EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
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Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola, buen día! El capítulo me encantó! Sin embargo me preocupa que no subas conti! Espero que todo esté marchando bien! Ánimos y saludos
denarg_94- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 11/05/2016
Edad : 30
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
nos abandonaste
quiero saber si estas bien
di al menos hola y si vas a seguir con la historia
animo
nos abandonaste
quiero saber si estas bien
di al menos hola y si vas a seguir con la historia
animo
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Ok, ok. Lo siento. Tengo una explicación para mi ausencia pero estoy segura de que no querrán leerla sino leer el capítulo. Espero estén bien mini niñas y gracias por su apoyo!!!
Capítulo 36: En mi lugar
Me dejo caer en su cama con alivio después de mi esfuerzo. Veintidós gradas pudieron haber sido mi final. Supongo que eso deja claro que voy a pasar confinada al segundo piso hasta que me sienta mejor en cinco días, como dijo mi doctor. Anhelo un vaso de agua y estoy por pedirle a Lena que me traiga uno, pero lo reconsidero recordando lo mucho que duele respirar, beber será peor.
Cierro los ojos. Respirar va a doler pero necesito hacerlo, inhalar profundo para calmar ese pesar que tengo en el pecho por cansancio. Mi costado izquierdo me recuerda que físicamente soy la persona más frágil del mundo; las palabras de Nast hicieron lo mismo ayer en el hospital, solo que emocionalmente, y no me gusta serlo, ninguna de las dos.
Desde que tengo memoria me he mantenido en lo alto con la idea de que soy fuerte, de que no puedo ser penetrada por nada o nadie a menos que lo quiera, de que yo hago lo que quiero cuando lo quiero, de que tengo el control de mi propia voluntad, de mis decisiones. No quiero cambiar eso ahora.
Puedo sentir sus manos acercarse a mi cara, el olor de su perfume no pasa desapercibido, está cerca.
—Déjame acomodarte la almohada —me dice en voz baja, amorosamente, pero es una mentira.
Debo recordar que esto es un juego en el que nos aventuramos juntas; fingir que hay algo entre nosotras, seguirle la corriente a su necesidad de confort y cariño, porque eso es lo que ella dijo, ¿no?, es por eso que ella hace esto con Leo. Le gusta la atención que él le da, le gusta ese juego… este juego.
Gracias —le digo con los ojos todavía cerrados. Levanto mi cabeza y la dejo ser amable conmigo. Por un instante me reconozco algo cínica. Estoy imaginando todas estas situaciones, estoy eligiendo creer que esto es solo una obra de teatro, donde las dos representamos un papel y donde debo obtener la nota más alta. Me odio por ello, no quiero pasar diez días así, envenenando mi alma con el fin de ganar, pero un dolor ajeno al de mis costillas llena mi pecho y me duele más que cualquier reacción física. No quiero ceder, no quiero quererla más de lo que ya lo hago, no quiero enamorarme de ella.
Deseo tanto que Lena no hubiera mencionado nada ayer. Sé que tenía buenas intenciones, pero lo único que logró es llenarme la cabeza de dudas, de miedo.
—¿Cómo dormiste? Te noto algo cansada —me pregunta. La habitación se llena de aire frío, el sonido del aire acondicionado es ligero, lo agradezco en silencio, tenía mucho calor además de la sed.
—No dormí —respondo sonando demasiado dura. No estoy haciendo un buen trabajo en ocultar cómo me siento—. Me hubiera gustado poder ir al aeropuerto a despedir a Nastya, debe ser eso. —Reviso mi tono al completar mi respuesta. Me quedaré aquí por un tiempo, no quiero enajenarla.
Y ahí está esa sensación de nuevo. La que punza sobre mi pecho, gritándome que sea despiadada, que proteja lo que yace debajo.
—Duerme un rato. Iré a preparar algo de comer —me sugiere, besando tiernamente mi mejilla, su calidez me hace desear tanto dejarme llevar, olvidar todo lo malo que podría suceder y disfrutarla. Es un juego que quiero jugar, aunque para mí es evidente que de juego no tiene mucho, casi nada.
Nast, tenía razón, es un juego peligroso.
Despierto con el aroma de un olor particular. tostadas y… tomate. Abro los ojos, suspirando un corto bostezo y enfoco a la chica que tengo al frente. Linda, pecosa, con una sonrisa que no se puede fingir, maldita sea, no se puede, no es tan buena actriz. Sostiene en las manos una bandeja con un plato hondo humeante y un jugo de naranja.
—Te preparé mi especialidad. —Camina hasta la mesa de noche y deja ahí la fuente. Cambia una de las almohadas a una posición vertical y la arrima completamente en el respaldar, dando un par de palmadas para que me acerque—. Espero que te guste la sopa de tomate.
Me gusta, sí. No más que los macarrones con queso, pero se deja comer.
—Nastya llamó a decir que ya había llegado —me comenta, ayudándome a enderezarme. Abre las patas de la mesa de cama y me sirve el plato. Se ve rica y caliente.
—¿Cómo está? No le gusta viajar en avión.
—Dijo que bien, está alegre por ver a su familia, imagino que ahí se le quitó el miedo.
—Claro, ya al final.
—Como en todo en la vida. El miedo algún momento se pierde —me contesta.
Me pregunto si será así con nosotras, si en unas horas de estar juntas, esta actitud de mierda que tengo desde anoche, se irá, quizá en unos días.
—Papá y mamá salieron. Ahora que están de tórtolos tienen muchas citas.
—Suele suceder, es la luna de miel. Ya se les pasará.
—Espero que no. Mamá ha estado de buen ánimo estos días y preferiría que siga así.
Supongo que si, el velo de la felicidad es agradable, la vida se ve y se siente perfecta a través de él. Si tan solo fuese algo que agarras con la mano derecha y jalas a tu cara. Tal vez el mío se cayó después de la fiesta de ayer y se quedó en el hospital.
—Compré unas películas que podemos ver en la tarde.
—Si no te molesta preferiría dormir. Las pastillas que me recetaron para el dolor y la inflamación me hacen sentir mucho sueño; las tomo y me siento un bebé de tres meses que no puede sujetar ni su propia cabeza.
—Entiendo, claro, descansa. Ya tendremos tiempo de hacer cosas… juntas.
Está decepcionada. Tiempo es lo que menos tenemos, en realidad. No obstante ahora necesito esas horas, la tarde, quizá la noche. Pensar muy bien mi siguiente movida, no quiero perder, no puedo.
—Lo siento —digo en voz alta sin quererlo, al regresar a verla. Su sonrisa desapareció entre un par de bocados de sopa. Ni siquiera lo noté, estaba concentrada cargándome a mí misma.
—No, no te preocupes. Hasta mientras leeré la tarea del lunes. Puedo hacer varias cosas mientras descansas. Así tendremos más tiempo mañana.
Eso espero, que para entonces lo que siento aminore, que mi miedo y mi sentido de preservación bajen al nivel uno. Está bien, tres, no más de eso.
—Gracias, estuvo rico —digo girando mi rostro hacia ella.
—De nada —me responde juntando rápidamente sus labios con los míos.
Otra punzada más me recorre, pero esta es agradable, de siente ligera, acogedora y dulce.
—Vainilla y fresas.
—¿Quieres? Es el postre. Helado con fresas frescas cortadas.
Asiento y me doy cuenta de que estoy sonriendo. Tengo el presentimiento de que la amargura de antes va a venir corriendo a bajármela con un pensamiento estúpido, pero no lo hace. La observo retirar los platos y salir con una mirada coqueta del cuarto.
Digamos que ya voy en un nivel siete. Falta poco para el cinco, luego al tres.
****************************
La cama de Lena es cómoda, lo se de las varias veces que he dormido aquí. Sin embargo, ahora se ve y se siente diferente. Una luz tenue cubre la habitación con un velo de nostalgia, es casi como estar bajo la luz de las velas, aunque no vibra en las paredes con la llama como lo haría si estuviera una candela prendida. Analizo su procedencia y veo a la luz de la lámpara de su lado, encendida al mínimo. Todo es tan tímido y reservado que no puedo distinguir más que sombras, lo cual es agradable. Lena es una bonita sombra acurrucada en una bola justo a mi lado.
Doy vuelta sobre mi costado sano para mirarla mejor. Ella permanece quieta, tranquila, hermosa.
Unos minutos más de observarla y creo que mis ojos pesados terminan por despertarla. Extiende sus piernas y sus brazos, y no puedo evitar pensar en que se parece a un gato peludo y suave, como los de esos videos insoportables de internet. Pero es linda como ellos.
—Buenas noches —susurra todavía despertando. Una vez desperezada y alerta se mantiene en silencio, guarda la calma, parpadeando, indistintamente de las veces que escanea mi rostro. Parece leer exactamente cuáles eran mis dudas de hace unas horas.
—Hablaste con Nastya —No pregunta, es una afirmación.
—Sí, en la mañana de ayer —le confirmo. Sé a lo que se refiere.
—Creo que estaba esperando a no tenerme en frente para decirme con tranquilidad lo que piensa al respecto de esto. Me llamó hace rato.
—Es anti conflicto, ya la conoces.
—Bueno, tampoco hizo un muy buen trabajo. Lanzó una bomba y se despidió. Dejándome hecha nudos.
—¿Qué te dijo? —le pregunto, esperando que nuestra amiga haya mantenido la discreción y no le haya contado sobre mis sentimientos.
—Entre otras cosas que estamos cometiendo un error.
Nastya no se quedó tranquila con la afirmación que le hice ayer, claro que yo tampoco.
—Tal vez coincido con ella.
"¡Nooo, ¿qué hace esta estúpida?!"
"¡No lo sé, patéala en la costilla!"
Es un alivio que sea yo la que tiene control de mi cuerpo, o estaría dando vueltas del dolor por estas dos que se han adueñado del podio últimamente.
—¿Crees que… deberíamos cortar?
—Cortar es para las parejas, Lena. Nosotras no somos una —contesto siendo demasiado franca. Era necesario.
—De acuerdo, sí, tienes razón. —Instintivamente retrocede unos centímetros. Mi primer instinto es acercarme, no sé de donde sale hasta que escucho a ciertas personitas insistir, pero me abstengo.
—¿Qué hacemos entonces? Todavía puedo ir a dormir en lo de Katya.
No descarto la posibilidad, aunque admito que esta atmósfera me agrada. Este momento es íntimo, personal. Me siento más tranquila que antes y eso es bueno. Sacar mis dudas al frente tal vez no sea una mala idea.
"¡No lo hagas!"
—Mi intención no es romper el trato al que llegamos.
"¡Nooooo!"
—Me gustas y, esto, es algo que quiero.
Lena deja ver su satisfacción demasiado pronto.
—No me mal entiendas, no por eso quiero… lo que está pasando.
Le toma nada adaptar el rostro a un signo de interrogación. Se siente mal y me doy cuenta de que está considerando qué preguntas hacer. Se lo hago más fácil.
—Me dijiste que parte de lo que disfrutas de Leo es sentirte amada, querida, protegida y estás en tu derecho. Pero no es algo que yo necesito.
No entiende. No habla, ni pregunta, solo no entiende.
—No digo que lo único que quiero estos días es besarnos y tocarnos y… Lo que quiero decir es que no necesito la actuación. No la necesito, es más, me parece que cuando deba irme va a hacernos más daño.
—Crees que estoy actuando contigo.
—Eres amable de naturaleza, así que no en su totalidad, pero…
—¿Qué es lo que tú quieres?
Buena pregunta. Esta conversación tenía un punto importante y ya no sé cual es. Me hace sentir estúpida por mencionarlo.
—Porque si es eso nada más puedo desnudarme ahora mismo, tenemos sexo y listo, para qué hablarlo siquiera. ¿Quieres ponerle un horario? ¿Qué tal las seis de la mañana?, ya sabes, el rapidito mañanero, esencial antes de la escuela; y el de las tres de la tarde, apenas llegue, para aliviar el estrés; y obvio, varias veces en la noche, antes de dormir, en la madrugada… Como quieras tú.
Su tono de voz es completamente racional, como si hablaba en serio, pero a juzgar por el contenido de sus palabras, está más que molesta. Se sienta cruzándose de piernas sobre el colchón, enfrente mío.
—Me mal interpretaste.
—No lo creo —ratifica—. Pensé que estábamos en la misma página, pero al parecer me equivoqué abismalmente.
—¿Y qué página es esa?
—Si no lo sabes, estamos en diferentes.
—Has sido abundantemente clara sobre lo que sacas de este tipo de juegos…
—¿Juegos?
—Sí, del coqueteo, de nada de compromisos, yo hago lo que quiero, con quién quiero y dónde quiero. Así que, ¿cómo voy a saberlo?
—Lo que yo quiera y haga con otra gente no te incumbe…
—¡Bien, perfecto, nos estamos entendiendo ahora…!
—¡Cállate, Yulia! ¡Estoy hablando, quizá por última vez sobre este tema!
Lo hago porque quiero… escuchar que tiene que decir. Por nada más.
—¡Mi relación con Leo no es la misma que tengo con Marina y ninguna de las dos es la que quiero contigo!
Me muero por hacerle caer en cuenta que acaba de mencionar la palabra «relación», pero si lo hago me tira de la cama con todo y colchón, después de convertirse en la mujer Hulk y ponerse verde como árbol de navidad… o vómito radioactivo.
—¡No voy a hablar de los detalles de mis parejas contigo, como no hablo con ellos de ti…!
"Auch, eso es poner en su lugar a la tercera".
"Sí, ¿qué eres Yulia, el plato de postre o el bajativo?"
—Por último, te dije claramente que no quiero una relación. Te lo dejo más transparente todavía… —Está tan enojada que no quiero ni respirar para no hacer algún ruido que la interrumpa—. ¡No tengo interés alguno en que estos días se terminen y salir llorando del aeropuerto cuando te vayas a Moscú!
Ahora si siento la bofetada directo en la boca. Me deja sin habla.
"A todas…"
"Eso quiere decir que te quiere de verdad, ¿no?"
No lo sé… creo, pero no lo sé.
—¡Tú…! —Comienza y se detiene, se arrepiente—. ¿Para qué?
—¿Qué ibas a decir?
—No tiene sentido, solo dime qué quieres a ver si me conviene y lo arreglamos así, porque así funciona en tu mundo —reniega—. Vamos, ¿qué demonios quieres de esto?
—Que te calmes y lo hablamos bien.
Se ríe explotando con sarcasmo. Es una actitud que en mi vida he visto de ella.
—Sexo, check. ¿Qué más aparte de lo evidente? ¿Te gustan los orales?
—Lena, basta.
—Bien, orales. Me imagino que te cae gordo que nos saludemos de a beso o cosas así, entonces ¿qué tal si dejamos todo eso a un lado? Será exclusivo para cuando llegue la hora del sexo.
—Lena… ya, te pasas.
—Hmmm, no encuentro razón para abrazarnos después. Así que nada de dormirnos inmediatamente. Bueno, yo creo que mejor me voy a donde Katya apenas grite mi: Oh, oh oh, ohhh.
Esa declaración no venía como broma, pero me obliga a reírme. Me va a matar, pero es que: ¿Oh, oh oh, ohhh? ¡Vamos, ni en los pornos!
—¡No es gracioso!
—Sí que lo es.
—¡No lo es! —Vuelve a protestar, está realmente enojada—. ¡Aj, eres insoportable, ¿ves? ¿Por qué me imaginaba que la pasaría bien contigo y que podría averiguar por qué me haces…?!
Mis risas terminan disminuyendo de velocidad cuando vuelve a interrumpirse.
—¿Cuándo te hago qué…, sentirte bien?
Lanza un bufido como toro, casi puedo ver la indignación salir por su nariz como en las caricaturas. Termina cruzándose de brazos y viendo a un lado en lugar de a mí.
—Te seré sincera porque creo que arruiné las cosas hace un momento —digo, su pose se mantiene con el ceño fruncido y sus labios presionados—. Siento cosas por ti. Lo habrás inferido de tu conversación con Nastya —le confieso—. No solo me gustas, siento cosas, cosas lindas, cosas insoportables, pero cosas que me gustan.
Aún no regresa a verme, mas su rostro se va relajando.
—Me preguntas: ¿qué quiero de esto? Pues… quiero saber si lo que siento es real. Quiero seguir sintiendo esas cosas y no quiero tener miedo, y justo ahora, no, todo el día y ayer, me ha invadido el miedo a ser tu juego.
Esto último le molesta, de vuelta aparta aún más su mirada.
—No digo que lo estés haciendo. ¡Dios, ni siquiera sé lo que sientes! Solo sé que no quiero eso. No quiero una caricia porque me ves súper atractiva y sexy, quieres conmigo y dármela es tu mejor intento de enamorarme—bromeo, lo toma bien—. Quiero la caricia si sientes dármela… «a mí». No porque esté aquí y tú quieras sentirte querida. Pero porque quieres hacerme sentir lo que tú estás sintiendo… «por mí» —puntualizo las referencias a mi persona, quiero que entienda mi punto.
Toma un tiempo, pero me mira de nuevo. Está dispuesta a contestar lo que acabo de decir. Yo espero.
—Tú… me haces sentir cosas también. Y no eres un juego —me confirma, yo asiento—. Pensé que estaba implícito.
—Okey.
—¿Que hacemos entonces? —me pregunta con la inseguridad grabada en cada palabra.
"Esto va a doler".
Sí, va a doler mucho, así que vamos, uno, dos… Me sostengo con mi mano sobre el colchón y me enderezo lentamente, pero no me detengo hasta llegar a unos centímetros de distancia.
—Lena, creo que… es tu turno de cerrar la distancia… antes de que la costilla me perfore el pulmón —digo y hasta esa corta frase parece matarme. Necesito mis analgésicos o una pistola para dispararme y terminar con la tortura.
—Exagerada.
Cuando cierro los ojos del dolor, encuentro su mano en mi espalda y me ayuda a reposarme nuevamente sobre el colchón.
—Alguien no escuchó al doctor cuando dijo: «No hacer esfuerzos innecesarios».
—Este era muy necesario. Urgía… Auch.
—Traeré las pastillas.
El colchón rebota con su ausencia.
—¿Y mi beso?
—Pastillas, luego ponerse pijama, lavarse los dientes y tal vez, quizá, seguramente… tu beso.
—¡Gracias mamá, pero se me fueron las ganas! —le grito sin percatarme de la hora. Ella ya debe estar en las escaleras y su familia en el quinto sueño—. Lo siento —susurro a mis adentros.
—¡Ya veremos si después de que me veas en pijama no te regresan!
Sus padres todavía deben estar en su cita, ya que me grita la respuesta.
Interesante. Ahora que ya se aclararon nuestras motivaciones, las cosas cambian. Las dos estamos en el mismo plano, lo cual es reconfortante. Nastya puede tener razón y su advertencia ser lo más inteligente que podríamos hacer; dejar el juego y seguir de amigas. Pero el que no se mojó los pies, nunca aprendió a nadar, y yo quiero nadar largo, en la piscina olímpica… con Lena.
Capítulo 36: En mi lugar
Me dejo caer en su cama con alivio después de mi esfuerzo. Veintidós gradas pudieron haber sido mi final. Supongo que eso deja claro que voy a pasar confinada al segundo piso hasta que me sienta mejor en cinco días, como dijo mi doctor. Anhelo un vaso de agua y estoy por pedirle a Lena que me traiga uno, pero lo reconsidero recordando lo mucho que duele respirar, beber será peor.
Cierro los ojos. Respirar va a doler pero necesito hacerlo, inhalar profundo para calmar ese pesar que tengo en el pecho por cansancio. Mi costado izquierdo me recuerda que físicamente soy la persona más frágil del mundo; las palabras de Nast hicieron lo mismo ayer en el hospital, solo que emocionalmente, y no me gusta serlo, ninguna de las dos.
Desde que tengo memoria me he mantenido en lo alto con la idea de que soy fuerte, de que no puedo ser penetrada por nada o nadie a menos que lo quiera, de que yo hago lo que quiero cuando lo quiero, de que tengo el control de mi propia voluntad, de mis decisiones. No quiero cambiar eso ahora.
Puedo sentir sus manos acercarse a mi cara, el olor de su perfume no pasa desapercibido, está cerca.
—Déjame acomodarte la almohada —me dice en voz baja, amorosamente, pero es una mentira.
Debo recordar que esto es un juego en el que nos aventuramos juntas; fingir que hay algo entre nosotras, seguirle la corriente a su necesidad de confort y cariño, porque eso es lo que ella dijo, ¿no?, es por eso que ella hace esto con Leo. Le gusta la atención que él le da, le gusta ese juego… este juego.
Gracias —le digo con los ojos todavía cerrados. Levanto mi cabeza y la dejo ser amable conmigo. Por un instante me reconozco algo cínica. Estoy imaginando todas estas situaciones, estoy eligiendo creer que esto es solo una obra de teatro, donde las dos representamos un papel y donde debo obtener la nota más alta. Me odio por ello, no quiero pasar diez días así, envenenando mi alma con el fin de ganar, pero un dolor ajeno al de mis costillas llena mi pecho y me duele más que cualquier reacción física. No quiero ceder, no quiero quererla más de lo que ya lo hago, no quiero enamorarme de ella.
Deseo tanto que Lena no hubiera mencionado nada ayer. Sé que tenía buenas intenciones, pero lo único que logró es llenarme la cabeza de dudas, de miedo.
—¿Cómo dormiste? Te noto algo cansada —me pregunta. La habitación se llena de aire frío, el sonido del aire acondicionado es ligero, lo agradezco en silencio, tenía mucho calor además de la sed.
—No dormí —respondo sonando demasiado dura. No estoy haciendo un buen trabajo en ocultar cómo me siento—. Me hubiera gustado poder ir al aeropuerto a despedir a Nastya, debe ser eso. —Reviso mi tono al completar mi respuesta. Me quedaré aquí por un tiempo, no quiero enajenarla.
Y ahí está esa sensación de nuevo. La que punza sobre mi pecho, gritándome que sea despiadada, que proteja lo que yace debajo.
—Duerme un rato. Iré a preparar algo de comer —me sugiere, besando tiernamente mi mejilla, su calidez me hace desear tanto dejarme llevar, olvidar todo lo malo que podría suceder y disfrutarla. Es un juego que quiero jugar, aunque para mí es evidente que de juego no tiene mucho, casi nada.
Nast, tenía razón, es un juego peligroso.
Despierto con el aroma de un olor particular. tostadas y… tomate. Abro los ojos, suspirando un corto bostezo y enfoco a la chica que tengo al frente. Linda, pecosa, con una sonrisa que no se puede fingir, maldita sea, no se puede, no es tan buena actriz. Sostiene en las manos una bandeja con un plato hondo humeante y un jugo de naranja.
—Te preparé mi especialidad. —Camina hasta la mesa de noche y deja ahí la fuente. Cambia una de las almohadas a una posición vertical y la arrima completamente en el respaldar, dando un par de palmadas para que me acerque—. Espero que te guste la sopa de tomate.
Me gusta, sí. No más que los macarrones con queso, pero se deja comer.
—Nastya llamó a decir que ya había llegado —me comenta, ayudándome a enderezarme. Abre las patas de la mesa de cama y me sirve el plato. Se ve rica y caliente.
—¿Cómo está? No le gusta viajar en avión.
—Dijo que bien, está alegre por ver a su familia, imagino que ahí se le quitó el miedo.
—Claro, ya al final.
—Como en todo en la vida. El miedo algún momento se pierde —me contesta.
Me pregunto si será así con nosotras, si en unas horas de estar juntas, esta actitud de mierda que tengo desde anoche, se irá, quizá en unos días.
—Papá y mamá salieron. Ahora que están de tórtolos tienen muchas citas.
—Suele suceder, es la luna de miel. Ya se les pasará.
—Espero que no. Mamá ha estado de buen ánimo estos días y preferiría que siga así.
Supongo que si, el velo de la felicidad es agradable, la vida se ve y se siente perfecta a través de él. Si tan solo fuese algo que agarras con la mano derecha y jalas a tu cara. Tal vez el mío se cayó después de la fiesta de ayer y se quedó en el hospital.
—Compré unas películas que podemos ver en la tarde.
—Si no te molesta preferiría dormir. Las pastillas que me recetaron para el dolor y la inflamación me hacen sentir mucho sueño; las tomo y me siento un bebé de tres meses que no puede sujetar ni su propia cabeza.
—Entiendo, claro, descansa. Ya tendremos tiempo de hacer cosas… juntas.
Está decepcionada. Tiempo es lo que menos tenemos, en realidad. No obstante ahora necesito esas horas, la tarde, quizá la noche. Pensar muy bien mi siguiente movida, no quiero perder, no puedo.
—Lo siento —digo en voz alta sin quererlo, al regresar a verla. Su sonrisa desapareció entre un par de bocados de sopa. Ni siquiera lo noté, estaba concentrada cargándome a mí misma.
—No, no te preocupes. Hasta mientras leeré la tarea del lunes. Puedo hacer varias cosas mientras descansas. Así tendremos más tiempo mañana.
Eso espero, que para entonces lo que siento aminore, que mi miedo y mi sentido de preservación bajen al nivel uno. Está bien, tres, no más de eso.
—Gracias, estuvo rico —digo girando mi rostro hacia ella.
—De nada —me responde juntando rápidamente sus labios con los míos.
Otra punzada más me recorre, pero esta es agradable, de siente ligera, acogedora y dulce.
—Vainilla y fresas.
—¿Quieres? Es el postre. Helado con fresas frescas cortadas.
Asiento y me doy cuenta de que estoy sonriendo. Tengo el presentimiento de que la amargura de antes va a venir corriendo a bajármela con un pensamiento estúpido, pero no lo hace. La observo retirar los platos y salir con una mirada coqueta del cuarto.
Digamos que ya voy en un nivel siete. Falta poco para el cinco, luego al tres.
****************************
La cama de Lena es cómoda, lo se de las varias veces que he dormido aquí. Sin embargo, ahora se ve y se siente diferente. Una luz tenue cubre la habitación con un velo de nostalgia, es casi como estar bajo la luz de las velas, aunque no vibra en las paredes con la llama como lo haría si estuviera una candela prendida. Analizo su procedencia y veo a la luz de la lámpara de su lado, encendida al mínimo. Todo es tan tímido y reservado que no puedo distinguir más que sombras, lo cual es agradable. Lena es una bonita sombra acurrucada en una bola justo a mi lado.
Doy vuelta sobre mi costado sano para mirarla mejor. Ella permanece quieta, tranquila, hermosa.
Unos minutos más de observarla y creo que mis ojos pesados terminan por despertarla. Extiende sus piernas y sus brazos, y no puedo evitar pensar en que se parece a un gato peludo y suave, como los de esos videos insoportables de internet. Pero es linda como ellos.
—Buenas noches —susurra todavía despertando. Una vez desperezada y alerta se mantiene en silencio, guarda la calma, parpadeando, indistintamente de las veces que escanea mi rostro. Parece leer exactamente cuáles eran mis dudas de hace unas horas.
—Hablaste con Nastya —No pregunta, es una afirmación.
—Sí, en la mañana de ayer —le confirmo. Sé a lo que se refiere.
—Creo que estaba esperando a no tenerme en frente para decirme con tranquilidad lo que piensa al respecto de esto. Me llamó hace rato.
—Es anti conflicto, ya la conoces.
—Bueno, tampoco hizo un muy buen trabajo. Lanzó una bomba y se despidió. Dejándome hecha nudos.
—¿Qué te dijo? —le pregunto, esperando que nuestra amiga haya mantenido la discreción y no le haya contado sobre mis sentimientos.
—Entre otras cosas que estamos cometiendo un error.
Nastya no se quedó tranquila con la afirmación que le hice ayer, claro que yo tampoco.
—Tal vez coincido con ella.
"¡Nooo, ¿qué hace esta estúpida?!"
"¡No lo sé, patéala en la costilla!"
Es un alivio que sea yo la que tiene control de mi cuerpo, o estaría dando vueltas del dolor por estas dos que se han adueñado del podio últimamente.
—¿Crees que… deberíamos cortar?
—Cortar es para las parejas, Lena. Nosotras no somos una —contesto siendo demasiado franca. Era necesario.
—De acuerdo, sí, tienes razón. —Instintivamente retrocede unos centímetros. Mi primer instinto es acercarme, no sé de donde sale hasta que escucho a ciertas personitas insistir, pero me abstengo.
—¿Qué hacemos entonces? Todavía puedo ir a dormir en lo de Katya.
No descarto la posibilidad, aunque admito que esta atmósfera me agrada. Este momento es íntimo, personal. Me siento más tranquila que antes y eso es bueno. Sacar mis dudas al frente tal vez no sea una mala idea.
"¡No lo hagas!"
—Mi intención no es romper el trato al que llegamos.
"¡Nooooo!"
—Me gustas y, esto, es algo que quiero.
Lena deja ver su satisfacción demasiado pronto.
—No me mal entiendas, no por eso quiero… lo que está pasando.
Le toma nada adaptar el rostro a un signo de interrogación. Se siente mal y me doy cuenta de que está considerando qué preguntas hacer. Se lo hago más fácil.
—Me dijiste que parte de lo que disfrutas de Leo es sentirte amada, querida, protegida y estás en tu derecho. Pero no es algo que yo necesito.
No entiende. No habla, ni pregunta, solo no entiende.
—No digo que lo único que quiero estos días es besarnos y tocarnos y… Lo que quiero decir es que no necesito la actuación. No la necesito, es más, me parece que cuando deba irme va a hacernos más daño.
—Crees que estoy actuando contigo.
—Eres amable de naturaleza, así que no en su totalidad, pero…
—¿Qué es lo que tú quieres?
Buena pregunta. Esta conversación tenía un punto importante y ya no sé cual es. Me hace sentir estúpida por mencionarlo.
—Porque si es eso nada más puedo desnudarme ahora mismo, tenemos sexo y listo, para qué hablarlo siquiera. ¿Quieres ponerle un horario? ¿Qué tal las seis de la mañana?, ya sabes, el rapidito mañanero, esencial antes de la escuela; y el de las tres de la tarde, apenas llegue, para aliviar el estrés; y obvio, varias veces en la noche, antes de dormir, en la madrugada… Como quieras tú.
Su tono de voz es completamente racional, como si hablaba en serio, pero a juzgar por el contenido de sus palabras, está más que molesta. Se sienta cruzándose de piernas sobre el colchón, enfrente mío.
—Me mal interpretaste.
—No lo creo —ratifica—. Pensé que estábamos en la misma página, pero al parecer me equivoqué abismalmente.
—¿Y qué página es esa?
—Si no lo sabes, estamos en diferentes.
—Has sido abundantemente clara sobre lo que sacas de este tipo de juegos…
—¿Juegos?
—Sí, del coqueteo, de nada de compromisos, yo hago lo que quiero, con quién quiero y dónde quiero. Así que, ¿cómo voy a saberlo?
—Lo que yo quiera y haga con otra gente no te incumbe…
—¡Bien, perfecto, nos estamos entendiendo ahora…!
—¡Cállate, Yulia! ¡Estoy hablando, quizá por última vez sobre este tema!
Lo hago porque quiero… escuchar que tiene que decir. Por nada más.
—¡Mi relación con Leo no es la misma que tengo con Marina y ninguna de las dos es la que quiero contigo!
Me muero por hacerle caer en cuenta que acaba de mencionar la palabra «relación», pero si lo hago me tira de la cama con todo y colchón, después de convertirse en la mujer Hulk y ponerse verde como árbol de navidad… o vómito radioactivo.
—¡No voy a hablar de los detalles de mis parejas contigo, como no hablo con ellos de ti…!
"Auch, eso es poner en su lugar a la tercera".
"Sí, ¿qué eres Yulia, el plato de postre o el bajativo?"
—Por último, te dije claramente que no quiero una relación. Te lo dejo más transparente todavía… —Está tan enojada que no quiero ni respirar para no hacer algún ruido que la interrumpa—. ¡No tengo interés alguno en que estos días se terminen y salir llorando del aeropuerto cuando te vayas a Moscú!
Ahora si siento la bofetada directo en la boca. Me deja sin habla.
"A todas…"
"Eso quiere decir que te quiere de verdad, ¿no?"
No lo sé… creo, pero no lo sé.
—¡Tú…! —Comienza y se detiene, se arrepiente—. ¿Para qué?
—¿Qué ibas a decir?
—No tiene sentido, solo dime qué quieres a ver si me conviene y lo arreglamos así, porque así funciona en tu mundo —reniega—. Vamos, ¿qué demonios quieres de esto?
—Que te calmes y lo hablamos bien.
Se ríe explotando con sarcasmo. Es una actitud que en mi vida he visto de ella.
—Sexo, check. ¿Qué más aparte de lo evidente? ¿Te gustan los orales?
—Lena, basta.
—Bien, orales. Me imagino que te cae gordo que nos saludemos de a beso o cosas así, entonces ¿qué tal si dejamos todo eso a un lado? Será exclusivo para cuando llegue la hora del sexo.
—Lena… ya, te pasas.
—Hmmm, no encuentro razón para abrazarnos después. Así que nada de dormirnos inmediatamente. Bueno, yo creo que mejor me voy a donde Katya apenas grite mi: Oh, oh oh, ohhh.
Esa declaración no venía como broma, pero me obliga a reírme. Me va a matar, pero es que: ¿Oh, oh oh, ohhh? ¡Vamos, ni en los pornos!
—¡No es gracioso!
—Sí que lo es.
—¡No lo es! —Vuelve a protestar, está realmente enojada—. ¡Aj, eres insoportable, ¿ves? ¿Por qué me imaginaba que la pasaría bien contigo y que podría averiguar por qué me haces…?!
Mis risas terminan disminuyendo de velocidad cuando vuelve a interrumpirse.
—¿Cuándo te hago qué…, sentirte bien?
Lanza un bufido como toro, casi puedo ver la indignación salir por su nariz como en las caricaturas. Termina cruzándose de brazos y viendo a un lado en lugar de a mí.
—Te seré sincera porque creo que arruiné las cosas hace un momento —digo, su pose se mantiene con el ceño fruncido y sus labios presionados—. Siento cosas por ti. Lo habrás inferido de tu conversación con Nastya —le confieso—. No solo me gustas, siento cosas, cosas lindas, cosas insoportables, pero cosas que me gustan.
Aún no regresa a verme, mas su rostro se va relajando.
—Me preguntas: ¿qué quiero de esto? Pues… quiero saber si lo que siento es real. Quiero seguir sintiendo esas cosas y no quiero tener miedo, y justo ahora, no, todo el día y ayer, me ha invadido el miedo a ser tu juego.
Esto último le molesta, de vuelta aparta aún más su mirada.
—No digo que lo estés haciendo. ¡Dios, ni siquiera sé lo que sientes! Solo sé que no quiero eso. No quiero una caricia porque me ves súper atractiva y sexy, quieres conmigo y dármela es tu mejor intento de enamorarme—bromeo, lo toma bien—. Quiero la caricia si sientes dármela… «a mí». No porque esté aquí y tú quieras sentirte querida. Pero porque quieres hacerme sentir lo que tú estás sintiendo… «por mí» —puntualizo las referencias a mi persona, quiero que entienda mi punto.
Toma un tiempo, pero me mira de nuevo. Está dispuesta a contestar lo que acabo de decir. Yo espero.
—Tú… me haces sentir cosas también. Y no eres un juego —me confirma, yo asiento—. Pensé que estaba implícito.
—Okey.
—¿Que hacemos entonces? —me pregunta con la inseguridad grabada en cada palabra.
"Esto va a doler".
Sí, va a doler mucho, así que vamos, uno, dos… Me sostengo con mi mano sobre el colchón y me enderezo lentamente, pero no me detengo hasta llegar a unos centímetros de distancia.
—Lena, creo que… es tu turno de cerrar la distancia… antes de que la costilla me perfore el pulmón —digo y hasta esa corta frase parece matarme. Necesito mis analgésicos o una pistola para dispararme y terminar con la tortura.
—Exagerada.
Cuando cierro los ojos del dolor, encuentro su mano en mi espalda y me ayuda a reposarme nuevamente sobre el colchón.
—Alguien no escuchó al doctor cuando dijo: «No hacer esfuerzos innecesarios».
—Este era muy necesario. Urgía… Auch.
—Traeré las pastillas.
El colchón rebota con su ausencia.
—¿Y mi beso?
—Pastillas, luego ponerse pijama, lavarse los dientes y tal vez, quizá, seguramente… tu beso.
—¡Gracias mamá, pero se me fueron las ganas! —le grito sin percatarme de la hora. Ella ya debe estar en las escaleras y su familia en el quinto sueño—. Lo siento —susurro a mis adentros.
—¡Ya veremos si después de que me veas en pijama no te regresan!
Sus padres todavía deben estar en su cita, ya que me grita la respuesta.
Interesante. Ahora que ya se aclararon nuestras motivaciones, las cosas cambian. Las dos estamos en el mismo plano, lo cual es reconfortante. Nastya puede tener razón y su advertencia ser lo más inteligente que podríamos hacer; dejar el juego y seguir de amigas. Pero el que no se mojó los pies, nunca aprendió a nadar, y yo quiero nadar largo, en la piscina olímpica… con Lena.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
que buen capitulo
para Lena no es un juego Yulia
se ira ella a Moscu o se quedara por Lena
tendran mas dudas
me alegro que hallas vuelto a subir capitulo
espero la sigas pronto
Animo
que buen capitulo
para Lena no es un juego Yulia
se ira ella a Moscu o se quedara por Lena
tendran mas dudas
me alegro que hallas vuelto a subir capitulo
espero la sigas pronto
Animo
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola chicas, espero disfruten este nuevo capítulo...
Capítulo 37: Girls Like Girls
Una vez fui a una casa embrujada. Era niña todavía, inocente e impresionable. El dueño era mi vecino —un hombre que yo consideraba en ese entonces de mediana edad, en realidad tenía veintisiete años—, creador de efectos especiales y ganador de varios premios locales y con mucha razón. Era el lugar más mágico del mundo. Las paredes estaban llenas de cráneos y huesos, de velas de grasa que goteaban, de muebles viejos. Todos los espejos estaban cubiertos con manteles blancos y telarañas colgaban del techo. Ataúdes abiertos madera vieja yacían por todo el salón y, dentro de uno de ellos, aquello que causó mi adicción a ese tipo de placeres, un cadáver.
No era real, pero lucía tan increíblemente auténtico. Su frialdad, su rigidez y su color, apenas drenado de su piel; sus ojos se cristalizados de color verde mezclados con una especie de blanco amarillento.
La miré fijamente durante un largo rato, no podía desprender mi atención. Era tan macabro, tan terrorífico que tuve pesadillas con él durante días. Sentía que me estaba persiguiendo en mis sueños, escondido debajo de mi cama, mirándome desde las sombras. Adoro los cadáveres, las leyendas y mitos urbanos, los amo. Estar asustada es una de esas cosas puedo disfrutar desde el primer minuto.
La gente tiene razón cuando piensan en mí como un alma oscura. Realmente me veo como aquella que encuentra consuelo en lo lúgubre, en las fuerzas místicas y los enigmas, en la tragedia y el terror.
Ella es exactamente eso y todo lo contrario.
Ella es lúcida, mágica, es hermosa, colorida e, incluso cuando está rodeada de oscuridad, es la luz. Eso es lo que la hace mística, lo que le da ese enigma que me llena de terror.
Mis manos tiemblan con anticipación. Mi respiración es agitada como si hubiese corrido una larga distancia y así mismo se siente mi corazón, está a diez mil por hora.
Recorro la longitud de su cuello descubriéndola con mis dedos, su camiseta floja de pijama baja hasta sus hombros desnudos y su pecho está ahí, me muero por tocarlo y me acelero lo suficiente tratando de alcanzarlo como para provocarme dolor, uno muy intenso.
—Perdón, perdón, perdón —se disculpa—, fui yo, me apoyé en tu cuerpo, perdón.
No es nada que no pase en unos segundos.
—Tranquila —le digo capturando nuevamente sus labios. Mi condición me mantiene prácticamente inmóvil, debe ya sentirse incómoda sobre mí, sentada a horcajadas inclinada a mi cuerpo.
Intento girarnos para quedar ambas sobre el colchón, pero esta vez el daño me lo hago yo misma y mucho más fuerte que el anterior.
—Creo que estamos excediéndonos. No hay apuro —me dice levantando mi camiseta de pijama hasta el borde de mi herida, moretón para ser más precisos, un gran y azul moretón que cubre gran parte de mi costado izquierdo.
—Sí, descansemos un poco.
Lena se ofrece a ir por una compresa fría que alivie un poco el dolor y eso me da tiempo de recuperar mi respiración.
Me estoy familiarizando con su techo. Es de los que tienen cientos o miles de pupos como adorno. No me gustan, me imagino que el polvo se atasca con mucha facilidad en sus altibajos, pero me entretienen. Podría perderme horas buscando historias y figuras en su textura. Debe ser lo que Lena hace cuando está aburrida o no puede dormir.
Y hablando del rey de roma, ahí regresa con la bolsa de gel helada y se sienta a mi lado con sus piernas largas, níveas y desnudas…
—Las tuyas son más lindas —me dice. Un color rojo se apresura a cubrir sus mejillas.
—Estás demente. Las mías parecen las piernas de un topo.
Sonríe un poco, pero nada más lo mínimo, está concentrada en no exponerme demasiado al levantar otra vez mi camiseta para colocarme la compresa.
Deja ver su nerviosismo mientras aplica presión en el área y mira hacia otro lado. ¿Acaso tiene miedo de una cosita como yo?
Acerco mi mano sana hasta la suya sobre esa congelada bolsa y la jalo con prudencia. Puedo sentir algo de resistencia, me mira y yo a ella. Ahora vuelve su atención a nuestras manos. Están cerca. Ella traga en seco y exhala con impaciencia. Voy muy lento vagando sobre mi cuerpo, la distancia es mínima, lo que intensifica aún más la acción. Soy vanidosa y lo disfruto con una sonrisa que llena mis labios. Lena está a la espera de que nuestras manos aterricen sobre mi seno, casi puedo verla salivar. A dos centímetros de distancia, regresa sus ojos de nuevo a los míos y… niega con gracia al notar mi burla por la cara que tenía. Se aleja por completo, tomando su mano con ella al levantarse, dejándome con ese mismo deseo que vi en sus ojos. Yo también esperaba su toque.
Escucho risas venir de la planta baja. Sus padres han regresado de su cita. Ya era hora, son las tres de la mañana.
—Lena, ¿están despiertas? —pregunta Inessa subiendo hasta su habitación, llega hasta el marco de la puerta y nos saluda—. ¿Cómo te sientes?—dice, dirigiéndose a mí, apuntando directo a la bolsa sobre mis costillas.
—Di un mal giro y me hice daño pero ya me siento mejor.
—Bueno, si necesitan algo avísenme. Les cerraré la puerta para que estén más cómodas. —Nos deja a solas diciendo adiós. Lena y yo nos quedamos mudas analizando la situación.
—¿Película con el volumen alto? —me pregunta.
—Que sea una de terror donde hayan muchos gritos o de por sí una porno —le sugiero. Ambas sabemos por qué estamos a solas—. No quiero llevarme el trauma de escuchar a tus padres teniendo sexo.
—Hecho —responde disponiéndose a buscar una en su colección, pero antes regresa a mí y junta nuestros labios de la forma más tierna y rápida.
Me fascina el terror, me gusta que el miedo me corra por las venas, solo que esta vez es un tipo de temor que no entiendo, que no disfruto. He estado enamorada antes, al menos eso creo, y esto que tenemos con ella no se siente así.
Prefiero los monstruos, los fantasmas, atormentarme con pesadillas, quedarme atrapada de ellas, porque sé que despertaré eventualmente.
—¿Lista? —me pregunta.
No, creo que no para esto.
—Sí, ven. Veamos la bendita película.
********************
La imposibilidad de ponerme en pie y caminar es un verdadero crimen. Estoy realmente harta de seguir en la cama, no soy una aficionada de dormir demasiado. Para mí las vacaciones son para hacer cosas, ir a museos, tiendas de supervivencia zombie, ir a rebuscar álbumes nuevos, cosas así. Esta quietud aburre a cualquiera.
Pasé el día viendo películas de la colección de Lena, nada muy bueno, tampoco excesivamente malo. Me puse un rato a escribir y luego a leer cosas en mi teléfono que por suerte tiene mis libros pendientes. Aunque nada de eso curaba la monotonía que sentía.
Lena llegó de la escuela a eso de las tres de la tarde, almorzamos juntas en su habitación —lugar que estoy comenzando a odiar—, bajó a terminar la tarea lo más rápido que pudo, lejos de mí para no distraerse —lo tomé como un halago— y subió unas horas después a proponerme cosas estúpidas que podíamos hacer juntas.
Su concentración es adorable y tiene un pulso impecable. Podría dedicarse a la pintura en miniatura o, en el peor de los casos, ponerse una trabajar en una peluquería. Aunque, entre cantar y pintar uñas, la prefiero cantando en grandes estadios para miles de personas, con un estatus alto y una buena paga, y que haga esto solamente conmigo.
Su trazo es delicado, acaricia sutilmente mis dedos con el cepillo del esmalte; arriba y abajo, soplando ligeramente sobre ellos cada tres pasadas. Me da cosquillas, pero es agradable, algo así como íntimo; cosas que las parejas hacen, no los amantes.
Extrañamente todo lo que hemos hecho los últimos días me gusta más de lo que pensé posible. No es exactamente lo que esperaba cuando acordamos darle una oportunidad a lo que sea que sentimos la una por la otra y no quiero que termine, no quiero intercambiarlo por sexo a pesar de que me muero por tenerlo —ella se me antoja—, pero esto es mucho mejor.
El sábado en la madrugada, regresó con mis pastillas, sus padres nos dejaron a la merced de una comedia romántica graciosa. Fue divertida, aunque yo detesto las comedias, se me hace imposible encontrarle la gracia a ese humor ligero. Los tres chiflados por ejemplo, clara falta de sarcasmo en sus bromas. Es el tipo de producto vacío que no soporto del medio, ni siquiera quiero hablar de series de comedia, es peor aún y daría ejemplos, pero Lena ama la idea de seis amigos viviendo su adultez en Nueva York.
Daban las cinco de la mañana cuando apagamos el televisor. Sinceramente pensé que ambas queríamos dormir, pero al parecer Lena tenía algo atorado en la cabeza con respecto a nuestra discusión de hace un par de horas. Yo me recosté sin pensarlo demasiado y cerré mis ojos, pero escuchar la frustración en su suspiro me obligó a abrirlos de nuevo.
—¿Querías hablar o…? —le pregunté al verla con algo de preocupación. Algo quedó pendiente, sin duda.
—No. Estás exhausta, todo bien.
—Si es algo que quieres aclarar… podemos hablar.
—Mejor no ahora. Descansa. —Giró sobre su lado dándome la espalda. Con sus manos acomodó su cabello girándolo en un tipo de cola de caballo que colocó sobre su cabeza y quise insistir en que si necesitaba charlar podíamos hacerlo, no iba a morir por diez minutos de conversación, pero pronto la sentí acercarse con su cuerpo hasta juntarlo con el mío, dejando su cuello descubierto al contacto de mis labios, caí en cuenta entonces de que no había resentimiento. Ya hablaríamos en otro momento.
Me he acurrucado antes con mi ex, muchas veces. Por lo general, después del sexo, porque eso es lo que él pensaba que me gustaba y porque a una chica normal le encantarían esos momentos. Era más permisiva entonces, tenía quince o dieciséis años y creía que era justo darle la tranquilidad de saber que su novia era una de esas chicas, pero recuerdo que no me gustaba en lo absoluto. El calor de su cuerpo era extremadamente molesto después de unos minutos y me llenaba de ansiedad. Era como luchar contra mí misma para no moverme, para no empujarlo lejos. Después de un rato, un par de horas a lo mucho, él cambiaba su posición y la guerra con la gente exasperada en mi cabeza terminaba. Finalmente podía dormir o largarme de su casa para ir a descansar a la mía.
Volviendo a esa noche de sábado, nuestra primera juntas, le sonreí con mis labios pegados a su piel. Todo con ella es tan distinto. Su calor es agradable, su entrega se siente tan auténtica y no que la de Alyosha no haya sido genuina, pero tal vez yo no estaba dispuesta a recibir.
Con Lena fui la cuchara grande, la que la abraza por su cintura y la apega más, la que acaricia con cariño su brazo y entrelaza sus dedos, la que le dice entre susurros que es hermosa después de darle cortos besos a su cuello y hombro, la que juega con su nariz haciéndole cosquillas y que vuelve a sonreír al escuchar sus risas. Fui la que la encierra en sus brazos y se queda dormida con el placer de su respiración.
Para mi sorpresa despertamos en esa misma posición el domingo. Ella seguía dormida cuando yo desperté. No tenía ansiedad o calor, no tenía necesidad de moverme y no quería despertarla. Lo más importante de todo, es que no estaban esas voces que me preguntan constantemente ¿qué diablos estoy haciendo?, o me recuerdan que mis sentimientos traspasaron hace rato esa barrera del deseo y el gusto por su físico. Nunca falta que lleguen a querer cagarme con interrogantes y demandas, pero todo estaba tranquilo, todo, absolutamente todo.
A medio día sacó una parrilla hasta la terraza de afuera de su ventana, yo llegué allí con algo de dificultad, pero me encontré con la sorpresa de que había preparado una silla para tomar el sol con unos almohadones para que esté cómoda.
—El menú del día son hamburguesas —me dijo con un entusiasmo digno de una orgullosa chef. Colocó las carnes y luego cortó el pan y lo puso a un lado para que se mantuviera caliente—. A qué termino te gusta la carne.
—No me gusta la carne —le mentí. Las hamburguesas son pasables, las disfruto, solo quería molestarla, ver qué cara ponía al arruinar su plan para el almuerzo.
—Mejor para mí, hamburguesa doble. Tú te puedes comer el pan con los vegetales.
—Me comeré tu carne, Katina. Se ve muy bien —le respondí usando maliciosamente mi doble sentido. Ella fingió demencia y siguió con lo suyo.
Estuvo rico, Lena sabe cocinar. Entre bocados hablamos sobre el futuro. Piensa mudarse a vivir sola cuando se gradúe. Sus papás le prometieron apoyarla con sus estudios y parece que la idea de ser autosuficiente la emociona. Yo por mi lado le confesé que no tengo idea de lo que me ampara el dichoso futuro. Papá me dijo que me apoyaría en Moscú con mis estudios si decidía irme, pero se refería a la escuela y me gustaría pensar que será lo mismo en la universidad, sin embargo, justificar un gasto tan grande a una esposa que ya lo obligó a negarme una vez, le será difícil. Mamá tiene deudas y grandes, ponerse en pie le costará más de unos meses y quién sabe si pueda pagar algo de lo que cuesta estudiar en este país. Lo más probable es que espere un año hasta poder inscribirme en la universidad y mientras tanto trabaje de mesera en algún restaurante, porque quién diablos contrata a un graduado de escuela en un trabajo más acorde a lo que quiero hacer de mi vida, nadie.
En la tarde, cuando entramos nuevamente a su cuarto, nos acostamos para ponernos al día con sus series favoritas, Greys's Anatomy y Agents of S.H.I.E.L.D. Encendió su computador y lo posó sobre una mesa pequeña a un lado de la cama, buscó la página de las series y le dio reproducir.
Tres capítulos seguidos de una de ellas y dos de la otra. Básicamente entrábamos a las cinco horas en maratón de cosas que en mi vida había visto. Puedo decir que ambas tramas son interesantes y las series simples, se entiende la historia a los pocos minutos, hasta me quedé con ganas de ver cómo siguen, pero eso no era lo importante.
El primer capítulo lo vimos sentadas con un recipiente de helado en las manos, chocolate y jaspeado de mora. Nuestras piernas permanecieron completamente estiradas, nuestras espaldas apoyadas al respaldar de la cama. Para el segundo nos deshicimos de los platos y nos recostamos sobre las almohadas, conservando la misma posición, yo me crucé de piernas con mis manos entrelazadas sobre mi abdomen, Lena giró de lado y subió las rodillas un poco sus manos pasaron por debajo de su cabeza. Durante la tercera hora, su distancia conmigo se había reducido tanto que su rostro estaba pegado a mi brazo y sus piernas tocaban las mías. Regresé a verla y me di cuenta de que por la altura de mis pechos se le dificultaba ver la pantalla, me pareció gracioso en exceso, o es que no le importaba mucho ver las series o disfrutaba demasiado de tener mis lolas tan cerca. Le pedí que se acomodara mejor, alzando mi brazo enyesado para rodearla por la espalda y que ella pudiera reposar su cabeza sobre mi tan deseable pecho. En medio del cuarto capítulo la sentí dormir.
Tranquila, su respiración constante y pesada, su pierna derecha yacía sobre las mías que ya no estaban cruzadas y mi mano izquierda la acariciaba en la rodilla. Su mano derecha posada sobre mi abdomen, sujetada de la tela de mi camiseta.
Es eso. La intimidad.
En cuestión de unas horas encontró cabida en mi cuerpo silenciosamente mientras descansaba, soñando, compartiendo el aire de una manera agradable. Yo me quedé mirando la serie, sonriéndome a mí misma de tanto en tanto por lo bien que se sentía tenerla allí y acariciar su piel, oler los rastros dulces en su cabello.
La cortina se movía con la brisa que se colaba por la ventana, la luz que entraba se tornada de color naranja, la escena se pintaba de romance y ¿desde cuándo eso me gusta? Yo no soy esta mujer que disfruta tanto de la nada, porque ver series es divertido cuando estás solo, pero si estás con alguien haz algo. Dios, ni siquiera cuando estoy sola puedo ver tanta televisión junta. Pero todo era tan íntimo y profundo, tan efímero, porque esto se acaba en unos días, y lo admito, me gusta hacer cosas estúpidas e inútiles con ella.
Lo que hemos venido haciendo es más que una necesidad física de pertenecer, de no sentirnos solas. He leído su diario, la he visto de cerca, hemos hablado y, lo que hacemos, no es lo mismo que hace con ellos, me refiero a sus otros dos amantes. Esto se siente mejor que cualquier cantidad de sexo que podríamos tener si estuviese sana. Lena no se comporta de esta manera para llenar el vacío de su presencia durante los días que me prometió a solas. No, somos nosotras, juntas. Es ella, únicamente ella.
En el capítulo final, uno de los personajes, que presuntamente gustaba de su compañera de laboratorio, la besa en un intento de salvar lo poco que tenían antes de que ella se perdiera en un mundo extraño durante meses. Jemma le corresponde y, de inmediato, el peso muerto a mi lado, habló:
—¡Nooo, maldita sea, Fitz!
—Pensé que dormías.
—No, escuchaba y abría el ojo de vez en cuando —me confesó—. Es rico estar así contigo.
Lo sabía, lo fue y lo sigue siendo. Cada vez que dormimos y yo la abrazo como esa noche o cuando ella lo hace y se pega a mí, es más que rico.
No me reconozco y creo que eso a mis voces les agrada porque no se han dignado en aparecer. Lo que es un alivio.
—Listo, terminé — dice, girando la tapa en el frasco de esmalte de uñas hasta cerrarlo—. Tendrás que esperar a que se seque para verlas.
—Si se te ocurrió pintar un arcoiris en mis dedos…
—Deja de quejarte, ¿quieres? Los ves en dos minutos.
—¿Y cómo planeas detenerme hasta mientras? Puedo bajar la mirada y…
—Y nada —me interrumpe sentándose sobre mis muslos, bloqueando mi campo de visión.
—Tramposa.
Se alza de hombros con ese particular gesto de sus labios y se inclina, acercándose a los míos. Solo los junta, como mínimo atrapa un poco de uno de ellos y no más. No me invade con su lengua, no juega a probarme —ya lo ha hecho—, no trata de hacerme consciente de su pasión por mí. Es el simple acto de sentir mi tibieza, mi respiración, mi sonrisa mezclada con la suya. Es íntimo y es perfecto así.
*********
—Sí, mamaaá, estoy bien.
Me ha llamado todos los días desde que salí del hospital. Está nerviosa por mi decisión y, no seamos tan apáticas, también afligida, soy su hija después de todo. Todavía no le dije que voy a viajar con ella, sé que no es lo más conveniente tenerla tan tensa, tampoco estoy tratando de castigarla; supongo que es mi propia resistencia de pensar en lo que significa mudarme de un estado a otro, cruzando el país — más aun ahora con lo que me pasa con Lena—, pero lo haré. Me mudaré a Moscú.
Me repite por enésima vez que papá ha estado preguntando por mí. Él también quiere una respuesta, hacer los arreglos para mis estudios o cosas por el estilo. Yo, para ser honesta, no quiero ser la que rompa el corazón. Tal vez él no le importe mucho, pero algo me dice que sí, que mi partida le dolerá.
Doy una vuelta lenta por la habitación de Lena, entreteniéndome paso a paso con sus cosas. Tiene un mueble de repisas con sus libros, adornos, marcos de foto. Ella y Katya, ella y… ¿Iván? Debe ser él, son casi clones. Lena sería muy apuesto en versión hombre.
¿Por qué no había visto esto antes? Ha pasado aquí todo el tiempo, en mis ojos.
Ah sí, he pasado cuatro días confinada a la cama por recomendación del doctor. Apenas desde hoy tenía permiso de dar una pequeña caminata en las mañanas y otra en las tardes como parte de mi terapia, y desde la cama no podía explorar.
—Hablé con la mamá de tu amiga. —Mamá vuelve al maldito tema que parece no entrarle en la cabeza, «Lena es una chica»—. Me da la impresión de que apoya la idea de… ustedes dos juntas.
—Mamá, basta, ¿sí? Han sido muy amables conmigo en esta casa y deberías estar agradecida.
—De que mi hija está viviendo en un ambiente que desapruebo.
—No empecemos con tu paranoia —le contesto en un intento de que este tema se termine. ¿Qué le importa el ambiente en el que yo quiera vivir? Me tuvo viviendo en un maldito hueco por más de dos meses.
—Yulia, no te quiero en esas cosas, ¿entendido?
—¿En qué cosas mamá? —Seamos lo más tajantes posible—. ¿Que comparta su cama todas las noches o que literalmente me meta en sus pantalones?
—¡Yulia Volkova!
—¡Nada ha pasado entre Lena y yo! Y si lo hiciera no es tu problema.
—Eres mi hija, es mi problema.
—Ajá, ya veo, cuando te conviene.
—Deja tu prepotencia una vez en la vida, ¿quieres? Me preocupo por ti.
—Preocúpate de tu vida amorosa y déjame a mí con la mía.
—Eso hago, por eso viajaremos a Moscú.
—¿Estás tan segura de que voy a ir contigo? —Sonrío para mis adentros, este pensamiento la perturba. A ver si así me deja en paz—. Papá mirará hacia otro lado con tal de que me quede. Si quieres que me mude será mejor que te acostumbres a que, la que decide con quién salgo, soy yo.
—Yo no estaría tan segura de eso si fuera tú. Es más, llamaré a tu papá de inmediato para que regreses conmigo y dejes esas perversiones. Hoy mismo comprará tu pasaje de avión.
—Mamá…
—¿Querías jugar rudo, Yulia? —pregunta, finalmente sacándome las garras—. ¡Yo soy tu mamá! Empieza a empacar, pasaré en la tarde por ti.
—No, mamá… ¿mamá? ¡Mamá!
Mierda, me colgó. ¿Y ahora qué?
Llamaré a papá.
Regreso con dificultad al velador. Mi apuro me causa dolor y me da falta de aire. Con lo bien que amanecí y ahora el sobre esfuerzo. Gracias mamá, tu preocupación por mi salud es inigualable.
Busco su número en mi lista de contactos y le marco.
—Yulia, ¿estás bien, hija? —Papá tardó un timbrazo para contestarme. Mamá fue rápida hablando o quizá no por su tono calmado de voz.
—¿Tienes un momento?
—Claro, espérame un minuto —me dice y baja el auricular pidiéndole a las personas con las que estaba que se retiren, continuarán la reunión después de almuerzo—. Dime, suenas algo indispuesta.
—Mamá… iba a llamarte para hablarte de algo y… —se me dificulta expresarme por el esfuerzo que hice de llegar hasta la cama.
—Me llamó, no le contesté. Estaba en una reunión de lobby.
—Si estás ocupado… esto puede esperar.
—No te preocupes, ya es medio día de todas formas. ¿Prefieres que vaya a visitarte?
Buena pregunta. Lo quiero frente a mí cuando me desherede —como si tuviera herencia—, o mejor a la distancia, así me cierra la llamada como ella y me da tiempo de huir.
—¿Puedes? Te paso la dirección de los Katin.
—Hija, ¿crees que no sé donde te has quedado por cinco días, desde que saliste del hospital? Estaré ahí en diez minutos.
Colgamos. Mi caminata se ve forzada a extenderse a las escaleras y bajar un piso, debo abrirle a papá cuando llegue. La familia entera sale durante el día. Según Lena, su mamá rara vez va a la hora del almuerzo. Ninguno de estos días lo ha hecho, y ella está en la escuela, es miércoles, no llegará hasta pasadas las tres de la tarde, hora en la que almorzamos juntas.
Bajo, escalón por escalón, tan lento que más de los diez minutos pasan en esa única tarea. Maldito Román, maldito el día en que mamá lo dejó entrar en nuestras vidas.
Dos gradas más y llego al sillón rojo, por suerte tiene una división en medio y no tengo que rodearlo para sentarme. Inhalo intentando calmar mi respiración, eso es quizá lo que más duele.
Perfecto, todo listo. Estoy casi en paños menores, un short corto de jean que le robé a Lena y una de sus camisetas viejas, rasgadas y re-usadas que se convertirán en pijama. Estoy descalza y medianamente peinada, nada presentable para papá. Pero deberá entender, ¿no? No es como si hubiese planeado la ceremonia de salir de mi closet imaginario —en el cual ni sabía que estaba hasta hace muy poco—, con mi padre, abogado, conservador y curuchupa. Esto es un desastre. Él mismo subirá a recoger mis cosas y me encerrará en el estúpido sucucho donde vivo.
Esto fue una pésima idea. ¿Qué hice? Es una mala idea. Mejor le digo que lo extrañaba y ya, listo. Me olvido de esto…
"Y te va a creer si hace años que te viene y te va verlo".
Eso no es así.
"Mamá se lo contará de todas formas, no podemos no mencionarlo".
Es verdad. ¡Demonios!
El timbre suena, aunque en esta casa la puerta siempre está abierta, me levanto, no vamos a darle una excusa más para que me saque de aquí.
—Papá, espérame, ya llego.
Abro la puerta y lo encuentro, con sus manos unidas por delante, el terno impecable, sin corbata —lo que me extraña— y una sonrisa al verme. No ha hablado con mamá.
—Pasa a mi no hogar.
—Tu hogar temporal diría yo —menciona, esperándome para que me apoye en él y así ayudarme a caminar de regreso al sofá, lo aprecio—. Es un lindo lugar, se siente la calidez.
—Muy tu estilo, sin duda.
No creo que papá guste de la decoración o la elección de muebles y arte de los Katin.
—Es mejor que un apartamento pequeño —bromea conmigo.
Me ayuda a sentarme y se acomoda a un lado con su cuerpo girado hacia mí.
—Tu mamá me ha llamado constantemente —me informa—, más de diez veces desde que salí de la oficina.
Su insistencia significa que no está tan segura de que papá se alíe con ella. No me tranquilizo, yo tampoco sé lo que dirá.
—Preferí apagar el teléfono antes de tocar para que no nos interrumpa. ¿Qué pasó?
Pasa que terminé con mi novio y encontré un diario. Empecé a leerlo y a enamorarme de su autora, a la cual ahora abrazo todas las noches para dormir, porque vive en esta casa, y hay un pequeño detalle más, nos besamos frecuentemente en la boca. Listo, simple. ¿Quién no entiende eso?
¡Viva el arcoiris, la libertad sexual, los derechos civiles y la revolución!… Bueno, no.
—Sea lo que sea, puedes hablar conmigo.
—¿Seguro?
Asiente, yo exhalo pesado y entrecortado. ¿A que no estoy nerviosa? Bien, hagámoslo.
¿Pero cómo? No me he explicado esto ni a mi misma.
Limpio mi garganta mientras busco las palabras adecuadas. No las tengo.
—¿Es respecto a tu viaje?
Maldición, no, no es eso. Pero también tendré que decirle que me voy. ¿Por qué diablos me voy, después de lo de mamá? Podría quedarme.
"Eso no importa ahora, de todas formas tienes que contarle lo de Lena".
—No es el viaje.
—¿Tiene que ver con tu ruptura con tu novio?
Frunzo el ceño por lo que me dice. ¿Qué tiene que ver Aleksey con todo esto?
—Tu mamá me ha mencionado varias veces que estás confundida desde que terminaron.
Genial. Mamá, pavimentando el camino por el que pasará arrollándome, desde tiempos inmemorables.
—Él no… esto no tiene nada que ver con él.
—¿Es por Lena?
Mi cuerpo se endereza involuntariamente como un reflejo de mi sorpresa por lo que acabo de escuchar. ¿Qué demonios le dijo? Esto no me está gustando. Fue una pésima idea.
—Tu mamá la mencionó también —me confiesa, ¿pero qué?—. Hablé con tu medio hermano sobre ella.
Perfección total. Mátenme.
"Mátate tú, yo quiero oír a papá"
—Me dijo que ella y Leo no son novios…
—Te lo dije.
—Sí, también me dijo que es una chica muy… fluida. En lo personal a mi me agrada mucho.
—Hmm… —No se qué más decir.
Me siento idiota. Papá sabe qué pasa, en parte por mamá, en parte por mi hermano, en parte por lo poco que estoy hablando y mis muecas.
—Te contaré algo —me dice y reposa su cabeza sobre su mano que está apoyada al respaldar del sillón. Su informalidad me sigue extrañando—. Tu hermana mayor Varvara, tuvo una novia hace unos años. Yo las encontré besándose en la puerta de la casa una noche. No reaccioné de la mejor manera. En aquel entonces, y casi toda mi vida, he estado… digamos que en el otro lado de la valla.
En escala del 1 al 10, siendo el 10 mi bienvenida al gay parade, ¿voy en un 3?
—Grité como desquiciado, les prohibí que se vean, traté de hacerla «entrar en razón» —puntualiza—, hasta que un día explotó. Me llamó hipócrita, me dijo que yo proclamo mi amor por ellos, siempre y cuando hagan lo que yo digo y se comporten como yo quiero, pero no los veo por lo que son, que si decía que los amaba, no debía importarme el cómo.
Imagino a esta chica gritando como yo lo haría con mamá, con el mismo genio y ademanes.
—Le dije, de muy mala manera, que eso importaba, que si el asesinato los hacía felices, tampoco estaría contento.
—Eso fue bajo —opino.
—Lo sé. Me ha hablado muy poco desde entonces. Finge que todo está bien, a pesar de que esto, para mí, ya fue historia.
La escala sube a un 6 sólido.
—La observé con Caitlin durante más de dos años y no he visto una sonrisa más grande o una sinceridad más clara de ella en toda su vida. —Pausa con algo de pena en su voz—. Pero Varvara, tu media hermana me odia.
—No te odia, está dolida.
No sé por qué hablo en nombre de mi hermana. Ni siquiera la conozco.
—Quizás, pero no cometeré el mismo error contigo. Ahora, ¿es sobre Lena?
Se lo confirmo con un gesto y él sonríe con cariño.
—Tu mamá debe estar como loca.
—Algo. Quiere pasar por mi esta tarde y llevarme a casa, lejos del pecado y la perdición.
—Ya veo. —Ríe—. Suena como yo hace años. —Se acerca a mi y con tino de no moverme demasiado me da un beso en la frente. Aprovecha que no voy a empujarlo, me dolería—. Me encargaré. Te quedarás aquí hasta que tengas que viajar. Ya lo había hablado con Sergey.
—Asumes que me iré con ella.
—Sé que lo harás. Fue muy inocente de mi parte creer que sería de otra forma. Tu mamá, así de testaruda e intolerante en ciertas cosas, sigue siendo tu mamá y con peleas o no, la seguirías hasta el Polo Sur si te lo pidiera.
Puede ser.
—Yulia, una cosa más. Si mamá se pone intensa con respecto a tu sexualidad y necesitas independizarte en Moscú, la propuesta que te hice para que te emancipes, sigue en pie.
—¿No me dirás que vuelva si eso pasa?
—Si quieres. Pero vi el brochure de la escuela a la que vas. Es buena, imagino que te gustaría graduarte en ella y ¿tal vez aplicar para la Universidad Estatal?
—No sé si vaya a la universidad, no creo que mamá pueda costearla.
—Yo lo haré. Es el… trato que hicimos.
—Pensaba que era hasta mis dieciocho.
—Hasta terminar tus estudios de tercer nivel… Hasta que lo necesites —se corrige—, ya no hay más trato, soy tu papá, estoy aquí, siempre.
Es tierno pensar en él como un pilar al que puedo arrimarme, que me apoya en esto que ni yo sé qué es. Tal vez a la que se le rompa el corazón de dejarlo, sea a mí.
Capítulo 37: Girls Like Girls
Una vez fui a una casa embrujada. Era niña todavía, inocente e impresionable. El dueño era mi vecino —un hombre que yo consideraba en ese entonces de mediana edad, en realidad tenía veintisiete años—, creador de efectos especiales y ganador de varios premios locales y con mucha razón. Era el lugar más mágico del mundo. Las paredes estaban llenas de cráneos y huesos, de velas de grasa que goteaban, de muebles viejos. Todos los espejos estaban cubiertos con manteles blancos y telarañas colgaban del techo. Ataúdes abiertos madera vieja yacían por todo el salón y, dentro de uno de ellos, aquello que causó mi adicción a ese tipo de placeres, un cadáver.
No era real, pero lucía tan increíblemente auténtico. Su frialdad, su rigidez y su color, apenas drenado de su piel; sus ojos se cristalizados de color verde mezclados con una especie de blanco amarillento.
La miré fijamente durante un largo rato, no podía desprender mi atención. Era tan macabro, tan terrorífico que tuve pesadillas con él durante días. Sentía que me estaba persiguiendo en mis sueños, escondido debajo de mi cama, mirándome desde las sombras. Adoro los cadáveres, las leyendas y mitos urbanos, los amo. Estar asustada es una de esas cosas puedo disfrutar desde el primer minuto.
La gente tiene razón cuando piensan en mí como un alma oscura. Realmente me veo como aquella que encuentra consuelo en lo lúgubre, en las fuerzas místicas y los enigmas, en la tragedia y el terror.
Ella es exactamente eso y todo lo contrario.
Ella es lúcida, mágica, es hermosa, colorida e, incluso cuando está rodeada de oscuridad, es la luz. Eso es lo que la hace mística, lo que le da ese enigma que me llena de terror.
Mis manos tiemblan con anticipación. Mi respiración es agitada como si hubiese corrido una larga distancia y así mismo se siente mi corazón, está a diez mil por hora.
Recorro la longitud de su cuello descubriéndola con mis dedos, su camiseta floja de pijama baja hasta sus hombros desnudos y su pecho está ahí, me muero por tocarlo y me acelero lo suficiente tratando de alcanzarlo como para provocarme dolor, uno muy intenso.
—Perdón, perdón, perdón —se disculpa—, fui yo, me apoyé en tu cuerpo, perdón.
No es nada que no pase en unos segundos.
—Tranquila —le digo capturando nuevamente sus labios. Mi condición me mantiene prácticamente inmóvil, debe ya sentirse incómoda sobre mí, sentada a horcajadas inclinada a mi cuerpo.
Intento girarnos para quedar ambas sobre el colchón, pero esta vez el daño me lo hago yo misma y mucho más fuerte que el anterior.
—Creo que estamos excediéndonos. No hay apuro —me dice levantando mi camiseta de pijama hasta el borde de mi herida, moretón para ser más precisos, un gran y azul moretón que cubre gran parte de mi costado izquierdo.
—Sí, descansemos un poco.
Lena se ofrece a ir por una compresa fría que alivie un poco el dolor y eso me da tiempo de recuperar mi respiración.
Me estoy familiarizando con su techo. Es de los que tienen cientos o miles de pupos como adorno. No me gustan, me imagino que el polvo se atasca con mucha facilidad en sus altibajos, pero me entretienen. Podría perderme horas buscando historias y figuras en su textura. Debe ser lo que Lena hace cuando está aburrida o no puede dormir.
Y hablando del rey de roma, ahí regresa con la bolsa de gel helada y se sienta a mi lado con sus piernas largas, níveas y desnudas…
—Las tuyas son más lindas —me dice. Un color rojo se apresura a cubrir sus mejillas.
—Estás demente. Las mías parecen las piernas de un topo.
Sonríe un poco, pero nada más lo mínimo, está concentrada en no exponerme demasiado al levantar otra vez mi camiseta para colocarme la compresa.
Deja ver su nerviosismo mientras aplica presión en el área y mira hacia otro lado. ¿Acaso tiene miedo de una cosita como yo?
Acerco mi mano sana hasta la suya sobre esa congelada bolsa y la jalo con prudencia. Puedo sentir algo de resistencia, me mira y yo a ella. Ahora vuelve su atención a nuestras manos. Están cerca. Ella traga en seco y exhala con impaciencia. Voy muy lento vagando sobre mi cuerpo, la distancia es mínima, lo que intensifica aún más la acción. Soy vanidosa y lo disfruto con una sonrisa que llena mis labios. Lena está a la espera de que nuestras manos aterricen sobre mi seno, casi puedo verla salivar. A dos centímetros de distancia, regresa sus ojos de nuevo a los míos y… niega con gracia al notar mi burla por la cara que tenía. Se aleja por completo, tomando su mano con ella al levantarse, dejándome con ese mismo deseo que vi en sus ojos. Yo también esperaba su toque.
Escucho risas venir de la planta baja. Sus padres han regresado de su cita. Ya era hora, son las tres de la mañana.
—Lena, ¿están despiertas? —pregunta Inessa subiendo hasta su habitación, llega hasta el marco de la puerta y nos saluda—. ¿Cómo te sientes?—dice, dirigiéndose a mí, apuntando directo a la bolsa sobre mis costillas.
—Di un mal giro y me hice daño pero ya me siento mejor.
—Bueno, si necesitan algo avísenme. Les cerraré la puerta para que estén más cómodas. —Nos deja a solas diciendo adiós. Lena y yo nos quedamos mudas analizando la situación.
—¿Película con el volumen alto? —me pregunta.
—Que sea una de terror donde hayan muchos gritos o de por sí una porno —le sugiero. Ambas sabemos por qué estamos a solas—. No quiero llevarme el trauma de escuchar a tus padres teniendo sexo.
—Hecho —responde disponiéndose a buscar una en su colección, pero antes regresa a mí y junta nuestros labios de la forma más tierna y rápida.
Me fascina el terror, me gusta que el miedo me corra por las venas, solo que esta vez es un tipo de temor que no entiendo, que no disfruto. He estado enamorada antes, al menos eso creo, y esto que tenemos con ella no se siente así.
Prefiero los monstruos, los fantasmas, atormentarme con pesadillas, quedarme atrapada de ellas, porque sé que despertaré eventualmente.
—¿Lista? —me pregunta.
No, creo que no para esto.
—Sí, ven. Veamos la bendita película.
********************
La imposibilidad de ponerme en pie y caminar es un verdadero crimen. Estoy realmente harta de seguir en la cama, no soy una aficionada de dormir demasiado. Para mí las vacaciones son para hacer cosas, ir a museos, tiendas de supervivencia zombie, ir a rebuscar álbumes nuevos, cosas así. Esta quietud aburre a cualquiera.
Pasé el día viendo películas de la colección de Lena, nada muy bueno, tampoco excesivamente malo. Me puse un rato a escribir y luego a leer cosas en mi teléfono que por suerte tiene mis libros pendientes. Aunque nada de eso curaba la monotonía que sentía.
Lena llegó de la escuela a eso de las tres de la tarde, almorzamos juntas en su habitación —lugar que estoy comenzando a odiar—, bajó a terminar la tarea lo más rápido que pudo, lejos de mí para no distraerse —lo tomé como un halago— y subió unas horas después a proponerme cosas estúpidas que podíamos hacer juntas.
Su concentración es adorable y tiene un pulso impecable. Podría dedicarse a la pintura en miniatura o, en el peor de los casos, ponerse una trabajar en una peluquería. Aunque, entre cantar y pintar uñas, la prefiero cantando en grandes estadios para miles de personas, con un estatus alto y una buena paga, y que haga esto solamente conmigo.
Su trazo es delicado, acaricia sutilmente mis dedos con el cepillo del esmalte; arriba y abajo, soplando ligeramente sobre ellos cada tres pasadas. Me da cosquillas, pero es agradable, algo así como íntimo; cosas que las parejas hacen, no los amantes.
Extrañamente todo lo que hemos hecho los últimos días me gusta más de lo que pensé posible. No es exactamente lo que esperaba cuando acordamos darle una oportunidad a lo que sea que sentimos la una por la otra y no quiero que termine, no quiero intercambiarlo por sexo a pesar de que me muero por tenerlo —ella se me antoja—, pero esto es mucho mejor.
El sábado en la madrugada, regresó con mis pastillas, sus padres nos dejaron a la merced de una comedia romántica graciosa. Fue divertida, aunque yo detesto las comedias, se me hace imposible encontrarle la gracia a ese humor ligero. Los tres chiflados por ejemplo, clara falta de sarcasmo en sus bromas. Es el tipo de producto vacío que no soporto del medio, ni siquiera quiero hablar de series de comedia, es peor aún y daría ejemplos, pero Lena ama la idea de seis amigos viviendo su adultez en Nueva York.
Daban las cinco de la mañana cuando apagamos el televisor. Sinceramente pensé que ambas queríamos dormir, pero al parecer Lena tenía algo atorado en la cabeza con respecto a nuestra discusión de hace un par de horas. Yo me recosté sin pensarlo demasiado y cerré mis ojos, pero escuchar la frustración en su suspiro me obligó a abrirlos de nuevo.
—¿Querías hablar o…? —le pregunté al verla con algo de preocupación. Algo quedó pendiente, sin duda.
—No. Estás exhausta, todo bien.
—Si es algo que quieres aclarar… podemos hablar.
—Mejor no ahora. Descansa. —Giró sobre su lado dándome la espalda. Con sus manos acomodó su cabello girándolo en un tipo de cola de caballo que colocó sobre su cabeza y quise insistir en que si necesitaba charlar podíamos hacerlo, no iba a morir por diez minutos de conversación, pero pronto la sentí acercarse con su cuerpo hasta juntarlo con el mío, dejando su cuello descubierto al contacto de mis labios, caí en cuenta entonces de que no había resentimiento. Ya hablaríamos en otro momento.
Me he acurrucado antes con mi ex, muchas veces. Por lo general, después del sexo, porque eso es lo que él pensaba que me gustaba y porque a una chica normal le encantarían esos momentos. Era más permisiva entonces, tenía quince o dieciséis años y creía que era justo darle la tranquilidad de saber que su novia era una de esas chicas, pero recuerdo que no me gustaba en lo absoluto. El calor de su cuerpo era extremadamente molesto después de unos minutos y me llenaba de ansiedad. Era como luchar contra mí misma para no moverme, para no empujarlo lejos. Después de un rato, un par de horas a lo mucho, él cambiaba su posición y la guerra con la gente exasperada en mi cabeza terminaba. Finalmente podía dormir o largarme de su casa para ir a descansar a la mía.
Volviendo a esa noche de sábado, nuestra primera juntas, le sonreí con mis labios pegados a su piel. Todo con ella es tan distinto. Su calor es agradable, su entrega se siente tan auténtica y no que la de Alyosha no haya sido genuina, pero tal vez yo no estaba dispuesta a recibir.
Con Lena fui la cuchara grande, la que la abraza por su cintura y la apega más, la que acaricia con cariño su brazo y entrelaza sus dedos, la que le dice entre susurros que es hermosa después de darle cortos besos a su cuello y hombro, la que juega con su nariz haciéndole cosquillas y que vuelve a sonreír al escuchar sus risas. Fui la que la encierra en sus brazos y se queda dormida con el placer de su respiración.
Para mi sorpresa despertamos en esa misma posición el domingo. Ella seguía dormida cuando yo desperté. No tenía ansiedad o calor, no tenía necesidad de moverme y no quería despertarla. Lo más importante de todo, es que no estaban esas voces que me preguntan constantemente ¿qué diablos estoy haciendo?, o me recuerdan que mis sentimientos traspasaron hace rato esa barrera del deseo y el gusto por su físico. Nunca falta que lleguen a querer cagarme con interrogantes y demandas, pero todo estaba tranquilo, todo, absolutamente todo.
A medio día sacó una parrilla hasta la terraza de afuera de su ventana, yo llegué allí con algo de dificultad, pero me encontré con la sorpresa de que había preparado una silla para tomar el sol con unos almohadones para que esté cómoda.
—El menú del día son hamburguesas —me dijo con un entusiasmo digno de una orgullosa chef. Colocó las carnes y luego cortó el pan y lo puso a un lado para que se mantuviera caliente—. A qué termino te gusta la carne.
—No me gusta la carne —le mentí. Las hamburguesas son pasables, las disfruto, solo quería molestarla, ver qué cara ponía al arruinar su plan para el almuerzo.
—Mejor para mí, hamburguesa doble. Tú te puedes comer el pan con los vegetales.
—Me comeré tu carne, Katina. Se ve muy bien —le respondí usando maliciosamente mi doble sentido. Ella fingió demencia y siguió con lo suyo.
Estuvo rico, Lena sabe cocinar. Entre bocados hablamos sobre el futuro. Piensa mudarse a vivir sola cuando se gradúe. Sus papás le prometieron apoyarla con sus estudios y parece que la idea de ser autosuficiente la emociona. Yo por mi lado le confesé que no tengo idea de lo que me ampara el dichoso futuro. Papá me dijo que me apoyaría en Moscú con mis estudios si decidía irme, pero se refería a la escuela y me gustaría pensar que será lo mismo en la universidad, sin embargo, justificar un gasto tan grande a una esposa que ya lo obligó a negarme una vez, le será difícil. Mamá tiene deudas y grandes, ponerse en pie le costará más de unos meses y quién sabe si pueda pagar algo de lo que cuesta estudiar en este país. Lo más probable es que espere un año hasta poder inscribirme en la universidad y mientras tanto trabaje de mesera en algún restaurante, porque quién diablos contrata a un graduado de escuela en un trabajo más acorde a lo que quiero hacer de mi vida, nadie.
En la tarde, cuando entramos nuevamente a su cuarto, nos acostamos para ponernos al día con sus series favoritas, Greys's Anatomy y Agents of S.H.I.E.L.D. Encendió su computador y lo posó sobre una mesa pequeña a un lado de la cama, buscó la página de las series y le dio reproducir.
Tres capítulos seguidos de una de ellas y dos de la otra. Básicamente entrábamos a las cinco horas en maratón de cosas que en mi vida había visto. Puedo decir que ambas tramas son interesantes y las series simples, se entiende la historia a los pocos minutos, hasta me quedé con ganas de ver cómo siguen, pero eso no era lo importante.
El primer capítulo lo vimos sentadas con un recipiente de helado en las manos, chocolate y jaspeado de mora. Nuestras piernas permanecieron completamente estiradas, nuestras espaldas apoyadas al respaldar de la cama. Para el segundo nos deshicimos de los platos y nos recostamos sobre las almohadas, conservando la misma posición, yo me crucé de piernas con mis manos entrelazadas sobre mi abdomen, Lena giró de lado y subió las rodillas un poco sus manos pasaron por debajo de su cabeza. Durante la tercera hora, su distancia conmigo se había reducido tanto que su rostro estaba pegado a mi brazo y sus piernas tocaban las mías. Regresé a verla y me di cuenta de que por la altura de mis pechos se le dificultaba ver la pantalla, me pareció gracioso en exceso, o es que no le importaba mucho ver las series o disfrutaba demasiado de tener mis lolas tan cerca. Le pedí que se acomodara mejor, alzando mi brazo enyesado para rodearla por la espalda y que ella pudiera reposar su cabeza sobre mi tan deseable pecho. En medio del cuarto capítulo la sentí dormir.
Tranquila, su respiración constante y pesada, su pierna derecha yacía sobre las mías que ya no estaban cruzadas y mi mano izquierda la acariciaba en la rodilla. Su mano derecha posada sobre mi abdomen, sujetada de la tela de mi camiseta.
Es eso. La intimidad.
En cuestión de unas horas encontró cabida en mi cuerpo silenciosamente mientras descansaba, soñando, compartiendo el aire de una manera agradable. Yo me quedé mirando la serie, sonriéndome a mí misma de tanto en tanto por lo bien que se sentía tenerla allí y acariciar su piel, oler los rastros dulces en su cabello.
La cortina se movía con la brisa que se colaba por la ventana, la luz que entraba se tornada de color naranja, la escena se pintaba de romance y ¿desde cuándo eso me gusta? Yo no soy esta mujer que disfruta tanto de la nada, porque ver series es divertido cuando estás solo, pero si estás con alguien haz algo. Dios, ni siquiera cuando estoy sola puedo ver tanta televisión junta. Pero todo era tan íntimo y profundo, tan efímero, porque esto se acaba en unos días, y lo admito, me gusta hacer cosas estúpidas e inútiles con ella.
Lo que hemos venido haciendo es más que una necesidad física de pertenecer, de no sentirnos solas. He leído su diario, la he visto de cerca, hemos hablado y, lo que hacemos, no es lo mismo que hace con ellos, me refiero a sus otros dos amantes. Esto se siente mejor que cualquier cantidad de sexo que podríamos tener si estuviese sana. Lena no se comporta de esta manera para llenar el vacío de su presencia durante los días que me prometió a solas. No, somos nosotras, juntas. Es ella, únicamente ella.
En el capítulo final, uno de los personajes, que presuntamente gustaba de su compañera de laboratorio, la besa en un intento de salvar lo poco que tenían antes de que ella se perdiera en un mundo extraño durante meses. Jemma le corresponde y, de inmediato, el peso muerto a mi lado, habló:
—¡Nooo, maldita sea, Fitz!
—Pensé que dormías.
—No, escuchaba y abría el ojo de vez en cuando —me confesó—. Es rico estar así contigo.
Lo sabía, lo fue y lo sigue siendo. Cada vez que dormimos y yo la abrazo como esa noche o cuando ella lo hace y se pega a mí, es más que rico.
No me reconozco y creo que eso a mis voces les agrada porque no se han dignado en aparecer. Lo que es un alivio.
—Listo, terminé — dice, girando la tapa en el frasco de esmalte de uñas hasta cerrarlo—. Tendrás que esperar a que se seque para verlas.
—Si se te ocurrió pintar un arcoiris en mis dedos…
—Deja de quejarte, ¿quieres? Los ves en dos minutos.
—¿Y cómo planeas detenerme hasta mientras? Puedo bajar la mirada y…
—Y nada —me interrumpe sentándose sobre mis muslos, bloqueando mi campo de visión.
—Tramposa.
Se alza de hombros con ese particular gesto de sus labios y se inclina, acercándose a los míos. Solo los junta, como mínimo atrapa un poco de uno de ellos y no más. No me invade con su lengua, no juega a probarme —ya lo ha hecho—, no trata de hacerme consciente de su pasión por mí. Es el simple acto de sentir mi tibieza, mi respiración, mi sonrisa mezclada con la suya. Es íntimo y es perfecto así.
*********
—Sí, mamaaá, estoy bien.
Me ha llamado todos los días desde que salí del hospital. Está nerviosa por mi decisión y, no seamos tan apáticas, también afligida, soy su hija después de todo. Todavía no le dije que voy a viajar con ella, sé que no es lo más conveniente tenerla tan tensa, tampoco estoy tratando de castigarla; supongo que es mi propia resistencia de pensar en lo que significa mudarme de un estado a otro, cruzando el país — más aun ahora con lo que me pasa con Lena—, pero lo haré. Me mudaré a Moscú.
Me repite por enésima vez que papá ha estado preguntando por mí. Él también quiere una respuesta, hacer los arreglos para mis estudios o cosas por el estilo. Yo, para ser honesta, no quiero ser la que rompa el corazón. Tal vez él no le importe mucho, pero algo me dice que sí, que mi partida le dolerá.
Doy una vuelta lenta por la habitación de Lena, entreteniéndome paso a paso con sus cosas. Tiene un mueble de repisas con sus libros, adornos, marcos de foto. Ella y Katya, ella y… ¿Iván? Debe ser él, son casi clones. Lena sería muy apuesto en versión hombre.
¿Por qué no había visto esto antes? Ha pasado aquí todo el tiempo, en mis ojos.
Ah sí, he pasado cuatro días confinada a la cama por recomendación del doctor. Apenas desde hoy tenía permiso de dar una pequeña caminata en las mañanas y otra en las tardes como parte de mi terapia, y desde la cama no podía explorar.
—Hablé con la mamá de tu amiga. —Mamá vuelve al maldito tema que parece no entrarle en la cabeza, «Lena es una chica»—. Me da la impresión de que apoya la idea de… ustedes dos juntas.
—Mamá, basta, ¿sí? Han sido muy amables conmigo en esta casa y deberías estar agradecida.
—De que mi hija está viviendo en un ambiente que desapruebo.
—No empecemos con tu paranoia —le contesto en un intento de que este tema se termine. ¿Qué le importa el ambiente en el que yo quiera vivir? Me tuvo viviendo en un maldito hueco por más de dos meses.
—Yulia, no te quiero en esas cosas, ¿entendido?
—¿En qué cosas mamá? —Seamos lo más tajantes posible—. ¿Que comparta su cama todas las noches o que literalmente me meta en sus pantalones?
—¡Yulia Volkova!
—¡Nada ha pasado entre Lena y yo! Y si lo hiciera no es tu problema.
—Eres mi hija, es mi problema.
—Ajá, ya veo, cuando te conviene.
—Deja tu prepotencia una vez en la vida, ¿quieres? Me preocupo por ti.
—Preocúpate de tu vida amorosa y déjame a mí con la mía.
—Eso hago, por eso viajaremos a Moscú.
—¿Estás tan segura de que voy a ir contigo? —Sonrío para mis adentros, este pensamiento la perturba. A ver si así me deja en paz—. Papá mirará hacia otro lado con tal de que me quede. Si quieres que me mude será mejor que te acostumbres a que, la que decide con quién salgo, soy yo.
—Yo no estaría tan segura de eso si fuera tú. Es más, llamaré a tu papá de inmediato para que regreses conmigo y dejes esas perversiones. Hoy mismo comprará tu pasaje de avión.
—Mamá…
—¿Querías jugar rudo, Yulia? —pregunta, finalmente sacándome las garras—. ¡Yo soy tu mamá! Empieza a empacar, pasaré en la tarde por ti.
—No, mamá… ¿mamá? ¡Mamá!
Mierda, me colgó. ¿Y ahora qué?
Llamaré a papá.
Regreso con dificultad al velador. Mi apuro me causa dolor y me da falta de aire. Con lo bien que amanecí y ahora el sobre esfuerzo. Gracias mamá, tu preocupación por mi salud es inigualable.
Busco su número en mi lista de contactos y le marco.
—Yulia, ¿estás bien, hija? —Papá tardó un timbrazo para contestarme. Mamá fue rápida hablando o quizá no por su tono calmado de voz.
—¿Tienes un momento?
—Claro, espérame un minuto —me dice y baja el auricular pidiéndole a las personas con las que estaba que se retiren, continuarán la reunión después de almuerzo—. Dime, suenas algo indispuesta.
—Mamá… iba a llamarte para hablarte de algo y… —se me dificulta expresarme por el esfuerzo que hice de llegar hasta la cama.
—Me llamó, no le contesté. Estaba en una reunión de lobby.
—Si estás ocupado… esto puede esperar.
—No te preocupes, ya es medio día de todas formas. ¿Prefieres que vaya a visitarte?
Buena pregunta. Lo quiero frente a mí cuando me desherede —como si tuviera herencia—, o mejor a la distancia, así me cierra la llamada como ella y me da tiempo de huir.
—¿Puedes? Te paso la dirección de los Katin.
—Hija, ¿crees que no sé donde te has quedado por cinco días, desde que saliste del hospital? Estaré ahí en diez minutos.
Colgamos. Mi caminata se ve forzada a extenderse a las escaleras y bajar un piso, debo abrirle a papá cuando llegue. La familia entera sale durante el día. Según Lena, su mamá rara vez va a la hora del almuerzo. Ninguno de estos días lo ha hecho, y ella está en la escuela, es miércoles, no llegará hasta pasadas las tres de la tarde, hora en la que almorzamos juntas.
Bajo, escalón por escalón, tan lento que más de los diez minutos pasan en esa única tarea. Maldito Román, maldito el día en que mamá lo dejó entrar en nuestras vidas.
Dos gradas más y llego al sillón rojo, por suerte tiene una división en medio y no tengo que rodearlo para sentarme. Inhalo intentando calmar mi respiración, eso es quizá lo que más duele.
Perfecto, todo listo. Estoy casi en paños menores, un short corto de jean que le robé a Lena y una de sus camisetas viejas, rasgadas y re-usadas que se convertirán en pijama. Estoy descalza y medianamente peinada, nada presentable para papá. Pero deberá entender, ¿no? No es como si hubiese planeado la ceremonia de salir de mi closet imaginario —en el cual ni sabía que estaba hasta hace muy poco—, con mi padre, abogado, conservador y curuchupa. Esto es un desastre. Él mismo subirá a recoger mis cosas y me encerrará en el estúpido sucucho donde vivo.
Esto fue una pésima idea. ¿Qué hice? Es una mala idea. Mejor le digo que lo extrañaba y ya, listo. Me olvido de esto…
"Y te va a creer si hace años que te viene y te va verlo".
Eso no es así.
"Mamá se lo contará de todas formas, no podemos no mencionarlo".
Es verdad. ¡Demonios!
El timbre suena, aunque en esta casa la puerta siempre está abierta, me levanto, no vamos a darle una excusa más para que me saque de aquí.
—Papá, espérame, ya llego.
Abro la puerta y lo encuentro, con sus manos unidas por delante, el terno impecable, sin corbata —lo que me extraña— y una sonrisa al verme. No ha hablado con mamá.
—Pasa a mi no hogar.
—Tu hogar temporal diría yo —menciona, esperándome para que me apoye en él y así ayudarme a caminar de regreso al sofá, lo aprecio—. Es un lindo lugar, se siente la calidez.
—Muy tu estilo, sin duda.
No creo que papá guste de la decoración o la elección de muebles y arte de los Katin.
—Es mejor que un apartamento pequeño —bromea conmigo.
Me ayuda a sentarme y se acomoda a un lado con su cuerpo girado hacia mí.
—Tu mamá me ha llamado constantemente —me informa—, más de diez veces desde que salí de la oficina.
Su insistencia significa que no está tan segura de que papá se alíe con ella. No me tranquilizo, yo tampoco sé lo que dirá.
—Preferí apagar el teléfono antes de tocar para que no nos interrumpa. ¿Qué pasó?
Pasa que terminé con mi novio y encontré un diario. Empecé a leerlo y a enamorarme de su autora, a la cual ahora abrazo todas las noches para dormir, porque vive en esta casa, y hay un pequeño detalle más, nos besamos frecuentemente en la boca. Listo, simple. ¿Quién no entiende eso?
¡Viva el arcoiris, la libertad sexual, los derechos civiles y la revolución!… Bueno, no.
—Sea lo que sea, puedes hablar conmigo.
—¿Seguro?
Asiente, yo exhalo pesado y entrecortado. ¿A que no estoy nerviosa? Bien, hagámoslo.
¿Pero cómo? No me he explicado esto ni a mi misma.
Limpio mi garganta mientras busco las palabras adecuadas. No las tengo.
—¿Es respecto a tu viaje?
Maldición, no, no es eso. Pero también tendré que decirle que me voy. ¿Por qué diablos me voy, después de lo de mamá? Podría quedarme.
"Eso no importa ahora, de todas formas tienes que contarle lo de Lena".
—No es el viaje.
—¿Tiene que ver con tu ruptura con tu novio?
Frunzo el ceño por lo que me dice. ¿Qué tiene que ver Aleksey con todo esto?
—Tu mamá me ha mencionado varias veces que estás confundida desde que terminaron.
Genial. Mamá, pavimentando el camino por el que pasará arrollándome, desde tiempos inmemorables.
—Él no… esto no tiene nada que ver con él.
—¿Es por Lena?
Mi cuerpo se endereza involuntariamente como un reflejo de mi sorpresa por lo que acabo de escuchar. ¿Qué demonios le dijo? Esto no me está gustando. Fue una pésima idea.
—Tu mamá la mencionó también —me confiesa, ¿pero qué?—. Hablé con tu medio hermano sobre ella.
Perfección total. Mátenme.
"Mátate tú, yo quiero oír a papá"
—Me dijo que ella y Leo no son novios…
—Te lo dije.
—Sí, también me dijo que es una chica muy… fluida. En lo personal a mi me agrada mucho.
—Hmm… —No se qué más decir.
Me siento idiota. Papá sabe qué pasa, en parte por mamá, en parte por mi hermano, en parte por lo poco que estoy hablando y mis muecas.
—Te contaré algo —me dice y reposa su cabeza sobre su mano que está apoyada al respaldar del sillón. Su informalidad me sigue extrañando—. Tu hermana mayor Varvara, tuvo una novia hace unos años. Yo las encontré besándose en la puerta de la casa una noche. No reaccioné de la mejor manera. En aquel entonces, y casi toda mi vida, he estado… digamos que en el otro lado de la valla.
En escala del 1 al 10, siendo el 10 mi bienvenida al gay parade, ¿voy en un 3?
—Grité como desquiciado, les prohibí que se vean, traté de hacerla «entrar en razón» —puntualiza—, hasta que un día explotó. Me llamó hipócrita, me dijo que yo proclamo mi amor por ellos, siempre y cuando hagan lo que yo digo y se comporten como yo quiero, pero no los veo por lo que son, que si decía que los amaba, no debía importarme el cómo.
Imagino a esta chica gritando como yo lo haría con mamá, con el mismo genio y ademanes.
—Le dije, de muy mala manera, que eso importaba, que si el asesinato los hacía felices, tampoco estaría contento.
—Eso fue bajo —opino.
—Lo sé. Me ha hablado muy poco desde entonces. Finge que todo está bien, a pesar de que esto, para mí, ya fue historia.
La escala sube a un 6 sólido.
—La observé con Caitlin durante más de dos años y no he visto una sonrisa más grande o una sinceridad más clara de ella en toda su vida. —Pausa con algo de pena en su voz—. Pero Varvara, tu media hermana me odia.
—No te odia, está dolida.
No sé por qué hablo en nombre de mi hermana. Ni siquiera la conozco.
—Quizás, pero no cometeré el mismo error contigo. Ahora, ¿es sobre Lena?
Se lo confirmo con un gesto y él sonríe con cariño.
—Tu mamá debe estar como loca.
—Algo. Quiere pasar por mi esta tarde y llevarme a casa, lejos del pecado y la perdición.
—Ya veo. —Ríe—. Suena como yo hace años. —Se acerca a mi y con tino de no moverme demasiado me da un beso en la frente. Aprovecha que no voy a empujarlo, me dolería—. Me encargaré. Te quedarás aquí hasta que tengas que viajar. Ya lo había hablado con Sergey.
—Asumes que me iré con ella.
—Sé que lo harás. Fue muy inocente de mi parte creer que sería de otra forma. Tu mamá, así de testaruda e intolerante en ciertas cosas, sigue siendo tu mamá y con peleas o no, la seguirías hasta el Polo Sur si te lo pidiera.
Puede ser.
—Yulia, una cosa más. Si mamá se pone intensa con respecto a tu sexualidad y necesitas independizarte en Moscú, la propuesta que te hice para que te emancipes, sigue en pie.
—¿No me dirás que vuelva si eso pasa?
—Si quieres. Pero vi el brochure de la escuela a la que vas. Es buena, imagino que te gustaría graduarte en ella y ¿tal vez aplicar para la Universidad Estatal?
—No sé si vaya a la universidad, no creo que mamá pueda costearla.
—Yo lo haré. Es el… trato que hicimos.
—Pensaba que era hasta mis dieciocho.
—Hasta terminar tus estudios de tercer nivel… Hasta que lo necesites —se corrige—, ya no hay más trato, soy tu papá, estoy aquí, siempre.
Es tierno pensar en él como un pilar al que puedo arrimarme, que me apoya en esto que ni yo sé qué es. Tal vez a la que se le rompa el corazón de dejarlo, sea a mí.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
que buen capitulo
estuvo muy emotivo
espero la sigas pronto
que buen capitulo
estuvo muy emotivo
espero la sigas pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Es corto, lo sé.
Solo disfrútenlo, porque es lo que ha salido, eh!!
Capítulo 38: Invasión
Mi culpa llega en forma de café, un detalle que sé que le gustará. Si algo sé hacer —mejor que el extraordinario chef brasileño—, es una buena y fuerte taza de café.
—Aquí tienes.
Se la paso a Lena, quién aceptó que, por una vez esta semana, sea yo quién le preparara algo. Mi culpa es evidente, ¿cómo es que no se da cuenta de que algo está mal?
Hoy en la mañana salió a la escuela, temprano, como siempre. Es un asco que no pueda faltar los días que estoy aquí, pero ella se quedará aquí, en la ciudad, necesita cumplir con la asistencia y las tareas, yo no. En fin. Estaba aburrida, más de lo usual. Esta semana, en total, he leído tres libros medianos, he completado mi investigación sobre las carreras que ofrece la Universidad —como sugirió papá—, he escrito un par de cuentos cortos —no más de tres mil palabras cada uno—, e intenté jugar ese estúpido PlayStation de Lena hasta hartarme de morir cada cinco segundos; ya no sabía qué hacer.
Me acordé de la foto que vi de ella y su hermano Iván ayer y se me ocurrió que debe haber un álbum de fotos escondido en algún lugar de esta casa. Mi problema era que el esfuerzo de bajar escalones para hablar con papá, me provocó demasiado dolor y todavía estaba resistente a volverlo a intentar. No bajaría al despacho de Sergey a rebuscar o a la sala, pero había una habitación a la que sí podía entrar en la planta alta, el cuarto de Katia.
Encontré cosas interesantes, como el libro de: «Cómo actuar en una obra dramática, para dummies», dos cajas desplegables llenas de maquillaje, un afiche de Jared Leto de tamaño gigante y una colección de revistas Hola!. En una de las repisas de su clóset, dentro de una caja de zapatos, hallé más fotos familiares. Ahora puedo ponerle cara a la abuela Katina. Es una señora bastante presentable, delgada y elegante, cosa que no se me pasó por la cabeza. Yo me imaginaba una vieja llena de canas, gorda y con verrugas viviendo en una casa de campo, casi una cabaña, qué se yo, mi imaginación sobre Korsakovo no es la más correcta.
La casa de sus abuelos es grande, blanca, con el techo negro, de tres pisos. Tienen un jardín muy extenso y verde, una pileta de piedra en el camino de la entrada y el portón alto de rejas, casi como si se tratara de una mansión, lo que quiere decir que los Katin están forrados en dinero. Eso explica la necesidad de conservar las apariencias, muchas veces a costo de la felicidad de los miembros de la familia.
Dejé las fotos y seguí al otro lado del armario. Nada interesante. Estaba llena de su colección de zapatos. Se me hizo sumamente absurda, ¿qué puedes hacer con treinta pares de ellos? Yo tengo, a lo máximo cinco, y uso dos con frecuencia. ¿Para qué más? Su ropa era más que normal. Camisetas con diseños, decenas de pantalones cortos, la ropa interior más aburrida del mundo. Hasta Lena tiene piezas de lencería sexy negra. Katia, puras de algodón con encajes de florecitas. Su tienda favorita para comprar las bombachas debe ser la sección de niños del supermercado y la talla XXXL.
Sin nada más que ver, volví a la cama de Lena, me senté y miré por todos lados. Faltaban cuatro largas horas hasta que llegara de la escuela. Era la eternidad completa.
—El café está delicioso, Yulia, gracias —me dice, le sonrío con la maldita culpa pintada en los labios.
Lo único que se me ocurrió hacer durante ese tiempo fue ir al baño, quería peinarme un poco, al menos eso consumiría una media hora. Saqué el secador de pelo y la plancha. Tomé el cepillo del primer cajón y me puse a buscar unas ligas para poder recoger la parte superior de mi cabello hasta alisar el resto. Abrí el segundo, donde guarda su maquillaje bastante ordenado, no había nada y por último el tercero. No encontré lo que buscaba, mas detrás de la división con sus cremas de noche y su desodorante —básicamente cosas que yo nunca usaría y por lo cual no abriría ese compartimiento—, estaba escondido su diario actual y un bolígrafo.
Es jueves, he vivido bajo este techo por seis días, maldiciéndome cada uno de ellos desde el viernes por pedirle a Nastya que se llevara el diario de Lena a la bodega. Obvio no le dije qué era, lo envolví en papel periódico que me robé del hospital y le mentí diciéndole que era un regalo para mi mamá, que se lo daría en navidad y que no quería que lo vea.
He pasado seis días sin él, seis, en los que he tratado de enfocarme en su autora y no en sus letras. Pero el destino es cruel. La debilidad, agobiante. Y la culpa enorme.
Lo saqué de ahí, observándolo por varios minutos antes de abrirlo. Se sentía pesado en mis manos, era el peso de mi consciencia, eso era.
Las voces en mi cabeza comenzaron a discutir: Que lo lea, que lo deje, que nada más una entrada, que ella mismo dijo que no le importa si alguien lo lee, si nosotras lo leíamos. Todas tenían algo de razón.
Lena me lo entregó esa tarde, me comentó que no teme que la gente lo lea. Pero deliberadamente estos días, lo ha guardado en un lugar en el que yo no debía meter la mano. No ha escrito nada enfrente mío, lo que quiere decir que lo hace cuando está sola, en el baño. Como conclusión, no quiere que yo lo lea.
"Una nada más, ¿qué tiene? Ya has leído casi cincuenta".
¡Maldita voz!
Lo abrí en la página que marcaba la entrada número cuarenta y cinco con una cinta de color violeta. Era del 6 de octubre del 2015, mañana se cumple un mes exacto.
Acabo de regresar de mi cita con Marina. Unas horas antes le hemos jodido la vida a Aleksey junto con Yulia, le dimos su merecido por ser un idiota con ella y conmigo. Por fin un poco de venganza y su sabor fue exquisito. Decir que estaba feliz es decir poco.
Pero regresemos a lo importante, Marina lucía radiante, de verdad muy linda.
Me sorprendió con un regalo, dijo que era para celebrar nuestro 111 días de conocernos, mencionó que en la numerología de esta secuencia significa algo así como que tus pensamientos se relacionan con el inicio de un nuevo ciclo en tu vida y es lo que ella busca de mí, de nosotras.
Es un bonito colgante de plata con una piedra de topacio imperial en el centro, completamente hecho a mano por un artista de la ciudad; venía con una cadena también de plata en una caja de madera tallada.
Todo al detalle y, a mí, me encantan los detalles. Me dijo que estaba compensándome porque sabe que exageró con lo de mi edad. Está arrepentida de haber puesto todo en pausa, más que nada porque me ha visto con Leo y sabe que yo sigo con él de alguna manera. La vi triste, esperanzada en que podamos empezar algo más serio y me parte el corazón que me lo pida. Le he recordado varias veces que no quiero una relación.
Me besó, fue tierno. Marina es especial. No me siento con nadie como con ella y… quizá, debería pensar esto de las relaciones. Tal vez, esas ideas que tengo sobre mi soledad, sobre ser tan parecida a mi madre que arruinaré la vida de la persona a quien llame mi pareja, estúpidas ideas que se han formado durante tantos meses, necesiten morir en los labios de alguien a quien pueda amar y que pueda amarme a mí también. Alguien que no va a venir a poner una bala entre mis ojos por haberle permitido llamarme suya. La idea me aterra, la soledad es práctica y estable, fue mi decisión, todavía es la mejor opción para mi vida. Pero ella, ella podría cambiarlo todo.
Le pedí tiempo, no más de unas semanas, quiero limpiar mi cabeza, disfrutar de Leo mientras sigue aquí, después de eso… Sí, podría replantearme lo de tener una relación con alguien.
Marina me gusta demasiado como para no intentarlo, le quiero, más que eso. El gesto que tuvo hoy fue encantador. Quiere conquistarme y lo está logrando. Tal vez… simplemente, tal vez.
Imaginemos que una bomba atómica me cayó en medio de la cabeza cuando terminé de leer la entrada, porque así me sentí, aniquilada.
Durante el mes que yo he pasado formando sentimientos por Lena, ella ha pasado evadiendo los suyos por la rubia y no es la primera vez que habla de cambiar sus propias reglas por ella. Es importante, Marina es importante y yo… ¿Qué diablos soy yo para Lena, una burbuja en esas semanas que le pidió para disfrutar de Leo? Al menos eso, sé que está conmigo y no con él, que me prometió exclusividad, pero es evidente de donde viene; todavía tiene un tiempo más con él, puede permitirse unos días conmigo y después… ella, ella le cambia el panorama.
Me estoy enamorando de alguien que la tiene clarísima. Querer darle una probada al postre no quiere decir que te lo vayas a comer todo, o que lo vayas a comprar siquiera. Y eso soy yo, el postre después del plato fuerte y el segundo, la que primera va a salir de su camino hasta que quede la persona que eligió.
La culpa de violar su intimidad me agobia, más de haberlo hecho, de darme cuenta de qué ficha soy en este tablero. Lena tiene reina y rey, yo soy un peón que intenta ganar algo con un café. Soy algo estúpida, ¿no?
—Estás cansada, se te nota —menciona, supongo que mi cara no es la más alegre y animosa—. ¿Quieres ver una película? ¿Qué tal tu favorita?
Le sonrío o eso trato. Ella lo responde igual y me doy cuenta de algo, no es culpa lo que siento, es pena de mí misma. Soy bastante estúpida.
—Veamos cualquier cosa, no importa qué. Solo déjame abrazarte —termino suplicándole. ¿Qué estoy haciendo?
—Me abrazas todas las noches, puedes hacerlo para que no me asuste cuando matan a todos.
Sí, no es culpa y tal vez lo que quiero, es no asociar cosas que he hecho mías con recuerdos del premio de consuelo que me toca recibir.
—Veamos una que te guste a ti. No estoy de humor para ver terror.
—Okey —responde sin entenderme.
No necesito que lo haga. Tan solo quedan unos días y lo prefiero así.
Tenía nueve años cuando mi hermano Mihkail nació. Era tan relajante verlo dormir. Descansaba tan tranquilo, tan puro y dulce. Sólo su pecho se movía con el aire que llenaba sus pulmones; era hipnotizante, mágico.
Ver a Lena dormir es algo parecido. Es tan sosegada y cálida, tan bonita de ver.
Su amanecer es suave. Sus ojos se abren con pereza frente a mí. Anoche durmió con su cabeza escondida en mi pecho. Hizo exactamente lo que no quería, puso una película de terror, aunque para ser justos de terror no tenía nada, El Exorcismo de Emily Rose. Claro que se asustó aunque ya la había visto. Más cuando empecé a repetir por detrás de su oreja: «uno, dos, tres, cuatro, cinco, seeeis», en la misma voz de los demonios. Su reacción de puro terror fue lo mejor del mundo, inigualable, bueno, que durmiera hecha ovillo en mi cuerpo lo supera.
—¿Qué hora es?
—Falta una hora hasta que tengas que levantarte, duerme —le susurro, vuelve a cerrar los ojos y se deja ir. ¿Cómo lo logra? Yo no he podido dormir toda la noche.
Me pregunto si ella y Marina han hecho esto, si la rubia se ha quedado a dormir. No lo veo muy improbable, a Inessa le encanta la idea de la lesbianidad de su hija o eso es lo que nos permite ver desde aquí. He compartido un par de comidas y conversaciones con Sergey e Inessa ahora que puedo bajar a la primera planta, y la he atrapado mirándonos, escondiéndose detrás de una taza de té con una sonrisa en su cara, sus ojos saltones sobre nosotras. Por supuesto que aprobó que Marina pase la noche con su hija.
¿Las dejaría solas? No, Lena me lo dijo, solo han tenido sexo una vez, esa primera vez. Pero pudieron hacer esto, acurrucarse, acariciarse, besarse, como nosotras, pudieron tener esta intimidad.
Tengo envidia. Cada vez que la huelo, resiento a Marina, cada vez que la tengo en mis brazos pienso que Lena no es mía para abrazar. Es retorcido y nauseabundo. Soy como una sustituta, una cuidadora de su lugar. Ella vendrá a llenarlo más adelante, ahora mismo es como si estuviera calentándole el lado de la cama. Es enfermizo. Odiaría si Lena me hiciera esto. Aún así, no puedo apartarme, no puedo reprimirme de tocarla, de acariciar su cabello con la yema de mis dedos.
¿Por qué la gente es tan mórbida? ¿Por qué se someten al dolor? ¿Por qué me permito convertirme en mis padres?
Dios, pienso en ellas juntas y me molesta hasta la médula. ¿Qué se siente tener sexo con Lena? ¿Sabe Marina que botones pulsar?
Bueno, según el diario lo hace, fue increíble. Pero ¿cuáles son los tics para que Lena disfrute más?
Hay cosas que seguramente odia, como yo. Detesto hablar durante el sexo, es tan mata pasiones para mí. «Eres hermosa», o algo más específico como una instrucción de qué hacer. ¡Dios, realmente lo aborrezco!
Aleksey logró entenderlo lo suficientemente pronto. En un principio, solía pedirme que lo abrazara por su cintura mientras arremetía contra mí, tal vez para añadir más presión, ¿quién sabe? Yo quería abrazarlo por el cuello, pasar mis dedos por su cabello, mirarlo y encontrar una manera de asimilar su rostro cansado, su esfuerzo; era a causa mía que estaba en esta condición, cansado, falto de aire, excitado. Eso me encendía, saberlo, interiorizarlo, así es como yo lograba llegar. Pero que él me recitara instrucciones sobre cómo ayudarlo, era lo peor. Rápidamente perdía el interés en el acto, Aleksey veía mi repentino desinterés y se aceleraba para alcanzar el clímax y evitar terminar con las bolas azules. Después nos poníamos el uno al lado del otro, en un incómodo silencio, hasta que se disculpaba conmigo sin dar una razón aparente, pero ambos sabíamos el momento en que el barco se había hundido.
Supongo que considero al sexo como un acto egoísta. Entiendo la lógica común, se supone que te entregas a otra persona en cuerpo y alma, pero para mí, dar mi cuerpo es suficiente. Si quieres follar mi mente, hazlo interesante, no me des un manual paso a paso sobre qué crees que yo debería hacer por ti; eso solamente me hará sentir estúpida y honestamente, no me llevará a la cima, solo digo.
Lena es física, pero ¿qué le gusta? ¿Dirigir o seguir? ¿Es pasiva o activa? ¿Puede alguien ser las dos al mismo tiempo?
Definitivamente, yo soy pasiva y lo digo en el buen sentido. No me importa una determinada posición o una orden de hacer las cosas, yo no fantaseo con el sexo oral o una cierta cantidad de juegos previos. No obtengo mucho placer de ello.
Tal vez soy asexual. ¿Es ese el término? Podría ser lo correcto para mí. No me entrego al acto, no realmente. Por ejemplo, Lena. Han pasado siete días y nuestra conexión más fuerte han sido nuestros besos y yo abrazándola en las noches, tocarnos, no demasiado.
La cantidad de placer que recibo de sólo tenerla cerca de mí, tan cerca, de poder descansar mis labios en su tibia piel, de oler su dulzura; es excitante. Acariciar sus brazos, entrelazar sus dedos con los míos; me da mariposas, trae necesidad a mi centro. Eso, no el acto mismo de tener sexo.
Quiero estar con ella físicamente, lo deseo, pero no es porque necesito que Lena me penetre o me satisfaga desempeñando una acción mecánica. Quiero ver su rostro agitado, ansío ver la necesidad en sus ojos mientras ella usa mi cuerpo para calmar sus ansias. Quiero sentir su sudor en mi cuerpo, como gotea su agotamiento. Yo puedo hacer el resto.
Es tan egoísta.
Está mal, ¿no? Debería estar dispuesta a hacerla llegar, en tocarla en lugares que importan, en besarla, en excitarla, provocar que su cuerpo se llene de sentimientos innombrables mientras grita: «oh, oh, oh, oh».
Me río a mis adentros, no puedo imaginar ese momento, sin duda me reiría. ¿Grita «oh, oh, oh oh», en la vida real, o solo lo mencionó la noche de nuestra pelea, de pura ira?
—¿Qué es tan gracioso? —me pregunta casi dormida.
—Nada, todavía tienes tiempo, duerme.
Da media vuelta y se apega de espaldas a mí. Nuestra posición más común y una que ambas disfrutamos por lo visto.
—No quiero ir a la escuela, quiero estar así todo el día.
Yo también, sería espectacular no tener que pasar sola la mañana. Además, no quiero volver a violar la intimidad de Lena y leer más de su diario.
Ella suspira y eso me recuerda algo, ya se le fue el miedo que tenía anoche.
—Agggmedistenst… —susurro muy bajo.
—Mmmnoooo — se queja.
—¡Agggmedistenst, uno, dos tres, cuatro, cinco, seeeeeis!
—¡Yulia, basta!
Tan linda. Ya la dejo dormir un poco más.
—Descansa ya me callo.
—Ya no me quiero levantar, un demonio me va a coger en la ducha.
—¿Te va a coger?
—¡Yulia!
—Si quieres te acompaño, para que ningún demonio te coja a la fuerza.
—No estaría nada mal.
Solo disfrútenlo, porque es lo que ha salido, eh!!
Capítulo 38: Invasión
Mi culpa llega en forma de café, un detalle que sé que le gustará. Si algo sé hacer —mejor que el extraordinario chef brasileño—, es una buena y fuerte taza de café.
—Aquí tienes.
Se la paso a Lena, quién aceptó que, por una vez esta semana, sea yo quién le preparara algo. Mi culpa es evidente, ¿cómo es que no se da cuenta de que algo está mal?
Hoy en la mañana salió a la escuela, temprano, como siempre. Es un asco que no pueda faltar los días que estoy aquí, pero ella se quedará aquí, en la ciudad, necesita cumplir con la asistencia y las tareas, yo no. En fin. Estaba aburrida, más de lo usual. Esta semana, en total, he leído tres libros medianos, he completado mi investigación sobre las carreras que ofrece la Universidad —como sugirió papá—, he escrito un par de cuentos cortos —no más de tres mil palabras cada uno—, e intenté jugar ese estúpido PlayStation de Lena hasta hartarme de morir cada cinco segundos; ya no sabía qué hacer.
Me acordé de la foto que vi de ella y su hermano Iván ayer y se me ocurrió que debe haber un álbum de fotos escondido en algún lugar de esta casa. Mi problema era que el esfuerzo de bajar escalones para hablar con papá, me provocó demasiado dolor y todavía estaba resistente a volverlo a intentar. No bajaría al despacho de Sergey a rebuscar o a la sala, pero había una habitación a la que sí podía entrar en la planta alta, el cuarto de Katia.
Encontré cosas interesantes, como el libro de: «Cómo actuar en una obra dramática, para dummies», dos cajas desplegables llenas de maquillaje, un afiche de Jared Leto de tamaño gigante y una colección de revistas Hola!. En una de las repisas de su clóset, dentro de una caja de zapatos, hallé más fotos familiares. Ahora puedo ponerle cara a la abuela Katina. Es una señora bastante presentable, delgada y elegante, cosa que no se me pasó por la cabeza. Yo me imaginaba una vieja llena de canas, gorda y con verrugas viviendo en una casa de campo, casi una cabaña, qué se yo, mi imaginación sobre Korsakovo no es la más correcta.
La casa de sus abuelos es grande, blanca, con el techo negro, de tres pisos. Tienen un jardín muy extenso y verde, una pileta de piedra en el camino de la entrada y el portón alto de rejas, casi como si se tratara de una mansión, lo que quiere decir que los Katin están forrados en dinero. Eso explica la necesidad de conservar las apariencias, muchas veces a costo de la felicidad de los miembros de la familia.
Dejé las fotos y seguí al otro lado del armario. Nada interesante. Estaba llena de su colección de zapatos. Se me hizo sumamente absurda, ¿qué puedes hacer con treinta pares de ellos? Yo tengo, a lo máximo cinco, y uso dos con frecuencia. ¿Para qué más? Su ropa era más que normal. Camisetas con diseños, decenas de pantalones cortos, la ropa interior más aburrida del mundo. Hasta Lena tiene piezas de lencería sexy negra. Katia, puras de algodón con encajes de florecitas. Su tienda favorita para comprar las bombachas debe ser la sección de niños del supermercado y la talla XXXL.
Sin nada más que ver, volví a la cama de Lena, me senté y miré por todos lados. Faltaban cuatro largas horas hasta que llegara de la escuela. Era la eternidad completa.
—El café está delicioso, Yulia, gracias —me dice, le sonrío con la maldita culpa pintada en los labios.
Lo único que se me ocurrió hacer durante ese tiempo fue ir al baño, quería peinarme un poco, al menos eso consumiría una media hora. Saqué el secador de pelo y la plancha. Tomé el cepillo del primer cajón y me puse a buscar unas ligas para poder recoger la parte superior de mi cabello hasta alisar el resto. Abrí el segundo, donde guarda su maquillaje bastante ordenado, no había nada y por último el tercero. No encontré lo que buscaba, mas detrás de la división con sus cremas de noche y su desodorante —básicamente cosas que yo nunca usaría y por lo cual no abriría ese compartimiento—, estaba escondido su diario actual y un bolígrafo.
Es jueves, he vivido bajo este techo por seis días, maldiciéndome cada uno de ellos desde el viernes por pedirle a Nastya que se llevara el diario de Lena a la bodega. Obvio no le dije qué era, lo envolví en papel periódico que me robé del hospital y le mentí diciéndole que era un regalo para mi mamá, que se lo daría en navidad y que no quería que lo vea.
He pasado seis días sin él, seis, en los que he tratado de enfocarme en su autora y no en sus letras. Pero el destino es cruel. La debilidad, agobiante. Y la culpa enorme.
Lo saqué de ahí, observándolo por varios minutos antes de abrirlo. Se sentía pesado en mis manos, era el peso de mi consciencia, eso era.
Las voces en mi cabeza comenzaron a discutir: Que lo lea, que lo deje, que nada más una entrada, que ella mismo dijo que no le importa si alguien lo lee, si nosotras lo leíamos. Todas tenían algo de razón.
Lena me lo entregó esa tarde, me comentó que no teme que la gente lo lea. Pero deliberadamente estos días, lo ha guardado en un lugar en el que yo no debía meter la mano. No ha escrito nada enfrente mío, lo que quiere decir que lo hace cuando está sola, en el baño. Como conclusión, no quiere que yo lo lea.
"Una nada más, ¿qué tiene? Ya has leído casi cincuenta".
¡Maldita voz!
Lo abrí en la página que marcaba la entrada número cuarenta y cinco con una cinta de color violeta. Era del 6 de octubre del 2015, mañana se cumple un mes exacto.
Acabo de regresar de mi cita con Marina. Unas horas antes le hemos jodido la vida a Aleksey junto con Yulia, le dimos su merecido por ser un idiota con ella y conmigo. Por fin un poco de venganza y su sabor fue exquisito. Decir que estaba feliz es decir poco.
Pero regresemos a lo importante, Marina lucía radiante, de verdad muy linda.
Me sorprendió con un regalo, dijo que era para celebrar nuestro 111 días de conocernos, mencionó que en la numerología de esta secuencia significa algo así como que tus pensamientos se relacionan con el inicio de un nuevo ciclo en tu vida y es lo que ella busca de mí, de nosotras.
Es un bonito colgante de plata con una piedra de topacio imperial en el centro, completamente hecho a mano por un artista de la ciudad; venía con una cadena también de plata en una caja de madera tallada.
Todo al detalle y, a mí, me encantan los detalles. Me dijo que estaba compensándome porque sabe que exageró con lo de mi edad. Está arrepentida de haber puesto todo en pausa, más que nada porque me ha visto con Leo y sabe que yo sigo con él de alguna manera. La vi triste, esperanzada en que podamos empezar algo más serio y me parte el corazón que me lo pida. Le he recordado varias veces que no quiero una relación.
Me besó, fue tierno. Marina es especial. No me siento con nadie como con ella y… quizá, debería pensar esto de las relaciones. Tal vez, esas ideas que tengo sobre mi soledad, sobre ser tan parecida a mi madre que arruinaré la vida de la persona a quien llame mi pareja, estúpidas ideas que se han formado durante tantos meses, necesiten morir en los labios de alguien a quien pueda amar y que pueda amarme a mí también. Alguien que no va a venir a poner una bala entre mis ojos por haberle permitido llamarme suya. La idea me aterra, la soledad es práctica y estable, fue mi decisión, todavía es la mejor opción para mi vida. Pero ella, ella podría cambiarlo todo.
Le pedí tiempo, no más de unas semanas, quiero limpiar mi cabeza, disfrutar de Leo mientras sigue aquí, después de eso… Sí, podría replantearme lo de tener una relación con alguien.
Marina me gusta demasiado como para no intentarlo, le quiero, más que eso. El gesto que tuvo hoy fue encantador. Quiere conquistarme y lo está logrando. Tal vez… simplemente, tal vez.
Imaginemos que una bomba atómica me cayó en medio de la cabeza cuando terminé de leer la entrada, porque así me sentí, aniquilada.
Durante el mes que yo he pasado formando sentimientos por Lena, ella ha pasado evadiendo los suyos por la rubia y no es la primera vez que habla de cambiar sus propias reglas por ella. Es importante, Marina es importante y yo… ¿Qué diablos soy yo para Lena, una burbuja en esas semanas que le pidió para disfrutar de Leo? Al menos eso, sé que está conmigo y no con él, que me prometió exclusividad, pero es evidente de donde viene; todavía tiene un tiempo más con él, puede permitirse unos días conmigo y después… ella, ella le cambia el panorama.
Me estoy enamorando de alguien que la tiene clarísima. Querer darle una probada al postre no quiere decir que te lo vayas a comer todo, o que lo vayas a comprar siquiera. Y eso soy yo, el postre después del plato fuerte y el segundo, la que primera va a salir de su camino hasta que quede la persona que eligió.
La culpa de violar su intimidad me agobia, más de haberlo hecho, de darme cuenta de qué ficha soy en este tablero. Lena tiene reina y rey, yo soy un peón que intenta ganar algo con un café. Soy algo estúpida, ¿no?
—Estás cansada, se te nota —menciona, supongo que mi cara no es la más alegre y animosa—. ¿Quieres ver una película? ¿Qué tal tu favorita?
Le sonrío o eso trato. Ella lo responde igual y me doy cuenta de algo, no es culpa lo que siento, es pena de mí misma. Soy bastante estúpida.
—Veamos cualquier cosa, no importa qué. Solo déjame abrazarte —termino suplicándole. ¿Qué estoy haciendo?
—Me abrazas todas las noches, puedes hacerlo para que no me asuste cuando matan a todos.
Sí, no es culpa y tal vez lo que quiero, es no asociar cosas que he hecho mías con recuerdos del premio de consuelo que me toca recibir.
—Veamos una que te guste a ti. No estoy de humor para ver terror.
—Okey —responde sin entenderme.
No necesito que lo haga. Tan solo quedan unos días y lo prefiero así.
Tenía nueve años cuando mi hermano Mihkail nació. Era tan relajante verlo dormir. Descansaba tan tranquilo, tan puro y dulce. Sólo su pecho se movía con el aire que llenaba sus pulmones; era hipnotizante, mágico.
Ver a Lena dormir es algo parecido. Es tan sosegada y cálida, tan bonita de ver.
Su amanecer es suave. Sus ojos se abren con pereza frente a mí. Anoche durmió con su cabeza escondida en mi pecho. Hizo exactamente lo que no quería, puso una película de terror, aunque para ser justos de terror no tenía nada, El Exorcismo de Emily Rose. Claro que se asustó aunque ya la había visto. Más cuando empecé a repetir por detrás de su oreja: «uno, dos, tres, cuatro, cinco, seeeis», en la misma voz de los demonios. Su reacción de puro terror fue lo mejor del mundo, inigualable, bueno, que durmiera hecha ovillo en mi cuerpo lo supera.
—¿Qué hora es?
—Falta una hora hasta que tengas que levantarte, duerme —le susurro, vuelve a cerrar los ojos y se deja ir. ¿Cómo lo logra? Yo no he podido dormir toda la noche.
Me pregunto si ella y Marina han hecho esto, si la rubia se ha quedado a dormir. No lo veo muy improbable, a Inessa le encanta la idea de la lesbianidad de su hija o eso es lo que nos permite ver desde aquí. He compartido un par de comidas y conversaciones con Sergey e Inessa ahora que puedo bajar a la primera planta, y la he atrapado mirándonos, escondiéndose detrás de una taza de té con una sonrisa en su cara, sus ojos saltones sobre nosotras. Por supuesto que aprobó que Marina pase la noche con su hija.
¿Las dejaría solas? No, Lena me lo dijo, solo han tenido sexo una vez, esa primera vez. Pero pudieron hacer esto, acurrucarse, acariciarse, besarse, como nosotras, pudieron tener esta intimidad.
Tengo envidia. Cada vez que la huelo, resiento a Marina, cada vez que la tengo en mis brazos pienso que Lena no es mía para abrazar. Es retorcido y nauseabundo. Soy como una sustituta, una cuidadora de su lugar. Ella vendrá a llenarlo más adelante, ahora mismo es como si estuviera calentándole el lado de la cama. Es enfermizo. Odiaría si Lena me hiciera esto. Aún así, no puedo apartarme, no puedo reprimirme de tocarla, de acariciar su cabello con la yema de mis dedos.
¿Por qué la gente es tan mórbida? ¿Por qué se someten al dolor? ¿Por qué me permito convertirme en mis padres?
Dios, pienso en ellas juntas y me molesta hasta la médula. ¿Qué se siente tener sexo con Lena? ¿Sabe Marina que botones pulsar?
Bueno, según el diario lo hace, fue increíble. Pero ¿cuáles son los tics para que Lena disfrute más?
Hay cosas que seguramente odia, como yo. Detesto hablar durante el sexo, es tan mata pasiones para mí. «Eres hermosa», o algo más específico como una instrucción de qué hacer. ¡Dios, realmente lo aborrezco!
Aleksey logró entenderlo lo suficientemente pronto. En un principio, solía pedirme que lo abrazara por su cintura mientras arremetía contra mí, tal vez para añadir más presión, ¿quién sabe? Yo quería abrazarlo por el cuello, pasar mis dedos por su cabello, mirarlo y encontrar una manera de asimilar su rostro cansado, su esfuerzo; era a causa mía que estaba en esta condición, cansado, falto de aire, excitado. Eso me encendía, saberlo, interiorizarlo, así es como yo lograba llegar. Pero que él me recitara instrucciones sobre cómo ayudarlo, era lo peor. Rápidamente perdía el interés en el acto, Aleksey veía mi repentino desinterés y se aceleraba para alcanzar el clímax y evitar terminar con las bolas azules. Después nos poníamos el uno al lado del otro, en un incómodo silencio, hasta que se disculpaba conmigo sin dar una razón aparente, pero ambos sabíamos el momento en que el barco se había hundido.
Supongo que considero al sexo como un acto egoísta. Entiendo la lógica común, se supone que te entregas a otra persona en cuerpo y alma, pero para mí, dar mi cuerpo es suficiente. Si quieres follar mi mente, hazlo interesante, no me des un manual paso a paso sobre qué crees que yo debería hacer por ti; eso solamente me hará sentir estúpida y honestamente, no me llevará a la cima, solo digo.
Lena es física, pero ¿qué le gusta? ¿Dirigir o seguir? ¿Es pasiva o activa? ¿Puede alguien ser las dos al mismo tiempo?
Definitivamente, yo soy pasiva y lo digo en el buen sentido. No me importa una determinada posición o una orden de hacer las cosas, yo no fantaseo con el sexo oral o una cierta cantidad de juegos previos. No obtengo mucho placer de ello.
Tal vez soy asexual. ¿Es ese el término? Podría ser lo correcto para mí. No me entrego al acto, no realmente. Por ejemplo, Lena. Han pasado siete días y nuestra conexión más fuerte han sido nuestros besos y yo abrazándola en las noches, tocarnos, no demasiado.
La cantidad de placer que recibo de sólo tenerla cerca de mí, tan cerca, de poder descansar mis labios en su tibia piel, de oler su dulzura; es excitante. Acariciar sus brazos, entrelazar sus dedos con los míos; me da mariposas, trae necesidad a mi centro. Eso, no el acto mismo de tener sexo.
Quiero estar con ella físicamente, lo deseo, pero no es porque necesito que Lena me penetre o me satisfaga desempeñando una acción mecánica. Quiero ver su rostro agitado, ansío ver la necesidad en sus ojos mientras ella usa mi cuerpo para calmar sus ansias. Quiero sentir su sudor en mi cuerpo, como gotea su agotamiento. Yo puedo hacer el resto.
Es tan egoísta.
Está mal, ¿no? Debería estar dispuesta a hacerla llegar, en tocarla en lugares que importan, en besarla, en excitarla, provocar que su cuerpo se llene de sentimientos innombrables mientras grita: «oh, oh, oh, oh».
Me río a mis adentros, no puedo imaginar ese momento, sin duda me reiría. ¿Grita «oh, oh, oh oh», en la vida real, o solo lo mencionó la noche de nuestra pelea, de pura ira?
—¿Qué es tan gracioso? —me pregunta casi dormida.
—Nada, todavía tienes tiempo, duerme.
Da media vuelta y se apega de espaldas a mí. Nuestra posición más común y una que ambas disfrutamos por lo visto.
—No quiero ir a la escuela, quiero estar así todo el día.
Yo también, sería espectacular no tener que pasar sola la mañana. Además, no quiero volver a violar la intimidad de Lena y leer más de su diario.
Ella suspira y eso me recuerda algo, ya se le fue el miedo que tenía anoche.
—Agggmedistenst… —susurro muy bajo.
—Mmmnoooo — se queja.
—¡Agggmedistenst, uno, dos tres, cuatro, cinco, seeeeeis!
—¡Yulia, basta!
Tan linda. Ya la dejo dormir un poco más.
—Descansa ya me callo.
—Ya no me quiero levantar, un demonio me va a coger en la ducha.
—¿Te va a coger?
—¡Yulia!
—Si quieres te acompaño, para que ningún demonio te coja a la fuerza.
—No estaría nada mal.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
buen capitulo
que inseguridades y pensamientos de Yulia
quiero que siga leyendo el actual diario
para saber que piensa Lena de ella o que
espero la sigas pronto
ANIMO
buen capitulo
que inseguridades y pensamientos de Yulia
quiero que siga leyendo el actual diario
para saber que piensa Lena de ella o que
espero la sigas pronto
ANIMO
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola chicas, un placer saludarles de nuevo. Gracias por la paciencia que tienen al esperar los capítulos.... Les informo que a partir de los venideros, la historia se pondrá más interesante así que no pierdan de vista la trama
Saludos!!!
Capitulo 39: Déjala ir sobre un océano color cielo....
Cobarde, soy una maldita cobarde… y mentirosa. Ya no le oculto cosas, oficialmente le miento.
La recorro con la mirada, se va quedando dormida, está agotada y la entiendo. El día fue largo y merece el descanso.
En la mañana se levantó con la única motivación de convencer a Inessa de que la deje faltar a la escuela el viernes, sería el último que compartiríamos en esta ciudad antes de mi viaje, ella creía que nos hacía falta una digna despedida de la ciudad. El jueves próximo regresaré al departamento a recoger mis cosas, pasaré por la bodega con el equipo de mudanza para supervisar que todo vaya seguro y completo dentro del camión y, de ahí, directo al aeropuerto. El viaje se adelantó debido a la demanda de pasajes en esta época, todos los vuelos están copados con gente que regresa a sus hogares para pasar el día de acción de gracias con la familia. Al menos me quedo con los Katin hasta el jueves, seis días más y no este lunes —en tres—, como era el plan inicial.
¡Dios, cuánto extrañaba el aire contaminado de la ciudad!
Partimos muy temprano. No la acompañé en la ducha como le sugerí, sus papás todavía rondaban en la casa y aunque nos permitan muchas cosas, hay límites que no quiero cruzar. No iba a levantarme de la mesa con ella y decir: «Bueno, gracias por el desayuno, pero es hora de cuidar que su hija no sea poseída involuntariamente en la ducha por un demonio».
Lena me llevó en el auto de su papá a dar vueltas por la ciudad, según ella, a experimentar cosas que jamás habríamos hecho juntas en otra circunstancia. La primera parada la playa. Eran las ocho de la mañana, el sol brillaba sobre nuestras espaldas, el mar estaba manso. Aún así había un grupo de surfistas esperando que llegara la ola de sus vidas.
—¿Nunca entras al mar? —me preguntó, sus manos cavaban en la arena, volviendo a colocarla en el mismo lugar en un juego inconsciente, relajante.
—No desde el delfín.
—No hay delfines en la playa.
—No en esta —le cuento, ella no conoce la historia, nadie más que Aleksey—. Mamá ganó un viaje a Galápagos cuando tenía doce años, es un archipiélago en Sudamérica. Sus aguas son tan claras y transparentes que puedes ver las rocas en la profundidad, los peces de colores, los malditos delfines.
—¿Qué pasó? —pregunta con genuino interés.
—Pasó que a uno le gustó la parte inferior de mi traje de baño. Yo estaba buceando, no estábamos muy lejos de la orilla, unos treinta metros a lo mucho, veinte, pero el suelo era muy profundo allí, los animales marítimos nadaban sin problema —continúo—, de repente, sentí una envestida por detrás. No me dolió, fue el susto que me dio. Di la vuelta pensando que era un tiburón, que estaba a punto de morir y quise huir. Agité mis manos como loca, intentando subir a la superficie, pero el maldito delfín me rodeó, manteniéndome sumergida.
—¿Estabas sola?
—No, un guía estaba a mi lado, tratando de espantarlo, pero le fue difícil, el animal medía lo mismo que yo.
Mis hombros se alzan con un escalofrío que me recorre el cuerpo. No me agrada recordar ese evento en particular. De él han salido mis peores ataques de ansiedad.
—De verdad pensé que iba a morir. De un minuto a otro se puso agresivo, seguía rodeándome con su cuerpo rápidamente, golpeó mis gafas y respirador, dejándome descubierta al agua. En mi desesperación tragué mucha de ella, era extremadamente salada. Sentí mis pulmones arder, mi garganta, ya no tenía aire y en mi desesperación comencé a golpearlo. Llegó otro más en su defensa.
—¿Qué, hablas en serio? Dos delfines, ¿en dónde diablos estabas?, ¿en un maldito acuario?
—Estaba en el paraíso de la evolución. Hay muchos animales ahí, afuera y adentro del agua.
—¿Cómo te zafaste?
—Llegaron algunos guías más en una lancha. Se tiraron en medio de los animales y yo, y me subieron. Yo casi no tenía consciencia, me dieron respiración cardiopulmonar en la embarcación y me llevaron al hospital.
—Ahora entiendo taaantas cosas —dijo limpiando sus manos, cruzándolas sobre sus piernas encogidas en su pecho.
—Extraño el mar, pero no volvería a meterme allí ni loca.
—Esto no es el paraíso de la evolución. Es Sochi, simple y estúpido.
—Hay tiburones aquí, en toda la costa.
—No precisamente hoy.
—No entraré. Puedo caminar por la orilla y eso es lo más cerca que estaré de entrar en el mar.
Si su idea era librarme de mis demonios no lo lograría, no esta vez. A menos que mi avión caiga directamente sobre el mar, yo no vuelvo a entrar.
—¿Quieres armar un castillo?
—Mejor te entierro —bromeé sacándole una sonrisa.
—No traje mi termo de baño, pero puedes hacerlo mañana, podemos volver —sugirió poniéndose en pie—. Hoy tengo algo más importante a lo que quiero que me acompañes, vámonos.
Cuando llegamos al parqueadero ya eran más de las nueve, aún era muy temprano, pero según ella estábamos tarde para la siguiente parada. El museo de zombies, tienda y pista de Go Karts. Odio ese lugar, no podían poner también una pista de patinaje en hielo para hacerlo más ecléctico?
—Espero que no creas que vamos a competir en esos micro carros —le dije leyendo correctamente sus intenciones.
—Autos… de carreras.
—Para hormigas.
—Nah, no eres una hormiga, más como una avispa… —Se hizo la graciosa—. Aún así cabes, así que ponte un casco.
¿Cuántas veces Aleksey intentó hacer justo eso? Nunca logró que me acercara a la puerta de ese lugar y Lena me tenía dando vueltas eternamente en una pista de asfalto, chocando en las llantas que la rodeaban. Me divertí. Me hizo acuerdo de cuando papá y yo jugábamos a los carritos chocones en el malecón. Como compensación, Lena me compró un llavero metálico de un cerebro que había sido mordido por un zombie, un gran pedazo faltaba de su hemisferio derecho superior, la cadena era la espina dorsal, lindo.
—Para que guardes las llaves de tu nueva casa —me dijo. Me dio nostalgia de pensar que serán mis últimos días con ella, mis últimos en general en esta ciudad, no volvería a pasar por allí y mencionaría cuanto detestaba el lugar, ya hasta empezaba a extrañarlo.
La parada número tres fue la tienda de tatuajes. Me asombra que de tantas cosas que me atrajeron de Lena en un inicio, esta es una que dejé pasar. No la olvidé y he visto mucho ese tatuaje desde que compartimos alcoba, pero quizá me acostumbré a saber que ella sigue siendo un misterio y que todo se desvela a su tiempo.
—Un mostacho —repetí lo que acababa de escuchar para hacerlo más creíble.
—Debajo de mi boobie derecha.
—Debajo de tu seno, ajá. Un mostacho.
—Se verá lindo —afirmó, escogiendo el tamaño del muestrario. No mediría más de un centímetro de ancho, por medio de alto.
—Lindísimo y súper original.
—No me importa lo que digas. Se verá genial —le señaló la elección al chico que preparaba las tintas y se acercó al área de preparación. Yo la seguí de cerca, algo intrigada por tan absurda elección.
—¿Por qué un bigote? Si puedo preguntar.
—Es… —se detuvo sonriéndose a sí misma, negando inconscientemente —. Digamos que me recuerda a alguien y a algo en especial.
Perfecto, se tatuaría un símbolo en honor a Leonardo, el hombre de la barba. Bien podía tatuarse su pene, me daba lo mismo.
"No es como si, a estas alturas, fuésemos a subir de nivel y tener sexo, como para tener que preocuparme de no tocar el homenaje a su pseudo novio", pensé.
El seno derecho de Lena, propiedad del brasileño. De seguro es el más grande de ambos, aunque sea por un centímetro cúbico o por cien gramos… ¿Cómo diablos se mide el tamaño de un seno? De cualquier forma, todas tenemos uno más grande que el otro, así sea casi imperceptible. Es como los ojos, uno siempre destaca más, ningún ser humano es completamente simétrico.
Lena se quitó la camiseta y se desabrochó el sostén, prácticamente a la vista de todos.
"¿Tan fácil?"
"Cambia de profesión, Yulia. Este tipo debe tocar muchas boobies."
Yo también lo pensé, pero las que me importaban estaban ahí a punto de ser tocadas por el gran artista dibuja mostachos. Mi instinto sobre protector hizo que me acerque a ella, intentando controlar la mirada de los demás en la tienda, que para ser honestos, ni la miraban. Los únicos ojos que tenía sobre su cuerpo eran los míos.
—Yulia, ¿me pasas la venda? —Me señaló, sosteniéndose la prenda en con la mano—. ¿Me ayudas a cubrirme?
Estábamos frente al espejo, ella se quitó el corpiño, cubriéndose con la mano y el brazo. Yo, detrás de ella. Con mi muñeca enyesada sostuve un extremo sobre sus costillas y, con la otra, la rodeé, apretando la tela contra su cuerpo, cubriendo su intimidad.
Toqué su piel, fue genial. Mis dedos desenrollaban la faja mientras pasaban, subiendo y bajando, por encima de sus enormes montes y lo sentí, un tímido pezón, levantado por el frío del aire acondicionado.
Ella me veía a los ojos en nuestro reflejo, intentando lucir calmada, yo de igual manera me concentraba en sus orbes, pero ese segundo fue exquisito, su pecho dio un salto diminuto, sus ojos se cerraron, su boca exhaló el aire contenido, y yo, sentí toda la corriente de aire colarse por el cuello de mi camisa de franela y recorrer mi columna dorsal hasta el filo de mi short negro, helado, tan íntimo. Lo repito, fue genial.
El tatuaje era realmente pequeño, pero el tatuador, detallista al extremo. Delineó con una precisión exquisita el dibujo, perfecto donde Lena lo había indicado. Sostuve su mano que me apretaba por el dolor de la aguja. No lloró, no protestó más que la presión sobre mis dedos. Una hora después la ayudé a descubrirse el pecho y el chico le colocó el gel y el plástico para evitar infecciones, diez segundos en los cuales Lena se cubrió a sí misma y después yo la ayudé a colocarse la camiseta.
—Hacen una linda pareja —Nos dijo el artista mientras caminábamos a la puerta. Yo también lo creí, ella sonrió avergonzada. Se ve linda con los cachetes rojos.
Daba el medio día cuando salimos de ese lugar. La dieta indicada para la recién intervenida consistía en nada de grasas, no mucha azúcar y cero alcohol. Le propuse entonces ir a un sitio nuevo de ensaladas cerca del centro comercial, lo había visto de pasado y me moría de ganas de probarlo. La promoción del día, todo lo que quieras comer por una mínima cantidad de rublos, barra abierta.
Decenas de recipientes reposaban sobre una mesa fría. Lechugas de todo tipo, zanahorias cortadas en rodajas y otras largas, pepinillos, pickles, tomates, espinaca, quinua, apio, coliflor y bróculi, el mercado entero a tu disposición, Y yo, o soy una persona demasiado simple, o jamás se me ocurrió ponerle mango y almendras caramelizadas a mi comida. Estuvo delicioso.
La siguiente parada, su antiguo trabajo de verano. Lena quería presentarme de forma oficial a Vasili, su compañero que —según recordaba de leer en el diario— gustaba de mí. Un chico simpático, estaba algo avergonzado de hablarme, fue galante y gracioso, nos dio un recorrido por la bodega, lugar reservado para los empleados, pero no nos costó nada convencerlo de dejarnos entrar, bueno, a mí.
No tenía idea de la cantidad de discos de vinilo que tienen almacenados fuera del alcance del cliente común. Eran filas y filas de álbumes, nuevos y usados, reales reliquias y tesoros musicales. Lena, me regaló un par, clásicos que no podían quedarse ahí, debían ser escuchados.
Vasili me prometió guardarme una nueva edición de un disco viejo de The Cure que estaba en muy mal estado, me lo enviaría por correo especializado, sin costo extra. Lena disfrutó de verlo tan contento y me agradeció no haber sido un «ogro» con él. Mi premio fue una taza de café. Me causó gracia escucharla decir esa palabra, era la primera vez que usaba el apodo que me dio en sus escritos, directamente conmigo.
—Durante los meses que papá y mamá pasaron separados, me veía con él en este restaurante todos los viernes —me contó mientras esperábamos nuestras bebidas. Yo recuerdo sus citas del diario, pero no sabía que este era el lugar de sus encuentros—. Se me hace tan extraño venir ahora.
—¿Por qué dejaron de hacerlo?
—Mamá y papá viajan a San Petersburgo durante el fin de semana cada dos semanas, para visitar a Trina, así que preferimos vernos en casa y comer una pizza o algo así, antes de que partan a la carretera. Regresan los domingos en la noche.
—¿Y hoy se quedan o viajan? —pregunté, dejando notar mi interés por su ausencia. El fin de semana anterior habían pasado en la cuidad, lo que significaba que tendríamos la casa para nosotras solas.
—Me preguntaba si quieres ir al club en la noche —Lena sugirió confirmándomelo. Mi primera reacción fue imaginar lo peor, extrañaba a sus cositas y posiblemente los vería en el club. Después pensé que Leo debía estar peor que yo, postrado en la cama recuperándose del accidente, no iría ni loco y Marina, bueno, ella era otra cosa, podía hacer su aparición, pero Lena tenía un trato conmigo.
—Sí, ¿por qué no? —le contesté y continuamos conversando de cosas absurdas como los actores y actrices del momento, banalidades de ese tipo.
Regresamos a la casa temprano. Sergey e Inessa nos esperaban con dos pizzas gigantes que no terminaríamos los cuatro así nos quedáramos hasta media noche sentados en el comedor. A eso de las ocho de la noche emprendieron viaje al aeropuerto y nosotras fuimos a alistarnos para el bar.
Cuando llegamos estaba repleto, se sentía una muy buena vibra, la gente estaba prendida. Saludamos al entrar y fuimos directo a la pista de baile. La música estaba al tope y Lena estaba hermosa. No tenía permiso de ponerse corpiño, por lo que usó una blusa cruzada que exponía completamente su espalda y cubría de una forma tan sexy su pecho, cuidando la herida de su obra de arte más reciente. Se puso unos jeans negros ceñidos completamente a sus piernas y unas botas altas casi hasta la rodilla que la hacían ver tan madura y segura. Su cabello alisado y suelto.
¡Dios, hermosa es poco!
Yo me puse una blusa blanca sin mangas, bajo un chaleco de cuero y unos jeans negros con mis botas de siempre, porque, la comodidad ante todo.
Bailamos sin cesar. El ritmo era tan envolvente y no hizo falta tomar una gota de licor para sentirme extasiada en ella. Tampoco era como si la niña del tatuaje pudiera tomar y yo no quería convertirme en su peso muerto. Lena se mueve increíble, es tan inconsciente de su atractivo, de la forma que puede hipnotizarte. No dudo haber lucido como una idiota mirándola.
Ella me notó y me sonrió pícaramente y yo no pude esperar un segundo para rodearla con mis brazos y besar sus labios. La música me ensordecía, los cuerpos ajenos chocaban con los nuestros, pero yo no quería separarme ni un segundo. Entendí perfectamente a esas tipas con las que tranzó en media pista la noche que conoció a Marina. Era imposible romper el contacto con su cuerpo, era como un imán.
Mi herida estaba tranquila, el descanso me había hecho tanto bien durante la semana que ya casi no tenía dolor al caminar, claro que, para evitar que el esfuerzo me haga daño, usé un vendaje bajo la ropa. Me lo coloqué yo sola en el baño, porque ya sabemos lo cobarde que soy.
En fin, pasamos unas increíbles horas expulsando cada gramo de euforia reprimida, completamente lúcidas. A las dos de la mañana mi cuerpo me pedía una cama le pedimos a Anatoli que nos llevara a casa. Cuando se despidió, me advirtió que no puedo viajar a Moscú antes de verlo por lo menos un día, hay algo que quería charlar seriamente conmigo. Quedamos que sería el lunes. No estaba dispuesta a desperdiciar el fin de semana sin vigilancia parental, para pasarla con mi recién conocido medio hermano, a pesar de que en realidad sonaba muy serio en su petición.
—Cámbiate de ropa, verteré agua en unos vasos y subiré las pastillas, tienes que ayudarme a ponerme la crema para dormir —me dijo Lena con un beso y bajó a la sala. Yo seguí sus indicaciones al pie de la letra y me encerré en el baño a quitarme las prendas que ya me estorbaban, con algo de dificultad. Finalmente el esfuerzo de la noche comenzaba a pasarme factura.
Me preparé para la cama, poniéndome encima una de sus viejas camisetas y regresé a la habitación, recostándome unos minutos en medio del silencio. Debí quedarme dormida, no sé cuanto tiempo, no debe haber sido mucho, porque no noté cuando inició la conversación que Lena tenía en la planta baja con alguien que había llegado sin invitación.
No podía distinguir su voz —vaya, nunca la había escuchado hablar—, pero era una chica, parecía estar llorando. Me helé de golpe, ya saben, esa corriente que te azota cuando algo te agarra de sorpresa o recuerdas de imprevisto algo que olvidaste; me recorrió entera y me levanté. Hice mi mejor esfuerzo por apurarme al corredor y me detuve en el pie de la escalera, todavía en la planta alta.
—Lena, por favor —suplicaba entre sollozos—, lo estábamos intentando, íbamos tan bien, solo tuvimos una discusión, una pelea…
—No es por eso.
—¿Entonces, por qué? Discutimos por una bobada, ¿y no me ves por dos semanas?
—No fue una bobada.
—¡Vamos, Lena! ¿Cómo querías que reaccione después de lo que me contaste? No es justo que esperes que me porte como una santa después de saber que me has mentido con tu edad desde hace meses.
—Mari…
Mari, de Marina. Era ella, mi rival, la dueña de los sentimientos más reales de Lena, suplicándole que la perdone por algo que yo no terminaba de entender.
—Lena… por favor, por favor, no lo hagas. —Su pena era tan grande, lloraba con tanta sinceridad y dolor.
—No ha pasado nada entre nosotras —le respondió ella, confesándole nuestra realidad. Nada ha pasado más que besos, y que es eso, pues nada, no es nada.
"¡Dios, ser el plato de tercera mesa es horrible!"
—¿Y por qué pasaron todo le día como si estuviesen juntas? ¿Por qué la besaste en el club? ¿Por qué has vivido con ella, compartido tu cama, durante días?, algo que ni yo he hecho.
Ese fue un pedazo de información que aclaró varias de mis dudas.
—¿Por qué no me has respondido todo este tiempo, Lena? Es por que estás con ella…
—No, Mari, no es así.
—Por favor, por favor, por favor. —Su llanto se intensificó, mas se oía camuflado y me acerqué unos centímetros para ver a la sala, buscándolas en la oscuridad que las acompañaba. La única luz que existía era la que emitía el microondas abierto detrás de ellas. Estaban abrazadas, Lena acariciaba su cabello rubio, Marina la sujetaba con fuerza, intentando no perderla.
Mentiría si dijera que no me conmovió—. Por favor no me dejes por ella. Nosotras… tenemos algo, por favor.
Lena la meció en sus brazos, reconfortándola, dejando que su chica se desahogue. Fue duro de ver.
—Yulia se irá a Moscú en una semana. Se muda —le comentó.
—¿Cuándo?
—El jueves —Lena se escuchaba igual de apenada, afligida por el dolor que causaba y lo expresó con más claridad un par de frases después.
—¿Me verás el viernes? Arreglaremos esto, ¿verdad? —Volvía a suplicarle.
—Nos veremos el viernes. Por favor no llores más, no me gusta verte llorar.
Ahí, fue ahí que Lena se deshizo en mil pedazos, cuando la rubia le susurró un: te amo.
La chica no podía más con su propio lamento y Lena moría por corresponderle, pero se reprimió. La estrujó en su pecho y la consoló unos minutos más.
Marina se fue soltando de a poco, Dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
—No manejes así, por favor. Te llamo a un taxi —le dijo alcanzándola antes de que saliera.
—Un amigo me espera afuera.
Lena lo confirmó asomándose por la puerta y la dejó marcharse, cuando cerró la puerta se arrimó en ella y se echó a llorar.
Me rompió tanto verla así que volví a esconderme tras la pared y pronto encontré mi camino hasta su cama, acostándome en la misma posición en la que me había quedado dormida hace un rato. Cerré mis ojos intentando que la tristeza de todo no tocara en mí el mismo nervio que en ellas. Yo sabía a qué me había metido, no tenía por qué llorar.
Dejé de pensar en el tiempo. Lena tardó en subir, pero eventualmente apareció con lo prometido, dos vasos de agua y nuestras pastillas. Pensó que dormía y con una caricia me pidió que despertara.
Actuar es lo que hacemos, las dos, y lo hicimos bien. Guardamos los silencios adecuados, lanzamos las bromas correctas, nos acostamos como si nada.
—Creo que arruiné nuestra posición favorita con mi tatuaje —rió, ya frente a mí.
De hecho lo hizo, no puede apoyarse de ese lado para dormir, desde ahora nos veremos enfrentadas hasta en sueños.
—¿Por qué el bigote? —le pregunté, sin ganas de quedarme con el dolor adentro.
—Es… privado.
—¿Hablas en serio? Estoy por irme muy lejos, ¿lo recuerdas? —le mencioné. Lo admito, saqué mis garras.
—Sí, por eso mismo.
—Solo dilo, querías recordar a Leo y ya. ¿Qué tiene? Lo quieres, ¿no? Es importante.
—No es por él —respondió poniéndose a la defensiva. Algo normal para el tono acusatorio que yo estaba usando con ella.
—¡Oh! ¿Entonces es por la rubia? ¿Acaso está planeando cambiarse de sexo o algo así y el mostacho es para representar su doble personalidad?
—Eres una idiota —me dijo con la mayor seriedad y ganas de insultarme que pudo—. No es por eso y dejémoslo así.
—¡Awww! Y yo que creía que estábamos pasando una buena noche de amigas. ¿Por qué le ocultarías algo así a… una amiga?
—Hay cosas para las cuales…
—¿Tengo que ganarme tu confianza? —la corté, completando la frase que me dijo aquella vez en la librería, cuando le pregunté por su primer tatuaje.
Me miró con furia, con un enojo que bien pudo sacarme a patadas de su casa, pero no lo hizo, solo se calló.
—Olvídalo, nos queda tan poco tiempo que, para qué ser sinceras —le reclamé.
—¿Quieres sinceridad? —me preguntó. manteniendo esa postura iracunda y el ceño fruncido—. ¡Es por ti, el tatuaje, es por ti!
Mi propia ira se desvaneció ese instante. Navegué su rostro, analizándola y me di cuenta de que no me mentía, pero ¿por qué? ¿Qué tenía que ver conmigo un bigote bajo su seno derecho? ¿Qué?
Se dio la vuelta, poniéndose de espaldas y me dijo:
—Abrázame como siempre.
—Lena…
—¡Solo hazlo!
La rodeé con mi brazo, acariciando su mano, ella la quitó de inmediato y yo continué a lo siguiente que siempre hago, posé mi palma en su abdomen y… entendí. Mi pulgar descansa en ese lugar todas las noches. Quitó mi mano de su cuerpo y volvió a girar.
—Tú —me acusó—, tú siempre has sido un misterio, un enigma. Eres volátil, pero dulce, eres malévola cuando quieres, pero conmigo, estos días, has sido gentil, tierna. Eres respetuosa de mi cuerpo, y aunque me tienes a un centímetro de traspasar mi intimidad, te quedas ahí.
La escuché y me pesó haber sido tan idiota un momento atrás.
—No sé por qué lo haces, por qué cambias tanto, por qué eres dos cosas al mismo tiempo. La de la dualidad eres tú, pero al menos en eso atinaste.
Un tatuaje. Es permanente, es malditamente eterno, así lo saques con terapia láser, así lo cubras con otro encima, un tatuaje se queda grabado en ti por siempre y ella se hizo uno pensando en mí.
—Estos días han sido increíbles en todo sentido, porque siento que te conozco y que he tenido una parte de ti que quizá ni Aleksey descubrió. Y puedes con toda libertad contradecirme, a fin de cuentas, estuvieron juntos largo tiempo y quién soy yo para asumir algo distinto, pero así lo percibo. Yo soy especial para ti, como tú lo eres para mí, y no tienes ni idea cuánto.
Nos quedamos calladas, yo lamentándome y ella tranquilizándose.
—Lo siento, fui idiota. Tienes razón —me disculpé.
—¿Por qué traes tanta inseguridad con ellos?
—¿Puedes culparme? Han estado contigo en maneras que nunca podré llegar a tener. Yo no soy nadie en perspectiva.
—Eres, mucho. Eres muy importante —me asegura.
—Yo me iré —le recordé.
—Leo también.
—Pero Marina no —mencioné volviendo al tema de la noche. A lo que escuché de su conversación—. ¿Puedo preguntarte una sola cosa y prometes no hacerme más preguntas del por qué, cómo, cuándo y dónde?
—Depende.
—Vamos, Lena, es una pregunta.
—Está bien —me permitió.
—La amas…
—Eso no es una pregunta —me interrumpió.
—¿Me dejas terminar? —protesté porque ni siquiera había empezado y ella ya estaba peleando conmigo—. La amas, eso es evidente. Ambas sabemos que yo me voy. Esto que tenemos fue un intento de… fue un… —Se me dificultó expresarlo, porque no quería mencionar la palabra juego, que ya nos trajo una contrariedad, pero eso es lo que más se asemejaba—. Nosotras no tenemos futuro, pero ustedes sí.
—¿Y tu pregunta?
—¿Qué esperabas de esto? Porque volverás a ella el día que yo pise Moscú. Y está bien, no es que te esté reclamando nada… Pero si amas a Marina, ¿por qué… esto? —Gestualicé entre nosotras.
No le fue fácil entender a dónde iba con mi punto. Mi inseguridad no viene del hecho de que existan más personas en su vida, sino de la importancia que tienen para ella. Como una vez me dijo Vova. Un chico ve a una chica que le gusta, siempre guardando la idea de que un día algo pase. Es lo que me llenada de celos cuando veía a Aleksey perder la concentración tras una falda, el poco control que yo tenía en sus decisiones, en sus acciones. Con Lena es peor aún, porque no somos nada y ella es libre de hacer lo que quiera con quien quiera.
—Esperaba entender qué me pasa contigo, qué siento por ti —respondió sincera.
—¿Y eso es qué exactamente?
—Me hice un tatuaje acerca de tu presencia en mi cuerpo, en mí. ¿Tú qué crees?
—Creo necesitar oír las palabras que lo expliquen.
—Eres tonta.
—Gracias, Lena. Lindo cumplido de tu parte —bromeo.
—Siento que… la paz que tengo contigo, la compenetración, la vulnerabilidad, el cariño… —Pausó dudando de lo siguiente, guardándose algo—. No la tengo con nadie más. Pero tú te vas, me duele, te quiero y me duele. No quiero que duela, no quiero perderte. Y seamos realistas, podemos ser amigas, pero nunca algo más, no tan lejos.
Asiento, porque la comprendo, porque mi confusión es la misma. Porque nos queda tan poco y después, ella regresará a lo conocido, a lo que sabe que tiene ahí esperándola y que, de cierta forma, ella también quiere. Y yo, me iré a tener mi borrón y cuenta nueva, a cumplir mi deseo de dejar todo esto atrás, el maldito apartamento, las deudas de mamá, la preocupación, Aleksey, todo. Me voy y eso se queda aquí… Igual que ella.
—¿Puedo preguntarte algo yo? Igual que tú, sin más preguntas de cómo, por qué, a qué viene, nada. ¿Puedo?
—Para ser justos… —le respondo y espero en silencio.
—Tienes mi diario?
Su pregunta fue directa, sin titubeos, sin dudas, sin una pregunta en realidad. Fue acusador y aterrorizante.
—No —le contesté.
Técnicamente —como me lo repitieron todas las voces que tengo adentro—, está en la bodega, no en mi posesión.
Le dije un «no». Le mentí con cobardía, porque después de todo lo que acababa de decirme, de confesarme sus sentimientos, después de saber que no soy un maldito peón en su tablero de ajedrez; admitir que la había estado leyendo a sus espaldas, no parecía lo mejor, no en ese preciso instante.
Quise preguntarle por qué creía que lo tenía, pero recordé lo que había acordado no hacer preguntas de seguimiento.
—Okey. —Lo aceptó de primera, tampoco continuó con el interrogatorio—. Lo lamento. No quería enojarme contigo y responderte mal.
—Estás en tu derecho.
—Me gusta esto —me dijo, alcanzando de nuevo mi cuerpo—, la sinceridad que tenemos cuando estamos solas. Me encanta.
Hipócrita, desleal y cobarde. ¿Cómo pude quedarme con esa cara de complicidad, cuando tenía el puñal directo en su espalda?
Esto es algo que lamentaré
***************
¿Los asexuales se excitan? Porque creo que lo estoy en este momento, y mucho.
He sentido atracción sexual antes, no soy ciega, sólo que no disfruto tanto del acto sexual. Me masturbo y no creo que eso esté mal, pero no necesariamente le saco mucho provecho, simplemente me ayuda con esa insoportable sensación y necesidad ahí abajo y, después, sigo mi día en paz; aquí no ha pasado nada. Pero lo que estoy sintiendo ahora… Dios, ¿soy asexual o qué?
—¿Estás bien?
—Sí, supongo.
—Tienes una cara… ¿Qué pasa?
—Nada, estoy bien.
¿Debería decirle? Creerá que soy rara o algo. Mejor no. ¿Cómo le explicas a alguien que cuando estás teniendo sexo, el acto en sí no te provoca placer? Sobre todo cuando has tenido una sola pareja en toda tu vida. Probablemente no me estoy definiendo bien a mí misma.
A ver, tengo sentimientos sexuales por ella; son claros, puros y, siendo honestos, aterradores. Lena me parece exótica, atractiva. Deseo sus labios, me gusta tocar su piel. La veo y me pregunto: ¿cómo se ve desnuda?, ¿cómo suena cuando está haciéndolo? Porque cuando nos besamos es tan sexy. Respira y gime en una voz tan baja. Me recorre tocándome, agarrando mi trasero, presionando mi piel entre sus dedos. Es tan apasionada y eso me excita. Me mojo, me estremezco, siento la necesidad de hacer con ella lo mismo que está haciendo conmigo.
Quiero ver sus senos, me muero por eso, por ellos. No sé por qué, es un misterio, pero tengo que hacerlo. No puedo irme sin tener esos dulces grabados en mis ojos.
Entonces, ¿soy asexual o simplemente insatisfecha?
Tal vez Aleksey era un amante terrible o yo no sé como satisfacerme. ¡Dios, estoy haciendo mal!
Pero he tenido orgasmos antes, ¿no? Por supuesto, de seguro los he tenido…, ¿verdad? ¡Maldición!
¿Cómo se siente un orgasmo? ¿Es estrés acumulado siendo liberado? ¿Es eso todo?
He visto porno y no he notado nada diferente a lo que yo suelo hacer, así que supongo que debo haber tenido orgasmos, un montón, demasiados para distinguirlos. Quizá el problema no soy yo, sino el hecho de que todo el concepto está demasiado sobrevalorado. Eso es, la gente hace mucho alboroto por nada. Dicen que es una experiencia casi religiosa para no ser criticados por las masas. Eso…, ¿no?
—Vamos, ¿qué te pasa?
—Nada, sólo pensaba en la vida.
—Vaya, eso es profundo. ¿Sobre qué?
No, realmente no quiero decírselo. ¿Y si ella contradice todo lo que sé y pronto me encuentro en medio de un agujero oscuro lleno de nada?
No quiero ser la chica extraña que no sabe cómo se debería sentir el sexo. ¿Al fin de cuentas, cuál es la gran cosa?
Digo, el sexo fue inventado para procrear y, yo, no quiero tener hijos. Es una forma mecánica para preservar la especie y otras personas pueden encargarse de eso.
¡Dios, estoy completamente perdida en medio de pura mierda! No tengo idea de nada.
Me golpeo la frente sobre la mesa de la cocina liberando mi frustración. Lena se ríe delante de mí.
—No puede ser tan malo, sólo dímelo.
Me está dando una entrada para hablarle. No puede ser tan malo, dice. ¿Pensará igual si le cuento?
—Yo… creo que…
—¿Qué? —insiste después de una pausa de silencio.
—Creo que soy… asexual —le digo todavía con la cara oculta dentro de la masa de mi cabello que me cubre.
Nada, ¿de verdad, nada? Di algo Lena o yo nunca, nunca, nunca alzaré mi cabeza de esta maldita mesa. ¡Dios, está muda! ¡Voló fuera de la habitación por el pánico de mi confesión! O tal vez me volví sorda.
Espera. Levanto la cabeza lentamente y sigue ahí, con la boca cerrada, tranquila, esperando. La miro, me sonríe con franqueza. Ya, empezamos con esto, toca terminarlo.
—¿Así que no sientes deseo sexual? —me pregunta.
—Lo hago.
—¿Entonces, por qué crees que eres asexual?
—Es complicado.
—¿Cómo?
Es amable, no se está volviendo loca, lo cual es bueno. Está ahí, tratando de entender a la vieja y torpe Yulia.
—Yo… Cuando pienso en sexo, sólo… yo… no me siento como si lo necesitara para desahogarme.
Sus ojos se cierran a medias, está tratando de entender. Sus pupilas giran a un costado, ella permanece quieta. Me mira de nuevo.
—Pero te masturbas, ¿no?
Asiento. Sus pupilas me abandonan otra vez, está explorando partes de su mente, pensando en que más preguntar. Debo decir que es considerada, no me ataca, reflexiona sobre lo que le estoy diciendo.
—¿Y es placentero?
—Me ayuda a pasar el rato.
—¿Pero te gusta?
—Ayuda con la ansiedad.
Una vez más, sus ojos buscan una respuesta dentro de ella. Alza una ceja, encontró algo. Ahí, lo hace de nuevo.
—¿Es por eso que no has realizado una jugada en estos días?
¡Mierda! No. No lo sé. Quizás. Sí. Supongo. No lo sé.
—¿Acabas de pasar cada respuesta por tu mente? —Se ríe.
—Sí —le confieso.
—Okey, pero no estás segura.
—No.
—¿En qué piensas cuando te masturbas?
Bien, yo misma abrí la puerta a este tipo de preguntas. Valor.
—Amm… —Empiezo. Cierro los ojos, tratando de recordar, porque no pongo mucha atención a esos momentos y ha sido un tiempo desde la última que lo hice—. Una respiración pesada, tal vez la piel sudorosa, la sensación de mis dedos por el cabello de alguien. Cosas como esas —concluyo, abriendo mis ojos ante una pelirroja sorprendida—. ¿Qué?
—Eres muy romántica.
—¡Cállate! ¿En qué piensas tú?
—¿Yo? Bueno, pienso en una persona agarrando con fuerza mis senos, pienso en alguien fijándome enérgicamente en la cama, pienso en esa persona empujándose en mi interior sentidamente…
—La violencia, eso te gusta. Parece que no estaba tan equivocada cuando dije que eras una masoquista, ese día en la librería.
—No lo soy. No es lo que me gusta hacer durante el sexo, pero es lo que me imagino cuando me masturbo. No tiene que ser lo mismo —me explica, sin hacerse lío. Tiene el panorama clarísimo.
—Pero disfrutas de la violencia en tus fantasías.
—Esas no son fantasías, pero no me imagino los besos o los abrazos mientras me ayudo. No estoy imaginando mi futuro, sólo quiero satisfacerme, eso me hace llegar con más facilidad. Ayuda, eso es todo.
Eso es lo que yo necesito, seguridad. ¡Saber qué mierda me pasa!
—Creo que todo lo que me dices me hace más asexual de lo que ya pensaba que era.
—Okey, vamos a concentrarnos sobre el acto, entonces. ¿Cuál es tu posición favorita?
—¿Tengo que tener una? —protesto, ¿es tan importante?
—¿No la tienes? ¿No hay nada que te guste el sexo?
Vago alrededor de mis recuerdos, pienso fuertemente en esto.
—Además de ver a otra persona venirse yo… ¡Mierda soy una voyerista!
Ella se ríe mucho, pero esto es serio. ¡Soy una voyerista asexual!
—Debe haber algo más específico que te llame la atención, como: ¿cuál es la manera más fácil para que llegues al orgasmo? —me pregunta.
Estas cuestiones son complicadas. ¡¿Cómo diablos voy a saberlo?!¿Cosas?
—¿Al menos has tenido uno? —Duda, su tono está lleno de incredulidad.
—¡Por supuesto que he tenido orgasmos, Dios!
—¿Y cómo te has sentido en ellos? Me refiero a emocional y físicamente.
—No lo sé… ¿Bien?
—¿Bien? ¿Sólo bien? ¡No has tenido un orgasmo nunca!
—Están sobrevalorados.
—No, no lo están.
—¿Cómo se sienten entonces? Te escucho, oh sabia Lena, diosa del sexo.
—Bien, te lo explico —dice acomodándose en su silla antes de iniciar—. Es… como una acumulación de todo al mismo tiempo. Puedes sentir con claridad un enorme deseo crecer desde tu centro, comienza a invadirte el abdomen, el estómago, el pecho, haciéndote cosquillas en las venas. Corre por tu piel hasta llegar a tu cuello y tu rostro hormiguea. Tu cuerpo empieza a tensarse, centímetro a centímetro, y tu sexo entra en calor de inmediato. Es imposible no sentir cómo, la presión de hace un segundo, comienza a ser demasiado. Todavía quieres más, tienes que liberar esa energía dentro de ti. Tus jadeos aumentan, tu respiración. Yo personalmente comienzo a marearme, mis labios se entumecen, mis dedos. La sensibilidad en mi senos es tan intensa que un solo toque me puede romper; esto sucede también ahí abajo. Llega un punto en que es una cuestión de uno o dos empujes y todo mi cuerpo se curva hacia adentro, apretándose por la tensión. Me sacudo sin voluntad; espasmos me hacen saltar hasta que se desvanecen a medida me calmo. Pero esa ráfaga de… locura te llena, tus mejillas se enrojecen de la sangre hirviendo que corre dentro ti. Un escalofrío ataca tu columna vertebral, te liberas y todo en el mundo desaparece. Durante un par de segundos lo único que sientes es paz. Y entonces estás completa, agotada. Confía en mí, es mucho más que «bien».
—Excelente. Se escucha estupendo —me quejo. Odio saber con tanto detalle de todo lo que me pierdo. ¿y si nunca llego a tener uno? Mi vida será miserablemente mediocre a partir de hoy—. Tal vez soy una de esas chicas que no tienen orgasmos y ya. No es la gran cosa.
—Quizá Aleksey era un maldito inútil.
—Creo que soy asexual y eso es todo.
—Y yo creo que podríamos probar esa teoría.
—¿Cómo, princesa?
¡Diablos, soné a Leo!
Ella pone la sonrisa más oscura que he visto en mi vida y me da un verdadero recelo. ¿Qué está planeando?
—No te pediré que hagas algo que te incomode, ¿de acuerdo?
Así que vamos a hacerlo, después de todo, vamos a tener sexo y como un experimento.
¡Mierda!
Debí quedarme con la boca cerrada, Ahora soy aprendiz de Lena.
Genial, simplemente espectacular.
*********
Es extraño pensar que esta es mi segunda primera vez y, en muchos aspectos, es mucho más aterrador que en aquel entonces.
Es gracioso, en realidad, ni siquiera recuerdo haberme sentido vulnerable con Aleksey. Éramos tan buenos amigos, nos conocimos al iniciar la primaria, teníamos seis años, pero no nos hicimos novios hasta que tuvimos catorce y no sucedió nada por otros siete meses.
Aleksey era tan gentil, genuino y yo no era tan jodida. Él… Dios, todavía lo recuerdo, me trajo rosas rojas aquel día de San Valentín y yo las amé, estaba como idiota, me moría por él.
Por favor, era tan normal e ingenua.
Pero esto, esto que estoy sintiendo me desconcierta tanto. Ahora con Lena, estoy más que nerviosa, es terrible, es un vacío que me come por dentro. Pero ¿por qué? Ya no soy esa niña pequeña, ya no soy tan inocente, ya no soy virgen. Aunque eso es discutible, sólo he dado un paso hacia este lado de mi sexualidad, este. Quizá el que esté tan convencida de que no me gusta el sexo, tiene algo que ver.
¿Quién sabe? Yo no.
Lena me encamina de la mano, desde la planta baja hasta su alcoba.
Desde el inicio me pone nerviosa que sea así de directa. Lo haremos y ella lleva la batuta tres metros por delante.
Me libera de su agarre, dejándome en medio de la habituación, y camina hacia la ventana para cerrar las cortinas lo que más puede. Así mismo, regresa a la puerta y le coloca seguro, apoyándose de espaldas en ella.
¿Que está haciendo? ¿Busca privacidad? Porque estamos solas, nada de eso es necesario.
Sus dientes tiran de su labio por dentro. Es apenas perceptible, pero cuando sonríe, ese pequeño gesto, la delata.
No sé por qué, pero… me siento triste. No, miento. Yo sé por qué: odio esto, incluso con ella frente a mí, así de hermosa e irresistible, lo odio.
Lena va a hacer lo que más detesto, me va a dar un curso sobre cómo follar, cómo cogerla, cómo satisfacerla. Nada más lejos de lo que quiero.
Espero quieta en el mismo lugar que me dejó. Lena sigue inmóvil contra la madera, espera también.
No me voy a mover. No quiero apresurarme porque sé que voy a decepcionarla. Maldición. Mentiré si tengo que hacerlo, fingiré que lo disfruto, al igual que hice con Aleksey. Le daré la actuación de mi vida, no la defraudaré.
¡Vamos Lena, empieza la clase!
No se mueve, tan solo me mira. Ella espera, yo espero.
"¿Que está haciendo?"
Doy un paso, ella amplía su sonrisa y da otro.
Okey.
Doy uno más. Ella me imita de nuevo.
Esto me gusta. Está esperando por mí.
"Estamos bailando".
"Es agradable".
Le sonrío. De repente pierde su mirada y se sonroja girando la cabeza a un lado. Se ve nerviosa. Me espera.
Un paso más y entrará en mi zona de confort, pero no lo hago, no camino. Le extiendo mi mano izquierda, invitándola a acercarse. Ella la toma y da dos pasos. Sigue mi juego, esto es divertido y tranquilizante.
Entrelazamos nuestros dedos. Es algo tierno, dulce, pensado; no se precipita.
La admiro en esta corta distancia. Su actitud es sosegada, la hace ver tan hermosa. Estoy a punto de decírselo, cuando recuerdo que no me gusta hablar durante el sexo…Bueno, técnicamente, no hemos empezado todavía.
—Eres hermosa.
—Gracias, tú también —responde mi cumplido sonrojándose nuevamente.
—Asumo que serás la maestra aquí, pero necesito decirte que hay un par de cosas que, simplemente, no aguanto —le menciono sin intención de molestarla.
—Lo sé.
—¿Ah, sí?
—Seguro.
Está segura de que ese es el caso, pero yo lo dudo.
—Me lo has dicho —me aclara.
Mi rostro cambia a uno inquisitivo. ¿Qué dije y cuándo? Hemos hablado poco sobre sexo, menos aún sobre nuestros gustos o disgustos.
—Haces las cosas porque quieres. Lo que significa que no te complace recibir órdenes.
Bien captado, es reflexiva. Se acuerda de todas las veces que me he negado hacer lo que otras personas exigen de mí.
Interesante. ¿A qué otras conclusiones ha llegado?
—Además, te gusta ver… «terminar» a la persona con la que estás. —Esto lo susurra acercándose a mi boca. ¡Dios!—. Así que… hoy y mañana… —Se mueve acariciando mi mejilla con la suya, deteniéndose cuando sus labios llegan a mi lóbulo—. Yo… soy… toda tuya.
Mi corazón cae rápidamente al suelo. ¿Acaba de decir lo que pienso que acaba de decir?
—Lena, eso suena… demasiado a Cincuenta Sombras de Grey.
—No seas tonta —se ríe en voz baja, sus manos alcanzan la tela de mi remera alrededor de mi cintura, sus ojos de nuevo perdidos en mí—. Estoy aquí para ayudarte a descubrir algo. Lo que te gusta, lo que deseas. No necesitas fingir conmigo. Haré lo que quieras… Obvio, sabes que no me puedes acariciar con la punta de un cuchillo afilado… ¿verdad?
Yo me río ahora, es linda.
—Lo sé. No te preocupes, solo me gusta ver sangre en obras de ficción.
—Bien.
—Así que… ¿harás lo que te diga?
—Voy a hacer lo que me pidas.
Es inteligente, tengo que ser amable con ella. Básicamente, seré buena contigo, si eres buena conmigo. Es justo. Aunque, esto significa que tendré que recitarle peticiones, lo que sigue siendo mi problema número uno.
—Yo… tengo que confesarte una cosa más —le cuento. Mi concentración fluctúa entre lo que tengo que decir y las curvas suaves que sus dedos trazan en mi vientre—. No me gustan las instrucciones.
—Correcto. Bueno. No lo veas de esa manera. Piensa que me estás… diciendo tus anhelos, tus deseos más profundos.
—Siguen siendo instrucciones.
—No. No me estás ordenando o arrastrándome a través de un campo minado. Estamos caminando juntas y, a veces, halarás de mi mano para evitar caer con una roca o en un agujero en el piso. Yo haré lo mismo contigo, pero seguiremos caminando, la una a lado de la otra.
No estoy tan convencida, a pesar de que lo que dice tiene mucho sentido.
—Mira. Vamos a ir lento. Si no quieres hablar está bien. Guíame con tu toque. Pero quiero que sepas que no me importa si me pides algo, así que no te detengas. ¿Bueno?
Asiento en silencio. Sus manos me abandonan y se elevan al primer botón de su camisa de franela azul de cuadros. Mi nerviosismo se eleva de golpe. Tres botones ya estaban desabrochados, dos más y la piel de sus pechos me matará…
—Espera… —le susurro, rompiendo todas las reglas que pude haber tenido—. Déjatela puesta.
Sonríe picándose el labio con los dientes de una forma tan sexy. Esa mueca acaba con mi paciencia y nos doy vuelta, quedando de espaldas a la puerta. Mis ojos gravitan de reojo a la cama y ya siento el fracaso, es demasiado pronto para terminar sobre ella. No soy Aleksey en la parte trasera de un coche, no me quiero apurar. Quiero disfrutar de cada parte.
Me acerco, el contacto de su aliento sobre mi piel me encanta. Mis labios encuentran el camino a los suyos. Me ha gustado su suavidad desde la primera vez que nos besamos, la forma en que ella abre la boca ligeramente para capturar uno solo ayudándose con su lengua, es irresistible. ¡Dios, lo hace tan bien! La mía busca contacto cuando realiza el mismo movimiento para atrapar mi otro labio. Nos tocamos, la humedad, la suavidad.
¡Dios, besar a Lena Katina es delicioso!
La recorro con mis manos alcanzando los costados de sus caderas. Me pregunto, ¿cómo diablos voy a continuar esta odisea con la mano derecha enyesada? Mi mano diestra ha sido inutilizada y con mi izquierda ni siquiera puedo escribir mi nombre para que sea legible. Esto va a ser complicado.
Vago por el borde de sus jeans con los dedos. Tiene puesto un cinturón. De repente cada acción requiere ambas manos.
—Ayúdame quitándolo… —mascullo entre besos. Oigo como ella llega a la hebilla y, sin tener cuidado, lo saca… mi cinturón—. Me refería al tuyo…
—Lo sé. —Sonríe.
Regresa a su pantalón y elimina el obstáculo en mi camino. En medio de esta acción, su lengua se desplaza verticalmente en mi boca abierta; la punta enroscada me produce un zumbido, me entumezco por completo y la necesidad que me causa se precipita hacia mi centro. Así de rápido. Se tarda nada en demostrar su punto. Puede que no sea tan asexual como yo pensaba.
Cambio mi enfoque hacia su cuello. Huele fantástico, como siempre. El aroma de su piel; esa dulzura es abrumadora y embriagante. Su voz, sus gemidos, ¡Dios, estoy en el cielo aquí mismo y yo todavía estoy lejos de ver sus senos!
Beso el borde de su mandíbula, dando cortos saltos hasta su oreja. Su cuerpo se curva con mis caricias, su respiración aumenta, se siente más agitada, tensa. Es tan provocador escucharla, tenerla así en mis brazos.
Tomo bocanadas de su piel aplicando presión con los dientes. Ella expulsa una queja sumamente expresiva; dolor mezclado con placer. Hago lo posible por continuar por el monte de su clavícula —es demasiado sexy para detenerme—, pero necesito probar sus labios de nuevo, estoy sedienta de ellos. Me apoyo de su nuca con la mano izquierda y con la otra me sostengo de su espalda, trazando con mi tibia lengua, una línea directo a sus labios, haciéndola temblar. Sus dedos se clavan en mi espalda —me mata, lo juro, me acaba con tan poco—, atrapo con mi boca entera su quijada en un beso que termina en la suya. Me encanta, tan sólo esto ya es la perfección.
Lena gime de tal manera que mi cuerpo reacciona apretándola con ansiedad. Nunca en mi vida he experimentado tal excitación como resultado de un sonido. Me mueve por dentro, me llena, me prende…
—Vas a matarme —le digo jadeante y bajo por medio de su pecho repartiendo besos en mi camino a su abdomen.
Pasar por medio de sus senos es pura tentación, pero ese es un placer que quiero saborear más adelante, como un premio que me haya ganado y que deseo tanto. Será la maldita cereza encima del postre.
La sujeto de la cadera para ayudarme a hincarme en el piso, aún con mi boca cruzando su vientre.
Sus dedos se enredan en mi cabello, nada me gusta más que eso, es tan relajador.
Su forma es tan distinta a la mía. Su cintura más esbelta, su cadera más pronunciada, no sé, es… diferente. Me gusta seguir la línea lateral de su cuerpo, sus curvas. Giro hacia un costado acariciando su piel con la punta de mi nariz, memorizándola. En contraste con mi piel, ella es de un color níveo.
Mi roce le hace cosquillas y larga una carcajada tan adorable que me incita a repetirlo. Trata de huir la segunda vez, pero no lo logra. Acabo de descubrir un punto débil.
—¿Me ayudas con el botón? —le pido sonriéndole mientras se tranquiliza. Siento todo tan especial e íntimo, tan natural. Pensé que me molestaría hablarle, jugar, hacerla reír, pensé que solo sería sexo. Es mucho más grande que eso.
Ella desabrocha el botón de su pantalón y me ayuda a bajarlo hasta sus tobillos. Yo hago lo mismo con el mío y me deshago de ambos lanzándolos en algún lugar del cuarto.
Lleva puesto un interior de color blanco, suave, tipo bikini. Si Lena pudiera verse desde esta posición, se muere, igual que yo.
"Somos tan gays".
Su ombligo me llama la atención, es diferente al mío, parece profundo. Sin otra intensión más que descubrirlo, introduzco mi lengua en él. Lena se estremece, soltando un gemido alto y agudo, inesperado. Sus manos cubren su rostro como si estuviese en pura agonía, pero los sonidos que emite me dicen que no es así. Es tan excitante escucharla, me siento tan dispersa, encontrada con mi deseo, algo que no esperaba que se diera tan fácil. Me hace querer aún más.
Mi lengua baja y recorre el límite de esa prenda de algodón, Lena contrae sus piernas, juntándolas, buscando calmar su necesidad. Conozco ese movimiento, ¿qué chica no?
Beso el medio de su zona triangular. Su aroma aquí es peculiar. Tiene un toque pungente, pero es agradable, deseable, estimulante. Mi boca saliva con solo apegar mi nariz a la piel de sus muslos.
Los beso por turnos, acariciando la parte posterior de los mismos con mis manos. La siento dar un salto al sentir mi yeso frío, nada que no ayude a alborotarla un poco más. Algo que realmente estoy disfrutando.
Evito tocarla en ese preciso lugar. Me doy unos segundos más para molestarla.
Mis dedos bajan acariciándola con las yemas a lo largo de sus piernas, acomodándose detrás de sus rodillas. Sus manos regresan a mi cabello, quiere apretarme contra ella, pero se detiene. Espera a que yo lo haga de mi propia voluntad.
No quiero frustrarla, torturarla no es mi intención. Subo la mirada y veo destellos de sus pechos cuando la camisa se mueve, no lleva sostén por el tatuaje y, tenerla así de desubicada, es una visión única, que aturde.
Me acerco con suavidad, mis labios se separan apenas unos milímetros y me apego dejando un beso diminuto exactamente en su punto más urgido.
Su cuerpo tiembla involuntariamente, es fascinante ver de tan cerca como, la luz que refleja en los pequeños bellos de su abdomen y de sus brazos, se erizan de un solo golpe.
Es suerte que la haya sujetado con mis manos o hubiese caído de espaldas al suelo. La sostengo con fuerza y repito el beso con más intención. Está mojada, lo siento con mi quijada al presionar mis labios.
¡Dios, está mojada y se siente tan bien! Esto me gusta, me encanta.
Abro mi boca, esta vez con todas las ganas, tomando presa a su piel con mis labios, apretándola por su cola con mis manos. El juego que inicio la descontrola. Empujo mi lengua sobre la tela y escucho un lamento tan fuerte que todo el aire deja su pecho y puedo sentir otra descarga en su centro. Es alucinante tenerla así, desbaratada por completo, a cuenta mía.
—Vas a matarme… —repite mi frase jadeando.
Hago equilibro con el fin de abrirme camino hacia arriba otra vez y llevarla a la cama, es hora. Quiero sentirla, trazar la forma que mantiene a esa mujer en el interior, esa chica por la que estoy tan perdida.
Tropiezo con uno de nuestros pantalones y caemos sobre el colchón que nos hace rebotar.
Es increíble lo mucho que me encanta su risa, lo tierna y sexy que es. Lo cursi que me hace sentir, lo romántica, lo tierna; y también como me mata con necesidad. Mi pecho está a punto de explotar, mi corazón late desesperadamente, hasta puedo escuchar mis pulsaciones por dentro. Me estoy muriendo a causa de ella.
Me acomodo ahorcajadas sobre su cuerpo, justo encima de su pelvis. Lena hace un gran esfuerzo por no arremeter contra mí, pero su exaltación deja ver el dolor, la exigencia y el apuro que le provoca tenerme ahí; me desea. Su mirada es difusa, confundida entre un mar de sentimientos, al igual que la mía. Pero hay algo más que tengo que tener antes de eso.
Mi curiosidad por su cuerpo me envuelve. La he visto estos días, me desvivo por sus largas y torneadas piernas. Me gusta tocarlas, me gusta sentir su suavidad en mis dedos, amo el calor que irradian cuando dormimos. Sin embargo, su pecho es todo un misterio. Aunque la haya visto con traje de baño antes, nada se compara con verla desnuda, nada.
Mi dedo índice izquierdo se engancha de la apertura de su camisa y la jalo para abajo, provocándome más curiosidad. Si la rajo de un solo tirón, le haré daño, y ese no es el objetivo. El frío del aire acondicionado se filtra por allí estremeciéndola, es tan humana, tan vulnerable, está tan dispuesta…, confía en mí.
Desabrocho los cinco botones restantes, uno por uno. La sensación de mis caricias eleva dos hermosos picos en la tela de franela.
Esta mujer me va a matar.
Paso, con cariño, el dorso de mi mano por el medio de su pecho, separando ambos lados de la prenda, dejando un camino de piel blanquecina expuesta a mí. Estoy a dos pasos de descubrirla, aún así, la miro a los ojos cuando finalmente lo hago.
Ella me estudia. Sé que siente el aire frío, pero lo aguanta, está abierta, expuesta y, a pesar de que he querido este momento durante días, lo único que me importa es ella. No veo a otro lugar que no sean sus pupilas. Me inclino en mi cintura y la alcanzo en un apacible beso, uno amoroso.
Es tan hermosa.
Desearía poder decir que el instinto me ayuda a saber lo que hago, pero no es así. Me siento algo torpe, fuera de tono, una principiante que rompe todas las cuerdas de la guitarra en el primer ensayo. Temo fracasar en mi anhelo por complacerla.
—¿Puedes ser más sexy? —murmura a mi oído—. Me estás volviendo loca.
Sube mi camiseta hasta mis hombros ayudándome a quitármela, yo me enderezo y alzo los brazos removiéndola completamente.
Sin saber exactamente cuando, me toma por la cola y se sienta más atrás. Sus besos me recorren el pecho, marcando cada uno con su lengua, encendiéndome por dentro.
Vuelvo a empujarnos al colchón. Un calor que no soporto, me llena por completo. Entrelazo nuestras piernas, intentando encontrar alivio en la presión que ejerzo en su cuerpo. Mis caderas arremeten con exigencia. Mi deseo rebasó el límite de mi paciencia.
Voy sintiendo satisfacción en mis movimientos, cuando caigo en cuenta de que ella está igual que yo, que se esfuerza por complacerse y que no es su muslo lo que mi centro toca, es el suyo. Su humedad y la mía son palpables por bajo la ropa interior que todavía nos cubre.
Percatarme de que nos estamos conectando de esta forma me excita más. Mi respiración está tan agitada que el aire me falta, mi piel hormiguea y ese calor me sube completamente por el rostro, me quema.
¡Dios, voy a morir!
Mi sensibilidad aumenta en un doscientos por ciento, trescientos. No puedo más, el mínimo roce me rompe en mil. Mi cuerpo se sobresalta. Ella me aprieta con fuerza, estoy llegando al orgasmo antes que ella, me necesita, pero si vuelve a arremeter, voy a morir.
Lo hace —de verdad me necesita—, otra ola de espasmos me recorre el cuerpo, la espalda se me encorva hacia adentro y escondo mi cabeza en la almohada con desesperación.
Lo hace una vez más y la siento por fin estremecerse bajo mi cuerpo, soltando, de a poco, su agarre de mi cintura.
Dejo salir una sola bocanada de aire en el cojín. No doy más, estoy exhausta, mareada, aturdida por completo.
Unos segundos después, la siento reír en mi oído.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta.
—Desgastada —jadeo con cansancio.
Otra risita le sigue y mueve su cabeza acariciándome, dejando un beso corto a lo largo de mi cuello.
—¿Aún te sientes asexual?
—No…, ya no.
—Es porque no lo eras —me asegura, girándonos para quedar de lado.
—¿Y qué se supone que soy?
—Lesbiana —su certeza podría convencerme, pero…
—Odio esa palabra.
No le miento, no me gusta, suena a algún tipo de reptil. La prima mayor de Jared Leto.
—¡Oh, por Dios! ¡Jared Leto! —Digo levantando mi cabeza en dirección a la pequeña cajita plástica que tiene por casa—. ¡Tuvimos sexo en frente de mi hijo adoptivo!
Lena ríe y me regala un beso.
—Digamos que no va a presentar cargos en el juzgado de menores —me consuela, no es como si hubiese algo que podamos hacer al respecto.
—Soy una pésima madre.
—Pero excelente en la cama —dice y cierra los ojos. Está tan agotada como yo.
«Excelente en la cama», vaya. Soy excelente, algo que jamás creí porque ni siquiera tenía idea de lo que el sexo debería ser.
Tal vez, la cuestión es que, no todos los seres humanos estamos destinados a ser tan adaptables como es Lena con otras personas. Quizá para algunos de nosotros, este sentimiento solo aparece cuando hay una conexión mucho más fuerte que una simple atracción o un cariño pasajero. Creo que la respuesta es sencilla, se necesita de algo más profundo para tener lo acabamos de vivir. Para mí debe haber… amor.
O tal vez soy súper lesbiana y punto.
Escucho su respiración hacerse más pesada y me muero por seguirle el paso. Esto fue abrumador y una siesta no nos caerá mal.
Saludos!!!
Capitulo 39: Déjala ir sobre un océano color cielo....
Cobarde, soy una maldita cobarde… y mentirosa. Ya no le oculto cosas, oficialmente le miento.
La recorro con la mirada, se va quedando dormida, está agotada y la entiendo. El día fue largo y merece el descanso.
En la mañana se levantó con la única motivación de convencer a Inessa de que la deje faltar a la escuela el viernes, sería el último que compartiríamos en esta ciudad antes de mi viaje, ella creía que nos hacía falta una digna despedida de la ciudad. El jueves próximo regresaré al departamento a recoger mis cosas, pasaré por la bodega con el equipo de mudanza para supervisar que todo vaya seguro y completo dentro del camión y, de ahí, directo al aeropuerto. El viaje se adelantó debido a la demanda de pasajes en esta época, todos los vuelos están copados con gente que regresa a sus hogares para pasar el día de acción de gracias con la familia. Al menos me quedo con los Katin hasta el jueves, seis días más y no este lunes —en tres—, como era el plan inicial.
¡Dios, cuánto extrañaba el aire contaminado de la ciudad!
Partimos muy temprano. No la acompañé en la ducha como le sugerí, sus papás todavía rondaban en la casa y aunque nos permitan muchas cosas, hay límites que no quiero cruzar. No iba a levantarme de la mesa con ella y decir: «Bueno, gracias por el desayuno, pero es hora de cuidar que su hija no sea poseída involuntariamente en la ducha por un demonio».
Lena me llevó en el auto de su papá a dar vueltas por la ciudad, según ella, a experimentar cosas que jamás habríamos hecho juntas en otra circunstancia. La primera parada la playa. Eran las ocho de la mañana, el sol brillaba sobre nuestras espaldas, el mar estaba manso. Aún así había un grupo de surfistas esperando que llegara la ola de sus vidas.
—¿Nunca entras al mar? —me preguntó, sus manos cavaban en la arena, volviendo a colocarla en el mismo lugar en un juego inconsciente, relajante.
—No desde el delfín.
—No hay delfines en la playa.
—No en esta —le cuento, ella no conoce la historia, nadie más que Aleksey—. Mamá ganó un viaje a Galápagos cuando tenía doce años, es un archipiélago en Sudamérica. Sus aguas son tan claras y transparentes que puedes ver las rocas en la profundidad, los peces de colores, los malditos delfines.
—¿Qué pasó? —pregunta con genuino interés.
—Pasó que a uno le gustó la parte inferior de mi traje de baño. Yo estaba buceando, no estábamos muy lejos de la orilla, unos treinta metros a lo mucho, veinte, pero el suelo era muy profundo allí, los animales marítimos nadaban sin problema —continúo—, de repente, sentí una envestida por detrás. No me dolió, fue el susto que me dio. Di la vuelta pensando que era un tiburón, que estaba a punto de morir y quise huir. Agité mis manos como loca, intentando subir a la superficie, pero el maldito delfín me rodeó, manteniéndome sumergida.
—¿Estabas sola?
—No, un guía estaba a mi lado, tratando de espantarlo, pero le fue difícil, el animal medía lo mismo que yo.
Mis hombros se alzan con un escalofrío que me recorre el cuerpo. No me agrada recordar ese evento en particular. De él han salido mis peores ataques de ansiedad.
—De verdad pensé que iba a morir. De un minuto a otro se puso agresivo, seguía rodeándome con su cuerpo rápidamente, golpeó mis gafas y respirador, dejándome descubierta al agua. En mi desesperación tragué mucha de ella, era extremadamente salada. Sentí mis pulmones arder, mi garganta, ya no tenía aire y en mi desesperación comencé a golpearlo. Llegó otro más en su defensa.
—¿Qué, hablas en serio? Dos delfines, ¿en dónde diablos estabas?, ¿en un maldito acuario?
—Estaba en el paraíso de la evolución. Hay muchos animales ahí, afuera y adentro del agua.
—¿Cómo te zafaste?
—Llegaron algunos guías más en una lancha. Se tiraron en medio de los animales y yo, y me subieron. Yo casi no tenía consciencia, me dieron respiración cardiopulmonar en la embarcación y me llevaron al hospital.
—Ahora entiendo taaantas cosas —dijo limpiando sus manos, cruzándolas sobre sus piernas encogidas en su pecho.
—Extraño el mar, pero no volvería a meterme allí ni loca.
—Esto no es el paraíso de la evolución. Es Sochi, simple y estúpido.
—Hay tiburones aquí, en toda la costa.
—No precisamente hoy.
—No entraré. Puedo caminar por la orilla y eso es lo más cerca que estaré de entrar en el mar.
Si su idea era librarme de mis demonios no lo lograría, no esta vez. A menos que mi avión caiga directamente sobre el mar, yo no vuelvo a entrar.
—¿Quieres armar un castillo?
—Mejor te entierro —bromeé sacándole una sonrisa.
—No traje mi termo de baño, pero puedes hacerlo mañana, podemos volver —sugirió poniéndose en pie—. Hoy tengo algo más importante a lo que quiero que me acompañes, vámonos.
Cuando llegamos al parqueadero ya eran más de las nueve, aún era muy temprano, pero según ella estábamos tarde para la siguiente parada. El museo de zombies, tienda y pista de Go Karts. Odio ese lugar, no podían poner también una pista de patinaje en hielo para hacerlo más ecléctico?
—Espero que no creas que vamos a competir en esos micro carros —le dije leyendo correctamente sus intenciones.
—Autos… de carreras.
—Para hormigas.
—Nah, no eres una hormiga, más como una avispa… —Se hizo la graciosa—. Aún así cabes, así que ponte un casco.
¿Cuántas veces Aleksey intentó hacer justo eso? Nunca logró que me acercara a la puerta de ese lugar y Lena me tenía dando vueltas eternamente en una pista de asfalto, chocando en las llantas que la rodeaban. Me divertí. Me hizo acuerdo de cuando papá y yo jugábamos a los carritos chocones en el malecón. Como compensación, Lena me compró un llavero metálico de un cerebro que había sido mordido por un zombie, un gran pedazo faltaba de su hemisferio derecho superior, la cadena era la espina dorsal, lindo.
—Para que guardes las llaves de tu nueva casa —me dijo. Me dio nostalgia de pensar que serán mis últimos días con ella, mis últimos en general en esta ciudad, no volvería a pasar por allí y mencionaría cuanto detestaba el lugar, ya hasta empezaba a extrañarlo.
La parada número tres fue la tienda de tatuajes. Me asombra que de tantas cosas que me atrajeron de Lena en un inicio, esta es una que dejé pasar. No la olvidé y he visto mucho ese tatuaje desde que compartimos alcoba, pero quizá me acostumbré a saber que ella sigue siendo un misterio y que todo se desvela a su tiempo.
—Un mostacho —repetí lo que acababa de escuchar para hacerlo más creíble.
—Debajo de mi boobie derecha.
—Debajo de tu seno, ajá. Un mostacho.
—Se verá lindo —afirmó, escogiendo el tamaño del muestrario. No mediría más de un centímetro de ancho, por medio de alto.
—Lindísimo y súper original.
—No me importa lo que digas. Se verá genial —le señaló la elección al chico que preparaba las tintas y se acercó al área de preparación. Yo la seguí de cerca, algo intrigada por tan absurda elección.
—¿Por qué un bigote? Si puedo preguntar.
—Es… —se detuvo sonriéndose a sí misma, negando inconscientemente —. Digamos que me recuerda a alguien y a algo en especial.
Perfecto, se tatuaría un símbolo en honor a Leonardo, el hombre de la barba. Bien podía tatuarse su pene, me daba lo mismo.
"No es como si, a estas alturas, fuésemos a subir de nivel y tener sexo, como para tener que preocuparme de no tocar el homenaje a su pseudo novio", pensé.
El seno derecho de Lena, propiedad del brasileño. De seguro es el más grande de ambos, aunque sea por un centímetro cúbico o por cien gramos… ¿Cómo diablos se mide el tamaño de un seno? De cualquier forma, todas tenemos uno más grande que el otro, así sea casi imperceptible. Es como los ojos, uno siempre destaca más, ningún ser humano es completamente simétrico.
Lena se quitó la camiseta y se desabrochó el sostén, prácticamente a la vista de todos.
"¿Tan fácil?"
"Cambia de profesión, Yulia. Este tipo debe tocar muchas boobies."
Yo también lo pensé, pero las que me importaban estaban ahí a punto de ser tocadas por el gran artista dibuja mostachos. Mi instinto sobre protector hizo que me acerque a ella, intentando controlar la mirada de los demás en la tienda, que para ser honestos, ni la miraban. Los únicos ojos que tenía sobre su cuerpo eran los míos.
—Yulia, ¿me pasas la venda? —Me señaló, sosteniéndose la prenda en con la mano—. ¿Me ayudas a cubrirme?
Estábamos frente al espejo, ella se quitó el corpiño, cubriéndose con la mano y el brazo. Yo, detrás de ella. Con mi muñeca enyesada sostuve un extremo sobre sus costillas y, con la otra, la rodeé, apretando la tela contra su cuerpo, cubriendo su intimidad.
Toqué su piel, fue genial. Mis dedos desenrollaban la faja mientras pasaban, subiendo y bajando, por encima de sus enormes montes y lo sentí, un tímido pezón, levantado por el frío del aire acondicionado.
Ella me veía a los ojos en nuestro reflejo, intentando lucir calmada, yo de igual manera me concentraba en sus orbes, pero ese segundo fue exquisito, su pecho dio un salto diminuto, sus ojos se cerraron, su boca exhaló el aire contenido, y yo, sentí toda la corriente de aire colarse por el cuello de mi camisa de franela y recorrer mi columna dorsal hasta el filo de mi short negro, helado, tan íntimo. Lo repito, fue genial.
El tatuaje era realmente pequeño, pero el tatuador, detallista al extremo. Delineó con una precisión exquisita el dibujo, perfecto donde Lena lo había indicado. Sostuve su mano que me apretaba por el dolor de la aguja. No lloró, no protestó más que la presión sobre mis dedos. Una hora después la ayudé a descubrirse el pecho y el chico le colocó el gel y el plástico para evitar infecciones, diez segundos en los cuales Lena se cubrió a sí misma y después yo la ayudé a colocarse la camiseta.
—Hacen una linda pareja —Nos dijo el artista mientras caminábamos a la puerta. Yo también lo creí, ella sonrió avergonzada. Se ve linda con los cachetes rojos.
Daba el medio día cuando salimos de ese lugar. La dieta indicada para la recién intervenida consistía en nada de grasas, no mucha azúcar y cero alcohol. Le propuse entonces ir a un sitio nuevo de ensaladas cerca del centro comercial, lo había visto de pasado y me moría de ganas de probarlo. La promoción del día, todo lo que quieras comer por una mínima cantidad de rublos, barra abierta.
Decenas de recipientes reposaban sobre una mesa fría. Lechugas de todo tipo, zanahorias cortadas en rodajas y otras largas, pepinillos, pickles, tomates, espinaca, quinua, apio, coliflor y bróculi, el mercado entero a tu disposición, Y yo, o soy una persona demasiado simple, o jamás se me ocurrió ponerle mango y almendras caramelizadas a mi comida. Estuvo delicioso.
La siguiente parada, su antiguo trabajo de verano. Lena quería presentarme de forma oficial a Vasili, su compañero que —según recordaba de leer en el diario— gustaba de mí. Un chico simpático, estaba algo avergonzado de hablarme, fue galante y gracioso, nos dio un recorrido por la bodega, lugar reservado para los empleados, pero no nos costó nada convencerlo de dejarnos entrar, bueno, a mí.
No tenía idea de la cantidad de discos de vinilo que tienen almacenados fuera del alcance del cliente común. Eran filas y filas de álbumes, nuevos y usados, reales reliquias y tesoros musicales. Lena, me regaló un par, clásicos que no podían quedarse ahí, debían ser escuchados.
Vasili me prometió guardarme una nueva edición de un disco viejo de The Cure que estaba en muy mal estado, me lo enviaría por correo especializado, sin costo extra. Lena disfrutó de verlo tan contento y me agradeció no haber sido un «ogro» con él. Mi premio fue una taza de café. Me causó gracia escucharla decir esa palabra, era la primera vez que usaba el apodo que me dio en sus escritos, directamente conmigo.
—Durante los meses que papá y mamá pasaron separados, me veía con él en este restaurante todos los viernes —me contó mientras esperábamos nuestras bebidas. Yo recuerdo sus citas del diario, pero no sabía que este era el lugar de sus encuentros—. Se me hace tan extraño venir ahora.
—¿Por qué dejaron de hacerlo?
—Mamá y papá viajan a San Petersburgo durante el fin de semana cada dos semanas, para visitar a Trina, así que preferimos vernos en casa y comer una pizza o algo así, antes de que partan a la carretera. Regresan los domingos en la noche.
—¿Y hoy se quedan o viajan? —pregunté, dejando notar mi interés por su ausencia. El fin de semana anterior habían pasado en la cuidad, lo que significaba que tendríamos la casa para nosotras solas.
—Me preguntaba si quieres ir al club en la noche —Lena sugirió confirmándomelo. Mi primera reacción fue imaginar lo peor, extrañaba a sus cositas y posiblemente los vería en el club. Después pensé que Leo debía estar peor que yo, postrado en la cama recuperándose del accidente, no iría ni loco y Marina, bueno, ella era otra cosa, podía hacer su aparición, pero Lena tenía un trato conmigo.
—Sí, ¿por qué no? —le contesté y continuamos conversando de cosas absurdas como los actores y actrices del momento, banalidades de ese tipo.
Regresamos a la casa temprano. Sergey e Inessa nos esperaban con dos pizzas gigantes que no terminaríamos los cuatro así nos quedáramos hasta media noche sentados en el comedor. A eso de las ocho de la noche emprendieron viaje al aeropuerto y nosotras fuimos a alistarnos para el bar.
Cuando llegamos estaba repleto, se sentía una muy buena vibra, la gente estaba prendida. Saludamos al entrar y fuimos directo a la pista de baile. La música estaba al tope y Lena estaba hermosa. No tenía permiso de ponerse corpiño, por lo que usó una blusa cruzada que exponía completamente su espalda y cubría de una forma tan sexy su pecho, cuidando la herida de su obra de arte más reciente. Se puso unos jeans negros ceñidos completamente a sus piernas y unas botas altas casi hasta la rodilla que la hacían ver tan madura y segura. Su cabello alisado y suelto.
¡Dios, hermosa es poco!
Yo me puse una blusa blanca sin mangas, bajo un chaleco de cuero y unos jeans negros con mis botas de siempre, porque, la comodidad ante todo.
Bailamos sin cesar. El ritmo era tan envolvente y no hizo falta tomar una gota de licor para sentirme extasiada en ella. Tampoco era como si la niña del tatuaje pudiera tomar y yo no quería convertirme en su peso muerto. Lena se mueve increíble, es tan inconsciente de su atractivo, de la forma que puede hipnotizarte. No dudo haber lucido como una idiota mirándola.
Ella me notó y me sonrió pícaramente y yo no pude esperar un segundo para rodearla con mis brazos y besar sus labios. La música me ensordecía, los cuerpos ajenos chocaban con los nuestros, pero yo no quería separarme ni un segundo. Entendí perfectamente a esas tipas con las que tranzó en media pista la noche que conoció a Marina. Era imposible romper el contacto con su cuerpo, era como un imán.
Mi herida estaba tranquila, el descanso me había hecho tanto bien durante la semana que ya casi no tenía dolor al caminar, claro que, para evitar que el esfuerzo me haga daño, usé un vendaje bajo la ropa. Me lo coloqué yo sola en el baño, porque ya sabemos lo cobarde que soy.
En fin, pasamos unas increíbles horas expulsando cada gramo de euforia reprimida, completamente lúcidas. A las dos de la mañana mi cuerpo me pedía una cama le pedimos a Anatoli que nos llevara a casa. Cuando se despidió, me advirtió que no puedo viajar a Moscú antes de verlo por lo menos un día, hay algo que quería charlar seriamente conmigo. Quedamos que sería el lunes. No estaba dispuesta a desperdiciar el fin de semana sin vigilancia parental, para pasarla con mi recién conocido medio hermano, a pesar de que en realidad sonaba muy serio en su petición.
—Cámbiate de ropa, verteré agua en unos vasos y subiré las pastillas, tienes que ayudarme a ponerme la crema para dormir —me dijo Lena con un beso y bajó a la sala. Yo seguí sus indicaciones al pie de la letra y me encerré en el baño a quitarme las prendas que ya me estorbaban, con algo de dificultad. Finalmente el esfuerzo de la noche comenzaba a pasarme factura.
Me preparé para la cama, poniéndome encima una de sus viejas camisetas y regresé a la habitación, recostándome unos minutos en medio del silencio. Debí quedarme dormida, no sé cuanto tiempo, no debe haber sido mucho, porque no noté cuando inició la conversación que Lena tenía en la planta baja con alguien que había llegado sin invitación.
No podía distinguir su voz —vaya, nunca la había escuchado hablar—, pero era una chica, parecía estar llorando. Me helé de golpe, ya saben, esa corriente que te azota cuando algo te agarra de sorpresa o recuerdas de imprevisto algo que olvidaste; me recorrió entera y me levanté. Hice mi mejor esfuerzo por apurarme al corredor y me detuve en el pie de la escalera, todavía en la planta alta.
—Lena, por favor —suplicaba entre sollozos—, lo estábamos intentando, íbamos tan bien, solo tuvimos una discusión, una pelea…
—No es por eso.
—¿Entonces, por qué? Discutimos por una bobada, ¿y no me ves por dos semanas?
—No fue una bobada.
—¡Vamos, Lena! ¿Cómo querías que reaccione después de lo que me contaste? No es justo que esperes que me porte como una santa después de saber que me has mentido con tu edad desde hace meses.
—Mari…
Mari, de Marina. Era ella, mi rival, la dueña de los sentimientos más reales de Lena, suplicándole que la perdone por algo que yo no terminaba de entender.
—Lena… por favor, por favor, no lo hagas. —Su pena era tan grande, lloraba con tanta sinceridad y dolor.
—No ha pasado nada entre nosotras —le respondió ella, confesándole nuestra realidad. Nada ha pasado más que besos, y que es eso, pues nada, no es nada.
"¡Dios, ser el plato de tercera mesa es horrible!"
—¿Y por qué pasaron todo le día como si estuviesen juntas? ¿Por qué la besaste en el club? ¿Por qué has vivido con ella, compartido tu cama, durante días?, algo que ni yo he hecho.
Ese fue un pedazo de información que aclaró varias de mis dudas.
—¿Por qué no me has respondido todo este tiempo, Lena? Es por que estás con ella…
—No, Mari, no es así.
—Por favor, por favor, por favor. —Su llanto se intensificó, mas se oía camuflado y me acerqué unos centímetros para ver a la sala, buscándolas en la oscuridad que las acompañaba. La única luz que existía era la que emitía el microondas abierto detrás de ellas. Estaban abrazadas, Lena acariciaba su cabello rubio, Marina la sujetaba con fuerza, intentando no perderla.
Mentiría si dijera que no me conmovió—. Por favor no me dejes por ella. Nosotras… tenemos algo, por favor.
Lena la meció en sus brazos, reconfortándola, dejando que su chica se desahogue. Fue duro de ver.
—Yulia se irá a Moscú en una semana. Se muda —le comentó.
—¿Cuándo?
—El jueves —Lena se escuchaba igual de apenada, afligida por el dolor que causaba y lo expresó con más claridad un par de frases después.
—¿Me verás el viernes? Arreglaremos esto, ¿verdad? —Volvía a suplicarle.
—Nos veremos el viernes. Por favor no llores más, no me gusta verte llorar.
Ahí, fue ahí que Lena se deshizo en mil pedazos, cuando la rubia le susurró un: te amo.
La chica no podía más con su propio lamento y Lena moría por corresponderle, pero se reprimió. La estrujó en su pecho y la consoló unos minutos más.
Marina se fue soltando de a poco, Dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
—No manejes así, por favor. Te llamo a un taxi —le dijo alcanzándola antes de que saliera.
—Un amigo me espera afuera.
Lena lo confirmó asomándose por la puerta y la dejó marcharse, cuando cerró la puerta se arrimó en ella y se echó a llorar.
Me rompió tanto verla así que volví a esconderme tras la pared y pronto encontré mi camino hasta su cama, acostándome en la misma posición en la que me había quedado dormida hace un rato. Cerré mis ojos intentando que la tristeza de todo no tocara en mí el mismo nervio que en ellas. Yo sabía a qué me había metido, no tenía por qué llorar.
Dejé de pensar en el tiempo. Lena tardó en subir, pero eventualmente apareció con lo prometido, dos vasos de agua y nuestras pastillas. Pensó que dormía y con una caricia me pidió que despertara.
Actuar es lo que hacemos, las dos, y lo hicimos bien. Guardamos los silencios adecuados, lanzamos las bromas correctas, nos acostamos como si nada.
—Creo que arruiné nuestra posición favorita con mi tatuaje —rió, ya frente a mí.
De hecho lo hizo, no puede apoyarse de ese lado para dormir, desde ahora nos veremos enfrentadas hasta en sueños.
—¿Por qué el bigote? —le pregunté, sin ganas de quedarme con el dolor adentro.
—Es… privado.
—¿Hablas en serio? Estoy por irme muy lejos, ¿lo recuerdas? —le mencioné. Lo admito, saqué mis garras.
—Sí, por eso mismo.
—Solo dilo, querías recordar a Leo y ya. ¿Qué tiene? Lo quieres, ¿no? Es importante.
—No es por él —respondió poniéndose a la defensiva. Algo normal para el tono acusatorio que yo estaba usando con ella.
—¡Oh! ¿Entonces es por la rubia? ¿Acaso está planeando cambiarse de sexo o algo así y el mostacho es para representar su doble personalidad?
—Eres una idiota —me dijo con la mayor seriedad y ganas de insultarme que pudo—. No es por eso y dejémoslo así.
—¡Awww! Y yo que creía que estábamos pasando una buena noche de amigas. ¿Por qué le ocultarías algo así a… una amiga?
—Hay cosas para las cuales…
—¿Tengo que ganarme tu confianza? —la corté, completando la frase que me dijo aquella vez en la librería, cuando le pregunté por su primer tatuaje.
Me miró con furia, con un enojo que bien pudo sacarme a patadas de su casa, pero no lo hizo, solo se calló.
—Olvídalo, nos queda tan poco tiempo que, para qué ser sinceras —le reclamé.
—¿Quieres sinceridad? —me preguntó. manteniendo esa postura iracunda y el ceño fruncido—. ¡Es por ti, el tatuaje, es por ti!
Mi propia ira se desvaneció ese instante. Navegué su rostro, analizándola y me di cuenta de que no me mentía, pero ¿por qué? ¿Qué tenía que ver conmigo un bigote bajo su seno derecho? ¿Qué?
Se dio la vuelta, poniéndose de espaldas y me dijo:
—Abrázame como siempre.
—Lena…
—¡Solo hazlo!
La rodeé con mi brazo, acariciando su mano, ella la quitó de inmediato y yo continué a lo siguiente que siempre hago, posé mi palma en su abdomen y… entendí. Mi pulgar descansa en ese lugar todas las noches. Quitó mi mano de su cuerpo y volvió a girar.
—Tú —me acusó—, tú siempre has sido un misterio, un enigma. Eres volátil, pero dulce, eres malévola cuando quieres, pero conmigo, estos días, has sido gentil, tierna. Eres respetuosa de mi cuerpo, y aunque me tienes a un centímetro de traspasar mi intimidad, te quedas ahí.
La escuché y me pesó haber sido tan idiota un momento atrás.
—No sé por qué lo haces, por qué cambias tanto, por qué eres dos cosas al mismo tiempo. La de la dualidad eres tú, pero al menos en eso atinaste.
Un tatuaje. Es permanente, es malditamente eterno, así lo saques con terapia láser, así lo cubras con otro encima, un tatuaje se queda grabado en ti por siempre y ella se hizo uno pensando en mí.
—Estos días han sido increíbles en todo sentido, porque siento que te conozco y que he tenido una parte de ti que quizá ni Aleksey descubrió. Y puedes con toda libertad contradecirme, a fin de cuentas, estuvieron juntos largo tiempo y quién soy yo para asumir algo distinto, pero así lo percibo. Yo soy especial para ti, como tú lo eres para mí, y no tienes ni idea cuánto.
Nos quedamos calladas, yo lamentándome y ella tranquilizándose.
—Lo siento, fui idiota. Tienes razón —me disculpé.
—¿Por qué traes tanta inseguridad con ellos?
—¿Puedes culparme? Han estado contigo en maneras que nunca podré llegar a tener. Yo no soy nadie en perspectiva.
—Eres, mucho. Eres muy importante —me asegura.
—Yo me iré —le recordé.
—Leo también.
—Pero Marina no —mencioné volviendo al tema de la noche. A lo que escuché de su conversación—. ¿Puedo preguntarte una sola cosa y prometes no hacerme más preguntas del por qué, cómo, cuándo y dónde?
—Depende.
—Vamos, Lena, es una pregunta.
—Está bien —me permitió.
—La amas…
—Eso no es una pregunta —me interrumpió.
—¿Me dejas terminar? —protesté porque ni siquiera había empezado y ella ya estaba peleando conmigo—. La amas, eso es evidente. Ambas sabemos que yo me voy. Esto que tenemos fue un intento de… fue un… —Se me dificultó expresarlo, porque no quería mencionar la palabra juego, que ya nos trajo una contrariedad, pero eso es lo que más se asemejaba—. Nosotras no tenemos futuro, pero ustedes sí.
—¿Y tu pregunta?
—¿Qué esperabas de esto? Porque volverás a ella el día que yo pise Moscú. Y está bien, no es que te esté reclamando nada… Pero si amas a Marina, ¿por qué… esto? —Gestualicé entre nosotras.
No le fue fácil entender a dónde iba con mi punto. Mi inseguridad no viene del hecho de que existan más personas en su vida, sino de la importancia que tienen para ella. Como una vez me dijo Vova. Un chico ve a una chica que le gusta, siempre guardando la idea de que un día algo pase. Es lo que me llenada de celos cuando veía a Aleksey perder la concentración tras una falda, el poco control que yo tenía en sus decisiones, en sus acciones. Con Lena es peor aún, porque no somos nada y ella es libre de hacer lo que quiera con quien quiera.
—Esperaba entender qué me pasa contigo, qué siento por ti —respondió sincera.
—¿Y eso es qué exactamente?
—Me hice un tatuaje acerca de tu presencia en mi cuerpo, en mí. ¿Tú qué crees?
—Creo necesitar oír las palabras que lo expliquen.
—Eres tonta.
—Gracias, Lena. Lindo cumplido de tu parte —bromeo.
—Siento que… la paz que tengo contigo, la compenetración, la vulnerabilidad, el cariño… —Pausó dudando de lo siguiente, guardándose algo—. No la tengo con nadie más. Pero tú te vas, me duele, te quiero y me duele. No quiero que duela, no quiero perderte. Y seamos realistas, podemos ser amigas, pero nunca algo más, no tan lejos.
Asiento, porque la comprendo, porque mi confusión es la misma. Porque nos queda tan poco y después, ella regresará a lo conocido, a lo que sabe que tiene ahí esperándola y que, de cierta forma, ella también quiere. Y yo, me iré a tener mi borrón y cuenta nueva, a cumplir mi deseo de dejar todo esto atrás, el maldito apartamento, las deudas de mamá, la preocupación, Aleksey, todo. Me voy y eso se queda aquí… Igual que ella.
—¿Puedo preguntarte algo yo? Igual que tú, sin más preguntas de cómo, por qué, a qué viene, nada. ¿Puedo?
—Para ser justos… —le respondo y espero en silencio.
—Tienes mi diario?
Su pregunta fue directa, sin titubeos, sin dudas, sin una pregunta en realidad. Fue acusador y aterrorizante.
—No —le contesté.
Técnicamente —como me lo repitieron todas las voces que tengo adentro—, está en la bodega, no en mi posesión.
Le dije un «no». Le mentí con cobardía, porque después de todo lo que acababa de decirme, de confesarme sus sentimientos, después de saber que no soy un maldito peón en su tablero de ajedrez; admitir que la había estado leyendo a sus espaldas, no parecía lo mejor, no en ese preciso instante.
Quise preguntarle por qué creía que lo tenía, pero recordé lo que había acordado no hacer preguntas de seguimiento.
—Okey. —Lo aceptó de primera, tampoco continuó con el interrogatorio—. Lo lamento. No quería enojarme contigo y responderte mal.
—Estás en tu derecho.
—Me gusta esto —me dijo, alcanzando de nuevo mi cuerpo—, la sinceridad que tenemos cuando estamos solas. Me encanta.
Hipócrita, desleal y cobarde. ¿Cómo pude quedarme con esa cara de complicidad, cuando tenía el puñal directo en su espalda?
Esto es algo que lamentaré
***************
¿Los asexuales se excitan? Porque creo que lo estoy en este momento, y mucho.
He sentido atracción sexual antes, no soy ciega, sólo que no disfruto tanto del acto sexual. Me masturbo y no creo que eso esté mal, pero no necesariamente le saco mucho provecho, simplemente me ayuda con esa insoportable sensación y necesidad ahí abajo y, después, sigo mi día en paz; aquí no ha pasado nada. Pero lo que estoy sintiendo ahora… Dios, ¿soy asexual o qué?
—¿Estás bien?
—Sí, supongo.
—Tienes una cara… ¿Qué pasa?
—Nada, estoy bien.
¿Debería decirle? Creerá que soy rara o algo. Mejor no. ¿Cómo le explicas a alguien que cuando estás teniendo sexo, el acto en sí no te provoca placer? Sobre todo cuando has tenido una sola pareja en toda tu vida. Probablemente no me estoy definiendo bien a mí misma.
A ver, tengo sentimientos sexuales por ella; son claros, puros y, siendo honestos, aterradores. Lena me parece exótica, atractiva. Deseo sus labios, me gusta tocar su piel. La veo y me pregunto: ¿cómo se ve desnuda?, ¿cómo suena cuando está haciéndolo? Porque cuando nos besamos es tan sexy. Respira y gime en una voz tan baja. Me recorre tocándome, agarrando mi trasero, presionando mi piel entre sus dedos. Es tan apasionada y eso me excita. Me mojo, me estremezco, siento la necesidad de hacer con ella lo mismo que está haciendo conmigo.
Quiero ver sus senos, me muero por eso, por ellos. No sé por qué, es un misterio, pero tengo que hacerlo. No puedo irme sin tener esos dulces grabados en mis ojos.
Entonces, ¿soy asexual o simplemente insatisfecha?
Tal vez Aleksey era un amante terrible o yo no sé como satisfacerme. ¡Dios, estoy haciendo mal!
Pero he tenido orgasmos antes, ¿no? Por supuesto, de seguro los he tenido…, ¿verdad? ¡Maldición!
¿Cómo se siente un orgasmo? ¿Es estrés acumulado siendo liberado? ¿Es eso todo?
He visto porno y no he notado nada diferente a lo que yo suelo hacer, así que supongo que debo haber tenido orgasmos, un montón, demasiados para distinguirlos. Quizá el problema no soy yo, sino el hecho de que todo el concepto está demasiado sobrevalorado. Eso es, la gente hace mucho alboroto por nada. Dicen que es una experiencia casi religiosa para no ser criticados por las masas. Eso…, ¿no?
—Vamos, ¿qué te pasa?
—Nada, sólo pensaba en la vida.
—Vaya, eso es profundo. ¿Sobre qué?
No, realmente no quiero decírselo. ¿Y si ella contradice todo lo que sé y pronto me encuentro en medio de un agujero oscuro lleno de nada?
No quiero ser la chica extraña que no sabe cómo se debería sentir el sexo. ¿Al fin de cuentas, cuál es la gran cosa?
Digo, el sexo fue inventado para procrear y, yo, no quiero tener hijos. Es una forma mecánica para preservar la especie y otras personas pueden encargarse de eso.
¡Dios, estoy completamente perdida en medio de pura mierda! No tengo idea de nada.
Me golpeo la frente sobre la mesa de la cocina liberando mi frustración. Lena se ríe delante de mí.
—No puede ser tan malo, sólo dímelo.
Me está dando una entrada para hablarle. No puede ser tan malo, dice. ¿Pensará igual si le cuento?
—Yo… creo que…
—¿Qué? —insiste después de una pausa de silencio.
—Creo que soy… asexual —le digo todavía con la cara oculta dentro de la masa de mi cabello que me cubre.
Nada, ¿de verdad, nada? Di algo Lena o yo nunca, nunca, nunca alzaré mi cabeza de esta maldita mesa. ¡Dios, está muda! ¡Voló fuera de la habitación por el pánico de mi confesión! O tal vez me volví sorda.
Espera. Levanto la cabeza lentamente y sigue ahí, con la boca cerrada, tranquila, esperando. La miro, me sonríe con franqueza. Ya, empezamos con esto, toca terminarlo.
—¿Así que no sientes deseo sexual? —me pregunta.
—Lo hago.
—¿Entonces, por qué crees que eres asexual?
—Es complicado.
—¿Cómo?
Es amable, no se está volviendo loca, lo cual es bueno. Está ahí, tratando de entender a la vieja y torpe Yulia.
—Yo… Cuando pienso en sexo, sólo… yo… no me siento como si lo necesitara para desahogarme.
Sus ojos se cierran a medias, está tratando de entender. Sus pupilas giran a un costado, ella permanece quieta. Me mira de nuevo.
—Pero te masturbas, ¿no?
Asiento. Sus pupilas me abandonan otra vez, está explorando partes de su mente, pensando en que más preguntar. Debo decir que es considerada, no me ataca, reflexiona sobre lo que le estoy diciendo.
—¿Y es placentero?
—Me ayuda a pasar el rato.
—¿Pero te gusta?
—Ayuda con la ansiedad.
Una vez más, sus ojos buscan una respuesta dentro de ella. Alza una ceja, encontró algo. Ahí, lo hace de nuevo.
—¿Es por eso que no has realizado una jugada en estos días?
¡Mierda! No. No lo sé. Quizás. Sí. Supongo. No lo sé.
—¿Acabas de pasar cada respuesta por tu mente? —Se ríe.
—Sí —le confieso.
—Okey, pero no estás segura.
—No.
—¿En qué piensas cuando te masturbas?
Bien, yo misma abrí la puerta a este tipo de preguntas. Valor.
—Amm… —Empiezo. Cierro los ojos, tratando de recordar, porque no pongo mucha atención a esos momentos y ha sido un tiempo desde la última que lo hice—. Una respiración pesada, tal vez la piel sudorosa, la sensación de mis dedos por el cabello de alguien. Cosas como esas —concluyo, abriendo mis ojos ante una pelirroja sorprendida—. ¿Qué?
—Eres muy romántica.
—¡Cállate! ¿En qué piensas tú?
—¿Yo? Bueno, pienso en una persona agarrando con fuerza mis senos, pienso en alguien fijándome enérgicamente en la cama, pienso en esa persona empujándose en mi interior sentidamente…
—La violencia, eso te gusta. Parece que no estaba tan equivocada cuando dije que eras una masoquista, ese día en la librería.
—No lo soy. No es lo que me gusta hacer durante el sexo, pero es lo que me imagino cuando me masturbo. No tiene que ser lo mismo —me explica, sin hacerse lío. Tiene el panorama clarísimo.
—Pero disfrutas de la violencia en tus fantasías.
—Esas no son fantasías, pero no me imagino los besos o los abrazos mientras me ayudo. No estoy imaginando mi futuro, sólo quiero satisfacerme, eso me hace llegar con más facilidad. Ayuda, eso es todo.
Eso es lo que yo necesito, seguridad. ¡Saber qué mierda me pasa!
—Creo que todo lo que me dices me hace más asexual de lo que ya pensaba que era.
—Okey, vamos a concentrarnos sobre el acto, entonces. ¿Cuál es tu posición favorita?
—¿Tengo que tener una? —protesto, ¿es tan importante?
—¿No la tienes? ¿No hay nada que te guste el sexo?
Vago alrededor de mis recuerdos, pienso fuertemente en esto.
—Además de ver a otra persona venirse yo… ¡Mierda soy una voyerista!
Ella se ríe mucho, pero esto es serio. ¡Soy una voyerista asexual!
—Debe haber algo más específico que te llame la atención, como: ¿cuál es la manera más fácil para que llegues al orgasmo? —me pregunta.
Estas cuestiones son complicadas. ¡¿Cómo diablos voy a saberlo?!¿Cosas?
—¿Al menos has tenido uno? —Duda, su tono está lleno de incredulidad.
—¡Por supuesto que he tenido orgasmos, Dios!
—¿Y cómo te has sentido en ellos? Me refiero a emocional y físicamente.
—No lo sé… ¿Bien?
—¿Bien? ¿Sólo bien? ¡No has tenido un orgasmo nunca!
—Están sobrevalorados.
—No, no lo están.
—¿Cómo se sienten entonces? Te escucho, oh sabia Lena, diosa del sexo.
—Bien, te lo explico —dice acomodándose en su silla antes de iniciar—. Es… como una acumulación de todo al mismo tiempo. Puedes sentir con claridad un enorme deseo crecer desde tu centro, comienza a invadirte el abdomen, el estómago, el pecho, haciéndote cosquillas en las venas. Corre por tu piel hasta llegar a tu cuello y tu rostro hormiguea. Tu cuerpo empieza a tensarse, centímetro a centímetro, y tu sexo entra en calor de inmediato. Es imposible no sentir cómo, la presión de hace un segundo, comienza a ser demasiado. Todavía quieres más, tienes que liberar esa energía dentro de ti. Tus jadeos aumentan, tu respiración. Yo personalmente comienzo a marearme, mis labios se entumecen, mis dedos. La sensibilidad en mi senos es tan intensa que un solo toque me puede romper; esto sucede también ahí abajo. Llega un punto en que es una cuestión de uno o dos empujes y todo mi cuerpo se curva hacia adentro, apretándose por la tensión. Me sacudo sin voluntad; espasmos me hacen saltar hasta que se desvanecen a medida me calmo. Pero esa ráfaga de… locura te llena, tus mejillas se enrojecen de la sangre hirviendo que corre dentro ti. Un escalofrío ataca tu columna vertebral, te liberas y todo en el mundo desaparece. Durante un par de segundos lo único que sientes es paz. Y entonces estás completa, agotada. Confía en mí, es mucho más que «bien».
—Excelente. Se escucha estupendo —me quejo. Odio saber con tanto detalle de todo lo que me pierdo. ¿y si nunca llego a tener uno? Mi vida será miserablemente mediocre a partir de hoy—. Tal vez soy una de esas chicas que no tienen orgasmos y ya. No es la gran cosa.
—Quizá Aleksey era un maldito inútil.
—Creo que soy asexual y eso es todo.
—Y yo creo que podríamos probar esa teoría.
—¿Cómo, princesa?
¡Diablos, soné a Leo!
Ella pone la sonrisa más oscura que he visto en mi vida y me da un verdadero recelo. ¿Qué está planeando?
—No te pediré que hagas algo que te incomode, ¿de acuerdo?
Así que vamos a hacerlo, después de todo, vamos a tener sexo y como un experimento.
¡Mierda!
Debí quedarme con la boca cerrada, Ahora soy aprendiz de Lena.
Genial, simplemente espectacular.
*********
Es extraño pensar que esta es mi segunda primera vez y, en muchos aspectos, es mucho más aterrador que en aquel entonces.
Es gracioso, en realidad, ni siquiera recuerdo haberme sentido vulnerable con Aleksey. Éramos tan buenos amigos, nos conocimos al iniciar la primaria, teníamos seis años, pero no nos hicimos novios hasta que tuvimos catorce y no sucedió nada por otros siete meses.
Aleksey era tan gentil, genuino y yo no era tan jodida. Él… Dios, todavía lo recuerdo, me trajo rosas rojas aquel día de San Valentín y yo las amé, estaba como idiota, me moría por él.
Por favor, era tan normal e ingenua.
Pero esto, esto que estoy sintiendo me desconcierta tanto. Ahora con Lena, estoy más que nerviosa, es terrible, es un vacío que me come por dentro. Pero ¿por qué? Ya no soy esa niña pequeña, ya no soy tan inocente, ya no soy virgen. Aunque eso es discutible, sólo he dado un paso hacia este lado de mi sexualidad, este. Quizá el que esté tan convencida de que no me gusta el sexo, tiene algo que ver.
¿Quién sabe? Yo no.
Lena me encamina de la mano, desde la planta baja hasta su alcoba.
Desde el inicio me pone nerviosa que sea así de directa. Lo haremos y ella lleva la batuta tres metros por delante.
Me libera de su agarre, dejándome en medio de la habituación, y camina hacia la ventana para cerrar las cortinas lo que más puede. Así mismo, regresa a la puerta y le coloca seguro, apoyándose de espaldas en ella.
¿Que está haciendo? ¿Busca privacidad? Porque estamos solas, nada de eso es necesario.
Sus dientes tiran de su labio por dentro. Es apenas perceptible, pero cuando sonríe, ese pequeño gesto, la delata.
No sé por qué, pero… me siento triste. No, miento. Yo sé por qué: odio esto, incluso con ella frente a mí, así de hermosa e irresistible, lo odio.
Lena va a hacer lo que más detesto, me va a dar un curso sobre cómo follar, cómo cogerla, cómo satisfacerla. Nada más lejos de lo que quiero.
Espero quieta en el mismo lugar que me dejó. Lena sigue inmóvil contra la madera, espera también.
No me voy a mover. No quiero apresurarme porque sé que voy a decepcionarla. Maldición. Mentiré si tengo que hacerlo, fingiré que lo disfruto, al igual que hice con Aleksey. Le daré la actuación de mi vida, no la defraudaré.
¡Vamos Lena, empieza la clase!
No se mueve, tan solo me mira. Ella espera, yo espero.
"¿Que está haciendo?"
Doy un paso, ella amplía su sonrisa y da otro.
Okey.
Doy uno más. Ella me imita de nuevo.
Esto me gusta. Está esperando por mí.
"Estamos bailando".
"Es agradable".
Le sonrío. De repente pierde su mirada y se sonroja girando la cabeza a un lado. Se ve nerviosa. Me espera.
Un paso más y entrará en mi zona de confort, pero no lo hago, no camino. Le extiendo mi mano izquierda, invitándola a acercarse. Ella la toma y da dos pasos. Sigue mi juego, esto es divertido y tranquilizante.
Entrelazamos nuestros dedos. Es algo tierno, dulce, pensado; no se precipita.
La admiro en esta corta distancia. Su actitud es sosegada, la hace ver tan hermosa. Estoy a punto de decírselo, cuando recuerdo que no me gusta hablar durante el sexo…Bueno, técnicamente, no hemos empezado todavía.
—Eres hermosa.
—Gracias, tú también —responde mi cumplido sonrojándose nuevamente.
—Asumo que serás la maestra aquí, pero necesito decirte que hay un par de cosas que, simplemente, no aguanto —le menciono sin intención de molestarla.
—Lo sé.
—¿Ah, sí?
—Seguro.
Está segura de que ese es el caso, pero yo lo dudo.
—Me lo has dicho —me aclara.
Mi rostro cambia a uno inquisitivo. ¿Qué dije y cuándo? Hemos hablado poco sobre sexo, menos aún sobre nuestros gustos o disgustos.
—Haces las cosas porque quieres. Lo que significa que no te complace recibir órdenes.
Bien captado, es reflexiva. Se acuerda de todas las veces que me he negado hacer lo que otras personas exigen de mí.
Interesante. ¿A qué otras conclusiones ha llegado?
—Además, te gusta ver… «terminar» a la persona con la que estás. —Esto lo susurra acercándose a mi boca. ¡Dios!—. Así que… hoy y mañana… —Se mueve acariciando mi mejilla con la suya, deteniéndose cuando sus labios llegan a mi lóbulo—. Yo… soy… toda tuya.
Mi corazón cae rápidamente al suelo. ¿Acaba de decir lo que pienso que acaba de decir?
—Lena, eso suena… demasiado a Cincuenta Sombras de Grey.
—No seas tonta —se ríe en voz baja, sus manos alcanzan la tela de mi remera alrededor de mi cintura, sus ojos de nuevo perdidos en mí—. Estoy aquí para ayudarte a descubrir algo. Lo que te gusta, lo que deseas. No necesitas fingir conmigo. Haré lo que quieras… Obvio, sabes que no me puedes acariciar con la punta de un cuchillo afilado… ¿verdad?
Yo me río ahora, es linda.
—Lo sé. No te preocupes, solo me gusta ver sangre en obras de ficción.
—Bien.
—Así que… ¿harás lo que te diga?
—Voy a hacer lo que me pidas.
Es inteligente, tengo que ser amable con ella. Básicamente, seré buena contigo, si eres buena conmigo. Es justo. Aunque, esto significa que tendré que recitarle peticiones, lo que sigue siendo mi problema número uno.
—Yo… tengo que confesarte una cosa más —le cuento. Mi concentración fluctúa entre lo que tengo que decir y las curvas suaves que sus dedos trazan en mi vientre—. No me gustan las instrucciones.
—Correcto. Bueno. No lo veas de esa manera. Piensa que me estás… diciendo tus anhelos, tus deseos más profundos.
—Siguen siendo instrucciones.
—No. No me estás ordenando o arrastrándome a través de un campo minado. Estamos caminando juntas y, a veces, halarás de mi mano para evitar caer con una roca o en un agujero en el piso. Yo haré lo mismo contigo, pero seguiremos caminando, la una a lado de la otra.
No estoy tan convencida, a pesar de que lo que dice tiene mucho sentido.
—Mira. Vamos a ir lento. Si no quieres hablar está bien. Guíame con tu toque. Pero quiero que sepas que no me importa si me pides algo, así que no te detengas. ¿Bueno?
Asiento en silencio. Sus manos me abandonan y se elevan al primer botón de su camisa de franela azul de cuadros. Mi nerviosismo se eleva de golpe. Tres botones ya estaban desabrochados, dos más y la piel de sus pechos me matará…
—Espera… —le susurro, rompiendo todas las reglas que pude haber tenido—. Déjatela puesta.
Sonríe picándose el labio con los dientes de una forma tan sexy. Esa mueca acaba con mi paciencia y nos doy vuelta, quedando de espaldas a la puerta. Mis ojos gravitan de reojo a la cama y ya siento el fracaso, es demasiado pronto para terminar sobre ella. No soy Aleksey en la parte trasera de un coche, no me quiero apurar. Quiero disfrutar de cada parte.
Me acerco, el contacto de su aliento sobre mi piel me encanta. Mis labios encuentran el camino a los suyos. Me ha gustado su suavidad desde la primera vez que nos besamos, la forma en que ella abre la boca ligeramente para capturar uno solo ayudándose con su lengua, es irresistible. ¡Dios, lo hace tan bien! La mía busca contacto cuando realiza el mismo movimiento para atrapar mi otro labio. Nos tocamos, la humedad, la suavidad.
¡Dios, besar a Lena Katina es delicioso!
La recorro con mis manos alcanzando los costados de sus caderas. Me pregunto, ¿cómo diablos voy a continuar esta odisea con la mano derecha enyesada? Mi mano diestra ha sido inutilizada y con mi izquierda ni siquiera puedo escribir mi nombre para que sea legible. Esto va a ser complicado.
Vago por el borde de sus jeans con los dedos. Tiene puesto un cinturón. De repente cada acción requiere ambas manos.
—Ayúdame quitándolo… —mascullo entre besos. Oigo como ella llega a la hebilla y, sin tener cuidado, lo saca… mi cinturón—. Me refería al tuyo…
—Lo sé. —Sonríe.
Regresa a su pantalón y elimina el obstáculo en mi camino. En medio de esta acción, su lengua se desplaza verticalmente en mi boca abierta; la punta enroscada me produce un zumbido, me entumezco por completo y la necesidad que me causa se precipita hacia mi centro. Así de rápido. Se tarda nada en demostrar su punto. Puede que no sea tan asexual como yo pensaba.
Cambio mi enfoque hacia su cuello. Huele fantástico, como siempre. El aroma de su piel; esa dulzura es abrumadora y embriagante. Su voz, sus gemidos, ¡Dios, estoy en el cielo aquí mismo y yo todavía estoy lejos de ver sus senos!
Beso el borde de su mandíbula, dando cortos saltos hasta su oreja. Su cuerpo se curva con mis caricias, su respiración aumenta, se siente más agitada, tensa. Es tan provocador escucharla, tenerla así en mis brazos.
Tomo bocanadas de su piel aplicando presión con los dientes. Ella expulsa una queja sumamente expresiva; dolor mezclado con placer. Hago lo posible por continuar por el monte de su clavícula —es demasiado sexy para detenerme—, pero necesito probar sus labios de nuevo, estoy sedienta de ellos. Me apoyo de su nuca con la mano izquierda y con la otra me sostengo de su espalda, trazando con mi tibia lengua, una línea directo a sus labios, haciéndola temblar. Sus dedos se clavan en mi espalda —me mata, lo juro, me acaba con tan poco—, atrapo con mi boca entera su quijada en un beso que termina en la suya. Me encanta, tan sólo esto ya es la perfección.
Lena gime de tal manera que mi cuerpo reacciona apretándola con ansiedad. Nunca en mi vida he experimentado tal excitación como resultado de un sonido. Me mueve por dentro, me llena, me prende…
—Vas a matarme —le digo jadeante y bajo por medio de su pecho repartiendo besos en mi camino a su abdomen.
Pasar por medio de sus senos es pura tentación, pero ese es un placer que quiero saborear más adelante, como un premio que me haya ganado y que deseo tanto. Será la maldita cereza encima del postre.
La sujeto de la cadera para ayudarme a hincarme en el piso, aún con mi boca cruzando su vientre.
Sus dedos se enredan en mi cabello, nada me gusta más que eso, es tan relajador.
Su forma es tan distinta a la mía. Su cintura más esbelta, su cadera más pronunciada, no sé, es… diferente. Me gusta seguir la línea lateral de su cuerpo, sus curvas. Giro hacia un costado acariciando su piel con la punta de mi nariz, memorizándola. En contraste con mi piel, ella es de un color níveo.
Mi roce le hace cosquillas y larga una carcajada tan adorable que me incita a repetirlo. Trata de huir la segunda vez, pero no lo logra. Acabo de descubrir un punto débil.
—¿Me ayudas con el botón? —le pido sonriéndole mientras se tranquiliza. Siento todo tan especial e íntimo, tan natural. Pensé que me molestaría hablarle, jugar, hacerla reír, pensé que solo sería sexo. Es mucho más grande que eso.
Ella desabrocha el botón de su pantalón y me ayuda a bajarlo hasta sus tobillos. Yo hago lo mismo con el mío y me deshago de ambos lanzándolos en algún lugar del cuarto.
Lleva puesto un interior de color blanco, suave, tipo bikini. Si Lena pudiera verse desde esta posición, se muere, igual que yo.
"Somos tan gays".
Su ombligo me llama la atención, es diferente al mío, parece profundo. Sin otra intensión más que descubrirlo, introduzco mi lengua en él. Lena se estremece, soltando un gemido alto y agudo, inesperado. Sus manos cubren su rostro como si estuviese en pura agonía, pero los sonidos que emite me dicen que no es así. Es tan excitante escucharla, me siento tan dispersa, encontrada con mi deseo, algo que no esperaba que se diera tan fácil. Me hace querer aún más.
Mi lengua baja y recorre el límite de esa prenda de algodón, Lena contrae sus piernas, juntándolas, buscando calmar su necesidad. Conozco ese movimiento, ¿qué chica no?
Beso el medio de su zona triangular. Su aroma aquí es peculiar. Tiene un toque pungente, pero es agradable, deseable, estimulante. Mi boca saliva con solo apegar mi nariz a la piel de sus muslos.
Los beso por turnos, acariciando la parte posterior de los mismos con mis manos. La siento dar un salto al sentir mi yeso frío, nada que no ayude a alborotarla un poco más. Algo que realmente estoy disfrutando.
Evito tocarla en ese preciso lugar. Me doy unos segundos más para molestarla.
Mis dedos bajan acariciándola con las yemas a lo largo de sus piernas, acomodándose detrás de sus rodillas. Sus manos regresan a mi cabello, quiere apretarme contra ella, pero se detiene. Espera a que yo lo haga de mi propia voluntad.
No quiero frustrarla, torturarla no es mi intención. Subo la mirada y veo destellos de sus pechos cuando la camisa se mueve, no lleva sostén por el tatuaje y, tenerla así de desubicada, es una visión única, que aturde.
Me acerco con suavidad, mis labios se separan apenas unos milímetros y me apego dejando un beso diminuto exactamente en su punto más urgido.
Su cuerpo tiembla involuntariamente, es fascinante ver de tan cerca como, la luz que refleja en los pequeños bellos de su abdomen y de sus brazos, se erizan de un solo golpe.
Es suerte que la haya sujetado con mis manos o hubiese caído de espaldas al suelo. La sostengo con fuerza y repito el beso con más intención. Está mojada, lo siento con mi quijada al presionar mis labios.
¡Dios, está mojada y se siente tan bien! Esto me gusta, me encanta.
Abro mi boca, esta vez con todas las ganas, tomando presa a su piel con mis labios, apretándola por su cola con mis manos. El juego que inicio la descontrola. Empujo mi lengua sobre la tela y escucho un lamento tan fuerte que todo el aire deja su pecho y puedo sentir otra descarga en su centro. Es alucinante tenerla así, desbaratada por completo, a cuenta mía.
—Vas a matarme… —repite mi frase jadeando.
Hago equilibro con el fin de abrirme camino hacia arriba otra vez y llevarla a la cama, es hora. Quiero sentirla, trazar la forma que mantiene a esa mujer en el interior, esa chica por la que estoy tan perdida.
Tropiezo con uno de nuestros pantalones y caemos sobre el colchón que nos hace rebotar.
Es increíble lo mucho que me encanta su risa, lo tierna y sexy que es. Lo cursi que me hace sentir, lo romántica, lo tierna; y también como me mata con necesidad. Mi pecho está a punto de explotar, mi corazón late desesperadamente, hasta puedo escuchar mis pulsaciones por dentro. Me estoy muriendo a causa de ella.
Me acomodo ahorcajadas sobre su cuerpo, justo encima de su pelvis. Lena hace un gran esfuerzo por no arremeter contra mí, pero su exaltación deja ver el dolor, la exigencia y el apuro que le provoca tenerme ahí; me desea. Su mirada es difusa, confundida entre un mar de sentimientos, al igual que la mía. Pero hay algo más que tengo que tener antes de eso.
Mi curiosidad por su cuerpo me envuelve. La he visto estos días, me desvivo por sus largas y torneadas piernas. Me gusta tocarlas, me gusta sentir su suavidad en mis dedos, amo el calor que irradian cuando dormimos. Sin embargo, su pecho es todo un misterio. Aunque la haya visto con traje de baño antes, nada se compara con verla desnuda, nada.
Mi dedo índice izquierdo se engancha de la apertura de su camisa y la jalo para abajo, provocándome más curiosidad. Si la rajo de un solo tirón, le haré daño, y ese no es el objetivo. El frío del aire acondicionado se filtra por allí estremeciéndola, es tan humana, tan vulnerable, está tan dispuesta…, confía en mí.
Desabrocho los cinco botones restantes, uno por uno. La sensación de mis caricias eleva dos hermosos picos en la tela de franela.
Esta mujer me va a matar.
Paso, con cariño, el dorso de mi mano por el medio de su pecho, separando ambos lados de la prenda, dejando un camino de piel blanquecina expuesta a mí. Estoy a dos pasos de descubrirla, aún así, la miro a los ojos cuando finalmente lo hago.
Ella me estudia. Sé que siente el aire frío, pero lo aguanta, está abierta, expuesta y, a pesar de que he querido este momento durante días, lo único que me importa es ella. No veo a otro lugar que no sean sus pupilas. Me inclino en mi cintura y la alcanzo en un apacible beso, uno amoroso.
Es tan hermosa.
Desearía poder decir que el instinto me ayuda a saber lo que hago, pero no es así. Me siento algo torpe, fuera de tono, una principiante que rompe todas las cuerdas de la guitarra en el primer ensayo. Temo fracasar en mi anhelo por complacerla.
—¿Puedes ser más sexy? —murmura a mi oído—. Me estás volviendo loca.
Sube mi camiseta hasta mis hombros ayudándome a quitármela, yo me enderezo y alzo los brazos removiéndola completamente.
Sin saber exactamente cuando, me toma por la cola y se sienta más atrás. Sus besos me recorren el pecho, marcando cada uno con su lengua, encendiéndome por dentro.
Vuelvo a empujarnos al colchón. Un calor que no soporto, me llena por completo. Entrelazo nuestras piernas, intentando encontrar alivio en la presión que ejerzo en su cuerpo. Mis caderas arremeten con exigencia. Mi deseo rebasó el límite de mi paciencia.
Voy sintiendo satisfacción en mis movimientos, cuando caigo en cuenta de que ella está igual que yo, que se esfuerza por complacerse y que no es su muslo lo que mi centro toca, es el suyo. Su humedad y la mía son palpables por bajo la ropa interior que todavía nos cubre.
Percatarme de que nos estamos conectando de esta forma me excita más. Mi respiración está tan agitada que el aire me falta, mi piel hormiguea y ese calor me sube completamente por el rostro, me quema.
¡Dios, voy a morir!
Mi sensibilidad aumenta en un doscientos por ciento, trescientos. No puedo más, el mínimo roce me rompe en mil. Mi cuerpo se sobresalta. Ella me aprieta con fuerza, estoy llegando al orgasmo antes que ella, me necesita, pero si vuelve a arremeter, voy a morir.
Lo hace —de verdad me necesita—, otra ola de espasmos me recorre el cuerpo, la espalda se me encorva hacia adentro y escondo mi cabeza en la almohada con desesperación.
Lo hace una vez más y la siento por fin estremecerse bajo mi cuerpo, soltando, de a poco, su agarre de mi cintura.
Dejo salir una sola bocanada de aire en el cojín. No doy más, estoy exhausta, mareada, aturdida por completo.
Unos segundos después, la siento reír en mi oído.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta.
—Desgastada —jadeo con cansancio.
Otra risita le sigue y mueve su cabeza acariciándome, dejando un beso corto a lo largo de mi cuello.
—¿Aún te sientes asexual?
—No…, ya no.
—Es porque no lo eras —me asegura, girándonos para quedar de lado.
—¿Y qué se supone que soy?
—Lesbiana —su certeza podría convencerme, pero…
—Odio esa palabra.
No le miento, no me gusta, suena a algún tipo de reptil. La prima mayor de Jared Leto.
—¡Oh, por Dios! ¡Jared Leto! —Digo levantando mi cabeza en dirección a la pequeña cajita plástica que tiene por casa—. ¡Tuvimos sexo en frente de mi hijo adoptivo!
Lena ríe y me regala un beso.
—Digamos que no va a presentar cargos en el juzgado de menores —me consuela, no es como si hubiese algo que podamos hacer al respecto.
—Soy una pésima madre.
—Pero excelente en la cama —dice y cierra los ojos. Está tan agotada como yo.
«Excelente en la cama», vaya. Soy excelente, algo que jamás creí porque ni siquiera tenía idea de lo que el sexo debería ser.
Tal vez, la cuestión es que, no todos los seres humanos estamos destinados a ser tan adaptables como es Lena con otras personas. Quizá para algunos de nosotros, este sentimiento solo aparece cuando hay una conexión mucho más fuerte que una simple atracción o un cariño pasajero. Creo que la respuesta es sencilla, se necesita de algo más profundo para tener lo acabamos de vivir. Para mí debe haber… amor.
O tal vez soy súper lesbiana y punto.
Escucho su respiración hacerse más pesada y me muero por seguirle el paso. Esto fue abrumador y una siesta no nos caerá mal.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
que capitulo tan bueno
el momento entre la chicas fue como decirlo magico
espero las sigas pronto y no te pierdas mucho
ANIMO
que capitulo tan bueno
el momento entre la chicas fue como decirlo magico
espero las sigas pronto y no te pierdas mucho
ANIMO
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Está historia me fascina! Todo es genial, desde la escritura hasta los personajes! Menos mal que subiste otro capítulo, ya me estaba dando abstinencia (? Jaja Espero que estés bien! Nos leemos en el siguiente capítulo!
denarg_94- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 11/05/2016
Edad : 30
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Capítulo 40: Este amor que me hace dudar…
Cada etapa de experimentación con uno mismo, trae consigo la cuestión de la moralidad.
¿Es esto correcto o equivocado?
Puede que quieras hacer caso omiso, puedes hacerla a un lado o incluso esconderte, pero con el tiempo va a venir a buscarte, y te va a encontrar.
¿Es esto correcto o es lo equivocado?
Si me limito a lo estricto de la situación, es correcto. Lena es soltera —técnicamente hablando—, es libre de tomar sus propias decisiones, es consciente de las demás personas, entiende los riesgos. Está, digamos que, disponible.
Sin embargo, esto no es precisamente la verdad.
No se puede ver la vida en blanco y negro. Los colores, al igual que las situaciones, cambian con la perspectiva. Es soltera, pero está teniendo una relación seria con alguien que no soy yo. Alguien que ha dado por completo a ella, y al revés. Han estado saliendo por semanas, se gustan y se preocupan la una por la otra, mucho más que eso. Lena ha pensado en la posibilidad de poner fin a su estatus ambiguo por esta chica, así que no es sólo una aventura, es real, es importante y es algo a considerar.
Ahora, si cambio la perspectiva hacia mí, todo este asunto es un error que sigo cometiendo segundo a segundo, y uno que me gustaría poder cambiar.
Tuve sexo con la novia de alguien. Es así. Marina es su novia, será su novia en pocos días. Esto está mal. Sin títulos ya eran pareja y yo me metí en medio. Lena me abrió la puerta y yo la seguí adentro, pero moralmente, esto no estuvo nada bien.
Yo no quisiera que alguien toque a mi novia como yo la toqué; que la bese como la besé; que se satisfaga en ella como yo lo hice. No quisiera que mi novia recorriera el cuerpo de otra como hizo con el mío. Repudiaría que le ofreciera ser suya por el tiempo que fuere. Odiaría la idea de que es capaz de continuar con esta otra persona —sin remordimientos—, con esa inocencia que proyecta aquí, en esta ducha en la que está… conmigo.
Sí, la hipocresía me alcanza y me da una bofetada. Sé que no es lo correcto, sé que debería ser más noble, humana, considerada con alguien a quien ni conozco porque no quiero nunca estar en sus zapatos. Creo en el karma y esto volverá a patearme mucho más fuerte de lo que me puedo imaginar.
Lena lava mi cabello. Yo no puedo hacer lo mismo por el yeso de mi mano, tuve que meterlo en una bolsa plástica para evitar que se moje. Es la inconveniencia que he tenido estos días pasados. Por supuesto que, sola, debo hacer maromas con una sola mano.
Sus dedos me recorren esparciendo el jabón por la espalda, dejando una capa suave y placentera en mi piel que se siente increíble al contacto con la suya. Sus besos en mi cuello, su abrazo por mi cintura.
A Lena le gustan mis senos. No ha dejado de acariciarlos en cada oportunidad que tiene. Le gustan mucho más que mi cola, de la cual no se podía despejar antes de conocerme desnuda.
A mi me enloquecen los suyos. Me los imaginaba menos… ¿erguidos?
Dios, no lo sé.
Imagino que mi percepción de la forma y disposición está directamente relacionada al volumen, a mí tamaño en específico. Los de Lena son, extrañamente impecables, como si hubiesen sido moldeados para verse así. Son como una gota, perfecta; redondos y estratégicamente posicionados, sus pezones imposiblemente altos.
Ya lo dije, es como si un artista los hubiese creado de arcilla pensando en la figura más deseable e imposible, porque nunca he visto un cuerpo como el suyo, en ninguna película o imagen. No existe.
—¿Salimos ya? —me pregunta, pero preferiría quedarme eternamente aquí. De todas las cosas que hemos hecho estos dos días, contemplarnos desnudas bajo el agua, es de mis favoritas.
Lena tiene un ritual exquisito. Dentro de la ducha tiene mucho cuidado con su piel. Lava su rostro con un jabón especial más delicado que el que usa en su cuerpo, creando una capa de espuma que deja por varios segundos antes de enjuagarse por completo. Su champú no es como otros. Según me comentó es hecho bajo pedido por una mujer naturista. Su aroma es tan fresco y natural que embriaga, el acondicionador sigue la misma línea. Es por eso que la fragancia queda impregnada por tanto tiempo en su cabello, ningún ingrediente es artificial.
Cuando sale se seca el cuerpo por completo. Con mucho cuidado pasa la toalla por cada espacio entre los dedos de sus pies, por las curvas de su cuerpo, por su espalda, sus brazos, su cuello. Su cabello se queda enroscado en una toalla más pequeña mientras ella cubre su piel con una loción increíblemente blanca y ligera. La esparce por sus piernas, sube con delicadeza a sus muslos, sus brazos. Coloca un poco más en sus manos y continúa a su abdomen, sin descuidar extenderla por su espalda baja y subir por sus lados hasta esos gloriosos senos.
Verla masajearlos con tanta sutileza, se me hace agua a la boca, no descuida un milímetro de su pecho hasta llegar al cuello, es fascinante, excitante, hipnotizador.
Antes de lavarse las manos, para colocarse la loción especial para el rostro, abre el perfume que rocía con precisión. Presiona el atomizador, dejando unas gotas en su cuello a la altura de su yugular. Salpica unas más en su pecho, en sus muñecas y por último detrás de las orejas como un punto minúsculo.
El baño entero huele a ella en un estado impecable y puro. Su aroma por las mañanas es muchísimo más fresco que el dulce con el que termina el día. Sin embargo, prefiero ese, el que ya tiene una mezcla con su olor natural, ese lleva su nombre grabado. Es el que enamora.
Soy testigo de una obra de arte, algo que para ella es tan usual que ni siquiera entiende por qué tengo una cara de idiota desde esta pared de la cual la observo fijamente.
—Te dejaré el baño para que estés más cómoda y te cambies —me dice sonrojándose, cubriéndose nuevamente con la toalla para salir a la habitación y vestirse.
Y, apenas sale del baño, vuelvo a sentir el peso de mis decisiones.
Esto no es algo que yo quisiera que mi novia haga con otra mujer. Amo ser parte de estos momentos, pero no me pertenecen. Lamentablemente, aunque yo sepa diferenciar el bien del mal, en este caso, escogeré inevitablemente la opción errada.
No tengo idea de qué hacer. Debo irme, ya estaba decidido, pero Lena, ¡Dios, Lena!
Jared, creo que estoy enamorada – Le hablo a la indefensa mascota de Nastya que dejó bajo el cuidado de Lena
Sí, de ella, de quién más. Estamos hablando de la pelirroja con la que hemos vivido ya por más de una semana y… ¿Qué voy a hacer? No quiero irme, no quiero que cuando el avión despegue, ella corra a la rubia que le lloró por una oportunidad. Quiero ser la que ella escoja.
¿Tú crees que me escogería? Si me quedo, ¿Lena, me escogería a mí sobre ella?
La escuché hoy, me lo dijo, ¿sabes?
Claro que lo sabes, estabas aquí con nosotras, es más, tú eres mi único testigo. Dime si no estuvo tan claro como el agua, clarísimo. Me ama, lo dijo.
¿Crees que alguien pueda amar a dos personas al mismo tiempo y de la misma manera? ¿Crees que me ame más a mí que a ella o me estoy ilusionando en vano?
Sí, tienes razón, Jared. Estaba dormida, es cierto, no sabía lo que decía.
«Quédate, te amo».
¿Y si no me lo decía a mí? ¡¿Hablas en serio, Leto?!
¿Crees que estaba soñando con Marina?
Mierda, ¡mierda, Jared! ¿Y ahora qué hago? Dime, ¿qué hacer?, porque yo no sé.
—¿Aló? —Finalmente me contesta. Dejo al camaleón que no me ayudó en nada y voy directo a tirarme con pesar en la cama.
—Nast, te he llamado como seis veces hoy.
—Lo sé, Yulia. Estaba en clases, acabo de llegar a casa.
—¡Bueno, pero es que Lena también está apunto de llegar y yo requería preguntarte algunas cosas! —le explicó hablando lo más rápido que puedo, porque si la dueña de casa llega no podré saber qué piensa Nastya, y yo necesito su opinión.
—Dispara.
—Bueno… es que…
Claro, ahora que la tengo en la línea no me salen las palabras. ¡Genial!
—Estás dudando de si irte o no, ¿verdad? Se te nota.
—Nast, es que… hoy pasó algo.
—Ajá, te escucho.
Tomo un respiro y me armo de valor. No soy del tipo de contarle mis problemas a mis amigos. Usualmente, Nastya me adivina de una sola mirada, pero ya no está aquí para verme y descubrir lo que tengo metido en la cabeza.
—Bien, pues. Lena estaba dormida y ya iban a dar las siete. No quería despertarla, pero se le estaba haciendo muy, muy tarde y tenía un examen de cálculo a la primera hora.
—¿Ajá?
—Entonces le di unos besos, ya sabes, para despertarla y…
Recuerdo las palabras que ella misma me dijo hace unos días:
«Tienes que estar completamente segura de que vas a mudarte, grabarte las razones en la frente, porque el día que veas a Lena de esa forma, vas a hacer lo imposible por quedarte. Y no digo que eso sea malo, pero Yulia, recuerda que para Lena esto es temporal».
—¿Y? —me pregunta, regresándome al momento—. Yulia, ¿amas a Lena?
Ahí está la Nastya intuitiva. Lo sabe hasta sin ponerme un ojo encima.
Sí, creo que amo a Lena. Es estúpido lo sé, pero ¿qué hago ahora? Estoy a dos días de irme.
—Yulia, ¿amas a Lena? —repite.
—No… No necesariamente.
—¡Lo haces!
—Nastya, yo… Ella se abrazó de mi cuerpo, todavía no abría sus ojos y me dijo en un murmuro que no quería que me fuera, que me amaba.
—¡¿Te lo dijo?!
—Estaba adormecida… pero sí, lo dijo: Quédate, te amo.
—Dijo: ¿te amo, Yulia? O solo: te amo.
—Solo: te amo.
—Ajá.
No le hace gracia. No le gusta y, como yo, no está convencida de lo que significan sus palabras.
—Déjame hablar con Lena y te vuelvo a llamar.
—¡No!
—Es la única forma de asegurarnos de qué le cruza por la cabeza, ¿o vas a leerle la mente?
Leerle… la mente. ¡Su diario!
Ah, pero si seré estúpida nivel Dios. Tengo su diario en el cajón del baño, su maldito diario. Puedo leerla, puedo saber qué diablos se le cruza por la cabeza con respecto a mí.
—No, Nastya. De verdad, gracias, pero no quiero que Lena se haga preguntas sobre lo que yo siento y si tú se lo preguntas ella va a asumir que tú y yo hablamos sobre mi diminuto enamoramiento.
—Diminuto, sí como no.
—¡Tan solo, ¿me haces el favor de no mencionarle nada?!
—Okey, okey. Pero ¿me dejas preguntarte a ti una cosa?
—No.
Ya sé que quiere hacer.
—Lo preguntaré igual. ¿Por qué vas a viajar a Moscú?
Gracias pequeño engendro. Lo que necesitaba, que enciendas las voces que tengo adentro, esas que siempre tratan de confundirme.
"Iremos porque es nuestra oportunidad de dejar todo lo que nos jode atrás".
"Además está la nueva escuela y las decenas de oportunidades que te da graduarte de ella".
"El clima, no te olvides que odiamos el calor y allá hay nieve, nos gusta la nieve".
"Aquí nos quedaremos a ver como Lena se tranza a Marina. Seguro allá hay una linda chica llamada… mmmm… Piper, que se yo!! que nos vuelva un poco loca con su hermosura y sus grandes boobies".
¿Piper?
"Déjala es fan de Orange is the new black".
Okey.
"Nos vamos porque no es justo que mamá pase sola con tanta presión. Somos su hija, su columna, su punto fuerte, siempre nos lo dice".
"Además, academia de artes".
Si entienden que no vamos a recorrer al mundo ¿no? Vamos a Moscú. Está a cuatro horas en auto.
"Pero vamos a estar mucho más cerca que aquí y el próximo año, si te gradúas de la nueva escuela, ¡estudiaremos en la mejor escuela de arte, televisión y música de todo el país!"
Sí, es un buen punto. Así saque las mejores calificaciones, no tengo asegurado el cupo en esa Universidad. Desde la nueva escuela sí.
"¿Ves? No todo en la vida es Lena".
"Ni siquiera tenemos una relación con ella. Otra cosa sería si fuéramos novias".
"Pero acuérdate que ella no quiere una".
Gracias por recordármelo. ¿No hay nadie allí adentro que quiera quedarse por Lena?
"¿Quieres tú?"
Buen punto. Todas mis voces velan por mi futuro, por encima de los sentimientos que tengo. Quizá porque esos sentimientos solo los tengo yo, o porque mientras ellas se preocupan del resto de mi vida, yo estoy concentrada en cuantos latidos da mi corazón cuando la veo.
—Sé por qué me voy, Nastya. No te preocupes.
—Entonces, ahí tienes tu respuesta.
Sí, la tengo. Leeré el diario y callaré a las voces que tienen todas las razones para que me marche.
Escucho el cerrar de la puerta de la entrada y mis planes de enterarme de sus más reservados pensamientos, desaparece.
—Llegó, perfecto.
Será mañana, pero la leeré y analizaré si tengo una oportunidad con ella antes de subirme a ese avión.
Lena no confía en mí. Es eso, o prefiere escribir su diario en la escuela, o quizá quería hacerlo desaparecer como el que yo me encontré.
Esperé quince minutos después de que todos salieron de casa para ir a su escondite secreto y buscar el bendito cuaderno. No estaba ahí. Fui al closet, al escritorio, abrí todos los cajones de su recámara y nada. Se lo llevó.
Algo me dice que hay algo ahí que no quiere que yo lea y, como burra que soy, ya se me fijó la idea en la cabeza que es necesario que lo haga. Hasta tengo ganas de ir a la bodega y ponerme a leerla durante la mañana, aunque sea su viejo diario. Regresaría justo para el almuerzo y nadie notaría mi ausencia. Eso debería hacer. Tengo dinero para el taxi y ya no me duele la costilla… tanto.
Alguien timbra. Sí, ahí está otra vez.
Me encamino a la planta baja, gritando desde las escaleras que… esperen un momento, no soy flash ni esperaba a alguien. Doy un respiro antes de abrir para no mandar al diablo a quien diablos sea y doy vuelta a la manija de la puerta, tratando de conservar la calma.
Es unos diez centímetros más alta que yo —y no lleva tacones, solo unos Converse negros—, es delgada, pero no tanto, lo justo. Le queda bien el negro y esa camiseta de Nirvana le va.
Ella si lleva el pendiente, el mismo que le regaló a Lena; su ofrecimiento en medio del pecho casi tocándole el corazón.
Tiene los ojos rojos, ha estado llorando. Son lindos a pesar de la hinchazón, grandes, azules. Está llena de pecas, a Lena le parecen lindas, no le quedan mal, pero preferiría un cincuenta por ciento menos.
—Hola, soy Marina.
La observo dos segundos más. ¿A qué vino? Lena está en la escuela, son las once de la mañana, no llegará hasta las tres.
—Yulia.
Asiente, sabe quién soy. ¿Vino por mí?
—Sé que esto es… extraño, pero quería hablar contigo, si tienes unos minutos.
Es directa y tiene coraje. No tiembla al hablar, es segura. Es un buen indicio… o malo para mí.
—Pasa.
Me hago a un lado y ella se acerca hasta el sofá pero no se sienta, espera a que yo cierre la puerta y la alcance.
—Estás esperando crecer un poco más, ya estás bastante alta, ¿no crees?
Alza las cejas y sonríe, tomando asiento. Yo hago lo mismo.
—Tú dirás. —Inicio.
—Supongo que sabes quién soy.
—¿Crees que si no fuese así te habría dejado entrar?
—Eres ruda —me responde algo sorprendida. ¿No esperaba eso de alguien que le guste a su cuasi novia?
—No me gustan las conversaciones banales. Si tienes algo que decir, dilo.
—Bien. Quería conocerte, saber quién eras y si pones en peligro lo que tengo con Lena.
¿No lo dije? Directa. Yo no sé si pueda darle la respuesta que busca.
—Tú sabes que me voy en dos días. No creo tener el poder de comprometer su relación.
—No tenemos una —me afirma, dejándome ver que le duele en un parpadeo rápido.
—Tienen una —le ratifico—, una sin título, pero la tienen, no seré ingenua en eso.
Sus nervios salen a la luz. Pierde su mirada en su regazo, respira profundo y regresa su vista con furia. Quiere reclamarme algo, imagino que se pregunta, ¿entonces qué hago con ella? No sé qué responder a su falta de palabras, su mirada no es concreta, podría querer matarme o admitir que soy una pieza importante en este tablero.
—Al principio, Lena hablaba mucho de ti. De la chica que se las arreglaba para indisponerla porque no le caía bien y, aún así, me daba ternura escucharla, porque me reconocía en ella. Sonaba a mí cuando hablaba de mi ex en el tiempo en que nos «odiábamos».
—No nos hicimos amigas hasta hace poco.
—Lo sé, porque cuando lo hicieron dejó de hablar de ti. Trataba de no dar una opinión o contarme anécdotas de la escuela. Pensar en ti la ponía nerviosa y prefería evitarlo.
Ese es un detalle que solo alguien que está muy cerca puede saber, como yo sé que Lena está, de cierta forma, enamorada de ella.
—Creo que es estúpido negar que aunque no fuesen amigas, le gustabas desde hace mucho tiempo. Antes que ella y yo nos conociéramos —me dice, franca, sincera, sin pretender.
Esto me pone, a mi, nerviosa y aunque trato de evitarlo termino perdiendo la mirada en algún lugar de la cocina.
—Pasé por lo de Leo hace poco, temprano en la mañana —me cuenta, es gracioso, me siento en el equipo contrario de los amantes de Lena.
—¿Son amigos?
—No somos enemigos, si eso vale.
—Entiendo.
—Me dijo que Lena había ido a visitarlo ayer y le había comentado que no quiere que te vayas —me informa. Nuestra amiga en común rompió la promesa que me hizo, lindo—. Dijo que se muere por decírtelo pero se siente egoísta de solo pensarlo. Que tu viaje es importante y te esperan muchas cosas buenas en Moscú.
—No sé si me agrada que estén hablando a mis espaldas.
—Lástima.
—¿Puedes decirme qué diablos haces aquí?
Me hartó. ¿Qué quiere? No porque seamos los juguetes favoritos de Lena, necesitamos tener contacto. ¿Quiere conocerme? Le puedo pasar la carpeta con mis datos y un video de presentación como el que se envía a una audición. Que no me fastidie con sus estupideces.
—Vine a ofrecerte una tregua.
La miro sin entenderla y me doy cuenta que mi ceño está fruncido a más no poder.
—¿A qué te refieres?
—No vas a decirme que no has pensado en mandar Moscú al diablo y quedarte por Lena.
—No tengo por qué decirte nada.
—Lo sé, pero yo sí. Me haré a un lado. Le escribiré para decirle que lo nuestro se terminó y que es libre de elegirte a ti si quiere.
—¿Por qué harías eso? Te mueres por estar con ella. Yo misma te escuché la otra noche. Le suplicaste que… —La miro y su rostro se llena de pena, de vergüenza y recuerdo que estaba borracha esa noche—. Sabes que ella volverá a ti cuando yo me vaya.
—Ese es el punto. No quiero que se quede conmigo por conveniencia, porque tú ya no estás y soy la única opción que le queda.
—No es así —le confirmo aunque me pone una cara incrédula, yo lo sé—. Ella siente algo muy profundo por ti.
—No como contigo.
—Tú no sabes eso.
—Lo sé, porque de todas sus reglas y auto prohibiciones, tú eres la única que ha logrado ser la excepción.
Me mata al recordarme que soy importante, aunque al principio quería que lo reconociera. Es un puñal a una decisión ya tomada de la cual dudo porque quiero esto con Lena, pero… yo no estoy tan segura de que me elegiría. Y, si fuese así, tengo a mamá en quién pensar, tengo mi futuro, el que hasta hace unos meses era lo más importante para mí.
¿De verdad voy a cambiar toda mi vida por un enamoramiento?, ¿por alguien que no sabe ni qué o a quién quiere? Suena a cuento de hadas, a jugármela toda. A veces la gente necesita ponerse primero a uno mismo.
Suspiro pensando.
Tengo mi consciencia y mis decisiones divididas y todo yace sobre una fina telaraña. Quiero quedarme por ella, pero quiero irme por mí.
¿La resentiré si me quedo? Cuando profesionalmente no logre conseguir lo que quiero. Cuando eventualmente ella me deje por su inhabilidad de comprometerse. Cuando nos graduemos y tomemos caminos separados, porque eso es lo que vendrá en unos meses, de todas formas.
Es ingenuo pensar que una relación de secundaria durará toda la vida. Estas cuestiones ya las pasé con Aleksey. Nuestros sueños eran similares y, aún así, había la gran posibilidad de que nuestros rumbos nos separen.
¿La llegaré a odiar si la elijo, si me quedo?
—No entiendo que ganas con esto, Marina.
—Yo no gano nada. Lena gana su libertad. Gana elegir sin culpa.
—Qué noble.
—Puedes burlarte lo que quieras, Yulia, pero está clarísimo que no sabes qué hacer. Tú única razón para quedarte es Lena y tu inconveniente soy yo. Si me aparto tienes tu oportunidad, quedarte o irte se vuelve más simple, ¿no?
—Insisto, ¿y qué ganas con eso?
—Que si te vas y ella me elige a mí, sabré que no es por conveniencia.
—Si te apartas, ¿cómo esperas que te elija? Lena pensará que no quieres nada con ella.
—Si me quiere, como tu dices, como yo siento que lo hace, si eso es real, vendrá por mí.
Eso es verdad. Lena guarda con cariño esa entrada del diario en la que relata el pendiente que Marina le regaló, ese idéntico al que ella lleva puesto; la promesa de una relación estable, algo que ella pensó y quiso aceptar, no una vez, varias. Lena lee ese detalle, ese momento todos los santos días, porque sino por qué estaba marcada con esa cinta, no era una coincidencia.
Quizá esa es la diferencia entre Marina y yo. Tal vez ella es más inteligente de lo que esperaba.
Mis dudas empezaron el momento en que me di cuenta de que me estoy perdiendo en Lena en lo que siento. Las suyas cuando renunció a ella por el estúpido detalle de su edad, cuando sintió que la perdió.
Es por eso que ahora está dispuesta a renunciar por ella, porque es la única forma en la que puede conquistarla, siendo altruista, desinteresada, preocupándose por Lena más que en sí misma. Cosa que yo no necesariamente estoy dispuesta a hacer.
Quizá esa es la finalidad de esta visita. Hacerme saber que ella sí lo dejaría todo por Lena, que ella no está pensando en qué es mejor para su futuro, como yo. Que, de ambas, ella es la que la merece y entonces mi decisión sí se hace más fácil.
Es Moscú.
Yo no puedo darle a Lena lo mismo. Ahora, en este instante, todo se hace muy claro.
Mi futuro importa, mi egoísmo es amor propio. Quiero las oportunidades que tendré allá y me encantaría que además ella esté conmigo. Las cosas serían distintas si nuestros caminos no estuviesen tan lejos, pero la realidad es otra.
—¿Y si me voy y ella no te elige?
—Entonces, alejarme, será la mejor decisión que pude haber tomado.
Inteligente, es. Fuerte como para aguantar otro golpe, quién sabe. El tiempo lo cura todo, supongo. Al menos es lo que tendré que averiguar en unos días. Si de verdad el tiempo enmienda. Yo me voy y Lena se queda.
Cada etapa de experimentación con uno mismo, trae consigo la cuestión de la moralidad.
¿Es esto correcto o equivocado?
Puede que quieras hacer caso omiso, puedes hacerla a un lado o incluso esconderte, pero con el tiempo va a venir a buscarte, y te va a encontrar.
¿Es esto correcto o es lo equivocado?
Si me limito a lo estricto de la situación, es correcto. Lena es soltera —técnicamente hablando—, es libre de tomar sus propias decisiones, es consciente de las demás personas, entiende los riesgos. Está, digamos que, disponible.
Sin embargo, esto no es precisamente la verdad.
No se puede ver la vida en blanco y negro. Los colores, al igual que las situaciones, cambian con la perspectiva. Es soltera, pero está teniendo una relación seria con alguien que no soy yo. Alguien que ha dado por completo a ella, y al revés. Han estado saliendo por semanas, se gustan y se preocupan la una por la otra, mucho más que eso. Lena ha pensado en la posibilidad de poner fin a su estatus ambiguo por esta chica, así que no es sólo una aventura, es real, es importante y es algo a considerar.
Ahora, si cambio la perspectiva hacia mí, todo este asunto es un error que sigo cometiendo segundo a segundo, y uno que me gustaría poder cambiar.
Tuve sexo con la novia de alguien. Es así. Marina es su novia, será su novia en pocos días. Esto está mal. Sin títulos ya eran pareja y yo me metí en medio. Lena me abrió la puerta y yo la seguí adentro, pero moralmente, esto no estuvo nada bien.
Yo no quisiera que alguien toque a mi novia como yo la toqué; que la bese como la besé; que se satisfaga en ella como yo lo hice. No quisiera que mi novia recorriera el cuerpo de otra como hizo con el mío. Repudiaría que le ofreciera ser suya por el tiempo que fuere. Odiaría la idea de que es capaz de continuar con esta otra persona —sin remordimientos—, con esa inocencia que proyecta aquí, en esta ducha en la que está… conmigo.
Sí, la hipocresía me alcanza y me da una bofetada. Sé que no es lo correcto, sé que debería ser más noble, humana, considerada con alguien a quien ni conozco porque no quiero nunca estar en sus zapatos. Creo en el karma y esto volverá a patearme mucho más fuerte de lo que me puedo imaginar.
Lena lava mi cabello. Yo no puedo hacer lo mismo por el yeso de mi mano, tuve que meterlo en una bolsa plástica para evitar que se moje. Es la inconveniencia que he tenido estos días pasados. Por supuesto que, sola, debo hacer maromas con una sola mano.
Sus dedos me recorren esparciendo el jabón por la espalda, dejando una capa suave y placentera en mi piel que se siente increíble al contacto con la suya. Sus besos en mi cuello, su abrazo por mi cintura.
A Lena le gustan mis senos. No ha dejado de acariciarlos en cada oportunidad que tiene. Le gustan mucho más que mi cola, de la cual no se podía despejar antes de conocerme desnuda.
A mi me enloquecen los suyos. Me los imaginaba menos… ¿erguidos?
Dios, no lo sé.
Imagino que mi percepción de la forma y disposición está directamente relacionada al volumen, a mí tamaño en específico. Los de Lena son, extrañamente impecables, como si hubiesen sido moldeados para verse así. Son como una gota, perfecta; redondos y estratégicamente posicionados, sus pezones imposiblemente altos.
Ya lo dije, es como si un artista los hubiese creado de arcilla pensando en la figura más deseable e imposible, porque nunca he visto un cuerpo como el suyo, en ninguna película o imagen. No existe.
—¿Salimos ya? —me pregunta, pero preferiría quedarme eternamente aquí. De todas las cosas que hemos hecho estos dos días, contemplarnos desnudas bajo el agua, es de mis favoritas.
Lena tiene un ritual exquisito. Dentro de la ducha tiene mucho cuidado con su piel. Lava su rostro con un jabón especial más delicado que el que usa en su cuerpo, creando una capa de espuma que deja por varios segundos antes de enjuagarse por completo. Su champú no es como otros. Según me comentó es hecho bajo pedido por una mujer naturista. Su aroma es tan fresco y natural que embriaga, el acondicionador sigue la misma línea. Es por eso que la fragancia queda impregnada por tanto tiempo en su cabello, ningún ingrediente es artificial.
Cuando sale se seca el cuerpo por completo. Con mucho cuidado pasa la toalla por cada espacio entre los dedos de sus pies, por las curvas de su cuerpo, por su espalda, sus brazos, su cuello. Su cabello se queda enroscado en una toalla más pequeña mientras ella cubre su piel con una loción increíblemente blanca y ligera. La esparce por sus piernas, sube con delicadeza a sus muslos, sus brazos. Coloca un poco más en sus manos y continúa a su abdomen, sin descuidar extenderla por su espalda baja y subir por sus lados hasta esos gloriosos senos.
Verla masajearlos con tanta sutileza, se me hace agua a la boca, no descuida un milímetro de su pecho hasta llegar al cuello, es fascinante, excitante, hipnotizador.
Antes de lavarse las manos, para colocarse la loción especial para el rostro, abre el perfume que rocía con precisión. Presiona el atomizador, dejando unas gotas en su cuello a la altura de su yugular. Salpica unas más en su pecho, en sus muñecas y por último detrás de las orejas como un punto minúsculo.
El baño entero huele a ella en un estado impecable y puro. Su aroma por las mañanas es muchísimo más fresco que el dulce con el que termina el día. Sin embargo, prefiero ese, el que ya tiene una mezcla con su olor natural, ese lleva su nombre grabado. Es el que enamora.
Soy testigo de una obra de arte, algo que para ella es tan usual que ni siquiera entiende por qué tengo una cara de idiota desde esta pared de la cual la observo fijamente.
—Te dejaré el baño para que estés más cómoda y te cambies —me dice sonrojándose, cubriéndose nuevamente con la toalla para salir a la habitación y vestirse.
Y, apenas sale del baño, vuelvo a sentir el peso de mis decisiones.
Esto no es algo que yo quisiera que mi novia haga con otra mujer. Amo ser parte de estos momentos, pero no me pertenecen. Lamentablemente, aunque yo sepa diferenciar el bien del mal, en este caso, escogeré inevitablemente la opción errada.
No tengo idea de qué hacer. Debo irme, ya estaba decidido, pero Lena, ¡Dios, Lena!
Jared, creo que estoy enamorada – Le hablo a la indefensa mascota de Nastya que dejó bajo el cuidado de Lena
Sí, de ella, de quién más. Estamos hablando de la pelirroja con la que hemos vivido ya por más de una semana y… ¿Qué voy a hacer? No quiero irme, no quiero que cuando el avión despegue, ella corra a la rubia que le lloró por una oportunidad. Quiero ser la que ella escoja.
¿Tú crees que me escogería? Si me quedo, ¿Lena, me escogería a mí sobre ella?
La escuché hoy, me lo dijo, ¿sabes?
Claro que lo sabes, estabas aquí con nosotras, es más, tú eres mi único testigo. Dime si no estuvo tan claro como el agua, clarísimo. Me ama, lo dijo.
¿Crees que alguien pueda amar a dos personas al mismo tiempo y de la misma manera? ¿Crees que me ame más a mí que a ella o me estoy ilusionando en vano?
Sí, tienes razón, Jared. Estaba dormida, es cierto, no sabía lo que decía.
«Quédate, te amo».
¿Y si no me lo decía a mí? ¡¿Hablas en serio, Leto?!
¿Crees que estaba soñando con Marina?
Mierda, ¡mierda, Jared! ¿Y ahora qué hago? Dime, ¿qué hacer?, porque yo no sé.
—¿Aló? —Finalmente me contesta. Dejo al camaleón que no me ayudó en nada y voy directo a tirarme con pesar en la cama.
—Nast, te he llamado como seis veces hoy.
—Lo sé, Yulia. Estaba en clases, acabo de llegar a casa.
—¡Bueno, pero es que Lena también está apunto de llegar y yo requería preguntarte algunas cosas! —le explicó hablando lo más rápido que puedo, porque si la dueña de casa llega no podré saber qué piensa Nastya, y yo necesito su opinión.
—Dispara.
—Bueno… es que…
Claro, ahora que la tengo en la línea no me salen las palabras. ¡Genial!
—Estás dudando de si irte o no, ¿verdad? Se te nota.
—Nast, es que… hoy pasó algo.
—Ajá, te escucho.
Tomo un respiro y me armo de valor. No soy del tipo de contarle mis problemas a mis amigos. Usualmente, Nastya me adivina de una sola mirada, pero ya no está aquí para verme y descubrir lo que tengo metido en la cabeza.
—Bien, pues. Lena estaba dormida y ya iban a dar las siete. No quería despertarla, pero se le estaba haciendo muy, muy tarde y tenía un examen de cálculo a la primera hora.
—¿Ajá?
—Entonces le di unos besos, ya sabes, para despertarla y…
Recuerdo las palabras que ella misma me dijo hace unos días:
«Tienes que estar completamente segura de que vas a mudarte, grabarte las razones en la frente, porque el día que veas a Lena de esa forma, vas a hacer lo imposible por quedarte. Y no digo que eso sea malo, pero Yulia, recuerda que para Lena esto es temporal».
—¿Y? —me pregunta, regresándome al momento—. Yulia, ¿amas a Lena?
Ahí está la Nastya intuitiva. Lo sabe hasta sin ponerme un ojo encima.
Sí, creo que amo a Lena. Es estúpido lo sé, pero ¿qué hago ahora? Estoy a dos días de irme.
—Yulia, ¿amas a Lena? —repite.
—No… No necesariamente.
—¡Lo haces!
—Nastya, yo… Ella se abrazó de mi cuerpo, todavía no abría sus ojos y me dijo en un murmuro que no quería que me fuera, que me amaba.
—¡¿Te lo dijo?!
—Estaba adormecida… pero sí, lo dijo: Quédate, te amo.
—Dijo: ¿te amo, Yulia? O solo: te amo.
—Solo: te amo.
—Ajá.
No le hace gracia. No le gusta y, como yo, no está convencida de lo que significan sus palabras.
—Déjame hablar con Lena y te vuelvo a llamar.
—¡No!
—Es la única forma de asegurarnos de qué le cruza por la cabeza, ¿o vas a leerle la mente?
Leerle… la mente. ¡Su diario!
Ah, pero si seré estúpida nivel Dios. Tengo su diario en el cajón del baño, su maldito diario. Puedo leerla, puedo saber qué diablos se le cruza por la cabeza con respecto a mí.
—No, Nastya. De verdad, gracias, pero no quiero que Lena se haga preguntas sobre lo que yo siento y si tú se lo preguntas ella va a asumir que tú y yo hablamos sobre mi diminuto enamoramiento.
—Diminuto, sí como no.
—¡Tan solo, ¿me haces el favor de no mencionarle nada?!
—Okey, okey. Pero ¿me dejas preguntarte a ti una cosa?
—No.
Ya sé que quiere hacer.
—Lo preguntaré igual. ¿Por qué vas a viajar a Moscú?
Gracias pequeño engendro. Lo que necesitaba, que enciendas las voces que tengo adentro, esas que siempre tratan de confundirme.
"Iremos porque es nuestra oportunidad de dejar todo lo que nos jode atrás".
"Además está la nueva escuela y las decenas de oportunidades que te da graduarte de ella".
"El clima, no te olvides que odiamos el calor y allá hay nieve, nos gusta la nieve".
"Aquí nos quedaremos a ver como Lena se tranza a Marina. Seguro allá hay una linda chica llamada… mmmm… Piper, que se yo!! que nos vuelva un poco loca con su hermosura y sus grandes boobies".
¿Piper?
"Déjala es fan de Orange is the new black".
Okey.
"Nos vamos porque no es justo que mamá pase sola con tanta presión. Somos su hija, su columna, su punto fuerte, siempre nos lo dice".
"Además, academia de artes".
Si entienden que no vamos a recorrer al mundo ¿no? Vamos a Moscú. Está a cuatro horas en auto.
"Pero vamos a estar mucho más cerca que aquí y el próximo año, si te gradúas de la nueva escuela, ¡estudiaremos en la mejor escuela de arte, televisión y música de todo el país!"
Sí, es un buen punto. Así saque las mejores calificaciones, no tengo asegurado el cupo en esa Universidad. Desde la nueva escuela sí.
"¿Ves? No todo en la vida es Lena".
"Ni siquiera tenemos una relación con ella. Otra cosa sería si fuéramos novias".
"Pero acuérdate que ella no quiere una".
Gracias por recordármelo. ¿No hay nadie allí adentro que quiera quedarse por Lena?
"¿Quieres tú?"
Buen punto. Todas mis voces velan por mi futuro, por encima de los sentimientos que tengo. Quizá porque esos sentimientos solo los tengo yo, o porque mientras ellas se preocupan del resto de mi vida, yo estoy concentrada en cuantos latidos da mi corazón cuando la veo.
—Sé por qué me voy, Nastya. No te preocupes.
—Entonces, ahí tienes tu respuesta.
Sí, la tengo. Leeré el diario y callaré a las voces que tienen todas las razones para que me marche.
Escucho el cerrar de la puerta de la entrada y mis planes de enterarme de sus más reservados pensamientos, desaparece.
—Llegó, perfecto.
Será mañana, pero la leeré y analizaré si tengo una oportunidad con ella antes de subirme a ese avión.
Lena no confía en mí. Es eso, o prefiere escribir su diario en la escuela, o quizá quería hacerlo desaparecer como el que yo me encontré.
Esperé quince minutos después de que todos salieron de casa para ir a su escondite secreto y buscar el bendito cuaderno. No estaba ahí. Fui al closet, al escritorio, abrí todos los cajones de su recámara y nada. Se lo llevó.
Algo me dice que hay algo ahí que no quiere que yo lea y, como burra que soy, ya se me fijó la idea en la cabeza que es necesario que lo haga. Hasta tengo ganas de ir a la bodega y ponerme a leerla durante la mañana, aunque sea su viejo diario. Regresaría justo para el almuerzo y nadie notaría mi ausencia. Eso debería hacer. Tengo dinero para el taxi y ya no me duele la costilla… tanto.
Alguien timbra. Sí, ahí está otra vez.
Me encamino a la planta baja, gritando desde las escaleras que… esperen un momento, no soy flash ni esperaba a alguien. Doy un respiro antes de abrir para no mandar al diablo a quien diablos sea y doy vuelta a la manija de la puerta, tratando de conservar la calma.
Es unos diez centímetros más alta que yo —y no lleva tacones, solo unos Converse negros—, es delgada, pero no tanto, lo justo. Le queda bien el negro y esa camiseta de Nirvana le va.
Ella si lleva el pendiente, el mismo que le regaló a Lena; su ofrecimiento en medio del pecho casi tocándole el corazón.
Tiene los ojos rojos, ha estado llorando. Son lindos a pesar de la hinchazón, grandes, azules. Está llena de pecas, a Lena le parecen lindas, no le quedan mal, pero preferiría un cincuenta por ciento menos.
—Hola, soy Marina.
La observo dos segundos más. ¿A qué vino? Lena está en la escuela, son las once de la mañana, no llegará hasta las tres.
—Yulia.
Asiente, sabe quién soy. ¿Vino por mí?
—Sé que esto es… extraño, pero quería hablar contigo, si tienes unos minutos.
Es directa y tiene coraje. No tiembla al hablar, es segura. Es un buen indicio… o malo para mí.
—Pasa.
Me hago a un lado y ella se acerca hasta el sofá pero no se sienta, espera a que yo cierre la puerta y la alcance.
—Estás esperando crecer un poco más, ya estás bastante alta, ¿no crees?
Alza las cejas y sonríe, tomando asiento. Yo hago lo mismo.
—Tú dirás. —Inicio.
—Supongo que sabes quién soy.
—¿Crees que si no fuese así te habría dejado entrar?
—Eres ruda —me responde algo sorprendida. ¿No esperaba eso de alguien que le guste a su cuasi novia?
—No me gustan las conversaciones banales. Si tienes algo que decir, dilo.
—Bien. Quería conocerte, saber quién eras y si pones en peligro lo que tengo con Lena.
¿No lo dije? Directa. Yo no sé si pueda darle la respuesta que busca.
—Tú sabes que me voy en dos días. No creo tener el poder de comprometer su relación.
—No tenemos una —me afirma, dejándome ver que le duele en un parpadeo rápido.
—Tienen una —le ratifico—, una sin título, pero la tienen, no seré ingenua en eso.
Sus nervios salen a la luz. Pierde su mirada en su regazo, respira profundo y regresa su vista con furia. Quiere reclamarme algo, imagino que se pregunta, ¿entonces qué hago con ella? No sé qué responder a su falta de palabras, su mirada no es concreta, podría querer matarme o admitir que soy una pieza importante en este tablero.
—Al principio, Lena hablaba mucho de ti. De la chica que se las arreglaba para indisponerla porque no le caía bien y, aún así, me daba ternura escucharla, porque me reconocía en ella. Sonaba a mí cuando hablaba de mi ex en el tiempo en que nos «odiábamos».
—No nos hicimos amigas hasta hace poco.
—Lo sé, porque cuando lo hicieron dejó de hablar de ti. Trataba de no dar una opinión o contarme anécdotas de la escuela. Pensar en ti la ponía nerviosa y prefería evitarlo.
Ese es un detalle que solo alguien que está muy cerca puede saber, como yo sé que Lena está, de cierta forma, enamorada de ella.
—Creo que es estúpido negar que aunque no fuesen amigas, le gustabas desde hace mucho tiempo. Antes que ella y yo nos conociéramos —me dice, franca, sincera, sin pretender.
Esto me pone, a mi, nerviosa y aunque trato de evitarlo termino perdiendo la mirada en algún lugar de la cocina.
—Pasé por lo de Leo hace poco, temprano en la mañana —me cuenta, es gracioso, me siento en el equipo contrario de los amantes de Lena.
—¿Son amigos?
—No somos enemigos, si eso vale.
—Entiendo.
—Me dijo que Lena había ido a visitarlo ayer y le había comentado que no quiere que te vayas —me informa. Nuestra amiga en común rompió la promesa que me hizo, lindo—. Dijo que se muere por decírtelo pero se siente egoísta de solo pensarlo. Que tu viaje es importante y te esperan muchas cosas buenas en Moscú.
—No sé si me agrada que estén hablando a mis espaldas.
—Lástima.
—¿Puedes decirme qué diablos haces aquí?
Me hartó. ¿Qué quiere? No porque seamos los juguetes favoritos de Lena, necesitamos tener contacto. ¿Quiere conocerme? Le puedo pasar la carpeta con mis datos y un video de presentación como el que se envía a una audición. Que no me fastidie con sus estupideces.
—Vine a ofrecerte una tregua.
La miro sin entenderla y me doy cuenta que mi ceño está fruncido a más no poder.
—¿A qué te refieres?
—No vas a decirme que no has pensado en mandar Moscú al diablo y quedarte por Lena.
—No tengo por qué decirte nada.
—Lo sé, pero yo sí. Me haré a un lado. Le escribiré para decirle que lo nuestro se terminó y que es libre de elegirte a ti si quiere.
—¿Por qué harías eso? Te mueres por estar con ella. Yo misma te escuché la otra noche. Le suplicaste que… —La miro y su rostro se llena de pena, de vergüenza y recuerdo que estaba borracha esa noche—. Sabes que ella volverá a ti cuando yo me vaya.
—Ese es el punto. No quiero que se quede conmigo por conveniencia, porque tú ya no estás y soy la única opción que le queda.
—No es así —le confirmo aunque me pone una cara incrédula, yo lo sé—. Ella siente algo muy profundo por ti.
—No como contigo.
—Tú no sabes eso.
—Lo sé, porque de todas sus reglas y auto prohibiciones, tú eres la única que ha logrado ser la excepción.
Me mata al recordarme que soy importante, aunque al principio quería que lo reconociera. Es un puñal a una decisión ya tomada de la cual dudo porque quiero esto con Lena, pero… yo no estoy tan segura de que me elegiría. Y, si fuese así, tengo a mamá en quién pensar, tengo mi futuro, el que hasta hace unos meses era lo más importante para mí.
¿De verdad voy a cambiar toda mi vida por un enamoramiento?, ¿por alguien que no sabe ni qué o a quién quiere? Suena a cuento de hadas, a jugármela toda. A veces la gente necesita ponerse primero a uno mismo.
Suspiro pensando.
Tengo mi consciencia y mis decisiones divididas y todo yace sobre una fina telaraña. Quiero quedarme por ella, pero quiero irme por mí.
¿La resentiré si me quedo? Cuando profesionalmente no logre conseguir lo que quiero. Cuando eventualmente ella me deje por su inhabilidad de comprometerse. Cuando nos graduemos y tomemos caminos separados, porque eso es lo que vendrá en unos meses, de todas formas.
Es ingenuo pensar que una relación de secundaria durará toda la vida. Estas cuestiones ya las pasé con Aleksey. Nuestros sueños eran similares y, aún así, había la gran posibilidad de que nuestros rumbos nos separen.
¿La llegaré a odiar si la elijo, si me quedo?
—No entiendo que ganas con esto, Marina.
—Yo no gano nada. Lena gana su libertad. Gana elegir sin culpa.
—Qué noble.
—Puedes burlarte lo que quieras, Yulia, pero está clarísimo que no sabes qué hacer. Tú única razón para quedarte es Lena y tu inconveniente soy yo. Si me aparto tienes tu oportunidad, quedarte o irte se vuelve más simple, ¿no?
—Insisto, ¿y qué ganas con eso?
—Que si te vas y ella me elige a mí, sabré que no es por conveniencia.
—Si te apartas, ¿cómo esperas que te elija? Lena pensará que no quieres nada con ella.
—Si me quiere, como tu dices, como yo siento que lo hace, si eso es real, vendrá por mí.
Eso es verdad. Lena guarda con cariño esa entrada del diario en la que relata el pendiente que Marina le regaló, ese idéntico al que ella lleva puesto; la promesa de una relación estable, algo que ella pensó y quiso aceptar, no una vez, varias. Lena lee ese detalle, ese momento todos los santos días, porque sino por qué estaba marcada con esa cinta, no era una coincidencia.
Quizá esa es la diferencia entre Marina y yo. Tal vez ella es más inteligente de lo que esperaba.
Mis dudas empezaron el momento en que me di cuenta de que me estoy perdiendo en Lena en lo que siento. Las suyas cuando renunció a ella por el estúpido detalle de su edad, cuando sintió que la perdió.
Es por eso que ahora está dispuesta a renunciar por ella, porque es la única forma en la que puede conquistarla, siendo altruista, desinteresada, preocupándose por Lena más que en sí misma. Cosa que yo no necesariamente estoy dispuesta a hacer.
Quizá esa es la finalidad de esta visita. Hacerme saber que ella sí lo dejaría todo por Lena, que ella no está pensando en qué es mejor para su futuro, como yo. Que, de ambas, ella es la que la merece y entonces mi decisión sí se hace más fácil.
Es Moscú.
Yo no puedo darle a Lena lo mismo. Ahora, en este instante, todo se hace muy claro.
Mi futuro importa, mi egoísmo es amor propio. Quiero las oportunidades que tendré allá y me encantaría que además ella esté conmigo. Las cosas serían distintas si nuestros caminos no estuviesen tan lejos, pero la realidad es otra.
—¿Y si me voy y ella no te elige?
—Entonces, alejarme, será la mejor decisión que pude haber tomado.
Inteligente, es. Fuerte como para aguantar otro golpe, quién sabe. El tiempo lo cura todo, supongo. Al menos es lo que tendré que averiguar en unos días. Si de verdad el tiempo enmienda. Yo me voy y Lena se queda.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
que buen capitulo
me quede con las ganas de que Yulia
leyera el nuevo diario de Lena
me impresiono la visista de Marina
y a forma cono actua y habla
Yulia hablara de su visita
esto esta raro y a la vez interesante
siguela pronto
que buen capitulo
me quede con las ganas de que Yulia
leyera el nuevo diario de Lena
me impresiono la visista de Marina
y a forma cono actua y habla
Yulia hablara de su visita
esto esta raro y a la vez interesante
siguela pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Gracias por sus comentarios y por seguir cada capítulo....
Capitulo 41: Moscú
Yo no estoy en una pelea por Lena. Ella no es un premio que disputarse, es una persona que, por lo que he leído en todo este tiempo —sobre sus conflictos con sus padres biológicos y adoptivos—, tiene muchas inseguridades acerca de las relaciones y su estabilidad emocional.
Como ella misma lo dijo en esa entrada del diario que leí sobre Marina, le aterra la idea de que alguien le haga daño como se lo hicieron a su madre, a Alenka. Se siente segura en su estatus de soltera, aunque de soltera no tenga nada. Pero yo no soy un príncipe azul que viene a rescatarla de su torre y demostrarle que puede ser feliz conmigo. Lena no es un trofeo y yo no pelearé por ella en un duelo medieval.
Es estúpido, de verdad lo es; un ridículo drama telenovelesco donde uno, otro y otro enamorado más, se hacen maldades para ganarse el amor de la virgen. Súper virgen Lena, sobretodo.
No voy a jugar, punto.
—Está todo listo, ¿vienes conmigo?
Lena me obligó a vestirme «especial» para la cena de hoy. Mañana nos veremos en la mañana, nos despediremos y yo iré a recoger mis cosas para salir al aeropuerto. Papá pasará por mí a las ocho de la mañana, así que hoy es nuestra última cena —conservando el ambiente apocalíptico—, es nuestra última noche juntas.
Sus papás concedieron darnos unas horas a solas, Lena se lo pidió a Inessa y ya sabemos como a ella le encanta la idea de su hija conquistando a lindas señoritas por el mundo.
La sala está a media luz, hay velas aromáticas en las mesas. Huele delicioso. Lena ha pasado cocinando desde hace un par de horas y me voy a atrever a decir que mató un pequeño cerdito; el aroma a chuletas al horno en alguna salsa dulce, inunda la planta baja.
Doy mis últimos pasos en la escalera y Lena me suelta de la mano para acercarse al equipo de sonido. Presiona el botón de reproducir a la lista que ya tenía preparada. Una canción muy suave y con un alma de jazz comienza a sonar, mientras vuelve a acercarse.
—¿Me permites esta pieza?
Me ofrece su mano y al tomarla me invita a su cuerpo, moviéndonos al ritmo de la música a unos pasos de su piano. Me toma de la cintura, guiándome, yo reposo mi mano sobre su hombro y relajo mi cuerpo acompañada del calor de su cachete pegado al mío.
La lírica es tan nosotras, tan llena de detalles, de cosas tiernas, porque yo soy así de cursi con ella —y solo ella, ojo—, se siente especial. Me da nostalgia y algo de tristeza. Es normal, le estoy diciendo adiós a la chica que quiero y duele, porque yo no pensé enamorarme así, no lo planeé.
—Tengo algo que confesarte, pero espero que no te enojes —me advierte.
—No es el mejor inicio a una conversación, ¿sabes? —le comento. Ya presiento qué quiere contarme—. Dímelo, no te preocupes.
—Okey —dice y toma un poco de valor por la nariz, sosteniendo el aire en sus pulmones unos segundos—. El lunes fui a ver a Leo.
Lo sabía.
—No rompí el trato que hice contigo, nada pasó, solo hablamos. —Se apura a decir—. Yo… me sentía muy confundida por otras cosas que sucedieron esos días.
La rubia, también lo sé.
—Marina nos vio el viernes cuando paseábamos por la ciudad. Fue al club en la noche y nos vio besarnos.
Así fue que se enteró de mí. Debe haber sido duro.
—Vino a casa esa madrugada completamente borracha, estaba muy mal, lloró, y yo no sabía qué hacer.
—¿Por qué no me lo dijiste esa noche, Lena?
—Porque te prometí exclusividad y no podía… no quería que todo se fuera al diablo.
—¿Ya sabes qué harás cuando me vaya?
Se queda en un momento en silencio mientras la canción sigue y nuestros cuerpos marcan el paso.
—Sí —contesta y vuelve a callar.
—Sea lo que sea, Lena, vas a estar bien.
—¿Tú crees? —me pregunta, pero no es una pregunta en realidad—. La mujer que más quiero tener junto a mí, se va al otro lado del país y, sinceramente, no tengo interés de nada con nadie que no sea ella. No sé que tan bien voy a estar.
—El tiempo lo cura todo.
—Sí, y nos veremos en Navidad y volverá a doler. Y después en la primavera por fin de semestre o quizá no, y dolerá otra vez, sin importar si te veo.
—Odio esto —le confieso. La impotencia que tengo adentro de no poder hacerlo todo, de tener que sacrificarla me enoja.
—Yo también —me responde. Nuestros cuerpos siguen bailando solos porque nuestras mentes están en otro planeta—. No quiero decirte adiós.
—No lo hagamos —le sugiero. Y me doy cuenta de que ya estoy hablando estupideces.
"Lo haces. Lena es linda, la queremos…"
"No, la amamos".
"Como decía, la queremos, pero piensa en las miles de mujeres interesantes que hallarás en la otra ciudad".
Pretenderé que no escuché eso.
—¿Y qué propones? —me pregunta, desanimada.
—Hablaremos todos los días, nos escribiremos, haremos locas video llamadas donde me contarás todas las estupideces de Ruslán y sus novios.
Ríe y ya se siente más ligera.
—Trataremos de extrañarnos lo menos posible. ¿Qué dices?
—Okey —responde, mas nuevamente decae.
—¿Qué quieres tú? —le pregunto en un susurro, cruzando mi brazo por sus hombros hasta acariciar su cuello con las yemas de mis dedos.
—Lo único que quiero es saber que esto no se termina aquí. Que, un día, tú y yo nos volveremos a encontrar y ese día te pediré que seas mi novia y tu dirás que sí, porque esto importa, porque te quiero y sé que tú también…
—Te equivocas…
—¿No me quieres? —Se sorprende y se para de golpe, obligándome a hacer lo mismo.
—Te casi amo, es distinto.
—¿Me casi amas? —Ríe, mucho, sacudiendo se cabeza de lado a lado y regresa al ritmo—. Eres casi romántica.
—Y esto es casi una declaración, pero no lo es —le digo y me apuro a explicárselo, no quiero que me entienda mal—. Lo nuestro no se termina aquí, pero quiero que tampoco te aferres a un futuro incierto. Si alguien llega a tu vida y quieres intentarlo, hazlo, ¿okey?
—No vendrá nadie.
—No digas eso, Lena. Esto nos puede pasar a las dos, a ti o a mí y odiaría que pasemos nuestras vidas esperando.
—Sí, tienes razón en eso, solo que ahora, no hay nadie, ni Marina, ni Leo, ni nadie y dudo que llegue, porque ya hay alguien que ocupa todo el espacio en mi pecho.
—¿Todo?
—Todo, entero, absolutamente todo —me dice apretándome fuerte. Te casi amo, Yulia.
Mis brazos se entrelazan con su cuerpo. Esto es tan agradable, tener a alguien tan cerca, pero no a cualquiera, a ella, a su aroma, a su calor.
Podría pasar así el resto de la noche, sintiendo su respiración en mi cuello, sus lágrimas colándose por medio de nuestras mejillas, cantándole la letra de esta canción.
Duele escuchar a alguien que amas con tanta rigidez y desagrado de quién eres. Me duele verla así.
Mi madre y yo siempre hemos mantenido una buena relación. Aparte de todos los problemas o desacuerdos, nos mantenemos en el mismo equipo y somos un buen equipo. Supongo que, sin importar lo que haga, yo no la odio. Puedo perdonar una acusación estúpida o pasar de una discusión tonta con rapidez, ella también, pero esto duele.
Ha estado hablando sin parar desde hace que subimos al avión sobre Lena y lo que sea que se supone no deberíamos estar haciendo. Lo triste es que no puedo salir aquí, estoy obligada a escucharla por las próximas cinco horas y media. Mi cabeza va a reventar.
—¡Ya, mamá! ¿Quieres dejar el drama por un momento? Nos estamos mudando a Moscú, ganaste, ¿quieres cortarla con lo de Lena?
—¿Te parece poca cosa el teatrito que tu amiga acaba de poner?
Si hay algo que mi madre puede lograr en este mundo, es hacer que mis ojos den la vuelta entera dentro de mi cabeza.
—No fue teatro y no exageres.
—Te besó frente a todos en la entrada de la sala de espera. Es el colmo —susurra enérgicamente como si fuese lo más vergonzoso del mundo. ¡Que nadie se entere de lo que pasó, Je-su-cris-to!—. Te dije que no quería que te metieras en esas porquerías. ¡Te lo advertí! No entiendo cómo tu papá puede estar tan fresco y no ha querido ponerle un alto. Si me hubiese hecho caso y te sacaba de esa casa, nada de esto habría pasado.
—Tarde o temprano habría pasado, mamá, con o sin Lena.
—¡Cállate, Yulia! No me vengas con estupideces, tú no eres de esas chicas.
¿De «esas chicas»? Lo dice con un asco único que me revuelve el estómago. ¿Desde cuándo se volvió tan homofóbica? ¡Tiene amigos gays en su oficina, gente que dice querer mucho! Maldita hipocresía.
—Resulta que tu hija es una de esas chicas y le encanta…
—¡Yulia Volkova, será mejor que cierres la boca!
Su mirada es fulminante. En otras circunstancias me callaría de inmediato, esa es la señal de terminar la discusión, pero esta vez me molesta hacerlo.
—No entiendo cual es tu problema con que ya no me guste el… —digo y me detengo cuando unas personas que pasaban por el pasillo a nuestro lado y nos sonríen como si nos conocieran, Mamá me pone una cara aún más castigadora—… la carne.
—¡Yulia!
Gracias a Dios, que no puede prenderme fuego con la mirada.
—Estoy hablando en serio, mamá. ¿Cuál es tu maldito problema con que ahora sea… vegetariana?
—Yo no crié a mi hija para que siga ese camino.
—No, tú la criaste para que sea una idiota que se consigue a otro idiota dependiente que apuesta y pierde todo su dinero, ¿no?
—¡Cuida tu tono conmigo, Yulia!
"Hora de callarse".
No.
"¡Yulia, no lo hagas, nos va a cachetear!"
¡Que lo haga!
"No, odio que nos cachetee. Me hace sentir como una niña".
Entonces no le digo nada y nos olvidamos de Lena.
"¡No, Moscú, Lena!"
—En la nueva ciudad no quiero ni una sola palabra sobre estos caprichos tuyos.
Si tan solo supiera lo difícil que ha sido para mí encontrarme conmigo misma, entenderme, aceptar lo que me pasa con Lena, darme cuenta de lo equivocada que estaba al pensar en chicos, en chicas, en todo.
¿Cómo puede ser tan drástica? Ni siquiera se ha atrevido a preguntarme cómo me siento.
—Mira, mamá. No quiero pelearme contigo por esto. Es mi vida y si me da la gana salir con chicas lo haré.
—Oh, no. No lo harás. No bajo mi techo.
—Ah, ¿ahora me castigas porque no te salí muy derechita? Pensé que te gustaba que sea independiente y que destaque mi individualismo, que sepa elegir.
—Claramente, no sabes hacerlo.
—¿Por qué? ¿Porque Lena no tiene un… pepinillo, como Aleksey?
Odio discutir entre tanta gente, no puedo decir lo que quiero, de la forma que quiero, con las palabras que necesito o en el volumen que me agrada.
—Aleksey era un buen chico, apuesto, sincero…
—¿Sincero? ¿Bueno? Para que sepas, Alyósha me metió los cuernos con una chica más joven que yo, y mientras se acostaba con ella se acostaba conmigo. Sí mamá, él es súper sincero y bueno, un ejemplo. El príncipe azul que siempre soñaste para mí.
—¿Y tu amiguita es mejor que él?
—Lena no tiene punto de comparación, ni con él ni con nadie. Ella si es sincera y buena, el problema para ti, es la falta de pepinillo.
—No quiero hablar más del tema, Yulia. Harás lo que te diga y punto. Yo no tengo hijas lesbianas —dice en un tono muy bajo, esperando que solo yo la escuche y saca su libro para olvidarse de que existo.
—Tienes una a la que le encanta el mango. Delicioso y dulce, sabroso. ¡Mmmmhmmm, presto! —la molesto, pero ni se mosquea, está perdida por completo en las páginas de esa estúpida lectura.
—A mí me gusta el mango —dice de la nada la chica que acaba de sentarse a mi lado—. También el melón. —Me sonríe—. Adelaide.
—Raro nombre. —Sus ojos también, grandes, color café claro, lindos—. Yulia. —Me presento.
Mamá presta atención ahora, siento su vista clavada en mi nuca, pero no me molestaré en regresar a verla. Ya conseguí mejor compañía.
—¿Qué otras frutas te gustan? —me pregunta, está jugando conmigo, es divertida—. Espero que no el banano.
Y a esto es a lo que me refiero. Cómo no me había dado cuenta antes de lo mucho que una chica puede moverme. ¿Es por eso que pasé años odiando a Lena? ¿Porque no quería aceptar que lo que me hacía sentir en el estómago no era desprecio?
—No, el plátano no. Me quedo con el mango, es rico para comer.
"Mamá nos va a matar cuando lleguemos. De esta no salimos vivas. Bájale al coqueteo, Yulia".
—Y para chupar —agrega ella, achinando sus ojos por la sonrisa que tiene.
Sí, probablemente mamá me mate, pero en esto no daré mi brazo a torcer. Puede enojarse lo que quiera, no voy a meterme en un closet, a mí Narnia nunca me gustó y Adelaide parece ser interesante.
—¿Compartimos una película?
—Por qué no.
—Psyco, La noche de los muertos vivientes o el Drácula original —me pregunta sacando su tableta digital. Ya decía que tendría que aguantarme una hora y media de una comedia estúpida de la lista del avión, pero no. Podríamos ver dos y conversar un poco.
—Empecemos con Psyco —confirmo. Ella se apura a conectar el auricular y me pasa uno.
—Me gusta esa propuesta. Seguiremos con Drácula.
El mango, mi fruta favorita.
*********************
Una cama, al fin.
Me dejo caer sobre ella sin voluntad.
Tengo cama, una cama que es mía, inmutablemente mía. Su suavidad me acoge en un ligero rebote, es tan cómoda, tan distinta a un sillón o a una cama ajena, esta es mía.
Mi nueva habitación es grande. Aquí entran con facilidad tres casas rodantes. ¡Prácticamente es una mansión! Bueno, no exageremos, pero sí, es amplia, linda, de techos muy altos. Tiene un altillo pequeño con un tragaluz, perfecto para ver las estrellas en la noche, pero lo que más me gusta es la cama. Necesito tanto dormir.
Siento que el sueño me va llevando cuando una imagen regresa a mí y abro los ojos, forzándome a mantenerme despierta. Tenía que llamar a Lena y avisarle que llegué bien; papá y Nastya pidieron lo mismo. Los llamaré a ellos primero para poder hablar un rato más largo con Lena.
Mi teléfono todavía está en mi bolsillo derecho. Hago un pequeño esfuerzo para sacármelo con mi mano enyesada y lo acerco a mi rostro para marcar. Un detalle muy particular se vuelve a hacer presente:
Adelaide Collins
617-482-3632
Su número telefónico grabado con un bolígrafo de color azul sobre el yeso blanco.
Lo dejó justo antes de salir del avión. Me dijo que espera mi llamada para presentarme su ciudad y ver más películas clásicas de terror. Según me contó, el cine del centro turístico hace festivales cada dos semanas. Quizá solo estaba tratando de conquistarme.
«Conquistar» esa es una palabra que conozco bien. Siempre me han seguido chicos, hasta cuando Aleksey y yo estábamos juntos, venían con estúpidas propuestas para invitarme a salir. Pero nunca una chica, nunca una chica tan bonita, nunca una chica con una sonrisa tan coqueta como la suya, nunca una chica me abordó así, de la nada.
Debe ser por eso que mamá no me ha dirigido una sola palabra desde que agarró su libro en el avión. Me ha dejado re-ignorada. Le pregunté qué comeríamos mientras recogíamos las maletas y pasó de largo —sin verme— hasta la salida del aeropuerto, llamó al taxi y ni esperó a que yo terminara de guardar mi equipaje en el maletero para subirse en la cabina y decirle al conductor la dirección. Si el tipo no se daba cuenta de que yo iba con ella, se largaban sin mí.
Durante todo el viaje a la nueva casa intenté no empezar otra discusión y le di su espacio. Pasé mirando por la ventana al maldito camino y, de vez en cuando, cayendo sobre este número telefónico. No le he gritado al mundo que soy lesbiana, pero ya me siento parte de un mundo nuevo de posibilidades, es a la vez excitante y absolutamente aterrador. ¿Qué tipo de chicas atraigo y qué tipo me gusta? Hay tantas cosas que ni me he preguntado a mí misma sobre esto. Sin Lena es todo tan nuevo e imprevisible, sin ella hasta me siento sola. Sin ella y sin mamá.
Regresando a ella, ya conozco esta forma de protesta, el silencio. Hizo lo mismo cuando me puse el arete en la ceja, al igual que cuando vio mi tatuaje. Espero que se le pase en unos días, de lo contrario esta mudanza comenzará a convertirse en mi propio infierno personal.
—Papá, ya llegué —le digo a la grabadora que me contesta la llamada—. Todo normal, la casa está bien, yo también. Te hablaré en estos días para… contarte de la escuela. Cuídate, adiós.
Se siente extraño hacerle este ofrecimiento a mi padre, pero me pidió que mantenga el contacto constante y se lo prometí, así que…
—Nast, ya llegué.
—Hey, ¿cómo estuvo el viaje? ¿Comiste rico? ¿Qué tal viajó Jared Leto? ¿Tu casa está bonita? ¿Ya llegaron tus cosas?
Ella como siempre bombardeándome con preguntas.
—El viaje, bien. No comimos tan rico, un volován de jamón con queso, una ensalada de espinacas manzanas y almendras y de postre sandía.
—Suena rico.
—Algo, no tan rico.
—Y Jared qué comió?
Aquí es donde viene la explicación más extraña que daré en mi vida.
—Pues… no me dejaron viajar con Jared.
—¡¿Qué?!
—Tranquila, no lo sacrificaron, aunque habría sido divertido ver su disección…
—¡Yulia!
—Lena se lo llevó de regreso a casa. Ella mantendrá la custodia del camaleón.
—Okeeey…
—¿Qué? ¿No te agrada la idea?
Me sorprende, imaginaba que Nastya tendría más confianza con la vida de su reptil en Lena que en mí.
—No creo que haya sido la mejor idea que pudiste tener.
—¿Ah, no? ¿Por qué lo dices, Nastya? Habla.
—Bueno, son dos cosas las que me perturban —me aclara—. Una es que si van a compartir «custodia» —puntualiza—, quiere decir que formalizaron su relación, ¿no?
¿Cómo explicarle al gatito que no?
—Anastasia, Lena y yo estamos muy lejos para tener una relación, relación. Ya sabes, de verdad.
—¿Y tendrán una de mentira?
—No… —Intento explicarle—. Vamos a intentar tener algo, pero no hay nada formal entre nosotras todavía, tan solo haremos un esfuerzo.
—Okey.
No se escucha convencida, es más noto preocupación en su tono, pero no quiero ahondar en sus dudas sobre mi inexistente relación, ya lo hablaremos en su momento, ahora quiero saber que otra cosa le preocupa.
—¿Qué más te molesta?
—Es que… no debiste dejar a Jared Leto con ella.
—¿Por qué no? Lo hemos cuidado juntas por más de dos semanas, ella sabe qué tiene que hacer.
—¿Tú crees? Porque un día me contó que, de pequeña, les tejía suéteres a sus ratones domésticos.
—¡Awwww, tierno! —me burlo de la ausente.
—¡No, nada tierno! Amanecían muertos de sofocación al día siguiente. Tenía una buena razón para no encargar a Jared con Lena y decidí dejarlo contigo aunque arriesgaba una disección.
—Lena no se pondrá a tejerle un suéter al camaleón, Nastya. Relájate, ya no tiene diez años. El reptil estará bien.
—¿Estás segura de eso?
Estoy por contestarle que sí, cuando me llega un mensaje de texto de la susodicha. Pongo a Nastya en altavoz y lo reviso.
«Hola, ¿llegaste? Avísame cuando puedas. Te extraño».
Termino de leerlo y me llega otro con una foto adjunta.
«Mira lo que acabo de comprar».
—Nast… —digo intentando no sonar tan alarmada pero—, mejor será que cortes conmigo y llames a Lena de inmediato. La demente de tu amiga está tejiendo un suéter… negro.
—¡Oh, por Dios! Hablamos más tarde.
Me cuelga y yo sigo viendo esa foto, lana gruesa como para invierno, uno que nunca hay en ese lado de la ciudad. ¿Está loca? No puedo creer que Lena sea tan tiernamente criminal. Ponerle un suéter a un animal en Sochi, en pleno verano es el acto de un verdadero psicópata.
**********
La ciudad huele a frío, si es que el frío huele. Doy un respiro profundo y siento un toque de árboles de arce y roble; es una fragancia muy fina —natural de un bosque—, pero mezclada con el olor del concreto mojado. Podría decir que es permanentemente refrescante, nada comparado con Sochi. Allá el aire es más pesado, aromáticamente la brisa salada del mar se conjuga con el denso smog y, si te paseas por un área residencial, predomina el olor a cloro de las piscinas. No es fresco y no se siente así de natural.
El bus que me trae de la escuela me deja a tres cuadras de casa. La parada es justo frente a una panadería. Solo de caminar por sus puertas se me hace agua a la boca, no puedo evitar comprar todos los días algo para acompañar a mi café de la tarde. Dos calles pasando de la avenida principal hay varios restaurantes; en especial una pizzería de horno de piedra a la que necesito ir con urgencia, a sus alrededores huele exquisito, a tomate y albahaca. Lo juro, los olores de esta ciudad van a matarme.
El viento enfría mi piel en tan poco tramo de caminata. Llego a casa con escalofríos, tirando vapor por la boca con cada exhalación. Aún no me acostumbro a llevar abrigo, a vestir tan pesado y tener que sacármelo al entrar al aula o al cruzar el portal cuando llego de la escuela. Todos los días debo vestir medias gruesas, llevar guantes, gorro, bufanda… Lo que me recuerda, debo llamar a Lena e insistirle que continúe con mi regalo pre navidad.
En realidad la pobre no estaba planeando matar al camaleón. La lana negra que compró —y me enseñó por fotos— era para tejerme una abrigada y laaarga bufanda que ahora se rehusa a empezar, porque dice que la acusé falsamente de intento de homicidio. La va a hacer, lo sé, pero debo insistirle, le hacen falta un par de empujones. Además, si no la hace, me veré obligada a comprarme una más gruesa de las que tengo, no miento cuando digo que llego con los lóbulos hechos cubo de hielo.
Abro la puerta con dificultad por los malditos guantes de lana, otra cosa que debo ir a buscar, unos de cuero que me den más movilidad y que me dejen usar el celular en la calle. Odio eso de estar sacándomelos y poniéndomelos cada cinco minutos para contestar un mensaje.
El eco de la puerta al cerrarse se transporta a través de la casa. Dejo el bolso en el piso para quitarme el gorro, la bufanda, los guantes y el abrigo, y colgarlos en el closet de entrada. Son pasadas las tres de la tarde y estoy agotada. Mis pasos sobre la madera marcan el camino a la cocina. Dejo el pan sobre el mesón y voy directo al refrigerador. No hay nada de comer. Mamá sigue sin hablarme, sin reconocer que existo, por ende no hay nada de nada más que huevos, queso y leche y ya me harté de hacerme tortilla todos los santos almuerzos. Claro, como ella come por su oficina con sus compañeros de trabajo, Yulia que se joda.
Necesito que se le pasé el enojo de lo que pasó con Lena en el aeropuerto y lo de Ade en el avión. Vamos, nadie se ha muerto por ser lesbiana. Es más, puede presumirme con sus amigas que dicen estar en la onda moderna y esas mierdas. El «tengo una hija gay» seguro las deja con un aire de «¡¿por qué yo no puedo yo tener una hija o hijo así?!», hasta les comprarían una camiseta con una foto de un taco o un pepinillo. Pfff, sobretodo, viejas conservadoras. Si se enteran de mi nueva condición le escupirán agua bendita, es así. ¡Pero mierda, soy su hija, sea como sea! ¿Por qué tiene que importarle lo que diga la gente, así sean sus amigas de años? Quizá, entre todas ellas, habemos varios hijos e hijas gay. Deberíamos unirnos y hacer el club secreto del arcoiris, con sexo, drogas y rock&roll, o si son muy tira pluma, con electro-pop. En fin, suficiente de pensar en mi madre. Si ella quiere ignorarme, yo la ignoraré a ella, al menos unos días más.
Vuelvo a cargarme la maleta al hombro y subo a mi habitación. El tercer piso es prácticamente mío. Dejo mis cosas sobre el escritorio y me recuesto en la cama sacando el celular del bolsillo para llamarle a Lena.
—Hello, it's me…
—Adele. —Me río, boba—. ¿Qué haces? ¿Ya empezaste a tejer mi bufanda?
—No, te dije que ya no te doy nada por andarme acusando con Nastya. Por cierto, tu hijo adoptivo se escapó en la mañana. Casi me muero del susto cuando papá me dijo que estuvo a punto de aplanarlo con la llanta del auto y hacerlo billetera.
—¿Dejaste la jaula abierta? —le pregunto imaginándome el acontecimiento con algo de gracia. Hay ciertos eventos en su vida que podrían llevarse a la pantalla chica como episodios de una comedia semanal de media hora.
—No, ¿cómo crees?, pero ya aprendió a empujar la tapa. Más tarde iré a comprar una verdadera jaula para reptil.
—Gracias. Si le pasa algo, Nastya te mata y luego me cagará con un discurso sobre como elegir bien a los padres de leche.
—¿Ah, sí? —me cuestiona—. ¿Ahora, soy su madre?
—Está bajo tu cuidado, ¿no?
—Eso no me hace su madre. Soy su niñera o algo así.
—¿Y qué te haría su madre? —La molesto—. Digo, para planificar la ceremonia correspondiente y hacerlo oficial.
Ya sé que no quiere nada serio y que estamos lejos, pero pensar en una relación con ella me gusta; ponerla incómoda un poco más.
—¿Ya almorzaste? —Me cambia el tema. Linda, algún día me responderá.
—No, iré a la pizzería de a la vuelta en un rato.
—Tu mamá sigue en la ley del hielo.
—Témpano. Ni una palabra desde que bajamos del avión.
—Bueno, no la culpo. Eso de andar coqueteando a desconocidas…
¿Está celosa?
Ja, cuando le conté lo de Adelaide se quedó callada hasta que terminé yo misma hablando de algo más para llenar el silencio. No le agrada esto de «la libertad» conmigo. Pero si no quiere nada, que me deje echarme un taco de ojo, ¿no? Al menos eso.
—¿Qué tal te fue en tu clase de fotografía? ¿Ya no te odia tu maestro?
—Digamos que después de mi proyecto de hojas mojadas, me detesta un 5% más que antes.
—Bien, ¿qué diablos quiere de ti? Eras buena en esa materia acá en la escuela.
Tiene razón. Mi estudio de macro fotografía le habría encantado a mi antiguo profesor. Pero este quiere algo así como el detalle de las proteínas de la saliva de los gatos. Así, bien hipster y «creativo».
Todos los maestros en general tienen mucho de eso, de joder con la creatividad, las ideas, botar a la basura todo lo trillado, todo lo común.
Mi clase de guión es igual. Ahí salen mis compañeros, con obras como: «La naturaleza siente, el hombre no piensa», épico tema. Y la chica que consiguió el único diez en el proyecto de fotografía, puso a su gato de modelo, capturando las cien formas de dormir sobre el refrigerador. Súper talentosa.
—Tengo que pensar en algo controversial o algo estúpidamente cotidiano y que pase desapercibido como…
—¿Yulia?
—Sí, perdón, es que se me ocurrió algo.
—¿Qué? ¿Ya tienes tu proyecto para la semana que viene?
—Sí, es tan idiotamente genial.
Si el maestro Kristoff no me pone un maldito diez me pego un tiro. Lo juro. Hasta podría hacer mi tarea de guión del mismo tema.
Gracias mamá, esta de la debo a ti.
«Hey, ¿vamos al cine hoy?»
Es rarísimo esto de hablar con la chica que te gusta por teléfono y recibir el mensaje de la que la pone celosa. Diversión total.
—Lena, ¿hablamos en la noche? Voy a vestirme nuevamente con todo lo que me hace falta para caminar en este clima e ir a la pizzería.
—Okey, yo tengo que hacer tarea y salir a la tienda de mascotas.
—Gracias por lo de la jaula, de verdad. Me cuentas cuánto te costó para depositártelo.
—Yulia, no empieces. No voy a quedar en la quiebra por una jaula de veinte rublos.
—Está bien, pero te invitaré algo cuando vaya a Sochi y no puedes decirme que no.
—Hecho, hablamos en unas horas.
—Bye —Le corto y presiono el número del mensaje antes de levantarme para salir—. ¿Ade? Acepto, vamos al cine, pero antes, ¿quieres ir por una pizza?
Hasta hace poco, lo último que habría tenido en la cabeza mientras camino a casa es una chica, menos si estoy caminando con ella. Sonrío, no por la amena conversación que estamos teniendo y la buena tarde que pasamos dando vueltas por la ciudad, pero porque recuerdo la mirada que me dio un par de veces, su risa, sus ojos juguetones y sus intentos de ponerme incómoda y me llega un sentimiento de alegría que casi no reconozco. Me gusta que coqueteen conmigo, no, aclarémoslo, me gusta que las mujeres coqueteen conmigo. Se siente extrañamente placentero.
—Nos vemos el viernes, ¿entonces? —me dice al llegar a mi casa.
—Nos vemos. Gracias por la caminata —le respondo subiendo los cortos escalones a la puerta.
—Gracias por la pizza. —Ella me sonríe y se despide agitando su mano, guardándola dos segundos más tarde dentro de su chaqueta mientras sigue su camino al auto que aparcó a la vuelta de la esquina.
Entro a casa, todavía con la sonrisa grabada en mi cara, cuando me encuentro con la mirada aniquiladora de mamá al pie de la escalera. No me dice nada, solo me perfora el cerebro y sube a su habitación.
Seguimos con el castigo emocional. Bien.
Paso por un vaso de agua a la cocina y sigo sus pasos por la escalera. No sé que estoy haciendo, ya dije que la ignoraría de vuelta, pero han sido cinco días y ya extraño hablarle, ¿ya estuvo bueno, no?
—Mamá.
Nada, no contesta aunque sé que me escuchó. Está recostada en la cama leyendo un libro.
—Mamá, ¿podemos dejar este juego?
Nada. Esta situación empieza a hartarme… mal.
—No te entiendo. Pensé que lo que querías es que fuera feliz, soy feliz, vine contigo hasta Moscú. ¿No podemos superar esto, hablarlo si quieres, pasar la página?
Ni una mirada. Suspiro. Ya fue, me voy.
Doy la vuelta en mi lugar y subo un piso más. Apenas entro a mi habitación veo siete cajas de cartón. Por fin llegó la remesa de equipaje que se quedó atascada en el camino. La pequeña camioneta en la que venían mis vinilos y mis libros de la bodega se descompuso en un pueblo a dos días de aquí. En hacer el recorrido completo demoró todo este tiempo. Ya era hora.
Abro las tapas y me aseguro de que todo lo faltante esté completo. Abro la cuarta caja, la quinta, la sexta y… el diario.
Siento que ha pasado tanto tiempo desde la última vez que lo leí. Y sí, ya son casi tres semanas. Lo saco y lo primero que hago es sentarme en la cama para ojearlo con cuidado. Casi no falta nada para terminarlo, podría hacerlo esta noche o hasta el fin de semana. A decir verdad me llena de expectativa saber cómo y por qué regresó a su casa, cuál fue la conversación que debió tener con sus padres acerca de su madre biológica, y cómo termina ese capítulo en su vida, porque ahora tiene otro, uno del cual he estado muy cercana durante este último tiempo.
Tengo marcada la hoja de la última entrada. Recuerdo que Lena estaba más que harta por como vivía Leo, que salió a pasear y terminó en la misma cafetería a la que me llevó hace poco, donde se encontraba con su papá los viernes. Allí se vio con Marina y fueron al cine, salieron en una cita, eso recuerdo muy bien.
A ver, ¿cómo sigue?
Entrada número cincuenta y uno del diario.
5 de septiembre, 2015
Es mi segundo fin de semana en esta casa y lo único que quiero es regresar a la de mis padres. Es viernes y en lugar de estar durmiendo como se debe a estas horas de la madrugada, estoy limpiando casa ajena. Anoche, mientras yo estaba en el cine con Marina, a Leo se le ocurrió reunirse con sus amigos. A eso de las once llegué y al mismo tiempo él salía al club a trabajar.
Parecía que un torbellino había pasado por la casa; había vasos llenos de trago por todo el piso, sobre la mesa —sin portavasos—, bolsas de papas fritas, palomitas regadas por doquier.
—Ya vendrá la de servicio mañana a limpiar. No te preocupes —me dijo antes de salir por la puerta y dejarme completamente ansiosa y enfurecida.
Ya, todo bien, es su casa, pero ¿no podían dejar la basura en su lugar, los vasos en el lavaplatos y el trago que no se tomaron en el maldito drenaje? ¡Todo el departamento apestaba a cantina!
No aguanto todo este desorden, no aguanto tener que encontrarme con una casa hecha un basurero y odio no poder estar en paz. Lo odio. La tarde más dulce que he tenido en semanas, arruinada por esto, por haberme convertido en la esposa abnegada de un hombre al que no amo. Viajé en el tiempo treinta años. Es patético.
Mejor será que termine de lavar los vasos que me quedan y luego tirarme en la cama, quiero dormir.
Entrada número cincuenta y dos.
7 de septiembre, 2015
Mamá vino hoy. Era obvio que sabía donde estaba, si papá me mandó a vigilar. Leo estaba en la playa, dando clases de surf al sobrino de uno de sus amigos y yo no tenía turno en la tienda de discos hasta la tarde. Me pidió que regrese a casa, me dijo que necesitábamos hablar como familia con papá y que entiende por qué me fui.
Me preguntó cómo estaba. Reconoció que el departamento de Leo se veía moderno y bien cuidado, si supiera que, sin mí, seguramente sería un chiquero hasta el martes que viene la mucama.
Se nota cuan preocupados están de tenerme lejos. Siguen incómodos con la idea de que su bebé esta viviendo con un hombre mayor, y sí, le comenté que no me está forzando a nada y que desde hace tiempo que no tenemos relaciones, lo que tenemos no se trata de un noviazgo.
—Entonces, vuelve —me suplicó—, papá no va a poner pero, puedes seguir viéndolo, también a Marina, a quién sea, amor. Solo regresa, déjanos cuidarte.
Eso es lo que más quiero, volver. Accedí a verlos mañana, porque antes de decidir qué hacer, necesito respuestas.
—Te invito a almorzar —me dijo con la cara esperanzada de que le dijera que sí y cómo negarme si los extraño tanto.
—Hay algo que quiero que hablemos sin papá —mencionó mientras esperábamos la comida—. Y no quiero que… te asustes por lo que te voy a decir, pero yo conocí a Alenka antes de conocerlo a él.
Eso fue novedad, porque, de esa discusión que escuché hace meses, podía jurar que mamá hablaba desde sus celos hacia papá. Pero no y lo que le siguió a esa diminuta confesión de entrada, fue un plato fuerte que jamás en la vida me habría imaginado.
—Alenka y yo fuimos novias de chicas. Ella fue mi primer amor.
Yep, hay cosas que tengo que procesar antes de escribirlas, sobretodo con esto. Mamá y… mamá, ajá. De algún lado tenía que haber salido yo. Ahora entiendo por qué mamá se emociona tanto con Marina. De alguna forma se ve reflejada en mí, quizá lo único que la identifica conmigo desde que crecí y me convertí en la viva imagen de su antigua novia.
Sí, procesar, muchas cosas.
¡¿Es en serio?!
¡Dios, Inessa!
Esto es tan divertido aunque me imagino que sería un shock para Lena en ese momento. Claro, ahora entendemos todo. Inessa bisexual, shipeando a su hija bisexual con Marina y conmigo.
Lena tiene dos mamás que fueron novias. Es como si tuviese mamás lesbianas. Gracioso.
"Okey, no tan gracioso. Algún día esos serán nuestros hijos".
"Nuestros hijos van a tener dos mamás, ¡dos!"
"Los van a joder en la escuela por tus lesbianidades".
¿Tus lesbianidades? Perdón, ¿pero no eran ustedes las que querían a una mujer y andan molestando cada cinco minutos para que llame a Ade?
"Emm, olvídalo. ¿Vamos a leer otra entrada?"
No, tengo mucha tarea y ya estoy bastante tarde por salir con Ade, como ustedes querían.
"Sí, porque tú la pasaste muy mal en la pizzería".
Ya, no importa. Mañana seguimos con Lena, ahora vamos a la tarea de historia que no se va a hacer sola mientras tenemos vida social y el club de lectura.
Capitulo 41: Moscú
Yo no estoy en una pelea por Lena. Ella no es un premio que disputarse, es una persona que, por lo que he leído en todo este tiempo —sobre sus conflictos con sus padres biológicos y adoptivos—, tiene muchas inseguridades acerca de las relaciones y su estabilidad emocional.
Como ella misma lo dijo en esa entrada del diario que leí sobre Marina, le aterra la idea de que alguien le haga daño como se lo hicieron a su madre, a Alenka. Se siente segura en su estatus de soltera, aunque de soltera no tenga nada. Pero yo no soy un príncipe azul que viene a rescatarla de su torre y demostrarle que puede ser feliz conmigo. Lena no es un trofeo y yo no pelearé por ella en un duelo medieval.
Es estúpido, de verdad lo es; un ridículo drama telenovelesco donde uno, otro y otro enamorado más, se hacen maldades para ganarse el amor de la virgen. Súper virgen Lena, sobretodo.
No voy a jugar, punto.
—Está todo listo, ¿vienes conmigo?
Lena me obligó a vestirme «especial» para la cena de hoy. Mañana nos veremos en la mañana, nos despediremos y yo iré a recoger mis cosas para salir al aeropuerto. Papá pasará por mí a las ocho de la mañana, así que hoy es nuestra última cena —conservando el ambiente apocalíptico—, es nuestra última noche juntas.
Sus papás concedieron darnos unas horas a solas, Lena se lo pidió a Inessa y ya sabemos como a ella le encanta la idea de su hija conquistando a lindas señoritas por el mundo.
La sala está a media luz, hay velas aromáticas en las mesas. Huele delicioso. Lena ha pasado cocinando desde hace un par de horas y me voy a atrever a decir que mató un pequeño cerdito; el aroma a chuletas al horno en alguna salsa dulce, inunda la planta baja.
Doy mis últimos pasos en la escalera y Lena me suelta de la mano para acercarse al equipo de sonido. Presiona el botón de reproducir a la lista que ya tenía preparada. Una canción muy suave y con un alma de jazz comienza a sonar, mientras vuelve a acercarse.
—¿Me permites esta pieza?
Me ofrece su mano y al tomarla me invita a su cuerpo, moviéndonos al ritmo de la música a unos pasos de su piano. Me toma de la cintura, guiándome, yo reposo mi mano sobre su hombro y relajo mi cuerpo acompañada del calor de su cachete pegado al mío.
La lírica es tan nosotras, tan llena de detalles, de cosas tiernas, porque yo soy así de cursi con ella —y solo ella, ojo—, se siente especial. Me da nostalgia y algo de tristeza. Es normal, le estoy diciendo adiós a la chica que quiero y duele, porque yo no pensé enamorarme así, no lo planeé.
—Tengo algo que confesarte, pero espero que no te enojes —me advierte.
—No es el mejor inicio a una conversación, ¿sabes? —le comento. Ya presiento qué quiere contarme—. Dímelo, no te preocupes.
—Okey —dice y toma un poco de valor por la nariz, sosteniendo el aire en sus pulmones unos segundos—. El lunes fui a ver a Leo.
Lo sabía.
—No rompí el trato que hice contigo, nada pasó, solo hablamos. —Se apura a decir—. Yo… me sentía muy confundida por otras cosas que sucedieron esos días.
La rubia, también lo sé.
—Marina nos vio el viernes cuando paseábamos por la ciudad. Fue al club en la noche y nos vio besarnos.
Así fue que se enteró de mí. Debe haber sido duro.
—Vino a casa esa madrugada completamente borracha, estaba muy mal, lloró, y yo no sabía qué hacer.
—¿Por qué no me lo dijiste esa noche, Lena?
—Porque te prometí exclusividad y no podía… no quería que todo se fuera al diablo.
—¿Ya sabes qué harás cuando me vaya?
Se queda en un momento en silencio mientras la canción sigue y nuestros cuerpos marcan el paso.
—Sí —contesta y vuelve a callar.
—Sea lo que sea, Lena, vas a estar bien.
—¿Tú crees? —me pregunta, pero no es una pregunta en realidad—. La mujer que más quiero tener junto a mí, se va al otro lado del país y, sinceramente, no tengo interés de nada con nadie que no sea ella. No sé que tan bien voy a estar.
—El tiempo lo cura todo.
—Sí, y nos veremos en Navidad y volverá a doler. Y después en la primavera por fin de semestre o quizá no, y dolerá otra vez, sin importar si te veo.
—Odio esto —le confieso. La impotencia que tengo adentro de no poder hacerlo todo, de tener que sacrificarla me enoja.
—Yo también —me responde. Nuestros cuerpos siguen bailando solos porque nuestras mentes están en otro planeta—. No quiero decirte adiós.
—No lo hagamos —le sugiero. Y me doy cuenta de que ya estoy hablando estupideces.
"Lo haces. Lena es linda, la queremos…"
"No, la amamos".
"Como decía, la queremos, pero piensa en las miles de mujeres interesantes que hallarás en la otra ciudad".
Pretenderé que no escuché eso.
—¿Y qué propones? —me pregunta, desanimada.
—Hablaremos todos los días, nos escribiremos, haremos locas video llamadas donde me contarás todas las estupideces de Ruslán y sus novios.
Ríe y ya se siente más ligera.
—Trataremos de extrañarnos lo menos posible. ¿Qué dices?
—Okey —responde, mas nuevamente decae.
—¿Qué quieres tú? —le pregunto en un susurro, cruzando mi brazo por sus hombros hasta acariciar su cuello con las yemas de mis dedos.
—Lo único que quiero es saber que esto no se termina aquí. Que, un día, tú y yo nos volveremos a encontrar y ese día te pediré que seas mi novia y tu dirás que sí, porque esto importa, porque te quiero y sé que tú también…
—Te equivocas…
—¿No me quieres? —Se sorprende y se para de golpe, obligándome a hacer lo mismo.
—Te casi amo, es distinto.
—¿Me casi amas? —Ríe, mucho, sacudiendo se cabeza de lado a lado y regresa al ritmo—. Eres casi romántica.
—Y esto es casi una declaración, pero no lo es —le digo y me apuro a explicárselo, no quiero que me entienda mal—. Lo nuestro no se termina aquí, pero quiero que tampoco te aferres a un futuro incierto. Si alguien llega a tu vida y quieres intentarlo, hazlo, ¿okey?
—No vendrá nadie.
—No digas eso, Lena. Esto nos puede pasar a las dos, a ti o a mí y odiaría que pasemos nuestras vidas esperando.
—Sí, tienes razón en eso, solo que ahora, no hay nadie, ni Marina, ni Leo, ni nadie y dudo que llegue, porque ya hay alguien que ocupa todo el espacio en mi pecho.
—¿Todo?
—Todo, entero, absolutamente todo —me dice apretándome fuerte. Te casi amo, Yulia.
Mis brazos se entrelazan con su cuerpo. Esto es tan agradable, tener a alguien tan cerca, pero no a cualquiera, a ella, a su aroma, a su calor.
Podría pasar así el resto de la noche, sintiendo su respiración en mi cuello, sus lágrimas colándose por medio de nuestras mejillas, cantándole la letra de esta canción.
Duele escuchar a alguien que amas con tanta rigidez y desagrado de quién eres. Me duele verla así.
Mi madre y yo siempre hemos mantenido una buena relación. Aparte de todos los problemas o desacuerdos, nos mantenemos en el mismo equipo y somos un buen equipo. Supongo que, sin importar lo que haga, yo no la odio. Puedo perdonar una acusación estúpida o pasar de una discusión tonta con rapidez, ella también, pero esto duele.
Ha estado hablando sin parar desde hace que subimos al avión sobre Lena y lo que sea que se supone no deberíamos estar haciendo. Lo triste es que no puedo salir aquí, estoy obligada a escucharla por las próximas cinco horas y media. Mi cabeza va a reventar.
—¡Ya, mamá! ¿Quieres dejar el drama por un momento? Nos estamos mudando a Moscú, ganaste, ¿quieres cortarla con lo de Lena?
—¿Te parece poca cosa el teatrito que tu amiga acaba de poner?
Si hay algo que mi madre puede lograr en este mundo, es hacer que mis ojos den la vuelta entera dentro de mi cabeza.
—No fue teatro y no exageres.
—Te besó frente a todos en la entrada de la sala de espera. Es el colmo —susurra enérgicamente como si fuese lo más vergonzoso del mundo. ¡Que nadie se entere de lo que pasó, Je-su-cris-to!—. Te dije que no quería que te metieras en esas porquerías. ¡Te lo advertí! No entiendo cómo tu papá puede estar tan fresco y no ha querido ponerle un alto. Si me hubiese hecho caso y te sacaba de esa casa, nada de esto habría pasado.
—Tarde o temprano habría pasado, mamá, con o sin Lena.
—¡Cállate, Yulia! No me vengas con estupideces, tú no eres de esas chicas.
¿De «esas chicas»? Lo dice con un asco único que me revuelve el estómago. ¿Desde cuándo se volvió tan homofóbica? ¡Tiene amigos gays en su oficina, gente que dice querer mucho! Maldita hipocresía.
—Resulta que tu hija es una de esas chicas y le encanta…
—¡Yulia Volkova, será mejor que cierres la boca!
Su mirada es fulminante. En otras circunstancias me callaría de inmediato, esa es la señal de terminar la discusión, pero esta vez me molesta hacerlo.
—No entiendo cual es tu problema con que ya no me guste el… —digo y me detengo cuando unas personas que pasaban por el pasillo a nuestro lado y nos sonríen como si nos conocieran, Mamá me pone una cara aún más castigadora—… la carne.
—¡Yulia!
Gracias a Dios, que no puede prenderme fuego con la mirada.
—Estoy hablando en serio, mamá. ¿Cuál es tu maldito problema con que ahora sea… vegetariana?
—Yo no crié a mi hija para que siga ese camino.
—No, tú la criaste para que sea una idiota que se consigue a otro idiota dependiente que apuesta y pierde todo su dinero, ¿no?
—¡Cuida tu tono conmigo, Yulia!
"Hora de callarse".
No.
"¡Yulia, no lo hagas, nos va a cachetear!"
¡Que lo haga!
"No, odio que nos cachetee. Me hace sentir como una niña".
Entonces no le digo nada y nos olvidamos de Lena.
"¡No, Moscú, Lena!"
—En la nueva ciudad no quiero ni una sola palabra sobre estos caprichos tuyos.
Si tan solo supiera lo difícil que ha sido para mí encontrarme conmigo misma, entenderme, aceptar lo que me pasa con Lena, darme cuenta de lo equivocada que estaba al pensar en chicos, en chicas, en todo.
¿Cómo puede ser tan drástica? Ni siquiera se ha atrevido a preguntarme cómo me siento.
—Mira, mamá. No quiero pelearme contigo por esto. Es mi vida y si me da la gana salir con chicas lo haré.
—Oh, no. No lo harás. No bajo mi techo.
—Ah, ¿ahora me castigas porque no te salí muy derechita? Pensé que te gustaba que sea independiente y que destaque mi individualismo, que sepa elegir.
—Claramente, no sabes hacerlo.
—¿Por qué? ¿Porque Lena no tiene un… pepinillo, como Aleksey?
Odio discutir entre tanta gente, no puedo decir lo que quiero, de la forma que quiero, con las palabras que necesito o en el volumen que me agrada.
—Aleksey era un buen chico, apuesto, sincero…
—¿Sincero? ¿Bueno? Para que sepas, Alyósha me metió los cuernos con una chica más joven que yo, y mientras se acostaba con ella se acostaba conmigo. Sí mamá, él es súper sincero y bueno, un ejemplo. El príncipe azul que siempre soñaste para mí.
—¿Y tu amiguita es mejor que él?
—Lena no tiene punto de comparación, ni con él ni con nadie. Ella si es sincera y buena, el problema para ti, es la falta de pepinillo.
—No quiero hablar más del tema, Yulia. Harás lo que te diga y punto. Yo no tengo hijas lesbianas —dice en un tono muy bajo, esperando que solo yo la escuche y saca su libro para olvidarse de que existo.
—Tienes una a la que le encanta el mango. Delicioso y dulce, sabroso. ¡Mmmmhmmm, presto! —la molesto, pero ni se mosquea, está perdida por completo en las páginas de esa estúpida lectura.
—A mí me gusta el mango —dice de la nada la chica que acaba de sentarse a mi lado—. También el melón. —Me sonríe—. Adelaide.
—Raro nombre. —Sus ojos también, grandes, color café claro, lindos—. Yulia. —Me presento.
Mamá presta atención ahora, siento su vista clavada en mi nuca, pero no me molestaré en regresar a verla. Ya conseguí mejor compañía.
—¿Qué otras frutas te gustan? —me pregunta, está jugando conmigo, es divertida—. Espero que no el banano.
Y a esto es a lo que me refiero. Cómo no me había dado cuenta antes de lo mucho que una chica puede moverme. ¿Es por eso que pasé años odiando a Lena? ¿Porque no quería aceptar que lo que me hacía sentir en el estómago no era desprecio?
—No, el plátano no. Me quedo con el mango, es rico para comer.
"Mamá nos va a matar cuando lleguemos. De esta no salimos vivas. Bájale al coqueteo, Yulia".
—Y para chupar —agrega ella, achinando sus ojos por la sonrisa que tiene.
Sí, probablemente mamá me mate, pero en esto no daré mi brazo a torcer. Puede enojarse lo que quiera, no voy a meterme en un closet, a mí Narnia nunca me gustó y Adelaide parece ser interesante.
—¿Compartimos una película?
—Por qué no.
—Psyco, La noche de los muertos vivientes o el Drácula original —me pregunta sacando su tableta digital. Ya decía que tendría que aguantarme una hora y media de una comedia estúpida de la lista del avión, pero no. Podríamos ver dos y conversar un poco.
—Empecemos con Psyco —confirmo. Ella se apura a conectar el auricular y me pasa uno.
—Me gusta esa propuesta. Seguiremos con Drácula.
El mango, mi fruta favorita.
*********************
Una cama, al fin.
Me dejo caer sobre ella sin voluntad.
Tengo cama, una cama que es mía, inmutablemente mía. Su suavidad me acoge en un ligero rebote, es tan cómoda, tan distinta a un sillón o a una cama ajena, esta es mía.
Mi nueva habitación es grande. Aquí entran con facilidad tres casas rodantes. ¡Prácticamente es una mansión! Bueno, no exageremos, pero sí, es amplia, linda, de techos muy altos. Tiene un altillo pequeño con un tragaluz, perfecto para ver las estrellas en la noche, pero lo que más me gusta es la cama. Necesito tanto dormir.
Siento que el sueño me va llevando cuando una imagen regresa a mí y abro los ojos, forzándome a mantenerme despierta. Tenía que llamar a Lena y avisarle que llegué bien; papá y Nastya pidieron lo mismo. Los llamaré a ellos primero para poder hablar un rato más largo con Lena.
Mi teléfono todavía está en mi bolsillo derecho. Hago un pequeño esfuerzo para sacármelo con mi mano enyesada y lo acerco a mi rostro para marcar. Un detalle muy particular se vuelve a hacer presente:
Adelaide Collins
617-482-3632
Su número telefónico grabado con un bolígrafo de color azul sobre el yeso blanco.
Lo dejó justo antes de salir del avión. Me dijo que espera mi llamada para presentarme su ciudad y ver más películas clásicas de terror. Según me contó, el cine del centro turístico hace festivales cada dos semanas. Quizá solo estaba tratando de conquistarme.
«Conquistar» esa es una palabra que conozco bien. Siempre me han seguido chicos, hasta cuando Aleksey y yo estábamos juntos, venían con estúpidas propuestas para invitarme a salir. Pero nunca una chica, nunca una chica tan bonita, nunca una chica con una sonrisa tan coqueta como la suya, nunca una chica me abordó así, de la nada.
Debe ser por eso que mamá no me ha dirigido una sola palabra desde que agarró su libro en el avión. Me ha dejado re-ignorada. Le pregunté qué comeríamos mientras recogíamos las maletas y pasó de largo —sin verme— hasta la salida del aeropuerto, llamó al taxi y ni esperó a que yo terminara de guardar mi equipaje en el maletero para subirse en la cabina y decirle al conductor la dirección. Si el tipo no se daba cuenta de que yo iba con ella, se largaban sin mí.
Durante todo el viaje a la nueva casa intenté no empezar otra discusión y le di su espacio. Pasé mirando por la ventana al maldito camino y, de vez en cuando, cayendo sobre este número telefónico. No le he gritado al mundo que soy lesbiana, pero ya me siento parte de un mundo nuevo de posibilidades, es a la vez excitante y absolutamente aterrador. ¿Qué tipo de chicas atraigo y qué tipo me gusta? Hay tantas cosas que ni me he preguntado a mí misma sobre esto. Sin Lena es todo tan nuevo e imprevisible, sin ella hasta me siento sola. Sin ella y sin mamá.
Regresando a ella, ya conozco esta forma de protesta, el silencio. Hizo lo mismo cuando me puse el arete en la ceja, al igual que cuando vio mi tatuaje. Espero que se le pase en unos días, de lo contrario esta mudanza comenzará a convertirse en mi propio infierno personal.
—Papá, ya llegué —le digo a la grabadora que me contesta la llamada—. Todo normal, la casa está bien, yo también. Te hablaré en estos días para… contarte de la escuela. Cuídate, adiós.
Se siente extraño hacerle este ofrecimiento a mi padre, pero me pidió que mantenga el contacto constante y se lo prometí, así que…
—Nast, ya llegué.
—Hey, ¿cómo estuvo el viaje? ¿Comiste rico? ¿Qué tal viajó Jared Leto? ¿Tu casa está bonita? ¿Ya llegaron tus cosas?
Ella como siempre bombardeándome con preguntas.
—El viaje, bien. No comimos tan rico, un volován de jamón con queso, una ensalada de espinacas manzanas y almendras y de postre sandía.
—Suena rico.
—Algo, no tan rico.
—Y Jared qué comió?
Aquí es donde viene la explicación más extraña que daré en mi vida.
—Pues… no me dejaron viajar con Jared.
—¡¿Qué?!
—Tranquila, no lo sacrificaron, aunque habría sido divertido ver su disección…
—¡Yulia!
—Lena se lo llevó de regreso a casa. Ella mantendrá la custodia del camaleón.
—Okeeey…
—¿Qué? ¿No te agrada la idea?
Me sorprende, imaginaba que Nastya tendría más confianza con la vida de su reptil en Lena que en mí.
—No creo que haya sido la mejor idea que pudiste tener.
—¿Ah, no? ¿Por qué lo dices, Nastya? Habla.
—Bueno, son dos cosas las que me perturban —me aclara—. Una es que si van a compartir «custodia» —puntualiza—, quiere decir que formalizaron su relación, ¿no?
¿Cómo explicarle al gatito que no?
—Anastasia, Lena y yo estamos muy lejos para tener una relación, relación. Ya sabes, de verdad.
—¿Y tendrán una de mentira?
—No… —Intento explicarle—. Vamos a intentar tener algo, pero no hay nada formal entre nosotras todavía, tan solo haremos un esfuerzo.
—Okey.
No se escucha convencida, es más noto preocupación en su tono, pero no quiero ahondar en sus dudas sobre mi inexistente relación, ya lo hablaremos en su momento, ahora quiero saber que otra cosa le preocupa.
—¿Qué más te molesta?
—Es que… no debiste dejar a Jared Leto con ella.
—¿Por qué no? Lo hemos cuidado juntas por más de dos semanas, ella sabe qué tiene que hacer.
—¿Tú crees? Porque un día me contó que, de pequeña, les tejía suéteres a sus ratones domésticos.
—¡Awwww, tierno! —me burlo de la ausente.
—¡No, nada tierno! Amanecían muertos de sofocación al día siguiente. Tenía una buena razón para no encargar a Jared con Lena y decidí dejarlo contigo aunque arriesgaba una disección.
—Lena no se pondrá a tejerle un suéter al camaleón, Nastya. Relájate, ya no tiene diez años. El reptil estará bien.
—¿Estás segura de eso?
Estoy por contestarle que sí, cuando me llega un mensaje de texto de la susodicha. Pongo a Nastya en altavoz y lo reviso.
«Hola, ¿llegaste? Avísame cuando puedas. Te extraño».
Termino de leerlo y me llega otro con una foto adjunta.
«Mira lo que acabo de comprar».
—Nast… —digo intentando no sonar tan alarmada pero—, mejor será que cortes conmigo y llames a Lena de inmediato. La demente de tu amiga está tejiendo un suéter… negro.
—¡Oh, por Dios! Hablamos más tarde.
Me cuelga y yo sigo viendo esa foto, lana gruesa como para invierno, uno que nunca hay en ese lado de la ciudad. ¿Está loca? No puedo creer que Lena sea tan tiernamente criminal. Ponerle un suéter a un animal en Sochi, en pleno verano es el acto de un verdadero psicópata.
**********
La ciudad huele a frío, si es que el frío huele. Doy un respiro profundo y siento un toque de árboles de arce y roble; es una fragancia muy fina —natural de un bosque—, pero mezclada con el olor del concreto mojado. Podría decir que es permanentemente refrescante, nada comparado con Sochi. Allá el aire es más pesado, aromáticamente la brisa salada del mar se conjuga con el denso smog y, si te paseas por un área residencial, predomina el olor a cloro de las piscinas. No es fresco y no se siente así de natural.
El bus que me trae de la escuela me deja a tres cuadras de casa. La parada es justo frente a una panadería. Solo de caminar por sus puertas se me hace agua a la boca, no puedo evitar comprar todos los días algo para acompañar a mi café de la tarde. Dos calles pasando de la avenida principal hay varios restaurantes; en especial una pizzería de horno de piedra a la que necesito ir con urgencia, a sus alrededores huele exquisito, a tomate y albahaca. Lo juro, los olores de esta ciudad van a matarme.
El viento enfría mi piel en tan poco tramo de caminata. Llego a casa con escalofríos, tirando vapor por la boca con cada exhalación. Aún no me acostumbro a llevar abrigo, a vestir tan pesado y tener que sacármelo al entrar al aula o al cruzar el portal cuando llego de la escuela. Todos los días debo vestir medias gruesas, llevar guantes, gorro, bufanda… Lo que me recuerda, debo llamar a Lena e insistirle que continúe con mi regalo pre navidad.
En realidad la pobre no estaba planeando matar al camaleón. La lana negra que compró —y me enseñó por fotos— era para tejerme una abrigada y laaarga bufanda que ahora se rehusa a empezar, porque dice que la acusé falsamente de intento de homicidio. La va a hacer, lo sé, pero debo insistirle, le hacen falta un par de empujones. Además, si no la hace, me veré obligada a comprarme una más gruesa de las que tengo, no miento cuando digo que llego con los lóbulos hechos cubo de hielo.
Abro la puerta con dificultad por los malditos guantes de lana, otra cosa que debo ir a buscar, unos de cuero que me den más movilidad y que me dejen usar el celular en la calle. Odio eso de estar sacándomelos y poniéndomelos cada cinco minutos para contestar un mensaje.
El eco de la puerta al cerrarse se transporta a través de la casa. Dejo el bolso en el piso para quitarme el gorro, la bufanda, los guantes y el abrigo, y colgarlos en el closet de entrada. Son pasadas las tres de la tarde y estoy agotada. Mis pasos sobre la madera marcan el camino a la cocina. Dejo el pan sobre el mesón y voy directo al refrigerador. No hay nada de comer. Mamá sigue sin hablarme, sin reconocer que existo, por ende no hay nada de nada más que huevos, queso y leche y ya me harté de hacerme tortilla todos los santos almuerzos. Claro, como ella come por su oficina con sus compañeros de trabajo, Yulia que se joda.
Necesito que se le pasé el enojo de lo que pasó con Lena en el aeropuerto y lo de Ade en el avión. Vamos, nadie se ha muerto por ser lesbiana. Es más, puede presumirme con sus amigas que dicen estar en la onda moderna y esas mierdas. El «tengo una hija gay» seguro las deja con un aire de «¡¿por qué yo no puedo yo tener una hija o hijo así?!», hasta les comprarían una camiseta con una foto de un taco o un pepinillo. Pfff, sobretodo, viejas conservadoras. Si se enteran de mi nueva condición le escupirán agua bendita, es así. ¡Pero mierda, soy su hija, sea como sea! ¿Por qué tiene que importarle lo que diga la gente, así sean sus amigas de años? Quizá, entre todas ellas, habemos varios hijos e hijas gay. Deberíamos unirnos y hacer el club secreto del arcoiris, con sexo, drogas y rock&roll, o si son muy tira pluma, con electro-pop. En fin, suficiente de pensar en mi madre. Si ella quiere ignorarme, yo la ignoraré a ella, al menos unos días más.
Vuelvo a cargarme la maleta al hombro y subo a mi habitación. El tercer piso es prácticamente mío. Dejo mis cosas sobre el escritorio y me recuesto en la cama sacando el celular del bolsillo para llamarle a Lena.
—Hello, it's me…
—Adele. —Me río, boba—. ¿Qué haces? ¿Ya empezaste a tejer mi bufanda?
—No, te dije que ya no te doy nada por andarme acusando con Nastya. Por cierto, tu hijo adoptivo se escapó en la mañana. Casi me muero del susto cuando papá me dijo que estuvo a punto de aplanarlo con la llanta del auto y hacerlo billetera.
—¿Dejaste la jaula abierta? —le pregunto imaginándome el acontecimiento con algo de gracia. Hay ciertos eventos en su vida que podrían llevarse a la pantalla chica como episodios de una comedia semanal de media hora.
—No, ¿cómo crees?, pero ya aprendió a empujar la tapa. Más tarde iré a comprar una verdadera jaula para reptil.
—Gracias. Si le pasa algo, Nastya te mata y luego me cagará con un discurso sobre como elegir bien a los padres de leche.
—¿Ah, sí? —me cuestiona—. ¿Ahora, soy su madre?
—Está bajo tu cuidado, ¿no?
—Eso no me hace su madre. Soy su niñera o algo así.
—¿Y qué te haría su madre? —La molesto—. Digo, para planificar la ceremonia correspondiente y hacerlo oficial.
Ya sé que no quiere nada serio y que estamos lejos, pero pensar en una relación con ella me gusta; ponerla incómoda un poco más.
—¿Ya almorzaste? —Me cambia el tema. Linda, algún día me responderá.
—No, iré a la pizzería de a la vuelta en un rato.
—Tu mamá sigue en la ley del hielo.
—Témpano. Ni una palabra desde que bajamos del avión.
—Bueno, no la culpo. Eso de andar coqueteando a desconocidas…
¿Está celosa?
Ja, cuando le conté lo de Adelaide se quedó callada hasta que terminé yo misma hablando de algo más para llenar el silencio. No le agrada esto de «la libertad» conmigo. Pero si no quiere nada, que me deje echarme un taco de ojo, ¿no? Al menos eso.
—¿Qué tal te fue en tu clase de fotografía? ¿Ya no te odia tu maestro?
—Digamos que después de mi proyecto de hojas mojadas, me detesta un 5% más que antes.
—Bien, ¿qué diablos quiere de ti? Eras buena en esa materia acá en la escuela.
Tiene razón. Mi estudio de macro fotografía le habría encantado a mi antiguo profesor. Pero este quiere algo así como el detalle de las proteínas de la saliva de los gatos. Así, bien hipster y «creativo».
Todos los maestros en general tienen mucho de eso, de joder con la creatividad, las ideas, botar a la basura todo lo trillado, todo lo común.
Mi clase de guión es igual. Ahí salen mis compañeros, con obras como: «La naturaleza siente, el hombre no piensa», épico tema. Y la chica que consiguió el único diez en el proyecto de fotografía, puso a su gato de modelo, capturando las cien formas de dormir sobre el refrigerador. Súper talentosa.
—Tengo que pensar en algo controversial o algo estúpidamente cotidiano y que pase desapercibido como…
—¿Yulia?
—Sí, perdón, es que se me ocurrió algo.
—¿Qué? ¿Ya tienes tu proyecto para la semana que viene?
—Sí, es tan idiotamente genial.
Si el maestro Kristoff no me pone un maldito diez me pego un tiro. Lo juro. Hasta podría hacer mi tarea de guión del mismo tema.
Gracias mamá, esta de la debo a ti.
«Hey, ¿vamos al cine hoy?»
Es rarísimo esto de hablar con la chica que te gusta por teléfono y recibir el mensaje de la que la pone celosa. Diversión total.
—Lena, ¿hablamos en la noche? Voy a vestirme nuevamente con todo lo que me hace falta para caminar en este clima e ir a la pizzería.
—Okey, yo tengo que hacer tarea y salir a la tienda de mascotas.
—Gracias por lo de la jaula, de verdad. Me cuentas cuánto te costó para depositártelo.
—Yulia, no empieces. No voy a quedar en la quiebra por una jaula de veinte rublos.
—Está bien, pero te invitaré algo cuando vaya a Sochi y no puedes decirme que no.
—Hecho, hablamos en unas horas.
—Bye —Le corto y presiono el número del mensaje antes de levantarme para salir—. ¿Ade? Acepto, vamos al cine, pero antes, ¿quieres ir por una pizza?
Hasta hace poco, lo último que habría tenido en la cabeza mientras camino a casa es una chica, menos si estoy caminando con ella. Sonrío, no por la amena conversación que estamos teniendo y la buena tarde que pasamos dando vueltas por la ciudad, pero porque recuerdo la mirada que me dio un par de veces, su risa, sus ojos juguetones y sus intentos de ponerme incómoda y me llega un sentimiento de alegría que casi no reconozco. Me gusta que coqueteen conmigo, no, aclarémoslo, me gusta que las mujeres coqueteen conmigo. Se siente extrañamente placentero.
—Nos vemos el viernes, ¿entonces? —me dice al llegar a mi casa.
—Nos vemos. Gracias por la caminata —le respondo subiendo los cortos escalones a la puerta.
—Gracias por la pizza. —Ella me sonríe y se despide agitando su mano, guardándola dos segundos más tarde dentro de su chaqueta mientras sigue su camino al auto que aparcó a la vuelta de la esquina.
Entro a casa, todavía con la sonrisa grabada en mi cara, cuando me encuentro con la mirada aniquiladora de mamá al pie de la escalera. No me dice nada, solo me perfora el cerebro y sube a su habitación.
Seguimos con el castigo emocional. Bien.
Paso por un vaso de agua a la cocina y sigo sus pasos por la escalera. No sé que estoy haciendo, ya dije que la ignoraría de vuelta, pero han sido cinco días y ya extraño hablarle, ¿ya estuvo bueno, no?
—Mamá.
Nada, no contesta aunque sé que me escuchó. Está recostada en la cama leyendo un libro.
—Mamá, ¿podemos dejar este juego?
Nada. Esta situación empieza a hartarme… mal.
—No te entiendo. Pensé que lo que querías es que fuera feliz, soy feliz, vine contigo hasta Moscú. ¿No podemos superar esto, hablarlo si quieres, pasar la página?
Ni una mirada. Suspiro. Ya fue, me voy.
Doy la vuelta en mi lugar y subo un piso más. Apenas entro a mi habitación veo siete cajas de cartón. Por fin llegó la remesa de equipaje que se quedó atascada en el camino. La pequeña camioneta en la que venían mis vinilos y mis libros de la bodega se descompuso en un pueblo a dos días de aquí. En hacer el recorrido completo demoró todo este tiempo. Ya era hora.
Abro las tapas y me aseguro de que todo lo faltante esté completo. Abro la cuarta caja, la quinta, la sexta y… el diario.
Siento que ha pasado tanto tiempo desde la última vez que lo leí. Y sí, ya son casi tres semanas. Lo saco y lo primero que hago es sentarme en la cama para ojearlo con cuidado. Casi no falta nada para terminarlo, podría hacerlo esta noche o hasta el fin de semana. A decir verdad me llena de expectativa saber cómo y por qué regresó a su casa, cuál fue la conversación que debió tener con sus padres acerca de su madre biológica, y cómo termina ese capítulo en su vida, porque ahora tiene otro, uno del cual he estado muy cercana durante este último tiempo.
Tengo marcada la hoja de la última entrada. Recuerdo que Lena estaba más que harta por como vivía Leo, que salió a pasear y terminó en la misma cafetería a la que me llevó hace poco, donde se encontraba con su papá los viernes. Allí se vio con Marina y fueron al cine, salieron en una cita, eso recuerdo muy bien.
A ver, ¿cómo sigue?
Entrada número cincuenta y uno del diario.
5 de septiembre, 2015
Es mi segundo fin de semana en esta casa y lo único que quiero es regresar a la de mis padres. Es viernes y en lugar de estar durmiendo como se debe a estas horas de la madrugada, estoy limpiando casa ajena. Anoche, mientras yo estaba en el cine con Marina, a Leo se le ocurrió reunirse con sus amigos. A eso de las once llegué y al mismo tiempo él salía al club a trabajar.
Parecía que un torbellino había pasado por la casa; había vasos llenos de trago por todo el piso, sobre la mesa —sin portavasos—, bolsas de papas fritas, palomitas regadas por doquier.
—Ya vendrá la de servicio mañana a limpiar. No te preocupes —me dijo antes de salir por la puerta y dejarme completamente ansiosa y enfurecida.
Ya, todo bien, es su casa, pero ¿no podían dejar la basura en su lugar, los vasos en el lavaplatos y el trago que no se tomaron en el maldito drenaje? ¡Todo el departamento apestaba a cantina!
No aguanto todo este desorden, no aguanto tener que encontrarme con una casa hecha un basurero y odio no poder estar en paz. Lo odio. La tarde más dulce que he tenido en semanas, arruinada por esto, por haberme convertido en la esposa abnegada de un hombre al que no amo. Viajé en el tiempo treinta años. Es patético.
Mejor será que termine de lavar los vasos que me quedan y luego tirarme en la cama, quiero dormir.
Entrada número cincuenta y dos.
7 de septiembre, 2015
Mamá vino hoy. Era obvio que sabía donde estaba, si papá me mandó a vigilar. Leo estaba en la playa, dando clases de surf al sobrino de uno de sus amigos y yo no tenía turno en la tienda de discos hasta la tarde. Me pidió que regrese a casa, me dijo que necesitábamos hablar como familia con papá y que entiende por qué me fui.
Me preguntó cómo estaba. Reconoció que el departamento de Leo se veía moderno y bien cuidado, si supiera que, sin mí, seguramente sería un chiquero hasta el martes que viene la mucama.
Se nota cuan preocupados están de tenerme lejos. Siguen incómodos con la idea de que su bebé esta viviendo con un hombre mayor, y sí, le comenté que no me está forzando a nada y que desde hace tiempo que no tenemos relaciones, lo que tenemos no se trata de un noviazgo.
—Entonces, vuelve —me suplicó—, papá no va a poner pero, puedes seguir viéndolo, también a Marina, a quién sea, amor. Solo regresa, déjanos cuidarte.
Eso es lo que más quiero, volver. Accedí a verlos mañana, porque antes de decidir qué hacer, necesito respuestas.
—Te invito a almorzar —me dijo con la cara esperanzada de que le dijera que sí y cómo negarme si los extraño tanto.
—Hay algo que quiero que hablemos sin papá —mencionó mientras esperábamos la comida—. Y no quiero que… te asustes por lo que te voy a decir, pero yo conocí a Alenka antes de conocerlo a él.
Eso fue novedad, porque, de esa discusión que escuché hace meses, podía jurar que mamá hablaba desde sus celos hacia papá. Pero no y lo que le siguió a esa diminuta confesión de entrada, fue un plato fuerte que jamás en la vida me habría imaginado.
—Alenka y yo fuimos novias de chicas. Ella fue mi primer amor.
Yep, hay cosas que tengo que procesar antes de escribirlas, sobretodo con esto. Mamá y… mamá, ajá. De algún lado tenía que haber salido yo. Ahora entiendo por qué mamá se emociona tanto con Marina. De alguna forma se ve reflejada en mí, quizá lo único que la identifica conmigo desde que crecí y me convertí en la viva imagen de su antigua novia.
Sí, procesar, muchas cosas.
¡¿Es en serio?!
¡Dios, Inessa!
Esto es tan divertido aunque me imagino que sería un shock para Lena en ese momento. Claro, ahora entendemos todo. Inessa bisexual, shipeando a su hija bisexual con Marina y conmigo.
Lena tiene dos mamás que fueron novias. Es como si tuviese mamás lesbianas. Gracioso.
"Okey, no tan gracioso. Algún día esos serán nuestros hijos".
"Nuestros hijos van a tener dos mamás, ¡dos!"
"Los van a joder en la escuela por tus lesbianidades".
¿Tus lesbianidades? Perdón, ¿pero no eran ustedes las que querían a una mujer y andan molestando cada cinco minutos para que llame a Ade?
"Emm, olvídalo. ¿Vamos a leer otra entrada?"
No, tengo mucha tarea y ya estoy bastante tarde por salir con Ade, como ustedes querían.
"Sí, porque tú la pasaste muy mal en la pizzería".
Ya, no importa. Mañana seguimos con Lena, ahora vamos a la tarea de historia que no se va a hacer sola mientras tenemos vida social y el club de lectura.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
me gusto mucho el capitulo
no me gusta Ade como le dice Yulia
espero siga leyendo el diario
cda vez me sorprende
siguela pronto
me gusto mucho el capitulo
no me gusta Ade como le dice Yulia
espero siga leyendo el diario
cda vez me sorprende
siguela pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Jaja, Ade es linda... No es un estorbo para nadie ni menos para Yulia, ya lo verán
Capítulo 42: Un nido en mi cabeza
La mamá de Lena es gay, bisexual, para ser exactos. Lo que no entiendo bien es como se conoció con su papá. Eso de que ambos hayan sido pareja de Alenka me suena a algo más que una simple coincidencia. Y leyendo nuevamente el inicio del diario —donde contaba de aquella discusión que le puso fin a su matrimonio—, cuando Inessa dice: «Ella te la recuerda, son idénticas, y no pienses que resiento a mi hija, porque después de tantos años lo es, pero jamás debiste traerla a ella a esta casa», más dudas llegan a mí.
«Traerla a ella», sin duda hablaba de Alenka. Sergey debió haber comenzado a recordar a su antiguo amor y no creo que eso haya resonado bien con su entonces esposa. Tal vez Inessa también recordaba a su ex novia, pero no la mencionaba como él o qué se yo, algo así debió suceder.
—Yulia, ¿puedes quedarte un momento? —me pide mi nuevo maestro de fotografía.
Gracias a mi especialidad por elección, producción de televisión y cine, tengo su clase todos los días. Los primeros quince minutos discutimos las ideas que llevaremos a cabo como tarea para el siguiente día. Debemos entregar tres imágenes como mínimo y diez como máximo. Y de esos temas debo elegir mi proyecto semestral que tengo que presentar la primera semana de enero. Mis compañeros me llevan dos meses de ventaja, así que mi profesor me presiona todos los días con un sermón sobre mi poca creatividad y mi bajo nivel de conocimiento en la materia.
—No te escuché mencionar el tema de hoy.
—Tengo uno, pero quisiera guardármelo… que sea una sorpresa.
—No me agradan las sorpresas. Prefiero ayudarte con ideas. Dime que pensaste.
Gracias, gracias vida. Todavía no sé exactamente cómo llevarlo a cabo, por eso no dije nada al inicio de la clase.
—Es… Me gustaría expresar la ausencia… de alguien.
—Hmm. —Asiente pensativo. Sus labios se curvan hacia abajo con un gesto de aprobación—. Es un trasfondo muy emotivo, se trata de comunicar algo que no se va a ver en la foto. Puedes tomar una olla llena de sopa, pero lo que tomarás será la falta de fideos, por ejemplo.
Hipster total, ¿no lo dije? Todo tiene que tener un toque bohemio y críptico, hasta la explicación de una simple palabra como la ausencia.
—Yulia, quiero que este sea tu tema final.
—¿Qué? Aún no sé ni cómo diablos lo voy a fotografiar.
—¡Eso! ¡Exactamente ese es el punto! —dice exaltado, emocionado como si le hubiese traído las fotos de los gatos de mi barrio—. No es un tema fácil, pero sí uno muy digno. Quiero que lo analices, que lo practiques, que experimentes y falles muchas veces en él. Solo así descubrirás cómo tomar los fideos, sin tomar los fideos.
Bien, me metí en una camisa de once varas yo solita. Mi tema final, lo más difícil que se me pudo ocurrir.
—Para mañana, trae diez intentos. Quiero ver qué es lo primero que se te cruza cuando piensas en la palabra ausencia. —Da vuelta a la mesa y saca del cajón una tarjeta personal que me entrega con el mismo entusiasmo—. Si tienes alguna duda sobre cómo expresarte, llámame. Noche o día, ¿okey?
—O-key…
—Bien. Ahora vete, que no quisiera que llegues tarde a tu siguiente clase.
—Gracias —le digo introduciendo la tarjeta en mi bolsillo trasero y recojo mis cosas para ir a historia, espero un diez en la maldita tarea de ayer, me desvelé escribiendo el ensayo perfecto.
Voy directo a mi casillero para cambiar de libros y siento que alguien me toma del brazo.
—Hola, preciosura.
Doy media vuelta para darle un golpe al chico que se acaba de creer muy galante con esa frase burda y…
—¿Ade?
—Hola, Volkova.
—¿Qué mierda con tu voz? ¿Qué haces aquí?
—No me reconociste, ¿no? Mi voz de hombre es casi perfecta, un tanto ronca, pero justo en el punto.
—¿Qué diablos haces en mi escuela?
—Mi profesora de universidad me pidió que la supliera en el seminario de historia que debía impartir hoy aquí. Tuvo una emergencia, así que, aquí me tienes. ¿Puedes decirme dónde queda el aula 311?
—¡¿311?! ¡No me digas que vas a darme clases a mí!
—¿Es tu clase? Genial. Señorita Volkova, por favor. Indíqueme la ubicación del aula, estamos retrasadas.
—Por tu culpa, apresúrate ¿quieres? Aquí son muy estrictos con eso de las tardanzas, y faltas, y diez mil reglas más.
Camino rápido por el corredor y, al entrar, veo al vice-rector esperando ya a la maestra frente a todos mis compañeros. Dios, tiene una mirada de querer imponerme veinte horas de castigo.
Lo ignoro y sigo mi camino por la segunda fila hasta un asiento vacío y trato de no armar más escándalo al acomodarme.
—Señor Bolchovic, discúlpeme, por favor. No me ubicaba y le pedí a esta señorita que me indique la dirección del aula —le dice haciéndose la apenada, así nada más se gana una sonrisa. Es una coqueta de mierda y claro, el otro, un viejo verde que no necesitó más que un tono apacible para caer redondito—. Espero que no haya castigo por su amabilidad.
—Debe haber alguna reprensión, usualmente es una tarea extra en la materia en la que sucedió la falta.
Se lamenta de no poder sacarme del apuro y acepta las condiciones disciplinarias.
—Bien, si es así me encargaré yo misma del castigo. Lo siento, ¿señorita…?
—Yulia Volkova —le contesto de mala forma y con la cara de orto más grande del mundo. Le queda tan bien hacerse la idiota.
—Al terminar la clase, y ya que es hora de salida, la espero para darle su trabajo extracurricular.
Perfecto, me retraso por su culpa y ella misma me colocará tarea adicional. Ge-nial.
La miro acomodar sus cosas sobre el pupitre del maestro y regresa a verme por dos segundos contados con la mirada más sexy del mundo. No me toma más de otros dos segundos, para que la fantasía más sexual que pude imaginar corra por mi mente. Ade, esa falda ceñida que trae puesta, sus tacones negros, sus piernas largas y yo sobre esa mesa.
Mhmm, soy tan malditamente gay.
Me acomodé en mi pupitre tratando de no hiperventilar o peor aún, humedecerme demasiado. Así que me quedé atenta a lo que mi supuesta maestra impartía en la clase, aunque verla con aquel atuendo se me hacía demasiado difícil poder concentrarme.
Per-fec-to!
La desesperación viene con dos palabras: ojos y labios. Específicamente sus ojos y sus labios, o quizá es una de esas cosas que descubres que son tu debilidad al encontrar atractiva a una persona. Para algunos son las manos, por más extraño que parezca; Nastya por ejemplo le encantan las manos de los chicos y si las tenían descuidadas, pasaba de ellos sin pensarlo. A Aleksey le gustaban las colas. Le era casi imposible no mirar bajo a una chica cuando pasaba, por lo que me sorprende que terminara agarrándose a la flaca que ahora es su novia. Pero a mí, a mí me gustan los ojos y los labios.
Los de Lena me encantan, son de un color verde y gris profundo, un tanto mas oscuros por las mañanas y sus labios no son necesariamente el centro de atención, pero junto con sus pómulos, son perfectos.
Adelaide tiene los ojos redondos, enormes, más claros que los de Lena, predominantes en su rostro, son preciosos. Y sus labios, ¿pueden ser más carnosos? Besarla debe ser tan… delicioso, como lleno, suave; algo que me muero por hacer, que me desespera. Literal.
—¿Puedes dejar de mover la pierna como si estuvieras taladrando el piso?
Maldita ansiedad.
—Ya vamos a llegar y estoy segura de que te va a gustar el trabajo especial.
Después de clases se le ocurrió que pasaríamos por su departamento para tener una charla sobre «historia» mientras tomamos un café preparado por ella y aprovechamos la tarde juntas.
No que me moleste, para nada; plática, café, buena compañía, todo bien con eso, pero pasé la hora completa de clases imaginándome cómo sería besarla y, ahora, cada vez que la veo, pasan por detrás de mis ojos las mil posibilidades. Ergo la ansiedad y la desesperación. No tengo idea qué hacer, dónde poner mis manos, cómo sonreírle para no parecer una idiota. Y es que ¡¿quién le manda a vestirse así para su clase de reemplazo?!
Me siento tan inexperta en esto de las mujeres, no sé ni por qué, no es como si hubiese tenido mil novios antes de que me diera cuenta de mi inclinación. Aleksey fue mi primer y único novio, y en medio de nuestra relación, cuando terminábamos, me besé apenas con otros dos chicos. Uno de ellos su mejor amigo de la infancia, quién sí, besaba muy bien, y eso es lo que no entiendo. Besarme con chicos era… natural. Pensar siquiera en hacerlo con chicas es desesperante.
Quiero un tequila, algo que me amortigüe la boca, que no me haga sentir tan malditamente vulnerable. Pero no quiero besarla con copas, embriagada, como pasó con Lena. Tengo que aprender a no refugiarme en esos escapes para tener valor o me voy al diablo el resto de la vida. Seré una alcohólica a mis veinte.
"¡Deja de mover los dedos sobre las piernas!"
¡Ya, ya!
Dios, es inconsciente, tan, tan inconsciente que mi subconsciente se da cuenta de que estoy mal.
"Solo la tomas por la cintura y le plantas tus labios en los suyos. No es difícil."
"Sí, Yulia. No seas tan miedosa."
No tengo miedo.
"¿Y entonces?"
Son nervios.
"Ya, bueno, lo que digas".
—Llegamos —me avisa Ade, terminando de estacionar el auto en el parqueadero de su edificio—. Te gustará la vista, vigésimo piso, entra mucha luz.
—Lamento informarte que no me gusta la luz del día.
—Si es así, puedes quedarte hasta la noche y ver la vista desde el balcón. —Sonríe coqueta y se baja.
Maldita mujer. ¡Todas las mujeres! No pueden ser más como… ¡yo!
Subimos unos cortos escalones hasta el lobby. Ade saluda a el guardia de seguridad, quién le entrega facturas de servicio y la correspondencia. Entramos al elevador y subimos en silencio mientras ella revisa cada sobre. No tardamos nada en que las puertas se abran nuevamente. No alcancé a pensar la forma de tranquilizarme.
Dios, y así me digo actriz. Ajá.
—¿No vas a llamar a tu mamá para decirle que regresarás tarde?
—No, si lo hago, no va a contestarme de todas formas.
—¿Sigue enojada? —pregunta con cierto asombro y gracia. Es que es ridícula su actitud, hasta un niño de cinco años lo diría. Asiento y abre la puerta invitándome a pasar—. Deja tus cosas en uno de los sillones. Me pondré algo más cómodo y salgo.
Hago lo que me indica y paso a la sala deshaciéndome de mi abrigo para colgarlo en el perchero que tiene a un lado en la pared, donde están colgados un par de sombreros de un estilo clásico y una boina. Se debe ver más linda con ellos puestos.
Sigo unos pasos a la ventana. Es amplia, va de piso a techo y las persianas están abiertas. Se ve mucho de la ciudad, los autos en la avenida principal, la llovizna nublarlo todo. Realmente el clima de esta ciudad me encanta. La melancolía que se siente en el ambiente, hasta cierto punto la tristeza. Doy un fuerte respiro y ya me siento más calmada.
—¿Viste? Sabía que te iba a gustar —me dice llegando por mis espaldas y se coloca a mi lado con una cajetilla de cigarrillos—. ¿Te animas a salir unos minutos? No me gusta fumar adentro de la casa. —Señala el pequeño balcón a mi izquierda y se abre paso.
—Tendrás que invitarme uno, acá en Moscú es más difícil comprar tabacos si eres menor de edad.
Ade abre la puerta de vidrio y sale dándome paso. Saca dos cigarrillos y se coloca uno en medio de sus apetitosos labios, me entrega el otro y se prepara para prenderlo con su encendedor.
Sus labios.
Se ven tan sexys entreabiertos. Su dentadura es perfecta. Puedo ver la punta de sus blancos dientes y la oscuridad que termina en su tersa lengua, porque debe ser tan tersa como se ve; cálida, mojada.
Absorbo un par de veces hasta que el papel del tubo se enciende con un color naranja que casi brilla en todo este matiz gris que nos rodea. Hago el golpe y suelto el aire con un soplo a un lado.
Ella lleva la llama hasta su cilindro y realiza la misma acción. Sus cachetes se desinflan cuando entra el aire. Apaga la fosforera y toma el cigarrillo entre los dedos para ponerse más cómoda en el barandal, inhalando aire por la boca con sus labios apenas separados.
Esos malditos y deliciosos labios.
—Debí ponerme el abrigo otra vez —digo sintiendo el frío perforarme la piel.
—¿No te acostumbras al clima aún?
—Me encanta verlo, pero hiela hasta los huesos.
—Dale un par de semanas más, ya verás cómo hiela cuando comience a nevar.
—No lo digas, no quiero pasar en casa frente a la chimenea. Prefiero no estar en casa.
—¿Tan mal están las cosas con tu mamá?
—Mal, muy mal. Ha hecho esto antes, pero no así. Por lo menos regresaba a verme, ahora me ignora por completo.
—¿No crees que se le pase pronto?
—No lo sé. Espero que sí. Nunca la había visto tan molesta, tan disgustada de algo, mucho menos de mí. Siempre me ha dicho y repetido hasta el cansancio que soy su adoración y por más que me joda que lo siga haciendo a esta dulce edad… extraño que de vez en cuando venga y me de un estúpido abrazo.
—Lo entiendo, de verdad —me dice en confianza—. ¿Dónde está tu papá?
—En Sochi, con su familia.
—¿Así que nada de pensar en pasar unos días allá?
—No, ni siquiera si estuviese en allá lo haría. Solo uno de sus hijos sabe que existo.
—¡Oh, wow! La hija bastarda.
—Cállate, boba. —Río, ella también— ¿Entramos? Si no me das ese café voy a morir —le pido terminándome el tabaco y lo apago en un cenicero que tiene sobre una pequeña mesa esquinera. Ella se me burla y abre la puerta para que pase. El calor de adentro se siente de inmediato en mis mejillas. Paso a la sala y me siento con confianza, Ade camina directo a la cocina.—. ¿Se puede saber qué diablos me pondrás de tarea?
—Hablar de ti.
—¿No tenía que ser una lección de historia?
—Obvio, tu historia. Quiero conocerte, quiero saber quién eres, así que habla.
—No hay mucho que contar.
—Bueno, hay, solo que no sabes qué es relevante. —me explica, si no supiera que estudia ciencias políticas diría que su profesión es la psicología—. Cuéntame de tu ex novia.
—Asumes que tengo una.
—¿No terminaron cuando te mudaste? Digo, ¿jugarán a la inocencia del amor a distancia?
—No he tenido novia, nunca.
—Sí, sí, sí. Vamos, tu mamá no está enojada contigo por un hipotético. Alguien debe haber.
—Hay alguien, no es mi novia, nunca lo fue.
—¿Cómo se llama?
—¿En serio vamos a hacer esto?
—Sí, es tu castigo. Si no me contestas tendrás un cero redondito. Ahora, habla.
—Hmm. Okey, si me la pones así… Se llama Lena.
—Elena, lindo nombre. ¿Es rusa?
—No, si...emmm… Es medio polaca, medio alemana, pero pasa por medio Rusa.
Okey, eso fue un error. Son cosas que no debería saber, tampoco debería contárselas a nadie, así las posibilidades de que se conozcan sean nulas.
—Buena mezcla. ¿Cómo es?
—Dulce, tierna, apasionada, carnal…
—Uhhh, ¿buen acueste?
No lo admito ni lo niego. Que el silencio haga su trabajo. Ella saca de su bolsillo su celular y continúa hablando mientras revisa algo en él.
—Imagino que fue tu primera vez —acierta en el blanco.
—¿Se me nota tanto?
—No. Pero no has tenido una novia y dudo que de haber tenido otros amarres no haya surgido una relación. Las lesbianas solemos hacer nido muuuy pronto, demasiado.
—Hablas por experiencia.
—Sí. Mi ex y yo nos mudamos apenas terminamos la secundaria. Yo salí de mi casa sin nada a vivir con ella, íbamos a pasar la vida juntas, tener tres hijos, dos gatos, un perro… —regresa y se sienta a mi lado, apoyándose de lado en el respaldar del sillón. Mirando, de cuando en cuando, su celular.
—¿Y qué pasó?
—Cosas, gente extra. Ya sabes, siempre hay algo que termina siendo el límite y… ya no estamos juntas, eso nada más. ¿Por qué no fueron nada con Lena?
—Ella no quiere una relación. Ha tenido un año… difícil. —Me limito a comentarle.
—¿Lena Katina? —me pregunta con la mirada clavada en la pantalla—. Guapa.
—¡¿La estás stalkeando?!
—¡Quería saber quién es la chica que te roba el sueño!
—¡No me roba nada!
—Ajá. Hasta a mí me robaría la atención —dice bajando por su perfil sin parar. Maldición—. ¿Quién es esa mole rubia que le dobla el tamaño?
—Aj, es Leo.
—¿Su novio?
—No son novios, Lena no quiere una relación, ya lo dije. Al parecer no escuchas.
—Se besan mucho para no ser novios.
—¡Puedes dejar de ver las fotos de mi… nada!
—Uhhh, ¿quién es la rubia? Está lindísima.
—Es Marina, tampoco es su novia.
—Hermoso color de cabello, aunque sea artificial y es diminuta, adorable.
—¿Qué? ¿De quien hablas?
—De ella —me dice mostrándome una foto de Nastya. De donde habrá sacado esa peluca???
—¡No!
—¿Qué?
—Ni se te ocurra ponerle ojos a Nastya, ella está fuera de los límites ¡de todo el mundo!
—¿Perdón? ¿Estás celosa?
—No, es como mi hermana… Bueno, no importa. Nastya no es gay.
—Oh, una lástima…
—Ade…
—Ya, bueno. Así que tiene otra amiga que «tampoco» es su novia, pero necesitaste aclarármelo. ¿Qué onda con tu… amiga?
—Lena es… le gusta la gente, pero no quiere una relación, así que tiene muchas relaciones sin título.
—¡Oh, ya veo!
—¿Qué?
—Se reproducen como ratones.
—¿Quiénes?
—Yulia, Lena es poliamorosa, ¿no?
—¿Poli qué mierda?
—Poliamorosa, una persona que ama a mucha gente y tiene varias relaciones amorosas a la vez, abiertas, supuestamente con conocimiento de todos los involucrados, pero justo ese detalle no es regla.
—¿De qué hablas? Lena es bisexual, no polígama.
—Los poliamorosos no tienen que tener una preferencia sexual definida, pueden ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales, etcétera, etcétera. —me indica—. Y para tu información, los polígamos son más que nada religiosos, los poliamorosos, no.
—Deja de decir esa palabra, ¿quieres? Suena muy estúpida.
—Se siente muy estúpida.
—¿También hablas por experiencia?
—Mi ex, el límite que no pude cruzar. Sí, hablo por experiencia.
—No porque ella lo haya sido, Lena lo es.
—Okey, analicémosla. Tiene fotos y fotos tragándose la lengua del rubio, ya encontré también a la rubia que mencionabas, y aquí hay unas cuántas de otras personas que dudo que conozcas.
Exhalo con exageración y molestia.
—No quiere una relación tal vez porque ni siquiera sabe lo que es. No todos los poliamorosos pueden aceptar que quieren y necesitan una vida así, abierta a muchas posibilidades y cerrada a ninguna.
¡No, me niego! No me gusta la idea. No quiero pensar en esto.
—Cambiemos de tema, ¿sí?
—Tienes miedo.
—¿A qué?
—A lo mismo que yo. A que nunca se decida por ti o un día se decida por alguien que no eres tú.
—No somos nada, solo amigas.
—¿Es eso lo que tú quieres?
—Vivimos a miles de kilómetros de distancia, no podríamos tener nada tampoco. Como dices esa sería una ilusión inocente.
—Okey. En eso estoy de acuerdo. ¿Pero si no fuese así, si viviera aquí, qué querrías tener con ella?
Una relación. Sí, querría una, que fuésemos las dos, únicamente las dos.
—Mejor cambiemos de tema —me dice viendo la cara de cólera que acabo de poner—. Tienes razón, no hablaré por Lena, ni porque veo en ella las mismas señales que ya sufrí. Además no hay motivo. Están lejos y no hay planes de que vivan en la misma ciudad pronto. Es una plática inútil y, además, no es tu asunto, es el suyo.
Se levanta y va hasta la cocina. La cafetera comenzó a pitar, nuestras bebidas están listas. Claro que en este punto lo único que quiero es salir de aquí, ir a casa, intentar no pensar en esto y… Pensaré en esto, maldición.
Pero como Ade dice, no debería afectarme, ¿no? Si Lena quiere tener veinte relaciones a la vez, ¿por qué me molestaría a mí particularmente? No tenemos nada, nada más que un deseo de querernos y esos días en su casa.
Mierda, pero me molesta, me duele. ¿Por qué me duele? De repente estoy de un humor pésimo y Adelaide lo nota al regresar con mi taza de café.
—Lo siento, no creí que te afectaría tanto.
—No, no tiene por qué. Ya se me pasará.
—Yo nunca pude entenderla. Esa necesidad que tenía de estar con alguien tal cual estaba conmigo. De acostarse con alguien más, de acurrucarse con otro, y otra, y otra; de tomarlos de la mano, de salir a bailar mientras me tenía a mí en casa, esperándola —me cuenta y parece que se proyectó en lo que vio de Lena y sus asuntos pendientes con la situación que vivió—. Nunca entendí por qué yo no era suficiente, cuando ella para mí lo era todo. Tanto era que me fui de casa, peleándome con mis padres, y después tuve que aplicarme como idiota para salir adelante sola. Es horrible estar con alguien así. No es algo que puedo tolerar. Debe ser muy lógico para ellos, para el resto que se lo aguanta, pero no para mí. Duele ver a alguien que amas con todo lo que tienes, amar a alguien más tanto o más que a ti. Llámalo egoísmo, llámalo inseguridad. No importa, es horrible.
No quiero pensarlo, no quiero aceptar nada, porque no me consta, pero Ade describe a Lena, sus relaciones, lo que siente por Marina, lo que siente al mismo tiempo por mí, su adoración por Leo, su falta de compromiso. No entiendo esto de la poliamorosidad, pero no me gusta, de raíz no la entiendo y no-me-gusta.
—Lo siento, de verdad. Tal vez Lena solo está bien sola. Lo lamento —se disculpa sinceramente, yo asiento, aceptándola. ¿Qué culpa tiene ella de traer cargado todo ese peso?
—Mejor hablemos de tu look de maestra sustituta - le digo, finalmente cambiando el tema.
—¿Te gustó la falda?
—Te quedaba bien, muy bien.
Sí, eso. Hablaremos de cualquier cosa que me quite la atención de este tema, porque ya sé que llegaré a casa a perforarme el cerebro pensando.
******
Su lengua es tan tersa como lo imaginaba y sus labios, totalmente mordibles; creo que dejé una herida en su inferior. Fue mi culpa, no pude resistirme a ejercer más presión, aún soy muy nueva en esto del autocontrol y mi perdición, al parecer, son las mordidas.
No siento culpa, lo que sí tengo es un rezago de ira de ver a Lena besando a Leo en una foto en la cual mi hermano Anatoli la etiquetó. El mastodonte está recuperado y se reunieron en su departamento para festejar. Alcohol, más alcohol y, por supuesto, el momento Kodak inmortalizado con una cámara de teléfono de 5 megapixeles. Linda reunión.
Facebook es una herramienta bastante graciosa. No me mostró la foto la noche de ayer —cuando sucedió—, ni hoy durante el día mientras lo revisaba. Pero fue puntual cuando Ade se excusó al baño por unos minutos y apareció como magia en la pantalla de mi celular.
¡Aj, me siento idiota, estúpida por dejar que me afecte! Me la quedé mirando sin creerlo, buscando alguna referencia que me confirmara que no era tan reciente, pero no. Ahí estaba en la descripción: Fiesta de bienvenida a la vida. Casa de Leo, miércoles, 23 de noviembre, 2015. Ayer se besó con él, ayer, y quizá también el mismo día que yo me fui de Sochi.
Quién me manda a creerle a una chica que le huye al compromiso cuando me dijo que no tenía intensiones de que haya alguien nuevo en su vida. Bueno, seamos justos, Leo no es alguien nuevo, es viejo, bien viejo, ¡es anciano! Es que soy una idiota, eso, crédula.
Cerré la aplicación y lancé el teléfono al sillón. Me cargaba la peor cara del mundo, lo sé porque me vi en el espejo que Ade tiene colgado en la pared y entonces ella salió del pasillo, refrescada y tan linda que no me resistí. Obvio, la ira fue el combustible.
Se acercó, se sentó a mi lado y me sonrió. ¿Necesitaba algo más?
Me acerqué sin permiso alguno, sin esperar nada más que una bofetada, pero no, cuando apegué mis labios —de una manera algo torpe debo admitir—, me encontré con los suyos dándome la bienvenida. Mi palma izquierda encontró un lugar entre su cuello y su mejilla y acarició su suave piel mientras yo me iba quedando sin aliento. Me separé unos segundos, tan solo para acomodarme mejor y terminé sentada a horcajadas de sus piernas, reposando mi peso en su cadera. Ade no se quedó atrás. Me acogió con sus brazos sujetándome por la espalda y fue bajando de a poco al mismo tiempo en que la profundidad de nuestros besos crecía. Fue ahí que sentí toda la delicadeza de su lengua juntándose con la mía.
Sentir sus palmas apretar mi cola me hizo romper nuestro contacto con un corto gemido que la hizo reír.
—Para serte sincera, creía que no pasaríamos de la conversación, al menos hoy —me susurró divertida.
—Culpa a tus labios. Dios, a tus ojos —mencioné esto último inspeccionándolos intermitentemente y arremetí de nuevo.
Jugamos por unos minutos a conocernos, a excitarnos. Mis labios terminaron entumecidos y los suyos lastimados. Claro que ella lo tomó más como un cumplido, aún así, me da un tanto de vergüenza ser tan torpe con la fuerza que ejercí. No los dejé sangrando ni nada, pero sí me enseñó una de las marcas que dejé; mi diente frontal grabado temporalmente en el interior de su labio.
—Quisiera tanto que no fuera jueves —dije al levantarme.
—Lo sé, podrías quedarte unas horas más.
—Sí, algo así —le respondí arreglándome la ropa—. ¿Tienes un número de taxis?
—No te preocupes, te llevo. Tu casa no queda tan lejos.
Llegué hace varios minutos, nos despedimos con un corto beso en los labios y entré directo a tomar un baño. La sesión de besos me dejó acalorada y quería relajarme. Pero antes, volví al estúpido Facebook.
Lena Katina, etiquetada en dos fotos más.
Y sí, aunque no quiera aceptarlo, quizá Lena es poliamorosa. En las nuevas fotos no la estaba besando, pero que lindos que salen los tres en una sola toma. Marina, Leo y Lena, la relación abierta perfecta. Yulia Volkova, un cero a la izquierda.
—Los poliamorosos 1, la lesbiana en Moscú 0.
"Debiste tomarnos una selfie besando a Ade y subirla en tu muro".
No.
"Habría sido divertido imaginar a Lena enojándose como tú".
No me gustan esas muestras públicas de afecto.
"Ay, sí. Bien que salías con Aleksey en sus videos besándolo".
Tenía quince años…
"Dieciséis".
Como sea, no conocía mejor. No haría eso ahora.
"Si lo hubieses hecho, podrías haber dicho, los poliamorosos 1, la lesbiana en Moscú 1. Empate, eso suena mucho mejor a ir perdiendo el partido".
Trato de ignorar las malditas voces y sus conclusiones lógicas, no quiero amargarme más la noche. Todavía tengo que tomar las diez fotos de lo que significa la ausencia para mí.
Veo el diario de Lena al dejar la toalla de pelo mojada sobre mi tocador. Me causa repugnancia la idea de leerlo. Solo de verlo ahí me vuelve a hervir la sangre. Suspiro con una frustración enorme, que hasta gruño al expulsar el aire retenido. Tomo la toalla y la lanzo contra la pared con toda la fuerza posible. Claro que por su forma no llega muy lejos y cae al piso sin emanar el alivio que buscaba. Vuelvo a ver al diario y, sin pensarlo dos veces, lo agarro con fuerza tirándolo al mismo lugar. Ahora si que suena fuerte el golpe y veo como sus páginas se descuajaringan en el aire antes de golpear el piso.
Arruiné el querido diario de Lena. Lo miro, abierto, esparcido, evidentemente roto y obtengo de a poco mi consuelo. Siento como si la hubiese herido a ella físicamente, como si todo lo que tenía guardado se evaporó con ese sonido de choque contra la blanca pared.
Vuelvo a suspirar más tranquila y me acerco para recogerlo, pero antes, saco mi cámara y tomo una foto.
Esto, esto es lo que la ausencia provoca, esto es lo que significa tenerla tan lejos; desbordar de celos, sufrir ira de la traición de verla con alguien más a días de haberme ido, sentir desilusión de solo pensarla, de recordar el poco tiempo que pasamos juntas. Esto, esto duele, eso es la ausencia, dolor.
Ahora, nueve fotos más
*****
Me duele. Debe ser eso lo que no me deja estar en paz, o dormir, o comer. Trato de convencerme que no debería estar así de molesta con Lena, pero me acuerdo de la maldita foto y la sangre me hierve.
Sé que no es así, pero siento como si lo hubiese hecho a propósito, como si hubiese dicho: «Hmm, ¿cómo jodo a Yulia a lo lejos? Pues, besaré a Leo».
Cierro mis ojos con fuerza intentando conciliar el sueño, cinco minutos después sigo en la misma posición y mis ojos me duelen, los bordes, la cara y pienso que debo detenerme o voy a llenarme de arrugas. Vuelvo a abrirlos y todo es borroso, el techo, la ventana que deja entrar un poco de luz de la acera, mis pensamientos, todo.
Tomo el teléfono que abandoné hace un rato en la mesa de noche y en su pantalla veo algunos mensajes de aquella persona que he pasado evitando por las últimas veinticuatro horas.
«Estás molesta conmigo, lo sé».
«¿Es por la foto que subió Anatoli?».
«Yulia, por favor contéstame. Te he hecho seis llamadas, te he mandado más de veinte mensajes, estoy a punto de hacer señales de humo».
Ocho llamadas en realidad lo dice uno de los recuadros de la pantalla bloqueada.
«No es lo que parece, fue un juego. Todos en la fiesta insistieron y no le dimos mucha importancia. Era un último beso, no significó nada».
Para ella quizá, para mí es otro rollo.
«Yulia, por favor. Hablemos».
"¡Contéstale a la pecosa! ¿No que te gusta?"
Me gusta, le quiero, pero me molesta lo que hizo. Si para ella fue un juego, pues… que quede claro que para mí no.
"Desliza tu dedo en la pantalla y contéstale. Eres testaruda, mujer. Lena no te debe las llaves del candado de su cinturón de castidad, ¿sabes?"
No, no me debe nada. Pero eso no quiere decir que no me duela. Estoy molesta, no quiero hablarle hoy, ni mañana, quiero que me deje en paz, poder dormir.
«Me siento tan mal. Si pudiera cambiar lo que pasó, lo haría en un segundo».
"Awww, vamos dale un chance. Se nota que está arrepentida".
No.
«Por favor, perdóname. Sé que no es muy tarde para pedir perdón. Lo siento».
"Ya, por lo menos dale el visto y déjala saber que recibiste su mensaje".
Todas ustedes son insoportables, ¿saben? Déjenme en paz. No voy a desbloquear la pantalla.
«Okey, te dejaré por esta noche. Me imagino que quieres… pensar o algo. Por la mañana te escribiré nuevamente. Ojalá estés de mejor ánimo. Te quiero».
«No, te casi amo, eso. Descansa».
"Awww, se acuerda".
¡Cómo si hubiese sido hace una década, fue hace menos de una semana, que no me joda con el «casi te amo», lo arruinó!
"Bueno, tú besaste a Ade, ¿no? Están a mano".
¡No es lo mismo! Yo besé a Ade para desquitarme de lo que ella me hizo!
"Primero, no nos hizo nada porque no es nuestra novia. Segundo, mucho que sufriste esos minutos compartiendo espacio con la lengua de Ade. Tercero, ya están a mano, las dos besaron a alguien más. No te hagas la digna, Yulia. No porque no lo subieras a Facebook, no sucedió".
"Sí, al menos deberías ser justa y decirle que besaste a tu nueva amiga y que tampoco fue en serio, que a la que quieres es a ella. Porque así es, ¿verdad? Ade no significa nada para ti más que una amistad y besarla fue un error del que te arrepientes y por el que sientes una culpa enorme."
Los patos me gustan, los patos y los conejos, los patos grises y los conejos blancos… la, la, la, la, la, la, la.
"Puedes hacerte la idiota, pero vivimos en tu cabeza y sabes que así te mates pensando en algo más, nosotras sabemos muy bien cómo te sientes al respecto".
No tienen idea.
"A ver, pensemos. La chica nueva es bonita, atractiva, inteligente, además de que tiene cosas que admiras, como su independencia y seguridad. Como consecuencia te gusta y mucho. Ya venías varios días pensando en ella y lo que te faltaba era una excusa para besarla sin remordimiento. Entonces llega Lena en una foto que te da la justificación que buscabas y listo".
"Quizá lo que no te deja dormir es la hipocresía con la que esperas que Lena se sienta mal por lo que hizo —sin tener obligaciones contigo—, cuando tú hiciste lo mismo por el mismo motivo".
"Y claro, rompiste su diario y te sentiste bien, rectificada en tu dolor, pero ahora que ella te llama, te escribe y te demuestra que está arrepentida, que sabe que cometió un error y faltó contigo, estás así, imposibilitada de encontrar paz. Porque la verdad es una sola…"
"Precisamente, la verdad es que tú no te arrepientes como Lena".
"Exacto, a ti no te parece que hayas actuado incorrectamente. Tú si que tenías el derecho de tranzarte a quien sea".
Basta, no es así.
"¡Es!"
"El problema con contestarle es que moralmente deberás ser sincera con ella y contarle lo de Ade, pero tienes miedo".
¡¿A qué voy a tenerle miedo?! Como ustedes mismo dicen, ninguna tiene obligaciones con la otra.
"Tienes miedo de que Lena se entere que tú hiciste lo que hiciste, no por insistencia de nadie o como una broma, fue en serio, fue intencional y que piense que si es así para ti, ella tampoco te debe nada y regrese con Marina o se consiga a alguien más".
¡¿Por qué no desaparecen de mi mente?! Me tienen harta.
"Somos tu maldita consciencia, Yulia".
¡Aj! Me tapo con fuerza la cara con la almohada y espero tener la resistencia suficiente para desmayarme y dejar de escucharlas pero es inútil.
"Contéstale, dile que algo pasó a raíz de ese beso, que lo lamentas…"
"Actúa, finge, miente".
"Si la quieres contigo es lo que deberías hacer".
No voy a hacer nada. Ustedes están equivocadas y quieren que admita algo falso, que admita una culpa que no tengo. Ella lo provocó, ¡ella tiene la culpa! Y yo no haré ni diré nada.
¡Ahora, largo! ¡Quiero dormir!
Capítulo 42: Un nido en mi cabeza
La mamá de Lena es gay, bisexual, para ser exactos. Lo que no entiendo bien es como se conoció con su papá. Eso de que ambos hayan sido pareja de Alenka me suena a algo más que una simple coincidencia. Y leyendo nuevamente el inicio del diario —donde contaba de aquella discusión que le puso fin a su matrimonio—, cuando Inessa dice: «Ella te la recuerda, son idénticas, y no pienses que resiento a mi hija, porque después de tantos años lo es, pero jamás debiste traerla a ella a esta casa», más dudas llegan a mí.
«Traerla a ella», sin duda hablaba de Alenka. Sergey debió haber comenzado a recordar a su antiguo amor y no creo que eso haya resonado bien con su entonces esposa. Tal vez Inessa también recordaba a su ex novia, pero no la mencionaba como él o qué se yo, algo así debió suceder.
—Yulia, ¿puedes quedarte un momento? —me pide mi nuevo maestro de fotografía.
Gracias a mi especialidad por elección, producción de televisión y cine, tengo su clase todos los días. Los primeros quince minutos discutimos las ideas que llevaremos a cabo como tarea para el siguiente día. Debemos entregar tres imágenes como mínimo y diez como máximo. Y de esos temas debo elegir mi proyecto semestral que tengo que presentar la primera semana de enero. Mis compañeros me llevan dos meses de ventaja, así que mi profesor me presiona todos los días con un sermón sobre mi poca creatividad y mi bajo nivel de conocimiento en la materia.
—No te escuché mencionar el tema de hoy.
—Tengo uno, pero quisiera guardármelo… que sea una sorpresa.
—No me agradan las sorpresas. Prefiero ayudarte con ideas. Dime que pensaste.
Gracias, gracias vida. Todavía no sé exactamente cómo llevarlo a cabo, por eso no dije nada al inicio de la clase.
—Es… Me gustaría expresar la ausencia… de alguien.
—Hmm. —Asiente pensativo. Sus labios se curvan hacia abajo con un gesto de aprobación—. Es un trasfondo muy emotivo, se trata de comunicar algo que no se va a ver en la foto. Puedes tomar una olla llena de sopa, pero lo que tomarás será la falta de fideos, por ejemplo.
Hipster total, ¿no lo dije? Todo tiene que tener un toque bohemio y críptico, hasta la explicación de una simple palabra como la ausencia.
—Yulia, quiero que este sea tu tema final.
—¿Qué? Aún no sé ni cómo diablos lo voy a fotografiar.
—¡Eso! ¡Exactamente ese es el punto! —dice exaltado, emocionado como si le hubiese traído las fotos de los gatos de mi barrio—. No es un tema fácil, pero sí uno muy digno. Quiero que lo analices, que lo practiques, que experimentes y falles muchas veces en él. Solo así descubrirás cómo tomar los fideos, sin tomar los fideos.
Bien, me metí en una camisa de once varas yo solita. Mi tema final, lo más difícil que se me pudo ocurrir.
—Para mañana, trae diez intentos. Quiero ver qué es lo primero que se te cruza cuando piensas en la palabra ausencia. —Da vuelta a la mesa y saca del cajón una tarjeta personal que me entrega con el mismo entusiasmo—. Si tienes alguna duda sobre cómo expresarte, llámame. Noche o día, ¿okey?
—O-key…
—Bien. Ahora vete, que no quisiera que llegues tarde a tu siguiente clase.
—Gracias —le digo introduciendo la tarjeta en mi bolsillo trasero y recojo mis cosas para ir a historia, espero un diez en la maldita tarea de ayer, me desvelé escribiendo el ensayo perfecto.
Voy directo a mi casillero para cambiar de libros y siento que alguien me toma del brazo.
—Hola, preciosura.
Doy media vuelta para darle un golpe al chico que se acaba de creer muy galante con esa frase burda y…
—¿Ade?
—Hola, Volkova.
—¿Qué mierda con tu voz? ¿Qué haces aquí?
—No me reconociste, ¿no? Mi voz de hombre es casi perfecta, un tanto ronca, pero justo en el punto.
—¿Qué diablos haces en mi escuela?
—Mi profesora de universidad me pidió que la supliera en el seminario de historia que debía impartir hoy aquí. Tuvo una emergencia, así que, aquí me tienes. ¿Puedes decirme dónde queda el aula 311?
—¡¿311?! ¡No me digas que vas a darme clases a mí!
—¿Es tu clase? Genial. Señorita Volkova, por favor. Indíqueme la ubicación del aula, estamos retrasadas.
—Por tu culpa, apresúrate ¿quieres? Aquí son muy estrictos con eso de las tardanzas, y faltas, y diez mil reglas más.
Camino rápido por el corredor y, al entrar, veo al vice-rector esperando ya a la maestra frente a todos mis compañeros. Dios, tiene una mirada de querer imponerme veinte horas de castigo.
Lo ignoro y sigo mi camino por la segunda fila hasta un asiento vacío y trato de no armar más escándalo al acomodarme.
—Señor Bolchovic, discúlpeme, por favor. No me ubicaba y le pedí a esta señorita que me indique la dirección del aula —le dice haciéndose la apenada, así nada más se gana una sonrisa. Es una coqueta de mierda y claro, el otro, un viejo verde que no necesitó más que un tono apacible para caer redondito—. Espero que no haya castigo por su amabilidad.
—Debe haber alguna reprensión, usualmente es una tarea extra en la materia en la que sucedió la falta.
Se lamenta de no poder sacarme del apuro y acepta las condiciones disciplinarias.
—Bien, si es así me encargaré yo misma del castigo. Lo siento, ¿señorita…?
—Yulia Volkova —le contesto de mala forma y con la cara de orto más grande del mundo. Le queda tan bien hacerse la idiota.
—Al terminar la clase, y ya que es hora de salida, la espero para darle su trabajo extracurricular.
Perfecto, me retraso por su culpa y ella misma me colocará tarea adicional. Ge-nial.
La miro acomodar sus cosas sobre el pupitre del maestro y regresa a verme por dos segundos contados con la mirada más sexy del mundo. No me toma más de otros dos segundos, para que la fantasía más sexual que pude imaginar corra por mi mente. Ade, esa falda ceñida que trae puesta, sus tacones negros, sus piernas largas y yo sobre esa mesa.
Mhmm, soy tan malditamente gay.
Me acomodé en mi pupitre tratando de no hiperventilar o peor aún, humedecerme demasiado. Así que me quedé atenta a lo que mi supuesta maestra impartía en la clase, aunque verla con aquel atuendo se me hacía demasiado difícil poder concentrarme.
Per-fec-to!
La desesperación viene con dos palabras: ojos y labios. Específicamente sus ojos y sus labios, o quizá es una de esas cosas que descubres que son tu debilidad al encontrar atractiva a una persona. Para algunos son las manos, por más extraño que parezca; Nastya por ejemplo le encantan las manos de los chicos y si las tenían descuidadas, pasaba de ellos sin pensarlo. A Aleksey le gustaban las colas. Le era casi imposible no mirar bajo a una chica cuando pasaba, por lo que me sorprende que terminara agarrándose a la flaca que ahora es su novia. Pero a mí, a mí me gustan los ojos y los labios.
Los de Lena me encantan, son de un color verde y gris profundo, un tanto mas oscuros por las mañanas y sus labios no son necesariamente el centro de atención, pero junto con sus pómulos, son perfectos.
Adelaide tiene los ojos redondos, enormes, más claros que los de Lena, predominantes en su rostro, son preciosos. Y sus labios, ¿pueden ser más carnosos? Besarla debe ser tan… delicioso, como lleno, suave; algo que me muero por hacer, que me desespera. Literal.
—¿Puedes dejar de mover la pierna como si estuvieras taladrando el piso?
Maldita ansiedad.
—Ya vamos a llegar y estoy segura de que te va a gustar el trabajo especial.
Después de clases se le ocurrió que pasaríamos por su departamento para tener una charla sobre «historia» mientras tomamos un café preparado por ella y aprovechamos la tarde juntas.
No que me moleste, para nada; plática, café, buena compañía, todo bien con eso, pero pasé la hora completa de clases imaginándome cómo sería besarla y, ahora, cada vez que la veo, pasan por detrás de mis ojos las mil posibilidades. Ergo la ansiedad y la desesperación. No tengo idea qué hacer, dónde poner mis manos, cómo sonreírle para no parecer una idiota. Y es que ¡¿quién le manda a vestirse así para su clase de reemplazo?!
Me siento tan inexperta en esto de las mujeres, no sé ni por qué, no es como si hubiese tenido mil novios antes de que me diera cuenta de mi inclinación. Aleksey fue mi primer y único novio, y en medio de nuestra relación, cuando terminábamos, me besé apenas con otros dos chicos. Uno de ellos su mejor amigo de la infancia, quién sí, besaba muy bien, y eso es lo que no entiendo. Besarme con chicos era… natural. Pensar siquiera en hacerlo con chicas es desesperante.
Quiero un tequila, algo que me amortigüe la boca, que no me haga sentir tan malditamente vulnerable. Pero no quiero besarla con copas, embriagada, como pasó con Lena. Tengo que aprender a no refugiarme en esos escapes para tener valor o me voy al diablo el resto de la vida. Seré una alcohólica a mis veinte.
"¡Deja de mover los dedos sobre las piernas!"
¡Ya, ya!
Dios, es inconsciente, tan, tan inconsciente que mi subconsciente se da cuenta de que estoy mal.
"Solo la tomas por la cintura y le plantas tus labios en los suyos. No es difícil."
"Sí, Yulia. No seas tan miedosa."
No tengo miedo.
"¿Y entonces?"
Son nervios.
"Ya, bueno, lo que digas".
—Llegamos —me avisa Ade, terminando de estacionar el auto en el parqueadero de su edificio—. Te gustará la vista, vigésimo piso, entra mucha luz.
—Lamento informarte que no me gusta la luz del día.
—Si es así, puedes quedarte hasta la noche y ver la vista desde el balcón. —Sonríe coqueta y se baja.
Maldita mujer. ¡Todas las mujeres! No pueden ser más como… ¡yo!
Subimos unos cortos escalones hasta el lobby. Ade saluda a el guardia de seguridad, quién le entrega facturas de servicio y la correspondencia. Entramos al elevador y subimos en silencio mientras ella revisa cada sobre. No tardamos nada en que las puertas se abran nuevamente. No alcancé a pensar la forma de tranquilizarme.
Dios, y así me digo actriz. Ajá.
—¿No vas a llamar a tu mamá para decirle que regresarás tarde?
—No, si lo hago, no va a contestarme de todas formas.
—¿Sigue enojada? —pregunta con cierto asombro y gracia. Es que es ridícula su actitud, hasta un niño de cinco años lo diría. Asiento y abre la puerta invitándome a pasar—. Deja tus cosas en uno de los sillones. Me pondré algo más cómodo y salgo.
Hago lo que me indica y paso a la sala deshaciéndome de mi abrigo para colgarlo en el perchero que tiene a un lado en la pared, donde están colgados un par de sombreros de un estilo clásico y una boina. Se debe ver más linda con ellos puestos.
Sigo unos pasos a la ventana. Es amplia, va de piso a techo y las persianas están abiertas. Se ve mucho de la ciudad, los autos en la avenida principal, la llovizna nublarlo todo. Realmente el clima de esta ciudad me encanta. La melancolía que se siente en el ambiente, hasta cierto punto la tristeza. Doy un fuerte respiro y ya me siento más calmada.
—¿Viste? Sabía que te iba a gustar —me dice llegando por mis espaldas y se coloca a mi lado con una cajetilla de cigarrillos—. ¿Te animas a salir unos minutos? No me gusta fumar adentro de la casa. —Señala el pequeño balcón a mi izquierda y se abre paso.
—Tendrás que invitarme uno, acá en Moscú es más difícil comprar tabacos si eres menor de edad.
Ade abre la puerta de vidrio y sale dándome paso. Saca dos cigarrillos y se coloca uno en medio de sus apetitosos labios, me entrega el otro y se prepara para prenderlo con su encendedor.
Sus labios.
Se ven tan sexys entreabiertos. Su dentadura es perfecta. Puedo ver la punta de sus blancos dientes y la oscuridad que termina en su tersa lengua, porque debe ser tan tersa como se ve; cálida, mojada.
Absorbo un par de veces hasta que el papel del tubo se enciende con un color naranja que casi brilla en todo este matiz gris que nos rodea. Hago el golpe y suelto el aire con un soplo a un lado.
Ella lleva la llama hasta su cilindro y realiza la misma acción. Sus cachetes se desinflan cuando entra el aire. Apaga la fosforera y toma el cigarrillo entre los dedos para ponerse más cómoda en el barandal, inhalando aire por la boca con sus labios apenas separados.
Esos malditos y deliciosos labios.
—Debí ponerme el abrigo otra vez —digo sintiendo el frío perforarme la piel.
—¿No te acostumbras al clima aún?
—Me encanta verlo, pero hiela hasta los huesos.
—Dale un par de semanas más, ya verás cómo hiela cuando comience a nevar.
—No lo digas, no quiero pasar en casa frente a la chimenea. Prefiero no estar en casa.
—¿Tan mal están las cosas con tu mamá?
—Mal, muy mal. Ha hecho esto antes, pero no así. Por lo menos regresaba a verme, ahora me ignora por completo.
—¿No crees que se le pase pronto?
—No lo sé. Espero que sí. Nunca la había visto tan molesta, tan disgustada de algo, mucho menos de mí. Siempre me ha dicho y repetido hasta el cansancio que soy su adoración y por más que me joda que lo siga haciendo a esta dulce edad… extraño que de vez en cuando venga y me de un estúpido abrazo.
—Lo entiendo, de verdad —me dice en confianza—. ¿Dónde está tu papá?
—En Sochi, con su familia.
—¿Así que nada de pensar en pasar unos días allá?
—No, ni siquiera si estuviese en allá lo haría. Solo uno de sus hijos sabe que existo.
—¡Oh, wow! La hija bastarda.
—Cállate, boba. —Río, ella también— ¿Entramos? Si no me das ese café voy a morir —le pido terminándome el tabaco y lo apago en un cenicero que tiene sobre una pequeña mesa esquinera. Ella se me burla y abre la puerta para que pase. El calor de adentro se siente de inmediato en mis mejillas. Paso a la sala y me siento con confianza, Ade camina directo a la cocina.—. ¿Se puede saber qué diablos me pondrás de tarea?
—Hablar de ti.
—¿No tenía que ser una lección de historia?
—Obvio, tu historia. Quiero conocerte, quiero saber quién eres, así que habla.
—No hay mucho que contar.
—Bueno, hay, solo que no sabes qué es relevante. —me explica, si no supiera que estudia ciencias políticas diría que su profesión es la psicología—. Cuéntame de tu ex novia.
—Asumes que tengo una.
—¿No terminaron cuando te mudaste? Digo, ¿jugarán a la inocencia del amor a distancia?
—No he tenido novia, nunca.
—Sí, sí, sí. Vamos, tu mamá no está enojada contigo por un hipotético. Alguien debe haber.
—Hay alguien, no es mi novia, nunca lo fue.
—¿Cómo se llama?
—¿En serio vamos a hacer esto?
—Sí, es tu castigo. Si no me contestas tendrás un cero redondito. Ahora, habla.
—Hmm. Okey, si me la pones así… Se llama Lena.
—Elena, lindo nombre. ¿Es rusa?
—No, si...emmm… Es medio polaca, medio alemana, pero pasa por medio Rusa.
Okey, eso fue un error. Son cosas que no debería saber, tampoco debería contárselas a nadie, así las posibilidades de que se conozcan sean nulas.
—Buena mezcla. ¿Cómo es?
—Dulce, tierna, apasionada, carnal…
—Uhhh, ¿buen acueste?
No lo admito ni lo niego. Que el silencio haga su trabajo. Ella saca de su bolsillo su celular y continúa hablando mientras revisa algo en él.
—Imagino que fue tu primera vez —acierta en el blanco.
—¿Se me nota tanto?
—No. Pero no has tenido una novia y dudo que de haber tenido otros amarres no haya surgido una relación. Las lesbianas solemos hacer nido muuuy pronto, demasiado.
—Hablas por experiencia.
—Sí. Mi ex y yo nos mudamos apenas terminamos la secundaria. Yo salí de mi casa sin nada a vivir con ella, íbamos a pasar la vida juntas, tener tres hijos, dos gatos, un perro… —regresa y se sienta a mi lado, apoyándose de lado en el respaldar del sillón. Mirando, de cuando en cuando, su celular.
—¿Y qué pasó?
—Cosas, gente extra. Ya sabes, siempre hay algo que termina siendo el límite y… ya no estamos juntas, eso nada más. ¿Por qué no fueron nada con Lena?
—Ella no quiere una relación. Ha tenido un año… difícil. —Me limito a comentarle.
—¿Lena Katina? —me pregunta con la mirada clavada en la pantalla—. Guapa.
—¡¿La estás stalkeando?!
—¡Quería saber quién es la chica que te roba el sueño!
—¡No me roba nada!
—Ajá. Hasta a mí me robaría la atención —dice bajando por su perfil sin parar. Maldición—. ¿Quién es esa mole rubia que le dobla el tamaño?
—Aj, es Leo.
—¿Su novio?
—No son novios, Lena no quiere una relación, ya lo dije. Al parecer no escuchas.
—Se besan mucho para no ser novios.
—¡Puedes dejar de ver las fotos de mi… nada!
—Uhhh, ¿quién es la rubia? Está lindísima.
—Es Marina, tampoco es su novia.
—Hermoso color de cabello, aunque sea artificial y es diminuta, adorable.
—¿Qué? ¿De quien hablas?
—De ella —me dice mostrándome una foto de Nastya. De donde habrá sacado esa peluca???
—¡No!
—¿Qué?
—Ni se te ocurra ponerle ojos a Nastya, ella está fuera de los límites ¡de todo el mundo!
—¿Perdón? ¿Estás celosa?
—No, es como mi hermana… Bueno, no importa. Nastya no es gay.
—Oh, una lástima…
—Ade…
—Ya, bueno. Así que tiene otra amiga que «tampoco» es su novia, pero necesitaste aclarármelo. ¿Qué onda con tu… amiga?
—Lena es… le gusta la gente, pero no quiere una relación, así que tiene muchas relaciones sin título.
—¡Oh, ya veo!
—¿Qué?
—Se reproducen como ratones.
—¿Quiénes?
—Yulia, Lena es poliamorosa, ¿no?
—¿Poli qué mierda?
—Poliamorosa, una persona que ama a mucha gente y tiene varias relaciones amorosas a la vez, abiertas, supuestamente con conocimiento de todos los involucrados, pero justo ese detalle no es regla.
—¿De qué hablas? Lena es bisexual, no polígama.
—Los poliamorosos no tienen que tener una preferencia sexual definida, pueden ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales, etcétera, etcétera. —me indica—. Y para tu información, los polígamos son más que nada religiosos, los poliamorosos, no.
—Deja de decir esa palabra, ¿quieres? Suena muy estúpida.
—Se siente muy estúpida.
—¿También hablas por experiencia?
—Mi ex, el límite que no pude cruzar. Sí, hablo por experiencia.
—No porque ella lo haya sido, Lena lo es.
—Okey, analicémosla. Tiene fotos y fotos tragándose la lengua del rubio, ya encontré también a la rubia que mencionabas, y aquí hay unas cuántas de otras personas que dudo que conozcas.
Exhalo con exageración y molestia.
—No quiere una relación tal vez porque ni siquiera sabe lo que es. No todos los poliamorosos pueden aceptar que quieren y necesitan una vida así, abierta a muchas posibilidades y cerrada a ninguna.
¡No, me niego! No me gusta la idea. No quiero pensar en esto.
—Cambiemos de tema, ¿sí?
—Tienes miedo.
—¿A qué?
—A lo mismo que yo. A que nunca se decida por ti o un día se decida por alguien que no eres tú.
—No somos nada, solo amigas.
—¿Es eso lo que tú quieres?
—Vivimos a miles de kilómetros de distancia, no podríamos tener nada tampoco. Como dices esa sería una ilusión inocente.
—Okey. En eso estoy de acuerdo. ¿Pero si no fuese así, si viviera aquí, qué querrías tener con ella?
Una relación. Sí, querría una, que fuésemos las dos, únicamente las dos.
—Mejor cambiemos de tema —me dice viendo la cara de cólera que acabo de poner—. Tienes razón, no hablaré por Lena, ni porque veo en ella las mismas señales que ya sufrí. Además no hay motivo. Están lejos y no hay planes de que vivan en la misma ciudad pronto. Es una plática inútil y, además, no es tu asunto, es el suyo.
Se levanta y va hasta la cocina. La cafetera comenzó a pitar, nuestras bebidas están listas. Claro que en este punto lo único que quiero es salir de aquí, ir a casa, intentar no pensar en esto y… Pensaré en esto, maldición.
Pero como Ade dice, no debería afectarme, ¿no? Si Lena quiere tener veinte relaciones a la vez, ¿por qué me molestaría a mí particularmente? No tenemos nada, nada más que un deseo de querernos y esos días en su casa.
Mierda, pero me molesta, me duele. ¿Por qué me duele? De repente estoy de un humor pésimo y Adelaide lo nota al regresar con mi taza de café.
—Lo siento, no creí que te afectaría tanto.
—No, no tiene por qué. Ya se me pasará.
—Yo nunca pude entenderla. Esa necesidad que tenía de estar con alguien tal cual estaba conmigo. De acostarse con alguien más, de acurrucarse con otro, y otra, y otra; de tomarlos de la mano, de salir a bailar mientras me tenía a mí en casa, esperándola —me cuenta y parece que se proyectó en lo que vio de Lena y sus asuntos pendientes con la situación que vivió—. Nunca entendí por qué yo no era suficiente, cuando ella para mí lo era todo. Tanto era que me fui de casa, peleándome con mis padres, y después tuve que aplicarme como idiota para salir adelante sola. Es horrible estar con alguien así. No es algo que puedo tolerar. Debe ser muy lógico para ellos, para el resto que se lo aguanta, pero no para mí. Duele ver a alguien que amas con todo lo que tienes, amar a alguien más tanto o más que a ti. Llámalo egoísmo, llámalo inseguridad. No importa, es horrible.
No quiero pensarlo, no quiero aceptar nada, porque no me consta, pero Ade describe a Lena, sus relaciones, lo que siente por Marina, lo que siente al mismo tiempo por mí, su adoración por Leo, su falta de compromiso. No entiendo esto de la poliamorosidad, pero no me gusta, de raíz no la entiendo y no-me-gusta.
—Lo siento, de verdad. Tal vez Lena solo está bien sola. Lo lamento —se disculpa sinceramente, yo asiento, aceptándola. ¿Qué culpa tiene ella de traer cargado todo ese peso?
—Mejor hablemos de tu look de maestra sustituta - le digo, finalmente cambiando el tema.
—¿Te gustó la falda?
—Te quedaba bien, muy bien.
Sí, eso. Hablaremos de cualquier cosa que me quite la atención de este tema, porque ya sé que llegaré a casa a perforarme el cerebro pensando.
******
Su lengua es tan tersa como lo imaginaba y sus labios, totalmente mordibles; creo que dejé una herida en su inferior. Fue mi culpa, no pude resistirme a ejercer más presión, aún soy muy nueva en esto del autocontrol y mi perdición, al parecer, son las mordidas.
No siento culpa, lo que sí tengo es un rezago de ira de ver a Lena besando a Leo en una foto en la cual mi hermano Anatoli la etiquetó. El mastodonte está recuperado y se reunieron en su departamento para festejar. Alcohol, más alcohol y, por supuesto, el momento Kodak inmortalizado con una cámara de teléfono de 5 megapixeles. Linda reunión.
Facebook es una herramienta bastante graciosa. No me mostró la foto la noche de ayer —cuando sucedió—, ni hoy durante el día mientras lo revisaba. Pero fue puntual cuando Ade se excusó al baño por unos minutos y apareció como magia en la pantalla de mi celular.
¡Aj, me siento idiota, estúpida por dejar que me afecte! Me la quedé mirando sin creerlo, buscando alguna referencia que me confirmara que no era tan reciente, pero no. Ahí estaba en la descripción: Fiesta de bienvenida a la vida. Casa de Leo, miércoles, 23 de noviembre, 2015. Ayer se besó con él, ayer, y quizá también el mismo día que yo me fui de Sochi.
Quién me manda a creerle a una chica que le huye al compromiso cuando me dijo que no tenía intensiones de que haya alguien nuevo en su vida. Bueno, seamos justos, Leo no es alguien nuevo, es viejo, bien viejo, ¡es anciano! Es que soy una idiota, eso, crédula.
Cerré la aplicación y lancé el teléfono al sillón. Me cargaba la peor cara del mundo, lo sé porque me vi en el espejo que Ade tiene colgado en la pared y entonces ella salió del pasillo, refrescada y tan linda que no me resistí. Obvio, la ira fue el combustible.
Se acercó, se sentó a mi lado y me sonrió. ¿Necesitaba algo más?
Me acerqué sin permiso alguno, sin esperar nada más que una bofetada, pero no, cuando apegué mis labios —de una manera algo torpe debo admitir—, me encontré con los suyos dándome la bienvenida. Mi palma izquierda encontró un lugar entre su cuello y su mejilla y acarició su suave piel mientras yo me iba quedando sin aliento. Me separé unos segundos, tan solo para acomodarme mejor y terminé sentada a horcajadas de sus piernas, reposando mi peso en su cadera. Ade no se quedó atrás. Me acogió con sus brazos sujetándome por la espalda y fue bajando de a poco al mismo tiempo en que la profundidad de nuestros besos crecía. Fue ahí que sentí toda la delicadeza de su lengua juntándose con la mía.
Sentir sus palmas apretar mi cola me hizo romper nuestro contacto con un corto gemido que la hizo reír.
—Para serte sincera, creía que no pasaríamos de la conversación, al menos hoy —me susurró divertida.
—Culpa a tus labios. Dios, a tus ojos —mencioné esto último inspeccionándolos intermitentemente y arremetí de nuevo.
Jugamos por unos minutos a conocernos, a excitarnos. Mis labios terminaron entumecidos y los suyos lastimados. Claro que ella lo tomó más como un cumplido, aún así, me da un tanto de vergüenza ser tan torpe con la fuerza que ejercí. No los dejé sangrando ni nada, pero sí me enseñó una de las marcas que dejé; mi diente frontal grabado temporalmente en el interior de su labio.
—Quisiera tanto que no fuera jueves —dije al levantarme.
—Lo sé, podrías quedarte unas horas más.
—Sí, algo así —le respondí arreglándome la ropa—. ¿Tienes un número de taxis?
—No te preocupes, te llevo. Tu casa no queda tan lejos.
Llegué hace varios minutos, nos despedimos con un corto beso en los labios y entré directo a tomar un baño. La sesión de besos me dejó acalorada y quería relajarme. Pero antes, volví al estúpido Facebook.
Lena Katina, etiquetada en dos fotos más.
Y sí, aunque no quiera aceptarlo, quizá Lena es poliamorosa. En las nuevas fotos no la estaba besando, pero que lindos que salen los tres en una sola toma. Marina, Leo y Lena, la relación abierta perfecta. Yulia Volkova, un cero a la izquierda.
—Los poliamorosos 1, la lesbiana en Moscú 0.
"Debiste tomarnos una selfie besando a Ade y subirla en tu muro".
No.
"Habría sido divertido imaginar a Lena enojándose como tú".
No me gustan esas muestras públicas de afecto.
"Ay, sí. Bien que salías con Aleksey en sus videos besándolo".
Tenía quince años…
"Dieciséis".
Como sea, no conocía mejor. No haría eso ahora.
"Si lo hubieses hecho, podrías haber dicho, los poliamorosos 1, la lesbiana en Moscú 1. Empate, eso suena mucho mejor a ir perdiendo el partido".
Trato de ignorar las malditas voces y sus conclusiones lógicas, no quiero amargarme más la noche. Todavía tengo que tomar las diez fotos de lo que significa la ausencia para mí.
Veo el diario de Lena al dejar la toalla de pelo mojada sobre mi tocador. Me causa repugnancia la idea de leerlo. Solo de verlo ahí me vuelve a hervir la sangre. Suspiro con una frustración enorme, que hasta gruño al expulsar el aire retenido. Tomo la toalla y la lanzo contra la pared con toda la fuerza posible. Claro que por su forma no llega muy lejos y cae al piso sin emanar el alivio que buscaba. Vuelvo a ver al diario y, sin pensarlo dos veces, lo agarro con fuerza tirándolo al mismo lugar. Ahora si que suena fuerte el golpe y veo como sus páginas se descuajaringan en el aire antes de golpear el piso.
Arruiné el querido diario de Lena. Lo miro, abierto, esparcido, evidentemente roto y obtengo de a poco mi consuelo. Siento como si la hubiese herido a ella físicamente, como si todo lo que tenía guardado se evaporó con ese sonido de choque contra la blanca pared.
Vuelvo a suspirar más tranquila y me acerco para recogerlo, pero antes, saco mi cámara y tomo una foto.
Esto, esto es lo que la ausencia provoca, esto es lo que significa tenerla tan lejos; desbordar de celos, sufrir ira de la traición de verla con alguien más a días de haberme ido, sentir desilusión de solo pensarla, de recordar el poco tiempo que pasamos juntas. Esto, esto duele, eso es la ausencia, dolor.
Ahora, nueve fotos más
*****
Me duele. Debe ser eso lo que no me deja estar en paz, o dormir, o comer. Trato de convencerme que no debería estar así de molesta con Lena, pero me acuerdo de la maldita foto y la sangre me hierve.
Sé que no es así, pero siento como si lo hubiese hecho a propósito, como si hubiese dicho: «Hmm, ¿cómo jodo a Yulia a lo lejos? Pues, besaré a Leo».
Cierro mis ojos con fuerza intentando conciliar el sueño, cinco minutos después sigo en la misma posición y mis ojos me duelen, los bordes, la cara y pienso que debo detenerme o voy a llenarme de arrugas. Vuelvo a abrirlos y todo es borroso, el techo, la ventana que deja entrar un poco de luz de la acera, mis pensamientos, todo.
Tomo el teléfono que abandoné hace un rato en la mesa de noche y en su pantalla veo algunos mensajes de aquella persona que he pasado evitando por las últimas veinticuatro horas.
«Estás molesta conmigo, lo sé».
«¿Es por la foto que subió Anatoli?».
«Yulia, por favor contéstame. Te he hecho seis llamadas, te he mandado más de veinte mensajes, estoy a punto de hacer señales de humo».
Ocho llamadas en realidad lo dice uno de los recuadros de la pantalla bloqueada.
«No es lo que parece, fue un juego. Todos en la fiesta insistieron y no le dimos mucha importancia. Era un último beso, no significó nada».
Para ella quizá, para mí es otro rollo.
«Yulia, por favor. Hablemos».
"¡Contéstale a la pecosa! ¿No que te gusta?"
Me gusta, le quiero, pero me molesta lo que hizo. Si para ella fue un juego, pues… que quede claro que para mí no.
"Desliza tu dedo en la pantalla y contéstale. Eres testaruda, mujer. Lena no te debe las llaves del candado de su cinturón de castidad, ¿sabes?"
No, no me debe nada. Pero eso no quiere decir que no me duela. Estoy molesta, no quiero hablarle hoy, ni mañana, quiero que me deje en paz, poder dormir.
«Me siento tan mal. Si pudiera cambiar lo que pasó, lo haría en un segundo».
"Awww, vamos dale un chance. Se nota que está arrepentida".
No.
«Por favor, perdóname. Sé que no es muy tarde para pedir perdón. Lo siento».
"Ya, por lo menos dale el visto y déjala saber que recibiste su mensaje".
Todas ustedes son insoportables, ¿saben? Déjenme en paz. No voy a desbloquear la pantalla.
«Okey, te dejaré por esta noche. Me imagino que quieres… pensar o algo. Por la mañana te escribiré nuevamente. Ojalá estés de mejor ánimo. Te quiero».
«No, te casi amo, eso. Descansa».
"Awww, se acuerda".
¡Cómo si hubiese sido hace una década, fue hace menos de una semana, que no me joda con el «casi te amo», lo arruinó!
"Bueno, tú besaste a Ade, ¿no? Están a mano".
¡No es lo mismo! Yo besé a Ade para desquitarme de lo que ella me hizo!
"Primero, no nos hizo nada porque no es nuestra novia. Segundo, mucho que sufriste esos minutos compartiendo espacio con la lengua de Ade. Tercero, ya están a mano, las dos besaron a alguien más. No te hagas la digna, Yulia. No porque no lo subieras a Facebook, no sucedió".
"Sí, al menos deberías ser justa y decirle que besaste a tu nueva amiga y que tampoco fue en serio, que a la que quieres es a ella. Porque así es, ¿verdad? Ade no significa nada para ti más que una amistad y besarla fue un error del que te arrepientes y por el que sientes una culpa enorme."
Los patos me gustan, los patos y los conejos, los patos grises y los conejos blancos… la, la, la, la, la, la, la.
"Puedes hacerte la idiota, pero vivimos en tu cabeza y sabes que así te mates pensando en algo más, nosotras sabemos muy bien cómo te sientes al respecto".
No tienen idea.
"A ver, pensemos. La chica nueva es bonita, atractiva, inteligente, además de que tiene cosas que admiras, como su independencia y seguridad. Como consecuencia te gusta y mucho. Ya venías varios días pensando en ella y lo que te faltaba era una excusa para besarla sin remordimiento. Entonces llega Lena en una foto que te da la justificación que buscabas y listo".
"Quizá lo que no te deja dormir es la hipocresía con la que esperas que Lena se sienta mal por lo que hizo —sin tener obligaciones contigo—, cuando tú hiciste lo mismo por el mismo motivo".
"Y claro, rompiste su diario y te sentiste bien, rectificada en tu dolor, pero ahora que ella te llama, te escribe y te demuestra que está arrepentida, que sabe que cometió un error y faltó contigo, estás así, imposibilitada de encontrar paz. Porque la verdad es una sola…"
"Precisamente, la verdad es que tú no te arrepientes como Lena".
"Exacto, a ti no te parece que hayas actuado incorrectamente. Tú si que tenías el derecho de tranzarte a quien sea".
Basta, no es así.
"¡Es!"
"El problema con contestarle es que moralmente deberás ser sincera con ella y contarle lo de Ade, pero tienes miedo".
¡¿A qué voy a tenerle miedo?! Como ustedes mismo dicen, ninguna tiene obligaciones con la otra.
"Tienes miedo de que Lena se entere que tú hiciste lo que hiciste, no por insistencia de nadie o como una broma, fue en serio, fue intencional y que piense que si es así para ti, ella tampoco te debe nada y regrese con Marina o se consiga a alguien más".
¡¿Por qué no desaparecen de mi mente?! Me tienen harta.
"Somos tu maldita consciencia, Yulia".
¡Aj! Me tapo con fuerza la cara con la almohada y espero tener la resistencia suficiente para desmayarme y dejar de escucharlas pero es inútil.
"Contéstale, dile que algo pasó a raíz de ese beso, que lo lamentas…"
"Actúa, finge, miente".
"Si la quieres contigo es lo que deberías hacer".
No voy a hacer nada. Ustedes están equivocadas y quieren que admita algo falso, que admita una culpa que no tengo. Ella lo provocó, ¡ella tiene la culpa! Y yo no haré ni diré nada.
¡Ahora, largo! ¡Quiero dormir!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Edad : 22
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Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
esto esta increible
siguela pronto
no la dejos abandonada
por mucho tiempo
esto esta increible
siguela pronto
no la dejos abandonada
por mucho tiempo
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Trato de hacer todo lo posible por subir cada capítulo, los fines de semana, pero acá tienen otra parte de la historia....
Gracias por leer y comentar!
Capítulo 43: Una semana triste
—De las diez fotografías que tomaste esta es la que más atención me llama y quisiera decirte por qué —me comentó el maestro, poniéndola en el aparato que la proyecta en la pared frente a toda mi clase—. Te pedí que fotografiaras lo que para ti significa la ausencia y aquí está, complejamente ilustrado todo lo que sientes. Díganme en una palabra, ¿qué ven ustedes? —les preguntó a mis compañeros, haciendo un gesto para que yo me quede callada y escuche.
—Ruptura.
—Frustración.
—Dolor.
—Caos.
—Traición.
Las respuestas siguieron esa línea y por primera vez sentí que había hecho algo bien en esa clase. Por fin se entendían mi punto. Eso fue hasta que unas repuestas en específico me voltearon la tortilla.
—Culpa.
—Inseguridad.
—Amor.
—¡Sí, eso es, chicos! —elogió el hombre, emocionado.
Pero para mí esas últimas palabras no eran correctas. Algo más como el odio y la aprensión iban más de la mano.
—Todas sus conceptos son correctos, hasta ese último —dijo dirigiéndose a mí—, te diré por qué: Este cuaderno guarda una importancia muy grande en tu vida. Pueden ser confesiones, declaraciones. Yo supongo que es un diario por la forma y el material, siento que es algo así de íntimo. La persona que sus letras encapsulan, está lejos, seguramente la dejaste en Sochi y la extrañas. Puede ser tu novio, un amigo o amiga muy queridos, o un familiar, un padre, hermanos, bueno, eso es lo de menos. Esta persona ocupa un lugar especial en tu vida, la sientes distante, no encuentras la forma de conciliar ese sentimiento de pérdida y, en un momento de desesperación, quisiste romper ese enlace. Pero la foto alude melancolía, tristeza; la ira está ahí, es evidente que el amor también, pero tú lo que sientes es una pérdida personal. Tienes miedo de haber destruido lo más importante que has tenido. Yo… veo esta imagen y siento empatía, pena; siento el desamor. Y todo es a causa de la ausencia de ese alguien. La fotografía es conceptualmente perfecta, Yulia. Olvida las otras nueve. Este es el camino de tu proyecto. Esto y mejorar la composición.
A pesar de la crítica, salí de la escuela halagada. Durante toda la semana el maestro Kristoff ha sido más que crítico, cruel; hoy comprobé que el hombre tiene dentadura, hasta le brillaba de lo feliz que se veía y me pidió que lo llamara por su nombre, Illya. Vamos avanzando en esto de acoplarse a la nueva escuela.
Ya tengo tema, eso es bueno. Aunque mis compañeros me dijeron que no descuide mi empeño. Debo mejorar mi estilo y estética, cuidar el encuadre y manejar el enfoque a la perfección.
Dos días han pasado desde esa mañana. No he hablado con Lena, no he hablado con Ade, no he hablado con mi mamá, con las únicas personas con las que he tenido ávidas pláticas son las que viven en mi cabeza y no están muy contentas conmigo, es más, están al borde de hacerme la ley del hielo. Me pregunto de dónde lo sacan, pfff.
Escucho un breve golpe en mi ventana, regreso a ver y, nada, la luz gris de la tarde y una ligera sombra del árbol de la calle son lo único que puedo ver.
Lena me escribió ese jueves en la mañana —como lo prometió—, me preguntó cómo estaba, si seguía molesta. Mi silencio le dio la respuesta. En la noche volvió a insistir, pero desde ahí, no lo ha hecho, ni unos puntos suspensivos. Se hartó, lógico.
No sé qué contestarle. El tiempo sigue pasando y se va haciendo más difícil encontrar las palabras que necesito decir. Las voces tienen razón en muchas cosas, pero fue lo que me dijo Illya lo que me hizo pensar en lo que en realidad sentía.
«Tienes miedo de haber destruido lo más importante que has tenido».
Sí.
Es verdad, tengo miedo. Porque no sé en que cuerda caminamos con Lena.
¿Qué somos si ella está pidiéndome perdón por herirme en un aspecto que no me corresponde reclamar y yo la celo como si fuese mía?
Estamos actuando como si fuéramos pareja, no lo somos. Tampoco somos solo amigas, eso quedó claro cuando se despidió de mí en el aeropuerto y esa noche en su casa.
Entonces, ¿qué somos?, ¿cuál es el miedo? Ser amantes es imposible, estamos demasiado lejos. Ser amigas con derechos también, cae en la misma categoría, muy lejos para reclamarlos. Pero somos algo, algo importante, algo que ambas sentimos y tenemos en la punta de la lengua, pero no termina de definirse. Y yo necesito poner los puntos sobre las íes.
También está Ade. Las idiotas que viven en mi cabeza no se equivocan cuando dicen que me gusta. ¿Pero cuánto me gusta? No tanto, puede ser guapa y tener una personalidad que me atrae, pero no es Lena. Yo «casi amo» a Lena… No, no, yo amo a Lena, para que me engaño. Y lo que hice con mi nueva amiga fue un berrinche.
La ventana vuelve a sonar. Un golpe agudo, dos. Regreso a verla y lo escucho nuevamente. Me levanto de mi posición horizontal sobre la cama y me acerco al borde, haciendo la cortina a un lado.
Es Ade, ¿qué hace aquí?
Agita unos sobres y me pide que baje para encontrarla afuera de mi casa, lo cual es necesario porque mamá está en su alcoba y yo no quiero aumentar la tensión entre nosotras trayendo a la chica que de seguro cree que me estoy tirando, porque en su pensar los gays somos bien promiscuos.
Bajo, colocándome el abrigo en las gradas y salgo sin anunciarlo. Mamá me vio bajar, de seguro. Ya se asomará a su ventana para ver qué pasa, si todavía le importo.
—Hey, ¿estás bien? —me pregunta, hace frío, sus palabras dejan un rastro de vapor en el aire.
—Mhmm —contesto asintiendo.
—Mhmm —responde ella incrédula—. ¿Te sientes mal por traicionar a la medio rusa, polaca, germana, mengana?
No respondo nada con mi boca, pero sí con la mirada. «La mitad todo» tiene nombre.
¿Ven? ¿Qué somos? No puedo ponerme así por una simple amiga.
—No es como si te hubiera pedido que seas mi devota esposa, Yulia. Nos besamos, como amigas, pasamos un rato, ya fue.
Tampoco respondo.
—Bien. No quieres hablar. Me lo imaginaba después de las cinco veces que te escribí para vernos, como acordamos, pero esto lo confirma.
—No eres tú…
—«¿Soy yo?» —me interrumpe—. ¿Nos saltamos la relación y ya estamos terminando?
La miro con extrañeza, ella está de lo más divertida.
—Mira, Yulia. No esperaba que nos besemos ese día, pero con la tensión sexual que nos cargamos desde que nos conocimos, iba a suceder tarde o temprano —me explica—, y yo, la verdad, lo prefiero así, al inicio para poder mirar atrás y reírnos cuando nos acordemos.
—Ade, yo no quiero algo contigo, no así. Lo siento, fue un impulso idiota, pero yo quiero a Lena.
—Ternurita —me dice con algo de compasión, sigue sonreída—, yo tampoco quiero algo contigo. Nada más que una amistad, por supuesto, de preferencia sin besos. No porque lo hagas mal —me aclara—, pero porque me agradas y esos juegos siempre terminan pésimo.
—¿Y qué significó lo de la otra tarde para ti?
—¿Qué fue para ti?
—Yo pregunté primero —le recuerdo.
—Jmm —exhala por la nariz, fastidiada—. Okey, aclarémoslo. Significó que teníamos ganas y tiempo; estábamos solas y se dio.
—¿Y ya?
—¿Y para ti? —Vuelve a indagar.
—¿La verdad? —le pregunto, ella asiente—. Cuando te fuiste al baño vi una foto de Lena y… me dieron celos.
—¿Así que fue desquite? —se ríe… con ganas—. No estuvo mal.
—¿Eso es todo lo que dirás?
—¿La verdad? —imita mi pregunta—. Tengo veinte años bordeando a los veintiuno, tú tienes diecisiete. Evidentemente estamos en sitios muy diferentes de nuestras vidas. Quizá si esto nos pasaba en… unos diez años, después de que te graduaras de la universidad y tuvieras un trabajo fijo, al igual que yo, esto podría tener algún futuro. Pero tú y yo acabamos de conocernos, tú estás viviendo esta etapa inocente de colegio, de creer que los romances adolescentes son para siempre, inserta varios finales Disney aquí.
—Tu sarcasmo es exquisito —me quejo. Acaba de declararme estúpida. No pienso que las cosas son como un cuento de hadas, no soy ingenua.
—Estás o no haciendo un drama de algo que ambas disfrutamos. Ya fue, pasó y estuvo bueno. ¿Podemos ser amigas?
Además soy infantil.
—¿Sabes qué? Te lo dejo para que lo pienses bien. Está helando, y ya que no podemos entrar a tu casa porque tu mamá me degüella y me sirve de cena, yo me iré a la mía a tomar un café bien caliente —me dice entregándome los sobres de correspondencia que tiene en la mano—. El cartero no pudo meterlas por la rendija de tu departamento y me las entregó a mí. Te aconsejo que le pongas aceite a los tornillos de la tapa. Seguro se fijaron por el frío.
Me guiña un ojo, me dice adiós y se marcha metiendo las manos en los bolsillos de su cárdigan rojo.
La observo por unos segundos. Bueno, esa charla pasó y ella no tiene líos, ¿por qué me los estoy haciendo yo?
Bajo la mirada a los paquetes en mis manos; la cuenta de la luz, del agua, unos folletos de comida a domicilio, un sobre grande de manila con mi nombre en frente en una letra que se me hace demasiado familiar; el reverso me lo confirma, es de Lena. El sobre es grueso, está inflado, como si contuviera algo delicado. Me pregunto ¿qué es?
Regreso a ver a la acera y Ade se ha ido. La llamaré en la noche y pasaré la página. Ambas queremos lo mismo y tiene razón, para qué hacer más drama.
Subo las escaleras hacia la puerta, levantando instintivamente la mirada a la ventana del cuarto de mi madre. Veo la cortina moverse, si estuvo ahí, ya se fue. Lo cual es medio malo y medio bueno. Sigue enojada, pero al menos sé que le importo.
Entro y dejo todo lo que no me corresponde en la mesita de entrada. Estoy por subir a mi habitación cuando caigo en cuenta de que todavía llevo puesto mi abrigo. Es una rutina a la que todavía no me acostumbro; me lo quito y lo cuelgo —esta vez— en el closet del pasillo. Subo las escaleras a mi cuarto y me encierro, mirando el paquete fijamente. ¿Cómo supo mi dirección exacta? ¿Cuándo mandó esto? Debió tomar días en llegar, aunque tiene un sello de entrega express. Voy por una de mis tijeras a la mesa de noche y lo corto por el filo superior con mucho cuidado.
Podría jurar que roció un poco de su perfume en el interior. Estiro la apertura con mis dedos y percibo su olor. Respiro profundamente, una y otra vez, antes de sacar el contenido. Qué plácido es sentirla tan cerca.
El sobre es uno de esos que tienen las paredes de burbujas para evitar que lo que vaya adentro se rompa. Veo una carta adentro, son varios papeles doblados en tres partes, los saco y descubro algo más, es un disco de vinilo de siete pulgadas. La portada de papel grueso está desgastada, pero en buen estado.
The Who
Lado uno - Baba O'Riley
Lado dos - Behind Blue Eyes
Tiene una nota asegurada con un clip de papel.
«Coloca el lado dos primero y lee la carta».
Sigo sus instrucciones y saco el delicado disco de su bolsa, sosteniéndolo con mi mano enyesada mientras abro con la otra la tapa de mi tocadiscos.
Lo coloco con cuidado y lo enciendo, posando la aguja sobre la primera línea antes de regresar a la cama para desdoblar esas hojas escritas a mano.
Yulia, en estos tiempos hay muy pocos medios que no necesitan una respuesta inmediata y este es uno de ellos. Puedo hablarte sin miedo a una mirada de reproche o de desprecio, a que me cuelgues la llamada o desconectes tu computador. Aunque tampoco tengo la posibilidad de ver tu sonrisa o la atención que le pones a mi relato. Eso es una desventaja, pero al momento es lo único que tengo.
Tú y yo no quisimos definir lo que somos y eso complica las cosas. Mi soltería ya no me permite ser libre, debo pensar en tus sentimientos, y no es una carga, pero sí es confuso. Pensé que lo que hacía era inocente, que era sólo un juego, pero era mucho más que eso para ti, así que pido disculpas, no debí hacerlo y lo siento.
No puedo disculparme lo suficiente, o más; lo cual es una contradicción en sí misma, pero así es la vida. Hice mal, lo lamento, más ahora, a la que le toca decidir si todavía me quiere en su vida, es a ti.
Muy aparte de lo que elijas al final, te debo algo.
¿Recuerdas el día que nos encontramos en el centro comercial y nos topamos en la librería, cuando me preguntaste el significado de mi tatuaje?
Te dije entonces que te lo contaría si es que te ganabas mi confianza y lo has hecho. Así que, aquí va. No es algo fácil de confesar, pero ya que no tengo más que un papel al que enfrentarme, lo diré sin pensarlo mucho, sin miedos.
Mis papás son buenos, nobles y me aman, creo que eso lo sabes. Son muy sobreprotectores y hemos tenido nuestras diferencias, pero dejando las peleas a un lado, ellos son mi apoyo, el tesoro más grande que tengo en la vida.
Pero hay algo que muy poca gente sabe, mis papás no son mis papás, fui adoptada cuando tenía cuatro años. Mi madre biológica murió en Korsakovo, fue asesinada; nunca se capturó a la persona que lo hizo. Después de eso papá y mamá me llevaron a Sochi, me adoptaron y me cambiaron el nombre.
Nací en Korsakovo como Alenka Schneider, llevaba el nombre de mi madre y el apellido de mi padre. Ahora soy Elena Katina.
Ellos, mis padres adoptivos, querían evitarme el trauma de lo que sucedió y me ocultaron la verdad hasta hace unos meses, cuando yo los escuché en una pelea y me puse a averiguar…
Conozco más detalles de lo que realmente pasó de leer su diario. Aún me oculta varias cosas, pero es comprensible. Quién quiere contarle a la persona que le gusta que es hija de un asesino, que ella lo presenció todo. La entiendo.
… Ahora sé quién soy, de donde vengo, pero hubo mucho dolor en mi pasado, fue muy duro encontrarme con esa realidad y seguir.
El tatuaje es una cruz, dos líneas cruzadas para la mayoría de la gente; en mi caso, cuatro caminos.
Las tres líneas superiores son del mismo tamaño, la del medio me representa a mí, en el punto en el que se encuentra con las otras dos horizontales enfrenta un cambio. Una de ellas es mi pasado como yo lo conocía, la otra es lo que en realidad sucedió y finalmente la línea larga que se extiende desde allí hacia abajo es el resto de mi vida, sabiendo exactamente quién soy.
Todos ven una cruz, creen que soy religiosa, que tengo una moral alta, que tengo expectativas de bondad, de generosidad, de querer ser un ejemplo en la Fe.
La verdad es que no creo en Dios, ya no. ¡¿Cómo pudo Él permitirme presenciar el instante en que mi madre moría a manos de mi padre? ¡¿Cómo puede ser Él un padre misericordioso?! ¡Yo tenía cuatro años, mi hermana dormía en la habitación de arriba y él, mi padre, se drogaba en la mesa de la sala con mi madre muerta en frente, con su sangre manchando la alfombra, conmigo llamando a la policía, escondida en el jardín! Dios no existe, no para mí.
¡Wow, lo dijo, me lo contó todo!
Mi moral es ambigua. Yo no tengo derecho a ser el modelo a seguir de nadie. No soy bondadosa, soy muy egoísta y esa es la razón por la cual no he querido nada con nadie, por la que he preferido mantener mi soltería y tener relaciones pasajeras, sin darle una verdadera importancia.
Pero ahí está el problema en el que me encuentro ahora, mis acciones son inconsecuentes. Comencé a sentir cosas muy profundas por Marina, después por ti, no por Leo; le quiero, como amigo está bien y como amante tuvo lo suyo. No quiero nada más con él.
Te confesaré algo más, y esto será lo último que oirás de mí a menos que tú quieras continuar lo que sea que tenemos.
Siento miedo, mucho miedo. Alenka no era tonta, no era desalmada, según mis padres ella era una mujer excepcional, inteligente, cariñosa, entregada. Pero eligió a personas equivocadas para ser los padres de sus hijas. Katia y yo no compartimos padre. El suyo la dejó abandonada en medio embarazo, el mío la terminó matandola. Dime si no debería darme miedo que la persona que yo escoja termine con mi vida también. Es idiota, lo sé. Tú, por ejemplo, no lo harías, ¿verdad? No tomarías un arma y me dispararías en la sien… Y entonces lo pienso y deja de ser una idea idiota. Yo no lo sé, no estoy segura y eso me mata.
Me siento bien contigo, segura. Pero mamá lo hizo en algún punto con mi padre y mira como acabaron las cosas.
Tengo mucho miedo y aunque contigo quiero cambiar, es duro. No quiero sentirme así, no quiero pensar que no te conozco, que hay una parte de ti que podría hacerme tanto daño, pero es difícil.
Me he refugiado en los brazos de muchos para no concentrarme en el pánico que siento de vivir el mismo destino que Alenka.
En fin. Te lo he contado todo… creo. Ahora está en tus manos.
El disco es una copia antigua original que compré antes de trabajar en la tienda. Behind Blue Eyes es una de mis canciones favoritas y Baba O'Riley me recuerda mucho a ti. Este vinilo es uno de esos tesoros de los cuales jamás te quieres despegar. Quizá por eso se me hizo el regalo perfecto. Si algo sé es que tú sabrás darle un buen hogar. Ahora es tuyo, cuídalo, escúchalo y quizá, si no te es muy molesto, piensa en mí.
Te… quiero.
Lena.
La carta termina un rato después que la canción lo hiciera. Ahora entiendo por qué no me lo explicó ese día en la librería. El significado tiene demasiado bagaje para una simple explicación.
Lo deja todo en mis manos.
Nada en la vida es como en los cuentos de hadas y a la vez sí. Toda princesa sufre mucho en una parte de la historia y en algún punto pasa el obstáculo, se encuentra con el amor y vive feliz por siempre. Esa es tal vez la parte que no cuadra nunca con la realidad, una persona nunca es feliz eternamente, pero lo demás, encaja, hasta la parte del amor.
Estoy siendo inmadura con mi comportamiento. Me quejo de que mamá no me habla y le estoy haciendo lo mismo a Lena. Me pregunto de donde lo saco, pfff.
Le llamaré.
******
—Lena… ¿vas a decir algo?
La escucho suspirar, debe estar pensando qué responderme o intentando descubrir cómo se siente. Eso podría ser bueno, no es que yo al verla lo pensé demasiado, actué, y gracias a ello estamos pasando por esta incómoda llamada.
—Yo… entiendo y… estabas en todo tu derecho.
—¿No te vas a enojar? —le pregunto, porque me extraña que esa sea toda su contestación.
—No…
—Lena…
—¿Quieres que me enoje? —me responde, casi de forma desinteresada.
No necesariamente quiero que se enoje, pero no puede ser todo tan fácil, ¿no? Por su sequedad al hablar destaco que sí está molesta. ¿Por qué no me lo dice y ya?
—Yo estaría enojada —le comento.
—Lo sé, ¿pero qué gano con eso? Nada. Mejor… hablemos de otra cosa.
Y así se termina la charla que empezó con mi confesión, con un: hablemos del clima o algo.
—¿Cómo va la escuela? —le pregunto, esperando que la escuela nos dé de qué hablar, no tengo mucho interés por los chicos o el resto de maestros.
—Normal —me dice sin más. No hubo material. Le escribiré al viejo para exigirle que haga algo con sus clases y nos de un tema de conversación, por lo menos hasta que recuperemos la normalidad porque esto se siente fúnebre.
—¿No quieres mejor hablar mañana? —le sugiero.
—No —me contesta queriendo sonar convencida, pero algo en su tono triste me dice que no lo está— ¿Cómo te está yendo en la nueva escuela?
—Mejor. Illya, mi maestro de fotografía, ya me asignó tema.
—Que bueno.
—Mhmm… —le confirmo, sin hablar. Así no vamos a llegar a ningún lado y agradezco el esfuerzo, pero odio esto, detesto el silencio entre nuestras insignificantes preguntas y respuestas.
—Emm… ¿Yulia? Mi mamá me está llamando, vamos a ir a comprar las cosas para la cena de cumpleaños de papá.
—Okey… ¿Te vas ahora mismo?
—Sí, ¿hablamos en la noche?
—Seguro.
Nos despedimos y colgamos. No quiero asumir que me está mintiendo para cortar la llamada —aunque sería lo más normal—, pero agradezco que se terminara.
¿Cómo maneja la gente estos problemas? No puedo ni imaginarme lo difícil que debe ser para alguien que mete los cuernos hasta el fondo, confesarse con su ser querido —peor, que tuvo un hijo de esa relación—, como lo hizo en su tiempo papá con su esposa, como lo hizo ese día en el hospital con Anatoli.
Tengo un malestar en medio del pecho que no me deja estar tranquila. Hubiera preferido que se enojara, que me gritara, que llorara, algo…
Me sobresalto al escuchar una llamada entrando a mi celular. El volumen del teléfono estaba demasiado alto.
—Hola, Nast —contesto notando decaimiento en mi voz, estoy igual de triste que Lena.
—No, tú también.
—¿Qué?
—Acabo de colgar con Lena, no quiso hablar, dijo que estaba de salida, pero estaba llorando, estoy segura. Cuando le pregunté qué sucedía me dijo que tenía gripe, pero yo hablé con ella ayer y no tenía gripe y, nada, estaba llorando y tú estás mal, nunca me contestas así. ¿Qué pasó?
Nastya y su don de percibir cosas. Si no le cuento, no parará con su insistencia. Es más, si me llamó pensando que Lena había llorado, era para reclamarme y averiguar qué le hice.
—Besé a alguien… Ella también. —Completo, que ni me culpe solo a mí.
—Lo de Lena lo sabía porque la vi etiquetada en Facebook, ya imaginaba que tú no lo ibas a tomar muy bien.
Nast, percepción; qué más se puede decir. No hace falta que nadie le cuente nada.
—Ya me disculpé —le comento.
—¿Y qué decidieron?
—¿De qué?
—De su relación —me dice como si fuese más que evidente—. ¿Ya son novias o van a ser solo amigas?
—No hemos conversado al respecto.
—Ajá, ¿y qué quieres hacer tú?
¿Qué quiero hacer yo? Ni idea. Todo es distinto desde que jugamos a la casita, pero nada ha cambiado con respecto a la distancia que ahora tenemos y la improbabilidad de tener éxito en una relación. Yo viajé a Moscú no solo para terminar la escuela, sino para seguir hasta la universidad, eso tomará por lo menos cinco años de mi vida. Lena siempre ha tenido muy presente la posibilidad de dedicarse al canto. Y cinco años es muchísimo tiempo. Yo, así de lejos, y partiendo desde lo que acaba de suceder, no nos doy ni seis meses juntas. Terminaremos odiándonos.
—¿No lo sé, Nastya?
La escucho a lo lejos decirme que ya estamos metidas en esto, que quizá lo mejor será continuar por ese camino. Jamás llegaremos a ser amigas sin aclarar lo que sentimos, sin perseguirlo. Mas insistir en eso significará sacrificio, paciencia, confianza y si no creo tenerla debería tratar de alejarme hasta que ambas podamos acercarnos con otra perspectiva.
No quiero alejarme de Lena, pero debo admitir que lo que Nastya dice tiene mucho sentido. Y entonces la pregunta es: ¿seremos novias o nada? El término amigas no aplica y, como estamos llevando nuestra inexistente relación, todo va de mal en peor.
Me recuesto de espaldas en la madera fría de mi alcoba después de colgar con mi mejor amiga y escuchar todos sus consejos. Parecen ser pocos minutos los que pasan, pero la repentina oscuridad que baña las paredes me dice que han sido horas. Ya es de noche, Lena no ha llamado. ¿Debería llamarla yo o esperar?
"Llámala".
¿Y qué le digo?
"¿Cómo le fue en el supermercado?"
"No la llames, debe estar ocupada. Déjala venir a ti".
El techo parpadea con una luz que solo podría venir de mi teléfono, recuerdo que lo dejé en la cama y me levanto para tomarlo en manos.
«Ya estoy en casa. ¿Me llamas?», me escribe Lena en un mensaje.
Bien, aquí vamos.
—Hola, ¿cómo te fue?
—Bien en las compras, mal en… mi cabeza. —Sigue triste, yo no he mejorado tampoco. Esta conversación será horrible sin importar qué se decida.—. Pensé mucho sobre qué deberíamos hacer y… creo que… lo mejor sería que nos demos unos días.
Trago con dificultad, ahondando el desasosiego que siento. No importa en realidad qué es lo que yo quiera en este punto. En las relaciones —sean amistades, enemistades o romances—, al inicio, hay un mutuo acuerdo; al final, tan solo uno hace falta para definirlo y ella lo acaba de hacer.
—Okey… —respondo con la voz entrecortada. No lo planee para darle pena, mi tristeza se apoderó de mi hablar.
—Yo… me contactaré contigo, ¿te parece? —dice, poniendo las condiciones de nuestro futuro contacto sobre la mesa.
—Mhmm.
¿Qué más le puedo decir?, poner una protesta no cambiará su decisión.
—Bien, entonces… estamos hablando.
—Hablamos —le contesto.
—Adiós —la escucho antes de oír el tono intermitente del auricular.
Se acabó.
¿Tengo derecho a arrepentirme de haberle confesado lo del beso? Me siento emocionalmente partida en dos. En lo que respecta a Lena solo me queda esperar. Pueden ser días, semanas, quizá no vuelva a hacerlo.
—¿Hija? —Escucho a mamá decir detrás de la puerta, después de más de una semana de no pronunciar palabra—. ¿Estás bien?
Nada parece traspasar mi consciente. Me doy cuenta de que mis mejillas están húmedas y mi pecho impaciente por mis rápidas respiraciones; mi voz cortada se debe a mi llanto. No sé por cuánto tiempo he estado llorando, pero mamá debió haberme escuchado.
No le contesto a mi madre, porque ¿qué respuesta tendrá conmigo cuando le cuente que es por Lena por quién estoy así, que la que lo arruinó fui yo por besarme con otra chica a la que de igual manera desprecia? Antes, cuando estaba con Aleksey y teníamos nuestras peleas, podía ir con ella. Mamá trataba de consolarme, de aconsejarme. No tiene punto hablarle ahora, no tendrá palabras de alivio para mí. Y sin Lena, sin Nastya, estoy prácticamente sola.
"Háblale a Ade".
"¿Quieres que haya más problemas?"
"Ella es nuestra amiga, sólo háblale. No estamos solas".
—Si quieres bajar, la cena está lista —me comunica mamá con un par de golpes más en la madera de la puerta.
Hoy no quiero hablar con nadie, pero al menos cenar con compañía suena medianamente bien.
******
La ausencia evoca la falta de presencia; el alejamiento, la separación. Illya dijo que mis últimas imágenes le hablan mucho de mí. La elección de lugares sigue sugiriendo la aflicción que cargo; llaman a la melancolía, de cierta forma a la lastima —no de mala manera, más a la empatía que otra cosa—, y que le mueve mucho como estoy manejando el tema.
Yo solo siento tristeza al tomarlas. Fui a un parque hace tres días, me senté sola en una banca para dos y me puse a observar el asiento vacío. Me sentí sola, inconforme de estarlo, todavía abatida por esa llamada. Le saqué una foto con una parte de mi pierna y mi bota dentro del cuadro, enfocando las vetas de pintura de ese lugar desocupado. Me hacía falta alguien allí. Nunca he sido de muchos amigos, pero nunca he estado realmente sola. Quise tener a alguien para disfrutar el desolado el paisaje, reír, hasta disfrutar el silencio, escuchar la brisa, la lluvia pegar el asfalto, oler el frío.
Pasé por la cafetería al día siguiente, me resistí a entrar. Había un festival de parejas por el aniversario número cincuenta de los dueños y a mí, me hacía falta una. Tomé la foto de la entrada, del cartel con el anuncio de dos por uno y me percaté de la presencia de un hombre mayor —vestido con un abrigo color café y una boina—, saliendo con dos tazas en mano.
Volví a disparar, una y otra vez, capturando la secuencia de sus acciones. Con enojo dejaba una de ellas sobre el buzón de correo de la esquina, viéndola con ira dijo algo que no escuché —un insulto quizá, una queja— y cruzó la calle. Casi llegando a la otra acera regreso a verla, su gesto era uno de tristeza, se tomo dos segundos para despedirse en silencio, bajó la mirada y siguió, sin beber el café que tenía en la mano.
Esa selección de siete imágenes le gustó a mi maestro. Mencionó que cada una es precisa para entender al hombre, una sola no causa el mismo efecto. Y es que la ausencia no es un solo momento, son todos, todo el tiempo.
Entro a la ducha y siento su falta por mi espalda. Fueron pocas las veces las que Lena y yo nos bañamos juntas, aun así, extraño no tener su calor, su suavidad, sus manos ayudándome a lavar mi cabello, su risa al ver su piel casi transparente. Extraño que nos envolviera a ambas con la misma toalla, abrazándome fuerte mientras me daba un beso y después nos secaba. Extraño ese sentimiento de intimidad.
En las noches me abrazo de la almohada como la abrazaba a ella. Más ese bulto de plumas no guarda su olor, es frío, no respira, no gime cuando me muevo, no se da la vuelta para desearme buenos días. Es una almohada nada más. Debería tomar una foto de eso.
Al fin terminé de reconstruir su diario. La portada estaba rota, zafada del resto de hojas, grupos de estas descolocados de la espina del cuaderno. Me conseguí un pedazo de malla quirúrgica y lo pegué con goma blanca, uniendo todas las partes. Debí esperar dos días a que terminara de secarse para verificar que todo estaba en orden. Doblé una cartulina en dos y arreglé la pasta pegándola de ambos lados, la dejé secar por un día más. Si no fuese porque al lanzar el diario, muchas de las hojas se arrugaron, no se notaría que quedó en tan mal estado.
Más aun, con él en manos, no me atreví a leerlo. De repente sentí culpa de tenerlo, extrañaba a Lena, a su voz interna en esas letras, pero me faltaba valor para continuarlo. Lo dejé varios días en el cajón de mi velador, lo visito cada noche antes de dormir, lo miro, acaricio su tapa de cuero y lo vuelvo a guardar.
Me acerco al calendario que tengo colgado en la pared. Un regalo de mi maestro de fotografía, lo hizo él con unos colegas para recaudar fondos para una fundación —Illya es bien hipster tirando a new age, filántropo y hippie—; marco con una equis un día más de no hablar con Lena, ya son diecinueve.
Fijo mi atención unas casillas más a la izquierda y me percato de que en cinco días más viajaremos con mamá a Sochi para pasar la navidad con mi hermano Misha. Nos quedaremos en un hotel cerca de la playa, aunque lo más probable es que yo no pase ahí, que me fugue a mi auto que está encargado en la casa de mi ex-padrastro y pase las noches ahí. En estas vacaciones me reuniré con un posible comprador, si cierro el trato pronto, contrataré mi propia habitación… al otro lado de la ciudad de ser posible. Las cosas con mamá no van bien.
Pensándolo a fondo, quizá se han puesto peor. Ahora me habla, pero se la pasa discutiendo cosas que no quiero escuchar, que si mis «decisiones» afectarán mi carrera, que la dejarán en ridículo con sus nuevos conocidos, que no me doy cuenta de que me estoy metiendo yo misma en una situación enfermiza.
Hoy en la mañana, antes de salir a la escuela, me preguntó si pensaba visitar a Lena cuando viajemos. Le contesté un: seguramente. Todavía no sabe qué pasó entre nosotras, yo no le mencioné una palabra. Ella cree que lloraba esa noche porque la extrañaba a ella, y lo hacía, pero no lloraba por que me había excluído de su vida. Dios, el ego es una cosa seria, una persona puede estar pensando en una montaña de un kilo de papas fritas cuando dice un te amo, pero siempre habrán los que crean que se les habla a ellos. En fin, sus palabras fueron muy claras cuando escuchó el pito del auto de Ade que pasaba a recogerme para darme un aventón a la escuela.
—Si no le dices a tu amiguita que deje de acosarte, yo misma le pondré un alto. No es bienvenida en esta casa —me dijo como si Ade pusiera sus nalgas en mis ojos cada vez que viene a verme, nunca ha puesto un pie aquí.
—Déjala en paz, es mi amiga —le contesté sin mucho interés.
—¡Por favor, te mira como si fueses el bocadillo de la tarde! No tengo duda alguna de que se han besado y han hecho más cosas. ¡Por Dios, no quiero ni pensarlo, me da… asco ver como te estás desviando de esta forma!
—Dime mamá, ¿también te la pasabas imaginando que tenía sexo cuando estaba con Aleksey? ¿En qué posición me preferías, en cuatro?
¡Plaf!
Sí, la cachetada no demoró en llegar, pero al diablo, no ha sido la única en estos días, ni será la última, me imagino. Le siguió de mi parte uno de los suspiros que estoy a punto de patentar; uno de frustración, ira, impotencia y exasperación. Recogí mis cosas y salí azotando la puerta, una vez más.
—¿Y ahora qué pasó? —me preguntó Ade, después de subir a su auto. Cuando le conté, se mató de la risa y me dijo:
—Yo no quisiera imaginarte en cuatro con un chico, pero sí cabalgándolo. Quién sabe por qué, pero debe ser… hmmm, algo como delicioso.
—¿Te preguntas como se siente el sexo hetero?
—Nunca lo he tenido, por supuesto que tengo curiosidad. Debe ser genial tener un pene. ¿Te imaginas? ¡Un pene para hacer muchas cosas!
Su emoción me volvió a cambiar de genio a uno más pasable, le agradezco al menos eso. Su apoyo ha sido de mucha ayuda, de lo contrario ya me habría lanzado de un alto edificio.
Regreso a la cama y abro el cajón de la mesa de noche. Saco el diario. lo miro, lo acerco a mi pecho y tomo un hondo respiro.
Es lo único que he tenido de Lena en lo que se siente como una eternidad. ¿Mencioné que no ha posteado nada en sus redes sociales? Nada de Twitter, nada de Facebook, nada de nada, o quizá me bloqueó… ¡Mierda!
Quisiera llamarle, sé que debe estar triste porque Leo viajaba a Brazil estos días, no sé cuando. Vi unas fotos en el perfil de Anatoli hace un par de días, todavía estaba aquí.
Alejo el cuaderno y lo vuelvo a guardar. Mañana le daré otra oportunidad, además de pensar en una estrategia para llegar a su casa con cincuenta orquídeas violetas en mano y jugármela.
Tan solo espero que quiera recibirme. Por lo pronto, será hasta mañana. Guardo el diario y apago la luz.
Gracias por leer y comentar!
Capítulo 43: Una semana triste
—De las diez fotografías que tomaste esta es la que más atención me llama y quisiera decirte por qué —me comentó el maestro, poniéndola en el aparato que la proyecta en la pared frente a toda mi clase—. Te pedí que fotografiaras lo que para ti significa la ausencia y aquí está, complejamente ilustrado todo lo que sientes. Díganme en una palabra, ¿qué ven ustedes? —les preguntó a mis compañeros, haciendo un gesto para que yo me quede callada y escuche.
—Ruptura.
—Frustración.
—Dolor.
—Caos.
—Traición.
Las respuestas siguieron esa línea y por primera vez sentí que había hecho algo bien en esa clase. Por fin se entendían mi punto. Eso fue hasta que unas repuestas en específico me voltearon la tortilla.
—Culpa.
—Inseguridad.
—Amor.
—¡Sí, eso es, chicos! —elogió el hombre, emocionado.
Pero para mí esas últimas palabras no eran correctas. Algo más como el odio y la aprensión iban más de la mano.
—Todas sus conceptos son correctos, hasta ese último —dijo dirigiéndose a mí—, te diré por qué: Este cuaderno guarda una importancia muy grande en tu vida. Pueden ser confesiones, declaraciones. Yo supongo que es un diario por la forma y el material, siento que es algo así de íntimo. La persona que sus letras encapsulan, está lejos, seguramente la dejaste en Sochi y la extrañas. Puede ser tu novio, un amigo o amiga muy queridos, o un familiar, un padre, hermanos, bueno, eso es lo de menos. Esta persona ocupa un lugar especial en tu vida, la sientes distante, no encuentras la forma de conciliar ese sentimiento de pérdida y, en un momento de desesperación, quisiste romper ese enlace. Pero la foto alude melancolía, tristeza; la ira está ahí, es evidente que el amor también, pero tú lo que sientes es una pérdida personal. Tienes miedo de haber destruido lo más importante que has tenido. Yo… veo esta imagen y siento empatía, pena; siento el desamor. Y todo es a causa de la ausencia de ese alguien. La fotografía es conceptualmente perfecta, Yulia. Olvida las otras nueve. Este es el camino de tu proyecto. Esto y mejorar la composición.
A pesar de la crítica, salí de la escuela halagada. Durante toda la semana el maestro Kristoff ha sido más que crítico, cruel; hoy comprobé que el hombre tiene dentadura, hasta le brillaba de lo feliz que se veía y me pidió que lo llamara por su nombre, Illya. Vamos avanzando en esto de acoplarse a la nueva escuela.
Ya tengo tema, eso es bueno. Aunque mis compañeros me dijeron que no descuide mi empeño. Debo mejorar mi estilo y estética, cuidar el encuadre y manejar el enfoque a la perfección.
Dos días han pasado desde esa mañana. No he hablado con Lena, no he hablado con Ade, no he hablado con mi mamá, con las únicas personas con las que he tenido ávidas pláticas son las que viven en mi cabeza y no están muy contentas conmigo, es más, están al borde de hacerme la ley del hielo. Me pregunto de dónde lo sacan, pfff.
Escucho un breve golpe en mi ventana, regreso a ver y, nada, la luz gris de la tarde y una ligera sombra del árbol de la calle son lo único que puedo ver.
Lena me escribió ese jueves en la mañana —como lo prometió—, me preguntó cómo estaba, si seguía molesta. Mi silencio le dio la respuesta. En la noche volvió a insistir, pero desde ahí, no lo ha hecho, ni unos puntos suspensivos. Se hartó, lógico.
No sé qué contestarle. El tiempo sigue pasando y se va haciendo más difícil encontrar las palabras que necesito decir. Las voces tienen razón en muchas cosas, pero fue lo que me dijo Illya lo que me hizo pensar en lo que en realidad sentía.
«Tienes miedo de haber destruido lo más importante que has tenido».
Sí.
Es verdad, tengo miedo. Porque no sé en que cuerda caminamos con Lena.
¿Qué somos si ella está pidiéndome perdón por herirme en un aspecto que no me corresponde reclamar y yo la celo como si fuese mía?
Estamos actuando como si fuéramos pareja, no lo somos. Tampoco somos solo amigas, eso quedó claro cuando se despidió de mí en el aeropuerto y esa noche en su casa.
Entonces, ¿qué somos?, ¿cuál es el miedo? Ser amantes es imposible, estamos demasiado lejos. Ser amigas con derechos también, cae en la misma categoría, muy lejos para reclamarlos. Pero somos algo, algo importante, algo que ambas sentimos y tenemos en la punta de la lengua, pero no termina de definirse. Y yo necesito poner los puntos sobre las íes.
También está Ade. Las idiotas que viven en mi cabeza no se equivocan cuando dicen que me gusta. ¿Pero cuánto me gusta? No tanto, puede ser guapa y tener una personalidad que me atrae, pero no es Lena. Yo «casi amo» a Lena… No, no, yo amo a Lena, para que me engaño. Y lo que hice con mi nueva amiga fue un berrinche.
La ventana vuelve a sonar. Un golpe agudo, dos. Regreso a verla y lo escucho nuevamente. Me levanto de mi posición horizontal sobre la cama y me acerco al borde, haciendo la cortina a un lado.
Es Ade, ¿qué hace aquí?
Agita unos sobres y me pide que baje para encontrarla afuera de mi casa, lo cual es necesario porque mamá está en su alcoba y yo no quiero aumentar la tensión entre nosotras trayendo a la chica que de seguro cree que me estoy tirando, porque en su pensar los gays somos bien promiscuos.
Bajo, colocándome el abrigo en las gradas y salgo sin anunciarlo. Mamá me vio bajar, de seguro. Ya se asomará a su ventana para ver qué pasa, si todavía le importo.
—Hey, ¿estás bien? —me pregunta, hace frío, sus palabras dejan un rastro de vapor en el aire.
—Mhmm —contesto asintiendo.
—Mhmm —responde ella incrédula—. ¿Te sientes mal por traicionar a la medio rusa, polaca, germana, mengana?
No respondo nada con mi boca, pero sí con la mirada. «La mitad todo» tiene nombre.
¿Ven? ¿Qué somos? No puedo ponerme así por una simple amiga.
—No es como si te hubiera pedido que seas mi devota esposa, Yulia. Nos besamos, como amigas, pasamos un rato, ya fue.
Tampoco respondo.
—Bien. No quieres hablar. Me lo imaginaba después de las cinco veces que te escribí para vernos, como acordamos, pero esto lo confirma.
—No eres tú…
—«¿Soy yo?» —me interrumpe—. ¿Nos saltamos la relación y ya estamos terminando?
La miro con extrañeza, ella está de lo más divertida.
—Mira, Yulia. No esperaba que nos besemos ese día, pero con la tensión sexual que nos cargamos desde que nos conocimos, iba a suceder tarde o temprano —me explica—, y yo, la verdad, lo prefiero así, al inicio para poder mirar atrás y reírnos cuando nos acordemos.
—Ade, yo no quiero algo contigo, no así. Lo siento, fue un impulso idiota, pero yo quiero a Lena.
—Ternurita —me dice con algo de compasión, sigue sonreída—, yo tampoco quiero algo contigo. Nada más que una amistad, por supuesto, de preferencia sin besos. No porque lo hagas mal —me aclara—, pero porque me agradas y esos juegos siempre terminan pésimo.
—¿Y qué significó lo de la otra tarde para ti?
—¿Qué fue para ti?
—Yo pregunté primero —le recuerdo.
—Jmm —exhala por la nariz, fastidiada—. Okey, aclarémoslo. Significó que teníamos ganas y tiempo; estábamos solas y se dio.
—¿Y ya?
—¿Y para ti? —Vuelve a indagar.
—¿La verdad? —le pregunto, ella asiente—. Cuando te fuiste al baño vi una foto de Lena y… me dieron celos.
—¿Así que fue desquite? —se ríe… con ganas—. No estuvo mal.
—¿Eso es todo lo que dirás?
—¿La verdad? —imita mi pregunta—. Tengo veinte años bordeando a los veintiuno, tú tienes diecisiete. Evidentemente estamos en sitios muy diferentes de nuestras vidas. Quizá si esto nos pasaba en… unos diez años, después de que te graduaras de la universidad y tuvieras un trabajo fijo, al igual que yo, esto podría tener algún futuro. Pero tú y yo acabamos de conocernos, tú estás viviendo esta etapa inocente de colegio, de creer que los romances adolescentes son para siempre, inserta varios finales Disney aquí.
—Tu sarcasmo es exquisito —me quejo. Acaba de declararme estúpida. No pienso que las cosas son como un cuento de hadas, no soy ingenua.
—Estás o no haciendo un drama de algo que ambas disfrutamos. Ya fue, pasó y estuvo bueno. ¿Podemos ser amigas?
Además soy infantil.
—¿Sabes qué? Te lo dejo para que lo pienses bien. Está helando, y ya que no podemos entrar a tu casa porque tu mamá me degüella y me sirve de cena, yo me iré a la mía a tomar un café bien caliente —me dice entregándome los sobres de correspondencia que tiene en la mano—. El cartero no pudo meterlas por la rendija de tu departamento y me las entregó a mí. Te aconsejo que le pongas aceite a los tornillos de la tapa. Seguro se fijaron por el frío.
Me guiña un ojo, me dice adiós y se marcha metiendo las manos en los bolsillos de su cárdigan rojo.
La observo por unos segundos. Bueno, esa charla pasó y ella no tiene líos, ¿por qué me los estoy haciendo yo?
Bajo la mirada a los paquetes en mis manos; la cuenta de la luz, del agua, unos folletos de comida a domicilio, un sobre grande de manila con mi nombre en frente en una letra que se me hace demasiado familiar; el reverso me lo confirma, es de Lena. El sobre es grueso, está inflado, como si contuviera algo delicado. Me pregunto ¿qué es?
Regreso a ver a la acera y Ade se ha ido. La llamaré en la noche y pasaré la página. Ambas queremos lo mismo y tiene razón, para qué hacer más drama.
Subo las escaleras hacia la puerta, levantando instintivamente la mirada a la ventana del cuarto de mi madre. Veo la cortina moverse, si estuvo ahí, ya se fue. Lo cual es medio malo y medio bueno. Sigue enojada, pero al menos sé que le importo.
Entro y dejo todo lo que no me corresponde en la mesita de entrada. Estoy por subir a mi habitación cuando caigo en cuenta de que todavía llevo puesto mi abrigo. Es una rutina a la que todavía no me acostumbro; me lo quito y lo cuelgo —esta vez— en el closet del pasillo. Subo las escaleras a mi cuarto y me encierro, mirando el paquete fijamente. ¿Cómo supo mi dirección exacta? ¿Cuándo mandó esto? Debió tomar días en llegar, aunque tiene un sello de entrega express. Voy por una de mis tijeras a la mesa de noche y lo corto por el filo superior con mucho cuidado.
Podría jurar que roció un poco de su perfume en el interior. Estiro la apertura con mis dedos y percibo su olor. Respiro profundamente, una y otra vez, antes de sacar el contenido. Qué plácido es sentirla tan cerca.
El sobre es uno de esos que tienen las paredes de burbujas para evitar que lo que vaya adentro se rompa. Veo una carta adentro, son varios papeles doblados en tres partes, los saco y descubro algo más, es un disco de vinilo de siete pulgadas. La portada de papel grueso está desgastada, pero en buen estado.
The Who
Lado uno - Baba O'Riley
Lado dos - Behind Blue Eyes
Tiene una nota asegurada con un clip de papel.
«Coloca el lado dos primero y lee la carta».
Sigo sus instrucciones y saco el delicado disco de su bolsa, sosteniéndolo con mi mano enyesada mientras abro con la otra la tapa de mi tocadiscos.
Lo coloco con cuidado y lo enciendo, posando la aguja sobre la primera línea antes de regresar a la cama para desdoblar esas hojas escritas a mano.
Yulia, en estos tiempos hay muy pocos medios que no necesitan una respuesta inmediata y este es uno de ellos. Puedo hablarte sin miedo a una mirada de reproche o de desprecio, a que me cuelgues la llamada o desconectes tu computador. Aunque tampoco tengo la posibilidad de ver tu sonrisa o la atención que le pones a mi relato. Eso es una desventaja, pero al momento es lo único que tengo.
Tú y yo no quisimos definir lo que somos y eso complica las cosas. Mi soltería ya no me permite ser libre, debo pensar en tus sentimientos, y no es una carga, pero sí es confuso. Pensé que lo que hacía era inocente, que era sólo un juego, pero era mucho más que eso para ti, así que pido disculpas, no debí hacerlo y lo siento.
No puedo disculparme lo suficiente, o más; lo cual es una contradicción en sí misma, pero así es la vida. Hice mal, lo lamento, más ahora, a la que le toca decidir si todavía me quiere en su vida, es a ti.
Muy aparte de lo que elijas al final, te debo algo.
¿Recuerdas el día que nos encontramos en el centro comercial y nos topamos en la librería, cuando me preguntaste el significado de mi tatuaje?
Te dije entonces que te lo contaría si es que te ganabas mi confianza y lo has hecho. Así que, aquí va. No es algo fácil de confesar, pero ya que no tengo más que un papel al que enfrentarme, lo diré sin pensarlo mucho, sin miedos.
Mis papás son buenos, nobles y me aman, creo que eso lo sabes. Son muy sobreprotectores y hemos tenido nuestras diferencias, pero dejando las peleas a un lado, ellos son mi apoyo, el tesoro más grande que tengo en la vida.
Pero hay algo que muy poca gente sabe, mis papás no son mis papás, fui adoptada cuando tenía cuatro años. Mi madre biológica murió en Korsakovo, fue asesinada; nunca se capturó a la persona que lo hizo. Después de eso papá y mamá me llevaron a Sochi, me adoptaron y me cambiaron el nombre.
Nací en Korsakovo como Alenka Schneider, llevaba el nombre de mi madre y el apellido de mi padre. Ahora soy Elena Katina.
Ellos, mis padres adoptivos, querían evitarme el trauma de lo que sucedió y me ocultaron la verdad hasta hace unos meses, cuando yo los escuché en una pelea y me puse a averiguar…
Conozco más detalles de lo que realmente pasó de leer su diario. Aún me oculta varias cosas, pero es comprensible. Quién quiere contarle a la persona que le gusta que es hija de un asesino, que ella lo presenció todo. La entiendo.
… Ahora sé quién soy, de donde vengo, pero hubo mucho dolor en mi pasado, fue muy duro encontrarme con esa realidad y seguir.
El tatuaje es una cruz, dos líneas cruzadas para la mayoría de la gente; en mi caso, cuatro caminos.
Las tres líneas superiores son del mismo tamaño, la del medio me representa a mí, en el punto en el que se encuentra con las otras dos horizontales enfrenta un cambio. Una de ellas es mi pasado como yo lo conocía, la otra es lo que en realidad sucedió y finalmente la línea larga que se extiende desde allí hacia abajo es el resto de mi vida, sabiendo exactamente quién soy.
Todos ven una cruz, creen que soy religiosa, que tengo una moral alta, que tengo expectativas de bondad, de generosidad, de querer ser un ejemplo en la Fe.
La verdad es que no creo en Dios, ya no. ¡¿Cómo pudo Él permitirme presenciar el instante en que mi madre moría a manos de mi padre? ¡¿Cómo puede ser Él un padre misericordioso?! ¡Yo tenía cuatro años, mi hermana dormía en la habitación de arriba y él, mi padre, se drogaba en la mesa de la sala con mi madre muerta en frente, con su sangre manchando la alfombra, conmigo llamando a la policía, escondida en el jardín! Dios no existe, no para mí.
¡Wow, lo dijo, me lo contó todo!
Mi moral es ambigua. Yo no tengo derecho a ser el modelo a seguir de nadie. No soy bondadosa, soy muy egoísta y esa es la razón por la cual no he querido nada con nadie, por la que he preferido mantener mi soltería y tener relaciones pasajeras, sin darle una verdadera importancia.
Pero ahí está el problema en el que me encuentro ahora, mis acciones son inconsecuentes. Comencé a sentir cosas muy profundas por Marina, después por ti, no por Leo; le quiero, como amigo está bien y como amante tuvo lo suyo. No quiero nada más con él.
Te confesaré algo más, y esto será lo último que oirás de mí a menos que tú quieras continuar lo que sea que tenemos.
Siento miedo, mucho miedo. Alenka no era tonta, no era desalmada, según mis padres ella era una mujer excepcional, inteligente, cariñosa, entregada. Pero eligió a personas equivocadas para ser los padres de sus hijas. Katia y yo no compartimos padre. El suyo la dejó abandonada en medio embarazo, el mío la terminó matandola. Dime si no debería darme miedo que la persona que yo escoja termine con mi vida también. Es idiota, lo sé. Tú, por ejemplo, no lo harías, ¿verdad? No tomarías un arma y me dispararías en la sien… Y entonces lo pienso y deja de ser una idea idiota. Yo no lo sé, no estoy segura y eso me mata.
Me siento bien contigo, segura. Pero mamá lo hizo en algún punto con mi padre y mira como acabaron las cosas.
Tengo mucho miedo y aunque contigo quiero cambiar, es duro. No quiero sentirme así, no quiero pensar que no te conozco, que hay una parte de ti que podría hacerme tanto daño, pero es difícil.
Me he refugiado en los brazos de muchos para no concentrarme en el pánico que siento de vivir el mismo destino que Alenka.
En fin. Te lo he contado todo… creo. Ahora está en tus manos.
El disco es una copia antigua original que compré antes de trabajar en la tienda. Behind Blue Eyes es una de mis canciones favoritas y Baba O'Riley me recuerda mucho a ti. Este vinilo es uno de esos tesoros de los cuales jamás te quieres despegar. Quizá por eso se me hizo el regalo perfecto. Si algo sé es que tú sabrás darle un buen hogar. Ahora es tuyo, cuídalo, escúchalo y quizá, si no te es muy molesto, piensa en mí.
Te… quiero.
Lena.
La carta termina un rato después que la canción lo hiciera. Ahora entiendo por qué no me lo explicó ese día en la librería. El significado tiene demasiado bagaje para una simple explicación.
Lo deja todo en mis manos.
Nada en la vida es como en los cuentos de hadas y a la vez sí. Toda princesa sufre mucho en una parte de la historia y en algún punto pasa el obstáculo, se encuentra con el amor y vive feliz por siempre. Esa es tal vez la parte que no cuadra nunca con la realidad, una persona nunca es feliz eternamente, pero lo demás, encaja, hasta la parte del amor.
Estoy siendo inmadura con mi comportamiento. Me quejo de que mamá no me habla y le estoy haciendo lo mismo a Lena. Me pregunto de donde lo saco, pfff.
Le llamaré.
******
—Lena… ¿vas a decir algo?
La escucho suspirar, debe estar pensando qué responderme o intentando descubrir cómo se siente. Eso podría ser bueno, no es que yo al verla lo pensé demasiado, actué, y gracias a ello estamos pasando por esta incómoda llamada.
—Yo… entiendo y… estabas en todo tu derecho.
—¿No te vas a enojar? —le pregunto, porque me extraña que esa sea toda su contestación.
—No…
—Lena…
—¿Quieres que me enoje? —me responde, casi de forma desinteresada.
No necesariamente quiero que se enoje, pero no puede ser todo tan fácil, ¿no? Por su sequedad al hablar destaco que sí está molesta. ¿Por qué no me lo dice y ya?
—Yo estaría enojada —le comento.
—Lo sé, ¿pero qué gano con eso? Nada. Mejor… hablemos de otra cosa.
Y así se termina la charla que empezó con mi confesión, con un: hablemos del clima o algo.
—¿Cómo va la escuela? —le pregunto, esperando que la escuela nos dé de qué hablar, no tengo mucho interés por los chicos o el resto de maestros.
—Normal —me dice sin más. No hubo material. Le escribiré al viejo para exigirle que haga algo con sus clases y nos de un tema de conversación, por lo menos hasta que recuperemos la normalidad porque esto se siente fúnebre.
—¿No quieres mejor hablar mañana? —le sugiero.
—No —me contesta queriendo sonar convencida, pero algo en su tono triste me dice que no lo está— ¿Cómo te está yendo en la nueva escuela?
—Mejor. Illya, mi maestro de fotografía, ya me asignó tema.
—Que bueno.
—Mhmm… —le confirmo, sin hablar. Así no vamos a llegar a ningún lado y agradezco el esfuerzo, pero odio esto, detesto el silencio entre nuestras insignificantes preguntas y respuestas.
—Emm… ¿Yulia? Mi mamá me está llamando, vamos a ir a comprar las cosas para la cena de cumpleaños de papá.
—Okey… ¿Te vas ahora mismo?
—Sí, ¿hablamos en la noche?
—Seguro.
Nos despedimos y colgamos. No quiero asumir que me está mintiendo para cortar la llamada —aunque sería lo más normal—, pero agradezco que se terminara.
¿Cómo maneja la gente estos problemas? No puedo ni imaginarme lo difícil que debe ser para alguien que mete los cuernos hasta el fondo, confesarse con su ser querido —peor, que tuvo un hijo de esa relación—, como lo hizo en su tiempo papá con su esposa, como lo hizo ese día en el hospital con Anatoli.
Tengo un malestar en medio del pecho que no me deja estar tranquila. Hubiera preferido que se enojara, que me gritara, que llorara, algo…
Me sobresalto al escuchar una llamada entrando a mi celular. El volumen del teléfono estaba demasiado alto.
—Hola, Nast —contesto notando decaimiento en mi voz, estoy igual de triste que Lena.
—No, tú también.
—¿Qué?
—Acabo de colgar con Lena, no quiso hablar, dijo que estaba de salida, pero estaba llorando, estoy segura. Cuando le pregunté qué sucedía me dijo que tenía gripe, pero yo hablé con ella ayer y no tenía gripe y, nada, estaba llorando y tú estás mal, nunca me contestas así. ¿Qué pasó?
Nastya y su don de percibir cosas. Si no le cuento, no parará con su insistencia. Es más, si me llamó pensando que Lena había llorado, era para reclamarme y averiguar qué le hice.
—Besé a alguien… Ella también. —Completo, que ni me culpe solo a mí.
—Lo de Lena lo sabía porque la vi etiquetada en Facebook, ya imaginaba que tú no lo ibas a tomar muy bien.
Nast, percepción; qué más se puede decir. No hace falta que nadie le cuente nada.
—Ya me disculpé —le comento.
—¿Y qué decidieron?
—¿De qué?
—De su relación —me dice como si fuese más que evidente—. ¿Ya son novias o van a ser solo amigas?
—No hemos conversado al respecto.
—Ajá, ¿y qué quieres hacer tú?
¿Qué quiero hacer yo? Ni idea. Todo es distinto desde que jugamos a la casita, pero nada ha cambiado con respecto a la distancia que ahora tenemos y la improbabilidad de tener éxito en una relación. Yo viajé a Moscú no solo para terminar la escuela, sino para seguir hasta la universidad, eso tomará por lo menos cinco años de mi vida. Lena siempre ha tenido muy presente la posibilidad de dedicarse al canto. Y cinco años es muchísimo tiempo. Yo, así de lejos, y partiendo desde lo que acaba de suceder, no nos doy ni seis meses juntas. Terminaremos odiándonos.
—¿No lo sé, Nastya?
La escucho a lo lejos decirme que ya estamos metidas en esto, que quizá lo mejor será continuar por ese camino. Jamás llegaremos a ser amigas sin aclarar lo que sentimos, sin perseguirlo. Mas insistir en eso significará sacrificio, paciencia, confianza y si no creo tenerla debería tratar de alejarme hasta que ambas podamos acercarnos con otra perspectiva.
No quiero alejarme de Lena, pero debo admitir que lo que Nastya dice tiene mucho sentido. Y entonces la pregunta es: ¿seremos novias o nada? El término amigas no aplica y, como estamos llevando nuestra inexistente relación, todo va de mal en peor.
Me recuesto de espaldas en la madera fría de mi alcoba después de colgar con mi mejor amiga y escuchar todos sus consejos. Parecen ser pocos minutos los que pasan, pero la repentina oscuridad que baña las paredes me dice que han sido horas. Ya es de noche, Lena no ha llamado. ¿Debería llamarla yo o esperar?
"Llámala".
¿Y qué le digo?
"¿Cómo le fue en el supermercado?"
"No la llames, debe estar ocupada. Déjala venir a ti".
El techo parpadea con una luz que solo podría venir de mi teléfono, recuerdo que lo dejé en la cama y me levanto para tomarlo en manos.
«Ya estoy en casa. ¿Me llamas?», me escribe Lena en un mensaje.
Bien, aquí vamos.
—Hola, ¿cómo te fue?
—Bien en las compras, mal en… mi cabeza. —Sigue triste, yo no he mejorado tampoco. Esta conversación será horrible sin importar qué se decida.—. Pensé mucho sobre qué deberíamos hacer y… creo que… lo mejor sería que nos demos unos días.
Trago con dificultad, ahondando el desasosiego que siento. No importa en realidad qué es lo que yo quiera en este punto. En las relaciones —sean amistades, enemistades o romances—, al inicio, hay un mutuo acuerdo; al final, tan solo uno hace falta para definirlo y ella lo acaba de hacer.
—Okey… —respondo con la voz entrecortada. No lo planee para darle pena, mi tristeza se apoderó de mi hablar.
—Yo… me contactaré contigo, ¿te parece? —dice, poniendo las condiciones de nuestro futuro contacto sobre la mesa.
—Mhmm.
¿Qué más le puedo decir?, poner una protesta no cambiará su decisión.
—Bien, entonces… estamos hablando.
—Hablamos —le contesto.
—Adiós —la escucho antes de oír el tono intermitente del auricular.
Se acabó.
¿Tengo derecho a arrepentirme de haberle confesado lo del beso? Me siento emocionalmente partida en dos. En lo que respecta a Lena solo me queda esperar. Pueden ser días, semanas, quizá no vuelva a hacerlo.
—¿Hija? —Escucho a mamá decir detrás de la puerta, después de más de una semana de no pronunciar palabra—. ¿Estás bien?
Nada parece traspasar mi consciente. Me doy cuenta de que mis mejillas están húmedas y mi pecho impaciente por mis rápidas respiraciones; mi voz cortada se debe a mi llanto. No sé por cuánto tiempo he estado llorando, pero mamá debió haberme escuchado.
No le contesto a mi madre, porque ¿qué respuesta tendrá conmigo cuando le cuente que es por Lena por quién estoy así, que la que lo arruinó fui yo por besarme con otra chica a la que de igual manera desprecia? Antes, cuando estaba con Aleksey y teníamos nuestras peleas, podía ir con ella. Mamá trataba de consolarme, de aconsejarme. No tiene punto hablarle ahora, no tendrá palabras de alivio para mí. Y sin Lena, sin Nastya, estoy prácticamente sola.
"Háblale a Ade".
"¿Quieres que haya más problemas?"
"Ella es nuestra amiga, sólo háblale. No estamos solas".
—Si quieres bajar, la cena está lista —me comunica mamá con un par de golpes más en la madera de la puerta.
Hoy no quiero hablar con nadie, pero al menos cenar con compañía suena medianamente bien.
******
La ausencia evoca la falta de presencia; el alejamiento, la separación. Illya dijo que mis últimas imágenes le hablan mucho de mí. La elección de lugares sigue sugiriendo la aflicción que cargo; llaman a la melancolía, de cierta forma a la lastima —no de mala manera, más a la empatía que otra cosa—, y que le mueve mucho como estoy manejando el tema.
Yo solo siento tristeza al tomarlas. Fui a un parque hace tres días, me senté sola en una banca para dos y me puse a observar el asiento vacío. Me sentí sola, inconforme de estarlo, todavía abatida por esa llamada. Le saqué una foto con una parte de mi pierna y mi bota dentro del cuadro, enfocando las vetas de pintura de ese lugar desocupado. Me hacía falta alguien allí. Nunca he sido de muchos amigos, pero nunca he estado realmente sola. Quise tener a alguien para disfrutar el desolado el paisaje, reír, hasta disfrutar el silencio, escuchar la brisa, la lluvia pegar el asfalto, oler el frío.
Pasé por la cafetería al día siguiente, me resistí a entrar. Había un festival de parejas por el aniversario número cincuenta de los dueños y a mí, me hacía falta una. Tomé la foto de la entrada, del cartel con el anuncio de dos por uno y me percaté de la presencia de un hombre mayor —vestido con un abrigo color café y una boina—, saliendo con dos tazas en mano.
Volví a disparar, una y otra vez, capturando la secuencia de sus acciones. Con enojo dejaba una de ellas sobre el buzón de correo de la esquina, viéndola con ira dijo algo que no escuché —un insulto quizá, una queja— y cruzó la calle. Casi llegando a la otra acera regreso a verla, su gesto era uno de tristeza, se tomo dos segundos para despedirse en silencio, bajó la mirada y siguió, sin beber el café que tenía en la mano.
Esa selección de siete imágenes le gustó a mi maestro. Mencionó que cada una es precisa para entender al hombre, una sola no causa el mismo efecto. Y es que la ausencia no es un solo momento, son todos, todo el tiempo.
Entro a la ducha y siento su falta por mi espalda. Fueron pocas las veces las que Lena y yo nos bañamos juntas, aun así, extraño no tener su calor, su suavidad, sus manos ayudándome a lavar mi cabello, su risa al ver su piel casi transparente. Extraño que nos envolviera a ambas con la misma toalla, abrazándome fuerte mientras me daba un beso y después nos secaba. Extraño ese sentimiento de intimidad.
En las noches me abrazo de la almohada como la abrazaba a ella. Más ese bulto de plumas no guarda su olor, es frío, no respira, no gime cuando me muevo, no se da la vuelta para desearme buenos días. Es una almohada nada más. Debería tomar una foto de eso.
Al fin terminé de reconstruir su diario. La portada estaba rota, zafada del resto de hojas, grupos de estas descolocados de la espina del cuaderno. Me conseguí un pedazo de malla quirúrgica y lo pegué con goma blanca, uniendo todas las partes. Debí esperar dos días a que terminara de secarse para verificar que todo estaba en orden. Doblé una cartulina en dos y arreglé la pasta pegándola de ambos lados, la dejé secar por un día más. Si no fuese porque al lanzar el diario, muchas de las hojas se arrugaron, no se notaría que quedó en tan mal estado.
Más aun, con él en manos, no me atreví a leerlo. De repente sentí culpa de tenerlo, extrañaba a Lena, a su voz interna en esas letras, pero me faltaba valor para continuarlo. Lo dejé varios días en el cajón de mi velador, lo visito cada noche antes de dormir, lo miro, acaricio su tapa de cuero y lo vuelvo a guardar.
Me acerco al calendario que tengo colgado en la pared. Un regalo de mi maestro de fotografía, lo hizo él con unos colegas para recaudar fondos para una fundación —Illya es bien hipster tirando a new age, filántropo y hippie—; marco con una equis un día más de no hablar con Lena, ya son diecinueve.
Fijo mi atención unas casillas más a la izquierda y me percato de que en cinco días más viajaremos con mamá a Sochi para pasar la navidad con mi hermano Misha. Nos quedaremos en un hotel cerca de la playa, aunque lo más probable es que yo no pase ahí, que me fugue a mi auto que está encargado en la casa de mi ex-padrastro y pase las noches ahí. En estas vacaciones me reuniré con un posible comprador, si cierro el trato pronto, contrataré mi propia habitación… al otro lado de la ciudad de ser posible. Las cosas con mamá no van bien.
Pensándolo a fondo, quizá se han puesto peor. Ahora me habla, pero se la pasa discutiendo cosas que no quiero escuchar, que si mis «decisiones» afectarán mi carrera, que la dejarán en ridículo con sus nuevos conocidos, que no me doy cuenta de que me estoy metiendo yo misma en una situación enfermiza.
Hoy en la mañana, antes de salir a la escuela, me preguntó si pensaba visitar a Lena cuando viajemos. Le contesté un: seguramente. Todavía no sabe qué pasó entre nosotras, yo no le mencioné una palabra. Ella cree que lloraba esa noche porque la extrañaba a ella, y lo hacía, pero no lloraba por que me había excluído de su vida. Dios, el ego es una cosa seria, una persona puede estar pensando en una montaña de un kilo de papas fritas cuando dice un te amo, pero siempre habrán los que crean que se les habla a ellos. En fin, sus palabras fueron muy claras cuando escuchó el pito del auto de Ade que pasaba a recogerme para darme un aventón a la escuela.
—Si no le dices a tu amiguita que deje de acosarte, yo misma le pondré un alto. No es bienvenida en esta casa —me dijo como si Ade pusiera sus nalgas en mis ojos cada vez que viene a verme, nunca ha puesto un pie aquí.
—Déjala en paz, es mi amiga —le contesté sin mucho interés.
—¡Por favor, te mira como si fueses el bocadillo de la tarde! No tengo duda alguna de que se han besado y han hecho más cosas. ¡Por Dios, no quiero ni pensarlo, me da… asco ver como te estás desviando de esta forma!
—Dime mamá, ¿también te la pasabas imaginando que tenía sexo cuando estaba con Aleksey? ¿En qué posición me preferías, en cuatro?
¡Plaf!
Sí, la cachetada no demoró en llegar, pero al diablo, no ha sido la única en estos días, ni será la última, me imagino. Le siguió de mi parte uno de los suspiros que estoy a punto de patentar; uno de frustración, ira, impotencia y exasperación. Recogí mis cosas y salí azotando la puerta, una vez más.
—¿Y ahora qué pasó? —me preguntó Ade, después de subir a su auto. Cuando le conté, se mató de la risa y me dijo:
—Yo no quisiera imaginarte en cuatro con un chico, pero sí cabalgándolo. Quién sabe por qué, pero debe ser… hmmm, algo como delicioso.
—¿Te preguntas como se siente el sexo hetero?
—Nunca lo he tenido, por supuesto que tengo curiosidad. Debe ser genial tener un pene. ¿Te imaginas? ¡Un pene para hacer muchas cosas!
Su emoción me volvió a cambiar de genio a uno más pasable, le agradezco al menos eso. Su apoyo ha sido de mucha ayuda, de lo contrario ya me habría lanzado de un alto edificio.
Regreso a la cama y abro el cajón de la mesa de noche. Saco el diario. lo miro, lo acerco a mi pecho y tomo un hondo respiro.
Es lo único que he tenido de Lena en lo que se siente como una eternidad. ¿Mencioné que no ha posteado nada en sus redes sociales? Nada de Twitter, nada de Facebook, nada de nada, o quizá me bloqueó… ¡Mierda!
Quisiera llamarle, sé que debe estar triste porque Leo viajaba a Brazil estos días, no sé cuando. Vi unas fotos en el perfil de Anatoli hace un par de días, todavía estaba aquí.
Alejo el cuaderno y lo vuelvo a guardar. Mañana le daré otra oportunidad, además de pensar en una estrategia para llegar a su casa con cincuenta orquídeas violetas en mano y jugármela.
Tan solo espero que quiera recibirme. Por lo pronto, será hasta mañana. Guardo el diario y apago la luz.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
muy buen capitulo
de lo confuza que es o que estoy
esta interesante la historia
siguela pronto
se que seguira algo bueno
muy buen capitulo
de lo confuza que es o que estoy
esta interesante la historia
siguela pronto
se que seguira algo bueno
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Confusa??? oh my god, noooo!!!
Jajaja... Bueno, me alegro que les guste la historia, sigan con ganas el fics y trataré de subirlo cada semana siempre y cuando pueda hacerlo
Un abrazo...
Capítulo 44: Cerrando un capítulo importante
Entro a la cafetería y me encuentro con el genuino duende esclavo de Santa. Ade trae una gorra navideña roja y un suéter del mismo color que la hacen ver adorable y sus labios brillan con un rojo muy prendido, pero se le ve bien ese color, ella es muy blanca, así que le queda.
—¡Feliz Navidad, jo, jo, jo! —me saluda ante mi sorpresa. Me esperaba con un regalo mediano en brazos.
—Se supone que no iba a haber de estos en esta salida —le digo recibiendo el paquete. Su felicidad desborda.
—Dijimos que no compraríamos nada y yo no no lo hice. Lo tenía guardado y mejor que alguien la use a que coleccione polvo en mi armario. ¡Ábrelo!
Sigo sus instrucciones antes de que le de una embolia de lo emocionada que está.
—¡Es una cámara! —me anuncia antes de terminar de abrir el primer lado. La saco completamente del empaque y la observo; es hermosa, antigua, claramente usada, pero en buen estado—. Era de mi papá, pero me la regaló cuando era niña. Funciona a la perfección.
—Es de rollo. —Me percato, más no es un reclamo, es un halago. De estas ya no venden y hablando de estilo fotográfico con Illya me dieron ganas de buscar una para experimentar. Él dice que hay algo especial en el planear y conocer técnicamente a una cámara, lo suficiente como para tener la absoluta confianza en que lo que estamos encuadrando saldrá tal y como lo queremos; esas cosas que en la era digital se han perdido y que son tan importantes en el arte de la fotografía—. Me encanta, Ade. Gracias.
—Adentro hay tres nuevos rollos en blanco y negro. Papá solía decirme que las fotos más bonitas son las que destacan el contraste y esas cosas que tú conoces mejor.
—Estoy de acuerdo con él —le cuento—. Te traeré algo de Sochi, prometido.
—Me contento con una foto. Puede ser una de las que te tomes para tu perfil de Facebook o si se puede una en pelotas, mejor.
Hmm, le sonrío hipócritamente, ella ríe con gusto y llama a la camarera para que nos tome la orden; dos capuchinos y un pie de manzana para compartir.
—En fin, sé que estás muy metida con tu proyecto y pensé que… ahora que te vas de nuevo a tu ciudad —menciona en un tono burlón—, te gustaría tomar fotos de «cosas lindas» que luego puedas enmarcar y tener en tu velador.
Astuta manera de sugerir que retrate a Lena.
—No me ha hablado, así que imagino que no tiene ganas de verme.
—Que ella no quiera hacerlo no implica que no la veas.
—¿Quieres que la espíe? Estás loca, no quiero convertirme en su acosadora. Ella sabe que voy a ir, si quiere verme, me lo dirá.
—Tal vez está esperando que des el primer paso.
—No lo sé. Fue muy determinante cuando dijo: Yo te llamaré.
—Pero ya han pasado quince días…
—Veintitrés.
—¿Ves? Con más razón, llámala, dile que la recogerás este sábado para llevarla a cenar y después le preparas algo muy romántico en la playa, con música, una flor, besos… y otras cosas.
—Ajá…
—¿Por qué no? A las chicas nos gustan los detalles, ella no será la excepción.
Sí, de hecho, eso le gusta. Recuerdo haberlo leído en su diario actual, del día en que Marina le regaló esa cadena; que la caja de madera tallada, que bla, bla, bla, miles de cosas empalagosas.
—¿Qué le gusta? Te ayudo a planear su cita ideal —me sugiere, mi cara es una de incredulidad. Esto es raro. Lena está enojada por besarme con ella, precisamente, y quiere ayudarme a recuperarla. No sé como lo tomará si llega a enterarse.
—Emm… cantar, la música, las películas ochenteras, las series de acción…
—Okey, es persona. —Se burla—. ¿Pero qué le gusta hacer? Se más específica.
—Emm… pfff… pues…
—¡¿No lo sabes?!
¡Qué quiere que le diga! Lo que sé de Lena es lo que hicimos juntas ese tiempo que viví en su casa, lo que básicamente fue ver televisión, hacer tonterías sin importancia, dormir, tener sexo… Eso, le gusta el sexo, de leerla sé que le gusta, además de ir a bailar y tomar café, ir a la playa y nadar —algo que yo no haré—… son muchas cosas, ¿cuáles son importantes?
—Sé, pero qué… Llego y le digo: Lena, veamos una película, luego pasaremos por la playa, donde nadarás sola porque yo ni loca me meto en el mar, y después, cómo sé que te gusta el sexo, podemos regresar a la habitación de mi hotel y… ¿viva la noche?
—Eres demasiado cínica.
—Es que eso le gusta y no veo por dónde es un buen plan como están las cosas entre nosotras.
—¿Alguna vez te sacaron en una cita?
—Aj, obvio. Tuve novio antes de… saber que era lesbiana.
—¿Y él qué hacía cuando quería conquistarte? —me pregunta.
—¿Íbamos al cine? ¡Yo qué sé, tenía catorce años!
—Okey, un novio sin experiencia y a quién parece que no le hacía falta tener imaginación porque a su chica no le importaba si repetían la misma cita el resto de sus vidas —dice poniendo cara seria. La mesera llega con nuestro pedido y lo acomoda en la mesa.
—Feliz navidad. —Nos desea con una sonrisa al terminar.
—Es linda, invítala a salir —me dice Ade, mirándola irse, es decir, fijamente a su trasero.
—¡¿Qué?! Estoy por irme a Sochi por dos semanas y no quiero salir con la camarera.
—Necesitas practicar, ella es linda. No es como si fueras a sufrir de verla dos horas.
—No, lo siento, no soy tu juguete.
—¿Quieres recuperar a Lena?
Sí, quiero, ¿pero cómo voy a hacerlo invitando a alguien más a salir?
—No de esa forma.
—¡Está bien, necia! —Se queja algo irritada, mi terquedad es casi igual a la suya—. Harás esto: Llegarás hoy a casa y pensarás en ella, únicamente en ella y en cosas que te gustan… de ella —me aclara, no se me vaya a ocurrir ponerme a pensar en animales disecados—. Después, tomarás un pedazo de papel y empezarás a escribir una carta. Serás sincera, le expresarás de una forma dulce, cariñosa, «amable» —puntualiza—, que la quieres, lo que significa para ti en tu vida, lo mucho que la necesitas, lo incómodo que es estar lejos de ella, etcétera.
—Una carta…
—De muchas hojas, muchas, por lo menos tres —me indica, yo asiento, está muy metida en su papel de tutora como para interrumpirla—. Después, pensarás en una secuencia de eventos que iniciarás tú.
—Te escucho.
—Bien, así me gusta. Llegarás, seguro irás al hotel con tu mamá y luego saldrás con una excusa idiota como: Iré a buscarme un hombre apuesto que me deje embarazada, cosa que a tu mamá le encantará y no pondrá peros…
No puedo evitar reírme con esa escena, de verdad que mamá pondría una sonrisa enorme en su rostro si se lo digo tal cual.
—Pasarás por una buena floristería, comprarás una flor linda y fresca, un girasol o una orquídea… No compres rosas, son demasiado trilladas. —Hace hincapié en ese detalle—. Irás a su casa, golpearás su puerta y cuando la abra, le sonríes, no hablas, sonríes, cuando te regrese la sonrisa, le dices: Hola.
—Asumes que me abrirá la puerta, además que me sonreirá. ¿Qué hago si me lanza la puerta en la cara?
—Fácil, regresas a la floristería y compras otra flor más. Repites la acción y esperas la sonrisa.
—¿Y si vuelve a tirarme la puerta?
—¡Re-pi-tes-la-acción! Para cuando le lleves la docena tendrás tu sonrisa.
—¿Y después?
—Invítala a un lugar donde puedan hablar con calma. Llévala a la playa.
—No, el mar no.
—No vas a meterte, boba conquista delfines.
—Muy graciosa.
No vuelvo a contarle nada.
—La llevas a la playa y punto. Máximo caminarán por la orilla, se tomarán de las manos, eventualmente, al menos es lo que tú intentarás que suceda, luego se pueden sentar a ver el atardecer y ya, ahí tienes tu momento romántico, la besas y todo bien.
—Y vivimos felices por siempre, ¿no?
—¿Ves a esa chica? —me pregunta apuntando discretamente a la camarera—. Invítala a salir.
—¡Que no!
—Pues si quieres recuperar a Lena, o te aprendes el arte de la insistencia y los detalles románticos o te vas a la mierda y te compras cien gatos.
Ya, qué elocuente. Entonces, si entendí bien, o planeo algo de verdad conmovedor y dulce, y básicamente fuerzo a Lena a salir conmigo para poder hablar y aclarar lo que pasó o me resigno a perderla y quedarme sola por siempre, porque conociéndome, no haré el más mínimo esfuerzo por una chica en la vida.
Todo era más fácil cuando era heterosexual, no es por nada, pero seamos honestas, solo tenía que esperar a que venga ese chico que se muere por un beso y si me gustaba le decía que sí, si no, le tiraba la puerta en la cara, regalado.
—Flores, playa, beso; entendido —repito los pasos a seguir que acaba de indicarme. Qué más me queda. Haré la tarea, llegaré a casa a pensar en Lena, como si no lo hiciera todos los santos días mirando al teléfono y marcando un día más en mi calendario.
******
Pensar en Lena, como Ade me lo encargó, me hace querer continuar su diario. He pasado las últimas dos horas tratando de decidirme. Él está ahí, descansando sobre mi almohada mientras yo miro al techo y pienso.
No faltaba mucho por leer y hay cosas que quiero saber como: ¿Cómo la convenció Inessa para que regrese a casa? ¿Qué le dijeron sobre sus verdaderos padres? ¿Qué sucedió con Leo que continuaron siendo buenos amigos? En realidad cómo decidieron seguir lo que tenían. Eso en especial, ¿cómo logró él, después de todas las cosas que hizo mientras ella vivió en su casa, ser su amigo taaaan querido? ¿Cómo? Por que es lo que yo necesito hacer.
Giro sobre mi lado y miro fijamente ese cuaderno. Hemos pasado por tantas cosas juntos. Quizá con quien tengo una relación es con ese diario y no con Lena, o para ser exactos, con la Lena del diario. A ella la entiendo, a ella la conozco, a ella la tengo en frente.
Me enderezo y arrimo la espalda al respaldar, cruzándome de brazos para no agarrarlo.
¿Por qué tengo este remordimiento como si estuviese engañando a la verdadera Lena? Es su diario, suyo… no estoy saliendo con alguien más, es ella.
Miro al frente, perdiendo la vista en el infinito de mi escritorio y todos los libros que he acumulado estos últimos días de semestre. Tengo examen de matemática mañana, también de geografía y física. Mis maestros accedieron a mover los finales del jueves y del viernes para que pueda viajar a media semana, pero no es una suerte, rindo las tres materias mañana y después regreso para hacer mi maleta y salir con mamá al aeropuerto. Estaremos llegando a Sochi a eso de las nueve de la noche, seguramente iremos de allí directo al hotel y no podré salir hasta el día siguiente.
El jueves hay clases en la escuela, lo que significa que, o me aparezco como idiota para ver a gente que no quiere verme y a Lena —quien quizá tampoco quiere verme—, o espero a que llegue de la escuela para ir a verla a su casa. También debe estar en exámenes, y con lo aplicada que es, estudiará toda la tarde. Si voy a verla, tiene la excusa perfecta para echarme y no queremos eso.
"No, no lo queremos".
"Mejor planeemos a donde llevarla el viernes".
¿Y si tiene planes? Qué tal si sale en una cita con Marina…
"¡Qué negativa eres!"
"Así tenga cosas que hacer deberíamos planear la cita. Queda una posibilidad de que no haga nada más que ponerse pijama y ver una maratón de algo en la tele".
"O puede salir a bailar. Yo, si fuese ella, saldría con Marina al club, la besaría sin cesar, bebería como si fuese inmortal… Es viernes, último día de escuela. ¡Baile, tequila, wooo!"
Casi puedo escuchar los grillos sonar en mi cabeza ante esa declaración que no entiendo de donde diablos salió. Esta voz alegre y doble cara es nueva o una de nosotras está en drogas.
"Mejor léela, descubre qué hizo con Leo".
"Apoyo esa moción".
"Tienes tres votos a favor y uno en contra de la parrandera. ¡Vamos, agarra el diario!"
Parece que estamos completas, la mayoría gana en contra de mi indecisión y la nueva amante de la fiesta. Abro el cuaderno en donde me quedé, es una de las hojas que más daño sufrió. Paso mi mano intentando estirarla y comienzo.
Entrada número cincuenta y tres.
7 de septiembre, 2015
Salí a ver una película, sola. No pude concentrarme en la trama, las bromas no me parecieron divertidas, no me gustó el final; no lo entendí.
Pensar en que mamá es bisexual —como yo—, que fue novia de mi otra mamá cuando eran un año menores a mí es tan extraño. Mamá fue el primer amor de mamá… y viceversa, el primer amor. Yo no lo he vivido todavía, no me he enamorado. Me pregunto cómo se siente, como se sentían ellas.
Mamá habló muy bien de Alenka. La recordaba con un cariño especial que se notaba en la comisura de sus labios, en sus ojos; se le formaba una sonrisa minúscula, fue lindo de ver. Fueron compañeras de la escuela hasta unos meses previos a la graduación, cuando los padres de Alenka se enteraron de su relación y la obligaron a mudarse. Entendí que fue una ruptura dura y que Alenka se refugió en los brazos de mi padre, un antiguo amigo de la familia que había ingresado ese año en la escuela de policía. Ella tenía diecisiete, el diecinueve. Fue ahí cuando tuvieron a mi hermano Iván.
Después de dar a luz y dejarlo con mis abuelos paternales, ella se fue de casa, mudándose a Korsakovo. Ambas retomaron el contacto por medio de cartas y el teléfono, eventualmente, mamá tuvo otras relaciones, Alenka conoció al papá de mi hermana y un año después el mío. Mientras me contaba esta parte de la historia, mamá perdió esa sonrisa tan peculiar. Siento que son cosas que todavía le duelen, Alenka fue, después de todo, su primer amor.
Le pregunté si mis sueños y mis recuerdos eran reales o estaba inventándolo todo. Mamá confirmó que eran reales y que la terapia de la que un día me habló papá en uno de nuestros cafés padre-hija. Alguien le disparó dos veces con un arma semiautomática, su muerte fue inmediata. Mi hermana dormía en la planta superior y yo estaba en el jardín, llamando a la policía; el malhechor huyo.
El ADN encontrado pertenecía a las habitantes de la casa, a unos vecinos y a mi padre, pero él tenía una coartada en Korsakovo, varios testigos y, según la vecina —que imagino sería la señora con la que yo hablé—, él llegaba frecuentemente, sin avisar, buscando a sus hijas. Así que la evidencia era únicamente circunstancial, sin embargo, la policía tenía interés en investigarlo y después de que lo declararan persona de interés, desapareció. No hay señales de él desde entonces, muchos dicen que regresó a Alemania, pero nadie puede asegurarlo. Mamá me enseñó una foto suya, con ella hicieron las averiguaciones de su ubicación. Es muy parecido al hombre que recordaba de mis sueños, rubio, alto, desgreñado y con una profunda cicatriz en el rostro. Ese es mi padre, un hombre que jamás conoceré.
Se encontraron, además, dos cabellos extraños, distintos al resto de la evidencia, lo que quiere decir que alguien más estuvo presente, pero yo no recuerdo haber visto a otra persona. La investigación se convirtió, con el tiempo, en un caso sin resolver. Nadie ha podido encontrar al culpable desde entonces.
Una semana después del asesinato, el abogado de Aleknka —un hombre muy refinado y elegante, según mamá—, llegó a su casa con su testamento. Su voluntad era que sus hijas pasen a manos de la única mujer en la que confiaba al cien por ciento, ella. Somos la herencia de Aleknka.
Enterarme de eso se me hace, hasta cierto punto, mórbido. No me imagino lo que sintió mamá al verse con semejante encargo; cuidar a las hijas de otros hombres con ese amor que ella nunca olvidó. Dijo que se le dio la opción de negarse, era su decisión; podía seguir con su vida y olvidarse de todo, pero no lo hizo. Me explicó que prefería cuidarnos ella a dejarnos en manos de nuestros abuelos maternos y empezó el trámite de adopción. Más para ese entonces, papá había ingresado una petición de custodia también, alegando que la investigación del caso arrojaba una serie de posibilidades de quién pudo ser el asesino y que necesitábamos protección especial hasta que se realicen los respectivos arrestos. Aparte de eso declaró que Iván, su hijo, es nuestro hermano de sangre y qué mejor que criarnos con nuestra verdadera familia. Mis abuelos biológicos maternos habían rechazado cualquier posibilidad de encargarse de nosotras.
Finalmente, después de semanas de apelaciones, el juez de menores que llevaba el caso, determinó que mi hermana y yo debíamos ser protegidas hasta que se realice la captura y el juicio, por lo que cambiarían nuestros nombres y entraríamos al programa de protección de testigos. Mamá protestó, dijo que bien podíamos estar a su cargo, que nos llevaría a Sochi y nos criaría allí. Nadie sospecharía de una madre soltera y sus dos hijas. Aceptaría que nos cambiaran de nombre, pero no que nos dejaran con extraños. El juez se mantuvo firme con su decisión hasta que mamá y papá llegaron a un acuerdo. Ambos se casarían, legalmente seríamos una familia ante los ojos del mundo. Por medio de una solicitud del juez la fecha de matrimonio sería anterior al nacimiento de mi hermana, ambas cambiaríamos de nombres y seríamos inscritas como el fruto de esa relación y así permaneceríamos hasta que se resuelva el caso, día en el cual ellos ingresarían la demanda de divorcio y nosotras pasaríamos a la custodia completa de mamá.
¿Qué pasó entonces?
Pues mamá y papá se enamoraron después de años de vivir juntos, el caso pasó a archivo, pero nosotros nos convertimos en esa familia que todos envidiaban.
No llego a entender cómo funciona esto del amor. Mamá me dice que nada ha cambiado en ella; ama a papá, pero tuvieron una caída fuerte durante meses, la última pelea fue aquella que yo escuché.
Papá había retomado el caso del asesinato de Alenka. Estaba convencido de que podría encontrar al culpable ahora que había ascendido de puesto a detective principal de la comisaría, y se obsesionó. Mencionó que no había día que Alenka no estuviese presente en sus conversaciones, que además papá le recalcaba cada segundo lo mucho que yo me estaba pareciendo a la mujer que una vez ambos amaron, y que eso terminó por destruirla.
La pelea trataba de ella, no de mí, y de lo mucho que mamá quería continuar con la vida de los cuatro juntos y olvidarse de la que fue mi madre, de la historia que nos marca a todos. Pero papá no podía, me miraba y sentía culpa, responsabilidad. De ahí salió ese reclamo que le hizo cuando dijo: «…no pienses que resiento a mi hija, porque después de tantos años lo es, pero jamás debiste traerla a ella a esta casa». A ella, a Alenka.
Mis padres se separaron por unas semanas, tras las cuales papá se mudó y mamá quiso separarse de todo lo que la ataba a su vida pasada. Aceptó la propuesta de un hombre que la cortejaba, me aclaró que no se enamoró, pero que por un tiempo le hizo bien tener ese tipo de atención; papá la había descuidado tanto y ella simplemente se dejó llevar. Ambos creyeron que no había marcha atrás. Yo, biológicamente ya tenía dieciocho años, ellos eran libres de ponerse el divorcio y lo hicieron. No lo pensaron demasiado.
Mamá mencionó que había algo más que quería decirme, más era algo que habían acordado con papá contarme juntos.
Me pidió que regresara a casa, que las cosas cambiarían, que somos una familia, que nada de eso es mentira; que no me sintiera extraña o fuera de lugar. Somos nosotros, yo soy su hija… siempre lo seré.
Yo no quiero seguir viviendo aquí con Leo. Cada día que pasa lo aborrezco más y no quiero hacerlo. Le quiero, somos amigos, no vale la pena terminar así.
Regresaré, le dije a mamá que me dé un par de días, pero volveré.
Siento un peso enorme dejar mis hombros. Por fin tengo la verdad en frente, entiendo a mis padres, entiendo a mis abuelos de mi padre adoptivo y por qué detestan a mis madres, después de todo, ellas le robaron a su hijo un futuro con alguien a quien él amara de principio. A mi me odian porque, de los tres nietos, Iván es el único que lleva su sangre y mi hermana no se parece a mi madre como yo; no les recuerda a la mujer que prácticamente condenó a su hijo a una vida «falsa».
Más que nada entiendo el porqué mis padres nos ocultaron todo. El asesinato no se ha resuelto, podría decirse que aún corremos peligro mi hermana y yo, pero no podemos vivir en el miedo.
Yo soy quien soy, no Alenka Schneider Kowalski. No tengo por qué temer que alguien —que no tiene idea de donde he estalo los últimos catorce años de mi vida—, aparezca de la nada.
Regresaré a casa y continuaré mi camino.
Estas son todas las respuestas que Lena se preguntaba al inicio del diario. Sus dudas están resueltas, no tiene pendientes. Esto es como cerrar un capítulo en su vida.
No quedan muchas páginas, voy contando las entradas pendientes y son apenas tres. Hoy mismo las termino.
Entrada número cincuenta y cuatro.
9 de septiembre, 2015
Papá me recibió con un abrazo que necesitaba tanto. Ambos lloramos unos minutos antes de dejarnos ir y me ayudó a meter mi pequeña maleta con ropa, tres, cuatro cosas que compré mientras viví donde Leo.
Para mi sorpresa no era yo la única que había regresado a casa. El tiempo que me fui y, bueno, desde algunas semanas antes, mis papás resolvieron recuperar su relación y desde hoy volvemos a vivir juntos. Parece que todo va guiándome a mi vida de antes. No lo niego es algo que añoro tanto; la tranquilidad, la calma de no tener cosas pendientes, las ganas de volver a ser una niña, no una mujer con responsabilidades a un hombre que no es más que un amigo para ella. Esa era la gran sorpresa que mamá me tenía, querían preguntarme cómo me sentía con retorno de papá. Por supuesto que me parece raro, pero los veo bien y espero pronto sentirme igual pronto.
Otro tema del que hablamos es qué pensaba decirle a mis hermanos sobre lo que descubrí. Ellos tienen la idea muy clara de que contárselos los podría poner en una espiral de emociones innecesaria. Yo, de cierta forma los entiendo porque es lo que he vivido desde hace meses. Así que prometí no mencionarlo. Ellos están bien, nada de esto tiene por qué salir a la luz.
Llegué hasta mi cama y me sentí aliviada, hay cosas que no necesitan cambiar por un buen tiempo. Esta es mi casa, esta es mi familia, en un punto volveré a ser yo misma. Es lo que quiero, lo que necesito, nada más.
Nada sobre cómo arregló las cosas con Leo. Espero que en las dos siguientes haya algo.
Entrada número cincuenta y cinco.
14 de septiembre, 2015
Llevo el diario conmigo a todo lado desde que mi hermana regresó a casa de sus vacaciones. Nunca me ha importado que lean mis escritos, ella tiene costumbre de hacerlo, y por eso es que le oculto este en particular. Ya migré algunas entradas a un nuevo cuaderno, cosas que no la afectan, nada sobre Alenka o nuestro origen, todo eso se queda aquí.
Hoy es el primer día de clases y el profesor no llegó, así que recogí mis cosas, dije que iría a la biblioteca y desaparecí del grupo. Me encerré en el armario del conserje y escribo esto mientras me fumo una pipa de té verde.
Mi mejor amigo está deprimido por la condición en la que está su abuela. El verano se puso peor y temen que de un giro para el más allá pronto. Lo siento por él, con lo que yo viví me alejé mucho, hasta del idiota de mi ex-amigo me olvidé y por ahí está él junto con su todavía novia. No entiendo como pueden seguir juntos. No sé que es lo que ella le ve, no puedo verlos besarse una vez más, ¡voy a explotar como una piñata!
¿Por qué no entiende que es hermosa? No le entra por los ojos que es tan afortunado de tener a semejante bombón de novia. Es una suerte que no se va a repetir, porque él no es un sex symbol.
Hoy me quedé clavada de ella en el almuerzo, se nota abatida, cansada, su realidad tampoco es fácil. Parece que a todos nos ha golpeado este año.
En otras noticias, me pica mucho el tatuaje, lo que quiere decir que ya está cicatrizando y no tiene infección por lo que estoy feliz. Me alegra tanto habérmelo hecho y que Iván y mi hermana estuvieran allí conmigo. Espero que no lo noten mis maestros aunque poco me importa lo que piensen ellos o mis amigos. La peque Nastya ya lo vio, fue la primera en enterarse —lo supo hasta antes que mis padres—, me alegra que ellos tres lo hayan tomado tan bien.
«Ella» tiene un tatuaje…
Divago, lo sé. Tengo los pensamientos bastante dispersos estos días, más en ella, aunque no sé por qué. La tengo en medio de los ojos. Me imagino hablándole, invitándola a salir…
Marina…
Ella…
Oh, no… no… ¡No, no, no, no, no!
Que no me guste ella, que no me guste ella, que no me guste ella. Yo tengo a Marina y es linda y vamos a salir en unos días, además tengo a Leo…
¡Y no puede gustarme… ella!
Genial, ahora tendré que esconderle el diario también, porque si llega a leer esto, va a burlarse eternamente de mí.
Asumo que «ella» soy yo. ¿Le gustaba a Lena en ese entonces?
¡Dios, esto es hace meses, exactamente a seis días de los tres meses!
Wow… Entonces, las miradas, las risas, los misterios desde que yo encontré este diario… Ese día que nos emborrachamos y nos besamos… Claro, ella ya había soñado con ese momento antes, porque ya le gustaba.
Interesante.
Nada de Leo en esta tampoco. Bueno, ahora a leer la última entrada, con esto finalizo. Me da algo de tristeza iniciar, la verdad pensé que habían muchas más que cincuenta y seis, aunque leerla se me ha hecho eterno.
Entrada número cincuenta y seis del diario.
23 de septiembre, 2015
Mantener ese cuaderno en secreto es una misión casi imposible. Ella ha intentado violar la privacidad de mi casillero ya dos veces. Me ha visto preocupada de dejarlo allí y claro, asume que algo escondo…
Es verdad, lo recuerdo, pensé que guardaba una foto de alguien que le gustaba o cosas así. Pero nunca encontré nada. Ni siquiera recuerdo haber visto el diario.
La verdad es que más allá de que lo lea, me preocupa que descubra que es mío, que enlace todos los detalles de mi vida y la convierta en una pesadilla. Además, si se entera de que la llamaba ogro va a partirme en dos con una sola mano, como lo haría un ogro, debo recalcar.
He revisado entrada por entrada de este diario y no creo que si alguien lo lee me cuadrará con él. Nadie sospecharía de mí, es más, se desubicarían con el dato de que tengo un hermano.
Ni siquiera mi mejor amigo lo sabe. Es una parte de mi vida que dejo muy a un lado, algo mío que solo quien se lo merezca lo sabrá.
Quisiera que ese alguien sea una persona a la que ame. Que contarle la historia de mi vida, sobre mi madre, mi verdadera edad o la razón por la cual aún tengo una buena relación con mis padres, no la vuelva loca, que me entienda, que esté de mi lado, que no crea que soy falsa por no llevar esa realidad grabada en mi frente. Quisiera que esa persona me ame también.
No suelo decir que creo en el destino, pero algo me dice que no debo destruir este cuaderno. Espero que, sea lo que sea, que pase de aquí en adelante, este diario tenga la suerte que debía tener. No creo que nadie lo recoja del tacho en el que lo abandonaré, pero quién sabe, quizá en su destino final, alguien se apiade de él.
A quien esté leyendo esto: no me conoces, esto es una parte de mí, nada más. Gracias por compartirlo conmigo, ahora déjame ir. No me busques, no me encontrarás de todas formas, las cosas que has leído guárdatelas… atesóralas o destrúyelas, no importa.
Aquí, yo, te digo mi adiós.
Y así termina, con una despedida y un destino que este diario nunca encontró. Lo más seguro es que al descargar la basura en el camión, el cuaderno cayó al piso y allí quedó hasta cuando yo lo encontré.
Tal vez Lena no crea en el destino, pero yo sí. Ella es el mío, debía encontrarme con sus letras.
Ella pide que no la busque y no lo haré. Creo que el secreto de que lo leí debe morir conmigo, contárselo podría ser fatal para nuestra, ya complicada, relación.
Cierro el diario y me acerco al basurero. Ella no quería destruirlo, pero yo… debo hacerlo. Saco de mi bolsillo mi fosforera de plástico y la enciendo.
"No lo hagas".
Debo.
"¡No. la extrañaremos, es lo único que tenemos de ella!"
"Lena está bailando con Marina, quémalo".
¿Quién diablos es esta nueva? Me aturde.
"No lo quemes, ¿y si lo necesitamos?"
¿Para qué? Puedo recordarla sin él. Lo que vivimos juntas es mucho más que esto. Ya la conozco, ya sé su historia, no necesitamos el diario.
Acerco la llama a las hojas y estas comienzan a consumirse, las letras de esa mujer que me enamoró van desapareciendo. Quizá hago mal, pero es lo más racional dadas las circunstancias.
Su voz se queda conmigo, en los recuerdos de sus vivencias y en el conjunto de las nuestras.
Por el momento le digo adiós y me armo de coraje para buscarla, insistir y conquistarla.
Hoy más que nunca quiero algo con ella y lo haré funcionar, así sea en medio de esta enorme distancia.
******
Mi labio late con un continuo dolor. Mi respiración es quieta, firme, constante. Mis ojos incrédulos siguen mirando las fotografías que tomé y mi mente solo crece en un silencio que casi no reconozco.
Peligro, Lena está en peligro. Este tipo la está siguiendo, es discreto, está ausente de su conocimiento, la observa a lo lejos como yo.
Trago con dificultad al entender lo que esto significa. Su papá biológico, Erich, sabe quién es, cómo ubicarla, me imagino que sabe donde vive.
Un miedo palpable se apodera de mí y recojo con rapidez todas las imágenes que acabo de revelar, guardándolas en un sobre. Cierro los frascos de químicos, los coloco en su puesto en el mueble de almacenaje y limpio el área de trabajo. Al terminar salgo al pasillo buscando la puerta de salida al estacionamiento, quiero correr a su casa y prevenirla…
—Yulia, ¿lograste revelar tus fotos? —me pregunta la chica del laboratorio al encontrarme a un lado de la escalera principal.
—Sí, gracias por dejarme usar el laboratorio, pero debo irme. Mamá acaba de llamarme, necesita que regrese al hotel con urgencia.
—¿Pasó algo?
—Oh, no… Estamos tarde para una cena familiar. Eso es todo.
—Entiendo, ve con cuidado y espero verte antes de que regreses a Moscú.
—Seguro, gracias otra vez —le digo con una media sonrisa que ella responde y salgo corriendo.
No me toma nada encontrar un taxi en la avenida principal, la calle está casi desierta aunque aún es temprano y estamos a días de navidad.
—Ese corte parece profundo, ¿no desea pasar por un hospital? —me pregunta el conductor preocupado, mirándome atentamente por el espejo retrovisor.
Me toco con cuidado sintiendo la sangre salir otra vez. Es como la cuarta o quinta vez que la herida se abre; el problema de tener el labio partido.
—Estoy bien, solo siga a la dirección que le mencioné.
Por un momento me olvidé de mis problemas por concentrarme en Lena y lo que acabo de descubrir.
Llegamos anoche con mamá del aeropuerto y fuimos al hotel para hospedarnos y cenar. No hablamos demasiado después de que el nombre de Lena saliera de sus labios. He tratado de mantenerme al margen de cualquier discusión; es absurdo. Más hoy en la mañana, la situación cambió radicalmente.
Nos levantamos temprano, no había mucho que hacer en la cama. Ella tenía planes de pasar por su antigua oficina firmando varios papeles que quedaron pendientes. Yo tenía ganas de pasar por mi antigua escuela para ver a Lena durante una hora libre o a la hora del almuerzo; si no podía esperar a que esté disponible me la robaría, así de ansiosa estaba de verla.
Me vestí con esa falda de vuelos que sé que le gusta, un buzo verde y mi chaqueta de cuero. Me pintaba los labios como último detalle cuando escuché a mamá decir a mis espaldas.
—Yulia, no vayas a hacer estupideces mientras no estoy.
—Mamá, no empecemos, ¿sí? No vamos a pasar el viaje discutiendo por esto.
—No te quiero cerca de esa chica.
—De ninguna de hecho, lo sé. Pero yo quiero estar muy cerca de ella en espacial, así que…
—¡Así que te quedas aquí!
—Yaaa… —me burlé y salí del baño. Metí mi cámara nueva en mi bolsa y me la llevé al hombro.
—¡Dije que te quedas! —me gritó arrancándomela de mala manera para lanzarla contra la cama. Llegó tan rápido a mi lado que no me percaté de su cercanía.
—¡No soy tu prisionera y ten mucho cuidado con mis cosas!
—Eres mi hija, eso es suficiente.
—Para tu información, no voy a verla —le mentí—, voy a casa de Efim para encontrarme con el comprador de mi auto, y después de eso voy a muelle a verme con papá.
Cosas que haría en la tarde de todas formas. No me creyó, puso esa cara de ira que últimamente es la única que conozco.
—Estás tan obsesionada con el tema de mi lesbianidad, que piensas que cada vez que no me tienes en frente estoy revolcándome con una tipa diferente…
¡Plaf!
Sentí un dolor agudo pulsando en mi labio. Instintivamente acerqué mi lengua y probé el sabor del hierro. Me rompió el labio.
—Se te está haciendo costumbre esto de golpearme, ¿no?
Mis dedos siguieron el rastro del corte. Era grande, se hincharía en poco tiempo. Es la primera vez que me golpea tan fuerte, aunque cada vez le toma menos enfadarse y desatar su enojo físicamente.
"Perfecto", pensé.
—¡Si no fueras tan altanera no tendría por qué hacerlo!
—Tengo la ligera idea de que la ley dice que no deberías acariciarme de esta forma y lo sabes muy bien. Haz sido asistente legal toda la vida.
—Estás exagerando, casi ni te toqué. —Creyó, más mi labio no dejaba de sangrar y fui para el baño en busca de un poco de papel para limpiarme.
Su silencio durante los siguientes minutos me demostró su preocupación. Se había dado cuenta de lo que acababa de hacerme.
Pasé un rato más frente al espejo empañado, sosteniendo la herida hasta que el corte se seque; no lo hizo. Tomé un poco más de papel y lo remojé, presionando con él el labio y salí a la habitación. Su mirada estaba fija en mí, percatándose de las huellas de su intolerancia. Dio un paso para observarme mejor, yo retrocedí otro y se detuvo.
—Yo… Yulia, lo siento.
—Te desconozco, ¿sabes? Dios, por tantos años me enseñaste a ser libre, a ser orgullosa de quien era, a vivir con la cabeza en alto. Pero ahora te empeñas por rebajarme hasta el suelo.
—Hija…
—Mira, tú y yo ya no somos las de antes. Yo entiendo que esto sea difícil para ti, pero como crees que me siento. Solías ser esa persona a la que recurría por un abrazo cuando me sentía mal o sola, cuando necesitaba de uno sin pedirlo, cuando quería consejo. Yo… quisiera contarte tantas cosas, mamá, pero es imposible…
Cerró los ojos con pesar cuando me escuchó. Mi voz tomó una vez más ese tono roto de dolor que últimamente sale con tanta frecuencia. Todo me duele, todo me lastima, todo me hace llorar. Odio tener tan poco control de mi maldita vida, de mis sentimientos, como lo hacía antes, cuando tenía la vida normal de una chica de diecisiete años, sin más preocupaciones que las calificaciones.
—No sé como tratar este… asunto tuyo. No creo que es normal, no creo que es sano…
—¡Lo que no es sano es que olvides que yo no soy tu bolsa de boxeo, soy tu hija! Merezco respeto.
—Yo también, tú no lo haces fácil.
—¿Yo no lo hago fácil? ¡Lo único que yo he hecho es vivir mi vida, gustar de una chica, ¿en qué te afecta?!
—¡En que tú no eres así!
—¡¿Qué tiene de malo quién me guste?!
—¡Es inmoral, es depravado, es perverso…!
—¡Oh, por Dios! La Dueña de la moralidad hablando. Acuérdate que la hija de la que tanto reniegas es el producto de tus decisiones. No pudiste aguantarte la calentura y te tiraste a un hombre casado…
¡Plaf!
Por más arrepentida que haya estado de ver mi sangre unos minutos atrás, no pudo contenerse de abofetearme nuevamente y con más fuerza en el mismo lugar.
El dolor esta vez corrió hasta mi frente, mi quijada se sentía descolocada y mi boca reventada. La sangre goteó en mi camiseta, arruinándola, así como mi look entero. Ahora llevaba una creciente herida que no podría tapar con un poco de base y labial.
—No hay vuelta atrás, mamá —le dije tomando mi bolsa de la cama—. Hablaré con papá para arreglar mi mudanza.
—No te será tan fácil deshacerte de mí.
—Haré lo que tenga que hacer, no lo dudes. Es más, gracias por esto, algunas fotografías de tu amor ayudarán en la demanda de emancipación.
No quise regresar a verla, pasé a su lado intentando no rozarla con mi cuerpo, abrí la puerta y me fui.
El labio no hizo más que hincharse por el resto del día, ahora me lo presiono con un pañuelo para detener en sangrado.
Es gracioso ver la gente poner una cara de sorpresa al verme con semejante corte y escuchar que me caí de cara y me corté, la excusa que le dije a todo el mundo. ¿Quién quiere oír que su mamá le dio de desayuno dos bofetadas? Nadie.
Después de pasear unas horas por el muelle, decidí no ir con papá para hablar sobre mi situación con mamá. No quiero terminar así el año, resolveré esto con ella, no tengo por qué irme de casa tampoco… o quizá sí, pero no es una decisión que quiero tomar en caliente. Dejaré que pasen un par de días.
Como consecuencia de mi estado físico, lo que menos quería era ir a ver a Lena. Me sentí tan cansada de todo, de ver mi vida separada de lo que me he propuesto ser. La chica segura, completa, imponente, hasta dura; la que no deja que nada la afecte, la que no da su brazo a torcer y siempre se sale con la suya, había desaparecido por completo.
Fui a caminar por el centro y saqué la cámara. Al menos trataría de encontrar cosas que me motivaran a pensar en algo más, a olvidarme de mi madre, de mis inseguridades, que me sacaran del mundo que tanto he llegado a odiar.
A eso de las cuatro de la tarde pasé por el centro comercial y la vi. Lena salía de la tienda de discos, parecía que se dirigía a casa. Se veía algo apagada, no sé si triste, pero una nostalgia me acogió y decidí seguirla. Sentí pena de no acercarme, quería hacerlo, la he extrañado tanto, mas la vergüenza que tenía por lo que mi madre hizo me convenció de mantenerme a la distancia. Mi labio sanaría en un par de días y… así sería mejor.
Sin nada que nos distraiga de la verdadera conversación que nos debemos.
Claro que todo eso cambia ahora. Fui a la escuela al toque de las seis de la tarde. Ya nadie estaba allí más que los chicos de los clubes y algunos maestros. Le pedí permiso a la directora para usar el laboratorio de fotografía y revelar mis fotos y fue cuando me percaté de ese hombre siguiéndola como yo.
Tengo miedo, debo hablar con ella, debo verla.
—Llegamos señorita, ¿desea que la espere?
—No, tenga —le digo pagándole y salgo con mis cosas en manos.
Voy caminando lento hacia la puerta, las luces de la sala están prendidas, escucho ruido desde afuera, pero no es música, son gritos, fuertes.
Reconozco la voz de Sergey y la de otro hombre, insultos vienen y van. Llego a la entrada, pero no golpeo, la pelea está fuerte.
—¡No quiero ver a este pequeño desgraciado por el resto de mi vida!
—¡Largo de mi casa, entonces! ¡Ruslán vivirá aquí de hoy en adelante y más le vale no acercarse a él, ni dentro ni fuera de esta casa!
—¡Que él no se acerque a nosotros! ¡Ya no tienes más familia!
—¡La tiene, ahora es de la nuestra! —Lena le grita.
La puerta se abre de golpe con un hombre muy alto vestido de militar saliendo, empujándome del camino.
"No sé por qué, pero me parece que llegamos en el peor momento".
—¿Yulia? —Lena me mira con sorpresa y un disgusto que no sé si viene por mí o por el hombre que acaba de irse, quien asumo es el padre de Ruslán.
"Sí, mejor no le digas nada".
"No hoy".
—¡¿Te lastimó mi papá?! —me pregunta nuestro amigo, ayudando a levantarme. Sabía que era su progenitor.
—No, no… —le aseguro.
"Mejor has lo que te recomendó Ade, confiésale lo que viste en una carta".
Sí, creo que eso haré. Este no es el momento para una discusión de este nivel
Jajaja... Bueno, me alegro que les guste la historia, sigan con ganas el fics y trataré de subirlo cada semana siempre y cuando pueda hacerlo
Un abrazo...
Capítulo 44: Cerrando un capítulo importante
Entro a la cafetería y me encuentro con el genuino duende esclavo de Santa. Ade trae una gorra navideña roja y un suéter del mismo color que la hacen ver adorable y sus labios brillan con un rojo muy prendido, pero se le ve bien ese color, ella es muy blanca, así que le queda.
—¡Feliz Navidad, jo, jo, jo! —me saluda ante mi sorpresa. Me esperaba con un regalo mediano en brazos.
—Se supone que no iba a haber de estos en esta salida —le digo recibiendo el paquete. Su felicidad desborda.
—Dijimos que no compraríamos nada y yo no no lo hice. Lo tenía guardado y mejor que alguien la use a que coleccione polvo en mi armario. ¡Ábrelo!
Sigo sus instrucciones antes de que le de una embolia de lo emocionada que está.
—¡Es una cámara! —me anuncia antes de terminar de abrir el primer lado. La saco completamente del empaque y la observo; es hermosa, antigua, claramente usada, pero en buen estado—. Era de mi papá, pero me la regaló cuando era niña. Funciona a la perfección.
—Es de rollo. —Me percato, más no es un reclamo, es un halago. De estas ya no venden y hablando de estilo fotográfico con Illya me dieron ganas de buscar una para experimentar. Él dice que hay algo especial en el planear y conocer técnicamente a una cámara, lo suficiente como para tener la absoluta confianza en que lo que estamos encuadrando saldrá tal y como lo queremos; esas cosas que en la era digital se han perdido y que son tan importantes en el arte de la fotografía—. Me encanta, Ade. Gracias.
—Adentro hay tres nuevos rollos en blanco y negro. Papá solía decirme que las fotos más bonitas son las que destacan el contraste y esas cosas que tú conoces mejor.
—Estoy de acuerdo con él —le cuento—. Te traeré algo de Sochi, prometido.
—Me contento con una foto. Puede ser una de las que te tomes para tu perfil de Facebook o si se puede una en pelotas, mejor.
Hmm, le sonrío hipócritamente, ella ríe con gusto y llama a la camarera para que nos tome la orden; dos capuchinos y un pie de manzana para compartir.
—En fin, sé que estás muy metida con tu proyecto y pensé que… ahora que te vas de nuevo a tu ciudad —menciona en un tono burlón—, te gustaría tomar fotos de «cosas lindas» que luego puedas enmarcar y tener en tu velador.
Astuta manera de sugerir que retrate a Lena.
—No me ha hablado, así que imagino que no tiene ganas de verme.
—Que ella no quiera hacerlo no implica que no la veas.
—¿Quieres que la espíe? Estás loca, no quiero convertirme en su acosadora. Ella sabe que voy a ir, si quiere verme, me lo dirá.
—Tal vez está esperando que des el primer paso.
—No lo sé. Fue muy determinante cuando dijo: Yo te llamaré.
—Pero ya han pasado quince días…
—Veintitrés.
—¿Ves? Con más razón, llámala, dile que la recogerás este sábado para llevarla a cenar y después le preparas algo muy romántico en la playa, con música, una flor, besos… y otras cosas.
—Ajá…
—¿Por qué no? A las chicas nos gustan los detalles, ella no será la excepción.
Sí, de hecho, eso le gusta. Recuerdo haberlo leído en su diario actual, del día en que Marina le regaló esa cadena; que la caja de madera tallada, que bla, bla, bla, miles de cosas empalagosas.
—¿Qué le gusta? Te ayudo a planear su cita ideal —me sugiere, mi cara es una de incredulidad. Esto es raro. Lena está enojada por besarme con ella, precisamente, y quiere ayudarme a recuperarla. No sé como lo tomará si llega a enterarse.
—Emm… cantar, la música, las películas ochenteras, las series de acción…
—Okey, es persona. —Se burla—. ¿Pero qué le gusta hacer? Se más específica.
—Emm… pfff… pues…
—¡¿No lo sabes?!
¡Qué quiere que le diga! Lo que sé de Lena es lo que hicimos juntas ese tiempo que viví en su casa, lo que básicamente fue ver televisión, hacer tonterías sin importancia, dormir, tener sexo… Eso, le gusta el sexo, de leerla sé que le gusta, además de ir a bailar y tomar café, ir a la playa y nadar —algo que yo no haré—… son muchas cosas, ¿cuáles son importantes?
—Sé, pero qué… Llego y le digo: Lena, veamos una película, luego pasaremos por la playa, donde nadarás sola porque yo ni loca me meto en el mar, y después, cómo sé que te gusta el sexo, podemos regresar a la habitación de mi hotel y… ¿viva la noche?
—Eres demasiado cínica.
—Es que eso le gusta y no veo por dónde es un buen plan como están las cosas entre nosotras.
—¿Alguna vez te sacaron en una cita?
—Aj, obvio. Tuve novio antes de… saber que era lesbiana.
—¿Y él qué hacía cuando quería conquistarte? —me pregunta.
—¿Íbamos al cine? ¡Yo qué sé, tenía catorce años!
—Okey, un novio sin experiencia y a quién parece que no le hacía falta tener imaginación porque a su chica no le importaba si repetían la misma cita el resto de sus vidas —dice poniendo cara seria. La mesera llega con nuestro pedido y lo acomoda en la mesa.
—Feliz navidad. —Nos desea con una sonrisa al terminar.
—Es linda, invítala a salir —me dice Ade, mirándola irse, es decir, fijamente a su trasero.
—¡¿Qué?! Estoy por irme a Sochi por dos semanas y no quiero salir con la camarera.
—Necesitas practicar, ella es linda. No es como si fueras a sufrir de verla dos horas.
—No, lo siento, no soy tu juguete.
—¿Quieres recuperar a Lena?
Sí, quiero, ¿pero cómo voy a hacerlo invitando a alguien más a salir?
—No de esa forma.
—¡Está bien, necia! —Se queja algo irritada, mi terquedad es casi igual a la suya—. Harás esto: Llegarás hoy a casa y pensarás en ella, únicamente en ella y en cosas que te gustan… de ella —me aclara, no se me vaya a ocurrir ponerme a pensar en animales disecados—. Después, tomarás un pedazo de papel y empezarás a escribir una carta. Serás sincera, le expresarás de una forma dulce, cariñosa, «amable» —puntualiza—, que la quieres, lo que significa para ti en tu vida, lo mucho que la necesitas, lo incómodo que es estar lejos de ella, etcétera.
—Una carta…
—De muchas hojas, muchas, por lo menos tres —me indica, yo asiento, está muy metida en su papel de tutora como para interrumpirla—. Después, pensarás en una secuencia de eventos que iniciarás tú.
—Te escucho.
—Bien, así me gusta. Llegarás, seguro irás al hotel con tu mamá y luego saldrás con una excusa idiota como: Iré a buscarme un hombre apuesto que me deje embarazada, cosa que a tu mamá le encantará y no pondrá peros…
No puedo evitar reírme con esa escena, de verdad que mamá pondría una sonrisa enorme en su rostro si se lo digo tal cual.
—Pasarás por una buena floristería, comprarás una flor linda y fresca, un girasol o una orquídea… No compres rosas, son demasiado trilladas. —Hace hincapié en ese detalle—. Irás a su casa, golpearás su puerta y cuando la abra, le sonríes, no hablas, sonríes, cuando te regrese la sonrisa, le dices: Hola.
—Asumes que me abrirá la puerta, además que me sonreirá. ¿Qué hago si me lanza la puerta en la cara?
—Fácil, regresas a la floristería y compras otra flor más. Repites la acción y esperas la sonrisa.
—¿Y si vuelve a tirarme la puerta?
—¡Re-pi-tes-la-acción! Para cuando le lleves la docena tendrás tu sonrisa.
—¿Y después?
—Invítala a un lugar donde puedan hablar con calma. Llévala a la playa.
—No, el mar no.
—No vas a meterte, boba conquista delfines.
—Muy graciosa.
No vuelvo a contarle nada.
—La llevas a la playa y punto. Máximo caminarán por la orilla, se tomarán de las manos, eventualmente, al menos es lo que tú intentarás que suceda, luego se pueden sentar a ver el atardecer y ya, ahí tienes tu momento romántico, la besas y todo bien.
—Y vivimos felices por siempre, ¿no?
—¿Ves a esa chica? —me pregunta apuntando discretamente a la camarera—. Invítala a salir.
—¡Que no!
—Pues si quieres recuperar a Lena, o te aprendes el arte de la insistencia y los detalles románticos o te vas a la mierda y te compras cien gatos.
Ya, qué elocuente. Entonces, si entendí bien, o planeo algo de verdad conmovedor y dulce, y básicamente fuerzo a Lena a salir conmigo para poder hablar y aclarar lo que pasó o me resigno a perderla y quedarme sola por siempre, porque conociéndome, no haré el más mínimo esfuerzo por una chica en la vida.
Todo era más fácil cuando era heterosexual, no es por nada, pero seamos honestas, solo tenía que esperar a que venga ese chico que se muere por un beso y si me gustaba le decía que sí, si no, le tiraba la puerta en la cara, regalado.
—Flores, playa, beso; entendido —repito los pasos a seguir que acaba de indicarme. Qué más me queda. Haré la tarea, llegaré a casa a pensar en Lena, como si no lo hiciera todos los santos días mirando al teléfono y marcando un día más en mi calendario.
******
Pensar en Lena, como Ade me lo encargó, me hace querer continuar su diario. He pasado las últimas dos horas tratando de decidirme. Él está ahí, descansando sobre mi almohada mientras yo miro al techo y pienso.
No faltaba mucho por leer y hay cosas que quiero saber como: ¿Cómo la convenció Inessa para que regrese a casa? ¿Qué le dijeron sobre sus verdaderos padres? ¿Qué sucedió con Leo que continuaron siendo buenos amigos? En realidad cómo decidieron seguir lo que tenían. Eso en especial, ¿cómo logró él, después de todas las cosas que hizo mientras ella vivió en su casa, ser su amigo taaaan querido? ¿Cómo? Por que es lo que yo necesito hacer.
Giro sobre mi lado y miro fijamente ese cuaderno. Hemos pasado por tantas cosas juntos. Quizá con quien tengo una relación es con ese diario y no con Lena, o para ser exactos, con la Lena del diario. A ella la entiendo, a ella la conozco, a ella la tengo en frente.
Me enderezo y arrimo la espalda al respaldar, cruzándome de brazos para no agarrarlo.
¿Por qué tengo este remordimiento como si estuviese engañando a la verdadera Lena? Es su diario, suyo… no estoy saliendo con alguien más, es ella.
Miro al frente, perdiendo la vista en el infinito de mi escritorio y todos los libros que he acumulado estos últimos días de semestre. Tengo examen de matemática mañana, también de geografía y física. Mis maestros accedieron a mover los finales del jueves y del viernes para que pueda viajar a media semana, pero no es una suerte, rindo las tres materias mañana y después regreso para hacer mi maleta y salir con mamá al aeropuerto. Estaremos llegando a Sochi a eso de las nueve de la noche, seguramente iremos de allí directo al hotel y no podré salir hasta el día siguiente.
El jueves hay clases en la escuela, lo que significa que, o me aparezco como idiota para ver a gente que no quiere verme y a Lena —quien quizá tampoco quiere verme—, o espero a que llegue de la escuela para ir a verla a su casa. También debe estar en exámenes, y con lo aplicada que es, estudiará toda la tarde. Si voy a verla, tiene la excusa perfecta para echarme y no queremos eso.
"No, no lo queremos".
"Mejor planeemos a donde llevarla el viernes".
¿Y si tiene planes? Qué tal si sale en una cita con Marina…
"¡Qué negativa eres!"
"Así tenga cosas que hacer deberíamos planear la cita. Queda una posibilidad de que no haga nada más que ponerse pijama y ver una maratón de algo en la tele".
"O puede salir a bailar. Yo, si fuese ella, saldría con Marina al club, la besaría sin cesar, bebería como si fuese inmortal… Es viernes, último día de escuela. ¡Baile, tequila, wooo!"
Casi puedo escuchar los grillos sonar en mi cabeza ante esa declaración que no entiendo de donde diablos salió. Esta voz alegre y doble cara es nueva o una de nosotras está en drogas.
"Mejor léela, descubre qué hizo con Leo".
"Apoyo esa moción".
"Tienes tres votos a favor y uno en contra de la parrandera. ¡Vamos, agarra el diario!"
Parece que estamos completas, la mayoría gana en contra de mi indecisión y la nueva amante de la fiesta. Abro el cuaderno en donde me quedé, es una de las hojas que más daño sufrió. Paso mi mano intentando estirarla y comienzo.
Entrada número cincuenta y tres.
7 de septiembre, 2015
Salí a ver una película, sola. No pude concentrarme en la trama, las bromas no me parecieron divertidas, no me gustó el final; no lo entendí.
Pensar en que mamá es bisexual —como yo—, que fue novia de mi otra mamá cuando eran un año menores a mí es tan extraño. Mamá fue el primer amor de mamá… y viceversa, el primer amor. Yo no lo he vivido todavía, no me he enamorado. Me pregunto cómo se siente, como se sentían ellas.
Mamá habló muy bien de Alenka. La recordaba con un cariño especial que se notaba en la comisura de sus labios, en sus ojos; se le formaba una sonrisa minúscula, fue lindo de ver. Fueron compañeras de la escuela hasta unos meses previos a la graduación, cuando los padres de Alenka se enteraron de su relación y la obligaron a mudarse. Entendí que fue una ruptura dura y que Alenka se refugió en los brazos de mi padre, un antiguo amigo de la familia que había ingresado ese año en la escuela de policía. Ella tenía diecisiete, el diecinueve. Fue ahí cuando tuvieron a mi hermano Iván.
Después de dar a luz y dejarlo con mis abuelos paternales, ella se fue de casa, mudándose a Korsakovo. Ambas retomaron el contacto por medio de cartas y el teléfono, eventualmente, mamá tuvo otras relaciones, Alenka conoció al papá de mi hermana y un año después el mío. Mientras me contaba esta parte de la historia, mamá perdió esa sonrisa tan peculiar. Siento que son cosas que todavía le duelen, Alenka fue, después de todo, su primer amor.
Le pregunté si mis sueños y mis recuerdos eran reales o estaba inventándolo todo. Mamá confirmó que eran reales y que la terapia de la que un día me habló papá en uno de nuestros cafés padre-hija. Alguien le disparó dos veces con un arma semiautomática, su muerte fue inmediata. Mi hermana dormía en la planta superior y yo estaba en el jardín, llamando a la policía; el malhechor huyo.
El ADN encontrado pertenecía a las habitantes de la casa, a unos vecinos y a mi padre, pero él tenía una coartada en Korsakovo, varios testigos y, según la vecina —que imagino sería la señora con la que yo hablé—, él llegaba frecuentemente, sin avisar, buscando a sus hijas. Así que la evidencia era únicamente circunstancial, sin embargo, la policía tenía interés en investigarlo y después de que lo declararan persona de interés, desapareció. No hay señales de él desde entonces, muchos dicen que regresó a Alemania, pero nadie puede asegurarlo. Mamá me enseñó una foto suya, con ella hicieron las averiguaciones de su ubicación. Es muy parecido al hombre que recordaba de mis sueños, rubio, alto, desgreñado y con una profunda cicatriz en el rostro. Ese es mi padre, un hombre que jamás conoceré.
Se encontraron, además, dos cabellos extraños, distintos al resto de la evidencia, lo que quiere decir que alguien más estuvo presente, pero yo no recuerdo haber visto a otra persona. La investigación se convirtió, con el tiempo, en un caso sin resolver. Nadie ha podido encontrar al culpable desde entonces.
Una semana después del asesinato, el abogado de Aleknka —un hombre muy refinado y elegante, según mamá—, llegó a su casa con su testamento. Su voluntad era que sus hijas pasen a manos de la única mujer en la que confiaba al cien por ciento, ella. Somos la herencia de Aleknka.
Enterarme de eso se me hace, hasta cierto punto, mórbido. No me imagino lo que sintió mamá al verse con semejante encargo; cuidar a las hijas de otros hombres con ese amor que ella nunca olvidó. Dijo que se le dio la opción de negarse, era su decisión; podía seguir con su vida y olvidarse de todo, pero no lo hizo. Me explicó que prefería cuidarnos ella a dejarnos en manos de nuestros abuelos maternos y empezó el trámite de adopción. Más para ese entonces, papá había ingresado una petición de custodia también, alegando que la investigación del caso arrojaba una serie de posibilidades de quién pudo ser el asesino y que necesitábamos protección especial hasta que se realicen los respectivos arrestos. Aparte de eso declaró que Iván, su hijo, es nuestro hermano de sangre y qué mejor que criarnos con nuestra verdadera familia. Mis abuelos biológicos maternos habían rechazado cualquier posibilidad de encargarse de nosotras.
Finalmente, después de semanas de apelaciones, el juez de menores que llevaba el caso, determinó que mi hermana y yo debíamos ser protegidas hasta que se realice la captura y el juicio, por lo que cambiarían nuestros nombres y entraríamos al programa de protección de testigos. Mamá protestó, dijo que bien podíamos estar a su cargo, que nos llevaría a Sochi y nos criaría allí. Nadie sospecharía de una madre soltera y sus dos hijas. Aceptaría que nos cambiaran de nombre, pero no que nos dejaran con extraños. El juez se mantuvo firme con su decisión hasta que mamá y papá llegaron a un acuerdo. Ambos se casarían, legalmente seríamos una familia ante los ojos del mundo. Por medio de una solicitud del juez la fecha de matrimonio sería anterior al nacimiento de mi hermana, ambas cambiaríamos de nombres y seríamos inscritas como el fruto de esa relación y así permaneceríamos hasta que se resuelva el caso, día en el cual ellos ingresarían la demanda de divorcio y nosotras pasaríamos a la custodia completa de mamá.
¿Qué pasó entonces?
Pues mamá y papá se enamoraron después de años de vivir juntos, el caso pasó a archivo, pero nosotros nos convertimos en esa familia que todos envidiaban.
No llego a entender cómo funciona esto del amor. Mamá me dice que nada ha cambiado en ella; ama a papá, pero tuvieron una caída fuerte durante meses, la última pelea fue aquella que yo escuché.
Papá había retomado el caso del asesinato de Alenka. Estaba convencido de que podría encontrar al culpable ahora que había ascendido de puesto a detective principal de la comisaría, y se obsesionó. Mencionó que no había día que Alenka no estuviese presente en sus conversaciones, que además papá le recalcaba cada segundo lo mucho que yo me estaba pareciendo a la mujer que una vez ambos amaron, y que eso terminó por destruirla.
La pelea trataba de ella, no de mí, y de lo mucho que mamá quería continuar con la vida de los cuatro juntos y olvidarse de la que fue mi madre, de la historia que nos marca a todos. Pero papá no podía, me miraba y sentía culpa, responsabilidad. De ahí salió ese reclamo que le hizo cuando dijo: «…no pienses que resiento a mi hija, porque después de tantos años lo es, pero jamás debiste traerla a ella a esta casa». A ella, a Alenka.
Mis padres se separaron por unas semanas, tras las cuales papá se mudó y mamá quiso separarse de todo lo que la ataba a su vida pasada. Aceptó la propuesta de un hombre que la cortejaba, me aclaró que no se enamoró, pero que por un tiempo le hizo bien tener ese tipo de atención; papá la había descuidado tanto y ella simplemente se dejó llevar. Ambos creyeron que no había marcha atrás. Yo, biológicamente ya tenía dieciocho años, ellos eran libres de ponerse el divorcio y lo hicieron. No lo pensaron demasiado.
Mamá mencionó que había algo más que quería decirme, más era algo que habían acordado con papá contarme juntos.
Me pidió que regresara a casa, que las cosas cambiarían, que somos una familia, que nada de eso es mentira; que no me sintiera extraña o fuera de lugar. Somos nosotros, yo soy su hija… siempre lo seré.
Yo no quiero seguir viviendo aquí con Leo. Cada día que pasa lo aborrezco más y no quiero hacerlo. Le quiero, somos amigos, no vale la pena terminar así.
Regresaré, le dije a mamá que me dé un par de días, pero volveré.
Siento un peso enorme dejar mis hombros. Por fin tengo la verdad en frente, entiendo a mis padres, entiendo a mis abuelos de mi padre adoptivo y por qué detestan a mis madres, después de todo, ellas le robaron a su hijo un futuro con alguien a quien él amara de principio. A mi me odian porque, de los tres nietos, Iván es el único que lleva su sangre y mi hermana no se parece a mi madre como yo; no les recuerda a la mujer que prácticamente condenó a su hijo a una vida «falsa».
Más que nada entiendo el porqué mis padres nos ocultaron todo. El asesinato no se ha resuelto, podría decirse que aún corremos peligro mi hermana y yo, pero no podemos vivir en el miedo.
Yo soy quien soy, no Alenka Schneider Kowalski. No tengo por qué temer que alguien —que no tiene idea de donde he estalo los últimos catorce años de mi vida—, aparezca de la nada.
Regresaré a casa y continuaré mi camino.
Estas son todas las respuestas que Lena se preguntaba al inicio del diario. Sus dudas están resueltas, no tiene pendientes. Esto es como cerrar un capítulo en su vida.
No quedan muchas páginas, voy contando las entradas pendientes y son apenas tres. Hoy mismo las termino.
Entrada número cincuenta y cuatro.
9 de septiembre, 2015
Papá me recibió con un abrazo que necesitaba tanto. Ambos lloramos unos minutos antes de dejarnos ir y me ayudó a meter mi pequeña maleta con ropa, tres, cuatro cosas que compré mientras viví donde Leo.
Para mi sorpresa no era yo la única que había regresado a casa. El tiempo que me fui y, bueno, desde algunas semanas antes, mis papás resolvieron recuperar su relación y desde hoy volvemos a vivir juntos. Parece que todo va guiándome a mi vida de antes. No lo niego es algo que añoro tanto; la tranquilidad, la calma de no tener cosas pendientes, las ganas de volver a ser una niña, no una mujer con responsabilidades a un hombre que no es más que un amigo para ella. Esa era la gran sorpresa que mamá me tenía, querían preguntarme cómo me sentía con retorno de papá. Por supuesto que me parece raro, pero los veo bien y espero pronto sentirme igual pronto.
Otro tema del que hablamos es qué pensaba decirle a mis hermanos sobre lo que descubrí. Ellos tienen la idea muy clara de que contárselos los podría poner en una espiral de emociones innecesaria. Yo, de cierta forma los entiendo porque es lo que he vivido desde hace meses. Así que prometí no mencionarlo. Ellos están bien, nada de esto tiene por qué salir a la luz.
Llegué hasta mi cama y me sentí aliviada, hay cosas que no necesitan cambiar por un buen tiempo. Esta es mi casa, esta es mi familia, en un punto volveré a ser yo misma. Es lo que quiero, lo que necesito, nada más.
Nada sobre cómo arregló las cosas con Leo. Espero que en las dos siguientes haya algo.
Entrada número cincuenta y cinco.
14 de septiembre, 2015
Llevo el diario conmigo a todo lado desde que mi hermana regresó a casa de sus vacaciones. Nunca me ha importado que lean mis escritos, ella tiene costumbre de hacerlo, y por eso es que le oculto este en particular. Ya migré algunas entradas a un nuevo cuaderno, cosas que no la afectan, nada sobre Alenka o nuestro origen, todo eso se queda aquí.
Hoy es el primer día de clases y el profesor no llegó, así que recogí mis cosas, dije que iría a la biblioteca y desaparecí del grupo. Me encerré en el armario del conserje y escribo esto mientras me fumo una pipa de té verde.
Mi mejor amigo está deprimido por la condición en la que está su abuela. El verano se puso peor y temen que de un giro para el más allá pronto. Lo siento por él, con lo que yo viví me alejé mucho, hasta del idiota de mi ex-amigo me olvidé y por ahí está él junto con su todavía novia. No entiendo como pueden seguir juntos. No sé que es lo que ella le ve, no puedo verlos besarse una vez más, ¡voy a explotar como una piñata!
¿Por qué no entiende que es hermosa? No le entra por los ojos que es tan afortunado de tener a semejante bombón de novia. Es una suerte que no se va a repetir, porque él no es un sex symbol.
Hoy me quedé clavada de ella en el almuerzo, se nota abatida, cansada, su realidad tampoco es fácil. Parece que a todos nos ha golpeado este año.
En otras noticias, me pica mucho el tatuaje, lo que quiere decir que ya está cicatrizando y no tiene infección por lo que estoy feliz. Me alegra tanto habérmelo hecho y que Iván y mi hermana estuvieran allí conmigo. Espero que no lo noten mis maestros aunque poco me importa lo que piensen ellos o mis amigos. La peque Nastya ya lo vio, fue la primera en enterarse —lo supo hasta antes que mis padres—, me alegra que ellos tres lo hayan tomado tan bien.
«Ella» tiene un tatuaje…
Divago, lo sé. Tengo los pensamientos bastante dispersos estos días, más en ella, aunque no sé por qué. La tengo en medio de los ojos. Me imagino hablándole, invitándola a salir…
Marina…
Ella…
Oh, no… no… ¡No, no, no, no, no!
Que no me guste ella, que no me guste ella, que no me guste ella. Yo tengo a Marina y es linda y vamos a salir en unos días, además tengo a Leo…
¡Y no puede gustarme… ella!
Genial, ahora tendré que esconderle el diario también, porque si llega a leer esto, va a burlarse eternamente de mí.
Asumo que «ella» soy yo. ¿Le gustaba a Lena en ese entonces?
¡Dios, esto es hace meses, exactamente a seis días de los tres meses!
Wow… Entonces, las miradas, las risas, los misterios desde que yo encontré este diario… Ese día que nos emborrachamos y nos besamos… Claro, ella ya había soñado con ese momento antes, porque ya le gustaba.
Interesante.
Nada de Leo en esta tampoco. Bueno, ahora a leer la última entrada, con esto finalizo. Me da algo de tristeza iniciar, la verdad pensé que habían muchas más que cincuenta y seis, aunque leerla se me ha hecho eterno.
Entrada número cincuenta y seis del diario.
23 de septiembre, 2015
Mantener ese cuaderno en secreto es una misión casi imposible. Ella ha intentado violar la privacidad de mi casillero ya dos veces. Me ha visto preocupada de dejarlo allí y claro, asume que algo escondo…
Es verdad, lo recuerdo, pensé que guardaba una foto de alguien que le gustaba o cosas así. Pero nunca encontré nada. Ni siquiera recuerdo haber visto el diario.
La verdad es que más allá de que lo lea, me preocupa que descubra que es mío, que enlace todos los detalles de mi vida y la convierta en una pesadilla. Además, si se entera de que la llamaba ogro va a partirme en dos con una sola mano, como lo haría un ogro, debo recalcar.
He revisado entrada por entrada de este diario y no creo que si alguien lo lee me cuadrará con él. Nadie sospecharía de mí, es más, se desubicarían con el dato de que tengo un hermano.
Ni siquiera mi mejor amigo lo sabe. Es una parte de mi vida que dejo muy a un lado, algo mío que solo quien se lo merezca lo sabrá.
Quisiera que ese alguien sea una persona a la que ame. Que contarle la historia de mi vida, sobre mi madre, mi verdadera edad o la razón por la cual aún tengo una buena relación con mis padres, no la vuelva loca, que me entienda, que esté de mi lado, que no crea que soy falsa por no llevar esa realidad grabada en mi frente. Quisiera que esa persona me ame también.
No suelo decir que creo en el destino, pero algo me dice que no debo destruir este cuaderno. Espero que, sea lo que sea, que pase de aquí en adelante, este diario tenga la suerte que debía tener. No creo que nadie lo recoja del tacho en el que lo abandonaré, pero quién sabe, quizá en su destino final, alguien se apiade de él.
A quien esté leyendo esto: no me conoces, esto es una parte de mí, nada más. Gracias por compartirlo conmigo, ahora déjame ir. No me busques, no me encontrarás de todas formas, las cosas que has leído guárdatelas… atesóralas o destrúyelas, no importa.
Aquí, yo, te digo mi adiós.
Y así termina, con una despedida y un destino que este diario nunca encontró. Lo más seguro es que al descargar la basura en el camión, el cuaderno cayó al piso y allí quedó hasta cuando yo lo encontré.
Tal vez Lena no crea en el destino, pero yo sí. Ella es el mío, debía encontrarme con sus letras.
Ella pide que no la busque y no lo haré. Creo que el secreto de que lo leí debe morir conmigo, contárselo podría ser fatal para nuestra, ya complicada, relación.
Cierro el diario y me acerco al basurero. Ella no quería destruirlo, pero yo… debo hacerlo. Saco de mi bolsillo mi fosforera de plástico y la enciendo.
"No lo hagas".
Debo.
"¡No. la extrañaremos, es lo único que tenemos de ella!"
"Lena está bailando con Marina, quémalo".
¿Quién diablos es esta nueva? Me aturde.
"No lo quemes, ¿y si lo necesitamos?"
¿Para qué? Puedo recordarla sin él. Lo que vivimos juntas es mucho más que esto. Ya la conozco, ya sé su historia, no necesitamos el diario.
Acerco la llama a las hojas y estas comienzan a consumirse, las letras de esa mujer que me enamoró van desapareciendo. Quizá hago mal, pero es lo más racional dadas las circunstancias.
Su voz se queda conmigo, en los recuerdos de sus vivencias y en el conjunto de las nuestras.
Por el momento le digo adiós y me armo de coraje para buscarla, insistir y conquistarla.
Hoy más que nunca quiero algo con ella y lo haré funcionar, así sea en medio de esta enorme distancia.
******
Mi labio late con un continuo dolor. Mi respiración es quieta, firme, constante. Mis ojos incrédulos siguen mirando las fotografías que tomé y mi mente solo crece en un silencio que casi no reconozco.
Peligro, Lena está en peligro. Este tipo la está siguiendo, es discreto, está ausente de su conocimiento, la observa a lo lejos como yo.
Trago con dificultad al entender lo que esto significa. Su papá biológico, Erich, sabe quién es, cómo ubicarla, me imagino que sabe donde vive.
Un miedo palpable se apodera de mí y recojo con rapidez todas las imágenes que acabo de revelar, guardándolas en un sobre. Cierro los frascos de químicos, los coloco en su puesto en el mueble de almacenaje y limpio el área de trabajo. Al terminar salgo al pasillo buscando la puerta de salida al estacionamiento, quiero correr a su casa y prevenirla…
—Yulia, ¿lograste revelar tus fotos? —me pregunta la chica del laboratorio al encontrarme a un lado de la escalera principal.
—Sí, gracias por dejarme usar el laboratorio, pero debo irme. Mamá acaba de llamarme, necesita que regrese al hotel con urgencia.
—¿Pasó algo?
—Oh, no… Estamos tarde para una cena familiar. Eso es todo.
—Entiendo, ve con cuidado y espero verte antes de que regreses a Moscú.
—Seguro, gracias otra vez —le digo con una media sonrisa que ella responde y salgo corriendo.
No me toma nada encontrar un taxi en la avenida principal, la calle está casi desierta aunque aún es temprano y estamos a días de navidad.
—Ese corte parece profundo, ¿no desea pasar por un hospital? —me pregunta el conductor preocupado, mirándome atentamente por el espejo retrovisor.
Me toco con cuidado sintiendo la sangre salir otra vez. Es como la cuarta o quinta vez que la herida se abre; el problema de tener el labio partido.
—Estoy bien, solo siga a la dirección que le mencioné.
Por un momento me olvidé de mis problemas por concentrarme en Lena y lo que acabo de descubrir.
Llegamos anoche con mamá del aeropuerto y fuimos al hotel para hospedarnos y cenar. No hablamos demasiado después de que el nombre de Lena saliera de sus labios. He tratado de mantenerme al margen de cualquier discusión; es absurdo. Más hoy en la mañana, la situación cambió radicalmente.
Nos levantamos temprano, no había mucho que hacer en la cama. Ella tenía planes de pasar por su antigua oficina firmando varios papeles que quedaron pendientes. Yo tenía ganas de pasar por mi antigua escuela para ver a Lena durante una hora libre o a la hora del almuerzo; si no podía esperar a que esté disponible me la robaría, así de ansiosa estaba de verla.
Me vestí con esa falda de vuelos que sé que le gusta, un buzo verde y mi chaqueta de cuero. Me pintaba los labios como último detalle cuando escuché a mamá decir a mis espaldas.
—Yulia, no vayas a hacer estupideces mientras no estoy.
—Mamá, no empecemos, ¿sí? No vamos a pasar el viaje discutiendo por esto.
—No te quiero cerca de esa chica.
—De ninguna de hecho, lo sé. Pero yo quiero estar muy cerca de ella en espacial, así que…
—¡Así que te quedas aquí!
—Yaaa… —me burlé y salí del baño. Metí mi cámara nueva en mi bolsa y me la llevé al hombro.
—¡Dije que te quedas! —me gritó arrancándomela de mala manera para lanzarla contra la cama. Llegó tan rápido a mi lado que no me percaté de su cercanía.
—¡No soy tu prisionera y ten mucho cuidado con mis cosas!
—Eres mi hija, eso es suficiente.
—Para tu información, no voy a verla —le mentí—, voy a casa de Efim para encontrarme con el comprador de mi auto, y después de eso voy a muelle a verme con papá.
Cosas que haría en la tarde de todas formas. No me creyó, puso esa cara de ira que últimamente es la única que conozco.
—Estás tan obsesionada con el tema de mi lesbianidad, que piensas que cada vez que no me tienes en frente estoy revolcándome con una tipa diferente…
¡Plaf!
Sentí un dolor agudo pulsando en mi labio. Instintivamente acerqué mi lengua y probé el sabor del hierro. Me rompió el labio.
—Se te está haciendo costumbre esto de golpearme, ¿no?
Mis dedos siguieron el rastro del corte. Era grande, se hincharía en poco tiempo. Es la primera vez que me golpea tan fuerte, aunque cada vez le toma menos enfadarse y desatar su enojo físicamente.
"Perfecto", pensé.
—¡Si no fueras tan altanera no tendría por qué hacerlo!
—Tengo la ligera idea de que la ley dice que no deberías acariciarme de esta forma y lo sabes muy bien. Haz sido asistente legal toda la vida.
—Estás exagerando, casi ni te toqué. —Creyó, más mi labio no dejaba de sangrar y fui para el baño en busca de un poco de papel para limpiarme.
Su silencio durante los siguientes minutos me demostró su preocupación. Se había dado cuenta de lo que acababa de hacerme.
Pasé un rato más frente al espejo empañado, sosteniendo la herida hasta que el corte se seque; no lo hizo. Tomé un poco más de papel y lo remojé, presionando con él el labio y salí a la habitación. Su mirada estaba fija en mí, percatándose de las huellas de su intolerancia. Dio un paso para observarme mejor, yo retrocedí otro y se detuvo.
—Yo… Yulia, lo siento.
—Te desconozco, ¿sabes? Dios, por tantos años me enseñaste a ser libre, a ser orgullosa de quien era, a vivir con la cabeza en alto. Pero ahora te empeñas por rebajarme hasta el suelo.
—Hija…
—Mira, tú y yo ya no somos las de antes. Yo entiendo que esto sea difícil para ti, pero como crees que me siento. Solías ser esa persona a la que recurría por un abrazo cuando me sentía mal o sola, cuando necesitaba de uno sin pedirlo, cuando quería consejo. Yo… quisiera contarte tantas cosas, mamá, pero es imposible…
Cerró los ojos con pesar cuando me escuchó. Mi voz tomó una vez más ese tono roto de dolor que últimamente sale con tanta frecuencia. Todo me duele, todo me lastima, todo me hace llorar. Odio tener tan poco control de mi maldita vida, de mis sentimientos, como lo hacía antes, cuando tenía la vida normal de una chica de diecisiete años, sin más preocupaciones que las calificaciones.
—No sé como tratar este… asunto tuyo. No creo que es normal, no creo que es sano…
—¡Lo que no es sano es que olvides que yo no soy tu bolsa de boxeo, soy tu hija! Merezco respeto.
—Yo también, tú no lo haces fácil.
—¿Yo no lo hago fácil? ¡Lo único que yo he hecho es vivir mi vida, gustar de una chica, ¿en qué te afecta?!
—¡En que tú no eres así!
—¡¿Qué tiene de malo quién me guste?!
—¡Es inmoral, es depravado, es perverso…!
—¡Oh, por Dios! La Dueña de la moralidad hablando. Acuérdate que la hija de la que tanto reniegas es el producto de tus decisiones. No pudiste aguantarte la calentura y te tiraste a un hombre casado…
¡Plaf!
Por más arrepentida que haya estado de ver mi sangre unos minutos atrás, no pudo contenerse de abofetearme nuevamente y con más fuerza en el mismo lugar.
El dolor esta vez corrió hasta mi frente, mi quijada se sentía descolocada y mi boca reventada. La sangre goteó en mi camiseta, arruinándola, así como mi look entero. Ahora llevaba una creciente herida que no podría tapar con un poco de base y labial.
—No hay vuelta atrás, mamá —le dije tomando mi bolsa de la cama—. Hablaré con papá para arreglar mi mudanza.
—No te será tan fácil deshacerte de mí.
—Haré lo que tenga que hacer, no lo dudes. Es más, gracias por esto, algunas fotografías de tu amor ayudarán en la demanda de emancipación.
No quise regresar a verla, pasé a su lado intentando no rozarla con mi cuerpo, abrí la puerta y me fui.
El labio no hizo más que hincharse por el resto del día, ahora me lo presiono con un pañuelo para detener en sangrado.
Es gracioso ver la gente poner una cara de sorpresa al verme con semejante corte y escuchar que me caí de cara y me corté, la excusa que le dije a todo el mundo. ¿Quién quiere oír que su mamá le dio de desayuno dos bofetadas? Nadie.
Después de pasear unas horas por el muelle, decidí no ir con papá para hablar sobre mi situación con mamá. No quiero terminar así el año, resolveré esto con ella, no tengo por qué irme de casa tampoco… o quizá sí, pero no es una decisión que quiero tomar en caliente. Dejaré que pasen un par de días.
Como consecuencia de mi estado físico, lo que menos quería era ir a ver a Lena. Me sentí tan cansada de todo, de ver mi vida separada de lo que me he propuesto ser. La chica segura, completa, imponente, hasta dura; la que no deja que nada la afecte, la que no da su brazo a torcer y siempre se sale con la suya, había desaparecido por completo.
Fui a caminar por el centro y saqué la cámara. Al menos trataría de encontrar cosas que me motivaran a pensar en algo más, a olvidarme de mi madre, de mis inseguridades, que me sacaran del mundo que tanto he llegado a odiar.
A eso de las cuatro de la tarde pasé por el centro comercial y la vi. Lena salía de la tienda de discos, parecía que se dirigía a casa. Se veía algo apagada, no sé si triste, pero una nostalgia me acogió y decidí seguirla. Sentí pena de no acercarme, quería hacerlo, la he extrañado tanto, mas la vergüenza que tenía por lo que mi madre hizo me convenció de mantenerme a la distancia. Mi labio sanaría en un par de días y… así sería mejor.
Sin nada que nos distraiga de la verdadera conversación que nos debemos.
Claro que todo eso cambia ahora. Fui a la escuela al toque de las seis de la tarde. Ya nadie estaba allí más que los chicos de los clubes y algunos maestros. Le pedí permiso a la directora para usar el laboratorio de fotografía y revelar mis fotos y fue cuando me percaté de ese hombre siguiéndola como yo.
Tengo miedo, debo hablar con ella, debo verla.
—Llegamos señorita, ¿desea que la espere?
—No, tenga —le digo pagándole y salgo con mis cosas en manos.
Voy caminando lento hacia la puerta, las luces de la sala están prendidas, escucho ruido desde afuera, pero no es música, son gritos, fuertes.
Reconozco la voz de Sergey y la de otro hombre, insultos vienen y van. Llego a la entrada, pero no golpeo, la pelea está fuerte.
—¡No quiero ver a este pequeño desgraciado por el resto de mi vida!
—¡Largo de mi casa, entonces! ¡Ruslán vivirá aquí de hoy en adelante y más le vale no acercarse a él, ni dentro ni fuera de esta casa!
—¡Que él no se acerque a nosotros! ¡Ya no tienes más familia!
—¡La tiene, ahora es de la nuestra! —Lena le grita.
La puerta se abre de golpe con un hombre muy alto vestido de militar saliendo, empujándome del camino.
"No sé por qué, pero me parece que llegamos en el peor momento".
—¿Yulia? —Lena me mira con sorpresa y un disgusto que no sé si viene por mí o por el hombre que acaba de irse, quien asumo es el padre de Ruslán.
"Sí, mejor no le digas nada".
"No hoy".
—¡¿Te lastimó mi papá?! —me pregunta nuestro amigo, ayudando a levantarme. Sabía que era su progenitor.
—No, no… —le aseguro.
"Mejor has lo que te recomendó Ade, confiésale lo que viste en una carta".
Sí, creo que eso haré. Este no es el momento para una discusión de este nivel
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
que buen capitulo
esta interesante
espero la sigas pronto
que buen capitulo
esta interesante
espero la sigas pronto
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
A ver...
Les explico algo antes que vayan a convertirse en un enredo.
Si están siguiendo la historia desde el principio, podrán entender entonces este capítulo que viene. Solo recuerden la carta con la que comenzó la historia y que Yulia solo estaba recordando lo que sucedió antes de que ese pedazo de papel, llegara a manos de Lena
Gracias por tu comentario andyvolkatin , un abrazo
Capítulo 45: Sin ti
Su mano se apoya en su pulgar con el algodón húmedo, acariciando suavemente mi labio al limpiarlo. Toda su concentración cae en mi herida, sus ojos no se atreven a encontrarse con los míos. En cambio yo, no puedo separarlos de su rostro. Está serena, pero muy concentrada en no hacerme daño.
La casa está en silencio aparte de la televisión que pasa un partido de fútbol o bien podría ser basquet ball, seguramente nadie está viéndolo.
Los chicos salieron con Ruslán para distraerlo y nos esperan en el Kika Club cuando Lena y yo terminemos de arreglarme. Mi labio abierto y la sangre que ha pasado salpicada en mi camiseta todo el día, no son la mejor forma de olvidarse de la violencia intrafamiliar.
Los papás de Lena deben estar discutiendo en el jardín la nueva situación a la que se enfrentan. Ruslán vivirá aquí por lo que entendí de aquella discusión. ¿Qué fue lo que pasó? Aún no tengo idea, Lena informó a todos los que estaban presentes ese momento, que me traería al baño para ayudarme a asearme y me jaló de la mano hasta el segundo piso. No ha pronunciado palabra desde que entramos aquí y se ausentó unos minutos para acordar con Aleksey, Vladimir y Ruslán vernos más tarde. Desde entonces, el silencio nos acompaña.
Ella saca un nuevo algodón del frasco y lo humedece ligeramente abriendo la llave de agua del lavabo a mis espaldas. Yo sigo sentada en el mueble, mirándola. Esta vez no lo repasa sobre mis labios, tan solo ejerce presión y suspira. Si yo hablo voy a destruir sus esfuerzos por curarme, la herida se abrirá de nuevo, así que me callo. Lo único que se hace presente es nuestra respiración.
"No fue buena idea venir, no quiere hablar con nosotras".
"Deberíamos irnos. También podemos hacer esto solas".
"Sí, dile que gracias y vámonos".
Cálmense, ¿sí? Denle tiempo, ya hablará.
"Nos está ignorando; comienza a doler".
Lo sé. Han pasado por lo menos diez minutos y ni una sola palabra.
Ella no nos quería aquí, tienen razón. Y yo vine, sin pensar en lo que dijo, ella nos llamaría. Fui torpe… no debí venir.
"Estabas preocupada y tienes las fotos".
"Dile gracias, deja el sobre y vámonos".
"No, escríbele la carta y mándale las fotos luego. Ahora baja del mueble y vamos al hotel. Mamá debe estar preocupada".
"Que importa mamá. Vámonos de fiesta, igual nos va a cachetear, lleguemos ahora o mañana".
—¿Duele? —me susurra.
Abro mis ojos —no recuerdo cuando los cerré—, la veo entre una visión borrosa. Genial, estamos llorando, otra vez.
Niego tan ligero que creo no haberme hecho entender.
—Solo espera un minuto más, el sangrado debe parar y podemos hablar, ¿te parece?
"¡Locas todas! No decía nada porque no quería que hablemos, obvio. Se merece una piña colada, ¡saquémosla de fiesta!"
Río por ese comentario interno y ahora sí duele. Lena ya no hace presión en mi labio, busca un pañuelo de papel y me ayuda limpiando mis lágrimas. Me mira con cariño y preocupación.
—¿Hace cuánto que te hace esto tu mamá?
—¿Por qué supones que fue ella? Me caí de cara y…
—Sí, seguro. Porque cuando te caes de esa manera solo te rompes el labio. Las mejillas no se lastiman, ni los ojos, ni se raja la piel, solo el labio y de un solo lado, con un corte que lo hizo claramente un anillo, yep —me resume—. ¿Desde cuándo?
—Desde que llegamos a Moscú…
—Hmm, lo suponía. No debí besarte en el aeropuerto, tu mamá debe odiarme.
—Un poco.
—¿Por qué estás inventando excusas por ella? ¿Por qué no has hablado con tu papá al respecto?
—Mamá no entiende como manejar su frustración. No la meteré en problemas por algo que yo misma causé.
Alza sus cejas hasta el cielo y se detiene fría, mirándome, analizando mis facciones para saber si estoy soltando un comentario sarcástico o de verdad digo lo que pienso. Se sorprende al darse cuenta de que es así.
—Dime que no esperarás que te deje muerta para hacer algo —me dice en un tono desafiante, está molesta.
—Mamá no llegará a ese extremo…
—Eso mismo pensaba Ruslán, hasta que hace un poco más de dos semanas llegó a esta casa del brazo de Aleksey, tan golpeado, que papá creyó que una pandilla le había caído encima cuando lo vio.
—¿Su papá? —le pregunto recordando lo que sucedió con la bicicleta. Aleksey creía que lo habían golpeado en su casa, Lena me lo dijo también, Sergey pensaba que alguien abusaba de él por la nota anónima que dejaron en la comisaría de policía.
—Su mamá —me responde, dejándome fría—. Ruslán no quiso defenderse para no hacerle daño. Ella lo descubrió con un chico en su casa, no le agradó la noticia, así que se descargó contra él. Y no es que su papá nunca le puso un dedo encima, pero la que más le hizo daño fue ella.
Conozco a sus padres, su mamá no es más alta que él. No la imagino levantándole la mano, pero una vez más, aquí está mi labio para recordarme que no hace falta ser un gigante.
—Papá amenazó con demandarla esa noche si no lo dejaban en paz. Ruslán regresó bajo la promesa de que hablarían e irían a un psicólogo como familia, lo que nunca sucedió y hace unos días vino con el ojo morado… ¿Lo notaste?
—Un poco, sí.
—Papá introdujo la demanda al día siguiente y lo designaron como guardián temporal. Está viviendo en el cuarto de huéspedes desde entonces. Su papá vino a exigir que se quite la demanda, que Ruslán vuelva a su casa. Papá se negó, lo demás lo viste.
—Es… ¿por eso que no me llamaste?
Suspira amplio antes de contestarme y asiente. Le toma unos segundos encontrar las palabras que quiere decir.
—En gran parte, sí —me dice y baja la mirada a mis manos. Las junta con las suyas y sonríe al entrelazar nuestros dedos—. Ruslán es muuuy intenso, ¿sabes? Y además, las tareas, los exámenes, en fin. Lo siento, debí hablarte, pero… no quería hablar con nadie.
—Entiendo.
—No… quiero excusarme. Es tan solo que ver a mi amigo tan golpeado por tener los papás que le tocaron, me pegó muy duro.
—¿Por qué? No puedes hacer nada al respecto.
—Recuerdas la carta que te mandé, ¿la leíste, no?
—Claro que lo hice, te lo dije el día que hablamos.
—Cierto, es verdad, lo mencionaste y me agradeciste el disco… Emm, pues…
—¿Te sientes culpable?
—Hmm… —Exhala con una triste sonrisa—. Me conoces muy bien.
—Algo… un poquito nada más —bromeo, Lena regresa a verme unos segundos y baja la mirada jugando nuevamente con nuestras manos.
—¿Sabes lo que se siente ser la hija de un presunto asesino, nada menos que de tu propia madre, y tener la suerte de haber terminado con dos papás que te dicen que te aman todos los días sin importar qué hagas, quién seas, de dónde vengas, y al mismo tiempo ver a mis amigos golpeados por la gente que más debería protegerlos? ¿Qué hice yo de bueno para tener esa suerte? ¿Por qué yo? Tu lo mereces más, Ruslán lo merece más.
—No es verdad…
—Lo es.
—No, Lena. Tú no tienes por qué cargar las cruces de tus padres, ni tampoco Ruslán y yo las de los nuestros —le explico—. Tú, más que nadie, mereces a Inessa y a Sergey. A Katia la pueden tirar por la ventana.
—Tonta… —me dice con una sonrisa formada en sus labios—. ¿Por qué no me contaste lo que tu mamá te estaba haciendo?
—Dijiste que me llamarías.
—Pudiste llamarme tú…
"¿Ves? Ade tenía razón cuando dijo está esperando que tomes la iniciativa".
—No quería presionarte… Lena…, yo, de verdad, lamento lo que pasó. Fui muy infantil.
—No. Te lo dije esa noche, estabas en tu derecho. Además, ya no importa.
Asiento apretando mis dedos contra los suyos. Se siente tan bien tenerla así.
—¿Vamos por una hamburguesa? ¿Alitas búfalo? ¿Papas fritas? —me sugiere con entusiasmo, eso solo quiere decir que muere de hambre.
—En realidad quisiera hablar sobre… nosotras.
—Sí, lo imagino, yo también, pero no he probado bocado todo el día aparte de un café que tomé en la tarde —me cuenta. Eso explica qué hacía en la cafetería—. No estoy tratando de evadir la conversación, por si… crees eso.
—No, está bien, vamos a comer antes que tu estómago te coma por dentro y dejes de existir.
—No estoy tan flaca, exageras. ¿Hablamos al regresar?
—Ya será tarde.
—Sí, ¿pero te quedarás a dormir, no? —me pregunta suponiendo que es lo más lógico
—Mamá no encontrará eso muy apropiado, debería regresar al hotel y no indisponerla más.
—¡No puedes regresar con ella!
—Sé que tienes miedo por lo que sucedió con Ruslán…
—¡Tienes el labio roto, roto de si se vuelve a abrir habrá que llevarte al hospital para que te den unas puntadas, así de roto!
—Tranquila, no me hará nada, y si lo hace vendré directo aquí.
—Yulia… quédate, por favor.
Se acuerdan del gato con botas… Lena, justo ahora, la gata con botas.
—Déjame llamarla, ¿okey? Veremos qué dice.
—Dile que vamos a comer nada más y luego le mandas un mensaje diciendo que se hizo tarde y pasarás la noche.
—Y ella vendrá a buscarme y me sacará de aquí de un grito.
—Papá no la dejará.
—¿Acaso Sergey va a ponerse un centro de menores agredidos? —pregunto con sarcasmo. La solución a todo no es que alguien ponga un juicio a cada padre que no sabe manejar una circunstancia especial. Y el caso de Ruslán es distinto al mío—. Mejor hablo con ella en calma, y para hacerlo, prefiero no alterarla.
—Okey —su cara triste dibuja sus labios caídos—, pero al menos…
Me analiza, fijándose una vez más en mi corte. Sus manos se sueltan de las mías y pronto las siento sobre mis mejillas acariciándome tan suave que un escalofrío me recorre por el cuello, mis ojos se cierran y siento sus labios tibios sobre los míos. En este instante no me importa el dolor o si después deberé buscar aguja e hilo para arreglar lo que estoy por hacer. Abro mi boca buscando aprisionar la suya. Su lengua se acerca húmeda; es tan dulce y tersa. Mis manos la aprisionan por la cintura, acercándola más a mi cuerpo. Lena salta al sentir mi yeso tocar su piel, ya no recuerdo qué se siente no tenerlo.
—Se abrió tu labio —me susurra muy cerca—. Sabes a hierro.
—Y tú a fresas con crema…
—Es el chicle —me informa y se aleja para dejarme bajar del mueble. De la mano me guía a la puerta y se detiene—. Por si te quedaron dudas, la conversación pendiente irá en la línea de cómo vamos a hacer funcionar una relación a larga distancia, ¿entendido?
Le sonrío provocando otro sangrado, pero no importa. Aprieto mi dedo sobre la herida y la sigo hasta los escalones donde, antes de bajar, la jalo a mi cuerpo, la abrazo por la espalda, dejándole un beso corto en su hombro desnudo.
"¡Creo que ya tenemos novia! ¡Todas a festejar!"
Así que seré buena....
*****
Me esperaba algo parecido a esa conversación. Ella y yo en el auto rentado después de que pasara a buscarme por la casa de Lena y sacarme de ahí a la fuerza, no física, pero para evitar una discusión salí apenas vi su mirada llena de reprimendas. Más no fue para nada lo que pensaba que sucedería.
—Estás muy lastimada, iremos al hospital.
—No hace falta.
—Sigue sangrando, hace falta —repitió y arrancó en camino a la sala de emergencias.
—Mañana debo ir a que me quiten el yeso, pueden curarlo entonces —le comenté intentando evitarle un mal momento, pero su inestabilidad emocional se hizo presente en un grito.
—¡Iremos ahora!
No le contesté, daba lo mismo si me revisaban esa noche o al día siguiente. ¿Qué sacaba iniciando otra pelea?
—Lo lamento, no debí exaltarme —se disculpó mientras el auto se detenía lentamente frente al semáforo en rojo.
Regresé a ver al volante, sus manos lo agarraban con fuerza para no soltarlo, temblaban. No quise mirarla directamente y exponer su vulnerabilidad, no hacía falta de todas formas, su reflejo en el parabrisas me mostró su preocupación.
—Hablé con tu papá en la mañana… cuando saliste del hotel.
Pensé que lo que seguiría sería un reclamo por haberle mentido. No me encontré con él durante todo el día, tampoco con el posible comprador de mi auto. Decidí no verme con nadie, no quería que mi labio roto e inflamado fuese motivo de preocupación. Mi interés principal era proteger a mamá; lo hablaríamos y resolveríamos todo su debido momento.
—Oleg buscará un departamento en Moscú para ti.
—¿Perdón? —pregunté, creí haber escuchado mal. Un departamento, ¿para mí? ¿Para qué?
—Tu papá te rentará una suite en Moscú. Te mudarás de casa cuando regresemos.
—Yo no le pedí eso. Ni siquiera hablé con él, yo… no voy a irme de casa, mamá.
—Lo harás.
—¡No! No voy a dejarte sola, no hace falta. Hoy tuvimos una discusión, ya pasó, lo arreglamos y listo.
—¡Mira tu cara! —gritó, nuevamente perdiendo el control de sus emociones. Apretó el volante con más fuerza y exhaló todo lo que tenía atrapado en sus pulmones. Tuvo que respirar varias veces antes de volver a hablar—. Yo te hice eso, yo te lastimé…
—Fue un error…
—¡No, no lo fue! —me interrumpió—. Quería callarte, no quería que siguieras diciéndome verdades que no estaba dispuesta a aceptar y te golpeé. Como tú ya lo dijiste, se me está haciendo costumbre y no quiero que vuelva a suceder. Si te quedas conmigo pasará, así que te irás —me informó—. Te mudarás, estaremos en la misma ciudad, pero vivirás por tu cuenta.
—¡¿No te parece que yo tengo una opinión en todo esto?! ¿Qué tal si no quiero vivir sola, eh? ¡¿Pensaron en eso?!
—Estarás bien, cuidada, tu papá dispondrá más dinero en la cuenta del banco para tus gastos y si algo te falta estaré cerca.
—Pero lejos.
—Estarás más segura así.
—Claro, alejada de mi madre por siempre. Segurísima.
¿Qué sacaba ella de todo esto? ¿Qué pretendía? ¿Me insistió tanto para que me fuese con ella y ahora me aleja por mi propio bien?
Me crucé de brazos, concentrada en las luces rojas de los vehículos delante del nuestro. No entendía su decisión, ¿acaso me había convertido en el juguete de mis padres o es tanto el asco que siente por lo que ahora soy?
—Ya hice una cita con un psicólogo cuando regresemos. Iré a terapia… iremos juntas si así lo prefieres, resolveremos esto. Yo trabajaré en mi rechazo hacia tu nueva realidad, en mi… intolerancia. Esto es lo mejor.
Sonaba sincera, dispuesta a arreglar lo que se quebró durante este tiempo, pero su discurso no tenía sentido, no me aliviaba. Su solución era huir, huir como una cobarde; aislarme, como si necesitaran ponerme en cuarentena para curarme.
Mi enojo crecía con cada palabra —que consideré como excusa para hacerme a un lado— y un estrujon en la garganta comenzó a quemarme. Quería gritar y golpearlo todo hasta que mis manos sangraran, quería desahogarme, hacer un berrinche, quería regresar todos esos meses y volver a la normalidad. Apreté con tanta fuerza mi mandíbula que la tensión en mi cara comenzó a doler.
Segundos después mis lagrimas tocaron mis labios y un ardor eminente llegó a mi herida.
Estaba tan harta de llorar, de no poder controlarme emocionalmente, de ver como mi vida seguía desmoronándose y solté mi cinturón. Aproveché que el semáforo cambiaba a verde y bajé estrepitosamente del auto lanzando la puerta, sorteando mi suerte entre los autos que no dejaban de pitar por mi imprudencia. Mamá bajó sin separarse de la puerta y me llamó a gritos, mas yo continué sin dar vuelta atrás, corrí por la acera hasta desaparecer por la esquina y me metí en un callejón que se me hizo familiar. Tantas noches pasé por ahí en camino a mi casa, salía de ver a quien solía llamar mi mejor amigo, quien por un par de años fue mi novio, Aleksey.
Traté de tranquilizarme antes de llegar a su puerta, ni siquiera estaba segura de querer verlo por segunda vez esa noche. Hace unas horas habíamos compartido un rato con Ruslán y Vova en el Kika Club, evitando continuamente los silencios, las miradas, las preguntas evidentes cuando me vio de la mano de Lena.
Mi teléfono comenzó a prenderse con una vibración constante, lo dejaba callarse solo sin contestar, era mamá. Tres segundos después volvía a repetirse; terminé apagándolo, no quería hablar con ella, o para ser precisa escucharla.
Me senté al borde de la vereda de enfrente y encendí el último de mis cigarrillos.
Todo el escenario se me hizo tan lejano, extraño. Solía venir a su casa casi cada noche. Allí dejé muchas de mis primeras veces, allí reí, lloré, grité, volví a reír. Sin importar cómo terminamos, no todo fue malo.
¿Por qué la vida no podía mantenerse así, en esa línea, cuando todo era simple, perfecto, cuando mi preocupación más grande era molestar a Lena al siguiente día?
¿Qué pensaría ella de verme allí? Creería que la estaba traicionando. Que no quería contarle lo que mamá decidió por mí… pero era así, no quería. No tenía duda de que me diría: «Bien, me alegra. Es lo mejor». Pero Lena no vivió semanas sin tener respuestas a un saludo, completamente sola, ella no sintió el rechazo, ella no sabe como duele entrar en una habitación y ver a la persona que más quieres salir para no estar contigo. Ella no entiende nada de mi situación y yo no quiero su felicidad por este resultado ahora.
—Dime que no trajiste más cigarrillos o podrían pasar horas antes de que te atrevas a entrar.
Ya no sabía ni donde estaba mi cabeza, probablemente la había extraviado mientras observaba los gránulos del asfalto, no vi cuando se acercó a mí.
—Es el único —le confirmé. Aleksey se sentó a mi lado y me lo quitó de las manos, fumándose la última pitada que quedaba y lo lanzó a media calle. Sus cenizas color naranja saltaron al rebotar en el piso.
—Quisiera decir que te ves bien, pero te he visto mejor.
Sonreí a mis adentros pensando en que todo tiempo con él fue mejor, hasta cuando todo estaba mal.
La vida es una ironía.
—No te imaginé nunca con Lena… No en mal plan —se corrigió precavido—, solo no lo esperaba.
—Yo tampoco esperaba enamorarme de ella tan pronto.
—¿Enamorada? —preguntó retóricamente—, vaya…
—Yep.
—Pues, a mí me gusta la idea. Aunque ambas me odien, las vi felices hoy y fue agradable.
—¿Crees que hacemos buena pareja?
—¿Mejor que nosotros? Sí, y digamos que no nos fue tan mal un tiempo.
—Un buen tiempo —concordé—. ¿Entonces, te gustamos juntas?
—Se ven muy bien.
—¿Cómo te va con… tu nueva novia? —le pregunté más por amabilidad que por interés. No me importaba cómo estaba la flaca con la que me puso los cuernos.
—Tanya, bien.
—Tanya, ese era su nombre.
Lo recordaba, solo jugué a hacerme la idiota.
—Dime algo, cuando arruinaron mi casa, ¿ya estaban juntas?
Reí regresando a ver a la casa tan limpia. Sí que hicimos un desastre ese día. Lindos recuerdos.
—No, aún no. Pasó mucho después.
—¿Cuáles son las probabilidades de que dos de tus tres amigas sean bisexuales y uno de tus amigos homosexual? Digo, el cincuenta por ciento de nuestro grupo es…
—¿Gay? —completé por él—, y te equivocas, no soy bisexual.
Sus pupilas recorrieron el tope de sus ojos intentando responderse, su cabeza giraba para todos lados, pero se demoró demasiado sumando dos más dos.
—Soy cien por ciento lesbiana, Alyósha.
—Más de dos años cuentan una historia diferente —respondió muy convencido. Yo negué sonriendo y, después, riendo al verlo más descuadrado que antes.
—Aww, ¿acabo de romper tu corazón?
—¿Lesbiana, lesbiana? ¡¿Solo… lesbiana?!
—Sí, solo lesbiana. —Reí.
—¡Wow! Pero espera… ¿cómo puedes asegurarlo? Quizá mañana encuentras a un tipazo como Clooney y adiós lesbianismo.
—No, lo sé porque todo encaja, ¿entiendes? Todo, absolutamente todo. Mis dudas, mis miedos, mis ganas, mis deseos. No sabes lo fuerte que es sentirse completo al besar a alguien y entender que el momento es perfecto, todo lo es.
—Gracias por lo que me toca.
—¡No hagas berrinches, Aleksey! Sabes que tú y yo, aunque pasamos bien, no hacíamos click completamente, nos faltaba algo. Y no lo niegues, que por algo existe Tanya.
—Es verdad —admitió y se acercó dándome un empujón con el brazo—. ¿Y qué te gusta más, boobies o los traseros?
Típico hombre. Dios.
—Ambos, y si es Lena… toda ella. Es perfecta.
—Siento haberles hecho la vida tan imposible —se disculpó. Yo lo perdoné, ya nada de eso importa.
Pasamos la siguiente hora, sentados allí, sintiendo la brisa fría de invierno que entibiaba el aire. Le conté lo que había sucedido con mamá y así surgieron mis posibilidades. Aceptar mudarme a la suite o hablar con papá y pedirle que me ayudara a regresar a Sochi.
—¿Y qué quieres hacer tú? —me preguntó él. Tenía un leve esperanza de que le dijera que regresaría. Dejando los líos de lado, se nota que nos extrañamos.
—Viviremos separadas, pero aún lo suficientemente cerca como para intentar arreglar las cosas. —Acepté sabiendo exactamente qué dejaba atrás al aceptar esa opción, mi relación con Lena.
—Bueno, no es solo tú mamá, está tu escuela…
—Y Ade… alguien que conocí.
—¿Y Lena conoce a este alguien?
—Sí, y no le simpatiza. Será difícil, lo sé.
—Lena Katina es celosa, Yulia. Aunque no lo creas, lo es.
—¿Tú crees?
Se rió con ganas por unos segundos y al calmarse me dijo:
—¿Notaste en el Kika Club a la chica de cabello color violeta que estaba acercándose a la mesa?
—No se acercaba, solo pasó a nuestro lado.
—¡Porque Lena casi la fulmina con la mirada y se abrazó de ti como si necesitara respiración de boca a boca para no morir!
—Exageras, me dio un beso, diminuto.
—Ajá, estaba marcando territorio.
—Mmmm, noooo… —respondí, ladeando mi cabeza, recordando el momento y, bueno, puede que Aleksey tenga un poco de razón—. ¡Nooooooo!
—¿Todavía crees que quieres quedarte en Moscú? —Continuó con sus risas, pero a mi ya no me causó gracia lo que sugería, mucho menos cuando alcé la mirada y la vi furiosa saliendo del taxi en el que acababa de llegar.
...Como una hiperbalada, sin ningún tipo de sentimientos.
****
Nunca había probado una droga más que la marihuana que de vez en cuando fumábamos con Aleksey cuando estábamos aburridos en su patio.
Pero esto es… otro nivel. Mis compañeros de arte saben qué mierda hacen.
Muchas veces escuché que cuando estás volando, llegas a una sensibilidad tan alta que las figuras en frente tuyo se desfiguran con la intensidad de la luz. Yo veo algo así como formas acuosas deslizarse frente a mis ojos, y estoy casi segura de que las luces de verdad son de colores y esto no es producto de las drogas, pero es fantástico; ver luces de colores y figuras fantasmales es genial, es como estar con un montón de muertos cuando tu también estás muerto.
¿Se sentirá así estar en el limbo? ¿No tener cuerpo y solo tu esencia flota por el espacio?
Ja, estoy flotando en el espacio y las luces son estrellas que pasan a mi lado a la velocidad de la luz; cometas, soles, planetas, ovnis… ¡Miren, un árbol!
Dios, estoy caliente. Y no solo con ganas, de verdad estoy caliente. Siento el sudor escurrirse por mi espalda, por mi pecho, por mi cuello; sudo, me siento acalorada, extasiada en la música, la escucho tan claro, penetra en mis oídos con líneas de colores, puedo percibir cada nota; la armonía se funde con mi cuerpo. Las células de mi piel están prendidas y se mueven con el compás que absorben. Mi cabello está mojado, estilando, gotas caen de mi frente hasta mi boca. Culparé al baile, estoy bailando, bailando mucho, muchísimo, topándome con la gente que se me cruza y quizá no está tan volada como yo; bailo y… es como si mi cuerpo se desprendiera del piso, de la realidad. Algo… no, alguien me aprisiona de la cintura y me jala hacia atrás hasta que ya no siento a nadie a mi alrededor, es agradable, estoy caliente y ahora sí de ganas. Quiero sexo, quiero tener sexo con alguien justo ahora, quiero tener sexo volada; dura, estoy dura, es eso, quiero sexo y estoy muy dura.
—Yulia, ¿qué mierda te tomaste ahora?
—¡Ade! —la abrazo no porque la vea claramente y esté segurísima de que es ella, pero creo que es su voz y me llamó por mi nombre, debe ser ella.
—¡¿Qué te tomaste?!
—Baila conmigo, la música está riquísima, ¿la sientes… en la piel? Dios estoy tan caliente…
Tomo con las puntas de mis dedos el filo de su camiseta e intento volver a donde estaba, ahí se sentía bien. Ella se resiste y termina volviéndonos de un jalón al rincón.
—¡¿Dime qué mierda te tomaste?!
—¡Ay, ya! Unas pastillas… ricas… je, je, eres azul… ¡Eres un espectro azul! —le digo tratando de tocarle la nariz, pero no lo logro… ¡Porque es un fantasma perdida en el limbo!
—¡¿Cuántas te tomaste?!
—Nada más dos… ¿quieres que te busque unas?
—¡No, idiota! ¡Nos vamos ahora mismo!
—Nooooooo, yo quiero bailar y quiero cogerme a alguien. ¿Quieres coger conmigo? Me muero de ganas y tú me gustas, me gustas mucho…
—Yulia, cálmate.
Infiero que lo dice porque ya le agarré las boobies, son tan suaves. No lleva sostén bajo esa remera de tiras delgadas; son tan suaves y redondas.
—¡Yulia!
—¿Quién dijo que las amigas no pueden tener sexo?
—¡Yo lo digo! ¡Ya vámonos y ya deja de tocarme! —Quita mis manos de un golpe y comienza a llevarme, pero me suelto de ella. Si no quiere bailar, seguro en este lugar hay alguien que se muere por que la toque y se anima a tener sexo conmigo. Buen sexo, sexo volada y dura.
—¡Que nos vamos! —me repite buscando mi muñeca para obligarme
—¡No! Quiero bailar, quiero sexo, quiero tener sexo bailando, quiero ahogarme en sudor de lo mucho que disfruto el sexo mientras bailo.
¿Le quedó claro o no me expliqué bien?
—¡No vas a tener sexo con nadie esta noche!
—¡¿Por qué no?! —le cuestiono, muy válida mi pregunta—. A la gente le gusta el sexo y a la gente le gusto yo, ¿por qué no encontraría a alguien que quiera acostarse conmigo? Bueno, no necesariamente quiero hacerlo acostada, pero…
—¡Estás drogada, por eso!
—¡Pfff, hay mucha gente drogada aquí, igual de caliente que yo!
—¡Ya, está bien! ¿Quieres coger? ¡Vamos a coger!
Le sonrío con picardía. Ade es tan linda… más que Lena… Sí, mucho más que Lena.
"Concéntrate en Ade".
Sí, Ade, quiero con ella. Debimos hacerlo el día que nos besamos por primera y única vez. Debimos, porque de qué me sirvió serle pseudo fiel a Lena.
"Concéntrate en Ade, Yulia. Queremos con Ade".
Sí, eso, Ade.
—¡Suéltame, si vamos a hacer esto no lo haremos aquí! Nos vamos para tu casa —me informa agarrándome del brazo hasta la salida del… ¿qué mierda es este lugar?, ya ni recuerdo cómo llegué aquí.
—¿Está lloviendo?
—Sí, genio, está lloviendo. Estás empapada y si no vamos a casa te vas a enfermar.
—Pero yo tengo calor…
—¡Por andar tomando estupideces! Ahora, deja de estirar tus brazos al cielo, pareces demente, está helando. ¡Súbete al auto y abróchate el cinturón!
Mi ropa… de verdad está mojada. La siento muy humeda; no alcanzo a ver qué llevo puesto. ¿Uniforme negro?
Me acomodo y trato de jalar la hebilla del cinturón, pero no está. Ade me ayuda y lo asegura.
Mi respiración es fuerte sin la música, la escucho tan claro, estoy acelerada, mi pecho me palpita como si mi corazón quisiera salir corriendo de mi pecho…
Toso y toso mucho, toso hasta quedarme sin voz, sin poder controlarme.
—¡Ni se te ocurra vomitar en mi auto, Yulia, o te juro que estés drogada o no, te pongo a lavarlo con cepillo de dientes!
No creo que tengo nada en el estómago que vomitar y no recuerdo haber bebido nada.
—Tengo sed.
—Obvio, vas perdida dos días. ¿Por lo menos comiste?
—¿Qué? Imposible, hace una horas apenas fui a la casa de uno de mis compañeros de la escuela a hacer el trabajo de arte.
—¡Eso fue el jueves, jueves! ¡Es sábado en la noche, ¿entiendes?! —me grita, está enojada. Es un fantasma azul enojado… Debería ser rojo, el rojo es el color de la ira y de la sangre también, de la pasión y yo estoy caliente, quiero… ¿qué quiero?… Sexo, eso quiero, sí—. ¿Qué vas a entender? ¡Estás en otro mundo!
—¿Por qué estás tan molesta? Solo me tomé dos pastillas para relajarme y salimos a una fiesta, eso es todo.
—¿Cuántas pastillas te has metido desde entonces, Yulia? ¿Con quién has pasado todo este tiempo? ¿Dónde están tus cosas? ¿Tú celular?
—Que hoy nada más, hoy jueves. Fui a la casa de una compañera y salimos un rato, todo está allá, yo estoy bien…
—¡Es sábado!
—¿Puedes no gritarme, por favor? Mi cabeza comienza a ver planetas enteros pasar a mi lado.
La escucho suspirar y gruñir al escucharme. ¿Por qué está tan molesta? Solo quería olvidarme de Lena un rato, un par de horas, ¿es tan malo?
—Cierra los ojos y recuéstate —me exige—. Te avisaré cuando lleguemos a casa.
Siento que frenamos porque mi cuerpo se balancea hasta el frente y regresa golpeándose con el respaldar del asiento. Ade pasa por encima mía y baja la palanca del lado de la puerta; quedo casi recostada. Le hago caso y trato de dormirme hasta llegar, ya ni recuerdo qué quería.
Estoy despierta, pero mis ojos se rehusan a abrirse. Mis labios están adormecidos, igual mi lengua; quiero hablar y no puedo. Mi cabeza pesa una tonelada al igual que mi cuerpo. ¿Me morí? Estoy muerta, ¡estoy en el verdadero limbo!
—Rachel dijo que no podrás hacer mucho por un par de horas más, que debes descansar, así que ni lo intentes.
La observo a través de una diminuta línea de visión, es lo máximo que puedo hacer. Ade…Tengo leves recuerdos de ella, estaba enojada, de eso estoy segura.
—Ojalá se te grabe en la mente cómo se siente no poder hacer absolutamente nada, prácticamente ser un vegetal, a ver si así no vuelves a tomarte tan a la ligera los experimentos químicos de tus compañeros de escuela.
¿A qué se refiere? ¿Qué me dieron? Dijeron que eran relajantes, deshinibidores que eran comunes para manejar el estrés…
¡¿Por qué no me puedo mover?!
—Yulia, tranquila. Tu cuerpo está adormecido por la mezcla. Aún estás con el suero en el brazo. Ya se te irá pasando el malestar en un par de horas. Relaja tu respiración.
Tiene razón, me desesperé y escucho el aire salir y entrar acelerado por mi nariz. Respiro más lento, voy normalizándome.
Dijo que Rachel vino, seguramente es la que me revisó y me puso el suero. Supongo que no estará contenta con que la amiga de su novia esté en estas condiciones. Espero una genuina pateada de trasero cuando me recupere.
Escucho música a lo lejos, no hago nada por lo que parece una eternidad y siento entrar y salir de sueños hasta que por fin puedo limpiar mi garganta y siento mucha luz entrar a mis ojos.
—Puedes cerrar las cortinas…, por favor.
—Reviviste.
—¿Qué hago en tu departamento? ¿Qué día es?
—Es domingo y preferimos con Rachel traerte aquí para cuidarte mejor.
—¿Qué dijo tu novia? ¿Me odia, no?
—Dijo que tuviste mucha suerte de que los idiotas de tus compañeros no te dieran una dosis más alta de PCP.
—¿De qué?
—PCP, un alucinógeno que te pudo haber hecho mucho daño por tonta —puntualiza su insulto—. Por cierto, nos debes como cien rublos en sueros y jeringas.
—Te pagaré apenas pueda llegar a un cajero… —menciono y caigo en cuenta que dejé todo donde mi compañera—. ¡Mis cosas!
—Están aquí, tranquila. Rachel fue a mandar al diablo a tus amiguitos y de paso recogió todo lo que dejaste abandonado. Tú mamá ha llamado como loca, pero no le quise responder. Ya sabes cuánto me ama.
—Mierda, tenía cita con el psicólogo el viernes.
—No estaría malo que fueras de una vez. Te has resistido desde que volviste y está claro que tienes cosas que resolver.
—Solo tengo que olvidar…
—A menos que te hagan una lobotomía no vas a olvidarte de nada. Por qué mejor no me cuentas qué diablos fue lo que pasó entre ustedes. Quizá, y solo quizá, si lo procesas… vas a poder superarlo.
—No, Ade. Si Lena decidió borrarme de su vida es porque mencioné cosas que nunca debí saber. No puedo ir repitiéndolas por ahí. De alguna forma tengo que olvidar y…
—Prométeme que no te vas a poner a experimentar con todas las drogas posibles a ver cuál te sirve.
—No, lo del jueves fue un error.
—Prométemelo.
La tentación de hacer justo eso, es grande. Nada va a remediar lo que pasó entre Lena y yo. Ya han pasado veinte días de esa pelea y no encuentro un solo motivo por el cual quiera perdonarme y dejarme aunque sea ser su amiga. La perdí. Listo… y Ade tiene razón en una sola cosa, nada de lo que haga va a hacerme olvidar…
—Te lo prometo.
—Bien —me dice más aliviada y se levanta con suavidad para no mover mucho la cama. Todavía estoy algo mareada—. ¿Quieres algo de comer?
—No tengo hambre, pero haré un esfuerzo. Puede ser que con comida se llene este vacío que siento en el pecho.
Es como estar varada en el medio de la nada....
****
—¿Tu mamá te está buscando como loca y tú aquí sentada con… él?
—Lena…
—¡¿He recorrido la ciudad entera por más de una hora?!
Recuerdo tan bien su semblante, su furia al mirarme como si fuese su vergüenza más grande. Su novia hablando con el «enemigo».
—Creo que mejor me voy —dijo Aleksey levantándose.
—Sí, vete…
—¡Lena!
—¿Qué? ¡Dime que no te olvidaste de lo que te hizo, de lo que me hizo a mí!
No lo había olvidado, pero ¿tenía que hacerlo para perdonarlo, para recobrar una amistad que me hacía tanta falta?
No entendí nada, unas horas atrás habíamos pasado todos juntos, ¿por qué Lena podía soportar la idea si se trataba de algo que Ruslán necesitaba, pero si yo lo hacía no?
—Buenas noches a las dos —dijo Aleksey, queriendo evitar una pelea y se despidió con la mano.
—¡Ya, vete! —le gritó ella.
—No tenías por qué ser tan grosera, ¿sabes? —le dije poniéndome de pie también, comenzando a caminar en dirección contraria a ese auto amarillo que nos esperaba estacionado en la esquina.
—¿A dónde vas? Tu mamá habló con mis padres y dijo que no había problema con que te quedes las vacaciones en mi casa.
—¿Y por qué querría hacer eso después de cómo te acabas de comportar? Ni siquiera sabes por qué terminé aquí o qué sucedió con mamá, no sabes nada.
No me digne en regresar a verla, lo que yo decidiera hacer con mis amigos no era algo en lo que ella tenía voto. Si apagué mi teléfono y charlé con Aleksey por horas es porque lo requería, ¿qué
tenía de malo? Y mientras no cruzara la línea de la infidelidad a ella qué le importaba.
—Imagino lo que pasó entre ustedes después de verla tan afligida —me respondió, lo cual me molestó infinitamente. Se había puesto del lado de mi mamá porque eso significaba que ella se saldría con la suya, ya no estaría cerca «para que me hiciera daño».
—Tus suposiciones no cuentan, Lena. Vete a casa, yo voy al hotel.
Esa noche todo terminó allí. Me rehusé a subir al auto. Ella le pidió al conductor del taxi que nos escoltara hasta mi destino final para luego llevarla de regreso. El hombre sí que hizo su noche, nos seguía a dos kilómetros por hora mientras el taxímetro corría.
Ella se mantuvo a mi lado sin mencionar palabra, yo tampoco lo hice. Cruzada de brazos continué de frente sin mirarla. Al llegar al lobby le dije un «buenas noches» seco, y seguí derecho.
Vuelvo y revuelvo mis recuerdos de esa noche. Estoy convencida que ahí fue donde inició el último descenso de nuestra montaña rusa.
—Te esperaba el viernes —me dice Alik, mi nuevo terapeuta.
Al regresar a Moscú mamá hizo entrevistas con varios psicólogos que le recomendaron para ver cuál nos convenía más y éste es el que se ganó el lujo de tratarnos, suerte la suya.
—Siento no haber avisado que no vendría. Me intoxiqué y no estuve en mis cinco sentidos hasta el domingo.
—Tu mamá me comentó ayer que te había llamando todo el fin de semana y no le contestaste.
—¿Discutiremos contigo las sesiones de la otra? —le pregunto con todo el propósito de darle a entender que desapruebo su comentario. ¿Cómo quiere que le cuente cosas si va a ir con el chisme después?
—No, es simplemente un comentario —me respondió—. Ella estaba muy preocupada por tu bienestar. Y eso sí será parte de esta sesión.
—Pensé que la que pondría el tema de conversación sería yo.
—No necesariamente. Entiendo el problema que necesitamos tratar. Al momento, evaluar las respuestas de ambas sobre sus acciones es una prioridad.
—Pues estuve descompuesta y mi teléfono se quedó sin batería, no me preocupé en cargarlo o revisar llamadas.
—Entiendo. —Pausó un momento encontrando una hoja limpia en su libreta—. ¿Hablaste ya con ella?
—Sí, ayer en la noche.
—Bien. —Lo apunta—. Sé que no se han visto ni una sola vez este mes…
—En veintidós días —lo corrijo. Me mira con curiosidad, pero si va a hacer una declaración de ese tipo, que sea exacto—. No nos vemos desde que regresamos a la ciudad, eso fue hace veintidós días.
Lo apunta. No sé qué tan buena idea fue contratarlo si tan solo va a escribir cosas sin importancia y a mantener la conversación tan ligera.
—¿Cómo te has acoplado a vivir sola?
—Soy responsable, si eso es lo que quieres saber.
—Imagino que lo eres —me aclara sonreído. Le hace gracia mi actitud altiva, mis inferencias y respuestas acorde, idiota—. Tienes una personalidad fuerte, llegaste a la cita impecable, con veinte minutos de anticipación, asumo por eso, y por tu expresión corporal, que eres perfeccionista al detalle, quieres impresionar, es algo que debes transmitir en todos los ámbitos de tu vida. La responsabilidad ayuda mucho a dar esa idea.
—¿Crees que estoy poniendo un acto?
Es lo que acaba de darme a entender, ¿no?
—Creo que tratas de controlar cada aspecto, esté o no bajo tu poder. Ahora mismo quieres lucir más fuerte de lo que en realidad eres. Quieres que yo piense que todo está bien, mas si fuese así no tendrías que visitarme —me recalca tocando un nervio.
Sí, intento que no se de cuenta de que mi vida está hecha añicos, que hay días que no puedo levantarme de la cama y, de no ser por Ade, probablemente no habría sobrevivido el fin de semana.
Vivir sola me está matando, mi vida es cada día menos mía. El pecho me duele por la ausencia de todo, por mi rompimiento con Lena, por la culpa que traigo desde que le entregué esa carta, por la distancia que mamá se convenció que debe mantener de mí.
—Aquí, en esta habitación, no hay reclamos, Yulia. Nadie va a juzgarte por lo que hagas o dejes de hacer. Si necesitas llorar, puedes hacerlo, nadie más lo sabrá.
—No quiero llorar.
—Las lágrimas son una forma de liberar el estrés, el miedo, el dolor; son el mecanismo que el cuerpo tiene que encontrar el equilibrio emocional. No hay nada malo en llorar… a menos que eso te haga sentir… fuera de control.
Otro punto para el hombre estudiado enfrente de mí. Igual prefiero no contestarle.
—Trabajaremos en eso estas semanas —le da un empujón al extremo superior del lapicero, sacando más mina para escribir y apunta nuestros nuevos objetivos—. Ahora, emocionalmente, ¿cómo te sientes desde que vives sola? ¿Cómo pasaste la primera noche?
Mi memoria se desata sola. Me veo allí, sentada en silencio y en la oscuridad en medio de mi sala llena de cajas con mis pocas cosas. Mi cama en la habitación todavía desarmada, el colchón tirado a un lado, las sábanas en una bolsa plástica sin haber sido sacadas de su empaque desde que salieron de la tienda esa mañana. La música que salía del apartamento de mi vecino del piso de arriba, era suave y clara; habían risas de él y de varios amigos que disfrutaban la noche. Aun así, con todas las distracciones presentes, lo que más me hipnotizaba era algo que tenía en mis manos, mi teléfono. Su pantalla encendida era lo único que transmitía vida en toda la habitación.
«No puede encontrar al usuario que busca. Has sido bloqueado de su cuenta».
Esa noche me percaté de que Lena no se había tomado ni un día desde nuestra pelea para sacarme de cada parte de su vida y, estando tan lejos, yo ya no existía más.
Le llamé, pero la operadora ni siquiera me permitía dejarle un mensaje, iba directo al pitido intermitente de: «no está disponible». Todas sus cuentas sociales desaparecieron automáticamente para mí y bloqueó sus publicaciones únicamente para que las vieran sus amigos; yo ya no lo era.
Horas y horas pasé así, viendo el fondo de pantalla que tenía nuestra última fotografía, intercalándola con las luces de los edificios vecinos.
Se me hizo tan irreal saber que nunca más tendría contacto con ella. Si casualmente nos encontrábamos en el futuro —por trabajo o por el destino—, me ignoraría.
Eventualmente me quedé dormida apoyada en mi sofá. Desperté con los golpes de la puerta, con Ade y su nueva novia Rachel dispuestas a ayudarme a desempacar y, si no fuese por ellas, seguiría todo en el mismo lugar.
—¿Sabes, Yulia? Tu silencio dice mucho más de lo que las palabras podrían en este momento, pero no te preocupes, seguiremos trabajando en esto.
Se levanta de su silla de diseñador. El tipo es elegante al extremo y un maniático de la limpieza. Este consultorio da la impresión de haber sido esterilizado aunque no huele a cloro, su aroma es más fresco, como la brisa del bosque o una de esas fragancias artificiales muy delicadas.
—¿Sabes cómo usar una de estas? —me pregunta, sacando una grabadora vieja del cajón superior de su escritorio.
—Presionas el botón de grabar y después el de detener —respondo indiferente.
—Perfecto, ten.
—¿Qué quieres que haga con ella?
—Por diez minutos cada día, como mínimo, la encenderás y hablarás sobre algún acontecimiento en particular.
—¿Quieres que grabe un diario? Puedo escribirlo, soy buena escribiendo.
—No, lo grabarás. Quiero que aprendas a exteriorizar tus sentimientos.
—¿Los escucharás? —le pregunto, es importante, de eso dependerá de qué hable.
—Solo si tú quieres.
—Te la devuelvo, puedo grabarme en mi teléfono, será más cómodo —le contesto estirando mi mano, mas él niega sin aceptar el aparato de regreso.
—Lo harás con la grabadora.
Le pongo una cara de orto porque detesto a la gente empecinada. Prefiero la tecnología moderna en este caso.
—Ese cassette es de sesenta minutos de duración, entrarán aproximadamente de cinco a seis días.
—¿Cuál es el propósito?
—Simple, te familiarizarás con escucharte hablar en voz alta. No quiero que sientas que debes preparar algo, quiero que seas espontánea, que no lo pienses. Tan solo siente y habla —me indica... qué más queda, tendré que hacerlo—. Finalmente, todo eso que soltaste, tiene una fecha de expiración. A la semana siguiente tendrás que borrarlo para grabar los nuevos audios.
—Hmm, eres listo, «nada dura para siempre». —Intuyo que de eso se trata, que aprenda que hay cosas que se crean y se pierden. Que es imposible recuperarlas.
—Algo así, además de otras cosas que aprenderás con el ejercicio.
—Okey —guardo la grabadora en mi bolsa y noto la pantalla de mi teléfono encendida con una notificación de un mensaje de texto en el que me envían una foto. Es un número desconocido.
—¿Todo bien? —me pregunta el terapeuta.
No puedo evitar deslizar mi dedo en la pantalla y el mensaje se abre…
Es Lena a lo lejos, y en este instante entra un texto nuevo del mismo número.
«También sé quién eres tú…, Yulia».
Les explico algo antes que vayan a convertirse en un enredo.
Si están siguiendo la historia desde el principio, podrán entender entonces este capítulo que viene. Solo recuerden la carta con la que comenzó la historia y que Yulia solo estaba recordando lo que sucedió antes de que ese pedazo de papel, llegara a manos de Lena
Gracias por tu comentario andyvolkatin , un abrazo
Capítulo 45: Sin ti
Su mano se apoya en su pulgar con el algodón húmedo, acariciando suavemente mi labio al limpiarlo. Toda su concentración cae en mi herida, sus ojos no se atreven a encontrarse con los míos. En cambio yo, no puedo separarlos de su rostro. Está serena, pero muy concentrada en no hacerme daño.
La casa está en silencio aparte de la televisión que pasa un partido de fútbol o bien podría ser basquet ball, seguramente nadie está viéndolo.
Los chicos salieron con Ruslán para distraerlo y nos esperan en el Kika Club cuando Lena y yo terminemos de arreglarme. Mi labio abierto y la sangre que ha pasado salpicada en mi camiseta todo el día, no son la mejor forma de olvidarse de la violencia intrafamiliar.
Los papás de Lena deben estar discutiendo en el jardín la nueva situación a la que se enfrentan. Ruslán vivirá aquí por lo que entendí de aquella discusión. ¿Qué fue lo que pasó? Aún no tengo idea, Lena informó a todos los que estaban presentes ese momento, que me traería al baño para ayudarme a asearme y me jaló de la mano hasta el segundo piso. No ha pronunciado palabra desde que entramos aquí y se ausentó unos minutos para acordar con Aleksey, Vladimir y Ruslán vernos más tarde. Desde entonces, el silencio nos acompaña.
Ella saca un nuevo algodón del frasco y lo humedece ligeramente abriendo la llave de agua del lavabo a mis espaldas. Yo sigo sentada en el mueble, mirándola. Esta vez no lo repasa sobre mis labios, tan solo ejerce presión y suspira. Si yo hablo voy a destruir sus esfuerzos por curarme, la herida se abrirá de nuevo, así que me callo. Lo único que se hace presente es nuestra respiración.
"No fue buena idea venir, no quiere hablar con nosotras".
"Deberíamos irnos. También podemos hacer esto solas".
"Sí, dile que gracias y vámonos".
Cálmense, ¿sí? Denle tiempo, ya hablará.
"Nos está ignorando; comienza a doler".
Lo sé. Han pasado por lo menos diez minutos y ni una sola palabra.
Ella no nos quería aquí, tienen razón. Y yo vine, sin pensar en lo que dijo, ella nos llamaría. Fui torpe… no debí venir.
"Estabas preocupada y tienes las fotos".
"Dile gracias, deja el sobre y vámonos".
"No, escríbele la carta y mándale las fotos luego. Ahora baja del mueble y vamos al hotel. Mamá debe estar preocupada".
"Que importa mamá. Vámonos de fiesta, igual nos va a cachetear, lleguemos ahora o mañana".
—¿Duele? —me susurra.
Abro mis ojos —no recuerdo cuando los cerré—, la veo entre una visión borrosa. Genial, estamos llorando, otra vez.
Niego tan ligero que creo no haberme hecho entender.
—Solo espera un minuto más, el sangrado debe parar y podemos hablar, ¿te parece?
"¡Locas todas! No decía nada porque no quería que hablemos, obvio. Se merece una piña colada, ¡saquémosla de fiesta!"
Río por ese comentario interno y ahora sí duele. Lena ya no hace presión en mi labio, busca un pañuelo de papel y me ayuda limpiando mis lágrimas. Me mira con cariño y preocupación.
—¿Hace cuánto que te hace esto tu mamá?
—¿Por qué supones que fue ella? Me caí de cara y…
—Sí, seguro. Porque cuando te caes de esa manera solo te rompes el labio. Las mejillas no se lastiman, ni los ojos, ni se raja la piel, solo el labio y de un solo lado, con un corte que lo hizo claramente un anillo, yep —me resume—. ¿Desde cuándo?
—Desde que llegamos a Moscú…
—Hmm, lo suponía. No debí besarte en el aeropuerto, tu mamá debe odiarme.
—Un poco.
—¿Por qué estás inventando excusas por ella? ¿Por qué no has hablado con tu papá al respecto?
—Mamá no entiende como manejar su frustración. No la meteré en problemas por algo que yo misma causé.
Alza sus cejas hasta el cielo y se detiene fría, mirándome, analizando mis facciones para saber si estoy soltando un comentario sarcástico o de verdad digo lo que pienso. Se sorprende al darse cuenta de que es así.
—Dime que no esperarás que te deje muerta para hacer algo —me dice en un tono desafiante, está molesta.
—Mamá no llegará a ese extremo…
—Eso mismo pensaba Ruslán, hasta que hace un poco más de dos semanas llegó a esta casa del brazo de Aleksey, tan golpeado, que papá creyó que una pandilla le había caído encima cuando lo vio.
—¿Su papá? —le pregunto recordando lo que sucedió con la bicicleta. Aleksey creía que lo habían golpeado en su casa, Lena me lo dijo también, Sergey pensaba que alguien abusaba de él por la nota anónima que dejaron en la comisaría de policía.
—Su mamá —me responde, dejándome fría—. Ruslán no quiso defenderse para no hacerle daño. Ella lo descubrió con un chico en su casa, no le agradó la noticia, así que se descargó contra él. Y no es que su papá nunca le puso un dedo encima, pero la que más le hizo daño fue ella.
Conozco a sus padres, su mamá no es más alta que él. No la imagino levantándole la mano, pero una vez más, aquí está mi labio para recordarme que no hace falta ser un gigante.
—Papá amenazó con demandarla esa noche si no lo dejaban en paz. Ruslán regresó bajo la promesa de que hablarían e irían a un psicólogo como familia, lo que nunca sucedió y hace unos días vino con el ojo morado… ¿Lo notaste?
—Un poco, sí.
—Papá introdujo la demanda al día siguiente y lo designaron como guardián temporal. Está viviendo en el cuarto de huéspedes desde entonces. Su papá vino a exigir que se quite la demanda, que Ruslán vuelva a su casa. Papá se negó, lo demás lo viste.
—Es… ¿por eso que no me llamaste?
Suspira amplio antes de contestarme y asiente. Le toma unos segundos encontrar las palabras que quiere decir.
—En gran parte, sí —me dice y baja la mirada a mis manos. Las junta con las suyas y sonríe al entrelazar nuestros dedos—. Ruslán es muuuy intenso, ¿sabes? Y además, las tareas, los exámenes, en fin. Lo siento, debí hablarte, pero… no quería hablar con nadie.
—Entiendo.
—No… quiero excusarme. Es tan solo que ver a mi amigo tan golpeado por tener los papás que le tocaron, me pegó muy duro.
—¿Por qué? No puedes hacer nada al respecto.
—Recuerdas la carta que te mandé, ¿la leíste, no?
—Claro que lo hice, te lo dije el día que hablamos.
—Cierto, es verdad, lo mencionaste y me agradeciste el disco… Emm, pues…
—¿Te sientes culpable?
—Hmm… —Exhala con una triste sonrisa—. Me conoces muy bien.
—Algo… un poquito nada más —bromeo, Lena regresa a verme unos segundos y baja la mirada jugando nuevamente con nuestras manos.
—¿Sabes lo que se siente ser la hija de un presunto asesino, nada menos que de tu propia madre, y tener la suerte de haber terminado con dos papás que te dicen que te aman todos los días sin importar qué hagas, quién seas, de dónde vengas, y al mismo tiempo ver a mis amigos golpeados por la gente que más debería protegerlos? ¿Qué hice yo de bueno para tener esa suerte? ¿Por qué yo? Tu lo mereces más, Ruslán lo merece más.
—No es verdad…
—Lo es.
—No, Lena. Tú no tienes por qué cargar las cruces de tus padres, ni tampoco Ruslán y yo las de los nuestros —le explico—. Tú, más que nadie, mereces a Inessa y a Sergey. A Katia la pueden tirar por la ventana.
—Tonta… —me dice con una sonrisa formada en sus labios—. ¿Por qué no me contaste lo que tu mamá te estaba haciendo?
—Dijiste que me llamarías.
—Pudiste llamarme tú…
"¿Ves? Ade tenía razón cuando dijo está esperando que tomes la iniciativa".
—No quería presionarte… Lena…, yo, de verdad, lamento lo que pasó. Fui muy infantil.
—No. Te lo dije esa noche, estabas en tu derecho. Además, ya no importa.
Asiento apretando mis dedos contra los suyos. Se siente tan bien tenerla así.
—¿Vamos por una hamburguesa? ¿Alitas búfalo? ¿Papas fritas? —me sugiere con entusiasmo, eso solo quiere decir que muere de hambre.
—En realidad quisiera hablar sobre… nosotras.
—Sí, lo imagino, yo también, pero no he probado bocado todo el día aparte de un café que tomé en la tarde —me cuenta. Eso explica qué hacía en la cafetería—. No estoy tratando de evadir la conversación, por si… crees eso.
—No, está bien, vamos a comer antes que tu estómago te coma por dentro y dejes de existir.
—No estoy tan flaca, exageras. ¿Hablamos al regresar?
—Ya será tarde.
—Sí, ¿pero te quedarás a dormir, no? —me pregunta suponiendo que es lo más lógico
—Mamá no encontrará eso muy apropiado, debería regresar al hotel y no indisponerla más.
—¡No puedes regresar con ella!
—Sé que tienes miedo por lo que sucedió con Ruslán…
—¡Tienes el labio roto, roto de si se vuelve a abrir habrá que llevarte al hospital para que te den unas puntadas, así de roto!
—Tranquila, no me hará nada, y si lo hace vendré directo aquí.
—Yulia… quédate, por favor.
Se acuerdan del gato con botas… Lena, justo ahora, la gata con botas.
—Déjame llamarla, ¿okey? Veremos qué dice.
—Dile que vamos a comer nada más y luego le mandas un mensaje diciendo que se hizo tarde y pasarás la noche.
—Y ella vendrá a buscarme y me sacará de aquí de un grito.
—Papá no la dejará.
—¿Acaso Sergey va a ponerse un centro de menores agredidos? —pregunto con sarcasmo. La solución a todo no es que alguien ponga un juicio a cada padre que no sabe manejar una circunstancia especial. Y el caso de Ruslán es distinto al mío—. Mejor hablo con ella en calma, y para hacerlo, prefiero no alterarla.
—Okey —su cara triste dibuja sus labios caídos—, pero al menos…
Me analiza, fijándose una vez más en mi corte. Sus manos se sueltan de las mías y pronto las siento sobre mis mejillas acariciándome tan suave que un escalofrío me recorre por el cuello, mis ojos se cierran y siento sus labios tibios sobre los míos. En este instante no me importa el dolor o si después deberé buscar aguja e hilo para arreglar lo que estoy por hacer. Abro mi boca buscando aprisionar la suya. Su lengua se acerca húmeda; es tan dulce y tersa. Mis manos la aprisionan por la cintura, acercándola más a mi cuerpo. Lena salta al sentir mi yeso tocar su piel, ya no recuerdo qué se siente no tenerlo.
—Se abrió tu labio —me susurra muy cerca—. Sabes a hierro.
—Y tú a fresas con crema…
—Es el chicle —me informa y se aleja para dejarme bajar del mueble. De la mano me guía a la puerta y se detiene—. Por si te quedaron dudas, la conversación pendiente irá en la línea de cómo vamos a hacer funcionar una relación a larga distancia, ¿entendido?
Le sonrío provocando otro sangrado, pero no importa. Aprieto mi dedo sobre la herida y la sigo hasta los escalones donde, antes de bajar, la jalo a mi cuerpo, la abrazo por la espalda, dejándole un beso corto en su hombro desnudo.
"¡Creo que ya tenemos novia! ¡Todas a festejar!"
Así que seré buena....
*****
Me esperaba algo parecido a esa conversación. Ella y yo en el auto rentado después de que pasara a buscarme por la casa de Lena y sacarme de ahí a la fuerza, no física, pero para evitar una discusión salí apenas vi su mirada llena de reprimendas. Más no fue para nada lo que pensaba que sucedería.
—Estás muy lastimada, iremos al hospital.
—No hace falta.
—Sigue sangrando, hace falta —repitió y arrancó en camino a la sala de emergencias.
—Mañana debo ir a que me quiten el yeso, pueden curarlo entonces —le comenté intentando evitarle un mal momento, pero su inestabilidad emocional se hizo presente en un grito.
—¡Iremos ahora!
No le contesté, daba lo mismo si me revisaban esa noche o al día siguiente. ¿Qué sacaba iniciando otra pelea?
—Lo lamento, no debí exaltarme —se disculpó mientras el auto se detenía lentamente frente al semáforo en rojo.
Regresé a ver al volante, sus manos lo agarraban con fuerza para no soltarlo, temblaban. No quise mirarla directamente y exponer su vulnerabilidad, no hacía falta de todas formas, su reflejo en el parabrisas me mostró su preocupación.
—Hablé con tu papá en la mañana… cuando saliste del hotel.
Pensé que lo que seguiría sería un reclamo por haberle mentido. No me encontré con él durante todo el día, tampoco con el posible comprador de mi auto. Decidí no verme con nadie, no quería que mi labio roto e inflamado fuese motivo de preocupación. Mi interés principal era proteger a mamá; lo hablaríamos y resolveríamos todo su debido momento.
—Oleg buscará un departamento en Moscú para ti.
—¿Perdón? —pregunté, creí haber escuchado mal. Un departamento, ¿para mí? ¿Para qué?
—Tu papá te rentará una suite en Moscú. Te mudarás de casa cuando regresemos.
—Yo no le pedí eso. Ni siquiera hablé con él, yo… no voy a irme de casa, mamá.
—Lo harás.
—¡No! No voy a dejarte sola, no hace falta. Hoy tuvimos una discusión, ya pasó, lo arreglamos y listo.
—¡Mira tu cara! —gritó, nuevamente perdiendo el control de sus emociones. Apretó el volante con más fuerza y exhaló todo lo que tenía atrapado en sus pulmones. Tuvo que respirar varias veces antes de volver a hablar—. Yo te hice eso, yo te lastimé…
—Fue un error…
—¡No, no lo fue! —me interrumpió—. Quería callarte, no quería que siguieras diciéndome verdades que no estaba dispuesta a aceptar y te golpeé. Como tú ya lo dijiste, se me está haciendo costumbre y no quiero que vuelva a suceder. Si te quedas conmigo pasará, así que te irás —me informó—. Te mudarás, estaremos en la misma ciudad, pero vivirás por tu cuenta.
—¡¿No te parece que yo tengo una opinión en todo esto?! ¿Qué tal si no quiero vivir sola, eh? ¡¿Pensaron en eso?!
—Estarás bien, cuidada, tu papá dispondrá más dinero en la cuenta del banco para tus gastos y si algo te falta estaré cerca.
—Pero lejos.
—Estarás más segura así.
—Claro, alejada de mi madre por siempre. Segurísima.
¿Qué sacaba ella de todo esto? ¿Qué pretendía? ¿Me insistió tanto para que me fuese con ella y ahora me aleja por mi propio bien?
Me crucé de brazos, concentrada en las luces rojas de los vehículos delante del nuestro. No entendía su decisión, ¿acaso me había convertido en el juguete de mis padres o es tanto el asco que siente por lo que ahora soy?
—Ya hice una cita con un psicólogo cuando regresemos. Iré a terapia… iremos juntas si así lo prefieres, resolveremos esto. Yo trabajaré en mi rechazo hacia tu nueva realidad, en mi… intolerancia. Esto es lo mejor.
Sonaba sincera, dispuesta a arreglar lo que se quebró durante este tiempo, pero su discurso no tenía sentido, no me aliviaba. Su solución era huir, huir como una cobarde; aislarme, como si necesitaran ponerme en cuarentena para curarme.
Mi enojo crecía con cada palabra —que consideré como excusa para hacerme a un lado— y un estrujon en la garganta comenzó a quemarme. Quería gritar y golpearlo todo hasta que mis manos sangraran, quería desahogarme, hacer un berrinche, quería regresar todos esos meses y volver a la normalidad. Apreté con tanta fuerza mi mandíbula que la tensión en mi cara comenzó a doler.
Segundos después mis lagrimas tocaron mis labios y un ardor eminente llegó a mi herida.
Estaba tan harta de llorar, de no poder controlarme emocionalmente, de ver como mi vida seguía desmoronándose y solté mi cinturón. Aproveché que el semáforo cambiaba a verde y bajé estrepitosamente del auto lanzando la puerta, sorteando mi suerte entre los autos que no dejaban de pitar por mi imprudencia. Mamá bajó sin separarse de la puerta y me llamó a gritos, mas yo continué sin dar vuelta atrás, corrí por la acera hasta desaparecer por la esquina y me metí en un callejón que se me hizo familiar. Tantas noches pasé por ahí en camino a mi casa, salía de ver a quien solía llamar mi mejor amigo, quien por un par de años fue mi novio, Aleksey.
Traté de tranquilizarme antes de llegar a su puerta, ni siquiera estaba segura de querer verlo por segunda vez esa noche. Hace unas horas habíamos compartido un rato con Ruslán y Vova en el Kika Club, evitando continuamente los silencios, las miradas, las preguntas evidentes cuando me vio de la mano de Lena.
Mi teléfono comenzó a prenderse con una vibración constante, lo dejaba callarse solo sin contestar, era mamá. Tres segundos después volvía a repetirse; terminé apagándolo, no quería hablar con ella, o para ser precisa escucharla.
Me senté al borde de la vereda de enfrente y encendí el último de mis cigarrillos.
Todo el escenario se me hizo tan lejano, extraño. Solía venir a su casa casi cada noche. Allí dejé muchas de mis primeras veces, allí reí, lloré, grité, volví a reír. Sin importar cómo terminamos, no todo fue malo.
¿Por qué la vida no podía mantenerse así, en esa línea, cuando todo era simple, perfecto, cuando mi preocupación más grande era molestar a Lena al siguiente día?
¿Qué pensaría ella de verme allí? Creería que la estaba traicionando. Que no quería contarle lo que mamá decidió por mí… pero era así, no quería. No tenía duda de que me diría: «Bien, me alegra. Es lo mejor». Pero Lena no vivió semanas sin tener respuestas a un saludo, completamente sola, ella no sintió el rechazo, ella no sabe como duele entrar en una habitación y ver a la persona que más quieres salir para no estar contigo. Ella no entiende nada de mi situación y yo no quiero su felicidad por este resultado ahora.
—Dime que no trajiste más cigarrillos o podrían pasar horas antes de que te atrevas a entrar.
Ya no sabía ni donde estaba mi cabeza, probablemente la había extraviado mientras observaba los gránulos del asfalto, no vi cuando se acercó a mí.
—Es el único —le confirmé. Aleksey se sentó a mi lado y me lo quitó de las manos, fumándose la última pitada que quedaba y lo lanzó a media calle. Sus cenizas color naranja saltaron al rebotar en el piso.
—Quisiera decir que te ves bien, pero te he visto mejor.
Sonreí a mis adentros pensando en que todo tiempo con él fue mejor, hasta cuando todo estaba mal.
La vida es una ironía.
—No te imaginé nunca con Lena… No en mal plan —se corrigió precavido—, solo no lo esperaba.
—Yo tampoco esperaba enamorarme de ella tan pronto.
—¿Enamorada? —preguntó retóricamente—, vaya…
—Yep.
—Pues, a mí me gusta la idea. Aunque ambas me odien, las vi felices hoy y fue agradable.
—¿Crees que hacemos buena pareja?
—¿Mejor que nosotros? Sí, y digamos que no nos fue tan mal un tiempo.
—Un buen tiempo —concordé—. ¿Entonces, te gustamos juntas?
—Se ven muy bien.
—¿Cómo te va con… tu nueva novia? —le pregunté más por amabilidad que por interés. No me importaba cómo estaba la flaca con la que me puso los cuernos.
—Tanya, bien.
—Tanya, ese era su nombre.
Lo recordaba, solo jugué a hacerme la idiota.
—Dime algo, cuando arruinaron mi casa, ¿ya estaban juntas?
Reí regresando a ver a la casa tan limpia. Sí que hicimos un desastre ese día. Lindos recuerdos.
—No, aún no. Pasó mucho después.
—¿Cuáles son las probabilidades de que dos de tus tres amigas sean bisexuales y uno de tus amigos homosexual? Digo, el cincuenta por ciento de nuestro grupo es…
—¿Gay? —completé por él—, y te equivocas, no soy bisexual.
Sus pupilas recorrieron el tope de sus ojos intentando responderse, su cabeza giraba para todos lados, pero se demoró demasiado sumando dos más dos.
—Soy cien por ciento lesbiana, Alyósha.
—Más de dos años cuentan una historia diferente —respondió muy convencido. Yo negué sonriendo y, después, riendo al verlo más descuadrado que antes.
—Aww, ¿acabo de romper tu corazón?
—¿Lesbiana, lesbiana? ¡¿Solo… lesbiana?!
—Sí, solo lesbiana. —Reí.
—¡Wow! Pero espera… ¿cómo puedes asegurarlo? Quizá mañana encuentras a un tipazo como Clooney y adiós lesbianismo.
—No, lo sé porque todo encaja, ¿entiendes? Todo, absolutamente todo. Mis dudas, mis miedos, mis ganas, mis deseos. No sabes lo fuerte que es sentirse completo al besar a alguien y entender que el momento es perfecto, todo lo es.
—Gracias por lo que me toca.
—¡No hagas berrinches, Aleksey! Sabes que tú y yo, aunque pasamos bien, no hacíamos click completamente, nos faltaba algo. Y no lo niegues, que por algo existe Tanya.
—Es verdad —admitió y se acercó dándome un empujón con el brazo—. ¿Y qué te gusta más, boobies o los traseros?
Típico hombre. Dios.
—Ambos, y si es Lena… toda ella. Es perfecta.
—Siento haberles hecho la vida tan imposible —se disculpó. Yo lo perdoné, ya nada de eso importa.
Pasamos la siguiente hora, sentados allí, sintiendo la brisa fría de invierno que entibiaba el aire. Le conté lo que había sucedido con mamá y así surgieron mis posibilidades. Aceptar mudarme a la suite o hablar con papá y pedirle que me ayudara a regresar a Sochi.
—¿Y qué quieres hacer tú? —me preguntó él. Tenía un leve esperanza de que le dijera que regresaría. Dejando los líos de lado, se nota que nos extrañamos.
—Viviremos separadas, pero aún lo suficientemente cerca como para intentar arreglar las cosas. —Acepté sabiendo exactamente qué dejaba atrás al aceptar esa opción, mi relación con Lena.
—Bueno, no es solo tú mamá, está tu escuela…
—Y Ade… alguien que conocí.
—¿Y Lena conoce a este alguien?
—Sí, y no le simpatiza. Será difícil, lo sé.
—Lena Katina es celosa, Yulia. Aunque no lo creas, lo es.
—¿Tú crees?
Se rió con ganas por unos segundos y al calmarse me dijo:
—¿Notaste en el Kika Club a la chica de cabello color violeta que estaba acercándose a la mesa?
—No se acercaba, solo pasó a nuestro lado.
—¡Porque Lena casi la fulmina con la mirada y se abrazó de ti como si necesitara respiración de boca a boca para no morir!
—Exageras, me dio un beso, diminuto.
—Ajá, estaba marcando territorio.
—Mmmm, noooo… —respondí, ladeando mi cabeza, recordando el momento y, bueno, puede que Aleksey tenga un poco de razón—. ¡Nooooooo!
—¿Todavía crees que quieres quedarte en Moscú? —Continuó con sus risas, pero a mi ya no me causó gracia lo que sugería, mucho menos cuando alcé la mirada y la vi furiosa saliendo del taxi en el que acababa de llegar.
...Como una hiperbalada, sin ningún tipo de sentimientos.
****
Nunca había probado una droga más que la marihuana que de vez en cuando fumábamos con Aleksey cuando estábamos aburridos en su patio.
Pero esto es… otro nivel. Mis compañeros de arte saben qué mierda hacen.
Muchas veces escuché que cuando estás volando, llegas a una sensibilidad tan alta que las figuras en frente tuyo se desfiguran con la intensidad de la luz. Yo veo algo así como formas acuosas deslizarse frente a mis ojos, y estoy casi segura de que las luces de verdad son de colores y esto no es producto de las drogas, pero es fantástico; ver luces de colores y figuras fantasmales es genial, es como estar con un montón de muertos cuando tu también estás muerto.
¿Se sentirá así estar en el limbo? ¿No tener cuerpo y solo tu esencia flota por el espacio?
Ja, estoy flotando en el espacio y las luces son estrellas que pasan a mi lado a la velocidad de la luz; cometas, soles, planetas, ovnis… ¡Miren, un árbol!
Dios, estoy caliente. Y no solo con ganas, de verdad estoy caliente. Siento el sudor escurrirse por mi espalda, por mi pecho, por mi cuello; sudo, me siento acalorada, extasiada en la música, la escucho tan claro, penetra en mis oídos con líneas de colores, puedo percibir cada nota; la armonía se funde con mi cuerpo. Las células de mi piel están prendidas y se mueven con el compás que absorben. Mi cabello está mojado, estilando, gotas caen de mi frente hasta mi boca. Culparé al baile, estoy bailando, bailando mucho, muchísimo, topándome con la gente que se me cruza y quizá no está tan volada como yo; bailo y… es como si mi cuerpo se desprendiera del piso, de la realidad. Algo… no, alguien me aprisiona de la cintura y me jala hacia atrás hasta que ya no siento a nadie a mi alrededor, es agradable, estoy caliente y ahora sí de ganas. Quiero sexo, quiero tener sexo con alguien justo ahora, quiero tener sexo volada; dura, estoy dura, es eso, quiero sexo y estoy muy dura.
—Yulia, ¿qué mierda te tomaste ahora?
—¡Ade! —la abrazo no porque la vea claramente y esté segurísima de que es ella, pero creo que es su voz y me llamó por mi nombre, debe ser ella.
—¡¿Qué te tomaste?!
—Baila conmigo, la música está riquísima, ¿la sientes… en la piel? Dios estoy tan caliente…
Tomo con las puntas de mis dedos el filo de su camiseta e intento volver a donde estaba, ahí se sentía bien. Ella se resiste y termina volviéndonos de un jalón al rincón.
—¡¿Dime qué mierda te tomaste?!
—¡Ay, ya! Unas pastillas… ricas… je, je, eres azul… ¡Eres un espectro azul! —le digo tratando de tocarle la nariz, pero no lo logro… ¡Porque es un fantasma perdida en el limbo!
—¡¿Cuántas te tomaste?!
—Nada más dos… ¿quieres que te busque unas?
—¡No, idiota! ¡Nos vamos ahora mismo!
—Nooooooo, yo quiero bailar y quiero cogerme a alguien. ¿Quieres coger conmigo? Me muero de ganas y tú me gustas, me gustas mucho…
—Yulia, cálmate.
Infiero que lo dice porque ya le agarré las boobies, son tan suaves. No lleva sostén bajo esa remera de tiras delgadas; son tan suaves y redondas.
—¡Yulia!
—¿Quién dijo que las amigas no pueden tener sexo?
—¡Yo lo digo! ¡Ya vámonos y ya deja de tocarme! —Quita mis manos de un golpe y comienza a llevarme, pero me suelto de ella. Si no quiere bailar, seguro en este lugar hay alguien que se muere por que la toque y se anima a tener sexo conmigo. Buen sexo, sexo volada y dura.
—¡Que nos vamos! —me repite buscando mi muñeca para obligarme
—¡No! Quiero bailar, quiero sexo, quiero tener sexo bailando, quiero ahogarme en sudor de lo mucho que disfruto el sexo mientras bailo.
¿Le quedó claro o no me expliqué bien?
—¡No vas a tener sexo con nadie esta noche!
—¡¿Por qué no?! —le cuestiono, muy válida mi pregunta—. A la gente le gusta el sexo y a la gente le gusto yo, ¿por qué no encontraría a alguien que quiera acostarse conmigo? Bueno, no necesariamente quiero hacerlo acostada, pero…
—¡Estás drogada, por eso!
—¡Pfff, hay mucha gente drogada aquí, igual de caliente que yo!
—¡Ya, está bien! ¿Quieres coger? ¡Vamos a coger!
Le sonrío con picardía. Ade es tan linda… más que Lena… Sí, mucho más que Lena.
"Concéntrate en Ade".
Sí, Ade, quiero con ella. Debimos hacerlo el día que nos besamos por primera y única vez. Debimos, porque de qué me sirvió serle pseudo fiel a Lena.
"Concéntrate en Ade, Yulia. Queremos con Ade".
Sí, eso, Ade.
—¡Suéltame, si vamos a hacer esto no lo haremos aquí! Nos vamos para tu casa —me informa agarrándome del brazo hasta la salida del… ¿qué mierda es este lugar?, ya ni recuerdo cómo llegué aquí.
—¿Está lloviendo?
—Sí, genio, está lloviendo. Estás empapada y si no vamos a casa te vas a enfermar.
—Pero yo tengo calor…
—¡Por andar tomando estupideces! Ahora, deja de estirar tus brazos al cielo, pareces demente, está helando. ¡Súbete al auto y abróchate el cinturón!
Mi ropa… de verdad está mojada. La siento muy humeda; no alcanzo a ver qué llevo puesto. ¿Uniforme negro?
Me acomodo y trato de jalar la hebilla del cinturón, pero no está. Ade me ayuda y lo asegura.
Mi respiración es fuerte sin la música, la escucho tan claro, estoy acelerada, mi pecho me palpita como si mi corazón quisiera salir corriendo de mi pecho…
Toso y toso mucho, toso hasta quedarme sin voz, sin poder controlarme.
—¡Ni se te ocurra vomitar en mi auto, Yulia, o te juro que estés drogada o no, te pongo a lavarlo con cepillo de dientes!
No creo que tengo nada en el estómago que vomitar y no recuerdo haber bebido nada.
—Tengo sed.
—Obvio, vas perdida dos días. ¿Por lo menos comiste?
—¿Qué? Imposible, hace una horas apenas fui a la casa de uno de mis compañeros de la escuela a hacer el trabajo de arte.
—¡Eso fue el jueves, jueves! ¡Es sábado en la noche, ¿entiendes?! —me grita, está enojada. Es un fantasma azul enojado… Debería ser rojo, el rojo es el color de la ira y de la sangre también, de la pasión y yo estoy caliente, quiero… ¿qué quiero?… Sexo, eso quiero, sí—. ¿Qué vas a entender? ¡Estás en otro mundo!
—¿Por qué estás tan molesta? Solo me tomé dos pastillas para relajarme y salimos a una fiesta, eso es todo.
—¿Cuántas pastillas te has metido desde entonces, Yulia? ¿Con quién has pasado todo este tiempo? ¿Dónde están tus cosas? ¿Tú celular?
—Que hoy nada más, hoy jueves. Fui a la casa de una compañera y salimos un rato, todo está allá, yo estoy bien…
—¡Es sábado!
—¿Puedes no gritarme, por favor? Mi cabeza comienza a ver planetas enteros pasar a mi lado.
La escucho suspirar y gruñir al escucharme. ¿Por qué está tan molesta? Solo quería olvidarme de Lena un rato, un par de horas, ¿es tan malo?
—Cierra los ojos y recuéstate —me exige—. Te avisaré cuando lleguemos a casa.
Siento que frenamos porque mi cuerpo se balancea hasta el frente y regresa golpeándose con el respaldar del asiento. Ade pasa por encima mía y baja la palanca del lado de la puerta; quedo casi recostada. Le hago caso y trato de dormirme hasta llegar, ya ni recuerdo qué quería.
Estoy despierta, pero mis ojos se rehusan a abrirse. Mis labios están adormecidos, igual mi lengua; quiero hablar y no puedo. Mi cabeza pesa una tonelada al igual que mi cuerpo. ¿Me morí? Estoy muerta, ¡estoy en el verdadero limbo!
—Rachel dijo que no podrás hacer mucho por un par de horas más, que debes descansar, así que ni lo intentes.
La observo a través de una diminuta línea de visión, es lo máximo que puedo hacer. Ade…Tengo leves recuerdos de ella, estaba enojada, de eso estoy segura.
—Ojalá se te grabe en la mente cómo se siente no poder hacer absolutamente nada, prácticamente ser un vegetal, a ver si así no vuelves a tomarte tan a la ligera los experimentos químicos de tus compañeros de escuela.
¿A qué se refiere? ¿Qué me dieron? Dijeron que eran relajantes, deshinibidores que eran comunes para manejar el estrés…
¡¿Por qué no me puedo mover?!
—Yulia, tranquila. Tu cuerpo está adormecido por la mezcla. Aún estás con el suero en el brazo. Ya se te irá pasando el malestar en un par de horas. Relaja tu respiración.
Tiene razón, me desesperé y escucho el aire salir y entrar acelerado por mi nariz. Respiro más lento, voy normalizándome.
Dijo que Rachel vino, seguramente es la que me revisó y me puso el suero. Supongo que no estará contenta con que la amiga de su novia esté en estas condiciones. Espero una genuina pateada de trasero cuando me recupere.
Escucho música a lo lejos, no hago nada por lo que parece una eternidad y siento entrar y salir de sueños hasta que por fin puedo limpiar mi garganta y siento mucha luz entrar a mis ojos.
—Puedes cerrar las cortinas…, por favor.
—Reviviste.
—¿Qué hago en tu departamento? ¿Qué día es?
—Es domingo y preferimos con Rachel traerte aquí para cuidarte mejor.
—¿Qué dijo tu novia? ¿Me odia, no?
—Dijo que tuviste mucha suerte de que los idiotas de tus compañeros no te dieran una dosis más alta de PCP.
—¿De qué?
—PCP, un alucinógeno que te pudo haber hecho mucho daño por tonta —puntualiza su insulto—. Por cierto, nos debes como cien rublos en sueros y jeringas.
—Te pagaré apenas pueda llegar a un cajero… —menciono y caigo en cuenta que dejé todo donde mi compañera—. ¡Mis cosas!
—Están aquí, tranquila. Rachel fue a mandar al diablo a tus amiguitos y de paso recogió todo lo que dejaste abandonado. Tú mamá ha llamado como loca, pero no le quise responder. Ya sabes cuánto me ama.
—Mierda, tenía cita con el psicólogo el viernes.
—No estaría malo que fueras de una vez. Te has resistido desde que volviste y está claro que tienes cosas que resolver.
—Solo tengo que olvidar…
—A menos que te hagan una lobotomía no vas a olvidarte de nada. Por qué mejor no me cuentas qué diablos fue lo que pasó entre ustedes. Quizá, y solo quizá, si lo procesas… vas a poder superarlo.
—No, Ade. Si Lena decidió borrarme de su vida es porque mencioné cosas que nunca debí saber. No puedo ir repitiéndolas por ahí. De alguna forma tengo que olvidar y…
—Prométeme que no te vas a poner a experimentar con todas las drogas posibles a ver cuál te sirve.
—No, lo del jueves fue un error.
—Prométemelo.
La tentación de hacer justo eso, es grande. Nada va a remediar lo que pasó entre Lena y yo. Ya han pasado veinte días de esa pelea y no encuentro un solo motivo por el cual quiera perdonarme y dejarme aunque sea ser su amiga. La perdí. Listo… y Ade tiene razón en una sola cosa, nada de lo que haga va a hacerme olvidar…
—Te lo prometo.
—Bien —me dice más aliviada y se levanta con suavidad para no mover mucho la cama. Todavía estoy algo mareada—. ¿Quieres algo de comer?
—No tengo hambre, pero haré un esfuerzo. Puede ser que con comida se llene este vacío que siento en el pecho.
Es como estar varada en el medio de la nada....
****
—¿Tu mamá te está buscando como loca y tú aquí sentada con… él?
—Lena…
—¡¿He recorrido la ciudad entera por más de una hora?!
Recuerdo tan bien su semblante, su furia al mirarme como si fuese su vergüenza más grande. Su novia hablando con el «enemigo».
—Creo que mejor me voy —dijo Aleksey levantándose.
—Sí, vete…
—¡Lena!
—¿Qué? ¡Dime que no te olvidaste de lo que te hizo, de lo que me hizo a mí!
No lo había olvidado, pero ¿tenía que hacerlo para perdonarlo, para recobrar una amistad que me hacía tanta falta?
No entendí nada, unas horas atrás habíamos pasado todos juntos, ¿por qué Lena podía soportar la idea si se trataba de algo que Ruslán necesitaba, pero si yo lo hacía no?
—Buenas noches a las dos —dijo Aleksey, queriendo evitar una pelea y se despidió con la mano.
—¡Ya, vete! —le gritó ella.
—No tenías por qué ser tan grosera, ¿sabes? —le dije poniéndome de pie también, comenzando a caminar en dirección contraria a ese auto amarillo que nos esperaba estacionado en la esquina.
—¿A dónde vas? Tu mamá habló con mis padres y dijo que no había problema con que te quedes las vacaciones en mi casa.
—¿Y por qué querría hacer eso después de cómo te acabas de comportar? Ni siquiera sabes por qué terminé aquí o qué sucedió con mamá, no sabes nada.
No me digne en regresar a verla, lo que yo decidiera hacer con mis amigos no era algo en lo que ella tenía voto. Si apagué mi teléfono y charlé con Aleksey por horas es porque lo requería, ¿qué
tenía de malo? Y mientras no cruzara la línea de la infidelidad a ella qué le importaba.
—Imagino lo que pasó entre ustedes después de verla tan afligida —me respondió, lo cual me molestó infinitamente. Se había puesto del lado de mi mamá porque eso significaba que ella se saldría con la suya, ya no estaría cerca «para que me hiciera daño».
—Tus suposiciones no cuentan, Lena. Vete a casa, yo voy al hotel.
Esa noche todo terminó allí. Me rehusé a subir al auto. Ella le pidió al conductor del taxi que nos escoltara hasta mi destino final para luego llevarla de regreso. El hombre sí que hizo su noche, nos seguía a dos kilómetros por hora mientras el taxímetro corría.
Ella se mantuvo a mi lado sin mencionar palabra, yo tampoco lo hice. Cruzada de brazos continué de frente sin mirarla. Al llegar al lobby le dije un «buenas noches» seco, y seguí derecho.
Vuelvo y revuelvo mis recuerdos de esa noche. Estoy convencida que ahí fue donde inició el último descenso de nuestra montaña rusa.
—Te esperaba el viernes —me dice Alik, mi nuevo terapeuta.
Al regresar a Moscú mamá hizo entrevistas con varios psicólogos que le recomendaron para ver cuál nos convenía más y éste es el que se ganó el lujo de tratarnos, suerte la suya.
—Siento no haber avisado que no vendría. Me intoxiqué y no estuve en mis cinco sentidos hasta el domingo.
—Tu mamá me comentó ayer que te había llamando todo el fin de semana y no le contestaste.
—¿Discutiremos contigo las sesiones de la otra? —le pregunto con todo el propósito de darle a entender que desapruebo su comentario. ¿Cómo quiere que le cuente cosas si va a ir con el chisme después?
—No, es simplemente un comentario —me respondió—. Ella estaba muy preocupada por tu bienestar. Y eso sí será parte de esta sesión.
—Pensé que la que pondría el tema de conversación sería yo.
—No necesariamente. Entiendo el problema que necesitamos tratar. Al momento, evaluar las respuestas de ambas sobre sus acciones es una prioridad.
—Pues estuve descompuesta y mi teléfono se quedó sin batería, no me preocupé en cargarlo o revisar llamadas.
—Entiendo. —Pausó un momento encontrando una hoja limpia en su libreta—. ¿Hablaste ya con ella?
—Sí, ayer en la noche.
—Bien. —Lo apunta—. Sé que no se han visto ni una sola vez este mes…
—En veintidós días —lo corrijo. Me mira con curiosidad, pero si va a hacer una declaración de ese tipo, que sea exacto—. No nos vemos desde que regresamos a la ciudad, eso fue hace veintidós días.
Lo apunta. No sé qué tan buena idea fue contratarlo si tan solo va a escribir cosas sin importancia y a mantener la conversación tan ligera.
—¿Cómo te has acoplado a vivir sola?
—Soy responsable, si eso es lo que quieres saber.
—Imagino que lo eres —me aclara sonreído. Le hace gracia mi actitud altiva, mis inferencias y respuestas acorde, idiota—. Tienes una personalidad fuerte, llegaste a la cita impecable, con veinte minutos de anticipación, asumo por eso, y por tu expresión corporal, que eres perfeccionista al detalle, quieres impresionar, es algo que debes transmitir en todos los ámbitos de tu vida. La responsabilidad ayuda mucho a dar esa idea.
—¿Crees que estoy poniendo un acto?
Es lo que acaba de darme a entender, ¿no?
—Creo que tratas de controlar cada aspecto, esté o no bajo tu poder. Ahora mismo quieres lucir más fuerte de lo que en realidad eres. Quieres que yo piense que todo está bien, mas si fuese así no tendrías que visitarme —me recalca tocando un nervio.
Sí, intento que no se de cuenta de que mi vida está hecha añicos, que hay días que no puedo levantarme de la cama y, de no ser por Ade, probablemente no habría sobrevivido el fin de semana.
Vivir sola me está matando, mi vida es cada día menos mía. El pecho me duele por la ausencia de todo, por mi rompimiento con Lena, por la culpa que traigo desde que le entregué esa carta, por la distancia que mamá se convenció que debe mantener de mí.
—Aquí, en esta habitación, no hay reclamos, Yulia. Nadie va a juzgarte por lo que hagas o dejes de hacer. Si necesitas llorar, puedes hacerlo, nadie más lo sabrá.
—No quiero llorar.
—Las lágrimas son una forma de liberar el estrés, el miedo, el dolor; son el mecanismo que el cuerpo tiene que encontrar el equilibrio emocional. No hay nada malo en llorar… a menos que eso te haga sentir… fuera de control.
Otro punto para el hombre estudiado enfrente de mí. Igual prefiero no contestarle.
—Trabajaremos en eso estas semanas —le da un empujón al extremo superior del lapicero, sacando más mina para escribir y apunta nuestros nuevos objetivos—. Ahora, emocionalmente, ¿cómo te sientes desde que vives sola? ¿Cómo pasaste la primera noche?
Mi memoria se desata sola. Me veo allí, sentada en silencio y en la oscuridad en medio de mi sala llena de cajas con mis pocas cosas. Mi cama en la habitación todavía desarmada, el colchón tirado a un lado, las sábanas en una bolsa plástica sin haber sido sacadas de su empaque desde que salieron de la tienda esa mañana. La música que salía del apartamento de mi vecino del piso de arriba, era suave y clara; habían risas de él y de varios amigos que disfrutaban la noche. Aun así, con todas las distracciones presentes, lo que más me hipnotizaba era algo que tenía en mis manos, mi teléfono. Su pantalla encendida era lo único que transmitía vida en toda la habitación.
«No puede encontrar al usuario que busca. Has sido bloqueado de su cuenta».
Esa noche me percaté de que Lena no se había tomado ni un día desde nuestra pelea para sacarme de cada parte de su vida y, estando tan lejos, yo ya no existía más.
Le llamé, pero la operadora ni siquiera me permitía dejarle un mensaje, iba directo al pitido intermitente de: «no está disponible». Todas sus cuentas sociales desaparecieron automáticamente para mí y bloqueó sus publicaciones únicamente para que las vieran sus amigos; yo ya no lo era.
Horas y horas pasé así, viendo el fondo de pantalla que tenía nuestra última fotografía, intercalándola con las luces de los edificios vecinos.
Se me hizo tan irreal saber que nunca más tendría contacto con ella. Si casualmente nos encontrábamos en el futuro —por trabajo o por el destino—, me ignoraría.
Eventualmente me quedé dormida apoyada en mi sofá. Desperté con los golpes de la puerta, con Ade y su nueva novia Rachel dispuestas a ayudarme a desempacar y, si no fuese por ellas, seguiría todo en el mismo lugar.
—¿Sabes, Yulia? Tu silencio dice mucho más de lo que las palabras podrían en este momento, pero no te preocupes, seguiremos trabajando en esto.
Se levanta de su silla de diseñador. El tipo es elegante al extremo y un maniático de la limpieza. Este consultorio da la impresión de haber sido esterilizado aunque no huele a cloro, su aroma es más fresco, como la brisa del bosque o una de esas fragancias artificiales muy delicadas.
—¿Sabes cómo usar una de estas? —me pregunta, sacando una grabadora vieja del cajón superior de su escritorio.
—Presionas el botón de grabar y después el de detener —respondo indiferente.
—Perfecto, ten.
—¿Qué quieres que haga con ella?
—Por diez minutos cada día, como mínimo, la encenderás y hablarás sobre algún acontecimiento en particular.
—¿Quieres que grabe un diario? Puedo escribirlo, soy buena escribiendo.
—No, lo grabarás. Quiero que aprendas a exteriorizar tus sentimientos.
—¿Los escucharás? —le pregunto, es importante, de eso dependerá de qué hable.
—Solo si tú quieres.
—Te la devuelvo, puedo grabarme en mi teléfono, será más cómodo —le contesto estirando mi mano, mas él niega sin aceptar el aparato de regreso.
—Lo harás con la grabadora.
Le pongo una cara de orto porque detesto a la gente empecinada. Prefiero la tecnología moderna en este caso.
—Ese cassette es de sesenta minutos de duración, entrarán aproximadamente de cinco a seis días.
—¿Cuál es el propósito?
—Simple, te familiarizarás con escucharte hablar en voz alta. No quiero que sientas que debes preparar algo, quiero que seas espontánea, que no lo pienses. Tan solo siente y habla —me indica... qué más queda, tendré que hacerlo—. Finalmente, todo eso que soltaste, tiene una fecha de expiración. A la semana siguiente tendrás que borrarlo para grabar los nuevos audios.
—Hmm, eres listo, «nada dura para siempre». —Intuyo que de eso se trata, que aprenda que hay cosas que se crean y se pierden. Que es imposible recuperarlas.
—Algo así, además de otras cosas que aprenderás con el ejercicio.
—Okey —guardo la grabadora en mi bolsa y noto la pantalla de mi teléfono encendida con una notificación de un mensaje de texto en el que me envían una foto. Es un número desconocido.
—¿Todo bien? —me pregunta el terapeuta.
No puedo evitar deslizar mi dedo en la pantalla y el mensaje se abre…
Es Lena a lo lejos, y en este instante entra un texto nuevo del mismo número.
«También sé quién eres tú…, Yulia».
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Hola
muy buen capitulo
que paso estoy perdida en serio te siga desde un principio
y ando mal, pero que puedo hacer solo preguntar
quien le escribioa Yulia? sera el papa bioogico de Lena?
esta interesante siguela pronto
hare algo para netener el capitulo
SALUDES Y ANIMO
muy buen capitulo
que paso estoy perdida en serio te siga desde un principio
y ando mal, pero que puedo hacer solo preguntar
quien le escribioa Yulia? sera el papa bioogico de Lena?
esta interesante siguela pronto
hare algo para netener el capitulo
SALUDES Y ANIMO
andyvolkatin- Mensajes : 576
Fecha de inscripción : 27/05/2015
Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Jajaja andyvolkatin, no puedo responderte a las preguntas porque es revelar parte de cada capítulo de la historia. Sé que esperas paciente cada semana para poder leer de nuevo, así como muchos de los que leen y comparten la historia
Un abrazo
Capítulo 46: Floreciendo
¿Sabes?, no fue tan difícil como pensaba encontrar dónde comprar licor con mi identificación falsa en esta ciudad, o mis preciados cigarrillos.
Estoy fumando tanto últimamente, que hasta yo me sorprendo de levantarme con el cenicero lleno de puchos. Me termino al menos doce en una sola noche y es que ya no puedo dormir. Ahí es donde entra el vino. He caído en cuenta que, cuando tomo vino tinto antes de acostarme, duermo, no bien, pero duermo. Algo es algo.
Al principio salía al balcón, ahora ya no. Fumo en la sala, fumo en la cocina, fumo en mi habitación, en el pasillo; he llegado a encontrarme apunto de entrar con el cigarrillo a la ducha, así de tanto estoy fumando. Y me importa un comino si mi ropa siempre huele a tabaco, o los sillones o las toallas, o mi cabello, o yo… ¿qué importa? No hay nadie que me huela y se queje.
Hmm… Estoy mirando al techo.
¿Te he contado de mi departamento?
Bueno, es muy blanco, pulcro, aunque el humo de los cigarrillos sube desde el piso donde me acuesto todas las noches a perder el tiempo.
Me siento tan vacía de ideas; me aburre la vida. ¿Es eso normal? ¿Que cuando te deprimes nada te llama la atención, nada es especial, nada importa?
En otras noticias, mis calificaciones han bajado, a pesar de que se mantienen en equilibrio, ¿ya sabes? A, B, A, B, A, B.
No siento que merezca esas notas. Al momento soy una estudiante de una C sólida. C en todas las materias.
¿Sabes lo que pasa, lo que me ayuda a mantenerme arriba? —en ese único aspecto por supuesto—, es que soy muy buena con la concentración puntual, llamémosla así. Si necesito hacer algo, lo tomo por los cuernos y le doy el tiempo requerido. Termino mis tareas haciendo lo justo y necesario en una hora o dos y ya. No me esfuerzo tampoco, no me importa recibir As y Bs, tampoco si tienen un (+) a un lado. ¿Quién quiere el diez perfecto? A mí ya no me interesa ser excelente, a nadie en realidad le importa si lo soy.
Aunque… debo admitir que hay una sola materia que me da dificultad, fotografía. El maestro Illya ha hecho lo imposible para no tener que ponerme una C; lo ha hecho, pero intenta no repetirlo.
Ahora me tiene fotografiando insectos, practicando la macro fotografía de nuevo. Ya no se le ocurren ideas de qué tema ponerme a fotografiar. Se alarmó al ver que la tarea sobre la «ausencia» se iba tornando demasiado lúgubre, dañina para mí misma y me cambió de proyecto.
El otro día me obligó a quedarme hablando con él una hora, después de la escuela, sobre lo que me pasaba.
—La fotografía es la reveladora del alma —me dijo antes de darme un discurso sobre cómo: fumar veintidós cigarrillos en un día para tomar una foto del cenicero a desbordar, es lo más estúpido que pude haber hecho; así sea una muy buena foto y se note el tema en cada uno de los puchos, es estúpido.
Sus palabras, no las mías.
Claro que él no sabía que esa era la cantidad que me fumé la noche anterior y la tomé antes de tirarlos a la basura, pero bueno…
¿Sabes algo más, Alik? A veces siento que él es más efectivo que tú en esto del psicoanálisis. Tal vez debería pagarle a él por espantar mis demonios. Aunque siendo sinceros, ninguno de los dos me ha ayudado en realidad. Sigo fumando como idiota y sigo igual de deprimida.
Hoy hablé con mamá, hace un rato de hecho. Me dijo que le había ido bien en su terapia contigo. Que le dijiste que haga un intento por verme este fin de semana. Pasos cortos, le sugeriste, que evitemos el tema que nos afecta.
Eres un genio.
No tengo idea de qué vamos a hablar, si es ese tema en particular el que me tiene así de manca.
Ya me imagino ese encuentro.
—Hija, ¿cómo has estado? Te veo quince libras más delgada. ¿Me mentiste cuando te pregunté por teléfono si estabas comiendo bien? ¿Estás lavando tu ropa, no? ¿Aseando la casa?
Pfff, si supiera que son esas cosas las que me tienen aún aquí. Llegar de la escuela a comer algo y hacer la estúpida tarea, recoger la ropa sucia, meterla en la lavadora. Mientras sale, barrer, trapear el piso, limpiar los polvos y después tirarme en este piso a fumar hasta que la secadora pite y tenga que levantarme a doblar y guardar mis prendas. Bueno, eso es los días que me toca hacer la lavandería, porque el resto solo limpio la casa y me hecho a perderme en el techo mientras fumo. Como ya te lo había dicho, fumo y fumo y vuelvo a fumar, como los peces en el río que vuelven a beber…
Espera, alguien está golpeando la puerta.
Detengo la grabadora y me enderezo dándole una última inhalada a mi cigarrillo para apagarlo en el cenicero que ya lleva cinco terminados.
Vuelven a golpear… timbrar… timbrar, timbrar, timbrar.
—¡Ya voy! —Me levanto y me apuro hasta el orificio de la puerta e intento ver quién es, pero está como bloqueado… ¿Qué diablos? El otro día estaba bien.
—¿Quién es?
Nadie me contesta.
—Bueno pues, no es nadie… —Comienzo a caminar de regreso y…
Timbre, timbre, timbre.
—¿Quién diablos es?
No es Ade o Rachel. Ade tiene su propia llave y Rachel no es muda, hablaría, como muchas otras veces.
Timbre, timbre, timbre.
—¡Si no me dices quién eres no voy a abrir!
Timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre…
—¡¿Quién es?! Por la grandísima p…
¡Abro la maldita puerta para darle un golpe al idiota que…!
Trago…
—Quisiera no hablarte. No era mi intensión hacerlo y… Al diablo, al punto —dice con tanto enojo que retrocedo unos centímetros de la puerta—. Tu estupidez de hablar con mi padre sobre Erich y el supuesto mensaje que te mandó hace unos días, lo puso tan paranoico que se le ocurrió la genial idea, de que lo más lógico y seguro, era sacarme de Sochi.
—Lena…
—¡Cállate! No quiero escuchar una palabra —me grita y cierro la boca en ese instante—. Habló con tu papá y ambos acordaron en que viviéramos juntas un tiempo, hasta encontrar a Erich y arrestarlo, así que… aquí estoy.
Sí, aquí está.
No estoy soñando porque ya lo dije, hace semanas que no duermo lo suficiente como para soñar. Lena está aquí, en la puerta de mi casa, con dos maletas que supongo traen sus cosas.
—No necesito que me ayudes, solo quítate.
Lo hago automáticamente, aunque pudo haber dicho un por favor. Alguien pudo consultarme, de hecho.
Esto es irreal. Lena, está aquí, Lena, vivirá aquí. Papá no me dijo nada, papá…
—Tu departamento apesta.
¡Eh, ahí!
Alguien que pueda oler mi desgracia y quejarse.
Ahora siento que tengo muchas esperanzas....
*******
—Hija, ¿todo bien?
—¡¿Todo bien?! ¡¿Hablas en serio, papá?!
—Ya veo, llegó Lena.
—¡Claro que llegó! ¡¿Por qué no me avisaste?!
—Sergey y yo, creímos que era más seguro de esta forma.
—¡¿Qué parte de él tipo sabe quién soy no se entendió?, nos encontrará en 5 minutos!
—Ah, eso… Fue una broma de Lena, hija. Erick no sabe nada. Ambas están a salvo en Moscú.
Perdón, ¿dijo una broma? ¡¿Una broma?! ¡Lena me va a oír, ¿pero qué se cree?!
—¡¿Y por qué no me lo dijiste?!
—No te preocupes por eso ahora, Yulia. Sergey está vigilando a Erich y pronto conseguirá una orden de arresto. Tan solo estamos esperando a unas pruebas de laboratorio…
—¡¿Y qué se supone que hago con ella, papá?! ¡¿La acomodo en la bañera hasta que lo metan preso?!
—Muy graciosa —me dice riéndose de mi muy real comentario—. Espero que seas hospitalaria con ella. Llévala a comer…
¡¿A comer?!
—… y cédele tu cama, por favor. Debe estar muy cansada después del viaje.
¡¿Mi cama?! Ah, no, no, no…
—Sergey le enviará a Lena el dinero para sus gastos mientras esté allá y la colegiatura ya está pagada, solo necesita una guía por la cuidad…
¡Que se compre un perro, yo no soy guía de nadie!
—… y la escuela.
—¿Qué? ¡Dime que no va a ser mi compañera!
—¡Yulia! —dice con fuerza, se cansó finalmente de mi impecable lógica y más que justificada actitud—. ¡Lena vivirá contigo hasta que este asunto se resuelva! ¡No quiero una sola queja más! Mañana irán los empleados de la tienda de muebles a instalar dos camas en tu habitación y desarmarán la que tiene para llevarla a la bodega…
—¡Es mi cama!
—¡Tendrás una nueva! La alcoba es lo suficientemente grande para que quepan ambas cómodamente.
—¿Hasta cuándo durará esto?
—Hasta que Lena esté a salvo aquí, seguramente varias semanas, así que tendrás que acostumbrarte a la idea y ella también. Mientras los Katin y yo seamos quienes cubrimos sus expensas, paguemos sus gustos y sus vicios, harán lo que se les diga y punto.
"Y claro, la idiota de Yulia tiene que quedarse callada porque papá tiene razón. Nada aquí es nuestro, si salimos por la puerta de esta suite tendremos que vivir en una caja de cartón".
"Yo ni loca le cedo mi cama".
"Podemos irnos a vivir con Ade, hacer un trío con Rachel. ¡Fiesta, alcohol, woo!"
¡Cállense todas!
—Ahora, vayan a comer algo —dice bajando los gritos, yo sigo igual de furiosa que antes—. Yo invito.
"¡Vamos a ese lugar de comida italiana de la otra vez!"
"Sí, cuando fuimos con Ade y Rachel, el espagueti con langosta es delicioso".
—Mira, papá, ni se estén imaginando que yo voy a hacer de niñera de Lena. Si ella quiere ir a comer y tú la quieres invitar, bien por ti, pásala a buscar. Yo…tengo tarea.
—Yulia, cálmate. Nadie te está pidiendo que cambies tus planes o que te encargues de ella. Lena ya es lo suficientemente grande para velar por si misma, pero hoy, solamente por hoy, hazme este favor, ¿quieres?
—¡Como sea papá, adiós!
Aj, tengo ganas de tirar el teléfono a la piscina y que todos mis dilemas se ahoguen con él, pero si lo hago ¿quién me compra otro? Papá me dirá que tengo que ganármelo y que sea buena con Lena, bla, bla, bla y no, no quiero estar atada a ella por desquitarme con mi preciado aparato con el que juego Candy Crush a la madrugada.
"Lena está arriba, ¿qué hacemos?"
"Déjala ahí. Vámonos a comer y regresamos mañana después de la escuela".
"Tenemos las cosas de la escuela arriba, genio".
"No le vamos a dar nuestra cama, ¿no? Así no durmamos, es lindo dar mil vueltas y, en el sofá, no se puede".
Ahora ya sé por qué la cama amanece hecho un desastre.
"Está haciendo frío, podemos ir arriba".
Sí, hasta en el área de la piscina está helando. El vapor del agua caliente empaña los vidrios que la rodean. No entiendo para qué la calientan en invierno.
¿Quién en su cordura bajaría a darse un baño aquí?
Camino al ascensor y un recuerdo se hace presente frente a mis ojos. Esa noche que me acompañó al hotel vi mi reflejo en la puerta del elevador y regresé mis pasos corriendo, la alcancé cuando el taxi se detuvo en un semáforo a media cuadra.
—¡Lo siento! —le dije, abriendo la puerta, me senté y la cerré de golpe. Mi respiración estaba alterado por el esfuerzo—. Lo siento…, no quiero pelear… Perdón, Lena… ¿Todavía puedo aceptar la oferta?
—Pensé que no querías pasar estos días conmigo —me respondió virándome la cara, haciéndose amiga de la ventana para no mirarme.
—Lo único que he pensado…, todo este tiempo lejos…, es en volver a verte y pedirte disculpas por besar a Ade, por defraudarte…
La escuché desinflarse y, lentamente, se dio vuelta para escucharme.
—Tengo pocos días aquí y… aún no hemos hablado sobre nosotras… Lena, yo quiero un nosotras…
Es gracioso y estúpido cómo puedes tener una idea fija por varios minutos —por una larga caminata, de hecho— y en menos de dos segundos entiendes que estás cagándola por un capricho. De cierta forma fue Aleksey quien nos juntó al portarse tan mal con ambas. ¿Y qué estaba haciendo yo?, pelearme con ella y correr el riesgo de perderla por querer recuperarlo como amigo.
—Si la respuesta es no y debo volver al hotel. Lo entenderé, yo… lo lamento… No tienes idea lo que he pasado con mamá, lo que me duele que me haga tanto daño y… saber que es mi culpa…
—No es tu culpa, Yulia.
—¡Lo es!
—¡No! Tu mamá necesita ayuda, necesita aceptar lo que pasa y darse cuenta de que esta no es la forma de tratarte. No es bueno para ti estar con ella. Aún así, sé por qué quieres quedarte, sé que te sientes muy sola… —Recuerdo pensar que eso era imposible, no habíamos hablado en días, semanas, ¿cómo sabía ella cómo me sentía? Y entonces me lo confesó—. Nastya me dijo que no la estás pasando bien.
—¿Cuándo hablaste con ella sobre mí?
—Hace unas horas, mientras me paseaba en este taxi buscándote. Me dijo que ustedes hablan cada vez menos, que estás tan triste que a veces te llama y…
No necesitó decir que Nastya me encontraba llorando muchas veces, porque era así. Tanto que, desde que regresé a Moscú, la he evitado aún más. La primera semana que viví sola, hablamos un par de veces y después de eso… nada.
Puede ser que yo me haya hecho a la idea, pero comencé a sentirla distante. Supuse que Lena le había contado lo del diario y que Nastya desaprobaba lo que hice. Yo no sabría cómo más justificar su alejamiento. Se hizo Team Lena… y bueno, yo tengo a Ade en el Team Yulia.
—Yo también debería disculparme —me dijo, perdonando mi reciente comportamiento. Su palma atrapó con cariño mi mejilla, su calor me tranquilizó tanto. Me pregunté entonces cómo una persona puede llenar todo el vacío que tienes adentro con un solo gesto. ¿Era porque la quería, porque la había extrañado tanto? ¿Era eso?—. Aleksey es tu amigo, yo no tengo derecho a criticarlo así, no importa lo que haya pasado entre ustedes o nosotros.
—Aleksey ya no importa. ¿Aún puedo aceptar la oferta? Porque nos estamos alejando del hotel y si es un no, debería bajarme…
—Es un: tonta, claro que sí.
Sonreímos. Dios, hasta recuerdo al conductor rodando los ojos por el retrovisor de tanta azúcar que desbordaba en la parte trasera de su taxi. Pasé el resto de mis días en Sochi con ella, en la casa de los Katin, hasta esa tarde en la que regresé a Moscú, después de nuestra pelea.
La puerta del elevador se abre y camino hacia la puerta de mi apartamento. Doy tres respiros profundos y calmados antes de girar la perilla de la puerta, no está cerrada del todo, la empujo y noto que no se escucha nada adentro.
¿Será que se fue?
Entro y la luz está apagada, más la habitación está iluminada por tenues resplandores que salen de esas velas con aroma a limón y vainilla que Ade me regaló, el día que se enteró que fumaba aquí adentro. Dijo que era la fragancia perfecta para disminuir el tufo y no empalagar. Nunca las usé, las guardé en una cajón y me olvidé de ellas, confieso que me gusta el olor de la autodestrucción. Observo todo el lugar y veo una sobre la mesa del comedor, dos más en la mesa de la sala.
De repente, siento una ventisca helada recorrer mi cachete. Regreso a ver al único lugar de donde pudo haber llegado y lo confirmo, la puerta del balcón está abierta, no más de cinco centímetros, pero es suficiente para enfriar el lugar…
"¡¿Dónde está, saltó?!"
Por un milisegundo se me para el corazón.
Pero qué idiota eres quién sea que hayas sido. ¡No saltó!
Veo un bulto acostado en el sofá, su bulto, es ella. Está hecha bolita, sus rodillas muy arriba, sus brazos abrazándose a si misma. En unos minutos hará tanto frío que comenzará a temblar.
Cierro la puerta, aunque sé que su objetivo era que el departamento se ventile pronto y se vaya el olor a tabaco, pero prefiero que las velas hagan su trabajo lentamente, a que ella se me convierta en un cubo de hielo.
Voy a mi habitación y abro el closet, tengo guardadas varias cobijas para los días más fríos. A veces el calefactor me atosiga y prefiero taparme a subir la temperatura general del departamento.
Doy vuelta y la veo vacía, me refiero a mi cama, está perfectamente arreglada y vacía.
"No tuvimos que cedérsela, al menos eso".
"Pero tampoco iremos a comer, genio".
Viro los ojos y salgo. Mis voces , la mayoría de veces, son tan egoístas, interesadas e insoportables…
"¡Hey!"
¡Shhhhhh!
Lena sigue ahí, en la misma pose de antes.
Hmm… Siempre he pensado que es muy linda cuando está dormida. Tan tranquila, tan dulce e inocente…, linda.
Respira con suavidad… y su estómago suena… Debe tener hambre, pero ya no hay nada que podamos hacer al respecto, no la voy a despertar.
En un par de horas regreso para chequearla, quizá quiera ir a cenar entonces.
Tal vez ya se haya convertido en una piedra de fuego...
*******
El cuello, el cuello me duele. Debí quedarme dormida mientras esperaba a que Yulia regresara, después de verme parada en medio de la sala por minutos —que parecieron horas—, sin poder articular ni una palabra, con su mentón caído claramente sorprendida de verme. Por supuesto, no le comentaron nada de mi viaje. Luego la vi salir hecha una furia por la puerta de entrada, no la azotó, pero quería, vamos, es Yulia.
El departamento apestaba. El olor a camionero llenaba el lugar entero y el humo era visible desde la puerta; apenas se fue, me apresuré a abrir el balcón. Me di cuenta enseguida de que, airear una casa en el invierno de Moscú, no funciona como en Sochi. Me congelé en menos de cinco minutos y tuve que volver a cerrarlo, dejando una mínima apertura para que el aire circulara.
¿Así es como vive? ¿Ahogada en el humo del cigarrillo que antes consumía casualmente?
Ahora parece que es una fumadora compulsiva. Conté seis colillas en el cenicero, una aun emitía humo.
Supuse que en algún lugar de la casa habría algo que quemar para quitar ese olor y fui de primera a la cocina. No sé por qué, no es que supiera con seguridad que Yulia es una ociosa, pero durante todo el viaje, me imaginé viviendo las siguientes semanas con una versión femenina de Leo y lo odié.
Pensé entrar a su departamento y ver su ropa tirada por todos lados, su cama destendida y sucia, una montaña de platos en el lavabo y quizá a ella sobre su íntima amiga Ade, ¡puaj! Pero no, todo en este departamento estaba impecable, todo menos el olor a tabaco.
Su cajón de cubiertos estaba arreglado a la perfección, todos limpios y brillantes, así mismo el anaquel con sus platos, el lugar donde guarda los cuchillos, el cajón de manteles con todos doblados y ordenados juntos a las servilletas, me sorprendió.
Encontré las velas detrás de la puerta del mueble de limpieza, en la primera repisa; a un lado estaban apiladas las cajas de fósforos. Coloqué una sobre la mesa del comedor y dos cerca de mí para que ayudaran a quitarme la sensación de haber entrado a un cabaret de los años cincuenta. Después me senté en el sofá y la esperé.
Pasaron cinco minutos, diez y no regresaba.
¿Lo haría?
Tal vez pasaría la noche con ella, porque ¡¿por qué no?!
No la estaba visitando su novia, ya no soy ni su amiga, ¿por qué no se acostaría con la tal Ade?
Ade, Ade, Ade, ¡la perfecta Ade!
Decidí darme el tour de la casa. Es chica, es una suite, aunque no por eso deja de ser amplia —es una contradicción muy correcta la que acabo de hacer—, tiene una sola alcoba que es bastante grande; un baño amplio con una bañera tipo jacuzzi en el que entran dos personas…
Aj, no quiero recordar las imágenes que me vinieron a la mente. No conozco a la tal Ade, pero de ver sus fotos con Yulia en su página de Facebook, me las imagino en todas las poses posibles. Ya ni veo películas de temática lésbica para no imaginármelas y es que el maldito el cerebro que tengo, hace un recorte mental de sus caras y las pega en toda pareja de chicas que veo por ahí, ya ni a tumblr entro.
En fin, lindo baño, linda alcoba. Al final del pasillo tiene algo así como un gran ventanal con un mueble sofá, es agradable. A un lado tiene su amado sillón color burdeos y varias repisas con sus libros y sus vinilos. Su tocadiscos descansa sobre una diminuta mesa antigua y, a un lado, extrañamente hay un florero transparente con una sola flor; una dalia negra, tan macabro, tan Yulia, pero a la vez tan femenino y exquisito.
Su apartamento parece el de una mujer, no de una adolescente. Es cuidado, limpio y tiene su carácter impregnado con un gusto exquisito.
Este sillón del que acabo de despertar, por ejemplo, es cómodo, si no fuese porque dormí sin almohada habría tenido el sueño perfecto. Su gamuza negra me ayudó a encontrar el calor necesario para dormir anoche… aunque… yo no me tapé. Debió ser ella. Yulia me cobijó al volver, cerró la puerta del balcón y apagó las velas.
El departamento ya no huele a tabaco… tanto. El olor está impregnado en los muebles, pero como yo fumo también esto no me molesta demasiado, no como anoche y es que de verdad no se veía más que una nube gris flotando en el ambiente.
Mmm… Huele a tocino, escucho su crujir en el sartén. Yulia está cocinando y acaba de abrirme el apetito. Moría de hambre anoche, la comida del avión fue tan mala que soñaba despierta con un sándwich de pavo o un buen filete, unas costillas o algo que me llenara tanto que me hiciera arrepentirme de haber probado bocado.
Abro los ojos sin moverme, seguro estará cocinando para ella y solo para ella, y acto seguido saldrá a la escuela. Lo que me recuerda, yo también debo ir, es mi primer día de clases. El papá de Yulia consiguió que me dieran cupo en el mismo instituto que a su hija, amigo de no se quién, no le costó más que una llamada.
Odio a papá y mamá por hacerme esto, no era el punto de enviar ese mensaje. No quería que Yulia entrara en pánico y que contagiara de su paranoia a mis padres, solo quería restablecer el contacto con ella, arreglar lo que sea que tuvimos y que yo arruiné. Pero no, fui al centro comercial donde compré un chip de móvil con un nuevo número, lo cambié ese instante, le escribí ese mensaje, lo envié y, cuando llegué a casa, los vi a ambos a punto de marcar al 911 para declararme desaparecida, secuestrada y casi asesinada.
—Yulia recibió una amenaza, Erich la encontró y sabe quién es —dijo papá después de soltarme de un abrazo que casi me deja sin aire—. Tenemos que esconderte hasta que logremos arrestarlo.
Confesé de inmediato haber sido la que envió el mensaje, no había una amenaza, yo esperaba que Yulia me respondiera preguntándome quién era, jugar a conocernos de cero, algo romántico, que nos quite las asperezas con las que se fue ese día después de nuestra pelea, pero no, la señorita asumió que era Erich y soltó la bomba atómica.
Nada de lo que les dije detuvo a mis padres. Me sacarían de Sochi, sí o sí, y Olek Volkov le comentó que su hija estaba viviendo sola y que podía ser una buena idea que viniera aquí, después de todo, somos «muy buenas amigas», guiño, guiño.
Dos días después ya estaban subiéndome al avión, y solo porque no encontraron boletos para esa misma tarde, de lo contrario…
Escucho a Yulia verter algo en un vaso, suena delicioso. Termina con él y escucho otro. Okey, está preparando desayuno para dos personas…
Espera, no te ilusiones, ¿y si «Ade» se quedó la noche? ¡¿Y si regresó con ella y ahora me la va a bambolear presumiéndola?!
¡Aj, ¿por qué estoy aquí?! Esta es la peor idea del mundo. No estamos listas para vivir juntas. Esto no es como los días que se quedó en mi casa y dormía en mi cama, no es como si fuésemos compañeras de cuarto y todo va a ser amor y paz. Esto no está bien…
—¿Lena?
La escucho a lo lejos.
—¿Lena, despertaste?
Suspiro fuerte. ¿Qué se supone que hago ahora? ¿Sigo pretendiendo que nos odiamos mutuamente? ¿Me pongo la máscara de enojo y la trato a la patada como ayer? Fui muy idiota ayer.
—El desayuno está listo si tienes hambre.
Vuelvo a suspirar ahora con más sentimiento y me enderezo. Me siento, viéndola pasar de un lado a otro de la cocina los platos con tostadas y huevo revuelto más los tocinos. Me levanto y me doy cuenta de que también me quitó los zapatos, fue muy considerada, considerando que yo fui muy idiota.
Me acercó y me acomodo en el puesto vacío a su lado; sin decir una palabra la veo comer por unos segundos.
Quiero decirle un gracias, quiero decirle que la extraño, que se ve linda, quiero abrazarla…
—Come que se te va a enfriar y todavía tienes que bañarte si vas a ir a la escuela conmigo hoy —me dice más como una advertencia que como una sugerencia—. Ade pasará por nosotras en cuarenta minutos.
Ade… ¡Aj!
—Qué sentido tiene ir a clase el viernes, iré desde el lunes —le digo y me llevo un bocado a la boca.
—Haz lo que quieras, no es mi problema.
Empezamos el día ex-ce-len-te.
—Tu cama y mi nueva cama llegarán en la tarde, lo que quiere decir que tenemos que acordar cómo diablos vamos a vivir juntas.
La dureza de sus palabras me pega fuerte, pero así mismo la traté yo ayer. ¿Qué esperaba, que me tenga armado un altar?
—Nadie más que yo fumo adentro del departamento, así que si quieres pegarte tu té verde, ahí está el balcón.
Ah, me está dando las reglas, bien, escuchémosla.
—Hoy te sacaré la copia de las llaves de la casa, no se te ocurra perderlas. Lo que tomes del refrigerador lo repones apenas puedas. A mi café ni lo toques, cómprate el tuyo. Los días de lavado son los martes, los jueves y los sábados. Yo no lavaré tu ropa, ni me preocuparé de si está seca, tampoco colgaré tus toallas, así que no las dejes tiradas. Nos turnaremos para limpiar la casa, decide qué días te quieres encargar tú y yo tomaré el resto…
Sigo escuchándola mientras me termino las tostadas, pero ya siento que me está cayendo mal el desayuno. Odio que me den órdenes, esta puede ser su casa, pero no soy una infante, puede hablarme, no mandarme.
—Ade me da un aventón todas las mañanas, al menos hasta que me compre un auto, así que si quieres ir con nosotras, salimos de aquí veinte minutos antes de las ocho. Si no estás lista, te quedas.
—No gracias, puedo ir en bus.
—Perfecto, google maps es tu amigo, yo no soy tu maldita guía. —Termina de decir y se levanta llevando su plato y vaso hasta el lavaplatos—. Una cosa más, aquí nada se queda sucio para después. Detesto ver moscas o bichos, así que si usas algo, lo lavas, lo secas y lo guardas.
Hace lo que acaba de decir y deja la cocina para ir a su habitación a terminar de arreglarse.
Así que, la máscara de enojo será, y bueno, ya no me portaré tan idiota, pero si estamos enojadas, pues… estamos enojadas.
Hmm… —Suspiro, esto no será nada divertido
... el tiempo se acaba
*******
—¡Invítala!
—No es buena idea.
—Lo es, llámala, debe estar muy aburrida en tu casa.
—Para qué falta a la escuela, no es mi problema.
Ahora ambas me dan una mirada que grita un: «¿En serio, Yulia?»
—No te entiendo —comenta Rachel rompiendo el contacto con mis ojos y hace un gesto para llamar al mesero—, eres una mujer rara y terca… ¡a morir!
—No quiero estar con ella, eso es todo. Terminaremos peleando y prefiero mantenerme lejos.
Ade sigue con sus ojos fijos en mi rostro, finalmente gira a su novia para ponerlos en blanco con un negar de su cabeza y regresa a mí.
—¿Quién te entiende? Haz pasado el mes entero deprimida y quejándote porque Lena decidió sacarte de su vida y, ahora que está aquí, ¿no quieres verla?
—Me odia.
—No es así… —Ade me contradice.
—Y yo a ella.
Escucho grandes suspiros de ambas, están hartas de mi negativa. Pero no sé por qué se mueren por conocerla si ella las detesta, bueno a Ade.
—Solo llámala y dile que tenemos una entrada extra para el concierto de Madonna. Que pasaremos por ella en una hora…
—¡No!
—¡No seas necia! Es tu invitada, llámala
—Es un parásito…
—Va a vivir en tu casa, es tu huésped y punto. Nosotras tenemos un pase extra y no te va a hacer mal socializar con tu ex.
Mi ex, es eso. No veo a Lena como mi ex, Aleksey es mi ex, él si se merece ese título. Ella y yo estuvimos tan poco tiempo juntas que no cuenta como una relación, aunque quizá lo éramos antes de hablar y decidir que lo intentaríamos, quizá lo éramos cuando salí del hospital y nos comportamos como una pareja real, con risas, haciendo cosas cotidianas y ridículas, descansando juntas, teniendo el mejor sexo de mi vida.
Extraño el sexo, extraño el sexo con Lena, la extraño a ella, extraño lo fácil que era hablarle, lo bien que me sentía cuando me contaba intimidades que ya conocía por haberla leído, pero se convertían en reales cuando salían de sus labios… y sí, ese fue el problema al final, un conjunto de todo lo que ese diario trajo.
—¡Te lo pregunté, directamente te pregunté si tenías mi diario y me dijiste que no! —me reclamó con la carta que le escribí en la mano.
—De hecho, para ser exactos, no lo tenía… estaba en la bodega.
—¡No te hagas la idiota, Yulia! ¡Sabes que no me refería a eso! ¡Lo tenías en tu poder, lo leíste!
—Tú me dijiste un día que no te importaba si alguien lo leía.
—¡No! ¡Dije que si alguien lo leía… «alguien», no podría descubrir que era yo su dueña y que con eso me bastaba!
—¡Y que si lo hacía no te preocuparía que lo leyera!
—¡Tú no eres «alguien», eres tú, es distinto!
—Vamos, Lena. ¿Qué tiene de malo? Me gustó leerte, conocerte, entendert…
—¡Tú no me conoces! —me gritó de muy mala forma, quedándose sin aire. Agradecí que nadie más que nosotras estuviera en su casa—. Mucho menos me entiendes. Lo que hiciste es violar mi amistad en un nivel que no tiene nombre.
—Lena…
—¡Todo lo que te conté, ya lo sabías, todo! ¡Yo hice un esfuerzo enorme por compartirte una parte de mi vida, por ser sincera y tú te burlabas como si fuese una idiota. Me escuchabas sabiendo que dejaba muchos detalles dolorosos de lado y te reías por dentro porque ya los conocías, porque habías leído todo el dolor de esos meses!
—Nunca me burlaría de ti…
—¡Pero eso es lo que hiciste al nunca confesarme que lo tenías!
—Lena, deja de gritar, hablemos…
—¡No quiero dejar de gritar! —su voz en ese momento se quebró de tal manera que temí que se haya hecho daño en las cuerdas vocales, su enojo era inmenso y me asustó tanto que me aparte unos pasos.
—Tantas veces que te quejaste de Leo, que preguntaste qué tenía con él, como si no supieras exactamente de qué se trataba nuestra relación, lo mismo con Marina… ¡Aj, eres una hipócrita!
—¿Por qué? Nunca fuiste específica con tus sentimientos por ellos, nunca negaste quererlos, nunca aclaraste que eran solo sexo…
—¡A ti no te concierne qué es lo que yo sentía por ellos y qué era lo que teníamos. Ese asunto es mío y no te incumbe!
—¡Bueno, ahora sí me incumbe, ya que somos novias!
—Ah, ¿así como a mí debería preocuparme tu relación con tu nueva amiga?
—Nada pasa con Ade…
—Claro que pasa. Te acostaste con ella, ¿no? Por eso dejaste de hablarme por días, por eso es que me evitabas por todo medio, hasta que la idiota de Lena te escribió una carta, contándote más cosas que ya sabías… perfecto.
—Lena, dejémoslo de ese tamaño, por favor.
—Dime, ¿te reías de mí con ella?
—Dejemos a Ade de lado, ¿sí?
—Oh, Ade, la perfecta, hermosa, gentil, amigable, Ade…
Sus celos se hicieron presentes de inmediato, me pregunté desde cuando se sentía tan insegura con respecto a ella, si cuando le confesé que la besé le dejé claro que nada más sucedió.
—Lena, solo fue un beso y ya… Ade y yo somos amigas, ya te lo dije.
—Sé sincera, Yulia. Al menos eso.
—Te estoy diciendo la verdad.
—¿Sí?, ¿así como cuando te pregunté del diario y lo negaste? ¿Ese tipo de verdad?
—No quería que tuviéramos una pelea, eso era todo.
—No, no, no, no. Lo que no querías era dejar de tener de quién reírte…
—Lena, no… —La interrumpí, ¿cómo explicarle que no la leí con malicia? ¿Qué decir para que me crea?—. Diablos… Mira, yo, con el diario, aprendí a entenderte, te conocí de tal forma, que tenerte de amiga y de…
—¿Qué?, ¿amante?
—¡Tenerte a mi lado!, eso es un privilegio, no eras mi broma, no me reía de ti…
—¿Crees que por leerme y seguirme con tu cámara me conoces? No tienes idea de quién soy.
—Lo sé, te veo aunque quieras negarlo, te veo tan claro… —no terminé de hablar y ella ya se estaba carcajeando en mi cara.
—¿Quieres saber algo de mí, de la persona que crees conocer, de tu novia?
—Lena, mejor hablamos luego, ¿sí? Tranquilicémonos…
—Me acosté con Leo antes de que viajara a Brasil —me confesó, así, tal cual, con una cara de maldad exquisita, que si sus palabras no me hubieran llegado a doler tanto, la habría disfrutado—. Oh, y fue tan bueno, tan mmm, no tienes idea. Amé sentirlo tocar mi cuerpo, cada centímetro. Uf, ya me había olvidado del buen sexo, de lo bien que se siente que alguien sepa exactamente qué hacer contigo para satisfacerte…
—Basta.
—Fue increíble, más cuando Marina se nos unió, tan… exquisito. Es delicioso tener un trío, riquísimo…
—Basta, Lena.
—Que él esté a tus espaldas, sujetándote fuerte de la cadera mientras arremete dentro de ti, y ella te ayuda a generar todo ese calor por delante… Uf, cuando ambos besan tu cuello al mismo tiempo, gimen en tu oído y sus manos no dejan de tocarte…
—¡Basta! ¡No quiero saber!
—Vamos, Yulia. Quieres. Te encanta saber lo que hago y cómo me siento. Te lo estoy diciendo, ahora. Daría lo mismo si me estuvieras leyendo.
—¡No!
—Oh, claro que sí… leíste cada una de mis palabras apropiándote de ellas, haciéndolas tuyas… conociéndome, ¿no? Te fascina aprender sobre mí, pues lo gocé, amé acostarme con los dos al mismo tiempo, es lo mejor que he hecho en la vida, tener un orgasmo con él, mientras le daba uno a ella…
¡Plaf!
Me convertí en mi madre.
Toda su cara se volteó hacia un lado, su boca se mantuvo abierta y su respiración salía acelerada por ahí. Mi mano temblaba bajando hasta mi lado y quise acercarme para ver cuánto daño le había hecho en mi estupidez, pero ella regresó a verme y me empujó al intentarlo.
—Recoge tus cuatro cosas y lárgate de mi casa… ¡Ahora! —me gritó, yo estaba congelada, no pude reaccionar, no podía creerlo, ni porque mi mano latía por el golpe—. ¡Qué te largues! —repitió con más fuerza y me sujetó del brazo, empujándome hacia la puerta.
La azotó una vez que estuve afuera y por más que la llamé, que esperé, que la llamé y le pedí disculpas, dándole mil excusas por haberla tocado así, ella no contestó. De repente escuché un golpe a un lado de la casa y me acerqué a ver, era ella tirando mis cosas por la ventana, mi poca ropa y los regalos que nos habíamos hecho por navidad, todo metido, a la maldita sea, en una bolsa de basura. Cerró la ventana y no la volví a ver hasta que estuvo en la puerta de mi apartamento.
Esa misma tarde de la pelea, papá me confirmó que había conseguido un boleto y que viajaría en un par de horas a Moscú. Al llegar me esperaba un chofer que me llevaría a la casa de mi madre para empacar mis cosas, montarlas en el camión de mudanza y llevarlas. Mi madre viajaría un día después.
Así es como terminé el año pasado, sola y horrorizada por cómo se dieron las cosas, percatándome de que Lena me había sacado no solo de su casa, sino de su vida. Imagino que, haberle enviado a Sergey un sobre con una copia de las fotos que tomé, no ayudó en mi caso. Lena tiene razones de sobra para odiarme.
—No, no es una buena idea. No la llevaremos al concierto. Lena está mejor sola.
—¡Aj, está bien! —me contesta mi amiga, su novia firma la cuenta del café que nos invitó y apenas termina cierra la carpeta de facturas y nos levantamos caminando a la puerta—. Uno de estos días, lo quieran o no, van a tener que hablar de lo que sea que haya pasado entre ustedes.
Seguramente, no se equivoca. Más, en este punto, las cosas que ella dijo ese día y que yo hice, construyeron un muro demasiado alto como para arreglarlo invitándola a salir.
Algún día hablaremos; definitivamente no será hoy.
Un abrazo
Capítulo 46: Floreciendo
¿Sabes?, no fue tan difícil como pensaba encontrar dónde comprar licor con mi identificación falsa en esta ciudad, o mis preciados cigarrillos.
Estoy fumando tanto últimamente, que hasta yo me sorprendo de levantarme con el cenicero lleno de puchos. Me termino al menos doce en una sola noche y es que ya no puedo dormir. Ahí es donde entra el vino. He caído en cuenta que, cuando tomo vino tinto antes de acostarme, duermo, no bien, pero duermo. Algo es algo.
Al principio salía al balcón, ahora ya no. Fumo en la sala, fumo en la cocina, fumo en mi habitación, en el pasillo; he llegado a encontrarme apunto de entrar con el cigarrillo a la ducha, así de tanto estoy fumando. Y me importa un comino si mi ropa siempre huele a tabaco, o los sillones o las toallas, o mi cabello, o yo… ¿qué importa? No hay nadie que me huela y se queje.
Hmm… Estoy mirando al techo.
¿Te he contado de mi departamento?
Bueno, es muy blanco, pulcro, aunque el humo de los cigarrillos sube desde el piso donde me acuesto todas las noches a perder el tiempo.
Me siento tan vacía de ideas; me aburre la vida. ¿Es eso normal? ¿Que cuando te deprimes nada te llama la atención, nada es especial, nada importa?
En otras noticias, mis calificaciones han bajado, a pesar de que se mantienen en equilibrio, ¿ya sabes? A, B, A, B, A, B.
No siento que merezca esas notas. Al momento soy una estudiante de una C sólida. C en todas las materias.
¿Sabes lo que pasa, lo que me ayuda a mantenerme arriba? —en ese único aspecto por supuesto—, es que soy muy buena con la concentración puntual, llamémosla así. Si necesito hacer algo, lo tomo por los cuernos y le doy el tiempo requerido. Termino mis tareas haciendo lo justo y necesario en una hora o dos y ya. No me esfuerzo tampoco, no me importa recibir As y Bs, tampoco si tienen un (+) a un lado. ¿Quién quiere el diez perfecto? A mí ya no me interesa ser excelente, a nadie en realidad le importa si lo soy.
Aunque… debo admitir que hay una sola materia que me da dificultad, fotografía. El maestro Illya ha hecho lo imposible para no tener que ponerme una C; lo ha hecho, pero intenta no repetirlo.
Ahora me tiene fotografiando insectos, practicando la macro fotografía de nuevo. Ya no se le ocurren ideas de qué tema ponerme a fotografiar. Se alarmó al ver que la tarea sobre la «ausencia» se iba tornando demasiado lúgubre, dañina para mí misma y me cambió de proyecto.
El otro día me obligó a quedarme hablando con él una hora, después de la escuela, sobre lo que me pasaba.
—La fotografía es la reveladora del alma —me dijo antes de darme un discurso sobre cómo: fumar veintidós cigarrillos en un día para tomar una foto del cenicero a desbordar, es lo más estúpido que pude haber hecho; así sea una muy buena foto y se note el tema en cada uno de los puchos, es estúpido.
Sus palabras, no las mías.
Claro que él no sabía que esa era la cantidad que me fumé la noche anterior y la tomé antes de tirarlos a la basura, pero bueno…
¿Sabes algo más, Alik? A veces siento que él es más efectivo que tú en esto del psicoanálisis. Tal vez debería pagarle a él por espantar mis demonios. Aunque siendo sinceros, ninguno de los dos me ha ayudado en realidad. Sigo fumando como idiota y sigo igual de deprimida.
Hoy hablé con mamá, hace un rato de hecho. Me dijo que le había ido bien en su terapia contigo. Que le dijiste que haga un intento por verme este fin de semana. Pasos cortos, le sugeriste, que evitemos el tema que nos afecta.
Eres un genio.
No tengo idea de qué vamos a hablar, si es ese tema en particular el que me tiene así de manca.
Ya me imagino ese encuentro.
—Hija, ¿cómo has estado? Te veo quince libras más delgada. ¿Me mentiste cuando te pregunté por teléfono si estabas comiendo bien? ¿Estás lavando tu ropa, no? ¿Aseando la casa?
Pfff, si supiera que son esas cosas las que me tienen aún aquí. Llegar de la escuela a comer algo y hacer la estúpida tarea, recoger la ropa sucia, meterla en la lavadora. Mientras sale, barrer, trapear el piso, limpiar los polvos y después tirarme en este piso a fumar hasta que la secadora pite y tenga que levantarme a doblar y guardar mis prendas. Bueno, eso es los días que me toca hacer la lavandería, porque el resto solo limpio la casa y me hecho a perderme en el techo mientras fumo. Como ya te lo había dicho, fumo y fumo y vuelvo a fumar, como los peces en el río que vuelven a beber…
Espera, alguien está golpeando la puerta.
Detengo la grabadora y me enderezo dándole una última inhalada a mi cigarrillo para apagarlo en el cenicero que ya lleva cinco terminados.
Vuelven a golpear… timbrar… timbrar, timbrar, timbrar.
—¡Ya voy! —Me levanto y me apuro hasta el orificio de la puerta e intento ver quién es, pero está como bloqueado… ¿Qué diablos? El otro día estaba bien.
—¿Quién es?
Nadie me contesta.
—Bueno pues, no es nadie… —Comienzo a caminar de regreso y…
Timbre, timbre, timbre.
—¿Quién diablos es?
No es Ade o Rachel. Ade tiene su propia llave y Rachel no es muda, hablaría, como muchas otras veces.
Timbre, timbre, timbre.
—¡Si no me dices quién eres no voy a abrir!
Timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre, timbre…
—¡¿Quién es?! Por la grandísima p…
¡Abro la maldita puerta para darle un golpe al idiota que…!
Trago…
—Quisiera no hablarte. No era mi intensión hacerlo y… Al diablo, al punto —dice con tanto enojo que retrocedo unos centímetros de la puerta—. Tu estupidez de hablar con mi padre sobre Erich y el supuesto mensaje que te mandó hace unos días, lo puso tan paranoico que se le ocurrió la genial idea, de que lo más lógico y seguro, era sacarme de Sochi.
—Lena…
—¡Cállate! No quiero escuchar una palabra —me grita y cierro la boca en ese instante—. Habló con tu papá y ambos acordaron en que viviéramos juntas un tiempo, hasta encontrar a Erich y arrestarlo, así que… aquí estoy.
Sí, aquí está.
No estoy soñando porque ya lo dije, hace semanas que no duermo lo suficiente como para soñar. Lena está aquí, en la puerta de mi casa, con dos maletas que supongo traen sus cosas.
—No necesito que me ayudes, solo quítate.
Lo hago automáticamente, aunque pudo haber dicho un por favor. Alguien pudo consultarme, de hecho.
Esto es irreal. Lena, está aquí, Lena, vivirá aquí. Papá no me dijo nada, papá…
—Tu departamento apesta.
¡Eh, ahí!
Alguien que pueda oler mi desgracia y quejarse.
Ahora siento que tengo muchas esperanzas....
*******
—Hija, ¿todo bien?
—¡¿Todo bien?! ¡¿Hablas en serio, papá?!
—Ya veo, llegó Lena.
—¡Claro que llegó! ¡¿Por qué no me avisaste?!
—Sergey y yo, creímos que era más seguro de esta forma.
—¡¿Qué parte de él tipo sabe quién soy no se entendió?, nos encontrará en 5 minutos!
—Ah, eso… Fue una broma de Lena, hija. Erick no sabe nada. Ambas están a salvo en Moscú.
Perdón, ¿dijo una broma? ¡¿Una broma?! ¡Lena me va a oír, ¿pero qué se cree?!
—¡¿Y por qué no me lo dijiste?!
—No te preocupes por eso ahora, Yulia. Sergey está vigilando a Erich y pronto conseguirá una orden de arresto. Tan solo estamos esperando a unas pruebas de laboratorio…
—¡¿Y qué se supone que hago con ella, papá?! ¡¿La acomodo en la bañera hasta que lo metan preso?!
—Muy graciosa —me dice riéndose de mi muy real comentario—. Espero que seas hospitalaria con ella. Llévala a comer…
¡¿A comer?!
—… y cédele tu cama, por favor. Debe estar muy cansada después del viaje.
¡¿Mi cama?! Ah, no, no, no…
—Sergey le enviará a Lena el dinero para sus gastos mientras esté allá y la colegiatura ya está pagada, solo necesita una guía por la cuidad…
¡Que se compre un perro, yo no soy guía de nadie!
—… y la escuela.
—¿Qué? ¡Dime que no va a ser mi compañera!
—¡Yulia! —dice con fuerza, se cansó finalmente de mi impecable lógica y más que justificada actitud—. ¡Lena vivirá contigo hasta que este asunto se resuelva! ¡No quiero una sola queja más! Mañana irán los empleados de la tienda de muebles a instalar dos camas en tu habitación y desarmarán la que tiene para llevarla a la bodega…
—¡Es mi cama!
—¡Tendrás una nueva! La alcoba es lo suficientemente grande para que quepan ambas cómodamente.
—¿Hasta cuándo durará esto?
—Hasta que Lena esté a salvo aquí, seguramente varias semanas, así que tendrás que acostumbrarte a la idea y ella también. Mientras los Katin y yo seamos quienes cubrimos sus expensas, paguemos sus gustos y sus vicios, harán lo que se les diga y punto.
"Y claro, la idiota de Yulia tiene que quedarse callada porque papá tiene razón. Nada aquí es nuestro, si salimos por la puerta de esta suite tendremos que vivir en una caja de cartón".
"Yo ni loca le cedo mi cama".
"Podemos irnos a vivir con Ade, hacer un trío con Rachel. ¡Fiesta, alcohol, woo!"
¡Cállense todas!
—Ahora, vayan a comer algo —dice bajando los gritos, yo sigo igual de furiosa que antes—. Yo invito.
"¡Vamos a ese lugar de comida italiana de la otra vez!"
"Sí, cuando fuimos con Ade y Rachel, el espagueti con langosta es delicioso".
—Mira, papá, ni se estén imaginando que yo voy a hacer de niñera de Lena. Si ella quiere ir a comer y tú la quieres invitar, bien por ti, pásala a buscar. Yo…tengo tarea.
—Yulia, cálmate. Nadie te está pidiendo que cambies tus planes o que te encargues de ella. Lena ya es lo suficientemente grande para velar por si misma, pero hoy, solamente por hoy, hazme este favor, ¿quieres?
—¡Como sea papá, adiós!
Aj, tengo ganas de tirar el teléfono a la piscina y que todos mis dilemas se ahoguen con él, pero si lo hago ¿quién me compra otro? Papá me dirá que tengo que ganármelo y que sea buena con Lena, bla, bla, bla y no, no quiero estar atada a ella por desquitarme con mi preciado aparato con el que juego Candy Crush a la madrugada.
"Lena está arriba, ¿qué hacemos?"
"Déjala ahí. Vámonos a comer y regresamos mañana después de la escuela".
"Tenemos las cosas de la escuela arriba, genio".
"No le vamos a dar nuestra cama, ¿no? Así no durmamos, es lindo dar mil vueltas y, en el sofá, no se puede".
Ahora ya sé por qué la cama amanece hecho un desastre.
"Está haciendo frío, podemos ir arriba".
Sí, hasta en el área de la piscina está helando. El vapor del agua caliente empaña los vidrios que la rodean. No entiendo para qué la calientan en invierno.
¿Quién en su cordura bajaría a darse un baño aquí?
Camino al ascensor y un recuerdo se hace presente frente a mis ojos. Esa noche que me acompañó al hotel vi mi reflejo en la puerta del elevador y regresé mis pasos corriendo, la alcancé cuando el taxi se detuvo en un semáforo a media cuadra.
—¡Lo siento! —le dije, abriendo la puerta, me senté y la cerré de golpe. Mi respiración estaba alterado por el esfuerzo—. Lo siento…, no quiero pelear… Perdón, Lena… ¿Todavía puedo aceptar la oferta?
—Pensé que no querías pasar estos días conmigo —me respondió virándome la cara, haciéndose amiga de la ventana para no mirarme.
—Lo único que he pensado…, todo este tiempo lejos…, es en volver a verte y pedirte disculpas por besar a Ade, por defraudarte…
La escuché desinflarse y, lentamente, se dio vuelta para escucharme.
—Tengo pocos días aquí y… aún no hemos hablado sobre nosotras… Lena, yo quiero un nosotras…
Es gracioso y estúpido cómo puedes tener una idea fija por varios minutos —por una larga caminata, de hecho— y en menos de dos segundos entiendes que estás cagándola por un capricho. De cierta forma fue Aleksey quien nos juntó al portarse tan mal con ambas. ¿Y qué estaba haciendo yo?, pelearme con ella y correr el riesgo de perderla por querer recuperarlo como amigo.
—Si la respuesta es no y debo volver al hotel. Lo entenderé, yo… lo lamento… No tienes idea lo que he pasado con mamá, lo que me duele que me haga tanto daño y… saber que es mi culpa…
—No es tu culpa, Yulia.
—¡Lo es!
—¡No! Tu mamá necesita ayuda, necesita aceptar lo que pasa y darse cuenta de que esta no es la forma de tratarte. No es bueno para ti estar con ella. Aún así, sé por qué quieres quedarte, sé que te sientes muy sola… —Recuerdo pensar que eso era imposible, no habíamos hablado en días, semanas, ¿cómo sabía ella cómo me sentía? Y entonces me lo confesó—. Nastya me dijo que no la estás pasando bien.
—¿Cuándo hablaste con ella sobre mí?
—Hace unas horas, mientras me paseaba en este taxi buscándote. Me dijo que ustedes hablan cada vez menos, que estás tan triste que a veces te llama y…
No necesitó decir que Nastya me encontraba llorando muchas veces, porque era así. Tanto que, desde que regresé a Moscú, la he evitado aún más. La primera semana que viví sola, hablamos un par de veces y después de eso… nada.
Puede ser que yo me haya hecho a la idea, pero comencé a sentirla distante. Supuse que Lena le había contado lo del diario y que Nastya desaprobaba lo que hice. Yo no sabría cómo más justificar su alejamiento. Se hizo Team Lena… y bueno, yo tengo a Ade en el Team Yulia.
—Yo también debería disculparme —me dijo, perdonando mi reciente comportamiento. Su palma atrapó con cariño mi mejilla, su calor me tranquilizó tanto. Me pregunté entonces cómo una persona puede llenar todo el vacío que tienes adentro con un solo gesto. ¿Era porque la quería, porque la había extrañado tanto? ¿Era eso?—. Aleksey es tu amigo, yo no tengo derecho a criticarlo así, no importa lo que haya pasado entre ustedes o nosotros.
—Aleksey ya no importa. ¿Aún puedo aceptar la oferta? Porque nos estamos alejando del hotel y si es un no, debería bajarme…
—Es un: tonta, claro que sí.
Sonreímos. Dios, hasta recuerdo al conductor rodando los ojos por el retrovisor de tanta azúcar que desbordaba en la parte trasera de su taxi. Pasé el resto de mis días en Sochi con ella, en la casa de los Katin, hasta esa tarde en la que regresé a Moscú, después de nuestra pelea.
La puerta del elevador se abre y camino hacia la puerta de mi apartamento. Doy tres respiros profundos y calmados antes de girar la perilla de la puerta, no está cerrada del todo, la empujo y noto que no se escucha nada adentro.
¿Será que se fue?
Entro y la luz está apagada, más la habitación está iluminada por tenues resplandores que salen de esas velas con aroma a limón y vainilla que Ade me regaló, el día que se enteró que fumaba aquí adentro. Dijo que era la fragancia perfecta para disminuir el tufo y no empalagar. Nunca las usé, las guardé en una cajón y me olvidé de ellas, confieso que me gusta el olor de la autodestrucción. Observo todo el lugar y veo una sobre la mesa del comedor, dos más en la mesa de la sala.
De repente, siento una ventisca helada recorrer mi cachete. Regreso a ver al único lugar de donde pudo haber llegado y lo confirmo, la puerta del balcón está abierta, no más de cinco centímetros, pero es suficiente para enfriar el lugar…
"¡¿Dónde está, saltó?!"
Por un milisegundo se me para el corazón.
Pero qué idiota eres quién sea que hayas sido. ¡No saltó!
Veo un bulto acostado en el sofá, su bulto, es ella. Está hecha bolita, sus rodillas muy arriba, sus brazos abrazándose a si misma. En unos minutos hará tanto frío que comenzará a temblar.
Cierro la puerta, aunque sé que su objetivo era que el departamento se ventile pronto y se vaya el olor a tabaco, pero prefiero que las velas hagan su trabajo lentamente, a que ella se me convierta en un cubo de hielo.
Voy a mi habitación y abro el closet, tengo guardadas varias cobijas para los días más fríos. A veces el calefactor me atosiga y prefiero taparme a subir la temperatura general del departamento.
Doy vuelta y la veo vacía, me refiero a mi cama, está perfectamente arreglada y vacía.
"No tuvimos que cedérsela, al menos eso".
"Pero tampoco iremos a comer, genio".
Viro los ojos y salgo. Mis voces , la mayoría de veces, son tan egoístas, interesadas e insoportables…
"¡Hey!"
¡Shhhhhh!
Lena sigue ahí, en la misma pose de antes.
Hmm… Siempre he pensado que es muy linda cuando está dormida. Tan tranquila, tan dulce e inocente…, linda.
Respira con suavidad… y su estómago suena… Debe tener hambre, pero ya no hay nada que podamos hacer al respecto, no la voy a despertar.
En un par de horas regreso para chequearla, quizá quiera ir a cenar entonces.
Tal vez ya se haya convertido en una piedra de fuego...
*******
El cuello, el cuello me duele. Debí quedarme dormida mientras esperaba a que Yulia regresara, después de verme parada en medio de la sala por minutos —que parecieron horas—, sin poder articular ni una palabra, con su mentón caído claramente sorprendida de verme. Por supuesto, no le comentaron nada de mi viaje. Luego la vi salir hecha una furia por la puerta de entrada, no la azotó, pero quería, vamos, es Yulia.
El departamento apestaba. El olor a camionero llenaba el lugar entero y el humo era visible desde la puerta; apenas se fue, me apresuré a abrir el balcón. Me di cuenta enseguida de que, airear una casa en el invierno de Moscú, no funciona como en Sochi. Me congelé en menos de cinco minutos y tuve que volver a cerrarlo, dejando una mínima apertura para que el aire circulara.
¿Así es como vive? ¿Ahogada en el humo del cigarrillo que antes consumía casualmente?
Ahora parece que es una fumadora compulsiva. Conté seis colillas en el cenicero, una aun emitía humo.
Supuse que en algún lugar de la casa habría algo que quemar para quitar ese olor y fui de primera a la cocina. No sé por qué, no es que supiera con seguridad que Yulia es una ociosa, pero durante todo el viaje, me imaginé viviendo las siguientes semanas con una versión femenina de Leo y lo odié.
Pensé entrar a su departamento y ver su ropa tirada por todos lados, su cama destendida y sucia, una montaña de platos en el lavabo y quizá a ella sobre su íntima amiga Ade, ¡puaj! Pero no, todo en este departamento estaba impecable, todo menos el olor a tabaco.
Su cajón de cubiertos estaba arreglado a la perfección, todos limpios y brillantes, así mismo el anaquel con sus platos, el lugar donde guarda los cuchillos, el cajón de manteles con todos doblados y ordenados juntos a las servilletas, me sorprendió.
Encontré las velas detrás de la puerta del mueble de limpieza, en la primera repisa; a un lado estaban apiladas las cajas de fósforos. Coloqué una sobre la mesa del comedor y dos cerca de mí para que ayudaran a quitarme la sensación de haber entrado a un cabaret de los años cincuenta. Después me senté en el sofá y la esperé.
Pasaron cinco minutos, diez y no regresaba.
¿Lo haría?
Tal vez pasaría la noche con ella, porque ¡¿por qué no?!
No la estaba visitando su novia, ya no soy ni su amiga, ¿por qué no se acostaría con la tal Ade?
Ade, Ade, Ade, ¡la perfecta Ade!
Decidí darme el tour de la casa. Es chica, es una suite, aunque no por eso deja de ser amplia —es una contradicción muy correcta la que acabo de hacer—, tiene una sola alcoba que es bastante grande; un baño amplio con una bañera tipo jacuzzi en el que entran dos personas…
Aj, no quiero recordar las imágenes que me vinieron a la mente. No conozco a la tal Ade, pero de ver sus fotos con Yulia en su página de Facebook, me las imagino en todas las poses posibles. Ya ni veo películas de temática lésbica para no imaginármelas y es que el maldito el cerebro que tengo, hace un recorte mental de sus caras y las pega en toda pareja de chicas que veo por ahí, ya ni a tumblr entro.
En fin, lindo baño, linda alcoba. Al final del pasillo tiene algo así como un gran ventanal con un mueble sofá, es agradable. A un lado tiene su amado sillón color burdeos y varias repisas con sus libros y sus vinilos. Su tocadiscos descansa sobre una diminuta mesa antigua y, a un lado, extrañamente hay un florero transparente con una sola flor; una dalia negra, tan macabro, tan Yulia, pero a la vez tan femenino y exquisito.
Su apartamento parece el de una mujer, no de una adolescente. Es cuidado, limpio y tiene su carácter impregnado con un gusto exquisito.
Este sillón del que acabo de despertar, por ejemplo, es cómodo, si no fuese porque dormí sin almohada habría tenido el sueño perfecto. Su gamuza negra me ayudó a encontrar el calor necesario para dormir anoche… aunque… yo no me tapé. Debió ser ella. Yulia me cobijó al volver, cerró la puerta del balcón y apagó las velas.
El departamento ya no huele a tabaco… tanto. El olor está impregnado en los muebles, pero como yo fumo también esto no me molesta demasiado, no como anoche y es que de verdad no se veía más que una nube gris flotando en el ambiente.
Mmm… Huele a tocino, escucho su crujir en el sartén. Yulia está cocinando y acaba de abrirme el apetito. Moría de hambre anoche, la comida del avión fue tan mala que soñaba despierta con un sándwich de pavo o un buen filete, unas costillas o algo que me llenara tanto que me hiciera arrepentirme de haber probado bocado.
Abro los ojos sin moverme, seguro estará cocinando para ella y solo para ella, y acto seguido saldrá a la escuela. Lo que me recuerda, yo también debo ir, es mi primer día de clases. El papá de Yulia consiguió que me dieran cupo en el mismo instituto que a su hija, amigo de no se quién, no le costó más que una llamada.
Odio a papá y mamá por hacerme esto, no era el punto de enviar ese mensaje. No quería que Yulia entrara en pánico y que contagiara de su paranoia a mis padres, solo quería restablecer el contacto con ella, arreglar lo que sea que tuvimos y que yo arruiné. Pero no, fui al centro comercial donde compré un chip de móvil con un nuevo número, lo cambié ese instante, le escribí ese mensaje, lo envié y, cuando llegué a casa, los vi a ambos a punto de marcar al 911 para declararme desaparecida, secuestrada y casi asesinada.
—Yulia recibió una amenaza, Erich la encontró y sabe quién es —dijo papá después de soltarme de un abrazo que casi me deja sin aire—. Tenemos que esconderte hasta que logremos arrestarlo.
Confesé de inmediato haber sido la que envió el mensaje, no había una amenaza, yo esperaba que Yulia me respondiera preguntándome quién era, jugar a conocernos de cero, algo romántico, que nos quite las asperezas con las que se fue ese día después de nuestra pelea, pero no, la señorita asumió que era Erich y soltó la bomba atómica.
Nada de lo que les dije detuvo a mis padres. Me sacarían de Sochi, sí o sí, y Olek Volkov le comentó que su hija estaba viviendo sola y que podía ser una buena idea que viniera aquí, después de todo, somos «muy buenas amigas», guiño, guiño.
Dos días después ya estaban subiéndome al avión, y solo porque no encontraron boletos para esa misma tarde, de lo contrario…
Escucho a Yulia verter algo en un vaso, suena delicioso. Termina con él y escucho otro. Okey, está preparando desayuno para dos personas…
Espera, no te ilusiones, ¿y si «Ade» se quedó la noche? ¡¿Y si regresó con ella y ahora me la va a bambolear presumiéndola?!
¡Aj, ¿por qué estoy aquí?! Esta es la peor idea del mundo. No estamos listas para vivir juntas. Esto no es como los días que se quedó en mi casa y dormía en mi cama, no es como si fuésemos compañeras de cuarto y todo va a ser amor y paz. Esto no está bien…
—¿Lena?
La escucho a lo lejos.
—¿Lena, despertaste?
Suspiro fuerte. ¿Qué se supone que hago ahora? ¿Sigo pretendiendo que nos odiamos mutuamente? ¿Me pongo la máscara de enojo y la trato a la patada como ayer? Fui muy idiota ayer.
—El desayuno está listo si tienes hambre.
Vuelvo a suspirar ahora con más sentimiento y me enderezo. Me siento, viéndola pasar de un lado a otro de la cocina los platos con tostadas y huevo revuelto más los tocinos. Me levanto y me doy cuenta de que también me quitó los zapatos, fue muy considerada, considerando que yo fui muy idiota.
Me acercó y me acomodo en el puesto vacío a su lado; sin decir una palabra la veo comer por unos segundos.
Quiero decirle un gracias, quiero decirle que la extraño, que se ve linda, quiero abrazarla…
—Come que se te va a enfriar y todavía tienes que bañarte si vas a ir a la escuela conmigo hoy —me dice más como una advertencia que como una sugerencia—. Ade pasará por nosotras en cuarenta minutos.
Ade… ¡Aj!
—Qué sentido tiene ir a clase el viernes, iré desde el lunes —le digo y me llevo un bocado a la boca.
—Haz lo que quieras, no es mi problema.
Empezamos el día ex-ce-len-te.
—Tu cama y mi nueva cama llegarán en la tarde, lo que quiere decir que tenemos que acordar cómo diablos vamos a vivir juntas.
La dureza de sus palabras me pega fuerte, pero así mismo la traté yo ayer. ¿Qué esperaba, que me tenga armado un altar?
—Nadie más que yo fumo adentro del departamento, así que si quieres pegarte tu té verde, ahí está el balcón.
Ah, me está dando las reglas, bien, escuchémosla.
—Hoy te sacaré la copia de las llaves de la casa, no se te ocurra perderlas. Lo que tomes del refrigerador lo repones apenas puedas. A mi café ni lo toques, cómprate el tuyo. Los días de lavado son los martes, los jueves y los sábados. Yo no lavaré tu ropa, ni me preocuparé de si está seca, tampoco colgaré tus toallas, así que no las dejes tiradas. Nos turnaremos para limpiar la casa, decide qué días te quieres encargar tú y yo tomaré el resto…
Sigo escuchándola mientras me termino las tostadas, pero ya siento que me está cayendo mal el desayuno. Odio que me den órdenes, esta puede ser su casa, pero no soy una infante, puede hablarme, no mandarme.
—Ade me da un aventón todas las mañanas, al menos hasta que me compre un auto, así que si quieres ir con nosotras, salimos de aquí veinte minutos antes de las ocho. Si no estás lista, te quedas.
—No gracias, puedo ir en bus.
—Perfecto, google maps es tu amigo, yo no soy tu maldita guía. —Termina de decir y se levanta llevando su plato y vaso hasta el lavaplatos—. Una cosa más, aquí nada se queda sucio para después. Detesto ver moscas o bichos, así que si usas algo, lo lavas, lo secas y lo guardas.
Hace lo que acaba de decir y deja la cocina para ir a su habitación a terminar de arreglarse.
Así que, la máscara de enojo será, y bueno, ya no me portaré tan idiota, pero si estamos enojadas, pues… estamos enojadas.
Hmm… —Suspiro, esto no será nada divertido
... el tiempo se acaba
*******
—¡Invítala!
—No es buena idea.
—Lo es, llámala, debe estar muy aburrida en tu casa.
—Para qué falta a la escuela, no es mi problema.
Ahora ambas me dan una mirada que grita un: «¿En serio, Yulia?»
—No te entiendo —comenta Rachel rompiendo el contacto con mis ojos y hace un gesto para llamar al mesero—, eres una mujer rara y terca… ¡a morir!
—No quiero estar con ella, eso es todo. Terminaremos peleando y prefiero mantenerme lejos.
Ade sigue con sus ojos fijos en mi rostro, finalmente gira a su novia para ponerlos en blanco con un negar de su cabeza y regresa a mí.
—¿Quién te entiende? Haz pasado el mes entero deprimida y quejándote porque Lena decidió sacarte de su vida y, ahora que está aquí, ¿no quieres verla?
—Me odia.
—No es así… —Ade me contradice.
—Y yo a ella.
Escucho grandes suspiros de ambas, están hartas de mi negativa. Pero no sé por qué se mueren por conocerla si ella las detesta, bueno a Ade.
—Solo llámala y dile que tenemos una entrada extra para el concierto de Madonna. Que pasaremos por ella en una hora…
—¡No!
—¡No seas necia! Es tu invitada, llámala
—Es un parásito…
—Va a vivir en tu casa, es tu huésped y punto. Nosotras tenemos un pase extra y no te va a hacer mal socializar con tu ex.
Mi ex, es eso. No veo a Lena como mi ex, Aleksey es mi ex, él si se merece ese título. Ella y yo estuvimos tan poco tiempo juntas que no cuenta como una relación, aunque quizá lo éramos antes de hablar y decidir que lo intentaríamos, quizá lo éramos cuando salí del hospital y nos comportamos como una pareja real, con risas, haciendo cosas cotidianas y ridículas, descansando juntas, teniendo el mejor sexo de mi vida.
Extraño el sexo, extraño el sexo con Lena, la extraño a ella, extraño lo fácil que era hablarle, lo bien que me sentía cuando me contaba intimidades que ya conocía por haberla leído, pero se convertían en reales cuando salían de sus labios… y sí, ese fue el problema al final, un conjunto de todo lo que ese diario trajo.
—¡Te lo pregunté, directamente te pregunté si tenías mi diario y me dijiste que no! —me reclamó con la carta que le escribí en la mano.
—De hecho, para ser exactos, no lo tenía… estaba en la bodega.
—¡No te hagas la idiota, Yulia! ¡Sabes que no me refería a eso! ¡Lo tenías en tu poder, lo leíste!
—Tú me dijiste un día que no te importaba si alguien lo leía.
—¡No! ¡Dije que si alguien lo leía… «alguien», no podría descubrir que era yo su dueña y que con eso me bastaba!
—¡Y que si lo hacía no te preocuparía que lo leyera!
—¡Tú no eres «alguien», eres tú, es distinto!
—Vamos, Lena. ¿Qué tiene de malo? Me gustó leerte, conocerte, entendert…
—¡Tú no me conoces! —me gritó de muy mala forma, quedándose sin aire. Agradecí que nadie más que nosotras estuviera en su casa—. Mucho menos me entiendes. Lo que hiciste es violar mi amistad en un nivel que no tiene nombre.
—Lena…
—¡Todo lo que te conté, ya lo sabías, todo! ¡Yo hice un esfuerzo enorme por compartirte una parte de mi vida, por ser sincera y tú te burlabas como si fuese una idiota. Me escuchabas sabiendo que dejaba muchos detalles dolorosos de lado y te reías por dentro porque ya los conocías, porque habías leído todo el dolor de esos meses!
—Nunca me burlaría de ti…
—¡Pero eso es lo que hiciste al nunca confesarme que lo tenías!
—Lena, deja de gritar, hablemos…
—¡No quiero dejar de gritar! —su voz en ese momento se quebró de tal manera que temí que se haya hecho daño en las cuerdas vocales, su enojo era inmenso y me asustó tanto que me aparte unos pasos.
—Tantas veces que te quejaste de Leo, que preguntaste qué tenía con él, como si no supieras exactamente de qué se trataba nuestra relación, lo mismo con Marina… ¡Aj, eres una hipócrita!
—¿Por qué? Nunca fuiste específica con tus sentimientos por ellos, nunca negaste quererlos, nunca aclaraste que eran solo sexo…
—¡A ti no te concierne qué es lo que yo sentía por ellos y qué era lo que teníamos. Ese asunto es mío y no te incumbe!
—¡Bueno, ahora sí me incumbe, ya que somos novias!
—Ah, ¿así como a mí debería preocuparme tu relación con tu nueva amiga?
—Nada pasa con Ade…
—Claro que pasa. Te acostaste con ella, ¿no? Por eso dejaste de hablarme por días, por eso es que me evitabas por todo medio, hasta que la idiota de Lena te escribió una carta, contándote más cosas que ya sabías… perfecto.
—Lena, dejémoslo de ese tamaño, por favor.
—Dime, ¿te reías de mí con ella?
—Dejemos a Ade de lado, ¿sí?
—Oh, Ade, la perfecta, hermosa, gentil, amigable, Ade…
Sus celos se hicieron presentes de inmediato, me pregunté desde cuando se sentía tan insegura con respecto a ella, si cuando le confesé que la besé le dejé claro que nada más sucedió.
—Lena, solo fue un beso y ya… Ade y yo somos amigas, ya te lo dije.
—Sé sincera, Yulia. Al menos eso.
—Te estoy diciendo la verdad.
—¿Sí?, ¿así como cuando te pregunté del diario y lo negaste? ¿Ese tipo de verdad?
—No quería que tuviéramos una pelea, eso era todo.
—No, no, no, no. Lo que no querías era dejar de tener de quién reírte…
—Lena, no… —La interrumpí, ¿cómo explicarle que no la leí con malicia? ¿Qué decir para que me crea?—. Diablos… Mira, yo, con el diario, aprendí a entenderte, te conocí de tal forma, que tenerte de amiga y de…
—¿Qué?, ¿amante?
—¡Tenerte a mi lado!, eso es un privilegio, no eras mi broma, no me reía de ti…
—¿Crees que por leerme y seguirme con tu cámara me conoces? No tienes idea de quién soy.
—Lo sé, te veo aunque quieras negarlo, te veo tan claro… —no terminé de hablar y ella ya se estaba carcajeando en mi cara.
—¿Quieres saber algo de mí, de la persona que crees conocer, de tu novia?
—Lena, mejor hablamos luego, ¿sí? Tranquilicémonos…
—Me acosté con Leo antes de que viajara a Brasil —me confesó, así, tal cual, con una cara de maldad exquisita, que si sus palabras no me hubieran llegado a doler tanto, la habría disfrutado—. Oh, y fue tan bueno, tan mmm, no tienes idea. Amé sentirlo tocar mi cuerpo, cada centímetro. Uf, ya me había olvidado del buen sexo, de lo bien que se siente que alguien sepa exactamente qué hacer contigo para satisfacerte…
—Basta.
—Fue increíble, más cuando Marina se nos unió, tan… exquisito. Es delicioso tener un trío, riquísimo…
—Basta, Lena.
—Que él esté a tus espaldas, sujetándote fuerte de la cadera mientras arremete dentro de ti, y ella te ayuda a generar todo ese calor por delante… Uf, cuando ambos besan tu cuello al mismo tiempo, gimen en tu oído y sus manos no dejan de tocarte…
—¡Basta! ¡No quiero saber!
—Vamos, Yulia. Quieres. Te encanta saber lo que hago y cómo me siento. Te lo estoy diciendo, ahora. Daría lo mismo si me estuvieras leyendo.
—¡No!
—Oh, claro que sí… leíste cada una de mis palabras apropiándote de ellas, haciéndolas tuyas… conociéndome, ¿no? Te fascina aprender sobre mí, pues lo gocé, amé acostarme con los dos al mismo tiempo, es lo mejor que he hecho en la vida, tener un orgasmo con él, mientras le daba uno a ella…
¡Plaf!
Me convertí en mi madre.
Toda su cara se volteó hacia un lado, su boca se mantuvo abierta y su respiración salía acelerada por ahí. Mi mano temblaba bajando hasta mi lado y quise acercarme para ver cuánto daño le había hecho en mi estupidez, pero ella regresó a verme y me empujó al intentarlo.
—Recoge tus cuatro cosas y lárgate de mi casa… ¡Ahora! —me gritó, yo estaba congelada, no pude reaccionar, no podía creerlo, ni porque mi mano latía por el golpe—. ¡Qué te largues! —repitió con más fuerza y me sujetó del brazo, empujándome hacia la puerta.
La azotó una vez que estuve afuera y por más que la llamé, que esperé, que la llamé y le pedí disculpas, dándole mil excusas por haberla tocado así, ella no contestó. De repente escuché un golpe a un lado de la casa y me acerqué a ver, era ella tirando mis cosas por la ventana, mi poca ropa y los regalos que nos habíamos hecho por navidad, todo metido, a la maldita sea, en una bolsa de basura. Cerró la ventana y no la volví a ver hasta que estuvo en la puerta de mi apartamento.
Esa misma tarde de la pelea, papá me confirmó que había conseguido un boleto y que viajaría en un par de horas a Moscú. Al llegar me esperaba un chofer que me llevaría a la casa de mi madre para empacar mis cosas, montarlas en el camión de mudanza y llevarlas. Mi madre viajaría un día después.
Así es como terminé el año pasado, sola y horrorizada por cómo se dieron las cosas, percatándome de que Lena me había sacado no solo de su casa, sino de su vida. Imagino que, haberle enviado a Sergey un sobre con una copia de las fotos que tomé, no ayudó en mi caso. Lena tiene razones de sobra para odiarme.
—No, no es una buena idea. No la llevaremos al concierto. Lena está mejor sola.
—¡Aj, está bien! —me contesta mi amiga, su novia firma la cuenta del café que nos invitó y apenas termina cierra la carpeta de facturas y nos levantamos caminando a la puerta—. Uno de estos días, lo quieran o no, van a tener que hablar de lo que sea que haya pasado entre ustedes.
Seguramente, no se equivoca. Más, en este punto, las cosas que ella dijo ese día y que yo hice, construyeron un muro demasiado alto como para arreglarlo invitándola a salir.
Algún día hablaremos; definitivamente no será hoy.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
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Re: EL DIARIO (ADAPTACION) // RAINBOW.XANDER
Nooooooo :O quiero seguir leyendo! Lo necesito!!!
Ahora todo tiene sentido! La historia está más que genial y, como siempre, tengo una gran necesidad por seguir leyendo! Qué lástima que el capítulo terminó! Voy a esperar pacientemente el que sigue. Muchísimas gracias por traernos está maravillosa historia! Espero que tu día termine de 10
Ahora todo tiene sentido! La historia está más que genial y, como siempre, tengo una gran necesidad por seguir leyendo! Qué lástima que el capítulo terminó! Voy a esperar pacientemente el que sigue. Muchísimas gracias por traernos está maravillosa historia! Espero que tu día termine de 10
denarg_94- Mensajes : 17
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