HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Este es un capítulo más fuerte de lo normal. Dejo la advertencia correspondiente. Si prefieren no leerlo están en su derecho. Gracias por su atención.
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Con mi pulgar comencé a darle vueltas al anillo que llevaba puesto en el dedo medio de mi mano izquierda, buscando ese tan elusivo valor.
Román había dejado la ventana del SD abierta con los tres archivos enumerados y por más lista que creí que estaba unos minutos antes, la verdad es que me costaba abrir esa caja de pandora. Suspiré para calmarme y decidí hacer el doble click al primer video; inmediatamente escuché una voz femenina y vi una imagen borrosa que se fue aclarando poco a poco.
—Awww, está dormida —Era Erika entrando a la habitación en la que me había dejado Varvara después del incidente del baño.
Estaba tan drogada que según ella no podía dar dos pasos y me había dejado allí para que descanse. La luz era muy baja, era evidente que ninguno de ellos quería llamar la atención. Dmitri se aproximó a la ventana y se aseguró que estuviera cerrada por completo y que no hubiera testigo alrededor. Yo estaba acostada en la cama, semidesnuda y cubierta por una delgada cobija. Mi vestido se veía con claridad en el reflejo del espejo que había en la esquina, doblado sobre el respaldar de la silla.
—¿Tienes el arma? —le preguntó Dmitri a Fyodor y él la sacó de su bolsillo. Revisó el cilindro, sacándolo a un lado y le dio vuelta, tal como en una película, lo volvió a meter con un movimiento rápido y cargó la bala haciendo para atrás el martillo con su pulgar. Ni siquiera era un arma con silenciador, aunque con la bulla a las afueras, estoy segura de que no se escucharía el balazo.
—Lena… Oh, Lena, Lena, Lena. Cuánto quisiera que me estuvieras mirando en este preciso momento —Sonrió con su vista prendida en mi figura aun cubierta.
Varias veces se me insinuó en la escuela, un par después de graduarnos, pero nunca lo tomé como más que un deseo fugaz, algo de chicos.
De un jalón, me desprendió de la tela que guardaba mi adormecido cuerpo. Yo no di señales de vida, continuaba con mis ojos cerrados, yacía vencida, con mis extremidades sueltas, estaba completamente ida.
—¡Siempre quise verte así! —dijo gustoso, emocionado como si fuera un niño. Perdía su voz al hablar, desbordando felicidad como un maldito pervertido —Eres preciosa.
Lo único que conservaba sobre mí era mi ropa interior, minúscula por el vestido que llevaba, debía ser así o se notaría tras la tela.
—Pero ¿qué tenemos aquí? Depilación estilo brasileño, vaya, vaya —dijo ella, insertando un dedo entre mi prenda y jalándola hasta descubrir mi sexo— Es lamentable que nadie vaya a disfrutarlo —mencionó dando unos pasos para atrás, dejándome descubierta, haciéndole un acercamiento a mi cuerpo de la cabeza a los pies.
Fyodor seguía a un lado de la cama, Dmitri estaba del otro y ella, justo en frente de mí.
—No debería ser de esa forma, ¿saben? «Nosotros» podemos disfrutarlo —puntualizó mi ex amigo, dibujando una línea, con la punta del revolver, sobre mi cuerpo; inició en mi cuello y siguió por el medio de mis pechos, bajando por mi ombligo, donde se detuvo haciendo presión y regresó lentamente hasta mi seno izquierdo— ¿Qué dicen? Podemos matarla en unas horas, no es como si fuera a despertar —Siguió, subiendo con el arma por mi piel hasta que llegó a la punta más alta y colocó el agujero del cañón justo en mi pezón. Sentí un fuerte escalofrío correrme por la espalda.
—Esa es la mejor idea que has tenido Dyor —le dijo Dmitri, tomando a mano llena mi otro seno, masajeándolo con brusquedad, como si fuera una de esas pelotas anti estrés.
Erika continuó filmándolos y dijo:
—Me encantaría tener eso como parte de mi colección privada. Será único. Lena Katina, nieta de Nilza y Román Bilan, siendo ultrajada, humillada… ¡Jmm, será mi más grande tesoro!
Su cinismo se sentía crecer con cada palabra que salía de su boca. Le fue tan fácil unirse al plan, como si se tratara de ordenar papas fritas con la hamburguesa.
—Solo una cosa chicos, si vamos a hacer esto, debemos salir de aquí y hacerle creer a todos que esta perra ya se fue. De lo contrario vendrán a buscarla y… no queremos eso, ¿no? ¡Vamos, llévenla arriba!, a la habitación de visitas que siempre usa Dmitri—les exigió moviendo su celular y cortando la grabación del primer video.
No iba ni por la mitad y ya me sentía completamente deshonrada, ni siquiera había visto lo más fuerte.
Debí detenerme ahí, debí. Pero no, continué mi tortura.
Sonó el doble click que le di al segundo video y la pantalla se llenó de filo a filo. Romina caminaba de espaldas, grabando como Dmitri me traía en los hombros, como si fuese un costal de papas. Fyodor lo cubría de quien pudiera verlos en el pasillo, se veían sigilosos, prudentes, calculadores y, apenas él cerró la puerta, su amigote me tiró de espaldas a la cama.
—Huele tan bien, a rosas —dijo Dmitri, mirándome con ganas y comenzó a desabrocharse el pantalón. Esa punzada la sentí traspasarme el pecho, sería testigo de lo que me hicieron. No estaba lista.
—¡Hey, yo voy primero! —protestó Fyodor, procediendo de igual manera. Me dio tanto asco, saber que esa noche ambos habían abusado de mí. No había nada que hacer, todo estaba dicho y era inevitable.
—¡Basta a los dos, yo les diré qué hacer! —Erika tomó las riendas y se acomodó en un sillón, bajando por un instante el teléfono a un lado, apuntando a su cara. Sin darse cuenta dejó la clara evidencia de su complicidad. Enfocando nuevamente, encuadró mi cuerpo casi por completo, de las rodillas hasta mi cabeza y siguió con las instrucciones— Ustedes dos, fuera estorbos —les dijo, ellos se desnudaron en menos de lo que canta un gallo y la esperaron ansiosos. Me sentí un pedazo de carne que ellos devorarían, como un par de lobos hambrientos.
Ya de por si era una escena muy vulgar, dos chicos con muy pocos atributos físicos, desnudos frente a una chica inconsciente, en una habitación que habían ambientado a media luz, junto con la música de rap barato en el fondo, los invitados de aquella fiesta —mis amigos—, seguían disfrutando la noche en el jardín, ajenos de lo que me sucedía en esa habitación.
—Fyodor, toma el arma —le ordenó—, ¿está cargada?
—Está a punto, solo hay que presionar el gatillo.
—Bien… —Se alegró— Juega con ella.
Me quedé helada al escucharla, al verlo a él sonreír de la forma más maliciosa, Dmitri hacía exactamente lo mismo y, para ayudar a su amigo, me tomó de una pierna, haciéndola a un lado, dándole una entrada perfecta.
Me sentí algo mareada, con nauseas. Mi cabeza daba vueltas y me sentí descompuesta. Me di cuenta de que estaba transpirando frío, mi respiración alborotada como reacción a lo que veía.
Permanecí incrédula de que él, mi amigo, quien fuese el que estaba haciéndome eso. Hasta ese momento, no lo creía capaz de algo así.
Fyodor acercó el cañón a mis muslos, resbalándolo por entre mis piernas, subiendo lentamente hasta que llegó a mi centro y suspiró con excitación por lo que estaba apunto de hacer.
—No aprietes el gatillo aun —le decretó Erika—, no será agradable lo demás… si está muerta.
Él concordó con ella y con la voz agitada le dijo:
—Sé muy bien lo que hago, hermosa —Encajó el canuto entre mis pliegues, y yo… yo lo sentí, tal como si estuviera haciéndolo en ese instante; palpé cada toque de esa arma en mi cuerpo.
Repetía en mi mente que eso no era real, pero lo fue, lo había sido hace más de un año, ¡eso era lo que yo viví esa noche!
—Con mucho cuidado, Dyor. No quiero accidentes —Volvió a insistir Romina.
Él subía y bajaba por mi zona íntima, utilizando ese revolver como un juguete en mi cuerpo y me vi obligada a cerrar los ojos para no ver lo que seguía, no quería, no podía aceptarlo. Comencé a llorar en silencio.
Escuché su entusiasmo, gemía como si el cañón de esa arma le perteneciera a su propio cuerpo. Me daba repulsión de tan solo oírlo avanzar.
—¡Oh, Lena!, ¿te gusta? —clamaba agitado— ¿Te encanta tener a la muerte tan cerca, justo entre tus piernas? ¿Lo estás disfrutando?
Comencé a llorar entonces, porque todo era demasiado violento para mí. ¿Cuándo se convirtió mi amigo en esto? ¿Qué diablos tenía en mi contra?
Tengo suerte de estar con vida, de que, en un movimiento, él no haya presionado de más su dedo contra el gatillo. Fortuna, casualidad, ¿quién sabe? Si estoy viva es por algo, cualquier cosa pudo pasarme esa noche en esa condición y con ellos a mi lado.
Sentí furia conmigo misma, ¿como dejé que sucediera?, ¿cómo fue que bebí sin percatarme de cómo me estaba incapacitando?, ¿por qué no le mencioné nada a Varvara, a Dan, antes de que fuera demasiado tarde?
Presioné de un golpe el teclado, pausando el video, no quería escuchar más su voz.
Lloré sin abrir mis ojos, cubriéndome el rostro con ambas manos, con mi voz exclamando el dolor de la traición.
Ese que estaba ahí, había sido uno de mis mejores amigos, había sacrificado tanto por él. ¡Yo le había salvado la vida, dando todo lo que tenía! Y él estaba violándome con un revolver, ¡con un maldito revolver!
Me calmé después de varios minutos, no sabía si dejar el video ahí o continuar. La película se había congelado en su sonrisa mientras veía a la cámara. El placer que tenía grabado en el rostro era repugnante, irreconocible… devastador.
Me detuve de reiniciarlo y me levanté. Comencé a caminar por ese pequeño cuarto, dando una vuelta y otra y otra más. Regresaba mi vista a la pantalla, a su mirada y volvía a marcar mis pasos sobre ese piso de concreto.
No me bastó para calmarme. Salí de allí por unos segundos, me quedé observando la puerta pesada que daba a los calabozos, analizando si debía entrar y exigir una respuesta directamente o si debía volver al monitor y continuar.
Dudé, me decidí, volví a dudar.
Me acerqué a la puerta y quité el seguro para abrirla, pero me arrepentí y lo coloqué nuevamente.
Entré otra vez al cuarto de comandos y me senté en la silla, dándole un golpe suave a la barra espaciadora. No volvería a salir de la habitación con la verdad a medias. Terminaría con esos videos. Estaba decidida.
—Suficiente —dijo Erika, él retiró el arma y la posó sobre el velador, mi humedad era clara sobre el metal. Dmitri dio la vuelta y se subió a horcajadas de mi cuerpo, se complacía aun sin tocarme.
—Es bonita —confesó la tipa al verlo tan excitado— ¿Qué quieres hacerle?
Él seguía consolándose cuando, con su mano libre, puso su pulgar en mi quijada y me abrió la boca.
Mi tolerancia llegó a su límite y no pude continuar, simplemente no podía forzarme a seguir viendo esos videos.
Volví a llorar, a sentirme un pedazo de basura, a querer morir en ese momento porque ¡esto lo había visto mi abuelo y quién sabe cuántas personas más! ¿Quiénes habían sido testigos de mi peor momento, de mi desgracia?
Yo estaba allí drogada, imposibilitada de protestar de gritar, de pelear por salir de ahí, ¡de defenderme! Y ellos me usaron como un juguete, como algo que no tiene valor alguno.
Esta vez no detuve el video, lo dejé correr mientras me lamentaba.
Escuché sus jadeos, los ánimos que un exaltado Fyodor le daba a su cómplice, las risas de Romina y yo seguía llorando sonoramente, rota en mil pedazos, con mi orgullo en el suelo.
Lo escuché terminar y Fyodor le dijo que se bajara, que era su turno. Pronto lo escuchaba solo a él, no duró mucho tiempo, por suerte, unos segundos más y el cuarto de comandos se llenó de silencio. El video había terminado, pero… aún faltaba uno más.
Titubeé. No sería capaz de soportarlo, eso lo sabía.
Mis manos temblaban, mi pecho me dolía, físicamente me dolía y sentía una incertidumbre adentro, una pena, una vergüenza absoluta.
Solté el mouse del computador y lo alejé de mí violentamente, levantándome de mi asiento. Tomé ese monitor en brazos y, sin pensarlo, lo lancé contra el piso, pateé el computador con todas mis fuerzas. Cuando la torre cayó, la volví a patear, una y otra vez.
Saqué el SD con dificultad y lo mordí con las muelas, lo pisé, lo destrocé, sabiendo que no sería la única copia que habría de esos videos, pero quería destruirlos de todas formas y lo hice.
Tomé la silla en mis manos con una fuerza que no reconocí y la estrellé sobre lo que quedaba de ese computador. El ruido que causé debió haber sido tal, que Román bajó apurado a ver qué sucedía y me detuvo de hacerme daño, quitándomela de las manos.
—¡Tranquila, estás bien! Estás viva, hija. Estarás bien, Lena, calma —Me abrazó, me consoló con tiernas caricias, con palabras suaves y cálidas, con amor paternal que tanto me hacía falta— Lo más importante es que estás aquí. Yo no permitiré que algo más te suceda, no dejaré que nadie te haga daño, lo juro —me susurró.
Suspiré en su pecho llenándolo de lágrimas frustradas, lo agarré muy fuerte de su chaqueta y no lo dejaba ir. Necesitaba apoyo, alivio, pero sin pensarlo… sucedió.
Alguien pasó corriendo por las escaleras hasta la puerta de los calabozos y la abrió haciendo mucha bulla y entró con furia hasta el área de las celdas.
—¡Yulia, Dios! ¡¿Qué hace aquí?! —exclamó asustado mi abuelo. Se separó de mí para confirmar lo que veía en los monitores que seguían encendidos. Yo giré mi cuerpo y la vi, era ella. Abría cada una de las celdas, apuntando con un arma a los prisioneros de mi abuelo, exigiéndoles que salgan y se formen en el centro de esa mazmorra.
—¡Debemos detenerla, los matará! —Román salió disparado y yo tras él.
No podía entender ¿qué hacía en este lugar?, ¿de dónde salió?, y ¿por qué portaba esa pistola?
—¡Yulia, detente! —le grité al entrar.
—¡No! —respondió, estaba demasiado alterada— Pagarás, Nobikov. ¡Pagarás por lo que le hiciste a mi novia!
—¡Yulia! —Volví a llamarla, captando su atención. Su agitación se extendía por su cuerpo, estaba enfurecida, exasperada. Rabiaba su furia y levantaba el arma en dirección a Fyodor. Yo solo acerté en ponerme en medio de ambos y detenerla de esa forma. No dejaría que se convirtiera en una asesina.
—¡Espera, no! No puedes hacer esto.
—¡Vi los videos! —exclamó a gritos— Los vi, Lena… ¡Yo los vi!
Poco a poco se dejaba vencer entre llantos. Bajó la pistola hasta entregármela y fue ahí que lo miré.
Estaba hincado en el suelo junto con los otros dos malditos violadores. Portaba esa sonrisa hipócrita, esa que tenía en el video la primera vez que lo pausé. Esa que lo convertía en un monstruo.
Creyó haber ganado, su victoria se leía en sus gestos, que se repetían en los demás chicos.
Esa era la oportunidad. Apreté el metal, el arma se sentía tan cómoda en mis manos, puse en posición mis dedos para sujetarla mejor y la levanté en su dirección diciendo:
—Es hora de que respondas algunas preguntas Fyodor. De eso dependerá, si sales de esta habitación… vivo o no.
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
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Capítulo 196: The Final Truth
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Cuando tienes la verdad en frente de ti, muchas veces te preguntas que versión de ella es la que estás viendo.
La verdad es una sola, más, las versiones de la misma, varían con cada persona, desde cada ángulo y posición. Nada es absoluto en realidad, ni siquiera la misma verdad; suele perder la forma con el tiempo y es común que se esfume en la memoria, en el hablar.
Es más, las palabras tienden a convertir la verdad en mentira, es por eso que una prueba real en un juicio, tiene más valor que una declaración juramentada. Una persona puede gritar «asesino» y apuntar directamente a alguien que, si no existe un cuerpo y un arma homicida, bien pudo no haber sucedido y, esa, esa es la verdad.
Para entenderla hay que analizar los hechos que la rodean y desechar imposibles.
Por ejemplo, yo puedo cantar. Es una verdad que todos pueden aceptar. A algunos puede gustarles mi estilo a otros no, pero de principio, nadie que me haya escuchado, puede negar mi mi aseveración. pero seamos realistas, mi alcance vocal es limitado, yo misma lo acepto, porque me conozco. Si me llegan a comparar con Whitney Houston, la verdad es, que yo no puedo alcanzar muchas de sus notas tan características. Viéndolo desde ese punto, yo no puedo cantar, no como ella lo hacia. Conozco mis bondades, mis virtudes, así como también, mis debilidades y mis falencias. Por lo tanto, acepto la verdad en ese sentido. Eso es lo importante, saber juzgar, reconocerse a uno mismo y a los demás.
Yo me he visto en muchas películas, en la televisión, en anuncios de revistas. He escuchado mi voz en canciones y entrevistas. Sé la entonación que uso al hablar, para presentarme al mundo. Conozco de memoria mi ángulo más favorable, el color exacto de labial que acentúa mejor mis rasgos faciales. Sé como estirar la verdad para que suene a mi conveniencia, como comportarme para agradar y —hasta hace unos minutos—, eso era suficiente para saber quién era, en donde encajaba antes de huir, cuando vivía en un mundo de pretensiones y después, cuando me reinventé para salir de él.
Pero nada, nunca, superará la incertidumbre que deja en mi el verme tan impotente en un video con tres criminales que, lo que más querían, era abusar de mí. Nada cambiará el sonido de mi silencio, nada.
Ahora, esa experiencia, es parte de mi memoria. De hoy en adelante, reconoceré mi ausencia y el miedo de volver a ser vulnerable frente a una situación similar.
Muchas cosas han cambiado. Mis raíces y procedencia son distintas de lo que siempre creí. Mi vida tiene otro sentido, otro ángulo de ver las cosas, todo como resultado de esta nueva realidad que todavía tengo que completar.
—Lena… yo… ayúdame… ¡Yo no tuve nada que ver! —se defendía ese chico que se llamaba mi amigo, al ver que el arma que acababa de quitarle a mi pareja, continuaba apuntándole en la frente, ahora sujetada por mi mano— Estaba drogado, intoxicado por estos dos. ¡Me obligaron, lo juro!
—Maldito imbécil, ¡yo te vi disfrutarlo! ¡Te vi! —le gritaba Yulia a un paso por detrás de mí.
—¡Basta! —alcé la voz. Tanto grito a mi alrededor, no me ayudaba a aclarar mis ideas, no me dejaba pensar— Yulia, por favor, sal de aquí.
—¡No, jamás te dejaré con este idiota! ¡Nunca, ¿entiendes?, nunca te permitiré tocarla Nobikov! —respondió indignada y combativa, quería protegerme, pero ¿qué era lo que buscaba proteger? Fyodor no me pondría un dedo encima, estaba atado de manos a su espalda, al igual que sus cómplices. Así los habían encerrado, sin poder ni siquiera mover sus manos libremente.
—Necesito hablar con él y no quiero a nadie más aquí.
—¡No! —volvió a gritar y quiso quitarme el arma. Román la tomó por los brazos y la forzó a separarse de mí.
—Lena… hija, mejor hablemos arriba. Dejemos que los guardias se encarguen de encerrarlos nuevamente —Me pidió él, tratando de sonar calmado, esperando que lo escuchara y que no cometiera una locura— Sé que todo esto es duro… y que no es fácil de digerir, pero… no quiero que tomes una decisión equivocada.
—Abuelo —lo nombré, sabiendo que lo sorprendería al llamarlo así, no había pasado ni un día desde que llegué y lo conocí, y ya me dirigía a él como un ser querido. Sí, lo utilicé, pero necesitaba esta oportunidad y ésta era la única forma— Tú sabes lo mucho que una duda te puede consumir —le dije, asumiendo que él entendería mi dilema— No podré superar esto si no lo enfrento.
Román accedió sin responderme y le pidió a Yulia que se mantuviera a un lado, dándole el gusto de quedarse. La puso de escudo sabiendo que, lo más probable, es que no disparara a mis infractores con ella presente, fue inteligente.
Les ordenó a los guardias —que habían bajado con el alboroto—, que se colocaran detrás de los prisioneros y ellos, sin una orden más específica, se formaron por detrás y sacaron sus armas, apuntándoles en la nuca.
—No se les ocurra moverse, mis hombres tienen claras órdenes de proteger a mi nieta —les advirtió claramente y luego le pidió a uno de ellos que trajera al otro rehén.
No entendí en ese instante a qué se refería con «otro rehén», ellos eran las únicas personas que yo había visto en los videos, pero claro, nunca llegué al tercero.
"¿Qué más me pasó?", fue lo que se me cruzó por la cabeza.
El metal de la puerta rechinó al abrirse y se escuchó una voz agitada y asustada que se rehusaba a salir.
—Yo no hice nada…, por favor —rogaba alguien que se me hacía demasiado familiar.
A empujones lo trajeron y lo hincaron al lado de su hermano Dmitri.
Era Dan, el que había sido el sospechoso número uno de Varvara desde un principio. Estaba tan descompuesto por la falta de agua y comida que no podía casi hablar, lo único que lograba decir era que él no había hecho nada, que lo dejaran libre.
—¡Ese imbécil, vio los videos, Kay! ¡Él lo sabía todo y se lo calló! —gritó Yulia, acusándolo. Todavía llamándome por mi más reciente nombre— ¡Maldito seas, Dan!
—Yo no hice nada…, por favor… por favor…
—¡Lo hiciste! Por encubrir al depravado de tu hermano, pero vas a pagar, tú, el idiota de Nobikov y la perra de Erika…
—¡Ya basta! —le grité para que hiciera silencio, ya no quería escuchar más amenazas. Así no llegaríamos a ningún lado y yo necesitaba saber sus razones, entender ¿qué pasó?— ¡Yo haré las preguntas! Solo yo hablaré, ¿entendido?
—Por favor…, por favor…, por favor… —repetía y repetía Dan.
—Dije, silencio —le repetí apuntándole— No me obligues a decirlo nuevamente.
Se calló, aunque seguía sollozando sus lamentos. Fue cuando Romina aprovechó para hacerse notar y querer robarme mi autoridad.
—Me imagino que viste el video.
—Imaginas bien —le contesté.
—¿Te gustó? —preguntó con genuina curiosidad, lo que me dice mucho sobre ella. El tipo de cosas que me hicieron le gusta, la excita. Se le podía ver ese brillo de emoción en los ojos mientras hablaba y esperaba por mi respuesta— Mi parte favorita es… bueno, son algunas, pero la más alucinante es la del arma —confiesa, dejándome muda por unos segundos— Dime, ¿lo sentiste? Debes haberlo hecho, el frío metal, justo adentro de tu…
—Lo de callarse era con todos, más que nada contigo Erika —le dije quitando la mira de mi rizado ex-amigo y posicionándola sobre ella.
—Sabes que si me tocas un pelo eres una mujer muerta «Karen» —puntualiza mi nombre con sarcasmo. Entonces le acerqué el arma hasta la frente y acaricié su cabello pasando un mechón, de un lado a otro, con el cilindro de la misma, sonriéndole.
—Sabes que si me da la gana presiono el gatillo y tu dejas de respirar «Romina», así que… relájate, que a quien quiero escuchar es a Fyodor —Empujé su frente con la punta y volví a él.
Su nerviosismo se exaltó al concentrarme nuevamente en él. Puso su cara de borrego a medio morir conjugada con arrepentimiento que sabía que no tenía. Conocí a su verdadero yo en esos videos. Fyodor no me engaña, ya no.
—¿Por qué? ¡Dímelo! —le pregunté con determinación, quería ver al monstruo salir.
—Estaba drogado…, ¡estaba hipnotizado por esta perra! —señala a su supuesta novia con la quijada a falta de sus manos que siguen atadas tras su espalda.
—¿Perra? —protesta la susodicha— ¡¿Perra?!
—Lena, créeme, yo no te haría daño, no si hubiera estado consciente… ¡lo juro! Por favor, créeme…
Erika se rió a carcajadas, le hacía gracia la mentira de su cómplice. Me observó de reojo y se rió aun con más gusto, se había dado cuenta de que no le creía, no lo volvería a hacer y ella lo sabía.
—¿Quieres saber el porqué? —respondió ella por él— Te lo diré. Como verás, tu abuelo lo obligó a mantenerse lejos de los casinos y las apuestas después de salvarlo de su deuda con mi abuelo…
—¡Cállate!
—Si no quieres que ella termine la historia, cuéntamela tú —le dije, pero él decidió callar.
—No quiero más interrupciones Fyodor, a menos que quieras decir la verdad —Le advertí— Prosigue —Asentí indicándole a Erika que continuara.
—Vino buscando a mi abuelo para arreglar las cosas, creía que él había sido quien lo bloqueó de ese mundo y fue ahí que nos conocimos, yo le conté de tu familia. No le costó mucho relacionarte por tu apellido materno…
—Lena, no le creas… —La cortó, defendiéndose. Parecía que no había sido muy clara cuando dije que no quería más interrupciones y, para hacerle entender, alcé la pistola para lanzar un tiro a la pared de atrás.
¡Pum!
Resonó todo el lugar, la bala se incrustó en la pared dejando un hueco más en la superficie. Entonces me di cuenta por qué el lugar tenía ese aspecto viejo y desgastado, había sido víctima de muchos, muchos disparos. El silencio que llenó el espacio, justo después, se volvió tétrico.
—Silencio, dije —repetí bastante calmada, una vez que el eco terminó. Fyodor cerró su boca y sus ojos cuando volví a apuntarle.
Ahora entiendo lo que papá solía decirme acerca de las armas. «El peligro está en la apariencia de poder que sientes al tener una vida enfrente del cañón, pero recuerda, es una apariencia nada más. Después de disparar el gatillo, no es poder lo que se gana, tan solo pierdes parte de tu alma». Aun así, sigue siendo una apariencia bastante real. Me sentía poderosa, tenía su existencia en mis manos, como él tuvo la mía en las suyas aquella vez.
—¡Habla!
—Regresó unos meses después a proponer un intercambio. Tú por él —reanudó su relato tragando en seco, visiblemente más tensa— No fue el abuelo quien lo atendió entonces, fue mi papá y él le dijo que se encargaría de darle todo lo que quisiera si traía tu cabeza… No literalmente —explicó—, solo… te quería muerta.
—Solo eso, ya veo.
—Dyor Ideó el plan junto conmigo y Dmitri, y… debíamos llevarlo a cabo en la fiesta, pero…
—¿Pero?
—Dmitri… él sí que estaba drogado, no como Fyodor que solo fumó yerba ese día… —confirmó—, en fin, él le envió el último video a su hermano y cuando Dan respondió, amenazándonos con llevar eso a la policía si no te dejábamos con vida, nos fuimos y te dejamos ahí.
—Por favor, Lena… yo… yo solo vi un poco, no más… Ayúdame… yo no hice nada… —me rogaba Dan, llorando sobre sus hinchados ojos. Se veía tan cansado, tan abatido.
—Tú tenías derecho de saber, Kay…
—Yulia… por favor llámame Lens, sí, no más Karen, yo soy Lena —le recordé a mi novia lo que ya le había pedido en dos ocasiones. Ella simplemente calló, debía estar asustada de mi actitud también.
—¿Qué tienes que decir, Fyodor? ¿Es lo que dice Erika verdad? ¿Me ibas a matar para poder entrar a un estúpido casino? —le pregunté con una casi agotada calma.
Él respiró y respiró, quitándose la máscara con serenidad. Su pena se desvanecía en la sonrisa que crecía en su rostro, en la maldad que reflejaban sus ojos mientras subía su mirada para encontrarse con la mía y, tal como el Guazón, comenzó a reír y a gritar como loco, rompiendo mi concentración, mi seguridad.
Ahí estaba el monstruo que yo sabía que era. La verdad pintada en su expresión.
—Crees que fue fácil verlos a todos crecer junto a mí… ¡Sin mí! Anna, de la noche a la mañana se fue y me dejó a un lado por los miles de hombres que la rodeaban ¡y luego se decidió por Sergey! ¡¿Sergey?! Él ni siquiera la amaba, solo quería vengarse de Yulia y aprovecharse de su fama. ¿Y yo? ¡¿Yo qué?! ¡Yo no podía hacer nada de lo que quería porque todos mis contratos eran en casinos o casas de comedia dentro de uno!
—¡Esa no era mi culpa!
—Claro que sí, él era tu abuelo, él me condenó… ¡por ti!
—¡Tú te condenaste solo por idiota! —le gritó Yulia desde atrás, incapaz de contenerse.
—Todos ustedes, Sergey, Vlad, la estúpida de Yulia, Anna, tú, todos famosos, todos llenándose los bolsillos con dinero ¿y yo?… , haciendo videos de YouTube para ganar unos centavos, ¡cuando pude haber hecho mucho más que todos ustedes juntos!
—Y eso es lo que yo valía para ti. ¿Tu fama por mi vida? —le pregunté retóricamente—, te habría dado todo lo que tenía en un segundo, Fyodor. De hecho lo hice para ayudarte aquella vez, todo lo que tenía por «tu vida».
—«Mi vida» vale mucho más que eso. ¡Merezco la fama, la fortuna! —Se expresaba con tanto rencor y envidia, ¿pero qué creía?
—¿Cuánto piensas que un comediante gana, Fyodor? Ni siquiera eres mago como para tener un show decente en un teatro, ¿de qué fama hablas? —Lo sé, fui cruel, pero es la verdad.
—¡Cállate, maldita perra! Si supieras cuánto gocé esa noche. Matarte habría puesto la cereza en el tope. ¡Yo te hice mía! ¡Yo te tuve! ¡Fui yo, mucho antes que Yulia! ¡Yo! —vociferó observando la furia que mi novia debía tener en su rostro y, como un demente, volvió a reír sin control.
Cerré mis ojos tratando de mantener el control, pero lo único que logré fue concentrarme más en el rebote de su insoportable risa que me atacaba por todos lados. Me sentí mareada, mi respiración se aceleraba con flashes del video que aparecían fugazmente proyectados tras mis párpados cerrados y llegó un punto en el que sentía como si estuviera girando en mi propio centro y en cualquier momento explotaría. Solo quería que se calle, que parara, que hiciera silencio, solo quería silencio, silencio, ¡silencio!
—¡Silencio! —grité, jalando el martillo de esa pistola, empujándola sobre su cráneo con tanta fuerza que, para cuando abrí los ojos, medio segundo después, solo se escuchaba mi respiración alterada.
Fyodor temblaba, después de tanta burla, se sacudía como gelatina ante su inminente muerte. Siempre fue un cobarde, ahora se le notaba más, sus ojos suplicaban que no presionara el gatillo y escuché un susurro por detrás.
—No lo hagas, Lena. Recuerda a tu papá…
«Después de disparar el gatillo, no es poder lo que se gana, tan solo pierdes parte de tu alma».
Papá jamás habría condonado que yo matara a alguien por venganza, él era un buen hombre, él era mi ejemplo, aun lo es.
¿En qué me convertiría si disparaba? Sería por siempre su asesina, aunque mi abuelo me protegiera y cubriera todo rastro de lo que hice, yo jamás escaparía a la verdad. La llevaría conmigo siempre. Yo le quité la vida a alguien, a una cucaracha inmunda a una maldita basura, pero… quitaría una vida.
¿Qué pasaría con Yulia? Tendría de pareja a la asesina Lena Katina. ¿Sobreviviríamos esto? ¿Podríamos cargar por el resto de nuestras vidas con esa culpa?
Esto no es como robar un labial en una tienda departamental, esto era asesinato.
Yo no soy una Bilan, este no es mi verdad y no sería el legado que yo deje en el mundo.
Solté el gatillo, aflojé el agarre del arma y me di por vencida.
Aimée fue quien me detuvo con sus palabras. No me di cuenta cuando entró en el calabozo, pero… no vino sola.
Y de repente escuché:
¡Pum!, ¡pum!, ¡pum!
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
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El metal de una pistola es frío, mucho más que otros metales.
Tiene un peso en tu muñeca, tiene un volumen y forma que se adaptan casi de manera natural a tu mano. Los dedos se acomodan perfectamente, eso ayuda con la fuerza al sostenerla, eso permite la claridad del disparo, la precisión.
Sus partes son el resultado de una ejecución calculada, con una intensión indiscutible. Es un arma diseñada para traer… muerte.
Los amantes de las armas muchas veces se justifican diciendo que son instrumentos de defensa, claro, siempre dejan de lado el hecho de que, en frente de ellos, existe sin falta un atacante y que, todo acto procedente de un disparo, deja mucho dolor y pérdida.
De chica, o adolescente para ser más exactos, papá me llevó al campo de tiro. Quería que supiera cómo manejar una pistola, cómo limpiarla, cómo cargarla, cómo respetarla más que nada, que hiciera consciencia de que no es un juguete como muchos piensan.
A pesar de ser policía, él nunca permitió que Katya y yo tuviéramos una de plástico de niñas, ni siquiera de esas que llenabas con agua para jugar con tus amigos.
A mi me encantaba la idea, solía ver, desde la ventana de mi habitación, a mis vecinos correr por el césped de sus casas, persiguiéndose, calmando el calor del verano con chorros de agua que caían por todas partes. Lo envidiaba tanto, la decisión de mis padres me parecía demasiado drástica.
Las cosas empeoraron cuando tenía catorce años y me invitaron a una fiesta en uno de esos lugares de paintball. Fue el único cumpleaños al que no me dejaron asistir. Mamá también era muy ávida en la restricción de ese tipo de actividades, que ni se me ocurriera que disparar a mis amigos con pintura era algo que podía llamarse «diversión».
Me acuerdo claramente, como si fuera ayer, el momento que decidí hacer huelga de hambre como protesta. A mamá no le causó mucho impacto, me llamaba a comer, me servía la comida en el plato y yo me quedaba mirándolo sin probar bocado.
—Ya comerá, Sergey, cuando de verdad tenga hambre, lo hará —Solía decirle a mi padre al retirar mi plato de la mesa.
Él, por el contrario, se preocupaba en extremo. Venía a mi cama en la noche —a escondidas de mamá— con bocadillos, o me preparaba sándwiches de jamón y queso al grill, mis favoritos. Pero no sirvió de nada, yo estaba empecinada en criticar las reglas que me impidieron ser parte del evento «más importante de mi vida». Viva el drama en esos días.
Semanas más tarde y después de una charla muy larga con mamá, papá vino a despertarme. Era un sábado en la mañana, demasiado temprano como para abrir los ojos, se sentó a mi lado y me dijo:
—Vístete, amor. Iremos al campo de tiro.
No creía lo que escuchaba, para ese entonces ya había roto la huelga devorándome un pastel de manzana y luego toda mi protesta se fue al demonio, pero que mi propio padre me dijera que me llevaría a disparar un arma, me emocionó en extremo.
Me apuré al vestirme, ni siquiera me bañé, bajé a desayunar con él un vaso de jugo de naranja y unos huevos revueltos y salimos solos, él y yo.
Aparcó en el desierto estacionamiento del centro de entrenamiento de la policía de Moscú y, antes de bajar, me advirtió una cosa, tenía una simple solicitud:
—Nadie en este mundo está exento de culpa, Lena. Tener un arma es un compromiso, contigo misma y con la persona que está del otro lado del cañón —dijo seriamente.
—Papá, solo dispararemos a un papel pintado.
—Y, en el futuro, podrías estar frente a un ser humano.
—Papá…
—Lena, solo quiero que tengas muy presente que no eres ni juez, ni Dios para dictar quién vive y quién no. Prométeme que siempre tendrás eso presente.
—No te preocupes papá —le respondí en ese entonces—, te prometo ser responsable, como tú.
Bajamos del auto y nos encaminamos a la entrada. En esos lugares practican los miembros de la fuerza durante los días normales, pero los fines de semana están abiertos a gente de la comunidad que quiera aprender autodefensa o desee sacar un permiso para portar armas.
Si eres menor de edad, debes ir con, al menos, uno de tus padres y seguir las reglas de seguridad.
Al entrar en el área previa al cuarto de disparos, te colocan un chaleco antibalas —para protegerte de cualquier accidente— y además te dan unos audífonos que cancelan una gran parte del ruido que hace la pistola al ser disparada.
El sonido del cañonazo es tan fuerte, que puede dejarte sordo por unos minutos, provocarte un dolor de cabeza muy intenso y a veces vértigo si tienes algún problema en tus oídos.
¡Pum!
Mi primer disparo fue un desastre. No solo fallé por completo al blanco, casi me caigo de la fuerza de la patada que me dio la culata. La palma de mi mano me dolió por dos días enteros.
—Recuerda lo que te dije, Lena. Párate firme y sostén el arma con un buen agarre, la mano entera abrazando el cuerpo de la pistola y la otra como soporte de ambas, ¿entendido?
Lo volví a intentar, fallé nuevamente.
Me tomó más de una hora encontrar el balance adecuado para no retroceder cada vez que presionaba el gatillo y salí de allí más que agotada.
Tenía catorce años y para mis quince ya disparaba latas de gaseosa con papá en el campo abierto. Pero nunca, nunca hice esto, nunca apunté mi arma a alguien más, nunca vi la muerte de tan cerca… nunca.
¡Pum, pum, pum!
Tres ráfagas explotaron a mi lado en menos de cinco segundos y mi cuerpo saltó y se encogió con cada uno de ellos.
Cuando dicen que la vida te pasa en cámara lenta —como en una película— cuando mueres, es verdad también cuando alguien muere en frente de tus ojos, por lo menos eso me pasó a mí.
Observar a otra persona tomar su último respiro y quedarse con él adentro es algo que no quiero volver a presenciar en los días que me restan. Una vida debería ser mucho más valiosa que la decisión egoísta de alguien más.
Todo sucedió tan rápido, no había nada que yo pudiera hacer en tan corto tiempo, no pude reaccionar, no sabía cómo. No estaba atenta de su presencia, no tuve oportunidad de intervenir.
El sonido del primer tiro me ensordeció obligándome a cerrar los ojos y hacerme dos pasos atrás. La sorpresa de su acto me arrancó del momento, de mis propias acciones.
Acababa de decidir que no sería yo quien termine con sus vidas y llegó ella a dictar sentencia y ejecutarlos. Sloane… ¿de donde salió?
Para cuando logré entender lo que pasaba y vi el cartucho de la bala saltar al aire, el cuerpo inerte de Dan ya estaba en camino a golpearse contra el piso. Mi amigo, aquel que me ayudó en tantas ocasiones, con el que reí, canté karaoke, bailé, bebí unas cervezas, con ese que sentí que fue mi único respaldo por años, yacía sobre el cemento de ese cuarto subterráneo, desangrándose, sus ojos abiertos de par en par. No pensó que su falta de decisión, de guardarse lo que sabía, le costaría todo lo que tenía.
Yulia tenía razón en algo, él pudo decirme lo que pasó, hacer que su hermano se responsabilizara, pero qué habría ganado, ¿que nos maten a los dos? Creo que mucho más lejos de ayudar a Dmitri, él me protegió a mí, me salvó de la humillación pública, de que me convirtiera en la siguiente Kim Kardashian. De eso, no creo que hubiera podido recuperarme. Digo, saber que me violaron de una forma tan violenta, tan gráfica y cruenta, y encima tener que justificarme eternamente ante la gente, en la prensa… No, no lo habría podido superar. Él me evitó mucho dolor y no se merecía la muerte, mucho menos la que mi tía acababa de darle.
Mi respuesta ante el sonido del segundo disparo, fue encogerme y apartarme un paso más, de un solo salto, esta vez la muerte estaba mucho más cerca de mí. El disparo que recibió Dmitri fue más violento. Su sangre me salpicó en el rostro, en el pecho; mi ropa estaba bañada en rojo. Cayó sobre su hermano con un golpe y su cuerpo se resbaló hasta el piso, el charco de sangre empezó a crecer. Los hermanos Kozlovski, ya no existían más en este mundo.
Para cuando el tercer tiro sonó, yo ya estaba más de medio metro atrás de Sloane. Fyodor permanecía tan sorprendido y desubicado como yo, manchado en su lado derecho por la sangre de su más cercano cómplice. Observaba a su futura asesina el instante en que recibió la bala en medio de sus ojos. La explosión de su piel y su craneo, fue la que más me impactó. Cayó vencido de frente, golpeándose duramente contra piso. Una de las imágenes más brutales que, sin duda, vivirá eternamente en mi memoria. Su cuerpo tirado allí, sin mostrar su cara, atado de manos, en una piscina de su propia sangre, que continuaba saliendo del orificio de su nuca. La vida de mi violador desapareció, había sido fusilado en frente de mis ojos, sin un gramo de compasión. Admito que sentí tristeza por él, por nosotros, por lo que siempre pensé que tuvimos, esa amistad que, de un momento a otro, se convirtió en odio. Sentí dolor por la pérdida de un conocido que consideraba un casi hermano, me afectó tanto como cuando vi a Sergey en esa morgue, quemado, irreconocible, tan distinto de quien yo conocí.
A todo esto, aun faltaba una bala y un culpable más a quien juzgar. Erika.
Para ese momento ella ya estaba advertida y quiso levantarse y huir, pero algo sucedió.
—¡Nooooo! —escuché a mis espaldas un grito a múltiples voces que me hizo regresar mi vista a mi izquierda. Todo corría demasiado lento, mi reacción también. La sentí pasar a mi lado, sin tener oportunidad de analizar sus acciones y, después, un último disparo.
¡Pum!
Sloane también falló, no se percató de lo que sucedía a su alrededor, estaba tan concentrada en Romina que no se detuvo al jalar de ese gatillo. Esa pieza diminuta de metal, que tenía el nombre de Erika grabado en su cuerpo, terminó la vida de quien menos culpa tenía en todo este lío.
—¡Aiméeeeee! —clamó Yulia desesperada el instante preciso del impacto.
Su pecho se estremeció y, con un latigazo, se desplomó a los pies de los guardias que se habían arrinconado en una esquina, buscando protección desde que inició el tiroteo.
—¡¿Qué hiciste?! —Corrió Yulia hacia su amiga, resbalando ligeramente con la sangre de esa matanza y se dio un golpe en las rodillas al caer. Sin importarle la repulsiva escena, llegó hasta ella y la tomó en brazos— Nooo, nooo —lloró cargada de sentimiento, regando sus lágrimas sobre esa tragedia, sobre el pecho de alguien que ya no respiraba más.
¿Qué diablos hizo Aimée? ¡¿Qué?!
¿Por qué diablos protegió a esa basura de mujer? ¡¿Por qué lo hizo?!
Yo veía la escena horrorizada, inmóvil, petrificada ante tanta muerte, ante el horror, porque eso era.
Regresé a ver a la culpable directa de su muerte y juro haber visto como el alma de Sloane cambiaba sus gestos a unos de completo pavor y escepticismo. Ella no creía lo que acababa de hacer. Soltó el arma dejándola caer lentamente al piso y quiso acercarse para confirmar lo que veían sus ojos, lo que había causado, cuando otro grito desesperado se escuchó desde la puerta de ese lugar.
—¡Aiméeeeee! —Era Brianna, su madre, acaba de llegar con el abuelo de Erika, él estaba parado en la puerta junto con mi abuelo, mirando la barbarie de la cual ambos eran, hasta cierto punto, responsables.
Mi tía, reclamó a su hija en brazos, apartando a Yulia de inmediato, llorando como tan solo una madre lo haría.
—¡Mataste a mi bebé! —Culpaba a su hermana menor— ¡Me quitaste a mi hija… a mi hija!
Sloane palideció, sus ojos gritaban su arrepentimiento. Había matado a su sobrina, quizá la más distante, la que llamaba traicionera, la que parecía odiar, pero era su familia después de todo, la hija de su hermana más querida, la nieta de su enfurecido padre.
—Ustedes, ayuden a quitar estos estorbos de aquí —Les ordenó Román a los guardias que retiraran los cuerpos de Dan, Dmitri y Fyodor— Ya saben qué hacer.
No tardaron mucho en llevarlos para una habitación oculta en la parte posterior de las celdas, dejando a mi prima con su madre y mi novia aún en el piso.
Yo seguía sin poder moverme, inmutada por lo que acabábamos de vivir. No podía creer que algo que, ya de por sí había sido un infierno, había terminado aun peor.
—Hija, ve por Yulia y vayan a la casa. Yo cuidaré de Bri —me dijo Román, abrazándome, quitándome la fijación del cadáver de esa chica que me recibió tan bien esa tarde, que cuidó de mi novia cuando estuvimos lejos, que le brindó su amistad estos días y seguramente le dio el apoyo que necesitaba. La niña que jugó conmigo, que río por mi acento al hablar, que me prestó sus juguetes y quien me dio alivio con su sonrisa— Vamos, Lena. Ve… Brianna necesita un tiempo a solas con Aim… con mi nieta.
Caminé hasta Yulia y la abracé poniéndome a su nivel. Estaba tan devastada, tan herida… Odié sentirla así, odié todo esto, odié a Sloane, me odié a mi misma.
—Yulia, amor… Ven, hay que salir de aquí.
—No quiero dejarla sola… —respondió entre susurros y un sollozo agudo.
—No lo está, amor… No lo está.
No entendía el porqué. Muchas más preguntas quedaron en mi mente de las que tenía al entrar buscando respuestas.
No sabía entonces que lo que Aimée hizo fue sacrificarse por el bien de la familia, que ella sabía muy bien que si Erika moría, los Romina nos matarían uno por uno, hasta que los Bilan no existiéramos más, y eso significaba la vida de su madre, de sus tías, de su abuelo, de Katya, de Román Jr, y hasta de mí.
Aun así, no justifico su decisión.
Papá tenía razón, después de disparar un arma, no se gana poder, se pierde… se pierde mucho más de lo que pensabas ganar.
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Capítulo 198: Memories
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Mi más fuerte recuerdo de esa noche es el hedor a metal que se percibía en la mazmorra. Fue rápido cómo el olor bañó todo el lugar. Es un aroma parecido al que emiten muchos centavos juntos, como cuando rompes la alcancía y te llenas los pulmones de ese aire pesado, hasta cierto punto, húmedo y frío. No sé como más explicarlo.
No es en vano cuando la gente dice que los aromas son los recuerdos más vivos que puedes tener.
Mamá, por ejemplo, ella solía repetirme mil veces que extrañaba el olor que yo tenía cuando era bebé, cuando tenía el potencial de ser todo lo que ella quería y soñaba, antes de crecer y convertirme en una extraña.
Cuando era chica y mi tía Tina nos llevaba al parque en el otoño, me encantaba correr y oler el polen que caía de los árboles y se desprendía de las flores con el viento. Tengo suerte de que nunca tuve alergias graves y podía disfrutar de su fragancia, amo esa época del año. El olor a calabaza cuando la vacías para decorarlas, o los dulces de Halloween.
Las galletas que preparábamos con la abuela, ese es otro recuerdo que tengo muy presente, como si hubiese sucedido ayer. Ella nos dejaba, a Samir y a mí, hacer pasteles y galletas. Nos llamaba sus limpiadores profesionales y no es porque mi hermano menor y yo nos pusiéramos a pasar trapos recogiendo el desastre, era porque nos lamíamos todas las paletas y aspas de la batidora, no quedaba una huella de masa o de crema. Era de las cosas que más disfrutaba en el mundo, la casa llena a un olor dulce. Asocio mucho ese recuerdo con el amor, quien sabe por qué.
Otra fragancia muy particular para mí y una de mis favoritas es la que desprende el papel. Muchos piensan que estoy loca cuando hablo de esto —y quizá lo esté—, pero el papel huele delicioso. Yo debo saberlo, soy amante de las tijeras y, cortar papel con formas raras y patrones, es mi especialidad. El papel periódico, por ejemplo, huele distinto al papel blanco. La cartulina tiene un aroma diferente, más si es esmaltada o tipo marfil. El cartón aun más, se puede distinguir el gramaje tan solo por el perfume. Bueno esas ya son cosas de expertos en el tema y yo lo soy.
Definitivamente, el olor que menos me gusta es el de la basura —como a todos, no creo que exista persona en el mundo que disfrute la fetidez de los desperdicios—, sin embargo, ese olor a sangre, será el peor… sin dudas lo será.
Desde ese día me pregunto si a eso huelen las carnicerías —o los degolladeros de animales, para ser más precisos— a sangre, a hierro, a agonía…, a muerte. Ese lugar apestaba a muerte.
Cuando era adolescente me jactaba de mi afinidad con ese estado en particular, la muerte. Hablar de cuerpos, de defunción, de matanzas, masacres, ver cine lleno de «Gore» era de mis cosas favoritas. La gente solía decir que era rara, tenían miedo de que mi obsesión por las tijeras terminara como la película que adoraba en esos años, en asesinato y terror. No me imaginé, en un millón de años, que un día, compartiría esa horrible experiencia y, para colmo, justo con ella, que en esas épocas era de las que más huía de ese tipo de conversaciones.
Es impactante ver la sangre real salir de cuerpos sin vida. Es como el agua que corre porque dejaste la llave abierta, sale, sale y sale e inunda el lugar.
Es… abrumador ver la vida desaparecer… un segundo ahí está una persona, al siguiente ya no, dejaron de ser y se convirtieron en carne, nada más que eso, fibra, músculo, grasa y cientos de otras células, pero ya no personas. Su humanidad expulsada con un balazo…
¡Pum!
Tengo el sonido grabado de cada disparo que Sloane dio y como el cartucho volaba hasta caer en el piso y rebotaba varias veces sobre él.
Las gotas que se esparcieron en la ropa de mi novia —a quien ya no sé ni como llamar, Lena, Kay, ya no sé— Las manchas eran tan claras, tan espesas, tan ajenas a ella.
Otros dos disparos y una ola más de sangre que la cubría; sobre sus párpados, sobre sus labios. La sangre de sus violadores, marcándola una vez más, una última vez. Dejando una huella mucho más profunda que las simples salpicaduras de su piel.
El último cañonazo fue el peor. Ya para ese instante, mi reacción era una de total incredulidad. De la nada Aimée apareció por la puerta y vio a Lena a punto de presionar ese gatillo. Le habló en un tono bajo y calmado, colocándose la mano sobre el vientre y emitiendo la más tierna de las voces.
«No lo hagas, Lena. Recuerda a tu papá…»
La detuvo…
La convenció solo con eso, invocando la memoria de la persona más querida para ella, recordándole quién era, una Katin no una Bilan.
Lena bajó su arma, las cosas se resolverían de otra forma y, aunque hasta ese momento yo misma quería desollar a Fyodor, vivo, lo que presencié después fue… enervante, repugnante en la máxima potencia.
Nunca en mi vida me había sentido más indispuesta que en ese momento, mi estómago a punto de voltearse en ese mismo concreto. Agradecí que Román permaneció cerca y se encargó de cubrirme con sus brazos cuando la loca de su hija entró por esa puerta con arma en mano, caminó con decisión hasta quedar a la par de Lena y, simplemente, disparó.
Todo sucedió tan rápido, Aimée fue impactada por esa bala y…
No, no quiero recordarlo.
Cuando estuvimos en Argentina…, no se lo conté a Lena, pero… para ese entonces, el peso de todo lo que había sucedido por meses, por años, la presión de las cosas, mi accidente, la persecución, el espionaje, todo me había sumido en una fuerte depresión. Tenía una ansiedad terrible y estaba en terapia con una doctora que me atendió mientras estuve internada en el hospital. Antes de darme el alta debía pasar una evaluación psicológica.
Parte de mi tratamiento diario era hablar con ella. Bajo mi pedido lo hacíamos las horas que Lena regresaba a su casa para cambiarse, bañarse, descansar. No quería preocuparla con algo más, yo podía manejarlo, así que cuando se quedaba hasta tarde, mi doctora se daba la molestia de ir por las noches, a cualquier hora del día en realidad, evitando que Lena estuviera, ese era mi requerimiento especial.
Ella me explicó, que mi experiencia era muy parecida a lo que llaman «trastorno de estrés postraumático», algo que es muy común en los militares, por dar un ejemplo, o en la gente que ha sido golpeada, abusada en extremo.
En mi caso, fue la acumulación de acontecimientos que venían desde muy atrás, desde la muerte de mi tía Tina a causa de la sobredosis. Después los problemas de mi hermano, su empecinamiento con vivir volando, tomando desiciones equivocadas y yo sin poder ayudarlo. El abandono de mis padres no ayudó en nada y tras del fallecimiento de mis abuelos, tan solo empeoró las cosas. Mis problemas con Sergey y mis conflictos con la aceptación de mi sexualidad que terminaron en nuestra enemistad, eso fue un golpe duro, porque hasta el momento, él era un muy fuerte pilar en mi vida.
Años más tarde, fue la partida de Lena, lo que colmó el agua del vaso. Para ese entonces, casi ni hablaba con Anna; su relación con mi ex-novio, quien la ponía en mi contra cada vez que tenía oportunidad, había terminado con mi confianza en ella, en todos mis amigos. La muerte de Shapovalov, eso de verdad dolió, el que había sido como mi padre, me abandonaba, me dejaba a la deriva y yo en ese tiempo, me sentía extremadamente sola.
Mi miedo a perder a Lena desbordó mi histeria, finalmente, después de encontrarla, tuve que aceptar que ella ya no era ella, que debía llegar a un acuerdo conmigo misma y entender que la chica de la que me había enamorado había muerto también, Lena Katina ya no existía más, no me fue difícil volver a enamorarme de Kay, pero en mi vida, ese fue un tiempo oscuro, de mucha dualidad y estrés.
El incendio hizo que mi nerviosismo se incrementara hasta el tope. El accidente que casi me mata, subió todo a un nuevo nivel. En él perdí a alguien que fue muy importante en mi historia y dejó en muy malas condiciones a alguien aún más relevante, Eva.
Si lo pienso como mi terapeuta lo explicaba, todo esto me había causado un trauma tan grande, que mi cuerpo no supo como manejarlo y sucumbió al pánico, a la depresión.
A ella no le conté sobre la mafia, la persecución, o la intervención de mi casa con micrófonos. No le mencioné que contratamos un investigador que desapareció del mapa, no le dije nada de esto. Pero estoy más que segura que lo habría catalogado como otro desencadenante.
Esos días sola en Argentina, en la gran ciudad de Buenos Aires, sin terapia, sin ayuda alguna, fueron muy duros, tristes, hasta que Aimée llegó y me sacó de mi decaimiento.
No sé si nos pasa a todos, yo quisiera pensar que sí. Un día llega alguien a tu vida y de repente, sin pensarlo, se convierte en una ficha importante en el tablero. No de una forma romántica, no, tan solo alguien que se vuelve tu aliado, tu mejor amigo.
Aimée y yo éramos muy distintas en cosas tan básicas como el gusto por las películas. ¿En la música?… Mmm, podría decirse que compartíamos varias canciones y fuera de eso, polos opuestos. Nuestros gustos en la literatura eran otra diferencia garrafal y aun así, con todo lo que nos diferenciaba, ella se convirtió en tan corto tiempo, en mi alma gemela.
Charlamos tanto en esos días. Para mi fue sorprendente la facilidad que tuve de contarle mis cosas, mis penas, de abrir mi mente con ella. Discutimos desde del sabor favorito de los chicles, hasta las cosas más profundas, como qué esperamos al final de nuestras vidas, de todo.
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Era extraño… yo no soy muy sociable que digamos, nunca lo fui. De no ser porque Anna se empecinaba siempre en seguirme por todos lados, creo que no hubiera tenido muchos amigos en la secundaria. Tal vez ni siquiera a Lena.
Esos cuatro días y noches, le vomité mi alma a Aimée y ella hizo lo mismo con la suya. Suena asqueroso, lo sé, pero como más explicarlo… Bueno, seguro hay otra forma, pero no viene al caso.
Cuando se ponía hablar de cosas sin sentido, usualmente cuando se fumaba un porro, me recordaba a Anna, pero ellas son tan distintas que esa sensación pasaba en segundos.
Dios, hasta le conté cual era mi pasta dental favorita y por qué. ¿Quién habla de esas estupideces con un perfecto extraño? Insisto en que ella era alguien especial.
Al principio tuve mis dudas, Aimée era muy bonita, en su muy particular forma, pero siempre fue muy respetuosa de Lena, desde el primer día, aunque yo no sabía que era su prima. Pensaba que era noble nada más y eso me agradó. Me tranquilizaba saber que podía contar con alguien que no tenía como único objetivo, acostarse conmigo al final del día.
De cierta forma me sentí protegida, algo que extrañaba tanto… Y, no quiero darme a entender de mala manera, Lena es genial, de verdad lo es, pero… no es solo mi amiga, es mi pareja y las cosas cambian con ella.
No puedo ir con Lena y decirle, bueno, me tienes harta, o por el contrario, no quiero ir con ella a expresarle cuanto miedo tengo de perderla, o cuantas veces pienso que lo mejor para todos sería partir de este mundo, que es algo que se me cruza frecuentemente por la cabeza y, sin embargo, todo eso lo hice con Aimée en esos días.
Ella vino a llenar un hueco enorme que tenía en el pecho, inmenso, gigantesco, estúpidamente descomunal. Y lo hizo sin dejar un milímetro vacío. Así de fuerte sentí nuestra conexión.
Para muchos, sentir algo tan grande por alguien en tan corto tiempo es… imposible, irracional. Quizá lo culparán a mi propia depresión y será la excusa perfecta: «te sentías sola y ella hacía un bonito bulto», pero no es así.
Toda amistad empieza con un hola y va creciendo hasta que un día ya está forjada, presente como si hubiera estado allí siempre. La única diferencia es que nosotras hicimos en pocos días, lo que la mayoría hace en meses, si no años.
El día que llegué a la mansión, que «desaparecí», regresaba a casa del estudio de filmación. El día había terminado temprano aunque había sido pesado. Yo solo quería volver a casa, abrazarme de la que todavía se hacía llamar Kay y dormir, dormir y seguir durmiendo.
En medio camino y después de dejar a mi asistente en su casa, tuve que tomar un desvío de la vía principal porque había un cartel de arreglos. Nada me hizo sospechar que estaba cayendo en una trampa.
Tres curvas más allá ya estaba en un camino largo y lejos de mi destino. Al llegar a la esquina de esa interminable calle, me esperaban otros agentes de seguridad que yo confundí con secuestradores y me obligaron a entrar en un auto. Yo puedo poner una pelea, pero no soy He-Man, ellos eran más de seis, así que, con protestas y forcejeos, ellos me llevaron. Para cuando el carro se detuvo, en la puerta de la casa, yo ya había dejado de poner resistencia y al bajarme del auto la vi. Ella me esperaba con una sonrisa y una cerveza helada.
—Che, te dije que cuando nos volvamos a ver te invitaría una birra.
—¿Qué diablos haces aquí? —le dije analizando mis alrededores— ¿Qué tienes que ver con todo esto?
El escenario era más que confuso, ella estaba parada en frente de una casa que para nada se parecía a un lugar donde llevan a gente secuestrada, es más parecía un resort. También tenía como compañía a unos cuantos gorilas a sus espaldas, que se retiraron bajo su orden. Más caos se forjó en mi mente. ¡Ella era mi secuestradora! Esta era su casa.
—Hay mucho que hablar y este… —dijo señalando al desolado alrededor—… no es el lugar. Vení, te llevo adentro a tu cuarto, esta es la casa de mi abuelo —Me aclaró.
Nada tenía lógica, acababa de ser llevada a la fuerza por un grupo de hombres que ni siquiera se habían molestado en cubrirse el rostro, me recibía una chica que hasta el momento consideraba una amiga y que con mucha amabilidad me ofreció descanso. ¿Qué pasaba? Eso no era un secuestro.
Discutí su petición, no quería ir con ella, tenía que regresar por mi novia, contarle lo que había escuchado decir a Dan, que él conocía sobre lo que pasó en la fiesta. Además, ¿qué diablos hacía Aimée allí? Confusión, confusión total.
Nada era normal, nada tenía una respuesta coherente, mi paranoia ya subía como la espuma cada vez que algo que no tenía calculado sucedía y, eso, no estaba dentro de la fórmula que tenía planeada.
—Bue, hablemos aquí si querés —me dijo al verme molesta, protestante e inmóvil— Estás a punto de arruinarlo todo con lo de Dan, también con la insistencia que tenés con lo de Ivanovich. Él… ya no está más en el mapa, si me entendés, lo mataron los Romina —Tal como la espuma, comencé a transpirar. ¿Cómo demonios sabía ella sobre Dan?, ¿de dónde sacó la información de Ivanovich? ¡¿Quién mierda era?!
—Quiero irme de aquí, quiero irme de aquí, quiero irme de aquí… —repetía y repetía a mis adentros y comencé a temblar.
—Yulia, podés confiar en mí. ¡Tranquilizate! Mirá —me habló, enseñándome una foto vieja que sacó del bolsillo de su pantalón. No la reconocí en un principio a ninguna de las dos— Mirá bien, somos Lena y yo.
Lo eran, ambas de apenas nueve o diez años, no más. Abrazadas y sonreídas de oreja a oreja. Llenas de lodo y y yerba en un gran campo verde y unas montañas que no reconocí.
—Ella es mi prima, Yulia. Lena es mi prima, yo soy una Bilan y si no venís conmigo la pondrás en más peligro, así que calmate y ya. Vení, no te voy a lastimar.
Volvió a ofrecerme la cerveza y me pidió que la siguiera antes de que los guardaespaldas se vieran obligados a llevarme a la fuerza hasta la habitación que me había mencionado.
—¿Por qué confiaría en ti? —Negué una vez más— No iré a ningún lado, no te conozco… Yo… no, déjenme ir o se arrepentirán —les dije a los gorilas que se acercaban para agarrarme de los brazos hasta que ella los detuvo y sacó su teléfono celular, con una cara de poca paciencia y esperó a que timbrara para pasármelo.
—¿Yul? Ya estás con Aimée.
—¿Samir? ¿Qué demonios pasa?
—Quédate con ella, estás a salvo en esa casa. Estamos cuidando de Lena, no te preocupes. Solo haz lo que te pide, ¿sí? —me indicó sin darme una información más completa— Te deberé una y grande si lo haces.
Odiaba dar mi brazo a torcer sin más respuestas, pero accedí al escuchar a mi hermano tan seguro, sea como sea, él era mi familia y le creí, él no me haría daño.
—Tranquilazate, Yulia. Pronto estarás de nuevo con ella, lo prometo.
No sería hasta más tarde, después de darme de cenar y dejarme tomar un baño, que me contaría de lleno quién era mi novia, quién era ella, qué pasaba a muy ligeros rasgos, asegurándome que lo mejor para Lena era que yo permaneciera ahí hasta que pudieran extraerla sin levantar sospechas.
—¿Cuándo van a traerla? Ya dos dos días —le pregunté la segunda noche que nos desvelamos.
—¿No te desesperes? Ya va a venir.
—Aj, está bien, me callo. Mejor cuéntame algo que nadie más sepa de ti —le pedí, cambiando de tema y repartiendo el juego de naipes.
No esperaba que me dijera algo importante, yo solo quería salir de la inútil conversación que teníamos sobre lo mismo de hace cinco minutos atrás y es que no podía dejar de pensar en Kay. Nadie me comunicaba nada concreto y yo comenzaba a desesperarme por no poder hablarle y decirle que estaba bien.
—Tengo miedo —Fue su confesión.
—¿A qué? —Seguí yo sin sospechar lo que me diría.
—A arruinar la vida de «alguien», a… dejar que mi sangre materna me corra por las venas.
—Lamento informarte que… ya lo hace —le dije de manera burlona— Cosas de la naturaleza, ya sabes.
—Me refiero al legado, ¿entendés? A que esa parte de mi herencia sea lo único que le alcance a dar a… «alguien».
—¿Conociste a «alguien»? ¿Cómo es?
Ella rió por mi curiosidad y negó.
—No, es… es… —exhaló repitiendo el movimiento con su cabeza y dejó las cartas a un lado, acomodándose de espaldas al colchón y con la mirada perdida en el techo.
—Hace unos días, antes de viajar acá, me enteré de algo.
—Aja… cuéntame más.
—¿Recordás a Joaquín?
—El tipo alto, lindo de ojos verdes, sí, me acuerdo —Entonces la vi sonreír ligeramente— Para, ¿estás saliendo con él? ¿No te garchaste una mina en el boliche esa noche que salimos a bailar?
—Hablás lindo después de unos días conmigo… —se burló— Y sí, lo hice. Joaquín y yo no estamos juntos.
—Okey, me perdiste. Explícate.
—Él y yo, hicimos algo hace un par de meses y aunque no tengo planes de volver a repetirlo, las cartas ya están echadas.
—Ajá, entendí perfectamente… yep —le dije y se volvió a reír de mí, poniendo su mano en su vientre.
—Me estás jodiendo, ¿no? El «alguien» no es Joaquín. ¿Necesito decir más?
—¡¿Estás esperando un bebé?!
—Ajam… el resultado de sangre dio positivo y…
—¿Y él lo sabe?, me refiero a Joaquín.
—Nop, después tomé un avión y vine a Yaroslavl.
—Ustedes los Bilan y su maldita costumbre de huir de todo —mencioné porque es verdad, pasa algo que no les agrada y adiós— ¿Qué piensas hacer al respecto?
—Nada.
—Nada… así, como nada de voy a tenerlo o… nada de…
—Creo que…, que no… Tengo miedo… eso.
—No sé qué esperas que te diga, creo que si tienes tantas dudas, tal vez no deberías tenerlo.
—Y entonces sí que estaría haciéndole honor al legado familiar —respondió con un resoplido.
—Vamos Aimée, no es lo mismo.
—¿No? Llegá alguien que te estorba o te cambia el panorama de una forma no deseada y adiós, puff, te fuiste… no sos más mi problema. Es justo eso… Matar por conveniencia.
—¿Quieres que te diga algunas razones por la cual no deberías considerarlo una vida todavía?
—No, no lo necesito y tengo dos semanas para dejar de pensar en el «alguien» como un estorbo y comenzar a llamarlo bebé.
—¿Lo vas a tener?
Su respuesta esta vez tardó en llegar. No estaba segura de si hacía lo correcto… pero era lo ella consideraba correcto en esta circunstancia.
—¿Estás lista para ser madrina?
—¡¿Yo?! —le pregunté con escepticismo, no he sido madrina ni de las chicas nuevas del stripclub en Ekaterimburgo, peor de un niño— No creo que sea buena idea que confíes a tu gremlin conmigo. Lo olvido todo, seguro y lo dejo tomando un capuchino en medio del centro comercial.
—Sos tan piola, Yulia —Rió con gusto y dándome una mirada más seria insistió—: Serás la madrina perfecta. Un día, una madre espectacular.
—¿Madre yo? Sí, como no.
—¿Por qué no? ¿No pensás casarte un día con mi prima y tener una casa llena de conejitos?
—Kay es genial con los niños —le comenté de cuando la vi jugar con su diminuta vecina en Ekaterimburgo— Pero hablamos en ese entonces y ella no quiere tener hijos… yo tampoco.
—No, vos dudás y ella, quizá solo necesite un empujón.
—¡Yo no dudo!
—¡Vos dudás!, lo acabo de ver. Te detuviste por un microsegundo al decir que vos tampoco y pusiste esos ojos bajos de cuando querés algo, pero crees que no lo tendrás.
—Tú no conoces mi mirada aún, ¿sabes? Además de productora soy buena actriz.
—Seguro, pero a mi no me engañás. ¿Por qué lo negás? No es como si no me hubieras contado otras cosas más delicadas antes.
Tenía razón en eso, pero esto… era nuevo. Había evitado hacerme ideas de un futuro desde hace meses. Me di cuenta, en la terapia, que siempre hago muchos planes a futuro y lo malo de eso es que ahora estoy en una relación con alguien que, a pesar de que ha estado conmigo en las malas, odia hacer planes. Lena ama su libertad, lo desconocido, la sorpresa del día a día… Yo me aferro a ella, pero sé que el instante que ella quiera, recogerá sus cosas y se irá, como esa vez que hicimos planes para irnos de vacaciones y se molestó conmigo, dejándome en la puerta de mi casa y se marchó. Ese es mi miedo, el más grande de todos, que un día despertaré y ella se habrá ido.
—Volvió, ¿no?
—Sí, esa vez volvió, unas semanas después…
—Si lo hizo es porque te ama, no iba a regresar por masoquista.
—Gracias por eso —dije suspirando al mismo techo, en la misma posición que mi amiga.
—No van ni un año juntas, dale tiempo.
—¿Y qué pasa si ella… se va y ya? Me deja y desaparece.
—Entonces venís a Argentina, yo te invito un buen trago, dejamos encargado tu ahijado y nos vamos a buscar una mina linda que quiera una vida con vos.
—Vamos, Aimée.
—Yulia, acordate de quien eras antes de Lena, vos mismo me lo dijiste. Ibas tras lo que querías sin importar nada. Ahora te la pasas siguiendola, metida en todos estos líos, dejando a un lado tu serie, tu profesión.
—Lo sé.
—Mirá, yo quiero a mi prima aunque no la he visto en años. Tengo lindos recuerdos con ella y es mi familia, pero no por eso te voy a decir que dejés todo lo que querés de lado, que dejés de hacer planes.
Y eso, eso lo había pensado mucho en los últimos meses. Yo quiero mi vida con ella quiero despertar a su lado por el resto de mis días, lo quiero todo y sí, no quiero un hijo ahora, pero… ¿por qué no? Ya tengo veinticinco años, podríamos tenerlo a los treinta, no sería taaan mala idea. Y cuando incluyo el plural en mis planes es cuando paro y me obligo a dejar mis deseos a un lado.
Dicen que cuando uno vuela alto duele más al caer y yo también tengo miedo, lo acepto. Siento terror de abrir los ojos y encontrarme sola, de caer tan duro que me haga mil pedazos.
—Deja de martirizarte, Yulia. Vos sos fuerte, sos talentosa, sos un buen partido y si no es con Lena, serás feliz con alguien más. Tal vez con un pequeño, calvo, gordito que además te deje toda babeada y no te permita dormir.
—Gracias, me vendes la idea de ser madre como si fuera un delicioso jarro de nutella.
Después de eso charlamos de ya ni me acuerdo qué. Las conversaciones con Aimée eran así, de lo superficial a lo profundo en dos segundos. De la vida a la muerte, de la esperanza al dolor.
—Lo tendré… —dijo después de unas risas—, y él será amigo de tu bebé y un día, cuando sean grandes, fumarán un porro y cantarán a las estrellas en la terraza de algún lugar del mundo. —Soñó en voz alta—. Mientras vos y yo nos vamos de crucero a las Bahamas a ver chicas en bikini.
—Estás loca… —reí.
Solo quiero recordarla así, no como terminó, no con su sangre bañándome por completo, o con sus ojos idos.
No.
Quiero pensarla riendo, recordar las charlas de esos días, tomarme una birra en su nombre y pagarla con billetes, porque lamentablemente, las monedas y su olor me recuerdan a esa noche, a ese oscuro y ensangrentado lugar y, su memoria, merece más que eso.
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Nos leemos mañana con los capítulos finales
Buenas noches!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Buenas noches, chicas! Hoy llega a su final esta larga, larguuiiisima historia que a parte de dramática, tuvo momentos tiernos e interesantes.
Les dejo el penúltimo capítulo (que es largo) para que disfruten mientras llega el desenlace.
Capítulo 199: Nothing In My Way
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No podía dormir.
Tenía un mal sabor de boca que nunca se iba. Memorias que no quería volver a repetir, llegaban como ráfagas que se cruzaban frente a mis ojos, clavándose en mi pecho, haciéndome sentir débil, destruída, insegura.
Hay veces que no entiendes cómo fue que tu vida cambió tanto, regresas a ver en el tiempo y ha pasado uno o dos años desde el último día que te sentiste normal, prácticamente no queda nada de lo que fuiste en ese entonces y lo único que puedes hacer es preguntarte ¿cómo llegaste aquí?, ¿en qué punto, se fue todo al diablo?
Un día estás en tu casa, enciendes la luz al entrar por la puerta principal. Te quitas todos los estorbos de encima, tu cartera termina en la mesa de entrada, tu chaqueta en el perchero. Caminas por el pasillo hasta la sala de estar y te sacas los zapatos porque el día fue largo y llegaste agotada.
Entras a la cocina y abres el congelador para sacar la cerveza helada con la que soñaste todo el día. El sonido que se produce al destaparla te hace agua la boca, el frío del vidrio de la botella se convierte en gotas que recorren tu mano y das ese primer sorbo que calma tu sed.
La vida es casi perfecta.
Regresas al sofá y te sientas tranquila, levantando tus pies en el sillón de apoyo, poniéndote cómoda para terminar la tarde y darle la bienvenida a la noche. Enciendes el televisor. Es la primera vez en semanas que no tienes que desvelarte por el trabajo. Planeas ver una película, hacer palomitas, luego leer los últimos capítulos de ese libro que empezaste hace un mes y todavía está allí, en la mesa de noche.
Son casi las siete y están pasando las noticias en el canal 8, las dejas porque la comentarista te agrada, es castaña con unos ojos color miel y una sonrisa que adoras ver. Usa un escote muy discreto y tiene una linda voz, te entretienes mirándola hasta que su compañero toma la posta del reportaje y tu desvías la mirada a tu celular. Nunca le pones mucha atención a las noticias en general, realmente no te interesan, pero sin advertencia escuchas su nombre y el mundo se detiene al saber que lleva desaparecida varias semanas. Sueltas el aparato sobre el cojín y subes el volumen, alto, muy alto, para escuchar con cuidado cada palabra que sigue.
«El día de hoy, en un comunicado difundido por su agente, se explica que fue vista por última vez en la mañana del 4 de enero de este año y, desde entonces, no ha contestado su teléfono o dado algún aviso en absoluto. La policía está realizando una investigación exhaustiva tratando de averiguar sus últimos movimientos y si la actriz y cantante ha estado en contacto con sus amigos o familiares. Por el momento, esperamos más noticias por parte del departamento de policía de Moscú. Los mantendremos informados del progreso de la investigación».
Apagas el televisor y sientes la sangre acelerarse por tu corriente sanguíneo, bebes el resto de tu cerveza de un solo sorbo y te preguntas ¿cuándo fue la última vez que tú hablaste con ella? ¿Por qué fue hace tanto tiempo? ¿Dónde está? ¿Qué le pasó? ¿Qué puedes hacer para encontrarla?
Piensas en llamar a tus amigos, pero no lo haces. Te das cuenta que ninguno podría darte razón de su paradero. Uno de ellos, el que era su mejor amigo, ya no le habla desde que se puso de novio con su hermana, el otro es tu ex y tiene de novia a la chica con la que se peleó hace tantos años, el otro —ahora un pedazo de basura— andaba por ahí, haciendo teatro de comedia y tú…, tú fuiste quien le dijo que no se vuelva a acercar a ninguno de ustedes.
Te insultas a ti misma, una y otra vez, porque quisiste en muchas ocaciones arreglar las cosas y nunca lo hiciste. La verdad es que tienes tantos asuntos pendientes con ella que no sabías como empezar a recuperar lo perdido y decidiste dejarlo de lado.
Un vacío empieza a formarse por dentro, hay una cuenta pendiente, algo que te quita la concentración, la tranquilidad.
La vida ya no es tan perfecta, tan normal.
Pasan unos días y lo único que se te ocurre es hablar con tu viejo maestro, él solía verse con ella, el podría saber algo.
—Yulia, es tan bueno oírte —Sonaba jovial y alegre, como siempre— ¿Cómo estás?, hace tanto tiempo que no nos vemos.
—Lo sé Shapovalov, casi un año o tal vez más. Siento haber desaparecido, yo…
—Tranquila, sé que estás ocupada y eso es bueno. Muchas cosas han pasado en este tiempo —Continúa, todavía ocultándote las novedades de su salud— Me imagino que escuchaste la noticia.
—Sí, fue… tan raro. ¿De verdad no se sabe nada de ella? ¿Tú sabes algo?
—No, Yulia, lo lamento. La última vez que hablamos fue en Navidad, desde entonces, ni una palabra.
Te desilusionas aun más, ella lo quería tanto y tú sabías lo mucho que la ayudó cuando murió su padre. Si él no sabía nada, ¿quién?
—Me gustaría verte, te invito un café, ¿qué dices?
Aceptas su ofrecimiento, no te haría mal verlo. Él siempre fue como un padre para ti, para todos ustedes. No esperas mucho de ese encuentro, quizá llenar ese hueco que tienes, el que inició esa noche, pero no es así, crece un poco más porque finalmente él te cuenta lo que le está sucediendo. Está muriendo, él también se irá pronto, te dejará y no volverá. La oquedad en tu pecho, crece.
—Me quedan algunos meses, solo… espero volver a verla antes de que tenga que partir —Te confiesa con pena, porque siente que tal vez no sea así, él la extraña también, necesita verla, quizá mucho más que tú.
Le prometes hacer lo posible, la encontrarás de alguna forma. Es una promesa que te haces a ti misma y se convierte en tu única meta.
Pasan semanas desde el día que lograste convencer a la caterva de amigos que tienes, de contratar a un equipo de investigación privada que logre lo que la policía no había conseguido en todo ese tiempo.
Te levantas un día con la novedad de que esa misma policía dejará la investigación, tus amigos ya no quieren seguir buscándola y entras en desesperación porque el tiempo se acaba, Shapovalov cada vez está peor y necesitas hacer algo.
Armas una maleta y comienzas el viaje por el camino que mejores resultados dio. La habían visto en una tienda de abarrotes en el norte con dirección al este y en un pequeño pueblo había una chica nueva que compartía sus características físicas. Esa podría ser la última oportunidad de encontrarla.
Arrivas a ese lugar y todo lo que ves es la nieve. El aliento que exhalas flota en el aire como una pequeña nube que desaparece con el viento. ¿Qué haría ella aquí?
Sigues las pistas y te informan que la chica que buscabas se fue hace unos días, está de regreso a casa por trabajo, es fotógrafa, lo que no te sorprende y te das cuenta que fuiste muy torpe al no haberlo considerado como primera opción. Siempre le gustó la fotografía, era lógico que haría algo en esa área.
La gente insiste en que viajó a Moscú, pero tu dudas de que sea verdad. Si ella huyó de allí, no volvería así nada más, ni siquiera por trabajo, la reconocerían en un instante. No haces caso y sigues preguntando, hasta que, días después, te encuentras con un chico que entra justo en el tipo de hombre con el que ella saldría. Es lindo, alto, obviamente amable y dulce, al menos esa es la fachada que todos ellos ponen en un inicio. Al menos, él, parece sincero, trata de protegerla y confundirte, pero hay algo que no sabe. Alquilaste la cabaña que ella ocupaba antes de irse a «viaje de negocios» y encontraste algo innegable.
Había un rompecabezas a medio terminar sobre la mesa; nadie se había molestado en limpiar la casa cuando ella se fue. Lo guardas en la caja que estaba sobre el sillón y, debajo de él, encuentras la única evidencia que necesitas. Una entrada al cine para su última película, data de hace tres semanas, había ido a verse a ella misma en la pantalla grande. En el reverso del boleto, un simple detalle, la fecha escrita en su muy particular letra manuscrita: «24 de marzo, cita en el cine con Sash» y, dibujado, un corazón en el medio.
Era ella y este chico la conoce.
Insistes, por supuesto, no logras nada concreto. Él se va del pueblo con rumbo a Novosibirsk y lo sigues, pero terminas perdiéndole la pista en el camino. Das vueltas y vueltas por la ciudad donde crees que ella debe estar escondiéndose y después de unos días, te das por vencida y regresas a Moscú, tan sólo para meterte bajo las cobijas y llorar hasta que no te queden lágrimas adentro.
Se escapó de nuevo y la vida apesta.
—Haz una canción conmigo, Yulia. Te hará bien y de verdad quiero trabajar contigo en mi nuevo álbum —dice la que siempre fue tu mejor amiga, una tarde que fue a visitarte para ver cómo estabas.
Le dices que sí, lo harás, porque en este momento dabas todo por perdido. Los investigadores continuarían la búsqueda y tú debías retornar al trabajo que habías abandonado. Debes intentar tener una vida normal otra vez, si es que eso es posible.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Casi dos meses pasan desde ese momento y decides dejarlo todo al destino. Ella no quiere ser encontrada, es hora de dejarla en paz.
Bebes, lo haces todos los días. Tomas una botella de vino completa en pocas horas y duermes. Te levantas a desayunar una cerveza. Bebes en el almuerzo por lo menos dos copas y así pasas semanas, tirándote en la cama cada noche, completamente borracha, amaneciendo a mantenerte en el mismo estado.
Es difícil perder, mucho más cuando no estás acostumbrada a hacerlo.
Tus compañeros de trabajo se preocupan por ti, te piden que vayas a terapia, que te tomes unas vacaciones. Necesitas olvidar, volver a encontrar tu camino, recuperar a quien solías ser.
Encuentras en tus más recientes hábitos, trazos de lo que prometiste nunca te convertirías y te asustas porque es tan fácil decirle que sí a un trago, es tán fácil caer.
Para cortar con todo, planeas un viaje a Ekaterimburgo, aquella ciudad que conoces tan bien, a donde vas a vivir la vida que no puedes tener en Moscú. Buscarás la diversión de siempre, a una chica que te deje perderte en sus brazos, que te quite las ganas de beber dejándote entrar en sus sábanas, una perfecta desconocida que haga lo que tú quieras, que se convierta en esa chica que tú necesitas, pero para tu sorpresa… la encuentras a ella.
Tan pronto como entra en ese escenario tu corazón cae al suelo, todo lo que pensabas que estaba muerto en ti, se prende como luces de navidad. ¡Ella está allí! Es perfecta. Ella… es Lena y estás tan cerca que casi puedes tocarla.
Es maravillosa.
Su vestimenta es tan sexy, sobrepasa la cima de tu imaginación y, sin darte cuenta, comienzas a pellizcarte porque no puedes creer que esto sea real. Tiene que ser un sueño, un increíble sueño y lo único que quieres es que dure por siempre.
La miras allí, bailando, sonriendo, poniendo un espectáculo fantástico con sus compañeras que parecen no existir, solo Lena… solo la ves a ella.
Su cuerpo es más bonito de lo que recordabas. Sus curvas ponen un hechizo sobre ti desde el primer minuto, de arriba hasta abajo, cada milímetro de su cuerpo. Sientes la necesidad de tocarla, sentir sus manos sobre ti. Sus pechos son perfectos, más grandes de lo que recordabas, hermosos.
Ella está disfrutando de lo que hace y tú, te sientes en el cielo. Nada se había sentido así de bien en meses. Nada.
La vida, por un segundo fue perfecta.
De ahí en adelante, muy poco puedo recordar con claridad. Tuvimos muchos momentos buenos, bastantes, sobre todo cuando ella todavía se escondía, después… tengo detalles muy presentes, las cosas buenas y las malas demasiado cerca, momentos de claridad juntos con los de absoluta desesperación y frustración.
Si hay algo que recuerdo con cariño es nuestro primer beso. Sus tiernos labios sobre los míos, su suave lengua jugando entre ellos, sus manos que apretaban mi rostro y la calidez de su piel cuando la abrazaba por la cintura. Dios, esa sonrisa pícara que ponía antes de volver a besarme. Cuando sabía que me tenía rendida a sus pies.
Por otro… recuerdo con mucho pesar nuestro último. Es de esas cosas que sabes que vas a arrepentirte, por las que querrás volver el tiempo, pero… debían suceder.
Había pasado un tiempo de esa noche, cuando Román le pidió sacarme de ese cuarto y llevarme a mi habitación. A Lena le costó mucho trabajo levantarme del piso, tomarme en brazos y ayudarme a subir las escaleras.
¿Qué se supone que venía después de todo eso? ¿Ponerte de pie como si nada hubiera sucedido? ¿Sacarte la ropa y tirarla en una bolsa de desechos y bañarte plácidamente, enjuagando bien tu cabeza con shampoo y acondicionador? ¿Seguir viviendo, así nada más?
Acababa de presenciar la muerte de cuatro personas, a sangre fría, no es algo que puedas olvidar tan fácilmente.
Mi problema fue enfrentar las cosas pequeñas, la simpleza del día a día. Ver como, al llegar arriba, la simple acción de subir al auto que nos llevaría de regreso a la mansión, me fue imposible. Yo estaba llena de sangre y no quería entrar en él, mi mayor preocupación era no ensuciar el asiento. No podía subir así, mi ropa estaba profundamente empapada, lo embarraría todo. No podía, no quería hacerlo, ni la insistencia de mi novia pudo hacerme cambiar de opinión.
Qué reverenda estupidez por la cual estar preocupada, ahora lo sé.
Inessa llegó, sabiendo por instinto que su hija la necesitaba, sin embargo, ella estaba tan tranquila que al verme a mí en ese estado, me puso completa atención y les pidió a los guardias algo de privacidad, me llevó a la habitación de la mazmorra, esa que estaba vacía y solo tenía las escaleras al sótano en la esquina, y ayudó a sacarme mi camiseta, el pantalón y el corpiño, limpiándome con unas toallas de papel absorbente que sacó de su propio auto.
Me colocó —como toalla de baño sobre mi pecho— una frazada de bebé que también tomó de su vehículo y que me cubría hasta el borde superior de las piernas, vistiéndome además con su chaqueta por encima de mis hombros.
Así, descalza y desvestida me llevó al automóvil y me ayudó a subir al asiento trasero, pidiéndole a su hija que me atendiera durante el camino de vuelta a la casa.
Yo seguía llorando como histérica, mi cuerpo temblaba por el trauma, por el terror, la impotencia. Lena lloraba en silencio, lucía como si lo único que la afectara era mi estado, no lo que pasó. Ella también estaba cubierta en sangre, pero no le importó ensuciar el auto, me tomaba de la mano, acariciándola, pidiéndome calma con un susurro.
Inessa me ayudó a salir y me llevó hasta el baño de una habitación en la planta baja. Abrió la ducha y me desnudó por completo mientras el agua se calentaba. Vi a Lena hacer eso sola, despojarse de su ropa, dejarla en una esquina y entrar al agua sin necesitar ayuda de nadie, yo, por el contrario, la necesité hasta para bajar mi ropa interior. Me sentía inútil realizando tan cotidiana tarea y, al mismo tiempo, serena ante el hecho de que mi suegra me estaba viendo desnuda, lo que en otras circunstancias no lo habría permitido. Es raro.
Ya en el agua, Inessa cerró la cortina y nos dejó a solas.
—Yo me haré cargo —Fue lo único que le dijo Lena a su madre antes de que ésta se fuera llevándose la ropa sucia.
—Les traeré un par de toallas y mantengan la calma, volveremos a casa cuando salgan.
El agua caía por mis piernas llevándose las huellas rojas de mi cuerpo y del de mi novia. Ella dejó de prestarse atención a ella misma para limpiarme con la esponja. Mi vista estaba fija en los dedos de mis pies y, hasta el día de hoy, todavía puedo ver en mi mente, la sangre pintar el agua de color, cada vez que tomo un baño.
Recuerdo que no hablé por días.
Entramos en Moscú y fuimos directo a mi casa. Lo primero que hice fue cambiarme de ropa, acostarme y ahí me quedé, sin moverme, por horas.
¿Por qué para mí todo fue tan difícil? ¿Por qué para Lena todo tan simple?
Salimos de ahí con vida, con la oportunidad de vivir tranquilas, sin embargo para mi fue como si el mundo hubiese dejado de tener sentido.
Lena se levantaba cada mañana, preparaba café, tostadas, vivía y yo no podía comprender cómo.
Más días pasaron, ella insistió en que comiera, en que si no lo hacía me llevaría al hospital para que me inyecten un suero, lo que finalmente sucedió.
—Necesitas ver a alguien. Buscaré un psicólogo —me dijo evidentemente desesperada con mi actitud. Se estaba acostumbrando a leer mi silencio, mis miradas y me reclamó con dureza la que le di como respuesta— ¡Basta, Yulia! ¡No quiero ver como te dejas vencer así! Buscaré a alguien y punto.
Para mi «suerte» la oficina de mi psicóloga llamó para verificar que estuviera bien. Me había ausentado por demasiados días a la terapia. Fue cuando Lena se enteró que le había ocultado ese detalle desde hace meses. Se veía traicionada al colgar y me informó que tenía una cita al día siguiente y que iría sí o sí.
No sabía qué era lo que ella quería que yo sacara de esas sesiones. Ver a mi terapeuta y no poder decirle la razón de mi depresión, era como golpearme contra la pared y verla cuestionarse por qué me siento tan mal. Ilógico.
Dejé de ir unas semanas más tarde, lo único que hacía era tensionarme más, ya no sabía qué inventarle y no encontraba razón alguna para seguir así.
Regresé al trabajo con el tiempo. Si no lo hacía el resto de ejecutivos me sacarían del juego.
La gente estaba gustosa de verme, mas la desaparición de Dan era el chisme más comentado en todo el estudio. Cada vez que me preguntaban ¿dónde creía que estaba?, ¿qué le sucedió?, mi sangre se ponía a hervir, haciéndome sudar en frío.
—No tengo idea, tal vez conoció a alguien y… se fue —Solía ser mi respuesta más común, cuando por dentro me repetía a mi misma. "Está muerto por su mala suerte. Quizá, si buscan en el desierto, lo encuentren".
Inmediatamente volvimos a realizar casting para cubrir su puesto en la serie. Inventamos una salida súbita de su personaje y colocamos a un reemplazo permanente. Los ratings cayeron en las primeras semanas al aire y tras la noticia de que dejaríamos al villano de lado. El chico de verdad tenía carisma y una pésima suerte, de verdad.
¿Quién se imagina morir de esa manera?
No es como si cuando eran niños y jugaban a la pelota, Dan miraba a su hermano menor y anticipaba el futuro. que podría decirle que Dmitri le mandaría un video de la violación de su mejor amiga y él se callaría para para protegerlo, tan solo para que, meses después, su tía venga a meterte una bala en medio de los ojos por tan brillante decisión.
Hay recuerdos de la vida que te vienen de repente. Como cuando te caíste y te rompiste el brazo en el parque, como el día que te regañaron porque metiste en problemas a tu hermano, como cuando te pescaron teniendo sexo con tu maestra, cosas que vienen a tu mente sin pensar. Así mismo las visiones de lo sucedido comenzaron a perseguirme cada minuto de mi día.
Nuestra vida sexual murió por completo, perdí el interés en hacerlo con ella, no porque no la encontrara sexy, o porque no la amara, pero era para mi tan incómodo besarla, mucho menos tocarla, hacerle el amor.
Cada vez que me acercaba a Lena, recordaba su piel llena de sangre; sus labios, sus pómulos, su cuello, sus senos en la ducha, cubierta de pies a cabeza. La evitaba como si fuera tóxica y lo sé, sé que era injusto con ella. Yo entiendo cuánto estaba sufriendo, no solo por nuestro alejamiento y mi actitud, sino también porque ésta era su familia, su legado y le dolía lo que pasó…, pero yo, yo no podía… no podía hacerle frente.
Ella comenzó a tomar más trabajos, viajando dentro y fuera del país. Se concentró en eso una vez que empecé a cuidarme a mi misma. Yo no hice ningún esfuerzo para acompañarla. Si se iba por una semana, se iba, si lo hacía por un mes o dos, me daba lo mismo, no importaba. Me di cuenta de que era más fácil para mí no tenerla cerca, recordándome con su presencia de esa noche.
Era estúpido, irracional. Lena no tenía la culpa de nada. Nos sucedió a las dos, más a ella que a mí, sin embargo… ¿por qué todo tenía que ser tan fácil y racional para ella? ¿Por qué no podía ser yo la que quería huir por una vez en la vida? ¡Desaparecer y olvidarme de todo!
Fuimos a terapia de pareja. Quizá fue la obligación de estar juntas la que me hizo acceder a tan amarga experiencia.
Una psicóloga renombrada que le había recomendado su abogado fue quien nos atendió. Tampoco le contamos los detalles de nuestros problemas, el origen, para ser más precisa. Y tal como lo imaginaba, no llegaríamos a ningún lugar. Las sesiones pasaban, los ejercicios afectivos, las charlas requeridas y con horario fijo, las citas arregladas a las que debíamos asistir. Se hizo evidente que yo no tenía ningún interés en arreglar las cosas, no por el momento.
Ella trató tanto, yo fingí intentarlo… No funcionó.
Y tan simple como eso, me encontré perdida —si se acepta esa ironía— sumida en esa tragedia, en el dolor y ya no sabía cómo actuar.
Nunca nos mudamos juntas. Ese era el siguiente paso para mí antes, cuando las cosas todavía parecían simples, ese ya no era el caso.
Las pequeñas cosas que ambas teníamos en la casa de la otra comenzaron a regresar con su dueña por las noches. De pronto, ni siquiera eso compartimos, o las experiencias diarias, o charlas nocturnas, o los intereses personales, o cualquier cosa… nada nos unía.
Siguiendo uno de los consejos de nuestra terapeuta, fuimos por el típico café de los miércoles por la tarde y, sin darle mucha importancia, le pregunté: ¿qué quería para el futuro?
Lena no era el tipo de persona que hacía planes, pero fue lo primero que me vino a la mente y así mismo salió por mis labios.
—Quiero ser feliz —dijo, sin mayor explicación— Quiero que tú seas feliz también.
—No sé si pueda hacerlo…
—Conmigo… ¿no?
—Lena…
—Está bien, ha pasado mucho tiempo y ya ha sido suficiente —mencionó con cierta amargura y tristeza. Odio admitir que yo permanecí indiferente— Estás atada a lo que pasó… por mí y eso debe parar. Necesitas sanar y no lo vas a hacer conmigo a tu lado.
Ella tenía razón.
No la odiaba, pero tampoco sabía si la amaba. Ya no sabía nada para ser honesta. Solo que lo nuestro ya no funcionaba.
Terminé mi café y ella me pidió que la dejara acompañarme a mi casa. Si las cosas terminarían, por lo menos quería hacerlo de la mejor forma, no a gritos o con apatía.
Cuando estuvimos paradas en la puerta de entrada, se acercó muy ligera, me sonrió con pesadumbre, aun así con mucho cariño y tocó sus labios con los míos de una forma tan simple y amorosa, tan sutil, tan… Lena…
Me arrepentí por un segundo, por ese instante y luego la vi partir. En el momento era lo mejor.
Como un alcohólico comencé a contar mis días sin ella. Día uno, bebí; día dos, bebí y lloré; día tres, bebí, lloré y comí algo… día cinco, día veinte, día cuarenta…
Suficiente.
No fue fácil y no era algo que podría hacer sola. Anna llegó una mañana y me hizo el favor de tirar hasta la última gota de alcohol de mis gabinetes mientras yo dormía. Me preparó comida y prácticamente me obligó a salir de ese estado, me forzó a desintoxicarme y a encontrar ayuda. Personalmente, me prometí no dejarme caer otra vez, porque esta vez no tendría a Lena estrellándose en mi camino para salir de ese hueco en el que yo misma me estaba enterrando.
Retomé la terapia con mi psicóloga y, sin contarle específicos, le dije que tuve una experiencia muy fuerte y dura de afrontar, ella entendiendo mis miedos y la complejidad del asunto y me ayudó sin preguntar los detalles de lo sucedido.
Comenzamos atacando mis pesadillas, esas que muchas veces despertaban a Lena de un grito cuando todavía estábamos juntas y la dejaban alterada hasta la mañana siguiente.
Aparentemente mi problema más grande residía en la falta de poder que sentía y que tenía con respecto a mi vida, a las cosas que pasaban a mi alrededor y la actitud derrotada que tenía desde un principio.
La respuesta que me dio se sentía inútil al inicio, ella quería que realizara una actividad que me permitiera tener el control en cada paso y concentrarme en la tarea en cuestión.
Intenté yoga, pero la tranquilidad que debía tener para iniciar me daba más ansiedad. Necesitaba algo que me forzara a liberar más energía, en lo cual pueda encontrar mi tranquilidad en el proceso y el boxeo, simplemente no iba a funcionar para mí.
Intenté pintura, cocina, karate, ninguno funcionó, hasta que una tarde, Sash, que visitaba Moscú, me invitó a participar en un evento de escalada.
—Entrenaremos por quince días y si no te convence, exploraremos más opciones —me dijo la mañana que fue por mí para iniciar mi entrenamiento. Fuimos a comprar el equipamiento necesario y, cada mañana, me obligó a correr con él en la playa para ponerme en condición.
Ese domingo fuimos directo al campo de escalar y me encontré con la sorpresa de que me había inscrito en uno de los eventos principales. Obvio, no uno que importara mucho, para mí. Literalmente era el de principiantes más bajos, mi competencia eran niños de cinco a diez años, que además me dejaron en la lona al terminar.
Un pequeño de siete años llamado Joel, fue el ganador. Subió la pared de dos metros en menos de cinco minutos y así mismo bajó. Al verme tan confundida con mis pasos se paró a mi lado y comenzó a darme instrucciones como si fuese mi entrenador.
—Mira esa roca, pon tu mano derecha ahí —Me señalaba— Ahora, coloca la otra en la roca de acá, en la celeste.
Seguí sus consejos, uno a uno, hasta que llegué al final. Tardé algo así como veinte minutos, no fue fácil, requería mucha concentración, lo que me obligaba a olvidarme de todo lo demás y eso fue lo que más tranquilidad me dio. Había encontrado a mi musa y no la dejaría ir.
Busqué un lugar cerca de mi casa y seguí entrenando. Mi ánimo mejoró notoriamente igual que mi descanso, ya casi no tengo pesadillas y puedo dormir de corrido toda la noche, lo que es bueno, realmente es bueno.
Sash viene a la cuidad cada vez que puede y entrena conmigo. Es agradable tenerlo cerca, hablamos mucho por teléfono y mensajes. Es… raro no hablar de Lena, ambos lo evitamos, aunque sé que se ven, seamos realistas, él vino a buscarme porque ella se lo pidió, no soy ingenua y de cualquier forma, lo agradezco.
La vida es mucho más simple ahora. No es perfecta, está lejos de serlo, pero es llevadera, es tranquila y estoy bien.
Las imágenes de sangre y horror de esa noche son cada vez menos frecuentes y cuando las siento venir, respiro profundo, me pongo mis tenis y salgo a correr.
Es casi un año desde ese último beso y preciso decir que… la extraño tanto.
Sash fue a verme a mi casa ayer. Me dijo que quería hacer algo por mi cumpleaños. Yo le pregunté qué era lo que tenía en mente. No quería nada elaborado, aun odio celebrar un año menos de vida.
Última edición por RAINBOW.XANDER el 11/18/2021, 1:52 am, editado 1 vez
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
—El Hard Rock Café Hotel y Casino. ¿Noche de mujerzuelas y juegos de azar?
—Es juegos de azar y mujerzuelas, Sash —Lo corregí, nunca está de más— Hagámoslo, hace mucho que no voy a Ekaterimburgo y conozco el sitio ideal para ver chicas «bailar».
Llegamos en la tarde y cenamos ligero en el restaurante del hotel, estuvo delicioso. Todo es grandioso en esta ciudad y tengo demasiados recuerdos memorables, Eva, Lena, sobre todo ella… Kay.
Bajamos al casino y desperdiciamos doscientos rublos en cinco minutos. Sash apesta en el Black Jack. Así que le propuse que de verdad construyera su propio modulo lunar con juegos de azar y mujerzuelas, de hecho, podíamos olvidarnos el modulo lunar y los juegos de azar, era hora de ir al Club de Dinah y ver chicas en poca ropa hacer lo suyo.
—Es un club para lesbianas, Yulia, no me van a dejar pasar.
—Sash, tú eres una lesbiana, no te preocupes...
—¡Yo soy un chico…un hombre!
—¿Te gustan las mujeres? —le pregunté recibiendo una mirada absurdamente adorable. Sash me agrada— Eres lesbiana, además, soy la favorita de la dueña, te dejarán entrar.
Recibimos un par de caras largas, lo que no me molestaba, a Dinah tampoco, Yulia Volkova volvía a su bar.
—Esto es para celebrarlo en grande —me dijo ella cuando la llamé para avisarle que llevaría a un invitado especial— Lo que pidas, Yulia, ya lo sabes.
Así que, aquí estamos, rodeados de lindas chicas, sentados en la misma mesa que ocupé hace más de un año, cuando buscando escapar de mi tristeza terminé encontrándome con el destino que había dejado correr libre para que tome su verdadero rumbo.
Es gracioso, el show está por empezar y no puedo dejar de pensar…
¿Qué es lo que ese destino me traerá ahora, o mañana, o en diez años?
No soy la persona más positiva en el mundo. Lo que he vivido es bastante crudo y duro de superar y aún así, estoy aquí, en este mismo lugar, viendo la cortina de ese escenario subir y me muero por ver qué es lo que está por detrás…
___________________________________________________
Confieso que no sé cuál es el final de esta historia. Lo leí hace mucho y también lo viví al igual que uds, esperemos el próximo capítulo a ver...
Recién lo editare!
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Nos leemos pronto!
Capítulo 200: What If
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Cumplir treinta años no es algo que pase desapercibido.
Nunca me ha importado mucho la edad, pero ¿treinta años? Sí, te sientes mayor, hasta podría decir que vieja o es lo que muchos me están haciendo sentir últimamente.
Nikita me dijo hoy —uno de mis asistentes en el estudio—, que cuando subes al tercer piso tu vida comienza a darte golpes. Pronto notarás que tu cuerpo cambia, ya no es tan fácil perder las libras que llevas de más, comienzas a olvidar las cosas, te ves canas en el espejo, el lenguaje adolescente se vuelve algo así como una lengua desconocida y, al escuchar covers de tus canciones favoritas, quieres matar al que se atrevió a arruinarlas de esa manera. Sin darte cuenta, comienzas a pensar en los próximos treinta años, porque no puedes entender cómo el tiempo pasó tan rápido. Haces un plan de ahorro, buscas seguros de jubilación, te preguntas constantemente si tu trabajo seguirá ahí o serás reemplazado por un chico con estupendas ideas, uno que te recuerde mucho a ti y que, como tú hace diez años, sea él quien se quede con tu puesto.
Lo detuve ahí.
—Nikita, no voy a reemplazarte con un ventiañero que no tenga ni la mitad de tu experiencia. Además, apenas tienes dos años más que yo.
—¡Lo sé, treinta y dos!, y hoy me saqué tres canas antes de salir de casa —dijo consternado mientras se trataba de encontrar otras en el reflejo del monitor.
Reí porque él se ve muy joven, está exagerando, además, no quiero avergonzarme de mi edad. He vivido muchas cosas, muchísimas buenas y…? las malas, prefiero creer que no sucedieron, mucho menos ahora que todo marcha tan bien.
—¿Irás a la pastelería a retirar el encargo? —Me pregunta Yuri, otro de los chicos que trabaja conmigo. És un muchacho de veinticuatro años, excelente fotógrafo, se encarga de todo lo que es prensa de medios, en pocas palabras es nuestro paparazzi personal.
Jamás creí que ofrecería este servicio a mis antiguos compañeros de profesión, pero a veces, es bueno que te tomen un par de fotos casuales —para nada calculadas— cuando estás entre proyectos, así el público no se olvida de ti. Las celebridades nos avisan donde van a estar, se arreglan para la ocasión y Yuri les hace una sesión de fotos autorizada, de la cual ellos escogen las tomas que más les gusten para ofrecerlas a las revistas que, valga la pena decirlo, nos compensan bastante bien. Es un secreto a voces, no queremos que nos estropeen el negocio y, siendo con respeto y su total aprobación, todos nuestros clientes guardan muy bien la información de nuestro acuerdo. Paparazzi a domicilio, a veces hasta incluimos la pizza.
En fin, me va bien en el negocio. El estudio es bien reconocido y, aparte, tenemos exposiciones de arte fotográfico en la ciudad, principalmente, mías.
No volví al mundo del espectáculo, no regresé al cine después de terminar con Yulia.
Vendí mi casa, con todo lo que tenía adentro, igual que la de papá. Esa ciudad no estaba hecha para mí y lo prefiero así, no tener un lugar fijo a donde llegar, ni como para pensar en hacerlo.
Comencé con mi proyecto personal, a viajar por todos los estados del país. Phillip me daba trabajos de tanto en tanto y yo me organizaba para cumplirlos y regresar a la carretera. Fue la mejor decisión que pude tomar para mantener mi cabeza en el presente y no donde todo terminó, en el pasado.
Esa noche, ese año y medio desde la fiesta de Noize-Mc, todo lo que sucedió con mi familia, con Yulia. No quería saber más de nada.
Recuerdo cuando decidí que no dejaría que lo que pasó me marque de por vida. Sucedió durante el funeral de mi prima.
La familia recibió un ramo de flores, era uno muy delicado y formal, unas hermosas orquídeas blancas con destellos violetas en el centro. Era como ver a Aimée en ellas. El velorio privado se llevó a cabo en una de las funerarias de los allegados los Bilan, por no decir, uno de los negocios que servían a la mafia. La cremación se realizó ese mismo día. No hubo examen médico, o autopsia, o un informe detallado de su muerte, todo se manejó con extremo cuidado y un puñado de papeles falsos, inventando una causa natural que no necesitaba más que la firma de un doctor —también amigo de la familia—, de lo contrario, se hubiera lanzado una investigación que habría complicado las cosas para todos los que estuvimos presentes, entre ellos Yulia y yo.
Fui la encargada de recibir los homenajes. Necesitaba hacer algo por mi tía Brianna y me ofrecí junto con Katya. Habían docenas de arreglos, ya no sabíamos ni donde ponerlos y, cada vez que llegaba uno nuevo, yo abría la nota y la guardaba para dárselas a mi tía todas juntas al final del día.
Tomé el sobre de ese particular arreglo floral y leí la pequeña tarjeta antes de ver el otro pedazo de papel que venía adjunto.
«En respeto de su honor y en memoria de la joven Aimée. Deseamos paz entre nuestras familias. Pietro Milano».
Puse la nota debajo del segundo papel y me horroricé al ver las fotos de Erika, muerta de un balazo, el que supuse que era su padre y su abuelo, ambos asesinados de la misma forma. Solté los papeles como reflejo y cayeron al piso. No es el tipo de cosas que esperas encontrar dentro de un arreglo floral.
Román, mi abuelo, se acercó de inmediato para recogerlas. Ni siquiera sabía que estaba detrás de mí. Las vio y pronto me llevó a su despacho para hablar. Estaba consternado y preocupado por mi reacción, mi cara sin duda le mostraba mi descontento y mi decepción. Me pidió que me sentara, lo hice y unos segundos después, recibí un vaso de agua helada de sus manos.
—Lena… —Se dirigió a mí, dando la vuelta por el escritorio y tomando asiento en su alta silla de oficina— Sé que lo que ha pasado últimamente, ha sido demasiado, pero ya no tendrás que preocuparte más por…
—¡Dijiste que querías salir de todo esto, que querías que la familia cambie ¿y los mandas a matar?!
—Cálmate, por favor. Las cosas no son tan simples.
—Tenías que hacerlo, tenías que acabar con ellos —No quería seguir un segundo más allí, quería levantarme y tomar a Yulia de la mano, huir, ¡hacer lo que sea para que no nos encuentren!
—Erika era peligrosa y había hecho muchos enemigos para cuando…
—Ella no mató a Amy —Lo interrumpí, recordándole ese detalle. Él me miró con reproche. Quizá creía que haber desheredado a su hija y advertirle que no volviera a acercarse nunca más sería suficiente castigo, no lo era para mí— ¡Sloane es la asesina de tu nieta, no Erika!
—Eso a ellos no les importa, entienden las implicaciones de lo que sucedió, de lo que ella te hizo.
—Oh, por Dios. ¡¿Cuánta gente vio el maldito video?!
—No lo vieron, el video ya no existe. Sloane se encargó de destruir todas las copias y el original…
—Claro, por eso es que Yulia los vio esa noche, porque Sloane los destruyó todos y nada más se la llevó para «contarle» qué había en ellos —desestimé su aseveración con una burla. Me tomaba por una niña, creía que no entendía como funcionaban las cosas o lo que su hija quería hacer — Vamos, no soy ingenua, Román. Sloane utilizó esos videos con mi novia para alentarla a matarlos, para que ella o tú no tuvieran que hacerlo, hasta le dio el arma.
—Sloane… ella no actuó de buena manera, pero créeme ya no existe más ese video, ninguno. Ahora eres libre.
—Jamás seré libre de esto, ¿entiendes? Con o sin video, con ellos vivos o muertos, jamás.
Bajó su cabeza y volvió a ver las fotos de ese sobre, sus enemigos, entregados a él en bandeja de plata. Sacó una fosforera de oro del bolsillo de su chaqueta y acercándose al tacho de basura que tenía a un lado, les prendió fuego, incinerando la evidencia, la prueba de quién había ejecutado su venganza.
—Lo que viste en estas fotos, no lo hicieron los Milano solo por nosotros y Aimée, es por las cosas que Erika hizo a mucha gente, porque su papá y abuelo la sobre protegían…
—No quiero saber…
—Erika estaba enferma, Lena. Coleccionaba videos de violaciones en las que ella participaba y…
—¡Que no quiero saber nada más! —le grité poniéndome de pie— Apenas se termine el funeral me iré con Yulia a casa y pretenderé que ninguno de ustedes existe, no viviré mi vida enjaulada por tu legado, el de tu padre o las cosas que ha hecho tu hija. Yo tengo un padre, ¿sabes?, uno que si vale la pena recordar y no… no quiero volverlos a ver. No quiero saber nada de los Bilan, ¿entiendes?
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Él calló. Yo me dirigí a la puerta, Yulia me había comentado que él odiaba que le falten al respeto, pero me importaba poco, ya no dejaría que eso me afecte. No le debía nada a ese hombre o a su apellido.
—Una cosa más, Román —le dije antes de salir de su despacho—, procura que no tenga que volver a pensar en todo esto o en ustedes. Es lo mínimo que puedes hacer por mí y por Yulia.
Di un portazo, muy liberador para mí, pero completamente innecesario.
Al terminar la misa, esperamos a que los invitados se marcharan para salir de ese lugar. Yo pensé, ingenuamente, que ese sea el final de todo. Debí imaginarme que no.
Si la verdad puede llegar a doler, la realidad duele más.
Llegamos a Moscú y nada volvería a ser lo mismo. Yulia se volvió imposible de tratar, no hablaba, no comía, no hacía nada más que vegetar en su cama.
Mi insistencia era inútil, no quería probar bocado, su respuesta era una total negativa, si es que se dignaba en responder o hacer algún gesto.
No dormía casi nada y cuando lograba descansar un par de horas, despertaba gritando, llorando, rechazando todo cariño que intentaba darle. Después prendía el televisor en cualquier programa, no importaba cual, no lo veía, tan solo le servía de ruido para mantenerse despierta.
Dicen que si quieres algo debes dejarlo ir, si es tuyo volverá a tus manos, sino, nunca lo fue.
Yo siempre fui de las personas que odiaban esa frase y creía que se debía luchar hasta que no hubiera nada por qué luchar, pero estaba equivocada.
Durante meses procuré ayudarla. Hacía lo imposible por forzarla a comer, a tomar un baño, la mayoría de veces no lograba ni una mirada de regreso. Llegó a ponerse tan débil que, bajo recomendación de su doctor personal, la interné en el hospital. Yulia no quería ir y puso algo de resistencia, finalmente se dejó llevar. También dejó de hablarme, o mirarme en su caso, porque ya desde antes no me hablaba. Sus ojos se perdían en sus ojeras, su palidez ya no era normal, había cambiado tanto.
Mi culpa crecía cada día. Yulia nunca habría conocido todo este dolor si no fuera por mí. Cuando me encontró en Ekaterimburgo, era una mujer segura, extrovertida, agresiva, creativa, llena de vida y, desde ese día, solo hacía falta verla un par de minutos para darse cuenta de que se había transformado en… nadie.
En medio de todo eso, yo hacía lo posible por manejar mis propios sentimientos.
Si lloraba, lo hacía en la ducha, intentando que Yulia no me escuche, si tenía una pesadilla, al despertar, me iba a la sala para que ella no se vea afectada. Si me sentía enferma me iba a mi propia casa, no lo hablaba con ella, con nadie en realidad.
El tiempo siguió pasando, traté de estar ahí, intenté de todo, pero nada le hacía bien.
Phillip me consiguió algunos trabajos dentro de la ciudad, lo cual al momento agradecí. Para ese entonces Yulia ya se valía por si misma y yo necesitaba alejarme de tanta negatividad.
Salía temprano y me sumergía en mis obligaciones. Regresaba a su casa en la noche, para ver si necesitaba algo. Casi nunca era así.
Después de un par de semanas comencé a notar algo que me emocionó. Encontré una entrada al cine, Yulia había ido sola una tarde. En otra ocasión llegué y no estaba en casa, al llamarla supe que estaba con Anna. Una noche vi su auto lleno de arena al igual que sus zapatos deportivos en la entrada, había ido a meditar a la playa… sola, pero había salido de casa.
Era algo, ¿no?
Claro, eso fue hasta que me di cuenta que todo lo que hacía, lo hacía sin mí. Si yo le proponía algo lo rechazaba, mas si Anna o algún otro amigo le ofrecía el mismo plan, ella no tardaba en aceptarlo.
Entonces le pedí a mi agente que encontrara proyectos fuera de la cuidad, necesitaba enfocarme en mi trabajo. Dejar de sentirme traicionada, ignorada. Era imposible vivir así, preocupada de alguien a quien, tú, ya no le preocupabas ni un poco.
Las cosas empeoraron visiblemente entre nosotras, casi no compartíamos tiempo juntas, ya ni dormíamos en la misma cama, yo regresaba a mi casa después de nuestras citas, ella a la suya. Habían días de la semana en las que ni siquiera nos veíamos.
Hay que ser muy ciego para creer que sin esfuerzo mutuo todo mejoraría. Yo ya no entendía qué era lo que nos unía, qué hacíamos juntas; más que tener el título de «pareja», no éramos nada, ni siquiera amigas. Era tiempo de hablar.
Fui una noche a visitarla, no podía esperar hasta la mañana; la encontré dormida. Me recosté a su lado, no quería despertarla y me permití admirarla unos minutos perdiéndome en mi propio cansancio, entonces, comencé a escuchar sus susurros.
—Seré la mejor madrina, lo prometo Aimée. Yo cuidaré a tu bebé.
Yo que, poco a poco, iba quedándome dormida, desperté de golpe y le puse más atención.
—Tú bebé y el mío serán amigos, como tú dijiste. Yo lo cuidaré… yo… No tenían que dejarme aquí, ustedes dos… yo…
Comenzó a llorar en sueños y yo quise consolarla, pero eso significaba despertarla y hacerle hablar de algo que, era evidente, no quería compartir.
Yo no supe el peso que Yulia había estado cargando encima. Aimée no le había contado a nadie más que estaba esperando un bebé y ella no lo mencionó tampoco… no conscientemente.
Me fui, no quería que ella pensara que me aproveché de esa debilidad que tenía al dormir. En la tarde siguiente teníamos una cita planificada por nuestra terapeuta de pareja y sería el mejor momento para cortar todo este dolor de raíz, decir adiós.
Terminamos.
Sin forzar más las cosas, me fui a casa y empaqué mi ropa, subí en mi auto y viajé hasta Ekaterimburgo. Quería ver la condición en la que se encontraba mi antigua casa, el terreno estaba completamente vacío. Después de limpiarlo de los escombros del incendio, la idea de volver a construir se quedó en el aire. No tardé en encontrar un constructor, le pedí una cotización para reconstruir lo perdido. Me gustaba el lugar tal y como era y él prometió recuperar el edificio, hacerlo un poco más cómodo, pero conservando ese estilo industrial que tenía.
Acepté la propuesta de inmediato y comencé mi travesía por el país. Regresaría a fin de año a ver los avances de la construcción y me mudaría a Ekaterimburgo apenas estuviera terminado.
Fui muy feliz en ese lugar y allá es en donde quería estar por un tiempo.
Nadie me cree cuando les digo que durante el año que siguió no salí con nadie. Sash me decía que seguro tengo a alguien por ahí, pero no quiero nada serio y por eso no mencionó su nombre. La verdad es que no, no quise «un lío de faldas», como dicen, no quería exponerle mi mundo a nadie. Estaba mejor sola y no había nada que un buen dildo no pudiera hacer por mí.
—Deberías salir conocer gente nueva —insistía mi amigo—, ve al Club, sal con una chica, o ve a un bar de por ahí, no creo que alguien se atreva a decirte que no.
—Yo estoy bien, Sash. No hace falta, me gusta mi soledad. Estar soltera me cae como anillo al dedo —dije con ironía y él solo soltó un «mhmm» como queja.
—Ve al Club de tu amiga este fin de semana, prométemelo.
—Es 20 de Febrero.
—¿Y? —preguntó, hecho el bobo. Él sabía tan bien como yo qué fecha era.
—Es el cumpleaños de Yulia.
—Cumple veintisiete, lo sé. ¿Qué con eso?
—Tal vez hace una aparición en el Club. Dinah y ella eran buenas amigas. No creo que sea una buena idea.
—Tú y ella también eran buenas amigas y… Yulia está mucho mejor, es… la de antes.
—¿Sí? —Se me escapó la emoción, aunque pronto recuperé la cordura—, quizá sea una peor idea, no quiero arruinarle el día, además…
—Además nada, Lena. Ve, ni siquiera sabes si ella va a ir. Es muy improbable.
—Ajá… ¿por qué insistes tanto? ¿Qué sabes?
—Nada, solo quiero que salgas que hagas algo por tu corazón.
—Mhmm —La que se quejaba ahora era yo. No sabía por qué quería tanto que fuera, pero con el pasar de los días, me fui emocionando con la idea. Si Yulia iba, podía llamarlo coincidencia y si no quería verme, me iría a casa, ¿qué podía perder? Me encantaba la idea de verla, aunque sea por un momento, no es que planeara que algo suceda entre ambas. Entonces, tres días antes del sábado, me llamó la misma dueña del Club.
—Lena… odio tu nombre.
—Hola Dinah y ya lo sé, me lo repites cada vez que hablamos.
—Solo digo que Kay me gustaba, tenía más… glamour.
—Sobre todo, eso —reí, Karen tal vez, Kay suena a herradura— ¿Cómo estás? Justo pensaba visitarte este fin de semana.
—¿Ah, sí?
—Aja… ¿por qué, pasó algo?
—No, para nada, es solo que… bueno, sé que ahora te dedicas a las fotos, pero quería pedirte un favor —dijo y sin esperar a que yo pudiera preguntarle nada, continuó— Una de mis chicas se enfermó y necesito una bailarina para un baile privado este sábado.
—Emm…
—Vamos, te pagaré doble de lo normal y te divertirás. Es importante.
—¿Para quién es? —le pregunté, presintiendo que se trataba de Yulia.
—Es una cliente muy exclusiva.
—¿Es Yulia?
—Yulia no ha pisado el Club desde que tú te fuiste con ella —me contestó, pretendiendo estar molesta— Solo es una cliente muy exclusiva y ya. No necesitas saber más detalles. ¿Lo harás o no?
—¿Qué dirá mi agente si se entera de que estoy de stripper en mis horas libres?
—¡Vamos, me debes esta por ponerte de novia con mi mejor cliente! ¡Di que sí!
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Acepté, ella tenía un poco de razón y bueno, si ya tenía planeado ir por ahí a visitar a mis antiguas compañeras, por qué no.
Practicamos los días que quedaban, no era un show muy complicado y si gustaba, tendría que dar un strip-tease privado a quien fuera que sea su cliente exclusiva, no me molestaba la idea.
Esa noche no pude estar más nerviosa, habían pasado ya dos años desde la última vez que hacía una presentación en público y se sentía tan extraño, lejano, como si hubiese sido hace una vida entera. El lugar estaba repleto y decorado para la ocasión. Solo esperaba no arruinarlo todo con mi falta de práctica.
—Ten aquí —Tasha se acercó con un shot de tequila—, con este te curas.
—Gracias, pero no creo que uno me baste —Terminé el primero de un solo golpe, hasta el fondo.
—Entonces dos —Ella sirvió otro, me pasó el limón y la sal y… se fue. La música empezó, el escenario en completa oscuridad. y nos alistamos todas a empujones.
La cortina se fue levantando y yo cerré mis ojos esperando la clave para iniciar. Agradecí que las luces del show no nos permitían enfocarnos en la audiencia. Me sentía más segura así.
La música iba a punto, los chiflidos se escucharon desde el primer segundo, venían de todos lados, buenos chiflidos, ovaciones, para ser precisos, pidiendo más y más.
Mi cuerpo casi se movía solo, el ritmo de la música mis caderas de un lado al otro, Tasha, Sally y yo de un lado poniendo caras muy provocativas y continuando el juego. Lo estaba disfrutando tanto que todo lo demás se me olvidó.
El número salió a la perfección y me di cuenta de cuánto extrañaba todo eso, la adrenalina corriéndome por las venas, el miedo y la expectativa. Dios, no hay nada como el negocio del espectáculo para sentirse tan arriba.
Al regresar al vestidor nos esperaba Dinah con una botella del tequila más exclusivo.
—Me enorgullecen todas, pero ahora les toca el segundo acto, todas menos Lena. ¡Arriba, que su público las espera! —les dijo a las chicas, entregándome la botella y guiñándome un ojo.
No entendí qué quería que hiciera, de verdad subí muy alto cuando entré en ese escenario y ya ni recordaba que había la posibilidad de que Yulia estuviera en el público.
—Bailas muy bien —la escuché decir, estaba arrimada al marco de la puerta, cruzada de brazos con esa mirada provocativa que solía tener, toda vestida de negro y con dos vasos de shot en la mano. Suspiró y se acercó con ellos— ¿Brindamos?
Yo preferí no decir nada y asentí, me sentía intimidada por su actitud, también tenía mucha aprensión por nuestra historia, pero… un brindis por su cumpleaños no estaba de más.
—Felicidades, aunque ya sé que tú nunca festejas este día —Serví su trago y el mío. Ella lo tomó y ambas juntamos los vasos en el aire.
—¡Salud! —Otro que se fue directo para adentro— ¡Hooo! Amo el tequila, pero será suficiente para mí, ya no tomo —me dijo asombrándome un poco.
¡Oh, vaya, no lo sabía! Quizá Dinah tampoco… —Comencé a balbucear y ella rió.
—Tranquila Lena, no llegué a volverme alcohólica, puedo y bebo de vez en cuando, solo que no más de uno o dos.
—Emm… —Sí, la elocuencia me acompañaba en esa noche— ¿Quieres una soda del club? ¿Agua? ¿Jugo de naranja? ¿Limonada?
—¿Qué tal tu compañía en el techo? Como en los viejos tiempos.
Asentí otra vez, evitando espantarla con mi oratoria. Ella se adelantó mientras yo me ponía unos jeans y una camiseta menos reveladora.
Dios, tenía tantos nervios, antes de subir me tomé un tequila más para el valor y tomando un fuerte respiro me encaminé hasta el lugar de encuentro.
Tal como esa noche hace más de dos años —la primera antes de que todo empezara entre nosotras—, Yulia estaba recostada en el concreto, viendo a las estrellas y escuchando una canción de Rihanna en su teléfono. Me quedé admirándola antes de salir, "¿y qué si…?", pensé, ¿y qué si esta vez lo logramos?
Volé… demasiado rápido.
Hablamos de muchas cosas, reímos de otras. Recordamos la escuela y sí, a los que fueron nuestros compañeros y ya no estaban más con nosotros, Sergey y Fyodor. Después de hacerlo hubo un largo silencio y entonces ella me dijo:
—Te extraño, ¿sabes?
El corazón se me hizo chiquito. ¿Cuánto tiempo esperé por esas palabras, cuánto las deseaba?, ya ni yo misma lo sabía, pero me golpearon tan fuerte.
—Yo también —le susurré.
—Sash insistió tanto para que venga hoy. Sé que él planeó todo este encuentro.
—No es tan buen cupido…
—¿Por qué lo dices? Estamos aquí, ¿no?
—Tienes razón… —le respondí y dimos paso a más silencio.
Y ahí es donde todo cambió, porque entiendes que la vida no es un cuento de hadas y no todo se da como tú quieres, las cosas no se resuelven así nada más con el tiempo y ya, nada es tan mágico, ni el amor.
—Por otro lado, conocí a alguien… —Sus palabras quebraron todo lo que tenía adentro. No dije nada, esperé a que prosiga con su historia. ¿Qué más podía hacer?—… No hace mucho, una semana nada más y… no es serio —me aclaró, pero no necesitaba hacerlo, no sé por qué lo hizo, no tenía que hacerlo, quizá yo no quería que lo haga—… Hemos salido un par de veces… Corremos la misma ruta en la playa… No es mi novia —Concluyó la hila de confesiones.
—¿Cómo es? —pregunté como estúpida, porque en realidad no quería saberlo, no quería enterarme de más cosas, no quería ver cómo, la única posibilidad de recuperar lo nuestro, se extinguía y yo me arrepentía de eso, de haber volado con la idea de nosotras.
—Es… tierna y… graciosa. Es… rubia, un poco más baja que yo… Unos centímetros nada más… es maestra de yoga y tiene su academia propia… es linda…
No quería escuchar más después de eso, por suerte eso fue lo último que dijo de ella esa noche.
—¿Y tú, sales con alguien?
—No —le dije cortante.
—Ni una amiga… ¿amigo?
—No… —Traté de sonreírle— Estoy bien así. Viajo mucho y no tengo tiempo para salir con alguien.
—¿Vas bien con la fotografía?
—Sí, eso —No le di mucho detalle, no tenía nada que decir, yo no tenía a una linda y escultural, además graciosa chica en mi panorama. Me había excluido de la vida social para evitar muchas cosas y esa era mi realidad.
—¿Cómo va tu proyecto?
—Bien, debo ir a Yaroslavl, pasaré por San Petersburgo y varios pueblos en un par de semanas.
—Tal vez podrías pasar por Moscú y tú, Aliona y yo podríamos salir a tomar un café o… —Cerré mis ojos casi por instinto, me sentí indispuesta. Los tequilas me tenían en el borde y la charla no hacía nada más que empujarlos a mi cabeza—… bueno, es muy pronto para eso. Quizá tú y yo podamos ir solas —se corrigió al verme, la puse incómoda por contarme de su vida y, en cambio, ahí fui yo la que se sintió fuera de lugar.
—Es una buena idea, deberíamos hacerlo —le mentí, tratando de encaminar la charla a algo menos personal.
—Sash debe sentirse muy solo abajo —añadió, era obvio que no era así, estaba en un bar lleno de mujeres, que tan solo podía estar.
El festejo terminó ahí para nosotras, nos pusimos de pie y bajamos. Él fingió aburrimiento al ver que su plan había fallado, no quería entorpecer la salida de mi ex-novia y se despidieron con la excusa de que debían regresar el domingo temprano, dejándome allí para terminar la noche, tan sola como había llegado.
El tequila de antes lo pague completo y me lo terminé con Tasha. Dinah nos dejó beber en los vestidores, se dio cuenta con rapidez que no había sido tan buena idea seguirle el juego a Sash, quien planeó esa noche en su totalidad.
Mi viaje a Yaroslavl era inminente y no, no pasé por Moscú. No escuché de Yulia hasta las fiestas de fin de año, cuando me la encontré con ella y la tal Aliona en la ciudad, habían ido a festejar.
Su novia era una rubia muy linda, es más, el linda se le había quedado corto cuando lo dijo meses atrás. Se las veía tan bien juntas, a Yulia tan tranquila, tan feliz.
Me dolió y mucho.
Ahí es dónde dices, no, nunca fue tuya. La dejaste ir y ella ya no volverá jamás. Debes hacer tu vida, debes olvidarla y seguir, el pasado es eso, y no va a regresar para arreglarlo.
—¿Estás bien? —me pregunta Yuri al verme divagar con la mirada por el estudio. Han pasado cuatro horas desde que me senté aquí y comencé a recordar el pasado— La pastelería va a cerrar y tu esposa no me va a perdonar si no te hago acuerdo de su encargo.
—¡Demonios, se me hizo tarde! Gracias, Yuri —Me levanto apresurada, despidiéndome de todos mis empleados y salgo corriendo mientras me coloco mi abrigo y la cartera. El invierno se va acercando, pero aún se puede caminar por las calles de Reutov. Un par de semanas más y será imposible.
Tengo suerte de que la pastelería está virando la esquina del estudio, no tardaré mucho tiempo y podré tomar un taxi antes de la hora pico.
—Son ₽25.50 —me dice la cajera empacando el Cheesecake que dejé haciendo con estrictas instrucciones. Mi esposa es muy temática debo admitir, pero todo lo demás la compensa.
Pago y con rapidez salgo a la calle parando un auto. Tenía demasiado encima como para caminar diez cuadras más. Con este clima me tomaría más de veinte minutos llegar y, con mi suerte, el encargo terminaba en el piso.
Llego al edificio dejando atrás el frío del exterior. Sergio —el portero del edificio—, hala la empuñadura de la puerta de vidrio que da a la calle y me ayuda a entrar.
Siempre me saluda con gusto y una sonrisa. Es amable, generoso y siempre está pendiente de todos. Tiene una familia pequeña, su esposa y su perro —al cual conozco por fotos— y, para tener sesenta y tres años, está en perfecto estado físico.
Me ayuda presionando el botón del elevador y me pregunta si no quiero que me acompañe hasta arriba, pero no hace falta, creo tener todo bajo control… creo.
—Hasta mañana —le digo entrando al ascensor, sabiendo que no lo vería hasta la noche siguiente, después de un agotador día de trabajo.
—Hasta mañana, señorita Lena —Se despidió, empujando la puerta metálica y viéndome partir.
Fue una suerte de encontrar este lugar. Es un edificio de cuatro pisos de los años cincuenta, muy bien cuidado, remodelado a la perfección, manteniendo todos los detalles de la época, como este elevador. Se puede ver tras las rejillas como van pasando los pisos hasta llegar al tope. Tiene un toque rústico e industrial, muy a mi gusto.
Vivimos en el loft, en el último piso.
En los años cincuenta, ésta, era un área comunal, un salón de baile donde se llevaban a cabo fiestas muy exclusivas y convenciones importantes, ahora está adaptada a un departamento, pero conserva su amplitud original.
Tiene una acústica increíble, lo que me favorece cuando decido tocar el piano de cola que compré en una subasta, es precioso, negro entero con detalles de color rojo. El piso es nuevo, tablones de bambú envejecido para no romper con el ambiente. El techo originalmente era altísimo y se decidió hacer una segunda planta dividiendo el espacio vertical. Pueden verse en el primer piso las vigas de madera y, las paredes, fueron revestidas con cemento blanco visto —sin pintura— para darle un toque industrial y al mismo tiempo moderno. Las adecuaciones juegan muy bien con el resto de la decoración, con los afiches de películas y obras teatrales; el aparador lleno de vinilos y libros; los modernos muebles de la sala; así como toda la línea blanca en tonos grises para no desarmonizar. Para ser honesta, me recuerda a mi casa en Ekaterimburgo y eso me llena de paz, quien sabe por qué, quizá porque fue en ese lugar donde me enamoré de Yulia.
Llego a la puerta del departamento e introduzco la llave antigua, la chapa es de esas que tienen un cerrojo de ojo grande que deja ver al interior, es por eso que «alguien» decidió colocar una puertilla por adentro, para que no nos puedan espiar.
La tibieza del lugar me acoge a pocos segundos de entrar. Dejo mi abrigo en el perchero junto con la bufanda y mi bolso. Es un alivio enorme descargarme de tanto peso, las cámaras del estudio —que a veces traigo a casa— podrían causar una contractura en mi espalda, pero a veces así es el trabajo.
Muevo mi cabeza de lado a lado, sintiendo como pequeños traquidos se liberan quitándome la tensión y doy un fuerte respiro. Es mi rutina diaria, sin eso no puedo iniciar mi noche.
—Listo, llegué en una pieza y con el Cheescake.
Voy a la nevera para dejarlo antes de que pierda su forma o yo me tropiece con él, y por un vaso de agua que, lamentablemente, estaba demasiado fría. Detesto cuando el agua del botellón se termina y debo beber la de la refrigeradora que congela hasta las ideas, sobre todo en invierno.
No pasa mucho tiempo para escuchar unos pasos apurados bajar por la escalera y ver una bola de pelo que corre a jadear justo frente a mí.
—¿Tienes hambre? —le pregunto y me responde con un ladrido que suena casi como un aullido— ¿Qué? ¿La tía Yulia no te dio las apestosas bolitas?
—No me llames tía de la pelusa malcriada —Escuché a mi esposa en la lejanía— Soy como…
—¿Su segunda mamá? —ambas escuchamos un gruñido y río tan solo con imaginarme su cara— ¿Qué hizo ahora? —le pregunto mientras voy por la bolsa de comida para llenar su plato.
—No quiso ir al baño en el parque y se dio gusto en la sala. Tuve que limpiar su pipí para que no se arruine el piso.
—¡Mala Franny! —la reprocho en un susurro y ella me mira confundida. Es una buena perrita, pero tiene tendencia a desobedecer a Yulia cuando Anna no está cerca.
—¿Trajiste mi pastel?
—Sí, amor. Ya está en la nevera, te la subo apenas le dé de comer a tu sobrina.
—¡Que no le digas así!
Amo a mi esposa. Nos costó trabajo llegar aquí.
Ella salió con Aliona por más de un año. Yo no supe qué pasó hasta que un día se apareció en mi puerta en Ekaterimburgo completamente estilando por la tormenta que daba de estruendos. Cargaba una caja de un árbol de navidad y me dijo:
—Sash mencionó que no pondrías árbol este año y yo no podía permitirlo.
Sí, me quedé como idiota ahí parada.
—¡¿Me vas a invitar a pasar o tengo que empujarte?! —Tomé la caja y la dejé entrar.
—No digas nada —me pidió caminando hasta la sala y antes de continuar limpió su garganta y se acomodó un poco el pelo para atrás— Te extraño, hoy tanto o más que ese día que nos vimos. Te extraño más de cuando pensé que te había perdido y… el tiempo pasa, sé que quizá tienes a alguien, pero Sash dijo que…
—No hay nadie… no estoy con nadie —dije y sentí su alivio en un suspiro.
—Eres tú… siempre fuiste tú y yo no… no le puedo… no pude…
Aliona le había pedido que se case con ella, Yulia le había dicho que no. Me contó que lo primero que pensó cuando vio el anillo es que no tenía mi nombre en la caja. No le iba mal con Aliona, su relación era buena, sentía muchas cosas por ella, pero no era yo.
¿Cómo respondes a eso cuando tú has pasado todo ese tiempo queriéndola junto a ti?
La besé. ¿Qué más?
La tomé de la cintura y la besé, la apreté a mi cuerpo hasta que me empapé por todo el frente. No me importó, daba igual, estaba en mis brazos y ella lo quería también. Quizá eso de pasar el resto de mi vida sola era tan solo un mecanismo de defensa. Además, Yulia sabía, esta vez, todo lo que venía añadido al nombre Elena Serguéievna Katina, ahora únicamente Lena Katina, como siempre debió ser.
No salimos ni cuatro meses hasta que una noche pasamos por una de las capillas rápidas de la ciudad y decidimos casarnos con un par de desconocidos como testigos.
Ahora, un año y medio después estamos aquí, haciendo una nueva vida en Reutov, ella con su nueva serie y yo en el estudio.
La vida es buena y en tres semanas más, será realmente perfecta.
—¡Lena, apúrate con el pastel o tu bebé tendrá cara de Cheesecake de café!
En la vida, hay momentos de decisión, esos en los que el fondo de tu estómago se contrae diciéndote qué hacer, el instinto te despierta y debes decidir si le haces caso o no, si perseguirás ese sueño que te enamoró o te dejas vencer, aceptando lo que venga.
Todas las dificultades que encuentras en el camino son tan solo distracciones y eres tú quien debe despejarlas para continuar luchando. A veces tienes éxito a veces no, pero vale la pena intentar.
Todo comienza con una pregunta:
¿Qué pasaría si…?
Así llegué hasta aquí… y, por fin puedo decir que soy feliz.
—¡Lena… cara de pastel!
—Ya estoy subiendo, amor…
FIN!
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
katina4ever- Mensajes : 280
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Re: HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon
Por más fics de Julia y Lena!
Y por más historias que nos compartes Rainbow.Xander
Amé a esta Lenita con su Yulia pícara.
Veroska- Mensajes : 107
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