Maestra, ¿Me porté mal? (by: NyuMay) // RAINBOW.XANDER

Muy excitante y emocionante cada capítulo esos jueguitos y hay esta mi julia ella es peligrosa también. Aunque seduciendo lena es una diosa total!!!

Hola chicas, veo que les está gustando mucho la trama pero es que nadie puede resistirse a este par... Tengo ganas como de un mini maratón, es que son muchos capítulos y una buena historia!

A leer!!!


Capítulo 13: Jodido jefe


P.O.V Elena


Había poco tránsito. Eso significaba que podría tenerla a mi lado un poco más en el transcurso del día… Gracias, suerte.

Ella miraba por la ventana. Era muy dulce, saludaba a niños pequeños en otros autos, o ancianos en aceras…

Pero es peligroso que una chica hable con cualquier extraño.

Cuando íbamos al lado de una enorme camioneta con un chico amenazante en la parte de atrás, tuve que llamar su atención para evitar conflictos.

—¿Tus padres jamás te dijeron que hablar con extraños es peligroso?

Ella se sobresaltó un poco. Me dijo:

—Un saludo cordial no hace daño…

Que inocente…

—¿Y si un día le das un saludo cordial a un inocente transeúnte que resulta ser un hombre armado y con malas intenciones?

Ella aprieta un poco los labios y me dice:

—¿Cómo sabe usted si eso no ha pasado ya?

Esperen… ¿qué?

—Entonces tengo razón y estoy en mi deber al decirte que no lo hagas.

Ella me sonríe:

—¿Y a usted jamás le han dicho que no saque a menores de la escuela y los lleve en su auto hasta su sitio laboral o a su hogar?

Me ha jodido.

—Pero yo no tengo malas intenciones.

Y ella:

—Eso lo sé. Eso lo sabe usted. Pero un jurado o gente que nos ve pasar, no. Aunque claro, nadie ha dicho nada porque no saben que usted es mi profesora. Quizá solo creen que es mi hermana mayor o algo similar.

Hermana mayor… Que lindo.

—Pues entonces dime Elena, ya que no estamos en la escuela y no tendrás que tratarme de usted, linda.

Ella ladea un poco la cabeza:

—Pero señorita Elena…

La interrumpo:

—Te lo pido.

Ella sonríe un poco incómoda.

—S...si, Elena.

Que lindo suena mi nombre en sus labios.

—¿Podrías buscar mi bolso? Por favor, necesito ver mi celular.

Ella se toma de las manos.

—Pero eso está hasta atrás… ¿No le molesta que pase allí, de un asiento a otro en su auto?

Aw!

—Por supuesto que no. Por favor, búscalo, dulzura.

Me orillo.

Al estar el auto estacionado, ella se quita el cinturón de seguridad y pasa por entre los asientos del piloto y copiloto a los asientos de atrás. Luego se pone en 4, para después ponerse medio arrodillada en el asiento del medio, sosteniéndose de la cabecera de éste.

Mmm… Que deliciosa vista tengo de su culo.

Ella se inclina aún más para que sus brazos cuelguen por detrás de los asientos y pueda buscar mi bolso en la parte de atrás.

—Maest… Digo, Elena… No logro alcanzarlo.

Que dulce.

—Inclínate un poco más, linda. Es urgente.

Ella obedece. Ahora puedo ver aún mejor su culo y su vagina, partes apresadas por esas braguitas negras que me están volviendo loca.

Ella dice:

—¡Lo tengo!

Triunfante y me lo entrega.

Yo busco mi celular mientras ella se sienta obediente y con una gran sonrisa en su angelical rostro, marcando pequeños hoyuelos.

Leo un mensaje que sabía que llegaría: “Apresúrese en llegar” de mi maldito jefe.

Ella de seguro ve mi rostro de molestia y me dice:

—¿Hay algún problema, Elena?

Creo que debería contarle.

—Mi jefe es un hombre muy jodido, Yulia… Y debo apresurarme para ir al trabajo… ¿Crees poder ayudarme cuando lleguemos?

Ella sonríe ampliamente:

—Sipi.

Que amable.

—¿Crees poder ayudarme con los planos? Oí que eres buena en eso, primor.

Ella asiente y dice:

—¡Por supuesto!

Capítulo 14: La oficina


P.O.V Yulia


Estaba un poco entusiasmada sabiendo que ayudaría a la señorita Elena. Hice lo que pude por mantenerme quieta en el asiento.

Empecé a jugar con mis piernas, moviéndolas un poco. Sé que mi imagen era de adorabilidad, pero poco me importa si así puedo llamar la atención de Elena. Desde las pasadas caricias, estoy ansiando nuevamente su tacto y cuando me mandó a buscar su bolso, sé que le di una vista magnifica, esa era mi intención.

Ella me dice:

—¿Yulia?

Me gusta escucharla decir mi nombre.

—¿Si, Elena?

Ella me ve por el retrovisor:

—Mi trabajo está a un par de calles. ¿Prefieres llegar en auto o a pie?

No lo sé.

—¿Qué es lo mejor para usted, señorita?

Ella sonríe:

—Las dos son iguales en realidad… Dame tu opinión, dulzura.

Quizá ella quiere caminar conmigo… Pero su auto estaría más seguro en el estacionamiento de su empleo…

—¿Y si seguimos en auto, Elena? Ya que no hay mucha diferencia.

Ella aprieta los labios, pero luego sonríe ya que al parecer tiene otra idea.

—De acuerdo, linda.

El auto sigue unas dos calles, y llegamos a la entrada de su empleo, con los de seguridad detallando su auto hasta encontrar que voy en él.

Yo voy de manera angelical sonriendo. Los miro detalladamente. Ellos le preguntan si me trajo a su empleo.

—Por supuesto. Yulia irá a la universidad pronto, debe aprender como se hacen los planos.

Es una mujer firme y decidida. No da más explicaciones para que la dejen pasar.

Al entrar, ella estaciona en mitad del estacionamiento. Un buen lugar considerando que está un poco abarrotado.

Apaga el auto y me dice:

—¿Podrías ayudarme a cargar varias cosas, cariño?

Obviamente si.

¡Por supuesto! Haré todo lo que usted pida, señorita Elena. Sólo tiene que pedirlo.

Quizá eso pueda malinterpretarse, pero no me importa, se lo digo con una amplia sonrisa.

Ella baja con mi mochila de escuela. Los colores arcoíris y las mezclas de cebra y guepardo en negro del extraño bulto psicodélico, contrastan con la figura estricta de Elena.

Mientras me abre la puerta, tomando mi bolso y su elegante cartera, yo bajo y ella me da las llaves para sacar una caja con cosas de oficina de la parte trasera, y su profesional maletín.

Ella me toma de la mano. Cargo el maletín con la otra, y con el brazo mantengo la caja contra mi cuerpo.

Le abren la puerta. La gente nos mira, o eso distingo ya que la caja, aunque no es pesada, apenas deja mis ojos al descubierto.

Elena dice:

—Mi oficina queda cerca, dulzura. Puedes dejar la caja aquí, en el escritorio de Anton.

¿Qué?

Yo obedezco... Pero ¿Por qué le trae las cosas de oficina a ese tal Anton? Éste me mira de abajo hacia arriba. Es un joven muy guapo, he de admitir. Quizá sea bisexual… No, no creo. Yo quiero a la señorita Elena.

Anton es un hombre de quizá 28, menos de 30 sin duda. Cabello rubio, ojos azules, piel clara. De quizá 1.80 metros con cuerpo fornido, grandes manos y pies. Parece más un leñador sin barba que un joven de oficina.

Él me extiende su mano.

—Un gusto, lindura.

Yo la aprieto con decisión, pero estoy muy sonrojada por los nervios. No me gusta enfrentarme a la mirada de alguien mayor y más grande que yo.

—E…el gusto es mío.

Elena me regaña.

—Yulia, no llegarás a mucho si no aprendes a presentarte sin miedo.

Ella me esconde un poco tras de ella y le dice:

—Perdónala. Es tímida.

Anton la mira con ojos brillantes que hacen notar su deseo por ella.

—Tranquila, no seas dura con ella. ¿Es tu hermana?

Y ella:

—En realidad, mi mejor alumna. Trato de ser una hermana para ella. Te sorprendería lo brillante que es.

Él queda un tanto extrañado, pero la ama, no le dirá nada. Es obvio.

—Fantástico. ¿Vienes a ayudar a tu hermana, eh linda? Que lindo. ¿Qué edad tienes, preciosa?

Esto empieza a enfadarme.

—Tengo 17 años, señor.

Quizá mi voz sonó demasiado suave y aguda.

—Vale.

Centra su atención en Elena, que se despide apresuradamente y me lleva de la mano a su oficina.

En una felicidad leer la notificación de nueva actualización!!! Ya sabía yo q julia no es tan inocente como su apariencia la hace ver y eso lo hace aún mucho mejor apariencia de angelito y con una mente tan pervertida como la de lena . Lo del maratón me FASCINA LA IDEA!!!!!

Capítulo 15: Anton


No me agrada Anton. No sé porque, simplemente me desagrada. No sé si es por como mira a Elena o por como noté en un reflejo de alguna puerta como intentaba ver bajo mi falda.

En la oficina, Elena me da un asiento junto a ella, frente a un escritorio más pequeño.

Les sorprendería ver como todo está estrictamente arreglado.

Me dice:

—Te encargarás simplemente de pasarme plumones y si te pido convertir 10 milímetros a centímetros tú me dirás…

La interrumpo:

—Que es solo 1 centímetro. No se preocupe…

No dejo de ver a otro lado, evitando su mirada. Quizá me estoy mostrando un tanto molesta.

—Yulia, primor… ¿Algo te molesta?

Aggh… No lo sé.

—N…no, señorita…

Ella me hace girar en la silla y verla.

—Te he dicho que me llames Elena. Además, me acabas de interrumpir… no quiero ser dura contigo, pero puedo enfadarme y tendré que castigarte.

La miro con un poco de sorpresa.

—N…no será necesario…

Ella se me queda viendo detenidamente antes de decir.

—Vale… Eso espero, dulzura… Pásame un marcador color rojo, punta fina. Están ahí en el cajón.

Mientras se pone a arreglar un plano y fijarlo con cinta a la mesa, obedezco y la ayudo… Pero la curiosidad me carcome, así que abro mi boca:

—Y… Em… ¿Anton y tú son novios, Elena?

Ella se detiene de todo lo que hace, mirándome un poco divertida y tras unas risitas pícaras:

—Jeje…¿Estás celosa, pequeña?

Me sorprende.

—¿Qué?! N…no… Sólo preguntaba. Él la mira con deseo y supuse que eran una feliz pareja…

Ella me hace verla a los ojos:

—Anton no me gusta. Es lindo, pero tiene novia. Y a mí me interesa otra persona. ¿Comprendido?

Eso me alivia. Pero como me toma del mentón con su índice y pulgar, me pone nerviosa.

—S…si, señorita.

Ella borra su sonrisa un segundo y tras un suspiro me dice:

—Tendré que recalcar las reglas: si me vuelves a llamar señorita, maestra o usted, fuera de la escuela, en vez de llamarme Elena como te he pedido, tendremos problemas… Oh y otra cosa: ten cuidado con mi jefe. Si no le contestas bien, se enfadará conmigo. ¿Vale?

Asiento.

En eso se escucha un revuelo fuera de la oficina. Ella se relaja a la fuerza, mientras dice:

—1,2 centímetros a milímetros…

Y respondo:

—Serían 12 milímetros…

En eso tocan la puerta firmemente 3 veces. Elena da permiso para pasar.

Entra un hombre alto de cabello negro con bigote grueso y barba ligera, algunas canas. Es un tanto robusto, de la estatura de Elena o un par de centímetros menos que ella, gracias a los tacones.

Él habla fuerte tras verme:

—¿Qué significa esto? ¿Contratando asistentes sin mi permiso?

Elena le responde con serenidad:

—No es mi asistente. Es una alumna brillante que me ofrece su ayuda… Una hermanita, señor.

Él me ve con severidad y algo molesto. Y me dice:

—Levántate. Ten modales y preséntate, niñata.

¡Joder! Qué asco de persona. ¿Modales? Espero no perderlos ante esta morsa peluda.

Capítulo 16: El jefe no manda


P.O.V Elena


Odio cuando el muy imbécil le habla así a las personas. Más aun si se trata de mi Yulia…

Ella se levanta, muy elegantemente y lo saluda con la mano ligeramente al tiempo que dice:

—Me llamo Yulia, señor y tengo 17 años.

Él la ve con molestia antes de decir:

—Esto no es una guardería. ¿Crees que puedes distraer a mi empleada?

Ella aguanta el enojo. Lo veo por como aprieta un poco los puños contra los lados de su falda y luego se relaja para decir:

—No la distraigo, ella es una mujer profesional. Simplemente presto mi ayuda. Algo que a usted no debería incomodarle, ya que significaría aumentar la productividad. Cosa que no haría más que un bien. ¿No lo cree?

Quizá no le esté hablando mal, pero a él le enfadará la respuesta.

¿Acaso insinúas que no sé cómo ayudar a manejar esta empresa?

Ella se cruza de brazos.

—No, señor. Podría insinuar que no sabe cómo tratar a sus empleados, podría insinuar que no sabe hablarle a las personas con el respeto que le hablan, incluso podría insinuar que tampoco cuida su mal genio. ¿Pero insinuar que no ayuda a manejar bien esta empresa? No, eso pueden juzgarlo sus superiores.

Mierda… Yulia ¿Qué has hecho?

Mi jefe se ve muy molesto y por ello, sube el tono de voz:

—¡ERES UNA MOCOSA INSOLENTE!!! ¿¡CÓMO TE ATREVES A HABLARME ASÍ?!! ¡NADIE ME HABLA ASÍ!

Ella no se intimida con sus gritos.

—Señor, sugiero que baje el tono.

Él se pone colorado de ira.

—Yo te hablo como me venga en gana, porque soy el jefe aquí. ¿Entiendes?

Ay no…

—No. Lo que entiendo es que quien abusa de su poder, se llama tirano.

La gente ve la escena desde el pasillo, unos ríen, otros solo se asombran, pero nadie quiere hablar.

Él ahora me ve y me dice:

—Deberías enseñarle modales a tu molesta hermana.

Ella se enfada. Lo sé.

—¡Hey! No debería pagar su enojo con la señorita Elena. ¿Ve a lo que me refiero?

Mi jefe se le acerca.

—¿Tus padres no te han enseñado a respetar?

Ella saca su celular:

—Claro que sí, es más, mi padre está llamando. ¿Hola papi?

—Hija, ¿Cómo te va?

—Bien… Un señor muy malhumorado está aquí, gritando un poco. ¿Te gustaría hablarle?

Oh, vaya… su padre.

—Pásamelo, es más, ponme en altavoz.

Mi jefe palidece. Parece que lo conoce y mira como Yulia aprieta el botón en la pantalla para colocar el altavoz, aunque esa voz enojada sonó muy clara.

Mi jefe se aclara la garganta:

—H…hola, señor.

—Pasha, puede que te hayas graduado hace algunos años, pero no has mejorado tu problema de abuso verbal. ¿Verdad?

—Señor, agradecería que me llame Pavell…

—No lo creo. Solía ser tu profesor, Pasha, te conozco y te puedo llamar como quiera. Más si maltratas a mi hija.

—Señor, ella es una maleducada y…

—No, Pasha. No te creo nada. Mi hija no es muy unida a la familia, pero se educó como una dama. De mis hijos, es mi orgullo. No se llega a cuadros de honor sin educación. Eso fue lo que te pasó. ¿Entiendes? Y tú intentas usar tu tono para intimidar. Eso me molesta. ¿Entiendes?

—S…Si señor… Lo siento señor.

—Discúlpate con mi hija y la dama dueña de la oficina. Te lo advierto, viniste rogando ayuda aquí en mi trabajo para aumentar las ganancias y que tu jefe no saque tu culo a la calle. ¿Bien? No puedo hacerte el favor si a mis espaldas maltratas a mi sangre y a tu empresa.

—S…si señor…

—Yulia hija, me despido. Lindo día.

Ella sonríe.

—Sí papá. Te quiero. Bye…

Y cuelga.

Mi jefe está con la mirada gacha.

La mira rápidamente y le dice:

—Señorita… Discúlpeme.

Luego voltea a verme y me dice:

—Elena, perdóneme… Con permiso.

Se abre paso entre la gente y se va a su oficina.

Todo ha salido bien… Pero debo encargarme de Yulia. Ella hizo algo realmente muy arriesgado.




Creo que le sale castigo!! jiji

Hay diosssss como será ese castigo!!!! Una probadita de como julia no se deja de nadie bueno... Quizás de lena en lo sexual . Buenísima la historia capítulo a capítulo

Woow! Qué sorpresa!! Maratón, uff que día!! Qué tendrá pensado de castigo??

Capítulo 17: El correctivo


P.O.V Yulia


Papá se había quejado en casa de un hombre molesto que fue alguna vez su alumno más problemático. Un hombre que coincidía con la apariencia de este jefe tan molesto.

Papá había dicho que este hombre le había rogado en las oficinas que lo ayudara a manejar mejor su empresa y papá había estado muy estresado por ello.

Todo salió bien, la gente veía desde el pasillo. Unos con una sonrisa, otros pálidos y asombrados.

Yo ya le había hecho un favor a este lugar. Preferí sentarme ya que me había cansado de solo estar parada. Me puse a responder algunos mensajes en WhatsApp.

Elena habló entonces.

—Bueno, señoras y señores… No hay nada que ver, ya todo pasó. Debemos trabajar. Vamos a nuestros respectivos puestos.

Todos se fueron tan rápido como llegaron mientras ella cerraba la puerta… Con seguro.

Sentí su mirada… No quería verla. Sé que no me porté del todo bien, de seguro ella estaría molesta… Ahora caigo en cuenta de lo arriesgado que fue eso. Pudo perder su empleo por mi culpa… Pude joderlo todo… Mierda. Estoy en problemas.

—Yulia.

Oh, diablos… ¿Dónde quedó el “dulzura”?

—¿S…si maestra?

Mierda… La cagué aún más.

—Agh… Yulia ¿Tienes idea de los problemas que pudiste haber causado y lo disgustada qué me encuentro?

¿Qué digo?

—Es un señor muy malo… ¿Qué quería que hiciera? Ahora todo estará mejor. Usted misma se quejó de lo molesto que era…

Ella me interrumpe:

—Pero aun así, ibas muy bien. Yo pude haber perdido mi empleo y a ti te pudieron llevar a la policía. Es un hombre malo que pudo dar muchos pretextos hasta lograr ganar. Además, me sigues tratando de usted, señorita, maestra. ¿Qué te dije?

Agh… Esto es humillante.

—Agh pues…

Ella vuelve a interrumpirme:

—No. Responde de buena forma, por favor. ¿Qué te había dicho, Yulia?

Me hace tomarme el borde de mi falda mientras miro al piso y respondo como una niña regañada, encogiéndome en el asiento.

—Que le llamara Elena fuera de la escuela…

Ella se acerca:

—Además, has causado revuelo en mi trabajo… Parece que en algo tuvo razón mi jefe. ¿Sabes en qué?

Joder… Esa mirada reprobatoria… Me asusta, pero aumenta mi adrenalina y eso se siente muy bien…

—Nou… ¿En qué?

Ella se inclina con las manos en el escritorio, hacia mí, quedando a unos centímetros. Sus magníficos par de redondos pechos están a la altura de mi cara.

—En que debería enseñarte modales…

Ya veo a donde va esto… Y el delicioso escalofrío que me recorre el cuerpo al oír decir eso, hace que empiece a sentirme mojada.

—¿Sabes cómo?

Oh, dígalo.

—¿C…cómo?

Ella toma un mechón de cabello y lo devuelve con una suave caricia a su sitio:

—Con un castigo, dulzura.

Y esa sonrisa me dice que lo está disfrutando y a mí me pone muy nerviosa.

—¿Qué? Pero… ¿Castigarme? ¿Usted a mí?... ¿¡Haciendo qué!?

Ella pasea por la habitación hasta estar en el escritorio contiguo a mí y saca una regla, no muy grande, de unos 30 cm, de madera.

—Quizás unos pequeños azotes a tu lindo culo te recuerden al sentarte que, al menos en mi presencia, y en mi lugar de trabajo, te comportarás mejor.

Me encantaría… Pero la razón se interpone.

—Pero… Usted es mi maestra. No puede hacer eso…

Ella sigue viendo la regla.

—No es un castigo escolar, es un castigo por conducta común bien merecido. Aquí soy como una hermana para ti, la cual tiene el deber de corregir tu falta, así que aprovechando que las oficinas están muy bien insonorizadas, me parece que puedes recibir el castigo aquí.

Mmmm…

—Pero…

Ella me interrumpe.

—Claro, no te obligaré a nada. Si no quieres admitir tu error, puedo pedir permiso para llevarte a tu casa. No habrá necesidad de que vuelvas a acompañarme aquí ni a ninguna otra parte, y no dañaré tu expediente estudiantil, solo seré tu impersonal y aburrida maestra. ¿Te parece?

No…

—No, no por favor…

Ella sonríe:

—Bien. ¿Aceptas tu castigo, princesa?

Yo asiento, pero el miedo me gana.

—Si…Pero…Pero, por favor, no aquí… Usted tiene trabajo… Quiero ayudarla, no distraerla.

Ella asiente:

—Bien, en una hora iremos a mi casa. Prepárate, porque lo que digo, lo cumplo. Y sé que también cumplirás tu palabra. ¿Está bien?

Yo asiento con la mirada hacia el suelo.

—Si, Elena.




Ufff!!! se pone interesante!!

Interesante es poco esto está buenísimo, el castigo en la casa de lena estará mucho mejor

Capítulo 18: Gracias


P.O.V Elena


El resto d la mañana pasó tranquila. Eran las 11:30 am.

Conforme mis alumnos aman los días en que se pueden ir temprano yo los adoro aún más, pero en especial este día. Puedo esta con Yulia, la cual ahora ha aceptado el castigo que me da el completo permiso de jugar con su culo como me plazca.

Ella ha sabido ayudarme. Aunque se ha mostrado un poco triste… Claro, debe tener un ligero miedo ante la idea de unos azotes. De seguro jamás ha jugado con la idea de una sesión Spank.

Yo ya puedo irme a casa. Hoy solo debía entregar este molesto plano de área pública.

—Yulia, dulzura, ¿Qué te parece?

Ella lo ve y frunce el ceño:

—Que está mal distribuido. ¿Quién hizo esto?

Yo río ante su opinión.

—Jajaja… Tranquila, pequeña jefa. Esto lo hicieron pasantes de arquitectura. Yo solo debía calcular como pudiera. Sé que no es el mejor plano, pero si lo rechazan yo ya habré cumplido con mi trabajo. No es nuestro problema que lo hicieran mal.

Ella ve a otro lado molesta.

—Las cosas… O se hacen bien, o no se hacen… No es justo. Ellos pudieron hacerlo mejor…

Yo la tomo del mentón para que me vea:

—No te preocupes. Me ayudaste mucho hoy y si fuiste capaz de ver los errores de un plano, significa que te irá muy bien en la universidad. Anímate. Sus errores no son los tuyos y no debes preocuparte porque mejoren.

Ella baja la mirada y relaja el ceño. Le digo además:

—Gracias.

Ella me mira confundida:

—¿Por qué?

Yo le sonrío:

—Porque me ayudaste mucho y me hiciste tener un lindo día. A pesar del pequeño inconveniente… Quiero que sepas que aunque vaya a darte un pequeño castigo, no significa que no haya sido un buen día, ni tampoco quiere decir que esté enfadada contigo. El enfado se esfumó aunque el castigo siga en pie.

Ella relaja el cuerpo. Parece que eso era lo que le preocupaba tanto.

Conforme me levanto, ella se levanta. Aprovecho el momento entonces. La abrazo fuerte. Su barbilla queda entre mis pechos.

Jejeje… Su cuerpo se siente bien… Me gusta estrecharla contra mí. Es una conexión que no he sentido en mucho tiempo y es divertido saber que he logrado sonrojarla.

—Ahora, déjame ir al baño un momento… Mientras, necesito un favor ¿Bien?

Digo viendo hacia abajo, su rostro sonrojado aun a la altura de mis senos.

—Si, Elena.

Saco un par de billetes de mi bolso.

—¿Puedes ir al cafetín, afuera, en el estacionamiento a comprar un par de chocolates, café, y algo que quieras beber? Yo no tardaré mucho.

Ella se pone nerviosa.

—Ow, no me digas que te da miedo… Eres una chica grande. Vamos. ¡Deja la vergüenza!

Le hago tomar los billetes, su bolso, como puedo la saco de mi despacho y le digo ya en el pasillo:

—¡Rápido, Yulia!

Ella dice:

—¡Sipi, Elena!

Y va entre los cubículos a la puerta, sale y se dirige a donde le pedí.

Anton me mira y me dice:

—¿Quieres que la vigile?

Yo le respondo:

—Si quieres, no importa. Ella puede cuidarse sola.

Y me dirijo al baño a quitarme las molestas bolas que ya me han dado suficiente estimulo por esta mañana.

Oh, Yulia… Pronto podré jugar contigo por un rato… Nos vamos a divertir.




¿A qué están ansiosas por saber cuál será el castigo, eh?

Capítulo 19: La pareja del cafetín


P.O.V Yulia


En el estacionamiento todo está muy tranquilo.

El pequeño cafetín es muy pintoresco. Todo de blanco. Es incluso elegante.

La chica de la caja registradora me ve y me dice, viéndome de arriba abajo:

—Hola preciosura. ¿Qué puedo hacer por ti?

Es linda, lo admito. Tiene el cabello corto y marrón, rapado de un lado. Un piercing en su ceja descubierta y un cuerpo bonito… Su mirada es muy profunda con esos ojos verdes, me pone nerviosa.

—Y…yo… Pues… Quiero…

Me interrumpe:

—¿Sabías que tienes un culito precioso? Deberías tener cuidado con el viento.

Joder. ¿Qué no tiene vergüenza de decir cosas así? Creo que moriré de vergüenza con este sonrojo masivo.

—¿Q…qué?... Y…yo…

En eso llega otra chica, pelirroja con ojos marrones. Contextura similar, cabello en bucles brillantes y muy bien arreglado.

—Ya basta, Anya. ¿No ves que pones a la niña sonrojada y nerviosa? Perdona linda, soy Tanya.

Hey!

—No soy una niña… Tengo 17.

La ruda, que aparentemente se llama Anya, me pregunta:

—¿Y qué te trae por aquí?

Respondo:

—Acompaño a Elena y la ayudo a que acabe los planos.

Tanya me responde:

—Ow, ¿y quién es Elena? ¿Tu mami, tía, hermana…?

Y yo respondo:

—Noup, mi maestra.

Anya me ve extrañada y sonriendo.

—¿Y la quieres mucho?

Yo asiento y voy al mostrador.

—Sipi. Y debo llevarle 2 chocolates, café y… ¿Qué es esa bebida rara y rosa?

Señalo.

Tanya me responde:

—Es como un batido… Pero…

Anya la interrumpe:

—Posiblemente acrecentaría tu ansia sexual y tienen tanta azúcar como una coca-cola con 2 cucharadas más de azúcar.

Tanya le hala el cabello.

—¡Anya! Agh. Perdónala, linda.

Yo les sonrío.

—No importa, yo soy peor… ¿Podrían darme los 2 chocolates, em… Un mocca… Y uno de esos batidos?

Ellas se ven mutuamente. Anya pregunta:

—¿Estás segura?

Yo asiento.

—Sipi. Ella me dio permiso de llevar una bebida que quisiera.

Tanya la prepara. Además, arriba lleva mucha crema batida y una cereza, no obstante cuesta menos que el café.

Me la entrega.

—Aquí tienes…

Yo le entrego los billetes.

—Gracias.

Anya está preparando el café y pregunta:

—¿Y por qué acompañas a tu maestra a estas horas? ¿No deberías estar en la escuela?

Yo le respondo:

—No. Salimos temprano. La acompaño porque quiero ayudarla, me gusta estar con ella.

Tanya me aprieta una mejilla de forma rápida.

—Aww, que dulce.

Y luego busca los chocolates en el aparador, mientras dice:

—¿Y ella te cuida?

Y yo:

—Sipi, mucho.

Anya me dice:

—¿Y son novias? Jajaja.

Tanya la pellizca disimuladamente. Yo me sonrojo.

—N…no…

Se inclina en el mostrador muy cerca de mí.

¿Y por qué no?

Y yo:

—N…no estaría bien… Ella es mi maestra.

Anya me dice:

—Tanya era mi tutora y míranos.

Y yo:

—Pero la señorita Elena tiene más de 22 años… Y yo 17. Además es… Demasiado linda.

Cada vez bajo más el tono y me pongo cabizbaja.

Tanya me entrega la bolsa con los chocolates y dice:

—¿Y?

Yo me sonrojo más.

—¿C…cómo que y? Yo no voy a gustarle jamás…

Anya pone el café frente a mí.

—Si claro. Vuelve en 1 mes y ya te daremos más batidos ¡Pero cargados!

Yo tomo el cambio que me da Anya.

—Jeje… No lo creo.

Tanya me pregunta:

—¿Cómo te llamas, princesa?

Y yo:

—Yulia, Yulia Volkova.

Anya me dice:

—Bueno Yulia, pórtate bien. Ojalá te veamos más por aquí.

Yo le digo:

—Sipi.

En eso siento una mano en el hombro. Es Anton.

—¿Yulia? No te entretengas. Elena te espera.

Su gruesa voz me asustó un poco al principio.

—Perdón, Anton…

Él ve a las dos chicas y les dice:

—Buen día.

Pero con mala cara. Por ello, yo me acerco a ellas y me despido con un abrazo y un beso en la mejilla. Como si fueran amigas de toda la vida.

—Bye! Por cierto, mi número.

Y les dejo un papelito con mi número que siempre guardo por si lo olvido, ya que no me lo sé.

Anton pone mala cara, pero no me importa. Tengo la bolsita con los chocolates en mi muñeca, el batido rosa fosforescente en una mano, y el café con sus sobres de azúcar en la otra.

Estoy animada. ¡Iré a la casa de Elena! Aunque de seguro me dolerá sentarme después de ello.

Esa julia es un caso serio, y siii morimos por leer como será el castigo ya estamos cerca no nos dejes con las ganas hoy plisss

Comerán ansias hasta más tarde ya que iré almorzar!!!


A leer!!


Capítulo 20: Como no encariñarse contigo.


Llego al puesto de estacionamiento donde me espera Elena.

Ella me pregunta:

—¿Dónde estabas, dulzura?

Le respondo:

—Hice un par de amigas.

Ella me sonríe:

—Déjame adivinar… ¿Las del cafetín?

Yo asiento mientras tomo del batido y le extiendo el café y la bolsa con chocolates, el recibo y el cambio.

Ella me dice mientras toma la bolsa:

—Vaya, que eficiente.

Me abre la puerta, me quita mi bolso y guarda todo en los asientos traseros, para luego montarse a mi lado en el asiento del conductor.

Me pregunta:

—¿No te dije que no hablaras con extraños?

Mientras se arregla el cabello viéndose en el espejo retrovisor.

Yo le respondo:

—Son buenas personas. Fueron amables conmigo. Son lindas chicas que se quieren.

Ella me miró:

—¿Qué? ¿Son novias?

Yo asiento. Mientras me pregunta además:

—¿Cómo obtuviste esa información, linda?

Y yo:

—Ellas lo dijeron entre la conversación en cuanto me atendían.

No podía decirle de que trataba. Sé que preguntará.

—¿Y de que hablaron?

Bingo.

—De por qué no estaba en la escuela y que hacía por aquí. Yo les dije que salí temprano y ayudaba a la señorita Elena. Y me dijeron que me fuera bien, cuidado por las calles, suerte en el amor, ahí me dijeron que tan solo las viera a ellas, y luego que ojalá nos volviéramos a ver.

Ella asintió, satisfecha. Y me dijo:

—Bien…¿Lista para tu castigo? Porque en casa, lo primero que haremos será tomar agua e ir a cumplir lo acordado. ¿Bien?

Creo que la bebida me ha dado fuerzas.

—Si, maestra.

Ella pone en marcha el auto y salimos del estacionamiento de su empleo. Nos dirigimos entonces a su hogar… Que nervios.

En el camino vamos calladas. Yo decido colocarme mis audífonos y escuchar “Yeah” de OMFG.

Es un ritmo muy animado que siempre me alegra.

Ella en algún momento me quita un audífono y pregunta:

—¿Qué escuchas?

Y yo:

—Nada impresionante… Una canción.

A ella parece gustarle, ya que toma mi celular, lo conecta con el cable USB al radio de su auto, y la música resuena desde el principio.

Los minutos que dura el animado ritmo de la canción, es lo que tardamos en llegar a su casa.

Estamos en una residencia a quizá 5 o 6 calles de mi hogar.

¡Que bien! Podría visitarla después…

Al entrar a la residencia, vamos a una de las casas. Ninguna es muy grande, pero esta parece ser la más grande. Sus 2 pisos. Su jardín muy bien cuidado lleno de flores, el lado pavimentado que supongo que le sirve de garaje y da entrada al piso trasero… Es una casa muy linda.

De repente, un perro grande y color crema con una mancha en su ojo, corre grácilmente a la puerta.

Se me sale un entusiasmado:

—¡Perrito!

Elena ríe y dice:

—Es Dana. Es mi perra. Está un poco anciana. Cuidado, no siempre está de buenas. Ahora mira lo que hace.

La perra se baja de la reja y va a un costado de la casa. Parece oprimir un botón y eso abre la reja con ruedillas que da paso a esa zona del garaje.

—¡Que lista! ¿Qué más sabe hacer?

Elena ríe:

—No mucho. Le gusta más dormir. Podrás jugar con ella otro día. ¿Te parece?

Yo asiento.

Ella estaciona el auto.

Al bajarse, es gracioso ver como la perra se frota contra sus piernas como un gato.

Elena la acaricia, y va abrirme la puerta.

Dana ladea la cabeza enseguida va y me olfatea. Da una vuelta alrededor de mí, luego se pone feliz moviendo la cola, la acaricio y río por las cosquillas que me hace.

Elena me ve dulcemente y me dice:

—Le agradas… Aunque claro… No me sorprende, ¿Cómo no encariñarse contigo? Jeje… Dana, fuera…

La perra se va al otro patio.

Elena me toma de la mano y me lleva adentro, tras darme mi bolso y tomar sus cosas.

Recibiré el castigo.

Te gusta torturarnos pero bueno feliz almuerzo y regresa, muero por leer ese castigo y hasta donde llegarán

Capítulo 21: El castigo


Elena cierra la puerta tras de sí.

Su sala es muy bonita. Todo de madera y tonos café a naranja. Todo se ve muy cálido. Todo enormemente arreglado.

—Deja tu bolso en el sofá, linda.

Yo obedezco y después de eso, Elena me lleva nuevamente de la mano a la cocina, también hermosa.

Sirve agua en dos vasos, mientras que con la otra mano desecha los envases del café y la bebida.

—Bueno Yulia… ¿Sabes que viene ahora, no?

Yo solo tomo un sorbo de agua y asiento, sonrojada y nerviosa.

Ella me dice:

—No te preocupes, no te lastimaré, primor. Solo va arder un poco… ¿Quieres ir a mi habitación?

Yo asiento y ella bebe un sorbo de agua antes de tomarme de la mano y llevarme escaleras arriba a una habitación de paredes blancas y beige.

Ella me hace sentar en la cama y cierra con seguro la puerta.

Me pregunta:

—Espero entiendas que esto es para que aprendas a comportarte. ¿Lo tienes claro?

Asiento. Y ella se sienta a mi lado mientras me mira y me dice:

—No te obligaré a nada, Yulia. Tu misma decides si ponerte en mi regazo o no, dulzura.

Joder… ¿Puede ser esto más humillante y excitante?

Lo hago… Quiero acabar con esto porque quiero volver a verla fuera de clases aún después de este día tan extraño.

—Oh, Yulia… una pregunta. ¿Eres virgen?

Joder! ¿Cómo me pregunta eso?

—S…si, maestra…

Ella pone un brazo sosteniendo mi espalda. La cama es un tanto alta, por lo que apenas mis pies tocan el suelo con la punta de los dedos pulgares.

Elena respira profundo:

—Voy a darte 17 nalgadas. Igual que tu edad y será una más por cada que te quejes diciendo algo malo. Así que espero que no suceda. Yo decido si te castigo en bragas o sin ellas. ¿Bien?

Yo me pongo nerviosa.

—P…pero maestra…

Ella me interrumpe:

—Mi casa, mis reglas. Y no hay peros. ¿Todo bien?

Me rindo.

—S…sí.

*Chas!* Resuena, en cuanto su mano impacta contra uno de mis glúteos. No puedo evitar decir:

—Mierda…

Ella me dice:

—Sin malas palabras, Yulia. Tendré que empezar de cero. Ya esta no cuenta.

Y vuelve a impactar su mano.

Una…
Dos…
Tres…
Cuatro…
Cinco…
Seis…
Siete…

Me concentro contando. En cada una me quejo con un ligero “Auch”… No sabía que ella tenía la mano tan pesada… Empieza a arderme un poco el trasero, así que intento cubrirme con las manos.

Pero ella me inmoviliza las mismas, colocando mis brazos en mi espalda y su brazo sosteniéndolos.

Sigue su ritmo, sin clemencia alguna, esta vez tras bajar mis braguitas hasta mis rodillas.

Ocho…
Nueve…
Diez…
Once…
Doce…

Qué humillante… Estoy tan vulnerable… Y tan mojada.

Supongo que lo nota pero no dice nada.

Me dice:

—Ve y busca la regla de madera en mi bolso. No quiero quejas.

Al levantarme, mis braguitas terminan en el suelo. Pero no digo nada, solo asiento y obedezco. Bajo rápido las escaleras, busco la regla y regreso a la habitación.

Tras colocarme de nuevo en su regazo, la regla de madera termina el trabajo.

*Slaght!* Suena al bajar cortando el aire y luego impactar en mis ya rosados glúteos.

Trece…
Catorce…
Quince…
Dieciséis…
Diecisiete…

Termino de contar mentalmente.

Ella me ayuda a levantar y me sienta en sus piernas mientras me abraza y arrulla. Descubrí que me encontraba llorando de forma casi silenciosa.

—Ya pasó, dulzura… Listo.

Me da un beso en la frente para luego permitirme acostarme en posición fetal en su cama y calmarme… La oigo salir del cuarto.




Sorry, es que moría de hambre!

Muy buen capitulo emocionante el castigo como se habrá sentido lena dando ese castigo de esa forma y que pasará ahora

OMG! Más que interesante!! Muero por saber más!!!!

Capítulo 22: Alivio


Elena vuelve al cuarto en quizá, dos minutos.

—Lo hiciste bien, dulzura. Eres muy valiente… Ahora, vamos a aliviarte un poco.

Trae un envase de crema en sus manos.

Me ayuda a acostarme boca abajo en su cama y levanta la falda.

No me siento tan avergonzada como antes del castigo.

Ella esparce la crema… Está fría. Arde al contacto pero luego solo siento el alivio junto a los masajes ligeros y en círculos de sus hábiles dedos. Termina para luego decirme:

—De cualquier forma… Me pregunto solo una cosa: ¿Por qué no te has negado a nada aún, primor?

Yo me siento con un poco de dificultad en la cama y me limpio la cara y le digo:

—¿Por qué habría de hacerlo?

Ella sonríe pero no dice nada más. Solo me entrega mis bragas, por lo cual me sonrojo. Luego se dirige a la puerta:

—Creo que puedes ponértelas tu misma, dulzura. Baja rápido, debo llevarte a tu casa y por cierto: tienes un coño muy provocativo. Ten mucho cuidado.

Y cierra la puerta.

Mi asombro es inigualable. A estas alturas es innegable: ella debe gustar de estas cosas.

Me levanto y me veo en el espejo de cuerpo completo en una esquina del cuarto, para detallar que pasó en mi ardido trasero.

No está tan mal… Creí que me dejaría marcas o algo similar. Pero solo está de un rosa un tanto fuerte.

Paso mis dedos por mis glúteos. Se siente extraño… Duele… Arde… Pero a la vez el alivio gracias a la crema. No lo sé… Es placentero.

Pero no debo entretenerme mucho. Solo me coloco con cuidado mis braguitas y salgo. Mi falda cubre bien mi trasero. No se notará nada.

En la sala está Elena revisando su celular y supongo que advierte mi presencia.

—Bien… Yulia… Vamos hablar seriamente.

Oh mierda. Esto no pinta bien. Voy a donde está ella y me invita a sentarme en sus piernas.

Me arde un poco pero ella lo mejora con un abrazo y dice:

—Esto está mal. ¿Entiendes? Ningún maestro debe sacar de su escuela a un alumno, mucho menos traerlo a su casa. Y por sobre todas las cosas: jamás debería darle un castigo físico tan íntimo. ¿Bien?

Y yo:

—Si…

Ella me pone una mano en la rodilla:

—Ha sido un gran día… Pero debemos tener cuidado. Si quieres seguir acompañándome a mi empleo, debemos decirle a tus padres y que no sepan que vinimos a mi casa sin que vengan antes… ¿Bien?

Asiento. Ella prosigue:

—Tras aclarar algunas cosas, tu puedes seguir acompañándome. Si en algún momento no quieres o no puedes, yo no te obligaré a nada… Pero debes prometerme solo dos cosas. ¿Bien?

Respondo con un asentimiento de cabeza.

—Bien. En primera: nadie puede saber lo que pasó y segunda: quiero que me avises si puedes o no acompañarme y como te encuentras.

La segunda no la entiendo.

—¿Por qué?

Ella me ve a los ojos:

—Planeo cuidarte, dulzura. No perjudicarte. Por eso quiero saber de ti. ¿Comprendes?

Yo asiento.

Después de eso nos levantamos del sofá y me dice:

—Vamos, hay que llevarte a casa.

Nos dirigimos al auto.

Aprovecho y me despido de Dana, que abre obedientemente la puerta, para que podamos irnos.

Ahora la señorita Elena sabrá donde vivo.

Ella empaca en la parte de atrás su cartera y mi mochila.

Ya dentro del auto, sentadas en los asientos, con el cinturón puesto, me dice:

—Avísale a tus padres, dulzura.

Obedezco.






Tan sumisa Yulia!

Ahora con las reglas aclaradas es q esto se pondrá bueno ojalá q puedas subir más hoy

Capítulo 23: Un magnifico accidente.


Tengo mi celular entre mis manos. Me apresuro a llamar a mi padre.

—¿Hola?

—Hola papá…¿Recuerdas que estuve ayudando a mi maestra? Bueno, voy en camino a casa.

—¿Qué? ¿Estás hablando por el celular en la calle? Es peligroso y lo sabes.

—No. Tranquilo, mi maestra me dio un aventón a casa. Quería avisar que vamos para allá. Ella quiere hablar con ustedes.

—Sabes que tú madre jamás está de buenas… Le avisaré que habrá una visita. Pero es probable que no acepte. ¿Sobre qué viene hablar?

La señorita Elena toma mi celular y le dice:

—Quería felicitarlos y hablar de lo talentosa que es Yulia. No les quitaré mucho tiempo.

—Oh… agh, deberá disculpar a mi esposa… Sé que aceptará. Pero… De antemano perdone si hay algún inconveniente.

Elena parece extrañada. Pero contesta:

—No se preocupe. Ella llegará sana y salva.

—Bien. Se la encargo señorita está en sus manos, es toda suya. Hasta pronto. ¿Hija? Hasta pronto.

—Si, papá.

Ella me mira extrañada.

—¿Sin muestras de afecto, eh?

Yo me encojo en el asiento. Cabizbaja y entristecida.

—Mi familia… Es un tanto… Disfuncional. Papá demuestra un poco más de afecto pero… Mamá no. Y bueno… Es posible que se divorcien… Tengo una hermana, pero ya es mayor. Tiene quizás su edad, se fue a los 18 de casa y no la he vuelto a ver…

Me avergüenza hablar de esto. Jamás toco el tema familiar porque odio hablar de mi familia… Sé que terminaré como mi hermana: escapando de casa tan pronto como pueda. Eso fue lo que hizo… Y me dejó sola con mis padres. He sabido manejarlos, pero me hubiera encantado el apoyo familiar.

Elena me ve, preocupada.

—¿Tienes otros parientes?

Agh…

—Quizá… Tengo tíos y tías… No lo sé. Jamás los conocí. En su mayoría son ilegítimos y nací sin abuelos o abuelas. No lo sé.

Ella me mira un tanto entristecida.

—Debes… Sabes lo que es estar sola. ¿No. Dulzura?

Asiento.

—Mjmm… Así es…

Ella aparca a un par de calles. Aún falta camino.

Me dice:

—Si un día tienes algún problema yo estaría encantada de acogerte en mi casa…. Nos divertiríamos mucho. ¿Te parece?

Yo le sonrío:

—Gracias, Elena.

Ella me abraza y correspondo.

—Eres una chica magnifica, Yulia… Ojalá tu novio lo aprecie.

Ja!

—¿Novio?. No tengo. Ni novia. No hay amor en mi vida en estos momentos, maestra.

Ella me mira extrañada.

—¿Ah, no?

Enarcando una ceja.

—Noup…

Aunque no es del todo cierto, ella me atrae, ya lo he comprobado al sentir esta extraña y deliciosa corriente en mi cuerpo cuando estoy con ella o ella me habla.

—Vale… Pronto encontrarás a alguien.

Después de eso ninguna se digna a hablar. Yo me dedico a ver por la ventana mientras ella acorta un poco más el camino.

Le aviso cuando pasamos por mi calle. Así ella gira y conduce hasta la casa en cuestión.

Ella habla:

—Llegamos… Oh y, ¿Yulia?

Me volteo y encuentro que ella está muy cerca de mi cara. Inclinada…

Hemos terminado dándonos un beso. No estoy segura si es accidental.

Ambas tenemos los ojos abiertos. Ninguna se mueve. El beso es suave pero nuestros labios están firmemente unidos. Se acoplan perfectamente a los de la otra. Ninguna dice nada ni parece retirarse.

De repente ella aparentemente recobra el control de su cuerpo y se retira, tocándose los labios con los ojos muy abiertos. Parece mucho menor de esta forma, sonrojada… Pero no puedo decir nada. Yo debo estar mucho peor que ella. Y mis brazos se han dormido.

Ella mira al frente, a la calle, apretando el volante, hasta que abre la boca para decir:

—Lo lamento… Fu…fue accidental… Sólo… Llama a tus padres, linda.

Y forma una pequeña sonrisa de lado, que apenas si deforma la perfecta piel de su mejilla, haciendo aparecer un ligero hoyuelo…

Elena, ¿Puedes ser más perfecta? No lo creo.

Bendito sea el destino. Es el accidente más magnífico de toda la vida.

Me quito el cinturón, ella apaga el motor del auto y copia mi acción, ambas nos bajamos, ella con su elegante cartera y yo con mi mochila de colores, y nos dirigimos a la puerta.

Toco el timbre, rezando para que sea mi padre quien abra la puerta.

Mamá jamás está de buenas, pero espero con toda mi alma que esta tarde no salga mal.

Debe ser tan solo la 1:30 pm, o quizá las 2 pm. Hora de almorzar.




¿Accidente? Ja!

Se nota q ese beso le movió más de lo q pensaba a lena julia le gusta más de lo q cree

OMG!!! Vamos!! No nos dejes con la insertidumbre muero de nervios por sabes que pasa!!

Capítulo 24: Almuerzo


P.O.V Elena

Yulia se pone de puntillas para alcanzar el timbre y yo aprovecho para dar una inocente vista.

No sé porque razón no aproveche para tocar su provocativo coño. Ni porque me dispuse a únicamente dar ese pequeño castigo sin ningún tipo de juego.

Supongo que está bien. Sé que tendré más oportunidades con ella.

La puerta se abre y un hombre ligeramente canoso y rubio, está frente a nosotras.

—Hija.

Ella le da un rápido beso en la mejilla.

—Padre.

Y sonríe.

No entiendo como puede ser tan impersonal esta relación de familia… Pero por lo que veo es una familia disfuncional. No sé que otros secretos guarde Yulia, pero se nota que esto es lo mejor que pueden hacer para demostrar que siguen siendo una familia.

El hombre me ve y me dice:

—Mucho gusto. Soy Oleg Volkov.

Yo aprieto su mano.

—Soy Elena Katina. Encantada.

Él sonríe.

—¿Katina?... ¿La pequeña Elena Katina? Qué sorpresa…

Esperen… ¿Qué?

—Señor… ¿Tío Oleg?... Lo recuerdo.

Veo a Yulia confundida.

—Jeje… Yulia, este hombre visitaba mucho a mi padre. Vivían en el mismo vecindario. Ayudó a mi padre a enseñarme a leer, escribir, sumar y restar de mejor forma cuando tenía como 6 años… Luego se mudó con su familia a otro lugar, y no lo vi más.

Él dice:

—Me mudé porque mi esposa aparentemente tendría otro bebé… Aquí presente.

Y la señala.

Yulia lo mira extrañada.

—¿Tú enseñaste a mi maestra?

Él le dice orgulloso:

—Sí. Y a mucha gente más, solo que no creí volver a verla convertida en una mujer.

Yo río de manera educada y digo:

—Ha hecho una muy excelente hija, señor.

Él aumenta su postura, más erguido. Sin duda podrá ser impersonal el 50% del tiempo, pero se nota su orgullo por su hija. Creo que obtener su simpatía no será problemas.

—¿Y qué tan mal va Yulia?

Dice bromeando, a lo que respondo.

—Terrible. Estoy segura de que tendré que mandarla directo a la universidad, ha sacado de lo común la línea límite de mis buenas expectativas como docente.

En eso una mujer, muy bien arreglada aunque de la misma edad del señor, aparece.

—Vaya… ¿Qué tal? Estupendo.

Yulia se encoge y retrocede un paso. La ve con una sonrisa muy pequeña.

Yo extiendo mi mano.

—Mucho gusto, señora. Soy Elena Katina, y vengo hablar de su hija.

Ella me ve por encima del hombro.

—Nada malo, espero… Soy Larissa.

Esto no se ve muy bien…
—No. Nada malo. Ella es una chica muy brillante. Eso vengo a discutirles.

Ella recobra su brillante mirar y me dice:

—Ha llegado en buena hora. Quédese a almorzar. Yulia, haz el favor de ir a tu habitación y cámbiate. Sé decente.

Sé que es su madre… Pero no me gusta su tono. Yulia asiente, aunque frunciendo un poco el ceño, y va por las escaleras, que sube a toda prisa… No la culpo, yo siendo ella contestaría algo, pero parece que es demasiado educada.

Oh, Yulia… Creo que eres mucho mejor de lo que esperaba, como para ser tan dulce a pesar de tan duros comienzos.

Respondo educadamente:

—Será un placer, señora.





No entiendo porque Larissa tiene que ser tan HDP!!! Bien... Iré a ducharme y ya les subo otro capítulo

Aquí esperamos pacientemente