REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Cap. XLVI: "Zombie"
Yulia se colgó el bolso a un costado y casi a trote atravesó aquel largo pasillo. Estaba retrasada, su turno al doctor estaba programado para casi 40 minutos atrás pero no era su culpa y se disculparía luego. La culpable era Elena y su intromisión al baño mientras ella se duchaba.
Los diez minutos que solo quería ocupar bajo el agua se convirtieron en 30, por tenerla pegada a su espalda y haciéndole el amor sin importarle la hora. Y ella no pudo decirle que no y, por el contrario, cuando volteó para besarla, perdió otros 10 más.
Así que la llegada al médico ahora podía tomarla cual falta de respeto pero podía fingir otra excusa. Y lógicamente eso haría y alegaría que no volvería a suceder.
Se detuvo frente a la puerta, agitada y se acomodó el cabello, antes de golpear tres veces con sus nudillos. Intentó controlar la respiración y, para cuando abrieron, sonrió al lograrlo.
- Estaba justo por irme ¿tiene una idea de qué hora es? - se mordió la mitad del labio, avergonzada y asintió.
- Lo siento mucho, el tráfico más los niños en casa están volviéndome loca. Sus clases han acabado y no hacen más que darme trabajo. Por favor, la próxima cita es hasta dos meses ¿puede simplemente dejarme pasar? - oyó un suspiro, casi odioso y finalmente le cedió el paso. Yulia pasó a su lado y caminó directo a ocupar la silla. Se acomodó su suéter desde la punta trasera y lo bajó, observando por sobre su hombro cuando oyó el pestillo.
Siempre había ido a las consultas acompañada de Elena y ese sonido jamás se oyó. La seguridad no era algo obligado, mucho menos un derecho así de una simple revisión u operación se tratara.
Carraspeó y dejó el bolso sobre sus muslos, pretendiendo apagar el inicio de los nervios.
- Seis meses y una semana de embarazo, Yulia ¿cómo va todo? - esta vez tampoco ocupó el lugar habitual, la silla del otro lado del escritorio. Esta vez se sentó en el, con una pierna sosteniéndose y la otra al borde de la mesa. Sus manos entre sus piernas, cómodas mientras sostenían una planilla.
- Muy bien, creo que en realidad no hay muchos cambios. La bebé patea de vez en cuando, sobre todo si sus dos madres están juntas y eso es…habitual y hermoso.
- Ajá, seguro. Y dime ¿cómo vas con la dieta? La vez anterior traías unas bolsas con dulces. Los tienes prohibidos en cantidad desmesurada ¿estás llevando una dieta? - la miró de arriba abajo, estudiándola y deteniéndose un momento en sus caderas. Yulia se removió incómoda. No, no estaba llevando una dieta estricta pero sí saludable.
- Tengo una receta médica y trato de seguirla lo más conveniente. Pero a veces se sale de control, usted entiende. No creo que sea la primera embarazada que come de más por sus hormonas.
- Oh, no, Yulia por supuesto que no - hizo su bata a un lado y ella vió como arrastraba su mano a lo largo del muslo. Esquivó la mirada y fingió no alterarse cuando abandonó el lugar, para rodearla y detenerse tras ella - ¿quieres que hagamos una ecografía? ¿Quieres que veamos algo de tu interior?
- No - respondió al instante. No iba a levantarse la camiseta allí, sola y encerrada en esas cuatro paredes - entonces… ¿está todo bien?
- No podría diagnosticarlo solo con palabras, Yulia. Haremos una revisión rápida - apretó los ojos y dio un respingo cuando sintió su toque en el codo, intentando que dejara la silla.
- Tranquila - le murmuró con diversión - ponte de pie y en unos minutos podrás irte - lo hizo rápido y dejó el bolso a un costado solo para eso: irse de allí rápido - ¿puedes ir a la camilla?
- No… quiero decir, lo podemos hacer así ¿verdad? - el estetoscopio que colgaba de su cuello era corto, pensó. Y por ende iban a estar demasiado cerca, así que no quería ocupar una posición incómoda, mucho menos confusa.
- Bueno, de pie no pero puedes sentarte en el escritorio, si acostarte no es lo que quieres - sonaba ridículo pero era cierto ¿qué doctor revisaba a sus pacientes de manera inadecuada? Asintió lentamente y retrocedió dos pasos, dejando las manos a sus costados cuando golpeó la mesa. Dio un pequeño salto y una sonrisa, sorna y casi oscura, hizo aumentar el bombeo de su corazón.
Juntó sus rodillas cuando avanzó hasta ella y dejó sus manos sobre ambas. Sin embargo, cuando se encontraron frente a frente, una leve seña le ordenó que las separara. Echó aire de su boca hacia arriba, frustrada y molesta.
Abrió apenas sus piernas y ahogó un grito cuando se acomodó entre ellas. No se tocaban, no había signos de querer algo más pero eso no era lo que imaginaba pasar en sus consultas. Ladeó su cabeza hacia el lado contrario cuando la miró, consciente de que aquello no debería ser tan informal.
- Primero debemos localizar la espalda del bebé - le dijo y llevó las manos a su suéter. Cual acto reflejo, Yulia las llevó también y terminó ella misma alzando sus prendas juntas a la vez, con su camiseta - oiremos los latidos de su corazón. Si son normales, no hay nada de que preocuparse porque todo está transcurriendo de manera perfecta.
Se agachó, apenas y Yulia vió cómo acomodaba el aparato en sus oídos, con sus olivas auditivas y luego tomaba aquella parte circular fría que, de niña, siempre la hacía temblar.
Finalmente, aquel pequeño diafragma tocó su vientre. Apretó los dientes y su saliva chocó contra ellos: estaba helado, como siempre y en su estado ahora lo sentía aún peor. El aparato se movió unas cuantas veces, hasta detenerse en el lugar adecuado y ella quería preguntar qué pasaba. O qué estaba oyendo para que sonriera de esa manera.
- Es un ritmo muy tranquilo. Pareciera que nada está molestándole y estuviese durmiendo, quizá esté durmiendo…¿quieres oírlo? - asintió sin espera y todo se trasportó hasta ella.
Era cierto, era de los sonidos posiblemente que nunca olvidaría. Como la risa de Vika, las palabras inteligentes de Samir y los suspiros de Elena. Allí, dentro de sí misma, un diminuto corazón latía gracias a ella que lo mantenía con cuidado y protección. Y estaba escuchándolo ahora.
Se tapó la boca con una mano y evitó un sollozo de emoción. Llevaba más de seis meses con su hija en ella y, a pesar de que por momentos comenzaba a pesar, a veces prefería congelar el tiempo y continuar disfrutándola solo ella.
- No hay nada de que preocuparse, Yulia. Estás haciéndolo todo muy bien - el estetoscopio le fue retirado y arrojado a su lado, sobre unos papeles del escritorio.
Allí volvían sus nervios otra vez, cuando la mirada, nunca antes tan penetrante, intentaba traspasar sus ojos y estaba comenzando a lograrlo. Desvió su vista y nuevamente aquellas manos tibias, llegaban a su ropa para esta vez bajarla.
No puso oposición. No se sonrojó ni sintió algo más. Solo volvió a cruzar sus miradas cuando aquellas manos no se retiraron. Se quedaron allí, en la punta del suéter y tocando parte de sus muslos también.
Se reprochó el no llevar algún pantalón o algo más cómodo y largo. No una falda que se acortaba casi el doble al estar sentada. Pero la culpa era de Elena, que la retrasó y no tuvo tiempo de buscar otra cosa.
- Entonces ¿quieres un turno para dos meses? - aquellos brazos, cubiertos por una bata, se enderezaron a los costados de su cadera, empuñados sobre el escritorio. Y sus rostros estaban cerca, tan cerca que con la última palabra el aliento a café llegó a ella.
- Sí - balbuceó asintiendo - volveré. Con mi esposa - una sonrisa de medio lado se presentó frente a sus ojos, desinteresada en esa aclaración.
- Puedes regresar con quién gustes - un paso, con cada pie y arrastrados, pegaron finalmente ambos cuerpos. Yulia tragó saliva ¿podía gritar y alguien vendría? Era muy probable y eso haría.
Abrió la boca y terminó rendida hacia atrás, echando su cabeza y jadeando cuando un beso atacó su cuello. Se sintió gustoso, atrevido y comprensivo, lento como si conociera el latir de su vena y quisiera descansar en ella.
- Estás nerviosa, preciosa - cuánto odiaba que la llamaran así. Pero en ese momento no le importó. El susurro controlador, ronco y por lo bajo, aún sobre su piel, estaban comenzando a hacer girar su cabeza.
- Por qué debería… - ni siquiera la dejó terminar. Unos dedos en su muslo caminaron hasta el interior y llegó a su palpitante punto de placer. Se humedeció al instante e, incluso sin tocarlo, lo notaría aunque sea con su olor- estoy casada - le recordó pero fue inútil. El dedo índice presionó su clítoris, aún sobre la ropa y ella jadeó, enroscando su mano en aquellos duros y portados hombros.
Antes de que pudiera reclamar cuando hizo a un lado su braga, su boca fue aplastada por un beso voraz, gélido y hambriento que la hizo abrir los ojos de manera desmesurada. Pero sabía cómo moverse, como controlar el ritmo de sus labios así que se cerraron con suavidad, con lentitud como si de un acto amoroso se tratara.
El beso duró varios segundos, por un tiempo que ni contó pero fue eterno mientras aquel dedo se abría paso entre sus pliegues. Necesitaba más, necesitaba que se quitara la bata, abriera su cinturón y bajara su cremallera. Cuando no parecía tener intensiones de cortar el beso, atrapó esa lengua intrusa y la succionó. Tan lento, tan pausado y tan constante que el bulto entre sus piernas comenzaba a sentirse.
Creció entre ellas y la erección era obvia, notable pero no visible. Así que bajó las manos por su pecho y llegó a la hebilla, la desunió y desabotonó hasta dejar caer el pantalón. Rodeó sus glúteos y los masajeó mientras presionaba para que se acercara más. Mucho más y comenzara a saciar su deseo.
Una mano se coló en su espalda, bajo su ropa, y la empujó hacia adelante, para volver a unir sus labios en un beso más pasional y más íntimo. Mientras masajeaba el bulto bajo su vientre crecido, su brassier fue desprendido y abrió los ojos, rompiendo el beso y alejando por los hombros a quien apretó su pezón.
- ¡Elena! - le reclamó en un griterío histérico. La pelirroja tropezó dos pasos hacia atrás pero terminó estabilizándose- te dije que allí no. Estoy sensible en esa área.
- Maldita sea, Yulia, ya estábamos por terminar.
- Pero me hiciste daño - insistió con un leve puchero. Elena rodó los ojos y, fastidiosa, se quitó la bata - ¿qué haces?
- Ya lo arruinaste - le reprochó y ella alzó ambas cejas - ya se me bajó, además - agregó mostrándole su bóxer antes de cerrar nuevamente su pantalón.
- ¿Yo? ¿Yo lo arruiné? Te dije que lo hiciéramos mientras no me tocaras los pechos ¡estoy sensible! Me duele incluso cuando me ducho, eres una descuidada y desconsiderada. Eso eres, una desconsiderada.
- Bien, como quieras - gruñó la ojiverde entre dientes. Elena acomodó su camisa dentro del pantalón y cerró su cinturón. Yulia se cruzó de brazos y ladeó la cabeza en burla.
- Aún tienes el cierre abierto, tonta - Elena lo subió, con rapidez y en un solo jalón sin mirarla a la cara - ¿te irás?
- ¿A dónde? Estamos en nuestra casa - le aclaró casi con ironía. Y era cierto. Aquel largo pasillo por el que supuestamente corrió, solo se trataba del que llevaba desde la habitación de Vika hasta bajar las escaleras y llegar al cuarto que la pecosa usaba como oficina. Así que todo estaba planificado para que pasara allí, en su hogar.
- ¿De verdad se te ha bajado? - le preguntó Yulia con diversión. Elena estaba llegando a la puerta y solo sostuvo el picaporte al voltear a verla.
- ¿Por qué?
- No seas tan infantil, sé que quieres continuar. Ven aquí.
- No, ya lo has arruinado y eso que tú querías esto.
- Bien, sabes que si paso tiempo sin sexo a mí no me molesta ¿cierto? Espero que tu mano esté lista para atenderte esta noche entonces - de un salto regresó al suelo y caminó hasta ella. Elena se recostó contra la puerta y Yulia se apretó contra su pecho, agarrándola por la cadera para acercar su rostro - quería que me tomaras allí arriba y me lo hicieras tan fuerte que podrías partirme. Eres una debilucha - atrapó su labio inferior y pasó su lengua a lo largo de el. Elena gimió, jadeó contra ella y atrapó su cabeza por detrás.
La forzó, enredando los dedos en su cabello y jalando a la morena con más garra. Con tanta brusquedad que sus gemidos intercambiaron y viajaron de una boca a otra. Metió una mano bajo su falda y acarició sus glúteos, presionándola contra ella para comenzar una fricción.
- ¿Lo ves? - se burló Yulia apretando su miembro con la mano - aquí no hay nada blando - volvió a besarla y la calló. De esa manera, la obligó a caminar hacia atrás y la recostó con cuidado en el sillón.
Allí, minutos después cuando ya se encontraban desnudas y en una nueva entrega corporal, se recordó mentalmente que sí, debía ir acompañada de Elena a la próxima consulta.
***
¿Literalmente podía llegar a convertirse en un zombie? Quizá, casi literalmente.
Era la segunda vez, en esa hora, que se encontraba frente a Anna, aquella mujer dueña de la tienda bajo su departamento y que llevaba atendiéndola incluso en horarios descabellados. Como ese.
Ya tendría que haber cerrado una hora atrás pero estaba allí, para ella y los antojos locos de su mujer. Elena se pasó una mano por la cara y le señaló una barra de cereal tras ella. Anna lo tomó, entre risas y lo guardó dentro de la bolsa con las demás cosas.
- ¿Y por qué no te llevas la caja, mejor? - no sabía si bromeaba o no pero sonaba bastante lógico. Sin embargo, no podía permitir que Yulia se pasara toda la noche llenándose de esos chocolates.
- No, gracias, Anna ¿cuánto es esto? - se miraron y luego rieron, sabiendo con exactitud cuánto gastaba en esas 14 barras diarias. Le entregó el dinero y dejó el local, oyendo como finalmente cerraba al marcharse.
Subió las escaleras con rapidez y llegó a su pasillo, descendiendo la velocidad y adentrándose en su hogar. Eran los últimos días que pasarían allí y aún no podía creerlo, la casa que siempre había habitado, desaparecería de su alrededor en unos días.
- ¡Elena! - era Yulia, desde su cuarto, llamándola tras oírla ingresar.
- ¡Voy, mi amor! - sin embargo arrojó la bolsa sobre la mesa ratona y se echó contra el sofá, agotada de tanto andar los últimos días en lo mismo: saciar los caprichos dulces de su mujer.
- ¿Puedes ir? - le reclamó Viktoria quitándose unos grandes audífonos que usaba para escuchar desde su computadora portátil. Estaba en el sillón de al lado y viendo seguramente su serie semanal - no me deja oír.
- Es tu madre, tú también podrías ir - la niña solo la miró con sorpresa, obviando un enorme "no"- ¿Samir? - le pidió ayuda al niño que estaba en el primer escalón, moviendo sus dedos rápidamente sobre su celular.
- Ni loco, tú te casaste con ella. No yo.
- Bien - dijo Elena poniéndose de pie - vayan olvidándose de ciertos privilegios. Acabo de desheredarlos - en un segundo, los tuvo a ambos frente a ella. Rodó los ojos cuando empezaron a disputarse la bolsa y se las arrancó, arrojando todos los dulces al suelo.
La mirada, desorbitada y temerosa de los tres se fue allí. Elena se agachó rápidamente y comenzó a juntar todo, junto a Samir mientras Vika corría a la cocina por otra bolsa.
- Miren lo que han hecho - les reclamó por lo bajo.
- ¡Elena! - repitió Yulia desde el segundo piso - ¡mis dulces!
- No nosotros. Tú - la contradijo su hijo - estabas sobornándonos. Esas cosas no se hacen entre familia - mordió su labio para no decirle más y apenas alzó su mano que terminó mordiendo también. Frustrada, se puso de pie y resguardó la bolsa contra su pecho, con todo dentro otra vez.
- ¿Y qué hacen aún despiertos? Ya deberían estar en la cama.
- Estamos en vacaciones - le recordó Vika - hasta que no termine de ver el final de temporada, no me iré a la cama. Solo dos capítulos y sabré quién es el asesino.
- Ni siquiera lo dirán - se burló Samir - lo dejarán para la próxima. Cuestión de ratings.
- Llevo cinco temporadas esperándolo ¿de dónde demonios sacaste eso, enano de jardín? ¡No me voy a ir a dormir sin saber quién les envía los mensajes!
- Hay algo que se llama spoiler, tontita. Eso te pasa por mirar mucho y leer poco.
Elena debió interceder y sujetar a Vika, cuando intentó abalanzarse contra él. Ni siquiera entendía de qué serie o mensajes hablaba pero no iba a dejar que se golpearan por una estupidez.
Giró a Samir y lo empujó levemente hacia las escaleras, mientras la pequeña rubia continuaba su griterío.
- Ya tengo suficiente con su madre como para tener que soportar sus tonteras a casi medianoche - les reclamó cuando Samir volvió a sentarse y Vika lo miraba con sus brazos cruzados y ganas de asesinarlo allí mismo - que quiere esto, que quiere lo otro. Que no le gusta este chocolate, que quiere el otro.
- Que quiere sexo - la cortó su hija - que no quiere. Y que cuándo quiere debemos oírlas.
- Y que cuando quiere más, más las oímos - agregó él.
- Como sea - murmuró la pelirroja sonrojada levemente - voy a ir a dejarlo esto y para cuando baje, los quiero a ambos en sus cuartos ¿me están entendiendo?
Ambos niños se miraron un momento y luego asintieron, con desgano y la niña regresó al sillón. Elena los observó una última vez y subió las escaleras, sorprendiéndose de que los llamados de Yulia se hayan apagado.
Tomó el picaporte de su cuarto y empujó la puerta, frunciendo el ceño al no verla en la cama. Se adentró, a paso lento y cerró tras ella. Allí, descubierta al alejar la abertura, Yulia estaba con sus mejillas rojas, húmedas y sosteniendo su vientre con una mano. Con la otra, se sostenía a sí misma del tocador.
Elena dejó caer los dulces, asustada y su corazón latió con violencia, brusco y totalmente nervioso, revuelto y obligando a sus pies a anclarse de miedo.
La morena alzó la vista a ella un momento, con lentitud, con sus labios titubeando y sollozando finalmente.
- Rompí bolsa, Elena - finalmente lloró. Yulia comenzó a llorar y con desesperación. Ella miró el charco bajo sus pies y su cabeza solo comenzó a moverse de un corto lado a otro. Aún no podía estar pasando.
- Yul, llevas solo siete meses de embara…
- ¡Y qué demonios es esto, entonces! - sí, eso parecía lo que decía pero se había adelantado. El parto de su hija se había adelantado y de manera repentina.
Finalmente reaccionó y volvió a abrir la puerta. Corrió hacia Yulia y la tomó con cuidado entre sus brazos, como si en realidad la estuviese llevando a la cama en su noche de luna de miel.
Llegó a las escaleras y los brazos de su esposa se enrollaron en su cuello. El esfuerzo físico la superaba pero ella era el soporte, siempre lo era y no iba a flaquear ahora.
- Samir ¡Samir! - lo llamó y agradeció que ninguno se había ido a su habitación aún- busca las llaves de mi auto ¡vamos!
- ¿Qué sucede? - le preguntó Vika al dejar el sillón mientras su hermano corría a obedecer.
- Su hermana, va a nacer. Busca una chaqueta de Yulia… ¡ahora, Viktoria!
- Elena - balbuceó su esposa entre lágrimas - tengo miedo - La apretó más contra ella y acercó su mejilla, acariciando la suya en un acto para calmarla.
- Estaremos bien, mi amor… ¡Samir, las llaves!...Te amo, Yulia. Y vamos a ir juntas en esto ¿de acuerdo?
Su hijo abrió la puerta de entrada y corrió al ascensor, que pocas veces usaban pero en ese momento era la emergencia ocasional. Vika llegó detrás y los cuatros se montaron en el.
Sintió en la mano que atrapaba la cintura de Yulia, la mano de sus hijos encima.
Cuando Samir apretó el botón para descender, las puertas se cerraron y su hogar desapareció frente a ella. Agitados, inseguros y audaces como si fuesen los únicos del lugar y una horda desesperada los siguiera.
Como cuando el color de un zombie se torna verde y frente a sus ojos todo se ve igual. Y sus manos solo pueden apretar algo, a lo que se aferran para continuar de pie y no desaparecer entre el montón.
Como si no hubiesen devorado su cerebro aún, miraban las puertas metálicas frente a cada uno casi sin parpadear. Como si no hubiesen llegado a su corazón y, justo antes de que lo tomaran, aquel disparo de salvación llegaba.
Yulia gimió de dolor y finalmente el conteo les advertía que estaban por llegar a planta baja. Cuando lo hicieron, corrieron como si se hubiesen preparado y organizado para ese momento.
Como si de sus últimas palabras se trataran, Elena acomodó a Yulia en el asiento trasero de su coche y le puso el cinturón de seguridad:
- Todo va a estar bien, amor de mi vida - y le dejó un beso en la frente.
Cerró y en un segundo llegó a su lugar. Encendió el motor y aceleró. La miró por el espejo retrovisor, sus hijos estaban con ella allí. Los tres, junto a Yulia.
La clínica estaba lejos. Así que ignoró el semáforo en rojo que intentó detenerla y movió la palanca de cambios, acelerando y dejando atrás lo más cercano que de casa estaba.
Como si huir hacia un nuevo comienzo estuviera. Como si lo que estuviese por pasar cambiaría su vida por completo.
Como si una parte de ella solo fuese sobreviviente y la otra no, solo continuó acelerando.
Buenas tardes chicas, como están? Ya la historia está en su etapa final. Si hoy puedo antes de que acabe el día, podré subirles otro capítulo (estoy editandolo) así que les pido un poquito de paciencia.
Besos!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Cap. XLVII: "Ella"
Esa no era la manera en que se imaginaba que ese momento llegaría.
Esa no era la forma que creía iba a ver por primera vez a su hija, a la niña que pasó 29 semanas dentro de Yulia.
Tocar el vidrio, el cristal que la separaba de ella a unos metros, se supone que iba a hacerla sentir especial. Iba a quitar su mayor sonrisa de felicidad, su llanto más emotivo y sus nervios próximos a tomarla entre sus brazos.
Imaginarla los primeros minutos en ese mundo, el que ella vivía a diario, era muy distinto a lo que estaba sucediendo.
Había cargado a Yulia como en su casa y casi corrido con ella hasta sus hijos, que hablaban desesperadamente a la enfermera que ocupaba la mesa de entrada. Podía oírlos gritar, señalarles que su madre estaba por dar a luz.
La mujer llegó a ellas con una silla de ruedas y la separación con Yulia fue costosa. El agarre a su cuello dejó una marca porque la morena no quería soltarla, dejarla y continuar a lo largo de un pasillo, guiada por la enfermera.
Corrió tras ellas, con sus hijos siguiéndola y llegaron a la sala de parto. Un doctor estaba saliendo cuando pasaron a su lado y regresó al interior, siguiéndolas.
- Mi esposa rompió bolsa - murmuró observando la velocidad con que todo pasaba a su alrededor. Sin embargo parecía que nadie la oía. Dos enfermeras más ingresaron y ayudaron a Yulia a recostarse sobre una camilla ya acomodada para comenzar el labor de parto.
- Necesito que los niños estén afuera. Y usted también - intentó sacarlos el doctor pero ella le dio un manotazo cuando la señaló.
- Es mi esposa y es mi hija la que va a nacer. Voy a quedarme.
- Bien, pero los niños no pueden. Sin excepciones - ambos pasaron a su lado, llegando con velocidad a la morena y abrazándola con fuerzas. Le susurraron algo, acariciaron su frente y le dejaron un beso en cada mejilla. Pero el dolor que Yulia sentía, apenas le dejó distinguir qué pasaba.
Con Samir y Viktoria fuera del cuarto, el médico se colocó unos guantes de látex mientras las enfermeras terminaban de quitarle la ropa y ponerle una simple bata que cerraron tras su cuello. Él se sentó frente a las piernas levantadas de la morena y Elena lo vió examinarla, balbucear cosas por lo bajo antes de girar y verla.
- ¿Cuánto lleva de embarazo? - el ginecólogo que siempre las atendía no estaba ahora. Así que tendría que recordar cada cosa que él les decía durante las consultas y soltarlas, como información necesaria.
- Un poco más de siete meses. Siete meses y una semana - todo se silenció un momento y nadie más se movió. Tragó saliva con miedo, cuando las tres enfermeras clavaron su vista en ella y el hombre miraba a Yulia. Lo único que sabía de embarazos era lo que estaba pasando, que el posible nacimiento adelantado de su hija no sería igual que el completo.
- Bien - murmuró el doctor regresando su vista a la entrepierna de Yulia que solo mantenía sus ojos apretados en dirección al techo. Pasaron unos segundos, en que otra enfermera se acercó al hombre y se dijeron algo por lo bajo - efectivamente, rompió bolsa hace unos minutos.
Elena se pasó una mano por el cabello, aplastándolo con nervios hacia atrás y apretándolo con la ayuda de la otra. Todo estaba transcurriendo en minutos que no completaban una miserable hora. Los que tardó en reaccionar hasta cargar a Yulia por primera vez, los que había pasado su esposa sola en el cuarto, bajo ese charco que delataba el nacimiento de su hija y los que pasarían ahora, cuando el parto comenzara.
Solo quería que acabaran, que su hija y su esposa se encontraran bien y llevarlas ambas a casa.
Sin embargo, el médico apagó sus ilusiones al ponerse de pie y llegar a su lado, a la mesa de aluminio del que tomó unas cosas.
- Si va a quedarse, colóquese la ropa necesaria y un barbijo. Esto tomará tiempo.
- ¿Tiempo? ¿Por qué? ¿Cuánto? - allí mismo se puso una bata celeste, similar a la que estaba usando su esposa y con rapidez atrapó el barbijo.
- Es un bebé prematuro. Hay que quitarlo y tomarlo con cuidado. No sé si lo han hablado con su esposa pero ¿ella lo deseaba por parto natural o con una pequeña incisión? - Elena desvió la vista a Yulia y sus miradas conectaron. Ya estaba observándola y podía ver algo de temor en sus ojos. A decir verdad nunca lo habían hablado y ella solo creía que lo haría de manera natural. Si así podía llamarse.
Una enfermera se acercó con una jeringa y pinchó suavemente la cadera de Yulia. La vió golpearse contra el respaldar entre cansada y adolorida. Si comenzaba a pujar, quizá todos sus dolores aumentarían y no quería oírla sufrir. Pero Yulia siempre le había dicho que odiaba los cortes en su cuerpo, que el miedo a no ser anestesiada correctamente caminaba por sus venas en las visitas médicas.
Sacudió la cabeza y trató de pensar con mejor claridad, lo más beneficioso para su esposa y para su hija. Porque era un hecho que nacería esa misma noche, en tan solo unos minutos.
Regresó la vista al médico y, con la voz temblorosa, le preguntó a él qué sería lo mejor para ambas.
- En este momento, lo único que indica que su hija quiere nacer, es la dilatación anticipada del útero de su madre…
- Yulia.
- Yulia. Así que cualquier opción estaría bien si su esposa hace un buen trabajo - Elena volvió a mirar a la morena. Ahora parecía más calmada, relajada quizá por aquella anestesia y solo algo de sudor invadía su frente. Le gustaba verla en ese estado y la hubiese dejado así si no fuera porque el hombre volvió a hablarle - necesitamos que tome una decisión rápida, señora. Las contracciones prematuras comenzarán y para ese entonces, Yulia debe estar en el área de neonatales.
Elena apretó su mandíbula y la piel a cada lado se estiró, sintiendo los nervios de esa carga y pesada decisión. Juntando el miedo que Yulia tenía a las anestesias y posibles cortes, junto al deseo de sacar con cuidado y rapidez a su hija, echó un suspiro resignado y volvió al hombre.
- Parto natural - le dijo y él asintió gustoso.
Una última seña del doctor a sus enfermeras y ellas salieron empujando la camilla, con él detrás.
Elena abandonó el cuarto y afuera, sujetó a sus hijos que se abalanzaron sobre su cadera en un abrazo.
- ¿Ya nació? ¿A dónde se llevan a mamá?- había lágrimas en el rostro de ambos pero Samir no tenía vergüenza en demostrarlas ni continuar llorando. Viktoria parecía sentirse ella con Yulia, ser la fuerte entre dos y mantenerse al margen de sus sentimientos.
- Aún no. Trasladarán a Yulia a otro sector porque deben prepararlo todo con cuidado. Necesito que se queden aquí ¿de acuerdo?
- Queremos ir contigo - murmuró el niño casi rogando.
- Lo siento, cariño. Ahora deben estar aquí y esperar un momento. En un rato los vendré a buscar y podrán conocer a…escuchen - susurró casi para ella misma, arrodillándose a la altura de ambos - les voy a dejar un trabajo ¿sí? Esperen aquí y mientras tanto piensen cómo les gustaría llamar a su hermana.
- ¡Spencer! - exclamó Viktoria emocionada.
- No puedes ponerle el nombre de esas niñas que ves en tus series, tonta - la cortó Samir dándole un leve empujón- además a mí no me gusta.
- Pero a mí sí.
- Bueno ya, cálmense los dos. Estoy hablándoles en serio - los cortó ella entre dientes. Yulia estaba necesitándola y ya no había rastros de ella en aquel pasillo - lo siento, estoy nerviosa - masculló frente a la mirada atónita de los dos - ¿harán lo que les pedí? Habíamos planeado esto con Yulia, que ustedes eligieran el nombre pero…simplemente todo se nos adelantó y no tuvimos tiempo a decírselo.
- Lo pensaremos muy bien, mamá. Verás que haremos un buen trabajo - aseguró Viktoria y ella se estiró para dejarles un beso a cada uno.
Los vió una última vez y, tras una seña de despreocupación de ambos, comenzó a correr hacia dónde se habían llevado a la morena.
Allí, tras doblar y al final del largo pasillo, las dos puertas se entreabrieron con su objetivo. Unos segundos tardó para ingresar a la habitación y llamar la atención del resto que ya comenzaba a hacer su trabajo.
Se colocó nuevamente el barbijo, tapando su boca, y se acercó lentamente a Yulia. Ya estaba todo listo: sus piernas alzadas, su desnudez bajo la bata y el suero inyectado a su brazo.
El médico comenzó a hablar pero ella se detuvo a un lado de la camilla y tomó entre sus manos una de su esposa. Estaba distinta, algo pálida y sudada y aún así se veía radiante. Hermosa y especial frente a sus ojos. Le dejó un suave beso en la palma y la sujetó luego con fuerzas, demostrándole que allí estaba, para ella y para lo que necesitara en los próximos minutos.
- Me duele demasiado, Elena.
- Solo será un momento, mi amor ¿si? Todo estará bien luego.
- Bien, Yulia, tienes apenas seis centímetros de dilatación - comenzó el doctor, alzando su cabeza para observar a la morena - pero es suficiente. Necesito que comiences a pujar cuando te lo indique y…
- No voy a poder ¡duele demasiado!
- Yulia, por favor - murmuró Elena recostándose contra su frente. Hubo una caricia, un largo y delicado contacto en que ambas cerraron sus ojos un momento. La proyección de su hija, saliendo de su interior entre llantos, atrapó su imaginación y finalmente el doctor dio la orden.
- Bien, Yulia, tú debes hacer esto ahora - la morena sintió una presión, leve en su vagina y el hombre continuó guiándola en el proceso. Pero, a cada orden de él para que continuara pujando, el dolor se incrementaba y no lo soportaba.
Se estiraba hasta erguirse y regresaba contra la camilla, con frustración de no lograr el cometido.
Elena se lamentó el haber tomado esa decisión, quizá con una pequeña operación Yulia no estaría sollozando ahora y su hija ya hubiese nacido. Se estiró y se escondió en su cuello, susurrándole una disculpa tras otra por lo que estaba padeciendo.
- Lo siento mucho, Yul. Esto es mi culpa - pero la morena continuó pujando, con más fuerza y sus dientes apretados, separados a veces para gritar.
Fueron unos minutos, intensos en que la respiración de su esposa se aceleraba, su boca echaba aire desesperada y sus gemidos de dolor continuaron como lo único audible en el cuarto.
- ¡Me duele!
- Es solo por la dilatación, Yulia - intentó contenerla el doctor - es un poco menos a lo habitual pero es solo hasta que tu bebé se acomode. Luego saldrá sin ningún tipo de…. - todo se silenció. Y el llanto finalmente de su hija rompió allí dentro.
Elena se irguió y en un rápido movimiento volteó su cabeza: allí estaba, sobre las dos manos del hombre, su pequeña hija de apenas siete meses. Tenía un color más oscuro que el rosado normal y lloraba como si intentara llamar la atención de todos.
Sus pequeñas manitos intentaban moverse y su cuello quería estirarse. Sus ojos cerrados, apretados y al parecer no le gustaba sentirse así de indefensa, porque movía sus piernas, delgadas y quería alejarse del médico que estaba protegiéndola.
Sus ojos se aguaron y su pecho comenzó a subir y bajar desesperado, ansioso y renovado por tenerla. Le dolía, dolía el pecho de emoción y orgullo por su hija y por Yulia.
- ¿Quiere cortar su cordón? - no dudó. Se alejó de la morena y llegó hasta el médico, que sostenía unas pinzas y se las cedió. Las tomó sin nervios, quería evitar hacerle mal o dañarla y esperó por la indicación correspondiente.
Bajó su barbijo y luego lo hizo. Cortó el cordón y por primera vez vió a su bebé a centímetros de ella.
Le pareció hermosa. Quería llevar uno de sus dedos a su diminuta mano y que lo tomara, como había visto en algunas películas y que la reconociera como su madre, como la persona que la protegería de todo.
Pero debió esperar para eso. Una enfermera la tomó entre sus brazos, con extremo cuidado y la resguardó en una toalla, blanca y que desde allí no dejaba verle nada. La acercaron a Yulia. Una agotada pero feliz Yulia y la recostaron en su pecho.
Elena la vió dejarle un beso en su cabeza, aún cubierta por algo de placenta y regresó a ellas.
- Solo pueden tenerla un minuto - le informó la enferma - debemos llevarla a terapia intensiva luego - asintieron y ella volvió la vista a su pequeña. Había dejado de llorar cuando tocó a Yulia y ahora parecía dormir con tranquilidad.
Acomodó su mentón en el pecho de su esposa y finalmente llevó su dedo índice al pecho de su hija. Lo acarició, de arriba abajo y podía jurarse mentalmente que una sonrisa se formó en su rostro.
Yulia jugaba con sus pies, pequeños y que cabían ambos en una sola mano.
- Es hermosa - murmuró la morena y ella le sonrió. No tenía dudas de que lo era.
- Hiciste un trabajo increíble ¿aún te sientes adolorida? - Yulia negó con seguridad.
- Es el dolor con los resultados más placenteros. Estoy muy bien ahora ¿sabes por qué hoy? ¿Por qué nació antes de lo pensado?
- El doctor dijo que no había razones al parecer. Que simplemente ocurrió.
- La gran mayoría de casos de nacimientos prematuros, carecen de factores causantes - agregó una enfermera mientras caminaba a ellas. Gesticuló con sus brazos y Yulia finalmente le entregó su hija. El llanto volvió, pero esta vez no podían hacer nada si deseaban mantenerla saludable - le realizaremos todos los exámenes necesarios y en unas horas se les informará de su desarrollo.
- Está bien, gracias - susurraron a la vez ambas, mirándola partir con su hija en brazos - debes descansar - aseguró Elena irguiéndose y volviendo a tomar la mano de su esposa.
- Lo haré, sí ¿los niños?
- En las sillas de espera. Iré con ellos mientras duermes…Te amo, Yulia - le recordó acercándose a su boca y reclamándola en un suave beso. Un simple contacto casi sin movimiento para no estresarla más. Acarició su frente, con el pulgar y finalmente se separó.
La descubrió ya dormida, recibiendo su premio descanso por su arduo trabajo.
Buscó una sábana a su alrededor y la encontró en un mueble de la esquina. Fue en su búsqueda y la tomó. La abrió de vuelta a Yulia y la cubrió. En un pequeño debate mental, quería quedarse allí, vigilando el sueño de su esposa pero quería ir con sus hijos también.
Quería estar para todos y no perderse de ninguno.
Como si estuviesen estudiándola, el cuarto volvió a ocuparse de más enfermeras y se le ordenó salir ya. Acercándose a la salida, caminando hacia atrás para no dejar de ver a su esposa, recordó por qué la amaba tanto, por qué era su fuente de felicidad. Por qué la había elegido para compartir el resto de su vida.
Giró y empujó ambas puertas, encontrándose con sus hijos corriendo hacia ella al instante.
La unidad de cuidados intensivos neonatales estaba algo alejada y bajo un largo y final pasillo de la clínica. En ese momento era la única madre observando a su recién nacida. Viktoria y Samir estaban a su lado y permanecían en silencio, a la expectativa de que el doctor apareciera e informara algo de su pequeña hermana.
Elena podía distinguirla a la perfección, aún alejadas y con una enorme ventana de por medio. Allí, en la fila del medio, su hija dormía boca abajo, con su mano izquierda pegada a su boca y ajena a lo que pasaba a su alrededor.
Su muñeca derecha estaba rodeada de suero y una pequeña venda. Su pecho y espalda descubierta, recibiendo el calor de la incubadora especial que la cubría. E incluso tenía un pañal, algo grande para su tamaño pero se veía adorable dentro de el, pensó y no pudo evitar sonreír.
Ojalá Yulia pudiese estar viéndola justo en ese momento.
- Ekaterina es un bonito nombre - susurró aún con sus ojos en la niña. Minutos atrás, mientras esperaban el traslado de la pequeña a la incubadora frente a ellos, sus hijos le hicieron saber el deseo que tenían por llamarla así. Ekaterina, una de las pequeñas que compartía habitación con ambos mientras estaban bajo el cuidado de Olivia, en aquel campo en las prácticas de trabajo. Romanov solía enviarlos, obligarlos a padecer las consecuencias que las aventuras allí y la soledad infantil les proporcionaba.
En una de esas salidas, escalando una pequeña montaña a metros de la cabaña, el corazón de Ekaterina dejó de latir por un segundo y cayó al suelo en un profundo desmayo. Sin embargo el bombeo regresó pero, horas después, bajo la atención de médicos y en el hospital más cercano, la niña de seis años finalmente murió.
Para ambos, según sus propias palabras, Ekaterina era su hermana menor en aquel lugar, la que cuidaban entre los dos y la protegían de cualquier cosa. Por eso su anhelo de llamar así a la bebé que apenas llevaba tres horas en ese mundo.
- Ella caminaba delante de mí - murmuró Samir con los ojos entrecerrados y vigilando el dormir de su pequeña hermana - pero con mi asma, cuando comencé a sentirme mal, cambiamos los lugares. Mientras más alejado estuviese de la cima, menos se aceleraba mi respirar. Pero cuando el médico nos dijo que murió, nos informó también que ella sufría lo mismo. Interpuso mi vida por sobre la de ella.
Elena bajó la vista y lo vió: Samir era tan emocional como Yulia y su voz, sus gestos y su temblor lo delataba. Y le encantaba que fuese así, que hablara y actuara sin miedos.
Pasó un brazo por sus hombros y lo acercó a ella, sacudiéndolo ligeramente para dejar esa historia atrás.
- Ekaterina es un bonito nombre - repitió y él alzó la mirada a verla. Alegre, satisfecho y sonrojado - y tu hermana lo va a portar muy bien. Le encantará saber que ambos lo eligieron.
Sujetó a Viktoria y la pegó a su lado derecho. Los tres lanzaron un suspiro, aliviados y nerviosos cuando el doctor abrió la puerta a un costado y se acercó, con planilla en mano y un gesto indescifrable.
- Familia Katina - Samuel, aquel médico que había comenzado a atender y revisar a Yulia desde el primer día, finalmente había llegado horas atrás y dedicado a atender a su hija - veo preocupación en sus caras - Elena movió su cabeza, no quería bromas en ese momento, solo que le asegurara que su hija y su esposa estaban en perfecto estado - está todo bajo control respecto a la pequeña - lanzó aire, una cantidad satisfecha de triunfo y juntó ambas manos en su boca, celebrando internamente aquellas palabras - lamentablemente no esperó el tiempo suficiente y adecuado para salir pero no hay peligro presentado. Solo deberá quedarse unos días, una semana o más, quizá, en observación y luego más cuidados. Pero si todo marcha como sus primeras horas, todo seguirá igual luego también.
Samir dio un pequeño salto y llegó a Viktoria, para abrazarla emocionado a pesar de que a su hermana no le gustara el afecto en público. Sin embargo lo sujetó y se contagió de él. Elena los vió, radiantes y contentos y lanzó una corta risa antes de volver al hombre.
- ¿Y Yulia?
- Tampoco hay de qué preocuparse, su esposa en ningún momento presentó peligro. Por hoy pasará la noche aquí, pero mañana por la tarde será dada de alta - asintió, aún con la sonrisa en su rostro y oyó la pregunta de Viktoria, que era su duda también en ese momento.
- ¿Podemos pasar a ver a nuestra hermanita?
- Por ahora no será posible. Solo la madre y más tarde, cuando se le sea permitido. De igual manera, Elena, se te darán unas instrucciones, podrás cargarla pero como te lo indiquemos ¿alguna otra duda?
Por su parte no. Solo negó y dio un paso atrás, regresando contra la gran ventana y continuar viendo a su hija.
Esa no era la manera en que se imaginaba que ese momento llegaría.
Esa no era la forma que creía iba a ver por primera vez a su hija, a la niña que pasó 29 semanas dentro de Yulia.
Tocar el vidrio, el cristal que la separaba de ella a unos metros, se supone que iba a hacerla sentir especial. Iba a quitar su mayor sonrisa de felicidad, su llanto más emotivo y sus nervios próximos a tomarla entre sus brazos.
Imaginarla los primeros minutos en ese mundo, el que ella vivía a diario, era muy distinto a lo que estaba sucediendo.
Sin embargo, todo lo que la asustó desde que Yulia le dijo que estaba embarazada, incluso cuando la vió sobre aquel charco tras romper bolsa, se esfumó en ese instante y todo su interior estaba tranquilo, dichoso y complacido de vivir ese momento.
Acercó su frente al cristal y descansó allí, acariciando con una de sus manos el espacio que ella, su hija, ocupaba en el. Cuánto anhelaba entrar, cargarla y dejarle decenas de besos en su cabeza. Pero se conformó con lo que su imaginación le brindaba.
Ya tendría tiempo, en unos minutos, de hacerlo realidad.
Pensé que tardaría más! Saludos chicas, cuídense
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A psichobitch2 y a Veroska les gusta esta publicaciòn
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Esa conexión de madre es tan grande que todos los obstáculos que tenían ya quedaron de lado en el momento que la vio por primera vez. Adore este capítulo son tantos sentimientos que se transmiten que es completamente adorable. Sigo leyengo. Insisto amo este fic
Freen's Wife- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 23/06/2024
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Las dos muy emocionadas pero me parece que Lena ni dejará a Ekaterina solo cuando Julia le dé de comer xD.
3 para el final *solloza* no quiero que termine u.u
Que tengas bonita semana.
3 para el final *solloza* no quiero que termine u.u
Que tengas bonita semana.
LeaAgronsky- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 08/01/2024
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Hey ahhh la bebe nacio se que todo saldra bieb hay elena ama tanto su familia :3 ahora a esperar que pase las semanas y la bebe este muy bien que no se termine la historia estan especial ver a elena de esa manera y al fin consiguiendo una familia tan especial como ella.
Volkatin_420- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 13/03/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Que bonito capitulo ver la perspectiva de Elena de ver el nacimiento de su hija todos esos sentimientos que tenia al ver por primera vez a la bebe y el nombre hermoso, sus hermanos felices por la llegada de su hermana, me gusto mucho el capitulo.
Patricia Armstrong- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 22/05/2024
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
mírala a yulia y yo que creía que la pervertida era lena y la otra sale con estas fantasías grrr par de hormonales hahaha Me encantó elena cumpliendo los caprichos a yulia ay es que yo muero de amor con una lena dominada y una yulia caprichosa... Grrrrrr sexy
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Es hermoso, los dos capitulos, el susto que es reemplazado por el nacimiento de un bebé.
El inicio del primer capítulo me hizo reír, al final Elena la escultó cómo dijo Yulia que la dejaría si se bañaba rápido la última vez y resultó ser una fantasia de la morena... Esos niños, Caray! Escuchando a esas dos, que andan aborasadas por las hormonas porque Lena feliz por ello.
Y el segundo capítulo en cambio, el hecho de cómo Elena quería estar con su esposa y sus hijos, con todos a la vez, querer protegerlos y su pequeña... Katya va ser muy consentida por todos.
El inicio del primer capítulo me hizo reír, al final Elena la escultó cómo dijo Yulia que la dejaría si se bañaba rápido la última vez y resultó ser una fantasia de la morena... Esos niños, Caray! Escuchando a esas dos, que andan aborasadas por las hormonas porque Lena feliz por ello.
Y el segundo capítulo en cambio, el hecho de cómo Elena quería estar con su esposa y sus hijos, con todos a la vez, querer protegerlos y su pequeña... Katya va ser muy consentida por todos.
Última edición por Veroska el 8/4/2024, 9:50 pm, editado 1 vez
Veroska- Mensajes : 107
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Que bonito capitulo ver la perspectiva de lena de ver el nacimiento de su hija todos esos sentimientos que tenia al ver por primera vez a la bebé y el nombre hermoso sus hermanos felices por la llegada de su hermana, me gusto mucho el capitulo.
LenaVolkova66- Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 16/04/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Cap. XLVIII: "De rodillas"
Elena podría anotar mentalmente, e incluso en un viejo papel, los mejores momentos de su vida y ese estaría entre ellos. Peleándose codo a codo, quizá, con el primero. Con el mejor.
Sostener a su hija, a su bebé que hacía siete horas atrás había nacido, contra su pecho y sentir la tranquilidad que ella le transmitía, su respiración apenas costosa, y sus dedos empuñados, retenidos bajo su cuello como si de allí no se quisiera separar; era sin duda unos de los momentos favoritos de sus últimos años y de sus últimos meses. De sus últimos días incomparablemente.
Su camisa estaba abierta y su hija resguardada en su pecho, como lo había indicado el médico. Debía traspasarle calor, tranquilidad y ayudarla a mantener un ritmo constante en su respiración. Ella acariciaba su espalda, cubierta por una manta color celeste y la oía dormir.
Elena se movía de un lado a otro, en un pequeño círculo y casi en silencio para no alterar sus sueños y despertarla. Era la segunda vez que sostenía a un bebé y hasta minutos atrás no tenía idea de cómo hacerlo. Sin embargo, más allá de las órdenes del doctor, apenas tomó a Ekaterina entre sus brazos, algo en su interior coordinó hacia afuera y lo entendió todo con rapidez.
Y ahora simplemente no quería que la alejaran de ella. Ni siquiera Yulia, que no paraba de llamarla y pedirle que se la entregara, un momento si quiera, para poder tenerla unos minutos.
- Elena - murmuró la morena y ella simplemente continuó besando la cabeza de su hija. En parte le gustaba oírla refunfuñar y quejarse. Pero en parte aún mayor, le gustaba disfrutar esos segundos de ella y su hija - sabes que soy su otra madre ¿cierto?
- Shhh…vas a despertarla - estaba de espalda pero podía imaginársela rodar los ojos. Y eso le gustaba. Le gustaba fastidiar a su esposa casi tanto como hacerle el amor.
- Quiero cargarla también.
- Literalmente aún no puedes cargarla. Todavía estás en la cama - bromeó ella observándola por sobre su hombro. Se le había permitido retirar a la recién nacida de su incubadora con la única condición de mantenerla en un solo sitio, caluroso y con ella o Yulia para brindarle confort. Así que se dirigió con Ekaterina en brazos hasta el cuarto donde su esposa pasaba las últimas horas antes de ser dada de alta.
- Que graciosa. Eres tan graciosa que estoy riendo en el suelo…que me la traigas, Elena - repitió entre dientes.
Esta vez lo hizo. Giró sobre sus talones y rodeó la camilla. Allí, como en el momento del parto, se detuvo en el mismo lugar y pasó uno de sus brazos en toda la espalda de la niña. Sin embargo, cuando quiso alejarla, hizo el intento de despertar mientras se quejaba.
Elena se mantuvo intacta y, para cuando Ekaterina volvió a cerrar los ojos y dormir, la retuvo contra su regazo y bajo su cuello. Miró a Yulia y pareció no molestarse, porque las observaba con una sonrisa y sus ojos perdidos, maravillados en las dos y su interacción.
- Esto es como mirar mi película favorita. Una y otra vez - murmuró la morena - te ves encantadora con nuestra hija en brazos - sus mejillas se sonrojaron e intentando quitar el pudor, regresó a su pequeño bailoteo de un pie a otro en su lugar - quién te viera ahora. Dejaste atrás aquello de tus gritos y órdenes y una bebé tiene control sobre ti.
- Mi familia tiene control sobre mí. Ustedes me tienen de rodillas y pareciera que me controlan sin siquiera quererlo. Y ahora que lo pienso, eso es un tanto injusto - Yulia rió.
- No me digas.
- Estoy hablando en serio…es como si ustedes me ordenaran ahora y yo los obedeciera sin chistar.
- Eso es bueno, mi amor. Créeme - una media sonrisa se curvó en ella, con obviedad y algo de resignación gustosa. Y siguió luego la línea de mirada de la morena que, sin apartar el brillo, cuidaba el sueño de Samir y Viktoria en el sillón a un lado de la puerta.
Eran pasadas las 6 a.m y, por mucho que desearon ver a su hermana más de cerca, el sueño los venció antes, cuando Elena esperaba por Ekaterina en la sala de neonatos. Ahora dormían al parecer de manera cómoda, Viktoria sentada, bien erguida contra el respaldar y su brazo izquierdo sosteniendo su rostro. Samir estirado, casi sin importarle tener sus dos piernas sobre los muslos de su hermana y sus brazos colgaban, casi rozando el piso.
- Le dolerá el cuello cuando despierte - aseguró la morena al ver la rara e incómoda posición en la que el niño dormía. Elena asintió, divertida de solo imaginarlo y que así suceda - ¿por qué no los llevas a casa?
- No querrán irse. Quieren conocer a su hermana aún y no se irán sin hacerlo.
- Estoy segura que si los cargas hasta el auto ni lo notarán - Elena negó ligeramente. Su objetivo era llevarse a los tres juntos, a los niños y a Yulia para una pequeña sorpresa y un nuevo cambio para todos. Sabía que a Ekaterina debían dejarla unos días en la clínica, así que luego de hacerlo, regresaría con ella - no hubiese creído nunca que esto pasaría. Así, tan rápido. Ni siquiera nos dio tiempo a planear algo.
- ¿Algo cómo qué?
- No lo sé. Su cuarto ¿quizá? Comprar su cuna, elegir el color adecuado…su ropa.
- Usará ropa muy pequeña - murmuró ella ilusionada, imaginando sus dedos dentro de alguna prenda antes de pagar y llevarla a casa - tendremos tiempo para eso, Yul - zanjó el tema y la morena asintió, posiblemente imaginándose lo mismo.
Detuvo sus movimientos cuando la niña reinició los de ella. Ekaterina sacudió apenas sus pies y ella la alejó hasta verle el rostro: su llanto comenzó con esfuerzo y sus ojos se abrieron preocupada.
Elena tragó saliva nerviosa, con miedo y mirando cada rincón de su hija ¿es qué había hecho algo mal mientras la sostenía y por eso despertó? Quiso regresarla contra su cuello mientras acariciaba su espalda pero sus gritos aumentaron.
Yulia rió y finalmente volteó a verla. No veía nada gracioso en esa situación.
- Solo debe tener hambre - dijo la morena estirando sus brazos - dámela.
Y al parecer su esposa tenía razón. Cuando Ekaterina pegó su boca al pecho de su madre, su llanto se opacó y comenzó a oírse el sonido succionando de su lactancia. Parecía feliz, una sonrisa atravesaba sus labios mientras descansaba ahora entre los brazos de su otra madre. La que más conocía momentáneamente por haber vivido con ella sus primeros meses.
- ¿Lo ves? - continuó Yulia - no debes preocuparte por nada, Elena. Harás siempre todo bien.
Quiso inclinarse y besarla, agradeciéndole de tener esa oportunidad de aprendizaje con ella. Pero otro grito se oyó y esta vez era Viktoria, que despertaba a su hermano para conocer a la pequeña. Se prendió la camisa otra vez mientras los oía avanzar y les dio un segundo la espalda hasta terminar.
Los oyó correr y los vió golpearse contra la camilla emocionados, observando con fascinación lo mismo que ella.
- ¿Te duele? - le preguntó Viktoria, acariciando la cabeza de Ekaterina. Yulia negó ligeramente, aunque sí, algo de incomodidad sentía - ¿puedo cargarla?
- No, yo quiero cargarla primero - dijo Samir empujando con su cadera a la rubia.
- Yo llegué antes. Tú estabas dormido.
- Pero yo soy el mayor y soy niño. Tengo más fuerza y la cargaré bien.
- ¡Yo también la cargaré bien!...¡Mamá! - exclamó mirándola y Elena rodó los ojos. Solo sus hijos podían ser los únicos niños en pelear a plena madrugada.
- ¿Pueden bajar la voz? - les pidió mirándolos seriamente. Mientras discutían, Ekaterina apretaba sus ojos y movía sus pies y brazos, signo de que el ruido estaba perturbándola - aquí dentro no se grita. Estamos en una clínica.
- Él comenzó - susurró Viktoria.
- Además, la cargarán ambos - aseguró Yulia, haciendo sonreír ilusionados a los dos - pero deben esperar a que termine de comer.
Ambos niños asintieron y continuaron con sus ojos en la pequeña hermana que iban a tener que cuidar ahora. Elena los notó acompasados, ansiosos porque el momento de tenerla entre sus brazos se acercara. Incluso la pierna izquierda de Samir se agitaba fuertemente contra el piso.
Curvando una sonrisa, ocupó la silla a un lado de la camilla y estiró sus brazos hasta cubrir el abdomen de su esposa. Se recostó allí, para acariciar de manera fantasmal a Ekaterina y esperar impacientemente como sus otros dos hijos: el turno por volver a cargarla.
***
Llevaba solo cinco minutos fuera de la clínica, quizá menos. Con su pie en el acelerador y su familia en el auto, esperando porque encendiera, y ya quería regresar al interior.
Le habían dado el alta a Yulia e iba a llevarla a casa. Pero su hija estaba aún dentro de una incubadora, acostumbrándose a que allí pasaría los próximos días. Y no quería dejarla sola por mucho que el médico y las enfermeras se comprometieron a ejercer su trabajo.
Ella era su madre y consideraba que no debía despegarse de Ekaterina por mucho que debiera hacerlo.
- Tengo hambre - le dijo Viktoria pateando su asiento - ¿puedes arrancar ya? - le dio una última mirada al edificio y movió la palanca de cambios. Incluso mientras se alejaban del estacionamiento, lo observó por el espejo retrovisor.
- Elena….Elena debes estar tranquila - insistió la morena dejando una mano en su muslo - volveremos en un rato ¿de acuerdo? - agitó la cabeza. Casi caprichosa, cual niña cuando le niegan algo.
- Tú debes descansar, lo dijo el médico.
- Y Samir se quedará contigo - agregó Viktoria - yo regresaré con Elena.
- ¡No! Yo también quiero volver ¡no es justo que solo tú la cargues!
- No podemos dejar a mamá sola. Y por mamá me refiero a Yulia - insistió la pequeña.
- Por mi no deben preocuparse - dijo Yulia dedicándoles una mirada - pueden volver ambos pero - alzó apenas la voz cuando los dos intentaron dar un salto - se ducharán y cambiarán su ropa antes.
- No quiero que te quedes sola, Yul - este tipo de situaciones quizás iban a empezar a presentarse. Sonaba algo ridículo, tal vez, para alguien más. Pero en su cabeza no le gustaba cómo se veía el elegir a alguien de su familia y apartarlo un momento, solo para elegir a alguien más y pasar más tiempo con el - podría solo pasar unas horas con Ekaterina y volver a casa por la noche. A dormir contigo - agregó con timidez y la morena le sonrió dulcemente.
- Puedes hacer cómo tú quieras. Además solo será por hoy, hasta que mi cuerpo se recupere.
Asintió, mientras doblaba y apretó los labios frente a los murmullos sorprendidos del resto.
Debía doblar muchas cuadras después. Y hacia el lado contrario.
Había entrado a otro vecindario, con las calles más anchas, más espaciosas que el barrio dónde ella vivió desde su independencia y dónde había pasado los últimos días con su familia.
Y esa era la pequeña sorpresa que tenía preparada para ellos. Hubiese deseado que Ekaterina estuviese allí, por mucho que no entendiera lo que iba a pasar o lo nuevo que la rodearía. Porque el momento hubiese sido más especial, más íntimo y perfecto si la pequeña hubiese ingresado a su lado, en los brazos de Yulia.
Descendió la velocidad y se detuvo finalmente frente a una casa. Grande, se distinguía con claridad los dos pisos que la formaban y estaba ubicada de lado izquierdo, con un gran patio frontal y con solo unas pocas casas vecinas.
Parecía tranquilo. Un lugar en que no se oían los ladridos de perros ni gritos ajenos. Llevaban algún tiempo hablando del tema con Yulia, de conseguir otra casa y mudarse de su antiguo departamento. Y ella lo había estado haciendo, tranquila y a su tiempo y en realidad estuvo a punto de adquirir otra. Pero tras el adelanto de Ekaterina, una cercana a la clínica era lo ideal.
Se echó contra su asiento y se quitó el cinturón de seguridad. Volteó a verlos y Yulia miraba hacia todos lados, intentando entender y no saltar de emoción si una de esas viviendas estéticamente adineradas era suya ahora.
Viktoria pareció distinguirla, porque su rostro estaba pegado a la ventanilla y en dirección a ella. A esa casa de un color similar a su piel, algo amarillenta y con un costoso césped a sus costados y en una pequeña porción adelante también, marcando el camino hasta la puerta.
- Es esa ¿cierto? - preguntó golpeando con su dedo el cristal. Elena asintió, orgullosa y satisfecha de sus gestos - carajo, Elena. Es un maldito palacio.
- Ni lo digas. Es hermosa, Elena no… ¡Viktoria, el vocabulario! - se auto detuvo Yulia antes de quitarse el cinturón - Pero los niños ya habían abandonado el coche y corrían hacia la entrada - no era necesario que lo hicieras.
- ¿Y por qué no? Llevo años ahorrando dinero. Y sabes que hablo de una cantidad grande…si no lo gasto para ustedes entonces nunca se gastará. Quiero compartírselo… ¿te gusta? - Yulia asintió, por supuesto que le gustaba. Cualquiera que la viera, quedaría encantado con esa residencia.
- Me encanta - se estiró hasta ella y la morena rodeó su rostro. Sus manos cálidas, su boca sobre la de ella y observándolos, esperando porque ella avanzara y los reclamara en un beso.
Se inclinó apenas y lo hizo. Sabía que la morena aún estaba algo agotada y no quería hacerla perder tiempo. Con una mano en su cintura, intensificó el contacto como nunca podía negarlo sin importar el lugar dónde estuviesen.
El sonido característico de sus bocas al chocar, su cabeza moviéndose en dominio y la de Yulia respondiendo y el calor que subía desde su interior hasta sus mejillas, eran otros de los mejores momentos que podría anotar al lado de cargar a Ekaterina. Ni una línea más arriba ni una línea más abajo. Al lado, una con otra.
- ¿Tienes las llaves? - con su boca abierta sobre la de su esposa, Elena se alejó apenas y volteó a su ventanilla. Una insistente Viktoria movía la palma de su mano esperando por lo pedido.
- Enseguida vamos ¿pueden dejar su ansiedad solo dos minutos?
- ¿Y pueden ustedes dejar de besarse todo el tiempo? No seríamos ansiosos si ustedes dejaran de hacerlo ¡vamos, muévanse!
Rodó los ojos y le dejó un último beso a Yulia. Se bajó y rodeó el coche para ayudarla a hacerlo. Con sus dedos entrelazados, caminaron hasta la puerta, donde sus hijos peleaban por entrar primero y seguramente para escoger la habitación más grande.
- No van a entrar si no se calman - les advirtió al ver unos empujones entre ellos - además hay un cuarto para cada uno que yo misma elegí.
- ¿Qué? - se quejaron ambos en un grito - no puedes escoger mi cuarto - agregó Viktoria.
- Ni el mío - la apoyó Samir.
- Pues que pena, porque ya lo hice - quitó las llaves de su pantalón y abrió. Les cedió el paso y ambos corrieron escaleras arriba.
Ella en cambio rodeó la cintura de su esposa y caminó a su lado, cerrando tras ellas e intentando guiarla al sillón.
- No quiero sentarme - la contradijo la morena - ¿por qué no me muestras lo que has comprado? - sus mejillas se tornaron rojas y sin saber la razón. Pero apretó más el agarre con Yulia y, tratando de mantener un ritmo lento y seguro, subió el primer escalón, siguiendo los pasos de sus hijos.
- Tiene una piscina. Oh, mierda, es la piscina más grande que vi en mi jodida vida…. ¡tiene una piscina! - ellas apenas estaban llegando al último cuarto, al final del pasillo, cuando oyeron los gritos de Viktoria.
Tras ingresar, la descubrieron con ambas manos sobre una pared de cristal, observando hacia el patio trasero la gran piscina que tanto alardeaba.
- ¿Y por qué este cuarto no tiene una cama? Quiero que este sea mi cuarto.
- No - fue la simple y corta respuesta de Elena mientras veía a Yulia caminar dentro de el - tú ya tienes el tuyo. Samir el de él y este veremos con Yul más tarde en que lo podemos ocupar - Viktoria alzó los hombros, desinteresada mientras caminaba hacia ella.
- Aquí lo importante es que hay piscina - pasó a su lado y Elena rió. Ladeó apenas la puerta y llegó a la morena, que ocupaba el lugar de Viktoria segundos atrás.
- ¿Qué sucede? - preguntó abrazándola.
- ¿No crees que es un tanto peligrosa? La piscina. Es grande y al parecer bastante honda.
- Está cubierta y vacía ahora, Yul. No la usarán hasta el verano.
- ¿Qué tan seguro es lo que la cubre?
- Muy. Lo probé yo misma lanzándome y aquí estoy.
- Uhm ¿estás segura? - Elena hundió el rostro en su cuello.
- ¿Estás diciéndome mentirosa? - la besó. Jugueteó de manera infantil con besos en todo su cuello y la oyó reír. Tomó las manos de Yulia, mientras continuaba en su burbuja de diversión y las separó, elevándola hasta dejarlas sobre esa pared transparente. Se pegó a su espalda y mordisqueó su oreja, liberándole un suspiro que pretendió ignorar - podría ser nuestro cuartito de amor - susurró bajando con más besos.
- ¿Cuartito de amor?
- Ajá…las paredes son a prueba de sonidos. Aquí podrías gritar todo el tiempo mientras te tomo - la oyó jadear y sonrió victoriosa. Entrelazó una de sus manos y la otra la bajó por todo su torso, sus pechos y llegó a su pantalón deportivo. Sin problemas, sus dedos se deslizaron en el interior y Yulia se golpeó contra ella, cuando apretó su clítoris y se encorvó gimiendo - Sí, será nuestro cuartito de amor.
La giró y atrapó su boca. Le rodeó la cadera, con posesión y los brazos de Yulia pasaron tras su cuello, con el mismo objetivo. Era como una guerra por dejar el dominio en claro, el orden predispuesto y la pertenencia hacia la otra.
Era como esa sensación de felicidad que solo se puede vivir una vez.
- Quiero ducharme - se separó la morena, con un poco de sudor en su frente. Elena llevó el pulgar a su mejilla y la acarició, sonriéndole mientras asentía - ¿puedes ayudarme?
- Claro que sí, mi amor. Ahora y cuando quieras - tomó su mano y la guió fuera de la habitación, cerrando y caminando a la otra punta del pasillo. Allí, el cuarto que compartirían, esperaba por Yulia, para que lo conociera.
Todo era violeta, cálido, casi claro y se miraba hasta clásico. Una habitación grande, con una cama en el centro, muebles, una televisión y Yulia no pudo evitar caminar directo a una de las paredes: una cuna se detenía contra ella. Blanca, baja y con algunos osos de felpas de distintos colores.
Hasta un cojín en forma de corazón, con una pequeña declaración de amor en dos palabras, llevaba al pie la inicial de su nombre.
- Ese es para ti - le dijo Elena cuando lo tomó - bueno, en realidad…todo lo mío es para ti.
Yulia volteó, observándola acercarse y se alejó justo cuando quiso abrazarla. A un costado, con la mirada sorprendida de su esposa, se cruzó de brazos y alzó una ceja.
- Es bueno escuchar eso porque…tengo una pequeña duda sobre algo que te pertenece y quiero que me aclares - Elena frunció el ceño. No podían tener dudas sobre la otra, no ahora que todo marchaba bien, perfecto y no había nada que pudiese obstruirlo.
- ¿De qué hablas?
- ¿Has traído las cajas de la mudanza? - negó ligeramente. Iba a hacerlo días después, incluso cuando Ekaterina ya estuviese en casa porque la nueva adquirida tenía suficientes muebles como para regresar los antiguos. Yulia sonrió misteriosamente.
- Genial, cuando las traigas, me avisas que debo mostrarte algo. Algo sobre lo que debes responderme.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Yo quiero más capítulos para saber su relación con sus hijos y sobre todo con el nuevo integrante. Quiero más quiero mas!!!! Jejeje besitos!
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Que tierna se aha ver lena con su hija y no quiere compartirla con nadie y que sera de lo que habla yulia, me gusta ver como disfruta lena ver felis a su familia. Me gusto mucho el capitulo.
Ice-Man- Mensajes : 38
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Linda, tierna, amorosa, sobreprotectora... Ahhhhh es bella Lena tanto como Yulia pero este momento de conexión con su hija es único... Estuvo muy bueno el capítulo, como plumas volando en el ambiente, cálido.
Y también me quedé con la duda de Lena frente al comentario final de Yulia
Y también me quedé con la duda de Lena frente al comentario final de Yulia
Veroska- Mensajes : 107
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
me morí de amor al imaginarme a lenita embobada con su niña es que asfksdhhg es tan hermosa
LenaVolkova66- Mensajes : 216
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Me encanta la historia es tan unica xD ame a Elena cargando a Ekaterina y tratando que no despertara se que cuando llegue la bebe a la casa Elena no va a querer salir del cuarto siempre estara para su pequeña ,el otro cuarto del amor sera para las noches xD
Freen's Wife- Mensajes : 37
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Ay Lenita solo quiero verte cuando ekaterina tenga novio o novia y ahí se te van a encrispar los bellos hahahaha
Corderito_Agron- Mensajes : 305
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Por fin pude ponerme al corriente con la historia qué va increíble que felicidad leer como están teniendo tan linda vida de casadas con su familia es hermoso 🥰🥰. Cariño andaba perdida por lo del país aquí en Venezuela una locura desde el 28 en el mal sentido y nisiquiera se puede entrar en detalle sobre eso porque vas preso pero bueno apesar de lo difícil aun con mucha fe q este es el final, saludos espero que estés muy bien
Fati20- Mensajes : 1370
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Localización : Venezuela
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Cap. XLIX: "La regla final"
- Regla número 28: escucha, haz y habla lo distinto a lo que piensas. No querrás obtener un resultado por el que no trabajaste….regla número 29: no te salgas de tu camino, incluso cuando alguien esté yendo hacia el mismo y todo parezca desestabilizarse. Regla número 30: cuando encuentres el objetivo y te instales en el, no veas, no….
- Yulia, eso es…
- Aún no terminé - la cortó ella con una mirada por sobre la agenda. Elena rodó los ojos y se cruzó de brazos, echándose contra la silla mientras su esposa continuaba en ese acto casi infantil.
Había llevado las cajas para completar la mudanza esa misma mañana y, ahora, luego del almuerzo, mientras sus hijos jugaban en el patio, ellas estaban en el cuarto final por orden de Yulia, para preguntarle sobre esas reglas y observar desde allí también a Viktoria y Samir.
Llevaban cinco días viviendo en su nueva casa, en un barrio prestigioso, cálido y ambientado justo para lo que necesitaban: horas serenas para tranquilidad de Ekaterina. La niña debía dormir dos horas más que un bebé habitual y ella sabía que lo conseguiría con ese ambiente que los rodeaba ahora.
- Regla 39: Pierde la cabeza, intranquilízate y no contengas tu temple ante nadie. Ni con tus compañeros, si alguna vez los tienes… eso es un tanto estúpido - agregó la morena bajando con su dedo por la página para leer la siguiente - regla 42: nunca traiciones tus propias reglas, tus ideales, tus principios. Estarías tirando todo el trabajo por una cañería…. ¿una cañería?
- ¿Puedes dejar eso ya? Es de mi privacidad - Yulia la fulminó con la mirada.
- Aún me queda una….regla 43: solo puedes temerle a tu propio jefe…. ¿A Iván? - gesticuló casi con asco y descendió hacia el último renglón - regla número 50… ¿por qué está vacía? No hay cincuenta.
- Nunca se me ocurrió una.
- Se te ocurrieron 49, porque las escribiste tú ¿cierto? ¿Se te ocurrieron a ti?
- Ya lo sé. Y sí, las escribí una noche luego de fracasar en mi primer trabajo. Necesitaba algo que pudiese incentivarme a continuar y decidí poner algo así como….restricciones. Algo que me obligara a cometer lo que debía y restringir lo que molestaba.
- Muchas hablan de tus compañeros o de los que pudieses llegar a tener - agregó rápidamente cuando vió que iba a protestar. A decir verdad, sabía que ellos eran la segunda compañía que Elena tuvo en algún empleo y eso no le molestaba, le generaba algo de tristeza que la pelirroja nunca se adaptara a alguien más que no sea ella misma.
Cuando despertaba antes por las mañanas, siempre acariciaba su rostro, el costado de sus ojos con lentitud y se recordaba lo hermosa que era su esposa. Y la consideraba hermosa en complemento con su personalidad. Así, fría y arrogante como la conoció y familiar y sencilla como lo era ahora. Elena para ella era impecable, inmejorable y magnífica para sus ojos al despertar y sus oídos al dormir. No le faltaba nada y mucho menos le cambiaría algo.
Además sabía socializar, que no le gustara era otra cosa pero ese trabajo le obligaba a hacerlo, así que se podría haber adaptado cómodamente a alguien más. Sin embargo no lo hizo, no le gustaba y esa era la razón por la que llevaba preguntándole de esa agenda y lo que llevaba escrito en ella.
- Sabes sobre eso, Yul. No me gustaba compartir tiempo y espacio con nadie. Los demás eran estorbo para mí, no me gustaba. Me hacía sentir incómoda.
- ¿Y ahora? - Elena gesticuló una sonrisa. No había punto de comparación su presente con el pasado solitario que la rodeaba y porque ella lo elegía. Le hizo una señal con su cabeza y ella dejó la agenda a un lado, caminando con vergüenza hasta la pelirroja.
Se sentó sobre sus muslos juntos y rodeó su cuello. Elena atrapó su cintura y hundió el rostro en su suelto cabello, cerrando los ojos al respirar ese perfume con aroma a frutas. Ella misma se lo había regalado y a decir verdad le gustaba cuando lo usaba en casa, para ella.
Era como si otro centímetro del hilo que las unía, aumentara.
- No quiero volver a estar sola si puedo tenerte a ti - le murmuró contra su oreja - no quiero nada de esa vieja Elena si puedo mantener la que reluces en mí. Y eso incluye aquella agenda, con cada palabra y emoción que antes me formaba.
- Dicen por ahí que cualquier cosa es mejor a estar solo.
- No - aseguró la pelirroja con la nariz acariciando su mejilla - estar contigo es mejor que cualquier cosa. No voy a perderme un solo día de ti, Yulia. Y de nuestra familia. No voy a olvidarme otra vez cómo se sentía ser feliz.
De frente a la gran ventana de cristal, Yulia se cercioró de que sus hijos jugaran alejados de la piscina, por mucha seguridad que tuviese cubriéndola y volteó en busca de la boca de Elena. De la boca que despertaba su pasión, sus pensamientos más calurosos y la locura de no querer separarse.
La besó con esa tiranía que hacía a Viktoria reclamar para que se separaran. Pero su hija no estaba allí, no las vería y no las interrumpiría. Las manos de la pelirroja se movieron en su cadera, pretendiendo que girara y ella lo hizo, acomodó sus piernas a cada costado de Elena y un leve roce cedió a la puerta de frenesí que nunca cerraban.
Los dedos de la pelirroja se colaron bajo su remera y jugueteaban en su espalda, acercándola más contra ella mientras el sonido de sus bocas inundaba la habitación. Se meció hacia adelante, liberándole un suspiro y golpeó hacia atrás luego, recibiendo una mordida en su labio inferior.
Fue cuando Elena quiso comenzar a desnudarla que se alejó, con un estruendoso ruido y se puso de pie. Con las manos en las rodillas de su esposa, le sonrió con burla y se echó hacia atrás cuando intentó volver a besarla.
- Debemos ir por Ekaterina - le susurró con sorna acercándose peligrosamente otra vez. Sabía que la pelirroja no iba a negarse a eso, a su hija, así que caminó con sus dedos hasta su entrepierna y apretó allí la mano, riendo al verla tirar su cabeza hacia arriba - vámonos.
- ¿Así? - reclamó Elena señalando su pantalón. Yulia le dejó un último y sonoro beso en la boca y asintió, alejándose para caminar a la puerta.
- Si, así. Iré por los niños…si quieres haces lo tuyo en el baño y te esperamos en el auto - se burló dejándola sola finalmente.
- Algo que deberías hacer tú - murmuró Elena dejando la silla. Se pasó las manos por el rostro y controló su respiración, antes de seguir los pasos de su esposa.
***
Iba a volverse infantil, entonces, Viktoria tenía razón. Pero se trataba de Ekaterina y, pelear con ella y Samir por ver quién la cargaba, entonces que la hiciera ver infantil.
Abandonó el auto con el cargador de su hija, que había comprado en conjunto con un coche paseador y allí estaba, llevándola con su mano derecha hacia el interior de la casa. Elena empujó la puerta y les dio el paso a los demás para cerrar luego.
Lo dejó sobre la mesa ratona y sonrió cuando nadie hizo el intento de retirar a una dormida Ekaterina de allí dentro, dejándole esa labor a ella. Se inclinó a la altura de la pequeña silla y pasó sus manos bajo los brazos de su hija, alejándola del acolchonado espacio para guardarla contra su pecho.
Oyó el sonido de sus labios chocándose, intentando abrirlos para bostezar y que lo hizo cuando se acomodó bajo su mentón. La pequeña rubia, idéntica al color de Yulia cuando era bebé, continuó durmiendo como si no notara que ya lo hacía en otro lado.
- Te controlaremos el tiempo - la señaló Samir - diez minutos y luego quiero cargarla.
- Y luego yo - continuó Viktoria echándose contra el sillón, con su cabeza sobre las piernas de Yulia.
Elena iba a decirles algo, quizá sí o quizá no pero el sonido contra la madera del piso la interrumpió: Mumu corría hacia ella llegando desde una de las habitaciones de la planta baja. Se detuvo sobre su pierna, alzado en dos patas y moviendo su cola esperando conocer el nuevo integrante de la familia.
A pesar de que ya no era cachorro, continuaba siendo pequeño físicamente así que, con la mirada soñadora de la morena sobre él, se sentó al lado de Samir y esperó por la mascota, que se sostenía ahora sobre sus rodillas.
- Tranquilo, Mumu. Es Ekaterina y debes estar calmado - intentó alejarlo cuando el perro lamía el rostro de la pequeña con total emoción. Él lanzó un ladrido hacia Elena, ignorando sus reclamos y continuó su demostración de amor hacia la más pequeña de la casa.
- Mumu eres tú - dijo Viktoria observando la escena - Ekaterina es Yulia y yo sería…y yo sería tú cuando quiero que se separen. Así que ponte cómoda porque esto tomará tiempo.
- Espero que lo hayas bañado, Viktoria - murmuró en cambio Elena - no quiero olor en su boca ni microbios en Ekaterina.
- Bésalo y compruébalo por ti misma - se burló la niña y ella oyó la risa de Samir a su lado. El niño era Yulia, si continuaba las comparaciones, Viktoria ella misma y Ekaterina sería la combinación perfecta de ambas y de sus hermanos. Disfrutaría cada segundo con ella, en sus brazos y la cuidaría a cada momento. Pero moría también por verla crecer, felicitándose a sí misma de que así sería. De que su pequeña rubia, con sus ojos verdes, sería el punto medio de ella y Yulia.
Cuando Ekaterina despertó, aturdida por la lengua de Mumu aún recorriendo cada rincón de su cabeza, sus ojos verdes se encontraron. Eran casi idénticos, iguales y reflejaban a la otra sin problema. Nuevamente allí estaba, parecía que estaba sonriéndole y ella llevó la boca a una de sus mejillas, sintiendo los pequeños dedos en su oreja.
- Ya pasaron los diez minutos. Me toca - reclamó Samir impaciente y ella volvió a cargarla con cuidado. La dejó sobre el regazo de su hijo y una sonrisa ocupó todo su rostro: Ekaterina apretaba el mentón de su hermano en una muestra de reconocimiento. Y él le hacía gestos en una señal de seguridad, de que no solo Elena la cuidaría.
Cuando Viktoria ocupó el otro lado de Samir, ella dejó el sillón y se acomodó al lado de su esposa. Yulia demostraba con su mirada emocionada, sus ojos aguados y su sonrisa de felicidad completa, lo que con sus palabras no. Suponía que no discutía por cargar a Ekaterina porque tenía sus momentos, incluso más que ellos tres. Pero sabía que se moría de ganas por hacerlo también.
Pasó un brazo por sus hombros y la acercó a ella:
- ¿Lo has notado? Podríamos tener otros hijos y saldrían igual de hermosos. Somos la genética ideal - Yulia río y le dejó un suave golpe en el pecho, divertida al imaginarse otro futuro. Quizá hasta podían tener un niño y sería igual pero distinto a Ekaterina: sus ojos azules y su cabello rojo como lo llevaba Elena.
- Tú solo quieres usar ese cuarto, admítelo.
- Por supuesto. Pero además, le debemos el hermano a Samir - una de sus manos bajó hasta el cinturón de Yulia y jugó peligrosamente allí. Sus hijos estaban encerrados en una burbuja solo para ellos tres y no oían ni veían si quiera lo que hacían. Pero la morena la alejó y regresó sus dedos sobre su hombro.
- Aún no puedo. Mi cuerpo debe regresar a la normalidad primero.
- ¿A qué te refieres con regresar a la normalidad?
- A eso. Quiero retomar mis ejercicios, las caminatas y que los restos del embarazo desaparezcan ¿me entiendes?- Elena juntó las cejas, confundida y repitiendo cada palabra ¿Cómo iba a retomar esa actividades con Ekaterina ahora en casa? Imposible, no podía irse y dejarla al cuidado por mucho que amara sus momentos con su hija en brazos.
Porque cuando lloraba, era porque quería a Yulia. O alimentarse pero era lo mismo. Por mucho que la niña no se quejara cuando estaba con ella, cuando estaba sin la morena sí lo hacía.
Así que no, no la entendía. Sin embargo, algo de razón Yulia tenía, y era que debía recuperarse del embarazo, porque eso la llevaba a tener sexo de vuelta y el sexo la hacía feliz. No porque quedaran restos físicos en ella.
Por lo tanto, si ambas estaban de acuerdo en que ejercicios quería, ejercicios le daría.
***
- No. Si te quitas la venda no habrá sorpresa, Yulia - le reclamó, dándole un manotazo cuando intentó descubrir sus ojos. Guiaba por la espalda a su esposa, hacia el final del pasillo, aprovechando la hora de la noche y que los niños dormían. Llevaba incluso un pequeño aparato, colgado de pantalón que les permitía oír si Ekaterina despertaba. Pero era pasada la medianoche y nunca, desde las tres semanas que llevaban viviendo allí, su pequeña hija despertaba. Dormía plácidamente y horas ininterrumpidas desde las 20, hasta la hora en que alguno de sus otros hermanos despertaban al otro día e iban por ella.
- Pero no veo nada - rodó los ojos.
- Esa es la idea ¿qué parte de sorpresa no entiendes?
- Bueno, puedes empezar por bajarme el tono ¿no te parece? - la ignoró, obligándola a que diera los últimos pasos y finalmente se encontraban dentro de otro cuarto. Encendió la luz y dejó el aparato que colgaba a un lado. Volvió a la puerta, pasando la seguridad y se detuvo tras la morena - estamos en nuestro cuartito. Puedo olerlo - rió, contra su cuello y asintió. Se habían pasado días atrás limpiándolo y pintándolo al gusto de Yulia. Pero hasta el momento no lo habían utilizado, así que ese consideraba que era un buen momento.
- Tú quieres tus ejercicios - susurró apretando con ambas manos su cadera - y yo quiero estrenar el cuarto - Pasó su labio superior por todo el largo de su cuello y uno de sus hombros, antes de retirarle la venda al fin.
Yulia parpadeó, acostumbrándose a esa luz blanca y brillante que ocupaba el lugar. Y miró todo a su alrededor. Ya no estaba vacío, el cuarto, que era más grande que los que sus hijos ocupaban, ya no era solo paredes y techo. Se tapó la boca y avanzó en el, recorriéndolo todo con asombro.
- ¿Lo preparaste tú? - le preguntó volteando y Elena asintió victoriosa. Con esa sonrisa arrogante y seductora que usaba en esos casos, antes de tomarla y hacerle el amor.
Todo se había transformado en un gimnasio.
Raro, distinto, pero eran máquinas de hacer ejercicio. Las conocía. O al menos algunas.
Había un reformer, una máquina así llamada para hacer un tipo de ejercicios en especial. Consistía en una especie de cama, ocupada en una parte por una especie de colchón que se movería al ritmo de quién lo moviera al usarla. Debía utilizar sus piernas y sus brazos para deslizarlo, Yulia conocía de eso.
Una barra ocupaba el lado izquierdo y colgaban de ella dos cuerdas elásticas, acabadas en un orificio para guardar las manos. Parecía algo simple, pero la fuerza se concentraba en los brazos para elevar el cuerpo y luego pasaba a las piernas, reteniéndolas a lo alto para flexionarlas y ejercitarlas.
Una pelota grande de goma aún se movía en una esquina y eso era lo único que no cambiaría para su uso. Elena ya lo había imaginado todo y solo esperaba porque Yulia saliera de su sorpresa para comenzar.
En la pared derecha había un gran espejo, como esos cual gimnasio que puedes verte y al resto, e incluso al instructor mientras ordena los ejercicios. Y había una colchoneta frente a el, en el piso y color roja, que terminaba con el recorrido.
- ¿Quieres empezar? - la sorprendió y Yulia la miró por sobre su hombro.
- ¿Ahora?
- Es el único momento en que ninguno de los niños nos necesitan - aseguró acercándose a ella - y tú quieres tus ejercicios, así que… ¿te gustó la sorpresa?
- No podría responderte si aún no la he usado - Yulia giró, observándola con una sonrisa juguetona y sus ojos se oscurecieron, los propios verdes de ella y una palpitación comenzó en su interior.
La vió quitarse la sudadera, con total lentitud y la arrojó a un lado, mostrando el top deportivo blanco que utilizaría. Ella abrió su campera y la retiró también. Otro top igual, pequeño pero color negro.
Mientras Yulia usaba un short diminuto, ella prefirió mantener su pantalón largo.
- No sé usar estás máquinas - murmuró la morena, cual niña perdida mientras caminaba hacia la barra. El tubo metálico iba de una pared a la punta de la misma, y la vió ubicarse en el medio, bajo las tiras que colgaban.
Se acercó y se acomodó tras ella, uniendo sus caderas y dejando una mano en su espalda.
- Coloca las manos dentro de los orificios - le dijo contra su oído y Yulia lo hizo. Sus brazos se alzaron y sus codos quedaron flexionados, relajados porque aún no comenzó a moverse - debes bajar las cuerdas, con mucha fuerza y la presión te elevará ¿entiendes? - Yulia negó ligeramente. Ella sonrió. Sí, si lo hacía pero había entendido ese juego mejor que ella misma, que lo creó.
Con una mano en el abdomen de su esposa, y la otra bajo su espalda, la ayudó a dar un pequeño salto y el cuerpo de Yulia se elevó. La soltó, rodeándola para detenerse frente a ella y alzó su mentón: ahora comenzaba su momento de disfrutar.
- Harás un conteo mental hasta 30 y bajarás al llegar - el esfuerzo físico era demasiado y ella no la ayudaría. Sus manos, sus diez dedos, atraparon el abdomen de su esposa y lo arañaron de arriba abajo. Su boca se estiró hasta su ombligo y lo besó, le dejó un camino de besos cortos y la oyó suspirar.
Los brazos de Yulia flaquearon y resbalaron. Sin embargo volvió a flexionarlos y, con la respiración agitada por el agotamiento, apretó los ojos para que la tortura acabara rápido.
En su mente apenas iban por 10, por lo que acomodó ambas manos a los costados del short y lo bajó apenas, hasta notar la raya de desnudez de Yulia porque no llevaba ropa interior. Intentó controlar una posible erección apretando su miembro un segundo y regresando la mano a la morena.
Deslizó la lengua hacia su entrepierna y un gemido atrapó la habitación. Cuando la punta tocó su clítoris, lo mordió levemente y lo atrapó, succionándolo entre su saliva disfrutando su sabor.
Yulia dejó las piernas en sus hombros, alzando su cabeza para jadear y ella continuó su labor. Con su pulgar, dibujó círculos en el con fuerzas, anticipándola a que ese orgasmo sería el primero porque siempre se comenzaba por lo fácil.
La embistió con dos dedos y la morena apretó sus piernas, hundiendo su cabeza entre ellas y obligándola a que no se alejara. Lamió, chupó y tragó todo a su alcance. El sabor de Yulia otra vez dentro de ella, era de las cosas que más estaba necesitando últimamente.
Atrapó su posible caída y la giró, uniéndose a ella y haciendo a un lado su cabello.
- Hay que trabajar duro para jugar duro ¿cierto? - la guió hasta el espejo y la pegó con brusquedad fingida a el. Alzó sus manos, cual vencida y la morena se dejó hacer: estaba a su merced, expuesta para ella.
Elena enredó unos dedos en su cabellera y la jaló apenas, mientras su otra mano vagaba bajo su top. Apretó sus pechos, hundiendo la erección entre sus glúteos y observándola sin parpadear.
- Tú no te muevas - le ordenó rompiendo todo contacto y dando un paso atrás cuando Yulia se había pegado más a ella. La vió asentir por el reflejo y regresó contra su espalda.
Su cadera se mecía contra la de ella y gemía en su oído, satisfecha y cegada por tenerla en esa entrega. Tironeó su cabello y atrapó desde un lado su boca. La besó, coordinando el ritmo y enterrando su lengua sin importarle.
Cuando sintió sus pezones suficientemente duros, los apretó y apartó sus labios, liberando el gemido en todo el cuarto. La volteó y le retiró el top. Con los brazos aún en alto, Yulia tomó su cintura y esta vez no se lo reclamó. Se volvieron a besar acostumbradas un momento a su romanticismo diario y le permitió morderle el labio.
Gruñó, ansiosa y la alejó nuevamente hacia otro lado.
- Arrodíllate - le señaló la colchoneta y ella fue por la pelota. Regresó y la dejó frente a ella, frente al pecho de su esposa - abrázala.
La morena lo hizo, sintiendo los nervios cuando Elena desapareció y la sintió acomodarse tras ella, en la misma posición.
- Dios, Elena - jadeó y apretó su labio inferior. La pelirroja estaba bajando su short y estaba expuesta, desnuda ahora para ella. Un beso en su espalda y se arqueó. Elena bajó con besos a lo largo y llegó a sus glúteos, dejándoles un beso en cada uno.
- Estírate - deslizando la pelota más adelante, sus brazos se fueron con ella y su cadera quedó alzada, su frente contra el suelo y sus manos empuñadasn- si dejas ir la pelota, me detendré ¿de acuerdo? - volvió a agarrarla, distinguiendo el tono de amenaza en su voz y solo con las uñas podía sostenerla. Iba a ser un trabajo casi imposible si la penetraba.
Elena desanudó su pantalón y lo bajó, liberando su miembro duro y erecto, húmedo con su líquido pre seminal goteando. La embistió de un solo golpe y la sujetó por las caderas, con fuerzas, con posesión y blanqueando su piel cuando la estiraba.
Sus piernas se golpeaban con fuertes sonidos pero no lograban callar sus gemidos. De su boca salían gritos, jadeos de placer por volver a internarse dentro de su esposa y redescubrir lo estrecha que estaba. Con una de sus manos, rodeó su muslo y llegó a su clítoris. Abrió la palma y juntó los dedos, masajeando con velocidad y fuerzas el lugar.
Yulia se retorció bajo ella y aflojó su cuerpo, liberando la gran pelota cuando el orgasmo la golpeó. Sin importarle el éxtasis, la soltó y se puso de pie.
- Ven, nos queda una más - arrastró sus brazos y se irguió. Observó a Elena a un lado de aquella cama, bajando los agarres elásticos para manos y pies.
Llegó a ella y siguió el dedo señalador de su esposa, ordenándole que se acostara mirando al techo. Lo hizo y sintió cada parte de su cuerpo ser acomodada dentro de esos orificios y sujetados como realmente se utilizaban.
- Esto te gustará - susurró la pelirroja roncamente y ella tragó saliva. Iba a entregarse a cualquier momento que Elena deseara y le pidiera, pero no podía negar que algo de exaltación la invadía - muévete - lo intentó. Movió sus pies y sus brazos pero estaban sujetados, presionados para no lograrlo. La pelirroja sonrió con descaro y se acercó a dejarle un beso en la frente - genial.
Todo pasó como en cámara lenta pero rápido. Vivido rápido y disfrutado rápido. En medio de sus piernas levantadas y abiertas, la cabeza de Elena se hundió en su vagina y su lengua penetró su interior. Metiéndola y sacándola a una velocidad desmesurada y no podía hacer otra cosa que retorcerse, moverse de un lado a otro y de manera inútil.
Su frente sudaba y de su boca abierta salían gritos. Pasaron minutos en esa posición, en que el placer estaba matándola y ni los movimientos de la pelirroja podían ayudarla. Sus pechos apretados bajo los dedos de Elena, enviándole cosquilleos a todo su cuerpo.
Cuando su cadera se alzó, recta y un último grito se oyó, Elena se separó con un sonido ensordecedor y bajó las tiras de las piernas un poco más, pero sin liberarlas. Tenía el ángulo ideal, abiertas, para ubicarse entre ellas como cuando lo hacían en la cama.
Se acomodó sobre Yulia y esperó porque volviera a mirarla. Pasaron segundos, en que la morena pareció recobrar la conciencia y entreabrió su boca, sedienta y agotada.
- Ya tendrás que beber, mi amor - la embistió, sin darle tiempo a que recobrara fuerzas porque si lo hacía sabía que se volvería todo más tranquilo, lento. Más romántico. Y ahora no estaban en ese plan.
Con sus manos empuñadas a los costados de su cabeza, no despegaron sus miradas y se observaron, hasta que su miembro creció entre los pliegues de Yulia. Estaba por correrse y no era allí donde quería hacerlo.
Se salió, de un solo golpe y, sentándose sobre su abdomen, se acercó con ayuda de las rodillas hasta su rostro. No tuvo que decirle nada, Yulia abrió la boca y su miembro se perdió dentro de ella, expulsando los chorros de semen directo a su garganta.
La retuvo por detrás de su cabeza, apretando los dientes mientras esa cascada de placer parecía no querer acabar. Cuando la oyó respirar con dificultad, se alejó apenas y esperó a que tragara.
- Es tu premio, Yul. Trágala toda - volvió a repetir el acto y finalmente su pene, blando y flácido ahora, salía de entre los labios de su esposa.
Se arrojó sobre ella y respiró en su cuello. Esas aventuras, casi locuras, de sus encuentros sexuales, equivalían al encuentro entre sus almas. Entre el amor que una desprendía para la otra. Y no podía arrepentirse. De ninguna de las dos entregas.
Poder estar de esa manera, loca y románticamente enamorada de Yulia, no lo cambiaba ni bajaría su nivel por nada.
- Espero que realmente esto sea a prueba de sonido - no tenía fuerzas para reír, así que solo se alzó hasta verle la cara y le besó la punta de la nariz.
- Lo es, tanto como mi cuerpo es a prueba del tuyo. Dios, Yul, esto fue jodidamente perfecto - se levantó como pudo y liberó las extremidades de la morena. La cargó, con el último esfuerzo y la regresó contra la colchoneta - No puedo caminar más - murmuró acostándose allí. Yulia la abrazó por la cadera y acomodó la cabeza en su pecho- ¿te hice daño?
- En ningún momento - sonrió la morena de manera soñadora, gustosa. Entregada solo a ella. Que se preocupara por esos detalles, solo le agregaban más impecabilidad al currículo que ella misma se dibujó de Elena - ¿así que esta es tu manera de pedirme que no salga por mis ejercicios? - esta vez sí rió y la atrapó más contra ella.
- No….esta es mi manera de demostrarte que tengo razón. Somos la genética adecuada y podemos ir cumpliendo el deseo de Samir….de un hermanito.
Se giró y acomodó sobre ella, besándola para demostrarle que parte era broma, porque Ekaterina llevaba apenas un mes de nacida. Y parte era verdad, era cierto….podían continuar agrandando su familia en cualquier momento.
No importaba que tan apresurado y descabellado sonara eso. Ya no le importaba el orden en su vida. No le importaba nada si continuaba como amaneció ese día. Junto a Yulia y sus hijos.
Sonrió, posiblemente esa podía ser su última regla: que no haya más reglas en su vida.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Cap. L: "Al recuerdo"
Cuatro 10 seguidos y aplausos.
Una felicitación individual, en más de una ocasión y más aplausos.
Y finalmente un agasajo grupal, para ellos cuatro y un aplauso que sonaba a final. Porque era el final, era el último en ese lugar, bajo los alaridos de esas personas y sus sonrisas.
Y siempre pensó que nunca estaría allí para eso. Porque solo quería dejar el negocio y pasar el resto de sus días encerrada en su departamento, oyendo una canción por semana y bebiendo de su whisky favorito cada noche. Ese era todo el plan para el resto de su vida.
Patético. Triste. Solitario. Pero era su plan emocionante, divertido, acompañado de sí misma. A quien únicamente necesitaba.
En cambio ahora podía cambiar las horas en su sillón por horas en el parque, minutos en que cargaba a Ekaterina y la hacía jugar, girarla como si su avión personal fuera. Iba a reemplazar su nulo gusto musical por los de Viktoria y Samir, por sus tardes en el living, frente al televisor mientras se divertían con la consola de videojuegos.
Y aquellas noches desperdiciadas con un vaso en mano, observando nada y dejando pasar el tiempo, las iba a transformar en demostrarle a Yulia cuánto la amaba. A su lado, sobre ella, bajo ella, desnudas y con ropa. Con palabras, en silencio, entre gemidos y besos que la llevarían a la cima, a la gloria de tener lo que nunca había soñado.
Iba a mantener las cosas en equilibrio, lejos de ese pasado y recordando solo ese momento, en que conoció a la morena, a su esposa y a la familia que formaron luego. Nada iba a interponerse, nadie iba a colarse sin su permiso y atrás iba a dejar a la Elena que les mostró al principio.
Porque ahora era otra. Había cambiado, a pesar de que estaba segura de que la gente no cambiaba, ella había cambiado. Ahora era feliz, de verdad y no en su pequeño mundo de fantasía en el que solo ella misma se lo decía. Ahora se lo recordaba alguien más, se lo declaraba alguien más y si continuaban de esa manera, el final sería como ese: con la mayor recompensa y sobre la cima de todo.
Atrapó la cintura de Yulia y sonrió mientras Viktoria y Samir respondían a los elogios por la calificación recibida en ese trabajo. Ellos estaban disfrutando el momento y se dejaban consentir por el resto de empleados, que maravillados les aplaudían por despedirse del negocio.
- Estás en el podio - le dijo Yulia contra su oído. Los griteríos y silbidos no acababan y la morena debió alzarse sobre sus talones, llegando a su mejilla derecha para hablarle - siempre lo has estado y te vas como querías. Al recuerdo de los demás.
- Me voy como quiero, sí. Contigo - solía hablarle directamente siempre de ella, porque con ella comenzó aquel viaje hasta donde habían aterrizado: los niños y el presente que vivían. Por Yulia ahora estaban dónde estaban y nunca dejaría de darle méritos por eso.
Le dejó un beso en la frente y llamó a sus hijos luego. Ya era tiempo de dejar esa empresa, aquel edificio y alejarse de las miradas del resto. De Iván, de su observación minuciosa y orgullosa al frente de todos.
Atrapó los hombros de Samir y tiró de él, llevándose consigo a su hermana y Yulia del otro lado.
Tenía prisa por salir, por dejar eso ya en el historial de su pasado y dedicarse a su familia ahora. Quería montar su auto cuanto antes y dirigirse a la clínica, para retirar a Ekaterina luego de sus exámenes semanales.
Necesitaba tenerla nuevamente entre sus brazos y que le sonriera, como cuando la cargaba al despertar de sus siestas y reía mientras le hablaba de manera graciosa, infantil y todas las sensaciones de su cuerpo chocaban allí, en ese nuevo objetivo.
Porque ahora ya no tenía victimas. Ya no tenía caricias que fingir ni órdenes para dar. Porque ahora tenía todo para recordar, toda una vida para repasar en sus momentos finales y un motivo por el que tirar las restricciones por la cañería.
Porque ese sería su nuevo trabajo: su familia.
- ¿Puedes quedarte quieta? No entiendo por qué estás tan nerviosa, solo serán unos minutos. Nadie está nervioso ni… dios, Elena ¿puedes quedarte quieta?
- Lo siento - no, no lo hacía. Pero si estaba nerviosa. Y que Viktoria no terminara de coser ese botón la ponía más ansiosa aún. Ya deberían haber salido y estar llegando a destino - ¿y por qué tú no estás nerviosa? - la vió rodar los ojos, mientras se quitaba la aguja de sus labios y continuaba con su trabajo.
- ¿Por qué simplemente no te pusiste una camisa cualquiera? - ese botón, en su cuello en el que llevaba minutos concentrada, parecía no querer adherirse a la prenda.
- Porque es la favorita de Yulia.
- No se por qué no lo supuse….Y no estoy nerviosa porque es algo normal, mamá. Todos los padres pasan por esto.
- No todos. Recuérdame ¿tengo que decir algo? Porque Yulia dijo que… ¡Auch, Viktoria! Pinchaste mi hombro.
- Lo siento - rió la niña, tirando del hilo para cortarlo al fin - pero si no te quedas quieta, no puedo trabajar. Ya está - aseguró quitando alguna pelusa de la camisa - no, no tienes que decir nada. Solo sostener a Ekaterina y oír todo lo que el sacerdote diga ¿qué nunca presenciaste un bautismo?
- A decir verdad no. No me gustaban esas cosas. Bueno ¿y tu madre?
- Pues si ya le cambió el pañal a Ekaterina, en su cuarto. Esperándonos - asintió, abandonando la silla y caminando al living - oye - la detuvo la niña, aún en la cocina - ¿ni un gracias?- sonrió, avergonzada y movió la cabeza nuevamente.
- Gracias, cariño - Viktoria se cruzó de brazos. Y ella rodó los ojos - gracias, cariño. Mañana iremos de shopping, te lo mereces ¿contenta?
- Totalmente.
Elena sacudió su cabello, por mucho que lo hubiese peinado para la ocasión, se sentía rara llevándolo así y caminó hacia las escaleras. Iría en busca de Yulia pero alzó la vista y allí aparecía, con Ekaterina en sus brazos, dormida y sin dudarlo subió a trote, para ayudarla a bajar.
- Están hermosas las dos - murmuró dejándole un beso en sus labios y uno en la frente de la pequeña. Era su segundo mes de vida y consideraba, tras los consejos y largas conversaciones con Sofía, de que debían bautizarla. Con Yulia y los niños de acuerdo, irían en unos minutos a la Iglesia con ese propósito - ¿tus madres nos esperan o debemos pasar por ellas?
- Están en la Iglesia ya - respondió Yulia acariciándole una mejilla. Se había vuelto algo cotidiano hacerlo, como esos simples actos para no sonreírle con un brillo en sus ojos o repetirle a cada momento que la amaba.
- Entonces vámonos o volveré a su lista poco agraciada.
- Manejaré hoy - apareció Samir como un rayo, bajando las escaleras de prisa y arrebatándole las llaves de su bolsillo.
Elena entrelazó la mano con su esposa y caminaron a la puerta. Abrió y dejó que Viktoria avanzara primera, porque aunque no lo admitiera, aquella sonrisa en el rostro de su rubia hija demostraba ansias.
- Ni lo sueñes - le dijo al niño cuando intentó pasar y recuperó su manojo. Que incluía la llave de la casa, de su auto y la de su cuarto especial con Yulia.
- ¡Pero mamá! ¡Ya tengo 11!
- Cuando cumplas 12 - se burló abriendo la puerta de acompañante y esperando pacientemente a Yulia acomodarse - lo prometo.
- ¿De verdad? - preguntó él ilusionado. Elena cerró y rodeó el coche, ocupando su asiento habitual.
- Lo prometo - aseguró encendiendo el motor y moviendo la palanca de cambios, dejando la casa atrás. Samir alzó los brazos, en festejo y Viktoria a su lado negó con la cabeza, con sorna por la incredulidad de su hermano.
- No seas tonto ¿no te das cuenta que es Elena? No te dejará conducir hasta los 20.
- Ahora por ese comentario, mañana no irás de shopping - contraatacó señalándola a través del espejo retrovisor.
- Iré con mamá. No te necesitamos ¿Cierto, mamá?
- Cierto - aseguró Yulia sonriéndole dulcemente y observando luego a Elena: la pelirroja la miraba con sorpresa, fingiendo aquel sentimiento de traición que comenzaban a enfrentar para no decepcionar a sus hijos - no me mires así. Necesito ropa también.
- Olviden la ropa ¿a quién le importa eso? Lo de manejar a mis 12 sí es cierto ¿verdad? - insistió Samir.
Elena lo vió por el espejo, Yulia volteó con cuidado, mientras apretaba a Ekaterina más contra ella y Viktoria continuaba negando con asombro. Las tres abrieron la boca y hablaron a la vez:
- No, Samir. No manejarás a los 12.
- ¡Rayos! - fue lo último que dijo, antes de que el llanto de Ekaterina lo opacara.
Siempre supo que cuando hablara de final iba a ser ese. Éste, el que tenía ahora frente a sus ojos. Porque se lo merecía, se lo merecían y era de esos regalos que todos recibimos una vez en la vida. Solo una vez y como la lluvia, caído del cielo y sin esfuerzo alguno.
Entonces sabía también que tan rápido como llegó, tan directo, tan fuerte sobre ella, debía cuidarlo. Mantenerlo bajo orden, bajo protección y en una pequeña caja, un pequeño sobre o un lugar inhóspito para que nadie se lo arrebatara, para que nadie se lo quitara y lo disfrutara. Porque nadie más se lo merecía.
Podrían haberle gustado las experiencias pasadas. Pero las había olvidado ya. Con Elena a su lado, casada con Elena, viviendo con ella y durmiendo en la misma cama, bajo las mismas sábanas y siendo la primera a quien Elena abrazaba al empezar el día, la primera a quien besaba y la última a quien repetía las acciones; con Elena en su vida y de esa manera le eran imposibles recordarlas.
El último año de su vida, el que había vivido sobre una eterna montaña rusa, había sido como un libro. De esos que lees y la primera página no te convence y lo quieres dejar. No entiendes la narración y lo cierras frustrado, no comprendes qué era lo que pasaba por la cabeza del autor cuando la punta de su bolígrafo tocó el papel. Pero sabes que esos libros, esas aventuras al final, en la última página y justo cuando lees la última palabra, eso te podría haber pasado a ti. Incluso lo podrías haber escrito. Quizá no mejor, pero si casi igual y para nada peor.
Y el transcurso de conocerla, de haberse lanzado a sus labios aquella tarde frente a la casa donde comenzó todo y no era su hogar de verdad. Frente a los niños, al bajar de su motocicleta y aturdiendo a los vecinos con esa demostración de amor. Allí comenzó la historia que hoy podría sellar, cerrar y comenzar por otro libro.
Pero no, no lo haría. Un final significa que nada de lo pasado volverá y debes acostumbrarte a otra cosa. A algo nuevo. Y ella no quería cambiarlo, no quería dejarlo y que simplemente se llenara de polvo tras pasar el tiempo. No. Así que simplemente no lo cerraría. Dejaría abierto y a su imaginación aquel supuesto final.
Yulia enredó las manos en el cabello de Elena y la separó un momento de su boca. Un impetuoso y violento ruido se oyó, seguido del gruñido de su esposa.
- ¿Qué sucede? - le preguntó desnuda sobre ella. Yulia la miró, cada rincón de su rostro, cada imperfección que no tenía y cada luz que sus ojos desprendían. No, nunca podría darle un final a todo aquello - ¿te hice daño?
- Nunca lo haces - aseguró ante la preocupación de su esposa. Elena sonrió casi forzada, avergonzada mientras pretendía volver a besarla - quiero decirte algo.
- Dímelo - la sostuvo con ambas manos, ubicadas fuertemente a los costados de su cabeza.
- Gracias por haberme dejado entrar a tu vida. Por todo lo que haz hecho por nosotras, por los niños. Creo que nunca podré dejar de agradecerte. Eres el amor de mi vida, Elena, estoy segura de eso y quiero que lo sepas. Que sientas esa seguridad también. Eres mi persona ideal, mi ideal de persona para la mía y no quiero que te despegues de ello. Te amo, Elena Katina.
Quiso besarla, para asegurarle que todo lo que decía no era más que la verdad, lo que su cuerpo y su mente sentían cuando de Elena se trataba. Pero esta vez la pecosa la esquivó, la detuvo y volvieron a mirarse. Levemente a oscuras, por el único rayo de la luna que ingresaba directo a su cama.
- ¿Me lo dices por qué hice algo malo? ¿U olvidé algo e intentas recordármelo? - rió, cortamente y negó con la cabeza.
- No, mi amor. Lo digo porque es así - la oyó suspirar aliviada, lanzando el aire que estaba reteniendo desde que comenzó a decirle aquello.
- Entonces ¿está todo bien? Una vez ví una película, y ella lo dejaba luego de decirle cuánto lo amaba. No ibas a hacerme eso ¿cierto?
- Nunca. Eres…eres mi persona, mi sonrisa y mi libro favorito, Elena. Ese que leeré una y otra vez y siempre me deja con una sonrisa.
- ¿Si? - jugueteó roncamente la ojiverde, escondiéndose en su cuello y moviéndose para perderse entre sus pliegues, en su interior - ¿y cómo acaba? ¿Cuál es el final? - sonrió, alejándola para verla una vez más y la pegó contra ella, sobre sus labios.
- No hay final - le dijo antes de besarla y sentir como su cuerpo volvía entregarse a su esposa, a Elena como siempre. Se rindió a ella y dejó que continuase marcando el ritmo. Tranquilo, pausado y acompasado.
Porque siempre era igual, pero se sentía cada vez mejor.
Como cuando vuelves a leer tu libro favorito y tu parte ideal se presenta ante tus ojos: ya la sabes, sonríes con anticipación y vuelves a releerlo, incluso con el número de página escondido en tus retinas.
Y lo lees otra vez. Quedas estancado en esa página y en ese momento, ese lugar dónde te transportaste y el viaje llega su punto alto, de placer y satisfacción. Quedas paralizado en esa línea y te olvidas el final.
Porque no necesitas un final cuando ya conoces tu parte favorita de memoria.
FIN
Gracias chicas por haber acompañado está historia hasta el final. Me alegra mucho que les haya gustado. Ha recibido muchas vistas y comentarios. Gracias Miles a uds que siempre están allí.
Fati20: te extrañaba y me alegro estés bien. Un beso, cariño!!
Nos leemos pronto.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A Veroska le gusta esta publicaciòn
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Me gusto y mucho toda la historia.
Estuvo bueno q a pesar de la personalidad de Elena, ella jamas tuvo miedo a vivir lo q yulia le producía. Fueron cambios muy bruscos para la costumbre de ambas pero supieron hacerle frente y no acobardarse.
Muchas gracias x compartir esta historia.
Besos
Estuvo bueno q a pesar de la personalidad de Elena, ella jamas tuvo miedo a vivir lo q yulia le producía. Fueron cambios muy bruscos para la costumbre de ambas pero supieron hacerle frente y no acobardarse.
Muchas gracias x compartir esta historia.
Besos
LenaVolkova66- Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 16/04/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Ohhh el final. Que bonito final. Me alegro mucho que terminara esta parte de esta manera con una pequeña celebracion. Quiero agradecerte por compartir la historia con todos nosotros en verdad eres lo maximo.
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
He disfrutado cada capítulo de esta historia, en algunas me ha dado ganas de halarle el pelo a Elena en otras de besarla tantas veces por ser un amor y así a cada uno de sus personajes, la entrega de Yulia sin reservas a su persona favorita, su esposa, amiga y compañera de vida, de como una sola se volvieron 4 y 5 o 6 contando al cachorro.
Gracias inmensas Xander, me dejaste un gran sabor de boca en cada vez que leía Reglas de Oro.
Gracias inmensas Xander, me dejaste un gran sabor de boca en cada vez que leía Reglas de Oro.
Veroska- Mensajes : 107
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Hay que historia tan hermosa 🥰🥰🥰 de verdad fue maravilloso ese viaje y ese cambio por amor, tan romántica como pasional. Luego de una vida tan dura ambas consiguieron amor y una hermosa familia. Gracias a ti cariño por darnos siempre las mejores historias y poder ser testigo de tanto amor. Saludos cariño de mi corazón yo también extrañaba mucho estar aquí todos los días nos leemos en la historia FB
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Yulenas, forever!
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: REGLAS DE ORO (G!P) // ADAPTACIÓN YULENA
Muy buena la historia, en verdad valió la pena leerme esos capítulos (los primeros) casi que todo un día, para semejante final hermoso. Gracias Xander por compartirla y esperamos una nueva muy pronto
Patricia Armstrong- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 22/05/2024
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