EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Cabe destacar que la historia no es mía sino de la escritora MookieRoo, a ella todo el mérito porque ha creado una obra maestra, (a mi parecer) así que sin más palabrerías, les dejaré el primer capítulo acompañado de una pequeñísima reseña de lo que será la historia.
Recuerden que siempre actualizaré los fines se semana!!
Las adoro un montón (ya saben quienes son)
Prólogo:
Yulia se ve forzada a encontrar trabajo durante las vacaciones, ¿Estará lista para todo lo que le espera una vez que lo consigue?
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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El día comenzó de la patada, mal. El tipo de día en el que uno se pregunta, cada minuto, si no sería mejor regresar, meterse en la cama y desaparecer. Pero no, no podía. Su hermano tenía que venir a molestarla temprano en la mañana saltando sobre el colchón y forzándola a pegar un grito que, del susto, lanzó al pequeño al piso, haciéndolo caer torcido sobre su brazo que, inmediatamente, se quebró.
Su mamá, por supuesto, estaba muy molesta. No era la primera vez que las actitudes inconscientes de su hija mayor causaban algún alboroto y ya se había cansado de reprocharle en mil ocasiones que debe relajarse y comportarse como la chica de diecisiete años que era y no como una rebelde de catorce.
Yulia estaba por cursar su último año de secundaria y no quería una sola queja más. Por primera vez concordó con su ex esposo en que su hija necesitaba más responsabilidad y disciplina.
—Lo siento hija, pero si no encuentras un trabajo hasta el viernes, entrarás a trabajar en el estudio de tu papá de asistente — mencionó Larissa de manera enérgica, mientras ambas esperaban afuera de la sala de rayos X.
—¡Mamá, son mis últimas vacaciones de secundaria! No quiero pasármela en un maldito lobby de abogados sacando fotocopias.
—Pues entonces esfuérzate por encontrar algo. Tienes cinco días y no quiero oír una palabra más al respecto; suficiente tengo con pasar la mañana en el hospital por tus arrebatos de histeria.
—¡Ajg, ¿por qué tenía Viktor que saltar en mi cama?! ¡Deja de culparme por todo, ¿quieres?! —refunfuñó lanzando violentamente un papel arrugado al bote de basura que tenía en frente.
—Bueno, no me interesa. Mejor será que empieces a buscar trabajo, hoy mismo, de lo contrario hazte a la idea de usar uniforme y levantarte de madrugada para ir con tu papá al trabajo.
—¡¿Por qué no pueden dejarme en paz tú y papá?! Estoy harta de que quieran controlar mi vida. ¡Son mis vacaciones!
—Él tiene razón esta vez. Necesitas bajar de la nube en la que vives, tu futuro y la carrera que elegiste no son solo inciertos, pero con la actitud que tienes, seguro y no llegas ni a la esquina, hija — dijo dándole un par de monedas.
—¡¿Dos rublos?! Con eso no llego ni a tres cuadras en taxi.
—Pero puedes tomar un colectivo en la esquina y te sobrará para un chupete.
—¿Chupete? ¿Crees que tengo cinco años? ¡Por lo menos dame lo suficiente para un café! —Se levantó furiosa encarando a su inmutable madre.
—Esa es otra cosa que debes aprender a apreciar, Yulia. El dinero no crece en los árboles —Volteó a ver a su hija cruzándose de brazos, sin siquiera molestarse en buscar un solo kopek más— Si quieres tu café, puedes usar tus pies para llegar a casa y seguro en el camino encontrarás un café de dos rublos.
—¡Aaajjj! Me largo.
—Recuerda Yulia, no tienes permiso de ir a ningún otro lado que no sea la casa —Pausó por un segundo — A menos que sea para ir a buscar trabajo.
—¡Cómo sea! —Se le escuchó de lejos mientras salía por la puerta de la sala de emergencias.
Era una estupidez, una completa estupidez. Cómo esperaban que pierda así su tiempo, buscando trabajo. Estaba cansada de escuchar la misma cantaleta siempre.
«¿Y qué tal si no consigues un papel cuando te gradúes de la escuela?».
«Tendrás que lavar trastos o ser mesera, la típica cantante frustrada».
«Una Volkov de mesera por el resto de su vida, eso no lo puedo permitir».
"Gracias por la confianza", repetía en su mente al recordar las palabras de su padre. Por lo menos la mayoría del tiempo su mamá la apoyaba, pero al parecer, estaba empezando a cambiar de equipo.
Sin darse cuenta ya había caminado la mitad de la ruta a casa cuando divisó una vistosa cafetería a la vuelta del parque. Era un lugar acogedor, bohemio, se escuchaba buena música y se veía un ambiente agradable y tranquilo.
Justo en la puerta había un cartel, pintado con tiza de colores, que decía:
Café normal: ₽3
Por favor, me das un café: ₽2.50
Hola, buenos días, podrías ayudarme con un café por favor: ₽2
Esto era, precisamente, lo que necesitaba para quitarse el mal día que tenía de encima. Una taza de café para el resto del camino y todo estaría bien.
Buscó en sus bolsillos y ¡ta-rá!, ahí estaban los dos rublos que su madre le dio para el transporte. Por supuesto, Yulia no se había molestado en leer las condiciones, solo leyó que había un café de dos rublos y eso para ella era suficiente.
Entró y sin siquiera regresar a ver a quién la atendía, diciendo:
—Dame un café.
—Por supuesto, ¿qué tipo de café prefieres? —contestó una ronca voz femenina.
—El más simple que tengas —respondió Yulia ensimismada revisando mensajes en su celular.
—Okey, son tres rublos.
En ese momento volteó la mirada, esperando encontrarse con una boba cajera que no la había escuchado bien. Estaba dispuesta a mandarla al diablo, pero para su sorpresa estaba frente a, nada más y nada menos que, Lena Katina.
—Katina, tenías que ser tú. Afuera dice que el café vale dos rublos —dijo cortante esperando ser atendida de inmediato.
—Ese café es especial, Yulia.
—Dame el especial entonces.
—No puedo, ese café tiene sus condiciones. No te lo puedo vender así nada más —dijo la afónica muchacha.
—¿Qué?
—Sal y mira nuevamente el cartel.
Yulia dudó, pero se dirigió hasta la puerta y girando su cuerpo divisó el letrero sin prestar mucha atención tampoco la segunda vez, dio media vuelta hacia la caja y dijo:
—Dame el café especial…, por favor —Haciendo notar estas últimas dos palabras.
—Está bien, son dos rublos con cincuenta kopeks.
—¿Qué, me crees estúpida, Katina? ¡Dice dos rublos! —Alzó la voz molesta por el descaro que mostraba su compañera al momento de cobrarle una taza de esa maldita, pero tan adictiva bebida.
—No, ese café es aún más especial, sal a ver —sugirió Lena, mas Yulia ya había perdido su paciencia. No estaba para seguir aguantando a gente absurda. No, el día ya era lo suficientemente pesado.
—No necesito hacerlo, estoy segura de que el café en este lugar es un asco. ¿Qué tanto quieres que te diga, Katina? ¿Qué tengas un maldito feliz año nuevo para venderme una estúpida taza de café?
—Si no quieres hacerlo no lo hagas, son dos cincuenta — dijo muy calmada esperando que Yulia se rinda y sea amable por una vez en su vida.
—¡No lo voy a hacer! ¡Yo hago lo que quiero! — gritó y salió molesta de ese lugar.
Mientras tanto, Lena dejó la caja y se acercó a la cafetera, vertió una taza del exquisito café colombiano que se vendía en el lugar y sin apuro lo preparó tal y como le gustaba. Hasta sabía un truco que Yulia solía hacer, solo con su café, algo que había observado mientras su no-amiga se preparaba un jarro de su bebida favorita un día que se reunieron en su casa.
Delicadamente tomó el envase especial de crema que tenía una punta delgada y con un gesto suave de su mano, hizo una figura sobre el café negro. Tomó un palillo y, con él mismo, dibujó los detalles de una tijera, para después rallar un poco del ingrediente especial, nuez moscada en lugar de canela. Dio la vuelta con cuidado y lo colocó sobre el mostrador.
Para cuando alzó la mirada, su compañera de escuela estaba ahí y, sin verla directamente, dijo:
—Hola, buenos días. Me ayudas con un café, por favor.
Lena tenía una enorme sonrisa en el rostro, de alguna manera sabía que regresaría. Entre Yulia Volkova y una taza de café, siempre ganaba la última. Para cuando su obstinada cliente alzó la mirada, la pelirroja trató de disimular ese gesto haciendo una mueca, a la cual Yulia no se pudo resistir. Le parecía gracioso que hiciera el intento de ocultar esos marcados pómulos y ella misma dibujó una minúscula sonrisa, pero para la ojiverde contaba como una, eso era suficiente.
—Aquí tienes —dijo empujando la taza hasta Yulia, ella por su parte acercó las monedas para pagar por su aromática bebida —No, es cortesía de la casa.
La chica de los ojos azules ladeó ligeramente la cabeza sin entender lo que acababa de escuchar. ¿Tanto alboroto y el café era gratis?
—Katina, no juegues. ¿Cuánto te debo?
—Ya lo pagaste.
—Decir un «hola» y un «por favor» no cuenta como pago.
—¿Acaso no te costó volver y decirme «a mí» esas palabras por un café? No me debes nada, lo pagaste con ese gesto.
Yulia asintió y tomó la taza de café, apreciando su aroma con un par de inhalaciones profundas antes de beberlo.
"¡Perfecto!"
Tanto que ni siquiera ella, creía ser capaz de conseguir tal sabor. Su día definitivamente había cambiado.
Estaba por agradecerle a su compañera, pero cuando la buscó ya no estaba tras el mostrador. Se había perdido en ese agradable momento por un minuto y la pelirroja había desaparecido.
—Disculpa, la chica que me atendió, ¿dónde está? —preguntó a una rubia que ahora se encontraba en frente de la caja.
—¿Lena?, salió a su descanso. Debe estar en el callejón trasero.
Yulia vio por todas partes, divisando, en la parte posterior de la cafetería, una pequeña puerta que daba a la calle.
Se dirigió allí con prudencia mientras sorbía de a poco el embriagante café, hasta que logro verla. Sin embargo, no esperaba encontrarse con la imagen de la «Santa Lena Katina», sentada en la acera, fumando un cigarrillo. Alzó levemente las cejas y emprendió al encuentro de la nueva y mejorada estrellita de pop.
—¿Te puedo robar una pitada? —preguntó sentándose a la par de la chica que ahora la miraba sorprendida.
—¿Qué haces aquí? —replicó, acercando el tubito de nicotina hacia Yulia.
—Salí a agradecerte el café y me encuentro contigo rompiendo las reglas de la familia feliz.
—¿Feliz?, seguro —Esperó a que la otra chica inhalara un par de veces y retiró el cigarrillo de sus manos con un suave gesto.
Yulia no supo que contestar ante ese sarcástico comentario. Era evidente que algo no andaba bien, pero ellas no eran amigas, ella misma lo había dejado en claro muchas veces, demasiadas como para que este tipo de momentos íntimos no sucedieran, por lo menos no a menudo.
—Y… ¿desde cuándo fumas?
—Desde hace un par de años.
—Hmm, al parecer si eres buena actriz. No me hubiera imaginado esto de ti —Yulia dio otro sorbo a su café y estiró las piernas sobre la desierta calle poniéndose cómoda.
—Gracias por el cumplido, pero creo que si no te diste cuenta hasta hoy, es porque muy poco te importa lo que hago o dejo de hacer —Lena respiró fuerte antes de darle la última aspirada al diminuto cilindro que guardaba una probada más.
—Buen punto.
—¿Y a ti qué te pasó? ¿Olvidaste tu billetera en casa?
—No, no tengo un kopeck. Mi mamá apenas me dio esos dos rublos para el transporte y aparentemente un ridículo chupete —Yulia rió ante la situación en la que se encontraba, contándole a su compañera, a la que detestaba, sus problemas con sus padres — Ahora resulta que si no consigo trabajo hasta el viernes me encerrarán en un cuarto de máquinas en el lobby de papá por el resto de las vacaciones.
—¿Quieres un trabajo?
—¿Tienes uno bajo la manga, Katina?
—La cafetería es de mi tía Sonya y justo estamos buscando alguien que nos ayude en el local.
—¿A cobrar y servir café? —mofó Yulia dejando la vacía taza en el filo de la acera.
—En realidad a lavar los platos —pausó Lena mientras la otra chica ponía una cara de «ni en tus malditos sueños, Katina»[\i] — No, en serio —se carcajeó— es para que nos ayude con las recomendaciones de la librería y también organizando los eventos de los miércoles y viernes en la noche. Ya sabes, hacer afiches, pensar en nuevas rutinas, buscar talento que se pueda presentar en las noches de micrófono abierto, ese tipo de cosas —Vio a Yulia más relajada y con una pizca de interés; el trabajo no sonaba nada mal, sería una buena experiencia y definitivamente era mejor que organizar papeles corporativos disfrazada de oficinista — ¿Te interesa?
—¿Y por qué no haces ese trabajo tú? Suena mejor que andar de cajera.
—Yo soy la supervisora. Hoy he pasado en caja porque Nadya tuvo una emergencia familiar y yo la estoy cubriendo —aclaró la pelirroja — Además, no me molesta cobrar y servir café, es parte de trabajar en una [i]«cafetería» —destacó esta última palabra con un gesto de sus manos.
—¿Y cuáles son las condiciones del trabajo? ¿Tengo que hablar con tu tía o qué?
—No, el trabajo te lo doy yo. Ella está de viaje fuera de la ciudad hasta el viernes, yo soy la que decide —La pelirroja se puso de pie y estiró la mano a la chica vestida toda de negro — Ganarás ocho rublos la hora y doce rublos si decides tomar los turnos de los fines de semana. Así que, tú dirás.
Yulia lo pensó apenas unos segundos, en realidad no había mucho que decidir, no encontraría mejor oferta, mucho menos para el viernes. Esto la zafaba de los fastidiosos de sus padres y tendría el dinero suficiente como para hacer lo que se le plazca el resto del tiempo.
—Cuando empiezo.
—Ven mañana a las ocho en punto, la cafetería abre a las nueve, así que tendremos tiempo de revisar tus tareas.
—Perfecto, y… gracias, Lena.
—No me agradezcas, solo haz un buen trabajo.
Ambas empezaron a caminar de vuelta al local.
—Katina, ¿puedo preguntarte algo?
—Seguro —respondió ella mientras se aclaraba su carrasposa garganta.
—¿Qué mierda le pasó a tu voz?
Lena rió con dificultad, la voz ronca no la dejaba emitir el sonido normalmente.
—Las consecuencias de pasar la noche pegando gritos —le respondió sin darse cuenta de la doble intensión de sus palabras. Yulia solo abrió los ojos de par en par con la clara intención de burlarse pero no tuvo tiempo — ¡Aj, no! No seas mal pensada, fui a un concierto anoche con Mihail y bueno, solo puedo decir que la pasamos increíble —La pobre chica no dejaba de arruinarse sola con cada explicación y Yulia lo disfrutaba demasiado. No tenía que decir nada, un movimiento sexy de cejas y Lena ya se había dado cuenta de su error — ¡En el concierto, Yulia! Ya sabes, la música, la excitación, el movimiento… —Esta vez la morena se echó de carcajadas —… ¡Me refiero al baile! ¡Aj, olvídalo! Nos vemos mañana.
Lena regresó a su puesto tras la caja y Yulia salió despidiéndose, emprendiendo el camino que le faltaba para llegar a casa. A pesar de todo el día no estuvo tan mal, veamos lo que le espera para el resto de las vacaciones. Indudablemente será un verano lleno de sorpresas. Eso, ténganlo por seguro.
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Última edición por RAINBOW.XANDER el 3/26/2021, 3:22 pm, editado 2 veces
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Bueno chicas, les dejo otro capítulo para que disfruten, a ver si en el transcurso del día, les subo otro más.
Abrazos!
Capítulo 2: No todo es diversión
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¿Una disculpa?
¡No, eso no! ¿Yulia, disculparse por algo y con una chica a la cual ni siquiera conocía lo suficiente? ¡Jamás!
Pero esa era la condición, o pedía una disculpa a Daryna, o no regresaba al Café. La sentencia estaba dada, Lena lo dejó claro:
«Al parecer, te olvidas de quién pone la reglas aquí, no eres tú, Yulia. Esta no es la escuela, aquí no puedes venir a empujarme de la silla o verter una taza de café en mi cabeza. ¡Aquí la que manda soy yo!»
Muy claro.
La pelirroja era su jefe, no había a quien ir con una excusa o justificación. Katina había marcado el territorio y, si esto a Yulia no le gustaba, tendría que alistarse para ir a trabajar el lunes con su papá, sin un solo reclamo.
Pero recapitulemos para que sepan que fue exactamente lo que pasó y que provocó tal decisión de la pecosa.
Era el último día de vacaciones, ¡Último! Yulia tendría que trabajar desde temprano el día siguiente con Katina como jefe, ¡Katina! Su único consuelo era no tener que pasar el resto del verano de aprendiz de abogado. Estaba acostada en su cama con un maldito libro —porque además estaba castigada— cuando el ruido de la puerta de la calle le anunció que su mamá había llegado con su hermano que pegaba de gritos mientras se acercaba a su alcoba.
La chica comenzó a respirar profundamente, tratando de encontrar un poco de paz interior y marcó la página que estaba leyendo antes de ser interrumpida. Ya era medio día de todas maneras, seguro pronto almorzarían, antes de que su mamá tenga que regresar a la oficina.
—¿Yulia? —dijo el pequeño escondiéndose tras el marco de la puerta, ya no tan animado como cuando entró a casa — ¿Me disculpas?
—¿De qué hablas mequetrefe? Tienes el brazo roto, ¿por qué te disculpas? —respondió ella con un tono fuerte, pero con cariño, dirigiéndose a la repisa para guardar el libro que tenía en manos.
—Escuché hablar a mamá por teléfono con papá, estaba muy molesta y decía que estaba de acuerdo con que trabajes en su lobby.
—No te preocupes por eso. Mamá me dio hasta el viernes para conseguir trabajo y yo, en toda mi eficiencia, conseguí uno… hoy — enunció sin darse cuenta que su mamá estaba a las espaldas de su hermano escuchando la noticia.
—¿Así que saliste a buscar empleo?
Yulia volteó y se encontró con una muy cálida y orgullosa sonrisa de su madre. No iba a demostrarlo, pero eso la ponía muy contenta. Su mamá era su adoración y su apoyo incondicional, razón por lo cual la discusión de la mañana le había molestado tanto. Prefería mantener a su madre siempre de su lado.
—Fui por un café y conseguí un trabajo. Empiezo mañana.
—¿Así que el café de dos rublos te consiguió un trabajo? —mofó su madre mientras su hija rodaba los ojos y caminaba hacia la puerta para que todos vayan juntos al comedor.
—Mejor no hablemos de eso. Muero de hambre.
El resto de la tarde y noche transcurrieron de lo más normal, su hermano Viktor quedó a su cargo y juntos se dedicaron a dibujar y pintar decenas de figuras monstruosas en el yeso recién colocado, mientras veían una maratón de anime que pasaban en uno de los canales locales. No quedó un solo espacio blanco, era una verdadera obra de arte y es que a Yulia se le daba muy bien el dibujo. Después de todo, se sentía un poco culpable por el accidente, su hermano pequeño siempre venía a molestarla, pero el grito que le dio esa mañana fue innecesario y realmente rebasó los límites de la razón.
—¿Entonces Boris no va a volver nunca más? —preguntó el pequeño con tristeza— ¿Ni siquiera porque tenemos el nuevo Mario Kart?
—Ya te lo dije Viktor. Boris y yo terminamos y esta vez es definitivo —confirmó su hermana guardando los marcadores y sentándose junto al muchacho que tenía una trompa larga mientras hablaba de su ex novio — Además, para que lo quieres jugando videojuegos con nosotros, ya sabes que tiene dos pies izquierdos de manos.
—Sí, lo sé —respondió pasando sus dedos sobre los diseños que había hecho su hermana —pero… me gusta verte feliz y cuando él venía…
—¡Soy feliz, Viktor! No necesito a Boris. Estoy mejor así —interrumpió Yulia, marcando un incómodo silencio.
Su madre subió los escalones después de colocar la alarma de la puerta de entrada y observó por unos segundos a sus hijos sentados sin cruzar palabra alguna.
—Bueno creo que es mejor que ambos vayan a dormir. Viktor tiene que retomar su curso de verano y tú tienes que madrugar para tu primer día de trabajo —Los levantó de un jalón del sillón de la sala de estar y apagó el televisor recibiendo de sus hijos un alzar de cejas que solo los hermanos Volkov podían lograr.
—Vamos, son las diez de la noche, tampoco es para que se quejen. ¡A dormir! —dijo finalmente dando una nalgada a cada uno mientras se dirigían a sus habitaciones.
A la mañana siguiente, Yulia se levantó muy temprano y estaba lista para salir a la cafetería pero aún era muy temprano. Vio por la ventana un par de veces y paseó en su alcoba de aquí para allá, un tanto impaciente, hasta que finalmente decidió emprender camino a su nuevo lugar de trabajo. Una caminata no le caería nada mal, podría respirar un poco y aprovechar el tiempo.
Marcaban cinco minutos para las ocho y Lena se encontraba ya en el local preparando la caja registradora y sacando de la alacena los paquetes de café para comenzar con la ardua labor de todas las mañanas, preparar el local para su apertura.
Como era costumbre, había puesto música a un volumen medio mientras seguía con sus actividades, sin darse cuenta de que Yulia había estado golpeando la puerta de entrada que todavía permanecía cerrada.
De repente, un golpe más agudo le llamó la atención y se acercó para ver que pasaba. Al parecer, su compañera había sacado su llave y estaba golpeando el vidrio con ella.
"Diablos", pensó mientras se apresuró a quitar el seguro y dejar entrar a la molesta chica que se encontraba del otro lado.
—Ya era hora, Katina. ¿Acaso estás sorda?
—Perdón, no te escuché por la música. Ayer olvidé comentarte que, para entrar directamente, uses la puerta trasera. A esta hora está siempre abierta para el personal.
—Insignificante detalle —mencionó la pelinegra sarcásticamente — Bueno, aquí estoy.
—Bien, ven por aquí —La pecosa guió el camino a la parte posterior del local — Esta es la sala del personal —dijo haciendo una seña a su nueva compañera de trabajo, invitándola a entrar.
Era una habitación grande dividida visualmente en varias áreas. A primera vista le recordó a las típicas fotos de las revistas de arquitectura y a esos grandes lofts donde prevalecía el diseño interior.
El comedor separaba el área de la cocina del resto de la pieza. El mesón de madera vieja le daba un toque hogareño, se asemejaba a una de esas mesas de picnic de los parques, solo que mucho más alta y en lugar de dos bancas largas a los lados, estaba acompañado de seis sillas individuales de la misma madera ancladas al piso, todas del mismo lado, ya que del otro, se encontraba la cocina, el microondas y un mueble para preparar los alimentos.
La puerta de salida al callejón estaba más a la izquierda —ese era el acceso al que se había referido Lena— estaba abierta de par en par, dejando la brisa entrar. A un lado de la misma e incrustados en la pared estaban los casilleros de los empleados, nueve en total, aunque en cada turno había un máximo de cinco personas a cargo del Café.
La morena giró la vista a la izquierda y descubrió el área de trabajo. Dos mesas enfrentadas, cada una con un computador y una silla reclinable; la mesa para la impresora y los suministros de oficina y un pizarrón con información importante, colgado de la pared. Nada del otro mundo, pero al fondo, encontró un pedazo de cielo.
El área de descanso se parecía mucho a algo que había querido hacer con su habitación por algún tiempo.
Un hermoso sillón doble rojo y tres puff de colores que contrastaban con la pared negra, donde había un mueble rústico de madera oscura con una gran cantidad de de vinilos y un precioso tocadiscos antiguo, desde el cual se ambientaba con música a todo el local. Esa era su área favorita, sin duda pasaría muchas horas ahí.
Finalmente, Lena apuntó a la esquina izquierda del salón explicando que tras ese corto pasillo de paredes de color rojo encontraría el baño. Claramente lo indicaba el letrero que colgaba en el umbral que tenía dibujos con las figuras de una mujer, un hombre y, pintado con esmalte blanco, una figura con capa y colmillos. Al parecer todo estaba permitido en este lugar.
"Ojalá fuera un zombi", pensó Yulia, sin decir una palabra.
—Esta será tu oficina, puedes trabajar con la computadora en una de las mesas o en los sillones si prefieres.
—Lindo lugar. ¿Qué tengo que hacer?
—Fácil, como te decía ayer, tenemos eventos que se repiten cada semana —explicaba mientras ambas pasaban al sillón para ponerse más cómodas — Los miércoles están las noches de película, que empiezan a las ocho. Cada mes elegimos diferentes temáticas y realizamos votaciones en la página de Facebook del Café. Bajamos el telón blanco al fondo de la cafetería y presentamos la película ganadora.
Los viernes son las noches de micrófono abierto, necesitamos que diseñes e imprimas los afiches que repartimos, a los negocios aledaños, además de coordinar quienes se van a presentar.
Y los sábados tenemos las ferias del libro, la gente viene e intercambia los suyos con los de otros clientes o con los que tenemos en los libreros. Muchas veces escritores piden presentar sus obras, cuando eso suceda deberás coordinar con la editorial y organizar el evento, usualmente viene acompañado con un segmento de preguntas y respuestas o con la lectura del primer capítulo del libro —Lena continuaba explicando y Yulia la escuchaba muy atenta.
La verdad es que el trabajo le llamaba mucho la atención sonaba divertido y no le parecía tan complejo; contactar a personas interesadas en presentarse, hacer encuestas para las películas, coordinar los eventos, nada que no haya hecho antes con obras de la escuela.
—Entendido, ¿cuál será mi horario de trabajo?
—A eso iba. Los lunes, martes y jueves entras a trabajar a las 8:30 de la mañana como todos los empleados y sales a las 5:30 de la tarde. Esto incluye una hora de almuerzo y dos descansos de diez minutos en la mañana, más dos iguales en la tarde. Los miércoles y los viernes necesitamos que estés presente durante los eventos, así que, como la cafetería cierra a las once de la noche, entrarías a trabajar a las tres de la tarde y tendrías derecho a tus cuatro descansos a cualquier hora.
—¿Trabajar los viernes hasta las once de la noche?
—Lo sé, pero viene con el trabajo. Es un horario difícil, pero si no puedes hacerlo…
—No, todo bien, puedo, lo hago, no hay problema, todo perfecto, no hay imposible para mí, no… —dijo cortando a la pecosa, no quería perder la oportunidad, después de todo, si esto no resultaba había un uniforme de asistente con su nombre bordado con hilo de oro en el closet de su papá y eso si que no lo podía permitir.
—Okeeey… —La pelirroja la miró extrañada, sin entender que le había provocado esa serie de confirmaciones— Como decía, si no puedes con esos horarios tendrás hablar con Nya y seguro ella podrá ayudarte con algo más flexible.
—¿Nya?
—Nya… Sonya, mi tía.
—Oh, está bien. ¿Algo más?
—Las cosas pequeñas las aprenderás en el día a día… ¡Ah! Todos los eventos deben ser aprobados por Nya o por mí.
—Perfecto —respondió Yulia asintiendo, dejándole saber que había entendido todo.
—Bueno, bienvenida al Magic Box Café —dijo Lena poniéndose de pie— Te dejo a lo tuyo, yo tengo algunas cosas que hacer antes de abrir el local.
La chica se dirigió a la parte frontal de la cafetería para terminar de hacer los preparativos correspondientes, mientras cada uno de los empleados del turno de la mañana iba haciéndose presente y recibía una sonrisa fingida de la chica nueva. Cuando el equipo estuvo completo se reunieron en la sala y la pelirroja prosiguió a presentar a Yulia. No hubo bienvenidas o intercambio de palabras gracias a los calurosos saludos que habían recibido antes.
Los empleados eran jóvenes de entre diecisiete a veinticuatro años, cada uno con un look y personalidad muy particulares. Eran en total ocho chicos repartidos en los diferentes turnos, cuatro mujeres y cuatro hombres. Al momento solo estaban presentes cinco contando con Lena, quien entonces se dirigió al anaquel de la cocina en busca de la funda de M&M's, todos los demás se levantaron para realizar el ritual de la mañana.
—¿Yulia no juega? —preguntó Andrei, uno de los chicos, al verla todavía sentada. La mencionada arqueó una ceja preguntándose:
"¿Ahora que van a hacer?"
—Todos los días, antes de abrir el local, uno de nosotros pone su música. Hacemos un sorteo eligiendo un color de chocolate —explicó la pecosa— ¿Juegas?
—No gracias.
Lena respiró hondo, ya se imaginaba que habrían muchas cosas en las que Yulia no querría participar. Era natural para ella el negarse a todo, a menos que pudiera sacarle provecho.
¿Actividades de grupo? De ningún modo, cosa que no le preocupaba en lo más mínimo. No le había dado el trabajo para que haga amigos, sino porque la vio en una encrucijada y sabía que podía manejar lo que se necesitaba en el negocio. Y así fue.
Durante los siguientes días Yulia se esforzó en buscar talento para la noche de micrófono abierto, el viernes estaba cerca y debía escuchar los demos de más de veinte músicos que aplicaron para presentarse. También tenía ideas para los miércoles de película y había investigado sobre nuevos lanzamientos de escritores que podrían estar interesados en presentar sus obras en el Café.
Si algo había que destacar es que, a pesar de los conflictos del pasado, ambas se manejaban bastante bien en este nuevo ambiente de trabajo. Bueno, por lo menos hasta el mediodía del jueves. Lena se acercó a preguntarle cómo iba con los artistas para la presentación del día siguiente y ahí fue donde todo empezó.
—¿Tienes listo el número que se presentará mañana? —preguntó sentándose a la par de su compañera de escuela.
—Sí —respondió Yulia entusiasmada— estuve hablando con una banda estupenda. Han aplicado aquí varias veces, pero nunca han tocado, tienen bastantes seguidores, así que creo que será un éxito para la cafetería.
—¡Vaya, genial! ¿Quiénes son?
—The Verge, Lena no tienes idea…
—¡Cancélalo! —interrumpió la pelirroja enérgicamente.
—¡¿Qué?! ¡No!
—No te lo estoy pidiendo, Yulia. Ellos tienen prohibido tocar aquí. Cancélalo y busca alguien más.
—La presentación es mañana, no hay tiempo de encontrar a otra banda o solista que esté disponible —recalcó la molesta chica al encontrarse con tan tajante negativa.
—Entonces no toca nadie y nos evitamos problemas —concluyó la pecosa antes de levantarse y dirigirse al frente del Café.
—Por lo menos dame una razón —pidió Yulia indignada, no había puesto tanto esfuerzo consiguiendo la banda y coordinando el evento para que ahora se lo tiren en la cara.
—El vocalista es el ex novio de Daryna y terminaron muy mal su relación.
—¿Bromeas verdad? —preguntó incrédula.
—¡No! Cancélalo y punto —Lena caminó molesta y desapareció por el portal.
Para Yulia esto era completamente frustrante. ¿Qué le importaba a ella que Daryna, una simple barista amateur y mesera del lugar, haya terminado de mala manera con su novio?
Esta banda era la mejor opción que el Magic Box tenía de atraer a una gran presencia de gente y ella no la iba a desaprovechar. Daryna tendría que aprender a actuar de forma madura y comerse su orgullo.
¿Cuántas veces ella misma había tenido que trabajar con su ex después de uno de sus tantos rompimientos?
"Hay que ser profesional", pensaba mientras se convencía que conservar el acto musical era mejor idea que la de Lena.
Así se cuajó la mentira. Yulia se encargó de crear una banda fantasma, enviar un demo falso y preparar una cuenta de email para la comunicación interna con la nueva banda. Su esfuerzo fue impecable, cuando Lena se acercó un par de horas más tarde a comprobar sus avances, quedó completamente convencida.
Yulia estaba segura de que al ver el éxito que el negocio tendría la siguiente noche, le perdonarían la mentirilla blanca que acababa de inventar.
¿A qué negocio no le gustan las ventas?
Pero esa mentira la llenó de inconvenientes, tuvo que convencer a The Verge de tocar todo el set acústico para evitar que la banda apareciera hasta cinco minutos antes de que empiece la presentación.
Aparte de eso, ella misma se hizo cargo de todos los preparativos.
—¿Está arreglando ella misma el escenario? —preguntó Nadya en voz baja acercándose a Lena por detrás del mostrador.
—Sí —le respondió observándola con inquietud. Esa no es labor de los empleados del local, la banda seleccionada debe acercarse temprano y encargarse personalmente — ¡Oh!… Y al parecer también hará la prueba de sonido —Ambas seguían asombradas. Ya se lo aclararía a futuro, era un viernes pesado de trabajo y en ese momento no tenía tiempo de lidiar con todos los detalles técnicos.
La gente empezó a llegar al lugar, que tuvo un lleno completo, pero esto no era algo fuera de lo común para el Café. Era muy visitado por gente del medio y ejecutivos de discográficas que, a lo largo de los años, habían hecho varios descubrimientos de talento.
—Katina, acaba de llamar un tipo de… —Pausó revisando su libreta de apuntes— ¿Café Valdez? Para decir que no lograrán ingresar el pedido hoy —dijo Yulia, metida completamente en su personaje. Ella misma había confundido algunas órdenes importantes de uno de los distribuidores, para obligar Lena a salir disparada y solucionar el embrollo justo treinta minutos antes de que inicie la función.
—¡Maldición! ¿Otra vez? Gracias, Yulia, ya lo resuelvo.
Cuando vio a la pelirroja salir por la puerta trasera —acorde a su plan—, supo que había ganado. Tenía la cara llena de orgullo por haber logrado engañar a todos y salirse con la suya.
La banda llegó y después de una rápida introducción al público, tomaron los lugares que ella misma había ordenado en la pequeña tarima.
Los chicos que estaban de turno, estaban estupefactos.
¡¿Qué diablos hacía The Verge en el Magic Box?!
No sabían qué hacer o qué decir; echar a toda la gente del lugar y cancelar el concierto sería una muy mala jugada para la imagen del local. Llamar a Lena no tenía sentido, había tomado un taxi para recoger la orden de Café al otro lado de la ciudad, jamás llegaría a tiempo. Nya aterrizaría en la ciudad a la media noche y ninguno de ellos se sentía con la suficiente autoridad para reclamarle algo a la compañera de escuela de su jefe inmediata.
El recital empezó, los músicos eran en realidad impecables y sus canciones fueron coreadas por casi toda la audiencia. El set era corto, apenas tocarían por cuarenta y cinco minutos y, si la gente lo pedía, tenían derecho a una canción más antes de terminar.
Fueron los minutos más largos de toda la semana. Yulia estaba nerviosa y evitaba cualquier contacto con el resto de empleados, que la miraban con decepción y enojo.
"Daryna ni siquiera está aquí, tiene turno el sábado. ¿Cuál es el lío?", se repetía cada vez que sus ojos se encontraban con uno de los chicos. Tal vez no había sido la mejor idea conservar la banda para la noche de micrófono abierto. Empezaba a sentirse ansiosa y sabía que estaba en problemas. "Va, le miento y digo que la otra banda canceló y ya, ¿no?", cinco minutos más y se acababa la noche.
Lena se encontró con un poco de tráfico para regresar y puso un pie en el Café justo cuando la banda salía del local. Vio al vocalista y supo exactamente que había pasado. ¿Cómo había sido tan ingenua? ¡Es Yulia Volkova! Esto es exactamente lo que ella hace, lo que le da la gana.
Entró fúrica al lugar y colándose entre la gente, buscó a la culpable del drama.
—¡Ahí estás! —la nueva empleada no tuvo tiempo ni de reaccionar, Lena la había tomado de la muñeca y comenzó a arrastrarla con fuerza hasta el baño de empleados. Sí, lo más lejos que pudo para aplacar un poco los gritos que estaba a punto de darle.
—¡¿Qué diablos te pasa por la cabeza, Yulia?!
—¡Katina, ¿cuál es el problema?! Todo salió perfecto y mucha gente vino a verlos, la presentación fue un éxito.
—¡Te dije que lo cancelaras!
—¡Y me diste una estúpida razón para hacerlo!
—¡Yo no te debo explicaciones, Yulia! ¡Soy tu jefe, entiende! ¡Si yo digo que hagas algo, te tragas tu maldito orgullo y lo haces, punto!
—¡Daryna ni siquiera está aquí, no entiendo! ¡¿Cuál es el maldito problema?!
—¡El maldito problema es que te di una orden!
—¡¿Orden?!
—¡Sí, orden! ¡Te guste o no, tú eres una empleada más aquí y recibes órdenes!
Yulia tenía toda la ira reflejada en el rostro, no sabía qué decir, no podía exclamar palabra alguna. Lena tenía razón y no le gustaba nada.
—Y aquí tienes otra «orden», mañana por la mañana, vienes y te disculpas con Daryna.
—¡¿Estás loca, Katina?!
—Al parecer, te olvidas de que quién pone la reglas aquí, no eres tú, Yulia. Esta no es la escuela, aquí no puedes venir a empujarme de la silla o verter una taza de café en mi cabeza. ¡Aquí la que manda soy yo! —Dejó en claro mirando fijamente a esos ojos azules— O te disculpas… o te vas. Eso sí, si no lo haces, ni siquiera pases por aquí para comprar una taza de café —Lena jaló la puerta con enojo y salió sin regresar a verla.
Yulia se quedó el resto de la noche en el baño tratando de relajarse, no faltaba mucho para que el local cerrara, termine su turno y pudiera escabullirse para no enfrentar las caras largas de sus compañeros de trabajo.
¿Disculparse? ¿Ella? ¡Jamás!
Le fue difícil dormir. No podía sacarse esas palabras de la cabeza: «¡Yo no te debo explicaciones, Yulia. Soy tu jefe, entiende!».
Su jefe, Katina… jefe.
Odiaba ese estatus. «¡Aquí la que manda soy yo!», mucho peor, «la que manda», no tenía salida tenía que olvidarse de su orgullo y conservar el empleo o tragarse su dignidad y trabajar para su padre. No sabía cual de las dos era peor.
—¿Hija? —Su madre no estaba asombrada de verla tan temprano con una taza de café sentada en el porche de la casa — ¿Estás bien? —preguntó mientras tomaba asiento a su lado. Yulia negó suavemente y dio otro sorbo a su bebida caliente.
—Cometí un error en el trabajo y ahora debo pedir disculpas a una chica.
—¿Fue algo grave?
—No lo creo, pero tal parece que sí —respondió con una actitud derrotada.
—Cariño…
—No me digas así, ¿quieres? Te lo he pedido mil veces.
Larissa sabía muy bien que su hija no quería dar su brazo a torcer. Su orgullo era algo que había heredado de su padre, ese maldito orgullo que finalmente le puso fin a su matrimonio.
—Yulia, si debes disculparte, hazlo y ya.
—¿Y si pienso que tengo la razón y no debo disculparme?
—Claramente no piensas así —Estas palabras le llamaron la atención y le devolvió una mirada confusa a su madre— De lo contrario no habrías empezado esta conversación con un: «cometí un error en el trabajo» —Yulia regresó la vista al frente y respiró profundamente. Se resistía a darle la razón a su mamá, a obedecer a su jefe, a aceptar que se equivocó.
—En la vida, tienes que aprender a llegar a compromisos con lo que quieres y lo que debes hacer —dijo poniéndose de pie— Todo tiene un costo, amor. Si este es el tuyo, págalo, discúlpate.
Con esas palabras su madre entró nuevamente a la casa y unos segundos después, Yulia tomó sus llaves y manejó hasta la cafetería.
Ya, lo había decidido, se tragaba su orgullo. Todo era mejor que ponerse un uniforme y recibir órdenes de su padre. Si iba a hacerlo de alguien, prefería que fuera de Lena.
Al llegar se encontró con una mujer de aproximadamente treinta y cinco años de cabello cobrizo muy corto y un poco desordenado, de tez muy blanca, ojos verdes claros y rasgos faciales muy marcados. Era evidente que era una Katin, su semblante se dejaba notar.
—Tú debes ser Yulia —dijo la mujer levantándose del escritorio.
—Nya…, me imagino —respondió la chica con desazón.
—Sí, ven. Siéntate conmigo.
Yulia se sentía intimidada, la belleza de la mujer y su postura tan firme y elegante, irradiaba poder. La siguió sin protesta y ambas se acomodaron en el sillón.
—Lena me comentó lo que sucedió anoche y lo que te pidió hacer para conservar tu trabajo —dijo la mujer mirándola fijamente— pero creo que mi sobrina cometió un error.
La chica se concentró en la mujer, extrañada por su respuesta. El único error, lo había cometido ella al desobedecer a su compañera de escuela. Todos estaban de acuerdo, lo sabía. Se lo habían demostrado sus reacciones durante el recital.
—Si Lena hubiese sido clara contigo, habrías entendido por qué esa banda no puede tocar en este Café.
—Sé que el vocalista es ex novio de Daryna, por eso no lo quieren aquí.
—Esa es una parte muy resumida de la situación y te lo explicaré, porque creo que es justo que sepas por qué todos están tan molestos contigo.
Resulta que varios meses atrás Daryna había terminado su relación con Vladimir, el vocalista de la banda, y como es normal, comenzó a salir con alguien más. Esta persona era otra mujer, lo que provocó una ira irracional en el joven en cuestión.
Una noche varios de los empleados del local fueron de fiesta, esto no era nada inusual para el grupo de chicos que se habían convertido en buenos amigos. Como siempre, caminaban juntos de regreso a sus casas cuando se detuvieron en una tienda de 24 horas. Lena, Andrei, Max y Nadya entraron a comprar algo de comer mientras Daryna y su novia se quedaron afuera fumando un cigarrillo.
Al parecer, Vladimir los había estado siguiendo con un par de amigos, estaban borrachos y, cuando vieron que ambas chicas estaban solas, se bajaron del auto para caerles a golpes. La paliza fue tan violenta y escandalosa que el dueño de la tienda se asustó y cerró la puerta sin dejar salir a los demás para ayudarlas.
La policía llegó minutos después, los chicos todavía estaban encerrados adentro de la tienda, para ese entonces, el cantante y los otros muchachos ya se habían esfumado. Daryna y su novia fueron a parar en el hospital y les tomó semanas recuperarse del incidente.
Lamentablemente, las cámaras del local, no enfocaban el lugar donde sucedió el incidente y los chicos presentaron una coartada que los exoneró de cualquier delito esa noche, así que la fiscalía retiró los cargos y no tuvieron castigo.
Dado que el Magic Box Café es siempre visitado por gente importante del medio musical, The Verge siempre aplica para tocar en las noches de concierto, sin embargo tenían completamente prohibido ser recibidos en el lugar.
—¿Entiendes ahora, Yulia?
—Sí —Asintió con pena, eso cambiaba todo— Lo siento.
—Lena debió contarte todo, pero creo que aún se siente culpable, tanto como el resto de los chicos que estuvieron ahí esa noche —continuó Nya— Hablé con Dary, ella entiende que no tenías conocimiento de lo que pasó y no tiene problema con que sigas trabajando aquí. Seguramente, cuando llegues a conocerla mejor, te darás cuenta de que es una joven bastante relajada y dulce.
—Igual, debo disculparme —contestó Yulia, había sido un error desobedecer a Lena, se sentía mal, decepcionada de si misma, de no ver más allá de sus narices. Todo el trabajo que se tomó elaborando la mentira perfecta, no tenía sentido, fue la peor idea que pudo ocurrírsele.
—Sería un gesto amable, sobre todo inteligente —mencionó Nya, la mujer no era tonta. Si quería sacar algo de la testaruda compañera de su sobrina, tendría que alabarla un poco— A la larga Lena es tu jefe y Daryna es como su hermana, por más paciencia que mi sobrina tenga, por su familia, ella es capaz de sacar las garras.
Yulia estaba de acuerdo, no solo era lo más inteligente, era lo correcto y aunque le
costaba dejar su orgullo a un lado, sabía que era algo que tenía que hacer. En ese momento Daryna entraba con varios de los chicos para comenzar su turno y sin esperar más. Se levantó y con seguridad se acercó a pedirle unas sinceras disculpas.
¿Pueden imaginarlo? Yulia Volkova pidiendo disculpas, ¡eso jamás!… ¿Verdad?
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Los lunes en la mañana eran lo peor. En realidad, el malestar empezaba desde el domingo. Todo tenía un amargo sabor a responsabilidad, tal como la escuela; levantarse temprano, largas horas, indeseable compañía, almuerzos empacados, todo. Pero se había prometido a si misma ser responsable en esto, demostrarle a su padre que ella no era una niña mimada y que no lo necesitaba. Y si de algo podemos estar seguros es que Yulia Volkova cumple lo que promete.
6:30 AM y ya estaba en pie entrando en la ducha; un baño rápido de agua templada, shampoo con un suave masaje, acondicionador para su cabello brillante y liso, y finalmente jabón líquido neutro para su delicada y blanca piel.
Veinte minutos después, salía con la toalla en el cuerpo a escoger el atuendo del día, como siempre, sobresaliendo las prendas negras y los detalles de color en combinación con las puntas de su cabello. Se peinó rápidamente y bajó a desayunar.
Tostadas, fruta, café negro con dos de azúcar y un regalito que su hermano le había dejado con una nota que decía:
«Te quiero. Buen día matando zombis», junto con una cara feliz sacándole la lengua, a la que Yulia no se pudo resistir y soltó un sonrisa. Solo el enano podía hacer esas cosas dulces y salirse con la suya.
Se guardó el detalle en el bolsillo del pantalón y subió nuevamente a terminar de arreglarse. Un poco de crema, delineador, labial, perfume y estaba lista para salir al trabajo. Claro que todavía faltaba más de una hora completa para marcar tarjeta.
La verdad es que si Boris y ella no hubiesen terminado, ahora mismo estaría en camino a su casa para perder el tiempo con él, más el moreno joven había dejado todo muy claro cuando decidió darle fin a su relación.
—Necesito espació, Yulia. Y tú… encontrarte, esto no funciona —dijo tratando de acercase un par de pasos, recibiendo la espalda de su todavía novia como respuesta — Tú no me quieres, no como novio. Yo soy tu costumbre, pero no hay amor.
—¿Cómo te atreves a hablarme de mis sentimientos, Boris?
—Me atrevo porque hasta este segundo estamos en una relación y tus sentimientos me conciernen —exclamó, provocando que la chica regrese a verlo— Sé lo que sientes y lo que no, y no voy a dejar que sigas perdiendo el tiempo conmigo, escudándote tras nuestra relación.
—¿Qué sabes tú, Boris? ¡No sabes ni quién soy! —gritó muy enojada, esta discusión se había vuelto bastante frecuente y siempre terminaba en lo mismo. Solo él sabía que era lo que Yulia quería ¿y ella?, ella de su propia persona, no sabía nada.
—Yulia, relájate, seguiremos siendo amigos...
—¡¿Amigos?!
—Entiende, tú tienes que vivir tu vida, la que quieres vivir, la que te niegas a aceptar —repetía una vez más.
—Ya listo, lárgate de aquí, soltero. No te voy a detener, siempre es lo mismo contigo —dijo tomando su chaqueta y sus llaves, y salió por la puerta de la van— Pero escucha bien, Boris. Esta vez, ni sueñes en que retomemos la relación cuando regreses… Lo nuestro se acabó —declaró ella mientras cerraba la puerta de su auto con un fuerte golpe y lo echó en marcha.
Sucedió hace exactamente dos semanas, el primer día de verano, unas horas antes de que Boris tomara un avión a Vancouver. Al otro extremo del mundo.
Para cuando Yulia volvió en conciencia de este recuerdo ya se encontraba a medio camino del trabajo, era temprano, pero bueno, podía esperar en su auto hasta que Lena llegara y le abriera la puerta. De todos modos, a la señorita, siempre le daba por madrugar. Abría todos los días el local a las ocho de la mañana a más tardar.
Al estacionar el auto en el lugar que le correspondía —justo frente a la entrada trasera—, notó que la puerta metálica no tenía puesto el candado de seguridad, lo que significaba que alguien se encontraba dentro del Café.
Bajó del auto, colocó la alarma y se acercó a la ventana, buscando un espacio entre abierto de la cortina. Pronto pudo ver a Lena durmiendo en el sofá, tapada apenas con una pequeña cobija.
Yulia no esperó nada para tocar el timbre y despertar a su compañera, es más tocó sin cesar hasta que ésta le abriera entre sueños con una cara de pocos amigos.
—Katina… ¿pasaste aquí la noche?
—¿Yulia? ¡Me dormí, maldición! —dijo mientras su tormento entraba a la sala y ella volvía a poner seguro a la cerradura. Aceleradamente recogió el cobertor y lo dobló para guardarlo en el baúl— ¿Qué hora es?
—No soy tu reloj —contestó como siempre la chica de negro.
—¡Aj! —exclamó con molestia la pelirroja y tomó su celular con prisa para confirmar sus peores sospechas— ¡¿Son las ocho de la mañana?! Estoy muerta, estoy muerta…, muerta.
Yulia muy calmada tomaba la funda de café molido y lo vertía, cuchara tras cuchara, en el filtro nuevo de papel que acababa de colocar en la cafetera.
—¡Mierda, mierda, mierda! —maldecía nerviosa la pecosa mientras Yulia la observaba correr de aquí para allá como mosca confundida — Tengo que irme, tengo que llegar a casa… ¡Mierda!
—Oookey —respondió entretenida con la escena. Ambas estaban tan concentradas en la desesperación que tenía la ojiverde, que no notaron a la dueña entrar al local.
—Buenos días —saludó Nya, sorprendiendo a las dos chicas y pasó hasta su escritorio, calmada e imponente como siempre.
Lena se mordió la lengua y cerró los ojos, sin poder disimular su incomodidad.
—Nya, perdón… te juro que no me di cuenta, yo…
—Tranquila —dijo interrumpiendo a su sobrina— Ya imaginábamos que habías pasado aquí la noche.
Lena suspiró profundamente y dejó las cosas sobre la mesa cruzándose de brazos y mirando al suelo. Esperaba un regaño merecido, no había avisado ni siquiera por mensaje que no llegaría a dormir.
—¿Qué tal tu cita con Max? —preguntó la esbelta mujer que ahora disfrutaba de un poco de venganza. Ya había notado la tensión que existía entre ambas adolescentes, estaba segura de que Lena no querría que Yulia se entere de qué pasó la noche anterior. Tal vez eso le daría una lección sobre avisar sus planes.
—Emm… bien —dijo puntualmente— Bueno, me voy a casa a tomar un baño rápido y regreso a tiempo para abrir.
—¿Solo bien? —insistió la mujer— Para pasar toda la noche fuera de casa, esperaba que las cosas terminaran un poco mejor que «bien».
Lena, esperó un momento en responder, tenía que idear que decir para que Yulia recibiera la menor cantidad de información posible.
—Fue mejor, pero puedo contártelo en la noche. Ahora será mejor que me vaya o regresaré muy tarde.
—Está bien, amor, pero no te olvides para la próxima, que tu celular también hace llamadas telefónicas —concluyó su tía, girando para encender el computador — Ve tranquila, yo abro el local. ¿Quieres dinero para el colectivo?
—No, tengo lo suficiente… ya regreso.
—¿Quieres que te lleve? —ofreció Yulia tratando de sonar desinteresada, pero solo tenía una cosa en mente, presionar a su compañera hasta que le cuente quien era el tal Max y recopilar información para molestarla a futuro.
—No gracias, voy en bus.
—Vamos Katina, no seas orgullosa. Todavía tengo tiempo para mi hora de entrada y hoy vine en auto.
—Ve con Yulia y regresen juntas, no hay problema si llegan pasada la hora de entrada —Su tía insistió a lo que la pecosa no pudo negarse más. Le tocaría esquivar todo tipo de insinuaciones y molestosas preguntas.
—Gracias —dijo con una sonrisa más que fingida y guardó las llaves de su casa en el bolsillo trasero de su pantalón, adelantando sus pasos hasta el estacionamiento.
Lena no quería hablar y esperaba que Yulia tampoco. Pasaron varias cuadras en completo silencio, el viaje hubiera sido perfecto si se mantenía así, pero, justo antes de virar para tomar la calle principal, se encontraron con un semáforo en rojo y empezó el interrogatorio.
—¿Así que asustaste a toda tu familia por no avisar que pasarías la velada con tu novio? No imaginaba que fueras ese tipo de chica —dijo citando con los dedos.
Lena no pudo más que virar los ojos y prefirió no responder —Vamos Katina, seguro tu papá sigue buscándote todo armado para castrar a Max de un tiro.
El semáforo cambiaba a verde y antes de que la conductora tuviera oportunidad de virar, la pecosa le dio instrucciones de seguir adelante.
—Katina, este no es el camino más rápido para llegar a tu casa.
—No vamos a mi casa, vamos a la casa de Nya —respondió sin dar más explicaciones, pero debió saber que Yulia no dejaría ir su curiosidad— Sigue adelante cuatro cuadras y vira a la izquierda, luego bajas cinco cuadras más hasta llegar al portal principal.
—¿Irás a casa de tu tía para tomar un baño? ¿No sería mejor que lo hagas en tu propia casa y de paso te cambias de ropa? —sugirió confundida— no es por insultarte Katina, pero apestas a tabaco.
—Tengo ropa en casa de mi tía, no pensaba ponerme de nuevo el mismo atuendo.
—Como prefieras —terminó la chica de los ojos azules siguiendo las direcciones de su no-amiga. Sabía que Lena se estaba resistiendo a contestarle, así que lo dejaría pasar hasta el viaje de regreso.
Al llegar ambas bajaron del auto y la pecosa regresó a verla con atención, en ningún momento le pidió que la acompañara adentro.
—No soy tu chofer para esperarte en el auto —respondió a la pregunta que yacía en el rostro de la pelirroja. Era verdad, tendría que dejarla entrar.
A primera vista la casa le recordó a esas construcciones antiguas de estilo español de aspecto bastante acogedor, con techos inclinados de tejas de barro de color naranja y una entrada empedrada que llevaba a la puerta de madera tallada con una mirilla pequeña de metal justo en el centro.
La trasnochada muchacha la dejó pasar y la invitó a sentarse en la sala, le pidió que esperara ahí, sin tocar nada. Eso le molestaría mucho a su tía. Subió corriendo al segundo piso y prosiguió a tomar una rápida ducha. Mientras tanto, Yulia aprovechó para darle una mirada al lugar.
La tía de Katina realmente tenía buen gusto, el ambiente contrastaba muy bien entre los muebles de estilo moderno y la construcción tradicional con vigas de madera incrustadas en las paredes y el techo.
Había mucha luz, demasiada para Yulia, que prefería siempre la noche y los lugares oscuros. Esta entraba directamente de los grandes ventanales de la sala que dejaban ver un amplio jardín lleno de flores de colores por todos lados.
Esa calidez se trasladaba al interior de la casa, con detalles de esas mismas flores sobre las mesitas de la sala, en el centro del comedor, en floreros de piso. Pero algo más fue lo que llamó la atención de la joven… fotos.
Marcos de fotos por todo el lugar, colgados en las paredes, sobre la chimenea, en el mesón de entrada. Fotos de Nya y su familia… Lena, Katya - la hermana de su no-amiga - algunos de sus otros sobrinos, todos sus hermanos y hermanas, todos menos Sergey, el papá de su compañera.
Yulia seguía el camino de las imágenes desde la entrada de la casa y dando la vuelta por la sala. Notó que alguien se repetía en la mayoría de fotos, una mujer rubia y delgada, tan alta como su jefa, de ojos verdes y una piel tan blanca que se destacaba en cada imagen.
Sonreían, se abrazaban, hacían muecas, esa mujer estaba por todos lados… y ahí, justo en el marco que colgaba en la pared junto a las escaleras, encontró una respuesta que aún no sabía que estaba buscando.
Nya y la rubia se estaban besando, llevaban ramos de flores en sus manos y vestidos blancos…
¡Oh, Dios!
"¡La tía de Katina es gay!", pensó abriendo los ojos y al escuchar un sonido que venía de arriba se apresuró a sentarse en el sillón que su compañera le había ofrecido hace unos minutos.
Jamás se le cruzó por la cabeza que una mujer tan femenina y tan elegante pudiera ser lesbiana, y no, ella no tenía problemas con el tema, pero jamás lo pensó.
¿Era por esto que Lena no quería que entrara con ella a la casa? ¿O por qué estuvo evadiendo todas sus preguntas, por miedo a que alguna tocara el tema?
Además, ¿qué hacía Katina en la casa de su tía tomando un baño? El camino había tomado el doble de tiempo. ¿Por qué había preferido ir allí en lugar de ir a su casa? ¿Por qué no había ni una sola imagen con el papá de Lena? No era un secreto que los Katin eran una familia muy unida y se le hizo raro que, en las fotos de eventos evidentemente familiares, estaban todos menos los papás de Lena.
—Tú debes ser Yulia —pronunció la mujer de las fotos, entrando a la sala con una taza extra de café en mano— Ten, espero que te guste el café, soy Charlotte.
La rubia era mucho más hermosa que en las imágenes, en realidad no le hacían justicia alguna. Tenía un acento extraño, para nada local, parecía europeo, tal vez francés, pero no podía asegurarlo. Se notaba muy amable y definitivamente había hablado con Katina antes de acercarse a saludar. Nadie adivina tu nombre así nada más.
—Culpable… y gracias —dijo la muchacha tomando un sorbo del aromático café — ¿Cardamomo?
—Veo que te gusta apreciar un buen café.
—Es mi bebida favorita —seguía tomando de a poco, el líquido estaba extremadamente caliente y eso le agradaba.
—Gracias por traer a la irresponsable de tu amiga.
—Lena no es mi amiga —dijo una vez más. En este punto ya había perdido la cuenta de cuantas veces había hecho esta afirmación desde que la conoció.
—Bueno, más aún… gracias por traerla.
Lena bajó de repente lista para salir y se detuvo ante la escena de Charlotte y Yulia conversando. Su peor miedo era que la esposa de su tía revelara su situación actual y eso era algo que no quería que sucediera en lo más mínimo.
—Estoy lista… ¿Nos vamos? —preguntó con urgencia queriendo agilizar la salida y evitar así que hubieran palabras de más.
—Linda, toma una taza de café y come algo, no vayas al trabajo con el estómago vacío.
—Está bien Charlotte, antes de venir comí algo de fruta —mintió la chica, realmente necesitaba salir de ahí.
—No es verdad —confirmó Yulia. Lena hizo una mueca de desaprobación y luego sonrió a su tía.
—Será mejor que nos vayamos, es tarde y hay mucho trabajo hoy.
Rápidamente se dirigió a la puerta obligando a su compañera a salir de la misma manera, no sin antes agradecer el café y darle un último vistazo a la mujer de los ojos verdes.
Caminando hacia el auto, presionó el botón de la alarma para abrirlo y vio como Lena entraba nerviosa. Era el momento, la presionaría para que responda a sus preguntas, aquellas que solo aumentaron en esa casa.
—¿Qué diablos te pasó, Katina? Charlotte solo trataba de ser amable —protestó la conductora antes de iniciar la máquina.
—Lo sé, pero vamos tarde, otro día hablan de sus vidas —mencionó aparentando que le importaba muy poco lo que conversaban, pero eso era algo que ella evitaría a toda costa.
—¿Te incomoda que sepa que tu tía es gay?
La pelirroja cerró los ojos. Sabía que Yulia se pondría a husmear y bueno, tampoco es que la información estaba escondida en la caja de seguridad, pero era algo que en realidad no quería compartir con ella.
—No, no me molesta, solo vamos tarde.
—Sabes que esa excusa se va a terminar pronto —respondió mirando hacia la carretera— Sé que algo te pasa, algo me ocultas.
Claro que le escondía cosas, tenía muy presente que Yulia querría saber exactamente qué hacía en la casa de su tía tomando un baño y preparándose para el trabajo en lugar de ir a su casa. Seguro se había fijado que no hay indicios de una buena relación entre su tía y su padre, ya se había enterado de que su tía era lesbiana y Charlotte su esposa.
Lena sabía muy bien que Yulia no era tonta y si dejaba una minúscula pista en su camino ella se encargaría de atar cabos, así que decidió no responderle. Toda esta tensión solo le traía malos recuerdos… recuerdos de ese día, de esa discusión con su padre, la que la llevó a todo esto, la que no quiere que nadie sepa.
Se concentró en el paisaje de la ciudad mientras regresaban a la cafetería y recordaba esas palabras, esa tarde.
Sergey y Lena llegaban del supermercado, habían empezado una muy buena tarde juntos, salieron por un helado, caminaron hasta la despensa del barrio para comprar las cosas para la cena que prepararían juntos para recibir a Inessa y a Katya de su viaje de fin de año y justo cuando llegaron a la caja todo se arruinó.
Una pareja de hombres pagaba justo frente a ellos. Ambos conversaban sobre un gran evento y la comida que servirían, nada fuera de lo común, podían haber sido un par de amigos y ya, pero no era así. En un segundo uno de los hombres se acercó a la mejilla del otro y depositó un dulce beso. Nada para escandalizarse, nada fuera de lo común en una pareja joven. Sin embargo, el papá de Lena, no toleraba esas muestras de cariño, no en una pareja homosexual.
Se puso tan molesto que tomó a su hija de la muñeca y sin terminar de hacer la compra salieron del local. Se dirigieron al auto y regresaron a casa.
La pecosa sabía que su papá odiaba hablar de ese tema, pero la reacción que había tenido fue la gota que derramó el agua del vaso.
Evitó decir una palabra hasta no llegar a casa, no quería que la furia de su padre causara un accidente. Lo que vino después fue algo que Lena imaginaba que sucedería, pero en realidad pensó que pasaría en un futuro muy lejano, no esa misma tarde.
Los gritos ya eran fuertes y hacían eco en toda la casa. Sergey estaba fúrico y no paraba de gesticular su enojo.
—Tu tía tiene una vida que yo no apruebo y no quiero que mis hijas presencien eso.
—¿Qué tiene de malo papá? Ella es feliz ¿No debería serlo solo porque no está con un hombre?
—Ella puede ser feliz sola si quiere, pero al segundo que eligió esa vida dejó de ser mi hermana —afirmó su padre con rencor.
—Pero no mi tía, papá.
—Desde ahora sí. No dejaré que te meta ideas en la cabeza, mucho menos aprobaré que ahora quiera tener hijos con esa mujer.
—Nya se merece una familia, como tu hiciste la tuya. No tiene nada de malo —respondía en el mismo tono y fruncía el ceño. No podía entender que había llevado a su padre a tal extremo de jalarla, casi arrastrándola, por el lugar a vista de todos los demás clientes y trabajadores, por algo tan simple como un beso.
—Esos niños crecerán sin padre y con un pésimo ejemplo.
—¿Qué te pasa por la cabeza, papá? Hablas como si vivieras en la edad de piedra. ¿Qué diablos crees que les va a pasar a los niños?
—¡Se volverán homosexuales como tu tía! Esas cosas se aprenden, la gente no nace así —dijo con desprecio— ¡Dañada!
—Estás equivocado papá. Nadie se vuelve homosexual por elección, mucho menos por ejemplo —insistía cada vez más molesta e indignada, ya no sabía ni como hablarle a su padre. Pronto confesaría, lo sabía, no quería hacerlo todavía, pero tendría que hacerlo para callar sus estúpidas creencias.
—¡Y tú que vas a saber, eres una niña!
—Yo lo sé, porque YO soy gay. ¡Yo, tu hija! —gritó finalmente callando a su progenitor—, y Nya vivió en París hasta que yo tuve catorce años así que ni se te ocurra decir que ella me metió en esto. El ejemplo con el que yo crecí fueron tú y mamá, y yo sigo siendo gay.
—¡Cállate Lena! —dijo el hombre, dándole la espalda a su hija.
—Algún día tenías que saberlo, mejor ahora que nunca.
—¡Te dije que te calles! Yo no tengo hijas lesbianas —gritó, acercándose amenazante, tanto que Lena, con toda su furia y valor, retrocedió unos pasos.
—Pues tienes una —Le informó tragando un poco de saliva ante la respuesta física de su papá.
—No, no la tengo. ¿Quieres seguir esa vida? —preguntó con voz más baja pero igual de enojada— ¡No lo harás en mi casa!
—No te preocupes, recojo mis cosas y me voy —dijo segura. Ya lo veía venir, lo sabía. Esperaba que por lo menos su madre estuviera presente para evitar justo esto, lo imaginó muchas veces y solo su madre la salvaba, pero esta vez era real y estaba sola.
—¿Tus cosas? —bufó su padre con burla— Todo lo que yo he pagado con mi dinero se queda aquí.
—¡Dije MIS cosas! —aclaró con una fuerte entonación.
—Perfecto, te acompaño a la habitación para asegurarme que no tomes lo que ya no te pertenece.
Lena se mantuvo firme un par de segundos viendo la cara decidida de su padre. Había sospechado que esto no iría bien, planeaba salir del closet una vez que se graduara del colegio o la universidad, pero no soportó más los comentarios intolerantes que siempre tenía su progenitor cuando hablaban de su tía.
Subió los escalones con decisión, tratando de apresurar el paso, no dejaría que esto llegara a mayores.
Entró a su habitación y abrió el armario de par en par, tomó con ambas manos la caja de cartón en la que estaban guardados todos sus peluches de infancia y la volteó, vaciándola sobre el piso.
Una vez que todos sus recuerdos de la niñez cayeron, comenzó a colocar todo lo que con seguridad sabía que había comprado con el dinero de su trabajo.
Su diario, su mp3, su tableta digital, sus vinilos, por ahí encontró un par de parlantes de colores, cosas que sus amigos le habían regalado, su consola de video y sus video juegos, los que le regalaron sus padres la última navidad ni los tocó, un par de libros y películas, y eso era todo.
Abrió la mochila de la escuela, que con suerte también había pagado con su dinero y metió su chaqueta favorita, unas camisetas, unos buzos, su perfume y un par de ropa interior que también había comprado.
Rebuscó dentro del cajón de las medias por un momento y, asegurándose que su papá viera lo que tenía en la mano, guardó un consolador en medio de toda la ropa, cerrando finalmente la mochila.
—El teléfono lo pagué yo, se queda aquí.
—Muy bien —dijo la pelirroja y sin hacer berrinche, sacó la memoria SD del mismo y la guardó en su bolsillo— Esto es mío —dijo cerrando la rendija y buscando la aplicación de configuraciones, presionó el botón de formateo, confirmó su decisión y tiró el teléfono sobre la cama.
Sin dudar tomó la caja, se puso la mochila en un hombro y esquivando la figura de su irreconocible padre dejó su habitación en dirección a la puerta de salida.
No regresó siquiera a ver la cara del hombre que la había repudiado, abrió la puerta y se marchó.
Un par de cuadras más abajo y cuando supo que finalmente estaba fuera de vista de su casa se sentó bajo el árbol de un parque y se echó a llorar. Una señora muy amable, vecina suya desde que tenía ocho años, la encontró y le preguntó que le pasaba.
La señora Zemtsova, supo escuchar a la joven y la aconsejó. Le suplicó que llame a algún familiar, que no se de por vencida y la invitó a su casa a esperar que vinieran por ella.
Nya pronto llegó y, ayudando a Lena con sus cosas, la llevó a su casa y le dio un hogar. La casa era amplia, el espacio sobraba, también sobraba el cariño. Ella no estaba sola y desde ahora en adelante viviría con su tía.
Desde entonces no ve a sus padres, tuvo un contacto muy limitado con su hermana en la escuela las últimas semanas de clases y no ha pisado la cuadra de su casa en lo más mínimo.
Pero todo esto era algo que Yulia no necesitaba saber. Más que nada, no tenía por qué saberlo. No era su amiga y sabía que haría de esto su burla constante, que lo esparciría por la escuela rumores trayéndole problemas. No era una persona en la que podía confiar, simplemente no lo haría, Yulia jamás se enteraría.
—Algún día tendrás que confiar en mi Katina —La chica de los ojos azules mencionó al aire antes de estacionar el auto.
Lena bufó haciéndose a la idea de lo duro que sería ocultárselo el resto del verano, empezaba a arrepentirse de ofrecerle trabajo. Estaba segura de lo que había decidido, no confiaría en ella, ni por un segundo.
—Hay cosas que jamás sabrás de mí —Fue lo único que dijo y bajó del auto sin explicaciones.
Pero para la chica morena de ojos claros, esto no era una respuesta válida.
¿Qué diablos le ocultaba? Tenía que encontrar la forma, no se quedaría con la curiosidad. La seguiría a todos lados si era necesario, pero descubriría que escondía, era una promesa.
Lena no tenía salida… Y si algo sabemos de Yulia Volkova es que cumple lo que promete.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Un abrazo!!
Capítulo 4: ¿Quién es Yulia?
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¿Qué es lo primero que nos viene a la mente cuando escuchamos el nombre Yulia Volkova?
Es acaso miedo, violencia, tal vez maldad, seguramente sarcasmo, sin duda talento y belleza… todas ciertas, sí. Pero, como toda persona en el mundo real, esta chica tenía muchas más facetas de las que dejaba ver.
Su genio no la ayudaba en lo más mínimo, solo permitía que la gente se formara ideas sobre su personalidad.
Por supuesto que no era una chica buena de aquellas que se visten con un vestido de vuelos de color amarillo y tejen bufandas en una mecedora. No, no tenía sesenta y nueve años y, por sobre todo, odiaba ese color. Pero tampoco era la chica mala que todos tachaban de imposible.
¡Vamos! ¿Quién no ha contado una mentirita blanca para salir a pegarse un par de tragos de manera ilegal en una fiesta? ¿Acaso eso nos convierte en personas indeseables?
No.
Fumaba muy de vez en cuando y salía con sus amigos, pero las actividades del grupo tendían siempre a ser mucho más relajadas, ya saben, una película, karaoke, una obra de teatro, ir al parque de diversiones, ese tipo de cosas.
La mayoría de su tiempo libre lo pasaba con su novio y si se aburría se quedaba en casa con su hermano jugando videojuegos o viendo anime.
Definitivamente, era una chica un tanto retraída de la vida social y aunque no se le notaba con sus amigos, podía percibirse cuando estaba lejos de ellos.
El grupo de jóvenes empleados del Café era bastante unido, siempre hacían bromas, reían, bailaban y salían juntos, lo que la mayoría de veces la hacía sentir excluida y solitaria.
No estaba cerca su novio —que ya no era más su novio—, ni su mejor amiga, que había viajado a otra ciudad para pasar las vacaciones con su familia mientras su hermano recibía un tratamiento en un hospital muy renombrado. ¿Y Lena? Pues… Lena no era su amiga, aunque la consideraba como una, jamás lo admitiría.
Su carácter fuerte y cargante personalidad la mantenían alejada de la gente que acababa de conocer. La verdad es que si no fuera por Oksana y Mihail —sus compañeros de escuela desde el jardín de infantes— seguramente no tendría ni un solo amigo aparte de su hermano menor; no habría conocido a Boris y sería simplemente una chica a la cual le gusta vestirse de negro y que todos apodan «la viuda negra”.
Ese apodo… muchas veces lo había hablado con su ex. Era un sobrenombre que le causaba mucha gracia. Quien la conocía bien sabía que ella de gótica no tenía nada.
La gente sacaba esa conclusión por su evidente amor por el tipo de vestimenta y el color negro, pero aparte de eso lo único que la ataba al movimiento gótico era su gusto por las películas de terror.
En lo que se refiere a la música prefería el indie/pop, preferentemente aquellos grupos que aún no llegaban a las grandes radios. Para cantar con Oksana o en los recitales de la escuela, escogía el típico pop adolescente, ya que se le daba mejor para escribir e interpretar.
Muchos dirán, «pero le encantan las armas de doble filo, tiene una colección de insectos disecados, un sillón burdeos de estilo victoriano y una fascinación con la muerte”. Antes que nada Yulia siempre aclaraba que, a un niño de cinco años también le encantan las tijeras, navajas, cuchillos, etc; y no lo andan etiquetando de gótico; su colección de insectos la tiene desde los siete años, ya que perteneció al club de ciencias naturales de la escuela al cual asistía con Oksana; su adorado sillón fue una herencia de su abuelo materno, quién se sentaba con ella en su regazo para contarle cuentos cuando era pequeña y su obsesión con la muerte empezó tarde, aproximadamente a los catorce años mientras veía una maratón de documentales sobre asesinos en serie, cosa que mucha gente hace, el morbo no es una cualidad de los góticos.
Lo que todos olvidan siempre, es que, sobre todas esas cosas, Yulia odiaba a la gente que copiaba a otra gente, odiaba las etiquetas y mucho más pertenecer a un grupo de personas clonadas, con exactamente los mismos gustos; que llevaban su ropa como uniformes de su ideología y las cuales basaban su comportamiento en una serie de reglas que la subcultura se había encargado de detallar por ellos.
Sencillamente, eso no era lo suyo.
Si quería cantar una canción de Bruno Mars en la ducha lo haría; si prefería los zombis a los vampiros era muy su problema y si un día decidía vestirse con unas mallas ochenteras color rosa lo haría con orgullo, porque se le dio la gana. No quería sentirse limitada, mucho menos encasillada en algo que no era.
Infringir miedo no significaba que no lo sintiera, sobre todo cuando estaba sola; tener novio no la convertía en un tierno gatito, pero la falta del mismo tampoco la tornaba en una villana amargada. Que discutiera muchas veces con su mamá no significaba que la odiara y, que difiriera con su papá en como debía vivir su vida, no la alejaba de entenderlo y respetarlo.
Habían muchas cosas que la sociedad asumía erróneamente de Yulia, no entendían que su indiferencia era su manera de protegerse y, aunque parecía ilógico, su preocupación estaba escondida tras sus bromas; que a pesar de estar llena de talentos tenía muchas inseguridades y que si le daban la oportunidad podía sorprender a todos, algo que Oksana, Boris y su hermano Viktor experimentaban a diario.
—¿Chupete? —Ofrecía Andrei a su nueva compañera sentándose a su lado en la acera, para disfrutar del sol que pegaba justo a sus pies.
—¿De qué sabor es? —preguntó indiferente concentrada en su libro.
—Áaaacido… no sé de que sabor, pero destruye lenguas, eso es seguro.
La chica lo miró por un momento y exclamó:
—Me gusta la idea —Tomó el regalo y dejó su lectura a un lado para sacarlo del empaque y llevárselo a la boca. Amaba ese tipo de sabor que hacía contraer los cachetes y la obligaba a cerrar los ojos con la primera probada— Gracias.
—Gracias a ti por disculparte con Dary el sábado… —mencionó el rubio joven, a lo que Volkova asintió sin decir una palabra — …Y por ayudar a Lena en la mañana.
—Solo la llevé a su casa. No es para tanto.
—Sí, pero si hubiera ido sola seguramente se ponía a divagar por horas antes de llegar, tal vez ni regresaba.
Yulia no entendió a que se refería el chico, no había notado nada extraño. No parecía triste o preocupada, bueno, aparte de lo críptica que se puso una vez que salieron de la casa de Nya, pero esto no la había alarmado, solo le provocó curiosidad de saber que escondía.
—¿Y entonces? —preguntó exigiendo una explicación, el chico entrecerró los ojos tratando de adivinar que quería la muchacha— ¿Qué le pasó a Katina?
—Ahhh, eso —respondió relajándose y diciendo como si nada—: pues ayer terminó con Max.
Más confusión. La pelirroja le había dicho a su tía que le había ido bien en su cita, es más, le había ido muy bien. ¿Cómo que terminaron?
Andrei entonces le contó que la ruptura había sido amistosa, hasta habían ido a cenar y caminar por el lago. Sin embargo, no dudaba que la razón por la que Lena había pasado la noche en el Café era para evitar que la escucharan llorar en casa.
Max había trabajado en el Magic Box desde que tenía quince años y era una persona muy querida para su tía; seguramente a la pecosa se le hacía incómodo indisponerla por lo ocurrido.
A principios de año, Max se había mudado al otro lado de la ciudad a estudiar y eso había puesto estrés a la relación, al punto en que Lena pasaba pegada al teléfono día y noche y se distraía con mucha facilidad.
—Chicos pueden entrar por favor, Nya quiere hablar con nosotros sobre las actividades de la semana —anunció Dary sacando la cabeza por la puerta trasera y desapareciendo apenas terminó de hablar.
Ambos entraron y se unieron al grupo mientras la gran jefe disponía las tareas para los días subsiguientes. Yulia se había quedado pensativa con la revelación de su compañero y fijó su atención en la pelirroja, que al parecer, estaba perdida con la vista borrosa sobre la pared.
"¿Qué es lo que te pasa Katina?¿Por qué fuiste a la casa de tu tía en lugar de ir a la tuya? ¿Estás viviendo ahí? Si es así… ¿Por qué? ¿Pasó algo con tu familia?" —Pensaba mientras la veía descansando la quijada en la mano que tenía apoyada en el brazo del sillón — "¿Por qué no querías que supiera que tu tía es gay? Digo, nunca he tenido problema con el tema, yo no creo que una persona tenga una tendencia definida. Mis papás tienen amigos homosexuales… ¡por Dios, los tíos de Oksana son gays! Pero bueno, tal vez pensaste que me burlaría de ti. Te equivocas, pero ¿cómo podrías saberlo?, si siempre hago broma de todo lo que te pasa".
Yulia seguía observándola detenidamente. Estaba triste, se notaba muy cansada y no tenía ni una milésima de interés en lo que se discutía en la reunión del staff.
Apenas concluyó Nya, Yulia le pidió cinco minutos para salir a la tienda.
Tal vez era porque había terminado hace apenas unas semanas con Boris y estaba aún sensible, pero odiaba ese sentimiento de desconsuelo de una ruptura. No se imaginaba haber tenido que ir a la escuela al día siguiente, mucho menos despertar en el trabajo y tener que cumplir una jornada larga con ese dolor en el pecho.
Pronto regresó con un RedBull en mano y otro par, de reserva, en su bolsa. Se acercó a Lena le dijo:
—Espero que te de alas, Katina, pareces un zombi —Hasta le regaló, junto con la lata de bebida energizante, el dulce que su hermano le había dejado sobre la mesa en la mañana.
La pecosa no supo como contestar ante ese gesto tan inusual de su compañera que, así como vino, se fue.
Tomó la bebida en un par de sorbos y siguió con su día.
La semana transcurrió igual, Lena poco a poco volvía a su yo habitual. El trabajo no la dejaba pensar demasiado, lo que era de gran ayuda y Yulia, se dedicó a enfocarse en sus tareas y darle su espacio.
Únicamente se acercaba a conversar y chequear como estaba de ánimo en los descansos del día. Aún así permanecía con un perfil bajo tratando de hacer burlas leves y amenizar un poco los momentos que pasaban juntas.
—Yulia está haciendo un buen trabajo —dijo Daryna al grupo mientras limpiaban las mesas antes de cerrar el local el jueves en la noche.
—Si, no hay duda. Sabe lo que hace —Agregó Nadya— El otro día hasta vino a ver como preparábamos el café, pero fue curioso, dijo que el sabor no se parecía a ese café que tomó cuando visitó el local por primera vez.
—Jamás lo hará, preparé ese café especial para ella ese día —confirmó Lena al grupo de chicos que empezó a abuchearla, lanzándole los trapos encima y encerrándola en medio con sus brazos.
—¿Así que sí te gusta? —preguntó Andrei con entusiasmo.
—¡Oh, no! —Cerró los ojos mientras negaba, sabiendo exactamente el proceder de sus amigos— No me digan que apostaron si a mí me gusta Yulia.
—¿Bueno, y… gané? —insistía el chico.
—¡No! Mil veces no. No me gusta, nunca me ha gustado.
—Mentirosa —contestó Nadya— ¿por qué le hiciste un café suuuuuúper especial si no te gusta?
—¿Y por qué la miras de reojo cuando se pone a bailar en su silla mientras trabaja? —Agregó Dary.
—Y ni hablemos de cuando se acerca para preguntarte algo, es como si te faltara el aire o algo —terminó Andrei.
—Pues… yo… ¡Aj, está bien! —aceptó la pecosa riendo con los chicos— Sí, si me gusta, pero eso no viene al caso.
—¡Gané! —Alzaba los brazos el muchacho haciendo una danza triunfal— Págame, Dary.
—¿Y qué con Max? —preguntó la dulce chica mientras sacaba un billete de veinte rublos para pagar la apuesta al rubio.
—¿Qué con Max? —Lena dudaba sobre a que se refería— Terminamos y ya.
—Ya sé que terminaron, pero Yulia… ¿te preguntó quién era? Recuerdo que estabas nerviosa y no querías que se enterara, ya sabes… que eres gay.
—Sí, y no lo pueden mencionar. No quiero problemas en la escuela cuando volvamos a clases —advirtió la pelirroja apuntándoles con el dedo uno a uno hasta completar el círculo— Pero no, no preguntó nada de Max. Lo cual es raro en ella, nunca deja que nada se le escape.
—Emmm… yo…
—¿Qué hiciste Andrei? —Lena empezaba a preocuparse, ella creía que si se enteraba de algo estaba muerta y no vería el final de sus burlas.
—¡Nada! Solo le conté que terminaste con Max ese domingo y que vivía en las afueras de la capital por la universidad, nada más, lo juro… nunca mencioné que Max es mujer —Se defendía con las manos en alto y dando pasos hacia atrás mientras su amiga avanzaba lentamente.
—¿Estás seguro?
—Sí, lo juro. No hablamos de nada más Lena, te lo prometo.
—Así que… ¿Ella no sabe por qué vives con Nya? —dijo Nadya.
—No, y no se puede enterar de que mi papá me corrió por lesbiana o mejor dicho porque es un intolerante de mierda.
—Bueno, pero si llega a hacerte la pregunta, es fácil. Dile que tus papás están de viaje con tu hermana y tú no querías quedarte sola en casa —sugirió Nadya quitándole importancia al asunto— Es una mentira blanca y la dejará tranquila.
Lena lo pensó y decidió que no era una mala idea, si llegaba a preguntarle le diría justo eso y se relajó.
Sin embargo, esa relajación no le duró mucho. El viernes por la noche llovía a cántaros gracias al rezago de los vientos huracanados que provenían del este del país.
—Esto ya parece cualquier lugar menos Moscú —dijo Andrei viendo un torrencial aguacero caer afuera del Café.
Los chicos habían terminado de limpiar el local después del concierto de micrófono abierto y esperaban a que la lluvia cesara para poder regresar a sus casas, ya que no conseguían ni una unidad de taxi por la zona.
—Vamos a pasar aquí la noche —dijo Daryna sentándose en el sofá con una taza de té caliente.
—¿Sigue lloviendo? —preguntó Katina saliendo del baño a lo que todos contestaron con un movimiento de cabeza, el desánimo los había invadido. Estaban cansados y no tenían salida del lugar
— ¿Yulia? ¿Y tú que haces aquí?
—Estoy terminando de contestar los comentarios de esta noche. La gente ha escrito bastante sobre el evento —respondió sin quitar la vista de la pantalla.
Todos sus compañeros se regresaron a ver y sonrieron sin que la chica se diera cuenta; no dejaba de demostrarles el nivel de obsesión que podía llegar a tener con sus obligaciones, tanto así que unos días atrás los había forzado a hacer una sesión de fotos en el local para poder promocionar la calidad humana del Café en las redes sociales.
Si Yulia no tenía suerte como cantante o productora seguramente podría llegar a ser una excelente publicista o diseñadora gráfica, sus afiches de los eventos eran espectaculares.
—Debería llamar a mi tía y decirle que voy a pasar aquí la noche con ustedes —La pelirroja mencionó escurriéndose en el sofá junto a Daryna.
—¿No hay ni un solo taxi en toda la ciudad? —preguntó indignada Yulia, dejando finalmente la computadora de lado— Vamos, los llevo a sus casas —Se levantó de un solo golpe y cerró la laptop.
Tomó su chaqueta de cuero y se la colocó en su camino a la puerta de salida.
Todos abrieron los ojos y ni pensaron en preguntarle si hablaba en serio. Inmediatamente se pusieron de pie, tomaron sus cosas al vuelo y siguieron a la chica hasta el auto.
Empezó el recorrido con el chico que vivía más lejos y fue regresando hasta que se quedó únicamente con un tripulante, Lena y fue ahí que el tema resurgió.
—Si tomas la calle principal es más rápido llegar a la casa de Nya —dijo la pecosa dando a entender que esta noche tampoco llegaría a su casa.
—¿Vas otra vez a lo de tu tía?
—Sí —Se limitó a contestar.
—Lena…, ¿estás viviendo con Nya? —La chica de los ojos azules no se resistió a preguntar, ya le había dado tiempo suficiente para que se recuperara del rompimiento con su novio y su curiosidad solo se hacía más grande. ¿Qué le ocultaba y por qué?
—Por el momento, mis papás están de viaje con Katya y Charlotte me invitó a pasar con ellas el verano.
Yulia no encontró nada raro con esa explicación, es más, la tranquilizaba bastante. Había pasado la semana imaginado escenarios, desde la posibilidad que hubiesen ascendido a su papá y la familia —menos ella— se mudó fuera de la cuidad, hasta la incómoda situación en que los padres de Katina estuvieran en banca rota y su jefe se hubiera visto en la obligación de acoger a su sobrina en su casa para que pueda terminar la escuela.
Pero, con una pésima suerte, el domingo, esa mentira se cayó como una casa de naipes.
Un sonido vibrante despertó a Lena al medio día. Alzó su teléfono y vio un mensaje que la aterró.
«¡Katina, me mentiste! Acabo de ver a tus padres en el centro comercial con la odiosa de tu hermana”.
A los pocos segundos recibió otro.
«¿Qué es lo que pasa? ¡Dímelo!”
No contestó, no sabía qué responder. ¿Otra mentira? ¿Y si la descubría?
No estaba lista para salir del closet en la escuela, ser la burla de chicos de la misma Yulia o recibir miradas acusadoras de sus maestros. No, quería un último año tranquilo, sin miedos, sin personas que hablen a sus espaldas, no se lo diría. Tendría que inventar una mentira mucho más elaborada, algo que realmente la obligue a dejarla en paz.
«¡Sé que leíste el mensaje Katina! Es Whatsapp, me salen los signitos de visto”.
"¡Oh, mierda! ¿Y ahora qué?"
«Sabes que averiguaré lo que está pasando, Lena. Será mejor que tú misma me lo cuentes”.
Los mensajes terminaron después de esa última amenaza, aunque Lena ni se molestó en volver a revisar ese aparato del demonio. Se limitó a tirarlo en el contenedor de ropa sucia y se olvidó de él hasta el día siguiente.
El lunes en la mañana llegó y la pecosa estaba en el punto límite de romperse del estrés. No había pegado un ojo toda la noche pensando que decirle a su no-amiga. Salió de su casa, dispuesta a caminar hasta el Café pero apenas cerró la puerta, se encontró con Yulia apoyada de espaldas a su auto que estaba parqueado justo en frente.
—Katina —dijo como saludo y le abrió la puerta del lado del pasajero, obligándola a entrar con la mirada.
La ojiverde subió, se abrochó el cinturón y esperó al bombardeo de preguntas, pero Yulia se mantuvo en silencio todo el camino. Al llegar al Magic Box, estacionó el auto en el lugar de siempre y antes de quitar el seguro eléctrico para que pudieran salir le dijo:
—Tú y yo, no somos amigas.
—Lo sé…
—No, cállate… déjame hablar —interrumpió— Eso es lo que siempre le digo a todos y muchas veces te lo he repetido a ti, pero… —Dudaba de como seguir sin sonar demasiado preocupada, aunque en realidad lo estaba— No voy a insistirte, si no quieres contarme que pasa es asunto tuyo, solo… necesito saber si estás bien.
La pregunta fue directa, también lo que implicaba. Yulia sí la consideraba su amiga, no quería aceptarlo en voz alta pero estaba preocupada. La pelirroja no quería mentir y simplemente asintió.
—Y si algún día no lo estás… ¿me lo dirás? —Asintió nuevamente y Yulia dejó salir un suspiro— Okey.
Abrió el seguro presionando el botón de su llavero y bajaron para iniciar una nueva semana de labores.
Yulia no se quedó tranquila, pero había hablado con Oksana toda la tarde del domingo, gastando los preciados minutos del plan de su celular.
—No veo nada de malo en que viva con su tía —dijo Oksana tranquila desde el otro lado de la línea.
—Sí, pero… ¿por qué está viviendo con ella?
—Lena está bien, Yulia.
—Oksana, ¿qué es lo que sabes? —preguntó con un tono amenazador.
—¡Yo no sé nada! —respondió nerviosa, abrazando su jirafa color violeta.
—¡Oksana!
—¿Qué importa dónde está viviendo? Por lo menos a ti —contestó su amiga, tratando de evitar contarle lo que su amiga le había confesado— lo único que te preocupa es si algo malo le pasa. Bueno, excepto aquella vez que la ayudaste con sus videos de internet…
—Eso no fue nada, solo lo hice por…
—…o cuando no tenía un regalo para su amigo secreto y le diste la idea de la canción de navidad de Mihail…
—Eso es distinto, ella era mi amiga secreta y ese fue mi regalo —respondió cortante.
—Que tal esa vez, después de la obra de la escuela, cuando la llevaste a su casa y…
—Lo hice porque Shapovalov me lo pidió…
—Te pidió que la lleves a su casa, no que te quedes con ella hasta que sus papás regresen del hospital con Katya…
—No sabes de lo que hablas —interrumpió nuevamente a la castaña, que no se cansaba de recordarle todos los momentos en que hizo algo por la pecosa, por supuesto que esto solo la detuvo apenas por unos segundos.
—… o cuando Sash la engañó y llegaste con una venda en la mano porque…
—¡Basta Oksana, está bien… ya! Sí, me importa Katina, tú más que nadie lo sabe —aceptaba frustrada antes de seguir escuchando los ejemplos de la castaña— Ahora, dime qué sabes.
—No te lo puedo decir, Yulia.
—Oksana, no me hagas contar.
—¡Oh, no! —exclamó nerviosa— No puedes hacerme nada, estoy muy lejos.
—Algún día vas a volver.
El silencio de la pequeña la hacía sonreír, pero también la impacientaba, necesitaba saber que es lo que estaba sucediendo. Esto ya no se trataba de sacar información para burlarse de Lena. Estaba harta de verla decaída, callada. Ya no era la misma de siempre, a la que podía volver loca y disfrutar de verla indignarse con su sarcasmo o haciendo muecas de sus bromas, la que, finalmente, le sonreía mostrando sus pronunciados pómulos y le pedía a gritos un cariño con brazos extendidos.
Le urgía saber que no era nada grave, que si iba a sufrir no sea por otras personas más que por ella, porque ella era la única que debía ocupar ese lugar, porque por más que la maltratara, jamás lo haría de tal forma que llegara a lastimarla.
—¡Oksana, cuéntame!
—Creo que tienes que dejar que Lena se acerque a contarte que le pasa… sola.
—¿Y qué tal si no lo hace? —respondió con más preocupación— ¿Qué tal si necesita ayuda, Oksana?
—Lena te considera su amiga. Si te necesita va a ir a buscarte, como lo ha hecho antes —Le recordó la pequeña castaña — Dale tiempo.
La castaña sabía sobre la sexualidad de su amiga y también sobre el problema con su padre, así que trató de apaciguar a Yulia para que esta dejara de insistir. Lena tenía que afrontar a cada persona a su tiempo y esta no era la manera.
—Prométeme que dejarás de insistir, Yulia.
—Yo no hago promesas.
—Por favor —pedía la chica con esa voz suplicante a la cual sabía que su amiga no se podía resistir.
—¡No!
—Por favooor.
—¡Aj, está bien! Lo prometo.
—¡Yeih! —celebró la pequeña— Y si la ves mal… ¿me avisarás para darle una llamada?
—Seguro, yo te aviso.
—Yulia… ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿Qué quieres?
—¿Te gusta Lena? —preguntó en un tono dulce y totalmente risueño. El sonido intermitente de la llamada terminada, no demoró en hacerse presente y la castaña entendió que su amiga, ni siquiera se había molestado gritar un «no” negándolo y le había colgado antes de que pudiera insistir en el tema.
—A Yulia le gusta Lena —rió con su peluche dándole un apretón y guardando su teléfono.
Y bueno… ¿Qué es lo primero que se nos viene a la mente cuando se menciona a Yulia Volkova?
Definitivamente, no la amiga preocupada por Lena, sin embargo no es la primera vez que sucedía… ya todos sabemos porque Sash llegó con la nariz rota el día siguiente a aquel recital en la escuela.
Después de todo, el miedo, la violencia y la maldad siguen siendo tres características esenciales de la hermosa chica de los ojos azules.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
A leer!!!
Capítulo 5: ¡Fiesta, Fiesta, ¿Fiesta?!
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—Dime que me amas.
—¿Cuál es la palabra mágica?
—¡Ahora, Boris!
—Mmm, no.
—¿Sexo? —preguntó con una sonrisa provocadora al moreno chico que prefirió no negar nuevamente, si lo hacía sabía que Yulia se lo sacaría en cara la próxima vez que tuvieran un momento sexy— Siempre te haces de rogar.
—Porque siempre me lo exiges —dijo el muchacho estirándole la mano con la que sostenía la bolsa de Doritos, resistiéndose a darle gusto a su novia.
—Si lo dijeras más seguido no tendría por qué hacerlo —respondió Yulia aceptando el ofrecimiento. Ambos estaban sentados sobre una de las mesas de la cafetería, esperando que sonara la campana para entrar a clases después del primer receso.
—Vamos, dilo.
—¿Qué? —preguntó la chica fingiendo demencia, lo veía venir o mejor dicho «la veía venir».
—Te gusta el nuevo top de Lena.
—Es horriblemente rosado o violeta… o rosado —agitaba su cabeza confundida, el color era indistinguible entre ambos.
—Pero te gusta —repitió su novio mientras veían a la pelirroja chocar con un chico por caminar distraída por la cafetería hasta la puerta de entrada.
—Que le quede bien el suéter no significa que me guste —aclaró en un tono desinteresado, pero era verdad, le gustaba y mucho; especialmente como marcaba su figura y destacaba su pequeña personalidad, esa con la que ese chico había tenido un encuentro cercano hace pocos segundos.
—Suertudo —dijeron ambos con un tono lleno de envidia.
¡¿Cómo?!
¿Boris y Yulia hablando abiertamente sobre su interés por Lena? Pues él era el único de sus amigos que sabía que se sentía atraída por la pecosa.
La última vez que terminaron pasaron mucho tiempo evitándose. Ella lo ignoraba, él hacía lo posible por no insistir. Pero su plan fallaba al momento que tenían que realizar algún trabajo juntos. Finalmente se dieron cuenta de que se extrañaban y que lo único que estaban consiguiendo, era poner al resto de sus amigos incómodos, así que hablaron de la posibilidad de dejar de ser ex-novios amargados —por lo menos Yulia— y volverse buenos amigos. Boris la invitó a pasar una tarde de sábado en la casa y se robó unas cervezas del refrigerador que eran de su papá.
La conversación empezó suave y casual, sin embargo, con unas cuantas cervezas encima, se tornó en una sesión de confesiones.
—Una vez… besé a Oksana —mencionaba el chico con una sonrisa pervertida.
—Lo sé bobo, también estuve en esa obra de la escuela ¿recuerdas? —respondió amenamente— Yo la maté.
—¡Ja! Es verdad —exclamó el moreno.
—Y la abofeteé… una y otra vez —Recordaba sosteniendo al alzar la botella para beber la última gota de cerveza que quedaba— Así que te gusta Oksana, ¿la buscarás ahora que estás… disponible?
—Creo que no debería responder esa pregunta, Yulia.
—Ya no estamos juntos tortolito, te puede gustar quien quieras. Vamos, dímelo.
—En realidad, no. Me gusta más Niurka, la chica de primer año.
—¿La rubia oxigenada, wannabe de Lady Gaga? Creo que soy la excepción a tu mal gusto —dijo tomando un sorbo de la cuarta botella. El chico negaba con la cabeza, sin responder a tal comentario, después de todo no quería indisponer la nueva amistad.
—¿Y tú? ¿Quién te gusta del curso?
—¿Amigos, hmm? —preguntó asegurándose de que lo que mencionaría quedaría entre los dos y no saldría de esa pequeña casa. Boris hizo un gesto de cerrar la cremallera sobre sus labios y Yulia procedió carraspeando — Katina.
Su ex-novio ladeó la cabeza, la mirada dudando si había escuchado correctamente, después de todo ella se esforzaba siempre para perjudicarla. La lógica de Yulia Volkova correspondía a la de un niño de cinco años, «te molesto porque me gustas».
—Así que eres bisexual.
—No me etiquetes quieres —respondió molesta— simplemente me gusta, es bonita y muy atractiva… y ya.
—Está bien, y… ¿alguien más lo sabe?
—No, así que si alguna persona me viene con un comentario, sabré exactamente de donde salió —advirtió amenazante.
—¿Ni siquiera Oksana?
—No, Oksana tiene buenas intenciones, pero no sabe guardar un secreto. No necesito que Lena se entere de nada, ella y yo no somos amigas.
—Pero podrían serlo… o más —La molestaba el moreno frotando su hombro con el de su ex hecho el gracioso, pero únicamente recibió una mirada de: «estás loco Boris» y decidió dejar ahí el tema.
A partir de esa noche empezaron a frecuentarse casi todos los días, hasta que una tarde decidieron regresar. Esos dos no sabían cómo ponerle punto final a su relación, pero por lo menos ahora lograban tener momentos como el de la cafetería, haciendo insinuaciones sin la típica acusación celosa de Yulia.
Ambos observaban mucho a Lena, sobre todo cuando su torpeza creaba situaciones en las cuales tenía que agacharse a recoger algo del piso y los dos terminaban codeándose para captar unos segundos del espectáculo.
De hecho, ese fue el motivo por el cual Boris decidió terminar con Yulia antes de viajar a Canadá. Su interés por la pelirroja era evidente, Lena le movía el piso, se había metido en su mente y seguramente en su corazón, pero si seguían juntos jamás lo aceptaría.
Después de hablar con Oksana ese domingo, Yulia decidió ir por Lena al siguiente día y llevarla al trabajo; quería asegurarse de que no le pasaba nada grave. Sabía que de alguna manera Lena confiaría en ella a su debido tiempo —al menos eso pensaba— y aunque la pelirroja no dijo una palabra en el camino al Café, Yulia dejó en claro que estaría ahí si la necesitaba.
Ambas bajaron del auto y Lena abrió el local. Volkova se apresuró a su asiento para encender el computador, fijando la mirada en la pantalla para evitar cualquier contacto extra. La pecosa hizo lo suyo y dejando sus cosas en su casillero, se dirigió a la repisa de vinilos sacando uno de sus favoritos, The Colour And The Shape de Foo Fighters y lo colocó en el tocadiscos.
Doll empezó a sonar y Lena cantaba en voz baja mientras tomaba la lata de café y, medida tras medida, llenaba el molino.
Yulia se esforzaba por no regresar a verla pero se moría de ganas. Ya se imaginaba a la pecosa con una hebra de cabello recogida tras su oreja, meciendo su cabeza ligeramente al ritmo de la canción mientras seguía la letra de la suave tonada.
Tragó en silencio y cerró los ojos, no lo haría, no la regresaría a ver.
"Deja a Katina tranquila, Yulia. ¡Basta!", pensaba mientras reprimía el instinto de verla aunque sea por un segundo.
Sus dedos tocaban desesperadamente la mesa al ritmo de una carrera de caballos, un acto inconsciente que reflejaba su ansiedad acumulada. Cuando se dio cuenta, se detuvo inmediatamente y se levantó del asiento acercándose a la cafetera para preparar el café de la mañana. Ya se le había hecho costumbre hacer la primera jarra del día.
Lena por el contrario, estaba más relajada, ni siquiera notó la intranquilidad de su compañera. El hecho de que Yulia había mostrado cierto interés en ella le causaba un gran placer. Es decir, ¿desde cuándo le preocupaba tanto que le pasaba?, era un evento que podía no volver a repetirse, mejor aprovecharlo y disfrutar, que empezar a sobre analizar las cosas.
Las canciones siguieron tocando y los demás chicos comenzaron a hacerse presentes.
—¡Hola, Yulia!
—Dary, Nat
—¿Foo Fighters, eh? —preguntó la dulce muchacha guardando sus cosas y colocándose la insignia con su nombre en la camiseta.
—Em…, ¿sí? ¿Tiene algo de raro? —respondió Yulia.
—Está feliz —dijo Natalya, una declaración que le llamó la atención.
—¿Cómo lo sabes?
—Foo Fighters es su banda feliz, cuando esté escuchando 3 Doors Down preocúpate.
Vaya, nunca se había puesto a pensar en que música escuchaba cuando estaba triste o feliz, tenía sus listas preferidas, pero no las basaba en su estado de ánimo. A Yulia le gustaba la música; tristes, alegres, agresivas, relajadas, todas las canciones le provocaban un sentimiento parecido a la tranquilidad.
Cuando estaba de mal humor prefería ver una película que la distrajera y la sacara de ese estado de ánimo, no pensaba en usar su gran amor por la música para sumirse más en la depresión.
Pensar que la pelirroja tenía bandas con las cuales sentía la sangre correrle por las venas u otras con las cuales quisiera que la misma saliera de ellas, era algo nuevo; algo que nunca supo, algo que le gustaba. Un detalle, una pieza más en el rompecabezas que era Lena Katina y un buen punto de partida. Tal vez no necesitaba que le cuente que le pasaba, después de todo, trabajaba todo el día con ella. Se dedicaría a observarla y listo.
Y así fue, además de concentrarse en sus labores se dedicó a observar atentamente lo que la pecosa hacía.
—Vamos, empecemos de una vez —gritaba Katina, llamando al resto de empleados — ¡Dary, Nadya!
Se disponían a hacer el sorteo de los M&M's de colores para escoger la música antes de abrir el local.
—¿Puedo jugar? —preguntó Yulia a los impresionados chicos. Después de un par de semanas finalmente se sumaba a sus actividades de grupo.
Lena extendió la mano para que sacara un chocolate y para su suerte eligió uno de color verde, Daryna rojo, Andrei Azul, Natalya naranja, Iván café y Lena amarillo.
—Está bien, el próximo que salga es el ganador ¿Listos? —mencionó la pelirroja metiendo dos dedos en la bolsa de chocolates — Tan, tan, tan, tan… ¡Azul!
—¡Yop!
—Andrei, tu turno —dijo Lena, dándole un par de palmadas en el hombro y salió con el resto de chicos a arreglar el frente de la cafetería.
—Yulia, escoge tú —dijo el muchacho cediendo su victoria.
—Tú ganaste, elige tu música.
—Es la primera vez que juegas. Vamos, no me hagas rogar —respondió el chico, guiñándole el ojo. Yulia asintió en agradecimiento y se acercó a buscar un disco que le atrajera.
Uno saltó a primera vista; otro álbum de Foo Fighters. Por un momento lo dudó, le acababan de decir que era el favorito de Lena y no quería que nadie piense que era para prolongar su buen ánimo pero, al final, se decidió por ponerlo en el tocadiscos. Le gustaba verla feliz, al diablo lo demás, quién ahí imaginaría que lo hacía por ella.
Sacó el One By One de su funda de cartón y lo colocó con cuidado; ella no manejaba mucho este tipo de discos, siempre descargaba su música directamente a su teléfono, no veía la necesidad de llenar sus repisas con discos o CDs; ese espacio lo dedicaba a sus películas.
Saltó a la cuarta canción que era su favorita del disco, Times Like These, e inmediatamente comenzó a bailar sola en la sala de empleados. Natalya y Daryna tuvieron un cruce de miradas después de ver a Lena sonreír con la elección de Yulia. Era obvio que Gasparín —como la habían apodado sus compañeros secretamente, por su pálida piel y sus ojos azules — había escogido la música para ella.
Claro que, del pequeño fantasma no tenía nada; él era un niño dulce y amigable, Yulia en cambio, un engendro del mal o al menos era lo que le gustaba aparentar.
Al siguiente día, pensó nuevamente en ir a buscarla a su casa para llevarla al trabajo, pero cambió de parecer. Sería demasiado evidente y no había apuro por nada, después de todo la condición no había cambiado. Lena era una chica más, su compañera de escuela, su jefe en el trabajo, la chica heterosexual que hace apenas un poco más de una semana terminó con su novio. Por más que le gustara, no tenía derecho a merodearla o atosigarla con su presencia.
Se dirigió directamente al Magic Box Café y esperó… más de lo normal. Para su sorpresa quién llegó a preparar la apertura del local fue su tía, Lena no dio ni rastros el resto del día. Al parecer algo le había caído mal la noche anterior y había pasado con el estómago revuelto, vomitando desde muy temprano en la mañana. Al menos eso es lo que escuchó que Nya le decía a Andrei cuando preguntó por su amiga.
El miércoles por la mañana Lena apareció nuevamente, lucía como un muerto viviente; tenía unas ojeras de mapache y en menos de veinte minutos fue a parar directo al baño a devolver su desayuno.
—Katina… ¿Estás bien?
—Creo que no —dijo la pelirroja haciendo pausas mientras trataba de respirar.
—Vamos, te llevo a casa, no puedes trabajar así.
Lena lavó su cara y se enjuagó la boca y agradeció el gesto. Al llegar a casa, se cambió a una cómoda pijama y se dispuso a dormir, hizo dieta blanda y descansó. Así pasó hasta el jueves a medio día, cuando después del almuerzo regresó ya con mejor cara a retomar sus labores.
—¡Hey! ¿Cómo sigues? —Saludó Nya al verla entrar.
—Mejor, realmente mejor —dijo al hacer contacto con la mirada de Yulia que había estado preocupada sin saber si llamarla o pedirle a Oksana que averiguara de alguna manera como seguía.
—¿Se te acabaron las vacaciones, Katina?
—Si a pasar sentada en el piso del baño se le llaman vacaciones, sí, ya se terminaron.
—Pues que bueno que regresaste antes del viernes, logré conseguir una banda increíble para la presentación.
—Así escuché… no me lo hubiera perdido —contestó con una sonrisa.
—Bueno, yo tengo que ir a dejar algunos afiches para promocionar el evento, así que nos vemos luego —dijo Yulia dando media vuelta y saliendo por la puerta mientras pensaba: "Es bueno tenerte de vuelta, Katina".
No necesitaba decirlo, había dejado escapar una leve sonrisa y Lena se había dado cuenta. Exactamente por lo que había regresado antes de las 48 horas que recomendó el médico; no le hacía falta estar más en la cama, extrañaba los pocos momentos que cruzaba palabras con la obstinada chica.
El viernes no tardó en llegar, además lleno de problemas.
—Lena, el sistema de facturación está fallando, me pide nuevamente el código de seguridad —mencionó Natalya, entrando en la oficina.
Era la tercera vez en el día que se presentaba el mismo inconveniente en la caja registradora.
La pelirroja se disculpó con el proveedor que estaba al teléfono y, dejando la bocina sobre la mesa, salió apresurada a resolver el inconveniente. Unos segundos más tarde retomaba la llamada.
—Entiendo, pero tenemos apenas una lata más de café en grano, en un par de horas nos veremos obligados a cerrar el local —explicó al hombre que se dejaba escuchar al otro lado de la sala— Sí, lo sé, pero ustedes tenían que entregar la orden hace dos días, llamaron a cancelar prometiendo venir ayer y hasta ahora estamos esperando —continuaba discutiendo lo más calmada posible.
—Lena, un cliente está pidiendo hablar con el jefe encargado —informó Iván a la muchacha que respondió alzando la mano para pedir un minuto de silencio.
—Voy a tener que colgar señor Valdez… Gracias, lo esperamos… ¡Puntual por favor! —Colgó y salió corriendo a atender la solicitud anterior.
Yulia se limitaba a verla correr de lado a lado; tenía todavía mucho que hacer con el evento de la noche como para ponerle más atención.
Después de varios minutos regresaba con un suspiro cansado, dejándose caer en el sofá.
—¿Qué quería? —preguntó Andrei, que se encontraba rellenando los envases de azúcar para las mesas.
—Nada grave, por suerte. Nos felicitó por el buen servicio y dejó una gran propina.
—¡Oh, sí! —respondió el chico con emoción.
—¿Y ahora qué pasó? —preguntó Daryna al ver el baile de su feliz compañero.
—Al parecer, grandes propinas —contestó Yulia sin darle mucha importancia, mientras respondía las preguntas de varios clientes en la página de Facebook del Café.
—¡Yoohooo! ¡Tequila!
—Bueno, mientras ustedes festejan, yo voy por mi descanso, necesito un Malborito —dijo Lena acercándose a su casillero y después de tomar lo necesario, salió por la puerta trasera.
"¡¿Malborito?!", pensó Yulia con gracia ante tal nombre "CI-GA-RRI-LLO. ¡Ay, Katina!"
Yulia la siguió, tomando también uno de sus cuatro breaks del día, no quería desaprovechar la oportunidad de robarle un tabaco, ya se le había hecho costumbre, como también compartir una conversación banal con su compañera de escuela.
—Así que hay fiesta hoy —mencionó aceptando el «Malborito» que le ofrecía la pelirroja.
—Hmm, déjame adivinar… Andrei.
—Sí, se acercó a mi antes de salir y dijo: «¡Fiesta! ¡Fiesta! ¡Fiesta!» —comentaba imitando la voz y movimiento de hombros de su compañero al invitarla a la celebración de la noche.
—¿Y? ¿Vienes?
—¿A dónde van a ir?
—A la Facultad.
—Seguro, no me perdería de verte hacer el ridículo en una fiesta universitaria —confirmó Yulia, inhalando y manteniendo el aire por un par de segundos. A Katina le gustaban los cigarrillos fuertes, ella por el contrario prefería los mentolados.
—¿Ah, sí? Tal vez la que termine haciendo el ridículo seas tú. No es una fiesta de universitarios, es un bar.
—Mejor aún, Katina. Ya veremos quién hace el ridículo —dijo mientras se reía, y es que tampoco conocía a la verdadera Elena Katina. La que salía con sus amigos por la noche, la que solía escaparse de su casa para tener citas con su novia, la que ocultó por tanto tiempo ser gay. Esa imagen, no cabía en su cabeza — La verdad me emociona ir, creo que Andrei es ese tipo de chico que goza infinitamente cuando sale a bailar.
—Lo es, no tienes idea — Lena se reía recordando las numerosas ocasiones que había visto a su compañero haciendo strip-tease en el mesón del bar gay de turno, mientras los demás se divertirán desde abajo poniendo billetes en su bóxer.
—Andrei me agrada —dijo Yulia al azar.
—¿A ti te cae bien alguien? —Le preguntó incrédula.
—Sí, ¿te molesta? —respondió con enojo, estaba realmente harta de ese tipo de comentarios — Odio que me encasillen. A mí me agradan muchas cosas… ¡y personas!
Como Lena por ejemplo, pero todavía no estaba lista para demostrarlo abiertamente.
—Perdón, no quería ofenderte. Es que siempre estás diciendo que odias al mundo y al color amarillo… y la sopa verde… y al número nueve… hasta a mí me odias.
—No te odio, Katina. Solo disfruto verte sufrir.
—Hmm, gracias por aclarar la diferencia.
—De nada —mencionó exhalando la última nube de humo antes de apagar lo que le restaba del cigarrillo, demasiado fuerte para su delicada garganta.
—Bueno, ¿y cómo se supone que entraremos a este bar?
—Andrei es amigo del dueño, así que no hay problema, pero vamos todos juntos para que nadie se quede afuera.
—Perfecto… y Katina —dijo poniéndose de pie— No le digas a Andrei que me agrada. No quiero que se sienta especial.
"Típico de Yulia, siempre haciéndose la importante", pensaba la pecosa siguiendo a su compañera para continuar la ardua labor de la noche de micrófono abierto.
La gente empezó a llegar y llenar el lugar, listos para el show. Yulia repartía los folletos de la banda y anuncios de las futuras ferias de libro, además de promocionar el lugar. Lena coordinaba el show y al bajar las luces se reunieron en la parte trasera del Magic Box Café, para ver el espectáculo.
—Estás haciendo un muy buen trabajo —dijo la pelirroja acercándose un poco.
—¿Qué? —No la había logrado escuchar, la música estaba muy alta en el lugar, además de la gente que coreaba.
—¡Qué estás haciendo un gran trabajo! —gritó a su oído para ser escuchada sobre el ruido. Yulia viró la cara para responder.
—¡Lo sé! —Pero sin calcular se acercó demasiado, causando el roce de sus labios con la mejilla de la pecosa.
Lena no lo esperaba, se congeló por completo y sintió un escalofrío correrle por el cuerpo, Yulia reaccionó de la misma manera. Intentó disimularlo, pero le fue difícil. Ambas evitaron regresar a verse o volver a hablar, limitándose a bailar ligeramente. Frotaron, sin querer, levemente los brazos y vino aún más nerviosismo. La pecosa no sabía donde poner sus manos, las metía y sacaba de sus bolsillos sin saber como actuar. Yulia prefirió cruzarse de brazos y mantenerse lo más estática posible.
"Estúpida, estúpida, estúpida", repetía sin parar. "¿Acaso tienes cinco años para no saber calcular la distancia entre tus labios y su súper suave piel?… y huele tan bien."
Lena por el contrario trataba de recordar algún momento en el que algo parecido haya sucedido. "Nos hemos abrazado, sí. Pero un beso… ¿Cuándo? Nunca, nunca había sentido sus labios… nunca".
Cada una continuó perdida en sus pensamientos en lugar de poner atención al espectáculo y hasta que terminó el recital, tenían ese sentimiento de incomodidad.
Lena se dirigió al escenario, despidió a la banda y la gente empezó a abandonar el Café. Para cuando volvió la mirada al lugar donde se encontraba hace pocos minutos, su no-amiga, ya había desaparecido.
Al terminar la noche todos ayudaron a limpiar el local rápidamente y regresaron a sus casas para alistarse para la salida. La misión era regresar media hora pasadas las doce de la noche y dirigirse a la fiesta juntos.
—¡Sube! —exigió Yulia apenas Lena terminó de colocar el candado de seguridad. Ella la miró extrañada, no entendía sus intenciones — Vamos, te llevo a casa antes de ir a la mía.
La ojiverde asintió y se subió rápidamente. Agradeció el gesto y se abrochó el cinturón de seguridad.
—No quise hacerte sentir incómoda en el concierto, perdí el balance y me acerqué demasiado… —Se disculpó Yulia con una voz interna que le gritaba un: "¡¿Qué haces, idiota?! ¡Solo fue un estúpido beso!"
—No te preocupes, somos amigas, esas cosas pasan.
…"Amigas", por primera vez en mucho tiempo no lo negó, no la corrigió; simplemente siguió el camino a su primera parada.
Al llegar a donde Nya, Lena se apresuró a cambiarse de ropa y arreglarse, Yulia había ofrecido pasar a recogerla en cuarenta minutos.
Como toda adolescente sacó la mayoría de prendas del closet y se probó por lo menos cuatro atuendos.
Se decidió por unos pantalones ajustados negros y una camiseta floja de mangas cortas hasta el codo con un cuello ancho que caía sobre su desnudo hombro derecho.
—¡Lena! —gritó Charlotte desde la planta baja— Yulia está aquí.
Nya se acercó realmente sorprendida a confirmar lo que su esposa había anunciado. No esperaba verla en la puerta de su casa recogiendo a su sobrina a media noche. Al iniciar el trabajo era claro que ambas tenían sus roces. En especial Yulia, que no se cansaba de repetir que no era su amiga, pero eso había pasado rápidamente a otro nivel.
Ambas se comportaban de manera extraña, Yulia no dejaba de prestarle grandes cantidades de atención a su sobrina. La ayudaba si tenía que cargar una caja o llevar los azucareros a las mesas; almorzaban juntas, algunas veces sin cruzar palabra pero igual, era extraño.
Los días que la pequeña Katina había pasado enferma en casa, había notado como Yulia sin darse cuenta alzaba la mirada buscándola rápidamente, antes de recordar que no estaba en el Café sacudiendo la cabeza; y cada vez que sonaba su celular, la chica abría los ojos y se quedaba quieta para escuchar furtivamente si se trataba de noticias de su sobrina. Hasta se había percatado de que Lena sonreía cada vez que Yulia le daba la espalda y conociendo como se comporta una mujer de la familia Katin, toda esta situación únicamente le olía a peligro.
—Amor, esta noche tienes que volver, ¿entendido? —advertía su tía— No importa que sean las cinco de la mañana… espera, mejor que sean las tres.
—¡Nya, vamos! ¿Tres horas?
—No quiero preocuparme porque no sabemos dónde estás…
—No te preocupes, Lena pasará la noche en mi casa y mi mamá tiene toque de queda a las cuatro —interrumpió Yulia.
Sí, definitivamente olía a peligro… no, apestaba.
La esbelta mujer aceptó, a fin de cuentas su sobrina bordeaba los dieciocho años y siempre ha sido muy responsable. Despidió a las chicas y cerró la puerta principal con seguro, colocando la alarma de seguridad.
—¿Así que pasaré la noche en tu casa? Gracias por invitarme —citaba con los dedos antes de subir al coche.
—Si no quieres Katina, regresas en taxi a las tres de la madrugada y despiertas a tus tías… o tal vez las interrumpes, ya sabes —guiñaba con segunda intención provocando una mueca de desagrado en la pelirroja.
—¡Ew! Yulia, no necesito ese tipo de imágenes en mi mente —reclamaba la pecosa— Y gracias, mientras no me des la cama del perro, todo bien.
—No me des ideas, Katina —reía Yulia al subir a su auto.
Al llegar al sitio de encuentro se estacionaron y esperaron a que el resto de los chicos llegase. Era una noche calurosa de verano así que decidieron salir y echar un poco de humo.
—Sabes que todavía me sorprende verte fumar —dijo la chica de los ojos azules encendiendo la fosforera y cubriendo la llama con sus manos para que no se apagara.
—¿Qéte-soprnd-tnto? —murmuraba Lena con el cigarrillo entre los labios acercándose al fuego — Haz fumado un tabaco conmigo, casi cada tarde, por las últimas dos semanas —continuaba con más claridad, expulsando el humo de su boca.
—No sé, la idea de que la niña perfecta de la escuela no sea tan perfecta como todos creen —aclaró Yulia, arrimándose de espaldas a su auto.
—Mira quién encasilla a quién ahora —respondió la pecosa— Nunca pretendí ser perfecta. La gente cree lo que quiere creer, lo que les hace la vida más fácil. Muy pocos te ven por lo que realmente eres —Sacudió la ceniza del tubo encendido— Mira a Oksana, por ejemplo.
—¿Qué con Oksana? —preguntó a la defensiva, después de todo la consideraba su amiga. Que ni se le ocurra hablar mal de ella.
—Oksana es una de las personas más inteligentes que conozco, pero cuántas veces hemos caído todos en la idea de que es la loquita del curso.
—¿Hemos?
—Vamos Yulia, no te hagas la inocente. Tú más que cualquiera de nosotros —Le hacía caer en cuenta— Sin embargo, es la única amiga con la cual puedo hablar abiertamente, Oksana siempre tiene algo bueno que decir, es tolerante y cariñosa. ¿No te parece injusto que la gente diga que vive en la luna?
—¡Pero vive en la luna! —refutaba Yulia. Ella había sido la que inició esa frase cuando deliberadamente diseñó y colgó un afiche en la escuela de un gato rosado sentado en una gran luna llena. Lo que, para ser sinceros, a la pequeña castaña le agradó demasiado, era un gato realmente bonito.
—¿Por qué? ¿Porque es feliz con las cosas simples de la vida y no se complica con el que dirán? —bufó tras sus preguntas regresando a ver una Yulia con la mirada baja, justo a su izquierda— Ya quisiera yo poder vivir en la luna y estar en paz como Oksana.
Yulia se quedó en silencio, muchas veces había pensado lo mismo, sobre todo cuando veía como a su amiga no le afectaba nada, todo enojo se curaba con un dulce y un poco de atención. Podía parecer una demente pero Lena tenía razón, Oksana sabía escuchar, aconsejar y amar a un amigo como nadie más en el mundo.
Los chicos empezaron a llegar y la plática personal quedó en el aire. Pero claramente se empezaba a notar un aire más familiar en su relación.
—¡Yulia! —saludó Andrei, llamando su atención— ¿Alguna vez has ido a un bar gay?
—¡¿Vamos a un bar gay?!
—¡Sorpresa! —respondió Natalya.
—Okey, ¿cuántos de ustedes son gay? —preguntó Gasparín al grupo de chicos que empezaron a reír alzando las manos, la única que se abstuvo fue Lena y todos sabían que tenía su razón, así que ni siquiera lo mencionaron.
—¡Vaya, bien! La verdad solo sospechaba de Andrei y porque el otro día no dejaba de ver a ese cliente con cuerpo de salvavidas.
—¡Estaba taaan… unf! —afirmó Iván tomando de la mano a Andrei.
—¡¿Ustedes son pareja?! —preguntó Yulia, admirada a lo que los chicos aceptaron dándose un beso— ¿Acaso estoy completamente ciega?
—No —rió el rubio— pero hay reglas en el trabajo, nada de «exhibición pública de afecto».
—Además no somos el tipo de pareja que le encanta estar pegado como chicle al otro —añadió Iván.
—¿Y tú? —preguntó Dary— ¿Preferencia?
Lena se mordió un labio y puso oído para escuchar su respuesta.
—Solo he tenido novios —dijo Yulia sin ahondar más su respuesta y todos contestaron riendo:
—¡Hetero!
—Odio las etiquetas —suspiró Yulia.
—Tranquila, en el club ya tendrás oportunidad de sacarte las etiquetas. Las chicas estarán como locas tras de ti —agregó Nat con un alzar de cejas, lo que a Lena no le hizo ni un poquito de gracia, pero era verdad. Yulia es una chica muy atractiva y en un bar gay no hay límites. Solo esperaba que no se sienta asfixiada con el ambiente.
Llegaron al club e hicieron una corta fila. Rápidamente les pusieron un sello con tinta en la muñeca para que pudieran entrar y salir del club sin tener que identificarse nuevamente y los dejaron pasar. Natalya se hizo cargo de la cuenta para ordenar las bebidas ya que, de todos los presentes, era la mayor con veintitrés años cumplidos.
El club empezaba a prenderse apenas a esa hora; era la una de la mañana, el lugar estaba a reventar y las luces de colores intermitentes mostraban a la gente bailando por todos lados.
El lugar era grande, con una amplia pista de baile en el centro y un segundo piso, que bordeaba tres de las cuatro paredes como un gran balcón. La cuarta pared estaba cubierta por una gran pantalla LED de piso a techo, donde se presentaban videos y animaciones de acuerdo a la canción que el DJ tocaba en ese momento justo al frente de la misma.
El bar se encontraba al otro extremo de la pista de baile y cubría toda la extensión de la pared del primer piso. En los otros dos límites del club habían sillones con unas delgadas mesas para la gente que deseaba descansar un momento o sentarse a conversar.
Los chicos entraron directo a la pista de baile excepto Nat y Lena que fueron a pedir una botella de tequila para empezar la noche. La música estaba espectacular, Andrei e Iván decidieron hacer de padrinos de la chica nueva y empezaron a bailar haciendo sándwich de Yulia. Daryna y Nadya no se quedaron atrás y bailaban entre ellas junto a los chicos.
—Esta es la noche Lena. ¡Hoy! —dijo Nat levantando la mano para llamar la atención del bartender— Hola Freddy, dame una botella de tequila blanco, por favor… y dos shots.
—¿Y qué se supone que tiene que pasar hoy?
—Hoy transas con Yulia. ¡Hoy!
—Estás loca, ¡No! —gritó Lena con seguridad.
—¡Vamos, está aquí! Después de unos cuantos tequilas no pondrá trabas.
—¡No, Nat! Yulia prácticamente me odia, no lo voy a hacer para que luego corra rumores en la escuela.
—¡Aj, Lena! Deja de asustarte por como te tratarán en la escuela, no es tan malo que la gente sepa que eres gay.
—Como están las cosas con mi familia prefiero evitarme la mayor cantidad de problemas.
—Bueno, como quieras, pero yo creo que le gustas a Gasparín. Deberías darte una oportunidad —Concluyó su amiga levantando el pequeño vaso lleno de ardiente líquido — ¡Salud!
—¡Salud!
Nat y Lena bebieron el shot de un solo trago y dejando salir un soplido de satisfacción llevaron la botella a los demás muchachos y los shots empezaron a volar.
—¡No más para mí! —gritó Yulia en el oído de Andrei después de que el tercer vaso pasara por sus manos — ¡Estoy manejando!
El chico le hizo una seña de que todo estaba bien levantando el pulgar y todos siguieron bailando y terminándose la botella.
Era la primera vez que Yulia iba a un bar gay y aunque no le molestaba para nada, fue un shock ver a tantas parejas besándose por todos lados y a hombres con muy poca ropa bailando súper pegados. Todo se le hacía muy sensual y provocativo, además Katina no ayudaba en nada con su baile.
El ritmo de la música era rápido, nadie podía mantenerse quieto por un segundo, mucho menos Lena.
Iba por su quinto trago y ya había perdido la vergüenza inicial de bailar frente a Yulia con el resto de chicos alrededor. Movía su cabeza dejando que su cabello volara de lado a lado acompañando el movimiento de sus caderas que agitaba el resto de su cuerpo. De vez en cuando alzaba sus brazos y los colocaba por segundos sobre su cabeza siguiendo la melodía. Su top se levantaba lo suficiente como para mostrar su piel justo sobre la línea del pantalón descaderado y su estómago pálido, que claramente delineaba sus curvas, tenía a Yulia embobada.
Lena no se daba ni cuenta del efecto que estaba provocando en su compañera, bajaba los brazos causando que su top resbalara por su clavícula hasta su hombro y Yulia simplemente cambiaba de punto de fijación de su ombligo a su largo y pulsante cuello.
Mil cosas se le venían a la mente, así como tomarla de la cintura y acercarla violentamente a su cuerpo, besar su piel descubierta y morder cada centímetro hasta llegar a su lóbulo para succionarlo y escuchar un único gemido que conservaría como trofeo. Quería sentir su pecho contra el suyo y rozar los botones que ahora se destacaban sobre esa pieza de vestimenta que le estaba sobrando.
De repente, Katina cambió de posición y se puso de espaldas con Nat, ambas comenzaban a volverla loca inconscientemente. Eran una sola con la música, sus cuerpos se conjugaban de tal forma que con dificultad podía entender sus movimientos; por más naturales que parecían, sabía que hacerlo de esa manera requería un nivel de confianza que ella simplemente no tenía con la pecosa. Se moría por tomar el lugar de Nat, pero jamás podría tener eso… la intimidad que ambas compartían. La envidia la estaba matando, todo lo que Lena estaba haciendo la estaba carcomiendo por dentro. La quería, la deseaba y no era el trago, era todo lo que el verla de esa manera, tan libre y tan entregada en el momento le hacía desear de ella misma. Quería ser esa mujer que la haga sentir tan cómoda que ella pudiera entregarse con esa facilidad, en lugar de hacerla sentir extraña por un simple roce de labios, como había sucedido en el concierto, unas horas antes.
La segunda botella no tardó en venir e irse, los chicos ya estaban acostumbrados a ese tipo de reventón que iba hasta tempranas horas de la madrugada. Para cuando llegaron las tres de la madrugada Yulia había perdido rastro de Daryna, Nadya y Lena.
Muchas chicas se le habían acercado pero Iván se encargó de hacerlas a un lado, bueno eso hasta que Yulia volvió a divisar a la pelirroja bailando con una completa desconocida y eso la impulsó a querer hacer lo mismo y ver si Lena la notaba por una vez en la noche.
La verdad es que Katina estaba tan perdida en la cantidad de alcohol que había tomado y en tratar de evadir a Yulia que le fue imposible llamarle la atención, ni siquiera porque bailó con tres súper atractivas chicas que le propusieron ir juntas a su departamento, logró una sola mirada. Yulia regresó a donde se encontraban Andrei e Iván y acercándose les dijo alzando la voz:
—Pronto tengo que irme con Lena, ¿seguro está bien? No sé si pueda llevarla hasta el Café.
—Vamos por tu auto y regresamos por ella —dijo Andrei en el mismo tono para dejarse escuchar sobre la música— Está bien, no te preocupes. Lena tiene alta resistencia al alcohol.
Ambos retiraron sus chaquetas del armario del bar y salieron del lugar respirando el frío aire que los rodeaba, por lo menos más frío que el de adentro del club.
—Y, ¿cómo la pasaste hoy? —preguntó el chico ya fuera del local mientras caminaban las cuatro cuadras que distaban del Magic Box.
—Fue increíble, pero no me dijeron cuánto tengo que poner de dinero.
—Nada, para eso es parte del dinero de las propinas.
—¡Oh! Ahora entiendo su emoción de la mañana —respondió sonriendo.
—¡Así es! Para la próxima no vengas en auto para que puedas disfrutar más.
—Lo tendré en cuenta.
Pronto llegaron al parqueadero de la cafetería y regresaron por la pecosa, estacionando el automóvil justo frente al club. Bajaron para buscar a su amiga y finalmente ir a casa antes del toque de queda que había impuesto su mamá. Un minuto más tarde de lo acordado y se ganaría dos semanas de castigo.
—¿Chicos, vieron a Lena? —preguntó el rubio mientras trataban de divisarla entre la multitud.
—Salió por la puerta lateral, Katya la llamó y se fue para poder hablar —Les comentó Nadya que estuvo presente cuando recibió una llamada.
—Bueno, yo me voy a buscarla y directo a casa. ¡Gracias por hoy! Nos vemos el lunes —se despidió apresurada y todos le dijeron un «adiós» con entusiasmo, la habían pasado muy bien con la pelinegra y esperaban que la noche se repita.
Al salir por la calle adyacente divisó a Lena sentada en la acera con una mano sosteniendo un tabaco y en la otra presionando el teléfono a su oído mientras hablaba con su hermana.
—No, Yulia no lo sabe y no tiene por qué enterarse, no quiero líos cuando regresemos a clases.
Yulia se paró en seco y sin hacerse notar empezó a sobre escuchar la conversación entre las hermanas Katin, aunque por supuesto, solo podía oír lo que Lena decía.
—Ya le inventé una mentira y me descubrió. Me hizo muchas preguntas y me dijo que va a averiguar que es lo que me pasa tarde o temprano.
Es verdad y todavía le preocupaba que algo grave estuviera pasándole a la pelirroja.
—¿Estás loca? —grito Lena indignada— No, no voy a ir con Yulia y decirle: «La razón por la que estoy viviendo con Nya es porque estoy embarazada de mi ex y papá me obligó a irme de su casa».
"¡¿Qué?!", pensó Yulia al escuchar semejante revelación.
"¿Katina está embarazada? ¡Mierda! No, no puede ser… ¡No!"
—Además, si Max llega a enterarse de todo esto, no creo que le haga gracia saber que es padre de un bebé que no va a nacer.
"¿Qué diablos está pensando hacer? ¿Abortar?", continuaba debatiendo en su cabeza.
—Creo que es mejor que no le diga nada y punto. Algún momento encontrará algo más entretenido que buscarle las cinco patas a mi gato— mencionaba la pecosa a su hermana— No le diré la verdad, ella no tiene por qué enterarse.
Lo que Yulia no sabía es que a Katya se le había ocurrido la genial idea de que, para evitar que siga preguntando y la dejara finalmente en paz, en lugar de decirle que era lesbiana podía decirle que estaba embarazada. Según la hija mayor, eso explicaría todo; que su papá la echara de casa, que Nya la acogiera y que no quisiera contárselo para evitar que se enteraran en el colegio. Y sí Yulia esparcía el rumor de mala voluntad, quedaría como una mentirosa cuando nueve meses después Lena todavía esté esperando que su vientre empiece a crecer. En la mente de Katya Katina, el plan perfecto.
—¿Qué? ¿Es papá?… Cuelga Katya, te quiero…
Para cuando terminó de decirlo su hermana ya había terminado la llamada y Yulia, había escuchado todo lo que no debía oír, malinterpretado la conversación.
—¡Katina! —gritó molesta, haciendo que Lena salte del susto y se ponga de pie en seguida.
—Yulia, casi me matas —dijo la pelirroja tratando de recuperar su tranquila respiración.
—Vámonos, llegaremos apenas a las cuatro —exigió tomando la delantera al auto— ¡Y tira esa porquería que tienes en la mano!
Lena sintió que su furia iba dirigida especialmente a ella, aunque no sabía que diablos era lo que había hecho para merecerla. Tiró el pucho en el cesto de basura de la esquina y la siguió, entrando al auto con urgencia.
Yulia emprendió el viaje a su casa callada, pero notablemente molesta. Los primeros quince minutos de camino no cruzaron palabra alguna, pero a pocas cuadras de llegar, Lena no puedo contenerse más y preguntó con calma, tratando de entender que fue lo que disparó el mal genio de su compañera:
—¿Se puede saber qué te pasa?
—¡¿Qué diablos te pasa a ti?!
—¿A mí? —respondió sin entender.
—¡Sí, a ti. ¿Tienes mierda en la cabeza o qué?!
—¡Disculpa! — Definitivamente el problema era con ella. Pero… ¿qué había hecho?
—¡¿Cómo se te ocurre beber de la forma en la que bebiste esta noche y fumar en la cantidad que lo haces todos los días sabiendo que estás embarazada?!
"Oh, no… Me oyó hablar con Katya. ¿Y ahora, qué? No puedo decirle la verdad, no puedo. No sé como reaccionará, pero no puedo confiar en ella para contarle algo así y que entienda que no soportaría una burla suya. Y ahora que diablos le contesto".
—¡Vamos Katina, no te hagas la idiota! Sé que no estuviste enferma el martes, el miércoles y el jueves, lo que tenías eran nauseas de embarazo.
"No, no… Estaba enferma. Maldición, hasta eso me perjudica, calza perfecto con la mentira de Katya", pensaba aún sin responder por algunos segundos más.
—Yulia, yo no voy a tener un bebé —aclaró Lena sin dar más detalles, no le diría que es gay, pero tenía que dejar claro que tampoco estaba embarazada.
—¡Sí, lo sé! También lo escuché. ¡Vas a tener un aborto! —gritaba estacionando el auto en el garaje de su casa— Esa es la decisión más estúpida del mundo… claro después de no decirle a tu ex que estás esperando un bebé suyo.
—Yulia…
—¡Cállate, Katina! —interrumpió duramente.
—Estás borracha y así no vamos a llegar a ningún lado con esta conversación —aclaró con una mano en alto, impidiéndole hablar.
—Pero…
—¡Pero nada, vamos a dormir y mañana cuando estés mejor hablamos! —dijo bajando la guardia y desabrochando su cinturón para bajar — Eso sí Katina, tú y yo, tenemos una larga charla pendiente.
La chica de los ojos azules, bajó y se dirigió a la puerta de su casa sin esperar que Lena baje del auto.
"¡Katyaaa! Sabía que era la peor idea, la peor. ¿Qué diablos le digo? ¿Qué? ¿Cómo demonios salgo de esto?", pensaba la tambaleante pecosa, entrando en la casa de los Volkov.
Esto sí que se complicó. Yulia creía tener la verdad en las manos y nadie le diría que estaba equivocada. Ella misma lo había escuchado con sus propios oídos, cuando Lena pensó que estaba hablando confidencialmente con su hermana.
Nada que pueda decir la convencería de lo contrario. Nada.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Otro capítulo que disfrutarán hoy!
Capítulo 6: La mentira
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Abrí la puerta de la casa y no la esperé, estaba tan molesta, tan decepcionada. ¿Cómo puede Katina ser tan inconsciente? ¿Beber y fumar de esa manera sabiendo que está embarazada?
Además, no puedo creer que sus padres la echaran de su casa por el Condón Roto, bueno el bebé, como quieran llamarlo.
Seguí mi camino a mi habitación, pero al llegar a las escaleras la escuché decirme que por favor la espere, que no se sentía bien. El sonido del golpe fuerte de su teléfono contra el piso hizo que me apresurara hacia ella tomándola del brazo, evitando que caiga; el viaje no le había hecho bien a su mareo previo, a su zumbido de alcohol.
Alcanzamos a llegar al baño de visitas y… bueno se imaginan el resto, no necesitamos ahondar en los detalles. La ayudé a lavarse la cara y la llevé hasta mi alcoba. Katina puede ser delgada, pero el peso muerto, pesa —valga la redundancia—; le di un par de toallas, un pijama limpio y le pedí que tome un baño rápido para que se le quite ese hedor a cigarrillo que la invadía de pies a cabeza y no la dejaría descansar como necesitaba. Además, el bebé no necesita más de eso. Hoy empieza la campaña de desintoxicación de Katina, quiera o no, aborte o no.
Aborto…
Dios, nunca me lo imaginé de ella. Casi llora cuando corté las flores del jardín de su mamá con mis cuchillos, pero está dispuesta a terminar la vida del Condón Roto.
«Mi cuerpo, mi decisión».
¡Claro, antes!… Antes de que exista otra vida que debería tener el derecho de decidir.
Listo, un jugo de naranja con limón, papaya y sandía cortadas y cuatro botellas de agua para pasar la noche.
Subo nuevamente y la encuentro ya cambiada y recostada en la cama.
—Katina, no puedes dormir con el cabello mojado, ven —digo dejando todo sobre la mesa del velador, haciendo todo un acto de malabarismo. La guío al baño y saco el secador de pelo del cajón. Sé que no da más y quiere dormir, pero no voy a dejar que, sobre todas las cosas que le están pasando, se enferme— Siéntate ahí.
—¿En el inodoro?
—Sí Katina, ¿estás sorda? La tapa está cerrada, siéntate —digo apuntando con el aparato en mi mano.
Okey, tengo que dejar de ser tan agresiva, esto no va a llevarnos a ningún lado.
Tomo la toalla y saco un poco del exceso de agua antes empezar a secar su pelo. Es muy delgado y suave, por eso es tan enrulado, tiene un hermoso cabello.
—Avísame si el aire está muy caliente.
—Está perfecto, gracias, Yulia.
No respondo, no es el momento de salir con mis típicos comentarios despectivos e hirientes, ahora tengo que cuidar a Katina… y a su Condón Roto.
—Listo, ahora ven, tienes que comer algo antes de ir a dormir —Guardo la secadora y cuelgo la toalla mojada en el gancho de la pared.
—Gracias otra vez—dice empezando a comer la fruta.
—También tienes que acabarte el jugo de naranja —Asiente con la boca llena, sentada cruzada las piernas sobre la cama — Voy a tomar una ducha para sacarme este olor también y que puedas dormir tranquila. Regreso en cinco minutos.
En realidad fueron quince, tenía que secarme el cabello y ponerme las tres cremas que uso antes de acostarme para cuidar mi piel, pero ya está, lista para dormir. Mañana tengo que retomar la conversación con Katina y no quiero estar de mal genio por la falta de sueño.
Apago el secador y antes de abrir la puerta logro escuchar que está hablando con alguien en su celular.
—¿Por qué te escuchas tan rara?
—Se me cayó el celular entrando a la casa y el auricular dejó de funcionar, así que estás en altavoz.
—Te escuchas muy lejos.
—No puedo gritar Katya, es tarde y la gente duerme —susurra molesta con su hermana— ¿Qué pasó con papá?
—Vino a preguntarme con quién estaba hablando tan tarde. Le dije que con una amiga, pero no me creyó. Me quitó el teléfono, vio que eras tú y explotó.
—¿No cambiaste mi nombre del contacto de tu teléfono?
—No me imaginé que lo revisaría, Lena. ¿Desde cuándo es papá tan posesivo y malhumorado?
—Debiste imaginar que si fue capaz de echarme de casa, podría revisarte el teléfono. Después de todo, ¿no les prohibió tener cualquier contacto conmigo?
—Sí, lo sé. Mamá ha querido ir a verte a la casa de Nya, pero tampoco está muy cómoda con el tema. Sabes que siempre tuvo muchos problemas con ella por ser lesbiana y ahora con lo tuyo, pues…
—Está bien, entiendo —La interrumpió de golpe —Mira Katya, no quiero que te metas en problemas con papá y mamá, tal vez será mejor no hablar por unos días, al menos hasta que todo se tranquilice.
—Lo sé, pero te extraño… —dice pausando, se la nota triste. Puede ser Katya, “la no inteligente” Katina, pero es su familia, debe ser duro no poder hablar con su hermana menor — La casa no es lo mismo sin ti.
—Nada es igual —responde Lena, con la misma pena.
—Mamá te ama, no lo dudes, solo necesita tiempo. Papá… no lo sé, pero yo… yo siempre voy a estar pendiente te ti.
—Gracias Kat.
—Hablamos en unos días, cuídate hermanita.
—Tú también —Escucho que cuelga la llamada y me preparo para salir del baño. Me tomo unos segundos, no quiero que se de cuenta de que la estaba escuchando. Es la segunda vez en la noche que presto oídos a una conversación ajena entre las hermanas Katin.
—Hey, ¿todo bien? —pregunto al verla limpiarse la cara con los dedos… estuvo llorando.
—Todo bien —responde con la misma tranquilidad y afán de siempre, disimula a la perfección. Sé que no está bien, que está intranquila y dolida con la situación de su familia.
¿Por qué tiene que ocultar todo? ¿Por qué no se deja ayudar?
Estoy segura de que es porque, soy yo la que la acompaña ahora. Si Oksana estuviera aquí, seguro ya le habría dicho con lujo de detalles que es lo que tanto la aflige.
Oksana, me va a oír. Ella sabía lo del bebé y aún así no me lo dijo. Seguro sabe también que Katina toma y fuma en cantidades industriales. ¿Sabe que está pensando abortar? Diablos, necesito hablar con Oksana.
Levanto las cobijas de la cama y acomodo la almohadas, ya son casi las cinco de la mañana pero podemos dormir hasta por lo menos las doce del día, es sábado y no tenemos que ir a trabajar.
—Tápate bien Lena, está haciendo un poco de frío —Se acuesta a la izquierda de la cama dándome la espalda. Está evitándome, pero no importa. Será mejor que descanse porque más tarde no se libra de nuestra charla pendiente.
— Tú también Yulia, descansa.
Cierro mis ojos, espero pronto caer en un sueño profundo, hoy ha sido un día agotador.
Hmm...
Luz, odio la luz. ¿Qué hora es?
Veo la pantalla de mi reloj despertador, son las 7:18 AM. Dos horas apenas, tengo que volver a dormir, más hay algo que me lo impide, escucho un sollozo a mi lado. Es Lena, está temblando, no hay duda de que ya le está pasando el efecto del alcohol. No, esperen, está llorando… y temblando. ¿Por qué diablos está llorando? ¿Durmió algo siquiera? ¿Es por la llamada de Katya? ¿Es por su mamá?
—Katina —digo preocupada sin moverme— ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
—No, no pasa nada, estoy bien. Solo tengo un poco de frío —dice con la voz temblorosa y noto que está hecha bolita en si misma para guardar calor— ya se me va a pasar, vuelve a dormir.
Mierda, ¿qué hago?, ¡¿qué?!
Si yo fuera la que está temblando y Oksana estuviera aquí, ella me abrazaría. Es más, lo ha hecho en varias ocasiones cuando estuve enferma y no pude decir un «no». Ese abrazo fuerte tranquiliza, se siente bien. Eso, necesita un abrazo y, justo ahora, qué más le hace falta, es incapaz de pedirlo. ¡Katina, maldición, estás llena de contradicciones!
¡Al diablo, la abrazo!
Recojo las cobijas de su lado y las levanto un poco cubriéndola completamente, acercando mi brazo para rodearla.
—Alza la cabeza, Lena —susurro con suavidad, pero ella no lo entiende o no lo cree, desde cuando «yo» la abrazo así, sin insistencia suya, de mi propia voluntad— Ven, alza la cabeza, necesitas calor.
Finalmente me entiende y me deja pasar el brazo por debajo de su cuello. La aprieto un poco y la atraigo hasta mi cuerpo lo más que puedo, descansando mi quijada en su hombro.
—Todo va a estar bien, Lena —digo frotando sus brazos y eso la hace llorar más. Lo sabía, necesitaba un abrazo para poder dejarse ir, para desahogar su pena— Te lo prometo, tú y el Condón Roto van a estar bien.
Ahora deja salir una pequeña risa, en medio de toda la ola de emociones que seguro tiene adentro.
—¿Podías ponerle un peor nombre? —Y suspira profundo con esa afirmación antes de repetirlo— No voy a tener un bebé, Yulia. Lo que escuchaste no…
—¡Shhh! —La callo inmediatamente— No Katina, hablamos más tarde de esto. Ahora solo descansa.
Sigue temblando, pero ya pasará, todo pasará y ellos estarán bien.
[…]
—¿Yulia? —escucho a mamá de lejos— Yulia, hija —Me está meciendo nooooo, quiero dormir. Abro los ojos y regreso a verla a mis espaldas —Amor, ¿puedes venir un momento?
Hmm… no quiero. Asiento y mamá sale de la habitación, seguro escuchó en la madrugada todo el tumulto de nuestra llegada, además, verme abrazada de Lena debe causarle «preguntas».
Lentamente retiro mi brazo adormecido y dejo a Katina dormir. Por suerte no despertó. Salgo cerrando la puerta y camino por el corredor hacia el cuarto de mamá, ya son más de las once de la mañana.
—Hey… —saludo medio dormida, mientras masajeo mi brazo tratando de recuperar la circulación.
—Llegaste apenas a las cuatro ayer. ¿La pasaron bien?
—¿En serio me despertaste solo por esto?
—Bien, si así lo quieres vamos al punto —dice cambiando del tono dulce, al de abogada seria— ¿Tomaste ayer?
—No, mamá.
—Yulia, tu cuarto apesta a borracho, no me mientas.
—¡No mamá! Estaba manejando no tomé —Okey, le mentí, pero si se entera que tomé dos shots ayer me castiga de por vida. Sí, lo sé, fue imprudente, no lo vuelvo a hacer.
—Entonces, «tu amiga» tomó de más.
—Mamá… no es lo que estás pensando.
—Yulia, tú sabes que no me importa con quién salgas, pero sí lo que hagas. Si Lena está tomando de esa manera no quisiera que…
—Está en problemas y sí, se le pasó la mano ayer, pero… ella no es así —La interrumpo antes de que me salga con algún ultimátum. Lo peor que podría pasar es que me diga que no quiere verla más conmigo y así como diablos la ayudo.
—¿Saben sus padres que pasó aquí la noche?
—Ahora vive con su tía, sus padres la echaron de casa. Es parte del problema —Hace un intento de volver a preguntar pero me adelanto — Y sí, Nya sabe que está aquí.
—Está bien —Suelta un bufido de preocupación— ¿Qué tan grave es este problema?
—Creo que tengo que discutirlo con ella primero, todavía no lo sé.
—Yulia, actúa inteligentemente con esto —Me advierte— Si piensas que es algo muy grave busca ayuda, ¿está bien? No es de amigos seguir la corriente a los problemas, sino buscar soluciones.
—Lo sé, mamá.
No es de amigos.
No, no lo es y yo no puedo seguir negando que somos amigas. Ya está, se acabaron esas niñerías. Es mi amiga y la ayudo, se acabó.
—Bueno hija, yo voy a salir con tu hermano a su juego de fútbol y luego iremos a almorzar con tu papá y Agatha.
—¡Uy, que emoción!
—¡Yulia! —Me reprende, pero que más quiere que le diga, odio a la nueva esposa de papá— Creo que es una buena idea que prepares el desayuno para Lena y aquí te dejo dinero. Almuercen algo, ¿de acuerdo? —dice sacando unos billetes de su cartera, me da un beso y baja las escaleras.
—¿No vienes? —pregunta Viktor un poco triste.
—Lo siento enano, tengo una visita que todavía está dormida —digo dándole un fuerte abrazo— ¡Suerte hoy!
—¡Gracias, Yulia! —se despide y sale corriendo tras mamá. Yo regreso a la habitación a asegurarme que Katina sigue dormida.
"Se ve linda mientras duerme"… ¡Diablos! Se ve linda, mejor me voy.
Bajo a la cocina para preparar algo para la cruda que le dará al despertar y obvio para mí, estoy que me como un elefante.
Veamos, hay kiwis, bananas, jugo de naranja… creo que le haré unas tostadas o panqueques, sí, mejor eso y unos huevos con tocino.
Espero que Lena también esté con hambre. Necesita limpiar el sistema y un buen desayuno le hará bien al bebé.
Bueno, la fruta está cortada, el jugo listo en los vasos, los panqueques en el sartén y los huevos al punto. Esperen… olvidé el tocino. Cinco minutos más y todo está listo.
Llevo la primera charola a la habitación y la coloco sobre el velador haciendo a un lado los platos de ayer, quitando las botellas de agua que no se tomó y bajo nuevamente para subir el resto del desayuno. Esto de ser chef y mesero no se me da, casi caigo dos veces por no poder ver las escaleras mientras subía con la comida.
—¡Levántate y brilla, Katina!
Abre sus ojos con un suspiro y bosteza.
"Linda". ¡No, basta Yulia!
—Buenos días —dice sentándose todavía con los ojos chinos y el cabello despeinado.
—A desayunar —Tomo asiento a su lado, pasándole el vaso de jugo y el tazón de fruta.
—Wow, esto es… —mira sorprendida a la cantidad de comida que hay. Sí, es mucho, pero es sábado
— Gracias, Yulia. No debiste molestarte.
—No es nada, ahora come.
—No sé que le pones al jugo de naranja, pero está delicioso —dice haciendo una mueca— y ácido.
—Limón, Katina —río al verla, no se le quita esa cara que puso — un limón por cada vaso. Así me gusta.
—No le caería mal una cucharada de azúcar.
—Eso iría contra el objetivo.
—Tienes razón, igual está delicioso. Y… —Quiere preguntar, pero no lo hace con la boca llena— …pensé que tomabas café negro en el desayuno.
—No hoy.
—Okeeey, ¿puedo preguntar, por qué?
—No-esbueno-parel-bebe —respondo rápidamente llevándome un pedazo de panqueque a la boca.
—¿Qué?
—No es bueno para el bebé —repito, tapándome la boca para poder hablar.
Cierra los ojos y se pasa la mano por el cabello, está molesta. Seguro ya se hartó que le insista con el tema, pero se aguanta. Es hora de hablar.
—Yulia, ya te dije que no voy a tener un bebé.
—Y yo te dije que es la idea más estúpida del mundo.
—No sé como quieres que te lo explique… no est…
—¡Bla! —la interrumpo.
—¡Qué no e…!
—¡Bla, bla!
—¡Yulia! YO NO EST…
—¡Bla, bla, bla!
—¡Aj!
Ja, ja, ja, ahora si está molesta.
—Está bien, habla.
—No estoy… embarazada —termina finalmente lo que quería decir, pero a mí no me engaña. Yo la escuché ayer, no me lo dijo nadie, yo las escuché con mis propios oídos.
—Lena, ¿por qué me mientes? Yo te oí ayer, se lo decías a Katya claramente, que no querías que me entere de la verdad, no querías decirme que estás embarazada de tu ex.
—Pero no… —respira hondo fastidiada— …era una conversación privada, ¿qué hacías escuchando?
—Salí a buscarte y tú en tu ebriedad no te diste cuenta de quién estaba ahí. No es mi culpa —digo defendiéndome— Además, no sé que te avergüenza tanto, ¿qué no sepas como usar un condón? o ¿qué tu novio y tú ya no estén juntos y te toque ser madre soltera? Aunque yo creo que deberías hacer que se responsabilice porque…
—¡No escuchas, Yulia! —grita, dejándome con la palabra en la boca— No voy a tener un bebé.
—Bien, entonces dime, ¿qué te pasa?
Se queda en silencio, pensando… un buen tiempo. No tiene que decirme, no pensó en una mentira para encubrirse.
—No te lo voy a decir.
—Vamos, Lena. ¿En serio no crees que puedas confiar en mí?
—¿Tú me lo estás preguntando? —Alza sus manos y se cubre la cara — Apenas te cuento algo sobre mí, corres a tu Facebook y creas un rumor y esta no será la excepción.
—Eso no podrás saberlo hasta que me lo cuentes.
—¿Estás loca? No lo voy a hacer, suficiente tengo con tener que aguantar la indiferencia de mis padres.
—¡Dime qué te pasa! —Le exijo perdiendo mi poca paciencia —¿Tienes una enfermedad venérea? ¿Te descubrieron teniendo sexo en tu casa con tu novio? ¿Tuviste una orgía? ¿Eres lesbiana como tu tía?…
—¿Y qué si lo fuera? —cuestiona frenando mis preguntas. ¿Lesbiana? ¿Katina? No, solo presioné sus botones mencionando a su tía.
—Si lo fueras ya lo sabría —contesto con una sonrisa malvada. ¡Qué no haría yo si fueras gay, Lena! Todo lo que me imaginaba ayer mientras bailabas con ese grupito de cualquier cosas que te rondaban… Hmm, muchas cosas.
—¿Y lo habrías publicado por todas partes?
—¡Por supuesto! —respondo burlándome. Pero ¿cómo no? Lo habría gritado a los cuatro vientos. Qué todo el mundo lo sepa. ¡Mía, mía, mía!
—Eres imposible —dice frustrada— ¿Vas a hacer burla de esto?
—¿De tu embarazo? —Asiente con pena moviendo la cuchara de su plato vacío de fruta— No Lena, no lo voy a hacer.
—¿Por qué de todo lo demás sí y de esto no?
—Hmm, ¿confianza, eh? —Aquí vamos, a compartir cosas como amigas— Yo fui un Condón Roto, Katina —regresa a verme sorprendida, no se lo imaginaba, pero ¿y qué? Acaso es algo del otro mundo —Mis papás se embarazaron de mi cuando tenían diecisiete años y no pensaban en tenerme, pero cuando mi mamá fue a hacerse el chequeo para el aborto le hicieron un ultrasonido para averiguar cuantas semanas tenía y escuchó mis latidos. No sabía que hacer, únicamente que no podía abortarme. Mis abuelos se oponían, mis cuatro abuelos; pensaban que ellos eran muy chicos y que eso solo les arruinaría la vida. Mamá le llevó a papá una foto y un video del eco y… decidieron tenerme —explico a una callada Lena Katina — Mi padre siempre cuenta que cuando le pidió matrimonio a mamá la tomó del vientre y dijo: «¿Quieren casarse conmigo?»
Katina suelta una pequeña risa. Aunque su situación es diferente, Max no sabe nada de su bebé.
—La verdad es que, Lena… ellos me han dicho muchas veces que no se imaginan una vida sin mí, igual mis abuelos. No fue fácil al principio, ellos no se casaron hasta que cumplieron los dieciocho años y mamá ya estaba siete meses embarazada —La miro fijamente, tratando de que entienda a dónde voy con esto— Si yo no hubiese existido mis papás nunca habrían planeado tener a Viktor y sin él este mundo sería un asco, ¿entiendes? Ellos la tuvieron dura, hicieron muchos sacrificios, pero así es la vida, Lena. Ahora somos una familia y valió la pena.
—Yulia, no voy a tener un bebé.
—Katina, dale un mes. Un mes nada más, si aún piensas que lo mejor es abortar… yo… —No puedo hacerlo, no quiero, no estoy de acuerdo, pero no es mi decisión y tengo que apoyarla— …Yo estaré contigo.
—Creo que vas a terminar odiándome después de todo esto —dice cabizbaja y yo la tomo de la quijada forzándola a que me mire.
—Jamás Lena, jamás podría odiarte. Sé exactamente quién eres y voy a estar aquí… por ti.
[…]
"No, no lo sabes Yulia, no sabes quién soy. Quisiera decírtelo, pero te conozco y no puedo exponerme a tus burlas o al desprecio de los demás… como mis papás".
"Me cuidas con una mentira y me odiarás por la verdad. Dure lo que dure… escojo la mentira, prefiero sentirte así, cerca, como siempre quise… a que me odies por un segundo".
"Lo siento, te mentiré… realmente lo siento, Yulia", pensaba Lena antes de encontrarse en otro abrazo que no esperaba y arruinando una amistad antes de que tenga la oportunidad de iniciar.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 7: Engaño
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Tutu-ru-tutu tutu-ru-tutu tutu-ru-tutu!
Muy buenos días a todos los lectores, radioescuchas, televidentes, gente que imagina todo lo que puede. Bienvenidos a su programa especial, La Extraña Vida de Lena Katina.
En la edición de hoy: ¿Qué diablos ha sido de mi vida durante las últimas dos semanas? Empecemos.
Lena, tienes la palabra.
Bueno, todo inició aquel sábado del mal, después de que Yulia escuchara esa llamada telefónica con mi hermana Katya, de la cual sacó la descabellada idea que yo —Lena Katina, lesbiana y virgen de sexo heterosexual— estaba embarazada.
Dormimos por unas horas y de pronto me despertó con el desayuno hecho. Fue agradable, no puedo negarlo, Yulia cocina muy bien. ¿Acaso hay algo que no haga bien esa mujer?
¡Ah, sí! Si la hay… ¡NO ESCUCHA UNA SOLA PALABRA QUE SE LE DICE!
Le negué el embarazo varias veces sin éxito, insistió e insistió en que ella escuchó perfectamente la verdad y cuando la enfrenté con un: «¡no escuchas, Yulia!»
Vino la amenazadora pregunta: «entonces dime, ¿qué te pasa?»
Ni loca se lo iba a contar. Dejó muy claro que lo publicaría por todo medio posible, que lo gritaría a los cuatro vientos y esa es exactamente la razón por la cual jamás quise que ella supiera que soy gay.
Sé que se lleva muy bien con los chicos del Café, nunca les ha puesto mala cara o ha hecho alguna broma cruel. Respeta mucho a mi tía y a Charlotte, pero yo siempre he sido un caso aparte para ella, siempre. Yulia haría lo que fuera por verme sufrir, así que no, no se lo confesé. Escogí la alternativa y la dejé creer que el embarazo era real. Déjenme decirles algo, fue la peor decisión de mi vida.
El domingo por la mañana, dormía placenteramente, sin preocupaciones más que lavar mi ropa en la tarde y tratar de terminar Beyond: Two Souls. Pero no, la señorita Volkova decidió que a las 6:05 AM me despertaría.
El silencio llenaba la ciudad, dos mujeres dormían en la habitación principal, seguramente abrazadas la una de la otra y, en el cuarto de huéspedes —que ahora era el mío— empezó a sonar la canción de la película Psicosis en un volumen alarmantemente alto.
Desperté de un salto buscando de donde salía esa infernal canción, sin saber que era mi celular.
—¡Qué mierda, qué mierda, qué mierda! —Giraba mi cabeza por todos lados —parecía un nido de pájaros, lo sé— alzaba mis cobijas y no encontraba la fuente del terror.
De repente, capté de reojo la pantalla de mi celular hacerse negra nuevamente y el sonido se calló. Inmediatamente volvió a encenderse con la misma canción. Tomé el teléfono y vi el nombre de la persona que me había despertado de esa forma tan drástica y deslicé mi dedo para contestar.
—¡Yulia, acabas de matarme de un susto!
—Te escucho bastante viva, Katina.
—¿Cuándo cambiaste el tono de mi celular?
—Ayer, antes de que te vayas —respondió burlándose.
—Hmmm, son las… — Alejé el celular de mi rostro fijándome en la hora y exclamé —: ¿Las 6:07 de la mañana? ¡Dios, ¿por queeé?! —me quejaba mientras me dejaba caer de cara a la almohada.
—Vamos, Katina. Apresúrate, tienes diez minutos para bajar con ropa de ejercicio.
—¿Qué? Yulia, es domingo, voy a dormir hasta medio día —dije cubriéndome con las cobijas hasta la cabeza, escondiéndome de la luz.
—Vas a bajar en diez minutos o presionaré el timbre de tu casa hasta despertar a tu tía y a Charlotte —Un segundo de silencio nos acompañó hasta que logré reaccionar.
—¿Dónde estás? —pregunté dando un salto fuera de la cama y apurándome a la ventana.
—Sí… estoy aquí —respondió agitando su mano libre, apoyada en su auto. Vestía ropa deportiva también, unos leggings negros, una capucha verde y zapatos de lona; atuendo que me pareció de lo más extraño, aparte del uniforme del club de ping pong, Yulia nunca usaba ese tipo de conjunto, mucho menos el cabello atado en una cola de caballo — Muévete que no tenemos todo el día.
—¿Hmm? Noooo, ¿a dónde vamos? —protesté volviendo a recostarme en mi cama.
—No importa a dónde, solo baja.
—Mejor sube y vemos una película. La que tú quieras, hay una muy buena selección en Netflix.
Yulia empezaba a impacientarse porque yo no hacía el menor esfuerzo de encaminarme hacia su auto.
—Lena o bajas en cinco minutos o menos, o empiezo a timbrar.
—No te atreverías —La desafié, grave error.
—Acércate y confírmalo —Yulia respondió y colgó la llamada, poniéndome en alerta. Nuevamente corrí a la ventana y veía como con una sonrisa malvada se acercaba paso a paso en puntillas, alzando las cejas y asegurándose de tener toda mi atención.
Tomé mi celular y empecé a llamar pero Yulia no contestaba, solo se escuchaba su tono a lo lejos.
—¡Vamos, contesta! —volví a marcar desesperadamente mientras buscaba en el closet la ropa apropiada para lo que sea que Gasparín tenía en mente. La tiré sobre la cama y volví a marcar, todavía no obtenía respuesta. Me vestí al vuelo y comencé a bajar las escaleras intentando no despertar a mis tías.
—¡Ya… aquí estoy! —expresé un poco agitada por el corre, corre.
—Te quedaban cuarenta y dos segundos —mencionó parando el cronómetro de su teléfono y encaminándose a su auto— Vamos, se hace tarde.
No volví a preguntar, únicamente ingresé por la puerta de pasajero y me abroché el cinturón.
—Ten —dijo Yulia entregándome una liga de pelo— la necesitarás para que el viento no te enrede el cabello.
—Gracias, no me diste tiempo ni a peinarme.
—Si no te hubieras emperrado como niña pequeña habrías tenido el tiempo suficiente —dijo encendiendo el auto, yo me até el cabello y me acomodé en el asiento. Desperté al llegar al estacionamiento público —que a esa hora estaba casi desierto— apenas un par de camionetas de turistas ocupaban el lugar.
—Si veníamos al lago debiste pedirme que me pusiera traje de baño —reclamé, todavía tenía sueño y amaba el agua, pude haber dormido placenteramente en la arena.
—No vinimos para broncearnos. Vamos a trotar —Yulia bajó del auto sin más explicaciones y yo no pude evitar abrir mis ojos y seguirla antes de que desaparezca por el horizonte.
—¿Trotar? Yo no troto.
—Deja de quejarte y sígueme. ¡Vamos, que el Condón Roto necesita un cuerpo saludable dónde crecer! —Bajé los hombros y exhalé con frustración.
Era eso, la maldita mentira, no estaba en mi cama durmiendo un domingo a las casi siete de la mañana, por el bebé ficticio que Yulia se empecinaba en mantener con vida.
"Diablos, esto se está poniendo insoportable cada minuto que pasa. Es domingo por Dios… ¡Domingo!", pensaba mientras la seguía a la arena.
—Katina, eres tan lenta —dijo virando los ojos y se adelantó trotando suavemente hasta que logré alcanzarla— Tienes que mejorar tu estado físico.
—Sabes que fumo… y es demasiado temprano… para hacer ejercicio —Exhalaba con dificultad al hablar.
—Excusas, tan solo trotaremos treinta minutos. No es para morir —dijo bastante controlada, como si no le representara ningún esfuerzo, no como a mí — Y eso de fumar se te acabó. Por lo menos hasta que el Condón Roto esté, de una u otra manera, fuera de ti.
Por qué no se me había cruzado la idea de que no me dejaría tranquila, debí hacerlo, es Yulia Volkova, se le mete algo en la cabeza y no hay quién se lo saque.
Tendría que dejar mis Malboritos, mis preciados cigarrillos, los que consumía para relajar la tensión del día.
¡El cafeeé! ¿Entienden lo que es eso para alguien que trabaja casi doce horas al día?
Seguramente no podría volver a salir de fiesta con los chicos porque ahí estaría ella, asegurándose de que no beba una gota de alcohol. ¿Trotar? ¿Qué le seguiría? ¿Yoga? ¿Dieta balanceada?
Maldita mentira, me iba a arruinar la vida.
—Yulia… espe… espera, no puedo más —dije con dificultad frenando de golpe.
—Lena, tan solo han pasado diez minutos, ¿cómo diablos llegaste a embarazarte? Tienes la resistencia de un adolescente precoz de trece años —dijo trotando en el mismo sitio, mientras me veía con la cabeza baja y las manos en sus rodillas de lo cansada que estaba — A menos que Max sea súper rápido para esas cosas, ya sabes la tiene «fiu, fiu» —Terminó silbando y haciendo un gesto de flacidez con su dedo, por el cual recibió una mirada enérgica. Max flácida, sí seguro; antes que nada, tendría que crecerle un miembro extra.
—Sigamos… y mejor que sea en silencio —le dije, recuperando el aire.
Los treinta minutos pasaron lento, sentía que me ahogaba, que algo me quemaba por dentro y mis piernas me dolían en las pantorrillas, no quería nada más que una botella de agua de dos litros, un baño en tina y luego regresar a la cama en la cual prefería morir antes de volver a realizar un solo movimiento.
—¡Esto fue horrible!
—Cada día se te hará más fácil, ya verás.
—¿Estás loca? No lo vuelvo a hacer.
—Recuerda que tengo el poder de presionar el timbre de tu casa hasta que salgas por tu propia voluntad —Se burlaba de mí, con una sonrisa de oreja a oreja— Y ahora el premio. Dame dos batidos energizantes —Le dijo al chico del puesto de jugos del muelle.
Caminé unos pasos y me senté en una de las bancas que miran hacia el lago, dos minutos después, recibía en mis manos un vaso tamaño jumbo.
—¿Qué es? —pregunté.
—¿Siempre tienes que cuestionar todo? Solo tómalo, te va a gustar.
La bebida estaba realmente deliciosa, una mezcla de frutas batidas con hielo, perfecto para después de lo que me había hecho pasar. Distinguí claramente la naranja, fresa y piña —o ananá, como la llaman por ahí, en los Países Bajos—, además de otras cosas que no supe que eran y que tornaban al batido en un fuerte color verde. Como sea, estaba exquisito.
—Gracias —dije terminando mi bebida. El reloj marcaba veinte minutos para las ocho y la gente empezaba a hacerse presente en el lago. Era el fin de semana, el sitio estaría repleto en menos de una hora.
—Te gustó, ¿viste? No tenías que quejarte.
—Yulia… no es necesario que hagamos esto. Yo estoy bien.
—Lena, me prometiste un mes —recalcó tomando los vasos vacíos y levantándose para tirarlos en el tacho de basura a unos pasos de la banca— Sea lo que sea que decidas después de este mes, voy a estar contigo, te lo dije. Ya sea en cuidar del Condón Roto o sostener tu mano en la clínica.
Maldición, otra cosa más… otro detalle en el cual no pensé, era obvio que Yulia querría estar conmigo durante el proceso de aborto de la mentira, pero bueno, ya se me ocurriría que decir, tenía un mes al final de cuentas, o eso creía.
—Te dejaré en casa para que retomes tu domingo de hibernación —dijo emprendiendo camino de regreso al auto.
Ver toda la atención que Yulia me estaba dando, me hacía sentir inmensamente culpable. Me gustaba, pero no lo hacía por ser Lena Katina, lo hacía porque, de una u otra forma, esa situación le recordaba a sus padres y a ella misma. La campaña era salvar al Condón Roto, no enamorar a Lena.
El lunes por la mañana dormía tranquilamente; siempre me levanto temprano para ir al Café y preparar todo para la apertura, pero mi hora usual para despertarme es a las siete de la mañana no a las seis. El teléfono volvió a sonar con esa estrepitosa tonada de terror y volví a levantarme agitada.
—¿Qué demonios? ¡Ayer quité ese tono a su contacto!
Tomé el celular y vi que no era una llamada, era la alarma que Yulia había dejado configurada el sábado. El texto leía:
«Paso a buscarte en diez minutos, espérame afuera».
Revisé el cronograma en el calendario y al parecer el plan de ejercicios sería diario, cada mañana a las seis y los domingos a las seis y veinte. El único día libre era el sábado. Bueno, por lo menos me quedaba un día para dormir a mis anchas.
Me levanté, me alisté y salí a esperarla. Sin demora Yulia estuvo puntual, recogiéndome y parqueó su auto al frente de la casa.
—Hey, veo que esta vez no demoraste —dijo cerrando su vehículo.
—¿No vamos al lago hoy?
—No, entre semana iremos al parque aquí a dos cuadras, así que vamos caminando.
El silencio hizo al trayecto eterno, hasta llegar, lo único que nos limitamos a hacer fue patear piedras sobre la vereda y sonreír cuando coincidíamos con la misma. Una pequeña interacción, pero iba relajando el aire entre nosotras, por supuesto, hasta que se le ocurrió preguntarme si he pensado en qué haría si decido tener al bebé. Una pregunta simple, pero para mí, la más compleja.
¿Se refería al bebé que no existía y si decidía tenerlo, tendría que comprar un muñeco Chicho Belo para vestirlo y pasearlo en el carrito por ese mismo parque?
Por supuesto, ya tenía dos nombres para el posible Condón Roto, uno era La Verdad y al final del mes confesarle que soy gay y nunca estuve embarazada o La Mentira Dos y de alguna forma inventar que perdí el bebé y todos regresamos a la normalidad.
—Yulia, podemos no hablar de eso, por favor.
—Está bien, lo siento —respondió dejando el tema a un lado— ¿Qué hiciste ayer?
Le conté que salí con Mihail, un amigo común en la preparatoria, en la tarde, habíamos ido al cine y luego a cenar sushi, detalle que, sin pensar, le revelé.
—¡¿Sushi?!
—Mmm, ¿siiií? —La miré con duda, ¿qué había hecho ahora?— Ya sabes, esos rollos de arroz con pescado crudo…
"¡Pescado crudo! Toooonta, se supone que estás embarazada", pensé entendiendo por donde venía el reclamo.
—¡Exacto, Katina!
—Tranquila, yo comí una sopa, estuvo deliciosa.
—¿Pero dijiste que fueron a cenar sushi?
—Mihail cenó sushi —Yo también lo había hecho pero tenía que resolver ese problema con alguna mentirilla blanca, otra más— Yo opté por otra cosa a último momento, él no sabe sobre el bebé así que…
Me sentí culpable de usar al Condón Roto como excusa para que dejara de preguntarme cosas, pero ya estaba metida en ese lío. Me encontraba en la mitad de la piscina y no había quién me saque de ahí.
Al llegar a casa, acompañé a mi tía a desayunar. Se notaba un poco preocupada, era lunes siete de la mañana y yo llegaba con la cara colorada por la caminata, sin haber avisado que iba a salir.
—Amor, te sentí irte temprano. ¿Todo bien? —preguntó mientras nos servía el desayuno.
—Sí, Yulia y yo fuimos a caminar al parque, vamos a hacerlo todos los días.
—¡Vaya! —respondió, sin darse cuenta que del asombro estaba regando el jugo en la mesa— ¡Maldición! —exclamó y yo me apresuré a pasarle una servilleta para limpiarlo— Gracias, que torpeza… Entonces… ¿hicieron ejercicio ayer?
—Mm-hmm —contesté con la boca llena.
—Lena, em… —dijo pausando— Amor, ¿está pasando algo entre Yulia y tú?
Esa pregunta me tomó por sorpresa, cubrí mi boca tosiendo y casi escupo todo lo que había acabado de comer.
—¿Qué? ¡No! No, no, no —negaba con manos, cabeza, ojos abiertos y bebí un poco de agua para recuperar la compostura— Amigas… solo amigas.
—¿Estás segura?
—Sí, sí, sí, sí… tranquila Nya, nada de nada. Amigas y ya… eso. Sí… sooólo amigas, ¡ajá!
—Lena, Yulia es muy bonita y sé que te gusta. También que se están llevando mejor…
"Claro, solo porque pensaba que tendría un bebé de mi lesbiana ex-novia, que ella creía que era un semental insensible que debía volver a dar la cara y responsabilizarse del encarguito", pensé mientras la escuchaba hablar.
—…pero…
—¿Pero? —interrumpí, los peros nunca traían nada bueno en una conversación como esta.
—Pero tú estás en una posición de autoridad en el Café. Antes que nada debemos manejar la situación con profesionalismo y cuidado. No quisiera que el resto de los chicos sienta que de alguna manera han sido perjudicados o que existen preferencias dentro del personal. Si algo está pasando, es importante que Yulia empiece a estar únicamente bajo mi cargo…
—No está pasando nada Nya, solo somos amigas —La corté de inmediato. Claro, entendía la responsabilidad que tenía, estaba a cargo de todos los empleados —incluyendo a Yulia— podían presentarse malentendidos que afectarían la dinámica del grupo.
—Lena, entiendes que esto es importante, ¿verdad?
—Sí, Nya tranquila, no pasa nada.
—Está bien amor, termina de desayunar para llevarte al Café en mi camino al municipio, debo ir a dejar unos papeles para el nuevo permiso de funcionamiento del local —dijo dándome una palmada en el hombro.
—No hace falta, Yulia quedó en pasar a buscarme en cuarenta minutos —Nya regresó a verme inquisitivamente y alzó las cejas —Te juro que no pasa nada, creo que se siente mal por como me trataba en la escuela y ahora está haciendo méritos… solo amigas… ¡Lo juro!
Ahí iba otra mentira, una que mi tía no se tragó. Tuvo que tratar el tema varias veces durante los días subsiguientes.
Yulia se preocupó de todo detalle de mi nueva vida. Pasaba a recogerme diario después de nuestra rutina de ejercicios y de la misma manera me llevaba de regreso a casa en las noches. Siempre con un nuevo mix de canciones que me encantaban, creo que lo hacía a propósito, camuflando algunas de sus favoritas para que no me diera cuenta, pero… no soy tan inocente.
En el trabajo me ayudaba a preparar la cafetería para su apertura, limpiando mesas, re-ordenando azucareros, moliendo y preparando el café; tanto que todos los chicos empezaron a preguntarse que estaba sucediendo. Los veía claramente susurrar entre ellos y Daryna hace unos días me confesó que apostaron sobre cuánto tiempo nos tomaría hacerlo en la cafetería.
Nat había escogido el sofá, después de que termine el día, en no más de tres semanas. Nadya, el baño en un mes. Andrei y Daryna pensaron que no lo haríamos en la cafetería, pero que llegaríamos tomadas de las manos en cuatro semanas y ¿el gran premio para mi caída moral? A que no se lo imaginan… veinte rublos y un paquete de cervezas, eso costaba mi poca dignidad. Bueno, lo acepto, tenían un poco de razón. Al fin y al cabo, era yo la que siempre iniciaba algo con Max y la arrastraba al baño cuando quería algún cariñito.
Yulia se encargó en hacer las cosas aún más notorias y raras, me preparaba el almuerzo todos los días, ya saben, la dieta balanceada se hizo realidad.
Los recesos que esperaba con ansias para disfrutar de mi Marlborito fueron intercambiados por un cartón de leche y una galleta de avena… nada relajante.
El café de las mañanas ahora era yoghurt con cereal y cualquier bebida caliente durante el día, para mantenerme despierta, tenía que ser una taza con algún tipo de agua aromática, ni siquiera me dejaba tomar té.
—Ya son novias —escuché a Iván decir anoche durante el recital— Y Yulia es una posesiva de mierda. Si Max viera esto, ya la habría sacudido para que se le acomoden las ideas —Al oírlo, decidí alejarme de los chicos y seguir con mis labores del día. Quería evitar cualquier tipo de pregunta, por lo menos hasta que tuviera algo creíble que decirles. Ellos sabían que era imposible lo del embarazo y no quería tener que mentir a más gente o crear excusas.
El show del viernes finalizó y como siempre todos compartíamos algunas risas mientras limpiábamos el local.
—Lena… Lena, hey —Me llamó Daryna en voz baja al otro extremo del cuarto trasero.
—¿Qué pasa, Dary?
—¿Qué está pasando entre tú y Gasparín?
—¿Qué? Nada… ¿por qué lo preguntas? Nada… no pasa nada.
—Ajam… ¿Y por qué estás tan nerviosa entonces?
—¿Qué? ¿Nerviosa? No, para nada, en serio… No pasa nada —respondí completamente exhausta.
Llevaba dos semanas sin probar café y sin fumar mis tubitos de humo cancerígeno; había decaído de ánimo como no tienen idea.
—Yulia no se está comportando como Yulia y tú…
—¿Y yo qué? —respondí intrigada… ¿Qué se supone que estaba haciendo?
—Desde cuándo tan apacible y peor con alguien que hace cinco semanas no te consideraba más que una compañera de trabajo, a la que ni siquiera hacía caso, debo añadir.
—Dary, es complicado, okey. No te lo puedo contar ahora, simplemente no puedo, no aquí.
—Bueno y cuándo entonces —insistió mi amiga angustiada.
—Te llamo en la noche, cuando llegue a casa… —Lo que nunca sucedió.
—¡Ahhhhh! —Se escuchó un grito alto y desesperado, seguido por otros ruidos menores y sonidos de los muebles.
Ambas corrimos al frente de la cafetería para ver que sucedía y nos encontramos con Nadya, Andrei e Iván abrazados sobre una de las mesas. Nat y Yulia muertas de la risa tratando de ver a donde había ido el pequeño animalito que los tenía así de asustados.
—¿Qué diablos pasa? —pregunté gesticulando mi molestia al verlos ahí.
—Nada, una amiguita asustó a estos cobardes.
—¡¿Qué?! —Pensé que era una rata y corrí para subirme en otra mesa.
—Katina, ¿qué te pasa? —reía Yulia viéndome asustarme como un conejito, respirando exaltada— Es una arañita nada más.
—¿Ara-ÑITA? —gritó Andrei— ¡Esa cosa es una tarántula!
—No es una tarántula, es una araña pequeña que seguro entró de la jardinera de afuera.
—¡¿QUEEÉ?! —gritamos juntos.
—Nunca más nos sentamos ahí —afirmó Andrei, mientras Dary, Nat y Yulia reían viéndonos morir de miedo.
—Son unos cobardes —dijo Yulia, poniéndose de pie con el animal entre manos—Si ven apenas cabe en mi palma, no es una tarántula, es una araña de la familia de los agelénidos —dijo observándola a través de un pequeño hueco que hacía entre sus dos manos.
—¿De la familia de qué? —preguntó Daryna, viéndola como un bicho raro; todos lo hicimos, desde cuando Yulia era tan niña exploradora.
—Una araña de jardín, araña de césped, inofensiva —aseguró dirigiéndose a Nat— ¿Me pasas ese vaso con una tapa?
Prosiguió a ponerla en el recipiente de café y a taparlo rápidamente para que no escapase la arañita.
—¡Mata a esa cosa! —dijo Iván bajando de la mesa con un escalofrío corriéndole por la espalda.
—¡No! —Regresó a verlo con esa mirada amenazadora, marca registrada de Yulia Volkova— Es un animal inofensivo, lo dejaré en el jardín de mi casa.
Finalmente bajamos de las mesas y terminamos de limpiar el lugar, repasando dos veces con desinfectante en donde nos habíamos subido, para después salir a nuestras respectivas casas. Yulia, como ya era costumbre, me dio un aventón.
—No tienes que mirar el vaso tan intensamente, te prometo que no se va a salir.
—Aja… —respondí sin dejar de ver el recipiente que contenía al pequeño animal.
—No puedo creer que te asusten las arañas.
—Son horribles, ¿cómo no van a asustarme?
—Son hermosas, estructuralmente perfectas y hacen hermosas telarañ…
—¡Y pican! —interrumpí asustada.
—Las arañas no pican, muerden.
—¿Hmm? —pregunté regresándola a ver, perdiendo contacto con el vaso de cartón por primera vez desde que me subí al auto.
—Las arañas no tienen pico, no pican; muerden, tienen colmillos para depositar su veneno en la comida.
—¡¿Ves?! —Le dije regresando mi vista al vaso, rogando que esa cosa de ocho patas no me salte encima.
—Olvídalo Katina, estás tan asustada por un indefenso animalito que seguramente está muerto del miedo en esa taza de café.
De repente el teléfono de Yulia empezó a sonar con la melodía de Thriller, era su mamá. Dios, esta mujer y sus tonos de llamadas.
—Lena, ¿puedes por favor contestar y ponerlo en altavoz?
—Claro —Deslicé la pantalla y acerqué el aparato a la altura de su rostro para que pueda hablar.
—Aló.
—Cariño, ¿ya terminaste tu turno?
—Sí, estoy dejando a Katina en su casa.
—Hija, ¿no puedes referirte a tu amiga por su nombre?
—Buenas noches, Larissa —dije riendo— la verdad no me molesta.
—Hola, Lena, ¿cómo estás?
—Todo bien, muchas gracias…
—Bueno mamá, ¿qué pasa? —interrumpió Yulia, que como siempre, tenía muy poca paciencia para las formalidades.
—Cariño, tengo que viajar de emergencia a San Petersburgo por el caso de un cliente.
—Genial —respondió de mala manera— ¿No puedo quedarme en casa sola?
—Lo siento amor, pero no.
—Puedes quedarte en mi casa si quieres —sugerí en voz baja. Yulia me miró extrañada, pero aceptó inmediatamente.
—Mamá, Lena acaba de invitarme a pasar en su casa, voy a recoger ropa y me quedo ahí.
—¿Seguro, Lena? ¿No hay problema? —preguntó su madre preocupada. Después de todo, su hija había pasado los últimos dos años molestándome.
—Para nada, será divertido —contesté sin decir más.
—Está bien, hija. Voy a llamar a tu padre a informarle y gracias, Lena. Espero no te saque de tus casillas mi retoñito —mencionó la mujer burlándose de su hija.
—¡Mamá!
—Regreso el domingo a mediodía, así que Lena estás invitada al almuerzo.
—Muchas gracias, Larissa.
—Perfecto, chicas. Cuídense.
—¡Adiós, Mamá!
—¡Hasta luego!
Yulia me agradeció haberla librado de pasar un fin de semana con su madrastra que tanto odiaba y nos dirigimos a casa de Nya, ya era tarde y sería mejor descansar, pasaríamos por su ropa al día siguiente.
Al llegar a nuestro destino final, Yulia tomó el vaso y se dispuso a depositar a la araña en el césped del jardín.
—¿Qué haces? No aquí, yo me acuesto en ese césped.
—Katina, ¿sabes cuántas arañas viven en este jardín? Por lo menos cien.
—¡Gracias, Volkova! Acabas de arruinarme la vida.
—No seas dramática, ¿quieres? La dejo en la jardinera de tu vecino, espera.
Después de dejar libre al coso de patas largas, entramos a casa y nos encontramos con un gran grupo de amigos de mis tías reunidos en la sala, botanas y vino; un poco de jazz contemporáneo de fondo y risas por todos lados.
—Hola, amor… —dijo Nya viéndome entrar y acercándose para saludarme, pero se frenó de golpe al ver que venía con Gasparín —… Hey, no esperaba verte aquí… sigan, por favor —Gesticuló cerrando la puerta detrás nuestro.
—Invité a Yulia a pasar el fin de semana con nosotras, su mamá salió de la ciudad en un viaje de emergencia del trabajo.
—¡Oh! Perfecto… genial… muy bien —respondió Nya, sin saber qué más decir al respecto— ¿Tienen hambre?
—No, comimos pizza en el Café después del concierto —dije sacándome la chaqueta.
—Okey, si se antojan de algo, bajen sin dudar —dijo Charlotte dándonos un beso.
Saludamos con la mano al grupo de amigos y seguimos a mi habitación.
—Esta casa es tan… clásica y rústica. Me encanta —mencionó Yulia, fijándose detenidamente en los detalles y las incrustaciones de baldosa de colores en la madera de las columnas, el espejo con marcos tallados en la pared y las ventanas arqueadas por donde entraba la luz del jardín de manera perfecta.
Cruzamos el corredor hasta el final y llegamos a mi cuarto. Dejé mis cosas sobre la peinadora, Yulia hizo lo mismo sobre la silla y empezó a curiosear la habitación mientras yo sacaba un par de pijamas limpias para que se cambiara.
—¿Qué le pasó a las miles de chucherías que solías tener arrimadas por todas partes en tu otra casa?
—Pues, papá solo me dejó salir de su casa con cosas que compré con mi dinero.
—¿Qué?
—Sí, esto es todo lo que me pertenece. Bueno, ni la cama, ni la televisión, eso vino con la habitación.
—Estás bromeando, ¿verdad?
Negué con la cabeza mientras me dirigía al baño para ponerme más cómoda con mi pijama de cuadros y una sudadera liviana y suelta.
—Sin ofender, pero tu papá es… —pausó, evitando decir lo que tenía en mente.
—¿Un idiota? —La ayudé a terminar.
—Tú lo dijiste, no yo.
—Lo es, aunque aprecio tu silencio —admití, sabiendo que en otras circunstancias, a Yulia le hubiese importado muy poco decir lo que pensaba, ofendiera a quién ofendiera. Me sentía bien cuando ella hacía estas cosas, quería creer que era por mí, que me respetaba aunque sea un poco, que me consideraba, eso era bueno.
—No veo los libros que te regalé —dijo buscando por todo el cuarto con la mirada.
Y es que el miércoles, mi nueva amiga, fue a la librería a recoger la más reciente colección de libros para el Café y regresó con cuatro volúmenes sobre lo que significaba ser una nueva madre.
Al verlos, me sentí morir, le agradecí con una sonrisa falsa —más falsa que mi heterosexualidad— deseando que la tierra me tragara, que pudiera chasquear con los dedos y desaparecer como si fuera un mago, simplemente estaba harta de toda esta farsa.
—Están escondidos en el closet. No esperabas que los deje a plena vista, para que Nya y Charlotte me pregunten por qué tengo cuatro libros sobre embarazo, ¿o sí?
—No, tienes razón.
Decidimos ver una película, pero a mi se me ocurrió la brillante idea de dejarla escoger. Lo primero que se le vino a la cabeza fue torturarme un poco más y seleccionó Aracnofobia.
—¡¿QUÉ?! Yulia, no.
—Vamos Katina, solo es una película, además tu dijiste que yo tenía el poder.
—Quieres matarme, eso es lo que quieres.
Yulia río al verme tan asustada con la idea de ver una araña más esta noche.
—Bueno ya, una de las tuyas. Una romántica y absurda película… y que no sea de Hollywood. No sé, busca una de cine independiente.
Pasé con el control por las películas que variaban entre filmes franceses, alemanes, italianos pero no llegábamos a un acuerdo. Todas parecían dramas de mayores y aburridos.
—¿Qué tal esta? Lost & Delirious… —pregunté deteniéndome en la portada de tres chicas en uniformes de escuela con blusas blancas, corbatas y cortas faldas —Actúa Misha Barton y Piper Perabo, no debe ser tan mala.
—No, no se ve mal, además siempre tuve un gusto por Misha Barton desde que salía en The O.C
"¿Qué dijo? ¿Un gusto? ¿Qué significa un gusto?", pensé sin moverme. Yulia se levantó apagó la luz y se acomodó en el tope de la cama.
—Katina, ¿vas a poner la película o no? —dijo llamando mi atención.
—Sí, sí —Sacudí la cabeza regresando al momento y presioné el botón haciendo mi cuerpo para atrás para alcanzar el respaldar de la cama.
La película empezó bien, nada fuera de lo común, una chica que iba a un internado y compartía su pieza con otras dos chicas, Paulie y Lena (muy casual). La trama era divertida, reímos un poco por aquí y por allá y luego… ¡Luego nos dimos cuenta de que la película era un film gay! ¡Gay!
Suerte la mía, me sentía tan incómoda con cada beso. Digo, ahí estaba la chica que me gustaba, viendo una película lésbica, con escenas eróticas donde pudimos ver muy bien los senos redonditos de Jessica Parré. Dios, quería que terminara de una buena vez.
—La actriz que hace de Lena está muy bien… distribuida —dijo haciendo gestos con sus manos como si estuviera tocándolos… tocando esos senos en el aire.
—Mira quién habla —dije sin darme ni cuenta… Ya dije que soy un poco «tonta», ¿no? Pues lo soy.
—¿Crees que mis senos están bien distribuidos, Katina?
—¿Qué? No, solo resaltaba que tú también tienes boobies, ya sabes… de un tamaño… —Sí, me enterraba sola. Yo, el hueco y la pala llena de tierra. Yulia solo río y seguimos viendo la película, que para mi gusto terminó en una maldita tragedia. Esto no era un buen augurio.
Ya eran casi las dos de la madrugada cuando decidimos apagar el televisor y dormir, pero yo no pude pegar ni un ojo, creía haber sido demasiado obvia, sentía que Yulia también, tal vez ella era bisexual o heteroflexible y al parecer no me equivoqué por lo que pasó después.
Así es, así llegamos aquí. Este es el momento que lo cambió todo.
Más o menos una hora después de aparentar que dormíamos, Yulia se volteó dándome la cara. Yo pretendí que estaba en el quinto sueño y no la sentía observándome como si fuera esa horrible araña que tuvo en sus manos.
—¿Lena? ¿Estás despierta? —susurró tan bajo que casi no la entendí. No me moví, no hice ningún esfuerzo, pretendí — Te ves tan linda cuando duermes —mencionó y yo me quedé helada.
"¿Yo, linda? ¡Oh-por-Dios!"
—Tus labios son perfectos —continuó, y yo seguía ahí sin saber que hacer.
"¿Qué hago? ¿Finjo cómo si despertara en este instante? ¿Le confieso que la escuché? ¿Me hago la idiota? Eso, me hago la idiota".
—Me muero por besarte, por decirte tantas cosas —dijo apartando unos mechones de mi pelo que estaban sobre mi cara y los pasó atrás para que no me molestaran — Me gustas, como no tienes idea.
"¡Mierda! Le gusto… ¿Qué hago?".
—Tú y el bebé son lo más importante para mí ahora. Yo los cuidaré y aunque nunca pase nada entre nosotras, yo seré la mejor madrina que el Condón Roto pueda tener.
Con eso paró, no dijo nada más, puso sus manos bajo su cabeza y pronto la escuché respirar hondo.
Y así termina el programa de hoy, con suspenso y melodrama.
¿Alguien puede decirme qué hacer? Porque no tengo idea de como voy a confesarle toda la verdad. Esto ha llegado demasiado lejos, se pasó de la raya. Ya no hay vuelta atrás y Yulia me odiará, más de lo que me imaginaba al principio.
Le gusto, ella me gusta, esto debió terminar en beso, caricias, sexo… que sé yo, pero no en esto. No en un bebé falso y una promesa a una mentira.
No podré pegar un ojo por lo que resta de la noche, no sé ni siquiera cómo diablos voy a verla a la cara mañana…
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 8: Decepción
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Un día como ese domingo era raro en la ciudad. No podía estar mejor; soleado, con poca humedad y una ventisca fresca que aliviaba un poco el calor y eso solo daba cabida a una cosa… ¡Día de picnic!
Si bien Yulia prefería la noche y odiaba el sol, ella no mandaba en las decisiones de su casa y su mamá y su hermano habían decidido, como mayoría, pasar el almuerzo del domingo en el parque.
—¿Todos listos? —preguntó Larissa, apagando el auto y dejándolos salir.
—¡Sí! —gritaron Lena y Viktor al mismo tiempo, riendo y bajándose apresuradamente del auto.
—¡Ay, no!… Ya se volvieron uno —susurró irritada Yulia, antes de dar un paso fuera del vehículo.
Temprano esa mañana, llegó a su casa con su amiga después de su trote por el lago. Tomaron un baño —por separado— se alistaron y se dispusieron a jugar videojuegos con Viktor, el hermano menor de Yulia.
El pequeño inmediatamente entabló amistad con Lena y además de compartir secretos de juego, idearon tácticas para vencer a su hermana; conversaron, se contaron chistes y cantaron canciones del momento como si fueran amigos de años, más que nada como si tuvieran la misma edad.
La mayor de los Volkov estaba sorprendida. Su hermano se notaba más maduro y Lena más infantil, pero realmente dulce, lo que una vez más, le traía a memoria al Condón Roto. Estaba segura de que será una buena madre, juguetona y cálida, como lo era la suya.
—Viktor, lleva esta canasta y el cooler —dijo su madre entregándole las cosas al pequeño que salió con cuidado hacia el césped.
—¡Escoge un árbol con mucha sombra! —dijo Yulia gritando mientras se alejaba.
—¡Es mediodía, casi no hay sombra! —respondió, dejando sus cosas a los pies de un árbol grande.
—Hija, toma esto y llévalo con cuidado —Ella simplemente rodó sus ojos. No tenía la edad de su hermano, no iba a voltear la canasta que, además, no tenía nada delicado adentro — ¡Oh, mi retoño! Tan linda y amable como siempre —Se burlaba la mujer.
—¡Mamá! Deja tus cursilerías, ¿quieres? —dijo, encaminándose molesta a donde se encontraba el enano, mientras la pecosa y Larissa reían a sus anchas.
—Linda, ¿puedes ayudarme con el mantel y las servilletas? yo llevaré las sombrillas y las bebidas.
—Claro —respondió Lena, tomando las telas y se dirigió al lugar elegido mirando a ambos hermanos perseguirse.
No es que Yulia y Viktor parecieran perros y gatos, pero les gustaba hacerse la vida imposible. Lena los veía entretenida, muy rara vez, alguien aparte de su familia tenía el gusto de ver el lado amable de su amiga.
—¡Mamá, mamá! —Se quejaba a gritos el enano— ¡Yulia me está haciendo cargar un montón!
—No es verdad, solo estoy yo encima tuyo, no hay montón — Se defendía su hermana impidiendo que se soltara de su agarre.
—¡Lena, ayúdame! —gritaba con dificultad— Yulia me está ma-tan-doooo.
—¡Ni se te ocurra, Katina!
—Lo siento, pero tengo que defender a Viktor —dijo Lena, empujando a Yulia contra el césped, haciendo que se voltee y quedando frente a frente, liberando de una vez al pequeño.
—¡Carga montón a Yulia! —sugirió a gritos su mamá, que gozaba al ver a sus hijos jugar así.
—¡Sí! —dijo en el aire el menor, cayendo en la espalda de la pelirroja, que yacía en una posición íntimamente incómoda sobre su amiga.
—¡Auch, Viktor! —Dejó salir con un golpe de aire por el impacto.
Estúpido juego, pensaba Yulia sintiendo la presión del cuerpo de su amiga contra el suyo.
—Deja de moverte mequetrefe —protestaba cerrando los ojos. En otras circunstancias no le molestaría el peso de Katina, sobretodo en «esa área, pero frente a su hermano y su madre no podía hacer, ni siquiera, un sucio y sarcástico comentario — Katina… me estás aplastando —dijo, tratando de zafarse. Lena se limitó a sonreírle coquetamente y mirarla a los ojos.
—Lo siento —susurró con una sonrisa que la congeló, se veía tan bien, tan linda; le caía un mechón de cabello a un lado de la cara y trataba de no moverse mucho para no causarle dolor con la presión.
—¡!Niños, a comer! —Larissa interrumpía el momento, haciendo que su hijo saltara de sobre ambas chicas y se apresurara a su lado.
Pero a ellas les tomó unos segundos más el levantarse. Ese cruce de miradas, esa sonrisa coqueta de Lena y la posición en la que se encontraban gritaba un: «ahora bésense, pero no. Lena se levantó y le extendió una mano, ayudándola a ponerse de pie.
Se sacudieron un poco y se unieron al almuerzo. Claro que, si hubieran sabido que el pequeño Volkov acribillaría a la pecosa con preguntas —desde cuál era su color favorito, hasta cuántos novios había tenido—, tal vez decidían quedarse en la incómoda posición horizontal en la que se encontraban hasta hace poco.
—Bueno, Viktor… deja respirar a Lena, corazón —dijo su madre calmando al pequeño.
—No es problema —respondió la pelirroja chica, un poco colorada de la vergüenza.
—No le des alas a mamá, Katina. Te preguntará cosas hasta el día del juicio.
—No recuerdo haber tenido la oportunidad de cuestionar a tus amigos.
—Nunca dejabas de preguntarle cosas a Boris —dijo la chica en tono de reclamo.
—Cariño, Boris era tu novio, era mi derecho preguntarle cosas.
—Bueno, Katina no es mi novia…
—Todavía —interrumpió su imprudente hermano riendo, dejándolas a todas con los ojos abiertos.
—¡Cállate, enano! Lena, aún quieres ese helado, ¿verdad? Sí, si lo quieres, vámonos —preguntó y se respondió sola, jalando a su amiga lejos de su familia.
—¡Yo también quiero helado! —grito el pequeño.
—¡Qué pena! —respondió mientras se alejaban— Por suerte no vino mi papá con su cualquier cosa, de lo contrario esto hubiera sido el festín anual de los Volkov contra… —La muchacha de los ojos azules calló. Así es, iba a decir el festín anual de los Volkov contra los pretendientes de Yulia y este no era al caso. Nada estaba dicho, eran únicamente amigas.
—¿Contra? —preguntó Lena.
—Emm… —pensaba en que decir que no lo arruine todo— contra los amigos de Yulia.
—Mmm, entiendo. Pero tienes que admitir que tu hermano tiene una gran imaginación. Digo, «¿de qué sabor es el beso que más te ha gustado? —rió recordando una de las tantas preguntas que le había hecho — Jamás se me hubiese ocurrido algo así.
—Es un Volkov, ¿qué esperabas?
Obvio, era su hermano, su imaginación e inventiva se le daba natural. Le dio la razón, era así. Había aprendido sus trucos de la mejor, además, era su copia carbón físicamente hablando, con sus hermosos y grandes ojos azules y su pálida piel.
Las chicas compraron cuatro helados empastados de naranja y regresaron al auto donde su mamá y hermano terminaban de guardar las cosas para partir, ya era tarde debían regresar a casa.
A fin de cuentas, había sido un buen fin de semana, Lena y Yulia habían disfrutado haciendo cosas ridículas, viendo películas, escuchando música y compartiendo con la familia. Por ese lado todo se sentía bien. La pecosa estaba feliz de tener esos momentos, pero triste de saber que algún momento iban a terminar.
Se disponía a dormir cuando recibió una llamada de Oksana. Hace tiempo que no hablaban, por lo menos tres semanas, había estado tan preocupada con todo el lío de la mentira y las que le siguieron, que ni siquiera se había molestado en llamar a ver como estaba su amiga.
Oksana había pasado todo el día sola en su casa en las afueras y estaba muy aburrida. No le caía nada mal escuchar que había sido de los chicos últimamente.
Boris era el único que se ocupaba de actualizar su Facebook con frecuencia, subiendo fotos de su viaje a Canadá, de una chica rubia muy bonita a la cual besaba en algunas de las imágenes y que todos supusieron era su nueva novia; además de mostrar algunos videos de él pescando con sus primos y saliendo de reventón con Moose. Al parecer le sentaba muy bien el cabello un poco más largo y la barba ligera que se había dejado. Ambas concordaron que tenía un lado sexy que no conocían, tal vez Yulia se había perdido de su mejor parte al terminar con él al inicio de las vacaciones.
Por otro lado, Aleksandr, su otro amigo, le había escrito contándole que la estaba pasando espectacular en su viaje a Ukrania. Había ido a muchos clubes de comedia, conocido a varias personalidades importantes y hasta había montado un pequeño show que había tenido mucho éxito. Le prometió llevarle un recuerdo cuando regrese a Moscú. Definitivamente se notaba más maduro y con otros intereses, sobre todo ahora que él mismo aseguraba que algo le había sucedido a su estúpido títere y que ya no lo verían más. No quiso explicarle qué, pero las dos se sintieron aliviadas de que deje esa etapa atrás.
—¿Has hablado con Mihail? —preguntó Oksana siguiendo la conversación.
—Lo vi hace un par de semanas, salimos a comer sushi, bueno yo no, yo comí una sopa… en fin, la pasamos muy bien. Está dedicado a componer y grabar nuevas canciones y está haciendo de DJ en el boliche cerca de la escuela —dijo Lena— Seguro vuelvo a verlo esta semana. Hay un concierto de jazz al que quería llevarme.
—¡Eso suena genial! —exclamó Oksana— Hablé con Yulia el otro día, me contó que ya no fumas o bebes.
—¡¿Hablaste con Yulia?! —preguntó alarmada, sentándose de golpe en su cama, ¿qué le había dicho? ¿Qué pensaría Oksana de ella? Sobretodo ¿Qué le había dicho Oksana a Yulia?
—Sí, creo que estaba medio dormida porque hablaba de cosas sin sentido. Algo de un Condón Roto y un embarazo y no sé qué cosas —dijo a la ligera como si no le hubiera puesto la suficiente atención cuando se lo había contado, pero esto solo la dejaba más nerviosa. Se lo había dicho, su enorme mentira ya era de conocimiento público — Luego cambió de tema y me preguntó por mi hermano.
—¿No te dijo nada más?
—No, no ha vuelto a mencionar el tema. Ya te digo creo que estaba dormida.
—Entiendo… ¿Oksana?
—¿Sí?
—Tengo que contarte algo, pero… sé que te va a molestar.
—Puedes contarme cualquier cosa, Lena, lo sabes.
—Okey —respiró hondo y empezó a describirle a su amiga todo lo que había sucedido con Yulia. Como había llegado a pensar que estaba embarazada y como seguía pasando el tiempo y ella ya no sabía que hacer al respecto. Después de todo se lo debía. Oksana había sido siempre una amiga considerada y entregada. ¿Cómo no contarle esto? ¿Cómo no pedirle consejo?
—Creo que deberías hablar con Yulia claramente, ella te va a escuchar.
—¡Lo intenté! Ella me va a matar, eso es lo que va hacer.
—Tal vez, pero por lo menos morirás siendo honesta.
—¡Gracias, Oksana! —respondió sarcásticamente— Pero no quiero morir.
—Confía un poco en Yulia, Lena. Si se ha preocupado tanto por ti, es por algo. No creo que las cosas se pongan tan mal.
—Sé que es el momento de hacerlo, esto empeora cada vez más —confesó con pena— El viernes pasó la noche aquí en mi casa y la escuché decirme que… le gusto mientras yo… pretendía estar dormida.
—¡Je, je, finalmente lo admitió!
—¡Oksana, ¿lo sabías?!
—Se le nota. Hace todo por ti… todo el tiempo, desde antes de salir a vacaciones. Está preocupada, te molesta más de lo habitual, ya sabes, es su manera de gritarte que le gustas.
—Genial y yo pensando que me odia.
—Yulia se enojará, eso es seguro. Pero se le va a pasar, Lena. Ya verás.
Claro, en un millón de años tal vez, pensaba afligida.
—Creo que debería dormir, Oksana. Yulia viene muy temprano para salir a trotar.
—Entiendo. Suerte mañana y no lo dudes más, solo díselo.
Ambas se despidieron y Lena se tapó con las cobijas hasta el cuello intentando dormir, pero ¿cómo?
Su amiga le insistía que confesara la verdad, ella sabía que hacerlo le traería consecuencias, también sabía que mientras más tiempo pase las cosas empeorarían. Entonces, ¿cómo? ¿Cómo decirle a la persona que te gusta tanto, de la cuál te estás enamorando que todas las razones por las que llegó a acercarse a ti eran falsas?
Ya se había cansado de todas las voces que rondaban en su cabeza diciéndole que debía hacer lo correcto, encarar la situación y aguantarse las consecuencias. Estaba realmente harta.
Las horas pasaron y ella no pegó un ojo hasta que finalmente amaneció. Ya no tenía escapatoria, se puso su ropa deportiva y salió a esperar a su amiga que, como siempre, estuvo puntual recogiéndola.
La caminata fue normal. Treinta minutos pasaron y conversaban de todo lo que Oksana le había contado la noche anterior. Nada fuera de lo común, un par de burlas a la nueva chica de Boris, de la cual por supuesto que Yulia no sentía ni un poquito de celos —sí, como no—, hasta que Lena encontró un centímetro de valor y empezó la charla.
—Yulia, tengo que confesarte algo y sé que vas a enojarte.
—No lo hagas —insistió la chica de los ojos claros negando enfáticamente con su cabeza y sus manos.
—Yulia —dijo vencida, no podía más con la resistencia de su amiga, simplemente no daba más. Siempre la cortaba, le ponía una traba y le recordaba que aún quedaba tiempo en el trato, que no quería saber nada al respecto hasta que no se cumpliera el mes — Estás empeorando todo ¿sabes?
La tristeza de esa frase, la hizo reflexionar. ¿Qué le costaba escucharla? Nada.
—Está bien. ¿Qué es lo que pasa? —preguntó, sentándose en una de las bancas del parque y haciendo un gesto para que Lena tomara asiento junto a ella.
El momento había llegado, tenía por lo menos veinte minutos más para explicarle todo y tratar de convencerla de que la perdone.
—Okey —respiró— por favor, no me odies.
—Vamos, solo dilo.
—Está bien. Yulia, no estoy…
—Lena, Yulia —gritaba a lo lejos Nya bajando de su vehículo— Hola, perdón por la interrupción, pero tengo una emergencia.
—¿Pasó algo en casa?
—No, todo está bien —dijo respirando un poco agitada— Voy a viajar a San Petersburgo a realizar algunos trámites de la nueva sucursal, mi vuelo sale a las 8h30m, así que necesito que me acompañes a la cafetería y me entregues todos los papeles de la contabilidad y de los proveedores.
—¿En este momento? —preguntó su sobrina con sorpresa. Esto lo arruinaba todo.
—Sí, lo siento, adelanté el vuelo para poder regresar antes de mediodía. Además Charlotte pidió pasar contigo hoy, así que tienes permiso especial.
—Me encantaría pasar con Charlotte —dijo entusiasmada la pecosa, la esposa de su tía era su adoración.
—Lo siento, Yulia. No quería interrumpir su sesión de ejercicio —Se disculpaba la mujer, despidiéndose con prisa.
—No hay problema.
—¿Hablamos luego? —preguntó Lena un tanto afligida por la interrupción.
—¿Qué tal si te recojo apenas salga del trabajo y vamos al bulevar?, de paso podemos comprar esos piercings que vi la otra vez.
—Hecho, nos vemos —se despidió Lena y se apresuró al auto de su tía.
Perfecta interrupción, justo cuando había logrado reunir el suficiente valor para hablar, era sacada de la situación sin alternativa. Solo esperaba que se terminara el día y pudieran resumir su charla en paz.
La mañana transcurrió rápida y normal, los chicos se desenvolvían muy bien solos. Daryna se hacía cargo de las responsabilidades más grandes sin su jefa inmediata en el local, tal como lo hacía siempre Lena. La música era buena, casi como cuando Lena se encargaba de ella. El café estaba tan bien hecho como cuando lo hacía viendo a Lena.
Sí, todo Lena, Lena, Lena. Yulia tenía un problema. Estaba obsesionada, además de preocupada por lo que la pelirroja quería decirle.
Por favor, no me odies, recordaba como había empezado esa plática. Eso solo quería decir una cosa, no tendría al bebé.
—Voy por mi descanso, tengo que ir a buscar algo a casa. Si me necesitan de urgencia estoy a una llamada de distancia —le dijo a Daryna, mientras tomaba sus llaves y se dirigía a la puerta.
—No te preocupes, todo está bien —le respondió la chica encargada. Vamos, ya era su amiga, todos los chicos en realidad. Se despidieron de Yulia y esta se marchó.
Pero ¿qué iba a buscar? ¿Qué tenía en casa que tanto le urgía recoger?
Pues, tenía a Patas, ¿a quién? A Patas.
La tarde anterior, después de dejar a Lena por su casa, Viktor insistió a su mamá que lo llevara a la juguetería para comprar más legos para su colección. El pequeño había ahorrado su mesada y tenía lo suficiente como para adquirir ese set de 500 piezas que tanto deseaba tener; venía con ventanas para casas y llantas para autos, además de pequeños motores y luces para construir todo tipo de edificaciones.
Yulia por supuesto los acompañó hasta la tienda de juguetes y hasta que su hermano localizara su nueva adicción, ella se dedicó a pasear por las filas designadas para niños de 0 a 24 meses.
Si alguien ha ido a una juguetería, sabrá que este pasillo puede ser el más dulce o el más aburrido, pero adivinen que tipo de fila fue para Yulia. Estaba tan enfocada en el proyecto salvar al Condón Roto que tantas cosas coloridas, con sonidos y luces, solo le creaban una increíble expectativa.
Sabía que no debía hacerlo, Lena le había dicho mil veces que no quería al bebé, pero ella ya se había imaginado a una bolita pequeña y gorda, casi calva pero con un fino cabello color rubio o rojizo claro, unos enormes ojos verdes o grises, como los de su madre y una piel pálida llena de pliegues en las piernas y brazos. Se imaginaba su voz, su risa, su llanto. Se imaginaba que seguramente sería un varón y ya hasta tenía varios nombres seleccionados, también de mujer si era el caso. El punto es que Yulia le había dado una vida a ese bebé, ese pequeño que ella ignoraba que no existía, una criaturita que tenía que proteger.
Al final del pasillo había un pequeño espacio para muñecos de tela y peluches hipo alergénicos. Yulia los miró con ternura, algo que pocas veces había sentido, pero era así. Todos esos juguetes serían abrazados por bebés en un futuro cercano y había uno que, sobre todos, se destacaba.
Era un oso un poco deforme. Tenía las patas y los brazos muy, muy largos, su barriga un poco delgada y su cara pequeña. Era café y le faltaba un ojo, pero para Yulia era perfecto. Nadie lo querría, pero ella sí. Tal como al bebé, ella era la única que lo quería, ni siquiera Lena contemplaba la idea de tenerlo.
Cuando su hermano y su madre pasaron por la caja para pagar, ella incluyó al pobre oso. Ambos la quedaron viendo con cara de: ¿qué bicho la picó, después de todo, hace muchísimos años que Yulia regaló todos sus peluches a la caridad. Eran cosas de niños, había dicho, metiéndolos a todos en una caja y dejándola en la puerta de su habitación para que su padre los llevara al refugio en camino a su oficina.
—Es para un bebé que todavía no nace.
—No estás embarazada, ¿verdad Yulia? —preguntó preocupada su madre.
—¡No, mamá! Por Dios —respondió molesta— Es para el bebé de una chica del Café.
—¿No desea llevar uno que esté en mejor estado? —preguntó el chico de la caja al ver la falta de la orbe de plástico.
—¡No! Así está perfecto, yo lo arreglaré llegando a casa —dijo tomándolo de sus manos y pasándolo ella misma por el lector de código de barras.
Y así fue. Llegó a casa esa noche y le dio una lavada de rutina; no quería tener un peluche manoseado por no sabemos cuanta gente que había pasado por esa juguetería, en las manos de un vulnerable bebé.
Lo pasó por la secadora y después con un cepillo fino lo dejó como si fuera nuevo. Escogió entre su frasco de botones que se habían caído de sus chaquetas o pantalones, un lindo botón entre celeste y azul que combinaba perfecto con el color del osito y se lo cosió. Le arregló el lazo del cuello y lo dejó sobre su repisa. Se lo daría al cumplir el mes. Eso sí, únicamente si Lena decidía tener al bebé.
Así que, eso era lo que fue a buscar a su casa en el descanso. El osito de un ojo y un botón al cual había llamado Patas. Esta podría ser la última oportunidad de convencerla de que conserve al bebé y usaría todos los mecanismos posibles para hacerlo.
Bajó del auto y volvió a entrar al Café. No había demorado más de sus quince minutos de break, pero ya había acontecido algo en el local. Entró para encontrarse con algunos de los chicos reunidos en la sala de empleados, con Nya y una chica castaña con el pelo ondulado, alta y de tez blanca.
—¡Oh, Yulia ahí estás! —dijo Nya poniéndose de pie— Quiero que conozcas a alguien que trabajó aquí desde que se abrió el local hasta hace poco. Ella solía realizar tu trabajo.
—Hola, qué tal —saludó sin mucho interés, aunque parecía que la tal chica era casi una celebridad, todos se notaban muy felices de tenerla de visita.
—Hola, soy Max… Max Fedorova.
¡Max, Max, Max! El novio semental de Lena, el que ella creía era el padre el bebé. Por supuesto Yulia todavía no hacía click con quién era esta persona, seguía pensando que Max era un chico y no la linda mujer que estaba en frente suyo.
Pasaron unos minutos y el personal retomó sus tareas regulares. Nya se disculpó para ir a resolver un problema con la máquina registradora y dejó solas a ambas chicas.
—Así que tú eres la famosa Yulia Volkova —dijo la extraña con un tono un poco amenazador, que Yulia no supo descifrar.
—En carne y hueso—contestó de la misma manera— ¿Has oído de mí?
—¿Cómo no? La tortura de Lena —rió con burla— No sé como te aguantó tanto tiempo y te dio tanta cancha para que puedas hacer su vida de cuadritos.
—¿Disculpa? —La miraba Yulia confundida, ¿qué diablos había desatado esas palabras en esta tipa que de repente creía saberlo todo?
—¿Crees que Lena no le iba a contar a su novia como te empeñabas a maltratarla? —dijo burlándose nuevamente, dejándole saber exactamente quién era y que además no le agradaba ni un poquito.
¡¿Su qué?!, se dijo a si misma la pálida joven, ¿Había oído bien? Max, es su ex-novia, pensó sorprendida. Su ex… Lena no está embarazada… no tendrá un bebé.
Finalmente todo encajó. Katina le había mentido y de la peor manera. Le había dejado creer que todo era verdad.
Sentía un dolor punzante y un escalofrío la invadió. No quería pensarlo más. El bebé no existía. Sin darse cuenta, era lo que más le dolía. Se había aprovechado de su vulnerabilidad con el tema, Lena sabía muy bien que para ella era personal, sin embargo no le importó. La dejó creer, la dejó hacer todo por ambos y le ocultó la verdad, era gay y no tendría un bebé. No tenía perdón.
—No me digas que te tragaste el cuento —reía de una manera muy grosera al darse cuenta de que Yulia apenas entendía lo que sucedía— Lena engaña fácil, es tan femenina que muchos ni piensan que es gay… pero lo es. Todos aquí lo saben, es la razón por la que sus padres la echaron de casa.
Yulia estaba cada vez más molesta, no solo con Katina, pero con los chicos, ¿acaso todos estaban juntos en el engaño? ¿Acaso se reunían a burlarse de ella cuando no estaba? ¿A reírse de cómo se esforzaba por quitarle los vicios a Katina o como se había convertido en su chofer, su cocinera y su niñera?
No dejaba de pensar en todo lo que había hecho, en que todo fue un plan de ellos para engañarla, seguramente para enseñarle una lección por haberla molestado por años en la escuela, por supuesto que nada de lo que ella había hecho se comparaba con esto.
Todos eran culpables y Lena más que ninguno. Su mentira dolía, no era para nada la persona que ella pensaba.
—¿Oh, vas a llorar?
—¡Yo no lloro! —aseguró manteniendo la vista firme.
—Mmm… —Se acercó lentamente rodeándola al hablar— Déjame decirte algo Yulia. Lena y yo, pudimos haber terminado, pero yo nunca la voy a dejar sola —Se detuvo justo en frente de esos ojos azules y dijo —: A Lena no la volverás a lastimar, así tenga que volver para darte un escarmiento, ¿entiendes?
Yulia bufó con esa declaración.
—No te preocupes… es toda tuya —dijo haciéndose a un lado y apresurándose al escritorio de Nya, tomó un pedazo de papel donde escribió una palabra en él y tomando su bolsa, salió directo por la puerta de vidrio.
—¿Qué diablos pasó? —dijo Daryna viéndola salir tan apurada.
—Al parecer, renuncia —respondió Max, tomando el papel del escritorio para leerlo.
—¿Qué? —dijo la muchacha corriendo para detenerla.
—¡Yulia! Espera…
—No te me acerques, Daryna —dijo Yulia abriendo la puerta de su auto y estirándose hasta atrás para tomar el peluche del asiento trasero.
—¿Qué pasó? No puedes irte así.
—¿Qué pasó? ¿Es en serio? —se dio la vuelta con el oso en mano— Ya no tienen que fingir. Ya sé que Lena no está embarazada. ¡Es gay… wow, que misterio!
—¿Lena está qué? —preguntó completamente sorprendida.
—No te hagas la tonta, todos lo saben, todos ustedes… Ten —dijo lanzando el muñeco al piso— Era para el bebé, pueden ponerlo como trofeo en la repisa, engañaron a Yulia Volkova —Entró a su auto y cerró la puerta de un golpe— Yo me largo.
—¡Espera, Yulia! —Pero ya era demasiado tarde. La dolida joven salió disparada del estacionamiento y no había quién la detenga.
Daryna volvió a entrar al Café y le pidió explicaciones a Max que para ese momento ya se encontraba con Nya sentadas en el sillón.
Max fingió demencia hasta que Dary la confrontó con el hecho de que ella había provocado todo y le exigió que confesara lo que había pasado y le enseñara el papel de la renuncia a su jefa. También reveló lo que Yulia le había dicho antes de marcharse y le entregó el peluche que había recogido del piso.
En ese momento Nya le pidió a Max que se retirara reprendiéndola por su actitud e intentó hablar, llamar a su ex empleada sin éxito.
—¿Alguien sabía de esto?
—No, no… no —dijeron Andrei, Daryna y Nadya que se encontraban al momento en el local.
—Lena nunca nos dijo que le había dicho a Yulia que estaba embarazada —dijo Daryna.
—Es más, todos pensábamos que estaban saliendo, ya sabes, coqueteándose —dijo Andrei un poco decaído. Yulia se había convertido en alguien muy querida para él, no sabía como sentirse con respecto a que su otra amiga le haya mentido de esa manera.
—¿Cómo localizamos a Yulia? —preguntó su jefa a los tres chicos que no supieron hacer más que negar con la cabeza— Voy a casa, tengo que hablar esto con Lena —dijo tomando sus cosas y el peluche, saliendo del local completamente fúrica.
Si les digo que todo esto sucedió en menos de veinte minutos ¿me creerían? Pues no le tomó a la mujer ni diez minutos más en llegar a casa y entrar por la puerta para ver a su esposa y su sobrina sentadas en la mesa del comedor.
—Dime que no es cierto, Lena —reclamó Nya entrando a casa.
—Amor, ¿qué pasa? —preguntó Charlotte preocupada levantándose de su silla.
—¿Qué? Nya, ¿qué pasó?… —La pelirroja se levantó también y se dio la vuelta encarando a su tía.
—Dime que no jugaste así con esa pobre chica.
—¿Qué está pasando? —repitió la rubia intercalando miradas entre su esposa y su sobrina.
Lena no supo que decir, era obvio que hablaba de Yulia, pero ¿cómo lo supo?
—Nya, yo… —Bajó la mirada y la mantuvo así mientras su tía seguía gritando.
—Dime, ¿tienes tan bajo concepto de lo que es ser gay? —preguntó muy enojada— Porque si es así… No puedo pensar en otra cosa que no sea que te avergonzamos.
—No, Nya, no es así.
—Entonces dime qué, ¿qué te hace pensar que algo de lo que hiciste estuvo bien? ¿Qué ocultar quien eres, era más importante que los sentimientos de otra persona? ¿Qué ser lesbiana arruina tanto tu vida, que prefieres montar todo un teatro, con gente que te quiere, para no tener que enfrentar un par de malos comentarios?
—¿Alguien puede explicarme que está pasando? —dijo Charlotte molesta de ver como su esposa le gritaba a Lena.
—¡Lo que pasa es que aquí la señorita le dijo a Yulia que estaba embarazada!
—¿Embarazada? Dios, cariño… ¿Cuándo pasó esto?
—¡No está embarazada, Charlotte, mintió para no tener que confesar que es gay!—gritó Nya nuevamente.
—No fue así, ella escuchó una conversación que tuve con Katya, ella fue quien propuso que se lo dijera… —Alzó la mirada y comenzó a explicar pero fue interrumpida.
—¡Y tú, como buena hermana, le hiciste caso!
—¡No! Yo le respondí que no le diría que estaba embarazada y que no le contaría la verdad de que soy gay tampoco —continuó la pelirroja que tenía la vista nublada— Yulia escuchó la llamada y decidió lo que quiso.
—¿Por qué no le dijiste que no estabas embarazada, cariño? —preguntó Charlotte con calma.
—Se lo dije mil veces, pero ella no quiso creerme. Se negó a aceptarlo y...
—¿Por qué no le dijiste que eres gay y punto? —Insistía molesta su tía— ¿Acaso te amas tan poco, que no puedes aceptar lo que eres?
—Nya, basta, estás demasiado alterada para discutir esto ahora —dijo Charlotte, tomándola del brazo.
—¿Te avergüenza vivir aquí, Lena? ¿Te da pena que tus amigos se enteren que vives con un par de lesbianas qué te abrieron las puertas sin peros y te acogieron con amor?
Lena ya no veía nada y lloraba en silencio sin parar.
—Dime Lena, ¿tan bajo piensas de nosotras? ¿De tus amigos del café? ¿De ti?
—Nya, detente… Ven, vamos a la habitación.
—Me avergüenzo de lo que hiciste. ¡No hay nada de malo en ser gay! Lo que decidiste hacer, es una cachetada a esta familia...
—¡Nya, basta ya! —dijo Charlotte con dureza.
—Ah… y aquí está esto —extendió su mano y sacó de su bolsa a Patas— Te lo llevó Yulia, para tu bebé, antes de que se entere de como decidiste jugar con ella.
—¡Se acabó! —gritó Charlotte finalmente jalando a su esposa al segundo piso.
La joven Katina se dejó caer, las palabras de su tía le hicieron mucho daño, ella nunca quiso indisponer a nadie, solo tenía miedo. Había herido a todos y eso no se lo podía perdonar.
Veía a ese pequeño oso desproporcionado, con un ojo de botón azul y un lazo verde y no podía sentirse más culpable. Lo que hizo estuvo mal lo sabía, siempre lo supo y ahora solo le quedaba ponerse a llorar.
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RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 9: Lo siento
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El edificio de oficinas era uno de los más reconocidos de la ciudad. Ahí trabajaban muchas de las ONG’s más importantes de Moscú y la firma de abogados Volkov&Lyubov.
—Buenos días —dijo Lena entrando a la recepción del elegante lobby del piso 30— Busco a Yulia Volkova.
—La señorita Volkova trabaja en el subsuelo número tres, en el cuarto de copiado, junto al archivo legal —respondió la recepcionista— Pero lamento informarle que esa área es restringida para empleados de la firma.
—Solo necesito darle una carta…
—Puede dejarla aquí —interrumpió la mujer sin la menor intención de dejarla pasar— Yo se la entregaré apenas suba para marcar su tarjeta de salida.
—Es personal.
—Lo siento, si no tiene autorización no puede pasar.
La pecosa miraba a todo lado tratando de encontrar la forma de bajar al subsuelo. Ingresó al elevador seguida de un guardia de seguridad que le preguntó a donde se dirigía y a ella no le quedó otra que decir que iba al lobby de abogados. Acto seguido el chico pasó una tarjeta por un lector de códigos y presionó el botón hacia el último piso. Era uno de esos ascensores en los cuales, la única forma de utilizarlo era con un permiso especial que no tenía. Hizo el recorrido completo hasta el tope del edificio y se bajó, esperando hablar con alguien que la ayudara.
—¿Elena? —le preguntó con seriedad un hombre alto y muy elegante, que en ese momento caminaba por el corredor. Dudaba de si se trataba de la misma chica que un día conoció en la escuela de su hija — ¿Qué haces aquí?
—Señor Volkov —Lena lo miró nerviosa y extendió su mano para saludarlo — Vine a hablar con Yulia.
Él la observó cuidadosamente, era la chica Katina, la recordaba. Le respondió el saludo y le dijo: —Ven conmigo —Hizo una seña para que lo siguiera hasta el ascensor nuevamente y detuvo la puerta, dejándola pasar, más cuando otro empleado quiso subir, el papá de su amiga le dio una mirada que lo detuvo afuera hasta que las puertas se cerraran, dejándolos solos. Pasó la tarjeta por el lector óptico y presionó el botón rojo para mantener el elevador sin movimiento.
Lena se puso nerviosa, más de lo que ya estaba con la idea de enfrentar a Yulia. Relamió sus labios, tragando en silencio y escuchó al señor Volkov respirar hondo, girando en su puesto para observarla, esperando una explicación.
—Me imagino que vienes a pedirle que regrese al trabajo en la cafetería —dijo el distinguido abogado.
—Y a disculparme —respondió cabizbaja, escuchando al hombre y limpiando su garganta después de indicarlo.
—¿Sabes que la última semana y media que ha trabajado aquí, Yulia ha sido la chica más miserable que he visto en mi vida?
—Lo siento tanto, señor… yo…
—Mírame, Elena —le exigió desafiante— Yulia no quiso decirnos qué pasó, por qué renunció, pero sabemos con su madre que es grave porque no quiere ni que le mencionemos la cafetería o tu nombre —Lena volvió a tragar en seco, viendo al papá de su amiga reprocharla con la mirada —Sea lo que sea que pasó, ni Larissa ni yo soportamos ver a nuestra hija así —Pausó, finalmente presionando el botón S3 que llevaba al subsuelo— Ella puede creer que la odio por exigirle tanto, pero como sus padres, únicamente queremos que sea feliz.
El resto del camino los acompañó el silencio. Lena no encontraba palabras para disculparse y el hombre sabía que no era su lugar entrometerse en los asuntos personales de su hija.
—Espero que logres convencerla. Sé que se desenvolvía muy bien en la administración y organización de eventos, por lo menos tenía una sonrisa al volver a casa. Ahora es una joven amargada y derrotada. No me gusta verla así, este no es su ambiente.
—¿Señor Volkov? —habló Lena con pena— Nunca fue mi intención lastimar a su hija.
—Lo sé, Elena, ten —Le extendió una credencial de personal autorizado y le dijo— Sigue recto, te encontrarás con Yuri que te dejará pasar sin problemas —El hombre asintió apenas y, presionando el botón del piso más alto, la vio salir del ascensor— Suerte.
Lena presionó sus labios, agradeciéndole con un leve asentimiento y siguió adelante. Era un corredor largo, completamente alfombrado, pero muy frío, el aire acondicionado parecía estar al máximo.
Caminó despacio, todavía se preguntaba si hacía o no lo correcto, la baja temperatura no la ayudaba, sentía su cuerpo helarse y temblar.
Cuando llegó al final, se encontró con un hombre de unos setenta años que estaba sentado frente a un escritorio con una radio antigua en el volumen más alto, escuchaba canciones de los sesentas.
—Hola, preciosa —dijo el hombre con una sonrisa amable— ¿En qué te puedo ayudar?
—Buenos días, busco a Yulia Volkova —le respondió Lena, mostrándole la credencial.
—Vaya, visitante especial. La señorita Volkova trabaja en el cuarto de copiado. Debe caminar de aquí al fondo y girar a la derecha, la segunda puerta desde ahí, es donde la encontrarás.
—Gracias —le contestó la pelirroja, emprendiendo camino lentamente.
—¡Suerte! La necesitarás —dijo el hombre en tono de advertencia. Era evidente que Yulia ya había dado a conocer su particular carácter.
La pecosa siguió las instrucciones hasta que localizó el cuarto, tenía un letrero que lo identificaba.
Estaba cerrado, lo que requirió de un poco más de valentía de su parte.
"Vamos, Lena. Tú puedes", pensó tomando fuerza y tocó un par de veces la puerta. No recibió respuesta y volvió a tocar después de algunos segundos, finalmente giró la manija para entrar. Era un cuarto pequeño, completamente blanco y sin gracia. Tenía, en su interior, tres máquinas de copiado y un par de sillas de visitas que lucían un tanto incómodas.
Inmediatamente alzo la mirada y divisó a quién estaba buscando. Llevaba un uniforme azul de falda y chaqueta, una blusa blanca con delgadas rayas verticales, unos zapatos de tacos negros y medias nylon color piel. En ese momento estaba de espaldas retirando hojas de la máquina para hacer anillados y con rapidez pasó el espiral, haciendo un cuadernillo de copias.
—Katina —dijo sorprendida de verla parada en la puerta de su nueva oficina— ¿Qué diablos haces aquí?
—Yulia, por favor… vuelve al Café. Esto no es lo tuyo…
—¿Qué esto no es lo mío? ¿Y qué sabes tú? Como puedes ver, estas enormes y modernas máquinas son manejadas solo por mí. Hasta tengo mi código de seguridad para usarlas y guardan toooda la información de lo que hago en este cuarto. Por cierto, saluda a la cámara —mencionó irónicamente, haciendo un gesto con su mano hacia la esquina superior derecha.
—Yulia yo…
—Lárgate Katina, tengo que trabajar.
—Lo siento, sé que me porté como una idiota…
—Sí, lo hiciste —La interrumpió con mucha dureza.
—Lo sé —respondió la pelirroja, quedándose en silencio al verla tan molesta —… sé que odias esto y Nya se muere por tenerte de vuelta en el Magic Box. Todos te adoran y te extr…
—Adoran reírse de mí.
—¡No! Te quieren y te extrañan. Jamás se burlaron de ti.
—Seguuuro —dijo con sarcasmo.
—Yulia yo…
—Largo Katina, no quiero verte. Tengo que trabajar y no necesito que nadie provoque una marca negativa en mi expediente.
—Los chicos escribieron esto para ti —dijo extendiéndole un sobre de carta que no quiso recibir.
—No la voy a leer.
—Bueno, igual te lo dejo aquí —contestó colocándolo sobre una de las repisas con papeles— Lo siento, Yulia. Te juro que nunca más vas a tener que preocuparte por mí, otra vez.
Se dio la vuelta y pausando por un par de segundos, sujetó el picaporte con la mano. Si tan solo se disculpaba una vez más quizá Yulia la escuche, pensaba, pero no, no se atrevió creyó que la rechazaría una vez más y giró la mano para abrir la puerta, cuando escuchó:
—¿Lena?… ¿Te divertiste?
—¿Disculpa? —Regresó a verla dudando de haber escuchado correctamente.
—¿Te divertiste? —repitió Yulia alzando la voz mientras acomodaba otro cuadernillo en la mesa de trabajo — Ya sabes, viéndome correr de aquí para allá por ti. Llevándote el desayuno o haciéndote de chofer. ¿Te entretenía? —Lena no sabía que responder, estas preguntas la tomaron por sorpresa— Verme preocupada por ti… que no había noche que no te llamara para asegurarme que tomaras las vitaminas que nunca necesitaste o de que pasara horas investigando libros de embarazo que seguramente botabas a la basura apenas me iba. ¿Te gustó reírte de mí?
Por supuesto que no. Lo había sufrido, lo había sentido todo ese tiempo. Claro que había disfrutado de su compañía y la atención, pero también se sentía culpable.
—Yulia, yo jamás…
—¿Lo hiciste por venganza, Lena?
—¿Qué? No, nunca se trató de eso.
—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué nunca me dijiste la verdad? ¿Por qué jugaste así conmigo?
—Te dije la verdad, Yulia. Muchas veces, tú decidiste no escuchar.
—¡¿Y por qué no me dijiste «soy gay» y punto?!
—¡Porque te burlarías de mí! ¡Porque colgarías carteles en la escuela con una bandera gay en la luna o que sé yo! —dijo Lena desesperada— ¡Tú misma lo dijiste, lo harías… y yo no podía pasar por eso otra vez!
—¿Después de todo lo que hice por ti, en serio crees que haría todas esas cosas?
—Lo hacías por un bebé que no existía, Yulia… no por mí.
—Eres una estúpida, Katina —respondió herida, lo hacía por Lena, no por el bebé. Él había sido el detonante, pero la razón real de su preocupación era ella— La verdad es que gozabas que me pusiera a tus pies y te importó muy poco ser honesta conmigo.
—¿Quieres que te diga la verdad?
—¡Por una maldita vez, Katina! ¡Sí!
—¡Está bien! —comenzó la pecosa decidida a dejar todo sobre la mesa, sin guardarse nada— Son ya tres meses que no cruzo palabra con mis padres, aquellos amorosos papás que todos ustedes conocían y que yo recuerdo con tanto cariño. Se avergüenzan tanto de mí que prefieren pretender que no existí nunca a volverme a ver. ¿Sabías que todo lo que tenía en mi cuarto en esa casa lo vendieron en un mercado de pulgas? Mi ropa, mis recuerdos, ¡todo! No valió más que un par de rublos. ¿Sabías que mi mamá tiró mis álbumes de fotos a la basura? Dejé de existir para ellos, Yulia. Ahora esa habitación es el cuarto de ejercicio y Katya es la hija única que siempre quiso ser.
Lena no sabía cuando había empezado a llorar, pero ya no podía ver a su amiga claramente. Se limpió las lágrimas con la manga de su suéter y continuó explicándose.
—¿Sabías que la extraño?… La extraño… ¡Así y con lo detestable que es! Extraño que mi hermana me grite para que abra la puerta o que me obligue a ser su asistente. ¡Extraño el olor de mi casa, Yulia! ¡Extraño abrazar a mi mamá, hablar con mi papá! ¡Extraño mi vida! ¿Entiendes? Si pudiera cambiar quién soy lo haría, porque no me ha traído nada más que problemas. Odio ser gay, ¡lo odio! —dijo entre sollozos arrimándose a la pared mientras pasaba sus manos por su cabeza y negaba para si misma— Tú llegaste en un momento en el que necesitaba llorar en los brazos de alguien que me dijera que todo iba a estar bien. Necesitaba sentirme querida para dejar de sentir este maldito dolor que tengo en el pecho desde que mi papá me echó de casa…
Yulia la miró por unos segundos interrumpiendo su tarea, pero aún estaba demasiado molesta como para admitir que ni siquiera había pensado en todo eso.
—Tienes a Nya y Charlotte, ellas te aceptaron siempre.
—Sí, seguro. ¿Sabes por qué trabajaba diez horas al día en el Café? Nya y Charlotte querían formar una familia y por acogerme en su casa tuvieron que hacer a un lado sus planes. Trabajo tanto para poder ahorrar y pagarme yo misma la colegiatura del próximo año, para poder salir de esa casa y dejarlas tener su familia. Ellas me dieron un hogar, nadie te lo niega, pero yo no soy más que una extraña en esa casa, un inconveniente, alguien que llegó a arruinar sus vidas.
—No creo que ellas lo vean así.
—Las he escuchado discutir lo suficiente, desde el día que todo esto pasó, para saber que es exactamente así. Siento haber lastimado a todos con esto, lo juro. Siento haberte ilusionado con una mentira, pero el tiempo que compartía contigo eran los únicos momentos en que tenía paz, que era feliz. Te necesitaba y no te quería perder —Finalizó con un gran suspiro y la mirada perdida entre sus pies y el piso.
—Me usaste —dijo Yulia en voz baja, se la notaba lastimada.
—¡No! —Regresó a verla negando esa acusación.
—¡Lo hiciste!
—¡No, Yulia! Mi intención nunca fue lastimarte.
—Olvídalo, ya no importa.
—Lo siento, actúe muy mal, pero no quería perderte, no quería que la única persona que me abrazaba en las noches al dejarme en casa y me hacía sentir mejor, de repente, me exigiera que la deje sola.
—¡Qué pena! Eso no lo decides tú.
—Yulia…
—Lárgate, Katina —exigió retomando sus labores. No quería lidiar con esto ahora. Quería terminar de hacer sus cosas, ir a su casa y sacarse ese estúpido uniforme y meterse en la cama a pensar todo lo que Lena le había dicho, sola.
—Entiendo que ahora me odies, tienes derecho a hacerlo…, pero puedes regresar al Café. Todos te aman ahí, son sinceros y te extrañan… sobre todo Andrei y Daryna —dijo encaminándose a la puerta— Y no te preocupes, yo ya no trabajo ahí… no tendrás que volver a verme.
Giró nuevamente el picaporte y salió susurrando un adiós. Se dirigió rápidamente a la salida del edificio y se marchó, recogiendo su mochila de la recepción.
Inmediatamente tomó un taxi y le pidió que la llevara a la estación de buses de la ciudad. Ya casi era hora pico y no quería quedar atrapada en el tráfico.
Mientras tanto en el Café, Nya había llegado como todas las tardes antes de ir a la universidad para impartir sus clases de negocios. Notó que todos los chicos estaban en sus lugares realizando sus labores, sin embargo, su sobrina, la chica a la que buscaba para hablar, no estaba por ningún lado.
Desde que ocurrió el incidente hasta la fecha no habían cruzado palabra más que para dar y recibir órdenes del trabajo. Muy pocas veces sus miradas se encontraban y es que su tía aún se sentía traicionada por las cosas que había hecho.
—Daryna, ¿has visto a Lena?
—Dijo que tenía que hacer algunas cosas importantes y que se tomaría sus recesos de una sola vez.
—¿Hace cuánto fue eso?
—Como a las tres y media.
—¡Son las cinco de la tarde! —dijo Nya molesta y tomó el teléfono para llamarla. El timbre se escuchaba cerca, parecía venir de un lugar con eco así que fue al baño para verificar que no estuviese ahí, pero nada. Estaba vacío. Salió nuevamente y volvió a marcar. Fue buscando el sonido por toda la sala de empleados y, poco a poco, lo siguió hasta abrir uno de los casilleros donde encontró el celular junto con su llavero.
"¿A dónde pudo ir sin su teléfono?", pensó tomando sus cosas.
Nya comenzó a preguntar, chico por chico, si no habían escuchado a donde iría su sobrina o que era esto «tan importante» que tenía que hacer, mas ellos casi no habían cruzado palabra con la chica durante los últimos días. Estaban consternados por lo sucedido y habían tomado el lado de Yulia en todo el problema. Al fin y al cabo, no veían como defenderla y entenderla. Se sentían heridos de que su amiga se avergonzaba y rechazaba aquello que todos, sin falta, se sentían orgullosos de ser.
La gente empezaba a llenar el local. Era viernes de concierto y todo comenzaba a tornarse en un caos. La dueña estaba desesperada llamando a todos los proveedores para averiguar si alguno tenía una cita con Lena o tal vez ella había acordado en retirar alguna provisión, como muchas otras veces, pero no, ninguno dio razón de la pelirroja.
—Charlotte, ¿tal vez llegó Lena a casa?
—No, amor, ¿no está en el Café?
—No, no ha regresado desde su break de la tarde. Estoy empezando a preocuparme, ella no es así de irresponsable, hasta dejó su celular en el casillero.
Charlotte notó el claro nerviosismo de su esposa y se alarmó sobremanera recordando el extraño abrazo que le había dado en la mañana al despedirse para ir al trabajo.
Corrió a su habitación y miró alrededor dándose cuenta que las pocas cosas que tenía ya no estaban, abrió el closet y notó que faltaba ropa, entró al baño y por fin encontró una carta doblada en el mesón.
«Nya y Charlotte, no saben cuanto les agradezco darme un lugar en su hogar.
Supieron protegerme cuando mis propios padres se negaron a hacerlo, pero sé que empiezo a estorbar.
Nunca fue mi intención quedarme y quitarles la ilusión de una familia. Tampoco lastimarlas con todo este problema.
Es hora de que vea por mi misma y haga mi vida sin perjudicarlas, sin lastimar a nadie más. Sé que serán madres increíbles y que tendrán los hijos más afortunados del mundo.
Las quiero y gracias por siempre estar ahí, Lena».
—Nya, creo que debes regresar a casa ahora. Lena se fue.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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