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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/8/2024, 7:37 pm

27.Cosas inexplicables

Dicen que en la vida ocurren cosas inexplicables. El hecho de que la castaña se hubiese enamorado de Yulia formaba parte de la lista. No había modo alguno de entender cómo había terminado inmersa en una situación tan descabellada. Cuando llegó a Rusia jamás lo habría imaginado.

Y ahora la necesitaba. Los seres humanos se aferran con fuerza y facilidad a otras personas. Cuesta mucho más olvidarlas que quererlas. Sam tenía una idea clara que palpitaba en su mente: no deseaba olvidar a Yulia. Por mucho que todo le indicase que era lo que debía hacer. Ella se marcharía en unos días y estarían separadas, no podrían verse durante largas temporadas, y hasta la fecha Yulia la odiaba. Había descubierto que ella no era un príncipe azul, a diferencia de Sam, que acababa de descubrir que ella sí era su princesa.

La observó desde lejos. Estaba sentada sobre la fina hierba del claro del bosque, apoyada sobre el tronco de un árbol. Reía. Cuando reía estaba guapa, porque sus facciones se suavizaban. Sam siempre sentía ganas de acariciar sus rosadas mejillas…

Se sobresaltó cuando Sven le dio una brusca palmada en la espalda.

—No te desanimes, Sister. El plan sigue en pie — le dijo, sonriéndole.

Sam le devolvió la sonrisa, agradecida. Empezaba a entender que existían ciertas personas que a veces hacían favores sin esperar recibir nada a cambio. Le extrañaba esa actitud, pero con el paso del tiempo había ido asimilándola.

Las horas se le antojaban lentas y misteriosamente densas, como si el tiempo se hubiese materializado en un enorme pastel de chocolate tan empalagoso que era imposible de comer. Yulia no parecía reparar en su actitud y danzaba alegremente de un lado a otro, seguida de cerca por su hermano (y guardaespaldas temporal).

—¿Por qué demonios me persigues, Leo? ¡Largo! — le gritó. Empezaba a molestarse. Leo se encogió de hombros.

—Eres mi hermana… Me gusta estar… contigo.

—¡Vamos!, pero ¿qué te ocurre? Estás muy raro, en serio — Se cruzó de brazos y le inspeccionó de los pies a la cabeza como si con ello fuese a descubrir el secreto que guardaba — Desaparece, no pienso repetírtelo.

Leo ignoró todas sus súplicas y continuó pegado a ella como un buen mejillón. Estaba cumpliendo una misión. Sam quiso aplaudirle, pero hubiese sido algo poco discreto. Elena parecía contenta tras saber que ellas estaban peleadas y pasaba el rato contándole su aburrida vida a una paciente Yulia.

—Tómatelo con calma — le aconsejó Gorth, cuando pasó por su lado y advirtió que Sam comenzaba a desesperarse.

La tailandesa asintió, no muy convencida. Elena tenía complejo de pulpo y arrastraba sus tentáculos hasta terminar tocando siempre a Yulia. A Sam le importaba poco que Elena solo le rozase el hombro o la agarrase de la cintura, sencillamente no quería que tocase ni un solo pelo de su cabeza. Respiró hondo. Quizá el submarino de marihuana que habían montado en la tienda horas atrás le había dejado tonta de por vida. Esperaba que las secuelas fuesen reparables.

Finalmente, decidió acercarse hasta donde Yulia se encontraba. Y se quedó allí, muy quieta, escuchando a Elena y mirando a Leo de reojo.

—… Lo que intento decir es que está demostrado que un niño que crece con falta de afecto siempre tendrá problemas. Ningún psicólogo puede reparar el pasado de las personas; las vivencias dejan huellas que no pueden ser borradas. Sería fantástico que la ciencia avanzara lo suficiente como para hacer que los humanos olvidasen partes desagradables de sus vidas, todos seríamos mucho más felices.

Sam parpadeó confundida y miró fijamente a Elena. Esta permanecía seria y serenoa. La tailandesa estalló en una sonora carcajada y le señaló con el dedo índice.

—¿Esta conversación es real? — Sam miró a su alrededor, casi esperando encontrar una cámara oculta en el recoveco de algún árbol. Estaba segura de que se trataba de una broma televisiva o algo por el estilo. Elena no podía estar martirizando a la pobre Yulia con sus traumas infantiles en plena acampada. Aquello era demasiado. Leo rió con gesto lelo.

—No sé, yo hace media hora que he dejado de escucharle… — opinó, distraído.

—No me extraña. Yo también voy a fingir que me he quedado sorda, es el único modo de sobrevivir mientras ella esté cerca — explicó, señalando a una enfadada Lena.

Yulia intentó no reír. Odiaba que las palabras de Sam le hiciesen gracia, pero no podía dejar de admitir que las conversaciones de su amiga conseguían adormirla de una forma extraña. Se propuso gritarle a Sam que tuviese un poco más de respeto, pero cuando abrió la boca no pudo evitar que una brusca carcajada reemplazase sus palabras. De modo que Elena se marchó de allí enfurecida y se internó entre los frondosos árboles que bordeaban el claro. Sam le señaló divertida.

—¡Eso, corre, a ver si encuentras un oso y haces nuevos amigos!

Yulia agradeció que Elena ya estuviese lo suficientemente lejos como para no escucharle. Le propinó un manotazo a Sam.

—¡No seas tan cruel!

—¡Pero si tú también te has reído! —le recordó.

—Yo… necesito otro porrito… —confesó Leo, antes de desaparecer y dejarles a solas.

Se miraron fijamente durante unos instantes eternos. Yulia no sabía si debía reír o llorar, tenía serias dudas al respecto. Esperó pacientemente hasta que Sam se dignó decir algo.

—¿Ahora ya podemos hablar? —preguntó insegura.

Yulia no contestó con palabras, pero asintió despacio con la cabeza. Sam alargó la mano, casi temblando, hasta que encontró sus dedos pequeños y los enroscó lentamente entre los suyos. Yulia tenía la piel muy fría, y sonrió tímidamente. La castaña se armó de valor para dar un paso tras otro, tirando suavemente de Yulia, hasta llegar a la tienda de Leo. Descorrió la cremallera y le indicó que entrase.

Se acomodaron sobre las esterillas y algunas mantas arrugadas. A pesar de que cada una se había sentado en un extremo, gracias al espacio reducido de la tienda estaban muy juntas. Sam suspiró. ¿Qué tenía qué decir? Lo había olvidado. En realidad se había pasado la noche anterior memorizando un discurso bonito y extremadamente sensiblero, pero ninguna de las palabras que había planeado acudían ahora a su mente. Se había quedado en blanco.
—¿Y bien? — Yulia, cruzada de brazos y sentada al estilo indio, parecía impaciente por escuchar su discurso.

Sam respiró hondo.

—Esto… Yo creo que… —balbució— Bueno, es que yo… claro, ya sabes… ¿me entiendes, verdad? Era lo que quería decir…

—¿Qué? — La ojiazul le observó divertida. Obviamente no había entendido nada.

—¡Pues eso, Yulia! ¿Qué más quieres que te diga? Si no puedes comprenderme… Era eso… y tal… —Se miró las manos, confusa. Estaba sudando a pesar del horrible frío que hacía.

—Sam… ¿cómo quieres que te entienda si aún no has dicho nada coherente?

Alzó la vista y se perdió en el mar azul de sus ojos. Había vida en ellos.

Había transparencia. Todo estaba en su sitio, todo tenía su lugar. ¿No había dicho nada coherente? Quizá Yulia tenía razón, porque no recordaba las palabras que acaba de pronunciar, se sentía demasiado intranquila. Se asustó: podía oír incluso los latidos de su corazón. Empezaba a molestarle el tenso silencio. Cogió mucho aire de golpe.

—Yulia, ¿entiendes que… te quiero?

Más y más silencio. Ambas en un mundo paralelo, lejos de todos los demás.Yulia tragó saliva despacio y advirtió que estaba a punto de llorar.

—Sí.

—Entonces lo entiendes todo —concluyó Sam.

Sonrieron. Ella se acercó despacio hacia la morena. Alzó un dedo en lo alto y, extrañada por sus propios actos, acarició con lentitud las lágrimas que se escurrían por su rostro. Incluso llorando estaba guapa, ¿era eso posible? Probablemente influía lo que sentía por ella.

—No llores —le susurró— Llorar… está mal.

—¿Quién te ha dicho algo así? —Yulia encontró sus ojos café e intentó que no le temblase el labio inferior al hablar.

—Mi padre —contestó, hablando muy bajito— No hay que llorar, ¿por qué lo haces?

Yulia respiró hondo. Tenía mocos y agradeció que Sam se sacase un pañuelo limpio del bolsillo y le limpiase con delicadeza.

—¿No te da asco? —preguntó ella.

—Un poquito —Ella le sonrió— Pero después de mis propios mocos, los tuyos son los que menos asco me dan del mundo.

—Oh, ¡qué bonito, Sam!

Yulia le abrazó entre risas. Comenzó a llorar con más intensidad. Procuró no caer hacia atrás, dado que Yulia se había tirado sobre ella con todas sus fuerzas, y ahora su piernas rodeaban la cintura de Sam y ya no había espacio entre las dos siquiera para respirar. Cerró los ojos, con el rostro escondido entre sus cabellos, y durante unos segundos creyó encontrarse en medio del océano, al vaivén de las olas relajantes. Despertó de aquel trance al escuchar de nuevo los sollozos de Yulia.

—Pero ¿por qué lloras?

—Porque tengo miedo.

—¿De qué tienes miedo? —preguntó, y besó con ternura su cuello.

—De ti.

Sam sintió un pequeño escalofrío recorrer todo su cuerpo.

—Yo… no te haré daño.

—Eso dicen todas.

Yulia se separó un poco de ella, rompiendo aquel abrazo, para poder mirarle fijamente.

—Si engañaste a esa otra chica, ¿por qué no harías lo mismo conmigo?

—Porque no eres ella.

—¿Eso es todo?

—El todo lo eres tú, Yulia.

Cerró los ojos y se calmó cuando los labios de ella rozaron despacio los suyos. Aguantó las ganas de sonreír para poder sentir plenamente el contacto de aquel beso. Yulia besó después la punta de su nariz, sus mejillas, la frente y bajó por la barbilla hasta saborear delicadamente uno de sus hombros. Sam se estremeció y la abrazó más fuerte. Temía hacerle daño, temía presionar demasiado su cintura. Se concentró en escuchar la acelerada respiración de Yulia. Empezaba a sentir que no podría quedarse quieta como una roca durante mucho más tiempo, así que acogió el rostro de Yulia entre las manos y la obligó a mirarle.

—Esta noche dormiré contigo —le dijo, sonriéndole.

—¿Esta noche? — Sam torció el gesto— ¿Por qué no ahora?

—Son las dos del mediodía — Yulia ojeó confusa su reloj.

—Podemos dormir… la siesta.

No le dio tiempo a responder. Sam la tumbó sobre las mantas y cogió una de ellas, tapándolas a las dos. La abrazó y apoyó la cabeza en su pecho. Tiritó.

—Yulia, tengo frío.

—Eres como un bebé.


Yulia rió y le frotó con una mano la espalda, infundiéndole calor. Sam sonrió agradecida ante sus mimos. Advirtió el resultado de la charla y su corazón palpitó alegre. Estaba perdonada.


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Mensaje por Fati20 2/8/2024, 8:39 pm

Pobre lenita bebé me la maltratan mucho. Qué bueno que julia la perdono la verdad Sam no le ha hecho nada y esta brava por algo q podría pasar en el futuro O.o y con esos hermosos ojitos picaros q tiene quien no se derrite. Saludos cariño de mi corazón feliz noche 😘😘😘I love youI love youI love you
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por LeaAgronsky 2/10/2024, 12:41 am

Sam de Erika ir al grano de una vez y decirle a yulia que se mudé con ella o viceversa y punto. Que posibilidades ay de que publiques una historia de Sam y mon? Gracias
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/10/2024, 2:19 pm

28.Yulia y Sam

Escuchaba la voz de Yulia lejana, como si ella se encontrara en un mundo paralelo. Sonrió tontamente.

—¿No me has oído? ¡Son las seis de la tarde!

Se hizo un ovillo bajo las mantas y, cuando la encontró junto a ella, se abrazó a su cuerpo como si la vida le fuese en ello. Yulia le dio un manotazo en el hombro y le sacudió con fuerza.

—¿Piensas levantarte algún día o tengo que llamar a la grúa?

Sam parpadeó repetidamente antes de conseguir abrir los ojos. Bostezó. Se incorporó despacio y ojeó el interior de la tienda de campaña. Ya había anochecido, la oscuridad lo invadía todo. Le dirigió a Yulia una mirada afilada.

—Gracias por romper el supuesto despertar romántico.

—¡Vamos, Sam! Llevo diez minutos rogándote que despiertes de una vez por todas.

—¡Pero podría haber sido diferente! — Alzó las manos, consternada — En vez de pegarme, que me hubieses traído la merienda en una bandeja quizá habría sido una buena idea.

—¿Me has confundido con una de tus sirvientas o qué?

Sam chasqueó la lengua, molesta. Se miró a sí misma, tendida sobre las mantas, con los codos ligeramente apoyados en el suelo y el torso erguido. Movió un poco los pies, de lado a lado.

—Yulia, no quiero alarmarte… pero lo mejor será que dejemos la discusión para otro momento.

—¿Qué te pasa ahora? — bufó.

—Se me han dormido las piernas —La miró apenada, dedicándole un gracioso puchero.

Yulia rió con ganas.

—Puede que sea porque me he dormido encima de ti —Sacudió una mano frente a su rostro, quitándole importancia al asunto— Se te pasará en unos minutos.

Sam frunció el ceño y se estremeció cuando empezó a notar un leve cosquilleo ascendiendo por las piernas.

—¿Es que no había sitio en la tienda y tenías que dormir sobre mi cuerpo?

—Tenía frío — Yulia se encogió de hombros.

—Yo también tenía frío, pero no por ello he intentado aplastarte.

La morena sonrió tímidamente mientras el rostro de Sam se contorsionaba en extrañas muecas a cual más ridícula a causa del electrizante cosquilleo que se adueñaba de sus extremidades inferiores. Le apartó sin excesiva delicadeza algunos mechones que le caían alborotados por la frente y le dio un beso en la nariz.

—Eres una tonta.

—Qué halagadora, cariño.

Yulia abrió mucho la boca y le señaló con el dedo índice. Sam dobló las rodillas, ya casi no tenía las piernas dormidas.

—¡Me has llamado cariño! — explotó la joven.

—¿Qué? — Sam la miró sin comprender— No, claro que no.

—¡Acabas de decirlo!

—Lo habrás soñado.

Yulia se hizo a un lado, escaló por el cuerpo de la castaña y se sentó sin reparos sobre sus piernas. Le pellizcó las mejillas mientras una pícara sonrisa curvaba sus labios.

—¿Te da vergüenza? No tiene nada de malo.

Sam se señaló las piernas, sobre las que ella continuaba acomodada.

—No has tenido suficiente con echarte la siesta encima de mí, ¿verdad?

—Ahora no cambies de tema —Acogió el rostro de Sam entre sus pequeñas manos — ¡Me has llamado cariño! — repitió, emocionada.

Sam tragó saliva despacio. Sí, era cierto. Lo había dicho sin pensar, pero jamás lo reconocería en voz alta. Al menos no delante de ella. Negó con la cabeza, sin dar su brazo a torcer. Intentó encontrar algún asunto importante que le hiciese olvidar el percance.

—¿Y qué haremos con… lo nuestro? — Preguntó, casi en susurros — Yo me iré en apenas dos días.

—Podremos vernos durante las vacaciones — meditó Yulia — Y quizá algún fin de semana si encontramos vuelos baratos de última hora.

Sam volvió a tragar saliva despacio. La abrazó. Rodeó con sus manos la cintura de Yulia y se pegó a ella todo lo que pudo. Intentó imaginar cómo serían sus días sin oler su cabello, sin verla reír, sin observar cómo fruncía el ceño cuando se enfadaba, sin gritarle ni insultarle…

—¿Me llamarás todos los días? — preguntó, y le dirigió una mirada suplicante. A ella comenzó a temblarle el labio inferior, y Sam advirtió que se avecinaba otra cascada de lágrimas— No llores otra vez, por favor.

—¡No estoy llorando! — gimoteó Yulia, mientras algunas lágrimas ya se derramaban por sus mejillas.

Ella aguantó las ganas de reírse.

—Vamos a estar juntas — le susurró al oído. Yulia se calmó poco a poco, con el rostro escondido en su pecho— No importa la distancia; así, cuando nos veamos, tendremos más ganas de intentar matarnos la una y la otra —Sonrió al oír que ella empezaba a reír— seguro que todo saldrá bien.

Yulia no quería pensar durante mucho tiempo en esa fatídica despedida. Decidieron pasar el resto de la tarde con el grupo de amigos, olvidando así sus próximos problemas. Cuando la humedad aumentó y el frío se tornó más punzante, encendieron una hoguera y se acomodaron alrededor. Y conforme las horas fueron pasando, ambas se quedaron a solas con Katya y Olga. Los demás ya estaban durmiendo; desgraciadamente ellas habían dormido una siesta demasiado larga como para volver a conciliar el sueño.

—Chicas, creo que nosotras nos vamos ya a descansar — comentó Olga. Se levantó y Katya también la imitó, mientras bostezaba.

—Dulces sueños — murmuró Yulia.

Sam se acercó sigiloso a Yulia para susurrarle al oído.

—Dudo que la palabra «dulce» forme parte del vocabulario de Olga. Es probable que no te haya entendido.

Ella le apartó dándole un pequeño empujón. Olga le dirigió una mirada asesina a Sam antes de echar a andar hacia su tienda de campaña. Entonces la castaña recordó algo y llamó a Katya. Esta se acercó de nuevo a la hoguera.

—¿Qué pasa?

—Leo está solo… en su tienda… —le informó Sam. Sus ojos cafés brillaban malévolos bajo la fantasmagórica luz de las llamas.

—¿Qué importa…? No tengo ninguna oportunidad — replicó Katya con fastidio.
—¡Claro que sí! Le gustas, me lo ha dicho hoy… un pajarito — dijo Sam, y tanto Yulia como Katya sonrieron emocionadas.

—¿En serio?

—Totalmente — Sam se llevó una mano al pecho, como si al señalarse el corazón sellase una especie de juramento.

Katya se encaminó a paso rápido hacia la tienda de Leo, nerviosa y tambaleándose de vez en cuando. Yulia y Sam se quedaron a solas.

—¿Cómo es posible que mi hermano te lo dijese a ti antes que a mí?

—Leo me adora, Yulia. Acéptalo.

Se ganó un segundo empujón. Tras un inofensivo forcejeo acompañado de algunas risas, Yulia se levantó y le tendió una mano, instándole a que élla también lo hiciese.

—Quiero enseñarte algo.

—¿Ahora? — Sam frunció el ceño.

—Sí —Sonrió— Seguro que te gusta. Sígueme.

Yulia se internó entre los frondosos árboles, y Sam, sin saber muy bien qué hacer, accedió a seguir sus pasos. Le asustaba que pudiesen perderse o, peor aún, que se topasen con algún animal peligroso. La ojiazul apenas se giraba y se movía con agilidad sorteando los arbustos y las rocas que entorpecían el camino. A Sam le costaba algo más coger el ritmo, no estaba familiarizada con los espacios naturales abiertos.

Tenía ganas de estar con Yulia alrededor de la hoguera que habían dejado atrás. Era un fastidio que las chicas siempre terminasen arruinando sutilmente todos los momentos que el género femenino calificaba de «románticos» y ella era una chica. Para Sam, caminar por el bosque a media noche no era nada «romántico», tropezar con piedras una vez tras otra no era «romántico» y mancharse sus zapatos italianos de barro tampoco era algo «romántico».

Se sentía cansada, y se disponía a abrir la boca para empezar a protestar cuando Yulia se giró hacia ella con una enorme sonrisa en medio de la noche y le indicó que acababan de llegar. Apartó con una de sus pequeñas manos los arbustos que se extendían frente a ellas, mostrándole así el hermoso paisaje que se dibujaba ante sus ojos.

Las estrellas brillaban intensamente como si un millar de faros iluminasen las rutas del cielo. La montaña donde ellas se encontraban parecía haber sido cortada por la mitad, de un modo limpio, dando pie a un vertiginoso acantilado que se recortaba entre la vegetación del lugar. Sam sonrió tontamente.

—¿Esto no será una trampa para matarme y quedarte con mi seguro de vida, verdad? Recuerda que aún no estamos casadas.

—Va, tonta, siéntate conmigo — pidió ella, que se acomodó en el suelo y extendió los brazos. Sam se dejó caer delante de Yulia y ella le abrazó por detrás con suavidad— ¿Ves? Te dije que te gustaría.

—No me gusta —Arrugó la nariz.

—Mientes.

—Vale, solo me gusta un poquitín —Sam se relajó y consiguió sonreír. Si alzaba la cabeza, Yulia apoyaba la barbilla entre su pelo, y ella podía contar las estrellas perfectamente desde esa posición.

Recordó la primera vez que la besó de verdad, en medio de aquella horrible discoteca repleta de luces y ruido. También aquel día había contado las estrellas, en el parking, cuando no sabía qué más hacer o decir. Y le había sobrado cualquier palabra; se sentía bien así, en silencio, a su lado. Se marcharía a otro continente dos días después; aun así no tenía nada que decir. Suponía que en su relación con Yulia siempre habían sobrado las palabras; solo las usaban para humillarse e insultarse, y en los buenos momentos dejaban paso al silencio, como si les abrigase y les meciese en un vals tranquilo.

—Me gusta este sitio —admitió Sam.

—Y a mí también —Yulia respiró hondo y su aliento le hizo cosquillas a Sam en la nuca— Esta es la segunda vez que vengo a este lugar. La primera vez fue hace dos años, durante una de las acampadas que hacemos cada Navidad. También era de noche y no conseguía dormirme, así que salí de mi tienda y comencé a caminar hasta llegar a este acantilado.

Sam se giró sorprendida.

—Tú no temes morir, ¿verdad?

—Chist, déjame terminar —pidió ella— La cuestión es que ese día me sentía triste y sola, y me preguntaba si algún día lograría encontrar a mi alma gemela. Me prometí a mí misma que si lo lograba le traería a este sitio.

—Oooh —Sam la miró con ternura, pero no pudo evitar reír. Yulia frunció el ceño y ella le dio un beso en la frente— No te enfades, es la historia más bonita que jamás he vivido: la nuestra.

Yulia sonrió y le pidió a Sam que se pusiera de pie.

—Pero aún hay más —le dijo— Quiero enseñarte otra cosa.

Yulia se encaminó hacia el árbol más cercano e inspeccionó su corteza. Sam la observó preguntándose qué estaría buscando.

—¡Aquí está! — Gritó ella, y frotó con la manga de su chaqueta una zona del tronco— Acércate, Sam.

Sam distinguió unas letras talladas en el árbol, que decían: «Yulia y».

—Cuando lo escribí no había nadie que me complementase, no encontré ningún nombre que pudiese acompañar al mío. —Sonrió— Pero ahora sí.

Yulia le dio a Sam una piedra y ella comenzó a rasgar la corteza de madera con la punta, en silencio. Ella contempló satisfecha cómo el nombre de Sam se iba dibujando lentamente bajo el suyo. Cuando ella terminó, se giró y la besó.

—Me ha gustado mucho… venir aquí contigo —le susurró al oído.

—Lo sé.

Y cogidas de la mano caminaron por el bosque y regresaron a la zona de acampada. Durmieron juntas, con la certeza de que solo les quedaban dos noches más por delante y a sabiendas de que el tiempo no se detiene nunca.

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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por Fati20 2/10/2024, 2:34 pm

Feliz sábado cariño!!! Qué capitulo más romántico me gusto y bueno quien no quiere sentarse sobre el cuerpo de Sam 🤔 todos queremos. Ojalá puedas subir más 😘😘I love youI love you
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/11/2024, 10:04 am

29.Baile de hielo

A la mañana siguiente, cuando todos despertaron, recogieron las tiendas y las demás pertenencias y comenzaron a caminar siguiendo la ruta que les llevaría hacia el conocido destino. Todos estaban más tranquilos, y apenas surgieron percances entre bostezos y caras de sueño.

Sam estaba molesta. Subir y bajar montañas en pleno invierno y a primera hora de la mañana no era una de sus aficiones. Estaba a punto de quejarse cuando, tras salir de las inmediaciones del bosque, de pronto descubrió el nuevo reto al que debería enfrentarse.

Un enorme lago congelado se extendía entre las altas montañas que lo rodeaban. El aire gélido silbaba con fuerza, escurriéndose después entre los árboles que dejaban atrás. Los chicos aplaudieron animados y gritaron manifestando su alegría, a excepción de Sam.

—Todos vamos a morir — presagió.

Yulia le cogió del brazo para darle fuerzas y lo sacudió, feliz, quitándole importancia a sus palabras.

—No te preocupes, tonta. Seguro que lo pasamos genial.

—No vuelvas a llamarme tonta — Sam alzó un dedo en alto a modo de advertencia.

—Vale, intentaré no hacerlo a menos que me sirvas la oportunidad en bandeja — Yulia rió.

Se habían quedado algo rezagadas del resto del grupo, que ahora corría hacia la inmensa superficie de hielo. Una lámina de plata, a lo lejos. Sam admitió en silencio que al menos era un paisaje bonito; el vacío y la sencillez a veces eran suficiente. El hielo brillaba bajo la luz del sol casi imperceptible. A ella le gustaban las cosas que relucían, como el oro o los diamantes; era un símbolo de fortuna y prestigio.

—¡Venga, vamos con los demás!

—Bien, pero solo porque quiero ver el lago un poco más de cerca — puntualizó ella.

Comenzaron a caminar hacia allí. Parecía que todo se deshacía a su alrededor, como si los colores se deslizaran al reflejarse en la superficie helada.

Sam analizó rápidamente a los presentes: Leo y farruco saltaban con todas sus fuerzas sobre el hielo como si se hubieran propuesto romper la superficie, caer al agua y morir lentamente congelados.

—¿Qué intentan hacer? — le preguntó a Yulia, temerosa.

—¿Sinceramente? No tengo ni idea, pero prefiero no averiguarlo.

Otros jugaban a deslizarse por el hielo, y los demás se lanzaban bolas de la nieve blanda que quedaba alrededor. Hacía muchísimo frío, pero Sam se esforzó por encontrar la parte positiva de todo aquello: el frío era bueno para la piel.

—Vamos, Sam.

La thaí negó con la cabeza.

—No quiero saltar sobre el hielo, ni que me tiren bolas de nieve a la cabeza… ni nada de eso — añadió, señalando a Esko, que acababa de tumbarse sobre la superficie helada como si aquello fuese lo más normal. Ni siquiera llevaban el equipo térmico adecuado.

—Vale, lo entiendo — Yulia le sonrió con dulzura y luego le tendió la mano con la esperanza de que aceptase su ofrecimiento — Pero… ¿qué te parece si me concedes un baile sobre el hielo? Siempre he querido hacerlo.

Sam se debatió entonces entre seguir su instinto de supervivencia y huir de allí o lograr que una ilusión de Yulia se cumpliese. Lentamente, casi con miedo, acercó su mano hacia la de ella, rozó sus dedos, notó el tacto frío y finalmente supo que a esas alturas poco o nada podría negarle a Yulia. Porque era lo más diferente a ella y al mismo tiempo lo más cercano y bonito que jamás había tenido.

Dieron unos pasos hasta que sus pies tocaron el hielo. No estaba tan mal, no era tan horrible; a menos que recordase que bajo aquella superficie había un montón de agua helada que ansiaba ahogarle. Sacudió la cabeza y se propuso no pensar más en ello y dejar atrás sus miedos.

Una vez se alejaron de la orilla, Yulia apoyó la cabeza en su hombro y le rodeó el cuello con un brazo.

—¿Bailamos? — le preguntó en un susurro — Tú imagina que la música de un piano suena de fondo, una melodía lenta.

Sam asintió y comenzó a moverse despacio, balanceándose a un lado y otro. Recordó una canción de George Winston que le gustaba, «Invierno», y se dejó llevar por las imaginarias notas del piano. Sus pies se deslizaban por el hielo cada vez con más valentía, se alegró de estar allí y haberse atrevido a concederle aquel extraño baile, y como toda respuesta la abrazó con fuerza.

Yulia seguía sus movimientos en silencio. En realidad nunca había sabido bailar ni tenía intención de aprender a hacerlo. Pero tiempo atrás había leído un libro que relataba una bonita historia de amor imposible y se dijo que algún día ella también viviría esa experiencia y bailaría sobre un lago congelado como hacían los protagonistas de aquella novela.

Pero ahora Yulia temía que el final de su propia historia no fuera tan feliz e idílico como solía ser el de los libros de amor. Recordó que les quedaban apenas unos días que compartir y se contuvo para no llorar. Pensó en el tiempo que habían malgastado discutiendo y odiándose, y luego admitió que quizá gracias a todo aquello ahora estaban juntas. Todo había sido muy intenso desde el día que Sam llegó al aeropuerto, tanto los buenos como los malos momentos.

—Te vas a ir — le dijo.

Sam se apartó un poco de ella para poder ver su rostro. No lloraba, pero tenía los ojos acuosos. A ella también le dolía marcharse, aunque no lo demostrara del mismo modo que Yulia.

—Ya lo sé, nos queda poco tiempo — contestó — Pero anoche estuve pensando… en algo que quizá podríamos hacer.

—¿A qué te refieres?

—Una lista — Sam siguió moviéndose de un lado a otro, despacio, mientras hablaba — Cada una podría escribir en un papel todas las cosas que le gustaría que hiciésemos juntas y durante los días que nos quedan intentar cumplir la mayoría de esos deseos, ¿qué te parece?

—Es una idea perfecta, Sam.

Se puso de puntillas y la besó.

—¡Pero apenas nos queda tiempo! — se quejó — Aunque podríamos irnos ya, nosotras dos solas — Miró a su alrededor — Seguramente los demás querrán pasar aquí el resto del día, como todos los años.

Sam la sujetó por los hombros y la miró fijamente.

—Marcharnos ya de aquí sería mi mejor regalo de Navidad y algo que te agradecería el resto de vida.

Yulia se esforzó por no reír, aunque debía de haber supuesto que para Sam la idea de irse sería un regalo caído del cielo. La cogió de la mano y fueron a despedirse de los demás.


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Hola nenas, cómo están? Bien, hoy se termina esta historia así que pendientes en el transcurso del día ☺😘
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por Fati20 2/11/2024, 11:08 am

Hola cariño buenos días y feliz domingo 😊. Wow ya hoy termina bueno vamos a ver como las chicas solucionaran la distancia qué aunque parezca algo de menos si es algo tremendo pero Sam es super millonaria eso ayuda mucho. Espero tengan un final feliz
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/11/2024, 12:30 pm

30.Lista de deseos

Cuando llegaron a casa, Sam estaba a punto de sufrir un infarto. Solo habían hecho dos descansos durante todo el trayecto, tenía un hambre voraz, puesto que habían olvidado coger los bocadillos que Leo llevaba en su mochila, y el esfuerzo de las horas de caminata había sido mortal para ella, que no estaba acostumbrada a caminar a ese ritmo.

Mientras Yulia abría la puerta, Sam se llevó una mano al cuello para tomarse las pulsaciones.

—Francamente, no sé si me quedan fuerzas siquiera para escribir mí lista.

Tras entrar, encontraron a la señora Volkova en la cocina preparando la comida.

—Pensé que llegaríais por la noche o mañana — Le sacudió el pelo a Sam con cariño — Qué alegría teneros aquí de vuelta; a propósito, ¿dónde está Leo?

—Él se ha quedado con los demás en el lago, nosotras hemos decidido volver antes.

—Ah, ¿os ha pasado algo?, ¿habéis vuelto a discutir?

—Mamá, será mejor que no hagas más preguntas — Yulia sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—¿Os preparo algo de comer entonces?

—Sí.

—No — le contradijo Sam — tenemos planes, comeremos fuera.

Sam cogió a Yulia del brazo y la guio hasta el piso de arriba.

—¿Qué pasa?

—Nada. Nos vamos a comer a un buen restaurante, es mi primer deseo de la lista — dijo — cámbiate de ropa y coge papel y lápiz. Tienes cinco minutos — añadió antes de entrar en su habitación y cerrar la puerta.

Yulia se sentó sobre la cama y después se dejó caer hacia atrás. Iban a ser dos días intensos. Había muchísimas cosas que quería hacer con Sam, y su mente comenzaba a divagar pensando en los futuros deseos que escribiría en su lista.

Yulia cerró la puerta de su habitación con cuidado, abrió el armario y comenzó a pensar en qué ropa ponerse; al fondo, bajo una sudadera, vio el regalo de Sam y recordó que tras la discusión ocurrida durante el día de Navidad no habían llegado a intercambiar sus regalos.

Comenzó a dar pequeños saltitos por la habitación intentando subirse los vaqueros, que parecían haber encogido después del último lavado. Cuando estuvo completamente lista respiró hondo intentando no pensar demasiado en los rápidos acontecimientos de aquellos días, que habían dado un giro inesperado a su vida rutinaria.

Finalmente salió de la habitación; Sam estaba esperándola apoyada en la barandilla de la escalera con una pose elegante que le caracterizaba a la perfección.

—¿Dónde quieres ir a comer?

—Ya lo verás — Sonrió — He llamado a un taxi, nos está esperando en la puerta.

Media hora más tarde, cuando bajaron del taxi, Yulia reconoció la fachada del lugar; era un carísimo restaurante japonés, el más famoso de la zona. Sam la cogió de la mano con firmeza y entró en el establecimiento. Tras el mostrador de recepción había dos mujeres que vestían elegantes túnicas de seda con dibujos florales de estilo tradicional. Sin pensárselo ni un segundo Sam dejó caer su abrigo sobre las manos de una de las mujeres, y esta le sonrió como si estuviera agradecida por el hecho de poder servirles.

—Yulia, vamos, dale tu abrigo.

—Ah, sí, sí, claro…

Sintiéndose sumamente extraña logró quitarse el abrigo y entregárselo a la señora sonriente, después esta se inclinó ligeramente a modo de reverencia y se dirigió hacia el guardarropa. La otra mujer abandonó el mostrador y les condujo lentamente por el restaurante hasta una de las mesas e incluso apartó ella misma las sillas donde debían sentarse, por si Sam estaba demasiado cansada para realizar una hazaña de tal calibre.

Sonaba una melodía suave de fondo y se oía agua caer, como si en algún rincón del restaurante hubiese una fuente. Yulia se sentía fuera de lugar, contrariamente a Sam, que se mostraba entusiasmada mientras observaba la curiosa decoración del establecimiento y poco después hojeaba la carta.

—¿Conocías este lugar? — preguntó la morena.

—No, lo busqué por internet con el móvil. — Cruzó las manos sobre la mesa con elegancia — ¿Has cogido papel y lápiz?

Yulia asintió y buscó en su bolso mientras Sam le explicaba lo que harían a continuación.

—Cada una hará una lista de cinco cosas — dijo — pero ninguna mirará la lista de la otra; así, cuando se decida el siguiente plan, será una sorpresa.

—Me parece bien.

La camarera les interrumpió preguntándoles si ya habían decidido qué querían pedir. Ambas estuvieron de acuerdo en escoger un menú variado para dos. Cuando la mujer les retiró las cartas y se alejó de la mesa, Yulia le dio a Sam uno de los papeles que había llevado y ambas se centraron en redactar sus respectivas listas.

Yulia quería que Sam probase cosas nuevas (y rutinarias para el resto de los mortales), que abriese su mente ante el mundo real y dejase de cerrarse puertas. Estaba segura de que disfrutaría todos esos momentos simples que habitualmente despreciaba sin siquiera molestarse en saber cómo eran. Por el contrario, Sam deseaba que Yulia escapase de su monótono mundo y descubriese detalles del suyo.

Ella fue la primera en terminar la lista, a pesar de que Sam tenía menos que escribir, puesto que ya había gastado uno de sus deseos al llevarla a ese lujoso restaurante.


—Esto va a ser interesante… — comentó la thaí tras acabar y comenzar a doblar el papel por la mitad.

—¡Ya lo creo! — Yulia le miró traviesa.

Los ojos de Sam se convirtieron en dos pequeñas rendijas.

—No eres de fiar — sentenció — eres consciente de que ya no nos odiamos, ¿verdad? Espero que hayas tenido en cuenta ese detalle mientras escribías la lista.

—Lo mismo digo — concluyó ella.

Poco después les sirvieron el menú para dos y ambas comieron en silencio, retándose con la mirada. Sam sabía que Yulia no se lo pondría nada fácil.

—¿Y cuál será tu primer deseo?

—Hum… va a ser muy refrescante — contestó Yulia esbozando una leve sonrisa.

Yulia le había pedido que esperara apoyada en uno de los árboles que se encontraban tras la casa de los vecinos, en el jardín. Llevaba más de diez minutos en silencio, sola, ansiosa por descubrir el primer deseo de Yulia. Eran las cuatro de la tarde, y Sam no cesaba de mirar su reloj y advertir lo rápido que pasaba el tiempo.

Estaba concentrada en los perfectos movimientos de las agujas del reloj cuando de pronto algo voló a lo lejos, terminó chocando contra el tronco del árbol donde estaba apoyada y una lluvia suave pareció caer sobre su cabeza, mojándole el pelo. Acababan de atacarle lanzándole un globo de agua.

Sam se contuvo para no gritar. Yulia apareció portando en la mano un cubo repleto de globos que se balanceaban de un lado a otro al compás de sus pasos. Aquello sí era una venganza, y una prueba en toda regla para Sam.

—¿Qué haces?

— ¡Una guerra de agua!

—No, no puedes hacer eso —Sam intentó esconderse tras un árbol — Eso no es un deseo, es un plan maquiavélico y despiadado. Muy propio de ti, por cierto.

—Vamos, Sam, ¡no pasa nada, solo es agua! Me apetecía hacer algo divertido contigo.

—¿Intentas decirme que habitualmente soy aburrida? — preguntó ella.

—No es eso — Yulia rió — Solo quiero que te olvides de que te vas a mojar tu preciosa ropa y te vas a despeinar… y disfrutes el momento.

Aprovechó el silencio de Sam para lanzarle otro globo, aunque falló el tiro.

—Está bien — Ella suspiró y salió de su escondite a campo abierto — Pero si esto es la guerra, que sea en igualdad de condiciones. Dame globos — exigió tendiéndole una mano.

Sam nunca había participado en una guerra de agua, pero tras superar el susto inicial, cuando los primeros globos chocaron contra ella, admitió que realmente era una actividad divertida. Dejó de importarle el frío, el hecho de estar completamente empapada… y se dedicó a correr tras la morena entre risas. Cuando gastaron todos los globos que Yulia había llevado, la ojiazul se tumbó en el suelo y Sam la miró.

—Ha sido una buena idea lo de los globos de agua — Le dirigió una mirada traviesa — Se te transparenta la camiseta, y eso me gusta.

—¡Sam! — gritó Yulia con fingida indignación; no obstante, dejó caer los brazos cruzados sobre el pecho.

Ella se tumbó a su lado, sobre el césped del jardín de la familia Volkov y lentamente le cogió de la mano, entrelazando sus dedos con los de Yulia. Se quedaron en silencio, con la vista fija en un cielo azul completamente despejado.

—Últimamente he estado pensando y he llegado a una conclusión — dijo Sam.

—¿A qué te refieres?

—Tras analizar estos últimos días aquí me he dado cuenta de que no solo me gustas tú, sino que tu familia tampoco está tan mal — Suspiró, como si pronunciar aquellas palabras fuese sumamente complicado — Tus padres siempre están en casa, con vosotros, y Leo… Bueno, Leo es simplemente Leo.

—¿Acaso tus padres no están nunca en casa?

—No demasiado, tienen cosas que hacer a todas horas —meditó—; y además viajan mucho, puesto que son importantes, no como los tuyos — puntualizó, con lo que arruinaba todo lo anteriormente dicho.

—¡Mis padres también son importantes! Lo son para mí, que es lo que finalmente cuenta.

—Lo que tú digas.

Sam bufó y se giró hacia Yulia, sonriente y dando por acabada la conversación. Le tocó la punta de la nariz con el dedo índice y después fue descendiendo, dibujando el perfil de su rostro hasta acariciar sus labios.

—¿No crees que es hora de cumplir mi siguiente deseo?

Yulia asintió en silencio; ambas se levantaron y fueron a cambiarse de ropa, pues la que llevaban no solo estaba empapada, sino también sucia de tierra y hierba.

Sam tenía muy claro que debía acostumbrarse a ciertas actividades habituales de las que Yulia disfrutaba, pero esperaba a cambio que ella también intentara valorar su modo de vida. Así pues, el siguiente deseo de Sam consistía en acudir al centro comercial y hacerle sombra a la película Pretty Woman con Yulia de protagonista principal.

—Sam, de verdad, no necesito comprarme ropa.

—Te aseguro que lo que acabas de decir es una mentira como una catedral —La miró de arriba abajo descaradamente— ¡Algún día tendrás que venir a Bangkok y visitar mi hogar!

—¿Y…?

—Pues que no podrás ir vestida como una liberal cualquiera —Suspiró— No te estoy pidiendo que cambies tu forma de vestir, te pido que amplíes tu armario y no te cierres ante nuevos horizontes — matizó, haciendo un gran esfuerzo por contenerse y no gritarle de golpe que sencillamente cuando fuese a Bangkok debería seguir un protocolo y tirar todos los trapos que solía llevar.

A Yulia le costó ceder, pero lo hizo. Al fin y al cabo, era el deseo de Sam y, si ella había soportado acabar empapada de los pies a la cabeza tras la guerra de globos, ella soportaría probarse tres o cuatro vestidos.

La tienda que Sam eligió para llevar a cabo su plan no era cualquier tienda, más bien era como un pequeño palacio repleto de prendas sofisticadas y elegantes dependientas. Cuando entraron, ella se dirigió hacia el mostrador para hablar con una de las encargadas y Yulia aprovechó el momento para ver la etiqueta de un pañuelo naranja que podría haber comprado en un mercadillo cualquiera y descubrir que su precio rondaba los doscientos euros; alarmada, soltó el pequeño trozo de tela temiendo haberlo ensuciado o haber causado algún desperfecto.

—¿Yulia? — Sam dio una vuelta sobre sí misma buscándola y cuando la encontró al otro lado de la tienda, tras una columna trenzada, se dirigió hacia ella— Les he pedido que llamen a la jefa de la tienda y que la cierren al público durante una hora, así podrás comprar tranquila.

—¿Que has hecho qué?

—Soy Sam Khun — le recordó encogiéndose de hombros y mostrándole una sonrisa de orgullo.

Yulia se sentía incómoda; le molestaba que Sam fuese a pagar todo aquello y todavía más que se tomasen tantas molestias por su presencia. Así que permaneció anclada en mitad del lugar mientras ella y las dos dependientas iban seleccionando vestidos y otras prendas y colocándolos sobre los cómodos sofás donde habitualmente esperaban los acompañantes de los clientes.

—¿A qué esperas? — Sam dejó caer un montón de ropa en sus manos y la empujó hasta el probador más cercano.

Yulia respiró hondo. Lo único bueno de todo aquello era que normalmente solía agobiarle el reducido espacio de los probadores, pero aquel era aproximadamente del tamaño de su comedor, así que no tendría problemas en ese aspecto.

Cogió un vestido de color rosa pálido e intentó averiguar cómo colocar la cantidad de tirantes que cruzaban la espalda del modelito. Poco a poco, consiguió enfundarse aquella prenda y, cuando lo hizo, se sorprendió ante la imagen que encontró en el enorme espejo. La chica de su reflejo no se parecía demasiado a ella, pero estaba guapa y sonreía.

—¿Te falta mucho? —preguntó Sam tras golpear la puerta del probador con los nudillos.

Yulia no contestó y abrió como toda respuesta. Sam se quedó de piedra; estaba preciosa a pesar de que llevaba el pelo sin peinar, pero ese detalle le daba un toque natural y personal. Sam la cogió de la mano y le dio una vuelta. Las dependientas sonreían tras ellas, y Yulia tuvo que contener la risa.

—¡Deja ya de mirarme! — explotó ella finalmente — Voy a seguir probándome cosas — añadió guiñándole un ojo.

La tarde transcurrió entre suspiros de emoción por parte de Sam, aplausos de las dependientas de la tienda y carcajadas de Yulia. Ella no iba a cambiar su forma de vestir, aunque le gustaron algunas prendas y decidió comprarlas; sentirse como una pequeña princesa durante una hora había sido divertido.

Cuando salieron de la tienda dieron un pequeño paseo por las calles del centro antes de irse a casa, cediendo ante la insistencia de Sam en no subir al autobús.

—¿Quieres que sea como una de esas señoritas?

—Claro que sí —Sam sonrió tontamente.

—Vale —Yulia le dirigió una mirada malévola — Entonces, ya sabes, te toca llevar las bolsas, es lo que siempre ocurre en las películas.

A Sam no le entusiasmó la idea de cargar con las compras de Yulia, pero decidió no discutir y aprovechar el poco tiempo que les quedaba. Le tocaba a Yulia elegir el siguiente deseo y debía prepararse para enfrentarse a lo desconocido.


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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/11/2024, 6:45 pm

31.Sí, quiero

La noche había caído.

Yulia montó en el coche de su padre, y Sam se acomodó en el asiento del copiloto y se abrochó a toda prisa el cinturón.

—¿Por qué nunca me has dicho que tenías el carné de conducir?

La morena se encogió de hombros como toda respuesta mientras ajustaba el espejo del retrovisor. Se pusieron en marcha poco después.

—¿Tú no tienes todavía el carné?

—No, acabo de cumplir los dieciocho —le recordó — En Tailandia somos civilizados, por eso no permitimos que niños de dieciséis años circulen por las calles a su antojo.

Sam no confiaba demasiado en el modo de conducir de Yulia, era similar al de Leo; al parecer la falta de calma frente al volante era un problema familiar.

—¿Sabes…? estaría bien que parases cuando hay una señal de stop o un semáforo en rojo.

—Ya, pero por aquí no pasa nadie, créeme — replicó la ojiazul.

Encendió la radio del coche y comenzó a cantar entusiasmada. Sam se esforzó por no gritar y bajar del vehículo a toda prisa como último recurso para salvar su vida.

—¡Relájate! —le pidió la pelinegra.

—¿Falta mucho para llegar?

—No. Y deja de aferrarte al asiento, me pone nerviosa.

—¡Mis nervios están a punto de estallar en mil pedazos, así que no me hables de los tuyos!

—¡Sam, si sigues gritándome acabaremos teniendo un accidente de tráfico!

—¡No me extrañaría! ¿Crees que han puesto aquí estos semáforos para decorar las calles con lucecitas de colores porque es Navidad?

Yulia ignoró sus comentarios durante el resto del trayecto. Sam se tranquilizó cuando la morena disminuyó la velocidad y se aproximaron hacia un cartel gigante protagonizado por una hamburguesa.

—¿Adónde me llevas?

Yulia frenó cuando llegaron al carril adecuado, donde había una enorme fila de coches.

—¡Bienvenida a McDonald’s!

—¡Santo Dios! — Sam se llevó una mano a la cabeza— ¿Te has vuelto loca? Ante esto no pienso ceder, y me da igual que sea el deseo de tu vida.

Yulia dejó de contestar la infinidad de improperios que Sam le dedicó y avanzó por el carril del McAuto, hasta que llegaron a la ventanilla principal. Pidió dos menús y apenas unos minutos después le entregaron la comida con un «gracias por su visita, vuelva pronto».

—Nunca volveremos —le dijo Sam a la joven empleada, seria y sin apenas pestañear.

Yulia pisó el acelerador a toda prisa, evitando así que Sam originase más problemas. Estacionó el coche en una calle cualquiera y sacó las hamburguesas de la bolsa de cartón.

—Veamos… esta es para ti —comentó al tiempo que se la tendía a Sam. La castaña la miró con asco y la apartó a un lado— Y aquí están las patatas y la bebida.

—Yulia, en serio, todavía no has entendido que soy vegetariana y que odio la comida grasienta.

—Tú no has entendido esta tarde que visto de otra manera y que no me ha gustado la tienda a la que me has llevado.

—Pues estabas muy guapa.

—Tú también estarías muy guapa comiendo hamburguesas.

—No me hagas esto, por favor.

A Yulia le dio pena que Sam terminase dejando atrás todo su orgullo y suplicando de mala manera.

—Está bien —suspiró—, pero solo un pequeño bocado para probarla. Y las patatas te las comes sí o sí.

—No.

—Sí, vamos, abre la boca —le pidió ella dirigiendo la hamburguesa hacia sus labios— Venga, no te resistas.

Finalmente, Sam tuvo que ceder. Le dio un bocado ridículo a la hamburguesa y masticó mientras miraba a Yulia como si estuviese planeando asesinarla de un momento otro.

—¿Y bien…?

—No me gusta.

Yulia puso los ojos en blanco, le dio las patatas y se propuso disfrutar de su propia cena. Sam se comió las patatas en silencio, meditando sobre la cantidad de calorías que estaba ingiriendo. En realidad, dejando a un lado lo poco saludable que era aquella comida, el bocado de hamburguesa no había estado mal, aunque nunca lo reconocería delante de Yulia. Pero lo que sin duda le maravilló fueron las patatas fritas —algo nada habitual en su dieta—, estaban deliciosas.

Tras terminar de cenar en el coche se dirigieron hacia el cine más cercano. Yulia quería ver una película titulada Gran Torino y Sam aguantó el tipo como pudo. Tras acomodarse en la sala, respiró hondo e intentó imaginar que todas las personas que le rodeaban no estaban realmente allí quitándole el oxígeno. Yulia le cogió la mano en silencio y apoyó la cabeza en el hombro de Sam. Probablemente era la primera vez que ante los ojos de los demás parecían una pareja de lo más normal.

Cuando la película acabó montaron de nuevo en el coche y reanudaron el camino a casa. Mientras esperaban que uno de los semáforos se pusiera en verde para avanzar, ambas se miraron, y Yulia sonrió.

—Creo que esta misma noche voy a gastar mi último deseo.

—¡No! Pensaba pedir ahora un deseo mío —Sam frunció el entrecejo— No seas egoísta, Yulia.

—El hecho de que tú, justamente tú, me llames egoísta me da escalofríos, ¿es que no tienes vergüenza? —Aceleró cuando el semáforo finalmente se puso en verde.

—¿Cuál es tu deseo? Quizá podamos cumplirlos a la vez o algo así.

Tras la reflexión de Sam formulada en voz alta, Yulia la miró sorprendida. Jamás hubiese creído que tales palabras fueran a salir de su boca.

—Me parece perfecto.

—Bien —Sam sonrió— Pues mi deseo es… ¡que me des mi regalo de Navidad de una vez por todas!

—Sam… —Yulia la miró de reojo—, recuerdas que cuando nos compramos los regalos tú y yo no nos llevábamos demasiado bien, ¿verdad?

—Sí, lo recuerdo perfectamente —Se cruzó de brazos— ¿Qué estás insinuando?

—No insinúo nada, solo quiero que no te hagas muchas ilusiones.

—Demasiado tarde: ¡llevo días ilusionada pensando en mi regalo!

Yulia suspiró. Se sentía agobiada; lo que le había comprado a Sam era solo un pequeño detalle, y temía decepcionarle.

—¿Qué más te da? ¡Tu familia vive encima de una gran montaña de dinero, seguro que te compran cientos de regalos constantemente! Lo mío es algo… anecdótico, simplemente.

—No es lo mismo, puesto que tu regalo no sé lo que es. Los regalos de mis padres siempre son cosas de la lista.

—¿La lista…? —preguntó Yulia.

—Sí, tengo una lista en casa donde apunto todo lo que quiero que compren, así de simple —explicó— Es un método muy práctico tanto para ellos como para mí.

Yulia abrió la boca dispuesta a replicar por el frío método que su familia utilizaba para hacer regalos, pero se contuvo a tiempo, cogiendo con fuerza el volante del coche. ¿Cómo no iba a ser Sam tan rarita con unos padres así? Respiró hondo.

—Será mejor que nos centremos en lo que estábamos hablando —dijo— Me parece bien que nos demos los regalos y luego cumpliremos mi deseo.

—¿Puede saberse entonces cuál es tu próximo deseo?

Yulia sonrió.

—Dormir contigo.

Cuando llegaron a casa vieron que los padres de Yulia ya se habían acostado. Sam fue a su habitación, se puso su elegante pijama y cogió el regalo de Yulia, que había escondido bajo la cama. No fue demasiado difícil llegar hasta el dormitorio de Yulia; a lo lejos se oían los ronquidos del matrimonio Volkov, y Sam supo que no había peligro de que le pillasen.

Encontró a Yulia sentada en la cama con las piernas cruzadas y el regalo sobre ellas, esperando a ser abierto por fin. Sonrió, se quitó las zapatillas y se acomodó a su lado.

—Toma, ábrelo tú primero —Sam le dio a Yulia su regalo.

La chica cogió el paquete y lo examinó un instante; al parecer contenía una caja cuadrada y dura. Lentamente comenzó a rasgar el papel hasta desenvolverlo. Efectivamente era una caja bastante grande de color azul marino, donde, escrito en letras doradas, se leía Dior.

—¡Vamos, abre la caja de una vez por todas! —exclamó Sam, que empezaba a desesperarse.

Yulia lo hizo y descubrió su interior. Había una colonia, aceite perfumado, crema hidratante…

—Y mira, el estuche tiene dos pisos — puntualizó la thaí.

Sam sacó el primer estante de la caja dejando al descubierto el segundo, donde había diversas sombras de ojos, pintalabios, rímel… y muchos potingues más.

—¡Te has gastado un dineral! —se quejó la morena — Además, quiero pensar que este regalo no es una indirecta por tu parte.

—En realidad sí lo es —Sonrió triunfal— Yo me conformaría con que lo usaras algún día especial, a pesar de que el resto de las mujeres del mundo usemos un estuche así día sí día también. Pero tú eres tú, así que no pienso insistir demasiado en el tema —dijo— Por cierto, ¿te importaría darme mi regalo de una maldita vez? Estoy de los nervios.

Yulia sostuvo el regalo de Sam, no quería dárselo, no al menos después de descubrir que ella le había comprado un regalo de lo más normal y bastante caro. Desesperada, Sam intentó arrebatárselo de las manos y ambas forcejearon durante unos instantes, hasta que finalmente Yulia se dio por vencida y la thaí logró coger el paquete.

Comenzó a desenvolverlo quitando con sumo cuidado las tiras de celo y desdoblando las esquinas con delicadeza, como si el verdadero regalo fuese el papel de dibujos navideños.

—¿Ni siquiera puedes abrirlo como una persona normal? Yulia se cruzó de brazos, más enfadada consigo misma por lo que le había comprado que con Sam por su inexplicable comportamiento.
—Paciencia, Yulia, paciencia…

Finalmente, Sam consiguió desenvolverlo sin dañar ni un solo centímetro del papel navideño. Se inclinó sobre la caja de cartón que había quedado al descubierto y leyó las letras escritas en ella.

—Purificador de aire… — pronunció despacio, luego continuó con las especificaciones del producto—: Elimina los elementos contaminantes, tóxicos, humos, partículas… presentes o suspendidas en el aire.

—¡Dios mío, Sam, lo siento tanto! —Yulia le frotó la espalda con la mano, intentando reconfortarle— ¡Ojalá hubiese podido acercarme hoy al centro comercial y comprarte otra cosa!

—Pero ¿qué estás diciendo? ¡Me encanta, Yulia! — Le sonrió, y la pelinegra supo que estaba siendo sincera — ¡Es perfecto!

Sorprendentemente, Yulia había acertado con el regalo. Sam se mostró sumamente emocionada cuando abrió la caja y comenzó a leer el manual de instrucciones. Diez minutos después, dejaron a un lado los regalos, Yulia apagó la luz y se tumbaron en la cama. Ella apoyó la cabeza en su hombro y la tailandesa le rodeó la espalda con el brazo.

—No me quiero dormir —dijo Yulia— Si me duermo todo habrá terminado, ¿entiendes? Me despertaré mañana y te irás.

—Nada habrá terminado, lo nuestro acaba de empezar —La abrazó— Duérmete.

—¿Por qué quieres que me duerma? —Yulia la miró en la oscuridad.

—Porque son casi las tres de la madrugada y mañana nos espera un día duro, así que lo mejor será descansar un poco.

En realidad Yulia apenas podía mantener los ojos abiertos, pero intentó no dormirse. Quería disfrutar de aquel momento y recordarlo para siempre; procuró memorizar el aroma de Sam, la sensación de que su mano le rodease la cintura y tocase ligeramente su piel bajo el pijama, el sonido de su respiración, lenta y acompasada… Le picaban los ojos a causa del cansancio, los cerró durante unos instantes y se dijo que en unos minutos volvería a abrirlos, pero cuando lo hizo fue por el sonido del despertador. Había amanecido.

Lo primero en que pensó fue en la castaña. Se giró sobresaltada y la encontró desperezándose a su lado, con todas las mantas arremolinadas sobre su cuerpo. Sam se sentó en la cama y le sonrió.

—Me has dejado sin mantas durante toda la noche -Yulia se miró a sí misma, apenas cubierta por una fina sábana.

—Te levantas con ganas de discutir, reconócelo.

Sam rió y le dio un pequeño beso en los labios, de esos que apenas son un roce y te hacen empezar el día de buen humor.

—Me quedé dormida —susurró Yulia.

—No pasa nada.

Sam estaba a punto de levantarse, pero Yulia la retuvo estrechándole en un fuerte abrazo. Permanecieron unos minutos en silencio, entrelazadas.

—Es hora de que empieces a vestirte —dijo la tailandesa— Ah, y si no te importa me gustaría que estrenases algo de lo que te compré ayer —puntualizó— Nos vemos en mi habitación dentro de diez minutos, quiero enseñarte algo.

Sam desapareció de la habitación a toda prisa con la esperanza de que los padres de Yulia no le descubriesen en plena fuga. Cuando se marchó, Yulia ojeó las bolsas repletas de ropa que había dejado en el suelo la tarde anterior. En ellas había todo tipo de prendas, desde sofisticados vestidos y zapatos de tacón, hasta vaqueros y jerséis de diversos colores; escogió las prendas más sencillas. Mientras se cambiaba, Yulia se dijo que debía ser fuerte, que seguramente con el tiempo se acostumbraría a la ausencia de Sam y llevarían una relación a distancia como hacían muchas otras parejas.

Al salir de la habitación se topó con su madre. Larissa llevaba un pañuelo en la mano y tenía los ojos enrojecidos.

—¿Qué te pasa, mamá?

—Nuestra Sam… —sollozó— Acabo de despedirme de ella —prorrumpió de nuevo en otro sollozo— ¡Me da tanta pena que se marche! Este mes se me ha pasado rapidísimo…

Yulia no podía decir lo mismo respecto a su último comentario; tenía la sensación de que Sam llevaba mucho tiempo viviendo bajo el mismo techo que ella, probablemente porque, a diferencia de la señora Volkova, había pasado junto a ella cada minuto de aquellos treinta días.

—No te preocupes, mamá, seguro que volverá pronto.

—Eso espero… —Se sonó los mocos en el maltrecho pañuelo de papel— ¡Nadie hacía la compra de la semana como ella, nadie! —exclamó— Voy a echarle de menos.

Su padre apareció poco después y la abrazó consolándola; Yulia aprovechó el momento para dirigirse a la habitación de Sam.

Cuando entró, le encontró sentada en la cama, frente al ordenador, hablando sola.

—¿Qué haces? — preguntó.

—Todavía me quedaban deseos, así que… ven, siéntate aquí a mi lado —le indicó palmeando la colcha de la cama— Te presento a mis padres.

Yulia se sentó en la cama junto a Sam y observó la pantalla del ordenador. Una pareja de mediana edad le sonreía a tiempo real.

—¡Encantada de conocerte, Yulia! — saludó la madre de Sam.

—Igualmente.

Yulia solo deseaba que en el suelo se abriese una grieta por donde poder escapar, aunque aquello supusiese morir en aquel instante. Se ruborizó rápidamente mientras Sam hablaba con sus padres y la madre le agradecía lo bien que la familia Volkov había tratado a su «calabacita». Intentó combatir sus miedos y escuchar la conversación que mantenían; el padre de Sam había comenzado a hablar, se mostraba serio, como si estuviese dando una de sus tantas entrevistas para la televisión. Tener a dos celebridades hablándole por una web-cam le ponía nerviosa, por mucho que fuesen los padres de Sam.

—El decano de la universidad de Rossiyskaya se reunirá mañana con tu padre para jugar al golf. Podría decirse que las plazas están aseguradas —comentó la señora Khun.

—Perfecto —contestó Sam.

Yulia pestañeó confundida y miró a Sam sin comprender.

—Un momento… ¿Plazas en la universidad de Rossiyskaya?

—¿No se lo has comentado, Sam? —Preguntó su padre— Si no estás segura, no me hagas perder el tiempo con el decano.

—¡Sí que estoy segura! —Respiró hondo— Papá, mamá, luego os llamo —concluyó Sam antes de cerrar la tapa del portátil y mirar a Yulia.

—¿Qué está pasando? —Ella la miró confundida, casi podía escuchar el sonido de su respiración entrecortada.

—Lo único que ocurre es que me queda un último deseo y pensé que debía aprovecharlo bien —explicó— Yulia, mi último deseo es ir a la mejor universidad de Rusia durante el próximo año, contigo.

—¿Lo dices en serio?

El corazón de Yulia comenzó a latir a mil por hora, como una bomba de relojería. Sentía que aquello no era real, que seguía durmiendo y el despertador no había sonado todavía.

Sam, medio riendo ante el asombro de Yulia, se arrodilló en el suelo de la habitación y le cogió la mano como si fuese a pedirle matrimonio. Por un momento Yulia se temió lo peor y tragó saliva despacio.

—Yulia Volkoa, ¿quieres… venir a la universidad conmigo?

Yulia sonrió. Acercó sus labios a los de Sam y antes de besarla susurró:

—Sí, quiero.

FIN


Gracias a todas las que estuvieron atentas a la historia. Muchas escribieron que les gustó la dupla entre Sam y Yul, otras no se acostumbraron pero pudimos apreciar una historia divertida y simpática, fue romántica al final pero no empalagosa.

Nos vemos luego chicas, mil gracias y quiero adelantar de que la próxima historia puede que sea G!P!!!

Leo sus opiniones... Bye!!!!
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por LeaAgronsky 2/11/2024, 7:20 pm

Me encantó I love you fue muy bonita ver a una Sam como lo que es, una niña muy delicada y
  1. así erada pero romántica y a una yulia llena de mucha paciencia y amor I love you. Gracias principe
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Mensaje por Fati20 2/11/2024, 9:19 pm

Fue una historia muy bonita y las personalidades quedaron muy bien para cada protagonista. Apesar de mi lealtad entre cada pareja fue una historia qué disfrute y me gusto que fue muy como tipo tailandesa fue romántica y dulce sin ser muy grafica sexualmente hablando. ( jamás pensé q me gustaría una historia no sexualmente literal 🤣🤣🤣🤣) pero si fue linda. Gracias por tan linda historia y por siempre llevarnos a ese mundo donde vivimos tantas emociones y aventuras con nuestras chicas y siempre darte tiempo para estar continuamente presente sabes q todas te amamos muchísimo. No te nos pierdas mucho tiempo por favor!! No tengo ningún problema con una historia G!P
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Mensaje por Corderito_Agron 2/12/2024, 8:09 am

Me gustó mucho la historia 😅 siempre el amor salva todo menos a mi hahaha y si me gustaría historia G!P significa que habrá mucho sexooooo 😜😜
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Mensaje por Volkatin_420 2/12/2024, 10:51 am

Gracias por subirla.... Fue algo diferente que leer en el sentido de imaginarnos otras combinaciones entre las parejas ya acostumbradas a leer. Me gustan Lena y Yulia, son mis ídolos desde pequeña pero hay que abrirse a nuevos cambios y hay muchas series nuevas que están marcando tendensia hoy. Mil besos
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Mensaje por soy_yulia_volkova 2/12/2024, 5:59 pm

Muy linda la historia la amé desde el principio hasta el final porque fue algo diferente y muy dulce además imaginarse, a yulia con Sam fue genial y muy divertido 😃 gracias y esperamos la próxima con ansias
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 5 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

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