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VIENTOS CELESTIALES...UN GIRO DEL DESTINO

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VIENTOS CELESTIALES...UN GIRO DEL DESTINO - Página 3 Empty Re: VIENTOS CELESTIALES...UN GIRO DEL DESTINO

Mensaje por Lesdrumm 8/9/2015, 4:57 am

Vientos Celestiales...Un Giro Del Destino


Capítulo 21


Había llegado el momento. El grito ahogado de dolor que le arrancó la segunda contracción llegó a los tres minutos de la anterior y Lena alargó la mano hacia Yulia, que se despertó de inmediato.
—¿Ya? —exclamó la pelinegra, echando un vistazo al reloj de la mesilla de noche.
Si las miradas mataran, Yulia habría caído fulminada al instante.
—No creo que al bebé le importe la hora que sea —siseó, con los dientes apretados.
—¿Cada cuánto son? —quiso saber Yulia, al tiempo que se vestía a toda velocidad. Al ponerse los tejanos se tropezó y se fue de bruces al suelo—. ¡Joder!  Lena puso los ojos en blanco.
—Yulia, lo último que necesito ahora es tener que llevarte a urgencias.
Dejó escapar un suspiro cuando el dolor de la contracción disminuyó. Yulia se levantó y se subió la cremallera de los tejanos antes de encender la luz. Entonces cogió el teléfono y llamó a Niles.
—Niles... ya viene. Sí, ahora. Vale... llama a mi abuela. —Colgó el teléfono sin más—. Niles y Brian estarán aquí en diez minutos. Ayer estuvimos planeando la ruta que debían seguir. Lena intentó burlarse de los preparativos de Yulia, pero la siguiente contracción transformó su sonrisa en una mueca de dolor. Yulia corrió a su lado y se arrodilló junto a ella. —Vale, voy a llamar a la doctora Haines. Marcó el número.—Doctora Haines... Sí... Es la hora... Tres minutos... Sí, sí. De acuerdo —dijo, y respiró hondo, como al parecer le había recomendado.  Lena gritó. —Salimos en cinco minutos —informó Yulia a la doctora.
—¡Yulia! —gimió Lena, estirando la mano.
La ojiazul se agachó a su lado de nuevo y le cogió la mano.
—Muy bien, vamos a vestirte.
—Cariño, está bien. Solo pásame las zapatillas.
—¿Zapatillas? ¿Dónde? Yulia se puso muy nerviosa y empezó a buscarlas frenéticamente por debajo de la cama. Mientras, Lena se incorporó con mucho esfuerzo y, justo cuando lograba sentarse al borde de la cama, Yulia salió de mirar debajo y le dio un cabezazo en la mejilla. —Joder, cariño, ¡lo siento mucho! —gruñó Yulia, frotándose la cabeza.
Lena se llevó la mano a la mejilla.
—No pasa nada, Yulia, cálmate antes de que te desmayes —le recomendó Lena, pese al dolor de las contracciones —.Yulia, ay Dios.
—¿Qué pasa? —preguntó la pelinegra, histérica. La súbita cascada de fluido que le resbaló entre las piernas a Lena la dejó estupefacta. —Por los clavos de Cristo, ¿qué...?
—Creo que he roto aguas, cielo.
—¿Tus aguas? —chilló Yulia—. ¿Dónde cojones está Niles?
Lena alargó la mano y Yulia se apresuró a agarrársela otra vez, con los ojos desorbitados y cara de preocupación.
—Cariño, respira hondo. Yulia inspiró unas cuantas veces hasta rozar la hiperventilación y se tambaleó un instante cuando la sangre volvió a subirle a la cabeza. —Ahora, cielo, me encanta tu cuerpo, pero quizá deberías ponerte una camisa.
Yulia se miró, semidesnuda, y torció el gesto antes de agarrar un jersey, metérselo por la cabeza y, finalmente, calzarse los zapatos. En ese momento llamaron a la puerta.
—No te muevas —le dijo a Lena. Corrió a abrirles la puerta a Niles y a Brian. —Muy bien, vosotros dos os quedáis con Skye —anunció Yulia, le quitó las llaves a Niles y volvió con Yulia como alma que lleva el diablo.
—¡Hola! —le gritó Niles a la atribulada mujer.
Brian se rio y se quitó el abrigo.
—Os llamaré cuando podáis traer a Skye —les dijo Yulia por encima del hombro mientras ayudaba a Lena a salir.
—¿Habéis llamado a Anya? —preguntó Lena, mientras se ponía el abrigo y apretaba la mandíbula contra el dolor.
—Sí, no te preocupes. Viene enseguida, y luego iremos todos al hospital —la tranquilizó Niles, y le dio un beso en la mejilla—. Buena suerte, Lena. No con el bebé, sino con esta —señaló a Yulia, que estaba de los nervios.La pelirroja se rio.
—Decidle a Skye que la queremos. Tráemela luego, Niles —pidió Lena, mientras Yulia la hacía salir, con ternura, pero con firmeza.
 
—Yulia, por favor, que no nos multen. Estoy bien, tenemos mucho tiempo —pidió Lena, con el rostro desencajado.
La mujer que amaba condujo como una loca por las oscuras calles de Chicago. Ante la entrada de urgencias, frenó derrapando, y cuando fue a salir del coche, se olvidó de que llevaba puesto el cinturón de seguridad. La marca del tirón que le dejó en el cuello le duraría varios días. Por el momento se limitó a gruñir de dolor y a manosear el enganche traidor para liberarse, pero sin éxito.
—¡Por amor de Dios! —rugió, furiosa. A punto estuvo de arrancar el cinturón entero de la puerta del coche.
—Yulia, cariño, por favor —le suplicó Lena entre contracciones.
—Estoy bien —graznó la pelinegra, estirando el cuello. Corrió al interior del hospital y se hizo con una silla de ruedas, con la que intentó estúpidamente pasar por las puertas giratorias y se quedó encallada. Buscó a Lena con la mirada, oyó sus gritos amortiguados desde el coche y retrocedió con la silla.—¡Estúpidas puertas de mierda! —gritó, y se dirigió a la puerta automática. En cuanto se abrió, se plantó delante de la pelirroja en un abrir y cerrar de ojos para ayudarla a sentarse. Enseguida la metió en el hospital en la silla de ruedas, a través de las puertas automáticas.
—Yulia, cariño, frena —pidió Lena, aquejada de una nueva contracción.
Yulia llevó la silla y a su ocupante ante el puesto de enfermeras. La más mayor sonrió a Lena.
—¿El bebé ya llega? —se interesó. Entonces se fijó en la marca enrojecida que Yulia tenía en el cuello—. ¿Qué ha pasado? Lena agitó una mano para descartar la cuestión.
—Hemos tenido una experiencia cercana a la muerte al salir del coche.
La pelinegra puso los ojos en blanco mientras la enfermera se echaba a reír y les pasaba los formularios que debían completar.
—¿Es que nadie va a preocuparse de lo que toca? —gimió Yulia.
—Es peor que un hombre —comentó la enfermera, con un guiño hacia Lena.
Le dejó un bolígrafo a Yulia y esta rellenó los papeles en menos que canta un gallo.
—La doctora Haines ha llamado: está de camino. Vamos a prepararla. Venga, mami —la animó la enfermera.
Yulia se quedó quieta, hasta que la pelirroja levantó la mirada y le cogió la mano.
—Yulia, cariño, te habla a ti.
—Oh —pestañeó Yulia—. Oh —repitió, como si acabara de entender la teoría de la relatividad. Así que las siguió por el pasillo.
 
Dos horas después, Lena estaba en la camilla ginecológica con estribos, sudando profusamente. Cada contracción le arrancaba un chillido. Yulia le sostenía la mano y le secaba el sudor de la frente.
—No pasa nada, mi vida.
—¿Y tú qué coño vas a saber? ¡El próximo lo tienes tú!
Horrorizada, Yulia abrió desmesuradamente los ojos e hizo una mueca cuando Lena le estrujó la mano. No tenía ni idea de que aquella mujer tuviera tanta fuerza, pero lo cierto es que casi cayó de rodillas. Justo en ese momento entró la doctora Haines, con una sonrisa en los labios.
—Vaya, buenos días. ¿Cómo está la mamá?
—Estoy bien... —Yulia calló cuando Lena la fulminó con la mirada —. Ah.
La doctora se rio y procedió a examinar a la pelirroja.
—Muy bien, estás dilatando perfectamente, Lena —le dijo, y le tomó la presión.
Yulia fue la que se dio cuenta de que fruncía el ceño, ya que Lena estaba demasiado ocupada con las contracciones.
—Muy bien, Lena. Tienes la presión un poco baja, pequeña. La  iremos controlando, ¿vale? —le dijo con un guiño.
Impotente, Yulia solo pudo ser testigo de los quejidos de Lena, que intentaba no gritar con cada contracción. —Lo estás haciendo muy bien, Lena. Ahora respiraciones cortas y empuja...
Lena obedeció y dejó escapar un grito al empujar. Yulia le apretó la mano y le ofreció palabras de aliento.
—Empuja, cariño —la animó.
Lena asintió y volvió a empujar. La doctora Haines levantó la mirada para vigilar la presión sanguínea, pero de repente Lena se desplomó sobre la almohada, blanca como el papel.
—Muy bien, nos la llevamos a quirófano.
Yulia se quedó dónde estaba, sin saber cómo reaccionar.
—¿Cómo?
—Yulia, le está bajando mucho la tensión. Solo es para asegurarnos de que todo vaya bien. Espera fuera. Iré a buscarte luego.
—¿Pero está...? —dijo Yulia.
Lena gemía y le agarraba la mano con todas sus fuerzas.
—Estará bien. Ahora dale un beso y sal de aquí —le ordenó la doctora Haines.
Yulia le dio un beso rápido, sin soltarle la mano.
—Lena, mi amor. Te quiero. Estaré fuera. Por favor... —Se detuvo e inspiró hondo.
Lena alzó la mano y le acarició la mejilla.
—Va a ser niña —sonrió.
Yulia le devolvió la sonrisa y le dio un largo beso.
—Te quiero. Díselo a Skye... —le dijo en un susurro.
Yulia la vio desaparecer tras las puertas del quirófano, con el corazón en un puño.
 
Anya se reunió con Yulia en la sala de espera, con Skye en brazos. Niles y Brian les pisaban los talones. En cuanto dejó a la niña en el suelo, Skye corrió a los brazos de Yulia.
—¡Yula! —la llamó.
La pianista la levantó en volandas, la abrazó con fuerza y se echó a llorar. Niles le puso una mano en el hombro.
—Tienes mal aspecto.
—¿Mamá tene bebé? —preguntó Skye.  Yulia negó con la cabeza.
—Todavía no, cariño. Pero pronto —logró decir sin sollozar. 
Anya acudió junto a su nieta.
—¿Qué pasa?
—Tenía la presión baja. Está en quirófano. La doctora Haines no quiere correr riesgos —le explicó a su abuela, con los ojos anegados en lágrimas.
Anya abrió los brazos y Yulia se refugió entre ellos y sollozó en silencio contra su pecho.
—No puede morirse, abuela. Ahora no, no puede...
—No se va a morir, no digas eso —le susurró Anya, y la apartó un poco—. Lena tiene muchas razones para vivir, Yulia.
Yulia no pudo contener las lágrimas y se secó los ojos. Al otro lado de la sala de espera, Brian y Niles jugaban con Skye.
—Vamos a dar un paseo —le dijo Anya, cogiéndose del brazo de su nieta.
Caminaron por el pasillo hasta las puertas de la capilla. Yulia las contempló, inexpresiva, y luego miró a su abuela.
—Hace siglos que no piso una iglesia.
Anya le sonrió, con los verdes ojos brillantes de lágrimas.
—A Él no le importa —le dijo, y le dio un suave empujón hacia la puerta.
Yulia entró, y el ensordecedor silencio la golpeó como un martillo. Se sentó en el último banco, al fondo de la capilla, y contempló el crucifijo sobre el pequeño altar. Entonces se arrodilló y murmuró:
—Espero que mi abuela tenga razón y no Te importe. Por favor, Dios, no me la quites. Tus ángeles me la enviaron y ni siquiera hemos empezado a vivir... Te lo suplico —rogó Yulia, con las manos unidas en oración. Con un sollozo desgarrador, hundió el rostro entre las manos—. Irina... —susurró—. Por favor, ayúdanos si puedes. Tú nos uniste. Por favor... Dejó escapar un nuevo sollozo y se irguió. Al cabo de unos minutos, se sentía emocionalmente exhausta. Oyó el crujido de las puertas al abrirse y Skye asomó la cabeza al interior.
—¿Yula?
La pelinegra se volvió y vio que su abuela le había traído a Skye. Anya le guiñó un ojo y la dejó a solas con la niña.
—Ven aquí, pitufa.
Skye corrió hacia ella y Yulia la sentó a su lado en el banco.
—¿Qué haces, Yula?
—Rezo.
Skye estudió el altar con el ceño fruncido.
—¿Cómo antes de dormir?
—Sí, cielo —asintió Yulia, tratando desesperadamente de contener el llanto.
Las dos permanecieron sentadas en silencio, la una al lado de la otra. Aunque Yulia tenía los ojos cerrados, notaba que Skye la observaba. Al abrir los ojos, Skye estaba haciendo precisamente eso.
—¿Rezas por dentro, Yula?
A Yula le tembló la barbilla al contestar.
—Sí, cariño.
—Yo también —afirmó Skye, y cerró los ojos.
—Recemos por mamá y por el bebé.
—Vale, Yula.
Al cabo de un rato, Skye le tiró de la manga.
—¿Ya estás? Tengo caca.
Yulia escrutó el inocente rostro de Skye y se echó a reír. Estrechó a la pequeña entre sus brazos con mucha fuerza, hasta que Skye gimió.
—Yula, caca.


Yulia paseaba de un lado para otro de la sala de espera, mientras Anya veía la televisión con Skye. Brian y Niles habían ido a por café y, cuando volvieron, Niles le pasó una taza humeante a Yulia.
—¿Alguna novedad? —se interesó Brian.
Yulia, que estaba perdiendo la paciencia, negó con la cabeza.
—Ya hace más de dos horas.
—Yulia, si Lena estuviera teniendo un parto natural, es posible que tardara todavía más.
—Lo sé, lo sé —dijo Yulia, sin dejar de caminar.
Al final se sentó y dio un trago de café. Justo en ese momento apareció la doctora Haines, y Yulia se tiró el café encima al ponerse de pie de golpe.
—¿Cómo está?
—Está bien. El bebé está bien. Felicidades, mami. Es una niña.
Yulia se tapó la cara con las manos y se echó a llorar, con Brian y Niles a lado y lado y Skye aferrada a su pierna. Anya parecía a punto de desmayarse.
—Está muy cansada. Va a tener que quedarse ingresada un día, solo para controlarle la tensión. Es una mujer muy fuerte. No me ha dejado hacerle cesárea, pero hemos estado cerca. La niña está bien, tiene sus diez dedos en las manos y en los pies. La tenemos en observación, pero las dos están perfectamente —les dijo con un guiño—. Vosotras dos podéis subir.
Yulia entró en la habitación con Skye de la mano y Lena les sonrió de oreja a oreja.
—Pareces agotada, estás pálida y eres absolutamente preciosa —la saludó Yulia.
Skye estiró los bracitos hacia su madre y Yulia la levantó en brazos por encima de la baranda de la cama, para que le diera un beso.
—Hola, mamá. ¿Pupa?
—No, pastelito. Mamá solo está un poco cansada. Tienes una hermanita, Skye.
Yulia la dejó en el suelo y Skye las miró a ambas.
—Hola, mami —le susurró Lena a Yulia, cuya mirada seguía siendo indefinida y estupefacta—. Estoy bien, Yulia. Tenemos una niña.
Yulia no pudo evitarlo: apoyó la cabeza sobre el pecho de la pelirroja y lloró, mientras esta le acariciaba el pelo cariñosamente.
—Mamá, Yula llora —se lamentó Skye.  Lena le sonrió a su hija.
—No pasa nada, pastelito, es que está contenta —le explicó,  mientras abrazaba a la otra mujer—. Acaba de darse cuenta de que lo del embarazo ha ido en serio —le susurró con afecto, y la besó en el oscuro cabello. Cuando Yulia dejó de berrear, Lena aventuró:
—¿Qué te parece Tara?
—¿Tara? Mmm, vale —se mostró de acuerdo Yulia, sorbiendo las lágrimas.
—Skye significa Cielo, ¿así que por qué no tener también la Tierra?
Yulia no pudo contener las lágrimas y volvió a echarse a llorar en brazos de Lena. Justo en ese momento apareció la enfermera, que anunció:
—Tenemos a una pequeña visitante y tiene hambre.
Skye se puso a dar saltos y Yulia pestañeó, sin poder apartarlos ojos del pequeño bulto que llevaba la enfermera en brazos.
—Qué suerte tiene esta bebita, con sus dos mamás... —comentó la enfermera. Le entrego el bebé a Lena, que la acunó instintivamente. —Es tu primera, así que te enseñaré a darle el pecho...
La enfermera calló y arqueó una ceja, porque la pequeña Tara ya había encontrado el pecho de Lena y mamába plácidamente. Lena esbozó una amplia sonrisa, mientras Yulia las admiraba, llena de asombro. Entonces la enfermera se rio.
—Supongo que no me necesitarás. Si la notas inquieta, cambia de lado. A veces un lado le va mejor que otro.
Lena levantó la mirada hacia la atónita Yulia y le sonrió.
—Está aquí —exclamó.
Las dos mujeres soltaron una risita y Yulia alargó la mano y le acarició la cabeza a la pequeña.
—Es tan diminuta... —musitó—. Y yo estoy... —hizo una pausa y sonrió—... celosa.
Lena se puso muy colorada y disimuló una sonrisa. Entonces Yulia miró a su alrededor y vio que Skye observaba ceñuda a la nueva incorporación, con los brazos cruzados en gesto desafiante. Le dio un golpecito a Lena en el brazo, que también miró a Skye.
—Oh, oh... —murmuró—. Eh, pastelito, ven a decirle hola a Tara, tu nueva hermanita.
—No —dijo Skye con un puchero.
Yulia levantó una ceja. «¿Y ahora qué?» Miró a Lena, que se encogió de hombros, como queriendo decir: «Te toca». Yulia se sentó y trató de subir a Skye a su regazo, pero la niña se zafó de ella y se quedó junto a la puerta.
—¿Qué pasa, pitufa? —le preguntó Yulia—. Cuéntamelo, tesoro.
A Skye le tembló la barbilla.
—Tada tene dos mamás. No justo —lloró.
Yulia  y Lena cruzaron una mirada de sorpresa, ya que no habían previsto aquel tipo de reacción.
—Yo también quero dos mamás —declaró Skye.
Lena se sorprendió de lo mucho que había crecido en los últimos cuatro meses. Enarcó una ceja y Yulia parpadeó. «¿Qué vas a hacer ahora, Volkova?»
—Pitufa, ven aquí, por favor —pidió Yulia, abriendo los brazos.
Skye se le acercó despacio, sin descruzar los brazos.
—Lo siento, cariño.
—No justo, Yula —afirmó Skye, con vocecilla triste.
Lena fingió no prestarles atención mientras le daba el pecho a Tara, ya que aquel era un problema que tenía que solucionar Yulia.
—Lo sé. ¿Me quieres a mí? Quiero decir, ya tienes a tu mamá.
—Si Tada tene dos mamás, ¿po qué yo no?
—No se me ocurre ninguna razón, es verdad. Si tu hermana puede tener dos mamás, tú también. Me encantaría ser tu mami. Te quiero mucho. Quiero a tu mamá y a la pequeña Tara. Somos una familia, pitufa. Nunca os dejaré y siempre estaremos juntas. ¿Qué te parece? —preguntó Yulia, con un nudo en la garganta.
Skye saltó a su regazo y Yulia la abrazó con un gemido.
—¿Todavía eres Yula?
—Sí, pitufa. Siempre seré Yulia y tu mami.
 
Después de que Anya y los chicos pasaran a verla, Lena estaba agotada, así que Anya se llevó a Skye a casa y dejó a Yulia y a Lena solas al fin. Sentada al borde de la cama, Yulia le sostuvo la mano a Lena.
—Bueno, ha ido bien.
—Es un poco confuso para la pobre niña, pero sí, creo que lo he gestionado muy bien —asintió Yulia, satisfecha de su primera aportación a la maternidad.
—Así es. Estoy orgullosa de ti, mami —le sonrió Lena.
La enfermera regresó con Tara.
—Hora de otra toma.
Lena cogió a Tara y la sostuvo contra su pecho. Yulia seguía maravillada ante la imagen.
—No tengo palabras. Te quiero y te admiro tantísimo por haber tenido a este bebé... —le dijo, y le acarició el pequeño remolino de pelo de la cabeza al bebé—. Me preocupaste, Lena. Esta levantó la mirada.
—Estamos bien.
—Lo sé. Sencillamente no sé qué haría sin ti.
—Yulia —empezó Lena. Tara dejó escapar un gimoteo, y Lena se la apartó del pecho y se la tumbó encima—.Tenemos una vida muy larga por delante, cariño. Tú y yo, con Skye y con Tara.
Yulia sonrió y asintió, al tiempo que la pelirroja le dedicaba una mirada retadora.
—¿Quieres cogerla?
La pelinegra se envaró de golpe, abrió unos ojos como platos y se puso blanca.
—Es muy pequeña.
—No pasa nada. Sencillamente, que no se te caiga —le dijo Lena, levantando a Tara.
La niña estaba profundamente dormida. Yulia se pasó las manos por el pelo y luego se secó el sudor de las palmas en la pernera del pantalón.
—Ay, Dios, me sudan las manos. Agarró al bultito con mucho cuidado y la acunó en brazos.
—Cuidado con la cabeza.  Yulia asintió y soltó una carcajada.
—No me puedo creer que tenga a tu bebé en brazos.
—Nuestro bebé —la corrigió Lena.
—Sí, nuestro bebé. —Yulia besó a Tara en la frente—. A lo mejor toca el piano.  Lena las observó juntas, sonriente.
—A lo mejor sí. Podrá ser lo que quiera ser. 
Yulia levantó la mirada y se le escapó una lágrima.
—Te amo, Lena.
—Yo también te amo, Yulia.
Tara empezó a despertarse y se quejó otra vez.
—A lo mejor tiene hambre. Le devolvió el bebé a su madre con cuidado y esta se la acercó al pecho. Yulia le dedicó una mirada curiosa y sensual. —Esto de dar el pecho... —comentó, y se acercó unos centímetros.
Lena se rio de buena gana.



CONTINUARÁ... Arrow


Última edición por Nichya el 8/9/2015, 8:30 am, editado 1 vez
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Mensaje por Raque 8/9/2015, 8:17 am

Conti..!!!
emoción mil...!!

Raque

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Mensaje por keizike 8/9/2015, 12:17 pm

que bonito
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Mensaje por Lesdrumm 8/11/2015, 3:17 am

Vientos Celestiales...Un Giro Del Destino


Capítulo 22


Lena y Yulia solían contemplar a Tara mientras dormía. Tenía ya casi tres semanas y tanto ella como Lena se estaban acostumbrando a la rutina. Habían trasladado la cuna a su habitación, porque una de las tomas era en mitad de la noche. Cuando se despertaba, Yulia se levantaba a cogerla y se la llevaba a Lena.

—Esta es mi niña —le susurró Lena, y le besó la cabecita mientras mamába ávidamente.
Yulia se tumbó de lado para mirarlas.
—Eres una mujer muy buena, Lena. Te amo muchísimo —murmuró, y le dio un beso en la frente, aunque tardó un poco en despegar los labios de su piel.
—Dios, Yulia —gimió Lena—. Han sido tres semanas muy largas.
—Lo sé —le dijo la pelinegra.
Le acarició el hombro con cariño y luego le acarició la cabeza a Tara, jugueteando con el remolino de pelo castaño rojizo que tenía en la coronilla.
—Me encanta jugar con su pelo. Lena se rio y miró a Yulia sin decir nada.—¿Qué? —le preguntó Yulia.
—Es que... me preguntaba... No hemos hablado mucho de nosotras —dijo la pelirroja.
—No, es verdad. ¿Qué te preocupa, cariño?
—Mi cuerpo se ha ido recuperando desde el parto y creo que estoy volviendo a ser como... —calló, al notar que Tara se había dormido.
Yulia cogió a la niña con cuidado y la dejó en su cuna, en donde la observó un momento antes de volver a la cama.
—Así que... lo que decías de tu cuerpo... —empezó Yulia con voz ronca.
Lena soltó una risilla nerviosa y se subió la manta hasta la barbilla. Yulia arqueó una ceja, pero no dijo nada.
—Necesito un poco de tiempo. Quiero que me encuentres atractiva.
—Creo que eres preciosa.
A Lena le tembló la barbilla y ocultó el rostro entre las manos.
—Yo no me siento atractiva —farfulló—. Y me da miedo que nuestra relación vaya a ser esto: dormir juntas y nada más.
Yulia esbozó una sonrisa leve y le apartó las manos; los verdigrises ojos de Lena brillaban por las lágrimas y Yulia le pasó el pulgar bajo los ojos.
—Escúchame bien —le susurró—.Haremos el amor cuando estés preparada. Yo sé de estas cosas.
Lena levantó una ceja.
—Sabes de estas cosas, ¿eh?
Yulia se inclinó y la besó en el cuello, arrancándole un gemido.
—Sí. Hay un capítulo entero dedicado a la vida sexual después del parto. No hay reglas ni plazos grabados en piedra —le mordisqueó la tierna carne bajo los labios—. La autora instaba a las parejas a darle a la madre todo el tiempo y el espacio del mundo y hacer todo lo posible para que se sienta deseada —susurró Yulia contra su garganta—.Cumpliré mi palabra y esperaré todo el tiempo que haga falta —le dijo, y levantó la mirada —. ¿Cómo voy?
Lena se rio, azorada.
—Vas muy bien. Sigue leyendo.



A medida que se acercaba la Navidad, Skye estaba entusiasmada con la llegada de Papá Noel. Anya se reía al escuchar la lista de Navidad de Skye. Cuando terminó de hacerla, la niña se metió en su habitación a jugar y Anya contempló a Lena recogiendo los juguetes del comedor.
—Skye —la llamó Anya—. Ven aquí, cariño, y recoge los juguetes.
Skye salió corriendo y trató de llevarse todos los peluches a la vez. —¿Tú qué quieres para Navidad, Lena? —se interesó Anya, mientras observaba a Skye de reojo hacer varios viajes al baúl de sus juguetes.
Lena se encogió de hombros.
—No se me ocurre nada que necesite o que quiera. Mira mi vida, Anya. Tengo una familia y a una mujer que me quiere. Lena se sentó en la merecedora, que ahora estaba más cerca de la chimenea.
A Anya le gustaban los cambios que había hecho Lena en la casa desde que se había mudado con Yulia.
—Esto ya parece un verdadero hogar. Y eso es gracias a ti.
Lena se meció y echó un vistazo circular al apartamento.
—Gracias. Creo que a Yulia también le gusta. Dice que le recuerda a su cabaña.
—Tienes otra vez esa mirada. ¿Qué pasa?
—Dios, Anya, nada. Soy muy feliz. Bueno, salvo por las tomas de las dos de la madrugada.
Anya se rio, pero no estaba dispuesta a dejar el tema.
—¿Y qué más?
Lena meneó la cabeza.
—No importa. Creo que tengo depresión posparto —rio—. Si Yulia estuviera aquí me diría en qué capítulo sale.
—¿Y dónde está esa cabeza hueca que tengo por nieta?
—Está en el estudio. Ha ido pasándose por allí durante estas dos semanas, porque dice que tiene que arreglar algunas composiciones. —Lena empezó a mecerse algo más deprisa, bajo la atenta mirada de Anya—. Aquí tiene un piano muy bueno, pero ni lo ha tocado.
Anya arrugó el ceño.
—¿Y lo que te preguntas es por qué tiene que ir al estudio? Te preocupa que sea por Suzette.
Lena dejó de balancearse.
—Sí, y me odio por ello.
—¿Lo has hablado con Yulia? Si no lo has hecho, ¿por qué no? Ya sabes que con Yulia hace falta una bomba para que hable de cualquier cosa. La mitad de veces no se entera —sonrió—. Y lo digo con todo el cariño.
Lena se echó a reír y se mostró de acuerdo.
—De verdad que no creo que Yulia esté haciendo nada a mis espaldas. Confío totalmente en ella. Es solo que ella y yo... Yulia y yo no...
—¿Tenéis sexo?
Lena se encogió sobre sí misma.
—¿Por qué suena tan horrible cuando lo dices tú?
—No lo sé. Mira, querida, ¿has hablado con Yulia del tema?
—Sí, y está siendo fiel a su palabra.
—¿Que era...?
—Que esperaría a que yo estuviera preparada y no me presionaría.
—¿Y qué hay de malo en eso?
—No lo sé —musitó Lena—. Supongo que nada.
Anya entornó los ojos, sagaz.
—Ya veo, quieres que te coja en brazos y te tumbe de espaldas en la cama.
Lena se encogió de hombros.
—¿Es malo eso?
—En absoluto. De hecho, es necesario. Pero, Lena... —le dijo Anya, echándose hacia delante—.¿Ella cómo lo va a saber? Te dijo que esperaría hasta que estuvieras preparada. Tienes que darle alguna señal. Por amor del cielo, eres una mujer y eres muy atractiva. Te has recuperado muy bien desde que has tenido a mi segunda bisnieta. —Anya hizo una pausa y sonrió—. Me encanta decir eso.
Lena se levantó y se puso las manos en la barriga.
—Llevo tanto tiempo embarazada que no sé cómo actuar sin estarlo. Mírame, Anya. Aún estoy hinchadísima.
—Eso se pasará, lo sabes —le aseguró Anya, con expresión curiosa—. Aquí pasa algo más. Algo aparte del sexo.
Lena le dio la espalda y negó con la cabeza.
—Creerás que soy una puritana.
—Pruébame. Esto tengo que oírlo.
Lena se volvió hacia ella de nuevo y la sorprendió lo roja que se estaba poniendo.
—No creo que Yulia esté hecha para el matrimonio.
—Ah, ya veo. ¿Y necesitas que sea así?
Lena se encogió de hombros.
—No lo sé. Es que han pasado muchas cosas. Entre la muerte de Irina, el nacimiento de Tara, Yulia y yo enamorándonos contra toda lógica... Y entonces va y me dice que solo sería madre si estuviera casada, pero no ha vuelto a decirme una sola palabra del tema. ¿Cómo crees que me hace sentir?  Anya abrió la boca, pero Lena no le dio tiempo a intervenir.
—Pues te lo voy a decir. Me siento como una amante... ¡sin ni siquiera tener sexo! —exclamó. Enseguida cerró los ojos para calmarse—. Ya sé que estoy siendo irracional. Creía que, una vez que tuviera a la niña, mis hormonas volverían a la normalidad. —Se desplomó sobre la mecedora, abatida —. Supongo que no.
—Todavía hace muy poco del parto. No seas tan dura contigo misma ni con Yulia.
—Lo sé, tienes razón —rio la pelirroja mirando a Anya—. Diría que te apetece beber algo.
—¡Ahora estás hablando! —le dijo Anya—. ¿Qué planes tenéis para Navidad?
—No lo hemos hablado, pero me encantaría pasar las fiestas contigo y con los chicos.
—Díselo a Yulia, a mí me parece bien —afirmó—. Y ahora, ¿qué decías de beber algo?
***
 
Yulia estaba sentada al piano y tocaba con un lápiz detrás de la oreja, cuando se le acercó Niles y le puso la mano en el hombro.
—Llevas dos horas, vete a casa.
La ojiazul comprobó la hora en su reloj de pulsera.
—Ah, vaya por Dios. —Recogió las partituras y las metió en la banqueta del piano—. No las toques.
Niles puso cara de ofendido.
—Vale, vale, mujer...
—Lo siento —se disculpó ella—. Pero lo digo en serio.
Niles puso los ojos en blanco y la echó del estudio.
 
En cuanto metió la llave en la cerradura de casa, Yulia oyó a su abuela reírse. Elevó los ojos al cielo y entró. Lena estaba en la cocina y Anya estaba con Tara en brazos, en la sala de estar, y levantó la mirada cuando Yulia entró por la puerta.
—Vaya, ¿dónde estabas?
—En el estudio. Estoy trabajando en una pieza. ¿Y Lena?
—Estoy en la cocina, Yul.
Yulia le dio un beso en la mejilla a su abuela y otro a Tara en la frente.
—Y ahora ve a besar a tu esposa. Ah, espera. Que no es tu esposa.
Yulia la miró con incredulidad.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó por encima del hombro, de camino a la cocina.
Lena le sonrió y la recibió con un beso.
—Ñam... Sabes a salsa de espaguetis. Y hablando de salsa, ¿mi abuela ha estado bebiendo? Acaba de decirme una cosa rarísima —comentó, antes de besar a Lena de nuevo—. Te amo. ¿Qué tal el día?
—Yo también te amo y ha sido divertido. Anya ha venido a hacerme compañía.
Yulia creyó detectar cierto deje de amargura en la voz de Lena. Le robó una hoja de lechuga y se apoyó en el mármol para observarla.
—¿Qué te pasa, cariño?
Lena suspiró y sacó las salchichas de la nevera.
—Nada, de verdad. Es que estoy cansada de seguir sintiéndome embarazada.
Yulia abrió la boca, pero Lena le metió un trozo de zanahoria y sonrió.
—Lo sé, hay un capítulo entero sobre la depresión posparto. —La besó en la mejilla—. Oh, y vamos a celebrar la Navidad. Es dentro de una semana. Dios, han pasado tantas cosas que no me creo que llegue Navidad. Bueno, he invitado a Anya. Puedes decírselo a Niles, ¿qué te parece?
—Claro, por mí bien. Tengo muchas ganas de que llegue Navidad. Ah, y acuérdate de que dijiste que no nos hiciéramos regalos caros.
—Sí. Anda, ve a cambiarte para la cena.  Cuando se dio la vuelta, Yulia le dio una torta juguetona en el trasero, pero cuando Lena se volvió con un chillido, la pianista ya se había esfumado.
 
Por fin llegó la mañana de Navidad y Skye a duras penas contenía los nervios mientras esperaba a que Yulia se levantara de la cama.
—Yula, pofiii —le suplicaba, y le tiraba del brazo.
Yulia fingió que seguía durmiendo y hasta roncó y todo.
—Mami —insistió Skye, con la nariz pegada a la suya.
Yulia soltó una carcajada ronca.
—Ahora soy «mami», ¿eh? Muy bien, pequeño hobbit...
—Yulia... —la apremió Lena desde el umbral.
Estaba haciendo eructar a Tara. Yulia se dio la vuelta y subió a Skye a la cama.
—Mamá, Yula está desnuda otavés —anunció la niña.
Yulia se subió la colcha hasta cubrirse los pechos y Lena la fulminó con la mirada justo cuando Tara eructó.
—Traidora —murmuró Yulia, que empezó a hacerle cosquillas a Skye hasta que la hizo chillar.
—Yula, vene Papá Noel —suplicó.
La pelinegra alargó la mano hacia la bata.
—Vale, dame un segundo.
Skye saltó de la cama y corrió junto a Lena.
—Venga, cariño. Vamos a cambiar a Tara —le dijo Lena—. Así, mientras, Yulia se viste.
Yulia hizo una mueca ante el énfasis que la otra mujer puso en la última palabra y se puso la bata.
—Necesito un pijama —se dijo.
 
Cuando fue a la habitación del bebé, Lena estaba en la mecedora con Tara en brazos y Skye le acariciaba el bracito con delicadeza.
—Qué manitas más peques, mamá. 
Lena sonrió y dejó a Tara dormida en la cuna.
Eran unas Navidades modestas, porque Lena le había pedido a Yulia que no se pasara con los regalos y esta había estado de acuerdo... Sin embargo, no pudo menos que menear la cabeza al descubrir a Skye sentada entre decenas de peluches nuevos, sobre todo peces.
—Hay muchos, mamá. Papá Noel sabe que me gustas los peses.
Yulia dio un sorbo de café, sin dejar de sonreír. Llevaba su bufanda nueva al cuello.
—Me encanta mi regalo, mamá.
—Y a mí también el mío, cielo —contestó Lena, tocándose los pendientes de zafiro.
—A lo mejor a Tara le gustaría tener alguno —opinó Yulia, refiriéndose a los peluches.
—¿Puedo? Le doy a Tada alguno para su camita —dijo Skye.
—Es una buena idea, pastelito. Eres una buena hermana mayor.
—Bueno, parece que esto es todo —comentó Yulia, pero entonces miró hacia el piano—. Oye, ¿qué es aquello de allá? —preguntó, al tiempo que se sentaba en el brazo del sofá, al lado de Lena. Esta frunció el ceño y miró a Yulia con suspicacia.
—¿Qué has hecho?
—Nada —protestó Yulia.
Entonces Skye vio que había algo debajo de una manta y miró a sus dos madres.
—Adelante, pitufa. Ve y levántala.
Skye levantó la puntita de la manta y soltó un grito. Era un piano de cola en miniatura y la pequeña no supo cómo reaccionar.
—¿Un piano para mí? —preguntó, casi temerosa. Yulia asintió.
—Para ti solita, pitufa —le dijo cariñosamente.
Lena se apoyó en ella.
—Eres maravillosa —le dijo, acariciándole la pierna.
Yulia tragó saliva con cierta dificultad. Era la primera muestra física de cariño fuera de besarse y acurrucarse juntas que salía de Lena. «Frena, Volkova...», se dijo.
—Queda uno —anunció.
—Dijimos que no gastaríamos mucho... —susurró Lena.
Yulia sonrió de oreja a oreja, la abrazó y la besó con lengua, mientras le acariciaba el cuello y la cara. Se sorprendió gratamente cuando Lena le devolvió el beso con la misma pasión, hasta el punto de que casi perdió el equilibrio y se cayó del brazo del sillón.
—Guau —musitó.
Se apartó de Lena sin aliento y escrutó su rostro, esperanzada. Lena asintió y meneó las cejas, con una sonrisa radiante.
—Feliz Navidad, mamá —le susurró en tono seductor.
Era la primera vez que Yulia la oía hablar así, y la recorrió un escalofrío de la cabeza a los pies. Cerró los ojos y sonrió.
—¡Gracias, Dios!
A regañadientes, se separó de Lena, fue al piano y abrió la banqueta, sin que Skye se diera cuenta, ya que la niña estabasentada en el suelo, tocando el piano alegremente como Schroeder, de Snoopy.  Le llevó a Lena un paquete envuelto y esta sonrió cuando Yulia se sentó delante de ella; después abrió el paquete y sacó una partitura. Puso los ojos como platos al leer el título. —«Vientos celestiales.»
Las lágrimas se le agolparon en los ojos al mirar a Yulia, que sonreía algo avergonzada.
—Me dijiste que la habías dejado, pero la has acabado...
—Es en lo que he estado trabajando en el estudio estas últimas dos semanas; no quería que lo supieras —explicó la pelinegra, que se sentó al piano—. Solo para ti —le dijo. Y empezó a tocar.
—¿La has escrito para mí?   Yulia esbozó una sonrisa torcida.
—Pues claro, boba.
Lena exhaló un suspiro de felicidad y escuchó los románticos acordes que su amante tocaba para ella. La música le arrancó un escalofrío y sintió una oleada de satisfacción. Al darle la vuelta a la partitura se dio cuenta de que Yulia le había escrito una breve nota al final, que la hizo fruncir el ceño.
Mi único amor:
Los vientos celestiales te han traído hasta mí y no me imagino la vida sin estar a tu lado. Este es mi regalo para ti: mi amor y mi vida.
Una vez dije que solo había una manera de que quisiera formar una familia. Hablaba en serio y ahora todavía más. Vivamos como los vientos celestiales, por siempre entrelazadas. Por favor, Lena Katina, cásate conmigo, sé mi compañera y recorre conmigo esta vida. No rechaces mi amor. No soportaría estar en este mundo sola, sin ti y sin las niñas. Ahora mismo te estoy haciendo el amor.
Lena miró a su amante, con los ojos llorosos. Yulia tenía razón: en aquel momento le estaba haciendo el amor con aquella canción. Lena se acercó al piano para verla tocar mejor y Yulia le sonrió.
En ese momento vio la cajita azul que había en una esquina del piano. La sonrisa de Yulia se ensanchó y le dedicó un guiño. Lena abrió la caja y se llevó la mano a la boca: era un increíble anillo de zafiro con un diamante a cada lado y le iba a juego con los pendientes. Su mirada encontró la de Yulia cuando esta acabó la canción con un acorde lento y sensual.
Sin pronunciar palabra, Yulia sacó el anillo de la caja y se lo puso en el dedo. A Lena le temblaban las piernas al rodear el piano y Yulia la abrazó de la cintura mientras ella le echaba los brazos al cuello.
—Te amo, Yulia Volkova —le susurró al oído.
—Cásate conmigo, Lena. Estoy perdida sin ti —le suplicó Yulia, besándole el cuello.
—Sí. Me casaré contigo... —lloró Lena.
Yulia la levantó del suelo y le dio una vuelta entre sus brazos. Skye se levantó enseguida, porque no quería quedarse al margen.
—Yo también. ¡Aúpa! —exclamó.
Yulia la cogió en brazos y las tres se besaron y se abrazaron mientras bailaban por la sala de estar.
 
CONTINUARÁ... Arrow 




Esta historia esta llegando a su final, solo restan 3 capítulos más. Smile


Última edición por Nichya el 8/12/2015, 1:10 am, editado 1 vez
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Mensaje por Aleinads 8/11/2015, 4:00 am

Que felicidad!! Esta realmente hermosa la continuación:cheers: cheers ... Muchas graciassss de verdad *-* estoy perdidamente enamorada , me dio escalofríos con la propuesta de matrimonio de Yulia, que tierna y bella como siempre I love you Laughing Very Happy
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Mensaje por candyelizabeth 8/11/2015, 5:14 am

Esta excelente cada vez mas bonito es lo único que me consuela después de la terrible noticia del foro de tatunews
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Mensaje por Raque 8/11/2015, 6:51 am

Very Happy Smile Shocked sunny sunny farao farao

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Mensaje por oO-aLex-Oo 8/11/2015, 9:33 am

muy bueno eh! yo me lei este libro y la segunda parte.. pero me gusto tambien tu version..

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Mensaje por MC VOLKATIN 8/11/2015, 10:24 pm

Me encanta!!1 Very Happy Very Happy cada vez mejor study
sigue Cool
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Mensaje por Lesdrumm 8/12/2015, 1:09 am

Vientos Celestiales...Un Giro del Destino


Capítulo 23

Fue una Navidad fabulosa: Skye jugó con su piano y le regaló a su hermana pequeña varios peluches; Lena hizo la cena y Yulia pudo elegir entre tocar el piano o ayudar en la cocina. Así que Skye y ella se sentaron en sus pianos respectivos.
Niles y Brian fueron a cenar y Skye volvió a recibir regalos de Papá Noel. También se pasaron el rato haciéndole monerías a Tara, que sonrió, babeó y sonrió aún más.
Fue Anya la primera en fijarse en el anillo y le cogió la mano a Lena al punto, para estudiarlo.
—Vaya, vaya... —suspiró—. Es muy bonito, Lena. Qué romántico.
Lena contuvo las lágrimas y asintió.
—Ha acabado la canción, Anya.
—¿Qué? —se asombró Anya, que no pudo ocultar la sorpresa cuando Yulia regresó a la sala de estar—. Yulia, después de todos estos años, has acabado tu canción.
—La canción de Lena, abuela. —Yulia la rodeó con el brazo—.Mamá decía que algún día encontraría a la persona adecuada y sería capaz de terminarla. Tenía razón.
Lena le dio un beso en la mejilla y regresó a la cocina; Yulia se volvió hacia su abuela, que sonrió y la besó a su vez.
—Larissa estaría muy orgullosa de ti. Está orgullosa de ti. Y yo también.
—Gracias, abuela.
—¿La querrás para siempre? —le preguntó Anya.
Yulia asintió.
—Para siempre. Que Dios se apiade de ella.
El chillido de Niles desde la cocina interrumpió sus carcajadas y salió corriendo, seguido de Lena, meneando la cabeza, para abrazar a Yulia con todas sus fuerzas.
—Es maravilloso —se alegró—. Es... ay, es muy romántico. ¿Y has terminado tu canción para Lena? Ay, Dios mío, eso... oh, es tan...
—Romántico —completó Anya.
La pelinegra puso los ojos en blanco y fue a la cocina.
—Necesitamos champán.
Niles miró a Lena.
—No bromea, ¿verdad?
—No, me quiere —afirmó Lena, feliz como unas castañuelas, y la siguió a la cocina.
Mientras Yulia abría la botella, Lena fue por detrás, le rodeó la cintura con los brazos y le besó el cuello. Yulia cerró los ojos y se estremeció. Entonces Lena fue subiendo la mano lentamente y le tocó un pecho.
—Ah, Dios, Lena... no hagas eso ahora —gimió Yulia, temblorosa.
La pelirroja se alegraba de ver que no había perdido la práctica, porque había pasado mucho tiempo y las expectativas sobre cómo sería su primera vez la estaban matando.
—Has tenido mucha paciencia. Ya no voy a hacerte esperar más, cariño... —murmuró Lena, masajeándole el pecho muy despacio. Yulia cerró los ojos de nuevo; tenía la respiración desbocada.—Después de acostar a las niñas. Guarda una botella de champán —le susurró al oído antes de soltarla.
Yulia dejó escapar un gruñido de impotencia y se volvió hacia Lena, que mordisqueaba una ramita de apio. Salió de la cocina y Yulia se quedó clavada donde estaba, paralizada y dominada por el ansia.
Yulia echó a Niles y a Brian temprano y Anya se partía de risa mientras se ponía el abrigo, hasta el punto de que Lena se moría de vergüenza.
—Vale, vale, ya lo hemos pillado —les dijo Niles, al salir por la puerta.
—Feliz Navidad —les deseó Lena.
Los dos se despidieron con un gesto de la mano. A Anya le dio un beso y la anciana meneó las cejas.
—Pasadlo bien —les deseó, y besó a Yulia en la mejilla—.Espero no saber nada de vosotras hasta dentro
de unos días.
—Te quiero, abuela —le dijo Yulia—. Pero ya te estás largando.
Anya soltó una carcajada, les lanzó un beso a ambas y cerró la puerta.
—Yulia Volkova... —la riñó Lena cuando se hubo marchado.
Yulia la ignoró y cogió en brazos a Skye, que dormitaba en el sofá.
 —Muy bien, pitufa, hora de irse a la camita —anunció, y llevó a la adormilada pequeña a su habitación.
Lena cabeceó, pero se apresuró a apagar las luces, cerrar la puerta con llave y coger el champán. Dentro del baño, se contempló en el espejo que había detrás de la puerta.
—No está mal, con un poco de ejercicio... Bueno, con mucho ejercicio —se dijo.
Se cepilló el pelo, se puso el camisón que le había regalado Yulia por Navidad y la bata de seda a juego, y respiró hondo.
Al llegar a la habitación, Yulia vio el botellero casero dentro del cual había metido el champán en hielo. Sonrió y abrió la botella con un chasquido que lanzó el corcho a la otra punta de la habitación, llenó dos copas y empezó a desabrocharse la camisa.
—Ah, no. Quieta —le ordenó Lena desde la puerta del baño.
Yulia se dio la vuelta y se quedó con la boca abierta. Lena estaba...
—Absolutamente preciosa —musitó, con la boca seca.
Dio un trago apresurado de champán cuando la pelirroja se le acercó; al llegar a su lado le quitó la copa y dio un sorbo. Yulia sonrió y cerró los ojos, sumergiéndose en el embriagador perfume de su amante. Entonces Lena dejó la copa y empezó a desabrocharle la camisa ella misma.
—Llevo tanto tiempo imaginándote así, Yulia...
Esta exhaló un suspiro y le acarició los rizos rojizos a Lena, que le apartó la camisa de los hombros y le besó la parte superior de los senos. Yulia inspiró bruscamente y se le escapó un gemido quedo.
Se quitó la camisa lo más rápido que pudo, al tiempo que Lena le desabrochaba el sujetador y lo dejaba caer al suelo.
—Dios mío, Yulia, tienes un cuerpo precioso —susurró Lena. Le agarró los dos pechos a la vez y Yulia se quedó sin habla.
Le temblaban los dedos al desatarle la bata de seda y Lena, más que dispuesta a ayudarla, empezó a desabrocharse los botones, pero Yulia le apartó las manos.
—Yo solita.
—No, por favor, nada de hablar como una niña pequeña... a no ser que la situación lo requiera —pidió Lena en voz baja. La recorrió un escalofrío cuando la bata se deslizó de sus hombros y le cayó alrededor de los tobillos. Dios, querían ir despacio, de verdad que sí, pero las dos mujeres ansiaban tanto sentirse la una a la otra que era casi doloroso y lo único que querían era llegar al clímax. Se tumbaron en  la cama, con la respiración entrecortada, y Yulia le devoró el cuello a Lena. Esta jadeó y le acarició el espeso cabello.
—Yulia, por favor, necesito tenerte dentro...
Yulia le abrió las piernas a su amada y titubeó.
—¿Estás segura? Quiero decir, no...
La pelirroja le selló los labios con la yema de los dedos.
—Estoy bien, no me harás daño.
Yulia sonrió y le besó los dedos. Cuando deslizó sus largos dedos de pianista entre sus húmedos pliegues, dejó escapar un gruñido ronco.
—Por Dios, Lena... —gimió, cuando el primer contacto con la mujer que amaba la hizo estremecer.
Lena arqueó las caderas, buscándola.
—Yulia —le suplicó. Yulia la penetró una y otra vez, con tanta ternura que Lena estuvo a punto de perder el control. Se sacudió descontroladamente y chilló. —Yulia, sí, más hondo, por favor —gemía, incapaz de contenerse.
Yulia apenas respiraba y Lena notó la tensión en su rostro y movió la pierna debajo de Yulia. Al levantarla entre sus muslos, le frotó la entrepierna y se maravilló de lo caliente y lo mojada que estaba.
—Dios mío, Lena —gritó Yulia.
Le metió los dedos con más fuerza y los gemidos de ambas llenaron la quietud de la habitación. Yulia se balanceaba sobre el muslo de Lena, mientras la penetraba todo lo hondo que podía, sumando un dedo y luego otro más.
—¡Sí, Yulia! —exclamó Lena, sofocando un grito. Agitó las caderas, hundiéndole el muslo a Yulia entre las piernas. Ella intentó contenerse hasta que Lena estuviera a punto. —Estoy muy cerca —la advirtió entre jadeos, y le metió y agitó los dedos en su interior.
Entonces notó que los músculos de Lena se tensaban alrededor de sus dedos y se descubrió dando gracias estúpidamente por sus ejercicios Kegels, por saber que Lena estaba al límite.
—Córrete conmigo, Lena... —le rogó en voz baja y sensual.
Aquello bastó. Lena puso todo el cuerpo en tensión y el orgasmo la recorrió como una cascada, arrastrando a su amante al abismo. El clímax fue rápido y poderoso, pero sorprendentemente silencioso. Lena se abrazó a Yulia, respingando y sacudiéndose hasta que por fin dejó de temblar. Solo entonces Yulia retiró la mano y Lena arqueó la espalda y gimió al dejar de sentirla dentro.
—Yulia —murmuró, cuando su amante se tumbó encima de ella para recuperar el aliento.
La abrazó y repitió su nombre una y otra vez, hasta que Yulia fue capaz de moverse y se echó de espaldas. Enseguida, la pelirroja se acurrucó a su lado.
—Oh, Dios mío —susurró Lena al recuperar el habla.
Yulia se limitó a asentir, alargar el brazo y servir dos copas de champán.
—Guau —murmuró, y brindó con Lena.
Estuvieron un rato abrazadas en la cama, bebiendo champán, sin decir nada, hasta que la oyeron:
—Mamá... —llamaba Skye.
—Esa no puede ser Tara —opinó la pelinegra—. ¿Verdad?
—Mamá —insistió Skye.
—Te llama a ti —afirmó Yulia, dándose aires de superioridad.
Lena se incorporó y la observó.
—¿Y por qué no puedes ser tú?
—Porque yo soy «mami». Tú eres mamá.
Lena la miró con los ojos entornados, pero tuvo que admitir que tenía razón. Entonces volvió a oírse la vocecilla.
—Mami...
Yulia arrugó la nariz, y esta vez fue Lena la que le regaló una sonrisa burlona, antes de besarla en el cuello.
—Ya voy yo —susurró.
Yulia gruñó y dejó la copa en la mesita de noche.
—No, voy yo. Si vas tú te pasarás una hora, arrullándola y haciendo de madre cursi —opinó Yulia.
Se dirigía a la puerta cuando Lena la llamó.
—Cariño. Yulia se volvió. —La bata —le recordó Lena en tono severo.
Yulia se puso colorada.
—Siempre se me olvida —farfulló, y se puso la bata.
—Si fuera por ti, criaríamos dos niñas nudistas —comentó la pelirroja dando un sorbo de
champán—. ¿Cielo? Yulia miró a su amada: Lena estaba tumbada de lado y se pasaba
una mano por el pecho lentamente. —Date prisa.
Yulia se estremeció físicamente.
—Ay, Dios —gimió. Y salió a toda prisa.
—Eh, pitufa. ¿Qué pasa, cariño? —la oyó preguntar Lena.
Skye farfulló algo que Lena no llegó a entender, así que se levantó y salió al pasillo a tiempo de ver a Yulia con Skye bajo el brazo, de camino al baño. La niña se reía.
—Deprisa, nena... —le decía Yulia.
Lena se tapó los ojos con la mano.
—Madre del año —suspiró, y dio otro sorbo de champán.
—Ya está, buena chica. Eres muy mayor —la felicitó Yulia apresuradamente. Lena oyó que, gracias a Dios, tiraban de la cadena y se alegró muchísimo cuando Yulia apuntó—: Espera, lávate las manos antes de que mamá me grite.
A continuación asistió horrorizada a cómo Yulia salía corriendo del baño con su hija debajo del brazo como un saco de patatas, con los brazos y las piernas colgando.
—¡Yula! ¡Mami! —protestaba Skye.
Lena se tapó la cara otra vez.
—Qué niña más buena, ¿sí? Ya está, bonita. Felices sueños.
Skye murmuró algo más.
—Aquí tienes al pez. Te quiero. Buenas noches, pitufa. En un abrir y cerrar de ojos, Yulia estaba de vuelta en la habitación.
—Una parada en tiempo récord, si me permites —se enorgulleció.
Lena le lanzó una mirada severa.
—¿Qué? —se extrañó Yulia, confundida.
Forzó una risita al quitarse la bata y deslizarse bajo las sábanas con Lena.
—Nuestra hija no es un saco de patatas —insistió Lena.
Yulia se apoyó sobre el codo cuando Lena le pasó la copa de champán.
—Ya lo sé, mi amor. Es... bueno, es un hobbit, cariño.
Lena trató de contener la risa.
—¿Por qué la llamas así?
—Porque me encanta cómo se te marca la vena del cuello —respondió la pelinegra, pasándole la yema de los dedos por la vena en cuestión.
El cálido roce le arrancó un suspiro a Lena.
—Si las teclas de tu piano pudieran hablar... —susurró.
Yulia sonrió y le paseó los dedos por los senos. Luego la tumbó de espaldas afectuosamente y admiró su cuerpo.
—Déjame mirarte —pidió Yulia, recorriéndole con los dedos el contorno de los generosos pechos.
A Lena le entró vergüenza, porque sus pechos no se habían recuperado tan bien como el resto de su cuerpo. Yulia adivinó lo que le pasaba por la cabeza. —Te adoro. Adoro saber que has dado tu cuerpo por nuestra hija. Me parece increíblemente sexy —murmuró Yulia en voz ronca y sensual.
A Lena se le sacudieron las caderas instintivamente y Yulia, que lo notó, le regaló una sonrisa radiante.
Le encantaba saber que era capaz de excitar tanto a aquella mujer. Su caricia, ligera como una pluma, se centró en el turgente pezón, que se puso duro como una piedra bajo sus atenciones.
—Me encanta cómo responde tu cuerpo cuando te toco. Nadie más sabrá cómo darte placer, solo yo.
—Es como si hubiera sido la primera vez que me hacían el amor. Nadie me ha hecho sentir nunca como tú.
Es como si me tocaras el alma.
Yulia le sonrió y le acarició la curva de la cadera y el estómago.
—Y pensar que solo hace tres semanas que Tarita estaba creciendo aquí dentro... —suspiró Yulia, y bajó la mano un poco, enredando los dedos en los suaves rizos pelirrojos. Lena sonrió y cerró los ojos.
—Por Dios, Volkova, se te da bien...
Yulia se agachó y la besó en la mejilla, en la comisura de los labios y finalmente en la boca, caliente y húmeda. Le lamió los labios con la punta de la lengua, hasta que los separó, y entonces le recorrió los dientes antes de buscar al fin la sedosa lengua de Lena.
Cuando sus lenguas se encontraron, las dos mujeres gimieron y las entrelazaron en una suave danza.
Yulia se colocó sobre ella y le separó las piernas con la rodilla. Lena se lo permitió con un suspiro de satisfacción, y Yulia se colocó entre sus muslos y empezó abalancearse contra sus caderas. Mientras tanto, Lena le masajeó el trasero y se frotó con ella. Yulia gimió y se tumbó encima de su amante, de manera que sus pechos se rozaran sensualmente y sus pezones entraran en contacto.
—Dios —gimió Yulia, arqueando la espalda bajo las caricias de Lena.
Esta suspiró cuando sus labios se unieron de nuevo en un beso celestial. Luego los labios de Yulia
viajaron más al sur y le cubrieron de besos la barbilla y el cuello... Cuando alcanzó su pecho y se metió el pezón en la boca, Lena se arqueó de golpe. Miró hacia abajo para verla chupar y le enredó los dedos en el pelo para mantenerle la cabeza en su sitio. Yulia gimió contra su pecho y a Lena le entraron los temblores; con la mano libre, Yulia se concentró en el otro pecho y le pellizcó el pezón con delicadeza, sin dejar de chuparla. Lena estaba en el paraíso. De repente, Yulia se apartó de golpe y miró a Lena, helada. Tragó saliva y se relamió. La pelirroja levantó la vista.
—¿Qué, Yulia? ¿Qué pasa?
—Yo... tu pecho... He tragado un poco... lo siento. Tu leche... yo... —balbuceó, perpleja.
—Creo que no pasa nada —le aseguró Lena, aunque frunció el ceño—. No pasa nada, ¿verdad? —preguntó, algo inquieta.
—Voy a averiguarlo.
Yulia saltó de la cama, cogió su móvil y marcó. Mientras esperaba que se lo cogieran, paseaba desnuda por la habitación. —No estarás llamando a Anya.
—Dios, no —contestó Yulia.
—¿Estás llamando a la doctora?
Yulia se detuvo en seco y se volvió, roja como un tomate.
—Oh. Supongo que eso habría sido mejor idea —musitó, con una leve sonrisa.
Lena abrió unos ojos como platos.
—¿Y a quién demonios estás llamando? —inquirió, subiéndose la sábana hasta la garganta.
Yulia torció el gesto y habló al auricular.
—Hola... ¿Roger?
—¿Roger? —gimió Lena, desplomándose de espaldas y tapándose la cabeza.


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VIENTOS CELESTIALES...UN GIRO DEL DESTINO - Página 3 Empty Re: VIENTOS CELESTIALES...UN GIRO DEL DESTINO

Mensaje por Lesdrumm 8/12/2015, 1:26 am

Vientos Celestiales...Un Giro Del Destino

Capítulo 24
 
—Esto... hola, Roger... Sí, o... oye, ¿está Trish? —preguntó Yulia, tratando de aparentar naturalidad.
Estar desnuda en el medio de la habitación, por mucho que apoyara una mano en la cadera, no ayudaba precisamente a aparentar que no pasaba nada.
—Yulia —la voz soñolienta de Trish sonó al otro lado del auricular—. ¿Qué pasa?
—Perdona por despertarte, pero es que tengo una pregunta. Esto... —Yulia hizo una pausa cuando oyó reírse a Lena debajo de la sábana, y también se rio—. Tengo una pregunta sobre dar el pecho.
Lena estalló en carcajadas, bajó la sábana, y observó a Yulia con incredulidad.
—¿Dar el pecho? —preguntó Trish.
—Sí, yo... Bueno, es que resulta que yo... Verás, Lena y yoestábamos... y yo...
—Ni una palabra más, ya me lo imagino. No pasa nada. La leche de Lena está perfectamente. Sencillamente deja algo para el bebé.
Yulia suspiró, aliviada.
—Gracias, Trish.
—Pasadlo bien. Eso sí que es dar el pecho, y lo demás son tonterías. Me muero de ganas de contárselo a Roger.
Yulia colgó, satisfecha, y le sonrió seductoramente a Lena.
—¿Qué ha dicho? —le preguntó esta cuando su amante se metió otra vez en la cama y gateó sobre ella como una pantera a punto de atacar.
Yulia se tumbó encima de Lena y la besó apasionadamente.
—Que recordáramos dejar algo para el bebé. Si con esto no despertamos a las niñas, será un milagro —le dijo Yulia en voz baja.
La besó entre los pechos y le pasó la lengua por todo el torso y por la zona del ombligo, sin dejar de estrujarle los pechos con las manos.
—Lena, te deseo tanto... —murmuró Yulia  contra su estómago al notar que los músculos de Lena se estremecían incontroladamente. Lena abrió las piernas todo lo que pudo y empujó a Yulia por los hombros.
—¿Quieres algo, cariño? —preguntó Yulia con voz ronca—. Dímelo, Lena. Dime lo que quieres.
—Yulia, por favor... Yo... —calló, porque nadie le había preguntado nunca lo que quería—.Quiero sentir cómo me comes entera, cariño. Por favor, ahora —le suplicó. Su deseo latía cada vez con más urgencia.
Yulia descendió sobre ella y Lena gimió en alto cuando la besó en el pubis y en la cara interior del muslo. Yulia la lamió y le besó la pierna hasta la rodilla y luego volvió hacia arriba, ignorando el palpitante clítoris de Lena con toda la intención. Lena gimoteó, pero si la primera vez había sido demasiado rápido, esta vez Yulia  iba a asegurarse de que su amante lo disfrutaba. Se merecía que la mujer que la quería le hiciera el amor lenta y apasionadamente. Siempre. Yulia le besó la parte superior del muslo y luego le subió un poco las piernas, para acariciarle la parte de atrás. Lena se estremecía y se mordía el labio, aferrada a las sábanas, para no gritar, así que Yulia supuso que ya la había hecho esperar bastante y se inclinó para besar sus tiernos pliegues.
—Sí... sí —suplicó Lena.
Yulia siguió besándola amorosamente unos segundos y finalmente sacó la lengua y saboreó su amor por primera vez.
—Yulia, no pares cariño, por favor, no pares —repetía Lena, enredándole los dedos en el pelo.
Yulia suspiró bajo las caricias de Lena y a continuación le cubrió el clítoris con la boca y chupó con delicadeza.
—Oh —Lena dejó escapar un gruñido gutural.
Era como si volara. Había olvidado aquella sensación, y saber que era Yulia la que le hacía el amor y que nunca sería nadie más que ella era la emoción más exquisita que había experimentado jamás. Arqueó la espalda cuando Yulia la lamió con la lengua plana, de arriba abajo, sin parar, y todo su cuerpo se puso en tensión.
—Ahora, Lena. Córrete para mí ahora. Solo para mí —murmuró Yulia.
La erótica orden desató una pasión arrolladora que la recorrió en oleadas de gloria hasta entregarle a aquella mujer todo lo que tenía dentro.
—Sí, Yulia —gritó, cuando un nuevo orgasmo volvió a partirla en dos.
Y aun así, notaba un tercero cerca y agarró a Yulia del pelo con todas sus fuerzas para que no se moviera. Para que no parase. Finalmente, el placer se convirtió en un dolor sordo y ya no pudo soportarlo más. Tiró de Yulia y esta remontó sobre su cuerpo, cubriéndola de besos por todas partes. Entonces Lena rodó e inmovilizó a Yulia bajo su cuerpo. La pianista gimió, y Lena la besó apasionadamente y le estrujó los senos firmes y suaves.
—Yulia, yo también te deseo. Necesito estar dentro de ti. Muy dentro —dijo.
El sonido de su voz le puso a Yulia el corazón a cien. Entre tanto, su amante agachaba la cabeza y se metía su duro pezón en la boca. La maravillaba lo mucho que le gustaba el sabor del cuerpo de Yulia y le comió el pezón con avidez.
—Len, Lena... por favor —gruñía Yulia.
Len estaba completamente concentrada en dar placer a Yulia: le pasó la mano por el vientre y luego bajó un poco más. Yulia enseguida abrió las piernas, increíblemente excitada. Sus rubios rizos brillaban de humedad y latían, hambrientos de sus caricias.
—¡Lena! —gritó Yulia, sacudiendo las caderas con anticipación.
Lena le acarició el pubis empapado, enganchada a su olor, y gimió contra el pecho de Yulia mientras le introducía los dedos entre los pliegues y alcanzaba el clítoris palpitante con la yema de los dedos. La estudió con insistencia, ansiosa por conocer cada centímetro inexplorado de Yulia. Esta estaba completamente entregada, con los ojos cerrados y perdida en sus caricias.
—Yulia, mi amor, mírame —le susurró apasionadamente—.Puede que hayas conocido a muchas mujeres, pero la única que conocerá tu cuerpo de ahora en adelante seré yo. Eres mía, Yulia Volkova, y yo soy tuya. Ahora y para siempre.
—Sí, Lena. Soy tuya. Nunca había sentido algo tan fuerte por nadie... nunca —gimió Yulia, asombrada.
Era la verdad, Lens tenía razón: era como si fuera su primera vez. Lena estaba acariciándole el alma.
—Ahora, Yulia. Córrete para mí —repitió la erótica orden de Yulia.
Esta chilló cuando Lena le metió un dedo y luego otro. Arqueó las caderas para darle mejor acceso.
—Más, Lena, dámelo todo, cariño, por favor... —suplicó Yulia, aferrada a su amada con los dedos enredados en sus espesos rizos rojizos. Nunca había pedido ni necesitado tanto de nadie como de Lena en aquel instante.
—¡Lena, ahora!
Lena la penetró con caricias largas y rítmicas hasta que el interior de Yulia se contrajo en torno a sus dedos.
—¡Dios! —gritó Yulia cuando la recorrió una nueva oleada.
Lena notó el amor de Yulia resbalarle por la mano, hasta que su cuerpo se sacudió una última vez y Lena aminoró el ritmo y recibió a Yulia con ternura en su lento regreso del cielo.
—Estoy completamente muerta —aseguró Yulia con la voz rota. Lena le acarició los pechos.—Para ya o me desmayaré —le dijo Yulia.
Lena se rio, pero dejó la mano quieta.
—Ha sido maravilloso —afirmó, y la besó en el hombro.
—Sí, lo ha sido —asintió Yulia—. Y pensar que no hemos despertado a las niñas...
—Creo que hemos estado muy cerca un par de veces. Lena se echó a su lado y apoyó la cabeza sobre su pecho. —Ahora mismo soy muy feliz.
—Yo también, Lena. Es verdaderamente increíble.
Yacieron abrazadas, sin hablar. Yulia no dejaba de acariciarle el pelo, en gesto ausente pero reverente. La notaba parpadear contra su pecho y sabía que no estaba dormida.
—¿En qué piensas? —susurró.
—Me acordaba del día que viniste a recogernos a la estación de autobuses —respondió Lena  afectuosamente, y le acarició el estómago.
Yulia soltó una carcajada y un bostezo al mismo tiempo.
—Jolín, no estaba preparada para tener a nadie en mi vida. La primera vez que te vi, yo...
La pelirroja levantó la mirada.
—¿Tú qué? —inquirió, apoyando la cabeza sobre la mano.
Yulia se encogió de hombros y se rio, nerviosa.
—No entré enseguida. Os vi a Skye y a ti y os observé un par de minutos. Te vi con el conductor e imaginé que no tenías dinero para darle. Vi la cara que ponías.  Lena asintió.
—Sí, estaba sin blanca, Volkova.
Se quedaron calladas un par de minutos, hasta que la pelinegra volvió a hablar.
—Era completamente irracional, pero estaba cabreada con Irina por ponernos en aquella situación —confesó Yulia. Lena asintió de nuevo.
—Lo entiendo, yo también estaba un poco enfadada con ella. —Respiró hondo y exhaló lentamente—. ¿Te importa que hablemos de Irina? Sé que acabamos de hacer el amor como nunca y deberíamos de hablar sobre el futuro...
—A veces el pasado forma parte del futuro. Claro que no me importa. Nunca hemos llegado a hablar de ella.
Aunque hablaba en serio,Yulia no pudo evitar notar una punzada de inseguridad, que relegó al fondo de su mente para escuchar a Lena.
—Cuando Irina me dijo que tenía cáncer de huesos, como te conté, me quedé destrozada. Lo sentía muchísimo por ella. Quería consolarla de alguna manera, pero ella se alejó de mí. Se volvió huraña y distante, pero no podía culparla. No tengo ni idea de cómo habría reaccionado yo en su situación. —Hizo una pausa y volvió a inspirar profundamente. Yulia guardó silencio—. Entonces pensé en Skye y en mi embarazo. Fue surrealista descubrir que estaba embarazada pocas semanas antes de que a Irina le diagnosticaran el cáncer. Era como...
—El mejor momento de tu vida y el peor.
Lena asintió y siguió mirando al frente.
—Pasó todo muy deprisa —susurró, y se secó una lágrima—.Casi no tuvimos tiempo de hacernos a la idea antes de que empeorara. Enseguida se debilitó y se puso muy enferma. A los seis meses se había ido. Pasó la mayor parte de su tiempo lejos de nosotras.
—Lo sé. Cuando me lo dijiste no me lo podía creer. ¿Por qué crees que fue?
—Decía que no quería que Skye la viera así. La verdad es que Irina era una mujer muy solitaria y celosa de su intimidad. Me había dicho que quería morir sola, sin que nadie la llorara. Así que en los últimos meses permaneció alejada hasta que no le quedó más opción que ir al hospital. Como te dije, vivía con Joanne.
—¿Y no te parece raro?
Lena estuvo de acuerdo.
—Yo no podía hacer nada. Intenté entenderla y creo que en parte sí la entiendo. Era su vida y era decisión suya cómo quería pasar sus últimos meses. Yo iba a verla cada día. Bueno, siempre que Irina me lo permitía, porque había días que no quería verme. Hubo un tiempo en que pensé que Joanne y ella tenían una aventura.
—¿Todavía lo piensas?
—No, y a estas alturas, tampoco importa. Cuando Irina perdió el conocimiento y la ingresaron en el hospital, Joanne me llamó y tuvo la amabilidad de cuidar de Skye mientras yo pasaba prácticamente todo mi tiempo en el hospital. Fue cuestión de días. Irina estaba hasta arriba de morfina y apenas se daba cuenta de que estaba con ella. Era muy triste, Yulia.
La pelinegra tragó saliva alrededor del nudo que se le había puesto en la garganta y asintió; Lena alargó la mano y le acarició la mejilla.
—Siento hablar de esto.
—No lo sientas. Irina ha sido parte de nuestras vidas.
—¿Dónde la conociste? —quiso saber Lena.
—En Chicago. Compartimos taxi desde el aeropuerto. Llovía. Esa noche se quedaba en la ciudad, así que cenamos juntas —explicó Yulia—. Creo que fue el uniforme.
Lena sonrió cariñosamente.
—A mí también me conquistó.
Las dos se rieron. Luego Yulia siguió hablando.
—Nuestra relación empezó muy deprisa. Con Irina las cosas eran rápidas y apasionadas. Nunca estábamos quietas demasiado tiempo, y a mí ya me convenía, porque en aquella época yo también me movía constantemente. Entre Chicago y Los Ángeles intentaba coger el vuelo que pilotaba ella... —confesó, y dejó caer la voz, con una sonrisa.
—Lo pasaste bien con ella —dijo Lena, más a modo de afirmación que de pregunta. Yulia asintió.
—Sí, lo pasamos bien, Lena. Llevábamos una vida muy... —hizo una pausa y se rio al dar con la palabra adecuada—... muy bohemia. Nunca nos asentábamos en ninguna parte, así que cuando empezó a hablar de tener hijos...
—Te entró el pánico —completó Lena, con una sonrisa burlona.
—No estoy segura de que «pánico» sea la palabra adecuada, pero me quedé de piedra. Tener hijos era lo último que se me había pasado por la cabeza, aunque hubiéramos hablado de ello. Sabía que ella no pensaba en el futuro. Creo que más bien quería un compañero de juegos. Y no pretendo sonar reduccionista: a Irina le encantaba la idea de tener un hijo, pero no era responsable. Joder, no es que yo lo fuera. Así que el tema abrió una brecha entre nosotras.
—Y eso fue lo que terminó con lo vuestro.
—Sí. Ella me presionaba demasiado y yo estaba harta de discutir, de darle explicaciones y de tratar de entenderla. Hace cinco años hizo escala en  Denver y yo volé allá para encontrarme con ella.
Lena se incorporó en la cama.
—¿A Denver?
Yulia enarcó una ceja.
—Sí, ¿por?
—¿Eso cuándo fue?
—He dicho hace cinco años. En invierno, justo antes de...
—San Valentín —completó Lena.
Yulia arrugó el ceño y entonces cayó en la cuenta.
—No me digas.
—Sí, yo vivía en Denver. Conocí a Irina y empezamos a salir unos días antes de San Valentín, hace cinco años.
Las dos se quedaron en silencio unos momentos. A Yulia le daba vueltas la cabeza, intentando recordar aquella última vez que había visto a Irina.
—Habíamos tenido una pelea terrible. Yo estaba harta de la situación y fui a Denver con la esperanza de arreglarlo de una vez por todas. Las dos nos tranquilizamos y estuvimos hablando casi todo el día y toda la noche hasta que ambas nos dimos cuenta de que se había acabado. El último año nos habíamos distanciado y el amor, sencillamente, se había desvanecido —relató Yulia, y suspiró profundamente—. Me besó y me dijo: «Nos vemos, Yul», y salió de la habitación de hotel. Fue la última vez que la vi.
—No me lo puedo creer —se sorprendió Lena—. Mira que es casualidad.
—Pues sí. Supe de ella al cabo de un año. Me llamó de repente y me contó que había conocido a una mujer y que estaba loca por ella.
 —Irina me habló de ti. No paraba, la verdad. Estaba harta de oír «Yulia Volkova esto, Yulia Volkova lo otro» —rio Lena—. Cuando el abogado de Irina dijo tu nombre me entraron ganas de agarrar la grapadora y graparle la lengua a la frente. Yulia enarcó las cejas con asombro.
—Eso es un poquitín extremo, nena.
Lena soltó una sonora carcajada, aunque enseguida hizo una mueca y echó un vistazo a la cuna donde dormía Tara.
—En ese momento estaba embarazada y tenía antojo de helado.
Yulia se rio e hizo que Lena se acostara de nuevo a su lado.
—No me cabe duda.
De nuevo se quedaron en silencio un rato, tumbadas cómodamente la una junto a la otra.
—¿Lena?
—¿Mmm? —contestó Lena, adormilada.
—¿Crees que Irina sabía que nos enamoraríamos?
Lena miró a Yulia a los ojos.
—No lo sé. Nunca lo sabremos, Yulia. Pero una cosa es segura.
—¿El qué?
—Nunca he querido a nadie tanto como te quiero a ti. Me haces sentir amada, Yulia Volkova. Eres una buena persona y una buena amiga —le dijo, y apoyó la cabeza en su pecho una vez más.
—Yo siento lo mismo, Lena. Y también quiero a Skye y a Tara. Somos una familia, para siempre.
—Para siempre jamás —susurró Lena, casi dormida.
Yulia siguió abrazando con fuerza a Lena hasta que las dos mujeres se sumieron en un plácido sueño.


CONTINUARÁ... Arrow


Este fué el último capítulo de esta historia, solo resta el epílogo para finalizarla. Espero siga siendo de su agrado. Smile
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Mensaje por Aleinads 8/12/2015, 2:08 am

Encantadora, hermosa, fascinante, espectacular!! Inmensamente agradecida por subir tal historia Very Happy I love you
Ya quiero ver el epilogo Smile
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Mensaje por Lesdrumm 8/13/2015, 1:30 am

Les dejó el epílogo final de esta historia Smile


Vientos Celestiales...Un Giro Del Destino

Epílogo

Yulia estaba en pie ante la chimenea de la cabaña, muy nerviosa. El fuego hacía lo posible por caldear la fría noche de febrero y tenían invitados, de manera que habían cambiado de sitio los muebles de la sala de estar para que estuvieran cómodos. Niles alargó el brazo y le arregló el cuello de la blusa.
—Estás preciosa —le susurró.
Yulia llevaba una blusa de seda color marfil, con unos pantalones de lana marrones que acentuaban su figura. Encima llevaba una chaqueta de tweed abierta, con una rosa roja en la solapa.
—¿Tienes el anillo? —le preguntó a Niles por enésima vez.
Él asintió, paciente, y en ese momento llegó el anciano sacerdote y ocupó su lugar.
—Estás más tensa que una gata a punto de saltar, Yulia —le dijo.
Ella le sonrió, al borde del desmayo. Algo más atrás, su abuela tenía a Tara en brazos y por suerte la niña estaba dormida. Cuando sus miradas se cruzaron, Anya le guiñó un ojo.
—Te quiero —le susurró.
—Yo también te quiero, abuela.
—Bueno, no es San Patricio —comentó Anya—. Pero, como te dije hace muchos años, pobre de ti si intentabas que me perdiera tu boda.  Yulia sonrió y le dio un beso.
—Gracias.
La anciana se sentó en la primera fila de sillas. Había pocos invitados, pero eran los amigos más cercanos de Yulia y Lena. Loshijos de Marge aguardaban sentados pacientemente; Jeffrey levantó el pulgar en su dirección, sentado junto a su esposa. Roger y Trish sonreían alegremente y la mirada de su amigo era de pura admiración. Todas las personas importantes para  Lena y ella estaban allí.
Entonces Yulia oyó que abrían la puerta del dormitorio y sonrió cuando Skye fue la primera en salir. Llevaba un jersey de tweed con una camisa debajo porque les había asegurado que iba a «vestirse como Yula». Para Lena fue un alivio.
—Al menos no quiere ir desnuda —había comentado.
La niña llevaba los rubios rizos peinados hacia atrás y le relucían los ojos verde-grisáceos de pura alegría. Saludó a Yula con la manita mientras se acercaba poco a poco por el pasillo formado entre lassillas. Yulia le devolvió el saludo y le guiñó un ojo. Lo que vio a continuación la transformó por completo, su corazón ya nunca volvería a latir igual: del brazo de Brian caminaba la mujer más hermosa que Yulia había visto nunca.
Lena llevaba una falda de tweed con chaqueta a juego y los rizos rojizos, sueltos sobre los hombros, le hacía juego con la vestimenta de Yulia. En la mano llevaba un pequeño ramo de rosas rojas.
Yulia contuvo la respiración a medida que Brian acercaba a Lena a la que iba a ser su nueva vida y se le saltaron las lágrimas al ver que llevaba puesto el collar de oro con el colgante del atrapasueños. Lena sonrió y acarició el colgante con cariño. Brian y Niles se quedaron junto a ellas, en su papel de testigos, y Yulia y Lena se volvieron hacia el sacerdote.
—Bueno, estas son las bodas que más me gustan. Esta unión entre estas dos mujeres es especial. Especial, porque vivimos en un mundo muy precario donde por desgracia el amor no se mide por el corazón de las personas, sino por su género. »Yulia Volkova y Lena Katina han demostrado que el amor va más allá del género. El amor es sencillamente... Amor. Nada más y nada menos. Cuando dos corazones se encuentran, nada más importa en realidad. Es en verdad lo que Jesús nos enseñó: a amar a los demás como él nos amó a todos y a cada uno de nosotros. Por eso aplaudo y celebro su unión. »En un mundo lleno de racismo, odio y falta de voluntad para aceptar al prójimo, estas mujeres son un ejemplo de lo que hay de bueno en este mundo. De lo que anhelamos y esperamos alcanzar algún día. Por tanto, es un honor para mí unirlas en matrimonio. Daos la mano. El sacerdote les sonrió. Yulia le cogió la mano a Lena y se la apretó muy fuerte.
—Yulia Olegovna Volkova, ¿quieres a Lena Katina como esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, y prometes serle fiel hasta que la muerte os separe?
—Sí, quiero —contestó Yulia en tono seguro.
Lena le dio un apretón en la mano.
—Y tu, Elena Sergéyevna Katina, ¿quieres a Yulia Volkova como esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, y prometes serle fiel hasta que la muerte os separe?
Lena asintió, luchando por no llorar.
—Sí, quiero —afirmó por fin, deshecha en llanto.
Yulia puso los ojos en blanco y mantuvo el cariñoso apretón.
—¿Los anillos? —pidió el sacerdote.
Niles le dio el anillo a Yulia.
—Pónselo en el dedo y demuéstrale a esta mujer tu amor y compromiso.
Yulia le puso el anillo y esbozó una sonrisa radiante.
—Me he pasado la vida corriendo. Y todo ese tiempo, corría hacia ti. Gracias por salvarme, Lena Katina.
Lena pestañeó para ver a través de las lágrimas y aceptó la alianza de boda que le tendía Brian.
—Pónselo en el dedo y demuéstrale a esta mujer tu amor y compromiso.
Yulia tenía la mano caliente cuando Lena la sostuvo entre las suyas, y le colocó el anillo en el esbelto dedo.
—Me he encontrado a mí misma en ti, Yulia Volkova. Estás en mi corazón y en lo más profundo de mi alma. Doy gracias a Dios por tu bondad y generosidad. Te querré siempre y para siempre.
Yulia sonrió y fue a darle el beso, pero el sacerdote carraspeó y Yulia se puso como la grana.
—Impulsiva —le susurró Lena entre dientes.
—Por el poder que me ha sido conferido, y ante estos testigos y amigos, yo os declaro compañeras en la vida. Para vivir y amaros a los ojos de Dios —dijo, y sonrió—. Ahora, Yulia, puedes besar a la novia...
Yulia sonrió, estrechó a Lena entre sus brazos, la miró a sus verde-grisáceos ojos y la besó apasionadamente. Lena le devolvió el beso y, para cuando Yulia la soltó, se había quedado sin aliento. Entonces Skye le tiró de la chaqueta a Yulia y esta la levantó en brazos y le dio un buen beso. Anya le dio el bebé a Lena; Tara se despertó y empezó a llorar, así que Lena la acunó amorosamente.
—Tara llora ota vez —se lamentó Skye. Yulia se echó a reír.
—Eso es porque es un bebé, no una niña mayor como tú, pitufa
—le dijo, y le hizo cosquillas en la barriga.
Las cuatro se abrazaron y dio comienzo la fiesta. Entre besos y abrazos, sus miradas llenas de amor se cruzaron y en sus profundidades hallaron la felicidad del paraíso. Yulia le guiñó un ojo y levantó el dedo anular. Lena sonrió y también le mostró el suyo.
—Para siempre —dijeron las dos a la vez.
Los vientos celestiales las unieron y Yulia y Lena volaron a lomos de aquellos vientos el resto de sus vidas, tanto en la bonanza como en la tormenta. Envejecieron juntas, vieron a sus hijas formar sus propias familias y malcriaron a sus nietos. Al final, les bastaba abrazarse ante la chimenea de la cabaña que tanto amaban. Ni siquiera la muerte fue capaz de separarlas, pues los vientos celestiales recogieron sus almas y las entrelazaron para siempre con dulce emoción. Para siempre jamás.
 
FIN.......................................................................................................................................




Y así esta historia llega a su fin. Quiero agradecer primero que todo a su autora original Kate Sweeney  talentosa y enorme escritora si las hay, por habernos regalado tan hermosa historia de principio a fin, creó que fue la mejor elección adaptar esta historia para nuestras Yulia & Lena.

Y finalmente quiero agradecerle a ustedes, que acompañaron la historia en cada capítulo, ya sea comentado o tan solo leyéndola. Hicieron que esta historia sea la más exitosa que eh adaptado hasta ahora. Muchas gracias a todos y cada uno de ustedes queridos lectores.Me despido, y espero me sigan acompañando en las nuevas historias que vendrán. Very Happy flower
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Mensaje por Aleinads 8/13/2015, 1:52 am

Muchas gracias a ti por adaptar esta linda historia que ame desde su comienzo y seguiré amando en el tiempo... Simplemente hermosa Smile
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Mensaje por MC VOLKATIN 8/13/2015, 5:36 am

Te felicito!!! gracias por compartir esta hermosa historia... Cool de principio a fin study Excelente king
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Mensaje por flakita volkatina 8/15/2015, 12:55 am

Sabes sin duda todas las q hacs son mis preferidas pero concuerdo contig esta sera una d mis grandes favoritas... q feo q lo hermoso tnga un final jajajaja q fuera enterna pero es imposible... como siempre t admiro cada vez mas y pidiendo q continues asi siempre... saludos
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Mensaje por Raque 8/15/2015, 7:49 am

Shocked Very Happy

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Mensaje por xlaudik 8/17/2015, 6:54 pm

Una excelente historia gracias x compartirla :-D
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Mensaje por keizike 8/18/2015, 11:51 am

estoy llorando esta historia es de mis preferidas
keizike
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Mensaje por josshua2014 9/30/2015, 1:40 am

Ame esta historia, es mas que perfecta y tan cosita :3 Una historia para nunca olvidar n.n

josshua2014

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Mensaje por BeatrizParra 4/23/2016, 4:45 am

Gracias por la excelente adaptación, una historia hermosa, muchas gracias.
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Mensaje por Kano chan 4/23/2016, 4:57 am

Wow una da las historias mas tiernas que he leído Razz
Debo confesar que ame a la pequeña Sky Wink
Saludos y gracias por adaptar
Kano chan
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Mensaje por ccdkatina 4/25/2016, 6:33 am

Muy buena historia
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