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101 RAZONES PARA ODIARLA (by: Emma Mars) // RAINBOW.XANDER

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Mensaje por Aleinads 4/17/2020, 1:57 am

Aaaww, el encuentro *-*
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Mensaje por Kamila 4/17/2020, 4:14 am

Que maravillao capítulo, muero por leer el siguiente 😍😍😍🤩🤩🤩

Kamila

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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/17/2020, 10:16 pm

Ok chicas Aleinads, Fati20 y Kamila, de nuevo por acá con otro capítulo el día de hoy para que disfruten del viernes, Un abrazo y un besote a las tres.

A los que lee allí, detrás modo OFF, un abrazote igual!!


101 RAZONES PARA ODIARLA (by: Emma Mars) // RAINBOW.XANDER - Página 3 101_ra11



Capítulo 14: Eso



Yulia agradeció que el mesero no reaccionara ante lo que acababa de decir. Parecía un hombre de mente abierta y todo el mundo sabe que los profesionales de la hostelería ven muchas cosas en sus dilatadas carreras. Cuando el hombre escuchó lo de la "cita", y vio que Elena se acercaba muy sonriente, ni siquiera pestañeó. Se limitó a tirar del extremo de su ceñido chaleco y con toda la cortesía del mundo les hizo una señal con la mano para guiarlas hasta su mesa. Elena y Yulia permanecieron un buen rato quietas donde estaban, sonriéndose con vergüenza.

—Hola —fue todo lo que dijo Elena. A pesar de la simpleza del mensaje, le costó muchísimo decirlo. Una oleada de calor subió por su pecho. Tenía a Yulia enfrente, después de tanto tiempo y resultaba raro, porque a pesar de todo, había una extraña familiaridad en la escena. Era como volver a estar en casa.

La morena sonrió con nerviosismo.

Elena guió la marcha hasta la mesa, dejando un rastro de su perfume en el aire que Yulia apreció inmediatamente, y que le hizo ponerse todavía más nerviosa de lo que estaba.

La pelirroja se había acicalado para la ocasión, era evidente, aunque no le hubiera puesto excesivo empeño. Olía bien, iba maquillada, llevaba el pelo recogido en una coleta y varios mechones rebeldes se descolgaban por su nuca blanca, suave, ligeramente perlada por el sudor que le causaban los nervios.

Por el contrario, ella se sentía sucia, sudada después de un largo día de trabajo, de los apuros en el aeropuerto, primero, y la búsqueda de un taxi, después. Habría matado por una ducha. Se sentía tan fea que se encogió levemente en la silla.

—Estás preciosa —le dijo Elena, como si le hubiera leído el pensamiento, consiguiendo que se ruborizara pero también que se sintiera un poco más a gusto.

Estudió a Elena con recelo, y al ver cómo brillaban sus ojos verdigrises supo que no era una burla. Realmente ella pensaba que estaba guapa, incluso así de desaliñada.

—Tú también. Vaya, estás estupenda, la verdad.

¿Y ahora qué? Alguien tenía que romper el hielo y Yulia no sabía cómo hacerlo.

Así que probó con lo típico, lo que se había estado preguntando desde que había recibido el mensaje.

—No esperaba que me llamaras tan pronto —comentó, arrepintiéndose en cuanto las palabras salieron de su boca—. Quiero decir que no esperaba que me llamaras.

—Ya. —Elena se colocó la servilleta sobre el regazo, y empezó a jugar con la copa que tenía delante—. Si te digo la verdad, yo tampoco esperaba hacerlo.

—¿Y por qué lo has hecho?

—Te fuiste.

—Ah, eso. Quería decírtelo, pero no sabía si… ya sabes.

—¿Cómo es que Anton permitió que te fueras? —A Elena esto le causaba especial curiosidad. No era habitual que el jefe se resignara a perder a uno de sus mejores editores enviándole a una oficina muerta. Esta decisión le había sorprendido casi tanto como su traslado. Quizá más, conociendo los poderes de persuasión del editor.

—Supongo que fue una causa de fuerza mayor. —Yulia tomó una gran bocanada de aire. Se le hacía extraño estar hablando de esto con Elena, pero comprendía su sorpresa e interés—. Anton estaba enterado de lo que ocurría entre Nikolay y yo. Al final, la situación se hizo insostenible y decidí que sería bueno poner distancia entre nosotros.

Necesitaba tanto un cambio que era eso o dejar la editorial para buscar otro trabajo.

Supongo que prefirió concederme un tiempo para aclarar las ideas.

Elena asintió y dio un sorbo lento a su copa.

—¿Te fuiste por él? —preguntó, aunque ambas sabían que la pregunta que deseaba hacer era otra.

Yulia esbozó una sonrisa de medio lado.

—En parte, sí. En parte, sabes muy bien por quién me fui.

A Elena no le hizo falta escuchar nada más. Sintió la esperanza tomando forma en su interior y se sentía bien, como una cálida ola de verano que se lleva las marcas de los pies en la arena. Reprimió las ganas de coger la mano de Yulia, que reposaba, pálida e insegura, al lado de su servilleta.

Se moría de ganas de hacerlo, pero aquello no era una cita. Ella no había querido que lo fuera y deseaba respetarla, así que volvió a hundir la nariz en su copa para dar otro trago, esta vez un poco más largo, ansiosa por descubrir lo que aquella noche podía depararles.

—No funcionó, ¿sabes? Me refiero a lo de Nikolay. —Yulia tuvo que aclararse la voz para seguir hablando—. Lo intentamos, pero al final nos dimos cuenta de que lo nuestro no tenía futuro. Tanto uno como el otro habíamos aniquilado lo más importante en una pareja: la pasión, la espontaneidad. De alguna manera nos habíamos convertido en unos autómatas y yo no era feliz.

Elena asintió. Tenía ganas de interrogarla, pero no estaba segura de que fuera lo más conveniente. Después de pensarlo unos segundos, llegó a la conclusión de que una no estaría de más, con una sola pregunta demostraría interés.

—¿Y qué tal con él? —dijo—. ¿Y con tus amigos?

Pero la contestación quedó interrumpida por el camarero, que se acercó a la mesa para preguntar si ya podía tomar nota y la conversación tomó entonces otros derroteros.

Elena le contó lo que había estado haciendo durante su exilio voluntario y Yulia parecía extasiada con su relato. Al contrario que Elena, ella no tenía intención alguna de contarle su solitaria existencia en Ekaterimburgo, aunque hubiera mejorado mucho en los últimos meses. Desde luego, no tenía nada que ver con las interesantes historias que le estaba contando Elena.

Escuchó con especial atención cuando le contó cómo había dado con el borrador de su autora estrella, y estaba tan absorta con la historia que tardó un buen rato en prestar atención a su alrededor. Cuando lo hizo, reparó en que aquel local estaba repleto de parejas.

De uno y otro lado había parejas cogidas de las manos, riéndose, compartiendo confidencias o haciéndose arrumacos. Algunos eran más tímidos y solamente se sonreían o intercambiaban alguna mirada cómplice, pero aun así Yulia sintió envidia de todas. Eso era lo que quería para sí misma, esos momentos de locura transitoria compartidos con una persona especial. Y era curioso porque sabía que tenía a la persona adecuada justo enfrente de ella. Darse cuenta le hizo sentir pánico, como si de pronto sus pies hubieran dejado de estar en tierra firme, y palideció tanto que Elena se preocupó al advertir su súbito cambio de actitud.

—¿Te encuentras bien?

—Perfectamente. ¿Por qué?

Elena señaló su plato con el tenedor. —Porque mientes muy mal, y apenas has pegado bocado.

—Es… —Yulia titubeó un momento, no se lo ocurría nada que decir—. Solamente estoy un poco nerviosa, eso es todo.

—Lo sé.

La morena frunció el ceño. —Y si lo sabes, ¿para qué preguntas?

—Para que te desahogues. —La pelirroja se resguardó tras la carta de los postres. Sabía que le sería mucho más fácil hablar si no estaba pendiente de su respuesta—. ¿En qué estás pensando?

Yulia meditó los pros y contras de sincerarse. Por un lado, estaba el hecho de que entre ellas ya casi no había nada que ocultar. Había pasado un año desde la última vez que se habían visto y las cartas estaban sobre la mesa. Pero por otro lado, las dudas conseguían paralizarla. ¿Y si Elena solo la había invitado porque quería rememorar viejos tiempos?

¿Y si no sentía lo mismo que ella? ¿Y si había alguien más en su vida?

—Es… —comenzó a decir con voz temblorosa. ¿Cómo se decía algo así?—. Es que no sé cómo funciona esto.

Elena retiró la carta de postres. La miró confundida.

—¿Qué es exactamente "esto"? —Intuía por dónde podían ir los tiros, pero no se resignaba a decirlo. Quería escucharlo de labios de Yulia.

—Ya sabes: tú y yo. Y… esto.

—No te entiendo, Yulia.

—Pues… las mujeres. No tengo ni idea de cómo… ya sabes.

¿Y era el murmullo de los clientes del local o una bandada de abejas acababan de anunciar la llegada de la primavera? Elena sintió que estaba a punto de explotar de alegría, pero no era cuestión de hacérselo saber, no tan pronto.

—Ah… eso.

—Sí, "eso" —Yulia marcó las comillas en el aire, por si no había quedado claro.

—Pero "eso" no debería preocuparte. Tú lo has dicho antes: no estamos en una cita —le espetó Elena, logrando que se ruborizara tanto que el tono bermellón de su cara rivalizó con el de su propio pelo—. A no ser que me lo estés preguntando porque te estás planteando cambiar de vida.

–Ya… —contestó, carraspeando—. Ya sé que no es una cita. Eso lo hemos dejado claro. —Elena asintió. De nuevo parecía más concentrada en la carta de postres que en sus palabras, aunque en realidad fuera todo lo contrario—. Y no es que quiera cambiar de vida, como tú dices. Es sólo que… tú y yo… bueno, solo somos amigas, ¿no?

La pelirroja la miró fijamente a los ojos. Sonrió y asintió pacientemente.

—Buenas amigas —puntualizó.

—Muy buenas amigas.

—¡Las mejores!

—Más que eso: somos ya viejas amigas.

—Y lo que pasó en el callejón —siguió diciendo Yulia— y luego en el ascensor… en realidad no tiene nada que ver. Se trató solo de una demostración… —Yulia no sabía qué palabra emplear y sintió que su mente se quedaba en blanco cuando vio que Elena empezó a acariciar su mano.

—Fue una demostración fraternal de afecto, al igual que esto —dijo, terminando la frase que había empezado la morena.

Se trató de un gesto muy simple, pero que consiguió despertar un súbito escalofrío en Yulia. Elena aprovechó su momento de azoramiento para acercar disimuladamente su silla a la de ella.

—Lo que pasó es que me dejé llevar por el alcohol. De hecho, apenas lo recuerdo, porque suelo tener lagunas siempre que bebo. Pero eso es todo. Ahora ya ha pasado. Porque, a fin de cuentas, dos chicas juntas no es lo natural, ¿verdad?

Elena volvió a asentir aunque ya no la estaba escuchando. Yulia tendía a divagar cuando se ponía nerviosa y ella lo sabía. Resultaba mucho más interesante dejar el brazo colgado por debajo de la mesa y luego sentir un cosquilleo en las yemas de los dedos mientras rasgaba el aire que la separaba de la pierna de Yulia. Se estaba volviendo loca por tocarla, por sentir de nuevo la suavidad de su piel contra la palma de su mano. Apenas quedaban un par de centímetros. Estaba tan cerca que casi le dolía la espera.

Cuando por fin la tocó, Yulia dio un respingo al sentir el contacto de su mano contra su muslo. No podía verla, pero eso lo hacía todavía más excitante. Tuvo que esforzarse para continuar hablando, aunque se hubiera quedado pálida y tartamudeara de vez en cuando.

—Y también por ese motivo esto no es, no puede ser, una cita.

Pero ya ni ella misma se entendía. La mano de Elena había empezado a trepar por su muslo. Estática no había sido un problema, pero en movimiento le provocó un pinchazo entre las piernas. Había llegado de repente, como estallando por dentro y brotando hacia fuera. Tuvo que apretar muy firmemente las rodillas para mitigar el dolor de aquel pinchazo traicionero. Hacía calor.

—Ya te lo he dicho: yo jamás tendría una cita contigo —le dijo Elena, que ahora estaba tan cerca que podía sentir su aliento lamiéndole la oreja. Su perfume se hizo tan presente que se mareó con la simple idea de aspirarlo directamente de su piel.

—Ni yo contigo —afirmó Yulia sin ninguna convicción. Estaba totalmente rendida. Elena podía hacerle lo que quisiera, pedirle lo que fuera, y le diría que sí sin pestañear.

¿Cómo no iba a estar rendida si la mano de Elena se había colado debajo de su falda? Si sus dedos separaron tan suavemente la tela haciendo que se le erizara hasta el último pelo de su despeinada melena. Cuando la mano de Elena empezó a subir en dirección contraria a la rodilla, la morena se olvidó de los postres y de que aquello no era una cita. Se olvidó, también, de que estaban en un restaurante y de que en los restaurantes no se gime, maldita sea.

—¿Has dicho algo? —preguntó Elena, divertida, sonriendo, pero sin dejar de acariciarle.

—¿Vives sola?

—Con mi gato.

Yulia echó un vistazo alrededor. Levantó la mano apresuradamente.

—¡Camarero! La cuenta, por favor.

Luego miró a Elena y le dedicó una sonrisa radiante.

—Pero que sepas que esto sigue sin ser una cita.

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Mensaje por Fati20 4/17/2020, 10:42 pm

Hay q capitulo más excitante de verdad quien no se volvería loca por lena q traviesa 😏. Ahora si nos dejaras contando las horas para leer q ya se consume ese deseo. Saludos y besos 😘 hasta mañana I love you
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Mensaje por Aleinads 4/17/2020, 11:33 pm

Jajaja, se pasan.. 'No es una cita' muy buen capítulo
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Mensaje por Kamila 4/17/2020, 11:45 pm

Que puta calor🔥🔥 lo dejas en la mejor parte por dios🙄. Un abrazo y cuidate

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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/18/2020, 7:23 pm

Hola nenas, Aleinads, Fati20 y Kamila, amo que amen el fics y a los que están allí detrás, un abrazo igual. Hoy se acaba la historia, al menos que uds decidan que el último capítulo lo suba el día de mañana, veamos.

A leer!!

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Capítulo 15: Toda la noche





Elena intentó abrir su apartamento, pero siempre es complicado atinar con la cerradura cuando alguien te empuja contra la puerta y estás de espaldas a la madera, mientras la otra persona te da pequeños mordiscos en el cuello y los intercala con la suavidad reparadora de su lengua. Yulia mordía y lamía; lamía y mordía, y luego pasaba lentamente su lengua por la piel del cuello de Elena como si así quisiera reparar el daño que sus dientes hubieran podido causar.

—Llave, cerradura —consiguió decir Elena, casi sin aliento.

En algún rincón de su cerebro Yulia procesó estas palabras y aunque no quería dejarla ir, le dio una tregua para permitirle que abriera. Habían recorrido un largo camino para llegar a este momento y ahora no estaba dispuesta a esperar. Necesitaba llegar hasta el final, y si era necesario estaba dispuesta a suplicarle a Lena que, por favor, acabara con aquella tortura. La deseaba tanto que incluso dos segundos eran muchos, dos segundos sin besar a Elena se hacían eternos.

Sus besos sabían demasiado bien para dejar de besarla durante tanto tiempo. Su lengua era suave y hábil, estaba mojada, pero al mismo tiempo le abrasaba, provocándole un incendio en cada fibra de su ser. Yulia pensó que aquellos besos eran muy diferentes a los de Nikolay, porque cada vez que la lengua de Elena bailaba con la suya, se sentía como si estuvieran haciendo el amor con la boca. Había sido así desde el principio, cuando descubrieron que entre ellas no había necesidad de reajuste. Sabían cuándo lamer, cuándo morder, en qué momento debían acelerar el ritmo y cuándo era necesario pausarlo para recuperar el aliento. Y con cada nueva bocanada de aire, cuando obligatoriamente tenían que separarse para poder respirar, le quedaba aquel sabor de despedida en los labios.

Por eso fue tan doloroso hacerse a un lado. Escuchó el clic de la cerradura y vio que la puerta se abría, mostrándole el interior del apartamento de Elena, que en aquel momento le pareció como la entrada a un mundo nuevo. En aquel lugar podía ser ella misma, dar rienda suelta a lo que sentía, sin pesar en el qué dirán, en las expectativas que la gente tenía de ella. En el apartamento de Elena podía ser la Yulia que siempre quiso ser pero nunca se atrevió.

Sin embargo, al ver el vestíbulo en sombras y escuchar el ronroneo de su gato, cuyas pezuñas hicieron un ruido muy característico al advertir la llegada de su dueña, fue para Yulia una sobredosis de realidad que no se esperaba. Le golpeó de repente, la traición, y cuando se dio cuenta ya no pudo escapar de ella. Palideció.

—¿Estás bien? —le preguntó Elena.

Sí, estaba bien y sabía que aquello era lo que quería, pero no pudo evitar que el miedo la paralizara. Por primera vez desde que habían salido del restaurante, comprendió lo que estaba a punto de pasar. Inesperadamente sus miedos seguían allí, intactos. Eran los mismos que había tenido durante meses, cuando dejaba que su mente volara libre y se imaginaba cómo sería estar con Elena, compartir un momento íntimo con ella, oler su piel, acariciarla, yacer desnuda con ella. Estos momentos siempre venían acompañados de un instante de pánico, cuando se daba cuenta de que no tenía ni idea de cómo tocar a una mujer. Eso era algo que no se aprendía en el colegio ni que figurara en los libros de la universidad que tan concienzudamente había leído.

—Yulia. —La voz de Elena sonó dulce esta vez—. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

La pelinegra miró al suelo y comprendió que todavía estaba en el felpudo de la puerta. Sus pies no se habían movido. Estaba paralizada como una figura de hielo y sentía el mismo frío por dentro. Elena la observó desde el interior de su apartamento.

— Sí! Digo, no! Es decir, yo… Y tú? Tú estás segura?

Elena sonrió divertida, de medio lado, como si nunca le hubieran hecho una pregunta más fácil de responder. Se acercó hasta ella, la tomó de la mano y le dio un beso.

—Yo me muero por estar contigo, pero si no estás preparada o no quieres, no tenemos por qué hacer nada.

Aquellas palabras actuaron como si encerraran magia. Siempre le ocurría lo mismo con Elena. Bastaban unas pocas palabras suyas para conseguir reactivar de nuevo todo su ser y olvidarse de los miedos. Para ella significaba mucho que la respetara de manera tan incondicional, poniendo sus deseos en primer lugar; era el mejor de los afrodisíacos.

Gracias a ello Yulia dejó de pensar, olvidándose de sus propios miedos. Silenció su cerebro y se centró en escuchar la llamada de su cuerpo, volviendo a sentir la urgencia de que Elena la tocara. Cuanto antes, mejor.

—Quiero que me hagas el amor.

—¿Estás segura? —insistió la pelirroja.

—¿De que tengo miedo? Mucho, estoy muy segura —bromeó Yulia—. ¿De que me aterra no saber cómo tocarte? Ni te lo imaginas.

Elena sonrió y sus ojos brillaron al pensar que Yulia era la mujer más adorable del planeta por tener la valentía suficiente para admitir sus propias inseguridades. Había sufrido a demasiadas locas que parecían comerse el mundo y luego armaban un drama por nada. Yulia no era así.

—Tú solo déjate llevar —le dijo, acariciándole la cara.

Comenzó besándola lentamente, caminando de espaldas al interior de la casa para no perder el contacto. Estuvo a punto de tropezar con el gato, pero cuando el animal maulló en señal de protesta consiguió esquivarlo.

Yulia empezó a desabotonar la camisa de Elena, un botón tras otro, intentando corregir el temblor que tenía en las manos. Pero sentir la piel del abdomen de Elena cosquilleando las yemas de sus dedos le hizo querer ir más rápido. No podía esperar. No quería esperar. Sin dejar de besarla, consiguió desabrochar el último botón, hasta que la prenda quedó libre y pudo deslizarla por su espalda. La camisa cayó sobre la cabeza del gato, que maulló ruidosamente al verse ciego por unos segundos.

—Un momento, dame solo un segundo. — Elena le dio un beso—. Ni se te ocurra irte a ningún lado, vuelvo en seguida.

La pelirroja se agachó para recoger al gato, salió corriendo con él, lo encerró en la habitación del fondo y regresó a toda prisa, como si tuviera miedo de que la pelinegra se lo pensara mejor.

—Por cosas como esta me conquistaste —bromeó Yulia, antes de fijarse en su sujetador de encaje negro—. Y como esta, claro.

Elena se miró el sujetador y sonrió con picardía. Después reanudó los besos, solo que esta vez le dio un beso lento, lánguido, uno de esos besos que te hacen pedir más, suplicar, porque solo uno no es suficiente.

—¿Por esto también?

—Puede ser…

—¿Y por esto? —dijo, acariciando con delicadeza uno de sus pechos. Fue solo un roce leve por encima de la camisa, pero los pezones de Yulia reaccionaron al instante.

Estaban duros como el acero.

—No… no estoy muy segura —tartamudeó la pelinegra.

—O puede que te conquistara por cosas como esta. —Elena se mordió el labio inferior y la miró fijamente, con deseo. Retiró el top de Yulia, hasta dejarla en ropa interior y comenzó a besarle la clavícula, trazando pequeños círculos con la lengua mientras bajaba hasta su abdomen. Jugó también a excitarla todavía más jugando con el broche de su falda, sin llegar a desabrocharlo, torturándola, volviéndola loca con la espera. Yulia gimió en señal de protesta y se mordió el labio y la miró con las pupilas ardiendo por el deseo.

—¿Cama? —le propuso, todavía besándola.

Las palabras sonaron torpes en aquel baile frenético de labios, lenguas, dientes, pero Elena la comprendió.

—Demasiado lejos —ronroneó.

Antes de que pudiera pensárselo dos veces, Yulia ya estaba tumbada en el sofá. Elena la empujó y se colocó encima, con las piernas enredadas entre las suyas, su cadera encajada con la suya. El simple contacto de sus cuerpos, todavía a medio desnudar, fue suficiente para arrancarle un jadeo de placer que salió de lo más profundo de sus entrañas.

La piel de Elena estaba caliente, ardía, no podía esperar a sentirla completamente desnuda, fundiéndose con la suya.

Yulia la despojó de sus pantalones y de la ropa interior, y la apretó con fuerza para atraerla todavía más. Creyó perder la poca cordura que le quedaba cuando Elena empezó a mover sus caderas en círculos, una vez y otra y otra más, frotando aquella zona tan sensible de su cuerpo. ¿Qué hacían todavía vestidas? Los pantalones de Elena eran ya un estorbo, no así la falda que llevaba Yulia, por donde se colaron las manos de la pelirroja para perderse por debajo de la tela. La pelirroja empezó a jugar con el forro hasta que olvidó qué era piel y qué era tela. Le hacía cosquillas, pero estaba demasiado excitada para reírse de veras. Lo único que quería era que la tocara.

—Tócame —le rogó Yulia.

Aunque lo que en realidad quería decir y no se atrevió era fóllame. Fóllame hasta que pierda el sentido.

Elena subió su minifalda hasta la cintura y con un movimiento experto se deshizo de la ropa interior de Yulia, que se estremeció al notar que estaba desnuda. Al mirar a Elena fue muy consciente de su desnudez y de que nunca antes había estado así delante de una mujer. En realidad nunca había estado así delante de nadie, tan a su merced, sintiéndose tan diminuta y a la vez tan poderosa.

Elena se tomó su tiempo en contemplar el cuerpo desnudo de la pelinegra, extasiada por su pálida tez. Había esperado tanto a que llegara ese momento que no podía creer que por fin hubiera ocurrido. Quería que Yulia la mirara, que lo compartieran juntas. Deslizó las yemas de sus dedos por los hombros de la pelinegra para deshacerse de su sujetador. El tirante se deslizó sin protestas, rozando su delicada piel mientras descendía hasta el codo. Había tanto silencio que casi pudo escuchar el sonido del broche al abrirse.

Yulia no apartó la mirada de ella, se había perdido tanto la una en la otra que a Elena incluso le costó trabajo bajar los ojos cuando sus pechos por fin quedaron libres.

Quería decirle algo bonito para que se relajara, para hacerla sentir mejor. Quería decirle que era preciosa, que sería un pecado no tocar su cuerpo desnudo, que estaba enamorada de ella. Porque estaba enamorada de ella, ahora lo sabía. Pero la pelinegra se lo impidió, cruzando un dedo en sus labios.

—No digas nada —le pidió—. Solo hazme el amor.

Después pasó sus manos por detrás de su espalda y sin pedir permiso desnudó a Elena. Las dos sabían lo que eso significaba. Estaban desnudas, una frente a otra, separadas apenas por unos centímetros. Yulia estaba tumbada en el sofá y Elena solo necesitaba inclinarse un poco para que sus cuerpos por fin hicieran contacto. Yulia se mareó solo de pensarlo.

Barajó la posibilidad de hacer una broma para restar tensión al momento, pero antes de que se diera cuenta Elena se puso encima, arrancándole un jadeo.

—Joder —blasfemó la pelinegra al sentir su piel.

La sensación fue tan intensa que por un momento tuvo ganas de llorar, porque comprendió que hasta ese momento nunca había hecho el amor con nadie. Había tenido sexo, muchas veces, pero aquella era la primera vez que su cuerpo y su mente eran un todo, fundiéndose con la persona que le había hecho perder la cabeza.

Elena empezó a lamer uno de sus pezones y sus manos descendieron por la suavidad de su abdomen. Yulia era una maniática del control. Le gustaba llevar la voz cantante en cualquier situación, pero esta vez no deseaba que fuera así. Lo único que quería era dejarse llevar, sentir sus cuerpos ardiendo, frotándose uno contra otro, jadeando, gimiendo, sintiendo.

Comenzaron a aumentar el ritmo, revolviéndose como culebras que se enredaran en una danza maníaca. Elena había tomado el control de la situación. Para ella el cuerpo de Yulia era como una guitarra y quería arrancarle todas las notas que tuviera. La escuchó jadear, prestó atención al vaivén de su respiración cuando tocaba algún punto concreto de su cuerpo, le hizo gemir hasta el desmayo, devolviéndole la paz con su propio deseo. Yulia creyó que iba a estallar de placer. Elena estaba por todas partes. En su clavícula, en su escote, en sus pechos erizados. Cuando sintió algo húmedo deslizándose por la sensible piel del interior de su muslo supo que estaba perdida.

Por un momento permaneció estática, después subió los brazos por encima de su cabeza y agarró el reposabrazos con fuerza. Nunca antes había tenido un orgasmo. No sabía lo que era ni lo que se sentía porque a Nikolay le faltaba paciencia para complacerla. Pero aquello se parecía mucho a lo que otros describían. Era como si un volcán estuviera despertándose en el interior de su vientre y su lava se extendiera por todas sus extremidades, llevando calor a los sitios más inesperados de su cuerpo. Yulia sintió que enrojecía. Le faltaba el aliento, no había gemidos suficientes para expresar el placer que estaba experimentando. Su espalda se arqueó en un momento dado, cuando Elena entró en ella a la vez que su lengua seguía danzando por el centro de su cuerpo. Sus músculos se tensaron cuando aquella ola de calor empezó a abrirse paso en su interior, brotando con la misma fuerza e intensidad con la que el champán se descorcha de su botella. Y entonces llegó la calma que sigue después de una tormenta.

Elena sonrió complacida, midiendo de nuevo sus tiempos para adaptarlos a los de Yulia. Trepó por la pelinegra y le dio el beso que ella le reclamó. Permanecieron un rato abrazadas.

Elena no quería romper el silencio por miedo a que todo aquello solo hubiera sido un sueño y Yulia tampoco quería acabar con la magia del momento. Se limitaron a darse besos tiernos hasta que la pelirroja se decidió a hablar: —Te doy un euro si me dices lo que estás pensando.

—¿Solo un euro? Tendrá que ser más —replicó la pelinegra, haciéndose un ovillo para reacomodarse en el sillón—, lo que estoy pensando es muy valioso.

Elena estiró el brazo y recogió su bolso del suelo. Sacó su cartera y le tendió un billete.

—¿Te valen veinte? Es todo lo que llevo encima —bromeó, arrancándole una  sonrisa.

En realidad lo que estaba pensando no era tan valioso. Tan solo recordó la conversación que había tenido con Dmitry cuando él le había dicho que le parecía normal que le gustaran las mujeres. Todavía no tenía muy claro si eran todas las mujeres, pero definitivamente había una que sí le gustaba. Y mucho.

—Por cierto, creo que esto es tuyo —le dijo Lena, tendiéndole algo que acababa de sacar de su bolso. Yulia no se dio cuenta al principio de lo que era, pero acto seguido casi se murió de la risa.

—Bueno, a lo mejor te pido que me hagas un poco de espacio en uno de los cajones para dejar un par más cuando venga de visita —dijo, exhibiendo como si fueran un trofeo las bragas que le había regalado tras su encuentro en el ascensor.

—¿Cuándo vengas de visita? —Elena arrugó la frente, aunque en sus labios se había dibujado una sonrisa.

Yulia asintió. —Si tú quieres, claro.

Esa era otra pregunta fácil de contestar. Elena sonrió como lo haría alguien que está pensando algo malo, le dio un beso en los labios y le dijo: —Espero que no tengas nada que hacer mañana temprano, porque esta va a ser una noche muy larga. Quiero hacerte el amor toda la noche.

—¿Toda la noche?

—¿Tienes algo que objetar?

—Sí, que no me lo hayas propuesto antes. Ven.

Y comenzaron a besarse de nuevo.


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Mensaje por psichobitch2 4/18/2020, 7:47 pm

A ver! Por qué los capítulos son cortos? Cómo así que hoy se acaba???? Joder, que esta historia me atrapó desde el principio.
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Mensaje por Kamila 4/18/2020, 8:14 pm

🔥🔥🔥🤩🤩 Encatanda de este capítulo maravilhoso.. Creo que te adoro RAINBOW.XANDER😜

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Mensaje por Fati20 4/18/2020, 10:30 pm

Fue tal como lo esperábamos de emocionante aunque falto q julia hiciera suya a lena y queda un capítulo verdad ese no puede ser el final
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Mensaje por @Kermitt 4/19/2020, 3:14 pm

Está de locos... !!
Pero sabré esperar la otra parte! Arrow Arrow
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 4/19/2020, 5:31 pm

Gracias, miles siempre por estar allí con cada historia, con cada capítulo, cada línea. De verdad que no saben lo importante que son en este momento sus comentarios, sus visitas y de por vida se los agradeceré. Aunque no son de mi autoría los fics que subo, son todos ellos los que me encantan y los que necesito hacerles llegar para que también viajen con la imaginación, así como me gusta hacerlo.

Chicas: Aleinads, Kamila, Fati 20; gracias por siempre comentar y estar allí a mi lado, sonriendo, no sé si llorando con algún párrafo, pero me alegra siempre tenerlas en mis comentarios.

Psichobitch2, bienvenida y gracias por el comentario. Trataré de que en las próximas historias, los capítulos sean más largos para poder complacerte, de igual manera, gracias nuevamente por comentar;

@Kermitt, a ti también gracias por tus últimos comentarios, y espero verte más seguido por acá y en especial;

A alguien que en estos últimos días se ha convertido en alguien importante para mi. Una persona que aunque estemos lejos, me ha ayudado e intenta seguir haciéndolo, abriendo mis ojos a toda esta oscuridad por la que paso en estos momentos. Ha sido como un pilar que me sostiene, a quien le cuento todo y aunque no lo sepa, lloro también. A ti Bet-bet, gracias miles por estar allí.

Les dejo el capítulo final de esta interesante y divertida historia, y decirles una vez más que no podrán deshacerse de mi tan fácil... pronto vendré con una nueva que les encantará. Solo puedo adelantarles que Lena será, muy BITCH!

A leer!!


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Capítulo 16: Cariño... te lo cuento luego




—Nikolay, lo digo completamente en serio: como no dejes de jugar con la pajarita, te ahogaré con ella.

Nikolay bufó con desesperación. Había hecho todo lo posible por aflojar el nudo de su pajarita sin descomponer su atuendo, pero todavía no había sido capaz de sentirse a gusto vestido como un pingüino.

—No dirías eso si fueses una chica.

—Es una chica —matizó Dmitry—, tu exnovia, para ser más exactos.

—Bah, ya sabes a qué me refiero.

Dmitry alzó una ceja. No, desde luego no sabía a qué se refería su mejor amigo, pensó mientras él volvía a estirar el cuello y a meter los dedos entre la nuez y el ajustado lazo de la pajarita. Iba a preguntarle qué quería decir con esa afirmación tan rara cuando vio que alguien se acercaba a hablar con ellos.

—Hola, chicos. Hola, cariñín.

Anna, la antigua secretaria de Nikolay y ahora su orgullosa nueva novia, depositó un beso en su mejilla y alzó la copa que traía en la mano para brindar con Tanya, que estaba a punto de pegarle un sorbo al contenido de la suya. Nikolay pareció ver el cielo abierto con este gesto, porque aprovechó para tirar disimuladamente de la manga de Dmitry, haciéndole gestos con la cabeza para que se alejaran un poco de ellas.

—¿Qué ocurre? —preguntó Dmitry tan pronto se distanciaron unos metros.

Ahora estaban fingiendo que atacaban una de las bandejas de canapés que los camareros habían servido minutos antes, aunque en realidad ninguno de los dos estaba probando bocado—. Nikolay, llevas toda la tarde muy raro, ¿qué pasa?

—Es Anna.

—Sí, ¿qué le ocurre?

—No lo sé, está histérica.

—Yo la veo perfectamente calmada —opinó Dmitry tras chequear con disimulo a la muchacha. En ese momento le estaba riendo una gracia a uno de sus amigos.

—Pero solo aparentemente —matizó Nikolay, de nuevo en guerra con su pajarita.

Hacía demasiado calor—. Lleva todo el día quejándose porque tenemos que estar en la misma fiesta con quien tú ya sabes —afirmó, desviando la mirada hacia Yulia.

Dmitry se reajustó las gafas sobre el puente de la nariz y suspiró.

—¿Pero no se suponía que ya lo teníais superado?

—¡Eso es lo que he intentado decirle toda la tarde! —protestó, encolerizándose—, pero no me hace caso. No para de preguntarme si estoy seguro de que la he olvidado. ¡Ya no sé cómo explicárselo!

—¿Le has contado lo que hay?

Nikolay no comprendió durante unos instantes y miró a Yulia de refilón, como para asegurarse de que estaban hablando de la misma persona. Después cayó en lo que intentaba decirle su amigo.

–Eh... no.

Dmitry sonrió con picardía. Rodeó el hombro de su amigo, le dio unos golpecitos tranquilizadores en la espalda y le dijo: —Pues, créeme: después de esta noche, ya no tendrás que preocuparte nunca más.

***

—No es por meter presión, Yulia, pero llega tarde.

—Lo sé.

—Yo solo lo comento.

—Pues no lo hagas más, que me estás poniendo nerviosa. —Yulia consultó por octava vez su reloj—. Cambiemos de tema, cuéntame algo.

—¿De qué quieres hablar? —le preguntó Tanya, dándole un generoso trago a su copa.

En apenas dos sorbos se la había bebido toda. Cuando la copa llegó a la altura de su nariz y pudo ver lo que tenía enfrente, estiró el dedo índice para señalar.

—¿Has visto a esos dos? Cuchicheando como colegiales. Creo que Anna le está dando la noche a Nikolay.

—¿Tú crees? ¿Por mi culpa? —se interesó Yulia. Echó un vistazo rápido y disimulado a la secretaria de su ex. La chica parecía estar aburriendo tantísimo a Olga que la pobre no pudo reprimir un bostezo—. No sé, yo la veo bien. Parece estar pasando un buen rato.

Tanya alzó una ceja con descrédito, no parecía estar para nada de acuerdo con lo que acababa de escuchar.

—Yulia, por favor, no subestimes nunca la capacidad de una fémina alfa para fingir en público —le advirtió—. Pero tú no tienes que sentirte culpable. Las cosas están muy claras entre vosotros y ellos llevan meses juntos. Es la batalla de Nikolay, no la tuya. Tú no has podido ser más franca.

—Ya, pero...

—Pero nada. ¿Te apetece un canapé? —la interrumpió Tanya—. Me muero de hambre.

—Sí, vamos.

—Llega tarde.

—Lo sé. Sabes que te quiero, pero mira que eres pesada.

***
— Anna está a punto de asesinar a Nikolay, ¿verdad?

Dmitry miró a su novia de arriba abajo como si fuera la primera vez que la veía.

Daba igual los años que llevaran juntos, Tanya nunca dejaba de sorprenderle. A veces era como si pudiera leerle la mente.

—¿Qué? No me mires con esa cara. ¡Es evidente!

Dmitry echó un vistazo por encima de su hombro y se aseguró de que Yulia y Nikolay no podían escucharles. Se alegró al ver que estaban justo a sus espaldas, charlando amigablemente mientras Nikolay engullía los aperitivos de dos en dos.

—Si tan evidente es, no necesitas que te confirme nada —bromeó el muchacho.

—Odio cuando haces eso, Dima. Si sabes algo, dilo; si no, cállate. Es así de fácil.

—Ya sabes lo mucho que me gusta ponerte nerviosa.

—¿Quieres que te ponga yo nervioso a ti? De acuerdo. —Tanya se limpió las manos en una servilleta que cogió del montoncito que había encima de la mesa. Parecía estarse tomando su tiempo para dar el golpe de gracia a su novio—. ¿Has visto lo bonito que está todo? ¿Crees que deberíamos contratar la misma empresa de arreglos florales para nuestra boda?

Lo dijo tan rápido, de una manera tan inesperada que Dmitry escupió el contenido de la copa de champán que estaba bebiendo.

—¿Qué ha pasado? ¿Va todo bien?

Dmitry le hizo un gesto a Nikolay con la mano para darle a entender que estaba todo bajo control a pesar de los estertores de tos que le asaltaron tras haberse atragantado con el líquido burbujeante. Nikolay sonrió, meneó la cabeza con diversión y se dio la vuelta para retomar la conversación donde la había dejado.

—¿Por dónde íbamos?

—Me estabas contando que te has comprado un descapotable —le recordó Yulia, mirando por encima del hombro de su ex a sus otros amigos. A juzgar por la cara de Dmitry, habría apostado una mano a que Tanya le había propuesto matrimonio en aquel preciso momento.

—¡Cierto! —exclamó su ex—. Pues, eso, que me he comprado un descapotable. Es precioso. Un día, si quieres, damos una vuelta.

Acto seguido se hizo un silencio incómodo entre ellos. Nikolay carraspeó y se reajustó la pajarita de nuevo. Yulia comprendió perfectamente a qué se debía ese silencio. No era como si no hubieran hablado antes, pues lo habían hecho. Tras la ruptura, las cosas entre ellos habían sido todo lo cordiales que podían ser.

El traslado de Yulia les había servido para tomar un poco de distancia, respirar su propio aire y no el del otro, pero lo cierto es que ninguno había dramatizado demasiado con su ruptura ni tampoco obligaron a sus amigos a tener que tomar partido.

Pareciera que tanto ella como Nikolay habían comprendido que la ruptura era necesaria, una especie de catarsis para ambos que les ayudaría a empezar de cero y a olvidar que estaban secos, vacíos, porque ya no quedaba nada entre ellos. Pero esto fue al principio.

Ahora todo era un poco diferente, porque estaba ese otro asunto de las nuevas parejas. A Yulia le resultaba muy incómoda la idea de tener que romper el hielo, pero tras varios años de convivencia con él, conocía muy bien a Nikolay, al menos lo suficiente para saber que era ella quien debía tomar la iniciativa.

—Escucha, yo espero no estar causándote demasiados problemas —le dijo girando la cabeza en dirección a Anna, que no les quitaba ojo de encima. La muchacha incluso les saludó con un gesto muy afectado cuando vio que Yulia la estaba mirando.

—Tranquila, no le des mayor importancia, solo está un poco nerviosa.

—Es natural.

—Sí, pero se le pasará —puntualizó Nikolay—. Tendrá que acostumbrarse a la idea porque yo no pienso renunciar a tu amistad por muchas pataletas que tenga.

Yulia sonrió. De todas las cosas que podría haberle dicho su exnovio, aquella era la más importante de todas.

—Te digo lo mismo. No renunciaría a ti por nada. ¿Un abrazo? —dijo, extendiendo los brazos.

—¿Sabes qué? No es por fastidiar ni porque no quiera dártelo, pero... quizá en otro momento —replicó Nikolay, señalando con los ojos a Anna, que seguía vigilándolos muy de cerca.
Yulia se rió con ganas.

—Anda, vamos, volvamos con el resto.

—Oye, llega tarde, ¿no?

—Lo sé.

—Yo solo lo comento.

—Tú por casualidad no serás familia de Tanya, ¿no?

—¿Uh?

***
Todo el mundo comenzó a ocupar las sillas repartidas a lo largo del jardín, adornadas con olorosos lirios blancos. Un cuarteto de cuerda se arrancó con una pieza clásica para apaciguar el murmullo de los invitados, que poco a poco iban tomando asiento junto a sus respectivos amigos. Yulia hizo lo propio con los suyos. Estaba tan nerviosa que comenzó a morderse el labio inferior, hasta que notó la mano de Dmitry apretando la suya en un gesto cariñoso.

—Llega tarde.

—Oh, por dios, Dima no empieces tú también.

—Pero vendrá.

—Ya, pero, ¿cuándo?

—Justo ahora. —Tanya señaló en dirección a la entrada del jardín.

Yulia sintió que su corazón daba un vuelco. Ella y Dmitry se giraron en la dirección que estaba indicando Tanya y esto llamó la atención de los demás, de Luka, Olga, Nikolay y Anna, que también miraron hacia allí con curiosidad.

—¿Quién es esa? —preguntó Anna en voz alta. Todos la escucharon, y no pudieron contener un par de sonrisas cómplices.

Nikolay les hizo señas para que pararan. Apretó cariñosamente la mano de su novia y mientras se aflojaba una vez más la pajarita, afirmó: —Cariño, es una historia muy larga.

Yulia intentó medir la velocidad de sus pasos de camino al parterre junto al que estaba esperando Elena. Le costó muchísimo no echar a correr para ir a recibirla. La verdad es que no sabía si estaba completamente furiosa de que hubiera llegado tarde o si tenía ganas de ahogarla en un abrazo por haber aparecido. El caso es que, cuando llegó hasta donde estaba, todavía no lo había decidido.

—Hola —la saludó Elena, mirando el suelo como si de pronto se sintiera avergonzada de haber aceptado la invitación a un evento en el que solo estarían los amigos de Yulia.

—¡Llegas tarde!

— Lo sé, lo siento! Te juro que intenté llegar a tiempo, pero es que...

—...pero da igual, porque estás guapísima.

Elena se ruborizó e involuntariamente se ocultó todavía más a la sombra del parterre.

—¿Tú crees? —preguntó—, porque he tenido una crisis enorme. No sabía qué ponerme y como van a estar todos tus amigos y es la primera vez que me ven desde que, bueno, ya sabes. Madre mía, ¡estoy espantosa! Será mejor que me vaya.

Yulia la miró extrañada. Era la primera vez que veía a Elena sentirse insegura de sí misma.

—Pero, ¿qué estás diciendo? —la reprendió, mientras le tomaba cariñosamente de las manos—. ¿Quién eres tú y qué has hecho con la chica borde, segura de sí misma y rematadamente sexy de la que me enamoré? Venga, déjate de tonterías y vamos.

Yulia tiró de ella y Elena se dejó llevar inicialmente, luchando por no hundir sus altísimos tacones en la hierba. Pero entonces reparó en algo que le hizo detenerse en seco.

—¿De la que te enamoraste?

—Sí, claro —respondió la ojiazul de la manera más natural, sin comprender qué era exactamente lo que le había sorprendido tanto.

—¿Y a ti te parece normal decírmelo así?

—¿Decirte el qué así?

—¡Que me quieres! Acabas de decirme que me quieres como si estuvieras hablando del tiempo. ¡Esas cosas no se dicen así, Yulia! ¡No cuando es la primera vez que me lo dices!

La ojiazul estaba completamente anonadada. Se lo preguntó a sí misma durante una milésima de segundo, pero no, no podía ser que eso hubiera salido de sus labios de una manera tan vehemente.

—Para ser francos, no te he dicho que te quiero —se defendió.

—Claro que sí. Lo has dicho.

—No, no es cierto. He dicho que estoy enamorada.

—Lo cual es como decir que me quieres, pero aniquilando cualquier remota esperanza de tener un momento romántico —puntualizó Elena.

—Te pones así y cualquiera diría que lo que pretendes es que te lo diga. —Yulia estaba enfadada ahora. Se retiró un mechón de pelo de la cara con nerviosismo.

—Pues a lo mejor es lo que quiero —arremetió Elena con tozudez.

—¿Aquí mismo?

—Aquí mismo, ¿por qué no?

—Bien: te quiero, Lena. ¿Necesitas que lo grite o te vale así?

Elena iba a contestar con enfado, pero fue incapaz de hacerlo. Solo sonrió. De medio lado, aunque se notaba que algo latía fuertemente en el interior de su pecho. Se humedeció los labios y deslizó los ojos hasta la boca de Yulia.

—No, creo que con eso me basta. Yo también te quiero —dijo, y se acercó para darle un beso lento y suave.

Se besaron largamente, ajenas a todo lo que ocurría a su alrededor, centradas solo en aquel momento en el que por fin habían dado rienda suelta a sus sentimientos. Por eso al principio no escucharon la música ni el ruido de las patas de las sillas cuando los invitados se levantaron. En cambio sí escucharon el afectado carraspeo que consiguió que por fin se separaran. Solo entonces Yulia y Elena fueron conscientes de la situación, y vieron que todo el mundo las estaba mirando. Los trescientos invitados a la boda de Tiffany, que estaba justo enfrente de ellas, vestida de blanco de los pies a la cabeza y colgada del brazo de su padre, mientras jugueteaba con las flores de su ramo de novia.

Tiffany y su padre estaban esperando a que se aparataran porque estaban bloqueando la alfombra roja por la que tenían que desfilar para llegar al altar.

—Yo os dejaría que siguierais porque creo que hacéis muy buena pareja, pero el cura tiene prisa y tiene que irse tan pronto como acabe la ceremonia —les explicó Tiffany con su habitual tono somnoliento. Después señaló al cura, que esperaba con impaciencia y cara de pocos amigos en lo alto del altar.

Dmitry se inclinó levemente hacia un lado y le susurró a Tanya con disimulo:

—Me parece buena idea que pidas el número de los arreglos florales, pero me temo que nosotros no somos los que vamos primero —dijo, señalando a unas ruborizadas Elena y Yulia, que en ese momento habrían dado cualquier cosa por que la tierra se abriera en dos y se las tragara.

—Estoy de acuerdo. Pero hay cosas que nunca cambian. ¿Dejarán alguna vez de discutir?

—Son Yulia y Elena. No serían ellas si no discutieran.

—Pichoncito, ¿no es esa tu ex? ¿Por qué está besando a una chica? ¿Qué ocurre aquí, Nikolay? —protestó Anna, extremadamente confundida.

—Cariño... ¿mejor te lo cuento luego?


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Mensaje por Aleinads 4/19/2020, 7:08 pm

Aaawww muy lindo final, me encantó la historia, gracias por compartirla.
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Mensaje por Kamila 4/19/2020, 7:29 pm

Hahaha me imagine un fin más traumático 😂 pero excelente me ha encantao tía🤩😍 Gracias por compartirlos con nosotros, espero verte pronto en otro.. Cuídate, abrazos para ti 😘

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Mensaje por Fati20 4/19/2020, 10:54 pm

Fue un muy lindo final con ese dulce amargo de ya no saber más de estas chicas pero con la emoción de que siempre regresas muy rápido a engancharnos con una nueva. Yo te agradezco a ti q siempre nos das las mejores historias con mucha calidad q no sean de tu autoria no quita para nada el mérito de q haces un trabajo fantástico en mi experiencia he leído adaptaciones q las hacen con descuido y con leer el nombre mal o una descripción no arreglada pierde toda magia, eso no te pasa a ti lo haces muy bien cuidando todos los detalles y en estos tiempos de cuarentena ha sido un escape libertador leerte a diario y eso q sé q yo soy la más desesperada siempre 😂 te queremos muchísimo y espero q sigas dándonos muchas mas historias aquí tienes a tus fieles lectoras y también no olvides q por lo menos en mi caso además de fanática tienes lo necesites cuando quieras 😊 saludos besos y ya quiero empezar esa nueva historia!!!!! 😘😘😘
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Mensaje por @Kermitt 4/20/2020, 3:20 pm

[i]Siento que fue un final apresurado...
pero no dejas de sorprendernos! Like a Star @ heaven Razz
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Mensaje por LENYU 6/13/2020, 10:31 pm

Me gusto mucho este fics!!! Lo lei en dos dias!! Gracias!!!

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Mensaje por katina4ever 11/9/2020, 8:21 pm

Otro más que me gusta, sin duda espero seguir encontrando más historias
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Mensaje por ccdkatina 4/28/2021, 8:34 am

Gracias me encanto la historia gracias por compartirla 🥰🥰🥰🤗
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