Girls love(GL)_FICS❤️
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

+6
katina4ever
Yulieth
Mayra Pérez
Moni2004
Fati20
RAINBOW.XANDER
10 participantes

Página 3 de 5. Precedente  1, 2, 3, 4, 5  Siguiente

Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 2/14/2021, 5:59 pm

Es una historia tan intensa y ellas juntas es algo hermoso cada capítulo es mejor y mejor, espero quede algún capitulo más por hoy. Saludos 😘 y feliz día del amor y la amistad
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/15/2021, 12:08 pm

Very Happy Very Happy Hola chicas, cómo están? Bien, acá les dejaré un nuevo capítulo pero creo que será el único que podré subirles hoy ya que no estaré en casa en el transcurso del día.
Que tengan un lindo Lunes...

A leer!!!



Capitulo Veintiocho

El estacionamiento del Soho’s Room Club estaba vacío cuando Yulia llegó. Después de un rápido vistazo por el espejo retrovisor para asegurarse de que todo estaba tranquilo en el lugar, caminó hacia la puerta lateral y presionó el timbre de la puerta. Con tres horas antes de la primera función, Yulia estaba segura que encontraría a Iván en su oficina.

—¡Yulia!— El corpulento hombre dijo por la sorpresa cuándo abrió la puerta.

—Hola Pasha. ¿Se encuentra Iván?

—Yeah, está en la barra platicando con alguien. Entra— El musculoso hombre la invitó a entrar ondeando su mano —¿Y cuándo piensas regresar?

—No estoy segura. Tengo que hablar con Iván primero.

—Bueno, sé amable. Realmente ha estado de pésimo humor las últimas dos semanas. Rina e Ivana renunciaron y acaba de enterarse de que alguien se está robando el licor.

—Oh genial— gimió.

Iván se ponía muy difícil cuando las cosas iban viento en popa. Cuando iban mal, era imposible razonar con él.

—Sólo utiliza tu encanto — Pasha dijo —Después de la semana que ha tenido, verte le alegrará el día.

—Ya lo veremos — dijo nerviosamente mientras se dirigía abajo al vestíbulo.

Iván no estaba en la barra sino en su oficina para cuando Yulia lo encontró. Su puerta estaba ligeramente entreabierta, revisando los libros mayores del club. “Bueno aquí voy”.

—¿Iván?— llamó, tocando ligeramente la puerta.

—Yulia, qué sorpresa tan agradable— dijo, señalando hacia una silla — Entra y toma asiento. Esperaba que vinieras. Te llamé un par de veces pero nunca me devolviste las llamadas. Comenzaba a pensar que nunca te veríamos otra vez.

—Te dije que estaría de regreso después de que mi labio sanara — dijo mientras tomaba asiento.

—Pues luces genial. Tal vez con un kilito o dos de más pero puedes bajarlos sin ningún problema, estoy seguro. Después de todo, no se pueden esconder debajo de una tanga, ¿verdad?

—Um, no supongo que no. Iván, acerca de regresar a trabajar…

—Oh diablos, no tienes idea de lo difícil que ha sido esto últimamente — continuó, sacando un cigarrillo de su paquete y prendiéndolo —Primero Rina me dijo que su novio no la dejaría trabajar más y luego Ivana tuvo uno de sus pequeños desplantes y renunció. Y por eso te digo, eres un regalo enviado del cielo.

“Oh genial. Ya puedes parar de hablar Iván”.

Decidiendo que si dejaba que Iván continuara hablando la tendría en el escenario en diez minutos. La morena aspiró profundamente y practicó las palabras que había ensayado cuidadosamente en su mente una vez más.

—Es algo tarde pero creo que te puedo dar esta noche una presentación o dos.

—De hecho, de eso es de lo que quiero hablar contigo.

—Bien ¿cómo qué? ¿Viniste para decirme que ya estabas lista para regresar a trabajar o no?— La amabilidad que le había mostrado cuando ella entró a su oficina iba desapareciendo rápidamente.

—No estoy segura si quiero hacer un show más.

—¿No estás segura? ¿De qué diablos estás hablando?— Iván se inclinó hacia adelante, haciendo más pequeño el espacio entre los dos —¿Y qué es lo que vas a hacer?

—¿Qué tal de camarera? ¿O incluso ayudando detrás de la barra?

—Los hombres no pagan buen dinero para ver tu trasero detrás de la barra, pagan por verte arriba en el escenario desnudándote para ellos.

—Bien, tal vez estoy cansada de desnudarme para ellos, tal vez quiero hacer algo más.

—Yulia, Yulia, Yulia — dijo en el tono más condescendiente que ella alguna vez le había escuchado —Mira, si estás tratando de presionarme para que te dé más dinero no va a surtir efecto.

—No se trata de dinero.

—¿Bien, entonces de qué se trata todo esto?— El gerente preguntó coléricamente —No necesito otra camarera u otra bartender. Lo que necesito y para lo que te contraté es para que pongas tu trasero sobre el escenario y muevas ese coño a quien quiera colocarte un gran billete, ¿lo entiendes?

—Sí, lo entiendo, Iván—contestó tan coléricamente como él —Pero tú no eres el que está allá arriba. No tienes que soportar a todos esos estudiantes y hombres tratando de tocar tu cuerpo. Estoy harta de eso.

—¿Entonces qué carajos estás haciendo aquí, huh? ¿Encontraste un nuevo novio o algo así y te está presionando con esto?— Iván sonrió, pensando que estaba en lo cierto —Te voy a decir una cosa. Le puedes decir a tu novio que estás sirviendo mesas si eso te hace sentir mejor.

—No tengo novio. No es por eso que estoy haciendo esto— Yulia insistió, prendiendo un cigarrillo —Sólo estoy cansada de desnudarme — Iván dejó salir un largo suspiro y se reclinó en su silla.

—Cuando viniste aquí por primera vez, no tenías ni un maldito kopek ni un nombre. Incluso no tenías un coche — Negó con la cabeza —No lo sé. Sólo estoy tratando de ayudarte. Tienes suerte de tener un trabajo como este. ¿Sabes a cuántas mujeres les encantaría tener la oportunidad de ser la estrella del show?

Con un suspiro fuerte, Iván abrió su gaveta del escritorio y sacó una carpeta de papel manila.

—Iba a guardar esto para más tarde pero desde que pediste el permiso de ausentarte no hubo otra elección... ¿recuerdas que quería hablar contigo después del show aquella noche?

—¿Sí?

—Iba a ofrecerte la oportunidad de hacer dinero de verdad. No dinero de uno o cinco que ganas aquí, sino de treintas y cincuentas.

“Sólo hay una manera de ganar ese tipo de dinero”, pensó para sus adentros.

—No tengo planes de trabajar aquí para siempre, estoy en tratos con una empresa grande en Alemania. Tengo este otro trabajo funcionando y estaba planeando en darte a ti una oportunidad de hacer dinero de verdad con esto.

—Iván, tú sabes que yo no...

—Relájate, bebé. Estoy hablando de algunas fiestas privadas, no de estar parada en las esquinas. Y oye, si quieres ganar algo extra yo no me meto en eso, yo estaré conforme siempre y cuando el cliente quede satisfecho— Sintió que las paredes comenzaron a acercarse y Yulia rápidamente volteó su cabeza para ver que la puerta seguía entreabierta.

Sabiendo que escapar era fácil, se obligó a permanecer en su asiento.

—No puedo hacer eso Iván. Tú sabes cómo resultan al final todas esas cosas y no caeré en viejos trucos sólo por ti.

—Bebé, no estamos hablando de trucos, simplemente de algunas fiestas privadas. Estás haciendo esto muy grande— Regresó la carpeta de nuevo a su escritorio —Pero si quieres desperdiciar el resto de tu vida trabajando en el club, adelante. Seis meses a partir de ahora y podré renunciar a este lugar y ser un hombre de negocios por mi cuenta. Si quieres unirte a los triunfadores eres bienvenida pero no creas ni por un momento que vas a hacer lo que eres aquí — El hombre se puso de pie, su metro ochenta elevándose desde su posición —Así que, tú tienes la última palabra cariño. Mete tu trasero en un traje y sal a trabajar o jódete en las calles. La elección es tuya.

Ahora la oficina le parecía definitivamente muy pequeña para su comodidad. Yulia había esperado regresar y sólo trabajar medio tiempo si no podía conseguir otro trabajo pero Iván dejó claro que esa no era una opción.

También sabía que si regresaba a trabajar con Iván nunca la dejaría en paz hasta que estuviera trabajando en sus fiestas privadas, entreteniendo a hombres de negocios.

“Pues bien Elena, creo que tú deseo se va a cumplir”.

— Sólo dame mi último cheque y me iré de aquí.

—Debí haber sabido que tomarías esa estúpida elección —dijo, caminando hasta el archivero —No vas a encontrar a nadie que te pague lo que yo te pago por mover esas tetas. No puedo creer que desaproveches esta oportunidad— Sacó un sobre del archivero y lo tiró sobre el escritorio —Y ni pienses que te voy a dar una carta de recomendación.

—No te preocupes, no la necesito — La pelinegra se levantó y tomó el sobre que contenía su último cheque. Cuando se dio la vuelta, su cara se encontró contra el pecho del intimidante gerente.

—¿Sabes? de todas las chicas que he visto ir y venir de este lugar tú fuiste la única con la que pude haber hecho algo realmente bueno, pero siempre te creíste superior, ¿no es así? Mira, pero no toques ¿verdad Yulia?— Se acercó aún más, obligándola a dar un paso atrás hasta que sintió la dureza del escritorio de madera detrás de ella —Alguien te debería haber domado hace mucho tiempo y enseñado buenos modales.

—Déjame ir, Iván— le dijo, intentando caminar hacia un lado. El molesto hombre rápidamente se interpuso en su camino.

—Tal vez nunca tuviste a un hombre que te enseñara como comportarte, ¿no es así?

—Iván, por favor, sólo déjame ir — El corazón de Yulia latía furiosamente en su pecho.

—Hey Iván— Pasha empujó la puerta abriéndola completamente —El tipo de la entrega exige el pago antes de que baje la carga. Algo sobre nuestra cuenta que ya era demasiado alta. Lo siento, no sabía que estabas ocupado.

—Ya iba de salida— dijo la morena, moviendo a Iván para abrirse paso y empujando prácticamente a Pasha por su prisa de escapar. Sintió un gran alivio cuando llegó al vestíbulo que daba a la puerta lateral.

“¿Cree que soy una estúpida o algo por el estilo? De ninguna maldita manera voy a volver a trabajar para él, jamás. Fui una idiota al pensar que él haría algo para intentar ayudarme”.

Empujó la puerta de emergencia y fue recibida por el sombrío estacionamiento. Llegando a su coche, Yulia se dio cuenta que sus manos temblaban mientras intentaba meter la llave al cerrojo. No ayudaba mucho que estuviera constantemente volteando hacia la puerta, temiendo que Iván saliera en cualquier momento. Para cuando ya estuvo dentro de su auto, sintió lágrimas cayendo por sus mejillas que no podía explicar.

“Tengo que largarme de aquí. Tengo que llegar a casa”.

No molestándose en limpiarse las lágrimas, encendió el coche y se fue rápidamente del estacionamiento.

[…]

El departamento estaba oscuro cuando llegó, excepto por la bombilla que iluminaba la puerta principal. Dio una rápida mirada y vio que no se encontraba el Jeep de Elena.

“Me pregunto a dónde habrá ido”, pensó mientras caminaba por el pequeño camino hacia la puerta. Lanzando sus llaves sobre la mesa, caminó hacia la cocina, buscando en la oscuridad a tientas el apagador. Mirando la puerta del refrigerador, frunció el ceño cuando no vio ninguna nota para ella.

—Probablemente estará de regreso en cualquier momento— dijo para el cuarto vacío.

“¿Qué dijo que quería para la cena? Alguna clase de pez”. Arrugando su nariz ante el pensamiento, abrió el congelador y sacó una pizza congelada.

“Qué diablos, al menos es comestible”.

Algunos minutos más tarde la pizza estaba en el horno y ella estaba en el sofá. Con el control remoto de la televisión en la mano, comenzó a pasar los canales.

“Aburrido, sin interés, aburrido, oh Dios, no los Waltons. No, no, nah, Oh por favor, eso es tan falso. ¿Quién diantres va a creer que dos tipos pueden vencer al infierno salir de allí y seguir de pie? Sesenta canales y no hay nada interesante”.

Dejándolo en un show de juegos, lanzó el control remoto a la mesita de café y se miró su reloj de pulsera.

“¿Dónde diablos estás? Pensé que ibas a quedarte en casa esta noche”.

Dos horas más tarde la pizza se había terminado y Yulia se encontró sentada en la silenciosa sala de estar mirando el reloj de la pared. La televisión había sido apagada para poner la radio, pero tampoco resultó muy entretenido y fue apagado también.

“¿Vamos Elena, dónde estás?”

Su pregunta fue contestada cuando escuchó el sonido de una llave siendo metida en el cerrojo de la puerta principal. Se levantó de un salto y abrió la puerta.

—¿Dónde diablos has estado?— exigió.

—Hola. No esperaba que estuvieras en casa todavía — Lena dijo, sus brazos llenos de bolsas plásticas blancas de la tienda de comestibles —Creí que debería comprar algunas cosas. Casi ya no teníamos nada.

Yulia siguió a su compañera hasta la cocina.

—¿Cuánto tiempo te puede tomar eso? He estado en casa desde las siete— La pelirroja colocó las bolsas sobre el mostrador y comenzó a guardar los abarrotes en la alacena.

—Voy al centro comercial que está cerca de la interestatal. Tienen los mejores precios, por eso usualmente está lleno de gente. Me tomó casi media hora sólo para llegar a la línea de cajas — Lena miró con atención en el bolso —Espero que te gusten las naranjas. Estaban de oferta, así que compré dos bolsas.

—Olvida las naranjas por un minuto — dijo —¿No me pudiste haber dejado una nota? No tenía ni idea de dónde estabas — Tomando la jarra de aceitunas, abrió el refrigerador y descuidadamente las lanzó en el estante —A mí me estás jodiendo de que me asegure de dejarte saber a qué hora vendré a casa ¿pero tú no puedes tomarte dos segundos para dejarme una nota?

—Lo siento, pero no pensé que estarías en casa hasta más tarde. Dijiste que irías al Soho’s Room Club y supuse que como no llegaste a las seis ibas a llegar más tarde— Elena dijo, doblando pulcramente las bolsas vacías.

—Sí bueno, he estado aquí mirando las paredes por lo menos dos horas preguntándome dónde diablos estabas. Dame eso— Tomando las bolsas de las naranjas, se volvió caminando hacia el refrigerador —Estarás feliz de saber que ya no trabajaré más en el Soho’s Room— dijo, empujando las naranjas dentro de las gavetas de abajo.

—Sí, estoy feliz de escuchar eso y cuidado con esas. Quiero naranjas, no jugo de naranja.

—Tuve un día pésimo en el trabajo y juro que si un retrasado más insiste en poner su maldita música de rap, le voy a empujar esa maldita gaveta del refrigerador en la garganta. Luego me voy a ver a Iván y se comporta como un verdadero imbécil entonces vengo a casa y tú no estás por ningún lado — le quitó de un tirón la mantequilla de la mano a Elena. Para molestia de Yulia, su compañera sonreía burlonamente —¿Qué demonios es tan gracioso?

—Es agradable saber que te preocupas—dijo, entregándole la botella de leche —¿Ya comiste?

—Hice una pizza pero sabía más a la caja en la que venía. ¿Y tú?

—Todavía no. Es muy tarde ahora. Sólo comeré un bocadillo.

—Pensé que ibas a preparar un pescado y arroz o algo parecido.
—Róbalo y arroz. Lo haré mañana por la noche. El pescado se puede guardar — Lena entregó los últimos abarrotes y separó las bolsas —Así es que, dime qué pasó en el Soho’s Room.

—Oh Iván se comportó como un cabrón. Lo jodió. Odiaba trabajar para él, de cualquier manera. Tiene demasiada mala fama— metió la lata de sopa en la alacena antes de dirigirse hacia la puerta corrediza —Voy a salir a fumar.

El otoño estaba definitivamente en camino. La temperatura estaba descendiendo rápidamente, haciendo de las tardes usualmente templadas algo pasado.

Un particular viento frío, provocó a Yulia que temblara y tuvo que ahuecar su mano delante del encendedor para que no se apagara la flama antes de prender su cigarrillo.

“Estaré bien jodida si salgo aquí en el invierno. Supongo que tendré que hacerlo en mi habitación, si quiero fumar algo de ahora en adelante. Ah! maldición, qué día”.

Sentándose bruscamente en la silla plástica, levantó sus pies hacia arriba del barandal de hierro, cruzando sus tobillos y apoyando sólo las dos patas traseras sobre la cubierta. Estaba demasiado oscuro como para ver algo excepto las sombras oscuras provocadas por la luz de la cocina.
Yulia aprovechó la oscuridad para meditar sobre los acontecimientos del día.

“Mañana terminaremos el séptimo piso luego no sé qué me pondrá a hacer Mihail. Carajo, ¿qué pasara si ya no me necesita? Nah, tendrá algo. Él sabe que necesito el trabajo y siempre me sonríe cuando me ve. Encontrará alguna otra cosa que yo pueda hacer”.

Volteó la cabeza ante el sonido del corrimiento de la puerta, observando a Elena salir hacia la cubierta.

—¿Te importaría algo de compañía?— La ojiverde se sentó sin esperar respuesta —¿Estás segura que no quieres algo más de cenar?

—Nah, estoy bien así. Realmente, no estoy hambrienta de cualquier manera — La morena levantó su mano libre y frotó su brazo superior —Diablos, se está poniendo frío aquí afuera.

—Eso es lo que ocurre cuando vives en el noroeste. El verano se va, el otoño llega y antes de que te des cuenta la nieve te llega hasta las caderas.

—Oh, no menciones la nieve. Esa es la última cosa en que quiero pensar. Ese oxidado coche mío, no me da prácticamente nada de calor. Puedo dejar la calefacción encendida media hora en la mañana y no lograría ni despejar el parabrisas entero— Yulia buscó en la oscuridad, sintiendo el cenicero que estaba en la mesa — Supongo que no puedo pedir mucho por quinientos rublos. Tengo suerte de que se mueva.

—Svetlana compro la “cosa” por quinientos rublos también — dijo Elena —Fue su proyecto alrededor de un año. Cada día se la pasaba jugando a ser Señorita Mecánica. Puedo pensar acerca de doce o más coches interesantes para restaurar que esa monstruosidad anaranjada.

—¿Debo tomar eso como que no te agrada esa calabaza cuadrada con ruedas?

—Es más que sólo el coche. Me he acostumbrado a eso ya, pero cuando recién lo compró tuvimos problemas, Svetlana usaba el fregadero de la cocina para limpiar sus partes del motor y las herramientas no mejoraban la situación.

—¿Alguna vez me contarás qué pasó entre ustedes dos o va a permanecer como un oscuro secreto?— Yulia preguntó, retirando sus pies del barandal de hierro y poniéndose derecha en su asiento. Su curiosidad era demasiada y desde que Elena lo había mencionado no pensaba dejar pasar ese tema.

—Ciertamente no es un secreto pero no es algo de lo que me gusta hablar—dijo —¿Terminaste ya tu cigarrillo? Preferiría hablar adentro en un lugar más agradable y caliente.

Después de una visita rápida al baño, Elena y Yulia se sentaron en los lados opuestos del sofá, ambas usando el brazo del mismo como respaldo.

— Ok, ¿qué fue lo que pasó?— Yulia preguntó con urgencia.

—Pues bien...— La pelirroja se restregó la cara con sus manos, tomándose algunos segundos para enfocar sus pensamientos —Tienes que entender que eso pasó hace cuatro años y medio. Para ambas, era nuestra primera relación larga y seria y pensábamos que estaríamos juntas pasara lo que pasara. Acababa de lanzar mi tercer libro y lo estaba haciendo bien en el círculo lésbico. Incluso se publicaron algunos escritos míos en las revistas principales de lesbianas. Obtenía un gran número de correos de fans y dejé que mi nueva fama se interpusiera en mi relación. El rompimiento fue mi culpa, completamente— Elena apartó la mirada.

—¿Qué es lo que hiciste? La Doc parece que es de las que perdonan cualquier cosa.

—Svetlana es una mujer muy misericordiosa y comprensiva pero no soportó que traicionara su confianza y eso fue lo que hice— Lena contempló a Yulia —Esto no es algo fácil de contar para mí. Amé a Svetlana muchísimo y todavía lo hago. Si pudiera regresar el tiempo y cambiar lo que pasó, lo haría en un segundo — La cara de Elena reflejó la culpabilidad que sentía en su corazón —Pero el tiempo no es algo que yo pueda ser capaz de cambiar y una vez que la confianza se destroza no puede ser restaurada.

—No lo entiendo— Yulia dijo —Tú y Svetlana parecen ser de ese tipo de personas que tienen esa conexión especial de sentimientos. ¿No trabajaron duro para solucionar las cosas y superarlo?

—Aparentemente, no— la escritora dijo tristemente —Intentamos por alrededor de seis meses, pero simplemente no pudimos dejarlo atrás. Svetlana esperó hasta después de la Navidad para finalmente tomar la decisión y mudarse— Elena negó con la cabeza tristemente —Ya estaba bastante acabado de cualquier manera. Svetlana pasaba las noches en la habitación de invitados para ese entonces.

—Joder, en verdad la cagaste.

—La infidelidad hace eso— Elena dijo —Tuve un desliz con una fan mientras estaba en Ekaterimburg en un festival de escritoras lesbianas.

—¿Y pensaste que la Doc no lo descubriría?

—No planeé que pasara. Bueno, supongo que en mi interior, tal vez lo hice. Sabía que Nadya estaba interesada en mí, ella me había dejado claro más de una vez que no le importaba que yo tuviera pareja. Sabía que ella iba a estar allí y no le dije una palabra a Svetlana sobre ella.

—Así que cuando el gato no está en casa los ratones hacen fiesta.

—No fue así— Elena protestó —Me sobraron oportunidades antes de estar con otras mujeres y nunca acepté ninguna oferta— La escritora se reclinó y pasó sus dedos por su ondulado cabello —Esto te va a sonar un poco tonto, pero me dejé conquistar por todas las atenciones y adulaciones que Nadya me daba. Trabajé por un año y medio en Los Misterios del Rayo Lunar y ahora estaba siendo recompensada por todo ese duro trabajo. Estaba en las listas de los libros más recomendables y cuando estuve en esa convención me sentí como una celebridad. Eso nunca me había ocurrido antes. Para cuando llegué al hotel, Nadya estaba a mi lado, sirviéndome bebidas, sentándose a un lado de mi en cada taller, siguiéndome como un perrito.

—Suena más a una zorra que a un perrito— dijo Yulia —Así que ella quería a la gran escritora y lo logró, ¿hmm?

—No abrí la puerta de mi hotel y le quité toda la ropa. Estuvimos allí por cinco días y no pasó nada hasta la última noche.

—¿Y cómo lo descubrió la Doc? ¿Fue tu conciencia culpable?

—No. Eso es probablemente lo que le dolió más. Ella se enteró por accidente. Después de que llegué a casa de la convención, Nadya no dejaba de enviarme mails. Le dije que sólo había sido cosa de una vez y que no pasaría de nuevo, que estaba enamorada de Svetlana, y todo eso. Algunas veces, tenía más de cuatro mails de ella en un día. Finalmente dejé de contestarlos esperando que entendiera el mensaje.

—¿Y no lo entendió, ¿verdad?

—Oh, sí lo entendió bien. Nadya se enojó cuando no contesté sus mails y comenzó a llamar por teléfono aquí. Incluso llamé a la compañía de teléfono para cambiar mi número, pero antes de que ellos pudieran hacerlo Nadya había llamado mientras estaba fuera y dejó un mensaje muy detallado de lo que había pasado en Ekaterimburg en el contestador. Svetlana llegó a casa antes que yo.

—Oh, cielos— Yulia dijo, sacudiendo su cabeza —Realmente la cagaste y bien.

—Con toda seguridad lo hice, aunque no usaría esas mismas palabras para describirlo.

—Por supuesto que no, Mary Poppins pero eso fue lo que hiciste.

—Sí, así es. Lo jodí todo horriblemente. Debí haber sabido que algo pasaba cuando llegué a casa y de lo único que quería hablar Svetlana era acerca de la convención. Había pasado ya un mes desde eso y no entendía por qué ahora quería saberlo.

—Así que pretendiste que nada había pasado, ¿verdad?

—Exactamente. Entonces Svetlana puso el mensaje de la máquina y yo sólo quería morirme. Después de mentirle no había manera de poder minimizar el daño que había causado el mensaje. Creo que después de que Svetlana pasó todo su tiempo libre trabajando en la “cosa” y yo me la pasé en el dormitorio escribiendo, nos distanciamos y ya no nos íbamos a la cama al mismo tiempo — Elena apartó la mirada tristemente y se limpió las lágrimas —Pero la noche en que Svetlana pasó la noche en la habitación de invitados en lugar de venir a la cama conmigo, entonces supe que se había terminado.

—Eso realmente apesta— Yulia dijo quedamente —No sé qué decir.

—Realmente, nunca había hablado de esto con nadie. Viktor y Mihail supieron que tuvimos problemas pero ellos marcaron una línea para no meterse e involucrarse. Aun ahora, Viktor sólo sabe algunos detalles de lo que sucedió — La escritora negó con la cabeza —Pero supongo que eso ya es una cosa que quedó en el pasado. Vivo aquí y Svetlana vive en otro lado. Supongo que todo se solucionó de la mejor manera posible. Aún estamos muy unidas como puedes ver.

—¿Quieres que regrese?— Yulia preguntó, necesitando satisfacer su curiosidad.

—Lo intenté por un tiempo después de que se mudó pero ahora creo que las cosas están mejor de esta manera. Creo que la soltería me sienta bien— La escritora se recargó, hundiéndose más en los cojines del sofá —Al menos eso es lo que mi lista de citas me dice.

—Yeah, tampoco veo grandes romances en mi futuro—se lamentó — ¿Recuerdas esos cubos de colores cuando éramos pequeñas? ¿Los que tenían diferentes colores de cada lado y que tenías que colocar los mismos colores en un solo lado?

—El cubo de Rubik— dijo Elena —Sí, los recuerdo.

—Algunas veces me siento como uno. Como si estuviera toda enredada y nunca volveré a estar en orden otra vez— Una sonrisa traviesa apareció en sus labios —Solía desarmar el cubo en pedazos y poner los colores correctamente.

—Yo compré el libro de como armar el cubo— admitió la de cabellos rizados.

—Apuesto también que se lo mostraste a todos tus amigos.

—¿Yo?— Elena fingió inocencia —No necesite la aprobación de nadie— La cara inocente apenas duró unos segundos antes de que se convirtiera en una sonrisa —Todos los que tenían uno y no lo podían armar me lo traían a mí. Podía armar esos y los de la serpiente también.

—Imagínate. Mis amigos me buscaban por los cigarrillos— La morena dijo con orgullo —Daryna me enseñó como obtenerlos. En el boliche tenían una máquina de cigarros en la misma habitación que los videojuegos. Compraba un paquete por tres rublos y se los daba a mis amigos a veinticinco kopeks por cigarrillo. De esa manera Daryna y yo teníamos dinero para gastar.

—Ah, tú eras ese tipo de niña del que mi madre me advirtió que no me juntara —dijo con una sonrisa —Ella pensaba que manteniéndome alejada de todo lo malo llegaría a ser una correcta y estirada esposa militar como ella. Su mejor opción para tener nietos y resulté ser una escritora de novelas de misterio lesbiana con ninguna intención de ser madre.

—Estoy segura que el álbum de fotos era abierto en las reuniones de madres, ¿no es así?— Yulia dijo con una sonrisa sardónica. Se enderezó fingiendo abrir un álbum —Aquí está tu madre mostrando las fotos de tu graduación del bachillerato — La morena fingió volver la página —Aquí estás graduándote de la universidad. Oh, qué orgullo. Inteligencia y belleza. Apuesto que ella estaba pensando en las fotos sobre tu boda en las siguientes páginas.

—Y hasta en el color del liguero y el orden de las canciones— Elena afirmó, asumiendo la misma posición y abriendo un álbum imaginario de ella —Tenía todo planeado por años. Lo único que no predijo, fue el joven chico militar elegante para casarse conmigo. Lo mejor que pudo obtener fue una ceremonia de bendición que Svetlana y yo tuvimos aquí en el jardín trasero y creo que estaba molesta porque no la dejé planear con quién me iba a comprometer. Ella vino a la ceremonia pero no tomó fotos. Debe haberse quejado de mis centros de mesa que no estaban simétricamente colocados.

—Yeah, ¿No es horrible cómo no estamos de acuerdo con nuestras madres? — Yulia preguntó, pasando la página imaginaria — La mía ni siquiera se graduó del bachillerato. Me imagino lo que ella pondría en el mío — cambió de posición ligeramente y fingió ser su madre abriendo un álbum — Oh mira, aquí están mi Daryna y Yulia con el oficial de policía inmediatamente después de que fueron atrapadas robando dulces de la farmacia de Coulson. Oh, y aquí están mis pequeños retoñitos con otro agradable oficial de policía después de que tenían prohibido entrar a otra tienda por robar.

—Por lo menos eras constante— Elena bromeó.

—Yeah, probablemente creyó que estaríamos presas para cuando fuéramos adultas — dijo con un tono de amargura en su voz —En la cárcel o viviendo con un borracho y con un par de niños como ella.

—Eso es lo más maravilloso de ser una adulta— Lena dijo quedamente —No tenemos que darnos la gran vida, o vivir mal según sea el caso, según las expectativas de nuestros padres. Les guste o no, estaremos en desacuerdo con nuestras madres ya sea en una cosa u otra. Mírame, probablemente no esté en la misma posición que tú, pero ciertamente no soy una devota esposa de un militar como mi madre quería. ¿Crees que estaría orgullosa por presumirme con sus amistades?— Elena negó con la cabeza —Créeme, Mamá habla de la graduación de Aleksandr y a cual universidad irá pero ella evita mencionarme a mí ante sus amigos.

—¿Por qué? Es decir, tú tienes una licenciatura. Y eres una escritora y todo eso.

—Una escritora de novelas lesbianas de misterio — aclaró —Si ella menciona que soy una escritora, ellos querrán ir a comprar mis libros y eso es la última cosa que ella quiere que pase. Tienes que recordar que mis padres son republicanos. Ellos todavía son de los que te dicen no preguntes, esa es la regla.

—Pero la vi aquí ese día. Ella parecía feliz contigo.

—Oh, lo es la mayor parte—dijo —Simplemente, hay ciertas cosas de mi vida que a ella no le gustan, mi sexualidad es la número uno por supuesto. Pero no es sólo eso. A mamá le gusta el teatro, a mí no. A ella le gustan los recorridos largos y aburridos por los museos y galerías de arte. Yo prefiero ir a los bolos o jugar softbol. No soy la hija que ella imaginó que sería y eso no es siempre tan fácil para un padre de manejar. Hubo un tiempo, que ella encontraba cualquier excusa para no venir cuando Svetlana y yo estábamos juntas, pero eso fue hace mucho tiempo. Pero ya lo ha superado y me ha aceptado como soy, con diferencias y todo lo demás.

—Debe ser agradable — dijo Yulia, moviéndose en una posición más confortable en el sofá —No creo que mi madre pudiera aceptarme— Pasando sus dedos por su pelo oscuro rápidamente, agregó —¿Sabes algo? Es agradable saber que tu vida tampoco es tan perfecta — Elena rió.

—Ni mucho menos, Yulia. Tengo problemas como todos, sólo que yo tuve un escenario diferente. No somos tan diferentes.

—Como la noche y el día, tú eres una maniática de la limpieza.

—Tienes toda la razón en eso, chimenea con patas — la escritora le regresó la broma —Pero creo que me quedo contigo, de cualquier manera— El comentario le ganó a Elena una sonrisa completa de su compañera —Ahora habrá algo que me gusta ver.

—Yeah bueno no te acostumbres— Yulia gruñó en broma —No quiero que te la pases a mi alrededor y arruines mi reputación— Elena tomó el control remoto de la mesita de café y encendió la televisión.
—Creo que hay un juego de basquetbol esta noche. ¿Te gusta el baloncesto universitario de mujeres?

—No soy aficionada de ningún deporte pero creo que si lo veo podría hacerlo de vez en cuando— dijo Yulia, observando los canales que iba pasando Elena al presionar repetidamente el botón. Cuando la revoltura de imágenes se detuvo, ya estaba el juego.

—Voy por algo de beber. ¿Quieres algo?— La pelirroja preguntó mientras se levantaba.

—Cerveza pero creo que ya no tengo. ¿Tienes algún refresco de cola?

—Acabo de comprar algunos. ¿Lo quieres solo o lo quieres para preparar tu bebida?— Yulia brincó fuera del sofá y se dirigió hacia las escaleras.

—Me gustan mis bebidas con algo fuerte — dijo —Solo tráeme un vaso, me encargaré de mezclarlo.
Mientras Yulia estaba arriba, Elena fue a la cocina. “¿Cuánto puede beber a esta hora? No más de un par de bebidas, estoy segura. Tiene que trabajar en la mañana”.

Canturreando una melodía para sí misma, la escritora abrió la alacena y sacó dos vasos.

“Así que estabas preocupada por mí, ¿hmm? Apuesto que es algo que no habías hecho en mucho tiempo.”

Lena estaba segura de que los muros que Yulia se había levantado, se estaban desmoronando rápidamente.

Cuando no tenía la intención de revelar las razones que había detrás de su rompimiento con Svetlana, Elena se dio cuenta que era importante para ella ser capaz de revelarle ese secreto a Yulia si es que quería que su compañera continuara compartiendo sus cosas personales.

Un vaso colorido brillante, casi escondido en la parte trasera de la alacena captó su atención. “Me había olvidado completamente de este”, pensó mientras lo sacaba y lo miraba detenidamente.

Perfecto. Esto tiene que hacerla sonreír.

Retirando el vaso que ella originalmente había escogido para Yulia, llenó ambos vasos con hielo y acababa de abrir la soda cuando su compañera bajó las escaleras.

—Lo siento, me tomó un minuto para encontrarlo— la morena dijo, entrando en la cocina y destornillando la parte superior de su botella. El olor conocido que notó, le dijo a Elena la verdadera razón de por qué se había tardado tanto tiempo.

—No hay problema. Estoy sorprendida de que puedas encontrar cualquier cosa en esa área de desastre. Te diste un par de golpes de marihuana cuando estabas arriba, ¿verdad? Un día de estos, no necesitarás de eso para sentirte protegida. Yo no te lastimaré. Así que, ¿qué clase de bebida va a ser esa? ¿Un poco de sabor de grano o es un licor asesino que tenías debajo de la mesa?— Yulia rió y comenzó a echar el whisky en el vaso.

—Ésta es una buena manera de terminar el día, recostarse y tomar una bebida relajante.

—Oh, ¿tres partes de whisky y una parte de soda?

—No te olvides el hielo, eso tiene que contar también — le dijo.

—Sí, tienes razón. Tres partes de Whisky, una parte soda, una parte de hielo. ¿Mejor?

—Ahora lo entendiste — En realidad, la pelinegra sólo vertió el equivalente de un trago de licor en su bebida, dándole apenas un color oscuro por el refresco de cola. Elena se preguntó si la bebida habría sido más fuerte si no hubiera bromeado con Yulia pero decidió que eso no tenía importancia. Iban a descansar sobre el sofá y observar un emocionante juego de baloncesto juntas —Lindo vaso.

—¿Te gusta?

—Es bonito — Yulia sostuvo en alto el vaso amarillo y miró las palabras brillantemente coloridas proclamando que ella debería sonreír porque alguien la quería — Cursi, pero bonito.

—Bueno, pues es verdad — dijo la pelirroja, tomando la soda —Te guste o no te guste, hay personas que te quieren y se preocupan por ti.

—Uh huh — Yulia dijo dudosamente, tomando el vaso de Elena —Llevaré estos a la sala.

—Asegúrate de usar un posavasos— la morena fingió estar en shock.

—Ni en sueños se me hubiera olvidado eso —dijo.

—Sí claro, te creo— dijo Elena —Te creo tanto como si me dijeras que tienes un pantano en venta en Soshi.

—Y barato también— Yulia contestó.

—Te haré una oferta que no podrás rehusar.

Una hora más tarde, los dos vasos vacíos yacían en posavasos sobre la mesita de café, el hielo ya hacía rato que se había derretido. El resultado favorecía hacia un equipo, las visitantes tomaron ventaja sobre el equipo de casa.

Elena concentraba su atención muy a menudo en algo más importante que la televisión.

El pelo de Yulia estaba algo despeinado. La mirada de Elena se movió hacia abajo, estudiando la curva delicada de la nariz de la morena y los labios suaves y carnosos.

No había duda que su compañera era hermosa pero Lena ahora se encontraba mirando a Yulia de una manera diferente que antes.

“Para con eso, Elena”, se amonestó a sí misma. “Ella es heterosexual y no está interesada. Tiene demasiado equipaje, ¿recuerdas?”

En ese momento el pitazo sonó deteniendo el juego y la televisión mandó a un anuncio publicitario. De reojo, Lena se dio cuenta de que era un anuncio de servicio público que promovía acerca de ayudar a prevenir el abuso de menores.

Los ojos de la pelinegra nunca dejaron de mirar la pantalla pero aun de perfil su rostro mostraba todos sus sentimientos. Elena observó como la mandíbula de Yulia se tensaba con fuerza y sus labios se contraían.

“Aun estás intentando proteger a la pequeña niña que vive en ti, ¿no es así?”

El deseo de abrazar a Yulia crecía dentro de Elena pero la escritora permaneció quieta en su asiento. “Lo más seguro es que se vaya corriendo hacia arriba. Y probablemente pensaría que le estás haciendo insinuaciones amorosas”. Cuando el anuncio publicitario terminó el juego fue reanudado, Lena miró contenta que la tristeza en el rostro de Yulia desaparecía.

“Eso es, sólo olvídate de todo eso y disfruta el juego”.

—¿La chica de las Jang es buena, ¿no te parece?— Elena preguntó.

—Sabe jugar basquetbol, eso es seguro— Yulia contestó.

—No puedo creer que haya hecho ese tiro.

—¿El que se quedó girando en el aro algunos segundos antes de entrar?

—Sí.

—Ese fue un buen tiro— la pelirroja estuvo de acuerdo — Estaba a pocos segundos del pitazo cuando lo hizo.

—No van a ganar a estas alturas. Quedan sólo dos minutos de juego.

—Estás en lo cierto. Estoy segura que Viktor va a estar decepcionado. Él siempre les apuesta a ellas— Elena se inclinó hacia adelante y tomó el control remoto —¿Y qué quieres hacer ahora? Creo que dan una película a las diez.

—Tengo que irme a la cama— Yulia dijo antes de dar un largo bostezo — Espero que Mihail tenga algo más de trabajo para mí. Ya casi hemos terminado con la demolición.

—Seguro que sí tendrá algo — Lena dijo, presionando el botón rojo y apagando la televisión —No me había dado cuenta lo tarde que era. Vas a estar arrastrándote de sueño mañana.

—Nah, estoy acostumbrada a acostarme tarde y a tener que trabajar sin haber dormido mucho— se puso de pie y se estiró como un gato, subiendo sus manos por encima de su cabeza —¿No te vas a acostar?

—No tengo que levantarme temprano. No, probablemente encenderé la computadora y regresaré a trabajar en mi historia sin fin — Elena se puso de pie y caminó hacia el apagador —Necesito hacer un poco de investigación en línea para la siguiente parte.

—¿Crees que mañana puedas mostrarme ese sitio del GED que mencionaste?

—Seguro. Lo buscaré esta noche y lo marcaré en mis favoritos para tenerlo listo para ti.

—¿Qué harás qué?— Yulia sacudió su cabeza —No importa. Debe ser tu idioma computadorsense o algo así— Elena presionó dos interruptores, apagando las luces del cuarto y encendiendo los únicos sobre las escaleras.

—Un día de éstos te mostraré, así ya no le tendrás miedo a las computadoras.

—Sí, claro— dijo dudosamente —Justo después de que me gane la lotería — Lena comenzó a subir las escaleras detrás de ella.

—He escuchado que eso puede pasar si compras un boleto de vez en cuando — Cuando llegaron a la parte de arriba extendió su mano y tocó el brazo de Yulia —Espera un minuto— La pelirroja terminó de subir las escaleras y se paró cara a cara con su compañera — Sólo quería darte las buenas noches— comenzó, deteniéndose para escoger sus palabras —Sabes que si alguna vez quieres venir y ver la televisión conmigo, eres más que bienvenida.

—Gracias— Yulia miró hacia otro lado incómoda, luego miró hacia atrás — No quiero...

—No te preocupes por eso— Elena dijo, alejándose de la joven mujer — Eres buena compañía y tuvimos una plática agradable— Seriamente, dudó que Yulia alguna vez haya tenido una amiga íntima con la que se pudiera relajar y solo poder hablar de todo y de nada. Probablemente a nadie más que su hermana, Elena meditó —Buscaré el sitio del GED y lo revisaremos mañana juntas en la noche— Le dio a Yulia un apretón cariñoso en el brazo —No te preocupes. Te haremos pasar tus estudios con éxito, lo prometo. Solía darles tutorías a mis amigos cuando estaba en la escuela y les ayudaba a subir de calificaciones— No soltando su agarre del brazo de la chica, dio un paso adelante hasta quedar a sólo centímetros de ella —¿Te parecería bien un abrazo de buenas noches?— Sintiendo a Yulia dudar, tomó la iniciativa, rodeó con sus brazos a la joven mujer. A diferencia de la primera vez que se habían abrazado, esta vez para Elena fue diferente, sintió el cuerpo femenino presionado contra su cuerpo. Yulia se sentía cálida y suave, su blusa olía ligeramente a cigarrillo — Dulces sueños— susurró suavemente, sonriendo cuando sintió los brazos de la morena rodeándola para corresponder al abrazo “¿Ves? Está bien poder abrirse a alguien”, pensó, dando un último apretón antes de dar un paso atrás —Duerme bien.

—Tú también— Yulia dijo, alcanzando la manija de la puerta — No te acuestes tan tarde.

—No lo haré — prometió —Sólo tengo que encargarme de unas cosas y después me iré a la cama.
Las “cosas” de las que se tenía que encargar no eran sólo encontrar el sitio del GED sino también imprimir las diferentes pruebas de cada tema.

Mientras esperaba a que cada página se imprimiera, Elena examinó las diferentes preguntas. “Oh, está fácil. Todo el mundo sabe que un triángulo con todos sus lados iguales es un equilátero. Esto será fácil para ella”. Otra prueba salió de la impresora. “Uff. Me olvidé de historia. No podría recordar todas esas fechas”. Miró la lista impresa de las fechas de los exámenes de la localidad y sentía que Yulia podría ser capaz de pasar el examen para Primavera. “Hmm, ¿seis meses para aprender tres años de bachillerato? Tal vez para el verano”.

La impresora hizo la última impresión antes de anunciar que el trabajo había terminado y la última hoja salió de la bandeja. Tomó su taza vacía y clavó los ojos en ella.

“Oh vaya, es demasiado tarde como para hacer otro poco de té”, pensó, bajando la taza y mirando la pantalla.

“Ok Elena, has pasado las dos últimas horas imprimiendo todo lo posible que se encuentra en ese sitio”. Miró el casi medio fajo de hojas pulcramente apiladas al lado de la impresora. “Mejor no le muestro toda esa pila de hojas a Yulia de una sola vez, sino saldrá gritando fuera de aquí”.

“Carajo, si yo viese una pila como esta que tuviera que estudiar también saldría huyendo”.
Distraídamente, dio un clic sobre el icono de búsqueda, abriendo su buscador favorito. Había otra cosa que tenía que ver con su compañera que podía ser solucionada por internet y a pesar de la hora, Elena se sintió dispuesta a iniciar esa búsqueda.

—Ok, veamos cuánta información hay por aquí — dijo mientras tecleaba las palabras.

“Encontrar a personas perdidas” y dio un click sobre el botón buscar.


CONTINUARÁ………


I love you I love you I love you
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 2/15/2021, 2:38 pm

Que alegría tener capítulo hoy 🎉🎉🎉 y me gusta que lena ya este sintiendo ese algo más por julia y cada vez se tengan más confianza y más cariño. Estoy ansiosa de leer más saludos 😘
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 2/16/2021, 6:07 pm

Woooow!! Qué capitulos!! Muy interesantes, muy buenos, ahora conociéndose más entre ellas y lo que comienza a sentir Lena, ahora más que a la espera de leer lo que viene!!!😍😍 Saludos!!
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/20/2021, 12:36 pm

Hola chicas, un saludo y espero tengan un lindo día

A leer!!!


Capítulo Veintinueve


—Me alegro de verte — dijo Svetlana mientras sujetaba la puerta. Yulia la atravesó, entrando en la oficina de la terapeuta.

—¿Cómo te va, Doc? — preguntó, encaminándose hacia el sillón reclinable.

—Todo bien, Yulia. Parecías estar disfrutando en el partido del sábado. ¿Dónde quieres que me siente?

—Em…— Yulia echó un vistazo al sofá y después a los pufs — No sé — Mirando a la terapeuta, se encogió de hombros — Donde tú quieras, supongo.

—No te gusta tomar decisiones, ¿verdad?— Yulia vio cómo Svetlana se acomodaba en el sofá con su eterna carpeta sobre las rodillas.

—¿Y de qué vamos a hablar hoy?

—¿Hay algo de lo que necesites hablar? —preguntó Svetlana — La semana pasada me dijiste que no estabas segura de lo que ibas a hacer con tu trabajo en el club de striptease. ¿Has tomado alguna decisión al respecto?— El rostro de Yulia mostró una sonrisa triunfante.

—Oh, sí —afirmó — No voy a volver, y Mihail me ha enseñado a aplicar cemento y me ha dicho que me capacitará para usar un spray de pintura dentro de poco.

—Parece que confía en tu habilidad para adaptarte a los cambios y aprender cosas nuevas—La sonrisa de Svetlana hizo que Yulia frunciera el ceño. Odiaba esa expresión, porque sabía lo que significaba.

—No sé. Supongo que sí.

—A mí me lo parece. Eres buena para adaptarte, ¿no?

—Dímelo tú, Doc — contestó Yulia con tono aburrido. A continuación, empezó a mirarse las uñas — Necesito el trabajo, así que tengo que aprender a hacer las cosas. No es para tanto — Sintiéndose tensa de repente, Yulia se levantó del sillón y se dejó caer en el suelo, con la espalda contra el puff rojo — Hago lo que tengo que hacer.

—Esa es una de tus técnicas de supervivencia —puntualizó Svetlana, inclinándose hacia delante hasta quedar sentada al borde del sofá — Has aprendido a adaptarte al medio en el que te encuentras.

—Ya, lo que tú digas — contestó, mirando al techo — Hice lo necesario para salir adelante, aunque esta vez servirá para algo. Podré solicitar un empleo diciendo que sé cómo usar una pistola de clavos. Siempre es mejor que lo de que soy stripper.

—Eso es cierto, pero has adquirido habilidades de todas tus experiencias, las buenas y las malas.

—Todo va de lo mismo, ¿verdad, Doc? —“Venga, dame un respiro”. Yulia dejó a sus ojos vagar por el dentado patrón de los azulejos — Cualquier cosa de la que hablamos nos lleva a mi sórdida niñez y a toda la mierda que me ocurrió.

—Esta vez no he mencionado tu infancia para nada —señaló Svetlana—. ¿Sabes lo que me dice eso? Me dice que traes algo en la cabeza.

—Yo qué sé.

—Ya te dije que nada de excusas ni estupideces aquí dentro — Dejando la carpeta sobre el sofá, la terapeuta acercó el puff azul y se acomodó en él — Puedes estar mirando al techo toda la noche, si quieres.

“Genial”, pensó Yulia para sí. “Eres un auténtico coñazo, Doc. De acuerdo”.

—Se lo conté a Elena — Sabía que Svetlana esperaba una mejor explicación — Le… le conté lo que me pasó cuando era niña.

—¿Y cómo te hizo sentir eso?— La morena no necesitó girar la cabeza para sentir los ojos de la terapeuta colgados de ella. En lugar de eso, siguió mirando al techo. Con un encogimiento de hombros, utilizó su defensa habitual —No lo sé.

—"No lo sé" no es una respuesta. Inténtalo otra vez. Cuando empezaste a contárselo, ¿cómo te sentiste?

—Nerviosa —admitió Yulia, estirándose para colocar sus manos detrás de la cabeza — Cuando empecé, tenía miedo de que se asustara y no volviera a hablarme o algo así.

—Y cuando te diste cuenta de que eso no iba a pasar… — Yulia tragó saliva, deseando haberse preparado algo de beber al llegar.

—Me sentí… no sé, bien, supongo. No me miró de forma rara ni nada. Al menos, eso creo. En realidad no la miré mucho mientras hablaba — En ese momento, dirigió la vista hacia Svetlana, recordando lo que Elena le había contado de su ruptura — Ella también me contó cosas — Se detuvo por un momento — Supongo que eso también me hizo sentir bien.

—¿Cómo te sentiste al compartir tu historia con otra persona?— Yulia miró al techo una vez más.

—Al principio me dio miedo. El corazón me latía muy deprisa, como si me preocupara que él fuera a entrar en la habitación y a sorprenderme hablando del tema con otra persona —Aspirando profundamente, intentó ordenar sus pensamientos — Ella simplemente me dejó hablar y hablar, sin importarle lo estúpida que pudiera parecer. ¿Sabes qué fue lo mejor?

—¿Qué?

—Que me creyó — Se desperezó de nuevo, apoyando el codo en el puff sin dejar de mirar a Svetlana — Elena me creyó, sin importar lo que le dije o cómo lo dije.

—A medida que empieces a llenar tu vida de gente buena, descubrirás que hay muchos en quienes puedes confiar. Amigos que creerán cualquier cosa que les digas y no te juzgarán nunca. Esos son los que necesitas. No gente tóxica.

—Quieres decir mis viejos amigos.

—Los amigos cambian a medida que creces, y crecer no es algo que ocurre cuando cumples dieciocho y te conviertes en un adulto legal. A lo largo de tu vida, descubrirás qué son lo que yo llamo los amigos especiales.

—Como Elena —dijo Yulia —Después de nuestra charla, siento que puedo contarle casi cualquier cosa.

—Es bueno construir una confianza en otra persona, ¿verdad? — le preguntó Svetlana.

—Estuvo bien eso de decir la verdad sobre lo que sucedió — Lo único que deseaba Yulia era ofrecer un poco de sí y sintió que las palabras acerca de la confianza, acudían a su mente. Para su sorpresa, Svetlana tenía otra idea.

—Y cada vez que cuentas tu historia a otra persona, te quitas un poco de peso de los hombros. Disminuyes el poder que tiene sobre ti.

—No tiene ningún poder sobre mí. Yo estoy al mando — protestó.

—Eso crees, ¿verdad? — Una mueca de asombro fue su única respuesta — ¿Cuándo fue la última vez que te subiste en un ascensor con un hombre sin sufrir un ataque de pánico? ¿Cuándo fue la última vez que dormiste bien sin emborracharte o drogarte antes? Ni siquiera hemos empezado a estudiar si sufres alguna disfunción sexual — Esas palabras golpearon a Yulia y supo que lo estaba reflejando en su rostro. Frunció el ceño y apartó la mirada, pero su terapeuta y amiga no pareció darse por aludida — No has estado al mando de nada, excepto de aislar tus sentimientos a toda costa. Tanto si lo admites como si no, actúas y reaccionas en base a tus experiencias y no podrás seguir adelante hasta que superes tu pasado. Yulia, quería proponerte que te unas a un grupo que viene aquí los martes por la tarde.

—¿Un grupo? ¿De qué carajo me estás hablando?— Incorporándose hasta quedar cara a cara con Svetlana, le otorgó a la terapeuta toda su atención.

—Hay un grupo de mujeres que se reúnen aquí todas las semanas para hablar acerca de sus sentimientos y experiencias. Es para supervivientes de violaciones y abusos sexuales.

—Estás de coña. ¿Sentarme en una habitación con un montón de extrañas para contarles lo que me pasó? — Meneó la cabeza enérgicamente — Ni hablar.

—¿Qué es lo que te da miedo? —le preguntó Svetlana — Cada una de ellas es una superviviente, igual que tú.

—Sería más probable encontrar una bola de nieve en el infierno, Doc. No pienso hacerlo.

—Podrías simplemente sentarte y escuchar. No estás obligada a decir nada. Lo único que debes saber es que el grupo tiene las mismas reglas que nuestras sesiones. Nada de drogas ni alcohol antes de ir. Muchas de esas mujeres están también en fase de desintoxicación — Svetlana se levantó y fue hasta el sofá, recogiendo su carpeta antes de sentarse sobre un almohadón de cuero. Los ojos de Yulia no se despegaron de ella ni un momento al tiempo que se preguntaba qué es lo que se proponía la terapeuta con todo aquello. Acto seguido, obtuvo su respuesta— ¿Te acuerdas de lo que escribiste en tu diario… — La castaña echó un vistazo al cuaderno y comprobó la fecha — … el viernes por la noche?— Los ojos de Yulia se abrieron como platos al intentar recordar. El diario se había convertido en su ritual nocturno mientras se fumaba el último cigarrillo antes de irse a la cama. A menudo olvidaba que, eventualmente, Svetlana iba a leerlo y dejó vagar su mente por los pensamientos y sentimientos transcritos al papel por su propia mano.

—Yo em… intento no pensar que vas a leer lo que escribo.

—Soy consciente de eso —dijo Svetlana — Aquí dices cosas muy intensas, pero lo que entresaco una y otra vez de tus palabras es tu necesidad de sentir que formas parte de algo.

—¿Qué? — Sin pensarlo, Yulia se incorporó hasta tomar el lugar que Svetlana había ocupado antes en el puff azul, cerca del sofá — Yo nunca he dicho eso.

—¿Ah, no? — Svetlana señaló un punto de la hoja con el dedo — Justo aquí, y cito textualmente: “Siento que estoy de visita en este mundo y luego vuelvo al mío…" — Unas páginas más adelante — Este día escribiste bastante. Deja que lo encuentre… ah, sí, aquí está. Dices que “siento que estoy desmoronándome y que nadie puede volver a juntar todas las piezas. Nadie me entiende" — Lo único que Yulia pudo hacer fue asentir ante la gran verdad que reflejaban sus palabras — Quiero que des el siguiente paso, Yulia — afirmó Svetlana en voz baja.

—Lo pensaré — respondió ella, acodándose sobre sus propias rodillas — También estoy estudiando para el GED por las noches, así que ya veré.

—¿En serio? No me lo habías contado. ¿Cuándo empezaste?

—Elena encontró una página web con toda la información y esas cosas. Me imprimió los cuestionarios y me ha obligado a hacerlos para que podamos hacernos una idea de lo que necesito aprender — dijo con evidente emoción — Me va mejor de lo que ella creía.

—¿Elena te está ayudando?

—Sí. Hace de profesora, corrigiéndome los exámenes y eso —Yulia intentó descubrir el significado de la expresión de Svetlana, pero antes de lograrlo la terapeuta se levantó y ocupó el puff que quedaba vacante.

—Eso está muy bien — dijo — Es un paso en la dirección correcta. Deberías considerar escribir sobre ello en tu diario nocturno. Hasta ahora no habías mencionado nada.

—Lo escribí al principio de la noche pasada, pero aún no has tenido oportunidad de leerlo —dijo Yulia— Estaba cabreada porque no era capaz de recordar todas las fórmulas que Elena insiste en meterme en la cabeza — Meneó la cabeza y continuó — No sé, Doc. Unas veces creo que puedo hacerlo y otras que soy una idiota incapaz de aprender una palabra.

—Es muy común tener dudas acerca de uno mismo, especialmente con algo que supone una meta tan difícil. Yo también dudaba de mí cuando estaba en la escuela.

—¿En serio?

—Pues claro. Todo el mundo tiene dudas, Yulia. El objetivo es enfrentarlas y seguir adelante. Si fallas una vez, no des por hecho que siempre lo harás. ¿Te acuerdas de cuando hablamos acerca de aprender de las experiencias pasadas? ¿De los fracasos además de los éxitos?

—Sí, lo recuerdo —admitió Yulia a regañadientes— Siento como si fuera en veinte direcciones diferentes y no supiera cuál escoger.

—Y cuando te sientes así, ¿qué haces?

—¿Aparte de buscar el bar más cercano o mi pipa? —bromeó Yulia, aunque sólo a medias— No sé. Supongo que hablo contigo o con Elena.

—Te sugiero que hagas menos lo primero y más lo último.

—Creía que no ibas a martirizarme con lo de mi afición por la bebida — aventuró al tiempo que se preparaba mentalmente para el sermón.

—Y no voy a hacerlo… aún —afirmó Svetlana — Era sólo una sugerencia, como lo del grupo de los martes.

—No. Lo que menos necesito es sentarme con un montón de mujeres que lo único que hacen es hablar de sus desgracias personales.

—Estoy casi segura de que no te matará —dijo Svetlana— Te prometo que no tienes que decir nada si no quieres, pero de verdad te recomiendo que vayas, al menos una vez. Tan sólo inténtalo.

Yulia farfulló algo para sus adentros deseando dejar el tema de una vez, pero sin parecer que había sido derrotada.

—Dejemos el tema por ahora. ¿Te apetece hablar de tu diario?

—En realidad no, pero me da que lo que yo quiera no importa, ¿no? —dijo, arrellanándose en el puff hasta encontrar una posición cómoda.

—Esa es la actitud que a mí me gusta —respondió Svetlana sarcásticamente — A ver, el jueves te extendiste de lo lindo con tu décimo cumpleaños. ¿Por qué no empezamos por ahí?

[…]

Al volver a casa, la morena se encontró a Elena en la cocina, rodeada de olores que le hicieron la boca agua.

—Hola. Eso huele genial — afirmó al tiempo que colgaba sus llaves en el ganchito adecuado. No hacía mucho que habían tenido otra charla acerca del uso apropiado que debe darse a la mesita de un recibidor. A continuación, entró en la cocina balanceando su bolsa con una mano.

—Dame otros cinco minutos y estará todo listo — respondió Elena cerrando la puerta del horno — He pensado que el pan de ajo sería más apropiado que las galletas.

—Por mí no hay problema — Puso su bolsa encima del mostrador y rebuscó dentro, sacando una botella de cerveza — Chica, menudo día. Me llevó horas descubrir dónde estaban los cargadores de los taladros inalámbricos y he tenido una sesión infernal con Svetlana hace un rato.

—¿Cómo te ha ido? — Elena alargó la mano para tirar la chapa de la botella y señaló la mesa de la cocina — Vamos a sentarnos mientras esperamos.

—Ha sido brutal — afirmó Yulia con un suspiro, acomodándose en la silla acolchada — Quiere que me una a un grupo de mujeres que van, se sientan y hablan sobre lo que les ha pasado en la vida.

—Bueno, si ella piensa que podría ayudarte…

—¿Cómo va a ayudarme eso? Con escucharlas sólo conseguiré acordarme de lo mío y, ¿qué tiene eso de bueno? — Negando con la cabeza, se llevó la botella a los labios — Estoy intentando olvidar lo que me pasó, no revivirlo — dijo antes de echar tres o cuatro tragos — Y eso no es lo peor. No dejó de hablar de algunas cosas que escribí en mi diario— Al levantar la vista, advirtió la mirada paciente de Elena — A veces, cuando escribo, se me olvida que alguien va a leerlo. Puse un montón de cosas acerca de cómo me sentía cuando era una cría y quiso repasarlo a conciencia.

—Quiso que tú lo repasaras a conciencia, querrás decir — afirmó Elena. Yulia asintió, sorprendiéndose cuando su compañera de piso le agarró la mano que tenía sobre la mesa — No bromea cuando dice que hablar sobre ello te ayudará a sentirte mejor — Yulia siguió con los ojos clavados en la mano que cubría la suya.

—Tal vez, pero no es algo con lo que me sienta cómoda, ¿sabes? — En ese momento, apartó la mano y rodeó el cuello de su botella con los dedos — En un momento dado, casi me ha hecho llorar. Incluso agarré una de esas pelotas de esponja y la tiré contra la pared, ¿te lo puedes creer? — Meneando la cabeza una vez más, Yulia tomó otro trago — La próxima vez me pondrá a darle puñetazos a un saco de boxeo y querrá hablar con “la niña que hay dentro de mí" o alguna estupidez semejante.

Elena se levantó y se inclinó hasta que sus labios casi rozaron la oreja de la morena.

—Si algo ayuda, no es una estupidez —dijo — Voy a echarle un vistazo al pollo — La escritora dio media vuelta y fue hasta el horno, dejando a Yulia a solas con sus pensamientos.

“Si algo ayuda, no es una estupidez, ¿eh? Bonito, Elena, muy bonito. ¿Sabes que a veces hablas como ella?”

Miró a la mujer que le daba la espalda.

“A veces, y otras eres simplemente como una vieja amiga a la que puedo contar cualquier cosa con confianza”.

Estaba tan perdida en su interior que ni siquiera escuchó el primer timbrazo del teléfono.

—¿Puedes cogerlo? —dijo Elena — Yo estoy con el pan tostado.

—Claro — A pesar de que nunca había usado el teléfono, sólo le llevó un segundo localizar de dónde venía el sonido y contestar — ¿Hola?

—¿Lena?

—Em… no… soy su compañera de piso — Apenas era capaz de oír la voz masculina entre todo el ruido de fondo — ¿Quién es?

—¿Está ahí? Soy su hermano Aleksandr. Necesito hablar con ella en seguida.

En ese momento, Yulia se dio cuenta de que el ruido de fondo era el del sistema de intercomunicación de un hospital.

—Sí, espera un segundo — exclamó cerca del auricular — Elena, creo que es tu hermano. Será mejor que te pongas.

Lena depositó el pan tostado en la rejilla para que se enfriara y se limpió las manos con un trapo de cocina.

—¿Es Aleksandr?

—Creo que sí — Al entregarle el teléfono, Yulia se vio invadida por una sensación de temor. Lo único que podía hacer era contemplar con impotencia cómo la pelirroja contestaba la llamada.

—¿Sí? ¿Aleksandr? Habla más alto, no te oigo bien. ¿Dónde estás? — La súbita palidez del rostro de Elena confirmó las sospechas de Yulia — ¿Qué ha pasado? ¿Qué? Espera, no te oigo — Tan sólo hubo una pausa momentánea — Aleksandr, quédate ahí. Yo voy de camino. No, no llames a la familia. Yo lo haré si es necesario. Sí, tú quédate donde estás. Ya voy.

Lena dejó el teléfono sobre la mesa y se agarró con ambas manos al borde del mostrador.

—¿Es tu madre? — preguntó Yulia.

Elena asintió, haciendo grandes esfuerzos por mantener la compostura.

—Yo em… ella… mi hermano no está seguro de lo que ha pasado — Acto seguido, sacudió la cabeza — Tengo que irme.


CONTINUARA....


Laughing Laughing Laughing
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 2/20/2021, 10:08 pm

OMG!!! Noooooo, que intrigaaaaa... Que pasará ahora?? Gracias! Ojalá puedas brindarnos unos capítulos más. Saludos!!!
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/21/2021, 3:06 pm

Capítulo Treinta


—¿Es tu madre? —preguntó Yulia. Elena asintió, haciendo grandes esfuerzos por mantener la compostura.

—Yo em… ella… mi hermano no está seguro de lo que ha pasado — Acto seguido, sacudió la cabeza — Tengo que irme.

—¿Quieres que te lleve? — se ofreció la morena colocando el auricular del teléfono en su lugar — No creo que debas conducir estando así.

—Están en el Centro Médico.

—Cerca de la circunvalación. Ya sé dónde es — La morena echó un vistazo al horno para asegurarse de que estaba apagado — Cogeré las llaves.

—Espera — Elena se enderezó y agarró sus propias llaves del gancho — Vamos en el Jeep.

—Buena idea, al menos ése es legal — dijo la ojiazul quitándole las llaves a Lena de las manos.
Joder, su madre está enferma. ¿Qué se supone que debo hacer?

Rodeando con vacilación la espalda de la escritora con su brazo, le dio un leve apretón de ánimo.

— Todo irá bien, Elena — Para su sorpresa, se vio de repente enterrada en un firme abrazo, con los brazos de la pelirroja rodeando su cuerpo.

—No sé qué hacer — Las palabras de la angustiada mujer surgieron apenas como un susurro — Cuando papá… mamá se ocupó de todo.

—Shhh… Vayamos allí y a ver qué está pasando, ¿vale? — Yulia guió a Elena hacia la puerta.

Llamaré a Svetlana desde el hospital. Ella sabrá qué hacer. Yo no soy buena en esto de consolar a la gente. Pero Svetlana no estaba allí en aquel momento. Sólo ella y Elena. No puedo dejar que pase por esto ella sola.

Sin saber bien qué decir, Yulia permaneció en silencio hasta que llegaron al Jeep. Una vez que Elena ocupó el asiento del copiloto, ella se puso al volante.

— Bueno, esto va a ser interesante. Nunca había conducido un coche como este.

—¿Yulia?

—¿Sí?

—No me importa si corres esta vez — afirmó Elena en voz baja.

—Te llevaré allí lo más deprisa que pueda — le prometió la morena, haciendo girar la llave y sonriendo cuando el motor rugió lleno de vida.

Debe estar bien eso de no preocuparse de si el maldito cacharro querrá arrancar cada vez que te subes, pensó para sí mientras sacaba el Jeep del aparcamiento y tomaba rumbo hacia el Centro Médico.

A Yulia le llevó unos minutos maniobrar entre el tráfico para alcanzar la rampa de entrada a la carretera de circunvalación.

—Si vamos por aquí, nos ahorraremos al menos diez minutos por el tráfico — anunció, esperando una respuesta de Elena que nunca llegó. Bueno, supongo que puedo ir por la autopista, ya que no hay objeciones. A medida que hacían la curva de la carretera, Yulia pisó con más fuerza el acelerador, extrañándose de la velocidad que aquel modelo antiguo era capaz de alcanzar — ¿Quieres que ponga la radio? — Apartó la vista de la carretera a tiempo de ver el gesto negativo de Elena — ¿Quieres hablar?

—¿Sobre qué?

—Cualquier cosa —dijo Yulia encogiéndose de hombros — No importa. El tema que te apetezca.

—Ahora mismo sólo puedo pensar en mi madre.

—Genial. Cuéntame una historia sobre tu madre y tú — La pelinegra echó un vistazo al retrovisor lateral antes de invadir el carril izquierdo y adelantar a una caravana — La que sea.

—Me acuerdo de cuando me caí de la bici y me rompí un brazo. Llegué a casa y mamá, sólo con echarme un vistazo, supo que algo iba mal. No tuve que decir ni una palabra —Lena sorbió por la nariz y se sacó un pañuelo del bolsillo — Siempre sabía cuándo uno de nosotros se había hecho daño.

—¿En serio?

Eso es, Elena. Sigue hablando. No pienses sobre lo que vas a encontrarte en ese hospital. Ella sólo escuchaba a medias, dirigiendo la mayor parte de su atención al tráfico que las rodeaba. Iba por lo menos a 30 kilómetros por hora sobre el límite de velocidad, pero su salida estaba aún muy lejos. Rezando en silencio para que los polis estuvieran más interesados en los donuts que en los infractores, Yulia asumió el riesgo y aplastó el pedal con más fuerza.

Por suerte para todos, los policías no advirtieron el Jeep. La morena se las arregló incluso para encontrar un hueco cerca de la entrada de emergencias del hospital. Apenas había apagado el motor cuando Elena saltó del vehículo y corrió hacia la puerta.

—¡Eh, espérame! —gritó Yulia, liberándose del cinturón de seguridad y echando a correr detrás de la pelirroja.

Aleksandr Katin, de dieciocho años de edad, estaba sentado en una de las sillas naranjas de la sala de espera, contemplando el suelo con aire taciturno.

Llevaba el cabello rubio y, cuando levantó la vista y vio a su hermana, Yulia advirtió que tenía los ojos enrojecidos. Mierda, eso no es buena señal, pensó para sí, apartándose cuando los hermanos se fundieron en un abrazo.

—¿Qué ha pasado? —dijo Elena, sin soltar para nada al chico — ¿Ha tenido un infarto?

—No lo sé. Los médicos están dentro con ella. No puedo creer que esto esté pasando —dijo — Hemos desayunado juntos y todo parecía ir bien. Bueno, estaba un poco cansada, pero nada fuera de lo normal —Aleksandr volvió a sentarse. Elena, por su parte, se acomodó junto a él e indicó a Yulia que ocupara el asiento libre junto a ella.

—¿Te pidió ella que la trajeras aquí?— Aleksandr negó con la cabeza.

—No. Pensé llevarla a Saint Thomas, pero el tipo de la ambulancia dijo que el Centro Médico estaba más cerca. Me alegro de que estés aquí, hermanita. No sé contestar ni a la mitad de las preguntas de los formularios.

—No te preocupes por eso. Yo me encargo — le aseguró Elena — Sigue contándome. ¿Qué pasó?

—Dijo que estaba cansada y que quería echarse un rato antes de que empezaran las noticias. Fui a despertarla a las seis más o menos y la vi… como desmoronada en la cama. No entendía lo que decía, así que llamé a Emergencias.

—Lo hiciste muy bien —dijo Elena rodeando los hombros del joven con su brazo — ¿Ha dicho algo el médico?

—Me preguntó que si yo era el único familiar, me hizo firmar unos formularios y volvió a entrar. Le dije que venías de camino — En ese momento, Yulia vio una oportunidad de ayudar.

—Elena, ¿quieres que le diga al médico que estás aquí?

—Será mejor que vaya yo — respondió la escritora poniéndose en pie —¿Puedes quedarte aquí con Aleksandr?

—Claro —dijo Yulia— ¿Seguro que quieres hacerlo? ¿Quieres que llame a Svetlana?

—No hasta que sepa qué está pasando — dijo Elena — Volveré enseguida — Cuando Elena abandonó la habitación, la pelinegra se levantó.

—Voy a salir un momento.

—Voy contigo —afirmó Aleksandr — Ya llevo dos horas metido aquí. Me vendrá bien un poco de aire fresco — Al levantarse, quedó patente que era como diez centímetros más alto que ella.

—El aire fresco no sé, pero yo voy a fumarme un cigarrillo —dijo.

—¿Te sobra alguno? —preguntó él — Me he dejado los míos en casa y te juro que ahora mismo me apetece mucho.

—¿Sabe Elena que fumas?

—No. Y mamá tampoco, a no ser que no me lo haya dicho — Presionó el botón para abrir las puertas corredizas — Por favor, dime que fumas mentolados.

—Mentolado Light — Yulia rebuscó en su bolsillo y sacó un paquete arrugado. Elena sabe que fumas, lo creas o no, pensó para sí, acordándose de la conversación que había tenido con la escritora el día de la fiesta de graduación de Aleksandr. Qué demonios. Tiene dieciocho años. Si quiere fumar, esto no se lo va a impedir — Sírvete — dijo, alargándole el paquete. Aleksandr agarró el cigarrillo y se sacó un mechero del bolsillo.

—Gracias — Chasqueó el encendedor y esperó a que Yulia encendiese el suyo antes de imitarla — Oh, eso está mejor — dijo mientras exhalaba — Estaba a punto de volverme loco ahí dentro yo solo.

—Me lo imagino. Hace un par de años unas amigas y yo íbamos de bares y el tío que conducía tuvo un accidente. Estuvimos en el hospital como seis horas — Aquella había sido la única experiencia adulta de Yulia con los hospitales, y en su mayor parte la recordaba tras una nube de alcohol — Sólo se rompió una muñeca.

—Debí haber traído el bolso de mamá — dijo mientras se dirigía hacia el muro decorativo que delineaba el jardín del hospital. Yulia le siguió y se sentó a pocos centímetros de él.

—En momentos como ese, uno no se acuerda de esas cosas.

—En cualquier caso, debí hacerlo — Aleksandr se quedó con la mirada perdida hacia el aparcamiento

— Cuando llegué, querían su tarjeta del seguro y también saber si era alérgica a algo. Yo no sé nada de eso —Dio una calada larga, encendiendo el extremo de su cigarrillo de un naranja brillante— Soy el hombre de la familia y no tengo ni idea de qué hacer.

—¿Ya había ocurrido algo así antes?— Aleksandr negó con la cabeza. Las lámparas de sodio apenas dejaban entrever su perfil.

—Cuando papá tuvo el infarto no había nadie en casa. Elena estaba en la Universidad y yo en la escuela. Mamá nos dijo que ella llegó de la compra y se lo encontró en la silla — Aleksandr siguió con la mirada fija en la nada — Elena ya estaba en camino para cuando yo me enteré de lo que pasaba. Entre las dos se ocuparon de todo.

—En esa época tú eras muy joven, ¿no? —le preguntó la chica.

—Tenía once años. Pero estaba tan cabreado que me pasé la mayor parte del tiempo llorando — Lanzó el cigarrillo a medio consumir describiendo una parábola hacia la oscuridad —Supongo que me hice a la idea de que ellas dos siempre estarían ahí para hacerse cargo de todo. Mírame. Mi madre se está muriendo y yo tengo que pedir ayuda a mi hermana por teléfono.

—Tú no sabes si se está muriendo — dijo Yulia, aunque por lo poco que sabía, el chico no iba desencaminado — Y sí te ocupaste de tu madre. Fuiste tú quien llamó a la ambulancia — Escuchó un sollozo ahogado e instintivamente se acercó un poco más a Aleksandr — ¿Y si no hubieras estado allí? — Lo único que Yulia recibió como respuesta fue otro sollozo — Yo sé lo que es tener una hermana mayor.

—¿Ah, sí?

—Sí — La morena arrojó su cigarrillo al suelo y contempló cómo se quemaba lentamente — Solía depender siempre de ella en todo, pero un día se marchó y tuve que cuidar de mí misma. Sé lo que se siente.

¿Por qué le estoy contando todo esto?

Al echar un vistazo al muchacho, Yulia obtuvo su respuesta.

Porque sé cómo se siente en este momento y es el hermano de Elena.

Cuando ella se había sentido sola y asustada, no había nadie para echarle una mano.

— Te comprendo —dijo en voz baja — ¿Quieres otro?

—Ahora no, gracias — contestó alejándose del muro. Yulia hizo lo mismo y comenzó a caminar con él de vuelta al hospital. Tanteando su bolsillo, calculó mentalmente cuántos cigarrillos le quedaban. Como medio paquete. Tomó la determinación de que seguramente él no fumaba mucho más que ella, sacó cuatro cigarrillos y se los alargó.

—Toma. Por si te apetece uno más tarde — Sonrió al ver que él no despreciaba la oferta — Pero no le digas a tu hermana que te los he dado yo —añadió.

—Ni de broma— dijo, metiéndose los cigarrillos en el bolsillo de la camisa — Gracias —Yulia asintió y fue tras él recorriendo el pasillo de entrada. Al girar en la esquina, vio que Elena estaba en el recibidor hablando con un hombre que, asumió, era el médico. Cuando Aleksandr les vio, recorrió el resto del camino a la carrera para alcanzarles.

Será mejor que espere aquí, pensó la chica para sí, deteniéndose junto a la puerta de la sala que habían ocupado antes. Estaba a punto de entrar cuando vio que Lena y Aleksandr iban hacia ella.

Espero que tengan buenas noticias.

—¿Cómo está?

—La van a ingresar — dijo Elena — Vamos a hablar aquí dentro — Los tres se sentaron en una de las esquinas de la sala de espera, colocando sus sillas en forma de triángulo. En cuanto se sentó, Yulia pudo advertir cómo se producía un cambio en Elena. La mujer de cabellos rizados se sentó muy erguida y su rostro no dejaba entrever emoción alguna. Cuando habló, lo hizo con un tono perfectamente controlado —Van a llamar a un cardiólogo.

—¿Ha tenido un infarto? — preguntó Aleksandr, inclinándose hacia delante.

—No —contestó su hermana — El doctor Mirkovich dice que ha sido un edema pulmonar. Estaba llena de líquido. La tienen en Vigilancia Intensiva y me ha dicho que deberá quedarse unos días —Elena echó un vistazo a su alrededor y después miró a Aleksandr — ¿Has traído el bolso de mamá?

—No —dijo él — No se me ocurrió. El único número que me sé de memoria es el tuyo —Elena se levantó y fue hasta la mesita cubierta de revistas.

—Tenemos que llamar a la tía Elaine y al médico de mamá. Seguro que tiene su nombre y su número en la agenda — A medida que hablaba, las manos de Elena iban acomodando perfectamente la montaña de revistas — Necesito sus papeles. Están en el cajón de arriba del mueble del estudio. Ahí es donde guarda mamá todo lo del seguro y la documentación importante.

—Iré a buscarlos —dijo Aleksandr — ¿Me puedo llevar tu coche? He venido en la ambulancia con mamá.

—¿Estás seguro de que serás capaz? — preguntó Yulia, atreviéndose a hablar por primera vez en un buen rato — Puedo llevarte yo, si te es más cómodo — Elena cesó sus movimientos compulsivos un momento y les miró a los dos.

—Buena idea. Aleksandr, así podrás traer el coche de mamá y Yulia te seguirá con el mío. Te haré una lista de las cosas que tienes que traer — Volvió a echar un vistazo a su alrededor — Necesito papel… Yulia, hay una agenda en mi guantera. ¿Te importa traérmela, por favor?

—Claro — Con tal de resultar útil… La morena se levantó y palpó su bolsillo para asegurarse de que las llaves seguían allí — En seguida vuelvo — Salir a la calle permitió a Yulia el tan necesitado tiempo que requería para pensar. A pesar de que no sabía gran cosa sobre lo que le pasaba a la madre de Elena, suponía que era algo serio y que los siguientes días serían una auténtica locura.

Seguramente querrá llamar a Svetlana para que esté con ella. Es mucho mejor que yo para estas cosas.

Cuando llegó al coche, abrió los seguros y encontró rápidamente la agenda. Será mejor que me asegure de que tiene un boli, por si necesita escribir algo. Abrió el broche y abrió la agenda, para descubrir que allí había tanto un lápiz como un bolígrafo, cada uno en su compartimiento. Debí haberlo supuesto, tratándose de ella. Cuando iba a cerrar la guantera, descubrió un rollo de monedas pequeñas. Podría necesitarlas para el teléfono o para sacar café de la máquina. Tras meterse el rollo en el bolsillo, cerró el coche y emprendió el camino de regreso al hospital.

Al llegar, encontró a Elena y Aleksandr en la sala de espera. Con un vistazo rápido, vio que todas las revistas de la sala estaban en pilas perfectamente distribuidas y colocadas en varias de las mesas.

—Ya la tengo — dijo, mostrando la agenda — También te he traído unas monedas que tenías ahí por si las necesitas.

—Buena idea — convino Elena alcanzando la agenda y el cambio. La escritora abrió el cuadernillo inmediatamente y empezó a pasar páginas — Tengo que llamar a la hermana de mamá y contarle lo que ha pasado. También debería ir a cancelar la entrega del periódico mientras ella esté aquí — Se detuvo un momento para frotarse los ojos — Hay mucho que hacer. Alguien debe encargarse de Aleksandr y de la casa.

—Yo puedo cuidarme solo — protestó el adolescente — Puedo recoger el periódico por las mañanas y también el correo.

—Déjale ayudar — imploró Yulia en voz baja — Tú ya tienes bastantes cosas que hacer.

—No, él no debería hacerlo. Yo puedo encargarme de todo —dijo Elena, encontrando la página que andaba buscando — Será mejor que empiece a hacer llamadas.

—Le llevaré a casa y volveremos lo antes posible, ¿de acuerdo? — preguntó Yulia —¿O quieres que nos quedemos hasta que llegue Svetlana?

—No, váyanse ya. Yo estaré bien — A pesar de la confianza que mostraba la voz de la pelirroja, Yulia no le daba plena credibilidad. Pensó insistir por un momento, pero al final asintió con la cabeza.

—Como quieras. No tardaremos mucho.

El trío caminó hasta el recibidor, deteniéndose en el momento en que Elena alcanzaba el teléfono de monedas. Sin estar muy segura del por qué, Yulia alargó la mano y dio un leve apretón al hombro de su compañera.

A continuación se acercó a ella y susurró al oído de la escritora.

—No tardaremos.

Entonces, sintió una mano aferrando la suya.

—Gracias — dijo Elena — Muchas gracias.

—No me las des. Para eso están los amigos, ¿no? — preguntó Yulia, apretándole el hombro una última vez antes de dirigirle un gesto a Aleksandr — ¿Estás listo?

—Sí. Oh, espera — Se tanteó los bolsillos y frunció el ceño — Con las prisas se me olvidó coger las llaves.

—La del anillo verde es la de la entrada —dijo Elena — Nunca devolví mi llave cuando salí de la escuela — La mujer de rizados cabellos se giró y empezó a echar monedas en el teléfono — Que no se les olviden los papeles del cajón.

—Tranquila —dijo Yulia, dándose media vuelta y echando a andar por el pasillo detrás de Aleksandr.

[…]

El paseo hasta el aparcamiento fue silencioso, excepto en el momento en que Yulia indicó dónde estaba el Jeep. Una vez dentro y con el motor en marcha, sacó un cigarrillo y lo encendió.

—Parece que el otoño ha llegado pronto este año, ¿eh?

—Así es — contestó Aleksandr — Será mejor que saque mi chaqueta de deportes lo antes posible.

—¿En qué deporte te la dieron? — preguntó, sin perder de vista el tráfico, mientras salían del aparcamiento — ¿Por dónde voy?

—A la izquierda. Fue en atletismo, igual que a Elena — Yulia fue hacia donde él le había indicado y pronto se encontraron rodeados de coches.

—No sabía que le gustaban los deportes.

—La verdad es que no creo que le importara mucho entrar en el equipo universitario. Es una de esas cosas que hizo porque sus amigas también lo hacían.

—¿Y tú también lo hiciste por eso?

—Pues… no soy un genio como Elena. Ella sacaba sobresalientes todo el tiempo. Yo me conformaba con que me dieran una beca de atletismo. Pasé sin pena ni gloria. ¿Y tú?— Al ver las gotas que empezaban a formarse en el cristal, Yulia puso en marcha los limpiaparabrisas.

—Em… yo no terminé el instituto.

—Oh —dijo él — No lo sabía. Una mierda mayúsculo, ¿no?

—Algo así — contestó ella antes de darle una buena calada a su cigarrillo — Nunca fui del tipo de gente que sigue las reglas — Aleksandr soltó una risotada.

—Tiene gracia que te lleves tan bien con mi hermana.

—Ya… — Yulia no estaba segura de cuánto sabía el chico sobre la vida de su hermana — Sólo somos compañeras de piso.

—¿Sabes? Así es como mamá solía llamarlas cuando yo era pequeño. Como si no fuera capaz de entender que mi hermana es homosexual — Aleksandr rió de nuevo — Me quería hacer creer que tan sólo vivían juntas y que la traía a casa cada vez que venía. Fue más o menos cuando tenía quince años… las vi pelearse y les dije que se besaran e hicieran las paces. Parecía que Elena se había tragado un chile y Svetlana simplemente se empezó a reír a carcajadas de ella — Suspiró y apoyó la cabeza contra la ventanilla — A veces creo que Elena todavía me ve como a un crío.

En ese momento, rebuscó en su bolsillo y sacó uno de los cigarrillos que Yulia le había dado antes. Ella, por su parte, empezó a plantearse la idea de corregirle una vez más acerca de la naturaleza de su relación con Elena, pero decidió que, por el momento, no tenía mayor importancia.

—¿Tengo que girar en algún sitio?

—Pasa otras tres farolas y a la derecha — Dirigiéndose a un lado de la carretera, la pelinegra siguió las indicaciones, girando y girando hasta que Aleksandr señaló una de las casas en lo más alto de la colina — Esa es. Puedes aparcar en el camino de acceso, pero no tapes el garaje. Mi coche necesita un embrague nuevo, pero el de mamá va bien.

Tras entregarle las llaves a Aleksandr, Yulia le siguió al interior de la vieja casona. Se detuvo justo en la entrada, echando un vistazo a la multitud de fotografías enmarcadas que cubrían las paredes. En lo que supuso era un retrato de la escuela, contempló a una joven Elena con coletas y tirantes sonriéndole.

Pasó de una foto a otra, viendo, conforme pasaban los años, cómo Elena se transformaba de una jovencita marimacho a una auténtica belleza de instituto, para terminar como graduada universitaria.
En la pared opuesta, Yulia descubrió un espacio similar para las fotos de Aleksandr, quien en ese momento estaba abriendo un par de puertas correderas.

—Éste es el estudio —dijo — El cajón del escritorio está abierto. Yo voy a por el bolso y las llaves de mamá.

—Ok. Yo tomaré los papeles — La morena le vio subir las escaleras antes de entrar en el estudio y ponerse al frente del escritorio de madera. Tal y como le había dicho, el cajón no estaba cerrado con llave, lleno a rebosar de gruesas carpetas. Sin estar muy segura de cuál era la que necesitaba, las sacó todas.

Bueno, a ver cómo me llevo todo esto, pensó para sí. Una rápida mirada en derredor le hizo descubrir una cartera desgastada cerca del escritorio.

Tras varios intentos, consiguió acomodar dentro las carpetas. Listo. Al menos sé que tengo la que necesitan. Tras escuchar que Aleksandr seguía ocupado en el piso de arriba, Yulia se tomó un minuto para inspeccionar la habitación. Un armario iluminado en la esquina dejaba ver una gran variedad de orlas y trofeos. Al mirar con más detenimiento, se dio cuenta de que la mayoría eran del padre de Elena, pero uno de los estantes soportaba una hilera de trofeos perfectamente organizados que proclamaban a Elena Katina como campeona de un torneo tras otro.

Me pregunto si mi madre guardó alguna de las cosas que hicimos en la escuela. En la pared contigua al armario de trofeos, todos los diplomas del periodo de instituto y de la universidad de Lena lucían orgullosamente en sus marcos ornamentados. A su alrededor, estaban otros premios que Elena había ganado a medida que crecía. Yulia se inclinó hacia delante y rozó con los dedos el marco del título del instituto.

Mira lo orgullosos que están de ti, Elena. Aunque ya no vives aquí, siguen teniendo todas estas cosas a la vista. Seguro que tienen un papel con el contorno de tu mano por ahí en alguna caja.
Allí sola en el estudio, Yulia juró que podía sentir el amor del matrimonio Katin por sus hijos. Sois muy afortunados, pensó la morena. En ese momento, oyó que Aleksandr bajaba las escaleras, así que agarró el maletín y apagó la lámpara.

—¿Los has encontrado? — le preguntó el muchacho al llegar al último peldaño.

—Creo que sí. Sencillamente he cogido todas las carpetas del cajón de arriba — Yulia le mostró el maletín.

—Bien pensado. Creo que ese era el maletín de papá.

—Oh, no lo sabía — se disculpó Yulia.

—Tranquila. No es como que lo usemos demasiado — dijo él — Había pensado llevármelo a la universidad si mamá no me compraba uno nuevo. Tráetelo. Tal vez a Elena le guste ver algo de mi padre.

Cuando llegaron de nuevo al hospital, Lena estaba sentada en la sala de espera inclinada sobre la agenda.

—Ya estamos aquí — dijo Aleksandr para anunciar su llegada. Acto seguido, fue hasta una de las sillas y se dejó caer sobre ella, emocionalmente exhausto por los acontecimientos del día.

—Bien — la pelirroja levantó la vista, sorprendida al ver el maletín en la mano de su compañera de piso.

—No sabía qué carpeta querías, así que he traído todas las que encontré — le explicó Yulia alargándole su carga. Elena dejó el maletín sobre la mesa y lo abrió.

—Podrías haberlas mirado para ver qué tenían —dijo la escritora mientras empezaba a hacer eso mismo — Esta tiene toda mi documentación importante y apuesto a que ésta es la de Aleksandr — Un rápido vistazo confirmó su sospecha.

—Ya, bueno… supuse que sería mejor que lo hicieras tú —dijo al tiempo que se acercaba una silla. No me corresponde a mí cotillear en las pertenencias personales de tu familia. Elena abrió una de las carpetas más grandes y hojeó lo que contenía — ¿Quieres un chocolate caliente o un café de la máquina? — le preguntó, más que nada por sentirse útil mientras esperaban.

—No, ahora no, pero gracias — dijo la pelirroja sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.

—¿Has podido ver a tu madre?

—Sólo un momento. Está descansando —Elena se detuvo y miró a Yulia — Ahora sé por qué Aleksandr estaba tan preocupado. Parece haber engordado casi 10 kilos. El médico me ha dicho que es por el líquido que recorre su organismo.

—Pero podrán solucionarlo, ¿no?

—Creen que sí. Dijo que depende de cómo responda a la medicación que le están dando — Lena intentaba hablar con confianza, pero había algo en su voz que hizo pensar a la morena que su compañera de piso ocultaba algo.

—¿Has llamado ya a Svetlana?

Elena negó con la cabeza.

—He llamado a los familiares, pero les he pedido que no vengan hasta saber algo más. Supuse que llamaría a Sveta sólo si las cosas empeoraban. Vas a quedarte conmigo un poco más, ¿verdad?— Yulia asintió, complacida secretamente de que Elena la quisiese allí.

—Me quedaré todo el tiempo que quieras — Se sorprendió al sentir la mano de la escritora tocándole la rodilla.

—Gracias — dijo la otra chica — Me alegro de que estés aquí — Acto seguido, devolvió su atención a los papeles y lanzó un sonoro suspiro — Será mejor que siga con esto. Por suerte, mamá lo tenía todo organizado. Estos de aquí son los documentos del seguro. Los de la bolsa son todo lo del abogado y la casa — Apartó varias hojas y las dejó a un lado.

—Oye, ¿por qué no te relajas unos minutos? —propuso Yulia. Elena negó con la cabeza.

—No puedo. Tengo que encargarme de todo — Echó un vistazo a su hermano por encima del hombro — No puedo pedirle a él que lo haga.

—Ya no es un niño, ¿sabes? — le recordó la joven — En unas semanas entrará a la Universidad.

—Así es — afirmó la ojiverde — ¿Cómo me las voy a arreglar? Alguien tiene que quedarse con ella ahora — Comenzó nuevamente a mirar los papeles — ¿El seguro cubre la asistencia a domicilio?

En ese momento, Yulia se sintió extrañamente fuera de lugar. Los hospitales eran sitios que uno visita muy de vez en cuando, y lidiar con la posible pérdida de un familiar no era algo de lo que tuviera que preocuparse.

Por un instante, dejó vagar su mente, preguntándose si sus padres seguirían con vida. Esa idea derivó de forma natural en su hermana mayor y se perdió en otra época hasta que Elena llamó su atención.

—Perdona, ¿qué decías?

—Te preguntaba si no te importaría traernos algo de la máquina. Creo que me vendría bien algo fuerte en este momento.

—¿Chocolate caliente o café?

—Mmmm… cafeína y azúcar o chocolate con cafeína y azúcar. Mejor el chocolate.

—Vale — dijo Yulia, incorporándose — Aleksandr, ¿quieres algo?

—Café con leche y azúcar, por favor —respondió él.

—Enseguida vuelvo — susurró a Elena, recogiendo el puñado de monedas que ella le alargaba.

Será mejor que yo también me tome un café. Me da que nos espera una noche muy larga.

[…]

Yulia no se equivocaba en su apreciación de la noche que tenían por delante. Ya eran más de las dos, y Elena no mostraba signos de querer abandonar el hospital.

En varias ocasiones, los hermanos Katin entraron a ver a su madre mientras ella se quedaba vigilando sus pertenencias en la sala de espera. En aquel momento, Aleksandr estaba profundamente dormido, tumbado sobre varias sillas, y Elena seguía inspeccionando la documentación familiar.

—A lo mejor deberías dormir un poco — dijo Yulia al ver a su compañera de piso ahogar otro bostezo.

—No. Quiero estar aquí por si mamá se despierta.

—Han dicho que seguramente eso no ocurrirá hasta mañana.

—Ya se han equivocado antes. No quiero que se despierte ahí sola — contestó Elena con severidad.

—Por lo menos date un respiro con todo eso de los papeles — Alargó una taza de humeante chocolate a Elena — La última se te quedó fría antes de que dieras un sorbo. Recuéstate un minuto y bébete esto — Visto que la sutilidad no estaba dando resultados, Yulia levantó la taza y la puso en la mano de su compañera — Bebe.

—Yo no…

—Bebe — repitió con voz firme. Su persistencia dio fruto y Elena agarró por fin el vaso, vaciando la mitad del contenido de un solo trago y dejándola sobre la mesa.

—¿Contenta?

—Sí —Y en realidad, Yulia estaba contenta de que Elena le hiciese caso. No era el rol que la morena jugaba normalmente y esperaba ser capaz de apoyar a su amiga Lena en todo lo necesario.

Tras echar un vistazo al adolescente que descansaba al otro lado de la sala, recordó la charla que habían tenido en el coche.

—Elena, Aleksandr puede hacerse cargo de las cosas de la casa de tu madre mientras ella esté aquí.

—Yo me encargo de eso — afirmó la mujer de pelo cobrizo sin levantar la vista de la pila de papeles — Él ya tiene bastante con prepararse para la Universidad.

—¿Qué le falta por hacer? Ya se ha graduado del instituto y le han aceptado donde quiera que vaya a ir.

—En Unión. Le han aceptado en Unión.

—Pues en Unión. Así que, ¿de qué más tiene que ocuparse? ¿De meter en la maleta las cosas que necesita llevarse a la residencia? Eso no le impedirá recoger el periódico y el correo por las mañanas. Estoy segura de que, de hecho, ya lo hacía con tu madre en casa. Ya no es un crío.

—No le corresponde ocuparse de esas cosas — Elena cogió el bolígrafo y garabateó una nota en su agenda — Lo tengo todo controlado.

—Como quieras — Tras dejar escapar un suspiro, la ojiazul se dio por vencida y se recostó en la silla. Eres demasiado cabezota para mí.

—¿Dónde está…? — Elena rebuscó entre los papeles — No la encuentro.

—¿Qué no encuentras?

—La otra póliza de mamá. Debe tener un seguro adicional que cubra los servicios que no entran en los del Ejército. No la encuentro, pero tiene que estar por aquí.

—¿Estás segura de que la tiene?

—Pues claro. Cuando papá se jubiló, las contrató él mismo. A lo mejor están en la carpeta de su documentación — Lena abrió el maletín y sacó la carpeta grande de color Manila — Por eso Aleksandr no puede hacerse cargo de estas cosas. Él jamás habría pensado en los seguros adicionales.

—A mí tampoco se me habría ocurrido, la verdad —admitió Yulia.

—Ya, bueno, yo debí haber caído en la cuenta antes, pero… ah, aquí está. En la carpeta de papá — Elena meneó la cabeza — No puedo creer que a mamá no se le ocurriera ponerla en la suya.

Yo no puedo creer que alguien tenga una carpeta, pensó Yulia. No pudo ocultar su sorpresa cuando Elena dejó el bolígrafo sobre la mesa y se recostó en la silla, ya que esperaba que su compañera de piso pasara toda la noche enterrada bajo aquella montaña de documentos.

—Bueno, ya está. Sólo tengo que llevar los números de la póliza a la oficina de pagos y mamá podrá estar tranquila hasta que esto acabe.

—¿Quieres entrar a verla otra vez? Si quieres, yo me quedo a vigilar tus cosas — Elena no pudo contener a tiempo un bostezo.

—Oh, perdona. ¿Qué hora es?

—Casi las dos y media.

—Por suerte, mañana empieza el fin de semana. Me sentiría tremendamente culpable si tuvieras que levantarte mañana temprano y trabajar todo el día con Mihail.

—Lo haría, en caso necesario — dijo Yulia — Ve, anda. Si se despierta tu hermano, le diré dónde estás — Elena le dirigió una sonrisa de agradecimiento.

—Gracias. No tardaré mucho.

—Tarda todo lo que quieras.

Yulia vio a su compañera de piso abandonar la sala de espera y recorrer el pasillo antes de subir los pies a la mesa y buscar una posición lo más cómoda posible en su silla de plástico.

Otro motivo por el que detesto las salas de espera. Estas sillas son una mierda.

Bostezó y se frotó los ojos.

Podría quedarme dormida en este mismo momento. No puedo creer lo cansada que estoy. Sólo voy a cerrar los ojos un momento mientras ella no está.

Minutos después, estaba profundamente dormida.

Yulia se despertó de golpe al sentir que alguien le tocaba el hombro.

—¿Yulia? Yulia, despierta.

—¿Qué? —Incorporándose, la joven morena se frotó los ojos y se tomó unos segundos para recordar dónde estaba — Oh, Elena, lo siento. Me he quedado frita.

—Ya lo suponía. He tardado casi una hora en volver — la morena apartó las piernas para que Elena pudiera ocupar su asiento.

—¿Qué tal está? — preguntó, intentando todavía despertarse completamente.

—Se ha despertado un poco — Elena dirigió una mirada a su hermano, quien aún estaba dormido — Parece tan débil… y no podía dejar de toser. El médico ha dicho que es buena señal.

—¿Qué? ¿Qué se le vayan a salir los pulmones por la boca?

—De hecho, sí. Me ha dicho que eso quiere decir que la medicina que le han dado está haciendo efecto. El líquido está saliendo de los pulmones y por eso tose.

—Y eso es bueno, ¿no?

—Eso dicen — Lena suspiró y negó con la cabeza — Mi mamá me ha dicho que se siente demasiado mal como para soportar las pruebas y las preguntas de los médicos. Dentro de un rato la van a llevar a la UCC.

—¿La UCC?

—Es la Unidad de Cuidados Cardíacos. Quieren tenerla allí unos días hasta que expulse el líquido y al parecer va a haber un cardiólogo vigilándola — Entonces, echó un vistazo a su hermano — Él era sólo un niño cuando papá murió.

—Ahora ya no es un niño — dijo Yulia — Es consciente de lo que está pasando.

—Lo sé — convino Elena. Una tosecilla educada les hizo girar la cabeza hacia un hombre alto que llevaba una impoluta bata blanca de laboratorio — En seguida vengo — La pelirroja salió al pasillo y habló un rato con el hombre.

Minutos después, volvió a entrar en la sala

— Dicen que lo mejor es que nos vayamos a casa y regresemos mañana. Será mejor que le despierte. Puede dormir en el sofá.

—¿Quieres decir que vas a traértelo a casa?

—Lo más probable es que no quiera estar solo — razonó Elena — En momentos como éste, la familia deber permanecer unida.

Yo no sé nada de eso de permanecer unidos [i], pensó Yulia con pesadumbre. [i]Pero supongo que así se comportan las familias normales.

—¿Entonces nos vamos a casa y tú vuelves mañana?

—En cuanto me despierte. No quiero que mamá esté aquí sola mucho tiempo — Elena se arrellanó en la silla y exhaló lentamente — No puedo creer que esté pasando esto — Sus dedos atraparon con rapidez una lágrima que empezaba a recorrer su mejilla — S… sólo tiene cincuenta y cuatro años.
Yulia se dio cuenta en seguida que el control que Elena había estado manteniendo toda la noche amenazaba con desmoronarse. Sin saber qué otra cosa hacer, abrió los brazos y dejó que la inestable mujer se abrazara a ella.

—Todo saldrá bien — susurró, recorriendo lentamente la espalda de la pelirroja con su mano.
Sintió que el cuerpo que sostenía empezaba a temblar a medida que las lágrimas fluían.

Oh, no, ahora sí que está llorando de verdad

— Shhh, Elena, vamos. Todo va bien. Tu madre se va a curar. Shhh… — ella no estaba segura de cuál de las dos empezó a mecerse, pero tampoco hizo nada por detener el tranquilizador movimiento. Empleó su mano derecha para cubrir la cabeza que descansaba sobre su pecho mientras que seguía acariciando la espalda de Elena con la izquierda — Todo irá bien — La morena sabía cómo manejar la ira, pero la tristeza era algo diferente. Y dado que quien estaba triste era una de sus mejores amigas, se sintió todavía más indefensa — No sé qué más puedo hacer —susurró, dejando descansar su mejilla contra la frente de Elena. Sintió la humedad de las lágrimas traspasar su camiseta y la presión casi dolorosa de las manos de la pelirroja en su espalda.

¿Qué diablos puedo decirle?

Los minutos pasaron y ella siguió abrazando a su amiga. Al advertir un movimiento por el rabillo del ojo, alzó la vista cuando Aleksandr se incorporaba frotándose los ojos.

A continuación, miró a su hermana con gesto preocupado.

—Tranquilo, ella está bien — informó Yulia al joven para tranquilizarle — ¿Elena? susurró — ¿Elena? Aleksandr se ha despertado — Tal y como esperaba, la escritora se apartó de ella y se irguió en la silla, haciendo enormes esfuerzos para recuperar la compostura.

—Lo siento —dijo Elena, rebuscando en uno de sus bolsillos hasta dar con el pañuelo — Supongo que necesitaba una buena llorera — Se secó los ojos y miró a su hermano — Van a llevar a mamá a la UCC y nos han sugerido que nos vayamos a descansar y volvamos mañana.
Aleksandr bostezó y se levantó, desperezándose aparatosamente para desentumecer los músculos tras estar tanto rato tumbado sobre las sillas.

—Ahh… pensaba que no me iba a dormir.

—No te preocupes por eso —dijo Yulia — Yo también me he desconectado un rato —Echó un rápido vistazo a los cercos de lágrimas que decoraban la parte delantera de su camiseta y miró a Elena — ¿Nos vamos?

—Sí —dijo Elena, devolviendo la mayoría de los documentos al maletín antes de cerrarlo — Voy un momento a recepción para darles los datos del seguro de mamá y listo. Aleksandr, ¿quieres pasar por casa y recoger algo de ropa o prefieres esperar hasta mañana?

—¿Recoger mi ropa? Puedo quedarme en casa mientras mamá está aquí — dijo con firmeza y mirando a Yulia en busca de ayuda.

—Em… Elena, ¿puedo hablar contigo un momento? —Tirando suavemente del codo de la escritora, Yulia se dirigió al otro extremo de la sala — Él no quiere quedarse con nosotras —dijo en voz baja — ¿Por qué no le dejas quedarse solo?

—Es demasiado jo… — Elena se detuvo, contemplando el rastro de barba que cubría parte del rostro de su hermano.

—No es demasiado joven —le recordó Yulia. Elena suspiró y asintió a regañadientes.

—Ok — Acto seguido, se volvió hacia Aleksandr — Entonces nos vemos mañana. Asegúrate de cerrar con llave todas las puertas y que nadie que no sea de la familia sepa que estás solo en casa — Aleksandr inclinó la cabeza y miró a su hermana.

—No tengo doce años, ¿sabes?

—Lo sé — Elena fue hasta él, le puso las manos sobre los hombros y sonrió con aire pensativo— Pero por muchos años que cumplas, siempre serás mi hermanito pequeño y me preocuparé por ti, ¿vale? —preguntó, alborotándole el ya de por sí cabello — Tú ganas. Nos vemos mañana. Conduce con cuidado.

—Siempre lo hago.

—Por eso tienes ya una multa por exceso de velocidad. A mí no me pusieron una hasta que pasé los veinte.

—¿Qué puedo decir, hermanita? —dijo él sonriendo — Supongo que me he desarrollado antes que tú — Se sacó las llaves del bolsillo — Mañana traeré la colcha de mamá.

—Buena idea. Seguro que le alegrará tener algo suyo aquí —Elena le dio un golpecito en el brazo y miró a su hermano mientras éste abandonaba la sala de espera. Después se giró hacia Yulia y, con un gesto, le indicó que ellas también debían irse ya a casa.


CONTINUARÁ....


Neutral Neutral Neutral
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 2/21/2021, 4:01 pm

Que ternura julia apoyando a lena cuando tanto lo necesita.. Espero leer más hoy saludos 😘
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 2/27/2021, 8:45 am

OMG, me encanta cada día más, la manera en que Yulia va descubriendo el otro lado de la vida, tratando de superar tormento😶😶, una Elena muy buena con ella y ahora esto.... Wow! Sin palabras, realmente muy bueno y pues a esperar por lo que viene. Saludos!!!😄😄
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/27/2021, 2:46 pm

Laughing Laughing

Hola nenas, cómo están? Bien, les dejo por acá otro capítulo más de esta historia. Espero que disfruten de este corto capítulo y tal vez pueda subir uno más esta misma tarde, si me desocupo temprano.

Gracias chicas, un beso.

A leer!!



Capítulo Treinta y Uno

La luz del amanecer empezaba a teñir el cielo y a colarse en el dormitorio de Yulia, como desafiando a la joven a despertar. Con un gruñido molesto, se giró en la cama y extendió el brazo hacia el cenicero y los cigarrillos que estaban en su mesita de noche.

Será mejor que lo vaya dejando, pensó con aire apesadumbrado llevándose un cigarrillo a los labios y encendiéndolo. Después de llegar del hospital, Yulia se había pasado casi una hora sentada en el sofá mientras Elena recorría la sala de arriba abajo, limpiando cosas que en realidad no estaban sucias y hablando sin parar sobre su madre.

Menos mal que no ha dejado el hábito de la limpieza, porque si no esto sería una leonera. Yo nunca malgastaría mi tiempo en sacarle brillo a las patas de la mesa de café. Con tanta actividad, es imposible que el polvo vaya a posarse en ningún sitio.

A pesar de la falta de sueño, Yulia se sentía extrañamente a gusto. La madre de Elena estaba enferma y, a pesar de que la cosa iba en serio, los médicos parecían mostrarse optimistas y capaces de controlar la situación.

Tras una larga calada, Yulia contempló la pintura abstracta que decoraba una de sus paredes. Todavía no entiendo qué le ve Elena a esa cosa. El cuadro no mostraba más que unos cuantos brochazos de color brillante que formaban un patrón regular. Hasta un crío de cinco años podría hacerlo.

Yulia siguió mirando el cuadro mientras se consumía su cigarrillo, reflexionando sobre lo ocurrido la noche anterior.

Comprendió que había tenido que llevar a Elena al hospital, puesto que ella se encontraba demasiado afectada para conducir, pero no comprendía por qué no había llamado a Svetlana.

Había dado por hecho que Elena telefonearía de inmediato a su ex – amante para que la ayudara.

En realidad, yo no he servido de mucho. Sólo estuve… allí.

La morena se encogió de hombros, incapaz de determinar en qué momento había hecho algo útil por Elena. Aun así, le agradaba pensar que al menos había sido capaz de consolar un poco a su compañera de piso.

Tras estrujar la colilla en el cenicero, salió de la cama y se encaminó al cuarto de baño. Si no puedo dormir, será mejor que me vaya arreglando. A medida que se acercaba a la ducha, se preguntó con curiosidad si Elena recordaría que tenía un partido de softball.

Claro que no vamos a ir. Me pregunto a qué hora querrá irse al hospital.

En ese momento, la idea de que quizá Elena no iba a necesitarla cruzó por su mente.

Tras silenciar la necesidad más apremiante de la mañana, sin duda debido a la gran cantidad de café y chocolate que había ingerido el día anterior, Yulia se aseguró de que la puerta estaba cerrada y se metió en la ducha. Corriendo la cortina transparente, se maravilló otra vez de que nunca tuviera restos de jabón.

Seguro que la limpia a conciencia después de ducharse todos los días, pensó dejándose empapar por la cascada de agua caliente.

Consciente de que Elena estaba aún profundamente dormida y de que probablemente quería seguir en ese estado un poco más, Yulia se premió con una sesión extra larga de ducha, dejando que las cálidas gotas recorrieran su cuerpo. A pesar de que lo estaba disfrutando de lo lindo, de pronto sintió curiosidad por la perilla multifunción. Un rápido giro y el agua cambió de caer suavemente a un chorro concentrado de mayor potencia.

—Ohhh… — exclamó, cubriéndose los pechos por la fuerza del agua — Es la última vez que hago estas cosas — Girándose para que el agua le masajease la espalda, se dio el lujo de pasar allí unos minutos más antes de cerrar la llave y salir, situándose sobre la esponjada alfombrilla azul. La ducha había resultado vigorizante, pero aprendió la lección y decidió no jugar con la perilla de ahí en adelante… o al menos, no cuando ésta apuntaba a zonas sensibles de su cuerpo — Mierda…

No tuvo necesidad de echar un vistazo al baño para asegurarse de que se le había olvidado traerse la ropa limpia. La ropa interior que había traído descansaba ahora, empapada, sobre la barra de la cortina. Por lo menos, Elena sigue dormida. Tras arrojar la toalla sobre la barra, empezó a pasarse el cepillo por el pelo, estudiando su imagen en el espejo y advirtiendo, no sin pesadumbre, que sus pechos parecían algo más caídos de lo que normalmente estaban.

Genial, tengo veinticinco años y ya me estoy arrugando, pensó para sí. Aunque es lógico, las tengo demasiado grandes como para que se queden ahí arriba toda la vida. Inclinándose hacia delante, estudió su reflejo con detenimiento en busca de arrugas en su frente y alrededor de los ojos. Al no encontrar ninguna, y sintiéndose bastante estúpida por lo que acababa de hacer, terminó de peinarse y se lavó los dientes. Cuando iba a dejar otra vez el cepillo en el soporte, su mirada cayó sobre la bandeja del jabón.

—Joder — murmuró. De alguna forma, se las había arreglado para dejarla llena de agua y los jabones literalmente flotaban en ella. Alcanzando la toalla, secó a conciencia la bandeja y los jabones, acomodándolos después de forma que no se notara demasiado el desastre.

¿Para qué demonios tiene esos jabones en el baño si nadie los puede usar? Para que huela bien, basta con poner un ambientador. Aquélla era sólo una más de las muchas molestias tolerables de su compañera de piso. A Elena no le gustaba la cortina de la ducha ni que Yulia utilizara la barra como tendedero de su ropa interior y a ella no le gustaban los jabones que “no se pueden usar", la funda de pelo de la taza ni el papel, duro y reseco, que su amiga insistía en comprar.

Tú tienes tus caprichos y yo los míos, pensó colocando el último jaboncito en su lugar.

Simplemente, los míos no son tan molestos.

Tras arrojar la toalla húmeda otra vez sobre la barra, abrió la puerta y miró hacia la izquierda para asegurarse de que la habitación de Elena estaba cerrada antes de echar a andar, totalmente desnuda, hacia la suya.

[…]

Exhausta por la desvelada de la noche anterior, sin mencionar el miedo que había pasado por lo de su madre, Lena no se sorprendió demasiado cuando abrió por fin los ojos y comprobó que era casi mediodía. Intentando despejar el sueño que aún le nublaba la vista, se levantó y caminó hacia el baño con aire desganado. Casi por inercia, tiró de la toalla que estaba colgada en la barra de la cortina de la ducha y quitó la ropa interior que la acompañaba y dejó ambas cosas sobre el borde del lavabo, cosa que ya formaba parte de su rutina mañanera, puesto que Yulia era quien normalmente se levantaba primero.

Girando las llaves de paso hasta lograr la temperatura adecuada, cayó en cuenta del chorro que caía con fuerza y lo miró pensativamente, advirtiendo quién lo había cambiado.

Es la primera vez que lo hace.

Una idea terriblemente lasciva cruzó su mente en aquel preciso instante.

¿Qué estaría haciendo aquí dentro?

Cambiando la perilla de nuevo, se metió bajo el agua y agarró el jabón con una sonrisa pícara en los labios.

Media hora más tarde, bajaba las escaleras. No se había preocupado de secarse el pelo, que le caía libremente hasta la altura de la mandíbula por delante y a la altura del cuello por detrás. Un agradable olor se las arregló en aquel momento para colarse en sus fosas nasales y sonrió.

—Mmmm… ¿qué huele tan bien? —preguntó, sabiendo que Yulia estaba en la cocina. Inmediatamente, le contestó una voz clara y animada.

—He encontrado una caja de tortitas y las instrucciones venían en el lateral — dijo la pelinegra regalándole a Elena una sonrisa — He oído la ducha y pensé que tendrías hambre.

—Muchas gracias —contestó la pelirroja, contemplando la torre de tortitas que había en un plato y sintiendo cómo su estómago rechinaba — Ya se me ha olvidado la última vez que alguien me hizo el desayuno — Después de pensarlo un momento, se dio cuenta, con cierta pesadumbre, de que Svetlana había sido la última persona que había pasado la noche con ella y la había sorprendido de esa forma. De aquello hacía casi tres años, y Elena se preguntó a dónde había pasado todo ese tiempo. Encerrada arriba frente al ordenador y sin parar de escribir, contestó una voz en su interior.

—Tu vida sexual es tan aburrida como la mía, ¿eh? —dijo Yulia con una mueca irónica, sacando a Elena de sus pensamientos — No me lo explico, con todas esas mujeres pululando a tu alrededor — La morena le dio la espalda para retirar la siguiente tanda de tortitas de la plancha. Elena, por su parte, la miró con aire pensativo.

—Supongo que llevo un tiempo sin ocuparme de eso — Acodándose en el mostrador, alcanzó la cafetera y vertió el líquido humeante en una de las tazas que había cerca — En realidad, tampoco lo había pensado —Perdida en sí misma, Elena no se dio cuenta del momento en que Yulia fue hasta la nevera y le acercó el cartón de leche — Oh, gracias —dijo en ese momento, alargándole la taza — Así está bien.

—Tú siéntate y relájate — Yulia señaló en dirección a la mesa — Yo me encargo de esto. Tengo la receta — La pelirroja asintió, se dejó caer en una silla y se llevó la taza a los labios.

Hipnotizada por el vapor que se elevaba frente a sus ojos, Elena dejó que sus pensamientos vagaran con libertad mientras contemplaba a la mujer que iba y venía en la cocina.

Después de todo el tiempo que habían vivido juntas, iba comprendiendo cada vez un poco más a su hermosa pero conflictiva compañera.

Ahora entendía que Yulia era poco menos que un alma solitaria que sufría profundamente por ello. Cuando se había mudado, Elena podía captar el inquebrantable escudo de una mujer criada en las calles.

El tiempo, sin embargo, le había mostrado lo que había bajo ese escudo.

En ocasiones Elena lograba entrever a la adolescente confusa pidiendo a gritos que la protegieran de aquellos que debían haberla protegido y sentía encogérsele el corazón al pensar en la joven que jamás había recibido el amor que con tanta desesperación necesitaba.

Pero la noche anterior y esa misma mañana le estaban mostrando otra parte de Yulia.

Lena sintió el cariño en la forma en que la había abrazado durante su ataque de llanto, los cálidos abrazos que llegaban justo cuando más los necesitaba, el café y las tortitas esperándola al despertar.

Cuando Yulia dejó sobre la mesa el plato y el sirope, se levantó y envolvió a la joven con sus brazos.

—Muchas gracias por haber estado conmigo ayer —susurró con la boca enterrada en el azabache cabello de su amiga — Fue muy duro para mí y sólo quiero que sepas que te lo agradezco — Retrocediendo levemente, pero aún sin soltarla del todo, Elena miró con intensidad sus ojos azules — No cualquiera se pasaría toda una noche sentada en la sala de espera de un hospital sólo para dar apoyo moral a una amiga— La media sonrisa de Yulia parecía forzada y Elena se dio cuenta de que la joven era incapaz de mantener el contacto visual.

—Ya, bueno… —dijo la morena antes de apartarse de ella — Tú también me has apoyado. Es lo menos que podía hacer. Será mejor que comas algo antes de que se enfríe — Captando la incomodidad de su amiga, Elena dirigió una última mirada a Yulia antes de volver a sentarse. La escritora apenas había dado el primer bocado a su desayuno cuando cerró los ojos y dejó escapar un gruñido de satisfacción.

—Oh, está buenísimo —Otro bocado — No me había dado cuenta del hambre que tenía.

—Bueno, ayer no cenaste nada —indicó Yulia, negando con la cabeza cuando Elena le señaló la torre de tortitas — No, gracias. Me he levantado temprano y ya he comido. Ah, por cierto, te han llamado por teléfono.

—¿Ah, sí? —Elena cortó con el tenedor otro pedazo de tortita— ¿Quién era?

—Tu tía Valya — El tenedor de la escritora se detuvo a medio camino entre el plato y su boca y miró a su compañera como si acabara de decir que los de Hacienda querían pedirle audiencia.

—Y… ¿qué ha dicho? —preguntó con turbación. La mención de la excéntrica hermana de su madre nunca era buena señal. Elena aún se acordaba de las muchas ocasiones en que sus padres se habían encerrado tras una reunión familiar para discutir acerca de algo que Valya había dicho o hecho.

—Que llegará al aeropuerto a las cuatro y veinte. Te he apuntado el número de vuelo. ¿Por qué pones esa cara?

Elena había cerrado los ojos y arrugado la nariz, completamente segura de que estaría sufriendo un horrible dolor de cabeza antes de acabar el día.

—¿Te ha dicho cuánto se va a quedar?

—No. Había mucho jaleo y su acento es algo extraño.

—Es de Ucrania —dijo Elena, abriendo los ojos y contemplando la tortita mientras la empujaba por el plato — Vaya mierda —susurró.

—¿No es uno de tus parientes más queridos? —aventuró Yulia.

—La soporto — convino la pelirroja con tono de fastidio — Es un poco… es del tipo de personas que “lo que ves, es lo que hay”. La tía Valya no se calla nada y opina de todo —Tras varios tragos de café, destinados más a ordenar sus ideas que a saciar la sed, Elena continuó — No sería tan horrible si no pensara automáticamente lo contrario que mis padres sobre cada cosa.

—¿Se lleva bien con tu madre? —preguntó Yulia.

—Si hace tiempo que no se ven, la cosa no va tan mal durante un rato. Se ponen al día de sus respectivas vidas y cotillean sobre el resto de la familia.

— No suena tan mal — Elena levantó la cabeza.

—No, esa es la parte buena. Luego mi madre empieza a fastidiarla con su costumbre de beber o fumar o el sinfín de novios que tiene o su vida descarriada — Encerró esas últimas palabras entre comillas con los dedos — Entonces empieza lo bueno. Cuando papá vivía, los tres se enfrascaban en unos profundos debates sobre todos los temas de este mundo y más. La última vez que vino de visita le dijo a mamá que se negaba a quedarse bajo el mismo techo que ella — En ese punto, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante una idea — Oh, Dios, espero que ya se le haya olvidado. No quiero que se quede aquí. Voy a buscarle un hotel.

—Vaya, debe ser horrible, ¿eh? — Yulia negó con la cabeza — Y yo pensando que te trizaba los nervios. Parece ser una buena pieza, si puede superar a tu infernal compañera de piso — Tomada por sorpresa por el comentario, Elena vio a su amiga encogiéndose de hombros — Te oí una vez hablando por teléfono —confesó la ex stripper.

—Yo… — Elena bajó la vista hacia el plato, lamentando en serio que la joven hubiese escuchado aquellas palabras saliendo de su boca — Hace mucho que no lo digo. Por lo menos estas últimas semanas.

Yulia meneó la cabeza quitándole importancia.

—No te preocupes. Tenías todo el derecho. Debe ser difícil vivir con alguien tan…—

—¿Vago? — aventuró Elena, provocando una media sonrisa de su compañera.

—Iba a decir alguien tan diferente a ti —concluyó Yulia, mirándola fijamente — Tampoco es fácil convivir con la señorita Trapo y Fregona, pero oye, no nos va mal.

No parecía estar tan molesta por el comentario anterior como Elena había supuesto y la escritora decidió que Yulia ya debía haberla perdonado.

—Así es —convino, al menos por ahora — Alguien me dijo una vez que, con tolerancia y paciencia, no hay nada que no se pueda solucionar si la gente implicada está dispuesta a esforzarse para ello. Quién sabe, a lo mejor un día acabamos siendo buenas amigas.

—Mejor no adelantar acontecimientos — le advirtió Yulia con un deje de ironía y pareciendo mucho más relajada y amigable de lo normal — Sigo pensando que eres un grano en el trasero con todo eso de limpiar y lavar — Acto seguido, se puso en pie y se tanteó el bolsillo del pantalón — Hora de fumar. Volveré en un par de minutos y, si quieres, iré contigo al hospital. Aleksandr ha llamado y ha dicho que se reunirá contigo allí.

—Parece que he sido la última en caerme de la cama esta mañana —dijo la pelirroja — Y sí, puedes venirte si quieres, aunque luego tendrás que llevarme al aeropuerto para recoger a mi tía.

—No hay problema. Por lo que he oído de ella hasta ahora, será divertido. Ahora vengo —Así, Yulia abrió la puerta corredera y salió a fumar.

Elena devolvió su atención al plato de tortitas que tenía delante, a pesar de que su apetito parecía haberse calmado al oír mencionar a su problemática tía. Tenía la esperanza de que Valya estuviera más preocupada por el estado de salud de su hermana que por traer a colación los seis mil tópicos que, invariablemente, terminaban convirtiéndose en una auténtica batalla dialéctica. ¿Quién la habrá llamado?, se preguntó. Seguro que la abuela.

Valya había sido una de las personas que no consiguió localizar en la primera ronda de llamadas, frustrada cuando el buzón de voz le indicó que no quedaba espacio en la cinta para dejar mensajes. Elena se hizo una nota mental para no recordarle a su tía la discusión que había terminado con su negativa a quedarse en la casa y evitar así que quisiera alojarse con ellas.

Para consternación de Elena, sintió una punzada en la sien anunciándole el dolor de cabeza que estaba por llegar, y empezó a dudar de que aquel día fuera a resultar bien.


CONTINUARÁ....


Shocked Shocked Shocked
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/27/2021, 3:45 pm

Capítulo Treinta y Dos


Aleksandr había estado esperándolas en el hospital y una mueca contrariada decoraba su joven rostro.

—Ya era hora. Mamá pensaba que no ibas a venir.

—¿Está despierta? —preguntó Elena a medida que se aproximaban. Su hermano estaba en el pasillo, frente a la puerta de la habitación de su madre.

—Sí, estoy despierta —gritó la mujer desde dentro. Elena compartió una mirada con Yulia antes de entrar, saludando de inmediato a su madre y disculpándose por no haber llegado antes. Con pesadumbre, comprobó que su hermano y Yulia no la habían acompañado dentro, obligándola a lidiar con su siempre alerta y, a juzgar por la expresión de su cara, nerviosa madre.

—¿Cómo te sientes? Nos has dado un buen susto — Inessa Katina agitó su mano con desgana, sin preocuparse por las vías inyectadas en su brazo.

—No se podrán librar de mí tan fácilmente. Tengo toda la intención de hacerte la vida imposible un poco más —A pesar de la valentía que demostraba, Elena estaba segura de que su madre no había pasado un buen rato precisamente.

—¿Ha venido ya a verte el médico?

—Oh, sí, uno detrás de otro. Las enfermeras me han estado despertando cada hora para tomarme la presión y he conocido a un médico de cada área de este hospital —La mujer extendió la mano, dejando ver una señal dentada en la base de su dedo anular — Han tenido que romper los anillos por la hinchazón — dijo Inessa con solemnidad — Nunca me los había quitado desde que tu padre me los puso hace treinta años.

—Seguro que se pueden arreglar —aventuró Elena.

—No se trata de eso —afirmó su madre con tono cortante — El doctor Mirkovich me ha dicho que esto podría volver a pasar. Quiere que lleve uno de esos botones de pánico alrededor del cuello para avisar a una ambulancia.

La idea de que su madre necesitara uno de esos chismes asustó a Elena más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ya era suficiente con que su madre pareciera tan hinchada, puesto que apenas podía distinguir sus pómulos. Que algo así pudiera pasar otra vez sin previo aviso la aterrorizaba.

—Mamá… —Elena aspiró profundamente.

—Ah, no, de eso nada — Inessa negó enérgicamente con la cabeza — Por muy serio que pueda resultar esto, no pienso tener una enfermera en casa.

—No iba a decir eso —respondió Elena, a pesar de que la idea había cruzado por su mente — Pero tal vez deberías considerar tener a alguien que te eche una mano. No quiero que te esfuerces tanto.

—Tonterías. Tú estás sólo a una llamada de distancia y me sé de memoria el número de emergencias.

—¿Y si te caes y no puedes llegar al teléfono?

—Me estás hablando como a una abuela. No soy inútil, Elena — El cansancio comenzaba a aparecer en el rostro de Inessa — Dejémoslo por ahora. Los médicos dicen que saldré de aquí a finales de semana. Ya veremos cómo van las cosas.

Elena asintió, ya que no quería molestar a su madre y tampoco estaba de humor para meterse en una discusión interminable.

—Otra opción es que me quede contigo hasta que te sientas mejor, si quieres.

Para cualquier otra persona, eso sería una oferta de lo más natural, pero en el caso de las determinadas mujeres Katin, era magnánima en extremo. Elena amaba profundamente a su madre y el sentimiento era mutuo, pero hacía mucho que no se sentían cómodas la una con la otra. Esa idea le recordó de golpe al familiar que en aquel momento sobrevolaba sus cabezas en algún lugar.

— Mamá… ¿te ha dicho Aleksandr quién va a venir?

—Valya no, ¿verdad? —preguntó la mujer con un deje esperanzado. Elena asintió, deseando para sí que su hermano dejara de escabullirse para fumar con su compañera de piso y entrara en la habitación — Pues en mi casa no se queda —afirmó Inessa rotundamente — Estoy demasiado cansada como para aguantarla.

—No te van a dar el alta hasta dentro de una semana, ¿no?

—Y cuando salga de aquí no quiero tener que aguantarla —insistió su madre — La ciudad está plagada de hoteles. Que se quede en uno —Inessa gruñó algo incoherente y su rostro mostró los esfuerzos que estaba haciendo por mantenerse calmada. Al verlo, Elena alargó la mano hacia el botón de auxilio, pero la mujer la detuvo — No, no hace falta. Es que últimamente me canso mucho.
Aliviada, pero no sin preocupación, Elena retrocedió y dejó caer su mano hasta uno de los barrotes que rodeaban la cama.

—Está bien —dijo al fin, no queriendo alterar más a su madre — Le buscaré dónde quedarse.

A continuación, fue hasta la cabecera y acomodó una de las almohadas que su madre tenía detrás de la cabeza.

— ¿Mejor?

—Mucho mejor —aseguró Inessa a su hija con una sonrisa aprobatoria que pareció extraña en su rostro hinchado por el edema — Siempre fuiste una buena chica.

—Porque tuve unos padres geniales — afirmó Lena palmeando el hombro de su madre antes de colocarse donde pudiesen mirar a los ojos — A lo mejor no has estado de acuerdo con todo lo que he hecho, pero me has apoyado y me has querido — Para sorpresa de Elena, se encontró pensando en Yulia y le recorrió una oleada de empatía, deseando que su compañera de piso hubiese podido crecer con unos padres tan buenos como los suyos — Te quiero, mamá — dijo, apretando la mano de su madre.

—Bueno, ya vale de ñoñerías — dijo Aleksandr mientras entraba en la habitación. Tras él, Elena pudo entrever a Yulia en el pasillo con aire de indecisión y le indicó que pasara también.

—Ya era hora de que volvieras — reprendió la mujer al chico antes de mirar a Yulia — ¿Cómo estás?

—Bien — respondió ella educadamente — Espero que ya se encuentre mejor.

—Sí, mucho mejor — respondió Inessa antes de tomarse un momento para respirar profundamente. Elena decidió en ese instante que su madre necesitaba descansar… y que ella tenía que enfrentarse con el familiar que pronto llegaría a la ciudad.

—Mamá, nos vamos a ir ya para que descanses —dijo ella, cubriendo los hombros de la mujer con la manta — Relájate un poco. Volveré más tarde.

—Supongo que vas a traer a Valya —dijo su madre con tono de fastidio al tiempo que se recostaba sobre las almohadas.

—¿Te crees que tengo elección, mamá? —le preguntó antes de terminar de ajustar bien la ropa de cama sobre el cuerpo de su madre y enderezándose — Nos vemos luego — La pelirroja se inclinó para besar a su madre en la frente antes de hacerse a un lado para que Aleksandr pudiera despedirse también.

[…]

Los alrededores del aeropuerto estaban atascados de furgonetas y coches en constante batalla por ganar un hueco en el aparcamiento mientras una miríada de taxis trataban de colarse entre ellos.

—Odio venir aquí —dijo Elena cuando otro taxi metió el morro en el escaso metro de distancia de seguridad que las separaba del coche de delante.

—Me sorprende que no nos haya rozado —afirmó Yulia, mirando con desprecio al conductor— ¿Quién fue el imbécil que diseñó este sitio?

—No creo que la responsabilidad sea de ningún imbécil —Echando un vistazo a la señal de aparcamiento limitado, Elena comprobó el retrovisor y se metió en el carril izquierdo — Estoy segura de que es cosa de un comité.

—De un comité hasta arriba de mierda —comentó Yulia — Mira, allí hay un sitio.

—No, está demasiado cerca de la puerta. Debe ser para discapacitados — Al aproximarse, el dibujo azul en el suelo confirmó las sospechas de la escritora. Les llevó tres vueltas más y, por tanto, volver a ver tres veces la señal de aparcamiento limitado, el que Yulia viera un coche salir en ese preciso momento y ocupar el lugar vacante.

—Esto es de locos —refunfuñó la morena — Ya sabía yo que debía haber una buena razón para no ir volando a ningún sitio. No por el avión, sino por el maldito aeropuerto.

—Y hasta aquí ha sido la parte fácil —dijo Elena, haciendo girar la llave y activando el sistema de alarma del coche — Tenemos que ver por qué puerta va a salir. Sólo me dijo el número de vuelo — Se abrieron paso entre los vehículos aparcados, aunque sólo para verse detenidas de nuevo por una doble hilera de coches que no parecían dispuestos a frenar lo suficiente como para que ellas pudieran cruzar.

Tras asistir pacientemente al tremendo repertorio de frases coloristas de su compañera de piso, Elena aprovechó un espacio y se lanzó como una flecha hacia la Terminal principal.

Los brillantes carteles de señalización y el fluir constante de personas creaban una abigarrada colección de colores y sonidos. Elena se detuvo ante uno de los mapas el tiempo suficiente para orientarse, decepcionada al comprobar que la puerta a la que tenían que ir estaba justo en el otro extremo de la Terminal.

El temperamento de Yulia estaba ligeramente sensible aquel día, hasta el punto de que Elena se vio temiendo que, si algún transeúnte le daba un golpecito por accidente, iban a intercambiar algo más que insultos y gestos obscenos. Para cuando llegaron a la puerta, Yulia estaba claramente nerviosa y sin darse cuenta sacó su paquete de cigarrillos.

—Cierto —dijo con tono frustrado — Aquí dentro no se puede fumar.

Tras dejar escapar un suspiro de fastidio, la morena se dejó caer en la silla baja de plástico. Elena se sentó junto a ella y observó que la zona empezaba a llenarse de gente que también esperaba el vuelo.

—Me temo que no —afirmó Elena con delicadeza.

Sin pensarlo, levantó una mano y la posó sobre el hombro de Yulia, un poco dolida al sentir un estremecimiento bajo sus dedos. Planteándose por un momento si apartarse o no, la escritora dejó que su mano resbalara hacia abajo, masajeando con suavidad la parte alta de la espalda de la joven.
Dado que ésta no hizo nada por apartarla, Elena alteró el movimiento, formando pequeños arcos con sus dedos hasta que sintió que la tensión y la tirantez de los músculos empezar a ceder.

— Hemos llegado quince minutos antes — dijo sin cesar de aplicar el agradable masaje en la espalda de Yulia. Era cierto que había sentido cierto rechazo al principio, pero Elena sospechaba que se debía más a la reticencia automática de la joven mujer a que la tocaran.

—Me da que, cuando se vaya, la vas a tener que traer tú sola —dijo Yulia, aunque su tono era definitivamente menos agitado que antes — Yo no pienso volver a pasar por todo este rollo.

—¿Y cómo esperas que salgamos de aquí? —la interrogó Elena con aire irónico — Dudo que el coche quiera venir a recogernos aquí — Yulia pareció reflexionar sobre el problema y frunció el ceño aún más. Elena, por su parte, hizo todo lo posible por no sonreír, pero la mueca de su compañera de piso era demasiado mona como para evitarlo.

—Buen punto —farfulló Yulia.

—Sólo expongo los hechos, amiga mía. Y no olvides que Valya va a llegar con tres o cuatro maletas como mínimo.

—¿Es que piensa mudarse aquí o qué?— Elena sonrió al escuchar eso, puesto que su tía se caracterizaba, entre otras cosas, por llevar siempre consigo una cantidad de equipaje mayor a la que cualquier otra persona necesitaría incluso para dar la vuelta al mundo.

—Esperemos que no quiera quedarse más que unos días. Si no, vamos a necesitar uno de esos cochecitos portaequipajes.

—¿Cómo que vamos? — preguntó la pelinegra con tono cortante — Es pariente tuya, no mía.

—Bien. Pues tú te vas con ella y que te dé la brasa hasta que se te caigan las orejas. A mí me da igual.

—Me da que voy a arrepentirme de haber querido pasar el día contigo — afirmó Yulia con cautela, como dejando una puerta abierta a la esperanza.

Cuando por fin aterrizó el avión y los pasajeros comenzaron a salir en tropel por la puerta, Yulia no tuvo ninguna duda de quién era Valya.

Ataviada con sedas de brillantes colores y un sombrero a juego, Valya sobresalía entre la multitud. Elena corroboró las sospechas de Yulia con un movimiento de cabeza y empezó a gesticular para atraer la atención de la rimbombante mujer.

—¡Ooh, Elena Katina! — exclamó Valya, con una voz que pareció ahogar el jaleo que las separaba. Saludando efusivamente, se abrió paso entre los demás viajeros y envolvió a Elena en lo que a Yulia le pareció un abrazo de oso.

—Hola tía, ¿cómo estás? — preguntó la pelirroja cuando consiguió recuperar el aliento.

—Ah, como siempre, calabacita. Ocupada, ocupada, ocupada — Yulia enarcó las cejas al escuchar el apodo cariñoso de su compañera de piso y haciéndose una nota mental para burlarse después con eso. Al darse cuenta de que de repente era el centro de atención, alargó su mano.

—Yo soy Yulia Volkova, la compañera de piso de Elena.

—¡Por supuesto que sí! — exclamó Valya alegremente, abrazando a la joven con fuerza — Eres una monería de chica — Demasiado sorprendida como para resistirse, Yulia no se resistió al cariñoso gesto.

A esa distancia, fue capaz de ver más claramente a la tía de Elena. Bajo el pomposo sombrero, una masa de cabello plateado rodeaba el rostro que, sospechaba, rara vez salía a la luz del sol sin una buena capa de maquillaje. De hecho, casi podían adivinarse varias capas de base y sombra de ojos que constituían la imagen pública de Valya.

—Ah… gracias — farfulló la pelinegra, pidiendo ayuda a Elena en silencio.

—Tía Valya, no es… — comenzó a decir Elena.

—Salgamos de aquí antes de que nos quedemos copadas una hora —dijo la mujer, cortando sin miramientos a su sobrina — Aborrezco este aeropuerto.

Yulia no estaba segura del auténtico alcance de la palabra aborrecer, pero a juzgar por la cara de asco de Valya, no debía ser bueno.

Claro que otra idea le rondaba la cabeza a raíz del comentario anterior a ese. Valya pensaba que entre ellas había algo más que amistad. En cualquier caso, dado que ya se dirigían hacia la zona de equipajes y que Valya había pasado a enumerar las múltiples cosas que funcionaban mal en el aeropuerto local, Yulia decidió dejar para después las aclaraciones pertinentes acerca de ese punto.

El brazo de Valya sostenía un bolso de cuero con ribetes dorados. La joven suspiró profundamente al ver la miríada de bolsas de viaje que daban vueltas en la cinta transportadora. Estaba segura de que no iban a caber en el Jeep y se preguntó si Elena habría traído cuerdas para el portaequipajes del coche. Sin embargo, una vez retirada la primera maleta, Yulia pasó a preocuparse por el hecho de que su espalda fuera a sobrevivir al esfuerzo de meter los bultos en el maletero.

Al parecer, Valya empacaba cada accesorio de la cocina cuando viajaba, pero no le preocupaba demasiado tener que cargarlos, puesto que en ese momento se limitaba a señalar con el dedo qué maletas eran las suyas e indicando a Elena el orden preciso en que debían ser colocadas en el carrito.

En cuanto salieron al cálido aire de agosto, Yulia echó mano de sus cigarrillos. Sin embargo, antes de encenderlo, una nube de humo la rodeó, ya que al parecer Valya era más rápida en lo que a utilización de mecheros se refería. La morena terminó de encender el suyo y, antes de guardar el encendedor, se vio sorprendida por una voz jovial.

—¿Tú también fumas? — Lo cual hizo que se ganara una palmada en la espalda.

Joder, qué fuerza tiene.

—Sí — respondió medio tosiendo.

—Pues en mi coche no se fuma — dijo Elena con firmeza, deteniendo el carrito justo detrás del Jeep — ¿Prefieres un hotel en concreto?

—No hay motivo para enriquecer a esos antros… y menos en este pueblo — dijo Valya — A tu madre le sobra espacio en esa casucha que tiene.

Yulia, que en ese momento intentaba acomodar dos maletas en el coche mientras mantenía su cigarrillo en precario equilibrio entre los dientes, sintió que Elena se estremecía.

—Mamá quiere que te quedes en un hotel. Supongo que no se le ha olvidado lo que dijiste la última vez que estuviste de visita.

—Chorradas. ¿Recorro no sé cuántos kilómetros para verla y no tiene la decencia de abrirme las puertas de su casa? No, calabacita, hay que poner la más grande abajo.

—Pensaba que ésta era la más grande — refunfuñó la ojiverde, volviendo a sacar la maleta del Jeep y echando un vistazo a la que Yulia empujaba hacia ella — No te puedes quedar en casa de mamá —repitió.

—Joder, está bien — Valya se cruzó de brazos mientras su cigarrillo arrojaba volutas de humo a la atmósfera — Si va a estar en ese plan, por mí no hay problema. Al menos tú no eres tan maleducada como para dejar a un familiar en la calle.

Yulia estaba haciendo enormes esfuerzos para no entrar en la conversación, pero se vio incapaz de no dar un respingo al escuchar esa última frase. No había que ser físico nuclear para suponer a dónde quería llegar Valya.

—Em… ¿Elena?

—¿Sigues teniendo esa casa junto al lago? — prosiguió Valya, ignorando las miradas que se dirigían las dos jóvenes — Debe tener una vista genial ahora que empieza el otoño.

—Tía Valya, no tenemos cuarto de invitados.

—Bah, haremos como cuando tú venías de visita en verano —dijo Valya con un gesto casual— Vamos a cargar todo esto para ver qué se ha hecho Inessa esta vez. Por tu estado de ánimo, supongo que no es grave.

—Necesita tiempo y medicación —comenzó a decir Elena — Pero oye, no te puedes quedar con nosotras.

—Vamos, Lena —dijo Valya como si estuviera hablando con un niño — ¿Ya no te acuerdas de cuando vine a verlas y tuvimos esa agradable y prolongada charla sobre tu “compañera de piso”? No tienes de qué avergonzarte.

—No soy esa clase de “compañera” — afirmó Yulia por fin — Tengo mi propia habitación.

—Oh — Valya frunció el ceño y Yulia prácticamente daba por zanjado el tema cuando la estrambótica mujer encontró la solución perfecta — A lo mejor tendrás un sofá, ¿no? — A continuación, rió con ganas — Te prometo que no apareceré con ningún jovencito — Yulia miró a Elena a tiempo de captar su característica caída de hombros en señal de derrota.

Supongo que vamos a tener compañía unos días.

Contemplando la montaña de equipaje que esperaba ser acomodado en el interior de Jeep, lo único que pudo pensar con claridad fue que al menos se tratara de días, y no de meses.

Al final, Elena decidió que ella se iría al sofá mientras su tía ocupaba su cuarto, ya que sus modales le impedían hacer menos por un invitado, sin importar lo desquiciante que fuera. Valya ocupó el asiento del copiloto y automáticamente se hizo dueña de la radio durante todo el trayecto.

Los altavoces comenzaron a escupir música discotequera mientras Valya destripaba las vidas de sus familiares más cercanos. Intentando por todos los medios alejarse el altavoz de su puerta, Yulia, en medio del asiento trasero, no podía evitar captar ráfagas de la conversación.

En realidad, no era difícil, porque Valya insistía en hablar por encima de la música en vez de bajar el volumen, digamos hasta el umbral de tolerancia humana. La imagen de la familia de Elena, tan perfecta e impoluta, empezó a desvanecerse de la mente de Yulia a medida que su tía hablaba.

—Y el idiota lo habría conseguido si no hubiera estornudado cuando estaba escondido en la alcantarilla —dijo la tía de Elena, dando por terminada la historia de uno de sus primos— Tuvo suerte de que sólo le pusieran en periodo de prueba.

—Ajá — dijo Elena con aire ausente, prestando más atención a la carretera. En ese momento, Valya se volvió hacia Yulia.

—Y dime, ¿sigue mi sobrina con esa obsesión por mantener la casa como los chorros del oro?

—Em… — Dándose cuenta de lo comprometido de su situación, Yulia aspiró profundamente y se rindió a la evidencia — Sí.

—Lo que le hace falta es soltarse el pelo y vivir un poco — continuó la mujer — Es demasiado estirada. A lo mejor podemos sacarla del cascarón mientras yo esté aquí. ¿Qué te parece?— Oh, por favor, que alguien me saque de aquí, imploró en silencio Yulia cuando una batería de imágenes de bingos y museos cruzó por su mente.

—Pues no sé, depende de lo que quiera hacer Elena — dijo por fin — Yo trabajo bastante, así que no creo que pueda ir con ustedes — [i]Por favor, hagan planes entre semana. Espero que Mihail tenga un montón de horas extra.

—Chorradas —contestó Valya — Ya buscaremos tiempo — Yulia frunció el ceño al darse cuenta de que Valya era el tipo de persona que nunca acepta un no por respuesta.

—¿Cuánto vas a quedarte?

—Supongo que una semana o así. Ya veremos. No me gusta poner fechas exactas.

La respuesta no ayudó a que Yulia se sintiera mejor.



Continuará....

See you!!
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 2/27/2021, 6:13 pm

OMG!!! Está muy bueno esto!! Y yo que ya me iba haciendo la idea de que compartirian habitación y cama 🤭🤭
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 2/27/2021, 8:05 pm

Buenísimo los capítulos esa tía de lena es un show y espero que las chicas tengan q compartír cuarto 😏😏 espero mañana subas. Muchos saludos y besos 😘
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

A katina4ever le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/28/2021, 12:43 pm

Hola chicas, cómo están? Que gusto leerlas, en serio... Y bien, hoy toca terapia así que vayamos a leer el capítulo de este domingo.

Abrazos!


Capítulo Treinta y Tres


—Me está volviendo loca —refunfuñó Yulia, dejándose caer en el puff —¿Conoces a esa petarda?
Svetlana, que se había pasado la mayor parte de la semana hablando con Elena por teléfono sobre su tía, su libertad de espíritu y cómo le había puesto la casa patas arriba, esperaba recibir algún tipo de queja por parte de Yulia, pero no aquélla. Apenas la había saludado antes de empezar a despotricar de la mujer.

—¿Y concretamente qué es lo que te molesta de ella?

—Todo — farfulló Yulia, pasándose los dedos por el pelo — Yo pensaba que Elena era un fastidio a veces, pero esta mujer me saca de quicio. ¿Sabes que Elena siempre tiene respuesta para cada jodida pregunta de cada jodido juego?— Svetlana asintió, familiarizada con la situación.

—¿Y eso te incomoda?

—No tanto como cuando Valya, la enciclopedia andante, lo hace. La pregunta era qué presa era, no cuándo se construyó y toda la historia. Pues Elena va y dice Hoover y Valya salta con cómo eso dio lugar a Boulder City y así un buen rato — Yulia se estaba disparando, por lo que interrumpirla quedaba fuera de lugar — Dijera lo que dijera Elena, ella empezaba a hablar hasta que la conversación no tenía nada que ver con lo que era al principio. Va a volverla loca — Miró de soslayo a Svetlana — Sí, lo sé, no podemos hablar de Elena — Svetlana asintió y abrió el cuaderno de la joven.

—Por lo que veo, ha sido una semana muy intensa.

—En casa, en el trabajo, en todo — Arrellanándose para adaptar la forma del puff a su cuerpo, Yulia entrelazó los dedos detrás de su cabeza y dejó la mirada perdida — Como si no tuviera ya bastante con lo de su madre, que por cierto cada día que tiene que estar en el hospital se vuelve más zorra…

A pesar de que la regla de no hablar de Elena parecía haberse evadido nuevamente, Svetlana dudó si interrumpir a la joven, ya que aquella era una de las líneas de pensamiento más largas que Yulia había compartido con ella hasta la fecha.

―Apuesto a que ni siquiera ha escrito una página desde que llegó ella… y eso que se ha bajado el ordenador a la sala. Está justo debajo de mi cuarto, pero todavía no la he oído teclear — La rabia y el nerviosismo presentes en la voz de la morena en el momento de entrar parecían estar disipándose, reemplazados por un tono mucho más suave y reflexivo — ¿Sabes que nunca lo había pensado? — Sonrió — El baño está entre el medio de nuestras habitaciones, pero cuando las dos abrimos las puertas del balcón, puedo oír cómo escribe.

—¿Y por qué crees que te gusta escucharla? —aventuró Svetlana.

—No sé… — Yulia se encogió de hombros con su aire habitual — Supongo que me recuerda que está ahí al lado.

—¿Al igual que estaba tu hermana cuando eras pequeña?

—Algo así — La joven estiró las piernas y las cruzó a la altura de los tobillos — Es diferente a cuando escuchaba a Daryna. No sé cómo explicarlo — Svetlana, tras hojear una o dos páginas mientras su paciente hablaba, levantó la vista.

—¿Quieres hablar sobre este sueño?— Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Yulia, quien inmediatamente frunció el ceño.

—La verdad, no. Ni sé para qué me molesté en escribirlo. Es una tontería.

—Es la primera vez que mencionas haber tenido un sueño erótico — apuntó la terapeuta — Además, creo que es importante el hecho de que te despertaras durante los juegos preliminares. ¿Habías soñado cosas así antes?

—No pienso discutir mi vida sexual, o la falta de ella, contigo — dijo Yulia con firmeza, apretando la mandíbula y cruzándose de brazos — Hablemos de otra cosa.

—Buscando un tema más seguro, ¿eh? Bien. ¿Fuiste a la reunión del martes por la noche? — La falta de respuesta y la mueca de Yulia fueron significativas — Ya veo. Esas sesiones están ahí para ayudarte, Yulia. No te las recomendaría si pensara que no van a servirte de nada.

—A mí no me hace falta sentarme a escuchar las desgracias de nadie — manifestó la chica — Además, estaba ocupada con Elena y la chalada de su tía — Svetlana dejó pasar el comentario, rehusando morder el anzuelo y regresar así al tema tabú.

—Nunca deberías estar lo bastante ocupada como para cuidar de ti, y eso es para lo que sirven esas reuniones. No puedo obligarte a asistir, pero sí te lo sugiero.

—Está bien, mamá — surgió la irónica respuesta, seguida de un resoplido — De hecho, si tú fueras mi madre, estarías demasiado borracha como para saber lo que hago o dejo de hacer — Hubo un largo silencio antes de que Yulia siguiese hablando — A Daryna tampoco es que le hiciese mucho más caso, pero siempre que íbamos a enseñarle algo de la escuela o algo así, nos ignoraba.

—No daba importancia a las mismas cosas que ustedes —dijo Svetlana — ¿Y cómo te hacía sentir eso?

—Daryna y yo lo odiábamos, claro.

—No. No te he preguntado cómo se sentía Daryna. ¿Qué sentías cuando llegabas a casa con algo que querías que tu madre admirara y no lo hacía?

Yulia pensó en ello un momento, abriendo la boca para decir algo y cerrándola de nuevo. Una leve sonrisa curvó la comisura de sus labios.

—Iba a decir que jodidamente mal, pero creo que en realidad me sentía herida — Volvió a ponerse las manos detrás de la cabeza — Dolía pensar que todos los demás niños se iban a casa con madres que les querían y les prestaban atención y la mía no era igual — Tomó aire profundamente — No sé por qué — Las palabras, tanto tiempo guardadas en su interior, salieron por fin de forma tenue mientras que ella rehusaba dejar de mirar el techo — Llegué a casa con el primer lugar en clase de arte y ella lo tiró a la basura. Cuando saqué noventa y cinco en una de las pruebas preliminares, Elena lo pegó con un imán a la nevera — Los ojos de Yulia parpadearon con rapidez en un vano intento por eliminar las lágrimas que empezaban a formarse en ellos.

— ¿Has oído eso de que uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde?

—Sí— Yulia aspiró profundamente — Supongo que es igual de cierto que uno no sabe lo que se ha estado perdiendo hasta que lo tiene.

—¿O sea? —inquirió Svetlana.

—O sea que… — Incorporándose, Yulia levantó las rodillas y apoyó en ellas los brazos — Desde que Daryna desapareció, nadie se había preocupado por mí — Las emociones empezaban a traducirse en el rostro de la ojiazul a medida que intentaba poner orden en sus pensamientos — He tenido amigas, pero ninguna tan cercana, no como Elena — La joven lanzó una leve carcajada y miró a Svetlana — Ya se me había olvidado lo que se siente cuando le importas a alguien. Cuando le interesa lo que pasa en su vida. Cuando…

—Cuando alguien pega tu examen con un imán a la nevera —concluyó Svetlana.

—¿No te parece estúpido? —le preguntó Yulia — Me pongo en plan ñoño sólo con que Elena haya hecho eso — Se limpió los ojos para impedir que las lágrimas empezaran a caer.

—Hace mucho tiempo que nadie se ha dado cuenta de tus habilidades y logros — Svetlana dejó el cuaderno a un lado y se inclinó hacia delante — Hace mucho tiempo que no permites que nadie se acerque a ti lo suficiente como para que le importes. Te escondes en tu caparazón intentando aislarte de todo, pero muy dentro de ti eres consciente de que ese caparazón es un lugar muy frío.

—Ahí dentro nadie puede hacerme daño — afirmó la morena sin demasiado entusiasmo.

—Si no corres el riesgo de que te hieran, vas a perderte el placer de que te amen. Es lo que implica vivir, en lugar de sólo existir.

—¿Cómo demonios me has metido ese topicazo? — gruñó Yulia — Estábamos hablando de la insoportable tía de Elena.

—Y tú estabas cabreada cuando has entrado por la puerta. Ahora estás tranquila. Es sorprendente lo que ocurre cuando te abres con alguien, ¿no?— Svetlana sonrió, ignorando la mirada de impotencia que la joven le dirigía —Bueno, así que quieres hablar de tu inquilina temporal.

—Inquilina del demonio — aclaró Yulia, recordando el hecho de que Elena solía llamarla así cuando empezaron a vivir juntas — Ya sabes que Elena es una obsesa del orden. Pues comparada con Valya, yo también. Te juro que es imposible entrar a una habitación sin que parezca que acaba de pasar un huracán. Por lo menos, con Elena sé dónde están las cosas. ¿Sabes que está usando mi taza?

—¿Quién está usando tu taza?

—Valya — Yulia se sentó y miró a Svetlana — Nadie usa esa taza excepto yo.

—¿Y sabía que era tuya?

—¿Cómo no lo iba a saber? —respondió ella. El que otra persona hubiese usado su taza era visto por Yulia como una afrenta personal y la calma con que Svetlana se tomaba el asunto ya le estaba fastidiando — Es la única que lleva mi nombre.

—No recuerdo haberla visto por allí —señaló Svetlana.

—Elena me la compró la semana pasada —dijo — ¿No te lo contó?

—Casi no hablamos desde lo de su madre — Tomando consciencia de dónde estaba, Sveta se enderezó y se aclaró la garganta — Has vuelto a meterte en el tema, Yulia.

—Ya, bueno, es que es difícil no hablar de la persona con la que paso la mayor parte del tiempo —se quejó la morena.

Considerando que había dejado clara su postura, volvió al tema que en realidad le importaba.

—Pues eso, que le importa un pito mi taza, e incluso muchas cosas de Elena. Utilizó esos jaboncitos con forma de flor del baño porque dijo que no le gustaba cómo olía el normal — En este punto, negó con la cabeza — Hace un montón de ruido y le importa un carajo lo que diga su sobrina.

—¿Sabes qué? — Esta vez, la terapeuta no fue capaz de contener una sonrisa — Creo recordar que hace como dos semanas tú estabas echando pestes por la boca sobre esos… y cito textualmente… putos jabones de Elena — Yulia se sonrojó levemente y bajó la cabeza en gesto de derrota.

—Ya, bueno, es que eso fue antes de que Elena me dijera dónde los había comprado y lo bien que se sentía al entrar al baño y olerlos — En este punto, Svetlana sonrió con deferencia, tal y como hacía siempre que Yulia llegaba por sí misma al punto que ella quería.

—La tolerancia y la comprensión marcan la diferencia. Tú eras incapaz de soportar ciertas cosas de convivir con otra persona, pero con el tiempo no sólo has aprendido a aceptar las diferencias, sino también a apreciarlas — Yulia no hizo ninguna objeción al respecto y se limitó a encogerse de hombros.

—Ella no está tan mal. Una vez que superas lo de la limpieza compulsiva, al menos. Hay que conocerla, eso es todo.

—Me da que mucha de la gente de ahí fuera cae en la misma categoría — dijo Svetlana — Hay personas que merecen la pena, si te tomas la molestia de abrir los ojos — El rostro de Yulia adquirió una mirada ausente y Svetlana esperó algunos segundos antes de aclararse la garganta con educación.

—Oh, perdona —dijo la morena — Estaba pensando en algo.

—Cuéntamelo — la animó Svetlana, abandonando el sofá y ocupando uno de los puffs para estar más cómoda, con las piernas en el suelo y la espalda recargada — A juzgar por tu cara, no era malo.

—Me estaba acordando de una vez, como hace tres años, en que salí a conducir por una carretera secundaria. Me paré en un mercadillo de esos que montan en los garajes. Parecía que habían sacado todo aquello de un vertedero — La cara de Yulia empezó a animarse a medida que se incorporaba para seguir con la historia — Tenían ventanas con los cristales rotos, lámparas que no funcionaban y cosas así. Si parecía basura, allí estaba. Así que empecé a echar un vistazo. No sé por qué. Nunca compro cosas de esas.

—Me gustan las ventas de garaje —dijo Svetlana — Uno nunca sabe qué se va a encontrar.

—Exacto — afirmó Yulia con entusiasmo — Bueno, pues detrás de todos esos chismes inútiles encontré una caja con un reloj, una navaja y varias herramientas. Estaba todo a cinco pavos y me dio buena espina, así que la compré. Fui llevando cada cosa a un montón de tiendas de antigüedades y me saqué casi cien pavos. Todavía conservaba algunas baratijas de madera hasta lo del incendio.

—Y la moraleja del cuento es… — preguntó Svetlana con tono juguetón.

—Que incluso la basura merece que le echen un segundo vistazo.

—Nunca se sabe dónde vas a encontrar un tesoro — concluyó la terapeuta. Tras mirar el reloj, Svetlana frunció el ceño — Bueno, ya vale de hablar de todo lo que se mueve sobre la Tierra. Creo que es hora de jugar un poco, ¿qué te parece?

—Lo mismo que la última vez —respondió Yulia, adoptando en seguida su faceta más desafiante. Tras recostarse contra el puff, se cruzó de brazos — Me parece una estupidez fingir algo que nunca sucederá.

—De eso se trata el fingir —explicó Svetlana con calma — Uno encuentra seguridad en poder gritarle a alguien con quien estás cabreado sin preocuparse de las repercusiones físicas — Aquella era una batalla eterna con Yulia: el conseguir que se sintiera lo bastante segura como para abrirse y dejar salir un poco de la rabia y el dolor que tenía dentro. A pesar de la actitud que mostraba en ese momento, Svetlana juzgó que valía la pena intentarlo.

—A mí me parece una estupidez — Refunfuñando al volumen exacto como para que Svetlana la oyera, fue hasta la colchoneta que había en una esquina de la estancia, justo detrás de los pufs — Bien, ¿a cuál de mis padres quieres que ponga a parir esta vez?

—¿A cuál te apetece gritarle? —replanteó la terapeuta, a tan solo unos pasos de su paciente.

—A ninguno, la verdad —dijo Yulia con tono aburrido — No se merecen ni el esfuerzo.

—¿A ninguno?— Yulia asintió.

—Me importan una mierda los dos. Que se vayan al infierno.

—¿Por qué?

—Ya sabes por qué. Por lo que me hicieron — Yulia comenzó a ponerse nerviosa y empezó a darle pataditas al borde de la colchoneta con la mandíbula apretada — Ella era una inútil.

—¿Por qué crees que tu madre era una inútil para ti? —Svetlana mantuvo la distancia, pero se colocó en un punto en que pudiera mirar de frente a la joven — Díselo, Yulia.

—No le importaba nada.

—¿Por qué? Díselo — la urgió Svetlana, manteniendo un tono calmado — Yo soy tu madre, Yulia. Dime qué hice para molestarte tanto — La respiración de Yulia pareció crisparse, al igual que sus movimientos, y empezó a caminar de un lado a otro.

—No nos esperaba en la parada del autobús como hacían otras madres. No nos hacía el almuerzo y teníamos que comernos el que daban gratis en la escuela. Todos sabían que era para niños pobres.

—¿Qué más?— Un gemido ahogado escapó de los labios de Yulia.

—¿Qué más? ¿De verdad quieres saberlo? — Fue hasta Svetlana hasta quedar cara a cara con ella, sintiendo que la mujer retrocedía levemente — ¿Qué te parece no ocuparse de coserme la ropa antes de ir a la escuela? ¿Y no hacernos una cena que no viniese en una bandeja de metal? ¡La odiaba! — exclamó antes de dar media vuelta e ir hasta donde colgaba el saco de boxeo, de espaldas a Svetlana — ¿Tanto te costaba hacer una puta comida decente de vez en cuando? — El puño derecho de la ojiazul impactó con fuerza contra el saco — ¿Tanto te costaba aparecer en una reunión del colegio? — Un golpe seco reverberó en la habitación cuando Yulia golpeó de nuevo — ¿Por qué no le abandonaste? ¿Tan poco te importábamos?— Svetlana se sentó con las piernas cruzadas sobre la colchoneta, dejando que Yulia desfogara a gusto toda su frustración y sus demandas sobre el saco.

Estremeciéndose tras un golpe particularmente fuerte, se hizo una nota mental de ofrecerle los guantes para la siguiente sesión. La joven, cuyo derecho a ser oída le había sido negado tanto tiempo, rugía su venganza, contando a gritos las injusticias que había sufrido a cualquiera que quisiera escuchar.

El ataque de ira de Yulia duró un buen rato, tras el cual se dejó caer de rodillas agarrándose la cabeza. Svetlana cogió varios pañuelos de papel y cruzó la colchoneta a toda prisa, alcanzando a la chica justo cuando comenzaba a llorar.

—¿Por qué? — Yulia se sorbió la nariz, abrazándose con indefensión — No entiendo por qué — Svetlana puso sus manos sobre los hombros de la pequeña y los apretó levemente.

—Tal vez nunca entiendas por qué tu madre hizo lo que hizo, Yulia, pero en un momento dado tendrás que aceptar que no puedes cambiar lo que pasó.

—No puedo hacerlo, ¿verdad? — susurró la joven al tiempo que cogía un pañuelo y se limpiaba la cara — Pero eso no implica que duela menos.

—Es cierto. No lo hace —dijo Svetlana con suavidad — Pero cuando uno aprende a aceptarlo y sigue adelante, el dolor va desapareciendo. Tú eres una mujer fuerte, Yulia. Puedes superar esto.

—A mí no me lo parece —dijo con un hilo de voz — Yo… siento que el dolor nunca desaparecerá — Las lágrimas y los sollozos comenzaron a ceder levemente. Avergonzada por semejante despliegue de emociones, la morena tomó otro pañuelo y miró cara a cara a la mujer — ¿Así es como sabes que la cosa funciona, Doc?

—Los psicólogos tienen que cubrir una cuota diaria de pacientes a los que deben hacer llorar —bromeó Svetlana — ¿Qué puedo decir? Iba con retraso.

—El espectáculo que te acabo de montar debería valerte para varias semanas — respondió, respaldando el comentario con una leve sonrisa. Ya confiando en controlar sus sentimientos, se levantó y fue hacia el sillón reclinable. Svetlana, por su parte, permaneció sobre la colchoneta y se giró para quedar cara a cara con la paciente.

—¿Qué sientes en este momento?

—Estoy bien — contestó automáticamente.

—No te he preguntado que cómo te sientes. Te he preguntado qué sientes. Lo de “bien” no cuela. Inténtalo otra vez — Yulia traspasó a la terapeuta con la mirada, pero el efecto se vio mermado por el enrojecimiento de sus ojos y su aire demacrado. Encogiéndose de hombros, trató de encontrar las palabras que se arremolinaban en su interior.

—No sé. Vacía, supongo.

—No lo dudo —dijo Svetlana con dulzura — Pero me da que ahí dentro debe haber algo más de lo que dices — Asintiendo con renuencia, Yulia le dirigió una media sonrisa.

—Supongo que por eso eres la terapeuta, ¿eh, Doc? —Con un suspiro, intentó aclarar un poco más sus ideas — A veces me pregunto qué estará haciendo, si es que no le abandonó. Cuando era pequeña, siempre pensaba que entonces todo iría bien — Ahogó una carcajada — Sueños de niños.

—Ya no eres una niña.

—Todo esto es absurdo. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué la odio en un momento y luego me pregunto cómo estará?

—A lo mejor no es odio lo que sentías. La gente va a decepcionarte. Eso es un hecho. Cuando lo hace un amigo o un conocido es una cosa, pero cuando se trata de alguien más cercano, resulta muy difícil de aceptar — Yulia miró a Svetlana con aire pensativo y asintió.

—Esto no va a ser fácil, Doc.

—Ya te he dicho que crecer no es fácil —dijo Svetlana — Y te guste o no, vas a tener que recorrer el camino con ayuda. No tengas miedo de pedirla cuando lo necesites.

—Eh, oye —dijo Yulia mirando el reloj — Nos hemos pasado de hora.

—A veces pasa — contestó Svetlana poniéndose en pie — Esta vida no siempre se ajusta a los horarios — Yulia iba a levantarse también, pero se detuvo al ver el gesto negativo de la terapeuta — Aún no. Hay que cerrar la sesión antes de que te vayas.

—Ah, genial — dijo sin demasiado entusiasmo — Me encanta eso de los cierres.

—Lo sé — afirmó Svetlana volviendo al sofá — Es tu parte preferida después de lo del abrazo, ¿a que sí?

—Sí, no puedo decidirme entre las dos — afirmó con acritud — Y después de esto voy a tener que ir a la tienda a comprar crema, porque a Valya no le gusta el café con leche.

—Considerando cómo estabas cuando has entrado por la puerta, seguro que se alegrará que hayas venido aquí primero.

—Ya, bueno… — Yulia se encogió de hombros — Me las arreglaré.

—Tolerancia y paciencia, Yulia. Recuérdalo — Svetlana se recostó y agarró su carpeta — Bueno, vamos a cerrar esto para irnos a casa.


CONTINUARÁ....


Wink Wink Wink
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 2/28/2021, 2:56 pm

Capítulo Treinta y Cuatro

A Yulia no le hizo falta abrir la puerta para identificar la música que aporreaba las paredes. El hecho de que el Jeep no estuviera aparcado fuera, sólo podía significar una cosa: Valya estaba sola en casa y ella tenía que entretenerla hasta que Elena regresara. Con un profundo suspiro, giró el pomo y entró.

Elena parecía llevar fuera un buen rato a juzgar por el escenario, digno de un desastre natural, que se le presentó. Valya estaba tirada sobre el sofá con el mando a distancia en una mano y el teléfono en la otra. La mesita del café estaba enterrada bajo un montón de envolturas de chicle y otros papeles. Al verlo, Yulia se fue directamente a la cocina para no oír la conversación telefónica de la mujer.

Seguro que es de larga distancia, pensó mientras metía la crema en la nevera. Una caja de seis cervezas casi vacía captó su atención.

Espera, espera… yo tenía cuatro de esas cuando me fui a trabajar esta mañana.

Con renovado mal humor, agarró la botella que quedaba y cerró la puerta con fuerza.

—Ah, ahí estás —exclamó Valya desde la puerta — Te he visto entrar, pero estaba al teléfono. ¿Te has acordado de traerme la crema?

—Está en la nevera —respondió acodándose en el mostrador y llevándose la botella a los labios — Y por cierto, la cerveza que te has bebido era mía.

—¿En serio? Vaya, perdona por no preguntarte. Di por hecho que me la podía tomar — Sin el sombrero, el cabello plateado de Valya se erguía casi de forma vertical sobre su cabeza y Yulia se preguntó para sí si le habría llevado una foto de Phyllis Diller al peluquero.

—Supongo que no podías saberlo si nadie te lo dice — convino la morena a regañadientes — Casi todo lo que hay en la nevera es comunitario, excepto la cerveza y esas cosas de nueces que le gustan a Elena.

—Y dime, ¿qué tal te ha ido hoy? — preguntó Valya, cruzando la habitación y acomodándose frente a la mesa de la cocina.

—Normal. Ya hemos terminado con los muros del segundo piso.

—Me vas a perdonar, pero creo que estás demasiado buena como para andar jugando a Rosie la Remachadora. Podrías ser modelo — Yulia echó otro trago sin ninguna intención de abandonar el mostrador.

—La belleza se acaba tarde o temprano. Además, yo no remacho nada. Le pongo cemento a las estructuras. Toda una habilidad en la industria de la construcción.

—A mí me parece un poco de marimacho.

No te he pedido tu opinión, pensó Yulia para sí.

—En fin… ¿Dónde ha ido Elena?

—A ver a su madre. Yo estuve esta mañana, pero Inessa tenía esa actitud post menopáusica tan suya que le impide mantener una conversación normal.

—Por lo menos se encuentra mejor y has podido entrar a verla otra vez.

—Bah —Valya hizo un gesto despreciativo con la mano — No va a enterrar el hacha de guerra tan fácilmente, y yo tampoco. Debí haber llamado simplemente para ver cómo estaba, pero me apetecía tomarme unas vacaciones.

—Bueno, estoy segura de que tu hermana te agradece el que hayas venido a verla desde tan lejos — Levantando la botella una vez más, se sorprendió al encontrarla vacía. Sabía que tenía que comprar más en la tienda.

—¿Agradecérmelo? Por favor — Valya hizo una mueca de disgusto — Esa mujer no me ha dado las gracias por nada en su vida.

—Yo no conozco a la Sra. Katina lo suficiente como para decir nada, pero daría mi brazo derecho por saber dónde está mi hermana ahora mismo — Dándose cuenta de que había hablado de más, dejó la botella en el mostrador y abrió la nevera — Será mejor que vaya haciendo la cena.

—¿No sabes dónde está tu hermana? — preguntó Valya — ¿Se pelearon o algo así?— Yulia negó con la cabeza.

—No. Daryna se escapó de casa cuando era adolescente. No la he visto desde entonces —Tras sacar las sobras de pollo y dejarlas en la encimera, Yulia se quedó pensativa un momento antes de volverse hacia Valya — Oye, ya sé que no es asunto mío, pero la Sra. Katina es tu hermana. ¿Es que no te importa cómo esté?

—Pues claro que sí —dijo Valya con tono cortante — Esa no es la cuestión.

—¿Y cuál es la cuestión? — preguntó suspirando — ¿Tan importante es si no ha terminado de pagar la casa o que sus ideas políticas no sean las mismas que las tuyas? Tú elegiste una vida de fiestas y multitudes. Viajar es tu mundo. Ella eligió una familia y ese es su mundo. ¿Es que no puedes aceptar que son diferentes y ya está? — Sacó una sartén del estante bajo el mostrador y la soltó con un fuerte golpe — ¿Crees que no tiene miedo de estar en ese hospital sabiendo que se habría muerto si su hijo no hubiera estado en casa ese día? — La bandeja y el pollo fueron a dar sobre el fogón sin demasiados miramientos — ¿Te parece que Elena no está preocupada por su madre? Lo que menos necesita ahora es llegar a casa y oírte machacar los mismos temas una y otra vez. ¿Qué demonios importa quién lleva o no lleva razón?

—No sabía que te afectara tanto — dijo Valya, con una voz un poco más sumisa — Normalmente saludas a Elena y te vas arriba.

—Ya, bueno, yo no soy de la familia e intento mantenerme al margen a no ser que Elena necesite hablar.

—Por no mencionar cierto olor a hierba que sale de tu habitación — Yulia se sonrojó levemente.

—Ah, ya… bueno…

—Había pensado preguntarte sobre eso. Se me olvidó echar la mía en la maleta cuando vine.

—Oh — Captando la indirecta, asintió — Sólo puedo fumar hierba en mi habitación. Con los cigarrillos no hay problema. A Elena le preocupa que los vecinos me vean encendiendo un porro.

—Pues es una buena forma de trabar amistad con los vecinos — dijo la mujer — Los míos suelen venir para que les dé un poco.

—Nunca me hubiera imaginado que fumas — dijo sintiendo que la mujer empezaba a disiparse. Se inclinó contra el mostrador, resistiéndose a la tentación de ir a sentarse con la tía de Elena en la mesa.

—Si me comparas con mi sobrina, supongo que soy lo que se dice una rebelde. Iba mucho a las discotecas en los setenta, pero estoy segura de que Elena no lo sabe. Su madre la aislaba de aquel “sórdido” modo de vida, como solía llamarlo — Valya le quitó importancia al asunto con un ademán — Ven a sentarte conmigo. No me gusta hablarle a las paredes — Yulia dudó un momento y luego cedió, colocándose justo al otro lado de la mujer — Eso está mejor. Tengo que admitir que no te pareces nada a las otras novias de Elena.

—No somos novias —le recordó la pelinegra.

—Bueno, digamos amigas mujeres, no de amantes lesbianas — aclaró Valya — Aunque tengo que admitir que Elena debió echarle muchos cojones cuando salió del armario con su madre.

—Elena es muy valiente —convino Yulia.

—Nunca se lo dije, pero me siento orgullosa de que se mantuviera firme en ese aspecto y no dejara que su madre la llevara a un psicólogo — Una sonrisa malévola cruzó los labios de la mujer — Debo confesar que yo he estado tentada de cruzarme de acera una o dos veces. ¿Te acuerdas de la serie aquella que se llamaba Wagon Wheel? Podría contarte un par de cosas de la actriz que hacía de Carol.

La referencia se abrió paso en la mente de Yulia. Aunque sólo recordaba la serie vagamente de cuando era pequeña, el significado estaba claro.

—¿Entonces eres bisexual?

—Supongo. Llevo muchos años sin estar con una mujer, pero nunca es tarde. ¿Y tú qué?—

—Yo soy hetero —contestó Yulia.

—Ya veo. ¿Hay algún hombre en tu vida? Conozco a un chicarrón que está como un queso y se moriría por andar con un bombón exquisito como tú — Yulia rió con ganas y negó con la cabeza.

—Creo que paso. Ahora mismo no busco una relación.

—Lástima. ¿Por una ruptura fea?

—No — Como era su costumbre, Yulia bajó la vista hacia la mesa para hablar sobre sí misma — Nunca he tenido una relación estable.

—Una auténtica lástima. Eres joven, pero, ¿No te parece que ya es hora de ir buscando a alguien con quien compartir tu vida? — Valya extendió la mano y palmeó la de Yulia — Hazle caso a este carcamal, querida. No hay cosa más triste que no tener a nadie a quien amar cuando vuelves a casa. Personalmente, creo que te estás limitando con eso de no buscar en el otro lado de la valla. Mi sobrina es una joya, ¿sabes? Escritora de éxito, con carrera… y no está nada mal, ¿eh?— Yulia advirtió el gesto de complicidad de Valya y sonrió.

—No, para nada. Elena es una persona muy agradable, pero no hay nada de eso entre nosotras. Además, no soy su tipo.

—Pues no sé qué decirte, querida. Mi sobrinita parece pensar otra cosa.

—¿Qué ha dicho sobre mí?

—Ah, tienes curiosidad, ¿eh? — preguntó Valya con aire interesante — Te diré lo que vamos a hacer. Aún quedan como veinte minutos para la cena, ¿no?

—Sí, por lo menos.

—Si me das una calada o dos, a lo mejor me animo a revelarte cierta información confidencial — Yulia no necesitó que se lo repitiera.

—Vamos.

[…]

Elena se sentía agotada para cuando apagó el motor, aunque ver el ya familiar Omni allí aparcado le levantó un poco el ánimo. Eso significaba que Yulia estaba en casa y, probablemente, que su tía habría decidido irse a dormir temprano.

Recordando la bolsa colmada de productos de limpieza que llevaba en el asiento trasero, la cogió y se dirigió a la puerta. Tras dejar la bolsa en la mesa de la entrada, advirtió con cierta extrañeza que ninguna de las dos estaba en el piso de abajo. Lo que no le sorprendió tanto, por desgracia, fue el desbarajuste que reinaba en la sala de estar. La cocina tenía mejor aspecto. Los platos estaban limpios y secándose, aunque juzgó que la autora de tan magnánimo gesto había sido su compañera de piso, puesto que el colador yacía en el extremo opuesto del fregadero. Elena se dio unos minutos para reacomodar todos los utensilios de cocina antes de subir la escalera.

—¿Hola? — exclamó la pelirroja al oír voces a medio camino del piso superior.

—Estamos aquí —respondió Yulia. Elena no pudo evitar enarcar las cejas ante este nuevo cambio de rutina. Su tía Valya y Yulia estaban juntas en la misma habitación y, a juzgar por los sonidos que provenían del interior, se lo estaban pasando bien.

El aroma dulzón que salía de debajo de la puerta le aclaró el motivo. Al abrir, lo primero que vio fue una montaña de ropa sucia, unos vaqueros arrojados sin ningún cuidado en el respaldo de la silla naranja y las botas de trabajo de Yulia tal cual habían caído al quitárselas de dos patadas. La pelinegra estaba cómodamente tumbada en la cama y Valya ocupaba la silla con los pies en alto.

—Hola —dijo Yulia — ¿Cómo está tu madre?

—Hola, calabacita — saludó a su vez Valya — Ven a sentarte y nos cuentas.

—No te preocupes por la ropa — le advirtió la joven — Pasa por encima y ya está.

—O también podría alquilar una excavadora — respondió Elena con acritud. Evitó pisar la ropa sucia y fue hasta la cama, sentándose con las piernas cruzadas en la esquina más cercana a la puerta del balcón. Entonces, dirigió una mirada a su tía y luego a Yulia — Ya veo que encontraron algo en común — afirmó con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre lo que opinaba al respecto.

—Te pareces demasiado a tu madre — Valya frunció el ceño y tomó la pipa de las manos de Yulia — Y bien, ¿cómo está?

—Cien veces mejor que cuando la ingresaron — dijo Elena — Si todo va bien esta noche, a lo mejor le dan el alta mañana por la mañana.

—¿A qué hora vas a ir a verla? —preguntó Valya.

—Quiero llegar allí como a las nueve o las diez.

—Voy contigo — dijo su tía, extendiendo la mano para que Yulia le diera el encendedor. Elena observó cómo su tía de cincuenta años le daba una calada a la pipa y pensó para sí que debía haberla poseído algún bicho de la Dimensión Desconocida.

Lena aún se sentía incómoda al ver a Yulia fumando, pero lo de su tía era harina de otro costal.

—Em… ¿Tía Valya?

—Dime, calabacita — Valya parecía estar viéndola, pero tenía los ojos levemente cerrados. Al parecer, llevaba ya un buen rato en aquella habitación.

—¿Te importaría no fumar… eso delante de mí? Se me hace un poco raro.

—Tengo una idea — dijo Yulia recogiendo su pipa y dejándola sobre el cenicero — Voy a por un cigarrillo. ¿Por qué no salimos al balcón? Elena se va a asfixiar aquí dentro.

—Excelente, querida — Valya se puso en pie un tanto precariamente, se enderezó y fue hacia la puerta corredera.

—¿Y de qué han estado hablando? — preguntó Elena a Yulia, procurando quedarse atrás.

—Ah, toda clase de cosas — le respondió la joven — De hermanas, familias, libertad… y de ti, claro.

—¿De mí?

—Bueno… — Los ojos de Yulia adquirieron un brillo travieso — Tú eres lo principal que tenemos en común. Y por cierto, ¿lo de saltar barriles con la bicicleta? Mala idea.

—¿Te ha contado eso? — Elena estaba conmocionada puesto que esa era una de las anécdotas que más la avergonzaban, en especial cuando el comandante de la base llamó a su padre para contarle que ella había estado jugando en un área no autorizada.

—Me ha contado un montón de cosas — dijo la morena con tono juguetón. Valya no había tardado mucho en entonarse, regalándole una tremenda retahíla de los momentos más embarazosos de la niñez de Elena — Como esa vez que fuiste a visitarla y te perdiste en el metro.

—Fue ella la que me dijo que me quedara en la línea roja — refunfuñó mientras salían al balcón — Así que ahora tienes por hobby hablar de mí, ¿eh?

—Tienes suerte de que se me olvidara echar los álbumes de fotos a la maleta — dijo Valya — ¿Te acuerdas de aquel verano que fuimos de acampada? ¿Cuándo vinieron tus primos?— En ese momento, Elena sintió un gran alivio de que la oscuridad que les rodeaba ocultara el rubor que sin duda teñía su rostro.

—Sí, me acuerdo. ¿Podemos cambiar de tema?

—Ah, es mucho más divertido meternos contigo — dijo Yulia recostándose en su silla y apoyando los pies sobre el barandal — A ver, Valya, me estabas contando la primera vez que Elena se emborrachó.

—Oh, no — gruñó el sujeto en cuestión — ¿Y todavía te preguntas por qué no suelo beber? Basta con que una tía te lleve a tu primera borrachera.

—Te pasaste todo el rato abrazada a una diosa de porcelana, ¿no? — la picó Yulia.

—Fue su mejor amiga aquella noche — añadió Valya con tono divertido — Y también a la mañana siguiente.

—Pero apuesto a que tú tienes más confianza con esa diosa en particular que yo — dijo Elena devolviéndole la broma.

—Ahí me has pillado, colega — La única bombilla del muelle trasero aportaba escasa iluminación, pero lo bastante como para que Elena viera la pantomima de Yulia como de haber recibido un disparo en el pecho — Sin embargo, yo nunca he intentado bajar a gatas unas escaleras.

—No se te olvida nada, ¿verdad, tía Valya?

—De hecho, casi nada, calabacita — contestó, disfrutando de lo lindo. Yulia y ella tenían unos cigarrillos encendidos y la mujer le dio al suyo una buena calada antes de seguir vacilando a su sobrina —Tendrías que haberla visto, Yulia. No paraba de hablar con la barandilla — La amigable charla siguió durante más o menos una hora, aunque Elena dejó de sentirse avergonzada después de aquella última anécdota. Por fin, tras varios bostezos, quedó patente la necesidad de dar por terminada la velada y Valya se retiró a la habitación de Elena, misma que ocupaba desde que llegó. Elena siguió a Yulia adentro, sorteando unos pantalones cortos que había tirados junto a la puerta.

—¿Cómo puedes vivir en medio de este desastre? — preguntó la escritora.

—Sé perfectamente dónde está cada cosa. Es un desastre organizado —dijo Yulia dejándose caer en la cama y apoyando la espalda contra el cabecero — Y dime, ¿ya te has hartado o te sientes de humor para hacerme una visita de vez en cuando?— Desde la llegada de Valya, había pasado la mayor parte de las tardes en el piso de abajo, por lo que las dos amigas no habían tenido muchas ocasiones de sentarse a charlar, y Elena se descubrió echando de menos esos ratos.

—Está bien, pero si me prometes que sólo fumarás cigarrillos.

—Trato hecho — convino alegremente al tiempo que daba un golpe en el brazo de su silla naranja — Siéntate y relájate.

—Veo que esta noche estás de buen humor — apuntó la escritora, sentándose a continuación — Todavía no me puedo creer que tú y mi tía Valya se hayan hecho buenas migas, y menos que hayan estado fumando hierba.

—La verdad es que me dejó pasmada cuando me preguntó si tenía un poco — dijo ahuecando una almohada antes de ponérsela en la espalda — Pero una vez que se me pasó el cabreo, me di cuenta de que no está tan mal. Un poco rara, pero simpática.

—No te ha contado su teoría sobre los alienígenas y los laboratorios secretos que tienen escondidos en el desierto, según veo.

—Ah, lo estoy deseando. Me ha dicho lo de su primo, el que tiene un espectáculo de travestis en Samara.

—Ya te habrás dado cuenta de que no todos a los que llama primos lo son en realidad — le explicó Elena — Creo que la mayoría son hijos de sus amigos, y a ella le encanta jugar a la tía rica con ellos.

—Ya… A mí no me hubiera importado tener una tía rica cuando era pequeña.

—Bueno, no estaba mal, pero nunca me interesó su dinero. Ir a verla era como estar en un parque de atracciones gigante. Nunca se sabía lo que iba a hacer, pero era divertido — Sin pensarlo, Lena se quitó las zapatillas y subió los pies a la cama de Yulia — Créeme, hay un límite para lo que una persona puede divertirse en cierto tiempo, dejando aparte el bajar gateando una escalera — Se inclinó hacia delante y le dio a Yulia una palmada en la pierna — Eh, me ha llegado un cheque esta mañana. ¿Qué te parece si salimos a cenar después de que salgas del trabajo mañana?

—¿Y qué hacemos con Valya?

—Se la apalancaré a Aleksandr. Seguro que le encantará contarle todos sus chismorreos — La mente creativa de la escritora trabajó durante un momento antes de idear el escenario perfecto para su plan — Le comeré el tarro con el rollo de que a mi hermano le encantaría pasar la tarde con ella antes de irse a la Universidad.

—Estoy segura de que le va a encantar —dijo Yulia.

—¿Sabes que fue ella quien me compró mi primer coche cuando acabé el instituto? Era de segunda mano, pero no estaba oxidado y llevaba pocos kilómetros. Un "cinco puertas" muy útil para moverme por el campus.

—Mi primer coche es el mismo que tengo ahora — dijo Yulia haciendo un gesto hacia el aparcamiento — Fui tirando de lo que me devolvía Hacienda e hice pagos trimestrales para conseguir ese montón de chatarra. Lo tengo desde hace casi un año.

—Y seguro que lo valoras más de lo que yo valoraba mi Ford. No llevar cadenas en mitad de una tormenta y mi falta de experiencia lo llevaron al desguace en menos de cuatro meses.

—Oh, vaya mierda — Elena sonrió al escuchar la frase malsonante de su amiga, pero al final asintió.

—Supongo que depende de cómo lo mires. El seguro me dio el dinero que necesitaba para comprarme los libros, así que no tuve que pedirles prestado a papá y a mamá cuando quedaba tan poco para Navidad. En cualquier caso, ahorré lo que me sobró y empecé a dar clases particulares para comprarme otro coche.

—Apuesto a que tuviste más cuidado con ese —aventuró Yulia.

—Pues sí — admitió Elena por su parte — Me duró hasta el último año de carrera — Acto seguido, frunció el ceño tratando de recordar cómo se habían desviado tanto del tema. Claro que, con Yulia, cualquier conversación era una montaña rusa — Ah, la cena.

—Sí. ¿Adónde habías pensado ir? Hay uno muy barato como a kilómetro y medio del hospital. Ya sabes, ése con los cristales ahumados — Elena hizo una mueca.

—¿Y si vamos a un sitio donde la mitad del plato no sea grasa?

—¿Estás bromeando? Es el mejor sitio. Hacen unas costillas buenísim… — Yulia pareció replantearse la idea un momento — Ah, cierto, que tú no comes carne roja. Pero también tienen marisco.

—Sin duda empapado y nadando en aceite — respondió — Hay un italiano cerca del centro comercial.

—¿Y comida china? — propuso la morena ignorando el comentario de su compañera de piso.

—Siempre me atasco cuando voy a un chino. ¿Qué tal el sitio nuevo de la Quinta?

—Demasiado caro. Mihail sólo ha podido darme unas cuantas horas extra esta semana — La morena suspiró y alcanzó sus cigarrillos — Es como cuando empezamos a vivir juntas. No nos ponemos de acuerdo en nada — Lena no pudo evitar sonreír.

—Ya… Pero hemos mejorado mucho desde entonces. Llevo semanas sin recoger la toalla del suelo del baño. Y hablando del baño…

—Yo no he sido — afirmó Yulia antes de oír el final de la frase.

—Mala conciencia, ¿eh? — bromeó la pelirroja — Ya sé que tía Valya usó mis jabones, pero me ha dicho que no ha comprado los nuevos. Así que, ¿de dónde han salido?

—¿El hada del jabón?

—Me da que soy un poco mayor para creer en hadas, Yulia. Sin embargo, sí creo que hay por aquí una compañera de piso que ha tenido un detalle maravilloso — Yulia sonrió al escuchar palabras como aquellas, a las que definitivamente no estaba acostumbrada.

—Es que echaba de menos el olor.

—Para eso existen los ambientadores — puntualizó Lena — A mí no me la das. Te lo agradezco mucho. Son incluso más bonitos que los que tenía antes — La pelinegra sonrió de nuevo y apagó su cigarrillo.

—¿Cómo hemos acabado hablando de esto? Estábamos con la cena.

—Yo he sugerido el restaurante de la Quinta —retomó Elena.

—Y yo he dicho que es demasiado caro.

—La mayoría de las cenas cuestan menos de veinte rublos, Yulia. Además, voy a invitar yo porque el cheque ha sido de un poco más de lo que esperaba. ¿O es que te creías que iba a invitarte a cenar y dejarte pagar después? — Negó con la cabeza — No soy tan mala en las citas.

—Ya, bueno, es que la última vez que alguien quiso pagarme la cena lo hizo esperando algo a cambio —Yulia sonrió — Pero dado que no tienes nada que hacer conmigo, acepto.

—Oh, por favor. Verte a ti y a tía Valya llevándose tan bien vale más que una simple cena. ¿De qué estuvieron hablando aquí dentro?— En ese momento, Elena se puso a recoger un poco de ceniza que había caído sobre la mesita de noche, así como un montón de paquetes de tabaco arrugados. Yulia, por su parte, le lanzó una sonrisa traviesa.

—¿Aparte de intentar decidir qué es mejor, si el papel o la pipa? — Su cara cambió de pronto al darse cuenta de lo que Elena pretendía hacer — Oye, deja mi basura en paz — la pelirroja abrió las manos para que la joven le quitara lo que había estado recogiendo.

—Sólo quería ayudar —dijo la escritora.

—Ya, ayudar a limpiar — afirmó Yulia tirando los paquetes y todo lo demás a la papelera, ya de por sí llena a rebosar — Esta es mi habitación. Puedo tenerla tan sucia como quiera.

—Hay una diferencia entre el desorden y que parezca una zona de guerra.

—Pero es mi zona de guerra — puntualizó la pelinegra con orgullo — Si yo no voy a ponerte tu cuarto hecho un desastre, tú no puedes venir a limpiar el mío. Me porto bien en el resto de la casa.
Elena se sacudió las manos en los pantalones antes de entrelazarlas para resistirse a la tentación de recoger el paquete que había caído fuera de la papelera.

—Tienes razón.

—No es que esté estropeando las paredes o la alfombra. Sólo está…

—Desordenada —aventuró la escritora.

—Desordenada, sí, eso suena bien — Yulia sonrió — Claro que decir que yo soy un poco desordenada es como decir que en Soshi sólo nieva un poco en invierno —Ambas mujeres se echaron a reír, continuando las bromas sobre sus respectivas manías un poco más.

—Entonces, aparte de qué es mejor, si el papel o la pipa… y no, no quiero saber la respuesta… — dijo Elena —, ¿de qué más estuvieron hablando?

—De hermanas — afirmó Yulia encogiéndose de hombros — Le he dicho que debería preocuparse más por el estado de salud de su hermana y menos por si ha terminado de pagar las letras de la casa.

—¿Le has hablado de Daryna?

—Un poco. Le he dicho que llevamos mucho tiempo separadas y que aunque estuviera viviendo en una caja, querría verla y pasar tiempo con ella.

—Así que por eso ha dicho que quiere ir a ver a mamá mañana — dijo Elena — Me tenía intrigada con semejante cambio de idea — A continuación, miró a Yulia con aire pensativo — Supongo que algunas veces todos necesitamos que nos recuerden qué es lo verdaderamente importante.

—No sé. Supongo — Se encogió de hombros y levantó las rodillas, dejando descansar allí sus brazos, sin dejar de recostarse contra el cabecero de la cama. Una triste mirada melancólica cruzó su rostro en ese momento.

—¿Cómo te ha ido hoy con Svetlana? — le preguntó Elena al darse cuenta del día que era. Yulia solía ponerse en plan solitario después de sus sesiones y pensó que tal vez aquélla sería otra de esas noches en que su compañera necesitaba quedarse despierta y hablar.

—Bien, supongo — Yulia meneó la cabeza, como dándose cuenta del aspecto que debía tener en aquel momento, y aplastó su cigarrillo contra el cenicero — No es nada.

—¿Segura? A mí me parece algo.

—Estuvimos hablando un rato sobre mi madre — Yulia bajó la mirada — Y te aseguro que no ha sido uno de mis mejores momentos en esa oficina — Lena permaneció en silencio, a sabiendas de que su papel era escuchar sin interrupciones — Doc me metió en ese juego estúpido en el que se supone que le gritas a tus padres — La escritora asintió, comprendiendo de qué hablaba aunque nunca hubiera estado presente. Entonces, Yulia siguió hablando con la mirada perdida — ¿Sabes qué es lo más raro? Que por mucho que pienso que la odio, una parte de mí sigue preocupándose por ella — Alargó la mano como para agarrar una pelusa imaginaria encima de la manta — ¿Te acuerdas de lo mal que estabas cuando te llamaron para decirte que tu madre estaba enferma? Yo quisiera que la mía me hubiera importado lo suficiente como para reaccionar igual, pero adivina qué — Lanzó una leve carcajada y meneó la cabeza —Si recibiera esa llamada hoy mismo… iría.

—Me da que esta conversación se merece una taza de té — dijo Elena, consciente de que aquello era lo suficientemente serio como para atajarlo — Vamos a bajar al sofá, poner la tele de fondo y hablar.

—Elena… ¿Crees que es posible querer y odiar a alguien al mismo tiempo?— Tras aspirar profundamente, Lena se planteó la respuesta con seriedad.

—Creo que podemos odiar las cosas que ha hecho una persona a la que amamos. Y creo que hay gente a la que nunca se podrá amar — dijo, pensando en el padre de Yulia — Lo mejor que podemos hacer es que nos sean indiferentes. No me gusta gastar mi energía en odiar a alguien. Si me han herido hasta el punto de que no puedo perdonarles o volver a confiar en ellos, les borro de mi vida y sigo adelante — Elena se puso en pie y extendió su mano — Venga, vamos abajo. Si te portas bien, a lo mejor me acuerdo de dónde tenía escondida una caja de malvaviscos y el chocolate — aventuró, sabiendo de antemano que Yulia no era muy afecta al té.

Con el transcurso de las horas y la conversación, ninguna de las dos se dio cuenta del momento en que la puerta de la habitación de Elena se abrió a medias o de cómo la acústica de la casa transportaba sus voces hasta el piso de arriba.

Si alguna se hubiera molestado en mirar, hubieran visto a Valya sentada junto a la puerta, con la luz de la luna reflejándose en su cabello plateado.

[…]

—¿Dónde tiene la bandeja de servir? — preguntó la pelirroja antes de abrir uno de los estantes y cerrarlo de nuevo. Al parecer, su madre había reacomodado la cocina después de que ella se fuera de casa.

—Creo que está en el de encima de la nevera — dijo Aleksandr, reclinándose sobre la barra americana que separaba la cocina de la sala. A continuación, cogió un trozo de queso y se lo llevó a la boca.

—Deja ya de comer —le amonestó su hermana — Se me había olvidado que pareces un ratón.

—¿Qué puedo decir? Adoro el queso —dijo, comiéndose otro pedazo.

—Pues a los demás también, y me gustaría que quedara algo cuando nos sentemos a la mesa —Elena encontró la bandeja sobre la nevera y acomodó encima las tazas y la tetera— ¿Me puedo fiar de que saques eso sin comer nada más?

—No — afirmó él con tono divertido, antes de echarse otro trozo a la boca y encaminarse hacia la otra habitación.

Elena meneó la cabeza y volvió a comprobar el equilibrio de la bandeja. La porcelana china de su madre, esa que nunca abandonaba el armario, lucía esplendorosamente en sus manos y lo último que deseaba era cuartear o romper alguna pieza. Asegurándose de que las tazas estaban seguras, levantó la bandeja con sumo cuidado y cruzó la puerta abatible.

—Aquí viene el té —anunció.

—Excelente, cariño — dijo la madre de Elena — Déjalo aquí.

Inessa Katina estaba sentada en una silla de terciopelo rojo mientras su hermana ocupaba otra igual, de espaldas al fuego de la chimenea. Aleksandr permaneció de pie junto a una de las mesas laterales, disfrutando de lo lindo con el queso y las galletas. Elena, por su parte, dejó la bandeja y empezó a llenar las delicadas tazas de color blanco y dorado.

—Y bien, ¿qué te dijo el médico? —preguntó Inessa a Valya, reiniciando la conversación que tenían antes de que Elena llegara con el té.

—Que madre debía quedarse bajo techo y no estar con nadie que tuviera la gripe. Ya ves tú, en un asilo de ancianos.

—Pero si ha tenido una mala reacción a la gripe, ¿qué otra cosa pueden hacer? —preguntó Valya, tomando la taza de té y el plato que Elena le alargaba.

—Siempre podemos traérnosla a casa — dijo Valya. Elena, que había estado atenta a la conversación, enarcó las cejas y meneó la cabeza.

—¿Y dónde piensas ponerla? La abuela no puede quedarse aquí. No hay nadie que la cuide — La escritora se dio cuenta de su error al recibir una mirada taladrante por parte de su madre.

—Me las apañé perfectamente contigo y con tu hermano desde que llevan pañales. Si contratamos a una enfermera, no veo por qué no podría quedarse aquí mi madre, por lo menos durante un tiempo
— Inessa miró entonces a su hermana — Valya, ¿acabas de oír a mi hija?— Lena, sintiéndose como una niña, alargó otra taza a su tía y se sentó, dirigiéndole una mirada de soslayo a su hermano. Aleksandr, por su parte, se la devolvió con aire cómplice, a sabiendas de lo que le esperaba a continuación.

—No puedes culpar a las nuevas generaciones de no tener ni idea de qué es lo que realmente importa —dijo Valya tomando un sorbito de té y dejando parte de su pintalabios en la porcelana china.

—Valya, ¿te acuerdas de cuando le robamos el coche a Papá Edsel? — preguntó Inessa. Su hermana sonrió inmediatamente.

—Oh, querida. Llevaba años sin pensar en eso. Nos cayó una buena cuando vio la abolladura.

—Esa fue la última vez que lo hicimos. A veces me pregunto si Sergey y yo no fuimos demasiado blandos —dijo Inessa, mirando con determinación a su hija— A ti ni se te ocurra meterme en un asilo, ¿entendido, jovencita?— Elena adoptó un aire ofendido.

—Ni en sueños, madre —dijo la joven — Aleksandr, deja ya de comerte todo el queso.

—Y ahora no la pagues con él — volvió a amonestarla Inessa antes de dirigirse de nuevo a su hermana — ¿Cuánto piensas quedarte?

—No tengo nada que hacer hasta mediados de mes — Valya tomó otro sorbito de té — Hay una inauguración en el club y no puedo faltar. Ya sabes lo mucho que apoyo el arte.

—O sea, que aún nos quedan cinco días —dijo Inessa— No hay necesidad de que Elena te esté trayendo y llevando constantemente. Hija, tráete las cosas de tu tía esta noche. Puede quedarse en tu antigua habitación — La escritora hizo sus mejores esfuerzos por no ahogarse con el té que tenía en la boca.

—Em… por supuesto, mamá. Tengo que ir a casa a recoger a Yulia en una hora más o menos. Dejaré aquí las maletas antes de ir a cenar — Elena advirtió la sonrisita sabihonda de su tía, pero no quiso indagar sobre la causa enfrente de su madre.

—Y supongo que pagar unos precios exorbitantes por cenar es lo que tú llamas un modo apropiado de gastar el dinero. Sería más lógico que vengan aquí. Aleksandr, ¿has puesto a descongelar el asado como te dije?

—Sí, mamá.

—Pues arreglado — dijo Inessa felizmente al tiempo que se acomodaba los pliegues de la falda — Se quedan a cenar. No pasas tanto tiempo con tu familia como deberías y quién sabe cuándo volverá a visitarnos tu tía.

—Em… — A pesar de que normalmente pensaba rápido, Elena encontró dificultades para dar con una excusa que les librara de aquélla sin ofender a su madre — Yo no como carne roja.

—¿Y cuándo he dicho que era asado de carne roja? — Inessa meneó con la cabeza y miró a su hermana — Te lo juro, Valya, no sé qué les pasa a estos críos. A lo mejor la idea de papá de meternos en cintura con una vara de nogal no era tan mala después de todo. Elena, llevas sin comer carne roja desde que eras adolescente. ¿Te crees que se me ha olvidado? Tal vez no estoy al 100%, pero tampoco estoy senil — Elena sólo pudo asentir, deseando que se la tragara la tierra.

—Seguro que disfrutarás un guiso de pollo casero con patatas asadas y tal vez un poco del suflé de tu tía Valya — Aleksandr y Elena intercambiaron miradas. El suflé de Valya equivalía a los pasteles de frutas de otras familias. Un mal necesario que tuvieron que sufrir año tras año durante su infancia. Tal vez eso de que las dos hermanas no se hablasen tenía sus ventajas, después de todo.

—Lo consultaré con Yulia.

—No, llámala ahora mismo y pregúntale —la urgió Inessa.

—Está en el trabajo, mamá. Sólo puedo llamarla por cosas importantes.

—¿Y el hecho de que vaya a cocinar para cuatro o cinco personas no es importante?— Aleksandr alargó el teléfono inalámbrico a Elena, consciente de quién acababa de ganar la batalla.


CONTINUARÁ...


Shocked Shocked Shocked
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 2/28/2021, 3:58 pm

Jajajajajaja esas 2 hermanas juntas son tremendas y lastima q las chicas no tendrán su cena solas, ojalá puedas darnos un poquito más 😊
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 3/1/2021, 3:52 pm

Jajajajaja, buenísimo!! Ya quiero que sea fin de semana!!! 😂😂😂
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

A Yulieth le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 3/6/2021, 11:26 am

Hola chicas, cómo están? Feliz finde...

Les dejo otro capítulo que en particular me gustó cuando estaba adaptándolo.

Que lo disfruten!!


Capítulo Treinta y Cinco


—Muy bien, Volkova. Vamos a terminar esta habitación y empezamos a limpiar — dijo Andréi, el supervisor de Yulia — Ya son más de las cinco.

—Bien, ya voy —le contestó Yulia sin mirarle.

Acababa de empezar a asegurar las tachuelas de esta sección y había por lo menos otros cuatro ángulos que necesitaban fijarse para mantener el revestimiento temporalmente fijado. Con tiempo y práctica, la pelinegra se había vuelto muy eficiente con la pistola de clavos.

Ya no rompía la capa superficial y era tan rápida como cualquiera de los hombres que hacían el mismo trabajo en las otras secciones del edificio.

Aun así, el día había sido largo y el brazo empezaba a dolerle por el esfuerzo incesante. La limpieza, lo más fastidioso de la jornada, todavía estaba pendiente, y a juzgar por el barullo de trozos de revestimiento que cubrían todo el suelo de la sala, calculó que le llevaría como una hora más. Tras limpiarse el sudor con la manga de la camisa, Yulia volvió a levantar la pistola de clavos e insertó un cargador nuevo.

—Eh, pelinegra, el teléfono —le gritó uno de los trabajadores.

—Voy — contestó ella ajustándose la herramienta al cinturón de trabajo antes de salir de la oficina e ir a buscar el teléfono. A medida que iban subiendo pisos, Mihail había instalado extensiones para la línea telefónica para minimizar el tiempo que sus empleados estaban lejos de los puestos.

Entró en la primera habitación junto a las escaleras, vio el teléfono en una de las sillas y otra más, vacía, junto a la primera. Éste mostraba varias lucecitas encendidas, señal de que no era la única que estaba esperando una llamada. Con la intriga de quién estaría llamándola al trabajo y no al busca, levantó el auricular y presionó el botón.

—Yulia al teléfono.

—Yulia, soy Elena. Perdona que te moleste en el trabajo, pero mi madre quiere hacer una cena en casa esta noche.

—Ah, no hay problema. Podemos salir cualquier otro día — dijo la morena, malinterpretando las palabras de Elena sin darse por invitada — Me ofreceré voluntaria para trabajar hasta tarde hoy. Hay mucho que hacer, te lo aseguro.

—O sea, ¿qué no quieres venir?

—¿Qué? ¿No has dicho que tu madre quiere que cenes con ella esta noche?

—Claro, pero nos ha invitado a las dos, no sólo a mí. Vamos, no me puedes dejar aquí sola. Tienes que venir.

—Oh, perdona. Te he entendí que querías cancelar lo nuestro para ir allí — Yulia se sentó en la silla vacía —Tengo que pasar por casa a ducharme y cambiarme de ropa. Hace un calor de mil demonios y estoy agotada.

—No hay problema —dijo Elena — Yo tengo que ir a por las cosas de tía Valya, así que hay tiempo de sobra para que te arregles. Valya se va a quedar con mamá a partir de ahora.

—Genial. Estaría bien entrar en el baño y no tener que oler ese condenado perfume que usa por todas partes — A su alrededor, Yulia podía oír el barullo de las herramientas de construcción — Oye, Elena, tengo que seguir trabajando. Creo que llegaré sobre las seis y media o así.

—Bien. Nos vemos en casa y podemos ir en mi coche. Oh, y Yulia…

—¿Sí?

—Jamás cancelaría una cita contigo, fuera cual fuese el otro plan — dijo Elena con firmeza — Te veo como en una hora y media.

Yulia se despidió rápidamente y colgó el teléfono, pero se quedó mirándolo durante un momento. ¿Cenar con su familia?

De pronto, la idea de limpiar la obra no le pareció tan mala.

[…]

La impresión de Yulia de que aquello iba a ser algo casual quedó eliminada en el mismo momento en que entró en casa de Inessa y vio la mesa de la sala decorada con un mantel y un centro de mesa.

—Ah, ya estás aquí —dijo Inessa, saliendo de la cocina.

—Mamá, Aleksandr y yo podemos encargarnos de la cena. Tú deberías sentarte a descansar — protestó la pelirroja, indicando silenciosamente a Yulia que ocupara el sofá.

—Tonterías. Estoy cansada, pero aún soy capaz de pelar patatas — argumentó su madre al tiempo que se limpiaba las manos en el delantal — Me alegra volver a verte, Yulia. Bienvenida a mi hogar.

—Gracias, Sra. Katina — respondió Yulia — ¿Le puedo ayudar en algo?

—De hecho, sí. Los platos están en el armario de la sala. Sé buena chica y pon la mesa. Voy a decirle a Aleksandr que traiga la vajilla de plata y las servilletas — Inessa se quitó el delantal y se lo alargó a su hija — Y dado que piensas que estoy inválida o algo así, ve a la cocina y ayuda a tu hermano con la salsa. ¡Valya! — exclamó — Los niños van a terminar la cena. Vamos al porche a ver la puesta de sol.

—Te sigo — dijo Valya traspasando las puertas abatibles de la cocina.

—Elena, mira bajo el mostrador a ver si hay algo para prepararme un daiquiri, ¿quieres, cielo?

—Estoy segura de que sí — convino Inessa — Elena, la batidora está al lado del horno y ya sabes dónde encontrar hielo. Pero yo no quiero. El médico dijo que nada de alcohol mientras esté con la medicación. Tomaré un té helado. Y ponle algo a nuestra invitada — Elena, aún preguntándose cómo había pasado de tener veintiocho años a tener quince en un segundo, asintió y dirigió una mirada a Yulia antes de entrar en la cocina.

Aterrada ante la idea de ir a cargarse alguna pieza de la vajilla china, la morena sacó los platos, las tazas y los platillos de té del armario uno por uno, depositándolos con sumo cuidado sobre la mesa. Aleksandr, por su parte, entró en la sala con una enorme caja de madera.

—Hola, Yulia.

—Hola, Aleksandr, ¿qué tal?

—Me da la impresión de que he sido vendido como esclavo, pero aún no estoy seguro — bromeó el chico — Mamá y tía Valya no me han dejado parar en toda la tarde — Dejó la caja sobre la mesa — No entiendo por qué tanto lío para una simple cena. Sólo somos tú, tía Valya y Elena. Mamá no había sacado la cubertería buena desde la última vez que vino la abuela — Abriendo la caja, más o menos el doble de gruesa que de larga, dejó ver su interior de terciopelo rojo y un montón de utensilios brillantes perfectamente acomodados en su interior — Bien — dijo él — Por lo menos no tengo que sacarles brillo.

El juego constaba de tenedores, cucharas y cuchillos, junto con varios cubiertos de servir más largos. Aleksandr distribuyó la cubertería rápidamente por la mesa de modo que cada lugar tuvo dos tenedores, tres cucharas y un cuchillo de untar mantequilla. Acto seguido, devolvió la caja al armario de la vajilla y sacó los cuchillos para la carne de uno de los cajones.

—Se te ha olvidado sacar los cuencos para la sopa.

—Oh — Yulia fue hasta el armario de nuevo, alargando las manos hacia unos cuencos pequeños que descansaban sobre el estante superior.

—No, esos son de postre — El muchacho fue hasta ella y señaló una pila de cuencos en la parte de atrás — Créeme, te encantará la sopa y el pollo de mamá. Voy a ver si Elena necesita algo.

A medio camino de la puerta, Aleksandr se detuvo y frunció el ceño mirando a la mesa. Yulia supo inmediatamente que debía haber hecho algo mal, pero para alivio suyo todo lo que hizo el hermano de Elena fue cambiar el orden de un par de cucharas antes de salir.

Por suerte yo no suelo dar cenas así. Rodeando la mesa para observar la corrección, Yulia sonrió ante el gesto meticuloso de Aleksandr. Igual que su hermana, pensó. Tras terminar de poner la mesa, decidió ir a ver cómo iban las cosas en la cocina.

—Ya sé cómo se hace — decía Elena en el preciso momento en que Yulia atravesaba las puertas abatibles.

— Es que no es así. Mamá utiliza la perilla, no la brocha — objetó Aleksandr, con la susodicha perilla en la mano.

—Pues yo prefiero la brocha — afirmó Elena con tranquilidad, sumergiéndole en la salsa y embadurnando la parte superior del pollo.

—Pero es el pollo de mamá.

—Aleksandr, ¿de verdad crees que va a saber si he usado la brocha o la perilla?— En ese momento, advirtió que Yulia estaba allí — Hola. ¿Ya está la mesa?

—Sí — Yulia miró a Aleksandr y le dio las gracias en silencio.

—Bien —dijo Elena — Al pollo le quedan como quince minutos y, para entonces, estará todo listo.

—Genial, entonces me da tiempo a fumarme un cigarrillo.

—Eh, espera que vaya a por los míos. No tardo nada — dijo Aleksandr saliendo de la cocina y subiendo la escalera en tres zancadas. Un par de minutos después, estaba de vuelta con una cajetilla azul en la mano — Listo.

—Pues vamos — dijo Yulia.

—Espera, vamos a la entrada. La tía Valya no sabe que fumo y a mamá no le gusta que lo haga delante de ella — afirmó el chico, sosteniendo la puerta. Yulia asintió y le siguió.

El hormigón y los escalones enmarcados por ladrillo rojo estaban fríos, ya que el sol pegaba en la parte de atrás de la casa por la tarde. Tras tomar asiento, Yulia le alargó el mechero a Aleksandr después de encender su cigarrillo.

—Gracias por ayudarme antes — dijo ella recuperando el mechero.

—Tranquila — dijo él, exhalando una gran cantidad de humo — Yo sólo lo sé porque mamá nos enseñó a Elena y a mí hace algunos años.

—Mi madre prefería cenar delante de la tele — dijo Yulia recorriendo con la mirada el caminito que llevaba hasta la calle — Es un barrio genial — Aleksandr rió con ironía.

—Está lleno de pijos. Yo prefiero ir con los chavales de la segunda — Consciente de en qué parte de la ciudad se encontraba esa calle, Yulia miró a Aleksandr.

—¿Sabe tu madre que vas por ahí?— Una abierta risotada surgió como respuesta.

—¿Estás bromeando? Le daría un infarto si pensara que ando tomando drogas o algo así — dijo él — Le digo que me voy al centro comercial y se queda tan feliz.

—¿Y lo haces? — preguntó. Cuando no contestó de inmediato, ella asintió y volvió a mirar la calle — Ya veo. Pues ten cuidado.

—Yo no he dicho…

—No hace falta — le interrumpió — Yo no crecí en una zona residencial, Aleksandr. Sé de qué va el rollo. Uno no va a la Segunda a no ser que consuma o trafique — Insegura de hasta dónde llegar con el tema, la morena suavizó el tono y miró al muchacho con seriedad — ¿Conoces el edificio en ruinas cerca de la tienda de lencería?

—Sí — Yulia aspiró profundamente.

—Hace cinco años más o menos yo iba mucho por ahí. De hecho, solía ir a drogarme al segundo piso.

—No recuerdo haber visto ese sitio abierto —dijo él.

—Ya — convino la joven — Pero unos cuantos clavos no impiden que la gente entre a un edificio abandonado para siempre — Acto seguido, se encogió de hombros — Quedaba cerca de donde yo trabajaba y también de mi camello — Se preguntó por un momento cuánto habría contado Elena a Aleksandr acerca de su pasado, pero decidió correr el riesgo — No era la única que iba por allí. Había como otros veinte o treinta que se quedaban normalmente.

—Vaya — exclamó él no sin sorpresa, intentando reconciliar la imagen de la mujer con la que estaba en ese momento y la de aquella otra de la que estaba oyendo hablar — ¿No te daba miedo?— Yulia se planteó la pregunta un momento.

—Creo que no. Pero en aquel momento había pocas cosas que me importaran. Lo único que quería era colocarme y trabajar un poco para poder pillar más coca.

—¿Te pinchaste alguna vez? — preguntó él. Yulia pensó por un momento que aquélla era una pregunta un tanto extraña, pero negó con la cabeza.

—No. Había oído hablar del SIDA y no me fiaba de nadie. ¿Y tú?— Aleksandr negó también.

—No, pero me han dicho que es un viaje alucinante.

—Saltar de un avión sin paracaídas también es alucinante, pero no te lo recomiendo — La morena miró profundamente los ojos claros del chico — Es como jugar a la ruleta rusa, Aleksandr. A la menor oportunidad, te matará sin dudarlo. Lo he visto.

—¿Has visto morir a alguien?

—Dos veces — admitió — La primera fue una chica, Kate, por sobredosis de crack. Creo que le pegó demasiado rápido. Ya estaba muerta cuando llegó la ambulancia. El otro fue un chico que no conocía. Me despertó un disparo, pero no era tan imbécil como para ir a ver qué pasaba. Encontraron su cuerpo a la mañana siguiente, en el pasillo.

—Oh, Dios, es horrible — dijo él.

—Eso es lo que hacen las drogas duras. Probablemente mataron al chico por no pagar. Ocurre todo el tiempo. Aleksandr, tú lo tienes todo. Eres joven, guapo, inteligente, te han dado una beca para la Universidad… Puedes conseguir todo lo que te propongas. No lo eches a perder por meterte en la coca — Por cómo se estremeció él, Yulia supuso que había dado en el clavo.
Aleksandr, por su parte, apagó el extremo de su cigarrillo y se guardó el filtro en el bolsillo.

—Sólo han sido un par de veces. Normalmente comparto un porro con los amigos.

—¿Los mismos que te dan la coca?

—Sí, Boris trajo un poco un día — Yulia asintió.

—Y apuesto a que ni siquiera te pidieron dinero por ser tu primera vez, ¿no? Un regalo entre colegas.

—Sí, así es como funciona.

—Por ahora. Cuando te tenga enganchado, se acabarán los regalitos — Yulia era consciente de que estaba yendo demasiado lejos, pero el caso lo requería — Mira Aleksandr, yo no soy una joya — A continuación, soltó una risotada — En realidad, he hecho cosas de las que me avergüenzo, cosas que preferiría que la gente no supiera, pero sé de lo que hablo. Fumarse uno o dos porros para relajarse de vez en cuando es una cosa, pero meterse en el tipo de mierda que dices no tiene nada que ver — En ese momento, bajó la vista — Si pudiera dar marcha atrás hasta cuando tenía tu edad, cambiaría mucho de lo que he hecho en mi vida, empezando por los dos años que me pasé al borde de la muerte — Yulia imitó a Aleksandr con lo del cigarrillo, sospechando que a la Sra. Katina no iba a hacerle gracia encontrar una colilla en su patio — Recuerda que la única persona que va a preocuparse por ti eres tú mismo — Aleksandr tragó saliva y se miró las manos.

—No irás a contarle a mamá o a Elena lo que hemos hablado, ¿verdad?

—Claro que no. Es tu vida y tu decisión — Yulia se levantó y agarró el pomo de la puerta.

— Mi amigo Mike jugaba de central en nuestro equipo el año pasado — comenzó Aleksandr, levantándose también — Dio positivo en un control aleatorio antidrogas y perdió la beca. La necesitaba de verdad. Si consigue pasar con honores, tal vez pueda ir a la Universidad local.

—¿No te alegras de que no saliera tu número aquel día? —preguntó ella.

—De hecho, sí —admitió el chico— Sudaba a chorros cuando el entrenador dijo los nombres de los que tenían que llenar el vaso —Se encogió de hombros al recordar el momento — Podría haber terminado como Mike.

—Dudo que alguien hubiera querido eso, mucho menos tú —afirmó Yulia en voz baja— Venga, entremos antes de que empiecen a buscarnos.

—Sí — convino él — Yulia…

—Dime.

—Gracias por hablar conmigo — dijo el chico al tiempo que la sorprendía con un breve abrazo — Aunque no seas la novia de Elena, me alegra que estés aquí.

—Em… — Yulia se encontró de pronto nerviosa, sin saber qué responder. Finalmente, a falta de algo mejor, le devolvió el cumplido y entró en la casa.


CONTINUARÁ...
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 3/6/2021, 2:42 pm

Capítulo Treinta y Seis

La mesa rectangular cerrada daba lugar para seis comensales. Valya e Inessa se situaron en los extremos, Elena y Aleksandr a ambos lados de su madre y Yulia junto a su compañera de piso.
Cuando la familia Katin alargó las manos hacia quien tenían más cerca, la joven se vio con la guardia baja.

Aleksandr deslizó la silla para acercarse más a su tía y poder darle la mano. Eso de dar gracias no era algo a lo que Yulia estuviera acostumbrada, y tampoco había visto a Elena hacerlo en casa. Aun así, tomó con cierta inseguridad su mano y la de Valya, que quedaba a su derecha.

Había una diferencia evidente entre las dos, tal y como pudo advertir. La piel de Elena era suave y sus dedos se entrelazaron mientras la escritora le acariciaba el dorso de la mano con el pulgar. Valya, por su parte, la agarraba con firmeza y su piel era más áspera.

Al ver que todos los demás habían inclinado la cabeza, los imitó, ahogando un suspiro de alivio cuando oyó hablar a Inessa, ya que temía que tuvieran que rezar algo que ella no se supiera.

—Te damos gracias, Señor, por los bienes que vamos a recibir y por haber reunido a mi familia esta noche — comenzó Inessa — Gracias por traer a mi hermana conmigo y haberme devuelto la salud. Bendice a la familia que no ha podido estar aquí hoy y vela por ellos así como velas por nosotros. Estamos felices de tener a Yulia hoy y te pedimos que la cuides a ella también.

Sorprendida, la morena levantó la cabeza y sintió un leve apretón de complicidad en su mano izquierda. Después, Inessa terminó de dar gracias y todo el mundo se soltó las manos.

A pesar de que sintió alivio cuando los huesudos dedos de Valya se apartaron de los suyos, encontró un frío desagradable en la mano que antes había entrelazado con la de Elena. Para ser alguien que odiaba eso de que la tocaran y lo evitaba a toda costa, le desconcertó la idea de que parecía no importarle que fuese Elena quien lo hiciera.

De hecho, al imitar los movimientos de los que la rodeaban, pasando platos y recipientes por toda la mesa para servirse, Yulia se encontró echando furtivos vistazos hacia su izquierda y mirando a Elena por el rabillo del ojo.

La escritora se encontraba interrogando a Aleksandr en aquel preciso instante sobre qué asignaturas pensaba coger para el primer semestre, permitiendo que la morena la mirara sin que nadie se diera cuenta … aparentemente.

Si hubiera echado un vistazo a su derecha, hubiera descubierto los ojos de halcón de Valya captando cada movimiento y cada mirada. Elena llevaba el cabello un poco más largo de lo habitual. Debido a la multitud de botes de champú que había en el cuarto de baño, Yulia sabía que el pelo de Elena tendía a volverse quebradizo.

Se le ocurrió entonces que su amiga no era la única que necesitaba hacerle una visita al peluquero, ya que sus áureos mechones empezaban a rebelarse contra su voluntad, y se planteó probar un corte más radical. Seguramente le facilitaría las cosas en el trabajo, ya que no tendría que preocuparse de hacerse colas de caballo todos los días.

Dejando a un lado ese asunto, siguió adelante con el tema…

Las cejas de Elena, que mostraban una tendencia imbatible a juntársele por encima de la nariz y justificaban la eterna presencia de un par de pinzas junto a los cepillos de dientes.

Un ligero abombamiento en el puente delataban la idea de Elena, tiempo atrás, de desafiar las leyes de la física y lanzarse a lomos de su bici cuesta abajo sin ni siquiera poner la mano en los frenos.

Yulia sabía además que su compañera de piso había salido de aquella con una muñeca rota, aunque no le habían quedado secuelas. Dándose cuenta de que había pasado de lanzar miradas furtivas a mirarla fijamente, se sonrojó y devolvió su atención al plato que tenía delante.

A continuación alabó la comida, sin dirigirse a nadie en particular, y advirtió felizmente las sonrisas de Inessa, Aleksandr y Elena, responsables del delicioso producto culinario que estaban disfrutando.

—Y dime, Yulia — comenzó Valya — ¿Ya sabes por quién vas a votar?

—Pues… no, todavía no —mintió la chica a sabiendas de que se refería a las próximas elecciones. Tenía pensado votar por los demócratas, pero dado que la madre de Elena era republicana no estaba por la labor de suscitar una interminable discusión sobre el tema.

—Tía Valya, ya sabes que política y religión no suelen terminar en conversaciones agradables — dijo Elena con tono de fastidio. Yulia sospechaba que la escritora estaba intentando por todos los medios evitar temas que fueran a causar controversia entre las dos hermanas.

—Mis amigos y yo solemos hablar de política y no pasa nada —protestó Valya antes de suspirar — Pero supongo que se puede encontrar un tema menos problemático. ¿Creéis que los Yankees, de la ciudad esa en el norte de américa, tienen algo que hacer este año?— Aleksandr pareció dar un bote en su silla.

—¿Estás broma? Con el jugador en corto que tienen seguro que se meten en las eliminatorias. No se le pasa ni una.

—Pero no puede atrapar las que van por encima de la valla, y me da que los Mets son el único equipo de Nueva York que veremos en la post temporada de béisbol internacional — dijo Elena — Tienen a siete en la alineación inicial con más de trescientos bateos y casi estamos en septiembre.

—Eso es porque están en la Liga Nacional, y ahí no hay buenos lanzadores — contraatacó él, acuchillando un pedazo de pollo — Los Bronx Bombers van a subir, ya verás.

—Nunca podré entender cómo es posible que mis hijos hayan crecido en un hogar que adora a los PFC CSKA Moscú y sean fanáticos de los equipos de nuestro peor enemigo — afirmó Inessa con aire frustrado. Acto seguido, miró a Yulia — Deberías haberla visto en el ochenta y seis — dijo, refiriéndose a Elena — Su padre aún vivía y estábamos viendo el sexto juego — Sus ojos parecieron perderse en la nada a medida que recordaba la anécdota — Deberías haberla visto. Los PFC estaban a punto de perderlo todo, era el último out y su padre estaba en éxtasis. Elena se quedó allí sentada poniéndose y quitándose su gorra de los estúpidos PFC.

—Pero ese año ganaron, ¿no? —preguntó Yulia —Sí, pero sólo porque el primera base de los Dinamo dejó que la pelota le pasara entre las piernas —afirmó Aleksandr. Al mirar a su izquierda, Yulia advirtió la sonrisa de Elena.

—En el amor, la guerra y las ligas mundiales todo vale —dijo ésta — Papá se pilló un buen cabreo. No le había visto soltar tantos tacos en mi vida, pero yo me pasé un buen saltos pegando botes por la sala.

—Y a tu padre no le hizo gracia que le quitaras el periódico a la mañana siguiente y le obligaras a leer el titular de la sección de deportes — dijo Inessa con un tono de reproche en su voz.

—Era adolescente, mamá — se defendió Elena al tiempo que su sonrisa se borraba en un segundo.

—Pues claro que sí, calabacita — dijo Valya — ¿Y tú qué, Yulia? ¿Qué equipo te gusta?—Yulia sospechó que a nadie le importaba realmente qué equipo le gustaba o le dejaba de gustar, pero Valya tan sólo estaba intentando meterla en la conversación. Dejó el tenedor a un lado y se tomó un segundo para limpiarse los labios con la servilleta.

—La verdad es que no soy muy aficionada al baseball.

—Te sugiero que adoptes a los Mets si no quieres salir malparada — dijo Aleksandr — Sobre todo porque van primeros y sólo quedan diez partidos para la temporada regular. Si llegan a las eliminatorias, te juro que mi hermana no se despegará de la televisión mientras estén jugando — Con un guiño burlesco, miró de soslayo a su hermana antes de seguir hablando — En cualquier caso, si te pones a animar a cualquier equipo que juegue contra ellos, verás cómo se pone Elena.

—No le des ideas, hermanito —le advirtió la pelirroja.

—¿Y por qué no? — bromeó él — Necesitas a alguien que te toque un poco las narices ahora que no voy a estar yo — Sonrió con aire triunfal, recibiendo otra de su hermana.

—Tú sigue así y te mandaré un virus por mail —le amenazó Elena —Y yo escribiré tu teléfono en todos los lavabos de la facultad — contraatacó él con aire divertido.

—Bien, déjenlo ya —les amonestó su madre — Te juro que es como cuando eran pequeños — le dijo a Valya, quien asintió reconociéndolo.

—¿Por qué crees que nunca los invitaba a los dos juntos a visitarme? — preguntó Valya — No soy tan tonta.

Yulia escuchó la conversación que se desarrollaba ante ella. No era capaz de recordar una cena tranquila con su propia familia, puesto que solían ser frente a la televisión de la sala, con Daryna, mientras su madre dormía la borrachera. En ocasiones especiales, como la primavera o Navidad, su padre acababa soltando gritos disparatados al miembro de la familia que hubieran ido a visitar y terminaba con una discusión acalorada entre sus padres cuando llegaban a casa.

Yulia tenía serias dudas de que Elena hubiera experimentado algo así alguna vez y se preguntó si la invitarían a otra cena cuando llegaran las vacaciones.

Para su sorpresa, se encontró deseando que así fuera.

Después de cenar, Aleksandr se ofreció para limpiar la mesa mientras Elena hacía el café y Valya e Inessa se retiraban a la sala. Sin estar muy segura de qué hacer, Yulia se disculpó y salió a fumar. Había asumido que las dos hermanas compartirían una agradable charla, y se sorprendió cuando Valya salió tras ella con su pitillera en la mano.

—¿Te importa que me quede contigo?

—Para nada — dijo Yulia, indicándole una silla vacía. El porche estaba enmarcado en ladrillo rojo y contrastaba agradablemente con los muebles color crema y el verdor del césped del jardín — Esto es muy bonito — comentó.

—Inessa pagó una fortuna cuando se lo hicieron — le explicó Valya — Recuerdo que había un roble horroroso justo en medio del patio. Los chicos se lo pasaban en grande subiendo y bajando, pero echaba a perder el diseño — La mujer dio una calada a su cigarrillo dejando el filtro rojo por el carmín — Y dime, ¿qué te ha parecido la cena?

—Ha estado genial. Estoy que reviento — afirmó Yulia, mostrándose confundida cuando Valya negó con la cabeza sonriendo.

—No me refería a la comida — le explicó ésta — Me da que no estás acostumbrada a las multitudes. Te has pasado la noche intentando mantenerte al margen de las conversaciones, a menos que te preguntáramos directamente —La morena parpadeó y le dio una larga calada a su cigarrillo, sorprendida de que alguien hubiera advertido su silencio.

—Supongo que no soy una persona sociable. Nunca sé qué decir— Valya se echó a reír.

—Cielo, esto no ha sido un evento social. Sólo la familia cenando.

—Yo no soy de la familia —puntualizó la ojiazul.

—Bueno, la familia más uno — se corrigió Valya — Parecías tan incómoda que pensé que ibas a salir corriendo cuando te cogí la mano para dar gracias.

—Es que no estoy acostumbrada — dijo — Mi familia nunca lo hacía — Valya asintió y se quedó callada un minuto.

—¿Sabes? Si pasara algo entre tú y mi sobrina, no me importaría — Yulia la miró rápidamente y abrió la boca para protestar, pero la mujer alzó una mano para detenerla — Ya sé lo que dicen las dos, y a juzgar por el aspecto de sus habitaciones así parece ser, pero me he dado cuenta de cómo actúan cuando están juntas — Aplastó el cigarrillo a medio fumar en la maceta que hacía las veces de cenicero y continuó — Personalmente, creo que no están viendo lo que tienen frente a las narices.

—Yo no soy homosexual — dijo Yulia, preguntándose cuáles eran esas "señales" que Valya había visto. ¿La forma en que Elena le había acariciado la mano durante la oración? ¿Las palmaditas amigables en su hombro?

—Eso dices tú — afirmó Valya sin mucho convencimiento — El otro día me dijiste que no habías tenido ninguna relación seria hasta ahora, así que, ¿cómo lo sabes?

—Yo… — Bloqueada, Yulia trató de dar con una respuesta. Ella era hetero, ¿no? Después de todo, nunca había estado con una mujer si había visto a ninguna como posible pareja sexual. El hecho de que se sintiera más cerca de Elena que de ninguna otra persona en aquel momento no significaba que quisiera mantener una relación lésbica con ella.

No, Elena era sólo una buena amiga que la abrazaba cuando lloraba, que le hacía la cena todas las noches y se tomaba la molestia de escucharla cuando necesitaba hablar. Sólo estaban tan unidas porque vivían juntas, ¿verdad?

— Yo… — tragó saliva y volvió a intentarlo — Nunca lo había pensado — Dio una última calada a su cigarrillo y lo apagó en el cenicero.

—Pues tal vez deberías — afirmó Valya con dulzura recorriendo con los dedos un mechón de su plateado cabello alborotado por la brisa — Yo soy una romántica empedernida, pero sé que el amor surge a veces en los sitios más inesperados. No deberías cerrarte puertas sin al menos echar un vistazo a lo que hay dentro — En ese instante, Elena asomó la cabeza desde el interior.

—Eh, acabo de encontrar las cintas viejas y Aleksandr ha subido al desván a por la pantalla. Yulia, ¿te apetece ver un par de pelis caseras?

—Oh — dijo Valya entusiasmada al tiempo que se levantaba de la silla — Hace años que no veo una de esas. Eras una cría tan mona…

—Claro, parece divertido — convino Yulia levantándose también. Los retratos y las fotos que decoraban las paredes de la casa le habían dado una idea de cómo era Elena de niña, pero verla en una película le serviría para dar vida a las imágenes. Además, así se acababa aquella maldita charla con Valya.

La mujer entró primero en la casa y Yulia advirtió que la escritora sostenía la puerta para ella y que le rozaba el hombro al pasar.

—¿Qué? — preguntó Elena, con lo que Yulia cayó en la cuenta de que se la había quedado mirando fijamente.

—Ah, nada, pensaba en mis cosas — respondió la pelinegra sin demasiada convicción, aunque con la esperanza de que Elena no encontrara su respuesta tan estúpida como le parecía a ella.

La sala de estar constaba de dos sillones y un sofá bajo, y Aleksandr había reacomodado los muebles de forma que todos quedaran frente a la pantalla portátil. Él tomó asiento a la derecha de la misma mientras Inessa y Valya ocupaban los sillones. Sintiendo que sería una bobada sentarse en el suelo cuando había sitio de sobra en el sofá, Yulia ocupó el lado izquierdo dejando el centro a Elena, quien estaba demasiado ocupada metiendo la película en el proyector. Cuando por fin se sentó, a Yulia le dio la impresión de que, de hecho, el sofá no era tan amplio como parecía.

Su cuerpo estaba pegado al de la pelirroja desde el hombro hasta la cadera. En ese momento, empezó la película, y pudo ver a una desgarbada niña de diez años y a un bebé vestido de azul sentados en el césped delantero de una casa.

—Voy a apagar las luces —dijo Aleksandr levantándose. Yulia dirigió una mirada a Valya y se sorprendió al encontrar una sonrisa pícara en su rostro.

Deseaba poder fruncir el ceño, pero encontró que sería un gesto inapropiado, ya que era la invitada, así que volvió a prestar atención a la pantalla, que ahora mostraba a la madre de Elena junto a un hombre fornido de pelo corto y canoso, al cual identificó como el padre de Elena.

Yulia se paralizó al sentir un aliento cálido en su oreja.

—Hay algunas partes muy divertidas — susurró la pelirroja — Como cuando Aleksandr mete la mano en la pecera de papá intentando agarrar su querido Pez Ángel. Mamá le pilló y le grabó antes de que mi padre llegara a casa.

—Ajá — murmuró la morena esperando que Lena volviese a mirar al frente y con la convicción de que Valya era capaz de ver en la oscuridad y de que en aquel momento sonreía ampliamente.



CONTINUARÁ.....


Cool Cool Cool
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A VIVALENZ28, Edirbr, katina4ever, Fati20 y a Elena Sonda les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 3/6/2021, 3:42 pm

Este último capítulo estuvo buenísimo!!!!! Ya julia se está empezando a interesar en lena y seguro ahora abra más acercamientos significativos, estaba ansiosa toda la semana por leer mas de esta historia ya quiero leer más... Saludos 😘 😘 😘
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

A katina4ever le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 3/7/2021, 12:11 am

OMG! OMG! OMG!! Quiero pensar que Yulia comienza a ver a Lena de otra manera 🤭😍 muero de intriga!!!
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 3/7/2021, 11:40 am

Hola mis chicas favoritas!!! Embarassed Embarassed Hoy es domingo de doble actualización y más cuando se vienen partes interesantes Cool Cool Cool



Capítulo Treinta y Siete

—No ha estado tan mal — dijo Elena dando marcha atrás al Jeep.

—A mí me ha gustado. Tu familia es muy agradable —afirmó Yulia mirando a través de su ventanilla a medida que la casa de los Katin se perdía de vista.

—Pero no había necesidad de que mamá sacara los álbumes de fotos, sobre todo el de cuando éramos bebés.

—Eran muy bonitos, sobre todo las de cuando los bañaban —dijo Yulia, aunque el predecible tono irónico de su voz no apareció.

—¿Estás preocupada por algo? —aventuró Elena.

—No, es que tengo muchas cosas en la cabeza —surgió la evasiva respuesta. Por supuesto, aquello no satisfizo a la escritora en absoluto, sobre todo cuando advirtió que Yulia tenía la mirada perdida.

—Hablar ayuda, ¿sabes?

—Ya, no, sólo necesito aclarar algunas cosas — Estaba claro que Yulia no quería compartir aquello. Elena intentó iniciar una conversación dos veces durante el trayecto, pero desistió al no sacar a la joven más que un par de monosílabos. Al legar a casa, Yulia le dio las buenas noches y desapareció en el interior de su habitación, dejando a Elena con la intriga de qué es lo que habría pasado en casa de su madre como para haber afectado hasta tal punto el humor de su amiga.

[…]

R-r-r-rrrr, click. R-r-r-r-rrrr, click.

―Maldita sea, ¿Por qué no arrancas? ― apretando sus manos contra el volante, Yulia giró la llave para devolverla a la posición de apagado y volvió a intentarlo. En ésta ocasión el Omni arrancó, no sin un gran estruendo y una nube de humo.

Había sido un buen día en el trabajo, pero salir y pasar diez minutos intentando arrancar el coche había hecho que le cambiara el humor considerablemente.

Cuando estuvo finalmente segura de que su chatarra seguiría encendida, puso la marcha y salió del aparcamiento.

Las manzanas iban pasando mientras la morena pensaba en los acontecimientos del día. Después de seis semanas de sudor, los trabajos de restauración del edificio estaban casi terminados. Cuando Mihail la había mandado llamar a su oficina antes del final de la jornada, Yulia temió que fuera a decirle que ya no había más trabajo para ella. Para su sorpresa, la había llamado para asegurarse de que quería trabajar con él en el próximo proyecto de restauración de una vieja escuela situada en unos apartamentos de renta baja. En compensación le aumentó en un rublo la hora por su flexibilidad y buena voluntad a la hora de aprender nuevos trabajos minimizando el tiempo laboral. Para algunas personas cuarenta rublos extra a la semana no era mucho, pero para Yulia significaba que podía permitirse pagar sus sesiones de terapia sin tener que pasar por encima de otras facturas o tener que trabajar demasiadas horas fuera de su horario habitual.

Y esas sesiones con Svetlana Iliachev se habían vuelto más importantes con cada semana que pasaba. Yulia todavía rehusaba asistir al grupo de ayuda a las mujeres de los martes por la noche, pero se encontraba más predispuesta a hablar de sus sentimientos con la terapeuta. Hablar sobre el papel jugado por su padre era todavía difícil, y a menudo terminaba con Yulia intentando controlar su enfado o, en raras ocasiones, sus lágrimas bajo control.

Aún entonces, aquello siempre significaba una larga noche para Elena y ella, hablando con su mejor amiga de lo que había ocurrido en la sesión de terapia. A Elena no parecía que le importaran las largas conversaciones, llegando incluso a preguntarle a Yulia por ellas cuando sabía que había tenido una ese día. Para las dos mujeres se había convertido en un hábito y solían sentarse cada una a un extremo del sofá con sus pies compartiendo el espacio libre del centro.

Esto lo hacía más fácil para Yulia, dándole el espacio que necesitaba pero estando lo suficientemente cerca en caso de necesitar un abrazo cuando el dolor era demasiado grande.

Conduciendo por la autopista, dejó a sus pensamientos derivar en la relación que ella y Elena compartían.

Desde que su conversación con Valya le abriera los ojos, se encontró a sí misma muy interesada en la presencia y acciones de su compañera de piso.

Nunca había algo sexual o romántico en la forma en que Elena la trataba, pero Yulia era consciente de la afección y cercanía que se había construido entre ambas.

Sabía que eran las pequeñas cosas. Una caricia casual sobre su hombro cuando la escritora pasaba por su lado, la cena preparada para ella cada noche, las tardes juntas en el sofá viendo la televisión, o sentadas en el escritorio trabajando en los exámenes para el GED.

Yulia incluso podía jurar haber sentido una vez los labios de Elena besarle la cabeza durante la intensa charla de una de sus sesiones donde había buscado la seguridad del abrazo de la escritora para dejar escapar las lágrimas, que de otro modo se negaban a caer.

Lejos de sentirse molesta por la creciente cercanía, Yulia se encontró a sí misma sintiéndose de acuerdo con ésta. Disfrutaba de los partidos de baseball y de los inevitables viajes al bar después de éstos. Cuando Aleksandr se marchó a la universidad, Yulia fue con Elena para desearle buena suerte, aceptando incluso un abrazo del joven y revolviéndole el pelo como si fuera su propio hermano pequeño. Desde que tenía que comenzar a trabajar muy pronto por las mañanas, ella era normalmente la primera en levantarse y de asegurarse de tener listo café recién hecho para cuando Elena se despertara.

Por supuesto, estaba también la forma en la que habían llegado a un acuerdo sobre sus vastas diferencias y costumbres en cuanto a limpieza y orden. Yulia se aseguraba de volver a dejar el periódico más o menos en orden y Elena se aseguraba de no hacer ningún comentario acerca de las bragas que colgaban todos los días de la barra de la ducha para secarse.

Hoy era una noche especial y Yulia solo hacía que sonreír y mirar el paquete brillantemente envuelto en papel de regalo que había en el asiento del copiloto.

Era el cumpleaños de Elena y a pesar de lo ajustada de su economía, Yulia estaba determinada a darle a su amiga el mejor regalo.

Le había llevado varios viajes a diversos centros comerciales antes de pasar por delante de un quiosco en medio de la alameda y ver el regalo perfecto descansando en lo alto de una estantería. Pensando un poco en el coste, lo encargó, pagando extra por los artículos añadidos que también quería y esperando cerca de dos semanas a recibirlo. Yulia quería elegir una bonita tarjeta, pero después de mirar más de una docena de ellas, no pudo encontrar ninguna que expresara cómo se sentía a cerca de su amiga.

Al final se dio por vencida, decidiendo que un regalo siempre se apreciaba más que una tarjeta de felicitación. Ahora, finalmente había llegado el momento de salir del coche y de dárselo a su amiga y, Yulia se encontró sintiéndose bastante nerviosa mientras se acercaba al complejo residencial.

¿Le gustaría realmente a Elena? ¿Sería mejor un cheque regalo? Sacudiéndose esos pensamientos de la cabeza, Yulia guió el Omni al aparcamiento y apagó el motor, escuchando enfadada mientras éste continuaba haciendo ruido y echando humo durante unos segundos antes de, finalmente, quedarse en silencio.

Cuando entró en casa, se extrañó de no ver a Elena esperándola abajo como venía haciendo durante las últimas semanas. El débil sonido de la ducha llegó hasta sus oídos indicándole dónde estaba y Yulia rápidamente escondió el regalo entre el sofá y la biblioteca planeando dárselo después de la cena. Caminado hacia la cocina se sorprendió de que la cena no estuviese ni en el horno ni que hubiera signos de que Elena hubiera cocinado nada.

Confundida, se sentó en el sofá. Elena no le había dicho nada sobre cenar fuera. Escuchando apagarse la ducha, asomó la cabeza por las escaleras.

―¡Estoy en casa!,― dijo cuando Elena salió del baño.

―¡Estaré abajo en unos segundos!,― respondió antes de que la puerta de su habitación se cerrara.

Cuando Elena bajó unos minutos después, Yulia se sorprendió de verla vestir unos pantalones de deporte y una camiseta color lavanda con el doble símbolo de mujer dibujados en ella. Ciertamente no era lo apropiado para llevar si iban a cenar fuera.

―¿Qué tal el trabajo?,― preguntó la pelirroja.

―Ocupada. Estamos intentando terminarlo todo para la primera semana de octubre y creo que vamos un poco ajustados. ¿Tienes planes para la cena?

―Sí, pizza vegetariana del Coloso,― dijo la escritora y tomó su asiento habitual en el sofá apoyando sus pies descalzos en el centro y sonriendo por la cara que puso Yulia ante la propuesta ― Te ordené una suprema, sin anchoas, con peperoni y champiñones, además ordené una de queso también. Estarán aquí sobre las siete.

―¿Por qué tanta pizza? ― Ahora Yulia estaba realmente confusa.

―Los chicos van a venir, y Svetlana también. ¿No te lo comenté?.

―No.

—Siempre tenemos una pizza-fiesta para mi cumpleaños. Lo siento, debí olvidar mencionarlo.

―Oh, está bien. Solo pensé… bueno, no importa lo que pensé ― dijo Yulia ― Feliz cumpleaños de todas formas.

―Gracias. Svetlana debería estar aquí en unos minutos y Viktor llamó. Llegarán tarde, pero estarán aquí alrededor de las siete y media. Recalentaremos la pizza si es necesario.

―Suena divertido― Yulia intentó que su voz sonara agradable, pero por dentro estaba incluso más nerviosa que antes. Una cosa era darle su regalo a Elena estando solas, y otra muy distinta abrirlo en frente de todo el mundo.

“¿Por qué no compraría un cheque regalo?”.

― Si están a punto de llegar, será mejor que me cambie ― Iba a levantarse cuando fue parada por la mano de Elena sobre su muslo.

―Espera un minuto. ¿Estás bien? Parece que algo te está preocupando.

―No ― mintió ― Probablemente solo estoy cansada por el trabajo. Me daré una ducha y me cambiaré. Bajaré en seguida.

―Hey, ¿Yulia?

―¿Sip?

―¿Un nuevo color de pelo? ― dijo Elena sonriendo ― No creo que el blanco y el negro sea una buena combinación.

―¿Qué?,― Yulia miró hacia arriba estando más que segura de que encontraría varias manchas de pintura blanca del trabajo ― Debió de ocurrir cuando estaba haciendo el canto del techo. Tenía la brocha por encima de la cabeza la mayor parte del tiempo ― Consciente de la hora que era, se levantó y pasó a toda prisa por delante de la pelirroja en su camino hacia las escaleras ― ¿Me has dejado algo de agua caliente?.

―Mejor si tomas una ducha rápida, me temo ― dijo Elena con tono de disculpa ― He tenido que esperar a que terminara el lavaplatos para tomar la mía — Yulia asintió con la cabeza, sabiendo que tendría que lavar su pelo antes de que se terminara el agua caliente o no podría quietarse los restos de pintura. Lo último que quería era tener que mirar a la cara a sus mutuos amigos con restos de pintura blanca en el pelo. Mientras subía las escaleras, Yulia levantó su brazo y aspiró suavemente, decidiendo que había algo definitivamente más ofensivo con lo que no quería enfrentarse a sus amigos.

Solo esperaba que el agua caliente durara lo suficiente. Terminó su ducha y justamente bajó las escaleras cuando el timbre de la puerta sonó.

―Yo iré ― dijo Elena.

―¡Feliz veintinueve cumpleaños! - dijo Svetlana cuando se abrió la puerta, dándole a su ex amante un beso en la mejilla y abrazándola con un brazo mientras que con el otro sostenía el regalo de Elena.

―Gracias, cariño ― Elena dejó el regalo en la mesa auxiliar y señaló el sofá ― ¿Quieres algo de beber? La pizza no estará aquí hasta dentro de quince minutos más o menos.

―Sabes lo que me gusta ― dijo Svetlana ― Hola Yulia.

―Hola Doc.

―Siéntate ― dijo Elena ― Yulia ¿puedo traerte algo?.

―Estoy bien ― dijo sentándose en su habitual sitio en el sofá. Con una rápida mirada por el rabillo del ojo vió que su regalo todavía seguía escondido de la vista. Svetlana se sentó al otro extremo del sofá y lanzó los zapatos bajo la mesa.

―¿Van a venir los chicos?― preguntó Svetlana.

―Tarde, pero han dicho que vendrían. Sveta, ¿zumo de naranja o refresco?.

―Zumo de naranja suena bien. Va bien con la pizza peperoni ― Svetlana se inclinó hacia delante bajando la voz de modo que no la oyeran desde la cocina.

― Bueno, ¿qué le compraste? — Yulia se movía inquieta.

―Bueno, um…solo algo pequeño. ¿Qué le compraste tú?.

―Uh,uh, si tú no lo dices yo tampoco ― La doctora sonrió y se irguió antes de que Elena apareciera por la puerta con dos vasos altos de soda en sus manos. Frunciendo el ceño, Yulia miró hacia la mesa auxiliar donde había una caja de camisa plana y rectangular envuelta en papel rojo e intentó imaginar qué habría dentro.

―Aquí tienes ― dijo la escritora ofreciéndole un vaso a Svetlana y quedándose ella con el otro, sentándose en una silla ― Adivina quién llamó hoy.

―¿Quién?

―Usa un posavasos, por favor —Svetlana rodó sus ojos y cogió un posavasos ―¿Mejor?, ahora, ¿quién llamó?.

―Alenka - dijo Elena con una sonrisa.

―¿Alenka?, ¿qué es de ella?.

―Va a casarse…con un pescador de Alaska — Svetlana dejó escapar un chillido y palmeó las manos.

―No puedo creerlo. ¿Doña morena perfecta va a irse a vivir al congelado norte?.

―Eso es lo que ella dice ― Elena tomó un sorbo de su bebida. Le doy un año antes de que empiece a hartarse de los esquís y busque un lugar más cálido.

―Nunca se sabe. Podría ser amor verdadero. Cosas más raras han sucedido — Yulia, que no sabía de quién estaban hablando, silenciosamente las veía conversar, mientras ella seguía temerosa por su elección del regalo. Perdida en sus inseguridades, no se dio cuenta cuando Svetlana se dirigió a ella.

―Lo siento, ¿qué?

―¿Cuándo?,- Svetlana la golpeó en el hombro - ¿En qué planeta estabas?

―No es nada ― dijo Yulia levantándose abruptamente ― ¿Alguien necesita algo de la cocina? ― La respuesta era obvia por los vasos llenos que Svetlana y Elena sostenían ― Supongo que no. Ahora vuelvo —La cocina le ofreció a Yulia el alivio en la botella de cerveza que rápidamente cogió de la nevera. El timbre de la puerta sonó, anunciando la llegada de Viktor y de Mihail. Yulia, vacilante, salió de la cocina, más que un poco preocupada porque su regalo no pudiera compararse con la gran caja que cargaba Mihail en sus brazos.

La pizza llegó poco después, dándole a Yulia un respiro antes de que el momento llegara y Elena se sentó en su sitio en el sofá. Mihail se sentó en la silla mientras que Viktor se sentó en el apoyabrazos. Yulia se sentó donde habitualmente lo hacía, al extremo del sofá, su regalo todavía escondido a un lado de la biblioteca. Svetlana se sentó en el apoyabrazos al lado de Elena, dejando el centro libre para poner los regalos.

Lena abrió el regalo de Svetlana primero, mirando con sorpresa y sacando de la caja la gruesa bata de felpa. Era de color crema, cosa que Yulia encontró muy bonita en contraste con el cabello de Elena. Esta le agradeció efusivamente el regalo, estando de acuerdo en que una bata de felpa era bienvenida de cara al invierno que se aproximaba.

―Nuestro turno ― dijo Viktor cogiendo la gran caja de donde estaba y poniéndola sobre la mesa de café — Ahora, antes de que te excites por el tamaño de la caja, tienes que saber que lo de dentro no es tan grande. ¡Vamos!, ábrela.

― El señor Remilgado y el señor Correcto aquí presentes, se han arruinado su manicura buscando éste regalo ― dijo Mihail levantando su mano y pasándosela por su cabello para ordenarlo un poco.
Yulia miraba mientras Elena ignoraba el enorme lazo que lo envolvía y tiraba del precinto que cerraba la caja. A la escritora le tomó unos segundos encontrar el regalo escondido entre las bolas de papel de periódico. Cuando lo hizo, Yulia se sorprendió de verla sostener un par de antiguas lámparas de pared.

―Oh, son perfectas ― dijo la pelirroja dejando una para poder examinar la otra más detenidamente. Personalmente Yulia pensaba que eran horrorosas y decidió que su compañera de piso tenía un extraño sentido de lo perfecto ― ¿Dónde diablos las encontraron?

―Bien, cuando te puse esas sencillas lámparas en la terraza, sabía que no te gustaba el estilo ― comenzó Mihail.

―Y los grifos son un bonito detalle, ¿no crees? ― preguntó Viktor, obviamente orgulloso de su elección― Vi un conjunto de lámparas en hierro forjado para poner junto al sofá, pero estaban muy vistas. Imagina mi sorpresa cuando las encontré en el fondo de una caja de un agente de una sala de exposiciones.

―Por supuesto te las instalaré antes de que venga el frio ― prometió Mihail.

Elena parecía realmente encantada con su regalo y, reticentemente, lo devolvió a la caja antes de que todos los ojos se posaran sobre Yulia expectantes.

―Oh ― dándose cuenta de que era su turno, la morena miró por encima del apoyabrazos y recogió su regalo acercándoselo tímidamente a Elena y deseando más que ninguna otra cosa haber comprado en su lugar el cheque regalo.

― No sabía qué comprarte ― dijo a modo de defensa mientras Elena con mucho cuidado pasó el dedo por el pliegue del papel de regalo y lo quitó.

Ya no había donde esconderse, el regalo en madera y latón salió de la caja para ser sostenido entre las manos de Elena. Tallado en madera de cerezo, la sólida base sostenía las curvadas letras del nombre de Elena sobre ella.

Cogida a ambos lados del nombre había una pluma a la izquierda y un tintero a la derecha. Un discreto saliente en latón dejaba espacio para poner el lápiz y el bolígrafo.

―Es precioso ― dijo Elena honestamente y visiblemente conmovida por los sentimientos.
Yulia se encogió de hombros, segura de que su compañera de piso estaba siendo solo cortés.

―Bien, tu eres una escritora de misterio…lo ví y pensé que te gustaría en latón.

―Me encanta ― dijo, acercándose y atrayendo a Yulia para abrazarla ― Es un regalo realmente precioso. Muchas gracias.

―De nada ― murmuró la morena, todavía insegura a cerca de la sinceridad de sus palabras.

―Es muy bonito ― dijo Svetlana, y los chicos asintieron en adición a sus palabras. Uno por uno tomó el saliente de latón destinado al lápiz y al bolígrafo para estar de acuerdo en que era el regalo perfecto para su escritora de novelas de misterio favorita.

―Qué noche ― dijo Elena despidiendo a los chicos desde la puerta. Miró a su alrededor considerando seriamente esperar a la mañana siguiente para pasar la aspiradora. La caja donde venía la bata fue cuidadosamente cerrada y puesta con las otras cajas en el armario. Una nunca sabía cuándo necesitaría una caja. El regalo de Viktor y Mihail fue guardado en su propia caja, dejada a un lado y a la espera de que el constructor tuviera tiempo para instalar las luces. Con la bata plegada sobre su brazo, y el accesorio de escritorio en sus manos, Elena le ofreció otra sonrisa a su compañera de piso.

― Es realmente precioso ― dijo señalando el regalo de Yulia ― ¿Qué te hizo pensar en ello? ― Yulia se alzó de hombros.

―Realmente no sabía qué iba a regalarte. Vi uno de esos en la alameda y pensé que te gustaría.

―Nunca he visto uno con pluma y éste precioso tintero. Es único. Voy a ponerlo ahora mismo sobre mi escritorio y así podré mirarlo cuando esté escribiendo ― Antes de que Yulia pudiera reaccionar, Elena usó su mano libre para acercarla y volverla a abrazar ― Es muy especial y me encanta. Gracias.

Yulia estaba sintiéndose mejor en cuanto al regalo y sonrió cuando Elena la soltó.

―Estoy muy contenta de que te guste.

―Sí, mucho ― añadió la escritora, sonriendo por el sonoro bostezo de su compañera, y golpeó suavemente a Yulia en el hombro ― Bueno ya es tarde.

―Suena como si fuera un plan ― estuvo de acuerdo la morena.



CONTINUARÁ....
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A Edirbr, katina4ever, Fati20 y a Elena Sonda les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Fati20 3/7/2021, 12:11 pm

Hay q linda julia puede ser tan tierna 😍 con eso q dices ya estoy muy emocionada q pase algo entre las chicas!!! 🎊🎊🎉🎉🎉 Lo hemos ansiado mucho
Fati20
Fati20

Mensajes : 1280
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 31
Localización : Venezuela

A katina4ever le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por katina4ever 3/7/2021, 1:38 pm

😍😍😍😍 anda! Que cosas tan interesantes!! Yulia tan linda con sus detalles, muero por poder ver qué sucederá con las chicas 😍😍🤭
katina4ever
katina4ever

Mensajes : 280
Fecha de inscripción : 03/07/2015

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por RAINBOW.XANDER 3/7/2021, 5:03 pm

Capítulo Treinta y Ocho


―Así que dime otra vez, ¿por qué estamos haciendo esto? ― preguntó Yulia mientras levantaba otro montón de ramas secas y las dejaba en la carretilla.

―La hoguera necesita leña ― dijo Elena dejando caer su montón de ramas ― Además es una forma estupenda para que Santana traiga a todos sus amigos y limpien esto.

―Eso es lo que pensaba ― dijo la morena con una sonrisa ― Al menos tienen un montón de cerveza.

―Es cierto. ¿Sabes que hay dos barriles más a parte del que hay en el porche?.

―Ah, una recompensa por todo nuestro duro trabajo ― añadió Yulia ― Al menos contigo ayudándome no tendré que pelear con las indirectas de la Don Juana Cubana.

―Es cierto, solo quédate pegada a mi ― dijo la escritora ― Protegeré tu virtud.

Hubo un escandaloso bufido y se volvieron para ver a Sonya caminando por la maleza.

―Eso es un paso, si no he escuchado mal, Katina ― se burló dejando caer las ramas que sostenía sobre la carretilla ― No te preocupes, Yulia ― dijo palmeando el hombro de la joven ― Soy policía, puedes confiar en mí para guardar el secreto ― Yulia sonrió.

―No sé si puedo confiar en una mujer que lleva las esposas con ella todo el tiempo ―dijo.

―Ah, ningún sentido de la aventura ― dijo Sonya, haciendo como si le atraveKatya una flecha el corazón ― Ok, ok, las dejaré solas pajarillos enamorados. Mejor si se dan prisa. La comida está casi lista y Santana ya ha abierto el segundo barril ― La policía desapareció por entre la maleza, dejándolas a solas una vez más. Elena sacudió su cabeza.

―Le he dicho antes que no éramos amantes.

―Yo ya me he dado por vencida intentándolo ― dijo Yulia ― Además, si creen que estoy contigo no se meterán demasiado conmigo.

―Con algunas de mis amigas siendo tan cariñosas, eres una tentación. A Niurka le encanta ir detrás de alguien que tenga una relación. Creo que es el desafío lo que la atrae.

―Pues no debo ser su tipo ― dijo la morena parándose para liberar una rama de entre las hojas y cubierta por tierra ― Es una de las pocas que pasa de mí.

―Las prefiere rubias y castañas, creo que estás a salvo. ¿Necesitas ayuda con eso? ― Yulia intentó liberar el tozudo tronco, exhalando fuertemente cuando no lo consiguió.

―Si no te importa ―Juntas liberaron el tronco, decepcionadas cuando encontraron la parte baja cubierta de insectos.

―Tanto esfuerzo para esto ― dijo dejando su parte en el suelo.

―Bueno, tampoco es como si no hubieran ramas o troncos por aquí ― dijo Elena quitándose su jersey y sacudiéndose las manos ― De hecho ― dijo mirando la carretilla llena ― creo que tenemos más que suficiente.

―Voto por volvernos antes de que se acabe la cerveza ― dijo Yulia usando sus vaqueros como si fueran una toalla para sus mugrientas manos antes de coger las asideras de la carretilla.

―Yo puedo hacerlo ― se ofreció Elena.

―Nah, es bastante ligero ― dijo. Cuando unos meses atrás el carro lleno hubiera sido demasiado pesado para ella de llevar, dos meses recogiendo escombros de paredes y maderas, habían esculpido sus músculos lo suficiente para que Yulia pudiera sostener el peso ― Te diré algo, ¿por qué no vas y traes unas cervezas mientras yo llevo esto al montón de leña?

―Eso parece un plan ― dijo Elena ―Te espero allí ― Se giró y se dirigió hacia la casa mientras Yulia seguía las marcas dejadas en la hierba por las otras carretillas hasta que llegó a donde harían la hoguera.

“Se podrá ver la hoguera desde el espacio” pensó mirando la montaña de madera.

―Estábamos a punto de enviar una expedición en su búsqueda ― dijo Svetlana mientras se aproximaba con una botella de cerveza en la mano ― ¿Dónde está Elena?.

―Fue a la casa a traerme una cerveza y quién sabe qué para ella ― dijo Yulia ― Ayúdame a descargar esto, ¿quieres?

Dejando su cerveza en el suelo, la castaña mujer comenzó a ayudar a Yulia moviendo las ramas desde la carretilla hasta la pila de madera.

―Así que, ¿te vas a quedar esta noche o te llevará Elena a casa?

―Planea volver a casa más tarde, pero puso la tienda de campaña en el jeep por si acaso ― dijo Yulia ― Supongo que veremos cómo van las cosas.

―Te ofrecería llevarte, pero planeo no estar en condiciones de conducir para cuando anochezca ― dijo la terapeuta ― Rara vez vuelvo a casa antes de la mañana siguiente de cuando vengo a recoger leña a casa de Santana.

―¿Qué están haciendo? ― preguntó Yulia señalando donde varias mujeres estaban apiñadas juntas en medio de un prado cubierto de hierba.

―Están intentando poner la red de voleibol ― contestó Svetlana quitando las últimas ramas de la carretilla y volviendo a coger su cerveza ― Todavía tenemos un par de horas antes de que Santana encienda su hoguera y veinte mujeres necesitan hacer algo que las mantenga ocupadas ―Yulia sonrió.

―Estoy segura que Santana podría encontrar algo para mantenerla ocupada en las próximas horas si pudiese encontrar una compañera servicial.

―¿Te ofreces de voluntaria?― La morena bufó y sacudió la cabeza.

―No es mi tipo, ya lo sabes ― dijo, sus ojos mirando a Elena trayendo un par de tazas de plástico llenas de cerveza en sus manos ― Oh si― Encontrándose con su compañera a mitad de camino, cogió una de las tazas y dio varios tragos ― Mi héroe ― bromeó.

―Veo que te las has arreglado para encontrar a alguien que te ayude a vaciar la carretilla ― dijo Elena tomando un sorbo de su cerveza ―¿Queréis ir a ver a las chicas jugar al voleibol?

―¿Y tú?

―Claro ―dijo la escritora mientras Svetlana se les acercaba ― Puede que me una a ellas para jugar un partido o dos.

―Mejor si te quedas mirando ― dijo Svetlana ― Es brutal cuando se trata de golpear el balón.

―Suena como si quisiera a alguien en mi equipo ― dijo Yulia mientras se dirigían a la zona de voleibol, insegura de la extraña mirada que le dio su terapeuta.

En pocos minutos los equipos estaban hechos, Elena y Yulia en el lado de Santana López y Svetlana se unió al grupo de Sonya. El blanco balón voló sobre la red y el partido comenzó. Si las chicas jugaban duro sobre el campo de baseball, no era diferente en el de voleibol. Cada punto era difícil de ganar, con gruñidos y maldiciones y no pocos fueron discutidos y repetidos. Siendo una novata en el juego, Yulia se encontró en total desventaja cuando tuvieron que rodar y ella quedó frente a la red. Incapaz de defender contra los fuertes remates de Sonya, permitió dos puntos antes de que rodaran y cambiaran de posición otra vez, poniendo a Elena a su lado izquierdo.

―No le tengas miedo al balón ― dijo la escritora, balanceando su peso hacia atrás y saltando sobre sus pies cuando estuvo lista para el próximo saque ― Estaré aquí mismo si me necesitas ― Yulia asintió con la cabeza, rezando para que la pelota no le volviera a ella otra vez.

Para su consternación el golpe lanzado por Santana fue a parar donde Sonya estaba. Preparándose para otro lanzamiento, Yulia era consciente de una presencia moviéndose detrás de ella. Cuando el balón se aproximó, lo lanzó hacia arriba enviándolo suavemente al aire. Era todo lo que Elena necesitaba mientras le lanzaba a Sonya un autoritario balonazo que golpeó a la policía en el hombro y luego en la hierba.

―Tuviste suerte ― dijo Sonya recuperando el balón y pasándoselo suavemente a Santana. Elena se movió más cerca de su compañera y le susurró en la oreja…

―La próxima ver que el balón caiga cerca de ti, trata de lanzarlo recto hacia arriba, yo me haré cargo del resto, ¿vale? ― Golpeó suavemente el hombro de Yulia antes de volver a su posición.

El juego mejoró después del punto. Yulia se dedicó a recoger los balones que le llegaban y a lanzarlos hacia arriba para que Elena los rematara con sus devastadores golpes. La estrategia funcionó permitiendo a su equipo ganar definitivamente el partido. Aunque Yulia no fue capaz de hacer ningún remate, aún así disfrutó el juego y muy pronto estuvo lista para participar en un partido de baloncesto en medio del camino, con una canasta portátil mientras Elena se unía a Santana y a Svetlana para calentar las parrillas de la barbacoa.

La pelinegra hizo un amago hacia la izquierda antes de pasar por la derecha y birlar a una determinada Sonya encestando limpiamente.

―Eso fue suerte ― dijo la policía.

―Una mierda ― protestó Yulia, restregándose la mano sobre su sudorosa frente ― Entró limpia. Tengo que traer algo ― Los coches estaban aparcados en la hierba a ambos lados del camino y tan solo le tomó unos segundos llegar al coche de Elena.

Después de mirar inútilmente la parte de delante y de detrás de los asientos, abrió detrás y echó un vistazo.

Aplastado entre el saco de dormir y la parte de atrás de los asientos, estaba la bolsa de softball de Elena. Yulia la abrió y sacó la sudadera azul para la cabeza. Decidiendo que a Elena no le importaría, la cogió y se la puso, esperando que la protegiera tanto del sudor como del pelo que le caía por la cara y no la dejaba ver.

―Aw, maldita sea ― bromeó Sonya cuando se acercó Yulia ― Nos estábamos preguntando si te ibas a quitar la camiseta otra vez ― Yulia se rió con las demás, recordando cuando hizo eso en uno de los partidos de softball.

―Lo siento, no hay nada más debajo de esto que un sujetador.

―Está bien ― dijo la policía mientras coreaba un cacareo con las otras mujeres.

―De acuerdo, me la quitaré tan pronto como lo hagas tú ― devolvió Yulia esperando totalmente convencida que la otra mujer se echara atrás. Para su sorpresa Sonya comenzó a sacarse la camiseta de sus pantalones cortos ―No, no espera. Estaba solo bromeando.

―Tarada ― dijo Sonya burlona.

―Zorra ― contestó con una sonrisa mientras todo el mundo se ponía en posición. El balón se puso en movimiento y Yulia sonrió con regocijo mientras pasaba por detrás de Sonya, cogía el pase, lo lanzaba para que rebotase en el tablero y encestara. Relajada y cómoda con las amigas de Elena y, ahora las suyas también, Yulia dio unos pasos atrás mientras esperaba que Niurka recuperara el balón que había rodado y se había colado debajo de un coche. Alguien pensó en llevar unas cervezas y ella agradecida tomó una ofrecida por Sonya. El balón fue encontrado y el partido se reanudó.

Para cuando terminaron, con el equipo de Sonya ganando por tres puntos, todo el mundo estaba más que listo para la sabrosa carne y las cervezas frías esperando por ellas cerca de la barbacoa.

La música sonaba desde los altavoces situados sobre unas de las mesas de picnic. Había seis mesas, todas hechas con la pieza de un solo tronco sobre dos tocones de madera y a ambos lados sendos bancos. Además, se entre mezclaban las sillas de plástico para poder proveer de asiento a todas la mujeres.

Yulia estaba encantada de ver que Elena ya había llenado dos platos y la reclamaba al final de una de las mesas.

―Huele estupendamente ― dijo cuando se acercó.

―Me imaginé que estarías hambrienta después de todo lo que has corrido ― dijo Elena atrayendo las sillas que había junto a ellas. Yulia cogió una costilla y la mordió, esparciendo la salsa por toda su cara.

―Qué desastre ― Elena se rió ―Espera ― dijo, usando un pañuelo para quitarle la salsa ― Bien, ahora no pareces una niña pequeña.

―¿Es eso todo lo que vas a tomar?, ¿una mazorca de maíz y un poco de ensalada de patata?

―Sabes que no como carne roja ― dijo la escritora cogiendo el maíz y frunciendo el ceño cuando unas gotas de mantequilla cayeron sobre sus pantalones ― El pollo se está aún cocinando.

―Te lo traeré cuando esté listo ― dijo, su boca otra vez manchada de salsa.

―Yo puedo hacerlo.

―No hay problema. Probablemente estaré lista para comer algo más para cuando esté preparado. Hey, de todas formas, ¿qué tal está esa ensalada de patata?.

―Aquí, pruébala ― cogiendo un poco con su tenedor, Elena lo aguantó para que la probara. Yulia dudó por un momento antes de abrir la boca.

―Oh, mira, ahora se dan de comer la una a la otra ― bromeó Sonya que estaba sentada en la misma mesa. Las otras mujeres al oírla se rieron haciendo que Yulia se pusiera colorada.

―Solo estás celosa ― dijo Elena, pinchando con su tenedor la ensalada de pasta de Yulia y comiendo un poco.

―Maldita sea, es cierto ― contestó Sonya provocando más risas. Alguien anunció que el pollo estaba listo y Yulia saltó de su asiento.

― Dame tu plato ― dijo ― ¿Cuántos trozos quieres?

―Una pechuga es suficiente ― dijo la pelirroja aguantando el plato ― y un poco más de ensalada de pasta y de patata si todavía queda, por favor.

―Claro, no hay problema ― Yulia desapareció en la barbacoa y a los pocos minutos volvió con el plato de Elena y dos cervezas más ― Pensé que podías tener sed ― explicó mientras lo dejaba todo sobre la mesa.

―Nunca bebo tanto ― dijo Elena cogiendo la lata de cerveza y bebiendo un sorbo ― Ya me he tomado tres.

―Yo he tomado unas cuantas más ― admitió tomando un buen trago de la suya antes de dirigir su tenedor hacia la ensalada de pasta de Elena ―Así que, ¿qué haremos cuando terminemos de comer? Todavía hay demasiada claridad para encender la hoguera.

―Probablemente jugaremos otro partido de voleibol.

―¿Estás descansada para eso?

―Probablemente no ― dijo agitando la cabeza ― ¿Por qué?, ¿lo estás tú?

―No si tú no vas a jugar ― dijo ignorando una risita de Sonya. Sintiéndose con la necesidad de explicarse añadió ― no soy muy buena.

―Te diré qué. Si realmente quieres jugar, yo lo haré también ― dijo Elena echándole una rápida mirada a Sonya antes de que la policía tuviera la oportunidad de hacer comentarios sobre su conversación privada.

Como se esperaba, una vez estuvieron todas llenas, alguien sugirió un partido de voleibol. Yulia agitó su cabeza, alegando que quería dejar a su estómago que se asentara antes de jugar otra vez. Elena llevó sus platos vacíos a la basura mientras ella terminaba su cerveza. Dándose cuenta de que algunas de las mujeres se deslizaban dentro de uno de los graneros, la morena sonrió, se excusó de la mesa y se unió a ellas, sabiendo muy bien lo que estaban haciendo.

Cuando Yulia volvió varios minutos después, sus ojos estaban totalmente entornados. Elena le echó un rápido vistazo y sacudió su cabeza.

―Debía haber sabido que encontrarías a las fumadoras de hierba ― dijo ― Bueno, ¿estás completamente colocada ahora?

―No, solo me siento como si flotara ― dijo Yulia ― ¿Te molesta? ― Elena dudó antes de contestar.

―Me importa cuando lo utilizas para esconderte de la realidad, pero si es solo para relajarte con unas amigas, no, no me molesta ―A pesar de que nadie prestaba atención, bajó la voz antes de añadir ― Me preocupo por ti, lo sabes. No me gusta verte haciéndote daño.

―Lo sé ― dijo Yulia poniendo su mano en el hombro de la pelirroja ― A mí no me gusta cuando te matas despierta toda la noche escribiendo para luego borrarlo, así que estamos empatadas. Vamos, ¿te sientes con ganas de patear algunos culos ahora jugando a voleibol?

―¿Estás segura de que puedes jugar? Quiero decir, estando colocada y todo.

―Claro, puede que viendo la bola venir más despacio pueda lanzarla hacia arriba ― dijo apretando suavemente el hombro de Elena.

―De todas formas tampoco jugaremos demasiado tiempo ― dijo Elena mientras se acercaba al área de voleibol ― Está anocheciendo. Santana no tardará mucho en encender la hoguera.

La predicción de Elena se hizo realidad cuando en menos de una hora después la hoguera estaba encendida y cada una reclamaba su sitio alrededor. Yulia tomó asiento a un lado de la escritora mientras Svetlana se sentó al otro. Sonya se dejó caer a la derecha de la morena, pasando cervezas de la nevera que había arrastrado hasta allí mientras otras volvían a llenar sus tazas de plástico con los barriles del porche.

―¿Cuál es esa, la número cinco?― preguntó Yulia mientras Elena se llevaba la taza de plástico a sus labios.

―Eso creo ― contestó la escritora ― Me parece que no vamos a ir a ningún lado esta noche.

―Bueno, trajiste la tienda de campaña por si acaso ― dijo Yulia ― ¿Es suficientemente grande para las dos?

―Es una tienda para dos personas y el saco de dormir es de tamaño doble, así que debería haber suficiente espacio ― dijo Lena ― No serás de las que se sacude y no para de moverse en toda la noche, ¿verdad? Porque si es así dormirás en la hierba.

―Seré buena, lo prometo ― dijo Yulia sacando sus cigarrillos del bolsillo y encendiendo uno ― Además estaré tan ciega por la cerveza que cerraré los ojos y ni te enterarás.

―Solo asegúrate de que aguantas hasta ayudarme a montar la tienda ― advirtió la escritora mientras arrugaba la nariz cuando el viento le traía el humo del tabaco ― Svetlana puede dar fe de que esa tienda es un fastidio de montar.

―Sería más sencillo reclinar los asientos traseros del jeep y dormir allí ― dijo Svetlana cuando oyó mencionar su nombre ― Lleva cerca de una hora montar todo ese monstruo. No he bebido tanto, si quieren puedo llevarlas en coche a casa ― ofreció.

―¿En esa trampa mortal que conduces? ― preguntó Elena ― Una cosa es ser sacudido por todas parte en el coche estando sobria, pero otra muy distinta cuando se tiene la barriga llena de cerveza.

―Eso es cierto ― dijo Svetlana ― La verdad es que no me gustaría que arruinarais mis asientos vomitando o algo así.

―Eso probablemente sería lo mejor, Doc ― bromeó Yulia ― ¿Cuándo vas a deshacerte de ese trasto y comprarte un coche nuevo?.

―El día en que nuestra Elena pueda pasar por al lado de un desorden sin pararse a limpiarlo.

―Supongo que eso quiere decir que tendrás esa Cosa hasta que se caiga a pedazos.

―Hey ― dijo Elena, haciendo lo posible para parecer ofendida ― ¿cómo es que me metieron a mí en medio de todo esto?.

―Pues porque estás sentada en medio, por eso ― dijo Yulia dándole un flojito codazo.

―Así que, Elena ― dijo Sonya ― Cuéntanos algo sobre la historia que estás escribiendo. ¿Es otra de Katya la detective? ― Elena terminó de sorber un trago de cerveza antes de asentir con la cabeza.

―Sí, será la tercera historia de Katya.

―¿Vas a dejarla tener una novia finalmente?

―Eso creo. Por lo menos he dejado que sienta una fuerte atracción. Si eso se convierte en amor o no todavía no lo he decidido.

―Oh, tienes que hacerlo ― dijo Yulia ― Con mucho romance y pasión.

―Sip, especialmente pasión ― dijo Sonya ―Quiero al menos tres buenas escenas de sexo.

―Escenas de amor ― corrigió Elena ― Y todavía no lo he decidido. Ya veremos cómo se desarrolla la historia. He oído que estuviste envuelta en esa persecución a toda velocidad la semana pasada.

―Oh si ― dijo la policía ― Fue de lo más extraño. Verás, encendí las luces traseras del coche patrulla para hacer que se detuviera un camión que transportaba…― Sonya continuó con su explicación hasta que alguien tomó el relevo y continuó hablando de otra cosa.

Yulia no estaba segura de cómo había sucedido, pero en algún momento de la tarde se había movido un poco más cerca de Elena y ahora sus rodillas se tocaban. Se debatía entre moverse o no, pero decidió seguir apoyada intentando no pensar en el contacto. En lugar de ello se concentró en la conversación de alrededor.

Elena estaba hablando con Svetlana, permitiendo a Yulia tener la oportunidad de estudiar los perfiles de sus amigas a la luz del fuego. Se reflejaba una luz naranja sobre la cara de Elena haciéndola parecer más resplandeciente. Yulia le dio un trago a su cerveza y miró a su alrededor observando que Santana había encontrado aparentemente compañía para la noche, si la forma en que se besaban las mujeres era una indicación de ello. Se dio cuenta que, aparentemente, la nueva conquista de Santana era Niurka, quien, por el momento, estaba intentando saber hasta donde podía llegar su lengua en la garganta de la presentadora.

Incapaz de apartar sus ojos del espectáculo, Yulia miró a las dos mujeres continuar con el intenso beso.

“¿Cómo diablos pueden respirar?”.

De repente, una imagen de ella siendo besada con la misma pasión y deseo como la que estaba viendo unos pies más allá, le vino a la cabeza. Pero lo que más le sorprendió fue la cara de su imaginaria compañera.

Como si pudiera sentir los pensamientos de Yulia, Elena se giró y la miró, ofreciéndole a la morena una agradable sonrisa.

―¿Estás bien?

―¿Hummm?, oh, si ― dijo, sabiendo que todo el calor que sentía en la cara no era por la hoguera ― supongo que me quedé pensando en mis cosas durante unos minutos.

―Parece que Niurka no va a dormir en una tienda sola ésta noche ― dijo la pelirroja señalando con su barbilla en dirección a donde estaban besándose las mujeres.

―Si es que van adentro ― contestó Yulia, acercándose por detrás de Sonya a la nevera y cogiendo otra cerveza ― Realmente no necesitan la hoguera para entrar en calor.

―Ya veo ― dijo Elena depositando su mano sobre la rodilla de Yulia ― ¿Te molesta? ― le preguntó en voz baja para que nadie la escuchara.

Sacudiendo su cabeza, intentó quitarse de la cabeza la imagen de ella siendo besada apasionadamente por la mujer que tenía al lado.

―No. Ya he visto a tus amigas besarse antes. Lo hacen todo el tiempo en el campo de juego. “Por supuesto, nunca había pensado en ser besada por ti antes”, pensó ofreciéndole una pequeña sonrisa antes de volver a mirar el fuego. “Debe de ser porque estoy con ella casi todo el tiempo. Pensé en Elena besándome porque es mi amiga y le tengo mucho afecto, eso es todo” .

Y aunque pensara eso, Yulia se encontró a sí misma mirando la mano que descansaba sobre su rodilla tan familiarmente y luchando por la urgencia de cubrirla con la suya para mantenerla ahí.


CONTINUARÁ.....


Cool Cool Cool
RAINBOW.XANDER
RAINBOW.XANDER

Mensajes : 1808
Fecha de inscripción : 18/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires

A Edirbr, katina4ever, Elena Sonda y a Yulieth les gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L. - Página 3 Empty Re: CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN YULENA)// By: Miller B L.

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 3 de 5. Precedente  1, 2, 3, 4, 5  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.