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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 2 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por LenaVolkova66 1/16/2024, 7:29 am

También me hago la misma pregunta, con quienes se habrá criado Sam que no sabe nada de la vida 🤣
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/16/2024, 12:23 pm

7.El Final Del Recorrido

-Levántate, idiota - Ordenó Yulia, al tiempo que sacudía el cuerpo de Sam - ¿Quieres apartarte?

-¡Por todas las mujeres vírgenes en el mundo, debo estar llena de microbios! - Se quejó la castaña, haciéndose a un lado.

-Espero que te coman viva.

Yulia logró levantarse del suelo a duras penas y se frotó la espalda.

-La próxima vez intenta resistir la tentación de tirarte sobre mí. Gracias - Aclaró Yulia adolorida.

Sam consiguió ponerse de pie y tras sacar un pañuelo blanco de tela de su bolsa, comenzó a sacudirse la ropa, como haciendo una especie de ritual para convocar un demonio. Yulia la miró aterrorizada.

-¿Quieres dejar de hacer eso? Todo el mundo nos está mirando.

-Nunca me ha molestado que la gente me mire, al contrario - Explicó Sam - resulta satisfactorio ver sus brillantes ojitos de deseo.

Yulia tosió y dio un paso atrás, intentaba fingir que la castaña del pañuelo no era su acompañante ni tenía ningún tipo de relación con ella. Desgraciadamente, le era muy difícil no advertirle a la idiota esa.

-¡Quieres cogerte a la barra de una vez por todas! - Sam negó con la cabeza.

-Lo que necesito es sentarme - Dijo. Entonces se giró hacia una anciana y le dirigió una mirada acusadora y penetrante, como queriéndole decir que ese era su sitio. Yulia le dio una suave palmada.

-Deja de mirarla así ¿Es que no tienes vergüenza?

Sam carraspeó y se acercó al oído de Yulia, que percibió su aroma sabor a vainilla.

-Es que no es justo, yo tengo una vida por delante, y esa mujer es obvio que no. Dile que se levante.

Yulia se volvió de nuevo hacia la ventanilla, anhelando salir de allí y sintiendo como algunas lágrimas de rabia se asomaban en sus ojos. Pestañeó inmediatamente, con lo que logró que ninguna de ellas saliera. No podía ser real. Necesitaba saber de qué no era cierto.

-Bueno ¿Piensas decírselo algún día?

-No, claro que no - Contestó secamente - ¿Porque no te sientas en ese otro sitio? - le preguntó apuntando un asiento libre.

Sam sonrió satisfecha y caminó a trompicones hacia el asiento libre. Yulia le siguió: Quería perderla de vista, pero temía dejarla sola y que montara un espectáculo. Sam extendió su pañuelo blanco sobre la silla antes de sentarse. A su lado iba una mujer de mediana edad con un niño de apenas un año sentado sobre las rodillas. Sam le dirigió una mirada acusadora al niño como anunciándole que no quería problemas.

Apenas pasaron 5 min cuando un fuerte olor rozó por su nariz. El olor era insistente como si se hubiera sentado al lado de un cesto lleno de huevos podridos. Yulia no tuvo tiempo de detenerla cuando Sam giró lentamente la cabeza hacia la distraída mujer.

-Perdone......- Le dijo - Pero su hijo huele a materia orgánica sucia. Muy sucia - Recalcó la última palabra.

-¿Qué? - Preguntó la mujer confundida.

-Excremento - Aclaró tapándose la nariz con los dedos - Desecho, caca, popó. El niño huele a mierda señora.

La mujer abrió los ojos, alarmada. Yulia bajó la mirada y la clavó en el suelo, deseando que aquel autobús fuera como el de los pica piedras, abiertos, para poder escapar de él. Sentía una vergüenza ajena tan profunda que no fue capaz de interrumpir la conversación de ellas dos. Sus mejillas se tornaron de un rojo carmesí.

-¡Es un niño, es normal que pasen estas cosas! - Exclamó la madre, que abrazó con más fuerza a su hijo - Tu también hiciste ese tipo de cosas cuando eras una niña.

Sam sonrió orgullosa, sin dejar de taparse la nariz en ningún momento, de forma que su voz sonaba rara.

-Lo siento, pero eso jamás me ocurrió a mí. Mi asistenta tenía la orden de cambiarme cada media hora el pañal - Le informó - Es que ¿sabe? Mi piel es muy sensible.

-¡Esta chica está loca.....- Susurró la madre del niño.

-¡Yo la apoyo! - Dijo Yulia que había encontrado el suficiente valor para hablar.

Afortunadamente bajaron en la siguiente parada. Sam se levantó al instante, satisfecha de salir del autobús. La mujer, con el niño todavía sobre las rodillas, le dirigió a Yulia una mirada de comprensión.

-¡Que Dios se apiade de ti! - Le dijo, en referencia a la paciencia de la chica después que le contara que Sam era su inquilina de intercambio.

-Eso espero - Dijo ella al tiempo que se despedía.

Sam bufó molesta, empujándola del autobús. Yulia estaba a punto de caer sobre un charco de barro de la carretera, pero Sam la sujetó del codo.

-Llevas mi comida en tus manos - Le dijo - Así que deja de lanzarte felizmente en busca de microbios.

-¡Me he tropezado!

-Eres pura imperfección.

Yulia pataleó el suelo, desesperada. Después la siguió calle abajo, deseando tumbarse en su sofá. Últimamente la idea de dormir se le antojaba lo mejor de los planes pues era el único momento de calma en su vida. Suspiró, agotada, llevando en sus manos 2 bolsas.


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Mensaje por LeaAgronsky 1/16/2024, 6:41 pm

🤣🤣🤣 me he reido a más no poder con este capítulo jajaja amo esta historia, en serio
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/16/2024, 8:01 pm

8.Cómo comportarse con desconocidos.

La señora Volkova estrechó a Sam en un fuerte abrazo que por poco y la deja sin respiración. Se limpió una lágrima que rodaba por la mejilla izquierda y volvió a abrazarla.

-¡Oh, Sam, eres un regalo caído del cielo! - Dijo con mucho afecto - Pero ¿Cómo se te ocurre pagar la compra?

Sam logró escapar de los brazos de la señora Volkova cuando esta se distrajo por el pito del microondas. Se sacudió la ropa. Yulia resopló a su espalda, asustada por el comportamiento de su madre. Pensó que tal vez no tenía idea de con quien estaba hablando pues esa chica parecía el mismísimo demonio.

-He decidido encargarme de la compra durante el mes que pase aquí - Informó - Creo que es lo menos que puedo hacer y como usted sabe que mi alimentación es algo compleja será mejor que me haga responsable de ella, además el supermercado me ha encantado.

Aquello fue suficiente para que la señora Volkova estuviera a punto de explotar de alegría. Ella prometió darle más presupuesto para la compra semanal y añadió que Yulia la acompañaría cada vez que tuviera que salir, sin siquiera preguntarle a la chica.

-¿Sabes? Serías la persona perfecta para que mi hija formará una gran amistad - La señora Volkova señaló a la chica que estaba apoyada en el marco de la puerta - Es tan desorganizada..... Tú equilibrarías su desorden.

Sam tosió. Yulia también. Se dirigieron una mirada penetrante que se traducía a "Ni en tus mejores sueños seríamos más que amigas... ni amigas". La madre no pareció arreglar la tensión de ambas jóvenes.

-Yo guardaré todo esto - Se ofreció Sam - He comprado 100 Tupperwares para organizar la comida.

-Oh, Sam, eres increíble.....

Yulia cerró los ojos con fuerza y se fue de la cocina. Si su madre continuaba halagándole de ese modo, solo conseguiría que el ego de Sam aumentara más y más (Si es que eso era posible) Tenía que encontrar algún modo de fijar un límite, unas reglas de comportamiento para que la situación se equilibrara. Aprovechó el resto de la tarde para darse un baño relajante, ya que supuso que Sam se encontraría ocupada ordenando la comida.

Sumergió la cabeza en el agua y la sacó al rato a la superficie, respiró con fuerza. Tenía ganas de ver a sus amigas. Echaba de menos pasar las tardes sentada en el parque charlando. Llevarse a Sam con ella y presentársela a sus amigas no le daba gracia. Temía que terminaran golpeándola. Aunque Elena, una chica que llevaba tras ella desde que tenían 14 años y que incluso había escrito un libro autobiográfico, se parecía a Sam en ciertos aspectos. Cabía la posibilidad que se llevaran bien. Por otro lado también era probable que, tras conocerse surgiera entre ambas una especie de competitividad: La lucha por el poder de la estupidez.

Se vistió rápidamente antes de dirigirse de nuevo hacia la cocina. Se puso su vestido favorito de puntos, su tenis blancos, su abrigo rojo y prefirió soltarse el pelo.

La nevera estaba repleta de Tupperwares transparentes, amontonadas unas sobre otras como si fuera una exposición de arte. En todas ellas estaba escrito el nombre de Sam seguido de una fecha. Yulia supuso que había organizado que comería cada día de la siguiente semana y se preguntó cómo alguien podría tener tanta paciencia para administrar al detalle todo eso. Cerró la nevera bruscamente.

-¿Te gusta como ha quedado? - Preguntó Sam, al tiempo que se sentaba en una de las sillas.

-Ha quedado ridículo - Dijo Yulia sirviéndose un poco de café.

-Pero ¿Qué dices? Tu mamá me ha felicitado varias veces por eso - Sonrió orgullosa de su trabajo - Por cierto, me he tomado la molestia de organizar también tu comida. Esta noche te toca ensalada ya va siendo hora que dejes de comer fritos a toda hora - Agregó.

Yulia se atragantó con el café.

-Espero que no estés hablando enserio porque tú no eres nadie para decidir cómo debo alimentarme.

-¡Todavía me preocupo por ti! Deberías arrodillarte y besar mi tenis en forma de agradecimiento.

-¿Quién te crees? ¿La princesa de Rusia?

-No, pero tráteme como si lo fuera. Así marcamos nuestras diferencias sociales.

Yulia arrugó la nariz, furiosa.

-Esta tarde he quedado con mis amigas.

-¿Crees que me importa? Vete con tus amigas.

-Debería importarte Sam, porque vendrás conmigo - Le informó entusiasmada al percibir el sufrimiento en la cara de la castaña.

-Tú sí que no sabes contar chistes.

-Tienes 2 opciones - Le explicó Yulia - Puedes venir conmigo o quedarte en la casa con Leo. A solas.

Sam abrió los ojos.

-Soy muy joven para morir - Dijo - Ni en broma me quedaría a solas con ese loco. Si hubiera sabido que conviviría con alguien como Leo habría pedido a mis guardaespaldas que me acompañaran.

Yulia la miró fijamente, asombrada negó con la cabeza, intentando convencerse que lo que había dicho no era cierto.

-¿Tenías guardaespaldas en Bangkok?

-Pues claro ¿Cómo no me iba a proteger?- Se limpia las uñas distraída, observando la perfección de sus manos - Ellos siempre iban detrás de mí y en casa se quedaban quietos como estatuas a la espera de mis órdenes.

-Empiezo a comprender de donde viene tu estupidez - Dijo Yulia - Creo que tus padres te han malcriado.

-¿Mis padres? - Sam la miró sin comprender - Casi nunca están en casa, así que no han tenido la oportunidad de malcriarme. Pero no importa, tengo a todo un equipo profesional bajo mi supervisión. Son realmente eficientes. Tendrías que verlos algún día.

-No sabes cuánto anhelo ese momento - Dijo Yulia con ironía.

-Tranquila, era un decir, por pura cortesía- Sonrió - Tu jamás pondrías un pie en mi mansión. Antes de que entres, soltaría los perros y saldrías corriendo calle abajo.

Yulia resopló, se terminó el café y dejó la taza en el fregadero. Sam la señaló.

-¿No piensas lavarla?

-No, lo hare más tarde - Respondió Yulia mientras se abrochaba el abrigo.

-Pero si la dejas ahí demasiado tiempo las hormigas aparecerán.

-¡Límpiala tu si tanto te importa!

-Lo siento, yo jamás he hecho eso - Sonrió y se levantó - Mis manos no están preparadas para enfrentarse a cualquier jabón. Tengo la piel sensible.

Yulia se llevó una mano a la frente.

-¡Ya me lo has dicho un millón de veces! - Gritó cansada - Y no me importa si tu piel es sensible o no. ¡Dios Mío! Seguro que utilizas toallitas de bebé para limpiarte la cola. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas.

Sam asintió.

-Sí, has acertado. Es curioso. Me limpio con toallitas de bebé con olor a Vainilla pues es mi preferido - Detalló - Deberías probarlas. He traído unos 20 paquetes, seguro sobrará alguna. Ya verás que bien huelen.

-Pero ¿De dónde has salido? ¿Me puedes decir quien ha sido esa persona malvada que te ha metido tantas tonterías en la cabeza?

-Nadie. Yo solita.

-Imposible. Esas cosas no son de uno mismo - Dijo Yulia y sintió un poco de pena por Sam.

-¿Qué tiene de malo?

-¡Todo! No se puede vivir así.

-Yulia, tu cara queda mal frente a la sociedad y no es ningún problema incluso diría que te ves muy feliz y......

-Basta de verdad no me interesa seguir escuchando tus tonterías. Es hora de irnos.

Sam la siguió hasta la calle. Se preguntaba si las amigas de Yulia serían peor que ella. No estaba segura de cómo comportarse. Hasta el momento jamás había conocido a nadie fuera de su colegio, donde todos eran igual a ella. Temía encontrarse con personas como Leo rodeándola sin piedad. Se frotó las manos, de tener que enfrentarse ante lo desconocido. No le gustaba no tener el control de la situación. Mientras que en su casa había sido toda una reina, allí el nivel había bajado al de una patética princesa.


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Mensaje por Corderito_Agron 1/16/2024, 8:28 pm

Oooohhhh aparecerá nuestra Lenita??? 😻 A ver cómo se comporta cuando vea a la elegante Sam hahahaha
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Mensaje por soy_yulia_volkova 1/16/2024, 8:29 pm

Adoro la paciencia que tiene YULIA en este fin es más de lo pude imaginar de la morenaza jaja pero es que Sam no tiene filtro y ahora vamos a ver cómo se comporta Lena cuando se vean
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Mensaje por LenaVolkova66 1/16/2024, 10:02 pm

Jajajaja van a matarse estas dos si siguen así
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Mensaje por psichobitch2 1/17/2024, 7:35 am

Jajajaja la desfachatez de Sam no tiene medida jajaja
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Mensaje por Volkatin_420 1/17/2024, 6:57 pm

Yulia mami tienes que tener paciencia con Sam porque te va a volver loca
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/18/2024, 9:12 am

9.Amigas

En cuanto las vio a lo lejos, Sam deseó poder huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde los caracoles babeaban la corteza de los árboles se amontonaban un grupo de amigas. La miraban de forma rara, la miraban demasiado, a decir verdad, como si la estuvieran estudiando para describirla después en un examen importante. Cogió del codo a Yulia y se inclinó para hablarle al oído.

-Dime que esas no son tus amigas - Susurró - Dime que solo son unas desconocidas que están descansando.

Yulia sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: Aquellas eran sus amigas. Todavía no habían llegado todas, algunas siempre se retrasaban y no se dignaban a aparecer hasta la tarde. Se giró hacia Sam, cuyo rostro estaba pálido, de un blanco intenso.

-Son simpáticas, tranquila.

-Solo una ciega podría estar tranquila en estos momentos - Añadió Sam en voz baja y por un instante deseó ser ciega para no verlas.

Llegaron hasta el banco de madera donde todas estaban sentadas. A Sam se le ocurrió la estúpida idea de sonreir al máximo, mostrando tensión en sus labios. Una de las chicas, de aspecto un poco rudo le dio un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si la mataba allí mismo o esperaba un poco.

-¿Tu amiga nos está mostrando su blanqueamiento dental o qué?

-Irina, ella es Sam, la chica que va a pasar un mes en mi casa - Las presentó Yulia, ignorando el comentario de la otra chica.

-Encantada de conocerte - Dijo Sam. Todas rieron.

-¡Que chica tan formal! - Explotó Olga, que le dedicó un seductor pestañeo antes de mirar al grupo de Irina - No como éstas, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapa - Dijo y le dio un beso en la mejilla.

Sam torció el rostro dibujando una mueca de asco. Yulia se inclinó con disimulo hacia ella.

-Si te limpias la mejilla te mato - Le advirtió. Sam la miró apenada.

-Por favor, estoy llena de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.

Yulia aprovechó el hecho de que casi todas sus amigas estaban entretenidas entre ellas para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Bruscamente, le restregó las mejillas y la libró de aquellos gérmenes que le preocupaban. Sam sonrió divertida.

-Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse - Le susurró bromeando.

Yulia la fulminó con la mirada, advirtiéndole que no estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Sam suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Las amigas de Yulia eran incluso más raras que ella. La tal Irina la miraba mal, como si fuera un estorbo. Otras dos de ese mismo grupo se dedicaban a ignorarla, hablando entre ellas. El grupo de Yulia la observaban mientras le hacían preguntas sin sentido de ella a Yulia, especialmente Olga.

-¿Y cómo se lleva con tu hermano? - Preguntó una de ellas, Katya.

-Oh, pues....bien - Dijo Yulia sin estar segura de que decir al respecto.

-Hum....- Katya sonrió, mordiéndose el labio inferior - ¡Leo es tan...!

Sam parpadeó confundida ¿Aquello era sarcasmo? estaba a punto de reír tontamente para quedar bien cuando se dio cuenta que la chica lo decía enserio.

-Espero que nunca se corte las rastas, perdería todo su atractivo salvaje - Añadió la chica.

-¡Oye es mi hermano! - se quejó Yulia.

Sam iba a protestar diciéndole "¡Oye, no estoy sorda y tus comentarios duelen!" pero se contuvo. Quería estudiarlas a ellas, eran realmente curiosas. Rápidamente dejó el grupito de Irina y se dirigió al de Yulia.

-¿Te está gustando Rusia, Sam? - Le preguntó Olga, mientras se echaba pintalabios.

-Sí, mucho. El supermercado es genial - Contestó.

Olga la miró extrañada. Después se sacudió la melena rubia. Sam pensó que ella no le llegaba ni a la suela de los pies en cuanto a elegancia.

-¿Te gustaría venir esta noche a mi casa?- Preguntó Olga, sin ninguna duda. Sam tragó saliva despacio, sintiendo como el miedo le revolvía el estómago - He pensado que podríamos reunirnos todas allí, para ver películas y......lo que surja.

"Y.... lo que surja" Sam miró a Yulia desesperada, deseosa de que ella la defendiera, ¡Tenía que hacer algo! Era demasiado guapa como para que no le tomara importancia. Pero es que no estaba preparada para enfrentarse a aquella devoradora de ¿"personas"?, que parecía muy hambrienta.

-No creo, me gusta acostarme temprano, siempre lo hago - Se excusó y era cierto.

Olga sonrió con malicia, Sam lo notó en el brillo de sus ojos que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.

-No importa - Se acercó más a ella - Puedes quedarte en mi casa si quieres. Mis padres no estarán.......

Sam palidecía por instantes, Yulia la miraba divertida, mientras Katya continuaba diciendo cuan atractivo era Leo. Intentó pensar en algo que pudiera fastidiar a las dos chicas: Tanto a la loca de Olga como a la idiota de Yulia, que no quería sacarla de ese apuro. Sonrió con gesto malévolo cuando una idea se le cruzó por la mente.

-Si me quedara a dormir en tu casa, Yulia se pondría realmente celosa. Es bastante posesiva - Explicó, señalando a la pelinegra que la miraba con la boca abierta.

Yulia apretó los puños con fuerza, furiosa ¿Cómo podría mentir con eso? ¡Ella estaba feliz de que se pudiera quedar en la casa de Olga! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviera que regresar a Tailandia si fuera posible! Perderla de vista era un regalo divino.

-Olga, no te la aconsejo - Le dijo Yulia - Tiene SIDA.

Sam pensó en desmayarse ¿SIDA? si la había evitado siendo responsable a la hora de tener relaciones sexuales y visitando frecuentemente al doctor. Recordó que se trasmitían por medio de relaciones y le dirigió a Yulia una mirada de ternura antes de hablar.

-Me la habrás pegado tú, cariño.... - Susurró delicadamente.

-¿Ustedes se han acostado? - Preguntó Olga, molesta y decepcionada.

-¡No, claro que no! - Se defendió Yulia, molesta. Aquello estaba yendo demasiado lejos. Las chicas del grupo de Irina habían dejado de hablar de sus cosas para mirarlas, pendientes de la conversación.

-Ahora dices eso - Dijo Sam mientras negaba con la cabeza - Que mal, Pero anoche solo decías "Si, Más, Si, Sigue"

Las chicas lideradas por Irina, rieron mientras exclamaban " Ella es una de las nuestras" Y se reían a carcajadas. Yulia se cruzó de brazos arrepintiéndose al instante de haber llevado a Sam.

-Solo hubiera dicho esas palabras en otro contexto, como " si, más, si, sigue ahorcándote" - Aclaró furiosa, sus ojos reflejaban rabia.

Sam se molestó, deseaba con todas sus fuerzas que Yulia quedara mal delante de sus amigas, se aburría y no soportaba que ella la tratara con superioridad.

-¡Pobres! ¿Quién las entiende? - Añadió Sam y no supo que más decir.

Irina asintió pensativa, al compás de las otras dos que la imitaban en todo.

-Tienes razón, podemos ser complicadas ¿eh? - Le dio una palmada en la espalda.

Sam se encogió de hombros.

Entonces oyó a lo lejos un grito empalagoso que le molestó de inmediato. Se giró bruscamente cuando Katya dijo: " Ahí llega Lena". La chica vestía bien, bastante bien. Llevaba unos jeans combinados con una camisa blanca y aún a distancia Sam pudo apreciar la buena marca de su ropa. Frunció el ceño, cuando esta se acercaba más y el aire meneaba su cabello rojo. Se fijó en sus manos, el perfecto corte de sus uñas, la suave piel de su rostro, la elegante forma de andar. Elena no le gusto, ella era su competencia. La princesa falsa que pretendía robarle el trono y ella no estaba dispuesta a que eso sucediera.

-¿Cómo va todo? - Preguntó al llegar, dirigiéndole a Yulia una mirada coqueta y de interés. Interés que Sam no entendió pero que si le molestó.

-Bien - Dijo Irina - Oye mira, ésta de aquí es Sam, la chica de intercambio que está en casa de Yulia. Es genial.

Se dieron la mano, sus miradas chocaron al instante mostrando odio. Odio porque ambas pudieron sentir la suavidad de las manos de la contraria. Sam se enojó más cuando descubrió que Elena llevaba la misma colonia que ella: Una colonia exclusiva que debía pedir por encargo.

-Me llamo Elena Katina Saludó frunciendo el entrecejo - Quizás me conozcas por mi libro.

-¿Qué libro? - Sam soltó rápidamente su mano y la limpió con una servilleta.

-¿No te lo ha dicho Yulia? - Se giró hacia ella que escondió su rostro entre sus manos - Escribí un libro con solo 18 años. Tuve una infancia terriblemente dolorosa- Explicó dramática - Así que terminé escribiendo mi biografía, que se ha vendido muchísimo y me ha hecho rica.

-Me alegra no ser entonces la única rica de aquí - Dijo Sam.

Yulia resopló y el resto de sus amigas parecían divertirse. Ella había esperado esto, la competencia por el poder de la estupidez. Yulia se pasó una mano por la frente, recordando que lo único por lo que no pelearían afortunadamente era por ella. Elena llevaba desde los 14 años persiguiéndola e intentando que salieran juntas, algo a lo que ella se había negado constantemente. Aunque comparada con Sam, Elena era más respetuosa.

-No, no lo eres - Elena sonrió forzada - Así compartiremos el puesto. Por cierto ¿Cuánto tiempo piensas quedarte en casa de Yulia?

-Un mes - Contestó incómoda.

-Oh, ¡Que injusto! - Explotó - Los intercambios duran demasiado ¿No echarás de menos a tu familia?

-No - Respondió Sam.

-Que poco sentimental eres.

-Elena, déjala en paz - Dijo Yulia.

Olga parecía enojada por no seguir hablando con Sam sobre el asunto de dormir en su casa.

-Entonces ¿Vendrás esta noche? - Insistió con un puchero.

-¿A dónde tiene que ir? - Preguntó Elena curiosa.

-A mi casa para ver unas películas - Aclaró Olga con deseos de que no la interrumpieran.

-Yo me apunto - Contestó la pelirroja sonriendo.

Sam se disponía a responder que no, pero su enemiga había deseado ir y no podía quedarse atrás.

-Yo también iré - Contestó con orgullo - Con Yulia - Añadió y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de Elena.

-Gracias por preguntarme si quiero ir - Se quejó la ojiazul.

-Oh, vamos, la pasaremos bien - Intervino Irina - Tienes razón Sam, las chicas a veces somos incomprensibles.

Las otras dos asintieron. Olga se levantó irritada, sacudiendo su melena. Había pensado en algo íntimo con Sam y terminó en una reunión de amigas. Ya planearía algo para lograr estar a solas con ella.

-Podrías invitar a Leo - Añadió Katya.

- Ni lo sueñes - Dijo Yulia molesta - Seguro tiene planes con sus amigos, la semana que viene es su cumpleaños y lo vamos a celebrar en casa, las invitaré a todas, no te preocupes Katya.

Sam sonrió de nuevo y comenzó a imaginar un plan para vencer a Elena. Había descubierto el punto débil de Elena: Yulia.


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Lo siento por no haber podido actualizar ayer, pero se me complicó el día...
En un rato subo el otro capítulo, chicas ☺
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Mensaje por Corderito_Agron 1/18/2024, 12:02 pm

Lenita y Sam I love you mi fantasía
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Mensaje por Fati20 1/18/2024, 2:01 pm

Llego mi diosa Elena 😍😍😍😍 el triangulo amoroso esta bueno y las 2 compitiendo por Volky bebé está super ya quiero ver esa pijamada me gusto esa q acosa a Sam q la quiere en su casa a solas 🤣🤣🤣 te entendemos todas queremos tener a Sam 😏
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Mensaje por Fati20 1/18/2024, 2:08 pm

Corderito_Agron escribió:Lenita y Sam I love you mi fantasía


Tan completamente diferentes pero cada una son unas diosas hermosas 😍😍😍

Y julia es un encanto único y no podemos dejar por fuera a Becky. Hay son tantas mujeres espectaculares 🤣🤣🤣
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/18/2024, 7:56 pm

10.Día de la Cena

Caminaron por la avenida hasta la casa de Olga. Yulia estaba a punto de timbrar cuando Sam la detuvo.

-Hagamos un pacto - Le pidió - Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás, no puedes dejarme sola.

-¿Y que gano yo a cambio de protegerte?

-¿Es qué no puedes conformarte con mi cara bonita? - Le reprochó Sam señalándose el rostro.

-El trato no me convence, lo siento - Se encogió de hombros. La castaña se inclinó hacia ella peligrosamente.

-Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne - Le recordó - Yo seré la carne, porque es más suave y tú serás la uña sucia, tenemos que obedecer a la señora Volkova.

-¡Ni lo pienses! Me da igual lo que mi madre diga.

Sam insistió.

-¡Pero soy tu protegida, Yulia! - Explotó apenada - No puedes abandonarme así con la fiera de Olga ¿Acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus ojos se clavan hacia mis pechos como cuchillos y sabes a lo que me refiero.

-No exageres, Olga es una buena chica, no te pasará nada - Dijo tocando el timbre. Se oyó un "Ding Dong"

-Son las campanas de mi funeral - Susurró Sam.

Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Elena. Ella no quería estar ahí, hubiera preferido estar bajo las sábanas calientica, lejos de todas aquellas chicas a las que no lograba comprender. Tenía miedo y su corazón le palpitaba con fuerza cuando Olga abrió la puerta ignorando totalmente a Yulia y fijó sus ojos en los ojos marrones de Sam que dio un paso atrás al oír su voz.

-¡Samy! ¡Has venido! ¡Yo pensaba que no llegarías! Pasa, pasa - Les indicó haciéndose a un lado. Sam se inclinó hacia Yulia.

-Conviértete en mi hermana solo por esta noche - Le rogó.

-Si no te callas me convertiré en tu hermana perdida - Amenazó Yulia disimulando ya que Olga las observaba con los brazos cruzados.

Cuando Sam se despistó, Olga la tomó del brazo haciendo que esta la mirara aterrorizada como si fuera el peor de todos los castigos. Yulia rió bajito y pensó en que Sam tenía verdaderas razones para estar asustada.

Dentro se encontraban las demás, Sam clavó su mirada en la de Elena que la observaba recelosa. Seguramente había pensado que no iría, pero ahí estaba ella dispuesta a afrontar todo.

-¿Cómo están? - Preguntó Sam dirigiéndose a todas en general.

Irina jugaba videojuegos con sus otras 2 amigas y la saludó levantando la mano. Katya acompañada por otra chica llamada Anya se dignaron a contestar con un simple "Bien", contrariamente a Elena que solo se limpió una pelusa de su blusa.

Olga se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Sam sintió un escalofrío, Olga golpeó con la palma de su mano el sitio que quedaba libre a su lado.

-Samy, cielo siéntate aquí - Le indicó.

Sam miró fijamente a Yulia esperando que ella dijera algo, lo que fuera pero sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida sonrisa casi invisible. Sam se dirigió resignada hacia el sofá.

-¿Que vamos a cenar? - Preguntó Irina, distraída sin dejar de apretar todos los botones del control de videojuegos.

-He pedido carne con salsa, arroz y ramen, la traerán enseguida - Contestó Olga. Sam tosió afectada.

-Yo no como carne.

-No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso - Añadió Elena.

-Exacto, mi paladar no está preparado para probar mierda - Aclaró Sam sin darse por vencida.

-No te preocupes - Olga se levantó enseguida - Llamaré ahora mismo para que traigan una ensalada ¿Te parece bien?

Sam asintió, la idea de que Olga la atendiera así no le disgustaba para nada. Suspiró hondo preparándose mentalmente para soportar la horrorosa noche, le dirigió una mirada dramática a Yulia y esta pareció ablandarse y se sentó al lado de ella. Elena la siguió y se sentó en la mitad de las dos para separarlas.

-¿Pretendes sacarnos del sofá? - Preguntó Sam molesta.

Elena la ignoró acomodándose pegajosamente al cuerpo de Yulia. Sam todavía más enojada también se acercó a Yulia que apenas y podía respirar.

-Me estás aplastando - Masculló la morena.

-Díselo a tu amiga - Se quejó Sam - Que es capaz de aplastarnos a todas con tal de sentarse, egoísta.

-No me hables tú de egoísmo Sam, mi mente no está preparada para aceptar algo así - Le reprochó Yulia.

Sam bufó. Irina gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó los brazos como si fuera un gran acontecimiento y se giró hacia ellas.

-¿Quieres jugar? - Preguntó.

Elena negó lentamente con la cabeza, Sam sonrió curiosa.

-Vale - Murmuró, encogiéndose de hombros. Irina dejó el control en sus manos.

-Pensándolo bien yo también jugaré - Dijo Elena.

Yulia resopló, aquello era agotador ¿Cómo podían llegar a ser tan tontas? ¿Había algún límite? Se dejó caer sobre el sofá, cuando llegó Olga.

-Ya he pedido tu ensalada, Samy Samy - Informó sonriendo, sonrisa que fue desapareciendo cuando se dio cuenta que habían ocupado su lugar en el sofá - Bueno será mejor que dejemos de jugar - Añadió rápidamente - Podrían ayudar a poner la mesa.

Olga apagó la consola sin problemas e Irina resopló enfadada, les indicó que la siguieran hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás. Una vez allí puso en las manos de Sam la jarra de agua, ella con el ceño fruncido se dirigió hacia Yulia.

-Yo no hago estas cosas - Se quejó - ¡Pero si somos sus invitadas! ¿Cómo puede ser tan maleducada?

-Somos sus invitadas Sam pero esto no es una cena presidencial - Le recordó Yulia mientras caminaban hacia el comedor - Cuando se juntan los amigos no existen los invitados todos colaboran por igual.

A Yulia le llamó la atención tener que explicarle todo a Sam, tenía curiosidad por saber realmente quien era ella, pero temía que si se lo preguntara su orgullo creciera aún más.

Observó como Sam dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el mantel tras acomodarlo, ya que estaba un poco torcido hacia la izquierda. Se preguntaba porque todo a su alrededor tenía que ser tan perfecto, alguien tuvo que haberle enseñado a ser así, este tipo de cosas no salen de uno mismo. Suspiró, resignada al ver que Sam llenaba todas las copas con la misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Elena alzó una ceja.

-Estás loca - Dijo.

-Y tú acabada - Contestó Sam - Estás acabada.

-¿Acabada porqué? No sabes ni lo que dices.

Se acercó hasta ella cuando Yulia estaba distraída y le habló en susurros.

-Tienes la esperanza de que Yulia termine enamorándose de ti. Sueñas con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, 20 gatos, 10 perros y 300 niños llorando y corriendo de un lado a otro - Le dijo - Bien pues te adelanto: Eso jamás pasará.

Elena le dirigió una mirada de profundo odio y apretó los puños con fuerza, furiosa.

-...No ocurrirá porque para empezar tu querida Julieta sería más feliz viviendo debajo de un puente y como segundo apunte te diré que nadie quiere a un "Romeo" como tú. Podrás ponerte todo el perfume que quieras pero seguirás oliendo a puro aburrimiento - Concluyó sin piedad.

Elena permaneció quieta, tenía verdadera ganas de golpearla, pero ¿Quién se creía que era ella? Había llevado muchísimo tiempo detrás de Yulia como para que una recién llegada se la quisiera quitar. Claro, Sam tenía ventaja por vivir en su casa. La chica thaí la miró divertida, señalándola con el dedo índice.

-¡Ah, una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu bella doncella, te contestaré que no, jamás de los jamases. Tengo más clase así que mi tipo debe estar a mi altura.

-Mejor, no sabes lo que te pierdes.

-... ¿Me pierdo pasar una vida buscando en la basura? Prefiero cederte el puesto. Gracias.

-No importa, nadie sería capaz de aguantar a alguien como tú. Así que dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte - Dijo Elena.

Sam estaba furiosa ¿Como que nadie podría quererla? Si todos en casa la querían. Arrugó la nariz, Yulia las llamó para que se sentaran, hacía rato que había sonado el timbre de la casa con la comida que habían encargado. Se sentaron mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.

-Sam ¿En Tailandia hay mucha marcha? - Le preguntó Irina animada.

-¿Marcha?

Yulia se acercó a su oreja.

-Fiestas, diversión, movimiento...- Susurró.

-Ah, ¡Marcha, claro, claro! Pues, eh...supongo que sí - Aclaró, dudosa - Yo solo salgo de día es más seguro.

-¿Tus papis no te dejan salir? - Intervino Elena.

-Mis padres me dejan hacer lo que quiera- Informó.

Olga estaba enojada, no le gustaba como iba el ritmo de la noche, no le gustaba que Sam y Elena se pelearan porque eso solo significaba que estaban compitiendo por la ojiazul.

-No tienes novia ¿Cierto? - Preguntó con una gran sonrisa.

Sam parecía dudar ante aquella indiscreta pregunta pero luego se mostró seria.

-No.

-¿No te cansas de comer tanto verde? - Insistió Elena señalando su ensalada. Sam la miró extrañada.

-¿Tú te cansas de comer sangre?

-No es lo mismo yo sigo una dieta variadísima.

-Pues no se te nota.

Yulia resopló dando a entender que no deseaba seguir escuchándolas. La noche continúo sin más percances, hasta que a Olga se le ocurrió ver una película.

-Tengo las películas en mi habitación - Explicó cuando todas se sentaron alrededor del televisor - Sam ¿Quieres acompañarme y ayudarme a elegirla?

Sam tragó saliva despacio, temerosa.

-No importa, escoge la que más te guste a ti - Respondió ella. Elena sonrió de lado.

-Qué poca educación - Susurró.

Olga parecía ofendida, cogió del brazo a Sam y la arrastró hacia su habitación y por primera vez Yulia se sintió mal.

Sam no imaginaba lo que le esperaba allí, respiró hondo cuando llegaron al cuarto sacudiéndose la blusa que Olga había tocado con sus largas uñas. Miró alrededor detestaba el rosa y las habitaciones repletas con flores y corazones, se giró consternada buscando los DVD.

-¿Dónde están las películas? - Preguntó y sintió un nudo en su garganta.

Olga se acercó peligrosamente hacia ella, entonces Sam comenzó a comprender la situación y se contuvo para no gritar.

-La película podríamos hacerla nosotras dos - Le susurró la rubia al tiempo que pasaba un dedo por su cuello.

No le gustó aquel contacto.

-No se actuar - Dijo Sam con la vista fija en la puerta cerrada de la habitación.

-Yo tampoco pero podríamos aprender juntas.

-No me interesa, gracias pero tengo otras expectativas para mi vida - Se excusó, su rostro estaba más pálido de lo habitual - Creo que deberíamos volver con las demás. Yulia estará preocupada por mí - Mintió.

Olga se inclinó hacia ella, de puntillas. Sam dio un paso atrás y tropezó.

-Te gusta hacerte la dura ¿Verdad? -Preguntó la chica con voz provocativa - Te gusta... poner las cosas difíciles. Mejor porque a mí me encantan los retos.

-No finjo nada, soy así - Admitió Sam.

-Ya, claro, claro...

-Oye me das miedo, quiero irme de aquí -Exigió la castaña.

Olga la ignoró y sus manos se dirigieron a su blusa y empezó a tocar su cuello.

-Pero ¿Qué haces loca? - Gritó Sam.

-No te resistas más Sam, sé que te gusto- Insistía.

Nunca una persona le había negado algo a Olga, todas y todos caían a sus pies tarde o temprano y Sam no iba a ser la excepción. Sam intentó escapar pero Olga tiró de la camisa hacia abajo, rompiéndola.

-Niña, tú tienes que ir directo a un psiquiátrico - Dijo Sam, en dirección a la puerta - Si quieres yo pago los gastos.

-¿A dónde crees que vas? - Olga se cruzó de brazos enojada.

-Lejos, muy lejos....de ti - Contestó, antes de salir corriendo.

Sam corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera visto un fantasma.

-¡Yulia! - Gritó fuera de sí - ¡Yulia, VEN!

Yulia salió de la sala alarmada por la llamada. Estudió a Sam, llevaba la blusa rasgada dejando a la vista la suave y blanca piel de su buen trabajado torso. Ladeó la cabeza dibujando mentalmente su cuerpo y después observó su aterrorizado rostro.

-¿Se puede saber que te ocurrió?

Sam la abrazó colocando la cabeza de Yulia en su pecho.

-Ha intentado violarme, Yulia - Dijo - Tu amiga está completamente loca quería que hiciéramos nosotras una película no apta para el público. Me habías prometido que no me dejarías sola, tenías que protegerme, no volveré a confiar en ti.

-¿Qué? pero ¿Que estás diciendo? - Levantó la cabeza, mirándola fijamente - No te he prometido nada - Suspiró, bajando la cabeza para saber que Olga las observaba apoyada en la puerta - Bueno, no importa volvamos a casa.

Yulia se despidió de sus amigas mientras Sam la esperaba en la calle, después caminaron en silencio bajo la luz de la luna.

-Ha sido un día duro ¿Eh? - Yulia la miró divertida. Sam suspiró abrumada.

-Lo resumiré de esta forma - Explicó ella - Tu casa es un paraíso divino e inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.

Yulia rió.

-Empiezo a ver a Leo como un ser inofensivo, imagínate - Torció el gesto tras escucharse así misma - Bueno, no me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como siempre, tú casa será un infierno y tu hermano un gaming.

-Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad - Yulia dijo.

Llegaron a casa, Sam se excusó rápidamente y se dirigió a su habitación, deseaba dormir. Se tumbó en la cama y cogió el teléfono móvil que estaba sobre la mesa de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero llamadas. Suspiró, buscó en la lista el teléfono de su madre y llamó. Respondieron al quinto tono.

-¿Diga?

-¿Mama? Soy Sam.

-¡Hola, Sam cariño! Lo siento, tu madre está en una reunión importante. Soy yo su nueva secretaria, Moon - Dijo una alegre voz al otro lado del teléfono - La señora Khun me ha hablado mucho de ti ¿Quieres que le diga que te llame en cuanto termine?

-Eh....no, no hace falta. Aquí, en Rusia es tarde.

-¡Es verdad, olvidaba el cambio de horario! No te preocupes, le comentaré que has llamado de todos modos.

-Gracias.

Sam frunció el ceño cuando colgó, se dio la vuelta en la cama y hundió su rostro en la almohada y cerró los ojos con fuerza, deseando quedarse dormida cuanto antes, mañana sería otro largo día......


🔜

Fati20: Si cariño, todas son hermosas pero creo que Becky no estará por acá, o si???
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 2 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por Fati20 1/18/2024, 10:44 pm

Hay no retiro lo dicho de Olga una cosa es q intente seducir a Sam y otra es prácticamente intento de violación. Me alegra que esas desgracias unan un poco a Julia y Sam aunque bueno mi corazón es de Elena Katina si se trata de estar con julia y ella es la número 1. Cariño de mi corazón a mi me encantaria qué entrará Becky sea como Becky o sea como el personaje Mon sería la cereza del pastel. Espero con ansias mañana los capítulos, muchos saludos 😘😘😘I love youI love youI love you
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 2 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por LeaAgronsky 1/19/2024, 7:37 am

O sea está Olga que se cree que va a tener a la pobre Sam de su puerquito? Jajajaja... Lo que no soporto de Sam es como se expresa de la gente, es déspota y yulia le tiene paciencia jajaja
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 2 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/19/2024, 7:21 pm

11.Felices Fiestas

Un nuevo amanecer, un nuevo día.
Yulia descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se alisó el cabello oscuro con la mano antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.

«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»

—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! — gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.

El señor Volkov le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.

—Todas las navidades dices lo mismo, Yulia. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.

La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.

—¿No podrías bajar un poco el volumen?

—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchéis y os llenéis del espíritu navideño! — Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.

La puerta contigua a la sala se abrió de golpe, y Sam salió como un huracán enfurecida, vestida con su ridícula pijama de raso. Miró con asco a la muchacha.

—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?

—Villancicos.

—No me gustan los villancicos — aclaró.

—¿Y a mí qué me cuentas?

—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.

Yulia resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Volkova salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Sam en la cabeza afectuosamente.

—¿Qué tal has dormido, cielo? — preguntó melosa.

—Bien — Le sonrió tímidamente, antes de que Yulia se marchase escaleras abajo a toda prisa. La ojiazul observaba la divertida escena.

—¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo imaginaciones mías?

Sam la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.

—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas…? — replicó burlona.

—¿Llevas lentillas?

—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos — Pestañeó con afectación — Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.

—¡Ja! Siento decirle, mi señora, que sus ojos son un tanto… repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, dama Sam de inigualable belleza! - Yulia hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar a la tailandesa.

—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.

—¡NO ME LLAMES «NENA»!

Sam sonrió, con sus ojos marrones brillando en exceso.

—Lo que tú digas, nena.

—¡Uf…! ¡Cómo te odio!

—¡Quiéreme, nena, quiéreme! — exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. Yulia le dio una patada a la pared, cabreada.

¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarla ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que ella la viese así, enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.

Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada café, la malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos, su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a Sam. Era más astuta de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de ella. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le rodeaba hacía que Yulia se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.

La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de Yulia. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrida. Sam apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y Yulia supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó somnolienta cómo ella se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Volkov entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.

—Buenos días — saludó alegremente —, ¿os vais acostumbrando a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades — Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión — Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de murciélago!

—Ese no es el dicho — le corrigió Sam, sin dejar de untar su tostada matinal.

—No importa, a veces me invento las cosas — Oleg se encogió de hombros con despreocupación — Os espero en el comedor, venid cuando acabéis de desayunar.

Y desapareció otra vez silbando animadamente. Yulia resopló, al tiempo que Sam le apuntaba con el dedo índice, acusador.

—Ni de coña pienso decorar tu casa — afirmó — No he venido aquí para servir a unos muertos de hambre.

—No es ningún servicio, idiota — Yulia no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatida — Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.

—¿Un placer? — Rió a carcajadas — Tú tienes serios problemas, Yulia. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.

Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Sam le regaló una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.

—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.

Ella pestañeó sin comprender.

—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip — Ladeó la cabeza sin dejar de observar a Yulia - En Europa amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con la señorita Yulia Volkova, apodada la "Basurero" a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.

Yulia tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y la chavala que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.

—Estás fatal, Sam. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.

Ella se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.

—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! — explotó, orgullosa.

Yulia mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.

Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Sam expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces.

Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus empleados.

—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha — le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.

Yulia la habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesta ayudante resopló.

—Y ahora, ¿qué narices te pasa? — preguntó ella; aumentaba su rabia por segundos.

—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.

Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.

—¿Estás contenta?

—Podría estarlo más — Sonrió —, pero me conformo. Ya puedes bajar.

Yulia descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.

—Tú no me dices cuándo puedo bajar — le reprochó.

Yulia cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansada.

—No hace falta decorar el baño, Sam. Así que olvídalo.

—¿Qué? — Ella la siguió mientras se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera — ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.

Yulia se giró hacia ella, extrañada.

—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada — Se cruzó de brazos — Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: « ¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».

—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? — se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Volkov.

—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.

—¿Por pena?

—¡Estabas a punto de llorar, estúpida! No he visto cosa más tonta en mi vida.

Sam suspiró, algo abochornada. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en su país, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal.

—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño — Sonrió alegremente, cambiando de tema.

—He dicho que no.

Yulia cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.

—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos. Tus padres se van a cenar, ¿verdad? — Preguntó, recordando las palabras de la señora Larissa a mitad de la jornada matinal — Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.

La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que Sam pusiera un pie en su casa.

—Está bien. Me parece justo — Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.

Sam frunció el ceño.

—Ni en broma toco tus dedos — musitó antes de subir las escaleras directo al baño — ¡Vamos, no tenemos todo el día!

Sam se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el escaparate algo recargado de una tienda. Yulia se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausta, mientras ella le echaba un vistazo rápido a la estancia.

—¿Qué me dices de la jabonera? — objetó, examinándola — ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.

—¿Ni siquiera sabes anudar tú sola una cinta? — protestó Yulia, abatida.

—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno — La miró malévola — Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.

Yulia se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Sam con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la jabonera.

—¿Contenta?

Ella se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.

—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.

—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.

Sam frunció el ceño y siguió a Yulia por el pasillo. Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza de la necesaria.

Empezaba a nevar.

Yulia tiritó y se colocó la capucha de la cazadora de color rosa, hacía frío y las calles estaban completamente vacías. Alzó una mano sin dejar de caminar y dejó que delicados copos de nieve rozaran su piel.

Aceleró el paso preguntándose como estaría Sam, no estaba segura de que dejarla sola en casa hubiera sido una buena idea y ahora se arrepentía. Había pasado toda la tarde con sus amigas preocupada, se imaginaba lo peor y casi corrió cuando su mente empezó a imaginar extrañas ideas.

Metió la llave en la cerradura, eran las tres de la madrugada y agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Moscú. En cuanto abrió la puerta el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música se oía desde el segundo piso a todo volumen.

¿Qué estaba pasando? Casi temblando subió lentamente por las escaleras con una mano en el pecho. La música provenía de la habitación de Leo y eso la tranquilizó, pero solo momentáneamente pues cuando asomó la cabeza en aquel cuarto descubrió que no había nadie. Aterrada observó el humo en el aire, un humo que olía raro, salió rápidamente hacia el cuarto de Sam y abrió la puerta sin pedir permiso. Tampoco la encontró allí, sin saber qué hacer, desesperada vio una luz que se asomaba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.

Aquella imagen la dejó paralizada, Sam estaba arrodillada frente al retrete abierto con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinada y los mechones castaños caían a los lados, conservaba los pantalones rasgados intactos, pero estaba descalza y llevaba varios botones de su camisa blanca desabrochados, mostrando un poco de piel y su brassier. Recordando que aquella joven era Sam, se preguntó porque en ese momento la estaba viendo demasiado atractiva. Se acercó hasta ella que levantó un poco la cabeza y le dedicó una hermosa sonrisa.

-¡Yulita! - Saludó agitando una mano en el aire.

La morena se arrodilló a su lado y la examinó asombrada, sin comprender.

-¡Dios mío! Sam ¿Qué te ha ocurrido? - Sam rió suavemente soltando el retrete para tomarse el estómago.

-¡Shoy feliz!

Yulia quiso decir algo pero se había quedado muda. Sam se acercó más a ella, todavía sonriendo y Yulia olió el alcohol. Abrió los ojos mirándola sin poder creerse lo que estaba pasando.

-¿Has bebido Sam?

Ella parecía pensativa, alzó la vista hacia el techo del baño como si intentase recordar algo. Después soltó otra sonrisa.

-Un boquito - Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos 4 centímetros - Pero no musho, es que he pasado la noshe con tu hermano que es mu´ divertido……….

Yulia se llevó las manos a la cabeza, tenía que calmarse, debía lograr controlarse para resolver la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Leo se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿Qué habrá hecho para que su perfecta estudiante terminara en aquella condición?

-¡Voy a matar a Leo! - Gritó frotándose la sien como si fuese a conseguir calmar la situación.

Sam negó con la cabeza cerrando los ojos.

-Pueg no hace falta, creo que ya está muergto - La miró sin siquiera pestañear - Lo he visto en el baño debajo tirado en el suelo - Apuntó con un dedo el rostro de Yulia – Mirame atentamente, estaba así.

Sam se cayó sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo imitando la última postura en la que había visto a Leo. Después sonrió y se levantó nuevamente. Yulia resopló furiosa, había pasado de estar asombrada a enojada y supuso que su hermano se habría quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que regresaba de una fiesta.

-Luego hablaré con él.

Sam se encogió de hombros.

-¡Pero si te he disho que ta muerto, mu-muerto - Repitió.

-Vamos levántate - Le ordenó al tiempo que le tiraba de un brazo.

Sam sonrió como si fuese un muñeco de trapo, como Jack.

-¡Que divedtido! - Exclamó alegremente poniéndose de pie con ayuda de Yulia.

-¿Te sientes muy mal?

-¡No, me siento muy bien! - Fijó su vista en el retrete – Iba a fomitar, pero ya no - Yulia se acercó a ella y se apartó rápidamente.

-Apestas a alcohol.

Sam continúo sonriendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de Yulia para no caerse.

-He bebido cerveza - dijo - Y despuesh hemosh bebido eso que se llama….se llama ¡Joder, se llama…!

-¿Whisky? ¿Has bebido whisky?

-¡Shi!

Sam la miró orgullosa, Yulia se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzara a llenarse. A Sam le costó mantenerse de pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo, se recostó sobre el lavado observándola con los ojos un poco cerrados.

-Sam ¿Cómo ocurrió esto?

Se encogió de hombros.

-Puesh, tu hermano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuest me dio una especie de cigarro raro - Sonrió al recordar la situación - Ya no me acuerdo de que más ha sucedido, yo solo intentaba relacionarme más con tu hermano….

-¿Marihuana, te ha brindado Marihuana?

-¡Ah, sí, él dice que es muuuuy ghuena para la salud, pa prevenir enfermedades!

Yulia respiró agitadamente y agradeció que sus padres no estuvieran en casa, no quería imaginar que habría ocurrido si hubieran llegado a encontrarla en tan mal estado. Largó una mano hacia Sam, tirándola de la camisa y ella volvió a sonreír como si fuera muy divertido. Sin pensarlo la empujó para meterla en la bañera, enseñándole como era alzar una pierna para luego alzar la otra. Sam se dejó caer en el agua.

-¡ESTÁ FRIA! - Gritó.

-No me importa - Yulia la miró enfadada - Todo esto es tu culpa, no puedo dejarte sola ni unas horas porque terminas como una completa borracha.

-Eh, eh, yo no eshtoy borracha.

Yulia resopló, cogió el bote de shampoo y dejó que el líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Sam, que jugaba con el agua como si fuese una niña de tres años. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina. Yulia comenzó a frotarle con más rapidez la cabeza haciendo que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Sam se quejó.

-¡Me pican los ojosh!

-¡Cállate! Esto es por recibir cosas extrañas y desconocidas para ti.

Sam permaneció quieta unos instantes dejando que Yulia terminara de enjuagarle el cabello.

-~I Love You~ I Love You ~ I Love You~- Canto sin ningún tipo de vergüenza.

Yulia la miraba extraña.

-¿No odiabas las canciones románticas?

-No sé - Observó una de sus manos - ~You Are Beautiful~ - Yulia sonrió en silencio.

-¡Vamos sal de la bañera!

Sam se miró de arriba hacia abajo y frunció el ceño.

-¡Pero shi todavía estoy vestida!

-¿Y qué quieres que haga Samy?

-¿Samy? ¿Me hash llamado Samy? ¡Quítame la ropa! - Ordenó.

Yulia sonrió, medio tosiendo, se había quedado quieta sin saber qué hacer. Sintió pena por ella, así que empezó a desabrocharle la camisa cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la sonrisa de Sam conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.

-¡Me hashes coshquillas, Yulita! - Dijo alegre.

Yulia le desabrochó el último botón y le quitó la camisa rozando sus hombros que eran suaves y firmes. Observó sus pechos que estaban cubiertos por un brassier negro. Intentaba no admirar demasiado su torso, pero tuvo que reconocer que tenía un muy buen físico.

La risa de Sam aumentó y Yulia empezó a enojarse más consigo misma que con ella.

-¿De qué te ríes?

-Ahora te toca quitarme losh pantalonesh…y ahí no veash nada - Explicó señalándose la ropa interior.

Yulia dio un paso atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Sam se clavaron fijamente en la puerta del baño.

-¡Yulita! - Exclamó - ¿Tu papá no decía que debajo del muérdago tocaba besho de murciedago?

Ella no pudo decir nada porque las manos de Sam atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre ella con una sonrisa tonta en los labios y la besó. Yulia dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar, no pudo moverse, no pudo respirar, tuvo que admitir que Sam besaba de un modo extraordinario. Sam se separó un poco, mientras Yulia se había convertido en una estatua mientras la castaña la miraba feliz dándole un último beso en la comisura de los labios. Yulia asombrada notó como sus mejillas comenzaban a arder.

-Tu cara está roja - Dijo Sam sonriente - ¿Estábamos en mi pantalón?

Yulia aterrada salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Le pasó el seguro a la puerta apoyándose después en ella. Pero ¿Qué había hecho? Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Sam le diera aquel delicioso beso…. ¿Delicioso? No, no para nada delicioso, más bien muy asqueroso, si asqueroso. Yulia pasó sus dedos por sus labios y suspiró recordando aquella escena. Todavía sentía el sabor de sus labios y de repente el calor volvió a subir a sus mejillas.

Deseando dormirse para dejar de recordar todo se puso la pijama y se acostó en la cama tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de quedarse dormida pronto.

20 minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta golpeándola con el puño cerrado.

-¿Yulita? Soy Sam.

Cerró los ojos con fuerza y fingió que no la oía.

-¡Abre por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…

Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda, quitó el seguro de la puerta, la abrió encontrándose a Sam confundida, con la pijama al revés y el cabello despeinado y todavía húmedo. ¡Se veía tan adorable!

Sam sonrió cuando sus ojos se encontraron y sin pedir permiso entró en la habitación pero Yulia se interpuso en su camino.

-¡Vete de aquí! De verdad Sam, es hora de dormir y he tenido suficiente por hoy, créeme - Yulia mentía, solo sentía miedo de que algo más sucediera en aquella habitación, ella lo presentía.

Sam la miró apenada.

-Es que, Yulia, mi habitación da mushas vueltas y mash vueltas…Me he tumbado en la cama y no dejaba de girar toooodo el rato - Intentó explicar.

-Es normal que de vueltas, estás borracha y tu imaginación te juega malas pasadas.

-No me gushta ese cuarto, quiero dormir aquí - Añadió.

Yulia abrió los ojos, se sentó en la cama y estiró las piernas, protegiendo su espacio. Sam le sonrió antes de perder el equilibrio y caer encima de ella. El rostro de Sam quedó a centímetros del rostro de Yulia y la distancia cada vez iba disminuyendo.

🔜

Mañana prometo subir los dos capítulos correspondientes.

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Mensaje por Fati20 1/19/2024, 11:18 pm

Jajajajaja pobre Sam mañana cuando sepas lo q hiciste 🤣🤣🤣🤣 y bueno Julia qué afortunada 😏😏😏 Sam da unos besos como dice ella profundos y sabe usar muy bien su lengua. A esperar esos capítulos mañana, saludos cariño mio feliz noche 😘😘😘I love youI love you
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 2 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por Corderito_Agron 1/19/2024, 11:30 pm

Yulia, pregúntale a Mon como besa Sam 😍😍😍😍
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BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás - Página 2 Empty Re: BESOS DE MURCIÉLAGO // Silvia Hervás

Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/20/2024, 10:55 am

11.Señorita enfermera

—¡Yulia, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amiga, la tailandesa que... - Leo dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de sus labios — ¡Oh, vaya! Veo que Sam se lo siguió pasando en grande después... — Sonrió pícaro, ladeando la cabeza — ¡Qué marcha lleva la chavala! Es toda una diva.

Sam parpadeó confundida, mirando como loca a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del mendigo.

—¡Leo ha resucitado! — explotó la castaña, admirada.

—¿Eh? — Leo enarcó las cejas.

—Por cierto... — Sam parecía confundida — ¿Qué narices hacéis en MI cuarto?

Yulia se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Sam de reojo, sin demasiado interés.

—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto — aclaró. Se destapó rápidamente, mirándose a sí misma de arriba abajo. Leo reía en el otro extremo de la habitación.

—¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, Yulia?, ¿qué me has hecho?

La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.

—Pero ¿qué dices, atontada? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de china feliz; dijiste que te daba miedo dormir sola.

La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Leonid rompió sin miramientos.

—Bueno, vamos al grano... ¿te la tiraste o no?

—¿Tirar?

—¿No recuerdas si mojaste algún dedo? — Se tocó una rasta distraído, y Sam torció el gesto.

—¿Mojar qué?

Yulia se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.

—Leo, no pasó nada — Se frotó la frente — ¿Se puede saber que hiciste ayer? Eres un irresponsable.

Su hermano se encogió de hombros.

—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Sam, don Alcohol, mister Shelton y yo — Sonrió orgulloso — el perro se lo pasó en grande.

—¿Qué? — Yulia alzó los brazos alarmada.

—¡Pero no te preocupes! Mister Shelton está ahí, tirao en el pasillo. Le he tomao el pulso y sigue vivo. O eso parece.

—¡Uuuh, mi cabeza...!

Yulia se giró y reparó por primera vez en Sam, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese una niña de un año aprendiendo a caminar. Sam estaba más pálida de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos café ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.

—Veo la luz... la luz... — gimoteó — Es el fin. Me muero — añadió, a punto de sollozar.

—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no tienes más que resaca.

—¿Qué? ¡Estoy enferma!

—No es una enfermedad, es un efecto secundario.

—¡Tengo un efecto secundario! — exclamó, preocupada — ¿Dónde están mis analgésicos? ¡Yulia, muévete! ¡Haz algo!

Leo rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo a la thaí.

—¡No pasa nada, troncal! — le animó — Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es na.

Sam agradeció que el mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno.

Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras Yulia reía al tiempo que ordenaba su habitación.

—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? — Insistió ella — Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.

Yulia la miró desde arriba, de brazos cruzados.

—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solita.

—¿Yo solita...? ¿Te has vuelto loca o qué? — La miró apenada, como un perro abandonado en una carretera desierta — Voy a necesitar tus servicios a lo largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.

Yulia arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación... la castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación de la chica arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.

La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que la nueva inquilina la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad... era la habitación más pulcra que Yulia había visto en toda su vida.

Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Sam correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella y cerró la puerta del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco...

Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro... y así hasta llegar a los colores más cálidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.

Rió sola, dada la ridiculez de Sam. Ella jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen la mostraba sonriente rodeada por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era la niña mimada de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. Yulia dejó la foto en su lugar, confundida, preguntándose si no hubiese sido más normal que Sam guardase una instantánea de ella con sus padres y no con el servicio de la casa.

Como era de esperar, la ropa de la joven thaí se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. Yulia supuso que ella se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Sam gimoteó afectada, para llamar su atención.

—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? — espetó hostilmente, para no perder la costumbre.

—No te pases, inválida borracha — Le señaló con aire amenazador — podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú sola ante una resaca.

En eso tenía razón, de modo que Sam procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de Yulia.

—Pondré alguna película — dijo la pelinegra, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado — El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.

—¿Es de dibujos animados? — preguntó Sam, al tiempo que miraba la carátula.

—Sí — Le observó con curiosidad — ¿Es que no la has visto?

—Yo no veo memeces.

—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.

Yulia se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.

—Presiento que va a ser un tostón — dijo Sam. ¡Como si a alguien le importase su opinión! Yulia puso los ojos en blanco.

Justo durante el nacimiento de Simba, Sam comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, ella sería, obviamente, Mufasa, la líder del clan. Yulia rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.

Para no gustarle la película, Sam lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos café estaban fijos en la pantalla del televisor como si la hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.

—Pero ¿por qué? — Miró a Yulia apenada, casi sin pestañear. Y ella temió que llorase — ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo...

Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Sam no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Sam se giró hacia Yulia sonriente.

—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! — Alzó una mano —: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aún siendo de dibujos, es más mona que tú.

—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca — le reprochó la morena.

Shelton apareció en el salón meneando la colita. Yulia lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.

—Quita a ese chucho de mi vista — exigió Sam.

—Tiene los mismos derechos que tú.

Yulia lo posó sobre el sofá, y la tailandesa clavó sus ojos amenazadores en el animal.

—... Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él — añadió Yulia.

—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo — aclaró Sam, contrariada.

Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Sam, dejándola anonadada. Sentada sobre el sofá, rígida, con los hombros tensos, giró su rostro hacia Yulia a cámara lenta y la señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras ella lo sostenía en alto.

—¡Tú! — Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva — ¡Tú... me besaste anoche! — gritó, fuera de sí.

Yulia sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Sam lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furiosa.

—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracha! ¿Cómo pudiste, Yulia...? ¡Qué bajo has caído! — la acusó.

La ojiazul se volvió furiosa hacia ella, dispuesta a afrontar la situación.

—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal — mintió descaradamente — Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.

—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.

—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.

—Fue culpa de tu hermano.

—Leo no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solita.

Sam se removió incómoda en el sofá, alternando su mirada entre el perro y Yulia, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy segura de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a Yulia, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.

—Te odio — dijo, como conclusión — Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.

—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.

—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.

—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.

Sam bufó, hastiada.

—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!

Yulia se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba la tailandesa. Era repugnantemente aristocrática.

—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.

Sam cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan... sucio. Ella estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatida.

Era duro soportar aquella tortura.

Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a Yulia como a Shelton, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentita, sin meterse en problemas? Ahora Yulia podría burlarse de ella eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.

En su perfecta vida en Tailandia no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y ella no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdida y hundida. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de Yulia acudió a su mente como un huracán.

En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes y de una azúl hermoso, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a ella le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —Como si los relojes no existiesen — y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.

Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que Yulia le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás de ella y se giró bruscamente. El perro y Sam se miraron fijamente durante unos segundos.

—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.

—¡Guau, guau!

Shelton meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a ella a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama de raso de Sam.

—Pero ¿qué...? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!

Sam dió un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.

—¡Yulia, Yulia!

Yulia entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.

—¿Qué te pasa ahora, borracha?

—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna - Yulia no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.

—Tranquila, solo está marcando territorio — Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso —, ahora eres suya, Sam, eres suya.

🔜
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Mensaje por Volkatin_420 1/20/2024, 11:55 am

Jajajajaja no puedo con este capítulo jajajaja Sam solo quiere que yulia le sirva como si fuera la princesa real y yulia no se va a dejar jaja
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Mensaje por soy_yulia_volkova 1/20/2024, 5:09 pm

18:07:50 ese beso les va a sslor caro a las dos cuando ya no puedan más de amor I love you😍
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Mensaje por LeaAgronsky 1/20/2024, 8:30 pm

Bravo por Shelton jaja que ha meado a Sam jaja eso es por malhumorada y arrogante 🤣 bien por el perrito que lo envió yulia
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Mensaje por Corderito_Agron 1/21/2024, 5:39 am

Leo no tiene filtro y siempre vive en su mundo ideal hahahaha
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/21/2024, 6:39 am

13.Cosas que pasan en los centros comerciales

Lucecillas de todos los colores posibles parpadeaban desde árboles, carteles y escaparates. Frondosos abetos navideños se extendían por las aceras. Los niños chillaban alegres, correteando por las calles. Los abuelos se sentaban en los bancos del paseo, agotados tras varias horas de caminata, y algunos jóvenes se picaban con las motos, derrapando por la calzada. Y allí, entre aquel armonioso paisaje navideño impregnado de felicidad, caminaban tres jóvenes tremendamente diferentes entre sí con la esperanza de encontrar los regalos para sus familias.

—¿Falta mucho? — preguntó Leonid, y se encendió el séptimo cigarro en un tiempo récord de apenas media hora.

—Ya casi estamos — contestó Yulia.

Yulia se sentía agobiada aún antes de empezar. A la derecha caminaba su hermano; las rastas se alzaban arriba y abajo al compás de sus pasos. A la izquierda se encontraba Sam, que miraba alrededor con los ojos bien abiertos, a la espera de descubrir, seguramente, la tienda más cara de toda la ciudad. Supo de antemano que iba a ser un día largo, demasiado largo.

—Esto es un asco — se quejó la thaí.

Ya estaba tardando. Yulia casi agradeció escuchar sus protestas, pues empezaba a pensar que algo raro le ocurría. La ignoró, sintiéndose más tranquila.

—A mí tampoco me gusta ir de tiendas — añadió Leo. Sam arrugó la nariz.

—No lo decía por eso — aclaró —, es solo que todas estas tiendas parecen de segunda mano — Se paró frente a un escaparate y señaló una bonita camisa a cuadros que costaba cincuenta y siete euros — ¿Ves?, ¿de qué mierda está hecha para que sea tan barata? Seguro que destroza e irrita la piel.

—¿Es que pretendes que la gente se gaste el sueldo del mes en una camisa?

Yulia se cruzó de brazos. Leo se quedó atrás, acariciando a un alegre perro que pasaba a su lado.

—Que ganen más, ¿a mí qué me cuentas? — Replicó, frunciendo el ceño — Solo mis bragas ya son más caras que esa prenda — añadió Sam. Yulia rió.

—¿Tus bragas valen sesenta euros?

—He dicho que más, sorda. Unos cien euros.

—¿Es que tus partes íntimas son de oro o qué?

—Eh, no hables de esas cosas — Sam sintió cómo comenzaba a sonrojarse levemente, avergonzada.

Yulia era demasiado descarada para su gusto.

—¡Oh, tienes la cara roja! — La señaló, todavía riendo. Sam la miró asqueada.

—¡Pues mira, sí, mis partes íntimas son tan valiosas para mí como para protegerlas con un buen material!

Leo se despidió del perro y se acercó a ellas, sonriente tras el último comentario, pero sobre todo curioso.

—¿Con qué las proteges?

—Con bragas, como todo el mundo, pero de seda. Son exclusivos y me los traen de Italia.

—Ah — Leo le miró sin saber qué decir — Yo no uso ropa interior.

Los tres guardaron un incómodo silencio. Se miraron fijamente unos instantes. Intentando olvidar las palabras de Leo, avanzaron despacio entre el gentío, más callados que antes y quizá más pensativos.

Sam procuraba esquivar la cantidad de obstáculos que se cruzaban a su paso. Niños en monopatín —sin casco ni rodilleras—; ancianos que apenas avanzaban tres centímetros por minuto; señoras locas por las compras, que parecían conocer aquel centro comercial mucho mejor que ella… Se giró hacia Yulia.

—¿Qué piensas comprarles a tus padres? — le preguntó.

—No sé — Se encogió de hombros —, a mamá quizá unos pendientes, y creo que papá necesita alguna corbata para el trabajo.

Sam torció el gesto.

—¿Solo eso?

—¿Acaso pretendes que me hipoteque a los diecisiete para contentarlos? — Bufó, hastiada — El amor se demuestra de otros modos.

—¿De veras?

—¡Claro! Pasando tiempo juntos, en familia, por ejemplo — Sonrió, sacudiendo felizmente las manos.

Sam apretó fuertemente los labios. ¿Pasando tiempo… juntos? Intentó recordar cuándo había sido la última vez que había pasado unos días con sus padres. Algunas imágenes difusas le vinieron a la memoria. Probablemente el día que nació todos estuvieron en la misma habitación y, además, cuando cumplía años siempre comían juntos en el mejor restaurante de Bangkok. Sonrió, algo más relajada y satisfecha.

—¿Y a mí me vas a comprar algo?

—Es una broma, ¿verdad? — Yulia dejó de caminar y se cruzó de brazos. Leo rió tontamente.

—Tía, después de dormir juntitas algún detalle tendrás que tener con la chavala, ¿no?

Yulia cerró los ojos y respiró hondo.

—Leo, haz el favor de no llamarme «tía».

—¡Joder, vale, tía, vale! — Alzó las manos en son de paz.

—Entonces, ¿no pensabas comprarme nada? — gritó Sam, dolida — ¡Pero cómo puedes ser tan rácana! ¡Yo incluso ya tenía pensado tu regalo…! ¡Estamos en Navidad, Yulia!

—Está bien, está bien — Suspiró — Si cierras la boca, prometo que te compraré alguna chorrada.

Se volvió decidida y reemprendió la marcha. Leo, rezagado, se quedó embobado con los ojos fijos en el escaparate de una papelería. Sam rió por lo bajo.

—¿Piensas deleitar a tus padres con unos lapiceros? ¡Qué original! — farfulló, maliciosa.

—¡Leo! — Yulia ignoró a Sam y llamó a su hermano — ¡Vamos, qué haces ahí parado!

Leo curvó los labios lentamente hacia arriba.

—He tenido una idea fantástica — explicó — Vosotras id de compras, nos encontramos dentro de dos horas en el Café Shoquin.

—Pero ¿qué narices piensas hacer?

Yulia había procurado planificar bien aquel horrible día de compras, y justo antes de que empezara, sus planes ya comenzaban a trastocarse. Tenía un regalo más que comprar, y su hermano la abandonaba dejándola a solas con una obsesiva compulsiva.

—Es una sorpresa, luego veréis.

Y se internó en la papelería a paso lento y desganado, como de costumbre.

Sam siguió caminando, satisfecha por haber perdido de vista al mendigo. Miró a la joven, sonriente.

—¿Sabes a quién se parece tu hermano?

—Sorpréndeme, ¡oh, maravillosa ser divina omnipotente que todo lo sabe! — musitó, irónica.

—A Bob Marley. Es como su gemelo; incluso tienen aficiones comunes — Esquivó a un crío que degustaba un enorme trozo de turrón — Lo vimos en clase de Educación Cívica.

—¿Qué?

—Sí. Era el ejemplo exacto de lo que no debíamos llegar a ser — sonrió —, y también ojeamos la biografía de Sid Vicius; el loco de los Pistols era otro de los que estaban en la lista negra.

Pero ¿a qué colegio iba aquella pobre desgraciada? Se llevó las manos a la cabeza, consternada. Ahora lo entendía. Seguramente ni siquiera era un colegio, sino una secta. Le observó cuando dejó de andar, absorta en el escaparate de una joyería. Vista así, de lejos y calladita, realmente no estaba nada mal. Es más, algunos de los chicos que pasaban por su lado la miraban mirándola de arriba a abajo, coqueteando. Sam tenía un perfil algo afilado. Volvía a llevar el castaño cabello totalmente — como si se hubiese puesto brillantina —, pero Yulia la había visto en plena borrachera, desarreglada, y sabía que aquella primera imagen de chica formal podría mejorar si se mostrase más desgarbada. Bajó la vista por su rostro y encontró sus labios, que, de un suave color melocotón, contrastaban con la palidez de su piel. Resopló, abochornada por recordar otra vez el estúpido beso bajo el muérdago, y sacudió la cabeza.

—¿Qué haces ahí parada? — le chilló, cruzándose de brazos y adoptando su actitud habitual.

—¿No querías también tú comprarle unos pendientes a tu madre?

—Sí. Pero no en esta tienda, es demasiado cara.

—Ya veo los límites que le pones al amor maternal — Negó lentamente con uno de sus largos dedos, moviéndolo de derecha a izquierda — Entremos. La mía sí se lo merece.

Yulia siguió sus pasos, asqueada. Una vez dentro, la dependienta, de unos cuarenta años de edad, le dirigió a ella una mirada de reproche, y a Sam, la mejor de sus sonrisas; seguramente se había fijado en que la blusa que llevaba era de una de las marcas más prestigiosas del planeta.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Buscaba un collar… — Sam ojeó el mostrador principal — pero no se parece en nada a todo lo que veo aquí.

La mujer arrugó la frente, mirando los productos. Después sus ojillos se clavaron en los de Sam y descubrió que acababa de encontrar a la clienta idiota de turno que con una sola compra amortizaría todas sus Navidades.

—¿Desea algo más… exclusivo?

—Exacto.

—Acompáñeme, por favor.

Yulia pestañeó, confundida. Las siguió hacia el interior de la joyería por un pasillo que no quedaba expuesto al público. Seguramente sería la primera y última vez que entraría allí. Tras abrir una compuerta, se encontraron en una habitación circular, repleta de estanterías con cajones cerrados con llave. La dependienta inspeccionó a Yulia con desconfianza antes de abrir una de las cerraduras. El cajón se abrió y dejó a la vista collares de piedras tan brillantes que casi dañaban la vista. Sam se inclinó levemente para echarles un vistazo.

—Me gusta ese — Señaló uno del que colgaba una pequeña piedra verde.

—Buena elección. Está hecho de oro blanco de gran calidad, y la piedra que ve es casi imposible de encontrar.

Yulia también lo ojeó, y por poco se desmaya al descubrir el precio anotado en un pequeño papelito blanco, bajo el colgante.

—¡Pero si es un robo! — gritó, sin poder contenerse — ¡Con lo que vale este collar se podría erradicar el hambre de media África!

Sam se acercó a ella, molesta, y le dio un codazo.

—Calla de una vez, basurera, estás haciéndome quedar en ridículo — Sonrió y se dirigió de nuevo a la dependienta — Me lo quedo. Cóbrese — añadió, al tiempo que le tendía la tarjeta de crédito — ¡Ah!, y no escatime a la hora de envolverlo. Ya sabe, una cajita bañada en oro o algo parecido…

—Por supuesto, señorita, no se preocupe por eso.

Abandonaron la habitación circular y Sam suspiró con orgullo, como si se hubiese quitado un peso de encima. Yulia, demasiado anonadada todavía para hablar, se mantuvo callada sin rechistar; casi se podía oír el rechinar de sus dientes, carcomida por la rabia. ¿Cómo podía gastarse semejante dineral en un simple regalo navideño? Y, lo más importante, ¿quién era realmente Sam, o de qué tipo de familia provenía?

Yulia observó ensimismada cómo la dependienta le devolvía a la tailandesa la tarjeta de crédito y esta la guardaba de nuevo en su maravillosa cartera negra de Gucci. Resopló asqueada. Tanta tontería zumbando a su alrededor lograba ponerla de mal humor. Sam, por el contrario, se mostraba satisfecha con la adquisición. Salieron poco después de la joyería y continuaron caminando por la avenida del centro comercial.

—Pero ¿qué has hecho, animal? ¡Por algo así debería caerte cadena perpetua!

Sam enarcó las cejas, confundida.

—Pobre Yulia, las drogas la han dejado tonta…

—¡Es demasiado dinero! Ninguna madre puede llegar a sentirse orgullosa de que su hija le regale algo así — prosiguió, cabreada —, ¿por qué no le das otro destino, como alguna asociación benéfica?

Sam soltó una brusca carcajada.

—¡Ya sé lo que te pasa! — La señaló con el dedo índice — Te pica el bichito de la envidia… — Volvió a reír — Además, mis padres ya donan mucho dinero a ese tipo de organizaciones.

—Eres asquerosa, Sam, eres… ¡insoportablemente cínica! No tienes remedio.

Sam se detuvo y la miró dolida. Agitó la bolsita donde llevaba el collar, y Yulia sintió deseos de matarle de una vez por todas.

—La cuestión es… — Suspiró, meditando — que, te guste o no, pequeña amante de los vertederos, todavía tendremos que vernos las caras por narices durante más de veinte días, así que no deberías faltarme al respeto. Y te aseguro que no eres la única que en estos momentos piensa en el suicidio: yo también me lo empiezo a plantear.

—Pero ¿cómo tienes la cara dura de hablar tú, precisamente tú, de la palabra respeto? ¡Si ni siquiera sabes lo que es!

—¡Pues claro que lo sé! También lo han dado en clase de Educación Cívica. Y ahora deja de sermonearme. Me aburres. Cómprate un loro y enséñale la constitución hasta que la recite de memoria.

Y, con porte elegante, avanzó unos pasos acera abajo. Yulia suspiró. Durante la última semana, exactamente desde la llegada de la extranjera, había tenido tantos nervios en el estómago que, al final, se manifestaban en una terrible incomodidad e incluso náuseas. Procuró aguantarla y no contestar a sus palabras. Aquel era el segundo plan: si no puedes con tu enemiga, ignórala.

Entraron en la zona de techo cubierto. Un árbol navideño, enorme y lleno de espumillones, se alzaba en el centro hasta casi el techo. En los laterales, numerosas tiendas mantenían sus puertas abiertas, de donde salían alegres notas musicales. Y, al fondo, sobre una tarima con dos elegantes doseles rojizos, un hombre disfrazado de Papá Noel junto a una extraña mujer, también disfrazada como su esposa, contentaban a una gran cola de niños que se sentaban por turno en sus rodillas para pedirle sus regalos.

—Qué patético — Sam señaló a Papá Noel — Yo nunca creí en él, porque desde el primer día me advirtieron de que no era real.

Yulia tosió, alarmada.

—Pero ¿qué clase de infancia has tenido tú, bicha rara?

—¿Bicha rara? Deja de describirte tan detalladamente, Yulia — Sonrió — Yo entiendo a mis padres, haré lo mismo que ellos… ¿Por qué engañar a tus hijos si se supone que los quieres? Es un poco ruin — meditó — Bueno, basta de rollos, vamos a buscar esa corbata para tu padre que en el futuro terminará irritándole la piel.

—No irrita la piel.

—Ya, claro. Otra que prefiere vivir en la mentira; eres como esos niños de ahí.

Se movieron torpemente entre el gentío directo hacia una tienda de ropa. Y entonces un hombre que llevaba un extraño aparato en una de sus orejas y vestía de negro riguroso se interpuso en su camino. Apoyó las manos en los hombros de Sam, decidido. Esta dio un pequeño saltó hacia atrás, temerosa de que fueran a atacarle.

—¡Tenemos una emergencia! — Gritó el hombre — La señora Claus acaba de decirme que se encuentra mal, problemas intestinales.

—¿Y a mí qué me importa? — farfulló Sam.

—Necesitamos a una sustituta.

Yulia sonrió con aire malicioso, pues, de improviso, acababa de encontrar su esperada venganza. Se adelantó, interponiéndose entre los dos.

—Estará encantada de hacerlo. Adora a los niños.

—¿Qué? Pero ¿qué…?

—¡Vale, no tenemos tiempo que perder! ¡Rápido, acompáñeme a los lavabos privados! — gritó el hombre de negro, cogiendo a Sam de la chaqueta y arrastrándola mientras esta forcejeaba confusa.

—¡Yulia! Pero ¿qué está pasando? ¡Haz algo!

Y lo hizo. Le siguió hasta los lavabos. Sam apenas tuvo tiempo de protestar de nuevo cuando llegó la mujer que antes había estado de pie, al lado de aquel mugroso Papá Noel con las rodillas atestadas de críos.

—¡Gracias a Dios! Me muero por ir al baño… — susurró, acongojada — Eres un ángel caído del cielo, muchacha.

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Perdón por no haber subido otro capítulo ayer I love you😍 un beso a todas y sepan que las aprecio un montón ☺
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