CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Estoy sentada en la misma silla en la que me senté mi primer día de trabajo y, como aquella vez, tengo una manzana en mi mano. No he podido evitar sonreír, pues fue el primer gesto que Yulia tuvo conmigo y, a pesar de haber pasado un mes, parece que hayan pasado años. La Yulia de aquel entonces no tiene nada que ver con la que ahora está aquí conmigo.
Una manzana roja. No puedo explicarme cómo tan sólo una simple manzana puede remover todo mi mundo.
—¿Qué le ves a Olga? — pregunté mientras giraba la manzana en mi mano.
—¿Qué? — se impresionó por mi pregunta.
—¿Qué te gusta de ella? — volví a insistir.
—Es guapa y… ¿A qué viene eso ahora? — se molestó.
—No tienes que ponerte nerviosa por la pregunta, somos compañeras de celda y hace tiempo que no hablamos. No veo nada de malo en la pregunta — me encogí de hombros.
Los constantes ataques de Yulia están empezando a cansarme; se molesta hasta cuando le digo buenas noches.
—Elena, será mejor que te alejes de ella, lo digo por tu bien. Si te mantienes al margen, todo irá bien — vi que cerraba los ojos con fuerza.
Si Yulia piensa que me voy a quedar de brazos cruzados mientras veo cómo la estúpida de Olga la destruye… la lleva clara. Eso es porque no conoce de lo que es capaz de hacer una Katin.
—¿Y si no quiero alejarme? ¿Y si quiero estar cerca de ti? — me acerqué más a su cuerpo.
Noté cómo Yulia agrandaba la mirada para después apartarla, cerró muy fuerte los ojos y sacudió, con un movimiento rápido, la cabeza.
—¡No te acerques, Elena! — exclamó mientras me agarraba de los hombros para poner distancia entre las dos.
—¡No quiero alejarme! — exclamé acercándome de nuevo.
—Elena, yo estoy con Olga.
—¡Te está destruyendo! — exclamé furiosa.
—¡Métete en tus asuntos Katina! — me contestó de igual manera.
—¡TÚ ERES MIS ASUNTOS! — solté sin más.
El corazón me latía a mil por hora, la respiración volaba y me ahogaba, la cabeza empezaba a darme vueltas… Toda la conversación se me agolpaba; el calor se hacía patente y la adrenalina se disparó en mi cuerpo. De repente, me estaban dando unas ganas terribles de besarla y, a la vez, de pegarle un puñetazo.
—No quiero seguir hablando del tema — intentó zanjar la conversación.
—¿Eso es duda? — pregunté al ver su reacción.
—Yo no he dudado — se puso seria.
—Creí que yo te gustaba — comencé a alejarme de ella.
—Lo siento, Elena, perdiste tu oportunidad — volvió a rechazarme la mirada.
Estoy completamente convencida de que Yulia no quiere a esa mujer, lo que no sé es qué la une tanto a ella… y tampoco por qué este comportamiento tan posesivo con Olga. Tengo que hacerla entrar en razón de alguna manera; necesito convencerla.
—La primera vez que te vi, creí que eras un capo de la mafia — me reí al recordar el momento – Pero, horas después, cuando me diste aquella manzana — le mostré la manzana que llevaba en mi mano. – Sabía que podía confiar en ti, que era lo correcto y no me equivocaba — sonreí y me acerqué de nuevo a Yulia.
—¿Dónde quieres llegar a parar, Elena? — volvía su cabezonería.
—Fui una estúpida rechazándote aquel día en la celda, mi estúpido miedo actuó por mí.
Una cantante bloqueada por el miedo. Estar en la cárcel está oxidando mis facultades interpretativas…
—Ya te dije que era tarde.
—Quiero que ahora aceptes tú mi manzana — levanté la mano ofreciéndole la fruta — Necesito que ahora confíes en mí, tal y como me lo hiciste ver tú con este mismo gesto hace ya un tiempo.
—Yo… — empezó a tartamudear y a ponerse nerviosa, mientras observaba la manzana de mi mano.
—¡Mira que tierna la parejita! — exclamó Adriana mientras entraba en la cocina.
—¿Qué haces aquí, Martínez? — preguntó Yulia con desagrado.
—Eso mismo podría decirte yo… Tu novia te está buscando y, por la cara que traía, no creo que sea nada bueno — sonrió de medio lado.
¿Novia? ¿La ha llamado novia? Esto cada vez se me está complicando más, no sabía que habían dado ya ese paso. Yulia nunca me ha mencionado nada de eso…
—¡Elena! ¿Estás bien? Te has puesto pálida de repente — me miró preocupada.
—Estoy bien, sólo…
No pude terminar la frase, no viendo lo que ocurría a espaldas de Yulia. Adriana se había hecho con un cuchillo enorme de la cocina y se dirigía hacia la
espalda de la pelinegra; noté su mirada de rabia clavada en ella y no pude hacer otra cosa que empujar a Yulia, con todas mis fuerzas, para apartarla de la trayectoria de la latina.
—¡Elena! — escuché gritar a Yulia.
¡Mierda! ¡La manzana! Se me ha caído la manzana al suelo con el empujón…
—Elena, lo siento… yo no quería — vi las lágrimas de Adriana y una expresión de terror en sus ojos.
De repente me di cuenta. Adriana se separó de mi cuerpo, llevándose consigo el cuchillo que me había clavado en el abdomen. Pude notar todo el dolor que me estaba proporcionando la afilada hoja de la cuchilla al salir de mis músculos y mi piel; era tan insoportable, que caí al suelo. Se me fueron las fuerzas junto al cuchillo y, de repente, todo se tornó rojo.
—¡Elena, cariño, no te mueras! — lloraba.
Noté las lágrimas de Yulia cayendo en mi cara; su cuerpo temblaba bajo el mío y su cabeza se refugió en mi cuello. Lloraba desconsolada. Es la sensación más angustiosa que he vivido; ver a Yulia en ese estado es lo peor que me ha pasado desde que entré aquí.
Intenté hablar, pero no me salía la voz de las cuerdas vocales, sólo observaba asustada las cosas a mi alrededor. A pocos metros de mí, vi la manzana en el suelo; se encontraba sobre un enorme charco de sangre.
—Yu… Yulia… — intenté con todas mis fuerzas gritar, pero salió un pequeño susurro que gracias a la cercanía de la pelinegra, a mi rostro, pudo escuchar.
—No hables cielo, te pondrás bien — Tú sólo mantente despierta — intentó tranquilizarme mientras me acariciaba el rostro.
No sentía nada del cuello para abajo. La sangre que estaba saliendo a borbotones del cuerpo, me mantenía débil y el dolor era tan insoportable, que apenas me dejaba respirar. El calor que estaba sintiendo, cuando su mano recorría mi cara y acariciaba mi pelo, era la sensación más maravillosa del mundo, justo la que quería sentir antes de morir. El calor, la suavidad y la dulzura con la que lo hacía…; era como estar en el mismo cielo.
—Yulia, yo… — dijo Adriana asustada con el cuchillo en la mano.
—¡Vete de aquí si no quieres que te mate! Y avisa a un médico, ¡maldita sea!
—Te echo de menos — dije con un filo de voz que me salió del cuerpo.
No sé por qué, pero un mar de lágrimas salió de mis ojos. La visión comenzaba a ponerse borrosa y el olor a sangre, mezclada con el sabor del hierro, me asfixiaba.
—Yo también te he echado de menos, Elena. Lo siento tanto… Estos días he estado comportándome de la peor manera posible para alejarte y no hacerte daño, y mira lo que he conseguido — se aferró fuerte a mi cuerpo.
—Llevo tiempo — una arcada, desde los pulmones hasta la garganta, subía a toda velocidad.
Noté cómo un líquido caliente, que emanaba de los pulmones, me quemaba. Tosí, varias veces, para poder expulsarlo y salió una cantidad enorme de sangre por la boca. Quiero poder terminar de decirlo antes de que mi cuerpo deje de responder; la manzana seguía en el suelo. ¡Maldita sea! Todo mi plan se ha ido a la mierda.
—¡Elena, no hables! ¡Estás perdiendo mucha sangre! — gritó alterada al ver lo que acababa de hacer.
—Llevo… tiempo queriendo… yo… te… — noté todo casi negro.
¡Elena, todavía no! ¡No me puedo desmayar ahora! Estoy tan cerca de decirlo… El dolor se hace cada vez más insoportable, ya no veo a Yulia y la voz me abandonó. Lo que daría por tener un par de segundos más para terminar lo que había empezado…
—¡Elena, no! — se derrumbó.
Por favor, amor, no llores más. Me está partiendo el alma verte así. ¿Es que nadie va a ayudarla?
—Apártese señorita, nosotros nos encargaremos — escuché la voz de una mujer hablar muy cerca de mí.
¡Qué frío hace aquí! Se estaba mejor junto a Yulia, al menos ella me daba calor. El duro suelo me está congelando.
—¡La estamos perdiendo! ¡Necesitamos más volumen! — gritó la voz de mujer de antes.
Sentí una corriente, como si me cayera un rayo y me partiese por la mitad; eso es lo que sentía con cada descarga del desfibrilador, entraba por mi pecho, recorría todo mi cuerpo y salía por la punta de mis pies. Noté cómo el corazón temblaba y vibraba con cada disparo. Como me den otro choque más, voy a morir aquí mismo calcinada.
—¡Taponar la herida! ¡Nos la llevamos!
¡Dejad de apretar! ¿Por qué no me ponen un puñetero calmante? Me voy a morir del dolor. Mi estómago, por favor.
—Vamos a intubar, prepárame la cánula y el laringoscopio.
¿Y estos son médicos? ¡Prefiero la muerte! ¡Dios, mi garganta! ¡Cómo raspa el tubo! Quiero toser; arrancarme esto de la boca y no puedo moverme.
—Programando ventilación mecánica. Cuando la paciente esté estabilizada, preparen el quirófano que vamos a operar.
¿Y ese pitido? ¡Paren, por favor! ¡Estoy aquí! ¿Es que no me ven? ¿No me oyen?
—Ventilación mecánica programada doctora.
—El quirófano está listo doctora Sharapova.
—Llévensela al quirófano, voy a prepararme.
Menos mal que me llevan ya. Espero que el anestesista tenga ya todo preparado, pues no me vendría mal descansar y dejar de sentir la presión de la máquina en los pulmones y el incesante dolor en el abdomen.
—Comencemos… Bisturí y pinzas, por favor.
¡Comenzar! ¿Y mi medicación? ¿Y mi sedación? ¡Dios! ¡No cortes! ¡Es como si el cuchillo de Adriana me estuviese atravesando de nuevo! Otra vez ese olor a sangre, pero esta vez mezclado con piel quemada. Un fogonazo. Eso fue lo que sentí cuando me estaban cortando con el bisturí eléctrico; es algo parecido a meter la mano en una freidora, a 300 grados.
—Hay que asegurarse de que el bazo no está dañado.
—Necesitamos más unidades de sangre.
—Tenemos poco tiempo…
Parezco un colador. Toda la sangre, que me está entrando por la vena, recorre mi cuerpo para después salir por el agujero que me ha hecho Adriana…
—Vamos a quitar el bazo, está muy dañado y no deja que la hemorragia se pare.
—Prepara más unidades de sangre, las vamos a necesitar.
—No nos quedan muchas, doctora.
—Pues esperemos que no necesite más de las esperadas.
Presiento que esto me va a doler. Necesito pensar en otra cosa para distraerme del dolor… ¿Estará bien Yulia? Lo último que vi de ella no me gustó nada, y la cara de… ¡Joder! Para ya y déjame morir…
—La perdemos doctor.
Gracias a Dios que ya no siento tanto dolor. Al fin la sedación está surgiendo efecto; me está entrando sueño.
—Me niego, después de todo lo que hemos hecho.
—¡Preparen el desfibrilador!
Creo que ya se callaron al fin. Este sitio es más agradable que el otro, al menos ya no siento ese dolor de antes, y este olor me resulta más familiar. Después de los meses que llevo aquí dentro, un poco de paz no me vendría mal… En este lugar no tengo preocupaciones, enemigos, barrotes, Yulia…
Yulia, lo que daría por volver a escuchar su suave y melodiosa voz; sentir su tacto en mi piel, oler su perfume, ver su ceño fruncido cuando algo no le cuadra o le sale bien y como levanta su ceja de manera seductora… Creo que de lo que más me voy a arrepentir, es de haber perdido mi oportunidad de besarla aquella vez que se me declaró en la celda.
—Doctora, basta. La hemos perdido.
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—¡Elena! ¡Elena! ¡Por favor, despierta!
¿Yulia?
—No me dejes, Elena.
¡Yulia! ¡Estoy aquí!
—Lo siento doctora, no sé cómo ha logrado entrar.
—Señorita, lo siento, tiene que irse. Hora de la muerte…
—¡No! ¡No está muerta! ¡No puede estarlo! – exclamaba Yulia desesperada.
¿Muerta? Tengo que volver, no estoy muerta. Tengo que volver con Yulia…
—¡Doctora! ¡El monitor!
—Señorita… apártese, rápido. ¿Cómo es posible?
—Sabía que estaba viva.
—¡Saquen a la presa de aquí!
…
¿Cuánto tiempo voy a estar así? Está todo oscuro; no hay nada. ¡Maldita Adriana! Muerta en una cárcel a manos de una loca obsesa. Soy única hasta para morirme… ¿Y esta agua?
—¿Cuándo piensas despertar, Elena? ¿No has dormido ya suficiente? Sabía que te gustaba dormir, pero no tanto…
¡La voz de Yulia otra vez! ¿Por qué tengo la cara mojada?
—¿Por qué tengo la cara mojada? — volví a preguntar.
—¿Estás despierta? — noté su voz algo extrañada.
¿Me ha oído? Volveré a gritar.
—Yulia — vaya mierda de grito, con lo chillona que soy…
—¡Elena! ¡Estoy aquí! — noté como sus manos agarraban la mía.
—Sácame de aquí, no me dejes sola otra vez.
—Abre los ojos, estoy aquí contigo. No te he dejado sola en ningún momento — noté ahora más nítida su voz y la fuerza con la que me agarraba la mano.
¡Cómo me pesan los ojos! Y el cuerpo… Parece que tengo cemento encima. Ahora noto la boca seca y espesa; la luz me hace daño y los músculos están engarrotados.
—Hola — me saludó dulcemente Yulia, al intentar abrir los ojos.
No veía nada, sólo una luz muy fuerte que me cegaba. Tanto tiempo a oscuras y ahora me tengo que acostumbrar a la luz que, al parecer, entraba por una ventana.
—¿Dónde estoy? — es lo primero que me salió de la boca, si eso se puede considerar como un sonido.
—No te he entendido muy bien — dijo en un tono efusivo.
—Agua — susurré.
De repente sentía la necesidad de beber agua. La garganta me dolía y me raspaba; parecía que había tragado arena. Los ojos empezaron a adaptarse a la luz y podía ver cómo Yulia se alejaba de mí e intentaba salir de la habitación en la que me encontraba. Me ha vuelto a dejar sola.
—Señorita Katina, bienvenida. Ha vuelto usted a nacer — dijo una doctora mientras sacaba una linterna para pasármela por los ojos.
—Agua — volví a repetir.
—Tome, pero vaya con cuidado; a sorbos pequeños. Lleva mucho tiempo en coma y los músculos se tienen que acostumbrar — me explicó a la vez que me daba un vaso de agua con una pajita.
Intenté moverme pero, tal como me dijo la doctora, no podía levantarme así que me limité a esperar a que fuese ella quien me acercase la pajita a la boca.
—Despacio, Elena — me dijo Yulia acercándose nuevamente a la cama.
Ahora sí que la podía ver con más claridad. Está muy desmejorada desde la última vez que recuerdo; sus ojos están hinchados y sin brillo. Y creo que está algo más delgada, diría yo.
—Gracias — agradecí separándome del vaso.
—Soy la doctora Sharapova, he llevado su caso. ¿Cómo se encuentra? — me mareé al escucharla, aún no tenía estabilidad.
—Me siento algo mareada y el cuerpo me duele ¿Qué me ha pasado? — necesitaba saber qué había pasado en mi ausencia.
—Le apuñalaron, llegó a la enfermería muy grave y estuvo en parada unos minutos. Es un milagro que volviese.
—¿Muerta? — pregunté extrañada.
Recuerdo mucho dolor e impotencia y, después, todo estaba oscuro y silencioso, menos por Yulia; volví a centrarme en ella que miraba atenta en un segundo plano.
—Médicamente sí, los monitores marcaban parada y no respondía a las maniobras... Será mejor que le deje descansar; me pasaré luego, más tarde — vi cómo la doctora guiñaba un ojo a Yulia.
—Gracias Doctora, por todo — sonrió estrechándole la mano.
Después de que Yulia se despidiese de la doctora, vi cómo se quedaba parada, en la puerta, mirándome con algo de miedo. Intenté moverme para tener una perspectiva mejor de la sala, pero un dolor en la espalda recorrió todo mi cuerpo sacudiéndome.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? — se acercó al ver mi gesto de dolor.
—Pensaba que no te acercarías nunca — intenté sonreír.
—Es que yo… yo… — se puso roja y nerviosa.
—¿Qué ha pasado Yulia? ¿Qué pasó ayer en la cocina? No recuerdo muy bien — intenté hacer algo de memoria.
—¿Ayer? Elena, eso pasó hace dos semanas. Llevas en coma desde entonces — me explicó sorprendida.
—¿Dos semanas? ¡No puede ser! — exclamé sorprendida.
El tiempo en ese sitio es muy distinto. Parecía que habían pasado tan sólo un par de horas y resulta que todo pasó hace semanas…
—Adriana entró cuando estábamos con la tarea y me protegiste. Recibiste tú la puñalada, caíste al suelo desangrada, te operaron y quedaste en coma hasta ahora — relató en modo resumen.
—¿Qué ha pasado con ella? — pregunté asustada de que quisiera volver a hacerme daño.
—Adriana salió a buscar ayuda, los guardias la detuvieron y la llevaron a una celda de contención. No creo que vuelva a dar más problemas — suspiró.
Me he quedado un tanto bloqueada, pues tengo que procesar toda la información que me está dando Yulia. He perdido dos semanas de mi vida, he estado muerta y en coma. Y ahora…
—¿Y ese barreño?
—Te estaba refrescando un poco la cara — me dijo avergonzada.
—¿Fuiste tú entonces? — dije en voz alta.
—¿El qué? — me miró extrañada.
—Nada, olvídalo — sonreí.
No quería que Yulia me tomase por loca, ahora que había salido de aquel agujero.
—¿Cómo es que te han dejado salir de la celda? — me percaté del detalle.
—Le pedí a Nadiuska permiso para venir — me explicó nerviosa.
—¿Y te lo han dado así porque sí?
—He tenido que ayudarle con el sistema de vigilancia de la cárcel. Al parecer, les robaron las claves de seguridad — se tocó la nuca algo nerviosa.
Me encuentro en una habitación, que parece una sala con varias camas que están separadas por cortinas. Creo que soy la única paciente en ésta sala, algo que me tranquiliza, pero mucho más lo hace la presencia de Yulia. Está cuidándome y eso me provoca mantener la calma. En la pequeña mesilla, que se sitúa a la derecha de la cama, hay una manzana roja y, de repente, me acordé.
—¿Y Olga? — pregunté con miedo.
—Olga está en la celda de castigo.
—¿Por qué?
—Después de lo que intentó hacer Adriana… quiso matarla a golpes. Y, al detener a Adriana, tuvieron que quitarle a Olga de encima — comentó en un tono serio.
—¿Hasta cuándo? — tragué saliva.
—Le quedan unos días, supongo. Los guardias no dan esa clase de datos y menos a una presa — sonrió de manera irónica.
—Yulia — el dolor en el abdomen me impidió seguir hablando.
Con algo de dificultad, llevé mis manos hasta la apertura del camisón que llevaba puesto, puse la mano en la zona dolorida y pude notar un apósito que recorría casi medio costado de mi cuerpo.
—¡No te lo toques! — gritó Yulia al verme meter la mano.
—Me duele — me quejé.
—Si dejaras de moverte… — se acercó a destaparme la sábana.
¿Qué está haciendo? No irá a verme así.
—¿Qué haces? — pregunté avergonzada.
—Ver si te sangra. Ayer te quitaron unas pocas grapas de la herida, pero, con los movimientos de hoy, no sé si están bien — abrió lo suficiente el camisón para ver la herida.
¡Dios, qué vergüenza! ¿Me habrá visto desnuda? ¿Por qué ha pedido permiso para venir a verme si antes de que ocurriese todo no le importaba?
—Quiero ver la herida — dije muy decidida.
—¿Estás segura? Es algo profunda y grande.
—Es mi herida y tengo que saber lo que tengo… ¡Ay, Dios! ¡Tápalo! — aparté la cara.
Fueron segundos. En tan poco tiempo pude ver la descomunal raja que tenía desde el costado de la barriga hasta casi las costillas, toda recubierta de grapas metálicas.
—Te están sangrando algunos puntos — comentó levantándose para dirigirse a un carrito que había cerca de la puerta.
—¿Dónde vas? ¡No dejes esta cosa destapada! — exclamé horrorizada.
—Voy a limpiarte la herida, así que no te muevas — dijo trayendo el carrito hasta la cama.
—¿Tú me vas a curar? — me sorprendí.
—No te preocupes, Elena. La enfermera no puede estar todo el tiempo contigo y me enseñó cómo hacerlo, así que estate tranquila.
Yulia sacó varios botes del carrito, junto a unas gasas. Al principio pensé que era una broma, pero la tranquilidad y la seguridad que desprendía me hacía sentir más cómoda.
—Tienes que abrirte más el camisón si no quieres que te manche — me dijo algo nerviosa.
—No hay problema — accedí con algo de nerviosismo.
De repente, noté mucho calor. Estar casi desnuda delante de Yulia me estaba poniendo nerviosa; no sé cómo ella puede estar tan tranquila. Ya me gustaría verla a ella en la misma posición, con un camisón que no deja nada a la imaginación, y que apenas tapa lo justo.
—¿Me has estado cuidando tú todo este tiempo? — pregunté al observar mi piel y mi pelo limpio.
—He estado aquí contigo todo el tiempo que me han dejado, por eso me enseñaron las curas… por si por la tarde, o por la noche, necesitabas algún cambio.
—¿Quién más?
—El personal de aquí. Puedes estar tranquila en eso, son muy profesionales.
Suspiré aliviada, no me gustaba la idea de que Yulia estuviese observando mi cuerpo sin que yo fuese consciente de ello.
—¿Preparada? — preguntó con todo montado.
Al verla, con los guantes puestos y el material preparado, me empezó a entrar el pánico; aún tenía muy reciente el dolor que experimenté cuando me estaban tratando. Por cierto, esto me recuerda que tengo que hablar muy seriamente con la doctora sobre eso y poner una queja por no inyectar anestesia o algo para el dolor.
—¿Es necesario? — pregunté con miedo.
—No seas quejica, Katina, que has pasado por cosas peores.
Yulia ignoró mi petición, se sentó en el taburete y comenzó con la cura. Cerré los ojos fuerte pero, a diferencia de aquella vez, no estaba sintiendo nada.
—¿Vas a empezar o qué? — pregunté aún con los ojos cerrados enérgicamente.
—Estoy en ello — noté su sonrisa.
—No me lo creo.
Abrí los ojos de golpe y centré mi mirada en Yulia; allí estaba ella toda concentrada en lo que estaba haciendo. Era tan delicada y cuidadosa, que apenas noté que me estaba tocando; tenía unas manos mágicas. Así me quedé, atontada mirando cada movimiento de la pelinegra. No podía creer lo que producía en mí esta mujer.
—Ya está, ¿ves? ¿A qué no es para tanto?
—Deberías replantearte la profesión.
—Mejor no, me gusta lo que hago — sonrió mientras se quitaba los guantes.
—¿Has comido? — pregunté mirando la manzana.
—Sí, los horarios no me los puedo saltar, ni tampoco las actividades. Sólo vengo por las tardes y algunas noches — se sorprendió por la pregunta.
—¿Y la manzana? — señalé.
—Señorita, es hora de que se marche, tengo que hacerle a Katina unas pruebas — interrumpió la doctora.
—Claro, por supuesto — respondió nerviosa.
—Pero…— intenté quejarme.
—Me pasaré cuando pueda — me guiñó el ojo y se fue por la puerta.
¡Siempre me interrumpen en los mejores momentos! Ahora las dichosas pruebas… no habrán tenido lo suficiente ya de mí como para que me sigan torturando.
—¿Cómo se encuentra?
—Me siento muy cansada y pesada — contesté abatida.
—Es normal. Después de un estado de coma, su cuerpo se tiene que acostumbrar y ahora el mínimo esfuerzo le agotará enseguida.
—¿Y eso cuando se me pasará? — pregunté preocupada.
—Cuando le haga las pruebas sabremos las secuelas.
—¿Me van a quitar la sonda? Me molesta y escuece a horrores.
—Por ahora no sabemos cómo se encuentran sus reflejos y su capacidad motora. Su vejiga se tendrá que acostumbrar, lleva muchos días con la sonda y no la podemos retirar así como así.
—¿Voy a estar conectada a cables más tiempo? — me quejé.
Observé todas las vías que estaban conectadas a mi cuerpo y que terminaban en varias bolsitas con diferentes sustancias, que no sabía para que servían la mayoría.
—¿Cuándo podré comer? — empecé a notar el estómago vacío.
—Le hemos estado suministrando alimento a través de la vena, ya que su cirugía afectó a parte de sus intestinos. Empezaremos con unos sorbitos de agua, como antes.
—¿Sólo agua?
—Agua, así que olvídese de la manzana.
—No pensaba comérmela — me entristecí al recordar a Yulia.
—Pensé que era adicta a las manzanas. Su compañera de celda siempre traía una todos los días y la dejaba sobre la mesa.
—¿No se la comía?
— No, siempre decía que era para ti. A pesar de que estuvieras en coma, te traía la manzana, es algo extraño…
—¿Para cuándo las pruebas?
Ahora que sabía el por qué de la manzana, tenía la suficiente energía para terminar con el calvario médico que se me venía encima. Necesitaba recuperarme pronto para continuar con el plan que estaba llevando a cabo antes del incidente del cuchillo.
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—No me hables Yulia, han sido los tres días más intensos de mi vida — dije abatida tras recordar todas las dichosas pruebas a las que me había sometido la doctora.
—De todas maneras, no es que vayas a un sitio mejor.
—Estar contigo, en esta celda, es el mejor sitio donde podría estar — intenté sentarme en el borde de mi cama con algo de dolor.
—Siento no haber podido ir a verte estos días, Bazyli se enteró de mis escapadas y me ha tenido vigilada — me cambió de tema.
—¿Cuánto tiempo más me vas a evitar? — pregunté cansada.
—Yo… Olga está a punto de salir de la celda de castigo y es mejor que te mantengas alejada de mí.
—Olga no me preocupa — dije cruzándome de brazos.
—Pero a mí sí — empezaba a ponerse nerviosa.
—¿Por qué? — me exalté.
—¡Porque no quiero volver a perderte! — gritó alterada.
Me acababa de dejar sin palabras, pues en el fondo sí que le importaba a Yulia. Le importaba más de lo que yo pensaba; sufría por mi seguridad y no quería que me volviese a pasar lo de Adriana, pero eso no iba a conseguir pararme.
—No me volverá a pasar — comenté muy segura.
—¿Y eso como lo sabes? Olga es más peligrosa que Adriana, tú no la conoces — empezó a caminar de un lado a otro de la habitación.
—Si la conoces tan bien… ¿Por qué no me hablas de ella y me dices de lo que es capaz?
—Es muy peligrosa y conoce mucha gente fuera. Más vale que no te cruces en su camino.
—No te das cuenta de nada, ¿verdad? — intenté razonar.
Estaba agotada, no había manera de hacerle entender nada a la pelinegra terca que tenía como compañera. De repente, noté las manos de Yulia levantándome la barbilla para que la mirase a los ojos. Allí estaba, de rodillas, mirándome con tal intensidad, que me estaba atravesando el alma.
—No quiero destruir tu vida, Elena. Desde el primer día que te vi entrar por esa puerta, supe que eras especial y te convertiste en la persona más importante de mi vida — sonrió triste.
—Ya no puedo vivir sin ti. Mi vida estaría destrozada de igual manera.
Lo acabo de soltar… ¿Y ahora? ¡Se está acercando! ¿Me va a besar? Elena, relájate y no la cagues como la otra vez. Pero… ¿cómo no voy a ponerme nerviosa con esos ojos azules intensos y esos labios en los que podría morirme?
—No huyas esta vez — susurró muy cerca.
—Nunca más — acabé con la poca distancia que había entre nosotras.
Sentí algo suave; un simple roce. Algo estalló en mí y una fuerza me arrastraba hacia ella. Agarré su cara con mis manos, para que no se alejara de mí, pues necesitaba más. El corazón me latía con tal fuerza, que se me iba a salir del pecho. Yulia tuvo que agarrarse a mis piernas, para no caerse de mi arrebato.
Mi cuerpo reaccionaba sólo ante lo que estaba sintiendo y, justo cuando sentí la lengua de Yulia, perdí la poca cordura que me quedaba. Ella me empujó con su cuerpo para tumbarme en la cama.
—¡Espera! — exclamé en un gesto de dolor.
Yulia se había dejado caer sobre mi cuerpo y la herida me estaba doliendo horrores.
—¡Perdona! Lo siento — exclamó avergonzada a la vez que, de un salto, salió de encima mío – No me acordé de tu herida y… ¡Mierda! La he fastidiado — dijo dándose un golpe en la frente y moviéndose de un lado a otro de la celda.
—Tranquila, es culpa de ambas — me levanté con algo de dificultad.
Era muy divertido ver la cara de Yulia, toda colorada, mientras se lamentaba una y otra vez sobre lo ocurrido.
—No te martirices, ha sido un accidente — intenté calmarla.
—Pero estaba siendo un momento perfecto y te he hecho daño — se paró para mirarme con ojitos de cordero.
—Ha sido más que perfecto — espeté a la vez que le daba un pequeño beso en los labios.
—¿Te duele? Mira que soy burra — se puso las manos en la cabeza.
—Me dolería más si te arrepientes de lo que ha pasado. Y por tu reacción es lo que parece — dije preocupada.
—¡¿Arrepentirme?! ¿Estás loca? ¡Es lo mejor que me ha pasado en años! — dramatizó.
—¿Y por qué tanta preocupación? — sonreí ante el dramatismo que estaba montando.
—Porque no quiero fastidiarlo — se relajó.
—Pues entonces podemos hacer una cosa…— me acerqué a ella decidida — Si crees que el primero no ha estado a la altura, podemos volver a intentarlo hasta que tú creas que es perfecto — susurré muy cerca de sus labios.
—Me gusta esa idea — sonrió y esperó a que la besara de nuevo.
Era curioso; no conocía esa faceta en mí. Ninguna de las personas, con las que he estado, me había descontrolado con un beso. Con Yulia ha sido diferente; con sólo acercarme a sus labios, mi cuerpo ya se estremecía de pensar en lo que venía después. Pero…como todo este tiempo en la cárcel, algo o alguien interrumpía los mejores momentos.
—¿Tienes hambre? — preguntó al escuchar el sonido de la alarma de la comida.
—La doctora me dijo que podía comenzar a comer algo suave.
—Pues vamos, necesitas recuperarte — me tomó de la mano y me sacó de la celda en dirección al comedor.
—¿Cómo estás diva? — me preguntó Nayah a la vez que me abrazaba.
—Cuidado con la herida — le advirtió Yulia con cara de preocupación.
—¡Vaya! Veo que aún tienes activa la función de enfermera… — se rió de la ojiazul.
—No te metas con Yulia — la defendí.
—Me alegra que estés de vuelta; la pelinegra se moría sin tu presencia.
—Es un amor.
Me quedé embobada mirando a Yulia. No podía quitarle la vista de encima; me sentía como en una nube y ella era tan perfecta, que hacía que incluso este agujero pareciese el mismísimo paraíso.
—Un momento… Aquí pasa algo entre ustedes — comentó Nayah percatándose de nuestro comportamiento.
—¿Qué va a pasar? — pregunté algo roja.
—Si no me lo queréis contar, tortolitas… lo entenderé — dijo mientras volvía a prestarle atención a su bandeja de comida.
—¿Se sabe algo de Olga? — pregunté seria a Nayah.
—Corren rumores de que saldrá, entre hoy y mañana, de la celda de castigo.
—¿Tan pronto? — mi felicidad iba a durar poco.
—¿Pronto dices? ¡Lleva metida allí más de dos semanas! — exclamó Nayah algo seria.
—Por mí como si se queda allí años — exclamó Yulia furiosa.
Si Yulia no quería que Olga volviese… ¿qué le unía a ella? Yo pensé que tenían algo, pero la reacción de Yulia me dice lo contrario.
—Pues, según me han comentado, Olga está furiosa y cabreada. Yo me llevaría cuidado, chicas. Sobre todo tú, Elena — dijo preocupada.
—No dejaré que le pase nada — soltó Yulia de inmediato.
La comida resultó muy amena. Nayah estaba contenta de vernos de vuelta y yo de estar con ella; la echaba de menos. Nayah se ha convertido en una persona importante aquí dentro y me cuida tanto como Yulia.
Llegué a la celda con algo de dificultad. Haber estado todo el día moviéndome me estaba produciendo algo de dolor en la zona de la herida, pero menos mal que la doctora me dio algunos calmantes para tomar en estos casos.
Yulia me tumbó con suavidad en la cama y me observó la herida. Ahora que estaba de nuevo a solas con Yulia, me estaban volviendo los nervios. ¿Dónde estaba la Elena valiente y atrevida de antes? Desaparecida. Un flan, eso es lo que era ahora mismo.
—¿Tienes frío? — preguntó preocupada al verme con unos temblores.
—¿Frío? — pregunté extrañada.
No me dio tiempo a contestarle, pues noté el cuerpo de Yulia pegado al mío dándome el calor suficiente.
—¿Mejor? — preguntó acurrucando su cabeza en mi cuello.
—Sí… supongo…
Me quedé sin habla. Los nervios se volvieron más intensos impidiéndome hablar.
—Me gusta tu perfume, Elena — se acercó más a mi cuello.
—Gracias, a mí también me gusta el tuyo — me tembló la voz.
¿A mí también? ¿De verdad has dicho eso? Tienes a Yulia acostada a tu lado y a ti se te ocurre decir cada tontería… menos mal que el efecto de los calmantes está surgiendo efecto.
—Elena, despierta — noté las manos de Yulia en mi hombro.
—¿Qué ha pasado? — desperté de repente.
—Te has quedado dormida por los calmantes, pero Nastya ha venido a verte — me dijo sonriendo.
—Nastya… ¿Cuánto he dormido? — pregunté desorientada.
—Sólo un par de horas, aún estás muy débil y tienes que descansar.
Con algo de desgana, me levanté. ¡Maldita seas Katina! Mira que quedarte dormida cuando tienes a Yulia en tu cama contigo… Eres única, de verdad. Me fui junto al guardia, que me esperaba en la puerta, y que me llevaría a la sala de siempre.
—¡Dios mío Elena! ¿Estás bien? — se acercó a abrazarme una preocupada Anastasia.
—Yo también me alegro de verte. Hola Borys — saludé al chico que se encontraba sentado en la mesa observando la escena.
—Nos has pegado un buen susto, pecosa. Ya te vale — dijo Anastasia mientras se recomponía la falda que se le había movido por el abrazo.
—No fue mi culpa, ¿sabes? — me defendí del ataque de mi amiga.
—Cuándo todo ocurrió, llamaron a tus padres para contarles lo que había sucedido. Vinimos en seguida, pero no nos dejaban estar cuidándote — se quejó.
—Las reglas aquí son muy estrictas — intenté calmarla.
—Tus padres vendrán el lunes para la visita; tienen ganas de verte y abrazarte.
—¿Cómo están? ¿Están muy preocupados?
—Pues, después del susto, han estado muy preocupados… pero la noticia de que despertaste les ha devuelto a la vida — sonrió contenta.
—Me alegro, no soportaría hacerlos sufrir más de lo que ya lo hacen.
—Siento interrumpir el momento tierno, pero tenemos poco tiempo y hemos venido a debatir un asunto importante que nos concierne a todos — interrumpió Borys.
—Es cierto, lo siento, pero necesitaba desahogarme con mi amiga — Anastasia adoptó de nuevo su postura seria.
—¿Y bien? ¿Qué tenéis? — pregunté impaciente.
—Después de nuestra última visita, fui a visitar a Borys, como ya te comenté, y aceptó el caso.
—Nunca me perdería una buena fiesta — comentó sonriendo – Además, si es para ayudar a la sexy diva a salir de la trena… ¡Me apunto!
—Gracias… Supongo — sonreí forzada por el cumplido.
—Le expliqué a Borys tu caso, las evidencias que teníamos y los resultados de las pruebas. Las estuvimos repasando una y otra vez, por si a mí se me había pasado algo por alto, pero como cabe de esperar… estaba todo perfectamente medido.
—Yo comencé a investigar a la gente de tu alrededor, pues suelen ser los posibles sospechosos. No hay que descartar a nadie, ni tan siquiera a tus padres — comentó esta vez Borys.
Parecía un partido de pin pon. Es increíble lo coordinados que están estos dos; cuando termina de hablar uno empieza a hablar el otro, aunque cada uno a su estilo y a su manera. Al menos, en ese aspecto, está todo bien; me preocupaba que sus caracteres chocasen y se fuera todo el caso a la mierda por incompatibilidad de personalidades.
—¿Encontrasteis algo? — pregunté al escuchar la versión de Borys.
—Menos mal que me he incorporado al equipo. Gracias a mis maravillosas cualidades persuasivas, he encontrado una nueva pista.
—No me hagas hablar Kovalenko… — dijo Nastya poniendo su típica cara de desagrado.
—Tu vecina, esa chica tan sexy… La de los pechos así — hizo un gesto con las manos simulando el tamaño de los pechos de la chica – Shara, Sally, Sammy…— intentó hacer memoria.
—Susan — espeté al ver que no se acordaba del nombre de mi vecina.
—Eso, Susan. Pues tuve que usar mis encantos, aunque no mucho porque caen enseguida…
—Al grano Borys — dijo Nastya desesperada.
—Pues tu vecina Susan me ha comentado que, algunas veces, ha visto a Kristián salir de tu casa e irse con unas compañías un tanto extrañas.
—¿Y? ¿Todo este lío para eso? — pregunté confundida.
—Kristián se ha convertido en nuestro principal objetivo, pero antes queremos saber más datos de él.
—¿Cómo cuáles?
—Muy sencillo, pelirroja sexy. ¿Qué hacía cuando no estabas con él? ¿Qué tipo de compañías frecuentaba? ¿Dónde vivió? ¿Qué hacía antes de conocerte? Todas esas cosas que nos pueden ayudar en la investigación.
Más de media hora he estado hablando sobre Kristián. Tengo el tema Kristián que se me sale por las orejas; me han agotado. La pequeña siesta que me he tomado, no me ha servido de nada. No sabía que los abogados cansaran tanto y mucho menos cuando se juntan en grupos de dos.
Volví a la celda, con algo de dolor de cabeza, aunque al ver a Yulia esperándome, con esa sonrisa, se me quitó el dolor de golpe.
—¿Qué tal la reunión? ¿Buenas noticias? — preguntó interesada.
—Más o menos, aunque tenía ganas de que acabase — contesté acercándome a Yulia.
Necesitaba abrazarla y sentir la sensación de protección que me ofrecía su cuerpo. El hablar de Kristián, y saber que era el principal sospechoso, me producía una mala sensación. Pensar que la persona que fue mi pareja, y confidente, sea la que me ha traicionado y metido en este agujero… no me sienta nada bien.
—Elena, creo que tenemos que hablar — espetó algo nerviosa.
—¿Hablar de qué? — me sorprendí.
—Sobre nosotras — me invitó a tomar asiento para que no hiciese esfuerzos.
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—¿Hablar de qué? — me sorprendí.
—Sobre nosotras — me invitó a tomar asiento para que no hiciese esfuerzos.
—Eso no suena nada bien — fruncí el ceño.
—Tengo que serte sincera, Elena. Me has demostrado mucho y creo que es conveniente que te cuente — se sentó nerviosa a mi lado.
—Sea lo que sea, lo entenderé — intenté calmarla.
—Ya sabes que Olga y yo nos conocemos de fuera.
Asentí por aquella afirmación; recordé que me lo había comentado cuando trasladaron a la chica.
—Olga y yo no nos conocimos en las mejores circunstancias. Ella sabe muchas cosas de mí; asuntos que no quiero que saque a la luz — intentó explicarse de la mejor manera.
—¿Qué tipo de asuntos? — me atreví a preguntar.
—Es complicado, Elena. No te enfades, pero no es algo bueno y me gustaría contártelo más adelante, sin Olga de por medio.
—Está bien, confío en ti. Si dices que después de que se resuelva todo este tema me vas a contar la verdad, te apoyaré.
—Olga me está chantajeando, tiene una extraña obsesión por mí desde que me conoció y está usando eso para tenerme a su antojo — explicó con rabia.
—De ahí tu comportamiento extraño desde que ella ha aparecido…
Ya todo estaba empezando a cuadrar en mi mente. Se empezaba a resolver, poco a poco, el puzzle Yulia - Olga, ahora es entendible el alejamiento de Yulia.
—¿Has intentado hablar con ella? Llegar a un acuerdo… no sé, todas aquí quieren algo o, al menos, eso es lo que me explicó Nayah.
—Intenté que razonara, pero sólo quiere una cosa a cambio de su silencio.
—¿El qué? — pregunté curiosa.
—A mí.
—Me lo suponía — suspiré resignada.
—Siento que esté ocurriendo todo esto, no soy un buen partido para una de las más grandes del espectáculo — sonrió con tristeza.
—No digas esas cosas, Yulia. Superaremos este obstáculo y todos los que vengan. Plantaremos cara a Olga — dije con firmeza.
—¿Plantarle cara dices? ¡Es una de las peores criminales del país! Puede que, con un poco de suerte, salgas con vida de aquí pero ahí afuera tiene muchos contactos.
—A este paso no creo que salga de aquí.
—Pensaba que confiabas en Anastasia — me miró extrañada.
—En ella confío, del que no me fio mucho es de su nuevo compañero — suspiré recordando el encuentro.
—¿Qué pasa con él?
—No me gusta y espero que no meta en líos a Nastya.
—Ya verás cómo todo sale bien y pronto estarás fuera, subida a un escenario cantando.
—Gracias Yulia — me abracé a ella – No sé qué haría sin ti.
—Tienes que hacer algo por mí — espetó separándome de su abrazo.
—Lo que sea — contesté sin pensarlo.
—Cuando mañana salga Olga de la celda de castigo, quiero que te mantengas alejada de nosotras, ¿entendido? — me miró fijamente a la vez que me agarraba firmemente de los hombros.
—¡Pero yo pensaba que íbamos hacer esto juntas! ¡Y plantarle cara! — exclamé confundida.
—Déjame a mí el asunto de Olga.
—¿Vas a volver con ella?
—¿Confías en mí?
—Sí, claro.
—Pues espérame, como yo lo he hecho contigo — me suplicó con la mirada.
¿Cómo no voy a esperar a una mujer así, si me mira de esa manera? No puedo negarme a nada de lo que Yulia me pida. Si ella me pide que cruce un puente de fuego… allí que me tiro de cabeza. Si necesita solucionar el asunto de Olga, a su manera, no voy a oponerme, pero eso no significa que me quede de brazos cruzados mientras veo cómo Olga se aprovecha de mi ojiazul.
—Veo que no has muerto, a pesar de todo — escuché decir a Bazyli tras los barrotes.
—¿No estabas de permiso, Kozłowski? — preguntó Yulia con rabia, mientras me situaba a su espalda.
—¿Y tú como sabes eso, Volkova? Eres como una garrapata — dijo con desagrado.
—¿Qué quieres? — preguntó desafiante.
—Sólo quería ver con mis propios ojos el milagro que van comentando por ahí. Sabía que eras diferente a las demás, Katina, y no me he equivocado — dijo con una sonrisa que hizo que se me congelara el cuerpo.
—No te atrevas a tocarle un pelo.
Yulia estaba fuera de sí, ni siquiera con el tema de Olga la había visto de esa manera. Le tenía mucho odio a Bazyli, y no era para menos, pero me preocupaba que recibiera más golpes de ese gigante.
—No seas ridícula — se rió con más intensidad, mientras seguía con su ronda.
—Tranquilízate Yulia — le susurré muy bajito en el oído para que se calmara.
—No puedo con ese mal nacido — la noté aún más tensa de rabia.
Tenía que actuar rápido y qué mejor forma de hacerlo que al estilo Katina.
—Bésame.
—¿Qué dices, Elena? — empecé a notar cómo la rabia se iba disipando y una sonrisa comenzaba a salir.
—¡Que me beses he dicho! No lo voy a volver a repetir.
Dije las palabras mágicas. Yulia no se lo pensó dos veces y, con paso seguro, se acercó a mí y me agarró de la cintura para juntar su cuerpo al mío. Noté su mirada clavada en la mía y volví a caer en su hechizo.
Los nervios me recorrían el cuerpo ante lo que iba a venir y, despacio, acercó su cara a la mía haciendo que, inconscientemente, desviara mi mirada hacía sus apetecibles labios. Percibí una pequeña sonrisa antes de que sus labios se encontrasen con los míos y volvió la magia. Si pensaba que el primer beso fue perfecto es porque no conocía la dulzura de éste.
—Espero que éste haya sido mejor que el anterior — soltó con una sonrisa enorme — ¿Elena?
—Sí, mejor sin duda — pronuncié después de volver al mundo real.
—Siento interrumpir, Yulia. ¿Tienes un momento? — le preguntó el agente Alexei.
No tenía la más mínima idea de qué quería Alexei de Yulia, o de lo que estaban hablando en la puerta de la celda, pero ni me importaba porque yo aún no me podía mover de donde estaba. La mente se me había quedado completamente en blanco y no puedo pensar con claridad. He tenido que quedar como una completa tonta delante de ella, pero no me importaría volver a dejarme llevar nuevamente.
—Y eso es todo lo que he podido averiguar — escuché decir a Alexei.
—Gracias por avisar — se despidió del agente Navalny.
—¿Qué quería, Yulia?
—Decirme que Olga sale mañana a primera hora. Ha venido a avisarme para que no me lleve una sorpresa.
—¿Y el papel que te traía?
—¿Qué papel?
—Habrán sido imaginaciones mías — deseché la idea.
Después de lo atontada que me he quedado, y la mirada tan divertida que me está echando Yulia, estoy volviéndome más loca.
—¿Por dónde íbamos, mi hermosa diva?
—¿Hermosa diva? — pregunté aguantándome la risa por el apodo cariñoso.
—¿No te gusta? Puedo cambiarlo — me dijo a la vez que me rodeaba entre sus brazos.
—Está bien así — me agarré a su cuello para volver a besarla.
—Parece que estamos destinadas a que nos interrumpan — se separó algo molesta.
—Aunque me gustes, incluso enfadada, es la hora de cenar y con lo poco que he comido esta mañana… me gustaría reponer fuerzas.
—Me gusta eso de reponer fuerzas; la noche es larga — me guiñó un ojo.
¿Qué habrá querido decir con eso? ¿Vamos a….? Elena, concéntrate, que no tienes quince años. Es lo normal cuando dos personas se gustan y es evidente que ella quiere, ¿no? Un momento… ¡Nunca he estado con una mujer en la cama!
—¿Elena, estás bien? — se preocupó.
—Sí, es sólo que estaba en mi mundo.
—Algún día, me gustaría saber qué pasa por tu cabeza cuando estás en tu mundo.
Pero ella ha estado con mujeres… ¿Cuántas? No lo sé, pero novia ha tenido y lo de la otra vez con Olga… ¿Dónde está Anastasia cuando se la necesita? Seguro que se hubiese reído de mí por esto. ¿Y si no le gusto? ¿Y si lo hago mal?
—Elena, ¿me estás escuchando?
—¿Qué? — me despisté por completo y lo peor es que Yulia se había dado cuenta.
—¿Te preocupa algo? Si es por Bazyli u Olga… — se sentó en la mesa del comedor.
—No, tranquila. No pensaba en eso ahora.
—¿Entonces? ¿Te puedo ayudar en algo?
Necesitaba a Nayah. Si Yulia seguía con el interrogatorio, al final iba a acabar confesando.
—¿Dónde está Nayah? — me senté con mi bandeja de la cena.
—Pues no sé, no habrá podido venir o no habrá querido — se encogió de hombros.
—Vaya…
—Mejor así, ¿no? Las dos solas — me agarró de la mano y sonrió.
—Claro, más tranquilas — intenté calmar los nervios, con un poco de suerte no volverá a preguntarme más.
—¿Tienes alguna duda sobre nosotras? Quiero que todo esté bien y, después del beso, te he visto muy pensativa. No sé… — soltó de golpe.
¡Bingo! A esta chica no se le podía pasar nada por alto, es muy observadora e intuitiva. Si no fuera porque dice que le gustaría meterse en mi cabeza, creería que realmente puede hacerlo.
—Estaba pensando… Verás… Yo… ¿Yo te gusto Yulia? — pregunté nerviosa.
—¿Es eso? — preguntó riéndose — ¿Tú qué crees, Elena?
—Pues que soy una más, alguien con quién pasar el rato — me puse en lo peor.
—Pues estás muy equivocada. Además, yo no soy de esas personas.
—¿Entonces? — necesitaba que Yulia me explicase mejor.
—Elena, quiero estar contigo en todos los sentidos. Ya sé que este lugar no es el apropiado para empezar una relación…
—La verdad es que es algo inusual.
—El lugar en sí es lo de menos mientras estés conmigo. El problema es que me gustaría hacer lo que todas las parejas hacen.
—¿El qué? — pregunté curiosa.
—Pues una cita, Elena. No sé, comprarte flores; llevarte a cenar y al cine; dar largos paseos…
—Ir de tiendas; ir a ver una obra de teatro… — seguí con la lista.
—Pues todas esas cosas que te gustan y que hace la gente que es libre — se entristeció.
—Pues cuando salgamos de aquí, me debes muchas citas por todas las que te estás saltando.
—Al menos tenemos nuestra primera cena, aunque sea en el comedor. Y al cine te puedo llevar este sábado — rió.
—¿Me estás pidiendo salir? ¿Aunque nos hayamos saltado el paso del beso?
—Y la de vivir juntas.
Yulia sabía cómo hacerme reír y hacer despreocuparme por todo lo que me rodeaba.
—Como ves, dos personas del mismo sexo no son tan diferentes a las parejas tradicionales — me guiñó el ojo.
—Nunca he tenido problema con eso.
—¿Ah, no? — se sorprendió – ¿Hay algo que deba saber?
—Vengo del mundo de la farándula, ¿recuerdas? Allí todo se ve de otra manera. Además, mi madre es actriz y he crecido en ese ambiente.
—Eres una caja de sorpresas, Elena.
—No te voy a develar todo en la primera cita… Tendrás que ir descubriéndolo tú misma.
—La chica del espectáculo se pone misteriosa…
—Me toca.
—Dispara — se relajó en la silla.
—¿Con cuántas mujeres has estado? — la duda me estaba comiendo por dentro.
—Vaya preguntas… Pues unas cuantas, no llevo la cuenta.
¿Unas cuántas? ¿Tantas que no las puede contar? Viendo lo espectacular que es, no me extraña. Mi vida sentimental, sin embargo, está reducida a los dedos de una mano.
—No te pongas así, Elena, es algo sin importancia ahora — intentó animarme después del bajón.
—¿Cómo quieres que esté? ¡Eres como la diosa de las relaciones! — me puse en mi estado dramático.
—Seguro que no son más que las tuyas. Semejante mujer no se puede quedar muy atrás — intentó defenderse.
—¿Yo? Si apenas han sido… tres — dije avergonzada.
—Tampoco ha estado tan mal.
—No te burles.
—Eso no quita que seas preciosa. Volvamos a la celda, la gente está mirándonos raro.
Caminé de nuevo de la mano de Yulia. En mi cabeza estaban rondando los tres hombres que han pasado por mi vida… El típico amor de instituto con el que vives las primeras veces y del que crees estar enamorada; el de la universidad, mi gran compañero de artes escénicas que, ahora que lo pienso, era un poco gay y, por último, Kristián. Analizando mi vida amorosa me doy cuenta de que, a mis 28 años, no he vivido tanto, sentimentalmente hablando.
—Vamos Elena, siéntate — me ayudó a sentarme debido a la dificultad que me proporcionaba la herida del abdomen.
—Yo sé que, al estar nunca con una mujer, te surjan dudas — me agarró fuerte las manos – Pero yo estoy aquí para ayudarte y guiarte, por eso no te preocupes.
—Tengo miedo a no saber hacerlo bien — me atreví a decir.
—Te refieres a…— se quedó perpleja ante mi comentario.
—Sí, a estar con una mujer íntimamente — me puse roja de vergüenza.
—¡Ah! ¿Es eso lo que te preocupa? Y yo que pensaba que era por el hecho de que fuese una mujer — suspiró aliviada.
—No sé qué ves de gracioso. Yo… a mí me gustaría estar contigo y quiero hacerlo bien, pero no tengo ninguna experiencia y mi corta vida sexual tampoco es que ayude mucho.
—No te preocupes por eso. Aprenderemos juntas, ¿de acuerdo? Además, no quieras correr tanto — sonrió.
—¿Correr? ¡Con Olga te acostaste el primer día! ¿No quieres hacerlo conmigo? — me enfadé.
—Me muero de ganas de estar contigo, desde el primer día, pero tú no eres una cualquiera como Olga. Yo quiero hacerlo cuando estés lista, además, tienes la herida aún reciente — me acarició la cara.
—Está bien, iremos a tu ritmo — resoplé.
—No te pongas así, Elena, no sabía que tuvieras tantas ganas.
—No te burles más — comencé a golpearla.
—Estás muy guapa así de enfadada y dramática — me agarró las manos.
Y así fue cómo las manos dieron paso a los besos. Comenzamos una batalla por ver quién besaba a quien.
Si esto va a seguir así, voy a tener que acelerar las cosas quiera Yulia o no. Tenerla tan cerca, sin tener ganas de quitarle la ropa, es poco probable. De hecho, es lo que menos me apetece, pues no me gustaría esperar más.
Ya viene el próximo capítulo!
Última edición por RAINBOW.XANDER el 7/3/2022, 1:48 am, editado 1 vez
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—Deja de molestarme, Nastya — me di la vuelta en la cama.
—¡Nastya! ¿Estás soñando con otra mujer?
—¡Yulia! ¡Me has asustado! — me froté el ojo para poder ver mejor.
—Siempre tan dormilona… Buenos días — sonrió.
—¿Por qué me despiertas tan temprano? Vuelve a la cama — la agarré de la mano para que se tumbara de nuevo.
—No quiero dormir ahora, quería hacer algo de ejercicio, como siempre.
—¿Ejercicio otra vez? — puse cara de desagrado.
—Tú con la herida no podrás, pero no quiero dejarte sola aquí.
—Si es porque tienes que hacer ejercicio… yo te puedo ayudar con eso — me acerqué a Yulia.
—La propuesta es tentadora, pero no tenemos mucho tiempo.
Me besó mientras me pegaba más a su cuerpo e, inconscientemente, le agarré la melena azabache. Me encanta la sensación de tener sus cabellos enredados entre mis dedos, pues es suave y siempre lo tiene revuelto. Bajé mis manos hasta su cintura e intenté buscar el borde de su blanca camiseta de tirantes, pero sus manos me lo impidieron, así que poco a poco metí mis manos por debajo de su camiseta.
La sensación que me daba era como sentir la electricidad recorriendo mis manos. Su piel es tan suave… me atreví a subir un poco más, abandoné su cadera para subir por sus costados y percibí un suspiro y un pequeño gemido que salía de Yulia. Me sentía tan jodidamente bien, que no quería que acabase nunca.
Me separé de sus labios para probar su apetecible cuello. Tener su piel tan cerca, olerla, saborearla, besarla… todo eso estaba despertando en mí una sensación que desconocía hasta ahora. Su respiración ahora era más fuerte y notaba cómo su pecho se elevaba de forma más rápida. La ropa me estaba estorbando, tenía mucho calor y me molestaba también que Yulia llevase tanta ropa; necesitaba recorrer más de ella.
—Elena — dijo entre respiraciones, a la vez que echaba el cuello hacia atrás.
Aprecié cómo se erizaba su piel allá, por donde pasaba mis manos. Recorrí ésta vez su espalda, notando cómo se arqueaba ante mi contacto y bajé hasta el final de la misma.
—Elena, por favor, para — susurró algo más fuerte.
—¿Por qué? — le mordí el lóbulo de la oreja.
Observé cómo todo su cuerpo se tensaba. Me gustaba mucho lo que estaba consiguiendo causar en Yulia y creo que me podría acostumbrar muy rápido.
—No podemos…ahora — intentó hablar.
Su aspecto era muy sexy, a la vez que adorable. Ver sus mejillas rojas, su respiración entrecortada, junto a su falta de elocuencia, me estaba gustando cada vez más y, lo que es peor, quería más de ella.
—Ahora que se estaba poniendo más interesante — dije con un fingido enfado para cambiarme de ropa.
—Más… — espetó aún en su lugar.
—Ya estoy lista… ¿Yulia? — me acerqué para ver su estado.
—Yo… Creo que… creo que necesito una ducha fría — salió de la celda sin apenas mirarme.
—¿Y el ejercicio? ¡Espérame! — pregunté mientras salía detrás de ella con una sonrisa triunfal.
Encontré a Yulia entrando en las duchas, no pensaba que estuviese hablando en serio pero, después de la carrera, tampoco me vendría mal una ducha a mí también. Escuché el grifo del agua y unos pequeños gritos procedentes de la garganta de Yulia, al parecer, se había abierto el agua fría y ahora se estaba arrepintiendo.
Es curioso cómo cambian las cosas. Hace un mes estaba aterrada por estar aquí, era como un pez fuera del agua y ahora la rutina ha hecho que me acostumbre a la forma de vivir aquí. Quitando a las dos locas que tengo de vecinas, el resto pasa y hace su vida… aunque, si Yulia no hubiera pedido ese traslado de celda, ahora sería el juguetito de Adriana. No sé si fue gracias a mi mala o buena suerte, el haberme cruzado en el camino de alguien muy especial.
—¡Joder, qué fría! — gritó desde la ducha.
—¿Estás bien? ¿Quieres que vaya a ayudarte? — pregunté a la vez que me iba quitando la ropa.
—¡Con eso no ayudas, Elena! Más te vale estar lejos de mí si vas sin ropa.
—¿Eso quieres? — pregunté cada vez más cerca de la ducha.
—¡No! Pero en cualquier momento puede entrar alguien y no se pueden hacer estas cosas en público.
—¿Entonces puedo pedirte un vis a vis?
—No hará falta, vivimos en la misma celda.
—Yo quiero pedirlo formalmente, son las normas aquí — protesté.
—Lo que tú quieras — escuché su risa desde la ducha.
Las cosas estaban saliendo como yo esperaba; había vuelto la antigua Yulia, la que conocí cuando entré. Notar su sonrisa, de nuevo, es como una inyección de energía.
La herida ya me estorbaba cada vez menos; los dolores fueron bajando de intensidad y la rojez, que se encontraba alrededor de las grapas, estaba desapareciendo. Sentía cómo la piel me tiraba, me lavé con cuidado la zona y la sequé muy bien, pues no quería infecciones.
—¿Cómo llevas la herida? — preguntó una Yulia ya arreglada para comenzar el día.
—Va mejor. Después del desayuno tengo que ir a ver a la doctora.
—¿Vamos? — me tendió su brazo para que lo agarrase.
Conforme pasaban los minutos, me encontraba cada vez más nerviosa. Sabía que, en cualquier momento, soltarían a Olga y no quería que eso sucediese, no ahora que estaba comenzando algo con Yulia.
—¿Ocurre algo Elena? — preguntó Nayah en la mesa del comedor.
—¿Dónde has estado metida todo este tiempo? — pregunté para cambiar de tema.
—He estado ocupada con algunos asuntos — me cortó agachando la mirada.
—Deja de agobiar a Nayah con preguntas — enseguida me cortó Yulia.
Aquí está pasando algo raro… Nayah lleva un par de días sin aparecer y, de repente, se queda muda y Yulia la intenta ayudar…
—Creo que va siendo hora de que vaya a ver a la doctora — espeté algo molesta mientras me levantaba de la silla.
—¿No te vas a terminar el desayuno? — preguntó Yulia sorprendida por mi reacción.
—No tengo hambre, ya me esperaré a la comida.
—¿No haces las tareas? — preguntó Nayah extrañada.
—La doctora me prohibió cualquier actividad hasta que no me recupere del todo — le expliqué algo molesta a la chica de color.
No dije nada más, me di media vuelta y caminé fuera del comedor. Necesitaba calmarme, no podía empezar a desconfiar de todo el mundo.
—Buenos días señorita Katina, ¿cómo se encuentra hoy? — preguntó una sonriente doctora.
—Estoy mejor pero, por favor, llámeme Elena. ¡Me ha salvado la vida! Sin duda, puede tutearme — sonreí para sentarme en la camilla.
—Está bien, Elena… — se acercó hasta donde me encontraba.
—¿Por qué una gran doctora como usted está trabajando en un sitio como éste? — observé con algo de curiosidad.
Después de despertarme del coma, la doctora había sido muy amable conmigo. Ella ha tenido demasiada paciencia con mis quejas; no paré de hacerlo desde que fui sometida a las miles de pruebas que necesitaba realizarme para salir, cuanto antes, de la camilla en la que justamente me encontraba ahora.
—La monotonía del hospital, supongo. La gente de fuera se olvida de las personas que están aquí dentro y creo que tienen el mismo derecho a que se les atienda bien, así que cambié de destino — me explicó a la vez que me levantaba la camiseta.
—Espera, ya me la quito yo — me quedé en sujetador — Gracias por ser así, doctora Sharapova.
—Llámame Alina. Y de nada — levantó la mirada para después dirigirla hacia la herida.
Dedicó bastante tiempo a observar de arriba abajo la herida, colocó sus manos sobre mí y comenzó a palpar las zonas de alrededor. Fue dirigiéndose a los extremos de las heridas, qué situación más extraña.
—¿Te duele? — me preguntó a la vez que apretaba los extremos de las heridas.
—Si aprietas, sí — puse una mueca de dolor.
—Lo siento, tengo que comprobar si tienes signos de infección, pero parece que todo está perfecto.
—¿Me puedo ir ya? — pregunté al ver cómo la doctora se incorporaba.
—Voy a quitarte las grapas, Elena. Quédate dónde estás.
—¿Me las vas a quitar todas? — cuestioné asustada por el dolor que eso podía producir.
—No pongas esa cara, anda. Esto no duele nada, ya verás — se rió por mi actitud infantil.
—¿Me lo prometes?
—Nunca me imaginé que una cantante como tú tenga tanto miedo a unas simples grapas.
—¿Cómo sabes que soy cantante? — pregunté sorprendida.
—Me gusta la música y he comprado todos tus Cd´s — volvió hasta la camilla con una especie de tijeras.
—¿Me conoces entonces? — pregunté sin apartar la mirada de las tijeras.
—Soy una fan tuya y ha sido un honor poder conocerte en persona.
—La suerte ha sido mía por tener una médico tan estupenda y que me haya salvado la vida… ¿Qué es eso? — señalé a las tijeras.
—¿Esto? Es un quita grapas. Así será más rápido y fácil, ya lo verás — intentó tranquilizarme.
No quería mirar, ver esas tijeras con forma de gancho no me daba nada de confianza. Tener grapas incrustadas en la piel tenía que doler sin más remedio; necesito pensar en otra cosa…
—¿Te está doliendo? — preguntó Alina.
—No mucho… quítalas sin miedo — no quería esperar más tiempo.
—No quieras que corra, aunque ya llevo unas cuantas — se rió ante mis ocurrencias.
—Parece que no es tan desagradable. Tira un poco, pero no es lo que pensaba — observé detenidamente la herida.
Era muy extraña la sensación, pues sentía alivio. Al tener ya la herida cerrada, y la grapa metida, me estaba tirando mucho la piel, pero Alina lo estaba haciendo con mucha delicadeza. Desde luego, no puedo tener queja de la doctora de aquí.
—Es una pena que no te llevases tú el premio — comentó mientras retiraba la última grapa.
—Estoy de acuerdo contigo, yo me lo merecía más que esa idiota.
—Para la próxima, quizás.
—¿Próxima? ¿Estás de broma? ¡No ves dónde estamos! — exclamé dramáticamente.
—Sé de sobra dónde nos encontramos, trabajo aquí, pero, cuando salgas, podrás seguir con tu carrera; no te vas a quedar eternamente aquí — explicó de lo más normal.
—No me van a contratar después de haber estado en la cárcel — me bajé de la camilla.
—No he terminado, aún tengo que curarte la herida.
Me volví a la camilla algo más cabizbaja. No me gusta pensar en estas cosas; la gente se empaña en hacerme creer que voy a volver al mundo del teatro, pero éste mundo es muy duro y hay miles de actrices, actores, músicos, cantantes con talento esperando su oportunidad. Está claro que ningún productor querrá trabajar conmigo.
—Lo siento Elena, no era mi intención hacerte daño — se disculpó a la vez que tapaba la herida con un apósito adhesivo.
—No debes disculparte, es normal que quieras volver a verme en algún concierto.
—Serían muy idiotas, los productores, si pierden una gran voz como la tuya.
—Hay mucha gente buena, pero gracias por el cumplido.
—No es ningún cumplido, sólo digo la verdad — dijo mientras recogía todo el material que había utilizado para mi cura.
—Si algún día vuelvo, vendré a buscarte aquí y te invitaré a un concierto.
—No esperaba menos — se rió.
—¿Cuándo tengo que volver? — pregunté antes de irme.
—Ya no hará falta. Mañana te quitas el apósito y te lavas bien esa zona, lo podrás dejar descubierto.
—¡Estupendo! — exclamé contenta por mi recuperación.
—Ha sido un placer conocerte, Elena, espero no volver a verte por aquí — bromeó.
—El placer ha sido mío. Y no hace falta que te despidas, volveré a visitarte.
—Eso espero — me estrechó la mano.
—Prefiero abrazarte — comenté para después abrazarla.
—Dale recuerdos a tu compañera de celda, dile que gracias por cuidarte tan bien.
—Yo se los daré.
Salí de la sala médica más contenta que cuando entré, el tiempo con la doctora me había calmado un poco los nervios. La herida ya está curada, bueno, casi, pero ya podía estar en plena forma para seguir con mi vida; los analgésicos me estaban destrozando el estómago y me sentía aliviada de no tener que volver a tomarlos.
¿Habrá terminado Yulia con la tarea? Ha pasado sólo una hora… ¿Y ahora qué hago yo para pasar el tiempo?
Las puertas del pabellón se abrieron y unos cuantos agentes entraron en él. Al parecer, traían a alguien con ellos…
—Será mejor que te metas en tu celda, Elena — escuché al agente Alexei a mi lado.
—Es Olga, ¿verdad? — pregunté con algo de temor en mi voz.
—Sí, la traemos de vuelta y no quiero que te encuentre en medio del pasillo — me acompañó el poco trayecto que tenía desde donde me encontraba hasta mi celda.
Me metí en mi celda y me senté en el borde de mi cama; puse mis manos en la cabeza, tenía que encontrar alguna solución para el tema de Yulia y Olga y no sabía por dónde empezar. Y todo eso sumado a que yo, en esta cárcel, soy una simple presa más; desgraciadamente no lidero ningún grupo, ni pertenezco a uno.
—Te he dicho que sigas caminando — gritó un agente al pasar por mi celda.
Allí estaba de nuevo, mirándome con cara de sádica. No apartaba la vista de mi cuerpo. Como si hubiese visto un fantasma, su mirada me estaba produciendo escalofríos.
—¡Camina! — gritó el agente a la vez que empujó a la chica.
Bien, ya la loca está de regreso!!
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Ha pasado lo que más me temía: es la hora de comer y Yulia se ha vuelto a encontrar con Olga. ¡Como odio a esa mujer! Tiene a Yulia como si fuese su perrito faldero, ni si quiera me ha mirado.
—Elena, cálmate o vas a romper el cuchillo — escuché decir a Nayah.
—¿Pero lo has visto? Acaba de salir y ya está haciendo lo que le da la gana.
—Deja de mirar o la vas a cabrear — intentó quitarme el cuchillo de la mano.
—No puedo Nayah. Mira a Yulia, está tan indefensa… — me entristecí.
—¿Qué tal con el médico? — me preguntó intentando cambiar de tema.
—La doctora Sharapova es un encanto, me ha dado ya el alta.
—Eso es una buena noticia.
No presté mucha más atención a lo que Nayah me estaba contando. Observé todo el comedor y los grupos que allí había. Detuve mi mirada en Bruna y pude percatarme que ella tampoco era muy partidaria de Olga, la mira con algo de odio.
—¿Qué le pasa a Bruna con Olga? — pregunté a Nayah.
—¿Te crees que soy un pozo de sabiduría o algo? — soltó molesta.
—Es que parece que no se llevan bien.
Necesitaba saber más cosas. Cuantas más personas en contra de Olga existiesen, más posibilidades tenía de quitármela del medio.
—Pues le pasará lo mismo que a todas las chicas como ella les pasa con una chica como Olga.
—¿Qué quieres decir? — me extrañé de la respuesta de Nayah, pues era un tanto confusa.
—Pues es muy sencillo, Elena. Aquí todo el mundo quiere mandar y, las chicas que lideran grupos, no soportan a las que se creen superiores a ellas.
—Pero Bruna es muy respetable aquí.
A pesar de la fama que tenía Bruna en la cárcel, no tenía ningún problema con ella. Si no le molestabas, ni te entrometías en sus asuntos… ella hacía como que no existías y eso era de agradecer.
—No te confundas, que ella no se haya obsesionado por tu paliducho cuerpo tanto como Adriana… no significa nada.
—Entonces… ¿Qué interés tiene Bruna en todo esto?
—Eso no lo sé pelirroja, pero creo que Olga no es de su agrado porque está moviendo mucha gente dentro, incluida a Yulia.
—Yulia no es de pertenecer a ningún grupo.
—Que no pertenezca, no significa que no lo hayan intentado. Tú entraste aquí hace un mes, pero Yulia lleva más tiempo y, al principio, se la rifaban. Ha tenido que pelear mucho para conseguir lo que tiene a día de hoy.
—¿Por qué no se ha quedado con ninguna banda? ¿No es lo más seguro aquí? Tú misma perteneces a una…
—No quiere mezclarse con la gente de aquí, al menos así lo era hasta que llegaste tú. Yulia vio algo en ti que te hacía diferente al resto, no sé, cambiaste su perspectiva.
Necesito saber más cosas sobre Bruna, quizás ella me pueda ayudar en todo esto o quizás lo haga Nadiuska. Ella me pidió ayuda con lo mismo, quizás pueda hacer algo al respecto; ella es una agente y tiene más posibilidades de detener todo esto.
Ahí está Navalny, no sé si en él puedo confiar… siempre que aparezco se pone de mal humor, aunque hay algo en él que lo hace diferente a Kozłowski.
—No me gusta nada cuando te quedas callada — se preocupó.
—Necesito parar a Olga — dije decidida.
—¡Tú estás bien! ¿Qué te ha dicho Yulia de esto?
—Que me mantuviese al margen.
—¿Y por qué no le haces caso a la pelinegra por una vez? — se enfadó.
—Mira, no sé el trato que tienes con Yulia, o lo que sabes de Olga, pero no voy a quedarme de brazos cruzados. Con tu ayuda, o sin ella, haré que Yulia vuelva — solté con una confianza que no sabía que poseía.
¿Dónde se habrá metido Yulia? Estaba tan metida en mis propios pensamientos que no sé a dónde han ido.
—Señorita, ¿a dónde crees que vas? me prohibió Navalny la salida del comedor.
—Yo… Estoy buscando a Yulia — intenté explicarle.
—Vaya a su celda y no se meta en problemas, ¿entendido? — me abrió paso.
Salí disparada de allí; no quería perder más tiempo. Necesitaba saber qué había pasado con Olga desde que me fui con la doctora… Llegué a mi celda y no estaba allí. El miedo empezó a apoderarse de mí, no sabía qué había hecho Olga con Yulia y miles de cosas horribles pasaron por mi mente. El hecho reciente con Adriana, empezó a ocupar la mayoría de pensamientos en mi cabeza. Un sudor frío se apoderaba de mi cuerpo y las piernas me temblaban; necesitaba pensar rápido y tranquilizarme, en este estado no podía avanzar ni dos pasos.
—¿Se encuentra bien, Elena?
Esa voz me sonaba muy familiar y di gracias a Dios de que ella estuviese cerca, por si me daba un síncope o algo.
—No muy bien, agente Kuznetsova — respondí mientras me giraba para mirarle.
—¿Necesita un médico? Puedo llamar a la doctora Sharapova, creo que todavía no ha acabado su turno — se preocupó.
—Estoy bien, solo ha sido una bajada de tensión. Sólo necesito sentarme — me apoyé en la pared.
—Espere que la ayudo — se acercó hasta donde estaba para tenderme su ayuda.
Me agarró por la cintura y pasó mi brazo alrededor de su cuello; cargó todo mi peso hasta mi celda y me sentó en la cama. Con mucho cuidado, me subió las dos piernas hacia arriba para que me recuperase.
—¿Mejor? — me preguntó preocupada.
—Sí, mucho mejor, gracias a ti — intenté sonreírle en muestra de agradecimiento.
—¿A dónde iba con tanta prisa? La he visto algo nerviosa.
—Estaba buscando a Yulia, ¿la has visto?
—La vi salir con Olga dirección a la biblioteca — me explicó.
—Tengo que ir — intenté levantarme.
—Iba a ir yo. Será mejor que descanse, Elena — me ordenó.
—Pero necesito…
—Confíe en mí, no dejaré que le pase nada. Además, estos tipos de asuntos son de mi competencia — me sonrió antes de marcharse.
Y aquí me dejó la agente Nadiuska, sentada sobre mi cama y sintiéndome algo mareada todavía. Quizás no debí dejar la medicación tan de golpe; necesito agua, estoy sudando… Intento levantarme agarrándome a todo lo que encuentro.
Hasta ahora, nunca me he dado cuenta de lo largo que es el pasillo y, encima, el calor que se ha metido de golpe no ayuda mucho.
—¡Elena! ¿Estás bien?
—Yulia, por fin te encuentro — dije apoyándome en ella.
—¡Estás ardiendo! ¡Vamos a la celda! — me agarró como lo había hecho anteriormente Nadiuska para transportarme.
—Estoy bien, ahora que te encuentro — intenté sonar fuerte.
—Voy a llamar a la doctora. ¡Dios! No debería haberme ido… — exclamó cabreada.
—No hace falta Yulia, tengo la medicación en la celda. Sólo es un poco de fiebre… la doctora me advirtió que podía darme estos días.
No sé cuánto tiempo estuve tumbada en mi cama, solo sé que, después de la medicación, mi cuerpo empezó a sudar y a tener escalofríos, incluso creo que había soñado. Al abrir los ojos, allí estaba ella, como siempre a mi lado, cuidándome.
—Lo siento — fue lo primero que se me pasó por la cabeza.
—¿Por qué lo sientes? — sonrió.
—Por tener que estar aquí cuidándome.
—No conozco un plan mejor.
—Gracias — sonreí.
—¿Mejor? — me acarició el cabello.
—Sí, aunque me apetece una ducha — me avergoncé por todo lo que había sudado.
—No quiero que te dé otro mareo como el del pasillo.
—No me va a pasar nada. Ya estoy bien, de verdad — le puse ojitos.
—No me pongas esa cara…
—Voy a por mis cosas — me levanté de la cama como un resorte.
—Te acompaño — soltó sin más.
—Ya te he dicho…
—No voy a ceder, Elena. Si quieres una ducha, ambas iremos a la ducha.
Al principio no me pareció mala idea pero, conforme iba avanzando por el pasillo, los nervios se volvían a apoderar de mí. ¿Se meterá conmigo en la ducha? ¿O simplemente se va a quedar vigilando?
—¿A dónde vas con la pelirroja? — escuché la voz de Olga desde su celda.
No podía creer que me la tropezase ahora. Olvidé por completo que las duchas están de camino a su celda.
—¿Qué quieres? — dijo Yulia autoritaria.
—Te he estado esperando toda la tarde, pero ya veo en qué empleas tu tiempo — espetó acercándose hasta nosotras.
—No voy a estar las 24 horas del día pegada a ti.
—Deberías, por tu bien. ¿Y por qué no? Por el de la gatita de siete vidas — me miró con una sonrisa siniestra.
Su voz es muy ronca, más de lo normal y, ahora que la observo de cerca, tiene una cicatriz en la frente. Apuesto lo que sea a que no es la única marca en su cuerpo.
—Elena no tiene nada que ver en esto — intentó protegerme con su cuerpo.
—¡Lárgate pecosa! — gritó sin apartar la mirada de Yulia.
—Lo que tengas que decir, o hacer, lo dices delante de mí.
Si Adriana no me mató en su momento, creo que la mirada y la cara de furia de Olga iban a hacerlo en este instante. No esperaba mi reacción y creo que ni yo misma sé de dónde salieron mis palabras; siempre me han dicho que hablo de más en los momentos menos oportunos.
—¿Cómo has dicho? — se extrañó por mi atrevimiento.
A lo lejos vimos un agente que estaba pasando ronda, Olga se percató de su presencia.
—Olga, déjalo, hablamos luego.
—Porque me has pillado de buenas, pero la próxima vez deberías llevar más cuidado y medir tus palabras antes de dirigirte a mí — me amenazó antes de que Yulia me estuviese arrastrando de nuevo por el pasillo.
Lo más seguro es que no quisiera acabar otra vez en el agujero, si no, no hubiese sobrevivido a este encuentro.
—¿¡Estás loca Elena!? — me dijo una más calmada Yulia.
—Me ha salido sólo, estoy cansada de sus amenazas — suspiré.
—Te metes en muchos problemas para ser tan bonita — me abrazó.
No me apetecía contestar, sólo me dejé llevar por su abrazo y disfruté. No sabía si iba a disfrutar de estos momentos con Olga presente.
—Ya llegamos a las duchas, señorita — me hizo una reverencia.
—Gracias por acompañarme, señorita — le devolví el gesto.
—Te espero aquí — señaló el banco donde solíamos dejar la ropa.
Se escuchan un par de duchas abiertas, yo que tenía la esperanza de estar este tiempo a solas con Yulia… ¡Dichosa fiebre que aparece en el momento menos oportuno!
Suspiré y empecé a desabrocharme los botones de la camisa; le había cogido odio al número y a ese color, siempre de marrón. Me acerqué y la dejé cerca de Yulia, que ya permanecía sentada en el banco. Sin moverme del sitio, me desprendí de la camiseta de tirantes blanca y, justo cuando fui a desabrochar el botón del pantalón, noté la presencia de Yulia algo inquieta.
—Ejem — se aclaró la garganta.
Ver a Yulia, en ese estado, me ha recordado lo que había ocurrido esta mañana. Al parecer, le suelo producir ese efecto. Ignoré lo que estaba haciendo y desabroché lentamente el botón, quería hacerla sufrir un poco más; deslicé el pantalón dejándolo caer y, con suavidad, levanté una pierna y después otra.
A pesar del ruido del agua al caer, podía escuchar perfectamente el sonido de la respiración agitada de Yulia. No quise mirarla, pero notaba su mirada clavada en mi cuerpo.
Tras unos segundos, la miré fijamente y coloqué mis manos a la espalda para desabrochar el sujetador.
—Elena… ¿Puedes desnudarte dentro de la ducha? — sonó insegura.
—¿Algún problema? — pregunté en un tono de voz inocente.
—Ninguno, pero hay más gente aquí y no es plan de que te vean de esa forma — me miró de arriba abajo con la cara sonrojada por la situación.
—Tienes razón, voy dentro — me acerqué para dejar un rápido beso en los labios de la pelinegra.
Fui con rapidez hacía la ducha, me quité la ropa interior y la lancé hacia el lugar donde se encontraba Yulia; quería terminar mi jugada antes de que saliese corriendo del baño.
—¡Ésta me la pagas, Elena! — exclamó alterada.
—Guardármelas cielo — contesté con voz inocente.
—¡Me he enterado que te han dado el alta, así que ya no te vas a librar!
—Te estoy esperando, Volkova — abrí el grifo del agua fría.
Ahora entendí el porqué de la ducha de agua fría que Yulia se dio esta mañana. El hecho de estar desnudándome, delante de ella, me había calentando de una manera inexplicable. Nunca antes había dejado que mis novios me vieran de esa manera; me moría de vergüenza, pero con Yulia todo era distinto, sacaba mi lado travieso y me encantaba provocarla.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—¿Vas a trabajar, cara sucia? ¿O quieres acabar metida en la lavadora? — exclamó una enfurecida Bruna.
Nunca llegué a pensar que trabajar con la marimandona de Bruna iba a ser tan estresante; la situación me estaba empezando a recordar a una mezcla entre mi último productor y Anastasia.
—No me grites, ya voy — contesté mientras seguía con la ropa.
No volvió a hablarme, se giró y siguió con su tarea. Desde que me asignaron la tarea con Bruna, intenté sacarle algo de información sobre Olga y, de alguna manera, su ayuda para poder alejar a Yulia de la chica.
—De verdad, Bruna, pensaba que eras más habladora — seguí con mi quinto intento.
—Como no cierres ese buzón que tienes como boca, te comes mi puño — me amenazó con el puño apuntando hacia mi cara.
—Chicas, por favor… Cuando os asigné la tarea, pensé que os llevaríais bien — intervino la agente Kuznetsova.
—Lo siento, agente — agachó la cabeza una avergonzada Bruna.
Un momento, ¿por qué Bruna se pone así con la agente Kuznetsova? Quizás pueda usar esto a mi favor… Si consigo que Nadiuska me ayude, quizás le pueda sacar algo a Bruna, ya que a ella le hace más caso que a mí.
—Nadiuska — me miró Bruna sorprendida.
—Dime Elena — se acercó a una distancia prudencial.
—¿Podrías ayudarme con Bruna? — susurré lo suficientemente bajo para que sólo ella pudiese escucharme.
—¿A qué te refieres? — me miró extrañada.
Nadiuska me miró durante unos segundos pensativa. No estaba muy segura de hacer lo que le había pedido, pero en cuanto nombré a Yulia y Olga en la misma frase, no tardó en reaccionar.
A Bruna se le iban a salir los ojos de sus órbitas por la rabia que tenía acumulada dentro. No sé qué tipo de sentimientos guarda por la agente pero, al parecer, no quiere que se acerque ninguna mujer a ella.
—Bruna — llamó la agente Kuznetsova.
—Di…me — tartamudeó.
¡No me lo podía creer! Parecía otra persona diferente cuando estaba con ella, puede que mi plan no sea tan loco como pensaba. Me quedé un poco al margen, disimulando con las tareas de lavandería, para que hablaran tranquilamente. Confiaba en Nadiuska, sabía que no me iba a fallar.
Cuando terminó la tarea del día, me acerqué a Bruna de nuevo. Tenía que comprobar si Nadiuska la había convencido.
—¡Bruna! ¡Espera! — exclamé cuando vi a la chica saliendo de la lavandería.
—No pienso decirte nada, Katina — me soltó antes de irse.
—¡Mierda! — exclamé en voz alta, a la vez que le daba una patada a un carrito de ropa.
Salí cabreada de la tarea y ahora, para colmo, me tocaba ver escenita de Olga y Yulia en la comida. Si al menos hubiera sacado algo de Bruna… ¿Katina? ¿Me ha llamado por mi apellido? No me ha llamado ni cara sucia, ni nada parecido; quizás no lo tenga todo perdido.
—¿Qué tal Elena? — me preguntó Nayah en el comedor.
—Pues la tarea con Bruna ha sido insoportable — resoplé recordando la mañana.
—Tampoco habrá sido para tanto — se encogió de hombros.
—¿Qué no? ¡Mírala como me mira! — giramos la vista hacía la mesa donde habitualmente se sienta Bruna a comer.
—La verdad es que está algo rara, pero no la culpo, últimamente la gente lo está — su vista se dirigió hacia Yulia.
—Hoy no la he visto en todo el día; menos en el recuento, claro — agaché la cabeza.
—¿Ha pasado algo? — preguntó.
—Pues ayer me tropecé con Olga y le dije unas palabras — me avergoncé.
Ahora que lo pensaba en frío, había puesto en peligro a Yulia y mi propia vida. En lugar de ayudarla, la estaba fastidiando más; no estaba haciendo lo que Yulia me había pedido y todo por egoísmo.
—Tampoco creo que sea algo grave.
—Necesito darle un poco de tiempo a Yulia; ella sabrá lo que se hace.
—Me alegra que vayas confiando en ella. Créeme, esa chica merece la pena.
Mi día estaba empeorando por momentos, quedaban un par de días para poder ver a mis padres y aún no tenía noticias de Anastasia y Borys. No es que me importe demasiado, pero no puedo acabar de fiarme de Borys y quiero asegurarme de que no mete a Nastya en problemas.
Llegué completamente derrotada a la celda; abatida y cansada, tanto físicamente como psicológicamente. Llevaba días rompiéndome la cabeza con el tema Olga. Lo único bueno es que no me había cruzado con el cerdo de Bazyli.
Y como estos días atrás, la celda estaba vacía, sin Yulia leyendo uno de sus libros o simplemente tumbada en la litera de arriba. De repente, sentía la enorme necesidad de ver a mis padres; ellos sabrían perfectamente qué hacer en esta situación.
—¿Cansada?
—¡Yulia! — corrí hacía ella para abrazarla.
—Veo que me has echado de menos — sonrió mientras me devolvía el abrazo.
—Llevas todo el día con Olga — me quejé poniendo mi cara típica de pucheros.
—Creo que estoy más cerca de que me deje en paz — se separó de mi para mirarme a los ojos.
—¿De verdad? — me extrañé.
—Estoy trabajando en ello, confía en mí — me sonrió.
Tras ver esa sonrisa, ya podía moverse la tierra, caer una bomba o que al tonto de Bazyli se le fuese la cabeza y acabase con todos, que yo no tengo miedo a nada; sabía que todo estaba bien con ella.
—Gracias por todo, Yulia.
—¿Por qué me das las gracias? — se sorprendió.
—Por estar arriesgando todo por mí — agaché la cabeza.
—Es lo que se hace por la persona que quieres.
—¿Me quieres? — levanté la vista hasta clavarla sobre sus ojos.
—Te quiero — su sonrisa ahora era más amplia.
Me quedé en shock ante su declaración; sólo me limité a dejarme llevar por mi impulso que, en este caso, era besarla. Necesitaba hacerle saber, con el beso, lo que habían producido en mí esas palabras.
—Espero que eso signifique que no te lo tomas a mal.
—¿Cómo me iba a sentar mal? — pregunté sonriente.
—No sabía cómo ibas a reaccionar ante mi declaración…
—Pues… ¡Es lo mejor que me ha pasado en la vida!
—¿Más que estar nominada a un Billboard? — bromeó.
—Ese premio no tiene ni punto de comparación contigo.
Volvía esa electricidad que me recorría el cuerpo cada vez que Yulia me tocaba. Sentir sus manos acariciar mis mejillas, para traerme hasta ella, era mi perdición, así como muchas otras cosas de ella.
El beso empezó a tornarse más pasional. Yulia me agarró de la cintura, afortunadamente la herida apenas me dolía y era soportable. Sabía que, si mostraba algún signo de dolor, Yulia se detendría y no me apetecía que lo hiciese; era mi oportunidad.
—Hay que tener cuidado para que no nos pillen — dijo Yulia entre besos.
—No nos van a oír — intenté llevarla hasta el borde de mi cama.
Con suavidad, logré que Yulia se sentase en el borde, agarré con mis manos su cara y la besé con intensidad, tanto que Yulia arrastró mi cuerpo contra el suyo haciendo que me sentara a ahorcajadas, encima de ella.
Desde aquí arriba tenía todo el control. Mis manos se enredaron en su alborotado pelo negro, sentía de nuevo ese calor intenso que sólo ella puede provocarme. Sus manos, recorriéndome la espalda por debajo de mi camiseta, hacían que mi piel se erizase a su paso. Sentir sobre mi cuello la respiración entrecortada de Yulia, me aceleraba aún más. Solté un pequeño gemido, al notar los dientes de mi pelinegra clavándose en mi cuello.
—Si vas a gritar de esa manera, nos van a descubrir — susurró con la voz entrecortada debido a la excitación.
Su voz ronca sólo hacía que me excitase aún más. Me mordí el labio fuertemente para no soltar otro gemido, que ya se me escapaba de la boca.
—Eres preciosa, Elena — me contempló.
—Estoy preparada.
—Estaba deseando oír eso — noté cómo me miraba con deseo.
No había marcha atrás; el aire estaba cargado y mi cuerpo me pedía más. El hecho de tener que compartirla con Olga, me estaba creando sentimientos de posesión y, ahora, lo que más quiero es demostrarle que yo valgo más que esa estúpida.
—¡Vosotras dos! — gritó un agente desde la puerta – Será mejor que os separéis si no queréis que os separe, ¿entendido? — amenazó el agente sacando su porra.
—No… volverá a… ocurrir — intenté recuperar mi aliento tras el intenso encuentro.
—Ya conocéis las normas aquí, para eso hay un procedimiento — siguió avanzando sin antes echarnos una mirada amenazante a ambas.
—Te dije que nos pillarían — se tumbó abatida en la cama.
Estaba cabreada. Más que cabreada, estaba frustrada. No me iban a dejar tranquila en esta condenada prisión; siempre habrá algo o alguien que nos interrumpa y ya van una cuantas con ésta.
—¿Cómo estabas tan segura de eso? — pregunté alterada.
—Porque por las tardes los guardias hacen rondas, se pasean para controlar que todo está bien… ¿Nunca te habías fijado?
—¡Pues no! Normalmente no les presto atención — comencé a caminar de un lado a otro intentando calmarme.
—A estas alturas deberías de saberlo — sonrió al verme en ese estado.
—¿Por qué estás tan tranquila? — la miré con furia.
—Parece que el destino no quiere que estemos juntas.
—El destino me importa una mierda ahora mismo — seguí con mi estado de mal humor.
—Creo que voy a refrescarme un poco, ¿vienes? — se levantó como un resorte de la cama.
—Te espero aquí, necesito despejar la mente y contigo en ese estado… no ayuda — la miré de arriba abajo.
Ver la imagen de Yulia, con el pelo alborotado, la camiseta medio holgada y la cara aún roja de la excitación, me estaba provocando y no quería empezar algo que sabía que, tarde o temprano, no iba a poder terminar.
—Vengo enseguida — me guiñó el ojo antes de marcharse.
—Ten cuidado — le dije al verla marcharse.
Empecé a respirar hondo, como en mis ejercicios vocales. Hacía tiempo que no ensayaba una canción, ni ejercitaba mis cuerdas vocales, pero aquí dentro lo último que haría sería cantar para llamar la atención. Realicé unos ejercicios de relajación, que empleaba antes de salir al escenario, necesitaba despejar mi mente de todo lo que tuviese que ver con aquel frustrado encuentro.
Me metí tanto en mi mundo que no me di cuenta de que habían pasado alrededor de 15 minutos desde que Yulia se había marchado. Ahora, la idea de que pudiese pasarle algo rondaba por mi cabeza y echaba por tierra todo el tiempo empleado en los dichosos ejercicios de relajación.
—¿Señorita Katina? — preguntó el mismo agente que nos había interrumpido hacía unos minutos.
Aunque no solía cogerle odio a la gente, el verle la cara a este hombre me estaba enfureciendo, pues ya ni respetaba los momentos de tranquilidad en la celda.
—¿Qué ocurre ahora señor agente? — intenté sonar cordial.
—Tiene una petición de un vis a vis — me tendió el papel doblado.
La idea de que Yulia hubiese estado fuera, para poder pedirnos el pase del vis a vis, hizo devolverme la ilusión que había perdido minutos antes. No me hizo falta ni pensarlo.
—Acepto — dije antes de llegar a la puerta con el agente.
—Si está tan segura, pasaré a buscarla en hora y media — me dijo entregándome el papel.
Los nervios me invaden y el reloj no quiere avanzar. En menos de una hora, estaré con Yulia a solas, sin interrupciones, aunque la idea de que no aparezca por la celda me pone más ansiosa aún. Quizás debería ir a prepararme antes, como ha hecho ella.
En la puerta de las duchas, me encontré con el agente Navalny que se limitó a saludarme con una sonrisa. El chico, cuando está de buen humor, parece incluso más guapo. Las duchas no estaban muy concurridas, gracias al cielo y me di prisa por ducharme. Al parecer, tardé demasiado tiempo pensando en tonterías mientras los minutos pasaban.
—¡Elena, te estaba buscando! — gritó Nadiuska en el pasillo.
—Tengo algo de prisa agente — intenté excusarme, tenía que llegar a la celda y ya llegaba tarde.
—Vengo a llevarte al vis a vis. He ido a la celda, pero no estabas — sonrió al verme acelerada.
—¡Perfecto! — exclamé aliviada por no ser otro contratiempo más.
El camino hacia aquella instancia era nuevo para mí. Unos pasillos que conducían a otro con muchas puertas; a cada puerta le correspondía un número. En cambio, la decoración del lugar era como la del resto de las instalaciones de la prisión.
—Ya hemos llegado — me paró junto a la puerta 3 mientras me quitaba las esposas.
—¿Aquí? — pregunté indecisa.
—Tu compañera llegará ahora, tendrás que esperar dentro — abrió el pomo de la puerta.
Una habitación, no más grande que mi celda, con una cama de matrimonio y una mesita que sostenía una lamparita de luz. No había nada más, aunque tampoco era necesario más mobiliario si se usaba con estos fines.
—Tendréis una hora y media. Yo os esperaré y os llevaré de vuelta a vuestras celdas, ¿entendido? — se explicó amablemente.
—Sí agente — asentí a la vez que entraba.
Me senté en el borde de la cama a esperar; pegué un par de saltos para comprobar la dureza del cochón que, aunque no fuese una maravilla, el compartirlo con Yulia hacía de ésta la cama más cómoda y agradable en la que jamás hubiese estado.
Escuché pasos. Al parecer, alguien se acercaba. Vi cómo el pomo de la puerta se abría. La ansiedad del momento, y el tenerla frente a mí, me recorría todo el cuerpo y me hacía permanecer erguida en la cama.
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—¿Qué haces aquí? — pregunté en shock.
—Habíamos quedado aquí. Has aceptado la petición, ¿no?
—¡No! Bueno sí… — agaché la cabeza avergonzada por no haber leído la nota que me había entregado el guardia.
—¿No me digas que no sabías quién era? — giró los ojos.
—No… — me avergoncé.
—¿A quién esperabas entonces? No me digas que a la pelinegra enana de tu celda — se burló.
—No sé qué le ves de extraño a eso — me levanté nerviosa de la cama.
—Lo que sea, no me interesan tus encuentros sexuales.
—Y… ¿Qué quieres de mí? — me percaté que estaba en una sala con Bruna.
Retrocedí varios pasos hasta chocarme contra la pared. No sabía que Bruna quiere tener algo conmigo, después de cómo me ha tratado esta mañana…
—¿Qué haces? ¿Por qué huyes? — me miró extrañada por mi comportamiento.
—¿Quieres abusar de mí? — me tembló la voz.
—¡Ni en tus sueños! — puso cara de asco.
—¡Tampoco es para que pongas esa cara! Miles de personas darían lo que fuesen por estar conmigo — me enfadé.
Aunque no quería tener nada con esa rubia, no era tampoco para que me rechazase de esa manera; no soy un ogro feo.
—Esas miles de personas están locas… No he venido aquí para discutir contigo.
—¿Entonces? — pregunté extrañada.
—Nadiuska me pidió que te ayudase y he venido a contarte lo que sé — cambió su tono de voz al hablar de la agente Kuznetsova.
—¿Sabes algo de Olga? — pregunté impaciente.
—¿Olga? Pensaba que… — se sorprendió.
—¿Quién si no, Bruna? — la interrogué.
—Pues… yo…
—¡Habla! — le grité.
—Pensaba que estabas interesada en saber sobre Bazyli — aún seguía perpleja.
—¿Bazyli? ¿Por qué me iba a interesar saber de él?
—Veo cómo te mira y vigila todos tus pasos — comentó con algo de miedo.
—No me había fijado — me sorprendió que ella se diese cuenta de esos detalles.
—Es muy peligroso, Elena — se acercó con la mirada llena de miedo.
—¿Qué puede hacerme? Aparte de sus amenazas — la intenté calmar.
Bruna creo que está exagerando un poco. No la tenía como una persona con tanto miedo, siempre suele dar una actitud dura y segura.
—¿Qué puede hacerte? — me agarró fuertemente los hombros.
—¡Chicas, tranquilizaos! — gritó Nadiuska desde el otro lado de la puerta.
La voz de Nadiuska parece haber calmado la actitud de Bruna, se ha puesto nerviosa con el tema y está empezando a asustarme. Estar encerrada en un cuarto, con la rubia loca, no me daba nada de confianza.
—Ya sé que Bazyli se ha obsesionado algo conmigo, pero tampoco es para tomárselo así — le expliqué para que se calmara.
—No lo entiendes, Elena — negaba con la cabeza.
—Si no te explicas mejor, nunca lo sabré. ¿Qué es eso que te asusta tanto?
—Cuando llegué aquí hace un año, Bazyli se fijó en mí como lo está haciendo contigo. Al principio sufría grandes palizas por no hacer lo que me pedía y, a las pocas semanas, a las palizas se le sumaron agresiones sexuales.
Mi cara tiene que ser un poema ahora mismo, ni siquiera noto circular la sangre por mi cabeza y eso es un problema. El relato tan desgarrador que me está contando Bruna, no es para tomárselo a la ligera, pues el agente Kozłowski estaba actuando de la misma manera conmigo y puedo imaginarme que pronto llegarán las agresiones.
—¿Qué hiciste? — pregunté con la voz temblorosa.
—A los cuatro meses de comenzar con las violaciones, me quedé embarazada y entonces él…
—Bruna, siéntate en la cama — le dije al verla llorar.
Acompañé a Bruna hasta el bordillo de la cama, me senté a su lado y le acaricié la mano; tenía que demostrarle tranquilidad aunque, por mi cabeza, ahora solo pasaran imágenes de Bazyli agrediendo a la chica.
—Lo siento, Elena. No le he contado esto a nadie — dijo entre sollozos.
—¿Por qué no lo denunciaste o se lo dijiste a alguien cuando comenzaron las amenazas y las agresiones? — intenté razonar.
—Me dijo que me mataba si contaba algo.
—¿Qué pasó con el embarazo?
—Cuando se enteró de que estaba embarazada, me dio tal paliza que perdí al bebé. Estuve a punto de morir debido a los golpes — recordaba con tristeza.
—¿De cuánto tiempo estabas?
—De tres meses, al menos eso fue lo que me dijo la doctora cuando me atendió.
—¿La doctora no dio parte?
Si Bruna se quedó embarazada en una cárcel de mujeres, las autoridades tendrían que darse cuenta… los niños no vienen del aire.
—Bazyli cambió los expedientes y puso que tuve un encuentro con un agente que salió de servicio por aquella época. Y lo de la paliza… lo achacó a una pelea con unas reclusas en el patio.
—¿Y después que pasó? — tragué saliva con dificultad.
—Después de salir del centro médico, me dijo que ya no le valía y que había puesto su mirada en una chica nueva — respiró aliviada contando esa parte de la historia.
Me quedé atónita, la historia de Bruna me dejó mal cuerpo. El infierno que tuvo que pasar, y que probablemente me tocaría pasar a mí en breve, hacía que Olga, comparada con Bazyli, fuese un angelito.
—Gracias por escucharme, Elena. Necesitaba advertirte, no quiero que ninguna mujer pase por lo mismo que pasé yo. Intenta que no se vuelva a repetir la misma historia, por favor.
—Lo intentaré, Bruna. Gracias por avisarme, espero que contándolo te sientas mejor — intenté que se relajara.
—Aunque haya pasado tiempo, viene bien desahogarse de vez en cuando — hizo un amago de sonrisa.
Cuando la chica sonríe, no parece tan mala como aparenta ser. Quizá su mal carácter y su dureza sean debidos a todo lo que le pasó.
—¡Chicas id terminando! — gritó Nadiuska mientras daba unos golpes a la puerta.
La cara de Bruna se iluminó al escuchar la voz de la agente. Al menos tenía una persona que la hacía ilusionarse y sonreír aquí dentro.
—¿Te gusta Nadiuska? — pregunté bajito para que ella no me escuchara tras la puerta.
—Cuando trasladaron a la agente, fue cuando estuve ingresada por el aborto. Ella me cuidó y se preocupó por mí — contaba con orgullo a la vez que daba un fuerte suspiro.
—Es buena chica, me ha ayudado mucho — le sonreí.
—Tú mejor quédate con tu rubia…
No me dijo más palabras de aquella chica; sentía algo por la agente Kuznetsova y no iba a compartirlo con nadie. Eso me hace pensar que, en el lugar menos pensado, una se puede encontrar con la persona que le complementa y que encaja perfectamente con ella.
—Tenemos que volver — se asomó la agente por la puerta de la habitación.
La agente nos esposó y nos sacó de la sala de vis a vis. Ahora que conocía el sitio… ya podía hacerle mi petición a Yulia, aunque es poco tiempo, pero al menos sé que no habrá ninguna interrupción de por medio.
—Agente Kuznetsova, ¿puede llevarme a mí primero? — le guiñé el ojo a Bruna.
—No hay problema, Elena — me sonrió.
Intenté hacerle un favor a Bruna y dejarle pasar más tiempo con la agente; le debía ese favor por contarme lo de Bazyli. Ahora que tenía la información, necesitaba trazar un plan para evitar que me pasara lo mismo que a ella.
—¿Dónde estabas? — preguntó Yulia preocupada.
¿Le digo que estaba en un vis a vis? Se me había olvidado por completo ese detalle, con todo lo de Bazyli en la cabeza…
—Estaba hablando con Bruna.
—¿Dónde? Te estuve buscando por todas las instalaciones.
—Estuve en el vis a vis — espeté avergonzada, agachando la cabeza.
—¡¿Qué?! — la cara de Yulia era indescriptible.
—Cuando te fuiste, después de la interrupción, ya sabes… estuve esperándote un buen rato. ¿Dónde estabas? — pregunté recordando ese detalle.
—Cuando salí de los baños, me encontré con Olga y me entretuvo con sus tonterías y, cuando pude escaparme, vine corriendo hasta aquí pero no te vi y me preocupé — se le quitó la cara de enfado por una de tristeza.
—Pues a mí me llegó el guardia con una petición de vis a vis y creí que era tuya. Ni siquiera miré el papel y cuando llegué a la sala… pues me encontré con Bruna — resumí el momento.
—¿Te hizo algo? ¿Te obligó? — se acercó hasta a mí para observar si tenía algún signo de forcejeo.
—¡Tranquila, Yulia! — grité al verla en ese estado tan nervioso – ¡Sólo estuvimos hablando! Me contó lo que le pasó con Bazyli y vino a advertirme, solo eso.
No sé si hice bien en soltar a Yulia esa información sobre Bruna; sentía que estaba traicionando un secreto… eso sin contar la parte del odio que siente Yulia hacia Bazyli.
—¿Qué pasa con ellos? — preguntó interesada.
Decidí ser sincera con ella y contarle todo lo que Bruna me había dicho en la sala vis a vis; no quería ocultarle nada y necesitaba decírselo a ella para que me ayudase con mi caso. Yulia estuvo escuchando atentamente todas mis palabras, que le produjeron desde una cara de sorpresa hasta una de enfado y rabia. Esas caras fueron acompañadas por los cambios de humor en Yulia, conforme iba contándole lo que Bazyli hacía con las presas.
—No tenía constancia de que sucediese eso — se quedó pensativa.
—Bruna me dijo que no se lo había dicho a nadie, así que es algo normal — le expliqué.
—Por lo que me cuentas, yo ingresé casi a la misma vez que la agente Kuznetsova. Creo que por eso no me enteré de lo que sucedía— empezó a atar cabos.
—Me contó que fue por la época en la que trasladaron a un agente. Quizás Nadiuska llegó para ocupar esa vacante.
—Lo más seguro — sonrió.
—Ahora no sé qué hacer Yulia, tenías razón con eso de que era un monstruo y que tuviese cuidado con él — me preocupé.
Me estaba empezando a agobiar y tenía una sensación de malestar que se me había instaurado en el cuerpo desde que Bruna habló conmigo. Con Yulia pegada al culo de Olga, no tengo a nadie que me proteja.
—No te pasará nada, Elena. No mientras esté yo aquí — me abrazó para tranquilizarme.
Quería hablar, pero no podía y la presión que tenía salió en forma de llanto. Necesitaba sacarlo ahora que estaba con Yulia, me sentía más segura y protegida y podía permitirme el lujo de llorar.
—Cariño, estás temblando — me acarició la espalda para tranquilizarme.
—Tengo miedo, Yulia — me aferré más aún a su cuerpo.
—No te dejaré nunca — me susurró al oído.
—¿Y Olga?
—No me importa, que haga lo que tenga que hacer… Yo cuidaré de ti.
—Gracias Yulia, pero no quiero perjudicarte. Intentaré no estar sola cuando Bazyli esté cerca. El resto del tiempo, no saldré de la celda — dije entre sollozos.
No sé cuánto fue el tiempo que estuve abrazada a Yulia, de repente noté cómo empezaba a entonar la letra de una canción que reconocía perfectamente. Era "Runaway" de los hermanos Corrs; la cantaba con una voz tan dulce que me estaba atravesando el alma. Me dejé llevar por la letra y por lo que me estaba transmitiendo ella con su voz.
La letra es muy sencilla y toda una declaración de amor, nunca antes me habían cantado tan cerca y de esta forma. Me he enamorado de ella, no hay dudas de eso y ella, con esta canción, me está confesando lo mismo. Esperé a que acabase la canción.
—Ha sido precioso — dije separándola de su escondite.
—Nunca le he cantado a nadie — comentó agachando la cabeza con vergüenza.
—Pues tienes una voz muy bonita.
De repente, me parecía la mujer más espectacular y perfecta que había conocido en mi vida.
—¿Estás llorando? — me preguntó preocupada.
—No, me he emocionado… que no es lo mismo — le sonreí para que no se preocupara.
Me acerqué a su oído, despacio, pues necesitaba decirle todo lo que me había transmitido su canción. Si no lo decía, reventaba.
—Yo también me he enamorado de ti — le dije con voz sensual.
—¿En serio? — preguntó con emoción.
—Hazme el amor durante toda la noche — le pedí sin apartarme de su cuello.
Hola chicas.... siento mucho que en estos días no he podido actualizar seguido, pero son cosas que pasan... Esta historia está a punto de finalizar, así que espero la disfruten mucho.
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Después de mi pequeña confesión, Yulia me arrastró con cuidado hacia la cama situándome sobre ella. Noté cómo me miraba con total admiración y quería guardar ese momento tan perfecto en mi memoria.
—¿Te duele? — preguntó mientras se situaba delicadamente sobre mi cuerpo.
—Ya no me duele — dije atrayéndola más a mi cuerpo.
No había miedo, ni dudas; estaba segura de que ése era el momento y ella era la persona indicada. Atrapé sus labios contra los míos mientras mis manos se enredaban por su corto cabello, nunca me cansaré de acariciar su corta melena. Mi otra mano se ancló en su cintura.
Me dejé llevar por Yulia, dejé que tomase el control y me guiara. Notaba las manos de la pelinegra acariciándome el costado, haciendo subir mi camiseta para abarcar más piel; esa sensación me estaba volviendo loca y conseguía erizarme cada poro de piel que acariciaba. Sentí la necesidad de recorrer su cuerpo, pero no sabía por dónde empezar.
—¿Puedo quitártela? — preguntó haciendo referencia a mi camiseta.
No hizo falta que yo le contestase. Me incorporé lo suficiente para que, con una simple mirada, Yulia entendiese que tenía todo mi consentimiento. Noté cómo la camiseta volaba al instante, cayendo a unos metros de la cama. Las manos de Yulia volvieron a posarse sobre mi casi desnudo cuerpo mientras me recorría el cuello con sus besos.
Mi respiración comenzaba a acelerarse por momentos; el aire se volvía espeso y necesitaba sentir más cerca a Yulia. No lo pensé, lo que ella me estaba haciendo sentir, me descontrolaba.
Necesitaba aún más, así que agarré con mis manos el borde de la camiseta y tiré fuertemente hasta romperla y arrancársela de su cuerpo. Yulia se quedó algo paralizada ante mi reacción, quizás me había pasado un poco rompiéndole la camiseta; yo tan sólo me había dejado llevar.
La incertidumbre sólo duró unos segundos, enseguida noté la mirada de Yulia llena de lujuria y una sonrisa juguetona. Coloqué mis manos en su cuello y la atraje hacía mí para besarla, sentía el cuerpo arder y los labios de Yulia parecían la única manera de calmar esa sensación.
Acaricié su espalda; su piel era suave y me hacía sentir millones de sensaciones inexplicables. Empecé a notar que la ropa estorbaba, era una barrera entre nosotras y tenía que quitarla, así que le desabroché el botón del pantalón y bajé la cremallera. Era difícil quitar el pantalón sin dejar de besarla.
Yulia adivinó mis intenciones y me ayudó a deshacerme de su pantalón, llevándose los míos consigo y haciéndole compañía al resto de las prendas. En un abrir y cerrar de ojos, volvía a tener a mi ojiazul conmigo.
—Eres preciosa Elena — me dijo mientras recorría mi cuerpo con su mirada.
Me quedé bloqueada; ver cómo la mirada de Yulia me recorría todo el cuerpo me provocaba algo de inseguridad. No sabía qué decirle, su cuerpo era tan perfecto que no encontraba calificativo alguno.
—¿Estás bien, Elena? — me preguntó con algo de preocupación en la mirada — ¿Quieres que paremos? — cuestionó con algo de tristeza.
—No, es que el verte así, tan perfecta… me ha hecho sentirme insegura — me avergoncé.
—No seas tonta, no tienes de qué avergonzarte. Tienes un cuerpo espectacular y soy yo la afortunada de poder disfrutarlo — comentó con una sonrisa traviesa.
—¿De verdad? — pregunté incrédula.
Yulia colocó su mano en mi pierna y fue acariciándola por mi muslo hasta la cadera.
—Me podría tirar horas acariciando y contemplando tus largas piernas — me susurró sensualmente al oído.
—¿Sólo las piernas? — le mordí sensualmente el lóbulo de la oreja.
—Todo tu cuerpo, Elena.
La noche iba pasando y las luces se apagaron en todo el complejo, ofreciéndonos el manto de privacidad perfecto. Lo poco que quedaba de ropa desapareció junto al resto y, ahora, tenía mi cuerpo completamente unido al de Yulia.
Fue todo tan perfecto que no pude conciliar el sueño. El sol comenzaba a colarse entre los barrotes de la celda; la claridad me permitía ver con mayor claridad al cuerpo que tenía junto al mío.
Tener a Yulia entre mis brazos, escuchando su respiración profunda mientras unos cabellos rebeldes ocultaban su rostro, me pareció la imagen más bonita y sexy del mundo. Comencé a acariciar el brazo que tenía rodeándome la cintura y sentí cómo su piel se erizaba a mi paso. Sonreí, era algo impresionante provocarle esas sensaciones cuando dormía.
—¿Qué haces despierta tan temprano? — me preguntó aún con los ojos cerrados.
—Siento haberte despertado — seguí acariciando su cuerpo.
—Uhmm, no lo sientas si me vas a despertar así — dijo con una enorme sonrisa.
—Tengo un problema.
—¿Cuál? — se incorporó preocupada.
—No puedo parar de tocarte — le susurré bajito.
—¿Cómo te sientes? — volvió a acomodarse sobre mi cuerpo.
—Fue la mejor noche de mi vida — noté su mirada intensa.
—Eres increíble Elena.
Volvían los besos y volvía la necesidad, el deseo de hacerla mía de nuevo. Mis manos ya vagaban libremente por su tersa y suave piel, el corazón volvía a acelerarse y el calor emanaba de nuevo de mi cuerpo.
—¿Eres consciente de que es de día y el turno comienza a hacer su ronda? — me preguntó Yulia entre besos y suspiros.
—Pues que miren — mordí su cuello.
—Eres una provocadora — gimió ante mi nuevo ataque.
—Soy buena también actuando, estoy acostumbrada a que me miren.
—No creo que te convenga que te miren ahora… y yo tampoco consentiría que te mirasen desnuda.
—Valeeee — suspiré resignada.
—¿Una ducha? — preguntó con una sonrisa pícara.
—¿Qué propones Volkova? — le dije al ver su gesto travieso.
—La mayoría de las presas duermen y no habrá nadie.
No me lo pensé dos veces y, como un resorte, me levanté de la cama y recogí mis cosas para esa ducha tan apetecible con Yulia. Cuanto antes llegásemos, más probabilidades teníamos de encontrar las duchas vacías.
Las horas pasaron rapidísimo. La alarma del desayuno sonó, al igual que mi estómago; al haberme saltado la cena, y con todo el ejercicio que hice anoche, me encontraba sin energías.
—Veo que tienes hambre — dijo Yulia mientras nos dirigíamos al comedor.
—Llevo tiempo sin comer nada y con toda la energía que gastamos ayer, me muero de hambre — me toqué la barriga para calmar el ruido de mis tripas.
—Teníamos que haber comido algo, estás todavía con medicación y no te conviene tener el estómago vacío.
—No me arrepiento de nada — le expliqué al ver su semblante algo preocupado.
—Pues hay que comer más para reponer fuerzas — me guiñó su ojo.
Nunca me cansaría de estar con Yulia, aunque me tirase días sin comer, sé que sacaría todas las fuerzas necesarias para disfrutar de ella.
—¿Has dormido bien, Elena? — me preguntó Nayah en la mesa.
—Mejor que nunca.
—No has quitado esa sonrisa boba desde que te has sentado. ¿Qué has tomado? — se rió.
—Desde ayer no he comido nada — devoré mi desayuno.
—Cada día os comprendo menos, sois muy raras.
Dirigí mi mirada a Bruna, estaba sentada en su misma mesa de siempre y con el mismo gesto duro de todos los días. Después de haberme encontrado con ella ayer, comprendía algo más su forma de ser; no es lo que aparenta ser y ha sufrido mucho.
—Por cierto Yulia, Olga te estuvo buscando ayer, parecía enfadada.
—No me preocupa ya lo que haga o deje de hacer Olga.
—¿En serio? — preguntó Nayah algo sorprendida.
—Estoy decidida Nayah, no voy a esconderme más y no voy a dejar que me controle a su antojo.
—Te meterás en problemas.
No tenía ni idea de qué estaban hablando, tampoco era para tanto… Adriana era igual y a Yulia no le preocupaba lo más mínimo.
Parece que Olga no ha venido a desayunar… ¿Dónde se habrá metido? Espero que no vuelva a aparecer por aquí en todo lo que queda de día. Vi a Nadiuska entrar por la puerta y la mirada de Bruna se iluminó.
—¿De qué te ríes? — preguntó Nayah.
—De nada… — volví a mi plato.
—Creo que voy a dejar de intentarlo.
—Yulia, necesito hablar un momento contigo — dijo Nadiuska al llegar a nuestra mesa.
—No hay problema — le contestó a la agente Kuznetsova — Vuelvo enseguida.
La hora del desayuno ya había acabado y aún no había regresado Yulia; hacía mucho tiempo que se había marchado junto a Nadiuska y aún no estaba de vuelta así que me levanté para irme a la celda.
Hoy es sábado y no tenemos asignación de tareas, así que tenía que pensar algo para matar el tiempo.
Fue algo rápido e inesperado, pero noté cómo una fuerza me golpeaba contra la pared del pasillo de las celdas.
—Te advertí que te alejaras, pelirroja — Olga se acercaba con la cara de rabia.
—Ya te dije que no te tengo miedo — respondí desafiante.
No iba a esconderme ni a huir, después de lo hablado con Yulia anoche decidí que ya era hora de plantar cara.
—Estás muerta, ¿me entiendes? Muerta — me dijo agarrándome la cara para que la mirase fijamente.
No iba a permitir que me amenazara y le propiné un empujón para quitármela de encima; el tenerla a escasos metros de mí, me era desagradable.
—Te vas a enterar — volvió a acercarse.
Un puñetazo en la cara hizo que mi cuerpo perdiera un poco el equilibrio y me saltara sangre del labio, dejándome un sabor intenso y caliente en él. Cuando me dispuse a defenderme, me propinó otro puñetazo donde más dolía, en la herida del abdomen. Ese golpe me había dolido demasiado, me retorcí y caí al suelo, encogida por el dolor; la herida del labio ya no dolía tanto en comparación con ésta.
—Deberías haber muerto. Adriana tendría que haber terminado el trabajo — sus ojos estaban en cólera y rabia.
Una patada en la espalda fue lo que noté a continuación. Si seguía así, me iba a matar a golpes.
—¡Suéltala! — escuché a Yulia gritar.
—No te metas pelinegra. Tú y yo arreglamos cuentas después.
Intenté incorporarme, tenía que ayudar a Yulia, pues la chica nos sacaba dos cabezas y era más corpulenta que ella.
—Deja a mi chica — un puñetazo es lo que recibió Olga por parte de Yulia.
Olga se quedó sorprendida por el golpe, no se lo esperaba y mucho menos de Yulia. Inmediatamente se engancharon a golpes; gracias a que encontré al agente Navalny, que venía de la ronda del comedor, y lo traje hasta las chicas.
—¡Quietas! — gritó sacando la porra.
El agente Navalny inmovilizó a Olga mientras Yulia estaba en el suelo, algo dolorida por los golpes. Alexei pidió ayuda por walky y, en menos de 30 segundos, estaba la agente Kuznetsova con nosotras.
—¿Qué ha pasado? — preguntó Nadiuska al vernos en el suelo.
—Llévalas a enfermería, yo me encargo de la señorita Smirnova — ordenó Alexei.
—Esto no va a quedar así, Yulia, todos sabrán por qué estás en la cárcel. Y cuando eso suceda, todas querrán acabar contigo — amenazó.
—¡Calla la boca! — le ordenó Navalny.
Yulia no contestó ante las amenazas, sólo se limitó a mirar a Nadiuska. Tenía un gesto serio. Sea lo que sea lo que esté ocultando Yulia, parece algo gordo; tengo que averiguar qué es.
—Chicas, vamos a la enfermería — me ayudó a incorporarme del suelo.
El camino fue en silencio, pues nadie quería hablar y era algo incómodo. La doctora Sharapova me va a matar, me dijo que me cuidara la herida y no he parado de recibir golpes.
—Elena, tienes sangre en la camiseta — me dijo Nadiuska.
—Será de la boca — dirigí la mirada hasta la camiseta para comprobarlo.
—Creo que es de la herida.
Yulia me miraba preocupada. Me levantó la camiseta para comprobar el estado de la herida y, al parecer, se había abierto un poco y sangraba debido al golpe de Olga.
—¿Qué coño ha pasado? — me preguntó Yulia.
—Iba de camino a la celda y me atacó — le expliqué.
—Esa estúpida… — dijo con rabia.
—Tenéis que llevar cuidado con la chica, es peligrosa y podía haberte hecho algo mucho peor, Elena — explicó Nadiuska.
Estoy muy enfadada porque todos me dicen lo peligrosa que es Olga, pero nadie me explica la situación.
Lo bien que había empezado la mañana y lo mal que estaba yendo… Estoy destinada a no ser feliz y que todo lo que quiero se vuelva en mi contra.
La doctora me examinaba algo preocupada; me alegraba de verla, pero no me gustaban las circunstancias en las que nos estábamos conociendo
Solo dos más!
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Está todo tan silencioso, que me da incluso miedo. Al menos la agente Nadiuska me comentó que mañana, a primera hora, trasladarían de bloque a la psicópata de Olga. Al fin podré descansar de ella.
-6521- salté de la cama asustada.
-¿Qué quiere?- me tapé con la sábana.
A escasos metros de mí se encontraba el agente Kozłowski, con la misma cara y sonrisa de siempre, esa que me hacía estremecer de miedo. No sé por qué me aferré a la sábana, como si eso fuera a protegerme de sus agresiones.
-Vengo a llevarte a la zona de visita- me agarró fuertemente del brazo y me sacó de la cama.
-¿Tan temprano?- me extrañé.
¿Será una excusa? ¿Será su manera de actuar cuando no hay casi nadie a la vista?
-Es importante- se limitó a arrástrame por los pasillos.
Todas las cosas horribles que se me pasaban por la cabeza se borraron de un plumazo cuando llegué a la puerta de la zona de visita. Ahora tenía la duda de quién podría estar al otro lado de la puerta.
-¿Kristián?- casi me caigo al suelo de la sorpresa.
-Hola Elena - dijo con su ya acostumbrada soberbia.
-¡Nastya, explícame esto!- me dirigí enfadada a mi amiga.
-Buenas noticias, Lena - espetó una sonriente Nastya.
-¿Qué hace él aquí?- me enfadé por la presencia de mi ex novio.
-Yo también te quiero, Elena - dijo con ironía.
-¿Quieres escucharme por una vez, pelirroja?
-Espero que sea algo realmente bueno como para aguantar a este tipo.
-Lo es, créeme…- me miró con cara de superioridad – ¡Imbécil, habla!- gritó mientras le propinaba un pequeño empujón.
-Parece que el mono de presidiaria no te sienta tan mal.
-Ya me cansé - me levanté de la silla de golpe para irme.
-¡Él fue quién te tendió la trampa de la droga! Quería que lo supieras la primera - gritó Nastya mientras andaba hacia la puerta de salida.
Me paré en seco, intenté procesar la información y apreté los puños por la rabia. Todo el dolor que había sufrido todo este tiempo, las acusaciones, los desprecios, el juicio, mis padres, la humillación… Todo lo que sentí todo este tiempo fue por culpa de aquel impresentable.
-Elena… Lena, cariño. ¿Estás bien?- escuché decir a Nastya preocupada.
-¡Yo te mato!- grité dirigiéndome a él con rabia.
-¡No!- gritó Nastya para detenerme.
-¡Déjame Nastya! ¡Qué me va a pasar si ya estoy en la cárcel!- grité encolerizada.
-Tranquila Elena - me abrazó con fuerza.
Toda la rabia que llevaba acumulada salió de mi cuerpo en forma de lágrimas. Sentí como si me hubiesen robado las fuerzas y el cuerpo me fallaba; caí de rodillas al suelo, con la ayuda de mi amiga para no hacerme daño.
-Yo soy la primera que quiere pegarle a este imbécil, pero ahora tengo que llevármelo ante el juez para que declare. Y, para eso, tiene que estar de una pieza.
-¿Cuánto tiempo tengo que aguantar esto?- preguntó Kristián aburrido.
-Cuando declare ante el juez, te sacarán de aquí y, aunque permanezcas en libertad provisional hasta que salga el juicio, al menos estarás en casa- me sonrió.
-Gracias Nastya - abracé a mi amiga.
-Cuando arregle todo, pasaré con Kovalenko para contarte y sacarte de aquí- me acarició los brazos para darme apoyo -Tú y yo nos vamos a ir ahora mismo - dijo enfadada a Kristián dejándome derrotada en el suelo.
Nastya se fue con Kristián y me quedé un rato en el suelo procesando toda la información. De un momento a otro me sacarán de aquí… ¡Ay Dios, Yulia! ¡No quiero irme sin ella! Seguí llorando desconsoladamente en el suelo; el hecho de que me separasen de Yulia era peor que cualquier herida de cuchillo o cualquier golpe recibido aquí dentro.
-No te imaginaba tan agresiva… Me has puesto muy cachondo, pelirroja - me susurró Bazyli mientras me tiraba del brazo para que me levantase.
Ya me daba igual todo, pues iba a perder a la persona que quería en cuánto Kristián soltara todo por su boca. Estaba tan metida en mis pensamientos, que no noté cómo el cuerpo de Bazyli se me echaba encima.
-¡Suéltame! ¡Me haces daño!- grité cuando las manos de Bazyli agarraban mis muñecas.
La estatura y el peso del chico triplicaba el mío, no tenía nada que hacer. Intenté liberarme de su agarre pero no lo conseguía, sólo me apretaba más las muñecas tanto… que apenas notaba pasar la circulación.
-He escuchado la conversación con tu abogada y tu novio. No quiero que te marches de aquí sin haberte probado antes - dijo muy cerca de mi cara.
Me arrastró hasta la mesas de allí y me tumbó en la que, hasta hace apenas unos minutos, estaba hablando con Nastya. Con una mano me agarró las dos muñecas, mientras echaba todo su cuerpo encima consiguiendo que quedase totalmente a su merced.
-¡Suéltame! ¡Ayuda, por favor!- grité esperanzada de que escuchara alguien mis gritos.
-¡Cállate zorra!- me pegó una bofetada en la cara –Sé que te tiras a la zorra de Volkova; yo te enseñaré lo que es bueno - me volvió a cruzar la cara.
El labio comenzó a sangrarme con la segunda bofetada. Ya había perdido la cuenta de las veces que me habían pegado en la cárcel; en el fondo era lo único bueno que conseguiría saliendo de aquí.
Consiguió arrancarme, con la mano que tenía libre, la camisa con mi estúpido número. Intenté forcejear una vez más.
¿Es que nadie me va a escuchar? ¡Ojalá estuviera aquí Yulia! Noté cómo su aliento rozaba la piel de mi cuello y una sensación de asco comenzó a recorrer mis sentidos; era totalmente diferente a cuando lo hacía Yulia.
-Por favor, déjame - supliqué con apenas un hilo de voz.
Estaba cegado por la ira. Me volvió a pegar, pero ésta vez fue un golpe en el hombro, al parecer, no quería hacerme más marcas en la cara. Me arrancó la camiseta de tirantes, dejándome solamente con mi sujetador negro.
-Tienes un cuerpo espectacular- me dijo con cara de deseo.
En ese momento, me acordé de Bruna y del infierno que habría pasado ella durante tanto tiempo. No hice caso de las advertencias de Yulia ni las de Bruna; me había centrado tanto en Olga y Adriana, que no me di cuenta del verdadero peligro aquí dentro.
-Nunca me gustaron estos pantalones - con algo de dificultad y ansiedad desabrochó los botones.
Acabó arrancándolos, pues las ganas que tenía por comenzar con aquello le estaban superando. Rajó el pantalón lo suficiente para tener el acceso que él quería y noté algo duró en mi entrepierna. No quiero ni pensarlo…
-¿Ves lo que provocas en mí? - sonrió de manera autoritaria.
Noté cómo se bajaba los pantalones e intenté escaparme en ese momento, pero se me echó de nuevo encima. Era muy pesado, y grande, y yo era muy pequeña.
-Me voy a quedar con esto - me enseñó las bragas que me había arrancado cuando se me echó encima.
-Eres un puto enfermo - le escupí en la cara.
-Hija de puta, te vas a enterar - se colocó encima para penetrarme.
-¡Detente Kozłowski!- escuché la voz de Yulia algo acelerada.
-Ya decía yo que tardabas en venir, Volkova - contestó separándose y subiéndose sus pantalones.
Cuando noté que la presión de mis muñecas desaparecía, me cubrí todo el cuerpo con lo poco que me quedaba de ropa.
-Se acabaron tus abusos y tus amenazas- parecía estar más segura de lo que acostumbraba a mostrar.
Yulia no sabía lo que hacía, se iba a meter en problemas. La va a pagar con ella y nunca va a salir de este agujero de cárcel.
-La que va a acabar mal aquí eres tú, no vas a salir de enfermería en lo que te resta de vida. Y si logras salir, te mandaré al agujero más oscuro.
-¿Por qué estás tan seguro?- preguntó con media sonrisa.
-Mira que intentar abusar de tu compañera de celda… Eso es una falta grave- dijo de forma tranquila.
-Yulia, por favor, no hagas nada- le supliqué con voz quebrada por el momento.
-No te preocupes, cariño, todo saldrá bien. Ahora ya no hay nada que temer.
-¡Me las vas a pagar!- gritó abalanzándose encima de Yulia.
-¡No!- grité asustada.
-Agente Kozłowski, queda detenido- entraron la agente Kuznetsova y Navalny en la habitación.
Me quedé perpleja al ver al agente Navalny agarrando a Bazyli y a Nadiuska colocándole las esposas; no me imaginaba que todo ocurriese tan rápido.
-Gracias, Yulia, por tu ayuda- agradeció la agente Kuznetsova.
-¡No tenéis pruebas!- gritó Kozłowski enfadado.
-Tenemos una grabación de lo que le estabas intentando hacer a Elena - espetó el agente Navalny cabreado.
-También tengo una copia de los análisis de Bruna, de cuando ingresó por un aborto - comentó la doctora Sharapova, incorporándose al lugar -¿Estás bien, Elena?- preguntó mientras se dirigía hacia mí.
-Destruí todo lo que tenía que ver con la zorra de Bruna - gritó, ya casi en el suelo, inmovilizado por los agentes.
-Hice dos copias de los informes y sólo me falta…- fue hacía Kozłowski para arrancarle un pelo de la cabeza.
-¡Eso es ilegal! ¡Quiero a mi abogado!- gritó desesperado.
-Me faltaba una muestra de tu ADN para cotejarlo con las pruebas que tengo- comentó guardando el pelito en una bolsa.
-No estás en condiciones de exigir, Kozłowski. Además, contamos con la confesión de Bruna para que te caigan más años - dijo algo dura la agente Kutznesova.
-Nadie va a creer a una puta que me provocaba.
-¡No te atrevas a insultarla! - levantó el puño.
-¡No lo hagas Nadiuska! Es lo que quiere- la detuvo Yulia.
Todo estaba yendo muy rápido y mi cabeza estaba procesando todo de golpe. Al parecer, habían montado un operativo contra el agente y le estaban siguiendo los pasos.
-¿Te ha llegado a hacer algo, Elena?- preguntó la doctora examinándome de arriba abajo.
-Yo… solo… solo me ha pegado- no podía ni hablar.
-Te ha… ya sabes- hizo un gesto hacía mi entrepierna.
-¡No! Él no ha llegado… estuvo a punto pero Yulia llegó antes- me tapé aún más.
Estaba muy avergonzada; me encontraba desnuda ante un montón de gente y la situación no ayudaba. Me sentía cohibida y, en ese momento, lo único que quería hacer era morirme.
-Se acabó- dijo Yulia a Bazyli.
-No sé de qué te alegras tanto Volkova. Ahora que los agentes han conseguido lo que querían, se olvidarán de ti- comenzó a reírse como un loco -¡Se te acabaron los privilegios, morena!
-Aún no entiendes nada, escoria.
-Nos lo llevamos- dijo Navalny.
-¡Elena, amor!- gritó Yulia acercándose a mí para abrazarme.
-¡No me toques!- grité asustada.
-¿Qué ocurre? Soy yo, Yulia - se extrañó por mi reacción.
-¡No eres muy distinta a él! ¡Me has utilizado para llegar hasta él!- me sentí utilizada en todos los sentidos.
-Eso no es cierto, yo sólo…
-Yulia, por favor, déjala por ahora, está alterada por lo ocurrido. Será mejor que intentes hablar con ella luego - le pidió la doctora.
-Elena, cariño - me miró con esos ojos que siempre he adorado.
-Déjanos solas, Yulia - le pidió de nuevo Alina.
Vi la mirada de Yulia triste. La situación le estaba haciendo daño, lo sabía, pero necesitaba salir de todo lo que me estaba rodeando. En una mañana habían ocurrido tantas cosas, que ahora sólo me apetecía estar con mis padres.
-Tus padres vienen de camino, Elena- me dijo Alina en la camilla mientras me curaba el labio partido.
-Gracias por todo, Alina. Me has salvado un montón de veces- volví a llorar.
-Es normal que llores, has aguatando muchas cosas aquí dentro y es normal que ahora explotes y saques todas esas emociones.
Estuve en silencio, tumbada en esa camilla de nuevo, esperando la llegada de mis padres y de Anastasia; quería salir de este infierno y las horas no avanzaban. Me acurruqué y cerré los ojos.
-Elena, cariño - escuché la voz de mi madre.
-¡Mamá!- grité abrazándola y llorando desconsolada.
-La doctora me ha contado todo lo que ha pasado.
-Quiero salir de aquí- dije como una niña pequeña.
-Nastya está arreglando los papeles de tu libertad.
-¿Y papá? - pregunté al verla sola.
-Está con Borys, esperándote en el coche. Ya se recuperó de su pequeño accidente.
-¡Nos vamos!- gritó Anastasia con los papeles en la mano.
No me lo pensé más veces y, abrazada a mi madre y con el apoyo de Nastya, caminé por los pasillos. Salí por todas las puertas que hacía un par de meses me vieron entrar.
Antes de marcharme, tuve que pasar por recepción y allí estaba aquella mujer que me había prejuzgado y me creía una delincuente cuando entré; seguía teniendo la misma cara de amargada de siempre.
-Me alegra que se haya solucionado todo- me dijo entregándome el papel sellado.
-Y yo- le contesté secamente.
No tenía ganas de contestarle y explicarle lo que pensaba de ella por todo lo que me soltó al entrar.
-Suerte.
-No creo en la suerte… ya no- me fui de nuevo con mi madre y Nastya, que ya me esperaban en la puerta de recepción.
Ahora sí que tenía un papel donde decía que Elena Katina tenía autorización de salir de la cárcel y que, hasta que no se volviese a realizar el juicio, estaría en libertad provisional.
-Toma cariño- me dijo mi madre entregándome mi teléfono móvil.
Ya ni recordaba lo que era tener entre mis manos la tecnología. Las pequeñas cosas que había estado echando de menos, estaban aún presentes y, ahora, me fascinaba incluso tener en mis manos un insignificante teléfono.
-No sé si lo voy a necesitar- me había acostumbrado a no tenerlo.
El teléfono casualmente comenzó a sonar y la melodía de llamada inundó el interior del coche.
-¿No lo coges cariño?- preguntó extrañada mi madre.
-Es mi agente- dije con algo de miedo.
-Señorita Katina, soy Irina Petrova. ¿Se acuerda de mí?- habló a través del teléfono.
-Nunca me podría olvidar de ti, Irina.
Un capítulo más, y será nuestro final!!!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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—Gracias — contesté con una sonrisa de preocupación.
—¿Qué te preocupa? — me miró extrañada.
Han pasado dos meses desde que puse un pie fuera de esa maldita cárcel y, desde entonces, no he tenido noticias de Yulia y, para colmo, mañana tengo que declarar en el juzgado y volver a ver la cara del mal nacido de Kozłowski.
—Son nervios, supongo — intenté sonar convincente.
—Es normal que estés nerviosa, Elena. ¡Es el debut de tu vuelta! — me agarró por los hombros para que me tranquilizara.
—Es que…
—Vamos Elena, es tu primer concierto después de mucho tiempo ausente, siempre has soñado con esto y ahora es tu oportunidad de renacer como el ave fénix.
—Siempre he pensado que cuando llegase a interpretar nuevas canciones sería la mujer más feliz del mundo pero, ahora que lo tengo, me falta algo Nastya. Además, está el dichoso tema del juicio y… — unas lágrimas amenazaban con salir.
—Por el juicio no te preocupes, estaré allí. De todas formas, si no quieres no tienes por qué dar la cara.
—Si mi presencia es fundamental en el caso para que encierren a esa persona, lo haré — solté decidida.
Pensaba en Bruna, no podía fallarle, después de lo que había pasado con Bazyli y si ella podía enfrentarse a ese demonio, yo también.
—Elena, ¡Está todo el teatro lleno! En los medios no se habla de otra cosa que no sea tu regreso — gritó Irina exaltada mientras entraba de golpe al camerino.
—Los medios no se han portado bien conmigo, han dicho muchas mentiras sobre mí y mi familia — comenté algo molesta.
—Para bien, o para mal, es publicidad y el resultado está en la venta de entradas.
—Señorita Petrova, no creo que este sea el momento idóneo para hablar de eso — me defendió.
—Es verdad Anastasia, voy a hablar con el director. Elena, en media hora te espero entre bastidores — dijo Irina antes de marcharse con su teléfono móvil en la mano.
—Te espero en primera fila, como siempre.
—No sé qué haría sin ti Nastya.
Anastasia siempre defendiéndome pase lo que pase. Ella es como la hermana que nunca tuve y estoy agradecida de haberla conocido.
—¡Déjenme pasar, es importante! — escuché gritar al otro lado de la puerta.
—Le he dicho señorita que aquí está prohibida la entrada — contestó uno de los guardias de seguridad del teatro.
—¿Qué pasa allá fuera? — preguntó Nastya.
—Ni idea, pero esa voz me resulta algo familiar…— intenté hacer memoria.
—¡Ya les he explicado que tengo que entregarle a Lena a Iris! ¡Lo necesitará antes de salir al escenario! — explicó de manera muy convencida al guardia.
—¡Svetlana! — exclamé sorprendida.
Sin pensármelo, me dirigí a la puerta del camerino; necesitaba hablar con ella antes de que los guardias la echaran de aquí a patadas.
—¿Svetlana? ¿Qué Svetlana? — preguntó Nastya desconcertada.
—¡Déjenla pasar! — grité para que me escucharan.
—¡Lena! Les estaba explicando a estos señores que Iris tenía que verte — comentó con el muñeco del unicornio en brazos.
—¿La conoce, señorita Katina? — me preguntó el guardia.
—Sí… Es una amiga — recordé mi último encuentro con la pequeña Volkova.
Los guardias se apartaron para que la chica pudiese pasar y vi correr como una loca a Svetlana hacía a mí, hasta que se lanzó en mis brazos; había olvidado ese pequeño detalle de la chica.
—Lena, te he echado mucho de menos. Mira que salir de la cárcel y no llamarme para que fuese a por ti… creí que éramos amigas. Estuve buscándote por todos sitios, pero nadie sabía decirme nada y…
—Respira, Sveta, despacio… — le dije mientras le enseñaba a respirar hondo, volvía a tener esos colapsos de palabras.
—Creo que ya me acuerdo de ella… — dijo Nastya parada en el mismo sitio donde se encontraba.
—¡Nastya! — gritó esta vez saltando encima de mi amiga.
Ésta chica tenía una forma muy extraña de saludar a la gente. Lo mejor de todo era ver la cara de Nastya, totalmente paralizada, no sabía si de terror o de sorpresa. La situación me hizo reír y, lo que es mejor, me hizo olvidar esos pequeños nervios que sentía antes de que ella apareciese.
—¡Elena ayúdame! — me suplicó.
—¿Estás segura de que quieres que te salve? — me estaba divirtiendo de lo lindo.
Anastasia me miró con ojitos de corderito degollado y me dijo un "sí" a través de un gesto de su cabeza porque, al parecer, el abrazo de Svetlana le impedía casi hablar y respirar.
—Svetlana, ven — me compadecí de mi amiga y agarré el brazo de la rubia para despegarla.
—¿Qué tal estás? — me preguntó de repente.
—Bien — le mentí con una sonrisa forzada — ¿Qué te trae por aquí? — necesitaba saber la razón y si esa era Yulia.
—Yulia me dijo que te habías dejado tus cosas en la celda, entre ellas a Iris — me entregó el muñequito de peluche que me había hecho tanta compañía en esas noches de angustia.
—Salí muy rápido de allí y ni si quiera tuve tiempo de pasar por ahí.
Recordé todo como si hubiese sucedido ayer: la situación de Bazyli, el ver a mis padres y a Nastya sufriendo… fue todo tan rápido y tan traumático, que no me apetecía volver a meterme dentro de prisión, así que había esperado con mi madre a la llegada de Nastya con los papeles de mi libertad; de ahí que dejase todas mis cosas en la celda y que ni siquiera me despidiese de Yulia.
Error, error que ya estaba pagando con creces. No podía dormir por estar pensando en ella, me fui sin despedirme y con el amargo sabor en la boca de todo lo que le había dicho antes de irme. Mi estúpido orgullo y el dolor pudo más que todo en ese momento y, ahora, ella está encerrada en la celda 066 y yo aquí disfrutando de mi libertad.
—Vi los anuncios y los carteles del concierto y pensé que necesitarías a Iris — me puso carita de pena.
—Siento haberlo dejado, pero lo dejé con Yulia. A ella le hará falta ahora que me he ido — me excusé.
—Pues ahora está de nuevo contigo.
—Elena, en 5 minutos tienes que salir al escenario — me miró algo preocupada por el concierto.
—¡Ya! — exclamé nerviosa.
Se me había pasado el tiempo volando. La presencia de Svetlana había sido inesperada y, aunque me hubiese gustado seguir hablando con ella para poder sacarle cosas de Yulia, tenía que dejarla.
—¡Es verdad! Me voy a mi asiento que enseguida empieza y no me quiero perder los tráilers del principio — dijo emocionada.
—Svetlana, es un concierto, no hay tráilers como en el cine — explicó Anastasia.
Sabía que se estaba aguantando la risa; al parecer la pequeña rubia hacía sonreír a la dama de hielo.
—Ejem — carraspeé.
Me había metido tanto en mis pensamientos, que no me había percatado de la conversación tan animada que Svetlana y Anastasia estaban llevando a cabo. Las dejo unos segundos a solas y Svetlana ya se enganchaba a mi amiga.
—No te pongas así pecosa, le estaba contando lo del concierto, ¿o es que quieres acaparar también a esta Volkova? — volvió el modo perra.
—Golpe bajo, Nastya… ¡Fuera de mi camerino que tengo que salir!
Escuché cómo las chicas maldecían por lo bajo, pero necesitaba al menos un minuto de tranquilidad antes de salir al escenario. Necesitaba respirar tranquila y con Svetlana y Nastya no lo iba a conseguir.
—¡Lena! — gritó Sveta desde la puerta.
—Dime — me giré.
—Se me olvidaba — me lanzó un objeto para que lo cogiera – Me han dicho que te lo diera… ¡Te estaremos esperando! — casi sale arrastrada por Anastasia.
—¡Sveta espera! — grité en vano.
No podía creer lo que tenía en mis manos. No puede ser… ¡Una manzana roja! ¿Estará Yulia aquí?
—Imposible — dije para mí en voz alta.
Bien Elena, y ahora hablando sola, está claro que la manzana es de Yulia. ¿Seguirá pensando en mí? Necesito encontrar a Svetlana a la salida y que me explique todo.
—Señorita Katina, al escenario — escuché al director del teatro.
Ahora que existía la posibilidad de que Yulia estuviese allí, me daba más fuerzas para afrontar los nervios. Tenía que hacer la mejor actuación de mi vida, iba a demostrar que Elena Katina era inocente y que ha nacido para pisar cualquier escenario del mundo.
En las primeras filas pude ver a mis padres, siempre tan orgullosos; ellos son mi ejemplo a seguir. También estaba con ellos Anastasia, mi amiga, mi hermana, que a pesar de su dureza… allí estaba llorando a moco tendido.
Busqué, durante las dos horas y media que duró el concierto, la cara de Svetlana, pero no la encontré. El teatro estaba a rebosar de gente y terminó con mi última nota, se apagaron las luces y me quedé en completa oscuridad, solo podía escuchar la gran ovación al otro lado del escenario. No sabía si lloraba de emoción o era producto de los nervios acumulados por el momento.
Esa noche me costó dormir. A las 8 de la mañana me esperaban en el juzgado para declarar y yo sólo tenía en mente la manzana roja, que coloqué en la mesilla de noche de mi dormitorio.
"Decidido: mañana cuando salga del juzgado, me acercaré a la prisión", eso fue lo que me dije a mí misma pues los lunes son días de visita y necesitaba ver a Yulia y decirle lo que siento por ella.
—Sale a declarar la señorita Elena Katina — escuché al juez nombrarme.
Toda la sala se giró al verme entrar, algunos con caras sorprendidas y, otros, con incertidumbre.
—Señorita Katina, promete y jura decir la verdad y nada más que la verdad ante Dios y la ciudad de Moscú — citó el juez de carrerilla.
—Juro — levanté mi mano derecha.
—Siéntese señorita, el letrado tiene la palabra.
Me senté en el banquillo, esperando a que el abogado del impresentable me acribillase a preguntas. Allí estaba él, sentado en el banquillo de los acusados, con esa cara de soberbia y autosuficiencia que le caracterizaban. La manera en la que miraba, me estaba provocando nauseas.
—¿Es cierto señorita Katina que usted entró en la cárcel con aires de prepotencia?
—Eso es falso — me indigné.
—Protesto señoría — habló el abogado de la acusación.
—Siga letrado — el juez dio paso a la defensa para que continuase.
—¿Es cierto señorita Katina que usted provocaba a mi defendido, el agente Bazyli Kozłowski? — volvió a soltar otra mentira.
—¡Esto es increíble! — exclamé alterada.
—No hay más preguntas señoría — sonrió victorioso.
—Pero… — me quedé sin palabras.
No me podía creer lo que acababa de vivir hacía apenas unos segundos. Mi reacción fue la de mirar a Anastasia, que estaba sentada en primera fila haciéndome señales de que respirase y me relajase.
—Señorita Katina, usted sufrió amenazas continuas por parte de aquella persona — señaló a Bazyli.
—Desde que llegué a la celda. Incluso pegó, en varias ocasiones, a mi compañera de celda.
—¿Fue agredida violentamente por el agente Kozłowski? Acuérdese que está bajo juramento.
—Sí, amenazas verbales, físicas e incluso intentó violarme — dije firme.
—Una última cosa señorita Katina. ¿Conocía usted la operación que se estaba llevando a cabo por la unidad de policía?
—No.
Al otro extremo de la sala pude distinguir las caras de Nadiuska y Alexei; sin traje de policía cambiaban mucho e imponían menos. Nadiuska me sonrió desde el banquillo donde se encontraba, gesto que me proporcionó algo de tranquilidad.
—Eso es todo señoría.
—Gracias por su colaboración, puede sentarse o marcharse si así lo prefiere — me explicó el juez.
No quería estar más tiempo en esa sala. Las preguntas y las acusaciones de la defensa me estaban poniendo de muy mal humor, y más nerviosa de lo habitual. Miré a Nastya y, con un gesto, le indiqué que salía fuera.
—Por favor, que pase a declarar la inspectora de policía Yulia Volkova — dijo el juez antes de que pudiese abrir la puerta.
Y allí entraba una Yulia serena y muy seria. Cuando se dio cuenta de mi presencia, se quedó algo parada, me guiñó un ojo y siguió los pasos que hasta hacía unos minutos tuve que dar yo.
La sangre se me vino a los pies en ese instante. ¿Inspectora de policía? No puede ser…
—Elena, ¿estás bien? Vamos fuera a que te dé el aire — comprendió mi reacción al ver a Yulia.
—No puede ser Nastya — me paré en seco – Tengo que volver.
—¿Estás segura? — me miró preocupada.
—Necesito entrar allí dentro y saber la verdad de una vez por todas.
Cuando llegué de nuevo a la sala, me senté en un asiento que había libre al final del todo.
—Inspectora Volkova, ¿cuánto tiempo llevaba metida en esa cárcel? — preguntó la defensa.
—9 meses y 5 días — contestó seriamente.
—¿Y en todo este tiempo ha estado vigilando a mi cliente?
—Estábamos estudiando sus movimientos y comportamientos, tal y como estaba previsto en el operativo.
—Cuando dice estábamos… ¿A quién más se refiere?
—Éramos tres agentes infiltrados en la cárcel. Yo como presa y como guardias dos: el agente Kuznetsova y el agente Navalny, junto con la colaboración de la doctora Sharapova. El resto estaba trabajando desde el exterior.
—¿Le molestabais para que reaccionara y lo enfadabais para que cometiese algún error?
—Negativo.
Estaba impresionada con la entereza con la que estaba Yulia hablando.
—¿Qué relación tenía usted con la reclusa Olga Smirnova? — preguntó sonriendo.
—No entiendo qué tiene que ver esta pregunta — preguntó algo nerviosa.
—Me han informado que usted formó dentro de la cárcel una banda con esa muchacha y otras más, como Adriana Martínez y Bruna Topalova, contra mi cliente.
—Eso es completamente falso. Olga es una peligrosa reclusa de nivel 4 que trasladaron al pabellón en el que yo me encontraba. Ella me conocía porque la detuve en una operación de la policía y no podía permitir que hablase y echase a perder la investigación, señoría — con sus palabras, ya todo me empezaba a encajar.
—Eso me lo tendrá que explicar la señorita Smirnova cuando declare.
—Y por último, ¿qué relación tiene usted con la señorita Katina?
—Fue mi compañera de celda — se puso nerviosa e inquieta.
—Eso no es lo que tengo entendido. ¿Mantuvo una relación sentimental con la reclusa 6521?
—Que yo me haya enamorado de ella no creo que tenga relevancia en el caso — confesó.
—¡Sí que la tiene! ¿Estabais conspirando contra mi cliente?
—Protesto, la situación sentimental de la inspectora no es relevante en el caso — dijo el abogado.
—Aceptada la protesta — espetó el juez.
—No hay más preguntas — soltó el abogado del acusado.
—Quiero llamar a mi próximo testigo, Bruna Topalova.
Por la puerta entraban dos guardias escoltando a Bruna, que andaba esposada y con el uniforme de la prisión.
—¡Bruna! — exclamé cuando pasó por mi lado.
—Gracias Katina — me dijo antes de que los guardias la llevasen ante el juez.
Vi a Yulia salir de la sala. Era mi oportunidad de salir tras ella, pues necesitaba que me explicase tantas cosas… que no iba a perder más tiempo.
—¡Yulia! — grité al ver que se marchaba.
Se giró y me miró y creí que me moría, no había olvidado esa mirada y esos ojos. El verla con unos vaqueros y una camiseta negra, sin mangas, no estaban ayudando para que pensara.
—Hola Elena. ¿Cómo estás? — me saludó cordialmente.
—¿Por qué? — solo atiné a preguntar.
—Es un poco largo de contar… — sonrió.
—Tengo todo el tiempo del mundo — respondí rápido.
—Estuviste genial en tu vuelta al escenario — me confesó.
—No me cambies de tema — dije enfadada, aunque el estómago me diera un vuelco por su halago.
—Creo que ya te has dado una ligera idea, ¿no? — agachó su mirada.
—Necesito que me expliques.
—¿Qué quieres saber? — preguntó con su característico semblante sereno.
—¿Fue verdad?
—¿El qué?
—Lo nuestro.
—Nunca te podría mentir sobre lo que siento. Ya te expliqué en la celda que, cuando te vi, me cautivaste. Todo lo que vivimos fue real para mí — se sonrojó.
—¿Por qué no me dijiste que eras inspectora de policía?
—Llevaba muchos meses de investigación y, por el bien de mi equipo, no podía arriesgarme. Los chicos me pidieron que te sacara de mi celda, pero no quería estar lejos de ti, por eso me siento culpable de haberte metido en toda esta mierda.
—Si me hubieras dicho la verdad, te podía haber ayudado — me quejé.
—No lo tenía tan fácil. Además, tenías a Bazyli y a Adriana detrás y te convertiste en un punto importante para la investigación.
—Eso no es excusa.
—Lo siento Elena, es todo lo que puedo decirte. Si no quieres verme o quieres pegarme… adelante, lo entenderé.
—¿Me conocías de fuera?
—No, ya te he dicho que lo que viví contigo fue todo real.
—¿Me quieres? — lancé la pregunta bomba.
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Mi agente me llamó a las semanas para decirme que el concierto había tenido un éxito arrollador, tanto en los medios como en el público. Me comentó algo referente a que era con certeza la futura ganadora del Billboard, pero yo no estaba para nada nerviosa por aquello… sino más bien por la cita que tenía con Yulia esa noche.
—¡Voy! — grité al escuchar el timbre de la puerta.
—Estás…— la reacción de Yulia al abrir la puerta no tenía precio.
El vestido escotado negro, que había elegido para la ocasión, estaba surgiendo el efecto deseado.
—Estás preciosa, Elena — dijo con un brillo especial en la mirada.
—Tú también lo estás — le susurré muy cerca del oído.
A decir verdad, Yulia estaba sexy con una cazadora negra de cuero y el pelo alborotado, como de costumbre.
—¿Nos vamos? — me dijo con su cautivadora sonrisa.
—Espero que sea un restaurante bonito.
—¿Recuerdas qué te dije en el comedor de la cárcel?
—¿Lo de las citas? — pregunté ilusionada de que se acordara de nuestra primera cita.
—Aunque fue nuestra primera cena oficial juntas, te prometí un montón de citas más.
—¿Y dónde están las flores que me prometiste? Me has fallado Volkova — pregunté con algo de indignación fingida.
—¿Quién dice que no tengo las flores? — preguntó sonriendo por mi actuación.
—Pues… ¿Qué no las llevas contigo, quizás? — comenté algo confusa.
—Observa bien, Elena — se apartó un poco del campo de visión.
Desde la puerta de mi casa, se podía apreciar un camino de pétalos de rosas rojas, simulando una alfombra roja que se dirigía por toda la calle hasta la puerta de un coche.
—Yulia…— me quedé sorprendida por el gesto.
—Una estrella debería caminar por una alfombra y qué mejor que una alfombra de pétalos de rosa. ¿Vamos? — me agarró la mano como de costumbre y me acompañó hasta la entrada del coche.
—¿Y Svetlana? — pregunté al recordar nuestra cita doble.
—Nastya ha ido a por ella, decía que tenía una sorpresa — sonrió.
—Sorpresa… Ya me conozco yo ese tipo de sorpresas — soplé desesperada.
Y así comenzaba mi nueva vida. Un trabajo de ensueño, una familia que adoro, las mejores amigas que se pueden pedir, el amor de mi vida y una lección aprendida: nunca infravalorar la libertad.
Ahora sí, ahora podía decir que Elena Katina es la mujer más afortunada del mundo.
—Elena — me dijo mientras conducía.
—Dime — me sobresalté por estar metida en mis pensamientos.
—¿Y si nos fugamos? — me miró con una sonrisa traviesa.
—¿Qué pasa con Nastya y Sveta?
—Creo que ellas tampoco van a llegar a la cena — se rió.
—Entonces, escapémonos — besé fugazmente sus labios.
Fin!!
Quién más se veía venir lo de Yulia???
Gracias una vez más por acompañarme en esta aventura, en este fascinante fic, que a mi parecer, estuvo espectacular.
Nos leemos pronto, mis amores!!!
A DILEA, la escritora, un fuerte abrazo y mil aplausos por ta maravillosa historia!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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Re: CELDA 066 (ADAPTACION YULENA) POR: DiLea
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