HIDING (ADAPTACIÓN YULENA)// By: MintBlueNeon

Holis!!! Fati20, siento la ausencia de ayer pero hoy estoy acá para traerle más capítulos de esta emocionante trama...



Capítulo 164: Paranoia
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Quisiera decir que la planificación de este viaje ha sido algo simple, que en algunos minutos subiremos al avión y listo, pero no. Han sido días intensos y cuando digo intensos es porque Yulia ha pasado de insomne a paranoica en menos de una semana.

Le da pánico hablar conmigo o hasta besarnos «demasiado». A veces mira al techo, sospechando que también instalaron cámaras de video, ha cubierto con toallas y sábanas, todos los espejos de ambas casas.

¡Por Dios, ni siquiera ha podido tomar una ducha en paz, un simple baño!

¡Uno!

Entra completamente vestida al cuarto de baño y abre la llave de agua hirviendo para dejarla correr hasta que la habitación se llena de vapor y, recién ahí, es cuando puede desvestirse y entrar a la ducha, antes no.

Tiene recelo de entablar una conversación o decir cosas muy comunes, «estoy bien», «no te preocupes», «te amo» o cosas así. Tiene metida, entre ceja y ceja, la idea de que si lo hace y le llega a pasar algo, estas personas con doble intención, me llamarán y me dirán que está viva, haciéndome escuchar uno de los audios, mas ella —según ella misma— estará muerta en algún callejón de Moscú.

¡Pa-ra-no-ia!

Si quieres conocer a alguien a fondo, prívalo de su sueño y después de dos días sabrás exactamente quién es.

En su defensa yo también siento incomodidad, pero hay que ser realistas, ¿quién sabe cuando fueron colocados los benditos micrófonos?, no es como si no nos hayan escuchado antes y si hay videocámaras, no hay nada que no hayan visto ya… Espero que lo hayan disfrutado… y que no termine en internet.

Mientes tanto, Ivanovich no ha contestado a ninguna de mis llamadas o emails, ni siquiera a un mensaje. Lo fui a buscar en su oficina y el lugar parecía abandonado. Su secretaria escuchaba música, con sus audífonos puestos, al mismo tiempo que leía una revista de moda. Al verme entrar se retiró uno de ellos y me informó que no había visto a su jefe por un par de días, pero que no era algo inusual, cuando iniciaba una investigación encubierto desaparecía, a veces por semanas.

Dejé un recado y me fui, qué más podía hacer. Gritarle y suplicarle que encuentre al pobre hombre, que ya suficiente tiene tratando de develar todo este embrollo, o ir a apagar algunos fuegos en casa y tratar de convencer a Yulia que nadie ha escondido dispositivos de espionaje dentro de las maletas.

Yulia las revisó dos, tres veces, buscando micrófonos, dañó dos de ellas, destripándolas en vano y ¡eran las mías! Todavía no entiendo que esperaba encontrar, ambas eran completamente nuevas… y muy caras, debo añadir.

Pero ya está, llegamos al aeropuerto hace un hora y todo marcha bien. Logré convencerla de que si alguien colocó algo en nuestro equipaje, los rayos X lo detectará y los sacarán de donde sea que estén.

«Pasajeros de primera clase del vuelo 760 con destino a Buenos Aires, Argentina, por favor pasar por la puerta 8».

Unos minutos más y estaremos rumbo a otro país.

—¿Quién dijo que huir de la realidad no es divertido?

—Yo, yo lo dije —me responde haciéndome caer en cuenta de que lo dije en voz alta— Espero que el hotel al que llegamos tenga una graaaaan tina tipo jacuzzi, necesito remojarme bien. Ya me está picando todo, por no haberme bañado en la mañana.

No creo que necesite repetirlo, pero lo haré.

¡Paranoia!
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🤨🤨🤨

Capítulo 165: First Flight
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Recuerdo cuando era pequeña y viajar en avión era, de cierta manera, una experiencia «especial».

A mis diez años yo nunca había subido en uno y cuando invitaron a mamá a una reunión familiar en Irlanda, me invadió una emoción que no me dejaba ni dormir. Para Katya y para mí era una gran aventura, nuestro primer viaje fuera de Moscú.

Nunca supe el porqué, pero papá y la familia de mamá nunca se llevaron muy bien. Mis abuelos maternos habían fallecido hace mucho y el único hermano de mamá, que vivía en el país, nos evitaba por completo, yo no lo conozco.

Papá fue a dejarnos en el aeropuerto, yo ansiaba tanto que a último momento él pudiera decir que sí y venir con nosotros. Ignoraba que un viaje al extranjero requiere mucho más que el deseo de viajar, también desconocía el odio que mi familia materna tenía por él.

Cuando nosotras llegamos fuimos recibidas con muchos abrazos y cariño. Mi tía Sloane, aquella que hasta ese momento no conocía, corrió a mis brazos y me sostuvo en el aire diciéndome lo hermosa que era, lo mucho que había esperado conocerme. Me cargó hasta la mesa del comedor y me sentó a la cabeza de la mesa. Cortó un pedazo de pastel irlandés —sin licor— y me lo sirvió con una cucharada de helado de vainilla.

Katya en cambio era mimada por las primas lejanas de mamá, también la sentaron a la mesa y le dieron una porción, pero había algo en esa joven mujer, en la actitud que tenía conmigo, que me hacía pensar que la favorita… era yo.

No fue hasta unos días después, mientras jugábamos a las escondidas y me escondía de mi hermana y los otros niños de la familia que, sin querer, escuché a Sloane decirle a mamá que tenía una linda familia, que debería buscarse un nuevo esposo y dejar al perdedor y bastardo de papá.

El corazón se me fue al piso, toda la admiración que había construido hacia ella en esos días, se desplomó con esas palabras. A esa corta edad, tus padres son casi Dios, ellos son únicos, los amas, los idolatras, y escuchar a alguien insultar a una de las personas que más quieres —si no la más—, duele. No volví a ver a esa mujer de la misma manera durante el resto del viaje. Ella intentaba, pero le era imposible conseguir de mí más que una falsa sonrisa.

Unos días después, mamá me preguntó qué me pasaba y yo le conté lo que había escuchado. Ella me abrazó y me dijo:

—Mi familia no quiere mucho a papá, pero eso no quiere decir que yo vaya a hacer lo que me piden. Yo elegí a tu papá porque me enamoré de él y juntos tenemos la más linda familia de todo el mundo —Me dio un beso en la frente y me pidió que olvidara lo sucedido. Yo por supuesto no pude, no encontré algo mejor que hacer que fingir. Supongo que de ahí nació mi facilidad con la actuación.

Cuando estábamos por irnos, Sloane vino a mi y se sentó para hablar conmigo.

—Lamento haber dicho lo que escuchaste, no fue muy inteligente de mi parte, lo siento.

Mamá le había comentado lo que que había pasado. Le pregunté por qué pensaba así, que papá era bueno. Ella no supo qué responder, me beso y abrazó con mucha fuerza y me dijo:

—Algún día lo entenderás. Uno, como hijo, siempre protege a sus padres y te entiendo Lena.

Yo no lo hice, no la entendí.

Decidí olvidarme del asunto. No quería hacer sentir mal a papá y nunca le comenté nada, tampoco le pregunté a qué se refería mi tía con lo dicho, quizá el la conocía y algo había sucedido entre ellos, desconfianza, quién sabe.

No fue la última vez que invitaron a mamá a Irlanda, pero sí, la única que yo fui. Katya no tenía problema en viajar, siempre llegaba feliz, sonriente, diciendo que amaba a los Bilán. Me traía regalos que yo casi nunca abría y si lo hacía los dejaba abandonados por algún lugar de la casa, minutos después.

Yo siempre he sido y seré… una Katina.

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Wooow!! Estás semanas han Sido terribles en mi trabajo, y hoy viendo todo lo que me pedí! Es increíble! Haces que muera de insertidumbre!! Ya quiero saber porque están tras las chicas, porque Yul no tiene protección (solo Samir) y porqué tantos líos!! Cuándo podrán ser felices sin todos esos problemas!! Muchas gracias por estos capítulos. Bueno, yo también seré una Katina jajajaja
Muchas gracias por compartir nena!! Espero este fin de semana sea de lo mejor! Cuídate mucho!! Abrazos!!

Capítulo 166: Plane
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—Algún día vas a volar —dice Yulia de la nada, entradas las siete horas de vuelo. Mi ceño le hace la pregunta por mí— Has pasado pegada a la vista tras la ventanilla desde que despegamos, ¿estás bien?

Asiento y regreso mi vista a donde estaba. Las nubes que cubren todo lo que hay por debajo, agua. Justo debemos estar cruzando Centro América, pero no se ve nada gracias a las nubes que me tienen ahogada en recuerdos.

Veo por el reflejo de la ventanilla que se coloca nuevamente el audífono y sigue viendo la película que está puesta en la televisión.

Estamos muy cómodas, debo admitir. La comida fue buena, así mismo el café que nos sirvieron después. Yulia ahora bebe un whisky en las rocas, viajar en primera clase tiene sus beneficios, yo tomo un vino tinto y sigo embobada con el paisaje.

Siempre que viajo es igual, me gusta introducirme en la tranquilidad del cielo, de todo lo que puedes ver, que desde abajo es imposible… Quizá por eso llegué a tomarle aprecio a su apodo, «Cuervo».

Su película termina no más de cuarenta minutos después. Ahora debemos —según el GPS— estar por pasar por la mitad del mundo, cruzando de hemisferio.

Yulia se endereza en el asiento y se estira un poco, yo largo un suspiro. Los viajes largos son extrañamente relajantes e incómodos, al menos para mí.

—Diablos… ¿Kay, me alcanzas una servilleta? —dice lanzando la cabeza hacia atrás, tiene sus dedos presionando su nariz y está sangrando.

Me apuro a tomar el papel absorbente que me dieron con el vino y ayudarla, al mismo tiempo que presiono el botón de servicio.

—¿Puedo ayudarles en algo?

—Sí, ¿podría traernos una toalla tibia húmeda, por favor? —la azafata no comprende, pero al ver la cantidad de sangre que sale se su nariz se apresura a la parte trasera a buscar lo que le solicité. Llega no menos de treinta segundos después.

—¿Necesita servicios paramédicos?

—No, no creo que sea necesario —Niega Yulia, todavía con la cabeza hacia atrás— Suele sucederme cuando viajo por muchas horas, solo necesito ir a limpiarme.

—Por favor, siga al baño —le responde la chica, estirándole una mano cordialmente.

—¿Hay algún problema si viene mi novia?

—No, por supuesto. Mientras no demoren, todo está bien —dice la azafata.

Yulia se levanta y yo tras ella ayudándola a caminar por el pasillo. Los baños de la primera clase, son un poco más amplios y cómodos que los de clase económica. por lo menos entramos las dos.

—¿Qué necesitas? —le pregunto apurada y un tanto intranquila. Una sonrisa pícara se le marca en el rostro y al quitarse el papel de la nariz entiendo— ¡Yulia! —le susurro el reclamo, ella tira la servilleta manchada de tinta roja y se limpia un poco con la toalla.

—Listo, ahora ya, hagámoslo… Solo tenemos unos minutos.

Me quedo estupefacta, porque acabo de pegarme el susto de mi vida viéndola sangrar y claro, ella de lo más tranquila porque era una vil mentira para meterse en mis pantalones.

—¡Kay, muévete!

—¡Yulia, ¿qué mierda?! ¿Sabes lo que me acabas de hacer y a esa pobre chica allá afuera?

—Aj, vamos, no es para tanto. Una simple mentira para tener una aventura en el aire —Curva sus cejas, amplía su sonrisa y… ¡Maldición!, ¿cómo si no hubiera pensado en esto antes?

Comienzo a desabotonar mi blusa, ella no tarda en hacer lo mismo con mi pantalón y bajarlo para poder subirme al mueble del lavabo. Juro que esta cosa está apunto de romperse, no hay duda, se va a romper. Me siento con mucha cautela, no quiero endeudarme con la aerolínea, lo que es peor, ser arrestada por tener sexo en «público».

—Eres tan sexy, Kay… — susurra presionándome un tanto, besando mi cuello. Abro mis piernas lo que más puedo en esta incomodidad. Mis pantalones en mis talones y mi ropa interior todavía en su lugar, pero no me la voy a quitar, este sitio no me da la tranquilidad de estar «limpio».

Dios, ¿por qué estoy pensando en esto justo ahora?

No tenemos mucho tiempo, es verdad y Yulia no titubea al besarme en dirección al sur, adentrándose con su mano por mis bragas hasta mi centro y acto seguido en él. Sus dedos me penetran con suavidad, pero se mueven con mucho afán.

Sin embargo, todo esto es demasiado rápido para mi gusto y no logro sentirme lo suficientemente cómoda para llegar a ningún lugar.

—Relájate, bebé… ¿te he dicho últimamente lo que me haces sentir? —Continúa, tratando de provocarme, esperando que me suelte para ella— ¿Cómo, el verte en las mañanas, me provoca la mayor de las ternuras y cuando te levantas, tan solo vistiendo esa camiseta vieja y tus pantaletas, me dan ganas de jalarte a la cama y…? —Suelta un gemido corto y casi silente— ¿…pasar mis manos por todo tu cuerpo? Lo único que deseo es recorrerte, besarte justo en la yugular y sentir tus palpitaciones; esa dulce y tibia piel que late cada vez más acelerada y escuchar tu voz, tus jadeos, tu respiración… pausada, aguantando el aire mientras me muevo en ti… mientras te lleno con mis dedos…, mientras muerdo tus senos y siento como me mojo cada minuto… un poco más… por ti, solo por ti.

Las cosas van cambiando, sus palabras tienen un efecto claro en mi interior y ahora ella tiene más libertad de moverse por dentro como le plazca. Mi excitación va subiendo, también mi angustia porque nos descubran.

—Te he deseado tanto estos días, estas semanas, tanto como no tienes idea. Ya me hacía falta oler tu piel, tenerte así, tan cerca, tan entregada, tan … —Sus dedos me tocan muy adentro, y sus movimientos son inclementes—… mía.

Estoy cerca, muy cerca… sus movimientos cada vez más profundos más sentidos. Yulia calla, su tensión es clara, está concentrada en mí, en mi interior, seguramente imaginando lo que hace y como eso desata mis deseos, y yo, yo no quiero que pare. Quisiera ayudarla con mis caderas, moviéndome un poco, pero la posición es tan incómoda el lugar tan pequeño, pero ella no decae, no para… no hasta terminar.

—Estoy cerca… no me sueltes aún…

—Aquí estoy… —Jadea, siento su cansancio, pero se niega a darse por vencida—… Te amo, Kay…

Sus palabras, junto con un par de embestidas más me llevan al clímax. Termino y siento mi piel erizarse, los músculos de mi espalda contraerse, el dolor en mi cola por el maldito lavabo, un escalofrío por la falta de ropa. De repente escuchamos unos golpes en la puerta.

—¿Está todo bien, necesitan ayuda?

La miro a los ojos y ambas sonreímos con una silente risa. Bajo del mueble y me subo los pantalones, abrochándome después la blusa.

—No muchas gracias, ya estamos por salir —le dice Yulia, ayudándome a arreglarme.

—Sí…, salgamos de aquí de una vez —respondo y ella toma la delantera abriendo la puerta.

Un divertido auxiliar de vuelo nos ve salir y finge demencia, la azafata, un poco más preocupada, se nos acerca mientras tomamos asiento, nos ofrece unas bebidas y algo más de comer para que Yulia se reponga, lo aceptamos con un gracias y seguimos con la misma normalidad de antes.

Pudo haber sido un momento, pero requirió mucho esfuerzo y tengo sed y hambre.

—¿Cuánto falta para llegar? —me pregunta acomodándose nuevamente para poner otra película.

—Algo así como siete horas… Acabamos de cruzar la mitad del mundo hace unos minutos.

—Ya tenemos otra cosa que incluir en nuestras hojas de vida.

—¿Te parece? —le pregunto con un claro sarcasmo.

—Claro, no todos pueden decir que tuvieron sexo en dos hemisferios.

Le sonrío y me acerco apoyándome en la separación de nuestros asientos para darle un beso. Tenemos suerte de que esta vez no haya nadie más que nosotras y una pareja de chicos, en primera clase. Con lo que se ha escuchado de las aerolíneas en los últimos meses, pudieron habernos arrojado por la escotilla, tan solo por entrar juntas al baño.

—¿Tienes ganas de ver algo conmigo o quieres seguir observando las nubes?

—Dame un par de horas y te acompañaré en una película, ¿sí?

Yulia toma mi mano y me besa en el dorso antes de dejarla con suavidad sobre mi pierna y seleccionar su película.

Todavía queda un largo viaje hasta llegar y para ser sinceros, yo necesito perderme aún más en la fantasía de atravesar el cielo.

Tan solo un par de horas más.

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Uno más y ya!

Capítulo 167: Jacuzzi
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Recuerdo esta sensación de cuando era niña y pasaba horas metida en la bañera, hasta que mis dedos se arrugaban por el agua y mamá me sacaba a fuerzas porque si pasaba cinco minutos más, me resfriaría y, sin embargo, lo único que quería hacer es quedarme un par de horas más.

—Este hotel es el paraíso, no tienes idea del magnífico que se siente estar aquí. Argentina es lo más, ¡lo más!

Yulia está feliz, lo que a mí me pone más feliz aún.

—No has conocido nada del país, lo único que has hecho es llegar y meterte al jacuzzi —le digo a Yulia salpicándole un poco de agua en la cara, o bueno en el pecho porque no llegué tan lejos.

—No es verdad, también vi la ciudad desde el aeropuerto hasta el hotel. Por cierto, hablando del hotel, increíble elección, me encanta.

—Bueno, es que no es un hotel en realidad es un departamento, pensé que te gustaría la privacidad.

—¡Claro que me gusta! Me encanta mi privacidad, me encanta mi vida sola…

—Gracias por lo que me toca…

—¡Vamos, Kay! Sabes de lo que me refiero, a nosotras… juntas, tú y yo nadie más, ni Anna, ni Vlad, ni Fyodor, solas… tú y yo.

Sé lo que quiere decir y es exactamente como me siento, me encanta esto, pero a pesar de querer esta relajación por mucho más tiempo, deberíamos hacer algo más provechoso mientras estamos aquí.

—¿Por qué no salimos a pasear por la ciudad?… Que se yo, vamos a buscar algún evento, un concierto, un lugar dónde comer algo, simplemente salir a caminar.

—Son las dos de la mañana, ¿quieres salir justo ahora?

—¡Sí! esta ciudad no duerme, por qué lo haríamos nosotras, además muero de hambre.

—¿Y qué planeas comer a esta hora?

—Hay una pizzería muy buena que abre hasta muy tarde, queda a unas cinco cuadras de aquí.

Me mira como si fuese extraño que sepa de lo que hablo.

—¿Conoces Argentina?

—Conozco algo de Buenos Aires. He estado aquí, con ésta, cinco veces.

—¿Cuando cantabas?

—También cuando se estrenaron un par de películas, esas de terror que tanto odiaste, porque para tí no eran de terror.

—La casa del demonio es buena, lo malo es que mueres de una manera muy estúpida.

Tanto amor con Yulia, siempre tan amable… La amo.

—Y… ¿qué hiciste cuando viniste?

—¿Trabajar? —le respondo, pero ya sé a donde va con esa pregunta— No, no hice lo que insinúas. No conocí a nadie «especial» en mis viajes.

—Porque los argentinos son muy lindos, más aún las argentinas… y ¿cinco veces? Tal vez tenías «alguien» por quién volver.

—Si así fuera no te habría traído, ¿no crees?

Esa carita llena de celos. Que ni se me ocurra decir eso en voz alta, pero se ve tan sexy cuando está celosa.

—¿Vamos por la pizza? —le pregunto, de verdad muero de hambre y si hay algo bueno, realmente bueno en Buenos Aires, es la comida, sobre todo las pizzas, las milanesas y los asados.

Extrañaba tanto esta ciudad.
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Capítulo 168: Touring
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Muy pocas veces me he preguntado acerca de mi profesión, siempre fue lo que me llenaba y lo único que he querido hacer con mi vida, así que ¿para qué hacerlo?, pero ver a Kay desenvolverse con una cámara, me hace preguntarme, ¿qué diablos hacía ella actuando y cantando? Esto es lo que ella es, en esencia es su vocación, su empleo soñado.

Pasó algo así como una hora enseñándome a usar una cámara, una sumamente simple además —según ella, por supuesto— y salimos a pasear.

Creo que podría fácilmente pensar en mudarme a este país. Solo con el taquito de ojo —como dicen por ahí— estaría feliz. Los argentinos si que son atractivos, mujeres divinas, altas, con unos preciosos bombones tanto arriba como en la parte media y… ese acento, ¡Dios, ¿necesito decir más?!

Si tuviera un rollo en mi cámara, me lo habría terminado tan solo tomando fotos de «paisajes», digo, las «montañas», las «curvas» de la carretera… esas cosas.

Creo que mi única queja al respecto de esta hermosa cuidad, es el poco cariño que parece que le tienen a sus fachadas, casi todas —y hablo de un noventa y nueve por ciento de las casas y edificios—, llenas de graffiti sin sentido. Y es que, si van a cagar su tan linda cuidad con pintura en aerosol, ¡no escriban sus nombres o practiquen sus firmas en cada pared! Hagan algo con estilo, con algo de arte. Creo que eso sería todo.

Me alegro de que no sea el primer viaje de Kay y que además no venga como celebridad. Nadie se ha percatado de su presencia y caminamos por las calles sin interrupciones o cámaras siguiéndonos. Hemos ido de aquí para allá, visitado parques, el Jardín Japonés, museos, el planetario, el Teatro Colón, un centro comercial lleno de antigüedades y objetos coleccionables en San Telmo, donde encontré figuras de acción de los años noventa y me compré el set completo de las tortugas ninja, ¡sí, las tortugas ninja con Splinter! Esas que tenía cuando era niña y que mi hermano enterró en el parque cuando, según él, habían muerto tras el estallido de una bomba nuclear. Jamás las volvió a encontrar y eso que buscó y escarbó el parque completo. Nunca se lo perdoné.

En el mismo barrio encontramos más locales con artefactos únicos y antiguos. Entramos de curiosas a una relojería y no podía creer lo que encontraron mis ojos, un hermoso reloj de bolsillo de la era victoriana, hecho en oro, no bañado, ¡hecho en oro de 18 quilates! Tenía un increíble grabado en la parte posterior, estaba completo, con su llave para darle cuerda y ajustar la hora, y todos los logos y sellos que lo certificaban como original. Tenía que tenerlo.

¡Puff!

Estos tres días que hemos pasado de turistas han sido completamente agotadores, llegamos al departamento para meternos en el agua, descansar los pies y dormir un par de horas antes de salir a buscar algo de comer y… cómo hemos comido.

Creo que lo que más he disfrutado de este viaje hasta ahora es la naturalidad con la que podemos andar por las calles, la calidez de la gente, el desinterés al ayudarte.

Fuimos al banco a cambiar dólares y resulta que había alguna política del lugar de solo cambiar dinero a sus cuenta ahorristas. Ahí conocimos a Matías, un hombre de unos sesenta años que decidió acompañarnos hasta una casa de cambio y nos guió por la ciudad. Hablando un casi perfecto inglés, nos contó partes de la historia de su país, nos llevó a varias confiterías donde comimos muchísimas «facturas» y empanadas. Terminamos pasando por una heladería que tenía el mejor helado de coco con manjar que había probado en mi vida y luego fuimos por unos choripanes.

Gracias… no volveré a comer en los días de mi vida. En este viaje aumentaré diez libras con gusto, si no son más.

Al llegar a la Casa Rosada, Matías se despidió y siguió su camino y nosotras dimos un par de vueltas por la plaza y después de descansar unos minutos en una de las bancas, fuimos directo a cenar en donde nos recomendó ese buen hombre, Puerto Madero.

¡Dios bendiga a la vaca Argentina y a la parrilla que la cocina, voy a volver rodando a Moscú!

Estos días han sido un giro de ciento ochenta grados a lo que estábamos viviendo. Mañana sin dudas dormiré hasta medio día, Kay comienza su jornada de trabajo, así que pasará la mayor parte de la mañana y la tarde en locación. Yo saldré por ahí a seguir conociendo esta cuidad.

Ahora entiendo tanto a Kay y sus ganas de huir. Esto de conocer nuevos lugares y vivir otras culturas es algo que no había considerado como una meta en mi vida, pero desde ahora entra en la lista.

Si hay algo que quiero seguir haciendo en los años que me quedan, es viajar.

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Un pequeño recorrido por Baires, y aún falta!
Happy sunday for everyone

Muy lindo ese recorrido a quien no le darían muchas ganas de conocer tan linda cuidad y el país completo muy lindo. Además qué lindo q las chicas tengan un respiro de tanta persecución y miedo. Feliz domingo querida

Ya quisiera yo unas mini vacaciones así! Tan lindas ellas gracias!
Y espero que tengas un lindo día

Cómo están mis queridas! Complacida por leerlas a diario, y saber que disfrutan la historia.

Les dejo otro capítulo más!


Capítulo 169: Alone In The City
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Uno siempre piensa que su trabajo es el más demandante de todos.

Yo por ejemplo, en el mío, he pasado etapas de estar metida en una larga tarea por lo menos, quince a dieciséis horas prácticamente ininterrumpidas, a otros en los que puedo trabajar cuatro y termino el día.

Más allá del esfuerzo físico, es el mental el que me agota, sean cuatro o dieciséis. Es la vida de un productor.

Un actor muchas veces comienza un día de grabación y pasa quince horas —o hasta veinticuatro— en terminar sus escenas. El trabajo es duro, muy largo, pero paga bien si lo sabes hacer… y tienes un buen manager, por supuesto.

Kay tenía a una de las más influyentes del medio. Si tienes contrato con Varvara, ella hará lo imposible para conseguirte los mejores trabajos. Por algo gana un cinco por ciento más que cualquier otro agente. Así es como Lena Katina hizo los millones que tiene guardados en el banco… trabajando como loca.

Lo que me hace preguntarme: ¿por qué harías un trabajo que ocupa tanto tiempo y es tan demandante, si la paga es una mierda?

Bueno, digamos que diez mil euros más expensas, no es una mala paga para cuatro días de trabajo —eso es lo que va a recibir ella por la primera parte del proyecto—, sin embargo, para lo que Kay esta acostumbrada, diez mil euros no cubren ni un día de ocho horas en el mundo del cine.

Por una película independiente —que no tienen fama de pagar muy bien—, ella cobraba por lo menos un millón, en un cronograma de veinte días; lo que haciendo cuentas significa cincuenta mil, cada día.

Entonces, mi única respuesta es: Kay, lo hace… por el amor al arte.

Debo convencerme de que es así, de que es su felicidad la que persigue con el lente de su cámara, porque de lo contrario, terminaré amargada.

No la he visto durante los últimos cuatro días más que un par de horas cuando llega agotada de la sesión y, después de un corto baño, se echa a dormir. Son siete ya desde que llegamos a Argentina y aun faltan cinco días más de trabajo y dos de descanso que los pasará conmigo… espero.

Navegar esta ciudad sola, ha sido una linda experiencia, pero sin duda, hay cosas que me hubiera gustado compartir con ella.

Ahora mismo llego a un pequeño café en un medio de un barrio residencial. Pequeño, cómodo, de ambiente ligero. Son las seis de la tarde y la luz está todavía tibia, de un tono amarillo y naranja en el cielo. La música es suave y el olor espectacular.

La gente conversa, trabaja, disfruta la tarde casi noche y se siente un calor familiar.

Camino hacia la esquina, una pequeña mesa está libre y, apenas me siento, un simpático chico se me acerca con la carta. No demoro en divisar en ella lo que quiero, un café americano con un toque de cardamomo y licor de chocolate, acompañado de un tostado de jamón y queso.

—Si querés algo más, avisame —dice con un acento encantador y ese aire tan particular. Me gusta este país.

Tomo unas fotos para mi álbum personal y algunas que compartiré cuando regresemos a Moscú. Acordamos con Kay en no publicar de nuestro viaje hasta no volver para no correr el riesgo de que nos sigan y encontrarnos con la pesadilla de antes.

Las reviso y noto a una linda chica, castaña, casi rubia con unos divinos ojos verdes que brillan con esta luz. Tiene una linda sonrisa y hasta posó para la foto. Sé que está viéndome, pero no alzo la vista, sigo pasando las fotos de la cámara, esperando mi café.

—¿Te molesta si me siento con vos?

Regreso a ver y es ella de pie, sosteniendo el respaldar de la silla que tengo en frente.

—No, sigue —le respondo, no sé ni por qué lo hice, no tengo idea de quién es, o qué quiere y yo solo estoy aquí por un café… no es como si haya salido en ánimo de conocer gente.

—Sos extranjera… por lo que veo —señala con un dedo bailarín la cámara.

—Muy intuitiva.

—Me llamo Aimée, ¿y vos?

—Yulia —Muy cortante para una tan amable chica, amable y linda.

—¿Tenés miedo de hablar o esperás a alguien?

—No… no espero a nadie y no tengo miedo de hablar —le contesto relajándome un poco, no es como si estuviera poniéndole los cuernos a mi novia, solo estoy hablando con una amable mujer local— Yulia Volkova.

—Me suena tu nombre, ¿sos famosa o algo?

—No creo que hayas oído hablar de mí.

—Pero lo sos… ¿Qué hacés, modelás? —me pregunta, yo río por la sugerencia, ni que fuera tan alta como una modelo de verdad.

—No, para nada. Soy productora de televisión.

—¡Ah, ya sé! ¡Vos hacés ese show de HBO, ese drama que está de moda! —dice reconociéndome y me sorprende— Estás bastante recuperada de tu accidente, lo siento por tu amigo.

Ahora entiendo, tal parece que no solo fuimos noticia en casa.

—Gracias. Sí, ya estoy bien.

—Me alegra. Te ves muy bien ¿sabés? Muy linda.

Mentiría si dijera que una sonrisa no se marca en mi rostro y hasta algo sonrojada me siento por sus palabras. Debería regresarle el cumplido, ella también es linda, pero no lo haré.

—Espero que hayas pedido algo bien argentino de comer.

—Solo un tostado…

—Bueno, no está mal, pero ¿ya probaste una media luna? Con café va muy bien.

—No, la verdad no.

—Flaco, me pasás dos medias lunas y un americano para mí —le dice al chico que me atendió— Apuesto a que no has probado el sanguchito de milanesa —dice y la miro esperando a que elabore su idea, me acaba de hablar en chino— ¡Joder, hay que hacerte un tour como local!

—¿Te estás ofreciendo a hacerme de guía?

—No te lo ofrezco, boluda. Lo soy, desde este minuto… ¿te prendés o ya conociste suficiente?, aunque lo dudo.

Este terreno comienza a hacerse peligroso.

—No creo que a mi novia le haga mucha gracia que esté saliendo por ahí con otra chica.

—¡Ah, tenés novia! —lo dice con sarcasmo, se le nota—, y estás encadenada… entiendo, olvidalo.

—Solo dije que a ella no le agradaría no que «yo» no lo haría —Caí, ella sonríe. Consiguió lo que quería, pero bueno, es linda y no voy a hacer nada malo. Solo pasear con una muy atractiva argentina por su ciudad. ¿Qué podría pasar?

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Yulia, portate bien!

Conchale julia mucho había durado portandose relativamente bien luego de su necedad con Eva ahora va a pasear con otra chica q obvio le coquetea y a ella se le hace atractiva eso es buscar problemas. Por eso nosotras amamos más a Katina q es bien portada

Capítulo 170: Work Schedule
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Siempre me imaginé lo fuerte que sería salir a locación a hacer fotos. Phillip —durante los días previos al viaje— no hizo más que confirmar mis sospechas y trató de prepararme para un proyecto de este nivel, pero no esperaba pasar 21 horas de mi día en locación.

El desafío es muy grande, fotografiar ocho casas —interiores y exteriores— en un cronograma de nueve días.

Es una labor gigantesca, más para alguien con tan poca experiencia como yo, sin embargo, el portafolio que preparamos con Phillip les encantó por mis decisiones de ángulos y detalles.

Mi día, básicamente, empieza a las 3 de la mañana. Me levanto, con pesar, junto a la mujer más bonita de este mundo —que a esa hora está profundamente dormida— voy a tomar un baño rápido y me cambio.

El chofer viene por mi a las 3:30 en punto y salgo dandole un beso en la mejilla, deseándole un buen día. Vamos directo a recoger al resto del equipo, pasando por una confitería para comprar cosas para el desayuno. Seguimos adelante, retiramos el encargo de café en Starbucks y nos dirigimos a la locación.

Al llegar —a eso de las 4:30 AM— conozco la casa, primero por fuera y después en un tour rápido por dentro. Voy haciendo un cronograma de trabajo, planeando las tomas necesarias y hago unas pruebas rápidas con una de mis cámaras digitales.

Discuto el plan con el equipo y corregimos cualquier problema que complique el día. A las 6:30 AM en punto —apenas amanece—, iniciamos la sesión.

El día pasa relativamente rápido. Si todo sale acorde al plan, tenemos un par de horas para almorzar, de lo contrario, la sesión sigue hasta que podamos concluir lo pendiente.

Durante la tarde —desde el medio día, de hecho— todo el trabajo se realiza en interiores, evitando que el calor del verano azote al equipo.

Esas son las tomas más trabajosas. El más mínimo detalle, en cada una de las habitaciones, debe ser perfecto. Todos los elementos son estudiados y ubicados con precisión, evitando que se conviertan en un punto de distracción y ensucien el ambiente.

A las siete de la noche, el quipo comienza a iluminar el exterior y, dos horas después, salimos a realizar las tomas nocturnas, terminando la sesión a eso de las diez y treinta.

Llego al departamento, una hora más tarde, y tomo un baño. Ordenamos algo de comer con Yulia y no más tarde de la una de la mañana ya estoy dormida para volver a iniciar el día siguiente.

Es más que agotador.

Sé que ella está algo aburrida, han sido cuatro días como este, en que casi no nos hemos visto y el poco tiempo que compartimos, estoy tan cansada que se podría decir que ni le hablo.

Usualmente, cuando llego al departamento, está viendo televisión, descansando los pies de tanto caminar y empieza a contarme lo que hizo durante el día. No para por un segundo, es como si necesitara sacar todas las palabras que se guardó durante el día. Yo la escucho mientras reposo; a veces me cuesta hacerlo, aunque quisiera mantenerme despierta, me es imposible.

He visto rápidamente las fotos que ha tomado estos días sin mí y me da una gran pena no poder acompañarla. No porque las fotos sean malas, sino porque noto que se siente un tanto sola y debe estarlo, no la culpo.

Ya son las 11:30 PM, estoy entrando al departamento y me muero por verla, el único alivio que tengo en el día es este momento.

Cuatro días más de esto, solo cuatro más…

Giro la manija y entro con un suspiro cansado. Lo primero que hago es quitarme los molestos zapatos, necesito ponerlos en agua caliente.

El silencio es notable, la oscuridad también. ¿Estará dormida?

Me acerco a la habitación, prendo la luz y no la encuentro. Me parece extraño que no haya regresado aun de su salida.

La llamo, por suerte contrató el servicio de roaming para el viaje.

«Hola, si llamaste a este número sabes quién soy. Deja tu mensaje y quizá te llame. Lo más seguro es que no».

Perfecto, directo a mensaje de voz. Me preocupa que no llegue, después de todo no es una ciudad conocida para ella. Qué tal si le pasó algo, un accidente o la asaltaron.

Por Dios, pienso y pienso y es increíble cómo, después de tanto tiempo, lo único que puedo hacer es pensar en que Varvara la encontraría en dos segundos, lo malo es que ella ya no es mi manager y si la llamo, lo más seguro es que cuelgue.

Comienzo a buscar alguna nota o algo que me diga si regresó durante el día y saber en donde estuvo, pero no… no hay nada.

Ya son casi las doce, mis pies me matan y esloy tan cansada. No es el mejor momento para que esto pase, simplemente no lo es.

Bajo para hablar con el guardia de seguridad y le pregunto si la ha visto desde que salió en la mañana.

—Sí, la mina vino a eso de las ocho de la noche, ¿viste? Subió a dejar una bolsa y volvió a salir. Se encontró con una amiga en la esquina y caminaron hasta que las perdí de vista.

¿Una amiga? Aja, Yulia no conoce a nadie aquí.

¿Será alguien que viajo también? Eso suele suceder, quizá su teléfono murió y es solo eso, no tuvo oportunidad de avisarme.

Debe estar comiendo algo… ¡Dios, tengo tanta hambre!

Ya son doce y un cuarto, debo ir a descansar en dos horas y media debo levantarme para trabajar. Aunque tengo esa angustia en el pecho… ¿qué amiga se pudo haber encontrado?

… Ya llegará, si no lo ha hecho para cuando despierte, llamó a Varvara y que la busque con la guardia nacional.

Bueno, a esperar.
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Ok, ok... Team Katina!!

Va! Porque tiene que ser tan exasperante Yulia!

Capítulo 171: Good Morning
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Despierto con el sonido de la puerta y una ligera risa por el golpe.

Siento como se acerca por sus pasos y la escucho colocar sus cosas sobre la mesa. La llave es lo que más claro se escucha.

Sus zapatos vuelan por algún lugar del pasillo, se quita la chaqueta, el cierre del pantalón se deja oír con claridad y luego, este, cae al piso y se queda ahí.

Parece estar cansada ni siquiera hace una parada por el baño, solo alza la sábana y se mete en la cama, acercándose a mi cuerpo por la espalda.

—Buenas noches —murmura con pesadez y exhala con un olor a alcohol demasiado evidente.

Doy la vuelta ahí mismo y la veo cansada, con los ojos cerrados, respirando profundo.

—Buenos días —la corrijo, ella ríe un poco sin abrir los ojos y se queda con una sonrisa.

—Buenos días.

—¿Estás borracha? —le pregunto, sin poder evitar hacerlo en un tono para nada acusador. El sermón que preparé para decirle cuando llegara se va a la basura.

—Algo, tomé mucha cerveza —murmura. Es verdad, no está completamente ebria, solo se excedió un tanto.

—Me preocupaste…

—Lo siento, mi celular murió y no sé tu número de memoria. Además, no sabía qué hora era… lo juro, pensaba que eran como las doce y media, no las dos.

—Son cosas que pasan, pero sí me preocupé. No te costaba nada dejar una nota…

—Lo hice, en la refrigeradora, ¿no la leíste? —Abre sus ojos por dos segundos y los vuelve a cerrar del cansancio.

—No la encontré.

—Ahí estaba, junto con la pizza que ordené para cenar. Estaba rica, me comí un pedazo cuando llegó… —Bosteza— La pedí con queso de cabra. ¿Te gustó?

Debo admitir que sí y me la acabé.

—Estuvo deliciosa.

—Hoy pedimos otra… Hoy no llegaré tarde como… hoy —ríe confundida y me contagia, hasta que recuerdo…

—¿Y con quién fuiste?

—¡Oh, felicítame! Hice una amiga —responde emocionada, Yulia es tan linda borracha o… medio borracha, quiero decir. Es más amigable que de costumbre— Se llama Aimée…

—Aimée, okey ¿y qué hace?

—Es escritora, me reconoció en una confitería cerca del museo de Evita y se sentó a conversar. Dijo que tenía que conocer la ciudad como una local y que sería mi guía.

—Ya veo, una fan… ¿y cómo es?

Abre sus ojos alzando una sola ceja, mirándome con una pregunta evidente «¿qué estás pensando?» Se acerca más a mí y me rodea con su brazo por la cintura, jalándome hacia ella.

—Te amo —dice con calma sin dejar de mirarme a los ojos.

—Lo sé…

—Comparada contigo es la mujer más fea de esta tierra —susurra y me roba un beso corto. Cómo no creerle, pero lo dudo, debe ser muy linda.

—No estoy celosa —le miento un poco, ya quisiera yo poder ir con ella a pasear, enseñarle la cuidad o lo que conozco de ella.

—Bien…

—¿Volverás a salir con ella?

Guarda silencio, es evidente, ya hicieron planes para hoy y tal vez para mañana y pasado. No quiero ser egoísta y decirle que no lo haga, son cuatro días y no quiero que esté sola o encerrada aquí. ¿Qué tipo de vacaciones son esas?

—Si no quieres, no.

—Tranquila, ve —le robo un roce con mis labios y me acomodo finalmente. Quiero dormir un poco, cuarenta minutos, algo— Diviértete por mí, ¿sí?

—¿Segura, Kay?

—Mhmmm.

Siento como voy cayendo de a poco, no voy a preocuparme más, no por hoy. Ella está bien, sana y salva. Es suficiente.
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Pero dejen a Yulia en paz que ella es una santa!

Una santa si como no esta jugando con fuego y así media borracha se puede quemar, espero que no lo haga y sigan bien. Saludos queridisima escritora

Capítulo 172: Jealousy
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Nunca me he considerado una persona posesiva con su pareja, ni siquiera creo ser celosa, jamás lo fui; no hasta Yulia.

Me sorprendí a mi misma cuando sucedió el accidente y su pasado resurgió, fue un cambio radical en mí, aunque lo supe ocultar muy bien. Me convertí en una persona que no pude reconocer, que odié.

Los primeros indicios de mi locura iniciaron en las semanas en las que Yulia se recuperaba en el hospital. Todavía estaba internada y mientras hacía la fisioterapia, yo la esperaba en la sala de visitas.

No era la única allí, gente de todas las edades esperaban por noticias de sus familiares o aguardaban el momento en que pudieran volver con ellos para asistirlos en lo que necesitaran.

Varias veces me encontré con Layla, ella solía evitarme y sentarse al otro extremo del lugar. Su presencia me molestaba, me imaginaba a una mujer madura seduciendo a una niña de escuela que, por más experiencia que haya tenido a esa edad, aún era una niña, guardaba en sí, cierto candor. Yo a mi veinticinco, jamás me imaginaría teniendo una relación con una chica de diecisiete, mucho menos una sexual.

Pero ahí estaba ella, la que sin pensarlo dos veces había cautivado y, hasta tal vez, enamorado a una chiquilla, para luego dejarla a su suerte, protegiéndose de la circunstancia que ella misma provocó. Encontrármela me daba repulsión.

Después vino Eva, otra morena hermosa que pertenecía a su pasado. Ella aún estaba inconsciente, yo no la había visto para nada después de que saliera como loca de la casa de Yulia en el auto de Sergey. Sin embargo, no me hacía falta verla para sentir furia por ella y eso era lo que más me asustó.

Una de esas tardes de rehabilitación, me senté en mi habitual sofá en la sala de espera. Saqué mi teléfono y prendí la aplicación de Netflix. Había salido hace unos meses una serie llamada Sense8 y yo tenía muchas ganas de verla, con todo lo sucedido no había tenido ni la mente ni el tiempo para hacerlo así que, ¿por qué no? La terapia duraba una hora, así que podría ver un capítulo completo. Me coloqué los audífonos y presioné el botón de reproducir.

Para mi suerte, una de las primeras escenas de la serie era una de sexo entre una pareja lésbica bi-racial y no una tierna e inocente escena bajo sábanas, no, una sonora y explícita toma de sexo con un strapon que después del acto, cae al suelo.

Cuando la terminó, cerré la aplicación, la escondí en una carpeta y apagué el teléfono. Unos segundos después la busqué y la eliminé completamente. No quería ni pensar en que ahí estaba esa escena que tantas imágenes había dejado en mi mente. Yulia y Eva teniendo sexo, compartiendo sudor, hasta me imaginé el contraste de sus pieles en el acto… Eso, eso era lo que me irritaba más, ver sus movimientos de vainilla y chocolate, escuchar sus gemidos y respiraciones.

La odié, las odié… me odié.

Lo que sentía no tenía lógica, no tenía razón de ser. Era estúpido que sintiera tanta ira, tanta frustración por algo que había sucedido entre dos personas que se querían y a voluntad, más importante aún, cuando yo no tenía ni el más mínimo contacto con mi actual novia..

Respiré con mucha fuerza, mi molestia era evidente. Me levanté a tomar un té de la máquina de bebidas y traté de tranquilizarme. Así de grande fue mi rechazo ante la idea de esa relación, fuerte irracional, inevitable y llegar a ese punto fue, para mí, un abrir de ojos.

Nunca había sido celosa, no supe lo que se sentía… hasta ese momento.

Sé que Yulia es más que linda, es preciosa, despampanante y tiene una personalidad y sentido del humor que, realmente, enamoran. Sé también que está conmigo, que me ama, que no es el tipo de persona que va por el mundo poniendo cuernos.

Lo entiendo, lo juro, no es que estoy terca y caprichosa por demás, de verdad que no.

Soy muy afortunada de estar con ella, mas no por estar conmigo la gente va a evitar acercársele, hacerle propuestas. Es algo que debo aprender a manejar mejor.

Ahora por ejemplo, tiene una nueva amiga, Aimée. Hasta el momento , no la conozco, mis horarios son estrechos, pero Yulia ha pasado los últimos tres días muy risueña y emocionada por salir. Llega tan alegre de las cosas que han hecho juntas, de lo mucho que le gusta la ciudad, de lo increíble que es su gente y sí, así es, yo amo este país, amo a los argentinos, pero siento tanta, pero tanta… envidia.

Mañana es mi último día en locación, después de esto tendremos todo el fin de semana para nosotras. Podremos ir a recorrer los lugares que nos faltaron durante el inicio del viaje. Claro que, a estas alturas, la tal Aimée ya cubrió con todos ellos. Seguramente no querrá repetirlo conmigo, pero algo debemos hacer juntas, aunque sea ir a pasear en el cementerio de Recoleta, algo.

No quiero llenarme de celos con esta nueva chica, no es nadie en realidad, no aporta un grano de arena a mi inseguridad, no debería hacerlo… pero… es que hay algo en ella, algo que no termina de agradarme.

Detesto sentirme así, cansada, agotada y con la mente dando vueltas en cosas que no tienen razón de ser.

Tomo un fuerte respiro, hago la última toma, disparo la cámara y listo:

—Terminamos chicos, buen trabajo —les digo a todos y comenzamos a recoger las cosas para regresar a los hoteles. mi teléfono vibra en el bolsillo y veo un mensaje de Yulia.

«Hey, Kay. Aimée y yo estamos en camino al concierto de Foo Fighters en el Luna Park hoy noche, conseguimos entradas con unos de sus amigos. El show comienza en una hora».

«¿Llegarás antes de que yo salga mañana?»

«Seguramente no Cuervito, ¿está bien? ¿O quieres que regrese al departamento ahora?», me envía de respuesta. Bastante tentador, pero no… no soy dueña de Yulia y debo dejar estas cosas pasar.

«Disfruta, nos veremos mañana en la noche».

«¡Gracias, descansa!»

Concierto de Foo Fighters… ¡Maldición! En este instante odio mi trabajo, lo odio.
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Y la buena de julia le da la opción si quieres no voy claro como va a decirle no quiero q vayas quedate y esperame, bueno lena a ponerse las pilas y ya este fin de semana debe ser libre de Aime sería el colmo q la invite a estar con ellas luego de tantos días sin estar juntas

Capítulo 173: Che
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Domingo, seis de la mañana y apenas he puesto un pie en este departamento en dos días.

El viernes fuimos de paseo a varios lugares típicos con Aimée. Recorrimos el Paseo de la Historieta —el cual desconocía completamente—, fuimos de allí al obelisco, usando el subte porque caminar fue imposible; el verano en este lugar azota, mata, aunque estoy acostumbrada a las altas temperaturas, nunca nadie camina en Moscú, para eso están los autos.

Almorzamos milanesas a la napolitana o napolitanas, como se les diga, da lo mismo. Algún trauma debe tener Aimée con las benditas milanesas, podría comerlas todos los días, varias veces y no se cansaría jamás, son para ella como el aire o el agua, infaltables. Nos encontramos con sus amigos en la tarde y dimos algunas vueltas hasta llegar al Luna Park para conseguir un último boleto que necesitábamos para el concierto de la noche, el mío.

Hace tanto tiempo que no iba a uno, años no sería un tiempo exagerado y realmente lo pasamos bien, algunos golpes aquí y allá, pero nada fuera de lo común.

El sonido, la emoción, la gente… ¡Dios!, me había olvidado lo bien que se sentía vivir estas experiencias, no tengo idea cuando fue la última vez que me sentí tan libre. Lo único que lamento es que han sido unos días increíbles y Kay se la ha pasado… trabajando.

Hay momentos en que la nostalgia te pega duro y esa noche —en general, estos días—, han tenido muchos de ellos.

Recuerdo cuando, Anna, Sergey, Fyodor, Vlad, Lena y yo, organizábamos una salida y esperábamos emocionados a que llegue el día, o aquella vez que compramos toneladas de helado y nos hastiamos de solo olerlo cuando buscábamos la promoción para el concierto gratuíto de Alicia Keys. Extraño tanto esos momentos de adolescencia, cuando te importa un comino el resultado de las cosas y solo vivías al máximo. Extraño la falta de preocupación, «la vida fácil» por así decirlo; a nuestro grupo de amigos, la pasábamos genial cuando éramos chicos; extraño lo que fuimos, lo que sentíamos entonces, antes de que todo se complique.

Después del concierto, fuimos a comer. El hambre a las dos de la mañana nos estaba matando y llegamos caminando a un puesto de choripanes y cervezas que tenía mesas de billar, allí nos quedamos unas horas. Mis habilidades… nulas, hice perder a mi equipo dos veces; mi puntería es de lo peor.

Al amanecer, caminamos hasta la casa de Aimée, su departamento estaba cerca, apenas a seis cuadras y teníamos ganas de seguir conversando. Ellos querían pegarse unos porros y tomar algo, era la mejor opción.

No tengo idea en qué se fue el tiempo el resto del día, pero para cuando caí en consciencia nuevamente ya eran las seis de la tarde y no había pegado un ojo. La vida entre risas y diversión, vuela.

Los chicos se fueron a sus casas para estar frescos para la noche, iríamos a bailar a un boliche que ellos conocen y yo tenía planeado venir aquí, bañarme, dormir, cambiarme de ropa. Lo malo es que después de tres porros y unos cuantos Fernets con cola tenía un zumbido en la cabeza que no me dejaba caminar dos pasos sin querer besarme con el piso de una forma violenta.

Aimée sugirió que durmiera un poco para pasar los efectos y el cansancio y no quise decirle que no, estaba agotada. Cuando desperté, cinco horas después, me ofreció una bata para que ella pudiera lavar mi ropa mientras yo tomaba un baño. Ir a esa hora al otro lado de la ciudad solo para cambiarme, sería una pérdida de tiempo.

La gente en Buenos Aires empieza la fiesta muy temprano, y cuando digo temprano, me refiero a la madrugada. A las 2:30 AM llegamos al boliche, estaba repleto, buena música, mucho baile, muuucho de tomar. Según ellos era mi despedida de Argentina y tenía que festejarla, ya les había aclarado que aunque saliera el martes en la mañana de regreso a mi país, el resto de mis vacaciones las pasaría con mi novia… a solas.

La idea era salir de la fiesta antes, para recibir a Kay en el departamento, pero tampoco quise negarles a mis nuevos amigos una última noche. Ella estaría agotada después de nueve días intensos y tampoco es que me extrañaría esas horas que tardé en regresar.

Ahora me tambaleo un poco hasta llegar a la cama, estoy realmente ebria, no como la otra noche. Todo me da vueltas.

Me quito las botas, me quito la chaqueta, todo en la sala antes de llegar al dormitorio. Ahí va mi pantalón y la camiseta —hace un calor infernal—, camino directo a la cama y ahí está. Alzo la sábana, me apego lo que más puedo y muero, porque muero de can-san-cio.

—Apestas… —murmura entre sueños.

—Te amo.

—Sigues apestando… aunque me gusta que estés borracha, dices muchos «te amo» en este estado.

Me río porque es verdad.

—¿Me bañas en un par de horas?

—Okey… ¿Como está tu amiga Aimée?

—Mmm, me imagino que re-copada. Cuando me fui estaba por garcharse a una mina en medio del boliche —le respondo y ella no hace nada más que morir de risa.

—Veo que los argentinos son una gran influencia para tu vocabulario.

—Perdoname, Cuervo, pero vos tenés que entender que yo amo este país.

—Duerme, amor.

—¿Pero qué? ¿No querés que te hable así?

Siento sus labios juntarse con los míos callando mi nuevo acento.

—Sabes a que te bebiste una destilería entera —sigue riendo.

—Algo así —le respondo y de repente siento una sed insoportable—. Che, voy por agua… ¿querés?

—Tú mejor quédate en la cama, argentina de tercera, yo voy por tu agua —se burla levantándose de la cama— Dudo que te puedas mantener en pie si vuelves a la posición vertical.

Tiene razón, creo que perdí la batalla entre la copa y yo… entre… el sueño y… sí… perdí.

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Lo siento, estaba terminando tareas

no se, no se.... Solo espero que cuide bien a mi Kay

Capítulo 174: Crazy
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No tenía idea de qué diablos se había metido en la cabeza de Kay cuando recibí de ella un fuerte golpe en el brazo y acto seguido, salió furiosa de la ducha — abriendo el agua fría al máximo—, dejándome completamente desconcertada, adolorida y helada.

—¡Hey, ¿qué mierda Kay?!

Cerré ambas llaves y salí buscando una toalla, me envolví en ella y salí a buscarla para que me dé una explicación.

La encontré vistiéndose, rabiando, tirando al piso las cosas que obviamente,no quería ponerse, hasta que se decidió por una camiseta gris y unos pantalones ajustados.

—¡¿Puedo saber qué te pasa?!

Silencio es lo único que recibí, y claro, acompañado de miradas que podrían haber hecho huecos en las paredes.

Yo no tenía ganas de cambiarme, todavía me sentía agotada y necesitaba una ducha. Me ajusté bien mi improvisada vestimenta y seguí esperando a que se dignara en contestarme.

—¡Karen Ronan! —la llamé por su nombre completo, después de la vigésima vez de tratar con su nombre— ¡Cálmate y dime qué diablos te pasa!

—¡¿Qué me pasa?!

—¡Sí, maldición. ¿Qué te pasa?!

—Eres el colmo —bufó tan molesta, que no quise ni acercarme. Se colocaba los zapatos, dispuesta a irse, más yo no se lo permitiría, no hasta que me dijera por qué, de la nada, escupía fuego como un dragón.

—¡Basta! —La detuve sosteniéndola por los brazos cuando quiso hacerme a un lado en el pasillo— ¡Háblame!

Me empujó y se soltó de mi agarre, gritando:

—¡La próxima vez que me pidas que te bañe, asegúrate de que tu mujerzuela no te deje un chupón en el cuello!

—¡¿Un qué?! —respondí tan sorprendida porque ¿qué mierda le cruza por la cabeza? Primero, ¡yo no tengo una mujerzuela, ni una puta, ni una amante, ni una nada!, y segundo, ¿cómo demonios llegó a esa conclusión?

—¡Tienes un maldito chupón detrás del cuello, Yulia! ¡Veo que la pasaste muy bien con la tal Aimée!

—¡No tengo ningún chupón! ¿Estás loca?

—¡Mírate! —me dijo, tomándome por los hombros y empujándome al baño para que me viera en el espejo.

Claro, era por eso que había pasado tan adolorida desde la noche del concierto, el golpe que me dieron había sido realmente fuerte y sí, parecía un chupetón.

—¡Eso es un codazo del concierto, por si no te diste cuenta, está casi verde!

—No es un…codazo… creo…

Lo es, como si yo fuera a ponerle los cuernos, ajá.

—¡Sí lo es! —Di un último grito y esperé a que ambas nos tranquilicemos— ¿Ya, te calmaste?

—Hmmm —resopló—, sí, lo siento.

—Mmm-hmm.

Paciencia, gran paciencia la que tengo últimamente.

Por casi dos semanas yo había logrado despejarme y olvidarme de todo y, por el contrario, Kay se había puesto más paranoica.

Temo volver a mi inseguridad y que me invada el miedo cuando regresemos a Moscú. Tal vez lo único que me mantiene ligeramente tranquila es algo que Aimée me dijo hace unos días.

Estábamos conversando sobre nuestras vidas. Todo todavía estaba muy presente en mi memoria. Mi accidente, Sergey, el incendio, el allanamiento, el peligro de todo. Tenía unas copas encima, el cielo iba tornándose oscuro y ella prendió un porro en la terraza de su apartamento.

—La vida es extraña a veces, ¿sabés? Incoherente, absurda —me dijo después de escucharme hablar por lo menos, una hora— Yo no digo que lo que te pasa no sea serio, pero miralo de esta forma. Vos y Lena están juntas, felices y se apoyan… Ol-vi-da-te de las cosas malas, olvidate. «La vida misma» se ocupará de cobrarse todos esos bardos.

No sé si creo en el karma, puede que sí, a veces, pero si lo hiciera no dejaría de preguntarme: ¿qué tanto hice para merecer tanta persecución?, ¿qué hizo Kay para que la violaran?… Si todo es el resultado de una acción previa, tal vez debería ponerme a pensar en respirar en intervalos para evitar que el aire me mate.

—Confiá en que todo se va a resolver.

—Si tan solo fuera tan fácil…

—Lo es, Yulia —me aseguró diciendo una última cosa, eso que de repente me dio más tranquilidad— Mirá, las cosas son simples. Lo más importante en la vida es la familia y la lealtad y si tenés ambas estás del otro lado.

—No tengo una familia…

—La tenés, Lena es tu familia ahora y siempre, y mientras le seas leal, ambas estarán bien.

La familia y la lealtad.

Lo que me decía tenía sentido y, de cierta forma, había sido así por los últimos meses. Kay era mi familia, mi pareja, mi compañera y ella y yo, por sobre todas las cosas, nos queremos y nos respetamos, somos «leales», ¿hace falta más?

Bueno, sin contar este pequeño ataque de celos que me dejará morado el brazo.

—De verdad lo siento.

—Ya, no importa… ahora, ¿me puedes bañar en agua tibia, sin maltrato y luego podemos ir por unas facturas? No quiero volver a Moscú sin hartarme de comer estos dos días.

—Okey.

Un par de días más y regresamos a la locura. Anna me escribió ayer diciéndome que recibimos un paquete en casa de Lena, le avisó el guardia de seguridad.

Aún no hay noticias de Ivanovich, lo que empieza a ponerme nerviosa, pero por lo menos mi casa y la de Kay, estaban limpias de micrófonos —según Grigori, su abogado, quién se encargó de todo— y mi hermano ya regresó a su país, desde donde espero que no insista con eso de que él lo resolverá todo. Lo quiero lo más lejos posible de todo este problema.

Ahora que lo pienso… ¿Por qué diablos Aimée llamó a Kay como Lena? Yo nunca le dije que mi novia era la antigua Lena Katina.

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En serio van a ponerse en contra de Yulia? Mi Yulia?? La mina es la mejor novia que se ha sacado Lena

Capítulo 175: Box
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Entré y la casa de Kay estaba a oscuras. Son las dos de la mañana y llegamos hace poco del aeropuerto, con Anna; tuvo el detalle de ir a recogernos. Por suerte no tuvimos que esperar mucho tiempo para el desembarco o por las maletas.

En el camino nos contó que había conseguido una casa en las afueras de Moscú y que se había mudado sin problemas. Todo lo que tenía aún en casa de Sergey, le fue entregado después de obtener una orden de un juez. Sus padres —los Lazarev— se negaban a deshacerse de cualquier cosa que no estuviese estipulada en la herencia, por mínima que sea, así no le haya pertenecido a su hijo.

Yo, vengo sintiendo la presión de nuestro regreso desde cuando partimos de Buenos Aires, a pesar de que los últimos días fueron bastante relajados. Paseamos todo lo que quedó pendiente, yo regresé a muchos lugares con ella, tomamos fotos, comimos vaca, vaca y más vaca, bebimos mate —Aimée y sus amigos me enseñaron a prepararlo— y fuimos a una ópera en el Teatro Colón que estuvo espectacular.

Al final del último día, mi cabeza estaba por estallar del cansancio. Así que decidí escribirle a mi doctor de cabecera para pedirle un relajante. Esperaba dormir todo el viaje de regreso. Lamentablemente, él no podía prescribirme nada a la distancia y me recomendó tomar un té de yerbas y no sé que cosas naturales, todas asquerosas que además no sirvieron de nada.

Me recosté en el asiento —casi haciéndolo cama— y traté de dormir con algo de música. Lo logré por unas horas, pero después me fue imposible pegar los ojos. Mi estúpida intuición seguía disparando esa alarma en mi cabeza:

¡Cuidado!, ¡peligro!, ¡advertencia!

Y es que aunque la explicación de Aimée era bastante lógica, algo no terminaba de convencerme.

Según ella, soy una persona muy conocida, de la cual se escriben bastantes rumores en internet y es fácil confirmarlos con fotografías de paparazzis. Kay es todavía más famosa, no hace falta una declaración pública de nuestro romance y es verdad, desde el accidente, poco me he preocupado de ocultar mi relación.

Solo se vive una vez, ¿no? ¡YOLO!

No le mencioné nada de esto a Kay. ¿Para qué preocuparla con una cosa más? Ya bastante tenía con imaginar que algo pudo haber pasado entre nosotras como para que se entere que le conté de nuestros problemas.

Hay cosas que es mejor no decir a menos que sea estrictamente necesario y este no es el caso.

Ahora ya estamos en casa —en la suya— porque yo todavía tengo mucha aprehensión con respecto a los micrófonos; es más, sugerí que fuéramos directo a un hotel, pero mi novia insistió que no se escondería como un ratón asustado y que vendríamos directo a su casa. Esta será mi morada por algunas semanas, hasta estar segura de que la mía no tiene espías instalados por ahí.

—¿Qué tal si abrimos la caja mañana?

—¿Mañana? ¿Y si resulta ser una bomba?

—¡YULIA! No inventes, no es una bomba.

—Eso no lo sabes.

—Es correspondencia —Quiso convencerme, pero no era una caja normal de un servicio de mensajería, no tenía ni dirección remitente. Bien podía ser un explosivo.

—Está bien, no me pongas esa cara —me dijo desestimando mi ceño fruncido— La abriré ahora.

—¡No! —grité al verla acercarse con un cuchillo que tomó del cajón— ¡Si es una bomba explotaremos al instante que la toques!

Me puso una cara de «¡¿Qué diablos quieres que haga entonces?!»

—Ves demasiadas películas y series de crimen.

Se acercó antes de que pueda alcanzarla y rompió el sello de seguridad dejando a las tapas abrirse a los lados.

Era una caja normal, llena de cartas y documentos, unas memorias USB, CDs, DVD's. cosas como de oficina.

—¿Ves? No es una bomba —confirmó haciéndome sentir una loca—, pero… no quiero ni pensar en qué hay aquí adentro. Estoy agotada y quiero dormir —me dijo, dejando el cuchillo sobre el mesón de la cocina y me tomó de la mano— Vamos a dormir, mañana vemos qué diablos con todo esto.

Más tranquila subí con ella y ahora espero a que salga del baño para poder entrar en él y alistarme para dormir.

Me pregunto: ¿quién nos mandó todo eso y por qué quería que lo tengamos?

Creo que ya le hacia falta un poco de drama a mi vida, a ella, no a mí y pues… aquí está.

Bienvenidos a Rusia, tierra paradisíaca, ajá… sobre todo. Creo que preferiría una pesadilla lejos, muy lejos de aquí.

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Capítulo 176: Traitor
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Si pudiera contar las veces en las que mi impaciencia le ha ganado a la lógica durante este último año, seguramente no terminaría nunca.

—Quieres bajar a leer los archivos —sacó a flote lo que ya era evidente, había pasado dando vueltas un buen rato en la cama. Ya no me aguantaba a mi misma y no la dejé dormir— Vamos, prepararé café.

Nos levantamos sin demorar más las cosas. Kay fue directo a la cocina y yo me senté en el comedor con la caja.

Lo primero que vi, fue un sobre donde se leían nuestros nombres precedidos de un «para», supuse que la explicación de todo la encontraría adentro y lo abrí.

«Kay y Yulia, espero que reciban este paquete sin mayor contrariedad. En él encontrarán toda la información que pude encontrar estos días sobre el chico que las estaba siguiendo.

»Presiento que corro peligro, por lo que envío todo lo que tengo hasta el momento para que con estar pruebas puedan tomar una decisión informada sobre su propia seguridad.

»Les advierto que no es prudente hacer esta información pública y espero poder comunicarme con ustedes pronto.

»Saludos y suerte, Ivanovich»

Hasta ayer, nuestro investigador privado seguía sin dar rastros de vida. No contestaba el teléfono, ni respondía a los correos electrónicos que le hemos enviado, pero su trabajo estaba allí, en esa caja de cartón que fue entregada anónimamente.

Saqué uno de los varios sobres amarillos; contenía un grupo de fotos que fuimos pasándonos de mano en mano.

Ivanovich había encontrado al chico que nos vigilaba esa tarde en el café, aquel que se me hacía tan conocido y al cual no pude ponerle nombre. Alto, rubio, crespo, usa unas gafas negras, tiene algunas libras de más y llevaba un buzo con capucha que no me dejó identificarlo.

Notamos que una de las fotos tenía una nota pegada en la parte trasera. Le di la vuelta y encontré escrito en letra manuscrita:

«Sujeto identificado. Illya Van Cleef»

—¡¿Illya?! —ambas gritamos al unísono.

¡Illya, Illya!

Fue difícil de digerir, revisamos las fotografías nuevamente y sí, sabiendo su identidad con certeza, estaba claro que era él, pero del flaco muchacho de la escuela no quedaba nada o, en este caso, sobraba demasiado.

Sacamos una memoria SD, identificado en la etiqueta como «video A».

De primera vista teníamos, en pantalla dividida, las entradas de nuestras casas. Recorrimos más de tres horas en las que no pasaba nada y entonces, entró en escena un chico que parecía vigilarnos y que apenas salíamos, juntas o solas, comenzaba a seguirnos.

Ya sea en el estudio de mi trabajo, o a la tienda de abarrotes, se quedaba por algunas horas, esperando a que salgamos para seguir con la persecución.

Introdujimos otra memoria SD, el «video B».

El mismo chico, en el mismo auto, estacionado frente de mi casa, un acercamiento a su cara en varias posiciones y corta drásticamente a él caminando hacia la mesa de un café.

Minutos después una chica se le une y cuando regresa a ver en dirección a la cámara la reconocemos de inmediato. Erika Romina, la ex-novia de mi hermano y la nueva novia de Fyodor.

¿Pero qué hacía con el tipo que nos seguía?

Ella le pasó un sobre por debajo de la mesa. Estoy segura de que era dinero, por la forma en la que el chico lo revisó.

Tomamos el siguiente sobre y encontramos fotos muy claras de su cara y de otros encuentros con Erika. Se veían contentos, reían y hasta se comportaban como grandes amigos.

En el mismo sobre, otra nota aclarando los implicados.

«Erika Romina y Dmitri Kozlovski, Gran Casino, Moscú»

—¡Este es el tipo que entró en mi casa! —dijo Kay al reconocer el nombre. Era el hermano del actorcito amigo suyo. Las cosas comenzaban a apestar, pero nada nos prepararía para lo que vimos después.

Otro sobre con otro video, el último. Lo pusimos asegurándonos de subir el volumen al máximo. Ivanovich había entrado en el casino y se sentó justo en la mesa donde ambos se encontraban.

—¿Tienes todo listo entonces? —le preguntó Dmitri a la chica.

—Sí, solo quedan pendientes un par de detalles. Pero Fyodor se encargará de eso cuando vaya a visitarlas.

—Más le vale no fallar. Si no nos deshacemos de ambas estamos muertos.

—Fyodor ya tiene experiencia en esto, además, nadie sospecha de él.

—Bien, ya es hora de que Lena Katina desaparezca. Es lamentable que Volkova tenga que morir por ella —dijo sonriendo con una cara de desgraciado única— Las cosas que le haría yo a esa mujer.

—No debió meterse a buscarla. De no ser por ella, Lena se habría muerto en el incendio en Ekaterimburgo y los tres seríamos libres.

—Eso ya no importa —la interrumpió con fuerza— Esperaremos a que regresen de su viaje y ¡kaboom!

Puedo asegurar que ambas nos quedamos heladas, completamente paralizadas al escuchar sus planes, más que nada que Fyodor está metido en todo esto.

No había más información en esa caja, nada muy destacado que nos de pistas del porqué quieren matarnos; nada en lo absoluto.

No tengo idea de como manejaremos esto con prudencia. Por el momento llamamos a Grigori Pavlov, el abogado, y le pedimos que refuerce la vigilancia hasta poder decidir un plan de acción. No había nadie más en quién Kay confiara plenamente.

Creo que lo peor de descubrir toda esta noticia, fue verla perder la fe en las personas, especialmente en el que llamamos nuestro amigo por años.

—Dime que no lo arriesgué todo, por salvarle la vida a un maldito traicionero. —Su voz estaba llena de rencor y dolor.

—Lo siento, pero creo que así fue.

Sí, fue muy insensible responderle de esa manera, pero creo que es así. Dio, prácticamente, todo lo que tenía entonces por un idiota, poniéndose en riesgo por él.

Debe haber una manera de darle su merecido. Yo, solo espero que ni se le ocurra venir por aquí.

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Capítulo 177: Careful
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Lo primero que hicimos con Kay al día siguiente fue ir directo a la oficina del abogado. Pavlov parece un buen tipo, preocupado, algo que medianamente me tranquiliza. Se nota su preocupación por ella, pero yo ya no confío en nadie.

Le llevamos la evidencia que Ivanovich nos envió para que nos sugiriera qué hacer. Yo quería llevarla a la policía, pero Kay se negó rotundamente.

¿Qué iba a hacer? ¿Contradecirla?

Bastó con la discusión que tuvimos antes de salir de casa, para manejar por el camino en total silencio.

Después de examinar toda la documentación con detalle y hacer algunas averiguaciones con varios de sus contactos, Pavlov regresó a encontrarse con nosotras en la sala de reuniones.

—No quiero que se preocupen por su seguridad, acabo de poner en vigilancia a dos hombres para Dmitri y dos para Fyodor y Erika, así como cuatro más en ustedes para su protección —nos informó al sentarse y dejó varios papeles sobre el escritorio— Les daré los contactos del jefe de operaciones para que se comuniquen directamente con él si sienten alguna amenaza.

—¿No deberíamos ir a la policía, decirles lo que está sucediendo? —pregunté dando la solución lógica, una vez más. Todavía no me cuadraba que nos quedemos calladas y que no hagamos algo más «oficial» al respecto.

—No, definitivamente no. Acabo de confirmar mis sospechas con uno de los agentes de policía en los cuales confío. Él era uno de los compañeros de tu papá, Kay.

—¿El detective Witter? —preguntó ella recordando al oficial que nos ayudó cuando regresamos de Ekaterimburgo, después que quemaron su casa.

—Exacto, Pavell si. Él conoce muy bien a los comandantes y agentes que tienen lazos con la mafia…, mafias en realidad.

—¿Varias mafias? —Dejé mi cabeza caer sobre la mesa, haciendo un sonido de golpe con mi mano a un lado— ¡Me rindo, renuncio!

Lo único que quería era volver a mi vida simple, a cuando lo único en lo que pensaba era en el siguiente capítulo de mi serie y en las mujeres con las que pasaría el fin de semana.

¡Basta, finito, no más!

—En Yaroslavl existen dos grupos grandes e importantes. Familias muy poderosas, una de ellas es la familia Romina.

—¿Romina, como Erika Romina? —Volví a mi posición vertical y le pregunté con interés— ¿Es por esto que Samir me dijo que esta mujer era peligrosa y que se lo deje a él?, ¿que no me acerque siquiera?

—Precisamente. Ella es una de las nietas del padrino más importante en la costa oeste.

—¿No se supone que Romina era polaca? —preguntó Lena, es lo que nos dijo Ivanovich.

—Nació en Polonia, donde residía su madre, pero su padre y abuelo son italianos-rusos que se mudaron a Yaroslavl a principios de los años noventa para no perder el control de la zona. Ella vino directo a Rusia después de que su madre falleciera en un accidente en América, tenía dos años.

—Accidente, sí, como no —Sentí como mi garganta resoplaba mientras mi cabeza negaba con incredulidad. Ya no sabía qué pensar… y en ese momento caí en cuenta de que Pavlov sabía mucho más que lo que Ivanovich había descubierto y le pregunté—: ¿Cómo sabe usted tanto de esta tipa?

—La firma tiene documentos detallados de los miembros de ambas familias y, ahora que tenemos su nombre de los archivos que me entregaron, no fue difícil encontrar su historial —nos explicó pasándonos una ficha con su información— Yo, personalmente, no dudo que el accidente haya sido provocado. Su padre la quería con él y pudo traerla sin problemas de esa manera. ¿Entienden el poder que esta gente tiene?

Lo entendía, estos tipos son más poderosos que los mismos Corleone en El Padrino. Jamás te cruces con uno de ellos porque vendrán hasta por tus nietos.

—¿Son ellos los que tienen conexión con mi hermano? —le cuestioné, porque él fue el que lo ayudó a llegar a un acuerdo con sus nuevos jefes, después de su encuentro con la KGB, él debía saber esa información.

—No, su hermano… trabaja para la familia contraria.

—¡Oh, estupendo! Entonces ¿no debería preocuparme?, ¿o es mejor que sepa que, tarde o temprano, tendré que retirarlo de una morgue?

—Yulia…

—¡No, Kay! —Me levanté y reventé— ¡Quiero saber la verdad! ¿O eso es todo lo que va a decirme?, ¿que mi hermano juega para el otro bando y ya?

—No sería prudente que le cuente algo más…

—¡A la mierda con la prudencia! —Me harté— ¡Quiero saber a qué atenerme! ¿Cuándo diablos va a volver todo a la normalidad? ¡No podemos seguir viviendo así!

—Yulia, entiendo la frustración que ambas sienten y créanme, lo mejor será que sigan su vida normalmente. Estamos tratando de ayudarlas de la mejor manera. Pero ir a la policía significa un riesgo muy grande. Si esta mafia se entera de que se estaban investigando a la nieta del jefe, ustedes dos estarán…

—¿Muertas? —completó Kay, sabiendo exactamente la respuesta.

—Lleven la evidencia hasta el banco y guárdenlo en la caja fuerte. Nadie va a hacerles daño por el momento —sugirió el hombre implorando que le hagamos caso por nuestra propia seguridad— Denme la oportunidad de encontrar una solución a todo esto.

—Perfecto… llevamos así meses, pero vamos a darle unas semanas más. Quizá así ellos puedan resolver la manera de matarnos y todo se «solucione» solo —Di media vuelta y salí por la puerta sin ver a mi pareja o despedirme del abogado. Bajé en el primer elevador que llegó y así mismo me subí en mi coche y me fui. Supuse que Kay haría lo sugerido y después iría a casa. Yo iba retrasada para una reunión de producción y simplemente me fui.

Al llegar al estudio, recordé que tenía mis apuntes para los ajustes de los libretos en mi oficina. Entré en el edificio y aceleré el paso. Al dar la curva para internarme en el pasillo, escuché una voz conocida y algo que me extrañó.

—No es mi obligación tratar de sacarte de tus apuros… Dmitri —decía Dan, estaba al teléfono con su hermano menor—… ¡Qué no! Ya hice bastante cuando pasó lo que pasó con Lena en la bendita fiesta de Noize-Mc. No voy a cubrirte las espaldas ahora… Haz lo que quieras… ¡Te digo que no, arréglate solo!

Retrocedí unos pasos y me metí en el baño de mujeres, Él no entraría allí y yo necesitaba tiempo para asimilar lo que acababa de escuchar.

Dan sabe lo que pasó con Lena y Dmitri en aquella fiesta. Puede que tenga algo que ver con el incendio en Ekaterimburgo. Está involucrado.

Reaccioné, despertando de mi desconcierto, cuando escuché el timbre de mi teléfono. El asistente de producción me estaba llamando desesperado. Me esperaban solo a mí y necesitaban empezar la reunión. Le colgué y fingí seguir hablando, mientras llegaba a mi oficina, por suerte él ya se había ido cuando yo llegué.

Me lo encontré minutos más tarde, estaba en el set de la serie con el resto de actores. Le sonreí y él hizo lo mismo, ambos mintiendo sobre lo que realmente sabemos.

Me pregunto hasta cuando. Si algún día las cosas volverán a lo normal. Por el momento debería hacerle caso a Pavlov. ¿Quién sabe?, si me dejo llevar por mi ira, lo más seguro es que termine en un basurero en medio de la nada.

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Capítulo 178: Not Found

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He pasado despierta las pasadas 72 horas, manejando por toda la ciudad, buscándola, caminando por los hospitales, por las morgues. Ya no siento mis párpados luchar para mantenerme despierta. Necesito descansar por unos minutos aunque sea.

Hace tres días salí del lobby de Grigori molesta y preocupada. No era difícil entender a Yulia porque yo me sentía igual. Además sabía lo estresada que está con el trabajo. Sin importar que ella sea la creadora y productora del show, debe responder al estudio y trabajar para que la calidad no decaiga.

Ese martes tenía un día particularmente ajetreado, reuniones, lidiar con los cambios de los ejecutivos y auspiciantes, pelear por sus ideas para los siguientes capítulos, en fin, en nada ayudaría que la persiguiera esa mañana; la dejé marcharse y tomé un taxi privado de la firma para ir al banco y guardar la evidencia, tal como nos recomendó Grigori y fui a casa para contactarme con Philip y cuadrar las actividades de los siguientes días, aún debía presentar las fotos que tomé en Argentina y necesitaba iniciar la post-producción.

La tarde pasó tranquila, entre las ocupaciones de mi nueva profesión, hacer una taza de café, volver al computador y revisar mi teléfono por si Yulia había llamado, dieron las siete de la noche sin mayor preocupación.

Conozco muy bien el mundo de la televisión y el cine y sé que las reuniones pueden durar por horas y horas, muchas veces irse hasta la madrugada. No es descabellado que eso suceda, para nada. Lo que me inquietó fue que a las 2 AM, no tenía ni una noticia de mi novia, ni siquiera un mensaje de: voy a llegar tarde, no me esperes despierta, que es lo mínimo que esperaría de ella.

Le envié yo uno, lo único que quería es por lo menos ver su visto y ya, con eso me bastaba. Pasaron diez minutos y nada, así que decidí enviarle otro. Otros cinco minutos y nada. Finalmente la llamé, que importaba si la interrumpía. No contestó, directo a mensaje de voz.

Si su teléfono estaba apagado significaba que se había quedado sin batería o que ella misma lo había desconectado para que nadie la interrumpiera. Ese nadie era evidentemente yo, así que decidí esperar.

Pasó media hora y se me ocurrió la gran idea de llamar a su asistente. Si estaban todavía reunidos ella me dejaría saber que está ocupada, y yo me iría a dormir después de llamarme estúpida a mi misma por preocuparme en vano.

—¿Hola?

—Hola, Mindy. Habla Karen, la pareja de Yulia. ¿Cómo estás?

—¿Kay? —me preguntó medio dormida. "Debe estar muy cansada", fue lo que pensé— ¿En qué te puedo ayudar?

—Mindy, quería saber si la reunión está por terminar o sí se irá de largo… Solo estoy un poco preocupada por Yulia.

—¿La reunión? —preguntó sin entender— ¿La de producción de esta tarde?

—Sí, la misma, ¿está por acabar?

—Kay, la reunión terminó a las seis de la tarde. Yulia subió en su auto para ir a casa, según lo que me dijo. Quería verte y se veía ansiosa.

—¡¿Qué?! No ha llegado, ¿estás segura que no se prolongó?

—Créeme, ella pasó dejándome por mi casa en camino a la tuya.

Después de esa corta conversación todos mis miedos me corrieron por las venas. Colgué y tomé su tableta digital. Yulia siempre tiene sincronizado su teléfono en la misma cuenta, podría rastrearla desde allí y ver hasta donde llegó.

No sé por qué no se me pasó por la cabeza llamar al encargado de nuestra seguridad para confirmar con él qué había pasado, lo único que ocupaba mi cabeza era la posibilidad de un accidente y ya me hacía la idea de recorrer cada hospital si tenía que hacerlo hasta encontrarla.

Subí en mi auto y seguí el recorrido desde la casa de Mindy, sabía donde era porque el historial marcaba que se detuvo por siete minutos, seguramente le comentaba algo de la reunión y luego se despidió. Después de un par de cuadras tomó un camino incierto, dio varias vueltas sin sentido por calles diminutas hasta adentrarse a una zona en la cual me quedé sin señal —imaginaba que a ella le pasó lo mismo—, por suerte era una pista recta que no tenía entradas o salidas en lo que parecían cinco o más cuadras, seguí adelante.

Al llegar al final, la vía se dividía en dos, una hacia la izquierda y una diagonal en dirección noreste, donde se veía muy a lo lejos, lo que parecía ser un auto negro estacionado y con las luces prendidas.

Entré por ahí, la oscuridad todavía reinaba y no había mucha visibilidad, pero pronto llegué hasta el automóvil y sí… era el de Yulia.

Me bajé de inmediato y vi una de las ventanas de enfrente abiertas, la llave todavía en la ignición y el capó levantado. Puse la linterna en mi teléfono celular y revisé el motor, parecía que algo lo había golpeado, tenía abolladuras en varias de sus partes, en el carburador, en el radiador, en el filtro principalmente.

Nada de eso parecía haber sido causado por un accidente; el auto por fuera estaba intacto, pero nadie lo movería de allí con sus partes tan dañadas.

Menos de dos minutos más tarde se me acercaron los agentes de seguridad que estaban pendientes de mí, fue ahí recién que me percaté de mi estupidez ¿por qué perdí tanto tiempo en lugar de llamarlos?

—Señorita Ronan, este no es un lugar para estar sola, será mejor que nos deje escoltara hasta su casa —dijo uno de los hombres, sujetándome del brazo.

—¡No puedo irme a casa sin saber qué le ocurrió a Yulia! —Me solté de un jalón—, necesito que se comuniquen con sus compañeros, ellos deben saber qué pasó aquí.

Uno de ellos carraspeó, el otro lo miraba atento, ambos se negaban a responderme.

—¡Vamos, ¿qué están esperando?!

El más alto tomó su teléfono y se apartó, comenzó a hablar en voz muy baja y el ruido del viento no me dejó escuchar lo que decía.

Al regresar se acercó al otro hombre y me susurró algo, alejándose apenas concluyó.

—Señorita Ronan, déjenos llevarla a la oficina del doctor Pavlov.

—Solo dígame lo que le estoy preguntando. ¿Dónde está Yulia?

El miró nuevamente a su compañero hasta que él, ligeramente asintió y viró la cara, desentendiéndose.

—Nuestros compañeros, al igual que su novia… están… desaparecidos.

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Capítulo 179: Watchdog

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—Déjenla dormir —fue todo lo que escuché de Anna antes de caer en sueños. No daba más y apoyé mi cabeza en el respaldar del sillón de mi sala, esperando noticias de mi abogado y el grupo de seguridad.

Desperté en un silencio casi absoluto, las luces apagadas y el aire acondicionado enfriando el cuarto. A primera vista estaba sola y marcaban las cuatro de la mañana. Me levanté y fui por agua a la nevera —conocía suficiente el camino como para no necesitar una luz encendida—, abrí el refrigerador y lo vi, reposado en la pared de mi cocina.

—¡Fyodor! —me exalté. Su figura me quitó la poca tranquilidad que sentía en ese momento— ¡Por Dios, casi me matas de un susto!

—Lo siento Lena, digo… Kay —dijo con un irreconocible tono. Juraría que noté desprecio en sus palabras, pero seguramente era yo, ahora que sé que él tiene algo en mi contra, que pretende matarme, leo más allá de sus simples respuestas. Tuve miedo, en realidad pensaba que estaba sola.

El día de la desaparición, llamé a Anna apenas amaneció. Le informé de todo y ella se apuró a ir a las oficinas de mi abogado. Vino junto con Vlad y Fyodor, y desde ese instante él no deja de clavarme la mirada, como si estuviera por escapar y él fuese mi perro guardián. Quizá lo es.

Desde ese día llama por lo menos cada dos horas a su «amorcito», Erika; habla a escondidas y de vez en cuando se le escapan sonrisas maliciosas. Pero debo guardar el control, debo tranquilizarme y fingir que no sé nada o podrían hacerle daño a Yulia.

—Despertaste… —Escuché decir a Vlad, segundos después. Él se levantaba del sillón contiguo al mío y venía hacia nosotros, prendiendo la luz en su camino.

—Sí, me dormí un par de horas. ¿Dónde está Anna?

—Los agentes de seguridad hallaron un par de pistas y Anna fue a verificarlas con Sash —me respondió Vlad.

—¿Sash?

—Sí, tu amigo llegó de Novosibirsk hace una hora, dijo que lo llamaste contándole lo que pasó. No dudó en venir a verte —Concluyó, sirviéndome un vaso de agua, por el momento olvidé lo que hacía parada allí.

No le di detalles a Sash cuando le expliqué lo sucedido. Le pedí que no viniera, no quería ponerlo en peligro, tampoco quería asustarlo diciéndole que cada persona que se me acerca está condenado. Debí suponer que no me haría caso.

—¿Qué pistas hallaron?

—No lo sé, solo algo de Yulia, su chaqueta o algo así.

—¿En dónde?

—En un callejón de mala muerte —dijo Fyodor y juraría que vi una corta sonrisa—Anna y Sash fueron a ver si lograban reconocer alguna de sus pertenencias de entre la basura.

—¡Dyor, ¿qué demonios?! —lo reprendió mi amigo.

—¡¿Qué?! No quiero mentirle, eso es todo…

—¡Olvídenlo! —los interrumpí, no me importaban ya las sutilezas, si había una pista quería ir yo misma— ¿En dónde es?

—En las afueras de la ciudad. Ellos deben estar por llamar, ¿por qué no esperamos a que se contacten?

No tuve tiempo a protestar, ni siquiera hizo falta comunicarme con ellos. Ambos entraron por la puerta, acompañados de alguien más.

—¿Erika? —Fyodor se sorprendió al verla, traía también la preocupación dibujada en el rostro— Amor, ¿está todo bien?

Asco, eso me daban ambos, hipócritas. Quería romperles el alma y que confesaran dónde habían escondido a mi novia, porque para ese momento ya no tenía dudas de que ellos tenían algo que ver.

—¿Podemos hablar a solas? —Le pidió la chica y juntos salieron por la puerta principal a la calle. Después de cerrar la puerta di dos pasos hacia Anna y le pregunté que encontraron.

—Su chaqueta de cuero, tenía un rasguño en una de las mangas, cortado y… —Se detuvo.

—Anna, por favor, solo dímelo.

—Kay, la chaqueta tenía… lo siento no puedo… —dijo con la voz quebrada y se sentó en el sofá cabizbaja.

Regresé mi vista a Sash, quien tampoco quería hablar, pero tomó un respiro y dijo:

—Unas manchas rojas… Parecía… sangre —terminó con dificultad, haciéndome sentir náuseas de solo imaginarme la escena que daría un resultado así en la prenda— Se la llevaron a hacerle pruebas en un laboratorio privado, si el examen es positivo, avisarían a la policía.

—Ya debimos haberles informado. No entiendo por qué ellos no se están encargando de la búsqueda y…

—¡Basta Anna, por favor! No se puede, solo no hablemos del tema, ¿sí? —Le imploré, tratando de permanecer tranquila.

Concordaba con ella completamente. Prefería a la KGB investigando, pero ¿qué pasa si los agentes del caso trabajan para la mafia?, ¿qué tal si los que lo hacen están en la nómina de la familia de Erika? Yulia ya corría peligro de por sí, no era prudente empeorar las cosas.

—Lo siento chicos, Erika y yo debemos irnos. Su mamá tuvo un accidente y… —Fyodor regresó, tan solo para excusarse. Me dio muy mala espina.

Regresé a ver al agente de seguridad que me asignaron y el bajó su quijada, asintiendo sin dejar que nadie más lo viera. Viró, sin moverse, la mirada hacia la derecha. Por la ventana vi a dos hombres esperando en el jardín que, el segundo que Fyodor y Erika salieron de mi casa, comenzaron a seguirlos, entraron en un auto negro y salieron tras su pista.

Ya no dependía de mí. Pavlov y su equipo se encargarían de seguirlos, esperando que de esa forma pudieran dar con el paradero de Yulia.

Sin embargo, nada de esto me deja tranquila. Han sido tres días desde que desapareció y ni siquiera tuvimos una solicitud de rescate, nadie nos ha pedido un centavo. Lo que quiere decir que o la asesinaron… o la están reteniendo para conseguir algo muy importante de mí.

Lo que más me perturba es que hayan encontrado su chaqueta ensangrentada, eso tan solo apunta a la primera opción. La incertidumbre me está matando y siento que ya no doy más.

—Yulia, ¿dónde estás?

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Ufff qué intensa está la historia, cada día se pone mejor, no puedo esperar para la continuación