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Un viaje en el tiempo (Yulen Cero) // Adaptación YULENA

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Un viaje en el tiempo (Yulen Cero) // Adaptación YULENA  - Página 4 Empty Re: Un viaje en el tiempo (Yulen Cero) // Adaptación YULENA

Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/25/2023, 10:44 am

Capítulo Veinticinco:

Me gusta esto de soñar con ella incluso teniéndola a mi lado. El poder de mi inconsciente para desearla tanto, tantísimo en realidad, que hasta en sueños debo tenerla. Que despierto pegada a su espalda y me doy cuenta que incluso mi mente hace maravillas para seguir con ella en mí.

No deseo que nada de esto cambie, nada de ella se convierta en algo diferente, no la quiero con el cabello más corto, ni más largo, no la deseo con cinco centímetros más de estatura, tampoco más senos, no la deseo con otras manos, pues sus manos me apasionan, probablemente no sea la mejor besadora, pero no cambiaría nada en la forma como sus labios se acomodan a los míos.

Tampoco cambiaría su forma de ser, ni conmigo ni con nadie, me gustan sus arranques, su euforia, que haga berrinches cuando puede, que me ordene.

Hay entre nosotras una energía que nos envuelve y nos carga de electricidad, como que nos levantara y nos azotara y en cada azote nos sentimos más y más vivas, como esas lámparas que de un golpe prenden. Pareciera que desde que el tiempo fue tiempo nosotras hemos sido la una para la otra, dos piezas separadas que al encontrarse embonan perfecto, que pareciera que esa pieza nunca fue partida a la mitad.

Pocas veces en la vida se puede sentir algo como esto, es increíble, se antoja perfecto y dan ganas de que fuera eterno. Nada es eterno, pero se puede atesorar el tiempo que dure. Hacía mucho que no sentía una comodidad tal, un sostenimiento, como que mi alma flotara libremente por el espacio, serena, feliz. Como que el mundo dejase de importarme, despreocupada de cualquier cosa, sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte, sin miedo a absolutamente nada.

Es este momento, con su cuerpo desnudo pegado al mío, donde encuentro la paz que mi alma no ha tenido nunca en lo que respecta a mis recuerdos, porque, en cualquier otra vida pude haberlo experimentado, pero no tengo conciencia de ello.

Estoy contenta porque es Domingo por la mañana, es decir, superamos aquel fatídico Sábado en el que Charles hizo de las suyas, sé bien que no puedo cantar victoria, probablemente el hombre esté hecho una furia, ideando miles de cosas para que no pueda escaparme, probablemente me seguiría a París.

Con mi dedo pulgar acaricio en círculos la cadera de Elena, qué confort tan inigualable el de estar así con alguien, es cosa de la piel, pero también algo distinto, una forma de intimidad que trasciende, que supera lo carnal.

De poder congelar el momento lo haría. Vuelvo a lo mismo: cuánto la he extrañado. Cuántas veces sobre mi cama, o rumbo al trabajo, imaginaba su cabello sobre la almohada o su mirada que me envolvía en amor y cariño. Una siempre sabe reconocer esa mirada de pura adoración, hay un brillo inigualable en los ojos, como que te sonrieran sin fin, que te inyectaran de calor. Es ese momento en el que te observan en silencio, que graban tu rostro en su mente, que los ojos transmitieran hacia el corazón miles de emociones y sentimientos, millones, si es que llegasen a existir millones de sentimientos.

Había extrañado tanto aquello, por tanto tiempo que ahora que lo pienso me dan ganas de llorar, este condenado sosiego que creí que no volvería a mi vida, que me siento flotando en una gran nube, lleno de silencio el firmamento, sólo mi paz.

Que he dejado de sentir el cuerpo pesado y la mente atormentada. No saben el infierno vivido en su ausencia, cómo el verme lejos de ella me afectó.

No quisiera ponerme pesimista, porque hacerlo supondría tener que recordar lo vivido entonces, pero fue como una ruptura, una de esas que pasan cuando uno de los dos aún está completamente enamorado, que tu vida se rompe en millones de pedazos, los días se te pasan lentos y amargos, la vida misma te parece demasiado larga como para vivirla sin ella. Estás embriagado de recuerdos, de fantasmas varios, de una presencia suya a la vuelta de la esquina o en un restaurante.

Probablemente por eso nunca visité la casa de verano en esos meses, porque suponerme ahí, significaba una realidad que evitaba a toda costa, una realidad donde su ausencia era lo más asfixiante de mi existencia.

Ciertamente eso lo volveré a vivir, pero estoy preparada para aquello, pues ya sé cómo se siente estar lejos de su presencia, sé que he sobrevivido a extrañarla y a pasar meses buscándola. Finalmente sé que debo encontrarla, no espero que trascienda en esta vida, aunque existan señales que apunten que, al vivir con Yulia, podrá ser feliz y cumplir sus metas.

¿Qué tan vieja sea su alma? No lo sé ¿Dependerá de eso la trascendencia? Tampoco lo sé.

Me gusta esto de sentirme en casa a su lado, es mi hogar, ella es ese lugar a donde puedo llegar y hacer como que el mundo no pesa. Es como… cuando viajas por semanas, el primer paso que das dentro de casa es reconfortante, aspiras el olor propio de tu ambiente, reconoces la vibra de cada rincón y sabes que es ahí a dónde realmente perteneces.

He dicho muchas veces, que uno no debe de basar su confort, alegría y completitud en alguien más, pero, si no ¿Te condenas a la soledad? Ella es la novia de muchos, de infinidad de humanos que o perdieron la esperanza o las ganas. Lo sé porque estuve ahí.

¿Qué es demasiado romántico pensar que todos y cada uno de nosotros tenemos otra mitad? O un alma gemela… sí, también muy optimista, demasiado soñador. Pero las personas necesitamos algo en qué creer, necesitamos aferrarnos a algo para poder seguir sin sentir que hemos muerto.

No por nada Benjamin Franklin dijo alguna vez que hay quienes mueren a los veintitantos años y no son enterrados sino hasta los setenta y algo. Pues es verdad. ¿Cuántos de ustedes no han muerto ya? Por voluntad propia o porque simplemente los orillaron a aquello.

Un corazón roto, una decepción (cualquiera que sea). Somos tan vulnerables los humanos y a veces tan fuertes que nos contradecimos más de lo que quisiéramos admitir.

Es difícil vivir en el ahora, olvidar el condenado pasado que no se volverá a repetir (para muchos de ustedes, no para mí, que tengo la habilidad de viajar en el tiempo… creo) y pensar en el futuro es no hacer nada nunca con tu vida. Como sucediera con aquel libro del escritor de la película de Amélié: un hombre que vive tan preocupado por el futuro que no hace nada de nada.

Sí, sí. Qué fácil decir: vive el presente, cuando tantas y tantas cosas se nos cuelgan a la espalda cual demonios sin dejarnos en paz a veces ni por un segundo, no quiero ser de esas hipócritas que ven todo más que hermoso sólo porque por el momento está con la persona que la hace sentir viva. Y luego más tarde volver a ser la misma sombra entre las sombras que le hace muecas a la vida.

Me gusta ser realista y me gusta vivir los momentos, así pues me aferro a este, pasajero, pero importante y extraordinario, de una Elena que conocí en fotografía y amé mucho, muchísimo más cuando la conocí, cuando supe de qué estaba compuesta su esencia.

También, debo de ser honesta con ustedes, me aferro a los malos momentos, creo que me aferro más a ellos, no sé por qué, pero me siento irremediablemente atraída a la oscuridad, sin explicación, puedo echarle la culpa quizás a la carga de mis otras vidas, a los recuerdos que no recuerdo, a los sinsabores que arrastro desde siglos, probablemente miles de años. En los malos momentos me quedo echada en el hoyo, me construyo un sillón cómodo y dejo que me embargue la soledad, la oscuridad y el desasosiego. Porque en esos momentos muto, me convierto en una Yulia diferente, más cercana a su espíritu.

Así pues ésta soy yo hoy, ahora, ésta que se acurruca junto a Elena y le besa el hombro desnudo, ésta que la atrae a su cuerpo para sentirla en cada parte de su piel; bendito sea este órgano que nos brinda la dicha del tacto, adoro sentirla junto a mí, el calor que despide.

Mi parte favorita cuando estamos en esta posición es ese lugar entre el cuello y la quijada, cerca de la oreja, donde comienza a crecer el cabello. Aspiro su aroma, el aroma de Elena, sin perfume, sin nada, éste que huele a su piel y su cabello natural.

Le sobo las nalgas y los senos y así, con mis caricias, poco a poco va despertando, restregándose contra mi cuerpo y haciendo pequeños y tiernos sonidos con la boca. Atrapa mi mano con la suya y se estruja el seno derecho, hace un gemido tan erótico que puedo hacerle el amor de nuevo otras tres o cuatro veces.

Me junta hacia ella y luego se pasa por mi cuello, amarrando fuerte sus dedos a mi cabello.

-Así es como me gustaría despertar diario - Le beso el cuello para que me siga hablando, escuchar su voz es siempre un encanto.

-Esperemos que en París, Mijaíl y Dima Spirodonov tengan habitaciones lejanas a las nuestras, que no te tengan vigilada, así poder hacer el amor como se debe a las horas que se nos antojen.

Hace un viento fuerte y fresco, las ventanas suenan con cada ventisca; es indicador de una mañana de lluvia, los truenos hacen acto de presencia y los pajarillos que están en la baranda del balcón no tardarán en refugiarse bajo un techo o en los árboles.

Esta es una de esas mañanas que se antojan para no salir nunca de la cama más que para comer o beber algo y luego regresar a las caricias y los besos, a una habitación que destila erotismo por cada rincón.

Ojalá pudiera hacer que todos desaparecieran que fueran sordos para que Elena gritara mi nombre cientos de veces, que me clavara las uñas en la espalda y me hiciera sangrar. Ojalá no tuviéramos que salir de la cama en media hora para arreglarnos y bajar a desayunar.

Pudiera hacerle el amor de nuevo, pero me apetece tomarme mi tiempo; tocarla toda, así como la toqué anoche, que tengo su dientes marcados en las costillas, en lugares estratégicos para que no se note que lo pasamos de lo lindo sobre su cama, empañando sus ventanas.

La lluvia arrecia, y con ella los besos que nos damos, las caricias, de sus manos frenéticas que me recorren desde las nalgas hasta la cabeza. Me atrapa entre sus piernas y las aferra tan fuerte a mi cadera que me duele, pero ¿No se han dado cuenta ya que me gusta que me maltraten un poco mientras hacemos el amor? Es todavía más emocionante, porque los sentidos están alerta y se siente mucho más.

Sentirla bajo las yemas de mis dedos, bajo mis senos, en mi vientre, pubis con pubis, sus pantorrillas acariciándome la baja espalda. Es esto lo que no cambiaría por nada, no más, ha valido la pena todo lo vivido, los cinco meses de espera, incluso el dolor infligido aquella noche, esa herida mortal. Cualquiera que haya sido el propósito de ese momento en esa vida, tuvo un resultado mucho mejor, regresar.

No es que no hubiera hecho el amor con Elena más veces, no es que no la hubiera sentido como se siente a una persona cuando le adoras.

Es esto, de haberme visto sin ella, lo que hace que el ahora tenga mejores frutos en mi mente, en mi corazón y en mi alma. Es saberla lejos lo que me tiene pendiendo de un hilo cada vez que la veo o la escucho, cada vez que la toco aunque sea con el mínimo roce de nuestras ropas.

Así se siente el amor pues; así siento yo el amor.

-¿Aún después de los años que pasemos juntas, seguirás deseándome como ahora?

-Y cada día un poco más, si con los años vas a verte extraordinaria.

-Eso no lo sabes - Me dice entre risas, le beso el cuello y le muerdo suavemente un hombro.

Ah pero es que sí lo sé Elena, claro que lo sé, que lo he visto, que te vi en ese vestido de pierna abierta, con esos tacones tan altos que hacían de tus piernas un espectáculo inigualable. Por supuesto que sé lo hermosas que se te verán las arrugas cerca de los ojos y la boca y tu mirada experta, madura, con un rostro más fuerte y experimentado.

-Imagino que te verás mucho más hermosa con los años - Le beso los labios y luego los pómulos, siguiendo su nariz y la frente.

Me gusta mucho besarle la frente cuando estoy arriba de ella, es una forma de decirle que la protejo, que me importa lo que siente mientras mis manos vagan por otras partes de su cuerpo.

Apenas la toco cuando posa su cabeza en mi hombro, sé que tendrá un orgasmo. Y, confieso una cosa, me gusta… no, me encanta cuando Elena llega al punto máximo de placer, que se viene en mi mano. Me gusta cómo se estremece su cuerpo y aprieta las piernas, me gusta hacerla perder el control, ahí hay una variación de su forma entera de ser, cuando la toco, no tiene el control.

Después de eso ella puede hacer de mí lo que quiera, controlarme hasta el final, porque me dejo, no porque me obligue ella a perder un poco de mi libertad. Finalmente con ella soy libre siempre, de hacer lo que me plazca sin temor a decepcionarla, incluso cuando ha visto mis impulsos llega a mí y me besa diciéndome que le gusto tanto cuando me enfado que el día que me enfade con ella me hará el amor con mucha fuerza.

Un trueno furioso se escucha cerca de la casa, agradezco que haya sido así, su gemido ha sido fuerte, casi como un grito.

-No sé qué tienes… - Jadea, tiene los ojos cerrados, el pulso acelerado – Pero me has hecho el amor con una pasión que no te conocí las otras veces - Sonrío sobre su piel, acomodada sobre su pecho.

-Me voy aprendiendo tu cuerpo - Es verdad, no es posible conocerla desde la primera vez, es cuestión de acostarse más veces con la misma persona para comprender los puntos donde su cuerpo reacciona, volviéndose loco.

-Y lo aprendes muy bien - Me acaricia la espalda con la palma de su mano, tratando de estabilizar su respiración, le tiemblan las piernas alrededor de mi cadera y prefiere descansarlas en el colchón.

-Estás temblando.

-Es causa y efecto.

-¿Ah sí? - Le beso los párpados.

-Sí, del buen sexo - Me gusta que lo diga, por mi ego, sí, pero por saber que la hago sentir bien, me gusta que se sienta bien.

Nos quedamos en silencio, disfrutando del sonido de la lluvia que choca con los cristales de las ventanas del balcón, también de ese que hace cuando ya se han formado charcos.

-Me gusta ver la corona que se hace en el agua cuando cae una gota - Me sigue acariciando el cabello y me siento adormecida.

-Nunca la he visto con detalle - Su voz de alcoba me gusta, es sexy, rasposa, tan sensual que me pone los vellos de punta.

Se hace silencio otra vez, disfrutando del momento, de la compañía que no requiere de palabras, su respiración, que ahora es tranquila, y la mía que también ha regresado a su ritmo normal, y, el latir de su corazón en mi oído.

Es un gusto escucharlo, vivo. A veces necesito de algo para asegurarme de que no estoy soñando, de que la mujer que estaba muerta cuando la vi por primera vez, ahora está aquí conmigo y su corazón latiendo, pum pum, pum pum. Me pego más a su pecho, me gusta tanto.

xxxxxx

-Invité a Emma - Dice mi prima en cuanto entra a la habitación, yo dándome los últimos toques de maquillaje en los ojos. Tynice ha hecho favor peinarme.

Excelente, yo no he podido dominar la técnica todavía.

-Mijaíl va a matarte - Le digo con una sonrisa asomada en el rostro.

-¿La conoce? - Se sienta en mi cama y me espera a que termine.

-Claro que la conoce Vika. ¡Si no! Él fue el culpable de que esa noche yo tuviera sexo con ella - Volteo a verla en seguida, preocupada de que lo que le acabo de decir pueda bajarle los ánimos.

Supongo que un poco porque ha agachado la cabeza y entrelazado sus dedos encima de sus rodillas.

-Lo lamento Vika, no era mi intención.

-No es problema Yulia, bueno sí, pero no por ti, sino que a veces se me olvida que Em estuvo primero enamorada de ti - Me levanto del banquillo y me siento a su lado, tomándole la mano, al instante noto que está sudando, no sé si de nervios o de pensar en nosotras juntas.

-Ya sabemos a dónde va a parar todo esto.

-Lo sabíamos cuando habías muerto, ahora que estás viva… no sé cuánto más tenga que vivir a la sombra de la otra Yulia; yo sé que tú no tienes nada que ver con ella y que si lo tuviste fue por la esencia de mi prima… pero…

-Nada nada, tranquilízate que todo irá de maravilla, es una fiesta con docenas de personas; probablemente ni siquiera nos veamos.

No, ella sabe que nos veremos bastantes veces durante la noche porque yo soy una de las anfitrionas, pero… si ha sido capaz de ignorarme durante la feria, entonces muy probablemente también sea capaz de ignorarme en la fiesta. Si soy prueba superada, bien por todas.

-¿Has visto ya el salón? El área de la alberca también ha quedado de maravilla, con tanta iluminación parece otra casa.

-Cuéntame cómo son ¿Debo saludarlos a todos? Sabes bien que nunca he estado en una fiesta así de grande, sí, presentaciones en sociedad, pero ¿Doscientas personas? Cien a lo mucho.

-Bueno, no es necesario que los atiendas a todos, de hecho ellos son lo que llegarán a saludarte - Se levanta y me acomoda un mechón que se me ha soltado – Y son… llenas de música, de risas, de cosas brillantes que vuelan de vez en cuando, mucho ruido Yulia, demasiado... - Me pregunto si son como las que vi en Moulin Rouge o en El Gran Gatsby.

De esas donde los jóvenes llegan más que contentos en sus autos descapotables, sentados a la orilla, donde se suben más de los que caben.

¿Habrá contratado Mijaíl un Harry Sidler?

-¿Vika? - Me encuentro consternada de pronto. En cuestiones como éstas es muy probable que conozca a otra de las tantas "amantes" de Yulia.

-¿Qué pasa?

-¿Y será que alguna de esas chicas con las que se veía Yulia… aparezca? - Me acaricia la mejilla.

-Muy probable, súper probable, pero… Si pudiste con Emma y con la chica del cine, quizás éstas sean pan comido - Suspiro, no menos preocupada que hace unos segundos.

Me observa y me sonríe.

-¿Cuánto nos extrañaste?

-Ah Vika, no puedo ni expresarlo con palabras, lo que puedo decir es que me gusta estar de nuevo en mi hogar - Me sonríe, también lo hace con la mirada.

-¿Tan mal estaba el presente? - Me encojo de hombros y me levanto apoyando mi peso en las rodillas.

-Ya te lo dije, era desesperante saber que Elena se iba a casar y que, aunque había algo en ella que le decía que yo era la persona correcta, me estaba costando bastante convencerla de ello.

-Fuiste impaciente - Tiene razón, lo fui, pero creo que fue porque las cosas acá terminaron tan abruptamente que no me dieron tiempo de despedirme de Elena y comprender las cosas.

Tenía a Yelena, pero no la tenía y de todas formas seguía esperando que fuera como la que fue en los años treinta. Imposible ¿No es así? Pedía cosas imposibles. No sé en qué pensaba.

No podía vivir deseando que Yelena fuera Elena, porque, aunque técnicamente lo era, tampoco lo era.

-Sí, lo fui, creo que también fui muy injusta con Yelena. Temo que demasiado injusta de hecho.

-¿Qué crees que pasará cuando regreses a tu tiempo? - Suspiro.

-No lo sé - me meto las manos en los bolsillos del vestido color negro que traigo de atuendo – Quizás regrese y Yelena seguirá comprometida, eso se puede resolver si pongo mi empeño en enamorarla como se debe; o, quizás tenga que volver a buscarla, no sé cuánto hubiera podido cambiar de entonces con las decisiones de ahora.

Me abraza muy fuerte y me besa ambas mejillas.

-Todo irá para bien - Se aleja de mí y se me queda viendo – Te ves hermosa.

-¿Te parece? - Me veo en el espejo.

-Sí.

-No sé, me siento extraña con esto que me he puesto en la cabeza y esto de aquí… - Me señalo el pecho y el cuello del vestido – Demasiado brillante - Me giro hacia ella.

-Nadie te invitó - Le digo sin verlo, volteo a ver a los que están abajo, jugando en la alberca, vestidos pero ebrios, a los que bailan, los que conversan.

-Tú me invitaste cuando decidiste no aparecer ayer.

-Tenía algo más importante por atender - Quiero sonar tranquila y hasta el momento lo estoy logrando.

-Dudo que el circo sea más importante que Elena.

Por fin lo veo y él me ve a mí. Sus ojos irradian fiereza, coraje, está enojado por mi ausencia de ayer.

-Vamos adentro, no quiero hablar de esto aquí.

-Después de ti - Me toma de la espalda con la palma de su mano y me incomoda, parece que quemara, odio su tacto; por dios que me suelte ya.

Nos encerramos en el estudio de puertas corredizas, donde hay una pequeña biblioteca y muebles de roble, huele a canela y es algo oscuro, como si estuviera iluminado por velas.

-Sé de tus intenciones - Hay veneno y odio en mi voz, recuerdo aquel día en el que metió la hoja del cuchillo en mi carne, el dolor, mis gritos, las lágrimas de ambas Yulia y esa sensación de vacío, sabiendo que Elena se quedaría esperándome.

-Y yo de las tuyas - Saca una pistola y levanto las manos – Con o sin tu permiso, ya lo sabes - Me apunta directo al pecho y yo comienzo a temblar, toda mi seguridad se me esfuma con la lágrima que me brota y corre por mi mejilla.

-No lo… no lo hagas - Sonríe, como siempre sonríe. Temo de nuevo por mí.

Luego mueve de dirección la pistola y grita.

-Sal, maldito negro apestoso - Me enoja cómo ha llamado a Damien.

De uno de los estantes se asoma Damien, también con las manos arriba.

En ese momento me duele la cabeza, así como se siente un aneurisma, la parte derecha del cerebro me punza, como que me hubieran dado toques ahí, es un dolor tan intenso que me tengo que sostener del escritorio, me mareo y se me va la visión por unos segundos. Incluso dejé de respirar.

-No lo lograrás, Charles - Escucho a Damien, con su voz grave y su acento francés.

-¿Qué sabes tú?

-Lo mismo que tú, demonio - La risa de Charles congela la atmósfera, es como escuchar el susurro en tu oído de alguien que no está realmente en tu habitación, un espectro que te visita mientras duermes.

En un movimiento rápido Damien saca una pistola, los dos apuntándose a la cabeza.

-Baja el arma, negro.

-No - Suena tan firme que se ha convertido en mi héroe.

Otro dolor en la sien. Siento que voy a desmayarme.

No sé de dónde sale, no conozco esta casa, pero por alguna extraña razón sé que en uno de los cajones Mijaíl esconde una de sus espadas traídas de Londres, una casa de antigüedades.

Damien ha visto el cajón y ha visto mi lento movimiento, mi intento por acercarme y sacarla.

-¿No has aprendido tú tampoco nada acerca del curso natural de las cosas? - Charles le sonríe, su bigote delineado moviéndose a la par de sus labios.

-Joder con eso.

-Tú hiciste un pacto, y el pacto no conlleva vivir más, si no encontraste lo que buscabas es una lástima y el trato que hiciste no corresponde a lo que ahora haces, porque ya ni siquiera la buscas a ella, sólo quieres lo que todos: poder.

-El poder que los de tu especie inferior jamás tendrá.

Enfrascado en la plática como está, ignora que el arma ya está en mi poder, que el mango de plata fría está envuelta en la palma de mi mano.

-Ya me aburriste negroide, a ti también te toca morir hoy.

-No lo creo - Digo con fuerza y con esa misma fuerza le clavo la daga en el pecho.

Se escucha un estruendo, su arma se ha disparado y me asusto, pienso en que le ha dado a Damien, pero no puedo perder el tiempo, hundo la hoja profundo y doy vuelta.

El grito que suelta es tan ensordecedor y macabro que me recuerda a los que yo daba cuando estaba mueriendo.

-¿Qué se siente charles? - Tengo los dientes apretados y apuesto a que impregnada mi mirada en ira – Tic toc Charles ¿Qué se siente morir de la misma forma como yo entonces?

-¿Q...qué? - Su voz es ronca, difícil, suelta la pistola y se hinca poco a poco.

-Perdiste.

-Imposible - Está sorprendido y la sangre me mancha la mano y a él su camisa blanca. Brota tan fácil y tan rápido que me asquea.

-Ya ves que no.

Lo suelto y cae al suelo, tomo su arma y corro a donde Damien.

-¡Damien! - Grito como una loca y al punto se abre la puerta con hombres armados también y mi tío abriéndose paso por entre ellos – Damien.

-Me ha atravesado el brazo - Sonrío, estoy contenta de que no está muerto.

-Maldito hijo de puta - Le digo feliz – Maldito hechicero hijo de puta - Lo beso en la mejilla y lo abrazo poniendo mi cabeza en su pecho.

Mijaíl ve el cuerpo de Charles empapando de sangre su alfombra.

-¿Qué ha pasado? - Grita histérico y preocupado por los dos.

-Estaba robando y lo hemos visto, nos amenazo con matarnos, esa es su arma - No sé qué decir, no puedo hilar nada – Tuve que defenderme o nos mataría.

-Llévense a Damien, que lo atienda el doctor en seguida; y tú, regresa a la fiesta, yo me haré cargo de esto.

¿Así de fácil?

-Pero…

-Yulia, esto no puede manchar la reputación de la familia, no podemos decir que tú lo has matado ¿O sí? - Ah las benditas apariencias de las familias ricas de todo el mundo – Vas a lavarte las manos y arreglarte el cabello, pondrás tu mejor cara y aquí no pasó nada.

-Mijail.

-¡Haz caso! - Nunca lo había escuchado gritar tan fuerte.

Sin decir más corro al baño y me aseo, sé que Damien estará bien y sé que Charles está muerto.

Fue Yulia, fue la otra Yulia la que me advirtió de la daga.

Me tiemblan las manos, quiero vomitar… vomito.

No puedo creer que haya asesinado a un hombre. A un monstruo, me dice mi otra esencia. Un monstruo sin alma.

Cuando salgo y me da el aire, cuando los veo aún divertidos, sonriendo, siento que es un sueño. Todo pasó tan rápido. Me ha quedado sangre en la uña y me la limpio frenéticamente.

-¿Dónde has estado? - Me espanta la voz de Elena y me sobresalto. Nota que estoy asustada - ¿Estás bien? - me paralizo ¿Debo contárselo?

-S...si, sí, me sentí un poco mal y… sí, estoy bien - Le beso la frente.

-Ven, quiero bailar contigo - Me jala y me dejo llevar.

La noche pasa en automático, no me puedo quitar de la cabeza la sangre que salía del pecho de Charles, cómo todo ha terminado así nada más… cómo Samuel se ha hecho cargo.

Me embriago, sintiéndome aletargada, menos preocupada ¿No era eso lo que quería?

Y él solo se puso en bandeja de plata. El solo entró a la cueva del lobo como yo entré en ese momento, que me puse también en bandeja de plata para que matara a Yulia.

Ha pasado todo lo contrario, yo fui su verdugo.

Hago mi mayor esfuerzo por pretender que no tengo nada y Elena aunque no me lo cree, no pregunta más. Al rato veo a Vika con la cara roja y el cabello deshecho. Eso me sube un poco el ánimo, me distrae del trauma de saberme asesina de un hombre.

Entrada la madrugada, quedan los trasnochados ebrios que no se cansan de la fiesta, hay un desastre por doquier, vino tirado, hombres sin saco, mujeres con el cabello desarreglado y el maquillaje corrido, pero felices todos al fin y al cabo.

Hasta Emma ríe y me mira con cariño, yo hago lo mismo, porque también la quiero, me recuerda tanto a aquella compañera de piso que me hacía reír con sus estupideces.

-Llévame a la cama - Susurra Elena en mi oído.

Estoy borracha y me cuesta trabajo caminar, ella no dista de estar igual. Me siento mala, Charles se lo merecía. Maldito, nunca titubeó cuando de asesinarme a mí se trataba y, ha herido a mi homosexual favorito. Que le den, no me importa, soy libre al fin.

El piso queda tapizado de nuestras ropas; nadie escuchará que le hago el amor y me hace el amor, nadie sabrá que gemimos en la boca de la otra y que gritamos nuestros nombres.

Ya no me queda enemigo, sólo el tiempo.

-Te amo - Digo. Ella responde lo mismo.

Me da vueltas la cabeza, es culpa de la noche y es culpa del Elena Effect. La amo tanto que me embriaga más que las copas de vino que me bebí una tras otra.

Me enredo en su cuerpo, le hago el amor hasta que se asoma el sol por la ventana. Y ella me lo hace a mí. Aquí estoy, enamorada, llena de luz, aquí estoy, a su lado. Viviendo mis sueños, compartiendo los de ella.

Me besa los labios y cierra los ojos, estamos cansadas, más que eso, agotadísimas.

-Y por la noche, París - Dice casi en susurros.

Me pego a su cuerpo y me dejo llevar, soy libre, ya no está Charles. Estoy tan exhausta.

Duerme Yulia, duerme. La escucho a ella, a la otra. Yo le puse fin al demonio, tú duerme ¿Y el tiempo? No es enemigo, vive, sólo eso, vive.

🥲🥲🥲

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Un viaje en el tiempo (Yulen Cero) // Adaptación YULENA  - Página 4 Empty Re: Un viaje en el tiempo (Yulen Cero) // Adaptación YULENA

Mensaje por psichobitch2 1/25/2023, 12:24 pm

Jajajaja! Ay Yulia... Te me pareces tanto a alguien con el harem que te gastas!
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Mensaje por Fati20 1/25/2023, 1:09 pm

Que bueno q ya mato a Charles esa era la solución cuando acepto ir sola al despacho con ese loco sin ninguna arma dije hay dios otra vez cometiendo errores menos mal Damien estaba allí y ya muerto el perro se acabo la rabia y podrá estar tranquila q bueno cuando le toque regresar será porque así debe ser lo cual espero q falte tiempo aun. Es tan increíble como se aman la julia del 2013 y su Elena de los 30 😍😍😍😍. Me gusta también como julia habla con nosotros de cierta forma de q si seremos de esos muertos en vida aun encontrar esa alma q nos haga sentir vivos. Feliz día cariño gracias por el capitulo temprano 😘😘😘😘


Última edición por Fati20 el 1/25/2023, 7:24 pm, editado 1 vez
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/25/2023, 7:19 pm

Capítulo Veintiséis:

Abro las ventanas del balcón de la habitación y en seguida el viento fresco me vuela el cabello y me pega el camisón de pijama al cuerpo. Sólo que esta vez, en lugar de ver el horizonte, del mar que se funde con el cielo, veo los edificios parisinos que siempre se distinguen por sus techos curvos y de color verde o azul.

Sonrío, saberme aquí es uno de los sueños que me formé en el momento en el que Elena se enamoró de mí y me incluyó en sus planes. Bienvenida yo a la ciudad del amor, aquella en la que siempre llueve en verano. Aquella por la que puedes pasear cerca del río Sena y sentirte sin duda en La Belle Époque.

Sí, el París de los años treinta es mágico, romántico… pero lo que no hubiera dado por realmente pararme afuera del Moulin Rouge y sacar unos billetes para poder entrar, ver los carteles de Toulouse pegados a las afueras y por qué no, conocerlo, encontrármelo sentado cerca del escenario.

Me asomo a la calle, donde varias personas caminan de aquí para allá, y al frente, una mujer que vende flores; recuerdo a Charlie Chaplin y vuelvo a sonreír. Me doy un respiro, uno literal, abro las fosas nasales y tomo aire hasta donde mis pulmones (Que están llenos de hollín por el cigarro) me permiten.

Vuelvo mi vista hacia la cama, donde una Elena Katina duerme profundamente; está cubierta por una ligera sábana color gris y tiene el cuerpo desnudo, se le asoma un seno y el cabello le tapa la cara.

Para mi fortuna Mijaíl y Dima duermen en habitaciones lejanas a la de nosotras; para mi sorpresa, Elena y yo estamos registradas en una. Finalmente (Y no sé cómo lo logró) Elena le ha hecho entender o al menos respetar nuestra relación.

El lenguaje corporal del que hablaba con anterioridad casi ha desaparecido, es decir que ya no parece que quisiera ocultarla bajo su enorme brazo, ya no parece que la trate como si le perteneciera.

Tenemos la puerta del cuarto abierta, así que puedo ver la sala de estar, con muebles de tres piezas y una mesa de centro redonda, una cava pequeña y un bar. De hecho parece que en este hotel La Belle Époque aún existe, me siento transportada al siglo pasado.

Escucho las campanas de alguna iglesia cercana; siempre me han gustado los sonidos que despiden las campanas, más que invitarme a la comunión, lo que se me antoja es hacer un sketch de alguna iglesia gótica o barroca.

Otra cosa, si mi tío y Dima no han venido a despertarnos, es porque ellos mismos tienen el efecto que nosotras y seguro siguen dormidos. Yo la verdad es que no tengo prisa por salir de esta habitación; aunque afuera París nos espera, sé que puedo darme unas horas más echada en la cama junto al cuerpo desnudo de la mujer que me tiene enamorada.

Ah, y hay algo en lo que debo corregirme, los aviones transatlánticos sí existen. Aunque, las horas de vuelo son infernales.

Caigo sobre el colchón suave que se acomoda a nosotras y suspiro, cuánta comodidad. Me acerco a ella, y le quito el cabello de la cara, la abrazo de la cintura y, con afán de despertarla, violentamente la traigo hacia mí. Me echo a reír cuando me empuja y me hace una mueca, no abre los ojos y vuelve a acurrucarse pasando las manos por debajo de la almohada.

Rozo su nariz con la mía y saca una mano para rascarse ahí donde le ha dado comezón por mi tacto.

-Vuelve a la cama - Me dice modorra y se jala la sábana hasta el cuello.

-Ya estoy en la cama.

-Entonces vuelve a dormir; no me apetece despertar aún - Se junta a mi cuerpo, siento su respiración en mi clavícula y me pasa el brazo también por la cintura.

-Car ma vie, car mes joies, aujourd'hui, ça commence avec toi - Le canto con mi malísimo acento francés.

Entonces abre los ojos y me mira atenta. Lentamente se le dibuja una sonrisa enamorada y yo le beso los labios.

-¿Qué me has cantado?

-Que mi vida y mis alegrías comienzan contigo.

No dice nada y yo no quiero que se rompa esa magia del silencio, ese silencio que me está diciendo tanto. Son sus ojos, esos me hablan todo el tiempo, cuando despierta sé que me dicen buenos días y me sonríen al verme a su lado, luego, en la comida, me dicen que tienen ganas de tomarme de la mano y recorrerme entera, preferentemente desnuda, por las noches me gritan cuánto me extrañaron todo el día.

-Qué ganas de que este momento no acabe nunca - Me acaricia la mandíbula y se pega más a mi cuerpo.

-Opino exactamente lo mismo, si pudiera lo viviría una y otra vez.

-Estamos en París - Se oye entusiasmada, su voz es melodiosa y alegre, más despierta. Como si apenas hubiera caído en cuenta de que estamos en la ciudad de las luces.

Que dicen que Moscú es mágica… ¡Señores! Es que no se han asomado a mi balcón y no han visto lo que yo.

-Te quiero para toda la vida Elena, para siempre, hasta donde nos dure el para siempre, te quiero ver de cabellos grises, hecha una anciana, pero a mi lado; ojalá pudiera cumplirse - Creo que nota la tristeza en mi voz porque frunce el entrecejo y me mira directamente a los ojos.

-Pareciera que temes que no sea así.

-No es eso - Claro que lo es.

-¿Entonces qué es?

-Nada, no pienses de más amor, mon amour - Sonríe cuando le hago cosquillas mientras digo lo último, las pocas cosas que sé en francés. Al menos también puedo decir que no hablo el idioma.

-Si supieras hablarlo bien, te pediría que me hablaras así en la cama, mientras hacemos el amor - Trago saliva.

-En este mismo instante lo estudio y por ti, lo aprendo en dos semanas - Tengo conocimientos de otros idiomas, pero éste… demasiado enredoso.

Estoy a punto de contarle toda la verdad, no sé por qué siento la necesidad de confesarme, de decirle que un día me desperté en la casa de Mijaíl, así nada más me encontré en los años treinta, y que, fue ella quien me tiene ahora aquí.

Quiero hablarle de cómo nos vamos a encontrar en el futuro y de cómo seguramente nos enamoramos en otras vidas. Quiero explicarle que nuestras almas se pertenecen desde hace siglos, miles de años tal vez. Decirle de Charles, de por qué a veces me ensombrezco y parece que no tuviera esperanzas en vivir con ella hasta que cualquiera de las dos muera.

Hablarle de la otra Yulia que también vive en este cuerpo pero tras bambalinas, o, en el público, siendo una simple espectadora y que así, siendo eso y nada más, también está perdidamente enamorada de ella; que le ama tanto como yo, aunque nunca más, eso es un hecho.

Pero, sólo le sonrío de vuelta y la beso de nuevo.

El calor de nuestros cuerpos y la comodidad de la cama nos vuelve a sumir en un sueño profundo y despertamos cuando alguien toca a nuestra puerta. La observo, dormida, y me pongo la bata para atender. Es Mijaíl quien con cautela se asoma a nuestra habitación de dos piezas.

-La cena será en una hora y creí que sería bueno que se dieran un baño y se arreglaran para bajar.

-Una hora no es suficiente - Me sonríe, conoce a las mujeres, las conocemos tan bien que sabe que una hora nos viene corta para la ducha y ponernos luego decentes para la cena - ¿Saldremos o será aquí en el hotel?

-Saldremos, será en un restaurante elegante, así que luzcan sus mejores galas; presentaremos a Elena con René Favre, esperamos que pueda introducirla poco a poco y luego entonces ¡pum! Su nombre en las marquesinas parisienses.

Me brinca el corazón dentro del pecho y creo que la alegría se me nota en los ojos pues Mijaíl me sonríe con ternura y me acaricia la mejilla. Este es el primer cariño que me hace desde que lo conozco, se siente bien, aunque extraño, reconfortante y apuesto a que Yulia es quien lo está disfrutando más.

-Bajaremos en cuanto antes - Prometo, aunque sin muchas esperanzas. Aunque nos diéramos prisa, si queremos lucir radiantes ocupamos tiempo.

-Vendrán a arreglarlas en media hora, más vale que para entonces ya se hayan dado un baño.

-De acuerdo.

Se despide de mí con un ademán y cierro la puerta.

-Lena - Le hablo quedo al oído pero no despierta – Elena tenemos que ducharnos, será una noche importante - Abre los ojos poco a poco, como que los párpados los tuviera pegados y necesita hacer un esfuerzo sobrehumano para poder hacer uso de su visión.

Le sonrío cuando me mira por fin, me causa tanta ternura cuando acaba de despertar, me parece como una niña a la que debes mimar simplemente por ser ella. Juega con los vellos de mis brazos y al estirarse le truenan los huesos de los hombros.

-¿Qué me decías? - Me levanto y camino al baño, abro la tina y meto la mano al chorro del agua, obviamente está fría, pero espero que no tarde mucho en salir caliente.

-Que te presentarán con René Favre, cenaremos con él, en media hora vendrán a arreglarnos.

-Por dios ¿René Favre? - La veo en el umbral; tiene la cara de sorpresa y el cuerpo desnudo.

-¿Quién es René Favre? - No tengo ni la más mínima idea.

-Yuliq, ha trabajado con personas importantísimas, él ha sido la clave para el asenso de tantas carreras artísticas que… estoy tan nerviosa - Se acerca a mí y luego camina de un lado a otro en el gran espacio que hay dentro del cuarto de baño, incluso más grande que el de la casa en Rusia.

-Amor - La detengo de los hombros y bajo hasta sus brazos, acariciándolos suavemente – Tranquila, va a amarte.

-Eso lo dices porque tú me amas.

-Mira, confía en mí, esta noche será perfecta y tú lograrás lo que quieres lograr - Se abraza a mí, me gusta mucho cómo se siente su cuerpo desnudo junto al mío, la calidez. También su aliento sobre mi piel y su respiración tranquila.

-Suenas tan segura - Me separo de ella y vuelvo a probar el agua, está en la temperatura perfecta y me quito la bata por completo.

-Ya te había dicho que vengo del futuro y si vengo del futuro, sé lo que va a suceder, ergo, sé que vas a ser una mujer increíblemente famosa - Se ríe fuerte y menea la cabeza, metiéndose a la tina y soltando un sonido de puro placer.

-Ah amo los baños de tina - Me meto también y noto lo rica que me viene el agua.

Después de las horas de vuelo me dolía el cuerpo entero, principalmente la espalda y las piernas, la cama y el dormir ayudaron a mi descanso, pero es estar aquí lo que me pone el cuerpo relajado y contento, sin dolencias ya.

-Podría quedarme aquí por dos horas - Cierra los ojos y recarga la cabeza en el extremo de la porcelana.

-Y yo con gusto te haría compañía, pero tenemos que darnos prisa - Se levanta un poco y se acomoda dándome la espalda.

-Entonces báñame - Me acerca jabón y esponja y se retira el cabello; con gusto obedezco, ya saben, no puedo estar sin tocarla y lo que me ha pedido es el pretexto perfecto para acariciarla.

Ahora, después del baño me siento como Claudia en Entrevista con el vampiro, con alguien que me arregla el vestido; una señora robusta muy parecida a una valkiria o una cantante de ópera me acomoda el cabello y me maquilla; otra, que podría pasar por su hermana, arregla a Lena.

Es como ir al salón de belleza, pero recuerdo que a los millonarios generalmente los embellecen en su casa.

Aquí, sentada y casi inmóvil, echo detalle de la decoración de la habitación. Las paredes están pintadas de dos colores y el piso es de madera, los candelabros que cuelgan de los techos tienen como adorno unas piedritas transparentes que brillan en la pared, haciendo de pronto el efecto del arcoíris, de las paredes cuelgan cuadros de Monet y no sé si de Renoir, parece que tenga la técnica, esa suavidad que usa en las pinceladas, pero no estoy tan segura. Hubiera preferido Caravaggios, pero son demasiado oscuras para una habitación tan alegre como esta.

Voltea a verme mientras le acomodan un mechón de cabello y me sonríe, le devuelvo la sonrisa y estiro mi mano para tomar la suya, nos damos un apretón fuerte y nos soltamos.

Las mujeres hablan y hablan sin parar, pero yo no les entiendo nada, soy mejor leyendo el francés que entendiéndolo. Me funciona como le funciona a los portugueses entender el español aunque nunca lo hubieran estudiado en su vida y viceversa. Creo que el hecho de que sepa un poco de español me ayuda a comprender lo que leo en francés, pero de ahí en más, hasta pronunciarlo me sale nefasto.

Cuando estamos listas tomamos el elevador y bajamos a la recepción donde Spirodonov y Mijaíl ya nos están esperando. Miro el reloj que cuelga de la pared, por encima de uno de los botones. Tenemos retraso de quince minutos y eso no está nada mal, aunque, a mí no me gusta hacer esperar a las personas y espero que René no esté impaciente ya.

En la entrada al hotel nos está esperando un coche, el chofer nos abre la puerta y subimos a él. Me siento emocionada y nerviosa, tanto o más que Elena, sobre todo porque sé lo que esta cena significa, también porque soy parte de ello.

Es como… estar presente cuando degollaron a María Antonieta o haber sido parte del gobierno del último zar de Rusia, haber tomado un periódico y sentir que se te congela la sangre al leer que la familia entera ha sido asesinada. Ejemplos burdos quizás, pero me encanta ser parte de un "acontecimiento histórico". Ser parte de algo tan importante para la carrera de Elena Katina.

Me lleva de la mano, con nuestros dedos entrelazados, sé que está nerviosa porque le suda la palma y no ha dicho una sola palabra en todo el camino. Lo único que hago es acariciarle la piel en círculos y, con la mirada hacia la ventana, aprenderme esta ciudad de calles de adoquín y tiendas de panecillos y perfumerías, de croissants y fina cocina.

Al detenerse el coche me mariposea el estómago y me percato que yo misma estoy sudando, las dos estamos tan nerviosas que no sabemos qué decir, no nos salen las palabras. Cuando bajamos y esperamos que mi tío y su manager se encuentren con nosotras, suspiramos al mismo tiempo y nos sonreímos.

-¿Estás lista?

-Si.

Probablemente la mitad de la cena oí más que escuchar, me era completamente difícil concentrarme en todas las cosas que estaban diciendo porque, uno, el rostro de Elena era increíble y dos, mi mente sólo pensaba en lo mucho que iba a cambiar su vida de ahora en adelante, en cómo en un abrir y cerrar de ojos Elena sería una de las cantantes más famosas de la época.

Verla sonreír como lo hace, que se le ilumina la cara y los ojos le brillan de formas distintas; no sé cuántas miradas emocionadas le he visto en la última hora.

René es un hombre simpático, de cuerpo choncho y mejillas rosadas, cabello castaño rojizo y ojos grises, tiene un acento francés marcado, le cuesta mucho trabajo pronunciar ciertas palabras; pero ríe mucho y su risa siempre nos contagia, es como escuchar la risa de un bebé, pero en el cuerpo de un adulto. Él no sabe que la gente se ríe más del sonido de su risa que de las bromas que hace y los chistes que dice.

Estamos un poco borrachos por el vino que hemos tomado, que, cabe decir, es el mejor que he probado en toda mi condenada existencia o, para terminar pronto, ambas existencias (mejor que el de la fiesta, sin lugar a dudas). Siento los ojos pesados y el cuerpo adormecido y veo a Elena reír y reír mientras se cubre la boca con la palma de su mano.

Mijaíl y Spirodonov no parecen distar del humor de Lena y los veo tan rojos que pienso que se quedarán sin aire, no sé que les habrá contado René, como dije, la mitad de la cena se me ha ido en observar a la mujer que está frente a mí y la otra mitad en divagar.

La observo, y sus ojos se posan en los míos, puedo ver de reojo que los hombres conversan, pero nosotras hemos caído en un hechizo hipnótico donde nada más existe, sólo nosotras. Sus ojos me miran con pura adoración y creo que yo estoy haciendo exactamente lo mismo, es como si fuéramos el reflejo de la otra.

Somos el reflejo de la otra, yo soy esa parte que embona con la otra suya. Me sonríe y yo le sonrío de vuelta, porque no hay más que pueda hacer ahora, aunque besarla sería más que bueno, ésta cena es de ella y para ella, quiero dejar que se desenvuelva, que bromeé con ellos, que se muera de la risa, que le digan sus planes y la halaguen.

René no ha dejado de decirle lo hermosa, increíble y talentosa que es. Al menos sabemos que el hombre tiene toda la razón.

La cuenta la paga él, pero veo al final de todo lo consumido que la cifra es exorbitante, así que aunque Mijaíl insiste, finalmente se rinde y deja que Favre pague. Salimos a la noche de París, ebrios todos, no hay uno solo que no se tambalee un poco, al instante Elena se toma de mi brazo y las dos nos vamos de lado, riendo como dos locas, y ellos, atrás de nosotras, riendo de la misma forma.

Uno de los coches se va detrás de nosotros, pues hemos decidido que todos iremos en uno.

-¿A dónde, señor? - Pregunta el chofer. En seguida extraño a Damien.

-¿Qué apetecen las señoritas? - Elena me mira, pícara y alegre. Cómplice de algo que desconozco.

-Necesitamos cabaret y bailarinas - Mijaíl asiente con entusiasmo.

-Ya has oído a la joven - El chofer asiente y sigue por varias calles.

Pasamos El Arco del Triunfo y puedo ver el pico de la Torre Eiffel.

Gira hacia la izquierda y subimos por una calle medio empinada.

Cuando mis ojos ven a dónde nos hemos dirigido no quepo de la emoción y al punto siento un nudo en la garganta.

Es más pequeño de cómo lo imaginaba, pero el molino sobre el techo no puede mentirme y me emociono tanto que parezco una niña a la que le acaban de decir que la llevarán al mejor parque de diversiones del lugar.

Hay gente entrando ya y puedo ver las ilustraciones de las bailarinas que están detrás de un cristal. No puedo esperar para bajarme del auto, estar por fin dentro. Elena sabe que estoy rebosando alegría, sabe que no hay lugar más mágico para mí que Montmartre.

Las luces brillan rojas, como debe de ser, claro, y el joven que está en la puerta parece conocer bastante bien a René; recuerdo en seguida el trato que me daban a mí en el Cotton Club y de pronto quiero estar también allá.

Recuerdo que leí que el moulin rouge, después de dejar de ser burdel, albergó cantantes que hacían sus performances también en el Cotton Club, que, por ser tan parecidos en entretenimiento, solían ir de aquí para allá presentándose en ambos bares.

No sé si vaya a haber prostitutas, pero, me imagino que si allá las hay, acá debe de haber por igual o mayor cantidad.

El piso es de pura duela oscura y también huele a cigarrillos y habanos, escucho la alegría de la gente que ríe y platica en voz muy alta.

Me mareo, me vuelven a dar ganas de llorar y sólo cuando siento la mano de Elena en la mía sé que no estoy soñando, todo esto es tan real como el aire en mis pulmones, como la música, como todo.

No necesito ni siquiera pellizcarme para cerciorarme.

Nos asignan una mesa increíble, donde puedo ver a las bailarinas a la perfección, no hay forma de que alguien pueda taparme el espectáculo. Están vestidas como en la época en la que el Moulin Rouge estaba de moda, cuando los hombres adinerados dejaban a sus esposas en casa y venían a divertirse un rato, suerte que ahora podemos entrar las mujeres.

Estoy extasiada, con los ojos muy abiertos, la respiración acelerada, me sudan las manos y estoy temblando.


-¿Qué pasa Yulia? - Me pregunta Elena al oído, siento sus labios tan cerca de mí que tiemblo el doble. Cuando se trata de ella, sentir nunca pasa a segundo plano. Siempre estoy sintiéndolo todo como si fuera nuevo. Cada día es una nueva oportunidad y eso lo sabemos Yulia y yo, yo mucho más que ella, sobre todo porque conozco la posición en la que me encuentro, Yulia del pasado se queda, mientras que yo simple e irremediablemente, me iré un día.

-Es demasiado - Digo con la voz pendiendo de un hilo, apenas y me logra escuchar – Es… - Meneo la cabeza y le beso la mejilla y luego la mano.

Favre nos observa pero sonríe, puedo pensar que es un hombre de criterio amplio porque no dice nada y vuelve la mirada a las chicas que nos bailan el can-can como número principal. Ésta condenada melodía que me sé de memoria y que nunca había disfrutado tanto. Nada se compara al estar aquí, sentada en una de las mesas de mi lugar de ensueño, me dieron probadas del pastel y por fin lo tengo entero.

No espero ver a Satín bajando de su columpio, tampoco encontrarme con Christian al otro lado del lugar, vislumbrándolo junto a Toulouse y el argentino. Esto es nuevo y no quiero hacer puntos de comparación, imaginar gente que no es real, porque prefiero empaparme de lo que sí existe, de este bailar, de su música en vivo, de la orquesta de hombres con trajes de pingüino.

No puedo parar de sonreír y Elena no puede dejar de verme, tan entusiasmada como yo, pero por el simple hecho de ver cómo estoy ahora, pareciera que se siente orgullosa, que disfruta más de este momento que de la noticia que le dieron hace una hora: en una semana se presenta en un teatro (cuyo nombre he olvidado) para cantar frente a más de doscientas personas. En ellas se encontrarán productores, aparte de René, que seguro estarán más que contentos de trabajar en conjunto con él, Spirodonov y mi tío.

-Me gusta verte tan asombrada, porque pareces una chiquilla que descubre el mundo por primera vez, como si nunca hubieras estado en un cabaret, como si nunca hubieras visto mujeres con poca ropa bailándote enfrente - Su voz me seduce sin que lo pretenda, sobre todo porque entre líneas, en cada tono de voz, puedo sentir que está celosa de las escapadas de la otra Yulia y de las pocas que fueron mías.

-Es como si fuera completamente nuevo, en verdad cada día que pasa es… - Necesito explicárselo bien para que pueda comprender por qué me emociona tanto cada cosa.

-Estabas así cuando fuimos al circo, te he visto así cuando ves algunos coches o cuando escuchas alguna canción que extrañamente, has oído con alguien más, menos el cantante original.

Me giro hacia ella para poder verla directamente a la cara, el can-can ha terminado y puedo tener toda mi atención en ella.

-Dime una época que te guste, una que ya haya pasado - Me sonríe amplio, le gusta mi pregunta y le gusta pensar en su época preferida.

-La victoriana.

-¿Qué de todo ello te gusta? - Se pone a pensar, me desvía la mirada y entrecierra los ojos.

-¡La ropa! Pasear en coche jalado por caballos - Me gusta tanto que me haya dicho eso.

-Bien, entonces ahora imagina que un día, así nada más, despiertas en la época victoriana, en tu clóset hay decenas de ropas como las que te gustan y no sólo eso, al salir de tu casa, te das cuenta que un carruaje te está esperando para llevarte a pasear a donde gustes.

Le brillan los ojos y es entonces cuando sé que me ha entendido.

-¿No lo sentirías tú como si fuera nuevo para ti? El mundo es el mismo, pero no lo es.

-¿Y entonces así te sientes tú todos los días?

-Cada uno de ellos - Respondo.

-Ahora te entiendo - Me besa la mejilla y se gira para ver al mesero que viene con nuestras bebidas.

Más alcohol, no quiero saber cómo vamos a salir de aquí.

El presentador dice unas palabras en francés y la concurrencia aplaude. Yo aplaudo nada más por hacerlo, porque no sé qué sigue. Las voces continúan, pero luego empieza una melodía y una mujer comienza a cantar.

Y entonces me doy cuenta de que conozco la canción, es demasiado lenta para el lugar, pero imagino que es una especie de intermedio para relajar a los presentes, no es muy guapa, pero canta bastante bien.

Me quedo quieta, escuchando cómo su voz alcanza timbres impresionantes, hasta Elena está boquiabierta.

La mujer canta dos canciones más y el público se vuelve loco cuando termina y se inclina, varios están de pie y yo no puedo más que hacer lo mismo porque me ha dejado con la piel erizada y una especie de añoranza de mi tiempo que no había experimentado jamás desde que llegué a esta época.

Me resulta así porque sólo había tenido una probada de su voz en un film que es precisamente francés y que ya he mencionado antes. Por fin lloro, puede deberse a mi estado de embriaguez, a todas las emociones que estoy teniendo y al hecho de que lo que estoy viviendo ahora es una de las cosas más maravillosas que me han pasado jamás. Trago saliva con dificultad y me limpio el par de lágrimas que me corren por las mejillas. Creo que no puedo estar más feliz, más completa. No puedo pedir algo que me llene el vacío porque no existe tal.

La meta de un ser humano es sentirse completo con las cosas que le rodean, los amigos, las cosas materiales incluso, la familia, las pequeñas cosas de la vida y las cosas grandes que nos brinda el mundo en el esplendor de su naturaleza.

Y yo, bueno, yo nunca me he sentido tan completa como ahora, y probablemente conforme pasen los días diré lo mismo, me pegaré un poco más, encontraré las cosas que me hacían falta para que mi alma dejara de sentirse pesada y oscura.

Elena voltea a verme y me abraza, no importa que yo sea más pequeña que ella, sentirme entre sus brazos es maravilloso, me siento protegida y eso pocas veces lo he experimentado, de hecho, sólo con dos personas, Maxim y mi abuelo.

No quiero que me suelte nunca.

La emoción pasa después de unos minutos, me bebo de un sorbo la bebida que tengo y al instante ya tengo otro vaso lleno. Me gusta esto, me gusta la música y el folclor de la época y su ambiente de burlesque. Me dejo de las emociones y las sombras y me dedico a disfrutar de cada momento de la noche, de cada chiste que René cuenta con su acento marcado, con sus mejillas que están más sonrojadas, de esas miradas que se vuelven a veces bizcas porque enfocar ya resulta un reto.

Volvemos a estar borrachos y contentos, bendita noche de juerga; me fascina la despreocupación del momento, no hay que vivir nerviosos por lo que puede pasar, sé que me he de ir en cualquier momento, por eso me aferro a esto que tengo ahora, a la risa de Elena, a sus dientes perfectos, sus manos hermosas.

Cuánto la adoro, probablemente ella lo desconozca, aunque quizás lo sepa al cien por ciento, no lo sé ¿Comprenderá todo lo que significa para mí? Cómo en un santiamén cuando me creí más muerta que nunca, cuando me rendí a todo, ella apareció (o yo aparecí para el caso) en la realidad de cada una.

Le tomo la mano, me doy cuenta que no me puedo estar quieta, debo de tocarla por lo menos cada diez minutos y verla es menester. Recuerdo de pronto a lo que le huele el cabello y tengo ganas de desaparecernos de ahí y llevármela a algún lugar privado para darnos una sesión de besos.

Estoy tan envuelta en ella que me parece increíble la situación en la que me encuentro, yo, que nunca estuve así con nadie. Pero sé que es porque ella de cierto modo me esperaba y que allá al regresar, de tener que hacerlo, habré de encontrarla otra vez para sentirme y que ella se sienta como ahora.

Lo que pueda pasar en mi presente me intriga, pero tampoco le doy muchas vueltas al asunto porque lo he vivido y sé a lo que me enfrentaré. Hoy me queda ser esta Yulia, de sonrisas bobas y palabras ñoñas, de sueños profundos. Así, siendo presa de la dopamina en mi cerebro y de la magia en mi alma.

Cuando salimos el fresco de la noche se siente en seguida, las calles están mojadas y corre agua limpia por las orillas de la acera y el adoquín. Me doy un respiro fuerte.

-Me gusta el olor a lluvia - Le digo y siento que me besa el hombro y me acomoda el cabello tras la oreja, es un mechón de pelo que se me ha soltado con el baile.

-Son tan adorables que si tuviera una hija lesbiana no me importaría con que me prometieran que sería como ustedes - Probablemente en otro estado me hubiera enfadado un poco su comentario, pero hoy me echo a reír divertida y tomo la cara de René entre mis manos y le beso la mejilla.

-Y si mi padre fuera como tú, no me importaría entenderle la mitad de lo que dice.

Regreso el comentario y aunque al principio se queda serio, luego se echa a reír y yo junto con él hasta que siento que voy a orinarme.

-Quiero caminar al hotel - Dice Elena.

Yo sé que sería imprudente hacerlo, sobre todo por la forma en cómo estamos, pero nos conceden aquello, ellos caminan unos metros detrás de nosotras. Cruzamos un puente y en seguida reconozco que está lleno de candados, aunque mi enfoque es muy malo y lo veo casi todo borroso, sé que aquí deberán de estar nuestros nombres, necesito que lo estén.

Tomo de la mano a Elena y la llevo conmigo.

-Mira - Comienzo a ver los nombres escritos – Aquí vienen los amantes a asegurar su amor… - Guardo silencio por unos segundos - ¿Cuántos de ellos ya no estarán juntos? - Me abraza y me besa la mejilla.

-Nada, todos siguen juntos y felices, no me arruines el ambiente de la noche con las amarguras que de vez en cuando tienes - Entonces la beso en los labios.

-Mañana tendremos que venir a poner uno con nuestros nombres.

-Y encerrados en un corazón - Me río.

-Encerrados en lo que quieras, pero tenemos que hacerlo, así cuando vuelvas… volvamos, nos acordaremos de esta noche y de lo felices que somos ahora.

-Siempre vamos a ser felices, tú y yo seremos dos princesas que vivieron felices para siempre - Arrastra la lengua y si no fuera porque estoy increíblemente enamorada de ella, le diría que no creo en esos finales de cuento… aunque… al final, todo apunta a que sí creo.

René nos despide en la entrada del hotel, nos besa ambas mejillas y se va tambaleando hacia la puerta que un chofer ya le ha abierto.

-¡Au revoir!

-¡Au revoir! - Gritamos las dos al mismo tiempo y le decimos adiós con la mano.

Subimos en silencio las escaleras, estamos cansadas y ya tendremos la mañana para platicar en el desayuno. No puedo creer lo mucho que me duelen los pies y las pantorrillas, necesito quitarme los tacones, mandarlos al diablo y echarme en la cama en seguida. No quiero ni siquiera quitarme la ropa.

Pero me obligo a hacerlo y me quedo recargada en la cabecera cuando Elena hace lo mismo. Sigue borracha y se cae cuando intenta desabrocharse un zapato, me levanto en seguida, pero me acerco a ella riéndome, no puedo parar.

Intento jalarla hacia arriba pero me lleva consigo al suelo, me gira de espalda a la alfombra y comienza a hacerme cosquillas, sabe cuánto las odio, pero no para y luego me besa el cuello, la atmósfera cambia, se vuelve roja, caliente.

Creo que no habrá momento en nuestras vidas en el que no podamos dejar de producirnos orgasmos y explorar el cuerpo de la otra con las palmas de las manos y la lengua. Su piel crea estática con la mía y me llena de energía.

Me gusta el sabor de su saliva y la forma como sus labios se mueven a la par con los míos. Los gemidos que emana y que están tan cerca de mi oído que producen una especie de efecto narcótico en mí.

Hacemos el amor completamente ebrias del alcohol y de la otra, sobre la alfombra de un hotel lujoso en París, con las ventanas abiertas y las cortinas volando suavemente de aquí para allá con el viento de madrugada.

Aferra sus piernas a mi cintura, siento sus talones en mi baja espalda, me dice que me ama y le contesto lo mismo, no me basta decirlo hay que demostrárselo cada día. Así se debe amar, con palabras y actos, así voy a amarla en esta y otras vidas.


💕💕💕
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Mensaje por Fati20 1/25/2023, 8:10 pm

Otro capitulo tan tan lleno de extasis todo el amor, la euforia, la emoción y el vivir al máximo lo trasmiten de una manera tan increíble me encanta!!! Esa forma en que pueden hacer desear vivir exactamente eso soñar con algo así de perfecto. Cariño de verdad q la persona q lo escribió wuaooo es increíble, amo qué nos permita disfrutar tanto de cada momento sin apresurar caer en lo oscuro de la vida q ya de eso todos tenemos, necesitamos más de esto del brillo qué te ciega y te hace soñar. Bueno fascinada con el capitulo con la historia y como siempre super agradecida de q nos des este placer, feliz noche querida mía 😘😘😘😘
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Mensaje por psichobitch2 1/25/2023, 9:08 pm

Lindo capítulo 🙂😃
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/26/2023, 12:33 pm

Capítulo Veintisiete:


Afuera, en una calle cercana alguien grita, creo que algo anuncian, yo no sé si aún se use aquello de que los chiquillos vayan gritando las noticias que uno puede leer en el periódico, lo cierto es que, aunque no le entiendo y se ha callado, ya no puedo volver a dormir. Las cortinas de la habitación no son demasiado densas, lo que hace que las siete de la mañana signifiquen para mí un resplandor que parece que son las diez. He de confesar que me gustan mucho las habitaciones oscuras porque soy una persona nocturna y prefiero dormir hasta tarde por la noche para hacer lo mismo en la mañana.

¿No les pasa que conforme el crepúsculo se acerca se sienten con más energía y ganas de hacer muchas cosas? Yo soy así… de modo que me molesta un poco estar consciente a esta hora. Volteo a ver a Lena, me parece tan extraño que siga dormida, que aquí en París sea yo quien despierte primero, eso generalmente no pasaba en Rusia; quizás sea que he superado un poco el vuelo y me he ajustado mejor al cambio de horario. O probablemente Elena tenga una resaca de los mil demonios…

De hecho, fuera de un sabor amargo en la boca y un deseo enorme de agua, no creo sentirme realmente mal. Recuerdo que al entrar anoche a la habitación, vi una jarra llena y, no podría estar más agradecida de tenerla a mi alcance. No me apetecía servicio a la habitación, por el momento y por ser tan condenadamente temprano lo que menos quiero es contacto humano, salir al mundo, hablar, decir cualquier cosa. Estoy completamente agradecida de que Lena siga dormida, no porque no la quiera conviviendo conmigo, hablando de la noche anterior, de su impresión de René, no, lo que sucede es que hoy es uno de esos días donde te despiertas abrumado sin saber bien porqué.

Creo firmemente que algunos seres humanos necesitan un descanso de tantas emociones fuertes, no nos vaya a dar una embolia (Dicho con sarcasmo). No sólo caigo bien en cuenta de que el experimento de la otra Yulia ha funcionado, sino que también me doy cuenta al cien de que ya no tengo que lidiar con Charles, no es que esté completamente convencida de que me he (o para el caso) que Damien se ha deshecho de él, es que simplemente no me creo que haya sido tan fácil. Puede que regrese, puede que no. Lo ignoro, y nadie tiene la respuesta.

Tengo que preocuparme también, aunque un poco, por ese futuro que me espera, que para el caso no es más que mi presente. Esto es temporal, quisiera que no lo fuera, quisiera quedarme aquí y ser con Elena lo que quise ser siempre.

Pese a que me creí más bien antiromántica, reconozco que lo que siempre he sido es eso: una romántica empedernida. Buscando alguien que fuera digno de dedicarle canciones y poemas, ajenos o de mi autoría, buscando a quién regalarle flores de vez en cuando y llevarla a cenar o al cine. Con quien quedarme en silencio pero sostenida de su mano.

Yo sé bien que la felicidad de uno no depende de estar con alguien, pero vaya que la compañía calma y te lleva a lugares agradables, a una paz contigo mismo que creías que no existía. Tanto tiempo me sentí como en tormenta y luego, al llegar Elena, mis aguas se apaciguaron y brilló el sol. Me sentí bien, con una razón de ser, no la sombra que siempre fui, no, ahora tenía un motivo para que me agradara la mañana, porque significaba verla y que no me hiciera compañera eterna de las noches de insomnio, porque hasta soñarla significa un alivio para mí. Así que me hice cómplice de la vida, por primera vez en toda mi existencia me sentí realmente agradecida de respirar, de cada paso, de cada detalle, de estar en este condenado mundo que es cada día más difícil de entender.

Me lleno el vaso y bebo todo el líquido casi de un sorbo. Vuelvo a servirme agua y me la llevo conmigo hacia el balcón del saloncillo; puedo ver en una de las paredes del edificio de enfrente un anuncio tipográfico que no puedo traducir pero que apuesto que tiene como mínimo cincuenta años, lo puedo apostar por el rótulo; sonrío, pensar que un diseño como ese volverá a ser la novedad en ochenta años.

‌Respiro profundo y me llega un olor a pan recién hecho y también a humo de chimenea. Probablemente cerca del hotel haya una fábrica o algo parecido, porque en verano no veo la necesidad de prender fuego. Recargo los codos en la baranda blanca y miro hacia abajo, no hay demasiada actividad en la calle, fuera de un hombre mayor y una mujer guapa que camina de su brazo, no hay más. Otro trago; siento que se me está abriendo el apetito con el olor y se me antoja salir a buscar la condenada panadería y comprarme unos pastelillos. Me asomo a la habitación, haciendo la espalda hacia atrás y apenas puedo ver a Elena, sigue dormida.

Al darme media vuelta, veo el reloj que cuelga de la pared de enfrente, su péndulo de aquí para allá y sus manecillas doradas, la madera fina de ornamentos del siglo antepasado. Son las siete y quince. Sopeso la idea de regresar a la cama, probablemente puedo volver a dormir, pero siento que mis sentidos están bastante despiertos y dudo que pueda hacerlo. Opto por darme un baño.

Huelo a Elena, la huelo en mi cabello, en mi piel, en mis manos; me gusta mucho su olor, me viene perfecto y la quiero en mí todo el tiempo para saberla conmigo aunque no lo esté físicamente, incluso si sólo está en la sala o si ha bajado a la recepción. Me gusta su olor de mujer más que ningún otro.

Sin embargo no puedo salir de esta habitación oliendo a sexo, así que abro el grifo de la tina de baño y vuelvo para besar a Lena en la sien y acariciarle el cabello, me quedo sentada a la orilla de la cama viéndola, sólo eso, quiero verla mientras duerme. Ojalá pudiera hacer un sketch de cómo se ve ahora y guardarme el dibujo en el baúl para luego allá, revivir este momento.

Estos precisos segundos en los que parece tan en paz, está tan en paz. Sonrío por segunda vez en el día, su nariz que odia y ama a la vez, yo que la encuentro increíblemente sexy, así cómo es, es perfecta. Me levanto y voy a probar el agua, ahora sale tan caliente que me quema la mano al contacto y me quejo. Les voy a contar que nunca he sido demasiado buena regulando el agua de la ducha.

Falta poco más de la mitad para que la tina quede lista así que regreso y me acuesto, Elena se mueve un poco hacia mí y se acomoda cerca de mi pecho, presiento que está por despertar y de ser así, no estaría mal invitarla a "ahorrar agua".

No vuelve a dar señales de vida, y cuando estoy por levantarme me detiene de la cintura.

-¿Es muy tarde? - Tiene la voz modorra, esa condenada voz de alcoba que me encanta tanto.

-De hecho es muy temprano - Me pongo de lado y la abrazo. Hace un ruido de comodidad y contento y se pega más a mí.

-¿Vas a bañarte?

-Sí - Me muevo de su abrazo y me levanto por fin, necesito revisar cómo va el agua – Puedes acompañarme si quieres - Digo antes de entrar al baño y quitarme la bata.

Y, aunque dije que soy mala regulando el agua de la ducha, al entrar en contacto con ella, suspiro y gimo, me ha quedado perfecta; así que cierro los ojos y recargo la cabeza en la porcelana. No puede haber más comodidad en este momento, excepto que sí la hay y es cuando escucho los pasos de Elena acercándose al cuarto de baño y luego siento su piel deslizándose junto a la mía, paso mis brazos por debajo de los suyos y poso mis manos en su vientre, entrelazando mis dedos. Se recarga en mi clavícula y yo dejo mi mejilla en su cabello.

Luego rozo su mejilla con la mía y recargo mi barbilla en su hombro, me quedo ahí por bastante tiempo, sintiendo su respirar, escuchándola incluso, estamos en silencio. No hemos dicho nada más desde hace veinte minutos, casi ni nos hemos movido. Es un momento para disfrutar incluso si no está sucediendo nada importante… miento, lo importante es todo.

Luego parece despertar de su letargo y juega con mi mano, las observa.

-Me gustan mucho tus manos - Me besa una y sigue con la otra.

-Pues a mí las tuyas, creo que aparte de tus piernas y tu nariz, tus manos pueden ser una de mis partes favoritas de tu cuerpo - Le beso el cuello y tiembla un poco junto a mí, se le erizaron los pezones que ya se habían aclimatado al agua y puedo sentirle la piel erizada cuando le acaricio los brazos.

No quiero decir mucho ¿Podemos quedarnos en silencio? Quiero sentirla, olerla, tenerla cerca, quiero saberla conmigo, de pronto recuerdo una melodía, allá, en donde se supone que debo de estar, me gusta el post rock, me gustan las melodías largas, los cambios de ritmo, la melancolía que hay en cada una de sus notas e incluso, si es un buen día, también se me acomoda escuchar un día algo como aquello.

Entonces pues, estoy convencida de que Lena sonaría a algo que Blueneck escribiría, tal vez 'Carina', aunque 'Her name is Calla' también podría hacer algo con ella. Sí, Elena es pura energía, tiene tantos colores y tantas gamas que me es difícil seguirla, comprenderla a ratos, es maravillosa, por eso igual no podrían imaginar que ella suena así para mí, pero sí, puede que sea 'Carina' de Blueneck. Yo creo sonar más como Oskar, P.S.I.

-¿En qué piensas? - Me interrumpe, basta de divagar, mi mente vuelve a mi cuerpo.

-En ti.

-Pero estoy aquí.

-Eso no importa, no es un impedimento para que no piense en ti; hay días en los que incuso cuando estás a mi lado me digo: ¿No es acaso hermosa? Y mi yo interno me contesta que lo eres o también, soñar contigo incluso si estás durmiendo a mi lado.

Me acuerdo de pronto de Yelena...

-¿Yulia?

-¿Mmm?

-Que si me tallas la espalda ¿A dónde te perdiste? - Me entrega el jabón y la esponja.

-Perdón… - Escucha mi voz distante.

-¿Está todo bien?

-Claro que lo está - Sí lo está, estoy con ella, todo está más que bien, está perfecto.

La enjabono mientras ella se ocupa de sus brazos y sus piernas; termino con ello y le mojo el cabello. Tomo shampoo y comienzo con eso. Le masajeo el cuero cabelludo y noto que le gusta.

-Por dios, dejaría que me lavaras el cabello todos los días - Río.

-Yo no tendría problema, aunque, lo más seguro es que lavarte el cabello terminaría en sexo.

-Y eso es malo porque…

-Nadie dijo que fuera malo. Ahora cierra los ojos - Le enjuago el cabello y luego cambiamos lugares.

Me dejo bañar como si fuera un gatito perezoso y siento que cuando me acaricia con la esponja me pondré a ronronear. Nos vestimos la una frente a la otra, la veo ponerse crema, untársela en las piernas y las nalgas, en el abdomen y los brazos, los senos y el cuello.

-Es falta de educación mirar.

-Es de enamorados observar - Agacha la mirada y se muerde el labio inferior, camina hacia mí y me abraza, viéndome directamente a los ojos.

-Me encantas.

-Me fascinas - Contraataco. Se para de puntillas y me besa en los labios y luego en la mejilla. Camina al closet y se queda parada frente a la ropa colgada, con las manos en la cintura y repasando cada prenda.

Sigo observándola mientras me pongo la ropa interior.

-¿Qué haremos hoy?

-No lo sé; es día libre, podemos salir a descubrir París. Hace un rato olí pan recién hecho, así que apuesto a que hay una panadería cerca, compramos unos cuantos, compramos café y caminamos por la orilla del río.

Voltea a verme con una sonrisa en el rostro, la veo contenta, le ha gustado mi idea.

-De acuerdo, eso haremos, ahora… - Voltea hacia mí, me gusta todo lo que veo, desde sus pies, sus rodillas, la forma de sus hombros, su cabello mojado - ¿Crees que llueva? - Abro la cortina y me asomo al cielo. Está nublado.

-Probablemente.

-Mmmm - Se vuelve al closet y se lleva el índice a la barbilla.

-¿Tan difícil es decidirse por algo que usar para salir a pasear por la mañana en París?

-Mi amor, es París, debo vestirme para París, incluso si sólo saliéramos a la esquina, tendría que haber Glamour - Mientras me río no sé si de ella o con ella, el teléfono de la habitación suena.

-Yo atiendo - Le digo - ¿Hola?

-Yulia, hoy están por su cuenta, el señor Spirodonov y yo deberemos ir con René a ver a otras personas - No puedo estar más contenta de lo que me ha dicho.

-Ok - No tengo nada más que añadir. Sigo con mis ojos sobre Elena, incluso verla vestirse es un placer.

-Bien, hasta la noche, cenaremos juntos, a las siete.

-Hasta las siete - Y colgamos.

Me acerco a ella y la abrazo por detrás, tiene puesta ya la ropa interior y se deja mimar entre mis brazos.

-Hoy estás diferente, te siento distinta - La beso en el cuello.

-¿Eso es bueno o es malo?

-Es bueno, cada día te siento diferente, como si fueras otra Yulia, pero no, luego eres la misma de antes ¿Qué pasa contigo cuando te ensombreces?

Pienso que la otra Yulia ahora es más fuerte que antes, como que el haber regresado me haya quitado energía a mí; no es que me acongoje aquello, finalmente, si mis acciones están siendo manejadas por ella no tiene mayor importancia, Elena es feliz, pero sí, ¿Qué me pasa?

Creo que me enferma la melancolía de una tal Yelena y de una tal Elena. Es difícil de explicar. Mejor no hagan caso. No pensemos de más.

-No pasa nada, así soy yo, a ratos me voy, pero siempre regreso y lo más importante, me encanta regresar a ti - Me besa de nuevo y saca un par de prendas de vestir, yo tomo otras y terminamos de arreglarnos.

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Confieso que, si bien antes nunca lo hice demasiado, ahora es una de mis cosas favoritas: pasear de la mano. No me importan las miradas asombradas, los ojos que nos siguen, no me importan las palabras que algunos se dicen al oído con poca discreción. La mano de Elena entre la mía me pone tan de buenas, que puedo ir de ella a donde me lleve.

No sé porqué me reconforta tanto, pero lo hace. Supongo que se debe a la soledad que siempre fue parte de mí, por poco tiempo me vi acompañada de la forma amorosa; no había despertado nunca con nadie a mi lado, o al menos, no que me sintiera realmente feliz de verle conmigo, compartiendo la misma cama.

Sí, ahora todo es distinto y tan maravilloso que aquello de la soledad es un recuerdo vago.

Seguimos el olor del pan, ya no es tan penetrante, pero nos guiamos por nuestras narices y nuestro buen olfato hasta llegar como flotando cual caricaturas al dichoso lugar. Es una panadería que te sirve los panecillos en el momento, tiene un mostrador y una cafetera color rojo en donde puedes preparar tres capuchinos a la vez.

-Huele delicioso - Me dice. Es un local pequeño, de unas paredes de ladrillo y otras lisas, con cinco mesas de manteles de cuadros azules, cuatro sillas en cada lugar. Un florero en el medio de cada mesa con florecillas lilas y blancas y escucho una música agradable, con una mujer que canta en español, sé bien que no es Francés.

Abro las fosas nasales y aspiro profundo, qué delicia, sí, y qué apetito. Me ruge el estómago.

-Bonjour - Nos dice la joven. Es de piel blanca y cabello castaño rojizo, ojos color aceituna. Delgada y casi tan alta como Elena.

-Bonjour - Vemos los panecillos en el mostrador, y todos se ven tan deliciosos que no podría escoger uno. Me pregunta algo, pero no sé lo que me ha dicho – Je ne parle pas Francaise ¿Parlez vous anglais? - Ignoro qué tan bueno sea mi acento y si por ello me entendió o no, pero cuando la veo sonreír y asentir obtengo la respuesta.

-Un poco - Me dice con acento marcado pero atractivo. Le sonrío.

-Excelente - Volteo a donde Elena - ¿Pedimos cuatro panes, los que se nos antojen más y dos capuccinos?

-Sí - Contesta entusiasmada al máximo y me toma la mano. Me vuelvo a la chica.

-Ok, quiero uno de ese y otro como aquel - Señalo con mi dedo índice y con unas tenazas los toma y los pone en un plato blanco.

Elena le señala el par que quiere y nos sentamos con nuestro plato respectivo y esperamos por las bebidas.

-Es un lugar agradable - Me sonríe y suspira, observándolo todo. Estira los brazos sobre la mesa y con la comunicación de sus manos comprendo que quiere las mías en las suyas. Obedezco – ¿Cómo crees que esté Vika?

-Presiento que bien, imagino que ahora que no está Mijaíl para vigilarla visitará a Emma diario de ser posible.

-Está muy enamorada ¿Verdad?

-Sí, es una lástima que tendrá que hacer miles de sacrificios por estar con ella; no es una mala chica, Emma… pero es… tú sabes.

-Si la ama dudo que le moleste hacer esos sacrificios - Sé bien que no le molestarán, que serán increíblemente felices, que morirán juntas… y viejas.

-De hecho cuando estás enamorado, no hay sacrificios - Me ve de una forma increíblemente dulce y me acaricia la piel con sus pulgares.

Nos soltamos cuando llegan los capuccinos; humean y huelen incluso tan rico como el pan, a la primer mordida gimo, efectivamente el pan es un manjar y se deshace en mi boca. Tanto Elena como yo estamos disfrutando de esto; no es el gran desayuno, no está preparado por chefs, el lugar no es el mejor decorado ni el de renombre, pero son restaurancitos como este, los que valen diez veces más que aquellos a los que va la gente de abolengo.

Pruebo de lo que come ella y viceversa, hay uno que me gusta más que los que yo escogí y le quito dos mordidas. Es una escena romántica y de esas que te asquean cuando eres un corazón amargado, aún en este momento me siento ridícula… pero no me importa.

Al salir, las nubes se han cerrado más, cuando llegamos el cielo era de un gris claro que dejaba pasar un poco de luz solar y con ello calor, pero ahora se ven gris oscuro y caen unas gotitas que no mojan precisamente, sólo refrescan, es el viento el que nos da un poco de frío.

-¿Regresamos por las gabardinas? - Me asiente y caminamos de vuelta al hotel, ella de mi brazo y yo contenta de escuchar lo que me cuenta y sentir las gotas sobre mi rostro, me gusta mucho el olor y aún tengo el agradable sabor del capuccino en la lengua.

Casi entro al ascensor cuando recuerdo que debo pedir algo en recepción, así que beso a Elena en los labios y le digo que la alcanzo en unos minutos.

-Bonjour mademoiselle - El recepcionista de bigote le hace honor a la imagen que tenemos del típico francés, alto, flaco, narizón y de bigote largo y delgado - ¿Qué puedo hacer por usted?

-Sabe, vi unas calles arriba un puente con candados… ¿Será que puede conseguirme uno? Y tinta indeleble también.

-Por supuesto ¿Para qué hora lo necesita?

-¿Qué tal ya? - Le paso un billete por encima y le brillan los ojos. No es que deba pagarle por información como en las películas, o por guardar un secreto o algo peor… pero sé que el tiempo es dinero, el tiempo cuesta, y si lo consigue antes de que baje podría darle la sorpresa a Lena.

-Claro.

-Perfecto, lo recogeré al bajar ¿Puede envolverlo en papel? No quiero que mi amiga lo vea - Sonríe, sabe que no es mi amiga. Asiente – Merci.

-De rien mademoiselle.

Entro y no escucho nada, todo está tan silencio que me hace pensar que Elena bajó llevando consigo mi gabardina.

-¿Lena? - Nada. Entro a la habitación donde dormimos, las puertas están abiertas de par en par – Uh ¿Elena? - Más silencio. Luego entonces, rechina la madera de una de las puertas y volteo asustada, con el corazón latiéndome tan fuerte que hasta me cuesta respirar.

Pienso en seguida en Charles ''Me ha encontrado de nuevo'', pero luego entonces veo la imagen de Elena en el umbral, usando un corsé.

-He notado por la forma como las miras, que te gusta mucho ver a las mujeres con atuendos como este - No es más que la misma ropa que usaba Emma en el performance de Oochie Coochie Girls y el que usaron las bailarinas del Moulin Rouge - ¿Te gusta mi sorpresa?

Sé que tengo las pupilas dilatadas, estoy inmóvil pero no puedo esperar más para llevarla a la cama, en la forma literal y figurada. De pronto se me seca la boca y no puedo decir nada.

-¿Te comieron la lengua los ratones? - Esta versión de ella me parece fascinante, no la creí existente.

-No, sólo me has tomado por sorpresa? - Camino hacia ella - ¿Quién ha sido tu cómplice en la compra?

-Damien - Me sonrío y le agradezco en la mente.

Me acerco lentamente y la tomo de la cintura, sintiendo la tela del corsé en las yemas de los dedos. Le acaricio las costillas en círculo con los pulgares, tengo la mirada en mis movimientos y ella tiene sus ojos en mi reacción. Me pego a ella, sus senos quedan a la altura de los míos por los tacones que trae puestos; bajo los brazos y con la palma siento el material del que están hechas sus medias.

La tomo de los muslos y la cargo, ella entrelaza sus piernas en mi cintura y se aferra de mi cuello. En seguida nos besamos, nos besamos con pasión y con muchas ganas, con la guerra de lenguas, de gemidos en la boca.

Se me eriza la piel cuando la siento debajo de mí, cuando me acaricia la espalda y sigue con sus piernas alrededor de mi cintura. Es hermosa y los senos se le ven preciosos, le suben y le bajan con rapidez, y no puedo esperar para besarlos.

-No voy a desnudarte - Le confieso entrecortadamente.

-Entonces solo baja las medias, pero hazlo ya - Me gusta cómo me alienta, me gusta la forma en la que es en la cama conmigo, nuestra vida sexual es sana.

Es precisamente como me gusta, nos entendemos y aunque se pueda pensar que esto que ha hecho no es lo mejor puesto que de cierto modo así viste Emma, es la sorpresa y las ganas de jugar lo que me encanta, no por querer reemplazar una figura con otra. No lo hace para que me olvide de Emma, ella sabe perfectamente bien que está más que olvidada… y no conmigo, sino con la otra Yulia, lo cual es aún mejor.

Con prisa le bajo las medias, pero también con cuidado para no romperlas, nos serán de utilidad en días futuros, eso puedo apostarlo. Es increíble la destreza con la que las he quitado del liguero, pareciera que soy experta en quitarlas.

Esperen, yo no lo soy, pero la otra Yulia muy seguramente lo es. Sonrío en la boca de Elena.

-¿Qué pasa? - Dice entre besos.

-Nada, bésame - Ordeno y no hace otra cosa que seguir besándome.

Está sobre mi pecho, acariciándome los huesos de la cadera y yo, jugando con el cordón del corsé, tengo los ojos cerrados y me siento tan relajada que ya no me apetece salir de la cama. Pero hay un puente al que debemos ir.

-Es todo un placer hacer el amor contigo todos los días - La abrazo más fuerte, me gusta escuchar aquello.

-Aprovechémoslo, que imagino que habrá temporadas en las que pasemos muchos días sin siquiera vernos.

-Tú vendrás conmigo a todas mis giras - Abro los ojos y la miro.

-Amor, tengo asuntos con la empresa y no me quieres en todas tus giras.

-Pero sí te quiero - Me finge un berrinche. Le beso en los labios.

-Ya lo veremos - Me hace cosquillas en las costillas y le doy un manazo – No me gustan las cosquillas.

Y como si le hubiera dicho lo contrario, se sienta encima de mí, me atrapa la cadera con sus piernas y comienza a hacerme tantas cosquillas que siento que voy a ahogarme.

-¡Basta! - Grito y sin medir mi fuerza la empujo lejos de mí, rebota en el colchón y termina en el suelo. No puedo parar de reír y ella está igual, me levanto y me acuesto con ella sobre la alfombra.

Reímos mucho por otros segundos y luego nos quedamos en silencio, viendo el techo.

-Te amo - Me lo dice así nada más. Volteo a verla, ella sigue con la mirada arriba.

-Y yo te amo a ti - Me acerco y le beso la mejilla – Vamos a caminar; prometo hacerte el amor cuando regresemos.

Mueve las palmas de las manos sobre la alfombra.

-¿Podemos hacerlo de nuevo en el suelo? Esta alfombra es tan cómoda - Me echo a reír y me levanto.

-Lo haremos.

Bajamos pues con la gabardina puesta y un paraguas en la mano, el clima no ha empeorado, pero tampoco se ve que vaya a mejorar. Llevo ya el candado guardado en el bolsillo y juego con él. Me sonrío, sé que le encantará ponerlo en el puente.

-Es un alivio que tu tío y Dima nos hayan dado el día libre.

-Lo sé, en verdad me encanta tener todo este tiempo contigo para hacer lo que nos de la gana.

Hace un viento fresco todavía, las gotas siguen cayendo, huele a tierra mojada y caminamos por la orilla del río. Amo lo que veo, cómo siento yo París, podría vivir aquí, no me importaría mudarme, dejarlo todo y hacerme de una habitación antigua con vista al río o a la torre Eiffel, probablemente un piso en Montmartre.

Me entusiasma la idea… mucho en verdad.

Cuando llegamos me suelta de la mano y se pone a ver los nombres, Edgar and Sarah, Neil and Corina, Ludwig und Greta… etc, etc. Voltea a verme, está emocionada, divertida, contenta. Curiosa de leer todos los nombres.

-Son tantos Yulia… tantas personas enamoradas, tantos corazones unidos simbólicamente en un puente en la ciudad más romántica del mundo - Camino detrás de ella, con el paraguas cerrado y las manos en mi espalda.

-Es un gesto lindo - Finjo que no tengo interés.

-Eres una amargada - Me encojo de hombros y vuelvo la vista hacia el edificio que está en la esquina frente a nosotras.

-Pues… ¿No te parece muy tonto venir a sellar un amor en un puente, con un candado? ¿No sería absurdo venir después y darte cuenta que esa persona ya no está contigo? Este puente está plagado de mentiras.

Se detiene en seco y se gira a verme.

-Dime que estás bromeando.

-¿Con qué?

-Con lo que has dicho, eso de las mentiras.

Dejo mi cara seria, me pongo la máscara de ''Cero emociones'' y noto cómo poco a poco comienza a enfadarse. Cuando creo que está a punto de llegar al enojo o la decepción me río y me acerco a ella, envolviéndola en un abrazo fuerte pero me quita y se aleja un poco.

-Dime.

Meto la mano al bolsillo y saco el papel que tiene el candado.

-Esta es mi sorpresa del día - Lo toma con curiosidad, dudosa, como si le estuviera entregando una cajita de la que saltará un payaso.

Cuando ve lo que es abre los ojos grandes y sonríe.

-Yulia… - Sólo dice mi nombre y se lleva una mano al pecho, noto que se le mojan los ojos.

-Sí, es verdad que es la ciudad más romántica del mundo, y no, lo que dije no es en serio, aún si esas personas ya no están juntas, lo que es real es que se amaron con todas sus fuerzas y ese momento jamás dejará de ser, entonces, esa temporada en la que estuvieron juntos y felices es la que está sellada con ese candado.

Camino a ella, que sigue con el nudo en la garganta, sin decir nada, tragando saliva al por mayor. Le sonrío y tomo el candado.

-Sé que tú y yo vamos a ser de esas parejas que aún pasados los años, volverán a este mismo puente y verán que tiempo atrás, sellaron su compromiso - Tomo su mano – Elena, no hay en este mundo persona que me complemente como tú, te juro que eso es un hecho. Y soy afortunada por haberte encontrado, de lo contrario, hubiera tenido que andar por el mundo con un alma incompleta y medio oscura.

Suelta por fin el llanto después de regalarme una sonrisa emocionada y tierna.

-Todo lo que soy es tuyo, te lo regalo, te regalo mi alma, mi corazón, mis sarcasmos, mis miedos, mis logros, mis sueños, te regalo a Yulia Volkova para que hagas con ella lo que quieras, te amo, estoy enamorada de ti, por eso vengo a este puente, en esta ciudad, a ser la mujer romántica que nunca fui por temor, pero contigo - Suspiro – Contigo vale la pena sentir tanto.

Me abraza tan fuerte que me saca el aire de los pulmones y me besa tanto que siento que el tiempo o se detiene ó pasa corriendo. De pronto me imagino que al abrir los ojos estaremos en el 2000 y todo será perfecto en mi presente, en el que debe ser mi presente.

Cuando nos soltamos me siento mareada pero feliz y abro el candado.

-Te cedo los honores - Se lo entrego y busca un lugar que le guste para ponerlo.

Encontramos un lugar cerca de la orilla y cuando escuchamos el clic siento como si me hubieran puesto la argolla de matrimonio en el dedo del corazón. Puedo apostar porque ella siente lo mismo.

Me saco un cigarro y lo enciendo, me doy cuenta de que he fumado poco, claro, mi boca ha estado ocupada en Lena. Me da su mano y entrelazamos nuestros dedos, vamos en silencio porque estamos pensando en muchas cosas y sintiendo muchas más. Me siento tan contenta que hasta puedo decir que también me siento ligera.

Hola mundo, soy una mujer feliz, un gusto estar viva.

Caminamos por calles, vemos los escaparates de recuerdos de la región, y entonces nos brillan los ojos cuando vemos una caja de treinta chocolates.

-Ok, necesitamos comprar eso - Le digo - Es de vida o muerte que lo compremos-.

Al abrir la puerta suena la campanilla y un hombre pequeño y regordete nos sonríe, nos da las buenas tardes en francés y cuando le hablo en inglés se sonríe más.

-Ah, extranjeras.

-Oui - Bromeo – Eh, pasábamos por aquí y vimos una caja de deliciosos chocolates a la que no nos pudimos resistir - Me levanta el pulgar y abre un estante.

-Treinta chocolates que harán que su boca explote - Me echo a reír y Elena también.

-Bien, en ese caso, quiero tres cajas - Volteo a ver a Lena – Vika va a acabárselos en un santiamén.

-Le encantan las golosinas, no le durarán ni cinco minutos.

Salimos de ahí con el olor del chocolate impregnado en la nariz y caminamos a un parquecillo donde nos sentamos en una banca húmeda por la lluvia.

-Bien, veamos cuáles nos van a gustar y cuáles no.

Abro la caja y se la pongo enfrente para que escoja uno. Pasa su mano por varios hasta que se decide por uno que tiene una línea de chocolate blanco en el medio. Le da una mordida y comienza a saborearlo, yo la observo expectante, espero que me diga qué le ha parecido.

Poco a poco comienza a asentir.

-Es bueno - Me pasa el pedazo que ha quedado y me lo da en la boca.

-Si, pero no el mejor de los mejores - Respondo.

-Ok, escoge tú - Tomo otro con cubierta café claro. A la primer mordida lo dejo – Tiene jengibre.

-¿No nos gusta el jengibre?

-No, no nos gusta nada - Me lo quita y se lo termina.

Veinte minutos después tenemos media caja terminada y estamos empalagadas. Caminamos otro tanto por las calles mojadas y nos sentamos en las mesas de afuera de un restaurante. Se nos ha antojado una copa de vino tinto y trozos de pan con queso derretido, rebanadas de jitomate y unas hojitas de albaca.

-…lo que quiero es escribir mis propias canciones, aunque estoy consciente de que no soy muy buena componiendo, así que probablemente comience cantando algo que ya haya sido de alguien más y luego contratar quien componga para mí; ayer René me dijo que…

Pero no escucho más, hay un zumbido en mis oídos y comienzo a verlo todo borroso, casi como en blanco y negro, sin contraste. Tengo taquicardia y no puedo respirar. Siento que estoy cayendo a un pozo, tengo la sensación de caída.

-¿Yulia? - Cuando vuelvo en mí y veo el semblante de Elena sé que algo malo ha pasado.

-Elena - Apenas me sale su nombre - ¿Qué… qué sucedió?

-Te pusiste pálida como un cadáver y no me escuchabas, te quedaste con la mirada perdida; me preocupas, me preocupas mucho, tendremos que llevarte con un médico.

-Amor, tú bien sabes que hace unos meses me caí del caballo, supongo que son los daños colaterales, prometo que cuando estemos de regreso en Moscú iré con el neurólogo.

Sigue preocupada, así que le tomo la mano.

-Estaré bien.

-Eso espero.

Nos bebemos otro par de copas y regresamos al hotel, satisfechas de pasear por las calles de París, de sus edificios, de sus tiendas, traemos varias bolsas con ropa y perfumes, llevo conmigo el perfume de Emma ¿Podrá sobrevivir al tiempo? Me siento como los niños de la película de 'La llave mágica', metiendo y sacando cosas, sólo que lo mío no son juguetes ni es un armario pequeño.

-Mademoiselle Volkova, tiene recado - Me informa el recepcionista. Me pasa un papel doblado por la mitad y lo abro en seguida: ¿No piensas reportarte? Vika. Sonrío.

-Merci Pascal.

Subimos con prisa a la habitación y marco el número de casa.

-Residencia Volkov - Me causa mucha risa aquello.

-Martin ¿Está Viktoria? - sé que es muy grosero no preguntarle cómo está ni darle las buenas tarde, allá buenos días, pero muero por escuchar la voz de mi prima.

-En seguida la comunico con usted señorita Vilkova.

-Gracias Martin - Tengo a Elena pegada a mi sien, tratando de escuchar.

-¡Hola! - Qué gusto me da escucharla.

-Vika, perdona por no llamar antes, estaba… estábamos ocupadas y ajustándonos al horario… aunque no es que haya pasado mucho, han sido un par de días…

Le hablamos de la noche en el Moulin Rouge y de la impresión que tenemos de René, nos cuenta que ha visto a Emma ayer y de lo feliz que es cuando está con ella.

Luego entonces, Elena camina a la sala por agua. Es bueno que nos tengan una jarra en la habitación.

-Vika, tuve una especie de desmayo, no sé si es por la caída del caballo o…

-Perdiste el conocimiento y escuchaste un silbido - Trago saliva.

-Si.

-Me pasó.

-¿Eso significa que voy a regresar… pronto? - Me están sudando las manos y estoy temblando, no, no quiero. No aún.

-En realidad no, a menos que eso sea frecuente, si te pasa tres o cuatro veces a la semana, entonces definitivamente sí estarás por regresar.

-Supongo que por el momento debo respirar tranquila - Veo que Elena se acerca – Ok, entonces cuando regrese veremos lo de la empresa - Cambio de tema.

-Elena está ahí.

-Sí.

-Pásamela.

Le acerco el auricular y ella se echa a la cama, la sigo y me acuesto en sus piernas; hablan y hablan, mientras me acaricia el cabello y comienzo a quedarme dormida. Ya su voz y su risa se escuchan lejanas.

No puedo regresar aún, no sería justo, no lo quiero de ese modo. Es inevitable, lo sé, pero es muy pronto. Debo enfocarme en aprovecharlo todo… deja de pensar de más Yulia.

La plática sigue y sin más me quedo dormida.

😦😦😦

Creen que Yulia regrese al 2013 en el próximo capítulo?
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Mensaje por Fati20 1/26/2023, 1:52 pm

Hay no Crying or Very sadCrying or Very sad yo no quisiera q regrese tan rápido, cuando lo haga será un capitulo deprimente como vamos a vivir sin Elena, queremos a Yelena pero amamos con locura a Elena 💔💔. Lo lindo será q espero q Julia le deje fotos y cartas para saber lo feliz q fueron la Julia de antes Elena. Da curiosidad saber como se sentirá Elena cuando quede solo la Julia 🤔🤔. Bueno el capitulo fue muy lindo lo único q ensombrese la felicidad es eso de q el tiempo se acaba. Espero q estés teniendo un feliz jueves cariño y regreses en la noche 😘😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/26/2023, 7:00 pm

Capítulo veintiocho:

No sabría definir cuántas personas hay en esta especie de palacio que me recuerda a la época de María Antonieta. Es una fiesta concurrida, llena de canapés, vinos finos, música de cámara y máscaras.

Honestamente no me puedo sentir más emocionada, siempre tuve ganas de asistir a una mascarada, desde pequeña era mi sueño; primero quise usar un antifaz de brillantes, luego algo con plumas, pero ahora lo que uso es una de esas que tienen nariz grande como de pájaro color rojo, me sonrío, siento que soy la máscara de la muerte roja excepto que mi vestido es negro.

Ironía es, que al estar en los años treinta (Donde de por sí sé que estoy fuera de mi año) ahora sienta que me encuentro en los mil setecientos. Vuelvo a pensar que esto es un sueño dentro de un sueño y así, quién sabe cuántos niveles más vaya a bajar, a adentrarme ¿Sería posible?

Por la noche no he estado demasiado tiempo con Elena, la han tenido acaparada, yendo de aquí para allá, presentándola a todos o casi todos los presentes, hasta pareciera que es su introducción en sociedad, como que ya fuera una señorita casadera y están desesperados por encontrarle un marido rico y popular.

Podría ser algo así, excepto que no la presentan a futuros maridos, sino futuros interesados en su talento, su voz y sus dotes de actriz; jamás la he visto actuar, pero en mi presente no me sería ajeno que estuviera en algún escenario de algún teatro cantando algo como ''El fantasma de la ópera'' o ''El lago de los cisnes''; de hecho, probablemente sería fan de ésta última, o ''Mama Mía''.

Me quito la máscara y tomo una copa larga de champagne, me la bebo de un sorbo, no sé por qué hace tanto calor, me siento tan acalorada que al voltear a mi izquierda y ver un balcón se me antoja salir un rato.

El cielo está claro, no hay una sola nube, por ende puedo ver el montón de estrellas que iluminan la noche en esta campiña francesa. Tal pareciera que la vida no tiene ganas de dejarme en las ciudades, yo, que estoy tan contenta en la urbe más que en el campo. Veo venir más coches, los faros iluminan el camino y escucho sus voces alegres y las risas de las mujeres.

Tengo el oído empalagado por el francés, es lo único que he escuchado y siento que si supiera hablarlo mi acento hubiera mejorado considerablemente. Pero no lo hablo y si soy sincera, me estoy aburriendo considerablemente; hay quien intenta hablar en ruso conmigo, pero sólo lo hacen a medias y de una forma que tengo que aguzar para poder entenderles.

Me doy un respiro y me recargo en la cantera, se siente tibia bajo la palma de mis manos y puedo sentir lo áspero de su piedra. Hace un viento cálido, pero me animo a cerrar los ojos y abrir bien las fosas nasales para olerlo, me da una especie de aroma a césped mojado y a sauce, hay otro aroma dulzón que no sé definir, probablemente sean los viñedos que quedan cerca de la casa-palacio a la que nos han traído.

Ahora suena una melodía de Mozart, no recuerdo cuál es, siempre me he confundido con sus sinfonías, sus adagios y sus allegros. No soy una experta en música clásica pero la disfruto tanto como puedo, sé tocar el piano y me encantaría saber algo de violín o cello, los demás instrumentos me parecen carentes de personalidad al menos a mis oídos y cuando algo no me interesa, así, simplemente NO me interesa.

Extraño irremediablemente la algarabía de los bares, de los burdeles, todo es tan vivo ahí, las risas me parecen más sinceras, donde los ricos se mezclan con las cortesanas, donde hay mucho ruido, música menos estirada. No me estoy quejando… no del todo, no lo sé, quizás sólo estoy algo aburrida.

-¿Demasiado formal para ti? - Por fin un acento que entiendo, sigue siendo romántico y dulzón, pero atractivo, tan atractivo que me obliga a girarme.

Es una mujer guapa, de dientes de conejo pero no de esos que lo obligan a uno a burlarse, tiene una sonrisa increíble, podría decirse que enamora, comparable sólo con la de Elena, ésta y la de ella pueden bien competir con el primer lugar. Está usando un vestido aperlado, ampón y strapless, tiene los senos grandes, pero de ese tamaño que aún llega a gustarme.

Le sonrío.

-Digamos que estoy acostumbrada a otra clase de fiestas, digo, me encanta la idea de las máscaras - Veo la mía que tengo en la mano - Estoy más que enamorada de ésta, pero no conozco a nadie y no hablo francés; los que hablan inglés están demasiado entretenidos en otras cosas o, simple y sencillamente me aburren al punto del sueño - Se echa a reír y con la punta de su lengua se toca los dientes.

Me parece una risa infantil, agradable, tierna.

Es hermosa y me quita el aliento, estoy permitida a enamorarme de otras mujeres por un minuto o dos y luego regresar a Elena, así como ella lo está. No soy de piedra y puedo sentirme atraída a más personas sin que por ello engañe a la mujer de mi vida, la que tiene mi corazón y mi alma en su mano.

-Soy Camille - Me da su mano cálida y me besa ambas mejillas.

-Yulia.

Tiene un brillo muy lindo en los ojos, que por cierto son color café, como su cabello, es poco más alta que yo, quizás por unos cinco centímetros y sus mejillas son prominentes, parece un hammster con la boca llena de semillas, me sonrío, me gusta mucho su cara, sobre todo por eso, que la hace ver tierna y chiqueable. Tiene la piel blanca y la nariz pequeña, como si la diosa naturaleza al hacerla le hubiera hecho un pellizquito.

Huele rico, un poco a avellana y también detecto algo de coco. Aspiro fuerte y lo nota, sonríe y agacha la mirada.

-¿Vienes con Spirodonov? - Apenas me lo menciona doy un respingo.

-¿Lo conoces? - Se acerca a mí y se recarga también en la cantera.

-Es amigo de mi pareja - Me llama la atención lo que dice.

-¿Pareja? - Se gira a la noche y deja su copa sobre la piedra.

-Anna Friedmann - Trago saliva, lo dice como si fuera muy evidente quién es.

-Me temo que no la conozco, pero su apellido suena muy alemán.

-Su padre lo es.

Me invita a girarme a la fiesta, creo que en estos minutos se ha llenado más, pareciera que la gente se multiplicó.

Siento sed y pareciera que el cosmos me ha escuchado porque se acercan dos meseros, uno con bocadillos y otro con bebidas, tomo una copa y veo la de Camille. Está casi vacía.

-¿Te apetece otra? - Pregunto, voltea al líquido en su copa, se lo bebe de jalón y me asiente. Yo sonrío y tomo dos bebidas, al dársela su dedo roza con el mío.

-Merci - Es lo único que digo y cuando me volteo a verla me está sonriendo.

-¿Eres la novia de Elena Katina, no? - Bebo.

-Sí - Me mojo los labios y la busco sin éxito.

A quien sí encontramos es a su novia, Anna, me presenta en seguida.

Es de cabello rubio, se le ve un poco tostado, sus ojos son azules, tan azules que me pierdo en ellos, de piel más blanca que la de Camille, una sonrisa atractiva, de esas que marcan arrugas a cada lado de la comisura de los labios, su voz es menos grave que la de su novia y sus dientes frontales están separados, muy a lo Madonna. Tiene la quijada fuerte y las manos grandes, siento en ella una vibra dominante, como que de las dos fuera la protectora. Algo así como yo y Camille es Rachel.

Me gusta que su acento sea el mejor de todos los que he escuchado, de hecho, apenas y se lo detecto.

-Tu novia está haciendo una gran impresión ahí dentro - Me siento orgullosa al instante.

-Tiene ese don en particular, puede hechizarlos a todos en un santiamén - Ambas asienten, no por darme la razón, lo hacen porque saben que sí es al cien por ciento.

-Y permíteme decir que es increíblemente hermosa - Añade Anna.

-Pues gracias… y sí, lo es, me quita el aliento siempre que la veo, incluso si es por la mañana, recién despierta.

Camille se acerca a la rubia que es más pequeña de estatura y la toma de los hombros, ella de la cintura, la atrae hacia ella de una forma tan fuerte que transmite la idea que nadie más se le puede acercar, que es suya. No lo hace con arrogancia, al contrario, tan dulce que también te dice que la cuida porque la ama, no porque es su premio.

-Así es cuando una está realmente enamorada, hasta sus manías espantosas pueden ser atractivas y se pasan por alto.

-Paso por alto que ronque - Me dice Camille y yo me echo a reír fuerte.

-Amor ¿Cuánto has bebido que ya vas a empezar con la indiscreción? - Está bromeando, menea la cabeza y voltea los ojos.

Me gusta mucho esta compañía que no busqué, llegó a mí por casualidad, un par de mujeres hermosas, de belleza diferente pero vibra ligera y cálida. Al instante me gustan, sí, como mujeres y como personas. Es raro en mí que me sienta atraída así por una pareja de lesbianas.

-No la soltarán en toda la noche, te advierto - Me dice Anna, que se prende un cigarro y me ofrece uno, luego a Camille, y se toman de la mano.

-Es lo que me temía, pero no importa, este viaje es de ella y para ella, yo soy su acompañante y nada más - Da una calada y suelta el humo, Camille por su parte, no me quita los ojos de encima, fuera de hacerme sentir incómoda, me siento más bien halagada.

-No lo creo, no para de hablar de ti y señalarte, pero como no te has quitado la máscara, los presentes solo adivinan tu belleza, que por cierto, es increíble - Me apeno en seguida.

-Pues… gracias - Le brindo una sonrisa tímida.

-Bien que te hubieras quitado la máscara, ahora todos podrán comprobar que Elena Katina tiene razón y no es sólo porque está perdidamente enamorada de ti que lo dice.

-Bueno, basta ya que me la pondré de nuevo - Bromeo, doy una calada a mi cigarro y me recargo.

-¿Cuánto llevan juntas tú y Elena? - Se sueltan de la mano y cambian su peso de pierna, están sincronizadas ya en sus movimientos, lo que me hace pensar que ellas ya tienen bastante tiempo juntas.

-Un par de meses, pero siento que es toda una vida y yo por mí, podría pasar con ella diez más - Camille suspira.

-¿Eres escritora? - Frunzo el ceño.

-No ¿Por qué?

-Noté un aire en ti ¿No lo has intentado? - Me encojo de hombros y bebo.

-Pues aparte de mis diarios no escribo nada más - Me río y ellas sonríen; no logro decidir cuál sonrisa me gusta más – No son de la misma edad ¿Verdad? - Las señalo con mi dedo índice y copa en mano.

-No, yo soy nueve años mayor que Camille - Se nota en la mirada de Anna y unas cuantas arrugas, también en la forma en la que se para y su forma de hablar. Camille es más graciosa y ligera, como que en mi tiempo sería de las que está de fiesta en fiesta mientras que Anna prefiere quedarse en casa a leer o pintar.

-¿Tú y Elena...?

-Soy un año más vieja - Respondo cuando veo que Camille no va a terminar su pregunta.

-Ah, eso está bien, a veces esta mujer está demasiado cansada para acompañarme a una fiesta o a un bar - Su novia voltea la mirada a ella.

-Espera a que tengas veintinueve y verás que las fiestas y los bares te pesarán a la mañana siguiente - Apoyo aquello.

-¿Tienes veinte? - Asiente – Bien, a los veinte yo también era una máquina de fiestas y alcohol y regresaba hasta entrada la madrugada con la misma energía que tenía a las diez de la noche, pero ahora, a mis veinticuatro pido cama a las dos cuando muy tarde.

Ríe, tiene una risa tan melodiosa que creo que estoy un poco enamorada de ella.

-¿Ya sabes a quién han invitado?

-No - Le respondo a la de vestido azul.

-Pues nada más y nada menos que a Marlene - Al principio no entiendo de quién me habla y me quedo en silencio, ellas me miran expectantes.

-René Favre la ha invitado y como estaba en la ciudad, accedió a venir, sabemos bien que tiene curiosidad por Elena, ha escuchado hablar de ella y quiere saber quién es la nueva joya del espectáculo, o más bien, será la nueva joya - Camille ha hablado tan rápido que me ha costado trabajo seguirla.

Me parece increíble que alguien venga únicamente a ver a Elena, es magnífico encontrarme con actores y actrices franceses de los cuales no tengo una reverenda idea, pero que me ponen contenta porque sé que cuando regrese, al ver sus nombres en las biografías de internet me diré que yo los conocí en vivo, que estreché sus manos y conocí sus voces.

-No te sigo aún ¿Marlene?

-Dietrich - Dice Anna con perfecto acento alemán, me imagino que habla pues Inglés, Francés y Alemán, eso la hace diez veces más atractiva, las mujeres políglotas me fascinan.

En cuanto ha dicho su apellido me late el corazón como loco, siento que comienzo a sudar, estoy a punto de fangirlear en toda la expresión de la palabra. ''Disculpe ¿Podría firmarme el brazo para luego irme a tatuar?'' Por dios que siento que me voy a volver loca, quiero gritar y correr hacia Elena para decirle a punta de brincos de niña, que estoy por conocer a mi segunda mujer favorita de los años treinta, Marlene Fucking Dietrich.

-Así que hay una fan - Trago saliva.

-¿Tan evidente es? - Ríen y apagan el cigarrillo, pisándolo con la suela de sus tacones.

-No te preocupes, todas morimos por ella, todas queremos una Marlene en nuestra vida, si por nosotras fuera compartiríamos cama y hasta cepillo dental - Me río fuerte. Estoy emocionada y estoy feliz.

Están hablando de esto y aquello, ambas me tocan el brazo o la mano en cada oportunidad, de estar soltera muy probablemente aceptaría un trío con ellas y puedo apostar porque ninguna de las dos tendría problemas con la propuesta.

Veo que la máscara de Anna es algo muy veneciano, de cuadros azules y blancos, mientras que la de Camille, a la que no le había puesto atención cuando llegó a hablarme, es una mucho más elaborada con incrustaciones doradas, una máscara con un antifaz, de quijada color blanco y labios negros. Impresionante y muy hermosa, juraría que los adornos son de oro, pero no estoy segura.

Entonces ambas me toman de la mano, Anna a mi izquierda y Camille a la derecha y me llevan de vuelta al salón.

-Espera a que la conozcas - Me dice una.

-Vas a querer casarte con ella apenas la escuches hablar.

Estoy tan nerviosa que se me va el aire, Marlene ya está entre la multitud y Anna y Camille me llevan a conocerla. Siento un nudo en la garganta y quiero llorar de pura emoción.

-Marlene - Dice Anna emocionada, abriéndole los brazos grandes para envolverla en ellos, pareciera que se conocen de mucho tiempo. Y probablemente así sea.

-Ah, liebe Anna - Le dice Marlene, quien se deja abrazar y se besan las mejillas – ¿Wie geht es dir mein schatz? - Las veo intercambiar palabras en alemán y puedo jurar porque tengo la peor cara de idiota, temo estar salivando.

-Danke gut - Le sonríe y se toman de las manos.

-Ach fantastisch.

Trae puesto un vestido negro de hombreras y con unos pequeños brillantes alrededor del cuello, el cabello propiamente arreglado, rubio, de un rubio hermoso, los labios rojos. Me gustan tanto sus mejillas fuertes, su voz, su sonrisa blanca, no es tan delgada como nosotras pero por dios que tan hermosa que estoy a un segundo de tener un ataque y decirle lo mucho que la admiro, de lo emocionada que estoy de tenerla frente a mí. Creo que me va a dar un infarto, estoy temblando.

Debe notar mi vibra y mis ojos de ''Bob esponja'' porque voltea a verme, con una amplia sonrisa en el rostro.

-¿Und wie sind Sie? - No tengo ni la más remota idea de que ha preguntado, pero yo me derrito cuando por fin voltea a verme.

-Ella es Yulia - Responde Camille en inglés. Y entonces sabe que no le he entendido.

-Ah, mucho gusto Yulia - Sigo en silencio, me toma la mano, me besa las mejillas y me abraza. Huelo su perfume que es el mismo que usa Emma.

-Mucho… - Me falla la voz y me limpio la garganta, creo que no sabré qué decir, siento que el piso bajo mis pies es de arenas movedizas – Mucho gusto señorita Dietrich, es en verdad un placer y un honor conocerla.

-Ah querida, muchas gracias, pero por favor trátame como a cualquiera, no soy la reina de Francia, ni siquiera de Alemania - Se echa a reír y me mira con ternura, me siento pequeñita al lado de ella, insignificante. Sigo temblando. Se voltea a Anna.

-Sie ist sehr schön, wunderschön - Ni siquiera pienso que sea una falta de respeto que se dirija a Anna en alemán.

-Dice que eres muy hermosa - Traduce Camille cerca de mi oído y yo me derrito en ese momento, no lo puedo creer, necesito pellizcarme para darme cuenta de que esto no es un condenado sueño.

-Sie ist Rachel's freundin.

-Ach so - Contesta Marlene. Y se vuelve a mí de nuevo.

-Así que la novia de Elena Katina; permíteme decirte que estoy curiosa de ella, me temo que por lo que me ha contado René es una mujer con increíble talento - Joder, me siento como una tonta, ¡qué acento! ¡Qué ojos! ¡Qué presencia!

-Quisiera que lo juzgara usted, yo puedo nublar mi juicio por estar total y completamente enamorada de ella; el veredicto lo tendrá en cuanto la conozca y la escuche cantar.

-Ah vamos preciosa, por favor háblame de tú que si me hablas con tanta formalidad me siento vieja - Me sonrío y me sonrojo, agachando la mirada en seguida. Ella se echa a reír.

-Pero si parece que te impongo.

-Y no te equivocas - Contesto nerviosa, tutearla aún me causa conflicto, para mí sí es la realeza.

Acerca su mano a mi rostro y me acaricia la mejilla de forma juguetona; estoy a dos de fangirlear en nivel un millón.

-Bueno, no esperemos más, preséntame a tu amor.

Nos abrimos paso por la gente, llegando diez minutos después entre los saludos y los admiradores que se le acercan para saludarla; yo me mantengo a distancia y en silencio, a unos centímetros de Camille y Anna que vienen con nosotras.

Me encantaría tener un teléfono celular para sacarlo en este momento y tomarnos una fotografía, luego adjuntarla en mensaje y mandársela a Vika: Mira con quién estoy, envídiame, Marlene está aquí y me ha llamado Wunderschön.

Es una completa lástima que no sea así.

Pero entonces cuando llegamos por fin a Lena, un fotógrafo se acerca a nosotras, nos pide que mostremos nuestra mejor sonrisa y pum, flash, tengo una foto con Marlene Dietrich, ella en medio de mí y de Elena. Tengo el grito de emoción atoradísimo en la garganta.

No voy a mentir, me decepcionó un poco que no viniera de traje y sombrero de copa, pero venga que la tengo enfrente, respirando el mismo aire que yo y repito, me ha dicho Wunderschön.

Habla ávidamente con Elena y con René, se cuentan bromas, ríen, beben y fuman, también hay anécdotas y yo los observo con detenida atención, escuchando cada una de las cosas que dicen, viendo a Elena brillar más que cualquier cosa en este mundo e incluso que la luna que se asoma por la ventana. No cabemos de la emoción ni ella ni yo.

-Permíteme hacer algo… - Le dice Lena a Marlene. Y entonces grita completamente entusiasmada – No puedo creer que te tengo enfrente y que en este momento me estás tomando de la mano; perdona, tenía que hacerlo o iba a morir de las ganas, literal, caería muerta.

La mujer ríe divertida y la abraza por los hombros.

-Es simpática y me gusta su vibra - La señala con el índice y la pega más a su cuerpo. Yo les sonrío y Elena me mira con tanto cariño que siento el corazón cálido. No puedo creer que tengo a dos personas increíblemente importantes abrazándose y sonriéndome. Esto no puede ser más irreal – Además, su novia es hermosa - Vuelvo a sonrojarme.

-¿Verdad? - Dice Lena y voltea a verla – Yo estoy más que enamorada de ella.

-Apenas llevo poco tiempo a su lado y yo me siento igual que tú, cuando ya no la quieras, me la puedes pasar - Me provoca tanta risa que hablen así de mí.

-De acuerdo, pero no prometo nada, me temo que voy a envejecer con ella.

-Entonces deja que me muera yo ahora, pero de envidia.

La conversación continúa por muchos más minutos, se agregan otras cinco personas, entre ellos Mijaíl y Dima, reímos, bebemos, brindamos. Nos ponemos borrachos.

Platico particularmente con Anna y Camille cuando Marlene acapara a Elena y yo no me opongo en lo absoluto, es más, podría besarla en los labios frente a mí y no diría nada, porque incluso yo misma quiero que me bese.

Las dejamos con los demás, y nosotras, Camille, Anna y yo, pasamos de grupo en grupo ya con nuestras máscaras puestas, la música clásica sigue tocando pero luego entonces se callan y al voltear, vemos a Elena sobre el escenario improvisado.

A pesar de que nunca ha cantado frente a tantas personas no la veo nerviosa, al contrario, creo que Marlene le ha inyectado confianza.

Comienza a cantar, mueve las manos como siempre que lo hace y pone la misma cara, como de dolor, como si cantara una canción triste para ella. Nada, sólo así es ella.

Nadie le quita los ojos de encima, parece que todos pendieran de un hilo, veo a una mujer rolliza y de mejillas encendidas que se lleva las manos al pecho y suspira cuando la nota alta se lleva a cabo, Anna y Camille están hipnotizadas.

Me doy a la tarea de mirar a la concurrencia porque me interesan sus reacciones, quiero saber, por la expresión de sus rostros la impresión que tienen de ella, hasta dónde les toca el alma, hasta dónde se deshacen con su voz, con su figura que crece diez metros cuando está sobre un escenario haciendo lo que le gusta, dejando la vida misma en cada nota que sale de su boca.

Me siento cada día más orgullosa de Elena, cada día más emocionada, más viva. No quiero que termine, no quiero que nada de esto acabe, pero me aferro y lo disfruto.

Siento que me percibo como una mujer que tiene una enfermedad terminal, que el doctor le ha dicho que tiene solo unos meses de vida y entonces, sólo entonces, sabiendo que su vela de la vida está por apagarse, lo hace y lo siente todo al máximo. Esa soy yo, una moribunda que dejará de existir en este tiempo y lugar, ergo hago todo al cien, aprovecho cada instante.

Me grabo en la memoria el perfume de Camille, los ojos de Anna, sus manos entrelazadas, sus risas y sus voces; el aroma de Marlene, su acento, su alemán, su cabello ondulado y su mirada profunda. Memorizo este preciso momento en el que todos escuchan cantar a la mujer de mi vida, este momento en el que me mira y me dice con ella que le gusta que esté aquí, entre los presentes, siendo parte de su sueño, siendo incluso su sueño mismo.

No puedo estar más enamorada y sin embargo sé que puedo estarlo, que mañana o pasado sucederá algo nuevo o me dirá algo que hará que me sienta mucho más enamorada y así cada día que pase, porque me descubro en ella y ella se descubre en mí, y entre tanto asombro por la otra el mundo se vuelve mágico y aunque no deja de girar jamás, para nosotras se detiene y nos hace una reverencia.

Cuando termina todos aplauden y chiflan, Marlene aplaude y da una mirada de aprobación en dirección a René. No quepo de felicidad, este contento hará que explote.

Baja del escenario y me acerco a ella, se abraza a mí y me besa la mejilla. Mijaíl no dice nada y Dima se nota incómodo aunque no realmente molesto.

-Eso fue maravilloso - Le dice Marlene – Maravilloso en verdad; tienes talento Elena Katina y llegarás muy, muy lejos - Se le rosan los ojos a Elena y la veo llorar de felicidad.

-Que me lo digas tú es lo mejor - Dietrich la abraza fuerte y se sonríe mientras mi novia sigue llorando de pura emoción.

-Mujeres como ella - Me dice – Así de sensibles y grandes son las que valen la pena, tienes suerte de haberla encontrado - Se gira a Elena – Y jamás dejes ir a una persona que te mira como si fueras pura magia, como si fueras su milagro o su deseo hecho realidad - Sonrío tanto y tengo el alma tan contenta que estoy a punto de abrumarme en el buen sentido. Creo que ha sido el mejor día de mi vida después de aquellos en los que me vi con Elena, uno en casa de Mijaíl y cuando volví a este tiempo.

Alguien se acerca a Marlene y le habla al oído, asiente y nos mira.

-Señoritas, esta princesa debe atender otros asuntos, pero que sepan que estoy contentísima de haberlas conocido, la noche no acaba, así que hablaremos más tarde, pero si no, espero verlas otro día, son bienvenidas en mi casa cuando quieran - Marlene invitándome a su casa.

Vuelve a besarnos.

-Bis bald Anna - La besa a ella y luego a Camille – Tschüss Camille.

-Tschüss Marlene.

Y la vemos marcharse y perderse entre la gente; ¡cuánta gente!

Escuchamos unos platillos que chocan y volteamos a donde estaba tocando la orquesta. Se para un hombre alto, con los pantalones negros bien planchados, camisa blanca y el cabello engominado, los zapatos de charol le brillan hipnóticamente.

-Damas y caballeros es un placer acompañarlos esta noche, celebrando a las nuevas estrellas - Señala a Lena y levanta su copa – Brillas tanto que me he quedado un poco ciego - La gente ríe y asiente, ella no cabe en sí, sonríe tan amplio que creo que se le trabará la sonrisa en el rostro - ¿Quién dijo Swing? - Y todos sueltan un ''Yo'' y levantan la mano.

Y así pues, la banda, que luego me dicen que se llaman Steve Lucky and the Rhumba Bums, comienza con un swing contagioso que nos pone a casi todos a bailar.

Me acaloro y me da sed, así que paro de bailar y voy a la barra a que me sirvan algo frío. Me bebo de un trago de Ron con Coca-Cola y regreso a la pista donde los presentes bailan con ahínco, sonríen, se vuelven locos.

Al cabo de otra canción Elena baila con Anna y yo me llevo a Camille.

-Soy algo mala para esto - Siempre advierto antes de que se quejen por los pisotones.

-A mí me parece que lo haces bastante bien - Como generalmente me sucede, hago el papel del hombre en el baile, lo mismo que hace Anna que tiene una de sus manos en la cintura de Lena - No puedo creer el control que tuviste para no brincarle encima a Marlene - Me río fuertemente, le doy una vuelta a Camille y vuelve a mí, la tomo de la cintura y sin querer alguien choca con nosotros haciendo que su cuerpo quede pegado al mío.

-No podía hacer el ridículo de mí misma frente a una mujer como ella - Sueno agitada y sé que estoy sudando, las máscaras olvidadas por la noche, esto ya no es una fiesta de música clásica, ya parece más una de los años treinta que de los años de Luis XV.

Se termina la canción y el vocalista hace un anuncio.

-Aunque quisiéramos seguir con el baile y las risas, les informamos que en el salón contiguo su cena está lista.

-Ah, excelente - Dice mi compañera de baile – Muero de hambre - Me toma de la mano y me lleva consigo al salón.

Un salón grande con mesas largas, no sé cuántas sillas quepan en ellas pero son imponentes, de madera, probablemente roble, candelabros maravillosos que cuelgan de los techos altos que tienen pinturas de ángeles chonchos y rosados. Qué maravilla de candelabros, con piedritas transparentes que hacen juego de reflejos con las luces que pegan en ellas.

-Aquí nos sentaremos - Me toca al lado de un señor gordo de cabello negro y algunas canas, bigote poblado y ojos verdes. No habla ruso y yo le digo que no hablo francés por lo que sin más se gira y sigue platicando con su compañero de la izquierda.

Elena y Anna se sientan en la misma mesa pero enfrente a unos tres metros a nuestra derecha.

Se nota contenta y no creo que le importe que no compartamos la cena, a su derecha está la rubia y a su izquierda Dima y Mijaíl.

-La miras con tanta adoración que no sé si has hecho que me enamore de ella o de ti - Camille se pone la servilleta en las piernas y los meseros, casi todos iguales, de un cabello impecablemente peinado, comienzan a servirnos los platillos.

-¿Por qué no de las dos? - Digo bromeando. Me siento de un excelente humor y estoy bromista y coqueta. Levanto la mirada y le guiño un ojo a Elena, me sonríe y me manda un beso.

-No me parece mala tu idea, un fin de semana Elena lo puede pasar conmigo en París y el otro en Alemania o Londres con Anna, y así tú lo pasas conmigo en Grecia y luego en Italia - Veo la crema que nos han puesto, tiene un color grisáceo pero huele bien, es de champiñones.

-¿Y cuándo lo pasará pues conmigo?

-Tú tendrás los cinco días de la semana para hacer con ella lo que quieras y ella contigo - Me divierte mucho esta mujer de aspecto casi infantil que por contradictorio que parezca destila sensualidad.

Le miro el escote y se da cuenta.

-Es uno de mis mejores atributos, este par y mis nalgas; Anna se vuelve loca con mi cuerpo.

-No lo dudo - Digo sin problemas, si yo fuera Anna igual me pondría.

-¿Qué es lo que más te gusta de Elena? - Da una mordida a su panecillo.

Me quedo en silencio por unos segundos, tratando de definir qué parte de su cuerpo es la que me vuelve más loca.

-Sus piernas - Digo por fin – Tiene unas piernas increíbles, como de bailarina de ballet, se le ven larguísimas cuando usa vestidos cortos, aunque ella es en verdad mediana, mide apenas uno cincuenta y ocho.

-Aw, sí es en verdad hermosa.

Volteo a verla, está distraída platicando con Anna y Dima. Ni yo me creo cuánto la amo, cuánto la admiro y cuánto significa para mí.

-Ojalá puedan visitarnos en nuestro departamento en la ciudad, quisiera que vieran las pinturas que hace Anna, son en verdad fantásticas; no es porque sea mi novia, pero tiene un talento impresionante y esperamos que pronto pueda exponer.

-Entonces es pintora - Le respondo.

-En sus ratos libres, en los que no se dedica al negocio de su padre.

-Mira qué casualidad, yo también me dedico al negocio del mío - Se me olvida por un momento que Oleg no es mi padre.

-¿Mijaíl es tu padre?

-Bueno, no… pero como si lo fuera - Estoy por acabarme la crema que debo mencionar está más que deliciosa.

-Exportaciones ¿cierto? - Asiento – Es curioso que también esté involucrado en el espectáculo.

-Creo que Mijaíl gusta de estar metido en todo lo que pueda y le deje dinero.

-¿No te molesta que vea a tu novia como su mina de oro? - Suspiro y medito mi respuesta.

-No; digamos que Elena de cierto modo también los usa para llegar a donde quiere y debe, es cuestión de intereses por las tres partes, tanto de Mijaíl, como Elena y Dima. Intento no involucrarme en ello porque finalmente Elena no es mi mina de oro, es mi amada y no me interesa hacer dinero con ella, me interesa hacer una vida, no pretendo que crezca mi bolsillo, sino mi alma junto con la suya.

Se me queda viendo a los ojos, suspira y se vuelve a su plato.

-Creo que sí estoy más enamorada de ti - Río por quién sabe qué vez en la cena.

-No quiero que Anna se ponga celosa.

-¡Qué va! Probablemente ella le esté diciendo lo mismo a Elena, la que debería de ponerse celosa eres tú - Volteo de nuevo a verlas, Anna está atenta a Elena, pero no la ve como ve a Camille.

-Jamás me pondría celosa, aunque tu novia esté enamorada de la mía, y tú de mí, y… quizás yo de ti y Elena de Anna…

-Nuestras almas pertenecen a la persona correcta, es decir, tu a ella como yo a Anna - No pudo haber terminado mejor lo que yo estaba diciendo.

-Amén - Le respondo, tomo mi copa de vino tinto, la levanto y la chocamos.

El plato fuerte es una porción de ensalada con una papa propiamente decorada y rellena de un queso tan sabroso que dudo que haya alguno que lo supere. Más una carne tan suave que tan solo de llevarla a la boca se deshace. Qué delicia.

De postre, pastel de helado de vainilla y otros de chocolate. El mío es de vainilla.

En cuanto lo pruebo gimo, qué ricura, el centro es de helado y el pan es lechoso y dulzón, pero no empalagoso. La cubierta es un betún igual de delicioso con rajas de chocolate blanco.

-¿Puedo probar del tuyo? - Me pregunta Camille.

-Seguro - Le acerco el plato y con su cuchara toma un pedazo. Hace el mismo gesto que yo – Delicioso ¿No es así? - Asiente.

-¿Quieres probar el mío? - Me encojo de hombros.

-¿Por qué no? - Pero antes de que pueda tomar un poco con mi cuchara, lo hace con la suya y me lo acerca a la boca.

-Anda, no es que vaya a besarte - Dice cuando ve la duda en mí.

Cedo y como de su cuchara. Es tan delicioso como el mío, no pudiera decidirme por alguno porque el chef se ha lucido con ambos. Y así, decidimos que le daré la mitad de mi rebanada y ella la mitad de la suya.

Terminada la cena volvemos al otro salón, estamos tan llenos que no podemos bailar, así que la música sigue tranquila pero alegre y sin voz, escucho las trompetas y saxofón, creo que ahora están tocando algo de Jazz.

Tenemos en la mano un vaso con Whisky en las rocas y mientras los caballeros conversan, nosotras, las cuatro, hablamos de lo que nos ha parecido París y de lo que hemos visitado; Camille le dice ahora a Elena que tenemos que ir en estos días a su departamento para ver las obras de Anna y ésta accede en seguida.

-Sí Yulia, tenemos que visitarlas - Me mira y se vuelve luego a la pareja – Estaríamos más que encantadas de poder ir a su departamento y charlar con mucha más calma, que nos enseñaran la ciudad, nada como tener una visita guiada.

-Y será un placer - Responde Anna.

Busco a Marlene, no la vi en la cena y tampoco la veo ahora, supongo que tuvo que marcharse o supongo que está ocupada haciendo otras cosas en otro lado de la mansión. Quizás con algún chico guapo o, una chica guapa, quién sabe.

Pasamos la noche entera bebiendo y platicando con este par de mujeres que son más que encantadoras, estoy borracha, me embriagué después de la tercera canción que cantó Elena. Todos encantados de escucharla, la escucharían por mil canciones más de ser preciso, de eso estoy segura. Y encantada.

Nuestras nuevas amigas nos besan en los labios cuando se despiden de nosotras, ebrias también, risueñas y tambaleantes, acordamos vernos la próxima semana, cenar en su casa y luego escaparnos a un bar. ''Sólo mujeres'' me susurra Camille al oído.

Sigo contenta y por fin la mano de Elena se enreda en la mía, con toda honestidad ya la extrañaba. Nos quedamos en la escalera y nos despedimos de nuestras amigas con un movimiento de mano. No somos las dueñas de este palacio, pero lo parecemos cuando nos quedamos ahí diciéndoles adiós.

Todo es borroso después de eso, no sé cómo llegamos al hotel ni quién nos ha traído, quién me subió a la habitación, pero cuando abro los ojos siento el cuerpo de Elena pegado a mi espalda, su brazo pasa por mi cintura y tenemos nuestras manos entrelazadas a la altura de mi mentón, le beso los nudillos y sé que sigo borracha.

Tengo los ojos pesados y la boca me sabe a pasta dental y a whisky. Me muevo y me giro para verla con la luz que entra de la calle. ¡Qué noche! Me digo, sonrío ante el recuerdo de Anna y Camille. Ante la presentación de Elena, pero más que nada, me emociono de nuevo como una tonta cuando me acuerdo de Marlene Dietrich.

-Abrázame - La escucho decirme entre dientes, no sé si está despierta o si lo está a medias.

Me acerco a ella y la traigo a mis brazos, pegándola fuertemente contra mi cuerpo. Hace un ruido de contento.

-Sigo borracha - Me río quedo.

-Yo igual.

-Bebimos tanto - Se le traba la lengua.

-Y bailamos y comimos - Se acerca más a mí.

-Me gusta tanto que estés haciendo esto conmigo.

-¿Haciendo qué? - Pregunto.

-Viviendo mi sueño - Hace silencio y abre los ojos - ¿Cuál es tu sueño? - Lo pregunta muy en serio. Como si se diera cuenta de que yo también debo tener uno.

-Tú - Le respondo y le beso la frente – Tú lo has sido siempre.

💓💓💓

Último capítulo de hoy!!
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Mensaje por Fati20 1/26/2023, 9:54 pm

Hermoso capitulo ambas viviendo ese sueño Elena de triunfar y con su gran amor y julia ver a Elena cumplirlo y ella amarla y adorarla. La devoción de Julia es tan linda q entiendo a Camille enamora su forma de estar enamorada 😍😍😍 me alegra que nos permitan disfrutar más de ellas juntas. Gracias por el capitulo de la noche cariño no me canso de decirte q eres lo máximo siempre complaciendonos 😘😘😘😘. Y me encantaría q la autora sepa q escribe increíble transmite tanto y enamora de verdad es fantástica qué siga haciéndolo. Feliz noche querida mia 😘😘😘😘
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Mensaje por psichobitch2 1/27/2023, 3:22 am

Dos capítulos excelentes, la manera como narran las emociones de Yulia por vivir en una época que nunca vivió, encantadoras!

Besos nena y gracias
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/27/2023, 7:23 pm

Capítulo Veintinueve:

Hace veinte minutos que dejamos el hotel y nos dirigimos en coche a la casa de René; es una mañana lluviosa en esta ciudad del amor, el agua corre limpia por las orillas de la calle, veo bastante transeúntes a pesar del clima; van de aquí para allá en gabardina y paraguas en mano.

Recuerdo lo increíblemente placentero que encontraba caminar bajo una llovizna de verano, apenas al punto en el que se me humedecieran las ropas y luego llegaba a casa para darme un baño caliente y prepararme una deliciosa taza de café negro mientras Arthur, a los pies de la cama, me daba un calorcillo reconfortante en las piernas.

Nos quedaremos en la casa de nuestro rechoncho amigo; no habíamos podido llegar ahí desde el comienzo porque la estaban remodelando, había hecho quitar unos tapices que ''eran demasiado anticuados'' según sus palabras. Habían renovado la piedra que daba al frente y se había hecho construir un quiosco ''espectacular'' en el jardín.

Desconozco qué tan grande sea su casa y no tengo idea por dónde vamos, aunque lo cierto es que la torre se ve un poco más lejos y el chofer va hacia el Este de la ciudad.

El coche gira hacia la izquierda y ahí está, una casa medianamente grande con un muro de piedra de unos cinco o siete metros. En la placa que está incrustada puedo leer su apellido y sin más entramos, tiene grava color gris oscuro y a la derecha están estacionados tres coches hermosísimos cuya insignia está al frente del mismo, uno es un BMW, el otro parece ser un Porsche y el tercero no sé qué condenada marca sea.

Al centro están las escaleras, de piedra también, las ventanas que bien pudieran medir dos metros de altura tienen adornos de madera tallada y parecen recién barnizadas, puedo suponer que ellas también son parte de la renovación de la casa. Me inspira temor, parece que por dentro será oscura y lúgubre, como si fuera el hogar de miles de fantasmas, contrasta completamente con el humor arrebatado y contento de Favre, hubiera apostado porque su casa sería más como la de Mijaíl.

Al bajarnos, Elena y yo barremos el lugar con la mirada, y en seguida un par de mozos se acercan a nosotras para cubrirnos de la lluvia; al entrar al recibidor me sacudo las pocas gotas que se me han quedado en la ropa y siento un escalofrío por el viento fresco que entra por la puerta que sigue abierta.

Veo pasar a dos muchachos (diferentes a los que nos llevaron a la casa) con nuestro equipaje y lo suben a la segunda planta.

-Puedo imaginarme vagando por la casa con los audífonos puestos y escuchando algo de Slow Skies en el iPod - La verdad es que lo había pensado, pero no del todo, lo dije y Elena me mira extraño.

-¿Cómo dices?

-¿Cómo dije de qué? - Se me atora la saliva en la garganta y me pongo nerviosa, creí que esas cagadas de señales de mi tiempo futuro estaban ya olvidadas por la costumbre de estar aquí.

Aunque, visto está que de repente se me sale uno que otro disparate (a los oídos de Elena) con palabras que ella no conoce.

-¿Ipod?

-No dije eso.

-Lo escuché perfectamente bien - Suelto una risa nerviosa y ella da un paso hacia mí, mirándome fijamente a los ojos.

-Elena, por la noche tenemos la cena con Oscar Toudic, te espero lista a las siete - Por primera vez agradezco que hayamos sido interrumpidas por Spirodonov. Pasa de largo sin verme y sigue a René hasta lo que creo que es su despacho.

-¿Por qué no telefoneas a… ¿cómo se llaman tus amigas que conociste en la fiesta aquella noche? - Comenta Mijaíl con pereza en la voz - Anna y… - Sé que ha olvidado el nombre.

-Camille - Apoya Elena.

-Sí, podrías distraerte con ellas que esta noche vamos con Tuodic para presentarle a la señorita Katina; estaba en Praga aquella noche y es importante que la conozca.

Ninguna de las dos dice una palabra porque Mijaíl no nos da tiempo, cierra la puerta del despacho tras de sí y nos deja solas en el silencio del pasillo de la casa de René.

-Señoritas - Escucho una voz femenina a mi izquierda y me giro para ver a mi interlocutora; una mujer más gorda que él, de mejillas mucho más rosadas y pecas en los pómulos.

Parece agradable y se le nota la jovialidad en la mirada a pesar de que bien pudiera tener sesenta años; tiene el cabello rojo y recogido en un impecable chongo. Me impresionan sus senos, grandes, inmensos, toda ella es grande pero desprende una energía tan despreocupada que al instante me contagia su buen humor incluso si sólo está sonriéndonos.

-Me llamo Marie y soy el ama de llaves del señor Favre y también la encargada de enseñarles su habitación - Da unos pasos delante de nosotras y sube a la segunda planta, no espera a que nos presentemos porque muy seguramente ya tiene idea de quiénes somos. Imagino que René le habrá hablado de Elena.

La seguimos pues por los escalones de madera tapizados por una alfombra suave color verde oscuro. Hay mucho verde en esta casa, demasiados adornos con ese color y otros de colores ocres; creo, por los chalecos y corbatas que le he visto a René, que el verde le encanta.

La casa tiene su olor propio, así como las casas de cada uno, que adquieren el olor de los inquilinos, el humor de cada persona que corresponde a ella. A veces entras a una casa y sabes en seguida que tiene como mascota un gato, otras veces te invade el olor a perro y otras tantas, simplemente a las ropas de la gente.

Ésta huele a madera, y un poco a la loción que usa Favre, puedo oler en nuestro trayecto, el perfume de Marie, lleno de algo que bien pudieran ser rosas… empalaga. Huele también a muebles encerados y al tapiz nuevo. Un tapiz de flores que al menos a mí me sigue pareciendo anticuado.

-El papel tapiz antes era de líneas, un verde intenso y uno más apagado debajo de la moldura, databa del siglo pasado y al señor Favre le pareció que era hora de dar la bienvenida al nuevo, es tan emocionante presenciar el cambio a una nueva era - Elena y yo volteamos a vernos y nos sonreímos, tiene acento marcado, muy marcado, pero lindo – Claro que ustedes aún no nacían.

Si hago bien las cuentas nací en el año… 1906… bueno, Yulia nació en ese año… wow, me suena tan extraordinario, aún entonces los coches eran jalados por caballos, todavía se usaba en que el chofer fuera en su banco llevado las riendas. Eso también me emociona, me encanta, ni siquiera comprendo por qué, pero me tiene sonriendo como una boba.

La mujer se detiene a mitad del pasillo y abre la puerta de la izquierda.

-Esta será su habitación - Se gira a Elena – Señorita Katina, si necesita algo incluso de madrugada, no dude en pedírmelo - Luego me mira a mí – Señorita Volkova sea bienvenida y no dude en pedirme cualquier cosa también; estoy a sus órdenes.

Nos sonríe cálidamente y nos besa ambas mejillas.

-Son tan hermosas y me encanta que estén aquí, hacía falta juventud en la casa.

-Gracias Marie - Decimos al mismo tiempo, yo me echo a reír y Elena se acomoda un bucle tras la oreja. Nos quedamos viendo a Marie por unos segundos, la vemos suspirar y se marcha.

Parece como salida de una historia de Jane Austen, como si fuera de esas regordetas del 1700's que se ven aún más grandes de senos por el ajustado corsé.

Apenas entramos a la habitación vemos que la ventana da hacia el frente de la casa y vemos la punta de la torre, sigue lloviznando y las gotas hacen música sobre el cristal, es grande y hermosa, de piso de madera y alfombra de color (Sí) verde. La chimenea está impecable y tiene los leños elegantemente puestos unos sobre otros, hay un olor a lavanda, penetrante pero rico.

-Todo un personaje - Dice Lena.

-Lo es - Apoyo la moción.

Se acerca y me toma de ambas manos.

-No me gusta esto de tener que ir sin ti - Agacho la mirada para ver nuestras manos entrelazadas, la suelto de la mano izquierda y le acomodo de nuevo el cabello.

-Es porque nos hemos acostumbrado a la otra, pasamos tanto tiempo juntas por el último mes que la ausencia de la otra nos parece extraño.

-Extraño e incómodo - Contesta.

-Pero ¿Sabes? Es sano que las parejas se tomen un tiempo lejos, para que crezcan como individuos; no queremos caer en la rutina ¿O sí? - Camino al sillón que está junto a la chimenea y tomo asiento, ella me sigue y se sienta en mis piernas.

-¿Se puede caer en rutina cuando estás en una ciudad nueva y hay tanto por ver? - Río, tiene tanta razón.

-Es cierto, es cierto… - Vuelve a entrelazar nuestras manos y me acaricia el dorso.

-¿Estás aburriéndote de mi compañía? - Dice después de unos segundos de silencio.

-Jamás - La veo directamente a los ojos y le hago entender, con el tono de mi voz, que no podría aburrirme de ella.

Yo no sé cuánto más tiempo pueda estar con ella, y debo aprovechar cada minuto, cada segundo; pero, si la otra Yulia habrá de quedarse aquí, quisiera que… ambas fueran autónomas sin tener que dejarse atrás un sólo segundo. Creo firmemente que una relación es mucho más rica si se le brinda espacio y tiempo. Si se ignoran por un rato para que cada una haga lo que le venga en gana. No me gusta la dependencia aunque lo que tengo con Elena por ahora bien puede sonar a eso, a una codependencia bien marcada.

-Sólo creo que hay cosas que debes hacer tú, sin mí, tú eres la artista y la fila de promotores que tienes detrás no quieren verme a mí, quieren verte a ti, a Elena Katina; no me parece malo que de vez en cuando te vayas sin Yulia y te desenvuelvas en lo que es tuyo.

-Cuando hablas de ti en tercera persona eres muy chistosa - Ríe y me besa en los labios, uno pequeño y suave.

Volteo la vista al reloj de madera que está colgado en la pared. Es medio día y los hombres están encerrados en el despacho; aún queda bastante tiempo antes de que Elena tenga que estar lista para la reunión con… como quiera que se apellide.

-Salgamos - Me apresuro a decirle.

-Pero llueve y acabamos de llegar - Le doy unas palmaditas en el muslo para indicarle que pretendo levantarme del sillón; se para y va hacia la cama.

-Lo sé, pero ¿No te encanta París bajo la lluvia?

-Es romántico - Contesta con una sonrisa hermosa.

-Y agradable y mágico, entonces ¿Si?

-Bien - Se levanta casi de un brinco y va hacia las maletas – Pero primero dime qué es un iPod - Se me va la saliva por el lado equivocado y comienzo a toser.

Toso y toso, levanto los brazos para ver si así el aire me llega a los pulmones, me siento con la cara roja y me lloran los ojos, trato de tomar el mayor aire posible pero no puedo. Elena está preocupada, pero se ríe también. Finalmente logro recuperar la respiración aunque me raspa la garganta y mi voz es diferente, un poco más aguda.

-Casi muero y tú ríes.

-Lo has hecho adrede para que olvide el asunto - Suspiro resignada y me aclaro la garganta, sigue raspando y recuerdo que en algún momento, algo como esto me sucedió con Yelena, tosí y tosí hasta el punto de ponerme morada y entonces le tomé a su limonada mineral.

Ella reía también, contenta, casi burlona, despreocupada… Yelena.

Se para frente a mí y pone las manos recargadas en su cintura.

-Un ipod es, un aparato moderno que se usa para escuchar música.

-¿Y cómo es que no he visto uno de esos?

-Porque acaban de salir al mercado, son como la cosa más nueva, y casi única, así que pocos lo tienen; millonarios excéntricos que gastarían una fortuna por él.

-¿Y tú no eres una millonaria excéntrica? Me dijeron que lo eres - Saca un vestido color turquesa y lo echa sobre el colchón.

-¿Lo soy?

-Mijaíl me dijo que algunas de las armas que están en la biblioteca son tuyas - Me acuerdo de la daga en el cajón – Y hay un hacha de doble filo increíblemente hermosa.

Cuelga de la pared principal y es vikinga.

-Mijaíl dijo que era tuya, me lo mencionó el primer día que llegamos.

También hay varias en la casa en Moscú y no en la casa de campo.

-Bueno… no, no recuerdo que fueran mías y nadie me lo había mencionado antes - Cambiamos el tema del reproductor por el de las armas, al menos creo que la he convencido de que es algo difícil de obtener y ahí quedó el interrogatorio.

-¿Aún sigues sin recordar nada de antes de la caída? - Asiento.

Es extraño, porque tengo emociones de la otra Yulia, sé lo que siente por Elena, lo que ha sucedido con sus sentimientos para Santana, cómo se siente respecto Samuel y cómo también desprecia a Finn, pero no hay cosas que pueda recordar de antes del incidente.

Creo que ni ella quiere recordar, si su pasado fue como imagino que fue, entonces seguramente es mejor no hacerlo, a veces vivir en la completa ignorancia es mejor… y si ella no quiere ser consciente de ello entonces habrá que concedérselo porque cuando yo me vaya, todo volverá a ser como antes, su mente, sus recuerdos, su cuerpo, todo quedará en ella.

-¿A dónde te fuiste? - Me truena los dedos frente al rostro y yo despierto.

-Me quedé pensando en eso, en los recuerdos que no tengo y si algún día volverán.

-¿No te revisó un médico después de la caída? - Jugando 21 preguntas con Elena Katina.

-No he tocado el tema con Mijaíl, pero seguro que sí y más seguro que él sabe lo que el médico dijo.

-¿Y tus desmayos mentales? Como el del otro día - Me saco los pantalones que traigo y me visto con unos color azul marino, luego me pongo una blusa holgada color blanco y me retoco el peinado.

-Afortunadamente no he tenido otro - Me siento aliviada de poder decirlo, de verdad me siento completamente contenta de que no se haya presentado alguno porque ya sabemos lo que eso significa - ¿Sabes? Quiero telefonear a Vika.

-También tienes que llamar a Anna y Camille - Se calza los zapatos y se pone labial frente al espejo del baño.

Apenas llegamos, es cierto, pero quiero salir y caminar tomada de su brazo, quiero aprenderme de memoria las calles colindantes sólo por decir que conozco alguna parte de París por la que puedo pasearme sin perderme. Sentir que conozco la ciudad entera sólo por saber cinco o siete cuadras.

Me paro frente a Elena que sigue mirándose en el espejo del baño.

-¿Me veo bien para una caminata? - Se gira mientras se pone un arete y luego me observa.

-Te sienta muy bien la combinación y más esa blusa… podrías desabotonarla un poco - Me echo a reír y meto las manos en los bolsillos.

Me detengo en seco, hay algo dentro del bolsillo derecho, es metálico; por lo que palpo puede ser un reloj, pero también tiene pinta de camafeo.

Jamás me había puesto estos pantalones, pertenecen a toda esa ropa de Yulia que no había tenido antojo de usar. Saco la joya y Elena sigue mirándome cuando termina de ponerse el otro arete.

-¿Qué es?

-No lo sé - Le doy vueltas pero no me atrevo a abrirlo, aunque, si soy sincera, tengo un extraño latido acelerado, presiento que algo importante hay dentro.

Elena se acerca y lo inspecciona.

-Es como un guardapelo.

-Siempre los encontré curiosos - Comento – Guardar cabello de alguien en algo así.

-Es romántico - Sonrío.

-Para ti muchas cosas son románticas - Me devuelve el camafeo.

-Ábrelo - Siento que debo y que no debo, no sé por qué le rehuyo.

La cadena se balancea de izquierda a derecha y estoy a sólo un clic de abrirlo. Tiene un relieve en el frente, una "v" que sobresale del metal dorado. V de Volkov. Lo abro por fin y hay dos fotografías en blanco y negro, un hombre y una mujer.

Él está a la izquierda; tiene una barba de candado bien recortada, pareciera rubia, párpados caídos y cejas medianamente pobladas, el labio inferior carnoso, pero el superior un poco delgado, supongo que es por el bigote que lo hace parecer así. Tiene el cabello engominado y se parece un poco a Mijaíl, excepto por la boca, pues la de él es grande.

La mujer es hermosa, tiene mis ojos, o para el caso, yo tengo los de ella, lo mismo que la forma de la nariz y los pómulos. El cabello recogido, vestido blanco y un dije en el medio del mismo, con una piedra oscura. Tiene la mirada contenta aunque no sonríe como tal. Rubia también.

Estoy temblando.

-…Yulia - Es lo único que dice Elena, que quita los ojos de las fotografías y los pasa por mi rostro, esperando leerme. Yo la veo de reojo.

-Son… son mis padres - Se me hace un nudo en la garganta y el corazón dentro del pecho me late fuertemente.

Esta es la primera vez que veo una foto de ellos. Siempre me había preguntado cómo eran, a quién me parecería. Si acaso serían Oleg y Larissa.

No lo son.

A ellos no los he visto nunca.

-Me parezco a ella - Me acuerdo de mi madre, me acuerdo tanto que en un segundo estoy llorando.

Hacía mucho que no lloraba por mi mamá, por la forma en la que me faltaba; siempre dijeron que sus genes habían sido los dominantes conmigo y los de Oleg con Kristina, así como sucede generalmente. Los mayores se parecen más al padre y el menor a la madre. Me doy cuenta que en esta vida me falta y que Yulia la extraña, sin embargo, lo que más me hiere es que a las dos nos falta en realidad, ambas hemos perdido a una madre, ambas lloramos por la mujer que nos falta.

Se acerca y me abraza, yo lo hago de vuelta y lloro un poco más, sintiendo las emociones de Yulia y las mías, todo es al doble, así como se siente con Elena, pero de un modo más abrumador, asfixiante.

-Ni siquiera tengo idea de cómo se llama - Mi voz es cortada y me obligo a calmarme.

-¿Por qué no se lo preguntas a Mijaíl?

-No, no, se lo preguntaré a Vika.

Al separarnos me acaricia el rostro y me seca las lágrimas. Me siento una idiota, pero me sorprendieron las fotografías y la realización de una madre que no está.

Le sonrío para tranquilizarla, le doy un beso en la mejilla y camino al baño para retocarme el maquillaje. Suspiro y me calmo. Elena me observa en silencio y vuelve a acercarse a mí para abrazarme por detrás y poner sus manos en mi vientre. Pongo las mías sobre las suyas y nos vemos a través del espejo.

-¿Estás bien? - Asiento.

-Lo estoy… sólo que fue… una sorpresa encontrarlo.

-No sé qué pasaría conmigo si yo encontrara algo así, algo que me dijera quiénes fueron mis padres, qué sentiría - Pone su mentón sobre mi hombro y apuesto a que está de puntillas. Es tan tierna.

-¿No tienes ni una pista?

-No.

La escucho tranquila; no puedo saber qué es lo que siente al no tener una sola idea de quiénes son sus padres, si le duele, si le importa, si lo ha superado.

Bajamos y buscamos a Marie. La encontramos sentada en la sala leyendo, más que su ama de llaves, creo que es su amante. Está entretenida en su lectura, apuesto a que es una historia de amor, una de esas que a las mujeres soñadoras les encanta leer. Suspira, levanta las cejas y se lleva una mano al pecho.

Me aclaro la garganta y se asusta.

-Perdón - Digo con sinceridad.

-No te preocupes chérie.

-Marie, quiero saber… puedo… ¿hacer una llamada a mi ciudad? - Me siento tímida, como una niña que pide un dulce o una taza de chocolate en una casa ajena.

-Pero por supuesto, no lo pidas en lo futuro, puedes llamar a donde quieras, Australia si gustas o Japón - Bromea.

-Bien, por el momento me conformo con llamar a mi prima - Ríe, me señala el teléfono y sigue con su lectura.

Cuatro timbres y como es de esperar, es Martin quien contesta. Pregunto por Vika y veo el reloj en mi muñeca; aquí es la una de la tarde, allá son las seis de la noche, hora perfecta para encontrarla despierta.

Pero no está despierta ni dormida, ha ido al Cotton Club. Sonrío, sonrío como se le sonríe a un niño que ha hecho una travesura graciosa. Nuestra adorada Vika sigue visitando a Emma.

Estoy a punto de colgar cuando me acuerdo de preguntar por la tía Julie, quien no ha venido con nosotros por su embarazo. Martin me avisa que está bien y que han pensado en volver a la ciudad ahora que sólo están ella y Vika en casa.

No me parece mala idea, si están en Moscú es más fácil conseguirle un médico a tía Julie si llegara a sentirse mal.

Cuelgo y cuando vamos a la salida se abren las puertas del despacho y salen los tres hombres, junto con ellos, el olor a cigarro y a brandy.

-¿Y ustedes a dónde creen que van? - Pregunta Mijaíl visiblemente contento. Menudos planes tienen seguramente que los tres sonríen.

-Queríamos dar un paseo, conocer un poco.

-Están lejos del centro - Comenta René – Y aún llueve.

-Oh pero no queremos ir al centro - Urge Elena.

-Solo los alrededores - Digo yo.

-Pero… - Comienza a decir Dima.

-Es ese caso - Interrumpe Favre – Hay un parque precioso a tres cuadras, con un estanque y árboles frondosos; vayan, pero no tarden - Voltea a ver a Lena quien tiene una sonrisa amplísima, contenta de que podamos salir antes de que Spirodonov diga cualquier cosa.

Huimos de ahí como un par de chiquillas que acaban de obtener el permiso para ir a una fiesta. Bajamos las escaleras con destreza y vamos camino a la salida abriendo ya nuestro paraguas cuando recuerdo que no he llamado a Anna y Camille y que si he de hacer planes con ellas será mejor ya, antes que alguien me gane en ello.

Entramos de nuevo a la casa y saco el número de mi bolso, marco y contesta… ¿Camille? ¿O será Anna?

-¿Camille?

-Oui.

-Hola, soy Yulia.

-Yulia, que gusto - Me gusta mucho su voz.

-¿Tienen planes para esta noche? Me refiero a que… bueno, Elena estará en una cena con ¿Cómo se llama? - volteo a ver a Elena.

-Toudic - Susurra.

-Si, un tal Toudic y bueno, sutilmente Mijaíl y Spirodonov han dicho que no estoy invitada, así que pensé que… podría… pasarlo con ustedes ¿Tal vez?

-Desafortunadamente Anna estará ocupada…

-Oh, bueno, no hay problema, podemos dejarlo para otro día… - Camille ríe.

-Pero yo no… así que puedes venir a casa y luego salimos a algún bar o cenar.

-Suena bien, perdón si te interrumpí - Ríe de nuevo.

-No te preocupes ¿A qué hora te espero?

-¿Siete te parece bien?

-Suena perfecto.

Cuelgo y volvemos a la calle, la lluvia se ha convertido en llovizna pero aún así abrimos los paraguas y giramos a la izquierda, esperando encontrar el parque que René nos ha dicho que hay en las cercanías.

Pasamos por casas típicas parisinas, por establecimientos de comida y una frutería. Pregunto a alguien sin éxito por si habla ruso y luego, por pura casualidad, damos con el parque. Es verdad que tiene árboles frondosos, de siglos de edad, con hojas muy verdes y pasto tupido. En el centro hay un lago y alrededor varias bancas pintadas de color café.

Podríamos sentarnos pero están mojadas, aunque, encontramos un techado que conserva algunas secas y caminamos hacia allá. El olor a lluvia vuelve a reconfortarme como siempre, no hay nada en el mundo que haga que deje de gustarme una sola vez el olor.

-¿Qué crees que seremos en nuestra siguiente vida? - Me desconcierta su pregunta, así nada más, pero es curiosa, Elena es la persona más curiosa que he conocido jamás. Y, aunque desconcertante, también me gusta mucho que lo haya dicho.

-Bueno… tú serás una maestra de música enseñando en los mejores conservatorios de Rusia, quizás Londres. Yo por mi parte, primero tendré un trabajo de editora mediocre mientras desatiendo la franquicia de restaurantes que me ha pasado mi padre y luego dejaré la editorial mediocre para volver a la franquicia y hacerme cargo de mi negocio.

Suelta una carcajada y da una mordida a su panecillo con jalea.

-Ok ¿Y qué hay de nosotras?

-Ah así que Elena de verdad quiere y piensa encontrarme en su siguiente vida.

-Por supuesto, tenemos que, voy a encontrarte y eso no lo dudes por un segundo siquiera - Me besa la mejilla y adrede me llena de lo que está comiendo. Ríe y me limpia con su servilleta.

La lluvia arrecia pero por fortuna, el techo nos cubre bien, aunque, hace un viento frío que nos hiela y nos obliga a cerrarnos hasta arriba la gabardina.

-Bueno, creo que nos encontraremos, pero las cosas no pueden ser demasiado fáciles, así que cuando te encuentre estarás comprometida con una chica llamada Irina; así que tendré la tarea de enamorarte.

-¿Y cómo vas a enamorarme?

-Esa es una buena pregunta, no lo sé - No lo sé… no sé cómo enamorar a Elena… Yelena, más que Irina.

-Siendo tú por supuesto, no forzando las cosas, se tú, con tu encanto natural y entonces yo caeré a tus pies - Le sonrío increíblemente divertida y sorprendida.

-¿Sabes? Tienes razón, eso debería de hacer.

-Bien ¿Y luego? - Se acomoda en la banca y da otro mordisco. Me encanta su apetito.

-Luego cuando dejes a Irina, te casarás conmigo, te mudarás a mi departamento en la 59 y Park, tras unos años de viajes y disfrutarnos pensaremos en tener hijos, uno, un hijo, tendremos nietos y moriremos viejas.

-Es un plan muy lindo - Se pega a mí y pone su cabeza en mi hombro; luego se levanta y me mira, curiosa.

-¿Por qué Irina? - Me encojo de hombros - ¿Por qué ese nombre por dios? - Me río tan fuerte que la asusto, me ahogo de risa; ella sigue viéndome curiosa, con una sonrisa en el rostro y sin saber por qué río tanto; me calmo por fin.

-Sólo se me ocurrió.

-A veces eres tan rara - Vuelve a su panecillo.

Regresamos a la lluvia sobre las hojas, su olor, el sonido de las gotas en el lago y a la mutua compañía en un silencio acogedor que sólo se consigue con quien es tu otra mitad.

xxxxxx

El departamento de Anna y Camille está en el cuarto piso de un edificio que queda junto al río, sobra decir que la vista es preciosa y que las luces amarillas hacen de esto una visión espectacular e hipnotizante.

Anna se ha marchado antes de que yo llegara, así que no he podido saludarla. Camille usa un vestido casual color tinto mientras que el mío es gris. De pronto creí que venía algo informal a pesar de usar vestido, luego al verla me di cuenta que acerté en lo que decidí ponerme. Todavía me cuesta un poco de trabajo atinar a qué usar, pues siempre he sido más de la ropa casual, quizás un vestido de colores oscuros, con una chaqueta y unas botas Saint Laurent. Me gustan también los jeans y las playeras cómodas o los pants.

Pero bueno, recordemos que al menos hasta los años sesenta, las mujeres seguían un patrón de vestimenta, no existe aún tanta diversidad y no me ha quedado de otra más que acostumbrarme, no, miento, no me acostumbro del todo.

-¿Te ha sido difícil encontrar la dirección? - Me pone una taza de té sobre la mesita que tienen en la sala, humea bastante, así que apuesto a que está tan caliente que me será imposible darle aunque sea un sorbo chiquito. Lo dejo enfriar.

-En realidad fue el chofer de René el que me trajo, así que no me fue difícil - Sonrío.

Doy un vistazo a las paredes llenas de pinturas en distintos estilos pero con un toque único.

-¿Todas son de Anna? - Bebe de su té como si nada. La envidio, yo nunca he podido hacerme la valiente o si no se me escalda la lengua.

-La mayoría sí - Casi todas son mujeres desnudas. Algunas son de hombres, otras son paisajes.

-Y tú estás en muchas.

-Le gusta la pintura y a mí me gusta posar, somos la una para la otra - Tiene en un plato de esas galletas que son comunes de Francia, unas pastitas riquísimas de colores suaves, rosas, azules, verdes.

-¿Cómo se conocieron? - Me animo a probar el té. Me quemo.

-Bueno, el padre de Anna y mi padre son amigos, me hablaba de él pero nunca lo había conocido; hace dos años fuimos a Berlín a pasar una semana con él, y ahí nos conocimos.

-¿Y hace cuánto que viven juntas? - Tomo una pastita y le doy pequeñas mordidas.

-Seis meses.

-Es poco.

-Sí, pero sabemos que aunque mucha gente cree que iniciamos todo demasiado rápido, yo creo que cuando llega la persona correcta, nada es ''demasiado'' rápido.

-Te entiendo - Recuerdo cómo sucedieron las cosas entre Elena y yo, rápido también; supongo que cuando dos personas se conocen de tantas vidas, ya no hace falta el tiempo de reconocimiento porque eso ha sucedido desde el momento en el que cruzaron miradas.

Acabamos el té y dejamos un par de bocadillos en el plato, nos ponemos nuestros abrigos ligeros para salir a la noche fresca y caminamos varios minutos a la orilla del río.

-Siempre que paso por aquí no puedo evitar pensar en un Jean Valjean siendo perseguido por Javert y en un Javert ahogándose - Siento a Camille tomarse de mi brazo.

-No soy fan de Los Miserables.

-Y menos como musical - La oigo reírse.

-No hay un musical de Los Miserables - Segunda cagada en el día.

-Me refiero a que sería pésima como musical - Ojalá eso lo arregle.

-Esperemos que a nadie se le ocurra - Bueno, en cincuenta años a alguien se le ocurrirá, y aquí en Francia precisamente.

Llegamos a un restaurant pequeñito, cálido y acogedor que huele a pan de ajo y pasta. Comida italiana.

-Creí que estarías harta de la comida típica.

-Y me trajiste por pasta.

-Exacto - El mesero se acerca a ella y le acomoda la silla.

-¿Cuál es la comida típica en Berlín? - Las dos horas que llevamos juntas se han pasado ligeras y cómodas, como que fuéramos amigas de hace tiempo, no me siento con la necesidad de pretender y me fluyen las palabras seguras y elocuentes. No como hace unas horas cuando me tenía tartamudeando en el teléfono.

-En Alemania se come el Schnitzel y se le exprime un jugo de una fruta que no recuerdo, parecida a la lima, pero dulce, acompañado con papas, les encantan las papas, las salchichas también… - Se acomoda la servilleta en las piernas y le pide al mesero una botella de un vino que no distingo porque ha dicho el nombre demasiado rápido.

-¿Cuál es la comida típica allá? - Sonrío.

-No hay; hot dog, hamburguesas… corn dog… - Me encojo de hombros – No hay - Abre la carta y la imito, creo que podría pedir Spaguetti, aunque una ensalada con camarones y un aderezo al vino blanco no estaría mal.

Pasamos un par de minutos decidiendo qué pediremos, el vino ya está servido y me sabe riquísimo. Camille cierra su carta y me mira, pone los codos sobre la mesa y la barbilla sobre sus manos.

-¿Cómo te diste cuenta que estabas enamorada de Elena? - Levanto una ceja.

-Pff… - Porque no podía dejar de ver su foto, pienso.

Me rasco la nuca y me recargo en la silla, pensando cómo contestar a esa pregunta. Lo medito unos segundos más y luego imito la posición en la que está Camille.

-La vi por primera vez una tarde en la que visité a mi abuelo; me pareció hermosa, fue… como un golpe en el estómago que me hubiera sacado el aire por completo. Mi alma me decía que debía ir hacia ella, que en ella habita la parte que me hace falta. Un rompecabezas de dos piezas y ahí estaba Lena, con la pieza que encaja con la mía. La amo porque no imagino mi vida con nadie más, simplemente sé que es con quien debo pasar el resto de mis días, que si no lo hiciera, vagaría por el mundo siendo un ser irremediablemente oscuro y solo, porque, aunque bien pudiera estar con más personas, en cuanto a corazón se refiere, no hay persona más perfecta para mí que ella - Doy otro sorbo a mi vino.

Ella me mira embelesada, sin decir una sola palabra. Espera que continúe.

-No puedo explicártelo bien, pero creo que cuando el cosmos, o lo que sea que nos rige nos hizo, pretendió que cada uno tuviera una compañía, como si nos hubiera pintado del mismo color y nadie más tiene ese color, solo tú y esa persona. Luego nos puso en el mundo y dijo: encuéntrense, ustedes se pertenecen; y creo que puedes ser feliz con… por ejemplo si yo fuera negro, puedo ser feliz con un rojo, o rosa, quizás hasta con un naranja, pero… no hay nada como estar con esa parte que me corresponde por ley cósmica.

Sigue sin decir nada, pero luego suspira y se acomoda en su silla.

-Suena absurdo lo sé, a veces mis analogías son demasiado estúpidas - Pone su mano en la mía.

-Tu analogía ha sido hermosa - Se enciende un cigarro – Creo que Anna y yo somos azules.

-Sí, me parece que sí lo son.

La velada pasa entretenida, llena de anécdotas de ella y Anna, de sus peleas, de cómo han resuelto los malos momentos; se sorprende cuando le digo que no he tenido tiempo de pelear con Lena y luego comprende que es porque no tenemos mucho tiempo juntas.

Se acaba la botella y la ensalada y su pasta, se vacía el lugar y caminamos de vuelta a su departamento caminando también por la orilla del río y contándonos secretos que guardaré como guardo recuerdos en mi baúl; secretos que ella también guardará.

Me siento tan cómoda en su compañía y siento tan sincera su amistad que estoy a dos segundos de contarle la verdad… más no lo hago. No le digo que vengo del futuro.

En la puerta de entrada al edificio nos despedimos, me besa de nuevo en los labios y sube sonriente las escaleras.

El chofer me espera a la hora acordada: Media noche.

-¿Linda velada? - Es un hombre alto y narizón cuya manzana de Adán se le mueve demasiado en el cogote. Me dan ganas de llamar también a Damien. Lo extraño, mañana temprano lo haré, veré si está en la casa de campo o en Moscú. Aunque seguramente está con su novio.

-Maravillosa - No sé su nombre - ¿Cómo te llamas?

-Adrian.

-Bien Adrian, de vuelta a casa por favor que muero por echarme en la cama y dormir dos o tres días - Se ríe, nada como la risa de mi amigo, pero es contagiosa y me río junto con él.

-A la orden señorita.

xxxxxx

No sé qué hora es cuando siento el cuerpo de Elena pegarse al mío y abrazarme, me besa la espalda y se prende de mí con su pierna. Huele a cigarrillo y a alcohol.

-¿Te fue bien?

-Excelente - Contesta con voz cansada, suspira y se acurruca.

-¿Me contarás mañana?

-Cada detalle - Está a un minuto de perder el conocimiento.

-Bien, descansa amor, buenas noches.

-Te amo - Dice y vuelve a besarme la espalda.

Es esta calma, felicidad y sosiego, la comodidad, lo que me hace rectificar que Elena me pertenece por ley cósmica.
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Mensaje por Fati20 1/27/2023, 8:13 pm

Otro hermoso capitulo 😍😍😍 me alegra muchísimo q julia aun no ha tenido q regresar y disfrute de amar a lena. De este capitulo me gusto mucho eso q Elena le explicara qué hacer para enamorarla, lo disfrute mucho y es hermoso leer como julia piensa q funciona el mundo y el amor donde estará ese otro color perfecto de cada uno yo diría q yo soy negro 🤔🤔 tu q color crees q eres cariño? Bueno espero que tengas una feliz noche 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/28/2023, 2:24 pm

Capítulo Treinta:

París es hermoso, pero lo es más cuando el sol comienza a ocultarse y mucho, mucho más cuando por fin se ha despedido y las luces de las farolas dan la bienvenida a la noche. Es como si estuvieras en otra dimensión, con colores más vivos y olores más fuertes.

Hoy han vuelto a dejarnos solas a mí y a Camille, así que decidimos salir por un café en una de las tantas calles adoquinadas de la ciudad. Con sus mesitas de madera y mimbre fuera del local, suena una música tranquila pues a lo lejos un hombre toca su violín gastado y los transeúntes le dejan unas cuantas monedas en el estuche del instrumento. Es delgado y alto, de nariz prominente y lleva puesto unos pantalones negros, con camisa gris claro y un chaleco del mismo color que su pantalón.

Mueve la cabeza y el cuerpo al compás de su violín, como sí él fuera más bien una extensión. Me hipnotiza, me enamora el oído y me pone los pelos de punta. Me abruma tanto lo hermoso que toca que me dan ganas de llorar. Demasiada emoción.

-Será mejor que te acostumbres a no verla tan seguido - se prende un cigarrillo que ha puesto previamente en la boquilla de marfil y recarga el codo sobre la mesa, recargando del mismo modo su mentón en la palma de su mano.

-En eso estoy, comprendo que sus ocupaciones absorberán la mayor parte de su tiempo y al menos hasta que no se dé un respiro yo no podré tener a Elena conmigo como antes.

-Así es, al principio es difícil, pero luego se vuelve casi tan fácil que se te olvida que está fuera - Da un trago a su té de frutas y hace un gesto – Olvidé endulzarlo.

-A la mayoría no les gusta el té con azúcar, incluso creen que es pecado ponerle o algo así.

-Los demás se pueden meter sus ideas por donde quieran, a mí me gusta el té con azúcar - Me echo a reír y le robo un cigarro.

-Seguro que Elena estará súper nerviosa, lleva dos semanas ensayando como loca y las entradas se han agotado - En unas tres horas debemos estar allá, Anna está en Alemania y parece que regresará en una semana.

-Pero estará fenomenal; no dudo que llegue a ser una gran estrella, y más contemplando que es Toudic quien ahora respalda a René… - Hace una pausa y vuelve a fumar de su cigarro, luego continúa – Aunque, Oscar Toudic no me da buena espina como persona, en cuanto a relaciones públicas es impecable - Frunzo el ceño y me preocupo al instante.

-¿A qué te refieres con que ''No te da buena espina' '- Pienso que quizás quiera pasarse de listo con Lena.

-Es nacional socialista - intento comprender lo que me dice y caigo en cuenta – Todo mundo sabe que algo grande trama Alemania y él está cien por ciento seguro de que sus planes son los más brillantes de toda la historia; que el mundo puede cambiar si le damos el visto bueno a lo que Adolf se trae entre manos.

Estamos a tres años de que las cosas comiencen, y a nueve de que por fin estallen como se debe.

-Anna dice que no pasará nada, que todo está bien por allá y que no hay de qué preocuparse, yo sinceramente tengo un mal presentimiento y no apoyo nada aquello. Ni siquiera Marlene es partidaria del que quiere postularse para tercer Reich - Suspiro y desvío la mirada.

-Bueno, digamos que logra ser Tercer Reich, digamos que el Nacional Socialismo cobra fuerza… yo no quisiera estar aquí para verlo ¿Quieres mi consejo? - Asiente - Vete de aquí; es más, eres bienvenida en mi casa el tiempo que quieras, pasa una temporada allá, si es que la cosa se pone fea, tan fea como crees que se pondrá - Saca el espejo de su bolsa y se mira, luego se retoca los labios ¿Para qué? No sé, porque al segundo sorbo el labial se ha quedado completo en la taza.

Sus labios pintados en casi toda la orilla.

-Sólo si me aceptas con Anna.

-Las dos son más que bienvenidas allá, ustedes, Marlene, quien sea; pero en serio, hazme caso, ve tomando en cuenta eso de salir de Europa.

-Suenas tan segura que me has convencido, no es que vaya a estallar la guerra, pero si sí, entonces no quiero estar aquí - Sube la mirada a mi espalda y yo siento la presencia de alguien detrás de mí.

Me tenso y me giro enseguida. Ahí parada parece un espejismo, con sus ojos azules profundos y su mirada bondadosa; no quepo de la emoción y sin pensarlo dos veces me levanto de mi asiento y le brinco encima llenándola de besos.

Camille nos mira con el ceño fruncido, pero sonriendo ante la escena de una Yulia que parece una niña.

-¿Qué haces aquí?

-No podía perderme el gran estreno oficial de la señorita Katina - Vuelvo a abrazarla.

-¿Y Emma? - Pregunto en seguida por ella porque asumí que este tiempo en el que yo estaría acá, Vika haría todo lo posible por quedarse por fin con la castaña de fuego. Conquistarla, enamorarla mucho más.

-Bueno, Emma por el momento no pudo venir… así que he venido sola. Pero quizás, si decido quedarme más de la cuenta, mande a alguien para que se la robe y me la traiga - Me río, me ha puesto de mejor humor su visita inesperada.

-¿Por qué no me dijiste que vendrías? ¿Quién te ha dicho cómo encontrarme?

-Quería que fuera sorpresa y mmm… me parece que se llama Marie, quien le ha dicho al chofer a dónde traerme, fue fácil reconocer tu cabellera azabache y tu mano con el cigarro - Se voltea a ver a Camille y le sonríe. Es cuando me percato que he sido una grosera por no presentarlas.

-Vika, ella es Camille, Camille ella es Vika - las presento sin caber de la felicidad de tenerla conmigo.

El mesero acerca otra silla y le entrega la carta; se le ve radiante y contenta, así que asumo que le está yendo de maravilla en Moscú y con Emma; me da gusto, me encanta imaginar lo bien que lo han pasado en la usencia de Mijaíl y mía.

-¿Y de qué hablaban? - Nos pregunta sin quitar los ojos de la carta; una carta color sepia con viñetas del siglo pasado, el logotipo dice que el café está abierto desde 1870 y al verlo hacia adentro sabes que no ha cambiado ni un poco desde que se inauguró.

-¿Qué opinas tú del nacional socialismo? - Levanta la taza, el mesero se acerca a recogerla y entiende en seguida que Camille está pidiendo otro té. Vika voltea a verla con cara de no entender nada.

-No… no sabría…

-No tiene idea de lo que le hablas - Me volteo a Vika, olvidando de nuevo aquello de que estoy en los años treinta – ¿Alguna vez llegaste a ver en libros o en la computadora fotografías del Holocausto? ¿De todas las cosas que sucedieron en Auschwitz, Dachau, etcétera? - Se pierde en su mirada y hay una pequeña chispa en sus ojos que me advierte que sabe de lo que hablo.

-Ya… - Guarda silencio y aseguro que hace cuentas en su cabeza – Está prácticamente a la vuelta de la esquina - Se vuelve a Camille – Nuestra casa es tu casa.

Camille no tiene ni idea de lo que acaba de suceder, sabe que dijimos cosas raras, logro verlo en su mirada cuando sé que no ha parpadeado y tiene la boca abierta, vuelvo a darme otro zape mental.

-La he visto actuar extraño - Se refiere a mí – Pero hoy se ha llevado el premio al comportamiento más raro - Nos mira como si fuéramos un par de deformes, o seres extraños de otro planeta – No entendí la mitad de lo que dijeron, Auschwitz, Dachau, computadora - Las enumera con los dedos.

-Yulia y yo solemos hablar en código… y podemos ver el futuro - Mueve sus dedos sobre la mesa como estuviera leyendo una bola de cristal y el Tarot. Camille le sonríe.

-Ya veo - Se acerca a mi prima recargando ambos codos en la mesa. Creo que mi amiga es una coqueta natural, poco falta para que le ''Haga ojitos'' a mi prima - ¿Qué me depara de aquí a diez años?

-¿Cómo te apellidas?

-Godeau - Vika voltea a verme y yo le niego ligeramente con la cabeza, hasta que se presentó, yo no sabía nada de ella ni de Anna.

-Bueno, estarás feliz con tu pareja, no tendrás problemas de dinero y seguramente estarás en Asia - Me echo a reír con lo último, eso sí que es seguro.

-¿A qué te dedicas Vika?

-Estoy en pláticas para crear mi marca de Tabaco - Volteo a verla, sorprendida, eso no lo sabía – Te lo platicaré luego Yulia.

-Excelente, si tu oficio serio fuera el de leer el futuro seguro que morías de hambre - Las tres nos echamos a reír y nos encendemos un cigarro.

-Quiero ir a El Café de'l Enfer.

-¿No has ido? - Pregunta Camille.

-No, pero podríamos ir mañana las cuatro - El violín sigue cantando, la calle es más concurrida ahora y el cielo se ve menos claro, más estrellas han salido a saludarnos.

-Bien, Vika será mi pareja de la noche - Le estira la mano y se la toman por unos segundos. Pareciera que se conocen de toda la vida.

Camille es un alma libre, aunque le pertenece de algún modo a Anna, gusta de estar de aquí para allá sin sufrir por las ausencias de su pareja, coquetea con muchas mujeres, pero nunca la he visto ponerse seria con ninguna, incluso cuando me besó en la boca; fue como el beso que se dan dos amigas que se conocen desde la infancia, sin chispa sexual, es más bien como una conexión trascendental que no tiene forma de explicarse.

Camille tiene un imán que te mantiene cerca de ella porque disfrutas tanto de su compañía que te recuerda cómo se siente estar con tu familia. Te brinda una comodidad tan increíble que cuando la dejas en la puerta de su departamento y vas a cinco cuadras de ahí, ya quieres que sea el día siguiente para volver a verla.

Elena disfruta tanto de su compañía como yo, aunque es claro que quien pasa más tiempo con Camille a últimas fechas, soy yo.

xxxxxx

El teatro no queda lejos, así que decidimos caminar hacia allá; cuando llegamos la fila para entrar es mediana, pero nosotros obviamente no necesitamos formarnos, los porteros saben perfectamente bien quiénes somos.

-Adelántense - Les digo – Yo iré a su camerino a… saludarla.

Se ríen como unas chiquillas y yo me abro paso entre la gente para ir hacia la puerta que me llevará tras bambalinas.

Voy llegando a su camerino cuando escucho la voz de otra mujer hablando en ruso con un acento que parece extraño, no logro distinguir de quién es ni de dónde proviene esa forma de arrastrar las ''eses'' las ''Ces''.

-Me encantó verla en el ensayo de la semana pasada, creo que tiene un talento enorme y confío en que se le conocerá a lo largo y ancho del mundo. Casi me hace llorar cuando llegó a esa nota alta, me quedo sin aire junto con usted - Bueno, al menos le habla de usted.

La ricita de Elena sin embargo, me pone en alerta, se siente halagada y está poniéndose coqueta. Suspiro para no sentirme tan celosa al momento de entrar y no fulminar a la tipa con la mirada, para no discutir con Elena, no lo hemos hecho y no quiero que el día del premio mayor sea hoy, en su estreno y cuando debe estar más concentrada. Clases de actuación, vengan a mí.

-Hola - Elena se nota visiblemente abochornada de verme ahí porque sabe que he escuchado algo de lo que se decían, luego se sonroja más cuando ve las flores que sostengo con ambas manos porque me pesan y finalmente se lame los labios cuando ve el vestido que llevo puesto, el maquillaje ligero que he usado para la noche y la banda de brillantes que me he puesto en la cabeza. Sí, me veo irresistible.

Me detengo tanto en ella que no he visto el rostro de su ''Fan''; y cuando por fin lo hago se me cae la sangre a los pies y las flores al suelo; Irina. Siento al instante un nudo en el estómago y mis celos se multiplican por mil, siento el rostro rojo, me imagino como en aquellas caricaturas donde la cara se pone color tomate y de las orejas comienza a salir vapor a la vez que se escucha un sonido como de olla de presión.

No sé cómo no pude pensar en que quizás Elena se encontraría tarde o temprano con Irina. Se agacha y me entrega el ramo.

-Yulia.

-¿Interrumpo algo? - Irina se pone incómoda enseguida y comienza a temblar.

-No, estaba diciéndole a la señorita Katina…

-Lo increíble que te pareció en el ensayo de la semana pasada - Por ahora siento que esta actitud es más bien de la otra Yulia que mía. Puedo apostar que es española.

Elena sigue callada, abochornada.

-S-sí, sí, es… talentosa en verdad - Mientras yo me siento más fuerte y poderosa, Irina parece hacerse más y más pequeña ante mi enojo. ''Calma Yulia'' Le digo y me digo.

Voltea a ver a Elena, le sonríe apenada, se gira y me ve por última vez y sale de ahí. Entonces Elena se enfurece.

-¿Tienes idea de a quién has tratado con tan poca educación? - Casi me grita.

-¿A tu fan número uno? - Suspiro, ''Por no decir, tu casi esposa en mi presente''. Se acerca a mí y ahora soy yo la que se siente pequeñita bajo su mirada encendida de ira.

-Katrina es la sobrina de Toudic, que ha venido de España para la presentación… y si por esto Toudic decide no trabajar más conmigo voy a estar muy enojada contigo - Me empuja con su índice pegándome en el pecho.

-Yo… yo no sabía que era su sobrina y, te notabas coqueta y ella…

-Tus celos no son buenos en este momento - Ni siquiera eran tanto mis celos… bueno sí, sí eran mis celos ¡Se trataba de Irina!

-¡Se trataba de Irina! - Yo y mi bocota. Elena frunce el ceño.

-¿Quién? - Me toco el puente de la nariz, cierro la puerta del camerino y dejo las flores cerca de las demás.

Camino luego a donde Elena y le tomo las manos; por un instante quiere quitarlas de mí, pero me permite tenerla así.

-Nada, anoche soñé que me dejabas por una tal Irina.

-No es la primera vez que mencionas ese nombre y te incomodas; a veces actúas tan extraño… - Me suelta.

-Perdona, no quise portarme así… me disculparé con ella ¿De acuerdo? - No me encanta la idea pero no tengo otra opción. ''¿Disculparte?'' me dice la otra Yulia.

Me mira con enojo y severidad por otros segundos, luego voltea hacia las flores y se suaviza.

-¿Para mí?

-No veo a otro amor de mi vida por aquí - Cuando me sonríe todo se nos olvida. Sé que no podemos estar mucho tiempo enfadadas, no se nos da.

-Me gusta que me celes, sólo no seas tan agresiva - Me besa los labios – Le pediré a Pierre que ponga las flores en agua - Camina hacia ellas pero yo la detengo de la cintura y la pego a mí, su espalda en mi frente.

Me agacho y le huelo el cuello, me encanta su nuevo perfume, aspiro fuerte y suelto un sonido de contento. Me calienta sentir sus nalgas en mi pubis y cómo las pega mucho más a mí. Mete su mano a mi cabello y me acaricia.

Yo comienzo a darle de besitos en el cuello y los hombros.

-Alguien puede entrar en cualquier momento.

-Entonces haz favor de ponerle el seguro a la puerta - La empujo hacia allá y la pongo contra ella. Mientras le acaricio el vientre ella pone el pestillo. Su respiración cada vez más agitada, subo mis manos a sus senos, tiene los pezones erectos - ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que vengan a decirte que tienes que estar lista?

-Diez minutos - Le muerdo suavemente la oreja y gime despacio y quedo – Luego me ayudarás a ponerme el vestido y tendrás que ir a tu asiento para ver a tu futura esposa cantar - Sonrío cuando escucho aquello e Irina se me olvida por completo.

-Diez minutos son suficientes para que te vengas al menos tres veces - Se estremece en mis brazos.

-¿Cuándo nos volvimos tan explícitas? - Se gira hacia mí y me lleva la mano a su entrepierna.

-Es un paso que se debe de dar en toda relación sana.

-Me encanta cuando hablas de ese modo - Gime cuando toco el punto correcto. Está tan mojada.

-Tengo más trucos bajo la manga - Me empuja hacia su tocador.

-¿Hace cuánto que no hacíamos travesuras?

-Una semana - La subo y le abro las piernas. Mientras le beso las mejillas y los labios le subo la bata y hago a un lado sus bragas.

Se abraza de mi cuello con sus manos y de mi cintura con sus piernas, cruzando los tobillos a la altura de mis riñones.

-Extrañarte es afrodisíaco - Gime tan delicioso en mi oído que quisiera no soltarla en toda la noche – Viene el primero - Me calienta tanto su voz y su humedad.

Siento sus piernas aferrarse más fuerte a mí, me suelta el cuello y aprieta las manos en la orilla del tocador, seguro que los nudillos se le han puesto blancos; quiere gritar pero en lugar de hacerlo pone su frente en mi hombro y luego echa la cabeza hacia atrás.

-No te detengas - Mueve las caderas al compás de mis movimientos.

-¿Así que sí queremos tres?

-Cállate y sigue - Es la orden más sexy que me ha dado jamás, sus movimientos se vuelven frenéticos, sus ojos se oscurecen mucho más.

Llega el segundo.

-Te quiero en mi boca - Le digo. Está tan caliente que no se detiene a pensarlo y me asiente, frente con frente, mirada oscura, parecen un abismo de lujuria.

Me agacho y la huelo. Juego con ella, la saboreo. Pero el tercero no llega, Pierre toca discretamente a la puerta, seguramente adivinando lo que estamos haciendo y con voz nerviosa le dice que debe estar lista en cinco minutos.

Nos sobresaltamos, me paro en un segundo y ella cierra las piernas, luego se tapa la boca y se echa a reír, yo junto con ella y me limpio la boca con un pañuelo.

-Wow - Respira agitadamente y tiene la frente sudada – Me arruinaste el maquillaje.

-No mucho ¿Dónde está el vestido? Yo lo saco mientras te retocas.

-En aquella bolsa - Se sienta en el banquillo del tocador y yo voy a por él.

Cuando lo saco, chiflo, es hermoso, color negro, con un escote moderado en el frente, piedras negras también, hacen que brille de la forma más preciosa posible, parecerá una joya en él. El gorro que deberá ponerse le hace juego y ahora que se ha retocado el maquillaje me parece una diosa.

Como si la viera por primera vez, está radiante porque hoy es su gran noche, brilla como nunca, sonríe como jamás, me siento tan orgullosa de ella que de seguro se me ha de notar en la mirada porque baja la brocha que usaba para el rubor y me mira fijo a través del cristal.

-¿Qué?

-No puedo ser más feliz, estoy aquí contigo, estás a punto de tener el momento más grande de tu vida, de convertirte en una estrella famosa y me encanta ser parte de esto, soy la mujer más afortunada del planeta por ello.

Comienzan a mojársele los ojos pero reprime las lágrimas para no tener que maquillarse de nuevo.

-Te besaría en este instante, pero no quiero que nos llenemos de labial - Le sonrío con ternura. Sigue intentando reprimir el llanto y aprieta la garganta, así que la voz se le escucha curiosa y tierna.

-Ya habrá tiempo de darnos ese beso y terminar lo que no pudimos hace unos momentos.

Se levanta y me abraza, luego se quita la bata y yo le pongo el vestido, subo el cierre con cuidado para que no se atore y ella se pone el sombrero. Me deja sin aliento, siempre logra dejarme sin aliento.

-Eres… te ves… estás - Suspiro, ninguna palabra hará justicia a lo que tengo frente a mis ojos – No hay mujer más hermosa sobre la faz de la tierra, incluso las obras de arte más admiradas se pondrán celosas de ti esta noche - Tiene esa sonrisa amplia y satisfecha que pone cuando le han dicho exactamente lo que quería escuchar.

Tocan de nuevo a la puerta - ¿Está lista señorita Katina? El público está ya en su lugar y la esperan - Suspira de nervios, se echa un último vistazo en el espejo, me sonríe y caminamos a la puerta. Veo por fin a Pierre, con su cabello engominado, traje negro, bigote poblado color castaño y ojos verdes, evidentemente homosexual y medianamente guapo.

Ella camina hacia la derecha y rumbo a las escaleras del escenario mientras yo camino a la salida y hacia mi asiento en primera fila. Apenas llego cuando el telón se abre, cortinas rojas con bordados dorados.

El público guarda silencio y Camille se acerca a mí para hablarme quedo al oído.

-Hueles a sexo - Volteo a verla y estoy nerviosa ¿En verdad? Ella ahora ahoga la carcajada – Es broma, ahora pon atención - No quita la mirada del frente.

El escenario está oscuro y cuando la luz se enciende ahí está ella, detrás de un micrófono metálico propio de la época. Se me detiene el corazón, no hay un solo ruido en el teatro.

Comienza la melodía, y luego su voz, potente e imponente.

Busco a Irina y la encuentro en la misma fila cinco personas a mi derecha, no parpadea, no le quita la mirada de encima, literal la tiene sin aliento. Trago saliva, estoy nerviosa y sin embargo me siento completamente segura de Elena. Yo, la Yulia del dos mil está así porque Irina figura en mi presente, porque es ella quien tiene parte del corazón de Elena, su futura esposa (eso si no logro impedirlo antes) y quien le dice amor, la besa y la tiene en su cama.

En cambio, la seguridad que también siento es de la otra Yulia, quien ha observado todo desde su asiento, ella sabe que tiene el poder de mantener enamorada a Elena porque ella misma está loca por la mujer que tenemos enfrente, entregando la vida y el alma en cada nota y cada letra.

Ella me dice ahora que me calme y confíe, que será ella quien cuide de Elena, quien esté siempre a su lado. No Irina, no equis ni Ye, ella y nadie más.

-Es maravillosa - Me dice Vika.

-Es la mejor - Le respondo. Y luego no decimos más en el resto de la función.

Como ha pasado con anterioridad, el público se vuelve loco y aplauden fuertemente, gritan, chiflan. Dima está contentísimo y estrecha la mano de mi tío cuando ven que todo ha sido un gran éxito. Aquí está el negocio de sus vidas, este, el primero de sus días de fama y gloria.

La cena se lleva a cabo en casa de Favre, los más cercanos e importantes estamos ahí, con un grupo que toca Jazz y Charlestón, la gente baila, come canapés, toma champagne, ríe, cuenta chistes, otros se jactan de los personajes a los que han conocido, demasiado Snobs para mi gusto.

De nuevo Elena está de aquí para allá estrechando manos, aprendiendo nombres, dando las gracias, fingiendo modestia, sonriendo de oreja a oreja y mirándome de vez en cuando para decirme que pese a todo, está al pendiente de mí.

Estoy platicando con Vika y Camille cuando por el rabillo del ojo vuelvo a ubicar a Katrina.

-Disculpen - Me acabo mi bebida, la dejo en la charola y camino hacia ella. En cuanto nota mi presencia se pone nerviosa. Al menos es esta época tengo ese poder y me agrada.

-Perdona por lo de hace unas horas - Tomo dos copas de otra charola y le ofrezco una.

-No sabía que… - No termina.

-No es algo que se divulgue, puede ser que la mayoría de los presentes lo sepa, pero no vamos con la bandera por la calle.

-¿Cuál bandera? - Le sonrío.

-Es un decir; me refiero a que, nos gusta la privacidad - La busca y la ve, yo sigo su mirada y veo a Elena sonriendo a carcajada limpia.

-Tienes una suerte increíble… y, yo no voy a entrometerme, sólo déjame ser una admiradora odiosa a ratos, con eso me conformo - Esta mujer me cae bien, no sé por qué, no debería. Le doy unos golpecitos en el hombro.

-Está bien, pero solo eso, no me hagas sacar el monstruo que hay en mí ¿Trato?

-Trato - Nos damos la mano y regreso a donde mis compañeras. Me doy cuenta que tanto Elena como Toudic han visto el apretón de manos y con eso se han quedado contentos y conformes.

Un chico flaco y apuesto se acerca a Vika.

-¿Bailamos? - Me mira, esperando que yo dé el visto bueno, pero sólo me encojo de hombros y lo dejo todo a su criterio, bailar con ellos no nos hará heterosexuales. Hace un gesto despreocupado y se va con él a mover el esqueleto.

-Tú baila conmigo - Escucho a Camille.

-Es música de los veintes, apenas puedo bailar la de ahora ¿cómo haré para esa?

-No son muchos pasos, es tranquila, anda, quiero que bailes conmigo.

-Me desarma cuando las mujeres hermosas me ruegan de ese modo - Recuerdo a Elena en el cotton club y a Yelena en aquel bar al que fuimos al tributo de Vagabond.

Supongo que nada más de verlos ya voy aprendiendo algo porque por fin siento que me muevo con soltura. Una pieza nada más y Camille me deja libre. ''No te jactes de algo que me corresponde a mí'' Escucho a la otra Yulia.

Salimos a las escaleras del jardín y nos refrescamos un poco con ponche de frutas, sin alcohol.

-Deberé decirle a Elena que te preste uno o dos días para hacer contigo lo que yo quiera - Me vuelve a parecer graciosa con sus dientes y sus cachetes, qué bonita es Camille. Río.

-Dudo mucho que te diga que sí.

-No te había visto tan hermosa como hoy, ese vestido te vino a la perfección.

-Gracias - Se gira hacia el jardín y deja la copa sobre el mármol – Elena también se ve fantástica, pero, tú tienes algo más, algo que llama la atención - No sé qué decir.

-Eres una coqueta - Digo tras unos minutos de completo silencio.

-Creo que Anna está teniendo una aventura - La escucho tan triste que me parte el corazón.

-¿Por qué lo dices?

-La conozco lo suficiente como para asegurarlo, antes de que llegaran a París, tú y Elena, ella pasaba largas temporadas en Alemania; esa noche, antes de ir a la campiña, habíamos discutido terriblemente…

-Pero, yo las vi felices y muy amorosas, como si, como si no pudieran vivir sin la otra. Y así las vi después, yo… bueno, la percepción que me dieron fue de la pareja perfecta - Sonríe amargamente.

-Las personas podemos aparentar muchas cosas y las mujeres sabemos cómo usar varias máscaras a la perfección - Sin lugar a dudas.

Me recargo en un pilar y veo a Vika bailando feliz y tranquilamente. Luego encuentro los ojos de Elena en los míos, se da cuenta del momento que estamos teniendo Camille y yo y no me distrae más. Me gusta la madurez que está teniendo nuestra relación.

-¿Por qué no la dejas?

-¿Cómo dejar a la única persona que ha sido todo para ti en la vida? ¿No sientes que… no has pensado alguna vez que sin Elena te mueres? - Asiento, le concedo aquello.

-Sí, pero nadie muere de amor Camille, ni de soledad; nadie es indispensable y mucho menos si te hace daño - Tiene la mirada gacha - ¿Por qué no me lo habías contado antes? Cuando fui a tu departamento la primera vez, por ejemplo.

-Ah, seguía en la etapa de negación - Me mira – Le dije que era importante para mí que estuviera conmigo en esta fiesta, compartiendo esto con ustedes ¿Y sabes qué dijo? - Niego.

-Oh.

-¿Solo eso?

-Sólo eso - Me responde – Te veo cómo miras a Elena y siento envidia.

-Bueno, estoy segura que habrá quien te vea así a ti; si es que Anna ya no siente lo mismo creo que habrá muchas otras que sí. Eres hermosa Camille, así que no dudes que existan.

-¿Me das un abrazo?

Se lo doy, se hace la fuerte, creo que no llora por lo mismo que Elena en su camerino: para no desmquillarse.

-Vamos, hoy serás mi acompañante, lo pasaré contigo pues Elena estará ocupada toda la noche, eso puedo apostarlo - Me toma del brazo y volvemos a la fiesta.

Al cabo de unas horas la fiesta se va vaciando hasta que como siempre, sólo quedan los que nunca llenan de música, alcohol y baile. Unos apenas pueden quedarse en pie, otros yacen dormidos en los sillones del salón, otros en la alberca, con sus vestidos caros y sus zapatos de diseñador que yacen arruinados por el agua.

Los meseros están cansados, pero no pueden marcharse hasta que el último invitado se vaya. Vika baila sola y tiene una botella en la mano, Elena está platicando con Spirodonov, Mijaíl y Toudic. Camille tiene su cabeza en mi hombro y parece una muerta con los ojos abiertos, está borracha, pero hace más o menos una hora que dejó de beber, así que estoy esperando a que esté más consciente para llevarla a su alcoba.

René ríe muy fuerte y volteo a verlo, sigue pareciendo un Santa Claus parisino, con su panza prominente y sus mejillas rosadas. Con su voz de broma.

Vika me da tanta ternura, parece una niñita moviéndose torpemente, no atina ya al ritmo, pero no se ha sentado ni un segundo después de la cena. El muchacho le ha dejado su dirección anotada en una tarjeta de presentación troquelada y ella la aceptó por educación, porque de interés no tiene nada.

Irina se ha marchado ya y así poco a poco, después de que la banda guarda sus instrumentos los pocos asistentes que quedaban, suben a sus coches con chofer y se marchan de ahí ebrios y otros casi inconscientes.

Elena y yo estamos sorprendentemente sobrias, con el cabello aún arreglado y el maquillaje sin correr. Me sonríe cuando llevo casi de cuervito a Camille; subimos con trabajos la escalera y apenas y puedo abrir la puerta de su habitación por esta noche.

La echo sobre la cama y me jala con ella.

-Anna, dame un beso.

-No soy Anna - Le digo. Abre bien los ojos y se da cuenta de que soy Yulia – Entonces dámelo tú - Me parece tan infantil. Le beso la mejilla.

-Ok, no importa que me beses la mejilla, con eso me contento - Sonríe como un bebé que está soñando algo placentero, se gira a su lado izquierdo y se hace un ovillo.

Le quito los tacones y la banda que trae en la cabeza; es imposible despertarla para que se meta bajo las sábanas y como la madrugada está fresca, cierro la ventana y las cortinas; salgo de la habitación y bajo de nuevo al salón.

Ya no hay nadie, Toudic se está despidiendo de Elena, Mijaíl y Spirodonov. Favre seguramente ya está en su cama y Vika se despide de mí con un movimiento de mano desde las escaleras; los meseros están levantando las cosas y metiéndolas a los automóviles para marcharse por fin. Arrastran los pies y los ojos se les cierran solos.

De repente me siento cansada, ya que todo se ha suavizado, mi batería se acaba. Elena se acerca a mí y me abraza, pone sus brazos en mi cintura y yo en su cadera.

-Bailemos - Le sonrío.

-No hay música.

Entonces recarga su cabeza en mi pecho y comienza a cantar algo tranquilo y hermoso que tiene paso 'Uno, dos' y así nos quedamos un rato, contentas las dos de estar por fin solas en medio del salón.

xxxxxx

En cuanto subimos a la habitación nos echamos en la cama, boca abajo pero viéndonos cara a cara. Por el momento hay silencio, sube su mano a donde tengo la mía y las entrelaza pegándose a mí.

Tenemos la mirada en los ojos de la otra, no hay necesidad de decirnos algo que el alma está diciendo, en cada brillo, en cada parpadear, hay un mensaje encriptado en nuestra mirada y sólo yo entiendo su mensaje y ella entiende el mío. Me suelta y me acaricia la mejilla, yo cierro los ojos y siento el momento, cómo la palma de su mano se siente deliciosamente cálida en mi piel. Cómo cada contacto físico supone más de lo que podríamos decirnos con palabras.

Hay amor en cada cosa que me hace y me dice, y viceversa. Hay amor en el acto de vernos de lado a lado en un salón lleno de gente y en las canciones que canta. En su mano en la mía y en el suspiro que suelta al mismo tiempo que yo, dos cuerpos que se sincronizan en la comodidad de la compañía de su alma gemela, de su otra parte.

La tengo en mi mirada, y de pronto, de la nada empiezo a sentirlo todo lejano, como que cayera por un túnel y después luces, las mismas luces que se ven cuando te vas a desmayar. Escucho decir mi nombre, pero se va convirtiendo en eco, como puedo y con las pocas fuerzas que reúno me pongo boca arriba y la veo correr hacia la puerta, abrirla y decir algo más, todo se ve tan lento, aparece luego Vika, la veo pálida y tiene los ojos bien abiertos, Marie, Mijaíl.

¿Por qué están tan preocupados? No sé qué está sucediendo.

Me pesan los párpados, tengo mucho sueño y las luces no se han ido, mi corazón late fuerte, siento el cuerpo frío, pero también me siento sudar. No puedo más con la pesadez, todo se vuelve negro.

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Mensaje por Fati20 1/28/2023, 3:42 pm

Entiendo a julia ver a Irina rondarle a su Elena luego q en el presente es la q tiene 😒 como te detestamos Irina. Hay siento q ahora si esta muy cerca q Julia regrese a su presente y la otra julia ya tome posesión de su cuerpo 💔💔💔 me parece super triste pero entiendo q tiene q pasar y al menos hemos podido disfrutar mucho de ellas juntas. Si el azul te va muy bien un color de libertad, energia, armonía, sinceridad y jovial 😊. Yo como la Julia de la historia si creo q soy negro y con esos sentimientos de un alma muy vieja 🤔. Saludos querida mía espero hoy alla más capitulos y disfrutes mucho tu sábado 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/28/2023, 6:46 pm

Capítulo Treinta y uno:

*POV Viktoria*

Me sobresalto y brinco fuera de la cama en un santiamén cuando escucho los gritos desesperados de Elena. Dice mi nombre y me pide que vaya rápido. La oigo gritar algo que no entiendo y sólo distingo entre tanto, el nombre de Yulia. Me imagino lo peor, al instante sé lo que está sucediendo y, sin darme cuenta a qué hora, mis mejillas se ven invadidas por las lágrimas. Me limpio en seguida.

De la impresión se me ha bajado la borrachera, me siento tan sobria que pareciera que no bebí buena parte de la noche; lo que sí es que tengo la boca amarga, pero no es por el alcohol, sino por lo que significa esto.

Los gritos de Elena despiertan a toda la casa excepto por Camille que seguro que está muerta sobre sobre su cama, no es para menos con todo lo que bebió.

Entro en seguida a la habitación y veo a Yulia con la mirada perdida, tiene gotitas de sudor en la frente y las manos frías, pálida como un muerto, respira lentamente, está exactamente como la vez que cayó del caballo.

-Está bien - Le digo a Elena para calmarla, veo a Marie entrar casi con los pechos al aire, enormes como son, pareciera que se le desbordarán por el escote de su camisón-pijama.

-Marie, ¿Puedes traer compresas con agua fría? - Eso sólo para distraerla, no hay nada que pueda hacerse, es un proceso normal, y mi Yulia está desapareciendo.

Vuelvo a llorar.

-¿Qué le pasa Vika? - Suena tan asustada.

-Nada, pasará en unas horas - Mijaíl llega al fin, en bata, lo mismo que Spirodonov y Favre.

-Debemos llamar a un doctor - Escucho decir a mi padre… y con un asentimiento de cabeza y sin decir más, Favre se pierde de nuevo en el pasillo oscuro.

-Yulia, Yulia - Lo veo levantarla un poco y darle de pequeñas palmadas en las mejillas, está casi tan suelta como un cadáver.

Lo noto tan preocupado, vuelvo ver a ese hombre que siente a Yulia como su otra hija y está temeroso de que algo malo pueda pasarle, tiene la misma cara de terror que aquel día, cuando la vimos caer al suelo y quedarse inmóvil.

-Yulia - Lo escucho decir de nuevo y me acerco a él.

-Sólo déjenla un momento, pasará.

-¿Cómo estás tan segura? - Es Dima, incluso él tiene cara de preocupación.

-Porque ya le ha pasado, es cuestión de un par de horas para que su cuerpo vuelva a la normalidad, tal vez si la dejamos el resto de la madrugada a que descanse…

-Es mejor saber lo que tiene qué decir el médico - Son pocas las veces en las que escucho el miedo en la voz de mi padre.

Todos piensan lo peor, que está muriendo, que está teniendo un ataque, que enfermará de gravedad; sólo yo conozco lo que está sucediendo.

Elena ha dejado de llorar y veinte minutos más tarde llega el médico con su maletín negro de piel y saca un estetoscopio, revisa los latidos de su corazón y toma su presión.

-Tiene la presión baja - Saca una jeringa y le inyecta algo; mi prima tiene por fin los ojos cerrados y respira con mayor soltura. Está acabando de irse. Trago saliva y más lágrimas me ruedan por las mejillas.

Elena me observa extraño, no entiende por qué lloro si el doctor apenas ha dicho que sólo es una presión baja. Ella se nota aliviada y yo puedo apostar porque me veo más angustiada que cualquiera. Ya comienzo a extrañarla.

Ya comienzo a ponerme nerviosa de la Yulia que se ha quedado.

-Sigan al pendiente de la señorita Volkova y cualquier cambio extraño que vuelva a tener, no duden en llamarme - Asentimos y Favre y Mijaíl salen junto con él para arreglar lo de sus honorarios.

Me siento en silencio en el sillón individual y pongo los brazos a los costados, con la mirada fija en la alfombra y veo a Elena, por el rabillo del ojo, que se sienta frente a mí en el otro silloncito individual.

-¿Qué te pasa Vika? Me asustas; ¿Hay algo más? - Sé que se refiere a Yulia, pero es evidente que no puedo decirle nada al respecto.

-No - Me sale apenas – No pasa nada, me asusté con tanto alboroto y ahora me siento agotada - Me levanto lentamente y veo a mi prima, boca arriba y con el pecho que le sube con regularidad, se fue. Yulia se fue. Ya no hay sudor en su frente y el color le ha vuelto al rostro.

Reprimo el llanto y sin girarme a Elena – Estará bien, no son necesarias las compresas todo el tiempo, incluso puedes dormir sin preocuparte de que algo pueda pasarle en ese lapso.

Salgo de la habitación y cierro la puerta. Marie está en el pasillo, aún preocupada y escucho voces en la planta baja, seguro que son de Mijaíl, Dima y René.

-¿Todo bien señorita Sidorova?

-Sí Marie, gracias… sólo… sólo quiero descansar - Voy como zombie hacia mi habitación y me quedo sobre el colchón con la vista en el techo, despidiéndome de Yulia, extrañándola tanto. Me duele el pecho por el llanto reprimido y entonces, sabiéndome sola y sin ojos inquisidores, me volteo a mi costado derecho y me pongo a llorar.

xxxxxx

Por la mañana, después de despertar y lavarme la cara camino cautelosamente a la habitación de Elena y Yulia a ver si logro escuchar algún ruido, temo por el silencio que hace, que están profundamente dormidas, no sé cómo vaya a ser ésta nueva versión de mi prima, si de verdad estará enamorada de Elena como aseguró la otra y si se llevará bien conmigo, como supuso la que por meses fuera mi mejor amiga.

Me pregunto si estará bien y cómo habrán cambiado las cosas en su presente ahora que Yulia no murió. ¿Qué sucederá con Yelena? ¿Emma y yo seguiremos juntas? Tantas preguntas que jamás tendrán respuesta. No, mis preguntas jamás tendrán una respuesta; en cambio… las de Yulia sí.

Se me ocurre que podría meter algo en el baúl. Pero tendrá que ser luego. Ahora estoy en suspenso.

Me cierro la bata y camino hacia las escaleras, pero no voy ni a mitad del camino cuando escucho que una puerta se abre, pienso que será Elena que me ha escuchado, pero contrario a eso, es Yulia quien sale de la habitación y se queda parada, viéndome fijamente, es la misma persona que estaba ayer conmigo en el salón, excepto que su mirada es distinta, me acostumbré tanto a la de la otra Yulia, que ésta me es un poco ajena. Son dos personas distintas y a la vez, la misma.

Me pregunto si la personalidad da más bien la mirada y no tanto el alma… complicado de pensar, casi imposible de responder.

Se acerca a mí, me siento nerviosa, me late fuerte el corazón. Su voz diciendo mi nombre, pero no es la misma calidez, no es la forma como solía escuchar mi nombre, a la que estaba tan acostumbrada y encariñada.

-¿Podemos hablar? - Es una petición, la mujer de mi tiempo no pedía, ordenaba. Trago saliva y asiento.

El momento es incómodo al cien por ciento, nunca habíamos estado así de juntas en una situación parecida, evitarnos era nuestro objetivo, cambiar de rumbo si nos encontrábamos de frente, ignorarnos si no había forma de escondernos de la otra.

Camina al lado de mí y bajamos suavemente las escaleras para no despertar a nadie, es temprano en la mañana, pero es evidente que ni ella ni yo podíamos dormir, las únicas dos personas que saben lo que significó el acontecimiento de la madrugada.

Con cautela abrimos las puertas del jardín y la jaula blanca que tiene al menos siete canarios, se alborota y comienzan a cantar. Al salir caminamos a una banca de mármol que han puesto estratégicamente bajo un árbol tupido.

El silencio es sepulcral, y ninguna de las dos se anima a decir la primera palabra; las manos me sudan y a ella también, pues he visto cómo se las limpia un par de veces en la tela de su bata de dormir. Tengo la mirada en el pasto, ella en el frente, ahí donde los pájaros vuelan de un lado a otro.

La escucho suspirar y creo que finalmente será ella quien rompa el silencio.

-¿Cómo estás? - Nunca me había preguntado semejante cosa; jamás se había preocupado por enterarse de mi sentir.

No sé cómo contestar a eso, todo es tan extraño, Yulia frente a mí, pero no esa confidente, no la amorosa. Sin embargo, recuerdo que ésta que tengo ahora a mi lado es la que estuvo siempre escuchándolo todo aunque no pudiera dar mucha opinión al respecto, cada cosa que hizo y escuchó la otra Yulia fue también parte de la de ahora. Así que todo lo que le dije a mi prima, cada secreto, es un secreto que sabe ella.

-Siento que… me he quedado sin mi mejor amiga - Temo que me responda de forma grosera, que me llame estúpida o se burle de mí.

-Es… lo lamento - Por fin levanto la mirada y nuestras miradas se conectan.

Al instante me doy cuenta que sus ojos se ven menos duros, el dolor en su mirada es suave, casi inexistente, el enojo de su alma pareciera que desaparecerá en cualquier momento. La experiencia de ser una simple espectadora en las decisiones que tomaba la otra Yulia le ha dado una lección de vida sin precedentes. Puedo asegurar que esto lo ha tomado como una segunda oportunidad, y conociéndola, no va a echarla por la borda.

Se aferrará a esto, porque ya no está sola, porque le han enseñado de amor, de sentir, de emociones, de tantas cosas.

-Se fue así nada más - Me tiembla la voz pero no me siento cómoda llorando en su presencia.

-Como te fuiste tú de aquí y como te fuiste del lado de Emma.

-Emma - Repito su nombre, pensando más en la que está con mi Yulia que en la que tengo aquí.

-He cambiado, me siento distinta; es como si… como si una parte de ella se hubiera adherido a mí, dejándome con algo de su esencia, de su forma de ser, de tratar las cosas y a las personas, recuerdo tener por ti nada más que aborrecimiento, también por tus asuntos. Pero ahora, al estar aquí contigo, a escasos veinte centímetros de distancia, siento que quiero... que... - Titubea, sé cuánto le cuesta expresar sus emociones – que quiero darte un abrazo fuerte y decirte que todo estará bien y que no… no debes temerme.

Puedo apostar porque me ha leído en el rostro la duda que me provoca; el pensar que quizás en cualquier momento me verá con desprecio.

-Es muy pronto para eso - Respondo con sinceridad.

-Sí, lo es - Se echa a reír, es la misma risa, melodiosa y agradable – ¿Crees que Elena note algo diferente?

-Seguro - Se retrae un poco, preocupada por mi respuesta; estoy segura que esperaba que le dijera que no, que la calmara un poco. Apuesto que está hecha un torbellino, que no sabe qué hacer con esto que le ha dejado Yulia.

-Pero… - No la dejo seguir.

-Advertirá que algo está distinto en ti, alguna forma de moverte, de expresarte, la energía que desprendes… eso no quiere decir que sea malo, sólo tendrá que reajustarse, consciente o inconscientemente a esta persona que eres, la verdadera, la de los años treinta; podrá no ser fácil, pero finalmente todos logramos acostumbrarnos ¿No? - Se encoje de hombros y vuelve la vista al frente.

-¿Y si no logra enamorarse de mí? Somos… éramos dos esencias en un mismo cuerpo…

-Tú has dicho que sientes que una parte de ella se ha quedado en ti; yo digo que sólo te hizo descubrir ese lado tuyo que negaste por tantos años, ponlo en práctica y verás que Elena puede permanecer enamorada de ti; la amas ¿Cierto?

-Muchísimo - Cuando dice esto le noto el amor en la voz y en los ojos, y parece que estoy viendo a la de antes, a mi confidente y amiga. No cabe duda de que está tan enamorada de ella como la que se ha marchado. Probablemente Elena ni siquiera note que se ha ido.

Es triste por un lado y magnífico por el otro. Vuelvo a pensar en el futuro.

-No voy a… buscar a Emma, las cosas seguirán como ahora; en un principio estaba enojada con Yulia y quería salir de mi cuerpo y poder poseer otro para detenerla, para que no hiciera todas las tonterías que creí que estaba haciendo cuando llegó… pero ahora agradezco que lo haya hecho; no sabía lo que era estar realmente enamorada hasta que me permití sentir a Lena.

-Es una persona increíble, eres afortunada de tenerla.

-Y tú de tener a Emma; puede ser testaruda y violenta a ratos, pero tiene un gran corazón - Ahora soy yo quien sonríe llena amor.

-Lo es.

Hay minutos de silencio, hay tanto que hace un huracán dentro de nuestras mentes y espíritus, estamos nerviosas por ésta nueva etapa, por lo que está por venir; sabe que tiene que construir nuestra confianza, que no puedo llegar con ella a contárselo todo porque tengo el temor de que en algún momento me dé la espalda.

Ésta de ahora puede ser un demonio embustero. Muchas veces dio demostraciones de su vileza, y pese a que tiene ahora algunos aprendizajes que le ha dejado Yulia, no estoy cien por ciento segura de su cambio. Tengo sentimientos encontrados; al instante vuelvo a extrañar a mi prima y trago saliva para detener el nudo en la garganta que amenaza con llenarme los ojos de lágrimas.

- Vajevec está filtrando dinero de la empresa; Yulia lo descubrió pero no tuvo el tiempo para decírselo a alguien porque estaba demasiado ocupada en Elena, supongo que también sentía un poco de lástima por él, no sé.

-¿Se lo dirás a Mijaíl? - Asiente - ¿Cuándo?

-En cuanto pueda regresar a Moscú sin tener que descuidar lo que tiene aquí.

-Elena - Respondo. Sintiendo en seguida que ella comienza a entender de una forma más fría y metódica (Como es ella) lo que es Elena para la mayoría - Ve tú; eres la segunda en mando.

-No, no quiero dejar a Lena; la cuestión es que… quiero descubrirla y que me descubra como soy, ésta soy yo ahora, la única, sin intrusos - Hace sentido lo que dice. No digo más.

El cielo clarea y hay más alboroto en la jaula de los canarios; se abre una de las cortinas y vemos el cuerpo robusto de Marie, sólo es la silueta, ella siempre es la primera en levantarse.

-¿Por qué nunca dijiste nada de Charles? - Interrogo ese aspecto, recuerdo que Yulia, ésta Yulia puede ver el futuro, o al menos algo de eso me dijo mi prima.

-Porque apenas estaba intentando comprender quién era y lo que quería de mí, hasta que esa noche, una noche antes de la caída, tuve una especie de visión en la que alguien o algo se apoderaba de mi cuerpo y él se deshacía de mí. Sabía que no podía evitar la llegada de esa otra alma, esencia, como quieras llamarle, pero sabía que podía hacer algo al respecto, después.

Se cierra la bata pues sopla de repente un viento fresco que nos pone los vellos de punta.

-Lo que hice fue escribir una carta, era un experimento, ni siquiera tenía intenciones de que funcionara; intentaba que las cosas cambiaran. Si ella no hubiera encontrado el papel…

Entiendo que la historia no hubiera cambiado, Charles estaría tan muerto como ella y Elena y yo tan tristes como entonces. La única triste en estos momentos soy yo y el único muerto es Charles Volkov.

-Es como que te han dado un veredicto, no puedes cambiarlo, no en el momento… y tienes que esperar; como quien va a la cárcel y le han dado veinte años en prisión, y tendrá que pasar cinco años ahí hasta que quizás alguien encuentre una prueba que pueda declararlo inocente.

Intento comprender, creo que lo hago.

-Es difícil de explicar, sólo sé que esto es como un renacer, una segunda oportunidad.

-¿Puedo enviarle una carta? - Me mira con el ceño fruncido.

-¿Cómo?

-El baúl que tienes, sabes que será de ella y… quiero contarle después cómo siguieron las cosas acá; quizás en un mes o dos pueda decirle… - Suena disparatado, pero ella comprende lo que digo; ahora que sé que cuando regresó la primera vez se encontró con cartas y fotos nuestras… quiero hacer lo mismo.

-No veo problema alguno.

Me gusta que me conceda aquello, me pone de buenas y al instante me dan ganas de abrazarla, levanto los brazos y voy con toda la euforia del mundo a atraparla en ellos cuando me detengo; ella está a medio camino de recibirlo y luego se da cuenta de lo que está por pasar y se tensa, yo me quedo inmóvil y luego bajo los brazos.

-Será mejor que volvamos a la casa; Elena pondrá el grito en el cielo si me ve acá afuera después de lo que ha pasado por la madrugada. Seguro que me tendrá en cama todo el día, y yo me siento de maravilla… - Se levanta – No se lo digas, quiero que me mime - Se ríe y yo junto con ella.

Ésta es la primera risa sincera de ambas, en toda nuestra vida.

xxxxxx

Me despierto sobresaltada, confundida, me siento en un segundo y siento la tierra que se me pega a las palmas de las manos. Hace un viento frío y chilla a través de las ventanas rotas. Las olas del mar y las paredes viejas y gastadas me recuerdan que estoy en la casa de campo de la familia.

Me levanto y voy al balcón-terraza. Las olas están furiosas y el cielo está completamente gris; es probable que sean un reflejo de cómo estoy en estos momentos. Me tomo fuertemente del barandal, aprieto la mandíbula y suelto un gruñido.

Me siento con resaca y el dolor de cabeza está matándome.

No puedo creer lo furiosa que me siento; no como aquella vez en la que sentía que algo me oprimía el pecho y que jamás podría dejar de llorar y reprocharme lo que me permití que sucediera: el encuentro con Charles.

No, el sentimiento es distinto; es verdad que viví muchas más cosas con ella, acompañadas, que estuve presente en su primer éxito. Pero…

Recuerdo el ultimo momento, nuestros ojos conectados, su mano en la mía, el silencio que nos envolvía. Fue un momento magnífico, el más íntimo de todos los momentos íntimos que pudimos tener, creo que fue en ese instante en el que nuestras almas se conectaron como deben conectarse las almas que están destinadas a complementarse.

Me vuela el cabello con el viento y se me congela la punta de la nariz, tengo mucho frío de pronto y decido regresar a casa, no me siento con ánimos de seguir aquí o de bajar a la playa. Vuelvo adentro, mis pisadas haciendo sonar las piedritas que hay en el suelo en ésta casa desgastada.

Arrastro de nuevo el baúl y como puedo lo hecho a la cajuela de la camioneta, reviso mi celular. Es un día después, a la misma hora en la que me quedé dormida y desperté en los años treinta. No hay mensajes ni llamadas. Me tiemblan las manos en el volante y enciendo la calefacción; no enciendo el radio, no quiero escuchar nada, lo único que tengo en mente son las imágenes del momento que tuvimos al final.

Estoy llorando. No pude despedirme de Vika. No pude volver a ver a mi homosexual favorito, ni contarle a Mijaíl sobre lo de Vajevec.

Voy manejando en automático, no sé por qué calles voy, avanzo cuando veo que los coches siguen su marcha, doy vuelta aquí y allá sólo porque mi mente reconoce a dónde quiero llegar y cómo debo hacerlo. El portón del estacionamiento del edificio se abre y lo espero sin parpadear, estaciono en mi lugar y arrastro el baúl al ascensor. Seguro parezco un fantasma, porque cuando en el tercer piso alguien pide el elevador, me mira con cara de horror y deja que las puertas se cierren sin atreverse a hacerme compañía.

Por fin llegamos a mi piso, meto sin ganas la llave en la puerta y giro, cuando entro huele a mí, y temo que al haber cambiado cosas allá, también cambiaran muchas acá. Temo que Emma no esté. Temo que Yelena no exista. No había pensado en Yelena sino hasta ahora y se me acelera el corazón al pensar que no esté aquí tampoco.

El departamento está tan silencioso y en penumbras que se ve casi tan muerto como la casa de campo, dejo el baúl y en la sala.

-¿Emma? - La llamo con cautela y casi miedo - ¿Em?

No obtengo respuesta; poco a poco me acerco a su puerta y la abro con cautela - ¿Em?

La habitación está oscura y trato de distinguir su perfume, pero he llorado y estoy congestionada. No hay respuesta, vuelvo a llorar y me siento en su cama, luego me echo hacia atrás para dejarme caer en el colchón y caigo pesadamente sobre algo. Me asusto y me levantó en seguida.

-Ouch, Yulia.

-¿Emma? - Estira la mano y enciende la lámpara.

–No, tu hermana - Contesta con sarcasmo.

Me da tanto gusto verla que la abrazo fuerte y la lleno de besos en la mejilla.

-Yulia, Yulia ¿qué te pasa?

- ¿Cómo que qué me pasa? Me pasa todo, temí no volver a verte, que las cosas hubieran cambiado, que…

-Lo hiciste - Le sonrío y ella abre grandes los ojos – ¡En serio lo hiciste maldita! - Se levanta y la veo con su ropa de dormir – Tienes que contármelo todo, pero con cervezas y cigarro, como la última vez.

Nos levantamos y caminamos a la terraza, no ha cambiado nada en el departamento, no ha cambiado nada en ella, sigue teniendo la misma chispa. Nos sentamos en la mesa de metal y cristal y me abre una cerveza amarga, de esas que tomamos cuando vine a visitarla por primera vez.

-¿Has sabido algo de Yelena? - Se queda en blanco – ¿O Nastya? - No me gusta nada cómo me observa. Se me va la sangre a los pies y se me escapa el alma.

Nada podía ser perfecto, sí, algo cambió.

-Yulia - Le levanto la mano para que me deje procesar la información.

-No las conoces ¿cierto? - Me niega con la cabeza. Me rasco la frente a modo de desesperación y me dan ganas de jalarme el cabello y gritar, pero me mantengo lo más tranquila que puedo.

-¿Quiénes son? - Tengo los ojos mojados y el nudo en mi garganta es tan grande que me ahoga.

-Nastya es… Nastya es Vika… Yelena es Elena…

Me giro y dejo que el sentimiento se me escape para poder explicarle con mayor calma lo que sé, o al menos lo que era cuando me marché a la casa de campo.

-¿Qué recuerdos tienes tú?

-¿Cómo que qué recuerdos? Los mismos que tú ¿No? No entiendo nada.

-Sólo dime Em.

-Bueno, me contaste de Vika y Elena y… me diste toda esta explicación de que somos almas que se complementan y que reencarnamos juntos; que el amor de tu vida siempre será el amor de tu vida y todas esas cosas complicadas de entender.

-¿Qué tú y yo…

-Sí, fuimos algo en nuestra otra vida…

-¿Y qué más?

-Y pues nada, seguimos buscándolas.

-¿No tienes pues una amiga llamada Yelena que conoces desde que eran pequeñas, que ha vivido en Londres una temporada y va a casarse con una tal Irina?

Cuando vuelve a negarme siento que se me escapa la vida del cuerpo. Que quiero aventarme al vacío. O quedarme en modo: no quiero saber nada más de nada. Así, por semanas o quizás meses. Siento que quiero rendirme, no puedo volver a pasar por lo mismo, por la incertidumbre de no saber cuándo y cómo la encontraré.

-Jodidas estamos, porque Nastya era su mejor amiga londinense y era nada más y nada menos que Vika y… ya comenzaban un romance - Abre la boca, casi le choca en el piso, no parpadea, palidece y luego al cerrar por fin la boca, traga saliva.

-¿Y tú y… cómo dices que se llama?

-Yelena.

-¿Ustedes qué?

-Ella estaba por casarse en unas semanas con Irina, su novia de la preparatoria; así que antes de partir, estábamos en una disputa pues aunque me había reconocido como su otra parte, era más fuerte lo que tenía con Irina.

Me obliga a contarle los recuerdos que tengo de nosotras cuatro; está atenta y yo tengo un dejá vú con esta escena que se repite.

Entonces recuerdo el baúl. Me levanto como rayo hacia él, me quito la cadena del cuello y lo abro en un santiamén.

Busco como desesperada las cartas y las fotos, todas las cosas que estaban guardadas cuando lo llevé a la casa de campo; quito la tapa del compartimento secreto y lo único que encuentro es un librillo muy parecido a mi diario en el que hay pocas hojas escritas.

Me dejo caer lentamente en el piso, sentándome con las piernas estiradas y con la mirada viendo hacia el infinito, que no es más que hacia mis recuerdos, hacia todos los recuerdos que tengo de vidas que no he vivido y que he vivido. Me voy a volver loca. Vuelvo a preguntarme si no estaré soñando, si esto no es un universo paralelo, el universo paralelo de una Yulia que está hospitalizada y en estado vegetal.

Si no es un sueño, si esto si aquello.

Se abre la puerta corrediza del balcón y entra Emma, a paso lento y cauteloso, esperando no perturbar cualquier cosa que esté pasando por mi mente, darme un tiempo y un espacio sin por eso hacerme sentir que no le importa.

Está consciente que lo que le acabo de contar significa que en esa realidad, en ese momento de nuestras vidas, con las cosas como estaban, las dos estábamos con las personas que queríamos o al menos ya las habíamos encontrado, ya no estábamos en esa búsqueda. De cierto modo Yelena estaba conmigo.

Emma se enciende dos cigarros y me pasa uno. Tenemos una ley de no fumar dentro, pero ésta vez lo amerita porque afuera está helando y tal parece que yo no voy a mover un músculo en al menos otro cuarto de hora.

Se queda en el sillón y se acuesta, recargando la cabeza sobre sus manos, con la mirada en el techo; observo mi cerveza, está caliente bajo mi mano, le doy un trago y me sabe más amarga de lo que quisiera, el sabor agradable se le ha perdido.

-Estoy tan frustrada - Suspiro y sigo con la mirada perdida.

-Creo que te entiendo; digo, ya estábamos con ellas… y ahora no tenemos nada.

Me levanto y saco una cerveza nueva. No sé si quiero echarme a dormir o ponerme la borrachera de mi vida.

El que Yulia no hubiera muerto significó un gran cambio en este presente.

Me levanto por la laptop y vuelvo a mi posición en el piso de duela tibia. Aunque luego me doy cuenta de mi ropa y voy a mi habitación a cambiarme, me pongo unos pantaloncillos y una playera floja y vuelvo a mi tarea. Voy a Wikipedia.

En el buscador tecleo el nombre de Elena Katina.

Elena Sergeevna Katina (1907 Moscú -1987 París, Francia) fue una de las mejores actrices y cantantes de los años treinta, quien se hizo famosa tras presentarse por primera vez en París, donde cautivó a decenas de personas en el Theatre du Vieux-Colombier.

Para empezar Elena no nació en 1907 sino en 1906 y para terminar, la primera vez que leí su biografía había muerto años antes. Así que mis sospechas de que quizás ese accidente automovilístico no fue un accidente, sino algo premeditado tras no recuperarse nunca de la muerte de Yulia.

Y aunque reencarnamos juntas, pues… espero que haya sido al mismo tiempo. Continúo leyendo.

Vida personal

Se le conoce también por ser de las primeras artistas en admitir su homosexualidad públicamente aunque nunca en entrevistas; tras preguntarle por las fotografías que abundaban de ella y su compañera, lo que Elena siempre contestaba en cada una era: ella es mi compañera del alma. Más nunca se le escuchó denominarse homosexual. Comparada con Marlene Dietrich – Quien también fuera su gran amiga…


Estoy sonriendo y Emma se levanta y ve en la pantalla lo que estoy leyendo.

Conoció a su pareja Yulia Volkova en Moscú y más tarde se trasladaron a París, Francia en compañía de Mijaíl Volkov y Dima Spirodonov… Se le achacaron varias amantes – Todas mujeres - pero siempre se creyó que eran más bien rumores e inventos de la época.

En 1945 se casó en secreto con la misma en la casa de campo de la familia Volkov, en una ceremonia simbólica en la que estuvieron presentes varios artistas famosos de la época, entre ellos la pintora y amiga de la familia Emma Friedmann hija del empresario nacional socialista Gunter Friedmann…


Así que me casé con Lena. Vuelvo a llorar.

…quien también era homosexual y tuvo una relación de veinte años con Camille (se desconoce apellido) y la hija de Mijaíl Volkov, Viktoria Sidorova quien más tarde se haría la primer empresaria feminista en Moscú…

Bajo hasta donde habla de sus últimos días.

Tras la muerte de su esposa, Yulia Volkova, Elena Katina viajó a París donde compró una casa en el centro de la ciudad y en la que murió cinco años después…

-Yulia… - Me dice Emma mientras me pone una mano en el hombro – Es increíble.

-Las cosas cambiaron acá porque esa Yulia no murió y vivió muchos años.

-Es bueno ¿No? - No respondo nada – O sea… se casaron y prácticamente fueron felices por siempre.

-Pues… sí.

-¿Qué hay en el baúl ésta vez? - Pregunta más que curiosa.

-Un libro.

-¿Nada más?

-Sí - Respondo secamente, aún no me siento con ganas de muchas cosas.

Se levanta y va hacia él, lo inspecciona, hay papeles que no tienen importancia, actas de nacimiento de Vika y Yulia, los gorros que usábamos, un par de cadenas… pero los papeles importantes, las cosas que me interesaban se han desvanecido.

Veo que se detiene un poco en su búsqueda y luego vuelve a agacharse y toma algo. Un sobre de color amarillo cuyo pegamento se ha vuelto viejo y en un santiamén se desprende.

-¿De dónde has sacado eso? No estaba cuando yo busqué en el baúl - Me levanto en seguida y camino hacia ella para ver lo que tiene en su mano.

-No buscaste bien, supongo - Frunzo el ceño, puede que tenga razón, estaba tan alterada que quizás pasé cosas por alto.

Cuando saca el paquete que viene dentro, me doy cuenta que son varias fotografías, en realidad, muchas fotografías, porque se hace un paquete de diez centímetros de grosor. Caminamos las dos al sillón de la sala y nos sentamos una al lado de la otra (Hombro contra hombro) Y pasamos una por una las fotografías que estoy segura que están ahí por obra de Vika.

Hay fotos nuevas de ella con Emma y Elena conmigo, todas juntas. Damien con su novio y otro chico de color que no conozco. Le doy la vuelta, la fecha es de 1946 y se lee en tinta negra: 1946 Damien, Ray, Jamal.

¿Jamal? Wow, ¡qué cambio! Con razón no lo reconocí, ya no tiene cara de niño y sonríe.

"Benjamin, 1932," es una foto distinta a la que vi, pero sigue siendo rubio y regordete, sonríe a la cámara y se le ve un hilo de baba. La siguiente foto nos hace reír mucho, es mi abuelo pero está llorando y se ve muy espantado por el conejo de pascua que lo sostiene en sus piernas.

"Benjamin, Yulia 1932"

Yo soy ese aterrador conejo de pascua… bueno, yo no. La otra Yulia.

-¿Quiénes son ellas? - Pregunta cuando paso una foto de Elena, Camille y Anna en traje de baño junto a un mar de agua clara.

-Ella es Anna y ella es Camille - Amigas mías y de Lena.

Y así vamos pasando foto por foto, fotografías de familiares y de amigos recopiladas a lo largo de los años y que me fueron cedidas gracias a Vika.

Las últimas muestran a cuatro adultas… más que adultas, sentadas en una mesa de restaurant, con bastantes arrugas en el rostro y dentadura postiza. Nosotras, ancianas.

-No puedo creer que voy a verme así cuando envejezca - La escucho decirme… también pienso aquello y estoy en asombro, no puedo contestarle mucho… no contesto nada.

-¿Crees que pueda leer esto a solas? Digo… Si no te importa quiero ir a mi habitación y ver lo que dice el diario - Emma me asiente y yo me levanto con las fotografías en una mano y el diario en otra.

Al cerrar la puerta me siento en la orilla de mi cama y comienzo a hojearlo. Tratando de reconocer la caligrafía. Es de Vika.

Septiembre 1933

Ojalá que el experimento sirva también esa vez, espero que puedas leerme y sentirte un poco más cerca mí y de lo que has dejado.

Quiero que sepas que te he extrañado mucho, pues, aunque Yulia ha cambiado mucho y nos llevamos bien, no tiene esa energía despreocupada que tienes tú, y, si bien después de todos estos años ha logrado en convertirse en mi confidente, siento que eras tú quien daba los mejores abrazos y los mejores consejos.

Es bueno que no hubieras muerto esta vez, porque Elena está contenta y radiante, la mira siempre con amor y, aunque a veces están separadas por mucho tiempo, siempre que se vuelven a los brazos de la otra se aman como si no hubieran pasado todos estos años, se aman como se amaron tú y ella.


Se me llenan los ojos de lágrimas y siento que me oprimen el pecho, no sé si lloro de felicidad, de nostalgia, de envidia… o de todo junto.

Yulia aprendió mucho de ti, le enseñaste tantas cosas que pese a todo, no le fue difícil acostumbrarse a la imagen de ella que le mostraste a la mayoría en tu tiempo con nosotros.

Los más cercanos a ti lográbamos distinguir lo que ella no tenía, algunas maneras, algunas palabras, cierta chispa en los ojos, la vibra. Sí, pocos notamos que algo estaba diferente en ella.

Unos lo supieron para bien, Yulia Volkova, alias Ice Queen, se llevaba mejor con los criados, con las personas, con lo que la rodeaba.

… ¿Sabes? Creo que Elena siempre sospechó que algo había sucedido, algo que no podía explicarse y algo que no me dijo directamente más que un par de veces. Una tarde, mientras estábamos en Moscú y tú en la empresa con Mijaíl, me dijo que sentía una Yulia diferente, como si fuera la misma pero a ratos, en ciertas ocasiones algo le faltara.

"A veces la tengo en mis brazos y no se acurruca igual, recién tuvo su desmayo aquella vez en casa de Favre… incluso besaba distinto, era ella, su amor por mí no había cambiado, pero la forma en como sus labios se encontraban con los míos y sus manos exploraban mi cuerpo… como si hubieran sido dos personas distintas".

Jamás pude contarle la verdad, aunque en sus pláticas se vislumbraba que algo sabía, sospechaba. Se disculpaba diciéndome que era una loca, que no le hiciera caso, que quizás era la fatiga por las temporadas largas de presentaciones, shows, pláticas, composiciones.

Yo sabía que no estaba loca y que de alguna manera, su cuerpo, su alma, sabían que no era la misma Yulia.

…Voy a meter fotos de vez en cuando, para ver si logran llegarte, espero que nadie las encuentre, sólo tú. Espero también que las cosas no estén demasiado diferentes allá con lo que has cambiado acá.

Quiero que sepas que siempre voy a extrañarte y que espero que en nuestra siguiente vida seamos también las mejores amigas. Te quiero Yulia. Esta es la única cosa que escribo, porque sabes bien que es mejor vivir en el presente y entre menos cosas tengas de nosotras, mejor.

Con enorme cariño, Vika.

P.D: Damien te manda saludos.


En las siguientes hojas sólo vienen unos cuantos recortes de periódico con noticias sobre las presentaciones de Elena y el avance y logro de la empresa Tabacalera de Vika, la primera gran exposición de Anna y los bocetos de vestidos de Camille. Hermosos, hechos con acuarela.

Para Yulia, mi único amor platónico; un beso, Camille. Eso dice al reverso. Seguro que son bocetos pensados en y para Yulia. Camille y yo…

Me da gusto saber que Anna y ella siguieron juntas, aunque no sé a qué precio, si eran felices, si Anna siguió con sus amantes.

Creo que mañana iré a visitar al abuelo, temo que su historia ha cambiado, quiero detalles y sé que él me los dará.

Dejo las cosas sobre el tocador, y sólo por curiosidad busco en ese cajón del que se desprendió la tabla, evidentemente no hay nada, ni una carta, ni una foto… absolutamente nada.

Me siento fuerte, aunque extraño mucho todo, aunque los recuerdos siguen frescos, la mano de Elena, su olor… sé que es verdad que mi presente es el que me pertenece, el que debo vivir. He llegado a una reconciliación, volver al pasado me ayudó a eso, a querer mi vida, ésta que tengo, como es, con o sin Elena…

Me echo sobre mi cama… me pregunto cómo será esta nueva Elena, si se llamará Yelena, si existirá Irina, si ya estará casada… hay tantísimas preguntas, pero, la más importante de todas es: Cuándo y cómo la encontraré.

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Quedan pocos capítulos!!
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Mensaje por Fati20 1/28/2023, 8:41 pm

Amooooo qué al irse no empezará ya con julia en el presente y nos dieran ese pedazo de vika y la julia de los 30 era algo importante casi lloro con el sufrimiento de Vika de perder a su amiga y bueno queda el consuelo q Elena fue feliz. Hay noooooo como q estamos cerca del final no puede ser 😱😱😱 pensé q tendríamos unos cuantos capítulos de como julia encuentra a su lena y como se enamoran y todo eso así a detalle lentamente. Siento que no estoy lista para que se termine 😔😔😔 ha sido muy especial, leo los capítulos lentamente para disfrutarlos al máximo sin querer q terminen. Saludos querida mía 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/29/2023, 11:36 am

Capítulo Treinta y dos:

Al pasar ahora por la fotografía de Elena es distinto el sentimiento; la primera vez que regresé recuerdo que me recargaba en la pared y me quedaba mirándola por minutos y minutos platicándole lo mucho que la extrañaba y lo que había hecho en mi día. Sentía que la nostalgia me oprimía el pecho y que quería meterme en esa fotografía para revivir los momentos a su lado. La extrañaba tanto que no podía soportarlo.

Ahora la situación es otra, siento que he logrado cierta resignación; no puedo evitar saludarla en mi mente cuando paso a su lado ''Hola amor'' digo en mi mente, y me siento como una loca y me río para mis adentros. Pero ya no me quedo ahí, viéndola como si fuera la vida de mi vida.

Probablemente mi alma se siente tranquila porque sabe que lo que tuvo que ser en su tiempo, fue; incluso si no fui yo quien vivió el resto de sus días junto a Elena. El punto es que fue feliz y que esa parte mía, la parte de los años treinta que me acompaña en esta reencarnación, también fue feliz. Me siento distinta, menos oscura, un poco más optimista en muchos aspectos de mi vida, es curioso describirlo, mi alma no es tan pesada pues, ya no siento que traigo una roca llevando a cuestas.

Mi paz sin embargo, se ve perturbada cuando al llegar a la habitación de mi abuelo encuentro una cama vacía sin sábanas, un clóset sin una sola prenda dentro y nada en las paredes. Entro en pánico. Salgo de ahí con el corazón al mil y camino a recepción.

-Yulia ¿Estás bien? - Es la enfermera que siempre está aquí, tomando las firmas de los visitantes.

-Y… ¿Y mi abuelo? Subí a su habitación y no está… - Temo lo peor, temo que me diga que ha muerto. Y como no estaba cuando llegué…

-En su habitación seguramente - La noto tan tranquila y yo tan impaciente que me dan ganas de agarrarla del cuello de su uniforme y zarandearla.

-No hay nada en su habitación.

-Habitación 305… - Dice mientras teclea en su computadora.

Comienzo a calmarme, recordando que las cosas pueden cambiar, desde las más tontas hasta las más grandes – Como el que Yelena no esté - Mi abuelo está en otra habitación.

Cuando llego a ella, es mucho más grande y más bonita, tiene una salita y un pequeño bar en una esquina con botellas de Whisky, Ron y tinto. Huele a él, así que definitivamente está aquí aunque no lo veo por ningún lado. Me asomo a su ventana y creo reconocerlo en la playa.

No voy hacia él porque lo veo acompañado de una mujer, sonrío y me decido por esperarlo en su pequeña sala. Me da curiosidad cómo será este nuevo Benjamin y qué historias nuevas tendrá por contarme.

Me levanto de mi asiento y echo un vistazo curioso a esta nueva habitación con sus nuevas cosas, hay fotografías de él con mi abuela, quien falleciera unos diez años atrás, hay otras con Kristina y conmigo y otra con Oleg y mi madre. La tomo y trago saliva al ver a mi madre, la extraño, su muerte ya no duele, pero me hace tanta falta.

Quisiera abrir sus cajones y buscar por más fotografías, por objetos antiguos que de seguro posee, él, como muchos viejos, conserva mucho de cuando era joven, relojes, fotografías, entradas de cine, tickets de tren, discos de música en su versión de acetato.

Me doy cuenta de una colección amplia de discos de vinil y cuando los veo se me acelera el corazón al hurgar en ellos y darme cuenta de que varios son de Elena. Los toco con mucho cuidado, como si al hacerlo se fueran a convertir en polvo frente a mis ojos. Qué hermosos son, con sus cubiertas de papel gastado y débil, de ilustraciones de entonces. Me invade una nostalgia apabullante que hace que me falte el aire.

Camino a su tocadiscos, un aparato más moderno que en aquel tiempo y muy antiguo para este. Es una tornamesa con botones para el volumen y ajustar supongo que la ecualización. Coloco con cuidado el disco y enciendo para que empiece a girar; siento mucha emoción, y coloco lentamente la aguja para comenzar a escuchar las primeras notas.

Su voz invade la habitación y estoy segura que las contiguas y el pasillo.

Me llevo la portada del disco que está puesto y me siento en el sillón. Cierro los ojos y recargo la cabeza en el respaldo acojinado, disfruto con cada fibra de mi ser las notas y la voz de Elena. Me relajo tanto pensando-imaginando que ella está ahí conmigo y que me canta en vivo, que está haciendo algo en la habitación mientras canta despreocupadamente. Que yo la escucho con suma atención y me pierdo en ella.

Casi puedo sentirla en mi oído. El tiempo deja de ser tiempo y se mueve de diferente forma, no sé cuántas canciones pasaron, me perdí en su voz, en mis recuerdos, en mi imaginación, los fantasmas creados por mi mente.

-No te cansas; vas a desgastarlos - Escucho la voz de mi abuelo y me sobresalto, tirando sin querer la portada y brincando en mi asiento.

-Abuelo, me asustaste - Me da gusto verlo, tanto, y me echo a reír cuando recuerdo esa foto del conejo de pascua y un enano espantado sobre sus piernas. Nos abrazamos y me besa la mejilla. Extrañaba su colonia.

-Tendré que esconderlos, siempre has de escuchar uno cuando vienes - Frunzo el ceño, nunca los había escuchado, el Benjamin de entonces no tenía discos de Elena.

-Es que siento que no los he escuchado nunca.

Camina a la mesilla y toma el periódico; hay en medio una canasta con panecillos y una jarra de café.

Estoy en silencio, no sé cómo abordar el tema, si pensará que estoy loca por preguntarle lo mismo, cosas que quizás le pregunté antes… estoy tan confundida con estos cambios que se me revuelve todo y me siento como en la dimensión desconocida.

-Abue… la casa de campo ¿Por qué está sola? - Sé que esa pregunta la había hecho recién regresé aquella vez, pero quiero constatar si acaso el fraude de Vajevec salió a la luz, y de ser así ¿Por qué entonces sigue abandonada?

-Sinceramente, después de la muerte de Viktoria no quise volver a ella y entonces la dejé que se hiciera vieja; hay lugares tan llenos de recuerdos que no son del todo lindos… y es mejor dejarlos morir junto con muchas cosas - No entiendo nada.

-¿Cómo?

-Mi madre vivió sus últimos días en ella, lo mismo que mi prima después de que muriera su compañera…

-Emma - Digo como para corroborar.

-Emma; y ambas fueron tan queridas para mí… que estar ahí era un recordatorio diario de su ausencia.

-¿Cuándo murió Vika? - Se sirve una taza de café… me doy cuenta que no tiene su jugo de naranja ni ha sacado su pastillero. Se queda pensativo, haciendo memoria.

-Creo que fue en 1978, unos años antes que Yulia.

-¿Yulia no murió en la casa de campo? - Me niega con la cabeza.

-En el Moscú Presbiterian.

-¿De?

-Un aneurisma, no era muy vieja, pero sabes bien que el cuerpo va decayendo y había detalles en el comportamiento de su cerebro que los doctores no podían explicar, decían que era una condición que no habían visto jamás, no comprendía bien qué cosas, pero finalmente eso fue lo que sucedió; un coágulo en el cerebro - Se queda viendo a la nada.

-¿La querías mucho?

-Tanto como a Vika; la veía poco porque solía ir mucho con Elena a sus giras. Había temporadas largas que pasaba en casa atendiendo la empresa, pero prefería estar con Elena - Sonrío - A veces creo que la veo en ti; qué bueno que tu padre hizo caso de nombrarte como ella.

-Oye y… ¿la casa sigue siendo de la familia?

-¿Por qué el interés? - Me encojo de hombros y agacho la mirada.

-Pues he ido a verla y… me gustaría restaurarla; era hermosa y quiero que vuelva a serlo - Me sonríe con una calidez impresionante y se le llenan los ojos de emoción.

-Tengo el presentimiento que de las dos, Kristina y tú, eres la que lleva lo Volkov en la sangre.

-Me agrada tu comentario porque sería TU sangre… Oleg es…

-Es más como era tu abuela.

-Sí; aunque mi madre… - No me deja seguir.

-Tu madre fue una santa por soportarlo - Se echa a reír y yo con él.

-Entonces… quisiera hacerlo, quisiera tu permiso para… quizás… ¿hacerla mi casa de campo?

-Está a punto de caerse Yulia ¿Sabes cuánto tendrías que invertir en una casa así de grande?

-Mi alma - Respondo – Pero lo vale; el restaurante va bien, bueno, los restaurantes - Recuerdo que ya tengo tres y no uno – Y creo que podría pedir un financiamiento o como le llamen… - Se acaba el disco y me levanto a poner otro.

Me quedo parada junto al tocadiscos, observándolos de nuevo.

-Por favor dime que estos serán míos.

-¿Tienes prisa por que sean tuyos?

-No - me siento apenada – Sólo que… tus tesoros son… los siento como si fueran mis tesoros.

-Los heredé de Yulia; lo mismo que el baúl. Sólo que ese es tuyo porque me hizo prometerle que se lo regalaría a la segunda hija de Oleg, ni siquiera sé cómo adivinó que tendría hijas, dos hijas. A veces siento que era un poco bruja - Sonrío con melancolía.

-Quizás lo era…

-Serán tuyos por supuesto; creo que todo lo que era de Yulia y de Elena pasará a ser tuyo - Se levanta y abre su ropero, me doy cuenta que lleva una llave en su cuello y eso por sí solo me causa ternura.

No sé por qué lo veo como un chiquillo, como si los papeles se invirtieran y yo soy más grande que él. Es curioso y no sé explicarlo, pero sucede.

-Hay algo para ti, no te lo había querido dar porque me gusta mucho la música, pero Vika, al igual que Yulia insistió en que te lo diera… - Se detiene y se queda pensativo – Sí, siempre creí que las dos eran brujas - Y se ríe por lo ridículo que suena… aunque… no es tan ridículo. Sólo que eso él no lo sabe.

Saca otro vinilo, la portada es negra con letras rojas y naranjas y de un sombrero de copa salen varias notas musicales, está gastado por supuesto y probablemente muy rayado, pero por dios que este es otro tesoro.

En el frente dice ''Our latest Catalogue'' y cuando veo de quién es apenas y puedo aguantar la emoción. Necesito comportarme normal, pero no puedo. Circus Contraption, dice.

-No… no puedo creerlo… los amo.

-Pero si es música muy vieja.

-No importa, son geniales - Respondo, tratando de comportarme como una persona decente y no como una loca, tratando de no brincar por toda la habitación con el vinilo en mis manos.

De forma que Vika y Yulia siguieron arreglándoselas para mandarme regalos. Si las tuviera enfrente las abrazaría.

-Vika me dijo que el disco le pertenecía a Emma… - No lo escucho después, me pierdo en mis recuerdos.

Despierto cuando lo veo servirse su segunda taza de café y me mira extraño.

-¿Me estás poniendo atención?

-Sí… - Está escéptico – No - Respondo. No estoy poniendo nada de atención, me perdí.

-La cuestión en sí era que…

-¿Por qué estás tomando café? - Lo interrumpo; el doctor se lo tenía prohibido y la segunda taza que va a la mitad me preocupa.

-Porque es mi bebida favorita - Dice como si fuera algo obvio.

-Pero tú no debes, te hace daño.

-¿Quién lo dice?

-Tu doctor; tras tu primer infarto… tampoco debes ponerle sal a los alimentos… - Se me queda viendo exactamente como Emma cuando le pregunté sobre Nastya y Yelena.

-Yulia, yo no he tenido un solo infarto ¿Ya por fin enloqueciste? - Cambios y cambios. Me siento y me sirvo una taza yo.

-Probablemente - Se ríe de mí y me aprieta la mejilla y la nariz como cuando era pequeña. Hago nariz de conejo y siento que me sangra – Abuelo, me lastimaste - Me levanto y voy hacia el baño para hacerme un torniquete.

-Muy delicada - Bromea Benjamin.

-Me rompieron la nariz hace unos años ¿Recuerdas? Y ahora cualquier cosa la hace sangrar, tengo el tabique desviado.

-¿Cuándo y cómo fue eso? - Vuelvo a mi asiento, echando la cabeza hacia atrás y probando la sangre, me da asco.

-En una fiesta me golpearon por accidente, hace… cinco años.

XXXXXX

Voy camino al restaurante, en el asiento del copiloto va el disco de Circus Contraption y los papeles de la casa de campo; tengo el permiso de mi abuelo para restaurarla, será una tarea ardua pero sé que quedará como nueva y mejor que antes.

Estoy entusiasmada pensando en nuevos tapices, maderas, alfombras, herrajes, conservar lo más posible, hacer un muelle, comprarme un bote, no… robarle su bote a Oleg.

Entro al restaurante, estamos a unas horas de abrir, el piso está limpio, las sillas en su lugar, los manteles bien puestos, la barra reluciente y los banquillos bien ordenados. Olga está llenando los saleros y las azucareras mientras Alexa acomoda las servilletas.

-Buenas - Les digo.

-Hola Yulia - Me responden. Voy por el anuncio de ''Se solicita mesero'' y así van llegando los demás.

Maxim sale de mi oficina y me escucha chiflar una cancioncilla.

-Alguien viene de buenas ¿Rubia o morocha?

-¿Uh?

-La mujer con la que te acostaste anoche - Me echo a reír.

-No todo tiene que ver con sexo Maxim.

-Todo tiene que ver con sexo, es una necesidad fisiológica, como comer o dormir, ir al baño.

-Sí, nada más que no muero si no lo tengo, así que probablemente no sea tan fisiológica y sólo es un pretexto para que personas como tú, tengan sexo casual todos los días - Dejo el letrero pegado en el cristal y vuelvo a la barra para servirme una cerveza de barril.

-No lo tengo todos los días - Se acerca a mí y toma un tarro, llenándolo de cerveza clara – Cada tercer día sí, pero diario definitivamente no - Todos se echan a reír.

Entonces Alexa pasa cerca de mí y me roza la espalda con su dedo índice y me tenso en mi lugar; Maxim observa el gesto y me guiña un ojo. Recuerdo que en esta realidad no le he dicho a Alexa que no podemos salir… aunque técnicamente no me ha invitado a salir; es mucho más osada que antes. Suspiro y le doy dos grandes tragos a mi cerveza, me limpio la espuma y entran entonces los cocineros. Nos saludan y se pierden tras la puerta que se balancea.

Quince minutos más tarde se abren las puertas de nuevo y quien voltea a ver quién ha entrado es Maxim.

-Creo que vienen preguntando por el puesto de mesero - Doy otro gran trago y volteo a ver a la persona que ha entrado.

Mi mundo se alegra… no como debería de alegrarse de encontrar a quien estoy buscando, pero él me hace el día, y seguro me hará la semana y el mes entero: Damien. Estoy sonriendo de oreja a oreja y me acerco a él con familiaridad y seguridad, nos conocemos de tanto tiempo.

Siento en ''Damien'' las mismas vibras. Cuando estoy más cerca hay algo en su mirada que me permite saber lo que está a punto de decir.

-Hola, vengo por el anuncio… tengo experiencia como mesero y… - Ok, no era eso a lo que me refería con ''Lo que va a decir'' – Creo que te conozco - ESO es lo que tenía que decir.

-En otra vida seguro fuiste mi chofer - Extiendo la mano y me entrega el plástico que ha quitado de la ventana para solicitar el puesto – Y estás contratado.

-Pero ni siquiera le he dado mi solicitud de empleo - Vuelvo a extenderle mi mano y leo en el papel: Garrell Dillard. Es más joven que yo por tres años.

-Dillard ¿Tienes ascendencia Francesa?

-No que yo sepa señorita… no - Me recuerda tanto a Damien, mi Damien cuando me dice ''Señorita''.

-Bien; bueno la entrada es a las dos de la tarde, cerramos puertas a las once entre semana y salimos a la media noche después de haber limpiado el piso y las mesas que te corresponden - Lo llevo conmigo a mi oficina – Los fines de semana cerramos puerta a las doce y nos vamos a la una de la mañana… - le entrego su chaleco del uniforme y sigo sonriéndole. Me mira extraño, como si tuviera miedo de mí, como si me creyera una loca.

-Lo que voy a decir puede sonarle raro, pero hay una familiaridad en su rostro que sí me convence de que nos conocimos en otra vida; tengo esta teoría de que todos reencarnamos juntos y que al encontrarnos con las almas más significativas, al vernos, así sin explicarlo, sabemos que nos venimos siguiendo de muchos, miles de años - Mi sonrisa se hace más amplia.

-Tú alma es mucho más vieja que la mía; y háblame de tú, por favor - Cuando se sonríe noto cierto aire en él que me dice que también es homosexual y siento una adoración enorme que casi me dan ganas de abrazarlo y decirle que lo he extrañado mucho. Que Ray era muy guapo y que me disculpe por no haberme despedido de él. Contarle todo lo que sé de nosotros dos juntos. Las aventuras extraordinarias que vivimos con Charles.

-Me costará trabajo hacerlo; mi madre me educó para hablarle de usted a mis mayores - Me echo a reír muy fuerte.

-Pero yo no soy tan vieja, apenas eres tres años menor.

-Aún así me inspira mucho respeto - Guardo su carta en los cajones donde guardo los datos de las personas que han trabajado en el restaurante y me volteo a verlo, ya tiene el chaleco puesto. Es tan Damien.

-Te diré Damien - Eso le causa tanta gracia sin saber por qué, que ríe.

Y es la misma risa de demonio alegre, de espíritu chocarrero. Me llena de alegría volver a escuchar mi risa favorita.

-Mi madre me ha dicho que su segunda opción de nombre era esa precisamente - Menea la cabeza. Se me queda viendo como queriendo decir algo más, pero se agacha y sale de la oficina en silencio.

Me dejo caer en mi silla y doy media vuelta de izquierda a derecha.

Tarde o temprano nos encontramos, todos, bajo las circunstancias más triviales o las más interesantes y que pareciera que son imposibles, coincidencias o no, se crea lo que se crea, los encuentros con las personas suceden siempre por algo en el momento correcto.

Así pues me digo que Elena y Vika aparecerán en el momento adecuado, en el lugar correcto, así debe de ser y debo de estar en paz conmigo, vivir para mí y luego para ella y con ella. Llegará, sólo espero que eso sea más temprano que tarde.

Tengo curiosidad por saber cómo serán las cosas con Oleg, si acaso habrán cambiado, si nos llevaremos mejor o peor, si estará casado con una mujer tan joven como yo…

Suspiro ¿Cuánto habrá cambiado todo? Me sobo las sienes y hago hacia atrás el respaldo de la silla, miro el techo, pensando ahora en Elena, en Yelena… más en Yelena que en Elena.

Cuando me fui estaba por casarse, habíamos tenido una conversación poco productiva; me veía como me veía Elena, pero las circunstancias no eran las mismas y los obstáculos me parecían enormes. ¿Qué hubiera pasado si no me hubiera aferrado a volver? ¿Ella estaría conmigo? ¿Se hubiera casado?

Este mundo está tan lleno de posibilidades, quizás infinitas, que adivinar por lo que probablemente hubiera sucedido sería como para romperse la cabeza. Paro entonces con mis pensamientos que no me harán nada de bien y me ocupo en otras cosas. Por ejemplo, pienso que estaría bien comprarme un tocadiscos y comenzar una colección de vinilos.

Pienso que debo buscar en E-Bay o Amazon por cosas de colección de Elena, seguro que algo ha de haber, sí, puede que me salgan en un ojo de la cara, pero no me preocupa gastar cantidades ridículas en cosas que tienen que ver con ella.

Busco sus películas, cinco de ellas están en precios accesibles y las agrego a mi carrito de compras. Hay CD's, los mismos discos que tiene mi abuelo pero en otro formato, y pienso que no estaría de más tenerlos.

-¿Qué haces? - Levanto la mirada y veo a mi amigo – Llevas horas aquí metida.

-Navegando por internet.

-Dime… - Camina a la silla que está frente a mi escritorio y se sienta - ¿Emma está… disponible? - Bajo el volumen y volteo a verlo.

-Creo que te ha dicho miles de veces que es gay - Entrelaza las manos en su nuca y cruza las piernas. Veo el reloj, no puedo creer que he pasado cuatro horas aquí dentro.

-Las mujeres gays son gays hasta que no lo son - Me río de lo que ha dicho.

-Esas son las heterosexuales - Saco la cajetilla de cigarros del cajón y me acerco el cenicero.

-Tengo un amigo que se acostó con una lesbiana - Doy la primer calada. No va a dejar el asunto.

-Pero es un porcentaje muy bajo; sí las hay, solo que no muchas y, generalmente están borrachas - Baja las manos y recarga los codos sobre la madera del escritorio.

-Entonces habrá que emborracharla - Meneo la cabeza y subo de nuevo el volumen.

-Ya la has emborrachado y no pasó, déjalo ir Maximus.

Los monitores de las cámaras de seguridad están encendidas y me quedo viendo a la gente que ha llegado a comer. Hay familias, parejas, los solitarios que se abren una revista o la laptop y comen sin prisa. Y luego entonces, en la barra, donde tomamos los pedidos para llevar veo a alguien que me parece familiar.

Tiene el cabello a la altura, la estatura, el cuerpo… sólo que está de espaldas y no puedo verle la cara. Al instante se me acelera el pulso, se me va el aire y creo que hasta el color, comienzo a temblar y sudar frío.

-¿Qué? - Maxim voltea también a los monitores sin saber bien qué ver - ¿Qué viste? ¿Qué?

Me levanto como de rayo y salgo de mi oficina cuando veo que saca el billete y paga. Cuando llego a donde están los comensales ella está saliendo por la puerta, corro sin importarme que los clientes me miren extraño, he de verme desesperada, he de parecer una loca, pero no me interesa, lo que me interesa es alcanzar a la mujer que vi en los monitores.

Me detengo y volteo a ambos lados; puedo ver su cabellera en mi flanco izquierdo, vuelvo a correr, casi la alcanzo cuando se pasa el semáforo de peatones y sopeso la idea de ir tras ella pero los autos vienen hacia mí, me detengo aunque con desespero y la veo entrar a una academia de baile. Eso me relaja un poco, al menos no la he perdido de mi radar.

Camino rápido y veo las escaleras estrechas y oscuras que llevan al segundo piso. Las subo lentamente, haciendo contraste con la prisa que tienen mis ansias por llegar arriba; me asomo con cautela y la veo sentada frente a otra mujer, saca de la bolsa su comida y cubiertos de plástico y ambas comienzan pues a comer. La otra lo hace de un tupper y no alcanzo a saber qué es. No puedo interrumpir, quisiera, pero es demasiado grosero y no me sentiría cómoda.

Espero en la banca del camión que está cruzando la calle, pasan diez camiones antes de que me atreva a levantarme y subir de nuevo; veo que entra gente y que las luces se encienden, las clases están por empezar y sé que es momento de que me llene de valor y vaya hacia allá.

Estoy por cruzar la calle cuando suena el celular, es Emma.

-Te llamo luego - Respondo sin darle tiempo de decirme nada y cuelgo. Sé que estará muy emocionada cuando se lo cuente. Va a querer brincar no por todo el departamento, sino por toda la manzana o la isla.

Subo las escaleras con mayor seguridad y cruzo por fin el umbral. Ella está parada hablando con unos alumnos que son pareja al parecer pues están tomados de la mano, dedos entrelazados. Ríen, pero no alcanzo a escuchar de qué.

Entonces levanta la mirada y yo no puedo dar un paso más, me sonríe y sus alumnos voltean a verme con curiosidad.

-¿Puedo ayudarte en algo? - Se abre paso entre ellos y se acerca a mí. Trago saliva, quiero abrazarla, ahí están sus ojos amables, profundos.

-Yo… eh… pasaba por aquí y… me preguntaba… - Se gira un poco y toma un díptico, nota que estoy nerviosa y no me lo hace difícil.

-¿Tienes pareja? - Niego, pero seguro tengo una cara de idiota porque se ríe – Pareja de baile, digo.

-Ah no, tampoco… bueno, tendría que decirle a mi compañera de piso si le interesa venir conmigo… aunque seguro que dirá que sí.

-Bien - Abre el díptico y se acerca más a mí para que podamos ver las clases que hay – Bueno, los lunes enseñamos salsa y bailes latinos, martes tango y baile de salón, los miércoles nos vamos por baile moderno, jueves vals, fox trot y paso doble, viernes Swing y algo libre, dejándolo a votación entre los alumnos; es mejor que vengas con pareja aunque también llegan los solitarios que esperan encontrar otro solitario que le haga compañía en el baile…

No puedo hablar aún, la observo, como si fuera un espejismo, irreal, no quiero tocarla, siento lo mismo que sentí con los acetatos, como que si lo hiciera se convertirá en polvo.

Tiene la misma voz, el mismo color de cabello, el color de ojos. Juro que quiero abrazarla por horas. He encontrado dos personas en un día, dos condenadas personas y yo no puedo creerlo, me temo que esto supondrá un alto precio para mí, nada puede ser demasiado bueno. Trago saliva y por fin parpadeo.

-No sé si sea buena para el baile latino - Le informo – Pero seguro que mi acompañante sabrá guiarme.

-¿Entonces las esperamos?

-Sí, seguro que ella estará más que contenta de venir, dice que en su vida pasada fue bailarina de burdel - La escucho reírse, dios, cómo extrañaba esta risa también.

-Ok, te dejo el díptico para que se lo muestres y las esperamos pronto para la inscripción.

-Mañana mismo estaremos por acá - De verdad no puedo más con estas ganas de acercarme a ella. Hago uso de todas mis fuerzas para no colgarme de su cuello.

Hay unos segundos extraños donde queremos decir más, pero no lo hacemos.

-Bueno, entonces nos veremos mañana… traeré a Emma.

-Acá las esperamos - Me sonríe, con esa sonrisa tan característica de ella, de esas que te calientan el pecho y te sientes como en casa.

Bajo las escaleras con un gusto increíble, siento que no peso, que estoy en gravedad cero. Entonces saco el celular y le marco a Emma.

-Eres una grosera ¿Cómo te atreves a dejarme así y no decirte ni siquiera lo que tenía que decirte?

-Seguro que cuando sepas por qué, en lugar de reprocharme vas a besarme - Hace un bufido.

-Por favor ¿Qué podría ser tan bueno como para no patearte el trasero en cuanto llegues al departamento? - Hago una pausa dramática pero estoy sonriendo - ¿Yulia?

-Te haré sufrir, dime ¿Para qué llamabas?

-No, ahora dime.

-¿Para qué llamabas, Em?

-Porque haré una fiesta en el departamento y pues… te aviso, para que te unas, soportes el ruido mientras intentas dormir o decidas dormir en otro lado; ahora dime.

-¿Estás sentada?

-Por dios Yulia, me desesperas ¡Ya dilo!

-La encontré, en una escuela de baile.

-¿A Yelena?

-A Vika - Hubiera querido decirle que sí, que había encontrado a Elena, bueno Yelena, pero no.

A quien vi en las pantallas, con su cuerpo flaco y su cabello lacio y largo fue a Vika y al tenerla de frente me di cuenta de que no me equivocaba.

Emma grita al otro lado de la línea y puedo apostar porque no sabe si pararse de cabeza o brincar.

-Definitivamente quiero besarte - Mi sonrisa es amplia y estoy contenta por ella.

Sin embargo, muy dentro de mí, algo se siente triste, envidioso y celoso; es raro que aún ahora su suerte es mayor que la mía. Me siento un poco deprimida y cabizbaja de repente. Entro con paso pesado en el restaurante y voy hacia la barra, sirviéndome un vaso de Whisky.

-¿Qué demonios sucedió? - Me pregunta Maxim, intrigado.

-Vi a una conocida, alguien que hacía mucho que no veía y tenía que alcanzarla.

-¿Y por qué no te ves contenta?

-No es eso… es… no lo entenderías - Me mira por varios segundos y me da una palmada en la espalda – Hay fiesta en el departamento, Emma la organizó.

-¿Estás invitándome?

-Solo si prometes que la dejarás en paz.

Esa noche le cuento detalle a detalle cómo la he encontrado, se emociona y me jura amor al menos diez veces; está más que entusiasmada con la idea de estudiar baile con ella y sabe que luego entonces las cosas se darán por sí solas.

Aunque mañana hay trabajo no me importa el desvelo y la resaca, pasamos un buen rato con el departamento lleno de gente que conozco y no conozco, las botanas pasan de mano en mano, hay cervezas aquí y allá, la música suena y me distraigo, al fin y al cabo, ser sombría no me traerá a Elena más rápido; vuelvo a decirme que necesito ser muy pero muy paciente.

Ya la encontraré… sé que la encontraré.
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Mensaje por Fati20 1/29/2023, 12:45 pm

Me alegra mucho que Vika ya apareciera 😊 y si paciencia ya aparecerá Elena y creo q esta vez no le va a tocar sufrir q este con otra persona y así enamorarla más fácil y con eso de que la Elena de los 30 si fue feliz creo q esta será más alegre más parecida a esa de los 30 😍😍. Feliz domingo cariño 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/29/2023, 5:40 pm

Capítulo Treinta y tres:

Estamos afuera de la academia, sopla un viento fresco y, aunque el sol está radiante los edificios nos brindan más bien una sombra rica. La escucho suspirar, está tratando de reunir todas sus fuerzas para no tener un ataque de pánico. Me parece tierna, tengo una sonrisa de oreja a oreja y yo misma tengo el corazón acelerado, incluso hoy más que el día que me di cuenta que era Vika.

Me toma la mano y me la aprieta casi tan fuerte como cuando las vimos en el aeropuerto, aunque, prácticamente eso no sucedió, no entiendo cómo es que está en mis recuerdos; no entiendo mucho de esto, pero creo que hemos quedado claros en que más que entender lo que debo es vivir y disfrutar.

Vuelve a aspirar profundo.

–Siento que voy a desmayarme – Me dice, luego me mira, me sonríe y me besa la mejilla – Ya la encontrarás.

Sé que ha notado en mi mirada un poco de nostalgia, envidia ¿Desesperación quizás?

–Lo sé, aunque lo que no sé es cuánto tarde en llegar – Me aprieta aún más fuerte la mano.

–La vida la pondrá en tu camino en el momento correcto, sin ninguna Irina, o lo que sea – La sonrisa que le brindo es cálida y sé que tiene razón, pero extrañarla no me hace bien y eso me estresa.

Nunca he sido particularmente paciente, y ahora me cuesta mucho más exprimirla desde lo más profundo de mi ser para no volverme loca y recorrer el mundo entero gritando su nombre. Aunque, también sería absurdo gritar su nombre si no sé cómo se llama en esta vida.

Me falta el aire por el nerviosismo, de pronto pienso que subiendo las escaleras, escucharé la voz de Vika y la risa de alguna alumna, y entonces reconoceré que es Yelena quien se ríe, se me escapará la vida por los ojos y querré gritarle mi amor en ese momento.

Mi imaginación es grandísima y mis deseos de tenerla ya conmigo son aún mayores.

–¿Lista? – Pregunto. Emma comienza a asentir pero cambia de parecer y me da un “no” como respuesta. Yo me río, parecemos dos adolescentes que están a punto de darle una carta de amor a la chica que nos gusta – Pues no me importa, vamos tarde y la clase está por empezar.

La jalo hacia adentro y subimos con ansias las estrechas escaleras del estudio de danza.

Huele a pino, así que asumo que acaban de limpiar el vestíbulo, sin embargo ya en la habitación donde hay piso de duela, huele más bien a cera y a un perfume parecido a la frambuesa.

–Ah, llegaron – Nos lo dice con la sonrisa más linda que nos puede brindar y se acerca a nosotras que venimos aún de la mano, en seguida nos soltamos. Es mejor no dar la impresión errónea.

Puedo ver y sentir, que en cuanto sus miradas se encuentran, que sus mejillas se ruborizan y sus pupilas se dilatan, que ahí está de nuevo la magia que sucede entre dos personas que están destinadas a estar juntas, las que se complementan, las que fueron separadas en dos cuando la energía se hizo materia.

Siento el pecho cálido, soy testigo de uno de los momentos mágicos que tiene la vida. Ojalá algún día tenga la oportunidad de ver a Yelena sosteniendo por primera vez a nuestro hijo, o yo ¿Por qué no? O ese cariño que se demuestran dos personas que se han dejado de ver por años y se reúnen o se encuentran por sorpresa en la calle. Esos son momentos mágicos, únicos e irrepetibles.

–Ella es… – Me limpio la garganta, me escuchan, pero no han dejado de mirarse a los ojos – Emma, la compañera de la que te hablé – Habíamos platicado hace algún tiempo que tenía ganas de aprender a bailar y por fin se nos dio la oportunidad.

–Bien, encantada de tenerlas aquí, verán que no van a arrepentirse de haber venido – Vika por fin voltea a verme – No nos presentamos nunca formalmente – Me estira su mano y la tomo, aquí viene el momento – Soy Nastya – Me emociono tanto que no quepo en mí y lo nota, me ve extraño y no atina a lo que está pasando por mi cabeza.

Es entonces cuando detecto un ligero acento. Quizás las cosas después de todo no pudieron cambiar tanto ¿O sí?

–Soy Yulia… no eres de aquí ¿Verdad?.

–Mis padres se mudaron a Londres cuando era pequeña y viví allá hasta los diez, luego vinimos para acá y ahora hablo un poco más como ustedes – O.k, al menos sigue siendo británica.

¿Dónde estás tú, Yelena? Espero que no sea casada con Irina y uno o dos hijos.

Los alumnos nos miran impacientes, es hora de que empiece la clase, es Lunes, así que comenzaremos con Salsa. En cuanto escucho la canción sé que para esto tengo dos pies izquierdos, me cuesta mucho trabajo seguir a Emma, quien, por cierto, pareciera que ha heredado las dotes de baile de la otra, es como si fueran la misma persona; puedo imaginarla con sus medias de red y sus zapatos de tacón, el corsé ceñido a su cuerpo y la mirada provocadora.

Descubre que algo está sucediendo en mi cabeza y me sonríe, da un vistazo a Nastya que corrige a alguno de sus alumnos y luego vuelve a mí.

–¿Qué pasa?

–Estoy recordando un número que hiciste en el Cotton Club; algo muy entretenido con una canción que se llama Oochie Coochie Girls – Entre Emma siempre habrá cierta tensión, lo creo por las cosas que pasaron en aquella vida, sin embargo, pese a eso, sé que jamás pasará nada y menos ahora que ha encontrado a Vika/Nastya.

–Y seguro que te mojaste – Me echo a reír muy fuerte y varios voltean a vernos – Perdón – Me disculpo por mi falta de respeto a la clase de Nastya y me acerco un poco a Emma para agacharme y hablarle quedo – No, estaba muy entretenida con Elena.

–Ah – Es lo único que contesta antes de que la pise y se queje de mi torpeza.

Termino con la frente llena de sudor y la respiración acelerada, aplauden al final y todos van hacia sus mochilas para tomar agua y limpiarse con una toallita. Se acerca a nosotras.

–Espero seas mejor con otros bailes – Es burla, pero no me ofende, al contrario, me divierte que tenga la confianza y la soltura de alguien que pareciera que me conoce de muchos años. Y sí, así es.

–Yo también lo espero, creo que los bailes de sangre caliente no van mucho conmigo.

–Tu novia lo trae innato – Emma y yo nos miramos y nos reímos.

–Emma no es mi novia.

–No, no podríamos serlo aunque lo intentáramos – Responde.

–Bueno es que como dijiste compañera pensé que…

–Somos amigas – Dice Em antes de que pueda terminar la oración.

–Perfecto – Le sale con emoción, como si le quitaran un peso de encima. Nastya se da cuenta en seguida de lo que ha dicho y se ruboriza en el instante, agacha la mirada.

Yo hago como que me suena el celular. Es menester que las deje solas.

–Necesito contestar esto… disculpen – Tomo mis cosas y salgo de ahí, le mando un mensaje a Emma de que estaré en el restaurante y camino hacia allá. No me he parado en todo el día y no estará de más saber cómo están las cosas. Si es que Olga no se ha roto otro hueso o ha acabado con la loza entera.

–Dichosos los ojos – Dice Maxim cuando me ve –¿Dónde has estado? – Pregunta cuando observa mi ropa sudada.

–Bailando, hay una escuela aquí cerca y creí que sería buena idea aprender algo, Emma es mi pareja.

–¿Por fin? Diablos, me ganaste – Me río fuerte y me dejo caer en la silla de oficina.

–No en ese modo Maximus, es mi pareja en el baile; soy malísima por cierto – Me enciendo un cigarrillo y me hago una cola de caballo para refrescarme.

–Entonces sigue siendo libre.

–No creo, al parecer ya conoció a alguien – Hace cara de decepción y se sienta también.

–¿Y tú cuándo conocerás a alguien? Mínimo cogerás con alguien.

–No lo sé, quizás tenga aventuras de una noche y no te cuente de ellas – Me mira y me hace ojillos.

–Por favor, sé que me lo contarías en seguida.

–Tienes razón, así que no, en este tiempo no he estado con nadie.

–No sé qué esperas.

–¿Sabes? Quiero encontrar a esa persona con la que sea el momento de pasar el resto de mis días y mis noches, de verla cada mañana y saber que no necesito estar de cama en cama, sólo en la suya; sí, extraño el sexo pero… no sé, quizás no ha llegado alguien que me atraiga tantísimo – Hace cara de asco esta vez.

–Cuando dejes de ser tan niña, me avisas – Se levanta y sale de la oficina.

Paso mi mirada por los monitores y busco a Elena, en vano, obviamente, no está entre la gente. Quién sabe siquiera si esté en la ciudad.

El tocar en la puerta me despierta de mi ensimismamiento, entra Emma con la sonrisa más grande que le he visto, los ojos más radiantes.

–Cuéntame – Pongo mis brazos sobre el escritorio y entrelazo mis dedos.

–Me ha preguntado si de verdad no hay nada entre nosotras, claro, después de una conversación que no tenía ni pies ni cabeza porque lo que realmente le interesaba era saber si estoy soltera; y bueno, se lo he dicho directamente, que no tengo compromiso con nadie; le hice mi clásico batir de pestañas – Me hace el gesto y le sonrío – Y ahí terminé de enamorarla – Se recarga con aire triunfante y la mirada perdida – Es tan… tan… perfecta.

–Lo es.

Veo los monitores de nuevo… la esperanza muere al último, dicen… pero mi paciencia está ya en su límite.

xxxxxx

Estoy emocionada, me siento orgullosa de lo que he hecho con esta casa que vuelve a verse como aquella que conocí en su esplendor; la casa de campo ha quedado restaurada al cien, me costó mucho tiempo, y mucho dinero; pero ha valido la pena al cien por ciento.

El abuelo la visitó en cuanto quedó lista. Los ojos se le llenaron de lágrimas y subió con esfuerzo las escaleras, sus rodillas no dan para más, es viejo, y sé que probablemente más temprano que tarde tenga que decirle adiós.

Pero haberlo visto, emocionado hasta las lágrimas, paseando por cada habitación, es lo que le ha dado un sentido mayor a la vida que tenemos él y yo, que quiero como un padre más que a Oleg. Entró a una habitación que particularmente no conocía, pues era en ella donde se hospedaba Dima.

–Aquí estaba mi cama – Le temblaban las manos que tiene llenas de lunares – El tocador acá y un par de burós hermosos que seguramente se perdieron con el tiempo. A alguien debieron de cedérselos como sucedió con tu tocador y el baúl.

Abrió las ventanas del balcón y aspiró profundamente el aire.

–Sigue oliendo igual, huele a mi infancia y juventud, a los días con mi madre y las caminatas con Yulia y Elena – Me contagió la emoción y así, en un santiamén, los dos nos encontramos con los ojos húmedos.

Bajamos a caminar despacio por la playa y luego lo llevé de vuelta al asilo. Me felicitó por la labor de haber restaurado la casa de campo y me besó la mejilla.

Hoy, es diferente. He venido con mis amigos a pasar el fin de semana de azueto, Emma y Nastya son la pareja más enamorada y cursi del planeta tierra, donde incluso yo, con todo el cariño que les tengo, a veces pongo los ojos en blanco y ruego porque pase por lo menos un día sin que tengan que hablarse como un par de idiotas en tono chiqueado.

Damien y yo – Sí, sigue siendo Damien para mí y se deja que lo nombre de ese modo – hemos trascendido ya a una de las mejores amistades que he podido tener en mi vida después de la que tengo con Maxim. Es para mí, incluso como un hermano, con el que comparto secretos, excepto el más grande.

Las habitaciones están acondicionadas para que puedan dormir, pero falta mucho para que sean las lujosas de entonces, con muebles finos y detalles insignificantes que hacen del cuarto un hogar más que cualquier cosa.

No puedo hacer con los interiores lo que antes porque costaría mucho más; lo primordial eran sus paredes, sus pisos, poner ventanas nuevas, maderas, pinturas. Los muebles irán llegando con el paso del tiempo.

Confieso que me dio cierto temor subir al ático, pensar que quizás estaría alguna prueba de Charles en él, y que al estarlo, me perseguiría en esta y en cualquier vida, que se me aparecería como un demonio o un fantasma y me reprocharía que lo maté, aunque, técnicamente fue Damien.

Aun hoy sigo caminando con el temor de encontrarlo a él antes que Elena y que se cobrará lo que le debo, vida por vida.

Lo imagino como un mago negro, un Aleister Crowley empeñado en arrastrarme a los abismos. Pero no, incluso si logró renacer, dudo mucho que recuerde que alguna vez, en algún momento, burló al tiempo y se quedó en el mismo cuerpo por siglos.

Incluso dudo que esté vivo, prefiero pensar que se encuentra vagando por una dimensión infernal o incluso en un limbo, oscuro y frío, castigado por sus desobediencias y codicias.

–Wow – Escucho a Damien – Es… es…– Mira la casa en toda su magnificencia y luego voltea a verme, frunce el ceño, tiene la mirada curiosa – Es como un dêjá vú… siento que conozco de memoria este lugar… como que… como que viví en él… pero nunca había estado aquí ¿Me entiendes? Siento que soy un loco por decirte esto; aunque, no, no soy un loco, probablemente he estado aquí.

–Apuesto a que así fue.

Por primera vez hacemos uso de la alberca, una hermosa piscina con azulejos verdes de varios matices. Hay música, bocadillos y bebidas que van desde la cerveza hasta el whisky.

De pronto, me quedo recargada en la orilla de la alberca, imaginando a Elena parada junto a la cantera, recargada ahí, con una bebida cerca de ella, sonriéndome como me sonrió la noche en la que fue la fiesta en esta casa. Que trae puesto su vestido de la época y se desaparecerá para ir a su habitación y ponerse un traje de baño, ese que usó cuando bajamos a la playa.

Hay fantasmas de ella por doquier, en cada esquina, cada rincón. Casi puedo olerla en mi habitación, cada vez que entro, o al entrar a la suya, que se ha convertido en mi estudio, a donde he mudado algunas cosas que no me hacen falta en el piso en la ciudad.

–¿Estás bien? – Es Emma que se acerca nadando de ranita. Se queda a mi lado, recargada también en la orilla y luego estira la espalda.

–Hay… tantos recuerdos Em, que me siento abrumada.

–¿Estás segura que fue buena idea que te quedaras con la casa? Es la conexión más grande que tienes con Elena, y por eso también una tortura. Apuesto a que la ves en todas partes y luego vuelves a la realidad, que no está.

–Eso sonó cruel.

–Pero sabes que tengo razón – Veo a Nastya, subida en los hombros de Damien, echándole agua a Maxim en la cara con una pistola Nerf.

–Ha pasado año y medio Em – Me escucho desesperada.

–Lo sé – No dice más, me soba la espalda y me jala con ella al centro de la piscina para convivir, distraerme de las cosas que me licuan el cerebro. No puedo seguir pensando más en ello, debo concentrarme en otras cosas o me veré absorbida en los recuerdos y me apagaré.

Poco a poco, y con ayuda de Emma que logra hacer que me enfoque en el presente con sus chistes y anécdotas, olvido el asunto, o casi, porque de vez en cuando sigo viendo a Elena de aquí para allá, sonriéndome.

Por la noche, nos hacemos unos emparedados de jamón y queso, los llevamos al pórtico, donde las bebidas siguen existiendo en abundancia, el ambiente huele a cigarro, el viento sopla delicioso y a lo lejos, en alguna otra casa de campo, alguien se dio a la tarea de prender fuegos artificiales. Mis piernas desnudas se sienten cómodas con la brisa de verano y mis brazos, que también están desnudos se ven rojos por el sol que les ha pegado cuando fuimos a la playa.

El espectáculo es maravilloso desde donde estamos, las luces azules, rojas y blancas iluminan el cielo. Me siento ebria, pero aún en control de mi habla y mis movimientos, hemos bebido todo el día, pero lo hemos hecho con calma. Estamos contentos y reímos, la vibra es ligera. Tengo a mis personas favoritas conmigo, sin embargo me falta alguien, me ha faltado tanto.

Me sacudo de nuevo la melancolía, lo he hecho millones de veces en el día, me animo a no deprimirme.

Poso mi mirada en el árbol y, aunque siento miedo al recordar la historia de fantasmas que sé, me dan ganas de hacer un columpio improvisado y volver a rozar las estrellas con cada vuelo.

A no sé qué hora de la madrugada estamos borrachos, bailamos sin ton ni son, Damien tropieza con una silla y se va de espaldas contra otra con la que se pega en la cabeza, yo río, río mucho y siento que voy a orinarme. Maxim lo levanta, pero está más borracho que él y se va de boca, abriéndose el labio. Todos reímos como locos, bailamos de nuevo, y entonces, me doy cuenta que Nastya nos calla y nos dice que esa canción que está tocando es de sus favoritas, que aunque sea de los años veintes o treintas la prende tanto que le dan ganas de bailarla a todas horas.

Huggable, kissable, you. Toma a Emma y se ponen a dar piruetas, una casi pierde el equilibrio, la otra la toma de la cintura y la besa en los labios, sólo para después sonreírse y seguir con el ritmo, Damien me toma de la cintura y vamos bailando; mis pasos son tranquilos y firmes, sé que para esto tengo madera, sé que esto me sale bien.

Está tan borracho y sin embargo baila como un dios. Yo lloro, recordándolo todo, lloro como buena borracha, embriagada de alcohol y de emociones.

–Si dejas ir a la que no está, llegará la que debe ser – Abro los ojos y quiero decir algo pero no sé qué es lo que diré – No sé quién haya sido, obviamente ya no estaban juntas cuando te conocí, pero si no la sueltas, si no la olvidas, entonces el destino sabrá que no estás lista para cuidar de ese nuevo corazón, es como debe de ser, el orden natural de las cosas – Sonrío mientras se me llenan los ojos de lágrimas, lo abrazo tan fuerte que casi nos caemos los dos, le beso la mejilla y le digo cuanto lo quiero y lo agradecida que estoy de que sea mi hermano. “Orden natural de las cosas” Veo al Damien de entonces diciéndomelo, vestido con boina y camiseta sin mangas.

Subo a rastras a mi habitación, escucho a Emma vomitar en el baño de su cuarto y entro a ver si está bien. Nastya me dice que cuidará de ella y me despido sin insistir más porque me siento agotada, reviso mi celular, son casi las seis de la mañana.

Llego a mi cama y me echo pesadamente, rebotando dos veces en el colchón. Hago ruido de contento, mi cuerpo está tan agotado y mi espalda tan dolorida que sé que me agradece que por fin haya cedido a irme a dormir. Me da pereza lavarme los dientes, así que con un pie me quito un zapato y luego otro, me arrastro lentamente como oruga, con esfuerzo zafo las sábanas y con desgano me meto debajo, acurrucándome en seguida en mi almohada.

–Tus almohadas siempre fueron más cómodas – Escucho tan real que me sobresalto y me siento en un segundo en la cama, viendo toda la habitación iluminada por la poca luz que entra de fuera. Enciendo la lámpara del buró.
No hay nadie conmigo, es mi mente que me juega bromas con el alcohol que llevo encima corriéndome en las venas y con las ganas que tengo de que Elena/Yelena esté conmigo.

–Es momento Elena, déjame encontrar a quien corresponde a este tiempo.

Apago la luz y vuelvo a acurrucarme, deseando que esta vez nadie me hable, que los recuerdos no se me aparezcan y me dejen dormir. El calor que hay entre mi cuerpo y las sábanas me aletarga en un santiamén y duermo profundamente.

xxxxxx

La ciudad amanece con una capa de nieve, anoche hizo una ventisca espantosa que hizo que las ventanas de cualquier departamento en kilómetros a la redonda se cimbraran sin piedad, creí por instante que los rascacielos cederían a la naturaleza y caerían uno tras otro como fichas de dominó.

Afortunadamente sólo es una mañana fría y blanca, de esas que a mí me gustan en demasía, las que me obligan a levantarme con entusiasmo y dar un paseo por la plaza roja, Emma dice que estoy loca por querer salir a congelarme el trasero, yo digo que no hay mejor día que este para despejarme, para despertar a un nuevo amanecer que es siempre una nueva oportunidad ¿De qué? De todo.

Dejo a Arthur, con el frío no quiero que se congele sus patitas, así que le beso la cabeza, lo dejo en el suelo y luego de ponerme el abrigo y el gorro, bajo, saludo al portero y me voy a dar mi paseo.

Hay poca gente, muchos han preferido quedarse en sus camas, calientitos, con una buena taza de té, café o chocolate, me imagino.

Me siento en una banca que no está tan congelada y saco el libro, quito el separador del medio (Creo que voy a la mitad de la lectura) y sigo leyendo al nazi vampiro que fue un tirano de las SS en Treblinka.

Se me congela la nariz, y la mano que me he dejado sin guante para poder dar vuelta a las hojas, pero, no es queja, me encanta esto de que ciertas extremidades se vuelvan insensibles, de que mi aliento se convierta en vapor y que los temblores se apoderen de mí de vez en cuando.

Se me acerca alguien, una extraña de acento aún más extraño y me pregunta atropelladamente cómo puede llegar al Kremlin, le explico de la forma más detallada posible para que no se pierda, viene con tres amigas, dos rubias y una morocha que se comen con la mirada al corredor que nos pasa por la izquierda.

–¿De dónde son? – Pregunto amistosamente, más por curiosidad que por caerles bien.

–Grenoble – Le sonrío.

–Francia – Me asiente y me sonríe de vuelta. Llega alguien corriendo y se para junto a ella.

–Prueba esto – Se lo dice en el idioma, pero le entiendo.

Se me va el color de la cara y la sangre a los pies, también el libro al suelo, me agacho rápidamente para recogerlo y ella a mi par.

Es Camille. Dos años más tarde encuentro a Camille, sigue siendo francesa, y está de vacaciones por Moscú… me río para mis adentros “Bitácora del capitán: aún sin señales de Yelena; me he encontrado con Camille, sigue siendo igual de hermosa, con sonrisa y dientes de roedor, cachetes de hámster”.

–Hola – La escucho decirme, su mirada fija en la mía y la amiga, sonriendo divertida, observándonos en este coqueteo casi imperceptible excepto para quien sabe cómo coquetea el otro.

La conexión que tenemos Emma y yo existe aún ahora, y la que existió entre Camille y yo es fuerte, como lo fue entonces. No puedo quitarle los ojos de encima y al fin y al cabo, no estoy siéndole infiel a nadie, todo está en mi cabeza. Yelena aún no llega y… simplemente no puedo no querer conocer a esta Camille.

–Soy Yulia.

–Danielle – No esperaba que se llamara igual, aunque… bueno sí, confieso que había un poco de esperanza en que sí se llamara Camille.

–Es un lindo nombre, Danielle.

–¿Vives… vives aquí o también vienes de visita? – De pronto nos quedamos solas y sus amigas se sientan a la orilla de una fuente que no está en funcionamiento.

–Vivo aquí… para allá – Le señalo con mi dedo la dirección de los departamentos y ella voltea a donde le digo.

–Burguesa moscovita – Me río.

–No sé si ese sea el término.

–íbamos a…

–Kremlin, sólo que a esta hora no es tan mágico como de noche… – Miro el reloj – ¿Ya fueron a patinar? – Me niega con la cabeza – ¿Quieren ir?

–¡Eva! – Le grita a la que se acercó primero – ¿Vamos a patinar? – Creo que Danielle le hace caras porque aunque iba a decir que no, termina diciendo que sí.
Y así en unos minutos vamos detrás de sus amigas platicando de Francia, de las partes que conozco de París y de que debería de regresar. Que me llevará a conocer lugares de su ciudad y a pasear por España, Portugal, Alemania, etc.

Entro a patinar con ellas, esta vez no necesito fingir que no sé, la historia es distinta, la persona también. Me siento irremediablemente atraída a ella, pero no enamorada, no existen esas chispas como con Yelena, no siento que pudo pasar el resto de mi vida con ella.

Luego después al medio día, ellas visitan otros lugares mientras yo decido regresar a casa, le doy mi número de celular a Danielle y promete llamarme más tarde para que ahora sí vayamos a Kremlin y quizás luego a un bar a emborracharnos. Creo que mi hígado no está muy contento con mis hábitos, pero soy joven y me gusta divertirme… no muy sanamente.

Cuando entro al departamento huele a huevos con tocino, apuesto a que Emma y Nastya acaban de levantarse.

–Alguien viene de buen humor – Dice Nastya y luego da un gran trago a su jugo de zanahoria con toronja.

–Me encontré con alguien… se llama Danielle y es francesa – Entonces Emma se gira y me mira, esperando que le diga cuál de las dos – Tiene más cara de Camille que de Danielle.

–¡Eso! – Es Em, contenta de que hubiera sido ella. Nastya la mira extraño, pero creo que a estas alturas ya se ha acostumbrado a nuestras platicas sin sentido, que pareciera que están en un código que sólo ella y yo entendemos… honestamente así es.

–Por la noche iremos a pasear, quiero que vengan conmigo.

–Pero es como una especie de cita ¿No?

–No Nastya, ella regresará a Francia y yo… no creo que sea la indicada… aunque sí, me ha gustado bastante – Choca su hombro con el mío y le robo un sorbo de su jugo – Me daré una ducha.

Desparezco en mi habitación y disfruto pues de un delicioso baño de agua muy caliente.

Me estoy cepillando el cabello y Emma entra a mi habitación con una sonrisa en el rostro.

–Ansiaba que te encontraras con Camille.

–Yo no había pensado en ella en mucho tiempo, la verdad.

–¿Te la cogerás? Digo, no es que le pongas el cuerno a Yelena, se gustan desde hace ochenta años – Me río con esto – Y tampoco es que se vayan a casar, además, te hace falta, llevas siglos sin sexo, no sé cómo aguantas.

–Hablas como Maxim.

–Maxim es vulgar, pero admito que esta vez tenemos razón.

–¿No sería como… extraño?

–Es extraño porque sabes que el amor de tu vida debe llegar, pero, si no tuvieras esa información, si nunca hubieras ido en el tiempo a los años treinta y te hubieras encontrado con Danielle, seguro que te acostarías con ella – Admito que tiene un punto muy bueno.

–En este momento tienes razón… no sé, dejemos que las cosas fluyan – Y así entonces con Danielle en mi mente, dejo de pensar por un momento en Elena y Yelena, me distraigo tanto que ya se me había olvidado lo bien que se siente andar por el mundo sin pensar de más.

Llegamos a donde hemos quedado de vernos, ellas llegan con quince minuto de retraso, aunque tolerable porque son extranjeras y lo más seguro es que se han perdido.

Cuando Danielle me ve me besa ambas mejillas me ruborizo, huele rico, es un perfume dulce, trae el cabello recogido en un chongo simpático y usa un abrigo verde olivo, jeans, botas y una bufanda negra. Con esta ropa me parece linda, graciosa, pero no tan majestuosa como entonces, con sus vestidos caros y sus joyas llamativas.

Este look despreocupado y casi grunge me da más confianza, intimida menos.

Pasamos la noche paseando de aquí para allá, vamos al Bolshoi y entramos a una obra que no entendí, era algo demasiado abstracto con una mujer vestida de negro que se aventó un monólogo raro y bailaba música lúgubre con una coreografía que incluía un cráneo. Creo que sólo entramos para que ellas pudieran decir que habían estado en una obra de Bolshoi.

Aunque, fue divertido, nunca había visto algo así.

Luego, entramos a un bar, una taberna más bien, apretujada, con música rock, cerveza de barril servida en tarro, y como especialidad de la casa Glühwein, vino que se sirve caliente, es especiado, muy especiado, pero en cuanto lo bebes, se te calienta el cuerpo.

Luego vamos por rondas de cerveza, vasitos de tequila, las veo beber y beber, y seguir bebiendo sin que se emborrachen ¿Qué son, marineros? Yo siento que debo detenerme o perderé el conocimiento en poco tiempo.

Emma y Nastya ríen, veo que también ríen las amigas de Danielle, así que imagino que Nastya ha dicho algo gracioso, ella es el alma de todas las fiestas, sabe chistes de cualquier tema y aparte sabe hacer voces. Sí, resulta que Nastya es toda una cajita de sorpresas.

Siento a Camille/Danielle viéndome fijamente; se acerca lentamente a mi oído.

–Me gustas, Yulia.

Puedo sentir que escucho a aquella de los años treinta. La ventaja es que no hay ninguna Anna. Trago saliva, recordando lo que dijo Emma, lo que me detiene de vivir es que poseo información que no debería poseer, necesito despreocuparme, vivir, yolo.

–Y tú a mí – Al voltear a verla me doy cuenta que tiene la mirada ensombrecida, hacía mucho que no me veían con tanto deseo, y eso por sí solo me prende.

–Quizás podríamos desaparecer…– En cuanto me acaricia el brazo se me erizan los vellos.

Volteo a ver a Emma, como pidiendo permiso, una mirada de consentimiento y me voy al departamento. Me sonríe y asiente.

Saco un billete y lo dejo en la mesa aprovechando que las demás están distraídas, la tomo de la mano y vamos hacia la salida. Tomamos un taxi y en cuanto entramos al departamento nos besamos, hacía mucho también que no sentía las ganas palpitándome en las zonas correctas.

Antes de cualquier cosa, de caminar a mi habitación, de desnudarnos y seguir con lo que debe seguir, me tomo un momento para observarla, mis ojos en los suyos y mis manos en su rostro, es ella, su mirada, el nacimiento de su cabello, el color de su piel.

Me imagino en su apartamento en París, con sus paredes adornadas con cuadros que Anna pintó, con ese olor a cigarrillo fino y las tazas de té sobre la mesita blanca.

–En otro momento – Me dice – Hubiera pensado que esto que estás haciendo es demasiado para la primera vez, generalmente se va directo a la cama y se olvida el reconocimiento de la persona…– Le sonrío – Pero por alguna razón siento que… es algo que debía pasar – Mi sonrisa se hace más grande.

–No todos los días se tiene la oportunidad de estar con una chica francesa que aparte es hermosa, simpática y – Me acerco a su cuello – Huele bien a pesar de salir de un bar fumigado en humo de cigarro – Me besa la mejilla y luego los labios.

La llevo hacia mi habitación, no decimos una sola palabra, siento los nervios en la boca del estómago, tiemblo, no tengo fuerza ni en las piernas ni los brazos. Se sienta en la cama y se quita los zapatos, yo camino al tocadiscos y escojo algo que me relaje, que me ayude a actuar más que pensar, entonces me giro y sigue en la orilla de la cama, mirándome, sonriéndome.

Me acerco a ella y me quedo entre sus piernas, agachándome le beso los labios, de nuevo su cara en mis manos, reconozco ahora, que besa bien, en ese momento siento su boca en mi boca, moviéndose al ritmo. Un poco de lengua, y luego más.

–Estoy nerviosa – Me dice, dejo mi frente contra la suya.

–¿Quieres que apague la luz?

–Deja la del baño encendida – Obedezco y regreso a ella, que se ha quitado el abrigo.

Nos desnudamos poco a poco, nos admiramos el cuerpo.

Lo hacemos tres veces esa noche; qué curioso es hacerlo con alguien que no te sabes de memoria, que descubres que prefiere cosas que quizás no habías probado, que le excita más el roce de piel con piel más que un beso en el cuello.

Es por ello que me concentro en ella más que en nada en ese momento, porque descubro a Camille en Danielle sin pensar en Elena. Es un sexo convencional que redunda en lo lindo por los roces despacios, por los besos que aumentan de intensidad, por sus gemidos nervosos en mi oído, por las sonrisas de pudor y los momentos en los que quieres cubrirte con la sábana para cubrir cualquier imperfección que en realidad no se nota.

Me gusta la cara que hace cuando entro, me gusta que apriete mi mano en su pecho, tiene pechos grandes y pezones rosas que la hacen más irresistible.

Me siento cansada, pero no tengo sueño, nos metemos bajo las sábanas y mientras yo me acomodo boca abajo abrazando la almohada, ella está recargada con el torso desnudo. Se nos olvida la vergüenza.

–Es extraño.

–¿Qué? – Le digo; me acomodo para estar mejor y subo mi mirada para verla a la cara.

–No estoy acostumbrada a tener sexo casual… pero – Sus ojos en los míos – ¿No te ha pasado que hay personas con las que sientes que TIENES que estar? Incluso si sabes que será pasajero, algo te dice que necesitas llevarla a la cama, o simplemente besarla – Suspiro, mi ritmo cardiaco volviendo a su estado normal.

–Sí, no me ha pasado mucho, y tampoco soy de estar de cama en cama, pero… contigo fue…

–¿Como si no hacerlo fuera un desperdicio de oportunidad? – Le sonrío.

–Sí.

Dormimos en la misma habitación, no siento la necesidad de marcharme; se queda pegada a mí, pero no acurrucadas precisamente. Es un momento de compañía, de atracción, de aprovechar el momento, Carpe Diem.

Por la mañana no hay problema si desayunamos las cuatro juntas, hay una comodidad entre nosotras que no sabe ella explicar y que yo no hago esfuerzo por decirle. Bromeamos y me hace prometer que iré a verla, que cuando vaya de vuelta a París la visitaré. Que las cosas no queden en palabras al viento.

Me formo la idea de cumplirlo, finalmente allá tuve otra vida, allá tengo otros recuerdos, como en la casa de campo, que, aunque no me hacen del todo bien, algo habrá que me ayude a estar más en paz. Recorrer las mismas calles con el plan de borrar los pasos que dejamos con nuevos recuerdos. Recuerdos míos, de mi vida, de mis años y mi época.

Más tarde la llevo al hotel, me besa las mejillas y aunque me mira los labios, no hay beso en la boca. Me abraza fuerte y entra, allá va Camille, con su ropa de los dos mil y su rostro de los años treinta.

xxxxxx

"Bitácora del capitán: Han pasado poco más de tres años desde que regresé y aún no hay señales de Elena. No ha habido mujer que se le parezca, que me haya engañado una sola vez haciéndome correr tras ella sólo para darme cuenta que me han jugado una broma."

Temo que Elena haya trascendido.

La azafata nos pide que apaguemos los aparatos electrónicos, en la pantalla del asiento del frente nos pasan un video de cómo usar las mascarillas en caso de accidente. Emma está en el asiento de la ventanilla, Nastya en medio y yo acomodándome para dormitar. Será un viaje largo, pero estamos entusiasmadas de recorrer las calles de París.

Doy un último aviso a Danielle de nuestra salida y nos despedimos. Ya quiero estar allá.


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Mensaje por Fati20 1/29/2023, 6:38 pm

Wuao tres años y aun nada q duro debe ser una real tortura pero en este viaje quizás consiga a Yelena quizás esta estudiando música allá o algo así, espero que la consiga muy muy pronto. Saludos cariño 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/29/2023, 8:19 pm

Capítulo Treinta y cuatro:

Ojalá pudiera estar en la ventanilla para ver si puedo vislumbrar la torre Eiffel desde las alturas, pero Emma no me dejó que cambiáramos lugares. Ella y Vika/Nastya se asoman, maravilladas por el río que cruza la ciudad y el patrón geométrico irregular que forman las cuadras de casitas.

Tengo calambres en las rodillas y la espalda, me duele un poco la cabeza y sigo teniendo sueño pues me fue incómodo el viaje. A ratos un bebé lloraba en alguna parte del avión y, cuando aquel se callaba, le seguía otro en los asientos de atrás.

Me viene de maravilla levantarme después de que la fila se ha hecho menos extensa, saco mi mochila de viaje y al estirarme me truenan las vértebras; qué gozo poder hacer algo con mis rodillas que pegaban en el asiento de enfrente.

Enciendo el celular y le envío un mensaje a Danielle. Hace unos tres meses que se mudó a París y vive con Clementine, una chica que conoció en la cafetería en la que trabaja. No son pareja, si es lo que están pensando.

Llegamos pues a la banda giratoria donde se supone que deben de aparecer nuestras maletas; siempre he tenido el nervio de que las pierdan, cada vez que viajo en avión espero con todas mis fuerzas porque aparezcan completas. Va vaciándose y las mías aparecen, en seguida las de Nastya, pero las de Emma parece que no quieren llegar.

De por sí venía impaciente y malhumorada por el viaje largo y ruidoso; ahora que se da cuenta que las únicas que no han llegado son las suyas parece que quiere asesinar a alguien. Nastya le soba la espalda y camina hacia un chico rubio que parece un puberto, con espinillas en la cara y los dientes salidos. No es nada guapo.

Apenas van a levantar el acta cuando aparece su maleta roja con un una abolladura.

-Como siempre, los grandísimos hijos de puta haciendo de las suyas - Se agacha por ella y suelta otra maldición.

-Apoyo eso - La forma en la que tratan las maletas en los aeropuertos deja mucho que desear y, la forma en la que desaparecen equipaje con vinos y souvenirs es indignante.

Caminamos a la salida. Debo decir que este aeropuerto bien puede ser mi segundo favorito, sus alfombras en las zonas de las butacas se ven cómodas y le dan un toque elegante, los pisos brillantes y pulidos lo hacen magnífico y qué decir de la luz natural que entra de las grandes ventanas. Techos altos color blanco, orden, limpieza.

Las puertas corredizas se abren y ahí esta Danielle, sonriéndome, está feliz de verme y sinceramente yo también estoy feliz de verla. Me abraza fuerte y me besa en la mejilla; con la maravilla del internet pudimos formar una amistad, logramos generar esa conexión que teníamos cuando era esa mujer optimista, bromista y coqueta. Sigue siendo todo aquello, aunque siento que es menos protagonista, como que desea más bien estar entre el público. No le gusta mucho llamar la atención y eso se nota bastante en su cara sin una gota de maquillaje y el cabello recogido.

Nos presenta con Clementine a quien ya conocía por fotos, pero que, como muchas personas, es mucho más bonita en persona, de ojos grandes color aceituna, tez morena, cabello negro lacio que le llega a media espalda, quizás 1.60 de estatura y una voz medio ronca que te llama la atención.

Morimos de hambre, pero también morimos de cansancio, caminamos con ellas a la salida y vamos hacia el mini cooper que le ha regalado su padre por su cumpleaños. No de agencia y en color rojo. Camille lo hubiera preferido blanco. Horror.

Pasamos por lugares que ya conocía, y luego vamos hacia el este, pasamos por calles que nunca he visitado, igual de hermosas, creo que todo París es mágico; hasta el momento no hay algo que no me hubiera enamorado ya, incluso los edificios más decadentes tienen su encanto.

Llegamos a un conjunto de departamentos antiguos que tienen el típico techo Parisino en color verde… ¿o será azul? No lo sé, la luz del sol me cala y me duelen los ojos. Bajo la mirada y los cierro para evitar ese malestar en el párpado.

-Bienvenidas a nuestro hogar - Pasamos a un lugar amplio, donde el comedor y sala están a nuestra izquierda, luego un baño a la derecha, enfrente una habitación que tiene la puerta cerrada, pasillo, más a la derecha cocina y al fondo otro par de cuartos.

-Y decías que yo soy la burguesa.

-El burgués es su padre - Se defiende Danielle – Y a cambio de este lujo, yo soy su taxi - Nos reímos. Es en realidad un lugar muy bonito y acogedor, con paredes blancas y muebles en color chocolate. Un sillón rojo que se ve bastante cómodo y más ventanas que dejan entrar la preciosa luz natural que brinda este día sin nubes en el cielo.

Se acerca a la puerta que tenemos enfrente, la que está cerrada y les dice a Nastya y Emma que esa será su habitación. A mí me lleva a la que está al fondo a la izquierda. Tiene una cama tamaño King Size con un colchón demasiado delgado, parece como que fuera de esponja, de esos que se lleva uno a los campamentos para que no cale tanto el suelo.

-Espero no te moleste dormir conmigo - Me quedo callada y me le quedo viendo, pensando qué contestarle.

-Supongo que no - Vuelvo a ver la cama, siento que será una piedra y yo que estoy tan cansada, con antojo de algo suave y blando. Lo nota.

-Te sorprenderá la maravilla que es esa esponja - La miro escéptica ¿Será?
Suelto la maleta y me siento, por el momento no está mal, y luego, cuando me echo de espalda me doy cuenta que me decía la verdad ¿Qué clase de brujería es esta y por qué no tengo una esponja así? Habrá que investigar si allá venden algo como esto.

-En verdad que es cómoda.

-Te lo dije - Se acuesta mi lado - ¿Quieres dormir? ¿Quieren comer?

-No lo sé - Digo antes de bostezar – Es de esos momentos en los que no sabes qué pesa más, si el cansancio o el hambre; creo que les preguntaré qué opinan y vuelvo para decirte - Me asiente y yo me levanto con esfuerzo y pesadez y camino a la habitación de las tórtolas.

Toco quedamente y las encuentro acostadas y con los ojos cerrados pero sé que no están dormidas. Como si yo fuera la hija pequeña, me dijo caer en medio de ellas y mis brazos pegan con el costado de cada una, se quejan al unísono, no puedo creer ya lo sincronizadas que están. Esa cosa curiosa que pasa entre parejas y más aún, entre parejas de mujeres (Donde hasta el periodo menstrual se sincroniza).

-Danielle quiere saber si preferimos comer algo o es mejor descansar un rato - No me dicen nada por unos treinta segundos.

-Creo que yo prefiero dormir - Me responde Emma con la mandíbula apretada, apenas y logro entenderle. Me giro hacia Vika.

-¿Y tú? - Creo que yo sí quiero comer algo.

-Siempre tienes hambre Nastya - Contesta Em.

-Y tú siempre tienes sueño - En este momento mi rubia amiga ya está sentada en la orilla de la cama poniéndose los botines y arreglándose el cabello en una coleta para salir a comer algo.

-Por eso nos complementamos Vika - Yo volteo en seguida a ver a Emma.

-He llegado a pensar que Vika es el amor de su vida y no me lo quiere decir; pero me lo ha dicho cien veces o más en lo que llevamos de relación - No sé si me lo dice molesta, herida o bromeando porque en este momento no logro descifrar su rostro.

Emma tiene los ojos bien abiertos y aunque no se mueve del colchón, sé que sabe que la ha cagado… otra vez… la número ciento uno.

-La cuestión es que desde que te conocimos pensamos que tienes más cara de Vika que de Nastya.

-Patrañas - Contesta ella.

-Es real - Trato de defender a Emma - Nos pasa, mira, yo no puedo llamar a Damien por su nombre porque para mí, es Damien.

Parece que con esto la calmo un poco y luego escucho que le ruge el estómago.

-La verdad es que hago berrinche porque muero de hambre.

-Entonces vamos a comer - Me levanto y la atrapo en mis brazos, aprisionándola fuerte y luego al separarme le pico las costillas.

-Vamos con Ca… Danielle; besa a tu mujer y largo, a comer - Le doy una nalgada, camina a donde Emma, le da un pico en los labios y salimos de la habitación.

Al llegar al cuarto, vemos a Clementine y Danielle y les informamos que al menos nosotras dos, preferimos comer antes que dormir.

-Después el hambre no me deja conciliar el sueño - Les digo.

Yo prefiero bajar por las escaleras que por el elevador, quiero conocer el edificio, reconocer el olor de cada piso, sí, porque generalmente cada piso huele diferente. Entre lo que ha cocinado un vecino y si el otro dejó la basura afuera. Quizás si uno o una acaba de salir y ha dejado el pasillo perfumado.

Llego yo antes que ellas a la salida y me quedo en la acera, viendo a la gente pasar, disfrutando de este París en compañía de otras personas, igual de increíble, incluso si me encuentro sola. Lo vivo, lo aprecio, lo abrazo por ser éste de los dos mil.

Me agrada mucho que no usemos el coche, giramos a la derecha y bajamos por una calle larga que tiene paradas de transporte público. Hay bastante actividad para ser las nueve de la mañana de un Sábado. Gente que va y viene, que rozan sus hombros con los míos, no me importa nada de eso hoy, yo que cuido tanto mi espacio personal, que soy celosa de que nadie que no conozco se me acerque demasiado.

Creo que estoy tan contenta que me pueden decir el peor de los insultos y lo pasaría por alto con una sonrisa en el rostro. Tomo de la mano a Nastya, Danielle y Clementine a mi izquierda.

Entramos pues a un restaurante que parece ser que hace pocos años era una casa, entramos por una puerta angosta y hacia un jardín enorme que tiene ¿Árboles de manzanas? No sé, soy mala identificándolos. Vamos por otra puerta, al frente hay unas escaleras a donde no podemos subir y a mi costado derecho están las mesas de madera con manteles de cuadros blancos y amarillos, nos sentamos cerca a la pared.

Huele tan bien que siento que me da más hambre. Nos entregan la carta y entiendo poco, pero por fortuna el menú tiene una foto en buena resolución de los platillos y me doy cuenta que tengo antojo de un Baguette con jamón serrano, salami y chorizo español. Me encantan los sabores fuertes y nada más de pensarlo en mi paladar, se me hace agua la boca.
Nos sirven una copa de vino tinto y nos ponen un plato con cuadritos de queso para acompañar. Qué delicia. Qué placer que es comer, degustar.

Hablamos del trabajo de cada una, de lo que estudiamos, de si tenemos hermanos o hermanas, más por Clementine que por Danielle pues esas cosas ella ya las sabe. Me dice que el café es de su padre y que están por abrir otro pronto. Que ella se encargará de la decoración, menciona una carrera en francés que me imagino que es el equivalente a diseño de interiores.

La escuchamos atentas, trato de ponerle más atención a ella que a lo que me estoy comiendo pero a ratos no puedo y me pierdo en mi mente, diciéndome lo delicioso que está y lo suave que se siente el pan en mi lengua.

No me siento satisfecha al terminarlo y, en conjunto con Nastya, pedimos otro para que cada una se coma la mitad.

Salimos de ahí y paseamos por otros lugares, calles estrechas, casas antiguas con el toque modernista, de terrazas con cristales en lugar de barandal. Entramos a conocer las iglesias que nos vamos topando, me gusta la arquitectura, el olor a velas, a pulidor de pisos, todo de una iglesia me gusta. No soy devota de lo que sucede dentro, pero puedo pasearme por todas y cada una y sentirme bien dentro de ellas.

Salimos de ahí en silencio, respetando a los que se encuentran sentados o hincados diciéndole sus plegarias a Dios. Decidimos que es momento de regresar, probablemente Emma ya esté despierta y muera de hambre. Nastya lleva en su mano una bolsa de papel con el Baguette que le ha comprado.

Efectivamente está despierta, sentada en la sala leyendo un libro; se apena en cuanto nos ve llegar se levanta y vuelve a dejar el tomo en su lugar.

-Perdón es que…

-No te preocupes, nuestra casa es su casa y nuestros libros sus libros - Responde Clementine, me doy cuenta que tiene los dientes blanquísimos, probablemente sean los dientes más blancos que he visto en mi vida.

-¿Qué han comido? - Se levanta y camina hacia Nastya, sus ojos en la bolsa de papel; estoy segura que puede oler lo que hay en ella.

-Baguettes; deliciosos… los mejores que he probado jamás - Me acerco a "mi prima" y le quito el paquete, como haciendo que eso que trae es mío.

Veo su cara de decepción y me encanta esto de fastidiarla.

-¿Y no me compraron nada? Tengo tanta hambre - Nastya le niega con la cabeza.

-Lo olvidamos.

-Y yo sigo con hambre, puedo darte un poco si quieres, pero no todo - Está a punto de molestarse – Es tuyo, no sufras más, claro que lo compramos para ti - Se lo entrego y me giro hacia Danielle.

-Ahora soy yo quien debe dormir.

-Sí, siéntete libre de deshacer la cama ¿Te hace falta algo?

-No, gracias; bueno sí, no dejen que duerma todo el día; quizás unas cuatro horas estén bien.

-¿Y eso no es todo el día? - Me dice Emma, devolviendo la broma.

-Bueno, en tres horas con cincuenta minutos - Me doy media vuelta y voy a la habitación.

Me quito los zapatos y me meto bajo las sábanas que son gris oscuro con una colcha color cereza que está a los pies de la cama. Me levanto de nuevo para cerrar las cortinas y acurrucándome cual gatito me dejo descansar.

xxxxxx

Después de tres días, Emma, Nastya y yo nos hemos acostumbrado o mejor dicho hemos acostumbrado a nuestro reloj interno al horario de París.

La casa está silenciada, es la una de la tarde y nadie se ha levantado, la razón es que las últimas dos noches hemos hecho y deshecho en la ciudad y hoy el cuerpo de cada una ha tenido el clásico Burnout.

Y, por increíble que parezca, yo no siento lo mismo, tengo una energía inusual que me pide a gritos que salga y paseé, que vaya de aquí para allá y sola, para explorar lo que me plazca y poner especial atención a algo por cinco minutos si me da la gana sin que se me queden viendo con impaciencia.

Quiero darme una vuelta por las calles, meterme a cada café diminuto que me llame la atención; así pues me doy un baño y salgo a dar el paseo esperado. He dejado una nota de lo que estoy haciendo y que si algo se ofrece, llevo el celular conmigo.

Me gustan tanto estos callejones amplios de escaleras de adoquín, con las enredaderas en los barrotes de las casas antiguas, con las ventanas de madera gastada y despintada. Me doy cuenta que París es mágico sin importar la época, porque, tan bien hecha como está, te sientes caminando en la época de María Antonieta, cuando la toma de La Bastilla o en ese cambio de siglo en el que siempre quise estar, el maravilloso cambiar a 1900.

Y luego, hay lugares que te recuerdan que estás en la época de la tecnología.

De los mercadillos salen infinidad de olores que me traen de un lado para otro explorando qué es y a qué sabe; así que en un bolsillo de mi saco ligero me guardo un par de dulces color amarillo transparente cuyo sabor es demasiado azucarado y no logro distinguir aún a qué fruta pertenece. Ahí mismo, envuelto en papel celofán color rojo, trufas variadas que tengo que comer antes de que se hagan aguadas con el calor de mi cuerpo. Me meto a una tienda y compro una botellita de vino tinto por un euro con cincuenta centavos.

No sé si sea bueno, pero honestamente eso no me importa, hoy es el día en el que le daré a mis sentidos el placer de probar todo, bueno o malo, horrible o maravilloso. No todos los días se tiene la oportunidad de pasear por la ciudad del amor en compañía de uno mismo y darse el gusto de probarlo todo.

Me siento en una banca de metal cerca de un canalito por el que pasa un bote con varios turistas que toman fotos. ''bonjour mon amour, ma future femme''. Me río y me sonrojo, más porque me ha tomado por sorpresa dando un gran trago a mi botella que por el cumplido. Seguro ha de pensar que soy francesa aunque, si les soy sincera, en mis venas corre algo de sangre de esta tierra.

Lo saludo con la mano y el hace el mismo gesto alejándose en el bote con los que se voltean a tomarle fotos a la mujer a la que le ha gritado, sí, yo. Cuando están lejos me volteo al frente, viendo el edificio largo de tres plantas. Hay algunas ventanas abiertas y las cortinas vuelan ligeras con el viento que sopla. Es un viento amable, fresco, no necesariamente frío, pero sí como para ponerte los pómulos rojos.

Escucho el chocar del agua en la pared de piedra del canal, aquí donde estoy hay mucha quietud pese a que son las dos y media de la tarde. Supongo que estoy en una parte poco transitada, todas las ciudades tienen ese particular punto en el que los únicos que pasan por ahí, son los que viven en las cercanías.

Saco un pequeño librito del otro bolsillo de mi saco y leo las cosas que he anotado, cosas que no se me deben de olvidar, cosas que me he propuesto experimentar hoy, quiero que algo extraordinario me pase, uno de esos momento mágicos de los que he hablado, ver un rótulo del siglo antepasado y sentir ese erizar de vellos, escuchar una musiquilla alegre viniendo de algún lado y asombrarme aunque no sepa de quién es ni de dónde viene.

Mi propósito de este día pues, es sentirme más viva que nunca en compañía de Yulia Volkova.

Me da hambre al rato y el vino me mareó, de modo que me levanto sintiendo que se me mueve el piso y me recargo en el respaldo de la banca para recuperar mi equilibrio. Suspiro, volteo a un lado y a otro y decido que me iré por la izquierda y a donde salga, caminaré calle abajo y me dejaré disfrutarlo todo sin pensar que me he perdido.

Me saco otra trufa y me la como en dos mordidas, eso y el trago de vino hacen que mi paladar esté casi tan contento como cuando hay tocino de por medio. Es más, esto lo supera. Paso frente a un lugarcito que tiene la ilustración de casi tres metros, de una mujer con un vestido rosa propio de 1850, tiene el cabello café y recogido en un tocado de tupé elevado, dice “Cachou Lajaunie”. Saco el celular y voy al traductor de google, el único que tengo descargado, escribo las palabras, espero y espero y me doy cuenta que el servicio no está disponible, así que me rindo en mi tarea de saber qué significa lo que está escrito.

Una de las puertas está abierta, y da a un jardín, son casas y prefiero no pasar, luego me asomo al local que está justo abajo del rótulo. Leo arriba que dice “Boulangerie”, tampoco sé qué significa en inglés, vuelvo a asomarme, no hay mesas y el piso está lleno de polvo, es probable que lleve varios meses abandonado si no es que años.

Doy un paso y se me resbala el pie con un Flyer impreso en papel couché. Theatre du Vieux-Colombier invita a una presentación de títeres en su segundo foro. El nombre me parece familiar, busco en el rincón de mi mente por algo que me diga dónde he leído el nombre.

Hago memoria y no doy con ello. En estos tres años muchas cosas se me han olvidado y a ratos releo lo poco que he escrito en el diario que conservo.

Veo la dirección en el flyer y veo también la fecha del evento, fue ayer. Me enojo, no me gusta emocionarme por nada y en verdad tenía muchas ganas de ir. No soy fan de los títeres, de hecho, creo que les temo un poco, pero algo dentro de mí me decía que debía ir. Algo invisible me jalaba hacia allá.

Quizás pueda haber algo más, o quizás no haya nada y no esté abierto. Puedo ir hacia allá después de comer como se debe; me detengo a pensar si tengo mucha hambre y me doy cuenta que es probable que una crepa amortigüe este rugir de tripas que comienza a hacer acto de presencia. Me termino el vino y tiro la botella en el contenedor correcto.

Hay un puesto callejero que me llama más por el olor que por lo que veo, porque parece un carrito de esos donde se preparan Hot Dogs excepto que este tiene dos planchas de acero donde el que las prepara vierte la mezcla y esparce la misma con un palito en forma de 'T'.

Le digo como puedo que quiero queso ¿De cuál? No sé, no sé, póngale el que crea que va a gustarme, señalo uno que es más amarillo que los demás. Y escojo champiñones con una carne roja que creo que es… no sé qué es pero quiero probarlo. Me la entrega en un papel encerado, pago y en seguida me la cambio de mano, me he quemado las yemas de los dedos y me soplo.

Voy pensando en esto y aquello, perdida en mi mente, cuando algo hace que me detenga en seco, incluso he dejado de masticar, como puedo trago. Es la casa de Favré y no ha cambiado nada en ella, hay una placa, esa es la única cosa diferente en la fachada de su mini mansión.

Dr. Dominique Favré. Y no sé si es su hijo o su hija o su nieto/a pero me emociona mucho la idea de que esa casa siga perteneciendo a la familia. Suspiro, no sé si deba timbrar ¿Y decir qué? Pues supongo que hablar de Elena; aunque si no sabe nada al respecto me veré como una loca.

Se abre la puerta de entrada y sale un pelirrojo que se parece a René, aunque con cincuenta kilos menos. Se acerca al barandal y abre la puerta de metal, me mira y se me queda viendo extraño; yo no puedo quitarle los ojos de encima, esas condenadas mejillas rosadas… me pregunto si tendrá su voz o si se reirá tan gracioso como su ¿Padre? ¿Abuelo?

No me muevo aún, y le sonrío cuando veo en sus ojos la chispa que tenía el que conocí entonces.

Me dice algo en francés y atino a que me está preguntando si puede ayudarme. Le sonrío tímidamente y me acomodo el cabello tras la oreja, viendo mi crepa a medio comer. No sé qué decirle.

-No, gracias - Se gira y cierra la puerta, luego da un paso lejos de mí – Bueno sí - Vuelve la vista a mi dirección -¿Es usted… algo de René Favré? - Se gira completo a mí y sé que tengo toda su atención, aunque, la frente la tiene arrugada por el ceño fruncido.

-¿Lo conociste? - Mmm tiempo pasado, claro, no sé por qué creí que estaría vivo.

-No, yo no, bueno… no, fue mi… tía abuela quien lo hizo, Yulia, se llamaba… y René fue quien ayudó a Elena Katina con todo el asunto de volverse famosa y demás…- Sonríe -Claro, la señorita Katina, no la conocí… René es mi abuelo, mi padre sí la conoció, mi padre conoció a muchas personas importantes y siguió los pasos de mi abuelo, pero yo quise convertirme en médico. Mi padre, que se llama como mi abuelo, vive en las afueras, en una granja…- Se detiene, sabe que está divagando -¿Cómo sabías que aquí vivía?

-En realidad no lo sabía - Miento – Pero he salido a dar un paseo y me topé con la casa, me llamó la atención y al ver la placa recordé que mi abuelo, hermano de Yulia, me contó algo sobre René Favré, quería saber si era el mismo - Me sonríe con ternura. Este hombre es más grande que yo, quizás por unos diez años.

-Bueno, sí es el mismo ¿estás de vacaciones? - Asiento – ¿Y vienes sola?

-No, mis amigas se han quedado en el departamento de una que sí vive aquí… decidí salir a caminar… viven hacia… mmm no sé, estoy perdida - Admito con vergüenza – O sea me refiero a que de aquí sé llegar al centro de la cuidad pero no sé decirte hacia dónde está el departamento de mi amiga.

-Bien, si ya sabes cómo llegar al centro yo debo irme, tengo que ver a un paciente y no me gusta hacerlos esperar.

-Oh sí, no, una disculpa por la entretención.

-No es ningún problema - Empieza alejarse.

-Oh, y ¿Aún conserva el interior los adornos verdes, el tapiz? - Ahora sí me ve más que extraño.

-Sí… - Sigue alejándose, quiere añadir algo más, pero no dice nada. Se despide con un ademán y camina en la dirección contraria.

Saberme en la callé donde vivió Favré hace que los pelos se me pongan de punta, trago saliva y puedo ver los coches de entonces en lugar de los de ahora, imagino uno amarillo que estaba siempre enfrente y el coche negro hermoso que tenía René. Doy una mordida a mi crepa que se ha enfriado y camino hacia el parque.

Cuando llego al kiosco y me siento en las bancas, siento a Elena conmigo, aunque he de confesar que ya no es de la forma melancólica en la que siempre la imaginaba, es como si ahora hubiera una cuestión de amigas donde su fantasma en lugar de apegarse y colgarse de mí, me diera el espacio que necesito para sentirme menos pesada y disfrutarlo todo.

Sí, así es, me da permiso de borrar los pasos de los años treinta con estos nuevos pasos. Me lo cumple ella o me lo cumplo yo, yo y mi mente.

Saco otra trufa, esta vez no la muerdo, la disfruto en mi boca, la saboreo. Qué delicia esto de comer, de pasear, de disfrutar, y hacerlo sola. De que el tiempo corra a la velocidad adecuada. En realidad el tiempo siempre es el mismo, una hora no tiene ni más ni menos minutos dependiendo del día, en realidad somos nosotros los que vamos deprisa.

Pero esta vez parece que va tranquilo, que está en la velocidad perfecta, no se pasa lento, ni rápido, es como si en este momento hiciéramos las paces y me dijera que el día va a durar hasta que decida que debe darle paso a la noche. Y así mismo la noche tendrá las horas correctas hasta que yo decida que es tiempo de irme a la cama, satisfecha, sintiendo que hice todo lo que tenía que hacer, que no hubo un día más perfecto para pasarlo conmigo y sólo conmigo.

Me levanto y camino hacia la torre, tomo muchas fotografías, de varios ángulos y luego me echo sobre el pasto y me acuesto, poniendo mis manos en mi nuca y cruzando mis pies por mis tobillos. El sol me cala aunque traigo lentes oscuros, cierro los ojos. Me estoy sintiendo soñolienta pero no debo dormir. Hay tanto por ver y por hacer.

Me quedo media hora ahí, escuchando diferentes idiomas, observando personas varias, los perros que corren de aquí para allá, y unos cuantos enamorados que se han llevado una manta, se han abierto una botella de vino y sacan bocadillos de una canasta de mimbre, muy cliché.

Es impresionante cómo hay momentos en los que no soportas la idea de que día con día más y más humanos se suman a los billones de personas que ya somos, te fastidias y dices, basta ni uno más, déjenme en paz. Y hay otros tantos, como hoy, en los que tratas de encontrar una cualidad que te guste en cada una de ellas, la voz de una, el cabello de otra, los ojos, la mirada, etc.

Esto es estar de buen humor, esto es quizás ser feliz y estar reconciliado con tu existencia. Probablemente no dure mucho, quizás mañana ya no me sienta así, pero me encanta la idea de que esté sucediendo ahora, que me haya sucedido al menos. Otros, como en el amor, nunca lo experimentan.

Decido que es suficiente de estar aquí y me levanto para seguir recorriendo las calles, camino a la orilla del río y entonces me acerco al departamento de Camille, ahí está, la ventana del que era su hogar está abierta y veo a una niña rubia asomarse y echar un vistazo a la gente que pasa.

Su madre le grita algo y vuelve a meterse, qué alegría me da. Tomo otra foto y me voy a buscar un lugar donde pueda comer algo que no sean crepas y trufas.

Entro a un restaurante mediano, es concurrido y me busco una esquina donde pueda sentarme en una mesa para dos en lugar de ocupar una para cuatro. Me preguntan si vengo sola o espero a alguien, me dejan una carta y se marchan para darme el tiempo de mirar lo que quiero ordenar.

Me decido por algo llamado Moules Marinére, que son mejillones en salsa de ajo, perejil y vino blanco. Nada más de leerlo se me hace agua la boca y apenas puedo esperar para tenerlo ya en la mesa y comenzar a engullirlo.

Como sin prisa, disfrutando cada mordida.

Me ofrecen postre, pero estoy llena y me niego a ello. La cuenta es de veinte euros y dejo lo correcto y un poco más. No sé si se use la propina, en algunos países no es así, viene incluida en el precio final.

Me doy otro paseo por las calles, tomando mil fotos más, ok, no, no son mil, pero sí son las suficientes como para que al menos una sea digna de presumir.

Dos horas más tarde se me antoja un café, el olor es delicioso, el mejor que he olido en años. Levanto la vista, se llama “De Conti”, es pequeño, con fachada de madera color azul-verde y arriba, otro rótulo del año antepasado que dice “cycles Peugeot”. Me encantan, puedo decir que soy fan de esas tipografías en color rojo deslavado. Entro sin pensarlo dos veces y ordeno un americano cargado. Éste también lo disfruto, bebiendo sin prisa; en la mesa alguien ha dejado una revista cultural y, aunque no entiendo nada, me dedico a hojearla para entretenerme con las imágenes.

Cuando tomo conciencia de mi alrededor, las calles están ya iluminadas por las lindas farolas de luz amarilla. Salgo y aspiro fuerte y sólo de puro contento de estar aquí.

Entonces me suena el celular; seis horas tuvieron que pasar para que mis amigas decidieran echarme una llamada.

-Estoy perdida, en un lugar que parece lo peor de lo peor y me quitaron todo mi dinero - Digo en cuanto contesto, sin dar un segundo para que Emma siquiera diga “Hola”.

-No me asustes ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? - Suena más que preocupada y me río.

-Estoy bien y es broma; quise recorrer las calles y he disfrutado bastante.

-Eres una idiota Volkova; ¿a qué hora regresarás? Nosotras decidimos que hoy nos quedamos en casa; vendrán unas amigas de Danielle y Clementine. Mejor que estés acá para la cena.

-Ya voy tarde para la cena.

-Regresa ya, dije.

-Ok, tomo un taxi y voy al departamento - En realidad no quiero regresar. Me daré una vuelta más.

-Te esperamos.

Me topo con un teatro, si no tuviera el compromiso en casa de Danielle es seguro que hubiera comprado un boleto para entrar a la obra, no importa cuál.
Sólo entro al vestíbulo.

Está lleno de fotografías de las celebridades que se han presentado en él, de pronto pienso que puede ser que esté en aquel en el que Elena se presentó por primera vez, donde la encontré platicando coquetamente con Irina. Pero no, ya lo he reconocido y este es otro.

Me voy paseando de fotografía en fotografía cuando veo que una de esas celebridades es Elena.

Se me dibuja en el rostro una amplia sonrisa, tengo los ojos mojados aunque no llenos en lágrimas, me sudan las manos y me tiemblan las piernas. En esta fotografía se ve madura, adivino que ha de tener unos cuarenta años.

Su vestido es color negro, sencillo, por el peinado asumo que fue tomada en los años cincuenta.

Me quedo parada tanto tiempo que no sé cuánto ha pasado, hay más gente en el vestíbulo pero no les presto atención, van viendo una foto tras otra pero yo no me muevo, no me importa si les estorbo, este es mi momento y ella, la que está en la foto, fue mi novia, el amor de mi vida, de todas mis vidas.

Hay un suspiro de asombro a mi espalda, alguien que también habla inglés dice “Oh por dios” y “Wow”. Seguro que está viendo la foto de Elena y esa reacción me gusta, por ello despierta mi curiosidad y sé que tengo que girarme para verla. Para saber quién es la persona que está tan asombrada con la fotografía.

Ella tiene los ojos en el cuadro y yo clavados en la mujer que tengo enfrente. Me pasa de lado y se acerca. La toca con su dedo índice y con la otra mano se cubre la boca.

Aquí está ella, reencontrándose consigo misma y yo, encontrándome con la que debía encontrarme desde hace tres años.

-Yelena - Me sale como un suspiro y ella voltea aún más asombrada de que sé su nombre.

-¿Te conozco?

-No…

-Me llamaste por mi nombre.

-Ella, es Yelena - Le señalo a la mujer de la fotografía.

Mis ojos pasan de enfocar a la que está detrás y a la que tengo aquí, en carne y hueso.

Trago saliva mil veces, tratando de controlar mis ganas de abrazarla y decirle: ¡por fin! ¡Por fin te he encontrado!

Sus ojos en mis ojos, parpadeando apenas, me sonríe y trata de identificar de dónde nos hemos visto, ya sé lo que sigue.

-¿En serio no te conozco?

-No, pero quizás en otra vida lo hicimos - Guarda silencio y asiente lentamente. Luego vuelve a la foto y yo me acerco para pararme a su lado, tan cerca que puedo sentir su calor; ella no se aleja pese a que estoy invadiendo su espacio personal.

-Somos iguales, parece que estoy viendo a mi gemela y para rematar, nos llamamos igual.

-¿También eres Elena? - Sé que el nombre que sí es correcto es Yelena.

-Sólo Yelena.

-Son la misma persona, no puedo creer el parecido.

-Hasta estoy mareada - Lo noto porque se le ha ido el color de la cara.

-Quizás deberías sentarte - Se toma de mi brazo cuando se va un poco hacia atrás. Estoy segura que su cerebro está a punto de explotar, que no procesa la información de encontrarse con alguien que es igualito a ti.

La llevo conmigo a una de las bancas forradas en terciopelo rojo. Saca de su mochila una botella con agua y le da dos tragos grandes. Yo sigo temblando, con el corazón latiéndome fuertemente en las sienes. Las piernas y las manos las tengo fuera de control.

-¿Estás bien?

-Sí - Su mirada sigue clavada en mí.

-¿Cómo te llamas?

-Yulia.

-Mucho gusto Yulia, soy Yelena - Nos tomamos la mano, puedo sentir la energía de ambas recorriendo de un cuerpo a otro y llegando al mismo punto, un ciclo sin fin.

No quiere soltarme, ni yo a ella, pero al vernos las manos y de nuevo a la cara, sabemos que para habernos conocido, este gesto es extraño. Regreso mi mano a mi rodilla.

-¿De dónde eres?

-Moscú - Le contesto.

-¿En serio? Yo también - Está tan emocionada que los ojos le brillan. No puedo creerlo, no puedo creer que viva en el mismo lugar y hubiéramos que tenido que viajar al otro lado del mundo para encontrarnos.

-¿Y… siempre has vivido ahí?

-Siempre, bueno, tengo año y medio en Londres, trabajando.

-¿En qué? - No me responde en seguida, me mira – Perdón, estoy haciendo muchas preguntas - Se acomoda el cabello.

-Arquitectura - Me decepciona que no tenga nada que ver con el teatro y el canto.

-Ya - Es lo único que puedo responder. Estoy por decir algo más cuando me suena de nuevo el celular. No sé si contestar, así que la miro y ella me asiente.

-¿Qué pasa?

-¿Ya vienes para acá? - Es Nastya.

-No, no… yo… no sé si llegue - Quiero pasar tanto tiempo con ella, quiero… quiero que nos quedemos aquí otras tres o cuatro horas.

-Sería una grosería que no lo hicieras - Tiene razón, pero ¿por qué hoy? Hoy que la he encontrado.

-Está bien, regresaré en taxi para no tardar tanto ¿ok?

-Más te vale - En toda la conversación no me quita los ojos de encima.

A diferencia de aquella Yelena, esta ha mostrado mucho más interés en mí tan solo con su comunicación no verbal.

-Debes irte.

-Sí pero… ok, esto va a sonar muy muy extraño porque nos acabamos de conocer pero… bueno ¿Vienes con alguien? - Se sonríe.

-No, viajo sola - Frunzo el ceño.

-¿Sola?

-Resulta que tenía el viaje planeado para venir con alguien, pero ese alguien decidió engañarme a una semana de la boda y… dije: ¿Desperdiciarás un viaje a París? No. Así que vendí su boleto de avión y usé el mío.

-Que tipo tan idiota - Por favor que en esta vida también sea gay. Por favor.

-Ella - Hace énfasis – Es una completa idiota - Me dejo relajar de puro contento; se da cuenta.

-En ese caso… y si no tienes otro plan… es que… - Estoy tan nerviosa – Mira, mis amigas, las que viven aquí organizaron una cena y… tal vez…

-No me sentiría cómoda, apenas nos conocemos… - se gira a su mochila y saca papel y pluma, anotando algo – Te dejo mi número ¿cuándo regresan a Moscú?

-En diez días.

-Yo en cinco regreso a Londres, así que tenemos tiempo de ¿Vernos otra vez? - Ella también está nerviosa, ahora lo noto. Trago saliva.

-Sí, eso estaría genial - Me levanto y guardo su número en mis jeans – Ha sido un placer encontrarte en las circunstancias más extraordinarias y en la ciudad más mágica del mundo - Le digo, ella me mira extraño. Nos estrechamos la mano.

-Hasta luego Yulia.

-Te llamaré, Yelena.

-¿Promesa?

-Sí.

Camino a la salida, sin dejar de verla, dando pasitos hacia atrás, ella se queda parada y me ve alejarme. Cuando estoy fuera brinco de pura emoción, saco su número, veo su letra, todo es real, aunque creo que necesito algo para cerciorarme de que no estoy soñando.

Me siento eufórica, con ganas de gritar y de correr.

Tomo pues un taxi y doy la dirección de Danielle, que tengo escrita en mi libretita; ya quiero contarle a Emma.


⏩⏩⏩

Bien!!! No podía irme hoy sin dejarles está sorpresa!!!

Solo quedan seis capítulos!!!
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Mensaje por Fati20 1/29/2023, 9:02 pm

Gracias por el capitulo sorpresa!!! Yo ya me andaba imaginando q se encontrarían en el puente donde julia encontraría aquel candado qué pusieron alguna vez y allí estaría su Yelena. Bueno lo importante es q apareció!!!! No entiendo como se fue a la reunión mejor se hubiera quedado y disfrutar de la noche conociendo a su Yelena pero bueno ahora si se viene q se de ese amor 😃😃. Me da mucha tristeza q solo nos queden 6 capítulos ha sido tan maravillosa la historia es de esas q deberían hacer hasta una película 😍😍😍. Feliz noche cariño y muchísimas gracias por la sorpresa 😘😘😘
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Mensaje por psichobitch2 1/29/2023, 9:20 pm

Menuda sorpresa acabas de daros!!!!
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 1/30/2023, 1:35 pm

Capítulo Treinta y cinco:

De pronto me descubro sonriendo, con la mirada hacia la ventanilla viendo las calles pasar, aún tengo el corazón acelerado y me tiemblan las manos y las piernas. Antes que algo pueda pasar – Como que llueva y se me moje toda la ropa - copio su número de celular en el mío, ya guardado ahí me siento más segura.

Subo a prisa las escaleras, dos escalones por zancada para ser precisos; me urge llegar al departamento, contarle a Emma que la he encontrado de la forma que menos esperaba, supera incluso la forma como la encontré antes, o como se supone que debía de encontrarla.

Verla en el aeropuerto significó para mí un pre infarto puesto que sabía que la vería, sabía que estaría a unos minutos de estar a metros de ella, de estrechar su mano y escuchar su voz. Pero ésta vez, todo fue una gran sorpresa, el destino me estaba reservando no un pre infarto, sino dos y uno fulminante en el que me moriría al verla a mi lado, suspirando por el impacto de verse a ella misma en una fotografía antigua.

Todo se volvió borroso menos ella, que parecía como un ser de luz acercándose a la única imagen que sobresaltaba de todas las demás, fue como un paisaje surreal, traído a mí en París, dentro de un teatro al que fui a dar por casualidad.

Y es que dicen que las casualidades no existen, esos que creemos en el destino pensamos que todo pasa por algo, y entonces fue que era mi momento, nuestro momento, el del reencuentro. La no casualidad más increíble.

Era el tiempo preciso para que nuestras almas hicieran colisión y nuestras energías giraran alrededor de la otra. Fue tanta la energía que yo no he podido dejar de temblar aún y ella tuvo que sentarse y tomarse un respiro.

Este es el encuentro perfecto, tan soltera como yo y tan interesada en mí como yo en ella.

Cuando me acerco a la puerta del departamento escucho sonidos de cristalería y risas varias, deduzco que hay más personas de las que esperaba y que probablemente tendré que esperar varios minutos – Si no es que horas - para poder contarle todo a Em. Toco pues y en unos segundos me abre Danielle, quien trae el cabello recogido, sin embargo le salen unos cuantos mechones de cabello que se ha echado tras la oreja, usa un vestido ligero color gris claro y unos zapatos de piso cafés. Lleva consigo una copa de vino tinto y mastica algo, supongo que es queso.

-Tardaste tanto que tuvimos que empezar y terminar sin ti - Puede que esté un poco enfadada, pero no va a decirme nada. Entenderá que se me fue el tiempo volando, así como se pasa el tiempo en las ciudades mágicas y de ensueño.

-Lo lamento, no pude llegar antes - Se hace a un lado y me besa la mejilla.

Dejo mi bolsa sobre el sofá y las demás cosas que traigo; Emma es la que sí está molesta y la que no disimula nada. No entiendo porqué, tampoco es que ella haya sido la anfitriona y a la que dejé plantada. De todos modos sé que cuando le diga el motivo de mi retraso se le esfumará el mal genio y se pondrá tan contenta como yo.

Pese a las miradas inquisidoras de las invitadas que ya me han presentado, yo no he dejado de sonreír, mi buen humor es tan grande que nada hará que me ensombrezca o incomode. Sí, me veo radiante, aunque cansada y desaliñada por las horas que he pasado fuera, sé que brillo, porque Emma me frunce el ceño y atina que algo me ha sucedido en mi caminar por la ciudad. Ha llegado a conocerme lo suficiente como para entender las expresiones en mi rostro, las posiciones de mi cuerpo, la rigidez cuando estoy incómoda, etc.

Llevo tres copas de vino y varios trozos de salami, varias aceitunas y bastantes risas con los chistes que cuenta una de las amigas de Clementine. Trata de traducirlo lo mejor posible al inglés y casi no tiene acento, así que logra su cometido y ya me tiene con las mejillas doloridas.

No he querido decirle nada a Em, no aún, es algo privado y no quisiera ausentarme y ausentarla de la reunión a la que de por sí llegué tarde; prefiero guiñarle un ojo y seguir de buen humor, bebiendo y comiendo un poco más.

Me sirvo después un plato de spaguetti a la boloñesa que preparó Danielle; me deja los labios naranjas y me quito los excesos de tomate con una servilleta. No estoy a la mesa, si no en un sillón de la sala, ahí estamos todas hablando de esto y aquello y sé que no les molesta que coma.

Comenzó a darme bastante hambre y algo de informalidad no creo que les haga daño.

Las botellas de vino nos aletargan, no sabemos en qué momento sólo hemos quedado las cinco; todas con la cabeza recargada en el respaldo de los sillones, ojos de pereza, extremidades pesadas y lánguidas. Parecemos unas muertas a las que han acomodado delicadamente para tomarles la foto post mortem.

Clementine suelta una carcajada y nos recuerda el chiste del manco que no puede rascarse el culo y así volvemos todas a reír. Con la lengua arrastrándose en su paladar, Danielle nos dice que no se le ha acabado la sed, al levantarse tira el cenicero que va a dar debajo de un librero, las cenizas esparcidas por su piso de parquette.

-Merde - Quisiera levantarme para ayudarle con las cenizas y las colillas pero me siento pesada, soy de roca.

-Mañana limpiaremos - Me quedo viendo fijamente a Clementine, no parece francesa - ¿Qué pasa? - Me dice con una sonrisa en el rostro y la mirada curiosa.

-No eres francesa - Me sale atropellado.

-Mis abuelos y mis padres no, pero yo nací aquí - Guardo silencio, esperando que me diga de dónde son sus padres y sus abuelos – Ucrania.

-Las ucranianas son muy, muy guapas - No puedo creer lo borracha que estoy y lo mal que hablo.

-Gracias - Responde entre risas.

Escuchamos el romperse de un plato en la cocina y sin pensarlo dos veces Clementine y yo reímos a carcajadas.

-¿Estás bien?

-Habrán notado que algo rompí en la cocina - Vemos a nuestra amiga con una botella nueva en una mano y el sacacorchos en la otra.

-No sé si pueda beber más - Dice Vika que parece que regresará de la muerte. Se levanta de las piernas de Emma y va en zigzag hacia la habitación.

Por un momento creo que la seguirá, pero se queda sentada y en cámara lenta acerca la copa, arrastrándola sobre el cristal de la mesita.

-Yo sí que puedo beber más.

Se vacía la botella, Clementine yace dormida en el sillón, un brazo colgando y los pies colgando en otro extremo, ronca, mínimamente, pero lo suficiente para causar gracia. Danielle hace cinco minutos que se encerró en el baño a vomitar y no creo que salga pronto, es probable que se haya quedado dormida.

Vuelvo a sentirme como una muerta, no puedo ni moverme, tengo la mirada perdida, recordando esta vida y la anterior y quizás recordando todas mis vidas sin prestar demasiada atención a ningún detalle o emoción, estoy tan adormecida que solo me quedo en mis recuerdos.

Un eructo me saca de mis pensamientos.

-Tenía que hacerlo - Emma se acomoda erguida y se talla los ojos – Sentía que iba a explotar.

-Em, la… la encontré - Volteo a verla y ella a mí, pero no atina a lo que le he dicho, no me entiende y sigue en silencio.

-No… ¿Cómo?

-A Elena - Abre grandes los ojos.

-¿A Elena? ¿No mientes? - Apenas y le entiendo.

-No; la encontré antes de venir para acá… y no pude quedarme con ella porque ustedes me estaban presionando y… - Emma me toma de los hombros.

-¡Encontraste a Yelena!

-Eso fue lo que dije - Sí estamos borrachísimas.

-No, dijiste Elena.

-Pero Elena es Yelena y Yelena es Elena, que es Yelena que es Elena que es el amor de mi vida - ¿Qué dije?

-No puedo ponerte atención… no… no puedo… - Se recarga en el respaldo – Estoy ebria hasta el cabello, hasta mis pestañas están ebrias - Juega con sus pestañas y sus dedos índices, haciéndolas hacia arriba y hacia abajo. Me río – Me lo contarás mañana, entonces te entenderé y escucharé.

Me besa la frente y camina hacia su habitación. No soy capaz de ir hacia la que comparto con Danielle, me siento cien kilos más pesada y los ojos se me cierran solos. Dejo caer mi cuerpo hacia un lado y cierro los ojos, me toco el celular en el bolsillo de los jeans y sonrío, ahí está guardado su número.

Qué feliz soy.

xxxxxxx

La espero sentada; me he puesto los lentes de sol y aún dudo de lo que me he puesto. Quería usar algo negro pero Emma me ha insistido en que la caminata y el sol que hace hoy (Aunado al hecho de que nos veremos) hará que me dé un choque de calor.

La fuente que está frente a mí me distrae con sus chorros bailarines, pero no por mucho pues vuelvo a voltear a todos lados por si la veo venir; ya cruzo una pierna y luego la otra, respiro profundo, siento que el corazón me va a explotar, caeré en coma por estos nervios que me invaden. Me sudan las palmas de las manos y siento la boca seca.

Después de los años de búsqueda, de mi agonía e incertidumbre… bueno, al fin voy a verla por más de un momento. Daremos un paseo por las calles de París, lo haremos juntas. Apenas puedo esperar para que se aparezca en mi campo visual, aunque sea a lo lejos. Extraño tanto su cabello rojo, sus ojos expresivos, su sonrisa, y la forma como se sonroja cuando le doy un cumplido.

Sí, sé perfectamente bien que ésta no es Elena, y que probablemente tampoco tenga mucho de la Yelena que conocí, pero puedo enamorarme de todas sus versiones porque lo que importa es que su alma sigue siendo la misma, su esencia corresponde a las de siempre, aunque haya vivido doscientas vidas.

Mi respiración es acelerada, paso saliva con dificultad… es probable que vaya a desmayarme. Respiro profundamente varias veces para calmar mi ansiedad; no puedo ser un manojo de nervios cuando la vea porque entonces no sabré qué decir, eso me pasa, me bloqueo y me convierto en una completa idiota.

La veo acercarse… viene de negro, y me río para mis adentros, pudimos haber coincidido en eso si no hubiera dejado que Emma me convenciera de ponerme otra cosa.

Sobra decir que me muero por abrazarla fuerte y olerla, la he extrañado tanto que hago uso de todo mi poder para que mis brazos se estén quietos, para no pasar la línea de dos extrañas que acaban de conocerse.

Debo pensar que no la conozco, que no la he visto jamás, que ayer fue la primera vez que mis ojos se posaron en los suyos, la primera vez que he sentido este clic. Debo decirle a mi cabeza que así es, que Elena fue un sueño, que pasó… pero no pasó. Para aceptar a esta mujer que viene dando pasos inseguros hacia mí.

-Hola.

-Hola - Digo cortado, se me va el aire de sólo verla. Me dan ganas de sonreírle como una idiota. De verdad que la he extrañado tanto.

No tiene ni idea de cuánto la he esperado y de lo maravilloso que es tenerla aquí, frente a mí, en este momento en el que sé que nos quedan horas por delante para conocernos, descubrirnos, saber qué ideales tiene esta nueva Elena, o nueva Yelena, como quieran verlo.

Me siento como en otra realidad, su perfume choca contra mi nariz y aspiro, quiero que se me quede en la memoria.

Su cabello es menos largo y de un color rojo más oscuro, no usa las mechas californianas de la otra Yelena, se le nota la cara más afilada, es probable que sea más flaca pero no lo comprobaré de vista, tengo que abrazarla… es menester tenerla entre mis brazos. Pero habrá que esperar para ello, tampoco quiero asustarla.

Me observa, la veo cómo se detiene en cada lugar de mi rostro y luego baja a mis manos.

-Insisto en que hay algo extrañamente familiar en ti - entrecierra los ojos, yo me pongo roja y nos quedamos mirando por segundos que parecen horas.

-Tal vez tengo una cara muy común - Se burla de lo que he dicho.

-Jamás, eres la chica más bonita que he visto - Me ruborizo mucho más.

-En eso coincidimos - Me sonríe pero agacha la cabeza y se muerde un labio, pasándose el cabello tras la oreja. En eso se parece a la de antes, ese gesto tenía y luego se ruborizaba ante mis palabras, me llena de alegría saber que el efecto no se ha acabado, tengo el poder de llevarla hacia allá con lo que le he dicho.

Verla así es un placer. Me corre su perfume con el viento, y lo aspiro profundamente. Qué gozo.

-¿En que eres la chica más bonita que has visto? - Bromea, me gusta su sentido del humor, la soltura que tiene para bromear conmigo pese a que es la segunda vez que nos vemos.

-No, en que también eres la chica más bonita que he visto.

-Tan amable, tan convencida de que me quiere en su vida - Vuelvo a tener estas ganas de contárselo todo.

-Me inspiras algo que no sé describirte - Claro que lo sé, pero no voy a decírselo – Me siento cómoda contigo.

Se detiene y me mira a la cara.

-Quizás tú y yo somos de esas almas que deben encontrarse una y otra vez - Quiero brincar por la calle, gritar de pura emoción. Lo que ha dicho me inflama el alma.

-No tengas duda de que lo somos, es más… - Guardo silencio, escucho una melodía conocida, me pierdo en el sonido.

-¿Qué pasa? - Pregunta. Levanto el dedo índice, como diciéndole que escuche -Esa música.

-Parece de cabaret - Se gira hacia donde viene el sonido – Es… suena bien.

-¡Los conozco! - Pero no pueden ser ellos, pienso par mis adentros – Ven - La tomo de la mano y la llevo conmigo a la otra acera.

Caminamos una cuadra más, yendo en dirección al bar del que sale la música. Hago por soltarla cuando nos paramos frente al lugar pero ella se aferra a mí y no me suelta. No hago nada más, dejo mi mano en la suya.

Hay un cartel pegado con cinta. ''Tributo a Cicus Contraption. Cooperación cinco euros y una cerveza gratis''.

-Entremos - Le digo; saco los billetes del bolsillo, nos sellan la mano por si queremos salir y regresar y buscamos una mesa.

Nos toca una en el medio.

Visten como los de Circus, nada más que el vocalista no es gordo y le falta estatura. Sin embargo canta igual.

-Amo esta música de antaño que me transporta a la época de cabarets, burlesque y fiesta en exceso - Es ella quien lo dice, me ha robado las palabras.

De pronto espero ver a Alice Jones con su corsé, calzones largos, pechos casi al aire y sosteniendo sobre la palma de su mano la charola con las bebidas de los sedientos que acabamos de llegar.

Es obvio que no será así, pero qué placer me hubiera causado lo contrario.

-Conozco esta canción - Vuelvo a levantar el índice. Muevo la pierna y el cuerpo en la silla, bailando de izquierda a derecha y moviendo las manos al compás de la música - I've fallen off the train again, I'm falling on insane, while waiting for the world to turn… - Me sonríe, contenta. Cuánto había extrañado sus dientes blancos, la sonrisa que posee es de boca grande, como la mía.

¿Sabían que me cabe el puño en la boca? Sí, pero bueno, ese es otro tema.

-¿Cómo se llama la canción?

-We're all mad.

Sigo bailando y ella se ríe de mí, no es burla, está tan entretenida como yo.

-¿Les puedo servir algo? - Cuando escucho la voz de mujer rezo porque sea Jones. No es.

-Una cerveza de barril, oscura - Digo.

-La mía laguer, por favor.

Termina la canción, aplaudimos, chiflo y grito.

-Mercy, mercy - Dice el vocal, salen un par de mujeres y se acomodan en el escenario.

Vaya día, vaya compañía ¡vaya vida!

De atrás de la cortina salen dos hombres que hacen un elefante rosa; y entonces reconozco que no es otra melodía que la de Dumbo cuando el ratón y él se ponen tan borrachos que ven elefantes rosas.

-¿Quiénes de ustedes ya ven elefantes rosas? - Todos levantamos la mano – Creo que es hora de que dejen de beber - Nos reímos.

El elefante rosa hace una serie de malabares en el escenario mientras se desarrolla la canción, nos hace reír; volteo a ver Yelena con discreción, no se le borra la sonrisa, baila también en su asiento y no les quita los ojos de encima; parece una niña a la que han llevado por primera vez al circo.

Cuando el ritmo de la canción se vuelve más alegre y movido, el conjunto hace una especie de coreografía y terminan con ''Pink elephants on Parade''. El bar se vuelve loco y Yelena se levanta a aplaudir, pone sus dedos en sus labios y chifla… yo nunca he podido hacerlo… lo intento… nope, no puedo. Se burla de mí.

Intenta enseñarme pero soy demasiado torpe y me desespero.

La cerveza nos la entregan en tarro, tan fría que el cristal está sudado. Le doy un trago, es deliciosa y amarga, justo como me gustan.

-¿Quieres probar? - Le acerco mi cerveza y ella me pasa la suya.

-Me sigue gustando más la laguer, pero es deliciosa, aunque demasiado amarga.

-Bueno, polos opuestos se atraen - No sé porqué he dicho aquello, pero su respuesta me gusta.

-Eso dicen… puede ser - Sigue con la vista al frente y seguimos disfrutando de este merecido tributo a Circus Contraption.

Salimos de ahí a la una de la mañana, contentas, borrachas, riéndonos a carcajadas.

Yelena se va para atrás pues se tropieza con su pie derecho y está a punto de caer pero la sostengo de las manos. Sigo riendo, sí, me río de ella y de su borrachera. Se aferra de mi brazo y caminamos de nuevo, hace un viento frío y huele a lluvia. Un relámpago nos ilumina y el trueno estrepitoso nos asusta a las dos. Cayó muy cerca.

Así sin más la lluvia hace acto de presencia, tan fuerte que en segundos estamos empapadas.

-Esto hará que se me suba la borrachera - Dice; yo apoyo aquello, aunque con lo fría que está el agua más bien puede que se nos baje.

-Tomemos un taxi.

-No - Se apresura a decir – Quiero caminar así… no quiero llegar al hotel - No digo más, seguimos caminando. Comienza a cantar singing in the rain. Recarga su cabeza en mi hombro y luego se retira y quita su mano de mi brazo para abrazarse el pecho, tiene frío.

-Sabes mucho de Elena Katina? - Me pregunta.

-Digamos que… la admiro, me gusta mucho.

-Ella o su música.

-Las dos - Confieso sin pensarlo dos veces.

-Bueno - Está ebria y habla curioso – Ya conociste a su reencarnación, ahora quiero mi club de fans - Lo dice bromeando, pero yo sé el trasfondo de todo.

-Seré la presidenta.

Cuando llegamos a su hotel la lluvia se ha convertido más bien en llovizna.

-Bien, aquí la dejo. Ha regresado a su castillo sana y salva, nada de secuestros y ventas por internet al mejor postor.

-Que bueno - La veo más despierta, asumo pues que se le ha bajado un poco el alcohol.

Mi ropa escurre, estoy empapada; estamos empapadas.

-¿Quieres… subir? - Su pregunta es tímida, casi insegura. Claro que quiero subir, pero… - Estás… podrías darte un baño, llevaremos la ropa a la lavadora y secadora… prometo que no es un truco para yo secuestrarte y venderte.

Veo las puertas de cristal corredizas, el mostrador de mármol, los sillones de piel negra en recepción, subo la mirada; tiene colgadas varias banderas de diferentes países. Me gusta que sea un edificio antiguo, acogedor.

Trago saliva. No he dicho nada aún y ella se pone cada vez más nerviosa.

-No te preocupes, entiendo si no…

-Sí quiero - Respondo, antes que se arrepienta, que piense que es para mí también, el granito en el arroz – Te sigo.

-Bonsoir - Nos saluda el botones.

-Bonsoir - Respondemos al unísono. Yelena indica el piso al que vamos.

Me siento nerviosa, se me corta la respiración, siento que me va a dar un ataque.

La habitación se siente tibia, huele como todos los hoteles, a sábanas limpias, a aire acondicionado, alfombra aspirada.

Ella pasa primero, yo cierro la puerta detrás de mí; la luz de la calle entra por el par de ventanas, asumo que la habitación da al frente del hotel, estoy por dar otro paso cuando se detiene y casi choco con ella.

Entonces se gira y me mira con duda, agacho un poco la cabeza para verla bien, para que nuestros ojos se conecten. Casi puedo apostar porque va a besarme y si no lo hace lo haré yo.

Nuestros rostros están tan cerca.

Y se retracta, enciende la luz y camina al baño para darme una toalla.

-Puedes bañarte en lo que pido a servicio a la habitación que venga por tu ropa mojada; hazlo con agua caliente o puedes resfriarte y no queremos que lo que te resta de vacaciones lo pases con gripe - Se parece tanto a Elena en esto momentos que sin querer le digo Elena.

Mas allá de corregirme, algo en su mente le dice que así debo decirle. Guarda silencio.

-No quiero… es decir… quiero - Me aclaro la garganta – Quiero besarte - Ya no estoy en condiciones de irme con tiento, no después de haber esperado tres años por este momento.

-Entonces hazlo.

No hay marcha atrás, lo hago, lo hago como si fuera el primer beso, como su fuera el último. Como si nos hubiéramos dejado de ver por miles de vidas. A mí me pareció una eternidad, y por la forma como me besa de vuelta, sé que su alma sabe que así ha sido, una eternidad.

Se nos olvida el mundo, y aquí estamos nosotras, haciéndole un favor al orden del cosmos, reencontrándonos, reconociéndonos.


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