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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

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Mensaje por Volkatinale92 8/29/2020, 1:31 pm

Otro otro otro!!!

Volkatinale92

Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 06/07/2019

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Mensaje por psichobitch2 8/29/2020, 3:59 pm

CAPITULO 23: UN CALENDARIO MUY PARTICULAR (1era parte)


Día 1: Viernes, 8:45 am.

Para muchos, el día Viernes es sinónimo de juergas, fiestas, parrandas, reventones... como en algunos países se os suele llamar, ya que la gente sale a des-estresarse un poco de sus trabajos, de lo rutinario. Vais al cine, a tomar algunos tragos, etc... Pero a Yulia Volkova, le iban a salir canas verdes en su azabache cabecita y aún no eran ni las 9:00 horas de la mañana, de ese día.

— Que ya voy llegando a la oficina padre……. Claro que si joder!!! ¿Qué puedes decirle a mi madre que deje de gritar del otro lado de la línea? Parece a la suplicante llorona…... Está bien….... Os deseo suerte en la reunión y me avisas cuando lleguéis a San Petersburgo, pero trata de llamarme tú y no la loca de tú esposa….... Que también te quiero y sí…… está loca — Dijo colgando la llamada, mientras estacionaba su coche en el parqueadero de la empresa.

Bajó del mismo y tomó todas sus cosas personales, incluyendo un maletín que Larissa le había solicitado llevar a diario, donde tenía varios documentos importantes de los que debía hacerse cargo. Había discutido con su madre por aquello diciendo que parecería sicario de mala muerte si andaba con eso de arriba a abajo y hasta que perdería el glamour y su estilo con tantas cosas encima, cosa que por cierto Larissa ignoró muy bien, obligándole a comportarse como toda una ejecutiva en su ausencia.

— Buenos días señorita, Yulia — Saludó el portero muy amablemente — Sus padres no llegarán hoy? Aún no los he visto.

—Buenos días, Dima. Habéis salido a una reunión fuera de la ciudad y me han dejado sola con todo el paquete — Respondió la morena mientras llamaba el ascensor — Así que dentro de poco verás a un montón de personitas desfilar por aquí con caras largas o tal vez una ambulancia preguntando por mí — El hombre rió.

— No sea exagerada señorita, verá que si podrá usted sola con la empresa — Comentó más esperanzado que la propia pelinegra, quien ya subía al aparato cuando éste abrió las puertas.

— Deséeme suerte Dima o usted también irá dentro del mismo desfile — La chica le guiñó el ojo mientras el elevador cerraba sus puertas, dejando a un Dima casi perplejo al escuchar aquellas palabras no tan alentadoras.

El elevador marcó el piso 8 y abrió sus puertas dejando salir a Yulia, que al encontrarse con la oficina en el mismo estado “normal” en que la había dejado el día anterior, pudo pensar que las cosas no iban a ser tan difíciles si la gente colaboraba y no daban tanta lata.

Caminó directamente hacia donde se encontraba su senil asistente, quien arreglaba algunos papeles dentro de varias carpetas.

— Buenos días... Ehmmm...

— Martina, señorita Yulia — Respondió la mujer que parecía llevar esa sonrisa tatuada en su rostro.

“Por qué siempre está tan feliz, rayos” — Pensó — Buenos días Martina, cómo le va? — Preguntó abriendo la puerta de su despacho, dejando caer sobre su escritorio toda la parafernalia que llevaba entre sus manos. Martina la siguió como su sombra.

— Buenos días, señorita. Estoy organizando unas facturas que debe presentar en media hora, con los supervisores en la junta — Yulia detuvo en seco su cuerpo en el aire mientras se disponía a colocar su firme trasero sobre la silla.

— ¿¿¿Junta, reunión, comité??? ¿Media hora? — Estupefacta se irguió mientras veía que su asistente la observaba con la misma cara que ella seguramente la estaba viendo, claro, sin tantas líneas de expresión encima.

— Si pues, en la agenda de su madre indica que hoy tiene junta con los empleados a partir de las 9:30 am para conversar sobre la nueva política de los bancos. Ayer se la dejé acá en su escritorio, mire... — La mujer, quien iba a comenzar a buscar sobre el edificio de papeles que la morena tenía sobre su abarrotado escritorio, se detuvo en seco cuando Yulia le gritó, o al menos su débil audición así lo acató.

— No!! — Hizo que la pobre mujer se sobresaltara — Quise decir, no — Dijo un poco más calmada y en voz baja — Es que ya recordé que sí tengo junta Martina, esto... — Sacó la agenda electrónica de Larissa debajo de varios papeles y la agitó en el aire — ... Se me había olvidado... claro... pero de inmediato termino de acomodar mi trasero en el asiento y salgo para allá — Sentándose, colocó el notebook encima de su escritorio para dirigirse de nuevo a la mujer con sonrisa perpetua — Ah…Tráigame dos Tylenol con un litro de agua, un café negro bien cargado y una aplanadora.

La sonrisa de Martina se transformó en una “O” inmediatamente. ¿Acaso para qué su jefa querría una aplanadora? Pensaba distraídamente. Yulia por otra parte, imaginaba operar encantada de la vida aquella maquinaria donde hacía una alfombra con todos sus empleados.

El teléfono de la central sacó a ambas mujeres de sus pensamientos extraños.

— Olvida la aplanadora Martina, pero el resto no. En media hora estaré reunida entonces — La mujer asintió un poco atontada aún, cerrando la puerta de la oficina de la pelinegra.

La morena se recargó totalmente hacia atrás sobre su sillón, mirando hacia el notebook que tenía sobre el escritorio. No estaba mal si por lo menos lo miraba y se enteraba de que iba la junta, ya que el día anterior se distrajo y no prestó ni la más mínima atención de lo que su madre le decía en aquel entonces.

“Bla bla, bla” Era lo único claro que su mente pudo guardar de toda la conversación que tuvo con Larissa por casi dos horas. Así que, no tenía más remedio que abrir el dispositivo, encontrándose con un sin fin de gráficos y otras cosas más que la llevaron a cerrar inmediatamente el notebook de nuevo. Abrió los ojos como si hubiese leído el apocalipsis en chino y lo apartó de su lado como con asco, de que sus ojos sufrieran un infarto ocular, dejándola más asolapada de lo que ya estaba.

— Menudo chasco me habéis echado Larissa y Oleg. Pero a cambio, os daré dolores de cabeza cuando volváis de su luna de miel invernal.


Día 1: Viernes, 10:53 am.


El aeropuerto de San Petersburgo no estaba tan abarrotado de personas como pensaron que iban a encontrarlo al llegar allí, a pesar de la temporada. Agradecieron mentalmente por haber llegado a la hora justa para poder cerrar aquel trato que desde hace más de algunos meses, traía a Larissa con dolores de cabeza y es que, aquella mujer con la cual finiquitarían ese día de una vez por todas dicho negocio, era la cosa más insoportable sobre la faz de Rusia.

— Voy a llamar a Yulia, necesito saber si pudo con la reunión — Comentó Larissa, sacando su teléfono móvil de la cartera. Oleg se apresuró hablar.

— No...Déjala, ella está bien, amor. No es necesario. Apenas lleguemos al hotel, le marcamos y saludamos. Debe estar un tanto ocupada con la agenda que le dejaste para hoy, ya mañana estará descansando — Sugirió Oleg recordando la petición que le había hecho su hija de no dejar que Larissa la llamara primero. Sabía que solo iba a lograr que ambas discutieran.

— Bien. Sólo haces lo que te diga tú hija. Seguramente te pidió que me dijeras que no la llamara.

— Precisamente porque le demuestras que no confías en ella, Lara. La idea es dejar que asuma lo más que pueda sus responsabilidades. Tarde o temprano, todo lo que poseemos, será de ella y si no la dejamos que acarree un poco con las consecuencias, jamás crecerá como mujer adulta. Vamos, déjala tranquila, confío en que estará bien — Besó tiernamente su sien y ésta le regaló una cálida sonrisa de confianza.

Tenía razón su esposo, confiaría más en Yulia, así que se dedicaría a lo que tenía que hacer en aquella enorme ciudad y luego, finalmente compartiría con su esposo, de unas merecidas vacaciones.

La limousine los llevó a ambos hacia el hotel donde por un día los alojaría. El Real Marriot, prestigioso y renombrado en todo el país por sus lujosas habitaciones y esmerada atención para la alta sociedad de Rusia. Allí pasarían la noche y de allí partirían a Inglaterra al día siguiente como ya lo habían planeado.

— Trajiste todos los papeles en orden, ¿cierto?

— Larissa, me has preguntado lo mismo casi 5 veces en el trayecto del aeropuerto hasta acá — Dijo Oleg agradeciendo al botones una vez que éste dejó todo el equipaje dentro de la habitación.

La estancia aparte de ser la más lujosa, había sido una cortesía de su clienta especial. Ésta misma se había encargado de reservar la Suite Presidencial para la pareja, con el único fin de daros la bienvenida y la comodidad a su ciudad natal.

El lugar era preponderante en todos sus aspectos, ubicada en el último piso del sofisticado edificio. Decorada con lujosos géneros que tenían un acento marcadamente imperial. La sala de estar de la suite, estaba equipada con un escritorio antiguo restaurado, que daba aquel impresionismo de la época zarista, con una silla tapizada, bar privado. La sala de baño, completamente diseñada en mármol, contaba con una bañera profunda y baños a la vez, independientes. Un televisor de 42 pulgadas en la espaciosa habitación donde una cama King resguardaba toda la elegancia del cuarto matrimonial. Aquello era un lujo que se hubieran dado los Volkov cuando querían y por costumbre, ya lo hacían pero...

— Solo vamos a estar un día aquí Oleg, no entiendo porque esa mujer contrató una suite tan costosa y con tanto... peri-follaje! — Anunció Larissa de pie desde la sala de la misma, mirando de arriba a abajo, de un lado a otro con cara de inconformidad.

— Sólo quiso ser atenta cariño, además... no podemos negar que tiene buen gusto — Dijo Oleg sintiendo la penetrante mirada de su mujer clavársele sobre sus azules ojos. De inmediato el rubio ignoró las murmuraciones que hacía Larissa entre dientes y se quitó el saco, dejándolo sobre la cama. Amaba con locura a su esposa, de eso no cabía duda, pero a veces le daba pánico.


Día 1. Viernes, 12:33 pm

— ¿A qué te refieres con una fiesta para cuatro personas, Katya? — Preguntó con el teléfono apoyado en el hombro, mientras su cabeza se ladeaba para sostener el aparato y sus manitas hábiles en el teclado del ordenador.

Pues, a que podemos pasar la nochebuena en casa todos juntos y cuando me refiero a todos juntos, es compartir con Pavell, mi novio y con tu noviecita, ¿Anastacia?

— Natasha…… Natasha.... No se llama como tú digas sino como es y ¿por qué deberíamos pasarla en tú casa y no en otro sitio? —Dejó a un lado lo que estaba haciendo y decidió prestarle atención a lo que su amiga decía por teléfono. Chequeó la hora desde su reloj de pulsera.

Primero, porque mis padres estaréis acá en casa, segundo, porque te ahorrarías de contratar a un servicio para que haga vuestra cena de nochebuena y tercero... Yulia, tus papás no dejáis que bebamos alcohol en su casa, así que os lo pasáis acá en la mía o aquí y punto, ¿qué dices? —Yulia rodó los ojos.

— Eres obstinada... Déjame pensarlo, hablarlo con mi novia porque no sé si quiera estar en tú casa.

¿Acaso le has hablado mal de mí como para qué no me soporte? — Preguntó ofuscada la rubia desde el otro lado de la línea. Yulia, llevaba una sonrisita en su rostro.

— No, pero está claro que no la soportas a mi lado... Te la nombro y cambias de colores, no entiendo cual será esta vez tú jugada — Hubo un silencio del otro lado de la línea que hizo confirmarle muchas cosas a Yulia. Katya, rompió el silencio.

No hay ninguna jugada en ningún lado Yulia, solo quiero que no pases la nochebuena sola porque tus padres os habéis ido de viaje.

— Bien, entonces, luego te daré una respuesta. Tengo que ir precisamente por mi novia para llevarla a almorzar y allí le plantearé tu bonita propuesta de navidad para con nosotras.

Eres una imbe... — Lamentablemente Yulia no pudo escuchar como terminaba aquel halago ofensivo para su persona porque se anticipó a ser la primera que colgara la llamada.  Conocía de sobra a Katya y algo tramaba.

Volvió a su mundo real donde “felizmente” se encontraba entre documentos que aún no alcanzaba a firmar pero que tenía que analizarlos muy bien antes de hacerlo.

Tomó su teléfono móvil y marcó el número de Natasha, esperando que ésta le contestara.

Hola Yul, cómo estás? Ya estoy lista y tú?

— Hola nena, más que lista, solo estaba hablando con Katya por teléfono pero por alguna razón se colgó la llamada — Dijo, escuchando que llamaban a su puerta para luego ver aparecer a su asistente frente a ésta — Dame uno segundos — Le indicó a la chica para luego dirigirse a Martina con una mirada, esperando que la mujer hablara.

— Lo siento señorita, pero tiene una visita de una de las analistas del banco principal para la reunión que tiene con usted — Anunció amablemente.

— ¿Qué? ¿A esta hora??!!! — Exclamó Yulia poniéndose de pie de inmediato.

Yulia, pasó algo? — Preguntó del otro lado Natasha al escuchar el grito de la morena — Hola!! Yulia, qué pasa?

— Hola! Lo siento, Tasha…Es que tengo una reunión porque una... señorita no sabe que es lo que significa almorzar...

— Disculpe señorita pero, en la agenda indica puntualmente que ella tenía que estar acá para presentarse con usted y el señor Sharapov — Martina aún seguía de pie frente a la puerta observando como la morena tenía el rostro tan carmesí.

— Demonios!!! — Acabó diciendo acompañando el alarido con un golpe en su escritorio haciendo saltar a la pobre mujer que estaba frente a ella sosteniendo la perilla de la puerta como si con aquel agarre, fuera a salvar su vida. Luego, dirigiéndose a la llamada — Discúlpame Natasha, pero no voy a poder acompañarte en el almuerzo, tengo... tengo una reunión en este momento y no sé a que hora vaya a desocuparme — Terminó diciendo para caer de golpe sobre el sillón de su oficina con cara de pocos amigos.

No te preocupes Yulia, podremos salir después, comeré algo rápido y volveré a la oficina, ¿vale?

— Vale! — Dijo ya sin ganas — Trataré de recompensártelo, nena y una vez más...discúlpame — Finalizó la llamada, dejando de vuelta su móvil sobre el escritorio, mirando fijamente a Martina quien esperaba impaciente por una respuesta, un poco más agradable — Bien, dígales que estaré allí en un minuto — La señora asintió dejando la puerta abierta, desapareciendo de allí.

La pelinegra tomó unos papeles que supuso era los que tenía que presentar en ese momento, aquellos que se identificaban claramente con el logotipo del banco principal de Moscú y salió de la oficina, dejando encima de su escritorio el celular con un mensaje entrante que decía: “Te extraño tanto hermosa, pero ya tengo que partir a Italia, te quiero”, sin leer.


Día 1. Viernes, 15:58 pm.


Los citados para la reunión con relación a la firma del contrato y cierre del mismo, ya habían llegado al restaurant situado en el ala norte de la terraza del Hotel Real Marriot. Allí, sentados en la mesa principal se encontraban Oleg y Larissa Volkov, en compañía de dos socios más que se habían dado encuentro en la misma ciudad para dar la bienvenida a su nuevo cliente.

Faltaban apenas dos minutos para dar comienzo a la reunión, solo esperaban a una sola persona para que hiciera acto de presencia y poder dar inicio al almuerzo que se había pautado ese día en aquel lugar y por demás sabían todos los allí presentes, que aquella persona era alguien muy puntual y decidida a la hora de cerrar algún negocio, por lo tanto, las cosas saldrían tal cual como ya se habían planeado y estudiado desde hace algunos meses atrás.

— Al menos logramos hacer que firmara con nosotros. Es y será, una de las mejores cuentas que podamos llevar en nuestra cartera de clientes — Hizo énfasis Larissa bebiendo de su copa con agua. Oleg asintió, llevándose la copa de vino tinto a su boca para degustar un trago, mientras escuchaba a su esposa susurrarle las palabras entre dientes.

— A nivel nacional, es la mejor clienta que un banco pueda tener. Sé que no va arrepentirse porque le hemos planteado todos los beneficios para que su dinero siga creciendo. Es una mujer muy estricta y conoce la calidad de lo que se le ofrece.

— Lastima que sea del tipo engreída y caprichosa. Juro que me hace doler la cabeza cada que existe algún tipo de reunión, es tan...

— Allí viene querida — Anunció Oleg mientras se ponía de pie y abotonaba su saco. Acompañando la acción, se unieron los otros dos caballeros que estaban sentados alrededor de la mesa para luego, finalmente Larissa, colocar su mejor sonrisa levantándose para darle la bienvenida a su nueva y potencial cliente.

— Buenas tardes, espero no haberos hecho esperar. Buenas tardes, señora Volkova, cómo está? — Dijo al acercarse a la mesa seguida de un guardaespaldas, quien no la dejaba ni a sol ni a sombra, tendiéndole la mano delicadamente a Larissa, quien la tomó con un delicado y suave apretón, dando por recibido el saludo.

— Buenas tardes, señora Katina, un placer encontrarnos nuevamente — Asintió con la cabeza. Los otros dos ejecutivos saludaron del mismo modo a la elegante mujer. Oleg, avanzó unos pasos e inclinándose caballerosamente, tomó la mano de la pelirroja y la besó.

— Es un placer para todos nosotros poder contar con su presencia, señora Katina — Saludó. Larissa mordió disimuladamente su labio inferior al ver aquel ataque de amabilidad excesiva de parte de su marido. Tampoco estaba en presencia de los reyes de España, pensó.

— Para mí es un gusto haberos citado acá, en mi ciudad natal, San Petersburgo. Pero por favor, tomen asiento — Solicitó Inessa con aquel aire glamoroso que emanaba a cada lugar que iba. Los ejecutivos, esperaron a que las damas tomaran asiento para luego ellos hacer lo mismo. Varios meseros tomaron el control inmediatamente de la mesa y comenzaron a servir a las 5 personas allí reunidas.

— ¿Qué tal os ha ido en vuestra suite? ¿Os ha encantado mi presente de bienvenida? — Preguntó tomando la copa de agua entre sus manos sin dejar de quitarle la mirada de encima a Larissa, quien la observaba de igual manera. Muy detallista.

— No tenía porqué molestarse, Sra Katina...

— Llamadme Inessa por favor — Interrumpió la misma a Larissa — Al fin y al cabo, después de hoy, seré vuestra cliente — Hizo un ademán de brindis con su copa a la que Larissa respondió de igual manera con la suya ya en mano.

— Bien... Inessa — Continuó Larissa — No tenías porque molestarte, al final solo vamos a estar por una noche ya que mi esposo y yo, viajaremos mañana a Londres para tomarnos unas merecidas vacaciones — Dijo. Oleg asintió con una sonrisa besando el torso de la mano de su esposa, atentamente.

— Vuelvo y repito Larissa, para mí es un gusto que estéis acá y por esta razón he querido reuniros en esta ciudad donde nací y crecí. Aquí tuve a mis hijas, he vivido muchísimo tiempo... he tenido tantos recuerdos de San Petersburgo y que mejor ciudad para mí que esta para cerrar el contrato con las empresas Volkov y Saint Petrov. Así que, quiero que me escuchen por favor — Dijo levantándose de la silla — Pueden sentarse caballeros, voy hacer un brindis — Se dirigió a los hombres que de inmediato se levantaron al ella colocarse de pie — Y lo haré con agua, porque no soy frecuente a las bebidas con alcohol y me parece que este líquido es el más puro que existe sobre la faz de la tierra. Porque así de transparente, estas dos personas que estáis a mi derecha... — Señaló a Oleg y a Larissa — Habéis sido conmigo a la hora de ofrecerme un servicio y como hoy en día nada puede tomarse a la ligera, he decidido cerrar contrato con vosotros hoy. Es un placer pertenecer en cierta forma a las empresas Volkov y agradeceros su infinita paciencia porque... sé que no soy nada fácil como cliente — Terminó de decir mientras las cuatro personas que estaban allí aplaudieron animadamente y rieron por el último comentario.

Una vez terminado el protocolo, el almuerzo estuvo precedido por exquisiteces y los mejores platos realizados por el Chef del restaurant, el cual fue el encargado de atender en persona a la distinguida clientela que allí se encontraba.

Todo había sido un éxito. El mismo Chef fue elogiado por los propios comensales y en especial por la anfitriona de aquel honorable almuerzo.

Inessa Katina, con pluma fuente en mano había firmado sellando así, la contratación que tenía por dos años con las empresas de Oleg y Larissa Volkov, sintiéndose bastante agradecida y victoriosa al mismo tiempo, por haber acertado otro triunfo de los muchos tantos cosechados en su vida.

— ¿Pensáis pasar las vacaciones de invierno en Londres, no es así? — Preguntó entregando la pluma fuente a su guardaespaldas y los documentos a Oleg en sus manos.

— Si, de hecho salimos mañana a primera hora hacia el aeropuerto y así llegar a nuestro destino lo más pronto posible — Dijo el rubio bebiendo un poco más de vino.

— ¿Habéis dejado las empresas solas? Ya que por lo que me habéis contado, pasaréis una semana de viaje — Comentó. Larissa tomó la palabra.

— De hecho, nuestra hija se está haciendo cargo de ellas — Inessa escuchaba atentamente mientras asentía con la cabeza.

— Entiendo. No sabía que tenían una hija.

— Si, nuestra única hija — Interrumpió inmediatamente Larissa al ver que Oleg continuaría con la conversación — Ella, está al tanto de todo lo que debe hacerse y organizarse, nadie mejor que dejar el negocio en manos de la familia.

— Bueno, ni tanto — Con una sonrisa a medio formar en los labios, Inessa participó — A veces, ni los propios hijos queréis haceros cargo de los asuntos familiares.

— Pero al final, tarde o temprano queréis ser como nosotros con el tiempo — Comentó Oleg, haciendo que los tres rieran al unísono mientras la velada iba transcurriendo con el pasar de la tarde.

Otro cliente más que satisfecho, podía dormir tranquila durante mucho tiempo. Pero, ¿Por cuánto tiempo?

Día 1. Viernes, 20 hrs 47 min.

La plaza roja vislumbraba bajo las luces artificiales de los adornos de la época. La Catedral de San Basilio, estaba abarrotada de creyentes, turistas y demás transeúntes que se aglomeraban para tomarse fotos frente al gran espectáculo de luces que iluminaba el monumento. Las calles estaban repletas de vehículos y el ambiente era totalmente alegre.

El gran café que estaba a unos cuantos metros, se encontraba repleto de asiduos clientes del lugar. Natasha y Yulia, ocupaban una de sus mesas, compartiendo una agradable cena después de tan ajetreado día de trabajo. Al fin podía decir, que se encontraba descansando un poco de todo lo que había sido su jornada laboral.

Era viernes, no había sido para ella un viernes normal como todos a los que estaba ya acostumbrada, al contrario; esta vez necesitaba relajarse de otra manera, algo más tranquilo con lo que olvidar firmas, documentos y sobre todo, de largas y fastidiosas reuniones como las que aquel día había tenido.

—¿Qué has sabido de tus padres? — Comentó Natasha una vez hubo terminado con la cena.

— Hace un buen rato me habéis dicho que aún os encontrabais en el hotel, celebrando el cierre de un nuevo contrato con uno de sus clientes — Dijo Yulia acariciando la mano de Natasha sobre la mesa.

— ¿Piensas aún que fue mejor haberte ido con ellos de viaje? Porque creo que estás a tiempo.

— He ido a Londres unas miles de veces, no creo que esta vez haya alguna diferencia en que los acompañe o no. Preferí quedarme contigo... ¿o no te gusta la idea? — Preguntó haciendo un puchero. Natasha se levantó unos cuantos centímetros y besó los labios de la morena para volverse a sentar en su lugar.

— No seas tonta — Sonrió — Claro que me gusta que te hayas quedado en la ciudad solo para estar conmigo. Lo digo porque, sabes que no tengo nada que ofrecerte más que una cena en casa de mis tíos. Pero ya te he comprado tú regalo de navidad — Yulia alzó una ceja y dibujó una sonrisa en su rostro.

— Con que un regalo de navidad, ¿eh? — Dijo en tono misterioso — A ver, y ¿qué es? — Cuestionó acomodándose en la silla de forma muy alegre.

— Que no será regalo de navidad si te digo, tonta. No seas impaciente, todo a su tiempo — Dijo probando de su malteada, arrugando un poco sus facciones. Yulia cambió las de ella por otro puchero de fingida tristeza.

— Entonces me quedará esperar a que llegue navidad — Suspiró derrotada por su intento fallido de ser curiosa — Y por qué has arrugado la cara, ¿le habéis puesto sal en vez de azúcar?

— No, sólo que me he sentido un poco mal y creo que estoy sintiendo la presión de lo laboral, así que no te preocupes por eso — Aclaró despreocupada la castaña. Yulia decidió también no prestar atención y continuó bebiendo de su zumo de tomate.

— Hablando de otra cosa, Katya me ha propuesto que pasemos la nochebuena en casa de vuestros padres — Dijo manteniendo el tono desentendido de antes, jugando con la pajilla dentro del vaso.

— Espera, has dicho ¿“pasemos”? Plural, cierto? — Preguntó incrédula.

— Ummmm... Si, las dos... tú y yo... nosotras... Así tal cual como te lo he dicho.

— Que te he entendido perfectamente lo que has querido anunciarme Yulia, solo que no entiendo cual es el interés de tú amiga el que pasemos tú y yo en su casa la nochebuena, cuando las dos veces que nos hemos visto, ni me traga ni yo a ella — Se recostó de la silla con fastidio, cruzando sus brazos frente a ella. Su teléfono móvil comenzó a timbrar, lo vio y solo hizo que no sonara más, volviendo a una posición un poco más rígida.

— ¿No vas a contestar? — Preguntó Yulia, paseando la mirada del móvil de su novia hacia el rostro de la misma.

— No es nadie importante. Lo más seguro es que sea algún cliente que no entiende que a esta hora no doy ningún tipo de información sobre arrendamientos y tú y yo tenemos un tema por discutir, solo necesito saber si estás de acuerdo con lo que me has dicho — Sonó lo más tranquila que pudo, haciendo que Yulia volviera a retomar el tema sin que se percatara que, había apagado su teléfono.

— A ver, Tasha — Dijo tomándole de la mano nuevamente — Solo quiero pasar a tu lado, estas fiestas. Sé que ha sido difícil para ti estar alejada de tú familia porque tienes que trabajar en otra ciudad y no quería que la pasaras sola. Bien podemos hacer una reunión en mi casa, y compartir las dos nuestra propia cena de navidad, pero Katya se ha ofrecido para que no estemos solas en estas fechas. Sabes que siempre me da por recordar a Kamila y en particular, no la quiero pasar con mi familia porque siempre se encargan de recordarme que ya no está. Mamá llora cada nochebuena y cada fin de año y aunque la extraño muchísimo, sé que ella ahora se encuentra bien donde quiera que esté — Natasha sintió más fuerte el agarre en su mano e hizo lo mismo, para demostrarle su apoyo y sentimiento — Solo quiero que estés bien, estar bien. ¿Te parece si vamos un rato a su casa, compartimos y luego, nos retiramos solo tú y yo y tenemos nuestra propia celebración? — Concluyó diciendo, recibiendo un caluroso abrazo de parte de Natasha quien le repartía besos en su cara por doquier. Yulia reía emocionada, solo quería estar feliz como en mucho tiempo no lo había sido.

— Sólo quiero verte feliz Yulia. Haremos lo que tú quieras, lo que te haga bien, si eso implica que tengamos que ir a casa de tú amiga Katya y estar allí un rato, pues venga, estaremos allí un rato, solo con una condición — Yulia pasó un dedo por la nariz de ésta.

— Todas las que quieras, menos que tenga que colocarme algún traje de Snegurochka porque no soy nada tierna, ¿eh? — Aclaró en tono burlón mientras Natasha reía.

— Aunque no te imagino como el Hada de las nieves, esa no es mi condición —Acotó— Yulia, sé que no soy ángel de la devoción de tú amiga y que me ve con cara de que quiere asesinarme lentamente y con dolor. A leguas se le nota que le gustas...

—¿Qué? — Preguntó elocuentemente, llamando la atención de algunas de las personas de allí.

— Por dios Yulia, baja la voz...

— Es que me estás diciendo cada cosa loca que se te ocurre en esa cabeza que no entiendo — Comenzó a reír nerviosamente porque Natasha, había dado justo en el punto que ni para ella, pasaba desapercibido — Ella no me gusta, ni yo a ella. Es mi amiga desde la secundaria, solo eso.

— En fin… Sólo quiero aclararte ese punto, que no soy tonta ni mucho menos me dejo intimidar por una chica de su edad. A la primera que haga algo que no me guste, pues, me iré de allí — Dijo mientras Yulia solo negaba muy risueña con la cabeza.

— Lo que digas Tasha, lo que digas... Que a la primera que te diga algo, yo misma la pondré en su lugar. Katya suele ser una persona un poco extraña, y la conozco desde hace mucho, así que estate tranquila nena, que la vamos a pasar genial.


Día 1. Viernes, 23hrs 37 min.

Había dejado a su novia en casa de sus tíos, luego de haber compartido una cena y un paseo por el centro de la ciudad. Se sentía feliz al lado de aquella chica que la trataba por lo que era, así de simple.

Aquel día, llegar a casa se había convertido en lo más humanamente relajante y esencial como jamás lo había sentido. Estaba agotada, de eso no cabía la menor duda y lo único que por su mente viajaba era tomar una ducha de agua tibia y acostarse a dormir, hasta el otro día.

No había tenido noticias de Elena durante todo ese viernes salvo, aquel mensaje que recibió en horas del mediodía donde indicaba que partiría a Italia. Se había guardado todos los impulsos por escribirle, por saber de ella, pero sabía que si la pelirroja no había escrito era porque estaba ocupada o simplemente, su mujer estaba con ella a su lado.

Hizo a un lado las llaves de su coche y cayó agotada sobre el sofá de la sala, con su teléfono móvil en las manos, tentándose una y otra vez en escribir al menos un “Hola” y esperar tener por lo menos una respuesta.

Dejó el móvil también a un lado y se levantó dispuesta a tomar una ducha.

Comenzó a desvestirse como usualmente lo hacía en la sala, mientras caminaba hacia su habitación, dejando estelas de ropas por doquier, cuando escuchó un sonido bastante común y giró su cabeza, viendo que en la mesa donde había colocado su Smartphone, una luz parpadeante le indicaba que había recibido un mensaje. Pensó en correr hacia él, pero luego recordó que le había dicho a Tasha que le avisara cuando fuera a dormir solo para desearle las buenas noches. Intentó hacer caso omiso, pero el corazón comenzó a palpitarle rápidamente, sintiendo una emoción dentro de su pecho sin razón alguna.

Regresó de nuevo a la sala y tomó el celular, leyendo aquel mensaje que en un abrir y cerrar de ojos le cambió la vida, haciéndola sonreír de inmediato.

Elena: “Hola hermosa, ya estoy aquí en Italia, Roma. Espero que no estés dormida porque apenas acá son las 21 hrs con 33 minutos. Temprano, verdad? — Leyó el mensaje, comprobando que aún la pelirroja se encontraba en línea.

Yulia: “Cómo estás preciosa? No sabes lo mucho que necesitaba saber de ti. Estás bien?

Elena: Si. En este momento me encuentro en mi habitación. Hemos llegado hace unas horas y bueno, me encuentro desempacando, con mi portátil en manos para responder algunos correos de trabajo. Y tú, ¿cómo ha estado tú día?

Yulia: ¿Ella está allí contigo? — Preguntó impaciente mientras golpeaba su pie sobre la alfombra.

Elena: No. Ella está en otra habitación con su prima. Hemos viajado con ella porque nos quedaremos unos días en casa de su tía y fue una petición particular de mi parte. Vos, estás en casa?

Yulia: Acabo de llegar. Hoy tuve un día bastante particular y cargado de trabajo. Aún no entiendo como puedes estar en Italia y tienes que trabajar. Estás enferma.

Elena: Jajaja! Tal vez, aunque pensándolo bien, dejaré esto para más tarde. Sabes que duermo poco y ya tendré tiempo. Cómo están tus padres? Todo ha marchado bien?

Yulia: Mi madre tiene todo guardado en una puta agenda que ha de sacarme canas rosadas cada que la leo. Es un aparato bastante inoportuno, con decirte que no he podido almorzar porque tuve que reunirme con un agente del banco que en su diccionario no conoce la frase: Hey! No molestéis a Yulia que tiene una vida propia que atender. Creo que mis padres me odiáis.

Elena: Venga hermosa, no digas eso. Ellos te quieren y mucho y estoy bastante segura que lo hacéis por tu propio bien. A ver… que allá debe ser un poco tarde, ¿has comido algo? — Escribió y envió el mensaje mientras al fin se acostaba en la cama de aquella habitación tan grande y tan fresca, que el solo respirar el aire romano, le hacían desaparecer cualquier amargura que llevara a cuestas.

Yulia: He comido algo esta noche. Vengo precisamente de cenar y compartir un rato con mi novia — Leyó, haciéndole cambiar sus facciones relajadas a una más seria. No era quien para decirle precisamente a la morena, que odiaba profundamente saberla con alguien más.

Elena: ¿Cómo están las cosas con ella, todo marcha bien para la nochebuena?

Yulia: Pues, que mi amiga Ekaterina nos ha invitado a ella y a mí, a pasar las fiestas en su casa. ¿Recuerdas a Ekaterina? ¿Katya?

Elena: Claro que la recuerdo, me has contado sobre ella y la que no está muy de acuerdo con tu relación pero lo que no entiendo es porque te invitó sabiendo que estarás con tu novia. ¿No te has preguntado? — Escribió, haciendo mente de lo mucho que Yulia hablaba de su mejor amiga incluso, había pensado en varias oportunidades preguntarle a la morena que tan estrecha era su relación como amigas, pero a medida que iba conociendo a Yulia, más le conocía su carácter explosivo, así que trataba lo menos posible de tocar el asunto. Esperó un rato más hasta que Yulia le contestó.

Yulia: Te extraño Elena, como quisiera estar en estos momentos contigo — Un amplia sonrisa se le dibujó en su rostro lleno de pecas, sabiendo de lleno que Yulia trataba siempre de desviar el tema de su extraña amiga. Respondió.

Elena: Y yo a ti hermosa. No sabes cuanto te he extrañado y te he pensado.

Yulia: Solo te pido que no me hagas daño Elena, porque también he tenido la necesidad de estar contigo, todo el tiempo, a todas horas. No sé si algún día pueda enamorarme de ti, pero si eso sucede, serás la primera en enterarte y que si a ti también te pasa, espero ser yo la primera en enterarme. ¿Trato hecho?

Elena: Trato hecho Yulia. Te quiero — “Más de lo que te imaginas pequeña” pensó para sus adentros y apretó el botón de enviar. Al verificar su reloj de pulsera, volvió a escribir — Debe ser pasada la medianoche y sé que estás agotada, yo también lo estoy.

Yulia: Acá ya es medianoche y quiero descansar un poco antes de volver a pensarte. Solo espero, que duermas y que al menos dejes una noche de trabajar.

Elena: Lo haré preciosa, porque el viaje me ha dejado agotada. Soñarás conmigo? — Rió por aquello, acomodando su cuerpo en la cama.

Yulia: Soñaré contigo. Vos también lo harás?

Elena: Prometo que yo también lo haré.... Descansa hermosa, que duermas bien.

Yulia: Te quiero Elena. Descansa.

Ambas, en aquel preciso momento sus ojos se desviaron hacia las ventanas de sus habitaciones. Tal vez podría llamarse sincronización o en realidad comenzaban a extrañarse tanto la una a la otra y aquella noche, la luna de Rusia se vistió de verde mientras que en Italia, se vistió de azul.

La distancia, era para ellas la causante principal de no poder abrazarse ni sentirse como en aquel momento lo deseaban.

En aquel instante, ellas sintieron que eran dueñas de la misma luna.


Continuará...
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Mensaje por LENYU 8/29/2020, 7:24 pm

Bueno genial! Voy a responder a Xander, se que tienes razon! Pero no del todo! Lena es una seductora innata y lo sabe y abusa de eso como toas las mujeres de su talla!!! No las soporto, porque ejercen un poder sobre las indefensas, las que buscan amor y comprension y sus formas hacen que la mayoria caigan como pobres moscas!!! Ahora Julia es una estupida! Una niña sin el mas sentido de la compresión es inteligente pero egoista! a pesar de las cosas malas que vivio no aprende nada!! Tampoco es una niña y actua como si tuviera 14!! Por otro lado, soy la unica que detesta a la imbecil de Katia???? Otra niña idiota deserebrada!! Al unico personaje que amo es a Nastia y debo admitir que Sveta me puede, porque hasta ahora solo esta defendiendo lo que claramente es suyo de la niñata que se acuesta con su mujer y espero que descubra que también la niñata lo hace con su novia amigas y demas (no recuerdo si Sveta o Elena descubren que Julia no es ninguna santita)
Igual ODIO a Lena, y a todas las que son como ella mi Xander amorosa!
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Mensaje por psichobitch2 8/31/2020, 2:30 pm

Jajajaja!! siento que te amo, LENYU creo que si Yulia tuviera la misma agilidad mental que vos, hace unos 10 años atrás, esta historia tuviera solo una parte!!!!

CAPITULO 24: UN CALENDARIO MUY PARTICULAR (2da parte)

Día 2. Sábado, 7:33 a.m

El sólo hecho de tener una buena taza de café en sus manos y admirar aquel paisaje que ante sus ojos verdes vivían con vida propia, era totalmente fascinante. Apenas llevaba horas en aquella ciudad antigua y podía sentir el olor a vida, a castañas y a agua. A pinochos de madera y a Vespa. Cerró los ojos y aspiró hondo, mientras su taza humeante calentaba entre su mano, sintiendo y compartiendo aquellos pensamientos.

Roma olía a mojado, olía a gente. Olía a Cristianismo y a Fe. Olía a Miguel Ángel a Bernini a Rafaell. A pinturas y esculturas. Olía a leones y a gladiadores... simplemente, Roma le olía a toda aquella historia que jamás se cansaría de leer y sobretodo vivir.

Saboreó gustosamente su bebida caliente y se reclinó sobre la baranda de hierro macizo forjado, característico de las casas italianas, con la vista fija en los transeúntes que no conocían la palabra “Descanso” y que si conocían de sobra las de “Optimismo” y “Lealtad”. Le resultaba algo grandioso ver como despertaban a tempranas horas, simplemente para hacer lucir la potencialidad de la ciudad, en la que se hospedería al menos una semana.

No era la primera vez que visitaba ese país. Siempre había tenido el placer de pisar aquella tierra cuantas veces le fuera posible, salvo que las anteriores, había sido con el fin de ir a laborar. Esta vez, haría el intento de descansar de todo lo que la rodeaba de todos sus pensamientos, de todo lo que le asfixiaba aunque, no mucho iba a poder librarse, lamentablemente.

Dio vuelta sobre sus talones y volvió adentro, a su habitación, donde aún las sábanas de su cama estaban a medio tender, donde la simple imagen de Yulia sobre ellas se le dibujó en la mente, haciendo que mirara su reloj de cabecera y su móvil. Seguramente la pelinegra aún estaría durmiendo, considerando que en Moscú eran dos horas más que en Roma.

Abandonó la idea, al menos por el momento de escribirle a su morena. Siempre esperaba que ésta lo hiciera antes.

— Buenos días Elena, cómo has pasado la noche? — Saludó Samara al ver entrar a la pelirroja al comedor. Svetlana apenas alzó la mirada de su portátil, mientras bebía una taza de su TÉ TWINIGS BREAKFAST.

— Buenos días, tengáis las dos — Dijo saludando con dos besos a la rubia, para luego sentarse a la mesa — Descansé mucho y la habitación es bastante reconfortante. Me ha gustado de más. Gracias por tú hospitalidad — Se colocó la blanca servilleta sobre su regazo, bebiendo de una copa con leche.

— Venga, que para mí es un honor teneros a vosotras dos en mi casa, bueno, en casa de mi tía Luciana que con mucho gusto os recibirá siempre. Ahora no se encuentra porque acaba de salir a jugar al tenis — Dijo. Elena dejó a un lado lo que bebía. Sveta se unió a la conversación.

— Supongo que sabrás que tenemos una reunión importante en la tarde con mi socio de la compañía —Le preguntó a la pelirroja, quien alzó la mirada hacia la de esta.

— Supuse bien, entonces este no había sido un viaje de “relajación” tal como me hiciste saber — Indicó lanzándole una mirada mortal a su esposa, quien sonreía mientras no quitaba su vista de la pantalla del IPad.

— Querida, sabes que sólo me interesáis los negocios y que en Italia, tengo una de las mejores empresas. Siempre radicaré en mis asuntos laborales, aunque ya tendrás tiempo de relajarte, o no has tenido los suficientes momentos de grata satisfacción mientras te ocupas de tus asuntos? — Svetlana sabía sacar muy bien las garras y era experta en hacerlo cuando le daba la gana. Samara se aclaró la garganta.

— Bien chicas, que el tema de sus asuntos laborales, podéis atenderos luego — Aclaró para cambiar la conversación — Elena, qué vas a desayunar?

— Pues, no tengo apetito — Dijo levantándose de la silla, colocando suavemente la servilleta sobre la mesa — Iré a caminar un rato por allí, sabes que me gusta hacerlo. Siento mucho no quedarme pero...aprovecharé cada segundo de mis vacaciones en Italia antes de que se vuelvan milagrosamente aburridas — Dijo saliendo del comedor. Svetlana seguía sin prestar atención a lo que a su alrededor ocurría. Su prima llamó su atención.

— No entiendo Sveta, ¿no se suponía que estabas realmente preocupada por la salud de Elena? ¿Cómo es que ahora la haces trabajar estando tan lejos de casa y en otro país? — Concluyó la rubia, mirando a su prima que se entretenía en sus asuntos, como si nada más existiera en el mundo.

— Sabes que mi relación con Elena, es netamente laboral — Dijo apartando al fin su IPad frente suyo — Simplemente me importa cerrar esta semana un gran negocio que tengo en manos y Elena será el trampolín — Continuó bebiendo de nuevo de su taza de té — Elena tiene una amante — Dijo así no más. Samara abrió los ojos mientras dejaba la taza del café sobre la mesa.

— ¿Qué dices? ¿Estás segura de lo que estás confirmando, Sveta? — Cuestionó bastante intrigada — No lo creo, Elena es una persona muy calmada y segura de su matrimonio. Que os conocéis desde hace mucho tiempo, Sveta. Fuiste su primer amor hace años, cuando apenas eran una crías; aunque después de lo que sucedió, ella te ha perdonado porque te ama...

— Por dios Samara, eres bastante inocente — Se levantó de la silla quedando de espaldas hacia su prima, viendo a través de la ventana que el tiempo comenzaba a remontar a pesar del clima — El trato al que llegamos hace tres años, el cual hemos convertido en “matrimonio” — Hizo señas con sus dedos al mencionar esta última palabra — Era precisamente esto. Ella ganaría más en sus empresas y me haría ganar muchísimo dinero a mí. Elena podrá quererme, como la quiero yo a ella. Has dicho algo muy coherente y sincero — Volteó su cuerpo para quedar frente a su prima, quien le prestaba atención a lo que venía diciendo — Nos conocemos desde hace ya diez años, perdonó mi error pero me di cuenta, de que con ella podía tener mucho más. No es tiempo de darnos golpes de pecho. Elena no es como antes y para mí es bastante notorio que alguien, debe estar ocupando su mente en este momento, no soy imbécil. No se distrae tan fácilmente y ahora es muy común verla así — Volvió a compartir la mesa con su pariente, esta vez sentándose un tanto alejada de la otra rubia.

— No creo que Elena esté saliendo con alguien — Volvió a decir la rubia en defensa de Elena.

— Creí por unos instantes que eras mi prima y no su defensora — Recalcó antes de levantarse y dirigirse hacia la habitación donde había pasado la noche.


Día 2. Sábado, 10:57 a.m


Bajo una gabardina negra totalmente cerrada para que su cuerpo no sufriera estragos del clima húmedo de la ciudad, estaba vestida. Su níveo cuello, iba también abrigado con una bufanda color azul oscuro que combinaban perfectamente con sus zapatillas de invierno. Su jean ajustado, moldeaban sus caderas y piernas al caminar sobre las aceras de piedra lisa, dejándose llevar por la calidez de la capital italiana.
Para ella, simplemente Roma era la ciudad eterna, el corazón del mundo. Siempre llegaba a la conclusión de que no había dinero suficiente para comprar “Roma” y si lo existiese, nadie en el mundo permitiría que movieran aquella monumental ciudad de su sitio.

Llegó a un lugar bastante concurrido por ella. Simplemente le había denominado como: “La calle de mi indecisa felicidad”. Casualmente, allí existían los mejores ristorantes o fondas, como comúnmente se les llamaba en aquella esquina a la que habían bautizado como “La pequeña sucursal del mundo”.

La Tratoria Dell Pallaro, era donde la señora Paola llevaba más de 40 años haciendo la mejor pasta para los turistas más afortunados que decidieran visitar su ristorant. Ella en particular, era muy amante de la pasta y la que cocinaba Inessa, siempre la había considerado como la mejor. Sopesó a la Tratoria como la segunda mejor pasta que había probado en su vida ya que, lamentablemente no había podido volver a degustar aquellos suculentos manjares que su madre, cada domingo, deleitaba a su pequeña familia olvidándose siempre por un día a la semana, que llevaba a Rusia en sus venas.

La Fontana de Trevi, famosa por la tradición de lanzar monedas dentro de un pequeño estanque, se encontraba ubicado en las afueras del local, cumpliendo siempre con el mito de que: “Una moneda para regresar a tu país, dos para encontrar el amor y tres para quedarse a vivir en Roma”. Ya había hecho aquel ritual en varias oportunidades y cada que pasaba por allí sonreía, recordando que siempre lograba regresar a su país.

Introdujo su mano izquierda dentro del bolsillo de su gabardina y sustrajo dos monedas. Caminó pacientemente hasta La Fontana y al estar de pie frente al pequeño estanque, lanzó el par. Definitivamente no quería esa vez, quedarse a vivir en Roma.

Cada persona que entraba a la Tratoria, salía feliz con ganas siempre de volver. Elena, cliente fija del ristorante cada que allí iba, se había convertido en el comensal más especial, de la señora Paola, una mujer robusta y entrada en años pero amable hasta más no poder.

— Buon giorno, Non è il miglior ristorante del mondo? — Saludó Elena cuando cruzó la puerta, llamando la atención de la señora Paola que con su amplia sonrisa dibujada en su colorado rostro, quedó impávida al verla.

— Non posso crederci! Osservare te donna, ogni giorno si cresce di piu... E tu sei piu bella — Con los brazos abiertos, esperó a que Elena se acercara y en un abrazo caluroso, se saludaron. La “Nonna”, como era conocida en esa parte de la ciudad, besaba el rostro hermoso de la pecosa, sintiéndose invadida por una felicidad plena de saber de regreso a aquella chiquilla, como siempre le decía, a su hermoso país.

— Venga Nonna, que Massimo se pondrá más celoso que nunca — Dijo a modo de broma saludando a un hombre castaño y regordete, que atendía también las mesas con una sonrisa bastante bonachona. Aquel hombre, era el esposo de la “Nonna” y adoraba cada que Elena visitaba el lugar.

— Eh Massimo, que regresó la ragazza Elena — Gritó haciendo que algunos de los comensales de allí, dirigieran la mirada hacia donde se encontraba una Elena ya un poco apenada al sentir las miradas del resto.

— Que la he visto mujer, no estoy cieco. Cada día está más bella la pelirroja — Comentó, dirigiéndose a Lena — Elena, dime que esta vez te quedarás en Roma — Gritó también.

— Ven Elena, que si no desayunas algo un día de estos vas a desaparecer, eh! — Dijo la mujer al llevar casi a rastras a la pelirroja hacia el mostrador ignorando los comentarios de su marido. Lena llevaba una sonrisa de felicidad en su rostro. Como añoraba aquel trato y sobre todo, aquel mágico lugar.

Al estar ya sentada sobre una silla alta de madera laqueada, Massimo se acercó a ella y besó sus mejillas y frente, para luego estrecharla también en brazos.

— Dime Lenita… Esta vez te quedarás aquí en Italia? — Preguntó, limpiándose de su rostro un poco el sudor con un pequeño pañuelo que sacó del bolsillo de la camisa.

— No creo Don Massimo, tengo muchas cosas que hacer en Rusia...

— Bah!! Nonno, no la molestes con vostre domande — Dijo la mujer golpeando el brazo de su marido. Elena no dejaba de negar con su cabeza mientras sonreía — Ragazza Elena está muy felice en su país, ¿verdad que si bambina?

— Claro que si Nonna, pero también he extrañado muchísimo venir acá. Tenía casi...

— Bah!!! Bambina, tenías como 2 anni que no venías por acá desde tu luna de miel. Míranos, nuestro español cada día va mejorando ragazza y tu cada día te pones piú bella — Dijo mirándola de arriba a abajo mientras detallaba a la pecosa sonrojarse más — Cuéntame, ¿has venido con tua moglie?

— Si, he venido con ella — Dijo, cambiando sus facciones de inmediato por una más rígida. El hombre rozagante se dio cuenta ya que su mujer estaba entretenida sirviendo algunos Capuccinos, uno de ellos sería destinado para Elena. Massimo volvió a besar su frente.

— Tranquila bella ragazza, te aseguro que no fue en vano las dos monedas que lanzaste en el estanque — Le sonrió y de nuevo fue atender a los turistas que cada vez se aglomeraban más en el ristorante. Elena lo siguió con la mirada un tanto sorprendida cuando la Nonna, la sacó de sus pensamientos.

— Aquí tienes un Capuccino ben caldo y un croissant de dulce de leche, como te encanta — Le sirvió contenta mientras Elena con su boca, hacia saber que en verdad era el mejor desayuno que siempre le había encantado degustar en la ciudad romana. La mujer continuó — ¿Llevas mucho tiempo en Roma?

— Llegue ayer, Nonna.

— Te has venido con tu esposa, cierto? — Preguntó. Elena tomaba un trozo del pan para llevárselo a la boca.

— Sí, he venido con ella y su prima. Algunos negocios que atender — Comentó. La Nonna detallaba cada una de sus facciones tristes.

— Todo va a estar bien Principessa, por los momentos, aquí estaremos Massimo y yo hasta que Dios nos permita en esta terra, trayendo felicidad en la Tratoria. Siempre serás la invitada de honor y si no estás molto occupato, una cena estará acá esperando por ustedes cuando quieran. Que no hemos visto a tu esposa en tanto tiempo, ragazza — Agradeció Elena con una sonrisa aquella hermosa invitación, esperando que Svetlana no se negara al menos en compartir un tiempo con ella y sus amigos italianos.


Día 2. Sábado, 12:43 p.m.


De fondo se escuchaba la música de su banda favorita mientras tenía ya más de media hora que esperaba delante de su portátil a que la inspiración le llegara. Sólo había logrado escribir un párrafo de la historia que había colocado hace mucho en la página del foro donde conoció a Elena, pero precisamente era ésta, quien le estaba robando los pensamientos aquella mañana.

Buscó su teléfono móvil de nuevo que estaba cerca de la mesa. La pelirroja había cambiado su foto de perfil por una donde se veía muy sonriente al lado de una robusta señora de mejillas muy sonrojadas. Rió al verla y comenzó a escribirle esperando no estar interrumpiendo nada.

Yulia: Buenos días preciosa, ¿cómo estás? No me digas que ella es tú esposa porque para ser sincera, se ve muy buena gente — Le dio enviar mientras esperaba que su pelirroja contestara. Observó que en su vaso donde anteriormente hubo zumo de naranjas estaba vacío y fue hasta la cocina a por más. Cuando regresó a su pequeño estudio, vio que tenía un nuevo mensaje entrante en su teléfono móvil. Al abrirlo, rodó los ojos y respondió — Buenos días Katya, ¿cómo estás? — Volviendo acercar su portátil frente a ella, esperando que su mente dejara de pensar por un instante en aquella mujer que se encontraba a varios kilómetros de distancia para poder seguir escribiendo su artículo.

Katya: Bien Yuli, con un poco de sueño pero no quiero seguir durmiendo, te vi en línea y decidí saludarte. ¿Estás en casa?

Yulia: Pues, intentaba escribir algo pero no tengo cabeza ahora para hacerlo. Estoy en casa, hace más de una hora que desperté y no tengo nada mejor que hacer.

Katya: Bueno... cuando dices que no tienes nada mejor que hacer es porque en realidad estás aburrida, raro en ti porque siempre tienes algo en mente.... ¿Quieres ir a comprar los regalos de nochebuena?

Yulia: Si digo que no, de todas maneras seguirás insistiendo — Envió el mensaje sabiendo que molestaría a su amiga. Otro mensaje llegó haciéndola cambiar por completo.

Elena: Buenos días hermosa. Te cuento que no es mi esposa, es una amiga bastante especial que tengo acá en Roma, una excelente persona. Lamento mucho decepcionarte. ¿Cómo has estado? ¿Estás en casa?

Yulia: Que decepción más grande porque es muy linda la doña y hacéis una linda pareja, jajajaja!! ¿Cómo dormiste? ¿Estás bien?

Katya: ¿Estás ahí? Me he quedado esperando tú respuesta Yulia... ¿Quieres ir de tiendas?

Yulia: Claro que si iré a comprar, te he dicho que así no quiera, insistirás tanto que me romperás las pelotas, vendrás a por mí y me sacarás de casa si es preciso en ropa interior. A veces me pregunto para que demonios tienes un novio inservible.

Yulia: Si, estoy en casa. Precisamente me disponía a escribir un capítulo de la historia, pero es que no me concentro mucho que digamos.

Elena: ¿Alguien en mente?

Katya: No es inservible, sólo que no le gusta salir mucho de compras y le dije que no quería estar con él porque precisamente, iré a comprarle su obsequio de nochebuena. ¿Acaso no comprarás nada para tu novia?

Yulia: Sí, he estado pensando mucho en ti preciosa. Aún no hallo la idea de que estés lejos y tan distante y comienzo a extrañarte mucho.

Elena: También te extraño hermosa, pero verás que regresaré pronto y que apenas esté en Rusia, iré a verte... Lo prometo y sabes que cumplo siempre con mis promesas.

Yulia: Claro que iré a comprarle un regalo a mi novia para entregárselo justamente cuando sean las 00:00 horas del día de navidad. Hagamos una cosa, ¿te parece que vengas a por mí en 2 horas? No tengo muchas ganas de conducir.

Katya: Bien, estaré allí más tarde — Se despidió la rubia y salió de línea. Yulia aún seguía escribiéndole a Elena, un poco más relajada.

Yulia: Ojalá que la semana pase muy rápido porque ansío verte. ¿Sabes? Hoy iré a comprar los regalos de nochebuena. Siempre me ha gustado hacer ese tipo de compras, aunque esta vez no la vaya a pasar con mis papás.

Elena: No estés triste hermosa, tú decidiste que así fuera, sólo tienes que comprarle algo a ellos para que cuando regresen se lo puedas entregar. De seguro ellos te traerán algo de su viaje de luna de miel.

Yulia: No es luna de miel, es de vacaciones — Comentó echando su cuerpo para atrás sobre la silla — Además, que apenas han pisado Londres y ya mi madre parece una pegatina de papá.

Elena: Jaja! No siempre tendrás a tu padre para ti sola. Recuerda que tiene una esposa a la que la ama con locura.

Yulia: Que no quiero hablar más de mis papás que estáis bien lejos. ¿Dime, estás con ella?

Elena: No, no estoy con ella. Fíjate, en este momento me encuentro en el ristorante de mi amiga, la señora que sale conmigo en la foto. Ella se llama Paola y su ristorante “La Tratoria Dell Pallaro”. Siempre he venido acá cada que piso Roma porque es uno de los mejores locales de pasta, donde se degusta lo mejor. Algún día, espero que vengas acá conmigo.

Yulia:

Elena: Hey! Por qué esa carita?

Yulia: Solo que soy demasiado realista Elena y ese “algún día” tal vez no llegue nunca. ¿Por qué la vida tiene que ser tan complicada a veces?

Elena: Lo siento tanto Yulia, no debí escribirte eso, simplemente me dejé llevar por las emociones y si... Quiero confiar de que ese “algún día” llegue y seré la mujer más feliz del mundo.... Ahora dime, ¿me comprarás un regalo inmenso?

Yulia: Tal vez si, tal vez no — Escribió, alzando las cejas y bajándolas mientras respondía, aunque tenía en mente también comprar algo para ella — Puede ser que te sorprenda, ya pronto será navidad.

Elena: Me gustan mucho las sorpresas... y cuéntame, ¿saldrás con tu novia? — Leyó el mensaje preguntándose que sentiría Elena cada que pronunciaba aquel adjetivo. ¿Sentiría lo mismo que ella al nombrarle a su “esposa”? Cierto deseo de salir corriendo, aunque no la conociera, de buscarla por toda Kazan y arrancarle la cabeza hasta verla inconsciente en el suelo, la invadió. Sacudió la cabeza para aterrizar de nuevo en el planeta y continuar su conversación.

Yulia: No! saldré con mi amiga porque precisamente ella no puede estar allí. No sería un regalo de navidad si ella misma lo escoge.

Elena: Jaja! Lo sé Yulia, solo quería saber con quién irías.

Yulia: ¿Te quedarás allí en el ristorante hasta más tarde?

Elena: No. De hecho, ya estoy por salir a recorrer un poco la ciudad. Más tarde, tengo una reunión con... ella precisamente para cerrar un contrato con una de sus empresas.

Yulia: Ehmm! Es sábado y estás en Roma de vacaciones, ¿acaso como puedes trabajar estando allí en Italia disfrutando de lo mejor del mundo?

Elena: Hay cosas que ya te he dicho que no puedo cambiar. Solo será una simple reunión, hermosa y ya luego estaré en casa.

Yulia: ¿Cuándo irá tú hermana?

Elena: Ella vendrá el viernes, pero pasará directamente a Florencia, donde mis padres tenéis un apartamento. Ella últimamente no se ha llevado muy bien con Svetlana y no quiere... mejor dicho, no queréis verse ni en pintura, así que me tocará viajar el mismo jueves.

Yulia: Pues, ¿y que ha pasado allí? Claro, si quieres contarme — Pulsó el botón para enviar el mensaje mientras guardaba en sus documentos, lo poco que había escrito de la historia. Cerró la portátil y se levantó del escritorio.

Elena: Es lo que no sé, pero algo tuvo que haber ocurrido para que ese par no se trate comúnmente como antes lo hacían. Tal vez tenga que indagar un poco más aunque no sea necesario. Valya es como una tumba, pero abierta... No oculta nada — Leyó la morena y comenzó a reír sentada sobre su cama. El tiempo transcurría y pronto llegaría Katya y ni siquiera se había duchado, considerando que duraba una eternidad haciéndolo.

Yulia: Bien, ya me contarás. Yo tengo que ir a ducharme porque vendréis a por mí, y me tardo una barbaridad acomodándome…solo prométeme que estarás bien.

Elena: Lo estaré, y sabes.... puedes escribirme cuando quieras, estaré disponible para ti.

Yulia: No!! No lo haré mientras sepa que estás con ella... Elena, al menos dale el respeto que se merece porque no quiero que te busques algún problema por mi culpa y no coloques “peros” ni digas nada más. Solo cuando no estés con ella, puedes avisarme y te escribiré.

Elena: Entiendo... Discúlpame entonces. Cuando me desocupe te avisaré y... disfruta mucho. Te quiero hermosa.


Día 2. Sábado, 15: 23 p.m


El centro comercial de Moscú estaba abarrotado de personas haciendo sus compras navideñas. Era común y normal, ver a la gente hacer las filas para poder adquirir lo que querían regalar en nochebuena y también para los regalos frecuentes cuando despedían la noche vieja.

Para la pelinegra siempre había sido importante compartir las fiestas de fin de año, siempre había una oportunidad de cambiar, así como decía ella y consideraba que esa época, era más flexible y condescendiente con las personas que estaban a su alrededor. Aunque al parecer no lo era mucho con su mejor y única amiga, Katya.

La rubia siempre estaba pendiente de ella, de lo que le acontecía, incluso fue la única persona que estuvo a su lado cuando Kamila partió de este mundo y cuando también Ayshane lo hizo también pero Katya, aún no terminaba de decir lo que sentía por ella y eso la hacía sentir un tanto confundida.

Ekaterina era una chica bastante atractiva, incluso, sintió haber estado perdidamente atraída por ella cuando solo eran unas adolescentes tontas que vivían en un mundo color rosa; salvo que Katya, al parecer aún seguía creyendo que ese mundo existía.

La veía caminar y rápidamente se perdía en ella pero ¿por qué no querer a Katya como a las demás chicas? Al fin y al cabo la rubia la conocía mejor que a nadie, sabía todos sus secretos... bueno, casi todos... pero tal vez si madurara un poco fuera distinta a lo que sería enamorarse de un pedazo de hierro sin sentimientos, o quizás sí tenía sentimientos pero estaba confundida con la vida. Le decía cosas que no terminaban de ser claras para Yulia y ella misma terminaba confundiéndose y siendo intolerable con ella. Así que por esa misma razón, simplemente la vería como su amiga más íntima, a quien podía contarle sus secretos más locos, así como ella le había confesado los suyos en algún momento.

— ¿En qué piensas? Estás distraída... — Resaltó Katya escogiendo alguna blusa carísima de la tienda donde estaban. Yulia cayó en cuenta de que se dirigía a ella.

— En nada... sólo estoy pensando que regalarle a mi novia, es todo — Dijo, hurgando algunos pantalones que colgaban perfectamente en el mostrador.

— Pues, te has ido de este mundo durante un buen tiempo. Llevo algunos minutos preguntándote que tal te parece esta blusa con esta falda y sólo pareces robot, estás ida. Yulia, dime ¿qué te pasa? — Preguntó, colocando las prendas sobre una mesa, cruzándose de brazos y mirando fijamente los ojos azules de la morena. Yulia parpadeó un par de veces y siguió revisando la ropa como si fuera la cosa más importante del mundo.

— Ya te dije, que solo estoy pensando en que regalarle y... ya sé que es — Colocó el pantalón donde lo había sustraído y tomó de la mano a Katya, caminando con ella a toda prisa fuera de la tienda. Katya murmuraba cosas bastante entendibles para la morena, pero ésta hacía caso omiso a todo lo que le vociferaba. Al fin, se detuvieron delante de la AppleStore y Yulia decidió entrar. Katya lo hizo seguidamente con los ojos como platos.

— ¿Qué?? Estás loca Yulia, no piensas regalarle a esa mujer...

— Se llama Natasha, ya te he dicho más de una vez... A ver — Dejó de buscar lo que para entonces quería regalarle a Natasha y se giró, hasta quedar completamente frente a Katya — No entiendo porque la detestas tanto — Comenzó acercarse cada vez más despacio hacia la rubia — Sé que sois bastante hipócrita porque la has invitado a la fiesta de nochebuena, sólo porque va conmigo y es mi novia, ¿no es así? Nunca te cayó, ni caerá bien, ¿no es así? — Katya no llegó a moverse nunca de donde estaba mientras veía a Yulia dirigirse hacia ella con la mirada clavándose en sus ojos.

— No entiendo porque dices eso. Está bien, jamás nos hemos tratado pero... pero ella es tú novia y puede que me caiga bien después de la fiesta.

— La has invitado con una doble intención, ¿cierto? ¿O me equivoco? — Preguntó estando apenas a unos centímetros de ésta. La rubia no hacía nada por alejarse ni bajaba su mirada.

— Ella es muy mayor para ti — Soltó.

— Por dios Katya, ¿qué dices? ¿Qué tiene que ver con qué es mayor para mí?

— Estuvo saliendo con un hombre y lo sabes. Fue su mujer y le gustan los chicos...

— A ti también te gustan los chicos o ¿qué me dices de Pavell? ¿Es una niña disfrazada? — Se alejó repentinamente dejando de sentir por un momento los nervios que acechaban a su amiga, sabiendo muy bien a lo que se refería con su pregunta.

— No soy lesbiana ni mucho menos me gustan las chicas — Hizo una mueca de fastidio y se retiró hacia una distancia más prudencial, donde Yulia no notara que mentía — ¿Y qué me dices de esa amiga tuya, la pelirroja? Ella vino a verte y a leguas se le notaba que le gustas y que es mayor que tú.

— Ella, es...sólo una amiga, a la que no he visto más — Volteó el rostro, prestando fingida atención a unos teléfonos móviles que estaban a la vista. De inmediato, un chico se acercó a ella.

— Buenas tardes señorita, ¿puedo ayudarle en algo?...


Día 2. Sábado, 19:54 p.m.


Rezaba un dicho muy cierto en Italia: “Aquel que llegue antes o a la hora pautada para una cita, simplemente no es Italiano”. Pues, aquel ritual al parecer no iba muy bien con el par de chicas que se encontraban sentadas a la mesa de aquel ristorante, cinco minutos antes de las 20:00 hrs. ¿La razón? Pues que a Elena no le gustaba llegar tarde a ningún sitio y Svetlana la conocía bastante bien. Aunque le había recitado aquel dicho unas 5 veces, la pelirroja simplemente le hizo caso omiso la misma cantidad de veces que se lo dijo.

— ¿Por qué tu cara de molestia? — Le preguntó Lena.

— Porque te lo he dicho, no iba a ver nadie a la hora indicada, me cansé de decírtelo — Comentó la rubia un poco sacada.

— No me gusta ser impuntual y lo sabes... ¿Vas a querer algo mientras esperamos acá?

— Sí. Necesito un coctel, un vino o algo que me ayude a desestresarme — Dijo mientras dirigía su mirada a cualquier lugar del lujoso ristorante. Elena para complacerla, solicitó al mesero que le trajera una copa de vino tinto y para ella, su particular bebida que no abandonaba aunque estuviera en el espacio — ¿Cuéntame, a dónde fuiste esta mañana?

— Estuve en la Tratoria, hablando con la Nonna y cabe resaltar que nos habéis invitado a una cena antes de regresar a Rusia.

— Pues, supongo que os habéis dicho que no tengo tiempo para estar cenando con cualquiera, estaré bastante ocupada — Comentó de mala manera, bebiendo un trago de la copa ya en sus manos.

— Supones bastante bien, salvo que me he ahorrado la manera grosera y despectiva a la que te has referido hacia ellos. Sois buenas personas y no os haré un desaire. Pienso hacerlo antes de irme a Florencia — Aclaró haciendo que Svetlana le dirigiera una mirada bastante dura.

— No acabo de entender que viene hacer tu hermana a Italia. ¿Os cuesta irse hasta Rusia y visitarte allá? Te recuerdo que estamos de vacaciones de invierno...

— ¡¿Vacaciones¡?? Me parece perfecto Svetlana que tú misma me hagas ese comentario y que recalques muy bien la frase “Vacaciones de invierno” entonces, ¿qué estamos haciendo hoy acá? Un sábado, esperando a un impuntual sólo porque se te ha dado la gana de que el tratado, fuese finiquitado hoy — Puntualizó. Su esposa iba a responderle tajante pero al visualizar que su socio entraba de la mano con una chica que al parecer no era su esposa, respiró hondo para no llevar la conversación a otro punto.

— Espero entonces que tú molestia no arruine el momento y cumplas con tú principal papel… el de esposa — Le amenazó entre dientes mientras se levantaba de la silla para recibir a las dos personas que caminaban hacia la mesa con una encantadora y fingida postura.

— Con mucho gusto querida, es el mejor papel que aunque sea fingido, me sale de maravilla — Respondió de la misma manera levantándose y acomodando su blusa y comenzar el protocolo de saludos, sintiéndose un poco más relajada por haberle respondido de aquella manera que jamás pensó, le saldría de su boca.

— Buenas noches, Svetlana — Saludó con dos besos en las mejillas de la ya mencionada, el hombre de mirada intensa y azulada, de cabellos castaños y buen porte, cuando tuvo a la rubia de frente. Ésta hizo lo mismo con una sonrisa que a Elena le pareció lo más plástico y fingido que había visto en ella.

— Buenas noches, Giancarlo, ¿cómo estás? Gusto volver a verte y... ¿quién es la señorita? — Preguntó mirando de arriba a abajo a la chica que acompañaba al hombre. La chica, tenía una estatura media y muy joven. Elena pudo calcularle fácilmente unos 20 años mientras la detallaba, ya que conocía perfectamente a la esposa de éste. Llevaba un vestido color lila con un tono bastante suave que contrastaba con su piel muy blanca. Sus ojos eran muy azules y grandes, los cuales resaltaban más bajo su frondosa y larga cabellera oscura que de inmediato, le hicieron recordar a una sola persona.

— Disculpen, ella es Isabella Paulicelli, mi acompañante — El hombre dijo presentando a la chica mientras dirigía una mirada cómplice a Svetlana. La chica estaba apenada y al parecer algo intimidada ante la presencia de la pareja de chicas. Elena no tardó en sentirse un poco incómoda al ver aquella situación, sintiéndose culpable por dentro de saber que aquella joven era solo una niña y que vulgarmente, era la amante del socio de su esposa.

Isabella solo asintió con la cabeza murmurando apenas un “mucho gusto” mientras saludaba a Elena y a Svetlana, para luego los cuatro sentarse a la mesa.

El tema de conversación sobre los negocios era lo que más se desarrollaba allí entre la cena. Había pasado más de una hora desde que el ambiente comenzó a tornarse un poco monótono y aburrido para la pelirroja. Pudo notar que aquella joven se sentía bastante insegura y no pudo dejar de sentir pena por ella. Veía, que le tenía demasiada estima y admiración a Giancarlo Velutini y que éste, al saber que era un diamante en potencia que podía lucir en cualquier parte, se sentía con el autoestima por los cielos. Pobre pendejo!! Pensó Elena para sus adentros, comiendo un poco de su ensalada, viendo a su esposa acabar con la botella de champagne que había mandado a pedir para celebrar su victoria.

— A ver Katina, ¿cómo están tus negocios en Rusia? Supongo que deben ir viento en popa para haberte tomado unas merecidas vacaciones con tú mujer acá en Italia — Comentó bastante risueño Giancarlo, producto del exceso de tragos que ya se estaban subiendo a su cabeza.

— Como siempre Velutini. Mis negocios son prósperos porque siempre voy de la mano con ellos y digamos que este pequeño escape que he tenido en estos días... — Miró a Svetlana que de inmediato posó su mirada sobre la de ella, deteniendo de inmediato la acción de llevarse la copa a la boca, solo para escuchar lo que Elena diría en aquel instante —... Es porque mi esposa se ha preocupado por mí. Dice que trabajo mucho y que debía tomarme un descanso y pues, no sabía que terminaría trabajando en mis vacaciones, cuando pude haber estado en...

— En nuestra cama pasando un rato agradable — Interrumpió Svetlana, haciendo que Giancarlo riera e Isabella esbozara una sonrisa por el comentario improvisado de la rubia.

— Bueno, ya tendrán tiempo para dedicarse unos días como pareja. Llevan par de años casadas y aún se adoran... Con su permiso, voy al baño — Dijo, plantándole un corto beso en los labios a la chica de mirada serena, y colocando su servilleta sobre la mesa se levantó. Svetlana, prácticamente lanzó la suya sobre la misma y saltándose todas las normas de cortesía, se perdió por el pasillo contrario al de Giancarlo. Elena bebió un poco de agua y vio que Isabella secaba sus labios con su servilleta, colocándola suavemente sobre su regazo de nuevo.

— Disculpa, ¿qué edad tienes? — Le preguntó la pelirroja, logrando captar la atención de la chica. En realidad, era muy joven a simple vista.

— Tengo 19 años, señora — Dijo Isabella, bajando la mirada nuevamente.

— Dios, eres muy joven — Comentó Elena, quien comenzaba a sentir cierta ternura por aquella niña que le acordaba a... — Tienes un año menos que... — Suspiró, botándolo fuertemente por su boca, sin terminar de decir lo que había pensado — No es nada... Sólo, me llama la atención tu corta edad y...

— ¿Qué mantengo una relación con Giancarlo? — Acotó, sorprendiendo a Elena con su pregunta. Ésta sólo asintió, dejando que la chica continuara.

— Sé que ustedes conocen a la esposa de él, porque he visto que tienen mucho tiempo tratándose y es lógico, sin embargo, no pude evitar sentir lo que siento por él desde hace un tiempo para acá. Es un hombre muy atento y muy agradable y sé que es mucho mayor que yo, pero... no puedo dejar de sentir esta atracción por Giancarlo y su manera particular de tratarme. Me he convertido vulgarmente en su amante y... sufro...sufro... — Unas cuantas lágrimas interrumpieron lo que estaba contándole a Elena. Ésta, amablemente tomó un Kleenex de su bolso de mano y se lo tendió a la chica para que enjugara sus ojos — Gracias — Dijo antes de secar un poco sus lágrimas con cuidado de que su maquillaje perfecto no se corriera. Elena comenzó a verse reflejada en aquel pequeño relato y por un momento, se colocó en los zapatos de Yulia, haciéndose miles y miles de preguntas en su cabeza.

¿Qué papel jugaría Yulia en su vida si siguen viéndose a escondidas? ¿Acaso, la morena era como aquella frágil chica que estaba frente a ella, una pobre víctima de los sentimientos? Y ella? ¿Qué comenzaba a sentir por Yulia? ¿La haría pasar por lo mismo que seguramente estaba pasando Isabella? ¿Soportaría verla sufrir por la gente y que la señalen?

A partir de ese momento no supo que aconteció entre aquellas tres personas que estaban a su alrededor. Solamente escuchaba una sola voz en su cabeza, su conciencia, atacándola con infinidades de preguntas que a su vez, no sabía si la mayoría tendrían respuestas y soluciones.

Continuará...
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Mensaje por LENYU 8/31/2020, 8:32 pm

Mi bella escritora yo tambien siento que te amo!!! Jijiji Que cosas no???? Vamos al cuero cuero!! Ven??? Ven todas la “pro lenas” lo que digo?? Seductora innata, se mueve creyendo que su pena alcanza para hacer que cambie lo que hace con las mujeres! Pues no!! Gata que vive en celo muere en celo!! Ahora vamos a Julia, otra que vive lejos del planeta tierra con su insoportable e imbecil amiga Katia y sus celos ridiculos cuando claramente es la Amante!! sigamos por Sveta, una HDP que AMO de veras, intenta hacer ver que no le importaLena y es obvio que le importa y mucho, pero es una orgullosa con complejo de superioridad perooo muy inteligente y astura porque al final la victoria es suya! No recuerdo que le hizo a Lena cual fue su “error” imaginoque algo de cuernos seguro, pero que va si lenita se lo cobro x 100 mil mujeres que se garcho! Ajjj
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Mensaje por Fati20 9/1/2020, 2:21 pm

La historia va bastante interesante, debo decir que hasta donde he leído no hay razón por la que odiar a lena, ok es infiel pero la esposa más fría e interesada imposible solo la utiliza y con julia fue completamente sincera desde un principio que era casada que tenía 30 años y de las 2 las 2 la más tonta por lógica es julia como va a tener celos locos así pero bueno ya veremos como continua la historia. Yo quiero q lena viva ser irresistible no tiene porque ser un pecado
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Mensaje por Volkatinale92 9/1/2020, 2:49 pm

Ahora si se van aclarando más cosas, ya sabemos que Svetlana le hizo algo a Lena que la lastimó mucho, tal vez por eso se volvió loca y colecciono Mujeres, Sveta pues nada debe reclamar pues por lo que se ve solo es un matrimonio de conveniencia y ella es quien saca más provecho. A parte he estado viendo que Lena no ha hecho nada a parte de estar con Julia pues las mujeres le llueven pero en ningún momento se ha visto que se les insinúe. Que debe ser más sincera con Julia puede que si, pero es que ambas están en una relación y ninguna de las dos ha dado indicios de tener algo más serio con la otra, pues ambas continúan con sus vidas y lo que tienen es una via de escape. Julia es muy Joven y muy inmadura todavía.
Así que esperando a ver que más nos revela la historia 😁

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Mensaje por RAINBOW.XANDER 9/1/2020, 3:50 pm

Bien, puedo entender que Lena es una mujer que sufre de mucha falta de atención, es un trauma que vivió seguramente y lo refleja de la peor manera posible, siendo muy promiscua. Si yo terminara una relación con alguien, no me creo capaz de buscarme cientos de mujeres solo para garchar con ellas así porque si. Tengo códigos que me hacen respetar a las mujeres y además, un pánico terrible por alguna enfermedad que aunque la gente se cuide, siempre hay riesgos y yo, siendo Sveta, me entero que mi mujer ha tenido cierta cantidad de mujeres en la vida antes que yo o porque hubo un problema que nos distanció y salió corriendo acostarse con 90, como mujer me dedicaría un poco más de respeto. En cuanto a Yulia, es una niña aun que no ha madurado lo suficiente y que si tuviera menos miedo en la vida, le quita el record en cuanto a la cantidad de mujeres que se ha garchado Lenita porque tampoco es una santa
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Mensaje por Fati20 9/1/2020, 4:41 pm

Una pregunta a la escritora yo entendí o es q me equivoco que las 113 mujeres fueron antes de casarse cuando estaba en esa etapa rebelde porque la abandonaron en el internado cuando nisiquiera fue su culpa si no que protegía a la hermana q es la q se estaba besando con otra chica. Porque en la actualidad dejando de lado a julia, aunque muchas mueren por lena( totalmente comprensible quien no) ella no les hace caso y estaba resignada a esa vida de infelicidad al lado de la esposa q es más fría q en hielo y no veo q merezca muchas consideraciones y lenita lo reprochable me parecería que le hubiera mentido a julia y nisiquiera utilizó el típico somos esposas pero por ti me separo, ni falsas esperanzas le da siempre crudamente sincera.
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Mensaje por psichobitch2 9/1/2020, 5:06 pm

Amo que sientáis la historia como vuestra, me encanta la sana confrontación que está creando la trama y sobre todo, que os toméis parte de su apreciado tiempo para dejar un lindo comentario, un me gusta. Me encanta!!  Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy

Os adoro!

Disfrutad!

CAPITULO 25: UN CALENDARIO MUY PARTICULAR (3era parte)


Día Domingo. ROMA – ITALIA


Se había levantado muy temprano, como siempre solía hacerlo a donde quiera que fuese su destino. Le gustaba aprovechar el tiempo y disfrutar de lo que le deparara el día, fuera bueno o malo, siempre trataba de disfrutar lo más que podía.

Su esposa y todos los que habitaban aquella casa, se encontraban aún dormidos. Considerando que la primera ya mencionada, había tenido una noche bastante particular ya que se había excedido un poco de tragos por los acontecimientos y el triunfo de la velada anterior, así que decidió colocarse algo deportivo y fresco y abandonar la casa con el fin de, gozar de la ciudad eterna.

Cuanto extrañaba a su fiel amigo Luke para que la acompañara en sus caminatas donde siempre solía despejar su mente, limpiar su cuerpo y espíritu de lo que le traía pesar y dolor.

Pero sabía que por alguna razón no estaba sola en aquel momento, sentía toda una ciudad entera a sus espaldas, dispuesta a resguardarla y guiarla como cada año lo hacía cuando frecuentaba dicho país.

Estaba en deuda con él, sobre todo con su ciudad principal que desde, por cuestiones laborales, decidió alejarse un tiempo recordando así su última visita aproximadamente tres años atrás. Cuanta falta le hacía estar allí, rodeada de tanta historia y belleza, de arquitectura y naturaleza que aunque muy poco rodeaba esta última a la ciudad, conocía de principio a fin, a la natura humana que bendecía a cada uno de los romanos.

Llegó a la calle “Corso Vittorio Emanuele II”, que se extiende desde la Plaza Venecia hasta el puente del mismo nombre. Se detuvo frente al monumento Vittorio Emanuele II, viendo la poca afluencia del tránsito rodear el lugar. Chequeó su reloj de pulsera y pudo concluir que era muy temprano para que al menos, los turistas llegaran a concurrir el monumento. Apenas podía divisar a los guardias que aseguraban la zona.

Tantas veces había frecuentado aquel sitio, aquella calle. Todo se le hacía tan familiar, incluso, podía decir que aquellas pocas personas que a esa hora se encontraban por allí, habían estado las veces anteriores y que nada malo le podría pasar si se sentía en familia, en casa... como siempre había considerado estando ahí.

Cruzó la calle y con su teléfono móvil en mano, comenzó a tomar varias fotografías que siempre guardaba con sentimiento en su portátil. Tenía una belleza delante de sus ojos y sentía que sus pulmones comenzaban a llenarse del fresco olor del clima que se mezclaba con el de los primeros panecillos adobados con orégano, que inundaban sus sentidos haciéndola una italiana más, esperando que terminara de apuntar el alba, para degustar de un buen desayuno.

Nunca en Kazan había podido disfrutar de un amanecer, de un día como el que estaba comenzando a tener en ese entonces. Alejada del ruido del tráfico, del colapso de las calles, del olor a smog y el correr que a diario vivía, esto simplemente era el antónimo de lo que se había perdido durante algún tiempo y sí, se encontraba sola, tal vez como siempre solía encontrarse, pero siempre manteniendo aquella sensación de que a su lado estaba alguien más alentándola a sentirse viva, tan llena de vida.

Quería gritar en ese momento mientras caminaba por las calles empedradas de Roma. Gritar de alegría, gritar porque volvía a tener veinte años, así de simple. Se sentía tan distinta y renovada como nunca antes y aunque varias personas conocidas habían notado su cambio, ella simplemente estaba renuente a sentirse así. Solo bastó que la noche anterior, el destino la topara con Isabella para que la trajera de nuevo a la realidad.

Su andar la llevó hasta el Café Sant’Eustachio a una cuadra de la Piazza Sant'Eustachio, 82. Al entrar a aquel lugar, respiró profundo sintiéndose invadida por el olor a café recién hecho y a los cornettos que de seguro ya estaban por salir del horno. Un chico con todas las descripciones italianas en su anatomía, se acercó a ella, apenas se sentó a la mesa.

Pidió un Capuccino y un croissant para comenzar el día con un delicioso desayuno. Apenas eran las ocho menos diez de la mañana y sentía como su estómago amenazaba con hacer una huelga si no era alimentado. Sonrió, mientras que un chiquillo de apenas unos nueve años de edad, le vendía el primer periódico de la mañana. Le dio unas cuantas monedas y colocó el mismo sobre la mesa. Iba a esperar los 10 minutos que de seguro por tradición particular, servirían su pedido, dándole tiempo para enterarse de lo que acontecía en la ciudad.

Sus pensamientos volvieron a la noche anterior, cuando aquella chica de tan solo 19 años se sentía tan entusiasmada por vivir un romance que a ciencia cierta era tan prohibido y que para muchos, era un tema tabú y un comportamiento desconsiderado que acentuaría sin duda alguna, la deshonra de una inocente que sin pensarlo de la noche a la mañana, sentía nacer en su corazón un sentimiento que no era bien visto por muchos, donde seguramente ya había tenido que acostumbrarse a las miradas de desaprobación y a los dedos que la juzgaban sin al menos, colocarse en sus zapatos y pensar todo lo que ella estaría viviendo por dentro.

Deliberadamente tomó su teléfono móvil y buscó una imagen de Yulia, su Yulia como le llamaba con el corazón en la mano y con los sentimientos a flor de piel. Algo le estaba sucediendo y ella misma no podía descifrarlo con palabras, solo el fuerte latido que se formaba en su pecho cada que la veía le hacían constatar que sus afectos iban creciendo cada día más con el transcurrir del tiempo.

Checaba la foto de arriba a abajo con tanta ternura, pasión y... Amor. Sí, aquella era la palabra apropiada para lo que verdaderamente estaba comenzando a sentir por la morena de ojos claros, tan azules como el reflejo del mar vivo, tan fugaces como dos luceros en la oscura noche. Se había enamorado de ella desde la primera vez que la vio allí, en esa misma fotografía que por primera vez le había enviado a su correo, esa misma, donde la calidez de su juventud iluminaron sus ojos, trayéndola de inmediato a quedarse tatuada por siempre en su mente e interior.

La voz del chico que la atendía la sacó de sus cavilaciones profundas cuando colocó encima de su mesa el desayuno que había pedido, regalándole una sonrisa de agradecimiento mientras daba la última mirada a la foto de la chica que sin saber como ni cuando, le había robado mucho más que los pensamientos.

Comió sin prisa, dejando que el tiempo pasara a su alrededor mientras despreocupadamente ojeaba el periódico que simplemente era testigo de como pasaban sus páginas sin siquiera ser leídas. Estaba tontamente divagando en el único pensamiento que para ella comenzaba a tener sentido cada vez más, ahogando una risa tonta mientras bebía de la taza de su espumante y dulce café.

Al salir del local, siguió su camino a donde quería que la llevaran sus pies. Solo quería pertenecer a esa ciudad nuevamente, no quería saber nada más. Hizo de sus cabellos rojizos una coleta mientras veía su propio reflejo en la estantería de alguna vieja tienda de souveniers. Al mirar atentamente más allá de lo que su reflejo le permitió ver a través de la vidriera, pudo detallar algo que le llamó la atención haciéndola dirigirse de inmediato dentro del pequeño local y detenerse para contemplar más aquello. Era una hermosa cadena de plata, en la que pendía un dije con la peculiar forma de un lobo bañado también con el mismo material y que simulaba estar aullándole a una luna ficticia, una luna que ella había visto muchas veces que gritaba su nombre, quizás la misma que ambas soñaban compartir.

De inmediato sacó de su bolsillo trasero algunos billetes y antes de que la envolvieran discretamente, le solicitó a la dependienta que le hicieran grabar algunas palabras en la parte trasera de la agraciada figura. Una vez con ella en manos, la guardó en el bolsillo interior de su chaqueta y continuó su camino. El sol comenzaba a despuntar en todo lo alto del cielo romano y sin darse cuenta, ya se encontraba cerca de la estación del metro Spagna.

Tenía un solo objetivo desde que salió de Rusia totalmente engañada por su esposa, así que sin tanto preámbulo, esperó el tren que cada media hora pasaba por la estación y se subió rumbo al norte de Italia donde la siguiente parada sería Villa Borghese.


Día Domingo. MOSCÚ - RUSIA


El “General Invierno” cada vez amenazaba más con marcar su territorio. El día completamente gris y el aire helado, hacían más énfasis cada vez sobre la imponente ciudad que empezaba a perderse bajo los níveos copos de nieve que se suspendían en el frío espacio, cayendo y formando una capa espesa donde se posaban, cubriendo de blanco todo lo que tocaban.

La calefacción funcionaba a su máxima capacidad haciendo más confortable el clima dentro de su departamento, donde descansaba de un merecido día. Había despertado algo temprano para lo habitual, quedándose en cama haciendo zappin al televisor, sin encontrar nada interesante que ver. Pudo quedarse todo el día en casa y hacer el vago, pero la imperiosa necesidad de salir un rato lo hacía más irresistible. Así que después de meditarlo un rato más en su lecho, decidió dar marcha a lo que sería un día solo para ella.

Terminó de vestirse y por último tomó sus guantes de lana y se los colocó sobre sus manos. Salió de casa, dejando atrás todas las comodidades en las que podía estar bien durante aquel día, para así cerrar la puerta detrás de ella y marcharse hacia algún lugar donde sus pequeños pies le llevaran aquella vez.

La Calle Arbat se encontraba bastante concurrida por los turistas que cada año iban a visitar la gran ciudad Moscovita. Siempre había sido una de las principales atracciones que no podían faltar a la hora de visitar Moscú. Pero a ella, le daba igual caminar por allí. Había nacido hace 20 años atrás en aquella ciudad y conocía cada rincón de ésta, unos tantos más que otros, así como conocía cada pensamiento suyo.

La gente caminaba a su alrededor yendo y viniendo como cualquier día común en la capital. La nevada no era muy fuerte aquella mañana, sin embargo; su pequeño cuerpo estaba cubierto por un gran abrigo de invierno, en su cabeza llevaba un gorro color rosa que le tapaba al ras de sus ojos que se escondían detrás de unas grandes gafas oscuras, sintiendo que su soledad comenzaba a envolverla dentro de aquel ambiente frío y gris, pero al mismo tiempo, sabía que las horas tristes estaban por salir de su vida.

Subió más el cierre de su chaqueta color azul pastel y se dirigió hacia una tienda donde tenían una gran variedad de recuerdos y demás souvenirs para los turistas. No era muy frecuente a visitar aquel tipo de tiendas, considerando que lo primordial para su gusto era tener ropa de colección y estar al día con la moda. Aquel local podría haber pasado desapercibido en cualquier ocasión de su cotidianidad pero hubo algo que le llamó la atención en particular y sino fuera porque estaba segura que la película LORD OF THE RINGS, partía de que todo era ficción, juraría que aquel anillo de plata, con inscripciones en algún idioma extraño, pudo haber tenido algún hechizo por la manera en que de inmediato atrapó su mirada.

Se acercó despacio, esquivando algunas personas que por su lado pasaban disculpándose por la estrechez del lugar y otras simplemente porque ya se encontraban adquiriendo algo típico de la zona. Se quitó los guantes de lana guardándolos en el bolsillo de su chaqueta y colocándose sobre su cabeza las gafas solo para obtener una mejor visión de aquella extraña y llamativa joya, la cual creyó solo vería en las películas de televisión.

La sustrajo de la pequeña cajita donde reposaba y la acercó hacia su cara para detallarla mejor.

— Buenos días señorita, ¿le puedo ayudar en algo? ¿Quiere probarse el anillo? — Preguntó un chico rubio de la misma edad de ella, viendo a la pequeña pelinegra detallar con anhelo la joya que tenía en sus delicadas manos.

— ¿Sabes que dice en la inscripción? — Preguntó. El chico asintió y le sonrió de vuelta.

— Dice: Te amaré por siempre — Dijo muy seguro — Sólo que está en latín. Cuenta la historia que un Zar, lo dedicó a una hermosa doncella de la antigua Rusia, pero que nunca pudo entregárselo a su amada ya que éste murió en una batalla. Las personas que encontraron el cuerpo de aquel Zar, lo hallaron dentro de sus ropas ya deshechas por la lluvia y el viento y se encargaron de resguardarlo como un tesoro del que algún día fue su Rey. Según, la persona que lo lleve en su mano, amará para siempre aquella persona que logre colocárselo sobre sus dedos como un gran símbolo de amor — Terminó de narrar el joven haciendo que Yulia volviera a colocar sus ojos sobre aquel precioso anillo. Se lo colocó en su dedo pulgar de su mano izquierda pero le quedaba un poco grande.

— A duras penas, conozco el nombre de nuestro presidente y la historia de nuestro país — Dijo haciendo que el chico sonriera — Si es cierta o no esa historia que acabas de contarme, es muy bonita. Quiero llevármelo, no importa lo que cueste.

— Pero le queda un poco grande. Vuestras manos sois pequeñas y tendrá que tener cuidado de no perderlo.

— No es para mí — Concretó, entregándole el anillo al joven quien lo guardó en la pequeña caja de terciopelo color rojo para envolverlo.

Salió de la tienda llevando consigo la cajita donde llevaba aquel anillo, con una historia que rondaba a su alrededor desde hace muchos años atrás. Si aquel chico le mintió o no, no le importaba mucho, le había creído, eso sí, porque le pareció que narraba la historia con mucha seguridad y solo quería que llegara el momento justo para poder ponérselo en la mano a aquella persona que comenzaba a echar de menos. A la chica de cabellos rojos y mirada serena. Aquella mujer que se había convertido en su todo de la noche a la mañana, la que hacía que su corazón se agitara con tan solo llevarla en sus pensamientos.

Volvió de nuevo a colocarse sus gafas, tapando sus ojos, decidiendo seguir un camino que no llevara un rumbo fijo en aquella mañana helada de Moscú. Su mente solo le conducía a pensar en una chica que hasta ahora, era el motivo de su absoluta felicidad.


Día 3, Domingo; VILLA BORGHESE – ITALIA


El tren llegó a la parada de Flaminio, donde está la Piazza del Popolo. Bajó y lo primero que hizo fue llevar su mano hacia el bolsillo interno de su chaqueta. Allí estaba aún aquel hermoso presente que le entregaría a la mujer que le había robado toda su atención, por quien se encontraba allí simplemente para dedicarle con sus pensamientos toda la monumental vista que a medida que sus pasos se acercaban más y más hasta la Villa Borghese, aquella sensación de infinita pesadumbre se iba alejando lentamente.

Un lugar como aquel, era ideal para los amantes del arte y los largos paseos, porque en ese gigantesco parque se encontraban algunas de las mejores galerías de toda Roma. Le gustaba la pintura y algunas de las más relevantes colecciones traídas de afuera, adornaban su oficina y parte de su casa, aunque su esposa también era amante de la cultura y varias obras que ésta se había encargado de pintar, que habían sido dedicadas para ella hace mucho tiempo.

El sol se hacía más brillante sobre el cielo azul y su piel podía sentir la calidez que le transmitía el paisaje fresco mientras entraba al parque, topándose de primera mano con el Museo e Galeria Borghese. Personas entraban y salían del lugar con enormes sonrisas en sus rostros disfrutando de todo el arte romano y de algunas otras obras traídas de otros lugares del mundo. Estaba tentada a entrar recordando por un instante que debió reservar con antelación para poder disfrutar del tour, así que no le dio mucha importancia. Roma siempre iba a estar allí y al norte de la ciudad, Villa Borghese. Ya tendría tiempo y vida para regresar una vez más, solamente esperaba compartir todo aquello de la mano de alguien que rondaba su corazón.

No llevaba prisa alguna por primera vez en su vida. Se había desconectado totalmente del mundo que la rodeaba aquel momento, decidiendo escapar de la rutina que la asediaba a menudo. Era libre, totalmente entregada a ella misma, nada podía entorpecerle su felicidad, la dicha que sentía tan adentro de su ser. Su emoción la llevó a una de las 9 entradas del corazón verde de Roma, llegando cerca del lago del Templo de Esculapio, viendo ir y venir algunos turistas, contemplando lo grande que había sido la naturaleza con aquel rincón sumergido en belleza propia, sintiéndose una vez más conectada con lo que alguna vez fue y volvía a ser… alguien sin ataduras.

El día había transcurrido a la mitad sin percatarse de ello. Su sombra sobre la fina hierba, podía confirmarlo siendo su única acompañante delante de toda la grandeza que sus ojos verdes, camuflaban con la naturaleza que el mismo Creador le brindaba. Sentada de frente al lago, se dedicó aquel monumental espacio solo para ella. En sus manos llevaba aquella cajita que recién había adquirido en la tienda de la ciudad. La abrió y sacó la cadenita con la replica del pequeño lobo que aullaba a una luna que no se hacía presente aún.

La miraba con anhelo y devoción sacándole algunas lágrimas de sus ojos de solo recordar a su pequeña amada que se encontraba a muchos kilómetros de distancia físicamente, pero que mentalmente no había podido sacarla ni un solo segundo, asegurándose de que cada hora que pasaba, era imposible poder olvidarla y que a estas alturas todo aquello ya tenía un significado.

Se había enamorado perdidamente de Yulia. La necesitaba más que nada ni a nadie dentro de su vida. Estaba clara de aquello, sentía demasiado por la morena con alma de torbellino y belleza incondicional. La amaba por lo que era y lo que le hacía sentir. Amaba su manera de entregarse, como si fuera la primera vez. Sentía con locura la necesidad de protegerla siempre. De alejar todos sus miedos e indecisiones, de ayudarla a crecer. Meterla en una cajita de cristal donde nadie más la tocara ni le hiciera daño, así tuviera que protegerla hasta de ella misma solo por no verla sufrir.

No podía ofrecerle nada a cambio por ahora. Su vida era tan complicada y difícil que temía arrastrarla con ella, de perderla para siempre y no encontrarla nunca más. Secó sus lágrimas mirando al cielo, sintiendo la brisa tocar sutilmente su rostro. Alzó la cadenita al aire y cerró los ojos durante unos instantes. Quería de alguna manera hacer volar todo lo que sentía hacia algún lugar en Rusia.

— Te amo, Yulia — Dijo al viento, con la esperanza que este llevara sus palabras en la distancia.


Día 3. Domingo. MOSCÚ – RUSIA.


De pie, apoyada al mural del puente Andréyevski sobre el río Moscova, visualizaba toda la grandeza que el frío invierno había logrado congelar.

Recordó las veces que solía compartir con su hermana Kamila de la mano, cuando jugaban con la nieve mientras en algún lugar sus padres vigilaban sus inocentes juegos. Le gustaba mucho el poder lanzar trozos de la fría y blanca escarcha sobre su gemela al mismo tiempo que Larissa lograba reprochar su comportamiento hostil hacia su hermana. No lo hacía porque fuera mala, no. Siempre supo que su pequeña igual, tenía una condición bastante especial y para ella su única compañía, a quien protegía de todos porque la amó más que nada, era a quien le dedicaba en aquel instante parte de sus hermosos recuerdos.

Una fría lágrima recorría su mejilla dejándola que cayera en algún lugar. Recordaba tantas cosas bellas junto a ella, que en un abrir y cerrar de ojos se encontraba allí, sola, de pie frente a una ciudad que resplandecía bajo pequeños copos de nieve, sintiéndolos fundirse contra su propia piel.

Nada más bastaba. Estaba segura de lo que sentía por dentro. Había pasado por tantos sentimientos encontrados que ya no cabía duda alguna en su corazón. Se había enamorado de nuevo. Se había entregado de lleno al amor y aquello era tan inmenso, más grande de lo que la naturaleza podría regalarle en aquel momento a su alrededor. Cruzó los brazos porque el frío comenzaba a calar más profundo sus huesos, mientras que el resplandor del día se iba apagando con el transcurrir de las horas.

La gente iba y venía. Era un día común para muchos, pero para ella era un día en el que había logrado encontrar definir aquel torbellino que alentaba a su corazón a que volviera a sentir cosas que había olvidado. La vida se había encargado de arrebatarle algunas vivencias, y volvía a sentir que todo a su alrededor tenía de nuevo sentido y solo se lo debía a una sola persona.

Comprendía que no todo iba a ser color de rosas de ahora en adelante si quería luchar por el amor. Estaba segura de que Lena sentía también algo más por ella. Lo sentía en la manera en que la amaba y la protegía. En la manera en que simplemente con una mirada podía trasmitirle toda su alma, pero estaba clara de que sus vidas eran muy distintas y que había un sin fin de obstáculos a los que enfrentarse pero había luchado contra muchos muros que la vida se encargó de colocarle y todos los iba derribando poco a poco a pesar de su corta edad.

Sentía miedo, dudas, vacilaciones por dentro pero en el fondo supo que la vida no es soplar un cristal y ver nacer una escultura. Era muy joven para enfrentar un sin fin de cosas que vendrían por delante y necesitaba todas las fuerzas para vencerlas.

Un pequeño bultito dentro de su bolsillo derecho la hizo salir de sus cavilaciones. Sacó la cajita de terciopelo y la abrió con tanto cuidado de que cayera y pudiera perderla y allí estaba, escrito en un idioma tan extraño para ella que no sabía si era verdad que allí dijera lo que aquel joven le había contado, pero que su corazón supo apreciar como el cuento de hadas más puro de todos los tiempos.

Cerró sus ojos, y empuñó con fuerzas el anillo entre sus manos dejando que el viento helado rozara su rostro, simplemente con la certeza de que llevaría todos sus pensamientos hasta donde estaba ella.

— Te amo, Elena — Dijo a la nada, esperando así también que el viento volara lejos y llevaran sus palabras a la mujer que comenzaba a cambiarla.


Continuará...
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 9/2/2020, 12:28 pm

Oh!!!! Cuantos "te amo" habrá dicho Lena a través de su vida? Como se pudo ir de vacaciones "engañada" por la esposa??? En serio creo que Lenita tiene un vago concepto de lo que es ser MANIPULADA! YULIA cuántas mujeres también ama?
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Mensaje por Fati20 9/3/2020, 9:01 pm

A mi me sigue gustando lenita 😊
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Mensaje por psichobitch2 9/5/2020, 11:52 am

Just on time!!!!!
SIento mucho haberme ausentado, pero cosas que pasan...

Disfrutad!

CAPITULO 26: RECUERDOS


Día 6. Miércoles 8:32 am. Moscú - Rusia.


La calefacción de su coche estaba encendida suministrándole el calor que el frío ambiente no podía brindarle en aquella época del año. La música del reproductor sonaba a medio volumen. Su cuerpo estaba completamente relajado sobre el asiento, su brazo izquierdo iba bien apoyado sobre la puerta el cual, hacia la función de sostener su cabeza ladeada que a su vez apoyaba contra la ventana de vidrios polarizados. Su mano derecha, estaba sobre el volante y sus dedos golpeaban siguiendo el ritmo de la canción que en aquel momento sonaba.

Su mirada azul clara estaba posada sobre un punto en especial. Casi no parpadeaba mientras veía entrar y salir personas de las puertas de aquel edificio un poco maltratado por los años, el tiempo y la falta de mano de obra que a leguas irradiaba el mismo. Llevaba más de 20 minutos allí, esperando a que su novia bajara y así poder ir a desayunar como le prometió la noche anterior. Intentó llamarla para que apurara el paso, pero las dos veces que quiso comunicarse, había fallado, así que decidió seguir esperando mientras trataba de ir aplacando el mal humor que comenzaba apoderarse de ella.

Le estaba resultando extraño que Natasha llevaba días seguidos quedándose en el que fue su apartamento de casada y más, cuando la tía de ésta, se encontraba tan mal de salud como le había hecho saber, días atrás. Pero en una oportunidad la castaña le comentó que no había terminado de sacar algunas cosas que le pertenecían y que estaba necesitando con urgencia y que ese había sido el motivo por el cual se encontraba allí. No le prestó importancia alguna, al fin y al cabo, la castaña llevaba algún tiempo separada del que había sido su esposo y no quiso insistir más en eso, así que, distrajo su mente cantando la canción que había comenzado a sonar en ese instante.

Al fin! Dijo para sí misma acomodándose sobre el asiento cuando vio salir por la puerta a su novia. Traía ésta una caja en sus manos mientras caminaba casi corriendo hasta acercarse al coche donde seguramente, estaba una Yulia con cara de pocos amigos, esperándola dentro.

— Lo siento linda, no fue mi intención tardarme — Dijo ya dentro del coche, colocándose la caja sobre las piernas. Yulia la veía sin decirle nada. Se notaba molesta.

— ¿Y ahora, qué es eso? — Dijo señalando la caja con su cabeza. Las manos, las llevaba apoyadas sobre el volante.

— Son unos libros que me pertenecen — Dijo mientras trataba de colocarse el cinturón de seguridad — Yulia, si estás molesta no...

— No estoy molesta, ¿vale? — Le interrumpió — Me parece extraño que a estas alturas de tu vida, lleves ya dos días tratando de “mudarte” a donde vuestros tíos siendo ese tú apartamento, o eso fue lo que me dijiste en una oportunidad — Encendió el arranque sin dar señales de moverse.

— Mi ex esposo lo quiere vender y obvio que necesito sacar todo lo que es mío de allí. Por eso he estado viniendo estos días para acá.

— Quiere decir entonces que has estado viéndolo...¿verdad? — Su cabeza giró hacia el lado derecho, viendo de manera expectante a Natasha quien de inmediato puso sus manos sobre la caja y la mirada al frente.

— No. No he estado viéndome con él, todas estas cosas las hemos discutido por teléfono y estoy muy clara que tanto a él como a mí nos pertenece esta casa y si es su decisión, entonces tenemos que llegar a un acuerdo — Dijo. Hubo un silencio bastante incómodo dentro del coche, siendo el único sonido a su alrededor el de la música del estéreo.

Ni la morena ni Natasha decidieron continuar con la conversación y Yulia tuvo que arrancar el auto para así tomar el rumbo que llevaban aquella mañana.

Las calles de Moscú estaban un poco despejadas, cosa que agradecía incansablemente la pelinegra que odiaba a muerte tener que soportar el tráfico. El silencio rondaba el vehículo por dentro ya que ninguna decía nada ni se atrevían a romper con aquella apaciguada calma.

Condujo media hora más hasta el barrio obrero de la ciudad y al fin se encontraban frente a la casa de los parientes de Natasha. Era una casa grande, llevaba algunos adornos navideños por fuera, se notaba la humildad de aquella vivienda pero para Yulia, todo aquello pasaba desapercibido porque quería a la castaña por lo que le hacía sentir y no por lo que poseía.

— Bien, ya regreso y luego vamos a desayunar — Dijo sacándose el cinturón de seguridad y abriendo la puerta — ¿Segura que no que no quieres venir? — Preguntó. Yulia tenía la mirada fija sobre algún punto de aquella calle.

— Segura. Acá te espero — Aclaró y vio a Natasha alejarse del coche.

Una vez más, el silencio dejó de existir cuando encendió de manera moderada el reproductor de música, pero al mismo tiempo, el sonido del timbre de un móvil le hizo saber que su novia por alguna razón lo había dejado olvidado sobre el asiento que anteriormente ocupaba. Claramente verificó la pantalla del aparato y pudo leer que decía:

“Leonid llamando”.

“Sólo nos comunicamos vía telefónica” recordó de inmediato las palabras de Natasha, mientras seguía escuchando la melodía de la llamada. De pronto, lo único que volvió a escuchar fue la música del estéreo ya que la llamada había finalizado. Se acomodó sobre el asiento y suspiró fuertemente tratando de calmar lo que pensó eran celos, cuando escuchó de nuevo, una notificación de un mensaje que había entrado en el móvil de su novia. Pasó su mano sobre su cabellera oscura tratando de que su educación le ganara más a la curiosidad pero algo presentía y no estaban engranándole algunas cosas en su cabeza.

— No todo el mundo es como tú, Yulia — Dijo a la nada refiriéndose a lo que obviamente estaba haciendo de su vida.

Pero por más que intentó retenerse, la curiosidad pudo más que cualquier cosa y decidió echar a un lado su propio lema: “El que busca, encuentra” y decidió tomar el móvil para leer.

Se percató que el mensaje provenía de la misma persona que llamaba hace más de medio minuto.

Leonid: “Si no tienes nada que hacer hoy, me gustaría invitarte a cenar de nuevo. Estoy dispuesto a recuperarte y salvar nuestra relación”

No tenía tiempo de leer una y otra vez el mensaje, sabía muy bien lo que significaba y lo que estaba sucediendo. Vio su reflejo a través del espejo retrovisor tratando de encontrar en alguna parte algo que le indicara lo estúpida que era, la misma estupidez que seguramente Natasha debió haberle visto dibujada.

No sabía si era la calefacción o su tensión se había disparado y apostaba a ganar que se trataba de esto último.

Salió del coche sintiéndose bastante agitada. No sentía el frío que hacía afuera y por un momento se le olvidó en donde estaba. Caminaba de un lado a otro pensando de vez en cuando en lo que había leído. Buscó y encontró lo que su sexto sentido le intuía.

Golpeó con su mano abierta la cajuela del coche sintiéndose definitivamente frustrada. Había pasado más de cinco minutos desde que su novia había entrado en aquella casa y por un momento solo quería también entrar por la misma puerta y... Puff!!! Se apoyó contra la portezuela y sacó un cigarrillo encendiéndolo de inmediato, confundiéndose el humo tóxico con el del frío que salía al respirar.

Comenzaba a calmarse pero necesitaba una explicación. Ella también tenía cola de paja pero, saber que ¿le estaba mintiendo de manera descarada? Aquello le parecía tan intolerable, pensó una vez más al dar la segunda calada de su cigarrillo que tenía la mitad de consumido.

— Está haciendo mucho frío Yulia. ¿Qué haces aquí afuera y...con ese cigarrillo? — Indagó la castaña acercándose hacia donde estaba la morena, con las manos bajo sus brazos. Comenzaba a nevar.

— Solo, bajé para fumarme un cigarrillo. No me gusta hacerlo dentro del coche — Aspiró de nuevo — Estamos listas para desayunar, ¿“Mi amor”? — La última frase la pronunció con bastante ironía mientras el humo del cigarro se confundía con el del helado invierno nuevamente. Natasha asintió y dio la vuelta para introducirse en el auto.
La morena tiró su cigarrillo al piso, escuchando la puerta del copiloto cerrarse al igual que sus ojos una vez más, para suspirar profundamente, botarlo y disponer a subirse. El hambre había desaparecido.


Día 6. Miércoles 11:36 am. Roma - Italia.


Llevaban 5 días exactos en Italia y su mujer no había tenido ni el más mínimo acercamiento con ella. Raras veces la podía encontrar en la casa donde se hospedaban gracias a su prima y otras veces las que coincidían en cualquier momento del día. La había engañado tontamente y ahora estaban en un país muy lejos de casa y la pelirroja le dedicaba la misma actitud y trato que estando en Rusia, le transmitía.

La quería tanto como la primera vez que estuvo a su lado. Se conocían hace más de 10 años, pero ya no era lo mismo. Todo había cambiado y también, sus sentimientos. Tenía que reconocer que Elena era una gran mujer. Le había dado todo cuanto pudo, cuanto quiso, pero ella misma se encargó de matar aquella ilusión que una chica de apenas veinte años de edad le había brindado.

A su lado, una botella de vino estaba a medio servir. No había siquiera llegado la hora del mediodía cuando ella ya tenía una copa en mano y su corazón en la otra.

¿Por qué se sentía tan fracasada, si lo tenía todo? Bebió otro sorbo de la copa y una lágrima rodaba por su mejilla, cayendo en algún lugar de la alfombra de su habitación.


>>>>>>>>>>>>>> FLASHBACK INICIO

El local estaba a medio llenar aquella noche de verano en la capital. Había quedado aquella noche en encontrarse con su mejor amiga, Valya, quien en ese momento hacía acto de presencia con su novio y una chica muy parecida a ésta. Supuso de inmediato que aquella otra pelirroja muy guapa, era la hermana melliza de su amiga. Había oído hablar de ella, más no la conocía, solo breves comentarios que Valya en alguna oportunidad le hacía muy superficialmente.

“Mi hermana es una chica que no le gusta salir a divertirse. Mi hermana es muy cerebrito como para salir con mis amigos. Mi hermana... Mi hermana... Bla, bla, bla”.

Nunca se había interesado en conocerla más íntimamente, y solo le había visto un par de veces pero esta vez, la tenía allí, acercándose poco a poco, con la mirada dispersa entre la gente común que al parecer no le llamaba para nada su atención, sosteniendo un vaso con alguna bebida entre sus manos. A su lado, venía Valya muy revoltosa como siempre, haciéndose notar como ya era costumbre.

— Hola Sveta, ¿cómo estás? ¿Llevas mucho tiempo aquí? — Preguntó Valya bebiendo de su trago y saludándola con dos besos en las mejillas. Lo mismo hizo con Ivana.

— Sólo llevo casi media hora, no es mucho — Contestó mirando disimuladamente a Elena. Le había parecido muy atractiva a primera vista. Lena al percatarse de su presencia también pudo confirmar que aquella chica rubia de exuberante belleza, era muy simpática a simple vista aunque sus facciones eran algo más serias. Miró también a la otra chica que acompañaba a la rubia y volvió su mirada hacia el vaso de gaseosa que llevaba en sus manos.

— Entonces, aún no estás ebria. Eso es muy bueno — Comentó Valya con una sonora carcajada que incluso se escuchó por encima de la música. El chico que las escoltaba, pasó su brazo alrededor de los hombros de la pelirroja explosiva — Sveta, ella es mi hermana Elena, pero todos le decimos Lena — Anunció mostrándole un gesto de cariño al pelinegro que la abrazaba. Elena de inmediato se cambió el vaso de gaseosa hacia la mano izquierda y estiró la derecha, sintiendo la suavidad de la receptividad de aquel saludo.

— Hola, mucho gusto. Elena — Se presentó la pelirroja. La otra chica parecía no prestarle mucha atención a lo que sucedía.

— Encantada. Svetlana — Dijo sin quitarle la mirada de encima.
Más que atractiva, sentía que aquella chica tenía algo especial en su mirada verdi-gris, algo que la atrapó de inmediato haciéndole sentir por dentro un escalofrío cuando sintió su mano sobre la suya.

Desde entonces, su enamoramiento fue creciendo con el pasar del tiempo. Ambas, eran la una para la otra. Siempre estaban juntas a donde fueran. Elena se había enamorado profundamente de aquella chica y había decidido hacer lo imposible por tenerla siempre a su lado. La amaba con todas sus fuerzas y Svetlana, podía sentirlo así.

Enfrentó a su familia por Elena, sin importar que dejara de contar con el apoyo de ellos, solo por el simple hecho de que amaba a una chica. Sus hermanos le dieron la espalda, siendo la única mujer de los tres. Ahora, se había convertido en una vergüenza porque se había enamorado mal, porque según todo aquello era una aberración y no podían tolerar algo así en el hogar.

Elena, que en aquel entonces tampoco contaba con el apoyo de su familia porque también la consideraban un “fenómeno” por sentir cosas por las mujeres, le propuso vivir juntas en un pequeño departamento en la ciudad. Claro está, que Svetlana siempre contó con una gran herencia sobre sus hombros y le había dicho que no tenían necesidad de vivir en cualquier parte, ella podía conseguir un sitio mejor donde estar, pero el orgullo de su pelirroja no permitiría que ella se hiciera cargo de todo. Si quería estar a su lado, tendría que ser bajo sus condiciones.

Lena había conseguido un trabajo de media mañana como asistente en un bufete donde le pagaban bien y en las noches estudiaba su carrera de abogada y sabía que más adelante le ayudaría a forjarse ella misma un futuro y a ninguna de las dos le faltaría nada.

Pero, el ser humano es un ser inconforme en la vida, sean las circunstancias que sean. Sveta apenas estaba en la edad de la juventud. Contaba con apenas 18 años de edad y mucho camino que recorrer. A su lado, tenía a una chica de 20 años que luchaba día a día por darle todo lo que quería, lo que necesitara, tanto material como sentimental pero aún así, se sentía incompleta por dentro.
¿Acaso quería vivir toda la vida al lado de una mujer que solamente vivía para trabajar y estudiar?

Abandonó a su familia teniéndolo todo solo por perseguir un sueño que no sabía si al despertarse de él, acabaría siendo una pesadilla pero no quería hacer sentir mal a Elena, siempre supo que ésta le daba cuanto podía y que muchas veces ni tenía que usar su propio dinero para gastos, porque la mujer que tenía a su lado, la llenaba de atenciones hasta más no poder.

Fyodor Ilianev, guapo y muy atento. Estudiaba 2do semestre de Artes Modernas en la misma academia en donde ella era asidua desde hace algunos meses cuando comenzó el semestre. Se habían conocido por casualidad en la cafetería de la institución, compartiendo una que otra charla con respecto a sus clases y alguna que otra taza de café.

Evitaba que Elena fuera a buscarla en la universidad, y que de excusa dijera que tenía que quedarse en la biblioteca un rato más para alguna investigación. El chico conocía la historia de su amiga y la relación que ésta mantenía con aquella pelirroja que a su parecer, no encajaba con Svetlana por el simple hecho de que su amiga necesitaba alguien más activo a su lado, alguien que la representara y sobre todo, alguien con quien ésta pudiera distraerse de vez en cuando.

Por otro lado, Elena diariamente trabajaba en lo que más le gustaba, poniendo todo su empeño en aprender lo que algún día sería su profesión. Dedicaba tiempo para estudiar, repasar y asistir a sus clases.
Pero llegó un momento en que comenzó a notar a una Svetlana distinta a la que conoció hace tiempo y sabía que algo andaba mal. ¿Acaso no le estaba dando todo o quizás la estaba cambiando por alguien más? Descartaba aquellas ideas rápidamente cuando salía el sol y sentía que su novia en cada despertar le demostraba cuanto la amaba y de inmediato, volvía a su vida cotidiana. Pero cada que Elena cerraba la puerta detrás de ella, allí estaba Fyodor, suplantando aquellos sentimientos que fingía sentir y que cada día se iba apoderando de ellos.

Jamás podrá olvidar la noche en que su novia para aquel entonces llegó a casa, a aquel departamento que compartieron con todas las ilusiones que podían tener dos chicas jóvenes, con la mirada fría y el alma vacía. Fyodor, le había enviado al móvil de Elena una foto donde el yacía felizmente sobre la cama que ambas compartían cuando creían que el amor aún rondaba en el aire. Se sentía tan podrida por dentro, tan vacía, que fue allí cuando supo cuanto aquella pelirroja de mirada triste y de sentimientos puros, la amaba.

Fyodor salió de su vida así como había entrado, sin avisar y dejándola sola. Elena había desaparecido también, aunque no por completo. Siempre tuvo noticias de ella a través de Valya que de vez en cuando le comentaba alguna cosa respecto a la chica.

La que fue su novia, con el pasar del tiempo se convirtió en una gran abogada muy nombrada en el país. Elena se había mudado de la ciudad para vivir en otra y con el mismo transcurrir del camino, supo que ésta comenzaba a salir con algunas chicas… varias chicas… muchas chicas, las cuales sin conocerlas y ni saber sus rostros, la llevaron a despecharse, emborrachándose varias noches, porque en el fondo sabía que era ella la culpable de que Lena no valorara ahora lo que significaba el amor y razones de sobra tenía y ella estaba al tanto de aquello.

— Mi hermana ha estado saliendo con la peor mujer del mundo. Es muy posesiva y lo que he podido enterarme es que quiere casarse con ella, porque está jodidamente enamorada.

— He escuchado lo mismo — Comentó Svetlana del otro lado de la línea — Tanya Bobrova me parece la mujer más fácil sobre la tierra y solo se quiere quedar con la fortuna de Elena. Es todo.

— Tiene demasiado dinero, Sveta. No creo que sea eso. Para mí, en el fondo, sabe que ya no eres nada en la vida de Elena y ahora sabe que triunfó. Siempre ha estado detrás de mi hermana y al parecer la tonta le hace caso.

— No por mucho, Valya. Tú hermana me sigue amando y no voy a perder tan fácil. Créeme. Svetlana Kolsova, no ha perdido nunca y menos me dejaré vencer por una cualquiera...


<<<<<<<<<<<<<<<< FIN FLASHBACK


Había terminado con la botella de vino y aún el reloj no marcaba las 13:00 pm. Escuchó la puerta de la habitación de al lado cerrarse y supo que Elena había salido. Se levantó y al mirar por la ventana, constató que su pelirroja esposa iba otro día más a recorrer la ciudad, sin ella.

Giró sobre sus talones y con toda la fuerza de su frágil cuerpo, estrelló la copa en la pared, viendo como ésta se rompía de inmediato así como se rompían sus ojos y lágrimas comenzaban a salir de ellos.

“Te casarás conmigo porque aún no me has olvidado y porque nunca dejaré que seas de alguien más”

Aquella frase había sido la única capaz de controlar el alma de Elena. Con solo mover un dedo, Lena estaba allí a sus pies porque si fue capaz de perdonarle una infidelidad podía perdonarle cualquier cosa simplemente porque su seguridad estaba a su favor.

Ahora, ¿acaso le tocaba probar una cucharada de su propia medicina?

Día 6. Miércoles 12:50 pm. Moscú - Rusia.


Tenía dos días que apenas había sabido a medias de Elena. La pelirroja le había escrito y ella le había podido responder los mensajes y llamadas, pero sabía que la extrañaba más de la cuenta. Cuanto añoraba poder tenerla a su lado. Se había vuelto totalmente dependiente de la abogada y esto le estaba afectando de manera sentimental a tal punto, que ya no sabía que sentir.

Comió un poco de su pastel de chocolate que había solicitado le subieran a la oficina.

“Nada como el chocolate para calmar los ataques de sentimentalismos al corazón”, repetía cada que comía esta particular golosina, excepto que ella no sabía que el efecto que tenía el cacao en el organismo, era precisamente activar la hormona del enamoramiento pero esto era una clase en la que luego, se profundizará su contenido.

Apenas unas horas atrás, había descubierto que Natasha le mentía con respecto a la situación que mantenía con su ex-pareja. La castaña le había jurado que aquella relación jamás funcionó y ese había sido el motivo de su separación. ¿En verdad aquel divorcio existía? ¿Natasha se estaba riendo de ella a sus espaldas?

“Esa mujer solo quiere estar a tú lado para perseguir tú dinero, Yulia”

Aquellas palabras que su madre le había citado alguna vez, comenzaban a rondar nuevamente dentro de su cabeza, haciéndola dudar desmedidamente de su novia.

— Demonios!!! — Dijo lanzando un golpe sobre su escritorio donde se encontraba tratando de poner en claro sus ideas y pensamientos.

La ciudad estaba cubierta por completo de blanco y ella solo deseaba que cayera la misma tormenta sobre su cabeza, lográndole congelar la mente en aquel momento y así poder dejar de divagar tanto lo que a su alrededor comenzaba a ocurrir. Tenía que salir de dudas lo más pronto posible pero, ¿cómo? Pensaba, con que derecho ella podía exigirle alguna explicación a Natasha si ella.........si ella se encontraba en la misma situación.

Tomó su chaqueta y se la colocó encima, probando un último bocado del pastel que no le supo a nada esta vez. El apetito se había desaparecido de nuevo pero no quería seguir dándole largas al asunto.

Buscó su bolso de mano y sacó las llaves del coche. Sabía a donde iba a dirigirse y a exigir lo que necesitaba saber.

Su asistente entrada en años se encontraba sumida en su labor sin enterarse que su jefa había pasado por su lado, dejando el lugar de trabajo donde solo había logrado estar escasas dos horas.

El ascensor marcó el sótano donde quedaba el estacionamiento y caminó con pasos apresurados, activando los seguros de las puertas mientras se iba acercando más. Las luces delanteras parpadearon, como dándole la bienvenida de nuevo y subió en él. Las ruedas del coche chirriaron en el asfalto cuando arrancó de prisa. No quería dejar que el tiempo pasara sobre ella.

— Hola — Saludó fríamente mientras conducía por la ciudad. Hablaba por su teléfono móvil.

Hola Yulia, ¿cómo estás? Sucede algo? — Cuestionó del otro lado Natasha.

— Puede pasar, de eso no cabe duda. ¿Puedes salir a esta hora? — Miró en ese momento el semáforo que señalaba que tenía que detenerse.

No tengo mucho que hacer. Puedo pedir un permiso y ausentarme unos minutos. Pero, te siento algo tensa, ¿sucede algo, Yulia? — Su voz comenzaba a notarse algo preocupada. La morena volvió arrancar el coche.

— No pasa nada, solo quiero que me acompañes hacer unas compras y sabes que soy muy indecisa a la hora de escoger algo — Miró por el espejo retrovisor y giró a la izquierda — Estaré allí en cinco minutos — No esperó respuesta alguna del otro lado de la línea y colgó la llamada.

En realidad al colgar la misma, ya se encontraba parqueada abajo del edificio donde trabajaba Natasha. Necesitaba pensar y calmarse un poco simplemente para no estrellar el coche contra aquella chica que por un momento, no sabía que significaba en su vida.

Su cuerpo estaba tenso y su mal humor comenzaba a hacerse presente pero necesitaba estar completamente en sus cabales y enfrentar aquella situación con todos sus sentidos perfectamente alineados. Al percatarse que Tasha venía caminando desde la salida del edificio, supuso que los cinco minutos ya habían transcurrido. Suspiró unas tres veces y colocó su mejor sonrisa, no podía dejarse ver derrotada antes de enterarse de lo que tal vez, tuviera la esperanza, fuese un mal entendido.

— Hola linda — Saludó Natasha subiendo al coche y dándole un suave beso en los labios a una “calmada” morena.

— Hola. ¿Lista? — Preguntó arrancando de inmediato sin esperar afirmación alguna de parte de una chica que estaba algo confusa por aquella visita repentina de su novia.

— ¿Qué vas a comprar. Algún regalo para tus padres?

— Quiero comprarme un vestido para esta noche — Dijo. De vez en cuando su mirada azul se paseaba por los anuncios viales y algunas señales de tránsito, mientras conducía como lo haría cualquier otro día.

— ¿Esta noche? ¿Qué celebras ésta noche? — Preguntó un poco consternada. La pelinegra en ningún momento le había comentado algo al respecto.

— Le dije a Katya que íbamos a salir a cenar con ella y su novio. Simplemente porque quiero que ambas compartáis más y comencéis a llevaros bien y así podamos tener una cena de noche buena, digna... ¿No crees? — Detuvo el auto viendo los ligeros copos de nieve que volvían a caer sobre el parabrisas.

— No me habías dicho nada que teníamos una cena ésta noche con, tú amiga.

— Simplemente, se me olvidó — Dijo encogiéndose de hombros, aferrándose con sus dos manos al volante — No creo que tenga que pasarte algún tipo de invitación, eres mi novia o ¿acaso tenías algo planeado por hacer? — Estaba por perder los estribos y lo sabía. Natasha, a veces no sabía como contestarle a Yulia. Conocía el carácter explosivo de su novia y algo no estaba encajando en todo aquello.

— Sabes que estoy mudando las cosas que tenía en mi...

— ¿Estás mudando las cosas o simplemente tienes encuentros placenteros con tu ex esposo? — Al fin había logrado sacar de su interior lo que le estaba amargando el día. Natasha de inmediato cambió sus facciones por una más rígida. Sus ojos se encontraron. Ambas se miraban fijamente y el silencio que ya se había hecho costumbre entre las dos, volvía hacerse presente.

— No sé porque haces ese tipo de comentarios. Te dije que solo he hablado con él por teléfono.

— ¿Por qué? — Lanzó una carcajada que desencantó por completo a la castaña — Por favor Natasha, no me tomes por estúpida. Sé perfectamente que te has estado viendo con él a escondidas o ¿supongo mal? No!!! Tampoco creo que tu tía esté tan enferma como para que vivas todo el tiempo tan atenta a ella y puedo hasta jurar que aquella llamada que recibiste la otra noche cuando cenábamos, era también de él, o sigo equivocándome?? — Natasha bajó la mirada mientras sentía sus manos sudar a pesar del frío. El rostro de la ojiazul estaba completamente transformado en uno que hasta ahora, desconocía la castaña. Su ceño estaba fruncido y los nudillos de sus manos cada vez se hacían más blancos por la presión ejercida sobre el volante.

— No tenías derecho a revisar mi teléfono móvil ni mucho menos espiar lo que hago — Dijo en defensa. Yulia bufó.

— Tú no tenías el derecho de mentirme tan descaradamente o ¿qué vas alegar? ¿Qué jamás te divorciaste y que entonces la teoría de que solo sales conmigo por mi dinero, es cierta?

— No voy a tolerar que me faltes el respeto así, Yulia Volkova!!! — Esta vez Natasha le dio la cara a la morena quien no quitaba su actitud arrogante — Tú dinero no me importa para nada y no salgo contigo porque seas la chica con más prestigio de toda Rusia!!! Y sí, he estado viendo a Leonid por lo que ya te había comentado anteriormente y...

— ¿Y? ¿Y por qué quiere recuperar vuestro matrimonio? Leí todo Natasha y no sé que haya pasado entre vosotros dos y dudo que haya sido cierto todo lo que hasta hoy me hayas contado. Está más que claro que se han visto y supongo que no ha sido solo una vez.... Por dios Natasha, ¿cuándo ibas a decírmelo???? ¿Cuándo los cuernos me llegaran al cielo?

— No estoy poniéndote cuernos con nadie, por dios!!! Solo hemos salido para tratar de llegar a un acuerdo mutuo sobre los bienes que en algún momento compartimos y lamento no habértelo dicho cuando pasó — Concluyó, sin tener más nada que decir. Miró a Yulia pero ésta tenía la mirada perdida sobre algún punto en blanco.

— Sal del coche por favor — Le exigió.

— Bien. No era de esperarse de tú actitud. Siempre crees que tienes la razón en todo Volkova pero no seguiré discutiendo — Abrió la puerta. El frío se hacía insoportable — Espero que tengas una noche buena — Dijo cerrándola y cubriéndose con el brazo su rostro para evitar que la ventisca dañara sus ojos.

[…]

Caminó hasta el elevador una vez hubo regresado a su apartamento y había fumado su quinto cigarrillo del día. Sacó su teléfono móvil de su bolso y lo miró. No había ni un mensaje de Elena, ni uno solo con el cual sentirse reconfortada y no tan sola. Subió y no quiso encender ninguna de las luces de allí. Necesitaba la soledad tanto como un abrazo.

Tal vez aquella semana estaba pasando muy lenta o quizás tuvo que haberle hecho caso a sus padres e irse algunos días de vacaciones, eso le haría bien sin duda alguna y poder despejar su mente de tanto berenjenal que le estaba creando un nudo en la cabeza, le hubiese caído como anillo al dedo.

Se lanzó sobre su sofá con la mirada perdida sobre el techo de la sala de estar. Aún llevaba las llaves de la casa entre sus manos y tantas cosas que gritar a los cuatro vientos que aunque pareciese extraño, no había logrado expulsar de su cuerpo.

Pasó más de media hora y aún seguía en la misma posición, con la mirada perdida sobre algún punto, con el único sonido del metal de las llaves chocando sobre la palma de sus manos.

Yulia Volkova, la chica que siempre tuvo a sus pies lo que con su basto capricho siempre conseguía, la que siempre llevaba la delantera y darse el lujo de enviar por el caño lo que no le hacía falta, esta vez, la vida le había dado un giro no muy favorable y eso era lo que le hacía rabiar.

Quería a Natasha porque se había convertido en una persona especial en su vida, pero le estaba siendo infiel, al menos ella eso creía. No la había descubierto en lo que propiamente se podría llamar “infidelidad” pero su mente estaba suponiendo hechos que jamás había visto y con eso ya había sacado infinidad de conclusiones en su cabeza. Le exigió explicaciones y aunque las negó todas, no podía dejar de pensar que aquella chica en el fondo le había visto la cara de estúpida. Pero ¿Acaso no estaba ella haciendo lo mismo con otra persona?

Se levantó del sofá y caminó hacia su habitación comenzando a sacarse la ropa como siempre lo hacía, deseando tomar un baño de horas donde el agua corriera por su cuerpo llevándose toda culpa que en el fondo comenzaba a señalarle con el dedo acusador, con el que hace pocas horas señalaba a Natasha. Un agua, que se pudiera llevar por el mismo caño, todos sus pensamientos que en aquel día comenzaban a marcarle el inicio de nuevas decisiones y cambios que le deparaba el destino.


Continuará...
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Mensaje por Volkatinale92 9/5/2020, 4:35 pm

Más descarada no puede ser Yulia 😡

Volkatinale92

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Mensaje por psichobitch2 9/6/2020, 8:10 pm

Volkatinale92: Descaradísima, para mi gusto!!!!

Disfrutad!

CAPITULO 27: UN CALENDARIO MUY PARTICULAR (8vo día) / CHOCO-TORTA.


Día 8. Viernes 6:32 am. ITALIA.


Madrugar era su principal virtud. Siempre lograba hacer todo lo que se proponía durante el día si al mismo lo atacaba desde tempranas horas de la mañana, así que allí se encontraba, en la estación Roma Tiburtina, con una valija junto a ella. Vestía con una larga gabardina toscana color negra. Llevaba una bufanda color azul cubriendo su esbelto cuello del frío de la mañana. Sus manos, iban enfundadas en guantes de cuero del mismo color de su vestimenta, las cuales resguardaba entre sus bolsillos para darse más calor. El boleto que la llevaría hasta Florencia, se dejaba ver desde el interior de su bolsillo izquierdo mientras, como una ciudadana más, esperaba pacientemente para poder abordar el tren y así en aproximadamente una hora, estar en la capital regional del país.

El tren ya estaba en marcha. Le esperaban 279 km de camino y los nervios le estaban escociendo todo el cuerpo. Hacía mucho tiempo que no veía a su hermana, a su melliza y aquello le ocupaba un sentimiento de ansiedad bárbaro. Desde que logró hacer las paces con Valya, no pensaba en otra cosa que encontrarse con ella y platicar de las muchas anécdotas que habían ocurrido durante todo el tiempo que estuvieron distanciadas. Le había comentado acerca de Yulia, de aquella chica que había aparecido en su vida para cambiársela de arriba a abajo y quería conocer la opinión sincera de su hermana acerca de lo que ya comenzaba a sentir.

Leía un libro sobre arquitectura romana para hacer del viaje más llevadero. Le encantaba la lectura y todo lo que tuviera que ver con la historia y sus grandes descubrimientos. Necesitaba apaciguar sus ansias y sus nervios.

Bajo sus gafas oscuras que siempre le acompañaban, repasaba las letras y los párrafos mientras que afuera, el paisaje pasaba a toda velocidad delante de sus ojos que en aquel momento hacían caso omiso de toda la belleza que les rodeaba. Pensó en Paola y Massimo y en su invitación cordial al almuerzo. Con un pesado suspiro cerró el libro y sus ojos ahora si se deleitaban con el paisaje del camino, aunque su mente de repente cambió de pensamientos y esta vez lo hacía con su esposa.

Amablemente sus amigos quisieron hacerle una grata atención de despedida y ésta sólo había logrado groseramente denigrarlos por no compartir los mismos gustos culinarios, círculos sociales ni mucho menos, tener la misma cultura de ella.

Resopló aún con la divagación sobre su rostro, logrando sentirse mal por aquello. Volvió a mirar hacia su libro y aunque no tenía ganas de seguir leyendo, simplemente lo devolvió sobre sus piernas y se dedicó a disfrutar de la vista y del trayecto.

Llegó a la estación Florencia Campo de Marte después de una hora con treinta y cinco minutos de viaje en el Eurostar. Descendió del mismo y el reloj de pared digital marcaba las 8:16 am. Buena hora para poder preparar lo que era la estancia y darle la bienvenida a su hermana Valya que seguramente, llegaría sobre las 16:00 hrs desde su lugar de residencia, Munich - Alemania.

Con su maleta en mano, ubicó un taxi desde allí hasta la residencia de sus padres.

La Viale Gramsci, estaba algo congestionada para ser muy temprano. Seguramente que por la época, las atracciones principales como el Duomo y el Palazzo Vecchio estaban por tener una abarrotada visita de turistas y así lo confirmó cuando el chofer le informó que aquel día, llegaría una cantidad numerosa de viajeros. Eso le alegró, porque pensaría pasar por allí luego. Primero lo primero: Valya Katina.

Bajó y caminó hasta la puerta del edificio donde recordó haber vivido tantas anécdotas de su niñez y algunas en su adolescencia, antes de terminar internada en aquel lugar donde según su madre, saldría regenerada y se le olvidaría que las mujeres no eran lo suyo y que procuraría ser una chica normal. Pero todo aquello había fallado porque ella era feliz tal cual como se sentía: Sin Tabú.

Subió hasta el piso cinco por las escaleras sin prisa alguna, cargando su valija en manos. Se mantenía en forma precisamente por sus largas caminatas y sentía todavía poder hacer aquel tipo de hazañas, siempre y cuando sus lesiones del pasado no pasaran factura en el presente.

Aún todavía le quedaban muchas horas para poder organizar todo.

Abrió la puerta y suspiró al sentir el fresco olor de la Toscana entrar a sus pulmones. Los rayos del sol, iluminaban con calidez el lugar que vestido netamente de blanco, hacían resaltar la pureza e inocencia de lo que ella en algún momento fue y dejó impregnado en cada rincón de aquel apartamento.

Dejó descansar su equipaje en el medio del salón mientras se desprendía de toda ropa que no le dejara sentir el frescor del lugar. Estaba sola. Podía gritar a los cuatro vientos si le daba la gana y sin nadie alrededor quien le reprochara. Se sentía libre y era lo que más le fascinaba de aquellos pequeños momentos.

Desde allí, del amplio balcón de la terraza donde ahora se encontraba, su vista paseaba agradecida por el verde mar de los campos que la llamaban desde lejos de la ciudad. Añoraba la Toscana, su olor, sus paisajes y aunque a una hora de distancia estaba de ellos, podía ya imaginarlos.

La ciudad irradiaba de alegría, tanto como su corazón en ese instante, en aquel momento, como cuando por primera vez deleitó a su alma con unos alegres ojos azules que ya habitaban su esencia, donde no le hacía falta que salieran jamás porque allí, eran donde necesitaba que moraran.

Espero que me recibas con una gran “Choco-Torta” de esas que sólo tú sabes hacer y cuidadito que la mandes a comprar, porque me daré cuenta.

Sonrió, dejando atrás los pensamientos para con Yulia y recordó el comentario particular que su hermana, un día atrás le había hecho.

Estaba de meses, a punto de estallar y aunque sólo pudo verla en fotos, el embarazo de Valya estaba bastante avanzado y le asentaba bien pero ésta, sólo pensaba en golosinas y dulces. De flipar!!!

En recuerdos que vinieron a su mente, veía las veces que su hermana escondía por todas partes de su habitación, cantidades de golosinas con el fin de no compartir con nadie y de que Inessa, no descubriera el cargamento de futuras caries que le harían de su vida un tormento. ¿Qué niño no mataría por tener un mundo lleno de caramelos? Olé!!!

Ya en su habitación, sacó el resto de sus prendas y avanzó hasta la ducha donde se sumergiría un rato para aliviar los estragos del viaje, cargar energías y continuar con el itinerario que su mente ya había ordenado sólo con un fin, sentir de nuevo la franqueza y tozudez de su melliza, la que tanto le hacía falta. Pronto compartiría con ella y aunque sabía que solo estarían pocas horas juntas, aquello le bastaba para sentirse completa. ¿Cuánto amaba a su hermana? Más de lo que ni ella misma podía imaginar.

Tomó las llaves del apartamento y una pequeña listilla que guardó en el bolsillo de su chaqueta. Luego de haber tomado un buen baño que la relajó de pies a cabeza, saldría de compras para complacer el capricho y el antojo de Valentina, que al parecer no hacía más nada que comer...comer...comer.

Rápidamente se encontraba en el centro de la ciudad. La gente iba y venía, aunque no con mucha afluencia. Las calles del centro eran estrechas y frías, con casas viejas pero se podía sentir el espíritu de tranquilidad!!! Se sentía a gusto.

Hizo algunas fotos mientras disfrutaba del recorrido. Cada año la ciudad cambiaba y a ella le encantaba mantener esos recuerdos para poder compartirlos.

Sacó la lista que guardó en su chaqueta cuando al salir del centro, ubicó una tienda de comestibles. Seguro allí encontraría todo lo que necesitaba esa mañana.

Después de haber comprado todos los ingredientes para la torta de chocolate, y para lo que iba a ser la cena, no le vio nada malo comerse un pastelillo relleno de merengue italiano para calmar el antojo nada más.

De vuelta, colocó sobre la encimera las bolsas de los insumos y comenzó inmediatamente con su labor pastelera.

¿Cuánto tiempo había pasado que no disfrutaba de la cocina? Mucho. Mucho, desde que vivió sola en su época de estudiante y lo disfrutaba al cien por ciento. Inessa, era una experta en el arte culinario y siempre le había gustado ver cuando su madre cocinaba los domingos para ellos.

Ese día ya tenía pensado cocinar una pasta al Filetto di Pomodoro para complacerse a ella misma. Adoraba la pasta más que cualquier cosa y mientras que el chocolate hacía su trabajo, emplearía parte del tiempo para que la salsa de tomate quedara en su punto. Magnífico!!

La mañana iba marcando su curso. El apartamento, indiscutiblemente olía a gloria. Era tener a toda Italia dentro de aquellas cuatro paredes. Lo dulce y lo salado en un sólo encuentro y que mejor manera que ella le llevara la mano a ambos gustos. Sencillamente, se esmeraba por ser la mejor y su hermana, se merecía una excelente bienvenida.

Su reflejo en la puerta del microondas era el de una simple ama de casa más. Rió y sacudió su cabeza mientras sacaba su delantal de encima. Estaba llena de harina y salpicadura de tomate. Pero, ¿qué cocinero no se ensucia? Bueno…Los grandes chef, si y ella estaba segurísima que era una excelente abogada.

Miró su reloj de pulsera y sólo faltaba media hora para que Valya Katina entrara por esa puerta como un vendaval, llevándose todo a su paso con aquella espontaneidad que la caracterizaba.

El corazón comenzó a palpitarle rápidamente y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Cuantos nervios!! Cuanta premura!!! Como un rayo, fue a darse una ducha veloz porque no podía darse el lujo de perder ni un minuto de su tiempo.

Veinte minutos después, al salir de la ducha, verificó que su móvil avisaba haber recibido un mensaje de texto el cual leyó con la misma prisa con la que su toalla abandonó su cuerpo cayendo sobre la cama.

Ya casi llego Elena y espero en verdad encontrar la choco – torta

Volvió a sonreír por los comentarios oportunos de su melliza “devora dulces” y comenzó a vestirse. Las 16 menos 10, aún le quedaba algo de tiempo y si no fallaba o su hermana había hecho un cambio muy radical, juraría que no había cambiado la peculiaridad de llegar impuntual, así que tomaría todo con más calma.

Miró los alrededores de la casa...impecable!! Había hecho un buen trabajo y eso la llenaba de orgullo. Limpió la encimera de la cocina un poco más y de la heladera sacó un vaso con Coca-Cola Zero. ¿Cómo es posible que aquella cosa exista a nivel mundial? Bebió un poco, cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta. Se detuvo a mitad de la sala y suspiró. Llevaba una media cola en su cabello que la hacía lucir preciosísima. Repasó una y otra vez con sus manos su peinado, cuando sintió que volvieron a llamar a la puerta.

—Más te vale que estés allí “zanahoria” o derribaré la puerta con mi barriga — Con la perilla de la puerta en sus manos y una sonrisa de oreja a oreja, terminó de abrir la misma encontrándose a su hermana con el vientre bastante pronunciado, sosteniendo una bolsa de frituras.

— ¿Qué no puedes estar sin dejar de comer un rato? — Cuestionó Elena quitándole el bolso de mano a la otra pelirroja. Ésta resopló fingiendo indignación y mirándola de arriba a abajo.

— Doy gracias a quien sea, que no estás más bella que yo. Aunque caderona y gorda como estoy, aún mamá es la más bella y luego yo — Elena rodó los ojos sintiendo el peso de Valya abalanzarse sobre su cuerpo. Ella, la recibió en un caluroso abrazo mientras lágrimas de alegría rodaban por sus mejillas.

Al cabo de algunos minutos, ambas se separaron. Viendo que Valya también lloraba, le ayudó a entrar cerrando la puerta tras de ellas para ofrecerle asiento de inmediato.

— Llorona! — Le dijo Elena mientras secaba sus ojos y dejaba que la risa se ahogara en su garganta.

— Lesbiana! — Dijo Valya entre risas imitando la misma acción de la otra pelirroja.

— Hey, que si lo soy!! — Confirmó Elena — Ambas cosas lo soy. Una llorona y lesbiana sin remedio, pero solo se me nota lo lesbiana, ok?

— Eres la lesbiana más bonita que he conocido y no porque seas mi hermana, sino porque es la verdad y punto. Ahora — dijo estirando los brazos hacia el frente — Ayúdame a levantarme que necesito verificar una sola cosa — Elena sólo alzó una ceja, haciendo lo que su hermana le pedía.

Se puso de pie y ayudó a levantarla. Los pasos de Valya se dirigían a un sólo lugar: la heladera. Con Elena siguiéndola detrás, llegó hasta allí y la abrió para encontrarse con un postre con exceso de chocolate por todas partes. De muerte!!!

Los ojos se le abrieron como platos y la saliva le bailaba en los labios. No saben cuántas veces tragó duro mientras se deleitaba la vista.

— Esperarás a cenar y luego te comes todo el dulce que quieras — indicó Elena a sus espaldas, adivinando sus intenciones. Valya volvió a colocarse derecha y giró su cuello enviándole una mirada asesina.

— Por qué le has colocado “Whatever” como decoración al pastel? — frunció el ceño. Elena se dio la vuelta dibujando una sonrisa en sus labios que para Valya pasó desapercibida.

— Cierra eso y ven acá, que viniste a visitarme, no a estar metida en la heladera. Y cuidado si tu dedo termina accidentalmente dentro del chocolate.

— Esto de ser mellizas no me está gustando para nada. Conoces mis pensamientos — Valya dejó la cocina y se unió a la otra pelirroja que ya se encontraba en la sala.

— Siempre has sido tan capulla, Valya. Ven, siéntate. Quieres algo? — Preguntó, haciendo que iba a levantarse cuando Valya la haló por el brazo, obligándola a sentarse de nuevo.

— Dime. Por qué pusiste “Whatever” sobre el postre? Dime cómo es y que te vio? Porque eres una tarada, empezando por allí y tienes una mujer, una esposa que a kilómetros se ve y se siente.

— Valya, no sé porque si has cambiado tantas cosas en tú vida, no has dejado de ser tan cotilla. Como no habrá manera de que cambies el tema, te informo que ese no será lo único que abordaremos ésta noche, comenzaré respondiéndote esa pregunta sólo… — dijo señalándola con su dedo índice — …Porque me conoces demasiado y si, esto de ser mellizas es un karma — concluyó riéndose. Valya también lo hizo y se relajaron ambas sobre el gran sofá.

Nada había cambiado. La ciudad y el ambiente ayudaban con aquel reencuentro. La tarde se hacía fresca y el tiempo pasaba lento. Al parecer, no quería que aquellas dos chicas se volvieran a separar y trataría de que los segundos le pasaran lentos a los minutos y estos a su vez, menos apresurados a las horas.

— A ver — continuó Elena — Sólo te pediré que me escuches. Que no me juzgues si estoy haciendo bien o mal. Sólo quiero que me escuches y me entiendas — Valya asintió como niña pequeña que presta atención a algo muy importante que estáis a punto de explicarle.

Elena comenzó a contarle a Valya como y donde había conocido a Yulia. El que la morena también en algún momento tuvo a una hermana gemela y como la había perdido. De como ayudó en parte aquella trágica confesión, a que ella dos volvieran a estar juntas, allí y ahora. Le dijo lo que significaba para ella en su vida y las cosas que estaban pasando a su alrededor y que a pesar de todo el sentimiento que sabía que las unían, habían muchas barreras de por medio que impedían que estuvieran juntas, en especial su “particular” matrimonio.

La otra chica pelirroja un poco más alta, miraba con anhelo el relato que su hermana le narraba. Sabía que Elena se había enamorado de aquella chica pero tenía razón en algo, Svetlana estaba de por medio e iba a ser muy difícil que su hermana lograra separarse de ésta por las buenas.

— Te gusta demasiado, ¿no es así? — Elena asintió. Valya, se acomodó sobre su asiento ya cansada de estar en la misma posición — Muéstramela — Elena alzó las cejas — No me mires así — continuó — Sé que debes tener alguna foto de esa chica por allí y sólo quiero verla.

Elena entendió y se levantó a por algunas bebidas mientras que en la cocina, colocaba el agua a hervir para poner hacer la pasta.

Las horas habían pasado y las luces artificiales, suplantaban la luz natural del sol.

Tomó su móvil que se hallaba sobre la encimera de la cocina, mientras llevaba en sus manos una botella de agua y una de su bebida favorita. Al llegar a la sala, encontró a Valya con la mirada fija en cualquier punto de la habitación, mientras suavemente acariciaba su abultado vientre.

— ¿Te pasa algo. Te sientes mal? — Preguntó preocupada dejando las cosas que traía en la mano sobre una mesa. Su hermana alzó la vista sin inmutarse.

— Estás cambiada y puedo notarlo. Eres más feliz y sé que tiene que ser por esa chica, lo sé.

Elena le colocó el móvil delante de sus ojos con una foto de Yulia a la vista. Valya simplemente la detalló en silencio. Elena esperaba de pie impaciente por el nuevo comentario de su melliza.

— Eres una roba cunas, Elena — Dijo aquello con la sinceridad brotándole de los labios mientras lanzaba una carcajada por el aire. La pelirroja soltó un bufido, quitándole el móvil de las manos para luego acomodarse en el asiento de nuevo — Es muy linda!!

— Lo es y mucho. Pero no soy una roba cunas por Dios! Te recuerdo que tenemos 31 años recién cumplidos y ella apenas tiene... 20 años. No es mucha la diferencia — Valya soltó un gritito que por un momento le hizo pensar a la pecosa que había roto fuente.

— Espera. ¿Dijiste 20 años? — Elena asintió rodando los ojos — En realidad pensé que era menor que eso — Volvió a soltar otra carcajada mientras Elena bebía un sorbo de su soda — Y tú novia menor de edad, está clara que estás casada y todo el cuento?

— Si — dijo algo triste — Ella sabe y acepta que estoy casada, Valya, pero siento muchas cosas por ella. No puedo ofrecerle mucho, salvo una relación a escondidas y no es justo para las dos.

— Exacto. Pero sabes que la arpía de tú mujer es mucho más que una arpía... Es una serpiente con demasiado veneno adentro — Dijo escandalizada tratando de ponerse de pie como podía. Elena volvió ayudarla.

— Cambiando de tema ya que lo tocaste, porque tanto odio hacia Sveta cuando vosotras, erais las mejores amigas inseparables? — Cuestionó siguiendo a la embarazada que se perdía por el pasillo hacia el baño. Sólo sintió como la puerta se la cerró en la cara, volviendo a rodar los ojos delante del comportamiento infantil de su hermana.

Otra cosa que no había cambiado, la manera de evadir un tema cuando se sentía acorralada y aquella era la mejor salida. Esconderse. Vaya tía!!!!

[…]

La cena estaba lista y Valya había decidido descansar un rato mientras dejaba que Elena se encargara de servir la misma. Su olfato, muy bien agudizado, fue la alarma que hizo que se dirigiera a la cocina encontrándose a medio camino a una Elena convertida en chef, vistiendo un delantal blanco y una salsera entre sus manos, lista para servir.

— Cuéntame hermanita, ¿cuándo te convertiste en una gran cocinera? Huele exquisito — Elena sonrió y dejó que se sentara a la mesa. A pesar de haber sido la última en nacer, siempre reparó en que Valya era la más chica e infantil de las dos.

— Sólo me destiné a prestar más atención en lo que hacía Inessa, cosa que vos ni te inmutabas hacer, es todo — Dijo desde la cocina sabiendo que con ello pudo haber logrado una mueca de desagrado que no vio dibujársele en el rostro a su hermana.

— Comenzó a decir que yo era una chica plástica, que no me importaba nada en la vida — Elena sabía, que se refería a la conversación que dejaron a medias hace una hora atrás.

— Esa es la razón de su distanciamiento, supongo. ¿Le hiciste algún comentario? — Elena regresó a la cocina.

— Le dije que era una chupa sangre y una serpiente. Eso le dije.

—¿No es mejor que resolváis vuestros problemas como personas adultas y no como niñas? — Colocó dos platos con Vermicellis sobre la mesa para luego sentarse.

— Svetlana es una mujer llena de resentimientos y amargada. Con ella no se puede resolver nada de buena manera, así que no voy a dar mi brazo a torcer ni mucho menos cabrearme por esa...gilipollas — Lena rodó los ojos.

— Ya te dije, trata de llevar las cosas en sana paz, no le hace bien a Dariya — Dijo tocándole el vientre — No puedes estar amargándote la vida y con respecto a Sveta, pues sabes como es su carácter y que tampoco da su brazo a torcer así que, te pido llevar las cosas con moderación. ¿Te parece? — Aclaró mientras comenzaba a servir la cena — Y dime, cómo esta tú esposo, Sebastián?

Dos gotas de agua estaban allí, compartiendo de una sencilla cena sin necesidad de lujo ni lo sustentoso a lo que ambas estaban acostumbradas. Eran ellas dos, así como solían serlo mucho antes de que el destino las separara, aclarando sus vidas y compenetrándose una con la otra un poco más. Se extrañaban y aquella era la mejor manera de demostrarlo. Nada mejor que una “choco - torta” para contentar dos corazones.


Día 8. Viernes 22:12 pm. RUSIA.


Parqueó el coche detrás de la casa donde ya estaba acostumbrada hacerlo. Bajó y lanzó la coletilla del cigarro a media fumar sobre la calle. Había bebido un tanto aquella noche y necesitaba algo de compañía, alguien que la escuchara y se embriagara también junto a ella. Quien había dicho que el alcohol es el mejor amigo para olvidar las penas, pues, en ese momento tenía la mayor aprobación de parte de Yulia que se encontraba en un estado un poco “subido de tono”.

Habían luces encendidas en la casa, era para ella una buena señal. Buscó dentro de su bolso el teléfono móvil y tecleó algunas palabras. Se dirigió hasta la puerta hasta verla abrirse.

— Hola, ¿qué haces aquí? — Preguntó Katya viendo fijamente a Yulia. Ésta, rodó los ojos y suspiró.

—¿Puedo pasar? — Le preguntó. La rubia dejó un espacio libre para que la morena entrara y cerrar luego la puerta. Apoyó la espalda sobre la madera y veía a Yulia allí, delante de ella con la mirada algo extraña.

— ¿Qué pasó? No me digas que discutiste con tú noviecita.

— No quiero hablar de eso.

— Ay Yulia, por favor!! — Katya hizo una mueca de disgusto y pasó por su lado, subiendo las escaleras que la conducían hacia su habitación.

— ¿Qué?? — resopló — Demonios!!! — maldijo por lo más bajo y también subió las escaleras siguiendo a su amiga.

Encontró la puerta abierta y a Katya tumbada en su cama. Hacía zapin' al televisor con el mando del mismo y ella sólo estaba parada a mitad de la alcoba, sin decir ni una sola palabra.

Abrió su bolso y sacó una botella de vodka que llevaba menos de un cuarto de líquido consumido. Katya dejó lo que estaba haciendo al percatarse del silencio que rondaba su propia habitación y volteó para encontrar a Yulia bebiendo de la botella.

— Hey!! ¿Qué haces?

— Beber!! — Contestó como si aquello no fuera demasiado obvio.

— Lo sé, no soy estúpida. Pero, ¿Por qué llevas una botella de vodka dentro de tú bolso. Estás demente o qué? — La rubia se levantó con el fin de cerrar la puerta de su habitación.

— ¿Quieres? — Le ofreció. Katya le dedicó una mirada seria y luego le quitó la botella de las manos para beber un trago largo de la bebida que le hizo estragos a su garganta a medida que ésta iba haciendo el recorrido. Con un gesto bastante gracioso para Yulia, le devolvió la botella y fue de nuevo acostarse — ¿Por qué has bebido, tú? —Preguntó la morena, confundida.

— Simplemente, porque me dio la gana — Yulia se encogió de hombros y dejó su bolso a un lado para imitar a Katya. Se quitó los zapatos y subió a la cama — ¿Qué te hizo? — abrió su boca de nuevo luego de haber estado un minuto más o menos las dos en silencio. Yulia bebió otro sorbo.

— Es una estúpida, así de simple.

— Me gusta tu concreta respuesta, pero no indagaré más. ¿Desde que hora estás bebiendo?

— No sé. Desde temprano, que se yo. Sólo quiero beber y nada más. ¿Vas a decirme ahora que hacer o no? — volvió a ofrecerle de la botella y Katya volvió a beber.

— Nunca me he metido en lo que haces y lo sabes. No me escuchas — Se encogió de hombros, dándole otro sorbo a la botella — Así que decidí no decirte nada más. Tú misma te estrellarás y te darás cuenta sola. Tienes 20 años y sabes lo que haces, ¿o no?

— Me da igual — concretó — ¿Estáis tus padres?

— Deben estar en una cena y mi hermano en alguna parte del país. Posiblemente con alguna de sus mujercitas extrañas, así que tampoco me preocupa mucho — Dijo sin importancia.

— ¿Tienes alcohol en casa?

— Pues, supongo pero.... ¿Qué piensas hacer? ¿Una fiesta? — Se sentó y miró a Yulia.

— No tonta. Solo que ya está por acabarse ésta y no he traído más — Dijo, alzando la botella a la altura de los ojos de Katya para que viera que solo apenas quedaban dos tragos.

La chica, que se sentía también con ganas de seguir bebiendo y acompañar a Yulia, fue a por más dejando sola a la morena algunos minutos mientras buscaba algo de beber. Después de aproximadamente 5 minutos, apareció con una botella de vodka completamente llena. Se veía que aún estaba sellada y que ya Yulia había dejado la otra igual, bien vacía.

— Tienes afán por lo que veo, ¿eh? — Señaló la botella vacía que descansaba sobre la cama.

— Digamos que solo quiero beber y que tú me acompañes ya son... — Miró con un poco de dificultad la hora — Más de la madrugada, así que podemos comenzar a celebrar que es víspera de navidad. ¿Si? — Hizo un puchero que a Katya le pareció la cosa más bella del mundo. Ella misma, destapó la botella y sin importarle que su garganta fuera a arder de nuevo, bebió un largo trago volviendo arrugar sus facciones por el fuerte sabor del líquido.

— Hey!! Me guardas un poquito para celebrar, gilipollas, que si te la acabas tendrás que ir a por una nueva.

La noche transcurría mientras veían cualquier cosa en la televisión. A veces, ni le prestaban atención a lo que había en pantalla y simplemente hablaban trivialidades y Katya reía de alguna payasada que se le ocurría a la morena. Le encantaba que la hiciera reír. Aunque ya estaba desinhibida por completo. Se podía decir que reía por cualquier cosa que le causara gracia o no.

— Hace demasiado calor!!! — Gritó Yulia colocándose de pie en el centro de la cama, despojándose de su blusa, quedando sólo en brassier.

— Estamos en invierno Yulia, estás muy loca!!

— Pues, allá afuera hace frío, pero yo tengo demasiado calor y es gracias a ésta bella chica que tengo aquí entre mis manos — Refiriéndose a la botella, la alzó y bebió de nuevo. Ya Yulia se encontraba pasada de tragos al igual que Katya, aunque ambas aún tenían claridad en sus conocimientos, al menos eso creían.

Perdió el equilibrio sobre la cama y la botella fue a dar sobre la alfombra y a pesar de que no se rompió, el líquido que estaba dentro se esparció todo sobre la misma. Ambas se quedaron en silencio, con los ojos muy abiertos y sin apartar la mirada de aquello que había sucedido como si se tratara de la noticia más importante sobre Rusia. Después de algunos segundos, como si estuvieran sincronizadas, largaron sendas carcajadas logrando que Yulia por lo gracioso del momento, cayera encima de Katya.

La rubia como reacción, no se movía para nada. Veía pasear las pupilas azules de Yulia sobre su rostro y sobre sus labios. Comenzó ahora si a sentir calor. Y tanto que se estaba burlando de su morena amiga y en realidad la que estaba a punto de rostizarse por dentro y por fuera, era ella.

Automáticamente y en cuestiones de segundos, sintió los labios de Yulia moverse sobre los de ella. Cerró los ojos y se dejó llevar por el momento. Aunque su cuerpo fuera una estatua, no podía dejar de sentir aquella sensación de cosquilleo que le recorría desde la punta de sus pies hasta la última hebra de su dorado cabello.

La lengua de Yulia le recorría los labios. Cuanto le estaba gustando aquel sabor del dulce con el amargo del vodka. Sentía que sus labios ardían con el roce.

Al abrir los ojos, Yulia tenía los de ella totalmente cerrados, mientras le recorría el cuerpo con las manos. Trató de zafarse, haciendo que la morena se avispara de inmediato y cayera en cuenta. Fue a dar al piso cuando Katya la empujó más fuerte. Yulia lo único que escuchó fue un golpe en seco de como la puerta de la habitación se cerraba con fuerza.

Se quedó un rato más sentada sobre la alfombra. Había caído justo donde la botella de vodka que bebían, fue a parar cuando tropezó en la cama. La levantó y miró dentro. Sólo pudo encontrarse con el fondo que reflejaba de manera distorsionada sus piernas. Se acostó allí mismo mientras que con sus manos, tapaba su rostro suspirando agitadamente una y otra vez.

Pasaron más de diez minutos y había caído en cuenta que su mejor amiga estuvo a punto de sucumbir a sus deseos, a sus besos. Cuando decidió levantarse del suelo, la puerta volvió abrirse dejando entrar a Katya con los ojos hinchados por el llanto. Los secó de nuevo con la orilla de su sweater y sonó su nariz.

— Come mocos — Fue lo único capaz de decir Yulia viendo como ésta sonreía tras el comentario poco poético que le hizo.

La morena, al ver que la rubia no tenía ganas de moverse de su sitio, se levantó y fue a por ella.

— Lo siento — Dijo rascando su cabeza sin saber que decir. Katya solo permanecía en silencia…Pensando…Era el momento o no era nunca. Se abalanzó sobre los labios de Yulia besándola con locura.
Si había perdido la cabeza, no le importaba. Sabía que era el alcohol que se le había subido a sus sentidos y simplemente se dedicó a sentir los tantos besos repartidos que comenzaba a propinarle Yulia por todo su cuerpo.

Al no encontrar más espacio dentro de la habitación, su espalda fue a dar contra una pared donde la morena aprovechó para quitarle la ropa. Yulia era toda una experta con sus manos y en fracciones de segundo, la tenía a su merced.

Esa noche celebraron algo más que la víspera de noche buena. El simple hecho de estar juntas encendió su pasión y más cuando Yulia, conocía perfectamente cuales eran los sentimientos de Katya hacia ella, su debilidad, por llamarla de alguna manera, pero todo el placer que sentía aquella noche no era nada comparado a las caricias y amor que le repartía a Elena sobre su cuerpo.

La hacía suya sin importar el día siguiente, sin importar quien tuviera su corazón. Quiso olvidar y lo hacía y el cuerpo de su mejor amiga y su pasión, se prestaban para ello.

Su móvil, que aún seguía guardado en su bolso de mano, hacía más de una hora que agendaba un mensaje de texto.

Elena: “Te extraño demasiado Yulia, tanto que te siento en mis huesos y en cada parte de mí. Regresaré pronto hermosa”.


Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 3 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por Volkatinale92 9/7/2020, 2:13 pm

Yulia es una inmadura, cara dura, reclama y ella es infiel, y ahora va y también se acuesta con la amiga, 😡

Volkatinale92

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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 3 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/7/2020, 7:51 pm

Volkatinale92: Opino lo mismo... Yulia es demasiado inmadura para su edad... Bueno! Hay quienes teneís más y sois peor!!

Disfrutad!!!


CAPITULO 28: NAVIDAD... O NO?


Llevaba más de quince minutos sentada en la ventana de su habitación, viendo la nieve caer sobre la ciudad. Soplaba una taza de café caliente entre sus manos, mientras bebía sorbo a sorbo la humeante bebida.

Sus pensamientos estaban enfocados en la noche anterior. Cuando despertó aquella mañana, no podía creer lo que había sucedido en aquella cama, en aquella alcoba, con su mejor amiga.

Recordar su cuerpo desnudo bajo las sábanas, le envió una ola escalofriante al suyo. No debió haber pasado. No. Pero estaba consciente de que el alcohol que tenía en su sangre, le había hecho reaccionar de la peor manera para terminar sintiéndose justo como lo estaba sintiendo ahora.

Afuera hacía un frío infernal. Era la mañana de navidad y supo que estaba sola, por los cuatro costados de su cuarto, ella era la única que allí estaba. Sola, recibiendo la compañía de sus tormentosos pensamientos.

Se levantó con la taza en las manos aún y fue a darse un baño que la relajara completamente y le lograra arrancar de la mente, todo aquello que tenía y quería olvidar.

Pasaron noventa largos minutos cuando salió de la ducha sintiéndose totalmente otra por fuera, lamentablemente por dentro, no había conseguido que el agua borrara lo que le hubiese gustado que se llevara al correr sobre ella. Su teléfono había recibido una gran cantidad de mensajes y llamadas desde que llegó a su casa. Sabía perfectamente de quien eran, simplemente, no quería darle más cuerda al asunto. ¿Si debía morir allí? Ya el tiempo se encargaría de eso.

Abrió la heladera. Por Dios!! No tenía nada que comer, sólo agua y un cartón de zumo de naranjas que al probarlo, salió corriendo hacia el lava platos a escupir su contenido mientras revisaba la fecha de vencimiento y darse cuenta que ya había caducado hace una semana atrás.

Un jean algo deteriorado, botas para la nieve y todo lo que pudo encontrar para cubrirse del frío, vestían su pequeño cuerpo. No tenía más remedio que salir hacer las compras, pero algo particular ocurrió al momento de abrir la puerta. Cuando lo hizo, se encontró a Katya de pie frente a la misma.

Tenía que darle la cara, lo sabía, sólo que no pensó que iba a ser tan pronto.

Ambas se congelaron en sus sitios sin decir ni una sola palabra. Yulia, buscaba la manera de desviar sus ojos para no encontrarse con la mirada llena de esperanzas de Katya y ésta, de vez en cuando evitaba la mirada de Yulia para no encontrarse con unos ojos fríos y faltos de amor hacia a ella. La rubia estaba muy clara. Yulia no la amaba y todo lo que había sucedido en su habitación hace algunas horas atrás, solamente fue el producto del efecto causado por lo que ambas habían bebido de aquella botella.

— Pasa — Le dijo mientras se quitaba de la puerta para que Katya entrara. La rubia lo hizo y la puerta sonó detrás de ella. El mundo, ya había quedado afuera — Siéntate... Si quieres.

— Así estoy bien, gracias — Dijo, aun dándole la espalda a la morena.

Yulia caminó hacia la encimera, colocando las llaves del coche sobre ésta.

— Yo... Yo quería saber cómo estabas...

— Katya, lo que pasó anoche, fue un error — Dijo Yulia interrumpiéndola inmediatamente — Anoche tú y yo, estábamos muy tomadas y simplemente no tuvo que haber acabado así .

— Pero acabó Yulia. Tanto tú como yo, estuvimos claras y perfectamente pudimos haber parado todo aquello...pero no. Ni yo quise ni tú tampoco...

— No entiendo a qué se debe todo esto Katya — Dijo rodeándola y acabar sentándose sobre el amplio sofá. Katya sólo la miraba impávida — Y sí, creo que tienes razón — Continuó — Ninguna de las dos quiso detenerse cuando sabíamos que era un error, pero ya pasó... No fue nada.

La rubia amplió los ojos cuando todo lo que podía repetirse en su cabeza, eran aquellas palabras de Yulia: “No fue nada” Claro, era lógico que para su morena amiga, fue un simple acostón y nada más.

— Obvio, era de esperarse algo así como respuesta viniendo de tú boca. Tampoco vine hasta aquí para exigirte que te casaras conmigo ni mucho menos que me bajaras la luna o me pintaras la vida de colores. Pensé que...

— A ver….¿qué pensaste Katya? ¿Ah? — Se levantó, rodeándola de nuevo hasta quedar frente a su amiga. Sabía que Katya estaba dolida. Ella le había hecho daño. Le gustaba, sí. Siempre le había gustado Katya, pero no para llegar tan lejos como podía haber estado pensado la chica — ¿Pensaste que todo iba a cambiar? ¿Qué de ser las mejores amigas, íbamos a ser la pareja perfecta? Por Dios, Katya....

— No seas ridícula Yulia!! No estoy aquí para pedirte que seas mi novia... Sólo, sólo que te des cuenta de que siento muchas cosas por ti que jamás te dije por…...miedo, Yulia — Su voz se hacía más entrecortada y el frío de su alma parecía congelarle todo su cuerpo — No soy como tú, ¿bien? No soy gay como tú y me atrevería a decir que eres la única chica que me atrae.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? — Cuestionó la pelinegra viendo que las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de la rubia.

— Sí. Pregunta lo que quieras.

— ¿Por qué vienes a decirme toda esta sarta de cosas ahora? ¿Desde cuando nos conocemos, Ekaterina? — Su mirada era fría como el hielo. El azul de sus ojos, se volvió más oscuro. Tenía rabia consigo misma — ¿Cinco? ¿Seis años o más?...... Siempre supiste que me iban las chicas y peor aún, siempre supiste que me gustabas pero me alejabas con tú cancioncita “A mí sólo me vais los tíos”. Y ahora, ¿de la noche a la mañana vienes a decirme que me quieres y que soy la única mujer que te atrae?

Un silencio incómodo se apoderó de las cuatro paredes. Sólo el ruido de la ciudad despierta se hacía presente dentro del apartamento. Era una guerra de miradas inquietas y un silencio que pendía de un hilo.

— Me viste sufrir por amor, innumerables veces. Fuiste testigo de muchas cosas por las que pasé e incluso, cuando más te necesité, cuando Kamila se fue, solo te bastaron 10 minutos y nomás. Te burlaste de la única mujer que llegó a mi corazón, como lo hacía todo el mundo sólo por no ser como todos los demás. Estuviste con cualquier chico porque eso era “lo tuyo” siempre sin pensar ni un segundo como me sentía yo por dentro. Pero poco a poco fuiste saliendo de mi vida y de mi corazón como una mujer y te consideré mi amiga y hoy...hoy!!!!!! ¿Vienes a decirme que me ves diferente??

Esta vez no volvió el silencio. Yulia comenzó a reír sin parar mientras caminaba alrededor de la sala. Katya, allí de pie sin poder dar crédito lo que escuchaba y veía, incapaz de decir palabra alguna, simplemente se dedicaba a verla.

Katya sabía que Yulia tenía razón. Jamás se atrevió a confesarle sus sentimientos. El porqué de todo aquello, era el miedo al sentirse rechazada por la sociedad. No quería pasar por lo que Yulia había pasado con sus padres, con el mundo, con la vida y aquello le aterraba. Pero, ¿era acaso la excusa suficiente para estar allí, a esa hora de la mañana, esperando una respuesta que jamás iba a escuchar?

— No te rías Yulia por favor, que no estoy para tus burlas — Al fin se sentó en uno de los muebles individuales y en seco, cortó la risa Yulia, apoyando sus manos en el respaldar del sofá donde ella se había sentado.

— Que lástima Katya, pero aquí la única que vino a burlarse fuiste tú, no yo. Aquí la única que le estaba viendo partida a todo esto, eras tú, no yo. Por algo habías invitado a Marley a tu casa, ¿cierto? Por Dios Ekaterina, no la soportabas en lo más mínimo y hacerte la agradable con ella, pensaste que iba a verte de otra manera...

— No seas imbécil Yulia por Dios!!! Abre los ojos!!! — El ambiente estaba alterándose junto con ellas. La nevada era más fuerte al igual que sus temperamentos — Esa mujer sólo está jugando contigo ¿o no te das cuenta?? Es diez años mayor que tú...por favor!!!!! Estuvo casada y lleva más vida recorrida que tú. Apenas, cumpliste los veinte Yulia...

— Cállate!!!! No eres quien para cuestionar con quien salgo y con quien no, ¿me entiendes? — Alzó la voz destellando molestia a través de su mirada. Saltó por encima del sofá y frente a Katya, continuó — En mi vida mando yo y punto, ¿capisci? Si es mayor o no para mí, eso lo decido yo. No tienes porque meterte en mi vida. ¿Quién te crees? No me digas que porque anoche tuvimos un poco de intimidad caliente, ahora quieres que yo te ame con locura — El ceño lo tenía fruncido y apretaba los puños, volviéndose blancos por lo fuerte que lo hacía — Sólo fuiste quien consoló mi despecho, eso!

Sintió un picor en su mejilla izquierda cuando su rostro giró 180 grados a la derecha. Cerró los ojos tratando de frenar las lágrimas que sabía iban a salir en algún momento por el dolor. Pero las aguantó con valentía. Merecía aquella cachetada y lo sabía.

Por Elena, la merecía por ella. Sentía haberle fallado aunque no le importara que ésta tuviera un matrimonio a cuestas.

Abrió los ojos y se llevó una mano hacia su cara para tratar de aliviar un poco el dolor. Katya, frente a ella, solo la miraba con grandes lágrimas en los ojos rodando por sus mejillas.

Yulia quería decir algo, pero las palabras no le llegaban a su boca. Simplemente escuchó el portazo de la puerta principal para volver a quedar sola dentro de aquellas cuatro paredes.

Corrió hacia la entrada, abrió pero no había ningún rastro de la rubia. Sus ojos miraron a la nada durante un rato mientras estuvo allí de pie, con la mente en blanco y sin saber que hacer.

Cerró y se apoyó de espaldas sobre el rectángulo de madera, dejándose rodar hasta el suelo donde se sentó con la cara hundida entre sus piernas, dejando correr el manantial salado que de sus dos ojos salían. Es un ser humano como cualquier otro que siente y padece. Conoce a su mejor amiga desde hace mucho tiempo, sólo que no pensó que la vida, de tantas vueltas que da, iban a terminar precisamente como lo estaban haciendo en aquella mañana de navidad.


Se logró calmar un poco. Había pasado más de media hora desde que comenzó a llorar cuando su estómago volvió a rugirle, reclamándole algo que comer cuanto antes. Lo que pasó, ya había pasado. No había marcha atrás aunque deseara con todas sus fuerzas que así pasara.

Con las llaves del coche de nuevo en su poder, limpió su cara de algún rastro de tristeza, caminó hacia otra dirección y tomó el ascensor privado que la llevaba hasta el sótano del edificio. Salió de casa, hacia algún otro lugar donde poder estar sin sentirse ofuscada dentro de aquellas cuatro paredes que sentían aprisionarla.

Manejó por las solitarias calles de Moscú, donde la nevada iba aplacándose poco a poco. Algunas personas iban y venían como a diario. Ella en su auto, donde la calefacción jugaba un papel muy importante, sólo se dedicaba a mirar la calle, la nieve cayendo, mientras una canción sonaba en el estéreo, llamando de inmediato su atención:


“Dicen que lo nuestro está prohibido

que es el veneno del pecado y un mal trago del destino

que sólo somos dos amantes a escondidas

que tú me harás una infeliz toda mi vida

que me importa... si te quiero que me importa...”


A veces las canciones juegan un papel importante en nuestras vidas. Algunas, ni nos damos cuenta, nos describen sentimientos por completo y otras simplemente son para ponerle inicio a una buena marcha.

Subió el volumen mientras Malú derrochaba talento del otro lado del mundo, ella simplemente sonreía mientras aquella rola, le llenaba el momento y la traía a la vida.
Malú tenía razón y aquellos versos le venían como anillo al dedo. “Diles” se hacía repercutir en su cabeza, porque en ese momento solo era aquella pieza lo que más la identificaba con su vida.

Se detuvo frente al Starbucks mientras volvía de nuevo el silencio dentro del coche. Al fin su estómago le iba agradecer profusa y profundamente haberle alimentado de otra cosa que no fuera café.

Una vez que volvió al coche, condujo mientras un pastelito de crema era devorado por ella. Si que tenía hambre aquella mañana.....y de la buena.

Llegó a casa de sus padres, esperando que papá Noel al menos se hubiese acordado de ella. Negaba y sonreía por aquellos pensamientos inmaduros que siempre la golpeaban mientras bajaba del auto. Pero, ¿a quien no le gustaba encontrar un regalo bajo el árbol de navidad?

Había pasado mucho tiempo desde que no pisaba la casa de sus padres. La recordaba tal cual como la última vez. Grande, imponente y muy bien decorada. Larissa, fiel amante de las antigüedades, y del arte decorativo siempre hacía que reluciera más que una taza de cristal. Enhorabuena por su madre y su buen gusto. Nada envidiable.

— ¿Dónde está la gente de esta casa? Al menos la que me quiere y no me deja sola.

Por el pasillo principal, venía hacia ella una señora de avanzada edad pero con la experiencia a flor de piel. Era rubia y regordeta. Sus ojos azules, contrastaban con el rosado de sus mejillas y aquella sonrisa bonachona que jamás borraba de su cara, pasara lo que pasara en su vida, le dieron la bienvenida a la morena que quien al divisarla, salió a su encuentro, lanzándose literalmente sobre ella mientras le llenaba su rostro de tiernos besos.

Marya, que así se llamaba la mujer, se dejaba colmar de ternura y de mimos de una Yulia que muy pocos conocían como una chica de gran corazón y sentimientos puros. Ella, las había criado a ambas y sabía que detrás de aquella dura fachada que Volkova se había encargado de construir a su alrededor, quedaba la de la dulce chiquilla que sólo era fanática de sus galletas de chocolate con leche...... Ummmm!!

— Niña, pensé que se había olvidado de la dirección y que más nunca volvería a verla — Dijo la nana una vez que Yulia dejó de repartirle besos — Está muy linda, mi niña. Cuanto me alegro de volverte a ver.

— Y yo a ti Marya. Créeme que estoy...feliz!!!!! Feliz de estar aquí de nuevo, aunque — Dirigió su vista hacia el enorme árbol de navidad que estaba en la sala y haciendo un puchero, fingiendo tristeza, continuó — Aunque papá Noel no me haya traído nada este año — Marya rió dejándole un beso en la frente.

— Si te has portado bien este año, tal vez no sea tarde para ti y te traiga algo, ¿vale? — Yulia asintió con una gran sonrisa — Además, ¿no crees que estás un poco grandecita para que os traigáis algo?

— Pues, no Marya. Me gustan los regalos y papá Noel, y me porté muy bien este año.... Bueno... — La mujer puso sus manos en jarras y alzó una ceja viendo a su niña con fingida desconfianza.

— Ven, que tengo unas galletas de chocolate que te van a encantar. Así me cuentas esas diabluras que seguro habrás hecho por allí. Que te conozco niña y por algo le sacabas canas verdes a Doña Larissa.

Ambas caminaron hacia la cocina donde de inmediato Marya le sirvió un plato lleno de galletas a Yulia y un vaso con leche, como sabía le gustaban. La morena, al instante le brillaron los ojos de felicidad ante aquel suculento recibimiento. Tomó el plato y el vaso y se sentó en un rincón cerca de la heladera como mucho tiempo no lo hacía.

Ninguna decía nada durante algunos minutos. Ambas mujeres se dedicaban a lo suyo. Marya preparaba un almuerzo sencillo para disfrutar el día. No tenía esta vez alguna petición específica de su patrona, solo lo haría para ella, el resto de la servidumbre y su niña que estaba en su rincón favorito devorando el plato de las suculentas galletas.

— Marya, ¿alguna vez te has enamorado de alguien que apenas conoces? — Se escuchó la vocecita de Yulia desde donde estaba. La nana seguía cortando los vegetales con su eterna sonrisa en los labios.

— No — Respondió muy tranquilamente la mujer — Pero imagino que a muchas personas si les ha pasado. Cuando eso sucede, puede ser que sea su alma gemela, la persona que Dios le ha puesto en el camino para que seáis felices. ¿Por qué la pregunta mi niña? — Como respuesta sólo recibió un silencio donde apenas se escuchaba el fino corte que le seguía haciendo a los vegetales.

— Sólo es una simple pregunta. Marya... Debe ser bonito enamorarse así, ¿verdad? — Contestó Yulia quien seguía desde el rincón ya algo satisfecha por haber comido.

— Nunca preguntas nada sólo por simplicidad mi niña. Recuerdo aun cuando me hablabas de aquella chiquilla que fue tú novia por mucho tiempo...

— Ayshane! — Exclamó la morena. Marya asintió desde su lugar.

— Exactamente mi niña. La primera vez que me hablaste de ella, los ojitos te brillaban y más que hablarme, la halagabas tanto. Supe desde ese momento que te habías enamorado sin saber aún de quien se trataba. Apenas y la conocías...

— Pero no me hacía caso, ¿recuerdas? — Ambas mujeres sonrieron.

— Claro que recuerdo. ¿Ya terminaste con las galletas? — Yulia, en silencio, alzó su brazo por encima de la mesa y colocó el plato y el vaso sobre esta. Marya negó felizmente con la cabeza al ver el comportamiento infantil y tierno de la morena al ver lo que hacía. Cuanto la extrañaba — Como iba diciendo Yulia. Venías molesta del colegio porque la chica no daba bola contigo. Incluso, quisiste aprender el lenguaje por señas sólo para que ella te hiciera caso. Estabas loquita por esa chica. Muy linda, por cierto. Cuanto la amaste mi niña.

— La quise mucho nana, mucho. Ahora sé que ella donde quiera que esté se encuentra bien y que me cuida junto a Kamila.

Aquel tema no se había vuelto a mencionar durante mucho tiempo. Eran recuerdos muy tristes para la familia Volkov y para Yulia. Sabía que con su nana podía desahogarse las veces que quisiera, ésta la entendía y sobre todo la escuchaba. Había llorado junto a ella sus dos perdidas más importantes y Marya, allí estaba cada que la necesitaba. Pero ahora, ahora se sentía atraída a contarle la verdad acerca de Elena, de aquella pelirroja que apareció para cambiarle su vida y ella la de ésta pero, ¿Hasta dónde podía serle sincera a aquella mujer sin que le juzgara?

A nadie, con nadie había comentado acerca de Elena. Ninguna de sus confidentes sabía al respecto. Sí. Había coincidido una sola vez con Katya en un local nocturno, pero al parecer la rubia había olvidado aquel tema y no volvió a tocarlo nunca más así que no podía decir que alguien más conocía aquel romance que por decirlo de alguna manera, era algo que mantenía en secreto.

La tarde pasaba y el día continuaba su rumbo. Aunque Marya no quiso profundizar más acerca de las preguntas “simples” de Yulia, en el fondo sabía que su niña ocultaba algo y que tal vez rondaba un miedo bastante latente para no atreverle a contar a ella, quien la crió prácticamente cuando los Volkov estaban ocupados en sus negocios, lo que en aquella oportunidad estaba su corazón sintiendo. Le daría tiempo al tiempo y dejaría que Yulia, fuese quien por voluntad propia, como siempre había hecho, le contara lo que sea estuviera pasando.

Mientras tanto, la mansión fue llenándose de música grata que salían de las manos prodigiosas de Yulia que bailaban sobre las teclas del piano que su padre había ordenado colocar en el medio del salón sólo con el fin de que la morena pudiera deleitarlos con bellas tonadas que desde sus escasos 9 años, logró aprender. Desde pequeña había mostrado su pasión por la música. Era la única manera de calmar aquel pequeño torbellino de cabellos rebeldes y mirada juguetona. Su hermana, Kamila, le gustaba siempre que le tocara alguna canción siendo aquellos momentos los más recordados por Yulia. Tal vez aquel era el motivo de las lágrimas que rodaban por su rostro cuando Marya, desde el umbral de la entrada al salón, la observaba tocar dulcemente y con anhelo. Tal vez necesitaba sentir junto a ella a su hermana. Cuanto la añoraba y ella sabía que ese amor jamás podía ser remplazado por el de alguien más.


Ya era de noche cuando salió de la casa de sus padres. Su nana, Marya le había pedido que se quedara y se ofreció a prepararle las comidas que quisiera pero Yulia, amablemente le pidió que necesitaba estar sola, que aquel día de navidad no había sido como los demás que recordaba, ese día estaba muy alejada del mundo con sus pensamientos y recuerdos y sentía la necesidad de que así acabaran el resto de las horas, sola con sus reflexiones.

Al llegar a su apartamento, todo estaba a oscuras. Encendió la luz de la sala y cerró la puerta. Por un momento sintió la necesidad de llenar sus pulmones y vaciarlos con gritos. Gritar todo lo que llevaba guardando por dentro pero al suspirar, logró apenas relajarse un poco y dejar que la vida continuara su rumbo tal cual como tenía que ser.

Abrió una pequeña caja que traía en sus manos y comió un par de galletas más que su nana le había empacado para llevar. Aquella noche, sólo sus galletas era lo único que podían hacerla sentir bien.

Faltaban dos horas para que la noche buena terminara, y papá Noel, no había venido a por ella. El simple deseo de acostarse y dormir hasta la otra mañana, le invadió y así lo haría. No tenía nada más que sacarle a aquel día.

Después de haberse cambiado volvió de nuevo a la cocina. Vio la cajita sobre la mesa y la tomó. Abrió la heladera y vio que aún tenía algo de leche, luego de comprobar que no estaba vencido, colocó el líquido dentro de un vaso de vidrio y juntó algunas galletas en un plato, dejándolos sobre una mesa, muy junto a su puerta.

Al dirigirse de nuevo a su habitación, detuvo sus pasos y miró hacia atrás. El plato y el vaso seguían intactos. Negó con la cabeza por aquella tontería y decidió que aquella noche dormiría profundamente.

[…]

Abrió los ojos aún somnolienta y el reloj digital de cabecera marcaba la 1:32 am. Estaba consciente de que algo había logrado sacarla de su sopor donde se encontraba plácidamente. Volvió acomodar su cuerpo en la cama para conciliar de nuevo el sueño, cuando de nuevo un ruido la hizo ponerse atenta.

Se levantó rápidamente de la cama colocándose el albornoz mientras encendía la luz de la habitación. Estaba sola, de eso no cabía la menor duda y sin embargo, sentía miedo de abrir la puerta y encontrarse lo peor.
Buscó su teléfono móvil para marcar un número de emergencias pero el ruido volvió a escucharse. Esta vez lo reconoció como el suave golpe de unos nudillos contra la puerta principal.

Al salir a la sala, encendió la luz y allí estaban aún las galletas de chocolate sobre el plato y el vaso con la misma cantidad de leche, pero hizo caso omiso sobre eso y se concentró en el ruido de la puerta. Efectivamente, golpearon una...dos...tres veces y sólo pudo preguntarse mentalmente “ ¿Quién sería aquellas horas de la noche?”

Miró por el ojo de la puerta y los suyos se abrieron como platos mientras intentaba abrir la misma con tanto afán, como su respiración lo permitía.

— Feliz Navidad!! — Dijo Elena del otro lado, sintiendo todo el peso del cuerpo de Yulia abalanzarse sobre ella.

De un salto, Yulia atrapó con sus piernas la cintura de la pelirroja, sembrándole besos por todo su pecoso rostro. Elena solo reía de felicidad al sentir aquel recibimiento tan amoroso de parte de su morena. Entró, aún con la morena enganchada a su cuerpo y cerró la puerta detrás de ellas.

Al Yulia detener la invasión de caricias y besos repartidos, la colocó en el suelo tomando su cara con sus manos y mirándola fijamente a aquellos ojos azules que la llenaban de felicidad cada que los contemplaba. Ambas duraron un rato en aquella posición sin decirse nada, ni una palabra. Sus frentes se unieron poco a poco mientras las manos de Yulia moldeaban la estrecha cintura de Elena sintiendo cada vez más aquellos labios que tanto deseaba fundirse en los de ella y comerse en un inesperado beso que no veía la hora de volver a probar.

Poco a poco, Elena fue empujándola sin despegarse ni un segundo, hasta sentir que no había más espacio entre Yulia y ella. Cayeron sobre el sofá sin sentir la más mínima necesidad de respirar. Sus labios eran devorados por los de cada una y sus manos querían grabar cada rincón de sus cuerpos.

Rodaron hasta que ambas cayeron sobre la alfombra y fue allí donde el aire volvió a ser parte de aquel pequeño espacio que quedaba entre sus bocas, sus cuerpos.

Yulia, con una sonrisa de alegría abrió los ojos y solo pudo encontrar el blanco techo que sobre su cabeza estaba. Al girar y ver que de nuevo su reloj de cabecera marcaba las 6:36 am, pudo entender que todo aquello había sido un sueño.

Cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla sintiéndose por un momento tan tonta, tan inocente de pensar que un simple deseo de navidad como el que había pedido antes de acostarse, pudiera hacerse realidad.

Se levantó de la cama totalmente decaída pasando por alto que estaba comenzando a nevar de nuevo y hacía frío. En ropa interior recorrió el camino hasta la sala y allí vio que las galletas de chocolate y el vaso con leche, seguían intactos como la noche anterior, incluso como los imaginó en su sueño donde Elena aparecía.

Los tomó y los lanzó dentro del lavaplatos. Era el único sitio en donde debían estar.

Volvió a su habitación y se metió bajo las sábanas. El reloj marcaba las 6:40 am. Otro día normal donde ella, sólo se dedicaría a dormir.

Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 3 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/9/2020, 1:56 pm

DOS!!!!!!

Disfrutad!


CAPITULO 29. EL REGALO MAS GRANDE



Las 7:30 am, otro nuevo día y la casa vacía. Pensar en ir a la oficina era la solución más viable para poder distraerse un rato. Larissa y Oleg regresaban esa tarde al país después de unas merecidas vacaciones en Londres y a duras penas, había tenido información de Elena.

Le había prohibido rotundamente que se comunicara cuando estuviera con “ella”, a pesar de todo, aquella mujer merecía respeto y no consideraba, por más problemas que Elena tuviera con su esposa, que la denigrara cuando estuviera a su lado.

Ahora, ¿qué debía hacer con el nido de sentimientos que llevaba dentro de su corazón? Sus pensamientos y amor, estaban dedicados a una mujer que se encontraba a miles de kilómetros de distancia y un matrimonio encima. Su mejor amiga, había sucumbido a su deseo y ambas cometieron el error más grande y de la cama hicieron un torbellino de sentimientos, dejándole claramente a la vista que Katya sentía algo más profundo por ella pero que aún no sabía cuales eran las intenciones verdaderas de que aquella amistad se convirtiera en algo más. De algo si estaba segura, no iba a permitir que de allí pasara, por más que su cabeza estuviera confundida.

Entró al cafetín de la empresa sintiendo las miradas de algunos empleados sobre ella. Quería desayunar algo, así que se sentó en una mesa ya con un café en sus manos mientras esperaba el resto de su orden. Mientras removía su café un tanto distraída, alzó la vista cuando sintió a alguien llegar a su lado y la saludaba.

— Hola Yulia. ¿Puedo sentarme a desayunar contigo?

— Claro — Dijo la morena, escaneando despreocupadamente el lugar — Si no tienes más en donde hacerlo — Se encogió de hombros.

— Siempre tan amable, Yul — Aclaró sarcásticamente la chica sentándose frente a la pelinegra con un pastelillo y un zumo de naranjas. Volkova continuó bebiendo su café, agradeciendo al chico que ya le había traído su pedido, a la mesa — Cuéntame, ¿cuándo regresáis los Sres Volkov? — Cuestionó de nuevo la chica al ver que Yulia seguía concentrada en su comida.

— Hoy.

— Me parece excelente. Supongo que el resto de la semana, vendréis a la oficina, ¿cierto? Hay una gran cantidad de cosas por firmar.

— Que yo sepa Anna, sigo encargada de la gerencia. Fácilmente esos o cualquier otro documento que requiera urgencia, me los puedes llevar a mi oficina. ¿Por qué no lo has hecho? — Miró fijamente a la chica morena de cabellos largos que sólo le regresaba la mirada con una sonrisa de lado mientras sostenía a la altura de su boca, un trozo del pastelillo.

— Entrar a tú oficina últimamente se ha hecho una tentación y no quiero terminar como las “otras” empleadas, de patitas en la calle sólo porque la hija de la dueña es intocable.

— Con mi vida hago lo que se me de la gana y si aún no te ha quedado nada claro, lo que pasó hace mucho tiempo entre tú y yo simplemente fue sólo una noche. Nadie más tiene ni tendrá porque saberlo o ¿eso es lo que quieres? — Dijo copiando la misma sonrisa triunfante que de inmediato logró borrar la otra morena de su rostro dejándola completamente en silencio.

— ¿Sabes? Has lo que te de la gana, Yulia Volkova. A ti sólo te importan un bledo las mujeres y sólo las usas cuánto... ¿Una, dos noches? Supongo que por eso botaron a Natasha Smirnova o me equivoco? No soy tan estúpida y me sé el cuentito de que era tú amante.

— Algo que jamás lograste Anna, ¿te duele? — Bebió un sorbo de su café viendo como la chica contenía sus fuerzas para lograr comportarse decentemente en aquella mesa.

— No... No soy lesbiana como tú, Yulia...

— Ni tampoco me importa si lo eres o no. Me importa un comino si eres religiosa o no. Si crees en Harry Potter o te gusta ver El Señor de los Anillos. Fuiste solo eso Anna, una sola noche la que por cierto, pasé excelente, nada más. Eres demasiado buena en la cama... Solo eso. Ahora, si me disculpas, debo ir a trabajar y en diez minutos quiero todos esos papeles “importantes” sobre mi escritorio — Terminó su caliente bebida y sin quitarle la vista de encima a Anna, quien la veía con cara de “Me arrepiento haberme sentado en esta mesa”, se levantó. Luego, de haber dado algunos pasos, giró sobre sus pies y volvió a dirigirse a la chica — Se me olvidaba, puedes entrar las veces que quieras a mi oficina porque me das igual.

Del mismo modo en que soltó aquello de su boca, dio media vuelta y salió del cafetín dejando a Anna echa una furia en la mesa, tratando de calmarse y sobre todo, tratando de no llamar la atención de los demás comensales que volvían a lo suyo una vez que vieron salir a Yulia con un andar apresurado del cafetín.

Tal y como lo había solicitado Yulia, 10 minutos después de haber ocupado su oficina, Anna hizo presencia con algunas carpetas en las manos, dejándolas sobre el escritorio de la morena, sin decir nada más que “Con permiso”, sin recibir ningún comentario de parte de la ojiazul.

Sabía, que lo que la morena le había dedicado en el cafetín, era totalmente cierto aunque en varias oportunidades ella misma trató de acercarse a ésta buscando tener otra noche igual como la que tuvieron hace mucho tiempo, cuando Yulia, sólo estaba buscando la manera de aplacar su despecho.

[…]

Eran las 15 horas en punto, cuando se dirigía al aeropuerto internacional de Moscú. Sólo a una hora para poder reencontrarse con sus padres. Le habían hecho demasiada falta y claro… una vez más su madre tenía razón en cuanto a lo de viajar en familia pero ella solo buscó llevarle la contraria, como siempre. En fin, le gustaba hacer lo que le viniera en gana.

Callada y pensativa se hallaba en el cafetín del aeropuerto, siendo una botella de agua mineral lo que esta vez le acompañaba sobre la mesa. Cuarenta y cinco minutos habían pasado desde que llegó, viendo como la pantalla anunciaba que el vuelo desde Londres hasta Moscú, finalmente había aterrizado. Tenía que esperar unas horas más mientras Larissa y Oleg salieran a su encuentro, así que salió a fumarse un cigarrillo para la dulce espera.

Una vez que su cuerpo comenzó a sentir el frío de la tarde-noche que caía sobre la ciudad, cruzó la puerta automática, viendo de lejos a su padre acercarse con Larissa del brazo. Al verlos, corrió hacia su encuentro, esquivando algunas personas que transitaban el mismo camino. La felicidad que sentía al saberse en brazos de su padre, no sabría como explicarla jamás. Sus brazos y todo su amor, era lo único que deseaba sentir en aquel momento.

Larissa, de pie delante de los dos, sentía como sus ojos se llenaban poco a poco de gotas saladas al ver aquel acto de ternura que su marido tenía hacia su única hija que le quedaba en este mundo. Ver a Yulia sobre su padre, amarrada a su cintura y cuello y a Oleg repartirle besos por doquier, era algo que extrañaba en el fondo. Era uno de los tantos recuerdos que siempre le gustaría coleccionar en su mente.

— Feliz navidad, Yulia — Dijo Larissa, una vez que salió de sus pensamientos, secando delicadamente sus lágrimas. Oleg colocó en el piso a la morena, dejándole un último beso en la frente.

— Hola mamá, feliz navidad para ti también — Dijo abrazando a Larissa con el mismo entusiasmo que lo hizo con Oleg. La mujer sonrió dejando escapar de nuevo algunas lágrimas.

— Dime, ¿nos extrañaste mucho?

— Claro que si mamá... Os extrañé hasta rabiar!!! — Larissa y Oleg sonrieron — Ahora, vamos a casa. Supongo que estáis muy cansados del viaje y yo tengo mucha hambre. Así ustedes podréis dormir y darse cariñitos que habéis de tener acumulado...

— Yulia!! — Dijo Larissa abriendo los ojos como platos. Oleg le revolvió el cabello negando feliz con su cabeza.

— No cambias nena, no cambias.

Acompañó a sus padres a casa donde después de haber compartido una rica cena preparada por Marya, charlaron de los acontecimientos del viaje. Oleg le trajo como de costumbre varios obsequios que no dudó ni un segundo en abrir emocionada, como si fuera una chiquilla. Larissa, por su parte, le trajo un cargamento de prendas de vestir que la dejaron boquiabierta al ver los gustos tan egocéntricos que tenía su madre. No podía dudar que la morena mayor tenía un buen gusto a la hora de vestir.

Ya entrada la noche, dejó que sus padres fueran a descansar, ya hablaría con ellos sobre asuntos financieros que les competían. Ambos mayores le pidieron que se quedara allí a pasar la noche, pero ella no tenía ganas de escuchar los encuentros cercanos que los dos a media noche tenían, y más… cuando estaban a unos cuantos metros de su habitación.

Estacionó el coche y bajó de él dirigiéndose a su casa. Notaba el cansancio sobre su cuerpo y lo único que quería era entrar, darse una buena ducha y pensar un tanto en Elena.

Giró la llave dentro de la puerta y cuando estuvo por cerrarla, alguien detuvo la acción, haciendo que de inmediato cerrara los ojos.

— Feliz navidad, Yulia — Escuchó, logrando que su sangre se helara. Aquella voz, ese perfume, no pudo ni podría sacarlo de su mente ni de su piel tan fácilmente.

Tenía miedo que al girarse, todo aquello hubiese sido un sueño... Un estúpido sueño como el que había tenido donde creyó que Papá Noel existía.

Su cuerpo temblaba mientras unas manos le recorrían los hombros, sintiendo su respiración agitarse descontroladamente cuando unos labios besaban su nuca. En esa posición quedaron mientras los minutos terminaban de girar en el tiempo.

—¿Qué haces aquí? — Preguntó girando lentamente hasta quedar frente a dos esmeraldas que la miraban con ansiedad y alegría.

— No podía soportar estar otro día sin ti. Necesitaba verte Yulia... Te necesito.

Lena, acercó sus labios hasta rozar los de la pelinegra sintiendo como estos temblaban ante los suyos. Con su lengua, delineó los de Yulia hasta sentir como se abrían despacio para invadirlos con premura. La deseaba tanto, sentirla se estaba volviendo una necesidad imperativa en su vida.

La morena con su cuerpo, empujó la puerta mientras Elena con el suyo propio, iba llevándola hasta adentro del apartamento. Con un movimiento sagaz, la pelirroja hizo cerrar la puerta mientras sin tener visión de lo que hacían, chocaron contra una pared. Cuando el espacio se les hizo pequeño, Elena dejó de besar los deliciosos labios de Yulia y su frente se apoyó en la de la pequeña. Ambas llevaban los ojos cerrados y sus respiraciones cada vez se agitaban más.

— Hermosa, no tienes idea de cuanto te deseo.

Con premura, Elena llevó sus manos sobre el botón trasero de la falda de Yulia. Ésta, se descalzó los tacones quedando muy pequeña a su lado. Eso siempre le había gustado al igual que a la pelirroja, poder sentir su superioridad. Con sus piernas, separó las de la morena mientras una de sus manos se metía por debajo de la blusa y se deslizaba por su vientre. Yulia cerró los ojos dejándose llevar. Aquella mujer era su vicio y pronto se dio cuenta de que sus besos y su pasión, lo eran todo para ella.

Elena seguía su trabajo y lo hacía muy bien. Sin quitarle la falda, su mano continuó hasta conseguir meterla por dentro de las bragas de Yulia, hurgando un poco más allá, sintiendo la humedad que brotaba del sexo de la morena. Estimulándola. Excitándola.

Con sus dedos, su experiencia y la humedad latente en los pliegues de Yulia, Lena iba masajeando y avivando más la sexualidad de una mujer que estaba totalmente a su merced en aquel momento, enloqueciendo; dejándose invadir totalmente por la pasión.

Sin perder tiempo, la ojiazul comenzó a besar el cuello de Elena quien soltó un gemido al sentir los dientes de su amante clavarse en ella, mientras que con sus pequeñas manos recorría toda la forma de su silueta hasta detenerse en su cintura, desabrochando el botón de sus vaqueros, mientras escuchaba el ruido de la cremallera bajarse y sentir como estos comenzaban abandonar la mitad de su cuerpo hasta llegar al suelo.

— Aggg!!! Demonios Elena, me encanta como te luce la ropa interior masculina — Dijo Yulia llevando sus manos hasta el trasero de la pelirroja, apretándolos hasta volver a escuchar aquel gemido sensual de los labios de su chica.

Cuando vio que Elena se quedaba quieta, dejándose llevar también por el deseo, ella aprovechó y se quitó la blusa que comenzaba a estorbarle encima. Los ojos de la pelirroja no dejaban de observarla y ella tampoco dejaba de hacerlo. Les encantaba verse a los ojos cada vez que estaban juntas en la intimidad... Eso, les hacía confiar cada vez más en la otra.

Yulia, llevó sus manos hasta atrás y desprendió el broche de su brassier, sacándolo rápidamente hasta lanzarlo en cualquier lugar de la sala. Tomo sus pechos, con ambas manos y se los acercó a la boca de Lena, ofreciéndoselos, obligándola a que primero succionara uno y luego el otro, haciendo que de inmediato ambos se pusieran duros, para luego retirarlos de su boca, sonriente. Elena gruñó.

— Dame tu mano — Le pidió.

La pelirroja se la entregó mientras Yulia la guiaba por sus piernas hasta llegar a la cara interna de sus muslos. Dejando que Elena la tocara… Pronto ésta, introdujo un dedo bajo sus bragas, dejando que se encaprichara más de ella, animándola. La obligó a que sacara el dedo y se lo llevara a sus labios.... Caliente!!

— Me encantas — Le respondió Elena con el corazón desbocado.

Le bajó la cremallera de la falda y ésta cayó al suelo. Elena al ver que la prenda ya no existía, se agachó y acercó su nariz hasta el centro de sus bragas, aspirándolas... Dios!!! Elena estaba deseosa, queriendo ir a por más. Dio un pequeño mordisco sobre el monte de Venus de la morena haciéndola jadear. Sus posesivas manos la tocaban y acariciaban. Subiendo por sus piernas, agarró el borde de sus bragas y se las quitó. Yulia quedó ahora completamente desnuda ante ella y en total silencio. Sólo se escuchaban sus respiraciones entrecortadas dentro de aquellas cuatro paredes, sintiendo como aquella mujer de piel nivea, manchada de pecas, sensual y en boxers la poseía y la enloquecía.

Se levantó del suelo, y en volandillas alzó a Yulia entre sus brazos... Oh Dios! Sentía su corazón que de un momento a otro, saldría disparado por su boca y no le importaba. Allí estaba de nuevo con la mujer que amaba, desnuda, entre sus brazos, dispuesta a entregarse totalmente para ella.

— ¿Tenías algo que hacer antes que llegara? — Cuestionó Elena con voz ronca. Yulia sentía derretirse entre sus brazos.

— Iba a darme una ducha — Contestó casi con un hilo de voz. Ambas sonrieron.

— Pues, eso haremos hermosa. Estoy agotada por el viaje — Respondió sugestiva la pelirroja mientras caminaba con Yulia en brazos hasta la habitación de la morena. Ya conocía el camino.

Al entrar al cuarto de baño, colocó a Yulia en el suelo y comenzó a quitarse la chaqueta y remera que aún formaban parte de su vestimenta. La morena la empujó hacia atrás mientras se dedicaba a recorrerle con la vista aquel espectáculo de anatomía que comenzaba a hervirle la sangre. Llevó uno de sus brazos hacia atrás y tanteando, logró abrir la ducha, dejando que el agua corriera dentro de la amplia bañera, donde muchas veces lograba más que relajarse. Cuando Elena hizo el intento de sacarse el boxer, Yulia colocó su mano libre al frente en señal de “STOP”.

— No te los quites — Le solicitó con su voz ronquecina y sensual. Elena sonrió y la miró pícaramente mientras se acercaba a la chica muy despacio.

De nuevo la alzó entre sus brazos y entraron a la ducha, gritando ambas, divertidas al sentir el agua fría caer sobre sus cuerpos. Los besos de Elena se intensificaban al igual que la ansiedad de Yulia por ella. La ropa interior de la pelirroja, se pegaba más a su cuerpo. Yulia repartía besos por doquier sobre sus hombros, apretando con más intensidad el trasero de Elena, mientras ésta clavaba sus uñas en la espalda de la pequeña.

A continuación, Lena la tumbó sobre la bañera y ella se tumbó sobre Yulia mientras el agua seguía cayendo sobre las dos. Sus labios exigentes mordían los de la pelinegra mientras sus manos recorrían aquel cuerpo desnudo sintiéndolo vibrar por el contacto.

Cuando Elena abandonó los labios de Yulia, su boca bajó hasta sus pechos. Sus pezones estaban duros y al morderlos, la hacía gritar. Siguió su camino recorriendo su cuerpo. Su lengua bajaba por su ombligo, entreteniéndose con él unos instantes hasta continuar con su camino para luego detenerse.

Yulia al notar que ésta había parado, alzó su cabeza para mirarla y se dio cuenta de que lo que tanto entretenía a la pelirroja. Estaba observando todo su sexo húmedo y no precisamente por el agua que caía sobre ella. Eso la excitaba y le hacía jadear, mientras Elena la miraba tras sus pestañas mojadas.

— Estás mojada para mí hermosa — Dijo. Yulia asintió incontroladamente sintiendo que el cosquilleo de su vagina era algo impresionante.

Se incorporó de nuevo y como pudo, se quitó el boxer empapado y lo lanzó fuera de vista, donde no estorbara. El vapor dentro del cuarto de baño se hacía notable y confuso. Literalmente la habitación estaba que ardía... Puff!!! Ni un cuerpo de bomberos se atrevería a entrar.

Elena clavó sus rodillas en el suelo de la bañera y con urgencia, la agarró de las caderas y la atrajo hacia ella. Cogió la ducha de mano, separando sus piernas y la lavó. Yulia encorvó su espalda al sentir como el agua se intensificaba sobre su entrada. Se excitaba.

Se agachó, metiendo su lengua en la empapada vagina y la chupó. Buscó su clítoris, lo rodeó con su lengua mientras jugaba con él. Lo mimaba. Lo estiraba. Lo devoraba. La morena estaba en el cielo en ese momento. Volviéndose completamente loca de deseo.

Cuando la tenía como ella deseaba, con sus dedos separó los pliegues de su sexo llevando su boca hacia la húmeda entrada, saboreando cada centímetro del espacio que se contraía cada que su lengua lo rozaba... Que locura!!

Jadeaba... Yulia se retorcía como podía mientras Elena la sujetaba con fuerza cuando su lengua comenzaba a entrar y a salir de ella enviándole cientos de sensaciones... Que calor!! La lengua de Elena seguía su movimiento mientras el cuerpo de Yulia bailaba a su propio ritmo, golpeando con la palma de sus manos el suelo, chapoteando frenéticamente, sintiendo como se contraía para que viniera por ella un hermoso orgasmo pero Elena, al conocer su cuerpo, salió de ella haciendo que Yulia gruñera de frustración.

Le lanzó una picara mirada y con sus dedos comenzó a rozar los labios de su vagina abierta. Entonces de un empellón, le introdujo dos dedos hasta el fondo.

Tirada en el suelo de la ducha con Elena poseyéndola con fuerza, dejaba que la cogiera a su antojo.

Uno....dos...tres...cuatro, seguía el bombeo dentro de ella, mientras se contraía con cada embestida que la hacía vibrar más y más. Elena se colocó sobre ella sin dejar de penetrarla. Ambas estabais frenéticas y deseosas y ahora era el turno de la morena quien buscó rápidamente la hendidura del sexo de Elena haciendo que ésta se abriera totalmente para ella.

Las dos entraban y salían con frenesí, con éxtasis, mientras los gemidos y gritos de placer, se hacían eco dentro de las cuatro paredes totalmente húmedas.

El agua aún seguía cayendo sobre ellas. Elena mordía desesperadamente los hombros de Yulia mientras ésta, debajo de ella, no dejaba de brindarle placer.

Cabalgando sobre la morena, sentía como Yulia la penetraba duro y sin intenciones de detenerse... Le encantaba ver los pechos de Elena bailar sobre los de ella mientras ese sonido del mete y saca las volvía desquiciada a ambas... Elena gemía sobre el cuerpo de la morena. Sus caderas subían y bajaban al mismo ritmo que tocaba Yulia su sexo.

Dos....tres...cuatro...cinco. Sintió a Elena contraerse y por primera vez escuchó lo que tanto anhelaba oír de aquellos labios que ahogaban su gemido al mismo tiempo que gritaba su nombre.

La sonrisa de Yulia se posesionó de su rostro para instantes después, sentir a Elena tumbarse sobre ella totalmente exhausta.

Rodó a su lado y las dos quedaron en el suelo de la enorme ducha mirando hacia el techo mientras el agua corría a su alrededor. Su boca encontró de nuevo la suya y la besó con pasión. Nunca olvidarían aquella noche, de eso estaban completamente seguras. Tomó la mano de Yulia entre la suya y despacio besó sus nudillos.

— Yul... Yul... ¿Qué me estás haciendo?

[…]

Eran las 22:32 pm cuando ambas estaban descansando sobre la cama de Yulia. Después de aquel maravilloso reencuentro, las dos estaban cansadas, repartiéndose miles de caricias y mimos. La calefacción hacia parte de su trabajo aunque el calor entre ellas dos era mucho más encantador.

No quisieron vestirse. Sus cuerpos desnudos sobre la cama reposaban en espera de que el sueño viniera a por ellas.

— Te amo Yulia — Dijo al fin sin dejar de acariciar el cabello húmedo de la morena. Ésta cerró los ojos y una lágrima bajó por su mejilla, cayendo sobre el abdomen de la pelirroja. Alzó su cuello, mirando fijamente a Elena, dejándose secar por ésta cualquier rastro de tristeza que salía de sus ojos.

— También te amo, Elena, no te imaginas cuanto y...

— Shhh! No digas nada hermosa. No quisiera arruinar este momento juntas. No esta noche. No hoy, donde sólo estamos tú y yo, donde el mundo no existe allá afuera porque ya nada más me importa Yulia. ¿Me crees? — Yulia asintió volviendo a tumbarse sobre Elena, dejándose acariciar hasta que el sueño la venció.

La pelirroja sentía la respiración pausada de la morena y supuso que ya Yulia había caído rendida. Solo se dedicó a contemplarla un rato más. Cubrió sus cuerpos con una sábana y sonrió al ver que era de dibujitos. Era su niña hermosa y eso no lo cambiaría por nada del mundo.

¿Cuánto perdería por luchar por ella? Ya su mente pensaría en eso. Ahora, era completamente feliz y eso no podía cambiarlo de la noche a la mañana. Apagó la luz de la mesa de noche y cerró los ojos. Aquel había sido el mejor regalo de navidad que jamás había recibido.



CAPITULO 30. ENTRE LA ESPADA Y LA PARED


Se levantó despacio de la cama, sin hacer mucho ruido para no molestar a la mujer que había pasado toda la noche a su lado.

Buscó una bata para cubrir su desnudez y se quedó un rato de pie junto al lecho, contemplando la sensual silueta que yacía boca abajo cubierta por una sábana de satén hasta la cintura y una cascada rojiza cubriendo su espalda. No podía creer aún que Elena hubiera pasado toda la noche con ella, sin importarle nada.

Pasó sus manos por su cabello despeinado y despacio se inclinó para dejar un beso en el festival de pecas que bañaba la espalda de la pelirroja, para luego salir de la habitación.

La mañana estaba fresca y el día resplandeciente, tal como su ánimo en aquel momento.
Se desperezó ya estando en la sala mientras veía como las persianas de los ventanales se abrían, dando paso a la luz del sol que iluminó rápidamente el salón. Se percató del desastre que la noche anterior ambas dejaron regado por cualquier rincón y comenzó a levantar las ropas que en su camino encontraba. Negaba feliz con la cabeza mientras lo hacía... Era una locura!

Fue hasta la cocina, luego de haber colocado las prendas sobre el sofá dispuesta a prepararse una buena taza de café, tenía mucha hambre y no era para menos. Menuda batalla campal habíais tenido la noche anterior dentro de la ducha... Whoa!!! Comenzaba acalorarse de nuevo de sólo pensarlo.

Se acercó hasta el estante y se puso de puntillas para poder alcanzar el tarro donde guardaba el café.
Necesitaba dejar de guardar las cosas a cierta altura, si era pequeña. Al volver a su posición inicial, unas manos le recorrían la cintura desde atrás haciéndola estremecerse de inmediato y soltar el envase de las manos.

— Dios Elena, me asustaste — Dijo mientras comenzaba a sentir que su cuello era invadido por dulces y sofocantes besos.

— Lo siento hermosa — Dijo Elena — Pero no sabía que lucías tan bien en bata — Continuó repartiendo besos sobre Yulia. La morena sentía que de un momento a otro se iba a derretir.

— Puedo lucir muchísimo mejor sin él — Añadió con picardía, comenzando a contonearse dentro de los brazos de Elena. Apretando más sus nalgas contra el sexo de la otra chica.

— No me tientes, Yulia — La pelirroja también bailaba al mismo ritmo de aquel cuerpo que comenzaba a enloquecerla... Si es que ya no lo estaba.

Yulia se giró y esta vez quedó de frente. Elena apoyó sus manos sobre la encimera, arrinconando entre ésta y su cuerpo a la pelinegra.

— Eres tan hermosa, tan perfecta... Dios Yulia, qué me estás haciendo, pequeña?

Calor... Volvía el horroroso calor a apoderarse de las cuatro paredes y de ambas. De sus cuerpos. Yulia se sentía gelatina al ver a Elena despacio abrirle su albornoz y comenzar a besarle el torso desnudo. Recorrió lentamente aquel espacio hasta llegar a sus pechos. El ansia misma, les podía a ambas.

Yulia, al percatarse que Elena estaba completamente desnuda, una oleada de calor y excitación le recorrió la espina dorsal, sintiendo aún los besos bien proporcionados por todo su torso. Echó su cabeza hacia atrás, para que la pelirroja tuviera una mejor visión y pudiera completar su trabajo sin ningún tipo de dificultad... Mmmmm!! Que colaboradora.

Elena, avivada por las caricias y los jadeos de Yulia, le arrancó de un tirón la bata haciendo que cayera en el frío suelo. Como pudo, la alzó y girando con ella en brazos logró apoyarla sobre la encimera de la cocina, haciendo que Yulia temblara al chocar contra el frío de la misma. La atrajo hacía ella y con sus respiraciones entrecortadas, el sudor apoderándose de sus cuerpos y el deseo instalado en su verdigris mirada, le abrió las piernas, pasando su mano abierta sobre el sexo húmedo de Yulia, enterrando su rostro en el cuello de la morena, incitándola, excitándola, haciendo que la deseara más.... Si... Si... Si... Yulia gemía de placer agitada entre aquel cuerpo en el cual sólo quería fundirse, estar piel con piel...tatuarse de Elena.

Enloquecida por el deseo y sin decir palabra alguna, la cogió en volandillas para ponerla a su altura y apoyándola contra la heladera, sentía como Yulia se aferraba con sus piernas a su cintura. La besó. La besaba con desesperación. Yulia se dejaba llevar por todo el deseo cuando ella también invadió la boca de Elena con su lengua, mordiendo el labio inferior para ahogar un hermoso gemido al sentir los dedos de la pelirroja entrar en su mojado interior.

Echó su espalda hacia atrás, mordiendo sus propios labios, retorciéndose de placer por las embestidas que Elena le propinaba en aquel instante... Uno... Dos... Tres...

— No dejes de mirarme hermosa — Indicó Elena sacando todas sus fuerzas mientras sostenía el cuerpo deseoso de su amante sobre ella.

De inmediato, unos ojos azules se clavaron sobre los suyos, intercambiando sonrisas por placer mientras la hacía de nuevo su mujer. Sin detenerse ni un segundo, Elena continuaba brindándole oleadas de deleite al cuerpo bronceado y perfecto que en aquel momento sentía tan suyo, que quería más y más gozo.

Yulia temblaba al saberse poseída por aquellas manos, jadeaba mientras sus senos bailaban al ritmo que Elena tocaba con sus dedos... Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis... Quería más!! Su carne ardía. Era feliz. Eran muy felices.

Un potente grito salió de la boca de la morena cuando un delicioso orgasmo vino a por ella haciéndola desfallecer sobre los hombros de la pelirroja quien poco a poco iba bajando la intensidad de sus movimientos. Durante varios minutos permanecieron apoyadas en la heladera hasta que Elena abandonó el interior de Yulia y lentamente fue dejándola en el piso. La morena seguía abrazada a ella. Sus respiraciones fueron controlándose despacio, muy despacio.

— Te amo Yulia. No sé como ni cuando, pero eres lo único que tengo en mi mente cada que amanece, cada que me acuesto — Besó su frente y continuó — Me enamoré de ti la primera vez que te vi. Sentí vivir y morir al mismo tiempo...es...no sé como explicarlo hermosa.

— Dios!! Dios!!! Demonios... Bueno, me quedo con Dios!!! — Elena sonrió por aquel juego de palabras — Eres lo más hermoso que me ha sucedido en esta vida y tampoco sé en que momento pero eres todo lo que está aquí
— Señaló con su índice su cabeza — En mi mente... Lo juro Elena, lo juro.

Al finalizar aquellas palabras, la abrazó como si su vida dependiera de aquello, dejando salir todo el sentimiento que tenía ahí adentro de su pecho sin importar nada más que las ganas que tenía de volver a verla, de escucharla aunque fuera un día. Le bastaba por ahora y sabía que debía conformarse con aquello porque si la amaba, algún día todo aquel amor sonreiría a favor de las dos.

Cerraron los ojos, manteniendo sus frentes unidas, sus respiraciones chocando entre si. Finalmente Elena la besó con ternura para luego pasar al baño y asearse un poco. Yulia sabía que aquel idilio tenía que romperse de un momento a otro y que ambas, tenían que volver a la realidad dentro de aquel cuento de hadas que cada una creía vivir.


[…]

Estacionó el auto frente al edificio mientras pensaba que palabras usar en aquel momento. Cuando iba a salir de éste, vio a la misma chica pelirroja que había conocido en aquel local nocturno saliendo de la entrada principal y dirigiéndose hacia una camioneta que estaba parqueada a unos cuantos metros del lugar.

Era ella. Sin duda que lo era.

Alzó la mirada y vio a Yulia despedirse desde la entrada. ¿Qué hacía allí? Se preguntó mentalmente. La morena, le había dicho que simplemente eran amigas pero, apenas eran las 8:00 am y se estaban despidiendo?

Esperó a que la pelirroja subiera al coche y arrancara. Ella hizo lo mismo y al notar que Yulia ya no estaba por ninguna parte, dio vuelta en “U” y decidió que debía seguirla. Necesitaba saber quien era aquella mujer que la morena se negaba hacerla aparecer en su vida y porque la ocultaba. Bien sabía que a simple vista notaba que había cierto interés de parte y parte.

Condujo sin hacerse notar, aunque le llamaba la atención el tiempo que llevaba ya manejando. Una hora exacta había pasado y aquel coche no se detenía en absoluto. Pero hasta que éste no lo hiciera, ella tampoco iba a dar su brazo a torcer.

Era de noche cuando llegó al límite de la ciudad.

Maldición!!! Había conducido casi 10 horas????

Reconoció de inmediato que se encontraba en Kazan, claro, ya había estado allí antes, entonces su mente concluyó que aquella mujer no había ido a visitar a Yulia tan temprano, sino que había pasado allí la noche, con ella, haciendo quien sabe que.

Quería llegar a fondo, saber en realidad todo de la pelirroja y si no tenía nada más que hacer, emplearía su tiempo para hacer de detective.

Vio que el auto entraba a una zona residencial muy prestigiosa cuando el velocímetro fue disminuyendo poco a poco. Tal vez había llegado a su destino y eso esperaba, estaba cansada de tanto conducir.

Un portón eléctrico de grandes rejas plateadas se abrió y Elena entró para luego cerrarse detrás de ella. Hasta allí supo que debía detenerse pero, solo veía una mansión enorme y algunos árboles. La chica vivía bien pero eso no fue lo que le llamó la atención. Parqueó su coche un poco más adelante donde la visión fuera lo más perfecta posible cuando vio que de la puerta enorme de la casa, salió una mujer rubia y alta, con una elegancia sorprendente que la hizo resoplar al instante. Al ver que Elena bajaba del coche, la mujer se acercó a ésta y le dejó un beso en los labios haciendo que Elena los recibiera de una manera tan fría como el clima que en aquel instante se posaba sobre aquel lugar.

Siguió con la mirada a la pelirroja hasta verla desaparecer dentro de la misma puerta por donde había aparecido la hermosa rubia. Luego ésta, le hizo señas a un hombre que subió a la camioneta de donde había bajado la mujer de cabellos cobrizos y se la llevó a un sitio más adentro de la mansión.

Subió a su coche mientras veía a la rubia entrar y desaparecer de su vista.

No daba crédito a lo que acababa de ver. Aquella pelirroja estaba casada, al menos eso es lo que apreciaban sus ojos en aquel entonces. Ese era el secreto que Yulia escondía relacionado con aquella mujer o tal vez, la morena no sabía lo que sucedía alrededor de la pelirroja que vivía a 10 horas de Moscú.

Luego de darle vueltas y vueltas a su cabeza mientras conducía de regreso, necesitaba hacerle saber toda la verdad a Yulia. Aquella mujer de cabello cobrizo no le daba buena impresión después de lo que sus ojos vieron hace algunas horas. Capaz se estaba burlando de su amiga. Pero, ¿hasta donde sabía Yulia la verdad? No le importaba. Ahora era ella la que tenía una carta bajo su manga y necesitaba jugarla lo más pronto posible. Odiaba perder!

Había pasado prácticamente un día conduciendo, pero había valido toda la pena el cansancio que ahora tenía sobre su cuerpo. A la hora que entró de nuevo a su ciudad, no tenía chance de ir hablar con Yulia a su casa así que se dirigió al único lugar donde conocía perfectamente que podía encontrarla.

Sin anuncio previo, subió a la oficina de los Volkov, encontrándose casualmente con Oleg quien en ese momento se dirigía a una reunión.

— Buenas tardes, Sr. Volkov.

— Buenas tardes Ekaterina, ¿cómo estás? ¿Vienes a buscar a Yulia? — Dijo el rubio deteniéndose a saludarla con algunos folders en la mano.

— Pues si Sr. Volkov, vine a verla. ¿Sabe si está en su oficina?

— Claro. Acabamos de tener una reunión y la vi entrar allí. Yo tengo que dirigirme precisamente a otra con tú padre. Anda, ve por Yulia y habla con ella — Terminó diciendo Oleg y siguió su camino.

Tocó la puerta y escuchó a la morena dar permiso para entrar. Volkova se encontraba distraída con la vista en la PC, sin darse cuenta de la presencia de la chica rubia. Katya, aclaró su garganta para llamar su atención. Yulia al alzar la vista, dejó de hacer lo que en ese instante la mantenía ocupada y se reclinó sobre la silla.

— ¿Qué haces aquí, Katya?

— Quería hablar contigo Yulia...de nosotras dos — La morena se levantó de la silla y se paró junto a la ventana. Había poco sol y no estaba nevando.

— Lo que tengamos que hablar nosotras ya creo que lo aclaramos el otro día en mi casa.

— No! No está aclarado Yulia, me trataste de la peor manera y creo que no merezco un trato así. Somos amigas y creo que eso vale más que cualquier cosa que haya sucedido entre las dos, por más que quieras olvidar lo que hicimos aquella noche en mi casa. Me gustó mucho, Yulia, sentirte...

— Basta Ekaterina! — Interrumpió girándose a verla — Ya te dije que las dos, no estábamos en nuestros cabales y aunque recuerde todo, no debió pasar.

— ¿Por qué? ¿Es por ella, verdad? — Yulia la miró confundida.

— No sé a que te refieres con “ella”, Katya. Sabes que no me gustan los rodeos ni que me hables en códigos.

— Por favor Yulia, no lo niegues. Estás saliendo con una chica casada — Al escuchar aquello, Yulia se quedó helada en su lugar sin saber a ciencia cierta a lo que la rubia se refería.

— Te he dicho que no me gusta que te metas en mi vida y que lo que haga con ella no te incumbe. Natasha, ella está divorciada y sí, sabes que salgo con ella. No sé porque haces esa acotación.

— A ver Yulia... — Dijo ya un poco más relajada. Tenía a la morena en sus manos y ahora era el momento para tenerla a su favor. Se sentó en la silla que estaba delante del escritorio de la pelinegra quien ahora la observaba dudosa — Sabes muy bien a quien me refiero y que no hablo de Natasha. ¿Me explico?

— Suelta lo que tengas que decir, Katya!! — Comenzaba a ofuscarse. Sabía perfectamente de que hablaba la chica.

— Yulia, que pensaríais vuestros padres si os enteráis que su hija sale con una chica muy mayor y aparte, muy casada?

— ¿A dónde quieres llegar? Maldita sea!! — Gritó golpeando con el puño su escritorio. La rubia dio un saltito ante tal reacción de enojo.

— Primero, te calmas porque no querrás llamar la atención de tus papás que estáis acá en la empresa y me alegro que captes lo que quiero y a donde quiero llegar. Yulia, me gustas, siempre me gustaste — Se levantó rodeando el escritorio hasta donde estaba situada la morena.

— Eres tan imbécil, Katya...

— Eh… Eh…Cariño, te recomiendo que no me insultes porque se perfectamente donde vive y hasta su esposa me parece muy atractiva. No creo que vaya a dejarla así como así... Se ve que la adora y me refiero a su mujer, creo que a ella le da igual.

— Escúchame bien, desastre humano — Dijo tomándola bruscamente por el brazo. Atrayéndola más hacia ella — No quiero saber, ni siquiera pensar que estás rondando a Elena...

— Vaya! No recordaba su nombre aunque no le presté atención la otra noche...

— Cállate!! — Le dijo entre dientes mientras hacía presión sobre el delgado brazo de la chica — No te quiero ni a un centímetro de ella Ekaterina, me entendiste? No eres una joyita tampoco que digamos y no voy a caer en tú juego. Además, ¿crees que me importa? Salgo con Natasha que es mi novia — La apartó de ella y se sentó de nuevo en su escritorio.

— No trates de tomarme como una imbécil Yulia y voy a descubrir lo que vosotras dos os traéis entre manos. Sé que “amiguitas” simples no sois y que por algo la defiendes a capa y espada. Y con respecto a Natasha, pues... Se puede quitar del camino fácilmente.

Yulia aún sin dirigirle la mirada, cerró los ojos y tragó fuerte. Hasta donde sería capaz de llegar Ekaterina Sharapova por obtener lo que quería sabiendo que el único premio en juego era ella misma?

— Me encantas Yulia y siempre me gustaste. Aunque quieras olvidar aquella noche, sé que en cualquier momento va a repetirse de nuevo — Dijo ya de pie junto a la puerta. Le guiñó el ojo — Piénsalo linda.

Una vez que se encontró a solas, tomó lo primero que vio sobre su escritorio y lo lanzó contra la pared. El portalapiz se estrelló haciendo un reguero de bolígrafos sobre la alfombra, luego se cruzó de brazos sobre el escritorio y apoyó su cabeza sobre ellos mientras maldecía una vez más a la joven rubia que acababa de abandonar su oficina.

[…]

La noche cayó sobre la ciudad y ella aún se encontraba en su oficina tratando de solventar algunos inconvenientes que tenía con algunos clientes un poco tediosos. Apenas y el reloj marcaba las 19 horas con algunos minutos. Estaba inquieta. Escribía palabras y las borraba en su portátil por estar inconformes con ellas. Algo pasaba y no sabía el porqué se sentía de tal manera. Su cuerpo dio un respingo cuando escuchó la puerta de su despacho abrirse y ver a su mejor amiga entrar.

— Hey!! El hecho de que no tenga marido es porque no me da la gana de andar con cualquier idiota detrás de mí todo el tiempo, no porque sea horrible. Así que no te espantes cariño — Entró y cerró la puerta.

— Sólo estaba concentrada y no te esperaba por acá — Dijo abriendo el cajón de su escritorio, sacando una barra de chocolate. Nastya la miró alzando una ceja.

— Dios santo! ¿Por qué carajos puedes comer de todo? A mi cualquier cosa se me pega en las caderas.

— No seas exagerada por Dios!!! No vivo todo el día comiendo golosinas.

— Claro, sólo lo haces cuando estás nerviosa — Se sentó frente al escritorio cruzando las piernas — Cuéntame, ¿qué te pasa? Acaso es la serpiente venenosa que tienes en casa o la “gata” montés en celo llamada Tanya que sigue acosándote? O déjame adivinar, seguro es la fotocopia deteriorada de ti que no te deja en paz o la reina de hielo a la que llamas “madre” que vive hostigándote la vida?

De verdad que Nastya era el ser más impresionante sobre la tierra. De dónde podía sacar un repertorio de sobrenombres en menos de un minuto?..... Que locura.

— Nastya, que de verdad me has dejado con la boca abierta. Eres buena para nombrar hasta los hijos del demonio y peor aún, ganarías mucho dinero con tú imaginación.

— Pues si amiga... Pero no me cambies el tema y dime, ¿qué es lo qué te pasa?

— No sé, es como una angustia que llevo dentro desde hace rato — Se levantó de la silla y comenzó a caminar por el despacho. Nastya, estaba atenta de cada paso. Conocía de toda la vida a Elena y sabía que algo más le pasaba.

— Pasa algo con esa chica... Yu... Yu...

—¿Yulia?

— Ajam!

— No. O si... Puff!! Diablos Nastya. Ayer apenas llegué a Rusia, fui a verla y no sólo eso... Me quedé a dormir en su casa.

—¿Qué??? — Se levantó como un resorte de la silla hasta llegar a la par de la pelirroja — Estás loca o te ha dado por dispararle a los aviones. ¿Qué demonios le inventaste a tú esposa?

— Le dije que tenía que ir al campo a llevar algunas cosas urgentes... En fin, le dije una mentira y fui hasta a Moscú a por ella.

— Whoa! Elena, si que estás deschavetada. Amas el peligro, ¿cierto? — Elena rodó los ojos y caminó hacia la ventana — Pecosa, dime ¿qué sucede?

— Me enamoré Nastya, me enamoré de esa tonta chiquilla como si fuera una adolescente y eso no es todo. Quiero dejar a Sveta y luchar por ella, enfrentarme a lo...

— Hey! Hey! Hey.... Hey!! Pareces un radio loco y despotricado. Cómo puedes estar segura de que es amor lo que sientes y no simplemente un “deseo”? Es una chica joven Elena. Debe estar en la universidad, de fiesta en fiesta y mírate. Vos sólo piensas en el trabajo y nada más.

— No se trata de eso Nastya. Yulia es una chica muy distinta a las “niñas” que he conocido. Es centrada y madura y me ha demostrado también que me ama. Lo sé, tal vez me estoy precipitando en lo que digo pero el corazón no miente Nastya y así lo siento. No dejo de pensarla y sé que ella tampoco porque me lo dice y es mutuo este sentimiento.

Ambas se quedaron en silencio un rato. Nastya trataba de procesar la confesión amorosa de su amiga y tenía miedo de que arriesgara todo y volviera a fracasar. De antemano sabía que el matrimonio de la pelirroja era un arreglo fortuito entre ambas mujeres y que Elena, ya no amaba a Svetlana como lo hizo cuando apenas era una adolescente pero de allí, a que ésta se dejara llevar por el simple hecho de que había conocido a una chica 11 años menor que ella, que le estaba cambiando la vida, era ya algo más delicado.

— Mírate, tenía tiempo que no te veía sonreír — Suavizó un poco la castaña — En verdad sientes todo eso por esa chica?

— Si Nastya. Sé que debo salir de mi matrimonio y que nada es fácil pero siento que sufre por mi condición y tengo las manos atadas. Pienso...pienso... Pienso y no llegó a ninguna conclusión favorable.

— Y ella? Me refiero a que ella es una chica joven, debe tener a alguien que la ronde o que salga con ella.

— Si Nastya. Ella sale con una chica que vive en su ciudad.

— Ves? Estáis en la mismas condiciones...

— Pero ella no está casada ni mucho menos enamorada de ella!!!

— Te consta?

— Demonios Nastya!! — Dio un golpe sobre el escritorio y volvió a levantarse. La castaña sólo lograba confundirla más.

— Vale! Cálmate! Piénsalo bien Elena, por favor — Se levantó y le dio dos besos en las mejillas — Tengo que irme. Sólo quiero que sepas que estaré aquí para escucharte las veces que quieras — Ya en la puerta, se giró para verla — Te quiero mucho pecosa, cuentas conmigo.

La pelirroja volvió a quedar sola con sus pensamientos y confusiones. Tal vez Nastya tenía razón y se estaba precipitando. Yulia, era una chica tan joven, con muchas cosas por delante en las que pensar y hacer y ya ella tenía medio camino recorrido. No podía echarlo todo por la borda aunque su corazón no le mentía. Conocía sus sentimientos hacia la pelinegra y todo lo que le hacía sentir cada que estaban juntas, los textos, las palabras de amor que le dedicaba y de ésta podía jurar que compartía los mismos sentimientos.

Esa noche no quiso volver a su casa con su esposa. No tenía nada que buscar allí por ahora y no se sentía con ganas de estar en un mundo que la estaba asfixiando a diario. Se cercioró de que ya en la oficina no quedara más nadie y así pasó. Se dirigió hasta la máquina surtidora de café y compró un Capuccino. El sabor no era el mismo al que ya estaba acostumbrada en Starbucks, pero tampoco tenía apetito. Aquella noche descansaría de tanto pensar.

Apagó la luz de su despacho y en el amplio sillón de cuero color salmón, se acostó. Cerró sus ojos cansados y esperaría a que otro día llegara a por ella con nuevas expectativas y esperanzas.


Continuará...
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Mensaje por Volkatinale92 9/9/2020, 3:21 pm

Con ansias de saber más, quiero saber cómo es que se termina desarrollando toda esta locura entre las 2. Todo es un rollo, una casada y queriendo dejar todo por yulia, la otra pues con "novia" con "amiga" y quien sabe cuanto más. Pues hasta los momentos no le ves a Lena las otras mujeres 😂😂 esperando por más...

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Mensaje por LENYU 9/9/2020, 11:16 pm

Mi adora escritora, siempre es un delirio como escribes! Ahora al grano, Lenita, sigo detestandola!! Es tan basura!!!! No respeta a su esposa, no repeta nada! Y Julia??? Pero si esa pendeja tiene la cabeza de termo!! Al final en algo estare de acuerdo, lena y su 1000 amantes esta de cabeza por la pendeja, Julia es una traicionera peor que cualquiera, Katya otra mierda! Aca no se salva ninguna!! O si???? Bueno ya saben lo que opino de Sveta, una reina! Aparte porque recuerdo lo que después viene y es mas reina aun, en esta historia destesto a Lena por sobre todo por su personalidad de bastarda!!! Pero a Julia la detesto igual, es tan mentirosa y manipuladora que da asco!! Al final se acuesta con cualquiera, y apenas tiene 20, no se si con el tiempo ni supere a Lena, no creo la bastarda lleva la corona de las 1000 y una noches, con mas polvo que casa abandonada! Sveta, una mujer asi es buena para todas, su frialdad es, para mi, la manera de defenderse, pero la quiere a lena y esta sufriendo, a su manera, pero sufre, amo este personaje, lastima que casi nunca aparece.
Sos de lujisimo!

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Mensaje por Volkova'sRules2 9/12/2020, 2:32 pm

Hola, gusto saludarte. Antes que nada, me gustaría saber si tu fics es original, es decir, si es de tu inspiración, de ser así, me gustaría quedar contigo, por las siguientes razones.

No es primera vez que entro al foro ya que lo hacía solo como lectora pero tuve que crear un usuario para poder dirigirme a ti.

La manera como escribes es simplemente, sensacional, por decirlo que alguna manera ya que es increíblemente escaso poder encontrarse con un párrafo bien escrito, donde los signos de puntuación, exclamación, interrogación e incluso los acentos, estén tan bien distribuidos.

Hasta donde he podido leer, la trama tiene bastante coherencia, incluso, llama mucho la atención de como dos personajes tienen tanta química, a pesar de lo que cada protagonista sea personalmente, esto sin duda hace que la lectura sea entretenida.

Me gusta la manera en la que escribes, en la que narras y como se desarrolla todo en la historia, repito, ojalá que la historia sea original porque me interesa mucho tú manera de redactar, de inspirarte y plasmar tus ideas. Creo que subes la misma historia con otros personajes en Wattpad y si no eres tú, me enojaría mucho saber que están plagiando tu historia en otra parte ero si no es así, ambas parejas protagonistas hacen mucha química y es lo que llama la atención al lector.

Felicidades, porque en realidad tienes talento.

Me gustaría contactar contigo en un futuro no muy lejano.

Saludos!

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Mensaje por psichobitch2 9/15/2020, 1:18 pm

Hola chicas, lamento la ausencia...

Volkova'sRules2: Shocked Pues, la historia es original 100% y halagada por vuestras palabras, sinceramente. Me estaré colocando en contacto con ud.
LENYU: Jajaja!!! mi comentarista favorita. Podría escribir una historia de terror contigo como la prota, y aún así le darías glamour a la trama.... Bella!
En cuanto a Svetlana, bueno no aparece mucho porque la historia se basa en Lena y Yulia.... La rubia sobra.... siempre lo hizo! Kisses!!

Disfrutad!


CAPITULO 31: ¿DESPEDIDA?


Elena había llegado a su despacho después de haber ido a visitar un par de clientes en horas de la mañana. Había dormido allí la noche anterior. Ya pensaría en volver a casa para tener un merecido descanso, por los momentos, debía atender varios casos que necesitaban su presencia y experiencia. Siempre tenía todo lo que podría necesitar en su amplia oficina, así que no tuvo necesidad de recorrer media hora de camino hasta la mansión para volver de nuevo al despacho.

Pidió a Alesya, su secretaria, que le llevara dos pastillas para el dolor de cabeza que ya comenzaba hacer estragos sobre si misma. Estaba cansada y lo sabía, pero si algo era más importante dentro de su mundo, eran los negocios y de allí nadie había logrado hacerla desistir por lo menos para que aterrizara en el mundo real, ni diez minutos.

Dejó a un lado el informe que estaba redactando en su portátil al escuchar el escándalo que afuera de su oficina se desarrollaba. Se levantó rápidamente y caminó hasta la puerta del despacho. Al salir, Alesya estaba hecha un mar de nervios de pie, delante de una mujer castaña quien en ese momento le exigía ver a Elena Katina, a toda costa.

— Puedes decirme Tanya, ¿qué estás haciendo aquí?

— Hola Elena — Dijo la mujer dejando de gritar a la chica — Vine a verte porque necesito hablar contigo.

— Lo siento Elena, hice lo que me dijiste pero ésta señorita quiso imponerse a la fuerza...

— Ésta imbécil que tienes como secretaria no quería dejarme entrar.

— Pues, Alesya tiene órdenes estrictas mías de no dejarte pisar ésta oficina, ¿entiendes? — Aclaró la pelirroja totalmente ofuscada. Tanya, la miró atónita.

— ¿Qué?? ¿¿Estás loca?? Mi padre es tú mejor cliente, Elena. No puedes venir a negarme el acceso a tú oficina que en parte, mi padre paga, gracias a su dinero...

— No seas idiota y ven acá — Le dijo tomándola del brazo y llevándola casi a rastras a su despacho.

Estando dentro, cerró la puerta con fuerza y la soltó. No le gustaba hacerle daño a las mujeres. Estaba totalmente en contra pero hubo un momento en que Tanya, aquella mujer tan insistente, le hacía perder la cordura y la sacaba tanto de quicio que estaba a punto de perder la razón.

— Me hiciste daño — Dijo la castaña frotando su brazo donde Elena le había tomado con fuerza. La pelirroja comenzaba a caminar de un lado a otro.

— ¿Ahora qué quieres Tanya. Qué vienes a buscar?

— Quiero llevar la fiesta en paz, es todo — Se sentó.

— ¿Pretendes que te crea? Por favor... Ves el escándalo con el que te anuncias, gritándole a mi secretaria que eres la reina del mundo!! — Se detuvo frente a la chica.

— Ay Elena, no te salgas de tus casillas — La mujer estaba cruzada de piernas, algo que le facilitó rozar las de Elena con su pie.

— No seas absurda por favor, Tanya — Caminó hasta su escritorio — Nunca dices nada bueno. Siempre buscas un conflicto. ¿Se te olvida la última vez que viniste a amenazarme?

— Como olvidar ese momento... Inmemorable — Se puso de pie comenzando a caminar de manera sensual por los alrededores del despacho. Elena la miraba con ganas de decirle de todo, menos algo agradable — La lame botas de tú amiguita no dejaba de defenderte....

— Deja de insultar, Tanya... Aquí vienes a comportarte decentemente y no a insultar a nadie. Termina de hablar de una buena vez — Se recargó sobre la silla.

— Ya te dije, solo quiero estar bien contigo, sin pelearnos... Que... Tú y yo volvamos a ser las de antes, ¿me entiendes? — Se mordía el labio mientras caminaba hacia Elena con aires de frivolidad. Apoyó sus brazos sobre el escritorio y se inclinó para quedar muy cerca de la pelirroja — Quiero... Que me vuelvas a tocar como antes...

— No!! Eso no va a suceder otra vez Tanya, así de simple — Se levantó ignorando a la mujer — Solo te pido que te marches...

— ¿Me echas de tú despacho, Elena? — Se volvió para verla a la cara. Lena asintió — A ver Lenita, no me gusta que me apartes así de ti y menos si vengo con buenas intenciones — Lanzó sobre el escritorio un sobre amarillo que guardaba en su cartera.

— ¿Qué es eso?

— Mi trato de paz, Elena Katina, tan sencillo como eso — Volvió a tomar asiento mientras veía a Lena caminar hasta su escritorio y tomar el sobre. Una llamada a su directo, impidió que abriera el folder que ya tenía en sus manos. Resopló.

— Dime Alesya... — Hizo una pausa y suspiró — Lo que me faltaba! — Dijo al teléfono y colgó.

La puerta se abrió a los cinco segundos que el aparato volvió a su lugar, dejando entrar a Svetlana. Elena al verla, cerró los ojos y volvió a suspirar. El ambiente se puso tenso y la mirada de la rubia se clavó de inmediato sobre la castaña que aún permanecía sentada en el mueble del despacho como si estuviera en su casa.

— ¿Qué hace esta mujer aquí, Elena? — Preguntó sin perder la compostura y con la mirada sobre la misma mujer.

En aquel momento, la pelirroja solo quería que la tierra se la tragara y la escupiera en Marte, si fuera posible.

— Ella, ya se iba — Dijo. Tanya simplemente sonreía con cinismo. Svetlana no se movía ni un centímetro de su lugar.

— Pero si es la misma Svetlana Koslova, la que se llevó el premio mayor.

— Te hice una pregunta Elena. ¿Qué hace esta mujerzuela en tú oficina y a solas?

— Vine a traerle unos papeles muy importantes que le competen y que ojalá, analice muy bien — Se levantó y tomó su cartera — Pero ya me iba querida. Tu esposita últimamente no tiene ojos para mí...

— Has que se retire Elena, por favor — Solicitó la rubia parándose al lado de su mujer. Lena comenzaba a sentir las palpitaciones de su pulso sobre la sien como tambores que tocaban alguna música sin sentido.

— No te preocupes Svetlana, que ya me voy.

La castaña caminó hasta la puerta pero para su sorpresa cuando iba a salir, se encontró con Inessa Katina de pie, frente a la misma. La personalidad de la pelirroja y madura mujer era imponente, haciendo que Tanya se quedara de piedra en su lugar.

— Vaya! No sabía que tenías reunión de mujeres hoy, Elena — La pelirroja rodó los ojos. La frutilla del pastel!

— Madre, por favor — Dijo caminando hacia la puerta para abrirla de par en par — Tanya, has el favor y te marchas.

La mujer no esperó un segundo más allí y salió marchando con pasos bastante prominentes, haciendo que sus tacones dejaran una marca por todo el recorrido hasta el ascensor. Inessa entró y Elena se dispuso a cerrar la puerta, quedando un rato de pie contemplando ahora a su progenitora y a su esposa. ¿Qué hacía Inessa allí? Su cabeza iba a estallar en cualquier momento.

— Aún no has respondido mi pregunta, Elena — cuestionó la rubia tomando asiento.

— Creo haberte respondido ya Sveta. Sólo vino a por unos documentos. Estos documentos — Alzó el sobre entre sus manos para volver a dejarlo encima del escritorio — Su padre es mi cliente más importante... Vino a eso y... Y tú madre, ¿qué haces aquí?

— Pues, eres mi hija y tenemos negocios en común, Elena. No le veo cabida a tu pregunta.

— Ya lo sé Inessa — Se sentó de nuevo en su lugar. Aquello parecía una conspiración de mujeres y de la más absurda — Parece que se pusieron de acuerdo para irrumpir mi horario de trabajo.

— No seas ridícula, Elena — Continuó Sveta ganándose una mirada fría de su suegra — Tenías una reunión con mis hermanos el día de hoy...

— La cual suspendí porque no puedo atenderlos.

— Mi estadía acá será breve — Anunció Inessa ignorando la pequeña discusión de las dos — Así que no te molestes en ofrecerme asiento — Elena le lanzó una mirada de desagrado por el comentario el cual su madre evadió muy bien — Toma.

Recibió un sobre de parte de su madre el cual cogió y abrió. Allí habían varios informes médicos con el logotipo de alguna clínica de Kazan.

— ¿Qué es esto, Inessa? — La mujer pelirroja miró a Svetlana quien le regalaba una sonrisa bastante falsa para el momento.

— Son, exámenes médicos de tú padre. Necesito que los leas, analices y des tú opinión.

— ¿Qué sucede con Sergey? — Preguntó Svetlana. Inessa ignoró la pregunta y continuó relatando de pie frente a Elena quien en aquel momento sintió vibrar su teléfono móvil que estaba encima del escritorio, donde había olvidado quitarlo y en el que se podía leer en la pantalla, la llamada entrante de Yulia.

— Entonces Elena, ¿cuento contigo?

— Madre, no soy médico ni nada parecido — Respondió un tanto incómoda al ver la insistencia de Yulia al llamar. Nunca había dejado de responderle las llamadas, pero esta vez, tenía las manos atadas.

— No se preocupe Señora Inessa, Elena cuando tenga un tiempo le hará saber su opinión, ¿verdad mi amor? — Elena asintió sintiendo su móvil vibrar entre sus manos.

— Entonces, esperaré a que me llames. Nos vemos luego, veo que acá es difícil tener una conversación familiar — Dio la vuelta sobre sus pies y dirigiéndose hacia la puerta del despacho — Y atiende esa llamada que de seguro es importantísima — Svetlana inmediatamente dirigió su vista efectivamente hacia las manos níveas de su mujer quien sostenía el teléfono en sus manos.

Al cerrarse la puerta, Svetlana se puso de pie y caminó hasta una de las sillas que estaban frente al escritorio de la pelirroja. Apoyó sus manos sobre ella y miró a su esposa que tenía la mirada perdida sobre la puerta que recién se cerraba delante de sus ojos.

— Tú madre tiene razón.

— ¿A qué te refieres? ¿A esto? — Volvió a señalar los informes médicos.

— No — Dijo acomodando su cartera en el brazo — A que deberías contestar esa llamada que desde hace más de cinco minutos, colapsa tú teléfono móvil y tus nervios, mi amor.

Besó la comisura de sus labios inclinándose un poco para poder alcanzarlos, luego, se marchó del mismo modo que las otras dos mujeres lo habían hecho.

Elena suspiró un tanto aliviada por la situación. Necesitaba algo que le apaciguara los nervios pero tomó su teléfono y marcó de regreso la llamada a Yulia. Sólo repicó del otro lado dos veces cuando escuchó la voz ronquecina de la morena, entre lo que parecía una muchedumbre.

— Yul...

— ¿Elena? Por dios Elena, te he llamado infinidades de veces y no contestabas.

— Lo siento Yulia, estaba en una reunión. Dime, ¿qué sucede, dónde estás?

— Estoy en Kazan — Elena abrió los ojos como platos al escuchar aquello.

— ¿Qué haces aquí? En Kazan, Yulia.

— Necesito hablar urgentemente contigo y no podía hacerlo por teléfono. Estoy... En el Café Pushkin, lo conoces?

— Claro que si... Estaré allí en veinte minutos.

— Te espero — Yulia colgó y Elena cerró el cajón donde guardaba chocolates y barras dulces para cuando se sentía presionada. No tenía tiempo de probar bocado alguno y como pudo, apagó la portátil, cogió las llaves de su coche y salió directamente hacia donde Yulia se encontraba..... Que mañana!

[...]

Condujo hasta el centro de la ciudad y estacionó frente al café. A simple vista no podía ver a Yulia. Apagó la camioneta y bajó. Adentro, buscó nuevamente con la mirada por todas las mesas hasta hallar a la pequeña pelinegra sentada en una mesa bastante alejada de la entrada. Llevaba una bufanda que cubría parte de su cabeza, y unas gafas oscuras tapaban sus ojos. Bebía una taza de café.

— Hola — Dijo mientras rodeaba la mesa para sentarse frente a Yulia — Pareces actriz de cine — La morena dibujó una media sonrisa lo cual le hizo pensar que algo estaba pasando.

— Hola, Elena.

— ¿Qué pasa hermosa, qué estás haciendo aquí? ¿Pasa algo verdad?

— Lamento haber venido hasta Kazan sin avisarte Elena. Tal vez te estoy ocasionando un gran problema...

— ¿Quieres que vayamos a otro sitio? — Cuestionó un poco intrigada. El mesero se acercó a la mesa esperando que las chicas hicieran su pedido pero Elena no quiso pedir nada.

— No te preocupes Elena, lo que tengo que decir será breve... No quiero que nos veamos más!!


Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 3 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por psichobitch2 9/15/2020, 1:23 pm

CAPITULO 32: EN ALGUN LUGAR DE KAZAN


Un silencio incómodo cayó entre las dos. Elena, entrelazó sus manos y las colocó sobre la tabla de madera que estaba siendo cubierta por un mantel unicolor.

Ninguna decía nada. Yulia también estaba callada detallando el rostro de la pelirroja que tenía sentada frente a ella con un semblante triste. Ella también se sentía morir por dentro.

Se quitó la bufanda que cubría parte de su cabeza y la colocó a un lado junto a las gafas. Elena vió aquellos objetos sin alzar la vista, agarrando un poco de aire y acomodándose más en la silla.

— ¿Por qué, Yulia? — Cuestionó al fin mirando el frío rostro de la pelinegra que ahora tenía la cabeza agachada, mirando la mesa mientras jugaba con la servilleta de tela.

— Elena, lo siento, pero estás casada y sé que no terminarás tú matrimonio para estar conmigo.

— Por dios Yulia, ¿tú qué sabes?

— Lo que la vida me ha enseñado — Dijo. Una lágrima rodó por su mejilla secándola de inmediato. No quería sentir dolor, más del que a su corazón golpeaba — Vivimos a distancia. Muchas horas de distancia y cada que tienes tiempo para mí es que puedes y no...

— Yulia... Me conociste así — Interrumpió — Sabías que estoy casada y yo también te conocí con alguien, con tú novia y así decidimos aceptarnos. ¿Qué pasa? — Intentó tomarle una de las manos pero Yulia la apartó de inmediato. Alzó la vista para ahora mirar aquellos ojos verdigrises que tenían lágrimas empozadas esperando salir.

— Ese es el problema. Que nos estamos haciendo daño, Elena... Estamos haciéndoles daño a terceras personas que son inocentes en todo este asunto. ¿Qué hago yo, dime? Dejo a mi novia y espero a que tú te divorcies y vivimos felices? NO! — Golpeó con el puño la mesa llamando la atención de algunos comensales.

— Vamos a otro sitio, por favor — Yulia no respondió, solo asintió con la cabeza. Elena sacó un billete y lo dejó sobre la mesa. La morena tomó sus cosas y ambas se pusieron de pie para salir del Café.

— Traje mi auto...

— Bien. Iremos a un sitio donde estemos más tranquilas y podamos conversar.

— ¿A dónde vamos? No conozco mucho Kazan.

— Sólo sígueme por favor — Dijo.

Ambas llegaron a sus respectivos coches. La morena fue la primera en abordar el suyo, colocando sus objetos personales en el asiento trasero mientras se ponía el cinturón de seguridad. Elena, subió a su camioneta y sé quedó un rato mirando a la nada. Sus manos temblaban, suspirando hondo una y otra vez para poder controlarse un poco.

Estaba muy prendada a Yulia. La amaba demasiado. Aquella chica había logrado despertarle sentimientos que tenía dormidos hace muchísimo tiempo pero no entendía a donde quería llegar la pelinegra con aquella decisión tan drástica. Ahora no. Ahora que tenía todas las intenciones de luchar por ella.

El sonido del claxon del coche de Yulia la sacó de sus cavilaciones logrando al fin encender el motor del mismo para salir de allí seguida de la morena.

[...]

Conducían a más de 80 km por hora el recto camino lleno de campos verdes y árboles del mismo color. La vista era impresionante para Yulia que muy poco conocía de la ciudad. En varias oportunidades, había escuchado a Elena nombrar la casa que tenía fuera de la misma, donde a veces iba a escapar un poco de la realidad. Supuso entonces que se dirigían allí.

Al cabo de más una hora de carretera, Elena se detuvo frente a un portón muy grande de rejas blancas. Un señor rubio y de sombrero, al que Yulia fácilmente lo distinguió como una especie de capataz, se acercó a las mismas, abriéndolas de par en par y saludando a la pelirroja quien bajó el vidrio del auto y saludó al gentil hombre también.

Después de haberse dicho algunas palabras las cuales a Yulia no le importó, vio que el coche de Elena siguió camino adentro y el rubio, al mirarla por el vidrio de su coche, asintió a manera de saludo, siendo una media sonrisa la respuesta de la morena.

Cinco minutos más y al fin llegaron a una casa bastante lujosa como para estar en medio de tantos árboles, pasto, hierba, pero a su vez contrarrestaba lo rural del lugar haciéndola lucir simplemente portentosa delante de la naturaleza.

Las chicas bajaron cada una de sus vehículos sin cruzar palabra alguna. Yulia con gafas en la mano, se las colocó y caminó unos cuantos metros sin quitar la vista del hermoso paisaje. Elena lo hacía de igual manera, salvo que la vista no la quitaba de encima de la pelinegra que se veía disfrutando completamente de todo aquello.

Caminó la misma distancia que había recorrido Yulia, sólo que ella se colocó a unos pocos metros de su cuerpo. Podía sentir su perfume entre sus fosas nasales como la primera vez que se conocieron. Aquella chica era preciosa, en todo sentido de la palabra. Le había enseñado algunas lecciones con su corta edad y ahora temía perderla, porque la estaba amando más que a nada en el mundo.

— Buenas tardes, Sra. Elena — Saludó una mujer robusta que salía en ese preciso momento de la casa. Yulia giró al escuchar la voz sintiendo la mirada llena de pena de Elena sobre la de ella. La pelirroja giró sobre sus pies hasta llegar al encuentro con la mujer.

— Buenas tardes Ivana, cómo le va?

— Muy bien señora. ¿Qué le trae por acá? — Dijo lanzando una discreta mirada a Yulia que se acercaba despacio.

— Sólo vine a chequear algunas cosas Ivana no se preocupe, no pasa nada. Por cierto — Viendo que la morena llegaba a su lado — Ella es la Señorita Yulia Volkova — La pelinegra inmediatamente estiró su mano, la cual recibió Ivana con mucho respeto — Ella se quedará esta noche aquí, en la casa — Ivana asintió. Yulia abrió los ojos como plato.

— Como usted diga, señora. ¿Desean cenar algo en específico? — Elena de inmediato volteó a ver a Yulia quien se alzó de hombros sin saber que decir al respecto. No era su casa. No eran sus reglas.

— Claro que si. Nos puedes preparar unos sandwichs de atún y vegetales, por favor...

— Sin vegetales — Contestó Yulia sin chistar. Elena sonrió.

— Sin vegetales para la señorita, Ivana.

— Y sin corteza en el pan — Ivana esta vez sonrió al ver la picardía y lo muy niña que podía ser aquella chica. Se preguntaba sinceramente quien era aquella jovencita que había traído su patrona.

— Ya la escuchó — Dijo Elena haciendo que Ivana asintiera por tercera vez para luego marcharse dentro.

— Podría jurar que te has comportado como toda una esposa.

— Ya para eso tienes a tú señora, Katina — Hizo énfasis en el apellido refiriéndose con toda seguridad a Svetlana. Elena rodó los ojos.

— ¿Quieres entrar?

— Vinimos a hablar Elena, no hacer un picnic. Y no voy a quedarme en tú casa, contigo. Debo regresar a la capital porque tengo deberes que cumplir — Se cruzó de brazos tratando de que las facciones de su cara se vieran serias, sólo que el sol comenzaba a molestarle a la cara y trataba de cubrirse con las manos, a pesar de llevar gafas.

— Bien. A ver Yulia, vinimos hablar, perfecto. No vamos hablar en el medio del campo como si estuviéramos charlando del tiempo, para eso tengo un estudio dentro de la casa y segundo, ya casi va anochecer y no me gusta conducir de noche y no te sabes el camino de regreso...

— Claro que me lo sé, sólo vinimos siempre en una recta y no voy a quedarme aquí. Me iré contigo o sin ti.

— Eres obstinada, sabías? — Caminó hasta quedar frente a la entrada de la casa. Yulia resopló y caminó también hasta pasar por su lado, murmurando quien sabe que cosa, haciendo negar a la pelirroja con la cabeza.

Una vez dentro, Yulia se detuvo en lo que era la sala de estar. Había algunas pinturas y una que otra antigüedad. El lugar estaba decorado con un estilo muy campestre pero sin perder aquel toque de elegancia que hicieron gustarle a la morena.

Una vez que vio, que Elena llegó al mismo recinto, ésta le señaló el camino que conducía hasta una puerta que podía verse desde el pasillo. Lena, cediéndole el paso, dejó que caminara delante de ella, sin perderse ni un solo movimiento de aquellas caderas que la volvían más que loca.

— Bueno, ya estamos aquí Yulia, en la civilización — Dijo Elena cerrando la puerta detrás de ella — Si gustas, puedes sentarte — Yulia lo hizo quitándose las gafas de sol y colgándolas entre el escote en “V” de su remera.

— A ver Elena... — Comenzó hablar Yulia mirándola a los ojos — Juro que eres lo más bonito que me ha sucedido desde hace un tiempo para acá y que jamás voy arrepentirme de haberte enviado aquel mensaje privado en el foro donde nos conocimos. Aún, sin conocerte, me llamabas la atención por el simple hecho de que comentabas todos mis saludos y no pude evitar escribirte sin pensar que ibas algún día a responderme...

— Yo tampoco pensé que lo haría...

— Bien. Déjame continuar — Elena asintió sentándose frente a ella en un sofá individual que daba vista a la naturaleza que rodeaba la casa — Pero, cuando me dijiste que estabas casada, lo tomé tan normal, hasta ahora que me encuentro muy clavada por este sentimiento hacia ti. Jamás pensé que fuéramos a llegar tan lejos y que me dejaría llevar por lo que dictó mi corazón, pero tenemos que ser realistas. En ese momento, simplemente pensé que lo decías para salir del paso o no querías que te molestara hasta que vi...el anillo que traes en tú mano...ese…— Señaló con la vista el anillo dorado que en ese momento Elena acariciaba con su dedo pulgar —…del que nunca vas a deshacerte ni mucho menos cambiar la vida que tienes por otra.

Un silencio rondó la estancia siendo el único sonido que quebrantó el letargo, cuando Yulia se levantó y guio sus pasos hacia el ventanal, posando su azulada mirada sobre los árboles y el atardecer que comenzaba a ocultar el sol.

— Mírate — Continuó — Eres una abogada exitosa y de renombre viviendo de lo que cosechó. En cambio, no he terminado mis estudios, soy la típica hija de papis a la que no le falta nada y sobre todo, me llevas 11 años de edad...

— Yulia, yo...

— Nadie sabe que existes — Cerró los ojos al recordar todo lo que Katya le había contado al respecto — ¿Qué pensaréis mis padres de ti al enterarse? Mi madre te haría la vida imposible sólo por el hecho de que estás demasiado casada y eres muy mayor para mí. Ya lo ha hecho en algunas oportunidades.

— ¿Sabes? — Yulia se giró de inmediato al sentir la voz de la pelirroja tan cerca. Elena estaba detrás de ella viendo el mismo panorama que sus ojos contemplaron atrás — No quiero que pienses ni hables por mi. No sabes todo lo que siento. ¿Por quién me tomas Yulia? — Miró por encima de su hombro viendo a medias que la morena aún seguía allí — Soy un ser humano por favor, siento y padezco como todos y aunque para ti sea imposible de creerlo, también siento muchas cosas por ti. ¿Acaso, dudas de ello?

— No — Respondió después de una larga pausa.

— ¿Entonces? Si, llevo un anillo en mi dedo que me indica, que te dice, que os indicáis a todo el mundo que estoy y sigo casada. Pero mis sentimientos, ¿quién los conoce? ¿Tú? Porque hasta veo que dudas de lo que siento por ti. Me señalas y me juzgas sólo porque en un maldito papel dice que estoy unida en matrimonio. ¿Pero que siento yo, ah? — Se giró encontrándose a una Yulia totalmente desvanecida en lágrimas — Nadie nunca se ha preocupado por saber que es lo que realmente siente Elena Katina, porque siempre fui el títere de los demás — La pelinegra bajó la cabeza y sin poder evitarlo, unas lágrimas se desprendían de sus ojos — No llores por favor, no lo hagas porque me partes el alma, Yulia.

Yulia logró escabullirse y trató de alejarse más de cualquier contacto que Lena le pudiera brindar. Solamente se escuchaba el gimoteo de su llanto desde aquel rincón del amplio estudio mientras Elena, se dedicaba a mirarla sintiendo temor de acercarse y hacerle más daño de lo que pensaba que le hacía.

— Sólo quería ser feliz, Elena. Sólo eso. Que nadie se meta en mi vida, que no me señaléis o juzguéis por lo que soy y con quien ando. Enfrentar tantas cosas que obstaculizáis mi felicidad, pero nada en esta vida es fácil.

— ¿Me lo preguntas a mi? Yulia, no tuve la mejor infancia de esta vida. Siempre he sentido el rechazo de la sociedad.....de mis propios padres!! Tú rechazo también y todo por esto!!! — Lanzó con fuerza su anillo contra el ventanal haciendo que Yulia se asustara un poco — Y cuando decido luchar por alguien, ese alguien me dice que se arrepiente de todo lo que hemos vivido...

— No me estoy arrepintiendo, Elena!!!

— Si lo estás!! Con un demonio Yulia, no tengo la culpa de no haberte conocido antes. De que hubiéramos nacido en años distintos por favor! Es lo que me tocó vivir y...

— Y, ¿qué???? ¿Dime? Acaso vas a enfrentarte a todo tu mundo bonito en el que habitas solo por mí? Por una ridícula jovencita caprichosa??!!

— No me grites!

— No te grito!! Elena entiéndeme carajos, te quiero para mí las 24 horas del día no cada mes cuando se pueda y si no podemos estar juntas entonces...déjame ir por favor...déjame — El llanto no se hizo esperar, derrumbándose de rodillas en la alfombra dejando que las gotas saladas se llevaran toda la tristeza y desolación que llevaba dentro en aquel momento.

La otra chica corrió hasta llegar a ella y la abrazó también dejando que el llanto se apoderara de sus ojos, asaltando todo sentimiento que tenía dentro por la morena que se aferraba cada vez más y más a su cuerpo como si de ella dependiera su vida.

— Lo siento tanto Yulia, tanto. Jamás quise que pasaras por esto, hermosa. Soy miserable por llevarte a esto lo sé.... Tenía que haberte dejado de responder o no sé... Pero, demonios hermosa, me gustaste desde que te vi y ahora... Aquí me tienes, en tus manos sin saber que hacer para hacerte...feliz.

[…]

Los segundos se convirtieron en minutos y estos en horas. La noche había llegado apoderándose del momento, de la situación. Ellas, aún en la misma posición de hace una hora, abrazadas y sin querer separarse la una de la otra, trataban de controlar sus respiraciones agitadas por tanto dolor y llanto. Elena, quien fue separándose lentamente del cuerpo de Yulia, se dio cuenta de que la morena estaba dormida por el cansancio de las lágrimas. Se estremecía de vez en cuando haciendo que a Elena le invadiera la ternura de verla de aquella manera.

La amaba tanto, que cuidaría hasta el más mínimo de sus sueños sin importarle pasar en vela si es preciso toda la noche con tal de saberla bien.

Con mucho cuidado, fue levantándose poco a poco del suelo sin soltar a la pelinegra para no despertarla hasta cargarla entre sus brazos. Yulia era muy ligera y su estatura le facilitaban poderla trasladar a cualquier lugar dentro de la casa. Acomodó su cabeza contra su hombro, cual niña pequeña y abrió la puerta de su estudio.

— Señora... Elena...

— Shhh!

— Disculpe — Susurró Ivana — Sólo venía a decirle que sus sandwichs están listos — Dijo susurrando de la misma manera. Elena asintió pasando por un lado de la mujer y caminando escaleras arriba donde se encontraban las habitaciones.

No se detuvo en alguna en específico y siguió hasta su habitación donde solía pasar las noche cada que allí frecuentaba. Ésta, era su habitación personal, la que nadie visitaba excepto ella misma. Nunca alguien más había estado allí antes, en su íntima soledad que le albergaban aquellas cuatro paredes.

Despacio, fue dejando a Yulia sobre la cama hasta verla cómoda. Tomó unas sábanas ligeras y arropó su pequeño cuerpo que ya se había colocado en posición fetal. La contemplaba simplemente con tanto amor. De nuevo, unas lágrimas asaltaron a sus ojos logrando secarlas al instante sin dejar ningún rastro de dolor y desilusión. Elena se levantó y caminó hasta salir de la habitación. Al sentir que estaba sola, Yulia con su mano también secó una gota salada que salió de sus ojos cerrados pero las siguientes solo lograron mojar la almohada.

[…]

Elena se encontraba abajo en la cocina degustando su rico emparedado de atún que solicitó preparar para complacer a Yulia, acompañándolo con un vaso de leche. Tenía la mirada perdida en cualquier punto del cálido y espacioso lugar, cuando la figura de su amada apareció cerca de la puerta, tallándose los ojos que a simple vista se notaban hinchados de tanto haber llorado. Sus cabellos estaban revueltos más de lo común y no traía calzado. Toda una monada, pensó ella.

— Hola — Le dijo dejando a un lado la comida y limpiando la comisura de sus labios con una servilleta. Yulia, quien aún trataba de acoplar su vista a la luz, solo se quedó allí de pie sin responder — ¿Te sientes mejor? — Cuestionó.

— Si, pero tengo hambre — Elena aguantó la risa al escuchar aquello.

— Te guardé tú sándwich sin vegetales...aquí — Señaló la heladera, levantándose a por él.

— Pero está frío — Respondió la más joven haciendo un puchero. Vaya que aquel gesto hacía a Elena tan vulnerable.

— Podemos calentarlo un poco — Yulia asintió viendo como la pelirroja trasladaba el plato con el emparedado sin corteza en el pan hasta el microondas.

— ¿Qué hora es?

— Ummm.... Las 23:12. Dormiste demasiado — Volvió asentir escuchándose el pitido que indicaba que el sándwich ya estaba caliente — Ven, come un poco. No debes haber comido nada durante el día. ¿Qué gustas tomar?

— Coca - Cola, no! — Elena rodó los ojos — Puede ser zumo de tomate. ¿Tienes?

— No creo, pero si tengo un zumo de naranjas que está prácticamente recién hecho por Ivana.

— ¿Tiene mucho tiempo trabajando para ti?

— ¿Ivana? — Yulia asintió mordiendo un trozo de comida, quitando algunos oscuros mechones de cabello que le cubrían la cara.

— Si. Digamos que hace unos 6 años más o menos.

— Se ve que es buena persona — Dijo recibiendo el vaso con zumo. Elena se sentó a su lado mientras la veía comer — ¿Es bastante discreta? — La pelirroja arqueó una ceja.

— Pues, no entiendo a que te refieres Yulia...

— Si lo sabes. Me refiero a que si no le irá con el chisme a tú esposa de que has metido a una mujer en casa — Elena abrió los ojos como platos, pestañeando varias veces seguidas.

— Dios! Dios! Yulia, sos incansable ¿sabías? ¿No podemos llevar la fiesta en paz por unos minutos? — Se levantó — Y para que dejes de estar pensando tonterías, Ivana es una mujer de servicio que solamente se encarga de eso, del SERVICIO de la casa no de andar de cotilla por cada rincón — Se apoyó sobre la encimera mientras veía a Yulia disfrutar de su bebida como quien no quiebra un plato. Aquella niña lograba exasperarla, a veces.

Volvió de nuevo el silencio entre las dos mientras el reloj digital del microondas cambiaba por las 23:33 de la noche. Yulia terminó de comer en paz y sin decir palabra alguna y Elena, simplemente se dedicaba a contemplarla lo que le fuera posible.

La morena bajó de la silla y llevó los trastes sucios hasta el lavavajillas colocándolos allí sin atreverse a voltearse. Sentía la verdigris mirada sobre su espalda y lo que no quería de nuevo era caer en sus brazos y hundirse más en aquel sentimiento que le estaba haciendo daño.

— ¿Trajiste a las 113 para acá? — Dijo. Sólo se pudo escuchar el fuerte resoplar de Elena y una puerta cerrarse.

Cuando quería, era bastante hiriente y lo sabía. Quería hacerla sufrir quizás lo mismo que ella estaba sintiendo en ese momento de saber que aquella mujer, que estaba de pie en el jardín, de brazos cruzados y mirando el horizonte con tal vez mucha molestia encima, le hacía sentir solo por no poder tenerla completamente para ella.

No era su casa ni conocía ningún rincón del lugar. Se sentó de nuevo en la silla donde había disfrutado de su cena, viendo a Elena sentarse al mismo tiempo sobre unas escalinatas que formaban parte del pórtico.

El orgullo a las dos podía atragantárseles en la garganta, pero ninguna iba a dar su brazo a torcer. Era muy pronto para que un “Lo siento”, saliera de cualquiera de las dos bocas y era más fácil la distancia que recuperar el tiempo perdido.

Se levantó y salió de la cocina sin saber que la pelirroja la seguía con la vista desde afuera hasta que ya no la vio más.

Tomó su abrigo, después de haberse arreglado un poco y bajó las escaleras. Elena no se veía por ninguna parte y era mejor así, no tenía muchas ganas de seguir discutiendo o tal vez, de volver a caer en aquella mirada donde se perdía para siempre.

Unas personas se encontraban afuera, al parecer terminando con las labores del día. Estos ni se percataron de su presencia y decidió continuar con su camino, a donde fuese que sus pequeños pies la llevaran.

La noche comenzaba a enfriar aunque nada parecido con el frío de la ciudad. Ajustó un poco más su campera y anduvo por el césped recién cortado mientras las estrellas y la luna detrás de algunas nubes la guiaban.

A lo lejos, divisó una luz algo tenue ya que algunos árboles no dejaban que viera con más claridad. Marchó hasta allí encontrándose que solo se trataba de un establo, muy lindo. Entró, pero no había nadie sólo dos caballos que comían su alimento, tal vez acababan de servirlos ya que por la hora era bastante extraño.

El olor a heno seco y la mezcla de la humedad de la tierra le empapó los sentidos, sintiéndose totalmente libre de alguna manera de todo lo que por su mente estaba pasando durante todo el día. Quiso acercarse hacia donde estaban los dos fuertes animales pero le entró algo de miedo y sólo se dedicó a pasear la vista por todo el lugar.

Todo estaba impecablemente y puesto en su lugar. Le fascinaba la manía que Elena tenía por el orden. A veces pensaba que era una vieja maniática encerrada en el cuerpo de una chica joven, hermosa, elegante. Negó con la cabeza al saber que se estaba perdiendo en sus pensamientos hasta que dio con una vieja silla, un poco maltratada tal vez por el tiempo y se sentó.

Quería estar un rato fuera de todo y alejada de todos. Al menos, los caballos no iban hacerle daño y si por las dudas, saldría corriendo al ver algo extraño. Pero nada iba a pasarle. Elena la cuidaría. Aunque fuera una cabeza hueca y una imbécil de aquí a la luna, no iba a dejarla sola.

Sacó su teléfono móvil del bolsillo pero se dio cuenta que no tenía señal absolutamente para nada.

— Mierda!! — Dijo alzando el objeto en el aire como si comportándose como una loca apuntando al cielo con un móvil, conseguiría algo más que la risa de la primera terrestre que la viera.

— Dime que estás buscando extraterrestres y te diré si aquí tienes contacto con ellos — Habló Elena desde la puerta del establo con los brazos cruzados y una sonrisa en su rostro. Yulia la miró con ganas de decirle de todo, menos lo hermosa que era.

— Pensé que dormías...

— Pensé lo mismo.

— Aún no sé donde voy hacerlo. No estoy en mi casa, te recuerdo — Se sentó de nuevo en la vieja silla.

— Pues, puedes dormir en mi habitación, si quieres — Yulia inhaló.
— No! — exhaló.

— Pues, entonces si quieres duermes con Dasha y Solo — La cara de Yulia era todo un poema árabe.

— ¿Quiénes sois? — Siguió con su mirada lo que Elena señalaba en aquel momento. Los caballos.

La morena colocó sus manos en jarra, ladeó un poco la cabeza y frunció el ceño — ¿Disculpa? — Elena se encogió de hombros y salió del establo con una sonrisa en los labios, seguida de una pelinegra que venía haciendo berrinches detrás — Espérate, Elena... Elena!!! Awwwww!!!

— Mientras más pataletas des, mejor... A vosotros os gustáis las niñas malcriadas.

— No voy a dormir con los caballos, tonta — Dijo ya alcanzándola y plantándose frente a ella tratando de regular la respiración — Caminas muy rápido y no...no...no...pienso dormir ni con los caballos ni contigo!!

— Pues, ¿entonces dame una solución? No hay más habitaciones disponibles — Continuó su camino y con su sonrisa — Las demás están ocupadas por la gente de servicio y sólo mi habitación está disponible — Yulia la seguía — Y no dormiré con los caballos. Hace mucho frío en el establo y... — Acomodó su campera de cuero — Aquí afuera también.

Siguieron caminando hasta la casa, discutiendo el como iban a dormir cada una. Elena, sin perder la compostura como siempre y Yulia, obstinada y malcriada como nunca. Eran dos polos opuestos, sí y de eso no había ni la menor duda pero, acaso polos opuestos no se atraen?

Al llegar a la habitación, Elena comenzó a sacarse la ropa como si Yulia no estuviera allí frente a ella, de brazos cruzados, literalmente echando chispas por todas partes, siendo testigo del comportamiento pomposo de la pelirroja que no la determinaba para nada. ¿¿Acaso era transparente??!!!

Elena quedó solo con un bóxer y una remera bastante ajustada como ya le había visto en algunas oportunidades. Ésta, entró al cuarto de baño, le escuchó cepillarse los dientes y salir de nuevo lanzándose sobre la cama.

— ¿Vas a quedarte allí o te vas acostar? — Preguntó acomodando las almohadas debajo de su cabeza, metiendo ambos brazos detrás de su cuello y cruzando los pies.

— Awww!! — Dijo la morena caminando apresuradamente hacia el baño y tirando la puerta. Sólo quedaba reírse o volverse loca, pero ya lo estaba por aquella niña malcriada.

Se estaba cansando de hacer zappin' a la televisión. Ya los dedos le dolían de tanto cambiar los canales y control remoto, se quedaría de algún momento para otro, sin batería. ¿Cuántos minutos habían pasado? 5, 10 desde que Yulia había entrado al cuarto de baño y ni una mosca se escuchaba adentro?

Cuando iba a ponerse de pie para buscarla, la puerta se abrió y salió la morena completamente desnuda de allí. Elena sólo pudo tragar duro un par de veces mientras que Yulia, con su ropa echa un desastre en sus manos, se dirigió hasta un pequeño sofá y dejó allí todo lo que le abrigaba el cuerpo.

— ¿Qué me ves? — Preguntó mientras se acercaba a la cama.

— Nada... Vas a... ¿Dormir así? — Internamente le pedía a cualquier santo que no se le saliera la baba.

— Claro! ¿No querías que durmiera contigo? Pues, lo haré y de esta manera y dios libre Elena si me tocas un pelo con tus manos — La pelirroja abrió los ojos sin chistar viendo como Yulia se metía debajo de las sábanas. El sólo hecho de tenerla allí, sin ropa, a su lado y bajo las condiciones de la pequeña “dinamo” le estaba calentando la piel.

Hizo yoga mental, respiró profundamente unas 3 o 4 veces para no entrar en combustión global y apagó las luces y el televisor. Faltaba apagarse ella misma pero aquel fuego que estaba sintiendo por dentro, necesitaba de un fuerte tornado con nombre y apellido que en aquel momento le estaba dando la espalda, para que la consumiera de manera instantánea.

También se colocó de espaldas a Yulia y se tapó completa. Algo a lo que no estaba acostumbrada hacer ya que su temperatura corporal siempre fue caliente aunque esta vez estaba a punto de ebullición, pero solo quería huir de los pensamientos subidos de tono que pasaban por su cabeza.

Quince minutos logró calcular los que habían pasado y el sueño al parecer se había olvidado que ella existía en ese momento. Decidió salir de su escondite de sábanas y se puso boca arriba. De reojo pudo notar que Yulia permanecía en la misma posición, sin saber que ésta, estaba tratando de aguantar la risa para no verse descubierta. Sabía que Elena estaba sufriendo por al menos tocarle un brazo pero siempre le había mostrado respeto y eso le encantaba a la pelinegra.

Otros quince minutos más y Lena cambió de posición. Diez más y otra pose distinta. La cama comenzaba a quedarle pequeña y sentía comezón por todo su cuerpo.

— ¿Quieres dejar de moverte??!!! Me despiertas a cada rato — Apenas giró su cabeza para llamarle la atención a Elena.

— Lo siento...

— Duérmete, que me incomodan tus movimientos — Volvió a acomodarse en su lugar dibujando aquella sonrisa malvada y pícara en su rostro.

— No puedo dormir Yulia!!

— Cuenta ovejas...

— Vístete... Por favor.

— NO!! Hace calor.

— Estamos en invierno, maldición!!!

— Entonces cállate y...

De tonta no tenía ni un sólo cabello y sabía muy bien como volver loca a la pelirroja. En ese momento su supuesto enojo se fue por un caño dejándose invadir por la necesidad imperativa de su cuerpo, de su todo.

Katina literalmente se lanzó sobre ella, arrancándole las sábanas que la cubría y subiéndose sobre su cuerpo, comenzó a devorarle la boca.

Se deseaban y se amaron con locura entre las sábanas dejando que los gemidos llegasen a ser el único lenguaje de comunicación que surgiera entre ambas.

La noche fría se volvió cálida y entre amor, caricias y algo más dejaron que el tiempo siguiera su camino.

A la mañana siguiente, Yulia fue la primera en despertar. Ahora si estaba segura del lugar donde había pasado la noche. El cuerpo de la mujer que amaba, estaba a su lado, boca abajo, respirando de manera pausada.

Sin hacer mucho ruido, se levantó y tomó sus prendas del lugar donde las había dejado la noche anterior.

Al salir del baño, aún Elena seguía dormida placenteramente. La contempló unos segundos apenas y salió de la habitación. La pelirroja inmediatamente abrió los ojos, viendo como se cerraba la puerta delante de ella.

Se levantó, cubriendo su cuerpo desnudo con las sábanas que todavía tenían prendidas el perfume y el olor a mujer de Yulia y se detuvo frente a la ventana, viendo con suma tristeza como el coche de la morena poco a poco iba perdiéndose por el camino que habían recorrido juntas, pensando si aquel era el fin de lo que en algún momento pensó, sería un camino más largo que recorrer en sus vidas.

Continuará...
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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 3 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por Volkatinale92 9/15/2020, 3:20 pm

Es que no hablan!! Todo es mentiras y mentiras!! 😡

Volkatinale92

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AMIGAS CON DERECHO (PARTE I) - Página 3 Empty Re: AMIGAS CON DERECHO (PARTE I)

Mensaje por LENYU 9/16/2020, 11:28 pm

Mi adora escritora! Quiero mi historia de terror ya!Jajaaajaaqj
A lo nuestro! Lena TURRA!! Y pregunta porque la pendeja la quiere dejar??? Por PUTA y TURRA te quiere dejar!! Y bueno Julia siempre a contramano de cualquier realidad, la verdad que es inmadura a mas no poder y tadavia no entiendo que le vio Lena aparte de lo fisico! Me encanta la ex amante y como se le junto todo el zorrerio a Lena jajajaaajjj llore con esa parte de la risa! Otra cosita, como que Sveta no es tu personaje favorito no?? Jajajaaaajjj pero yo la amooo mas y mas! Es tan sofisticada y fria que me calienta de solo pensarla! Jajjajaj me zarpe con este comentario juaaaajajaj
Sos la maravilla!!

LENYU

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