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Guardias de Honor

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Mensaje por Anonymus 4/17/2015, 5:30 pm

Capitulo Veintiséis




06.00 05 septiembre 0l


Informe - Equipo de Ataque Cuatro. Salida confirmada: Vuelo
93 de United Airlines desde Newark.
Destino: San Francisco.
Objetivo: Washington DC. Billetes comprados en el Aeropuerto Internacional Baltimore-Washington, pago en efectivo.

07.00 06 septiembre 0l


El general Matheson, solo en un austero despacho del rústico complejo de montaña, entró en Internet y abrió una web de coches clásicos. Navegó por los menús hasta una página en la que se mostraba un Mercury Cruiser del 57 y movió el cursor sobre la imagen hasta que encontró un vínculo html que abrió. Comunicado final.

Cuatro equipos reunidos y enviados: sólo objetivos 1-4 de la Costa Este. Equipos cinco y seis desactivados.
Fecha confirmada: 09.00 11 sept 0l. Gloria a los justos.

Matheson soltó un gruñido y ahuyentó una sombra de aprensión. No había vuelta atrás aunque quisiera. Aquellos hombres eran fanáticos y nada los disuadiría. Querían luchar, y sus compatriotas y él aprovecharían el shock y el caos para hacer oír sus voces. Nunca habían tenido una ocasión tan buena para la misión patriótica. Con decisión cogió el teléfono móvil y marcó un número conocido. Recibió respuesta inmediata.

-Hola, agente -dijo Matheson-. Tiene luz verde. Su equipo se reunirá mañana.
-¿Operación confirmada?
-09.00. 11-9.
-Muy bien. -Hubo unos segundos de silencio-. Asumiré el mando del equipo de ataque. Es mejor que no volvamos a comunicarnos.

Matheson dudó, considerando sus opciones y las posibles repercusiones si fallaba alguna parte de la misión. Por encima de todo tenía que proteger a su organización para garantizar el futuro del movimiento en pro de la libertad.

-De acuerdo. Buena suerte y que Dios le acompañe.

***

05.15 7 de septiembre del 2001

Lena dio un salto, completamente despierta, al oír el primer timbrazo del teléfono. Cogió el móvil de la mesilla de noche y se sentó, abriendo el teléfono con una mano y apartando las mantas con la otra. Sus pies rozaron el suelo y se levantó, diciendo sucintamente:
-Katina.

Un segundo después se sentó de nuevo al borde de la cama.

-No hay problema, Tom. ¿Qué puedo hacer por ti?... Por Dios, estás de broma... No, comprendo... ¿Qué quieres de mí?

Mientras escuchaba con atención, hizo una lista mental de las cosas que debía hacer.

-De acuerdo. Me ocuparé. -Se rió-. No, claro que no facilitan las cosas.

Tras acabar la llamada, miró el reloj. Tenía tiempo de ir a correr antes de la reunión de la mañana. Estaba cansada; cuando no dormía con Julia, dormía mal. Y a Julia la esperaba un ajetreado fin de semana, lo cual significaba más trabajo para el equipo y más preocupaciones para ella. Pensó en la llamada sorpresa que acababa de recibir de Washington y cabeceó. Más complicaciones que no le hacían ninguna falta.

-¡Cristo. Qué trabajo!

07.00 7 de septiembre del 2001

-Buenos días a todos -dijo Lena en tono enérgico dirigiéndose a la cabecera de la mesa-. El itinerario del fin de semana se mantiene. Esta noche a las 20.00 Egret tiene la inauguración privada en la Galería Bleeker. Mañana a las 21.00 es la apertura general. Sin embargo, hay un cambio en los turnos de esta noche. Por favor, reúnanse con Mac a las 09.00 para que les dé detalles.

Mac se enderezó de forma casi imperceptible, pero su expresión permaneció neutral. No le habían advertido de ningún cambio.

-Aparte de la lista personal de invitados, Egret ha aceptado, a petición de la señorita Bleeker, que un pequeño número de marchantes de arte asistan a la pre-inauguración de esta noche. -No era raro que los marchantes que representaban a clientes ricos o a grandes empresas asistiesen a una pre-inauguración antes de que una galería abriese una exposición al público.
Lena miró a Mac-: ¿Has realizado todas las comprobaciones de antecedentes?
-Lo he hecho yo -respondió Cynthia Parker, repartiendo información entre los agentes-. Biografías y fotos. Nada anormal.
-Bien -repuso Lena, abriendo una carpeta. Había visto la lista de nombres y reconoció a dos habituales de las exposiciones de su madre-. Procuren familiarizarse con las... -Hizo una pausa contemplando una foto-... las fotos de los marchantes. -«Dios mío.» El nombre de debajo de la foto: Valerle Ross. Apoyó los dedos sobre la mesa para controlar el leve temblor-.
Seguro que los demás invitados de la lista les suenan.

Lena realizó el resto de la sesión informativa automáticamente y, cuando acabó, dijo a Mac:

-Espera un minuto, ¿te importa, Mac?
-Por supuesto, comandante.

Cuando se quedaron solos, Lena apartó la silla de la cabecera de la mesa y se sentó en ella, procurando disimular el cansancio.

-Necesito que reorganices los turnos de esta noche. Hay que contar con todo el equipo.
-Todo el equipo, comandante?
-Sí. -Se frotó la cara para aliviar el dolor de cabeza que comenzaba a sentir entre los ojos-. Busca un diagrama de la zona en un radio de dos manzanas, por favor.

Sin decir nada, Mac enchufó un cable de vídeo a su portátil y pinchó en un icono de la pantalla. En la pantalla mural del fondo de la sala de reuniones apareció un detallado plano callejero. Lena se levantó y se acercó a la pantalla, sacando un fino puntero láser del bolsillo interior de la chaqueta.

-Llama al capitán Landers y dile que necesitamos vehículos y patrullas de a pie aquí, aquí y... aquí.
-Hecho -dijo, aunque no le encontraba sentido a la orden. La capitán Stacy Landers era el vínculo de seguridad del Departamento de Policía de Nueva York con el equipo de Egret, pero las fuerzas del orden locales sólo se desplegaban en salidas públicas de largo alcance.
-Ahora quiero ver el edificio de la galería al nivel de la calle.

Un segundo después apareció un plano del edificio en el que estaba la Galería Bleeker. Semicírculos rojos marcaban las entradas principal, trasera y lateral con la distancia en metros a la calle o travesía más próxima en números de color amarillo brillante. En el interior de la estructura, las salas y los pasillos, así como los conductos de la calefacción y los del gas, agua y electricidad, se distinguían con diferentes colores.

-Pon a dos personas aquí, aquí y aquí -ordenó Lena, señalando las zonas con el minúsculo puntito rojo brillante.
-Eso nos dejará poca gente para la propia Egret –comentó Mac en tono aséptico.
-Menos de la que me gustaría -admitió Lena-. Que Stark esté conmigo dentro de la galería. Tú ocúpate de la entrada principal. Así estará bien.
-¿Comandante? ¿Hay algún problema que yo deba saber con respecto al itinerario de esta noche?
-No, Mac. Ningún problema. -«Eso espero, al menos, y de momento no puedo contarte nada.» Mac asintió, reservándose las preguntas. Confiaba en la franqueza de Lena, y aunque no la tuviese, debía obedecer órdenes. Sin embargo, en ocasiones como aquella, era fundamental que Lena contase con la absoluta confianza de todos sus agentes.
-Me ocuparé de ello.
-Gracias. -Lena tomó aliento lentamente y exhaló el aire en un suspiro. Luego, regresó a la cabecera de la mesa-. Hay otra cosa.

Su segundo al mando la miró sin pestañear.

-Una de las marchantes de arte -dijo Lena, buscando el informe que había preparado Cynthia Parker-, Valerie Ross. Necesito saberlo todo sobre ella y lo necesito esta mañana.
-La revisión de antecedentes está ahí, comandante. -Mac la miró con gesto confundido-. Es muy amplia.

Lena asintió, pues conocía las revisiones estándar.

-Quiero una revisión a fondo.
-¿Finanzas, escaneos de bases de datos, series de fotos?
-Sí -afirmó Lena, abriendo el expediente y entregándoselo a Mac-. Todo.

Mac miró el expediente.

-¡Jesús! -exclamó, con una extraña falta de contención-. ¿Qué ocurre?
-No lo sé. -Lena contempló la foto-. Pero tenemos que averiguarlo.

***

-Hola -dijo Julia, sonriendo, cuando abrió la puerta a su amante.Lena le devolvió la sonrisa, pero su mirada era seria.
-Estás preparada -observó, fijándose en la bolsa de gimnasia que había junto a la puerta y en el atavío de Julia, consistente en una camiseta, pantalones de chándal y zapatillas deportivas.
-Y tú no. ¿No vienes? -Julia habló en tono desenfadado, pero por dentro sentía un brote de decepción. Lena era su amante, pero aquel fin de semana era sobre todo su jefa de seguridad. Después de más de una década viviendo bajo vigilancia, Julia sabía cuántos planes había que hacer antes de un evento público como el de aquella noche. Y también sabía que Lena lo supervisaría todo personalmente.
-Claro que voy -dijo Lena-. He dejado mis cosas abajo, en los vestuarios. Pero ha ocurrido algo y tengo que hablar contigo.
-De acuerdo. -Julia dio la mano a Lena y la condujo a la barra de la cocina. Apoyó una cadera en uno de los taburetes y esperó a que Lena se sentase frente a ella-. ¿Qué ocurre, cariño?
-No sé si debería tratar el tema en este momento... diablos, o en cualquier momento. -Lena cabeceó, disgustada ante su propia indecisión-. He pasado los últimos cuarenta minutos intentando decidirme. Y al final pensé que, si no te lo decía, tal vez te cabreases.
-Elena -Julia habló en tono firme-. Dímelo de una vez.
-Una de las marchantes de arte que Diane ha invitado a la pre-inauguración de esta noche es Claire.
-Claire. -Julia frunció el entrecejo; el nombre no le decía nada. Pero no recordaba haber visto a Lena tan incómoda en su vida. Enfadada, preocupada e incluso, alguna vez, asustada. Pero nunca así. De pronto, Julia se puso rígida, sabiendo con el sexto sentido de una leona que su territorio estaba a punto de ser invadido por la persona a la que aludía su amante. Con un tono peligrosamente sereno, Julia repitió-: Claire. Tu Claire, la del hermoso rostro, el cuerpo elegante y el porte super sofitiscado. Esa Claire.
-No es mi Claire -corrigió Lena-. Y…
-Observo que no disientes del resto de mis afirmaciones -comentó Julia en tono coloquial, pero sus ojos lanzaban chispas como fragmentos de cristal heridos por el sol. Durante un momento Lena no entendió el cariz que había tomado la conversión, y luego se rió. No era lo más prudente, pero no pudo evitarlo.
-¿Estás de broma? No puedes pensar en serio que miraría a otra mujer cuando te tengo a ti.
-Has hecho mucho más que mirarla. -Julia no soportaba la idea de que Lena estuviese con otra mujer, mucho menos saber que había estado con alguien tan guapa y bien dotada. En todos los aspectos. Le daban ganas de romper todo lo que tenía a su alcance.
-Eso fue antes de conocerte -dijo Lena en tono amable-. Ahora sólo estás tú y siempre estarás sólo tú.

Julia parpadeó.

-Odio que hagas eso.
-¿Qué?
-Hacerme olvidar que estoy enfadada contigo.

Lena se levantó y se colocó entre las piernas de Julia, apoyando las manos en la cintura de su amante. La besó en la boca y sonrió.

-Te amo.

Julia hundió la cabeza en el pecho de Lena.

-Será mejor que lo hagas, porque juro por Dios que no respondo de mis actos si no lo haces.

Lena se rió, rodeó con un brazo los hombros de Julia y se apoyó en la barra con Julia adherida a la curva de su cuerpo.

-Créeme, no tienes por qué preocuparte.
-Entonces, ¿qué ocurre? -Julia miró a Lena con curiosidad-. ¿Con Claire?
-Por lo visto, no es Claire. Bueno, sí que lo es o lo era, pero también se llama Valerie Ross.
-¿Un alias?
-No. -Lena masajeó suavemente los músculos de los hombros de Julia-. Según nuestras comprobaciones de antecedentes, es realmente Valerie Ross.
-¿Y es marchante de arte de verdad?

Lena asintió.

-Al parecer sí.
-Vaya. ¡Qué mujer más misteriosa! -Julia prendió los dedos en el cinturón de Lena y los deslizó bajo el pantalón, acariciando con el dorso de la mano el estómago de Lena-. Prostituta de alto nivel en Washington, marchante de arte de altos vuelos y mujer fatal que está como una diosa.
-No encontramos nada que indique que es una amenaza -repuso Lena sin alterarse-. Pero puedo decirle a Diane que se ponga en contacto con ella y anule la invitación. O puedo ordenarle a Mac que la detenga en la puerta.
-¿Por qué? -preguntó Julia con curiosidad. Sin darse cuenta desprendió la camisa de Lena del pantalón para acariciarle la piel.
-Porque se trata de una noche especial para ti, y no quiero que nada te la estropee.

Julia se apartó para mirar a su amante a los ojos.

-¿Lo harías?

En el rostro de Lena se reflejó la confusión.

-Claro que sí.
-No me importa que venga. -Julia pensó en los breves momentos que había pasado una noche bajo un farol con la amante de Lena, si es que aquella era Claire-Valerie. Recordaba a una hermosa mujer de ojos profundamente tristes. Reconoció la tristeza producto de la soledad porque ella también la había sentido-. Seguramente ni siquiera se dará cuenta de que estamos allí. Cuando la galería ofrece una exhibición privada a unos cuantos marchantes selectos antes de la inauguración, la artista no suele asistir. Además, si tiene un cliente interesado, no podría renunciar a la invitación. Perjudicaría su negocio.

Lena se encogió de hombros, sorprendida.

-No me interesan sus motivos, sólo me interesa lo mejor para ti.
-No pasa nada, cariño. -Julia se levantó, rodeó con el brazo el cuello de Lena mientras deslizaba la mano sobre su abdomen. Apretó los muslos y la pelvis contra Lena, moviendo las caderas sutilmente-. Bueno, ¿vas a venir conmigo al gimnasio a boxear?
-Julia -respondió Lena con voz ronca-, no sería un combate justo cuando estoy demasiado excitada para caminar.

Julia soltó una risita.

-En el amor y en la guerra todo vale, comandante.

14.45 07 septiembre 01

Cinco hombres rodeaban una mesa de comedor, de cristal, en un piso de cuatro habitaciones con vistas a Central Park. Ninguno de ellos contemplaba la vista. Había un plano extendido en el centro de la mesa, y varios de ellos sujetaban las esquinas con las manos.

-El plan es sencillo -afirmó el jefe del equipo, un hombre de pelo castaño, subrayando las palabras con golpecitos sobre el diagrama-. Entradas principal y trasera, aquí y aquí.
-¿Vigiladas? -preguntó un hombre corpulento con voz grave. El líder, parpadeando irritado ante la interrupción, respondió:
-La trasera no. Generalmente sólo hay un hombre apostado en el vestíbulo principal. El segundo ascensor que conduce al ático tiene una clave-señal, pero el que lleva al resto del edificio no. Al ascensor del ático se puede acceder desde el vestíbulo, el centro de mando, aquí, o desde el mismo ático.
-Por tanto -comentó un joven de lozano aspecto y cabellos muy rubios-, tenemos dos posibles rutas de acceso: desde el vestíbulo con un ataque frontal o, si eso falla, con una maniobra de flanqueo en los pisos superiores.
-Exacto. -El jefe del equipo señaló la puerta de atrás-. Y esta es la única salida, aparte de la del vestíbulo. Lo lógico sería que, en medio de toda la confusión y si actuamos con rapidez, estuviéramos fuera antes de que nadie se enterase de lo ocurrido.
-Entonces, repasémoslo -sugirió el hombre corpulento en tono impaciente-. Sólo nos quedan tres días.
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Mensaje por Anonymus 4/17/2015, 5:34 pm

Capitulo Veintisiete




15.23 7 de septiembre del 2001


-Déjame verlo a la luz -dijo Julia, acercando la mano a la barbilla de Lena.
-No es nada -se apresuró a decir Lena, apartando la cabeza. El movimiento le provocó un dolor punzante en la base del cráneo. Tuvo que esforzarse para no torcer el gesto.
-Maldita sea, Elena, ¿cómo que no es nada? Veo el moretón desde aquí. -Julia se puso entre Lena y el único banco del centro de la habitación, impidiéndole así que se moviese en el minúsculo ropero de las mujeres, demasiado pequeño para darle el nombre de vestuario, y situado en un rincón del austero gimnasio en el que Julia llevaba casi dos años practicando
kickboxing-. ¿Qué ha ocurrido? Te falló el bloqueo por completo.
-Se había acabado el tiempo.
-Tu tiempo nunca se acaba.

Lena movió la mandíbula de un lado a otro para ver cómo estaba. Le dolía, pero los dientes seguían en su sitio y todo parecía estable.

-No se ha roto. Estaré perfectamente cuando me ponga un poco de hielo.

Julia miró a Lena con una mezcla de rabia y preocupación.

-Y antes jamás habías fallado ese bloqueo. ¿Estás fastidiada por Claire?

Lena arqueó las cejas.

-No. Ni siquiera estaba pensando en ella.
-Entonces, ¿en qué estabas pensando? -repuso Julia- Porque seguro que no en boxear. Lo único que tenías que hacer para desviar esa patada era arremeter contra mi cuerpo y derribarme... -Se le desorbitaron los ojos. «Arremeter contra mi cuerpo y derribarme. Contra mi cuerpo. Contra mi pecho.» Julia estampó la mano en el medio del pecho de Lena y la empujó contra las tres destartaladas taquillas metálicas, con la cara a un milímetro de la de su amante, y la voz grave, controlada y llena de furia- Maldita sea, te podía haber roto el cuello, no sólo la mandíbula. Si no querías boxear conmigo porque te preocupa hacerme daño, deberías habérmelo dicho.
-No lo hice adrede -dijo Lena en voz baja-. Únicamente dudé cuando me di cuenta de que habías recibido el golpe.
-Y entonces dejaste que te diese una patada en la cara. –Julia acercó los dedos a la hinchazón de la mandíbula de Lena-. Dios mío.

Lena abrazó a Julia por la cintura y la besó en la frente, procurando no mover la cabeza demasiado. El dolor se había convertido en una punzada sorda. La habían pegado antes, y sabía que el daño no era grave.

-Sólo ha sido un accidente. La próxima vez procuraré darte una patada en el culo. Y con fuerza, si eso te hace feliz.

Julia se rió muy a su pesar, apoyando el rostro en el pecho de Lena.

-Odio que sufras.
-Lo sé. -Lena desató el pañuelo rojo que Julia se ponía en la frente cuando boxeaba. Lo arrojó sobre el banco y entrelazó los dedos en las trenzas mojadas que rozaban el cuello de su amante-. ¿Te encuentras bien?
-Llevo un sujetador deportivo tan ceñido que casi no me deja respirar. Mi pecho está bien. -Julia echó la cabeza hacia atrás y besó el negro manchón que crecía en el ángulo izquierdo de la mandíbula de Lena-. Que es más de lo que se puede decir de eso.
-Hum. Creo que la cosa podría mejorar. -Lena apoyó la cabeza en la descascarillada taquilla verde, disfrutando del cuerpo de Julia entre sus brazos. Boxear con Julia siempre le había entusiasmado porque nunca estaba tan hermosa como cuando mostraba toda su fuerza. Estaba magnífica en el ring, con los musculosos brazos al desnudo, una camiseta recortada que dejaba ver su estómago y las ejercitadas piernas bailando sobre la lona.
-¿En qué estás pensando? -murmuró Julia, besando el punto que latía en la base del cuello de Lena-. Tu corazón galopa como loco.
-En ti -respondió Lena-. Estaba pensando que eres una mujer increíble y que me excitas muchísimo.

La inesperada respuesta y la seriedad de la voz de Lena derritieron las entrañas de Julia.

-No te muevas. -Lamió con la punta de la lengua una minúscula gota de sudor prendida en un hueco de la clavícula de Lena. Ronroneando, se adhirió lánguidamente al cuerpo de Lena-. ¡Qué bien sabes!

Lena suspiró, cerrando los ojos.

-Y tú estás de maravilla.
-Sí, es cierto. -Julia se echó hacia atrás, con las piernas enredadas en las de Lena, y se quitó la camiseta.
-Julia -advirtió Lena.
-Somos las dos únicas mujeres del gimnasio, Lena. –Julia habló en tono sereno, se llevó la mano a la espalda y desprendió el sujetador-. Quítamelo.

Lena metió los dedos bajo las hombreras y deslizó el sujetador sobre los hombros de Julia, dejando sus pechos al descubierto. Bajó la vista y suspiró al ver cómo los pezones empapados de sudor se endurecían al contacto con el aire.

-¡Oh, Dios!

Julia sonrió con gesto perezoso, mientras seguía la mirada de Lena.

-Y ahora, pon las manos encima de ellos. -Cuando Lena obedeció, moviendo los dedos automáticamente sobre los pezones, Julia cerró los ojos y arqueó la espalda-. Oh, sí.
-Tienes unos pechos preciosos -murmuró Lena con voz ronca.
-Sigue tocándome. -Julia se movió unos centímetros, colocó las piernas a horcajadas sobre el muslo de Lena y luego, con un movimiento rápido, le metió los dedos bajo la cinturilla de los shorts e introdujo la mano entre las piernas de su amante. Lena dio un respingo y gimió, sorprendida- Chiss -susurró Julia mientras rozaba el clítoris de Lena con los dedos-. No hagas ruido.
-No puedo evitarlo -dijo Lena, desesperada-. Por Dios, Julia.
-Apriétame los pezones. -Tras decir eso, Julia acarició el cuerpo de Lena, haciendo hervir la sangre de los tensos tejidos con los dedos y jugando con las terminaciones nerviosas que vibraban y se estremecían a punto de explotar. Mientras Julia arrastraba a Lena hacia el orgasmo, los dedos de Lena apretaban espasmódicamente los pechos de Julia, y los agudos puntos de dolor se convirtieron en dulce placer en sus entrañas- Así. Así, cariño... sostén mis pechos en las manos mientras hago que te corras.

Lena, temblando, cerró los ojos con fuerza y se centró en el orgasmo que ascendía rápidamente por su columna vertebral. No podía pensar, no sabía qué estaba haciendo con las manos, no quería hacer nada más que sentir el peso, el calor y la maravilla de los pechos de Julia contra su piel mientras se corría. Se le doblaron las rodillas y no se cayó gracias a que la sostenía el cuerpo de Julia abierto sobre el suyo. Gimió, ahogó un grito y se corrió con fuerza contra la mano de Julia. Julia contempló el rostro de Lena mientras el orgasmo la dominaba. «Nunca conseguiré pintar nada tan hermoso como tú en este momento.» Al sentir las caricias de las tiernas manos de Lena en los pechos y la desbordada pasión de su amante, intentó contener las lágrimas, sin lograrlo. A pesar de la humedad que cubría sus mejillas cuando apoyó la cabeza en el hombro de Lena, la embargaba una felicidad absoluta.

***


19.30 7 de septiembre del 2001


Lena llamó a la puerta del apartamento de Julia y miró el reloj. Cinco minutos antes Mac había confirmado que los vehículos esperaban en la calle. La capitán Landers se había encargado de que su gente estuviese apostada en el perímetro, y el equipo avanzado había llamado desde la galería para decir que todo estaba en orden. Todo normal. Todo tan seguro como Lena era capaz de garantizar. La puerta se abrió, y Lena se concedió un minuto para actuar como amante de Julia. La encontraba atractiva con cualquier cosa, fuesen unos vaqueros desteñidos y una camiseta salpicada de pintura o un elegante traje de noche realzado con diamantes. Aquella noche Julia había elegido un vestido negro sin mangas, de diseño tan sencillo que ni siquiera parecía de diseño. El brillante y ceñido vestido de seda tenía un escote redondo que dejaba entrever un levísimo asomo de clavícula y desaparecía en un airoso corte que acentuaba la fuerza sensual del cuerpo de Julia. En las orejas y en el cuello relucían zafiros, del mismo color azul intenso que los ojos de Julia, y aquella noche, en claro contraste con su estilo habitual en los actos oficiales, llevaba los cabellos sueltos. Los negros mechones caían por el cuello y los hombros, y Lena apenas pudo reprimir las ganas de hundir los dedos en ellos.

-¡Dios, qué guapa estás!
-Gracias -respondió Julia en tono sereno y esbozó una sonrisa fugaz-. ¿Te puedes creer que estoy nerviosa?
-Lo imagino. -Lena se inclinó hacia delante y la besó, deslizando la punta del dedo índice por el borde de la mandíbula de Julia-. Pero eres una pintora soberbia, y tus cuadros son muy especiales. Disfruta de la noche, te lo mereces.
-Lo intentaré. -Julia dio el brazo a Lena mientras se dirigían al ascensor. Su amante llevaba un traje gris pizarra y una camisa de seda abierta en el cuello, de color carbón, que daba a su cuerpo alto y esbelto un aspecto anguloso y firme-. Tu mandíbula tiene mejor aspecto. Y resultas muy apetecible.
-Se supone que no debo resultar apetecible. Soy tu acompañante y además estoy trabajando. -Lena llamó el ascensor con el ceño fruncido-. Esta noche se supone que debo ocupar un segundo plano.
-No es trabajo -declaró Julia, cuya tensión se alivió mientras bajaban al vestíbulo-. Bueno, sí que es trabajo, pero seguramente no como lo habías planeado.

Cuando las puertas se abrieron y ante ellas apareció Stark, esperando para acompañar a Julia al vehículo, Lena murmuró:

-No empieces. Necesito concentrarme.

Julia se rió y se olvidó por completo de los nervios.

20.43 7 de septiembre del 2001

Julia contemplaba uno de sus óleos con Inessa, a la que daba el brazo.

-No sé si la textura de la pintura se adapta al tono de la obra.
-Oh, claro que sí. -Inessa ladeó la cabeza, examinando de nuevo el cuadro-. Si fuera más tenue, se perdería el impacto del color.
-Ha sido muy amable de tu parte venir hasta aquí para esto -dijo Julia-. Sé que estás muy ocupada.

Inessa le dedicó una cariñosa sonrisa.

-No quería perdérmelo. En primer lugar, me encanta tu trabajo. Y me apetecía estar aquí por ti. -Rodeó la cintura de Julia con un brazo, en un gesto de afecto-. Sé lo difícil que puede ser desnudar tu corazón y colgarlo en las paredes para que todo el mundo lo vea. Aunque no tienes por qué preocuparte.
-He expuesto cuadros en galerías antes, pero nunca he hecho una exposición en solitario. -Julia miró la sala y vio muchas partes de sí misma. La mayoría de los presentes eran amigos en los que confiaba, pero aun así, no solía exhibir su alma de esa forma ante nadie. «Sólo Lena la ha visto»-. Casi será más fácil mañana por la noche en la inauguración pública, con desconocidos. En cierto modo, sus reacciones no me parecen tan importantes.
-Me gustaría asegurarte que te acostumbrarás, pero no es cierto. Cada vez que expongas, te preguntarás si alguien comprenderá lo que veías cuando pintabas, qué fue lo que sentías y qué te impulsó a crearlo. -Inessa se encogió de hombros, con expresión distante-. Pero seguirás haciéndolo, porque eso eres tú.

Curiosamente, a Julia la consoló la reflexión, porque al proceder de Inessa, una pintora que admiraba, sus propias incertidumbres parecían mucho menos importantes.

-Es una sensación maravillosa en el momento, ¿verdad? Cuando en mitad del cuadro empiezas a ver cómo las emociones indefinibles adquieren vida en el lienzo.

Los ojos de Inessa se iluminaron y se rió.

-No diría que es lo mejor que he experimentado, pero se acerca mucho.
-Sí. -Inconscientemente, los ojos de Julia buscaron a Lena, que estaba a unos metros de ellas, con la atención centrada en la concurrencia. A pesar de la expresión ausente del rostro de su amante, Julia estaba segura de que Lena sabía dónde estaba ella. «Se acerca mucho, pero no puede compararse con ella.»
-Todo está bien, ¿verdad? -preguntó Inessa en tono amable, siguiendo la mirada de Julia-. ¿La prensa ha dejado de molestaros?

Julia se encogió de hombros.

-Aún hacen preguntas cada vez que me presento en público, pero no hay mucho que añadir a lo que ya hemos dicho. De momento los caza noticias se conforman con sus especulaciones.
-Supongo que es lo mejor que se puede esperar.
-Al parecer sí. -Julia se sobresaltó cuando vio a Diane hablando con otra mujer al fondo de la sala-. ¿Me disculpas unos minutos?
-Naturalmente. Quiero disfrutar de estos magníficos cuadros a solas.

Julia besó a Inessa en la mejilla y se dirigió a donde estaba Diane con Valerie Ross. Por separado, cada una de ellas era preciosa. Las dos eran rubias, de piel clara, huesos delicados y belleza clásica e irradiaban sensualidad y confianza. Sin embargo, juntas resultaban imponentes. Diane emitía el calor dorado del sol. A Julia su lenguaje corporal y la voz seductora le recordaban a Lauren Bacall de joven. En contraste, Valerie (Claire) era como Ingrid Berg man. Engañosamente fría y distante en la superficie, pero el hielo también quemaba. En otras circunstancias Julia habría disfrutado observándolas, especulando cómo una, o las dos, se comportarían con ella en un ambiente íntimo. En aquel momento captó su magnetismo individual y la forma en que su atractivo se magnificaba cuando estaban juntas, pero no sintió ningún impulso ni el menor deseo de experimentarlo personalmente. Las dos mujeres estaban tan absortas en la conversación que no vieron a Julia hasta que se acercó a ellas.

-Buenas noches.
-¡Julia! -Diane le dio un beso en la mejilla y señaló a su interlocutora-. Esta es Valerie Ross, una de las marchantes de arte que han venido a la pre-inauguración. Es la primera vez que nos visita.

Julia miró a Valerle a los ojos mientras le estrechaba la mano, observando, como no había podido hacerlo en Washington bajo la tenue luz de las farolas, lo penetrantes e inteligentes que eran.
-Julia Volkova, señorita Ross.
-Hola.
-Me alegro de que nos acompañe esta noche -dijo Julia con delicadeza tras saludar a Valerie. El saludo de la otra mujer había sido firme, con una mano cálida y seca. No parecía nerviosa, pero miraba a Julia fijamente.
-Tengo un cliente que ha visto algunas obras suyas en San Francisco hace poco y está muy interesado en esta exposición.

Julia frunció el entrecejo.

-¿San Francisco? No he expuesto nada... -Se rió-. ¿El boceto que Inessa Katina incluyó en su última exposición?

Valerie hizo un gesto afirmativo.

-Sí. Al parecer mi cliente quedó completamente fascinado y consiguió persuadir a la señora Katina para que le revelase su nombre. Espero que no le moleste.
-En absoluto. ¿Ha tenido ocasión de echar un vistazo esta noche?
-Acabo de llegar. -Valerie sonrió a Diane-. La señorita Bleeker y yo nos estábamos presentando.

A Julia la sorprendió ver que Diane se ponía colorada. No recordaba haber visto esa reacción en su amiga nunca.

-¿Le interesa algo en particular?
-Mi cliente tiene unos gustos bastante eclécticos –respondió Valerie enfatizando levemente la palabra-. Pensaba echar un vistazo. ¿Le molesta?
-Por supuesto que no -respondió Diane, adoptando su papel de agente de Julia-. Tómese el tiempo que quiera. Si desea preguntar algo, estaré encantada de explicarle lo que desee, igual que la señorita Volkova. -Miró a Julia con gesto interrogativo.
-Naturalmente, cuente con ello. -Julia señaló la pequeña barra del otro extremo de la sala-. Iba a tomar una copa de vino. ¿Le apetece otra?
-Sí, muchísimo.
-Entonces, hasta luego, Diane -dijo Julia, mientras Valerie y ella se alejaban. Cuando se internaron entre la gente, Valerie comentó en voz baja:
-Lo siento. Esto resulta embarazoso. La invitación decía que se trataba de una pre-inauguración privada. ¿Quiere que me marche?

Habían llegado a la barra, y Julia se limitó a decir:

-¿Vino blanco?

Cuando Valerie asintió, Julia pidió a la mujer vestida con un esmoquin que se encargaba de las bebidas dos copas y ofreció una a su acompañante. Condujo a Valerie a un lugar apartado antes de hablar de nuevo.

-¿Hay un cliente de verdad?

Las esculpidas cejas de Valerie se alzaron.

-Sí. Uno muy rico que estoy segura de que comprará algo.
-Lena está aquí.
-Sí, ya la he visto.
-¿Ha venido por ella?

Valerie sostuvo la mirada de Julia sin pestañear.

-No.

Julia bebió un sorbo de vino y asintió.

-Soy una artista, Valerie, y usted es marchante. Si Diane la ha invitado es porque le parece importante que esté aquí. Por tanto, yo también me alegro de que esté.
-Gracias, señorita Volkova. -Valerie probó el vino. Era un borgoña blanco buenísimo, mucho mejor que el que solían servir en acontecimientos similares-. ¿Prefiere que no hable con Elena?

Julia tomó aliento, y luego esbozó una sonrisa con la comisura de los labios.

-Dudo que haya en el planeta una lesbiana inmune a sus encantos, pero confío en que Lena resista.

Valerie se rió y dijo con una bonita voz de contralto:

-¿Puedo preguntarle si se incluye usted en esas legiones?
-Claro que puede -respondió Julia.
-No, no hace falta que lo haga. -Valerie miró un instante por encima del hombro de Julia y vio a Lena entre la gente-. Ya conozco la respuesta. Lo que quiero es ver sus cuadros y tengo trabajo que hacer. En algún momento me gustaría saludar a... una vieja amiga.
-Lo comprendo. -Julia le ofreció la mano-. Por favor, no dude en preguntarme lo que quiera sobre los cuadros.
-Lo haré. Gracias. Encantada de conocerla, señorita Volkova.

Julia hizo un gesto afirmativo.

-Lo mismo digo, señorita Ross.

21.25 7 de septiembre del 2001

Lena contempló el encuentro con expresión impasible. Julia y Valerie parecían absortas en la conversación, pero no había signos de un inminente derramamiento de sangre. Tampoco esperaba que los hubiese. Si Julia no hubiera querido que Valerie asistiese a la pre-inauguración, lo habría dicho. Y Valerle era demasiado lista y sofisticada para perder el decoro. Y, sobre todo, sabía que Lena amaba a Julia y que lo que habían compartido pertenecía al pasado. De hecho, su relación pertenecía a una vida completamente distinta.
Lena miró el reloj. Un minuto. Marcó en el micro el número del canal abierto con todos sus agentes.

-A todos los equipos: que nadie entre en el edificio a partir de ahora, tenga o no invitación. ¿Recibido?

Sonó un coro de afirmaciones mientras Lena se abría paso entre la gente para acercarse a Julia.

-¿Va todo bien?
-Hum. -Julia posó los dedos en el brazo de Lena-. Sí, estupendamente. ¿Y tú qué tal?
-Bien. -En ese momento Lena oyó la conmoción que había estado esperando y cogió la mano de Julia-. Estoy muy orgullosa de ti.

Confundida, Julia miró a Lena y luego al fondo de la galería, donde vio a un afroamericano alto y delgado seguido por otros dos agentes del Servicio Secreto, Lucinda Washburn y su
padre.

-¡Oh, Dios mío. Mi padre!

El presidente divisó a Julia y, luciendo una amplia sonrisa, atravesó la sala con su habitual paso decidido, en compañía de Lucinda Washburn, y besó a una atónita Julia.

-Hola, cariño.
-¿Papá? ¿Lucy? -Julia miró a Lena-. ¿Lo sabías?
-Me he enterado esta mañana. Y juré mantenerlo en secreto -se apresuró a explicar.
-No eches la culpa a Lena. Quería darte una sorpresa -dijo el presidente-, y ya sabes que no puedo ir a ningún lado sin que lo pregonen. Ni siquiera pudo comunicárselo a su propio equipo.
-Esto es tan... -Julia rodeó con los brazos el cuello de su padre y lo abrazó. Con voz entrecortada murmuró-: Muchísimas gracias.
-No me lo agradezcas, cariño -susurró Oleg Volkov-. Te quiero.

Julia lo abrazó de nuevo y retrocedió con una brillante sonrisa.

-¿Queréis echar un vistazo?
-¿Qué te parece una visita guiada?

Julia, flanqueada por su padre y por Lucinda, se dirigió a la parte delantera de la galería. Tom Turner, jefe de seguridad del presidente, se puso a su altura, acompañado por los otros agentes.

-Es la exposición de pintura más emocionante en la que he estado -comentó Valerie, acercándose a Lena. Lena contempló los familiares ojos azules con expresión impenetrable.
-¿Has estado en muchas?
-En unas cuantas a lo largo de los años.
-¿Te van bien las cosas? -Lena seguía a Julia con la vista mientras hablaba con la mujer a la que en otra época había confiado una parte de su ser, tal vez incluso una parte de su corazón.
-Sí. No hay repercusiones de la situación de Washington.
-Estupendo. -Lena miró a Valerie-. Me alegro.
-Sólo quería saludarte y desearte felicidad, Elena.
-Gracias. -Lena sonrió-. Lo mismo te deseo yo, Valerie.

Cuando Valerle se perdió entre la gente, la mirada de Lena se había posado de nuevo en Julia.
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Guardias de Honor - Página 2 Empty Re: Guardias de Honor

Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:22 pm

Capitulo Veintiocho

10.00 09 septiembre 01


Informe: El piloto del Equipo Uno y otros seis hombres han abandonado el Hotel Panther de Deerfield Beach, Florida.
Destino: Boston. 10:05 9 de septiembre del 2001


Al oír pasos, Diane apartó la vista del periódico que estaba leyendo sentada en el minúsculo balcón que daba a Central Park.

-¡Buenos días! No puedo creer que te hayas levantado antes que Lena.
-Ni yo -repuso Julia, sentándose en una silla de director de cine frente a su amiga con una taza de café encima de las rodillas-. Tiene que estar totalmente agotada para no haberse levantado a estas horas.
-La recepción de anoche duró casi hasta las cuatro. Y las dos habéis pasado un mes corriendo de un lado a otro como locas.

Julia, que no llevaba más que una camiseta prestada y la braga, estiró las piernas y bebió el café.

-Lo sé. Y no sólo ha tenido que preocuparse de mi seguridad, sino también de... mi salud.
-Seguro que puede con todo, pero esas horas de sueño extra le vendrán bien. -Diane bajó la voz por costumbre, y no porque hiciese falta-: ¿Dónde están el resto de tus polis?
-Seguramente en la calle con el coche. Suelen permanecer cerca por si se me ocurre salir a dar un garbeo.
-Apenas lo has hecho en los últimos seis meses –comentó Diane en tono irónico.
-No. -Julia sonrió con ternura, pensando que la urgente necesidad de escapar de su propia vida había cesado al enamorarse de Lena-. Me estoy volviendo muy aburrida.
-Sí, claro -se burló Diane-. Yo tampoco saldría mucho de casa si tuviera una mujer como la que tienes tú esperándome.

Julia sonrió; luego, suspiró y se recostó, entrecerrando los ojos para protegerse del sol.

-¡Dios, qué fin de semana!
-Sí -afirmó Diane, convencida-. Un fin de semana excelente. Entre las exposiciones del viernes y el sábado vendimos un total de seis cuadros, y cuento con vender al menos otros cuatro antes de que acabe la semana. Cariño, eres un éxito.
-Tal vez. -Julia volvió la cabeza para mirar a Diane con expresión pensativa-. O tal vez sólo quieran poseer algo pintado por la hija del presidente.
-Querida, la gente no gasta miles de dólares en suvenires. Confía en mí, conozco a esos compradores. Y ellos saben de arte.

Julia se puso colorada.

-¿Tú crees?
-Dios, lo sé. -La voz de Diane era una mezcla de cariñosa exasperación y leve irritación-. El hecho de que sea tu amiga no significa que no conozca mi negocio. Y como lo conozco, no te representaría si no pensara hacerme rica contigo.
-Ya lo sé. -Julia apoyó un pie descalzo en la barandilla, riéndose. Diane preguntó con forzada naturalidad:
-¿Qué te parece Valerle Ross?
-Oh... bueno, sólo hablé unos minutos con ella.

Diane arqueó una ceja.

-Que yo recuerde, fueron casi diez minutos. ¿Y te hace falta más de uno para formarte una impresión?
-No, la verdad es que me bastaron treinta segundos... quizá menos. Es guapísima, sofisticada, inteligente y... supongo que muy sexy.
-¿Lo supones?
-De acuerdo, es sexy. -Julia se enderezó y miró a Diane-. ¿Se trata de hablar por hablar o hay algo más?
-No lo sé. -Diane suspiró-. Me fijé en su nombre hace seis meses, por una venta muy importante en otra galería. Representa a un cliente que compra y paga con generosidad.
Por eso le envié una invitación.
-Vaya. Eso es el negocio. ¿Y el resto? -Por segunda vez en dos días a Julia le sorprendió que Diane se ruborizase-. Oh, aquí pasa algo.
-No -repuso Diane, cabeceando-. No pasa nada. Me dio su tarjeta y me dijo que la llamase. Se quedará en Nueva York unos días.

Julia preguntó con cautela:

-¿Y piensas llamarla?

Diane se volvió en la silla, doblando una pierna enfundada en un pijama de seda bajo el cuerpo, y miró a Julia a los ojos.

-No lo sé.
-¿Por qué? ¿Te molesta algo de ella?
-No. -Diane jugueteó con las esquinas del periódico que tenía en el regazo-. Bueno, sí.

Julia esperó.

-Me atrae de arriba abajo.
-Ah, ya entiendo.
-No, no creo que entiendas. -Diane pensó en lo intensa que le había parecido desde el principio la conexión con Valerie, una mujer a la que apenas conocía. No recordaba la última vez que había sentido ese tipo de sinergia instantánea con alguien-. Ni siquiera sé si lo entiendo yo.

Julia pensó en lo que sabía, y en lo que no sabía, sobre Valerie Ross. Lo único de lo que estaba segura era que Valerie había significado algo para Lena, y Lena no habría confiado en una mujer que no lo mereciese. En sus breves conversaciones con Valerle ella misma había percibido honore integridad. «¿Y acaso hay algo más importante?»

-Creo -dijo Julia con dulzura, dándole la mano a su mejor amiga- que si te ha impresionado tanto, deberías llamarla.
-¿No te parece que... me precipito? -preguntó Diane. Julia se rió.
-¿Y qué más da?

Diane esbozó una sonrisa de arrepentimiento.

-Sí, supongo que no hay nada peor que perder un amor.
-Sí -murmuró Julia-. Y si no juegas, no puedes ganar.

11:15 9 de septiembre del 2001

Lena salió del cuarto de baño desnuda, secándose el pelo con una toalla. Julia estaba sentada al borde de la cama con una taza de café. Había otra taza sobre la mesilla de noche.

-Hola -dijo Lena-. Esta mañana me has abandonado.
-No tuve valor para despertarte. -Julia puso las piernas sobre la cama y se recostó en las almohadas, contemplando a su amante con una sonrisa de admiración-. Estabas totalmente traspuesta.
-Cuando hacemos el amor duermo como una piedra. -Lena se inclinó y besó a Julia en la boca-. Anoche lo pasé genial.
-¿En la galería? -preguntó Julia en tono burlón.
-Sí -respondió Lena muy seria, enderezándose-. Y también aquí. Me gustó sobre todo cuando me pediste que... -Se apartó para esquivar una almohada.
-Cuidado, comandante -amenazó Julia-. Conozco formas de amargarle la vida.

Lena sonrió.

-¿Dónde está Diane?
-Ha salido. Ha quedado con alguien para desayunar.
-Ah, siento no haberla visto. -Lena cogió los pantalones, que había dejado sobre una silla la noche antes-. Supongo que es hora de que me comunique con el equipo.
-Diane ha ido a desayunar con Valerie -añadió Julia en voz baja.

Lena se puso los pantalones y subió la cremallera sin alterar la expresión.

-¿Ah, sí?
-Sí. Ha sido algo inesperado. -El tono de Julia era neutral, pero no apartó la vista del rostro de su amante-. ¿Te molesta?
-No por lo que tú seguramente crees -respondió Lena. Sin ponerse la camisa, se sentó al borde de la cama y cogió la taza de café que Julia le había llevado-. No siento nada romántico
por... Valerie. Me cae bien. También me cae bien Diane. -Bebió el café, mirando a Julia-. Pero te amo, y Diane es tu mejor amiga. Eres la única persona que me importa.
-¿Y qué tengo que ver yo con eso?
-¿Cómo te sentirías si empezaran a verse habitualmente?

Julia se encogió de hombros.

-Pues no lo sé. Hace mucho tiempo que Diane no tiene una relación de verdad. Eso puede cambiar las cosas en una amistad, y supongo que debería adaptarme.
-¿El hecho de que estemos juntas ha cambiado las cosas entre Diane y tú?
-No creo, pero la mayoría de las veces nos vemos las dos solas.

Lena asintió.

-Diane no sabe nada del pasado de Valerie, ¿verdad?
-¿Cómo va a saberlo? Se acaban de conocer. -Julia suspiró-. ¿Crees que Valerie se lo contará?
-No lo sé, pero si lo hace, no hablará de mí. -Lena dejó la taza a un lado y cubrió con su mano la de Julia, posada sobre la cama-. Pero tú lo sabes. Y si empiezan a salir, Diane seguramente querrá que las cuatro nos veamos de vez en cuando. Sería lo más natural.
-Sí, ya lo he pensado. -Julia miró a un punto lejano, con una imagen de Valerie en mente-. La verdad es que me cae muy bien Valerie. -Volvió a mirar a Lena-. Pero es guapa, inteligente y sexy, y no estoy segura de poder comportarme racionalmente si se acerca demasiado a ti.
-Dios mío. Eso podría resultar arriesgado. -Lena se frotó la frente-. Supongo que tendremos que esperar y ver qué ocurre entre ellas.
-Creo que me vendría bien entrenar el control de mis impulsos -murmuró Julia.
-Necesito que me creas cuando te digo que no me siento atraída por Valerie. Y ella sabe que te amo y lo respeta. –Lena cambió de postura en la cama y rodeó con un brazo los hombros de Julia, aliviada cuando esta se volvió hacia ella y la abrazó por la cintura-. Eres la única mujer de mi vida, la única que ocupa mi corazón. Eres la única mujer para mí y lo serás siempre.
-Te creo -afirmó Julia, frotando la mejilla contra el pecho de Lena, en busca de consuelo más que de otra cosa-. Pero estoy loca por ti. Y a veces pierdo los nervios.
-No pasa nada. -Lena besó a Julia en la cabeza-. Amo esa locura tuya, pero no quiero que dudes de lo que tenemos.
-No dudo. Sólo que de vez en cuando me preocupa perderlo.
-No lo perderás. -Lena, con un rápido movimiento, se puso encima de Julia, encajando el muslo entre las piernas de la joven. Con una mano levantó la camiseta de Julia, dejando los pechos y el abdomen al descubierto. Mientras la besaba, deslizó los dedos por el costado y el muslo de Julia. Cuando notó que la respiración de Julia se aceleraba y el cuerpo de su amante se movía para buscar el suyo, Lena bajó la cabeza y besó el pecho de Julia. Deslizó la lengua sobre el pezón, agitándolo, hasta que se endureció entre sus labios-. ¿Tienes algo que hacer durante la próxima hora?
-No -respondió Julia con la voz tomada por el deseo. Lena introdujo los dedos bajo la braga de Julia y se la quitó, levantando las caderas para que Julia pudiese despojarse de la prenda. Luego, se deslizó en la cama hasta que sus pechos desnudos se posaron entre las piernas de Julia. Alzó la vista y tropezó con la nebulosa mirada azul de Julia.
-Estupendo.

09:00 10 Septiembre2001

Informe: Los pilotos del Equipo de Ataque Uno se dirigen a Portland, Maine. Los restantes miembros de los Equipos Uno y Dos se alojan en hoteles de Boston.

12:30 10 de Septiembre del 2001


-Resulta un tanto perverso salir de la oficina a mitad de la jornada -comentó Renee Savard recostándose en los brazos de Stark. Estaban sentadas en la hierba, en un altozano desde el que se veía el estanque de Central Park. Aunque el camino sólo estaba a trece metros de distancia, las protegían de las miradas curiosas los árboles y arbustos que rodeaban uno de los lugares más idílicos del parque.
-Oh, no sé. -Stark ciñó la cintura de Renee con los brazos, apoyando el pecho en la espalda de su amante y acariciándole el lóbulo de la oreja con los labios-. Todo el mundo tiene derecho a una hora para comer, incluso los importantes agentes del FBI.
-Sí. -Renee se rió y echó la cabeza hacia atrás, volviendo el rostro para besar a Stark en el cuello-, pero no creo que se escabullan para verse con sus amantes en Central Park.
-Podríamos poner en práctica mi idea.
-Sí, claro -se burló Renee-. Seguro que puedo regresar a la oficina y leer una pila de informes de campo sobre potenciales actividades subversivas después de echar un polvo contigo.
-¿Crees que sería más fácil volver al trabajo dándole vueltas al tema? -Stark mordisqueó el lóbulo de la oreja de Renee-. ¿Sin haber hecho nada?
-Si no te conociera, pensaría que intentas engatusarme. -Renee encajó las caderas entre las piernas de Stark y puso el brazo sobre el muslo de su amante, deslizando la mano sobre la pierna.
-Ya -dijo Stark con voz ronca-. ¿Y tú no me estás engatusando?
-Pues no. Sólo te demuestro mi afecto.
-¿Podrías demostrármelo con más contundencia?
-No, a menos que quieras arriesgarte a que nos detengan.

Stark suspiró.

-En realidad, casi lo prefiero. Me haces sentir tan bien que apenas puedo pensar en nada más.

Renee, con la cabeza apoyada en el hombro de Stark, miró a su amante con ternura.

-¿Sabes que paso el noventa por cien de mis horas despierta pensando en hacer el amor contigo?
-Me parece increíble que... me desees.
-Oh, cariño -repuso Renee-. Estoy totalmente loca por ti.
-Sigo pensando que un día me voy a despertar y descubriré que todo ha sido un magnífico sueño. -Stark besó la comisura de la boca de Renee y la estrechó contra sí-. No tenía ni idea de lo maravilloso que era esto.
-Ni yo. -«Y eso que he dejado de soñar.»
-Mañana hará tres semanas que estamos viviendo juntas –dijo Stark dulcemente, acunando a Renee entre los brazos.
-A veces parece mucho más tiempo, como si siempre hubiese vivido contigo. -Renee hablaba en tono sereno e inusitadamente apagado. Con gesto pensativo deslizó los dedos bajo el dobladillo del pantalón de Stark y le acarició la pierna-. Pero tienes razón. Mañana acaba nuestro período de prueba de convivencia.
-Ajá. -Stark preguntó con cautela-: ¿Y qué hacemos a partir de aquí?
-Supongo que tenemos que hablarlo.
-Esta noche tengo turno partido. Llegaré tarde.
-Hum, y mañana por la mañana las dos tenemos que levantarnos temprano para ir a trabajar. -Renee besó a Stark en el cuello-. Creo que deberíamos salir a cenar mañana, a algún lugar discreto y romántico.
-Eso suena muy positivo. -A Stark se le aceleró el corazón. «Dime que te quedarás»-. ¿No me vas a dar una pista?
-Oh, no creo. -Renee dobló el brazo hacia atrás, metió los dedos entre los cabellos de Stark, obligándola a bajar la cabeza, y susurró junto a su boca-: Recuerda lo estupendo que es cuando te hago esperar.

Stark cerró los ojos y soltó un leve gemido antes de que Renee la besara.

***

23:30 10 Septiembre 0l

El teléfono sonó en la habitación interior de un lúgubre apartamento de Chelsea.

-Sí -respondió el líder de los Patriotas.
-Nuestro objetivo ha regresado al nido. Tenemos luz verde.
-¿Con cuántas fuerzas de oposición debemos contar? -El tipo corpulento hizo una señal de triunfo a sus tres camaradas que, sentados en torno a una mesa baja, limpiaban sus fusiles y los preparaban para el ataque del día siguiente.
-La sesión de trabajo habitual concluirá a las 08:30, y sólo quedará el equipo de día. Tres, tal vez cuatro personas en el centro de mando, y una en el vestíbulo -el agente del Servicio
Secreto continuó en tono apagado e inmutable-. Me encargaré de todo arriba mientras elimináis a la persona de la puerta y os ocupáis de las salidas.
-¿Y qué pasa con Katina?
-Procuraré que no esté en medio.
-Mañana es el amanecer de una nueva era en este país –dijo con fervor el hombre alto vestido con uniforme de campaña-. Que Dios nos bendiga a todos.
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Guardias de Honor - Página 2 Empty Re: Guardias de Honor

Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:29 pm

Capitulo Veintinueve

04:30 11 Septiembre 01

Campamento de los Patriotas, Tennessee El general Matheson, con un pulcro uniforme caqui en cuyo cuello relucía la insignia de su rango, se sentó tras la mesa y con mano firme abrió un canal satélite predeterminado para controlar en tiempo real los sucesos que estaban a punto de cambiar la historia y de definir su propio destino. Imaginó a un hombre de poblada barba, vestido con ropa basta y sucia y agazapado en las cuevas de su bastión montañoso haciendo lo mismo al otro lado del mundo. No eran compatriotas, sino tan sólo aliados unidos por la necesidad, y aunque sus motivos diferían, su objetivo era el mismo: demostrar al mundo la debilidad y decadencia que anidaban en el corazón de la mayor superpotencia de la historia. Fuese cual fuese el resultado de sus planes de batalla paralelos, la vida que conocían estaba a punto de cambiar para siempre.

05:00 11 de Septiembre del 2001


Lena se despertó sin necesidad de despertador, se levantó apresuradamente y cogió una camiseta y unos shorts de la cómoda. Se vistió a toda prisa y se acercó a la ventana que daba a Gramercy Park. Al otro lado de la plaza, sobre los árboles, se veían las ventanas del loft de Julia. Las luces estaban apagadas en aquel momento, pero habían permanecido encendidas hasta las dos de la mañana, cuando Julia se había acostado. Supuso que la joven había estado pintando o tal vez leyendo, y como tampoco ella podía dormir, había pensado en llamarla. Pero se contuvo porque a veces escuchar su voz, y saber que estaba tan cerca era más duro de soportar que el dolor de añorarla. Lena descartó las improductivas ideas con un suspiro y guardó en una riñonera su buscapersonas, el teléfono móvil, el arma y las credenciales. «Después de la sesión de trabajo, le daré una sorpresa a Julia y la llevaré a desayunar. Por una vez tiene la agenda despejada.» Cuando empezó a correr, pensó brevemente en lo agradable que sería disponer de unas cuantas horas sin prisas con su amante.

***

05:45 11 Septiembre 01

Informe: Confirmado - Los pilotos del Equipo Uno han superado los controles de seguridad de Portland, Maine. Salida como estaba previsto para el aeropuerto Logan, Boston.

05:50 11 Septiembre 2001

Stark, con un brazo alrededor de la cintura de Renee y los pechos contra la espalda de su amante, enterró el rostro en la piel dulce y cálida del cuello de Renee.

-¿Qué tipo de acción disciplinaria crees que sufriremos si no vamos hoy al trabajo?

Renee se puso perezosamente boca arriba y enlazó el cuello de Stark con los brazos, colocando a su amante sobre ella. Con los párpados entrecerrados por el sueño y los primeros cosquilleos de deseo, murmuró:

-¿Tienes algo en mente, aparte del deber?
-Oh, sí -respondió Stark, riéndose y encajando las caderas entre los muslos de Renee-. Primero he pensado empezar con esto. -Bajó la cabeza y mordió la punta de la barbilla de Renee, luego la lamió, y Renee se arqueó debajo de ella con un jadeo de placer y sorpresa-. Y luego... -deslizó la lengua lentamente sobre el labio inferior de Renee-.... yo te...
-Cariño -interrumpió Renee con voz grave y ronca-. Me tengo que ir dentro de media hora.
-Ya lo sé. -Stark levantó la cabeza con una expresión de perplejidad en la cara-. ¿Y qué ocurre?

Renee se incorporó, riéndose, y apartó el pelo de la frente de Stark.

-Me vas a agotar.
-¿Acaso es eso posible? ¿Hay un tope mágico de orgasmos y, una vez que alcanzas el número, ya no puedes tener más?

Renee levantó las caderas con rapidez y puso a Stark boca arriba, colocándose a horcajadas sobre ella con un fluido movimiento. Se inclinó hacia delante, con la mano sobre el pecho de Stark y los pechos oscilando a modo de silenciosa invitación.

-Si lo hay, voy a alcanzarlo enseguida, sobre todo si me acosas de esta forma.
-¡Caray, qué sexy estás cuando te colocas sobre mí! –Stark alzó las manos y tocó los pechos de Renee, acariciando los firmes pezones rosados con los pulgares. Renee, otra vez sorprendida, se arqueó entre las manos de Stark con un gemido.
-Me encanta cómo me tocas.
-Estupendo -dijo Stark, con la garganta seca y el estómago agitado por el deseo-, porque no puedo parar.

Renee se inclinó hacia delante, sosteniéndose con las manos apoyadas en los hombros de Stark, los pechos hundidos en las manos de su amante, y el rostro a milímetros del de esta. Movió las caderas sobre el estómago de Stark, mojando la suave piel con la cálida y sedosa evidencia de su deseo. La seductora fricción excitó su clítoris endurecido y le temblaron los muslos. Los ojos, empañados por la urgencia del deseo, buscaron los de Stark.

-No quiero que pares nunca.

Antes de que Stark pudiese responder, Renee levantó las caderas y se deslizó hacia arriba en la cama, arrodillándose encima del rostro de Stark. Le enterró los dedos en los cabellos y bajó la cabeza, acercando los labios a la boca de su amante.

-Un beso.

Con un gemido Stark abrazó las caderas de Renee mientras la tomaba con la boca, sedienta de pasión. El salvaje calor y el dulce aroma la abrumaron y cerró los ojos para sumergirse en la maravilla del deseo de su amante. El estómago de Renee se agarrotó al primer roce de la lengua de Stark, y cuando el firme contacto de los labios de esta sobre su clítoris abrasó su columna vertebral, se apartó y se derrumbó sobre la cama,

-Vale. Eso habrá que dejarlo para esta noche.
-¡Dios mío! -exclamó Stark, poniéndose de lado para mirar a Renee y deslizando una mano sobre el abdomen de su amante mientras buscaba un acceso entre sus piernas-. Me moriré. En serio. No puedo esperar hasta esta noche.
-Tienes una boca fabulosa -afirmó Renee, casi sin respiración-. Y me pasaré el día pensando en ella.

Stark observó con disgusto que Renee se levantaba de la cama y se dirigía al cuarto de baño a toda prisa. Medio segundo después se precipitó tras ella, gritando:

-¡Me lo pagarás!

Stark, enfadada y encantada a la vez, y sobre todo indescriptiblemente enamorada, oyó el hermoso sonido de las carcajadas de su amante.

08:00 11 Septiembre 01

Informe: Equipo Uno a bordo del vuelo 11 de American Airlines que ha salido del aeropuerto Logan con destino a Los Ángeles. 81 pasajeros y 11 miembros de la tripulación.

***

08:05 11 de Septiembre del 2001

-Eso es todo de momento -concluyó Lena-. Egret no tiene comparecencias públicas en su agenda durante el resto de la semana y su calendario personal es flexible. Turnos habituales durante el resto de la semana. El sábado tiene un almuerzo con los miembros de la junta de la Asociación Americana de Maestros en Washington. Mac les comunicará los destinos mañana.

Cuando Mac y Lena abandonaron la sala de reuniones para repasar los informes y últimos datos de los servicios de inteligencia, los restantes agentes comenzaron a recoger sus notas. La conversación languideció mientras el turno de noche se preparaba para salir y el de día distribuía el trabajo. Stark, jefa del turno de día, se dirigió a Cynthia Parker.

-Te toca el vestíbulo esta mañana, Cyn.
-De acuerdo -repuso Cynthia Parker-. Iré a relevar a Foster en cuanto tome un café.

A continuación, Stark miró a Felicia y dijo:
-¿Te apetece venir conmigo al gimnasio a hacer ejercicio?
-Adelántate. Iré en cuanto lea mi correo electrónico.
-Claro. Hasta luego. -Stark aún tenía los nervios agitados por los restos de la excitación y el deseo. Una hora levantando pesas era el antídoto que necesitaba para despejar las ideas.


08:11 11 septiembre 0l

Informe: Confirmado - Equipo Dos a bordo del vuelo 175 de United Airlines que ha salido del aeropuerto Logan con dirección a Los Ángeles. 56 pasajeros y 9 miembros de la tripulación.

***

08:15 11 de septiembre del 2001

-Todo parece rutinario, Mac -comentó Lena tras echar un vistazo a los listados de las diferentes agencias de inteligencia-. Voy a ver a Egret. A lo mejor salimos... Te lo comunicaré.
-Claro, comandante. -Mac se levantó cuando Lena salió de la habitación y fue hasta la mesa en la que Felicia escudriñaba la pantalla de su ordenador.
-Últimamente no hemos tenido muchas ocasiones de hablar -dijo Mac. Cuando Felicia levantó la vista con una mirada interrogadora, Mac se encogió de hombros-. Sé que no te interesa que haya nada serio entre nosotros, pero ¿qué te parece si quedamos para comer algún día?
-¿De verdad crees que los hombres y las mujeres pueden hacer algo que se limite a la mera amistad?
-No lo sé -respondió Mac sinceramente-. Ni siquiera sé si querría que lo hubiese en lo que a ti respecta. Tal vez aún albergo la esperanza de que cambies de idea cuando descubras lo encantador que soy.

Felicia no pudo evitar sonreír.

-Mac, eso ya lo sé. -Estudió los claros ojos azules de Mac, su atractivo rostro, la boca amable-. Me parece bien lo de la comida.


08:21 11 Septiembre 01

Informe: Confirmado - Equipo Tres a bordo del vuelo 77 de American Airlines ha salido del Aeropuerto Internacional Dulles de Washington en dirección a Los Ángeles. 58 pasajeros y 6 miembros de la tripulación.

08:22 11 de septiembre del 2001

-Hola -exclamó Julia con placer, dando la mano a Lena y conduciéndola al interior del loft. Cerró la puerta, rodeó con un brazo el cuello de Lena y se acercó a ella para besarla-. Hum. ¡Qué sorpresa tan agradable!

Lena ciñó la cintura de Julia con los brazos y enterró la cara en los suaves y olorosos cabellos. Se limitó a abrazarla en silencio, llenando los vacíos de su interior con el reconfortante contacto de su amante. Julia olía a rayos de sol y a dulces flores silvestres.

-¿Lena? -Julia acarició el cuello y los hombros de Lena-. ¿Cariño? ¿Qué ocurre?
-Nada -respondió Lena, irguiéndose. Besó a Julia una vez más, permitiendo que el suave calor de la boca de la joven aliviase los últimos rastros de añoranza-. Sólo te he echado de menos.
-Pues quédate conmigo, Elena -dijo Julia-. No pasa nada.

Lena sonrió, y las sombras de sus ojos se despejaron.

-Lo sé y lo haré. Sigo tratando de buscar la mejor manera de equilibrarlo todo, nada más.

Julia asintió, con los brazos en torno a la cintura de Lena.

-Lo comprendo. Pero yo también te echo de menos cada noche cuando cierro los ojos. A veces lo único que me impide llamarte es saber que sólo contribuiría a ponértelo más difícil.
-Te amo. -Lena besó a Julia de nuevo-. Si no tienes nada previsto, ¿qué te parece si salimos a dar una vuelta y vamos a algún lado a desayunar?

Julia, encantada, hizo un gesto afirmativo.

-Me parece perfecto. -Señaló su camiseta y el pantalón de pijama de algodón-. Me ducharé rápidamente y me cambiaré.
-De acuerdo. Te espero leyendo el periódico.

08:35 11 Septiembre 2001

La Administración Federal de Aviación ha alertado al Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (NORAD) de que el vuelo 11 de American Airlines ha sido secuestrado.

08:37 11 de Septiembre del 2001

La radio que Lena llevaba prendida en el cinturón crujió y la voz de Mac sonó en el tranquilo loft.

-Comandante, creo que debería bajar.

Lena se levantó de un salto y tiró el periódico, preocupada al escuchar la voz de Mac.

-¿Qué ocurre?
-No lo sé, pero acaban de comunicarme que un avión comercial ha sido secuestrado en el corredor noreste.
-Bajo ahora mismo. -Lena fue al cuarto de baño, abrió la puerta y dijo-: Tengo que hablar con Mac. Enseguida vuelvo.
-De acuerdo -respondió Julia desde la ducha-. Nos vemos dentro de unos minutos.

***

08:42 11 Septiembre 01

Informe: Confirmado - Equipo Cuatro a bordo del vuelo 93 de United Airlines con destino a San Francisco ha salido del aeropuerto Newark. 38 pasajeros y 7 miembros de la tripulación.

08:13 11 de Septiembre del 2001

En cuanto Lena entró en el centro de mando, supo por la expresión de Mac que había un grave problema.

-¿Qué hay?
-Mire esto. -Mac señaló la pantalla del ordenador en la que leía mensajes cifrados transmitidos por el Departamento de Defensa a un selecto grupo de destinatarios de alto nivel.

08:13 11 Septiembre 2001

La Administración Federal de Aviación (FAA) ha notificado a la NORAD que el vuelo 175 de United Airlines de Boston al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles ha sido secuestrado.

-Ese es el segundo avión -dijo Mac en tono apagado, carente de emoción. Sin embargo, su cuerpo estaba rígido a causa de la tensión. «Dos al mismo tiempo.» Lena sintió una repentina inquietud y miró la fila de pantallas que mostraban el exterior del edificio, el vestíbulo y las escaleras. No había nada raro: Foster y Parker hablaban junto a la mesa del vestíbulo. En el exterior, la calle estaba despejada. Lena centró la atención en el ordenador cuando apareció otro mensaje.

08:44 11 Septiembre 2001

El NORAD ha ordenado despegar a dos cazas F-15 de la Base de la Guardia Nacional Aérea de Otis, en Falmouth, Massachusetts, en vuelo de interceptación con destino a Nueva York.

-Sea lo que sea que está pasando, alguien piensa dirigirse hacia aquí. -Mac tenía los puños crispados encima de la mesa.
-Llama a la capitán Landers a ver si hay información local del Departamento de Policía de Nueva York -dijo Lena con voz tensa mientras su mente analizaba posibilidades y se esforzaba por encontrar sentido a algo que una mente normal no podía racionalizar.
-Entendido -respondió Mac, muy serio. Cuando iba a coger el teléfono, Lena le sujetó el hombro.
-Espera.

Mac se volvió hacia su consola y, mientras leía, se le heló la sangre.

08:47 11 septiembre 2001

El vuelo 11 de American Airlines se ha estrellado contra la Torre Norte del World Trade Center.

***

Había empezado.

-¡Oh, Dios mío! -exclamó Mac, atónito, en voz muy baja. No tenía sentido. Era inconcebible. Demasiado impactante para asimilarlo. Lena entrecerró los ojos y se centró en su trabajo, que era lo único que podía hacer a la vista de semejante horror.
-Evacuamos. Ahora. Avisa a Stark de que llame a los coches.

Mac por costumbre miró la fila de pantallas que tenía a su derecha.

-¡Comandante!

Lena siguió la mirada de Mac con el corazón en un puño. En la pantalla cuatro figuras borrosas irrumpían por la puerta del vestíbulo, portando armas. Cynthia Parker salió de detrás del mostrador con los brazos extendidos, saltando mientras disparaba su arma de servicio. El primero en cruzar la puerta cayó. El que lo seguía levantó su arma y del cañón surgió un resplandor. En el fantasmal silencio del retablo en blanco y negro, el cuerpo de Parker se despegó del suelo y cayó hacia atrás, desapareciendo de las cámaras.

-Da la señal de alerta roja y bloquéanos -ordenó Lena, sacando su automática-. Evacuad por atrás. Usad las escaleras.

Mientras Lena corría hacia la escalera para subir al ático y llegar hasta su amante, Foster salía del ascensor al pasillo que conducía a la puerta de Julia.
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Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:31 pm

Capitulo Treinta


09:00 11 septiembre 2001


Sarasota, Florida El presidente de los Estados Unidos ha sido informado por la jefa de gabinete de la Casa Blanca de que un avión se ha estrellado contra el World Trade Center. Stark oyó la señal de alerta roja en su radio en el mismo instante en que Mac irrumpía en el gimnasio. «Alerta roja: un ataque directo contra Egret.» No le hizo falta saber nada más; se levantó y cogió su arma. Felicia hizo lo mismo en el otro extremo del gimnasio.

-Stark, respalda a la comandante en el Aerie -ordenó Mac con el pálido rostro bañado en sudor a pesar del fresco aire acondicionado del centro de mando-. Felicia, tenemos que ir a buscar los coches. No había tiempo para preguntas ni para explicaciones.

No hubo ninguna conversación cuando Felicia desapareció con Mac. Stark corrió al estrecho pasillo que conducía a la escalera, con el corazón acelerado por la descarga de adrenalina, pero la mente totalmente despejada. Llevaba años entrenándose para aquella ocasión. Entró en la sala de equipamiento y cogió un chaleco antibalas. Sólo podía coger uno, pero no necesitaba más. Apenas treinta segundos después de recibir la orden de Mac, Stark llegó a la escalera. Mientras subía las escaleras de dos en dos, un fugaz rayo de luz se interpuso en su línea de visión y se dio cuenta de que alguien acababa de cruzar la puerta que daba al vestíbulo del ático.

09:01 11 de septiembre del 2001

Cuando llamaron a la puerta, Julia se puso una gorra de béisbol azul marino de los Yanquis de Nueva York, guardó la cartera en el bolsillo de atrás de los vaqueros y atravesó el loft a toda prisa. Lena y ella pasaban juntas tan poco tiempo privado que la inesperada salida la hacía sentirse como una niña. «Tal vez después del desayuno logre convencer a Lena de salir de la rutina durante unas horas. A Diane no le importará que le hagamos una visita sin avisar. Dios, sólo han pasado dos días y se me antoja una eternidad desde la última vez que estuvimos juntas.» Con la mente ocupada por los dulces recuerdos de los últimos momentos en brazos de Lena y la promesa de nuevos placeres, se dirigió a abrir la puerta.

09:02 11 septiembre 2001

El vuelo 75 de United Airlines se ha estrellado contra la Torre Sur del World Trade Center, derribando desde el piso 78 a 187.

09:03 11 de septiembre del 2001

Lena empujó la pesada puerta metálica de la escalera, situada a seis metros de donde se encontraba Foster ante la puerta de Julia. En una fracción de segundo el tiempo se ralentizó y la visión de Lena se centró hasta que vio al hombre con el arma en la mano y cómo se abría la puerta del loft de su amante. No había tiempo para analizar nada ni para razonar. Las reglas se habían alterado para siempre a las 08:45 del 11 de septiembre del 2001.

-Foster -gritó Lena, levantando su automática-, ¡tira el arma!

Al oír su nombre, Foster dudó a la hora de apuntar al pecho de Julia Volkova. Giró rápidamente hacia la izquierda, de donde procedía la orden, preparado para disparar. Lena no titubeó. Sólo sabía una cosa, lo único relevante: la pistola automática del agente del Servicio Secreto Foster había apuntado a la persona más importante del mundo. Lena le disparó a la frente, y Foster cayó sin hacer ruido. Luego, Lena corrió, y el grito de Julia desplazó al silencio que llenaba la mente de Lena desde que había visto al equipo de ataque cruzar la puerta del vestíbulo y matar a su agente.

-¡Oh, Dios mío, Lena! -Julia estaba en el umbral, contemplando el cuerpo inerte de Foster: la sangre manaba de la cabeza y empapaba la alfombra oriental. Con los ojos desorbitados por la impresión, reparó en el gesto serio de su amante. La mirada de Lena era dura y Julia nunca la había visto tan turbia-. ¿Qué ocurre?
-Nos han atacado. Vámonos.

En ese momento, Lena oyó que se abría la puerta de la escalera a su espalda. Empujó a Julia al interior del apartamento y se volvió hacia las escaleras, agachándose en posición de disparar.

-Comandante, todo despejado -gritó Stark mientras subía a toda prisa, con la respiración entrecortada pero con voz firme. Con gesto rápido, Lena le quitó el chaleco Kevlar y se lo dio a Julia.
-Póntelo. -Se agachó, cogió la pistola automática de Foster que estaba junto a la mano derecha inerte del agente muerto y se la entregó a su amante-. ¿Sabes usarla?
-Sí -respondió Julia, con un levísimo temblor en la voz. Se puso el chaleco, sabiendo que no había tiempo para discutir y que no podía hacerlo. En aquel momento Lena estaba al mando. Tenía que estar al mando. Sólo podía haber un jefe en circunstancias como aquella.
-Bien -dijo Lena-. No dudes en disparar, aunque sea a uno de nosotros. Vámonos.

Julia sujetó la pistola con fuerza, tragando la bilis que subía por su garganta, y asintió.

-De acuerdo.

Con Stark en cabeza, Lena cogió a Julia del brazo y la mantuvo junto a ella mientras corrían hacia la escalera y descendían. Sus pasos resonaron misteriosamente, amplificados por el profundo silencio que reinaba en la escalera después del retumbo del disparo en el vestíbulo. Cuando se acercaban a un rellano, Stark apuntaba a las puertas hasta que Lena y Julia se adelantaban, y luego se ponía de nuevo en cabeza para abrir camino hasta el piso siguiente. El descenso parecía interminable, pero sólo tardaron unos minutos en llegar al sótano, que daba a una pequeña zona de servicio en la parte de atrás del edificio.

-Pégate a la pared -ordenó Lena, poniendo un brazo ante el pecho de su amante y empujándola contra el cemento-. No salgas a menos que oigas una orden de Stark o mía. Si no lo tienes claro, sube por la escalera y enciérrate en el centro de mando. -Lena sostuvo la mirada de Julia durante un tenso instante, y luego se dirigió a Stark, que se había situado en el otro lado de la puerta-. A la de tres.

Stark, que sostenía el arma con las dos manos, la levantó hasta el pecho y asintió. Julia sabía lo que iban a hacer las dos mujeres. Iban a salir por la puerta, sin saber qué había al otro lado, preparadas para disparar o para que les disparasen. Ninguna de ellas llevaba chaleco antibalas. En cuestión de segundos podían morir. Lo sabía, pero no era capaz de entenderlo. La vida no podía ser tan precaria, ¿o sí? Naturalmente, sí que lo era.

-Te amo.

A Julia le pareció que había dicho las palabras en voz alta, pero no estaba segura cuando oyó que Lena empezaba a contar con voz fuerte y firme:

-Uno... dos... tres.

Lena y Stark empujaron las puertas juntas: Stark abrió los brazos en arco a la izquierda, mientras Lena hacía lo propio a la derecha. El pequeño descansillo estaba vacío. Cuando dos vehículos negros entraron a toda velocidad en el callejón, Lena oyó un estallido sordo en el interior del edificio y sintió un leve temblor. Regresó al sótano, cogió a Julia por el brazo y la sacó al exterior, confiándosela a Stark.

-Acaban de volar las puertas de la escalera desde el vestíbulo. Métela en el coche. ¡Moveos!

Los vehículos frenaron, y de ellos salieron Mac y Felicia. Stark guio a Julia hasta la puerta de atrás del coche más próximo. Julia miró por encima del hombro a Lena, que cubría la retirada, y percibió un leve movimiento en la puerta.

-¡Lena! -gritó Julia a modo de advertencia.

Lena y Stark, moviéndose como una sola persona, cerraron filas hombro con hombro y se interpusieron entre el edificio y Julia, mientras Felicia sujetaba a la hija del presidente por la cintura y la introducía en la parte de atrás del coche. Luego, el aire se llenó de ruido de disparos y del olor acre de la cordita. El primero en salir del edificio, disparando un fusil automático, cayó al suelo en medio de una lluvia de balas. Lena vio por el rabillo del ojo que Mac dejaba su arma y se apoyaba en el otro coche antes de deslizarse hasta el suelo. Disparó hacia el edificio mientras retrocedía hasta el vehículo en el que estaba la hija del presidente. Stark hizo lo mismo. Casi habían llegado a las puertas abiertas del todoterreno cuando Stark profirió un grito, se tambaleó y recuperó enseguida el paso. Lena vació el cargador contra el último hombre y, mientras cogía el cargador extra que llevaba prendido en el cinturón, parpadeó para apartar el sudor de los ojos. Nadie respondió a los disparos. Tenía la visión borrosa y, cada vez que respiraba, el aire le abrasaba los pulmones. Se volvió, temiendo lo que pudiese ver. Stark estaba apoyada en el coche, protegiendo el interior del mismo con su cuerpo; había una mancha roja en la manga derecha de su camiseta. La tensión del pecho de Lena se relajó cuando vio a Julia, arrodillada en el asiento trasero del vehículo, apuntando a la parte de atrás del edificio con la pistola automática de Foster. «Dios mío, se encuentra bien.» Lena, jadeando, gritó con voz ronca:

-Davis, ¿estás herida?
-No, estoy bien -respondió Felicia, dirigiéndose hacia Mac, que yacía boca arriba, con las manos apretadas contra un costado. La sangre manaba a chorros entre sus dedos, empapando la camisa y los pantalones y formando un charco cada vez mayor bajo su cuerpo. Estaba pálido y tenía los ojos vidriosos-. Dios mío, Mac.
-Davis -ordenó Lena, deteniendo a Felicia en seco-. Sube al coche. Conduces tú.

Evacuar a Egret era su prioridad. Todo lo demás resultaba secundario. Felicia apartó la vista del cuerpo de Mac, con los ojos desorbitados por el shock, cuando Lena se acercó a ella.

-Ahora mismo, Davis -gritó Lena. Luego, se inclinó sobre Mac y le entregó la pistola automática que acababa de cargar-. Mac, ¿me oyes?
-Sí -respondió con voz hueca, pero con la mirada centrada en el rostro de la comandante.
-Transmitiré por radio tu ubicación. Sólo tienes que aguantar.
-Sí, señora. -Cerró los dedos débilmente sobre la pistola-. Váyanse.
-Permanece despierto, Mac. -Lena le apretó el hombro un segundo, y luego corrió hacia el coche, que Felicia estaba retirando de donde estaba el otro vehículo que había conducido Mac. Lena se arrojó al asiento trasero, cerró la puerta y gritó-: Sácanos de aquí, Davis.
-¿Adónde? -preguntó Davis con voz firme y las manos crispadas sobre el volante.
Lena miró a su amante.
-Julia, ¿estás herida?
-No. Julia parecía tranquila, demasiado tranquila-. Tú sí. Y Stark. Estáis sangrando.
-Comandante, ¿plan de huida? -preguntó de nuevo Davis desde el asiento delantero. Conducía hacia el norte por la Quinta Avenida. En el aire resonaban los aullidos de las sirenas. Parecía como si todos los vehículos de urgencias de la ciudad se hubiesen puesto en movimiento.
-Sigue adelante. Tenemos que salir de la ciudad. –Mientras hablaba, Lena buscó su teléfono móvil y le quitó a Julia la pistola de Foster-. Y Davis, avise a los servicios de urgencias. Que alguien recoja a Mac. Prioridad Uno.
-Yo lo haré, comandante -repuso Stark con voz ronca. El brazo derecho le ardía y temblaba, pero no había perdido la sensación de los dedos, y el dolor no era mucho peor que el que sentía en las piernas tras correr quince kilómetros. Puso el teléfono en la palma de la mano derecha y marcó los números con la izquierda. Todos los agentes del equipo de Julia conocían los números prioritarios a los que había que llamar en caso de emergencias que afectasen a la primera hija.
-De acuerdo -respondió Lena. Al pensar en la destrucción del World Trade Center, imaginó el caos que debía de imperar no sólo en la ciudad, sino en toda la nación-. Trataré de contactar con Landers y conseguir el apoyo del Departamento de Policía de Nueva York, pero tal vez tengamos que arreglárnoslas solas.

09:12 11 septiembre 2001

La autoridad portuaria de Nueva York y Nueva Jersey ha ordenado que se cierren todos los puentes y túneles del área metropolitana.

09:18 11 de septiembre del 2001

-Lena, deja que te mire. -Julia acercó los dedos a la barbilla de Lena y movió la cabeza de su amante hacia ella. Se le encogió el estómago al ver la sangre que corría por el lado derecho de su cara-. Necesitas atención médica.
-Estoy perfectamente. -Lena apretó los dientes mientras sostenía el teléfono junto a la oreja izquierda. La operadora que atendía la línea prioritaria de la extensión de la capitán Landers parecía asustada y al borde del ataque de nervios y había puesto a Lena en espera-. Davis, enciende el escáner.
-Cariño -insistió Julia en tono sereno-, creo que te han disparado.
-Una rozadura, seguramente. Ocúpate de Stark, ¿quieres?

Frente a ellas Stark daba la dirección de Julia en tono claro y cortante.

-En la parte de atrás del edificio, agente federal herido. Repito, agente federal herido. ¿Tiempo estimado de llegada? -Su rostro se puso blanco como el papel-. ¿Qué?... Sí. Sí.
Recibido.

Stark cerró el teléfono y miró a Lena, atónita.

-Me ha dicho que unos aviones secuestrados se han estrellado contra las torres gemelas del World Trade Center.
-Sí, antes del asalto al centro de mando.
-Toda esa gente -dijo Julia, sin aliento-. Lena, ¿qué sucede?
-¿Es muy grave? -preguntó Stark, a quien le tembló la voz por primera vez desde el inicio del asalto. «Renee. Renee está allí.» Sintió algo que no había sentido ni siquiera cuando se encontraba en medio de una lluvia de balas. Un miedo angustioso, desgarrador-. ¿Hay noticias de víctimas?
-No tengo detalles. Lo único que sé a ciencia cierta es que nos han atacado y que la ciudad no es segura. -Lena se irguió cuando una voz sonó al otro lado del teléfono-. Aquí Pionero Uno. Necesitamos coordenadas de evacuación inmediata. –Dio su ubicación y escuchó-. Entendido. Sí. -Miró su reloj-. Tiempo estimado de llegada, diez minutos. Despeje el camino. -Lena cerró el teléfono y se inclinó hacia delante para hablar con Davis. Ante el movimiento repentino, la sorprendió una oleada de aturdimiento y se vio obligada a cerrar los ojos para evitar el vértigo. Respiró a fondo y se aferró al asiento para sostenerse.
-¿Lena? -Julia acarició el hombro de su amante con preocupación. La sangre se había convertido en un reguero, pero Lena tenía el rostro ceniciento. De pronto, a Julia se le agarrotó el corazón. Se habían producido muchos disparos, demasiados. Tal vez Lena tuviese más heridas-. Cariño, por favor. Recuéstate. Deja que te mire.

La voz de Julia flotó lejos, como un sonido cadencioso que provocó en Lena ganas de abandonarse a su dulzura y dormir. Parpadeó varias veces y sacudió la cabeza enérgicamente, pero el movimiento agravó el dolor que sentía tras los ojos y despejó su mente tras la aguda punzada. Con voz ronca ordenó:

-Davis. Ruta de evacuación Bravo. Sin escolta, pero despejarán el puente para que pasemos.
-Sí, comandante.


Felicia miró al frente, conduciendo hábilmente el todoterreno entre el congestionado tráfico. Conocía su trabajo. Conocía su deber. Actuaba como la profesional bien entrenada que era, pero en lo único que pensaba era en Mac. Tal vez estuviese agonizando solo. «¿Cómo es posible que haya ocurrido algo así?»
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Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:34 pm

Capitulo Treinta y Uno


09:26 11 septiembre 2001


La FAA ha ordenado que no despegue ningún avión no militar y ha cancelado todos los vuelos en Estados Unidos.

09:30 11 de septiembre del 2001

-Davis, te voy a conectar con el control de tráfico del Departamento de Policía de Nueva York -dijo Lena-. Ellos nos buscarán una ruta de salida.

Felicia se colocó en silencio el audífono NavCom, procurando borrar la imagen de Mac tendido en el suelo, sangrando a borbotones, y centrarse en las instrucciones que le daba un policía del Departamento de Nueva York saturado de adrenalina. Mientras Lena observaba la calle, buscando signos de ataque, con el arma confiscada a Foster en una mano y el teléfono móvil en la otra, Julia se esforzó por despejar su cabeza del caleidoscopio de sonidos e imágenes de pesadilla que se superponían unos a otros. Aún oía los disparos, percibía el olor metálico de las balas y veía el nítido agujero redondo convertido en fuente roja en medio de la frente de Foster, así como el cuerpo de Mac resbalando junto al todoterreno y cayendo al suelo. Por si no bastase con todo ese horror, la asaltaban visiones de los miles de personas del World Trade Center que tal vez estuviesen atrapadas, heridas o muertas como consecuencia del choque de los aviones. Era más de lo que podía asimilar. De pronto, una mano fría estranguló su corazón. «Si estamos sufriendo semejante ataque aquí, ¿qué más puede ocurrir?»

-¡Lena! Mi pad...

Lena hizo un gesto negativo con la cabeza e inclinó la barbilla para indicar que acababa de recibir una llamada.

-Katina.

Evitó la mirada de Julia, con el alma encogida al ver el pánico en los ojos de su amante. Quería consolarla, pero no tenía tiempo. Aún no estaban a salvo.

-Egret se encuentra bien, pero nos han disparado. Ha habido bajas. -Escuchó con atención, entrecerrando los ojos para paliar el punzante dolor que sentía en la base del cráneo-. Negativo... Hemos estado bajo amenaza interna... No, en mi opinión no. -Cabeceó y lo lamentó cuando se le revolvió el estómago-. Ningún signo de per sección. Negativo... No voy a transmitir mi posición. Avisaré cuando crea que estamos a salvo. -Cabeceó de nuevo, y la rabia y la frustración eclipsaron el dolor-. Depende de mí autoridad.

Lena dio por finalizada la llamada bruscamente, apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos un segundo. Por suerte ya no sentía náuseas. Abrió los ojos y miró a Julia.

-Era el jefe de seguridad de la Casa Blanca. El presidente se encuentra a salvo. Está en un avión, en un lugar y con un destino desconocido.
-Gracias a Dios. -Julia miró a Lena y reparó en la fina capa de sudor que cubría su frente-. No tienes buen aspecto.
-Estoy perfectamente.
-Lena...

Lena dejó el teléfono a un lado y rozó con los dedos la mano de Julia.

-Me llevé un golpe de refilón en la cabeza y me duele. Nada del otro mundo.

Julia se tragó otra pregunta. No lo podía evitar: Lena tenía que hacer lo que estaba haciendo.

-¿De qué hablabas con la Casa Blanca?
-Se ha puesto en marcha el protocolo Armagedón, y los muy idiotas no comprenden nuestra situación.
-¿A qué te refieres? -preguntó Julia en voz baja. Nunca había oído a Lena criticar de aquella forma a sus superiores. Sabía que el protocolo Armagedón era un plan de respuesta orquestado por la administración Reagan con vistas a un posible ataque nuclear o cualquier otro ataque a gran escala que amenazase al presidente o a funcionarios federales de alto rango. Se formaría un gobierno en la sombra, integrado por una lista predeterminada de personas, en una serie de lugares no revelados y seguros hasta que la amenaza pasase. Dicha acción permitiría al gobierno continuar funcionando aunque el presidente, su personal y su gabinete fuesen eliminados.
-En condiciones normales iríamos a una casa segura, pero después de lo de Foster... -En la mandíbula de Lena se tensó un músculo y los dedos que agarraban la pistola del agente muerto, que había apuntado al corazón de Julia, se tornaron blancos-. Con uno de mis agentes involucrado en el ataque, tengo que asumir que estamos en peligro. No puedo confiar en las casas seguras ni en ningún plan de evacuación. -«Estamos solas en esto.»
-Comandante -interrumpió Stark en tono urgente-. Reynolds llama desde la central de mando.

Lena extendió la mano para coger el otro teléfono.

-Reynolds -dijo Lena, cortante-, han herido a Mac Phillips. Está en... sí... sí. ¿Situación?... ¿Y Parker? -Exhaló, con los ojos carentes de emoción-. Evacuen y aseguren el edificio. Notifique al FBI.. espere... un minuto. -Devolvió el teléfono a Stark-. Tengo otra llamada urgente pendiente. Procura proteger el escenario con él. A ver si puede hablar con alguien de la oficina local del FBI. Tenemos que evitar que los medios se enteren.
-Sí, señora. -Pálida, temblando bajo la camiseta y los shorts empapados que se había puesto para hacer ejercicio, Stark extendió la mano izquierda. Notaba rigidez en el dolorido brazo derecho y lo apoyó en el abdomen para aliviar el dolor. Se esforzó en pensar en la gran cantidad de detalles que había que controlar: ante todo, determinar la identidad de los desconocidos atacantes. Lo que quería desesperadamente era pedir información sobre la situación en el World Trade Center. Su amante estaba allí. Pero Julia continuaba en peligro, y lo primero de todo era el deber-. De acuerdo, Reynolds. Escucha.

***

09:41 11 septiembre 2001


El vuelo 77 de American Airlines se ha estrellado contra el ala oeste del Pentágono.

-¡Por Dios! -exclamó Lena al oír aquellas increíbles palabras. Con el teléfono pegado a la oreja, miró a Julia-. Están evacuando la Casa Blanca. Un avión secuestrado se acaba de estrellar contra el Pentágono.
-¡Oh, Dios mío! -A Julia se le desorbitaron los ojos, teñidos de angustia y desesperación-. Esto no puede ser cierto. Oh, Lena.
-Estamos saliendo de la ciudad, comandante. ¿Cuáles son sus órdenes? -la voz de Felicia a través de la mampara abierta que separaba el asiento trasero de la zona delantera sonaba hueca, con una misteriosa carencia de inflexiones. Julia no sabía si Lena había escuchado la pregunta, pero se daba cuenta de que no había ningún destino oficial determinado previamente que fuese seguro. De pronto, se inclinó hacia delante y habló a Felicia en voz baja:
-Conduce hasta Mass Turnpike y dirígete al este. Y necesito usar tu teléfono.

Felicia miró fugazmente a Julia por el espejo retrovisor, y luego se centró de nuevo en la carretera y sacó el teléfono móvil de su sudadera. Se lo dio a Julia, murmurando:

-Sí, señora.

Mientras lo que quedaba de su equipo de seguridad intentaba coordinar una evacuación segura, la hija del presidente decidió buscar un refugio propio. Había pasado media vida desapareciendo y era algo que se le daba muy bien. Rezando para conseguir una línea abierta en medio del pánico que sin duda sobrecargaba los sistemas telefónicos, marcó el número de información 4,11. Suspiró aliviada cuando al fin le respondió una operadora, dio un nombre y una dirección y esperó la comunicación. «Responde. Por favor, responde.» Exhaló un suspiro reprimido al oír una voz al otro lado de la línea. Julia dijo en tono apremiante:

-Tanner? Soy Julia. Tengo un problema.

Julia cerró el teléfono en el momento en que Stark y Lena finalizaban sus llamadas. Miró a su amante y a Paula Stark. Las dos estaban heridas. Como mínimo necesitaban que les curasen las heridas o asistencia médica profesional. Felicia aguantaba el tipo, pero parecía traumatizada. Lo que estaba a punto de decir sólo serviría para agravar el dolor de los demás, pero no podía evitarlo. Con voz seca como la yesca, repitió lo que le acababan de contar:

-La Torre Sur del World Trade Center se ha derrumbado.
-¡No! -Stark se echó hacia delante, con los ojos desorbitados-. Eso es imposible. Hay cincuenta mil personas en ese edificio-. «¡Renee! ¡Renee está allí!»
-Paula -dijo Julia en tono amable.
-Escuchen -interrumpió Felicia bruscamente desde el asiento delantero-. Tengo algo en el escáner.

El vehículo se quedó en silencio y se oyó una voz incorpórea:

-«El vuelo 93 de United Airlines se ha estrellado en Shanksville, Pensilvania, se cree que cuando se dirigía a un blanco de Washington, capital».
-¿Es el número cuatro? -preguntó Julia con una voz tensa, tomada por la incredulidad-. No puede ser. De ninguna manera.

Lena dio la mano a Julia mientras Stark se hundía en su asiento, demudada.

-Ahora debemos mantener silencio de radio. Nadie puede hacer llamadas, excepto yo.
-Renee está en la Torre Sur -dijo Stark con voz temblorosa-. ¿Puedo llamarla?
-Lo siento, pero no. -El tono de Lena no reveló pena-. No sabemos quién está detrás de estos ataques, cuánto saben ni cuál será el próximo objetivo. No podemos arriesgarnos a radiar nuestra localización.
-Lena -dijo Julia en voz baja, con el corazón angustiado-. Una llamada más no importa, ¿o sí?
-A estas alturas ya no sé qué importa. Pero no puedo arriesgarme. -La decepción del rostro de Julia era palpable, y Lena formuló la pregunta con más brusquedad de lo que pretendía-: ¿Con quién has hablado?

Julia, sorprendida, la miró y captó una sombra de dolor en Los ojos de Lena antes de que recuperasen la inexpresión. El breve destello de la pena de su amante disipó su propia furia. Notó la pierna de Lena rígida bajo las manos entrelazadas de ambas. El único signo visible de la terrible tensión que estaba soportando era el tono grave y crispado de su voz. Sin embargo, en las profundidades de los ojos negros como el carbón no había más que reflejos de obsidiana, lo más impenetrable que Julia había visto en su vida. «Oh, cariño. No acierto a imaginar lo mucho que te está costando esto.» Julia respondió en tono amable:

-Con una vieja amiga del colegio. Podemos ir allí: es un lugar tan seguro como cualquier otro. Seguramente más.

Lena entrecerró los ojos.

-¿Fuisteis amantes?

Julia parpadeó.

-No creo que eso importe en este momento.

Lena cabeceó con impaciencia y reprimió un gruñido de dolor.

-Pues sí, porque si lo fuisteis, probablemente está en los archivos. En algún lugar, alguien lo apuntó en un expediente, y no sabemos qué agencias de inteligencia se hallan comprometidas.
-Dios, ¿crees que algo de hace tanto tiempo...?
-No lo sé, Julia. Jesús, he perdido a un agente...
-¿Mac? -gritó Felicia.
-No -se apresuró a responder Lena-. Parker. Reynolds ha dicho que Mac estaba inconsciente pero vivo cuando llegaron junto a él. Consiguió que un coche patrulla del Departamento de Policía de Nueva York entrase en la calle para llevar a Mac al Hospital de la Universidad de Nueva York. -En un tono más suave añadió-: Eso es todo lo que sé, y que Mac es muy duro.

Julia acarició con gesto ausente el muslo de Lena.

-Tanner nunca fue mi amante. Y vive en una zona bastante remota. Le dije que íbamos hacia allí.

Lena analizó las opciones, clasificándolas según los posibles riesgos de seguridad. Hasta que tuviese más información sobre el carácter y el alcance de los ataques, no podía saber si las instalaciones federales o militares eran seguras. Con toda probabilidad Foster había transmitido todos los detalles de sus rutas de evacuación interna a los que estaban al frente del ataque. Tuvo que reconocer que estarían mejor escondiéndose en un lugar civil.

-De acuerdo. ¿Adónde vamos?
-A Whitley Island.

10:05 11 septiembre 2001

Los cielos de Estados Unidos están vacíos. Durante casi un minuto reinó un silencio absoluto en el vehículo. Felicia condujo en dirección este, hacia Mass Turnpike, a una velocidad constante de ciento cinco kilómetros por hora. Stark se apoyaba en la puerta, con el rostro vuelto hacia la ventanilla y los ojos empañados. Temblaba de forma incontrolable.

-Lena -dijo Julia en voz baja, señalando a Stark-. Necesita asistencia médica. Y tú también.
-Aún no quiero parar. -Respondió en voz baja por costumbre, aunque en realidad las únicas personas en las que podía confiar de verdad eran las que iban en el coche con ella. Aparte de Mac, y lo echaba muchísimo de menos en aquel momento-. No creo que nos persigan, pero no sé si hay otro equipo de ataque buscándonos o en una ruta de interceptación. Lo que me faltaba es que fuésemos a un hospital y todo el mundo se enterase por televisión de dónde estás.
-¿Y no podemos dejarla en algún hospital?

Una breve y triste sonrisa se dibujó en el rostro de Lena.
-¿Crees que ella querría? Además, no puedo perder a otro agente. La necesito.
-Puedes reunir al resto del equipo en cuestión de horas cuando estemos en casa de Tanner.
-No, no puedo. -Lena se frotó los ojos-. Foster formaba parte del ataque, Julia. Ya no puedo confiar en ningún agente. Todos son sospechosos.
-De acuerdo -admitió Julia. Se trasladó con cuidado al otro asiento, se arrodilló mirando hacia atrás y buscó algo en el maletero. Revolvió hasta que encontró el botiquín de urgencias, lo cogió y lo puso en el suelo. Luego, continuó buscando y unos minutos después dio la vuelta con una pila de ropa en brazos-. Los todoterrenos son feos como el demonio, pero están muy bien equipados. Aquí tengo los omnipresentes polos azules y pantalones caqui de talla única. Por lo menos Felicia y Paula pueden cambiarse la ropa mojada.
-Davis -dijo Lena-. Para en la primera desviación que veas y aparca lejos de otros coches.
-Sí, señora.

Diez minutos después, Davis dirigió el todoterreno a un área de descanso, fue hasta el fondo del estrecho aparcamiento y se detuvo. Julia se sentó junto a Stark.

-Paula -dijo en tono amable, poniendo la mano sobre el brazo de Stark-. Quítate la camiseta para que pueda verte el hombro. Tengo una camiseta seca para ti.

Stark, con la mirada un poco descentrada, se volvió hacia el rostro de Julia, parpadeando.

-Gracias. No necesito nada. Ya me ocupo yo. Debería atender a la comandante.
-Sí, lo haré. Pero tú primero. -Julia esperó pacientemente. Tras unos segundos de duda, Stark levantó la camiseta con la mano izquierda, pero no consiguió alzar la derecha.
-Deja que te ayude -dijo Julia, manipulando la prenda y sacándola lentamente sobre el brazo derecho herido de Stark. El sujetador deportivo que llevaba debajo estaba empapado de sudor y sangre-. Quítate el sujetador.

Stark se puso colorada.

-No pasa nada, Paula.

Stark miró a Lena, que tenía los ojos fijos en la ventanilla trasera y observaba a los restantes vehículos con el arma preparada. Ver a la comandante tan firme y centrada infundió valor a Stark. «Tengo que reaccionar. La comandante necesita respaldo.» En voz baja le dijo a Julia:

-¿Me ayuda, por favor?
-Naturalmente.

Tras ayudar a Stark a quitarse la ropa interior, Julia limpió la herida de bala del deltoides de Stark con peróxido, aplicó una pomada antibiótica y la vendó. Durante el proceso, Stark permaneció quieta y callada.

-Te voy a dar una camisa seca.

Mientras Stark se ponía con cuidado la camisa, apareció otra noticia en el escáner.

10:28 11 septiembre 2001

La Torre Norte del World Trade Center se ha derrumbado. Con un gemido aterrador, Stark abrió la puerta y salió del coche. Cuando Julia hizo ademán de seguirla, Lena dijo:

-Déjala.

Julia perdió la paciencia.

-Por amor de Dios, Lena. Aquí no hay peligro, y Stark lo está pasando mal. No quiero que sufra sola.
-Necesita estar sola. -La voz de Lena no manifestó el menor asomo de enfado, sólo tristeza-. Necesita digerirlo y lo hará. Dale un minuto.
-¿Es eso lo que os enseñaron? -preguntó Julia en tono crispado-. ¿A enterrar el dolor aunque os esté matando?
-No lo enterramos, Julia. Sólo lo apartamos. -La pena que se reflejaba en el rostro de Lena hizo aflorar lágrimas en los ojos de Julia.
-Oh, Lena. Lo siento. -Se apresuró a salvar el espacio que las separaba y se acurrucó junto a Lena, rodeando con un brazo la cintura de su amante y apoyando la cabeza en su hombro-. Lo siento muchísimo. Tú no tienes la culpa de esto y lo único que haces es protegerme. Lo sé, pero me fastidia lo que este trabajo te obliga a hacer. -Lena besó los cabellos de Julia y cerró los ojos.
-Haría cualquier cosa por no perderte.
-Lo sé. -Julia alzó el rostro y besó el cuello de Lena-. Te amo. -Retuvo a Lena un momento, y luego se apartó-. Es hora de curarla, comandante.

Cuando Julia acabó de curar la herida del cuero cabelludo de Lena, Stark regresó con expresión hueca y palidísima.

-Todo bien, Stark? -preguntó Lena.
-Sí, señora. -Stark tenía la voz ronca y rasposa por el esfuerzo de contener la bilis que había estado a punto de vomitar al escuchar las noticias. Tenía que creer que Renee seguía viva. No le quedaba otra opción. Ni siquiera se atrevía a pensar en cualquier otra posibilidad-. Estoy preparada.
-Davis -dijo Lena-, la señorita Volkova te indicará cómo llegar a Whitley Island. Llévanos lo más rápido que puedas.
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Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:36 pm

Capitulo Treinta y Dos


13:44. 11 septiembre 2001


Los porta aviones USS George Washington y USS John F. Kennedy, junto con cinco buques de guerra, han partido de la base naval de Norfolk, Virginia, hacia Nueva York.

-Gira aquí -indicó Julia, mirando por la ventanilla las verjas de hierro de tres metros de altura abiertas entre dos elevados muros de piedra, casi completamente ocultos bajo la densa vegetación de la zona.
-¿Este es el extremo de la isla? -preguntó Lena. Se había fijado en la topografía y en la distribución de la población desde que habían cruzado el puente elevado que unía la península con Whitley Island. Daba la impresión de que vivían muy pocos residentes en la isla, aunque divisó un puerto deportivo en la punta sur que parecía muy animado. La aislada ubicación era una ventaja, pero también suponía un problema estratégico. Resultaba difícil encontrarlas pero, si las descubrían las fuerzas enemigas, apenas tendrían ocasión de escapar.
-Sí, la finca Whitley ocupa toda la mitad norte de la isla. -Julia se mesó los cabellos con gesto cansado y miró a Stark, hundida en el compartimento de atrás. La joven agente tenía los ojos abiertos, pero tan inexpresivos que a Julia le pareció como si estuviese durmiendo. Se inclinó hacia Lena-: Tenemos que vigilarla.
-Ya lo sé. -Lena acarició la mano de Julia-. Pueden pasar doce horas o tal vez veinticuatro hasta que pueda establecer comunicación segura con Washington y tener una valoración adecuada de nuestra situación. Hasta entonces estaremos en un bloqueo de comunicaciones. Lo cual incluye a los hospitales.
-¿Y si Tanner llama a un médico para que venga aquí? -insistió Julia, ya que tanto Stark como Lena necesitaban asistencia médica. Les había limpiado las heridas, pero Stark mostraba todos los síntomas de hallarse en estado de shock, y resultaba evidente que Lena sufría un tremendo dolor de cabeza y tal vez algo peor.
-Dame unas horas para valorar la situación, y luego te comunicaré mi decisión.
-De acuerdo. -Julia estrechó la mano de Lena-. Gracias.

Cuando el coche aminoró la marcha, surgió ante ellas un gran edificio de piedra rodeado de terrazas escalonadas, fuentes y caminos enlosados. Davis detuvo el todoterreno en una glorieta circular, frente a las amplias escaleras que conducían al espacioso porche. Lena miró a Julia con cara de sorpresa. La joven se limitó a encogerse de hombros.

-Esto es Whitley Island y eso es Whitley Manor.

En ese momento apareció la Whitley reinante en la puerta principal. Tanner Whitley era de la edad de Julia, morena y musculosa, mientras que Julia era morena y esbelta. Aunque no era tan alta como Lena, transmitía un aire similar de confianza y mando, incluso con los pantalones náuticos color caqui desteñidos por el sol y una camisa vaquera de manga corta. Se acercó al vehículo; los ojos negros bajo unas cejas espesas y casi rectas y los cabellos morenos le conferían un inquietante parecido con James Dean. Por protocolo, Lena abrió la puerta de atrás mientras Felicia daba la vuelta. Julia salió entre ellas, seguida de cerca por
Stark.

-Julia -saludó Tanner Whitley con evidente afecto, adelantándose y besando a Julia en la mejilla-. ¿Cómo estás?

Por primera vez desde que aquella pesadilla se había abatido sobre ella seis horas antes, Julia sintió todo el peso del horror, no sólo su miedo y su propio trauma personal, sino el que personas inocentes de Nueva York, Pensilvania, Washington y el resto del país debían de estar sufriendo. Se acercó a Lena, le dio el brazo y se apoyó en ella, buscando consuelo y cariño.

-Estamos hechas polvo, pero bien en líneas generales. Tanner, esta es mi amante, la comandante Elena Katina. Mi equipo de seguridad, Felicia Davis y Paula Stark.

Tanner saludó con un gesto a las agentes y ofreció la mano a Lena.

-Comandante.

Los ojos de ambas se observaron con el mismo interés.

-Señorita Whitley, me gustaría que Julia entrase en la casa, si no le importa -dijo Lena-. ¿Hay algún lugar donde podamos dejar el todoterreno sin que sea visible desde el aire?

La mirada de Tanner no se inmutó, pero su expresión denotó un respeto inmediato.

-Naturalmente. Por favor, entren. La cocina está al fondo, y nuestra ama de llaves, May, estará encantada de prepararles algo para comer. Me encargaré de llevar el coche al garaje. Mi madre... -Tanner tragó saliva-, mi madre se ha ido a Washington este fin de semana, así que su coche no está aquí.
-Gracias. -Lena hizo un gesto a Stark y a Davis- Vamos.


Una vez dentro, el grupo se acercó a un televisor encendido en el gran salón que daba al océano. Sin embargo, nadie dedicó ni un instante a la impresionante vista panorámica. Sintonizaron la CNN en el televisor de alta definición empotrado en la pared, y a los pocos segundos la imagen y la voz superpuesta serpenteaban entre la catástrofe de Manhattan, la de Washington y la de un campo próximo a Pittsburgh, Pensilvania. Un famoso presentador repitió el mensaje que llevaba toda la tarde transmitiendo: «El alcalde Giuliani ha prometido que los equipos de rescate trabajarán sin descanso hasta encontrar a todos los supervivientes. En este momento se desconoce el número de policías, bomberos, personal de urgencias y civiles que pueden hallarse atrapados bajo los escombros de las torres gemelas». No hubo ninguna alusión a un atentado contra la vida de Julia. Mientras continuaba la letanía de la destrucción y la desolación, en el salón resonaba la respiración irregular de Stark y las atenuadas manifestaciones de incredulidad de Davis. Julia, muda a causa del shock y del horror, contemplaba la pantalla mientras la mente de Lena se rebelaba ante la idea de que se hubiese planeado y ejecutado un ataque de tanta envergadura en su país. «¿Por qué no nos enteramos de lo que ocurría?» Por fin, Lena rompió el silencio que se había impuesto sobre
el grupo.

-Julia, creo que Davis y Stark deberían comer algo. Y tú también.
-¿Y tú? -Julia se daba cuenta de que era inútil señalar que Lena estaba blanca como una sábana y que sombras de dolor y fatiga surcaban sus ojos. Sabía que su amante se sentía tan mal como indicaba su aspecto. Pero no lo reconocería ni siquiera ante sí misma.
-Si puedo, tengo que establecer una conexión segura con Washington.
-No me servirás de nada en una situación de crisis si te encuentras demasiado débil o enferma para pensar, y mucho menos para pelear. -Julia se acercó para que no la oyesen Felicia o Stark, las cuales estaban sentadas en el sofá pendientes de las noticias-. ¡Tienes un aspecto horrible! No sabemos cuánto tiempo podremos estar aquí. Tampoco sabemos cuánto tardará en llegar un equipo de relevo. Todas necesitamos comer, ducharnos y cambiarnos de ropa. Además, quiero que Tanner llame a un médico. -Cuando Lena hizo ademán de protestar, Julia cabeceó enérgicamente-. Estoy segura de que puede hacerlo discretamente. No pienso ceder, Elena.
-Yo... -Lena frunció el entrecejo cuando vibró el teléfono móvil. Miró la pantalla, pero no reconoció el número. Lo abrió y dijo:- Katina. Sí, señor. -Ofreció el teléfono a Julia-. Tu padre.
Dos minutos, cariño. No podemos arriesgarnos más.
-¿Papá? -se apresuró a decir Julia-. ¿Te encuentras bien?... Yo, estoy perfectamente. Sí, en serio. ¿Seguro que estás bien? -Julia miró a Lena, que comprobó su reloj y le indicó que continuase-. Me encuentro a salvo, pero creo que deberías hablar con ella. Cuídate. Te quiero.
-Señor -dijo Lena-. Creo que estamos seguras. En este momento opino que nadie debería conocer nuestro paradero. Prefiero informarle personalmente, señor, en cuanto la situación se calme. -Escuchó atentamente y asintió-: Sí, señor, eso sería estupendo. Gracias.

Lena cortó la comunicación y dijo en voz baja:

-Permaneceremos aquí veinticuatro horas. Eso dará a la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional y el FBI tiempo para hacer una valoración inicial de la presente amenaza. Hasta entonces, estaremos más seguras aquí que en ningún otro sitio. ¿Te parece bien?
-Sí. Me gustaría estar con mi padre, pero supongo que no es posible en este momento. -Julia procuró disimular el miedo-. ¿Crees que se encuentra bien de verdad?
-Sí -respondió Lena, abrazando a Julia por la cintura y besándola en la sien-. Si hubieran podido atentar contra él, lo habrían hecho. Por eso fueron contra ti.

Julia percibió la amargura y la pena en los ojos de Lena.

-No se te ocurrirá pensar que tienes culpa de algo.

Lena desvió la vista.

-Lena -dijo Julia, apoyando la mano en el pecho de Lena-. No.
-Foster era uno de mis hombres -afirmó Lena. «Y hoy ha estado a punto de matarte.» Antes de que Julia pudiese protestar, Tanner entró en el salón.
-Les enseñaré sus habitaciones y, cuando estén instaladas, en el comedor tienen un bufé que ha preparado May. Sírvanse lo que quieran. -Metió los puños en los bolsillos del pantalón y se balanceó ligeramente sobre los talones. Miró primero a Julia y luego a Lena-: ¿Tenéis idea de lo que está pasando?
-No -respondió Lena, con serenidad-. No más de lo que cuenta la televisión.

Tanner suspiró.

-Esta mañana recibí una llamada de diez segundos de Adrienne... -Miró a Lena-. Mi amante, Adrienne Pierce. Es capitán de un navío fondeado cerca y dijo que le habían ordenado confinarse y que no sabía cuándo podría volver a llamar. Fue lo último que supe.

Lena vio la inquietud en los ojos de la otra mujer y se compadeció de ella. Estaba segura de que la misma historia se repetía por todo el país, especialmente a lo largo del corredor noreste. El caos reinaba en las líneas de comunicación, y nadie había si los ataques habían acabado. Aunque su prioridad esencial era la seguridad de Julia, se daba cuenta del nerviosismo y la preocupación que se sentía al no conocer la situación de los amigos y los seres queridos y al no tener forma de comunicarse con ellos.

-Si sé algo que pueda comunicar, se lo diré.

Tanner se enderezó y adoptó una expresión resuelta.

-Por supuesto. Por favor, permítanme que las ayude a instalarse.

***

Julia observaba en silencio cómo el médico examinaba a Lena.

-Sufrió una grave herida en la cabeza hace apenas seis semanas. Estuvo inconsciente y no debería haber vuelto a trabajar tan pronto. ¿Le hicieron un TAC? -preguntó el hombre rubio y delgado mientras estudiaba la retina de Lena con un oftalmoscopio.
-Sí. Era normal.
-¿Ninguna evidencia de edema o hemorragia cerebral? -A Julia se le encogió el estómago y se le secó la boca.
-¿Qué? ¿Por qué? ¿Ha encontrado algo raro? -El doctor Anthony Wade se volvió con una sonrisa de disculpa.
-Lo siento. Son preguntas rutinarias. Hasta el momento todo parece estar bien.
-Oh. -Julia no pudo reprimir una exclamación de alivio-. ¿Y qué hay de... la herida de bala?
-Ha hecho un buen trabajo con los primeros auxilios. Afecta sobre todo al cuero cabelludo y, aunque puedo suturarla, a estas alturas el riesgo de infección es muy bajo. -Miró a Lena con gesto de reproche-. Si está tranquila y no se lleva más golpes, se pondrá bien.
-Gracias -repuso Lena en tono irónico-. ¿Y cómo se encuentra mi agente Paula Stark? -A pesar de las objeciones de Julia, Lena había insistido en que el médico examinase a Stark antes que a ella.
-Quería inmovilizarle el brazo derecho para aliviar el dolor. La herida penetró hasta el nivel facial, pero no violó el compartimento muscular. Le he puesto una sutura cutánea, pero no aguantará si participa en algún tipo de altercado físico.
-Esperemos que no sea necesario.

El médico torció el gesto.

-Me informó de que no podía inmovilizar el brazo con el que maneja el arma y, por tanto, se negó muy educadamente a obedecer mis instrucciones.

Una sonrisa asomó a los labios de Lena mientras Julia soltaba una exclamación de disgusto.

-Me encargaré de que descanse todo lo posible.

El médico recogió su instrumental con un suspiro, y luego miró a Lena y a la hija del presidente.

-Por desgracia, no creo que nadie pueda hacerlo de momento, ¿o sí?

Lena no dijo nada. No podía decir nada que hiciese más soportable la verdad.

18:54 11 septiembre 2001


El presidente ha regresado a la Casa Blanca en el helicóptero Marine Uno.

-Stark -dijo Lena-. Te necesitaré en el primer turno de la mañana. Duerme un poco.
-Estoy bien, comandante. Sin mí no tiene personal suficiente para patrullar el perímetro.
-Nuestro perímetro es seguro en tres lados a menos que haya una aproximación por mar, y la oiríamos con tiempo suficiente. Davis y yo cubriremos la parte delantera.

Parecía como si Stark quisiese protestar, pero Lena se volvió y se dirigió a la otra habitación, en la que estaba Davis, sin darle ocasión para quejarse.

-Paula -insistió Julia en tono amable-, necesitas descansar.

Stark, sentada en el sofá con los codos sobre las rodillas, mecía la cabeza entre las manos. Tenía la vista clavada en el suelo y, cuando habló, el dolor impregnaba su voz.

-Me temo que Renee ha muerto. -Miró a Julia con ojos llenos de tristeza-. Dios. Toda esa gente.
-No puedes pensar eso. -Julia se levantó de la silla en la que fingía leer el periódico y se acercó al sofá. En un gesto inconsciente, abrazó a Stark por la cintura-. Es una agente del FBI que se halla en el epicentro del ataque terrorista. La conoces: trabajará sin parar durante días. Además, allí reina el caos y sabe Dios cómo están las comunicaciones. No hay forma de que pueda llamarte, aunque encontrase un minuto libre para hacerlo.
-Su despacho estaba en la Torre Sur. -Stark se estremeció. Al oír la noticia del derrumbamiento de las torres, no había podido pensar en nada, salvo en que había perdido a la mujer que amaba. Con voz rota susurró-: No creo que pueda soportarlo.

Julia sabía muy bien cómo se sentía Stark. Ella había estado a punto de perder a Lena y nunca superaría el terror de aquellos días en los que Lena estaba en el hospital conectada a una máquina. Abrazó a Stark y le dio un beso en la frente

-No puedes renunciar, ¿me oyes? Tienes que aguantar. ¿De acuerdo? ¿Me lo prometes?

Stark se quedó callada porque era incapaz de mentir. No sabía de dónde sacaría las fuerzas para seguir adelante. Cerró los ojos y dejó que Julia la consolase. Durante un instante le bastó la firmeza del corazón de Julia latiendo junto al suyo.
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Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:37 pm

Capitulo Treinta y Tres

Julia estaba apoyada en la barandilla de la terraza superior, escuchando el oleaje y contemplando el baile del claro de luna entre las olas. El mar era casi tan oscuro como el cielo nocturno. Se volvió al oír que se abrían las puertas de cristal detrás de ella y reconoció la silueta de Tanner iluminada por las escasas luces encendidas en la casa.

-Hola, creí que te habías acostado.
-No, estoy demasiado cansada para dormir.
-Yo también -admitió Julia.
-¿Te molesta la compañía? -preguntó Tanner.
-No. -Julia contempló a Tanner a la luz de la luna-. No he tenido ocasión de hablar contigo. Lo siento.

Tanner cabeceó.

-No es buen momento para cotillear.

Julia contempló el vigoroso perfil de Tanner, plateado bajo el resplandor de la luna.

-Pareces... más mayor.
-No sé cómo interpretar eso -repuso Tanner con una breve carcajada. Julia también se rió.
-En realidad, no es que parezcas más mayor, sino... más tranquila. Incluso en medio de todo lo que está pasando, se te ve asentada.
-Mi vida aquí es como yo quiero, cierto.
-¿Conseguiste escabullirte de las garras de la temida Corporación Whitley?
-Voy varios días al mes a las oficinas, pero paso casi todo el tiempo dirigiendo el puerto deportivo. Adrienne está destinada cerca, y la isla es nuestro hogar.
-Hablas como si eso te sentase bien.

Tanner sonrió, pensando en la nueva dirección de su vida en los últimos años.

-Ni siquiera soy capaz de explicarte lo estupenda que es... mi vida ahora... trabajando en la isla y viviendo con Adrienne. Todo.

Pensando en cómo había cambiado su propia vida en menos de un año y en Lena, Julia dijo:

-Aunque no lo creas, puedo imaginarlo. -Se encogió de hombros y soltó una risita-. Nunca creí que acabaría diciendo algo así, pero estar con Lena... es lo que mejor que me ha ocurrido en la vida.
-Vaya, me has dejado sin habla.
-Sí, a veces también yo me quedo sin palabras. –Julia suspiró. Parecía como si hubiese pasado mucho tiempo desde que Tanner y ella eran jóvenes, rebeldes y, a pesar de todas sus penas juveniles, deliciosamente ingenuas-. ¿Sabes algo de Adrienne?
-No. -Tanner se encogió de hombros y con gesto distraído se pasó la mano por los espesos cabellos negros-. Seguro que es absurdo, pero me sentiría muchísimo mejor si pudiese escuchar su voz.

Julia se acercó a Tanner y le acarició la mano apoyada en la barandilla, rozando el fino anillo de oro que Tanner lucía en el dedo anular.

-Me fijé antes en esto. Enhorabuena.
-Gracias. -Tanner alzó el rostro hacia el cielo y cerró los ojos un instante, preguntándose si la vida volvería a ser igual alguna vez-. Tampoco puedo comunicarme con mi madre en Washington. Su marido es capitán de la Marina y trabaja en un despacho del Pentágono.
-Oh, Tanner. Dios. Debes de estar preocupadísima, y yo ni siquiera te había preguntado. Lo siento. Hoy me has salvado la vida y...
-No te disculpes. -Tanner golpeó el hombro de Julia con el suyo-. No sé qué te ha sucedido en Nueva York esta mañana, pero dado que dos de los miembros de tu equipo de seguridad están heridas de bala, supongo que tienes otras cosas en qué pensar.
-Parece un sueño. -Julia se estremeció, más por los recuerdos que por el frío del aire del océano-. Un sueño terrible, espantoso.
-Lo sé. -Tanner tomó aliento, reprimiendo la melancolía y el miedo-. He intentado llamar a mi madre, pero no lo he conseguido. Por lo que deduzco de los informativos de televisión, podrían pasar horas o días antes de que se restablezcan las comunicaciones telefónicas.
-En este momento -dijo Julia con pena-, ni siquiera hay forma de que yo pueda hablar con alguien de Washington para preguntarle por lo que te interesa. Lo siento.
-Lo comprendo y, de todas formas, no te pediría que lo hicieras. -Tanner dio la espalda al mar, apoyó las caderas en la barandilla y miró hacia la casa. A través de las puertas de cristal vio una sombra en la franja de luz que salía del salón-. ¿Lena y Felicia se van a quedar toda la noche levantadas haciendo guardia?
-Seguro que es lo que tienen pensado -respondió Julia, muy seria-. Pero no lo van a hacer. Todas hemos sufrido mucho, y a Lena le han disparado. Esta noche va a dormir, se ponga como se ponga.
-Creo que puedo ayudarte dijo Tanner, apartándose de la barandilla con gesto resuelto-. Voy a hacer unas llamadas.

Lena estaba junto a las ventanas emplomadas que daban a la curva del camino de acceso a Whitley Manor. A la luz de la luna el paisaje parecía virgen, casi de ensueño. Costaba trabajo creer que más allá de los límites de aquel aislado y protegido lugar el mundo vivía sumido en el caos. Julia rodeó con los brazos la cintura de Lena desde atrás y apoyó la mejilla en la espalda de su amante.

-¿En qué estás pensando?

Lena entrelazó los dedos con los de Julia y, con gesto ausente, metió la mano de la joven bajo la chaqueta y la acercó a su estómago. El calor de la mano de Julia sobre su cuerpo alivió el dolor que agobiaba su corazón.

-Me preguntaba qué ocurrirá ahí fuera esta noche. Intentaba encontrar sentido a lo que ha sucedido hoy.
-Ven a la cama, Lena.
-Tanner ha llamado al equipo de seguridad de su empresa -dijo Lena, ignorando la sugerencia de Julia- Según ella, no preguntarán nada y hacen el trabajo con la misma eficiencia y eficacia que la policía militar. De hecho, algunos fueron policías militares.
-¿Y no la crees? -Julia frotó el abdomen de Lena con la mano y se apretó contra su espalda; necesitaba el contacto más de lo que había pensado.
-Sí, la creo. Estoy segura de que conoce perfectamente las capacidades de su gente. -Lena suspiró-. No como yo.
-Lena...

Lena se volvió, sin soltar la mano de Julia, con una sonrisa compungida.

-Debería disculparme. No suelo caer en la autocompasión.
-Cariño, no. -Julia alzó una mano y acarició la mejilla de Lena-. Al menos espera hasta que sepamos qué ocurrió con Foster. Si hay que repartir culpas, sé que aceptarás la responsabilidad que te toque. Pero hasta entonces, no te tortures. Por favor.
-¿Cómo me conoces tan bien? -Lena apoyó la frente en la de Julia. «¡Dios, qué cansada estoy!»
-Porque te amo. -Julia tiró de la mano de Lena y, con enorme alivio, comprobó que Lena la seguía y se dejaba guiar hasta el dormitorio que ambas compartían-. Duerme conmigo unas horas, y luego si es necesario, puedes bajar. Pero ahora te necesito.
-Yo también te necesito. -Lena se desnudó, cayéndose de puro cansancio, y arrojó la ropa en un montón sobre la cama. Dejó el arma enfundada en la mesilla. Julia y ella se metieron en la cama al mismo tiempo y se abrazaron. Julia se acurrucó en la curva del costado de Lena, con la cabeza sobre el hombro de su amante y una pierna y un brazo sobre su cuerpo.
-¿Qué tal tu dolor de cabeza? -Lena besó a Julia en los labios antes de cerrar los ojos.
-Mejor.
-Cuando volvamos a casa -a Julia le falló la voz, pero continuó tras tomar aliento-, quiero que te traslades a vivir conmigo. No quiero esperar. Te amo y deseo que formes parte de mi vida. A tiempo completo, todo el tiempo.
-¿Es por lo de hoy?
-En parte sí. Pero desde que regresamos de Europa, he estado esforzándome para acostumbrarme a vivir sin ti. Hoy me he dado cuenta de que no hay nada seguro en la vida y que lo más importante de la mía eres tú.
-¡Oh, Dios, cuánto te amo! -Lena se puso de lado y acogió a Julia entre sus brazos, de forma que nada se interponía entre los cuerpos de ambas. Puso la mano tras la nuca de Julia y la besó, primero suavemente, y luego a fondo. Cuando apartó la boca, susurró-: Si te perdiese, me moriría.

Julia soltó un gemido y se aferró a Lena. Hundió la cara en su cuello y le acarició la espalda y los hombros hasta que enredó los dedos en los cabellos de su amante.

-Nos cuidaremos la una a la otra. Estaremos juntas, ¿me oyes? Vamos a estar juntas. Te lo prometo.

Por fin Lena se durmió, sintiéndose segura en el consuelo de los brazos de su amante. Lo primero que vio fue a Parker, tendida boca arriba con los brazos estirados. Tenía los ojos abiertos, vacíos, velados por esa inexpresión especial que sólo otorga la muerte. El estallido carmesí en el medio de su pecho no significaba nada después de ver aquellos ojos. Dio la vuelta corriendo; le ardía el aliento en el pecho y le temblaban los músculos de las piernas, que amenazaban con fallarle antes de que pudiese llegar... Estuvo a punto de tropezar con una pierna extendida en el descansillo de la escalera. Aferrándose a la barandilla metálica con la mano libre y con el arma en la otra, miró hacia abajo. Stark yacía inmóvil con un círculo granate entre las pobladas cejas. Un río de sangre brotaba del minúsculo cráter y se empozaba en el borde del ojo antes de desbordarse por las mejillas en forma de lágrimas rojas. «¡Oh, Jesús. Voy a perderlas a todas!» Con el corazón desbocado y el estómago hundido, alzó la vista hacia el último tramo de escaleras que conducía a la sólida puerta metálica del ático. Al otro lado de aquella puerta estaba lo único que le importaba en la vida. No podía mover las piernas. Tampoco podía subir las escaleras. No podía llegar, nunca llegaría arriba a tiempo. Cayó de rodillas y el arma se deslizó entre sus dedos insensibles. Apoyándose en la fría piedra, se levantó de nuevo y logró avanzar paso a paso. Cuando por fin llegó a la puerta, no había manilla. «Es demasiado pesada. No puedo abrirla. Por favor. Por favor. Tengo que entrar.» Introdujo los dedos en la estrecha grieta del borde y abrió la puerta unos milímetros, pero tenía las manos ensangrentadas y heridas. Aún de rodillas, pasó al otro lado y al fondo del largo túnel del pasillo vio el cuerpo ante la puerta abierta. Cada milímetro que avanzaba le costaba sangre, cada bocanada de aire le abrasaba los pulmones, y el terror le desgarraba el vientre con garras afiladas como cuchillos. Una eternidad después, con la visión nublada por el sudor y las lágrimas, acercó una mano temblorosa a la mejilla fría y pálida. Una gota de sangre, como el rocío en la rosa, se posaba cual beso olvidado sobre los labios de su amante. «¡Julia. Oh, Dios. Julia!»

***
Lena se despertó sobresaltada, ahogando un grito, saltó de la cama y corrió al cuarto de baño. Apenas había cerrado la puerta y pasado la cerradura, cuando se le doblaron las piernas y cayó de rodillas, vomitando. El dolor se extendió por su cuerpo, por su corazón, mientras las imágenes se precipitaban en su cerebro. Se le revolvió el estómago y continuó sufriendo arcadas cuando ya no le quedaba nada dentro, más que pena. Oyó un grito sordo a lo lejos y sintió la leve vibración de la puerta del baño que alguien sacudía. Parte de su cerebro comprendió que, si no se levantaba y abría la puerta, Julia la echaría abajo. Pálida y aturdida, se incorporó apoyándose en el lavabo y abrió el grifo de agua fría. Puso las manos bajo el grifo y se echó agua en la cara hasta que su cabeza dejó de dar vueltas.

-¡Lena! ¡Lena! ¡Abre la puerta!

Las palabras sonaban claras, como los incesantes golpes en la puerta. Lena parpadeó para despejar la visión, abrió el armario que estaba sobre el lavabo y cogió la botellita de enjuague bucal. Se enjuagó la boca, sintiendo arcadas de nuevo, hasta que al fin consiguió lavarse.

-Un minuto -gritó con voz ronca. Tomó aliento, se incorporó y abrió la puerta. Julia entró con ojos desorbitados. En su voz temblaban el miedo y la rabia.
-No vuelvas a encerrarte cuando necesites ayuda.
-Julia -dijo débilmente-, yo...
-Dios mío, ¿qué ocurre? -preguntó Julia, enmarcando con manos temblorosas el rostro de Lena-. ¿Te encuentras mal? Lena... oh, Lena. -Las lágrimas brotaron de sus pestañas y apretó a Lena contra sí, deslizando las manos sobre los hombros y la espalda de su amante, con una desesperada necesidad de protegerla, de curarla.
-Un sueño -acertó a decir Lena, rodeando con los brazos la cintura de Julia y apoyándose en ella-. Dame un minuto.
-De acuerdo, cariño. No pasa nada.

Julia buscó la mano de Lena, la estrechó y la condujo al dormitorio y a la cama. Tenía el corazón a punto de estallar y el estómago encogido por el miedo y el pánico que se habían apoderado de ella cuando la despertó el aterrador sonido de los gemidos de Lena. Nunca había visto derrumbarse a Lena. La mera idea del enorme dolor que su amante debía sentir para llegar a semejante extremo le rompía el corazón. Esforzándose por mantener la voz firme y tranquila, abrazó a Lena y la acarició tiernamente.


-Cariño, ¿quieres contármelo?
-Sólo fue un sueño. Un sueño horrible -respondió Lena con voz más fuerte cuando el terror nocturno la abandonó-. Vi a Parker... estaba muerta. Y luego Stark... también ella. –Lena hundió la frente en el hombro de Julia y cerró los ojos-. Oh, Dios... y después tú.
-No -la consoló Julia, deslizando los dedos entre los cabellos de Lena y apretándola contra sí-. No, cariño. Yo no. Stark tampoco. Estamos aquí. Las dos nos encontramos bien.

Lena se estremeció.

-No podía llegar hasta ti. No podía salvarte. -Levantó la cara con los ojos bañados por la pérdida-. No pude salvar a Parker, y eso no fue un sueño.

Julia sostuvo la mirada de su amante.

-Lo sé y lo siento. -Besó a Lena en la frente, y luego en la boca con ternura-. Si hubiera alguna forma de que pudieses evitar lo que ha ocurrido hoy, sé que lo harías. -Sintió que Lena se ponía rígida y se apresuró a añadir-: Sí, es cierto. Hoy le han sucedido cosas trágicas y horribles a muchas personas. Cosas que seguramente nadie podría haber evitado. Tal vez algún día sepamos quién fue, por qué lo hizo y cómo, pero de algo estoy segura: si no hubieses estado allí, ahora yo estaría muerta.
-Estaba tan jodidamente aterrada que no pude mantenerte a salvo. -Las palabras abrasaron la garganta de Lena.
-Sí que lo hiciste. -Julia besó de nuevo los labios de Lena. «Olvido, todos olvidamos, cuánto te cuesta.» Acercó la mano de Lena a su pecho, deseando que nunca se apartase, y murmuró-: Ahora estamos juntas, y no voy a dejar que nadie cambie eso. Nunca.

El sonido del teléfono de Lena las despertó poco después de las cinco. A Lena le dolía la cabeza, pero era un dolor limpio y agudo, sin los mareos de la noche anterior. Julia estaba a su lado, desnuda, cálida y viva. Sintió que el mundo se asentaba cuando dio la vuelta para coger el teléfono.

-Katina. -Estiró una mano, y Julia se acercó a ella y le rodeó la cintura con un brazo. Lena apoyó automáticamente la barbilla sobre la cabeza de Julia-. Sí señor, estamos seguras. No hay problemas ni preveo ninguno. Sí, señor.

Lena le tendió el teléfono a Julia.

-Tu padre otra vez.
-Hola -dijo Julia-. ¿Estás en la Casa Blanca? ¿Todo bien?... Sí, de acuerdo siempre que Lena lo crea conveniente. -Julia se rió, frotando el pecho de Lena-. Sí, papá, ya sé que eres el presidente. Pero ella es mi jefa de seguridad.
-Julia -susurró Lena en tono apremiante. Julia miró a Lena.
-Bueno, lo eres.
-Y me gustaría seguir siéndolo. Dile que sí.
-¿Papá? Puedes enviar el helicóptero.
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Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:38 pm

Capitulo Treinta y Cuatro

Cuando Lena entró en el salón para informar a Felicia Davis de los planes de partida, se sorprendió al ver a Paula Stark haciendo guardia ante los ventanales delanteros.

-¿Dónde está Davis?

Stark apartó la vista del jardín y de la distante verja con expresión sombría.

-La relevé a las cuatro de la mañana.

Lena asintió, pensando que si no se hubiese quedado dormida después de la pesadilla y sus secuelas, debería haber sido ella la que relevase a Davis. No podía culpar a Stark por ser responsable, aunque le había ordenado descansar.

-Muy bien. -Cuando Stark reanudó su silenciosa vigilancia, Lena se acercó a ella-. Evacuamos. Hora estimada de partida: 07:30 Cuando Egret se encuentre a salvo, puedes llamar a Renee.
-Seguro que en este momento está agobiadísima por el trabajo -respondió Stark en tono apagado-. Imagino lo que será estar allí... -Le tembló la voz y exhaló un profundo suspiro-.
Allí será una de las agentes principales. Probablemente ni siquiera responderá al teléfono.
-No, claro -concedió Lena, porque la valoración era exacta desde el punto de vista técnico y cualquier otra posibilidad resultaba inaceptable. Habría tiempo para pensar en lo impensable si Savard no respondía tras un intervalo razonable. «¿Y quién sabe qué es ahora un intervalo razonable?»-. Seguramente no tendrá descanso hasta dentro de veinticuatro horas por lo menos.

Stark asintió, con rígida atención, la mandíbula crispada y los ojos inexpresivos.

-Sí, eso es lo que imagino.

En un raro gesto, Lena acarició el hombro de Stark brevemente.

-Avisaré a Davis para que te releve.
-No hace falta, comandante. Estoy bien.
-Sí, ya lo sé. -Permanecieron en silencio, contemplando cómo la brisa marina borraba del cielo los últimos trazos de nubes nocturnas. Al fin, Lena dijo sin tocarla-: Hay café en la cocina. Toma uno, y luego dúchate. Vamos a Washington.

Stark dio un respingo, sobresaltada. «¡Pero Renee está en Nueva York!» Con gran esfuerzo logró responder en tono sereno:

-Sí, señora.

Lena quería añadir alguna palabra de consuelo, pero apreciaba demasiado a Stark para mentirle. Las dos conocían las probabilidades de saber (o no saber) algo de Renee. Antes de irse, dijo:

-Ayer hizo un trabajo estupendo, agente Stark.
-Fue un honor, comandante.

Ambas se miraron con firmeza, sin titubear. Lena asintió y dejó que Stark continuase con su tarea. Poco después se reunió con Julia en la cocina para tomar café. Felicia entró con cara de cansancio, pero serena.

-El equipo privado de seguridad acaba de abrir la verja para dejar pasar a un coche.
-Gracias -dijo Lena, dejando la taza de café sobre la encimera-. ¿Tenemos identificación?
-No; sin vínculo de comunicación no tengo forma de recibir esa información. -Felicia no parecía muy contenta. Después de la emboscada del día anterior, en el equipo nadie volvería a juzgar las cosas por las apariencias-. Supongo que será alguien que conocen, pero...

«También conocíamos a Foster y orquestó un atentado que estuvo a punto de ejecutarse.» Lena se dirigió a la parte delantera de la casa.

-Vamos a echar un vistazo.

Tanner esperaba al borde de la calzada circular. Un sedán negro se detuvo delante de ella y del vehículo salió una rubia alta y delgada con un arrugado uniforme de la Marina. Tanner fue a su encuentro y la abrazó por la cintura.
-¿Te encuentras bien?
-Cansada -respondió Adrienne Pierce, besó a Tanner y le acarició la mejilla mientras escudriñaba sus ojos-. ¿Y tú?
-Ahora mucho mejor. -Tanner deslizó los dedos sobre el brazo de Adrienne y le dio la mano-. Me alegro de tenerte en casa.
-¿Has sabido algo de Constance y de Tom?
-Acaban de llamar -respondió Tanner, aliviada tras haber hablado con su madre-. Se encuentran bien.
-Estupendo. -Adrienne rodeó la cintura de Tanner con un brazo-. ¿Por qué hay vigilancia en la puerta?
-Tenemos visitantes inesperadas.

Al oír pasos en el porche, Adrienne apartó los ojos de su amante y se fijó en las mujeres que estaban en lo alto de las escaleras.

-Ya veo. -Reconoció a Julia Volkova, aunque se habían visto sólo unas cuantas veces. Las otras eran fácilmente identificables como agentes del Servicio Secreto por su forma de comportarse y porque la observaban con atención educada pero inexorable-. Visitantes especiales. ¿Por qué están aquí?
-No lo sé. Julia llamó ayer poco después de... los ataques. Dijo que necesitaba un lugar seguro.

«¿La hija del presidente necesita una casa segura?» El corazón de Adrienne se aceleró mientras echaba un vistazo a su alrededor.

-Dios mío, ¿están solas?
-Sólo ha venido Julia con tres agentes. -Tanner bajó la voz, aunque nadie podía oírlas-. Se encuentran un poco abatidas.

Esa información, unida a los preparativos de guerra que se habían tomado en la base, hizo que Adrienne desease haber llevado un equipo de seguridad. Julia Volkova estaba en su casa en medio de una crisis nacional sin apenas protección. No tenía sentido. Pero nada de lo sucedido en las últimas veinticuatro horas tenía sentido.

-¿Llamaste a tu propia empresa de seguridad?
-Estaba un poco nerviosa. -Adrienne se rió.
-Ya entiendo el motivo. Me pregunto si puedo reunir algunos policías militares...
-No creo que haga falta -informó Tanner a Adrienne mientras cruzaban la calzada y subían las escaleras-. Julia me ha dicho hace un rato que se marchan dentro de poco.
-Y yo sólo tengo dos horas antes de volver a la base. Siento no poder quedarme contigo más tiempo.

Tanner apretó el brazo de Adrienne.

-No tienes por qué disculparte. Te echo de menos y me preocupo por ti. Pero lo comprendo.

Adrienne suspiró y rodeó a Tanner con el brazo, permitiéndose el consuelo de apoyarse en el sólido cuerpo de su amante.

-¡Dios, qué maravilla estar en casa!

A su vez, Tanner abrazó a Adrienne por la cintura y juntas subieron las escaleras hasta donde estaban Julia, Lena y Felicia. Stark salió por la puerta principal cuando llegaron al porche, y las seis mujeres formaron un pequeño círculo. Stark y Felicia se mantuvieron a cierta distancia a ambos lados de Julia, que se adelantó con Lena y ofreció la mano a Adrienne.

-Hola, Adrienne. Siento lo del comité de bienvenida. Seguro que no contabas con nosotras. -Adrienne sonrió y estrechó la mano de Julia.
-Me alegro de verte. Ojalá fuese en otras circunstancias.
-Sí, claro. -Julia señaló a Lena-. Adrienne Pierce, mi compañera y ,jefa de seguridad, Elena Katina.

Lena estrechó la mano de Adrienne.

-Capitán.
-Encantada. -Adrienne sonrió con cara de cansancio-. ¿Han desayunado?
-Sí, Tanner y May nos han cuidado de maravilla... -Julia se calló al oír un ruido cada vez más cercano. Lena se apartó del grupito, miró al cielo, y luego se dirigió a Julia:
-Parece que nuestro transporte ha llegado.

Todas se volvieron y vieron al Marine Uno, el helicóptero presidencial, aterrizar en un extremo del jardín. Salieron cuatro infantes de Marina, con las cabezas gachas para evitar las sacudidas de las aspas en movimiento, y corrieron hacia la casa.

-Me temo que vamos a comportarnos groseramente –dijo Julia, mirando a Adrienne y a Tanner-. Ojalá no nos hubiésemos reunido por este motivo. Os echaré de menos a las dos.

Tanner cogió la mano de Julia y la acarició.

-Yo también. Cuando las cosas... se calmen, volved. Elena y tú, volved y pasad algún tiempo con nosotras.
-Me encantaría. -Julia se inclinó y besó primero a Tanner en la mejilla y luego a Adrienee.


Lena, Felicia, Stark y la escolta militar esperaban para acompañarla al helicóptero. Durante un momento pensó en decirle a Lena que quería quedarse. Whitley Island era un oasis en medio de un mundo enloquecido, y sabía que, en cuanto regresase a Washington, estaría a salvo, pero no sería libre. Miró a Lena, que la observaba con atención. «Quédate aquí conmigo. Que el mundo siga girando sin nosotras.» Pero era la hija del presidente de los Estados Unidos, y en medio de una crisis nacional su lugar estaba junto a su padre. Se volvió, con una última mirada a sus viejas amigas, bajó las escaleras y enseguida la rodearon los guardias.

***

Cuando estaban en el aire, Lena pidió al capitán, que estaba sentado junto a ella, una línea de comunicación segura. Julia estaba al otro lado del pasillo, con Stark y Davis en asientos enfrentados. El ruido de los rotores impedía cualquier intento de conversación. Con los audífonos apretados contra los oídos, Lena solicitó una conexión con el centro de mando de Manhattan. No se sorprendió demasiado cuando respondió John Fielding, pues sabía que, a falta de órdenes concretas, el equipo debía concentrarse allí.

-Soy Katina. ¿Qué se sabe de Mac? -gritó, y luego escuchó atentamente, inclinada hacia delante-. De acuerdo... bien... estás al mando de la investigación local. ¿El FBI ha estado ahí?... ¿Lo repites? -Incapaz de descifrar la respuesta, cabeceó con un gesto de frustración y miró el reloj-. Te llamaré de nuevo a las 11:30 Sesión completa.

En cuanto finalizó la llamada, Julia cogió a Lena por el brazo y se acercó a ella.

-¿Cómo está Mac?
-Según las últimas noticias se encuentra en la UCI, pero estable.

El corazón de Julia se liberó de uno de los muchos temores que lo abrumaban. Al menos uno de sus amigos ausentes se recuperaría. Ojalá supiesen algo de Renee. Cuando Lena se inclinó hacia delante para comunicar la noticia a Stark y Felicia, Julia cerró los ojos con la mano derecha sobre la rodilla de Lena. Después de que aterrizasen, ambas se sumirían en las obligaciones oficiales, y necesitaba aquellos escasos momentos finales de contacto.

***

Lucinda Washburn las recibió en el Ala Oeste. Lo primero que hizo fue dar un beso a Julia en la mejilla.

-Tu padre se alegrará mucho de verte. En este momento está en una reunión de seguridad, pero pidió que lo esperases aquí.
-De acuerdo. -Julia miró a Lena-. ¿Me acompañas?
-Tengo que presentarme. Debo informar a Stewart de lo sucedido ayer. -Rozó la mano de Julia con los dedos-. Tardaré lo menos posible. Procura dormir un poco.

Julia ladeó la cabeza, sonriendo ligeramente.

-Y usted, comandante, debería seguir su propio consejo.
-Entendido, señorita Volkova. -Lena se inclinó como para darle un beso, pero se limitó a susurrar-: Por favor, no te marches sin mí.
-No -murmuró Julia mirando a Lena-. No iré a ningún lado sin ti. No te preocupes.

Lucinda carraspeó.

-Tenemos que irnos, Julia. La agenda de todos es muy ajustada.

Julia se apartó de Lena y miró a la jefa de gabinete con una expresión fría y serena.

-Sí, claro. -Se dirigió de nuevo a Lena-: Hasta luego, comandante.
-Señorita Volkova -repuso Lena mientras veía alejarse a su amante. A continuación, se volvió hacia Stark y Davis-. Las dos quedáis relevadas... temporalmente. Hasta que conozca los planes de Egret, necesito que estéis disponibles. Reservad habitaciones en el hotel habitual para que pueda localizaros enseguida. -Dudó, y luego añadió-: Lo siento. Comprendo que las dos preferiríais regresar a Manhattan. En cuanto reúna un equipo seguro, os daré descanso.
-¿Podemos revelar nuestra localización ahora? -preguntó Stark. Se sentía como si llevase veinticuatro horas colgada al borde de un precipicio en medio de una tormenta de viento y lluvia. Tenía las manos adormecidas, resbalaba y estaba a punto de desplomarse. Necesitaba a toda costa escuchar la voz de Renee.
-Sí, claro. -Lena miró a Felicia-. Fielding está al frente del centro de mando. Seguro que tiene noticias sobre la situación de Mac.
-Gracias. Hablaré con él, con su permiso.
-Estupendo. Dormid un poco. Sois el primer equipo hasta nuevo aviso.

Las dos mujeres asintieron con gesto cansado y tomaron juntas un taxi para ir al otro lado de la ciudad. Lena salió del Ala Oeste y se dirigió al Edificio del Tesoro. Tenía que comunicar a sus superiores que el equipo de seguridad de la hija del presidente se hallaba gravemente comprometido y que no sabía si los restantes agentes eran de fiar. Había perdido a una agente, tenía a otro en estado crítico, y la hija del presidente se había salvado por los pelos de un intento de secuestro o de asesinato. En ese momento no estaba segura de qué había sido. Dado el nivel de penetración de los infractores, era muy probable que al final del día ya no fuese jefa de seguridad de la hija del presidente. En algunos aspectos eso les facilitaría la existencia: sus vidas personales y profesionales no estarían en conflicto permanente. Sin duda, Julia sería más feliz, cosa importante para ella. Pero no había cumplido con su deber ni lo cumpliría hasta que llevase ante la justicia a los hombres y mujeres que estaban detrás del ataque contra Julia. Conservase o no su posición en el equipo de Julia, de forma oficial o extraoficial, procuraría encontrarlos. Alguien había intentado asesinar a la hija del presidente; alguien había intentado asesinar a su amante. Quería venganza y deseaba dejar bien claro a quien quisiese planear otro ataque que Julia Volkova no era un objetivo terrorista. Stark llamó al número de Renee por séptima vez y escuchó el mismo mensaje grabado. Sin servicio. «Según todas las noticias las líneas de telefonía móvil están sobrecargadas o inutilizadas. No significa nada.» Comprobó su buzón de voz personal. No había nada de Renee. Colgó y marcó de nuevo el número de su casa.

-¿Cariño? Renee, si enciendes el contestador y escuchas este mensaje, llámame al móvil o al sitio de siempre en Washington. ¿De acuerdo? Te amo, cariño.

Finalizó la llamada y permaneció inmóvil, sentada al borde de la cama, mirándose las manos. Estaban temblando. Toda ella estaba temblando. Era como si en su interior todo se desmoronase. No sabía qué hacer, así que se acostó vestida y se acurrucó. Cerró los ojos, sabiendo que no iba a dormir, y esperó a que sonas
e el teléfono.


Última edición por Anonymus el 4/18/2015, 8:52 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Anonymus 4/18/2015, 5:39 pm

Capitulo Treinta y Cinco


Stewart Carlisle, subdirector del Servicio Secreto y supervisor inmediato de Lena, se levantó en cuanto Lena entró en su despacho.

-Por Dios Todopoderoso, el edificio en el que vive Egret está sembrado de cadáveres. ¡Hay un agente muerto en la mismísima puerta! No me digas que alguien intentó matarla.

Lena tenía un horrible dolor de cabeza, agravado por la falta de sueño, la necesidad de una comida en condiciones y el interrogatorio inmediato. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que había ocurrido en el país el día antes, comprendió que ninguna persona al servicio de la ley iba a dormir o a comer mucho durante los meses siguientes. Por tanto, ignorando el punzante dolor que sentía detrás de los ojos, se sentó en la silla habitual frente a la mesa de Carlisle y esperó a que este se calmase.

-El agente fallecido es David Foster y...
-Ya sé quién es -le espetó Carlisle-. Lo que no sé es qué le ocurrió.
-También es una de las personas que intentaron asesinar a Julia Volkova.
-Joder. Jesús. ¿Estás segura?

Los músculos del cuello de Lena se pusieron rígidos, pero respondió con voz firme.

-Positivo.
-Y acabó muerto... ¿Cómo?
-Le disparé yo.

Carlisle se recostó en el sillón y exhaló un prolongado suspiro.

-Pues tenemos un problema de órdago.

Lena sonrió con pena.

-Coincide con mi valoración.

Lo primero que hizo Julia cuando Lucinda la dejó en el despacho privado de su padre fue llamar a Diane.

-Hola. Soy yo.
-¡Oh, gracias a Dios! Llevo veinticuatro horas llamándote sin parar. -La voz de Diane sonaba tensa, fría y cortante, cargada de acusaciones-. Como no me contestaba nadie, fui a tu casa. Había alguien del FBL…
-¿Renee? ¿Renee Savard? La recuerdas, una muy mona...
-Ya... No. Era un tipo, un individuo con cara de pocos amigos al que le importaba un bledo quién era yo ni lo que quería. Dios... ¿estás bien? Lo único que se me ocurrió es que te habían llevado a un silo de misiles de Montana o a algún lugar por el estilo.
-Lo siento -dijo Julia en voz baja.
-¿Dónde estás?
-En Washington. Me quedaré aquí un tiempo... aún no sé cuánto.

Diane debió de notar el tono inusitadamente apagado de Julia porque sus palabras siguientes fueron amables:

-Pero ¿te encuentras bien?
-Sí. ¿Y tú?
-Aquí... todo es irreal. Pero... me las arreglo. -Diane suspiró-. Me alegro de que la madre de Lena se marchase a California el lunes.
-La llamaré después. El fin de semana, la exposición en la galería... parece como si hubiese pasado una eternidad, no sólo unos días.
-Lo sé.
-Tengo que colgar, Di -dijo Julia, de pronto agotada en cuerpo y alma-. Te llamaré pronto. Te quiero.
-Oh, Dios. -A Diane le tembló la voz-. Te quiero. Cuídate... y cuida a Lena.
-Sí. Lo haré.

Tras hablar con Inessa y asegurarle que tanto Lena como ella no habían sufrido daño alguno, Julia recostó la cabeza en el sofá y cerró los ojos.

-Julia -murmuró una voz suave. Julia se sobresaltó y abrió los ojos de pronto al sentir una mano sobre el hombro. Miró a su padre y parpadeó, confusa.
-¿Papá?
-Lo siento, cariño -dijo el presidente en tono dulce-. No pretendía asustarte.

Julia cabeceó, apartando el pelo con una mano.

-No me has asustado. Sólo... ¿qué hora es?

El presidente miró su reloj.

-Las tres de la tarde.
-Creí que Lena habría vuelto.
-Todos los agentes disponibles de todas las secciones policiales federales están agobiadísimos en estos momentos intentando controlar lo que ocurrió ayer. -El presidente se sentó al lado de Julia y le pasó un brazo sobre los hombros-. Estoy seguro de que ella no es diferente y, teniendo en cuenta lo ocurrido en tu edificio ayer, va a estar muy ocupada. –El presidente apretó a su hija contra sí y la besó en la mejilla. A pesar de la sorpresa ante la inusitada manifestación de afecto, Julia apoyó la cabeza en el hombro de su padre.
-Después de los secuestros... de todas las cosas horribles que han ocurrido en las últimas veinticuatro horas... lo que me pasó a mí es una insignificancia.
-No -murmuró el presidente Volkov-. Lo que te ocurrió a ti podría haber sido lo peor de mi vida. Me alegro mucho de que estés bien.
-Y yo me alegro de que tú no estuvieras en Washington ayer.

El presidente abrazó de nuevo a Julia y se levantó.

-Me gustaría que te quedases aquí una temporada, hasta que conozcamos el grado de posible amenaza.
-¿Cuánto? -preguntó Julia con cautela.
-Una semana. -La miró a los ojos-. Como mínimo.
-No puedo vivir aquí, papá. -Julia sostuvo la mirada de su padre-. Tengo una vida propia. Tengo una amante que me necesita, y aquí no podemos estar juntas.
-Lena puede estar en la Casa Blanca contigo -se apresuró a decir el presidente.

Julia se rió y cabeceó.

-Papá, por favor. No vamos a malgastar recursos conteniendo a la prensa en este preciso momento, y dudo que Lena estuviese conforme. Le da... mucha importancia... al protocolo.

El presidente sonrió.

-Eso debe de volverte loca.
-Más de lo que tú crees. -Pero el tono de Julia era amable y su mirada tierna.
-El Consejo de Seguridad y el Servicio Secreto, y ahora seguramente también la CIA y el FBI, querrán saber qué ocurrió ayer en tu apartamento, Julia.
-¿Lena tiene problemas? -Ante el silencio de su padre, Julia se puso rígida-. ¿Y por qué? Me salvó la vida.
-No sé si se tiene problemas. En este momento ni siquiera sé muy bien dónde se centrarán las investigaciones, no sabemos por dónde empezar a buscar. Pero a Lena le harán preguntas difíciles.
-La protegerás, ¿verdad, papá?
-Si puedo -respondió con voz firme y segura. Nunca mentía a su hija. Julia asintió en silencio. Ella protegería a su amante, pasase lo que pasase.

Stark se puso boca arriba y abrió los ojos, desorientada y confusa. Apenas había luz en la habitación. «¿Es de noche? Sí, deben de ser las ocho.» Estaba en una habitación desconocida, en el hotel. Se encontraba sola y se sentía totalmente vacía por dentro. Por fin registró lo que la había despertado. Miró la puerta. Alguien estaba llamando. Alguien pronunciaba su nombre.

-¡Oh, Jesús!

Stark saltó de la cama, casi cayéndose. Le temblaban las piernas, no sabía si de hambre, fatiga o esperanza, pero logró atravesar la habitación extraña tropezando sólo con un escabel en su loca carrera. Ni siquiera notó el punzante dolor en la espinilla. Al llegar estaba tan distraída que no había corrido el cierre de seguridad, así que sólo tuvo que poner la mano en el pomo y abrir. Abrió la puerta de golpe con el corazón desbocado. No percibió el brote de dolor en el hombro herido cuando sus ojos se posaron en la mujer que estaba en el pasillo.

-Oh, gracias... Dios mío, gracias.
-Sí. Oh, cariño, sí.

Se abrazaron, sin importarles que la puerta entreabierta chocase contra sus espaldas, hablando a la vez mientras movían las manos frenéticamente, buscando seguridad y consuelo.

-Todo fue una locura... los ataques...
-Creí que estabas en el edificio... No nos hablaron de las víctimas.
-No pude comunicarme contigo... los teléfonos, el bloqueo de seguridad... Oh cariño, estaba asustadísima.
-No sé qué habría hecho...
-Lo único que se me ocurrió es que te había perdido.
-Te amo muchísimo.
-Te amo. ¡Oh, Dios, cuánto te amo!
-No te vayas.
-No, no lo haré. Nunca.

Por fin, Stark fue capaz de apartarse y de mirar a Renee a los ojos. La fuente de dolor que había en sus profundidades le rompió el corazón. Con dedos temblorosos acarició la mejilla de su amante, y luego la llevó a la habitación, dejando que la puerta se cerrase sola tras ellas.

-Dime qué hago. Dime cómo puedo ayudarte.

Renee, con la cabeza temblando, hundió la cara en el cuello de Stark y se apoyó en ella. Su voz era un frágil susurro:

-En cuanto supimos que la torre había sufrido un impacto, iniciamos la evacuación. Literalmente arrojamos los expedientes de Prioridad Uno a las trituradoras de papel al salir. A la media hora estábamos en la calle, aunque no teníamos ni idea de qué ocurría. Nuestras comunicaciones de radio funcionaban, pero reinaba el caos. Ninguno de los mensajes que llegaban tenía sentido. Luego... -le tembló la voz-... recibimos una llamada urgente de Stacy Landers sobre un ataque armado contra Egret. -Levantó la cabeza y contempló la cara de Stark, cuya expresión era una mezcla de incredulidad y terror-. Landers dijo que había muertos y heridos en el centro de mando. Creí... Oh, Dios... lo primero que pensé fue que te había perdido. Y dentro de mí todo... se detuvo.
-Y yo creí... cuando me enteré de lo de las torres... y no pude comunicarme contigo... -Stark enmudeció, mientras las lágrimas bañaban su rostro. No podía dejar de acariciar la espalda de
Renee, sus brazos, la cara; temiendo que desapareciese en cualquier momento, acercó la mejilla a la de su amante- Te amo muchísimo. Creí que me moría sin ti. -Renee gritó y abrazó más estrechamente a Stark.
-Lo siento, cariño. Oh, Dios, lo siento. No podía llamarte, ni siquiera debería estar aquí en este momento. Pero cuando escuché tus mensajes telefónicos, supe que tenía que verte. -
Acarició el rostro de Stark, su cuello, el pecho, sin despegar el abdomen y los muslos de los de su amante-. Tenía que tocarte, no sólo hablar contigo. Oh, Paula, te amo. Te amo.


Volviendo a la rutina, porque tratar de encontrar sentido a lo ocurrido en las últimas treinta y seis horas era imposible, Stark preguntó con voz temblorosa:

-¿Estáis investigando el ataque contra Egret?

Renee asintió.

-En principio, éramos el equipo más próximo y ahora... todos los agentes de campo disponibles están trabajando en la Zona Cero. -Dio la mano a Stark, resistiéndose a apartarse de ella, y la llevó hasta la cama. Luego, encendió la lámpara de la mesilla antes de tumbar a Stark a su lado encima de las mantas-. De momento no se puede decir mucho de los ataques, de ninguno de ellos. No sabemos gran cosa.
-Mejor -se apresuró a decir Stark, poniéndose de lado y abrazando a Renee por la cintura-. No quiero hablar de eso ahora. Sólo quiero acostumbrarme a que estés aquí y a que estés bien. -Se apartó y miró a Renee con repentina intensidad-. Eres tú, ¿verdad? ¿Ayer no te hirieron?
-No -respondió Renee-. Ya nos habíamos ido todos antes de que... las cosas se pusiesen feas.

Stark asintió, aliviada y sintiéndose culpable a la vez.

-¿Y tú? -preguntó Renee, deslizando los dedos sobre el brazo de Stark-. Cuando vi a una agente muerta en el vestíbulo y a otro ante el apartamento de Egret, y luego a Mac... Dios, cariño. ¿Te encuentras bien?
-Sí. -A Stark se le puso un nudo en la garganta y parpadeó para borrar las imágenes de Mac sangrando en el suelo y el recuerdo de las balas silbando en el aire a su alrededor-. Por un pelo.

Renee dio un respingo.

-¿Por un pelo? ¿Te hirieron?

El pánico de la voz de Renee despejó la mente de Stark de las telarañas de cansancio y horror mejor que ninguna otra cosa. Apretó a Renee contra sí y con los labios sobre su frente
murmuró:

-Estoy bien. Una descarga me rozó el hombro. No es nada.

-Quiero verlo.

Ignorando la petición, Stark preguntó en tono amable:

-¿Cuánto te vas a quedar?
-Debo regresar esta noche. Todo el mundo está en la oficina central... Dios, todo el mundo en todas partes exige información. No creo que nadie pueda dormir en el futuro inmediato.
-Lo sé. Yo tampoco puedo irme de aquí. No sé cuánto tardaré en regresar a casa.
-No pasa nada. Yo estaré allí. -Renee deslizó la pierna entre los muslos de Stark y la besó, masajeándole la espalda con manos firmes mientras sus labios se sumergían en la boca de
Stark. Poco después se apartó, sin aliento-. Lo único que importa es que estemos juntas para siempre.
-Sí, es cierto -susurró Stark, acarició el muslo de Renee y desprendió la blusa de su amante de los pantalones. Deslizando los dedos sobre las planicies cálidas y lisas del abdomen de
Renee, confesó-: Te necesito. ¿No puedes quedarte una hora? ¿No puedes quedarte y dejar que te toque?
-Sí. Oh, sí.

Lentamente, sin lastimar las cicatrices del cuerpo y el alma, deslizaron labios y dedos sobre la piel que iban desnudando a medida que se desprendían de la ropa. Cuando al fin se corrieron juntas, pecho contra pecho y vientre contra vientre, sus leves gritos expresaron añoranza, amor y gratitud. Fundieron pasión y promesas, sosteniéndose mutuamente en el único lugar inalcanzable que les quedaba: dentro del santuario de sus propios corazones.

***

Julia cogió el teléfono de la mesilla al primer timbrazo.

-¿Sí?
-Soy el oficial de guardia, señorita Volkova. Siento molestarla, pero la comandante Katina dice...
-¿Está ahí? -Julia se incorporó, apartando el pelo de la cara con una mano mientras miraba qué hora era: las dos y veinte de la madrugada. Otra vez se había quedado dormida sin querer. La ducha la había relajado cuando su intención era, en realidad, tenderse en la cama para descansar unos minutos. De eso hacía cuatro horas-. Por favor, acompáñela hasta aquí.
-Sí, señora.

Cuando llamaron a la puerta, Julia se había puesto una camiseta y unos pantalones de chándal de fino algodón. Abrió la puerta para que entrase su amante, dio las gracias al oficial y cerró la puerta de nuevo. Se volvió hacia Lena, rodeó su cuello con los brazos y le dio un prolongado beso. Luego, se apartó y la examinó con gesto crítico.

-Estás agotada.
-Sí, un poco molida.

El mero hecho de que Lena reconociese que estaba cansada indicó a Julia lo cerca que estaba de desmoronarse y dio la mano a su amante.

-Vamos. Dúchate y acuéstate.
-No creo que me quede. Sólo quería...
-Pues claro que te quedas.

A través de una bruma de cansancio, Lena percibió la dureza del acero en la voz de su amante. Estaba demasiado cansada para discutir y tampoco deseaba hacerlo. Lo único que quería era acostarse junto a Julia, posar la cabeza entre sus pechos y dormir.

-De acuerdo, pero si no te molesta el sudor, prefiero ir directamente a la cama.

Julia sonrió.

-Un poco de sudor me parece sexy, siempre que sea tuyo. Vamos, comandante. -Mientras guiaba a Lena por la habitación, le preguntó en el tono más intrascendente que pudo-: ¿Ha ido todo bien durante el informe?

Lena torció el gesto al quitarse la chaqueta.

-No había mucho de que informar. Aún no se ha constituido la comisión de investigación formal. Me limité a darle a Stewart una idea general.
-Entonces, ¿habrá más preguntas? -Con movimientos ágiles Julia desabrochó las tiras de cuero de los hombros de Lena y le quitó la pistolera. Como si fuera algo instintivo, dejó la funda y el arma sobre la mesilla del lado habitual de Lena en la cama.
-Montones -gruñó Lena, quitándose el cinturón. Luego, tras descalzarse, dejó que los pantalones cayesen al suelo-. Seguramente empezarán mañana. -Se despojó de la braga y se sentó en la cama para desabotonarse la camisa. Julia se inclinó hacia ella, apartó las manos de Lena y le desabotonó la camisa ágilmente. Se la quitó y la arrojó al suelo.
-¿Qué tal la cabeza?

Lena se dejó caer sobre las almohadas con un gemido.

-He estado peor. -Extendió un brazo hacia Julia-. Acuéstate a mi lado. Te he echado de menos.
-Hum, yo también. -Julia se acostó y abrazó a Lena por los hombros, apretándola contra sí-. Te amo.
-Gracias a Dios. -Lena enterró el rostro entre los pechos de Julia. Con un suspiro de cansancio murmuró-: A partir de ahora todo será distinto, cariño. El mundo entero va a cambiar.

A Julia se le encogió el corazón, pero dejó el miedo a un lado. Lena estaba allí, en sus brazos, sólida y real.

-Estaremos bien mientras nos tengamos la una a la otra.
-Sí -dijo Lena débilmente, rindiéndose al agotamiento en el círculo protector de los brazos de su amante-. Juntas... te lo prometo.
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