PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
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Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Hola
Esta interesante
yo pense que iba a salir positivo
pero mejor que no porque
esta muy joven y Julia porque se esta portando
asi deja que los fantasmas del pasado atormemten
a ella y su relacion.
Espero el proximo capitulo pronto
Esta interesante
yo pense que iba a salir positivo
pero mejor que no porque
esta muy joven y Julia porque se esta portando
asi deja que los fantasmas del pasado atormemten
a ella y su relacion.
Espero el proximo capitulo pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Hola
Espero el próximo capitulo pronto
Espero el próximo capitulo pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Saludos!!
Crees que nos puedas regalar la conti porfa?
Crees que nos puedas regalar la conti porfa?
Monyk- Mensajes : 188
Fecha de inscripción : 25/05/2015
Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Capítulo 29
Esto es un secuestro
—Algunas pruebas fallan. No siempre cuando el resultado te dice negativo quiere decir que sea un cien por ciento negativo... Son falsos positivos —Shio seguía hablando sin parar; mordiendo sus uñas ocasionalmente, y siguiéndome a todos lados mientras yo preparaba mi ropa para mi cita con Seth.
Él y yo llevábamos, ya con éste, varios días de vernos fuera de la universidad, pero sinceramente estaba más preocupada por mi posible embarazo que por mi vida amorosa.
Habían pasado exactamente cinco días desde que me hice esa prueba, y a pesar de que dio negativo, no dejaba de tener esas náuseas matutinas, mareos, y siempre que llegaba a casa después del trabajo, estaba echa un desastre del cansancio. Y eso por no mencionar que mi periodo tenía varios días de retraso. Antes no lo había notado ya que el mío venía de forma irregular y poco precisa; pero haciendo un conteo de los días, yo estaba muy, muy retrasada.
Casi no comía bien, ya fuera porque no soportaba el olor de la mayoría de los alimentos (lo que a su vez me provocaba vomitar sin control), o porque lo único que soportaba mi estómago en ese momento eran los duraznos... Aunque también terminaba vomitándolos.
No podía seguir jugando con Seth, no iba a responsabilizarlo por algo que no era de él. Y tampoco quería darle más alas; no estaba enamorada, difícilmente podría estarlo en un futuro (gracias a que cierta chica de ojos azules-grisáceos me arruinó para los demás), y tenía que hacérselo saber antes de continuar confundiendo sus sentimientos.
Por eso lo llamé, para que nos viéramos en el restaurante de un hotel.
Era un lugar bastante concurrido, con una piscina y un buen menú que podía fácilmente digerir mi estómago sensible, ya sea porque encubaba una lombriz, o a una pequeña Julia Volkova.
Decidí hacerme nuevamente otra prueba la próxima semana, solo para saber si el resultado cambiaría. Y si continuaba dando negativo, tendría que ir a consulta con un médico porque no habría razón alguna para estar con estos síntomas a menos que de verdad tuviera una lombriz solitaria en mi intestino.
—Luces distraída, ¿qué te ocurre? —preguntó Shio, sentada a orillas de mi cama—. Deja de estresarte pensando en si estás o no embarazada.
Suspiré, exhalando todo el aire de mis pulmones, y luego me senté a su lado.
—Me siento fatal. No he podido dormir bien en estos días, y lo peor de todo es que tengo miedo.
—¿Miedo a qué?
Tragué saliva.
—Miedo a estar embarazada y criar a un hijo yo sola. No creo que pueda hacerlo sin ayuda. Soy tan cobarde...
—Tranquila, Lena. Vas a ver cómo cada cosa vuelve a su lugar.
Suspiré nuevamente y me levanté, no queriendo echarme a llorar y sentir lástima por lo patética que se había vuelto mi vida.
—¿Entonces? ¿Qué dice mejor: lo siento pero no podemos seguir saliendo porque creo que estoy embarazada de una tipa que hace aproximadamente dos meses no veo?
Extendí un corto vestido color crema, y en la otra mano extendí uno de color verde menta.
Shio me señaló el crema, y decidí probarme primero ese.
—Oye, Lena —dijo ella tímidamente mientras yo ponía algo de orden en mi habitación— ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—¿Tú... Tú piensas salir con Giulio?
Alcé ambas cejas y me detuve a verla por un momento. Giulio y yo nos manteníamos en contacto, pero únicamente por correos o alguna ocasional llamada.
Él me enviaba fotografías de paisajes y edificios que le gustaban lo suficiente como para llamar su atención, y yo, a cambio, le prometí contarle la razón por la que él me había conocido cuando estaba muy golpeada.
—Giulio es sólo mi amigo, ¿por qué? ¿Te interesa él?
Las mejillas de Shio se pusieron rojas y apartó la mirada.
—Algo así...
—Si quieres, puedo pasarte su correo para que le escribas.
Ella sonrió ampliamente.
—Eso sería perfecto. Laura me puso a platicar con él por teléfono, para preguntarle sobre los materiales a usar en la remodelación de la librería, pero como que... ambos congeniamos. Y no puedo negar lo atractivo que es...
—No te preocupes, le vas a fascinar.
—Eso deseo.
Al mediodía esperé a Seth en el lobby del hotel. El restaurante quedaba en el primer nivel, casi después de la recepción y a la par del bar.
Yo llevaba un pequeño bolso colgando del hombro, en donde guardé lo más básico en caso de no aguantar las ganas de vomitar en público: una bolsa de papel.
Me encontraba viendo fijamente un cuadro que era una imitación de un Picasso cuando, la puerta de vidrio que daba al restaurante, se abrió e inundó gran parte del lobby con un fuerte olor a camarón y otros mariscos.
Mi estómago se revolvió y tuve que llevar una mano a mi boca para evitar vomitar.
Corrí en dirección a los baños, y no me importó la mirada hostil que me lanzó una mujer cuando accidentalmente la golpeé con la puerta.
Alcancé a meterme en el primer cubículo y vomité a tiempo sobre el inodoro.
Apoyé mi cuerpo en una de las paredes y eché mi cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos y deseaba que las náuseas pasaran. Pero se hacían peores con solamente recordar el olor de los camarones.
Llevé mis manos a mi vientre mientras me doblaba y vomitaba de nuevo.
Cuando sentí estable mis piernas, salí del cubículo y caminé hacia los lavabos, echándome agua en la cara.
Estaba pálida, cubierta de una fina capa de sudor y con el maquillaje regado.
El delineador negro que apliqué para resaltar mis ojos verde-grises ya se estaba descolorando.
Cuidadosamente saqué el lápiz delineador que cargaba en el bolso y volví a aplicármelo, así como brillo de labios.
No sabía a quién quería engañar pero, no había duda de que mi vida ya nunca sería la misma. Estaba embarazada.
Mierda.
Hasta yo podía sentirlo.
—¿Cuántos meses tienes? —escuché que preguntó una mujer que retocaba su peinado en el lavabo junto al mío.
Hice una mueca y me enderecé para que no notara lo cansada que me sentía.
—No lo sé —respondí finalmente—. Tal vez uno o dos meses.
Ella me dio una mirada compasiva antes de echarse laca para el cabello.
—Cuando tuve a mi primer hijo, también vomitaba al oler mariscos. Te recomiendo un restaurante vegano a dos calles de aquí, es totalmente libre de olores y te agradará la comida.
Sonreí sin sentirlo y me quedé apoyada contra el mueble de baño en donde se encontraban las toallas de papel para secarse las manos.
—Gracias —dije a punto de ponerme a llorar. Últimamente me había convertido en una llorona.
La mujer me dio una mirada de reojo y continuó viéndose en el espejo.
—¿Qué edad tienes?
—Diecinueve —cumplidos hace poco.
Mis mejillas se volvieron rosa.
De seguro habría madres más jóvenes que yo pero en ese momento me sentía una en un millón.
—¿Y el padre sabe que estás embarazada?
Bajé la vista y me negué a verla a los ojos.
—El padre está ausente desde hace mucho tiempo. No cuento con él.
—Mmm, entiendo. Yo tenía la misma edad cuando también me embaracé. No te preocupes, aunque ahora creas que el mundo se viene abajo, lo vas a superar. Es un poco más difícil para nosotras las madres jóvenes, pero eso nos hace más fuertes que las que continúan con su vida normal. Cada quien tiene su propia prueba que superar, tal vez esta sea la tuya. Y oye, yo jamás me he arrepentido de tener a mi hijo. Fue lo mejor que me pasó.
Con eso ella se fue del baño, dándome un guiño antes de salir por la puerta.
Me mordí el labio y bajé la vista hasta mi vientre.
Tenía que comprar una prueba de embarazo, sin importar que todavía no hubiera pasado la semana completa que estimé para esperar. Quería salir de la duda lo más pronto posible.
¿Estaba Noah ahí o no?
Aggg, no tenía por qué llamarlo Noah. Eso me recordaría muy dolorosamente a Julia.
Salí del baño con una sola idea en la cabeza: hacerme otra prueba y rápido.
Había una farmacia a unas pocas cuadras del hotel, podría ir y venir en tan sólo unos minutos.
Le envié un mensaje a Seth diciéndole que me retrasaría y que se adelantara a entrar sin mí. No quería que supiera que llegué antes.
Salí del hotel sin ningún contratiempo, y me dirigí a la farmacia en donde me avergoncé ante la mirada de lástima que me dio el empleado cuando vio las dos pruebas de embarazo que coloqué nerviosamente en el mostrador.
Una la haría hoy, y la otra la usaría mañana temprano. O tal vez me haría ambas al mismo tiempo para estar más segura.
Me dirigí nuevamente al hotel, y aguanté la respiración mientras cruzaba el restaurante en busca de Seth. Primero quería resolver las cosas entre él y yo, y después me dedicaría a la tortura de comprobar mi embarazo… o mi lombriz gigante.
El restaurante apestaba todavía a mariscos, y tomó todo mi esfuerzo sentarme en una silla y fingir que no me afectaba ese olor. Cuando elegí este lugar pensé que toleraría la comida, pero ahora miraba que estaba muy equivocada.
—Hola Lena —saludó Seth, dándome un beso en la mejilla y viéndome de pies a cabeza antes que yo tomara asiento frente a él.
—Seth.
Vagamente esto me recordaba a la vez en la que también hablé con Mason para decirle que ya no podía seguir perdiendo su tiempo conmigo. Fue allí en donde me comentó que se había estado acostando con mi prima. Y también fue cuando Julia sacó a colación lo de Noah.
Ahora las cosas parecían ser similares, sólo que sin Julia armando un escándalo a nuestro alrededor, sin Mason, y con un posible Noah en camino.
—¿Cómo te fue en el examen de ayer? —preguntó Seth para aligerar la tensión que podía percibir de mí.
—Espero que bien. Algunas cosas me faltaron, pero por lo demás acerté en varias respuestas —sonreí cuando la camarera se acercó a nosotros y le ordenamos las bebidas. Dejó un menú para cada uno en la mesa.
—Oye, este fin de semana iré con mi familia al lago, ¿me preguntaba si querías venir con…?
—Lo siento, no puedo —probablemente me marearía en el viaje, y lo más seguro era que vomitaría lo que sea que me dieran de comer.
—Oh —él parecía ofendido y decepcionado por un momento, pero luego comenzó a contarme lo que hizo durante la semana.
En algún punto, durante el almuerzo, me desconecté de la historia que Seth me estaba contando, algo acerca del experimento que hizo en una de sus clases.
Mi mente estaba en otro lado, en las dos pruebas de embarazo que cargaba en el bolso.
Sentía que me llamaban y que quemaban mi carne por sobre el material de mi cartera.
Comí una ensalada en modo automático, y asentí en las partes que parecía correcto asentir en la plática de Seth.
De repente volví a la vida cuando lo sentí tomarme de la mano.
—¿Lena? Te noto muy distraída, ¿todo bien?
Alcé la vista y me mordí el labio. Dejé de ensartar el tenedor en el tomate de mi ensalada.
—Todo bien —sonreí sin querer.
Él comenzó a acariciar mi mano, y acercó su asiento junto al mío.
Su cara también se aproximaba cada vez más a la mía, y de repente me puse nerviosa. No nos habíamos vuelto a besar desde aquella vez cuando me contó lo que pasó con Mason.
—Sé que algo te molesta —dijo tomándome de la barbilla e inclinándose lentamente hacia mi boca.
—Es que... Seth, no creo que debamos... —Se estaba poniendo peligrosamente cerca, empecé a retroceder sin que lo notara, pero fui arrancada de su lado, casi al instante, por una mano que sujetaba con fuerza mi hombro.
—¿Intentas besar a mi mujer? —dijo alguien a mis espaldas. Me congelé en mi asiento. De repente todas mis terminaciones nerviosas volvieron a la vida al oír esa voz.
Seth se quedó con los ojos bien abiertos cuando vio a la extraña parada detrás de mí, o más bien cuando la vio empujar mi silla lejos de la suya.
—¿Disculpa? —preguntó él.
Lucía perplejo. Y yo me sentía de todos los tonos de rojo habidos en el mundo.
—Disculpado. Ahora, ¿me dejas sola con mi chica? Llevo mucho tiempo sin verla.
Y por primera vez desde hace varias semanas, vi el rostro de Julia frente al mío. Sólo que no tuve la oportunidad de apreciarla bien porque ella se inclinó hacia mí, y sin poder rechazarla, me besó profundamente.
No pude cerrar los ojos y al parecer ella tampoco ya que me encontré viendo el tono azul en su mirada.
Metió su lengua dentro de mi boca, pero antes de dejarla continuar, golpeé su hombro y traté de apartarla de mis labios.
Ella se alejó, dándome una sonrisa desarmadora y digna de una cretina.
Rápidamente froté la palma de mi mano contra mi boca, queriendo arrancar el beso que acababa de darme.
Le lancé la mirada más venenosa que podía, y me levanté de mi asiento inmediatamente.
—Lena, ¿la conoces? —me preguntó Seth.
Despegué mis ojos de los de Julia y me concentré en verlo a él.
—No tengo idea de quién es —dije con total naturalidad.
Me sentía furiosa. Quería agarrar el primer cuchillo de la mesa y enterrárselo, justo en el cuello.
La miré nuevamente, dejando que toda la ira que sentía en el cuerpo se concentrara en una sola mirada.
Ella pareció no inmutarse por completo.
—Nena —dijo lentamente. Esa palabra hizo hervir mi sangre—. No es bueno para la salud de nuestro bebé que te enfades mucho.
Palidecí en cuestión de segundos, envejecí diez años en tan solo ese momento.
¿Julia sabía que estaba embarazada o solo estaba bromeando?
¡Ni siquiera tenía idea de que ella estuviera en el mismo restaurante que yo!
No pude soportarlo más, y salí corriendo, apretando mis manos en puños y rechinando los dientes para evitar golpearla frente al resto de la gente que trataba de comer.
Lógicamente ella me siguió, y Seth.
Salí por el lobby, y justo cuando estaba por dejar el hotel, Julia me tomó del hombro y me giró bruscamente.
Un leve mareo instantáneo hizo que me tambaleara y tuviera que apoyarme en ella. Aprovechó para tomarme de los antebrazos y sacudirme en el intento de acercarme a su cuerpo.
Sólo diré una cosa: en caso de que vomitara, nunca me arrepentiría de hacerlo sobre ella. Se lo merecía.
—Suéltame —gruñí aún con los dientes apretados.
—Lena, déjame explicarte las cosas. Nena...
—ERES UNA IMBÉCIL —grité, empujándola y haciendo que retrocediera.
Comencé a golpearla repetidamente en el pecho.
Seth apareció detrás de mí, agarrándome de la cintura y alejándome de Julia.
—¡Suéltala! —gritó inmediatamente ella—. A mi mujer solo la toco yo. No me importa quién seas, pero ya estuvieras perdiéndote de mí vista antes de que acabes sin pelotas.
—¿Pelotas? —grité igual de fuerte que él—. Pelotas son las que te faltan a ti por aparecer de nuevo de esta manera.
—Nena, cálmate. Ven conmigo para que te explique las cosas...
—¿Que no entiendes que ella no quiere hablar contigo? —dijo Seth por mí. Él me llevó detrás de su espalda y se puso intimidante para Julia.
—Lo único que entiendo es que estás sobrando. Lárgate —respondió ella igual de segura.
Yo no quería ser parte de una pelea en caso de que se fuera a dar, así que me movilicé nuevamente hacia la salida.
Aunque claro, no logré moverme ni un paso porque Julia estaba ya agarrándome por la espalda.
Esta vez, ella me tomó en brazos y me colocó sobre su hombro derecho; antes de poder siquiera protestar, me llevó hacia el elevador más cercano.
—No, no, no, no. Bájame inmediatamente —las chicas ubicadas en la recepción nos dieron miradas soñadoras, como si fuera un cuento de amor el que se desarrollara frente a sus ojos.
Seth se fue corriendo detrás de nosotros, pero el ascensor cerró las puertas justo antes de que él pudiera entrar.
Comencé a golpear la espalda de Julia.
Luego ella me bajó, así que le di un par de cachetadas antes de que me tomara ambas manos y me inmovilizara contra la pared del elevador.
Vi que presionó un número, y luego se sacó una tarjeta del bolsillo del pantalón.
Pasó la tarjeta por un escáner, y luego comenzamos a subir hacia lo que parecía el piso nueve.
—¿Qué haces? —pregunté alarmada.
Ella todavía me tenía sujetadas las manos.
—Quiero hablar contigo, y ésta es la única manera de hacerlo.
—Te odio —le grité fuertemente.
Ella hizo una mueca.
—Ya tendremos tiempo para hablar de eso.
—Estás loca. ¿Qué piensas hacer?
—Nena, considera esto como un secuestro.
Entonces las puertas del elevador se abrieron y ella me cargó de nuevo en su hombro, e ignoró todos los insultos con los que la llamaba.
Camino a través de las habitaciones y se detuvo frente a una en específico. Entramos y, cuando finalmente me bajó al suelo y cerró la puerta, me mareé momentáneamente.
Ella me sostuvo de la cintura para evitar que diera un traspié.
—Lena... —se lamió los labios.
—No digas una sola palabra más —la amenacé—. Eres la última persona con la que quiero hablar. Ahora suéltame y déjame regresar a mi cita con el maravilloso chico que de seguro me espera abajo.
De acuerdo, le mentí un poco. Pero no iba a decirle que mi "cita" con Seth era para terminar cualquier posible cosa que se estuviera formando.
—¿Ni siquiera vas a escuchar lo que tengo que decir?
No me molesté en verla a los ojos, sabía que estaba perdida si lo hacía.
En su lugar, clavé la vista en su pecho y luego en su brazo cuando se movió.
Noté que un nuevo tatuaje le bajaba por el hombro y se extendía hasta su muñeca.
No quería mostrarme curiosa pero al final, la curiosidad ganó.
—¿Cuándo te los hiciste? —pregunté.
Ella dirigió sus ojos hacia donde yo miraba fijamente.
—Hace un par de semanas.
Después de unos segundos más, despegué la mirada y noté lo cerca que estábamos. Me solté de su agarre y retrocedí en la habitación, observándolo todo a mí alrededor.
—¿Te estás quedando aquí? ¿Cómo sabías que iba estar en este hotel?
Ella sonrió, divertida con mis preguntas.
—Tu amiga, la de pelo rosa, me dijo que te ibas a encontrar aquí.
Fruncí el ceño.
Claro que tenía que ser Mindy.
—¿Cómo la encontraste?
—Te fui a buscar al trabajo. Nena, ni tu papá ni tu mamá me quisieron decir dónde vivías ahora, así que supuse que todavía estabas en la librería. Ahí la encontré.
—¿Con qué la sobornaste para que hablara?
Su sonrisa se amplió todavía más.
—Con un pájaro. Específicamente una cacatúa. Tu amiga es muy rara.
Suspiré largamente. Mindy y su amor por los animales.
—Eres una imbécil —le dije de nuevo. Tenía ganas de patearlo en sus partes privadas.
—Lo sé —se limitó a decir.
Mis ojos viajaron de nuevo a su brazo tatuado y noté que una figura resaltaba más que cualquier otra cosa.
—¿Ese…? —tragué saliva— ¿Ese es Bambi? ¿Te tatuaste a Bambi?
Ella se mordió el labio y asintió.
—Más específicamente esa mirada desubicada que me recuerda a alguien.
—Pues es raro que decidas recordarme ahora cuando hace un tiempo atrás yo era como la peste y querías ignorarme.
—Yo sé que actué como una tonta, pero nena…
—No —lo corté. Me movilicé hacia la puerta—. Me cansé de ti y de todos tus desplantes, de que me trates como te dé la gana. No quiero tus explicaciones. Sólo quiero irme a mi casa y continuar mi vida como lo estuve haciendo sin ti.
—Lena…
—Me voy, y ojalá encuentres a alguien que aguante tantas subidas y bajadas contigo. Y por favor, deja de buscarme.
Le quité el seguro a la puerta y, cuando intenté abrirla, nada pasó. Seguía igual de cerrada que antes. Sacudí un poco la manija pero no cedió.
Golpeé la puerta, y me giré hacia Julia.
Estaba sentada a orillas de cama, con los codos en sus muslos, viéndome con diversión y algo de picardía.
—Abre la puerta —lo urgí.
—Nop. Lo siento nena, pero te lo dije. Si no estás dispuesta a escucharme tengo que ver la manera en la que me prestes atención. Ahora, puedes considerarte secuestrada, o voluntariamente detenida aquí conmigo, tú elig… ¡Mierda!
Julia se quejó cuando le lancé el agua de un florero que se ubicaba en una de las mesas junto a la puerta. Después lancé el florero, pero cayó lejos de ella.
Esto es un secuestro
—Algunas pruebas fallan. No siempre cuando el resultado te dice negativo quiere decir que sea un cien por ciento negativo... Son falsos positivos —Shio seguía hablando sin parar; mordiendo sus uñas ocasionalmente, y siguiéndome a todos lados mientras yo preparaba mi ropa para mi cita con Seth.
Él y yo llevábamos, ya con éste, varios días de vernos fuera de la universidad, pero sinceramente estaba más preocupada por mi posible embarazo que por mi vida amorosa.
Habían pasado exactamente cinco días desde que me hice esa prueba, y a pesar de que dio negativo, no dejaba de tener esas náuseas matutinas, mareos, y siempre que llegaba a casa después del trabajo, estaba echa un desastre del cansancio. Y eso por no mencionar que mi periodo tenía varios días de retraso. Antes no lo había notado ya que el mío venía de forma irregular y poco precisa; pero haciendo un conteo de los días, yo estaba muy, muy retrasada.
Casi no comía bien, ya fuera porque no soportaba el olor de la mayoría de los alimentos (lo que a su vez me provocaba vomitar sin control), o porque lo único que soportaba mi estómago en ese momento eran los duraznos... Aunque también terminaba vomitándolos.
No podía seguir jugando con Seth, no iba a responsabilizarlo por algo que no era de él. Y tampoco quería darle más alas; no estaba enamorada, difícilmente podría estarlo en un futuro (gracias a que cierta chica de ojos azules-grisáceos me arruinó para los demás), y tenía que hacérselo saber antes de continuar confundiendo sus sentimientos.
Por eso lo llamé, para que nos viéramos en el restaurante de un hotel.
Era un lugar bastante concurrido, con una piscina y un buen menú que podía fácilmente digerir mi estómago sensible, ya sea porque encubaba una lombriz, o a una pequeña Julia Volkova.
Decidí hacerme nuevamente otra prueba la próxima semana, solo para saber si el resultado cambiaría. Y si continuaba dando negativo, tendría que ir a consulta con un médico porque no habría razón alguna para estar con estos síntomas a menos que de verdad tuviera una lombriz solitaria en mi intestino.
—Luces distraída, ¿qué te ocurre? —preguntó Shio, sentada a orillas de mi cama—. Deja de estresarte pensando en si estás o no embarazada.
Suspiré, exhalando todo el aire de mis pulmones, y luego me senté a su lado.
—Me siento fatal. No he podido dormir bien en estos días, y lo peor de todo es que tengo miedo.
—¿Miedo a qué?
Tragué saliva.
—Miedo a estar embarazada y criar a un hijo yo sola. No creo que pueda hacerlo sin ayuda. Soy tan cobarde...
—Tranquila, Lena. Vas a ver cómo cada cosa vuelve a su lugar.
Suspiré nuevamente y me levanté, no queriendo echarme a llorar y sentir lástima por lo patética que se había vuelto mi vida.
—¿Entonces? ¿Qué dice mejor: lo siento pero no podemos seguir saliendo porque creo que estoy embarazada de una tipa que hace aproximadamente dos meses no veo?
Extendí un corto vestido color crema, y en la otra mano extendí uno de color verde menta.
Shio me señaló el crema, y decidí probarme primero ese.
—Oye, Lena —dijo ella tímidamente mientras yo ponía algo de orden en mi habitación— ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—¿Tú... Tú piensas salir con Giulio?
Alcé ambas cejas y me detuve a verla por un momento. Giulio y yo nos manteníamos en contacto, pero únicamente por correos o alguna ocasional llamada.
Él me enviaba fotografías de paisajes y edificios que le gustaban lo suficiente como para llamar su atención, y yo, a cambio, le prometí contarle la razón por la que él me había conocido cuando estaba muy golpeada.
—Giulio es sólo mi amigo, ¿por qué? ¿Te interesa él?
Las mejillas de Shio se pusieron rojas y apartó la mirada.
—Algo así...
—Si quieres, puedo pasarte su correo para que le escribas.
Ella sonrió ampliamente.
—Eso sería perfecto. Laura me puso a platicar con él por teléfono, para preguntarle sobre los materiales a usar en la remodelación de la librería, pero como que... ambos congeniamos. Y no puedo negar lo atractivo que es...
—No te preocupes, le vas a fascinar.
—Eso deseo.
Al mediodía esperé a Seth en el lobby del hotel. El restaurante quedaba en el primer nivel, casi después de la recepción y a la par del bar.
Yo llevaba un pequeño bolso colgando del hombro, en donde guardé lo más básico en caso de no aguantar las ganas de vomitar en público: una bolsa de papel.
Me encontraba viendo fijamente un cuadro que era una imitación de un Picasso cuando, la puerta de vidrio que daba al restaurante, se abrió e inundó gran parte del lobby con un fuerte olor a camarón y otros mariscos.
Mi estómago se revolvió y tuve que llevar una mano a mi boca para evitar vomitar.
Corrí en dirección a los baños, y no me importó la mirada hostil que me lanzó una mujer cuando accidentalmente la golpeé con la puerta.
Alcancé a meterme en el primer cubículo y vomité a tiempo sobre el inodoro.
Apoyé mi cuerpo en una de las paredes y eché mi cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos y deseaba que las náuseas pasaran. Pero se hacían peores con solamente recordar el olor de los camarones.
Llevé mis manos a mi vientre mientras me doblaba y vomitaba de nuevo.
Cuando sentí estable mis piernas, salí del cubículo y caminé hacia los lavabos, echándome agua en la cara.
Estaba pálida, cubierta de una fina capa de sudor y con el maquillaje regado.
El delineador negro que apliqué para resaltar mis ojos verde-grises ya se estaba descolorando.
Cuidadosamente saqué el lápiz delineador que cargaba en el bolso y volví a aplicármelo, así como brillo de labios.
No sabía a quién quería engañar pero, no había duda de que mi vida ya nunca sería la misma. Estaba embarazada.
Mierda.
Hasta yo podía sentirlo.
—¿Cuántos meses tienes? —escuché que preguntó una mujer que retocaba su peinado en el lavabo junto al mío.
Hice una mueca y me enderecé para que no notara lo cansada que me sentía.
—No lo sé —respondí finalmente—. Tal vez uno o dos meses.
Ella me dio una mirada compasiva antes de echarse laca para el cabello.
—Cuando tuve a mi primer hijo, también vomitaba al oler mariscos. Te recomiendo un restaurante vegano a dos calles de aquí, es totalmente libre de olores y te agradará la comida.
Sonreí sin sentirlo y me quedé apoyada contra el mueble de baño en donde se encontraban las toallas de papel para secarse las manos.
—Gracias —dije a punto de ponerme a llorar. Últimamente me había convertido en una llorona.
La mujer me dio una mirada de reojo y continuó viéndose en el espejo.
—¿Qué edad tienes?
—Diecinueve —cumplidos hace poco.
Mis mejillas se volvieron rosa.
De seguro habría madres más jóvenes que yo pero en ese momento me sentía una en un millón.
—¿Y el padre sabe que estás embarazada?
Bajé la vista y me negué a verla a los ojos.
—El padre está ausente desde hace mucho tiempo. No cuento con él.
—Mmm, entiendo. Yo tenía la misma edad cuando también me embaracé. No te preocupes, aunque ahora creas que el mundo se viene abajo, lo vas a superar. Es un poco más difícil para nosotras las madres jóvenes, pero eso nos hace más fuertes que las que continúan con su vida normal. Cada quien tiene su propia prueba que superar, tal vez esta sea la tuya. Y oye, yo jamás me he arrepentido de tener a mi hijo. Fue lo mejor que me pasó.
Con eso ella se fue del baño, dándome un guiño antes de salir por la puerta.
Me mordí el labio y bajé la vista hasta mi vientre.
Tenía que comprar una prueba de embarazo, sin importar que todavía no hubiera pasado la semana completa que estimé para esperar. Quería salir de la duda lo más pronto posible.
¿Estaba Noah ahí o no?
Aggg, no tenía por qué llamarlo Noah. Eso me recordaría muy dolorosamente a Julia.
Salí del baño con una sola idea en la cabeza: hacerme otra prueba y rápido.
Había una farmacia a unas pocas cuadras del hotel, podría ir y venir en tan sólo unos minutos.
Le envié un mensaje a Seth diciéndole que me retrasaría y que se adelantara a entrar sin mí. No quería que supiera que llegué antes.
Salí del hotel sin ningún contratiempo, y me dirigí a la farmacia en donde me avergoncé ante la mirada de lástima que me dio el empleado cuando vio las dos pruebas de embarazo que coloqué nerviosamente en el mostrador.
Una la haría hoy, y la otra la usaría mañana temprano. O tal vez me haría ambas al mismo tiempo para estar más segura.
Me dirigí nuevamente al hotel, y aguanté la respiración mientras cruzaba el restaurante en busca de Seth. Primero quería resolver las cosas entre él y yo, y después me dedicaría a la tortura de comprobar mi embarazo… o mi lombriz gigante.
El restaurante apestaba todavía a mariscos, y tomó todo mi esfuerzo sentarme en una silla y fingir que no me afectaba ese olor. Cuando elegí este lugar pensé que toleraría la comida, pero ahora miraba que estaba muy equivocada.
—Hola Lena —saludó Seth, dándome un beso en la mejilla y viéndome de pies a cabeza antes que yo tomara asiento frente a él.
—Seth.
Vagamente esto me recordaba a la vez en la que también hablé con Mason para decirle que ya no podía seguir perdiendo su tiempo conmigo. Fue allí en donde me comentó que se había estado acostando con mi prima. Y también fue cuando Julia sacó a colación lo de Noah.
Ahora las cosas parecían ser similares, sólo que sin Julia armando un escándalo a nuestro alrededor, sin Mason, y con un posible Noah en camino.
—¿Cómo te fue en el examen de ayer? —preguntó Seth para aligerar la tensión que podía percibir de mí.
—Espero que bien. Algunas cosas me faltaron, pero por lo demás acerté en varias respuestas —sonreí cuando la camarera se acercó a nosotros y le ordenamos las bebidas. Dejó un menú para cada uno en la mesa.
—Oye, este fin de semana iré con mi familia al lago, ¿me preguntaba si querías venir con…?
—Lo siento, no puedo —probablemente me marearía en el viaje, y lo más seguro era que vomitaría lo que sea que me dieran de comer.
—Oh —él parecía ofendido y decepcionado por un momento, pero luego comenzó a contarme lo que hizo durante la semana.
En algún punto, durante el almuerzo, me desconecté de la historia que Seth me estaba contando, algo acerca del experimento que hizo en una de sus clases.
Mi mente estaba en otro lado, en las dos pruebas de embarazo que cargaba en el bolso.
Sentía que me llamaban y que quemaban mi carne por sobre el material de mi cartera.
Comí una ensalada en modo automático, y asentí en las partes que parecía correcto asentir en la plática de Seth.
De repente volví a la vida cuando lo sentí tomarme de la mano.
—¿Lena? Te noto muy distraída, ¿todo bien?
Alcé la vista y me mordí el labio. Dejé de ensartar el tenedor en el tomate de mi ensalada.
—Todo bien —sonreí sin querer.
Él comenzó a acariciar mi mano, y acercó su asiento junto al mío.
Su cara también se aproximaba cada vez más a la mía, y de repente me puse nerviosa. No nos habíamos vuelto a besar desde aquella vez cuando me contó lo que pasó con Mason.
—Sé que algo te molesta —dijo tomándome de la barbilla e inclinándose lentamente hacia mi boca.
—Es que... Seth, no creo que debamos... —Se estaba poniendo peligrosamente cerca, empecé a retroceder sin que lo notara, pero fui arrancada de su lado, casi al instante, por una mano que sujetaba con fuerza mi hombro.
—¿Intentas besar a mi mujer? —dijo alguien a mis espaldas. Me congelé en mi asiento. De repente todas mis terminaciones nerviosas volvieron a la vida al oír esa voz.
Seth se quedó con los ojos bien abiertos cuando vio a la extraña parada detrás de mí, o más bien cuando la vio empujar mi silla lejos de la suya.
—¿Disculpa? —preguntó él.
Lucía perplejo. Y yo me sentía de todos los tonos de rojo habidos en el mundo.
—Disculpado. Ahora, ¿me dejas sola con mi chica? Llevo mucho tiempo sin verla.
Y por primera vez desde hace varias semanas, vi el rostro de Julia frente al mío. Sólo que no tuve la oportunidad de apreciarla bien porque ella se inclinó hacia mí, y sin poder rechazarla, me besó profundamente.
No pude cerrar los ojos y al parecer ella tampoco ya que me encontré viendo el tono azul en su mirada.
Metió su lengua dentro de mi boca, pero antes de dejarla continuar, golpeé su hombro y traté de apartarla de mis labios.
Ella se alejó, dándome una sonrisa desarmadora y digna de una cretina.
Rápidamente froté la palma de mi mano contra mi boca, queriendo arrancar el beso que acababa de darme.
Le lancé la mirada más venenosa que podía, y me levanté de mi asiento inmediatamente.
—Lena, ¿la conoces? —me preguntó Seth.
Despegué mis ojos de los de Julia y me concentré en verlo a él.
—No tengo idea de quién es —dije con total naturalidad.
Me sentía furiosa. Quería agarrar el primer cuchillo de la mesa y enterrárselo, justo en el cuello.
La miré nuevamente, dejando que toda la ira que sentía en el cuerpo se concentrara en una sola mirada.
Ella pareció no inmutarse por completo.
—Nena —dijo lentamente. Esa palabra hizo hervir mi sangre—. No es bueno para la salud de nuestro bebé que te enfades mucho.
Palidecí en cuestión de segundos, envejecí diez años en tan solo ese momento.
¿Julia sabía que estaba embarazada o solo estaba bromeando?
¡Ni siquiera tenía idea de que ella estuviera en el mismo restaurante que yo!
No pude soportarlo más, y salí corriendo, apretando mis manos en puños y rechinando los dientes para evitar golpearla frente al resto de la gente que trataba de comer.
Lógicamente ella me siguió, y Seth.
Salí por el lobby, y justo cuando estaba por dejar el hotel, Julia me tomó del hombro y me giró bruscamente.
Un leve mareo instantáneo hizo que me tambaleara y tuviera que apoyarme en ella. Aprovechó para tomarme de los antebrazos y sacudirme en el intento de acercarme a su cuerpo.
Sólo diré una cosa: en caso de que vomitara, nunca me arrepentiría de hacerlo sobre ella. Se lo merecía.
—Suéltame —gruñí aún con los dientes apretados.
—Lena, déjame explicarte las cosas. Nena...
—ERES UNA IMBÉCIL —grité, empujándola y haciendo que retrocediera.
Comencé a golpearla repetidamente en el pecho.
Seth apareció detrás de mí, agarrándome de la cintura y alejándome de Julia.
—¡Suéltala! —gritó inmediatamente ella—. A mi mujer solo la toco yo. No me importa quién seas, pero ya estuvieras perdiéndote de mí vista antes de que acabes sin pelotas.
—¿Pelotas? —grité igual de fuerte que él—. Pelotas son las que te faltan a ti por aparecer de nuevo de esta manera.
—Nena, cálmate. Ven conmigo para que te explique las cosas...
—¿Que no entiendes que ella no quiere hablar contigo? —dijo Seth por mí. Él me llevó detrás de su espalda y se puso intimidante para Julia.
—Lo único que entiendo es que estás sobrando. Lárgate —respondió ella igual de segura.
Yo no quería ser parte de una pelea en caso de que se fuera a dar, así que me movilicé nuevamente hacia la salida.
Aunque claro, no logré moverme ni un paso porque Julia estaba ya agarrándome por la espalda.
Esta vez, ella me tomó en brazos y me colocó sobre su hombro derecho; antes de poder siquiera protestar, me llevó hacia el elevador más cercano.
—No, no, no, no. Bájame inmediatamente —las chicas ubicadas en la recepción nos dieron miradas soñadoras, como si fuera un cuento de amor el que se desarrollara frente a sus ojos.
Seth se fue corriendo detrás de nosotros, pero el ascensor cerró las puertas justo antes de que él pudiera entrar.
Comencé a golpear la espalda de Julia.
Luego ella me bajó, así que le di un par de cachetadas antes de que me tomara ambas manos y me inmovilizara contra la pared del elevador.
Vi que presionó un número, y luego se sacó una tarjeta del bolsillo del pantalón.
Pasó la tarjeta por un escáner, y luego comenzamos a subir hacia lo que parecía el piso nueve.
—¿Qué haces? —pregunté alarmada.
Ella todavía me tenía sujetadas las manos.
—Quiero hablar contigo, y ésta es la única manera de hacerlo.
—Te odio —le grité fuertemente.
Ella hizo una mueca.
—Ya tendremos tiempo para hablar de eso.
—Estás loca. ¿Qué piensas hacer?
—Nena, considera esto como un secuestro.
Entonces las puertas del elevador se abrieron y ella me cargó de nuevo en su hombro, e ignoró todos los insultos con los que la llamaba.
Camino a través de las habitaciones y se detuvo frente a una en específico. Entramos y, cuando finalmente me bajó al suelo y cerró la puerta, me mareé momentáneamente.
Ella me sostuvo de la cintura para evitar que diera un traspié.
—Lena... —se lamió los labios.
—No digas una sola palabra más —la amenacé—. Eres la última persona con la que quiero hablar. Ahora suéltame y déjame regresar a mi cita con el maravilloso chico que de seguro me espera abajo.
De acuerdo, le mentí un poco. Pero no iba a decirle que mi "cita" con Seth era para terminar cualquier posible cosa que se estuviera formando.
—¿Ni siquiera vas a escuchar lo que tengo que decir?
No me molesté en verla a los ojos, sabía que estaba perdida si lo hacía.
En su lugar, clavé la vista en su pecho y luego en su brazo cuando se movió.
Noté que un nuevo tatuaje le bajaba por el hombro y se extendía hasta su muñeca.
No quería mostrarme curiosa pero al final, la curiosidad ganó.
—¿Cuándo te los hiciste? —pregunté.
Ella dirigió sus ojos hacia donde yo miraba fijamente.
—Hace un par de semanas.
Después de unos segundos más, despegué la mirada y noté lo cerca que estábamos. Me solté de su agarre y retrocedí en la habitación, observándolo todo a mí alrededor.
—¿Te estás quedando aquí? ¿Cómo sabías que iba estar en este hotel?
Ella sonrió, divertida con mis preguntas.
—Tu amiga, la de pelo rosa, me dijo que te ibas a encontrar aquí.
Fruncí el ceño.
Claro que tenía que ser Mindy.
—¿Cómo la encontraste?
—Te fui a buscar al trabajo. Nena, ni tu papá ni tu mamá me quisieron decir dónde vivías ahora, así que supuse que todavía estabas en la librería. Ahí la encontré.
—¿Con qué la sobornaste para que hablara?
Su sonrisa se amplió todavía más.
—Con un pájaro. Específicamente una cacatúa. Tu amiga es muy rara.
Suspiré largamente. Mindy y su amor por los animales.
—Eres una imbécil —le dije de nuevo. Tenía ganas de patearlo en sus partes privadas.
—Lo sé —se limitó a decir.
Mis ojos viajaron de nuevo a su brazo tatuado y noté que una figura resaltaba más que cualquier otra cosa.
—¿Ese…? —tragué saliva— ¿Ese es Bambi? ¿Te tatuaste a Bambi?
Ella se mordió el labio y asintió.
—Más específicamente esa mirada desubicada que me recuerda a alguien.
—Pues es raro que decidas recordarme ahora cuando hace un tiempo atrás yo era como la peste y querías ignorarme.
—Yo sé que actué como una tonta, pero nena…
—No —lo corté. Me movilicé hacia la puerta—. Me cansé de ti y de todos tus desplantes, de que me trates como te dé la gana. No quiero tus explicaciones. Sólo quiero irme a mi casa y continuar mi vida como lo estuve haciendo sin ti.
—Lena…
—Me voy, y ojalá encuentres a alguien que aguante tantas subidas y bajadas contigo. Y por favor, deja de buscarme.
Le quité el seguro a la puerta y, cuando intenté abrirla, nada pasó. Seguía igual de cerrada que antes. Sacudí un poco la manija pero no cedió.
Golpeé la puerta, y me giré hacia Julia.
Estaba sentada a orillas de cama, con los codos en sus muslos, viéndome con diversión y algo de picardía.
—Abre la puerta —lo urgí.
—Nop. Lo siento nena, pero te lo dije. Si no estás dispuesta a escucharme tengo que ver la manera en la que me prestes atención. Ahora, puedes considerarte secuestrada, o voluntariamente detenida aquí conmigo, tú elig… ¡Mierda!
Julia se quejó cuando le lancé el agua de un florero que se ubicaba en una de las mesas junto a la puerta. Después lancé el florero, pero cayó lejos de ella.
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Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Rápidamente busqué otra cosa más para lanzarle, pero ella saltó de la cama y corrió a mi lado antes de que le arrojara una bandeja de plata en la que había varios chocolates miniatura.
—¿Cómo abro la puerta? —gruñí enojada.
—Se abre únicamente por fuera. Así lo pedí. Di la orden de abrirla solamente cuando yo lo pidiera, y si sigues con esa actitud, vamos a estar aquí por un largo tiempo, probablemente varios días.
—Eres un pedazo de…
—Digas lo que digas, te quedas conmigo hasta que me dejes entrar de nuevo a tu corazón. Sé que no va a ser fácil, pero planeo ganarme de nuevo ese derecho.
—Para dejarte entrar a mi corazón tendrías que poner uno nuevo. ¿No te has puesto a pensar que tal vez tú y yo no estamos destinadas a estar juntas?
—Ni por un segundo, nena. Ni por un miserable segundo me ha pasado eso por la cabeza. Vine con un propósito Lena, y ese es el de recuperarte. Acéptalo. Si quieres que me ponga de rodillas y me arrastre de aquí a tu casa, entonces lo haré. Nómbralo y lo hago; pero por lo que más quieras, no me digas que tú y yo no estamos destinadas a estar juntas. Y si no lo estamos… que se joda el destino porque haré lo que quiera, siempre y cuando sea contigo.
¿Por qué tenía que decir cosas como esas? Cosas que me hacían borrar de la cabeza todo el dolor por el que había pasado durante este tiempo. Pero que ni crea que iba a perdonarla tan fácilmente. No podía venir cuando se le diera la gana y “recuperarme” de vuelta con un chasquido de dedos.
No iba a ser la tonta que se derretía por ella nunca más.
Esa Lena se extinguió.
—Ya no quiero caer ante tus palabras aparentemente bonitas —dije en una exhalación.
Comencé a impacientarme y, para evitar llorar frente a ella, me moví hacia la ventana de la habitación.
—Sé que la manera en la que te aparté no fue la mejor —comenzó a decir— pero...
—¿No fue la mejor? ¡Me trataste como si me odiaras! ¡Le pasaste mi foto a todo el personal de tu edificio, donde resulta que también te mudaste sin siquiera decir nada! ¿Tan insoportable soy?
Ella se pasó las manos por su cabello, mojado gracias al agua que le lancé del florero.
—No sabía qué hacer, me sentía confundida. Nunca le conté a nadie sobre... Emilia. Eres la primera en saberlo; pensé que al enterarte de lo sucedido, me ibas a odiar o peor, dejarías de amarme.
—Eres tan tonta —me quejé—. Yo jamás pensaría una cosa como esa. Pero la cuestión está en que creíste que yo no te amaba lo suficiente como para quedarme y tratar de encontrar una solución juntas. Hiciste lo opuesto que una chica normal haría en una situación como esa: me echaste fuera de tu departamento, de tu edificio, de tu corazón y de tu vida. En vez de hablarlo, decidiste por las dos y te largaste sin importar mis sentimientos.
Mi labio inferior comenzó a temblar y cada vez se hacía más difícil hablar a través de ese nudo intenso que se formaba en mi garganta. Miré a otro lado, evitando que Julia viera las lágrimas que retenían mis ojos.
Me crucé de brazos y me paseé cerca de la cama.
—No tienes idea de lo arrepentida que estoy —dijo ella con voz ronca. Yo continuaba dándole la espalda—. Tiendo a ser la favorita de los desastres, y no quería que estuvieras involucrada con alguien como yo. Siempre sale algo mal conmigo.
—No Julia, las cosas no salen mal: tú las arruinas antes de que tomen forma. Decides echarlas a perder por miedo a que en realidad funcionen. Y a veces, muy tardíamente, te das cuenta que no todo está perdido y en el caos. Pero te lo digo ahora: a mí ya me perdiste, así que abre la maldita puerta y déjame salir de tu vida tal y como querías que hiciera hace semanas atrás.
Ella se miraba descompuesta. Tragó saliva y desvió los ojos hacia la pared contraria.
—Lo siento Lena pero es imposible marcharte ahora. No cuando estás más metida dentro de mi piel que todos mis tatuajes juntos. No cuando se me acelera el pulso con sólo la mención de tu nombre —despegó los ojos de la pared para verme a mí directamente, terminando de hablar— y no cuando te amo tanto que duele con cada respiración. Tienes toda la razón, yo arruino las cosas antes de que tengan la oportunidad de formarse, pero entiende que es así como fui instruida a vivir desde niña. Sólo a mí me pasaban las tragedias, una tras otra. Nunca me perdonaría si te hacía daño. Aunque veo que el daño ya está hecho.
Apreté la mandíbula y los puños.
Tomé el dobladillo de mi vestido y presioné la tela con fuerza. Exhalé y volví a inhalar.
—Deberías dedicarte a escribir poesía, tu labia no tiene límite —dije de manera despectiva.
Tomándome por sorpresa, Julia estaba caminando hacia mí, llegó en dos zancadas.
Por experiencia propia sabía que pegarme contra la pared a modo de protección era inútil, pero mis instintos actuaron solos, y ahora me encontraba con la espalda pegada justo donde no quería.
Ella puso ambas manos en los laterales de mi cabeza, apoyándolas en la pared. Su cuerpo rozaba el mío de forma descarada. Sus labios estaban a centímetros de mi boca.
—¿Has estado bien? —susurró—. ¿Algún otro ataque de pánico, tal vez provocado por lo imbécil que me porté?
Sus ojos me tenían hipnotizada.
Negué con la cabeza, se me hacía difícil hablar.
—Bien. Te dije que me encargaría del idiota lame pollas, no tienes que preocuparte nunca más por él... o el otro retardado que lo acompañó ese día; también se fue en el mismo combo.
—¿Entonces es verdad que les tatuaste la frente y los dejaste en un bar como esclavos sexuales?
Julia se rió con fuerza, haciendo vibrar su pecho.
—Veo que los rumores corren rápido, eso es bueno. Sí, tienen un recuerdo permanente de parte de mi tatuador personal. Y en cuanto a lo otro, no te preocupes, le pedí el favor a unos amigos de asustarlos hasta que se hicieran en los pantalones. Creo que pensaron que iban a ser violados.
—No tenías por qué haberlo hecho. Te hubieras ahorrado las molestias.
—¿Bromeas? Nadie se mete contigo y sale ileso para contarlo. Eso es peor que meterse conmigo.
Sus ojos bajaron hacia mi boca, después a mi clavícula y seguidamente a mis pechos. Tragó y luego volvió a mirarme a los ojos.
—¿Quién era ese tipo con el que almorzabas? —demandó—. ¿Has dormido con alguien más que no sea yo?
Abrí la boca y con la misma velocidad la cerré. ¿Quién se creía que era? ¿Mi dueña?
Traté de empujarla con mis brazos, pero ella aplastó una de sus manos contra mi rodilla, justo por donde terminaba mi vestido.
Su mano subió hasta llegar a mi muslo, y de ahí me apretó con fuerza el trasero.
—No tiene por qué importarte con quién duerma o no —lo desafié con la mirada a ver si trataba de decir otra cosa, pero se calló y se limitó a seguir tocando mi trasero.
Pronto su otra mano se metió bajo mi vestido también, empujando mis bragas y haciéndolas a un lado mientras sus dedos acariciaban mi piel.
Aparté una de sus manos y como pude volví a colocar mi ropa interior en una cómoda posición.
—No me... —iba a decirle que dejara de tocarme, pero me quedé sin palabras cuando, de nuevo, sus manos estaban en mi trasero, esta vez empujándome hacia arriba, dejándome en puntillas y a la misma altura que sus caderas.
—Necesito que me digas —dijo con los dientes apretados. Lentamente comenzó a acariciarme, a golpear tentativamente sus caderas contra las mías.
Oh, santo papa…
—Dime Lena —su mano me sostenía y me empujaba contra la parte dura de su cuerpo, elevando mis pies un poco más del suelo—, ¿has estado íntimamente con otro además de mí?
Yo no podía hablar, abría la boca pero era únicamente con fines de exhalar aire.
Me sujeté a sus hombros cuando, en uno de los movimientos, me empujo más arriba, hasta que mi entrepierna se estaba rozando con su pantalón.
Jadeé y cerré los ojos, echando mi cabeza hacia atrás.
Saaaanto… grial.
De repente ella se detuvo y sus manos viajaron a mis rodillas, separando mis piernas y colocándolas a ambos lados de sus caderas, mi espalda descansando contra la pared.
—Lena, responde lo que te pregunté.
Dejó de moverse pero ahora podía sentir el peso de su mirada sobre mí.
Abrí los ojos, obligándome a no desviar la vista hacia ningún otro lado que no fuera ella.
—¿Te has acostado con alguien más aparte de mí? —volvió a preguntar. Su tono era mesurado y contenido.
—¿Y tú? ¿Te has follado a otra que no sea yo? —dije, molesta.
—No —respondió casi al instante en el que la pregunta salió disparada de mi boca—. Ni una sola vez desde que comencé a salir contigo.
—Entonces no desconfíes de mí de esa forma. Además, tú me apartaste de tu vida, ¿por qué ahora te interesa lo que haga?
—Ya te expliqué mis razones. Dejarte fue el peor error que pude haber cometido. Lo siento mucho nena, sé que tiendo a huir como cobarde todo el tiempo pero estoy pidiendo una última oportunidad. Solo una más, y si lo jodo todo, déjame, bótame como la infeliz pedazo de basura que soy. Por favor Lena.
Acercó su boca para robarme otro beso, pero se lo impedí.
No dejaría que me volviera a besar de nuevo.
—Eso dices ahora, pero espera a que las cosas se tambaleen un poco, y vas a desaparecer. Siempre lo has hecho Julia. ¿Qué te hará cambiar ahora? Definitivamente no yo.
Bajé mis piernas de sus caderas y me escabullí de su cuerpo con dificultad ya que ella no quería dejarme. Me senté a orillas de la cama y pasé mis manos por mi rostro.
Ella rápidamente me alcanzó y se arrodilló frente a mí para verme a los ojos.
—Tenía miedo —admitió—. No quiero que en ningún momento te pase lo que a ella le pasó. No quiero que salgas lastimada ni siquiera por mí.
—Pero Julia, ¿no te has dado cuenta todavía? Tú ya me lastimaste. ¿Sabes lo difícil que fue para mí? Te lloré durante semanas. Hasta hace poco logré dejar de sentir el vacío aterrador que sentí cuando me dejaste. Ya no confío en ti.
Se quedó en silencio por un rato mientras que yo concentraba la vista en la tela de mi vestido y no en sus tatuajes. A ella de verdad le quedaban bien.
—Lo siento Lena. Fui una imbécil, no tengo excusa para lo que hice. Por favor perdóname. Déjame intentarlo una vez más. Te amo... Nena estoy asustada hasta la mierda de que un día decidas que yo no soy suficiente para ti. Fui egoísta al pensar que estarías bien sin mí. Pero soy aún más egoísta porque no quiero verte con alguien más que no sea yo...
—Ya me has dicho eso antes —lq interrumpí—, y mira cómo salieron las cosas.
Inevitablemente una lágrima salió disparada de mi ojo. La quité con rapidez.
—Nena...
—No. No, Julia. Yo quiero estar con alguien que no sólo me diga palabras bonitas cuando necesito escucharlas. Quiero compromiso, alguien que se comprometa de verdad. Seth es un buen chico, sé que él nunca me haría nada de lo que tú me haces...
—No te atrevas a decir su nombre una vez más —esta vez me interrumpió ella—. Lo mismo pensaste del lame pollas y no quiero recordarte en qué terminó todo.
—Mason fue diferente; Seth no haría nada como eso.
—Lena, te amo, te amo, te amo. Jamás se lo he dicho a otra persona que no fuera mi sobrina. Fui la mayor idiota al abandonarte, pero dime, ¿qué harías si lo que me pasó a mí te pasara a ti? ¿No te sentirías al menos sucia? ¿No querrías alejarte de todos sólo para no hacerles daño? Porque inevitablemente lo llevo en la sangre. Lena... mi hermano murió hace dos semanas y lo único que pude pensar fue que al fin podría dormir por las noches sin tener temor a que se escapara o cometiera otra locura enfermiza. Por favor...
¿Su hermano había muerto y no me dijo nada?
—Julia tú no me amas. Estás engañada creyendo en algo que no es verdad. No sé nada de ti. Estuviste meses sin decirme una sola cosa de lo ocurrido con Emilia; costó una eternidad saber acerca de Nicole... ¡Ni siquiera sé cómo se llama tu madre! Esto, lo que tenemos tú y yo, no es amor. Es otra cosa... ¿atracción tal vez?
—¿Esto es atracción? ¿Simplemente atracción? —sonaba furiosa. Pronto se abalanzó sobre mí, tomándome de las manos y recostándome en la cama. Sujetó mis muñecas por encima de mi cabeza y su boca se presionó contra la mía—. Nena yo te amo más que a nada en esta vida, y nadie, ni siquiera tú, va a poner a prueba eso.
Quitó una de sus manos para recorrer el costado de mi cuerpo, bajando hasta mi muslo y subiendo lentamente mi vestido. Sus labios regresaron a los míos, sedientos, ambiciosos… Su lengua se deslizó dentro de mi boca, lo hacía con desesperación, como si fuera su única meta en la vida.
—El nombre de mi madre era Larissa —dijo después de un rato, despegándose de mi boca. La mano que tenía bajo mi vestido hacía círculos con la piel de mis muslos—. Era decoradora de interiores y su pasatiempo favorito era comprarme corbatas que combinaran con mis ojos.
—Julia...
—Shhh —puso un dedo sobre mis labios, luego lo trazó así como lo estuvo haciendo con mi muslo—. Déjame terminar. De todas formas no vas a ir a ningún lado, recuerda que estás secuestrada aquí conmigo.
Quitó su dedo e inmediatamente me relamí los labios. Su mano regresó a mi muslo, subiendo hasta quedar en mi cadera, dejando a la vista las braguitas negras que usaba.
Ella las tocó, jalándolas brevemente, dejando que el elástico me diera pequeños golpecitos. Si ella movía sus dedos un poco más, llegaría justo en medio de mis piernas.
—Bueno, te decía que ella era decoradora. Tenía diferentes muebles para cada mes del año. Mis favoritos eran los de febrero, los cambiaba cerca de la fecha de mi cumpleaños y combinaba los colores que más me gustaban. Ella era una buena madre, me gusta creer que no sabía nada acerca del dinero que ganaba ilegalmente mi padre. Él era ingeniero en mecánica, su nombre fue Oleg. Estudié mecatrónica en la universidad para seguir sus pasos. Él trabajaba en remodelaciones técnicas en un club nocturno, preparando un escenario robótico con las luces y el servicio del lugar... hasta después de su muerte supe que distribuía drogas y que la fortuna Volkova la ganó de forma ilícita.
Respiró hondo mientras continuaba dándome toquecitos con el elástico. Mordí el interior de mi mejilla cuando sus dedos inconscientemente se pusieron más cerca de aquel vulnerable lugar entre mis piernas.
—Mi hermano lo supo todo el tiempo —continuó diciendo—. Él era parte de eso, pero ante los ojos de cualquiera era un santo. Se casó porque embarazó a la madre de Nicole, Clarissa, y años después empezó a alucinar con ciertas cosas que creía que pasaban. Pienso que consumía drogas también. Él ya no era el mismo chico alegre que pretendía ser para los demás; él tenía la idea de que quería envenenarlo por lo ocurrido con Emilia. Empezó a imaginar que su esposa y yo teníamos una aventura y que Nicole no era hija suya sino mía... Peleamos y literalmente me clavó a un árbol. Uso clavos para engrapar la piel de mi espalda contra la madera. En todo ese tiempo me gritaba que yo era como ese árbol al que me estaba atando: solitario, sin vida, echada a perder.
Me quedé boquiabierta. ¡Así era exactamente el árbol que él tenía tatuado en su espalda! No quería seguir escuchando, me sentía enferma de sólo imaginarme a Julia sufriendo tanto dolor.
—Él aprovechó cuando quedé inconsciente para prenderle fuego a la casa, en donde estaban Nicole y Clarissa. Ya sabes el resto de la historia —su dedo se paseó por el borde de mis bragas, tocando mi muslo interno. Todavía tenía sujetas mis manos por encima de mi cabeza, estaba inmovilizada bajo su peso.
—Lo siento —dije con la voz rota—. De haber podido, hubiera estado junto a ti en ese momento difícil. ¿Por qué ni siquiera te contactaste conmigo para decirme lo de la muerte de tu hermano? Olvídalo, ya sé que yo no formo parte de tu vida.
—Te equivocas, hermosa. No formas parte de mi pasado pero quiero tenerte para siempre en mi futuro. Hasta que la muerte, o tu papá, nos separe.
Me estremecí.
—Cuéntame —dijo en un tono menos serio—, ¿por qué estás usando esta clase de ropa interior? ¿Pensabas acostarte con ese cara—de—celador—de—cementerios?
Arqueé una ceja.
—Y ya estás poniéndole apodo. Su nombre es Seth, SETH.
—¿Celador de cementerios? ¿Entonces? —su mandíbula se apretó con fuerza, esperando mi respuesta.
Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.
—No, no me iba a acostar con él. ¿Que acaso no puedo usar la ropa que me dé la gana?
—Por supuesto, pero recuerda lo que dicen de las chicas que usan ropa interior negra...
Con su única mano en mi muslo, comenzó a deslizar las bragas de mis piernas.
—¿Qué… qué estás haciendo? —temblé bajo su toque.
Movió mi trasero para que pudieran bajar sin ningún problema, y luego las lanzó al suelo.
Me ruboricé cuando me quedó viendo ahí por mucho tiempo.
—Sigo enojada contigo —le recordé. Mi voz sonaba menos valiente que antes.
—Lo sé. Pienso hacerte cambiar de opinión.
Su mano se movió con libertad entre mis piernas, tocando donde sólo ella había explorado.
Comenzó lento, luego aumentó de velocidad, su palma creando una deliciosa fricción. Pronto sentí sus dedos abriéndose paso en mi interior, y aunque no quería hacerlo, jadeé.
Eché la cabeza hacia atrás mientras mis caderas se movían a su antojo emparejando el ritmo con su mano.
—Soy la idiota más grande de este siglo —dijo ella con la voz entrecortada. Su aliento en mi mejilla—. No debí dejarte sola. Me arrepiento de eso cada día de mi vida... Pero quería hacer las cosas bien.
Cerré los ojos, apretándolos con fuerza.
Santa… macarena.
—Por favor di algo —susurró en mi oído—. Di que me perdonas.
—¿Y estás... ? —tragué saliva— ¿utilizando esto para que te perdone?
Dije cada palabra entrecortada, como si la pronunciara por sílabas.
—Esto es para que recordaras lo bien que estamos las dos juntas.
No. Esto era sólo un acto físico, me mentalicé. Sólo un acto…
Santa Venus… Su mano tocó un punto sensible de mi ser.
Me repetí silenciosamente que esto no era amor, sólo una necesidad recién desarrollada. No quería salir con el corazón roto otra vez.
Un calor trepó por mi vientre, la tensión presionando mis muslos. Me mordí el labio inferior para evitar gritar cosas incoherentes o nombrar a todos los planetas, cuando, Julia se detuvo.
Iba a golpearla seriamente si no continuaba en este punto. Abrí los ojos y me fijé que estaba buscando algo de su pantalón.
Sacó un sobre de aluminio, enseñándome un condón.
No.puede.ser. ¿Ahora si recordaba ponérselo?
Rodé los ojos.
En su urgencia, ni siquiera se había quitado la ropa.
Únicamente dejó libre lo necesario.
Mi vestido seguía levantado hasta la cintura, mis manos siendo presionadas contra el colchón.
Julia se puso entre mis piernas, abriéndolas con sus rodillas. Pensé que se iba a introducir pronto en mi cuerpo, pero por el contrario, comenzó a quitarme la ropa. Poniéndome en una posición semi sentada. Ni siquiera retiró el agarre a mis manos.
Como no podía sacar mi vestido sin evitar soltarme, lo rompió. ¡Y yo no estaba usando sostén!
—¡¿Qué?! ¡Oye no...! —Pero cuando le iba a protestar de mi vestido, sus caderas se unieron a las mías y dejé la frase a medio terminar.
Oh… María Magdalena y todos los santos del perpetuo socorro…
Mordí mi labio inferior.
—¿Todos los santos del perpetuo socorro? —murmuró Julia en mi oído, divertida, encontrando sus caderas con las mías. No era suave o cariñosa, era cruda y mundana. Era justo lo que buscaba.
—¿Lo dije en voz alta? —hablé entrecortadamente. Temía que esas iban a ser mis últimas palabras. Estaba ciega, sorda y muda y me deleitaba únicamente en los sentidos, en la capa de sudor que bajaba por mi espalda, en el sudor corporal de Julia…
Gemí en su oído.
Ella puso una mano en mi cadera, acelerando el ritmo a nuestros movimientos. La otra mano siempre sujetaba mis muñecas que en este punto se apretaron contra la sábana.
Julia intentó besarme pero yo fui rápida en mantener mi cabeza hacia atrás.
No, no iba a dejar que lo hiciera. No quería salir lastimada… No… Pasó poco tiempo antes de que perdiera la coherencia y la escuché gruñir a ella también.
Después de unos minutos intentando recuperarme, me pregunté por qué fui tan tonta como para volverme a acostar con ella. Por más que quise mentalizarme que esto sería sin ataduras y emociones, no podía engañarme a mí misma. La quería, la quería tan mal que dolía en mi pecho.
Definitivamente no habían dudas del por qué me había embarazado.
Me sentía especialmente tonta en esos momentos.
Julia se retiró de mi cuerpo y rodó a un lado, respirando con dificultad, con los latidos de nuestros corazones acelerados.
—Lena, deja de sobre pensar las cosas —me dijo ella colocando una mano en mi vientre desnudo.
Sus dedos comenzaron a hacer círculos en mi estómago.
La vi levantarse para quitarse la camisa y lanzarla al suelo, ni siquiera había notado que todavía la traía puesta.
Volvió de nuevo a mi lado y jaló mi cuerpo para que me acurrucara contra su pecho.
—Me mudé con Nicole, a la casa de la abuela —dijo después de unos segundos en los cuales reposaba su mentón en mi cabeza—. Era una cosa que tenía planeada desde hace mucho, solamente me adelanté a los planes. Sé que debí decirte algo, pero créeme que creí que te estaba haciendo un bien. Te amo, y aunque dije que nunca haría nada para lastimarte, lo hice. Ahora dime qué es lo que tengo que hacer para recuperarte porque me siento perdida.
Besó la coronilla de mi cabeza.
Me puse a trazar triángulos en su ombligo, aprovechando a tocar su cuerpo todo lo que pudiera.
—Por ahora —contesté— lo que quiero es que nos pidas algo de comida, lo demás supongo vendrá después.
Volvió a besar mi cabeza y la escuché suspirar. Me removí en mi lugar y me senté en la cama, tratando de tapar mi cuerpo desnudo con la sábana.
—Voy a darme una ducha —respondí a su pregunta no formulada, sabía que estaba tensa porque yo todavía no había dicho nada para perdonarla.
Quise ponerme en pie, pero la sábana estaba siendo atrapada por el cuerpo de Julia. Giré mi cabeza para verla, e inmediatamente me ruboricé. Su pantalón seguía abierto, no tenía el bóxer puesto y podía ver parte de su divina creación desde donde me encontraba.
Se había quitado el condón. Me ruboricé al pensar en lo mucho que había perdido el control.
Ves Lena, por eso estás como estás.
Y recordando las pruebas de embarazo en mi bolso, empecé a buscarlo con la vista. Julia no podía enterarse de lo del bebé, al menos no todavía.
Me levanté de la cama, pero de nuevo la sábana cedió, dejándome desnuda por completo.
—¡Julia no es gracioso! —protesté cuando vi que era ella quien me la había quitado—. Rompiste mi vestido y vas a tener que comprarme otro.
Ella sonrió, desarmándome por completo.
—Te compraré la tienda entera si es lo que quieres.
Intenté taparme con las manos pero era inútil, Julia parecía comerme con la vista.
Vi su camisa tirada en el suelo y no lo pensé dos veces y me la puse aunque el tramo hacia el baño no era especialmente largo.
En el camino, encontré mi bolso en una mesita de madera. Lo tomé y me metí dentro del baño. Cerré la puerta apenas entré.
Discretamente abrí el bolso en el que descansaban las dos pruebas de embarazo, y me dispuse a sacarlas.
Después de unos minutos viéndolas, me decidí a probarlas. Pero no estaba segura que pudieran hacer efecto justo después de haber tenido relaciones con Julia, tal vez me daría otro resultado dejándome siempre con las dudas.
Tenía que saber si estaba esperando o no a un pequeño Noah, no quería esperar hasta la mañana siguiente. Así que me aventuré y saqué las pruebas de sus cajas. Con algo de aprehensión oriné en ellas unos minutos después, y ésta vez, cuando terminé, tuve las pruebas en mis manos todo el tiempo, no dejé de verlas ni por un segundo. Se suponía que una de ellas era con el método de las rayitas, y el otro simplemente me tiraría un símbolo positivo o negativo. Así que esperé pacientemente los cinco minutos que me aconsejaban las indicaciones, y justo cuando empecé a notar que se revelaba el resultado, la puerta se abrió escandalosamente.
Giré mi cabeza a tiempo para ver a Julia, envuelta únicamente en una toalla, silbando una melodía que no conocía. Me apresuré a esconder las dos pruebas detrás de mi espalda.
Ella caminó dentro del baño, cerrando la puerta tras de sí.
—Pensé que era buena idea unirme contigo en la ducha —dijo encogiéndose de hombros— ¿Qué haces?
—Pensando —respondí secamente.
La comisura de sus labios se elevó, dándome una sonrisa ladeada.
—Muy bien. ¿Vas a entrar conmigo? —me señaló la lujosa y contemporánea ducha con paredes de cristal. Presioné aún más las pruebas que llevaba en mis manos.
—Entra primero, yo tengo que...
—Lena, ni creas que no me di cuenta que no me besaste o dejaste que te besara ni una sola vez mientras hacíamos el amor.
—Es porque no hicimos el amor —respondí pacientemente— solo tuvimos sexo.
Me ruboricé e ignoré el calor que se enfocaba en mi cuello.
Julia me dio una sonrisa completa mientras se acercaba más a mí.
—Nena, ni siquiera puedes decir la palabra sexo sin ruborizarte.
Aparté la mirada y volví a sentir ese calor perforador en mis mejillas.
—¿Cómo abro la puerta? —gruñí enojada.
—Se abre únicamente por fuera. Así lo pedí. Di la orden de abrirla solamente cuando yo lo pidiera, y si sigues con esa actitud, vamos a estar aquí por un largo tiempo, probablemente varios días.
—Eres un pedazo de…
—Digas lo que digas, te quedas conmigo hasta que me dejes entrar de nuevo a tu corazón. Sé que no va a ser fácil, pero planeo ganarme de nuevo ese derecho.
—Para dejarte entrar a mi corazón tendrías que poner uno nuevo. ¿No te has puesto a pensar que tal vez tú y yo no estamos destinadas a estar juntas?
—Ni por un segundo, nena. Ni por un miserable segundo me ha pasado eso por la cabeza. Vine con un propósito Lena, y ese es el de recuperarte. Acéptalo. Si quieres que me ponga de rodillas y me arrastre de aquí a tu casa, entonces lo haré. Nómbralo y lo hago; pero por lo que más quieras, no me digas que tú y yo no estamos destinadas a estar juntas. Y si no lo estamos… que se joda el destino porque haré lo que quiera, siempre y cuando sea contigo.
¿Por qué tenía que decir cosas como esas? Cosas que me hacían borrar de la cabeza todo el dolor por el que había pasado durante este tiempo. Pero que ni crea que iba a perdonarla tan fácilmente. No podía venir cuando se le diera la gana y “recuperarme” de vuelta con un chasquido de dedos.
No iba a ser la tonta que se derretía por ella nunca más.
Esa Lena se extinguió.
—Ya no quiero caer ante tus palabras aparentemente bonitas —dije en una exhalación.
Comencé a impacientarme y, para evitar llorar frente a ella, me moví hacia la ventana de la habitación.
—Sé que la manera en la que te aparté no fue la mejor —comenzó a decir— pero...
—¿No fue la mejor? ¡Me trataste como si me odiaras! ¡Le pasaste mi foto a todo el personal de tu edificio, donde resulta que también te mudaste sin siquiera decir nada! ¿Tan insoportable soy?
Ella se pasó las manos por su cabello, mojado gracias al agua que le lancé del florero.
—No sabía qué hacer, me sentía confundida. Nunca le conté a nadie sobre... Emilia. Eres la primera en saberlo; pensé que al enterarte de lo sucedido, me ibas a odiar o peor, dejarías de amarme.
—Eres tan tonta —me quejé—. Yo jamás pensaría una cosa como esa. Pero la cuestión está en que creíste que yo no te amaba lo suficiente como para quedarme y tratar de encontrar una solución juntas. Hiciste lo opuesto que una chica normal haría en una situación como esa: me echaste fuera de tu departamento, de tu edificio, de tu corazón y de tu vida. En vez de hablarlo, decidiste por las dos y te largaste sin importar mis sentimientos.
Mi labio inferior comenzó a temblar y cada vez se hacía más difícil hablar a través de ese nudo intenso que se formaba en mi garganta. Miré a otro lado, evitando que Julia viera las lágrimas que retenían mis ojos.
Me crucé de brazos y me paseé cerca de la cama.
—No tienes idea de lo arrepentida que estoy —dijo ella con voz ronca. Yo continuaba dándole la espalda—. Tiendo a ser la favorita de los desastres, y no quería que estuvieras involucrada con alguien como yo. Siempre sale algo mal conmigo.
—No Julia, las cosas no salen mal: tú las arruinas antes de que tomen forma. Decides echarlas a perder por miedo a que en realidad funcionen. Y a veces, muy tardíamente, te das cuenta que no todo está perdido y en el caos. Pero te lo digo ahora: a mí ya me perdiste, así que abre la maldita puerta y déjame salir de tu vida tal y como querías que hiciera hace semanas atrás.
Ella se miraba descompuesta. Tragó saliva y desvió los ojos hacia la pared contraria.
—Lo siento Lena pero es imposible marcharte ahora. No cuando estás más metida dentro de mi piel que todos mis tatuajes juntos. No cuando se me acelera el pulso con sólo la mención de tu nombre —despegó los ojos de la pared para verme a mí directamente, terminando de hablar— y no cuando te amo tanto que duele con cada respiración. Tienes toda la razón, yo arruino las cosas antes de que tengan la oportunidad de formarse, pero entiende que es así como fui instruida a vivir desde niña. Sólo a mí me pasaban las tragedias, una tras otra. Nunca me perdonaría si te hacía daño. Aunque veo que el daño ya está hecho.
Apreté la mandíbula y los puños.
Tomé el dobladillo de mi vestido y presioné la tela con fuerza. Exhalé y volví a inhalar.
—Deberías dedicarte a escribir poesía, tu labia no tiene límite —dije de manera despectiva.
Tomándome por sorpresa, Julia estaba caminando hacia mí, llegó en dos zancadas.
Por experiencia propia sabía que pegarme contra la pared a modo de protección era inútil, pero mis instintos actuaron solos, y ahora me encontraba con la espalda pegada justo donde no quería.
Ella puso ambas manos en los laterales de mi cabeza, apoyándolas en la pared. Su cuerpo rozaba el mío de forma descarada. Sus labios estaban a centímetros de mi boca.
—¿Has estado bien? —susurró—. ¿Algún otro ataque de pánico, tal vez provocado por lo imbécil que me porté?
Sus ojos me tenían hipnotizada.
Negué con la cabeza, se me hacía difícil hablar.
—Bien. Te dije que me encargaría del idiota lame pollas, no tienes que preocuparte nunca más por él... o el otro retardado que lo acompañó ese día; también se fue en el mismo combo.
—¿Entonces es verdad que les tatuaste la frente y los dejaste en un bar como esclavos sexuales?
Julia se rió con fuerza, haciendo vibrar su pecho.
—Veo que los rumores corren rápido, eso es bueno. Sí, tienen un recuerdo permanente de parte de mi tatuador personal. Y en cuanto a lo otro, no te preocupes, le pedí el favor a unos amigos de asustarlos hasta que se hicieran en los pantalones. Creo que pensaron que iban a ser violados.
—No tenías por qué haberlo hecho. Te hubieras ahorrado las molestias.
—¿Bromeas? Nadie se mete contigo y sale ileso para contarlo. Eso es peor que meterse conmigo.
Sus ojos bajaron hacia mi boca, después a mi clavícula y seguidamente a mis pechos. Tragó y luego volvió a mirarme a los ojos.
—¿Quién era ese tipo con el que almorzabas? —demandó—. ¿Has dormido con alguien más que no sea yo?
Abrí la boca y con la misma velocidad la cerré. ¿Quién se creía que era? ¿Mi dueña?
Traté de empujarla con mis brazos, pero ella aplastó una de sus manos contra mi rodilla, justo por donde terminaba mi vestido.
Su mano subió hasta llegar a mi muslo, y de ahí me apretó con fuerza el trasero.
—No tiene por qué importarte con quién duerma o no —lo desafié con la mirada a ver si trataba de decir otra cosa, pero se calló y se limitó a seguir tocando mi trasero.
Pronto su otra mano se metió bajo mi vestido también, empujando mis bragas y haciéndolas a un lado mientras sus dedos acariciaban mi piel.
Aparté una de sus manos y como pude volví a colocar mi ropa interior en una cómoda posición.
—No me... —iba a decirle que dejara de tocarme, pero me quedé sin palabras cuando, de nuevo, sus manos estaban en mi trasero, esta vez empujándome hacia arriba, dejándome en puntillas y a la misma altura que sus caderas.
—Necesito que me digas —dijo con los dientes apretados. Lentamente comenzó a acariciarme, a golpear tentativamente sus caderas contra las mías.
Oh, santo papa…
—Dime Lena —su mano me sostenía y me empujaba contra la parte dura de su cuerpo, elevando mis pies un poco más del suelo—, ¿has estado íntimamente con otro además de mí?
Yo no podía hablar, abría la boca pero era únicamente con fines de exhalar aire.
Me sujeté a sus hombros cuando, en uno de los movimientos, me empujo más arriba, hasta que mi entrepierna se estaba rozando con su pantalón.
Jadeé y cerré los ojos, echando mi cabeza hacia atrás.
Saaaanto… grial.
De repente ella se detuvo y sus manos viajaron a mis rodillas, separando mis piernas y colocándolas a ambos lados de sus caderas, mi espalda descansando contra la pared.
—Lena, responde lo que te pregunté.
Dejó de moverse pero ahora podía sentir el peso de su mirada sobre mí.
Abrí los ojos, obligándome a no desviar la vista hacia ningún otro lado que no fuera ella.
—¿Te has acostado con alguien más aparte de mí? —volvió a preguntar. Su tono era mesurado y contenido.
—¿Y tú? ¿Te has follado a otra que no sea yo? —dije, molesta.
—No —respondió casi al instante en el que la pregunta salió disparada de mi boca—. Ni una sola vez desde que comencé a salir contigo.
—Entonces no desconfíes de mí de esa forma. Además, tú me apartaste de tu vida, ¿por qué ahora te interesa lo que haga?
—Ya te expliqué mis razones. Dejarte fue el peor error que pude haber cometido. Lo siento mucho nena, sé que tiendo a huir como cobarde todo el tiempo pero estoy pidiendo una última oportunidad. Solo una más, y si lo jodo todo, déjame, bótame como la infeliz pedazo de basura que soy. Por favor Lena.
Acercó su boca para robarme otro beso, pero se lo impedí.
No dejaría que me volviera a besar de nuevo.
—Eso dices ahora, pero espera a que las cosas se tambaleen un poco, y vas a desaparecer. Siempre lo has hecho Julia. ¿Qué te hará cambiar ahora? Definitivamente no yo.
Bajé mis piernas de sus caderas y me escabullí de su cuerpo con dificultad ya que ella no quería dejarme. Me senté a orillas de la cama y pasé mis manos por mi rostro.
Ella rápidamente me alcanzó y se arrodilló frente a mí para verme a los ojos.
—Tenía miedo —admitió—. No quiero que en ningún momento te pase lo que a ella le pasó. No quiero que salgas lastimada ni siquiera por mí.
—Pero Julia, ¿no te has dado cuenta todavía? Tú ya me lastimaste. ¿Sabes lo difícil que fue para mí? Te lloré durante semanas. Hasta hace poco logré dejar de sentir el vacío aterrador que sentí cuando me dejaste. Ya no confío en ti.
Se quedó en silencio por un rato mientras que yo concentraba la vista en la tela de mi vestido y no en sus tatuajes. A ella de verdad le quedaban bien.
—Lo siento Lena. Fui una imbécil, no tengo excusa para lo que hice. Por favor perdóname. Déjame intentarlo una vez más. Te amo... Nena estoy asustada hasta la mierda de que un día decidas que yo no soy suficiente para ti. Fui egoísta al pensar que estarías bien sin mí. Pero soy aún más egoísta porque no quiero verte con alguien más que no sea yo...
—Ya me has dicho eso antes —lq interrumpí—, y mira cómo salieron las cosas.
Inevitablemente una lágrima salió disparada de mi ojo. La quité con rapidez.
—Nena...
—No. No, Julia. Yo quiero estar con alguien que no sólo me diga palabras bonitas cuando necesito escucharlas. Quiero compromiso, alguien que se comprometa de verdad. Seth es un buen chico, sé que él nunca me haría nada de lo que tú me haces...
—No te atrevas a decir su nombre una vez más —esta vez me interrumpió ella—. Lo mismo pensaste del lame pollas y no quiero recordarte en qué terminó todo.
—Mason fue diferente; Seth no haría nada como eso.
—Lena, te amo, te amo, te amo. Jamás se lo he dicho a otra persona que no fuera mi sobrina. Fui la mayor idiota al abandonarte, pero dime, ¿qué harías si lo que me pasó a mí te pasara a ti? ¿No te sentirías al menos sucia? ¿No querrías alejarte de todos sólo para no hacerles daño? Porque inevitablemente lo llevo en la sangre. Lena... mi hermano murió hace dos semanas y lo único que pude pensar fue que al fin podría dormir por las noches sin tener temor a que se escapara o cometiera otra locura enfermiza. Por favor...
¿Su hermano había muerto y no me dijo nada?
—Julia tú no me amas. Estás engañada creyendo en algo que no es verdad. No sé nada de ti. Estuviste meses sin decirme una sola cosa de lo ocurrido con Emilia; costó una eternidad saber acerca de Nicole... ¡Ni siquiera sé cómo se llama tu madre! Esto, lo que tenemos tú y yo, no es amor. Es otra cosa... ¿atracción tal vez?
—¿Esto es atracción? ¿Simplemente atracción? —sonaba furiosa. Pronto se abalanzó sobre mí, tomándome de las manos y recostándome en la cama. Sujetó mis muñecas por encima de mi cabeza y su boca se presionó contra la mía—. Nena yo te amo más que a nada en esta vida, y nadie, ni siquiera tú, va a poner a prueba eso.
Quitó una de sus manos para recorrer el costado de mi cuerpo, bajando hasta mi muslo y subiendo lentamente mi vestido. Sus labios regresaron a los míos, sedientos, ambiciosos… Su lengua se deslizó dentro de mi boca, lo hacía con desesperación, como si fuera su única meta en la vida.
—El nombre de mi madre era Larissa —dijo después de un rato, despegándose de mi boca. La mano que tenía bajo mi vestido hacía círculos con la piel de mis muslos—. Era decoradora de interiores y su pasatiempo favorito era comprarme corbatas que combinaran con mis ojos.
—Julia...
—Shhh —puso un dedo sobre mis labios, luego lo trazó así como lo estuvo haciendo con mi muslo—. Déjame terminar. De todas formas no vas a ir a ningún lado, recuerda que estás secuestrada aquí conmigo.
Quitó su dedo e inmediatamente me relamí los labios. Su mano regresó a mi muslo, subiendo hasta quedar en mi cadera, dejando a la vista las braguitas negras que usaba.
Ella las tocó, jalándolas brevemente, dejando que el elástico me diera pequeños golpecitos. Si ella movía sus dedos un poco más, llegaría justo en medio de mis piernas.
—Bueno, te decía que ella era decoradora. Tenía diferentes muebles para cada mes del año. Mis favoritos eran los de febrero, los cambiaba cerca de la fecha de mi cumpleaños y combinaba los colores que más me gustaban. Ella era una buena madre, me gusta creer que no sabía nada acerca del dinero que ganaba ilegalmente mi padre. Él era ingeniero en mecánica, su nombre fue Oleg. Estudié mecatrónica en la universidad para seguir sus pasos. Él trabajaba en remodelaciones técnicas en un club nocturno, preparando un escenario robótico con las luces y el servicio del lugar... hasta después de su muerte supe que distribuía drogas y que la fortuna Volkova la ganó de forma ilícita.
Respiró hondo mientras continuaba dándome toquecitos con el elástico. Mordí el interior de mi mejilla cuando sus dedos inconscientemente se pusieron más cerca de aquel vulnerable lugar entre mis piernas.
—Mi hermano lo supo todo el tiempo —continuó diciendo—. Él era parte de eso, pero ante los ojos de cualquiera era un santo. Se casó porque embarazó a la madre de Nicole, Clarissa, y años después empezó a alucinar con ciertas cosas que creía que pasaban. Pienso que consumía drogas también. Él ya no era el mismo chico alegre que pretendía ser para los demás; él tenía la idea de que quería envenenarlo por lo ocurrido con Emilia. Empezó a imaginar que su esposa y yo teníamos una aventura y que Nicole no era hija suya sino mía... Peleamos y literalmente me clavó a un árbol. Uso clavos para engrapar la piel de mi espalda contra la madera. En todo ese tiempo me gritaba que yo era como ese árbol al que me estaba atando: solitario, sin vida, echada a perder.
Me quedé boquiabierta. ¡Así era exactamente el árbol que él tenía tatuado en su espalda! No quería seguir escuchando, me sentía enferma de sólo imaginarme a Julia sufriendo tanto dolor.
—Él aprovechó cuando quedé inconsciente para prenderle fuego a la casa, en donde estaban Nicole y Clarissa. Ya sabes el resto de la historia —su dedo se paseó por el borde de mis bragas, tocando mi muslo interno. Todavía tenía sujetas mis manos por encima de mi cabeza, estaba inmovilizada bajo su peso.
—Lo siento —dije con la voz rota—. De haber podido, hubiera estado junto a ti en ese momento difícil. ¿Por qué ni siquiera te contactaste conmigo para decirme lo de la muerte de tu hermano? Olvídalo, ya sé que yo no formo parte de tu vida.
—Te equivocas, hermosa. No formas parte de mi pasado pero quiero tenerte para siempre en mi futuro. Hasta que la muerte, o tu papá, nos separe.
Me estremecí.
—Cuéntame —dijo en un tono menos serio—, ¿por qué estás usando esta clase de ropa interior? ¿Pensabas acostarte con ese cara—de—celador—de—cementerios?
Arqueé una ceja.
—Y ya estás poniéndole apodo. Su nombre es Seth, SETH.
—¿Celador de cementerios? ¿Entonces? —su mandíbula se apretó con fuerza, esperando mi respuesta.
Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.
—No, no me iba a acostar con él. ¿Que acaso no puedo usar la ropa que me dé la gana?
—Por supuesto, pero recuerda lo que dicen de las chicas que usan ropa interior negra...
Con su única mano en mi muslo, comenzó a deslizar las bragas de mis piernas.
—¿Qué… qué estás haciendo? —temblé bajo su toque.
Movió mi trasero para que pudieran bajar sin ningún problema, y luego las lanzó al suelo.
Me ruboricé cuando me quedó viendo ahí por mucho tiempo.
—Sigo enojada contigo —le recordé. Mi voz sonaba menos valiente que antes.
—Lo sé. Pienso hacerte cambiar de opinión.
Su mano se movió con libertad entre mis piernas, tocando donde sólo ella había explorado.
Comenzó lento, luego aumentó de velocidad, su palma creando una deliciosa fricción. Pronto sentí sus dedos abriéndose paso en mi interior, y aunque no quería hacerlo, jadeé.
Eché la cabeza hacia atrás mientras mis caderas se movían a su antojo emparejando el ritmo con su mano.
—Soy la idiota más grande de este siglo —dijo ella con la voz entrecortada. Su aliento en mi mejilla—. No debí dejarte sola. Me arrepiento de eso cada día de mi vida... Pero quería hacer las cosas bien.
Cerré los ojos, apretándolos con fuerza.
Santa… macarena.
—Por favor di algo —susurró en mi oído—. Di que me perdonas.
—¿Y estás... ? —tragué saliva— ¿utilizando esto para que te perdone?
Dije cada palabra entrecortada, como si la pronunciara por sílabas.
—Esto es para que recordaras lo bien que estamos las dos juntas.
No. Esto era sólo un acto físico, me mentalicé. Sólo un acto…
Santa Venus… Su mano tocó un punto sensible de mi ser.
Me repetí silenciosamente que esto no era amor, sólo una necesidad recién desarrollada. No quería salir con el corazón roto otra vez.
Un calor trepó por mi vientre, la tensión presionando mis muslos. Me mordí el labio inferior para evitar gritar cosas incoherentes o nombrar a todos los planetas, cuando, Julia se detuvo.
Iba a golpearla seriamente si no continuaba en este punto. Abrí los ojos y me fijé que estaba buscando algo de su pantalón.
Sacó un sobre de aluminio, enseñándome un condón.
No.puede.ser. ¿Ahora si recordaba ponérselo?
Rodé los ojos.
En su urgencia, ni siquiera se había quitado la ropa.
Únicamente dejó libre lo necesario.
Mi vestido seguía levantado hasta la cintura, mis manos siendo presionadas contra el colchón.
Julia se puso entre mis piernas, abriéndolas con sus rodillas. Pensé que se iba a introducir pronto en mi cuerpo, pero por el contrario, comenzó a quitarme la ropa. Poniéndome en una posición semi sentada. Ni siquiera retiró el agarre a mis manos.
Como no podía sacar mi vestido sin evitar soltarme, lo rompió. ¡Y yo no estaba usando sostén!
—¡¿Qué?! ¡Oye no...! —Pero cuando le iba a protestar de mi vestido, sus caderas se unieron a las mías y dejé la frase a medio terminar.
Oh… María Magdalena y todos los santos del perpetuo socorro…
Mordí mi labio inferior.
—¿Todos los santos del perpetuo socorro? —murmuró Julia en mi oído, divertida, encontrando sus caderas con las mías. No era suave o cariñosa, era cruda y mundana. Era justo lo que buscaba.
—¿Lo dije en voz alta? —hablé entrecortadamente. Temía que esas iban a ser mis últimas palabras. Estaba ciega, sorda y muda y me deleitaba únicamente en los sentidos, en la capa de sudor que bajaba por mi espalda, en el sudor corporal de Julia…
Gemí en su oído.
Ella puso una mano en mi cadera, acelerando el ritmo a nuestros movimientos. La otra mano siempre sujetaba mis muñecas que en este punto se apretaron contra la sábana.
Julia intentó besarme pero yo fui rápida en mantener mi cabeza hacia atrás.
No, no iba a dejar que lo hiciera. No quería salir lastimada… No… Pasó poco tiempo antes de que perdiera la coherencia y la escuché gruñir a ella también.
Después de unos minutos intentando recuperarme, me pregunté por qué fui tan tonta como para volverme a acostar con ella. Por más que quise mentalizarme que esto sería sin ataduras y emociones, no podía engañarme a mí misma. La quería, la quería tan mal que dolía en mi pecho.
Definitivamente no habían dudas del por qué me había embarazado.
Me sentía especialmente tonta en esos momentos.
Julia se retiró de mi cuerpo y rodó a un lado, respirando con dificultad, con los latidos de nuestros corazones acelerados.
—Lena, deja de sobre pensar las cosas —me dijo ella colocando una mano en mi vientre desnudo.
Sus dedos comenzaron a hacer círculos en mi estómago.
La vi levantarse para quitarse la camisa y lanzarla al suelo, ni siquiera había notado que todavía la traía puesta.
Volvió de nuevo a mi lado y jaló mi cuerpo para que me acurrucara contra su pecho.
—Me mudé con Nicole, a la casa de la abuela —dijo después de unos segundos en los cuales reposaba su mentón en mi cabeza—. Era una cosa que tenía planeada desde hace mucho, solamente me adelanté a los planes. Sé que debí decirte algo, pero créeme que creí que te estaba haciendo un bien. Te amo, y aunque dije que nunca haría nada para lastimarte, lo hice. Ahora dime qué es lo que tengo que hacer para recuperarte porque me siento perdida.
Besó la coronilla de mi cabeza.
Me puse a trazar triángulos en su ombligo, aprovechando a tocar su cuerpo todo lo que pudiera.
—Por ahora —contesté— lo que quiero es que nos pidas algo de comida, lo demás supongo vendrá después.
Volvió a besar mi cabeza y la escuché suspirar. Me removí en mi lugar y me senté en la cama, tratando de tapar mi cuerpo desnudo con la sábana.
—Voy a darme una ducha —respondí a su pregunta no formulada, sabía que estaba tensa porque yo todavía no había dicho nada para perdonarla.
Quise ponerme en pie, pero la sábana estaba siendo atrapada por el cuerpo de Julia. Giré mi cabeza para verla, e inmediatamente me ruboricé. Su pantalón seguía abierto, no tenía el bóxer puesto y podía ver parte de su divina creación desde donde me encontraba.
Se había quitado el condón. Me ruboricé al pensar en lo mucho que había perdido el control.
Ves Lena, por eso estás como estás.
Y recordando las pruebas de embarazo en mi bolso, empecé a buscarlo con la vista. Julia no podía enterarse de lo del bebé, al menos no todavía.
Me levanté de la cama, pero de nuevo la sábana cedió, dejándome desnuda por completo.
—¡Julia no es gracioso! —protesté cuando vi que era ella quien me la había quitado—. Rompiste mi vestido y vas a tener que comprarme otro.
Ella sonrió, desarmándome por completo.
—Te compraré la tienda entera si es lo que quieres.
Intenté taparme con las manos pero era inútil, Julia parecía comerme con la vista.
Vi su camisa tirada en el suelo y no lo pensé dos veces y me la puse aunque el tramo hacia el baño no era especialmente largo.
En el camino, encontré mi bolso en una mesita de madera. Lo tomé y me metí dentro del baño. Cerré la puerta apenas entré.
Discretamente abrí el bolso en el que descansaban las dos pruebas de embarazo, y me dispuse a sacarlas.
Después de unos minutos viéndolas, me decidí a probarlas. Pero no estaba segura que pudieran hacer efecto justo después de haber tenido relaciones con Julia, tal vez me daría otro resultado dejándome siempre con las dudas.
Tenía que saber si estaba esperando o no a un pequeño Noah, no quería esperar hasta la mañana siguiente. Así que me aventuré y saqué las pruebas de sus cajas. Con algo de aprehensión oriné en ellas unos minutos después, y ésta vez, cuando terminé, tuve las pruebas en mis manos todo el tiempo, no dejé de verlas ni por un segundo. Se suponía que una de ellas era con el método de las rayitas, y el otro simplemente me tiraría un símbolo positivo o negativo. Así que esperé pacientemente los cinco minutos que me aconsejaban las indicaciones, y justo cuando empecé a notar que se revelaba el resultado, la puerta se abrió escandalosamente.
Giré mi cabeza a tiempo para ver a Julia, envuelta únicamente en una toalla, silbando una melodía que no conocía. Me apresuré a esconder las dos pruebas detrás de mi espalda.
Ella caminó dentro del baño, cerrando la puerta tras de sí.
—Pensé que era buena idea unirme contigo en la ducha —dijo encogiéndose de hombros— ¿Qué haces?
—Pensando —respondí secamente.
La comisura de sus labios se elevó, dándome una sonrisa ladeada.
—Muy bien. ¿Vas a entrar conmigo? —me señaló la lujosa y contemporánea ducha con paredes de cristal. Presioné aún más las pruebas que llevaba en mis manos.
—Entra primero, yo tengo que...
—Lena, ni creas que no me di cuenta que no me besaste o dejaste que te besara ni una sola vez mientras hacíamos el amor.
—Es porque no hicimos el amor —respondí pacientemente— solo tuvimos sexo.
Me ruboricé e ignoré el calor que se enfocaba en mi cuello.
Julia me dio una sonrisa completa mientras se acercaba más a mí.
—Nena, ni siquiera puedes decir la palabra sexo sin ruborizarte.
Aparté la mirada y volví a sentir ese calor perforador en mis mejillas.
Hunter- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 25/05/2015
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Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Ella puso dos dedos en mi barbilla, elevándola para que lo viera directamente a los ojos.
—Dilo de nuevo.
—¿El qué? —tragué saliva.
—Di que tú y yo sólo tuvimos sexo en esa cama, que no fue amor lo que nuestros cuerpos se demostraron.
—Fue solo... —Pero ella se apresuró a callarme con un beso.
Sus manos se fueron a mis caderas y comenzó a acariciar mi piel descubierta.
Tenía tantas ganas de pasar mis manos por su pelo que, cuando menos me di cuenta, lo estaba haciendo. Lo siguiente que escuché fue el sonido de las dos pruebas de embarazo que mantenía ocultas, cayendo al suelo y rodando a mis pies.
Julia se despegó de mi boca y bajó la vista para ver lo que acababa de caer.
Mieeeeeeerdaaaaaa. ¡Iba a ver las pruebas!
No, no, no, no, no. Yo no estaba lista para decirle el por qué las tenía conmigo.
—¿Qué es eso q...? —empujé su rostro contra el mío, obligándolo a verme. Planté mi boca en la suya, empujándolo hacia atrás, haciendo que ambos nos cayéramos al suelo.
Caí sobre ella, su espalda chocando contra alfombra de color blanco marfil que hacía juego con todo el modernísimo baño.
—¿Lena qué te ocurre? —preguntó sobándose la cabeza.
Me apresuré a tomar las pruebas y antes de esconderlas detrás de mi espalda, vi el resultado de una. Quedé paralizada unos segundos antes de sentir el cuerpo de Julia moviéndose detrás de mí.
Rápidamente las oculté.
—¿Qué es eso que escondes? —preguntó, sentándome en sus piernas a horcajadas.
—Nada.
—Entiendo que sigas enojada conmigo, pero por favor deja de pensar que lo tú y yo tuvimos no involucró al menos un gramo de amor.
Tragué saliva.
—Tienes razón.
Ella enarcó una ceja, incrédulo.
—¿Qué? ¿No vas a discutir conmigo?
—Julia… yo te amo pero…
—Lo sé. No quieres volver a confiar en mí porque temes que vaya a defraudarte como he estado haciendo. Nena por favor…
—¿Por qué justo hoy? —le pregunté sin verla a los ojos—. ¿Por qué apareciste en este día? ¿Por qué no ayer o mañana?
Esta vez regresé a su mirada.
—Fue hoy, porque me tomó todo este tiempo entrar en razón. Sé que mereces algo mucho mejor, pero me di cuenta que nadie es suficiente para ti. Que no te quería alrededor de un hombre o mujer, que quiero ser la única que te escuche en la intimidad. No quiero a nadie más ocupando mi lugar.
Sus manos se deslizaron por mis piernas que actualmente se encontraban extendidas a cada lado de sus caderas. Subieron a mi cintura, por debajo de su camiseta, y se encontraron con las puntas de mis senos. Fue un toque rápido que luego bajó, presionando sus dedos sobre el hueso de mi cadera.
Las pruebas de embarazo pesaban dentro de mis manos. Me sentía culpable por no decirle nada en el momento, por no decirle que efectivamente estaba embarazada.
Las dos pruebas lo indicaban.
—Te amo —dijo Julia en mi oído.
—Yo también te amo —respondí mientras dejaba que me besara en los labios.
Y sólo así pude creer que todo estaría bien.
***
—Julia, estoy embarazada.
Bien, finalmente lo había dicho. Ahora sólo quedaba decírselo a ella cara a cara en lugar de practicar frente al espejo.
Jamás imaginé que a los diecinueve años estaría enfrentando una situación como esta. La gente me mirará como si me tuvieran lástima, y luego, a mis espaldas, murmurarán sobre lo irresponsable que fui, sobre lo idiota que estaba siendo mientras me abrí de piernas tan precariamente.
Dirán cómo arruiné mi futuro, mi educación, y cómo de ahora en adelante mi vida será cambiar pañales, lavar calzoncillos y ser señalada como madre soltera.
Siempre había creído que la vida era una colección de experiencias, pero ésta en particular era una muy grande.
Sabía que todo iba ser diferente desde ahora, y tenía miedo. Estaba asustada y no me sentía apta para traer un bebé al mundo. Pero era fuerte y me prepararía lo suficiente para darle el mejor hogar a ese pequeño que crecía cómodamente y sin preocupaciones en mi vientre.
Miré mi reflejo en el espejo una vez más antes de salir del baño y meterme en la cama con Julia.
Unos dedos subiendo y bajando por mi vientre desnudo me despertaron a la mañana siguiente.
Abrí los ojos lentamente, sin querer entrar en consciencia todavía.
Me arropé un poco más con la sábana e ignoré dichos dedos que ahora se paseaban por mi cadera.
La noche anterior no fue precisamente una noche llena de sueño. Lo que menos hicimos fue dormir, así que me sentía algo huraña por querer despertar tan temprano.
Un suave beso tocó mi mejilla, y siempre esos dedos dejaban un rastro de fuego por mi piel.
—Déjame dormir —protesté.
—Despierta dormilona, te tengo una sorpresa.
—¿Mhmm?
—Mhmm. Es temprano pero quería hacerlo ahora.
Mi estómago comenzó a agitarse repentinamente, más que todo por las náuseas que por la sorpresa de Julia.
Abrí los ojos por completo, deseando que las náuseas pasaran. Inhalé y exhalé unas cinco veces antes de girarme hacia ella y sentirme relativamente mejor.
Ella estaba sentada, sin nada de ropa más que una sábana cubriéndolo escasamente. Todos sus tatuajes me dieron la bienvenida: el de sus hombros, el de su espalda, y el de su brazo al cual yo no me acostumbraba todavía. Estaban hechos en blanco y negro y el artista parecía ser el mismo porque los trazos marcaban la misma pauta.
Le sonreí tentativamente antes de esconder mi rostro en su pecho y besar justo en donde sentía latir su corazón.
—¿Qué tienes para mí? —le pregunté.
Ella alzó mi barbilla y me besó en los labios. Iba a protestar porque aún no me lavaba los dientes, pero su beso borró cualquier cosa que tuviera que decirle.
—Cierra los ojos. Es una sorpresa —murmuró en mi oído.
Movió su brazo hacia la mesita de noche que estaba a su lado, de un compartimiento sacó un pequeño objeto que no pude distinguir bien.
—No seas tramposa —me regañó— ciérralos.
Los cerré automáticamente. Una sonrisa boba se dibujaba por toda mi cara.
—Ahora ábrelos.
Al abrirlos, Julia sostenía una barra de lápiz labial entre sus dedos.
Mi sonrisa titubeó.
Tomé el lápiz de labio, y lo miré confundida.
—¿Esta es la sorpresa?
Abrí la tapa del labial y noté que era de un color rojo brillante.
Fruncí el ceño mientras mi confusión iba en aumento.
—¿Para qué es esto?
Ella sonrió enseñándome todos sus dientes.
—Es lo que usan ciertas chicas para pintarse los labios.
—Ja, ja, graciosa. Ahora en verdad, ¿para qué me lo das? ¿Es esta una clase de indirecta para que empiece a usar más maquillaje? Porque yo no…
—Oye, oye, oye. Tranquila ahí, deja de sacar conclusiones apresuradas de un labial. Sólo póntelo.
—Mmmm...
Rodó los ojos.
—Es parte de la sorpresa, úsalo por un momento.
—¿Ahora?
—Sí, en este instante.
—De acuerdo... Aunque debo decirte que éste no es mi color.
Sonrió de lado.
Empecé a aplicarme el labial, y cuando terminé se lo devolví.
—Listo —dije— ¿Qué más?
—Bien, ahora besa mi brazo, justo aquí. —Me señaló el interior de su muñeca.
—¿Quieres que bese tu muñeca? ¿Para qué?
—No cuestiones, sólo hazlo.
Esto era raro, pero no me quejé de nuevo y presioné mis recién pintados labios en su muñeca, dejando una impresión bastante marcada.
—Excelente, ahora los llevaré dentro de mi piel.
—A menos que el labial sea a prueba de todos los elementos, creo que se te va a borrar.
Ella besó mi frente antes de decir:
—Me los tatuaré, Lena. Así que es mejor que duren un buen tiempo.
Todo mi cuerpo se ruborizó ante la idea.
¡Julia iba a tatuar mis labios en su cuerpo!
—Pero ya te tatuaste a Bambi por mí...
—Y me tatuaría todo tu hermoso cuerpo desnudo si no fuera porque no dejo que nadie más lo mire.
Volví a sonrojarme inevitablemente. Sus palabras me ponían en estado de mantequilla líquida.
—Aun no te he perdonado —le recordé. Ella se merecía un buen castigo por haberme dejado, en cierto modo fracturó la confianza que le tenía.
—Lo sé. Y no te estoy diciendo que no lo hagas, nena. Ódiame con todo el corazón si quieres, pero no me voy a volver a separar de ti ni aunque estés aburrida de verme.
—Aunque si sigues así tal vez logres la redención dentro de poco.
Ella me besó la frente, atrayéndome más a su cuerpo.
—¿Quieres que me tatúe otra cosa?
—¿Acaso no te duele? ¿Ni un poquito? He oído que los tatuajes son algo dolorosos.
—Es algo a lo que estoy acostumbrada. Cuando me hice mi primer tatuaje hace muchos años atrás, el dolor era lo único que me impedía pensar en el infierno en el que se había convertido mi vida. Así que entre más lo hiciera, menos pensaría en otras cosas. Pero vale la pena si así logro poner algo tuyo en mi cuerpo.
—Ya has puesto muchas cosas tuyas en mi cuerpo —dije pensando en el bebé que reposaba en mi vientre.
—Mmmm, cierto —dijo con voz melosa.
Entonces pensé en lo que había dicho, y me ruboricé cuando comprendí el doble sentido que parecía tener.
—No es lo que tú crees —traté de componerlo pero ya era muy tarde.
Ella besó mis mejillas y luego bajó a mi cuello.
—De acueeerdo. Hace media hora me dijeron que el desayuno iba a estar listo. A las cuatro de la tarde de hoy nos dejarán libres.
Resoplé.
—Tú y tus intentos de secuestrarme.
—Pero funcionaron, ¿cierto?
—Tal vez… Oh, el pobre Seth debe estar preocupado pensando que me tenías retenida. Debí decirle algo.
—Y de nuevo ese tipo. No sé qué le viste, tiene cara de asalta tumbas.
—Él es muy guapo. Siempre es atento conmigo, es todo un caballero.
—Caballero mis pelotas. No me hagas ponerme celosa y partirle la cara. Tengo fama de ser una tipa dura que tatúa frentes.
—Ni lo pienses. Él es una buena persona, y aunque viviera mil vidas, nunca podría llegar a ser como tú. Así que tampoco te pongas celosa.
Comencé a dejar besitos en su cuello y en su clavícula. Jugué con el lóbulo de su oreja y ella finalmente me obligó a besarla en los labios, demandando toda mi atención.
—Siendo así, bien entonces.
Sonreí mientras la besaba y restregaba mis pechos contra los suyo.
No podía creerlo, ¡iba a tatuarse mis labios en su muñeca! Sólo a ella se le podían ocurrir esas cosas.
Después de unos segundos de tortuosos besos, ella me sentó en su regazo e inmovilizó mi boca para que su lengua tuviera un fácil acceso.
Estaba recostándome contra la cama cuando, unas náuseas demasiado fuertes me atacaron.
—Mmm, espera —puse mi mano en su pecho para evitar que continuara con los besos.
—¿Qué pasa?
Me quedé quieta por unos segundos esperando que las náuseas se fueran, pero volvieron con fuerza.
Tuve que salir de debajo de Julia y ponerme en pie de un salto antes de que fuera a vomitar en su cara.
Tomé su camisa para vestirme rápidamente mientras corría hacia el baño y vomitaba en el sanitario.
Por un momento pensé que finalmente pararía, pero otra arcada le siguió a la primera.
Me doblé sobre mi estómago, sosteniendo mi vientre mientras vomitaba otra vez.
Mis manos fueron hacia el frío azulejo de la pared, y busqué apoyo en ellas mientras sentía todo en mi interior revolverse.
Julia llegó detrás de mí al poco tiempo, rodeándome con sus brazos y retirando el cabello de mi camino mientras vomitaba de nuevo.
Cuando terminé me sentía exhausta.
Me recosté de espaldas contra el sólido cuerpo de Julia. Sus manos no dejaban mi vientre, y mientras alzaba la vista y la fijaba en el espejo que estaba casi frente a nosotros, noté que llevaba la camisa abierta y que Julia estaba desnuda detrás de mí. Pero sinceramente no me importaba en lo absoluto.
Besó mi cuello, su ceño fruncido con preocupación mientras me sostenía firmemente.
—¿Estás enferma? ¿Qué tienes? Debería llevarte a casa.
—Ya estoy mejor. Solo estoy algo cansada. Es que ayer comí una cosa que me enfermó.
—De acuerdo, tal vez lo que necesites es comer.
Negué con la cabeza, sintiéndome incapaz de hablar.
—Bien, nos vamos pronto. Espero que te sientas lo suficientemente bien como para aguantar un viaje en Dolly.
—¿Dolly?
—Mi motocicleta —besó mi hombro.
—De acuerdo. Pero primero una ducha… y necesito lavarme los dientes.
Ésta era un buen momento para decirle que estaba embarazada, que fui estúpida y que no me preparé lo suficiente como para prevenir un embarazo. Que ambos nos dejamos llevar por el momento y que gracias a eso venía un pequeño en camino. Pero no pude decirle nada. Me quedé con la boca cerrada mientras dejaba que quitara mi ropa y encendiera la ducha para mí.
Tenía que decírselo. Pero algo dentro de mí me impedía hacerlo.
Tal vez era mi orgullo todavía herido, o no saber si ella tendría una buena reacción cuando se enterara. Pero iba a hacerlo, se lo diría cuando se diera el momento, o al menos cuando tuviera el valor necesario para aceptar el hecho de que en nueve meses tendría a mi cuidado a otra persona.
Tragué el repentino nudo que se formó en mi garganta.
***
—No sé qué estás esperando. Ya llevan de reconciliadas una semana, deberías informarle a esa mujer que va a ser mamá- me dijo Shio mientras cortaba queso para ponerlo en una bandeja.
—No hables tan fuerte —la regañé— Julia está en la sala y nos puede escuchar.
—Deberías decírselo. ¿No te gustaría acaso que te propusiera matrimonio? Al pequeño que viene en camino le gustaría nacer en una familia estable y llena de amor. Y Lena, no hace falta que ella lo diga para darme cuenta de lo muy enamorada que está de ti. A ese pequeño le va a sobrar el amor por parte de ambas madres y de todas sus tías… y no olvidemos a tu madre. Esa mujer corrió a comprar toda la tienda de ropa para bebés cuando se enteró de la noticia.
Le sonreí cariñosamente mientras ella pasaba una mano por mi hombro.
—Sería bueno que se lo dijeras lo más pronto posible, ¿o es quieres que lo note con el pasar de los meses? Porque estar embarazada llama bastante la atención una vez que pasas el cuarto o quinto mes.
—No sé qué hacer. Tampoco pienso casarme tan joven, Shio. Y ni siquiera la he perdonado del todo.
—Y estás en tu derecho. A las personas que se comportaron como ella hay que tenerlas agarradas de las bolas para que no le hagan pasar malos ratos a una. Pero si yo fuera la madre responsable de haberte embarazado, al menos me gustaría saberlo. Así que recuerda decírselo lo más pronto posible, antes de que esté preguntando el por qué vas a dejar la universidad por este año, justo cuando comenzabas.
—De acuerdo, se lo diré esta noche… —tomé la bandeja con el queso, tratando de no olerla ni verla muy fijamente porque las náuseas regresarían después. Justo cuando giraba para llevarlo a la sala en donde estaban Nastya, Mindy y Julia, me encontré a ésta última parada en la entrada de la cocina, seria y congelada, viéndome con los ojos muy abiertos.
Inmediatamente la bandeja se soltó de mis manos, cayendo al suelo con un ruido ensordecedor.
Jadeé en busca de pequeños sorbos de aire.
Julia había escuchado mi plática con Shio.
Ella había oído todo.
—¿Lena? Ay, debí saber que ver el queso te daría náuseas. ¿Quieres vomitar? Has estado vomitándolo todo esta semana… —le hice señas a Shio para que se callara, pero ella no lo hacía, tampoco podía ver a Julia desde donde estaba—. Pero no te preocupes que cuando llegues al segundo trimestre del embarazo vas a querer comerte hasta lo que tenga mal aspecto.
Entonces ella se giró y vio a Julia de pie en la cocina. Y, al igual que yo, dejó caer la bandeja al suelo.
—Madre perla… me diste un susto de muerte —le dijo ella a Julia. Luego procedió a vernos a ambos a la vez y se mordió el labio mientras soltaba—: Lena está embarazada, y antes de que lo preguntes, el bebé es tuyo. Listo, lo dije. Sé que no tenía que hacerlo pero…
—Shio cállate —le pedí.
—Bien, sí. Seee, me callo. Las dejo solas para que hablen. Ah, y una cosa más: cuidado la abandonas como lo hiciste anteriormente, porque nosotras, y personalmente yo, te daremos caza hasta que tengamos tu cabeza colgada sobre la pared.
Y diciendo eso se fue de la cocina; dejándonos efectivamente solas.
Esta vez sí tenía ganas de vomitar.
Me quedé quieta viendo a Julia que apretaba la mandíbula con fuerza.
—¿Pensabas decírmelo? —habló finalmente.
Evité su mirada, viendo hacia el suelo fijamente.
—No lo sé —admití—. No estoy cien por ciento segura de confiar en ti sin que huyas. Pensaba que en cualquier momento me ibas a dejar y no quería que te quedaras a mi lado solo porque estaba…
—Embarazada.
Asentí con la cabeza. Bien, le dije mis principales inseguridades.
Se acercó lentamente, pasándose las manos por su cabello negro.
Había noches en las que no podía dormir, preguntándome a quién se parecería más el bebé, si a Julia o a mí, o si sería una combinación de ambas.
Aunque secretamente deseaba que su parecido fuera más como ella.
Y tenía razón de desearlo, Julia era insanamente guapa, arrogante cuando podía, y celosa de primera categoría; pero también era esta exótica combinación entre una chica que sufrió y que llevaba cicatrices internas, y esta otra que logró sobrellevar las cosas y encontrar humor en los sitios menos inesperados.
La amaba, pero con ella nunca sabía cómo iban a terminar las cosas.
—Lena, lamento lo idiota que fui. No sé cuántas veces quieres que te lo diga pero entiende que te amo, y no es algo que se lo repita a nadie más que a ti. Nunca volvería a dejarte, no creo que pueda volver a hacerme eso a mí misma: a privarme de ti. Ya no puedo. Y menos cuando llevas a nuestro hijo. Te dije desde la primera vez que me iba a hacer responsable. Lamento haber creado esta situación en donde ya no confías en mí lo suficiente como para contarme cosas como ésta. Pero haré lo que sea que esté en mis manos para recuperarte, para dejar de causarte dolor… y espero que no me vayas dejar fuera de la vida de nuestro bebé, castígame de otra manera menos de esa.
Me gustó como dijo nuestro en lugar de mío, o suyo.
Nuestro.
—Jamás te hubiera dejado fuera. Te amo, y aunque creo que somos una pareja de cabezas huecas, demasiado jóvenes para saber en lo que nos estamos metiendo… quiero experimentarlo todo contigo.
Me puse hormonal, lágrimas enormes me llenaban la cara mientras miraba fijamente al suelo, como si éste contuviera todas las respuestas a mis dudas.
Miré la punta de mi cabello con detenido interés, jugueteando con él antes de que los zapatos de Julia aparecieran en mi campo de visión.
Recibí un abrazo de ella, presionando las palmas de sus manos en mi espalda, llevando mi cabeza a su hombro.
—Ya nena, no estás sola y nunca vas a estarlo. Aunque sea una hija de puta, me tienes a mí. Y a nuestro pequeño Noah… y a mi sobrina Nicole que te ama y te admira. El otro día me contó tu teoría de la gente con colas. La inspiraste a que me obligara a llevarla al parque y buscara a adultos que se les notaran.
Lloré más fuerte.
—Y yo la amo mucho también —sollocé.
De alguna manera todo tenía que salir bien, ¿verdad? O al menos quería creerlo.
Me sequé las lágrimas con mis dedos, sonriéndole a Julia.
—¿Te has puesto a pensar que hay una gran posibilidad de que el bebé sea una niña?
Llevando sus manos a mis caderas, sacó su labio inferior, haciendo un gesto de estárselo pensando seriamente.
—En ese caso, la llamaremos Noelia.
—Ya discutiremos después el nombre. Por ahora, sólo necesito uno de tus largos abrazos.
Ella me apretó con fuerza, besándome la cabeza y susurrándome que todo iba a estar bien.
—Eso espero —le susurré de vuelta, recorriendo con mis dedos el tatuaje de mis labios que llevaba en su muñeca. Sinceramente habían hecho un trabajo increíble y realista; quería hacerme uno con sus labios en mi hombro, pero no quiso utilizar el labial para tener que marcarlos.
Pensar en Julia con labial rojo me hacía reír. Además no consideraba seguro hacerme un tatuaje estando en mi estado.
—Nena, creo que sí voy a tener que desaparecer por un tiempo.
Me retiré de su pecho con las intenciones de verla a la cara.
—¿Por qué? —le pregunté.
Ella tragó saliva.
—Porque sino tu padre va a matarme cuando se entere, si es que no lo sabe ya.
—Mi mamá es la única que lo sabe, aunque según Nastya, ella ha estado llamando a todos sus conocidos para decirles que…
El timbre de la puerta siendo atacado me distrajo momentáneamente.
Escuché los pies ágiles de Shio moviéndose para abrir, y luego un grito agudo atravesó el aire de la casa.
Me tensé en mi lugar.
A los pocos segundos apareció ella en la cocina, frenética y asustada como nunca la había visto.
—¡Lena! ¡Lena! —me tocó el brazo con insistencia.
—¿Qué? ¡¿Qué?!
—Es tu papá, tiene una escopeta en la mano y no deja de preguntar dónde está la mal nacida. ¿Tienes idea de lo que habla?
—Ay no, otra vez.
Julia lucía pálida desde donde estaba. Me miró por ayuda antes de que la voz de papá se escuchara por toda la casa:
—Hoy sí te mato, hoy sí —gritó sin encontrarnos todavía.
—¿Nena? —susurró Julia para que sólo yo lo oyera—, sé que últimamente me he portado como una cobarde pero… creo que esta vez tengo que huir porque de verdad va a matarme.
—De acuerdo, enciérrate en el baño del segundo piso, yo trataré de razonar con él hasta que se le pase.
Sonreí mientras lo miraba tragar duro.
—No, mejor no —dijo después de unos segundos—. Aunque probablemente termine con un ojo morado, le explicaremos lo del bebé Noah juntos.
—O la bebé Noelia. —le recordé.
Entonces me tomó de la mano y dejé que papá se metiera un poquito con ella antes de salir a su rescate. Tal vez así se lo pensaba mejor antes de abandonarme.
Pero a pesar que las cosas dieran un giro de ciento ochenta grados, lograría que funcionara bien. Pensaba terminar la universidad, eso era algo primordial, y después no sé, lo descubriría en el camino. Eso sí, haría sudar a Julia Olegovna Volkova para que se ganara del todo su perdón.
—Dilo de nuevo.
—¿El qué? —tragué saliva.
—Di que tú y yo sólo tuvimos sexo en esa cama, que no fue amor lo que nuestros cuerpos se demostraron.
—Fue solo... —Pero ella se apresuró a callarme con un beso.
Sus manos se fueron a mis caderas y comenzó a acariciar mi piel descubierta.
Tenía tantas ganas de pasar mis manos por su pelo que, cuando menos me di cuenta, lo estaba haciendo. Lo siguiente que escuché fue el sonido de las dos pruebas de embarazo que mantenía ocultas, cayendo al suelo y rodando a mis pies.
Julia se despegó de mi boca y bajó la vista para ver lo que acababa de caer.
Mieeeeeeerdaaaaaa. ¡Iba a ver las pruebas!
No, no, no, no, no. Yo no estaba lista para decirle el por qué las tenía conmigo.
—¿Qué es eso q...? —empujé su rostro contra el mío, obligándolo a verme. Planté mi boca en la suya, empujándolo hacia atrás, haciendo que ambos nos cayéramos al suelo.
Caí sobre ella, su espalda chocando contra alfombra de color blanco marfil que hacía juego con todo el modernísimo baño.
—¿Lena qué te ocurre? —preguntó sobándose la cabeza.
Me apresuré a tomar las pruebas y antes de esconderlas detrás de mi espalda, vi el resultado de una. Quedé paralizada unos segundos antes de sentir el cuerpo de Julia moviéndose detrás de mí.
Rápidamente las oculté.
—¿Qué es eso que escondes? —preguntó, sentándome en sus piernas a horcajadas.
—Nada.
—Entiendo que sigas enojada conmigo, pero por favor deja de pensar que lo tú y yo tuvimos no involucró al menos un gramo de amor.
Tragué saliva.
—Tienes razón.
Ella enarcó una ceja, incrédulo.
—¿Qué? ¿No vas a discutir conmigo?
—Julia… yo te amo pero…
—Lo sé. No quieres volver a confiar en mí porque temes que vaya a defraudarte como he estado haciendo. Nena por favor…
—¿Por qué justo hoy? —le pregunté sin verla a los ojos—. ¿Por qué apareciste en este día? ¿Por qué no ayer o mañana?
Esta vez regresé a su mirada.
—Fue hoy, porque me tomó todo este tiempo entrar en razón. Sé que mereces algo mucho mejor, pero me di cuenta que nadie es suficiente para ti. Que no te quería alrededor de un hombre o mujer, que quiero ser la única que te escuche en la intimidad. No quiero a nadie más ocupando mi lugar.
Sus manos se deslizaron por mis piernas que actualmente se encontraban extendidas a cada lado de sus caderas. Subieron a mi cintura, por debajo de su camiseta, y se encontraron con las puntas de mis senos. Fue un toque rápido que luego bajó, presionando sus dedos sobre el hueso de mi cadera.
Las pruebas de embarazo pesaban dentro de mis manos. Me sentía culpable por no decirle nada en el momento, por no decirle que efectivamente estaba embarazada.
Las dos pruebas lo indicaban.
—Te amo —dijo Julia en mi oído.
—Yo también te amo —respondí mientras dejaba que me besara en los labios.
Y sólo así pude creer que todo estaría bien.
***
—Julia, estoy embarazada.
Bien, finalmente lo había dicho. Ahora sólo quedaba decírselo a ella cara a cara en lugar de practicar frente al espejo.
Jamás imaginé que a los diecinueve años estaría enfrentando una situación como esta. La gente me mirará como si me tuvieran lástima, y luego, a mis espaldas, murmurarán sobre lo irresponsable que fui, sobre lo idiota que estaba siendo mientras me abrí de piernas tan precariamente.
Dirán cómo arruiné mi futuro, mi educación, y cómo de ahora en adelante mi vida será cambiar pañales, lavar calzoncillos y ser señalada como madre soltera.
Siempre había creído que la vida era una colección de experiencias, pero ésta en particular era una muy grande.
Sabía que todo iba ser diferente desde ahora, y tenía miedo. Estaba asustada y no me sentía apta para traer un bebé al mundo. Pero era fuerte y me prepararía lo suficiente para darle el mejor hogar a ese pequeño que crecía cómodamente y sin preocupaciones en mi vientre.
Miré mi reflejo en el espejo una vez más antes de salir del baño y meterme en la cama con Julia.
Unos dedos subiendo y bajando por mi vientre desnudo me despertaron a la mañana siguiente.
Abrí los ojos lentamente, sin querer entrar en consciencia todavía.
Me arropé un poco más con la sábana e ignoré dichos dedos que ahora se paseaban por mi cadera.
La noche anterior no fue precisamente una noche llena de sueño. Lo que menos hicimos fue dormir, así que me sentía algo huraña por querer despertar tan temprano.
Un suave beso tocó mi mejilla, y siempre esos dedos dejaban un rastro de fuego por mi piel.
—Déjame dormir —protesté.
—Despierta dormilona, te tengo una sorpresa.
—¿Mhmm?
—Mhmm. Es temprano pero quería hacerlo ahora.
Mi estómago comenzó a agitarse repentinamente, más que todo por las náuseas que por la sorpresa de Julia.
Abrí los ojos por completo, deseando que las náuseas pasaran. Inhalé y exhalé unas cinco veces antes de girarme hacia ella y sentirme relativamente mejor.
Ella estaba sentada, sin nada de ropa más que una sábana cubriéndolo escasamente. Todos sus tatuajes me dieron la bienvenida: el de sus hombros, el de su espalda, y el de su brazo al cual yo no me acostumbraba todavía. Estaban hechos en blanco y negro y el artista parecía ser el mismo porque los trazos marcaban la misma pauta.
Le sonreí tentativamente antes de esconder mi rostro en su pecho y besar justo en donde sentía latir su corazón.
—¿Qué tienes para mí? —le pregunté.
Ella alzó mi barbilla y me besó en los labios. Iba a protestar porque aún no me lavaba los dientes, pero su beso borró cualquier cosa que tuviera que decirle.
—Cierra los ojos. Es una sorpresa —murmuró en mi oído.
Movió su brazo hacia la mesita de noche que estaba a su lado, de un compartimiento sacó un pequeño objeto que no pude distinguir bien.
—No seas tramposa —me regañó— ciérralos.
Los cerré automáticamente. Una sonrisa boba se dibujaba por toda mi cara.
—Ahora ábrelos.
Al abrirlos, Julia sostenía una barra de lápiz labial entre sus dedos.
Mi sonrisa titubeó.
Tomé el lápiz de labio, y lo miré confundida.
—¿Esta es la sorpresa?
Abrí la tapa del labial y noté que era de un color rojo brillante.
Fruncí el ceño mientras mi confusión iba en aumento.
—¿Para qué es esto?
Ella sonrió enseñándome todos sus dientes.
—Es lo que usan ciertas chicas para pintarse los labios.
—Ja, ja, graciosa. Ahora en verdad, ¿para qué me lo das? ¿Es esta una clase de indirecta para que empiece a usar más maquillaje? Porque yo no…
—Oye, oye, oye. Tranquila ahí, deja de sacar conclusiones apresuradas de un labial. Sólo póntelo.
—Mmmm...
Rodó los ojos.
—Es parte de la sorpresa, úsalo por un momento.
—¿Ahora?
—Sí, en este instante.
—De acuerdo... Aunque debo decirte que éste no es mi color.
Sonrió de lado.
Empecé a aplicarme el labial, y cuando terminé se lo devolví.
—Listo —dije— ¿Qué más?
—Bien, ahora besa mi brazo, justo aquí. —Me señaló el interior de su muñeca.
—¿Quieres que bese tu muñeca? ¿Para qué?
—No cuestiones, sólo hazlo.
Esto era raro, pero no me quejé de nuevo y presioné mis recién pintados labios en su muñeca, dejando una impresión bastante marcada.
—Excelente, ahora los llevaré dentro de mi piel.
—A menos que el labial sea a prueba de todos los elementos, creo que se te va a borrar.
Ella besó mi frente antes de decir:
—Me los tatuaré, Lena. Así que es mejor que duren un buen tiempo.
Todo mi cuerpo se ruborizó ante la idea.
¡Julia iba a tatuar mis labios en su cuerpo!
—Pero ya te tatuaste a Bambi por mí...
—Y me tatuaría todo tu hermoso cuerpo desnudo si no fuera porque no dejo que nadie más lo mire.
Volví a sonrojarme inevitablemente. Sus palabras me ponían en estado de mantequilla líquida.
—Aun no te he perdonado —le recordé. Ella se merecía un buen castigo por haberme dejado, en cierto modo fracturó la confianza que le tenía.
—Lo sé. Y no te estoy diciendo que no lo hagas, nena. Ódiame con todo el corazón si quieres, pero no me voy a volver a separar de ti ni aunque estés aburrida de verme.
—Aunque si sigues así tal vez logres la redención dentro de poco.
Ella me besó la frente, atrayéndome más a su cuerpo.
—¿Quieres que me tatúe otra cosa?
—¿Acaso no te duele? ¿Ni un poquito? He oído que los tatuajes son algo dolorosos.
—Es algo a lo que estoy acostumbrada. Cuando me hice mi primer tatuaje hace muchos años atrás, el dolor era lo único que me impedía pensar en el infierno en el que se había convertido mi vida. Así que entre más lo hiciera, menos pensaría en otras cosas. Pero vale la pena si así logro poner algo tuyo en mi cuerpo.
—Ya has puesto muchas cosas tuyas en mi cuerpo —dije pensando en el bebé que reposaba en mi vientre.
—Mmmm, cierto —dijo con voz melosa.
Entonces pensé en lo que había dicho, y me ruboricé cuando comprendí el doble sentido que parecía tener.
—No es lo que tú crees —traté de componerlo pero ya era muy tarde.
Ella besó mis mejillas y luego bajó a mi cuello.
—De acueeerdo. Hace media hora me dijeron que el desayuno iba a estar listo. A las cuatro de la tarde de hoy nos dejarán libres.
Resoplé.
—Tú y tus intentos de secuestrarme.
—Pero funcionaron, ¿cierto?
—Tal vez… Oh, el pobre Seth debe estar preocupado pensando que me tenías retenida. Debí decirle algo.
—Y de nuevo ese tipo. No sé qué le viste, tiene cara de asalta tumbas.
—Él es muy guapo. Siempre es atento conmigo, es todo un caballero.
—Caballero mis pelotas. No me hagas ponerme celosa y partirle la cara. Tengo fama de ser una tipa dura que tatúa frentes.
—Ni lo pienses. Él es una buena persona, y aunque viviera mil vidas, nunca podría llegar a ser como tú. Así que tampoco te pongas celosa.
Comencé a dejar besitos en su cuello y en su clavícula. Jugué con el lóbulo de su oreja y ella finalmente me obligó a besarla en los labios, demandando toda mi atención.
—Siendo así, bien entonces.
Sonreí mientras la besaba y restregaba mis pechos contra los suyo.
No podía creerlo, ¡iba a tatuarse mis labios en su muñeca! Sólo a ella se le podían ocurrir esas cosas.
Después de unos segundos de tortuosos besos, ella me sentó en su regazo e inmovilizó mi boca para que su lengua tuviera un fácil acceso.
Estaba recostándome contra la cama cuando, unas náuseas demasiado fuertes me atacaron.
—Mmm, espera —puse mi mano en su pecho para evitar que continuara con los besos.
—¿Qué pasa?
Me quedé quieta por unos segundos esperando que las náuseas se fueran, pero volvieron con fuerza.
Tuve que salir de debajo de Julia y ponerme en pie de un salto antes de que fuera a vomitar en su cara.
Tomé su camisa para vestirme rápidamente mientras corría hacia el baño y vomitaba en el sanitario.
Por un momento pensé que finalmente pararía, pero otra arcada le siguió a la primera.
Me doblé sobre mi estómago, sosteniendo mi vientre mientras vomitaba otra vez.
Mis manos fueron hacia el frío azulejo de la pared, y busqué apoyo en ellas mientras sentía todo en mi interior revolverse.
Julia llegó detrás de mí al poco tiempo, rodeándome con sus brazos y retirando el cabello de mi camino mientras vomitaba de nuevo.
Cuando terminé me sentía exhausta.
Me recosté de espaldas contra el sólido cuerpo de Julia. Sus manos no dejaban mi vientre, y mientras alzaba la vista y la fijaba en el espejo que estaba casi frente a nosotros, noté que llevaba la camisa abierta y que Julia estaba desnuda detrás de mí. Pero sinceramente no me importaba en lo absoluto.
Besó mi cuello, su ceño fruncido con preocupación mientras me sostenía firmemente.
—¿Estás enferma? ¿Qué tienes? Debería llevarte a casa.
—Ya estoy mejor. Solo estoy algo cansada. Es que ayer comí una cosa que me enfermó.
—De acuerdo, tal vez lo que necesites es comer.
Negué con la cabeza, sintiéndome incapaz de hablar.
—Bien, nos vamos pronto. Espero que te sientas lo suficientemente bien como para aguantar un viaje en Dolly.
—¿Dolly?
—Mi motocicleta —besó mi hombro.
—De acuerdo. Pero primero una ducha… y necesito lavarme los dientes.
Ésta era un buen momento para decirle que estaba embarazada, que fui estúpida y que no me preparé lo suficiente como para prevenir un embarazo. Que ambos nos dejamos llevar por el momento y que gracias a eso venía un pequeño en camino. Pero no pude decirle nada. Me quedé con la boca cerrada mientras dejaba que quitara mi ropa y encendiera la ducha para mí.
Tenía que decírselo. Pero algo dentro de mí me impedía hacerlo.
Tal vez era mi orgullo todavía herido, o no saber si ella tendría una buena reacción cuando se enterara. Pero iba a hacerlo, se lo diría cuando se diera el momento, o al menos cuando tuviera el valor necesario para aceptar el hecho de que en nueve meses tendría a mi cuidado a otra persona.
Tragué el repentino nudo que se formó en mi garganta.
***
—No sé qué estás esperando. Ya llevan de reconciliadas una semana, deberías informarle a esa mujer que va a ser mamá- me dijo Shio mientras cortaba queso para ponerlo en una bandeja.
—No hables tan fuerte —la regañé— Julia está en la sala y nos puede escuchar.
—Deberías decírselo. ¿No te gustaría acaso que te propusiera matrimonio? Al pequeño que viene en camino le gustaría nacer en una familia estable y llena de amor. Y Lena, no hace falta que ella lo diga para darme cuenta de lo muy enamorada que está de ti. A ese pequeño le va a sobrar el amor por parte de ambas madres y de todas sus tías… y no olvidemos a tu madre. Esa mujer corrió a comprar toda la tienda de ropa para bebés cuando se enteró de la noticia.
Le sonreí cariñosamente mientras ella pasaba una mano por mi hombro.
—Sería bueno que se lo dijeras lo más pronto posible, ¿o es quieres que lo note con el pasar de los meses? Porque estar embarazada llama bastante la atención una vez que pasas el cuarto o quinto mes.
—No sé qué hacer. Tampoco pienso casarme tan joven, Shio. Y ni siquiera la he perdonado del todo.
—Y estás en tu derecho. A las personas que se comportaron como ella hay que tenerlas agarradas de las bolas para que no le hagan pasar malos ratos a una. Pero si yo fuera la madre responsable de haberte embarazado, al menos me gustaría saberlo. Así que recuerda decírselo lo más pronto posible, antes de que esté preguntando el por qué vas a dejar la universidad por este año, justo cuando comenzabas.
—De acuerdo, se lo diré esta noche… —tomé la bandeja con el queso, tratando de no olerla ni verla muy fijamente porque las náuseas regresarían después. Justo cuando giraba para llevarlo a la sala en donde estaban Nastya, Mindy y Julia, me encontré a ésta última parada en la entrada de la cocina, seria y congelada, viéndome con los ojos muy abiertos.
Inmediatamente la bandeja se soltó de mis manos, cayendo al suelo con un ruido ensordecedor.
Jadeé en busca de pequeños sorbos de aire.
Julia había escuchado mi plática con Shio.
Ella había oído todo.
—¿Lena? Ay, debí saber que ver el queso te daría náuseas. ¿Quieres vomitar? Has estado vomitándolo todo esta semana… —le hice señas a Shio para que se callara, pero ella no lo hacía, tampoco podía ver a Julia desde donde estaba—. Pero no te preocupes que cuando llegues al segundo trimestre del embarazo vas a querer comerte hasta lo que tenga mal aspecto.
Entonces ella se giró y vio a Julia de pie en la cocina. Y, al igual que yo, dejó caer la bandeja al suelo.
—Madre perla… me diste un susto de muerte —le dijo ella a Julia. Luego procedió a vernos a ambos a la vez y se mordió el labio mientras soltaba—: Lena está embarazada, y antes de que lo preguntes, el bebé es tuyo. Listo, lo dije. Sé que no tenía que hacerlo pero…
—Shio cállate —le pedí.
—Bien, sí. Seee, me callo. Las dejo solas para que hablen. Ah, y una cosa más: cuidado la abandonas como lo hiciste anteriormente, porque nosotras, y personalmente yo, te daremos caza hasta que tengamos tu cabeza colgada sobre la pared.
Y diciendo eso se fue de la cocina; dejándonos efectivamente solas.
Esta vez sí tenía ganas de vomitar.
Me quedé quieta viendo a Julia que apretaba la mandíbula con fuerza.
—¿Pensabas decírmelo? —habló finalmente.
Evité su mirada, viendo hacia el suelo fijamente.
—No lo sé —admití—. No estoy cien por ciento segura de confiar en ti sin que huyas. Pensaba que en cualquier momento me ibas a dejar y no quería que te quedaras a mi lado solo porque estaba…
—Embarazada.
Asentí con la cabeza. Bien, le dije mis principales inseguridades.
Se acercó lentamente, pasándose las manos por su cabello negro.
Había noches en las que no podía dormir, preguntándome a quién se parecería más el bebé, si a Julia o a mí, o si sería una combinación de ambas.
Aunque secretamente deseaba que su parecido fuera más como ella.
Y tenía razón de desearlo, Julia era insanamente guapa, arrogante cuando podía, y celosa de primera categoría; pero también era esta exótica combinación entre una chica que sufrió y que llevaba cicatrices internas, y esta otra que logró sobrellevar las cosas y encontrar humor en los sitios menos inesperados.
La amaba, pero con ella nunca sabía cómo iban a terminar las cosas.
—Lena, lamento lo idiota que fui. No sé cuántas veces quieres que te lo diga pero entiende que te amo, y no es algo que se lo repita a nadie más que a ti. Nunca volvería a dejarte, no creo que pueda volver a hacerme eso a mí misma: a privarme de ti. Ya no puedo. Y menos cuando llevas a nuestro hijo. Te dije desde la primera vez que me iba a hacer responsable. Lamento haber creado esta situación en donde ya no confías en mí lo suficiente como para contarme cosas como ésta. Pero haré lo que sea que esté en mis manos para recuperarte, para dejar de causarte dolor… y espero que no me vayas dejar fuera de la vida de nuestro bebé, castígame de otra manera menos de esa.
Me gustó como dijo nuestro en lugar de mío, o suyo.
Nuestro.
—Jamás te hubiera dejado fuera. Te amo, y aunque creo que somos una pareja de cabezas huecas, demasiado jóvenes para saber en lo que nos estamos metiendo… quiero experimentarlo todo contigo.
Me puse hormonal, lágrimas enormes me llenaban la cara mientras miraba fijamente al suelo, como si éste contuviera todas las respuestas a mis dudas.
Miré la punta de mi cabello con detenido interés, jugueteando con él antes de que los zapatos de Julia aparecieran en mi campo de visión.
Recibí un abrazo de ella, presionando las palmas de sus manos en mi espalda, llevando mi cabeza a su hombro.
—Ya nena, no estás sola y nunca vas a estarlo. Aunque sea una hija de puta, me tienes a mí. Y a nuestro pequeño Noah… y a mi sobrina Nicole que te ama y te admira. El otro día me contó tu teoría de la gente con colas. La inspiraste a que me obligara a llevarla al parque y buscara a adultos que se les notaran.
Lloré más fuerte.
—Y yo la amo mucho también —sollocé.
De alguna manera todo tenía que salir bien, ¿verdad? O al menos quería creerlo.
Me sequé las lágrimas con mis dedos, sonriéndole a Julia.
—¿Te has puesto a pensar que hay una gran posibilidad de que el bebé sea una niña?
Llevando sus manos a mis caderas, sacó su labio inferior, haciendo un gesto de estárselo pensando seriamente.
—En ese caso, la llamaremos Noelia.
—Ya discutiremos después el nombre. Por ahora, sólo necesito uno de tus largos abrazos.
Ella me apretó con fuerza, besándome la cabeza y susurrándome que todo iba a estar bien.
—Eso espero —le susurré de vuelta, recorriendo con mis dedos el tatuaje de mis labios que llevaba en su muñeca. Sinceramente habían hecho un trabajo increíble y realista; quería hacerme uno con sus labios en mi hombro, pero no quiso utilizar el labial para tener que marcarlos.
Pensar en Julia con labial rojo me hacía reír. Además no consideraba seguro hacerme un tatuaje estando en mi estado.
—Nena, creo que sí voy a tener que desaparecer por un tiempo.
Me retiré de su pecho con las intenciones de verla a la cara.
—¿Por qué? —le pregunté.
Ella tragó saliva.
—Porque sino tu padre va a matarme cuando se entere, si es que no lo sabe ya.
—Mi mamá es la única que lo sabe, aunque según Nastya, ella ha estado llamando a todos sus conocidos para decirles que…
El timbre de la puerta siendo atacado me distrajo momentáneamente.
Escuché los pies ágiles de Shio moviéndose para abrir, y luego un grito agudo atravesó el aire de la casa.
Me tensé en mi lugar.
A los pocos segundos apareció ella en la cocina, frenética y asustada como nunca la había visto.
—¡Lena! ¡Lena! —me tocó el brazo con insistencia.
—¿Qué? ¡¿Qué?!
—Es tu papá, tiene una escopeta en la mano y no deja de preguntar dónde está la mal nacida. ¿Tienes idea de lo que habla?
—Ay no, otra vez.
Julia lucía pálida desde donde estaba. Me miró por ayuda antes de que la voz de papá se escuchara por toda la casa:
—Hoy sí te mato, hoy sí —gritó sin encontrarnos todavía.
—¿Nena? —susurró Julia para que sólo yo lo oyera—, sé que últimamente me he portado como una cobarde pero… creo que esta vez tengo que huir porque de verdad va a matarme.
—De acuerdo, enciérrate en el baño del segundo piso, yo trataré de razonar con él hasta que se le pase.
Sonreí mientras lo miraba tragar duro.
—No, mejor no —dijo después de unos segundos—. Aunque probablemente termine con un ojo morado, le explicaremos lo del bebé Noah juntos.
—O la bebé Noelia. —le recordé.
Entonces me tomó de la mano y dejé que papá se metiera un poquito con ella antes de salir a su rescate. Tal vez así se lo pensaba mejor antes de abandonarme.
Pero a pesar que las cosas dieran un giro de ciento ochenta grados, lograría que funcionara bien. Pensaba terminar la universidad, eso era algo primordial, y después no sé, lo descubriría en el camino. Eso sí, haría sudar a Julia Olegovna Volkova para que se ganara del todo su perdón.
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Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Epílogo
Bonita
Estaba sentada con las piernas cruzadas, leyendo un libro sobre los cambios que tendría mi cuerpo después de dar a luz, cuando, Julia se coló a mi lado y besó mi vientre todavía plano ya que apenas estaba en mi séptima semana de embarazo.
En estos días visitamos al médico, y nos aseguró que aún no era capaz de ver el sexo del bebé. En el último momento Julia me convenció de mantenerlo en sorpresa hasta que naciera, así que le pedimos a la sonriente y simpática doctora Bagda que no lo dijera. La muy traidora logró poner a Nicole de su lado, una Nicole que todavía no entendía cómo yo, una chica de diecinueve años, se pudo embarazar si supuestamente eso estaba predestinado únicamente para las dichosas mujeres de veintisiete. Julia tuvo que inventar una mejor historia para explicarle. Finalmente toda la familia estuvo de acuerdo en que fuera secreto hasta el día del nacimiento, lo malo era que yo me moría de la curiosidad y no podía soportar escuchar a Nastya decir que Mirna ya había lanzado algunas apuestas en el restaurante.
Tal vez le pediría a la doctora que me diera alguna pista de lo que iba a ser. Al parecer yo le caía muy bien, y no se podía negar que Julia también había ganado su corazón cuando me pidió matrimonio por cuarta vez frente a ella. Y así como las otras cuatro veces anteriores yo la rechacé. Sinceramente lo hacía porque en parte creía que estaba jugando, pero cuando ésta mañana dejó sobre mi cama una cajita aterciopelada de color negro, supe que probablemente la cosa iba en serio. Obviamente la cajita contenía un exótico anillo de compromiso hecho con oro blanco y algunas piedritas que me negaba a reconocer como diamantes porque sino la golpearía demasiado fuerte por gastar tanto dinero.
Pero había algo que me impedía casarme con ella, era una sensación de malestar que se revolvía en lo profundo de mi estómago, eso o eran las náuseas presentándose una vez más.
Tal vez el que mis padres pasaran peleando la mayor parte de mi niñez me arruinó más de lo que creía, o puede que fuera el hecho de que estaba aterrada de que mi matrimonio fracasara como el de ellos.
Pero sea lo que sea, me negaba a aceptarlo sólo por el hecho de estar embarazada y cargar con su bebé.
De pronto, sentir a Julia comenzar a dar besitos en mi estómago mientras una de sus manos sujetaba mi cintura, me trajo de nuevo al presente.
—¿En qué estás pensando, nena? —preguntó acomodando su cabeza sobre mi regazo. Inmediatamente comencé a acariciarla y a pasar mis manos por su abundante cabello negro, dejé mi libro a un lado.
No iba a comentarle que estaba conspirando en secreto para saber el sexo del bebé primero que ella, tampoco iba a darle una respuesta a su silenciosa propuesta de matrimonio de esta mañana. Así que dije lo primero que se me vino a la mente en ese momento:
—Pensaba en que no he sabido nada de Marie por un tiempo. Toda mi familia sabe que estoy embarazada —culpaba de eso a mi mamá— y me sorprende que ella no haya venido a regodearse de mi estado actual.
—Supongo que no sabe que estás viviendo con tus compañeras de trabajo.
—No, no es eso. Si ella quisiera bien podría conseguir mi dirección en un instante. De hecho, no he sabido de ella desde que me jugó la broma pesada esa.
Julia no dijo nada; sus ojos fijos en el techo, la noté extraña, como si se debatiera internamente entre decirme lo le pasaba por la cabeza o mejor ocultarlo.
—De acuerdo —dijo dando un largo suspiro—. Creo que yo tengo algo que ver con eso.
Dejé de acariciarla para ladear mi cabeza y alzar ambas cejas hasta el nacimiento de mi pelo.
—¿Con qué tienes que ver? ¿Con que ella haya desaparecido?
—Mmm, más o menos —desvió la mirada—. No iba a dormir tranquila si no supiera que se encontraba lejos de ti y en diferente continente.
—¿Qué hiciste? ¿La enviaste por correspondencia a Madagascar?
—No.
—¿Entonces? Espera, no me digas que... que también la tatuaste como a Mason.
—No. Reconozco que fue un castigo duro pero ella no se merecía eso. Se merecía algo peor. ¿Sabías que tenía toda una carpeta con mi nombre en su computadora?
Me tensé cuando dijo esas palabras. Recordé vagamente cómo Mason hace un tiempo atrás también me había dicho algo similar, fue el día que me mostró el video de Julia teniendo relaciones sexuales con Marie.
—Yo nunca supe que ella... que ella... —Julia tartamudeaba, insegura en si contarme o no—, ella tenía videos míos de cuando éramos una pareja. ¡Ni siquiera sabía que nos grababa!
Tragué saliva con fuerza. Con un sabor amargo filtrándose en mi boca.
—¿Cómo sabías que ella tenía esas cosas guardadas? —le pregunté encontrando finalmente mi voz.
—Porque ella me lo dijo y me lo enseñó.
—¿Cuándo estuviste con Marie?
—Cuando me porté como una cerda idiota y me alejé por tu bien. No te lo dije antes porque en realidad es algo sin importancia, además es un asunto del que ya me encargué.
—¿De qué precisamente te encargaste?
—Nena, deberías trabajar para la policía. Cuando haces preguntas como esas, no hay manera de evadirlas.
—Julia, responde.
—Pues bueno... Yo...
Unas semanas atrás...
—Eder juega para el otro equipo —soltó de golpe la pelirroja, dejando caer su bolso entre la mesa de noche y su cama.
Ella estaba sosteniendo su teléfono contra su hombro mientras quitaba sus zapatos y se masajeaba la planta de los pies.
—Todavía no lo entiendo —bufó—, me pidió matrimonio hace un par de noches. Sabes que no cambiaría mi estilo de vida aun estando casada pero él no tiene por qué saberlo. Entonces me entero de esto...
Esperó la respuesta de la persona al otro lado del teléfono y continuó con sus quejas, despilfarrando saliva y haciendo planes para una vida futura.
—Pero a pesar de todo —continuó diciendo ella—, me voy a casar con él. Tiene dinero y sé que logrará mantenerse al día con mis gustos caros.
Rió y volvió a reír más con la respuesta de la otra persona al teléfono.
Después de eso continuó con el curso de la conversación, hablando de trivialidades y de moda pasajera y sin sentido. Colgó una hora después y sonrió al notar que el barniz en las uñas de sus pies se mantuvo intacto mientras usaba zapatos cerrados para salir a comprar.
Ella era una chica con necesidades especiales y exóticas. De alto mantenimiento, y si el tipo que, aparentemente estuvo loca por ella durante muchos años, resultaba no gustarle las mujeres, no se oponía con tal y su tarjeta de crédito estuviera siempre dispuesta y sin censura alguna.
Había aprendido a manejar sus necesidades con otras personas, manipulando para obtener lo que quería y sintiéndose inmortal como cada joven solía sentirse llegados a cierta edad.
Ella no tenía una mala autoestima de sí misma, se consideraba deseada y amaba cada segundo de ello, vivía por ser la receptora de esas miradas escudriñando su cuerpo de forma lasciva, de esa sensación cuando alguien se sentía particularmente atrevido para decirle todo lo que haría con ella si pasaran la noche juntos.
Eso era un perfume de incalculable valor para su ego.
No se sentía para nada arrepentida de cada acción que cometió para llegar a donde estaba; a pesar de que la gente, considerada entre el rango de lo normal, pensaban de ella lo peor, la miraban como si fuera más sucia que los baños públicos en el parque central.
Eso a ella no le importaba ni la hería. Pero lo que sí la afectaba era la otra clase de chicos, la que no se mostraban interesados en ella, quienes la habían rechazado y apartado de su camino como si fuera una infección que suprimir. Eso ya se lo tomaba de una forma más personal, y la verdad era que nunca pensó que llegaría el día de hacerlos pagar, pero cada quien merecía lo que había cosechado en el camino.
Esa tarde caminó bajo la lluvia y escuchó el placentero sonido de sus botas al golpear contra los charcos. Su mente maquinó un plan de venganza que siempre quiso poner en práctica, lo que no sabía era lo bien que las cosas estaban saliendo.
Su prima estaba ahora en una mesa desvencijada y vieja, siendo presa del pánico y del horror que pensaba estaba ocurriendo.
Quería grabar ese momento, o al menos capturarlo en una fotografía. Era miedo real, miedo que te hace orinar en los pantalones y tener pesadillas de por vida.
Se rió internamente mientras dejaba que Dante, el apuesto italiano que conoció hace mucho tiempo, pasara sus manos de una manera poco delicada por el cuerpo de su prima. Ella tenía la culpa, siempre provocándola, siempre babeando por su novio y queriendo ser el centro de atención con su patética actuación de cordero en sacrificio. Su prima nunca se dio cuenta de la enorme obsesión que tenía por la chica, de lo mucho que llegó a depender de ella y de su bonito trasero.
Ella era la única que valía la pena conservar en medio de la ola de fracasados/as sin personalidad que la rodeaban.
Ahora su prima estaba ahí, llorando descontroladamente, apretando tanto los párpados que cualquiera creería que se le iban a hundir los ojos en el cráneo.
Ella era linda de la manera en que una camarera sin modales podía serlo. Pero simple y llanamente la odiaba.
Odiaba que ya no siguiera siendo esa chica con inseguridades acerca de su cuerpo, odiaba que la única chica de quien en verdad se enamoró se hubiera ido con ella. Así que no lo pensó dos veces cuando Mason la llamó y le propuso la idea tan descarada de fingir la violación de la pobre tonta.
Aunque Marie sabía perfectamente que el chico tenía una fuerte obsesión por su prima, así como lo tenía ella por Julia. Eso hizo su lazo con el chico aún más fuerte ya que compartió ese sentimiento de vacío abismal que se desarrollaba sólo cuando te obsesionabas con algo que no podías tener.
Finalmente lena fue soltada, aunque en el fondo, Marie deseaba que la broma se hubiera salido de las manos y que de verdad hubieran destruido cualquier posibilidad de querer seguir viviendo que pudiera albergar su prima.
Estaba furiosa una vez que la pusieron en libertad; ella la escupió y la insultó, pero realmente sus palabras le daban igual.
Se rió más fuerte cuando sólo quedaron los tres cínicos de pie, en el cuarto para las herramientas que guardaba su padre.
—¿Viste esa reacción? —preguntó el guapo italiano—. No tiene precio. Definitivamente tú ya no tienes corazón, eres como la malvada bruja de Blanca Nieves que sólo quiere exterminar a la que se atreva a decir que es más hermosa que tú.
—Estúpido.
—Creo que no debimos hacer eso —dijo Mason, luciendo tan blanco como una hoja de papel.
Marie se burló un poco de él.
—¿No me digas que no tenías ganas de fajártela?
—¿Fajártela? —preguntó Dante quitando pelusas imaginarias de su camisa.
—Sí —dijo la pelirroja— fajártela. Te hice un favor, está tan asustada que probablemente puedas someterla de forma fácil. Ahora ve tras ella y por favor actúa como un hombre de una vez por todas.
Mason siguió la orden al pie de la letra; a ella le parecía adorable su actitud tan cobarde. Aunque sinceramente se sintió muy arrepentida por no haber grabado el momento, o al menos haber tomado una foto de todo lo mucho que se divirtió.
Se giró para salir y sentarse a comer con su familia, como si no fuera nada, cuando Dante se puso frente a ella, impidiéndole el paso por la puerta.
—¿Qué estás haciendo? Aprovecha y piérdete antes de que te acusen de algo —le dijo ella. Lo empujó suavemente por el hombro pero él no se movió de su lugar.
—¿Acaso mi voz es tan difícil de escuchar? —siguió diciéndole—. Apártate.
—De hecho, bella, fue una lástima no poder haber continuado con el juego. Sabes que yo adoro los juegos…
—¿Estás bromeando? ¿Quieres “jugar” precisamente ahora? Estoy algo ocupada por si no lo sabes. Te recomendaría meter tus manos dentro de tu pantalón y jugar solo.
Volvió a empujarlo pero simplemente el chico no se movía.
—¿Me estás jodiendo? ¿Vas a obligarme a acostarme contigo, Dante? Porque no te quiero recordar lo que soy capaz de hacer cuando alguien me traiciona.
—No quiero acostarme contigo. Quiero que me pagues lo que prometiste. Ya hice mi trabajo, asusté a tu prima, ahora has el tuyo y cumple.
—¿De qué pago estás hablando? Tú y yo quedamos en hacerlo plenamente por diversión —le dijo ella sintiendo escalofríos repentinos. Le daba igual lo que hicieran con su cuerpo, siempre estaba dispuesta a más. Lo que la enojaba era que trataran de controlarla y dominarla. Se podía decir que ella era la dominante en sus relaciones. Siempre. Nunca al revés.
—¿De verdad creías que lo iba a hacer por diversión? Bella, mis conceptos de diversión son completamente diferentes de los tuyos.
—Mira Dante, mejor piérdete. Te puedo ver esta noche sin embargo, ahora estoy demasiado ocupada para alguien como tú.
—No, arreglaremos esto ahora —él se movió rápidamente y la agarró del pelo, empujando su trenzado cabello naranja hacia atrás, exponiendo su cuello.
Ella comenzó a reír a carcajadas mientras él depositaba besos salivosos por su clavícula.
—¿Estás drogado? —Dante se pegó al cuerpo de la chica, en ese momento ella aprovechó para pasar su mano por el esculpido estómago de él, descendiendo hasta llegar a la cinturilla de su pantalón donde desabrochó un botón y luego deslizó su mano dentro del bóxer del chico. Con una sonrisa de satisfacción ella lo apretó, usando una ridícula cantidad de fuerza que lo tuvo sudando rápidamente, clavó sus uñas y apretó todavía más, y luego más hasta que él chilló de dolor o sorpresa, quizás ambos, pero finalmente soltó el cabello de Marie cuando pensó que ella era capaz de arrancarle las pelotas.
—Te dije que no me amenazaras —ladró ella en su oído—. No soy alguien con quien deberías meterte. Crecí con mis abuelos, no tienes ni idea de lo que me hacían hacer; definitivamente puedo ser ruda.
—¡Está bien, está bien! Ahora suéltame —suplicó maldiciendo en otro idioma. Pero antes de que pudiera soltarlo, la puerta de la bodega se abrió, trayendo una ráfaga de aire e iluminación natural al sitio.
Marie entrecerró los ojos hasta que su vista se acostumbró a tanta luz. Parado en el umbral había una chica mojado de los pies a la cabeza, con su musculosa complexión presionándose en su ropa empapada. Era Julia. Aún a contraluz podía identificarla.
Ella todavía tenía agarrado a Dante y continuaba haciéndole daño. Ella lo notó y elevó ambas cejas motivado por la curiosidad. Luego ese sentimiento cambió a uno completamente diferente cuando su semblante se tornó serio.
—Estoy buscando a Lena, tengo el presentimiento de que tú sabes dónde está —dijo sin inmutarse. Lucía furiosa y a punto de hacer rodar algunas cabezas, probablemente la de ella.
—¿Y qué te hace pensar que todo gira en torno a ella? No está aquí —siseó.
Pero Julia no parecía tener las intenciones de irse, y más cuando notó la compañía de la pelirroja.
—Espera, ¿tú no eres el del taxi? —preguntó sorprendida—. ¿No eras tú el hijo de la jefa de Lena? ¿Dónde está ella?
—¿No ves que justo ahora estamos algo ocupados? —gritó Marie aun con una mano metida dentro del bóxer del italiano. Digamos que el pobre chico aún no podía hablar.
—Tu vida sexual me importa poco —respondió Julia—. ¿La viste? ¿Viste a Lena?
Marie rodó los ojos y finalmente dejó de torturar a Dante, sacó su mano y se la limpió contra la tela de su pantalón, repasando una y otra vez para quitar el olor a nueces y algo más que tendría después.
—Mira, Lena vino acompañada de este chico —señaló con la cabeza al italiano que se mordía los labios y que tenía un poco azul la cara, se estaba reponiendo todavía del agarre mortal de la pelirroja—. Me lo presentó y luego él y yo, por mutuo acuerdo, nos vinimos aquí. Lo que sea que haya hecho Lena no es de mi importancia. Me da igual lo que le pase.
Ella podía mentir con una facilidad impresionante, era casi como su segundo idioma.
Pronto logró despistar a Julia lo suficiente como para sacársela de encima. Ciertamente ella no sabía lo que podía ser de su prima por ese entonces, pero de algo estaba segura: deseaba con todas sus fuerzas que Mason tuviera los pantalones suficientes como para violarla y dejarla llorando, sufriendo así como a ella le tocó sufrir todos esos años. Se lo merecía, ella no estaba mintiendo cuando dijo que se sentía celosa de la vida de Anna; la odiaba un poco más por eso.
Julia no presionó en el tema, y Marie pudo ver que se marchaba, luciendo como una guerrera dispuesta a matar todo lo que había a su paso.
Durante esa tarde, Marie se sintió a salvo.
Fue a su departamento vacío y prístino para darse una ducha y luego salir por el resto de la noche; pero mientras se arreglaba el cabello y trataba de maquillarse un ojo, el timbre de la puerta sonó repetidamente.
La persona al otro lado estaba desesperada porque golpeaba la madera con demasiada fuerza y sin interrupción de espacios.
Maldijo cuando, la sombra que aplicaba a sus párpados, se regó por toda su mejilla, creando una línea fina de color turquesa que la hacía ver de forma ridícula.
Ella se apresuró a abrir, malhumorada y todavía sin zapatos. Era más de media noche pero supuso que podía ser su novio gay Eder.
Abrió la puerta, lista para insultarlo y decirle a dónde se podía meter el dedo, cuando, en menos de dos segundos, tenía un arma apuntada en su cabeza.
Parpadeó varias veces hasta que despegó la vista del arma y siguió la línea de un brazo envuelto en una cazadora negra. Era un tipo bastante fornido y usaba un pasamontañas de color negro en el rostro. Había otro chico detrás de él, también con pasamontañas. Rápidamente cerraron la puerta y tomaron a la pelirroja por los hombros, sacudiéndola y lanzándola en medio de la habitación.
Ella entró en pánico repentinamente.
Uno de los hombres le gritó en el rostro.
—¡¿Dónde está el dinero?!
Finalmente se encontró capaz de abrir la boca y balbucear sin ninguna elocuencia:
—No, no sé de qué hablan.
El arma del tipo enorme y musculoso se pegó contra su frente. Un miedo increíble le recorrió todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo.
Tragó saliva y estuvo a un segundo de orinarse en sus pantalones de diseñador. Ella realmente le tenía miedo a las armas de fuego. Sabía que las cosas dejaban de ser una broma cuando tenías a alguien apuntándote con una.
—Acabo de preguntar dónde está el dinero. Respóndeme, pelirroja, o no vas a tener la dicha de oírme repetirlo otra vez.
—No… yo no tengo efectivo aquí —dijo, en parte era mentira porque guardaba algo en su billetera.
El tipo fornido se encontró con la mirada del otro, éste le asintió y se movió por todo el departamento, reuniendo joyas, objetos de valor como: su celular, su portátil y algunos otros juguetes tecnológicos que ella amaba coleccionar. Todo estaba ahí, encima de la mesa del comedor.
El ladrón que sostenía el arma obligó a la pelirroja a que se arrodillara, siempre con la pistola en su frente.
—¿Tus últimas oraciones antes de saludar a los muertos de mi parte? —preguntó.
Ella se puso demasiado sensible y frágil en ese momento.
¿Iban a matarla? Ella nunca fue una mala persona… Bueno, casi siempre se portaba bien cuando podía, pero no imaginaba que su vida terminaría y lo haría de esta forma.
—Por favor —suplicó con lágrimas genuinas surcándole el rostro—, por favor no me maten. Llévense todo. Les daré hasta mis tarjetas de crédito pero déjenme con vida.
El otro chico, el que hasta ahora había estado callado, habló:
—Creo que podría servirnos como mercancía. Es bonita.
El del arma rió.
—Esta tiene una cara bonita, sí, pero si la vendemos al extranjero dudo mucho que se comporte de manera educada. Tengo en mente vender sus órganos. Hay un tipo que me ofrece una suma alarmante por un par de pulmones para su hija.
Marie abrió muchísimo los ojos. Esos bastardos querían vender sus pulmones.
Ella tragó bilis, sudando más que cuando hacía ejercicio en la caminadora.
—Por favor —volvió a suplicar. En su mente suplicaba para que alguien la ayudara y viniera a su rescate. Pero ella seguía en el suelo, con el arma todavía en su cabeza.
—¿Por qué no dejamos que elija ella? —preguntó el que estaba a favor de venderla como esclava sexual—. ¿Qué prefieres? ¿Donadora voluntaria de pulmones o chica de compañía y placer? Recuerda que si eliges este último te puedes mantener con vida. A menos que descubras una forma de vivir sin aire.
¿No le estaban dando otras opciones? Lloró aún más fuerte, jamás se había sentido tan vulnerable en toda su vida.
—¡Placer! —gritó cuando vio que el sujeto gordo se acerca peligrosamente a ella—. Prefiero dar placer. Pero de verdad, prometo darles todo mi dinero, solo no me lleven con ustedes.
—Sabía que la bonita elegiría bien.
—Claro, porque la forzaste, idiota —dijo el que tenía la pistola en mano—. Así cualquiera acepta. Pero lo siento bonita, vas a tener que convencerme para que no te mate ahora mismo. A ver, comienza.
Ella no sabía qué decir, comenzó a tartamudear y a balbucear sin ningún sentido.
—Te lo vuelvo a decir una vez más: ¿por qué debería dejarte como esclava sexual y no matarte para tomar tus órganos?
—Porque… porque yo… soy buena persona.
—No me sirve una buena persona para este trabajo. Necesito a alguien sucio, dispuesto a satisfacer hasta los cerdos si así lo quiero.
Ella tragó saliva, asqueada ante la idea.
—Pero… yo soy una persona sucia. Miren, incluso pueden comprobarlo. Revisen mi computadora, tengo muchos videos que grabé con mis novios mientras estábamos en la cama.
Ambos se rieron y se vieron entre sí.
—Lástima que tu destino ya estaba marcado desde que tocamos a tu puerta… —dijo el fornido. Y sin decir más, el hombre se acercó a ella, con el arma pegada a la frente, y terminó el trabajo por el que le pagaron de buena manera para realizar.
Actualmente…
—¡Julia, ¿qué hiciste?! —grité a punto de ponerme histérica.
—Nena, tranquilízate. Recuerda que no puedes exaltarte tanto por el bebé. No te estreses, Marie se lo tenía merecido.
—¿La mataste?
Mi pulso comenzó a acelerarse, mi rostro se sentía caliente y quería echarme a llorar repentinamente.
—No, no, no, no.
Ella me tomó de la cara cuando vio las gruesas y enormes gotas que comenzaban a descender por mi rostro. Besó mi frente y me miró a los ojos.
—Sólo le pedí un favor a Larry y a Frank, los que se encargan de hacerme los tatuajes, ellos fingieron ser ladrones. Ese día también me encargué de Mason y del otro cobarde que lo acompañaba.
—¿Le hiciste una broma? —pregunté aturdida.
—Sí, cuando pensó que iban a comercializar sus pulmones, Frank se quitó el pasamontañas que tenía y le contó la verdad. Luego aparecí yo con ellos para demostrarle que era cierto. Se levantó echa una furia contra mí. Me gritó que iba a vengarse y luego nos sacó de su departamento.
—¿Y no llamó a la policía?
—Si los llamaba yo iba a hacer lo mismo por lo que te hicieron a ti pero llegamos a un acuerdo y ninguno necesito decir más. Esa noche fue muy divertida.
Le golpeé el hombro.
—¡Deja de hacer esa clase de bromas! ¿Y si ella decide vengarse de verdad?
—No lo hará —dijo Julia con convicción—. Tengo guardados sus videos morbosos para amenazarla cuando quiera abrir de más la boca. Además, ella ya está viviendo con Eder. Tengo entendido que se van a casar dentro de dos meses. No quiere que nadie le arruine la boda y prometió no hacer nada; por eso ha estado inactiva durante tanto tiempo.
—No sabía que se iba a casar pronto —admití.
—Sí, bueno, siento lástima por el pobre tipo. Pero al menos ella estará lejos de nosotros por una larga temporada.
Me sequé las lágrimas del rostro, sintiéndome estúpida por haber llorado de manera tan sensible.
—¿Por qué dices eso? —le pregunté sintiéndome somnolienta.
—Porque creo que una vez casados se van a ir a vivir a Escocia. Eder tiene familia por allí.
—¿Y cómo es que sabes tanto sobre Marie? Me estoy empezando a sentir celosa.
Julia me dedicó una sonrisa de lado.
—Sólo sé lo suficiente como para asegurarme que no vayas a tener que pasar de nuevo un disgusto por culpa de ella. No tienes que ponerte celosa por eso, soy toda tuya. Te prometo, en mi vida, no volver a cometer otra idiotez que ponga en riesgo nuestra relación. Soy una mujer distinta a la que conociste hace mucho tiempo en la calle.
Sonrió como una loba, mostrando sus dientes completos.
—Mjmm… Eso espero, Julia. Eso espero.
Ella se apresuró a tomarme en brazos y me dio besos intensos hasta que se me quitó el sueño y recordé que el mundo no sólo se componía de cosas feas y desastrosas sino también de las partes como éstas: pequeños momentos que hacían que, cualquier riesgo que conllevaba enamorarse, valiera la pena ser vivido.
FIN.
Bonita
Estaba sentada con las piernas cruzadas, leyendo un libro sobre los cambios que tendría mi cuerpo después de dar a luz, cuando, Julia se coló a mi lado y besó mi vientre todavía plano ya que apenas estaba en mi séptima semana de embarazo.
En estos días visitamos al médico, y nos aseguró que aún no era capaz de ver el sexo del bebé. En el último momento Julia me convenció de mantenerlo en sorpresa hasta que naciera, así que le pedimos a la sonriente y simpática doctora Bagda que no lo dijera. La muy traidora logró poner a Nicole de su lado, una Nicole que todavía no entendía cómo yo, una chica de diecinueve años, se pudo embarazar si supuestamente eso estaba predestinado únicamente para las dichosas mujeres de veintisiete. Julia tuvo que inventar una mejor historia para explicarle. Finalmente toda la familia estuvo de acuerdo en que fuera secreto hasta el día del nacimiento, lo malo era que yo me moría de la curiosidad y no podía soportar escuchar a Nastya decir que Mirna ya había lanzado algunas apuestas en el restaurante.
Tal vez le pediría a la doctora que me diera alguna pista de lo que iba a ser. Al parecer yo le caía muy bien, y no se podía negar que Julia también había ganado su corazón cuando me pidió matrimonio por cuarta vez frente a ella. Y así como las otras cuatro veces anteriores yo la rechacé. Sinceramente lo hacía porque en parte creía que estaba jugando, pero cuando ésta mañana dejó sobre mi cama una cajita aterciopelada de color negro, supe que probablemente la cosa iba en serio. Obviamente la cajita contenía un exótico anillo de compromiso hecho con oro blanco y algunas piedritas que me negaba a reconocer como diamantes porque sino la golpearía demasiado fuerte por gastar tanto dinero.
Pero había algo que me impedía casarme con ella, era una sensación de malestar que se revolvía en lo profundo de mi estómago, eso o eran las náuseas presentándose una vez más.
Tal vez el que mis padres pasaran peleando la mayor parte de mi niñez me arruinó más de lo que creía, o puede que fuera el hecho de que estaba aterrada de que mi matrimonio fracasara como el de ellos.
Pero sea lo que sea, me negaba a aceptarlo sólo por el hecho de estar embarazada y cargar con su bebé.
De pronto, sentir a Julia comenzar a dar besitos en mi estómago mientras una de sus manos sujetaba mi cintura, me trajo de nuevo al presente.
—¿En qué estás pensando, nena? —preguntó acomodando su cabeza sobre mi regazo. Inmediatamente comencé a acariciarla y a pasar mis manos por su abundante cabello negro, dejé mi libro a un lado.
No iba a comentarle que estaba conspirando en secreto para saber el sexo del bebé primero que ella, tampoco iba a darle una respuesta a su silenciosa propuesta de matrimonio de esta mañana. Así que dije lo primero que se me vino a la mente en ese momento:
—Pensaba en que no he sabido nada de Marie por un tiempo. Toda mi familia sabe que estoy embarazada —culpaba de eso a mi mamá— y me sorprende que ella no haya venido a regodearse de mi estado actual.
—Supongo que no sabe que estás viviendo con tus compañeras de trabajo.
—No, no es eso. Si ella quisiera bien podría conseguir mi dirección en un instante. De hecho, no he sabido de ella desde que me jugó la broma pesada esa.
Julia no dijo nada; sus ojos fijos en el techo, la noté extraña, como si se debatiera internamente entre decirme lo le pasaba por la cabeza o mejor ocultarlo.
—De acuerdo —dijo dando un largo suspiro—. Creo que yo tengo algo que ver con eso.
Dejé de acariciarla para ladear mi cabeza y alzar ambas cejas hasta el nacimiento de mi pelo.
—¿Con qué tienes que ver? ¿Con que ella haya desaparecido?
—Mmm, más o menos —desvió la mirada—. No iba a dormir tranquila si no supiera que se encontraba lejos de ti y en diferente continente.
—¿Qué hiciste? ¿La enviaste por correspondencia a Madagascar?
—No.
—¿Entonces? Espera, no me digas que... que también la tatuaste como a Mason.
—No. Reconozco que fue un castigo duro pero ella no se merecía eso. Se merecía algo peor. ¿Sabías que tenía toda una carpeta con mi nombre en su computadora?
Me tensé cuando dijo esas palabras. Recordé vagamente cómo Mason hace un tiempo atrás también me había dicho algo similar, fue el día que me mostró el video de Julia teniendo relaciones sexuales con Marie.
—Yo nunca supe que ella... que ella... —Julia tartamudeaba, insegura en si contarme o no—, ella tenía videos míos de cuando éramos una pareja. ¡Ni siquiera sabía que nos grababa!
Tragué saliva con fuerza. Con un sabor amargo filtrándose en mi boca.
—¿Cómo sabías que ella tenía esas cosas guardadas? —le pregunté encontrando finalmente mi voz.
—Porque ella me lo dijo y me lo enseñó.
—¿Cuándo estuviste con Marie?
—Cuando me porté como una cerda idiota y me alejé por tu bien. No te lo dije antes porque en realidad es algo sin importancia, además es un asunto del que ya me encargué.
—¿De qué precisamente te encargaste?
—Nena, deberías trabajar para la policía. Cuando haces preguntas como esas, no hay manera de evadirlas.
—Julia, responde.
—Pues bueno... Yo...
Unas semanas atrás...
—Eder juega para el otro equipo —soltó de golpe la pelirroja, dejando caer su bolso entre la mesa de noche y su cama.
Ella estaba sosteniendo su teléfono contra su hombro mientras quitaba sus zapatos y se masajeaba la planta de los pies.
—Todavía no lo entiendo —bufó—, me pidió matrimonio hace un par de noches. Sabes que no cambiaría mi estilo de vida aun estando casada pero él no tiene por qué saberlo. Entonces me entero de esto...
Esperó la respuesta de la persona al otro lado del teléfono y continuó con sus quejas, despilfarrando saliva y haciendo planes para una vida futura.
—Pero a pesar de todo —continuó diciendo ella—, me voy a casar con él. Tiene dinero y sé que logrará mantenerse al día con mis gustos caros.
Rió y volvió a reír más con la respuesta de la otra persona al teléfono.
Después de eso continuó con el curso de la conversación, hablando de trivialidades y de moda pasajera y sin sentido. Colgó una hora después y sonrió al notar que el barniz en las uñas de sus pies se mantuvo intacto mientras usaba zapatos cerrados para salir a comprar.
Ella era una chica con necesidades especiales y exóticas. De alto mantenimiento, y si el tipo que, aparentemente estuvo loca por ella durante muchos años, resultaba no gustarle las mujeres, no se oponía con tal y su tarjeta de crédito estuviera siempre dispuesta y sin censura alguna.
Había aprendido a manejar sus necesidades con otras personas, manipulando para obtener lo que quería y sintiéndose inmortal como cada joven solía sentirse llegados a cierta edad.
Ella no tenía una mala autoestima de sí misma, se consideraba deseada y amaba cada segundo de ello, vivía por ser la receptora de esas miradas escudriñando su cuerpo de forma lasciva, de esa sensación cuando alguien se sentía particularmente atrevido para decirle todo lo que haría con ella si pasaran la noche juntos.
Eso era un perfume de incalculable valor para su ego.
No se sentía para nada arrepentida de cada acción que cometió para llegar a donde estaba; a pesar de que la gente, considerada entre el rango de lo normal, pensaban de ella lo peor, la miraban como si fuera más sucia que los baños públicos en el parque central.
Eso a ella no le importaba ni la hería. Pero lo que sí la afectaba era la otra clase de chicos, la que no se mostraban interesados en ella, quienes la habían rechazado y apartado de su camino como si fuera una infección que suprimir. Eso ya se lo tomaba de una forma más personal, y la verdad era que nunca pensó que llegaría el día de hacerlos pagar, pero cada quien merecía lo que había cosechado en el camino.
Esa tarde caminó bajo la lluvia y escuchó el placentero sonido de sus botas al golpear contra los charcos. Su mente maquinó un plan de venganza que siempre quiso poner en práctica, lo que no sabía era lo bien que las cosas estaban saliendo.
Su prima estaba ahora en una mesa desvencijada y vieja, siendo presa del pánico y del horror que pensaba estaba ocurriendo.
Quería grabar ese momento, o al menos capturarlo en una fotografía. Era miedo real, miedo que te hace orinar en los pantalones y tener pesadillas de por vida.
Se rió internamente mientras dejaba que Dante, el apuesto italiano que conoció hace mucho tiempo, pasara sus manos de una manera poco delicada por el cuerpo de su prima. Ella tenía la culpa, siempre provocándola, siempre babeando por su novio y queriendo ser el centro de atención con su patética actuación de cordero en sacrificio. Su prima nunca se dio cuenta de la enorme obsesión que tenía por la chica, de lo mucho que llegó a depender de ella y de su bonito trasero.
Ella era la única que valía la pena conservar en medio de la ola de fracasados/as sin personalidad que la rodeaban.
Ahora su prima estaba ahí, llorando descontroladamente, apretando tanto los párpados que cualquiera creería que se le iban a hundir los ojos en el cráneo.
Ella era linda de la manera en que una camarera sin modales podía serlo. Pero simple y llanamente la odiaba.
Odiaba que ya no siguiera siendo esa chica con inseguridades acerca de su cuerpo, odiaba que la única chica de quien en verdad se enamoró se hubiera ido con ella. Así que no lo pensó dos veces cuando Mason la llamó y le propuso la idea tan descarada de fingir la violación de la pobre tonta.
Aunque Marie sabía perfectamente que el chico tenía una fuerte obsesión por su prima, así como lo tenía ella por Julia. Eso hizo su lazo con el chico aún más fuerte ya que compartió ese sentimiento de vacío abismal que se desarrollaba sólo cuando te obsesionabas con algo que no podías tener.
Finalmente lena fue soltada, aunque en el fondo, Marie deseaba que la broma se hubiera salido de las manos y que de verdad hubieran destruido cualquier posibilidad de querer seguir viviendo que pudiera albergar su prima.
Estaba furiosa una vez que la pusieron en libertad; ella la escupió y la insultó, pero realmente sus palabras le daban igual.
Se rió más fuerte cuando sólo quedaron los tres cínicos de pie, en el cuarto para las herramientas que guardaba su padre.
—¿Viste esa reacción? —preguntó el guapo italiano—. No tiene precio. Definitivamente tú ya no tienes corazón, eres como la malvada bruja de Blanca Nieves que sólo quiere exterminar a la que se atreva a decir que es más hermosa que tú.
—Estúpido.
—Creo que no debimos hacer eso —dijo Mason, luciendo tan blanco como una hoja de papel.
Marie se burló un poco de él.
—¿No me digas que no tenías ganas de fajártela?
—¿Fajártela? —preguntó Dante quitando pelusas imaginarias de su camisa.
—Sí —dijo la pelirroja— fajártela. Te hice un favor, está tan asustada que probablemente puedas someterla de forma fácil. Ahora ve tras ella y por favor actúa como un hombre de una vez por todas.
Mason siguió la orden al pie de la letra; a ella le parecía adorable su actitud tan cobarde. Aunque sinceramente se sintió muy arrepentida por no haber grabado el momento, o al menos haber tomado una foto de todo lo mucho que se divirtió.
Se giró para salir y sentarse a comer con su familia, como si no fuera nada, cuando Dante se puso frente a ella, impidiéndole el paso por la puerta.
—¿Qué estás haciendo? Aprovecha y piérdete antes de que te acusen de algo —le dijo ella. Lo empujó suavemente por el hombro pero él no se movió de su lugar.
—¿Acaso mi voz es tan difícil de escuchar? —siguió diciéndole—. Apártate.
—De hecho, bella, fue una lástima no poder haber continuado con el juego. Sabes que yo adoro los juegos…
—¿Estás bromeando? ¿Quieres “jugar” precisamente ahora? Estoy algo ocupada por si no lo sabes. Te recomendaría meter tus manos dentro de tu pantalón y jugar solo.
Volvió a empujarlo pero simplemente el chico no se movía.
—¿Me estás jodiendo? ¿Vas a obligarme a acostarme contigo, Dante? Porque no te quiero recordar lo que soy capaz de hacer cuando alguien me traiciona.
—No quiero acostarme contigo. Quiero que me pagues lo que prometiste. Ya hice mi trabajo, asusté a tu prima, ahora has el tuyo y cumple.
—¿De qué pago estás hablando? Tú y yo quedamos en hacerlo plenamente por diversión —le dijo ella sintiendo escalofríos repentinos. Le daba igual lo que hicieran con su cuerpo, siempre estaba dispuesta a más. Lo que la enojaba era que trataran de controlarla y dominarla. Se podía decir que ella era la dominante en sus relaciones. Siempre. Nunca al revés.
—¿De verdad creías que lo iba a hacer por diversión? Bella, mis conceptos de diversión son completamente diferentes de los tuyos.
—Mira Dante, mejor piérdete. Te puedo ver esta noche sin embargo, ahora estoy demasiado ocupada para alguien como tú.
—No, arreglaremos esto ahora —él se movió rápidamente y la agarró del pelo, empujando su trenzado cabello naranja hacia atrás, exponiendo su cuello.
Ella comenzó a reír a carcajadas mientras él depositaba besos salivosos por su clavícula.
—¿Estás drogado? —Dante se pegó al cuerpo de la chica, en ese momento ella aprovechó para pasar su mano por el esculpido estómago de él, descendiendo hasta llegar a la cinturilla de su pantalón donde desabrochó un botón y luego deslizó su mano dentro del bóxer del chico. Con una sonrisa de satisfacción ella lo apretó, usando una ridícula cantidad de fuerza que lo tuvo sudando rápidamente, clavó sus uñas y apretó todavía más, y luego más hasta que él chilló de dolor o sorpresa, quizás ambos, pero finalmente soltó el cabello de Marie cuando pensó que ella era capaz de arrancarle las pelotas.
—Te dije que no me amenazaras —ladró ella en su oído—. No soy alguien con quien deberías meterte. Crecí con mis abuelos, no tienes ni idea de lo que me hacían hacer; definitivamente puedo ser ruda.
—¡Está bien, está bien! Ahora suéltame —suplicó maldiciendo en otro idioma. Pero antes de que pudiera soltarlo, la puerta de la bodega se abrió, trayendo una ráfaga de aire e iluminación natural al sitio.
Marie entrecerró los ojos hasta que su vista se acostumbró a tanta luz. Parado en el umbral había una chica mojado de los pies a la cabeza, con su musculosa complexión presionándose en su ropa empapada. Era Julia. Aún a contraluz podía identificarla.
Ella todavía tenía agarrado a Dante y continuaba haciéndole daño. Ella lo notó y elevó ambas cejas motivado por la curiosidad. Luego ese sentimiento cambió a uno completamente diferente cuando su semblante se tornó serio.
—Estoy buscando a Lena, tengo el presentimiento de que tú sabes dónde está —dijo sin inmutarse. Lucía furiosa y a punto de hacer rodar algunas cabezas, probablemente la de ella.
—¿Y qué te hace pensar que todo gira en torno a ella? No está aquí —siseó.
Pero Julia no parecía tener las intenciones de irse, y más cuando notó la compañía de la pelirroja.
—Espera, ¿tú no eres el del taxi? —preguntó sorprendida—. ¿No eras tú el hijo de la jefa de Lena? ¿Dónde está ella?
—¿No ves que justo ahora estamos algo ocupados? —gritó Marie aun con una mano metida dentro del bóxer del italiano. Digamos que el pobre chico aún no podía hablar.
—Tu vida sexual me importa poco —respondió Julia—. ¿La viste? ¿Viste a Lena?
Marie rodó los ojos y finalmente dejó de torturar a Dante, sacó su mano y se la limpió contra la tela de su pantalón, repasando una y otra vez para quitar el olor a nueces y algo más que tendría después.
—Mira, Lena vino acompañada de este chico —señaló con la cabeza al italiano que se mordía los labios y que tenía un poco azul la cara, se estaba reponiendo todavía del agarre mortal de la pelirroja—. Me lo presentó y luego él y yo, por mutuo acuerdo, nos vinimos aquí. Lo que sea que haya hecho Lena no es de mi importancia. Me da igual lo que le pase.
Ella podía mentir con una facilidad impresionante, era casi como su segundo idioma.
Pronto logró despistar a Julia lo suficiente como para sacársela de encima. Ciertamente ella no sabía lo que podía ser de su prima por ese entonces, pero de algo estaba segura: deseaba con todas sus fuerzas que Mason tuviera los pantalones suficientes como para violarla y dejarla llorando, sufriendo así como a ella le tocó sufrir todos esos años. Se lo merecía, ella no estaba mintiendo cuando dijo que se sentía celosa de la vida de Anna; la odiaba un poco más por eso.
Julia no presionó en el tema, y Marie pudo ver que se marchaba, luciendo como una guerrera dispuesta a matar todo lo que había a su paso.
Durante esa tarde, Marie se sintió a salvo.
Fue a su departamento vacío y prístino para darse una ducha y luego salir por el resto de la noche; pero mientras se arreglaba el cabello y trataba de maquillarse un ojo, el timbre de la puerta sonó repetidamente.
La persona al otro lado estaba desesperada porque golpeaba la madera con demasiada fuerza y sin interrupción de espacios.
Maldijo cuando, la sombra que aplicaba a sus párpados, se regó por toda su mejilla, creando una línea fina de color turquesa que la hacía ver de forma ridícula.
Ella se apresuró a abrir, malhumorada y todavía sin zapatos. Era más de media noche pero supuso que podía ser su novio gay Eder.
Abrió la puerta, lista para insultarlo y decirle a dónde se podía meter el dedo, cuando, en menos de dos segundos, tenía un arma apuntada en su cabeza.
Parpadeó varias veces hasta que despegó la vista del arma y siguió la línea de un brazo envuelto en una cazadora negra. Era un tipo bastante fornido y usaba un pasamontañas de color negro en el rostro. Había otro chico detrás de él, también con pasamontañas. Rápidamente cerraron la puerta y tomaron a la pelirroja por los hombros, sacudiéndola y lanzándola en medio de la habitación.
Ella entró en pánico repentinamente.
Uno de los hombres le gritó en el rostro.
—¡¿Dónde está el dinero?!
Finalmente se encontró capaz de abrir la boca y balbucear sin ninguna elocuencia:
—No, no sé de qué hablan.
El arma del tipo enorme y musculoso se pegó contra su frente. Un miedo increíble le recorrió todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo.
Tragó saliva y estuvo a un segundo de orinarse en sus pantalones de diseñador. Ella realmente le tenía miedo a las armas de fuego. Sabía que las cosas dejaban de ser una broma cuando tenías a alguien apuntándote con una.
—Acabo de preguntar dónde está el dinero. Respóndeme, pelirroja, o no vas a tener la dicha de oírme repetirlo otra vez.
—No… yo no tengo efectivo aquí —dijo, en parte era mentira porque guardaba algo en su billetera.
El tipo fornido se encontró con la mirada del otro, éste le asintió y se movió por todo el departamento, reuniendo joyas, objetos de valor como: su celular, su portátil y algunos otros juguetes tecnológicos que ella amaba coleccionar. Todo estaba ahí, encima de la mesa del comedor.
El ladrón que sostenía el arma obligó a la pelirroja a que se arrodillara, siempre con la pistola en su frente.
—¿Tus últimas oraciones antes de saludar a los muertos de mi parte? —preguntó.
Ella se puso demasiado sensible y frágil en ese momento.
¿Iban a matarla? Ella nunca fue una mala persona… Bueno, casi siempre se portaba bien cuando podía, pero no imaginaba que su vida terminaría y lo haría de esta forma.
—Por favor —suplicó con lágrimas genuinas surcándole el rostro—, por favor no me maten. Llévense todo. Les daré hasta mis tarjetas de crédito pero déjenme con vida.
El otro chico, el que hasta ahora había estado callado, habló:
—Creo que podría servirnos como mercancía. Es bonita.
El del arma rió.
—Esta tiene una cara bonita, sí, pero si la vendemos al extranjero dudo mucho que se comporte de manera educada. Tengo en mente vender sus órganos. Hay un tipo que me ofrece una suma alarmante por un par de pulmones para su hija.
Marie abrió muchísimo los ojos. Esos bastardos querían vender sus pulmones.
Ella tragó bilis, sudando más que cuando hacía ejercicio en la caminadora.
—Por favor —volvió a suplicar. En su mente suplicaba para que alguien la ayudara y viniera a su rescate. Pero ella seguía en el suelo, con el arma todavía en su cabeza.
—¿Por qué no dejamos que elija ella? —preguntó el que estaba a favor de venderla como esclava sexual—. ¿Qué prefieres? ¿Donadora voluntaria de pulmones o chica de compañía y placer? Recuerda que si eliges este último te puedes mantener con vida. A menos que descubras una forma de vivir sin aire.
¿No le estaban dando otras opciones? Lloró aún más fuerte, jamás se había sentido tan vulnerable en toda su vida.
—¡Placer! —gritó cuando vio que el sujeto gordo se acerca peligrosamente a ella—. Prefiero dar placer. Pero de verdad, prometo darles todo mi dinero, solo no me lleven con ustedes.
—Sabía que la bonita elegiría bien.
—Claro, porque la forzaste, idiota —dijo el que tenía la pistola en mano—. Así cualquiera acepta. Pero lo siento bonita, vas a tener que convencerme para que no te mate ahora mismo. A ver, comienza.
Ella no sabía qué decir, comenzó a tartamudear y a balbucear sin ningún sentido.
—Te lo vuelvo a decir una vez más: ¿por qué debería dejarte como esclava sexual y no matarte para tomar tus órganos?
—Porque… porque yo… soy buena persona.
—No me sirve una buena persona para este trabajo. Necesito a alguien sucio, dispuesto a satisfacer hasta los cerdos si así lo quiero.
Ella tragó saliva, asqueada ante la idea.
—Pero… yo soy una persona sucia. Miren, incluso pueden comprobarlo. Revisen mi computadora, tengo muchos videos que grabé con mis novios mientras estábamos en la cama.
Ambos se rieron y se vieron entre sí.
—Lástima que tu destino ya estaba marcado desde que tocamos a tu puerta… —dijo el fornido. Y sin decir más, el hombre se acercó a ella, con el arma pegada a la frente, y terminó el trabajo por el que le pagaron de buena manera para realizar.
Actualmente…
—¡Julia, ¿qué hiciste?! —grité a punto de ponerme histérica.
—Nena, tranquilízate. Recuerda que no puedes exaltarte tanto por el bebé. No te estreses, Marie se lo tenía merecido.
—¿La mataste?
Mi pulso comenzó a acelerarse, mi rostro se sentía caliente y quería echarme a llorar repentinamente.
—No, no, no, no.
Ella me tomó de la cara cuando vio las gruesas y enormes gotas que comenzaban a descender por mi rostro. Besó mi frente y me miró a los ojos.
—Sólo le pedí un favor a Larry y a Frank, los que se encargan de hacerme los tatuajes, ellos fingieron ser ladrones. Ese día también me encargué de Mason y del otro cobarde que lo acompañaba.
—¿Le hiciste una broma? —pregunté aturdida.
—Sí, cuando pensó que iban a comercializar sus pulmones, Frank se quitó el pasamontañas que tenía y le contó la verdad. Luego aparecí yo con ellos para demostrarle que era cierto. Se levantó echa una furia contra mí. Me gritó que iba a vengarse y luego nos sacó de su departamento.
—¿Y no llamó a la policía?
—Si los llamaba yo iba a hacer lo mismo por lo que te hicieron a ti pero llegamos a un acuerdo y ninguno necesito decir más. Esa noche fue muy divertida.
Le golpeé el hombro.
—¡Deja de hacer esa clase de bromas! ¿Y si ella decide vengarse de verdad?
—No lo hará —dijo Julia con convicción—. Tengo guardados sus videos morbosos para amenazarla cuando quiera abrir de más la boca. Además, ella ya está viviendo con Eder. Tengo entendido que se van a casar dentro de dos meses. No quiere que nadie le arruine la boda y prometió no hacer nada; por eso ha estado inactiva durante tanto tiempo.
—No sabía que se iba a casar pronto —admití.
—Sí, bueno, siento lástima por el pobre tipo. Pero al menos ella estará lejos de nosotros por una larga temporada.
Me sequé las lágrimas del rostro, sintiéndome estúpida por haber llorado de manera tan sensible.
—¿Por qué dices eso? —le pregunté sintiéndome somnolienta.
—Porque creo que una vez casados se van a ir a vivir a Escocia. Eder tiene familia por allí.
—¿Y cómo es que sabes tanto sobre Marie? Me estoy empezando a sentir celosa.
Julia me dedicó una sonrisa de lado.
—Sólo sé lo suficiente como para asegurarme que no vayas a tener que pasar de nuevo un disgusto por culpa de ella. No tienes que ponerte celosa por eso, soy toda tuya. Te prometo, en mi vida, no volver a cometer otra idiotez que ponga en riesgo nuestra relación. Soy una mujer distinta a la que conociste hace mucho tiempo en la calle.
Sonrió como una loba, mostrando sus dientes completos.
—Mjmm… Eso espero, Julia. Eso espero.
Ella se apresuró a tomarme en brazos y me dio besos intensos hasta que se me quitó el sueño y recordé que el mundo no sólo se componía de cosas feas y desastrosas sino también de las partes como éstas: pequeños momentos que hacían que, cualquier riesgo que conllevaba enamorarse, valiera la pena ser vivido.
FIN.
Hunter- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 25/05/2015
Edad : 34
Localización : The Imperium
Re: PROHIBIDO ENAMORARSE DE JULIA VOLKOVA // LIA BELIKOV
Al fiiiin después de tanto tiempo!! Ha sido total y completamente fantástico, disfrute muchísimo leer este fic! Gracias sinceramente gracias por deleitarnos con esta historia
Aleinads- Mensajes : 519
Fecha de inscripción : 14/05/2015
Edad : 35
Localización : Colombia
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