Cap IX: "Una noche más"
- Le has prestado tu motocicleta- escuchó Yulia e inevitablemente apretó los ojos. La voz de Elena era cercana por momentos, molesta por otros e irritante a cada rato- Creí que nadie podía siquiera respirar cerca de ella- terminó la pelirroja, rodeando la cama y llegando a su lugar, tras ella.
- Era eso o continuar sin saber de él ¿te dejó mi llave?
- En la cocina- murmuró la ojiverde, quitándose los zapatos y Yulia volteó a verla.
- ¿Y por qué estás enojada ahora? Me acerqué a él, estoy haciendo mi trabajo y ni siquiera me das algo de crédito. Eres una maldita malhumorada y egoísta que solo quiere hacer todo por su propia cuenta.
- En realidad- la cortó Elena, abriendo su camisa y despojándose de ella sin pudor- iba a hacerlo. Iba a felicitarte- continuó antes de sacarse el pantalón y perderse bajo las frazadas. Su mano rozó el muslo de Yulia y solo ese contacto fue suficiente para que se arrastraran apenas hacia la otra- Conseguiste que nos invitaran a una cena.
- ¿De verdad?- preguntó Yulia sorprendida.
- De verdad. Mañana por la noche, dejaremos a Samir y Viktoria con una niñera, él me recomendó una señora de confianza. Debes estar lista para las seis, Yulia.
- ¿Iremos juntas?
- ¿Y tú qué crees?
- Me refiero a que, si vas a ir a trabajar y eso. O luego pasarás por mi- inquirió ella por lo bajo. Había esperado por esa felicitación de Elena y ahora que la oyó, todo pareció surrealista y la tomó por sorpresa; logrando enrojecerla y hablar de esa manera ahora, lejana y con timidez. Elena se giró hacia ella y se movió, acomodando su codo contra el colchón para sostener su rostro.
- Tal vez solo vaya a la mañana- susurró la pelirroja y Yulia apretó los labios, asintiendo lentamente para esconder una sonrisa- ¿Te gusta este lugar?
- Es agradable, es pequeño pero espacioso. Si, me gusta ¿por qué lo preguntas?
- Sé que has estado en muchos lugares distintos, fingiendo otros matrimonios. Solo curiosidad- dijo Elena - ¿Cómo te has llevado con tus demás parejas?
- En realidad, solo con mi mejor amigo firmo contratos. Toda mi confianza está depositada en él, así que no fue algo difícil de llevar.
- Tienes un mejor amigo.
- Vitya. Vitya Lizhin- sonrió la morena- y tú debes tener el tuyo.
- Dos- aseguró la pelirroja, estirando su mano y haciendo a un lado un mechón de pelo que caía sobre el cuello de Yulia- Elizavetha y Nastya. En este momento deben estar en algún lugar de Moscú.
- ¿Trabajas con ellas? ¿O lo haz hecho?
- Nunca. Ellas no saben que…bueno, que me dedico a esto. Nastya es abogada y el padre de Elizavetha es agente del FBI. Sería un caos si se enteraran. Y las decepcionaría.
- Son tus mejores amigas ¿cómo haces para ocultárselo?- preguntó Yulia, tratando de ignorar el gesto de tristeza que Elena realizó.
- Solo tengo que hacerlo- zanjó la pelirroja el tema y ella gesticuló con sus labios, deseando no haberla molestado con sus preguntas- ¿Por qué haces esto? ¿Por qué te dedicas a esto, Yulia?
Su nombre esta vez sonó distinto. Tan bajo y como nunca antes Elena lo había nombrado. Le gustó, esa manía de la pelirroja por manejar sus pulsaciones sin que lo supiera, estaba comenzando a agradarle sobremanera.
Se acercó un poco más a ella y sus rodillas se enfrentaron; sus rostros estaban distanciados por unos pocos centímetros y la pelirroja nuevamente acomodó su cabello; sonriendo satisfecha tras lograr tan realizable acto.
- Necesitaba el dinero, al principio y luego ya por costumbre, supongo. Vitya no quiere dejar el negocio y me pidió no hacerlo para continuar juntos. Además es mucho dinero.
- Mucho- repitió Elena con certeza.
- Y no lo sé, siento que no podría ser buena en nada que me proponga. Debo continuar de alguna manera en esto.
- No digas eso. En realidad, si quisieras, lograrías todo lo que quieras. Lograste acercarte a Nikita Makarov, incluso teniendo algo así como una prohibición. Avanzamos muchos pasos hoy y gracias a ti- terminó con sinceridad y ella se mordió la mejilla internamente. No tenía dudas, se moría por besarla.
No podía entender cómo alguien como Elena fuese tan fría y exigente pero cuando se calmaba, o hablaba con ella luego de una discusión, terminaba siendo la persona más dulce que oyó a lo largo de todos sus años.
Y eso representaba un peligro. Para ella, solo para ella porque no podía mezclar las cosas. Eso era un trabajo, le pagaban por fingir ser la esposa de Elena Katina y todo lo que girara en torno a ellas debía ser una mentira. Nada más.
Pero ninguno de los besos que se habían dado hasta el momento fueron falsos. A Vitya lo había besado en distintas oportunidades y nunca se quedaba pensando en ellos luego. O sus manos no solían rodearlo con pasión y mucho menos él se pegaba a ella con una erección entre sus piernas.
Estaba confundida, tal vez. Y allí estaban alumbradas apenas por la luz de su lámpara que no ayudaba a aclarar sus ideas tampoco.
Jamás se había sentido atraída hacia una mujer pero Elena era totalmente una excepción y rompía cualquier tipo de esquemas; para ella o para cualquiera, estaba segura. No podía ignorar sus ojos verdes tan penetrantes cuando la miraban, o su cabello revuelto luego de ducharse. Le parecía hermosa en todos sus sentidos y, más allá del trabajo que compartían, no veía razón alguna para no hacérselo saber.
Se inclinó hacia ella y vió una media sonrisa, triunfante, dibujarse en su rostro. Elena parecía saber lo que estaba pasando en su cabeza y no sabía si eso la expondría o sería de Elena una burla.
Se mordió el labio inferior con fuerzas y sintió una mano rodearle el rostro, acariciando su mejilla y llegando hasta su cuello. Elena tiró de su nuca y la golpeó contra ella, rozándola y solo juntando sus bocas para hablar sobre la suya:
- Me pareces jodidamente hermosa, Yulia- le dijo con la voz ronca y finalmente la besó.
Elena movía su rostro sobre el de ella con fuerzas, dominando la situación y haciéndola temblar; tardando en recuperarse para seguir su ritmo.
Era tan intensa como sus órdenes o sus gritos a la mañana y tan considerada como aquella vez que acarició un bebé en su sesión de fotos juntas y luego lo cargó, caminando con él en brazos y hablándole con una voz graciosa.
Elena era una montaña rusa de emociones y ella ya estaba subida, con la seguridad a medias pero con ganas de arrancar, deseando evitar cualquier tipo de caídas.
La pelirroja se recostó contra el colchón y llevó con ella su rostro, para no romper el beso y Yulia se apoyó con una mano en su abdomen. Clavó allí la uña de su pulgar y Elena suspiró en su boca. Sonrió y empujó su lengua, buscando ansiosamente la de ella.
Había perdido batalla con la cordura que solía acompañarla y no le importó, porque quería besarla y la manera en que la pelirroja devoraba su boca era aún mejor.
Elena rodeó su cintura y tiró de ella, obligándola a que se sentara sobre su cadera. Podía sentir el calor que su ropa interior desprendía y más aún el de su cuerpo, hirviendo en cada centímetro de su piel.
- Apaga la luz- le ordenó sin saber por qué y Elena cruzó su brazo hacia atrás, llegando a la lámpara y regresando al beso enseguida.
La pelirroja echó a un lado las frazadas y se mordió el labio; sus manos conducían la cintura de Yulia y la movían rítmicamente sobre ella. No entendía como su pene lograba reaccionar tan rápido a los roces de la morena y como a ella no le molestaba.
Yulia se sujetó el cabello, alejándose e irguiéndose para moverse con más libertad. Estaba excitada, mojada bajo su ropa interior y los dedos de Elena en sus muslos solo la provocaban más.
La escuchó gruñir y sabía que necesitaba más de ese beso tanto como ella; pero no se agachó. Elena estiró el brazo y atrapó su brassier, en el medio de su pecho, y la jaló contra ella, respirando contra su nariz tras satisfacer su deseo.
Elena elevó su cadera y Yulia echó su cabeza hacia atrás: su miembro estaba duro bajo ella y chocaba directo contra la humedad de su vagina. Regresó con velocidad la vista a Elena cuando sintió las manos en sus pechos; la pelirroja le sonrió, cegada por la lujuria y con algo de ternura que no pudo dejar escapar.
Ya no llevaba su brassier y quiso cubrirse con sus brazos, pero Elena los apartó y se estiró hasta ella, pasando el largo de su lengua en uno de sus pezones.
- Mierda, Elena- gimió, enredando las manos en su cabello y cerrando sus piernas con fuerzas cuando la pelirroja la mordió. Gimieron a la vez y ella pasó uno de sus dedos, desde el cuello hasta el bóxer de la ojiverde. Tiró de el y lo bajó lo que la posición le permitió.
Los movimientos de sus caderas aumentaron y Elena debió sostenerla de la espalda porque ella veía su orgasmo llegar. La pelirroja se friccionaba contra ella con tanta fuerza que no necesitaría más para terminar agotada. Su entrepierna le dolía y las palpitaciones en ambas se lo advertían.
Elena descendió sus manos y tomó sus glúteos, bajo su ropa interior, y manejó cada acto con más violencia. La escuchaba gemir contra su pecho y estaba volviéndola loca si es que podía llegar a lograrlo aún más.
De repente la pelirroja se detuvo y ella abrió sus ojos al instante, encontrándose con los de ella y preguntándole con la mirada qué sucedía.
- No tengo protección- le dijo y se aclaró la garganta. Su voz sonaba tan sexual que quería volver a besarla pero recordó sus palabras. Bien, debía admitir que no creía que iban a terminar teniendo sexo pero no podía darse marcha atrás si Elena lo hubiese deseado.
Reinició los movimientos y la pelirroja se echó, derrotada a su merced, contra la cama.
Ella se alejó apenas hacia arriba y bajó su ropa interior, arrojándola a un lado cuando la quitó del todo. Se echó con fuerzas sobre Elena y la oyó gemir en un grito. Estaba completamente desnuda sobre ella y se sentía mucho mejor que aquella vez tras el vestidor.
Tomó cada lado del bóxer y Elena bajó la mirada para encontrar la de ella; se veía hermosa y sensual por igual, con su rostro invadido por algo de sudor. La morena lo bajó sin dudas y lo dejó a la altura de sus rodillas, no le interesaba alejarlo más.
Se lamió el contorno de toda su boca y se mordió los labios: no, no era del tamaño normal como se lo había dicho en aquel reducido espacio tras la cortina. Estaba segura que llenaría cada rincón de su interior si la penetraba.
Elena movió su cabeza y vió la espalda y los glúteos de la morena expuestos. La jaló con cuidado del cabello y volvió a regresarla sobre ella, evitando entrar en su cavidad. Estaban mojadas lo suficiente como para lograrlo de un solo intento.
Yulia volvió a besarla y la pelirroja guió dos de sus dedos a su entrada, insertándolos sin previo aviso y contemplándose con los dientes de la morena al apretar sus labios. Los movió en su interior, como si buscara algo, y los sacó de un solo jalón. Cuando Yulia quiso protestar, los enterró en ella nuevamente y oyó su primer gemido pidiéndole por más.
Se arrojó contra Elena, escondiendo su rostro en su cuello y tratando de silenciar sus gritos de placer. La pelirroja apretaba su clítoris con su pulgar mientras dos de sus dedos giraban dentro de ella. Se movió hacia adelante, rozándose contra la pelirroja, y fue suficiente para que sus ojos se pusieran blanco y cayera desplomada tras un fuerte orgasmo.
Sintió un sonido proveniente de la boca de Elena y alzó su cabeza, observándola chupar sus propios flujos con gusto. Iba a terminar por volverse loca con o junto a ella. La mujer que vivía dándole órdenes y le gritaba a cada ocasión que tenía, acababa de darle los minutos más placenteros que nunca olvidaría.
Intentó regresar a su lugar pero sintió la dureza del pene aún entre sus piernas. Y si Elena la había satisfecho, ella no podía dejarla sin hacerlo también.
Sin sentarse ni cambiar posiciones, descendió su mano derecha y lo pasó por el miembro, una y otra vez hasta oír nuevamente los suspiros de la pelirroja. Lo rodeó con su mano y le pidió a Elena que se moviera.
- No la quites- le ordenó la pelirroja, sosteniendo su muñeca y elevando sus caderas. Lo hizo despacio al principio y, cuando sintió el liquido pre seminal comenzar a salir, aceleró los movimientos hasta que los chorros de semen comenzaron a escurrirse entre los dedos de Yulia.
Se había corrido en su mano tal como ella lo hizo en la de Elena y no pudo evitar pensar si la pelirroja se excitaría más, como ella al verla con sus flujos en la boca.
Se arrastró hacia atrás y abrió su boca, repasando su lengua la punta del miembro y quitando todo resto que delatara el momento vivido por las dos.
Elena echó su cadera en su interior y se desplomó contra la cama cuando tocó la pared de su garganta. Había sido suficiente sin siquiera hacerle el amor realmente.
Se observaron un momento a pesar de la oscuridad, cansadas, con la boca entreabierta y llenas de sudor.
Yulia llegó hasta su lugar y se acostó sin decir palabras.
Elena observó un momento el techo y luego volteó a verla, arrastrándose hacia ella y pasando un brazo por sobre su hombro. Acomodó su pecho contra su espalda y Yulia suspiró con alegría.
Era una noche más durmiendo junto a ella pero no se sentía ni la mitad de las demás.
- Descansa- le dijo Elena aún con la voz ronca y ella acarició la mano que caía al lado de su cuello, antes de cerrar los ojos.
- Buenas noches, Elena.
***
Yulia despertó al día siguiente y esperó un momento antes de girar. Podía ver la claridad del sol pasar por la ventana y reflejarse en el espejo del tocador.
No sentía el peso de Elena que la acompañó casi toda la noche y no se oía como si alguien respirara cerca. Tal vez ya se había ido a trabajar; no eran una pareja real después de todo. La pelirroja debía madrugar y salir rumbo a su oficina, sin notas en la mesa de luz ni café caliente en la cocina.
Volteó en la cama y efectivamente ya se encontraba sola. Se sentó un momento e ilusionada miró cerca del despertador: si, 9:45, Elena ya no estaba y aquella fantasiosa nota tampoco.
Se quitó las sábanas y abandonó la cama, llegando a su bata y colocándosela mientras dejaba la habitación. Ocupó el baño y se detuvo frente al lavabo, acercando su cara al espejo y observándose: tenía en su rostro los signos de una noche de pasión y no le molestó.
Se lavó la cara y sus dientes, acomodando su cabello luego sin prolijidad y cerrando la puerta al salir.
Su padre solía decir que a una mujer se le notaba la felicidad y buen humor luego de haber hecho el amor. Ella se mordió el labio ¿habría sido así también para Elena? ¿O solo un poco de sexo para quitar su tensión? Tal vez ni siquiera le dedicó una mirada al despertar y solo se duchó con rapidez para dejar la casa cuanto antes.
Recordando lo fría y calculadora que era, es muy posible que sí, pensó, haya hecho eso.
Atravesó el living y llegó a la cocina, sorprendiéndose gratamente al ver la cafetera caliente y dos tazas vacías sobre la mesada. Llenó una e iba a beber el primer sorbo cuando la puerta principal se oyó y, asustada, dejó todo en el lugar y regresó sobre sus pasos.
- No tienes idea la cantidad de gente que había en esa panadería- dijo Elena, pasando frente a ella con dos bolsas y dejándola estática en el lugar. Yulia alzó las cejas sorprendida y giró su rostro para verla, la pelirroja servía animadamente las dos tazas con café- ¿Quieres azúcar?- le preguntó Elena dedicándole una mirada junto a una sonrisa y Yulia asintió antes de caminar hacia ella.
- Creí que estabas en tu oficina- susurró por lo bajo y Elena negó con rapidez.
- No oí el despertador. Los niños duermen aún- dijo la pelirroja y ella se ajustó aún más la tira de su bata- No tienes que hacer eso, no te verán- le advirtió Elena y ella enrojeció, pasando el labio inferior bajo sus dientes una y otra vez.
- No lo hago por ellos.
- ¿Por mi?- preguntó la pelirroja con sorna y ella se quedó mirándola unos segundos ¿a qué estaba jugando? ¿Era esto de lo que hablaba su padre? ¿hacer el amor y actuar como una pareja feliz, realmente feliz, la mañana después? Elena no era así. No sonreía tantas veces seguidas y jamás había preparado un desayuno para ellos. Para los niños ni para ella; mucho menos para ella- Puedo recordarte con seguridad cada parte, Yulia- y allí estaba nuevamente; la llamaba en un tono de voz tan dulce que aquella montaña rusa volvía a encenderse y la sacudía de un lado a otro. La observó dejar las dos tazas en la mesa y luego alejar las sillas, invitándola a que ocupara una- No sé qué galletas comes o qué pero traje distintas variedades. A Samir le gustan las de chocolate.
- Si, gracias…a mi también- murmuró aún confundida y caminó hasta sentarse. Tomó la taza entre sus manos y olió su interior antes de darle el primer sorbo; Elena se acomodó frente a ella, imitándola y bebiendo con gusto.
- Hoy tenemos la cena con los Makarov, no lo olvides.
- ¿Te irás?- le preguntó pensando que terminaría su desayuno y se iría al trabajo. Pero Elena agachó la cabeza, sacudiéndola mientras sonreía y alzando su vista hacia ella.
- Ya perdí la mañana. Y no, tampoco tenía muchas ganas de ir- agregó antes de estirar su brazo y tomar una galleta- ¿Te había pasado con tu amigo algo similar a lo de anoche?- tosió sin reparos y la pelirroja tuvo que golpear suavemente su espalda para estabilizarla. No, por supuesto que con Vitya no había pasado, ni siquiera compartieron cama alguna vez. Sin embargo no fue eso lo que la sorprendió, sino la pregunta. Tan directa y audaz como lo era Elena.
- Por supuesto que no- aseguró y Elena asintió, antes de sonreírle y continuar su desayuno.
- Iré de compras por la tarde, creo que debemos llegar a la cena con una botella de vino o un pastel, no sé. Y necesito ropa… ¿quieres acompañarme?
- Claro, creo que también necesitaría vestir algo nuevo. Podríamos llevar a los niños.
- Seguro, y podríamos regalarles algo también- terminó y ella le dio una última mirada antes de terminar su café. Estaban consumiéndola las mismas ganas de la noche anterior de querer besarla. Se veía tan hermosa, con ese equipo deportivo color gris y su pelo revuelto, que solo deseaba juntar sus bocas una vez más.
Elena pareció saberlo, como la noche anterior también lo hizo, y sonrió tras su taza. Pero estiró su brazo al dejarla y arrastró su silla cerca de ella. Iba a besarla, eso parecía que ambas querían justo en ese momento.
- ¡Galletas de chocolate!- el grito de Samir las alertó y se separaron al instante, sin siquiera haberse rozado. El niño atacó directo la bolsa con sus galletas favoritas y, mientras sostenía una, ya masticaba otra con gusto.
- Oye, Samir despacio- le reclamó Elena poniéndose de pie- ¿Quieres leche?- continuó al abrir la heladera.
- Si, y con chocolate… ¿por qué no fuimos a la escuela hoy?
- Mi despertador no sonó- se anticipó la pelirroja, calentando en otras dos tazas un poco de leche- ah pero es genial ¿cierto?
- Muy- aseguró él sentándose al lado de Yulia y esperando por su desayuno- Escuché que hoy nos dejarán con una niñera.
- ¿Cuándo oíste eso?- preguntó la morena desconcertada y avergonzada.
- Pues anoche- dijo Samir alzando sus hombros- estuve aquí mientras Elena hablaba con ese tipo. Tenía una bocaza enorme- se admiró él, abriendo sus brazos y haciendo reír a ambas.
- Él es Nikita Makarov- le contó Elena de espalda a ellos, mientras preparaba el desayuno para Viktoria también- iremos a cenar a su casa hoy.
- Si, eso también escuché.
- ¿Y algo más?- preguntó Yulia, nerviosa de que el niño se hubiese mantenido despierto por mucho tiempo después. Pero él negó con la cabeza.
- No, estuve con mis videojuegos y luego me dormí- respondió al recibir la taza que Elena le tendió y comenzando a beber.
- Iré a despertar a Viktoria- dijo la pelirroja, abandonando la cocina y dejándolos solos.
Yulia no pudo evitar girar y verla desaparecer escaleras arriba. Elena le había dicho que le parecía jodidamente hermosa, pero la cuestión era al revés, Elena lo era para ella. Hermosa y sexy por igual, una combinación perfecta y tentadora para cualquiera.
Y eso haría justamente horas después. Compraría ropa nueva, si, y algo con lo cual Elena no pueda despegar sus ojos de ella. Que no transformara la noche anterior en una simple noche más.
Sintió la mano de Samir en su mentón y la fuerza del niño para que lo mirara:
- Ya, no seas tan obvia o inundarás la casa de tus babas.
- Ey, ey, niñito. Más respeto- le reclamó pero él ladeó su cabeza y la miró con obviedad- ¿Y ahora qué?
- Que si yo fuese Elena, yo estaría lanzando babas por ti- terminó él alzando ambas cejas y Yulia abrió la boca extrañada.
- Termina tu desayuno, mejor- le dijo, abandonando la silla y oyendo a las otras chicas bajar las escaleras.
- Desayunen y luego se bañan- les ordenó Elena- que saldremos de compras- terminó, dejándole una última mirada a Yulia y girando sobre sus propios talones.
Había hecho una nota mental para comprar algo cuando no lo pudo conseguir esa mañana, al salir apenas despertó: condones.
dejaré esto por acá y me iré lentamente...