LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
Y es que yo soy así, sin dejar tregua alguna ni que digieran una historia cuando les traigo otra Para mi es la idea principal, no dejarles con el sabor de boca y tampoco dejar que la imaginación muera al contrario, son tantas historias que compartir con uds que a veces no quiero que el tiempo acabe, siempre respetando el derecho de los autores para evitar conflictos.
Todas las historias que subo son adaptaciones, hasta ahora he dado las gracias a cada uno de esos escritores que hacen posible toda la magia literaria y aunque no sean obras de arte para el mundo, para mí si lo son porque es la manera de pensar de cada quien lo que en cada párrafo, historia, página, plasman y es totalmente divino leer la mente de los demás.
Esta historia es muy hermosa, diré que particularmente me sacó varias lágrimas y aunque la leí hace mucho, será un placer volverlo hacer mientras hago las ediciones. Espero la sigan hasta el final y que la disfruten.
No sé quien es la autora o autor real del fic, pero un aplauso e infinitas gracias por escribir tan radiante obra.
Y ya, para dejarlos con un adelanto, espero les guste.
(Prólogo)
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Elena Katina es un imán para las enfermedades. Al nacer debió de someterse a un trasplante de corazón, pues el suyo tenía grandes problemas. Antes de cumplir un año ya había sufrido de varicela, sarampión, meningitis y otitis, esta última al menos dos veces. Al año y medio una fiebre la dejó en cama durante semanas. Los doctores les dijeron a sus padres que no viviría, pero Elena lo hizo. A los cuatro años los doctores les dijeron a los padres de Elena, que su trasplante de corazón estaba siendo rechazado por su organismo. A los cinco se sometió a otro trasplante. A los siete, le extirparon una parte del páncreas. A los once su corazón fue rechazado nuevamente. Esto indicó otro trasplante. A los doce Elena estaba deprimida, así que sus padres la llevaron al psicólogo. No es extraño que este le diagnosticara algo también: Asperger. A los quince, Elena dejó de asistir a la escuela y comenzó a recibir educación en casa, pues su madre llegó a la conclusión de que era lo mejor para ella. A los dieciséis, Elena estaba más deprimida que nunca, sin amigos, escuchando música a alto volumen mientras miraba por la ventana de su habitación, saludando a la anciana señora Olga durante las mañanas. Y como siempre, vino otro problema: los riñones de Elena comenzaron a fallar. Recibió varias donaciones, pero todas las rechazó al instante. Ahora Elena vivía de la diálisis tres veces a la semana. Pero eso no era todo… Su corazón, de nuevo, estaba siendo rechazado.
Luego estaba Yulia Volkova , una niña que solo había tenido un par de resfriados en su infancia. Cuando su abuela, Alina, murió y su madre heredó la casa por ser su única hija, Yulia debió decir adiós a su vida en Rusia y decir hola a la ciudad de Miami. Los primeros días fueron difíciles. Yulia conocía el idioma desde pequeña, pero aun así se le dificultaba entender algunas cosas. La escuela fue difícil también. Allí no tenía amigos, y al ya tener 17 años, estar en el último curso y ser una chica no muy dada a hacer amistades fácilmente, la hizo sentirse como una persona solitaria y deprimida durante los primeros meses. Luego, sin saber cómo, conoció a Sara y a Allison, y su vida dio un giro drástico. Podría decirse que Yulia era feliz… Lo era hasta que un chico, Arthur, comenzó a acosarla y ella terminó confesándole su gran verdad solo para que la dejara en paz. Sí, Yulia era lesbiana. Sara y Allison no se alejaron de ella, pero eso no evitó el montón de burlas que comenzó a recibir diariamente… Así fue como Yulia se convirtió en una joven deprimida que, al llegar a su casa, se encerraba y lloraba en su habitación… Hasta que vio a la chica de ojos verdes que la miraba desde la casa de enfrente.
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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XX: A ver ¿Que tenemos acá?
YY: ¡Es Yulia Volkova! Nuestra lesbiana favorita!
Sara: Alfred, Arthur, déjenla en paz. Se los advierto.
Yulia: Déjalos, Sara. No me importa.
Allison: Pero a nosotras si nos importa, Yul, y hasta que estos idiotas no te dejen en paz…
Alfred: ¡Cállate de una vez! ¡Nosotros haremos con ella lo que se nos dé la gana!
Yulia dejó escapar un gemido de terror. Sabía lo que aquellas palabras significaban. La golpearían… De nuevo.
Allison: ¡Ni se les ocurra tocarla!
Arthur: ¿Y qué pasará si lo hago? ¿Qué me harán? –Preguntó con una sonrisa típica de villano de película.
Sara: No querrás saberlo, Arthur Smith.
Alfred y Arthur se miraron y dejaron escapar una fuerte carcajada al unisono. Luego, Alfred miró a Arthur y asintió aun con su sonrisa tipica de villano en el rostro.
Fue entonces cuando Arthur sujetó el cabello de Yulia con una mano, la hizo retroceder hasta los casilleros y luego enterró su rodilla en su estómago. Un grito de dolor escapó de los labios de la pelinegra y, cuando el chico la soltó, cayó al suelo jadeando, intentado recuperarse del golpe.
Lágrimas ya resbalaban por sus mejillas.
Arthur: Maldita les…
Pero el rubio no pudo culminar su frase, pues Sara ya se había lanzado sobre él y estaba golpeándolo con todas las fuerzas que tenía mientras Allison intentaba detener a Alfred.
Sara: ¡Corre Yulia! - Gritó.
Yulia no dudó ni un segundo en hacerlo.
Con el estómago aun doliéndole, corrió y corrió hasta llegar al estacionamiento. Una vez allí, buscó las llaves de su auto desenfrenadamente hasta dar con ellas. Un minuto después, Yulia surcaba las calles en dirección a su casa a máxima velocidad, con lágrimas en los ojos y un terrible dolor en el vientre.
Al llegar, como siempre, la casa estaba vacía. Su madre y su padrastro solían trabajar hasta muy tarde, y Viktoria , su pequeña hermana, era cuidada por su tía durante las tardes. Yulia suspiró. A veces deseaba poder llegar, abrazar a su madre y contarle lo que había sucedido… Pero no podía.
Y cuándo tenía la oportunidad de decirlo, no lo hacía.
No lo hacía porque tenía miedo de que la llamasen cobarde.
Ya tenía bastante con que todos en la escuela (Exceptuando Sara, Allison y un par de gays) la llamaran estúpida lesbiana. No quería ser la estúpida lesbiana cobarde.
Triste y adolorida, subió a su habitación y empezó a llorar.
Yulia: ¡ERES TAN ESTUPIDA! ¡¿POR QUE NO DEJASTE QUE TE BESARA ESA VEZ?! ¡¿POR QUÉ, IDIOTA?! - Se gritaba a sí misma, llorando sobre su cama.
*Flashback*
Arthur: Vamos, Yulia, sé que quieres hacerlo - Había dicho el rubio mientras la mantenía presa entre los casilleros y sus brazos.
La morena se sentía asqueada por su olor a sudor, por sus labios demasiado cerca de los suyos, por sus brazos demasiado grandes para su gusto…
Yulia: Arthur, yo… no… no quiero - Dijo, con nerviosismo en su voz.
Arthur: Vamos, Yulia, solo un beso.
Yulia: No… ya… ya te lo dije - Decía, intentando empujarlo. Pero su fuerza era muy superior a la de ella, por mucho.
Arthur: ¿Por qué no?
La morena a se quedó callada. Sabía lo que sucedería si se lo decía. En Rusia había cambiado de escuela tres veces por esa razón.
Arthur: El que calla otorga, preciosa.
Y lentamente, el chico acercó sus labios a los de Yulia.
Ella cerró los ojos fuertemente, esperando que al abrirlos todo fuese una muy mala pesadilla. Pero no era así. Sus bocas casi se tocaban y Yulia estaba aterrada. Cuando Arthur rozó sus labios ligeramente con los suyos, Yulia ya no pudo contenerse.
Yulia: Me gustan las chicas…
Él se alejó un poco y la miró confundido.
Arthur: ¿Qué acabas de decir?
Yulia: Soy… soy lesbiana.
El rubio sonrió. Sonrió de una manera perversa. Con malicia, odio y unos grandes deseos de golpearle el trasero a alguien.
Yulia: Arthur, por favor, no… no le digas a nadie… yo…yo solo…
El chico sonrió aun más ampliamente, y la pelinegra pensó que no iba a hacerle nada. Entonces la mano del chico aterrizó en su mejilla, haciéndole voltear la cara y ver estrellitas por unos instantes. Cuando Yulia volvió a mirarlo, Arthur ya no estaba sonriendo.
Arthur: Maldita lesbiana - Dijo, y se fue.
Así comenzó el infierno.
*****
Yulia: ¡ME ODIO! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO SER COMO LAS DEMÁS?! ¡¿POR QUÉ NO SALGO CON FREDDIE O EL PRIMO DE SARA?! ¡¿POR QUÉ TENGO QUE SER ASI?! ¡¿POR QUÉ, ESTÚPIDA?! ¡¿POR QUÉ?!
De repente, la canción de One Direction que usaba como tono de celular interrumpió su llanto. Atendió su teléfono sin siquiera ver el nombre.
Yulia: ¿Hola?
XX: ¿Yul, estás bien?
Yulia: Si, Sara… o al menos físicamente. Pudo ser peor… La otra vez me abrió el labio.
Sara: Yo creo haberle roto la nariz, pero no estoy segura. Ojalá los otros hayan tomado fotos y las suban a Facebook. En serio quiero ver cómo le dejé la nariz de payaso.
Yulia rió entre lágrimas. Sara era la única que podía hacerla sentir mejor en aquellos momentos en los que solo sabía odiarse a sí misma.
Yulia: Créeme, yo también quiero ver eso.
Sara: Yul, quisiera ir a tu casa ahora, pero tengo que cuidar a mis hermanos y… Ally aun no ha terminado su servicio comunitario, así que ella tampoco irá.
Yulia: Le dije que escribir “Fuck You” y “Allison Was Here” en el auto de Alfred, no iba a ser bueno.
Sara: Vamos, Yulia, valió la pena. Si miras de cerca aun lees "Allison" en la puerta del copiloto.
Yulia: Si lo ves de esa forma es como si Allison viajara a todas partes con Alfred.
La risa de Sara se escuchó al otro lado del altavoz. Yulia rió también, contenta de que alguno de sus chistes hubiese sido lo suficientemente bueno como para hacer a Sara reír.
Sara: Oh, Dios, Yul, tengo que contarle esto a Ally.
Y sin decir más, Sara colgó su celular.
Y allí estaba Yulia, de nuevo sola, en su habitación, con el vientre adolorido y unas inmensas ganas de llorar.
Fue entonces cuando Yulia miró hacía la ventana. No solía asomarse por allí, pues solo se podía ver la ventana de la casa de enfrente y un montón de arbustos sin cortar. Pero ese día, esa ventana tenía algo que le llamó la atención. Tal vez eran los rayos de sol que atravesaban el vidrio o la transparencia del cristal. Nadie jamás lo sabría.
Miró a través de ella, con los ojos aun llenos de lágrimas y sonrío. El cielo estaba azul, las nubes parecían algodones y el sol brillaba como nunca. Sonrío. El día estaba realmente hermoso.
Entonces, cuando sus ojos decidieron bajar un poco, Yulia la vio. En la casa del frente, con una mano sobre la ventana, una chica de ojos claros (O al menos esto pudo notar a la distancia), cabello rojizo y tez pálida, la estaba mirando. No estaba sonriendo, llorando o enojada. Solo la estaba mirando.
En cuanto la chica se dio cuenta de que Yulia había notado su presencia abrió los ojos como platos, bajó la mirada y luego solo se dio media vuelta y se recostó sobre su cama, donde comenzó a escribir en… ¿Era eso un periódico? ¿Acaso estaba rellenando un crucigrama? Los pocos segundos que Yulia la había visto, había notado que tal vez tendría su edad, así que no podía imaginar que alguien tan joven estuviese haciendo algo tan aburrido como un crucigrama del periódico.
Intrigada, Yulia buscó un cuaderno de dibujo y un marcador y escribió algunas palabras allí. Luego colocó el papel sobre la ventana y comenzó a golpear su propio vidrio intentando llamar la atención de la chica del frente. Durante unos minutos la pelirroja no reaccionó, como si estuviese atrapada en su propio mundo. Entonces lentamente pareció darse cuenta del sonido y levantó la cabeza despacio. Cuando sus miradas se encontraron, ella la apartó rápidamente. Entonces, sus ojos cayeron en el papel y comenzó a leerlo.
“¿Que estás haciendo?”
Sus ojos, a los dos metros que separaban ambas ventanas, parecieron llenarse de alegría, pero su rostro no lo demostró. Era como si ella quisiera sonreír, pero no pudiese o no supiese como.
Se acercó lentamente a la ventana, como si estuviese dudando entre hacerlo o no, y luego colocó el periódico sobre la ventana. Como Yulia lo había pensado, era un crucigrama. Sonrió. Por primera vez había adivinado algo en su vida sin tener que pedir una segunda oportunidad.
Entonces la morena bajó su mirada. Algo no estaba bien en uno de los brazos de la chica. Se veía un poco más grande que el otro, y una vena parecía sobresalirle. Lo miró con curiosidad, intentando descifrar que era lo que hacía que este se viese así. Cuando finalmente se dio por vencida, notó que la chica la estaba mirando con el ceño fruncido, como si estuviese intentando descifrar lo que Yulia estaba haciendo. De nuevo, cuando sus miradas se encontraron, la chica de la ventana dejó de mirarla.
La pelirroja se dio la vuelta y pareció estar buscando algo por la habitación. Luego volteó a ver a Yulia y colocó una mano sobre su cabeza, aparentemente confundida. Finalmente abrió un cajón de su escritorio y sacó una hoja y un marcador. Yulia la miró fijamente mientras comenzaba a escribir.
Finalmente, la chica terminó y colocó su papel sobre la ventana. Yulia sonrío.
“¿Que estas mirando?”
Su letra era hermosa, pulcra, casi de computadora. Parecía irreal, así como la chica.
La pelinegra pasó la página y comenzó a escribir. No escribió lo que antes había querido preguntar acerca de su brazo. En realidad, solo escribió lo que estaba pensando mientras veía a la misteriosa chica de ojos claros.
“Eres hermosa”
Y por primera vez, Yulia vio a la chica sonreír tímidamente.
Esa sonrisa borró todo lo malo que le había sucedido durante el día. Borró el dolor de su vientre, el odio hacia sí misma y las lágrimas de su cara. Todo con una simple tímida sonrisa que desapareció en segundos.
Cuando Yulia volvió a fijarse en la ventana, había un nuevo papel allí.
“Tú también lo eres”
La morena se sonrojó y miró fijamente a la chica de ojos escurridizos, regalándole su mejor sonrisa. La chica de la ventana sonrío también, pero no como antes. Esta vez solo elevó una de las comisuras de sus labios. Pero fue suficiente para Yulia.
De repente, una mujer entró a la habitación de la chica, sin llamar. Seguramente era su madre. Yulia y la chica de la ventana soltaron sus hojas y miraron a la mujer atentamente. Pero, obviamente, la madre de la chica solo notó a su hija, porque a veces las personas están demasiado encerradas en su mundo como para mirar por la ventana.
La madre le dijo algo y la chica asintió, pero luego señaló unos zapatos deportivos colocados en el rincón mientras chasqueaba los dedos. La mujer mayor suspiró y la chica se sentó en la cama. Unos minutos después, la mujer comenzó a colocarle y atarle sus zapatos. Yulia alzó una ceja.
“Así que no sabes atarte los zapatos, chica de la ventana” pensó.
Cuando los zapatos estuvieron perfectamente puestos, la madre tomó a la chica del brazo y se la llevó.
La chica de la ventana ni siquiera miró hacia atrás.
… Yulia esperó a la chica durante un par de horas haciendo los deberes de la escuela, y al terminarlos ella seguía sin aparecer. Se rindió cuando sus padres llegaron y su hermana menor la llamó para que fuese a cenar.
Jhonathan: ¿Cómo te fue hoy, querida? - Preguntó su padrastro, quien era casi como su padre, pues vivía con ella desde que tenía cinco años.
Yulia: Como siempre…
Larissa: Vamos, cariño, danos más detalles… ¿Hiciste algo nuevo hoy?
Yulia sonrió al recordar su pequeña conversación con la chica de la ventana.
“Eres hermosa”
“Tú también lo eres”
Se sonrojó al recordar esto.
Yulia: Si, en realidad si - Dijo sin poder borrar la sonrisa de su cara.
Larissa: Conozco esa cara… ¿Conociste alguna chica hoy, Yulia?
La morena sonrió. Sus padres aceptaban tan bien su sexualidad que a veces Yulia pensaba que eran los padres de su mejor amiga. Solo el padre de tu mejor amiga acepta tu sexualidad tan fácilmente, pues no son sus hijos quienes sufrirán el maltrato y discriminación de la sociedad.
Yulia: En realidad, sí…
Vika: ¿Y cómo se llama ella? –Preguntó emocionada.
La sonrisa de Yulia se borró de su cara.
Aun no conocía el nombre de la chica de la ventana.
***
CONTINUARÁ…
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Elena se definía a sí misma como una chica rara, solitaria y llena de problemas. Lo sabía porque mientras los demás en la sala de diálisis veían televisión, hablaban, leían un libro o revisaban sus notificaciones en Twitter, ella terminaba el crucigrama que había estado haciendo antes de que la chica de la ventana la interrumpiera.
Tenía una rutina simple, y le gustaba seguirla al pie de la letra.
Se levantaba a las cinco, sorprendida de que su corazón rechazado hubiese sobrevivido una noche más, tomaba sus medicamentos para intentar que su estúpido cuerpo dejara de atacar al órgano que la mantenía con vida, comía un desayuno ligero, hacía un crucigrama y luego volvía a dormir hasta que su madre la despertaba para almorzar. Luego de esto subía a su habitación y miraba por la ventana. Miraba a la chica que lloraba, queriendo decirle algo, preguntarle por qué lo hacía, pero su Asperger no se lo permitía. Luego de mirar suficiente tiempo por la ventana, su madre iba a buscarla a su habitación e iban a sus citas diarias. Cuando no era la diálisis era el psicólogo, cuando no era el psicólogo era el cardiólogo, cuando no era el cardiólogo eran clases de piano con la señora Hansen, a las cuales asistía junto con Jennifer, su única amiga. Lo único que le gustaba de todas sus actividades era esta última: la música… tiempo atrás el psicólogo les había dicho a sus padres que ella estaba deprimida. Primero intentaron con grupos de apoyo, pero estos solo la deprimieron más. Luego intentaron otras cosas, pero no funcionaron. Las clases de piano eran las únicas que parecían hacerle sentir un poquito no tan deprimida. Finalmente llegaba a su casa, y luego de cenar, inyectarse su dosis diaria de insulina (Las cuales necesitaba debido a que una porción de su páncreas había sido extirpado tiempo atrás) y tomar más medicinas (Entre ellas una pastilla para dormir) Elena se quedaba profundamente dormida hasta el día siguiente. A veces, cuándo no podía dormir ni con ayuda de las medicinas, pintaba durante la noche, pero esto se salía de su rutina, lo cual lo hacía abandonarlo casi de inmediato.
Pero ese día, por primera vez, no se sintió mal al dejar su rutina. Se suponía que debía VER a la chica, no HABLAR con ella (“En realidad, nos hemos escrito” Se interrumpió), pero cuándo lo hizo se sintió tan bien que podría haberse salido de la rutina durante todo el día.
Esto jamás había sucedido con la señora Olga, su antigua vecina. La anciana señora solo la saludaba de vez en cuando, pero jamás hablaban. Y esto estaba bien.
Una voz interrumpió sus pensamientos.
XX: Buenas tardes, Katina –La saludó una voz que conocía bastante bien.
Elena: Jen, acabas de interrumpir mi crucigrama.
Jennifer: Lo siento. Solo quería hacerte compañía. Puedo irme si quieres.
Lena sacudió la cabeza casi de inmediato. Le encantaban los crucigramas, pero su madre sobreprotectora solo le permitía ver a Jennifer durante las diálisis y cuándo asistían a clases de piano, y en estas últimas hablar era imposible con la estricta señora Hansen como profesora.
Elena: Quédate, por favor.
Jennifer: Sabía que me necesitarías, Katina.
La pelirroja sonrió y luego hizo espacio para que su amiga se sentara a su lado. En cuanto lo hizo, ambas se quedaron en silencio, escuchando el sonido de la máquina de diálisis. Entonces Lena rodeó a Jennifer por la cintura con su brazo libre y apoyó su cabeza en su hombro.
Era un abrazo.
Torpe, pero lo era.
Jen respondió al abrazo de inmediato.
Eran pocas las veces en las que Elena daba un abrazo espontáneo. Su psicóloga decía que era a causa del Asperger, pero su amiga creía que en realidad la personalidad de la pelirroja era así. ¿Por qué echarle la culpa de todo a tu padecimiento? ¿Por qué no puedes ser tu mismo a pesar de todo?
Elena: Mi vida es espantosa.
Jennifer: No, no lo es Lena.
Elena: Por favor, lee mi historial. Trasplantes, rechazos, enfermedades, diálisis… No hay nada bueno en el.
Jennifer: Claro que sí.
Elena: ¿Qué cosa? Créeme, memoricé cada palabra y no logré encontrar nada bueno. Incluso fui prematura.
Jennifer: Te lo mostraré…
Y sin dudarlo, la chica llamó a una enfermera y pidió el historial de su amiga.
Enfermera: De inmediato, señorita Scott. ¿Algo más?
Jennifer: Nada más Antonia, gracias.
El por qué las enfermeras hacían todo lo que Jennifer decía era bastante simple: Su padre era el dueño del hospital.
… Pero esto no quiere decir que Jennifer se aprovechara de ello. Ella no era una de esas chicas presumidas y arrogantes. No, la castaña era la mejor persona que jamás nadie pudiese conocer. Y su padre era igual…
El padre de Jennifer había sido de gran ayuda durante toda la vida de Elena. Cuándo Lena necesitaba un corazón, el padre de Jennifer ya tenía tres a su alcance. Cuándo Lena comenzó a necesitar diálisis, el padre de Jennifer ya la había hecho entrar en el programa. Cuándo necesitó insulinas, él se las dio. Cuándo necesitó medicinas para evitar que su corazón fuese rechazado nuevamente, el padre de Elena ya se las había entregado a su madre. El padre de Jennifer era como el ángel guardián de Elena Katina.
Elena: No vas a encontrar nada lindo en mi historial, Jenny.
Jennifer: Claro que lo haré. Soy un duende mágico, y los duendes mágicos siempre encuentran lo que buscan.
Elena: Jenny, aunque midas un metro cincuenta sigues siendo un humano, no un duende.
La castaña sonrió. Elena no solía entender sus comentarios sarcásticos a causa del Asperger, así que la chica muchas veces debía explicar las cosas. Pero esto no la frustraba. En realidad, amaba esto acerca de su amiga.
La pequeña chica rodeó con sus brazos el cuello de Lena y le besó la mejilla. Usualmente la chica de ojos verdes no se lo hubiese permitido, pero ese día parecía estar de buen humor.
Jennifer: Lo que quise decir es que siempre encuentro lo que quiero encontrar.
Elena: Igual sigues sin ser un duende.
Jennifer: Jamás dije que lo fuera.
Elena: ¡Claro que sí! ¡Te escuché!
Jennifer: Lena, no estaba hablando en serio. Sé que no soy un duende. Es solo una forma de expresión, ¿Entiendes?
Elena: Sí, creo que sí pequeña, NO duende.
Jennifer rio fuertemente y volvió a abrazar a Lena con cuidado de no golpear los tubos que estaban limpiando su sangre.
Jennifer: Te quiero mucho, Katina –Susurró.
Elena: Yo también te quiero, Scott –Susurró de vuelta.
Y la pequeña chica sabía que esto era verdad, pues la pelirroja solo solía decir esto cuando en verdad lo sentía.
Jennifer: Mientras esperamos a que traigan tu historial, puedes contarme lo que hiciste hoy – Sugirió, aburrida.
Elena: También puedo no hacerlo.
Jennifer: Idiota, hazlo en serio. Quiero escuchar –Dijo con una sonrisa en el rostro.
La pelirroja también sonrió. Pero no con una sonrisa grande. Era solo una sonrisa donde se elevaba una de las comisuras de su boca.
Elena: Bueno, hoy le escribí a la chica que vive al lado…
Jennifer: ¿A la que espías?
Elena: ¡No la espío!… Solo sigo mi rutina. Sabes que me gusta mirar por las ventanas…
Jennifer: Sí, y también te gusta Lana del Rey, coleccionar monedas, jugar Club Pengüin, hacer crucigramas y otras cosas que a las chicas de tu edad les parece aburrido.
Elena: No es aburrido, Jenny. Solo distinto.
Jennifer: Sí, señora filosofía –Se burló.
Elena: Jen, no puedo ser la señora filosofía porque… - Cerró los ojos y se gruñó a sí misma - ¿Es una forma de expresión?
Jennifer: Sí, lo es.
“Si fuese normal todo sería más fácil, idiota” Se dijo a sí misma.
Jennifer:¿Puedes continuar?
Elena: Claro… ella me descubrió mirándola, así que comencé a hacer un crucigrama para callar las voces en mi cabeza que me decían que era una idiota invasora del espacio personal. De repente escuché ruidos, y era ella golpeando su propia ventana para llamar mi atención. Fue entonces cuando noté que había algo en su ventana. Era una hoja de papel, y allí me preguntaba que estaba haciendo… Y le mostré el crucigrama y… Así siguió todo.
Jennifer: ¡Vamos, Lena! ¡Cuéntamelo todo!
Elena: No, Jen –Dijo, avergonzada de contarle a su amiga la parte donde ambas decían que creían que eran hermosas.
Jennifer: Al menos dime como se llama…
Se quedó pensativa. No recordaba que la chica le hubiese dado su nombre. Y tampoco recordaba haberle dado el suyo.
“Mierda” Pensó. Y luego se dijo a si misma que necesitaba conocer con urgencia el nombre de la chica.
Jennifer: Está bien, no me cuentes –Dijo, creyendo que el silencio de su amiga debía de ser interpretado como una negación -… ¿Cómo sigue tu corazón?
Elena: No he muerto, eso es bueno.
Jennifer: No tanto… -Dijo con una sonrisa.
Elena: ¿Qué? –Preguntó herida.
Jennifer: ¡Estoy bromeando! ¡Lo prometo! ¡Es solo una broma! ¡Oh, Dios, soy una idiota! ¡No debería olvidar que tú no puedes entender algunas cosas, Lena!
Elena: Tranquila, Jenny. Es mi culpa, no tuya.
Jennifer: No es tu culpa, Elena. Tú no pediste tener Asperger.
Elena: Soy una idiota –Dijo para sí misma.
Jennifer: No, Lena –Dijo mientras le acariciaba la espalda con delicadeza - Eres increíble.
La pequeña abrazó a Lena de nuevo y recostó su cabeza contra la de ella luego de depositar un tierno beso en la mejilla de su amiga.
Jennifer: En serio lo siento.
Fue entonces cuando llegó la enfermera con una carpeta entre manos.
Enfermera: Señorita Scott, lamento interrumpir… Pero aquí está el historial.
Jennifer: Muchas gracias, Antonia. Te lo daré enseguida.
Enfermera: No se preocupe, señorita Scott. Con permiso.
Y así la enfermera se fue, dejando a las dos amigas entre el silencio. Bueno, no un silencio total. Aun se escuchaban las máquinas de diálisis y las conversaciones de los demás pacientes.
Elena: Quiero ver esa cosa tan buena que hay en mi historial.
Jennifer: Espera, tengo que encontrarlo primero… y no solo es bueno. Es hermoso.
Elena: Jenny, una fistula arteriovenosa en el brazo izquierdo no es hermoso. Y menos cuándo lo hace ver así.
Jennifer: No hablo de tu fistula, Katina… Además, no está tan mal.
Elena: Eso dices tú…
Jennifer: Cállate Kati… ¡Lo encontré!
Elena: Quiero verlo. Quiero ver esa cosa tan hermosa que tú dices está en mi historial.
La pequeña le enseñó el historial a la pelirroja y luego sonrió al señalar dos palabras.
Jennifer: Esto es lo más hermoso que he visto en tu historial, Katina.
La chica de ojos verdigrises sonrió al leer las palabras que Jennifer le estaba señalando:
“Elena Katina”
_____________________________________________________
CONTINUARÁ…
Gracias miles por leer!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
Capitulo 3
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Cuándo Elena llegó a su casa estaba tan débil que su padre, Sergey, debió subirla cargada hasta su habitación, donde se quedó dormida casi de inmediato.
“Estúpidos efectos secundarios” Pensaba cada vez que la debilidad luego de una diálisis la atacaba. “Estúpida enfermedad” Pensaba después.
Cuando su cuerpo le indicó que ya había dormido más de lo que necesitaba, Lena se sintió lo suficientemente fuerte como para bajar las escaleras y cenar junto a su familia.
La cena transcurrió casi con normalidad.
Casi…
Katya: Elena –La llamó su hermana. La pelirroja volteó a mirarla, demostrándole que la estaba escuchando - ¿Quieres salir a dar una vuelta conmigo e Iván?
Inessa: Amor, sabes que su corazón está débil y no puede hacer ese tipo de esfuerzos…
Katya: Entonces tal vez… podríamos… solo salir al jardín y mirar las estrellas.
Inessa: Katya, ella está cansada después de la diálisis… Solo… Déjala descansar.
Iván: ¡Deja que Elena hable, mamá! –Dijo exasperado.
Sergey: ¡No le hables así a tu madre, Iván!
Iván: ¡Entonces dile que le permita a Lena hablar! ¡Ella no es muda!
Elena: Katya… yo… yo solo… -“Idiota, la voz no debería fallarte” Se regañó a sí misma.
Inessa: Ella sabes lo que es mejor para su salud. Y lo mejor es quedarse acá, en casa.
De repente, la pelirroja comenzó a chasquear los dedos lentamente. Era algo que hacía cuando estaba estresada, indecisa o confundida. Mientras su familia peleaba en la mesa, ella los miraba sin saber que decir, chasqueando los dedos sin ser consciente de este acto.
“¡Haz algo Katina! No dejes que se peleen por tu culpa!”
Katya: ¡Tiene dieciocho años, mamá! ¡Ya no es una bebé!
Inessa: ¡Pero está enferma!
Esto fue lo que hizo a la pelirroja reaccionar.
En un ataque de ira, la chica de ojos verdigrises lanzó su plato al suelo y se levanto de la silla, frustrada, chasqueando los dedos inconscientemente.
Sergey: Lena, mi amor… Tranquila. Te puedes hacer daño.
Elena: ¡NO SOY UNA PUTA ENFERMA, MAMÁ!
Y con toda la velocidad que le permitían sus débiles piernas, subió a su habitación y cerró con llave, aunque sabía que su madre tenía varias de repuesto, convirtiendo a este acto en algo completamente inútil.
Enojada con su madre, con su familia y consigo misma, la pelirroja se lanzó sobre la cama y comenzó a llorar.
¿Por qué no podía ser normal? ¿Por qué no podía simplemente tener una ligera gripe de vez en cuando? ¿Por qué no podía simplemente tener malas notas en la escuela? ¿Por qué no podía ser solo una niña estudiosa encerrada en una biblioteca? ¿Por qué tenía que ser la puta niña enferma que siempre parecía estar a punto de morir?
Inessa: Elena –La llamó Inessa delicadamente a través de la puerta - Elena, por favor, abre la puerta. Quiero… Quiero hablar contigo.
Elena: ¡YO NO QUIERO HABLAR CONTIGO!
Inessa: Elena, por favor, tranquilízate, no hagas ninguna locura.
Elena: Déjame morir, mamá… - Suplicaba con lágrimas en los ojos.
Inessa: ¿Qué?
Elena: QUE ME DEJES MORIR. ¡YA NO PUEDO SALIR DE ESTA CASA! ¡YA NO PUEDO VER A JENNY SI NO ES EN LAS PUTAS DIALISIS! ¡YA NO PUEDO NI SALIR DE LA CASA! ¡NO PUEDO HACER NADA POR MI MISMA! ¡NO ESTOY VIVA, MAMÁ! ¡ESTO NO ES VIDA! –Estalló -… Me estoy muriendo –sollozó.
Lena escuchó a su madre dejar escapar un gemido de dolor a través de la puerta y de inmediato supo que había actuado mal.
Elena: Mamá, lo siento…
Inessa: Hablamos mañana, Lena –Dijo, y finalmente terminó marchándose con lágrimas en los ojos corriendo por sus mejillas.
Luego de esto, no pudo hacer nada más que llorar desesperadamente sobre su cama, deseando no ser tan idiota, tan estúpida, tan… tan enferma.
“¡IDIOTA! ¡IDIOTA! ¡IDIOTA! ¡ERES UNA IDIOTA ELENA KATINA!”
Estuvo llorando por lo que parecieron horas… Lo hizo hasta que volvió a escuchar los mismos ruidos que había escuchado horas antes. Los ruidos de la ventana de enfrente al ser golpeada por un puño.
Se levantó y caminó hasta colocarse cerca de la ventana. Como siempre, puso su mano derecha sobre el vidrio. Sus dedos habían dejado de chasquear.
La chica de la ventana estaba allí, con una hoja de papel sobre el vidrio, mirándole con una cara que, según su diccionario mental, era preocupación.
Sí, Elena tenía un diccionario mental. Como no podía reconocer bien el lenguaje no verbal (Gestos, señas y otros), su psicólogo le había recomendado aprender las expresiones faciales de memoria. Ahora, gracias a esto, podía diferenciar un rostro triste falso de uno verdadero… No siempre, pero si la mayoría del tiempo.
“No llores, chica de la ventana” leyó.
Entonces sonrió como no había sonreído desde hacía mucho tiempo.
La chica de la ventana giró la hoja de su cuaderno de dibujo y comenzó a garabatear algunas palabras rápidamente. Cuando terminó, colocó el papel sobre la ventana delicadamente.
“Tienes una linda sonrisa”
Lena levantó un poco la vista del papel y pudo ver que la chica de la ventana también estaba sonriendo. No entendía la necesidad que tenían las personas de sonreír al decir algo amable, pero aunque no lo entendía le gustaba que la chica de la ventana lo hiciera.
De inmediato, Lena tomó un cuaderno y un marcador y comenzó a escribir lo que estaba pensando.
“Tú también”
Ninguna de las dos escribió nada durante un buen rato, y mientras la chica de la ventana tenía la mirada baja, Elena se permitió observarla sin temor a encontrarse con sus ojos.
Delgada, de piel clara pero no demasiado, cabello oscuro y una belleza de esas que solo se ven cuando las fotos son retocadas para las revistas. Pero Elena sabía que nada podía ser perfecto en el mundo, pues lo había leído en libros, así que buscó rápidamente alguna imperfección.
Y la encontró: Pijama rosa con conejitos amarillos.
Para Lena, quien solía vestir de colores oscuros todo el tiempo, los conejitos amarillos combinados con el color rosa de la tela era una imperfección bastante grande.
De repente, la chica de la ventana levantó la vista y la miró directamente a los ojos. Lena de inmediato apartó la mirada. Se sentía tan incómoda mirando a las personas a los ojos… Era… antinatural para ella.
Con la cabeza gacha, la chica de la ventana buscó una hoja de papel en blanco y escribió sobre ella. Lo colocó sobre el vidrio en cuanto terminó.
“¿Por qué estás llorando, chica de la ventana?
Lo único que a Elena se le ocurrió hacer fue tomar su cuaderno y escribir lo que pensaba.
“Porque no quiero ser una maldita enferma”
“¿Enferma? Tú no estás enferma”
“Eso es porque no me conoces”
“Tienes razón. No te conozco”
Lena sonrió. Cuando conversaba con aquella chica las sonrisas salían tan naturalmente, como si ella las colocara en su cara con cada palabra.
“Por favor, Elena, nadie puede colocar sonrisas en las caras de las demás. Sonreír consiste en flexionar músculos, idiota, no en colocarla así como así” Se dijo mentalmente.
La chica de la ventana golpeó el vidrio, y la pelirroja se sintió mal por haberse perdido tanto tiempo en sus propios pensamientos. Miró hacia adelante y se sintió extrañada cuando la chica comenzó a abrir su ventana y luego colocó un papel frente a su cuerpo.
“Quiero escuchar tu voz, chica de la ventana”
Pero justo cuando Elena comenzaba a abrir la suya, una pequeña niña entró a la habitación de la morena y comenzó a saltar a su alrededor. Por supuesto, no se fijó en Lena, porque, como ya habíamos mencionado, nadie tiene tiempo para mirar a través de las ventanas.
La chica morena del otro lado terminó sonriendo y diciéndole algo al oído a la más pequeña. Casi de inmediato, la niña abandonó la habitación.
La chica de la ventana escribió algo apresuradamente en un papel y luego lo colocó frente a su cuerpo.
“Debo irme ¿Hablamos mañana?”
Lena solamente asintió, sonriendo como solo ella podía hacerla sonreír.
Se alejó de la ventana en cuanto la chica desapareció por la puerta.
Estuvo media hora esperándola, pero no llegó. Fue entonces cuando vio el reloj y supo que debía de dormirse en ese mismo instante o no podría cerrar los ojos en toda la noche.
Tomó un baño corto, se colocó el pijama (el cual consistía en unos shorts blancos y en una holgada camisa negra), bebió sus medicinas y sus pastillas para dormir, y luego se recostó en la cama.
Durante quince minutos intentó dormirse, sin éxito. Cada vez que lo intentaba, la chica de la ventana aparecía en su cabeza. Era imposible para ella seguir así toda la noche.
Entonces, inquieta, se levantó, se acercó a la ventana, colocó su mano derecha sobre el vidrio y miró atentamente, esperando verla una vez más para poder conciliar el sueño. Pero no la vio, porque ella aun no estaba allí.
Tomó un papel, un marcador y algo de cinta adhesiva. Escribió rápidamente en el, y con algo de torpeza lo pegó sobre la ventana con ayuda de la cinta.
Se recostó sobre la cama y se durmió casi de inmediato, recordando lo que había escrito en aquel papel con una sonrisa en los labios.
“Buenas noches, chica de la ventana”
__________________________________________________
CONTINUARÁ…
Encantada que les llame la atención esta historia y como dicen uds, es muy triste pero emocionante y romántica. Aquí hay para todas las opciones
Última edición por RAINBOW.XANDER el 11/26/2021, 11:45 pm, editado 1 vez
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Yulia estuvo viendo películas con Vika hasta que esta se quedó dormida (lo cual sucedió muy tarde, para desgracia de la morena, quien deseaba con urgencia hablar con la chica de la ventana).
Luego de llevar a Vika a su cama, Yulia volvió a su habitación, esperando que la misteriosa chica que vivía frente a su casa estuviese aún despierta.
Para su mala suerte, la chica de la ventana ya estaba dormida.
Gruñó. Estaba frustrada. Quería conocer su nombre, pero cada vez que lo intentaba alguien las interrumpía. Primero la madre de la chica, luego Vika…
“¿Ahora qué? ¿Un cerdo volador en tanga?”
Entonces sonrió al ver que había un papel pegado torpemente en aquella ventana de enfrente, donde aquella chica apoyaba su mano derecha y la miraba con esos ojos que Yulia nunca lograba ver más de un par de milisegundos.
“Buenas noches, chica de la ventana”
Jamás había sonreído como lo hizo aquella vez.
***
Pero, como siempre, las cosas buenas en la vida de la morena venían acompañadas de algo mucho peor. Se levantó temprano y se alistó para ir a la escuela. Intentó hablar con la chica de la ventana antes de irse, pero esta estaba recostada sobre su cama, dormida, lo cual era raro pues al despertar, habría jurado que la chica de la ventana ya no estaba en su cama… Además, habían quitado el papel del vidrio.
Frustrada por no poder hablar con la misteriosa chica de ojos escurridizos, Yulia tomó una hoja y escribió en ella “Buen día, chica de la ventana”, la colocó sobre el vidrio y se fue.
Al llegar Sara y Allison la recibieron como siempre.
Sara: ¿Cómo estás, Yulia? –Preguntó la castaña mientras sacaba algunos libros de su casillero.
Yulia: Bastante bien, en realidad –Contestó sonriendo. No podía recordar lo sucedido con Arthur y Alfred el día anterior. Lo único que ocupaba su mente era la chica de la ventana.
Allison: Yul, estás… extraña. Jamás te había visto sonreír tanto. ¡Ni siquiera cuándo Sara te regaló una pizza tamaño extra familiar por tu cumpleaños!
Yulia: ¡ESTOY FELIZ! ¡ESTOY FELIZ!
Sara: ¡Fiesta en casa de Yulia! –Dijo no muy alto, burlándose de la felicidad de su amiga.
Allison: ¡Yo llevo la bebida!
Yulia: ¡Allison!
Allison: Bueno, entonces llevo al stripper… Será guapo, lo prometo -Respondió rodando los ojos.
Yulia: ¡ALLISON!
Allison: ¡Oh! Había olvidado que a ti no te gustan los chicos… em… tenemos que solucionar esto, Yul.
Sara: Yo era stripper en una de mis vidas pasadas, Yul –Sonrió tentadoramente a la morena, y luego la abrazó y le besó la mejilla - Tu dime lo que quieras y yo lo haré, bebé –Y seductoramente le guiñó el ojo.
La pelinegra se sonrojó de inmediato y se cubrió la cara con ambas manos, riendo. Sara siempre le hacía bromas como aquella, y ella siempre se sonrojaba.
Sonrojarse formaba parte de la vida diaria de Yulia Volkova.
Yulia: Ustedes son insoportables…
Allison: Yo soy insoportable… Sara es una caliente stripper frustrada que va a bailar sobre una mesa esta noche… en tu casa.
Yulia: ¿Saben qué? Jodanse –Dijo mientras les mostraba su dedo medio y luego se iba a su primera clase del día.
La mañana pasó. Arthur y Alfred parecían haber sido tragados por la tierra, lo cual hacía que Yulia se sintiera mejor que nunca. Sus clases transcurrieron normales. Durante el almuerzo, las chicas se sentaron en la mesa más alejada de la cafetería y comenzaron a hablar como lo hacían todos los días.
Sara: Háblanos sobre ella –Pidió con una sonrisa en su rostro.
Yulia: ¿Sobre quién?
Sara: ¡Vamos, Yul! Esa estúpida sonrisa que tienes en tu cara debe de ser por una chica… Y lo sé, sé que voy a bailar sobre tu mesa esta noche, pero esa sonrisa no es por mí.
Yulia: Sara, no sigas con eso…
Allison: Vamos, Yul. Cuéntanos.
Yulia: Bueno… cuando llegué ayer a casa estaba tan triste y me odiaba tanto a mi misma que decidí mirar por la ventana para relajarme. Entonces descubrí… que una chica me estaba mirando desde la ventana de la casa de enfrente.
Sara: ¿Te enamoraste de una acosadora, Volkova?
Yulia: ¡No me enamoré! ¡Solo hablamos dos veces, Sara! ¡Esto no es un cuento de hadas!… ¡Y ella no es una acosadora!
Allison: ¡No me interesa si te enamoraste o no! ¡Sigue contándonos, Yul!
Yulia: Bueno… en cuanto me di cuenta ella comenzó a hacer un crucigrama –Sara quiso interrumpir, pero Ally colocó una mano sobre su boca mientras con la otra se llevaba una papa frita a la suya - Quería saber si en serio era un crucigrama, así que tomé un papel, escribí mi pregunta allí, golpeé la ventana y ella leyó lo que yo había escrito.
Sara: ¿Y, era un crucigrama?
Yulia: Sí… Y luego yo… Yo me quedé mirando su brazo porque… hay algo extraño en el.
Sara: ¡Alienígena! –Gritó, pero Ally nuevamente volvió a cubrirle la boca y la miró de forma amenazante.
Allison: Vuelves a interrumpir y ni Michelle Obama te salvará de lo que te pasará, Sara “nombre largo” Hansen –Dijo con evidente molestia. Luego volteó a ver a Yulia y agregó con una sonrisa: - Continúa. La morena asintió retomando el tema.
Yulia: Ella notó que estaba mirando algo, pero no supo que era su brazo, así que me preguntó que estaba mirando y… No sé porque razón no pregunté acerca de su brazo. Le dije que… Que era hermosa y – la morena se sonrojó y se colocó ambas manos sobre la cara, sonriendo estúpidamente, como un niño que acaba de recibir la noticia de que tendrá un hermanito -… Luego me dijo que yo también lo era.
Allison: Awwww. Eso es tan tierno –Dijo, apretándole las mejillas a su amiga con las manos.
Yulia: ¡Auch! ¡Allison, eso duele!
Allison: Lo siento, Yul –Se disculpó, dejándola libre.
Sara: ¿Qué más, Volkova?… Dijiste que habían hablado dos veces, así que me imagino que aun hay otra historia.
Yulia: Sí la hay… Luego de que ella me dijera… que yo también era… Ustedes entienden. Bueno, ella debió irse. Hice mis deberes ¿Saben? Los terminé todos y ella aun no regresaba. Fue entonces cuando bajé a cenar. Al regresar a mi habitación, estaba allí de nuevo… Pero estaba llorando ¿Saben? Hasta parecía estar gritándole a alguien detrás de su puerta. Entonces la vi recostarse en su cama y… se veía tan sola que… tomé un papel y escribí lo primero que pensé. Golpeé la ventana y se lo enseñé. Se acercó, y les juro que –Suspiró al recordar el momento -… les juro que se veía hermosa aun con los ojos hinchados y las mejillas húmedas…
Allison: ¿Qué le escribiste, Yul? –Preguntó intrigada mientras mantenía sus ojos bien abiertos.
Yulia: Yo… Yo le dije que... – Se cubrió la cara con ambas manos, intentando ocultar sus mejillas rojas - Le pedí que no llorara.
Sara: Awww. ¡Eres tan tierna, Volkova!… Créeme que estoy a punto de dejar a Freddie por ti, Yul. Y no estoy bromeando. Palabra de stripper frustrada.
Allison: ¡Sara! ¡Freddie y tú son mi pareja perfecta! ¡No puedes hacerme esto!
Sara: ¡Cállate Allison! ¡Tú destruiste mi perfeccionismo!
Allison: ¡¿YO?!
Sara: ¡Sí! ¡Mi primo y su cama, eran tal para cual!
Yulia: Tranquila, Sara. Piensa que su relación sigue siendo normal, pero ahora Allison hace tríos con ellos.
Allison: ¡YULIA! –La reprendió, avergonzada.
Sara: Creo que voy a vomitar…
La morena rio fuertemente. Le gustaban las reacciones de sus amigas cuando hacía comentarios de aquel tipo. Era divertido… Para ella.
Sara: Mejor síguenos contando sobre tu nuevo amor antes de que lo devuelva todo, por favor.
Yulia: ¡Qué no es mi nuevo amor!
Allison: Sí, sí, lo que sea… ¡Habla!
Yulia: Bueno, la vi sonreír. Pero de verdad. Y tiene una sonrisa hermosa… Ella es hermosa –Su castaña amiga la miró levantando una ceja - El hecho de que me parezca hermosa no quiere decir que esté enamorada - Sara levantó aun más su ceja, demostrándole a Yulia que no le creía. Sonrojada (de nuevo), la pelinegra volvió a esconder su rostro entre sus manos -… El punto es que se lo dije y me dijo que la mía también era hermosa y… intenté mirarla a los ojos, pero ella no me lo permitió. Siempre que intento mirarla a los ojos ella los aparta y es… ¡Frustrante! En serio lo es – Suspiró, recordando sus ojos escurridizos -… Luego de eso le pregunté por que lloraba, y ella me dijo que no quiere ser una maldita enferma…
Sara: ¿Enferma? ¿Enferma de qué?
Yulia: No… no lo sé. No me lo dijo… ¿Saben? Quería escuchar su voz. Quería saber si su voz es tan sexy como el resto de ella… ¡No me mires así, Sara! ¡Si la vieras también dirías que es sexy!… Le pedí que abriera su ventana para hablar, y ella iba a abrirla pero… Vika llegó y me pidió ver una película con ella y… Saben que no puedo decirle que no, chicas.
Sara: ¡Esa enana! ¡Arruinó el mejor momento de mi nueva pareja perfecta! –Exclamó enojada, casi gritando.
Yulia: ¡Sara!
Sara: Está bien, me tranquilizo…
Yulia: Volví cuándo Vika se durmió. Pensé que estaría despierta, pero ya estaba recostada sobre su cama, durmiendo… Pensé que se había aburrido de mí, que ya no le interesaba. Pensé que solo había querido desahogarse y yo había sido su primera opción… Pero entonces vi… - Volvió a sonreír e hizo silencio. Recordar aquello le hacía sentir unas cosquillas muy extrañas en su estómago, unas que jamás había sentido hasta ese día.
Allison: ¿Qué? –Preguntó con los ojos bien abiertos.
Yulia: Había pegado un cartel en la ventana y… escribió “Buenas noches, chica de la ventana”… Y yo… Eso fue tan… Yo estaba tan… Creo que jamás me sentí tan…
Sara: ¿Enamorada?
Yulia: No estoy enamorada.
Sara: Vamos, Volkova, dilo. No está mal enamorarse de una acosadora con un brazo extraño que hace crucigramas y te escribe detrás de una ventana.
Yulia: ¡No es una acosadora, Sara!
Allison se echó a reír.
Allison: Yul, te tiene loca… ¡Incluso la estás defendiendo!
Yulia: ¿Si les digo que me gusta me dejarán en paz?
Allison: Prometido.
Sara: Tal vez…
Yulia: Me gusta –Dijo sonriendo. Y luego se dio cuenta de que no lo estaba diciendo solo para complacer a sus amigas - Realmente me gusta… Y mucho.
Entonces, dos voces llegaron a los oídos de Yulia y arruinaron el día que creyó iba a ser el mejor que había tenido en años.
Alfred: ¿Así que nuestra lesbiana favorita está enamorada?
Arthur: Vamos a hacerte ver su cara, nena.
____________________________________________________
CONTINUARÁ…
Fati20: Besos mi fan #1!! Gracias por leer y comentar, chicas! Un gran abrazo
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
___________________________________________
La señora Hansen llamó a la mamá de Lena en la mañana para informarle que las clases de piano iban a adelantarse una hora, pues al parecer necesitaba llevar a uno de sus hijos a su cita con el dentista.
Lena estuvo estresada toda la mañana. Su rutina estaba siendo modificada, y odiaba eso. Chasqueó los dedos durante todo el día, no durmió luego de desayunar y no pudo disfrutar de su almuerzo.
Se cambió la ropa tres veces (Algo no muy típico en ella), hasta que se decidió por unos shorts negros y una camiseta con el logo de The Script. Finalmente, llegó el turno de los zapatos. Eligió un par de tenis blancos. Colocarlos era fácil para ella, pero atarlos… Podía hacerlo, en verdad podía, pero sus manos no eran muy útiles para atar agujetas y solía tardar al menos cinco minutos con cada zapato. Su psicólogo decía que era a causa del Asperger, pero debía de admitir que podría atarse los zapatos mucho mejor si su madre no lo hiciera por ella todo el tiempo.
Cansada de depender de aquella mujer, comenzó a atar sus zapatos. El proceso fue lento, pero finalmente logró hacerlo. Sonrió cuando notó haberlo logrado.
Entonces, dándose cuenta de que aun faltaban varios minutos para que Jennifer llegara a buscarla, caminó hacia la ventana, apoyó su mano derecha en ella y miró hacia la habitación de la chica del frente.
Aún estaba allí el papel que había visto en la mañana, ese que le deseaba unos buenos días. Sonrió de nuevo al verlo, y por primera vez desde que habían adelantado sus horas de piano dejó de chasquear los dedos.
Desgraciadamente, la chica de la ventana aun no estaba en su habitación.
“Por supuesto que no está, idiota. Aun debe estar en la escuela” Llamarse idiota era típico para Elena Katina.
Fue entonces cuando recordó que no podría hablar con la chica de la ventana hasta la noche, por lo cual decidió tomar de nuevo la cinta, una hoja y un marcador.
“Hablamos en la noche, chica de la ventana” Escribió, y luego con torpeza pegó el papel sobre el vidrio. Pero no se sentía aun conforme, así que tomó otra hoja y escribió algo más. “Estaré pensando en ti”
Sonrió al imaginar a la chica reír al leer lo que había escrito. Sin razón, aquella morena de cabellos cortos ya era importante en la rutina de Elena…
“Por favor, idiota. Solo has hablado con ella un día. No pudo haberse vuelto importante tan rápido”
De repente su madre entró a su habitación sin golpear (Como siempre), interrumpiendo así sus pensamientos. La pelirroja se alejó lo más posible de la ventana, sabiendo que si su madre descubría sus conversaciones secretas no le permitiría volver a hablar con ella. Su madre era muy controladora con respecto a sus amistades, y las chicas que se conocen a través de ventanas y hojas de papel no estaban en el mejor puesto de la lista “Amigas que quiero para mi hija”
Inessa: ¿Estás lista, Lena?
Elena: Sí… sí lo estoy.
Inessa: ¿Y tus agujetas?
Elena: Yo… bueno… yo las até.
Inessa solo negó con la cabeza y miró los zapatos de su hija. Frunció el ceño al verlas, se agachó y comenzó a desatarlas.
Elena: ¡¿Qué haces?! - Preguntó alterada. Había estado más de diez minutos intentando atarlas y ella… ella había destruído todo su esfuerzo en menos de un minuto.
Inessa: Voy a atarlas bien, Elena. No quiero que te caigas.
Y así era Inessa Katina. Sobreprotectora, controladora y perfeccionista.
Inessa solo sabía ver las cosas negativas en la pelirroja. En las mañanas, no veía a su hija sobreviviendo a otra noche. Inessa veía una cama que tender. En las tardes, no veía lo mucho que Lena comía, sino lo poco que dejaba. Cuándo reía, no veía la felicidad de su hija. Inessa solo escuchaba un sonido demasiado alto. Y cuándo ataba sola sus zapatos, no veía este logro. Inessa veía un trabajo mal hecho.
Cuándo la mujer mayor creyó que todo estaba en orden, sujetó el brazo de Lena y la condujo hasta el auto, dónde Jennifer las esperaba en el asiento delantero.
Jennifer: Buenas tardes, Katina.
Elena: Jennifer, no sé que tienen de buenas.
Inessa: ¡ELENA!
Jennifer: Tranquila señora Katina, lo comprendo. Han modificado la rutina de Lena, así que se siente bastante de malhumor.
Elena: No estoy de malhumor…
Jennifer: Si tú no estás de malhumor Troy es un Power Ranger… ¡Te conozco Elena! ¡No intentes mentirme!
Elena: Jenny, Troy no es un Power Ranger.
Jennifer: Eso quiere decir que entonces estás de malhumor.
La pelirroja abrió la boca para protestar, pero el argumento de Jennifer era bastante bueno, así que la cerró de nuevo sabiendo que, por más que lo deseara, Troy nunca sería un Power Ranger y ella seguiría de malhumor.
Inessa: ¿Troy es tu novio, Jenny?
Jennifer: Sí, señora Katina. Desde hace dos años… él es… simplemente... Es perfecto –Dijo mientras sonreía.
Inessa: ¿Y por qué nunca lo he conocido?
Elena: El mes pasado fue a comer a nuestra casa, mamá.
Inessa: Eso es imposible. El único chico que visitó nuestra casa el mes pasado fue un rubio que medía cerca de los dos metros y… no te ofendas Jennifer… sería imposible que alcances ya besarlo.
Jennifer: En realidad… Ese chico es mi novio –Dijo sin ofenderse, sonriendo como solo sonríen los niños al hablar sobre sus madres: Con admiración, cariño, dulzura e inocencia, todo al mismo tiempo.
Elena: Y no mide dos metros, mamá. Mide uno noventa y tres.
Inessa: ¿Cómo lo sabes?
Elena: Yo misma le pedí sus medidas esa noche. Sabes que me gusta saber cuánto miden las personas.
Elena: Esa rara obsesión tuya… Eso puede ser molesto para algunas personas, hija.
Elena: Pero mamá… Yo… Yo necesito saber cosas como estas. Son importantes para mí.
Inessa: Lo único importante para ti en este momento debería ser respirar, hija.
Entonces la pelirroja, molesta, comenzó a chasquear los dedos inconscientemente.
Elena: Que a ti te interesen cosas diferentes a las mías no quiere decir que las cosas que yo haga estén mal, mamá –Dijo, y lágrimas empezaron a caer por sus ojos. Lena se volvía muy sensible cuándo de cosas que le gustaban se hablaba. Incluso una vez estuvo llorando durante todo el día cuándo encontró un montón de Tweets insultando a Lana del Rey.
Jenny notó que Lena estaba llorando y la abrazó por detrás del asiento.
Jennifer: No llores, Elena. Tú sabes que Troy te quiere mucho, y darte sus medidas no fue un problema para él. Incluso, si lo deseas, puedes medirlo tú misma la próxima vez que lo veas.
Elena: ¿De verdad?
Jennifer: Jamás miento.
Y así fue como una sonrisa genuina ocupó el rostro de Lena mientras se limpiaba las lágrimas del rostro.
La cara de Inessa, sin embargo, mostraba el desagrado que siempre tenía cuándo las cosas no salían como quería.
::::::::::::::::::::::::::::::::
Las clases de piano transcurrieron normalmente durante la primera hora. Como siempre, Elena era la mejor. La música parecía ser algo natural en su sangre, y sus ágiles dedos tocaban todos los acordes que la señora Hansen le indicaba. Jennifer, sin embargo, era un poco más lenta en aprender, pero aun así era bastante buena.
Como lo prometió, Lena estuvo pensando en la chica de la ventana. Pensó en lo que esta estaría haciendo. Pensó que tal vez estaba llorando en su habitación, como siempre, y esto la hizo sentir particularmente triste.
Durante el descanso, la señora Hansen y Jenny conversaban mientras Lena pensaba en la morena de su vecina, en lo sola que tal vez estaba, cuándo una de las hijas de la señora Hansen llegó… Y todo dio un gran giro.
XX: Mamá, estoy en casa… - Su voz sonaba extraña. Adolorida.
En cuanto la señora Hansen se volteó a saludarla abrió los ojos como platos.
Rachel: ¡Sara! –Lo dijo con horror, como si acabase de ver un fantasma - Jennifer, Elena, por favor ayúdenme –Pidió con algo de desesperación en su voz.
Cuándo Jennifer y la pelirroja se dieron la vuelta, se sorprendieron al encontrar a Sara con un ojo hinchado, la nariz sangrante, el labio partido, los nudillos morados y la ropa sucia. Sujetaba uno de sus costados e intentaba caminar mientras gemía de dolor, probablemente con una costilla rota.
Jenny se levantó casi de inmediato y corrió a ayudar a la chica herida. Con ayuda de la señora Hansen , la colocaron en el sillón.
Rachel: Iré por el botiquín –Dijo. Llegó con él entre manos unos minutos después.
Sara: Mamá… te lo prometo… estoy… estoy bien - Comenzó a decir mientras su madre intentaba limpiarle la sangre del rostro.
Jennifer: Sara, mi padre es doctor y sé cuándo las personas están bien… Tú no lo estás.
Sara: Estoy bien… Solo… Necesito un baño… tengo que… Tengo que ir con Yul… Ella…. Ella está peor que yo…
La señora Hansen abrió los ojos de inmediato al escuchar esto último.
Rachel: ¿Qué sucedió?
Sara: Lo de siempre, mamá.
Rachel: ¡¿Por qué no dejas de meterte en esas peleas?!
Sara: ¡No voy a dejar que la maten a golpes, mamá!
Rachel: ¡Entonces deberían decirle al director lo que sucede!
Sara: ¡El director es el padre de Arthur! ¡Los protegerá a los dos!
Rachel: Entonces llamaremos a la policía…
Sara: ¡Ya lo hemos hecho, mamá! ¡Tú sabes que es lo que nos han respondido!
Elena: “Los problemas de jóvenes escolares no nos interesan. Nosotros vamos a donde en verdad nos necesitan” – Citó con la cabeza gacha en un tono neutro.
Jennifer, Sara y la señora Hansen voltearon a verla de inmediato. Por un momento habían olvidado que ella estaba allí.
Sara: ¿Cómo sabes eso?
Elena: Es lo que… lo que siempre te responden… Otras veces lo has dicho… y yo… yo lo… lo memoricé.
Sara: Tienes buena memoria, entonces.
Elena: Gra… gracias.
Lo cierto es que a Elena se le daba difícil hablar con extraños, y para ella Sara era una extraña, pues nunca se había detenido a tener una conversación con ella, así que esta era la razón de su tartamudeo.
La única razón por la que Elena estaba en aquella casa era para recibir sus lecciones de piano.
Jennifer: Lena, estás pálida… más de lo usual –Dijo corriendo hacía su amiga mientras la señora Hansen intentaba desinfectar las heridas de Sara. En cuanto llegó hasta ella colocó una mano en su frente y dijo preocupada: - Elena, estás fría. ¿Te sientes mal?
La pelirroja solo pudo asentir. Se había comenzado a sentir mal desde que había visto a Sara.
No, mal no.
Muy mal.
Jennifer: Llamaré a tu mamá para que venga a buscarnos.
Elena volvió a asentir, no logrando que palabras salieran de su boca.
Fue entonces cuando lo hizo.
Elena, vomitó.
____________________________________________
CONTINUARÁ
Siento que Inessa es demasiado sobreprotectora con Lena, y sé que será el grano en el trasero en esta historia.
MAÑANA TENDREMOS DOBLE ACTUALIZACIÓN!!!!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
Nos leemos mañana mi querida escritora!! Saludos!!
katina4ever- Mensajes : 280
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Yulia llegó a su casa bastante adolorida. Conducir un auto definitivamente no es buena idea cuándo has recibido tantos golpes en el abdomen, los brazos, la espalda, las piernas, la cara… En fin: Todo el cuerpo.
Cada minúscula parte de su anatomía le dolía como mil infiernos. Cada vez que intentaba mover un solo músculo un sentimiento de quemazón la invadía y le hacía soltar gritos de dolor, seguido de unas cuántas lágrimas y un montón de insultos hacía sí misma dentro de su cabeza.
Subió a su habitación, gritando con cada paso que daba y llorando, no a causa del dolor, sino del odio que sentía hacía ella misma. Un baño de agua fría fue lo primero que necesitó para relajar su cuerpo adolorido. Cuando supo que ya era suficiente, que la sangre se le había despegado del cuerpo y se sentía solo un poco mejor, salió de allí y comenzó a mirarse en el espejo.
Se espantó al ver su reflejo. Definitivamente, jamás había estado peor. Una lágrima amenazó con salirse de sus ojos mientras escuchaba a su mente decirle “Estúpida, lesbiana. Esto es lo que te mereces”… Se estremeció. La voz de su mente sonaba exactamente como la voz de Arthur.
Lentamente, comenzó a detallarse mientras imágenes de lo que había sido aquella tortura, llegaban a su mente.
Su labio estaba roto.
FLASHBACK
En cuanto Yulia se volteó a mirar a Arthur y a Alfred, su corazón se paralizó al igual que su cuerpo. No había nada que hacer. No tenía donde huir.
Arthur: ¡No te quedes allí sentada! -Le ordenó mientras le sujetaba el cabello y la lanzaba contra el suelo, haciéndola gemir de dolor.
Alfred: Jamás olvidarás este día, maldita rusa, lo prometo.
Arthur volvió a sujetarla del cabello y la levantó. Ella se mordía el labio, intentando reprimir sus gritos de dolor. Tenía que ser fuerte. Tenía que resistir.
Sara: ¡Suéltala, estúpido!
Alfred: No, preciosa, él no va a dejar pasar esta oportunidad de nuevo.
Y así fue como Alfred comenzó a golpear a Sara, no sin que esta se defendiera lo suficientemente bien como para que este recibiera unos cuántos golpes de vez en cuando.
Allison intentó ayudar, pero un solo puñetazo de Alfred la hizo caer al suelo, inconsciente.
Arthur, sonriendo como siempre, obligó a Yulia a arrodillarse frente a él y gritó delante de toda la cafetería:
Arthur: ¡SEÑORAS Y SEÑORES, CON USTEDES: YULIA GAY-KOVA!
Todos los de la cafetería rieron y gritaron en ese mismo instante, mientras las mejillas de la morena se llenaban de lágrimas silenciosas y su cabeza de insultos.
No todos en la cafetería eran malos. En realidad, muchos no aprobaban la conducta de Arthur y Alfred, pero tenían miedo de enfrentárseles, pues sabían cómo terminaría todo.
Yulia: Puedes golpearme todo lo que quieras, Arthur. Pero eso no te hará más hombre – Susurró. Si él iba a herirla, ella lo golpearía donde más le dolía: su ego.
Fue entonces cuando el puño de Arthur aterrizó sobre su rostro, haciéndola probar su propia sangre.
FIN DEL FLASHBACK
Tenía también una herida en la ceja y otra en el puente de la nariz.
FLASHBACK
Yulia: ¿Eso es todo lo que tienes, pequeñín? – Preguntó mientras escupía toda la sangre que se había acumulado en su boca.
Arthur: ¡CÁLLATE, IDIOTA! ¡CÁLLATE! – Gritó, depositando en su rostro la más horrible expresión que ella jamás vio en su vida.
Y así fue como a su cara fue a parar, de nuevo y con más fuerza, el puño del chico. El cuerpo de Yulia cayó directamente sobre el suelo.
FIN DEL FLASHBACK
Su mejilla era decorada por un gran moretón. Incluso, si lo veía de cerca, podía notarlo palpitar.
FLASHBACK
Yulia sintió una gran presión. Era Arthur, que se había colocado sobre ella y ahora sujetaba su cabeza contra el frio suelo de la cafetería. La pelinegra intentó moverse, sin éxito.
Arthur: Créeme que esto me duele más a mí que a ti, preciosa – Susurró mientras enredaba el cabello de Yulia entre sus dedos.
Yulia: ¿Qué? ¿Qué mis heridas sean más grandes que tu pene? Sí, eso debe doler –Se burló.
Lo siguiente que la morena sintió fue el duro y frío suelo golpeando su mejilla.
FIN DEL FLASHBACK
Moretones también cubrían sus hombros, abdomen, espalda y piernas. El dolor que sentía al caminar le decía que tenía, al menos, tres costillas rotas.
FLASHBACK
Sus mejillas estaban llenas de lágrimas, y sentía que su rostro pronto explotaría de dolor. Aun así seguía fuerte, sin gritar. No quería complacer a Arthur. Resistiría hasta el final.
Arthur: No llores, preciosa. Esto apenas empieza – Susurró contra su oído. Su aliento caliente golpeando su mejilla era una de las cosas que más odiaba Volkova en este mundo, así que no pudo evitar estremecerse al sentirlo.
Yulia: ¿En serio? Conociéndote pensé que terminarías antes – Susurró con una falsa sonrisa en el rostro, continuando así su juego de ofensas a pesar del dolor.
Fue entonces cuando el chico gruñó, ofendido, se levantó del suelo y sonrió con malicia, como siempre lo hacía cada vez que las cosas empezaban a empeorar.
Lo primero que Yulia sintió fue el pie de Arthur impactando contra su abdomen una y otra vez. La morena ya no pudo resistir más. Los gritos escapaban de sus labios inconscientemente, como si estos fuesen a disminuir el dolor. Intentaba protegerse haciéndose un ovillo, pero eso solo hacía vulnerables otras partes de su cuerpo como su espalda, sus brazos y sus piernas.
Arthur: ¡Estúpida… lesbiana… estúpida… estúpida… estúpida… estúpida… no… mereces… vivir… no… mereces… nada! -Cada palabra era acompañada con una patada. Y cada patada, con un grito de Yulia.
Los demás sabían que eso estaba mal, y deseaban poder proteger a la pobre chica tirada en el suelo, manchada con su propia sangre, pero eran demasiado cobardes.
Yulia sentía que ya no podría soportarlo más. Estaba llorando desesperadamente, sintiendo como golpes iban y venían por todas partes de su cuerpo, quemándola como mil infiernos.
Por eso, cuándo Alfred alejó a Arthur de ella, casi sintió ganas de besarlo.
Alfred: ¡¿Estás loco?! ¡Vas a matarla!
Arthur: Se lo merece -Dijo secándose el sudor que corría por su cuello con una de sus manos, mientras sonreía al ver a Yulia llorando sobre el suelo manchado con su sangre.
Alfred: Pero tú no quieres ir a la cárcel, ¿o sí?… Podemos escaparnos de muchas cosas, Arthur, pero no de un asesinato…
Arthur: Tienes… Tienes razón.
Alfred: Vámonos de acá –Le ordenó mientras lo tomaba de los brazos, sabiendo que si lo soltaba no podría detenerlo nuevamente.
Arthur: Espera, quiero despedirme de nuestra lesbiana favorita, Jones.
El chico de cabellos casi rojizos asintió, quedándose cerca de Arthur todo el tiempo, temiendo ir a la cárcel por culpa de su amigo. Entonces, el rubio se acercó al cuerpo de la morena, se agachó y le acarició una mejilla, haciéndola a ella temblar de miedo.
Arthur: ¿Viste su rostro, chica enamorada? -Y sin esperar respuesta, le escupió en la cara.
FIN DEL FLASHBACK
Casi pudo sentir la saliva de nuevo en su rostro, y se sintió asqueada. Se sintió decepcionada también, pues, al irse Arthur, ni una sola ofensa había logrado salir de sus labios.
“Te mereces esto y mucho más, Yulia” Susurró su mente “Lo sabes”
Ignorándose a sí misma, se fijó en sus rodillas, llenas de raspones.
FLASHBACK
Sara: ¿Estás bien, Yul? - Preguntó mientras corría hacía ella e intentaba ayudarla a sentarse.
Yulia: Sí… yo solo… eso fue -Y sin poder soportarlo más, se echó a llorar sobre el hombro de su amiga, intentando borrar los recuerdos de lo que había ocurrido.
Sara intentó calmarla durante unos minutos, sin éxito. Ella también se sentía bastante adolorida, pero jamás como Yulia. Arthur hería a la morena de una forma en la que todos los golpes del mundo no podrían herirla a ella.
Sara: Vamos, Yul, te llevaré a casa.
Yulia: No… Yo tengo…. tengo mi auto… Yo estoy bien, lo prometo… Puedo… Puedo conducir… Yo solo… Tu solo… Lleva a Allison con la enfermera… Aun está inconsciente… Yo…. Yo estaré bien.
Sara: Pero, Yul…
Yulia: ¡HAZLO SARA! – Gritó, cansada. No quería que su amiga la siguiera viendo así. Lo único que deseaba en ese momento era estar sola.
Sara no pudo hacer nada más que asentir e ir a buscar a la enfermera lo más rápido que todas sus heridas se lo permitían.
La morena se levantó despacio, procurando no herirse más de lo que estaba. Luego de escupir toda la sangre que su boca había acumulado, fue caminando despacio y ahogando sus gritos hasta la salida del colegio. Como siempre, nadie le ofreció ayuda.
Por supuesto, las heridas que tenía no le permitieron llegar a su auto caminando. Cayó sobre el pavimento, llorando y adolorida. Gateó hasta allí, arrastrando las rodillas, gimiendo con cada movimiento. Una vez adentro, lloró hasta que los ojos se le secaron.
FIN DEL FLASHBACK
Recordar todo esto le trajo una gran tristeza, más insultos internos y unas inmensas ganas de vomitar. Caminó hasta el retrete y dejó que su estómago desechara lo que había allí dentro.
Y aunque sentía que necesitaba llorar, no lo hizo. Ya había llorado suficiente por culpa de Arthur. No lo dejaría salirse con la suya tan fácilmente.
De nuevo centrándose en sus heridas, Yulia ya sabía lo que debía hacer. Como estaba acostumbrada a los maltratos de los dos bravucones, guardaba un gran botiquín lleno de vendas, gasas, analgésicos y otras cosas en su baño. Cuidadosamente vendó su torso, limpió sus heridas y colocó apósitos sobre los cortes. Se tomó algunas medicinas para el dolor y luego decidió recostarse sobre su cama, sabiendo que no podría moverse con libertad hasta dentro de unos días.
Jamás se había sentido peor. No solo su cuerpo estaba destrozado. Su alma también.
Fue entonces cuando miró hacía la ventana. Si no se equivocaba, la chica debía de estar allí. Se levantó ignorando el dolor, sabiendo que hablar con la chica de la ventana la haría sentirse mejor. Entonces vio aquellos papeles pegados sobre la ventana de su vecina: “Hablamos en la noche, chica de la ventana”.“Estaré pensando en ti”
No era lo que esperaba, pero sonrío y suspiró. ¿Podría ser cierto que aquella misteriosa chica de ojos escurridizos estuviese en realidad pensando en ella? ¿Era eso posible? ¿Podía una joven tan hermosa estar pensando en ella, una simple chica con baja autoestima?
No conocía las respuestas a sus preguntas, pero no se cansaría hasta tenerlas.
Abrió la ventana sonriendo y se sentó en el borde, dispuesta a esperar a su vecina toda una eternidad.
Sin saber cómo, se quedó dormida.
Solo lograron despertarlas unos fuertes golpes. Abrió los ojos lentamente, y esperó que estos se acostumbraran a la luz. Aun era temprano, pues no había comenzado a anochecer. Se descubrió durmiendo en el borde de la ventana y sonrió. Ojalá la chica si estuviese pensando en ella, pues solo eso podía valer el dormir en una ventana.
Lo siguiente que descubrió es que estaba adolorida, mucho más que antes, y supo que tendría que arrastrarse hasta su cama para poder llegar allí.
Fue entonces cuando la vio frente a ella, golpeando su vidrio. Saludó a la chica con la mano, sonriendo, sintiendo un montón de cosquillas en su estómago y un inmenso dolor en su mano.
Entonces, la otra chica tomó un papel y lo colocó frente a ella.
“Espero hayas tenido un lindo sueño, chica de la ventana”
Eso fue todo lo que necesitó Yulia para olvidarse de todo lo sucedido durante el día. Olvidó los golpes de Arthur. Olvidó los insultos. Olvidó la humillación. Ahora, sentía que podía volar y tocar el cielo con los dedos. El día comenzaba a ser perfecto.
Cuándo Yulia sonrió, Elena lo hizo también.
De repente, la pelirroja comenzó a abrir la ventana, procurando usar solo su mano derecha, como si la otra pudiese sufrir algún daño.
“¿Acaso estoy soñando? ¿Ya me volví loca?” Se preguntó.
Cuando la ventana estuvo completamente abierta y pudo ver su largo cabello rojo danzando con la brisa, Yulia supo que no lo estaba.
Como una idiota adolescente que acaba de conocer a su artista favorito, sonrió y se sonrojó al escuchar las primeras palabras que aquella chica le dirigió con una voz dulce que le hizo sentir escalofríos hasta en el rincón más inhóspito de su ser:
Elena: Estuve pensando en ti, chica de la ventana.
_________________________________________
CONTINUARÁ...
Hola, hola!!! ¿Cómo están mis chicas del otro lado de esta mágica ventana? Feliz sábado para todas y más adelante les subo el otro capítulo pautado para hoy.
Espero sus comentarios!
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
Espero lo disfruten
Capitulo 7
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Lena se sentía tan valiente luego de haberle dicho aquellas palabras a la chica de la ventana. Su constante estrés, luego la pelea con su madre y finalmente su ataque de pánico en la casa de la señora Hansen (Lo cual vino después del vómito), habían hecho de su día uno terrible, y es por esto que, el hecho de estar hablando con una completa desconocida sin tartamudear, aunque parecía algo muy simple para otros, logró que dejara de parecer una mierda.
Pero fue la voz de la chica cuándo la escuchó por primera vez la que hizo que su día realmente dejara de ser tan malo.
Yulia: Tu voz acaba de alegrarme el día, chica de la ventana.
Lena no pudo evitar sonreír. Su voz era tan… No sabía cómo describirla. Solo podía decir que la hacía sentir de una increíble forma, como en su heladería favorita o en un concierto de Lana del Rey. Su voz también le había alegrado el día.
Yulia: Oye, se que ya te lo había dicho, pero tu sonrisa es en serio muy hermosa –Le dijo con los ojos brillando de emoción. A cambio, la pelirroja, inconscientemente, sonrió aun más.
Elena: Técnicamente lo escribiste.
Yulia: Escrito o no, sigue siendo hermosa. Como tú.
Fue entonces cuando Lena levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de la morena. Por primera vez en su vida, el hecho de estar mirando fijamente a alguien a los ojos no le molestó. Al menos no de inmediato. Por unos pequeños segundos, se fijó en los ojos de la otra chica, notando lo azules que estos se veían, convirtiéndose así este color en su favorito… Pero luego de unos diez segundos se sintió incómoda, como siempre, así que desvió la mirada y borró la sonrisa de su rostro, comenzando a chasquear los dedos.
Yulia: Tus ojos son realmente hermosos. Siempre he amado los ojos claros, pero los tuyos son tan… ¿Crees que puedas prestármelos algún día?
Lena frunció el ceño, confundida. Aquella chica debía de ser estúpida o algo así. Una persona jamás podría prestarle sus ojos a otra. Era imposible. Y mucho menos solo por un día… y si lo hacía ¿qué ojos usaría ella? ¿Tendría que quedarse ciega durante un día o ella le prestaría los suyos?
Yulia: ¿En qué estás pensando,linda? ¿Te he ofendido?
Elena: No… no me has ofendido… es solo que no puedo prestarte mis ojos. Es… imposible.
Yulia: Tranquila, solo estaba jugando. Deberías dejar de tomártelo todo tan a lo literal.
Fue entonces cuando Elena comenzó a reír como una loca. Rió y rió, sujetándose el estómago, hasta que por fin logró recuperar el control y volver a mirar a la pelinegra, aun con una sonrisa en los labios.
Yulia: Hey, sé que soy un payaso y que mis chistes no pueden igualarse, pero no he dicho nada gracioso esta vez.
Elena: Claro que si – Contestó con los ojos iluminados.
Yulia: En serio, no he dicho…
Elena: Dijiste que dejara de tomármelo todo tan a lo literal – Reveló una carcajada amenazando con salirse por entre sus labios.
Yulia: ¡¿Y eso te causa gracia?!
Elena: Es que no puedo dejar de tomarme las cosas a lo literal.
Yulia: ¿Por qué? – Preguntó con algo que la pelirroja de inmediato reconoció como curiosidad.
Fue entonces cuando la ojiverde suspiró y comenzó a contarle su historial médico, esperando a cada segundo que esta saliera corriendo y no le hablara nunca más. Pero ella permaneció allí, escuchándola atentamente, dejando resbalar un par de lágrimas por sus mejillas de vez en cuando. Al terminar, lo único que la morena hizo fue sonreírle, secarse las mejillas y decir con una ronquecina voz que hizo que su corazón rechazado palpitara como nunca:
Yulia: Has tenido una vida difícil, guapa.
Elena: Todos tienen una vida difícil de diferentes maneras.
Yulia: Tienes razón, las chicas que tienen que elegir que marca de ropa ponerse cada día en serio tienen vidas difíciles.
Elena: ¿Lo dices en serio?
Yulia: No, obviamente no – Contestó, como si fuese evidente.
Elena: No lo hagas de nuevo, por favor… Ya te conté que no me la llevo bien con las cosas no literales. Cualquier cosa que digas yo me la tomaré muy en serio.
Lena inmediatamente reconoció culpabilidad en el rostro de la chica, que de inmediato dijo con desesperación en la voz:
Yulia: ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho!… No quiero que creas que no te escuché, porque lo hice, en serio, pero… Es difícil analizar tantas cosas… Lo siento, en serio… Soy… Soy una completa idiota y…
Elena: Está bien… No tienes que disculparte. No me has ofendido.
Pero la morena no parecía estar escuchándola, pues seguía diciendo:
Yulia: En serio lo siento. Ahora mismo… Oh, no, seguro ya tienes una mala impresión de mí… Soy tan idiota… ¿Hay algo que puedo hacer para recompensarte?
La pelirroja se le quedó mirando con sus ojos verdigrises, su nuevo color favorito, como si estuviese esperando algo. Lena sonrió. Cada segundo, la chica de la ventana se volvía más especial para ella.
Por supuesto, la mente de Lena no supo leer entre líneas que debía responder a la pregunta, así que la morena exigió finalmente:
Yulia: ¡Contesta! ¡No me ignores!
Elena: No te estoy ignorando, lo prometo… Puedes… Tú puedes… Puedes hacer dos cosas por mí?
“¡¿Por qué estás tartamudeando, idiota?! ¡Deja de hacerlo!”
Yulia: Dime y lo haré –Una sonrisa curvaba sus labios. Sinceramente, ella era la mujer más hermosa que había visto en toda su vida.
Elena: Primero, tendrás que dejar de pedirme perdón. Y luego… Luego… Tu…. Tienes que contarme como… como te has hecho eso.
“¡Deja de tartamudear, Elena Katina!”
La chica parecía estar confundida, así que se quedó callada unos instantes y luego preguntó con esa voz que a Lena le aceleraba su dañado corazón:
Yulia: ¿A qué te refieres?
Elena: A tus heridas.
La chica abrió sus ojos como platos, como si no pudiese creer que Lena se había dado cuenta de lo mal que se veía.
Yulia: ¿Cómo te diste cuenta?
Elena: Soy buena observando – Respondió con simpleza.
Fue entonces cuando la chica suspiró, bajó la cabeza, derramó un par de lágrimas y comenzó a contar la historia.
Elena jamás se había sentido tan conmovida.
Ahora podía entender sus lágrimas diarias, sus moretones y sus cortes. Lloró junto con la chica, odió a sus agresores (de los cuales la chica no quiso dar nombres) y sintió cada uno de los golpes. Se enfureció con los demás por no hacer nada, le agradeció mentalmente a sus amigas (de las cuales tampoco dio nombres) y golpeó una y otra vez al director, el padre de aquella bestia.
Cuándo la chica de la ventana terminó su historia, la pelirroja limpió sus lágrimas y susurró con molestia:
Elena: Son unos idiotas. Realmente lo son… Tú… tú eres tan… tan… tan increíble… No te mereces esto solo por ser… ser… bueno… tu entiendes.
“¡Vamos... Reacciona, idiota! ¡Ella está mal y tú sigues tartamudeando! ¡Se una mujer!”
Elena no era homofóbica. Todas las enfermedades que tenía le habían enseñado que se debe vivir la vida al máximo, aunque ella no cumplía con esto exactamente. Para Lena vivir la vida al máximo era sonreír todos los días, ser feliz con cada mínimo instante, ser su propio jefe y enamorarse, no importa de quien, pero hacerlo hasta tocar los límites del infinito. Sin importar tamaño. Sin importar raza. Sin importar edad. Sin importar genero. Sin importar nada.
Yulia: Lesbiana, linda. Dilo. No es tan malo como parece.
Elena: No deberías etiquetarte. Eres solo una persona. ¡¿Qué importa si besas un hombre, una mujer o a tu perro?!
La morena sonrió, y luego se echó a reír. No pudiendo evitarlo, Lena rió también.
Yulia: Eres increíble, chica de la ventana.
Y, por primera vez desde hacía mucho tiempo, la maltratada autoestima de Lena le permitió creer que esto era cierto.
Estuvieron hablando por lo que parecieron ser horas. Hablaron sobre sus colores, lugares, artistas y deportes favoritos. La pelirroja amaba el softball, andar en patineta (Aunque no lo hacía muy seguido debido a su sobreprotectora madre), coleccionar monedas, la nutella, Lana del rey y el color azul. Le contó, a cambio, sus obsesiones con Ed Sheeran, One Direction, Demi Lovato, las bananas, la pizza, los lazos y la poca habilidad que tenía para el deporte. Rieron como solo ríen las amigas que se conocen desde hace diez años. De vez en cuando, Yulia dejaba salir de su boca comentarios sarcásticos, y de inmediato lo corregía todo, sabiendo que Lena no podría entenderlos.
Fue entonces cuando la madre de Yulia tocó la puerta.
Larissa: ¿Puedo pasar?
Yulia: Mamá… tu – Lena estaba asustada -… Estoy vistiéndome, mamá. ¿Podrías quedarte afuera?
Larissa: Claro. Solo te quería decir que la cena está lista.
Yulia: Mamá… en realidad me siento un poco mal. Creo que prefiero dormir.
Larissa: ¿Seguro?
Yulia: Si… Si me da hambre en la noche bajaré y prepararé algo, lo prometo.
Larissa: Está… está bien.
Y en cuánto dijo esto, se fue. La morena respiró hondo. Larissa no era una madre de las que suelen enojarse por todo, pero encontrar a tu hija hablando con una desconocida a través de la ventana no debe de ser algo muy lindo.
Cuándo Yulia se volteó a mirar a la chica de cabellos rojizos, esta estaba chasqueando los dedos y mirando el suelo de la habitación.
Yulia: ¿Qué sucede?
Elena: Necesitas comer.
Yulia: Comería si pudiera moverme…
Elena: Puedes moverte. Acabas de mover tu cabeza.
Yulia: Me refiero a que iría si pudiese caminar sin gritar.
Elena: Oh – Su boca se abrió, sorprendida, como si hubiese olvidado el hecho de que Yulia estaba lastimada- ¿Te duele mucho?
Yulia: Lo normal. Tal vez no vaya mañana a la escuela.
Elena: Eso sería genial…
Yulia: ¿Perdón?
Elena: Me refiero a que así podríamos hablar durante toda la mañana… No hablo con muchas personas, y cuándo lo hago no es divertido.
Yulia: ¿Estás diciendo que es divertido hablar conmigo? – Preguntó, levantando una de sus cejas.
La pelirroja solo se encogió de hombros, sonrió y la miró a los ojos por unos pequeños segundos. Durante sus conversaciones lo había hecho algunas veces, a veces por error y otras con miedo, como si quisiera detallar más sus ojos, como si fuesen casi tan hermosos como los de ella.
Elena: Sí, supongo que sí.
Yulia sonrió. Jamás se había sentido así. Jamás había sentido tantas mariposas revoloteando en su interior. Jamás había sentido tantos deseos de estar junto alguien. Jamás se había sentido tan feliz. Aquella chica lograba convertir su mundo en algo más positivo, más hermoso. Ella era tan inocente, tan dulce y tan divertida detrás de aquella coraza de chica ruda vestida de negro con un rostro aparentemente infeliz. Era, simplemente… perfecta.
Yulia: ¿Puedo ver tu brazo?
Elena: ¿Mi brazo?
Yulia: Me hablaste de una fístula. Quiero saber cómo luce.
La pelirroja sonrió y luego sacó su brazo por la ventana. Aun estaba algo lejos, pero ahora Yulia era capaz de verlo mejor. La fístula era solo como una vena demasiado gruesa en el brazo de la chica. En realidad, no se veía tan mal si lo observaba de cerca.
Elena: No es muy lindo, pero me sirve para vivir.
Yulia: No está tan mal…
Elena: ¿Estás mintiendo, verdad?
Yulia: No. No lo estoy haciendo.
Fue allí cuándo aquellos hermosos ojos verdes con toques grises se iluminaron, como si “No está tan mal” fuese el mejor halago que había recibido jamás.
La morena miró a la chica durante lo que parecieron ser horas, pero fueron en realidad solo unos cuantos segundos. Observó cada parte que podía ver de ella como si no la fuese a ver nunca más en su vida. Sus manos, su torso, sus hombros, su rostro. Incluso se permitió ver descaradamente, durante solo un par de segundos, sus pechos bien formados. Fue entonces, que Lena se dio cuenta de que la estaba mirando… Y también a donde.
Elena: Comúnmente no me doy cuenta de que me miran, pero tu realmente no sabes disimular.
Yulia se sonrojó y colocó ambas manos sobre su rostro. Jamás se había sentido tan avergonzada. Ella era genial, y seguramente… seguramente ahora la odiaba o pensaba que era una pervertida.
Yulia: Lo siento… yo no… no debí…
Elena: Tranquila… Pero la próxima vez intenta, aunque sea, no morderte el labio.
Yulia: Mierda ¿En serio estaba mordiéndome el labio? -La pelirroja solo asintió-… Lo siento, yo… Yo no suelo hacer eso… Yo… yo no soy así, lo prometo.
Entonces Lena se echó a reír. Lo había hecho unas seis veces desde que habían comenzado a hablar, y siempre lo hacía por alguna tontería. Yulia debía admitir que esto era bastante tierno. Mientras la chica de la ventana intentaba sofocar su risa, la morena la miraba con ternura, sonriendo dulcemente.
Cuándo su ataque de risa pareció marcharse del todo, Volkova preguntó:
Yulia: ¿Qué fue tan gracioso?
Elena: Parecías estar a punto de llorar, y tu rostro estaba bastante rojo… Te veías graciosa.
Yulia: ¡Mi rostro no es gracioso!
Elena: Si, si lo es - Contestó, mirándola a los ojos durante solo un par de segundos.
Yulia: ¡No lo es!
Elena: Claro que sí. Si yo hiciera lo mismo y tú me descubrieras no reaccionaría así -Dijo con su voz suave y melosa, intentando ocultar sus risas. Seguramente no se había dado cuenta de lo sexy que se había escuchado.
Fue entonces cuando Yulia abrió los ojos como platos y finalmente sonrió al imaginar aquellos ojos verdigrises mirarla con más que un sentimiento de amistad. Algo en lo más profundo de su ser se revolvió y la hizo sentir en el cielo durante medio segundo.
“Concéntrate, Yulia. No arruines esto. Ni siquiera sabes si a ella le gustan las chicas”
Elena: ¿Por qué sonríes?
Yulia: ¿En serio estás pensando en mirarme los pechos? - Preguntó, cruzándose de brazos y levantando una de sus cejas.
La pelirroja volvió a reír, como si aquel fuese el mejor chiste del mundo. Como siempre que ella reía, la morena la observó con dulzura y una sonrisa en la cara.
Finalmente, cuándo las risas se sofocaron, la pelirroja miró a Yulia a los ojos y susurró rápidamente:
Elena: Ya lo he hecho - Dijo con su voz melosa una vez más. Los vellos de sus brazos se erizaron al escuchar eso. ¿Sabría la chica de la ventana los efectos que tenía sobre ella? Seguramente no.
Yulia: Creo que… tu y yo deberíamos -Volvió a cubrirse el rostro con ambas manos, avergonzada- En serio necesitamos dejar de hablar sobre pechos si no quieres que muera de vergüenza ahora mismo.
Elena: ¿Morir de vergüenza?
Yulia: No es en serio. Es una…
Elena: Expresión. Lo sabía. Mi mejor amiga suele utilizar bastantes expresiones sin sentido como esa… Lo que realmente quería decir es que no deberías avergonzarte. Es decir ¡Mírame! Soy como la hermana menor de Sophie Turner. ¿Quién no quiere mirarme? -Se burló. Yulia supo, de inmediato, que no hablaba en serio. Era como si la chica no creyese lo hermosa que era, como si solo viese sus defectos en el espejo.
Yulia: Intentaste bromear, pero realmente ERES como la hermana menor de Sophie Turner.
Y luego de esto la pelirroja bajó la mirada, sonrió e incluso se sonrojó un poco.
Yulia: Ahora es mi turno de reír -Expresó mientras se cruzaba de brazos- ¡Ja… ja… y ja!
Sorpresivamente, la pelirroja se dejó caer en una lluvia de carcajadas. Yulia se sintió confundida. Mientras hablaban, había intentado contar todos sus mejores chistes, y ni uno la hizo reír, pero cuándo ni siquiera lo intentaba la chica caía en crisis.
“Nota mental: No intentes contar un chiste nunca más”
Su risa era cálida. Adictiva. Sexy.
“¿De nuevo, Yulia? ¡Deja de pensar en ella de esa forma!”
Su risa le revolvía el estómago y le hacía sentir miles de mariposas allí dentro. O, tal vez, más que mariposas. Tal vez era todo un zoológico.
Finalmente las risas de la pelirroja se fueron haciendo más y más débiles, hasta que finalmente desaparecieron, dejando en su lugar una hermosa sonrisa.
Elena: Em…creo que ya es bastante tarde -Dijo mientras miraba hacía el cielo cubierto de estrellas y decorado por una inmensa luna llena - Mi madre pronto me llamará para que vaya a cenar y, al contrario que tu madre, ella no me dejará ir a la cama sin comer. Además, necesito mi insulina y… Creo que bajaré ahora… Pero tal vez podremos hablar dentro de una hora si sigues despierta.
Yulia se sintió bastante triste al escuchar esto. No quería dejar de hablar con la chica, pero sabía que la salud de esta estaba por encima de sus deseos, así que solo asintió con una falsa sonrisa en el rostro.
La chica se levantó de donde estaba sin dejar de mirarla con sus hermosos ojos verdigrises y fue caminando lentamente hacia la puerta, pero antes de abrirla se volteó a mirar a Yulia.
Su corazón se aceleró.
Elena: Mi nombre es Elena. Elena Katina.
Y sin esperar a que la pelinegra respondiera, se dio la vuelta, abrió la puerta y se marchó.
Yulia suspiró y colocó una mano sobre su pecho, intentando tranquilizar su corazón acelerado.
Yulia: Elena Katina -Dijo suavemente, como si las palabras no fuesen reales. Pero lo eran, y sonaban bastante bien con el sonido de su voz.
...........................................
Para matar el tiempo, Yulia decidió darse otro baño. Caminar hacía el baño no fue nada sencillo. Tuvo que sostenerse de todo lo que encontraba, y de vez en cuando un gemido se escapaba de sus labios.
El agua fría le ayudó a aliviar sus músculos adoloridos. Estuvo en la ducha, pensando en los hermosos ojos de Elena Katina por lo que parecieron ser horas. Entonces notó el cuerpo entumecido, y con tristeza dijo adiós al agua fría y los claros ojos de su vecina.
Tardó unos diez minutos secándose, sufriendo con cada mínimo movimiento. Vendarse y colocarse apósitos fue otro reto. Y vestirse… Eso fue lo peor. ¿Desde cuándo resultaba ser tan doloroso colocarse ropa interior, shorts rosas y una camisa de Ed Sheeran?
Salió del baño esperando que Elena ya estuviese en su habitación. Y así era.
Estaba sentada en el borde de su ventana, con los pies en la intemperie y la cabeza recostada en uno de los marcos. Llevaba puestos unos shorts negros y una camiseta de Bob Marley. También tenía puestas unas medias negras con calaveras que le llegaban hasta las rodillas.
“Es tan extraña y tan sexy al mismo tiempo que podría mirarla para siempre”
Lo siguiente que notó fue que estaba dormida. Tal vez se había dormido esperándola.
¡SE HABIA DORMIDO EN EL BORDE DE UNA VENTANA!
Corriendo y sin importar el dolor que sentía, la morena salió corriendo de su habitación. No podía dejarla allí toda la noche. Podía caerse, podía hacerse daño, podía…
“¡NO PIENSES EN ESO!”
Salió de su casa con facilidad, pues sus padres ya estaban dormidos. Corrió lo más rápido que pudo hacía la casa de los Katin, sin importarle no poder ver nada a causa de la oscuridad e ignorando sus músculos adoloridos. Finalmente llegó hasta allí y sin siquiera saber que decir cuándo la puerta se abriera, tocó el timbre.
Unos minutos después, una mujer abrió la puerta.
Inessa: ¿Qué quieres? - Preguntó sin más, mirándola de arriba a abajo.
Entonces Yulia se dio cuenta de que no llevaba más que su pijama y unas pantuflas de perrito.
Yulia: Si… em… yo… em… buenas noches… yo…
¡Dilo! ¡Lena puede caerse en cualquier minuto! ¡Habla!
Inessa: Habla rápido. La noche no es eterna.
Yulia: Su hija se quedó dormida en el borde su ventana. No intenté despertarla, porque probablemente se hubiese asustado y caería… Yo… Yo solo quería decirle eso.
Inessa: ¡Sergey! - Llamó con desespero al hombre sentado en el sofá que en ese momento estaba viendo fijamente el televisor, donde transmitían una película demasiado sangrienta como para que la morena pudiese tolerarlo.
Sergey: ¿Si?
Inessa: ¡Lena está en la ventana! -Exclamó preocupada, casi al borde de las lágrimas, mientras se sujetaba el cabello.
Sergey: ¿Perdón?
Inessa: ¡Ve, Sergey! ¡Puede caerse!
Lo siguiente que Yulia vio fue al padre de Elena correr por las escaleras hacia el piso de arriba.
Inessa: Gracias…
Y sin darle a la morena opción de responder, la madre de su vecina cerró la puerta.
Suspirando y esperando que la chica de la ventana estuviese bien, caminó de vuelta a su casa.
Subir por las escaleras hasta su habitación fue torturante. Su reciente maratón ahora la estaba haciendo sentir como un pedazo inservible de piel y huesos.
Al llegar a su cuarto lo primero que hizo fue acercarse a la ventana.
Suspiró aliviada. La chica ya estaba recostada en su cama, cubierta con una sábana y con las luces apagadas.
Suspiró. Estaba bien. Y si Elena estaba bien, ella estaba bien.
“¡Qué estás pensando?!”
Entonces se dio cuenta de algo. Conocía el nombre de Elena Katina, pero esta aún no conocía su nombre.
Tomó una hoja de papel y un marcador.
“Un gusto conocerte, Elena Katina. Soy Yulia Volkova y posiblemente soñaré contigo”
Sonriendo tomó la hoja y la pegó sobre la ventana.
Se recostó sobre su cama, aun sonriendo, pensando en sus conversaciones con la chica del frente y en sus ojos verdes.
“Te estás enamorando, Yulia” Pensó “Realmente lo estoy haciendo”
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CONTINUARÁ...
Y bien... Mañana nuevamente tendremos doble actualización Así que, tengan linda noche y disfruten la vida
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
Gracias por sus comentarios, el apoyo... Por todo!
Capítulo 8
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Finalmente, caminó hacia la ventana.
Recordó el día anterior, y lo increíble que se la había pasado mientras hablaba con la chica del frente. También recordó haberla esperado sentada en el borde de la ventana, luego de comer… Pero el cansancio la había vencido y…
“¡Tienes que recordar más que eso, idiota!” Pero no podía hacerlo. “No puedes hacerlo porque eres una idiota”
Ignorando sus pensamientos, Lena dirigió su mirada a la ventana de su vecina.
Había un papel pegado en el vidrio.
“Un gusto conocerte, Elena Katina. Soy Yulia Volkova y posiblemente soñaré contigo” Leyó.
Una sonrisa se dibujó en sus labios e hizo escapar un suspiro. ¿En realidad aquella hermosa joven estaría soñando con ella? ¿En realidad había sido un gusto conocerla?
Y más importante que todos estos detalles… La chica de la ventana ya tenía nombre.
Elena: Yulia - Susurró, no pudiendo creer que era el nombre de la chica lo que sus labios estaban pronunciando. Aquello, realmente, debía ser un sueño.
“Si este es un sueño, no despiertes. No lo hagas jamás”
Fue entonces cuando decidió mirar a su vecina. A la chica de la ventana. A Yulia.
Sí iba a despertar, lo iba a hacer sabiendo que la había visto una última vez.
La ojiazul aun estaba durmiendo, con un pie fuera de la cama y el dedo gordo de su mano derecha dentro de su boca. Elena sintió tanta ternura al momento de verla que un ligero “Owww” escapó por sus labios.
Elena: Aun chupas dedo, eh… ¿Qué otros secretos tienes?
Entonces cuando su madre entró a la habitación, Lena se separó lo más que pudo de la ventana y comenzó a fingir que estaba reorganizando su escritorio. Su madre no se extrañaría. Siempre lo hacía.
Inessa: No lo reorganices de nuevo, Lena. Ya lo hiciste tres veces ayer, antes de las clases con la señorita Hansen.
Elena: Y antes de mi ataque de pánico.
Inessa: No estuvo tan mal, Lena. En este solo lloraste… ¿Recuerdas aquel en el centro comercial? ¡Estabas gritando!
Elena: no me lo recuerdes –Pidió con los ojos humedecidos. Recordaba ese ataque. Había sido el primero de sus muchos ataques de pánico. La psicóloga decía que eran provocados por las muchas medicinas que tomaba y sus muchas experiencias traumáticas. No había ninguna medicina que detuviese los ataques sin hacerle daño, así que solo podía intentar mantener la calma y contar hasta diez.
Inessa:… Elena… Elena… ¡Lena!
Asustada, la pelirroja soltó lo que tenía entre manos y se alejó unos pasos de su escritorio. Se había perdido en sus pensamientos, como siempre.
Elena: Perdona, yo… estaba pensado… ¿Qué decías?
Inessa: Te decía que deberías bajar a desayunar.
Lo cierto era que ella preferiría almorzar un poco más tarde… Pero no pudo decirle esto a su madre, pues esta la tomó del brazo y la llevó escaleras abajo.
Katya: ¡Elena Katina va a desayunar, señoras y señores!
Iván:… No quiero sonar creído, pero las deliciosas tostadas que vas a comerte las hice yo - Comentó mientras terminaba de arreglar la camisa de su uniforme.
Katya: ¡¿Qué tan difícil es hacer tostadas, Iván?! - Preguntó alzando ambos brazos en señal de frustración. Ya tenía el uniforme perfectamente puesto, y su cabello estaba bien arreglado.
Iván: ¡Pude haber muerto, Katya! - Chilló mientras colocaba un plato de tostadas con mermelada y mantequilla de maní frente a Lena, que había dejado aparecer una débil sonrisa entre sus labios, divirtiéndose con el espectáculo que estaban dando sus hermanos en aquella cocina.
Inessa: Katya, Iván, no alcen la voz, por favor… A Elena le molesta.
Lo cierto era que el ruido solo le molestaba a Inessa Katina, no a su hija. Tenía tan pocos momentos junto a sus hermanos debido a sus múltiples enfermedades que el hecho de presenciar sus peleas en medio de la cocina la hacía sentir un poco más unida a ellos.
Pero como siempre, Lena fue muy cobarde como para reprocharle a su madre y, una vez más, Inessa se salió con la suya.
Pero Katya e Iván no estaban dispuestos a perder tiempo junto a su hermana, así que se sentaron frente a ella cruzados de brazos.
La pelirroja intentó morder una de sus tostadas, pero los ojos de sus hermanos fijos en ella no se lo permitieron.
Elena: ¿Pueden dejar de mirarme así? Me están intimidando…
Katya: Así somos los Katin, querida hermana. Intimidantes.
Iván: También son sexys, pero creo que solo yo heredé esto.
Katya: ¡¿Es en serio, Iván?! ¡¿Cómo puedes decir esto cuándo tu hermana es como la hija de Sophie Turner?!
Elena rió y bajó la mirada, sonrojada, al recordar su charla con Yulia y como está también había resaltado su parecido con la actriz. Se cubrió la boca con la mano, intentando ocultar su evidente alegría.
Katya: ¡Alerta Katin!
Iván: ¡Elena está sonrojada, repito, Elena está sonrojada! - Exclamó mientras rodeaba su boca con ambas manos, haciendo que su voz sonara más alta de lo que debía.
Elena: ¡No estoy sonrojada! -Mintió. Y muy mal, por cierto. Se cruzó de brazos y alejó su plato de tostadas, como si se negase a comer hasta que sus hermanos dejaran de ser unos idiotas.
“Son iguales que tú de idiotas, Elena … Y si esperas que dejen de comportarse como lo que son morirás de hambre”
Katya: Cuéntanos quien es tu nuevo crush, Elena.
Iván: ¿Será acaso Beto la almohada o Daniel la lámpara?
Elena: ¡No se llama así! –Exclamó, enojada. De inmediato se cubrió la boca, sabiendo que no debía de haber dicho eso. Inconscientemente había revelado tener un crush.
Iván: Entonces si hay alguien - Comentó, curvando sus labios en una sonrisa pícara.
Elena: Puede… puede ser.
Katya: ¡Tartamudeaste! ¡Es más que obvio! – Señaló, alzando la voz más de lo que debía.
Iván: ¡Elena Katina está enamorada! - Sé burló, levantando sus manos al aire y formando corazones con ellas.
Elena: No estoy enamorada -Respondió secamente.
Iván: ¡No intentes mentir, Lena! ¡Mírate!… No te veías tan feliz desde hacía mucho tiempo.
Elena: Tal vez ustedes son muy graciosos peleando…
Katya: Siempre peleamos, Lena. Y jamás te habías reído como hoy.
Iván: Tienes razón… Al menos dinos como se llama, Elena. No le diremos a papá.
“Yulia Volkova, Iván. Se llama Yulia Volkova”
Inessa: Chicos, será mejor que se vayan a otra parte… Están incomodando a Lena, y ella necesita alimentarse.
Pero la pelirroja, aunque sabía que sus hermanos se estaban comportando como verdaderos idiotas, no quería que se fueran. Fue entonces cuando lo hizo. Por primera vez enfrentó a su madre.
Elena: No… Ellos se quedan acá.
Inessa: ¿Perdón?
Elena: Ya me escuchaste - Comentó sin mirarla mientras fruncía el entrecejo.
Disgustada, Inessa salió de la cocina sin decir más.
Iván: Iré a calmarla -Y dicho esto, se fue, sabiendo que su madre posiblemente comenzaría a lanzar cosas contra el suelo y las paredes si no la detenía primero.
Katya y Elena se quedaron solas en la cocina, ambas mirando las tostadas que aun no habían sido probadas, como si estás pudiesen hablar.
“Pero obviamente no pueden hacerlo, idiota”
Katya: ¿Puedo abrazarte, Elena?
Fue entonces cuando Elena levantó la vista, sorprendida por la pregunta, y miró directamente a su hermana. Sus ojos se veían cristalizados, como si quisiera llorar. Como siempre, al sentirse incómoda, bajó la mirada.
Comenzó a recordar. La última vez que había abrazado a Lena debía de haber sido hacía ya más de un año, antes de su primer trasplante de riñón (El cual no había tenido ningún tipo de éxito). Y antes de eso no se habían abrazado en muchas oportunidades. Elena no era una chica de abrazos.
La pelirroja se levantó de su silla y rodeó la mesa mientras chasqueaba sus dedos audiblemente. Katya de inmediato pensó que se iba a retirar hacia su habitación, así que dejó salir un par de lágrimas. Pero lo que sucedió a continuación fue una gran sorpresa para ella… Lena la abrazó.
No la abrazó toscamente como solía hacerlo con su padre, su madre y Jennifer. No. Este abrazo fue real. Los brazos de Elena rodeaban la cintura de su hermana, mientras esta se aferraba a su cuello, no queriendo separarse de su hermana jamás. Lágrimas corrían por sus mejillas y una sonrisa iluminaba su rostro, mientras Elena solo mantenía los ojos cerrados, disfrutando de aquel abrazo como jamás había disfrutado de ellos.
Katya: No se dé quien te has enamorado, Lena - Susurró al oído de su hermana - ¡Y no intentes decirme que no te has enamorado, porque te conozco! -La advirtió- Pero esa persona ya me agrada… Te hace feliz. Por lo tanto, a mi también me hace feliz.
Y sin decir más se separó un poco de la pelirroja, le besó la mejilla y salió de la cocina limpiando sus lágrimas. Lena miró el reloj. Hora de la escuela.
Suspiró. Le hubiese gustado permanecer en los brazos de su hermana para siempre.
Ahora podía entender por qué la gente siempre se abrazaba. Se sentía bien. Realmente bien… Pero no con todo el mundo… Se preguntó si abrazar a la chica de la ventana se sentiría igual de bien.
“No te preguntes eso de nuevo, idiota. Simplemente no lo hagas” Pensó.
Iván: ¡OJALÁ TE GUSTEN MIS TOSTADAS, ELENA! - Gritó desde la puerta de la salida. Lena se echó a reír. No podía pedir mejores hermanos.
Se terminó todas las tostadas, tal y como Iván se lo pidió. No eran la gran cosa, pero su hermano se había esforzado en ellas y esto era suficiente para Lena. Su madre entró cinco minutos después de que terminara, sin decir palabras. Le colocó la insulina, se aseguró de que sus valores de azúcar en sangre estuviesen bien, la supervisó mientras tomaba sus medicinas y se marchó completamente callada.
Sintiéndose lista y sabiendo que lo estaba, Lena subió a su habitación. Era tiempo de hablar con la chica del frente, quien, con suerte, estaría despierta y esperándola sentada en el alféizar.
Elena solo tuvo razón en una cosa. La chica de la ventana se había despertado, pues ya no estaba en su cama y los papeles del vidrio habían sido quitados. Pero Yulia no estaba sentada en el marco, esperándola.
“Debe de estar en el baño”
Estuvo de acuerdo con sus propios pensamientos, así que sonrió y se sentó en el borde de su propia ventana, esperando a que Yulia saliera del baño mientras chasqueaba sus dedos.
Elena: ¿Qué estás haciendo conmigo, Yulia Volkova? – Susurró para sí misma.
La pelirroja pegó un brinco cuando escuchó la voz de la morena a sus espaldas.
Yulia: Ahora mismo… te estoy sorprendiendo
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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Yulia no pudo resistirse. Al levantarse esa mañana solo había querido abrazar a la chica de cabellos como el fuego. Olvidó el dolor que estaba sintiendo a causa de los golpes recibidos el día anterior y el hecho de que conocía a la chica desde hacía tan solo dos días. Bajó corriendo sabiendo que ya no había nadie en casa, desayunó y con rapidez sacó la vieja escalera de mano que su padrastro guardaba en el cobertizo. Procurando que nadie la viera, colocó la escalera bajo la ventana de Elena y subió. La ventana estaba abierta, así que le fue sencillo entrar. La chica no estaba allí. De repente, escuchó la voz de un chico gritar: ¡OJALÁ TE GUSTEN MIS TOSTADAS, LENA!… Debía de ser su hermano. La pelirroja había mencionado tener dos hermanos mientras hablaba con ella.
“Elena” Pensó, y un suspiro escapó por sus labios. El solo hecho de pensar en ella le hacía sentir cosquillas en su estómago y unas inmensas ganas de reir.
Mientras esperaba a Lena se tomó un tiempo para examinar el ambiente. Paredes blancas y vacías, solo cubiertas por un calendario y un par de fotos de paisajes. Un escritorio bien organizado, una cama excelentemente tendida con sabanas negras, un piso completamente limpio y una mesa de noche con un montón de frascos de medicinas allí. Comparada con su habitación de paredes rosadas y repletas de fotografías, su cama desordenada y su escritorio con libros hasta el techo, el lugar era bastante aburrido. Pero Yulia no se había imaginado la habitación de Lena de otra forma.
Lentamente, la morena se acercó al calendario.
“Lunes: Diálisis
Martes: Clases de piano.
Miércoles: Cardiólogo.
Jueves: Diálisis.
Viernes: Psicólogo.
Sábado: Diálisis.
Domingo: Clases de piano (Opcionales)”
Yulia: Tienes una vida difícil, Elena Katina - Suspiró. El solo hecho de leer el montón de actividades en el calendario de la pelirroja la había agotado.
Cuándo finalmente pudo apartar su vista del calendario, Yulia decidió espiar el armario de Lena. La ropa, tal y como la habitación, estaba perfectamente organizada. Solo había ropa negra, gris, blanca, azul o marrón. Ni rosa. Ni amarillo. Ni naranja. Solo esos simples colores. Tenía solo tres pares de zapatos dentro. Dos pares eran tenis blancos, y los últimos eran zapatos de tacón alto, también negros. Parecían casi nuevos. La chica tenía también montones de sombreros, gorros y beanies, todos de los colores antes mencionados. Excepto uno.
Era un beanie morado, oculto entre los otros. Lo tomó entre sus manos y lo sacó del armario procurando no desordenar los demás.
Yulia sonrió y lo colocó sobre su mano, examinándolo fijamente. Entonces lo vio. En la parte delantera del beanie se encontraban unas palabras escritas con los diferentes colores del arcoíris. Yulia sonrío al leerlo.
“Soy un unicornio”
Yulia: ¿Tu también, chica de la ventana?
Jamás se había sentido mejor. Sus ojos estaban iluminados y una gran sonrisa ocupaba su rostro. Lo cierto era que Yulia ya había intuido que Lena podía ser lesbiana por lo que le había dicho el día anterior sobre sus pechos, pero ese beanie, morado y distinto a los demás, lo confirmaba.
Se preguntó por que Lena no se lo habría dicho antes. La respuesta llegó claramente en su cabeza: tenía miedo.
No podía culparla. Ella también había sentido miedo al descubrirlo.
Fue entonces cuándo escuchó unos pasos en la escalera. Asustada y pensando que podría tratarse de la madre de Lena, cerró el armario rápidamente y se escondió bajo la cama aun con el beanie morado en la mano. Se sorprendió al encontrar una vieja patineta allí abajo junto con un viejo casco negro. Sonrío. ¿Cuántos secretos escondería la chica de la ventana?
Fue entonces cuándo la persona de los pasos entró a la habitación. Lo primero que vio fue un par de largas medias con calaveras. Sonrió. Elena Katina estaba allí. La vio sentarse en el borde de la ventana, y en serio se veía hermosa. No hermosa como una niña de cinco años ni hermosa como las actrices de televisión. No. Ella era más hermosa que eso. Elena Katina era hermosa como las demás no podían serlo ni utilizando programas de edición avanzados. Elena Katina era hermosa porque era simplemente Elena Katina. Fue entonces cuando la voz de la pelirroja la sacó de sus pensamientos.
Elena: ¿Qué estás haciendo conmigo, Yulia Volkova? –Fue un susurro, leve como el susurro del viento. Yulia sonrió. Su nombre se escuchaba tan bien con su voz.
TODO se escuchaba tan bien con su voz.
Sin esperar más, salió debajo de la cama, se arregló lo más rápido que pudo y dijo con la voz más sexy que encontró entre sus tonalidades.
Yulia: Ahora mismo… te estoy sorprendiendo.
La sorpresa que decoró el rostro de la chica fue casi irreal. Su mandíbula prácticamente cayó al suelo, mientras que sus ojos la examinaban, como dudando que fuese real.
Sin pensarlo dos veces, Yulia corrió hacía ella y la abrazó.
Lamentablemente no fue bien recibida.
En cuanto sus brazos rodearon el cuerpo de la chica de ojos verdigrises esta la empujó con fuerza, haciéndola caer al suelo y gemir de dolor.
Yulia: Lena… - Susurró ahogadamente, aun sintiéndose afectada por el dolor.
Pero el dolor que sentía en su cuerpo no era comparado con el que sentía en su corazón. La chica de la ventana la había empujado, como si ella fuese una enfermedad que tratara de alejar. Sin poder evitarlo, Yulia ya había comenzado a llorar.
Elena: Yu… Yu… Yulia …. yo… yo no quería… yo solo… yo… no… yo no…
La morena la miró. Elena estaba apoyada en el marco de la ventana, mirándola fijamente con los ojos humedecidos, chasqueando los dedos sonoramente y con la respiración irregular. Lentamente se dejó caer al suelo. Apoyó sus rodillas contra su pecho y envolvió sus brazos con ellas. Lo que vino después hizo a la pelinegra reaccionar. Elena comenzó a llorar desesperadamente mientras movía todo su cuerpo de adelante hacía atrás, aun chasqueando los dedos.
Yulia: Elena… Elena … está bien… Lena -Intentaba llamarla, pero ella parecía estar atrapada en un mundo de lágrimas.
Lentamente y recuperándose de su dolor, Yulia fue acercándose a la chica mientras limpiaba sus propias lágrimas. Finalmente logró sentarse a su lado. No atreviéndose a tocarla de nuevo, susurró:
Yulia: Está bien, hermosa. Todo está bien.
Pero las lágrimas continuaban, al igual que los chasquidos. Yulia intentaba pensar en una solución, pero no podía pensar claramente teniendo el sonido de los dedos de Lena como distracción.
Fue entonces cuándo lo decidió. Ya había sufrido fracturas en sus huesos muchas veces antes, así que podía soportar una más en sus dedos. Lo único que ella deseaba era que Lena parara de llorar.
Lentamente Yulia movió su mano hasta que esta se encontró con la de la chica pelirroja, deteniendo de inmediato el sonido producido por sus dedos. Cerró los ojos de inmediato, esperando que Lena la apartara dolorosamente, pero, a cambio de eso, ella solo sujetó más fuertemente su mano, como si no quisiera dejarla ir.
Fue entonces cuándo sucedió. Elena solo envolvió sus brazos alrededor del cuello de Yulia y apoyó su cabeza sobre su hombro, llorando desconsoladamente. Sin pensarlo dos veces, una de las manos fue a parar a la espalda de la pelirroja, donde comenzó acariciarla para que las lágrimas cesaran. La otra fue directo a su cabello, con el cual comenzó a jugar.
Elena: Soy… soy… soy una… una idiota -Susurraba entre lágrimas. Yulia apenas pudo entenderla.
Yulia: Shhh, Lena. No eres una idiota. Está bien llorar.
La pelirroja se separó del abrazo y miró a la morena a los ojos durante unos segundos antes de bajar la mirada. Estaba incómoda, dedujo Yulia.
La pelirroja se sorbió la nariz y luego preguntó tímidamente:
Elena: ¿En serio crees eso?
La pelinegra casi se derritió al escuchar el tono de voz con el que le había preguntado aquello. ¿Como podía esa chica ser tan tierna y verse tan fría? ¿Como podía ser tan débil y verse tan ruda? ¿Cómo podía tener lágrimas en los ojos y aun así verse perfecta?
Yulia: Sí, Lenita, está bien llorar…
Elena: ¿Lenita?
Yulia: ¿Tienes algún problema con que te llame así?
Elena: Realmente no, y creo que ese es el problema - Sonrió. Las lágrimas ya habían abandonado su rostro, y poco a poco sus manos fueron liberando el cuello de la chica más pequeña hasta alejarse por completo. Yulia suspiró. Quería tenerla cerca de nuevo.
La pelinegra acercó su dedo a la mejilla de esta y comenzó a limpiar sus lágrimas lentamente. Al principio la chica parecía incómoda, pero finalmente terminó adaptándose e incluso se permitió cerrar los ojos por un par de segundos.
Yulia: Eres hermosa, Elena Katina.
Elena: Pero soy una idiota -Dijo entristecida.
Yulia: No lo eres…
Elena: Pero te empujé.
Yulia: Soy yo quien se metió a tu habitación sin permiso. Sin dudas, la idiota soy yo.
Elena: No lo eres.
Yulia: Pero tu si… - Cedió finalmente.
Elena: Tienes razón…
Yulia: Si tu eres una idiota, yo también quiero ser una idiota - Susurró dulcemente. La chica sonrió, pero no como siempre. Solo elevó la comisura de su labio.
Elena: Yo… yo no quería empujarte. Yo solo… No estoy acostumbrada al contacto físico, y que me abrazaras así fue… fue extraño. Realmente no lo esperaba. Lo… lo siento mucho.
Yulia: No tienes que disculparte, Elena. Después de todo, ambas somos idiotas -Dijo sonriendo, y lentamente apartó su mano de la mejilla de la pelirroja y la colocó sobre sus propias piernas.
La ojiverde se quedó mirando la mano de Yulia durante un rato. Solo la miraba, fascinada con su perfección y expectante, como si la chica de la ventana estuviese a punto de realizar un truco de magia.
Entonces Elena comenzó a mover su mano. Había duda en ella, y de vez en cuándo la hacía retroceder. Pero finalmente pareció decidirse y fue acercando su mano a la de Yulia, quien estaba conteniendo la respiración. ¿En realidad estaría pensando Lena en darle la mano? Sus dedos estaban tan cerca que se rozaban. Finalmente, Elena unió su dedo meñique con el de la morena y una sonrisa nació en sus labios.
Sí, era solo un dedo. Sí, no era lo que ella había esperado… Era mejor.
Aquel acto lleno de timidez, inseguridad y alegría al mismo tiempo había hecho estallar el corazón de Yulia. Una sonrisa iluminaba su rostro, y nada podría borrarla durante días. Aquel mínimo contacto había vuelto locas las mariposas de su estómago, y había acelerado su corazón. Y aquella sonrisa, tan hermosa y sincera como la de un niño… Yulia suspiró.
Elena: ¿Soñaste conmigo, Yul? - Preguntó con timidez.
Yulia se sonrojó al escuchar aquella pregunta y se mordió el labio inferior ligeramente.
Yulia: ¿Yul? - Intentó cambiar de tema.
Elena: No voy a ser la única con un apodo acá…
Dejó escapar una ligera carcajada de sus labios. Aquella chica era tan… impredecible.
Elena: ¿Soñaste conmigo? -Repitió.
Yulia asintió. Lo había hecho… Al principio, al despertar, no se había dado cuenta. Pero ahora estaba más que claro.
Elena: ¿Puedes contarme tu sueño?
Yulia volvió a asentir, sonrojándose esta vez.
Yulia: Todo era hermoso, como tus ojos. Y yo… yo simplemente no quería dejar ese lugar. Había árboles, una cascada, flores y… y estabas tu - Contó, sintiendo como el calor en sus mejillas aumentaba cada vez más y más.
Elena: ¿Yo también era hermosa? - Preguntó con curiosidad, mirándola a los ojos por un par de segundos.
Yulia: Sí - Contestó asintiendo- Pero no eras tu exactamente…
Elena: Lo siento, no puedo… no puedo entenderte.
Yulia sonrío, tomó el beanie morado que aun tenía entre las manos y lo colocó tiernamente sobre la cabeza de Lena mientras se mordía ligeramente el labio.
Yulia: Eras un unicornio.
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CONTINUARÁ...
🥺🥺 Estas dos están demasiado tiernas! A qué si? Bien, nos vemos mañan entonces!
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Re: LA CHICA DE LA VENTANA // ADAPTACIÓN A YULENA
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