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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

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Mensaje por VIVALENZ28 8/16/2020, 11:36 pm

Awww llegó Lena ♥
VIVALENZ28
VIVALENZ28

Mensajes : 921
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A Yelena33 le gusta esta publicaciòn

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Mensaje por valepi 8/17/2020, 9:51 am

Hola!!! Very Happy Gracias por compartir esta historia con nosotros!!! A ver qué pasa!!!! Desde que la descubrí, reviso el foro a diario en busca de un nuevo capitulo!!! Pero no aguanto mas la espera. Me tiene muy intrigada. Se que estaba en otro foro antes, hay alguna forma de leerla en alguna parte? Un abrazo!!! Smile

valepi

Mensajes : 2
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Mensaje por psichobitch2 8/17/2020, 10:27 pm

CAPITULO 16: FELIZ CUMPLEAÑOS, ELENA.


Svetlana contemplaba el cuerpo inerte de Elena que yacía esa mañana en la cama. Tenía una sonrisa dibujada en el rostro, algo raro en la pelirroja ya que eran pocas las veces que lograba conciliar el sueño, más aún era verla dormir tan plácidamente. Tomó su albornoz y se cubrió el cuerpo con él, luego, se ató una cola en su rubio cabello, se dirigió hacia el guardarropa y sacó de allí un paquete envuelto con un fino papel de regalo con un listón un tanto llamativo.

Volvió de nuevo hacia la cama y se sentó en ella, volviendo a contemplar la sonrisa que tenía su esposa en la cara. Al parecer Elena sintió esa leve sensación que algunos experimentamos cuando nos ven fijamente durante mucho tiempo y abrió sus ojos. Frente a ella, se encontraba su esposa, devolviéndole la sonrisa que no había quitado de su cara, aun conociendo que con la persona que se encontraba en sus sueños y pensamientos, en aquella oportunidad, no era la misma que tenía a la vista.

— Hola Elena, buenos días— Dijo simpática Svetlana viendo desperezarse a su mujer unos segundos antes de que ésta se acomodara sobre la cama en un posición mucho más cómoda.

— Buenos días Sveta, a qué se debe tu sonrisa? — Preguntó tallándose los ojos para sentarse con la espalda totalmente recostada de la cabecera.

— Lo mismo me pregunto yo. Al parecer tenías un sueño muy encantador porque primera vez, desde que estamos casadas, logro ver una sonrisa dibujada en tu rostro cuando estás durmiendo. Feliz cumpleaños! — Terminó diciendo, mientras besaba lentamente los labios rozagantes de la pelirroja para luego extenderle, el regalo. Elena parpadeó varias veces, recordando inmediatamente que día era.

— Gracias. No recordaba que era mi cumpleaños, pero...qué es esto? — Dijo mirando curiosamente la caja forrada con el brillante papel.

— Creo que la tradición por lo general Elena, es abrirlo para saber lo que contiene —Sveta rodó los ojos.

— No tenías por qué molestarte...

— No seas necia y ábrelo ya — Interrumpió una impaciente rubia — Soy tu mujer no una extraña a quien tengas que pedirle disculpas por obsequiarte algo en tu cumpleaños número 31 — Dijo alentando a la pelirroja para que abriera su presente.

Elena decidió relajarse un poco y coger el paquete que aún tenía Svetlana en las manos. Ató también una cola en su cobrizo cabello y luego, comenzó a mirar la caja por todos los costados de la misma, como si fuera adivinar lo que contenía, sin abrirlo.

— No es una bomba si es lo que piensas. Créeme que no tengo intenciones de matarte... aún — Elena volteó a verla y la rubia le dio una sonrisa de medio lado mientras se levantaba de la cama para dirigirse al baño — Voy a ducharme, tengo una reunión en la galería a primera hora. Espero que te guste — Dijo refiriéndose al presente — y que recuerdes, que al mediodía tenemos un almuerzo con mi familia — Finalizó para pasar hacia donde se dirigía, dejando a Elena con la mirada perdida sobre su obsequio que aún no terminaba de abrir.

Cogió la cinta y la fue quitando lentamente, era roja, como su color favorito. Siguió con la envoltura de papel, la cual rasgó rápidamente para encontrarse con una caja rectangular: “Una camisa”, pensó de inmediato.

Al abrir la caja, efectivamente había una camisa de seda blanca muy delicada y hermosa. Svetlana sabía y le conocía cada uno de sus gustos así que para haber sido su primer regalo, en aquel día no tan especial para ella, debió reconocer la buena elección de Svetlana en el obsequio.

[…]

Degustaban en silencio su desayuno mientras Elena se empapaba de los acontecimientos del día anterior, mientras leía la prensa. Bebía su vaso de zumo de naranja y untaba sus tostadas, con jalea de frutilla. Su esposa, se informaba de la misma manera pero digitalmente, a través de su IPad.

— No puedo creerlo... Ja! — Vociferó llevándose una mano a la boca por la impresión mientras sus ojos seguían visualizando alguna cosa en la pantalla.

— Se veía venir, Sveta. Ese tipo estaba hasta el cuello con los fraudes y conciliaciones ocultas, por decirlo de manera un poco indirecta — aclaró Elena comiendo un poco de sus tostadas, con la vista puesta sobre el papel con tinta, adivinando que ambas casualmente leían acerca de lo mismo.

— Es que no puedo creerlo Elena. Plushenko, el gran ministro de la cámara principal del comercio en toda Rusia, apresado anoche en su casa por malversación de fondos. Esto es inaudito, imagino como estará nuestro querido presidente.

— Podrá ser inaudito pero no imposible, querida. Cuanta gente no malversa fondos en este país y hace lo que se le viene en gana? Esto pasa todos los días, salvo que esta vez, es un hombre muy allegado a tú familia — Su mirada se posó sobre el rostro impávido de su mujer mientras la veía chequear de arriba a abajo lo que estaba, interesadamente leyendo en ese momento.

El timbre del móvil le anunció que tenía un mensaje de texto entrante. Paseó la vista hacia su mujer, pero ésta se encontraba de lo más entretenida en el ámbito político a esa hora de la mañana. Agarró el mismo y revisó. De nuevo la misma sonrisa se dibujó en su rostro, aunque esta vez un poco más reservada porque sinceramente, no le interesaba tener que discutir con Svetlana por cualquier tontería.

“Buenos días, lindos ojitos verdes. Hoy es un día muy especial para ti y aunque no esté allí a tú lado, también lo es para mí. Desde la distancia, te envío un millón de besos multiplicado por diez millones de abrazos, sólo para desearte un Feliz Cumpleaños. Un beso”

Cerró los ojos y apretó los labios solo para no expresar toda la emoción que en ese momento la embargaba en el fondo de todos sus sentidos. Terminó de leer el mensaje y colocó el teléfono donde lo tuvo antes de revisarlo, muy cerca de ella.

— Bien, después de este notición que me ha dejado con la boca abierta, voy a marcharme. Pasaré un momento por donde mi madre a ver si ya está enterada de la noticia y luego iré un rato a la galería. Recuerda el almuerzo y que pasaré por ti a la oficina, en horas del mediodía — Dijo levantándose de su silla, apagando el IPad.

Besó suavemente los labios de la pelirroja y colocó una mano sobre el hombro de ésta, quedándose allí, contemplándola de nuevo, tal cual lo venía haciendo durante las pocas horas que habían transcurrido de aquel día.

— Me alegro que estés tan feliz, Elena — Concluyó antes de sacar su cuerpo de la habitación donde comían, dejando a la pelirroja un tanto confundida con aquel juego de palabras.

Al percatarse que estaba completamente sola, volvió a revisar el mensaje que Yulia le había enviado, felicitándola por su cumpleaños. Luego, marcó su número telefónico sintiendo su corazón reventar cada que el repique de llamado daba indicio que en pocos segundos, escucharía una grata voz que poco a poco, le llenaba la vida de alegres momentos.

— Hola hermosa — Saludó apenas escuchó que contestaron del otro lado de la línea.

Hola Elena, feliz cumpleaños linda. Dime, cuántos regalos ya has recibido? — Lena rió por el comentario.

—Bueno, para serte sincera, solo he recibido uno — Dijo colocando un expresión algo seria. Era obvio quien le había entregado el obsequio a primeras horas de la mañana.

Vale, me alegro mucho que hayas comenzado muy bien tu cumpleaños, supongo que te ha gustado más de la cuenta, te escuchas muy feliz — Elena rodó los ojos al saber por donde más o menos venía el comentario de la morena. Algo distinto sintió recorrer su espina dorsal y aguantó la risa. Acaso Yulia estaba celosa?

— No sé qué estás imaginando, pero sí me gustó la camisa que me han regalado esta mañana. A eso me refería — Hacía el mayor esfuerzo para no reír.

No imaginé nada Elena, simplemente me refería, a que te siento muy feliz...Bah… Olvídalo. Cuéntame, que tienes preparado para hoy?

— Hasta ahora, un almuerzo con la familia de mi... esposa y nada más. Rayos. Tengo que trabajar. A decir verdad, no me gustan las fiestas y mucho menos celebrar mi cumpleaños, así que, será un día normal como todos — Dijo levantándose de la silla, mientras comenzaba a caminar alrededor de la mesa, dejando el periódico a un lado.

Vaya! Un almuerzo familiar, es genial —Lena notó cierto sarcasmo en su voz — Lo importante es que no vayas a pasarlo sola y que hagas el intento de salir y dejar esa oficina un rato. Trabajas demasiado, Elena. Eres una chica joven como para amarrarte a los documentos. Sal y disfruta de tu cumpleaños y espero que por lo menos el pastel sea de chocolate.

— Es tú favorito? — Preguntó deteniéndose un momento delante del ventanal, disfrutando de la iluminación que el sol le enviaba a su árbol favorito.

Me encanta el chocolate, es uno de mis vicios registrados donde quiera que os registréis los vicios por el chocolate — Elena sonrió negando alegre, sin quitar la vista del jardín.

—Juro que me matas Yulia. Que yo sepa, el ser amante del chocolate no queda registrado en ninguna parte. Pero al igual que tú, a mí me encanta el chocolate.

— [i/]Elena, y tú familia. No vas a estar con ellos el día de hoy?[/i] — Preguntó Yulia creando por un momento un gran silencio entre las dos. A lo lejos, solo se escuchaba el reloj de pared que adornaba la amplia sala de la mansión. Solo aquel ruido era el único que acompañaba a tantas respuestas que podía haberle dado a la morena — Disculpa, si dije algo que no debía, Elena.

— No te preocupes hermosa, hay cosas que te iré contando cuando pueda, pero la relación con mi familia, no es nada buena desde hace mucho tiempo. Más de 15 años para ser exacta.

Lena suspiró y dejó de mirar hacia el jardín, volviendo hacia la mesa donde se sentó nuevamente, posando su mirada sobre el papel periódico.

—Desde que mis padres se enteraron de mi homosexualidad, mi madre sintió una especie de odio hacia mí, considerándome una especie de aberración para la humanidad. Más enojo siente al saberme casada y con una mujer a la cual, no considera para nada buena tampoco. Mi padre, sólo se deja llevar por los impulsos de mi madre y mi hermana...

La melliza? Como me dijiste que se llamaba? — Preguntó atenta la morena, deteniendo el proceso giratorio que hasta hace un minuto empleaba con su silla.

— Se llama Valya. Su nombre es Valentina pero todos les decimos Valya y con respecto a ella, pues, han pasado muchas cosas entre las dos, que hizo alejarnos un poco. Siempre, todos los años me llama o me envía una salutación vía e-mail. Ella no vive en Rusia, está residida en Alemania junto a su esposo y próximamente, tendrá un bebé —Yulia podía sentir la melancolía en su voz.

Vas a ser tía, Elena? Enhorabuena por ti y me alegro mucho, eso no me lo habías contado — Nuevamente comenzó a girar sobre la silla mientras jugaba con el lapicero entre sus dedos.

— Pues gracias Yulia, pero no todas las cosas que suceden a mí alrededor son alegres o agradables. Sé que poco a poco todo cambiará, debo entender que mi vida cambió porque así lo quise y que me siento a gusto con lo que pasa en ella.

Me alegro poder escucharte decir esas palabras y sé que algún día, como tú dices, cambiará todo. Ahora bien, debo reunirme en estos momentos y debo colgar, pero nuevamente quiero desearte Elena, el mejor de los cumpleaños. Te llamaré luego, vale? — Dijo escuchando que del otro lado se despedían de la misma manera para quedar la línea suspendida.

Centró su mirada en la puerta de la oficina. Allí estaba su secretaria con unas carpetas en la mano, esperando recibir órdenes de la morena quien se hallaba con la mirada pérdida, sobre ella, sin decir siquiera una sola palabra.

Al parecer la anciana señora, esperaba una reprimenda por olvidar tocar antes de entrar y la ojiazul por su parte esperaba que se materializara un rayo y terminara de volver polvo a ese cuerpo que hasta ahora, no sabía como se mantenía en pie.

— Dime Martina, que se le ofrece —Preguntó, tratando de no sonar menos simpática.

— Disculpe señorita por entrar así sin esperar sus órdenes, pero toqué y como no respondía, pensé que estaba bastante ocupada — Dijo la mujer, apretando lo más que podía con sus débiles y arrugadas manos, las carpetas.

— No te preocupes, ya está adentro. Ahora, dígame — Solicitó revisando su computadora un informe que necesitaba corregir para presentarlo seguramente en la reunión, que estaba a punto de anunciarle la mujer que aún estaba como estatua en la puerta.

— Vine a decirle, que ya los señores Volkov y los demás miembros de la junta, se encuentran en la sala de reuniones y sólo esperan por usted, joven.

— Pues, tendrán que esperar a que los sapos bailen flamenco si quieren tener el informe en vuestras manos para ya! — Susurró haciendo una mueca de fastidio. Martina agudizó un poco el oído para escuchar que había dicho la chica.

— Perdón señorita?

— Que anuncies que dentro de cinco minutos estaré en la sala de juntas, Martina y por favor, has que me lleven una taza de café bien cargado porque seguramente, mi cabeza se estrellará contra la mesa.

— Como usted ordene señorita — dijo ya saliendo de la oficina. Yulia se levantó y tomó de la impresora lo que necesitaba, para así salir seguidamente donde ya un congruente grupo de personas solo esperaban por ella.

Saludó al entrar, chequeando con la vista donde se encontraba su madre, la cual le hizo señas con su cabeza para que tomara asiento.

— Buenos días— saludó seriamente Larissa a lo que el resto de las personas saludaron con otro “Buenos días” cordialmente. Oleg, que estaba sentado al lado de su esposa, veía como su hija revisaba el móvil sin prestar la más mínima atención a lo que allí estaba sucediendo.

— Yulia — Llamó en voz baja el rubio. La morena alzó la vista de inmediato hacia su padre, gesticulando un “Lo siento” guardando el móvil mientras seguía escuchando a su madre exponer y llevar a cabo la reunión.

Pasaron dos horas cuando al fin pudo liberarse de lo aburrido que le parecía escuchar sobre informes, balances, cuentas...Etc. Estaba cansada y solo quería salir a comer algo, su estómago lo estaba reclamando a gritos.

Eran más de las doce del mediodía, así que cogió su bolso de mano, se aseguró llevarse el móvil y salió. Iría al restaurant que estaba ubicado abajo en la torre, aquel que siempre frecuentaba. Ir a comer con sus padres, no le apetecía esta vez, se ahorraría al menos los comentarios finales acerca de la reunión ya pasada.

Salió del ascensor y entró al local. No estaba muy concurrido, así que agradeció a quien quiera que la escuchara en alguna parte del sub mundo, de manera mental. Tomó asiento en la primera mesa, viendo algunos de los empleados de la empresa trasladarse a las demás mesas vacías, dirigiéndole miradas como si ella hubiese sido siempre: UNA LOCA CON MAL DE RABIA. No podía negar que era bastante prepotente y odiosa con las demás personas. Era parte del carácter que había heredado de su adorada madre, Larissa Volkova y el cual, no pretendía cambiar para nada.

— Buenas tardes señorita Yulia, cómo está? — Saludó el mesero quien ya la conocía por lo mucho que era asidua al lugar.

— Buenas tardes Yuk. Tráigame el especial de la casa por favor, sé que siempre me sorprenden con algo suculento — Dijo. El chico asintió con la cabeza regalándole una sonrisa para luego dirigirse por lo solicitado. La morena aprovechó el momento para enviar un mensaje a una chica que estaba de cumpleaños ese día.

SMSYulia: Hola Elena, buenas tardes... Como la estás pasando en tu cumpleaños?

Envió el mismo mientras tomaba un sorbo del vaso con agua que en aquel momento, el chico le había terminado de servir.

SMSElena: Hola hermosa. Hasta ahora todo ha sido muy normal considerando que para mí es un día cualquiera. Como ya te dije, no suelo celebrar mis cumpleaños — Yulia leyó, arqueando una ceja.

SMSYulia: Pues, eres un tanto aburrida, en cambio a mí me gusta celebrar mi cumpleaños a todo dar. Cuéntame, ya saliste almorzar?

SMSElena: Aún no, estoy esperando que vengan a por mí para salir a comer — Volvió a leer la morena colocando cara de fastidio.

Delante de ella se encontraba ya su plato, humeante, como su carácter en ese momento al saber que la esposita de Elena sería la que llevaría a comer a la pelirroja para celebrar por todo lo alto el cumpleaños. No que no le gusta celebrarlo?

SMSYulia: Vaya! Supongo que celebrarás muy bien tu cumpleaños este día. Recuerda no comerte el pastel antes de que os cantéis el cumpleaños, la espera es lo que más intriga.

Ya estaba perdiendo la paciencia. ¿Por qué carajos tenían que vivir en ciudades diferentes? Ah, y un matrimonio a la vista.

SMSElena: No sé a que te refieres Yulia. Te dije que no me gusta celebrarlo, solo que a mí esposa le ha dado por salir almorzar con su familia y estaré allí.

SMSYulia: Con padres y demás? — Escribió sarcásticamente probando un poco de su pasta cuatro quesos que ya se le estaba haciendo difícil tragar por la molestia que estaba comenzando a sentir en aquel instante.

Maldita idiota.

SMSElena: Es idea de mi esposa, Yulia, no voy a decirle que no, además ya estaba programado el almuerzo.

SMSYulia: No estoy diciendo nada, simplemente hago un comentario muy normal. Me alegra que tú esposa sea una mujer muy abnegada contigo, al menos demuestra que te ama.

Respondió dejando el móvil a un lado de la mesa, de la misma manera en que apartó el plato del que apenas había probado dos bocados del almuerzo. Tantas mujeres en el mundo y ella tenía que comenzar a fijarse en una que estaba casada, le llevaba diez años y para completar, estaba a miles de kilómetros de distancia.

Elena también dejó el móvil sobre su mesa mientras negaba con la cabeza y una sonrisa de oreja a oreja. Definitivamente, aquella chica estaba muriéndose de los celos por ella y lo más cumbre de todo, es que le encantaba aquella sensación.

Terminando de teclear la última palabra en su portátil, guardó el documento que estaba redactando en aquel entonces haciendo pasar a la persona que tocaba la puerta de su despacho.

— Hola, ya estás lista?— Preguntó la rubia mujer delante de su vista, sosteniendo su cartera de lado, detallando a su pelirroja esposa que aún llevaba la misma sonrisa que desde la mañana no había quitado de su rostro.

— Si Sveta, ya estoy lista. Déjame terminar de ordenar esto y estoy contigo — Dijo. Svetlana asintió y salió dejándola sola nuevamente. Volvió a su móvil y decidió escribir algo más.

SMSElena: Bien, han venido a por mí, así que ya me voy almorzar. Espero que tengas buen provecho hermosa. Un beso.

Lo envió y decidió esperar la estocada final que sabía iba a recibir. Chequeó de nuevo hacia la puerta, pero el corredor estaba sólo cuando timbró de nuevo su móvil. Leyó con cuidado y una carcajada no tan sonora pero si llena de alegría, salió desde sus pulmones, tomando su chaqueta y las llaves del coche, cerrando tras de si la puerta de su despacho.

SMSYulia: Espero que te ahogues con el pastel de cumpleaños.


[…]

A muy a pesar del clima, hacía un espléndido día para disfrutar de una reservación al aire libre en uno de los más prestigiosos restaurantes de Kazan. En la mesa, ya esperaba su suegra y uno de sus cuñados. Al menos no era el más estúpido de los dos.

Ambos al verla aparecer con su Svetlana, se levantaron de la mesa para darles la bienvenida.

— Feliz cumpleaños, cuñada — Dijo en primer lugar Román, recibiéndola con un abrazo un tanto fingido.

— Gracias — Respondió secamente la pelirroja, con una sonrisa casi obligada sobre su rostro. Svetlana saludó a su madre y se sentó. Irina se levantó seguidamente que Román se sentara, para felicitar esta vez a la pelirroja, quien le devolvió el abrazo de la misma manera en que le había respondido a su hijo.

Una vez sentados a la mesa, un mesero se acercó a ellos para tomar sus órdenes. Elena estaba con la mirada perdida sobre algún punto lejano en el horizonte. A decir verdad, no quería despreciar a su esposa, y tenía esta vez que hacer un esfuerzo sobre humano para poder soportar a su familia política.

“Espero y te ahogues con el pastel” Aquella frase le asaltó su mente haciéndola sonreír, gesto que pasó desapercibido a los que estaban en la mesa ya que estos, en esos momentos, estaban también riendo de algo que sinceramente no había captado en aquel instante.

Svetlana sólo se dedicaba a detallarla en silencio mientras comía de su plato. No había quitado su mirada de encima de su mujer ni un segundo desde que la vio despertar aquella mañana. Sabía que algo o alguien estaban haciendo muy feliz a Elena y no era ella precisamente.

— Qué te ha parecido lo de Plushenko, Elena? — Preguntó su suegra sacándola de sus cavilaciones donde placenteramente se encontraba desde hacía rato.

— Pues, no me asombra tampoco para decir verdad. La mayoría de los corruptos termináis como él, hundidos — Irina le dirigió una mirada a su hija mientras ésta, muy sutilmente le hacía señas a Elena para que no le inyectara tanta sinceridad a sus comentarios. Al fin y al cabo, aquel ministro venía siendo familia de su madre y ésta lamentaba todo lo que estaba pasando, así fuera cierto todo aquel embrollo político que ya estaba desatado en el país.

La conversación se hacía más tediosa para la pelirroja. Hablar de política y ver a su cuñado dirigirle sonrisas lascivas y falsas, le estaba sacando un poco de quicio.

— Permiso, voy al tocador un segundo — Se disculpó unos instantes, caminando hacia la puerta que fácilmente distinguía el de Damas por el de Caballeros. Entró y se encerró en uno de los toilettes individuales. Sacó su móvil y comenzó a escribir rápidamente, no quería ser sorprendida por nadie, mucho menos por su esposa.

SMSElena: Hola hermosa cómo estás?

Lo envió con la esperanza de que Yulia lo leyera pronto. Quiso saber si aún la morena se encontraba menos enojada con ella. Al ver que Yulia no respondía, a pesar que solo había pasado un minuto, decidió salir del cubículo y refrescarse un poco para retocarse de nuevo. Deseaba con todas sus ansias que el tiempo pasara de prisa.

SMSYulia: Hola, cómo estás? Qué tal el almuerzo?

[i}SMSElena: Ha estado bastante aburrido. Mi suegra se ha enfocado en hablar de Plushenko y toda su comitiva. No parece un cumpleaños, parece un mitin político.[/i]

Tecleó rápidamente.

SMSYulia: Juro por dios que no sé de quién estáis hablando en esa mesa. Es un cantante de música urbana?

Elena leyó el mensaje y no tuvo otra opción que morir de risa. Yulia tenía que leer más seguido la prensa.

SMSElena: Yulia, Plushenko es un famoso político y lo que menos tiene que ver es con la música, pero no voy aburrirte tampoco. Qué estás haciendo?

SMSYulia: Puff!!! No estoy pendiente de esas cosas Elena, y estoy en la oficina aún, con algo de trabajo y ganas de irme a casa. Si estás tan aburrida, porque no finges un fuerte dolor de cabeza y comienzas a gritar que eres una caníbal, por todo el restaurant? Así te mirarán extraño y saldrás de allí en camisa de fuerzas. Al menos en el loquero no te aburrirías tanto.

Soltó una carcajada bastante sonora, la que tuvo que controlar prontamente para no llamar la atención.

SMSElena: Jajaja! Primero antes que nada, si fuera caníbal, evitaría comerme a un ruso, somos demasiado amargados y segundo, tengo en mente a quien comerme primero.

SMSYulia: Por mí, me gustaría que fueras caníbal 100% — Terminó de escribir, sentándose detrás del escritorio mientras se alistaba para largarse una buena vez a buscar a su novia, tomarse algunas copas y terminar un poco aburrida en casa sabiendo que su “amiga” Elena, seguramente iba a celebrar con bombos y platillos, su cumpleaños.

[…]

Luego de haber salido a cenar con Natasha, decidió regresar temprano a casa. Entró y encontró todo a oscuras, vacío, sólo, sin nadie que la esperara para al menos, ofrecerle un abrazo caluroso de bienvenida.

Sacó sus zapatos, dirigiéndose al mini bar donde se sirvió un poco de vino en una copa ancha y se sentó en el sofá, encendiendo el estéreo con el control remoto, haciendo sonar una música suave para por fin, darse el lujo de drenar todo el cansancio que le había producido aquel pesado día. Cerró los ojos. Bebía del licor sin abrirlos. Necesitaba sentirse así durante unos minutos y dejar que su mente la llevara lejos, donde no la perturbara ni el más mínimo de los pensamientos negativos que a veces solían rondarle su cabecita.

A lo lejos y después de haberse percatado que se había quedado dormida en el sofá, se levantó buscando el sonido que la había despertado. Era su móvil que repicaba dentro de su cartera.

Levantándose con pesar, llegó hasta él y lo contestó con algo de pesadez.

— Hola?

Yulia... Soy yo, Elena. Disculpa si te interrumpo.

— Elena, qué sucede? — Preguntó preocupada la morena al sentir la tristeza en la voz suave de la pelirroja.

Todo esto, este cumpleaños... mi hermana — Respondió con la voz entre cortada.

— Tú hermana? A ver Elena, qué pasó con tú hermana? — Se interesó Yulia, caminando de nuevo hacia el sofá y sentándose mientras verificaba que la copa había quedado vacía sin recordar hace ya cuanto tiempo.

Bien... Ella y yo, hace mucho tiempo que estamos distanciadas y obviamente que por ser mellizas, cumplimos el mismo día.
— No te ha felicitado acaso? Es eso Elena, la razón por la qué estás así? — Cuestionó la morena levantándose por otro trago. Necesitaba sentir ese sabor amargo y dulce en su garganta.

Ella... me ha enviado un correo. Una carta donde me dice muchas cosas. Acabo de leerla y en lo que va de día, no la he llamado, ni pienso hacerlo. Me dejó sola en el momento en que más la necesité porque siempre estuve allí para ella y ahora, cree que con palabras de amor y perdón, olvidaré todo de la noche a la mañana. No pienso escribirle — Elena se escuchaba del otro lado de la línea, un poco alterada, triste, confusa.

— A ver... Creo que estás un poco alterada y aunque no sé lo que te haya escrito tu hermana, pienso que deberías dejar muchas cosas en el pasado. Es tú hermana. Hoy es su cumpleaños también, deberías dejar el rencor y...

...no pienso hacerle una llamada Yulia. Si no tienes problema, me gustaría enviarte esa carta y que la leas y me des tu opinión. Ya la he leído como 20 veces y no me nace al menos escribirle un: “Felicidades” — Yulia bebió de un solo sorbo el trago que se hallaba en la copa y una lágrima salió de su rostro. Tal vez ya era el momento de decir muchas cosas.

— Está bien, no tengo problema en que me la envíes, solo si me prometes Elena, que después que lea y te de la opinión de esa carta, sepas apreciar muchas cosas que tienes en la vida — Concluyó mientras la pelirroja del otro lado colgaba la llamada.

Volvió nuevamente al bar donde ya había pasado dos veces y llenado su copa, esta vez, tomando la botella de vino y dirigiéndose hacia su portátil a esperar aquello que Elena iba a enviarle. Bebía sorbos grandes, haciendo de la espera algo agradable y a la vez melancólica.

Cuando por fin el indicador del correo le mostró que tenía un nuevo mensaje en su bandeja de entrada, colocó la botella a un lado y decidió concentrarse en lo que a continuación, iba a leer:

“Hola hermanita:

Primero antes que nada, quiero felicitarte por tu cumpleaños, que también es el mío. Es bastante extraño, no? Como felicitarme yo misma…. En fin. Sé que hace ya algunas semanas que no quieres saber nada de mí y que ni por una video llamada quieres verme. Sé que me he comportado de la peor manera contigo y que si te soy sincera, yo tampoco me hubiese hablado a mí misma, pero hace unos cuantos años descubrí, que llevo un gran peso en mis hombros que me está matando. Desde hace tres años para acá, Sebastián ha sido todo para mí, mí apoyo, mí todo. Le he contado mis peores secretos y solo me ha sonreído y besado mi frente y me ha dicho que me ama tanto que ya nada de eso importa, porque todo ha quedado en el pasado. Pero después de muchas terapias y charlas con Sebastián desde hace más de tres meses, pensé que estaba preparada para enfrentarte, y me di cuenta que no era así y que cuando llegaste a esa fiesta donde mis suegros, con toda tú arrogancia y encanto intacto, como si los años jamás hubiesen pasado por ti, me sentí menos de nuevo, me sentí invisible. Todos te adoraban y sumado a eso, mi propio esposo te idolatra tanto que no dejé de sentir celos hasta que vi marcharte por esa puerta y sentir mi efímera felicidad cada que te marchas. Sentí que esos tres meses de terapia, se fueron al caño en menos de 10 segundos y no dejo se sentirme inferior a ti.

Pero una vez más, allí estaba Sebastián apoyándome y solo me dijo que recordara que en mi vientre llevo una hija de él, si Elena, es una niña la que tendré y me pidió que me tranquilizara, pero de nuevo volví hacer terapia casi todos los días, hablaba con Sebastián y poco a poco fui cayendo en mi error. Cuando hace algunas semanas casi pierdo a mi bebé, me sentí muy mal porque no ha nacido aún y ya la adoro tanto, que no quisiera que sufriera jamás, así como sé que sufriste tú y por mi culpa. Que por ganarme la admiración de mis padres, de nuestros padres, te eché a un lado, te sacrifiqué y me aproveché de que tú debilidad era yo y que siempre harías todo para defenderme, Elena, porque siempre supe que jamás permitirías que me hicieran daño. Hace una semana me llamó mamá, para qué? Pues, tú empresa recibió otra condecoración y todos lo sabíais menos ellos. En ese momento respiré profundo y sutilmente los mandé a la mierda... Os hice saber que la “degenerada, puta y lesbiana” es mejor que yo, en todos los sentidos, porque al menos tú eres fiel a un solo sexo, yo lo soy a ambos... Si Lenita, soy bisexual. Solo me acosté con una sola mujer pero lo soy.

Pero he cambiado un tanto, gracias a Sebastián y a sus dosis de cariño, a su madurez, he cambiado mucho. Y cuando el año pasado me enteré de tú accidente en la moto y que pensé ibas a morir, de verdad me sentí fatal, no sabía que hacer si desaparecías de este mundo Elena, porque aunque no lo creas, no soy nada sin ti, sin mi otra mitad. Confieso que no te quería cerca porque siempre te prefirieron a ti, pero esa vez tuve tanto miedo de que murieras que me la pasaba todos los días en la iglesia rezando para que nada te pasara.
Luego, Sveta me confirmó que ya estabas bien, luego, unos días después te llevaron a casa para que reposaras. Me sentía tan culpable de que tu vida haya tomado otro rumbo que en parte fue culpa mía y en otro, es amor. No quiero redimirme, nada ya tiene arreglo, pero si puedo pedirte perdón. Sé que aún no estoy preparada para verte de nuevo y aunque seamos casi iguales por fuera, por dentro somos dos personas distintas y que siempre serás mejor persona que yo.

A veces quisiera estar allí para abrazarte, que sacaras todas esas lágrimas que dentro llevas y que no quieres liberar. Que detrás de esa fachada de chica respetable, con el cabello alborotado y de vestir elegante, está esa niña que jugaba conmigo en el barro, que le robaba la bici al vecino para sacarme a pasear en el asiento trasero debajo de la lluvia y que cuando papá me regañaba, siempre estabas allí para defenderme y yo te traicioné horrible solo por la imperiosa necesidad de que voltearan a verme, sin darme cuenta de que tanto te necesitaban, que me buscaban solo para conformarse por tú ausencia.

Te conozco tanto, tanto Elena, que sé que es lo que no te gusta y lo que sí. Que idolatras a más no poder a los Star Wars y que después de ese accidente, al año tuviste que haberte comprado otra moto y la tienes escondida en algún lugar, que eres tan rusa que detestas la “sopa rusa” que amas con locura la playstation y que adoras la lectura. Que amaste con locura y te traicionaron, pero al final te casaste con ella. Esa es una pregunta que sé, algún día me responderás, por qué te casaste con Svetlana, aparte que es muy educada, sensual, sexy y hermosísima, pero algo bueno debe tener porque dejaste a un lado todos tus ligues, pero sé que eso no es una cualidad fundamental para ti en cuanto a una chica se refiere. Que deberías en particular estar con una mujer que le guste andar en bicicletas, que le guste subir a tu moto, le guste subirse a tu bicho volador ese llamado Vader, que coma hamburguesas en la calle y que ame a los cosos esos de Star Wars, por amor a cristo Elena, eres bastante rara. Sé tanto de ti Elena, te adoro tanto que ojalá y algún día, me des la oportunidad de poder hablarte de nuevo, de abrazarte y que poco a poco me permitas estar cerca de ti. Sé que lo voy a lograr y pondré todo mi empeño para ganarme de nuevo tu confianza. Eres parte de mí y te necesito mucho Elena.

Recuerdo cuando a mí se me cayó el helado en la tierra y me diste el tuyo diciendo que no te gustaba. Era mentira, todo por no verme llorar, Lena. Esas pequeñas cosas que siempre fueron grandes para mí. Todo esto lo digo de corazón hermana, déjame acercarme a ti para poder seguir siendo feliz.

Feliz cumpleaños, Valya!!

PD: La primera vez que me agarró mamá besando a Eva, no era la primera vez que lo hacía. Me puse tu chaqueta y con ella besé a Oksana, Tanya, aún no sé si era que la chaqueta era mágica.

A mi hija le pondré Dariya por dos motivos, el primero es porque era nuestra amiga y nos quería mucho y segundo siempre supe que fue tu gran amor cuando éramos pequeñas, que se besaban cuando eran niñas y que la lloras y extrañas después de su muerte. Pero sé que a lo único que no le pusiste un nombre de los personajes de Star Wars, fue a tu yegua a la que nombraste Darya, en honor a ella.

Te amo”.



De los ojos azules de Yulia brotaban sendas lágrimas una vez que finalizó de leer aquella carta. La tristeza la invadió, tomándola por sorpresa nuevamente, haciéndola recorrer nuevamente el pasado que trataba todavía de borrarse de la mente. La copa fue a estrellarse contra la pared, derramando todo el líquido tinto sobre la alfombra.

Secó sus lágrimas velozmente con el borde de su camisa sin importarle haberla manchado con el rímel que llevaba sobre sus ojos. Fue a por su móvil, y sus dedos se movían ágiles y furiosos.

SMSYulia: Espero que con lo que voy a enviarte a continuación, dejes que quejarte que tú hermana no te quiere y decidas enviarle al menos una felicitación de tu parte.

Escribió y fue a la carpeta de imágenes, seleccionando una al azar de una carpeta que guardaba con anhelo.

SMSElena: Espera.... no entiendo.

Escribió Elena mirando el móvil con extrañeza sin entender a que se refería Yulia en aquel momento.

La respuesta a su pregunta llegó de inmediato en forma de archivo multimedia. Al abrirlo, encontró una foto muy hermosa. Eran dos chicas de tal vez 5 o 6 años. Ambas eran rubias y muy pero muy parecidas. Tenían los ojos azules, aunque pudo reconocer a Yulia por la manera pícara como se reía, pero no estaba muy segura. Recostándose de la silla de su estudio, colocó ambas manos sobre su boca, viendo aún la foto de dos tiernas gemelas idénticas.

SMSElena: Yulia, no sabía que eras gemela también por Dios, sois idénticas y ambas lucís muy tiernas.

SMSYulia: Allí mi cabello es rubio, porque suelo teñirmelo ahora de grande, pero apartando eso, puedes reconocer quien soy yo?

Elena volvió a mirar la foto y decidió dar una dubitativa respuesta.

SMSElena: Creo que eres la de la derecha.

SMSYulia: Exacto, la otra se llama Kamila y hace 3 años que partió de este mundo dejándome sola.


Continuará...
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Mensaje por Volkatinale92 8/17/2020, 11:51 pm

Hola!! Grac6por subir, cada día hay cosas que más me intrigan, desde hace días que quiero saber por qué se casi Lena con Svetlana, es que todavía hay muchas cosas por resolver... gracias me gusta cada vez más!!

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Mensaje por psichobitch2 8/18/2020, 8:10 pm

CAPITULO 17: UNA VUELTA EN EL PASADO, TE TRAERÁ DE REGRESO A MOSCÚ.


>>>>>>>>>>>>>>>> INICIO FLASHBACK

Apenas faltaban tres días para el cumpleaños de Yulia y ya, desde hacía más de un mes, estaba planeando celebrarlo a todo dar. Daría una gran fiesta en casa de sus padres.

Las gemelas Volkova cumplirían 17 años y solo pensaba que quería botar la casa por la ventana.

Esa mañana, en la preparatoria Saint Pavell Veluski, transcurría muy lenta y aburrida que para Yulia, ya que las clases de historia universal jamás fueron nada agradable para ella. Con una mano apoyada sobre su mentón y el antebrazo sobre el pupitre, la morena miraba distraída hacia la pizarra mientras su profesor impartía la clase muy entusiasmado.

Vaya, él era el único que toleraba su propia clase.

— Hey, Yul — Susurró Katya que estaba sentada detrás de ella en la clase. La morena volteó disimuladamente. Ya le habían llamado la atención dos veces esa mañana y solo porque su mente estaba quien sabe donde, cuando le hicieron dos preguntas sobre el Parthenon.

— Qué quieres Katya? — Cuestionó también en susurro.

— Qué tal si invitamos a Pavell a tú fiesta de cumpleaños? Está bien guapo y no se cansa de lanzarme miradas — Dijo la rubia mirando hacia donde se sentaba el joven también rubio de cabellos rizados quien en ese momento, efectivamente no le quitaba la mirada de encima.

— No sé, es medio tonto y parece nerd, míralo bien Katya — Dijo la morena lanzándole una mirada sarcástica al chico que al verse descubierto por la mirada azul mar de la morena, se acomodó en su puesto y decidió seguir prestando atención a la aburrida clase — Ves? Es un poco gilipollas.

— Es porque lo intimidas Yulia, siempre es así. Lo asustas.

— Es un idiota, pero si quieres llevarlo a la fiesta, hazlo... Por mí no hay problema, es tú problema...

— Pero tú vas a ir con esa chica rara... No habla y solo hace ruidos extraños.

— No seas tonta... Ella es especial y te digo de una vez, es mi amiga y de Kamila, así que no quiero que le coloques adjetivos raros, entendiste? — Dijo con un tono bastante molesto hacia Sharapova, llamando la atención de su profesor.

— Señorita Volkova, es la tercera vez que le llamo la atención en clases, si no le gusta puede marcharse, pero por favor, no siga interrumpiendo con sus conversaciones. Lo mismo va para usted Señorita Sharapova, entendido?

Ambas chicas se acomodaron en sus puestos haciendo que prestaban más atención a la clase. Katya, se sintió bastante tonta después del comentario que le había hecho a Yulia con respecto a su amiga. Sabía que aquella niña era bastante especial para la morena y que ésta sentía muchas cosas por ella.

Podía decir, que Yulia había cambiado un poco cuando conoció a Ayshane en la escuela.

A veces llegaba a sentir muchos celos porque Yulia no era la misma con ella. Debía reconocer que se había alejado un poco solo por tratar de llamar la atención de la castaña joven que al parecer no se le pasaba nada mal con su mejor amiga.

Yulia se había convertido en los últimos dos años, en la chica más popular y habladora de toda la secundaria, pero a la larga, la rubia aprendió a respetar ese espacio de la pelinegra y aceptó que su amiga estaba perdidamente enamorada de aquella chica que le estaba haciendo un bien.

La clase de historia universal pasaba y los alumnos estaban concentrados. Unos que otros hablaban, otros escribían, y Volkova solo dibujaba corazones en su cuaderno. Katya le dejaba miradas a Pavell y viceversa.

La mañana en la secundaria Saint Pavell Veluski, era de lo más normal.

— Buenos días profesor Boryenka, puede venir un momento? — Anunció en el umbral de la puerta, un hombre de unos 40 años, muy pelirrojo, con una barba espesa y ojos grises.

— Buenos días Director Evgenii, en un momento estoy con usted — Dijo el profesor dejando el material sobre el escritorio y luego dirigiéndose a los alumnos — Busquen en la página 67 de vuestros libros y lean, que en la próxima hora os haré una pequeña prueba, jóvenes — Los alumnos comenzaron a protestar en susurros mientras este salía de la clase.

Katya aprovechó el momento para levantarse y sentarse sobre el pupitre de la pelinegra como siempre lo hacía, observando que su amiga solo dibujaba tonterías en su cuaderno sin el mínimo intento de acatar la orden del profesor.

— Yulia, no vas a leer lo que nos mandó el profesor Boryenka?

— No! — Dijo tajante sin alzar la vista de lo que hacía en ese momento.

— Vamos Yul, perdóname por favor. No quise hacerlo con mala intención. No quise llamar así a tu novia.

— No es mi novia — Volvió a contestar Volkova dibujando cualquier cosa en el cuaderno.

— Pero, te gusta mucho, verdad? Sé como la miras y es una chica muy linda, a veces no sé como haces para comunicarte con ella — Dijo tomando uno de los lápices de colores de la cartuchera de la morena y comenzó a trazar formas en el cuaderno también.

Yulia en ese momento dio un salto en el asiento, cayéndosele el lápiz de las manos, llevándose las mismas al corazón. Respiraba agitadamente. Katya la miraba confundida y asustada a la vez — Hey! Yul, qué te pasa? Estás bien? — Dijo tomándola suavemente de sus hombros.

— Sentí... sentí como un corrientazo recorría toda mi espina dorsal... pero... ya pasó — Dijo un poco más calmada.

— Segura? — Quiso confirmar la rubia preocupadamente. Los ojos de la pelinegra estaban muy abiertos y no dejaba de moverlos rápidamente.

— Si, fue un escalofrío horrible, tal vez sea porque estás muy cerca de mí — Ocurrentemente respondió, haciendo que Katya le diera un pequeño golpe en su brazo por el chiste.

La puerta del salón se abrió en ese momento nuevamente, y la rubia corrió hasta su puesto haciendo que el salón cayera en un sepulcral silencio.

— Señorita Volkova, recoja sus cosas y por favor diríjase al despacho del director Evgenii — anunció el profesor aún de pie junto a la puerta, esperando que Yulia se levantara. La morena miró a Katya mientras tomaba su bolso y sus libros, pero esta solo alzó los hombros. Los demás compañeros solo murmuraban cosas, sabiendo en los problemas que solía meterse la pelinegra a diario.

— Qué hice? — Preguntó Yulia inocentemente mientras el profesor Boryenka la miraba con pena a los ojos.

— No hizo nada joven, al menos esta vez — Le sonrió, viendo como Yulia salía del salón algo extrañada y confundida.

Sabía que no había hecho nada malo hasta esa hora de la mañana así que, fingiría demencia y negaría todo, al entrar en la oficina del director. Por si acaso.

A unos pocos metros, quedó más extrañada aún al ver a Grisha, uno de los escoltas de su padre, aguardando afuera del despacho. Pasó por su lado, mirando al inmenso hombre y este no dijo nada, solo le abrió la puerta dejándola pasar y encontrarse allí, sentado frente del señor Evgenii, al rubio.

— Papá, qué haces acá.... qué pasó? — Preguntó mientras su mirada recorría a la de Oleg y luego a la del director. Éste, solo le dio una palmada en su hombro y salió, dejándolos solos. Oleg, se dio la vuelta. Llevaba sus ojos un poco rojos por haber sollozado un tanto.

— A ver Yulia... es....— Oleg hablaba entrecortado mientras su hija solo le miraba confundida —... Es Kamila.

— Qué le pasó a Kamila? Dime papá — Exclamó la morena abriendo grande los ojos. Sabía que aquel escalofrío que sintió dentro del salón de clases, era por algo malo.

— Acaba de tener un fatal accidente y la tienen internada en la clínica... tú…tú mamá se encuentra en estos momentos con ella. Yulia...

— No papá... no me digas esto... Papá!!! Kamila no puede irse así... no!!!! — Gritó lanzándose literalmente sobre los brazos de su padre quien no dudó en abrazarla fuerte, dejando que se desahogara hasta cansarse.

[…]

En el coche, la pelinegra no decía ni una sola palabra. Grisha manejaba, aunque siendo cuidadoso de respetar las señales de tránsito, lo hacía a una velocidad considerable para llegar lo más rápido posible. Oleg, iba al lado de su hija que tenía la mirada perdida en los coches que viajaban afuera sabiendo que estaba totalmente destrozada.

Yulia tenía los ojos completamente hinchados por lo mucho que había llorado en el trayecto. Oleg estaba consiente que el accidente había sido muy aparatoso y que su otra hija, tenía pocas esperanzas de vida tal y como se lo había hecho saber Larissa, quien se hallaba en la clínica en aquel momento con lágrimas en sus azules orbes, que le dedicaba a la nada, sentada en aquella fría sala de espera.

Al voltear hacia la puerta de aquel lugar, donde llevaba más de dos horas en espera de algún acontecimiento, observó que entraba Yulia, aún conservando el uniforme de la preparatoria. Venía corriendo lo más que podía mientras su esposo quedaba atrás, secando también el rastro de tristeza que de sus ojos brotaban.

— Mamá, dónde está Kamila? — Preguntó con el llanto en su mirada mientras abrazaba a Larissa. Ésta, le devolvió el gesto mientras se sentaba de nuevo en la silla que ocupaba hace algunos segundos, abrazando a Yulia de la cintura.

— La tienen en terapia intensiva, mi amor... No podemos verla aún — Le dijo, acariciando su espalda.

— Yo quiero verla mamá, quiero estar con ella. Mila no puede defenderse sola y esos médicos van a maltratarla mamá, quiero verla!!! — Los gritos de Yulia se escuchaban por toda la sala. Oleg llegó hasta ella y la abrazó por detrás para que se calmara un poco.

— Hija por favor, tienes que calmarte. Nos pueden sacar de acá si no tenemos calma...

— Tú papá tiene razón, cariño. El médico quedó en avisarme. Aún no sabemos nada, tienes que mantener la calma, tenemos que hacerlo — Continuó Larissa tratando de alivianar la pena que en aquel momento sentía Yulia y con mucha razón.

Su única hermana, su gemela, aquella chica frágil que cuidaba como al más preciado tesoro que el cielo le había dado, su hermanita.

Yulia siempre fue una chica bastante elocuente y perspicaz en todo, lamentablemente su hermana no. La pequeña Kamila había nacido con un pequeño problema cerebral que la hacía ser un tanto distraída y lenta para las cosas. Su hermana, Yulia, la cuidaba y protegía de todos, hasta de ella misma.

A veces, tanto Oleg como Larissa, debían reprender a Yulia para que dejara de presumir delante de Kamila y aprendiera a tratarla más humanamente, cosa que alcanzó hacer mientras iba creciendo, mientras fue notando que cada vez su hermana estaba más alejada de la realidad.

Ahora, su otra mitad estaba allí, en una cama de una clínica, peleando entre la vida y la muerte, anhelando poder ver una vez más a su tierna hermana solo...para decirle adiós.

— Familiares de la joven Kamila Volkova? — Cuestionó el galeno al llegar a la sala de espera. Yulia de inmediato se puso de pie, seguida de Larissa que de inmediato se colocó frente al doctor.

— Somos nosotros Dr. Mishkina, dígame, cómo está mi hija?— Una lágrima salía de los ojos de Larissa, mientras colocaba sus manos sobre los hombros de su pequeña hija.

— Señora Volkova, su hija recibió un fuerte impacto en la cabeza y tiene fractura craneal. A parte, una costilla traspasó su pulmón izquierdo y se le dificulta la respiración. La hemos conectado a un respirador para que la ayude en el proceso. También tuvo un desgarramiento del bazo y otros órganos. Perdió mucha sangre señora...

— Podemos verla? — Preguntó Yulia al borde del llanto. El doctor le dirigió una lastimosa mirada a la morena y luego a Oleg quien asintió para que dejaran pasar a Yulia al menos un segundo.

— Claro, solo una persona por minuto. Supongo que tú eres su hermana, son idénticas — Le regaló una sonrisa a Yulia quien bajó la cabeza — Pero si quieres ser la primera, entonces te llevaré para que puedas verla. Tendrás que colocarte un traje especial para que puedas entrar, de acuerdo? — La pelinegra asintió de inmediato.

— Puedo ir yo primero, mamá? — Cuestionó la joven Volkova con su mirada cristalina.

— Claro que si hija, al salir iré yo y luego tú padre. Ve.

[…]

El pasillo hacia la habitación de intensivos, se le hizo bastante largo a Yulia quien a pesar de que caminaba con pasos rápidos, se le dificultaba apenas por el traje que llevaba a cuestas. Una enfermera iba a su lado, guiándole el camino. Al llegar, pudo divisar el cuarto. El 220, allí se encontraba su hermana, Kamila Volkova, conectada a varios aparatos que le parecieron lo más devastador a la morena, apenas pisó la misma.

— Tiene un minuto señorita, esperaré afuera — Anunció la enfermera cerrando la puerta silenciosamente.

Yulia caminó pausadamente, como si tuviera miedo alguno de hacer mucho ruido y despertar a su hermana. La veía tan frágil postrada en aquella cama, conectada a tantos aparatos.

Una lágrima rodó por su mejilla derecha mojando su tapabocas.

Al llegar a su lado, se quedó un rato contemplándola. Su rostro estaba demacrado aunque seguía siendo hermosa, una rubia muy hermosa. Miró hacia la puerta, pero no veía a la enfermera por ningún lado a través de la ventanilla que separaba lo externo con aquel cuarto. Sacó su guante derecho y con su mano descubierta, apretó la mano derecha de Kamila. El llanto comenzaba a fluir cada vez más rápido, haciéndole un nudo en su garganta.

Kamila, al sentir la tibieza sobre su fría mano, abrió pesadamente los ojos. Llevaba un gran vendaje sobre su cabeza donde hasta hace poco, exhibía su rubia cabellera, que había dejado de existir cuando la llevaron a cirugía.

— Sabes qué Mila? — Su voz era muy suave — Vas a salir de todo esto y voy a cuidarte mucho, mucho, porque te amo — Le dijo. Mila sonrió débilmente mientras cerraba de nuevo sus ojos, alcanzando a susurrar algunas palabras que Yulia hasta ahora recuerda con todo su corazón.

— Siempre voy a estar contigo, hermanita — Dijo la joven rubia cerrando por completo sus ojos. Yulia se dejó llevar por los sentimientos y su sollozo se hizo sentir.

La enfermera entró al escuchar el llanto de la joven de cabellos oscuros, anunciándole que debía salir. Se había finalizado aquel minuto que Yulia quiso que pasara lo más lento posible. La morena soltó la mano de su hermana y se dejó guiar por la chica hasta la salida.

Al sacarse el traje especial, corrió por el pasillo del hospital hasta divisar a su padre, quien se encontraba sentado abrazando a su esposa que no dejaba de llorar. Ambos al percatarse de la carrera con la que venía Yulia, se levantaron para recibirla en brazos. La pelinegra abrazó a su padre por la cintura y lloró desconsoladamente sintiendo que se le desgarraba el corazón.

La pequeña familia conformada en ese momento por tres personas, ya habían ido a ver a Kamila, quien estaba luchando en ese momento con todas sus fuerzas para salir de todo aquello.

A pesar de haber tenido siempre la realidad muy lejana en su mente, a Kamila le gustaba escribir mucho, le fascinaba leer tal como su madre le había enseñado amar la lectura desde muy chica pero sobre todo, adoraba escuchar a Yulia tocar el piano. Podía pasar horas y horas embelesada escuchando a su hermana, quien la deleitaba con grandes tonadas, entre sus favoritas estaba “Claro de Luna”.

Yulia cada que podía, se la tocaba hasta que veía que plácidamente se quedaba dormida en cualquier lugar de la casa, luego, la morena llamaba a su padre quien felizmente disfrutaba de aquella escena tan tierna y entre sus brazos la acogía llevándola a la habitación donde descansaba después de una jornada muy agitada de juegos.

Había pasado más de una hora, en la que todos seguían esperando alguna buena noticia, cuando de pronto Yulia se levantó de la hilera de sillas donde se encontraba con sus padres, llevándose de nuevo la mano al pecho. Esta vez, la respiración le faltaba y la opresión que sentía era cada vez más fuerte. No podía respirar. Abría la boca, tratando de enviar bocanadas de aires a sus pulmones, pero cada vez se sentía peor.

Oleg, al percatarse de lo que estaba sucediéndole a su hija, corrió de inmediato y la alzó en brazos. Larissa también corrió por ayuda, al ver a la chica literalmente asfixiada en los brazos de su esposo.

— Pa...pá! Kamila... Mila… se...fue papá! Ayúdala por...favor — Las palabras de la boca de la morena salían con bastante trabajo. Oleg al percatarse que su hija estaba pasando por una crisis respiratoria, corrió con ella en brazos hacia emergencias encontrándose y tropezándose con Larissa en el camino quien traía ayuda con ella.

Una enfermera rápidamente colocaba en una camilla a la pelinegra llevándosela para asistirla. Oleg y Larissa estaban devastados al ver también el estado anímico de su otra hija. Al parecer todas las desgracias estaban cayendo una tras otra para la familia Volkova en aquel entonces.

Oleg, abrazado a su esposa, veía correr a varios doctores y enfermeras a la habitación 220, mientras de sus ojos brotaban sendas lágrimas.

Ese día, Yulia sintió como su hermana partía al cielo, agradeciendo en el fondo el haberse podido despedir de ella, sin olvidar aquella promesa que en vida Kamila Volkova, de apenas 16 años de edad, a solo tres días para su cumpleaños, le había hecho a su hermana, la que cuidó de ella y la protegió de todos los malos que en algún momento, quisieron dañarle su inocencia.



>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> FIN FLASHBACK


Aquella mañana fría y lluviosa de Noviembre, Yulia Volkova lloraba sobre la tumba de aquel ángel que hacía tres años había partido de su lado, teniendo la certeza que en algún lugar donde estuviera, se encontraba cuidándola y protegiéndola así como ella en vida lo hiciera durante 16 largos y especiales años.

Una rosa blanca descansaba sobre la tumba donde fácilmente podía leerse la inscripción:


KAMILA. S. VOLKOVA 1994 — 2010.

ADORADA HIJA Y HERMANA.
SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES.


[…]


Elena Katina se encontraba inquieta en su oficina. No había podido dormir, y el dolor de cabeza que sentía en aquel momento, parecía inclemente.

Difícilmente se concentraba en lo que hacía, no tenía cabeza para nada, todo era un completo desastre dentro de ella misma, se sentía tan devastada por la vida.

La noche pasada había aprendido una lección muy grande de manos de una persona a la que apenas conocía. Se reprendía por ello sintiéndose tan, ridícula.

Caminaba de arriba a abajo, de izquierda a derecha por toda la oficina. Siempre ocurría cuando no hallaba como comenzar las cosas, cuando no sabía como terminarlas tampoco.

Se sentó de golpe sobre el sofá de la oficina y agarró sus sienes con sus dedos.

— Awww!!! Katina, eres una imbécil — Dijo en voz alta sin percatarse que alguien la había escuchado desde la puerta.

— A ver Katina, por qué insistes en decirle al mundo y a los cuatro vientos tú mayor defecto? — Preguntó Nastya a manera de broma cerrando la puerta detrás de ella mientras en sus manos descansaba una bolsa de frituras a medio servir.

— No seas.... Awwww!!! Nastya, no estoy para tú horripilante sentido del humor por favor — Elena terminó poniéndose de pie para luego sentarse nuevamente, esta vez, detrás de su escritorio. Nastya la veía con una ceja levantada, llevándose a la boca un buen trozo de una patata chips.

— A ver, que hiciste ayer en tu cumpleaños... Peleaste con la serpiente venenosa de tu mujer o acaso no te dio tu regalito de cumpleaños, sexual?

— Por favor Nastya, tú humor, tú humor.... Por qué no dejas de decir gilipolleces algún día en tú vida? — Dijo transcribiendo algo en la portátil. Nastya se sentó al frente de ella, ofreciéndole de la bolsa de frituras. Elena amablemente negó con la cabeza.

— Entonces, si no fue la amagada de tú mujer, supongo que fue la amargada de tú hermana que te echó a perder el cumpleaños, no es así? — Dijo. Elena dejó lo que estaba haciendo en ese instante y se recostó por completo en la silla, cruzando sus brazos sobre su vientre y mirando fijamente a la castaña a los ojos.

— Sabes? Solía quejarme muchas veces de lo que era mi vida y de lo que aún es. Vivía inconscientemente un trauma por como me había tocado vivir parte de mi vida, de mi adolescencia. Pensaba que tenía el problema más grande del mundo y jamás pensé que la vida me estaba dando una lección y que todo tiene un porqué...

— A ver Lenoska, a qué se debe tú ataque de filosofía? Eres abogada no poeta... Qué pasó? — La castaña intervino, interrumpiendo el monólogo verborreico de la pelirroja — Lena bufó desesperada.

— Nastya, es que tengo que apreciar las cosas por lo que son y por el tiempo que tienen que pasar. Permites que te cuente algo? — Dijo poniéndose de pie, parándose de frente al gran ventanal donde la ciudad de Kazan la resguardaba. Su mejor amiga, solo podía mirarle la espalda pero dejando a un lado lo que se estaba comiendo, llegó hasta donde Elena se encontraba, colocándole su mano amiga sobre sus hombros.

— Elena, aquí voy a estar siempre cuando me necesites, dime que pasó... Te escucho — Elena suspiró.

— Pasó que... Valya me ha enviado una carta por nuestro cumpleaños abriéndome los ojos en muchas cosas, aclarándome otras. Nunca había apreciado la vida como tal después de lo que anoche leí y... — Se interrumpió ella misma para mirar fijamente a Nastya que la escuchaba con atención.

— Elena, permíteme decirte algo con toda la confianza que ambas nos tenemos desde hace mucho tiempo — Anunció la castaña cruzándose de brazos, mirando el horizonte — Te conozco desde hace más de 15 años y sé que estás así por algo más. No es Valya, porque aunque sea tú hermana y todo lo que te haya hecho en algún momento de vuestras vidas, la has perdonado siempre, amas demasiado a esa mujer como para que no te duelan todas las cosas que te haya hecho pasar — Pausó y esta vez miró el perfil de su amiga — Sé que tampoco estás así por Svetlana, ella es demasiado inteligente como para hacerte cabrear en alguna parte de tú vida, no es tonta para perderte así de fácil. Puedo hacerte una pregunta? — Elena permanecía con la mirada sobre la fría ciudad, comenzaba a nevar apenas. Suspiró profundamente, botando el aire con fuerzas. Conocía demasiado a Nastya.

— Dime...

— Es rubia o pelinegra? — Elena cerró los ojos y una sonrisa de lado se dibujó en sus labios. Para Nastya, esta acción pasó desapercibida.

— Pelinegra — Respondió la pelirroja.

— Qué edad tiene?

— 26 años — Volvió a contestar. Nastya asintió con una sonrisa y volvió hasta el escritorio tomando de nuevo la bolsa de frituras que anteriormente había dejado allí y caminó hacia la puerta.

— Solo sé feliz Elena, porque al fin comienzas a serlo.

— Nast... — Llamó la pelirroja haciendo que la castaña frenara su andar antes de marcharse. Ésta se giró a verla — Necesito que me ayudes a volver a Moscú, mañana mismo.


Continuará...
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Mensaje por valepi 8/19/2020, 2:58 pm

Continuala pronto!!! Smile Me pregunto lo que pasará cuando Lena vuelva a Moscú I love you

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Mensaje por Volkatinale92 8/19/2020, 3:24 pm

Gracias por continuar, cada vez más intrigada con el pasado de Lena...

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Mensaje por psichobitch2 8/20/2020, 4:10 pm

Saludos, guapas!!!


CAPITULO 18: VEINTE AÑOS.


Eran las 20 horas con 47 minutos cuando aterrizó en el aeropuerto de Moscú. Estaba cansada y con algo de sueño.

Una valija de mano era su única acompañante, bajo el clima frío de la ciudad moscovita.

Llevaba una gabardina larga, una bufanda ajustada a su cuello para cubrirse un poco del invierno y unos guantes de cuero, color marrón. Sabía que todo aquello era una locura, una que ya se le estaba escapando de las manos, pero que necesitaba hacer.

Guardó su teléfono móvil después de haber hecho una reservación en un hotel cercano a la ciudad. Todo había sido muy improvisado, hasta ahora.

Ubicó con la mirada un taxi y le hizo señas para abordarlo.

— Buenas noches, caballero — Dijo asomándose a la ventana de la puerta del copiloto. El chofer era un hombre joven, algo regordete y con un bigote bastante poblado que lo hacía lucir algo gracioso.

— Buenas noches señorita, hacia dónde se dirige? — Preguntó amablemente el conductor.

— Si, podría llevarme al Grant Moscow Hotel, por favor — El joven asintió y Lena se apresuró a abordar el coche. Afuera hacía (-10) grados de temperatura. Endemoniadamente congelante.

Su verdigris mirada contemplaba el frío paisaje que pasaba a 70 kms por horas frente a sus ojos. Las calles estaban solas y sólo tenía un único pensamiento en su cabeza: Yulia.

No supo cuántas veces había abandonado la idea de ir a buscarla estando apenas 10 minutos dentro de aquel coche. No sabía si estaba haciendo mal, si aquello había sido una buena idea.

Dejó todo simplemente por correr al lado de una mujer que apenas conocía, pero algo muy dentro de ella le pedía a gritos que no abandonara aquella locura, por nada del mundo.

Decidió cerrar los ojos un momento previniendo no quedarse dormida, ya encontraría el momento para hacerlo. Ahora lo único que necesitaba era una ducha para relajarse.

Bajó del taxi cancelándole al chofer y tomó su valija, cubriéndose lo que más podía con su gabardina. Caminó más rápido de lo que aventuraba normalmente y al llegar al lobby, asintió con alegría por sentir un poco de calidez en su cuerpo.

Al finalizar el registro, amablemente le indicó al botones que no hacía falta la ayuda para trasladarse a su habitación, al fin y al cabo no llevaba mucho consigo aquella noche.

Abrió la puerta y encendió la luz quitándose luego el abrigo y la bufanda para dejar todo sobre un amplio sofá donde las prendas pasaron hacerle compañía a su maleta. Se sentó en la cama sacando con afán sus zapatos y se acostó suspirando agradecida por encontrarse descansando, al menos su cuerpo ya lo estaba haciendo en aquel momento, pero su mente no. Sus pensamientos seguían girando acerca de aquella carta que su hermana le había dedicado y una confesión que le había dado la mejor lección de vida, la que jamás nadie le había ofrecido nunca.

Un albornoz blanco cubría su níveo cuerpo. Su cabello recién lavado destilaba apenas unas cuantas gotitas de agua que resbalaban por su cuello invadido de pequeñas pecas. Sobre una mesa en el interior de la habitación, descansaba una bandeja con frutas que había solicitado al servicio hacía unos 15 minutos atrás.

Tomó un trozo de alguna fruta y degustó un poco mientras sacaba voluntad de donde no tenía en ese momento y marcaba un número móvil.

Mientras el repique de la otra línea sonaba en su oído, caminó hasta el ventanal que ocupaba su habitación, con un andar pausado sobre la alfombra, con sus delicados pies descalzos sobre ella.

Hola! — Dijo la voz ronquecina de la morena.

— Hola Yulia, cómo estás? — Preguntó Elena con la mirada puesta sobre la ciudad y el corazón amenazándole con salir de su pecho.

Emh! Me...encuentro bien y tú?

— Bien, aunque sé que no lo estás y en parte tengo culpa. Suelo ser tan torpe a veces que no sé como decir las cosas ni como afrontarlas y te hice un daño trayendo un recuerdo bastante doloroso para ti...

No te preocupes Elena, en verdad, me encuentro bien... Ese recuerdo siempre va a estar allí presente... y…

— Yulia, estoy en Moscú — Interrumpió sintiendo el silencio apoderarse de inmediato de la situación.

Yulia se levantó de inmediato de la cama, echando un vistazo al cuerpo que descansaba placenteramente a su lado. Se percató que Natasha estaba profundamente dormida, se colocó una bata sobre su desnudo cuerpo y con cuidado cerró la puerta detrás de ella.

Qué estás acá en Moscú?? Pe... pero cómo Elena??... Acaso, es alguna otra reunión importante que te trajo hasta acá? — Buscó desesperadamente un cigarrillo y lo encendió, deteniéndose frente a la terraza de su apartamento, mirando como comenzaba a caer la nieve sobre la metrópolis.

— Necesitaba de alguna manera poder sentir que estabas bien Yulia, porque sé que estos días te he sentido muy distante.

Podías haberme llamado o escrito, no tenías que venir hasta acá... sólo para saber que estoy bien — Caló un poco de su cigarrillo botando el humo fuertemente por la boca — Sigues gastándome sorpresas Elena que en verdad no sé como tomarlas — Volvió de nuevo una pausa de silencio mientras sólo se escuchaban las respiraciones de cada una — Dónde estás?

— En un hotel. Llegué hace más de una hora a la capital y bueno... Lamento darte este tipo de sorpresas Yulia, actúo y luego pienso. Lo sé.

Podemos vernos en 30 minutos en la plaza roja? — Preguntó la morena terminando de fumar para botar la colilla en uno de sus ceniceros. Una sonrisa se dibujó en su rostro juvenil.

— 30 minutos? — Cuestionó bastante emocionada Elena también, dibujándosele una sonrisa la cual Yulia pudo sentir a la distancia.

Bueno... En 30 minutos pueden suceder muchas cosas, no te parece? — Preguntó jocosamente mientras jugaba con un mechón de su azabache cabello.

— Nos vemos allí entonces… Cuídate hermosa.

Al colgar la llamada ninguna de las dos supo expresar lo que sentían en ese instante. Yulia corrió hacia su habitación, recordando que su novia se encontraba dormida sobre su cama, culpándose interiormente por todo lo que estaba haciendo a sus espaldas, pero sin dejar que su corazón se detuviera ni un solo instante para evitar apagar la alegría que estaba sintiendo.

Por otra parte, Elena se encontraba estupefacta sin saber como empezar a vestirse. Por unos segundos olvidó si sus bragas iban encima o debajo del pantalón, así que se sentó, respiró profundo y fue en busca de su valija para comenzar el proceso lo más rápido que podía.

Lo que menos quería, era hacer esperar a Yulia bajo la fría noche en la oscuridad de una plaza que seguramente, iba a ser testigo de muchas cosas.

Eran las 22 horas exactas cuando se bajó de otro taxi y acomodó su chaqueta gris, metiendo las manos dentro de los bolsillos, mientras se dirigía a una zona más iluminada del monumento.
La Catedral de San Basilio, brillaba muy coloridamente y la gente caminaba por las calles como si apenas fueran las 8:00 horas de la mañana.

Iba de jeans ajustados, zapatillas cómodas y una chaqueta bastante gruesa para poder resguardarse del tiempo que cada vez amenazaba más en hacer bajar el termómetro ambiental. Una mano la tomó por un brazo, haciendo que se sobresaltara, y al girarse, dos grandes ojos azul celeste, la veían con una sonrisa en su rostro.

— Te asusté? — Preguntó aún sosteniendo el brazo de la pelirroja.

— Pues... un poco, no te sentí llegar, pensé que avisarías.

— Lo siento, pero te dije que estaría acá en 30 minutos, y aquí estoy… ya vez, 30 minutos... El parpadeo de nuestros ojos, 30 minutos para alterar nuestras vidas, 30 minutos.... para decidirme... para susurrar tu nombre... para llevar una culpa sobre mis hombros...

— 30 minutos de dicha... de mentiras... para decidir finalmente… — Ambas rieron después de recitar aquella estrofa de la conocida canción quedándose en silencio nuevamente, mirándose a los ojos, diciéndose con las miradas tantas cosas que sus bocas aún no eran capaz de hablar.

Con todas las ansias guardadas en su alma, Elena haló el cuerpo de la morena hasta rodearla con sus brazos en un fuerte y cálido abrazo, sintiendo como las pequeñas extremidades de Yulia se aferraban también a su cuerpo, fundiéndose en aquel instante en ese acto improvisado que vino desde el fondo de aquellos dos corazones que tanto buscaban sentirse.

— Lo siento tanto hermosa, siento mucho haberte hecho pasar por todo esto solo porque... porque creí que mi vida era lo peor que podía haber estado viviendo y me has enseñado que... que la gente débil es la más fuerte — Susurraba Elena muy cerca del oído izquierdo de Yulia sintiendo que esta comenzaba a sollozar mojando su chaqueta, atrayéndola así más hacia ella. No quería terminar por nada del mundo aquel abrazo sabiendo que aquella chiquilla necesitaba de uno en aquel momento.

Despacio se fue separando de ella y con su mano fue levantando el mentón de la pelinegra quien llevaba en su rostro lágrimas que descendían rápidamente por sus mejillas — Mírame — Le pidió. Yulia abrió sus ojos y alzando su vista, buscó aquella mirada tan especial que había hecho un desastre en su alma, cuando la vio por primera vez.

— Dime...

— No llores, porque no quiero verte sufrir. Lo que te ha pasado te ha hecho muy fuerte y sé que eres una mujer muy poderosa... Quieres…quieres qué tomemos algo? — Cuestionó sin quitarle la mirada de encima y viceversa. Pasó sus pulgares por las suaves mejillas de la morena, sacándole las lágrimas.

— Si, pero que sea de chocolate — Dijo Yulia ahogando el sollozo con su risa, contagiando a la pelirroja también. Lena iba a tomarle la mano pero la quitó de inmediato, sintiéndose tímida por pensar en aquello — Puedes llevarme de la mano, no me da pena.

— Segura? —Dijo, a lo que Yulia asintió para luego tomar lentamente la fría mano de la pequeña, y dirigirse hacia un local para conversar un rato más.

Conscientes de que era algo tarde, a ninguna de las dos les parecía importar muy poco el tiempo. Estar con Elena en aquella noche de invierno compartiendo una bebida caliente de chocolate, era algo que nunca había pasado por su alocada cabecita. Mucho menos, que aquella chica volviera a tomar un avión solo para cerciorarse que se sentía bien y sobre todo, sentir aquel cálido abrazo que le había brindado apenas hace unos minutos. Era algo, que nadie había hecho por ella, incluso, estando tan cerca.

— Siempre tienes qué beber esa cosa? — Preguntó la morena señalando el vaso de Coca Cola Zero que Elena bebía gustosamente. Lena rió negando con la cabeza.

—Es mi bebida favorita, ya te lo he dicho — Elena le guiñó un ojo divertida haciendo sonrojar a Yulia — A ver, tienes alguna bebida favorita a parte del Dr. Pepper? — Yulia abrió los ojos algo sorprendidos.

— Te acordaste?! — Lena le regaló una sonrisa y le dio un piquetito en la mano — Bueno… A parte del Dr. Pepper Cherry….Emh!! Me gusta mucho el jugo de tomate y el chocolate, aunque solo lo bebo cuando hace mucho frío, como ahora.

— Que bueno, a mí me gusta también el chocolate, como ya te lo he comentado anteriormente pero me gustan mucho las bebidas calientes y entre ellas el café — Sorbió un poco más de su gaseosa mientras veía a Yulia jugar con su vaso. Aquella actitud le parecía tan infantil y tierna a la vez, que solo pudo sonreír un poco más.

— De qué te ríes? — Preguntó la morena al escuchar a la pelirroja hacerlo.

— Es que pareces un chiquilla jugando con el vaso — Yulia dejó de mover sus manos y se sentó más erguida sobre la silla. Elena se dio cuenta del cambio — Pasa algo?

— No! Solo que… ya no quiero más chocolate... Ya me he calentado bastante... sí —Elena paseaba la mirada del vaso a Yulia.

— Está bien, si no quieres más chocolate entonces no bebas — La pelirroja apartó también su vaso viendo la seriedad en la cara de la pelinegra.

Yulia al parecer se había quedado un tanto pensativa, así que ella decidió volver a retomar la conversación.

— A ver hermosa, la razón por la que vine hasta acá es para no verte, ni sentirte triste y aún te siento así... Tal vez no debí haberte mostrado aquella carta y si hubiese sabido que detrás de todo esto...

— Espera Elena... — Levantó la mirada hacia la de la otra chica — No tienes por qué arrepentirte de lo que hagas, porque también tengo culpa de algunas cosas. De acuerdo? A ver… — Suspiró tratando de relajarse un poco — Siempre te dije que era hija única porque no me parece andar comentándole a todo el mundo acerca de ella... de Kamila, y no es porque me avergüence de hacerlo, al contrario… Era mi hermana y la amé mucho, solo que me duele recordar como se fue de mi lado… pero me hiciste enojar por la manera en que te expresabas de tu hermana sólo por un pasado que al final es eso, pasado.

— Lo sé... — Al igual que Yulia, suspiró, haciéndose para atrás en la silla — Sólo que suelo ser un poco orgullosa y no me libero fácilmente — Ahora miraba a un punto en la nada mientras continuaba — Tuve una infancia muy feliz, con mi familia… no puedo negarlo. Mis padres nos lo dieron todo sin importarles nada. Valya siempre fue muy débil y yo, salía en su defensa — Yulia imitó la acción de la pelirroja sobre la silla, colocando sus brazos cruzados mientras prestaba toda su atención. Algo favorable en la actitud de la morena, considerando que siempre fue muy distraída para cuando le explicaban o exponían algo — Valya, jamás supo como defenderse y mi padre la humillaba mucho. Pero allí estaba yo, sacándola de aprietos y cuando me dio esa puñalada por detrás, no sabes cuanto me dolió... hasta ahora… que después de 16 años, toma un pedazo de papel (literalmente) me explica todo y cada una de las cosas, como sucedieron en verdad, mientras yo estuve encerrada en un internado, sin recibir siquiera la visita de mis papás, todo por un error que ella misma cometió.
Pero después de tus palabras, me sentí tan pequeña a tu lado, sentí tanta vergüenza porque al menos yo puedo decir que mi hermana está a mi lado, aunque se encuentre a miles de kilómetros en estos momentos — Volvió su vista hacia Yulia quien volvía a jugar con su bebida.

— Kamila... Kamila era una persona muy especial — Habló la morena siendo ella ahora quien mirara hacia las murallas del Kremlin que bendecían en ese momento el paisaje — Nunca pensé tener una mejor hermana que ella. Era mi complemento... Mi otra mitad. Cuando éramos chicas, mis padres jamás habían mencionado acerca... acerca… — Cerró sus azules ojos sintiendo un fuerte nudo en la garganta que le amargaba el momento. Elena muy tiernamente, tomó una de sus manos que estaba sobre la mesa y acarició sus nudillos, haciendo que la morena suspirara levemente.

— Te sientes bien? Quieres continuar? — Preguntó enviándole todo el apoyo con aquellas palabras mientras seguía acariciando la tibia mano de Yulia.

— Sí... Estoy bien — Dijo asintiendo con la cabeza volviendo abrir los ojos, encontrándose con la mirada de la pelirroja, cargada de tanta nostalgia.

— Entonces, quiero que sepas, que voy a escucharte todo lo que quieras decir, Yulia. Si te hace sentir bien hablar de tu hermana, hazlo porque voy a estar aquí, simplemente, para apoyarte — Yulia tragó el nudo que tenía en la garganta y continuó.

— Cuando... me enteré que Kamila tenía un problema a nivel de entendimiento, ella y yo apenas éramos muy chicas y mamá tuvo que decírmelo porque yo notaba algo extraño en ella. Jamás pensé que me afectaría tanto, pero a raíz de ello, amé y adoré a mi hermana hasta el final. Ella...Demonios… Ella...tenía un retraso que la hacía ser un mucho más lenta que los demás y habían muchos niños que se burlaban de ella, eso me llenaba de coraje y siempre la defendía de todos. Pero en algunas cosas era bastante inteligente, como en decirle a mamá que siempre estaba molestándole — Yulia rió débilmente mientras rodaba los ojos, limpiando una lágrima que venía rodando por una de sus mejillas. Lena la escuchaba con atención — Fuimos creciendo y mis padres nos colocaban maestros particulares porque no querían que a ella le afectara el ambiente que nos rodeaba. Siempre fue una chica muy lista porque prestaba más atención que yo en todo. Suelo distraerme mucho — Dijo haciendo de nuevo otra mueca de fastidio — Pero a la larga, terminaron inscribiéndola en clases especiales en el mismo colegio donde estudiaba yo. Allí aprendió a desenvolverse más — Hizo una pausa y secó ambos ojos con las mangas de su abrigo — Quieres conocerla de grande? — Preguntó, sabiendo que la foto que le había enviado a Elena en una oportunidad, ambas aparecían con apenas 5 años.

Sacó su teléfono móvil y después de buscar la imagen, le mostró una muy particular a la pelirroja donde su hermana y ella, aparecían juntas… Cara a cara — Mira, acá teníamos apenas 14 años de edad — Elena tomó el móvil de Yulia en sus manos y contempló la foto, mostrando una actitud de sorpresa.

— Pero, eran muy iguales, Yulia, aunque puedo distinguir fácilmente quien eres tú... Siempre fuiste muy risueña y avispada? — Preguntó, entregándole de vuelta el móvil y bebiendo un nuevo sorbo de la Coca-Cola que descansaba sobre la mesa del pequeño café.

— Siempre lo fui, aunque antes era un poco más alegre, solo que he pasado por unas cuantas cosas en el transcurrir de mi vida que me han hecho madurar a la fuerza, tener más control en las cosas que hago y ver desde otra perspectiva lo que enfrento a diario. Desde que murió Kamila, me he vuelto un tanto amargada con la vida, porque no me dejó disfrutar de la persona a quien más amaba sobre esta tierra.

— Yulia.... cómo murió tú hermana?... — Se hizo un silencio bastante prolongado en la mesa.

La morena hacía círculos con su dedo índice sobre la pantalla del celular y Lena solo se dedicaba a observarla.

—Nena, si no quieres decirme, te entenderé. Solo creo que hablando de ello, podrás sentirte un poco mejor — Enfatizó la pelirroja volviendo a colocar su mirada atenta sobre Yulia, quien miraba el sobremesa de manera distante.

— Ella… Ella, tuvo un accidente de tránsito cuando apenas faltaban 3 días para nuestro cumpleaños número 17. En la escuela donde estudiábamos, esa semana estaban celebrando su aniversario y solo debíamos ir a cumplir horarios o simplemente ir y participar de las actividades que programaban como obras de teatros, musicales, cosas tontas… Mi madre decidió enviar a Kamila donde mis tíos, fuera de la ciudad, solo para que se distrajera unos días. Mientras reanudaban las clases.
Mi tía, la adoraba mucho y le dijo que cuidaría de ella lo suficiente. Yo insistí en ir, pero iba mal en algunas materias y mamá insistió que debía asistir al colegio porque con aquellas actividades extracurriculares, seguramente mi promedio mejoraría y ella sutilmente me decía que no quería vagos en su familia, sólo personas sobresalientes, así que tuve que quedarme en Moscú.

Una lágrima venía rodando de su mejilla derecha la cual Elena notó y quiso limpiarla, pero Yulia se lo impidió, sacándola ella misma de inmediato. Aún continuaba con su vista sobre la mesa, haciendo con sus manos, un poco de distracción mientras continuaba.

— Pasó toda la semana y yo volví a clases, pero mi tía no había querido enviar a Kamila de vuelta a la ciudad hasta ese lunes. Mamá tenía que irla a buscar pero se le presentó un maldito inconveniente en la empresa y envió al chofer.

Elena notó como la pelinegra comenzaba a empuñar sus manos, viendo como se tornaban blancas por la presión ejercida. Tenía que dejarla continuar, que drenara todo lo que estaba sintiendo en ese momento.

— Él... perdió el control del coche al parecer y fue a estrellarse con otro hasta volcarse. Kamila salió disparada por la ventana, porque mientras el auto volcaba por el asfalto, el cinturón se le hubo desprendido y el impacto... hizo que... golpeara su cabeza en el suelo rompiéndole su cabecita por dentro.

Yulia se levantó drásticamente de la silla, dirigiéndose hacia el barandal para allí apoyarse, dejándose arrastrar por los sentimientos que arrancaron justamente muchas lágrimas al revivir de nuevo aquel amargo recuerdo. Nunca antes había contado toda esa experiencia que había sentido sin haberla vivido, a nadie. Muchas pesadillas habían embargado sus noches haciéndola despertar de madrugada, pensando en mil maneras de como pudo haber salvado a su hermana.

— Si mi mamá me hubiese dejado ir, esto no hubiese pasado!!! Todo fue mi culpa por ser tan poco inteligente e ir mal en mis estudios!!!! — Los gritos de la morena llamaban la atención de algunos de los comensales que allí habían, haciendo que levantaran murmullos.

Elena, quien ya se encontraba detrás de la morena, trataba de colocar sus manos sobre los hombros de aquella menuda chica que la estaba martirizando el pasado. Tenía miedo de tocarla, de herirla. Desde aquella altura, podía ver los gestos que hacía Yulia por los sollozos causados por el llanto.

— Mamá tenía que ir por ella!!! Pero era más importante su maldito trabajo y la dejó sola... sola... la dejó sola!!!

El llanto era cada vez más fuerte y pronunciado hasta que sintió las manos de su acompañante sobre sus propios hombros. Un tierno beso se colaba en la parte trasera de su cabeza haciéndola sentir un escalofrío repentino que tomó por sorpresa su columna vertebral.

Las lágrimas fueron cesando como si de un grifo se tratara y hubiesen cerrado el paso del agua. Cerró los ojos y fue girándose lentamente hasta abrirlos de nuevo, encontrando frente a ella, un rostro bañado por hermosas pecas adornado por dos esmeraldas que en aquellos momentos se encontraban cerrados bajo unas largas pestañas que le daban vida. Su respiración comenzó hacerse más entrecortada sintiendo que Elena llevaba sus manos hasta su cara, aún con los ojos cerrados, atrayéndola más hacia ella, hasta unir sus frentes. Por instinto cerró los ojos también, mientras los minutos y todo a su alrededor se borraban de aquel espacio que ambas muy en el fondo no querían que terminara.

— Lo siento tanto hermosa, lo siento tanto — Dijo Lena aún manteniendo aquella posición.

Los dedos de la pelirroja acariciaban la nuca de la morena muy despacio haciendo que ésta se relajara un poco. Había logrado detener el llanto y ahora solo se dedicaban a sentirse más de cerca, anhelando con todas sus fuerzas, que el tiempo se haya paralizado.

Lena abrió los ojos despacio, detallando el suave rostro de Yulia que descansaba entre sus propias manos. Estaba tan cerca de un beso, estaba tan cerca de mandar todo a volar y dedicarse a sentir aquello que no supo como se había apoderado de ella.

Ladeó su cara y su nariz paseaba tiernamente por la mejilla izquierda de Yulia, luego, con sus labios, secaba prudentemente cada lágrima que allí se posaba.

La pelinegra aún con sus ojos cerrados, sentía por arte de magia su tristeza pasar a segundo plano, dejándose llevar por aquella agradable sensación que vivía en ese instante, aquel minuto, aquella hora... Lena pasó de la izquierda a la derecha, repitiendo la misma acción con sus tiernos labios para borrar por completo, todo rastro de tristeza sobre aquel hermoso rostro que contemplaba a sus anchas.

Yulia temblaba entre sus brazos, sin saber si era por el frío de la noche o la cercanía de sus cuerpos. La pelirroja veía aquellos labios rosa que la invitaban a algo más y lentamente, muy cuidadosa y calmada, fue acercándose más y más hasta que volvió a cerrar sus ojos y sentir el gusto sobre su boca, aquel sabor a chocolate que no se habían llevado la sal de las lágrimas que en algún momento rodaron por allí.

Besó con entusiasmo a Yulia sintiendo que sus labios no estaban siendo rechazados, sino al contrario, invitaban a seguir con aquel beso que sabía a fortuna y a pecado, dejándose llevar por un sin fin de sentimientos y sensaciones que sus corazones hablaban con sus labios.

Las manos de la morena rodearon la esbelta cintura de Elena y su boca se abrió más para dejar entrar por completo todo aquel sentimiento que estaba a flor de piel entre las dos. Elena acercó más con sus manos el rostro de Yulia, vaciando cada palabra que en algún momento quiso decir, solo con sus labios sellándose entre los de ella.

Fueron separándose hasta que el aire comenzó hacer falta para volver a la posición en que todo había comenzado. Sus frentes unidas y sus ojos cerrados, sólo sus respiraciones y el latir de sus corazones, era lo único que podían escucharse en aquel hermoso instante.

— Yulia… no sé que me pasa contigo, lo juro... Sé… sé que no era el momento, pero tengo un corazón que no escucha razones y sentimientos que con el pasar del tiempo, van creciendo dentro de mí — La respiración de Lena hacía cosquillas sobre los labios de la pelinegra.

— No creo que tú corazón sea el único que no entienda palabra alguna de lo que la razón le esté diciendo en estos momentos, Elena — Terminó diciendo, abriendo sus ojos al mismo tiempo en que Lena abría los suyos, encontrándose con sus pupilas irradiando un brillo que jamás había visto nunca, en alguna mujer. La pelirroja sólo sintió que literalmente estaba en el cielo. Jamás había visto un color azul tan semejante al firmamento, en una sola mirada.

Yulia fue separándose haciendo girar su cabeza a otra parte. Elena con cuidado, colocó sus dedos sobre el mentón de ella, para evitar algún sentimiento de culpa. Si alguien tenía que sentirse así, era precisamente ella, por llevar un anillo de compromiso en su mano izquierda.

— Mírame — Solicitó haciendo que la ojiazul volviera su mirada hacia la de ella — No tienes por qué sentirte mal porque yo no me siento así — Dijo tratando de buscar la mirada de Yulia — Hermosa, sé que estoy casada y que en este momento desearía no estarlo y sé que tienes pareja y que la has dejado sola en casa, solo por estar aquí... conmigo — Yulia abrió grande los ojos por la sorpresa. Lena rió —Sé que estabas con ella al momento en que te llamé y siento haberte sacado de casa y que la dejaras allí...

— Pues... Si estaba con ella, lo siento — dijo bajando la mirada.

— No, no te sientas mal, te lo pido. Ella estará allí, porque es la chica que escogiste para ti y no vine a cambiar tú vida, Yulia, sólo porque estoy sintiendo cosas que jamás pensé que comenzaría a sentir, y vuelvo y te repito, linda, no sé que me pasa contigo y si volé muchos kilómetros para estar hoy aquí, contigo, es porque no quiero verte mal. No me lo pediste, Yulia, solo sentí la necesidad de hacerlo, me entiendes? No tienes culpa de nada y si este beso sucedió así, es porque así lo sentí, sólo espero que me disculpes por atreverme...

— Alguien en algún momento te ha dicho que te disculpas demasiado? — Preguntó divertida, colocando su índice sobre los labios de la pelirroja, haciendo que Elena tiñera su rostro de carmín por vergüenza.

— Si... Me lo habéis dicho mucho — Simplemente alegó sin llegar a acortar la distancia que aún las mantenía tan cerca.

— Porque eres una tonta, sabías? — Elena asintió “tontamente” haciendo que Yulia negara con la cabeza mientras reía — Sé que no viniste a cambiarme el mundo, que también siento algunas cosa por ti Elena, no eres la única. No he dejado.... de pensar en ti desde que vi tú foto. Es la verdad, pero no he sido del todo sincera — Dijo zafándose de entre las manos de la pelirroja para volver a sentarse en la mesa. Algunos comensales ya habían abandonado el local, solo quedaban muy pocos y la noche se iba adentrando un poco más.

La luna dibujaba las sombras de los arboles sobre el asfalto y desde aquella altura, Elena aún divisaba el paisaje con una pregunta rondándole su mente mientras se acercaba hasta la mesa, sentándose y así volver a quedar frente a frente a la hermosa pelinegra.

— Es acerca de tu edad, verdad? — Yulia asintió sin alzar la mirada. Elena resopló con fuerza haciéndose para atrás sobre la silla, posando su vista sobre la misma luna que iluminaba aquella fría noche, cuando el reloj de la torre Spasskaya, marcaba las 00:36 minutos — Eres mayor de edad, al menos? — Yulia asintió.

— Si...

— Dime qué edad tienes, por favor — Habló, trayendo su cuerpo hacia adelante y apoyando los antebrazos sobre la mesa, mientras entrelazaba sus dedos.

— Tengo 20… — Dijo Yulia levantando su mirada para encontrarse una Elena bastante seria — Ya lo sabías verdad?

— Digamos que si — Respondió. La pelinegra hizo un gesto con la mirada que obligó a Elena a hablar de nuevo — Ves? Haces muchos gestos con la cara y dices muchas cosas acordes a tú edad.

— Estás queriendo decir que soy muy... emh! como decirlo...

— No estoy diciendo nada Yulia. Además, la primera vez que vi tu foto, vi una mirada y un rostro muy juvenil para la edad que dijiste tener, o sea, para tus 26.

— Tu también tienes un rostro juvenil para tus 30 años, Elena, o no los tienes? — Preguntó un poco fuera de onda la chica.

— Tengo, 31 años tal como te dije. Aunque solo faltaban algunos meses para que los cumpliera, en fin... A ver, por qué mentir sobre tú edad, no entiendo? — Preguntó.

— Me hubieses respondido los mensajes privados en el foro, si te hubiese dicho mi verdadera edad? Responde sinceramente, Elena — Yulia se cruzó de brazos acomodando la chaqueta que vestía en ese momento esperando a ver cuál sería la respuesta de la pelirroja.

— Quieres que te diga la verdad? No creo que hubiese seguido escribiéndote.

— Ves? — Dijo Yulia levantándose de golpe — Esa es la razón por la cual mentí sobre mi edad, por la cual siempre miento sobre ello. Por qué siempre juzgan a alguien por su edad? Acaso no tenemos los mismos derechos que ustedes, los “mayores”? — Elena se echó a reír levantándose también para quedar de frente con Yulia.

— Siempre me llamaste la atención desde la primera vez que me enviaste aquel mensaje respondiendo un comentario que te dejé, creo que lo recuerdas — Yulia asintió volviendo a cruzar los brazos y ladeando la cabeza — No sabía quien eras, ni cual era tu nombre, sólo un seudónimo y tampoco sabía porque me había atrevido a responderte aquel mensaje, nunca lo hago, es verdad — Hizo una pausa y caminó hasta el barandal donde anteriormente habían estado — El día que me enviaste tu foto, noté lo fresca y juvenil que eras, y sabía que este momento llegaría, en que tú misma, confesaras la verdad — La morena bajó la mirada, tumbando sus brazos a cada lado de su cuerpo. Elena volvió con ella y con su mano izquierda, subió su barbilla solicitándole que la mirara — No quiero que bajes la mirada por lo que te estoy diciendo.

— Me siento tonta, Elena.... Sabías toda la verdad y pensé que, me las sabía todas y... me siento ridícula — Miró hacia un lado del lugar mientras Elena se acercaba de nuevo.

— Pues, no te sientas así porque ya ves, no me importa. Si siempre tuve una sospecha y no me importó haber venido hasta acá solo para saberte bien, es porque me siento bien contigo. Es más… — Continuó haciendo que Yulia le devolviera de nuevo la mirada —... yo soy la que debería sentirse ridícula. Eres joven y te llevo once años por encima.

— Por favor Elena, tampoco eres una vieja decrepita que está a punto de fallecer — Elena se largó a reír caminando hacia el otro extremo de la mesa.

— Juro que me matas Yulia. Sé que no soy una vieja pero considerando tu edad, sí. Además, yo pasé por esa etapa hace muchísimo tiempo... — Suspiró — Pero, a lo que voy. Eres una chica que a pesar de su edad, eres muy madura. Trabajas y no desperdicias el tiempo, y tienes un don muy especial que es el de la escritura. Lo haces muy bien y todas tus historias, las he leído completas — Miró de pronto su reloj de pulsera — Dios mío! Es de madrugada y tienes que regresar a casa.

— Espera... Cálmate. Que te haya confesado mi edad, no quiere decir que debo estar en cama a las 20 horas como niña pequeña... no eres mi mamá —Yulia rodó los ojos y Lena sonrió negando.

—Sé que no soy tú mamá Yulia, solo te digo que es tarde. Además, no tengo auto, y debes irte a casa. No quiero que estés por allí a estas horas. Alguien te está esperando — Terminó diciendo para hacerle señas al mesero que le trajera la cuenta del consumo.

— Vale! Tienes razón, solo con una condición, chica lista.

— Cuál será? — Preguntó sacando de sus bolsillos algunos billetes para colocarlos en la mesa, mientras traían la factura del gasto.

— Que me dejes llevarte hasta tu hotel.

— No! Ya te dije que es tarde y...

—... y que hay que irnos de aquí porque comienzo a congelarme — Se apresuró a decir, tomando de la mano a Elena y sacarla del café casi a rastras. La pelirroja sólo reía negando con la cabeza.

Aquella chica era toda frescura y juventud y le estaba haciendo un bien. La veía retozar y correr cual chiquilla mientras iban hacia el auto de ésta, que no le importaba nada y de ahora en adelante, solo se dedicaría a vivir su vida en pleno.

— Toma — Dijo la pelinegra acercándole unas llaves a Elena cuando ambas se detuvieron frente a un AudiR8 color blanco.

— Qué quiere que haga con ellas? — Preguntó sin entender la pelirroja.

— Son las llaves de mi coche, tonta. Vas a manejar tú — Volvió asegurar la morena moviendo de lado a lado el llavero. Elena le quitó las llaves, desactivando la alarma de seguridad que hicieron subir los seguros de las puertas de manera automática — Siempre te sales con la tuya, cierto? — Cuestionó, abriendo la puerta de copiloto para que una feliz morena de estatura media, entrara en ella.

— Casi siempre, Elena — Subió y Lena cerró la puerta de su lado, mientras ella veía a la pelirroja dar la vuelta hasta que entró al coche — Casi siempre me salgo con la mía, pero esta vez irás a tú hotel y yo me regreso a casa. Sabes cómo llegar? — Dijo encendiendo el stereo.

— Con una condición? — Dijo Elena colocando la llave en el encendido.

— Ah sí?? Cuál será tú condición?

— Que me des otro beso...

Yulia se inclinó sobre su asiento y le dio un beso rápido sobre los labios a Elena. Ésta encendió el coche regalándole una sonrisa para ponerse en marcha.

— Yo también a veces me salgo con la mía — Le guiñó el ojo y condujo entre una ciudad que poco a poco, iba quedando vacía en la oscuridad.

[…]

Al cabo de algunos minutos en la autopista principal de la ciudad de Moscú, las chicas hablaban de trivialidades mientras escuchaban algo de música. Elena se concentraba en colocar la vista sobre la carretera. De vez en cuando volteaba a ver a Yulia quien iba completamente recogida sobre sus piernas en el asiento contiguo, hablando de cualquier cosa. Notaba cada particularidad de la morena, sus gestos con las manos al hablar, y sobre todo, que le encantaba hablar y hablar... Parecía no cansarse, pero eso a ella no le molestaba en lo absoluto, al contrario, le encantaba la manera en la que Yulia se refería a las cosas, los nombres que le daba a cada ocurrencia y sobre todo, su ronquecina y dulce voz.

Conducía con cuidado y sin prisa, algo muy dentro de ella no quería que aquel momento terminara, pero al percatarse que el hotel donde se hospedaba ya estaba cerca, sintió una leve tristeza dentro de su pecho.

— Bien, hemos llegado — Dijo estacionando en la vereda del frente. En la entrada, se veía aún el chico que custodiaba la misma.

— Bien... — Dijo Yulia acomodándose sobre el asiento, quedando un silencio alrededor. Elena apagó el auto y allí se quedaron las dos, sin decir palabra alguna, hasta que el silencio se rompió cuando la morena volvió hablar — Cuántos días estarás acá en la ciudad?

— Sólo hasta mañana en la tarde, debo regresar...

— Tú esposa sabe qué estás aquí? — Preguntó desviando la mirada hacia la calle.

— No... Ella no sabe que estoy acá y tampoco quiero hablar de ella Yulia, ahora estoy contigo y lo demás no importa.

— Pues, debería importarte porque es tú esposa y ni idea de donde te encuentras — Volvió a decir la morena esta vez dándole la cara.

— No quisiera hablar de ella, y mucho menos contigo. No me parece...

— Claro! — De nuevo otro silencio el cual rompió Elena esta vez.

— Qué pasa Yulia?

— Has llegado hasta aquí para saber si estoy bien, me has besado y no sé como puedes estar tan tranquilla. Creo que debes estar acostumbrada a este tipo de cosas — Indicó, quitándose el cinturón de seguridad, abriendo la puerta y saliendo del coche. Elena inmediatamente desabrochó el de ella e hizo lo mismo, rodeando el auto rápidamente hasta volver a quedar frente a Yulia. La tomó del brazo haciendo que la morena la mirara.

— No hago nada por costumbre y sé que no está bien esto que he hecho... No ando besando a todas las chicas por cualquier parte, porque no es lo que acostumbro, solo vine por ti porque me importas, entiéndelo... Me gustas Yulia — La acercó más a ella. Tomó su rostro entre sus manos y la miró fijamente — Nunca antes me había pasado nada igual con alguien. Jamás en mi vida había engañado a mi esposa con alguien y si siento que lo hago contigo, no me importa porque en el corazón nadie manda en cuanto a sentimientos se refiere. No puedo sacarte de mi cabeza… — Señaló con su mano la parte mencionada y volvió de nuevo a posarla sobre la cara de Yulia.

La joven la miraba fijamente también con un rubor apenas visible sobre sus mejillas. Luego, acercándose despacio, besó ligeramente los labios de la morena. Aquel pequeño y tierno beso también fue correspondido.

— No importa que tenga 20 años, Elena? — Preguntó inocentemente Yulia.

— No... No me importa, Yulia. No me importan tus 20 años ni nada... Solo te pido que me entiendas un poco porque es primera vez que mi corazón siente estas ganas tan locas por alguien y ahora... — Dijo mirando hacia el hotel — Ya es tarde y necesito que vuelvas a tu casa, por favor — Volvió a besarla y la acompañó hasta el coche, abriéndole la puerta para que entrara.

La pelinegra subió, luego de haberse colocado el cinturón encendió el auto. Elena la ayudó a cerrar la puerta — Podemos vernos mañana antes que te marches a Kazan?

— Claro. Podemos vernos siempre y cuando puedas. No quiero crearte ningún tipo de problemas...

— Hey!! Mírame — Pidió Yulia sintiendo como aquellos ojos verdigrises se encontraban con su cielo azul — No me ocasionas ningún tipo de problema, sé como manejar mi vida y éste será nuestro más preciado secreto — Le guiñó un ojo a la pelirroja. Elena le envió una sonrisa para luego dejar partir a la chica, en la infinidad de la noche.

Al ver el auto de Yulia perderse en la vía de nuevo, cruzó la calle y se dirigió hacia su hotel, saludando cortésmente al chico que se encontraba en la puerta de vidrio, perdiéndose también en la tranquilidad y calor del recinto.


[…]

Yulia llegaba al parqueadero del edificio donde vivía, apagando un cigarrillo en el suelo al salir del coche, mientras se dirigía al ascensor privado que la llevara hasta el apartamento. Al abrirse las puertas, todo estaba a oscuras tal como lo había dejado cuando se marchó un par de horas atrás. Dejó las llaves sobre la mesada y se quitó la chaqueta de invierno que llevaba puesta y los zapatos.

Pasó a la cocina, abriendo de par en par la heladera para servirse un vaso con agua, que bebió frente al balcón de la terraza, mientras se perdía en sus pensamientos.

Unas manos sensualmente comenzaron a rodear su cintura, sintiendo la calidez de algunos besos en su cuello. Se giró, quedando frente a la castaña quien seguía besándola, atrapándola entre el vidrio de la puerta del balcón y su desnudo cuerpo.

Yulia delineaba con sus manos la figura esbelta y suave de su novia mientras lentamente iba separándola de su lado.

— Ahora no Natasha, tengo mucho sueño...

Le dejó un beso en la comisura de aquellos labios que con ansias estaban esperándola para tener nuevamente una batalla con el amor y caminó hacia su habitación, metiéndose en el cuarto de baño.

Frente al espejo cerró los ojos y una sonrisa mágicamente se dibujó en su rostro. Aquella noche no le haría el amor a Natasha sino a alguien más, dentro de sus sueños. Una mujer, que poco a poco, iba colándose dentro de su ser, sin ya poder hacer nada para sacarla de su mente.


Continuará...
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Mensaje por LENYU 8/20/2020, 8:12 pm

Bla blaaaaaaa!!! Maldita perra seductora Lena!!! Que tonta Julia que se traga lo de la esposa! Y despues no quieres que quiera que muera!! Evil or Very Mad Evil or Very Mad si me la imagino y todo hablando lento y espaciado, sonriendo! Es de esas que te desnudan cuando te hablan!! Ahhhhhhzzzzzz odio y amor eso provoca!!! Por eso quiero que la MATES!!! Jooooooojo ji ji amo tu historia y pienso en lo maldita y seductora debe ser una mujer como Lena!! Quiero llorar #MuerteALena jajajaj

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Mensaje por psichobitch2 8/23/2020, 12:33 pm

Awww!!! Linduras, siento haberos hecho esperar un poco pero he estado en proceso de mudanza y bien... creo que lo único que tengo en un sitio fijo es la laptop, el resto ni idea de donde lo he colocado... En fin... Les dejo un capítulo mientras termino de corregir el otro y postear dos... si puedo, tres el día de hoy.

Nos leemos más tarde...

LENYU, sos mi ídolo!


CAPITULO 19: CIENTO TRECE


Cuando despertó, estiró los brazos y tanteó el lado derecho de la cama. Al sentir que estaba vacío, abrió uno de sus ojos y al no divisar a nadie, los abrió por completo. Natasha no estaba, tal vez estaba en la ducha pensó por un momento, pero al agudizar un poco más su sentido de la audición, no escuchó ningún ruido proveniente del baño.

Sé sentó en la cama y divisó una nota sobre la mesa de noche. Se estiró un poco para relajar los músculos, luego tomó el papel y comenzó a leerlo.

“Buenos días mi amor, tuve que irme temprano porque se presentó un inconveniente en casa de mis tíos. Más tarde te llamo para saber como estás. Besos... Tuya!”

Arrugó el pedazo de papel y lo dejó donde mismo. Se acostó y cerró sus ojos nuevamente. La imagen de Elena besándola volvió a su cabeza y una sonrisa se le dibujó en los labios al instante.

— Rayos! — Dijo abriendo de inmediato sus orbes y mirando el reloj de cabecera. Este marcaba las ocho menos cuarto de la mañana. Ni tele-transportándose sabía que no llegaría temprano a la oficina, nuevamente.

Bien… Ya que. Se levantó de la cama y fue directamente al baño. Se miró en el espejo mientras hacía caras frente a éste y alborotó más su corta y negra cabellera. Abrió el grifo del lavamanos y lavó su cara para terminar de despertarse por completo.

Tomó una toalla y secándose, salió del cuarto dirigiéndose hacia la cocina para prepararse una buena taza de café.

Dejó la toalla en cualquier lugar para comenzar a revisar cada uno de los estantes de la despensa, encontrándose que todos estaban vacíos. No tenía nada más que beber, salvo agua que tenía en la heladera. Suspiró, maldiciendo internamente su descuido inoportuno.

— Maldición! Definitivamente necesito una esposa que haga de todo — Dijo a la nada, regresándose por el mismo recorrido que había hecho anteriormente, hasta su habitación.

Luego de haberse dado una buena ducha y haberse vestido, tomó las llaves de su auto, su cartera y su teléfono móvil, pero en ese momento una llamada entrante hizo que abandonara la idea de salir del apartamento, para contestar.

— Hola, buenos días.

Hola hermosa, buenos días. Dime que no interrumpo nada por favor — La pelinegra sonrío al escuchar la voz.

— Para nada, no te preocupes. Tal vez si hubieras interrumpido algo, no contesto. Suelo hacerlo — Se sentó en el sofá de una plaza y comenzó a jugar con las llaves de su coche que se encontraban en su mano izquierda — Ya regresas a Kazan?

No. Mi vuelo sale en horas de la tarde, sólo estoy alistando las cosas que traje. Llamé porque quería saber cómo estabas... Anoche me quedé algo preocupada.

— Lo siento — Interrumpió — Sé que prometí avisarte apenas llegara pero me acosté a dormir porque ya era algo tarde — Visualizó una prenda íntima que estaba tirada en el suelo, tomándola y guardándola en su bolso. Obviamente no era suya.

No te preocupes, no pasa nada. Me alegro que estés bien — Terminó diciendo Elena. Ambas quedaron en silencio sin saber que más decir o queriendo decirse tantas cosas que ninguna de las dos hallaba la manera de como continuar la conversación, al menos la morena se aventuró a decir algo.

— Podemos vernos ahora? —Indagó, sabiendo que era una pregunta un poco osada y repentina.

Yulia, debes ir a trabajar y no quiero quitarte tiempo...Pensé que nunca lo dirías

—Viniste hasta Moscú para verme, o para a servirme de reloj? — Yulia reía escuchando que la pelirroja también lo hacía del otro lado de la línea. Aquella mujer podía dejar de ser tan responsable alguna vez en su vida?

—Vale... Lo que tú digas entonces. Dime, dónde nos vemos? — Preguntó terminando de guardar algunas camisas dentro de su valija, caminando de un lado a otro aun vistiendo un boxers femenino blanco algo ajustado y una franelilla corta.

Bueno, como no tienes coche y te estás trasladando en taxi, puedo irte a recoger a tú hotel, te parece? — Elena detuvo su caminar de inmediato, girando sobre sus talones para caer sentada en la cama — No creo que exista ningún inconveniente o sí? — Escuchó —Además, no he desayunado y no creo que lo hayas hecho aún... o me equivoco? —Lena sé quedó pasmada en su lugar. No contaba con aquel plan.

— Mmmm! Debo pensar que lees la mente —Rieron — Y no, no he desayunado aún, estaba por pedir servicio a la habitación.

Ves? Entonces, te parece que pase a por ti en una hora? Me conozco el camino y contando con el tráfico que se hace acá en la ciudad, podré estar allí a tiempo.

— Vale, te espero entonces en una hora. Me dará tiempo de ir a la ducha y estar lista para cuando llegues — Dijo abriendo nuevamente la valija que había cerrado apenas unos minutos atrás.

Vale! Allí estaré y... guapa, trata de no pensar en mí cuando estés en la ducha — La llamada finalizó de parte de la morena, dejándole un acelerado corazón a la pelirroja mientras su vista no se quitaba de encima de la pequeña maleta decidiendo mentalmente, que colocarse para ir a desayunar con la chica.


[…]

La hora transcurrió rápidamente, como si el tiempo estuviera a favor de ambas para que pudieran volverse a encontrar. Como no había empacado gran cosa el día anterior, decidió vestir un jean negro ajustado, una franela corte en “V” color gris y chaqueta de invierno. Una cola de caballo amarraba su cabello haciéndola lucir más juvenil y sus inseparables Converse, aquellos que le encantaba usar cuando cómodamente quería estar, solo esperaba que Yulia no fuera tan formal o se sentiría un poco extraña.

Ya habían pasado diez minutos después de la hora acordada por la morena. Elena, muy en el fondo comenzaba a sospechar que aquella chica era un poquito impuntual.

Recordó el coche de Yulia, así que apenas lo divisó a lo lejos, bajó las escalinatas del hotel para esperarla de pie en la vereda.

— Hola preciosa, te conozco? — Preguntó divertida la morena cuando estacionó y bajó el vidrio del lado del copiloto. Lena automáticamente se sonrojó, acción que le pareció demasiado tierna a la joven.

— Creo que no me conoces, porque no debes estar al tanto que me gusta la puntualidad — Saludó subiéndose al coche, dirigiéndole una seria mirada a la morena quien la miraba impávida desde el otro lado del asiento.

— Pues, disculpe usted su majestad, había un poco de tráfico y por eso no llegué a tiempo en el carruaje — Dijo mientras subía de nuevo el vidrio del auto. Elena comenzó a reír haciendo que Yulia rodara los ojos, manteniendo las manos puestas sobre el volante — Qué es tan gracioso, Elena? — Preguntó. La pelirroja acarició el brazo derecho de la chica.

— La cara de tonta que pusiste — Continuó riendo un poco más pasiva — Solo estaba tomándote el pelo, pero veo que ni para un chiste sirvo. En serio, soy mala contándolos — Giró su cabeza hacia la ventana. Yulia no perdía ningún detalle de ella. La mujer se veía hermosa con aquel atuendo.

— Eres muy seria, deberías relajarte un poco, no morirás si lo haces, además… Estás muy guapa por cierto — Dijo, atrayendo la mirada de Elena nuevamente.

— Tu también. No sabía que te gustaba peinarte así, tan alocadamente — Dijo señalando el cabello de la morena quien lo llevaba en punta y como siempre, algo despeinado — Sueles ir a la oficina así?

— Cuando quiero hacer rabiar a mamá, aparezco en traje de playa si es posible, pero hoy no, tengo planes, como por ejemplo ir a desayunar contigo. Por cierto, te gusta el Omelette?— Preguntó haciéndose para atrás en el asiento.

— Me gusta, sí... Me gusta desayunar completo, por qué?— Elena comenzaba a ruborizarse un poco por la manera en que Yulia la miraba fijamente, paseando de vez en cuando su vista hacia la calle para poder calmar un poco los nervios que aún batallaban en su interior.

— Apuesto entonces que te encantará el desayuno que preparáis en el Grant Moscow Hotel.

— Solo he probado una que otra cosa cuando pedí servicio a domicilio, no puedo decir si el desayuno es excelente.

— Entonces vamos — Dijo encendiendo el coche. A Elena le extrañó ver que ésta se dirigía hacia la entrada del parking del hotel.

— Qué haces, Yulia? — Preguntó algo bastante confundida la pelirroja.

— Te invité a desayunar y aquí preparáis los mejores desayunos de Rusia, al menos es lo que yo considero. Necesito tu opinión.

— No sabía que frecuentabas este hotel — Comentó un tanto incómoda.

— Digamos que tengo unos padres que son un tanto influyentes y he venido a unas cuantas reuniones sociales con ellos. No pienses mal — Le guiñó el ojo. Elena por dentro soltó un extraño respiro de satisfacción por aquella respuesta sin percatarse ella misma de aquel acto.

Ambas bajaron del coche seguidas por un chico que amablemente le solicitó las llaves del mismo para ir a estacionarlo. La morena también iba vestida cómodamente, con jeans ajustados, los cuales no pasaron desapercibidos a la mirada detallista de Elena mientras ésta caminaba delante de ella rumbo hacia el ascensor que ya se encontraba marcando un hombre elegantemente vestido. Yulia lo miró de arriba a abajo, Elena solo negó divertida por la manera pedante en que la pelinegra detalló al chico para luego subir cuando las puertas de éste abrieron.

Al llegar al restaurant, Elena notó que era bastante elegante y presuntuoso, algo acorde para tan prestigioso hotel donde estaba hospedada desde la noche anterior. Yulia caminaba delante de ella, tal como lo venía haciendo desde que salió del coche, dirigiéndose a una mesa que estaba ubicada hacia una vista espectacular donde podía verse la capital de la ciudad desde las alturas.

— Whoa! Impresionante — Exclamó la pelirroja dirigiéndose hasta allí para deleitarse con el paisaje. Yulia, quien se encontraba detrás de ella guardando cierta distancia, observaba no precisamente la misma vista que la pelirroja en aquel momento contemplaba.

— No tan espectacular como vos — Dijo. Elena al girarse, se encontró que había quedado frente a frente a la morena. Casi sus respiraciones podían sentirse.

Volkova detallaba cada espacio de aquel rostro cubierto con pecas, hasta detenerse sobre los labios de ésta. Fue acercándose lentamente y casi rozando los dulces labios de la mujer, susurró... — Tengo hambre — Dijo alejándose, haciendo que la pelirroja cerrara los ojos y suspirara por aquel intento fallido que juguetonamente había tenido la morena con ella.

Te gusta jugar con fuego.

Ambas ocuparon cada una sus lugares en la mesa, quedando frente a frente una de la otra. El mesero se acercó a ellas entregándoles amablemente el menú en sus manos.

— Un café negro para mí y para la señorita, un zumo de naranjas natural y con poca azúcar…

— Sin azúcar, preferiblemente — Terminó de ordenar la pelirroja, posando su mirada sobre la de Yulia. El chico terminó de anotar la orden y se retiró — Conoces mis gustos, me sorprendes.

— Lo hice antes que acabaras pidiendo una vez más, una maldita gaseosa — Habló Yulia rodando los ojos y colocando la servilleta de tela sobre sus piernas. Elena rió.

— No tomo gaseosas tan temprano. Suelo hacerlo después del mediodía — Dijo, repitiendo la misma acción de la morena con la servilleta sobre sus piernas.

— A la hora que sea, esa cosa va a matarte... Podrías beber menos de... eso?

— Es mi único vicio, por qué tendría que dejarlo? Sé que es dañino, pero...

— Whatever Elena — Dijo interrumpiendo otro ataque de moralidad de la pelirroja, volviendo a arrancar otra sonrisa del embobado rostro de la abogada.

— Eres mandona Yulia. Os habéis dicho eso antes? — Lena negó mientras chequeaba que podía ordenar.

— Pues, creo que sí... No recuerdo muy bien — Colocó sus manos sobre la mesa, cruzando sus dedos mientras veía a Elena leer el menú distraídamente — Hasta para leer el menú de un restaurant, eres tan seria?— La pelirroja alzó la vista viendo a la pelinegra sonreír. Le encantaba verla hacerlo, era una sonrisa de ángeles.

— Crees que soy demasiado seria, Yulia? — Cuestionó dejando a un lado lo que leía. La morena sorbió de su caliente café recién llevado a la mesa.

— A veces... Creo que eres de esas chicas que lleva su vida anotada en una agenda y que no les gusta salirse de la raya para nada. Me equivoco? — Puso la taza de nuevo sobre la misma.

— No, no te equivocas. Suelo llevar todo bien ordenado porque así me criaron.

— Entonces, debes tener unos padres más que estrictos por lo que me has contado anteriormente, verdad?

— A ver... Te parece si escogemos primero que vamos a desayunar y así poder contarte parte de mi vida? — Esbozó una sonrisa mientras volvía a chequear el menú. Yulia hizo lo mismo aunque ya sabía que iba a pedir para desayunar. Lástima que en aquel restaurant ni en ninguno, servían un buen plato de cereal con leche.

Ambas ordenaron su desayuno, bajo la vista encantadora de la ciudad de Moscú.

— La carta que te hice llegar la otra noche, es muy real y exacta — Comenzó a relatar la pelirroja. Yulia volvía a escucharla con atención — Cuando mis padres se enteraron desafortunadamente sobres mis inclinaciones sexuales, gracias a una imprudencia de mi hermana, me habéis enviado a un internado donde estuve un buen tiempo.

— Cuánto? — Preguntó interesadamente.

— Cinco años, para ser más precisa. Allí viví parte de mi vida con las hermanas del lugar ya que ellos jamás fueron a visitarme, supongo que desde ese día fui la mayor vergüenza para los dos —Hizo una pausa para beber del zumo — Desde ese entonces, pasé el mayor tiempo entre libros con los cuales me distraía bastante y de los que me fui enamorando. Las monjitas tenían una biblioteca muy amplia la que yo podía usar a mis anchas.

— Y no te aburrías? — Preguntó haciendo una pausa para que el mesero colocara sus respectivos platos en cada lugar. Elena asintió en señal de agradecimiento para que éste volviera a retirarse — Te va a encantar el Omelette de aquí, ya verás — Guiñó el ojo, acto que para Elena le parecía lo más sexy del mundo.
El aroma del platillo era exquisito, así que comenzó a degustar del desayuno que al solo verlo, le abrió más el apetito.

— Ummm! — Exclamó gustosamente — Tienes razón, está divino.

— Te lo dije — Ambas rieron, Elena continuó.

—Bien… Con respecto a la pregunta que quedó en el aire, pues no. No me aburría porque siempre tenía que hacer. Si no estaba leyendo, me encontraba haciendo otra actividad con ellas, como trabajar en el amplio jardín que tenía aquel colegio, hacía alguna que otra manualidad, simplemente porque me gustaba, eso me llenaba bastante.

— Interesante — Respondió Yulia llevando un trozo de su tostada untada con mermelada a la boca — Te quisieron mucho, verdad? — Lena asintió.

— Si, y yo a ellas. Eran mi única familia en ese momento y tengo tanto que agradeceros por haberme acogido allí y hacer mis días más llevaderos. En mi época de internado, comencé a centrarme en lo que me gustaba hacer y me encantaba ayudar a las demás chicas cuando se presentaba algún problema, por esa razón decidí ser abogada. Al salir de allí, decidí poner todo mi empeño y estudiar derecho. Nunca conté con la ayuda de mis padres ni la de nadie y por mis propios medios logré hacerme un camino en mi vida y aquí me ves, he triunfado — Concluyó dejando sus cubiertos sobre el plato y limpiando sutilmente la comisura de sus labios. Yulia terminaba el último trago de su no tan ya humeante café sin dejar de mirarla. Sabía que detrás de todo aquel relato muy lindo, aún había otra tristeza que embargaba a la pelirroja de hermosos ojos verdes.

— Supongo que en el internado fue donde comenzaste a perder el juicio, no?— Hizo una broma sobre la profesión de la pelirroja. Elena aceptó la misma con una sonrisa.

— Pues, habían muchas chicas hermosas, no lo niego, pero con ninguna perdí el juicio — Le regaló otra sonrisa bebiendo de su zumo — En cuanto al desayuno, debo decirte que está espectacular, me encanta que me sorprendan y los has hecho por tu buena decisión, tienes buenos gustos.

— Siempre — Dijo suspirando — No lo niego, en cuanto a comida se refiere — Puntualizó.

— Y para con las chicas?— Alcanzó a decir llevando a su boca un trozo de tostada.

— Pues, también — Rió y Elena la secundó negando con la cabeza.

— Lo supuse. Eres una chica muy atractiva — Dijo, sin quitarle la mirada a la morena de aquellos ojos azul cielo, viendo el rubor que comenzaban a mancharle las mejillas de tono bronceado.

— Bueno, tampoco he tenido un harén a mis pies pero sí... habéis sido chicas preciosas, no lo niego.

— Cuántas novias has tenido Yulia? Claro, si puedo saberlo — Preguntó terminando de probar bocado para acomodarse sobre la silla.

— Bueno, no muchas... Pero si algunas... Ehm! Solo habéis sido cuatro, para ser sincera. Tampoco tengo la suficiente edad para decir que por mi vida habéis circulado gran cantidad de mujeres.

— Te has... enamorado? — Preguntó Elena viendo como retiraban las sobras de la mesa.

— Desean pedir algo más señoritas? — Dijo el mesero cortésmente con libretita en mano.

— Me trae otro café bien cargado, esta conversación va a estar muy intensa — Dijo la pelinegra mirando hacia la ventana, deslumbrada por el paisaje, dejándose llevar de nuevo por el pasado. Elena se dio cuenta e indicó no querer nada más.

— Qué pasa hermosa, pregunté algo indebido? — Se disculpó.

— No, estoy bien — Volvió la mirada sobre la mesa — Y sí, sí me enamoré, locamente y perdidamente de una chica.

— Y que pasó, terminaron?

— Pues sí... Ayshane, murió Elena... Hace ya dos años — Respondió. Elena inmediatamente cambió el rostro por uno totalmente lleno de nostalgia y pena.

— Yo... lo siento Yulia... en verdad.

— No te preocupes, ya pasó — Trató de tranquilizar a la pelirroja — Ella sufrió un accidente de tránsito donde lamentablemente perdió la vida. Era una chica con discapacidad— Anunció. Elena se concentraba en aquella historia. El café de la morena llegó a la mesa — Ella era sordo-muda — Bebió un trago del líquido tinto.

— Lo siento tanto Yulia, de verdad… Pero…

— Ella, estudiaba en la misma escuela donde estudiaba mi hermana, Kamila y era su mejor amiga — Narró, adivinando el pensamiento de Lena que al parecer quería saber como había ocurrido todo —Era una chica muy hermosa y sus sentimientos también —Hizo una breve pausa, mientras juntaba todos los recuerdos — Como en el corazón no se gobierna, sucedió de pronto que comencé a sentir muchas cosas que nunca había sentido por alguien de mi edad y así surgió mi enamoramiento — Suspiró y continuó. Su mirada se expandía a través de los rascacielos mientras continuaba con su relato — Tuvimos un romance muy lindo, así lo consideré yo, salvo que sus padres nunca estuvieron de acuerdo, porque no era una chica… normal, según ellos — Cerró su puño y golpeó suavemente la mesa.

— Apruebo que no hayas hecho caso a sus padres y me alegro que la hayas amado como era — Dijo la pelirroja en señal de apoyo.

— Sí. Jamás me importó, solo me dejé llevar por lo que sentía en ese momento. Pero luego el destino me la arrebató de las manos una tarde cuando en su auto, tuvo un trágico accidente. Sus padres me culparon por haberla inducido a “pecar”... Demonios!!!

— Hey! Sabes que no tienes culpa de eso, cierto? — Tomó la mano de la morena, apretándola fuertemente para darle ánimos — Y disculpa que te pregunte, pero me dijiste que era discapacitada, sordo-muda… cierto?

—Si… Lo era Elena, pero llevaba una vida normal, como las demás chicas de nuestra edad. Sé que te intriga saber como una persona así podía conducir, pero un dispositivo auditivo la ayudaban a escuchar un poco mejor, además, conducía con mucha cautela y hablaba un poco fluido… — Lena asentía atenta — Juro que no debí haberla dejado que regresara sola Elena!!! Esa es la verdad, no debí!! — Exclamó exaltándose y zafándose del agarre de la mano de la pecosa mientras limpiaba una lágrima de rabia que caía desde su rostro. Elena se levantó colocándose de cuclillas frente a ésta, tomándola del mentón para que la mirara.

— Por dios Yulia... No me gusta verte así, no tuviste la culpa de nada, fue el destino, me entiendes? Las cosas pasan porque tienen que pasar no porque uno desea que pasen y no creo que hayas querido que eso le sucediera a Ayshane.

— No... No quería que le pasara, pero porque siempre las cosas más feas tienen que sucederme a mí? — Se preguntó para luego abrazarse a la pelirroja quien la recibió en sus brazos suavemente, dejando que sus lágrimas fluyeran sobre ella.

Esta, le acariciaba el cabello delicadamente hasta que muy despacio, iba alejándola de su propio cuerpo para tomar el rostro hermoso de Yulia entre sus manos.

— No quiero que estés triste, hermosa. Sé que habéis sido situaciones difíciles por las que has pasado pero eres muy fuerte, lo sé y seguirás adelante como hasta ahora lo has hecho, me lo prometes? — Dijo besando su frente para luego mirarla fijamente a los ojos. La morena secó un par de lágrimas y asintió con la cabeza, haciendo que Elena volviera a su posición inicial — Bien, ahora toma tú café hermosa, que se te va a enfriar.

— No me gusta el café frío — Comentó y esbozó una dulce sonrisa para acomodarse nuevamente en la silla, sorber de su taza y esperar a que Elena tomara asiento nuevamente — Y tú Elena, ya has escuchado de mis amores, aunque no te conté de las demás chicas que habéis pasado por mi vida, entre ellas estuvo una chica que también era abogada.

— Ah sí? Te gustan las tías complicadas, verdad? — Yulia rió y negó por el comentario.

— Bueno... ésta si que lo era... aparte de complicada, era un poco rara y no resultó. Las demás chicas fueron una que otra conquista cuando estaba estudiando pero no me he vuelto a enamorar después de... Ayshane. Ella me llenó en muchos aspectos y no he podido olvidarla fácilmente, aunque ya haya pasado mucho tiempo desde que se fue.

— Entiendo — Dijo algo cabizbaja la pelirroja, deseando tener consigo algo entre sus manos con que distraer sus nervios.

— Pero, ahora es tú turno. A ver, hermosa pelirroja, cuántas chicas habéis pasado por tu vida? — Preguntó dejando a un lado la taza, viendo directamente a los ojos de Elena quien tragó duro en ese momento para luego responder.

— Fueron varias chicas — Dijo. Yulia se quedó algo intrigada.

— Ehm…Varias quiere decir que hubo muchas, aunque no creo que una mujer como tu haya tenido un harén, no pareces de esas chicas — La pelinegra sonrió y Lena también, aunque fue una sonrisa algo débil — Vamos Elena, recuerdas todo a la perfección, tienes una cabecita demasiado inteligente. Debes tener un número aproximado de mujeres. Acaso fueron 5, 8… — Elena suspiró profundo antes de responder.

— A ver... Fueron muchas más, Yulia... Por mí vida pasaron 113 mujeres — Dijo sin quitarle la mirada de encima a una pelinegra que había quedado perpleja delante de aquella confesión, llevando su cuerpo hacia atrás y con el rostro impávido, pestañeando seguidas veces, sin poder creer lo que había escuchado.

— 113 mujeres, Elena? — Rió un poco sarcástica — No lo creo…Acaso eras... demasiado insaciable o... o... bueno, vendías tu propio cuerpo?

— No!!! — Aclaró rápidamente pasando una mano por su cara — No fui una de esas chicas aunque... lamentablemente así haya sonado Yulia yo... viví una juventud muy, muy extravagante y alocada, eso — Yulia se encontraba algo incómoda e inquieta.

— Pero... Demonios Elena, son muchas mujeres hasta para un hombre por favor... Creo que estás jugándome un chiste... Rayos... es eso… Porque no deberían importarme esas 113 mujeres al fin y al cabo es tu vida — Aclaró levantándose de la silla y colocándose frente a la ventana. Se notaba bastante molesta y Elena lo sabía. Por qué

— Yulia, me pediste un número y te lo dije y no estoy jugando contigo... jamás lo haría y no tenía que haberte dicho nada.

— Supongo que entonces me besaste porque seré la número 114, no es así? — Preguntó mirándola por encima de su hombro.

— No!!!! Yulia por Dios, no eres un número más... no eres un premio para mí — Se puso de pie pero Yulia ya había pasado por su lado. La morena caminaba rápido, encontrándose con el mesero que las había atendido a mitad del recorrido.

— Por favor, has llegar los gastos a las empresas Volkov como siempre.

— Si señorita, Volkova — Asintió después de acatar la orden. Yulia siguió su camino con una Elena que le llevaba pisando los talones, literalmente.

— Yulia por favor, escúchame — Hablaba entre dientes, pero la pelinegra no daba señales de detenerse, hasta que encontró el ascensor de frente — Escúchame por favor — Dijo tomándola del brazo, la ojiazul intentó zafarse del agarre pero fue en vano — No te he besado porque quiera coleccionarte en mi lista de mujeres, eso es algo que quedó en el pasado.

— Eres infiel por naturaleza porque no creo que todas esas mujeres hayan pasado por tu vida antes de haberte casado —Los ojos de la morena estaban inyectados de rabia.

— Si! Si Yulia, todas ellas pasaron por mi vida antes de haberme casado porque.... porque mi vida era una mierda!!! Entiendes? No me importaba nada y siempre hacía lo que me daba la gana.

— Suéltame! — Pidió la morena logrando desprenderse del agarre y alejándose un poco.

— Lo siento Yulia, pero por favor, cree en mí, ellas fueron parte de mi pasado — Yulia miraba los números del ascensor marcarse lentamente en cada piso antes de llegar a donde ambas se encontraban.
La morena se veía desesperada por dejar el lugar así que, se percató de la puerta que conducía hacia las escaleras y volvió a pasar a un lado de la pelirroja quien adivinó lo que iba hacer.

— Yulia, por favor, ven aquí, Yulia!! — Ésta abrió la puerta casi golpeando a Elena quien iba detrás, corriendo escaleras abajo.

El restaurant quedaba en la terraza del hotel y 35 pisos podían parecer lo más fácil de descender si se tenía la agilidad de una chica de 20 años como Yulia Volkova. Ambas corrían por las escaleras mientras Elena detrás de ésta, solo gritaba su nombre para que se detuviera. Al fin lo hizo, después de haber recorrido 10 pisos.

— No me toques...

— Está bien, no te toco pero escúchame por favor... — Lena jadeaba por el recorrido que hizo tratando de alcanzar a la pelinegra — Rayos, Yulia no soy lo que crees y mucho menos estoy ni soy una enferma. Me cuido mucho de este tipo de cosas porque soy muy maniática de la higiene...

— Se nota Elena — Dijo abriendo de golpe otra puerta para quedar en el pasillo que claramente indicaba que se encontraban en el piso 25.

Una pareja que estaba esperando el ascensor en ese momento cuando ambas entraron al corredor, las miraba algo extrañas. Yulia caminaba de lado a lado. Elena estaba muy junto a la puerta, evitando que la pelinegra huyera nuevamente.

Después de un minuto aproximadamente, al fin el elevador llegó y el hombre y la mujer subieron a este, cerrándose las puertas de metal y volviendo a quedar a solas, con la tensión rondando sobre el pasillo de aquel piso.

— Eres una puta!!! — Soltó Yulia deteniéndose junto a una ventana.

— Dime como quieras Yulia, me lo merezco... Eso y mucho más, pero fue parte de mi pasado y no quiero que seas parte de él, no eres otra más, hermosa — La morena la miró de arriba a abajo pasando de nuevo por su lado esta vez, para marcar el ascensor.

Elena bufó y lanzó sus brazos a sus costados caminando hasta una distancia prudencial de Yulia, quien se pegó a la pared para calmarse un poco, mientras esperaba que el sonido indicara que ya había llegado el aparato.

Una vez dentro, Elena se hizo hacia un rincón de la caja de metal cuadrada mientras Yulia había marcado ya el botón que la llevaría hasta la planta baja.

— Qué piso vas?

— Te acompaño hasta abajo...

— No!! No quiero que me acompañes... dime a que piso vas? — Preguntó marcando el número 12 con molestia después de que Elena le hubiese indicado.

El silencio se apoderó de las cuatro paredes. Ni una mosca podía escucharse en el interior, ni sus propias respiraciones, salvo el sonido de la cremallera de la chaqueta de Yulia con la que jugaba en ese momento.
Elena llevaba la cabeza abajo, viendo sus zapatos, hasta que sintió como su cuerpo dio un pequeño salto cuando el ascensor se detuvo.

No le dio tiempo de nada porque el cuerpo de Yulia ya estaba sobre el suyo, arrinconándola cada vez más en una de las esquinas. Las manos de Volkova se colaron detrás de su nuca atrayendo sus labios más y más cerca hacia los suyos. Por instinto común, cerró los ojos y tomó aquella cintura con sus níveas manos haciéndola más contra su cuerpo, como si quisiese fundirse con ella en aquel preciso instante.

— Yu… Yulia, deben estar esperando el elevador — Dijo sobre los labios dulces de la morena, sintiendo como eran halados por los dientes de la chica.

— Que esperen, no me importa — Confesó, paseando sus labios por el cuello repleto de pecas de una excitada pelirroja.

Lena volvió a besarla con desesperación mientras se movía como pudo hasta el tablero de números, marcando el piso 12 de nuevo, deseando llegar allí de prisa.

Al abrirse las puertas, ambas traían los labios hinchados de tanto haberse besado. Una chica que estaba a punto de subir esperó a que ambas mujeres salieran, como si nada hubiese pasado allí adentro. Una vez más al saberse solas en el pasillo, Elena atrapó por la cintura a Yulia y la llevó hasta la pared más cercana para hablarle muy cerca de aquellos labios que sus verdes pupilas no dejaban de mirar con tanto deseo.

— Me haces cometer tantas locuras...hermosa…

— Cuál es tú habitación? — Preguntó impaciente dejando un agradable beso en el mentón de Elena. Ésta alzó el rostro, señalándole la puerta que estaba al lado.

— Es ésta, la 128 — Dijo sacando la llave detrás del bolsillo del pantalón — Pero... espera — Colocó la frente sobre la de la morena, mirándose ambas fijamente mientras pasaba su pulgar por los labios de Yulia. Ésta cerró los ojos — Estás segura que quieres entrar a esa habitación? — Cuestionó con la esperanza a flor de piel.

— Completamente — Aclaró la pelinegra abriendo sus ojos, recibiendo una bella sonrisa de un rostro pecoso y terso. Dejando un beso en la punta de la nariz de Elena.

La chica de cabellos cobrizos, la tomó de la mano y caminó con ella hasta quedar frente a la puerta de la habitación, introduciendo la llave para luego entrar y cerrarla detrás de ellas.

La valija de la ropa descansaba sobre el suelo. La habitación era bastante espaciosa y muy elegante, algo que iba muy de la mano con Elena ya que siempre sus gustos habían sido los mejores. Colocó las llaves sobre una mesa y sintió como Yulia se enganchaba de su cuello mirándola fijamente a los ojos. Rodeó con sus brazos la pequeña cintura de la morena y la acercó más contra su cuerpo sintiendo sus respiraciones chocar, agitadamente.

— Me gustas tanto Yulia... que no quiero hacerte daño — Le dijo acariciando con la punta de su nariz los pómulos del rostro de la ojiazul quien se estremeció con cada caricia que dejaba el cuerpo que la alta chica le propinaba.

— A mí también me encantas — Confirmó separándose de ella.

Con delicadeza y sin quitarle la mirada de encima, comenzó una vez más el juego que había iniciado en el ascensor con la cremallera de su chaqueta, hasta abrirla por completo y deshacerse de ella, lanzándola en el piso. Elena la veía con una enorme sonrisa, sintiendo que aquellas manos comenzaban también a quitarle la suya, estremeciéndole la espina dorsal por el deseo que se apoderaba de ella cada vez más.

Una vez que la despojo de ella, Yulia lentamente comenzó a sacarse un sweater color gris pálido que llevaba abajo, con movimientos sensuales hasta sacarlo por completo de su delgado cuerpo, quedando solo con una remera que se le ajustaba muy bien en todo su contorno, lo cual disfrutaba Elena plenamente. Ésta, la tomó de la cintura y volvió acercarla más a ella comenzando a besar su provocativo cuello, dejando estelas de besos bien marcados que hacían gemir muy bajito a Yulia.

La morena llevó las manos hasta la cintura de la pellirroja, comenzando la tarea de desabrochar sus jeans sin dejar de mirarla.

Abrió el botón y miró hacia el pantalón abierto, comenzando a bajar despacio la prenda. Elena se percató y la ayudó también en el proceso con sus propias piernas deshaciéndose de la ropa hasta que la misma llegó abajo, hasta sus talones.

— Te encanta usar ropa interior masculina? — Preguntó Yulia al notar que la pelirroja llevaba un boxer negro muy ajustado a su cintura, mordiéndose provocativamente el labio.

— Si, me encanta — Dijo yendo de nuevo a recorrer el cuello de la morena intentando sacar la remera que comenzaba a interponerse entre su imaginación y el deseo.

La estampa que veía Yulia de Elena, le excitaba cada vez más. Debía reconocer que aquella mujer era demasiado sexy y provocativa. Alzó los brazos una vez que la pelirroja con sus manos, subía la prenda delineando su costado con aquellas manos suaves y delicadas hasta que por fin, otra ropa más caía en el suelo.

Buscó los labios sensuales de Elena y comenzó un beso más profundo y lleno de pasión, haciendo que literalmente ambas, se comieran con gusto. Sus lenguas iban y venían danzando un ritmo que solo ellas podían poner en marcha a la perfección.

Elena subió la barbilla de la morena con su mano, comenzando a recorrer desde el cuello hasta el pecho que aún seguía cubierto por un sujetador blanco. Los pequeños pechos de Yulia comenzaban a sentir tal excitación, marcándose sobre la fina tela del brassier, dejando a Elena con la expectativa por probarlos.
Llevó las manos hasta el broche, besando el bronceado hombro y sintiendo la respiración entrecortada de su amante sobre los de ella, soltando así, aquella pequeña muralla que al fin le permitió poder liberar lo que tanto estaba anhelando.

La separó un poco más de su cuerpo, mirándola de arriba a abajo, pudiendo sentir la pena y el deseo a flor de piel en el cuerpo de Yulia. Ella estaba igual, pero solo quería fundirse en ella, tal cual lo deseó desde la primera vez que en aquel parqueadero la morena besó fugazmente sus labios al despedirse de la ciudad.

— También me muero de miedo, pero te necesito tanto Yulia — Dijo muy cerca del oído de ésta sintiendo como se erizaba aquella chiquilla entre sus brazos.

Sacó su remera gris, mostrando partes nuevas de su sensual figura. Sus grandes pechos se escondían bajo un brassier color rosa que hacían a Yulia desearla más mientras ésta, solo se dedicaba a contemplarla.

La habitación se hacía caliente a pesar de que afuera, la temperatura comenzaba a helar. El deseo y la pasión se apoderaron inmensamente de aquellas cuatro paredes que estaban siendo testigo, de una entrega llena de mucho más que pasión. Ambas se necesitaban aunque ninguna supiera que el destino las había puesto en caminos distintos para que fueran conociéndose a través de la distancia.

Elena, había quedado semi-desnuda. Su níveo cuerpo era la cosa más sensual que los ojos de Yulia podían tener delante de ellos, disfrutando toda la vista que el cielo le había regalado. Volvieron a besarse con el mismo frenesí. Ya sus manos no tenían control alguno sobre sus cuerpos. Se recorrían intensamente la una a la otra. Elena alzó en brazos a Yulia y ésta se entorchó de piernas entre su cintura, caminando con ella hasta un rincón de aquella habitación que solo las detuvo, cuando la espalda de la pelinegra chocó contra una pared mientras seguían devorándose a besos.

En aquella posición, se repartieron miles de besos y caricias. Sus cuerpos reclamaban sentirse más. La pasión necesitaba cobrarse todo el deseo que irradiaba tanto placer. Elena, volvió a caminar con Yulia a horcajadas sobre ella, esta vez en dirección hasta la cama, donde fue dejando a la morena despacio, colocándose encima de ésta, besando su torso desnudo, disfrutando de aquellas montañas en erupción que invitaban a su boca y a su lengua, que fueran probadas con exquisitez.

Recorrió el abdomen plano de la morena, respirando agitadamente, volviendo a clavar su mirada sobre la de ella, sonriéndole hasta toparse con el botón del pantalón que en un segundo, logró abrir. La acomodó en la cama, y dejando besos suaves por todo el cuerpo pequeño y bien formado de su amante, se arrodilló sobre el colchón mientras sacaba muy despacio, viendo como esta encorvaba su espalda cuando era despojada de su ajustado pantalón. Una vez fuera, Elena lo lanzó a un lado de la cama, cayendo en el suelo junto a las demás prendas que ya se encontraban esperándolo. Volvió a subirse sobre ella, besando la frente, recorriendo desde la nariz hasta las mejillas, como si quisiera grabar toda su piel con sus labios. Pasó su mano derecha por debajo de la nuca de Yulia, y la besó con deseo, volviendo a sentir que sus lenguas eran una sola en aquel húmedo beso.

Yulia, debajo del cuerpo de Elena, instintivamente abrió sus piernas para que la anatomía de la pelirroja encajara perfectamente entre su pelvis. Elena sacó su mano debajo del cuello de ésta, sin dejar de besarla para dedicarse a recorrer las encantadoras piernas que la sujetaban en aquel momento, que la hacían vibrar, queriendo ir a por más.

— Hazme tuya Elena — Dijo mordiendo el lóbulo de la oreja de la pelirroja que comenzaba a frotar su sexo resguardado bajo sus boxers sobre el de ella, aún cubierto por sus diminutas bragas.

Elena no tenía prisa. No quería tener solo sexo con ella, quería hacerle el amor a aquella chica que gemía agitadamente debajo de si misma. Las manos de Yulia abrazaban la pecosa espalda hasta dar con el broche que también le permitieron liberar aquel par de senos que anhelaba probar con sus labios.

Colocó sus brazos a la altura de la cabeza de la pelinegra y se alzó para que Yulia terminara de sacar aquella penúltima prenda que le faltaba por desvestir a su cuerpo. Despacio, volvió a colocarse encima, sintiéndose cada una su desnudez, disfrutando al máximo de sus roces, de sus ganas...

Sus senos engranaban a la perfección, acariciándose a la par mientras Elena continuaba con aquellos movimientos únicos y tan simples que provocaban erupción solo al roce. Yulia besó cada peca que adornaba el hombro blanquecino que su boca degustaba, sintiéndose en el cielo cada que Elena chocaba más y más su sexo. Recorría cada centímetro de su espalda con sus manos, como si de aquello dependiera su vida; lento, despacio, sintiendo cada peca como si de un libro escrito al Braile se tratara y quisiese estudiar cada una para memorizarla.

Sus pulgares llegaron hasta el inicio de los boxers de su amante y comenzó a bajarlos despacio, tomando por sorpresa a Elena quien gimió de placer, mordiendo su cuello al sentir el roce de las manos de Yulia acariciar su bien formado trasero.

Haciéndose a un lado, ayudó a Yulia en el proceso de desvestirla sacando la ajustada prenda para quedar completamente desnuda, obsequiándole una sonrisa que guardaba algo de tabú en el fondo pero sobre todo mucho cariño. Los ojos azules de su acompañante, la recorrieron de principio a fin, deleitándose con cada detalle de aquel blanquecino cuerpo que a su lado reposaba. También y sintiéndose con más confianza, ella misma comenzó a bajar sus bragas, pero Elena la interrumpió, colocándose de rodillas para ayudar a bajarle la ropa interior, quedando totalmente desnuda ante sus ojos.

Yulia se arrodilló a la altura de Lena y comenzó a repartir besos sobre los suaves y frondosos senos de la pecosa, quien cerró los ojos cuando comenzó a sentir los labios de la joven en su piel, luego, la mujer tomó a la morena de la cintura, obligándola a sentarse en su regazo a lo que la chica no dudó en cumplir y con cada una de sus piernas a los costados, volvió amarrarlas de la cintura de la pelirroja.

Elena mordía la clavícula de la morena, escuchando los gemidos que esta hacía cada que su boca rozaba su exquisita piel. Podía sentir como su centro comenzaba a mojarse más de lo que pensó que ya estaba. Los dientes de la pelinegra se aferraban a sus hombros y ella, recorría con sus manos la espalda hasta llegar al final y apretar fuertemente el trasero de la morena.

—Me tienes loca, Lena — Dijo susurrando a la altura de la oreja de la pelirroja haciendo que un escalofrío bajara por cada una de sus espaldas.

—No sabes cuanto te deseo, Yulia.

Lena volvió atacar los labios de la morena de manera voraz, sintiendo como esta clavaba sus uñas en su espalda. Su boca succionaba el labio inferior de la morena y cuando entró a su boca, chupó su lengua sin detenerse solo cuando el aire les hacía falta.

Lentamente fue llevándola de nuevo contra la cama, bajando por sus pechos, saboreando con su lengua esas pequeñas pero gustosas montañas. Su boca chupaba uno de ellos, mientras con su otra mano acariciaba con placer el otro, jugando con la sensualidad de la morena que se retorcía bajo el fuego. Fue dejando estelas de besos por el abdomen que comenzaba a perlarse de sudor por la llamarada provocada por sus caricias, llegando hasta su ombligo, olfateando cada pulgada de su bajo vientre, lamiendo cada pedazo de la miel que desbordaba todo el cuerpo desnudo de su ahora Yulia, acercándose cada vez más a aquella zona que estaba totalmente húmeda, llamándola a que su sed se saciara.

Bajó con sus besos repartidos hasta sentir aquel néctar que tanto deseaba probar. Abrió despacio las piernas de Yulia para adentrarse más, sintiendo como ésta se encorvaba sobre la cama, atrapando con sus puños los pliegues de la fina sábana con sus manos, ahogando cada gemido en su ser. Con su lengua, acarició los labios vaginales, saboreando el dulce licor que la comenzaba a embriagar con cada sorbo que daba, sintiéndose plena y haciendo sentir llena a la morena. Lamía cada centímetro de su sexo, comenzando a jugar con el botón color rosa, muy protuberante de aquellos labios. Succionó placenteramente haciendo que Yulia gritara al sentir todo su sexo arder de deseo. Mordía y halaba la intimidad con sus labios.
Abría más y más espacio con sus dedos, frotando mágicamente más rápido, viendo como el cuerpo de la morena comenzaba a desgarrarse, pidiendo mucho más de ella.

Al introducir su dedo índice en aquella húmeda cavidad, las manos de Yulia se posaron sobre su cabeza comenzando a halar impacientemente pero sin hacerle daño, sus rojizos cabellos. Podía ver la perfecta escultura que estaba amando en aquel momento. Introdujo otro dedo con más ahínco, sintiendo todo el éxtasis en su mano. Dejó aquello y subió hasta los labios de Yulia, quienes recibieron los suyos con demasiada pasión y lujuria mientras volvía adentrarse una vez más, con fuertes movimientos dentro de ésta.

— Si...así Elena...mmmmm...sigue — Gemía Yulia sobre los labios abiertos de la pelirroja, quien con la punta de su lengua, contorneaba los mismos desprendiendo sensualidad y placer por doquier.

El ritmo se intensificaba más. Elena entraba y salía de Yulia sintiéndola tan suya. La morena bailaba al ritmo que la pelirroja le tocaba sabiendo que aquella danza, iba a llevarla al cielo de un momento a otro. La espalda de la pelirroja estaba siendo acariciada por unas manos que la arañaban despidiendo deseo. Su lengua bañaba los hombros de Yulia, ahogando gemidos claros y perfectos que la pequeña disfrutaba como la mejor sinfonía jamás tocada para ella. Su manos viajaban de la espalda pecosa hasta el suave y firme trasero, enviándole ondas de placer que solo hacían apresurar más el paso para seguir disfrutando de tan placenteros gemidos. Al fin, la morena encontró lo que tanto buscaba… dar con el sexo húmedo y desbordante de Elena para así también hacerlo suyo. Por acción automática, al sentir que también era explorada, abrió sus piernas y dejó que Yulia hiciera lo que tanto necesitaba.

Ambas estaban brindándose cariño, placer... amor. Los dedos de Elena continuaban con su arduo pero exquisito trabajo, sintiendo los movimientos sensuales y el sonido de los fluidos de su chica venirse haciendo un vaivén de su pelvis. Los de Yulia también comenzaban hacer magia dentro de su sexo quien se movía de arriba a abajo, dejándose llevar por todo el deseo, sintiéndose un volcán a punto de estallar. Era una orquesta de sensualidad y gemidos que se ahogaban en cuatro paredes que ya eran más que testigos de la entrega que dos mujeres, que se deseaban desde antes, ya estaban saciando por una necesidad mutua.

— Ahhhh! Te deseo tanto... Yulia... así!!! — Expresó clavando su rostro entre el cuello de su amada, dejándose llevar por todas las emociones que su alma desprendía en cada gemido, cada caricia.

[…]

El cuerpo de Yulia descansaba sobre el torso de Elena mientras cada una calmaba sus agitadas respiraciones. Ésta acariciaba el cabello azabache de la pequeña chica con tal ternura, viéndola tan frágil y tan llena de vida a la vez, que en aquel momento solo deseaba meterla en una caja de cristal y conservarla intacta... suya.

— Cómo te sientes, hermosa?— Preguntó sin quitar aquella sonrisa que deseaba conservar de por vida en su rostro. Seguía acariciando dócilmente toda la sensualidad que despertaba el cuerpo y la desnudez de Yulia, allí, entre sus brazos.

— Feliz... Llena... — Exclamó bajo una sonrisa sintiendo suaves besos en su mejilla —Elena — Se alzó un poco para mirar el terso y agradable rostro de la pelirroja quien ahora, acariciaba con sus dedos su juvenil rostro — Ahora, definitivamente soy la número 114, cierto? — Preguntó con un deje de tristeza haciendo que Elena se incorporara sobre la cama. Mostraba sus senos sin pudor, acogiendo entre sus manos la cara de Yulia para mirarla fijamente a aquellos luceros azules que cada día le parecían más hermosos.

— Quiero que sepas Yulia, que nunca, que jamás serás para mi un número. Quiero guardar este recuerdo como el más hermoso de toda mi vida, el día en que te hice mía y yo fui tuya. Eres muy importante para mí, hermosa; no sabes cuanto, tampoco yo sé cuanto ni cuando empezaste a formar parte de mi vida, de mis pensamientos y que cada latido de mi corazón, lleva tú nombre...Yulia.

Al terminar de decir su nombre, acarició de nuevo el rostro de la pelinegra y unió sus labios para sellar así aquella promesa que comenzaba a tener forma de amor, de un amor espontáneo que nació de un simple correo, de un comentario... Un amor joven y fresco que ambas comenzaban a sentir desde la primera vez que vieron sus rostros y sus miradas chocaron desde la distancia, enviando una corriente de sensaciones que aún les faltaba por vivir, por sentir, por conocer y sobre todo, por soportar.




PD:Jajajaja... Amé este capítulo cuando lo escribí y me he reído más luego de editarlo por segunda vez!!! La sangre me hirvió doble!!
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Mensaje por Volkatinale92 8/23/2020, 6:47 pm

Ea enserio? 114 Mujeres? Elena tiene un pasado muy movido, quiero saber ya todo lo que esconde!! Jajaja para si querer matarla con gusto!

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Mensaje por LENYU 8/23/2020, 10:15 pm

“Que linda te ves garchando “Esperancita (Lenita)” peroooo llevas 114 MALDITA GOLFA”!!!! De veras que juro que hare un tik tok de la garchawoman de Lena!!! Aaaaaaaa!! Como la detesto, con su voz melocita y envolvente, hablando despacio (Asi me la imagino) y se la llevo a la mierda de cama!! Pero que poco se quiere Julia!! No me entra en la cabezota como podes estar impune de alma despues de cogerte todasssss esas mujeres!!!! La detento!! Detesto que logro su cometido!!! Aaaaaaaaaaaa es tan oscura!!! #MuerteALena ajjaj
LENA G O L F A /////// LENA G O L F A /////// LENA G O L F A
Mi linda y talentosa escritora sos vos mi idola Smile Smile Smile


Última edición por LENYU el 8/24/2020, 4:37 am, editado 1 vez

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Mensaje por Volkatinale92 8/23/2020, 11:00 pm

🤭🤭🤭 tus comentarios hacen que me desespere mucho, es que ya tienes ventaja y sabes que va a pasar jajaja y yo cada vez más quiero saber como se ha ganado Lena tanto odio de tu parte.
Pd: Escritora podrías apuntarte un poquito? Jajajaja

Volkatinale92

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Mensaje por psichobitch2 8/24/2020, 3:24 pm

LENYU: Jajajajajajajajajajajajajajajaja!!! Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing En serio, cada que leo alguno de tus comentarios, pienso que cuando suelte la bomba en la segunda parte, arderá Troya!!!

Volkatinale92: Tranquila nena, no comas ansias que todo a su tiempo!

Disfrutad!!


CAPITULO 20: EL QUE DE CELOS TAMBIEN SE VIVE!


Había tenido una mañana bastante agitada en el bufete. Prácticamente, su familia política la atormentaba bastante y no podía faltar un martes de reunión con ellos simplemente para volver a discutir más de lo mismo. El dinero.

Sus cuñados podían fácilmente llevarla a la locura en un abrir y cerrar de ojos. Necesitaba aire, un espacio, así fuera el más pequeño, sólo para poder respirar.

Bajó al estacionamiento mientras se colocaba la bufanda sobre su cuello una vez hubo salido del elevador. El frío se sentía en cada uno de los rincones de la ciudad. Era mediodía, tal vez pasara por algo de comer o quizás un café. Buscaba las llaves de su auto y su móvil dentro de los bolsillos de su sobretodo, mientras se dirigía a este cuando entre la poca iluminación del lugar, una mujer alta, con un cuerpo definido y mirada provocadora, se hallaba esperándola cerca de un auto parqueado a dos coches de distancia del suyo.

Suspiró pesadamente y rodó la mirada: “La frutilla que le faltaba al pastel”, pensó internamente mientras se iba acercando sin darle demasiada importancia a la mujer de cabellos rizados y castaños.

— Hola Elena, supongo que nunca pensaste encontrarme acá — Saludó la mujer acercándose con un andar sensual, hacia ella.

— Qué quieres, Tanya? Cuántas veces te he dicho que no me gusta que des este tipo de “sospresitas” y mucho menos aquí, en mi lugar de trabajo — Dijo pasando por su lado. Tanya la detuvo tomándola por un brazo haciendo que la pelirroja posara su mirada sobre el agarre sin decir palabra alguna.

— Pues, te recuerdo algo Lenita, primero, que mi padre es uno de tus clientes más potenciales dentro del bufete y segundo, tú y yo tuvimos una relación bastante...como decirlo...

— Traumática? — Respondió la pelirroja zafándose del agarre y dirigiéndose hacia su auto seguida por ella.

— Si para ti fue traumática, para mí no. Pasamos los mejores ocho meses de nuestras vidas, o se te olvidó que me amaste con locura? — Elena se dio la vuelta, deteniendo la acción de abrir la puerta del coche solo para enfrentar a la intolerante mujer que se encontraba a sus espaldas.

— La que se volvió loca fuiste tú. La que quiso terminar la relación fuiste tú Tanya y te equivocas, la palabra AMOR no cabía entre nosotras... Te quise mucho, sí… — Lena hablaba mientras rodeaba a la mujer — Te quise, porque fuiste alguien muy importante para mí, escucha bien… — Se colocó frente a Tanya señalándola con el índice y con la paciencia a punto de colapsar — …Tiempo pasado y si no te has enterado, aunque creo que es difícil para ti no saber de las cosas que suceden a mi alrededor, estoy casada y tú y yo no tenemos NADA en común, así que te voy a pedir que no vuelvas a buscarme más, entendiste? — Concluyó sintiendo un bufido recio salir de los pulmones de la castaña.

— Así que entonces formo parte de tu pasado...y que pasaría Elena, si tu amada esposita se llegase a enterar que le eres infiel? — Elena inmediatamente puso una postura más rígida, tensando su cara. A qué se refería Tanya con aquella declaración improvisada? Tenía que ser algún invento de parte de ésta, simplemente alguna parafernalia por llamar la atención de su parte. Decidió no prestarle importancia a su comentario y volvió hacia su coche.

— No sé que estupidez estás inventando Tanya. Si lo haces solo para capturar mi atención, te equivocaste de estúpida, porque no lo soy. Así que vete.

— Tienes miedo, Elena? — Dijo cerrándole de golpe la puerta del coche que había abierto para ocuparlo — Sé cada uno de tus movimientos, como respiras y hasta tus pensamientos y sé que hace tres días regresaste muy feliz de Moscú, o no?

— Mira Tanya — Dijo tomándola del brazo fuertemente — Si lo que pretendes es que yo vuelva a tus garras y revolcarme contigo, no lo vas a lograr; solo por el simple hecho de que ya no me llamas la atención... Queda claro?

— Vaya!!! Habéis fumigado el estacionamiento que estáis saliendo las ratas? — Nastya, quien también iba a almorzar en ese momento, se había percatado desde lejos la presencia de la repugnante mujer que hablaba con su mejor amiga.

— Ja! Mira a quien tenemos acá, a la lame botas de la mejor amiguita y defensora de los desamparados — Dijo mirando de arriba a abajo a la otra castaña, zafándose del agarre de Elena. Nastya simplemente negaba con la cabeza con una sonrisa sarcástica en la cara.

— Elena, me entero que las ratas tienen voz y voto... aunque a esta se le fue la mano en el Botox — La pelirroja aguantó la risa al escuchar el último comentario de su amiga — Y prefiero ser mil veces lame botas que una puta, al menos me beneficio con algo, vos... a ver... vos siempre recibirás migajitas de todo el mundo, hasta de Elena —Ahora fue el turno de la castaña de mirarla de arriba a abajo — Hey! Elena, te has enterado que ésta se acuesta con lo que botaste hace tiempo? La envidia la corroe y el querer ser como tú, la tiene mendigando hasta un poquitico de sexo de tú parte — Terminó de decir, atajando la mano de Tanya que se dirigía directamente hacia su rostro. Elena tomó por la cintura a la mujer problemática, atrayéndola hacia ella y así evitar que se le fuera encima a su amiga.

— Cálmate Tanya!!! Deja de hacer espectáculos grotescos en la calle — Lena logró levantar del suelo a la chica, quien se agitaba furiosa esperando el momento de poder partirle la cara a la otra mujer quien se miraba distraídamente las uñas y rodaba los ojos escuchando los improperios que salían de su boca hacia ella.

— Solo te digo algo “enfermita”, te has metido con la persona o mejor dicho, con las personas equivocadas. A parte de puta, eres bruta? — Elena trataba de forcejear con el cuerpo de la chica que deseaba ser liberada en ese momento.

Trataba de hacerle señas con los ojos a su amiga para que cerrara el pico y Tanya se terminara de largar de una vez pero, si hay algo más largo en este mundo aparte del puente Golden Gate en los Estados Unidos era la lengua de su mejor amiga.

— Estás tratando con dos abogadas que se conocen las leyes al derecho y al revés y lo que no esté escrito, lo inventamos así que, amarra tus manitas y tú lengüita o me veré obligada hacerle una visita a tu padre de tú parte y créeme que vas a salir peor parada que la torre de Pisa, así que ve bajándole a tus humitos de súper estrella, que de súper no tienes nada y de estrella menos. ¿En qué idioma debe Elena decirte que la dejes en paz? Porque créeme que sabe muchos idiomas, cosa que... JA!!! No creo que tú sepas...

— Nastya, por favor... ya detén tú lengua y tú Tanya, es mejor que le hagas caso a Nastya… — Colocó a la chica en el suelo sin dejar de tomarla de la cintura — …Porque conozco a mi amiga mejor que nadie y tiene una boquita y una lengüita que... Uy!! Pobre del que caiga en ellas y no creo que quieras que tú prestigioso padre se vea envuelto en un escándalo, o sí? — La chica comenzó a calmarse repentinamente sintiendo como poco a poco Elena la soltaba. Nastya, haciéndose a un lado para que aquel tornado hecho mujer pasara por su costado, colocó una mano sobre el hombro de la pelirroja viendo contonearse escuálidamente a la mujer, quien se detuvo a unos cuantos metros para girarse.

— Esto no se va a quedar así Elena, ya verás que conmigo no se juega y sabes que digo la verdad!!! — Gritó, subiéndose a su coche y arrancando a toda prisa, incluso dejando huellas de sus neumáticos a su paso.

— Elena, puedo decirte algo? —Lena rodó los ojos.

— Dime Nastya — Dijo agachándose para recoger las llaves del auto que con el forcejeo, se le habían caído al piso.

— En verdad tienes un imán para atraer a las locas con tanta facilidad, que me sorprendes, lo juro.

— Y tú tienes una facilidad para soltarte la lengua que me quedo más loca, que las que habéis salido conmigo alguna vez — Abrió la puerta, lanzando al asiento de al lado su portafolio.

Del otro lado, Nastya subía quitando el maletín de Elena lanzándolo hacia atrás y colocando su trasero sobre el asiento, luego se ajustó el cinturón de seguridad. Todo esto bajo la mirada estupefacta de Elena.

— Qué? No me digas que después de haberte salvado el pellejo pálido que tienes, no vas a invitarme por lo menos una sopa? — Elena rió por lo más bajo, negando con la cabeza, subiendo al coche para luego salir de allí y disfrutar de un buen almuerzo. Tanto ajetreo, le había despertado ahora sí, el apetito.


[…]

La ciudad ya se encontraba en pleno apogeo, pero era algo a lo que ya los ciudadanos estaban acostumbrados a las horas picos. El estéreo sintonizaba una canción de los 80, haciendo que Elena y su acompañante tararearan la melodía bajo el tráfico citadino.

— A qué se refería la loca de Tanya cuando dijo que: “Esto no sé quedará así” — Dijo imitando la chillona voz de la chica mientras alzaba su mano de manera retadora. Elena rió, mirando por el espejo retrovisor cuando tomaba una curva.

— Pues, me amenazó segundos antes de que llegaras con decirle a Svetlana que le estaba siendo infiel — Dijo. Nastya cambió la emisora radial.

— No creo que Svetlana vaya a creerle mucho las locuras a esa mujer, si es que en algún momento llega a decirle algo... No creo que se atreva, al menos no volverá a rondarte durante algún tiempo.

— Sabe que estuve en Moscú — Frenó al frente de un restaurante cuando cruzó la esquina. Nastya se quitó el cinturón y la miró con la boca abierta.

— Qué? Espera.... Qué ella sabe que estuviste en Moscú?

— Pues sí, es lo que acabo de decirte. Me amenazó con decirle a mi esposa que le soy infiel — Abrió la puerta del coche y salió entregándole las llaves al valet para que estacionaran su camioneta. El ruido seguido de la otra puerta le dio a entender que su amiga también había descendido.

— Para... Pues has ido dos veces a Moscú. Y por tu cara de “Sex in the City” que traes desde unos días para acá, no creo que esta vez hayas ido a cerrar algún negocio. Más bien, creo que abriste alguna otra cosa por allí — Sintió el codazo que le propinó la pelirroja en su antebrazo y se dirigieron ambas dentro del local.

Un mozo las atendió amablemente, ubicándoles rápidamente una mesa hasta acompañarlas a tomar sus asientos. Las dos solicitaron el menú. Elena leía escogiendo que comer y Nastya se abanicaba para despejarse un poco el calor y el mal rato que le había hecho pasar Tanya.

— Estos vaporones que últimamente me están dando, van acabar con mi vida. Parezco menopaúsica ya — Soltó otro quejido mientras continuaba dándose aire. Elena la miraba por encima del menú.

— Eres demasiado dramática, Nastya. No está haciendo calor… ¿Ya decidiste qué ordenar? — Preguntó colocando la carta sobre la mesa mientras el mozo esperaba con libreta en mano — A mi me trae por favor un asado, acompañado con vegetales y para tomar, una Coca-Cola Zero.

— Me temo que esa bebida acá no la tenemos, señorita — Acotó el chico. Nastya soltó una carcajada.

— Pues, fabríquela o esta mujer no almuerza hoy — Se burló haciendo que Elena la mirara fastidiada.

— Entonces, tráigame un zumo de naranjas. ¿Qué vas a ordenar, Nastya? — Preguntó. El chico tomaba nota, la castaña leía la carta.

— Tráigame un ventilador portátil o estallaré — El mozo iba anotar pero solo le regaló una sonrisa coqueta haciendo que Nastya se ruborizara — Tráigame lo mismo que a la pecosa que tengo al frente, solo que con una cerveza muy, pero muy helada — Concluyó haciendo que el chico se retirara — Hey, este crío cree que me va a conquistar con una sonrisita tonta — Dijo — A ver, estoy esperando que me cuentes — Lena rodaba los ojos mientras sonreía de las ocurrencias de su amiga.

— Nastya, está haciendo frío y no entiendo como tienes calor en esta época — Bebió un poco de su copa con agua.

— Mis hormonas no son “El canal del tiempo” y no me cambies la conversación. Dime, la viste? — Preguntó también bebiendo de su copa con agua.

— Pues...sí, la vi.

— Y? —Dijo mirándola intrigada.

— Y qué? Pues.... hablé con ella.

— Sólo eso, Elena? — Dijo alzando una ceja.

— No te diré nada más, solo hablé con ella.

— Está bien... Está bien…Pero sabes muy bien lo que estás haciendo, verdad? — Preguntó desatendidamente.

— No entiendo tú pregunta, Nastya — Preguntó un poco nerviosa.

— No eres imbécil, solo un poco o mejor dicho, demasiado pelirroja —Lena volvió a rodar los ojos mientras colocaba la servilleta de tela sobre su regazo — Sabes a que me refiero. Cuando saliste de acá aquel día, me pediste encarecidamente que te ayudara ir hasta Moscú y pude sacarte el motivo del viaje, con cucharilla. He notado tú cambio Elena, digamos que eres una persona más espontánea y sé que es por esa chica… Dime algo, te gusta o sólo es alguien más para tu colección? — La pregunta quedó suspendida en el aire mientras el mozo repartía sus pedidos sobre la mesa, colocando al final la cerveza solicitada por Nastya frente a ella para luego retirarse, llevándose las copas vacías.

— Pues, no considero a Yulia como una más para mi “colección”. Sabes perfectamente que eso es parte de mi pasado y que tampoco estoy orgullosa de esa parte de mi vida. Fueron momentos alocados los que viví. Era una chica inmadura y bueno, me conoces y... he sido muy sincera con ella.

— Entonces, la susodicha lleva por nombre Yulia. Al menos me dirás, si es bonita? — Preguntó llevando un trozo de bocado a su boca. Elena secaba la comisura de sus labios con la servilleta.

— Sí... Sí lo es. Es una chica muy hermosa, pero... — Se interrumpió, apoyando los codos sobre la mesa y juntando las manos. Nastya la veía curiosamente mientras volvía a llevarse comida a la boca.

— ¿Y? ¿Es hermosa, pero? No me digas que no tiene 26 años sino 50... — Rió descaradamente ganándose otra mirada de reproche de parte de la pelirroja.

— Yulia, apenas tiene 20 años — Confesó. Nastya tosió varias veces llevándose un trago de su bebida para poder recuperarse.

— ¿¿Qué?!!? A ver Elena, me estás diciendo que fuiste hasta Moscú para encontrarte con una mocosa de veinte años? Pero tú te volviste loca? —Lena miraba de reojo todo su alrededor.

— No sabía, al menos no del todo. Si pude percatarme en ciertos rasgos de sus facciones juveniles y por su comportamiento un tanto inmaduro, pero no sabía que tenía solo 20 años.

—Ahora me dirás que la pobre perdió la virginidad contigo... — Dijo para ver que reacción tendría la pelirroja, pero solo volvió a ganarse otra mirada de: No te metas en mi vida.

— Ya te dije que no tengo nada más que decirte con respecto a eso, pero Yulia, a pesar de su edad, es una chica muy madura y que ha pasado por una serie de eventos desafortunados que la han hecho crecer mucho.

— Entonces… ¿Qué piensas hacer al respecto, Elena? Esa chica te está cambiando demasiado la vida y lo sabes... Debes andarte con cuidado porque sabes que por esposa tienes a una serpiente de 3 cabezas que además, es demasiado poderosa y si llega a enterarse de todo esto, te dejaría en la ruina.

— No me importa, porque la vida que yo me he hecho hasta ahora la he forjado por mis propios medios no a costillas de su dinero — Dijo volviendo a tomar su tenedor y continuar con el almuerzo. Su móvil timbró y palabra cierta — Hola, si...Estoy almorzando con Nastya... No, no estoy en el bufete y regresaré más o menos en una hora... Claro que lo recuerdo Sveta, no se me ha olvidado — Nastya arrugó su nariz al escuchar el mencionado nombre — Perfecto, al salir de la oficina, iré a casa a cambiarme... Seguro, hablamos.

— El rey de Roma asomándose.... Acaso otro eventito nocturno? — Preguntó. Elena bufó asintiendo — Ves!! Esa mujer solo te toma en cuenta cuando va hacer obras de caridad, de resto, no tienes voz ni voto para nada — Enfatizó viendo que Elena recibía un texto y reía mientras lo leía.

YulSMS: “Sé que estás almorzando en éste momento. No soy psíquica, solo me lo dijo un pajarito, por lo tanto estoy loca por hablar con los animales. Buen apetito, preciosa. Te extraño”

Ves, a eso me refiero Yulia, estás siempre distraída y llevo más de 5 minutos diciéndote si quieres ir a almorzar conmigo y no me haces caso. ¿Estás ocupada, o quieres que te llame luego? — Preguntó Katya del otro lado de la línea fija, esperando que la pelinegra terminara de escribir un mensaje el cual, la rubia ni remotamente estaba por enterada que era esa la verdadera razón por la que su amiga estaba tan distraída.

— A ver... que me decías Katya — Dijo colocando a un lado su teléfono móvil y volviendo a la pantalla de su portátil.

— [i]Demonios Yulia, andas de un tiempo para acá con la cabeza en el espacio. La noviecita esa que tienes te está dejando sin neuronas
— La morena rodó los ojos — Te estoy preguntando si quieres almorzar conmigo, desde hace más de una década.

— No seas exagerada — Miró su reloj — Son las 13 horas menos 15 de la tarde, y te conozco. De acá que salgas de tu casa, iremos más bien a cenar...

No... Pues, estaba dando unas vueltas por acá cerca y... y bueno, estoy estacionada debajo de la empresa de tus papás — Volvió a rodar sus ojos. Cuando Katya era persistente es que lo era con todo el sentido de la palabra “IMBANCABLE”.

— Vale. Entonces dame unos minutos y bajo.

La morena comenzó arreglarse y mientras lo hacía, sonreía tontamente en el espejo del elevador donde espontáneamente le gustaba acomodarse para no perder tanto tiempo, aunque ya habían pasado casi diez minutos desde que le anunció a su amiga que se reuniría con ella. El motivo de su alegría, tenía ya un nombre y un apellido que se iba colando rápidamente en su vida: Elena Katina o como ella tiernamente le llamaba, “Pecosita”.

— ¿Me estás haciendo la competencia a ver quién se tarda más? Casi me congelo acá dentro — Participó la rubia encendiendo el auto mientras Yulia con toda su calma, se sentaba y ajustaba su cinturón.

— No... para nada. Acaso no ves lo bella que soy, Katya? Tengo que siempre estar presentable así sea para salir contigo — Dijo y le sacó la lengua a la chica en señal de broma para luego partir de allí a comer.

El almuerzo estuvo bastante entretenido entre las dos jóvenes que no se cansaban de platicar sobre vuestras vidas y sus acontecimientos, claro, siempre y cuando con cierta cautela de parte de Yulia por no nombrar en ningún momento a la chica que comenzaba a robarle sueños, suspiros y pensamientos durante el día, noche, tarde, madrugada... en pocas palabras, todo el día.

Quería tener un poco de cuidado en ese aspecto ya que Elena, según, no era una conquista más y sobre todo porque la pelirroja no era una chica común como alguna otra, ésta en particular venía con una esposa incluida, una ciudad a más de 100 km que las separaba y no bastando con eso... 113 razones que aún llevaba clavadas entre ceja y ceja sin poder aún sacarse la espinita de adentro.

— Hola? — Contestó la morena sin quitar la mirada de encima de su amiga quien de inmediato, volteó su rostro hacia otra parte. Odiaba ser mal tercio.

Hola linda, cómo estás?

— Hola Tasha, como te ha ido cariño?

Bien, con mucho trabajo encima pero bien y tú, dónde estás? Ya almorzaste? — Preguntó atenta Natasha desde el otro lado de la línea.

— Si, de hecho estoy haciéndolo con Ekaterina, recuerdas que te la nombré y que es mi mejor amiga? — Cuestionó viendo rodar los ojos claros de la rubia con gesto sumamente de fastidio.

Si... me la nombraste en alguna oportunidad o mejor dicho, siempre la nombras — Dijo con un tono un poco incómodo.

— Bueno... estoy almorzando con ella. Y tú, ya lo hiciste? — Dijo bebiendo de su bebida, viendo a Katya jugar con la comida, siendo un poco...extraña.

Pues, te llamaba precisamente porque mi tía se siente un poco indispuesta y como mi tío Nicolás está de viaje y ella está sola en casa, salí más temprano para atenderla.

— Entonces... eso quiere decir que no nos podemos ver hoy?— Katya alzó la vista hacia Yulia mientras ésta comenzaba a jugar con su tenedor.

No linda, lo siento... Es que no puedo dejarla sola, pero te prometo que mañana si saldremos un rato. Te lo prometo.

— Está bien...

Vamos Yulia no te pongas así... Mañana prometo que sí estaré contigo — Dijo. La morena suspiró pesadamente.

— Vale está bien... No te preocupes que cuando llegue a casa, te escribiré para saber como sigue tú tía.

Gracias mi vida... Te dejo un beso, hablamos luego. Te quiero — La llamada finalizó de parte de Natasha.

Yulia aún llevaba el teléfono móvil en su oreja viendo a Katya también jugar distraídamente con la comida, esperando que su amiga finalizara aquella llamada que la tenía algo más que incómoda en ese momento.

— También te quiero Tasha y mucho.... Lástima que esta noche no te pueda hacer todas esas cositas que están pasando por mi mente en este momento y que sé, disfrutarías muchísimo — El gesto que hizo la rubia con su cubierto no pasó desapercibido para la morena, el ver como se aferraba fuertemente del utensilio hasta hacer que sus nudillos se volvieran blancos. Luego, la chica tiró la servilleta sobre la mesa y se levantó molesta.

Los ojos azules de la morena la siguieron todo el camino que recorrió hasta perderse por la puerta del baño. Se separó el móvil de su oreja y con una sonrisa triunfante en su rostro, dejó el mismo sobre la tabla de madera.

Pasaron más de diez minutos cuando Katya regresó de nuevo. Yulia se encontraba recostada de la silla viendo a la nada, cuando sintió que la silla del frente era halada; por el ruido, giró para ver que su amiga al fin, había regresado. En aquel entonces, sintió una punzada de tristeza, al ver que la chica había estado llorando.

— Qué te pasó, te sientes mal? — Preguntó alejando su plato un poco más allá de su cuerpo. Katya hizo lo mismo.

— Nada… Solo necesitaba usar el baño para refrescarme un poco, es todo — Respondió con la vista clavada sobre la mesa.

— Cuéntame, cómo está Pavell? —Dijo tratando de buscar conversación.

— Ay Yulia por favor. Lo odias, no lo soportas, no entiendo porque tienes que preguntar por él. ¿Te importa? — Preguntó sintiéndose molesta por la absurda y fuera de lugar pregunta de la ojiazul.

— Me preocupo por ti que es muy distinto — Quiso reparar el daño que sabía, había causado.

— No parece.

— Katya, por favor, solo te estaba tomando el pelo hace rato... No hablaba con nadie cuando hice el comentario subido de tono — Tomó de nuevo un trago de agua.

— No me importa lo que hagas o no hagas con tú noviecita Yulia, es tú problema y el de ella — Respondió tajante volviendo su vista a cualquier lado.

— No quiero regresar a la oficina… quieres ir a beber unos tragos?

— No te parece que aún es muy temprano?— Cuestionó Katya sin importancia.

— Me parece que necesitamos salir de acá y relajarnos un poco. Total, no tengo nada más importante que hacer.

— Y tu noviecita esta noche te plantó, cierto? — Rodó los ojos, cruzándose de brazos viendo a Yulia levantarse de la mesa con su bolso de mano — Qué haces, a dónde vas?

— A distraerme un rato contigo o sin ti.

— Espérame, no seas tonta... voy contigo — Dijo también imitando a su pelinegra amiga.


[…]


Una vez más, Elena se encontraba sumergida en su irreal y sin sentido mundo, aquel donde tenía que aparentar ser la persona más sumisa sobre la faz de la tierra. Aquella reunión tan apoteósica, no era nada a lo que estaba acostumbrada a vivir, sin embargo; tenía que hacerlo siempre para darle el gusto egocéntrico a su querida esposa, Svetlana.

En un rincón de aquella elegante mansión, se encontraba ella aún sin encontrarles algún sentido a todas aquellas personas. Pobres infelices con dinero, gastando todo en la mala vida sola para decir que habéis vivido felices por cuanto: 1 hora, 2 o más tal vez?

Se acercó a la barra para pedir una botella de agua. Svetlana hablaba en aquel momento con uno de los senadores del país, regodeándose de clase, como siempre le encantaba. Rodó los ojos acercándose al lugar para hacer la solicitud de lo que necesitaba en ese momento.

— Buenas noches, por favor una botella de agua mineral — Pidió. La chica que atendía la barra se acercó con lo que la pelirroja había pedido.

— Hola! — Saludó coquetamente — Nunca te había visto por aquí — Dijo mientras servía el vital líquido en una copa. Elena le regaló una simple sonrisa.

— De hecho, es primera vez que vengo por acá. No frecuento mucho estos lugares — Aclaró bebiendo de su copa, mirando hacia atrás para volver a encontrarse con Svetlana que seguía hablando con aquel regordete hombre del gobierno.

— Te ves aburrida...Viniste sola? — Preguntó la chica mientras detallaba los hermosos rasgos de Elena.

— Vine con mi esposa y sí...estoy aburrida. No me gusta compartir con esta gente, pero lo hago sólo por compromiso — Dijo, haciendo girar distraídamente la copa sobre el tablón de madera fina. En ese momento su teléfono móvil timbró y viendo de quien era la llamada entrante, se levantó de la silla donde se encontraba y fue hasta un lugar un poco menos concurrido para así poder atender.

— Hola hermosa, cómo estás? Me tenías preocupada, todo bien? — Preguntó tapando su oreja izquierda para que el ruido no interfiriera con la conversación.

Hola Elena, estoy pasándola de maravilla — Contestó Yulia con la voz un poco pastosa.

— Estás bebiendo? — Cuestionó Lena.

Sí. Me he venido a tomar unos tragos y ya me encuentro como que un poco subida de tono. No me habías llamado y supuse que estabas ocupada, pero por la música de fondo, puedo entender que si lo estás.

— No es lo que piensas ni mucho menos me estoy divirtiendo. Estoy en un evento social al cual me tocó asistir esta noche y... si no te dije nada es... bueno, estoy acá con mi esposa — Dijo concentrando su atención precisamente en la ya mencionada quien en ese momento, le dirigía una mirada un tanto detonante.

Así que saliste a divertirte con tu esposa... Me alegro por ti porque casi nunca sales, siempre estás en la oficina. Te diviertes? — Preguntó Yulia con un tonito bastante sarcástico para Elena.

— No me gustan estas fiestas Yulia, solo vengo por compromiso, es todo.

Pudiste haberte quedado en tu casa si no te gustan las fiestas o es que acaso tu esposa te colocó un arma en el pecho y te obligó a ir? — Casi no podía entenderle las palabras a Yulia, al parecer ésta ya se encontraba bastante tomada. Elena, al ver que Svetlana seguía conversando con varias personas, abrió la puerta de la terraza y salió. Al menos la música ya no era impedimento alguno para escuchar a la pelinegra.

— Es un compromiso donde mi esposa tenía que asistir y pues...tenía que acompañarla. Dónde estás Yulia? Te escuchas muy tomada, estás sola?

No! No estoy sola, Elena — Rió sonoramente — Y tu esposita te tiene bastante amaestrada no es así? Te arrastra por donde quiera y tú, le sigues los pasitos, Elena. Que encantadora, eres la mejor esposa del mundo.

— Basta Yulia por favor, estás tomada y las cosas no son como piensas. Por qué no te vas a casa? Se nota que has bebido y muchísimo — Dijo caminando de un lado para otro.

Me voy a casa cuando termine de divertirme. Tú lo estás haciendo encantadoramente de la vida, no tengo porque salir corriendo a encerrarme entre cuatro paredes y aburrirme o es que acaso no te gusta que salga? — Preguntó con ironía. Elena se detuvo junto al balcón de piedra y suspiró. Que difícil era poder demostrar los sentimientos a distancia.

— Claro que me gusta que salgas hermosa, solo que no quiero que estés por allí en ese estado porque me preocupo por ti. Estás con tú novia?— Cuestionó mientras se le hacía un nudo en el estómago.

No es tú problema con quien me encuentre. Ya veo que en realidad ni te importo. No me has escrito ni llamado en todo el día y ya sé porque... Sigue disfrutando de tu nochecita con tu mujer, Elena, que yo seguiré disfrutando de la mía — Concluyó colgando la llamada sin dejar que al menos ella, pudiera defenderse de aquel sorpresivo ataque de celos y actitud infantil de su parte.

— Rayos! — Exclamó golpeando con su puño el muro y girando sobre sus talones. Entró de nuevo al salón buscando con la mirada a Svetlana, pero no la hallaba por ninguna parte. Fue de nuevo hasta la barra y se sentó.

— Hola, podrías darme un vaso de Coca-Cola Zero? — Le pidió de nuevo a la chica. Ésta le regaló una sonrisa sirviendo lo solicitado por aquella sensual mujer de mirada verde con gris y encantadora belleza.

— Sueles embriagarte muy seguido? — Preguntó la joven rubia de cabello corto detrás del mostrador. Elena frunció el ceño.

— No entiendo...

— Tranquila guapa, solo fue una broma. Hago referencia porque te he estado observando lo que llevas aquí y no has probado ni una gota de licor, lo que me hace pensar que eres abstemia y eso te hace ver más....sensual — Inmediatamente la pelirroja pasó el trago de su bebida con un pequeño esfuerzo ante las palabras recitadas por aquella mujer desconocida.

—Gracias! — Fue lo único que de su boca salió mientras ésta, escribía en una servilleta su nombre y un número telefónico. Rodándolo por encima de la pulida madera, lo hizo llegar hasta la mano derecha de Elena quien lo tomó entre sus manos para luego leer con detenimiento lo que allí estaba escrito: KAMILA O188-3459-9. Inmediatamente, recordó a Yulia y con la misma, se levantó para salir de allí por un poco de aire, siendo seguida por la mirada azul de la muchacha que se quedó un poco pensativa por la actitud de aquella pelirroja que sabía, no iba a cruzar palabra alguna, ni a verla nunca más en su vida.

De nuevo salió a la terraza donde anteriormente se encontraba y respiró profundo, leyendo de nuevo el papel maltrecho que llevaba en su mano donde se leía un número telefónico y un nombre.

Unas palabras llegaron a su mente en aquel momento.

“Eres una puta”

Tal y como se lo había hecho saber Yulia tras la absurda confesión sobre sus 113 amantes aquella mañana en Moscú.

Rápidamente arrugó la servilleta y la metió dentro de su saco, más tarde se encargaría de desecharlo. Giró su cabeza al sentir la puerta de cristal volver a cerrarse para encontrar a Svetlana dirigirse hacia ella.

— Sé que estás algo aburrida Elena, pero sabes que es un compromiso que debo cumplir — Dijo hasta llegar a donde se encontraba parada la pelirroja, colocándose al lado de ésta para ver distraídamente como caía la noche sobre la ciudad — Veo que aún te siguen lloviendo mujeres y que llamas demasiado la atención — Hizo referencia a lo que desde distancia había visto entre su esposa y la chica de la barra. Elena apoyó sus manos en el muro para también perderse en el oscuro horizonte, donde se detallaba un cielo manchado con algunas estrellas.

— Si llamo o no la atención, sabes que no me importan. De igual manera, acá estoy o no me hubieses encontrado en esta mansión durante toda la noche — Dio media vuelta para marcharse pero la rubia la detuvo por un brazo.

— Acompáñame — Dijo, haciendo que la pelirroja caminara con ella de la mano y regresando al salón de fiestas. Pasaron a través de todos aquellos invitados que se encontraban más que borrachos, quitándose así los disfraces que llevaban a diario frente a la luz pública, luciendo como los mejores corderos del rebaño.

Llegaron al baño de damas y Svetlana pasó el seguro por dentro. Elena de inmediato sintió el agarre más fuerte en su mano izquierda, sintiéndose atraída por su esposa quien comenzó a repartirle cierta cantidad de posesivos besos por su rostro, cuello y otras partes que hacían que la pelirroja comenzara a encenderse.

— Qué... qué estás haciendo... Sveta? — Preguntó con la voz entrecortada por la emoción, sintiendo como la rubia la llevaba más adentro de los sanitarios hasta sentir la fría y dura pared tropezar con su espalda.

— Marcando mi territorio... haciéndote saber que eres mía — Dijo una hambrienta y deseosa rubia, llevando a cabo su misión. Fue desabrochando el botón del pantalón de Elena hasta introducir la mano dentro y tocar aquella zona húmeda que comenzaba a pedir más de su parte.

Así lo fue haciendo lenta y provocadoramente, escuchando los leves gemidos de Elena en su espalda cuando comenzó acariciar frenéticamente el sexo de su esposa, dejándose llevar por el deseo improvisado de aquella noche en los sanitarios de una lujosa mansión donde el resto del mundo, vivía su propia película entre vicios y algo más.


[…]

Yulia tenía la mirada perdida en cualquier punto del local repleto de personas y música a todo volumen. Aún llevaba el móvil en sus manos. Había intentado escribir algo pero ya varias veces había borrado el mensaje. Sé sentía algo triste por los acontecimientos de la noche. Saber que Elena le pertenecía a alguien más, la estaba comenzando a torturar y el no poder hacer nada, más aún le dolía en el alma.

Sintió una manos apoderarse de sus hombros y un beso tierno posarse sobre su nuca. Cerró los ojos solo para imaginarse a una mujer que, aún por la cantidad de tragos que llevaba encima, sabía con lucidez, se encontraba a cientos de kilómetros de ella.

— Qué te pasa, Yul? — Preguntó Katya sentándose a un lado de ella con un trago en las manos. También se veía un poco tomada.

— Nada... Ven — Dijo tomándola de la mano, levantándose ambas de donde se encontraban para dirigirse hacia la pista de baile.

La música era bastante ruidosa. Las chicas comenzaron a moverse al ritmo de la misma desenfrenadamente, sintiéndose vivas dentro de aquel pequeño espacio rodeado de personas que a la vez, hacían lo mismo que ellas.

— Estás loca, sabías? — Gritó con entusiasmo para que Yulia pudiera escucharla a través de la algarabía.

— Lo estoy!!! Y más aún por bailar con alguien que no sabe hacerlo!! — Exclamaba del mismo modo haciendo sonreír a la rubia que con su trago en la mano, le ofreció un poco más de bebida, la cual aceptó sin protestar.

— No te burles porque precisamente no eres la mejor bailarina, estúpida.

— Al menos no tengo dos pies izquierdos y dos oídos sordos — Continuó burlándose Yulia, agitando sus brazos en el aire.

La música cambió por una un poco más lenta y las dos se quedaron sin saber que hacer sobre la pista de baile. Katya fue la primera en avanzar para salir de allí pero Yulia la tomó nuevamente del brazo y la hizo regresar.

— Te dije que quería bailar contigo, idiota — Comentó acercándola más hacia ella, colocando sus brazos alrededor de su cintura sintiendo como Katya comenzaba a temblar.

— Es una pieza romántica tonta, y no sé bailar — Se excusó sintiendo que la morena colocaba su mentón sobre su hombro, comenzando a danzar lentamente al ritmo de la tonada.

— Quién dijo que esto se bailaba? Solo es hacer el ridículo con estilo y ambas lo estamos haciendo — Ekaterina rió y colocó sus brazos sobre el cuello de la morena quien se encrispó por lo frío del vaso que llevaba ésta en sus manos.

— Al menos suelta eso que nadie te lo va a robar y...si os lo robáis, pedís otro — Dijo mirándola fijamente a los ojos. Katya se disculpó y colocó el vaso en el suelo y volvieron a danzar juntas — Pavell sabe qué eres preciosa? — Preguntó girando en ese momento con su compañera de baile.

— No entiendo porque tienes que nombrarlo a cada rato — Dijo algo fastidiada.

— Él es tu novio y solo quería saber si te cuida y sabe lo que tiene.

— Claro que lo sabe Yulia, por algo sale conmigo y es mi novio, no crees? — Dijo. Yulia la acercó más a ella, posando la mirada sobre los labios de su amiga, acercándose un poco cada vez más — Ni lo pienses Yulia Volkova — Y zafándose del agarre de la pequeña pelinegra, la dejó allí en la pista de baile; sola.

La rubia sabía que Yulia la seguía con aquellos ojos azules que desde hace mucho tiempo, llenaban más que su vida, pero solo en silencio podía admirarlos con devoción.

La morena seguía cada paso que daba la rubia hasta verla tomar asiento en la mesa que habían ocupado desde que llegaron. Por los movimientos que ésta hacía, pudo darse cuenta que Katya una vez más, secaba sus lágrimas.

— Awww!!! Eres una imbécil, Elena!!! — Gritó sin ser escuchada por nadie debido a la música, solo para que su corazón se enterara de que la rabia en ese momento, estuvo a punto de traicionarla.


Continuará...
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Mensaje por Volkatinale92 8/24/2020, 4:47 pm

Jajaja y como no comer ansias, si todo me parece muy lento, y Leo que en la otra va a arder troya pues ya quiero leer la otra parte y pues más me desespero jajaja. Graciasbpor subir!!

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Mensaje por RAINBOW.XANDER 8/24/2020, 6:31 pm

jajaja la amiga de lena me da mucha risa es bastante elocuente!
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 8/24/2020, 6:31 pm

jajaja la amiga de lena me da mucha risa es bastante elocuente!
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Mensaje por LENYU 8/24/2020, 7:29 pm

Mi linda y talentosa escritora, me haces comer la uñas con lo que dijiste quiero ya ya ya el capitulo de la parte 2!
Ahora a este capitulo, la Golfa sigue de golfa con su esposa, igual la entiendo, Julia es una pendex y la mujer ha de ser una mujer que la toca y se moja! Hasta yo me mojo en imaginarla a la mujer de “Lena” jaaajsj hay que ver que desprende hormonas a full la pelirroja que están todas listas para garcharsela!!! Es su actitud, ese tipo de mujeres te hablan y se te cae la bombacha! Son unas perras desalmadas que solo usan a las mujeres con herramientas desparejas de seducción! No le importa una mierda Julia! La mujer le dio par de besitos y se la cogio rapidamente en el baño!! Igual aplauso de pie a Sveta, esa si que sabe como y cuando!! Julia me decepciona Sad la verdad, no sabe lo que quiere, se le hace la celosa histerica a Lena, se emborracha y se jode sola! Igual es una niña, y Lena GOLFA arruinadora de mujeres la empeora!! Evil or Very Mad Evil or Very Mad #MuerteALena

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Mensaje por psichobitch2 8/26/2020, 3:00 pm

LENYU: Jajajajajaja!!!! Pero que ansias tenés por acabar con Lena, joder!!! Ella es tierna, lo que pasa es que nunca supo decirle a Yulia la verdad!

RAINBOW.XANDER: Pues si, es uno de los personajes más frescos de la historia. Siempre hay uno. Besos.

Volkatinale92: Vos solo espera, con calma todo llega... Abrazos!!!

Disfrutad!!


CAPITULO 21: FUI A BUSCARTE Y ME ENCONTRASTE



Llevaba horas en las que se encontraba conduciendo por la carretera, pensando que aún le faltaba una más para llegar.

Había salido la noche anterior con la excusa de quedarse en la casa de campo para relajarse un poco y aunque así lo necesitara, esta vez tenía otra cosa en mente.

La calefacción de su auto calentaba un poco el ambiente, sintiéndose totalmente cálida. Sus gafas oscuras cubrían su rostro un poco demacrado por no haber dormido casi nada pero necesitaba dar con todo aquello, saber que estaba pasando.

Yulia tenía dos días enteros sin haberle respondido las llamadas ni los mensajes después de aquel minúsculo ataque de celos cuando le dijo que había ido aquella reunión con su mujer. Necesitaba hablar con la morena y hacerle entender muchas cosas.

Con una mano sobre el volante, en la otra, su tercer vaso de café muy caliente y la mirada sobre la vía, pensaba y pensaba cómo hacer para que Yulia entrara en razón, pero sobre todo, como hacer para ubicarla en aquella gran ciudad.

“Por favor, has llegar los gastos a las empresas Volkov, como siempre” fue lo que se le vino a la mente en aquel momento, haciéndola avisparse por unos instantes.

— Claro! — Dijo en voz alta mientras su pie se hundía en el acelerador un poco más, contando las horas para poder llegar de nuevo a Moscú.

Había intentado en vano una vez más llamar a la pelinegra, pero esta tenía el móvil apagado y obviamente los mensajes tampoco le llegaban. La única opción que tenía, era buscarla por toda la ciudad si fuera necesario y hablar con ella, esa vez no regresaría a Kazan sin al menos haberle dado una explicación a Yulia y ella, haber recibido otra de parte de esta.

Estacionó la camioneta frente al Grant Moscow Hotel y se quedó un rato dentro, sin saber que iba hacer en realidad. Todo aquello le parecía una locura, de hecho, sentía que desde un tiempo para acá, hacía cosas que jamás había hecho por nadie y por un instante sintió una gran oleada de felicidad por dentro, dibujándosele una gran sonrisa de esperanza en su rostro, dándole fuerzas para abandonar su coche y dirigirse hacia el lugar donde esperaba hallar una grata respuesta.

Subió en el elevador y marcó el botón que la dirigiría hacia las terrazas del hotel donde se encontraba aquel restaurant, donde había comenzado todo. Su vista rápidamente se posicionó sobre el número 12 del tablero y pasó su manos por encima del mismo, cerrando sus ojos, trayéndole a la mente la hermosa imagen de Yulia desnuda sobre su cuerpo, amándola, amándose mutuamente en aquella habitación de hotel donde sus almas se encontraron por primera vez y supieron más de la una y la otra. Pero algo se les estaba escapando de las manos y debía solucionarlo lo más rápido posible.

Al llegar arriba, pudo notar que el restaurant estaba poco concurrido. Veía trasladarse a los meseros de aquí para allá, arreglando todo. Buscó con la vista a un chico en particular pero no veía aquella cara conocida que necesitaba encontrar de cualquier manera. Él le daría la información que tanto buscaba en aquel momento.

Se quitó las gafas y caminó hacia una mesa disponible para poder ocuparla. Observó que la mesa que había compartido con Yulia se encontraba ocupada, hasta que un chico la sacó de su distracción.

— Buenos días señorita — Le indicó el mozo entregándole la carta del menú, el cual ella rechazó de inmediato.

— Gracias, pero solo quiero una Coca-Cola Zero por favor — Ordenó y el mesero asintió — Disculpe, por casualidad hoy se encuentra un chico que trabaja acá con ustedes; de cabello rubio y algo rizado. Es alto y delgado...bastante delgado y sino me equivoco, tiene los ojos verdes muy llamativos — Describió Elena al chico. El mesero, algo pensativo trataba de hallar la similitud de la descripción con alguno de sus compañeros.

— Bueno señorita, es que llevo desde ayer trabajando acá, pero por la descripción debe ser el compañero Richard. Voy a preguntar si se encuentra y a traerle lo solicitado, con permiso — Dijo educadamente y asintiendo se retiró.

Elena se distraía con una servilleta entre sus manos, deseando con todo su ser, poder encontrar a la morena o al menos saber de ella. Por lo menos 5 minutos, con eso le bastaba. Alzó la vista y vio al chico que la había atendido hace un momento, acompañado por el mismo que las había atendido a ella y a Yulia, la vez que estuvieron allí. Suspiró y se acomodó en la silla mientras los dos hombres se acercaban.

— Aquí tiene su pedido señorita — Dijo colocando la gaseosa sobre la mesa — ¿Este es el chico que buscaba? — Preguntó señalando al rubio.

— Sí, es él. Gracias — Dijo Elena. El chico llamado Richard estaba algo desorientado sin saber porque aquella bella pelirroja quería hablar con él.

— Con permiso — Dijo el mozo y se retiró dejándolos a solas. Elena bebió un sorbo de la bebida y el chico solo la veía extrañado.

— Disculpa, sé que estás algo ocupado pero necesito que me ayudes en algo — La pelirroja le hizo señas para que el chico se sentara. Éste lo hizo aún un poco confundido.

— Ahm…Dígame, en que puedo servirle.

— Necesito la dirección y un número telefónico de las empresas Volkov — Dijo bebiendo parte de su bebida, observando que el chico no dejaba de mirarla bastante consternado — Soy amiga de la señorita Yulia Volkova… de la familia Volkov, en realidad y me urge encontrarla. Me hospedo acá, pero he corrido con la mala suerte de que mi teléfono móvil se dañó y la mayoría de mis contactos los tengo allí — Mintió. El chico asintió un poco más calmado.

— En seguida le busco la información, señorita — Dijo el rubio poniéndose de pie inmediatamente.

— Richard? — Elena llamó su atención. Éste volteó a verla — Por favor, sólo quiero que esto quede entre usted y yo — Dijo a lo que el joven asintió y se marchó.

Pasaron algunos minutos cuando el muchacho volvió con un papel entre sus manos y se acercó a Elena, quien estaba ida entre sus pensamientos con la vista sobre la ciudad, jugando con el vaso vacío entre sus manos.

— Disculpe la tardanza pero, aquí está la información sólo… Ahm…no quiero que me meta en problemas señorita — Alegó el joven entregándole el papel a la pelirroja. Esta al tomarlo, lo abrió y leyó una dirección junto a unos números telefónicos.

— Gracias y no te preocupes Richard, no diré nada — Concluyó colocando un gran billete sobre la mesa para que el chico se cobrara los servicios prestados.

Al encontrarse en planta baja, intentó marcar el número desde su móvil pero una llamada entrante le hizo desistir del fallido intento.

— Hola?

Hola, dónde demonios estás, pelirroja? — Dijo Nastya desde la otra línea.

— Estoy...fuera de la ciudad Nastya y no pienso regresar por los momentos — Caminaba hasta donde su coche estaba parqueado en el sótano del hotel.

Diablos!!! Elena, no me digas que…¿estás en Moscú? — Preguntó a regañadientes su amiga.

— Sí, me encuentro en Moscú, acabo de llegar.

¿Te fuiste conduciendo hasta allá?

— Claro Nastya, tenía que hacerlo... Aún no me salen alas — Dijo rodando los ojos.

Estás volviéndote loca, definitivamente — Elena volvió a rodar sus ojos ya estando al lado de su camioneta. Sabía que Nastya tenía toda razón.

— Si me estoy volviendo loca o no, es mi problema Nastya... — Hizo una pausa al saber que le había respondido muy tajante a su mejor amiga. Subió al coche — Disculpa… es que no me contesta el teléfono desde hace dos días y quiero saber que le sucedió — Dijo apoyando su frente sobre el volante de manera cansada.

Está bien pelirroja, sólo... Sólo trata de hacer las cosas bien. Sveta estuvo llamando para acá y sólo se me ocurrió decirle que estabas fuera de la ciudad con un cliente que quería verte — Le dijo haciendo que Lena se sintiera más calmada.

— Gracias Nastya, eres una gran amiga, yo después me encargo de llamar a Svetlana, por ahora deséame suerte para que pueda encontrarla y así hablar con ella — Encendió la camioneta, leyendo una vez más el papel que apuñaba en su mano.

Sé que la encontrarás porque nada se te escapa Lenok, sólo, ¿ten cuidado sí? — Escuchó decir a la castaña, finalizando la llamada, conduciendo fuera hacia la ciudad.

[…]

Tenía quince minutos aproximadamente que había estacionado bajo aquel imponente edificio de cristal, donde arriba podía leerse claramente el nombre de la empresa.

Ya estaba allí, y… ¿ahora? Ahora tenía que trazar un plan para que Yulia hablara con ella, para que no la rechazara, para que cediera. ¿Pero cómo?

Llevaba la misma cantidad del tiempo con el móvil en sus manos, pensando si marcaba o no, dudando de ella misma. La idea de encender la camioneta y regresar a Kazan, se había convertido en la opción más viable.

— Rayos!!! ¿Qué hago, qué hago? — Dijo a la nada, lanzando un golpe sobre el asiento de al lado. Era ya el mediodía y las horas pasaban y aún no había dado con Yulia. Tampoco se atrevía a marcar los números telefónicos que Richard le había conseguido. Estaba desesperada aunque no lo hiciera visible.

Pero, como si el propio destino así lo hubiese querido o los astros estuvieran hoy a su favor, divisó a lo lejos a una chica pelinegra, de cabellos cortos que escondía sus ojos bajo unas grandes gafas de sol, saliendo del edificio.

— Hala!!! — Exclamó y se desprendió el cinturón de seguridad bajando del auto, mientras se ajustaba su chaqueta de invierno. Apresuró el paso hasta detenerse al lado de la chica —Hola! — Saludó. Yulia saltó en el lugar, levantando la mirada de la puerta de su coche y se encontró a una Elena bastante demacrada.

— Mierda, Lena!!!! Me asustaste, joder!!!

— Lo siento mucho, pero… pero...

—Te disculpas demasiado Elena, ese es tú maldito problema — Dijo abriendo la puerta, lanzando su bolso de mano dentro.

— No tenía como comunicarme contigo. Te llamé varias veces y no... Podía contactarte. Yulia, tenemos que hablar por favor.

— No tengo nada que hablar contigo Elena, de verdad — Iba a subirse al coche pero Elena la sostuvo del brazo haciendo que la mirara.

— Por favor, mírame — La morena alzó su rostro mirándola fijamente bajo aquellas gafas de sol que sabía, guardaban los ojos más preciosos que nunca hubo visto — Necesito hablar contigo — Suplicó también con su voz y con su mirada. Yulia bajó el rostro y suspiró.

— ¿Trajiste auto?

— Sí, está por allá — Dijo señalando su camioneta parqueada a unos cuantos metros.

— Dios Elena, sigues dándome estas sorpresas así y vas acabar con mi vida — Dijo quitándose los lentes y volteando hacia la puerta de la empresa para luego volver con la pelirroja — Sígueme entonces, no quiero que salgan mis papás y me vean acá... Ehmm! Digamos que ya he hecho muchos espectáculos frente a vuestros ojos — Rió. Elena asintió mientras ambas subían a vuestros coches.

[…]

Elena iba detrás de ella como muy bien podía divisarla desde su espejo retrovisor. De vez en cuando cambiaba la emisora en el estéreo, aunque en realidad no estuviera prestando atención a la música sino a sus propios pensamientos.

Sabía que le debía una explicación a Elena y ella deseaba recibir otra de su parte. Lo que tenía en mente no le estaba gustando pero no tenía otra opción, necesitaban privacidad la cual, jamás iban a encontrar en un sitio público.

Dobló a la izquierda y la pelirroja igual. Iba muy cerca de ella. Casi podía sentirla, aunque sabía que era algo totalmente irracional.

El camino hacia su casa era bastante congestionado y el trayecto muy largo. Vivía en la mejor zona de Moscú y aunque lamentaba que la pelirroja tuviera que pasar por todo aquel recorrido y más, cuando no sabía cuantas horas había empleado para poder llegar hasta allí, no podía hacer nada más si lo que buscaban era poder conversar tranquilamente.

Pulsó el interruptor que le permitía el acceso a las residencias y entró seguida de Elena quien se detuvo a mitad del camino. La morena se percató a través del espejo, suspiró y frenó de inmediato, bajando del coche.

— ¿Por qué te detienes? — Preguntó alzando la voz por la cierta distancia. Elena bajó del coche del mismo modo y caminó hacia ella.

— ¿Me has traído hasta tú casa? — Le preguntó ya estando de frente.

— Pues, ¿querías hablar conmigo, no? — Dijo colocando sus manos en jarras sobre su cintura.

— Si, pero pensé que podíamos hacerlo en algún otro lugar, no sé.... Algún café, como por ejemplo — Elena moría por reír al ver la postura de chica malcriada que llevaba la pelinegra, pero tenía que contenerse antes de que terminaran peor las cosas.

— Si quieres hablamos acá afuera. Por mí no hay ningún inconveniente siempre y cuando quieras morirte helada — Elena rodó los ojos y caminó hacia su coche, subiendo en él, mirando aún a Yulia de pie en el medio de la entrada con sus manos en la cintura. Daba lo que fuera por robarle un beso.

Yulia giró sobre sus talones y caminó hasta su coche, murmurando tonterías mientras conducía hasta el parqueadero con Elena como escolta.

Estacionó donde siempre lo hacía y descendió del mismo. Elena aún estaba dentro del suyo esperando las indicaciones de la pequeña de ojos azules. Parqueó también al rato, cuando esta le dijo que podía hacerlo a su lado sin ningún problema.

Ambas subieron sin decir palabra alguna dentro del ascensor. Yulia jugaba con las llaves de la casa mientras la pelirroja se dedicaba a contemplarla en silencio, mientras el aparato marcaba el último piso de aquel lujoso edificio.

Al abrirse las pesadas puertas de metal, Yulia cortésmente le dio paso para que siguiera. Ella lo hizo para luego detenerse a un costado del recinto, viendo que Yulia caminaba dentro del lujoso apartamento y ella, pues… solo la seguía a donde fuera.

— Siéntate, si gustas — Elena así lo hizo, viendo que Yulia permanecía de pie en la sala, jugando aún con las llaves en la mano.

— ¿Por qué estás nerviosa? — Preguntó. De inmediato la morena lanzó las llaves sobre la encimera de la cocina tomando asiento detrás de la barra de la mesa.

— No estoy nerviosa.

— ¿No? Porque jugabas con las llaves desde que veníamos subiendo — Sabía que Elena no le estaba preguntando sino más bien, confirmando la acción — ¿No es algo arriesgado qué me traigas a tú departamento, Yulia? — Se puso de pie, siendo seguida por la mirada azul de la pelinegra quien suspiró fastidiada.

— Primero, puedo traer a quien quiera a mi apartamento. Segundo, soy una chica soltera y no tengo que esconderme de nadie para poder salir con alguien y tercero...

— Basta! No tienes que enumerarme las razones por las cuales tienes libertades para traer a quien quieras aquí. Sigues dándome mazazos y ya entendí.

— ¿Entonces? No entiendo por qué preguntas tonterías — Dijo levantándose hacia la heladera y abriéndola. Estaba molesta o quizás… algo malcriada — Quieres algo... Agua, zumo... De una vez te informo que no tengo esa cosa que bebes a cada rato.

— No, estoy bien así — Respondió sentándose en el lugar que Yulia había estado ocupando anteriormente, viéndola como esta se servía un vaso con agua.

— Bien, te escucho — Dijo llevándose la bebida a la boca.

— ¿Por qué no atendías mis llamadas?

— No quería hablar contigo, es obvio ¿no crees? — Preguntó sarcásticamente.

— Ya me di cuenta, pero ¿por qué? Yulia, no entiendes nada — Se defendió.

— Entonces explícame tú. Supongo que la pasaste de maravilla con tú esposa en la reunión — Aclaró dándole la espalda.

— No es lo que tú piensas — Dijo colocándose de pie detrás de ella. Deseaba abrazarla, pero temía ser rechazada.

— Entonces, ¿qué es lo que tengo que pensar, Elena? Vale, te lo voy a decir. Me molesté al saber que estabas con ella, al menos pudiste habérmelo dicho — Reclamó dándose la vuelta y pasando por un lado de la pelirroja quien la siguió con la vista hasta que se sentó en la sala, sobre un sofá, mirando su vaso con agua como si fuera la cosa más importante sobre el mundo.

— Lo siento. Siento mucho que te enteraras así, pero hay cosas por las cuales no puedo negarme y te lo he dicho. Ella… ella, tiene muchos compromisos los cuales tengo que asistir, porque sí.

— Acaso te tiene amenazada? — Preguntó mirándola fijamente. Elena fue acercándose hasta sentarse frente a ella en el sofá siguiente.

— No Yulia, no me tiene amenazada. Tampoco soy un títere ni mucho menos, pero hay cosas que no puedo cambiar de la noche a la mañana porque son acuerdos, compromisos que estaban allí antes de que aparecieras en mi vida.

— Entiendo — Dijo volviendo a bajar la mirada hacia el vaso.

— No Yulia, no entiendes y créeme que me entristece que tengas que pasar por todo esto — Dijo. La morena se puso de pie y se colocó frente al ventanal de la terraza. Sus ojos comenzaban hacerse cristalinos.

— No soy nada tuyo mucho menos tengo derecho a decirte ni reclamarte nada — Secó una lágrima que venía bajando por su mejilla hasta sentir un beso posarse sobre su nuca y unas manos, que la estrechaban poco a poco.

— Desde que llegaste a mi vida, no he hecho otra cosa que pensar en ti. Créeme por favor, sino, ¿Por qué crees que he venido hasta aquí para saber porque no contestabas mis llamadas ni respondías mis mensajes, desde hace dos días?

Ambas se quedaron en silencio por unos segundos.

—Yulia, me importas — La tomó por los hombros y la giró para quedar frente a frente — Me duelen tus lágrimas. Juro que hubiese preferido mil veces decirte que no era casada, ahorrarte todo este sufrir que sientes y que yo siento al verte llorar como ahora — Secó las lágrimas abundantes que de los ojos azules de la morena salían sin control — Pero no quería mentirte, algo muy dentro me decía que no tenía que mentirte o te perdería sin haberte tenido.

La morena la abrazó llorando intensamente sobre su hombro sin poder contener toda la rabia y la tristeza que la estaban embargando por dentro. Necesitaba aquel abrazo, de aquel cuerpo, más de lo que ella imaginaba. Se había entregado a una mujer sin saber que la necesitaría más que a su propio respirar y allí estaba de nuevo, junto a ella, consolándola en su amargura y soledad sin importarle los kilómetros, la distancia, sus compromisos, nada.

Sabía muy bien en que se estaba metiendo cuando decidió entregarse en cuerpo y alma a ella. Aquella pelirroja tenía una vida muy distinta a la suya y ella tenía otra muy distinta también y tenía que comenzar a enfrentarlo si quería que Elena continuara a su lado.

— Perdóname, lo siento tanto — Sollozaba contra el cuerpo de la pelirroja mientras esta acariciaba su cabello, suavemente — Pero me dio mucha rabia saberte con ella. Se me nubló la razón y... me comporté como una estúpida.

— Hey! mírame — La separó de su cuerpo y le levantó sutilmente su mentón — No tengo nada que perdonarte Yulia, mi vida es algo complicada y difícil. Mi... — Hizo una pausa — Svetlana y yo tenemos una relación un poco extraña, porque ella es mi esposa delante de unos papeles nada más, pero no llevamos una vida marital como te la imaginas. A ver... ella y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, si? Pasaron muchísimas cosas las cuales no te he contado y que tal vez con el tiempo, pueda hacerlo más abiertamente.

Yulia, yo siento mucho cariño por ella, no lo niego... es un cariño que no tiene nada que ver con amor, así de simple. Me da pena decirlo, pero ella y yo, dormimos en camas separadas desde hace un tiempo para acá. Mi matrimonio es una farsa y no tiene nada que ver porque hayas llegado a mi vida y tampoco te lo estoy diciendo para conquistarte, no! — Volvió abrazarla — Ella y yo solo somos eso, compromisos y nada más... Sólo créeme por favor; no ahora, en este momento, pero quiero que confíes en mí.

— Es difícil Elena, créeme que he tratado de controlarme pero me es bastante difícil. No debería ponerme así, lo sé —Dijo calmando un poco más los sollozos — Yo estoy saliendo con alguien pero, tampoco la amo, sólo siento un gran cariño hacia ella y la realidad es otra. No te he podido sacar de mi mente desde el primer día que te vi y jamás pensé que esto fuera a llegar a tanto.

Se separó del abrazo de Elena. Esta tomó su rostro entre sus dos manos y fue acercándola a ella, hasta unir sus labios en un tierno beso que fue recibido con la misma devoción con el cual lo estaba dando.

— ¿Qué vamos hacer con todo esto? — Preguntó una vez que ambas se separaron. La pelirroja apoyó su frente en la suya, quedándose en silencio por un largo rato.

— No sé, lo mismo me he preguntado yo, sólo que con una sola respuesta en mi mente, querernos hasta que la vida se nos haga pequeña o que simplemente tu decidas que todo termine.

— ¿Por qué yo? — Preguntó sin abrir los ojos. Elena también tenía los suyos cerrados, sintiendo la respiración de la morena muy de cerca.

— Eres muy joven Yulia y tienes que vivir muchas cosas. Yo por ahora solo te ofrezco muy poquito, hasta donde esté condicionada a darte, no sé si puedas esperarme toda la vida o hasta que esto, que estoy viviendo, se termine. Sólo quiero que seas feliz y nada más me importa, solo te pido que me entiendas, que no eres un juego para mí ni mucho menos un número — Acotó recibiendo un suave beso sobre sus labios como afirmación.

— Álzame — Le pidió Yulia. Elena solo rió — Eres más alta que yo y sé que puedes.

— A ver... Venga!!! — Dijo y la levantó en sus brazos, sintiendo como Yulia aferraba sus piernas con fuerzas a su cintura y colocaba su cabeza de lado sobre su hombro derecho — Te gusta mucho que te alcen en brazos? — Preguntó acariciándole la espalda. La morena asintió en silencio mientras se despojaba de sus zapatos, comenzando a besar despacio el cuello pecoso y níveo de la pelirroja, haciéndola estremecer entre su cuerpo — ¿Qué… qué haces, Yulia?

— Besarte... Sentirte... Amarte... ¿Acaso no es obvio?

Elena buscó los labios rosados de Yulia y ahogó un gemido dentro de ellos, comenzando a caminar con ella en brazos hasta llegar a una pared de cualquier lugar en aquella sala tan amplia.

— Te quiero tanto — Dijo la morena al separarse por un momento de los labios rojos de Elena y volver a pasar los de ella por detrás de su oreja.

— También te quiero Yulia, no sabes cuanto — Dijo, volviendo a ahogarse en aquellos besos donde no le importaba morir en aquel momento siempre y cuando, la morena fuese su salvadora.

Yulia le señaló la puerta de una habitación y sin separar ni un segundo sus cuerpos, fue caminando con ella hasta abrir la misma con un poco de dificultad ya que no tenía mucha visibilidad desde aquella insinuante posición que ya le estaba causando un calentamiento global por todo el cuerpo. Cerró la puerta y apoyó su espalda contra esta, mientras Yulia seguía repartiéndole besos acalorados por todo su rostro y parte de su torso.

Puso a la ojiazul en el suelo y esta fue desabrochando cada botón de la camisa de seda que llevaba puesta en aquel entonces, dejando al descubierto sus pechos enormes, aquellos que seguramente anhelaba volver a probar con tanta devoción.

Allí estaban, frente a sus ojos, dispuestos a ser devorados con dulzura, como comenzó hacerlo una vez terminó de deshacerse de la camisa, viendo como Elena arqueaba su espalda mientras exploraba lo que la naturaleza le había enviado en grandes proporciones. Yulia besaba y exploraba aquellas dos montañas blanquecinas con tanta pasión, haciéndolas suyas con sus labios, con su lengua, llevando al éxtasis a Elena, que en aquel momento sintió estar viviendo en su propio paraíso.

La pelirroja buscó de nuevo besarla mientras esta vez, ella se encargaba de desvestirla con rapidez y ganas de sentir su cuerpo desnudo entre sus brazos. Quitó sus ropas para encontrar la perfección frente a sus ojos. Amaba ver aquellos pequeños pechos bailar con cada caricia suya, sentirla agitada entre sus brazos.

Mordía con pasión los hombros de la morena mientras esta gemía con ahínco sobre su cuello, sintiendo una oleada de placer apoderarse de las dos. Llevó sus manos hasta la pequeña figura de la morena hasta desprenderle el brassier, dejándolo a un lado del montón de ropa que ya se comenzaba aglomerar a un lado de aquella habitación que empezaba a arder de deseo cada vez que ambas estaban juntas. Yulia llevó sus manos hasta el pantalón de Elena y fue sacándoselo como pudo hasta sentir que sus cuerpos estaban casi desnudos.

Elena volvió alzarla entre sus brazos, mientras Yulia enroscaba sus piernas en su cintura. Sus lenguas bailaban exquisitamente entre sus bocas, acabándose literalmente como si el mañana no existiera. Era ahora o nunca. Al parecer ese había sido su lema desde el primer día en que se entregaron en cuerpo y alma por la manera en que se devoraban cada que estaban en contacto. No hacían falta las palabras, allí sobraban y cada una lo sabía.

La manera en que ambas se hacían el amor en aquel momento, era la única manera de decirse que las dos se necesitaban más que nada, no por el hecho de acabar siempre en una cama, repartiendo sexo por donde fuera, más allá de eso, Elena podía encontrar paz en los ojos, en las palabras, en la sonrisa y hasta en las discusiones de Yulia.

Le estaba cambiando la vida y era para bien. Debía admitir que al menos, ahora sonreía más y que el apodo de “Amarga” le estaba quedando pequeño.


[…]

— En qué piensas? — Preguntó Yulia apoyando su cabeza de lado en el pecho de Elena, dejándose repartir caricias sobre su espalda.

— En ti... En mi... En que estamos locas — Rió sintiendo que Yulia también lo había hecho, quedándose luego ambas en silencio mientras calmaban sus respiraciones poco a poco.

— Puedo hacerte una pregunta? — Acotó la morena un tanto acalorada.

— Las que quieras... siempre voy a responderte lo que quieras — Dijo la pelirroja. Yulia alzó su torso apoyando su barbilla sobre el abdomen de la mujer.
— Soy... tú amante, verdad? — Elena la observó a los ojos fijamente acariciando sus mejillas.

— Ese es un término muy feo y desagradable porque yo también pasaría a serlo si lo vemos desde un punto de vista más realista. Vos también tienes una novia y las dos estamos haciendo algo incorrecto, pero... te aclaro algo antes de que me saltes encima — Yulia sonrió conociendo su carácter particular. Elena continuó — Ninguna de las dos nos colocaremos ese término porque no me gustaría verte como mi amante ni yo como la tuya. Es un sueño que ambas vivimos y que queremos vivir. Este es nuestro mundo Yulia, donde no existe nadie más, solas tú y yo.

— Pero, está tú esposa y mi novia. Son personas reales Elena que no podemos hacer a un lado — Su cara se volvió algo triste mientras colocaba su cabeza de nuevo sobre el pecho desnudo de Elena.

— En nuestro mundo, no estaréis ninguna de las dos. Siempre te diré la verdad hermosa, aunque duela, siempre te diré la verdad y espero de tú parte contar con ella del mismo modo. ¿Lo prometes? — Yulia asintió besando la punta de la nariz de Elena. Al rato de estar ambas en silencio, sólo repartiéndose caricias sobre sus desnudos cuerpos.

El móvil de Yulia comenzó a timbrar, recibiendo un mensaje de texto.

— Debe ser mi mamá, para preguntar dónde estoy almorzando. Seguro creerá que me estoy comiendo un caballo — Elena rió sonoramente.

— Creo que si llegáis a enterarse algún día que soy yo la que te quito el tiempo, me ahorcareis y me matáis los dos.

— Créeme Elena, que si algún día se enteran, morimos las dos porque no dejaran que esté con alguien con un presente y pasado como el tuyo. Tenlo por seguro — Acotó y se levantó de la cama. Elena tragó duro por el comentario.

— Me asustas con lo que acabas de decir pero si muero, quiero llevarme la imagen de tu hermoso cuerpo desnudo en mi mente — Yulia le sacó la lengua mientras caminaba sin cubrirse, a revisar su móvil.

SMSLarissa: Si estás en tú casa, porque fuiste a cambiarte de ropa, entonces necesito hablar contigo. No te muevas de allí que estoy llegando.

Elena vio palidecer el rostro de la morena de inmediato.

— Qué pasa hermosa? — Preguntó preocupadamente.

— Que mi madre viene para acá y cuando dice que viene llegando, es porque de un momento a otro se abre el ascensor y está aquí adentro.

Yulia sólo pudo ver a Elena ponerse más pálida de lo que ya era, enredándose con las sábanas y caer al piso cuando intentó ponerse de pie. No tenía chance de reír en aquel momento, sólo tenía algo en mente y era desaparecer de inmediato a una pelirroja de 31 años y casada, de su casa!!!

[…]

— Maldición!!!! — Gritó mientras revisaba de arriba a abajo los cajones de la cómoda de su esposa.

Lo hacía con demasiado afán, tratando de encontrar algo que al menos le diera una pista, una señal de que la estaba engañando con alguien más, pero sabía que Elena era demasiado inteligente como para dejar huellas en algún lugar que pudieran implicarla.

— Pero, espera Svetlana, en qué demonios estás pensando?? — Dijo tratando de calmarse un poco mientras se sentaba en la cama de la habitación de huéspedes.

Tenía varias semanas que no dormía con ella, a pesar de la distancia que ambas habían marcado estando juntas en la misma cama, ya esta vez era más visible, más tangible. Ninguna de las dos se hallaba estando juntas. Conocía de pies a cabeza a Elena y en ningún momento le había conocido mujer alguna dentro de su relación ni mucho menos alguna infidelidad. Sabía de una en particular, pero siempre había tratado de mantenerla a raya: Tanya.

— Y si volvió a estar con ella? Awww! — Exclamó con suma molestia saliendo de la habitación de Elena y dirigiéndose hacia su estudio.

Había llamado a la oficina pero según Nastya, su esposa había salido a una reunión fuera de la ciudad. Muy bien conocía que cuando se reunía en algún asunto importante, apagaba el móvil para que nadie la interrumpiera. Pero por su cabeza vagaba otra idea distinta y tenía que dar con eso a como diera lugar.

Conocía a Tanya y hasta donde era capaz de llegar con sus artimañas. Conocía también el pasado de su esposa y sus 113 mujeres, algo con lo que aprendió a vivir. Conocía sus propias habilidades sexuales para hacer que Elena se perdiera en ellas y ni porque le haya dado a entender que “le pertenecía” en todos los sentidos, el distanciamiento que tenían era algo ya preocupante.

Estando en su propio estudio, solo le quedaba una sola opción, tal vez la última por aquel año y dedicarse a recuperar a Elena antes que viniera una más y se la arrebatara de sus manos aunque difícilmente, iba a dejarla libre.

Marcó un número telefónico y esperó que la otra persona en la línea, contestara.

— Hola, ¿Samara?

Hola Sveta, cómo estás? — Contestó la chica del otro lado.

— Muy bien prima. Todo ha estado bastante bien — Dijo sentándose sobre su sillón cómodo.

Estaba por llamarte el día de hoy para terminar de concretar lo del...

— Precisamente de eso quería hablar, del viaje de vacaciones de invierno. Necesito esta vez adelantarlo — Anunció la rubia jugando con una pluma fuente en sus dedos.

Pasó algo Sveta? Siento que estás urgida... Acaso es Elena? — Preguntó la también rubia mujer del otro lado. Svetlana se levantó de la silla y comenzó andar a través del amplio estudio.

— Es que.... Últimamente ha estado trabajando mucho y no descansa. Ya sabes como es con las empresas y la noto un poco cansada y desgastada — Dijo acariciando con los dedos el marco de una fotografía precisamente donde ella y Elena, aparecían juntas — Y quisiera viajar lo más rápido posible.

Entonces.... Quieres que adelante el viaje a Italia?

— Si, eso precisamente quiero. Pero si es preciso, hazlo para este fin de semana, quiero darle una sorpresa — Finalizó diciendo con una grata sonrisa en sus labios.

A toda costa y sin importarle a quien se llevara por medio, emplearía todos sus dotes y los que no tenía, para que Elena volviera a su lado con el fin de manejarla simplemente a su antojo como lo venía haciendo durante muchísimo tiempo.


Continuará...


Última edición por psichobitch2 el 8/26/2020, 10:28 pm, editado 1 vez
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Mensaje por LENYU 8/26/2020, 8:51 pm

Mi linda y talentosa escritora, MATA A LENA YA!! Y creo que medio foro apoya a esta moción!! Es Mentirosa, embustera y perra!! “Solo la acompañe” fijo la golfa de Lena!!le falto decirle el detallito que guardo un telefono de la cantinera y que garcho con la esposa en el baño!! Te juro que no puedo contenerme:x Mad , si la tuviera delante le doy una 10 cachetadas de minimo!! Y hay que ver que Julia es bien ingenua!! Andar creyendole que no garchaba con la mujer! Igual aunque sea una bruja me gusta Sveta, no va a soltar asi de facil a la esposa! Asi que punto para Sveta!!
Nuestras chicas en este hermoso Fic estan a la venta!! Jajaajajaaajaj
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 2 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por MARos 8/26/2020, 10:06 pm

Recuerdo esta historia de antes. Pero en ese momento, que esra mas chica, odie a Lena y ahora la odio mucho mas porque coincido con que es una enredadera profecional, ahora tampoco estoy en el equipo de Yulua porque tambien me parece desubicada en sus planteos y la manipula tambien con sus celos locos.
Me alegro que estes otra vez aqui, mucha calidad la tuya

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Mensaje por Volkatinale92 8/27/2020, 12:03 am

Pues yo estoy vuelta un caos jajaja, A Lena fijo que ya la detesto y Yulia pues se pasa de tonta. Elena es muy muy mentirosa hasta donde he leído pero por sus comentarios creo que la odiare más. Ya quiero saber que es lo que tienen Sveta y Elena, como es que están casadas. En fin quiero saber todo ya jajaja

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Mensaje por RAINBOW.XANDER 8/27/2020, 5:03 pm

Chicas, no entiendo porque están odiando a Lena si toda la historia parte es porque Yulia terminó haciéndole caso, sabiendo como era su presente sin haber conocido el pasado de la chica. Una vez que lo conoce, Yulia sigue obsesionada con ella y ambas crean una relación un poco tóxica porque saben que son mujeres prohibidas pero les gusta lo que viven, además, Yulia tampoco es un santo de devoción ya que tiene a la castaña a la rubia a la pelirroja y no sabe por cual decidirse
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Mensaje por VIVALENZ28 8/27/2020, 5:19 pm

Estoy de acuerdo con lo que dice Rainbow.Xander no le veo la lógica de odiar a Lena, si ambas tanto Lena como Yulia le están montando cachos ( como decimos en Venezuela) a sus parejas.. Lena tuvo su pasado y pues eso no lo puede borrar así que no le veo sentido de odio hacia ella.
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Mensaje por psichobitch2 8/28/2020, 6:27 pm

Jajajajaja! Joder, esto cuando se convirtió en un campo de batalla? Lena muerta!!! Lena viva!!! Yulia sumisa!!! Yulia la tonta!!! Jajajaja... en serio que me encantan los comentarios y me encantáis vosotras!

Disfrutad!


CAPITULO 22: MIENTEN TAN BIEN?



Sólo quedaban escasos minutos para las 14 horas de la tarde y Elena miraba a Yulia mientras ésta se vestía y notaba que estaba quemándose el coco, pensando en que demonios iba hacer.

— Sabes que no me importaría en lo absoluto enfrentar a tus padres — Anunció Elena colocándose el brassier lo más rápido que podía, viendo a Yulia lanzarle una mirada escalofriantemente aterradora.

— Me gustas Elena, de eso no cabe la menor duda — Dijo terminando de amarrar su albornoz, después de haberse colocado la ropa interior — Pero me gustas más si quedas viva, respirando... No muerta! — Elena detuvo la acción de colocarse la prenda de manera inmediata.

— Pero... No creo que tus papás sean tan mente cerrada o es que acaso no le has dicho que tú eres...bueno...

— ¿¿¿Lesbiana?? — Completó la morena — Claro que sabéis que lo soy. Pero a ver Elena… — Se sentó en la cama con toda su calma, como si se dispusiera a dictar una clase para un preescolar — Os podéis enfrentar cuantas veces te de la gana, créeme que la cara de mi madre sería mejor que la de Bruce Willis en Armagedón cuando se enteró que iba a morir, pero... dónde metes TU anillo? — Señaló la joya que la pelirroja llevaba en su mano — Y a TU mujer cuando os enteréis? — Preguntó rodando los ojos. Elena se acercó pacientemente, para sentarse a su lado.

— Lo sé Yulia, sólo me dejé llevar por un instinto de protección. Lo siento… No quiero que tus padres te juzguen solo porque estás saliendo conmigo además... sé que estoy casada y que si tengo que enfrentar algo, lo haré siempre con la verdad por delante, porque no quiero que sufras — Tomó las manos de Yulia mientras ésta bajaba el rostro sintiéndose un poco triste.

— Lo sé Elena, lo sé. Pero esto está pasando tan rápido que tengo miedo de que se acabe tal cual como ha comenzado. Créeme que me gustaría que al entrar ellos por esa puerta, seamos las dos quienes salgamos a dar la cara, pero es difícil y sé que en algún momento lo harías… Sólo queda, por ahora; esperar a que pase el tiempo y dejar que todo fluya, aunque... — Se interrumpió, quedando pensativa por unos segundos, mirando a la nada. Elena se agachó frente a ella sin soltarle las manos.

— Qué pasa hermosa?

— Que me reiría mucho al ver la cara de mi madre tratando de ahorcarte y mi padre tratando de separarla de ti — Dijo riendo a carcajadas mientras Elena se ponía de pie, yendo por su camisa para terminar de vestirse.

— Yulia!! — Dijo en voz alta una mujer en la sala y ambas chicas se quedaron petrificadas en sus sitios sin saber que hacer. Cuando la morena reaccionó, le hizo señas a Elena para que se metiera en el baño, entregándole un puñado de ropa en las manos y prácticamente obligándola a empujones a que entrara al lugar.

Elena quería reír por la situación incómoda pero, sabía que estaba lo suficientemente nerviosa como para que una sonrisa se le dibujara siquiera sobre sus labios rosas.

— Ya salgo madre! — Gritó Yulia apoyada sobre la puerta ya cerrada del baño y lanzando un suspiro.

Si Larissa entraba en aquel momento, posiblemente no sospecharía nada. Siempre llevaba su habitación algo desordenada y lo que verían sus ojos en ese entonces, le haría saber que solo era un día común en su vida.

Pasó por el espejo y se acomodó el cabello un poco, alisando su albornoz como si vistiera un vestido carísimo y escondiendo un poco su cara de pánico recién fundado. Abrió la puerta.

— Hola madre... padre, que hacéis acá? — Dijo cerrando la misma y caminando hacia el recinto donde Oleg se encontraba sentado en el sofá y Larissa de pie junto a éste — Parecéis una fotografía de una familia de la realeza — Indicó para luego sentarse frente a ellos.

— Siempre tan sarcástica y elocuente hija — Dijo Larissa, tomando asiento en el sofá siguiente — Veo que por lo menos mantienes el apartamento decente, sobre todo la sala... no quiero imaginarme tú habitación.

— Justamente, acaba de pasar por allí un torbellino — Rodó los ojos. Oleg sonrió sin quitarle la mirada de encima. Larissa volvió a tomar la palabra.

— Supusimos que no ibas a regresar a la oficina porque te has tardado demasiado en el almuerzo, así que tu padre y yo decidimos conversar contigo aquí, sin que pongas una excusa.

— ¿Qué estabas haciendo pequeña? — Preguntó Oleg levantándose de pronto del sofá yendo al mini bar.

— Pues, me di una ducha rápida y estaba acostada un rato. Me duele la cabeza — Mintió — Y con respecto a tu comentario mamá, creo que existe algo llamado, teléfono. Podías haberlo tomado y marcado, decir que querías hablar conmigo y cuando terminara de descansar, tal vez me dirigía hasta vuestra casa y hablaba con vosotros. Para eso se inventó ese aparato... madre — Miró a Larissa con cara de fastidio, viendo a su padre servirse una copa de vino. Todo al parecer estaba normal en aquellos dos seres. Al menos su madre seguía atorrante como siempre.

— En fin, solo será breve lo que conversaremos y luego tendrás tiempo de seguir durmiendo, si quieres. No consideramos tu padre y yo que esto debía discutirse por teléfono y más cuando de por medio hay una responsabilidad — Larissa se levantó del asiento. Yulia lanzó una mirada fugaz hacia la puerta de su habitación. Al menos la pelirroja no había hecho ningún sonido sospechoso que llamara la atención. Sólo esperaba que continuara respirando.

— Bien madre, te escucho y tu papá, no me gastes el vino que después no tendré con que celebrar las buenas noticias que me dais a diario — Oleg bebió un trago negando con la cabeza. Larissa caminaba hasta el ventanal del apartamento, encontrándose un cielo un poco despejado.

— Tu padre y yo nos vamos a Londres de vacaciones de invierno y debido a tu última notificación, de que te quedarás porque no te da la gana viajar, hemos llegado a un acuerdo — Dijo dándose la vuelta para quedar frente a Yulia y su marido — Nuestro viaje será por una semana entera y queremos que te hagas cargo de la empresa durante ese tiempo — Yulia arrastró su cuerpo sobre el amplio sillón, viendo a su madre de manera retadora.

— ¿Cuál es la maravillosa noticia, Larissa? — Preguntó bastante desinteresada. La morena y madura mujer rodó los ojos ante la actitud de su hija.

Yulia podía ser a veces la chica más difícil de manejar si se lo proponía y sabía perfectamente que sólo lo hacía adrede. Oleg continuó bebiendo de su copa.

— La maravillosa noticia Yulia, es que ya eres mayor de edad para que comiences a acarrear responsabilidades para lo que en un futuro será tuyo. ¿Acaso, esa es la actitud y el empeño que juraste un día delante de tu padre, tener al momento que se te señaló un cargo dentro de las empresas? — Preguntó señalando la postura en la cual se encontraba la morena sobre el sofá. Ésta, inmediatamente se acomodó sobre el mismo y puso su espalda rígida.

— Pues, estoy consciente de que algún día todo su “Imperio” será mío, pero sólo os vais una semana... no para siempre, ¿o sí? — Cuestionó mirando a su padre quien venía caminando hacia el mismo lugar que ocupó unos minutos atrás.

— Claro que será solo una semana, como suele suceder cada año Yulia, sólo que esta vez tú no nos acompañarás porque así lo decidiste...

— Por quedarte con... esa — Dijo Larissa interrumpiendo lo que aclaraba su marido. Yulia le miró molesta rodando los ojos.

— Esa tiene su nombre mamá. Se llama Natasha y te guste o no, sigo saliendo con ella y pues, prefiero quedarme esta vez haciendo cosas distintas que ir de nuevo a Londres que ya me lo conozco de pies a cabeza — Indicó volviendo a la misma cansina postura de antes.

— La casa estará disponible para que te quedes si así lo quieres, sólo espero que no vayas a cometer la imprudencia de llevarla hasta allá porque no me gustaría para nada. Además, Marya estará gustosa de verte.

—No te preocupes madre, no pienso quedarme en tú casa porque para ese tengo mi apartamento — Dijo un poco más relajada acerca de las condiciones de Larissa.

— Ni siquiera por las galletas que te hace la nana? — Preguntó Oleg bastante risueño, conociendo que su hija no se resistiría a no pasar por lo menos una noche bajo el cuidado y protección de la que una vez fue su niñera.

— Bueno, creo que podré pasar un día al menos para visitarla. Sé que voy a estar bastante ocupada cuando os vayáis y… por cierto, cuando partiréis? — Se puso de pie directamente hacia la cocina sin dejar de pasear su vista de nuevo por la puerta de su habitación, suspirando en secreto, deseando que los minutos pasaran lo más rápido posible.

— A partir de la semana que viene está destinado nuestro viaje. Te quedarás a cargo a partir del viernes entrante porque tu padre y yo, tenemos una reunión en San Petersburgo con una cliente bastante importante así que, desde ese día quedarás a cargo de las empresas.

— Vaya, que rápido buscáis huir — Susurró para ella mientras bebía un vaso con agua.

— Ahórrate tus comentarios y murmullos. Sólo queremos saber si contamos contigo — Dijo tomando su bolso de mano de donde lo había colocado cuando llegó y las llaves del coche, quedándose de pie en el medio de la sala esperando una respuesta.

— Por supuesto que contáis conmigo... siempre me dejáis tantas opciones por escoger...

— Bien — Simplemente mencionó y caminó hacia ella — Sé que lo harás bien Yulia porque me has demostrado, a pesar de que siempre quieres acabar con mi paciencia; el esfuerzo que haces para superarte, así que, mañana te espero a primera hora para darte algunas recomendaciones acerca de unos documentos que no debes abandonar para nada — Besó sus mejillas y seguido, salió de allí rumbo hacia el elevador, pasando por un lado de Oleg que iba a despedirse también de su hija y luego dirigiéndose a su marido — Por favor, hazle saber — Concluyó y caminó hasta el corredor. Oleg rodó los ojos y Yulia lo miró extrañada.

— Bien princesa, mañana nos vemos en la oficina temprano — Abrazó el cuerpo pequeño de Yulia por un rato y luego al separarse, le dio un beso en la frente.

Era tan parecida a él. Aquella mirada azul tan comprensiva y llena de empeño junto aquel carácter tan controversial como el de su esposa que la hacían adorarla cada día más — A ver, nena…No sé nada acerca de mujeres, sólo de tú madre y porque es la mujer de mi vida pero, tengo entendido que el maquillaje se corre con el agua cuando hacéis contacto con el rostro y que antes de ir a la ducha, se lo quita — Yulia abrió los ojos en sorpresa sabiendo muy bien a lo que se refería — Tú madre no es tonta y sabe que tienes a alguien en tú habitación. Al menos debe ser alguien importante — Yulia no sabía que decir al respecto al verse descubierta — Lo digo por el tamaño del vehículo que está allá abajo parqueado — Volvió a besar su frente y guiñándole un ojo, desapareció por el mismo corredor por el que su esposa, había caminado para luego marcharse de allí.

Yulia cayó sentada sobre una silla. Definitivamente conocía que las mujeres tenían un sexto sentido, pero Larissa Volkova, había desarrollado como diez.


[…]

Elena se había despedido de Yulia de la manera más normal aquella tarde, fingiendo no haberse enterado de nada, acerca de la conversación que mantuvo la pelinegra con sus padres. Supo que su Yulia, no iría a pasar las vacaciones con su familia por el simple hecho de que se quedaría en Rusia, con ella; con su novia, la tal Natasha. Pero, ¿por qué sentía que los celos se la iban a comer viva dentro de su camioneta?

Tenía ahora en mente, un solo destino: Kazan. Llevaba muchas horas de camino y sabía que ya se encontraba cerca y en su cabeza sólo rondaba una sola pregunta: ¿por qué con ella?

— No seas tonta Elena, se supone que ella es su novia y que tú estás casada. Muy casada!! — Dijo a la nada, encendiendo de nuevo el estéreo de su camioneta para relajarse un poco mientras iba por el camino. Lanzó un suspiro que se perdió en el aire y secó una lágrima que venía descendiendo por su mejilla, sin dejarla llegar a su destino.

Odiaba ser débil y vulnerable porque la vida le había enseñado a ser fuerte, sobre todo a no tener que depender de nadie y le estaba costando bastante separarse de aquella manera de la morena, de su Yulia. Sentía que le pertenecía en todos los sentidos y ahora, ésta tenía planes de pasarla con otra persona que no fuera ella. Se sentía tan tontamente desplazada por alguien a quien no conocía, solo en referencia cuando Yulia compartía una que otra cosa en alguna conversa y a pesar de que ella tampoco sacara el tema de “Sveta”, dejaba que Yulia si se desahogara con ella cuando tuviera algún problema que la estuviera afectando.

Era muy buena escuchando y a pesar de todo, se había convertido en una especie de “AMIGA CON DERECHO” de la pelinegra y tenía que aceptar cualquier condición solo para poder verla, compartir con ella, tenerla. No tenía muchas opciones que digamos debido a que precisamente, ella si tenía a alguien en su vida con la que compartía mucho más que un simple noviazgo.

Al cabo de diez minutos, había entrado al fin a la ciudad de Kazan. Estaba cansada completamente tanto física como mental aunque por fuera lo disfrazara muy bien. A lo lejos ya podía ver aquella mansión donde le era frecuente estar desde hace más de tres años. Cada vez la veía hacerse más y más grande hasta que se encontró con el gran portón de rejas forjadas delante de su automóvil. Accionó el interruptor y saludó al chico de seguridad, adentrándose al enorme jardín donde se percató, que su esposa debía tener a esa hora de la noche alguna visita, viendo el auto desconocido que se encontraba parqueado justamente donde ella estacionaba el suyo.

Bajó del mismo y entró a la casa siendo recibida por el ama de llaves.

Escuchó risas en el salón de la casa, pero no tenía muchas ganas de hablar con nadie.

Su fiel amigo canino Luke, salió a recibirla como siempre lo hacía cada que llegaba a casa. Era el único cariño sincero que le daban dentro de aquellas cuatro paredes donde apenas y llevaba escasos segundos de haber pisado el suelo y ya sentía que se empezaba a asfixiar.

— Vaya, vaya pero si es Elena quien está aquí. Con razón tu peludo amigo salió corriendo de repente. Pensé que se estaba volviendo loco — Dijo la chica muy risueña levantándose de su asiento para dirigirse hacia donde se encontraba Lena muy atenta a la manera en que llamaron su atención.

— Vale Samara, no conocí el coche que está parqueado precisamente en el lugar donde estaciono — Dijo a manera de broma mientras le daba dos besos en cada mejilla a la joven mujer — ¿Qué te trae por acá? Tenía tiempo que no sabía de ti — Volvió su atención hacia Luke, quien retozaba felizmente a su lado. Svetlana se acercó cuidadosamente hacia ella, brindándole un caluroso beso en la mejilla.

— ¿Y a mí no me saludas que soy tú esposa? — Preguntó, tomando del brazo a la pelirroja mientras ésta le dedicaba una sonrisa fingida.

— Hola Svetlana, no sabía que tenías visita y vengo muy cansada — Se excusó con la idea de salir lo más pronto de allí. Pero su plan falló cuando sintió que Sveta la llevaba del brazo hasta el sofá, seguidas por Samara y Luke, quien se echó en un rincón de la enorme sala simplemente para descansar. Como envidiaba a su propio perro en aquel momento.

— Supongo que éstas muy cansada — Dijo no muy convencida de aquel termino que había empleado su esposa para describir su estado de agotamiento — Precisamente le acabo de decir al servicio, que te prepararan el jacuzzi para que tomes un baño relajante — Finalmente volvió a sentarse junto con Elena. Samara las secundó.

— No deberías tomarte tan a pecho el trabajo querida cuñada. Ya ves que abandonas a mi prima por mucho tiempo y bueno... se preocupa por ti — Comentó alegremente Samara tomando de su taza de té que compartía con su prima en aquel entonces.

— Sólo estaba trabajando, sabes que es lo único que me puede mantener ocupada en estos momentos — Aclaró y vio que su esposa le dedicaba una mirada un tanto extraña. ¿Habrá sospechado algo o simplemente ya su cabeza estaba haciendo estragos por lo cansada que venía del viaje? Decidió no prestarle atención al asunto y continuar dentro de la conversación — Y tú, cómo estás... tus cosas... ¿A qué se debe tú visita?

— Bueno mi vida, ella está aquí para darnos la buena noticia de que muy pronto partiremos a Italia. ¿Recuerdas el viaje que íbamos hacer para finales de mes? — Lena asintió un tanto confundida —Bueno, he decidido adelantarlo — Dijo Svetlana con una gran sonrisa de triunfo en sus labios, dirigiéndole una mirada fugaz a su prima quien veía a Elena cambiar su semblante, por tan inesperada noticia.

— ¿Cómo que adelantar el viaje?... no entiendo.

— Si cuñada. Sveta me pidió que adelantara el viaje y por esa razón estoy acá. Te dije que de tanto trabajar ella se preocupa por ti y ¿ves? Estas son las consecuencias que pagas. Una esposa muy atenta, que lo que quiere es que te distraigas y la llenes de atenciones — Ambas mujeres sonrieron por aquel comentario haciendo que Elena también lo hiciera sin ganas, simplemente dejando aparentar que todo aquello le había caído de maravilla.

— Así que Samara ha adelantado el viaje para la semana que viene — Comentó una Sveta muy alegre. Elena se levantó de inmediato del asiento, logrando borrar en ambas, aquellas sonrisas que traían en sus rostros.

— ¿Cómo? ¿La semana que viene? Pero... Sabes que tengo compromisos que atender y una empresa por la cual velar, no puedo tomarme la vida tan a la ligera simplemente porque tú, te preocupes solo por mi trabajo — Dijo caminando hacia un lado de la sala, sintiendo ya a Luke de su lado esperando que le hicieran un poco de cariño.

— El viaje se adelantó porque así lo quise, o ¿dirás que no puedes dejar a tu socia a cargo? Se supone que para algo lo es, como por ejemplo, para que cumpla con sus compromisos cuando estas cosas sucedan, ¿O es algo más lo que te amarra a Rusia, cariño? — Preguntó bebiendo de su taza humeante. Elena sabía muy bien por donde aquella mujer que conocía tan bien, iba con sus comentarios.

— Nada más que mi empresa me amarra a Rusia y lo sabes — Le dijo de manera directa y tajante. Samara intervino, sabiendo que la conversación podía tornarse algo más que calurosa.

— Bueno Elena, solamente será una semana. No tienes que tomarte las cosas tan a pecho tampoco o vas a terminar enfermándote —La rubia invitada le dirigió una mirada calmada a su prima, quien intentó no alterarse — ¿Qué puede pasar si te ausentas de la oficina por tanto tiempo? Creo que nada. Simplemente cumplí con el caprichito de tú esposa porque sé que se preocupa mucho por ti y verás que la vamos a pasar genial — Acabó diciendo la rubia, haciendo que el ambiente no se tornara tan pesado. Elena acariciaba el lomo de su perro y asintió.

— Tal vez tengas razón Samara. Tal vez...

— Ves? — Exclamó Svetlana con gran emoción — Así que, no se hable más y la semana que viene estaremos disfrutando de la gran vida en Italia.

— Claro! Ahora si me disculpan, subiré a mi habitación a darme un baño...

— Cariño, mandé alistar el jacuzzi de nuestro cuarto así que, ya debe estar listo — Dijo sabiendo que Elena tenía algún tiempo que no pisaba la habitación que anteriormente había sido de ambas.

— Está bien — Dijo ésta sin objetar nada más al respecto. Se acercó hacia donde estaba Samara viendo como se colocaba de pie — Quedas en casa como siempre Sami, gracias por venir y disculpa que no me quede más tiempo con vosotras sólo, que estoy algo cansada — Le dio nuevamente dos besos a la chica y partió del salón, con su perro detrás siguiéndole los pasos hasta perderse escaleras arriba.

Ambas chicas siguieron con la mirada a la pelirroja mientras llegaba a la cumbre del piso de las habitaciones, hasta que la perdieron de vista. Samara puso su atención de inmediato a su prima, quien suspiraba un tanto molesta.

— Pasa algo más con Elena, que no me hayas dicho, Svetlana? — Preguntó preocupada la otra rubia viendo que ésta aún seguía con la mirada perdida.

— Nada que no vaya a enterarme esta misma noche, Sami — Rió y siguió la velada particular que gastaba desde hace unas cuantas horas atrás con su pariente y amiga.


Lena, al llegar al tope de las escaleras, caminó hacia el pasillo que la conducía hacia su habitación y allí se quedó, de pie a la mitad del mismo teniendo un pequeño desvarío en su mente de a donde debía dirigirse en aquel preciso instante. Acarició la cabeza de su perro y se agachó hasta quedar a su altura.

— Bien Luke, espérame en mi habitación y en un rato estaré contigo — Volvió de nuevo a su posición inicial y caminó con el animal hasta lo que era la puerta de su cuarto. Le abrió y dejó pasar a Luke para cerrar la misma detrás de ella. Asomó su torso por el barandal y aún escuchaba las risas y voces de su esposa y prima para luego ir hacer lo que necesitaba con mucho afán desde que llegó.

La habitación aún permanecía igual sólo que ya se le estaba haciendo bastante extraño entrar allí. Comenzó a sacar sus ropas distraídamente mientras encendía el televisor. Era una rutina simple que siempre hacía cuando se desvestía.

Ya sin la chaqueta y sin la blusa, pasó al cuarto de baño y cerró la puerta. La habitación desprendía un rico aroma, seguramente Svetlana le había ordenado al servicio colocar sales de relajación y mucho que las necesitaba en ese momento. Terminó de desprenderse de todas sus prendas hasta quedar completamente desnuda y fue deslizándose poco a poco entre el jacuzzi hasta que sintió como su cuerpo se relajaba por completo. Había hecho un moño en su cabello para que no se le mojara. La sensación era totalmente placentera, poder sentir el agua tibia engranar en su sensual cuerpo.

Colocó los brazos a cada lado de la bañera y cerró los ojos. Vaya que se sentía totalmente a gusto.

De inmediato la imagen de Yulia le vino a la mente. Había grabado toda su figura por completo, toda su femineidad tan sensual que aquel cuerpo con un tono bronceado la deleitaban cada vez que estaban juntas. Aquellos besos sensuales sobre su ser… le hicieron estremecerse en aquel momento. No dejaba de pensarla desde la primera vez que la supo en su vida incluso, cuando aún ni siquiera sabía quien era aquella chica que se escondía detrás de tan peculiar seudónimo.

Los minutos habían transcurrido y ya comenzaba a sentirse mejor. Le había ayudado aquel baño de sales, aunque jamás le habían gustado, debía reconocer que su esposa sabía lo que necesitaba en aquel momento.

Se sentía culpable en el fondo porque nunca había pasado por tal situación, pero los problemas con Svetlana cada vez se hacían más y más prominentes. Ahora tenía algo en mente y era aquel viaje adelantado a Italia. No le había comentado bien a la morena y eso era algo con lo cual tenía que lidiar y enfrentar tarde o temprano. Comenzaba a conocer a la chiquilla y el tema de su matrimonio, cada vez pesaba más sobre sus hombros pero sabía que por los momentos no podía hacer nada más que vivir toda aquella farsa hasta donde tuviera resistencia.

Abrió los ojos y decidió salir del hidromasaje. Su cuerpo desnudo desprendía gotas de agua por donde quería mientras salía del jacuzzi. Fue hasta la ducha y la abrió para poder quitarse de encima todas las sales que habían quedado prendidas sobre su piel.

La puerta del baño se abrió y vio entrar a Svetlana, quien vestía en ese momento una bata de dormir, acercarse muy despacio.

— ¿Cómo te sientes? — Le preguntó ésta apoyándose encima del lavabo, viendo la desnudez de su esposa que comenzaba a calentar su propio cuerpo.

— Bien, más relajada. ¿Ya se fue Sami? — Elena conocía las intenciones de su esposa y conocía a la perfección aquella mirada cargada de sexualidad que llevaba la rubia. Ésta, la rodeó con sus brazos por el cuello cuando estuvo frente a ella.

— Se fue hace rato. Ahora puedo compartir un momento contigo — Dijo dándole un beso en la mejilla. Elena cerró los ojos y fue separando su cuerpo lentamente.

— Sveta, en verdad lo único que quiero hacer es dormir, terminar mi baño y acostarme. Necesito descansar — Le dijo caminando hacia la ducha y deteniéndose allí de espaldas hacia ella — Voy a ducharme — Mencionó cuando escuchó el portazo que avisó que su esposa había salido, completamente molesta. Suspiró y decidió terminar de bañarse.

Aquella noche iba a ser un tanto pesada para ella, pero solo mantenía la fe de que en algún momento, la vida le sonreiría a favor.


[…]

Las 12:30 de la madrugada y para ella no existían horas de descanso. El escritorio de su estudio se hallaba abarrotado de papeles y documentos que se encontraba revisando en aquel momento. Necesitaba tener listo todo para la próxima reunión con su hija aunque en realidad, no estaba segura de lo que tenía planeado hacer. Unas horas atrás, había conversado con su otra hija vía telefónica y ésta le hizo saber que no tenía tiempo para hacerse cargo de nada más que no fueran su esposo y su hija que estaba pronta a nacer. Nunca había sido asidua a los negocios ni a nada que tuviera que sacrificarle unas cuantas horas en el spa y en las tiendas de marca.

Valya no era mujer de negocios y lo sabía, por esa razón y de alguna manera necesitaba hablar con Elena lo más rápido posible. En ese momento la puerta de su estudio se abrió, dejando entrar a Sergey enfundado en un albornoz color bordeo, sacando sus gafas de lectura apenas estuvo frente a ella.

— ¿Por qué no vienes a dormir, cariño? — Le preguntó amablemente aún de pie junto a la puerta. Su mujer, juntó unos papeles más y comenzó a estampar su firma sobre ellos.

— Necesito sacar estos papeles lo más rápido posible. Recuerda que la próxima semana es la reunión con el banco y... necesito hablar con Elena — Dijo esto sin alzar la vista, aun firmando los documentos. Sergey se acercó y se sentó frente a ella.

— ¿Aún continuas con la idea de hablar con Elena?

— Sí. Es lo que acabo de confirmar. Sabes que las empresas no pueden quedarse solas y que tu operación es irreversible. Hace un par de horas, hablé con Valya pero como siempre, está renuente hacerse cargo de los compromisos y no me queda más remedio que decirle a tu otra hija.

— ¿Crees que vaya aceptar lo que piensas proponerle, cariño? — Pregunto. Inessa apartó la vista de lo que hacía y miró aquellos ojos verdes que le recordaban mucho a su hija menor. Aquella chica, la cual hizo a un lado sin importarle nada más que el “que dirán”, pero que con el pasar del tiempo, había aprendido a perdonar y aceptar aunque ésta no estuviese enterada.

— Tal vez si, tal vez no... No sé Sergey. Elena nunca ha sido una persona rencorosa y es una chica muy comprometida con su trabajo, algo totalmente distinto a lo que es Valya. No es para nada egocéntrica y siempre está pendiente de sus asuntos, creo que estará bien hablar con ella.

— ¿Y sólo eso piensas hablar con nuestra hija? — Dijo poniéndose de pie el pelirrojo — Vamos Inessa, debes enfrentarla de una vez por todas. Juzgamos mucho sin saber lo que ella estaba sintiendo y ves que nos equivocamos en muchas cosas. Elena jamás fue una mala niña y eso, los dos lo sabemos. Siempre fue una chica bastante educada independientemente de lo que haya escogido ser en su vida. La internamos sabiendo muy bien que le fue leal a su hermana y que en ningún momento quiso que Valentina sufriera — Continuó, ahora colocándose frente a la ventana del estudio. La luna punteaba la noche oscura y el frío afuera, era insoportable — Elena entenderá y lo hará con el corazón. Es una gran muchacha.

— Lo sé, solo que... por primera vez siento miedo de su rechazo. La quiero y lo sabes, es mi hija al igual que Valentina y aunque siempre haya sido la más pequeña en todo, es la más hábil y la más fuerte de las dos. Sé que ha sufrido bastante y la quiero, sea como sea — Se levantó también de su silla rodeando el escritorio hasta llegar a donde se encontraba su esposo — Cuando hablé con Valya, supe que os tratáis más seguido, al parecer pasó algo en vuestros cumpleaños que las hizo acercarse más y le he dejado algunas cosas en claro para que se las haga conocer. Tengo entendido que viajará a Italia con su esposo y que según se encontrará con Elena allá. Solo le pedí que la pusiera al corriente de tu operación y sé que ella se preocupa. La he escuchado hablando contigo por teléfono y me da alegría que lo haga — Sergey se giró y le dio un beso en la mejilla viéndola fijamente a los ojos.

— Ya te he dicho, Elena es una buena chica y sabrá perdonar. Ya lo ha hecho con Valya y sé que también lo hará contigo porque no es rencorosa y a lo que a mí respecta, me ha llamado un par de veces para preguntar sobre mi salud. No he querido comentarle nada para que no se preocupe, pero me gusta que lo haga. Me ha preguntado mucho por ti y se le nota que te ama, es tu viva imagen Inessa...

— Aunque lleve tú pacífico carácter — Rió por el comentario girando sobre sus talones para volver a su silla — Quiero esperar a que Valya hable con ella, tendré paciencia Sergey — Dijo para continuar firmando los documentos.

— No demores mucho querida, ya es tarde — Comentó el hombre dejando un suave beso sobre la frente de su esposa para luego marcharse, cerrando la puerta tras él. Inessa, al percatarse que estaba sola nuevamente, volteó hacia la repisa que estaba a su lado donde se encontraban unas que otras fotografías de sus hijas cuando estaban pequeñas.

Tomó entre sus manos la de Elena, con apenas 5 años de edad. Se veía muy risueña con aquellos hoyuelos en sus mejillas cuando sonreía tal cual como lo estaba haciendo en aquella imagen. Paseó sus dedos sobre el marco de la misma y allí se quedó contemplando aquella fotografía que hace 26 años, había sido tomada en esa misma casa donde tantos recuerdos bonitos albergaban aquel corazón que por fuera tenía una dura capa de amargura pero que por dentro, seguía siendo el tierno y blando corazón de una madre.


[…]

No podía dormir aquella noche, sólo se dedicaba a contemplar el paisaje desde su ventana. Aquella tarde, Elena se había marchado de su casa un poco extraña, tal vez había sido por la incomodidad del momento que tuvo que pasar gracias a sus padres.

Bebía un vaso con leche para poder conciliar el sueño, pero tenía tantas cosas en mente en aquel entonces, que le resultaba difícil poder cerrar los ojos y evitar no pensar en ella.

Tenía la cabeza hecha un nido, tal como se refería ella cuando sentía que iba a estallarle por tantos pensamientos. Elena tenía la habilidad de aparecer allí cuando quisiera y aunque no le molestara en lo absoluto, sabía que era algo muy arriesgado para ambas, quizás un poco más para la pelirroja que ya llevaba un gran compromiso a cuestas, ella; simplemente no tenía nada que perder, sólo una chica a la que tenía un día entero que no sabía de ella y todo porque debía estar al cuidado de su familia. No la culpaba, sabía que Natasha era así y no tenía porque preocuparse.

Dio la vuelta y caminó hasta el sofá, lanzándose sobre éste, colocando el vaso ya vacío sobre una mesita de cristal y sus piernas sobre el cojín en forma de canastita. A su alrededor todo estaba a oscuras, solo la luz de su móvil en las manos, era lo único que iluminaba la sala donde se encontraba ahora.

Yul: Hola! — Escribió al ver que la pelirroja estaba en línea.

Elena: Hola, por qué no estás dormida?

Yul: No puedo dormir. No tengo sueño. – Le envió un emoji de una carita triste.

Elena: ¿Por qué esa carita, hermosa.... sucede algo?

Yul: Es que... me quedé preocupada por ti y por la manera en que saliste de casa... Lo siento, no pensé que mis padres vendrían así de pronto.

Elena: No te preocupes, todo está bien. Además, tienes un bonito baño – Risas.

Yul: Gracias... XD! Pero sabes, siento que hay algo más que no me has dicho...Ella está allí?

Elena: Sabes que no duermo con ella últimamente. Estoy en la que ahora es mi habitación... Yulia, escuché la conversación que tuviste con tus padres...

Yul: Lo sé! Sé que no puedes estarte quieta 5 minutos encerrada.

Elena: Me conoces y eso me aterra... Vas a pasar tus vacaciones con ella, cierto?

Yul: ¿Te aterra el que esté con ella o que te empiece a conocer...? Sé que no estabas dormida y también sé que estás bebiéndote un vaso de la cosa esa. LOL!

Elena: Cierto, lo hago. Siempre lo hago y es la única cosa a la que soy adicta... Leía un poco porque no tengo sueño y respóndeme lo que te pregunté — Vio que la morena no estaba en línea, así que hizo su móvil a un lado y volviendo a tomar su libro, continuó la lectura.

Yul: Sí, lo haré porque es mi novia. Me conociste con novia y yo te conocí con esposa no veo la diferencia. No quiero tampoco viajar con ellos, más de lo mismo comienza aburrirme.

Elena: Está bien... No me molesta, sólo que no sé...

Yul: ¿Qué no sabes, Elena? Hace unos días me dijiste también que te irás de viaje de vacaciones con ella y no sé con quien más a Italia y ya ves, aquí estoy. Accedí a estar contigo el día de hoy porque así lo quise y lo quiero.

Elena: Lo sé, y también así lo quise porque te quiero... Sabes qué te quiero verdad?

Yul: Claro que lo sé Elena, pero también siento el mismo impulso loco de los celos que no demuestras cada que sé, que con ella estás, pero que no puedo hacer nada. Es tu esposa.

Elena: Yulia, con respecto a lo del viaje, creo que tendré que adelantarlo... me iré la semana que viene — Envió el mensaje y al instante vio que Yulia comenzó a escribir algo. Pasó un minuto exactamente cuando llegó la respuesta.

Yul: Ok!

Elena: ¿Solo Ok¡? No era eso lo que estabas escribiendo, ¿verdad? Dime, que ibas a decirme?

Yul: Nada...

Elena: Vamos Yulia por favor, necesito que me digas las cosas que te molestan así como te las he dicho yo. Siento celos sabes, porque sé que ella ocupará todo este tiempo y que no puedo objetar nada pero, no tengo culpa de que hayáis adelantado el viaje y unas semanas menos o más, no hacen la diferencia. De igual manera sabías que iba a irme. Además, mi hermana irá a visitarme.

[i]Yul: En serio? Tú hermana estará allá contigo? Y si.... puff!!! Vas a estar con tu mujer y me lleno de rabia, pero sé que vas a estar bien porque te reencontrarás con tu hermana después de mucho tiempo.


Elena: Si... dijo que tenía que contarme algo sobre mis padres pero, al final estoy un poco nerviosa por ese encuentro. Tengo mucho tiempo que no la veo.

Yul: Todo va a estar bien, ya verás que será un encuentro agradable e inolvidable. Tú melliza te adora.

[i]Elena: Lo sé y yo a ella... Hermosa... te quiero. Gracias por hacerme feliz.


Yul: También te quiero, pero sabes que cada una tiene su vida y aunque quisiera matarla a ella... Rayos, debo dejar de pensar en voz alta y enviarte mis pensamientos... XD!

Elena: Jajaja! Juro que me matas Yulia... Vamos, tenés que dormir, ya es tarde.

Yul: Sí, tengo un poco de sueño...

Elena: Bien, entonces que descanses y sueñes lindo. Te quiero — Envió el mensaje pero no recibió respuesta alguna.

Conocía ya, que la morena caía en brazos de Morfeo rápidamente y sabía que no iba hablar con ella hasta el día siguiente.

— Creo que ya te dormiste. Te quiero Yulia, muchísimo. Un beso y que duermas lindo, hermosa — Dejó su teléfono a un lado y apagó la luz de su mesa de noche. Cerró los ojos y volvería a soñar con ella.


Continuará...
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