...
Sin embargo, con la luz del día le entró el pánico. Y ahora... bueno, ahora
había tenido todo el día para acostumbrarse a la idea, para aceptarlo.
Además, lo que Lena y ella habían hecho la noche anterior no había sido
más que la expresión física de lo que sentían la una por la otra, de lo que
habían sentido años atrás y que desde luego seguían sintiendo ahora, ya
adultas.
Cuando Lena la tocó, cuando le hizo el amor, Yulia descubrió de pronto
que todo lo que había sentido por ella tenía sentido, que encajaba: su total
disposición para seguirla a todas partes, cuando era niña, por el puro placer
de estar con ella; y más tarde, ya adolescente, sus enormes deseos de que
Lena la tocase. Ambas habían estado tan apegadas la una a la otra que
para ellas era algo completamente natural tocarse mientras charlaban.
Y ahora de adultas, esa necesidad de tocar y ser tocadas era más fuerte que
nunca.
La noche anterior habían dejado de resistirse a esa urgencia. Ya no podían
reprimirse más. Sin embargo, Yulia no tenía ni la menor idea de lo que iba a
suceder a continuación. Por eso deseó que Lena estuviese en casa.
En lugar de eso se encontró una nota. Al parecer, Katya iba a preparar
espaguetis para todos.
—Por favor, que no esté Ivan —
musitó.
Sin embargo, no tendría por qué haberse preocupado: el de Lena era el
único automóvil aparcado en la entrada.
Yulia dejó el suyo justo detrás y se apresuró a entrar para escapar de la
llovizna que llevaba cayendo desde el mediodía. Las tormentas
primaverales que habían anunciado se habían quedado más al norte. No se
molestó en llamar al timbre: llamó un par de veces con los nudillos y
entró.
—¡En la cocina! —gritó Katya.
Lee Ann y Denny estaban sentados a la mesa, coloreando. Lee Ann alzó la
vista lo justo para dedicarle una breve sonrisa.
Katya la recibió con una cuchara tendida hacia ella.
—Prueba.
Yulia obedeció, antes de asentir.
—Muy rico. Necesita un poco más de albahaca.
Katya se echó a reír.
—¡Como si fuese a aceptar tus
consejos sobre cocina!
Tapó la cacerola y la puso a fuego lento.
—¿Dónde están todos?
—Eché a los gemelos a dormir la siesta hace un par de horas.
Yulia aguardó pacientemente.
—¿Lo dices por Lena? —dijo Katya sonriendo.
—Supongo que Greg y ella estarán encerrados en algún sitio.
—Están jugando al ordenador. Greg le ha preparado unos gráficos o algo
así
—explicó, haciendo un gesto con la mano.
Lena asomó la cabeza antes de que Yulia hubiese tenido tiempo de ir a
buscarlos.
—Kat, ¿tienes más té helado? —
preguntó, interrumpiéndose al ver a Yulia
—. No te había oído entrar.
Yulia se sumergió en las
profundidades de aquellos ojos verdigrises y tuvo que apoyarse en la encimera
para no caerse. Todo lo que había sentido la noche anterior pareció
golpearla de pronto.
—Hola.
Lena le dedicó una titubeante sonrisa.
—Hola, ¿qué tal? ¿Todo bien?
Yulia asintió.
—Sí, ahora todo está perfectamente.
—Estupendo.
—Lo siento.
—No pasa nada —contestó
Lena encogiéndose de hombros.
—Fue todo culpa mía.
—Deberíamos haberlo hablado —
musitó la pelirroja.
Katya carraspeó audiblemente antes de intervenir:
—¡Hola! —saludó, arrastrando las sílabas—. Está claro que me he perdido
parte de la conversación, porque lo que oigo no tiene ningún sentido.
A continuación recogió el vaso que Lena llevaba en la mano y
añadió:
—¿Dónde está mi marido?
—Está acabando unos organigramas que le he pedido —contestó,
apartando la vista de Yulia.
Katya le ofreció un vaso lleno de té.
—Bueno, esto tiene que acabar.
Trabaja todo el día, y al llegar a casa se pone otra vez con el ordenador.
¡En estas dos semanas no ha hecho ni las malas!
Lena soltó una carcajada.
—¿Y qué quiere decir eso en
cristiano, Katya?
Katya llenó otro vaso y se lo ofreció a Kay.
—Quiere decir que tengo tareas para él en casa, y aquí el cerebrito no las
ha hecho todavía.
—Bueno, ya tendrá tiempo de sobra cuando yo me haya ido.
Yulia se dio la vuelta y clavó la vista en aquellos ojos tan verdigrises.
—¿Te vas? —preguntó en voz baja.
Lena asintió.
—¿Cuándo?
Su amiga miró un momento a Katya y después volvió a mirarla a ella.
—Tengo un vuelo
mañana a las diez.
—Entiendo —dijo Yulia, y carraspeó brevemente—. Y ¿cuándo lo has
decidido?
Lena dudó un momento antes de responder.
—Esta mañana.
Yulia asintió y desvió la mirada.
—Entiendo —repitió.
Lena miró a Katya y pudo ver la multitud de preguntas que pugnaban
por salir de sus labios. Aquel no era el mejor momento para tener esa
discusión con Yulia, a pesar del dolor que expresaban sus ojos. Lo único que
deseaba era ir hacia ella y abrazarla estrechamente.
—¡Eh, Lena! ¡Ven a ver esto! —
gritó Greg desde la parte de atrás de la casa.
Lena se quedó quieta un
momento, dedicó a Yulia una última mirada y se escabulló en silencio.
—¿De qué demonios iba todo eso?
—preguntó Katya en cuanto la pelirroja desapareció de la vista.
Yulia se enderezó, pues no quería que Katya pudiese ver lo afectada que
estaba.
No podría explicar el motivo de sus lágrimas, de modo que se hizo la tonta.
—¿De qué iba qué?
—Me dio la sensación de estar
escuchando sin querer una conversación privada, eso parecía. Aunque no sé
de qué me sorprendo: vosotras dos siempre habéis vivido en vuestro propio
mundo
—dijo Katya, al tiempo que quitaba la tapa de la cacerola que contenía la
salsa para los espaguetis y la removía lentamente—. No sabía si decírtelo,
pero la fábrica de rumores ha estado funcionando a pleno rendimiento.
—¿Qué quieres decir?
—Sobre Lena y tú. Llevo todo el día oyendo cuchicheos.
—¿Qué dicen de Lena y de mí?
—Oh, Yulia, estoy segura de que tu ingenuidad no llega a tanto. Lleva dos
semanas viviendo en tu casa. Aunque nadie lo menciona, todo el mundo
recuerda el motivo de su marcha. Y, aunque no fuera así, es prácticamente
una celebridad. Y lo suyo es de dominio público, como ellos dicen.
—¡Rene Wells, esa bruja! —musitó Yulia entre dientes.
Al momento echó un rápido vistazo hacia Lee Ann. La pequeña estaría
escuchando atentamente, sin duda.
—¿De qué hablas?
—Vino esta mañana por la tienda, buscando información sobre Lena. Te
juro que fue como si siguiésemos en el instituto.
Katya volvió a colocar la tapa y se acercó a ella.
—Yulia, tú sabes que si hubiese algo entre Lena y tú... no quiero decir que
vaya a suceder, ni mucho menos... pero si lo hubiese, puedes contármelo,
¿sabes?
No me iba a poner histérica ni nada de eso.
Yulia soltó una risita nerviosa.
—¡Oh, Katya, por supuesto que no hay nada de eso, no seas tonta! Conozco
a Lena de toda la vida. Tan sólo somos amigas, y nunca habrá nada más
que eso
—declaró, y carraspeó un poco—. Y sí que te pondrías histérica.
Lena se quedó inmóvil en el vestíbulo, notando cómo se le partía el
corazón al escuchar las palabras de Yulia.
Y sin embargo, ¿qué esperaba? ¿Acaso creía que Yulia iba a confesarle a su
hermana que habían hecho el amor la noche anterior? ¿Pensaba que Yulia
estaba preparada para afrontar aquel cambio?
Procuró recomponerse antes de entrar en la cocina. La mirada de la ojiazul voló
hacia ella.
—Olvidé mi té —murmuró.
—Lena...
La pelirroja la miró fijamente a los ojos, reconociendo así que lo había oído
todo. Le dedicó un breve gesto de asentimiento y se alejó de allí.
«¡Oh, Dios!» Yulia cerró los ojos y se apartó de Katya, consciente de que el
dolor que había visto reflejado en los ojos de Lena era a causa de ella.
¡Menuda hipócrita estaba hecha! En privado, ante sí misma —o ante Lena
—, era capaz de admitir lo que sentía... lo que era. Pero
¿podía hacerlo ante Katya, ante cualquier miembro de su familia? ¿Podría
proclamar a los cuatro vientos que Lena y ella eran ahora... amantes?
«¡No, nunca!»
No podía. Katya nunca lo entendería, a pesar de lo que acababa de decirle.
Su madre tampoco. Y no sólo eso: ¡tenía un negocio, por Dios santo!
¿Seguiría teniendo clientes después de que se supiera? ¡Claro que no! Lo
más seguro era que huyesen en masa de su tienda, y ella se convertiría en
el hazmerreír de Chystye Prudy y de todo Moscú.
—Yul, ¿ocurre algo?
La morena negó con un gesto y buscó a ciegas su vaso de té.
—Nada... me da rabia que Lena se vaya tan pronto, eso es todo —
murmuró.
Respiró hondo y por fin consiguió alzar la vista hacia Katya, esperando que
su sonrisa pareciese sincera antes de añadir:
—Voy a echarla de menos.
—Lo sé, pero al menos esta vez sabes que volverá.
Yulia deseó poder estar segura de eso.
—Pero yo estoy ya harta de que acapare a Greg todo el tiempo. Bueno, ve a
decirles que la cena está lista —dijo Katya, y se volvió a continuación hacia
los niños—. Lee Ann, recoge los lápices de colores. Es hora de cenar.
Después asomó la cabeza por el pasillo.
—¡Yul, dile a Greg que se traiga a los gemelos! —gritó.
Yulia asintió, a pesar de saber que tanto Greg como todo el vecindario la
habían oído perfectamente. Encontró a Lena inclinada por encima del
hombro de Greg, frente al ordenador encajado en una esquina del
dormitorio matrimonial.
Ambos señalaban al monitor, y Yulia aprovechó para permitir que sus ojos
recorriesen de arriba abajo el cuerpo de Lena. En el breve espacio de
tiempo que tardó en hacerlo, los recuerdos de lo sucedido la noche anterior
se agolparon en su mente, haciendo que la respiración se le entrecortase y
su corazón comenzase a latir desbocadamente. Como siempre sucedía,
Lena percibió su presencia. Se incorporó lentamente, enderezando la
espalda. Giró el rostro y la miró a los ojos. Yulia pudo ver que la mirada de
Lena se apagaba, y se preguntó qué es lo que acababa de ver en su propio
rostro.
«¿Deseo?» ¿Era posible que Lena fuese capaz de adivinar lo que tenía en
la mente en aquellos momentos?
—Greg, Katya quiere que vayas a por los gemelos —dijo en voz baja, sin
despegar los ojos de Lena.
—Sí, ya la he oído —contestó,
aunque no dejó de teclear en su ordenador.
—Creo que quería decir ahora
mismo. Está un poco gruñona.
—Ya he visto bastante, Greg —dijo Lena—. Puedes enviarme el
resto por correo electrónico.
—¿Estás segura?
—Claro que sí —contestó ella.
Yulia se le acercó tan pronto como Greg las dejó a solas, sin dejar de mirarla
a los ojos.
—Lo siento mucho —susurró.
—¿Por?
—Por lo de esta mañana, por lo que me has oído decirle a Katya —explicó.
Después cerró los ojos de golpe y añadió en un susurro:
—Y también siento que vuelvas a abandonarme.
—¡Oh, Yul, no te estoy
abandonando! Estoy dejando... lo nuestro.
Será mejor para ti que me vaya.
—No, Lena. Te vas porque esta mañana me puse histérica y hui de ti. Te
vas porque no he sido capaz de hablar contigo sobre ello. Y te vas también
por lo que le dije a Katya.
Ambas se miraron fijamente a los ojos.
—Sí —admitió Lena en voz baja—. Sí a todo.
—¡Dios, Len, no quiero que te vayas! ¡Se me rompe el corazón con sólo
pensarlo!
Lena le tomó la mano y la atrajo hacia sí, posándola sobre su seno
izquierdo y presionándola con fuerza.
—También se rompe el mío.
—¡No te vayas! —susurró Yulia.
—Nunca olvidaré la noche pasada, Yul. No tienes ni idea de lo especial
que ha sido.
—Sí que lo sé.
—Tú no estás preparada para este tipo de vida, Yul, sabes que no. Puede
que nunca lo estés. Pero yo soy ya demasiado mayor, y he estado
viviéndolo abiertamente durante demasiado tiempo.
No puedo meterme en el armario y esconder esto, Yul.
—Tengo que pensar en mi familia, en mi negocio —explicó Yulia,
moviendo la cabeza de un lado a otro—. Nunca podría... declarar esto
abiertamente, Lena.
—Lo sé. Por eso me voy.
—Lema, por favor, tal vez si me das algún tiempo...
—¡Chicas, a cenar! —aulló Katya.
La pelirroja apretó cariñosamente la mano de la morena.
—Hablaremos esta noche.
—¡Esta noche no quiero hablar, quiero volver a hacerte el amor! —
susurró Yulia.
Lena cerró los ojos un
momento.
—¡Dios, Yul, no tienes ni idea del efecto que me causan esas palabras!
La ojiazul se acercó a ella.
—Sólo con pensar en que me toques, me flaquean las piernas, Lena.
Sus miradas se clavaron la una en la otra, y sus labios estaban apenas a
unos centímetros de distancia cuando Katya volvió a llamarlas a gritos.
—¡Maldita sea! —musitó Lena.
Yulia le apretó cariñosamente la mano.
—Vamos, preciosa.
Lena sintió que volvía a rompérsele el corazón cuando Yulia le soltó la
mano. Sabía que esa noche volverían a hacer el amor. Y también que aun
así se iría al día siguiente.
«¡Estoy enamorada de ella!»
La verdad no la conmocionó
demasiado. Tuvo que admitir que siempre la había querido. Siempre. Ese
era el motivo por el que, año tras año, nunca conseguía encontrar a alguien
que apartase a Yulia de su corazón, nunca conseguía encontrar a quien la
sustituyera. «¡Y voy a volver a abandonarla!» Porque, esta vez, Yulia estaba
poniendo a su familia por encima de ella.
—¿Lena?
La pelirroja asintió tristemente.
—Voy.
CONTINUARÁ...
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
OCULTO AMOR
Capítulo 32
Yulia cruzó el pueblo en su automóvil, y tuvo que obligarse a recordar el
límite de velocidad. La cena había sido
interminable. Se preguntó qué habría pensado Katya del silencio de Lena y
ella.
Estuvieron en silencio, sí, pero sin poder dejar de mirarse la una a la otra.
Echó un vistazo por el retrovisor y vio que Lena la seguía muy de cerca.
Apenas podía esperar a estar a solas con ella.
Lena sujetaba con fuerza el volante, con la vista fija en el vehículo
que iba delante de ella. Se preguntó si conseguirían siquiera hablar. Las
miradas que se habían cruzado en la cena sugerían que no. Los ojos de Yulia
ardían, provocadores, y lo único que Lena podía hacer era intentar
mantener la respiración regular. De hecho, apenas podía quedarse quieta en
su asiento. ¡Los ojos de Yulia prometían... tantas cosas...!
Habían hecho el amor la noche anterior, sí, pero había sido de un modo
indeciso, titubeante al principio. Era algo nuevo para ambas, pues cada una
hubo de aprender lo que le gustaba a la otra. En cambio esa noche, ¡oh, esa
noche!, esa noche ya no habría titubeos. Pudo notarlo en cada una de las
miradas que la morena le dedicaba. La vista se le nubló al imaginarse a Yulia
recorriendo su cuerpo, aquella ardiente boca localizando todos sus lugares
ocultos, moviéndose entre sus muslos hasta hacerla llegar al orgasmo.
—¡Jesús, María y José! —musitó.
Para cuando llegó a la entrada de la casa de la ojiazul, estaba casi temblando de
nerviosismo y expectación. Respiró hondo el aire nocturno, que la lluvia
caída poco antes había refrescado. Cerró los ojos e intentó recuperar algo
de control sobre su cuerpo. Sin embargo, cuando volvió a abrirlos Yulia
estaba allí, esperando.
—Ven adentro, Lena.
Aquellas palabras, pronunciadas en voz tan baja, prometían un mundo.
Asintió y siguió a Yulia, cruzando el garaje y entrando en la cocina. La morena no
se molestó en encender las luces: aferró la mano de la pelirroja y atravesó
con ella la casa. Lena no protestó, pero cuando entraron en el
dormitorio de Yulia apenas podía respirar. El corazón le latía con tal fuerza
en el pecho que era ya casi doloroso.
Sin embargo no tuvo tiempo para pensar.
Yulia se volvió hasta colocarse frente a ella y sus manos ascendieron por los
brazos de Lena mientras daba el único paso necesario para que sus
cuerpos se tocasen.
Lena gimió al tiempo que la atraía hacia sí, y sus labios buscaron
afanosamente hasta encontrar la boca de la morena, una boca tan hambrienta
como la suya. Lena sintió que le flaqueaban las piernas cuando unas
cálidas manos se colaron bajo su camisa.
Yulia se apartó apenas un instante para mirar fijamente a Lena.
—Quiero hacer el amor contigo
hasta que me supliques que lo deje ya —
musitó.
Sus manos ascendieron hasta cubrir los senos de Lena. Sabía ya que no
habría sujetador alguno que se lo impidiese.
—Yul...
—Y voy a hacerte el amor tal y como tú me lo hiciste anoche —añadió,
gimiendo al notar que los pezones de Lena se endurecían todavía más—.
Voy a...
Cerró los ojos mientras una de sus manos cruzaba el cuerpo de Lena hasta
colarse descaradamente entre sus muslos.
La pelirroja se apretó contra aquella mano, y Yulia pudo casi sentir la humedad a
través de la tela vaquera.
—Quiero besarte ahí abajo, Len.
La pelirroja dejó escapar un gemido y empujó la mano de la morena más fuerte
contra su palpitante clítoris. Las rodillas se le quedaron literalmente sin
fuerzas, pero Yulia estaba allí para sostenerla. Volvió a encontrarse con su
boca, pero fue la lengua de Yulia la que salió a presentar batalla, dejando
pocas dudas acerca de quién controlaba la situación.
Yulia ya la había desnudado antes de que pudiese siquiera pensarlo. A
continuación, Lena se quedó mirando cómo la morena se desprendía de las
últimas prendas de ropa que le quedaban.
El lecho se hundió suavemente bajo su peso, y se relamió, expectante,
contemplando cómo Yulia venía hacia ella.
—Esta noche eres mía —murmuró
Yulia , al tiempo que sus labios se cerraban sobre un desesperado pezón.
—Siempre he sido tuya —musitó
Lena.
Cerró los ojos, abandonándose a Yulia mientras la húmeda boca de ésta iba
trazando un camino de descenso por su cuerpo. Unas expertas manos le
separaron los muslos, y Lena se estremeció al notar que aquella boca
le cubría el sexo.
En ese instante supo que nunca volvería a ser la misma.
El frío del amanecer la despertó. Tendió la mano, intentando encontrar el
tibio cuerpo de Lena, pero la cama estaba vacía.
Yulia se incorporó sobre el lecho, escuchando el silencio. Cerró los ojos.
«¡Que siga aquí, por favor!»
Recorrió descalza la casa vacía. Su mano tembló al girar el pomo de la
puerta del dormitorio de Lena.
—¡No, no, no! —murmuró.
Corrió hacia la cocina, apartando de un manotazo las cortinas de la
ventana.
«¡Oh, Lena!»
El Lexus negro no estaba. Yulia dejó caer las cortinas mientras ella misma
se derrumbaba sobre el suelo, sin intentar siquiera poner freno a las
lágrimas que le corrían por las mejillas.
Lena se había ido.
CONTINUARÁ...
Espero les haya gustado, el próximo capítulo en el penúltimo. Nos leemos...
Capítulo 32
Yulia cruzó el pueblo en su automóvil, y tuvo que obligarse a recordar el
límite de velocidad. La cena había sido
interminable. Se preguntó qué habría pensado Katya del silencio de Lena y
ella.
Estuvieron en silencio, sí, pero sin poder dejar de mirarse la una a la otra.
Echó un vistazo por el retrovisor y vio que Lena la seguía muy de cerca.
Apenas podía esperar a estar a solas con ella.
Lena sujetaba con fuerza el volante, con la vista fija en el vehículo
que iba delante de ella. Se preguntó si conseguirían siquiera hablar. Las
miradas que se habían cruzado en la cena sugerían que no. Los ojos de Yulia
ardían, provocadores, y lo único que Lena podía hacer era intentar
mantener la respiración regular. De hecho, apenas podía quedarse quieta en
su asiento. ¡Los ojos de Yulia prometían... tantas cosas...!
Habían hecho el amor la noche anterior, sí, pero había sido de un modo
indeciso, titubeante al principio. Era algo nuevo para ambas, pues cada una
hubo de aprender lo que le gustaba a la otra. En cambio esa noche, ¡oh, esa
noche!, esa noche ya no habría titubeos. Pudo notarlo en cada una de las
miradas que la morena le dedicaba. La vista se le nubló al imaginarse a Yulia
recorriendo su cuerpo, aquella ardiente boca localizando todos sus lugares
ocultos, moviéndose entre sus muslos hasta hacerla llegar al orgasmo.
—¡Jesús, María y José! —musitó.
Para cuando llegó a la entrada de la casa de la ojiazul, estaba casi temblando de
nerviosismo y expectación. Respiró hondo el aire nocturno, que la lluvia
caída poco antes había refrescado. Cerró los ojos e intentó recuperar algo
de control sobre su cuerpo. Sin embargo, cuando volvió a abrirlos Yulia
estaba allí, esperando.
—Ven adentro, Lena.
Aquellas palabras, pronunciadas en voz tan baja, prometían un mundo.
Asintió y siguió a Yulia, cruzando el garaje y entrando en la cocina. La morena no
se molestó en encender las luces: aferró la mano de la pelirroja y atravesó
con ella la casa. Lena no protestó, pero cuando entraron en el
dormitorio de Yulia apenas podía respirar. El corazón le latía con tal fuerza
en el pecho que era ya casi doloroso.
Sin embargo no tuvo tiempo para pensar.
Yulia se volvió hasta colocarse frente a ella y sus manos ascendieron por los
brazos de Lena mientras daba el único paso necesario para que sus
cuerpos se tocasen.
Lena gimió al tiempo que la atraía hacia sí, y sus labios buscaron
afanosamente hasta encontrar la boca de la morena, una boca tan hambrienta
como la suya. Lena sintió que le flaqueaban las piernas cuando unas
cálidas manos se colaron bajo su camisa.
Yulia se apartó apenas un instante para mirar fijamente a Lena.
—Quiero hacer el amor contigo
hasta que me supliques que lo deje ya —
musitó.
Sus manos ascendieron hasta cubrir los senos de Lena. Sabía ya que no
habría sujetador alguno que se lo impidiese.
—Yul...
—Y voy a hacerte el amor tal y como tú me lo hiciste anoche —añadió,
gimiendo al notar que los pezones de Lena se endurecían todavía más—.
Voy a...
Cerró los ojos mientras una de sus manos cruzaba el cuerpo de Lena hasta
colarse descaradamente entre sus muslos.
La pelirroja se apretó contra aquella mano, y Yulia pudo casi sentir la humedad a
través de la tela vaquera.
—Quiero besarte ahí abajo, Len.
La pelirroja dejó escapar un gemido y empujó la mano de la morena más fuerte
contra su palpitante clítoris. Las rodillas se le quedaron literalmente sin
fuerzas, pero Yulia estaba allí para sostenerla. Volvió a encontrarse con su
boca, pero fue la lengua de Yulia la que salió a presentar batalla, dejando
pocas dudas acerca de quién controlaba la situación.
Yulia ya la había desnudado antes de que pudiese siquiera pensarlo. A
continuación, Lena se quedó mirando cómo la morena se desprendía de las
últimas prendas de ropa que le quedaban.
El lecho se hundió suavemente bajo su peso, y se relamió, expectante,
contemplando cómo Yulia venía hacia ella.
—Esta noche eres mía —murmuró
Yulia , al tiempo que sus labios se cerraban sobre un desesperado pezón.
—Siempre he sido tuya —musitó
Lena.
Cerró los ojos, abandonándose a Yulia mientras la húmeda boca de ésta iba
trazando un camino de descenso por su cuerpo. Unas expertas manos le
separaron los muslos, y Lena se estremeció al notar que aquella boca
le cubría el sexo.
En ese instante supo que nunca volvería a ser la misma.
El frío del amanecer la despertó. Tendió la mano, intentando encontrar el
tibio cuerpo de Lena, pero la cama estaba vacía.
Yulia se incorporó sobre el lecho, escuchando el silencio. Cerró los ojos.
«¡Que siga aquí, por favor!»
Recorrió descalza la casa vacía. Su mano tembló al girar el pomo de la
puerta del dormitorio de Lena.
—¡No, no, no! —murmuró.
Corrió hacia la cocina, apartando de un manotazo las cortinas de la
ventana.
«¡Oh, Lena!»
El Lexus negro no estaba. Yulia dejó caer las cortinas mientras ella misma
se derrumbaba sobre el suelo, sin intentar siquiera poner freno a las
lágrimas que le corrían por las mejillas.
Lena se había ido.
CONTINUARÁ...
Espero les haya gustado, el próximo capítulo en el penúltimo. Nos leemos...
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
Les dejo el penúltimo capítulo de esta historia. Espero les guste.
OCULTO AMOR
Capítulo 33
Lena se quedó junto al balcón, maldiciendo la niebla. Ya casi era
junio:
¿dónde se había metido el sol?
Pero ella sabía bien dónde estaba: su sol estaba en Moscú, Rusia.
Se llevó la mano al pecho, intentando ahuyentar el dolor. Aquellas seis
semanas no habían aliviado ni lo más mínimo la pena que sentía en el
alma.
Volvió al interior de la casa. Su mirada recorrió la familiar estancia, la
mesa de trabajo y el ordenador, que parecía hacerle una mueca burlona.
Desde su vuelta no había sido capaz de escribir nada. Había hecho un par
de desganados intentos, pero no conseguía mantener un ritmo fluido de
trabajo. Lo único que la salvaba era que no tenía una fecha de entrega
amenazadoramente pendiente: había acabado con las correcciones antes de
abandonar Rusia.
Antes de abandonar a Yulia.
En ese momento, marcharse le había parecido lo más sensato. Cuanto más
tiempo se quedase allí, más implicada se sentiría. Y también la morena. Cerró
los ojos.
Seguía siendo capaz de recordar, con meridiana claridad, la boca de Yulia
sobre su piel. Si se hubiese quedado habrían continuado con su «aventura»,
su enredo secreto. Y Lena sabía que, al menos por una temporada, se
habría conformado con ocultar su relación. Pero no indefinidamente.
Aquello no iba con su manera de ser. Había escapado de la ciudad una vez
porque se negaba a esconderse, y no iba a empezar a hacerlo ahora. Pero
Yulia, ¡oh, Yul no era capaz de asumirlo abiertamente! Su familia y su
negocio eran lo primero para ella.
La verdad es que era irónico. Yulia se preocupaba por la posibilidad de
perder su negocio, cuando allí estaba Lena, con tanto dinero que ni
sabía qué hacer con él. Decir que se había quedado anonadada al enterarse
de a cuánto ascendía la riqueza de su padre era quedarse muy corta.
Obviamente, para Inessa también había sido una sorpresa. La porción
que le había dejado a su madre le permitiría vivir con todo el lujo que
desease por el resto de su vida. Y
sin embargo era evidente que eso no había sido bastante para animarla a
retirar la demanda presentada, a pesar de que dos jueces habían
dictaminado en su contra. Alexey Vasiliev le dijo que la otra opción que
tenía Inessa era impugnar el testamento y la donación de Maderas Chystye Prudy a Lena. Además, al parecer conservaba gratos recuerdos de la
casa de la playa en Kaliningrado, porque también la quería para ella.
Lena movió la cabeza de un lado a otro: no podía comprender la
obsesión de su madre con Industrias Katin, con el aserradero, con su propia
hija. ¿Para qué querría el quebradero de cabeza de ser la propietaria de
Industrias Katin, cuando ahora disponía de millones de dólares y todo el
tiempo libre del mundo para gastarlos?
Claro que en realidad no había sido ningún quebradero de cabeza. Greg y
ella se comunicaban casi a diario por correo electrónico, y hablaban por
teléfono un par de veces a la semana. La verdad era que Greg hacía que
todo fuese como la seda. Por esa parte no sentía ninguna preocupación.
No, sus únicos motivos de inquietud eran personales, como, por ejemplo,
¿se recuperaría alguna vez de lo de Yulia?
¿Cuándo sería capaz por fin de continuar con su vida? ¿Y cuándo iba a
permitir que otra mujer la tocase?
Miró de reojo el teléfono que había junto al ordenador. Todos los días tenía
que batallar consigo misma para reprimir sus deseos de llamar a la ojiazul y
enterarse de cómo le iba. Obviamente debía de irle a la perfección. Desde
luego, Yulia tampoco la llamaba a ella. Después de la primera llamada a
Greg, en la que se interesó por ella brevemente, tanto él como ella misma
evitaron el tema.
Y Greg no era ningún estúpido: seguro que se imaginaba perfectamente el
motivo de su repentina marcha. ¡Seguro que todo el mundo lo sabría! Sin
embargo, lo que le había contado seguía inquietándola.
Dijo que Yulia había estado muy callada, que había vuelto a apartarse de
ellos, igual que hiciera después de su divorcio. La idea de que la pelinegra se
hubiese alejado de su familia, de que estuviese sola, la preocupaba más de
lo que querría admitir. Sí, era culpa suya, en parte. Pero también era culpa
de la propia Yulia. Ella nunca habría llevado su relación hasta un nivel tan
íntimo si no fuese porque Yulia lo había iniciado. Porque ella sabía bien que
La ojiazul no podría manejar aquella situación y que acabaría teniendo que irse
de nuevo.
Sin embargo, no había podido
resistírsele, no había podido rechazar sus caricias, aunque sólo fuese
durante un par de noches. Nada le había sido tan difícil como, aquella
noche, arrancarse de entre sus brazos, dejándola plácidamente dormida sin
que supiera que al despertar volvería a estar sola, que Lena se iría de
su vida, una vez más.
Yulia alzó la vista del libro que estaba leyendo, sobresaltada por los golpes
que había oído en la puerta principal. —¡Soy yo!
Yulia suspiró, dejó una marca en el libro y lo arrojó sobre la mesita que
había junto al sillón reclinable. ¿Qué demonios podía querer Katya a esas
horas?
Abrió la puerta y se quedó allí, mirándola.
—¡Son las nueve y media!
Katya se señaló la muñeca.
—Tengo reloj, pero gracias.
—¿Qué haces aquí? ¿No tienes niños que cuidar?
—Los niños llevan una hora
durmiendo, y acabo de acostar a Lee Ann.
Cree que ya es mayor y que puede quedarse con nosotros hasta más tarde.
—¿Y tu marido?
—Greg está con la nariz metida en su ordenador, como siempre.
Yulia siguió a la rubia Katya hasta la cocina y la vio servirse un vaso de té.
—Pues aquí estoy, porque ya no podía aguantarlo ni un segundo más —
anunció Katya.
—¿De qué estás hablando? ¿De
Greg? ¿Estáis teniendo problemas?
—¿Con Greg? No, estamos
estupendamente —contestó, reforzándolo con un gesto de la mano—.
Siempre ha querido más a su ordenador que a mí, en eso no ha cambiado
nada. Me refería a ti.
—¿A mí?
—Sí, a ti, y no me digas que no tienes ningún problema, porque eso ya no
cuela.
Yulia dio media vuelta y regresó hacia la sala.
—No sé de qué me hablas.
—¡Y una mierda! Estás volviéndome loca con tanto silencio. Mamá está
enferma de preocupación, Lee Ann cree que estás preparándote para morir
o algo así, y Vlad, mira tú, cree que es un asunto de pantalones.
—¿Un asunto de pantalones?
—Sí, se cree un gran psicólogo.
Piensa volver a traerse a Ivan dentro de quince días.
Yulia se rodeó el cuerpo con los brazos y miró a Katya.
—Dile a Vladimir que me deje en paz con lo de Ivan —dijo en voz baja—. Lo
digo en serio, Kat.
Su hermana se le acercó.
—Por favor, Yul, dime lo que te ocurre.
—Nada.
—Maldita sea, Yulia, llevas así desde que se fue Lena. Sé que la echas
mucho de menos, pero no es como si no fueses a volver a verla nunca más.
Conociéndonos a las dos, seguro que habláis por teléfono a diario.
Yulia negó con un gesto.
—No hablamos.
—¿Que no habláis? ¿Por qué no?
La ojiazul se encogió de hombros. ¡Dios, no quería tener esa conversación con
Katya! Pero tampoco era capaz de sacudirse de encima la depresión que la
devoraba desde que Lena se alejó de su vida. Incluso ahora, la sonrisa que
intentaba fingir se negaba a dibujarse en su rostro. Se sentía
completamente vacía por dentro.
—¿Por qué no quieres hablar
conmigo, Yul?
—¡Oh, Kat! Porque no lo
entenderías.
—¿Te sientes mal? O sea, ¿estás enferma?
Al oír aquello sí sonrió.
—No, Katya, no estoy enferma.
—Entonces, ¿qué? ¿Es sólo porque Lena se ha ido?
Yulia se quedó mirando fijamente a su hermana. Quería decírselo,
necesitaba desesperadamente decírselo. Por fin asintió, incapaz de detener
las lágrimas que le nublaban la vista.
—Sí, es sólo por Lena —susurró.
Katya abrió ambas manos.
—¿Cómo? No comprendo.
—La quiero.
—Bueno... ¡Jesús, Yulia! ¿Se supone que tengo que asombrarme por eso?
Yulia negó con un gesto.
—No, Katya, te digo que la quiero...
que estoy... enamorada de ella. He... he hecho el amor con ella. ¡La amo!
—consiguió decir, antes de que las lágrimas la impidiesen decir más.
Después se quedó allí de pie,
abrazándose a sí misma todavía, sin dejar de sollozar.
—¡Oh, Señor! —susurró Katya—.
¡Oh, Dios santo! ¿Que has hecho el amor con ella?
Yulia notó que su hermana se le
acercaba, notó el tímido abrazo con el que intentaba consolarla. Nunca en
toda su vida había perdido el control ante Katya, ni siquiera cuando Pasha la envió al hospital. Sin embargo ahora, el dolor de haber perdido a
Lena hizo que no pudiese evitar llorar
desconsoladamente. Ya ni siquiera le importaba que su declaración pudiese
conmocionar a su hermana. ¡Se sintió tan aliviada al poder pronunciar
aquellas palabras en voz alta...!
—Por favor, Yul, no llores —le dijo Katya, al tiempo que le daba
palmaditas en la espalda—. ¡Pero si tú nunca lloras!
—Lo siento.
Yulia se apartó un momento para
coger un pañuelo de papel que había junto al sillón reclinable. Se sonó y
enjugó las lágrimas, aguardando el interrogatorio de su hermana.
—No sé qué decir, Yul. O sea... ¿qué ocurrió?
—Ocurrió Lena, Katya, eso es todo.
Ella ocurrió.
—Pero ¿lo dices en serio? ¿Te
acostaste con ella? —musitó Katya, mirando a su alrededor como si fuese a
oírla alguien.
—Te dije que no lo entenderías.
—Pero Yulia, ¡tú eres heterosexual!
¡Estuviste casada, por Dios santo!
—Oh, Katya, sólo me casé con Pasha porque Lena se había ido. ¿Es
que no lo ves? No sabía lo que estaba sintiendo, no tenía ni idea de lo que
era.
Yulia comenzó a recorrer la sala de un lado a otro, intentando poner en
palabras sus desordenados pensamientos.
—Ni siquiera fui capaz de intuirlo cuando me enteré de que Lena era
lesbiana. Nunca creí que pudiese aplicárseme a mí esa etiqueta. La quería,
simplemente: era mi mejor amiga, y creí que eso era todo. De modo que
me casé con Pasha, sí.
Yulia dejó de caminar y miró
fijamente a su hermana.
—¡Y fue horrible, Katya! ¡Era
tremendamente... bruto conmigo! Apenas podía soportar que me tocase,
¿sabes? —añadió, notando que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas—. Me... me
violó varias veces, incluyendo esa última noche.
—¡Dios santo! —murmuró Katya—.
¿Por qué no nos lo dijiste, Yulia?
—Deciros ¿qué? ¿Que no quería
hacer el amor con mi marido, y que por eso recurrió a la violación?
—¡Oh, Yul, lo siento mucho! No tenía ni idea —dijo su hermana
abrazándola de nuevo.
—¿Creíais que tan sólo me pegaba?
Aquel era un tema del que nunca habían hablado, los malos tratos que le
infligía Pavel Sidorov.
—Mamá y yo sospechábamos que te pegaba, sí. Pero te envió al hospital
antes de que pudiésemos reunir el valor para hablar contigo. Al
desaparecer él de nuestras vidas, no vimos la necesidad de sacar el tema.
—Os lo agradezco. Y teníais razón, yo no quería hablar de todo aquello.
—A Lena sí le contaste lo que sucedió realmente esa noche, ¿verdad?
—Sí.
Katya se aclaró la garganta antes de preguntar:
—¿Cuándo os hicisteis...? Ya sabes...
—¿Amantes?
Katya asintió, sonrojándose
ligeramente.
—La verdad es que fue el domingo anterior a su marcha.
—Pero entonces, ¿por qué se fue, Yul?
—Se fue porque le dije que yo no podría llevar aquello abiertamente. Le
dije que nunca sería capaz de contároslo a mamá o a ti. Estaba preocupada
por mi negocio —suspiró—. No hacía más que darle vueltas a mil
estupideces sin sentido.
—Seguro que comprendió
perfectamente tu preocupación. Ella sabe bien que esto es Moscú, no
California. Por Dios, ¿te imaginas lo que dirían en el barrio, en la ciudad si os
convirtieseis en pareja?
—Si no me lo imaginase no estaría tan preocupada.
—Pero... ¿estás...? ¿De verdad estás enamorada de ella?
—Sí, mucho.
—¿Y ella lo está también de ti?
Lena nunca se lo había dicho, eso era cierto. Pero ella sabía que sí. Lo
sabía por la forma en que la miraba, por cómo la tocaba... por la forma en
que gritaba su nombre al llegar al orgasmo.
—Me quiere, sí.
Katya movió la cabeza de un lado a otro.
—No acabo de entender todo eso de los homosexuales, Yul, lo siento. Ni
siquiera soy capaz de imaginarme cómo es eso en la cama. O sea, ¿qué
hacéis?
—Por Dios, Katya, te estoy
confesando que estoy enamorada de otra mujer, que llevo dos meses
viviendo un infierno por estar sin ella... ¿y quieres que te dé detalles sobre
cómo hacemos el amor?
—Lo siento, Yulia, pero es que no soy capaz de hacerme a la idea.
—Lo sé, ya te dije que no lo
entenderías. De todas formas no importa, Katya. Se ha ido —dijo, y volvió a
recorrer la sala de un lado a otro—. Y estoy segura de que no querías
enterarte de todo esto, pero me siento mejor después de habértelo dicho.
Sienta bien poder decirlo en voz alta.
—¿Y ahora, qué?
—¿Ahora qué? Nada —contestó
la ojiazul moviendo la cabeza de un lado a otro.
—¿Nada? ¡Pero si acabas de decirme que la quieres!
—Y es cierto, Katya. Pero también es cierto que vivo aquí, en Rusia,
donde tengo mi negocio y mi familia, y que ella está en California. Y esos
dos mundos no son compatibles.
—No puedo creer que te haya
dejado y ya está.
—No me ha dejado y ya está, Katya
—dijo Yulia, volviendo a abrazarse a sí misma—. Fui yo quien decidió que
mi negocio y mi familia estaban por encima de ella.
—Pero Yul...
—Y ni una palabra de esto a mamá.
Prométemelo, Katya. No podría soportar que mamá lo supiera.
—Por supuesto que no se lo diré.
¡Dios! ¿Te imaginas su reacción?
Yulia no hubo de esperar mucho para enterarse. Exactamente a las nueve en
punto del día siguiente, su madre entró en la tienda. «¡Katya, te mataré!»
—Yulia, tenemos que hablar.
—No sé para qué. Está claro que Katya ya te ha puesto al tanto de todo —
murmuró, mirando de reojo a la señora Cartwright—. ¡Y puedes decirle de
mi parte que vaya preparándose para lo que le espera!
—Vayamos a tu despacho —dijo su madre, al tiempo que saludaba con un
gesto a la señora Cartwright—. ¿Qué tal estás, Gladys?
—Muy bien, gracias. ¿Qué haces fuera de la cafetería?
—Oh, Katya lleva trabajando allí el tiempo suficiente para saber
arreglárselas con los que faltan por desayunar. Mañana tienes que pasarte
por allí a almorzar.
CONTINUARÁ...
En un par de días les subo el final de la historia. ¿Que dicen, tendrán un final juntas o no?
OCULTO AMOR
Capítulo 33
Lena se quedó junto al balcón, maldiciendo la niebla. Ya casi era
junio:
¿dónde se había metido el sol?
Pero ella sabía bien dónde estaba: su sol estaba en Moscú, Rusia.
Se llevó la mano al pecho, intentando ahuyentar el dolor. Aquellas seis
semanas no habían aliviado ni lo más mínimo la pena que sentía en el
alma.
Volvió al interior de la casa. Su mirada recorrió la familiar estancia, la
mesa de trabajo y el ordenador, que parecía hacerle una mueca burlona.
Desde su vuelta no había sido capaz de escribir nada. Había hecho un par
de desganados intentos, pero no conseguía mantener un ritmo fluido de
trabajo. Lo único que la salvaba era que no tenía una fecha de entrega
amenazadoramente pendiente: había acabado con las correcciones antes de
abandonar Rusia.
Antes de abandonar a Yulia.
En ese momento, marcharse le había parecido lo más sensato. Cuanto más
tiempo se quedase allí, más implicada se sentiría. Y también la morena. Cerró
los ojos.
Seguía siendo capaz de recordar, con meridiana claridad, la boca de Yulia
sobre su piel. Si se hubiese quedado habrían continuado con su «aventura»,
su enredo secreto. Y Lena sabía que, al menos por una temporada, se
habría conformado con ocultar su relación. Pero no indefinidamente.
Aquello no iba con su manera de ser. Había escapado de la ciudad una vez
porque se negaba a esconderse, y no iba a empezar a hacerlo ahora. Pero
Yulia, ¡oh, Yul no era capaz de asumirlo abiertamente! Su familia y su
negocio eran lo primero para ella.
La verdad es que era irónico. Yulia se preocupaba por la posibilidad de
perder su negocio, cuando allí estaba Lena, con tanto dinero que ni
sabía qué hacer con él. Decir que se había quedado anonadada al enterarse
de a cuánto ascendía la riqueza de su padre era quedarse muy corta.
Obviamente, para Inessa también había sido una sorpresa. La porción
que le había dejado a su madre le permitiría vivir con todo el lujo que
desease por el resto de su vida. Y
sin embargo era evidente que eso no había sido bastante para animarla a
retirar la demanda presentada, a pesar de que dos jueces habían
dictaminado en su contra. Alexey Vasiliev le dijo que la otra opción que
tenía Inessa era impugnar el testamento y la donación de Maderas Chystye Prudy a Lena. Además, al parecer conservaba gratos recuerdos de la
casa de la playa en Kaliningrado, porque también la quería para ella.
Lena movió la cabeza de un lado a otro: no podía comprender la
obsesión de su madre con Industrias Katin, con el aserradero, con su propia
hija. ¿Para qué querría el quebradero de cabeza de ser la propietaria de
Industrias Katin, cuando ahora disponía de millones de dólares y todo el
tiempo libre del mundo para gastarlos?
Claro que en realidad no había sido ningún quebradero de cabeza. Greg y
ella se comunicaban casi a diario por correo electrónico, y hablaban por
teléfono un par de veces a la semana. La verdad era que Greg hacía que
todo fuese como la seda. Por esa parte no sentía ninguna preocupación.
No, sus únicos motivos de inquietud eran personales, como, por ejemplo,
¿se recuperaría alguna vez de lo de Yulia?
¿Cuándo sería capaz por fin de continuar con su vida? ¿Y cuándo iba a
permitir que otra mujer la tocase?
Miró de reojo el teléfono que había junto al ordenador. Todos los días tenía
que batallar consigo misma para reprimir sus deseos de llamar a la ojiazul y
enterarse de cómo le iba. Obviamente debía de irle a la perfección. Desde
luego, Yulia tampoco la llamaba a ella. Después de la primera llamada a
Greg, en la que se interesó por ella brevemente, tanto él como ella misma
evitaron el tema.
Y Greg no era ningún estúpido: seguro que se imaginaba perfectamente el
motivo de su repentina marcha. ¡Seguro que todo el mundo lo sabría! Sin
embargo, lo que le había contado seguía inquietándola.
Dijo que Yulia había estado muy callada, que había vuelto a apartarse de
ellos, igual que hiciera después de su divorcio. La idea de que la pelinegra se
hubiese alejado de su familia, de que estuviese sola, la preocupaba más de
lo que querría admitir. Sí, era culpa suya, en parte. Pero también era culpa
de la propia Yulia. Ella nunca habría llevado su relación hasta un nivel tan
íntimo si no fuese porque Yulia lo había iniciado. Porque ella sabía bien que
La ojiazul no podría manejar aquella situación y que acabaría teniendo que irse
de nuevo.
Sin embargo, no había podido
resistírsele, no había podido rechazar sus caricias, aunque sólo fuese
durante un par de noches. Nada le había sido tan difícil como, aquella
noche, arrancarse de entre sus brazos, dejándola plácidamente dormida sin
que supiera que al despertar volvería a estar sola, que Lena se iría de
su vida, una vez más.
Yulia alzó la vista del libro que estaba leyendo, sobresaltada por los golpes
que había oído en la puerta principal. —¡Soy yo!
Yulia suspiró, dejó una marca en el libro y lo arrojó sobre la mesita que
había junto al sillón reclinable. ¿Qué demonios podía querer Katya a esas
horas?
Abrió la puerta y se quedó allí, mirándola.
—¡Son las nueve y media!
Katya se señaló la muñeca.
—Tengo reloj, pero gracias.
—¿Qué haces aquí? ¿No tienes niños que cuidar?
—Los niños llevan una hora
durmiendo, y acabo de acostar a Lee Ann.
Cree que ya es mayor y que puede quedarse con nosotros hasta más tarde.
—¿Y tu marido?
—Greg está con la nariz metida en su ordenador, como siempre.
Yulia siguió a la rubia Katya hasta la cocina y la vio servirse un vaso de té.
—Pues aquí estoy, porque ya no podía aguantarlo ni un segundo más —
anunció Katya.
—¿De qué estás hablando? ¿De
Greg? ¿Estáis teniendo problemas?
—¿Con Greg? No, estamos
estupendamente —contestó, reforzándolo con un gesto de la mano—.
Siempre ha querido más a su ordenador que a mí, en eso no ha cambiado
nada. Me refería a ti.
—¿A mí?
—Sí, a ti, y no me digas que no tienes ningún problema, porque eso ya no
cuela.
Yulia dio media vuelta y regresó hacia la sala.
—No sé de qué me hablas.
—¡Y una mierda! Estás volviéndome loca con tanto silencio. Mamá está
enferma de preocupación, Lee Ann cree que estás preparándote para morir
o algo así, y Vlad, mira tú, cree que es un asunto de pantalones.
—¿Un asunto de pantalones?
—Sí, se cree un gran psicólogo.
Piensa volver a traerse a Ivan dentro de quince días.
Yulia se rodeó el cuerpo con los brazos y miró a Katya.
—Dile a Vladimir que me deje en paz con lo de Ivan —dijo en voz baja—. Lo
digo en serio, Kat.
Su hermana se le acercó.
—Por favor, Yul, dime lo que te ocurre.
—Nada.
—Maldita sea, Yulia, llevas así desde que se fue Lena. Sé que la echas
mucho de menos, pero no es como si no fueses a volver a verla nunca más.
Conociéndonos a las dos, seguro que habláis por teléfono a diario.
Yulia negó con un gesto.
—No hablamos.
—¿Que no habláis? ¿Por qué no?
La ojiazul se encogió de hombros. ¡Dios, no quería tener esa conversación con
Katya! Pero tampoco era capaz de sacudirse de encima la depresión que la
devoraba desde que Lena se alejó de su vida. Incluso ahora, la sonrisa que
intentaba fingir se negaba a dibujarse en su rostro. Se sentía
completamente vacía por dentro.
—¿Por qué no quieres hablar
conmigo, Yul?
—¡Oh, Kat! Porque no lo
entenderías.
—¿Te sientes mal? O sea, ¿estás enferma?
Al oír aquello sí sonrió.
—No, Katya, no estoy enferma.
—Entonces, ¿qué? ¿Es sólo porque Lena se ha ido?
Yulia se quedó mirando fijamente a su hermana. Quería decírselo,
necesitaba desesperadamente decírselo. Por fin asintió, incapaz de detener
las lágrimas que le nublaban la vista.
—Sí, es sólo por Lena —susurró.
Katya abrió ambas manos.
—¿Cómo? No comprendo.
—La quiero.
—Bueno... ¡Jesús, Yulia! ¿Se supone que tengo que asombrarme por eso?
Yulia negó con un gesto.
—No, Katya, te digo que la quiero...
que estoy... enamorada de ella. He... he hecho el amor con ella. ¡La amo!
—consiguió decir, antes de que las lágrimas la impidiesen decir más.
Después se quedó allí de pie,
abrazándose a sí misma todavía, sin dejar de sollozar.
—¡Oh, Señor! —susurró Katya—.
¡Oh, Dios santo! ¿Que has hecho el amor con ella?
Yulia notó que su hermana se le
acercaba, notó el tímido abrazo con el que intentaba consolarla. Nunca en
toda su vida había perdido el control ante Katya, ni siquiera cuando Pasha la envió al hospital. Sin embargo ahora, el dolor de haber perdido a
Lena hizo que no pudiese evitar llorar
desconsoladamente. Ya ni siquiera le importaba que su declaración pudiese
conmocionar a su hermana. ¡Se sintió tan aliviada al poder pronunciar
aquellas palabras en voz alta...!
—Por favor, Yul, no llores —le dijo Katya, al tiempo que le daba
palmaditas en la espalda—. ¡Pero si tú nunca lloras!
—Lo siento.
Yulia se apartó un momento para
coger un pañuelo de papel que había junto al sillón reclinable. Se sonó y
enjugó las lágrimas, aguardando el interrogatorio de su hermana.
—No sé qué decir, Yul. O sea... ¿qué ocurrió?
—Ocurrió Lena, Katya, eso es todo.
Ella ocurrió.
—Pero ¿lo dices en serio? ¿Te
acostaste con ella? —musitó Katya, mirando a su alrededor como si fuese a
oírla alguien.
—Te dije que no lo entenderías.
—Pero Yulia, ¡tú eres heterosexual!
¡Estuviste casada, por Dios santo!
—Oh, Katya, sólo me casé con Pasha porque Lena se había ido. ¿Es
que no lo ves? No sabía lo que estaba sintiendo, no tenía ni idea de lo que
era.
Yulia comenzó a recorrer la sala de un lado a otro, intentando poner en
palabras sus desordenados pensamientos.
—Ni siquiera fui capaz de intuirlo cuando me enteré de que Lena era
lesbiana. Nunca creí que pudiese aplicárseme a mí esa etiqueta. La quería,
simplemente: era mi mejor amiga, y creí que eso era todo. De modo que
me casé con Pasha, sí.
Yulia dejó de caminar y miró
fijamente a su hermana.
—¡Y fue horrible, Katya! ¡Era
tremendamente... bruto conmigo! Apenas podía soportar que me tocase,
¿sabes? —añadió, notando que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas—. Me... me
violó varias veces, incluyendo esa última noche.
—¡Dios santo! —murmuró Katya—.
¿Por qué no nos lo dijiste, Yulia?
—Deciros ¿qué? ¿Que no quería
hacer el amor con mi marido, y que por eso recurrió a la violación?
—¡Oh, Yul, lo siento mucho! No tenía ni idea —dijo su hermana
abrazándola de nuevo.
—¿Creíais que tan sólo me pegaba?
Aquel era un tema del que nunca habían hablado, los malos tratos que le
infligía Pavel Sidorov.
—Mamá y yo sospechábamos que te pegaba, sí. Pero te envió al hospital
antes de que pudiésemos reunir el valor para hablar contigo. Al
desaparecer él de nuestras vidas, no vimos la necesidad de sacar el tema.
—Os lo agradezco. Y teníais razón, yo no quería hablar de todo aquello.
—A Lena sí le contaste lo que sucedió realmente esa noche, ¿verdad?
—Sí.
Katya se aclaró la garganta antes de preguntar:
—¿Cuándo os hicisteis...? Ya sabes...
—¿Amantes?
Katya asintió, sonrojándose
ligeramente.
—La verdad es que fue el domingo anterior a su marcha.
—Pero entonces, ¿por qué se fue, Yul?
—Se fue porque le dije que yo no podría llevar aquello abiertamente. Le
dije que nunca sería capaz de contároslo a mamá o a ti. Estaba preocupada
por mi negocio —suspiró—. No hacía más que darle vueltas a mil
estupideces sin sentido.
—Seguro que comprendió
perfectamente tu preocupación. Ella sabe bien que esto es Moscú, no
California. Por Dios, ¿te imaginas lo que dirían en el barrio, en la ciudad si os
convirtieseis en pareja?
—Si no me lo imaginase no estaría tan preocupada.
—Pero... ¿estás...? ¿De verdad estás enamorada de ella?
—Sí, mucho.
—¿Y ella lo está también de ti?
Lena nunca se lo había dicho, eso era cierto. Pero ella sabía que sí. Lo
sabía por la forma en que la miraba, por cómo la tocaba... por la forma en
que gritaba su nombre al llegar al orgasmo.
—Me quiere, sí.
Katya movió la cabeza de un lado a otro.
—No acabo de entender todo eso de los homosexuales, Yul, lo siento. Ni
siquiera soy capaz de imaginarme cómo es eso en la cama. O sea, ¿qué
hacéis?
—Por Dios, Katya, te estoy
confesando que estoy enamorada de otra mujer, que llevo dos meses
viviendo un infierno por estar sin ella... ¿y quieres que te dé detalles sobre
cómo hacemos el amor?
—Lo siento, Yulia, pero es que no soy capaz de hacerme a la idea.
—Lo sé, ya te dije que no lo
entenderías. De todas formas no importa, Katya. Se ha ido —dijo, y volvió a
recorrer la sala de un lado a otro—. Y estoy segura de que no querías
enterarte de todo esto, pero me siento mejor después de habértelo dicho.
Sienta bien poder decirlo en voz alta.
—¿Y ahora, qué?
—¿Ahora qué? Nada —contestó
la ojiazul moviendo la cabeza de un lado a otro.
—¿Nada? ¡Pero si acabas de decirme que la quieres!
—Y es cierto, Katya. Pero también es cierto que vivo aquí, en Rusia,
donde tengo mi negocio y mi familia, y que ella está en California. Y esos
dos mundos no son compatibles.
—No puedo creer que te haya
dejado y ya está.
—No me ha dejado y ya está, Katya
—dijo Yulia, volviendo a abrazarse a sí misma—. Fui yo quien decidió que
mi negocio y mi familia estaban por encima de ella.
—Pero Yul...
—Y ni una palabra de esto a mamá.
Prométemelo, Katya. No podría soportar que mamá lo supiera.
—Por supuesto que no se lo diré.
¡Dios! ¿Te imaginas su reacción?
Yulia no hubo de esperar mucho para enterarse. Exactamente a las nueve en
punto del día siguiente, su madre entró en la tienda. «¡Katya, te mataré!»
—Yulia, tenemos que hablar.
—No sé para qué. Está claro que Katya ya te ha puesto al tanto de todo —
murmuró, mirando de reojo a la señora Cartwright—. ¡Y puedes decirle de
mi parte que vaya preparándose para lo que le espera!
—Vayamos a tu despacho —dijo su madre, al tiempo que saludaba con un
gesto a la señora Cartwright—. ¿Qué tal estás, Gladys?
—Muy bien, gracias. ¿Qué haces fuera de la cafetería?
—Oh, Katya lleva trabajando allí el tiempo suficiente para saber
arreglárselas con los que faltan por desayunar. Mañana tienes que pasarte
por allí a almorzar.
CONTINUARÁ...
En un par de días les subo el final de la historia. ¿Que dicen, tendrán un final juntas o no?
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
Yo creo que tendrán un final feliz se lo merecen <3
RosarioCst- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 07/04/2015
Re: OCULTO AMOR
Bueno aquí les dejo el capítulo final de esta historia.
OCULTO AMOR
Capítulo 34
Lena que estaba sentada ante su escritorio, tamborileando con los dedos
sobre el teclado sin darse cuenta al tiempo que leía los últimos párrafos
que había escrito. Movió la cabeza de un lado a otro, decepcionada: seguía
sin conseguir fluidez. Por un momento se preguntó, aterrorizada, si algún
día volvería a tenerla.
Cuando sonó su móvil lo miró un instante y después volvió a atender al
monitor.
Sería Ingrid. Llevaba todo el mes llamándola sin parar. En los últimos
mensajes que le había dejado en el móvil amenazaba con presentarse ante
su puerta si Lena no «regresaba al mundo de los vivos», como ella
decía. Pero no estaba de humor. No estaba de humor para hablar, no estaba
de humor para soportar la compañía de nadie, no estaba de humor para...
vivir.
Así que dejó que saltase el buzón de voz, como siempre. Tal vez por eso no
la sobresaltaron los golpes en la puerta.
Dejó escapar un hondo suspiro, maldiciendo a Ingrid para sus adentros por
haberse molestado en viajar hasta allí.
Abrió la puerta, pero el rapapolvo que pensaba dirigirle a Ingrid murió en
sus labios al encontrarse cara a cara con Yulia. De repente, se dio cuenta de
que había dejado de respirar.
—¿Qué... qué estás haciendo aquí?
Los azulísimos ojos de Yulia se
clavaron en los verdigrises suyos, haciendo que el corazón le saltase dolorosamente en
el pecho.
—Te quiero, y no pienso vivir ni un día más sin ti.
Lena buscó apoyo en la puerta para no tambalearse, sin dejar de mirar
a Yulia.
—Pero ¿y tú... y tu familia?
Yulia sonrió dulcemente.
—Mamá me dijo que, si no venía a buscarte, ella misma lo haría.
Lena cerró los ojos.
—¿Se lo dijiste?
—Sí.
Volvió a abrirlos, y Yulia seguía allí.
—¿Y dices que me quieres? —
musitó.
—Con toda el alma.
Lena dio un paso atrás.
—Creo que voy a llorar —murmuró, presa de mil emociones distintas
mientras intentaba hacerse a la idea de que Yulia estaba allí de verdad, de
que Yulia la quería.
«¡Oh, Dios mío!» Se frotó lentamente el pecho, notando cómo iba cediendo
el constante y tremendo dolor que había sentido durante aquellos últimos
meses.
Cuando sus ojos volvieron a
encontrarse, Yulia formuló la única pregunta que había estado torturándola:
—Lena, ¿tú estás...? O sea, ¿tú me...?
—¡Dios mío, Yulka, te he querido desde siempre!
Yulia se permitió por fin a sí misma expresar el alivio que sentía, y su
mirada se volvió más dulce.
—Me alegro. Ah, Lena, hay una cosa que quiero dejar clara: ¡nunca más
vuelvas a dejarme!
Lena dio rienda suelta a sus lágrimas, dejándolas fluir libremente, sin
importarle que Yulia pudiese contemplar su vulnerabilidad. La única
debilidad que ella tenía era la propia Yulia.
—Nunca te dejaré, lo prometo —
musitó Lena.
Fue Yulia quien cerró la puerta, quien halló el valor necesario para hundirse
entre los brazos de Lena.
—Te quiero muchísimo —musitó,
rozando con sus labios los de Lena—.
No llores. Siento haber tardado tanto en llegar hasta aquí.
Lena no podía hablar. Se limitó a atraer a Yulia hacia sí, a abrazarla
estrechamente, a dejar que sus cuerpos volviesen a reconocerse. Ya
tendrían tiempo de sobra para hablar. Ahora, en ese momento, lo único que
deseaba era absorber por completo a Yulia.
Respiró hondo, consciente de la sonrisa de satisfacción que se pintó en su
rostro cuando los labios de Yulia comenzaron a recorrerla.
¡Oh, sí! ¡Ahora sí que estaba de humor para vivir!__
FIN..........................................................................................................................................................................................................................
Y así llega al final esta historia, espero haya sido de su agrado, yo disfrute mucho adaptarla, espero que ustedes hayan disfrutado leyendola. Gracias, hasta pronto.
OCULTO AMOR
Capítulo 34
Lena que estaba sentada ante su escritorio, tamborileando con los dedos
sobre el teclado sin darse cuenta al tiempo que leía los últimos párrafos
que había escrito. Movió la cabeza de un lado a otro, decepcionada: seguía
sin conseguir fluidez. Por un momento se preguntó, aterrorizada, si algún
día volvería a tenerla.
Cuando sonó su móvil lo miró un instante y después volvió a atender al
monitor.
Sería Ingrid. Llevaba todo el mes llamándola sin parar. En los últimos
mensajes que le había dejado en el móvil amenazaba con presentarse ante
su puerta si Lena no «regresaba al mundo de los vivos», como ella
decía. Pero no estaba de humor. No estaba de humor para hablar, no estaba
de humor para soportar la compañía de nadie, no estaba de humor para...
vivir.
Así que dejó que saltase el buzón de voz, como siempre. Tal vez por eso no
la sobresaltaron los golpes en la puerta.
Dejó escapar un hondo suspiro, maldiciendo a Ingrid para sus adentros por
haberse molestado en viajar hasta allí.
Abrió la puerta, pero el rapapolvo que pensaba dirigirle a Ingrid murió en
sus labios al encontrarse cara a cara con Yulia. De repente, se dio cuenta de
que había dejado de respirar.
—¿Qué... qué estás haciendo aquí?
Los azulísimos ojos de Yulia se
clavaron en los verdigrises suyos, haciendo que el corazón le saltase dolorosamente en
el pecho.
—Te quiero, y no pienso vivir ni un día más sin ti.
Lena buscó apoyo en la puerta para no tambalearse, sin dejar de mirar
a Yulia.
—Pero ¿y tú... y tu familia?
Yulia sonrió dulcemente.
—Mamá me dijo que, si no venía a buscarte, ella misma lo haría.
Lena cerró los ojos.
—¿Se lo dijiste?
—Sí.
Volvió a abrirlos, y Yulia seguía allí.
—¿Y dices que me quieres? —
musitó.
—Con toda el alma.
Lena dio un paso atrás.
—Creo que voy a llorar —murmuró, presa de mil emociones distintas
mientras intentaba hacerse a la idea de que Yulia estaba allí de verdad, de
que Yulia la quería.
«¡Oh, Dios mío!» Se frotó lentamente el pecho, notando cómo iba cediendo
el constante y tremendo dolor que había sentido durante aquellos últimos
meses.
Cuando sus ojos volvieron a
encontrarse, Yulia formuló la única pregunta que había estado torturándola:
—Lena, ¿tú estás...? O sea, ¿tú me...?
—¡Dios mío, Yulka, te he querido desde siempre!
Yulia se permitió por fin a sí misma expresar el alivio que sentía, y su
mirada se volvió más dulce.
—Me alegro. Ah, Lena, hay una cosa que quiero dejar clara: ¡nunca más
vuelvas a dejarme!
Lena dio rienda suelta a sus lágrimas, dejándolas fluir libremente, sin
importarle que Yulia pudiese contemplar su vulnerabilidad. La única
debilidad que ella tenía era la propia Yulia.
—Nunca te dejaré, lo prometo —
musitó Lena.
Fue Yulia quien cerró la puerta, quien halló el valor necesario para hundirse
entre los brazos de Lena.
—Te quiero muchísimo —musitó,
rozando con sus labios los de Lena—.
No llores. Siento haber tardado tanto en llegar hasta aquí.
Lena no podía hablar. Se limitó a atraer a Yulia hacia sí, a abrazarla
estrechamente, a dejar que sus cuerpos volviesen a reconocerse. Ya
tendrían tiempo de sobra para hablar. Ahora, en ese momento, lo único que
deseaba era absorber por completo a Yulia.
Respiró hondo, consciente de la sonrisa de satisfacción que se pintó en su
rostro cuando los labios de Yulia comenzaron a recorrerla.
¡Oh, sí! ¡Ahora sí que estaba de humor para vivir!__
FIN..........................................................................................................................................................................................................................
Y así llega al final esta historia, espero haya sido de su agrado, yo disfrute mucho adaptarla, espero que ustedes hayan disfrutado leyendola. Gracias, hasta pronto.
Lesdrumm- Admin
- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 03/08/2014
Localización : Trapped in some parallel universe
Re: OCULTO AMOR
Estuvo muy buena, gracias por la adaptacion
SweetMess- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 28/12/2014
Localización : Argentina
Re: OCULTO AMOR
Me gustó mucho gracias por compartir
Lenka_0410- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 10/09/2015
Edad : 35
Localización : Puebla México
Re: OCULTO AMOR
Me encanto!! estuvo genial
MC VOLKATIN- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 11/08/2015
Edad : 28
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Pregunta El amor te cambia o tu cambias por amor
» ENEMIGAS Y ALGO MÁS
» Amor y Honor
» "ella" Mi primer amor
» EL PODER DEL AMOR
» ENEMIGAS Y ALGO MÁS
» Amor y Honor
» "ella" Mi primer amor
» EL PODER DEL AMOR
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.