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MI ESTRATEGIA PARA AMARTE

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Mensaje por LenaVolkova66 4/21/2024, 5:50 am

Al menos no le pasó nada peor 😔 pero insisto no debería estar viviendo en esa bendita torre pero si khe son tercas las dos 🙄
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Mensaje por Corderito_Agron 4/21/2024, 9:44 am

Corran!! Vamos, corran de nuevo a la torre 🙄 en serio están ciegas de amor o que carajos? Hahahahaha
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Mensaje por Veroska 4/21/2024, 12:07 pm

Tienes razón, se encuentra bien Yulia a pesar del daño ocasionado por ese psicópata... Que momento desagradable y peligroso... El acoso de ese tipo ya pasó a la agresión lo que significa que es capaz de matar a Yulia por apartarla de Lena y de su estúpido idilio que supuestamente tiene con ella... Lo importante es que se pueden seguir besando y con la aprobación de la suegra jejeje lindas las dos.
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/22/2024, 1:26 pm

Capítulo 25

Yulia estuvo en el hospital dos días más, que alternaron entre el placer y la frustración. Disfrutaba de las horas que Elena pasaba con ella, leyéndole, completando crucigramas y haciendo buenas migas cuando la visitaba Kristina, Peter y su madre. Su madre estaba con Kristina, por eso solían llegar juntas y a Yulia le resultaba acogedor y entrañable en tiempo que dedicaban a las reminiscencias familiares y a los entretenimientos. Lo que más le gustaba era el tiempo que estaba sola con Elena y ésta le comentaba valiosos detalles de su juventud. Tras esos retazos de historias, Yulia quería acercarse a ella y abrazarla. Aunque Elena le contaba objetivamente lo que había ocurrido, Yulia veía más allá de las historias a una chiquilla ignorada por sus padres, hambrienta de afecto. No habían sido crueles ni negligentes a propósito, pero pertenecían a una clase y a una época en las que había una clara barrera entre los padres y los hijos de los privilegios. Elena hablaba de sus niñeras con más frecuencia que de sus padres. A Yulia le pareció que debió de haber sido una niña solitaria, por eso se había convertido en una persona tan fuerte y estudiosa. Al darse cuenta de eso, resultaba cada vez más reconfortante ver lo bien que se había integrado con Kristina y su madre. Yulia observaba que Elena parecía contenta y dichosa cuando estaba con ellos.

La frustración radicaba en que la habitación no garantizaba mucha intimidad y diferentes camilleros, enfermeras y médicos entraban durante el día y la noche, imposibilitando que tuviese mucho contacto físico con Elena. A menudo, mientras Elena le leía, estudiaba sus rasgos, maravillándose ante la airosa curva de su mejilla, que formaba una línea arqueada en las comisuras de la boca. Y aquella boca. Cuando Yulia contemplaba aquellos labios, brillantes de carmín, se excitaba. Era incapaz de contener la humedad que brotaba entre sus piernas y el hormigueo que sensibilizaba su clítoris como una persistente picazón que reclamaba remedio. No podía hacer nada al respecto, salvo apretar las piernas y confiar en que el rubor de su rostro no la delatase. En un determinado momento, cuando Yulia admiraba la hondura del escote de Elena, ésta alzsbs la vista del poema que estaba leyendo y captaba la expresión de deseo y evidente inquietud de Yulia, que intentaba disimular su creciente excitación. Acercó la silla a la cama, deslizó una mano subrepticia bajo las sábanas y buscó el punto del desasosiego erótico de Yulia. Sin embargo, en cuanto empezaron los gloriosos dedos de Elena a dejar sentir su efecto, la auxiliar que servía el té franqueó la puerta.

-Hola, queridas - anunció, ajena a la tensión sexual que había entre aquellas dos - ¿Les apetece una taza de té?

Debió notar el acaloramiento de Yulia, porque añadió;

-Lo siento, querida, ¿la he despertado?

-No, en absoluto - dijo Yulia con voz ronca - Sólo que Elena me estaba excitando cuando usted entró - la pelirroja no pudo evitar reírse a carcajadas.

Cuando llegó la mañana de alta, Elena se presentó con una gran caja de bombones.

-Pensé que tal vez te gustaría dárselos a las enfermeras - comentó mientras guardaba las posesiones de Yulia en una pequeña maleta.

-¿Te parece bien ese vestido que compré?

Yulia le había pedido a Elena que le llevase un vaporoso vestido con estampados de amapolas porque no quería nada que le ciñese el cuerpo, pues los hematomas aún le dolían.

-Excelente elección. Ya comprendes que vas a necesitar mi ayuda para vestirte y desvestirte durante una temporada.

-Bueno, lo de desvestirme no será un problema.

A Yulia le preocupaba cómo llevaría el regreso a la torre, si abriría heridas en su mente o no. Sin embargo, a medida que se acercaba, se sentía curiosamente emocionada. Era el hogar de Elena y, como había tanto de Elena en aquel lugar, sus obvios beneficios sobrepasarían a los malos incidentes que allí habían acontecido. Además, se trataba de un sitio único y muy cómodo para vivir. La mayoría de la gente daría su brazo derecho por vivir en una propiedad tan exclusiva y bien diseñada, así que sería estúpida si dejaba que Charlie se lo estropease. La única leve queja eran las escaleras, pues, en su frágil estado, le costaba trabajo subirlas. Sin embargo, al llegar al salón, los numerosos jarrones con flores decorativas hicieron que valiese la pena.

-¡Bienvenida a casa! - exclamó Elena - ¡Espero que no tengas alergia!

-¡Oh, Elena! Son maravillosas. Muchísimas gracias. Déjame darte ese beso con el que hace dos días que sueño.

-¡Mientras no entre la camarera...!

Poco después Yulia estaba estirada en el sofá, entre cojines mullidos, con la cabeza en el regazo de Elena.

-Es una lastima que no hayamos tenido ocasión de comer con Kristina y Peter. Desde el punto de vista positivo, al menos los has conocido y sé que les caes bien, sobre todo a Kristina.

-Y a mí me cae bien ella. Tu familia es encantadora y han sido muy amables conmigo. Aunque no echaremos de menos la comida... por si te resultaba complicado ir hasta allí, los he invitado a cenar mañana. Quería decírtelo antes, pero entre una cosa y otra me olvidé. Lo siento, cariño. No sé si son vegetarianos, como tú, así que voy a preparar pasta con queso al horno. Podemos tomar rodajas de tomate y mozzarella con pesto para empezar y pastel de ron de Jamaica con salsa de naranja para terminar. ¿Qué tal suena? - Mientras hablaba, acariciaba con gesto ocioso los cabellos de Yulia.

-Cielos, suena maravilloso - admitió Yulia- ¡Se me hace la boca agua!

-En ese caso, acompañame mientras preparo algo. Llevaré unos cojines para proteger ese cuerpo tan deseable.

La noche siguiente, una luz tamizada, las velas y la suculenta comida garantizaron el éxito de la cena. El tiempo se portó bien y se mantuvieron las temperaturas tranquilas y suaves, y así Elena pudo abrir algunos ventanales. El jerez, el vino y el Cointreau favorecieron la conversación, y al final de la velada la familia de Yulia había adoptado sinceramente a Elena. La atmósfera disipó las posibles incomodidades ante las manifestaciones de afecto entre Yulia y Elena. De camino a casa, Kristina le comento a Peter lo mucho que le sorprendía encontrar la relación de ellas tan natural como la suya.

-Están muy cómodas juntas. Es curioso que, en un par de semanas, una relación que tendría que haberme confundido se haya convertido en algo perfectamente normal.

Su madre fue más clara.

-He pasado una velada estupenda y me encanta Elena. No me importa lo que hagan en privado; me alegro de que Yulia esté con alguien sensible y que la cuida. Resulta obvio que están enamoradas, y eso es lo único que me interesa.

Peter y Kristina, que iban en la parte delantera del coche, intercambiaron una discreta mirada de burlona incredulidad y diversión.


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Mensaje por Fati20 4/22/2024, 4:24 pm

Me parece una locura qué regresen a la torre con el loco suelto pero bueno esperemos que no pase nada. Hay que ternura Jul teniendole tantas ganas a su Lena y sin poder hacer nada. Algo muy agradable y poco común es lo bien que esta tomando todo la familia y eso es fantástico 😃. Saludos cariño 😘😘I love you
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Mensaje por Corderito_Agron 4/22/2024, 7:34 pm

Ya parecen las aventuras de la sorda y la terca hahahaha
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/22/2024, 8:01 pm

Capítulo 26

Mientras la primavera fluía sin esfuerzo hacia el verano y en los jardines crecían flores de vivos colores, el cuerpo y la mente de Yulia empezaron a curar, revividos por el calor, los días perezosos y los toques del amor. Elena se portó como una enfermera atenta y sensible con Yulia, aunque la favorecía con servicios adicionales con los que no soñarían ni las pacientes más particulares.

-Mi tratamiento es holistico - decía - trata de curar todo el cuerpo y la mente - Yulia no creía mucho en la teoría, pero estaba dispuesta a permitir que los terapéuticos dedos de Elena hiciesen su trabajo.


La desgracia, a pesar de las cálidas temperaturas que las incitaban a salir, el miedo las obligaba a permanecer en casa. La torre ofrecía protección y, aunque el jardín apelaba a sus sentidos con los perfumes del jazmín y las amapolas de un rojo vibrante, no se sentían seguras con Charlie suelto. El detective Smirnov las llamaba regularmente, pero la confianza en una pronta detención que él les había instalado se desvanecía a medida que pasaban los días y Charlie no aparecía. No se quejaban, pues el salón era una verdadera solana en la que languidecían, Yulia comprobando todos los detalles de las vacaciones, Elena haciendo los dibujos estructurales de su trabajo.

A mitad de la semana Elena tuvo que desplazarse a la oficina de la ciudad y Yulia la acompañó. Los colegas de la pelirroja, que habían sido informados de lo ocurrido por la policía y por la propia Elena para garantizar la seguridad en el lugar de trabajo, se mostraron compresivos y deseosos de mimar a Yulia con su escayola. Mientras estaban en la oficina, Elena se llevó otra agradable sorpresa. Dejó a Yulia ante su mesa mientras se reunía con su jefa, Irene Jessup. Al poco rato se presentaron las dos. Irene era una persona amable, de aspecto eficiente, con cabellos plateados y un maquillaje bien aplicado que la convertían en una mujer de mediana edad muy atractiva. Si se añadía a eso su traje bien cortado y sin duda caro, enseguida se veía que se trataba de una mujer importante. Yulia entendió por qué a Elena le gustaba tanto: era de esas mujeres a las que forzosamente había que admirar.

-Hola, Yulia. Me alegro de conocerte al fin. Elena me ha hablado mucho de ti - saludó con voz suave, aunque firme.

-A mí me ha contado que es usted su confidente. Ahora que la conozco, lo entiendo - repuso Yulia dándole la mano a Irene.

-Veo que ese personaje, Charlie, te ha tratado de mala manera. ¿Cómo te encuentras?

-Un poco dolorida, pero con esta excelente enfermera y la perspectiva de las vacaciones, mi espíritu está muy animado.

-De agradecertelo. Sabía que debías ser alguien muy especial cuando Elena solicitó las vacaciones. Hace años que le sugiero que se tome un buen descanso. Estaba empezando a pensar que se había olvidado de descansar.

La ojiverde se ruborizó al oír que hablaban de ella, una debilidad que Yulia no había notado previamente, pues era ella la que siempre se ponía colorada. Deseó poder cogerle la mano; en vez de eso, empeoró las cosas al responder:

-No se preocupe. Haré todo lo que pueda para que se relaje.

Irene pareció dudar un momento antes de hablar.

-Yulia, dímelo si crees que no es de mi incumbencia, pero Elena me contó que te habían despedido. He pensado: aquí tenemos una sección de contabilidad bastante grande, así que, si te parece bien, ¿por qué no me envías un currículum? Veré lo que hay. No puedo prometer nada, pero siempre estamos buscando personal inteligente y agradable.

-No, no me importa que sepa que me han despedido. Agradezco mucho su oferta y, por supuesto, le enviaré mi currículum vítae. Muchísimas gracias.

-Me alegro de ayudar a alguien tan cercano a Elena. Tenemos la suerte de que, aunque trabajamos juntas, somos grandes amigas. Ojalá nosotras también seamos amigas - Miró su reloj - ¡Uy! Debo irme corriendo a una reunión. Espero que te recuperes pronto y que tengáis unas estupendas vacaciones.

Cuando Irene salió del despacho, Yulia se acercó a Elena y le dió una palmada cariñosa en el curvilíneo trasero.

-Tengo que agradecertelo. ¿Cuándo has tramado lo del trabajo? ¿Y qué maravillas le has contado de mí, diablillo?

-Acostumbro a llamarla todos los días cuando no vengo a la oficina, para estar al tanto de lo que ocurre y comentarle lo que hago. Naturalmente, hablamos de muchas cosas. Como ya te dije, somos amigas, pero en muchos aspectos es para mí la madre que no he tenido. ¿Te cae bien?

-Es maravillosa. Todo sofisticación. ¿Aprendiste de ella el gusto por la ropa?

-Supongo que sí. Cuando yo acababa de llegar y era insegura, con Charlie rondando, me tomó bajo su protección. Una de las cosas que me enseñó fue a ir de compras.

A medida que se acercaban las vacaciones, aumentaba su emoción. Para las dos se trataba de una novedad que vivirían juntas, pues nunca habían pasado las vacaciones con una pareja. Elena disfrutaba de la euforia casi infantil de tener unas vacaciones de verdad en vez de una temporada en casa con sus padres. Y además estaban las compras. Yulia hizo minuciosas listas con la comida y artículos para la casa que debían comprar en el supermercado y otras más seductoras y entretenidas de ropa. Estas últimas las obligaron a desplazarse del West End londinense; regresaban cargadas de bolsas, muchas de ellas llenas de cosas para las vacaciones y otras no. Se dejaban llevar por la alegría de las vacaciones y adquirían cosas que siempre habían querido tener con el pretexto de que les hacían falta. Como Yulia tenía el brazo escayolado, tuvo que recurrir a Elena para que la ayudase en los probadores, una tarea que las hacía reír a menudo. Sin embargo, por una especie de acuerdo tácito, limitaron sus manifestaciones de afecto en público a cogerse de la mano. A veces se daban un beso rápido cuando estaban solas, pero a ninguna de las dos les apetecía suscitar la curiosidad pública o el resentimiento ante algo tan querido.

Sin darse cuenta, se les echó encima la víspera de la partida. Ojo, eran personas ordenadas, estaban preparadas, con las maletas hechas y listas para viajar. Lo ideal habría sido cargar el equipaje en el Land Cruiser esa noche para salir por la mañana temprano, pero las disuadió el miedo a la presencia de Charlie, así que dejaron las cajas y las bolsas junto a la puerta principal. Por suerte, los asientos traseros del Land Cruiser se podían abatir, de forma que parecía más una mudanza que un viaje de vacaciones. Esa noche se acostaron temprano porque Elena tendría que conducir los días siguientes y Yulia estaba empeñada en disfrutar de un sueño reparador.

-Cuando estemos allí, podemos relajarnos y hacer todo lo que nos apetece hacer juntas - dijo Yulia.

-¡Hum! Me da materia para pensar mientras conduzco - repuso Elena.

-Sé que Francia es el país del amor, pero no creo que los gendarmes acepten la excusa de que haces zigzgas a causa de tus pensamientos eróticos.

-¡La aceptarán cuando te vean! - replicó Elena.

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🤣🤣🤣 @corderito_Agron, se mamó!
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Mensaje por LeaAgronsky 4/22/2024, 8:59 pm

Corderito_Agron escribió:Ya parecen las aventuras de la sorda y la terca hahahaha

🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣 El mejor comentario
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Mensaje por LenaVolkova66 4/22/2024, 11:14 pm

Ojalá y pueda trabajar al lado de Lena y así se hacen compañía.... Pero chics, mudense!
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Mensaje por Fati20 4/23/2024, 2:01 am

Jajajaja Corderito ya sabemos que tu gancho es el sentido del humor es demasiado bueno y estoy muy deacuerdo toman unas desiciones 🤣🤣🤣🤣. Me alegra que en esas 2 semanas no paso nada y que ya se vayan lejos a disfrutar muchísimo se lo merecen esperemos q Jul ya este recuperada para que realmente disfruten las vacaciones 😏😏😏. Saludos cariño 😘😘😘😘
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Mensaje por soy_yulia_volkova 4/23/2024, 1:15 pm

Jajajajajajaj Corderito, te pasas jajajajaja, siiiiii... Creo que les encanta el peligro..... Joder .... Aman verse nerviosas
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/24/2024, 1:40 pm

Capítulo veintisiete

Los hados querían disculparse con ellas o compensarlas por los sinsabores, pues el día siguiente amaneció cálido y despejado, ideal para el trayecto de seis horas en ferry desde Portsmouth a Caen. Estaban de excelente humor y, siguiendo la tradición familiar de diversión en vacaciones, cantaron con entusiasmo mientras recorrían la autopista hasta la terminal del ferry. En ocasiones así, sobre todo cuando brilla el sol, es como si Pleasantville cobrara forma; a medida que se acercaban a la costa y a las colinas calcáreas, las flores silvestres salpicaban los arcenes y la gente parecía sonreír más. Llegaron con tiempo de sobra y, como estaban al principio de la cola, embarcaron enseguida y se instalaron en el camarote. Tras dejar las maletas que llevaban, subieron a cubierta para contemplar Portsmouth y cómo desaparecía Inglaterra mientras se deslizaban hacia el Canal. Observaban la luz reflejada en el oleaje, interrumpida sólo por las gaviotas que seguían el rastro del ferry, cuando Elena rompió el silencioso hechizo:

—¿No te parece que deberíamos ir a comer algo antes de que haya demasiada gente? Luego podemos dar una vuelta por el barco o tumbarnos en el camarote.

—Una idea espléndida. Tengo un poco de hambre.

En el comedor había sitio: la gente estaba explorando el barco o en el cine donde se proyectaba una popular película de ciencia ficción. La cocina era una extraña mezcla de menú inglés y francés para complacer a la mayoría de los viajeros que cruzaban el Canal. Ambas se rieron de las patatas fritas a la francesa, que en realidad eran patatas fritas a la inglesa, y de la ternera inglesa, que seguramente sería francesa debido al miedo de los últimos años a las patas y morros de ternera. Las dos escogieron la opción de la lasaña vegetariana.

—Supongo que, como eres vegetariana, tendré que acostumbrarme — señaló Elena — Para variar, me vendrá bien hacer una dieta adecuada.

—¿Has conducido antes por el lado derecho de la carretera? — preguntó Yulia mientras comían.

—No. Debo admitir que, aunque he conducido mucho por Inglaterra debido a mi trabajo, la idea de conducir por la derecha me atemoriza — Hizo un gesto elocuente para ilustrar ese miedo.

Yulia se rió.

—No te preocupes, cariño. Te ayudaré con los mapas. Es curioso cuando obtuve el carnet de conducir, unos amigos decidieron que fuéramos a Francia. Como la única que sabía conducir era yo, tuve que coger el toro por los cuernos, pero muchas carreteras francesas tienen carriles dobles, así que no resultó tan horrible como había pensado. Me pareció más complicado cuando regresamos a Inglaterra, no sé por qué.

—Espero acostumbrarme enseguida, pero por Dios te pido que me recuerdes el carril que debo tomar en los cruces de carretera y en las glorietas.

Después de una prolongada comida, recorrieron las cubiertas, recopilando información turística sobre las mejores rutas, visitando la tienda libre de impuestos y la de periódicos. Compraron una botella de aguardiente de melocotón para las vacaciones, pero no las tentaron ni los perfumes ni los accesorios. Yulia señaló uno de los escaparates.

—Cuando era una chiquilla, durante el viaje de ida y vuelta a mi país las azafatas de la British Airways ofrecían productos similares en carritos. Es una de las cosas que no han cambiado. Apuesto a que siguen vendiendo los mismos artículos. Seguro que, si miramos, encontraremos el consabido perfume Muelhens 4711, pañuelos de Hermes con escenas de Londres y frascos de pasta de anchoas en las estanterías — bromeó Yulia.

—Ríete, pero veo la colonia 4711 y los pañuelos de Hermes desde aquí — se rió Elena — ¿Bajamos al camarote o prefieres seguir paseando?

—No, bajemos. Me apetece acostarme.

Los camarotes eran funcionales, con dos literas y un pequeño baño con ducha. Para no arrugar la ropa, se quedaron en ropa interior antes de acostarse.

—Estoy bastante cansada — comentó Elena — pero seguramente no podré dormir si no te tengo cerca. Ven a compartir mi litera, camarada de a bordo.

—Creí que no me lo ibas a pedir nunca, capitana — se quejó la ojiazul, bajando de su litera y acurrucándose junto a Elena, con el brazo escayolado apoyado en la pared del camarote.

Elena se agazapó a su lado, enredando una pierna en la de Yulia y poniendo un brazo sobre su estómago. Apoyó la cabeza en el hueco del codo de la morena y, a continuación, su aliento adoptó un ritmo estable sobre su pecho. No tardó mucho en dormirse, con el rostro relajado y radiante. Yulia sabía que nunca descubriría todas las maravillas de aquella mujer excepcional, pero iba a disfrutar localizando cada lunar y las debilidades de aquel cuerpo. Examinó el brazo de Elena, con su vello dorado y la piel cremosa y rosada, que se curvaba en la delicada muñeca y se prolongaba en los largos dedos. Aquellos dedos poseían la magia de dominar un lápiz artístico con el mismo cuidado y precisa atención con que recorrían, seductoramente, la arquitectura de Yulia, moldeando sus nudosos músculos hasta convertirlos en carne maleable. Luego, la carne maleable se volvía líquido ondeante que erizaba sus sentidos y los llevaba hasta una cima que coronaba entre espasmos y tensiones.

Cuando el zumbido monótono y vibrante de los motores del ferry aumentó de forma casi imperceptible, Elena se movió y su rojiza trenza francesa se deslizó sobre el hombro de Yulia, que percibió el fresco aroma a champú de su cabello y le dio un rápido beso. Luego, dejó que sus ojos resbalasen sobre la ondulación del pecho de Elena, que se elevaba y descendía rítmicamente bajo el algodón blanco del sujetador. La maravillaban los pechos de Elena. Entendía que a los hombres les fascinasen tanto los pechos después de disfrutar de los de Elena. Su ideal era cuando se acostaban juntas, una encima de la otra, de forma que sus cuerpos encajaban uno en el otro y sus pechos coincidían. Abrazó a la pelirroja estrechamente, como si al hacerlo se convirtiese en parte de ella y le permitiese experimentar parte del intenso amor que sentía hacia ella. Volvió la cabeza, apoyó la mejilla en el pelo de Elena y, al poco rato, el meneo del barco entrecerró sus ojos y se hundió en el sueño entre imágenes de ésta.

El ruido repentino de voces que pasaban ante el camarote despertó a la ojiverde, que alzó el brazo con cuidado para mirar su reloj. Era hora de tomar un café con pastas danesas antes de llegar a Ouistreham. Sin saber que Yulia la había observado antes, dejó que sus ojos se deslizasen sobre la cara inocente e indefensa de su amante. La piel de Yulia, como la de muchas chicas, tenía un pálido tono alabastrino que contribuía a darle aquel aire tan delicado. El sujetador azul pastel la realzaba, dándole casi la apariencia de fragilidad y belleza de una porcelana de Wedgwood. Elena reparó en los deliciosos pezones de Yulia, que presionaban el vaporoso tejido, aunque no estaban erectos. Con gesto travieso, rozó uno a ver si podía excitarlo. Como no lo consiguió, valiéndose de la uña del dedo corazón apretó el tejido y el pezón se hinchó enseguida.

—¿Qué estás haciendo, mujer perversa? — La voz de Yulia tenía el tono gutural de quien acaba de despertarse.

—Ascendiendo al Everest sin un sherpa — respondió Elena con una sonrisa juguetona.

—Me parece bien siempre que prescindas de tus crampones — repuso Yulia — Además, con mis pezones, seguro que me parezco más al Eiger que al Everest.

—¡Sea cual sea la cumbre, es un placer coronarla!

Tras tomar café y comer algo, permanecieron en la cubierta viendo cómo se aproximaban a Ouistreham. Aunque Yulia había cruzado el Canal por el túnel, que era más rápido, prefería la opción del ferry. Le parecía que en verdad viajaba a otro país cuando se desplazaba por mar. Había cierta emoción en ver cómo un país desaparecía y surgía otro.

En el túnel, sin la vista del mar, no se tenía la misma sensación de transición. Mientras contemplaba la tranquila ciudad y la limpia extensión de las playas, imaginaba las escenas de carnicería que habían tenido lugar en aquellas costas durante el desembarco de los aliados el día D. Yulia había visto a soldados veteranos con sus uniformes cubiertos de medallas en Portsmouth, peregrinando por lugares que seguramente se alegraban de no reconocer. Al fin y al cabo, muchos de sus colegas habían caído por un mundo mejor, una vida mejor.


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Mensaje por Corderito_Agron 4/24/2024, 3:38 pm

Quítame la ropa Lena, déjame en boxers y soy feli feli feli contigo encima de mi
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Mensaje por soy_yulia_volkova 4/24/2024, 7:07 pm

Corderito_Agron escribió:Quítame la ropa Lena, déjame en boxers y soy feli feli feli contigo encima de mi


Puedo jurar que hoy dormirás en el suelo del patio trasero
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/24/2024, 8:43 pm

Capítulo veintiocho

A pesar de las reservas de Elena sobre la conducción por Francia, tras un tropiezo inicial y unas cuantas vueltas en torno a una glorieta, cobró confianza y encontraron el hotel con relativa facilidad. El aire del mar no les sirvió de gran ayuda, porque estaban cansadas cuando llegaron al hotel. Tras comer rápidamente y bañarse, sin compartir la experiencia pues el lugar era demasiado pequeño, escogieron la cama más cómoda de las dos que había en la habitación y se acurrucaron en ella.

Yulia calculó que tardarían diez o doce horas en llegar a Villenueve-sur-Lot desde Caen, así que procuraron levantarse temprano para partir a primera hora. Cuando salieron del hotel se encontraron con un claro cielo azul y, satisfechas, emprendieron el viaje en coche por la parte occidental de Francia a través de carreteras de peaje bastante vacías. Como suele ocurrir en los viajes largos en coche, aquél transcurrió en una prolongada nube de canciones, desvíos, paradas para ir al cuarto de baño y distracciones ocasionales. Para Yulia y Elena la distracción era la vista lejana del imponente Mont St. Michel, el puente increíblemente elevado de Nantes, los asombrosos campos llenos de girasoles cerca de Niort y las ordenadas hileras de viñedos de Burdeos. Cerca de su casa les sorprendió encontrar un Museo de la Ciruela Pasa y prometieron visitarlo por la novedad.

Cuando se aproximaron a la casita, su cansancio se disipó al ver lo pintoresca que era, del tipo de las que ilustran las cajas de bombones o que se utilizan en los rompecabezas. Detrás de la casa estaba la piscina, muy atrayente después de tanto tiempo sentadas, con una impresionante vista del valle desde el patio. La altura de la casa garantizaba la intimidad, Yulia y Elena intercambiaron expresivas miradas a espaldas de la dueña, la señora Martins, que era inglesa, lo cual agradecían ambas. Estaban demasiado agotadas para lidiar con los entresijos del sistema de filtros de la piscina en francés macarrónico, de modo que fue una bendición sortear la entrega de la casa con relativa facilidad. La señora Martins tenía el aspecto metódico de la esposa de un embajador retirado: escueta, eficiente y con un toque de excentricidad. Resaltó todos los detalles mientras recorrían la finca. El dormitorio más grande se asomaba a la piscina y al valle y recibía el sol de la mañana.

—Dormiremos en esta habitación — dijo Yulia en cuanto la vio.

—¿No quieren habitaciones separadas, muchachas? — preguntó la señora Martins mirándolas por encima de las gafas.

—Sí, claro —bse apresuró a afirmar Yulia, reparando en su error — Lo resolveremos después.

Elena miraba por la ventana sin pestañear, pero Yulia sabía que se estaba riendo por la forma en que se movían sus hombros.

—Mi marido y yo vivimos a un kilómetro y medio siguiendo la carretera. Cuidado con las abejas. Seguramente las han visto cuando venían hacia aquí. Cualquier problema que tengan, dígannoslo. ¡Hasta luego! — Tan pronto como dijo las breves frases, se subió a una reliquia de bicicleta y pedaleó furiosamente por la suave cuesta que conducía a la carretera.

Las chicas observaron cómo sus hinchadas piernas desaparecían antes de derrumbarse entre carcajadas.

—Vamos, muchacha. Coge una bolsa. Vacía el coche. Hay cosas que hacer. Cuidado con las abejas — la imitó Yulia entre risitas.

—Bueno, ¿con qué habitación te quedas? — bromeó Elena palpándose los costados, que le dolían.

—Seguramente es una espía del M15 y ha puesto micrófonos en todas las habitaciones — declaró Yulia, con lágrimas de risa en los ojos.

—En ese caso, va a tener mucho de que informar — se burló Elena.

Repartieron las bolsas y las cajas por las habitaciones y decidieron que desharían el equipaje al día siguiente.

—Remojémonos en la piscina, y luego tomemos una ensalada con una botella de vino — sugirió Elena — Nos vendría bien relajarnos, si te parece.

—Ni que me hubieras leído el pensamiento. Después de tanto conducir te mereces un buen descanso. Chapotearé un poco, y después haré la ensalada mientras disfrutas de esta maravillosa vista.

Elena se acercó a Yulia por detrás y la rodeó con los brazos.

—¿A qué maravillosa vista te refieres? — murmuró al oído de Yulia.

—Me sorprende que tengas que preguntar. A mí, por supuesto — Fingió perplejidad — ¡Oh, Elena! No creerías que hablaba del paisaje, ¿verdad? Elena empezó a desabotonar la blusa de Yulia.

—Vamos a ponerte un bañador, gatita sexual. ¡Está claro que necesitas refrescar ese ardor!

Elena tenía un atrevido biquini rojo que le daba un aspecto irresistible. Yulia pensó que ojalá ella tuviese el valor de ponerse uno, pero optaba por los bañadores deportivos y funcionales de una pieza. Para hacer ejercicios de natación eran los más prácticos, sobre todo cuando había que dar volteretas.

—Debería ser yo la que admirase la vista, Elena. Estás para comerte con ese biquini. Me siento como un pato a tu lado — Estaba sentada en los escalones de la piscina, con el cuerpo sumergido hasta la cintura y la escayola apoyada en un flotador.

—¡Ah! Pero tú no necesitas un biquini para exhibir tu espléndida figura — dijo Elena lanzándose a la piscina. Como no era una nadadora experta, prefería el estilo de braza y mantenía la cabeza sobre el agua. El sol, a media tarde, empezaba a descender, y el agua de la piscina estaba fría, pero producía un agradable efecto sobre sus extremidades y músculos, agarrotados del viaje. Yulia observó cómo nadaba su novia, sintiéndose inmensamente feliz. «Dos semanas así serán como estar en el cielo», pensó. Sólo lamentaba no poder nadar por causa de su brazo roto. Le habría gustado dar lecciones de natación a Elena.

Tras permanecer inactiva, el agua fría la agarrotó y optó por entrar en la casa, donde, con una mano, se las arregló para preparar una cena aceptable y llevarla al borde de la piscina. Después de comer, se pusieron a mirar los folletos turísticos que la señora Martins había dejado en una carpeta en el comedor, mientras bebían vino y clasificaban los lugares en la pila de «Sí, id ahí, muchachas» o en la de «¡Por Dios! Ni se os ocurra».

—¡Fíjate, Yulia! Aquí está el Museo de la Ciruela Pasa que vimos antes, el Musée du Pruneau. En francés suena exótico. Creo que vale la pena que lo visitemos. ¿Vamos mañana después de deshacer el equipaje?

—Me parece bien, cariño — dijo Yulia — Es interesante. Esta semana Monflanquin, un pueblo fortificado del s i g l o XIII, celebra unas jornadas medievales con música, justas, artesanía y teatro. Todo el pueblo participa y se viste con trajes medievales. Suena estupendo. ¿Te gustaría ir?

—Por supuesto. Es algo diferente. Aunque ¡pobre del errante caballero que intente ganar tus favores!

Se acostaron relativamente temprano y a la mañana siguiente se despertaron tarde. Cuando Yulia se despertó, encontró la habitación bañada en luz azul aciano, pues el sol se filtraba a través de las finas cortinas de algodón. Se sintió dominada por la dicha y no pudo pasar sin inclinarse sobre Elena y darle un encendido beso en la oreja.

—Buenos días, tesoro. Fíjate en esta gloriosa mañana. Juraría que el sol ha penetrado en mi corazón de feliz que me siento.

Tras decir eso, saltó de la cama y retiró la cortina para que el sol entrase sin barreras. Desde el lugar que ocupaba Elena en la cama, veía la silueta del cuerpo desnudo de Yulia, su atlética figura claramente definida por la luz.

—Vuelve a cama, objeto sexual — ordenó Elena abriendo los brazos a modo de invitación. El cuerpo de Yulia, más frío tras haberse levantado, se tendió con cuidado junto a la cálida plenitud de Elena. Entre risitas, Yulia frotó su naricilla pecosa contra la de Elena, y luego bañó sus labios con besos rápidos y húmedos.

—Dime cuánto me amas — preguntó —, y que sea más que a tu trabajo o te dejaré por la deseable señora Martins.

Elena se rió.

—¿Cómo diablos voy a competir con sus abejas? ¡Eres muy cruel!

—Vamos. Tú tienes tu precioso claro secreto en casa para competir con sus abejas. Conquista mi corazón para siempre y dime cuánto me amas.

La mención del claro junto a la torre le recordó a Elena el temible encuentro con Charlie.

—¿Sabes, cariño? Cuando vi cómo te atacaba Charlie y que no salías del coma, me quedé petrificada al pensar que había perdido a la única persona que significaba algo para mí nada más conocerla. Al principio no daba crédito. Cuando lo asimilé, me puse frenética.
Para ser sincera, si no te hubieras recuperado, no sé si habría tenido fuerzas para seguir adelante. Hace poco que te conozco, pero has cambiado totalmente mi vida. Antes el trabajo lo era todo para mí, y ahora es una distracción del tiempo que paso contigo.
Nunca tengo bastante de ti. Quiero saber todo lo que hay que saber sobre ti, tocarte continuamente, estar contigo todo el tiempo. Así es como te amo.

Yulia sopesó lo que acababa de oír.

—¡Hum! A ver, creo que eso casi supera a la señora Martins — se burló.

—Jovencita, recuerda que tienes un brazo enfermo que empeorará si sigues torturándome. Ahora te toca a ti. Dime por qué me amas.

Yulia adoptó un aire reflexivo.

—Seré sincera y reconoceré que me desconcertó la fuerza de mis sentimientos hacia ti, incluso antes de saber cosas sobre ti. Tuve inquietantes fantasías en las que tú aparecías, que intenté suprimir en vano al principio. Pero me habías causado una impresión muy poderosa. Me di cuenta de que no podía dejar de pensar en ti. Me resultaba odioso pensar que no podría verte o comunicarme contigo. Y, ahora, mi alma clama por ti continuamente. Sé que suena cursi, pero es cierto. ¿Nunca has tenido esa extraña sensación de querer tanto a alguien que deseas convertirte en esa persona, estar siempre junto a ella?

—Sí, supongo que eso es lo que intentaba explicar sin conseguirlo.

—Eso es lo que siento por ti. Me gusta tanto tu compañía que no quiero estar separada de ti mucho tiempo. Y tu cuerpo soberbio me resulta irresistible. En cierto modo, eso es lo más extraño de nuestra relación. No creo que antes hubiese sentido atracción sexual por las mujeres. Nunca me había enamorado de ninguna. Pero de pronto apareces tú y casi inmediatamente experimento una fantasía sexual; y ahora sé que hacer el amor contigo es deliciosamente natural y placentero.

—Me interesa esa fantasía sexual. ¿De qué trataba? — preguntó Elena, claramente intrigada.

Yulia se ruborizó.

—Fue la primera vez que te vi en el tren. Esa noche, mientras me duchaba, recordé tu sonrisa, lo sugerente y atractiva que era, y sin darme cuenta empecé a jugar conmigo misma.

—¿Cómo? — preguntó Elena con voz ronca — Enséñame lo que hiciste.

—¿Ahora? — repuso Yulia, sabiendo de antemano la respuesta y que el juego ya había comenzado, pero incómoda en un primer momento.

—Sí, ahora, mi amor — respondió Elena. Su voz grave sonaba aún más grave y sensual.

Yulia movió el brazo sano y empezó a acariciarse los pechos y a jugar con los pezones. Su vergüenza inicial se disipó y fue sustituida por una creciente sensación de reconfortante excitación. Mientras movía los dedos, le pareció muy estimulante que Elena la mirase, así que continuó felizmente, ya sin importarle, y se abandonó al deseo.

—Me estaba acariciando — jadeó Yulia —, cuando de pronto pensé en tus preciosos labios rojos y brillantes sobre mi pezón.

—Sigue haciéndolo — indicó Elena. Yulia vio, a través de los ojos entreabiertos y nublados por el sexo, cómo Elena se deslizaba de la cama y cogía su barra de carmín en el tocador. Enseguida se acercó a ella, con los labios tan relucientes como los ojos.

Yulia gimió cuando Elena se arrodilló junto a ella y aplicó los labios al pezón hinchado y ávido de Yulia, que percibió la cálida humedad de la boca de Elena mientras ésta recorría la longitud de sus grandes pezones y su areola, chupándolos y mordisqueándolos delicadamente con los dientes. Cambió de tercio y continuó con el otro pezón de Yulia, hasta que la joven pensó que iba a estallar de rigidez y calor. Buscó la mano de Elena, la guió y la apretó entre las piernas, donde los dedos de Elena resbalaron sobre los flujos de Yulia. Ésta sentía el movimiento de Elena, pero no se atrevía a abrir los ojos por si perdía el punto de excitación que tensaba su cuerpo, aún lleno de líquido. Cuando creyó que sus sentidos habían alcanzado la cima, la lengua de Elena se deslizó sobre su clítoris, inundándola con un placer sin diluir de alto voltaje. Su aliento se convirtió en frenéticos jadeos, mientras la lengua y las manos de Elena la arrastraban a un nivel más elevado y efímero y su cuerpo se convulsionaba con involuntarios estremecimientos.

Cuando sus músculos se relajaron, su cuerpo se hundió, agotado, en el colchón; el cabello oscuro cayó en cascada sobre la almohada, mientras su garganta emitía exhaustos gemidos.

—Eres deliciosa — dijo Elena con voz ronca, acomodándose a su lado y acariciando el brazo de Yulia. Levantó la otra mano y besó el almizcle de Yulia, pegajoso en sus dedos — Por eso te amo —afirmó — Haría lo que fuera por ti.



🔜


Nos leemos mañana en la otra historia!
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Mensaje por Fati20 4/25/2024, 1:03 am

Que alegría que ya estén en sus vacaciones, me encanta lo románticas qué son como se repiten qué se aman con nuevas palabras y con más emoción y sentimiento que la anterior 🥰🥰 y bueno ese final de hacer la fantasía realidad... Bueno q te puedo decir 😏😏😏 🔥🔥 se sintió fuerte. Saludos cariño mio 😘😘I love youI love you
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Mensaje por Volkatin_420 4/25/2024, 10:51 am

Me gustaría que se quedarán en Francia a vivir, para que Charlie no las encuentre 😔
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Mensaje por Veroska 4/25/2024, 12:05 pm

Una luna de miel anticipada y qué más que despertar junto a la persona que amas... Esa Lenita haciendo real la fantasía sexual de Yulia 😈
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/27/2024, 3:48 pm

Capítulo veintinueve

Aquellos días vertiginosos y eternos fueron el cimiento de su amor, sobre el que se asentarían los ladrillos de su amistad y su confianza; días en los que funcionaba la cámara de la mente, catalogando preciosos momentos a los que volverían una y otra vez en el futuro; días despreocupados en los que compartían un tiempo que parecía ilimitado, sol y vino. Era una existencia herméticamente aislada de las preocupaciones cotidianas. Después de las tribulaciones de las semanas anteriores, para ambas fue como un tónico.

Visitaron el Museo de la Ciruela Pasa y pasaron una tarde inusitadamente agradable, el mejor momento de la cual fue la degustación, que incluía bombones y licores de ciruela. El olor cálido y húmedo de las ciruelas secas por el calor envolvía el museo en un embriagador aroma. Cuando llegaron a la tienda de regalos, en la lista de obsequios para la familia figuraban ineludiblemente las confiseries aux pruneaux. Había también un laberinto de maíz en el que se perdieron sin remedio. Aplacaron su pánico potencial con caricias juguetonas hasta que se «salvaron» siguiendo a un grupo de colegialas. Comían cuando les apetecía, nadaban y tomaban el sol. Solían caminar por los tranquilos caminos al atardecer, cogiendo flores silvestres y orquídeas que salpicaban las orillas de los senderos. Descubrieron que había poco tráfico y que apenas encontraban gente durante sus paseos, así que podían caminar de la mano. Caminaban así una tarde cuando las sorprendió la voz de la señora Martins, sentada en un taburete escondido en la entrada de un campo. No repararon en su presencia porque estaban absortas en las travesuras de un águila ratonera que se lanzó desde un poste de telégrafos próximo volando en elegantes círculos en las corrientes de aire. Se apresuraron a soltarse las manos mientras ella les habló en medio de la serenidad de la tarde.

—Hace un montón de tiempo que la miro — dijo señalando el águila — Le encanta esa percha. Siempre anda por aquí en esta época. ¿Disfrutando de las vacaciones, muchachas?

Yulia pensó que a lo mejor no había visto que se daban la mano.

—Hasta el momento han sido maravillosas, gracias, señora Martins. Este lugar es precioso.

—Llamadme Henrietta. Adoro este sitio. Vine hace veinticinco años. El coronel y yo nos enamoramos de él. Compramos nuestra casa y luego la granja. No echamos nada de menos. Aquí hay mucha intimidad — Cuando lo dijo, Yulia se puso visiblemente colorada. «Seguramente nos ha visto», pensó. Hubo una especie de inflexión ante la mención de la palabra "intimidad". Henrietta sonrió por primera vez—. No me importa. Soy una mujer de mundo. Lo he visto todo. Vosotras dos, preciosas, parecéis felices juntas. Eso es lo importante. Ya hay demasiadas desgracias para crear más. Sólo os deseo buena suerte.

—Gracias. Apreciamos sus sentimientos — dijo Elena, sinceramente. A Yulia le pareció que había una pequeña grieta en la armadura de la señora Martins.

—Debo regresar. Tengo que preparar el té del coronel. ¡Disfrutad del paseo, queridas! — Hizo un breve gesto con la cabeza y se marchó por la carretera, con sus sensatos zapatos de caminar golpeando el asfalto. Las chicas la vieron desaparecer en una vuelta del camino, aunque sus pasos siguieron siendo audibles durante un rato.

—Parece muy brusca, con ese aire militar, aunque por debajo debe de ser una mujer agradable y solitaria — comentó Yulia.

—¡Ahora ya no sólo he de competir con sus abejas! — se burló Elena, dándole la mano a Yulia.

Una mañana, mientras estaban junto a la piscina después de desayunar unos cruasanes, Elena sacó a colación el tema que ambas evitaban, el tabú.

—Yulia, una cosa a la que tendremos que enfrentarnos cuando volvamos es a esa rata de Charlie. Si la policía no lo captura, será una amenaza constante. Quiere hacerte daño, y a mí me enferma la preocupación de imaginar lo que sería capaz de hacer. Tenemos que pensar en eso.

—Lo he pensado desde el ataque — admitió Yulia. No quería que aquel desagradable fantasma se colase en sus vacaciones, pero sabía que Elena era sensata al aludir aquello. Tenían que hablarlo antes de regresar. Tras una pausa, continuó — Creo que me asusta tanto como sin duda te ha asustado a ti desde la universidad. Pero la diferencia es que tú ya no estás sola y yo tampoco. Cierto que nos atacó a las dos, pero sigo diciendo que estamos mejor juntas que separadas. Como ahora no tengo trabajo, supongo que podría vivir con Kristina o con mi madre, pero no quiero apartarme de de ti. Debemos ser responsables y no incluir a nadie más, sobre todo a la familia, porque se le puede ocurrir que haciéndoles daño a ellos nos lo haría a nosotras. El detective Smirnov dijo que seguramente a ti no te atacaría, pero no puedo aceptar ese riesgo. Estaría tan preocupada por ti como tú por mí si nos separamos.

—¡Oh, Yulia! Me alegro de que pienses así. Iba a preguntarte si pensabas vivir conmigo o sería a la inversa cuando regresemos, aunque temía que pudieses escoger a Kristina.

—Me decepcionas — repuso Yulia de mal humor — ¿Cómo se te ocurre que haría una cosa así? No puedo dejarte sola ante un peligro potencial. ¿Por quién me tomas?

Elena parecía avergonzada.

—Lo siento, cariño. No pretendía ser irrespetuosa. Esperaba que te quedases conmigo, por eso le hablé de tu situación a mi jefa, Irene. Si las dos trabajamos en la misma empresa, habrá menos ocasiones en las que estemos solas y seamos vulnerables.

Yulia no podía enfadarse realmente con Elena, que parecía triste y afectada.

—Ahora soy yo la que lo siente, Elena. Te he dado una sacudida sin motivo. ¿Me perdonas?

—Claro que sí. ¿Qué crees que debemos hacer? ¿Quieres trasladarte a la torre o prefieres no hacerlo? Al fin y al cabo, conoce la torre, pero tu casa aún no.

—Si no te importa, prefiero la torre. Mi cabeza me dice que mi casa es más segura, porque vive otra gente en ella, pero mi corazón sabe que amo tu casa y, una vez dentro, siento que estamos protegidas como en una fortaleza. Además, la policía entiende los peligros que rodean la torre y seguramente mantendrá las patrullas.

—Pues entonces ya está — dijo Elena con una sonrisa — Cuando volvamos, cogeremos todas las cosas que necesites y nos quedaremos juntas en la torre. Ya basta de hablar de esa rata de Charlie. ¿Vienes a darte un chapuzón?

🔜🔜🔜


Capítulo treinta

Sin duda lo más destacado de las vacaciones fue el viaje a Monflanquin, situado a una hora en coche de la casita. Monflanquin, construido en 1252 por Alfonso de Poitiers, era uno de los numerosos pueblos amurallados o bastiones de esa zona de Francia.

Disputado por los franceses y los ingleses en la Edad Media, su posición protegida, que cubre una colina en medio de una amplia llanura agrícola, lo convirtió en un formidable reto. En la actualidad, es uno de los pueblos más hermosos de Francia. Cuando Elena se aproximó con el coche por la llana campiña, los ejércitos de girasoles creaban la sensación de un mar amarillo que rodeaba una isla emergente. Era un día lleno de color; cuando llegaron al pueblo, encontraron las calles engalanadas con estandartes y enseñas de señores medievales, caballeros con armadura a caballo luciendo vívidos escudos de armas y vibrantes tropas de músicos con acompañamiento de bufones.

Siguieron la tortuosa calle que ascendía por la colina hasta la plaza principal. Apenas había nubes en el cielo y el sol brillaba implacable. Por suerte, las calles eran estrechas y la sombra de los edificios ofrecía una buena protección. La gente estaba contenta, y las naciones que habían luchado tan enconadamente en la Guerra de los Cien Años se reían y bromeaban juntas en las recreaciones modernas. Los restaurantes de dos lados de la plaza habían colocado mesas fuera para que los comensales no se perdieran los espectáculos. En los otros dos lados había artesanos y joyas. En el medio de la plaza se representaban estampas con trajes de época, mientras los trovadores y los troveros bailaban con entusiasmo y tocaban instrumentos auténticos de la época. Las calles que desembocaban en la plaza ofrecían un despliegue de talla de piedra, tiro con arco, exhibiciones de jinetes, caligrafía y juegos infantiles. Aunque el ambiente estaba lleno de melodías mezcladas y voces multilingües, no existía la claustrofobia de las multitudes que avanzan lentamente en lugares atestados.

En cuanto llegaron a la plaza, las rodearon dos campesinas de un grupo de baile, a cuyos giros y vueltas se unieron, imitando sus exagerados movimientos de cabeza, con el pelo ondeando. La música de las gaitas resultaba fascinante, como si tirasen de sus miembros con cuerdas invisibles al son de sus roncas cadencias. Cuando los trovadores las animaron con gritos de «Magnifique!», Yulia y Elena cayeron exhaustas una en brazos de la otra, riéndose ante su osadía de bailar de aquella forma delante de extraños.

—¡Cielos! Estoy ardiendo — exclamó Elena — Será mejor que bebamos algo.

—No sé cómo esas mujeres pueden bailar tanto tiempo con esos trajes — comentó Yulia — Pobrecillas, deben de estar derretidas.

Los restaurantes empezaban a llenarse, así que decidieron comer para poder disfrutar del resto del día sin preocuparse por las colas. Por la tarde casi habían regresado a la adolescencia. Tras presenciar una impresionante exhibición de jinetes que montaban a pelo, Elena se apasionó con el tiro al arco y probó una y otra vez. Como Yulia sólo podía utilizar un brazo, el tiro al arco quedaba descartado, pero se lo pasó muy bien sentada en un fardo de paja observando cómo Elena se divertía.

—Yulia, cuando tengas el brazo bien, debes probar. Sé que tienes los brazos fuertes por la natación.

—Sí que me gustaría intentarlo. Si ya has acabado con el tiro al arco, vamos a ver la talla de piedra. Puedes unirte a los niños y tallar algo especial para mí.

Cuando caminaban por una de las calles más tranquilas, encontraron un estudio en el que el fotógrafo hacía fotos con trajes medievales. Como tenía una cámara digital, mostraba la imagen en el ordenador e imprimía la foto en papel de calidad al momento.

—¿Sabes? Aún no tenemos una fotografía juntas — dijo Elena fijándose en una joven pareja con llamativos trajes de corte a la que estaban fotografiando — ¿Probamos? Te ayudaré con el vestido.

—¿Por qué no? Pero debe ser una foto de las dos juntas, no separadas.

—Estoy segura de que el fotógrafo accederá, cariño. Tendrás que hablar tú, porque mi francés no está a la altura.

Yulia lo hizo lo mejor que pudo.

—Est-ce que vous pourriez nous prendre une photo, s’il vous plaît ? — Como solía ocurrir, el fotógrafo sabía hablar inglés, aunque con expresiones extrañas. Tras señalar unos trajes de estilo lady Ginebra y explicarle que querían posar juntas en una foto, el fotógrafo se hizo cargo de la situación enseguida. Las guió hasta un probador en el que se pusieron los vestidos largos con mangas acanaladas. Los trajes eran de terciopelo, así que ambas agradecieron el ventilador de la habitación. Tras colocarse complejos cinturones llenos de adornos y joyas variadas regresaron al estudio.

—Se me ocurre una idea — dijo el fotógrafo, que tenía un pedazo de tejido sedoso en la mano. Se volvió hacia Yulia y le puso la tela sobre el hombro, a modo de capa, dejando que cayese sobre el brazo y cubriese así la escayola.

—Voilà, ¿está bien? — preguntó, obviamente satisfecho de su idea.

—C’est bon! —exclamó Yulia riéndose.

—¿Cómo quieren la foto? —preguntó, indicando una serie de opciones en unas fotografías pegadas a un tablón de anuncios.

Yulia le dedicó una traviesa sonrisa a Elena antes de responder.

—Queremos posar como el hombre y la mujer que lo han hecho antes — Habían posado uno al lado del otro, el hombre sosteniendo la mano de la mujer como si estuviera a punto de llevársela a los labios y besarla.

—Vraiment. Claro. No hay problema. Por favor... — Señaló el lugar donde debían situarse, y luego, cogiendo la mano de Elena, la puso sobre la de Yulia — ¿Prefieren mirarse a los ojos o mirar a la cámara? — preguntó. Eligieron las dos cosas, pues se trataba de una ocasión especial.

Después de hacerles las fotos, les dejó ver el resultado en la pantalla del ordenador antes de imprimirlas. Ambas se asombraron al ver la facilidad con que se habían adaptado al papel, sobre todo Yulia, con sus largos y flotantes cabellos rojos y una sobria sensualidad.

Habría podido servir de modelo al pintor Rossetti. El fotógrafo también estaba impresionado con las fotos, pues les ofreció una más gratis si querían, siempre que pudiese colocar una copia en el tablón.

—Las dos son muy hermosas. Me viene bien tener femmes hermosas para la publicidad de mi estudio, comprenez?

—Oui. Sí, claro — Yulia sonrió, disipando la vergüenza que evidentemente sentía el fotógrafo al pedirles la foto.

—Si dicen que sí, les haré seulement ésta. Si les asusta, pararé la cámara — declaró el fotógrafo.

—Très bon. Nous sommes contentes — repuso Yulia. El hombre había seleccionado la foto en la que ambas miraban a la cámara. Para la foto extra, adoptaron las posturas de la fotografía anterior, pero Yulia, sin soltar la mano de Elena, se inclinó hacia delante de forma que sus labios besaron los de su amante. La cámara hizo clic antes de que Elena pudiese mostrar su sorpresa.

—¡Yulia, eres una granuja! Estás comprometiendo a ese pobre hombre — protestó Elena débilmente.

—Tonterías. Habría escogido esta fotografía para exhibirla si hubiera tenido oportunidad — susurró.

La fotografía era excelente, lo cual disculpaba el descaro de Yulia. El fotógrafo trató de mostrarse despreocupado mientras revelaba las fotografías en su presencia. Yulia se fijó en que al hombre le temblaban levemente las manos cuando les entregó sus copias. Cuando se quitaron los trajes, el fotógrafo había arreglado el tablón de anuncios y la fotografía de ellas ocupaba el lugar de honor en el centro del mismo.

—Voilà, mademoiselles! Gracias por venir a mi tienda —dijo con una sonrisa.

—C’est rien. Au revoir et merci, monsieur — repuso Yulia.

—Au revoir — repitió Elena, tímida a la hora de pronunciar sus limitadas frases en francés.

Ya no hacía tanto calor cuando salieron del estudio y se encaminaron a la plaza. Un bufón se acercó a ellas dando saltos, hablando un francés demasiado rápido para que Yulia lo entendiese. Al ver su expresión confundida, el bufón preguntó:

—¿Turistas? — Sonrió ante sus gestos de asentimiento y continuó — Hay un espectáculo de ah... oiseaux...

—¿Pájaros? —aventuró Yulia.

—Sí, pájaros — confirmó el bufón —, pero no pajaritos, sino les grands pájaros.

—¡Oh! ¡Aves de rapiña! — exclamó Elena, encantada de participar en la conversación.

—Sí, mademoiselles. Aves de rapiña. Voilà. El espectáculo va a empezar — Señaló el ruedo donde antes habían visto a los caballos.

—Gracias. Merci — dijo Elena.

El bufón hizo una exagerada reverencia y continuó su camino, sin duda pregonando el espectáculo. Las chicas se unieron a la multitud concentrada en torno al ruedo después de comprar agua embotellada. Aunque resultaba entretenido, el ruedo no estaba cubierto y al cabo de un rato el calor se volvió intenso, más aún por la proximidad de tanta gente.

Se sintieron aliviadas al encontrar refugio bajo la sombra de un árbol en la plaza principal. Un grupo de juglares cantaba baladas de amor cerca, así que disfrutaron de las divagantes melodías mientras contemplaban cómo los niños saltaban el cepo mientras otros les lanzaban esponjas mojadas.

—Incluso yo me atrevería a saltar el cepo si me lanzaras esponjas mojadas. Hace un calor de justicia — se quejó Yulia.

—No te atrevas — amenazó Elena dándole una palmadita de broma en el brazo — Hoy ya me has puesto en evidencia.

Yulia sacó la lengua.

—¿No lo has pasado bien? — Elena le pellizcó el brazo sano en respuesta.

—De maravilla. Gracias por tus sugerencias.

Al final de la primera semana habían establecido una rutina. Por las tardes hacía demasiado calor para hacer nada, así que se tumbaban junto a la piscina en medio de una letárgica felicidad. Las mañanas, después de darse un chapuzón, las reservaban para ver los alrededores, y los tranquilos y larguísimos atardeceres para pasear y tomar luego una botella de vino en el patio mientras charlaban bajo el impresionante sol poniente. Así entraron en la segunda semana, adaptadas a su rutina y aliviadas tras resolver el inmediato futuro que seguiría a su regreso a casa. El que dijo que la familiaridad genera desprecio seguro que no conoció el verdadero amor en su vida; cada día que pasaban, su amor recíproco se ensanchaba y ahondaba. Disfrutaban de la familiaridad de su mutua compañía, lo cual no quería decir que no aportasen individualidad a su relación. Como suele ocurrir, tenían personalidades muy diferentes que surgieron en el curso de su relación, pero esas diferencias eran como los campos opuestos de un imán: cuando se juntaban, permanecían fuertemente unidas.

Una tarde, Elena estaba echada en una tumbona, bronceándose la espalda bajo los rayos del sol. Yulia se había sentado bajo una sombrilla. Su piel pálida no admitía el sol directo; se quemaba y se irritaba con mucha facilidad. Además, sudaba demasiado con la escayola. Para evitar el mal olor, había diseñado un método a base de un palillo y agua de colonia para limpiar el brazo y que oliese bien. ¡Sólo de pensar que olía mal sudaba aún más! Como siempre, había estado admirando a Elena, deslizando los ojos sobre la fluidez de la hipnótica espalda de su amante. Quería aprender sus contornos, sus texturas, como un soldado que aprende a interpretar un mapa de reconocimiento. Mientras culminaba su aprendizaje, escribió:

Está recostada... envuelta en intensos aceites, y situada bajo la ardiente parrilla, chisporrotea... y se mueve para obtener el bronceado uniforme, el toque final rojizo. Y yo la miro, con los ojos ocultos tras gafas oscuras mientras las sutiles y sedosas brisas acarician, refrescantes, su cuerpo, y como dedos levantan los pelos dormidos.

Y estoy hambrienta...


Después de escribir, trazó su ruta. Se levantó silenciosamente, se acercó de puntillas a la tumbona de Elena y se arrodilló a su lado. Luego, inclinándose sobre los omóplatos de Elena, siguió con la lengua la senda natural de su columna, recogiendo las perlas de sudor y saboreando la sal de Elena. Oyó un vago gemido de lánguida satisfacción que escapó de los labios de la pelirroja mientras su lengua bordeaba, tentadora, el biquini. Sin detenerse ante el obstáculo de lycra, Yulia bajó la prenda mientras Elena movía las caderas para acomodarse. Una vez retirada la obstrucción, la lengua de Yulia reclamó de nuevo el derecho del paso, hundiéndose en la parte inferior de la espalda antes de ascender la elevación del increíble culo. La lengua y la boca de Yulia continuaron recorriendo aquellas curvas, incansables, y percibieron la tensión de las piernas de Elena cuando el creciente deseo le agarrotó los músculos. Yulia chupó, lamió y degustó hasta que llegó a la hendidura natural que conducía a los tesoros de Elena; allí su lengua describió circulitos en torno a cada rincón, valiéndose de los sentidos del gusto, el tacto y el olfato antes de penetrar en todos los pliegues. Mientras sus dedos exploraban el interior de Elena, sus labios se abalanzaron sobre el vibrante clítoris de Elena, inhalándola, bebiéndola, mientras una Elena bañada en sudor se encogía y se retorcía en la rapsódica embriaguez de un inminente orgasmo. Los dedos de Yulia la penetraron cada vez más rápido, acentuando las urgencias de Elena hasta que, tras un éxtasis parejo al de un cable tenso, estalló en una plétora de gemidos y fluidos.

Yulia se arrodilló para ver los ojos de Elena, que se deleitaron con una soñadora mirada ahíta de sexo antes de llenarse de amor y volverse lentamente hacia ella.

—Yulia. Eso ha sido cosa de otro mundo, así que debes de ser mi ángel. ¡Cómo te amo!

Yulia no respondió, se limitó a sonreír ante la evidente satisfacción de Elena. Rozó sus labios con su boca hinchada y un leve escalofrío de excitación hizo que le temblasen las piernas cuando se dio cuenta de que Elena estaba saboreando su propia pasión almibarada mientras se besaban.

🔜

Hola chicas, subo los dos capítulos de una vez ya que más tarde se me hará imposible 😃 un beso 😘
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Mensaje por Veroska 4/27/2024, 7:42 pm

Waoo! A Yulia un brazo no la imposibilita de probar nada que venga de Elena y en su punto a pleno sol jajajaja es tremenda esta morena, sin duda van llevando bien sus vacaciones en Francia... El país del amor.... Au revoir
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Mensaje por LeaAgronsky 4/27/2024, 9:43 pm

Me encantaría saber si en verdad ese museo existe... Cómo se puede llamar así un lugar con tan horripilante fruta?
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Mensaje por Fati20 4/27/2024, 9:57 pm

Me encanta que disfruten tanto esa luna de miel anticipada se lo merecen y fortalece mucho más ese amor tan intenso y romántico, también disfruto mucho como se narra tan romántico sin dejar de tener momentos de tanta pasión 🥰🥰🥰. Saludos cariño I love youI love you😘😘
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Mensaje por soy_yulia_volkova 4/28/2024, 12:57 am

Que lindura de amor 😍😍
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/29/2024, 7:44 pm

Capítulo treinta y uno

—Daría lo que fuera por conocer tus pensamientos — dijo Elena cuando se encontraban en el patio a la luz de las velas, escuchando los extraños sonidos nocturnos de la naturaleza que llenaban el valle.

—No te enfades — pidió Yulia —, pero me preocupa no aportar demasiado económicamente a nuestra relación. Como no tengo trabajo, carezco de ingresos. Quiero que estemos al mismo nivel, aunque me doy cuenta de que nunca voy a ganar tanto como tú. No deseo depender de ti. ¿Lo comprendes?

—Claro que sí — afirmó Elena — Parafraseando a George Fox, «No camines delante de mí, no puedo seguirte. No camines detrás de mí, no puedo guiarte. Camina a mi lado y sé mi amante siempre». Muy pocas relaciones se construyen sobre una base económica igualitaria y sé, además, que no tardarás mucho en conseguir trabajo, sobre todo si Irene toma cartas en el asunto. Si decides vivir conmigo de forma permanente, no te interesará mantener tu piso, y así podrás contribuir a nuestra relación con lo que ahorres. No me parece poca contribución. Por favor, no le des vueltas a eso, cariño, pues nuestra relación va mucho más allá de lo económico.

Yulia se quedó callada unos momentos.

—Tienes razón. No lo he pensado bien. Seguramente obtendré un buen precio por el piso, pues el mercado se ha disparado desde que lo compré. Sin embargo, ¿estás segura de que quieres que viva contigo de forma permanente? Hace poco que nos conocemos y a lo mejor descubres, después de tanto tiempo sola, que mis costumbres te irritan.

—Has estado en mi casa, y supongo que esas irritantes costumbres ya deberían haber surgido. En cuanto a estar habituada a vivir sola, no soy solitaria por naturaleza. En realidad, odio la soledad, pero Charlie me ha fastidiado tanto la vida que no confío en casi nadie. Me he sumergido en mi trabajo de forma muy independiente. No podría pedir más que tener a una hermosa mujer para compartir mi amor y mi casa. Además, lo mismo se puede decir a la inversa. También tú has vivido sola bastante tiempo, así que tal vez te resulte difícil adaptarte a mí — repuso Elena.

—No se me ocurre nada mejor que trasladarme a tu casa y vivir contigo de forma permanente. Me ha encantado el tiempo que he pasado contigo antes de las vacaciones y durante las vacaciones, y pensar que no acabará después de las vacaciones es la dicha absoluta.

—Por mi parte, me gustaría demostrarte mi nivel de compromiso. Si vas a aportar el dinero de tu casa a nuestra economía, mi compromiso consistirá en poner las escrituras de la torre a nombre de las dos. Me sentiría mucho mejor así.

—¡Oh, Elena! ¡Qué detalle! ¿Estás segura de que quieres hacerlo tan pronto? Sé que me amas como yo a ti, pero es un gran compromiso. ¿No prefieres darle un tiempo a nuestra relación para asegurarte? — Yulia, sin poder evitarlo, le dio la mano en un gesto de gratitud por su fe.

Elena se mostró firme en su decisión.

—No, nunca he estado tan segura de algo como de lo nuestro. Si, Dios no lo quiera, le ocurre algo a cualquiera de las dos, la otra no debe verse en situación de pedir. Quiero compartir mi vida contigo y eso incluye mis bienes terrenales, Yulia Volkova, así que no hay más que hablar.

—¡Elena, eres un encanto! En ese caso, podemos abrir una cuenta a interés elevado e ingresar en ella el dinero de mi piso. Me gusta la idea de compartir las cosas contigo. Resulta increíble que tengamos la misma talla, porque así incluso podemos compartir la ropa, aunque el biquini rojo nunca me sentaría tan bien como a ti.

—Eso es por tu color. Pero me parece estupendo que conservemos la individualidad en la ropa. Tú puedes ponerte colores que a mí me sientan fatal y viceversa. Con tus ojos azul mar, te favorecen unas combinaciones de azules con las que yo no podría ni soñar. En realidad, me da tanta envidia ver lo bien que te sientan algunas cosas que será un placer quitártelas —dijo en tono travieso.

Permanecieron unos momentos escuchando el sonido de una lechuza que alertaba a los mamíferos que correteaban por allí. La oscuridad las rodeaba y limitaba su visión al charco de luz proyectado por las parpadeantes velas.

—Hablando de ropa, ¿tienes idea de lo que vas a llevar a la boda? — preguntó Elena — Me sorprendió mucho que no seas dama de honor.

—¡Cielos, no! — exclamó Yulia — No estoy hecha para ser dama de honor, aunque Kristina me lo pidió. Prefiero mirar, resulta mucho más divertido. Además, demasiadas primas se pelean por el bocado de dama de honor y no puedo arruinar sus sueños. Ni siquiera sé si aún tendré la escayola entonces, pero, de cualquier manera, tal y como tengo el brazo no valdría de mucho.

—¡Hum! Ya te entiendo, aunque estarías monísima de dama de honor, arreando a todas esas pequeñajas — se rió Elena.

—Ten por seguro que, si tuviera que ir de dama de honor, procuraría que tú me acompañaras. Sobornaría a Kristina, y entonces estaríamos monísimas las dos.

—¡Pobre Kristina! Lo último que necesita en su gran día es a dos lesbianas muertas de risa siguiéndola por la iglesia — bromeó Elena. Al pensarlo, no pudieron contener la risa — Aún no has respondido a mi pregunta inicial sobre qué vas a llevar — recordó Elena.

—A decir verdad, intentaba ganar tiempo, pues no lo he pensado últimamente. Creo que tendremos que ir de compras en serio cuando regresemos. A menos que vayamos a Villenueve a ver qué hay en las tiendas. Según el folleto, en el centro del pueblo había mucha elegancia.

—Buena idea — admitió Elena — ¿Vamos mañana? Me parece que no habíamos planeado nada.

—De acuerdo, entonces. ¿Y tú qué? ¿Ya has pensado en lo que vas a llevar?

—Bueno, me inclinaba por un traje rojo, pero tal vez no sea apropiado para una boda, así que estaba pensando en algo negro o morado fuerte. La elección depende del sombrero que encuentre.

Yulia juntó las manos como si quisiera confirmar el buen criterio de Elena.

—Sí, tesoro. El morado seguro que te sienta de maravilla. Estás estupenda con el top violeta sin mangas, así que con algo morado irás sensacional.

—Bueno, lo que una imagina y lo que acaba llevando no siempre son la misma cosa. Pero estoy segura de que encontraremos algo adecuado. Con tus antepasados, debes lucir cuadros escoceses.

—No. Mi madre siempre insiste. Ha convencido a mi hermano Leo para que lleve una falda escocesa y cree que sería la ocasión ideal para que yo me pusiese un vestido largo de la misma tela — declaró Yulia con vehemencia.

—Supongo que no se puede culpar a nadie por querer que su boda sea especial, y tienes que admitir que las faldas escocesas son lo máximo. De todas formas, me alegra saber que al fin voy a conocer a ese escurridizo hermano tuyo. Háblame de él.

—Leo es un Volkov de los pies a la cabeza pero, a diferencia de Kristina y de mí, no ha heredado ni los ojos ni las pecas. Tiene los cabellos muy rubios, casi desteñidos por el tiempo que pasa al sol. Trabaja en los emiratos árabes, pero no sé si te he explicado lo que hace. Con unos amigos árabes tiene un negocio de viajes de aventura y lleva a los turistas al desierto, a yacimientos arqueológicos, a entornos naturales, etc.
Como le encanta la gente, casi siempre conduce él uno de los Land Cruisers, así que se expone a los elementos y, en consecuencia, está muy moreno. Te lo habrás imaginado robusto, pero es más bien delgado y alto, debe de medir uno ochenta.

—Seguro que le ha roto el corazón a unas cuantas chicas. ¿Cómo te llevas con él? — quiso saber Elena.

—Seguro que sí, que rompe muchos corazones. No le gusta el compromiso. En cuanto una novia se vuelve demasiado hogareña o cómoda, la deja y busca otra. Personalmente, creo que le gusta la idea de enamorarse y la novedad, pero todo lo que vaya más allá de eso le incomoda. En cuanto a Leo y yo... parecemos muy unidos, pero no sabemos gran cosa el uno del otro. Al ser chicas, crecer juntas e ir a los mismos colegios, Kristina y yo estábamos más próximas. Lo quiero porque es mi hermano, pero, si no lo fuera, no sabría decirte. Tenemos personalidades muy diferentes y prioridades opuestas. Somos las dos caras de una moneda.

—¿Cómo crees que reaccionará ante lo nuestro? — preguntó Elena.

—Imagino que de forma educada, y seguro que no me equivoco mucho. Supongo que no estará muy en la onda de nuestra relación, pero cuando vea lo hermosa que eres, no tendrá inconveniente en intentar seducirte. No lo consideraría un insulto, pues no piensa con sensatez. Te verá como juego justo y reclamará su derecho a ganarte, si entiendes lo que quiero decir — Elena leyó entre líneas y se dio cuenta de que la perspectiva perturbaba a Yulia.

Elena puso una mano reconfortante sobre el brazo de la morena.

—No te preocupes, cariño. Mi amor imperecedero sólo abarca a un miembro de la familia Volkov, que sabe muy bien quién es. Si ya hemos acabado, vamos a la cama y le demostraré a esa Volkova a qué me refiero.


🔜

Pido disculpas por poder subir un solo capítulo el día de hoy 😔 se me hizo difícil poder editar los dos, pero les recompensare la próxima vez que suba

Gracias
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Mensaje por Corderito_Agron 4/29/2024, 9:47 pm

Gracias bro , no tienes que disculparte al contrario, gracias por tomarte de tu valioso tiempo y alegrarnos con estás historias hahaha sé que esto es algo tierno hahaha pero gracias bro
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