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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/17/2020, 3:32 pm

CAPITULO 33: VERDADES


Al abrir la puerta del apartamento, entró como alma que lleva el diablo y pasó a su habitación, lanzándose en su cama y llorando con tanta intensidad, que cualquiera hubiese pensado que la vida se le estaba escapando tal y como estaba sucediendo literalmente en aquel instante.

Sus manos se aferraban a las sábanas blancas de su cama, mientras lágrimas saladas mojaban la tela de su almohada, empapándola del caudal que de sus ojos emanaban sin control alguno. Alzó su cara para poder respirar un poco ya que le hacía falta de vez en cuando el aire y la luz del sol le dio en el rostro.
Levantándose sin ganas, fue a correr un poco las persianas para quedar en total oscuridad, como se sentía por dentro.

Volvió a su lecho, tomó a su muñeco de peluche, aquel que de vez en cuando la acompañaba en sus momentos solitarios y lo abrazó con todas sus fuerzas. El llanto no cesaba y no iba a cesar por lo menos unos cuantos minutos más.

Prefería alejarse sin hacer escándalos, sin despedidas, sin una nueva oportunidad que la llamara y le obligara a darse vuelta y correr, correr a aquellos brazos que la poseían con locura y sobre todo con mucho amor. Aquellos brazos que le hacían daño y del que estaba segura, que la dueña de los mismos no permitiría verla sufrir.

Se sentía tan cobarde por haber escapado como lo hizo. Aún tenía la imagen del fino cuerpo de su amada grabado en su memoria aquella mañana donde tomó ella misma la decisión de apartarse de ese camino que supo, no podía seguir recorriendo. La amaba con locura y sentía que aquella pelirroja también lo hacía con la misma intensidad, pero se conformaría con recordarla bonito, sin errores... perfecta...como el amor quiso hacerla.

Había pasado una hora o tal vez más tiempo. Se durmió después de haber llorado lo que quiso.

Aún abrazada a su peluche, despertó sintiendo que los párpados le pesaban una barbaridad. Levantándose, fue al cuarto de baño con pesar, viendo su rostro hecho añicos en el espejo. Una lágrima quiso salir pero la ahogó con agua mientras lavaba su rostro, sacando toda la tristeza que la volvería a invadir durante ese momento.

Salió de su habitación, y cayó en cuenta que volvía a estar sola de nuevo, como siempre lo había estado dentro de aquellas cuatro paredes. La puerta principal sonó. De inmediato, su corazón comenzó a palpitarle a gran velocidad pensando en quien se encontraba detrás del pedazo de madera.

Abanicó un poco sus ojos para retener el llanto nuevamente y abrió la misma, frunciendo el ceño, mirando atentamente a la mujer que estaba parada delante de ella. Jamás la había visto en su vida, pero la chica llevaba unas gafas de sol que no permitían verle lo más importante: su mirada.

— Hola...

— Hola — Respondió la morena aún dubitativa sosteniendo la perilla de la puerta. ¿Para qué carajos pagaba un servicio de vigilancia privada en el edificio? — ¿Quién eres? — La otra chica la miró de abajo hacia arriba, descubriendo un poco su mirada. Vio que tenía grandes ojos marrones y algo no le gustaba en ella.

— No me conoces, niña... Pero me llamo Tanya, a secas... Solo eso quiero que te grabes. Por cierto... — Continuó dándose paso para entrar. Yulia giró sobre sus pies y sin quitarle la vista de encima a la mujer, se quedó en su mismo sitio — No imaginé que fueras tan, niña.

— ¿Quién eres tú y a que vienes? Y la niña puede echarte a patadas de su casa cuando gustes...

— Hey!! — Dijo alzando los brazos en defensa. La morena detalló que llevaba un bolso caro y un folder amarillo entre las manos — Me gusta tú porte! No eres tonta y me estás agradando — Yulia, entrecerró sus ojos.

— ¿Quién te envía y que quieres?

— Yulia... — La morena abrió los ojos un tanto sorprendida — No me mires así, sé tú nombre y no vengo hacerte daño ni a tocarte un pelo. Sé de tus padres y no soy tan tonta como para meterme con una chiquilla de oro.

— No soy una imbécil, así de simple y mucho menos le tengo miedo a la gente. Tercera vez que te pregunto... Ta...nya, ¿qué haces aquí y qué quieres?

— ¿Puedo? — Señaló el sofá y Yulia sólo cerró la puerta. Tanya se sentó sin esperar respuesta alguna y cruzó sus piernas, estirando el brazo con el sobre en la mano.

— ¿Qué es eso? — Cuestionó Yulia dudando si coger o no el sobre.

— Toma. Te aseguro que no es una bomba. No soy tan idiota como para hacernos volar en pedacitos a las dos... Al menos no me conviene morir ahora.

Yulia tomó el sobre sin quitarle la mirada de encima a la mujer que luego de quitarse las gafas, le regaló una sonrisa de lado a la morena quien abría el contenido. De inmediato, la cara de Yulia cambió. Abrió los ojos como platos viendo con bastante asombro las tres fotografías que en sus manos tenía.

Se apreciaban sin duda alguna a Elena y a ella en una actitud bastante comprometedora en lo que recordó la última visita de ésta a la ciudad y otra, la más reciente, donde ella había ido a visitar a Elena a Kazan, en aquel café.

— Eres una...

— Calla! — Le sonrió — A ver... — Se levantó para comenzar a caminar en círculos alrededor de la pelinegra — A ti, me importa un bledo lo que pienses. No te conozco niña y tampoco me importa hacerlo, pero a Elena si. La conozco más de lo que imaginas.

— ¿Qué pretendes con todo esto? — Dijo guardando de nuevo las fotos en el sobre y dirigiéndose hacia la cocina. Estaba bastante consternada.

— Fácil, querida. Sabías que si estas fotografías llegan a manos “equivocadas”, ¿tú adorada amante puede perderlo todo?

— Mentira!!! Eres una mentirosa y no me interesan tus amenazas. Estás enferma y... Loca!!! Estás loca!! — Tanya comenzó a reírse a carcajadas al ver la inocencia pintada en el rostro de Yulia.

— Pobre niña! Es lo que eres... El juguetito nuevo de Elena. Una más para su colección — La morena caminó hasta la puerta abriéndola de par en par.

— Lárgate!

— Siento no haberte hecho una visita más prolongada cariño — La tomó del mentón haciendo que Yulia ladeara de manera repulsiva el rostro — Pero sólo vine a eso... Advertirte linda, que te mantengas bastante alejadita de Elena... Ella es mía y pronto la tendré en el lugar que quiero.

Concluyó y sus pasos se fueron alejando cada vez más, escuchando como despido el portazo que le dedicó la morena.

Dentro, Yulia volvía a tomar las fotos y al mirarlas, sintió por dentro tanta rabia y dolor. Las lanzó lejos, quedando esparcidas por doquier mientras lo que encontraba a su paso, iba estrellándose contra cualquier superficie de la casa.

— Maldición, Lena… Maldición!!!!!!

Lo único que se escuchaba por todo aquello, habían sido malas palabras y el sonido de algunas cosas romperse en el piso, paredes, donde fuera que lograban ir a parar algunos adornos y objetos personales.

[…]

Su respiración estaba bastante agitada. Comenzó a pasar sus manos sobre su cabello a manera de poder auto-controlarse, aunque se le conocía por ser demasiado calmada.

¿Cómo podía alguien caer tan bajo? ¿Cómo alguien a quién había llegado a querer tanto, le estaba haciendo aquello tan vil?

— Buenos días, Len... — Alesya, su secretaria al entrar, se encontró a la pelirroja caminando de un lado para el otro. Parecía desenfocada y un tanto alterada — ¿Qué pasa?

— Nada... Nada... Nada!!! — Gritó. Alesya se quedó de piedra en su lugar sin saber que objetar. No era muy común mirar a Elena de aquella manera.

— Yo... Lo siento... Solo venía a decirte que...

— Suspende cualquier reunión que tenga para hoy — Elena buscaba en los cajones de su escritorio hasta dar con las llaves de su coche — Dile a Nastya, que se encargue de todo... Tengo, un asunto que resolver.

— Buenos días, Lenoska!!! ¿Qué...cuentas? — Tanto Nastya como Alesya se quedaron impávidas, pestañeando y mirándose a los ojos al ver que Elena sin reparar en nada, salió como un torbellino por la puerta.

— ¿Sabes que mosca o bicho raro le picó a tú jefa?

— No sé Srta. Nastya. Cuando entré, estaba como loca dando vueltas en la oficina y muy roja, muy roja — Nastya alzó una ceja y escaneó de arriba a abajo el despacho de Elena, buscando el motivo por la cual su amiga había perdido la cordura.

— Tranquila, yo me encargo Ale, si necesito algo te aviso.

Alesya asintió y la dejó a solas. Esta, había fijado claramente su mirada sobre unas fotografías que estaban tiradas sobre el escritorio de la pelirroja. Al mirarlas detalladamente, tanto los ojos como la mandíbula se les desencajaron, literalmente hablando.

— Con un demonio Elena... Joder!!! Pero si le estás agarrando el culo a esa chavalilla!!

[…]

Condujo hasta llegar a una zona muy prestigiosa de la ciudad. Cada que más avanzaba, tomaba el volante con fuerza haciendo que sus nudillos se tornaran blancos por la presión ejercida. No era violenta y necesitaba sacarse todos aquellos pensamientos de la cabeza antes de hacer cualquier locura. Detuvo la camioneta en cualquier lugar de la calle privada haciendo que el vigilante de turno, quien cumplía su deber en la caseta principal de la urbanización, agudizara los sentidos.

— Buenos días, Señorita Elena.

— Buenos días. ¿Me deja pasar por favor?

— Con gusto. De hecho, la Señorita Tanya acaba de llegar a su apartamento — Elena asintió viendo a lo lejos el elegante conjunto residencial donde había pasado muchos días y noches al lado de aquella mujer tan perversa y marchita por dentro.

Esperó que las rejas de seguridad le dieran paso para subir la colina que alguna vez había sido de color verde y que ahora estaba cubierta por la fría nieve del invierno.

Estacionó de nuevo el coche y bajó para dirigirse a la entrada donde fue recibida por otro chico más, a quien había visto solo un par de veces pero él la reconoció de inmediato. Se sentía tan torpe por haber caído alguna vez en las manos de aquella mujer que se vendió en sus momentos como el buen cordero y que ahora, al no conseguir lo que quería, estaba llevándose a todo el mundo por delante.

El elevador marcó el piso 4 y con pasos apresurados se dirigió al apartamento 420. Al llegar a una distancia prudencial, la puerta se abrió, viendo como Tanya se alejaba de la misma con una sensualidad y garbó que solo ella podía permitirse en una situación como aquella.

— Elena! Te habías tardado mucho, querida.

— ¿Qué pretendes con todo esto, Tanya? ¿Qué regrese contigo, es eso!!!? — Dijo haciendo que el ruido del portazo que largó, retumbara por toda la casa. La mujer, que estaba simplemente con una fina bata de seda color rosa pálido y sin calzado, se dirigió al bar y se sirvió apenas un poco de escocés en una copa, pasando por alto que el reloj no marcaba aún, las doce del mediodía.

— Querida... Te quiero completamente para mí y ninguna chiquilla tonta se meterá en mi camino — Dijo, llevándose la copa a la boca, sintiendo que Elena caminaba hacia ella — Sé mi amante, y no perderás nada.

— Estás completamente demente!! — La tomó por un brazo obligándola a mirarla — Dime. A quién contrataste o de lo contrario, pagarás muy caro, ¿me entendiste? — Tanya volvía a reír triunfante. Tenía a Elena en sus manos y eso, le fascinaba.

— Uy! Me encanta cuando te pones así. Me enciendes — Pegó su cuerpo al de la pelirroja logrando morderle el lóbulo de la oreja. Elena, la alejó de inmediato.

— Escúchame algo Tanya, si yo...

— Escúchame tú a mi Elena Katina! — Gritó haciéndose escuchar — Me cansé de tus humillaciones y que hayas preferido a la insípida y manipuladora de Svetlana Koslova en vez de a mí. Así como tú viste esas fotos, de igual manera puede verlas ella si no cooperas conmigo!

— ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué sea tu plato principal cuando se te antoje?? Dime! — Volvió a tomarla del brazo, esta vez con más fuerza. Estaba perdiendo la paciencia — No quiero saber que le has puesto un dedo encima a ella, o me vas a conocer por las malas, Tanya.

— Suéltame!! Bastarda!! — Logró que Elena la soltara — A tu lindísima amante, le he entregado un juego de respectivas fotos y créeme, que debe estar odiándote sobre todas las cosas, Elena Katina.

— Eres... Eres una miserable, Tanya! ¿Qué consigues con todo esto? ¿Dime? Si pretendes que me acerque a ti, juro que estás haciendo que te repugne un poco más.

— No querida — Dijo acercándose hasta quedar muy junto a Elena — Haré que me desees cuando y donde yo quiera. Te juro, y no me importa que me repugnes pero si no haces lo que quiero, tú linda y respetada esposa quedará como la cornuda más elegante de todo el país y no me gustaría verte arruinada — Dándole un ligero beso en los labios, bebió del resto de la copa para comenzar a marcharse a su habitación con el mismo andar aterciopelado — Y cuando salgas, procura no dar otro portazo. No te vuelvas mal educada, que no va contigo — Concluyó. Después de algunos segundos, la pelirroja escuchó una puerta a lo lejos cerrarse.

Elena continuaba allí de pie junto al bar, frente a las copas y al licor. Apretaba fuertemente los puños mientras tenía la mirada perdida en algún punto en la nada. Quería acabar con todo lo que viera a su paso pero necesitaba calmarse y evitar un problema mayor. Deseaba hablar con alguien o se volvería loca.

Valya, fue la primera persona que pasó por su mente.

[…]

Pasaba más de la media noche. La música sonaba implacable y sobre la pista de baile, muchas chicas bailaban al ritmo desencadenado de la electrónica de fondo.

Un vaso de vodka entre sus manos, no podía faltar aquella noche. Ya era el quinto y se podría decir que ya estaba más que tomada.

Había ido sola, con el fin de no pensar más en lo que la estaba matando por dentro. No sólo había logrado huir de la única mujer por la que comenzó a sentir que el amor volvía a valer la pena, sino que ahora, aparecía alguien más para hacerle ver la clase de mujer que era ella, Elena. Tenía la mirada fija en el vaso, mientras contaba mentalmente que número de la seguidilla de aquella famosa lista de las 113, ocupaba ella ahora y que número posiblemente había sido la tal Tanya.

— Hola guapa, estás sola? — Preguntó una mujer de más o menos 30 años al acercársele mientras pedía una bebida. Yulia miró de un lado a otro, sintiendo su vista un poco borrosa.

— Pues, sola no estoy... Puff! Hay como diez mil personas aquí — La chica rió por aquel comentario tonto, típico de alguien que ya ha perdido media cabeza por los tragos.

— A ver — Dijo la mujer morena al sentarse — Me refería si viniste sola o hay alguien más contigo? — Bebió un sorbo de su Appletini.

— Pues, he venido sola, solita... Guapa y tú? Dime que tienes más de 30 años y que estás casada... Así puedo enviarte a la mierda cuando quiera — Bebió de su trago viendo como la mujer negaba con la cabeza, llevándose su trago en la mano. La dejó sola nuevamente.

Hizo un gesto involuntario de fastidio con la mano y volvió acomodarse en su lugar con la misma música de fondo, viendo que su copa estaba a punto de vaciársele y ya tenía que pedir el siguiente.

Soho's Room estaba hasta el tope, así como su organismo. Trató de ponerse de pie pero casi va a parar al suelo. En ese momento, alguien la tomó por la cintura y volvió a colocarla en la silla donde estaba sentada.

— Mírate! No vales nada Yulia, por favor.

— Hola!! Linda... — Entrecerró un poco los ojos para agudizar la vista — ¿Cómo estás tú? — Arrastraba las letras de cada palabra, aferrándose en un abrazo al cuerpo de Natasha — ¿Cómo... llegaste? ¿Te invité?

— No Yulia, no me invitaste, me habéis avisado que estabas acá en este estado y he venido a por ti — Respondió tratando de hacer que Yulia se mantuviera fija en la silla.

— Toma, bebe un poco anda... Así me acompañas — Dijo, colocándole el vaso en la entrada de la boca a la castaña el cual, la chica se reusaba a tomar.

— No quiero Yulia... Trata de ponerte de pie.

— No! Anda... Tómate un trago conmigo, mujer. ¿No vez que estoy celebrando que el año viejo me ha dejado amargura en los labios?

— No sé de que hablas... Pero vamos Yulia, no me la hagas más difícil que te pones pesadita, ¿vale?

— Pero que bebas te he dicho carajos! — Volvía a intentar darle de beber a Natasha. Ésta, tomó el vaso y lo estrelló contra el piso, tomando a la morena por los hombros, haciéndola que reaccionara de una vez por todas.

— ¿Hasta cuándo dejarás de comportarte como una niña, Yulia Volkova? ¿Cuándo vas a dejar de enfrentar tus problemas de esta manera? ¿Ah? No seas estúpida... Ni infantil.

La morena se aferró de nuevo en un abrazo al cuerpo de la castaña, dejando que las lágrimas volvieran a correr por sus mejillas. Natasha, quien no entendía el motivo de su llanto, le devolvió el abrazo sin atreverse a preguntar el porqué de su estado. Ella precisamente no era la indicada para preguntar porque tanto dolor y tristeza y menos en ese momento al ver como se encontraba Yulia.

Aprovechó y despacio fue atrayéndola hacia ella hasta que la puso de pie, logrando que la morena caminara hasta lograr sacarla de allí. Algunas personas veían el espectáculo. Un chico alto y rubio, asintió con la cabeza al ver que Natasha le devolvía el gesto. Él, le había llamado a la castaña ya que le había servido los cinco tragos que llevaba en su sistema.

Necesitaba hacerla descansar y dormir, sobre todo porque le urgía que estuviera con sus cinco sentidos bien afinados.

Le dolía verla de aquella manera y más le dolía pensar que el motivo era ella misma por no haberle dicho la verdad a tiempo. Yulia no se merecía nada de ella. Verla allí, tan frágil y tan falta de cariño.

Se había quedado dormida en el asiento del coche de Natasha mientras ésta conducía hasta su casa, en la oscura y fría madrugada de la ciudad de Moscú.

[…]

Las 6: 05 am. Apenas si había logrado dormir un poco. No había sido fácil hacer que Yulia despertara y subirla a su departamento en dicho estado. A duras penas, pudo con ella hasta hacerla tumbar en la cama para luego verla dormir como tronco.

El lugar estaba hecho un desastre tal y como pudo haberse dado cuenta en la oscuridad. No había reparado en ordenar nada, simplemente porque se sentía bastante agotada.

Logró conciliar el sueño como dos horas y cuando abrió los ojos, ya el sol había llenado la habitación con sus rayos débiles.

Afuera el tiempo estaba gris y se esperaban precipitaciones, así que sin darle más vueltas al asunto, decidió que no intentaría tratar de dormir más y si por casualidades de la vida, Yulia había hecho algunas compras decentes, con suerte le prepararía de comer algo caliente que le quitara todo aquel pesar que de seguro iba a comenzar a sentir cuando se levantara de la cama.

Salió a la sala y sintió que caminaba sobre una alfombra de vidrios. Pensó, que se trataba de algún vaso que por error se le había caído a la morena y por eso no hizo mayor alboroto pero, ¿toda la casa? Al salir a la sala de estar, pudo confirmar que había un sinfín de objetos rotos alrededor, incluso, hasta el televisor que descansaba en una esquina, estaba totalmente partido en el suelo.

¿Qué había sucedido allí y en verdad, cuál había sido el motivo para que Yulia llegará a tal estado etílico?

Habían muchas cosas fuera de lugar.

Tratando de no cortarse, caminó lo más cuidadosamente posible a través de la sala hasta la cocina. Sus ojos trataron de enfocar a distancia, unos papeles que estaban regados por donde fuera. Al llegar a ellos, se agachó para recoger lo que parecían a simple vista, unas fotografías.

— Deja eso allí! — Objetó Yulia desde un punto cualquiera de la habitación agarrando su cabeza, haciendo que Natasha se respingara y detuviera su acción de inmediato.

— ¿Que pasó aquí, Yulia? Explícame de una vez por todas, porqué te encontré anoche en ese estado!

— No tengo nada que explicarte Natasha... No pasó nada. Deja todo como está...

— Pues, no creo que te vayas a poner a recoger nada, deja y yo te ayudo...

— Que dejes todo como está te dije!! — La otra chica al querer hacer el intento por recoger, tomó su vientre y gritó cuando quiso incorporarse.

Como pudo, se tomó de la encimera de la cocina, trastabillando hasta lograr sentarse en una de las sillas. La morena corrió hasta su lado como pudo para tomar de la mano a Natasha quien lloraba tratando de que el aire le llegara a sus pulmones.

— ¿Estás bien Tasha? Dime, por qué lloras, qué pasó? ¿Te hiciste daño?

— Nada Yulia, no pasa nada...

— Nadie grita por nada, Tasha por favor! No soy idiota... Habla de una vez!

Yulia se incorporó de nuevo mirando a Natasha con la respiración en aumento. Ésta, se acomodó más sobre la silla y cerró los ojos al igual que lo hizo Yulia al escuchar cada una de las palabras que por sus labios salieron.

—Yulia, estoy embarazada.


Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/17/2020, 3:37 pm

CAPITULO 34: TRAGAME TIERRA Y ESCUPEME EN JÚPITER


Su cabello sedoso brillaba con luz propia. Rojo, como un atardecer de verano, ondeante aún, bajo aquel moño perfectamente tejido sobre su cabeza dándole un toque señorial que merecía su natural belleza.

Llevaba 5 décadas encima y su piel conservaba la misma frescura que había tenido en su juventud, irradiando sensualidad y madurez inclusive, después de haber sido madre de dos gemelas y dedicarse duramente a levantar el imperio que con esfuerzo, giraba en torno a ella.

Su matrimonio con Sergey, había pasado mil y unas pruebas y sentía el amor que su esposo le profesaba todavía, después de más de 30 años de compartir diariamente juntos.

Bajó delicadamente sus gafas de lectura al ver entrar a su esposo al estudio mientras dejaba a un lado, algunos documentos que revisaba con minuciosidad, como siempre solía tratar sus asuntos laborales.

— Buenas noches querida, aún estás aquí. Es un poco tarde. ¿Por qué no vienes a dormir?

— En un rato Sergey. Estoy terminando de leer unos informes que necesito presentaros a Larissa. Necesito dejar todo en orden. Sabes que tengo que hablar con Elena. Espero no sea más difícil de lo que supongo — Dijo, mientras, Sergey se sentaba frente a ella.

— Elena accederá. Por sobre todas las cosas, somos sus padres y nos tiene respeto. Es una buena chica.

— Lo sé. Contigo es un poco más suelta ya que a mí siempre me ha odiado...

— No digas eso cariño — Dijo poniéndose de pie. Inessa lo admiraba en silencio — Elena y Valya sois dos chicas muy bien portadas. Se les dio la mejor educación posible y el cuidado y comprensión de nosotros como padres. Elena, con el pasar del tiempo, nos dio la mejor lección de nuestras vidas y la amamos. Os amamos a ambas por igual, aunque hayáis hecho sus vidas muy lejos de los dos — Rodeó el escritorio de Inessa colocando sus fuertes manos sobre los hombros de su mujer.

— Tienes razón, sólo que a veces no puedo entenderla. Valya es muy distinta en su manera de ser. Es egocéntrica y habla demás.... Es explosiva!

— Es tú viva imagen querida — Dijo masajeando los hombros de Inessa. Ésta, sonrió.

— Lo sé. Pero Elena eres tú Sergey. Es callada y reservada. Jamás la he visto enfadarse por nada. Se toma las cosas muy calmadamente. Eso me ha hecho estar tan orgullosa de ella, aunque no se lo demuestre — Se levantó alisando su fina bata de seda.

— Está algo dolida cariño. No fue fácil para ella, haberse separado de su familia como lo hizo...

— Ella no tuvo la culpa de nada, Sergey — Dijo mirando por la ventana de su estudio — Ella defendió a Valya y se puso en su lugar. La dejé a un lado, querido — Secó una lágrima que no dejó que recorriera su camino. Sergey se dio cuenta, pero permaneció en su lugar — Sufrió mucho siendo una niña...creció alejada de su familia. Tal vez es la razón por la cual es tan reservada. No sabemos de su vida, de sus logros y esa... mujer a la que se unió...

— ¿Qué pasa con Svetlana querida? Si Elena la hizo su esposa, es algo que debemos respetar...

— Esa mujer no la quiere Sergey y lo sabes muy bien! Ella, solo está con nuestra hija por un sólo motivo: El poder, y Elena sufre. Lo sé.

Ambos se quedaron en silencio mientras los minutos corrían a través de las agujas del reloj. Ambos conocían a la perfección, cuales habían sido las reglas por las que una mujer como Svetlana, se encontraba unida a su hija, pero Sergey tenía razón. Elena ya era una mujer hecha y derecha y estaba en sus cabales de saber lo que era bueno y malo. Inessa, debía abordar un campo mucho más importante en ese momento y era recuperar el tiempo perdido con su hija.

— ¿A qué hora pasarás por ella mañana? — Preguntó Sergey, sacando de sus pensamientos a su mujer.

— Pasaré temprano por su oficina. Apenas hace algunas horas, le llamé y le dije que necesito reunirme con ella, además; es la reunión con los Volkov y debo presentarla formalmente como mi representante.

— Estás segura entonces de que Elena aceptará tu propuesta? — Dijo rodeándola por la cintura.

— Cien por ciento segura querido... Siempre he estado segura de ella — Selló sus palabras con un delicado beso sobre los labios de su esposo, saliendo ambos de aquel estudio donde acababa de reafirmar su amor de madre y preocupación para con sus hijas.

[…]

El amanecer se hizo presente sobre aquella mañana del jueves 29 de Diciembre. Las oficinas estaban completamente desoladas y a oscuras cuando ella irrumpió por la puerta. Sus padres, seguramente se sorprenderían mucho al verla allí pero necesitaba cambiar de ambiente y de pensamientos por un rato.

En el interior de su despacho, todo estaba en silencio. Se sentó y frente a su ordenador, jugaba con sus dedos sobre la tabla de madera caoba. Se quedó un rato sin hacer ni mover nada. El deseo de venganza la removía por dentro, junto a la tristeza que trataba de manejar lo mejor posible.
No quería pensar. No quería hablar. Solo se dedicó a estar allí, frente a la nada esperando que el tiempo pasara y tal vez, su vida cambiara.

Escuchó un ruido afuera y notó más claridad en los pasillos. Larissa y Oleg, charlaban de algo cuando salió de su oficina a su encuentro.

— Buenos días, papá y mamá — Larissa hizo silencio girándose para encontrar a Yulia de pie junto a la puerta.

— Buenos días hija... No esperaba que vinieras tan temprano. ¿Cómo sigues de tu dolor de cabeza? — La noche anterior cuando Larissa habló por teléfono, Yulia le había dicho que no tenía muchas ganas de hacerlo ya que estaba bastante indispuesta.

Natasha, al confesarle acerca de su estado de gravidez, dejó heridas muy profundas en los sentimientos de la morena. Sólo le pidió cortésmente que abandonara el apartamento y la dejara sola, aquella mañana. La impotencia y la ira la asaltaron en el transcurrir de las horas, dejando todo literalmente destrozado a su paso. Como consecuencia, llevaba una venda en su mano izquierda después de haber tenido un encuentro algo no favorable con el espejo, dejándolo completamente inservible.

— ¿Qué te pasó allí mi amor? — Preguntó Oleg acercándose a ella para saludarla y señalando su mano.

— Nada papá — Le saludó con dos besos en cada mejilla — Me pisé la mano con la puerta y no se ve nada bonito — Dijo, lanzándole una mirada a Larissa quien la veía pensativa.

— Yulia... — Larissa caminó hasta quedar frente a ella y brindarle un abrazo — Me encanta verte aquí y que estés bien. ¿Desayunaste?

— No. Sabes que no como tan temprano...

— Pues, considerando que aún es temprano como acabas de acotar, podemos ir al café a desayunar — Comentó Oleg mientras Yulia y Larissa asentían, afirmando lo bueno de la idea.

— Y bien. A qué hora será esa reunión tan importante para la cual, necesitáis mi adorada presencia? — Oleg rodó los ojos negando con la cabeza mientras sacaba la silla de Larissa para que ésta ocupara su lugar. Yulia, ya abría el menú, chequeando que iba a pedir para comer.

— Os hemos citado dentro de 1 hora. Sois nuestros clientes más importantes hasta ahora. Será una compra—venta de bienes y raíces y manejaremos todo el negocio desde el punto administrativo y financiero.

— Es la misma vieja atorrante con la que os habéis reunido en San Petersburgo la otra vez? — Larissa dejó de leer el menú para dedicarle una seria mirada a Yulia.

— No te refieras así a las personas, Olegovna. Es... Una señora muy respetable y de confianza.

— Me extraña!! — Dijo mirando a su madre por encima de la carta — Hace mucho te referías a ella como la...

— Yulia, por favor — Objetó Oleg — Tu madre es un ser humano y se puede equivocar.

— Lo siento — Yulia volvió a leer el menú dispuesta a desayunar como Dios manda olvidando la pequeña diferencia que acababa de tener con su madre.


La mayoría de los empleados se encontraban ya en la oficina cuando el trío Volkov entró de nuevo. Eran más de las 8:00 am. Cada uno se dirigió a sus labores, esperando así, la reunión que dentro de poco se llevaría a cabo con toda la junta directiva.

La morena, tomó algunas facturas del escritorio de su nueva asistente. Una señora un poco menos senil que la anterior, ya que Martina había decidido jubilarse y vivir en compañía de sus nietos en un pequeño pueblo de Ekaterimburgo, de donde provenía.

— Señorita Volkova, la esperan en su oficina — Dijo la mujer de cabellos castaños. Yulia frunció el ceño mostrándose sorprendida. No esperaba a nadie aquella mañana, ni mucho menos había hecho una cita con ningún cliente sabiendo que su madre, la necesitaba para una junta.

Juntó los papeles en su mano y se dirigió hasta su despacho encontrándose a Katya sentada frente a su escritorio dándole la espalda. Resopló y cerró la puerta, llamando la atención de la rubia quien girándose sobre la silla...

— Hola mi cielo — Saludó.

— ¿Qué haces aquí? Tengo una reunión muy importante dentro de media hora y no creo poder atenderte.

— Pues, acá trabaja mi padre y vine a pedirle algo de dinero y... También trabajas tú, así que vine a visitarte un ratito — Dijo acomodándose en la silla y cruzándose de piernas. Yulia, la miró sin importancia tomando asiento en su lugar — Por cierto, ¿que te pasó en la mano?

— Nada y siento mucho que tengas que cruzar esa puerta en menos de un minuto, porque debo irme — Dijo levantándose. Katya la tomó por un brazo inmovilizándola.

— Espera. No te vayas, por favor — Dijo — Vine hablar contigo Yulia, no me hagas un desaire.

— ¿Qué viniste a decirme? ¿Qué eres la Madre Teresa de Calcúta que no rompe un plato? — La miró desafiante. Katya la soltó y caminó hasta donde estaba ella.

— Sé que no soy santo de tú devoción y que mucho menos crees en ellos pero... Te quiero Yulia y quiero que me des una oportunidad!

— ¿Oportunidad? Puff!!! — Resopló tratando de abrirse paso, pero Katya volvió a ponerse en su camino, entre su cuerpo y el escritorio.

— Si Yulia, una oportunidad. Nos conocemos desde hace mucho... Por favor, sabes que me gustas demás y... — Comenzando a acariciarla, llevó sus dedos sobre la comisura de los labios de la morena — No puedo olvidar la noche que estuvimos juntas. Lo juro.

Yulia miraba aquellos labios que la invitaban a algo más que a una simple conversación. Era hermosa, la había tenido entre sus brazos y ella... Una máquina de hormonas ambulante. Conocía su cuerpo, su debilidad hacia ella.

Sus labios se juntaron y la atrajo más hacia su cuerpo, comenzando un vaivén sensual entre sus bocas...

— Yulia, hija… — Dijo Larissa desde la puerta mientras Oleg carraspeaba su garganta al sentirse incómodo por lo que acababa de ver.

La morena se giró de inmediato viendo que sus padres estaban de pie frente a ella, acompañados de una mujer alta y elegante, de rasgos muy hermosos y finos. Una cabellera rojiza como el fuego, atado a la perfección en un moño alto que le daba aquel argot elegante. A su izquierda, la mujer que le había robado el corazón: Elena Katina.

Sus ojos se abrieron como platos e inmediatamente muchas preguntas asaltaron su mente. Una de ellas era: ¿Qué carajos hacía Elena allí? Pero evidentemente ya todo comenzaba a engranarle en su cerebro en aquel momento.

Hizo a un lado a Katya, tratando de lucir lo más calmada posible, sintiendo la fría mirada de Inessa sobre ella. Elena, actuaba tranquilamente. Larissa y Oleg, querían ahorcarla de inmediato.

— Buenos días, madre — Saludó.

Inessa Katina le dio una mirada de abajo hacia arriba viendo que los ojos de aquella chiquilla se posaban sobre alguien y ese alguien precisamente era su hija, quien se encontraba a su lado.

— Yulia, ella es la Señora Inessa Katina y su hija, la Dra. Elena Katina. Ellas, vienen a reunirse con nosotros el día de hoy.

La morena asintió y alargó su mano para saludar y presentarse, ansiando que en ese momento la tierra se abriera y se la tragara completa, que la escupiera luego en júpiter de ser preciso. Ya vería luego como iba a regresar a la tierra y encargarse de matar a Katya, quien seguía mirando la escena algo confundida y molesta. También pensó que hacía aquella mujer allí y que demonios tenía que ver con la empresa de los Volkov. Su temperamento cambió por completo, estaba totalmente irritada por la manera en que Elena veía a Yulia.

— Mucho gusto, soy la Dra. Elena Katina — Dijo tomando rápidamente la mano frágil de Yulia sabiendo perfectamente que Inessa, después de ver aquello, la dejaría con el saludo en el aire. Yulia apretó la mano de la pelirroja, sintiéndose desvanecer por dentro.

— Un placer Dra. Katina — Elena asintió ahora con la mirada puesta en Katya, reconociéndola de inmediato.

— Bien, Larissa. Podemos comenzar la reunión si os apetece, debo atender otros asuntos al salir de aquí — Confirmó Inessa haciendo que todos dieran media vuelta y abandonaran la oficina de Yulia, incluyendo ésta.

En el pasillo, a unos cuantos pasos de la puerta donde rezaba claramente Yulia Volkova, Gerente, la morena se detuvo en seco, dejando que las personas se alejaran mientras fingía recoger algunas cosas del escritorio de su asistente quien se encontraba transcribiendo algo en el ordenador.

Alzó la vista, y Elena hablaba con su madre sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, al menos eso parecía.

Se devolvió y entró de nuevo a su oficina. Tenía un asunto pendiente que despachar.

— Necesito que te largues ya, Katya — Dijo cerrando la puerta tras de ella.

— ¿Qué hace esa mujer aquí? ¿Es ella tú supuesta amiga? ¿La de la noche del local? — Dijo comenzando a alzar la voz, recogiendo sus pertenencias.

— No es tú problema Katya... Tengo una reunión y necesito estar allá... Hablamos luego — Concluyó saliendo de la misma manera como entró, dejando a Katya botando espuma por la boca de la rabia, literalmente hablando.


Al llegar a la sala de juntas, todos estaban en sus lugares y sólo esperaban por ella. Se encontró con la mirada de Elena, una mirada totalmente relajada y que emanaba mucha tranquilidad... Por dentro, ella no quería saber lo que estaba pensando.

Pidió disculpas y se sentó colocando sobre la alargada mesa, una carpeta que traía en sus manos.

La junta llevaba más de una hora que se había iniciado y ella, ya había cambiado de posición como unas cincuenta veces sobre su asiento.

Se había encontrado un par de veces, con la penetrante mirada de unos ojos verdes que le escaneaban lo más profundo de su ser. Inessa, lograba intimidarla más de lo que alguien pudo haberlo hecho alguna vez.
Aquella mujer tenía poder y cada que pasaban los minutos, podía darse cuenta. No le quitaba la mirada de encima. Era la viva imagen de Elena, o más bien, viceversa. Ahora entendía porque Elena era tan hermosa y elegante, aunque la personalidad era bastante distinta... Gracias a Dios!

Oleg, de vez en cuando también miraba a Yulia. Algo, como padre le llamó la atención al momento en que las mujeres entraron en la oficina de la pelinegra. Vio que su hija no le quitaba la vista de encima a la joven Katina.

Sí, reconocía que la Dra era una chica muy hermosa y el gusto de su hija hacia las mujeres era un tema que conocía perfectamente.

Yulia, en ese momento miró a su padre quien se hallaba pensativo... Podía decirse, que eran los momentos en los que encontraba un poco de tranquilidad. Si aquello hubiese sido un Rictus Satánico, juraría sobre cualquier cosa, que ella sería la carnada principal y ya estuviera ardiendo en la hoguera... Vaya mala suerte!!

— Y bien, que te ha parecido el contrato, Yulia? — La voz de Oleg la sacó de sus pensamientos. Parpadeó varias veces volviendo a buscar una posición cómoda sobre la silla.

Elena, quien comenzaba a divertirse con todo aquello, conocía el grado de inmadurez de Yulia y la manera tonta de solucionar sus problemas. Aquella reunión, le estaba costando demasiado a la morena. Sabía que estaba incómoda. Se percató en varias oportunidades como Yulia rascaba su nuca y lo fácil que se dispersaba su mente cuando no estaba con los pies en la tierra. Vio que ésta iba a responder.

— A mí me ha parecido bastante concreto y muy bien redactado — Interrumpió, mirando de reojo a Yulia quien suspiró, sin ella darse cuenta — A mi parecer, las cláusulas estáis bien especificadas y a mi punto de vista, me parece totalmente confiable, no sé que opine la Gerente de Operaciones de las empresas, Volkov.

Yulia tosió algo confundida lanzándole una mirada a Elena donde le decía de todo, menos hermosa. Miró a todos los que estaban sentados a su alrededor, notando que en menos de dos segundos, pasó a ser el centro de atención. La pelirroja, colocó una mano sobre su mentón y se echó para atrás en la silla, dibujando una sonrisa que no podía notarse debido a la posición que su mano tenía sobre su cara... Divertida!!

— Opino lo mismo que Len... Que la Dra. Katina, disculpe — Dijo, tomando un poco de agua de su copa — Me parece que el contrato está bastante completo y muy específico... Si.

Larissa miró a Oleg, y éste le regresó la mirada. Ambos miraron a Yulia. Tal vez en su dispersión nunca notó que el contrato lo tenía al revés, algo que de inmediato llamó la atención de Larissa Volkova... Dios mío Yulia!!!

Ya con el documento firmado por ambas partes y la reunión finalizada, Inessa Katina se despidió de todos al igual que Elena, quien tomó su maletín y varios folders en la mano, y siguió muy de cerca a su madre para abordar el elevador.

Yulia, la siguió con la mirada hasta que ambas desaparecieron de su vista.

— Necesito que pases ya, a mi oficina — Dijo Larissa haciendo que Yulia quedara con la perilla de la puerta de su oficina en sus manos. Maldiciendo internamente. Sabiendo todo lo que se le venía.

— Ludovika, no me pases llamadas y si viene algún cliente, hazlo esperar en la sala de juntas — Dijo avanzando hacia la oficina de su madre — Ah! Si escuchas muchos gritos... Llama al 911 — La mujer abrió los ojos como platos. Yulia rodó los de ella y siguió su camino.

— Cierra la puerta — Pidió Larissa al sentir que Yulia había entrado. Ésta, lo hizo — Qué mierda te pasa, Yulia??!! — Golpeó con la mano abierta el escritorio, poniéndose de pie. Yulia abrió los ojos sorprendida. No esperaba aquella reacción de su madre.

— ¿Pero, por qué me gritas?

— Porque eres una cabeza hueca.... Y porque soy tu madre!!! Ahora explícame, qué diablos hacías besuqueándote con la hija de Ivan en tú oficina?

— Ella fue la que me besó — Respondió.

— Claro!!! No me digas que ahora Katya Sharapova es lesbiana como tú!

— Pues, ¿te digo algo, madre? — Dijo llegándose hasta el escritorio donde Larissa permanecía de pie frente a éste; apoyando las manos e inclinándose sobre el mismo.

— No es tú jodido problema lo que yo haga con mi vida — Espetó, sintiendo su mejilla arder al recibir de su madre, una cachetada impactante.

Hubo un silencio aterradoramente incómodo en el despacho de la presidencia. Yulia acariciaba su rostro con la palma de la mano, dándole enteramente la espalda a su madre quien trataba de controlar su respiración.

Cerró los ojos y resoplando salió de allí lanzando la puerta torpemente detrás de ella. Oleg, estaba de pie junto a la puerta de su oficina, con las manos a cada lado de su cintura siendo testigo nuevamente de otra discusión entre madre e hija. Suspirando y buscando palabras de aliento para decirle a su esposa.


[…]

Ya en el estacionamiento, caminando a pasos apresurados y marcados, Yulia se dirigía hacia su coche cuando fue interceptada por una mujer que la levantó por la cintura cubriendo su boca con las manos. Yulia forcejeaba por poder zafarse pero la chica era alta y ella pequeña. Sentía que no podía tocar nada con los pies. Estaba completamente suspendida en el aire sin siquiera llegar a dar un golpe certero que la hiciera quedar en libertad.

Al fin quedó en tierra firme y al girarse, sus brazos tenían vida propia. Lanzaba golpes por doquier, haciendo que la mujer esquivara cada uno de ellos para que no le hicieran daño los puñetazos enviados por la morena.

— ¿Quieres, calmarte? — Dijo la chica quitándole la mano de la boca.

— Suéltame Katina, o te juro que gritaré muy fuerte y pensaréis que me estás haciendo daño — Elena se separó apenas unos cuantos centímetros del cuerpo de la pelinegra, riendo a carcajadas un poco sonoras.

— No me digas que vas a llamar a tu noviecita. Que por cierto, creo que le hace falta comer bastante... ¿Por qué no me dijiste que ella era tú novia? — Le dijo ya más seria.

— No es mi novia, para que te quede claro “Dra. Katina” — Dijo rodando los ojos.

— Claro. Entonces, puedo deducir que te besas con cualquier chica bonita que se te cruce, ¿no es así? ¿Y que te hiciste en la mano?

— No es tú problema, no seas ridícula y apártate... Quiero irme! — Hizo otro intento por zafarse de ese pequeño espacio entre el cuerpo de Katina y el coche, pero la pelirroja fue más rápida que ella.

— No me gusta que te hagas daño, lo sabes... Dime, ¿por qué te fuiste así de la casa de campo?

— Ya te dije que no es nada y por qué no me comentaste que tú mama tenía tratos con la mía? — Cuestionó ofuscada, mirándose a los ojos, esperando cada una las respuestas a sus interrogantes.

— Pregunté primero — Objetó seria. Yulia rodó los ojos.

— ¿Creo que se te olvidó todo lo que hablamos verdad? Tú, estas casada Elena y no puedes darme lo que te pido. No quiero una relación de distancia. Quiero que estés conmigo día y noche. Que enfrentemos la vida juntas, pero ni te vas a separar, ni tengo toda la vida para esperarte... Te amo, sí... Lo sabes, pero si voy a luchar sola, más vale decirnos adiós y cada quien por su lado — Elena la miraba seriamente, prestando atención a cada detalle. Bajó la mirada y suspiró para de nuevo encontrarse con esos ojos azules que la invadían de felicidad.

— Tienes razón Yulia, pero yo también siento muchas cosas. Tal vez... Por ahora... Tengo las manos atadas porque no sé por donde empezar ni que hacer con la vida que vivo antes de que tú aparecieras... Pero me duele perderte... Me dolió que te fueras así, sin decirme adiós, sin despedirte siquiera de mi. No soy de hierro Yulia, yo también tengo sentimientos. ¿Me entiendes?

Sostuvieron fijamente sus miradas haciendo que Yulia asintiera, bajando la cabeza.

Sentía todo el amor de Elena por ella y como la pelirroja también sufría por no poder estar a su lado. La mirada verdigris de la pelirroja, hablaba por si sola y Yulia, entendía cada lenguaje de su cuerpo.

— Mírame — Pidió, haciendo que Yulia le regalara aquella mirada que tanto anhelaban sus ojos.

Juntaron sus frentes y sintiéndose la una con la otra, Yulia le abrazó fuertemente logrando arrancarle un suspiro desde el alma.

La quería y la amaba más que nada.

Buscó sus labios y se unieron en un beso único y especial... Un beso que representaba lo mucho que se extrañaban cada una... Uno, inevitable cada que sentían sus respiraciones chocar.

Se comían despacio... Disfrutando de sus bocas, aumentando la sensación de tenerse para toda la vida. Nada más les importaba a su alrededor... En ese preciso momento....

— Yulia Volkova!!!! — y volvió el aterrador silencio.



Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/19/2020, 5:16 pm

Ya esto está a punto de acabar!!!!

Disfrutad!


CAPITULO 35: EL QUE BUSCA ENCUENTRA.


Oleg, apresuró el paso mientras se acercaba hacia donde se encontraban las dos mujeres. Yulia, no dejaba de mirarlo sorprendida. Jamás imaginó ver a su padre allí, bueno, que la hubiera visto con la mujer pelirroja. Elena, quien por fuera se veía calmada, por dentro estaba completamente nerviosa.

No conocía a aquel hombre rubio, salvo las pocas horas que estuvo con él en la reunión junto a su madre. Hoy, había descubierto que nada más ni nada menos, era el padre de su… amante.

— Yulia, acompáñame. Tenemos que hablar — Dijo el hombre con la mirada puesta sobre Elena. La pelirroja no le quitaba la vista de encima a Yulia, quien llevaba el semblante un poco pálido.

— Padre, estoy hablando con Le... Con la Dra. Katina, puedes esperar...

— Yulia, ve con tú padre por favor — Respondió Elena. La morena la miró desconcertada mientras su padre la tomaba del brazo.

El rubio asintió cuando la pelirroja al fin había conectado con su mirada. Ésta vio alejarse a ambos unos cuantos metros, sintiéndose culpable en aquel momento. Quizás, si hubiese seguido su camino y no hubiese girado en “U” a mitad de la primera avenida, nada de aquello estuviera pasando.

Oleg colocó ambas manos sobre los hombros de Yulia y resopló. Miró algún punto de la nada y volvió a encontrarse con la mirada de la morena que estaba algo expectante.

— Termina de hablar lo que tengáis que deciros y tú y yo hablaremos en privado. Padre e hija, ¿entendiste? — Yulia asintió, bajando la cabeza mientras volvía a tomar la dirección para encontrarse con Lena, quien al divisarla, solo le dedicó una mirada de pena.

—Lo siento, Yulia. Debí haber seguido mi camino hacia el hotel y no haberme devuelto. Todo es mi culpa — Dijo una vez llegó a su lado. Yulia solo la miró en silencio, algunos segundos, antes de responder.

—Mi padre no es tan autoritario como Larissa, al menos nos hemos salvado de que nos haya visto ella, creo que ya la KGB estuviera en la entrada del estacionamiento —Lena sonrió a medias, mirando de reojo que Oleg aún estaba allí, a unos cuantos metros.

—Supongo que tu padre quiere hablar contigo — La pelinegra asintió —Yo debería hablar con él…

—Espera — Interrumpió la otra chica — No tentemos a la suerte. Oleg Volkov nunca me ha puesto un dedo encima, ni me ha llamado la atención por mis actos, pero eso no significa que el rol de padre, no esté allí — Lena suspiró, sabiendo que la chica estaba en lo cierto — Eres la hija de una cliente muy importante para él, y los negocios es lo que mueve a los Volkov en esta vida y sé que he pasado los límites, ¿entiendes? — Lena volvió asentir, pasando una mano por su cabello.

—Ve con él. No quiero que lo hagas esperar más y por favor… —Dijo con una ligera intención de tomarle la mano a la pelinegra, pero desistió de inmediato — Solo mantenme al tanto de la conversación que tengas con tu padre.

— Lo haré.

Lena alzó la mirada y el rubio no las había dejado de observar ni un segundo. Ella asintió a manera de despedida, subiendo a su coche para dejar el lugar.

Media hora más tarde, se encontraban en algún café de la ciudad Moscovita. Ninguno de los dos había objetado nada luego que subieron al coche. De vez en cuando, el rubio miraba de reojo a su hija quien se encontraba con la mirada perdida, viendo el paisaje que pasaba frente a sus ojos a 60 km/h. El pavimento estaba mojado. Había llovido.

Al llegar al lugar, Yulia fue la primera en bajar sin esperar a que su padre le abriera la puerta del auto. Le gustaba atenderla como a su pequeña damita.

Caminó hasta entrar al café. Un minuto más tarde lo hizo Oleg. El rubio se sentó en la mesa que había escogido Yulia mientras la veía jugar con una servilleta de papel. Le hizo señas al mesero de que no querían pedir nada y se sentó. Yulia llevaba la cabeza agachada, símbolo de respeto hacia su padre.

— Quiero que me cuentes todo Yulia. Soy tú padre y necesito saber que significa todo lo que acabo de ver en el estacionamiento de la empresa.

La morena de ojos claros, solo asintió.

[…]

La chica de cabello rubio y ojos verdes, acababa de salir de su casa la tarde de aquel jueves para dirigirse al centro comercial donde se había dado cita con Pavell, su novio de turno como lo llamaba. Cuando estaba por subirse al coche, alguien que se encontraba justo a sus espaldas, le cerró la portezuela del mismo, fuertemente haciéndola brincar sobre sus pies.

Nunca había visto en la vida a aquella mujer de mirada penetrante y oscura. La intimidaba.
Para su altura, podía decirse que a ella, la naturaleza no le había regalado aquellos dotes, pero era bastante alta.

La tenía entre la espada y la pared, literalmente, mientras la miraba como si ella fuera su plato principal y de alguna manera quisiera degustarla.

— Hola guapa! — Dijo la mujer sin quitarle la mirada de encima de los labios a Katya. La rubia ya se encontraba algo inquieta.

— ¿Quién eres y que quieres de mí? — Cuestionó tratando de buscar una salida. Era imposible.

— De ti... — Contestó mirándola de abajo hacia arriba — No se me antoja nada en este momento, a pesar de que eres muy atractiva — Hizo una pausa — ¿Dónde está tú desabrida amiguita, Yulia Volkova? — Katya se quedó inmóvil, alzando las cejas, ya bastante preocupada.

— ¿Qué quieres con ella?

— Preguntas demasiado, Katya — La chica iba a refutar pero no la dejó hablar — Sé muchas cosas de ti, de todos mejor dicho y sé que se te antoja bastante esa niña, así que necesitaré de ti y mucho.

— Si no me deja en paz, me veré obligada a gritar — Tanya la miró de nuevo fingiendo sorpresa por sus palabras para luego soltar una carcajada bastante sonora. No había nadie en realidad, a su alrededor.

— Lo siento! Es que eres tan graciosa — Dijo dejándole por fin escapatoria a la rubia. Ésta no se movió de su lugar. Sólo se dedicaba a ver a la mujer, un tanto interesada — Vine por una sola razón y sé que te interesa ayudarme... Y mucho.

— No entiendo que quieres con Yulia Volkova. Eres acaso alguna novi... ahmm, alguna amiga de ella? — Tanya se detuvo unos cuantos pasos, apoyándose de la cajuela de un coche cercano a ellas.

— No querida. No me interesaría enredarme para nada con esa mocosa. Me gustan las chicas intelectuales y maduras... inteligentes, para que no te quede duda, además… Tú amiguita no tiene ninguna de las cualidades que acabo de mencionar. Ella tiene algo que me pertenece — Katya entrecerró los ojos sin lograr entender lo que aquella mujer quería decir.

— A ver, no entiendo nada. Vienes hasta acá, me interceptas para decirme cosas que no entiendo, ¿pero necesitas mi ayuda? Ummm! Eres algo extraña — Tanya volvió a reír. Aquella chica le parecía tan tonta y le iba a ser más fácil usarla para lo que tenía en mente.

— Te explico si aceptas tomarte un café conmigo. Ibas a salir supongo y créeme que ese noviecito tuyo es bastante ridículo así que... — Señaló un coche que estaba parqueado a unos cuantos metros — ¿Por qué no le dices a tú chico que no podrás ir con él y vienes conmigo? Juro que te interesa y mucho.

La mujer dio media vuelta y caminó rumbo hacia el auto señalado anteriormente. Katya, estaba intrigada cada minuto que corría. Algo le decía que aquella mujer, necesitaba quitar a Yulia del medio... ¿Pero de quién?


[…]

Al finalizar la tarde, ya cayendo la noche, llegó a casa, luego de dos horas de vuelo desde la capital hasta Kazan. Como siempre, alguien del servicio la recibía para ofrecerle algo de tomar o comer mientras se disponía a dejar sus cosas personales en el sitio destinado para eso. Su mejor amiga Nastya, le había dejado un mensaje, indicándole que se tomaría la tarde libre después de pasar por tribunales ya que según, tenía una cita muy importante a la que acudir.

Así que no le dio mucha importancia ya que no tenía nada de interés que hacer y tomó la decisión de irse a “descansar”, como muchas otras veces ocurría.

Encendió su portátil una vez que pasó a su estudio y se reclinó en la silla. Su mirada estaba perdida sobre el protector de pantalla de Windows, esperando que ésta iniciara por completo. Pensaba en muchas cosas a la vez, sin poderle dar sentido a una idea en concreto. Se sumió en sus pensamientos por un rato. El sonido de algo la sacó de su distracción, quizás lo pudo haber imaginado...tal vez.

Movió el mousse y cayó de nuevo la pantalla principal. Metió la contraseña, y se dirigió al archivo que había denominado katin31/bmp. Allí guardaba varias imágenes que Yulia le había enviado en alguna oportunidad por correo electrónico. Escogió una de ellas y se volvió a sumergir en sus pensamientos mientras clavaba su mirada verdigris sobre el azul cielo de aquellos ojos que la veían sin parpadear, sin moverse y con una intacta sonrisa que tendrían que pasar mil años para que pudieran borrarse de su mente.

— Yulia, Yulia... — Dijo dando un leve golpe sobre la mesa.

Su mente no había parado de pensar, de buscar la manera para poder llegar a ella. Si tan solo pudiera cambiar su vida de la noche a la mañana lo haría con tal de no perder la única oportunidad que tenía para ser feliz.

Volvió a escuchar el mismo sonido que primeramente la había sacado de su letargo mental y fue cuando cayó en cuenta que provenía de su móvil. Había recibido un mensaje de Valya. Casualmente, cuando más la necesitaba, ésta le escribía.

Valya: “Buenas noches hermanita (aunque se que allá son las 18 horas de la tarde), pero es que tengo unos antojos que Dios me libre y son de choco—torta”

Elena leyó el mensaje y negó con la cabeza. El estado de gravidez de Valya a veces le provocaba comezón en todo el cuerpo.

Elena: “Que bueno que al menos estás despierta y que tengas ganas de comer. Necesito hablar contigo. ¿Puedes conectarte al skype un rato? — Esperó unos minutos mientras recibía respuesta.

Valya: “¿Quieres burlarte de mi panza y mi gordura, es eso? Pero no dejaré que me veas en fachas” — Elena resopló. Cuando Valya quería sacarla de sus casillas, lo lograba.

Elena: ¿Vas a conectarte si o no? — Dejó el móvil a un lado y con el puntero, paseaba sobre el icono de la aplicación, cuando sintió su móvil vibrar de nuevo.

Leyó la respuesta y esperó que se estableciera la conexión, hasta que pudo ver del otro lado a su hermana, comiendo tal vez algo dulce. Sólo podía ver los movimientos de su mandíbula masticando lo que seguramente era, en el pasado, un trozo de chocolate.

— Te vez jodidamente bien Elena, ¿qué haces para mantenerte así?... Emmm! ¿Ya te divorciaste? — Elena rodó los ojos, reclinándose en la silla.

— Ni estando lejos de casa, ni con la boca llena de comida, dejas de decir gilipolleces... ¿Cómo estás. Cómo se porta la pequeña Dariya?

— Ella está bien. A veces es algo inquieta pero toda una chica bien portada. ¿Sabes? Ya quiero que nazca — Dijo para llevar otro trozo de chocolate a su boca. Elena la conocía demasiado.

— También quiero verla Valya, aunque no lo creas, me haces mucha falta acá — La melliza sonrió.

— No es muy frecuente en ti escucharte decir ese tipo de cosas, y debo aprovecharlas porque me hacen bien. A ver, ¿qué pasa Elena, has discutido con Sveta?

Hubo una pausa mientras Elena se quitaba el saco y lo colocaba en el respaldar de la silla. Volvió a tomar asiento haciendo un moño en su cabello.

— No. No es Sveta... O si. No sé como explicarte — Llevó su mano hasta la nuca para masajearla un poco.

— Pues, llevo el mismo grado de coeficiencia intelectual que tú... Un poco más bajo, lo reconozco pero de igual manera, entenderé lo que vayas a explicar, así que ve hablando — Se acomodó también sobre el respaldar del sofá, viendo a Elena aún masajear la parte trasera de su cuello. La notaba cansada.

— Sabes que mi relación con Sveta es más de negocio que razones amorosas. La amé en mi adolescencia con locura y sabes todo lo que me hizo — Valya asintió del otro lado — Que estoy con ella, por el simple hecho de que no quiero estar sola. Tengo cierta edad en la que debía escoger ya que hacer con mi vida y ella estaba allí en el momento justo, aunque se que lo hizo para que su ego no quedara por el piso.

— Elena, al momento en que decidiste tomarla como esposa sabías muy bien a todo lo que ibas a enfrentarte y así lo has hecho ya durante tres años — Hizo una pausa y continuó — Pero ya lo hecho, hecho está, así que no es momento de que te lamentes por ello. Tienes que buscar una solución lo más pronto posible antes que sea demasiado tarde para ti... ¿Me entiendes?

— Claro que te entiendo Valya... Entiendo que las cosas pasaron tan rápido que fue demasiado tarde para mi cuando ya tenía puesto un anillo en el dedo... Pero sé que tengo culpa en todo esto — Tamborileó los dedos en la mesa. Suspiró — ¿Recuerdas a la chica de quien te hablé cuando estuvimos en Florencia? — Valya notó como Elena se dispersó unos segundos.

— Claro que me acuerdo de ella... ¿Qué pasa? Te sentí distraerte.

— No pasa nada. Acaba de llegar Sveta y está, seguramente en su estudio de pintura. Lo sé porque hasta aquí puedo escuchar a Vivaldi. No saldrá de allí dentro de mucho rato.

— Entonces, dime qué pasó con la chica aquella... Yulia, ¿cierto?

— Si... Pues. La empresa de Inessa tuvo una reunión el día de hoy con los representantes de un conocido banco acá en Moscú. A raíz de que nuestro padre debe ausentarse por la intervención quirúrgica que le realizaran en unos meses, Inessa... Me ha dejado claro que necesita que me haga cargo por un tiempo de sus asuntos...

— Lo sé, yo misma le he pedido que acuda a ti. Sabes que no puedo darme ese lujo. Tengo una familia a quien cuidar — Dijo metiéndose el último trozo de chocolate en la boca. Elena rodó los ojos. ¿Hasta cuando Valya comía dulces?

— De eso no me cabe la menor duda hermanita. Sé que metiste tus narices aquí... Pero déjame terminar de contarte — Valya hizo un gesto con la mano para que continuara — Debido a esa decisión de nuestra madre, hoy tuvimos una reunión con las personas que te comenté. Los Sres Volkov, de las empresas VOLKOV ENTERTAIMENT INC.

— Ok, hasta ahora voy entendiendo lo que me dices: Mamá te delegó su empresa, tendrás reuniones con bancos y otras compañías... y???

— Valya, la reunión de hoy fue nada más y nada menos que con los padres de Yulia — Calló viendo a Valya cesar el movimiento de mandíbula, abriendo los ojos como platos.

— Qué??? No me digas que se te saltó la cadena y la besaste delante de mamá?... Aunque quedarás como mi heroína si lo hiciste!

— Valya!!! No sé quien es peor si Nastya con sus impertinencias o tú!

— Cállate, ni me nombres a esa mujer — Elena volvió a rodar los ojos. Siempre supo que su hermana estaba un poco ilusionada con su mejor amiga, pero ésta no soltaba prenda y siempre negaba la cuestión — No cambiemos de tema. ¿Dime qué pasó?

Elena le contó a su melliza todo lo que había acontecido en el día, desahogándose a distancia con la única persona que sabía no le juzgaría y aunque no le daba buenos consejos, al menos lograba que la escuchara aquella noche, no siendo Valya la única que en aquel momento le escuchaba todo lo que por dentro sentía.

Del otro lado de la puerta del estudio, Svetlana hacía quince minutos que había estado allí, de pie, con la intención de llevarle información acerca del fideicomiso de su familia e informarle que al día siguiente, se reuniría con ella junto y sus hermanos para aclarar varios puntos. No pudo evitar escuchar todo lo que su esposa le confesaba a la que una vez fue su mejor amiga.

Una chica de servicio en ese instante se acercó con la intención de avisarle a la pelirroja que en escasos minutos, la cena se serviría encontrándose a Svetlana de pie, con la perilla en la mano y con la otra secaba una lágrima que no quiso esperar más dentro de sus ojos.


[…]

Eran las 20:35 horas de la noche cuando llegó a su apartamento azotando la puerta de entrada. El mal humor que llevaba Yulia en aquel momento le estaba haciendo trizas el alma. Tiró su teléfono móvil el cual cayó contra el sofá.

Desde que entró, el aparato no había dejado de sonar.

Había perdido la cuenta de las veces que Natasha le había marcado. Infinidades de veces. Con la única intención de poder hablar con ella, pero ésta no se había dignado a cogerle la llamada.

La morena no quería saber nada de la que fue su novia. No solo eso. ¿Para que la llamaba? ¿Acaso quería darle explicaciones de cómo quedó embarazada sin querer? Por Dios!!! Ella sabía perfectamente como se engendra un crío y no precisamente por obra y gracia del espíritu santo.

Fue hasta el bar de la casa y se sirvió un trago de vodka. Hacía cinco minutos que el móvil había dejado de hacer ruido. Tal vez ya se había cansado de hacer repicar o le había caído un rayo en la cabeza. Esperaba que fuera la segunda opción.

Abrió un paquete de cigarrillos, sacando uno y lo encendió, dándole una gran calada mientras sus ojos se perdían en el vaso con el líquido transparente y de olor muy fuerte... A Rusia!!

Bebió el licor de un solo trago, frunciendo el ceño cuando sintió quemarle la garganta.

— Awwwwwwww!!!! — gritó con todas sus fuerzas estrellando el vaso en la pared de la sala. Los pedazos de vidrio se esparcieron por doquier, sintiendo ella misma caerse a pedazos como el propio objeto que acababa de romper.

— Estúpida Elena... Estúpida Natasha!!! Estúpida Katya!!!! Por qué no desaparecéis y me dejáis en paz!!!!!!!!

La rabia e impotencia venía acompañada con varias lágrimas que en aquel entonces brotaron como caudales de sus ojos. Su cuerpo fue deslizándose de la silla poco a poco, siendo el llanto lo único que se escuchaba dentro de aquellas cuatro paredes. El cigarrillo, aún encendido, rodó en el suelo logrando el contacto con lo que tal vez era un charco de agua, apagándose despacio.

Hizo contacto con el frío suelo, apretando los puños fuertemente mientras dejaba salir toda su tristeza que tenía a flor de piel.

Una hora exacta había transcurrido y los trozos de vidrio y los de su alma, seguían en el suelo. Ya se había dormido.

[…]

Apagó la luz del cuarto de baño y ajustó su fina bata de seda. Su esposo, leía la última revista de finanzas del mes. Lo notaba bastante concentrado en alguno de los artículos. Se sentó frente a la cómoda y comenzó a cepillar su castaño cabello.

— Definitivamente no sé que hacer con Yulia. Está descarrilada — Oleg alzó la vista viendo a su mujer peinarse. Le daba la espalda.

— ¿Por qué lo dices?

— Esa chica, Katya... No entiendo que hacía allí con nuestra hija... Comportándose indecorosamente, delante de una de las mejores clientes. Algo le está pasando...

— Claro que si — Dijo cerrando la revista y colocándola a un lado de la cama — Nuestra hija es joven, Larissa.

— No la justifiques Oleg Volkov. Ella debe comportarse. Será la dueña de todas nuestras empresas algún día y su actitud un poco frívola me hace perder los estribos — Dejó de acicalarse y se giró sobre el pequeño taburete — En la reunión, la noté bastante distraída — Oleg carraspeó su garganta. Larissa continuó — Veía con mucho anhelo a la hija de los Katin, y esa chica también parecía disfrutar de nuestra hija.

— ¿Qué dices cariño? Esa chica tengo entendido por la propia Inessa, que está casada.

— Se te olvida que con una mujer igual que ella? — Oleg silenció. Su mujer se levantó y se dirigió a la cama.

— Tal vez son ideas tuyas Larissa. Yulia no la conoce. Pues...la chica es muy bonita, quizás le llamó la atención. No creo que vaya a fijarse en una mujer como ella. A leguas, se nota que le lleva mucha edad a nuestra hija.

— No me confío en nada, Oleg. Yulia es muy joven, tienes razón pero jamás aprobaré que se enrede con alguien como esa mujer — Alegó diciendo para meterse dentro de las sábanas. Apagó la luz de la lámpara de su lado — Buenas noches cariño.

— Buenas noches... Descansa.

Oleg no se durmió de inmediato, tampoco volvió a leer. Sus pensamientos no le dejaban tranquilo. Había escuchado a Yulia confesarle sus sentimientos hacia una mujer que sabía, estaba totalmente prohibida para ella. Pero aquella tarde, notó algo en los ojos azules de su hija, que le hablaba con el corazón en la mano. Yulia le hablaba con amor y ahora tenía un secreto muy fuerte y difícil que guardar.



Continuará...
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A Volkatinale92 y a Elena Sonda les gusta esta publicaciòn

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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/21/2020, 4:47 pm

CAPITULO 36. DINERO Y SENTIMIENTOS.


Al despertar, sintió pesadez en sus ojos. Apenas había dormido unas cuantas horas, las suficientes. El reloj digital despertador, marcaba las 6:30 am. No había sonado la alarma. No hacía falta, jamás lo hizo.

Después de haberse dado un baño, bajó hasta el comedor para desayunar. Frunció el ceño por la rareza de no encontrar a su esposa desayunando. Hizo caso omiso a aquello y se sentó. De inmediato, una chica del servicio comenzó a servirle, haciéndole entrega como siempre del periódico, el cual revisaba con interés cada mañana mientras disfrutaba de su espacio y tiempo.

— Disculpa Vayenta, ¿pero sabes si mi esposa sigue dormida?

— Señora, su esposa salió hace más de una hora y no quiso desayunar — Elena consultó su reloj de pulsera. Las 7:18 am.

— Gracias Vayenta — La chica asintió saliendo del comedor. Elena dobló el periódico y lo colocó sobre la mesa, bebiendo un sorbo de su café con leche.

[…]

Yulia, había llegado algo retrasada a la oficina aquella mañana. Había parado un momento por un vaso de café para poder espabilarse un poco. Llegó al estacionamiento. No sabía de donde le quedaban ganas para seguir de pie, pero ya se encontraba dentro de las empresas Volkov para comenzar otro día rutinario. Alguien la interceptó cuando bajó del coche y abría la puerta trasera para sacar sus pertenencias.

— Joder!!! Maldita sea, me has asustado, carajos! — Gritó cerrando de bruces la puerta y comenzando a caminar apresuradamente.

— Yulia, espera por favor. Necesito hablar contigo, no me dejes así — Natasha caminaba detrás de ésta, sin percibir ni un segundo de atención.

— Ya te dije que no tengo que hablar contigo de nada. Hazme el favor y te vas — Natasha apresuró el paso hasta colocarse delante de Yulia.

— Sólo quiero que me escuches por favor. Sólo cinco minutos nada más — Yulia trató de esquivarla. Había llegado al elevador. Pulsó el botón.

— Cuántas veces quieres que te diga… DIGA!!! Que no tengo nada que escucharte ni menos, que hablar contigo. Desaparece de mi vista.

— Yulia, por favor!! — Gritó la castaña — Al menos dame una oportunidad para explicarte. Por favor te lo suplico.

Resopló al terminar de escuchar las súplicas de Natasha. Iba tarde y su secretaria le había anunciado que al parecer un cliente necesitaba hablar con ella. Por otra parte, no quería ser el centro de atención de los demás empleados que seguían llegando a la empresa ni mucho menos, tener que toparse con su madre. Mala leche!!

Giró sobre sus pies y caminó de regreso a su coche. Natasha limpió algunas lágrimas que bajaban por sus mejillas, mientras veía la actitud de la morena en aquella oportunidad. De pronto, vio como la ojiazul se detuvo en seco y le miró por encima de sus hombros.

— ¿Piensas quedarte allí? Tendrás tus cinco minutos Natasha.


[…]

Con una sola llamada telefónica, varios datos memorizados y una fuerte cantidad de dinero de alto valor, se podían descubrir muchas cosas y más si el apellido Koslov, estaba de por medio.

Boris Koslov, fue conocido en el gabinete legislativo del parlamento Ruso, como uno de los políticos más renombrados en los años noventa.

Debido a su influencia y regodeo con el alto mandatario de la nación, había dirigido una parte muy importante de lo que ahora se conocía como la Federación de Rusia, anteriormente la U.R.S.S.

Hace algunos años atrás, dejó viuda a Irina Koslova y huérfanos a sus tres hijos, dejándoles a cada uno, una fuerte suma de dinero con la que podían olvidarse de pasar malos ratos, por el resto de vuestras vidas.

Svetlana Koslova, había siempre querido mantener su apellido de soltera. No le importaba llevar el apellido de Elena, su esposa. Siempre lo había considerado algo “demasiado básico” solo para que el mundo supiera que le pertenecía a alguien.

Era una mujer de armas tomar cuando lo ameritaba la situación y esta vez, alguien iba a enterarse que ella había nacido, para luchar siempre por lo que era suyo.

Después de haber escuchado la conversación que Elena había tenido con su “ex” mejor amiga por lo que supuso, era a través de una vídeo llamada, se dirigió a su habitación sin percatarse siquiera de la chica de servicio que a su lado estaba.

Cerró la puerta y se sentó a la orilla de la cama. Analizó sus pensamientos un instante con la mirada perdida en cualquier punto. Luego, hizo una llamada telefónica.

Al día siguiente cuando despertó, constató en su teléfono móvil que tenía un nuevo correo electrónico. A duras penas, había logrado dormir algunas horas. Revisó la información que le había llegado y dibujó una mueca de lado en su boca. Fue a por su portátil y al encenderla, logró realizar una transferencia de una suma importante. Aquella información, la valía.

No quiso desayunar y dio la orden de que no le sirvieran ningún plato. Salió de la casa cuando Elena ni siquiera había despertado. Ninguna de las dos se enteró de sus respectivos movimientos.


[…]

Inessa esperaba pacientemente dando un pequeño paseo por la oficina. Marcaba pasos concretos pero suaves con su ir y venir. Sus ojos, contemplaban cada rincón de aquel elegante bufete. La biblioteca, guardaba gran cantidad de libros importantes. Asintió con la cabeza en algunas oportunidades. Sabía que había hecho un gran trabajo.

Elena al entrar a la oficina, se sorprendió al ver a su madre dentro. Era temprano para tener aquella visita inesperada de Inessa, ya no sabía, ahora, cual sería el fin de la misma.

— Buenos días, Inessa. ¿Qué haces aquí? — Dijo pasando hasta su escritorio sin detenerse al menos, a brindarle un abrazo a su progenitora. Inessa, la siguió con la mirada.

— Necesito una respuesta de tu parte en cuanto a lo que a mi empresa se refiere — Dijo — La reunión con el banco, tuvo que haberte dejado muy en claro, lo que quería representar.

— Inessa... Tengo mis propios asuntos y mi propia empresa que atender. Si decido hacerlo, quiero que Valya esté presente también en esto.

— Sabes que tú hermana no accederá a lo que pides — Inessa tomó asiento — Ella, habló conmigo para que dejáramos atrás el orgullo... Pero veo que aún sigues llamándome por mi nombre y no me dices “Mamá”.

Elena le dedicó una mirada neutral. Sabía que Inessa tenía razón y que ella lo hacía por muchas otras razones. Su madre, había dejado de serlo desde que la dejó en aquel internado hacía ya bastante tiempo y ella a pesar de todo, seguía dolida con la vida que nunca pudo hacer a su lado.


[…]

Yulia parqueó el coche cerca de un parque que rodeaba la ciudad. La mañana estaba fresca, aunque hacía algo de viento frío. Ninguna de las dos decía nada. La mirada azul de la morena, estaba perdida encima de un lago que para la época, estaba congelado. Algunos chicos que se hallaban cerca, lo usaban como pista de patinaje.

— Sé que por más que busque como pedirte perdón, no lo recibiré de tu parte —La castaña hizo una pausa mientras observaba el frío paisaje alrededor. La morena mantenía sus manos dentro de su chaqueta de invierno, aun en silencio — Yulia, sé que cometí un error estando contigo. Me has ayudado de todas las maneras como se puede ayudar a alguien. Cuando más necesitaba de una persona, estuviste allí...

—.... No quiero escuchar las mismas lamentaciones, Natasha — Dijo saliendo de sus pensamientos — Pediste hablar conmigo y accedí a escucharte — Volteó a verla — Hasta ahora, no me has dicho otra cosa que no sea: Lo siento, perdón, bla, bla.

— Tú no eres así Yulia. Mírate como hablas. Estás llena de odio y rencor — Yulia aplaudió sarcásticamente. La castaña dejó de hablar.

— Supongo que según tú, debería estar saltando en un solo pie y celebrando que eres la puta más...

Un estruendo sobre su rostro la calló de inmediato. Respiraba agitadamente, llevando su propia mano hasta su mejilla para frotarla. Natasha, sólo se dedicaba a mirarla con decepción. Respiraba igualmente, agitada. Fue bajando su mano lentamente así como las lágrimas que comenzaban a descender de sus ojos.

— Me cansé de que me humilles, Yulia Volkova y de que me trates como se te de la gana — Secó sus lágrimas con una actitud muy fría. Continuó — No soy ciega, si era lo que pretendías que fuera y sé muy bien lo que haces. O me vas a negar que te ves con la tonta rubia esa? — Yulia se quedó de hielo sin quitarle la mirada de encima a Natasha. Ahora, la castaña estaba sacando la carta que pensó la morena, jamás iba a jugarla en su contra, sin ella misma saber hasta donde sería capaz de llegar la mujer que ahora se encontraba pidiendo perdón por un error del que tal vez, ella haya sido la que le impulsó a cometerlo.

[…]

Jamás había frecuentado aquella zona de la ciudad, al menos, llegar hasta donde se encontraba desde hacía más de 30 minutos aproximadamente. Claramente, había reconocido el coche de Yulia desde el momento en que recibió por correo la información solicitada. Para nadie era secreto, el renombre de las empresas Volkov, simplemente, nunca pensó que algún día tuviera que ir a solicitar de “sus servicios” de manera personal.

Se dispuso a esperar un tiempo prudencial para poder hacer acto de presencia en la oficina de la chica de cabellos negros y mirada impactantemente azul. Se había tomado su tiempo para detallar la foto que descansaba en sus manos. Era bella. Debía reconocerlo. Contaba con una belleza y gracia sin igual. Era joven y fresca. No cabía duda de lo que Elena tal vez estuviera sintiendo por esa chiquilla... Un capricho.

Poco después, vio salir de nuevo el coche de la chica y al parecer no iba sola. Una duda le entró de repente, cuestionando la idea de que posiblemente, su mujer era la otra persona que ocupara el asiento de al lado, pero era imposible. Le había tomado 2 horas llegar hasta allí en un vuelo privado y había salido muy temprano de la mansión, así que descartó esa idea de que Elena, hubiese llegado a Moscú antes que ella... Imposible... Muy imposible.

Tuvo varias disyuntivas si en irse y regresar luego pero si ya estaba allí, sólo le quedaba esperar. No sabía a ciencia cierta cuanto tiempo iba a demorarse aquella chica ni tampoco podía perderle de vista.

Se sentía ridícula, creerse detective y montar caza a un chiquilla tonta, pero necesitaba dejar unas cuantas cosas en claro. Jamás había perdido una batalla, por decirlo de alguna manera y a Elena, la había ganado hace tiempo y no iba a perderla tan fácilmente.

Esperó aproximadamente una hora cuando vio que el coche de color blanco de Yulia, regresaba nuevamente. Esta vez, venía un solo pasajero al volante. La vio entrar al parking y esperó unos 10 minutos más o menos.

Una señora de tal vez 50 años de edad, se le acercó al verle de pie frente al ascensor.

— Buenos días Señora, en que puedo ayudarle?

— Disculpe, éstas son las Empresas Volkov, cierto? — Preguntó muy educadamente. La otra persona asintió.

— Correcto Señora. Tiene cita con los dueños?

— Con la señora Yulia Volkova — Admitió inmediatamente.

— Pues — La mujer dudó un poco ya que sabía que aquella mujer no era precisamente la reunión que tenía su jefa a esa hora — Si me permite, iré a anunciarla.

— No. No se preocupe. Ella no me espera y en realidad, seré breve. Puede decirme cuál es su oficina? — Ludovika señaló hacia la puerta donde Yulia estaba detrás y Sveta siguió con su mirada, el sitio señalado.

— La señorita Yulia, acaba de entrar — Dijo y le sonrió. Viendo a la joven y elegante rubia atravesar el pasillo, continuó su camino.

Al escuchar “Adelante”, abrió la puerta y se encontró cara a cara con Yulia. Ésta, no se había percatado de su presencia ya que continuaba sumergida en unos papeles sobre su escritorio.

Caminó hasta quedar frente al inmobiliario donde la morena estaba detrás. Realmente, aquella chiquilla era mucho más bella en persona.

Decidió pasar por alto aquella cuestión. Yulia, alzó la mirada.

— Lo siento, creí que era mi asistente — Dejó a un lado los papeles y se levantó — Puedo ayudarle en algo? — Sveta le miró de arriba a abajo.

— Mucho gusto, me llamo Svetlana Koslova — Caminó unos dos pasos y extendió su mano a manera de saludo.

— Yulia Volkova — Se presentó correspondiendo al saludo — ¿Es cliente de la empresa?

— No. No lo soy... Vine por algo personal — Yulia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No conocía a aquella mujer. Pero algo venía a buscar. Le ofreció asiento.

— Pues, no se quien en es usted, pero si puedo ayudarle en algo, usted dirá.

— A ver — Dijo, cruzándose de piernas — No me conoces, efectivamente. Yo sé de ti desde el día de ayer. Cuando supe que existías, realmente.

Yulia suspiró despacio haciéndose hacia atrás hasta apoyar su espalda en la silla.

— Yulia, disculpa que te tutee. Es fácil. Lo que hago aquí, tiene nombre y apellido. Elena Katina.

La morena lentamente echaba su cuerpo hacia adelante, deslizando sus manos sobre la superficie de su escritorio. Su cara palideció un poco. Sveta se dio cuenta.

— Conozco a mi esposa y estoy muy segura que le llamaste la atención más de la cuenta. Eres joven y tienes belleza, no lo niego — Yulia tragó duro — Pero, no creo que contigo vaya a querer algo...más.

— Yo... Elena y yo no tenemos nada — Aclaró escuetamente.

— Niña, no me creas tonta porque no lo soy. Mi visita será breve, solo quería conocerte en persona. Elena tenía razón, eres una chiquilla jugando a ser una adulta.

— Lo que le haya dicho su esposa o no, me tiene sin cuidado. Puede estar segura que entre ella y yo, no existe nada!

—Eso puedes tenerlo por seguro. No solo fuiste un capricho más, un despecho, por llamarlo de alguna manera, pero es evidente que mi mujer cuando quiere tomarse un tiempo de nuestra relación, comete errores bastante fuera de lo común y esta vez se fue muy lejos. Enrredarse con una niña como tú? Sin principios ni moral…

—No voy a permitir que vengas hasta acá a insultarme!!!! —La oelinegra se levantó de la silla, golepando ambas manos en el escritorio.

—No seas infantil y aprende a comportarte como una mujer. Ser adulta no es solo meterte en una cama y revolcarte como una puta con una mujer casada, ser adulta es enfrentarte a los problemas y veo que aun te falta madurar mucho.

La mujer rubia y elegante le dedicó una torcida sonrisa y se levantó del asiento. Yulia observaba como esta caminaba hasta la puerta, escuchando luego como se cerraba la misma delante de sus ojos. De nuevo dio un golpe en seco con la palma de su mano, llevando maldiciones fuera de su boca.

Sacó un cigarrillo de su cartera y lo encendió. Sus labios temblaban de rabia cada que calaba un poco del mismo. Volvió a ejecutar otro golpe sobre la mesa y se levantó. Mirando por la ventana, con su mano apoyada en el vidrio, el humo llenando el espacio cerrado... La mirada perdida y transparente. No iba a dejar que el llanto la venciera.

— Hija... Por favor, a tu madre no le gusta que fumes y mucho menos dentro de la empresa.

Yulia no se inmutó para nada ante las palabras de su padre. No había escuchado cuando éste entró. Continuó fumando su cigarrillo, inmersa en sus pensamientos y la ciudad.

— ¿Te pasa algo, Yulia? — Cuestionó preocupado Oleg. El tema del cigarrillo, pasó de pronto a segundo plano.

— Nada papá, solo he sido la mujer más estúpida sobre el planeta, una vez más.


[…]

Inessa, volvía a recorrer el espacioso despacho de su hija mientras que ésta, jugaba con una pluma fuente en sus dedos y miraba a su portátil sin encontrar nada en particular.

Ambas habían permanecido en silencio durante mucho tiempo, sopesando cada una de las palabras que se habían dicho, pensando y equilibrando sus sentimientos.

— Cuando cruzaste la puerta de ese internado, sentí que había fracasado como madre, como esposa... Como mujer — Se detuvo dándole la espalda a Elena. Silencio — Y mucho tiempo pensé — Continuó — Que estaba haciendo las cosas bien. La familia, no volvió a ser la misma por un tiempo. Tu padre, se fue lejos. A Alemania y me hizo ver como un monstruo — Elena asintió sin que ésta pudiera verlo. Valya la había puesto al tanto.

— Creo, que ya eso quedó en el pasado... Madre — Inessa giró sobre sus pies y sus miradas se encontraron. Le sonrió.

— Sé que luchaste por cada una de las cosas que posees ahora y jamás te faltó nada.

— ¿Crees que no me faltó nada? Te equivocas Inessa — Dejó el bolígrafo sobre la mesa — Me faltó una familia.... Pero, venga. No tienes que persuadirme con sentimentalismos porque de igual manera me haré cargo de las empresas cuando papá sea intervenido — Inessa cerró los ojos. Aquellas palabras le dolían.

— Eres fría pero tienes carácter. Siempre supe que en tus manos, el imperio de los Katin iba a prevalecer. Tienes la personalidad de tu padre, pero... Mi temple.

Elena se removió en la silla creándose de nuevo un silencio entre las dos. Viendo como su madre, le dejaba todo al tiempo.

La puerta se cerró y se recostó de la silla dejando que un suspiro rompiera el hilo de tensión que se quedó pendiendo entre las dos.

El reloj de la pantalla marcó justamente las 10:03 am cuando el timbre de su móvil llamó su atención. Un mensaje de Yulia Volkova.

“Necesito verte de inmediato”


************************************************

CAPITULO 37. CON EL CONTROL AL MAXIMO!


El cambio de temperamento de Yulia, comenzaba a fastidiarle un poco. A veces, se aguantaba las ganas de explotar, literalmente hablando, cada que la morena tenía que hacerle un reclamo de manera “formal”.

Yulia Volkova era un tanto ruda y fuerte al hablar. Cosa que chocaba con la personalidad calmada y fría de ella, pero nada que no pudiera controlar.

Se sentó en el amplio sofá que formaba parte de su despacho, a sopesar un poco lo que estaba pasando... Pero joder! Ni ella sabía lo que estaba ocurriendo ni el porque, del mensaje tan tajante de Yulia de querer que viajara más de ocho horas hasta Moscú.

Apoyó sus brazos sobre sus piernas, con una inclinación casi de 45 grados para tomar su cabeza con sus manos y comenzar a frotarse las sienes de manera pausada y relajante.

No estaba alterada. No se encrespaba por nada. No iba a comenzar a perder la paciencia gracias a una niña malcriada con un ataque infantil.

Si mal no recordaba, fue la propia Yulia Volkova que la dejó en una habitación de la casa de campo, después de haber hecho el amor con el alma, entregándose ambas a los sentimientos sumados al deseo. Yéndose, sin darle por lo menos una explicación del porque... de sus actos.

No supo de ella durante un día entero, por el simple hecho de no ser ella quien acabara haciéndola infeliz. Pero aquel mensaje venía cargado de una furia que no terminaba de entender... ¿A que jugaba Yulia?.... Caprichosa!

Se levantó y fue a por su teléfono móvil que descansaba sobre el escritorio. Resopló cansada y marcó el número de la pelinegra. Dejó que sonara unas cuantas veces y colgó. ¿Cuál era la prisa entonces?... Volvió a repetir la misma operación, hasta que obtuvo lo deseado.

— Hola...

Hola — Respondió una fría y tajante Volkova del otro lado.

— Yulia... Tengo un día bastante complicado acá en el bufete. No sé si pueda viajar a la...

Escúchame bien Elena. NO! NO! Quiero saber más nada de ti — La pelirroja dejó de caminar de un lado a otro. Se dedicó a escuchar — No quiero saber si respiras, no quiero saber si ríes, si lloras, no quiero saber nada de ti. Ni que vuelvas a buscarme...

— Yulia... Yulia, espera, ¿me puedes explicar que te sucede ahora? — Cuestionó. Un silencio se produjo del otro lado. Escuchaba sollozos — Yulia, ¿por qué estás llorando?

— Me cansé Elena... Me cansé!!! Si estoy llorando o no, quiero que te deje de importar. Si soy feliz o no? Quiero que te deje de interesar... ¿Sabes?

Hubo una larga pausa. Elena Katina rodeó su escritorio y se sentó en su silla. Miraba a la nada. Sentía ganas de llorar también.

— Eres una maldita cobarde, eso es lo que eres. Una mujer que no lucha por nada solo por el simple hecho de que le importa una sola persona: ella misma y esa eres tú Elena — Cerró los ojos y seguía atenta a cada hiriente palabra que le dedicaba la morena — Me usaste como a una más de tú larga lista de mujeres fáciles y caí como la idiota más estúpida del planetita. Olvídate que existo... Olvídate que alguna vez me conociste.

— ¿Qué fácil es verdad? — De nuevo el acompañante del momento: Silencio... — Para ti, es fácil deshacerte de todo, porque supongo que ahora es otra quien ocupa parte de tú vida.

— Con que descaro vienes a decirme si estoy o no estoy con alguien? Juro que de tenerte aquí, no dudaría ni un segundo en mandarte a la mierda!!!

— Ya lo hiciste Yulia!!! Ya lo hiciste!!! — Golpeó fuertemente con la palma de la mano, la base color caoba — Me hiciste a un lado aquella vez en la casa del campo, o acaso se te ha olvidado? No... No creo. Porque fuiste tú la que decidió acabar con todo esto y aunque esa vez no me dijiste tus intenciones, las deduje porque no soy una niña.

— ¿Cuál es tu propuesta?? Que tenga que esperar miles de años a que pueda ocupar un lugar en tu vida?? Carajos Katina!!!

Supo que Yulia había colgado la llamada al escuchar el eco de su propia voz cuando intentó responder algo...

No podía negarlo, estaba fuera de si cuando se levantó maldiciendo por todo lo alto, al universo.

Alguien, desde la puerta de su despacho, le miraba de muy buen humor. Podría decir que era primera vez que veía a Elena Katina de aquella manera... Lucía como un león enjaulado y con tres días sin probar bocado.

— Puedo jurar desde aquí, eres la fiel copia de tú madre en este momento — Elena detuvo su andar en círculos y se percató del hombre pelirrojo que estaba de pie junto a la puerta de su despacho.

Llevaba una mano metida en el bolsillo de sus pantalones y con su hombro izquierdo, se apoyaba del marco de la misma. Irradiaba elegancia y porte. A sus 60 años, Sergey Katin lucía como un caballero de la aristocracia. Con 1.90 metros de altura, su cabello peinado hacia atrás, hacían lucir que sus años jamás hubieran pasado por él. Solo la experiencia de la vida, podían hablar de lo mucho que había vivido y que cada año había valido la pena.

— Papá... Hola... — Apenas murmuró cabizbaja. Su padre, le infundía respeto.

— He venido en un mal momento — Dijo sin moverse de su lugar — Has discutido con tú esposa?

— No! No... Ven, siéntate. Adelante.

En silencio, Sergey asintió y tomó asiento. De la misma manera, miraba a su hija rodear su escritorio para ella también tomar el propio. Era la viva imagen de su esposa Inessa. No cabía duda. Su hija era preciosa. Pero reconocía que había heredado su paciencia de oro y eso lo hacía sentir: FELIZ!!

— A qué se debe tú visita, papá. Ocurre algo? — Cuestionó, haciéndose para atrás en la silla.

— No pasa nada Elena. Solo vine hablar contigo, de nosotros... De los negocios y de nuestra familia — Elena asintió. Sabía por donde venía su padre — Como sabes, tú madre ya a éstas alturas te ha puesto al tanto de todo. La semana próxima, me harán una cirugía...


[…]

Yulia salió de la oficina apenas el reloj y el tiempo marcaron las horas del mediodía. Aquella visita inesperada de la esposa de Elena, le había dejado mal sabor de boca; haciéndola sentir incómoda el resto de la mañana.

Qué intenciones tendría Elena para con ella y porque había enviado a su esposa hasta allí para hacerle aquella “advertencia” improvisada.

Decidió olvidar aquello por un momento mientras conducía hasta su apartamento. No tenía a donde ir después de todo. Su única amiga, ahora estaba resentida con ella y le jugaba al “gato y al ratón”, aunque ya ella había pensado dejarse caer en la trampilla y que fuera el “gato” quien ganara.

Entró al parking y subió al departamento. Hacía frío, aunque ya el verano comenzaba asomarse sobre la ciudad.

Pasó directo hacia el mini bar que disponía y se sirvió un trago del mejor vodka, bebiéndoselo de un solo sorbo.

— ¿Qué tiene la gente en la cabeza? — Preguntó a la nada. Sirviéndose otro trago más. Sin recibir respuesta alguna a lo que su mente acababa de plantear en voz alta.

Se descalzó y fue directo al sofá a sentarse viendo el vaso de una manera tan persuasiva, que podía jurar que éste, mantenía una conversación tormentosa con ella.

El timbre de la puerta sonó aunque ella no se había percatado. Yulia Volkova seguía perdida en sus pensamientos, sin digerir que afuera el mundo seguía girando en torno a ella.

Uno...dos timbrazos cuando al fin cayó en cuenta que alguien llamaba. Bebió de un solo trago el vodka, colocando el vaso sobre la pequeña mesita de la sala, frunciendo el ceño mientras se preguntaba quien sería. Obvio, que nadie más sabía que ella estaría en casa a esas horas, ni a Oleg ni a Larissa, le gustaba darles explicaciones.

Saltó sobre el espaldar del sofá hasta llegar a la puerta. Abrió. Rodó los ojos cuando vio quien era.

— Tienes un radar o ahora te dedicas a jugar al detective? — Dijo mientras avanzaba hasta el mini bar de nuevo a por otro trago.

— No juego a nada Yulia. Llamé a tú oficina y tú asistente me dijo que no estabas y...bueno, supuse que estabas aquí — Dijo Katya encogiéndose de hombros y cerrando la puerta. Yulia Volkova la miraba intensamente mientras abría y bebía directamente de la botella ROBERTO CAVALLI.

— Qué quieres Katya? — Dijo restándole importancia a la rubia. Volvió hasta el sofá.

— Hablar contigo... Al menos que vuelvas a pedirme que me largue, como lo hiciste en tú oficina... Qué celebras?

— Nada en particular. Estoy en mi casa y me apeteció tomarme un trago en completa y sana paz... Veo que no puedo hacerlo sin que nadie me moleste — Miró por encima de su hombro, bebiendo de nuevo.

— No vine a estorbarte, créeme... Por qué no quieres hablarme de ella? — Dijo, mientras recorría su vista y sus pasos a través de la casa, como si no le importara la respuesta a su pregunta.

— Porque no tengo nada que decir al respecto Katya. Quieres abandonar mi casa, o prefieres mejor quedarte en silencio?

— No seas grosera... Intento hacer que confíes en mi, es todo — Se detuvo — Tus padres saben de ella? — Volkova la retó con la mirada.

— Definitivamente tu boquita solo sirve para una sola cosa Katya...

— Puff! No puedes ser más vulgar Yulia porque no puedes. Me preocupas, es todo. Esa chica, está casada y...no creo que tus papás aprueben algo así. A parte, esa mujer te miraba como si quería comerte! No esperaba que fuera hasta la empresa de tus padres ni mucho menos, tuviese alguna relación con ellos.

— Para... Crees que yo estaba al tanto de todo esto?... Quienes sois vosotros para decidir mi vida, Katya? — Preguntó cabreada totalmente.

— Personas que te queremos! — Yulia comenzó a reírse a carcajadas, levantándose del sofá bajo la mirada fastidiada de Katya Sharapova. Se detuvo delante de la ventana. Hubo silencio.

— Entre Elena Katina y yo, no hubo ni existirá nada importante — Dijo mirando hacia el horizonte. Comenzaba a llover — Te seré sincera, si es lo que quieres... Ella, no significa nada para mí. Creía... Haber sentido algo por ella, hace mucho, pero me equivoqué... Fue un error garrafal — Alzó la botella a la altura de sus ojos, la miró, volvió a bajarla — Y es todo lo que necesitas saber — Mentía.

Katya Sharapova continuaba en su lugar sin quitarle la mirada de encima a Yulia, quien seguía dándole la espalda. Bajó la vista hasta sus pies, buscando nada en particular. Sabía que entre Yulia y la pelirroja había algo más. De eso, Tanya le había puesto al tanto al igual que ya había visto un par de fotos donde pudo ver a Yulia muy apasionada con Elena Katina.

Conquistar a Yulia iba a ser la cosa más fácil del mundo después de aquella confesión. El problema radicaba en que no quería ser solo una simple noche para Yulia el resto de su vida y tenía que indagar la relación que Elena Katina, iba a mantener con las empresas Volkov.

La morena avanzó hasta volver a caer sobre el sofá, sin dedicarle ni una sola mirada a Katya. Para ella, tal vez se había convertido en algo inexistente o eran tan profundos sus pensamientos que ya el mundo, había desaparecido de su alrededor.

Recostó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

Sintió cuando de su mano izquierda, la botella de ROBERTO CAVALLI desaparecía y un ligero peso se concentraba sobre sus piernas.

Sin abrir los ojos, sentía como su cuello era recorrido con tibios besos. La respiración agitada de Katya muy cerca de su oído, le hizo de inmediato caer en la realidad. Una, donde Elena Katina dejó de latir en su mente por unos instantes... Pensaría mejor, como distraerse un rato.


[…]

Tenía más de una hora que había llegado a su casa. Se encontraba encerrada en su estudio de pintura, donde comúnmente pasaba largas horas sin ser molestada por nadie. Con una copa de un buen escocés en su mano, caminó hasta quedar junto a la ventana. Se sentó sobre el alfeizar dirigiendo su mirada a cualquier punto del jardín de la mansión. Su mente, deambulaba entre sus pensamientos. Nada en concreto, por ahora.

Abrió su portátil una vez que se sentó frente a la mesa de descanso. A lo lejos, un paisaje urbano al estilo Vedutismo(*), descansaba sobre un lienzo, a medio terminar.

Fue directamente a la bandeja de correo y volvió al documento que esa misma mañana, había leído, simplemente con lo más básico.

Había llegado otro archivo adjunto con más información solicitada. Hizo “clic” sobre el mismo y sus ojos se perdieron en el informe.

La vida de Yulia Volkova era tan simple como la de cualquier chica de su edad. Datos de su fecha de nacimiento, personas que a su alrededor siempre se encontraban. Detalles, nada importantes que la llevaran a nada en particular. Un pendejita más que jugaba a ser adulta de vez en cuando, viviendo de sus padres multimillonarios.

Continuó leyendo. Al parecer a la heredera de los Volkov le gustaba mucho la vida nocturna y ruidosa. Era fanática de las mujeres mucho mayores que ella, según le habían visto con algunas más maduras para su edad.

Parecía estar leyendo el expediente de cualquier estudiante corriente. El investigador a quien contrató, no le echaba la culpa por no haber presentado algo, que llenara sus expectativas, simplemente, aquella chica era demasiado común como el resto del mundo.

Era el lado negativo de Elena Katina. Nada universal, a simple vista. Una chica recién salida de la adolescencia, queriendo madurar saltándose sus etapas, cometiendo errores por donde quiera que pasara.

Hizo la portátil a un lado y fijó sus ojos en aquella pintura que no había logrado definir desde hace mucho tiempo. Cerró los ojos. Suspiró. Sacar a Yulia Volkova del camino, podría ser algo difícil, más ahora que las empresas de Inessa, habían firmado contrato con las Volkov. Tenía que alejar lo máximo a Elena de aquella tentación. Era cierto, que la chica de cabellos oscuros no tuviera ni lo más mínimo en común con Elena, su esposa; pero sus ojos no mentían y aquella mañana pudo constatar, que la chica era muy bella. Elena había tenido un pasado bastante elocuente en cuanto a mujeres se refería y ella lo sabía.
Notaba que desde hacía tres años para acá, a raíz de su matrimonio, las cosas habían cambiado un tanto y que...el mismo se estaba yendo por la borda muy lentamente.

Yulia representaba, el detonante. Irradiaba belleza y elocuencia, sobre todo... Juventud!

Golpeó con los nudillos de su fina mano el borde del escritorio y se levantó una vez más, dirigiéndose de nuevo hasta la ventana del estudio situado en la planta baja de la mansión. Tomó del vaso, sirvió un trago seco de escocés que rodó por su garganta quemándole la misma. Yulia tenía muchas cosas a su favor, debido a su corta edad, pero ella misma no tenía las de perder. Elena estaba hasta ahora a su lado y así necesitaba que estuviera, costara lo que costara.

Una idea se le vino a la cabeza, mientras divisaba algún punto en la nada. Hasta ahora, no se lo había planteado, no sabía hasta donde podía serle útil ni como asumiría ella misma las consecuencias. Una idea, que en varias oportunidades le había nacido concretar pero tal vez ya era hora de sopesar y poner en marcha. Que tanto podría cambiar sus vidas, la llegada de... Un hijo?


[…]

Una semana entera había pasado. Elena, no había tenido noticias algunas de Yulia. En varias oportunidades, se sorprendió a si misma tratando de escribirle algún mensaje, luego se lo pensaba mejor y terminaba borrando todo y dejar las cosas como estaban.

Ni un minuto que pasaba, dejaba de pensar en Yulia. Se le había metido hasta las venas pero era mejor así... Necesitaba que fuera así.

Era sábado y para ella, la jornada laboral nunca tenía vencimiento. Sergey Katin, su padre; había sido intervenido quirúrgicamente el día miércoles de esa semana. Se encontraba de reposo bajo el cuidado de Inessa Katina, quien decidió no dejarlo ni a sol ni a sombra.

“Elena, por favor; puedes venir a cuidarme tú? Tu madre creo que se ha tomado en serio el ser mi enfermera particular. No deja ni que las enfermeras de la clínica, me toquen”

Esbozó una sonrisa mientras negaba con la cabeza al recordar aquella anécdota. De pronto, la puerta de su despacho se abrió estruendosamente, dejando al descubierto a su mejor amiga con los nervios a flor de piel.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué entras así, Nastya? — Preguntó levantándose de inmediato de su silla y corriendo hasta llegar a la castaña.

— Ay! Elena... Hay una chica desmayada dentro del elevador. Parece muerta.

Elena la miró preocupada y salió corriendo hasta el lugar descrito por la castaña. El elevador había sido colocado en “Stop” y efectivamente, una chica se encontraba tirada largo a largo dentro de la cabina.

— Por Dios, Nastya! Llama una ambulancia — Dijo. La mujer asintió y como pudo, desapareció del lugar.

Elena comenzó a mover a la chica. Confirmó que sólo se trataba de un desmayo, la joven respiraba pausadamente. Se agachó y pudo alzarla hasta sacarla fuera del encerrado cubículo. Algunas personas que también se encontraban en los pasillos, hicieron espacio para que Elena pudiera colocar a la chica sobre una hilera de sillas que conformaban el área de espera de las empresas.

Era una niña de contextura delgada y de tez muy blanca. Tal vez se había descompensado y por eso, el desmayo. Podía contar fácilmente con unos 19 o 20 años de edad. Alguien cercano le pasó una carpeta y con la misma, comenzó abanicarla para que pudiera reaccionar.

Al cabo de dos minutos, la chica comenzó abrir los ojos. Se notaba algo aturdida y un poco débil. Trató de ponerse de pie pero volvió a desvanecerse. Elena, pudo sostenerla para que no se volviera a golpear. Seguro ya lo había hecho cuando cayó al piso.

— ¿Dónde estoy? — Preguntó llevándose las manos a su cabeza. Estaba mareada.

— Te encuentras a salvo. Te has desmayado en el ascensor — Elena señaló el lugar. Las puertas de metal cromado, ya estaban cerradas — ¿Te sientes bien?

— Un poco — Dijo tratando de levantarse. Elena la ayudó a que se sentara — ¿Dónde está mi cartera? Traía una cartera con mis cosas...

— Aquí están — Elena señaló hacia el piso donde estaban una cartera color negro junto algunos sobres que se habían esparcido — No has comido nada, verdad?

— Si. Recuerdo haber desayunado... Solo es que... — La chica bajó la cabeza. Elena se colocó de cuclillas frente a ella. Le inspiraba ternura aquella joven.

— Dime, ¿que te pasó? Recuerdas por qué viniste hasta acá?

— Bueno... Vine, porque me han llamado de donde trabajaba y me han echado del empleo — Inmediatamente la chica comenzó a llorar.

El elevador se abrió, apareciendo Nastya con unos paramédicos. La chica continuaba llorando. Elena intentó colocarle una mano en el hombro para alentarla pero ya los chicos de primeros auxilios habían llegado para socorrerla.

— ¿Qué le sucedió? — Preguntó Nastya. Elena, comenzó a relatarle lo que escasamente le había dicho la chica.

Las horas transcurrieron y el incidente solo fue un simple susto. Nastya, había pedido información acerca del estado de salud de la chica y según le indicaron, ésta ya se encontraba en perfectas condiciones. Aunque la había pasado mal por la noticia, no tenía más que hacer que resignarse. Ya encontraría otro empleo.

— ¿A dónde vas almorzar o piensas quedarte hasta tarde?

— No sé. Tengo que terminar algunos informes y luego me voy a la casa... Tal vez vaya un rato al campo.

— Estás algo rara esta semana, Lenoska, te sucede algo? No me digas que la serpiente que tienes enroscada en tu casa, le ha dado por leerte la biblia todos los días — La cara de Elena no era normal. La de Nastya si.

— No sé como puedes ser linda y pelotuda al mismo tiempo Anastacia Livaneva — Dejó de escribir para recostarse en la silla. Nastya arqueó las cejas.

— Al menos reconoces que soy hermosa... Pero venga, dime porque te noto más: En la luna.

— Estoy normal... Sabes que estoy atendiendo la empresa de mi madre al mismo tiempo que la nuestra... Estoy agotada — Frotó sus sienes.

— La anaconda de tu madre, está manipulándote como quiere. A ver... — Se quitó el bolso que ya se había colgado en el brazo, dejándolo en el sofá del despacho. Se sentó — Tú hermana supongo que por su estado, no puede hacerse cargo de nada... Solo sirve para teñirse el cabello y esmaltarse las uñas, e ir de compras.

— Lo sé... Puff!!! Mamá... Bueno, Inessa confía en mí y es la razón por la cual estoy a cargo de la empresa. Debe cuidar a papá, él ya es un hombre mayor. En cuanto a Valya, sabes como siempre ha sido muy relajada.

— Claro que lo sé Elena... No tienes que decírmelo. Lo único que hace es delegar desde la distancia. Cuándo va a dignarse a poner un pie en Rusia? — Elena alzó una ceja.

— De cuándo acá quieres que Valya pise Rusia? Las dos parecéis perros y gatos cada que os encontráis.

— Gilipollas! Lo digo para que te aliviane la carga mujer... Habrás visto, pensar que me preocupo por la chica plástica esa que tienes por hermana — Elena la miraba divertida. Lograba sacar de quicio a Nastya cuando le nombraba a su hermana — Y no seguiré hablando más contigo — Se levantó tomando su bolso nuevamente — Me voy, tengo cosas que hacer muy divertidas.

— Trata de no divertirte mucho. Siempre terminas adolorida porque no puedes sentarte — Dijo mofándose de Nastya que ya estaba por salir.

— Cállate! — Dijo y cerró la puerta.

Negando con la cabeza sonriéndole a la nada, decidió sacar del cajón del escritorio una barra de chocolate dulce. Amaba el cargamento de golosinas que podía esconder y comer cuando nadie la veía. Nunca estaba de más un Milky Way para endulzar el momento.

Terminó el caramelo en silencio, disfrutando cada bocado. Escuchaba a Chopin como música de fondo. Ayudaba a relajarla y sus pensamientos, se neutralizaban haciéndola sentir que estaba fuera del mundo.

“Toc—Toc”

Escuchó claramente en la puerta.

“Cuando no estás dejando algo Nastya”. Pensó haciendo un bolillo la envoltura del chocolate, arrojándolo en el cesto de la basura. Tomó un Kleenex mientras avanzaba hacia la puerta y abría.

— Hola, preciosa!

Elena resopló rodando y cerrando los ojos. No iba a ser un sábado de “RELAX”.

— No Tanya. Otra vez no!





Nota: (*) El vedutismo (de veduta, ‘vista’ en italiano; plural, vedute) es un género pictórico muy típico del Settecento (siglo XVIII) italiano, desarrollado sobre todo en la ciudad de Venecia. Enmarcadas dentro del paisajismo, las vedute son vistas generalmente urbanas, en perspectiva, llegando a veces a un estilo cartográfico, donde se reproducen imágenes panorámicas de la ciudad, describiendo con minuciosidad los canales, monumentos y lugares más típicos de Venecia, solos o con la presencia de la figura humana, generalmente de pequeño tamaño y en grandes grupos de gente.

Continuará...
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Mensaje por LENYU 9/22/2020, 10:54 pm

Mi adorada escritora, me distraje del foro solo una semana y mira lo que hiciste?estas finalizando la historia! Shora si a los bifes!! Empiezo por la hueca de Julia, dios mil pero si la niña no entendio nada De nada De toda la vida misma!se fuma y se toma hasta el santo y la virgen! Vive en Narnia!! Y luego mi odiada Lena! Mujer astuta si las hay!Que clase de amor le tiene a Jklia que la ve a los chupones con la idiota y hueca de katia y ni se le mueve una pestaña? Idiota! La detesto! Veamos a Tania jaajajaaaaaaajj que mujer mas HDP con cada letra, es una loca de psiquiattico! Inessa es una vieja HDP que bien le salio Lena mas parecida imposible! Y ahora a mi amorcito SVeta aaaaaahhh esa mujer si que me calienta! Me la imagino y me la imagino, es inteligente y logra su cometido, mientras que el resto solo viven a contra tienpo, realmente deberias de hacer un capitulo especial para Sveta aunque vos misma odias al personaje! Jjjajajajaasaaa Casala conmigo! Yo quiero ser su mujer en la parte 2!! I ji jijij (Me llamo Lucia) Very Happy Very Happy Very Happy (quiero una buena escena de sexo con mi lhermosa y fria Sveta, una ecena que nos vea Lena y me haras muy feliz jajjajaaaaaaajajja espero paciente!

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Mensaje por psichobitch2 9/24/2020, 1:11 pm

LENYU: Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing Laughing JAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJJA!!! Acabas de hacer que borre toda la segunda parte que hasta ahora había posteado con el fin de incluirte en la puta historia????? JAJAJAJAJAJAJAJA


Disfrutad!


CAPITULO 38: ELENA KATINA “RELOADED”


La exuberante castaña, se encontraba aún de pie frente a la puerta abierta mientras veía lascivamente a Elena, quien seguía sosteniendo el picaporte de la misma, sin intención alguna de dejarla entrar.

Elena Katina, una mujer bastante guapa y con atributos muy bien distribuidos por toda su esbelta figura, vestía aquella mañana sabatina, pantalones vaqueros de color gris bien ajustados, haciendo que resaltaran sus caderas bien formadas. Le seguían una remera color blanco ceñida al torso con un pequeño corte en “V”, que acentuaban sus pechos de una manera que hacían que Tanya, no perdiera de vista aquellos dos objetivos que había enfocado, una vez la pelirroja le había dado la “Bienvenida”. La americana roja, había pasado inmediatamente a segundo plano.

— Veo que has perdido los modales después de todo, aunque no tú belleza — Anunció Tanya, entrando a la oficina sin ser invitada. Elena rodó los ojos, negándose a cerrar la puerta.

— Por favor Tanya, si eres tan amable, ¿podrías desocupar mi despacho? Tengo cosas que hacer y no estoy para perder el tiempo.

— Elena... — Dijo tomando asiento en el amplio sofá, cruzando sus piernas — Solo vienes a pasar el tiempo porque no toleras estar en tú casa con la insoportable de tú mujer, así que... Tenemos tiempo para charlar un rato — Abrió los brazos para rodear y, acariciar el contorno del sofá donde descansaba. Escuchó un portazo. Seguía calmadamente sentada, siendo observada por la pelirroja desde el umbral de la entrada de la oficina.

— No tengo porque darte explicaciones de mi vida personal y mucho menos charlar de manera amena contigo. No estamos en un puto picnic!!!

— Uy!! Que carácter tienes hoy... Cuéntame... ¿Acaso la niñita malcriada con la que sales, te dejó? — Katina entre cerró los ojos, acercándose despacio a la figura que tenía delante de sus verdigrises pupilas.

— No la nombres ni un minuto más, Tanya. Te queda grande — Se reclinó un poco para quedar a la altura de la mujer en el sofá — Creo haberte advertido que ni se te ocurra... Entiéndelo bien... — Con el dedo índice, apuntaba la sien de ésta. Tanya, comenzaba a echar chispas por los ojos por la manera amenazante en la que Elena se estaba dirigiendo a ella —...Ni se te ocurra acercarte a ella. ¿Captaste? — La castaña forzó una ladeada sonrisa y quitándose la mano de Elena de enfrente, se levantó.

Caminaba en círculos alrededor de la pelirroja que volvió a su posición inicial, mientras disfrutaba de arriba a abajo del cuerpo de Lena con la mirada.

— También creo haberte dicho, que tú adorada esposita podría enterarse que alguien más le está quitando su lugar — Se detuvo detrás de Elena — Y tú mundo perfecto, se te vendría al carajo. ¿Verdad?

Hubo una estela de silencio dentro de aquellas cuatro paredes. La reacción de Elena, la tomó desprevenida en todos los sentidos. La pelirroja la asió del brazo, tal cual lo hizo la última vez en su apartamento, ejerciendo esta vez una fuerza que jamás creyó sentir de aquella mujer que le dedicaba una mirada de desprecio.

— Escúchame bien, Tanya Bobrova! Hace mucho tiempo dejé de ser el títere de todo el mundo, incluyéndote. He forjado cada espacio de ésta habitación por mis propios medios y lo sabes. Cada Rublo, Euro u otra moneda en mis cuentas personales, las he ahorrado con mi esfuerzo así que.... Escucha claramente lo que voy a decirte.

¿Cazador, cazado?

Parecía ser la actitud que tenía Bobrova en sus facciones mientras detallaba el rostro endurecido de la pelirroja que no dejaba de sostenerla con ahínco. Trataba de zafarse pero le resultaba imposible. Creía haber tenido todas las cartas bajo sus mangas con las cuales podía jugar a su favor, pero al parecer Katina estaba jugando todo por el todo y se le estaba escapando de las manos toda posibilidad de volver a tener entre sus redes a la única mujer que había sido capaz de rechazarla por darle el gusto a otra.

— Tanya, tus amenazas claramente me tienen sin cuidado. Mi vida, dejó de importarte hace cuatro años atrás cuando dejaste de ser parte de ella. Lo que hagas o no, me tiene sin cuidado.

— Suéltame... Elena — Dijo entre dientes mientras se encontraba de nuevo con la helada mirada de la pelirroja — Me haces daño.

— ¿Sabes cuál es tu verdadero problema? — Hizo énfasis en su agarre. Tanya gimió de dolor — Que eres una mujer totalmente frustrada ante la vida... ¿Por qué no me superas? — Sus alientos casi chocaban... La tensión podía sentirse en las cuatro esquinas.

Un alfiler podía escucharse en ese entonces si alguien, hubiese estado allí y lo hubiera dejado caer al piso.

— Acepta de una vez que me perdiste y que jamás volveré a estar contigo — Lentamente fue soltándola, alejándose hasta detenerse frente al ventanal — Disfruté el tiempo que nos dimos juntas, lo sabes, pero no quiero volver a caer en lo mismo. Nuestra relación fue algo tóxico, algo que no tenía sentido…

—¿No tenía sentido? — La castaña bufó sin obtener aun la atención de la pelirroja que seguía dándole la espalda —Duramos años juntas, Elena y tú vienes a decirme que no tuvo sentido. No seas hija de puta!

—Basta, Tanya!! — Dijo esta vez dándole la cara, caminando hasta la puerta, abriéndola una vez más — Necesito que te vayas, que te alejes de mí, de todo lo que me rodea. Entiende de una vez que hagas lo que hagas, ya no me importa. Siempre serás la misma mujer frustrada, tratando de dañar lo que ves, solo para beneficiarte.

La mujer tomó su cartera que había dejado en el sofá, y como una ráfaga salió del despacho siendo lo último que escuchó antes de tomar el elevador, fue la puerta cerrándose fuertemente.

La tarde transcurría y el sol comenzaba asomarse cada vez más, dejando en claro que la primavera no tardaba en llegar. Suspiró nuevamente una vez que volvió a pararse frente al ventanal, esta vez apoyando su frente contra el vidrio, empañándolo con cada respiración que daba.

Por primera vez, en mucho tiempo, sentía que la vida estaba valiendo la pena.

[…]


Había estado al tanto de todos los preparativos de la Gala Anual que las empresas Volkov organizaban para darles la bienvenida a los nuevos integrantes de la junta directiva.

Personalmente se encargaba de hacer llegar cada una de las invitaciones evitando así, que ocurriera el inconveniente de dos años atrás cuando, uno de sus clientes más potenciales, había dejado de asistir al evento por un garrafal error de la agencia de contrataciones, teniendo que ofrecer otra gala con la simple excusa de pedir sus más sinceras disculpas.

La puerta del despacho principal se abrió.

— Larissa, pensé que estabas en el botánico — Dijo Oleg al cruzar la puerta.

— Estoy confirmando el estado de las invitaciones y todo lo relacionado para la gala de esta noche. No quiero ningún tipo de error, como el suscitado anteriormente — Respondió sin levantar la cabeza de los papeles que tenía al frente — ¿Ya llegó Yulia?

— No — El rubio se ubicó frente a la biblioteca, escogiendo un libro.

— Le llamé hace más de una hora. Últimamente no quiere salir de la casa de los Sharapov y a duras penas tengo que estar detrás de ella para que cumpla con los compromisos que muy bien le atañen para con la empresa.

— Katya y Yulia, siempre habéis sido las mejores amigas, Larissa. ¿Qué tiene de malo que Yulia quiera estar más tiempo con ella? — Cuestionó sin darle mucha importancia a sus palabras. Larissa dejó a un lado sus asuntos y lo miró.

— Creo que jamás vas a enterarte de las cosas que pasan a tú alrededor, ¿no es así? — El hombre detuvo la búsqueda y la miró confundido — Tú hija hace y deshace y jamás miras hacia los lados. Te recuerdo Oleg, que nuestra hija tiene inclinaciones sexuales diferentes. Olvidaste lo que hacía con esa chica dentro de su oficina cuando... — Suspiró pesadamente —...No quiero ni recordarlo — Concluyó, levantándose de su lugar.

— A veces exageras un poco Larissa... No creo que nuestra hija tenga nada que ver con Katya. Esa chica siempre ha estado pendiente de Yulia y viceversa. Recuerdo que os conocéis desde chicas.

— Y te recuerdo, que a Yulia le gustan las chicas desde que tenía 5 años de edad y nuestra Kamila nos había dicho que la encontraba husmeando a las demás niñas en el baño. No puedes tapar el sol con un dedo, Oleg, por favor!! — Su marido dejó de hojear la última edición de Paul Samuelson sobre “Sistemas Económicos” para dejar el mismo a un lado.

— Sé todo lo que pasa y acontece alrededor de mi hija, solo que la he dejado vivir su vida porque no es una jovencita, de la cual tenemos que cuidar hasta su sombra. Yulia, no es una pendeja como tal vez te imaginas Larissa, o se imagina todo el mundo.

— Sé que no lo es. Solo pretendo que siga...

— Que siga los mismos pasos que tú y yo seguimos — Hizo una pausa después de interrumpir a Larissa y del primer cajón del escritorio, extrajo un habano.

Su esposa simplemente contemplaba aquella faceta que él transmitía cuando perfectamente sabía que tenía toda la razón. Rápidamente el humo se expandió por el estudio.

— Yulia tiene apenas veinte años. Se puede decir que aún no ha madurado, si a la lógica acudimos, pero recuerda que nuestra hija ha pasado por etapas muy duras para su corta edad.

— La pérdida de Kamila — Dijo la morena mayor dirigiendo su mirada hacia el ventanal. Afuera, el sol gobernaba el día.

— Exacto. Tanto ella como nosotros, soportamos ese dolor cuando Kami murió. Era nuestra hija. Era su hermana gemela, Larissa. La adoraba. Eran idénticas y por lo tanto, Yulia padeció exactamente lo mismo que Kamila sentía cuando se nos iba.

Un silencio cayó sobre los dos, haciéndose más pesado y triste el ambiente. Oleg dio una calada más a su puro mientras contemplaba la figura sensual de su esposa. Continuó.

— Yulia fue madurando a muy corta edad y eso nos ha quedado muy claro a ambos. Ha sabido llevar al pie de letra y con mucha responsabilidad, cada una de sus funciones dentro de las empresas. Ella sabe que es la única heredera. Pero no podemos acortarle las alas Larissa... Ella, es apenas una chica joven con un espíritu como tal y no debemos exigirle que actúe de la misma manera que nosotros dos, que llevamos años de experiencia. Dejemos que cumpla sus etapas en la vida, cariño.

— Siento que no he sido una buena madre para ella.

— No digas eso, Lara — Se levantó dejando el fino cigarrillo sobre un cenicero para acercarse más hasta donde su mujer se encontraba. Con sus brazos, rodeó su cintura desde atrás, besando su nuca. Sabía que su mujer lo necesitaba — Eres una excelente madre y una gran mujer. Me diste a dos chicas preciosas y buenas — Hizo que Larissa girara hasta quedar frente a él. Besó sus labios y le regaló una sonrisa. La puerta volvió abrirse.

— Existen hoteles para eso o en su defecto, la habitación de vosotros — Dijo Yulia una vez que entró al despacho de su padre.

— Al fin llegas hija — Oleg salió a su encuentro saludando con dos besos en cada mejilla — Tú madre te ha estado esperando.

— Así es Yulia. ¿Cómo estás?

— Digamos que bien, hasta que me dijiste que tenía que venir urgente. No entiendo a que se debe tu premura si de igual manera nos íbamos a ver esta noche en el hotel — Dijo. Larissa rodeó su escritorio mientras la morena, seguía de pie luciendo ropa deportiva de vestir. Su marido volvió al tema del habano.

— Quería que chequearas la lista de los clientes que fueron invitados esta noche. Quiero saber si no hace falta incluir a nadie más y como futura dueña de las empresas, necesito tú opinión — Larissa le alargó un folder amarillo para que lo recibiera. Oleg, le miró pensativo tomando el libro de Paul Samuelson nuevamente.

Yulia agarró los papeles y abrió la carpeta. Mientras leía la lista organizada alfabéticamente que su madre le había entregado en sus manos, su consiente captó la salida de su padre del estudio. Quedando a solas con su madre.

No le hacía falta leer aquello y no tenía ganas de hacerlo tampoco, pero antes de tener que discutir con su madre, prefería complacerla. Largó un suspiro y se dejó caer sobre una silla.

— ¿Es rotundamente necesario que tenga que estar allí? — Dijo mirando atentamente a Larissa.

— Rotundamente, Yulia. Eres parte de la junta directiva como te lo he repetido y lo sabes. La mayoría de los clientes que asistirán son tuyos y como tal, tú deber es atenderlos — Yulia permanecía callada con la lista aún en sus manos.

— Bien. Allí estaré... Cumpliendo con mi deber — Se levantó y caminó hasta dejar el folder sobre el escritorio de la morena mayor, dando media vuelta para dirigirse hasta la puerta. Ésta, volvió a llamarle.

— Supongo que no irás sola — Indagó entrelazando sus dedos encima del escritorio e inclinándose un poco hacia adelante, en la silla. La pelinegra, detuvo su andar y le miró por encima del hombro.

— Supones bien, Larissa. Iré muy bien acompañada. No pienso aburrirme.

Larissa presenció como su hija retomaba su andar para así abandonar el estudio. Suspiró pausadamente mientras volvía a revisar la lista de invitados. Conocía a Yulia y algo sabía que iba a descubrir esa misma noche.


[…]

El Crowne Plaza Moscow, se había vestido aquella noche de gala. Su salón de fiestas, acogía en aquel entonces a más de 340 personas allegadas a las empresas Volkov.

Eran las 21:30 horas de la noche cuando Larissa Volkova y Oleg Volkov, hicieron presencia en el lugar.

Todo se encontraba en perfecto orden, bajo los ojos de Larissa. Había cuidado cada detalle minuciosamente y ahora se encontraba admirando el resultado. Saludaron a cada una de las personas que alrededor estaban bebiendo y charlando gustosamente.

Oleg, tomó dos copas de “Veuve Clicquot” que un mesonero le ofrecía, entregándole una en manos a su esposa quien asintió dulcemente mojando apenas sus labios con la exquisita bebida.

— Buenas noches papá, madre — Dijo Yulia al acercarse y saludar.

— Buenas noches princesa, estás hermosa — Oleg le tomó la mano izquierda a Yulia y la hizo girar sobre sus pies. Estaba radiante! — Hola Katya, ¿cómo estás? — Saludó también a la rubia acompañante de Yulia. Ésta, respondió al saludo.

— Gracias papá. Tú tampoco estás nada mal — Dijo alzando una ceja y sonriendo — Madre, estás guapísima tú también — Dijo dirigiéndose a Larissa quien la recibió con dos besos en cada mejilla.

— Gracias Yulia, me uno al comentario de tú padre. Ambas estáis hermosas, por cierto, me alegro que hayas llegado temprano.

— Acabamos de llegar. Escasos veinticinco minutos antes que vosotros y déjame deciros que todo se ve perfectamente organizado. ¿Habéis llegado todos los convocados? — Bebió de su copa de champagne. Katya, permanecía en silencio a su lado.

— De eso me encargaré en cuestiones de segundos. Estaba saludando a algunos de ellos — Yulia asintió.

— Entonces, me dedicaré a disfrutar un tanto antes que llegue el resto. Nos vemos luego.

— ¿Tú padre ya llegó Katya? — Preguntó Oleg dirigiéndose a ella.

— No señor Volkov. Llegará más o menos en media hora. Es lo que me ha avisado — Tanto Larissa como Oleg asintieron viendo a Yulia alejarse tomando de la mano a Katya Sharapova. Larissa quiso decir algo pero su marido supo callar sus labios con un comprensible beso.


[…]


Bajó del coche limousine frente al hotel, poniendo un pie sobre la alfombra, rechazando totalmente la ayuda que el empleado del Crowne Plaza le brindaba para acompañarla a salir del mismo.

Le desagradaba constantemente la idea de tener que contar con que algún “mastodonte” se hiciera cargo de su seguridad o de algún chofer para que la trasladase a donde fuera. Varias disyuntivas había tenido con su madre por ello quien, a raíz de su ausencia en los negocios por ocuparse de velar la completa recuperación de Sergey Katin, le planteó la disposición de resguardar su seguridad a diario. Por supuesto, ella se negó rotundamente a tener que depender de alguno de aquellos hombres que no representaban más que un estorbo a su lado.

Vestía un elegante traje de corte italiano, pantalón y chaqueta color gris. Una camisa de seda a la medida color rosa pálido, la cual llevaba abierta a la altura de los senos que le daban un toque casual y sensual.

Detrás de ella, Svetlana descendió una vez que ella alargó su mano para ayudarla a salir del auto. Iba vestida con un hermoso vestido de gasa refinado cuello en “V”. Su rubio cabello, recogido en un moño que llevaba de lado, marcaba los rasgos finos de su rostro, a diferencia del su esposa Elena, quien había decidido en aquella oportunidad, lucir una lacia cascada color fuego que caía con gracia sobre sus hombros.

Había decidido ir con su esposa por varias razones. Svetlana formaba parte fundamental en muchas partes de sus negocios.

Hace algunos años, cuando comenzó a representar legalmente cada una de las empresas de la familia Koslov como abogada administrativa de la gran herencia que el padre de había dejado, involucró a su esposa en todos sus movimientos financieros que la rodeaban tanto a ella como a la familia Katin.

Inessa, no había podido asistir en aquella oportunidad dado a que sus cuidados para con Sergey, le hicieron anular muchos compromisos en su agenda dejando a Elena, apoderada de cualquier decisión que tomara en cuanto a lo que a los negocios se refiriera. En cierto modo, su mujer ya estaba al tanto de todos los movimientos que tenía con las empresas Volkov.

El comité organizativo les dio la bienvenida una vez estuvieron dentro.

A pesar de su temperamento fuerte, decidido y pasivo por fuera, interiormente sus nervios estaban haciendo estragos. Sabía que de un momento a otro, podía encontrarse con Yulia Volkova y a ciencia cierta, no sabía como iba a reaccionar después de haber pasado más de una semana sin saber de ella.

— Bienvenida Señora, Katina — Anunció Oleg una vez que se acercó seguido de Larissa. Ambos las recibieron con grandes honores.

— Buenas noches, Señor Volkov. Gracias por su invitación — Dijo dejando que el saludo se concretara.

— Para nosotros es un gran gusto que usted se encuentre hoy, celebrando con nosotros — Elena asintió agradecida ante las palabras del rubio hombre.

— Señora Volkova, Señor Volkov, ella es mi esposa, Svetlana Koslova — Anunció cuando Oleg se dispuso a extender la mano y apretarla suavemente, saludando así a la elegante rubia. Larissa, respiró hondo. La chica era bastante guapa.

— Encantada señores — Dijo Sveta haciendo gala de su mejor y elegante postura.

[...]

Yulia amenizaba un poco con algunos de sus clientes. Katya, no se había apartado de su lado ni un solo segundo. Prudentemente, delante de todos, Yulia Volkova la había presentado como su pareja ya que para ninguno de los allí presentes era un secreto, las inclinaciones sexuales de la heredera del imperio Volkov. Si aceptaban o no aquello, no le era de gran importancia a la morena.

Había visto llegar a Elena de la mano con la misma rubia que inesperadamente la visitó aquella vez en su oficina. Había grabado cada rasgo de esa mujer en su mente.

Un nudo en el estómago se le formó, mientras terminó de beber el trago en su copa de manera rápida como si con aquello pudiera diluir la rabia que empezaba acumularse muy dentro de ella... Maldito descaro, Elena!!!!

Katya dirigió la mirada hacia donde Yulia no quitaba la de ella, y confirmó una vez más que los pensamientos y sentimientos de la morena, seguían correspondiéndole a alguien más.

Sus padres charlaban con las nuevas invitadas que habían arribado. Vio a Ivan Sharapov, el padre de Katya, unirse al pequeño grupo y confirmó que odiaba más que nunca a Elena Katina, aunque su corazón se estaba revolcando por salirse del pecho y olvidarse de las ciento de personas que a su alrededor estaban y propinarle un puntapié a la estirada esposa para luego huir con Lena al núcleo de la tierra si fuera posible.

Ahora todo aquello era real. Elena hacía público su matrimonio sin importarle lo que pensara ella, lo que aún sintiera ella.

— ¿Bailamos? — Solicitó Katya tratando de sacarla de sus pensamientos.
Yulia buscó con la mirada donde dejar la copa que tenía en sus manos hasta que dio con un mesonero que estaba cerca. Colocó allí la misma sobre la plateada bandeja y tomó a Katya del brazo, conduciéndola hasta el lugar donde algunos se encontraban bailando.

Elena, compartía con algunas otras personas sentadas en la mesa reservada para ella y compañía. Su esposa, charlaba amenamente con alguna que otra mujer que le había reconocido como la dueña de una de las prestigiosas galerías de arte de Rusia.

Paseaba constante y discretamente su mirada verdigris alrededor del salón.

Hacía más de media hora que había llegado y no se había topado con Yulia Volkova, cara a cara. Capaz y ésta no hubiese asistido de solo pensar en la terrible idea de aburrirse en un lugar como ese. Conocía poco a la morena, eso sí, pero sabía como se comportaba Volkova y la opinión que ese tipo de eventos le generaba.

Tragó fuerte cuando al fin su mirada se topó con la única persona que le importaba encontrar dentro de tantas a su alrededor. Yulia estaba muy hermosa. Jamás había tenido el placer de verle vestida tan elegante. Perfectamente supo, que aquella chica, era toda una caja de sorpresas.

La detalló de arriba a abajo sin que la pelinegra aún se percatara de su mirada.

Conocía a la chica que acompañaba a Volkova en aquel baile, aunque no recordara su nombre. Era la misma que rondaba la vida de Yulia y supuso que por su manera de bailar, había logrado lo que quería. Ser la novia de la chica.

— ¿Podrías también participar en la conversación, no te parece? — Svetlana se hacía con la mejor sonrisa en su rostro aparentando interés a la charla que aquellas mujeres habían iniciado con ella. Puso su mano sobre la de Elena.

— Sabes que hablo poco y ellas... — Habló lo más bajo y discreto posible más cerca del oído de su esposa — Tenéis total interés en ti. Sé muy poco de arte, Sveta.

— Al menos podrías fingir que te apetece entrar en la conversación ya que no haces nada más que beber agua — Dijo, apartando su mano de la de Elena para beber de su copa. Volvió a sonreír por cortesía.

La música había acabado y la orquesta había anunciado un descanso. Yulia y Katya se dirigieron hacia alguna parte del salón, siendo seguidas por la expectante mirada de la pelirroja, quien había jurado en ese momento convertirse en la sombra de la que una vez llamó “Su mujer”.

Su mano derecha descansaba sobre su pierna cuando inconscientemente apretó lo más que pudo el puño de la misma al ver que aquella rubia le hablaba a Yulia muy de cerca.

Necesitaba disimular el gran enojo que estaba comenzando a sentir y de vez en cuando fingía mostrar interés en la conversación de la mesa, al mismo tiempo que abría otra botella de agua mineral y la servía en su copa para bebérsela rápidamente. Necesitaba hidratarse para no transpirar.

Aunque en ningún momento se había encontrado con la mirada de Elena ni viceversa, sabía que estaba siendo el centro de atención de aquellos ojos que le encantaban más de la cuenta. Su color. La manera en como la miraba, como la desnudaba con solo recorrerla sin tocarla. Buscaba la forma de hacer que Lena perdiera el control sin imaginarse por un instante que lo estaba logrando de todas las maneras.

— Voy al baño y regreso — Le dijo a Katya rodeándole con sus manos la cintura y atrayéndola hacia ella, imponiendo un beso bien marcado en sus labios, casi devorándole los mismos sin imaginarse que a unos cuantos metros, a Elena literalmente se le clavaba un puñal en el pecho.

Salió del toilette y se quedó un rato de pie frente al espejo. Necesitaba retocarse un poco, el calor de la noche comenzaba a sentirse en el ambiente. Recordó haber dejado su bolso con Katya. Lavó sus manos, las secó y arrugó el húmedo papel para arrojarlo en el cesto de la basura. La puerta se abrió delante de ella.

Por primera vez en la noche, sus miradas se encontraron a pesar de estarse buscando entre la gente, al fin habían acordado en un lugar. Ambas sabían que no era casualidad.

Elena entró y cerró la puerta tras ella bajo la mirada expectante e incrédula de Yulia.

— Apártate que quiero salir! — Dijo. Como respuesta recibió de parte de la pelirroja un leve empujón que hizo que quedara entre la pared y el cuerpo de Katina. Ésta respiraba agitadamente.

— Esta es tú especialidad, ¿verdad? Hacer que pierda el control — Sus manos apoyadas a cada lado al ras de la cabeza de Yulia, servían de jaula sin opción a escapatoria alguna para la morena. Yulia la miraba profundamente. La rabia y la excitación comenzaban a mezclarse.

— Lárgate ahora mismo o comienzo a gritar. No creo que a tú mujercita le alegre la idea de verte encerrada conmigo en el baño.

— Me importa un bledo lo que piensen... — Decía mientras cerraba los ojos y olía profundamente el perfume de Yulia — No querrás decir, que temes que la ridícula que tienes como sombra toda la noche, se moleste contigo? — Una mano se apoderó del mentón de la pelinegra atrayendo sus labios hacia los suyos tajantemente. La morena luchaba por zafarse... ¿Qué actitud era aquella la de Elena?

— Suéltame, con un demonio Elena... No conseguirás nada de mí... No quiero nada de ti — Hablaba entre dientes sintiendo a la pelirroja tratar de apoderarse de sus labios. Aquello la ponía a mil!

Como pudo, Elena le dio la vuelta quedando el rostro de la morena atrapado contra la pared. Llevaba un corto vestido de cóctel color azul oscuro, algo que para Elena de inmediato pasó a segundo plano cuando comenzó a frotarse fuertemente contra el trasero de Yulia, escuchando suaves gemidos mientras cerraba los ojos de vez en cuando.

Necesitaba hacerla suya en ese instante, en aquel momento donde los celos se apoderaron de ella como nunca.

Con una de sus manos libres, delineaba el contorno de la delgada figura que comenzaba a retorcerse delante de ella mientras con la otra, sujetaba con fuerza la cabellera azabache, arrancándole apasionados besos de los ardientes labios de Yulia que comenzaban a pedirle más.

Fue subiéndole el vestido hasta las caderas. Yulia llevaba puesto un hermoso hilo negro, que hacía contraste con el vestido. Esto hizo que Elena se enfocara en una sola cosa... Poseerla y que supiera que todavía seguía siendo suya.

Con sus dos manos, rodeó el borde de la pequeña prenda hasta bajarla completamente. Yulia gimió más alto cuando sintió las manos de la pecosa acariciar sus nalgas, pasearse por ellas, pensando que en algunos minutos volvería a ser su mujer.

Elena volvió a colocarla frente a ella y una sonrisa se dibujó en su rostro cubierto de pecas... Jamás se había dejado llevar por la debilidad y la locura. Reconoció aquella noche, que Yulia le hacía sentir todo eso.

Besó con pasión y posesión el cuello de Volkova, comenzando a pasear sus dedos por la humedad de la entrepierna de la chica. Yulia, se sostenía fuertemente de los hombros de la pelirroja, sintiendo que sus piernas cederían en cualquier instante por la oleada de sensaciones que su cuerpo estaba recibiendo.

El lugar era algo incómodo para las dos pero ninguna pensaba en el momento, ni que afuera había un mundo que giraba a su alrededor. Yulia, tenía que pensar seriamente en retocarse al salir de allí, si es que le quedaban fuerzas... ¿O no?

De una estocada, Katina introdujo dos dedos con fuerza sintiendo como la morena clavaba sus uñas fuertemente en su espalda. Vio que dibujó con su boca una “O” que aprovechó para introducir su lengua entre su boca, haciendo que la pelinegra la besara con locura.
Comenzó el vaivén entre sus cuerpos, donde Elena entraba y salía con mucha más rapidez y desquicio...

Uno... Dos... Tres... La lengua de Elena ahogaba cada gemido de Yulia, perdiéndolos entre su boca. Cuatro... Cinco... Sostenía a Yulia con fuerzas para que ambas no flaquearan y perdieran el sagrado baile que ambas danzaban en ese momento... Seis... Sus respiraciones agitadas, el sudor las empapaba... Siete... Ocho... El ritmo incrementaba, Yulia pedía más y más.... Y más!!! Nueve... Se contraía internamente... Diez... Elena la clavó con todas sus fuerzas dejándose morder la boca, dejándose desgarrar la ropa... Haciéndose sentir que aún, Volkova le pertenecía.

Minutos después, poco a poco sus respiraciones fueron cediendo... Despacio. Yulia unió su frente a la de la pelirroja y dejó escapar un último suspiro antes de sentir que Elena comenzaba abandonar su interior, con su mano.

Sin abrir los ojos, fue deslizándose poco a poco desde la pared hasta el suelo... Su respiración, volvía a la normalidad... ¿Su vida? Aún no sabía que había pasado y por qué volvió a entregarse así.

Levantó la mirada, vio que Elena la miraba con ansias, con deseo, con miedo.

— Lárgate... — Fue lo único que por su boca salió en aquel momento.

Elena Katina trató de verse lo más normal posible, mientras agachaba la cabeza, rogando que afuera el mundo estuviera esperándola con un sin fin de reproches donde solo ella tuviera una sola frase que alegar: Váyanse a la mierda!!!

Cuando abrió la puerta, Katya se encontraba allí de piedra, mirándola fijamente, rompiéndose por dentro.

Katina, por primera vez en su vida sonrió de manera triunfante, sintiendo que su alma había vuelto a nacer... Sintiéndose viva!! Aquella sonrisa decía millones de cosas y no tuvo siquiera que abrir la boca. Una vez más dejó claro, quien era quien en la vida de Yulia.

Pasó por un lado de la rubia sin percatarse de nada más a su alrededor. Katya, solo se quedó allí...

De nuevo, había perdido.


Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/24/2020, 8:17 pm

Another one!!!! Surprised Surprised


CAPITULO 39: UN NIDITO EN NIZHNY NÓVGOROD



Elena recorrió el pasillo que conducía nuevamente al lugar de la fiesta. Sus pasos eran firmes y decididos. Acomodaba su chaqueta y vestimenta cuando la silueta de una persona parada en el corredor le hizo detenerse en seco.

— Señora Katina, podemos hablar unos minutos?. Sino va tan apurada, claro está.

Elena giró su cuerpo en dirección de donde provenía la voz y pudo confirmar que Larissa Volkova la miraba muy decidida y penetrantemente. Sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral cuando cayó en cuenta de lo que había pasado y posiblemente las consecuencias que tenía que acarrear.

— Discúlpeme señora Volkova, no me había percatado de su presencia — Dijo. Larissa, comenzó a caminar de regreso, por donde precisamente Elena había venido.

— Sígame, por favor — Dijo para ponerse en movimiento. Había dado nos cuantos pasos, cuando se detuvo al ver que la pelirroja se había quedado de hierro en el mismo sitio. Confirmó que la estaba siguiendo — ¿Qué sucede? — Habló por encima de su hombro — Le dije que me siguiera.

— Señora Volkova... Yo... — Suspiró. Agachó su cabeza y decidió obedecer. De una vez por todas, tenía que enfrentar lo que no podía seguir negando.

Las dos mujeres miraron hacia el corredor avanzando, cuando escucharon aproximarse unos pasos bastante apresurados. Katya venía hacia ellas bañada en llanto, sin detener en ningún momento su trote. Parecía desconcertada, al menos para Larissa Volkova, quien posó su mirada sobre Elena de nuevo una vez que la joven rubia pasó a su lado y pudo confirmar que la pelirroja tampoco dejaba de mirarla hasta que se perdió de vista.


Yulia, salía del baño cuando se encontró con su madre de pie frente a ella. Elena, estaba a un metro justamente detrás.

“Lo que faltaba”, dijo mentalmente mientras trataba de poner sus ideas en marcha. No era momento de darle paso a la flaqueza ni de languidecer. No le tenía miedo a su madre... Jamás lo tuvo. Larissa la miró de arriba a abajo.

— Vamos a hablar tú y....la señora Katina. Vais a escucharme. Seguidme — Dijo y empezó andar por el corredor en dirección contraria.

Elena miró a Yulia algo confundida. La morena se encogió de hombros y decidió ir detrás de su madre. Escuchó los pasos de Elena seguirla.

Aquel pasillo le parecía infinito. No sabía hacia donde se dirigía Larissa, pero de algo si estaba segura y era a donde iba a dirigir la conversación. Jamás había transitado ese lugar ni mucho menos conocía el hotel. Larissa, al parecer sí, y de sobra. Era un corredor bastante solitario. Solo podía escucharse el taconeo de las tres haciendo eco alrededor.

Al fin la morena mayor se detuvo frente a una puerta que parecía ser una habitación. Giró la perilla y entró. Yulia miró por encima de su hombro y Elena le hizo señas que continuara, cosa que la morena ignoró por completo y entró también emitiendo un torpe bufido, haciendo que Elena rodara los ojos.

Que malcriadez!!!

La habitación resultó ser un estudio muy elegante, ciertamente algo antiguo. Debió haber pertenecido o mandado a decorar para alguien muy importante, y fiel fanático de la historia antigua. Los ventanales estaban adornados con sendas cortinas color burdeos con cintas doradas, muy zarista.

Elena seguía el recorrido de la habitación con los ojos, era una verdadera belleza muy remota.

Su mirada rozó con la de Larissa. Pudo sentir el hielo entre su piel.

— Explícame Yulia, ¿qué tipo de relación tienes tú con la señora Katina? Y quiero toda la verdad! — Rompió el silencio cruzando sus brazos y esperando una respuesta. Yulia, dirigió la mirada hacia su madre.

— Yo le puedo explicar señora Larissa... — Habló Elena mirando de reojo a la morena quien no le quitaba la mirada de encima a su madre.

— ¿Ahora ella habla por ti, Yulia?

— Madre por favor, ¿qué quieres que te diga? — Preguntó cruzándose de brazos.

— ¿Cuándo pretendías o pretendíais decirme la verdad? Tú — Señaló a Elena — ¿No te das cuenta de la gran diferencia que existe entre mi hija y tú edad? Y a ti Yulia, ¿ibas a pasar el resto de tú vida siendo la amante de esta mujer?

— Un momento Señora Volkova, en ningún lugar esto se ha tratado de que Yulia sea mi amante — Elena hizo ademán de moverse de su sitio, pero no fue así.

— Ja! Me ves la cara de imbécil o ¿no crees que no me sé tu vida? Dime Yulia — Volvió la mirada hacia la morena — ¿Sabías que la señora aquí presente, lleva un matrimonio a cuestas durante tres años? Supongo que entonces se está burlando de mí, porque no encuentro calificativo más apropiado que el de “Amante” —Hubo una pausa algo incómoda— Responde Yulia. Estás al tanto que esta mujer, ¿vive dentro de un matrimonio?

Silencio nuevamente.

— Si — Asintió. A continuación solo se escuchó un fuerte golpe. Larissa, sin ningún miramiento, logró atestarle una bofetada a su hija, la que dejaría una marca importante no tanto en el rostro de ésta sino en su propio corazón.

— No tiene ningún derecho de golpearle señora! — Dijo Elena avanzando unos cuantos pasos hasta detenerse detrás de Yulia, tomándola por los hombros.

— Ni tú, ni nadie tiene que decirme como debo reprender a mi hija. Sois unas desvergonzadas. Jamás Volkova, pensé que fueras capaz de hacer una bajeza como esta.

— Ella no tuvo culpa de nada señora...en los sentimientos nadie manda ni se obliga amar a nadie.

— ¿Que vais a saber vosotras de amor!!!!? Estáis completamente locas!! Yulia es muy joven aún, y tú... — Miró despectivamente a Elena quien le supo aguantar la mirada — No eres más que una aprovechada e inmoral. ¿Qué ganabas seduciendo a una adolescente? ¿Dime? — Los puños de Larissa se tornaban blancos por la presión ejercida.

— Por favor madre… No soy una adolescente ni tampoco una niña!!! Además, no eres quien para meterte en mi vida!! Tomo mis propias decisiones y decido con quien salgo o no... De quien me enamoro o no! — Logró zafarse del agarre de Elena y su cuerpo pequeño se paró a unos cuantos centímetros del de su madre. Lágrimas comenzaban a bajarle por las mejillas — Me enamoré de Elena Katina mamá y cuantas veces ella me pida ser su amante, lo seré.... No me importa!

Elena se movió ágilmente para poder atajar lo que iba a ser otra bofetada segura para Yulia. La morena cerró los ojos esperando el estallido en su cara. Al abrirlos, se estaba ejecutando un desafío de miradas entre su madre y la mujer que amaba con locura. De la que no había podido ocultarle más al mundo, sus sentimientos.

— Basta señora!!!! No voy a permitir que vuelva a golpear a Yulia en mi presencia!

— Suéltame descarada! Eres una abusiva!!

— NO!!! No lo soy porque al igual que su hija yo me enamoré de ella. Yulia no es una niña señora, Volkova. Entienda eso — Larissa se soltó de un tirón.

— No voy a permitir que su relación aberrada continúe... ¡¿Esto lo has hecho solo para conseguir un contrato con las empresas de tú madre!? Usaste a mi hija...

— Un momento, señora!!! No he usado a nadie, con un demonio! — La respiración de Elena era cada vez era más agitada y Larissa se percató de ello. La mujer mayor comenzó a caminar de aquí para allá dentro del estudio, mientras su mente maquinaba algo en silencio.

La pelirroja tomó el rostro de la pelinegra entre sus manos, acariciando la mejilla donde había recibido el golpe. Larissa detuvo su andar y Elena volvió a enfrentarla.

— Esta relación nadie más la sabía. Mi madre no sabe nada acerca de Yulia...mi esposa menos. Nadie sabe señora, Volkova. En ningún momento me aproveché de su hija para que mi madre lograra con su empresa, ningún contrato ni nada. Yo misma no sabía de los movimientos que realizaba Inessa! Solo me enteré hace unas semanas cuando vinimos a la reunión en su empresa.

De nuevo silencio. Larissa acomodó su cabello castaño oscuro y largo detrás de su oreja y alisó su vestido elegante.

— Yulia, te espero en cinco minutos de nuevo en el salón de fiestas. No hagas que venga a por ti de nuevo! — Fue Larissa la que rompió con el incómodo silencio haciendo que sus pasos firmes se escucharan a través de la habitación. La puerta se cerró.

Elena, fijó su mirada sobre el ventanal de grandes cortinas color burdeos y cintas doradas. Sus ojos iban llenándose de lágrimas hasta que no pudo retenerlas más dentro de sus ojos. Yulia, se inclinó hacia ella y la abrazó sintiéndose morir de la misma manera, haciendo que su llanto se confundiera con el de Elena.

— Lo siento Elena... Lo siento tanto — Decía mientras se aferraba más al cuerpo de la pelirroja.

— NO!!! Maldita sea. ¿Por qué mi vida tiene que ser así, Yulia? — Las palabras salían ahogadas desde su garganta.

— Porque en esta mierda de vida que nos tocó, no podemos estar juntas. ¿No entiendes? — Aferró más su abrazo.

— Mírame — Tomándola del rostro, hizo que el azul de la mirada de Yulia se posara en la verdigris de la suya — Vámonos... A donde sea! — Yulia abrió los ojos como platos y pestañeaba seguidamente, incrédula.

— Elena... Espera…¿Me pides que me vaya contigo? Pero...

— Sin peros, sin miedos... Nada Yulia. Solas tú y yo!!

[…]

Svetlana miró su reloj de pulsera y confirmó que ya había pasado más de cuarenta minutos que Elena se había marchado al baño. Sus ojos barrieron todo lo que abarcaba su vista sin obtener algún resultado positivo. No encontraba a Elena por ninguna parte.

Vio salir del mismo corredor por donde su esposa había caminado hace ya varios minutos atrás y por donde también hace escasos diez minutos, vio salir a una chica rubia caminando apresuradamente, a la misma señora que les había dado la bienvenida, platicando algo con su marido. La notaba algo compungida y molesta, acto que para ella pasó desapercibido ya que estaba buscando a una sola persona.

Se levantó del asiento con la copa de champagne en su mano y la bebió. De pronto, vio que Yulia, aquella jovencita que se le metía por los ojos a Elena, según su teoría, salía del mismo pasillo que las otras dos mujeres. Sintió que el corazón se le detuvo unos instantes. ¿Por qué había pasado aquello por alto?

— Demonios! — Bufó haciendo que las mujeres de la mesa le dedicaran sus miradas. Las miró de reojo.

Dejó su copa sobre la mesa y caminó, apartando algunas personas que se encontraban dispersas por el salón cuando sintió que alguien la tomó del brazo.

— ¿Me buscabas? — Dijo Elena sosteniéndola del brazo. Svetlana inconscientemente de lado miró hacia donde la familia Volkova se encontraba y fingió una sonrisa.

— Pensé que te había pasado algo en el baño... Iba a buscarte — Dijo, sellando sus palabras con un beso corto.

— Estaba hablando por teléfono después que salí de allí. Debemos regresar a Kazán.

— ¿Sucede algo? — Cuestionó la rubia soltándose del agarre que Elena le hacía.

— Debo ir a la casa del campo. Uno de los trabajadores sufrió un accidente y debo asumir los gastos médicos.

— Pero... ¿No puede otro hacer eso? — Habló entre dientes. Algo no comenzaba a gustarle y tenía que ver con la desaparición momentánea de Elena. En la mirada de su esposa había algo más que preocupación, pero no tenía tiempo no era el lugar para averiguarlo — Como quieras!

Svetlana dio media vuelta y comenzó a marchar hacia la entrada del salón de fiesta. Elena, volteó hacia donde los Volkova, descartando en aquel entonces descartó la idea tonta de despedirse. Era mejor dejar todo como estaba.... En ese momento.


[…]

Al entrar a la habitación, tiró la puerta haciendo un gran estruendo. La misma permanecía intacta desde que se marchó hace dos años atrás cuando decidió alejarse de todo, hasta de sus padres. Ahora, de nuevo se encontraba allí bajo “amenaza” y sin su consentimiento solo para alejarla de lo único bueno que le había pasado después de pasar por momentos difíciles.

Se sentó en el suelo, sacándose los zapatos y lanzándolos a cualquier lugar donde le apeteciera. La puerta del cuarto seguía sonando incesantemente por el llamado de su madre.

— No puedes quedarte encerrada allí toda la vida, Yulia. No puedes hacer lo que se te venga en gana y dañarte la vida!! — Yulia se tapaba los oídos para no escuchar los gritos de Larissa del otro lado. Oleg, también se unió al “llamado de conciencia” de un modo más, agradable y menos ruidoso.

— Yulia, cariño. Tenemos que hablar por favor... Tú madre y yo queremos lo mejor para ti.

— Cállense!!! No quiero hablar en este momento con vosotros! Largaos de aquí y dejadme en paz!!

El silencio volvió a reinar del otro lado de la puerta cuando confirmó que no podía ver las siluetas de sus papás por debajo de la misma. Cualquier intento de convencerla en ese instante, Oleg y Larissa sabían que sería algo omiso y era mejor daros por vencidos. Algún día tenían la esperanza de que su hija cayera en cuenta de los errores que cometía en la vida.

Descubrió sus oídos y miró por un rato hacia la nada. Todo se había descubierto y las cosas se les salieron de las manos a ambas. Maldito descontrol el de Elena. Maldita la hora en que fue a esa fiesta. Maldita sea!!!.... La amaba más que nada en la vida.

Se levantó y cogió un cigarrillo de su bolso. Fue hasta la terraza de la habitación, aquella donde siempre iba cada que triste se sentía y solía ver las estrellas y la luna. Encendió el mismo y le dio una calada. Rápidamente el humo se dispersó en el aire. No hacía frío, la noche estaba cálida, algo que agradeció muy en el fondo. Se acercó hasta la barandilla y vio las luces del jardín apagarse. El sistema de seguridad se había activado, como solía pasar cada que todo quedaba a oscuras.

— Estoy en mi propia cárcel.

Dijo a la nada para seguir aspirando su Marlboro Light recién empezado. La noche iba a ser larga y tenía mucho que pensar.

[…]

Cuando Elena Katina abandonó la mansión, el sol aún no tenía intenciones de aparecer sobre el cielo de Rusia. Llevaba un bolso de mano con algunas pertenencias, algo que para Svetlana, quien veía desde la ventana de su habitación como el coche de su esposa se perdía en el camino, daba a entender que tal vez pasaría algunos días lejos de casa. Como sucedía de vez en cuando.

Conducía en silencio por el largo camino que se le hacía cada vez más eterno. Confirmó en el reloj y éste marcaba las 5:47 am. El sol, a lo lejos también le indicaba que pronto el amanecer la pillaría lejos de casa, donde ya se le hacía imposible estar.

Más de 300 km había dejado atrás cuando al fin el río Volga le dio la bienvenida a Nizhny Nóvgorod. Estaba hambrienta y un tanto cansada. Eran más de las 7:00 am cuando decidió estacionar el coche en el puerto fluvial, en el punto donde el río se puede visualizar a lo amplio de la ciudad.

Bajó del auto y se apoyó en la cajuela del mismo, llenándose de aire los pulmones, comenzando a sentir los primeros rayos del sol del día. Lejos, había quedado su vida, su mundo irreal y lleno de situaciones alarmantes y conflictivas. Allí estaba, por tercera vez en menos de una semana. Fingiendo estar en otro sitio para poder comenzar una felicidad distinta. Todo aquello que abarcaban sus ojos era distinto... La vida tenía que comenzar a serle diferente.

Ajustó sus gafas de sol sobre su rostro y subió un poco más el cierre de su chaqueta. Allí el invierno aún no había abandonado por completo la ciudad. Subió nuevamente al coche y se marchó dispuesta a vivir de nuevo.

[…]

Eran más de las 6:00 am cuando Yulia abrió la puerta de su coche y lanzó su chaqueta dentro. Vestía unos pantalones de mezclilla y un jersey cuello alto que combinó con zapatillas deportivas. Cuando entró al auto, Oleg estaba de pie frente a la puerta del garaje vistiendo una elegante bata de casa. Yulia se percató y suspiró saliendo a su encuentro.

— Necesito aire fresco papá... Pensar...

— ¿Vas a ir a verla, cierto? — Preguntó el rubio calmadamente. Yulia agachó la cabeza asintiendo.

— Tengo que hablar con ella papá. Solo te pido que me entiendas y que respetes mi decisión de ir a encontrarla. Tampoco te pido que no le menciones nada a Larissa...a mamá. Pero de lo que si me ha quedado claro es no tiene ni un pelo de tonta y que si sabe que jamás amanezco tan temprano...

— Ve Yulia. No tienes que darme tantas explicaciones — Oleg se acercó a ella y la tomó de los hombros, besando su frente — Siempre te he considerado adulta. Todos cometemos errores y aprendemos de ellos. Solo quiero que sepas que cuentas con mi apoyo. Eres un ser humano como todos los que habitamos “El planetita” — Dijo remedando las palabras de Yulia y le dio un respingo en la nariz, causando risas entre ambos. Un abrazo selló aquella despedida momentánea para subirse de nuevo a su coche, poner marcha atrás y salir en busca de la felicidad.

Tenía 16 años cuando por primera vez había pisado Nizhny Nóvgorod. Cuatro años ya habían pasado y la ciudad no había cambiado en nada. Chequeó su teléfono móvil y sonrió. Se detuvo en el centro comercial de la calle Lobachevsky y pasó por panecillos y café. La mañana prometía y el hambre le hacía estragos en su estómago.

Una vez se hizo con todo lo que necesitaba, volvió de nuevo a su auto, pensando en que a solo unas cuantas cuadras le esperaba el amor de su vida... Los días donde comenzaría una nueva vida.

Cerró su chaqueta y cogió con sus manos el desayuno. La estructura neogótica del edificio y sus rasgos antiguos, le hicieron pensar que aquello estaba muy lejos del lujo a la cual estaba acostumbrada. Suspiró alegremente y caminó el corredor. Solo tenía que subir tres pisos y su condición física, era la mejor así que obvió tomar y esperar el elevador y echó a correr escaleras arriba. Buscó el timbre para llamar a la puerta pero se percató que no había ninguno. Con los nudillos, tocó suavemente y cuando la puerta se abrió, una sonrisa le iluminó y le cambió el rostro.


Continuará....
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/25/2020, 4:56 pm

CAPITULO 40: De pie ante el mundo!


Las llantas del coche chillaron sobre el asfalto cuando se detuvo en seco frente al lujoso edificio de la urbanización. Bajó lanzando un portazo, dirigiéndose hacia la entrada, mientras se quitaba los lentes de sol para comenzar a recorrer el camino, con una pisada tenaz.

Al llegar arriba, tocó la puerta repetidas veces con bastante premura, esperando que le abrieran del otro lado.

Esperó algunos segundos y la estampa de una sensual mujer de pie junto al umbral de la puerta, le dio la bienvenida. Solo entró como un huracán mientras la otra chica rodaba los ojos y cerraba el panel.

— ¿A qué se debe tú educada visita, Katya?

— ¿Dónde estuviste anoche? Te estuve llamando todo el tiempo y tú móvil brillaba por su ausencia. Ya me sé de memoria la vocecita robotizada del buzón de mensajes: “El número abonado, no está en servicio” — Dijo imitando la voz general que usáis las operadoras telefónicas, dando media vuelta con los brazos cruzados y deteniéndose frente al ventanal. Afuera, desde lo alto, visualizaba la calle. Estaba bastante concurrida por peatones.

— Estuve un poco ocupada... Muy bien ocupada, así que no podía atender a nadie.

— Me parece excelente! Mientras, allá afuera la gente también se dedicaba a disfrutar de la vida, tú te dedicabas a disfrutar la tuya — Rápidamente sintió las manos de Tanya rodearle la cintura, dejando un camino de besos alrededor de su cuello. Cerró los ojos disfrutando el momento.

— ¿A qué te refieres...guapa? — Dijo sin importancia — No me gustan mucho los rodeos.

— A que tú estúpida Elena Katina me ha humillado de la peor manera.

— ¿Qué dices? — Dijo girándola ahora para quedar frente a frente. Katya se desprendió del agarre.

— Recuerdas cuando te llamé para comentarte que Elena o que su madre iban a ser cliente potencial de las empresas Volkov? — Tanya asintió mientras caminaba con garbó hacia el amplio sofá.

Se sentó acomodando su fina bata al cruzarse de piernas.

— Anoche, hubo una fiesta que anualmente celebráis los Volkova para daros la bienvenida a los socios y clientes, y tú Elena, estaba allí con su mujercita insípida — Dijo dirigiéndose al bar del living, sirviéndose un trago de vodka. Bebió un poco.

— Comienzas a desesperarme. Al grano, Katya.

— Que Yulia y Elena, tú mosquita muerta adorada, tuvieron un revolcón en uno de los baños del hotel — Tanto como sus palabras y como el trago que se llevó a la boca quemaron su garganta cuando todo junto atravesaron por ella. Tanya, inmediatamente se levantó del lugar, caminando a grandes zancadas hasta llegar al lado de Katya.

— ¿Estás segura de lo que dices, niña??

— Por supuesto que si! Yo misma la vi saliendo del baño cuando fui a por Yulia que se tardaba demás y... Carajos!!! La vi salir con una sonrisa triunfante en su cara y tú??? Brillando por tú ausencia — Tanya sirvió más vodka en el mismo vaso donde bebía la rubia y lo tomó de un solo sorbo.

— Maldita sea!! — Dijo amargamente pasando el trago — ¿Alguien más les vio? Quiero decir, si su esposa se dio cuenta de algo?

— No...No sé... Tuve una discusión con Yulia y salí corriendo de allí. No me fijé si alguien más estaba al corriente. Solo quiero regresarle la humillación, Tanya. Tenías que verle la cara de regocijo que de su rostro emanaba.

— Aún no entiendo que le vio a esa niña... Es tan... Inferior y le falta mucho para ser mujer.

Hubo un silencio. Katya se sentó sobre una de las sillas altas que alrededor del bar había, sirviéndose un trago más en otro vaso. Tanya, terminaba el que ella misma había empezado, con la mirada fija en el reloj de pared. El tic tac marcaba rápidamente los segundos. Desde el sofá, un cuadro de Vladimir Volegov ocupaba su vista.

— Quisiera verla acabada y humillada de la misma manera que ella lo hizo...lo juro!

— Ven... — Llamó a la rubia desde su lugar mientras terminaba su bebida —Puedes acabar con tu frustración en mis brazos.

Katya se sentó a horcajadas sobre ella. Tanya comenzó a deshacerse de la blusa que vestía a la chica, dejando besos a través de su marcado abdomen. Esa tarde, tuvieron mucho más que sexo.


[…]

Katina llegó a su bufete, siempre a la misma hora. Bajó del ascensor y se entretuvo visualizando de arriba a abajo, de un lado a otro la oficina. Necesitaban aquellas cuatro paredes una remodelación, cualquier cambio. Según su argumento, todo le parecía tan rutinario en aquel momento que espiaba cada rincón con suma cautela.

Nastya, salió de su despacho percatándose de la presencia de la pelirroja, más ésta, no de ella. Veía a su amiga tan sumergida en su mundo que ya, estando a unos cuantos centímetros de su figura, comenzó hacerle señas con su mano abierta para que Elena cayera en cuenta de la realidad.

— Hola Nastya... — Dijo aún con la mirada perdida en la “inspección”.

— ¿Te pasa algo? Estás en modo: “Zombie”.

— ¿Te parece que hay que cambiar la decoración de esta oficina? No sé, le hace falta algunas flores o quizás, más cuadros — Nastya detalló también el espacio donde ambas se encontraban y se alzó de hombros.

— Estás viendo muchos programas de Martha Stewart o algún bicho raro te picó — Dijo leyendo las páginas de un informe que descansaba en sus manos, no dándole bola a Elena que de seguro estaba teniendo cambios gracias a su ciclo menstrual. La pelirroja caminó hacia el escritorio de su asistente.

— Alina no vendrá el día de hoy, así que nos toca hacer de todo.

— No te preocupes, lo que no haré es de servicio. Mucho hice con ofrecerle algo de beber a la clienta que tienes esperando en tú despacho — Elena se detuvo en seco a unos metros de la puerta de su oficina.

— ¿Cliente? No he citado a ningún cliente el día de hoy.

— Al menos que quien esté allí dentro sea una fantasma muy chula y elegante. La tienes desde hace quince minutos sentadita en el despacho... Por cierto, se llama Larissa Volkova.

— ¿Qué?? — Los ojos de Elena se abrieron como platos y su boca también. Retrocedió unos cuantos pasos hasta detenerse junto a Nastya que la miraba con cara de: “¿y a ti que te pasa?” — ¿Qué hace esa señora aquí? — Preguntó entre dientes y en un tono casi imperceptible al oído humano.

— Espera... Si no sabes que hace ella aquí, entonces ¿por qué no lo averiguas? Yo misma la he atendido hace unos minutos y preguntó específicamente por la Dra. Elena Katina, eres la única Elena Kati...

— Demonios Nastya cállate un rato — Susurró a manera de reclamo — Ella es la madre de Yulia.

— ¿Qué?? — Dijo Nastya entre dientes y a baja voz — Se puede saber en qué lio te has metido, Katina?

— Es un cuento muy largo, así que solo te pediré un favor. No me pases llamadas y algún cliente que venga, lo recibes... No quiero que nos molesten.

— Pero... Que no soy tú asistente joder!!!

— No se te va a caer el culo por dos horas...o más — Dijo y entró cerrando la puerta detrás de ella.

—Maldita Katina, me debes una!!!

Larissa Volkova estaba sentada de espaldas a ella, erguida y elegantemente sobre la silla frente a su escritorio. Hojeaba alguna revista de finanzas que de seguro encontró en la biblioteca del bufete. Elena, se quedó unos segundos pensando que pie mover primero, suspirando y decidiendo acercarse de una vez por todas.

— Buenos días Dra. Katina, pensé que no venía usted hoy a trabajar — Saludó Larissa sin mover un centímetro su cuerpo de la misma posición.

— Buenos días Sra. Volkova — Dijo sabiendo quizás que la mujer le había escuchado entrar por la puerta — Al menos que sea una razón de urgencia, siempre cumplo con mi trabajo.

— Me parece que es una mujer de palabra — Concretó al ver a Elena sentarse en su sillón elegante — Necesito hablar unas cuantas cosas con usted... Por ejemplo, de Yulia. Dígame. Aunque sé que no lo necesita… ¿Cuánto desea para que la deje en paz de una vez por todas? — Elena parpadeó incrédula por unos segundos al escuchar semejante petición. Se inclinó hacia adelante y respondió.

— Lamento informarle Sra. Volkova que usted lo ha dicho, no necesito nada a cambio para que yo deje a su hija en paz. ¿No se ha dado cuenta que Yulia no es ningún objeto que se subaste al mejor postor? Es su hija por favor.

— Precisamente porque no quiero que le haga daño usted, ni nadie! Quiero que se aleje de ella cuanto antes... Es usted una persona casada.

— Señora... — Dijo para luego levantarse de su lugar — Con todo el respeto que usted se merece, no es nadie para que esté juzgando ni metiéndose en mi vida personal. Sé muy bien cual es mi estado civil y el de su hija.

— Ya veo que ni tiene la decencia de respetar a su esposa.

— Lo que yo haga con mi vida no tiene que importarle ni a usted ni a nadie. Repito. Lo que pase en mi vida no le incumbe.

Silencio... Elena caminó hasta quedar de frente al ventanal que dejaba a la vista, parte de la ciudad de Kazan. Larissa, miraba a la nada en particular. Suspiró y continuó.

— Yulia es una mujer que es capaz de razonar y decidir por sí misma.

— Yulia, es una chica joven que no sabe lo que hace ni lo que quiere en su vida — Dijo Larissa mirando hacia el frente. Elena se giró para cruzar cada una sus miradas.

— No tiene doce años, Señora Volkova, tiene veinte.

— Es una adolescente aún…

—No es una adolescente, por DIOS!!! —Alegó en voz alta, pero la mujer la ignoró completamente.

—…Usted no tiene derecho de engañarla, prometiéndole villas y castillas cuando sabe muy bien que no dejará a su esposa, ¿o si? Dígame, va a dejar a su esposa para irse a vivir con mi hija?!

Elena bajó la mirada al recibir aquel golpe bajo para su conciencia. Pasó una mano por su cabello y de nuevo se encontró con la mirada triunfante de Larissa.

— Debe entender que tengo razón Dra. Usted tiene muchas cosas que perder si finaliza su matrimonio y Yulia, no va a esperar por usted toda la vida. Mi hija ha pasado por una serie de eventos desafortunados que ninguna chica de su edad toleraría, pero ha salido adelante porque siempre ha tenido el apoyo de sus padres — Se detuvo con la mirada perdida sobre las “Las señoritas de Avignon” de Pablo Picasso. Escuchó a Elena tomar asiento de nuevo. Continuó — Sé que hace tres días, mi hija y usted se vieron después del incidente en el hotel y no voy a permitir que eso vuelva a suceder. Mi hija no puede vivir una vida de otra. Antes, prefiero enviarla lejos, muy lejos hasta que se le pase la idea tonta...

— Señora, no se precipite — Interrumpió — Tiene razón, Yulia si fue a verme y ella no es una chica tonta y sabe lo que hace. Precisamente fue a verme con la intención de no buscarme más ni yo a ella — La mirada de Larissa ocupó su atención de nuevo — Yulia y yo, cometimos un error y por esa razón debemos repararlo. Lo que pase de ahora en adelante con su hija, transcenderá solo a lo laboral, si así lo amerita...solo eso.

Larissa quedó algo pensativa por un minuto aproximadamente para luego asentir con algo de incredulidad.

Elena no iba a dar su brazo a torcer y darse el lujo de perder a la pelinegra para siempre. La necesitaba más que nada en su vida y sabía perfectamente cuanto la necesitaba Yulia en la de ella. Prefería el silencio y la oscuridad de una relación bajo las sombras que saberla lejos para siempre.

¿Mentir por amor? En el amor y en la guerra muchas cosas valían la pena.

La conversación con Larissa duró unos treinta minutos más.


[…]

Oleg Volkov contemplaba en silencio la estampa de su hija frente a la silla de su escritorio. Ésta, aún no se percataba que su padre se encontraba de pie en el marco de la puerta de su propia oficina. El hombre rubio aclaró su garganta.

— Padre... Disculpa, no me había dado cuenta que estabas allí — Dijo mirando hacia la puerta y levantándose cuando llamaron su atención.

— Solo veía verte trabajar, Yulia. Dime, ¿Cuándo te convertiste en toda una mujer? — Oleg la contemplaba todavía desde la puerta con una mano dentro del bolsillo izquierdo de su pantalón. Aún lograba sonrojar a su pequeña morena de ojos claros.

— Padre, no me hagas avergonzar aquí. Que cosas dices... Solo hago lo que sé hacer. Para algo me has enseñado muchas cosas.

Hubo un silencio el cual Yulia rompió de inmediato cuando continuó después de percatarse que su padre estaba allí por algo más.

— ¿Sucede algo papá?

— Yulia... — Hizo una pausa mientras cerraba la puerta y avanzaba hasta el escritorio de su hija — Vengo a que me seas sincera y que me digas en realidad, que pasa entre la Dra. Katina y tú. ¿Desde hace cuánto tiempo os conocéis ambas?

Yulia Volkova volvió a sentarse sobre su silla, llevando por completo su espalda hacia atrás y comenzar una larga y tendida conversación con su padre. Confiaba en él y en su objetividad. Jamás la había juzgado por sus preferencias sexuales y hablar con alguien sobre el tema de ella y Elena, le hacía bastante bien. Pero hasta que punto Yulia sería sincera con su padre? La conversación se alargó un par de horas dentro de su despacho.


[…]


Había atravesado la carretera principal cuando cruzó frente a la catedral del Arcángel San Miguel del Kremlin. Solo estaba a escasos minutos de llegar al apartamento que compartía junto a Elena en Nizhni Nóvgorod.

Estaba conversando aún con su padre cuando recibió un mensaje de su amante, donde le manifestaba que estaría esperando por ella para dar rienda suelta a su amor.

Para el mundo, Elena y Yulia no existían. El episodio donde ambas chicas se habían encontrado por casualidad del destino, se había borrado de la historia de la humanidad. Ellas, escribían su propia historia donde solo estaban ellas dos y Nizhni Nóvgorod, era su “planetita tierra” aislado. Eso les bastaba y sobraba a ambas cuando la realidad las transportaba a la fantasía dentro de tanta irrealidad.

Habían hecho el amor más de tres veces seguidas aquella noche, conscientes que cada una debía regresar a su destino muy pronto.

Yulia, yacía boca abajo con su cuerpo desnudo sobre la cama, apoyando su cabeza sobre los brazos mientras esperaba que Elena saliera del baño.

— ¿Por qué el tiempo tiene que pasarnos tan rápido? — Comentó. Viendo a Elena salir del baño, contempló una vez más la escultural belleza de su pelirroja llegando al lecho.

— Porque tenemos mucho tiempo por delante para disfrutarnos, Yulia — Le dio un beso y se acostó. Yulia la contemplaba fijamente.

— ¿Sabes? Mi padre estuvo hablando conmigo hoy en mi oficina... A solas — Elena comenzaba a repartirle besos a lo largo de la espalda, colocándose el cabello detrás de la oreja para tener acceso cómodamente.

— ¿Qué te dijo? — Cuestionó la pelirroja interrumpiendo la acción. Yulia se sentó en la cama.

— Estuvo preguntándome acerca de la relación de ambas. Elena, es mi padre y lo amo con todo mi corazón pero es mi vida, ¿entiendes? — Elena le dio una comprensiva mirada y asintió — Soy adulta aunque digáis lo contrario y sé cuando tomo una mala decisión y no lo eres para mi... Es decir, sé que eres casada y que...somos amantes...

— Hey hermosa, mírame — Le dijo para alzar con sus dedos el mentón cabizbajo de Yulia. Ésta la miró azulmente.

— No va a pasar nada, lo prometo. También tengo el mismo miedo que sientes por dentro, porque también me enamoré de ti... — Hizo un pausa que disolvió de inmediato — Emmm! Tengo algo que decirte.

— Qué cosa.

— Tú mamá vino a verme a la oficina.

— ¿Qué?

Yulia se levantó como resorte de la cama y comenzó a recorrer la habitación de un lado a otro maldiciendo mentalmente...y a vox pópuli!...

Joder que carácter!!!

— Pero qué demonios le pasa a Larissa? Ella se cree dueña y señora de mi vida?...

— Cálmate Yulia...es tú madre y sé preocupa por ti!

— No puedo calmarme Elena! Como va a invadir mi privacidad solo porque le da la gana de ser la madre perfecta...

— No hables así de tú madre... — Refutó Elena poniéndose de pie también.

— Ella no tiene derecho!!!

— Si los tiene Yulia porque te cuida y te quiere...tiene todo el derecho... — Se miró en el espejo de la cómoda — Lo que nos faltaba, tener una discusión por culpa de tú madre — Dijo mientras veía a Yulia comenzar a vestirse desde el cristal — ¿Qué haces?

— Estoy pintando un cuadro abstracto... ¿Qué crees que hago? — Elena rodó los ojos acercándose a ella. Ahí vamos de nuevo!

— Yulia por favor, necesito que te calmes... Yo no le dije a tú mamá que las dos seguíamos viéndonos. Es nuestro mundo, entiende, nuestro y nadie más tiene que enterarse — Dijo esto tomándola de los hombros, de cuclillas en el piso.

La morena con cristales de agua en sus pupilas amenazando con salir en cualquier momento, se abalanzó sobre el cuerpo desnudo de Elena y comenzó un llanto que parecía difícil de apaciguar. Elena, la abrazó tiernamente esperando que se calmara un poco. Nadie dijo que sería fácil para alguna de las dos.

— Sé a cuantas personas le estemos haciendo daño, Elena, pero no quiero que esto termine mal ni mucho menos separarme de ti — Decía con voz entrecortada — No quiero volver a ser infeliz Elena, porque me has llenado de felicidad durante todo este tiempo. Te amo mucho y siento que la relación se nos escapa de las manos porque hay muchas personas que no quieren que seamos felices.

— Shhh! No llores hermosa, siempre voy a quedarme a tú lado — Le calmaba aún con el cuerpo delgado de la morena entre sus brazos.

— Hay muchas cosas que no sabes todavía y no sé como vayas a tomarlas después que te las diga.

Elena fue cesando lentamente el abrazo hasta lograr separarse unos cuantos centímetros de Yulia. Ésta, mantenía la vista fija en el suelo, mientras lágrimas caían pesadamente sobre la alfombra.

— A ver, dime lo que tengas que decirme — Volvió a levantarle el mentón hasta que cruzaron miradas. Hubo un silencio el cual se quebró cuando Yulia habló.

— Hace una semana, tú...tú esposa, vino a visitarme a mi oficina.

Elena Katina quedó de piedra en su lugar.


Continuará...
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A Yelena33, Volkatinale92 y a Elena Sonda les gusta esta publicaciòn

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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por Volkatinale92 9/25/2020, 7:26 pm

Todo un enredo 🤯🤯 y cada día se pone peor. Y Katya?? Pues si que le gusto el lado oscuro jajaja ahora ya hasta con Tanya jajaja

Volkatinale92

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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 4 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/28/2020, 1:17 pm

Hola chicas, esto se acaba hoy porque se acaba. A las que no habían leído la historia anteriormente, gracias por haberlo hecho y sobretodo, tener paciencia. A quienes ya conocían la historia, me alegro haberos encontrado de nuevo. Ahora, solo queda decir que viene la segunda parte, aunque mandé a eliminar los capítulos que ya había posteado, comenzaré desde cero ya que se les hizo modificaciones.

Disfrutad y gracias!

CAPITULO 41: MÍA Y DE NADIE MAS!!!


Elena Katina llegó a Kazan cuando el reloj marcaba las 23:37 pm. Bajó de su camioneta y se quedó un rato, en silencio junto a ella, jugando con las llaves en la mano. Pensando. Alzó la vista y las luces de la habitación de su esposa estaban encendidas.

Un guardia de seguridad la sacó de sus pensamientos cuando pasó a unos cuantos metros de ella, haciendo la ronda. Éste le saludó moviendo la cabeza, ella, le dio una mueca como sonrisa que en dos segundos, borró de su rostro.

Entró y su perro Luke la recibió muy alegre.

— Hola Lukito! ¿Cómo estás?... ¿Bien? — Dijo mientras pasaba la mano por el suave pelaje de su fiel amigo. Éste, movía la cola alegremente.

El servicio ya estaba descansando así que nadie más la recibió en casa. Pasó por su estudio y se detuvo frente a la puerta, con la perilla en la mano. Agudizó su oído y escuchó ruidos desde arriba. Suspiró y después de pensarlo unos segundos, decidió ponerse en marcha y subir las escaleras.

Al llegar al tope, se detuvo unos segundos en la mitad del amplio corredor que albergaba varias habitaciones. Estaban polo a polo pero esta vez, sus pasos no recorrieron el mismo y rutinario camino de siempre.

Al entrar a la habitación, no había nadie visible. Luego, vio salir a Svetlana del cuarto de baño con una toalla en las manos y el rostro un tanto demacrado. Le llamó aquello la atención.

— Hola...

— Hola... ¿Qué haces aquí? — Dijo dejando la toalla sobre una silla.

— Te ves mal... ¿Sucede algo? — Preguntó obviando la pregunta.

— Me siento un tanto indispuesta. Nada grave. Tú, supongo que vienes de la oficina.

Elena desvió la mirada asintiendo desinteresadamente. Sabía que Svetlana conocía toda la verdad, según lo que Yulia le había dicho.

— Debes acostarte un rato, te ves bastante decaída.

— Gracias por preocuparte pero estoy bien — Concluyó para sentarse inmediatamente sobre la cama. Llevó su mano a la cabeza. Elena corrió hasta su lado.

— ¿Qué pasa, Sveta? — Preguntó — Es primera vez que te veo así.

— Ya lo has dicho. Siempre hay una primera vez. Ha sido un día muy concurrido en la galería y ya se me pasará.

Elena volvió asentir mientras veía que su esposa se recostaba en la cama. Contempló un rato la figura de Svetlana en la oscuridad cuando ésta apagó la luz de la lámpara de noche y con un suave caminar, se dirigió hasta la puerta. Giró el picaporte y se quedó unos segundos allí, con todas las intenciones que acabar con toda aquella farsa, pero decidió continuar su camino y descansar un poco.

Cerró la puerta de su habitación y se desnudó para acabar así dentro de las sábanas. La oscuridad rondaba las cuatro paredes de su lecho mientras se dedicaba a contemplar el techo, débilmente iluminado por la luz de la luna que se colaba entre las cortinas color champagne que vestían elegantemente cada ventana.

Pensaba en su vida, pensaba en Yulia Volkova y en el giro que había dado todo con aquella confesión que la morena le había hecho aquella tarde.

De pronto, se levantó rápidamente lanzando todo a un lado y colocándose un albornoz sobre su desnudo y terso cuerpo.

Caminaba apresuradamente por el pasillo. Su cabello golpeaba su rostro sin detenerse ni un solo instante.

Abrió la puerta de la habitación de Svetlana y encontró una luz tenue saliendo del cuarto de baño. Encendió la luz central y se detuvo frente a la puerta. Sus puños se apretaban cada vez más, haciendo que la circulación se cerrara y sus manos se tornaran blancas.

Al abrirse la puerta, Svetlana emitió un gemido. No esperaba tener a su esposa de pie frente a ella, con la palabra indignación grabada en su rostro.

— No tenías derecho hacerlo, Svetlana! — Le dijo tomándola del brazo con fuerza.

— Tengo todo el derecho Elena, soy tú esposa...y suéltame que me haces daño.

— Cuándo ibas a decírmelo, ah? Dime...

— Lo mismo pregunto yo, Elena. Cuándo carajos ibas a decirme que te revuelcas con la hija de los Volkov? — Elena inmediatamente soltó a su mujer alejándose de ella.

— Esa fue la razón por la que te embarazaste, ¿cierto?

Silencio.

Elena se detuvo frente a la ventana, viendo a lo lejos como los árboles del jardín se movían gracias a la brisa nocturna. Svetlana le daba la espalda, de pie junto a la cama.

— No iba a permitir que te siguieras burlando de mí. Eres una...

— No tienes derecho de hacer las cosas a mis espaldas Svetlana! — Gritó mirando por encima de su hombro hacia donde se encontraba su mujer — Un hijo, es algo que teníamos que discutir entre las dos, se supone que somos un matrimonio, ¿o no?

— Esa misma pregunta tuviste que habértela hecho cuando te veías con esa puta. Hasta cuándo ibas a verme la cara de idiota, Elena?? Dime, cuánto te iba a durar el papelito de amante de una niña que puede ser hasta tú…

— Cállate!! No sigas... ¿Por qué lo hiciste por Dios?? Podíamos hablar y llegar a un acuerdo.

— ¿Acuerdo? — Dijo girándose y caminando hasta llegar a donde Elena estaba — Que más acuerdo que este matrimonio, Elena. Acaso no te das cuenta que ante el mundo somos la pareja feliz y dentro de estas paredes, somos una farsa??

— Precisamente por esto!! Por esta farsa que tenemos desde hace tres años, Svetlana. Ni tú ni yo somos felices...

— No lo eres porque no te da la gana.

— No!!! Tú fuiste la que acabó con todo el amor que sentía por ti o se te olvida la cagada que me hiciste? Me fuiste infiel cuando más sentía por ti!!

— ¿Y ahora te estás vengando? ¿Es eso? Ahora te vengas porque una vez te fallé? Elena, te busqué a ti, te pedí perdón y te pedí una oportunidad.

— Lo hiciste porque no podías con tu ego!!
Sintió el ardor apoderarse de su cara en ese instante. Llevó su mano derecha hasta la mejilla donde aún sentía el latido de la bofetada que Svetlana le había propinado. La rubia apretó los puños hasta que comenzaron a dolerle y las lágrimas no se hicieron esperar.

— No voy a darte el divorcio, Elena. No esperes más de mi. No vas a ser feliz con ella, me entiendes? No vas a burlarte de mi tan fácilmente.... Este hijo... — Se llevó las manos al vientre — Es tuyo y mío.

Hubo un silencio sepulcral. Elena, no dejaba de mirar el vientre de su mujer mientras los ojos se le comenzaban a cristalizar con gotas saladas que contenía para no dejarlas salir. Svetlana caminó hasta quedar cerca de la ventana, la cual abrió y dejó que la brisa corriera entre ellas.

— Hace algunos meses, sentí la necesidad de ser madre. Nunca estabas presente. Nuestra relación jamás fue como la de hace más de diez años atrás y quería darte una sorpresa, algo que nos ayudara a salvar este matrimonio... — Hizo una corta pausa — y luego fui a realizarme exámenes, pidiendo que todo quedara bajo un estricto secreto... Hasta, que comencé a sospechar que eras infiel. No fue hasta hace algunas semanas que escuché una conversación con tú hermana, cuando descubrí todo.

— ¿Por qué fuiste a verla? Dime.

— Quería saber quien era. Quise... saber que clase de mujer es... Maldita sea Elena es una niña!!!

— No es una niña, Svetlana!! — Elena se llevó las manos a la boca — Dime, cuánto tiempo tienes?

— Dos meses.

Elena no pudo seguir escuchando más a su mujer y salió de la habitación dando un portazo. Comenzaba a sentirse nerviosa y el dolor de cabeza se intensificaba. Agarró su cabeza con sus manos y sintió la imperiosa necesidad de gritar.

Segundos después, se calmó. Tenía que ser razonable y no dejarse ganar por la ansiedad y la locura.

Quince minutos después, salió en su camioneta haciendo chirriar los neumáticos sobre el asfalto. Svetlana contemplaba todo desde el balcón de su habitación, en silencio.


[…]

Le había marcado por tercera vez el móvil y no obtuvo respuesta alguna de Elena. No había sabido nada de ella desde la noche cuando dejaron el apartamento en Nizhni Nóvgorod donde compartían más que noches de amor.

Un día entero había transcurrido y no tenía señal alguna de su amante. Decidió no insistir más, tal vez algún inconveniente imprevisto se le había presentado sin darle tiempo avisar. Ya aparecería.

Desarregló un poco más su azabache cabello frente al espejo y se colocó las gafas de sol sobre la cabeza. Era sábado y sus planes hasta ahora eran tomar el sol en la piscina de la casa de sus padres.

Con toalla en una mano y un libro en la otra, salió a buscar un poco de sol para su piel. La puerta de su habitación se cerró detrás de ella. En la cama, su número móvil agendaba la primera llamada perdida de Elena.

— Hola papá — Saludó cuando llegó al final de las escaleras.

— Hola cariño... — Saludó el rubio con un abrazo — Con ese bañador, puede que agarres más que el sol, por ejemplo: un resfriado, o a que tú madre se le baje la tensión.

— Papá!

— Tranquila hija, ahora te hago compañía — Terminó diciendo entre risas — Primero, termino de firmar unos documentos en el estudio. Por cierto, tu madre está en el invernadero.

— Está bien papá — Asintió y salió hacia la alberca, sentándose en la silla de extensión para comenzar la lectura.

El día pintaba radiante y bastante soleado, como los que muy pocos se ven en la capital y los que se aprovechaban al máximo. Llevaba más de la mitad de la lectura cuando escuchó que alguien se sentaba a su lado. Despacio, subió sus gafas oscuras mientras cerraba el libro, marcando la página para continuar después con la misma.

— Estás muy callada Yulia, pasa algo? — Preguntó Oleg acomodándose en la silla. Bebía un vaso con agua.

— Nada papá, por qué?

— Te conozco y sé que te pasa algo y ese algo o alguien tienen nombre y apellido. Me equivoco? — Yulia dejó el libro a un lado y se sentó.

— Eres mi padre y siempre he sido sincera contigo y aunque sé que lo que hago no está bien visto por algunos, es mi vida y así lo he asumido. Tienes razón y estoy preocupada por Elena, no he podido comunicarme con ella desde hace un día — Oleg bebió del líquido dejando el vaso en el suelo. Cubrió su vista del sol.

— Tal vez le haya pasado algo — Silencio — Yulia, está bien que sientas cosas que a tú edad son importantes descubrir. Tienes apenas 20 años. La edad más maravillosa de un ser humano, pero pienso, que no deberías tomarte tan a pecho la relación que tienes con esa chica, la Señora Elena Katina.

Un silencio rondó momentáneamente. Yulia bajó su cabeza hacia el suelo y Oleg se encargó de que su fuerte mano, le alzara el mentón. No le gustaba verla decaer.

— Hija, sé que si te negamos las cosas o te decimos que está algo mal, terminarás haciéndolo porque somos seres vivos y así reaccionamos ante lo prohibido. Me he enterado que tú madre fue hablar con la Dra. Katina y que ha viajado hasta Kazan solo para poder discutir sobre vosotras, y sé que lo que le hayáis dicho a tú madre y lo que haces por amor, es tú asunto... Pero la realidad hay que asumirla... — Hubo una pausa la cual aprovechó para coger de las manos a la pelinegra y continuar — Sabes que hay alguien más en su vida y que ese alguien necesita también de su atención y aunque te duela, habrán momentos en los que no pueda dedicarte su tiempo... ¿Entiendes? — Yulia asintió aguantando las ganas de llorar. Su padre tenía la razón.

Ambos continuaron bajo el sol durante una hora más platicando. Oleg, tenía razones de sobra para no ver sufrir a su hija, la amaba más que nadie en la vida. Al perder a su otra hija, Kamila Volkova, juró dar todo si era necesario para proteger a Yulia, sin embargo; tenía que entender que su hija comenzaba a crecer y que había dejado atrás las muñecas y juguetes y que ahora se estaba dedicando a vivir y no hay mejor manera de aprender que dejándose golpear por la vida y levantarse de nuevo. Él siempre estaría allí con ella... Aunque Larissa lo quisiera ahorcar.

La tarde pasó como si nada y el sol comenzaba a ocultarse para darle la bienvenida a la noche. Yulia y Oleg, decidieron entrar a casa.

Algo llamó la atención de la morena desde lo lejos. Alguien la miraba detrás de lo que ella pudo confirmar era una revista deportiva.

— Quién es? — Cuestionó hacia su padre.

— La hija del vecino. ¿Está guapa, eh? — Oleg pasó su brazo por encima de los hombros de su pequeña hija que entre mimos y besos, volvió a sonreír aquella tarde del sábado.


[…]

Nastya apagó la cafetera eléctrica cuando estuvo el café y salió al living con dos tazas humeantes en las manos. Elena estaba sentada en un mueble, con las piernas recogidas sobre el mismo, con la mirada perdida en la pantalla del televisor que aunque estuviera encendida, no daba bola a la programación.

— Ten, está caliente y con una de azúcar, como te gusta — Dijo sacándola fácilmente de sus pensamientos a la pelirroja.

— Gracias — Dijo tomando la taza y soplando el contenido. Nastya se sentó frente a ella, apagando el televisor.

— No puedo creer Elena... es que no puedo creer aún lo que hizo Svetlana, con un demonio! Esa mujer está loca o que le pasa por la cabeza? Un hijo.

— Si Nastya, un hijo. Así como suena... Un hijo — Dijo bebiendo del café — No solo eso, ha ido a ver a Yulia.

— Esto es increíble, Lenoska. Tantos años pensando que tú hermana, Valya, estaba completamente loca de la cabeza, a punto de caer en un loquero y resultó ser la serpiente que tienes amarrada en casa. Y dime, que piensas hacer?

— No sé! No sé Nastya — Se levantó de su lugar, caminando de un lado a otro. Colocó la taza sobre la mesita de estar — Todo este tiempo que he vivido con ella, todas las veces que le había sugerido formar una familia, siempre recibía un “NO” como respuesta. Ahora viene de la nada a decirme que se embarazó porque se siente amenazada... Como carajos hago yo ahora para decirle a Yulia todo lo que está sucediendo?

— Hey! Cálmate Elena que no me gusta verte así — Dijo levantándose también y dirigiéndose hacia ella. Le tendió los brazos y Elena como nena, se refugió allí dejándose consolar por su mejor amiga — Eres el ser más inteligente que he conocido. No puedes dejarte vencer así nomás. Amas a Yulia, la adoras, y por lo poco que me cuentas, ella te ama a ti y sé que te entenderá.

— No lo sé, Nastya. Yulia es muy joven apenas y no sé si quiera aceptar esto. Por Dios!!! Mucho ha hecho, aceptándome casada. No creo que vaya hacerlo con un hijo en camino y sin esperanzas de divorciarme.

Nastya deshizo lentamente el abrazo asintiendo despacio con la cabeza. Tal vez Elena tenía razón y era lo más lógico. No conocía a Yulia pero sabía lo joven que era. Caminó hasta quedar frente al estéreo, sonó de inmediato “Cruz de Navajas”; precisamente el estribillo más preciso de la canción...

...Cruz de navajas por una mujer
brillos mortales despuntan al alba
sangres que tiñen de malva el amanecer.

Largó una carcajada y de inmediato pulsó el de apagado para volver a quedar todo en silencio.

— Joder! No sabía que justamente sonaría esa canción, Elena... Propiamente dicha para el duelo que te debates entre dos tías.

Elena le miró profundamente y supo que no era el mejor momento para sus chistes arrebatadores.

— Lo siento... Solo quería ayudar — Suspiró — La música siempre me ayuda, Lenoska.

— Tengo que hablar con Yulia — Dijo obviando el comentario de la castaña — Ella tiene que saber la verdad, Nastya. Siempre le he sido sincera y no le ocultaré algo tan delicado como un hijo. De ella depende si esta relación continúa o no... Yo.... Yo la amo tanto que prefiero seguir metida en una mentira para no hacerle más daño.

Decidieron pedir pizza esa tarde mientras continuaban charlando. Elena, estaba más calmada y muy decidida.


[…]

Yulia se encontraba en su habitación dispuesta a descansar. Había recibido noticias de Elena. Un mensaje de texto donde la citaba, la mañana del Domingo en el apartamento de Nizhni Nóvgorod. No decía mayor cosa, solo que allí la esperaba pacientemente.

Se desnudó y en bragas se metió a la cama. Apagó las luces y se durmió.

Eran las 8:03 de la mañana cuando salió de su cuarto. Larissa y Oleg, desayunaban tranquilamente cuando se sentó a la mesa a probar apenas un vaso con zumo de naranja natural. Su madre la detallaba en silencio.

Se encontró con la mirada de Larissa y de inmediato la dirigió hacia Oleg, quien leía concentradamente las noticias plasmadas en el papel periódico. Había un silencio relativamente inquebrantable.

— Nos vemos luego — Dijo, tomando su chaqueta en manos y despidiéndose de sus padres con dos besos en cada mejilla. Larissa, comía aún en silencio.

Subió al coche y esperó que la puerta automática del garaje se abriera para salir en retroceso. Frenó de golpe al encausar la calle. Una chica, distraída al parecer, se atravesó en medio causando por poco un accidente. Yulia bajó inmediatamente.

— Joder! ¿Te ha pasado algo? — Preguntó. La chica negó con la cabeza quitándose los auriculares de la cabeza y levantando a un cachorrito del suelo.

— Estoy bien. Lo siento, venía distraída — Afirmó acomodando su rubio cabello detrás de las orejas.

— Vale! Tienes que tener un poco más de cuidado cuando uses estas cosas — Yulia señaló los auriculares “Dj” que la chica se había colgado en el cuello. Era muchísimo más joven que ella.

— Gracias. Lo tendré — Dijo agachando su mirada. Yulia la reconoció como la chica que vivía al frente. Iba vestida muy particular. Le sonrió y la joven siguió su camino.

Volvió a meterse dentro del coche y enfiló completamente a la calle. Le esperaban una hora de camino y una mujer por la cual se estaba muriendo ya por tenerla entre sus brazos.



CAPITULO 42: OVODONACION



El domingo, Elena se despertó a las seis con treinta y cinco de la mañana. La noche anterior, había tomado su coche y se dirigió a la ciudad de Nizhni Nóvgorod a pensar un poco. No le quedaba, por los momentos, intenciones de volver a su casa en Kazan y mucho menos, verle la cara a su esposa. Necesitaba tener la mente en blanco, al menos eso trataría.

A pesar de no haber dormido más que un par de horas, se sentía extrañamente descansada. Supuso que se trataba de algún tipo de reacción física. Por primera vez en muchos meses, se puso ropa de hacer footing, que llevaba siempre en el compartimento trasero de su camioneta, y salió a correr a un ritmo furioso hasta el muelle de la ciudad.

Sabía que Yulia llegaba sobre las ocho de la mañana, así que decidió ir a descargar toda la energía que sintió acumularse en su cuerpo desde el día anterior. Sin embargo, lo de furioso sólo fue verdad durante unos cuantos centenares de metros ya que su lesionada rodilla empezó a dolerle tanto que aminoró la marcha y continuó corriendo con parsimonia. Disfrutaba del dolor de su pierna a cada paso que daba.

A las siete y media estaba sumergida en sus pensamientos mientras la serenidad del río Volga le ayudaba a relajarse a lo lejos. Miró su reloj de pulsera y decidió dar marcha atrás para ducharse y cambiarse, esperando a que Yulia pudiera entender toda la situación que tenía encima.

Un vaso con agua descansaba en su mano izquierda cuando el sonido de la llave en la cerradura la sacó de sus distracciones. Suspiró y colocó el mismo sobre la mesa de estar.

— Hola linda, buenos días. Traje pastelillos para desayunar — Saludó Yulia al entrar y cerrar la puerta detrás de ella. Elena, le devolvió la sonrisa.

— Buenos días... Llegaste temprano.

— Si. Se me hacía una eternidad el camino y aparte, me he levantado muy temprano para no hacer de la espera un desespero.

Las manos delgadas de Yulia, rodearon la cintura de Elena atrayéndola hacia ella para atrapar sus labios y fundirse en un beso el cual la pelirroja lo convirtió en uno muy apasionado al querer ser completamente de la pequeña morena.

Deshizo el mismo y le abrazó con bastante calurosidad y entusiasmo, como si su vida dependiera de ello. La abrazaba con fervor oliendo cada parte de su menudo ser, repartiendo besos alrededor de su negro y despeinado cabello.

Continuó. Tomó su suave rostro entre sus manos y dejó estelas de besos alrededor. No dejó un solo rincón sin que sus labios profanaran toda la belleza que a solo centímetros disfrutaba.

— Eres hermosa... No cabe duda de lo hermosa que eres, Yulia — Dijo y volvió a apretarla contra su cuerpo tratando de que sus lágrimas no abandonaran sus verdigrises pupilas.

— ¿Qué pasa, Elena? Estás...nerviosa. Te siento frágil.

Elena se fue apartando despacio sin quitarle la mirada a Yulia quien extraña y mentalmente suponía, algo estaba pasando. Nada bueno era.

— Puedes terminar de hablar, Elena? Me tienes en ascuas.

— Siéntate entonces. Necesito decirte algo — Se pasó la mano por el cabello, aparentando estar relajada. Yulia, obedeció.

Hubo un minuto de silencio que le pareció una eternidad a ambas. El reloj dejó de marcar los segundos y los minutos se perdieron en algún lugar de aquel espacio que se les iba reduciendo mientras Elena buscaba un poco de paz en su interior.

— Yulia, hay cosas que necesito explicarte — Hizo una pausa y suspiró — Mi esposa... Yulia, Svetlana… Svetlana, se ha embarazado.

Fue como si la tierra hubiese dejado de girar a su alrededor o peor aún, sintió que el mundo había desaparecido por completo. Dejó de escuchar por unos segundos, hasta que cayó en cuenta de las palabras que Elena acababa de decir.

— ¿Qué?? — Trató de ponerse de pie enseguida al escuchar aquello, pero las piernas no le respondieron en el acto — Qué me estás diciendo, Elena? Espera... Quiere decir que te ha sido infiel? ¿Qué vas a separarte de ella? ¿Eso quieres decirme?

Elena tragó fuerte sintiendo que su propia saliva le quemaba la garganta. Venía la parte más dolorosa de explicar y en la que necesitaba ser más fuerte. Volvió a pasar su mano por el cabello y cerró los ojos para abrirlos y encontrarse con que Yulia, se había puesto de pie y caminaba hacia su encuentro.

— Estoy esperando una respuesta Elena porque no entiendo tú silencio. Acaso piensas torturarme todo el día?

— El bebé que está esperando....es mío, Yulia.

Volkova detuvo su andar mientras trataba de razonar las palabras que supuso escuchar en algún idioma extraño e incomprensible para ella, que Elena había soltado por su boca. A continuación, una carcajada fue lo único que se escuchó dentro de las cuatro paredes que cada vez más se iban encogiendo y asfixiando más a Elena Katina... Vaya lío!

— Vale Elena... Que me estás jodiendo la paciencia con eso tan absurdo que me acabas de decir. Que sé muy bien lo que tienes entre tus piernas y no es precisamente lo que estoy imaginando. Me tomas por tonta??

— No! No te estoy tomando por tonta, Yulia. Necesito que entiendas lo que quiero explicarte.

— Entonces termina de decir de una buena vez lo que quieres, carajos!!

— Quiero que te calmes y me escuches — Dijo tomándola del brazo. Yulia la rechazó inmediatamente.

— Suéltame! Para explicarme no necesitas tocarme.

— Bien... Yulia... — Su cuerpo se dejó caer sobre una silla dispuesta en el living con la esperanza de que el tiempo se retrocediera en ese momento — Hace algún tiempo, decidí extraerme algunos óvulos para cuando decidiera formar una familia y estos se encuentran en un laboratorio de fertilización, bajo estricta seguridad. Lo que hizo mi esposa tiene un nombre y se llama “Ovodonación” y es algo que se asemeja a la “Fertilización in Vitro”.

Yulia fue dejando que su cuerpo cayera despacio sobre el sofá, sintiendo como cada palabra engranaba dentro de su cabeza mientras Elena continuaba hablando.

— Esta técnica es empleada en mujeres cuando carecéis de óvulos en los ovarios, cuando la cantidad o la calidad de los mismos es mala y en caso de ser portadora de enfermedades genéticas que puedan ser transmitidas a la descendencia. Svetlana, a pesar de ser una mujer joven, la calidad de sus óvulos es muy mala y... demonios me cuesta hablar de esto.

— Pues habla! Para esto me hiciste venir hasta acá... Entonces, habla de una buena vez Elena. Acaso sirve de algo que ocultes a tú esposa? A que carajos juegas Katina? — Se puso de pie con la adrenalina recorriendo su cuerpo como una locomotora. Elena se acomodó en la silla.

— Esto no fue planeado, Yulia. Ella lo hizo porque...

— Porque es una esposa abnegada y quiso darte la sorpresa del siglo?

— No seas irónica por favor y déjame hablar! — Enfatizó — Yo no sabía que se había embarazado... Lo hizo porque se siente perdida, derrotada y quiere retenerme a su lado!

Yulia le dio la espalda. Cerró los ojos y apretó fuertemente los dientes sin poder evitar la rabia que le estaba invadiendo en ese momento. Elena le miraba la espalda rígida desde la silla, sin atreverse a dar un paso en falso que terminara de hundir más lo que quedaba entre ellas.

— Debo entender que esto llegó hasta aquí — Dijo hablando por encima de su hombro derecho. Elena levantó una ceja.

— ¿A qué te refieres?

— A lo nuestro Elena... A lo nuestro — Dijo mientras ocupaba buscar su bolso de mano. Elena se levantó rápidamente de su sitio.

— Espera — La tomó por un brazo — ¿Qué estás haciendo Yulia? No puedes irte... No te estoy corriendo de mi vida.

— No puedo competir contra un hijo, Elena!

La pelirroja la abrazó contra su cuerpo fuertemente de manera que ambas dejaron salir lágrimas de sus ojos que hablaban del dolor que sentían.

— No quiero separarme de ti Yulia. No puedo! Eres parte de mi — Decía entre lágrimas que rodaban sin parar — No sé que hacer. Entiéndeme.

— Quiero entenderte. Quiero hacerlo Elena, pero vas a tener una familia y yo no tengo cabida allí. Por qué no me habías dicho nada acerca de ese método, por qué no hablaste conmigo?

— Nunca se dio la oportunidad de hablarlo y esto... Esto me tomó por sorpresa Yulia. Ella sabe la verdad, sabe que existes y lo hizo para alejarme de ti.

El ruido de algunos coches, interrumpían de vez en cuando el agudo silencio que se había formado dentro de las cuatro paredes color claro, donde algunos sollozos pendían de un hilo de una decisión que ninguna de las dos se atrevía a tomar.

— Es mejor que me vaya — Dijo Yulia al separarse del abrazo lentamente, secando sus lágrimas.

— No! — Exclamo ella para intentar retenerla entre sus brazos pero Yulia ya caminaba hacia la puerta — No me hagas esto por favor — Reclamó al ver que la morena seguía dispuesta a irse.

En cuestiones de segundos, Elena corrió hasta lograr cerrar la puerta de salida y con sus dos manos y se posesionó del cuerpo de Yulia, arrebatándole de las manos el bolso y tirándolo a un lado. En el suelo se esparcieron algunos objetos personales del contenido.

— Te amo Yulia Volkova!! Te amo a ti — Dijo acunando el rostro de la morena entre sus manos para acto seguido, comerse aquellos labios color rosa con todas sus ganas.

La empujó contra la puerta antes de que Yulia pudiera pestañear siquiera y le sujetó las dos muñecas con una mano, se las levantó por encima de la cabeza y la inmovilizó contra la puerta con las caderas. Con la otra mano, fue recorriendo y delineando la esbelta figura de la morena mientras clavaba su verdigris mirada sobre el azul cielo centelleante de la pelinegra, quien comenzó a respirar agitadamente debido a la excitación del momento.

Subió su mano y la tomó posesivamente por el rostro y pegó sus labios con los de ella. Casi le hizo daño.

Yulia gimió, lo que le permitió aprovechar la ocasión para que Elena metiera su lengua y le recorriera la boca con experta pericia. Nunca antes le había besado así. La lengua de Yulia acariciaba tímidamente la de ella y se unían en una lenta y erótica danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujes. Levantó la mano y le agarró la mandíbula para que no moviera la cara, dejando a una Yulia Volkova indefensa, con las manos unidas por encima de la cabeza, la cara sujeta y sus caderas inmovilizándole.

Sentían como la excitación iba tomando más fuerza entre las dos... Dios mío… Se deseaban... Allí, en ese momento.

Las ganas de Yulia eran bastante explícitas. Con cada beso, sentía que besaba su nombre mientras el corazón le palpitaba agitadamente.

Un escalofrío recorrió su espalda. Sus ojos cerrados le hacían desaparecer de la realidad mientras se dejaba llevar por el placer. Un frío le punzaba los pulmones al saber que la blusa había abandonado su torso, sintiendo sus pezones endurecer con cada sensación que Elena le otorgaba.

La pelirroja, sacaba su remera velozmente sintiendo contra su cuello la respiración agitada de Yulia. Las manos de ésta, viajaban a lo largo de su espalda cuando se deshizo de su prenda, para continuar marcando sus besos por donde quisieran sus labios pasar. Yulia era infinitamente de ella y ella, hace tiempo que se había entregado en cuerpo y alma perteneciéndole.

Cuando el reloj de pared marcó las trece menos cuarto, Yulia abrió los ojos. Elena dormía sobre ella, desnuda. Ambas estaban sobre el ancho sofá. Recorrió con su mirada aquel cuerpo que nunca se cansaría de contemplar, que sabía suyo y al mismo tiempo compartido. Suspiró el aroma del cabello rojizo que caía sobre sus propios pechos y los besó. Elena abrió los ojos.

— Hola — Dijo Elena sin moverse. No quería perder ni un solo instante de aquel momento.

— ¿Tienes hambre? — Preguntó Yulia acariciándole la espalda.

— Un poco...

— ¿Te apetece ir a comer algo?

— No. No quiero que este día termine — Yulia sonrió tristemente. Sus pensamientos volvían acudir a su cabeza.

— Voy a preparar algunos sándwiches. Mi estómago está haciendo huelga y creo que quiere salirse — Ambas sonrieron.

Las dos comían en silencio siendo su estancia el ala central de la cocina. Yulia se había vestido con la misma ropa que hace unas horas tenía puesta. Elena, la cubría un albornoz. Los sándwiches de atún reposaban sobre los platos, casi enteros. El hambre había desaparecido a medias.

— No sé que hacer — Anunció Elena. Yulia dio un mordisco más a su comida.

— La vida continúa, Elena... Y seguimos en ella. Vas a ser madre — Elena sonrió sin ganas.

— No quiero perderte.

Hubo un silencio. Ambas volvieron a comer de sus sándwiches mientras el tiempo pasaba despacio.

— Debo irme, Lena — Dijo Yulia levantándose de la silla. Esta vez no la detuvo — Recuerda Elena, te amo y siempre te amaré, pero nuestras vidas deben seguir.

Yulia pronunció esas palabras para desaparecer luego por la puerta principal dejando un deje de esperanza en el corazón de la pelirroja que solo siguió cada detalle con la mirada perdida, enjugando sus pupilas de agua salada, viendo como desaparecía de su vida.

[…]

Al estacionar el coche, apagó el motor y se quedó un rato sosteniendo el volante con las manos. A lo lejos, se escuchaban algunos truenos mientras el día comenzaba a oscurecer. Apenas la tarde comenzaba a caer en la ciudad.

Echó su cuerpo para atrás y cerró los ojos. Su mente comenzó a recordar todas las palabras que Elena había transmitido en el apartamento y una sensación de dejadez la invadió por dentro sintiéndose desvanecer por completo. Cubrió su cara con las dos manos y simplemente dejo caer toda la tristeza fuera de sus ojos. Pensando que con eso, se limpiarían tantas cosas que no podía evitar que sucedieran, a pesar de querer tener el poder de retroceder el tiempo.

Transcurrieron varios minutos en los que Yulia no había querido abandonar el coche. Afuera, la noche ya había arropado el día y la lluvia podía escucharse caer. Se reclinó hacia adelante y limpió sus ojos, retirando la llave del interruptor de encendido automático del coche. Bajó y de nuevo se encontró frente a frente con la misma chica de mirada particular que la observaba pacientemente. ¿Había estado allí todo ese tiempo?

— Hola, ¿qué haces aquí? — Preguntó Yulia acomodando su cabello un poco. La chica, estaba de pie junto a la puerta de entrada de su casa. Algo extraño.

— Tus padres, nos han invitado a una cena. Los míos estáis dentro — Dijo dirigiendo su mirada hacia la casa para de nuevo mirar a la morena — Iba a fumarme un cigarrillo y vi tú coche — Yulia bajó la vista y descubrió el cigarrillo que llevaba en la mano izquierda.

— Llevas mucho tiempo acá? Me refiero, aquí afuera.

— No. Apenas vi que te bajabas del auto y no me ha dado tiempo de encenderlo — Confirmó mostrándole el objeto.

— ¿Quieres qué te acompañe? Me hace falta uno también.

— Bueno...

— Pero ven. Iremos a la parte de atrás, donde la nariz de mi madre no nos persiga.

Ambas sonrieron al comentario. Yulia abrió de nuevo la puerta del coche y dejó allí su bolso de mano. Las chicas, se perdieron hacia el patio de atrás.

Apenas y tenía una semana en casa de sus padres y sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que estuvo allí. Recordaba el lugar, simplemente como el espacio donde compartió muchas aventuras con su hermana. Aún recordaba la casa del árbol que Oleg, os había ayudado a construir. La misma ya no existía. Sonrió.

— ¿Cómo te llamas? — Preguntó ofreciéndole fuego a la chica.

— Inna... Inna Fedovova — Confirmó calando del cigarro. Yulia encendió el suyo.

— El mío debieron habértelo dicho ya pero de todas formas, me llamo Yulia...

— Volkova...

— Exacto.

Ambas se quedaron en silencio disfrutando del humo expandirse en el aire.

— ¿Por qué llorabas? — Cuestionó la chica.

— ¿Qué edad tienes? — Inna sonrió volviendo a aspirar el “Lucky”.

— La suficiente como para que no creas que no sé nada de la vida — Yulia sonrió negando con la cabeza.

— A veces quisieras que todo lo que pasa no quieres que pase. La felicidad jamás es completa.

— Un bonito trabalenguas... —Sonrió — La vida simplemente toma el curso que le quieras dar y de ese rumbo depende tú destino — Yulia la miró.

— ¿Te has enamorado alguna vez?

— No — Dijo encogiéndose de hombros — Tú chica debe ser un poco complicada — Yulia volvió a mirar a Inna, lanzando a un lado los restos del cigarrillo.

— Digamos que mi trabalenguas es bonito.

Yulia le sonrió mientras la lluvia a lo lejos se iba calmando y el frío comenzaba a sentirse en el aire. Las estrellas comenzaban a brillar con más intensidad. Yulia y Inna charlaron un rato hasta que sintieron la necesidad de entrar a casa.

— Buenas noches — Saludó Yulia al entrar y ver a tres personas extrañas en el living junto a sus padres. Inna la seguía.

— Buenas noches Yulia, veo que al fin decidiste entrar — Contestó Larissa cuando se acercó a ella.

Las cámaras de seguridad. Cuanto las odiaba.

— Estaba platicando un rato con Inna.

— Yulia, ellos son nuestros vecinos y a tú madre le pareció una buena idea invitaros a cenar — BINGO!!! Obra de Larissa. Pensó la pelinegra — Ellos sois los señores Fedovov y él es el hermano de Inna.

La morena saludó a los presentes dándoos la bienvenida con una cálida y sincera sonrisa.

La vida tenía un curso y las cosas tenían que pasar aunque muchas veces algunas no quisieran que pasaran tal cual como su propio trabalenguas lo había confirmado. Todos se sentaron a la mesa una vez estuvo la cena. Yulia, de vez en cuando miraba a Inna. Era una chica bastante peculiar y le parecía inteligente. Ésta, no se había percatado de las miradas de Yulia, aunque sabía lo que sucedía en aquella mesa.

Aquella noche, los Volkov tuvieron nuevos invitados a cenar.


CAPITULO FINAL: NO ERES MIA COMPLETAMENTE YULIA.... NO ERES MIA COMPLETAMENTE ELENA.


Hacía un frío polar a pesar de que el día había amanecido bajo un sol implacable y el cielo estaba despejado completamente.

Se levantó de su cama, y recorrió desnuda hasta el armario para colocarse un albornoz que iba amarrando mientras salía de la habitación. Su esposa, aún dormía.

Las persianas apenas dejaban colar algo de la claridad del día dentro del linving. Subió un par de grados más la calefacción y fue a por una taza de café que se dispuso a preparar directamente en la Greca Italiana Clásica que estaba en la cocina.

Hacía ya un par de días, que recibió la invitación anual de congresistas a la que no había dejado de asistir desde hace ya dos años atrás. La misma descansaba sobre el microondas donde olvidó hasta que fuera el evento. Se le antojaban como siempre, ganas de ir.

Le gustaba el hecho de compartir ideas y proyectos con sus colegas. Tenía muchos en mente y unos tantos por concretar. No se quejaba de su vida.

El olor del café inundó sus sentidos haciéndola despabilar y desenfocar la mirada que apenas unos segundos atrás, tenía fija encima del sobre blanco que descansaba arriba el aparato eléctrico.

Se sirvió una poco del líquido oscuro en una taza grande y luego la endulzó. Escuchó a su esposa aclararse la garganta desde la puerta.

— Hola, buenos días... ¿Me ofreces un poco? — Preguntó la castaña aún medio dormida tallando sus ojos, mientras trataba de que sus pupilas se acostumbraran a la luz.

— No bebes café... Al menos que estés...

— De muy buen humor y lo sabes — Dijo completando la frase con una sonrisa en sus labios al sentarse sobre una silla.

— Me alegra ser yo el motivo de tú buen humor, o me equivoco? — Yulia terminó de servir el café de Inna en una taza y se la ofreció. Ésta le dio un corto beso como agradecimiento.

— Siempre lo has sido Yulia Volkova. Lo fuiste más cuando me propusiste matrimonio y eso fue hace dos años. Por lo tanto, debo considerarme adicta al café — Ambas sonrieron por el comentario.

— Me iban a salir raíces si seguía esperando que te graduaras en la universidad. Tres años de novias, Inna? — Bufó — Ni mis padres que lleváis toda la vida casados creo que en dos semanas contrajeron matrimonio.
— Ven acá cabezota — Dijo atrayendo a Yulia quien cayó sentada sobre sus piernas — Me has hecho muy feliz, sabías? — La morena asintió dejándose mimar con la mirada perdida en la nada — Ahora, dime. ¿Qué estás pensando? No me digas que estás nerviosa... Porque preparo mis valijas y me subo al avión contigo.

— No. ¿Cómo crees? No estoy nerviosa y solo te aburrirás allá.

— Como olvidarlo. El año pasado no hice nada más que estar encerrada en el hotel hasta que salieras. Casi conocí Roma yo sola — Dijo. Yulia se levantó y dejó la taza sobre el lava vajillas — A qué hora vamos a la casa de tus padres? — Continuó Inna luego de levantarse.

— Veinte horas. Cada que pasáis los años, a Larissa le da por hacerme una despedida distinta. Que siempre le he dicho: No me voy a Júpiter, mamá!!!

— Eres su única hija — Beso — A parte, siempre anheló verte convertida en una profesional...

— Que estuviera día y noche atendiendo las empresas Volkov — Refutó.

— Son las empresas que heredarás algún día. Te guste o no. Solo que eres algo obstinada Yulia. Siempre te gusta llevarle la contraria a tú mamá.

— Ya me conoces cariño...

[…]

Cuando despertó, las luces de su habitación estaban encendidas. No recordaba tener el sueño tan pesado... Maldito tratamiento que aún tenía que cumplir.

Habían pasado tres meses desde que se sometió a una cirugía por el constante dolor que sentía en su pierna derecha. Los años no pasaban en vano y aún recordaba el accidente en su moto como si hubiese sido apenas hace unos días nada más. Era un recuerdo que viviría fielmente con ella, como símbolo de que los problemas se enfrentan, no se les escapa.

Se estiró un poco en la cama y se sentó. La recuperación había sido todo un éxito.

Una niña de espesos cabellos color rubio y grandes ojos verdes, la miraba desde la puerta que se abrió sin ser anunciada. Llevaba un vestido largo azul pastel y su cabello sujeto con dos moños a cada lado. Su sonrisa hacía, que el más mínimo malestar se alejara de su mente. Se sentía complacida por la vida. Khristeen Katina, era su razón de ser.

— Hola mami. Ya despertaste? — Preguntó Khris corriendo a los brazos de Elena. La pelirroja la abrazó besando su cabecita.

— Si. Ya mami despertó. ¿Qué haces despierta tan temprano? — Dijo mirando el reloj de cabecera. Apenas eran las ocho y seis minutos de la mañana.

— Mamá dice que me llevará a casa de los abuelos a desayunar y, quería despedirme de ti — Dijo encogiéndose de hombros.

— Tienes razón. Hoy vas a desayunar con tus otros abuelitos. Vas a portarte bien, verdad?

— Ajá! Pero cuando vamos a ver a Inessa y al abuelito Sergey, mami?

— Khris, cuantas veces he de decirte que no le llames a tu abuela solo por su nombre...

— A Inessa no le gusta que le diga abuelita, mami — Dijo la nena haciendo un puchero.

— Pues, de ahora en adelante y en mi presencia, le dirás abuela Inessa. Vale? — Dijo con una gran sonrisa en los labios. Su hija asintió emocionada.

La puerta se abrió.

— Khris, estás... Hola, buenos días.

— Buenos días, Sveta... — Saludó Elena hacia la puerta. Su esposa se quedó de pie junto al marco.

— Mamá ya estoy lista. Mami dice que puedo llamar abuela a Inessa — Sveta dibujó una sonrisa y negó con la cabeza al mirar que Elena bajaba la mirada.

— Puedes decirle a tú abuela... Perdón, a Inessa, como gustes. Aunque no vaya a complacerle esa idea. Vamos, que la abuela Irina nos espera — Le hizo seña con la mano a Khris para que se despidiera de Elena. Khris, le dio un abrazo y un beso a la pelirroja mientras sacudía su pequeña mano en el aire a modo de despedida.

— A qué hora es la reunión con tú madre? — Elena se hizo un moño sobre la cabeza.

— A las veintidós de esta noche. Recuerda que iremos todos.

— No te preocupes. Llegaremos temprano — Dijo y tomando a Khris de la mano, cerró la puerta.

Se quedó un tanto con la mirada fija en la nada y al cabo de un rato, se dirigió a darse una ducha.

Terminó por revisar y firmar todos los contratos que descansaban sobre su escritorio, a horas del mediodía.

Tenía unos cuantos casos que habían que atender, pero ya hablaría con Nastya para que se hiciera cargo.

Los dejó a un lado y se reclinó sobre su silla. Necesitaba unos días de descanso y lo estaba sopesando mucho. Kazan, aún seguía siendo la misma ciudad desde hace más de veinticinco años y más que nada, amaba su tranquilidad.

— Demonios!!! — Habían excepciones, pensó al momento de escuchar a Nastya entrar por la puerta.

— Buenos días Nastya, cómo estás? Yo bien — Anunció sarcásticamente una vez volvió a quedar frente al escritorio. La chica castaña se sentó.

— Disculpa Lenoska... Solo que este caso me va a sacar arrugas en mi delicado rostro — Elena rodó los ojos mientras volvía a revisar unos documentos.

— Por qué te ofreciste a llevarlo? — Nastya se echó para atrás en la silla. Sonrió.

— Por la sencilla razón de ver a tú ex comer el polvo.

— Me gustaría que solo la llames: Tanya y no mi “Ex”, por favor. Ahora que sucede? — Le dijo alzando la vista.

— Como sea, Lenoska. Resulta que ahora a tú... — Elena le dio una mirada asesina — Sorry. Que ahora Tanya tiene pruebas reales de la infidelidad de su esposa y ésta alega que son falsas.... Este es el caso de divorcio más patético que he visto.

— Ella se lo buscó. Creo que nadie le dijo como era en realidad Katya Sharapova y se fue de bruces. Esa chica solo la usó para tener un “nombre” en la sociedad.

— Como lo iba a ser con Yulia... — Se quedó callada al ver la incomodidad de Elena — Lo siento Lenoska. No quise nombrarla, solo...

— Está bien Nastya, no pasa nada — Hizo seña con su mano de que todo estaba bien — Cuéntame, que crees tú que pase con Bobrova y Sharapova?

— Sharapova no quiere divorciarse, ni en sueños... Tanya está sufriendo de lo lindo teniendo a esa serpiente de siete cabezas como mujer. Pero, aún no entiendo como esas dos fueron a enredarse tanto — Elena se encogió de hombros sin levantar la vista.

— No es mi problema. Cada uno paga por sus propios errores, Tanya buscó la horma de sus zapatos y una que le quedaba justamente a su talla. Ahora dime, olvidando todo este asunto que te tiene al borde de un colapso, como vas con tu chico nuevo?

Eran las trece con treinta y dos minutos. Siguieron la conversación hasta después del almuerzo. La tarde comenzaba a caer con parsimonia sobre la ciudad.

[…]

— Mamá, algún día dejarás de avergonzarme delante de todos?

— Yulia. Tienes 24 años, una carrera exitosa y una esposa muy joven — Dijo mirando de reojo a Inna quien comía tranquilamente — Es momento de que pienses en volcarte hacia tú futuro y velar por las empresas de....

— Larissa... — Oleg se aclaró la garganta y bebió de su copa con agua. Inna le puso una mano sobre la pierna a su esposa y la miró. Yulia, suspiró — Madre, cuando vas a entender que hice mi vida a mi manera? Natasha está haciendo un buen trabajo en el área administrativa y según entiendo, la junta directiva está conforme con ello. No es así? — Dirigió la pregunta a chica que se encontraba a dos puestos de distancia en la mesa, ayudando al pequeño Fyodor a tomar del vaso con zumo.

— Yulia. Lo que tú madre quiere decir es que ya es hora que seas tú la que dirija las empresas. Yo seguiré cumpliendo con mi papel dentro de la junta.

— Ves? Es exactamente lo que te pido — Habló Larissa — Natasha es y siempre ha sido una buena mano derecha.... aunque por otras causas se había roto esa relación. Lo importante es que el tiempo pasa y la vida nos demostró en realidad como ver las cosas — Natasha le devolvió el agradecimiento con una sonrisa.

— Querrás decir que a ti — Señaló Yulia — el tiempo te hizo ver las cosas como son.

— Yulia, Larissa, por favor. Estamos en la mesa y hay invitados presentes — Clamó Oleg — No es cuestión de asumir roles o no. Yulia, es la heredera de toda sucesión de esta familia, eso está más que claro — Todos asintieron — Yulia trabajó un tiempo y asumió su cargo como debió ser, para empaparse de los asuntos que le competen. Ella ya tiene su propia empresa y Natasha, pasó a ser miembro de las empresas Volkov y maneja a la perfección...

— El cargo que yo he dejado a disposición papá. No creo que hasta ahora Larissa no haya entendido esa parte — Miró a Larissa con mirada retadora. Ésta, le devolvió el gesto.

— Venga. No es necesario hacer un lio cada vez que nos reunamos por el tema de las empresas. Vosotros dos tenéis como haceros cargo de ellas hasta ahora y Yulia ya ha tomado una decisión hace tiempo. Ahora maneja sus propias responsabilidades y creo que os habéis saltado una parte muy importante: su esposa — Terminó de decir Natasha llevándose un trago de vino blanco a la boca. Inna puso atención.

— Siempre he apoyado a Yulia en todo lo que respecte a sus asuntos personales, pero es una chica bastante adulta capaz de tomar sus propias decisiones, así que... No es bueno llevarle la contraria o la cena terminará mal — Dijo rompiendo su silencio y levantando su copa, haciendo un gesto de brindis hacia Natasha que la miraba fijamente sosteniendo y devolviendo el ademán con la de ella. La morena rodó los ojos y bebió también de su Chardonnay.

— Cambiando de tema, solo porque conozco a mi hija. Cuando nos vas hacer abuelos Yulia? — Preguntó tranquilamente Larissa. Yulia comenzó a toser.

— Mamá! Qué hostias dices??

— No veo nada de malo, Olegovna — Dijo mirando a su marido quien solo trataba de concentrarse en una sola cosa: Respirar profundo — Tenéis tiempo casadas y sois chicas jóvenes. No habéis pensado en formar una familia?

— Definitivamente mamá, hoy te has interesado profundamente en joderme el churro y vaya que lo logras. Cachi!!! — Yulia dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó. Oleg suspiró resignado.

— Voy por ella — Agregó Natasha limpiando la boca del niño para salir detrás de Yulia. Inna, suspiró.

El aire estaba impregnado de humedad y las estrellas en el firmamento habían desaparecido por completo. Tal vez esa noche, llovería un poco.

Sacó un cigarrillo de su chaqueta y lo encendió. El jardín estaba escasamente iluminado.

Natasha la observaba, mientras se apoyaba desde el marco del umbral de la puerta principal. No había dejado de amarla ni un solo instante, pero tampoco pudo echar el tiempo atrás y salvar una relación que no funcionaría de la misma manera que lo hizo una vez. Había perdido y de eso estaba consiente.

Yulia Volkova ya no era la niña de antes, de la que se había enamorado profundamente. Se había convertido en una mujer exitosa y eso la llenaba de orgullo aunque no fuera ella, la que disfrutó de todos aquellos momentos importantes en su vida.

— Deja de espiarme Natasha — Dijo Yulia sin inmutarse de su lugar.

— No lo hago y lo sabes — Dijo mientras caminaba a su encuentro para colocarse al lado de la morena que inmediato le ofreció de su cigarrillo — No gracias. Intento dejarlo, deberías hacer lo mismo — No recibió ninguna respuesta. Hubo un silencio — Qué es lo que te encabrona tanto, Volkova?

— Mamá y sus temas. Su absurda presión constante.

— Larissa es así. Eres su única hija y solo se preocupa por tu bienestar, es todo. Deberías estar acostumbrada a su manera de ser.

— Créeme que no me acostumbro — Dijo. Natasha suspiró.

— Ambas sabemos que el tema no es tú madre. Vamos. Dime, ¿qué te molesta tanto?

— No estoy preparada aún para ser madre. Es todo — Habló mientras su mirada seguía de cerca el caminar de Natasha que se sentó frente a ella sobre un pequeño banco de cemento.

— Si. Es una responsabilidad muy grande. Que te lo digo yo que he sacado adelante al pequeño Fyodor. Pero a medida que pasa el tiempo, la tarea pasa de ser difícil a ser lo más maravilloso que le pueda pasar a una mujer. Vosotras estáis jóvenes aún y podéis formar una familia grande. Inna es una chica muy esplendida y ha demostrado merecer tú cariño.

— Lo sé Tasha, lo sé. Pero mi tiempo si apenas sobra para dedicárselo a Inna, no creo que pueda dedicárselo a una familia como tal.

— Solo son excusas — Dijo acomodándose en la banqueta, señalándole a la morena para que la acompañara. Esta accedió — Cuándo piensas olvidarla?

Todo volvió a quedar en silencio. Yulia comenzó a jugar con sus manos con algo de nerviosismo. Natasha colocó su mano sobre la espalda de ésta.

— No puedo y nunca lo haré, Natasha. Sabes que fue alguien muy importante a quien amé desde hace mucho tiempo y por la que aún siento como si la tuviera aquí a mi lado. No quiero fallarle, Natasha, pero he tratado de controlarme, de dedicarme solo a Inna, de amarla como ella se merece..... pero aún la tengo metida en la cabeza.

— A ver Yulia — Dijo poniéndose de pie para sentarse frente a la ojiazul en el césped — Cuando decidiste contarme acerca de lo que eran vosotras, Elena y tú, me cayó como un balde de agua fría y mucho más cuando recalcaste el tema de su matrimonio. Jamás pensé que pudieras llegar a algo así y solo le eché la culpa a tu extrema juventud e inmadurez. Pero lo acepté por el simple hecho de que sé que te hacía feliz, pero... Ella decidió hacer una familia con su esposa hace ya algunos años y no le importó mucho sus sentimientos ni los tuyos.

— Su esposa le jugó una mala treta y no pudo hacer nada más. Era su hijo — Defendió Yulia.

— Y ella decidió y ahora es madre y vos no estas allí en su vida — Yulia agachó la mirada — Piensa en ti y en tú futuro, no en lo que hayas sentido por ella, porque no va a regresar a ti. Anda... Piénsalo.

Sabía que Natasha tenía la razón y que por más amor que aún sintiera en su corazón hacia Elena, ella tenía que ponerle freno aquel sentimiento que guardaba en lo más profundo... Debía ahora pensar en ella... En su esposa.

La conversación duró unos cuantos minutos más entre las dos hasta que el clima les hizo regresar de nuevo a la mansión Volkov. La noche siguió su curso.... Como la vida.


[…]

Al llegar al Legendale Hotel Beijing, entró a la lujosa habitación que había reservado para su estancia. Dejó la valija y demás pertenencias a un lado y se detuvo frente al ventanal para disfrutar del paisaje de la capital China.

Era la segunda vez que se celebraba un congreso allí, así que se la pensó muy bien a la hora de hacer que su estadía fuera del todo placentera.

Sacó una cajetilla de cigarros de su chaqueta y los miró. Ladeó una sonrisa y desechó la idea de fumar alguno, lanzándolos fuera de su vista. No era el momento.

El evento daría inicio al finalizar la tarde. Después de una refrescante ducha y reportarle a su esposa que todo estaba en orden, decidió bajar un rato al restaurant del hotel para comer comida de verdad. Faltaba poco para que el mediodía marcara el tiempo y tenía muchas cosas que hacer. La presión rondaba en el ambiente. Yulia Volkova, buscaba escapar siempre de ella.

Su móvil comenzó a sonar cuando se disponía a levantarse de la mesa.

— Buenas tardes... Si, tuvieron que haber reportado ya del hotel... Perfecto... Me parece estupendo porque el último traductor era pésimo.... Vale. Me da igual si es chica o chico solo necesito hacerme entender y que se exprese por mí.... Encantada... Si, solicite información de mi habitación y en media hora le daré todas las instrucciones... Igualmente — Colgó.

Todo marchaba bien para la celebración pautada para las 20:30 hrs de la tarde. Había confirmado ya su llegada junto a la de otros colegas más. No tenía cansancio alguno que la hiciera desistir de todo. Era una chica joven que se mantenía en forma. Yulia, era de acero... Así la definían algunos.

La cama parecía en aquel momento un escritorio más, repleta de papeles y formas que necesitaba adelantar. Se había cambiado el atuendo por un albornoz. Llevaba gafas de lectura, las cuales se colocó sobre su cabeza al momento en que escuchó el llamado a su puerta. Se ajustó la cinta de la bata mientras hacía el recorrido hasta la misma. Abrió y su brazo derecho sostuvo la puerta a la altura de su cabeza. Su izquierdo, formó un arco sobre su cintura.

— Debo felicitar a la agencia de servicio de traductores. Esta vez enviaron a la chica más hermosa.

— Le parece, Señora Volkova? — Dijo la chica desde la puerta mientras rodeaba de la cintura a Yulia. Ésta, se abrazaba al cuello de la recién llegada.

— Si.

— Te diré algo. Nunca dejaste de ser hermosa. Mi hermosa — La atrajo más hacia ella — Acaso cuatro años no te lo han confirmado?

— Cuatro años me parecen pocos, Elena — La besó — Cuatro años escondiéndonos de todos para poder profesarnos todo este amor que nunca se acabará.

— Lo sé hermosa — Fue empujándola hasta entrar en la habitación. La puerta se cerró detrás de ellas — No me arrepiento de nada, de toda esta locura que hemos vivido con el tiempo.

— Siempre puntual — Recalcó Yulia al sentir que sus piernas golpearon la cama y caer sentada.

— Jamás cambiaré mis modales — Dijo Elena al sentarse ahorcajadas sobre la morena. Ambas se miraron a los ojos mientras el silencio las rodeaba. Estaban felices y solo eso importaba.

— Sabe, Señora Katina. Usted es como el vino? — Elena alzó una ceja, dejándose acariciar la espalda.

— No bebo y lo sabe Señora Volkova...

— Que mientras más pase el tiempo, más exquisitos sois — Elena sonrió. Yulia no dejaba de mirarla — Siempre seré feliz mientras existas en mi vida Elena. Siempre serás los miércoles en Nizhni Nóvgorod, los viajes de congresos.... Estos momentos que me hacen sentir viva — Elena acalló sus labios con un tierno beso y la abrazó — Nunca serás mía...

— Ni tú mía Yulia. Pero el destino nos quiso unir de esta manera y me gusta... Me gusta porque jamás me arrepentí de abrir aquel correo privado que me enviaste porque si. Jamás me arrepentí el saber que once años nos separaban de la cruda realidad... Jamás me arrepentí de nada de lo que he vivido contigo y sé de todo lo que hemos sufrido y pasado durante cuatro años — Tomó con sus manos el rostro de Yulia — Me cambiaste la vida y no sabes de que manera, hermosa. Me hiciste volver a la vida cuando pensé que no valía nada. Me devolviste las ganas de amar y sentir Yulia Volkova. Tuvimos muchos obstáculos y logramos superar cada uno.... Aunque tengamos vidas separadas, aquí — Puso la mano de Yulia sobre su pecho, besando las lágrimas que rodaban por las mejillas de la pelinegra — ...aquí en mi pecho, siempre latiste y latirás tú. Te amo Yulia Volkova, aunque pasen cinco, seis, siete años más, serás la mujer de mi vida.

FIN!
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A Fati20, Volkatinale92 y a Elena Sonda les gusta esta publicaciòn

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Mensaje por Volkatinale92 9/28/2020, 3:14 pm

Fue un placer volver a leer esta maravillosa historia, aunque hayan pasado todo tipo de cosas y hayan tenido que esconderse a mi me gusto su historia, seguiremos en la segunda parte a ver que fue lo que pasó... gracias por volver a subirla

Volkatinale92

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Mensaje por LENYU 9/29/2020, 10:16 pm

Mi adorada escritora, le han dicho lo bella que es? Sepalo ud. Aunque la traiciono con mi amor platonico Sveta, Que mujer perfecta!! Bueno basta de chachara y a los bifes!!
Lena, Lenita!! TE Destesto con el Alma! La muy hipocrita encima le reclama a su esposa y tambien a su amante! Que cararota! Tanya y Katia ese par tal para cual jajaajaaaa y Julia bueno ya ni digo nada de esa niña mal criada que vive en Narnia!!
Borraste la segunda parte y casi me infarto!!!! Porqueeeeeeeeeee???????????? Que vas a cambiar????? Enserio por mi????????? Sigue en pie mi propuesta, quiero una noche con Sveta!! O quiero ser la mujer de Sveta Laughing Laughing y quiero pelear con Lena y dejarle mis uñas marcadas (Soy Lucia no me olvides) jajajajaaaaaaaajaj

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