EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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PD. Me encanta. Tus historias
Moni2004- Mensajes : 5
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Era el sexto mensaje de texto que le enviaba pidiéndole que conteste la llamada que estaba por hacerle, pero Yulia había apagado su teléfono celular apenas llegó al primer semáforo en rojo.
—Vamos, bebé. Por favor, contesta.
No importaba cuanto lo intentara, no tendría respuesta esa noche, su ex novia no tenía intenciones de darle oportunidad de decir una palabra hiriente más.
Seguía conduciendo, aparentemente sin rumbo. No quería llegar a casa y afrontar las preguntas de su mamá al verla con los ojos rojos después de llorar por un tiempo y, sin darse cuenta, llegó a la casa de su amigo Boris.
Se abalanzó a él cuando lo vio afuera de su casa, acababa de llegar con sus padres de una reunión familiar.
—Hey, ¿qué pasó?
—Me llamó una zorra, Boris. Solo eso soy para ella, una cualquiera que la está engañando con una chica que apenas conozco.
—¿Lena te dijo zorra?
—No usó esa palabra, pero…
—Yulia, te conozco y seguro estás exagerando —dice él separándose para tomarla de la mano y llevarla adentro de su casa— Ven, te prepararé un café y puedes contarme qué fue exactamente lo que te dijo.
Mientras tanto Lena ya no sabía como contactarla, Yulia no estaba en su casa, no contestaba a su celular, no estaba con Daryna o con alguno de los chicos del Café, solo le quedaba Oksana y Boris.
—Oksana, seguro está con ella —dijo tomando nuevamente el teléfono y marcando su número— ¡Vamos!
—¡Lena, apareciste!
—No había desaparecido Oksana, solo estaba de viaje con mis tías.
—Yulia estuvo muy preocupada, todos en realidad. Pensamos que tal vez te habías ido de nuevo.
—No fue mi intención —dijo la pelirroja, lo cual no era verdad, lo había hecho a propósito para que su novia notara lo molesta que estaba— Tal vez, ¿estás con Yulia?
—No, estoy cenando con mi abuela. Ni siquiera me ha llamado para contarme que ya volviste —dijo y se escuchó un grito agudo de una muy asustada pelirroja—… seguro fue a buscarte, ella no sabe que regresaste…
—No, ella…
—Debemos encontrarla… llamar a sus padres…
—No, Oksana…
—La llamaré espera…
—¡Oksana! —gritó Lena tratando de calmar a su amiga— Yulia sabe que regresé, nos vimos hace un rato.
—Oh, ¿entonces, para qué la buscas?
—Tuvimos una pelea y… apagó su celular.
—Entiendo, mira, Lena. Yulia no va a contestarte hoy, créeme. Espera tranquila hasta mañana, seguro la ves en el café —dijo más tranquila la pequeña— suele apagar su teléfono cuando se enoja, no lo encenderá nuevamente hasta mañana.
—La verdad, quería hablar con ella hoy. Fue un malentendido… quería arreglar las cosas… yo…
—Mañana, Lena. Déjala aclarar sus ideas —repitió Oksana muy apenada, porque conocía a su amiga y las únicas veces que reaccionaba de esa forma, era cuando tomaba decisiones estrictas y no quería que nadie le hiciera cambiar de opinión, y escuchando a su amiga tan preocupada, sabía que lo más seguro es que había terminado con ella, como cuando solía hacerlo con Boris— Trata de hablar con ella mañana.
Ambas se despidieron y colgaron la llamada. Lena sostuvo su teléfono en manos, decidiendo si contactar o no a Boris, tal vez él podía decirle algo, pasarle el auricular a Yulia, hablar con ella, pero tampoco quería confirmar que estaba ahí.
"Él seguro no va a tratarla como yo lo hice hoy", pensó observando el aparato. "¿Y si regresan? Después de todo, terminó conmigo, puede hacer lo que quiera… y él es su ex".
Decidió no marcarle, intentaría nuevamente más tarde, tal vez le conteste más tarde. Esto tenía que arreglarse, ¿no? Fue una estupidez, tenía que solucionarse de alguna forma.
Al mismo tiempo, en la casa de su ex novio, Yulia seguía obstinada con su decisión y por más que Boris lo intentaba, ella no estaba dispuesta a cambiar de parecer.
—Entiéndela, Lena no está del todo bien. Cometió un error.
—No, ha pasado días evitándome y, hoy, regresa al trabajo y ¿hace esto?
—Yulia…
—¡Pensé que se había ido otra vez, pensé que le había pasado algo!… Pero no, lo que pasaba es que yo estaba acostándome con Inna.
—Tiene muchas broncas encima, no te cierres a lo que dijo hoy. La gente a veces lastima cuando está lastimada y tú sabes muy bien lo mal que está con lo de su familia, que no ha sido fácil…
—¡Nada ha sido fácil, Boris! — Interrumpió con dureza— ¿Crees que fue fácil para mí enterarme que me había engañado por semanas con lo del embarazo? ¿Qué le di todo de mí y la cuidé, mientras ella me mentía en mi cara? ¿Piensas que ir a buscarla fue fácil? Pasé días viajando, llorando por no encontrarla, por no saber si volvería a verla… ¡Na-da fue fácil para mí tampoco! — reclamó furiosa y con el corazón en la garganta, con una voz que se perdía entre su llanto y su frustración— Le dije que la amaba, ¿sabes? La dejé entrar. Fui tan ingenua, tan estúpida...
—No, no lo eres. Ya van a arreglar esto...
—¡No! Esto no se arregla, yo no tengo nada que hacer con ella, nada.
—Yulia…
—Yo no soy una cualquiera, Boris. Soy una estúpida, pero no una cualquiera.
Nada, no había nada que él pudiera hacer. Unas horas después, tras ver un par de documentales de crimen para ayudar a calmarla, Boris se ofreció a llevarla a su casa. No quería que manejara con los ojos hinchados en la noche. Por lo que dejaron su auto estacionado afuera y él la llevó en el de sus papás.
—Trata de descansar, por favor. Mañana verás las cosas con otra luz.
—Gracias, Boris, pero lo dudo —dijo despidiéndose con el vaivén de su mano y entró a casa.
Al subir, evitó acercarse a su mamá y, como ya le había comunicado que llegaría tarde, la saludó a la distancia y se encerró en su cuarto.
La pesadez de la pelea la volvió a invadir. Escuchar a Lena tan segura de sus acusaciones, solo volvía a hacerla sentir rota, traicionada. Se cobijó sin quitarse la ropa que llevaba puesta y se dispuso a dormir, por lo menos eso acabaría con el dolor de cabeza que empezaba a surgir.
La mañana siguiente, Lena se levantó muy temprano y volvió a enviarle un mensaje… No obtuvo respuesta. Claramente, Yulia no había encendido todavía su teléfono, ya que la llamada que realizó, a paso seguido, fue directo al mensaje de voz.
Bueno, no había otra solución más que apresurarse a la cafetería. La vería ahí, eso era seguro, y si salía temprano de casa podría pasar comprando algo que estaba segura de que la ayudaría a decir un sentido lo siento.
—Lena, ven a desayunar, cariño.
—Lo siento, Nya. Estoy de apuro. Comeré algo al llegar al Café.
—No, Lena —le respondió acercándose desde la cocina— Ven a comer algo, una fruta, un vaso de leche, lo que sea.
—Nya, tengo que llegar temprano hoy, no puedo. Comeré allá —repitió la pecosa, escabulléndose por un lado del pasillo y saliendo por la puerta, que dio un sonoro golpe al cerrar.
—Tranquila, amor. No la presionemos —Trataba Charlotte de calmarla — hablaremos con ella esta noche.
Lena no tardó en tomar un taxi, no era raro que pasaran vacíos tan temprano en la mañana por la calle de su casa. Le pidió al conductor que la llevara a un par de cuadras del Café, donde funcionaba desde hace poco una florería con una gran diversidad.
La mujer que atendía era una experta en todo tipo de flores y sus significados, además de muy amable, joven y atractiva, pero ese no era el punto. Quería escoger una flor perfecta para disculparse con Yulia.
Hace unos días, mientras estaba en el centro, ella y los demás chicos habían recibido un curso práctico sobre jardinería con un experto en flores, que les había regalado un cactus a cada uno para que lo cuiden y lo mantengan con vida.
En la noche, al hablar con su entonces novia, salió a la luz la conversación que la llevaba a ese lugar esa mañana.
—Recibir flores me parece algo muy cliché.
—Pero te gusta —respondió la pelirroja, tratando de hacerla aceptar lo que ella consideraba una verdad universal. ¿A quién puede no gustarle que le regalen una flor?
—Depende.
—¿Ves? Te gusta.
—Pero no el típico arreglo o las flores comunes, debe ser algo muy especial y por una razón que valga la pena.
—¿Cómo…?
—¿Qué estás haciendo Lena? —preguntó divertida con la insistencia— ¿Acaso quieres abandonar tu planta en la puerta de mi casa?
—Nooo —rió la pecosa con la idea. Solo quería saber qué le gustaba, ya vendrían sus aniversarios y celebraciones. Estar preparado nunca es una mala idea.
—Más te vale, porque ese es tú hijo ilegítimo. No pienso hacerme cargo.
—Ya, ya… En serio, ¿qué tipo de flor te gusta?
—No lo sé, nunca me he puesto a pensar —confesaba con un bostezo— no rosas o esas típicas. Tal vez… girasoles.
—¿Girasoles? No lo imaginaba de ti.
—¡¿Por qué no?! —preguntó Yulia confundida, ¿qué tenían los girasoles que no podrían gustarle?
—¡Por que son amarillas y tú odias el amarillo!
—Pff, detalles —dijo ignorando el hecho de que vive diciendo que odia ese color, la verdad ni siquiera se había dado cuenta de la conexión— Digamos que es mi excepción. Además, me traen buenos recuerdos.
—¿Sí, por qué? ¿Te las regalaba Boris?
—No, él era más del tipo de regalar libros o películas, entradas al cine, esas cosas.
—¿Y entonces?, ¿me vas a contar el porqué?
—Estás muy preguntona hoy, Katina —rió nuevamente— Está bien —aceptó, a lo que Lena festejó con una enorme sonrisa en los labios y aunque Yulia no podía verla, la sentía desde el otro lado de la línea— Cuando era chica y mis papás seguían casados, cada día que cumplían un mes más juntos, papá llenaba la casa con girasoles. No había mesa que no tuviera por lo menos tres de ellos en un florero si no eran más.
—¡Wow!
—Sí, era agradable verlas esos días. Son las flores favoritas de mamá, así que, mientras todo estuvo bien, había girasoles. Creo que me recuerda a ser feliz o algo así.
—Es un bonito recuerdo.
—Sí, ¿cuáles son las tuyas?
—Hmm, creo que lo lirios. Hay de muchos colores pero en especial hay unos blancos con rojo, jaspeados, son hermosos.
—Bien, ya sé qué regalarte cuando estés molesta conmigo —recalcó Yulia con otro bostezo.
—¿Nos regalaremos flores para pedirnos perdón? Me gusta.
—Tal vez solo una… una y un beso.
—Te escuchas cansada, deberías ir a dormir.
—Tomaré la oferta, no doy más. Hoy fue un día agotador en el Café. El festival de monstruos fue un éxito.
—Me alegra escucharlo, me hubiera gustado estar ahí.
—Lo sé, pero te tengo una sorpresa para cuando llegues a casa.
—¡Genial! Ahora descansa, que mañana tienes trabajo.
—Lo sé, lo sé…, pero te extraño.
—Yo también —dijo Lena—, ahora vete a dormir.
Así que, flores. Debía encontrar un arreglo perfecto o un bonito girasol, algo que le recuerde a Yulia esa conversación y se anime a hablar con ella.
—¿Buscas algo en especial? —preguntó la dueña del local, después de ver a la chica pasearse por más de diez minutos sin poder decidirse— ¿Cuál es la ocasión?
—La verdad buscaba un girasol.
—Lo siento se terminaron ayer, hubo un evento en el centro de artes, pero podría ayudarte con algo más si me dices el motivo del regalo.
—Debo… pedir perdón a alguien muy especial.
—Tengo las flores perfectas para eso, ven —la mujer la llevó a la parte de atrás donde tenía un pequeño jardín y grandes recipientes con flores frescas— Tulipanes.
—No se ven mal, pero no le gusta el amarillo, es más, lo odia.
—¿Gótica?
—Algo así —río Lena, esa era la típica aserción que todo el mundo tenía.
—¿Qué tal tulipanes negros? —dijo enseñándole un grupo de flores de un color violeta/burdeos muy oscuros que asemejaba el negro y se veían realmente majestuosas— Conservan el significado, llaman a la paz y el perdón. Además, por el color, transmiten gran respeto hacia la otra persona. Son perfectas para disculparse.
Las flores se veían hermosas, un pequeño bouquet estaría bien, pero fue ahí que recordó que Yulia había dicho que tal vez sería mejor solo una, una y un beso. Valía la pena intentarlo.
Escogió la más bonita, una que no estuviera completamente abierta, pero tampoco en un capullo que no se apreciaba bien. Pagó y salió apresurada a abrir la cafetería.
Yulia solía llegar siempre muy temprano, pero en esta ocasión no lo hizo, lo que únicamente puso a Lena más nerviosa.
—Estábamos todos muy preocupados por ti ayer —le dijo Daryna al entrar por la puerta— Sobretodo Yulia, ni siquiera pudo concentrarse en lo que tenía que hacer.
—Lo siento, debí avisar.
—¿Estás bien? —preguntó su amiga acercándose. Después de lo que Nya les había comentado sobre su pobre alimentación estos últimos días, estaba realmente preocupada— Tienes una ojeras enormes y…
—Estoy bien, solo quiero que Yulia llegue.
—No vendrá hasta pasado el mediodía, tenía que llevar a su hermano a una cita con el médico para ver si le quitan el yeso del brazo.
—Oh…, gracias por avisarme, Dary.
—¿No te lo dijo ayer?
—No, no hablamos de eso —En realidad, de nada porque ella se había encargado de buscarle pelea apenas la vio.
La mañana pasó completamente intranquila, sin saber exactamente qué decir o cómo darle esa flor que ahora estaba arrimada a la pared dentro de una taza desechable con agua, no quería regalársela arruinada.
A eso de las doce del mediodía, entró su tía a la cafetería. Venía especialmente para hablar con ella y, después de saludar al el resto de sus empleados, se acercó a ella para preguntarle si había desayunado algo, haciendo caso omiso la sugerencia de su esposa de no presionarla.
—No, lo olvidé.
—Lena, no puedes dejar de comer —dijo la mujer más preocupada que en la mañana— Vamos, levántate. Iremos al parque a conversar un rato.
—Nya, tengo que trabajar, no puedo salir así nada más…
—Daryna, hazte cargo por favor —pidió a su nueva coordinadora— Lena vámonos.
La pelirroja no tuvo otra alternativa que cerrar su computador y salir con su tía por la puerta trasera.
Caminaron en silencio por un par de cuadras y llegaron hasta un pequeño puesto de jugos y ensaladas.
—Te invito un batido, ¿qué dices?
—No tengo apetito, además arruinaré el almuerzo si como algo ahora.
—Es un jugo nada más, escoge el sabor.
—Nya… —Quiso quejarse, lo malo es que su tía tenía siempre un poder en su mirada que hacía imposible el negarse. No hay duda de que ella será la que imponga los castigos a sus hijos— Fresa y naranja.
Una vez que les entregaron sus bebidas, siguieron su camino hasta el parque, que quedaba a no más de tres cuadras del lugar, y se sentaron en una mesa de picnic junto al área de juegos.
—Lena, amor. Desde hace unas cuantas semanas que Charlotte y yo te notamos muy… decaída y contrariada por lo que pasó con tus papás —Su sobrina prefirió no contestar, llevándose el popote a su boca fingiendo beber su jugo— Creo que no sería una mala idea que tengas a alguien con quién hablar… Ya sabes, un profesional.
—¿Un psicólogo? —preguntó algo sorprendida, no esperaba que su tía lo sugiriera, además—… No estoy loca.
—Nadie dice que lo estés, Lena. Yo he ido a psicólogos varias veces, no tiene nada de malo.
—No creo que ir a un doctor, que pasará escribiendo cada cosa que le diga en una libreta, me ayude en la relación con mis padres.
—Tal vez no, pero te dará herramientas para que puedas ir superando lo que te molesta.
—Nya, sin ofender, pero lo que me molesta, no puede arreglarlo nadie más que mis padres y ellos no quieren saber nada del tema, nada de mí. Preferiría no ir —respondió a su tía, con decisión, lamentablemente no era una potestad que ella tenía.
—Lo siento, amor. Ya te hice una cita para el lunes y será mejor que te acostumbres a la idea.
Genial, el día se ponía cada vez mejor para Lena y todavía faltaba largo para que se termine.
De regreso en la cafetería, Yulia llegaba con unas gafas negras enormes que no se quitó cuando entró al local.
—¡Gasparín! —la saludó Andrei desde la esquina, se encontraba moliendo el café para el turno de la tarde— ¿Estamos jugando a las celebridades hoy? ¿Qué onda con las gafas?
—No preguntes. No quieres saber.
—¿La verdad? Con esa frase solo me intrigas más.
—No preguntes igual —contestó ella dejando sus cosas en su puesto de trabajo y se sentó para contestar la infinidad de mensajes que habían llegado a la página de Facebook. La gente quería saber si estaba confirmada la banda del concierto del día siguiente.
—¡Diablos!, esta debe ser la semana más apretada con la presentación. Ya es jueves y no tenemos nada confirmado aún.
—¿Y ya tienes plan B? —le preguntó Daryna al escucharla quejarse.
—Sí, mi amigo Mihail dijo que podía tocar si la banda no confirmaba hasta las dos de la tarde de hoy.
En ese momento Lena entró al local, había regresado del parque después de que su tía la obligara a terminarse su jugo y comer un pretzel gigante.
Fue muy fácil para Yulia pretender que no la había visto, sus gafas eran de gran ayuda. Esperaba además que Lena no se le acercara. Sus amigos estaban ahí y de seguro ella no querría hablar de lo que había sucedido frente a ellos, lo cual para Yulia era un alivio. Sin embargo, un par de minutos después, la pelirroja les pidió que por favor las dejaran a solas.
En ese momento, Yulia se puso de pie, quería ir a esconderse en el baño aunque sea, evitar a toda costa esa conversación de la que había estado huyendo desde la noche anterior.
—Espera —le dijo Lena poniéndose enfrente con una mano a sus espaldas y la otra en el brazo de su ex novia, suplicándole que se quede.
No podía ver sus ojos, ni leer su expresión lo que lo hacía todo más confuso y difícil.
—Yulia… yo —Comenzó a decir y sacó de sus espaldas la flor para dársela y pedirle perdón—… Lo siento —susurró con tanta pena que Yulia logró sentirlo en medio de su pecho.
Pero no era suficiente, no después de pensar a conciencia, toda la noche, las razones por las que no quería retomar una relación con la pecosa. La indignación que sentía de su desconfianza y todo lo que le había insinuado. No después de todo lo que ella había hecho para hacerla sentir mejor, segura, cuidada. No.
—¿Crees que con una flor arreglarás las cosas? —dijo en un tono soberbio y frío, lo que de cierta manera sorprendió a la chica que tenía en frente.
—No —dijo en voz muy baja negando ligeramente con la cabeza, bajando de a poco la flor hasta que quedó colgando apenas de sus dedos apuntando al suelo. El dolor de esa aseveración viajó con un escalofrío por su cuerpo mientras trataba de entender lo que Yulia pensaba, odiando el hecho de que todo lo que podía decirle yacía en sus ojos que se encontraban atrás de esas negras gafas de sol, que nada tenían que hacer en su rostro en ese momento.
—Entonces, no me la des... Solo déjame, Lena.
—Yulia… —intentó decir nuevamente, pero se vio interrumpida por un dedo en frente y una chica que se perdía en un mensaje que acababa de recibir a su celular. Dos segundos después entraba una llamada que no demoró en contestar.
—¡Mark! Ya estaba volviéndome loca, ¿tienes confirmación del resto de la banda? —preguntó y, como si nada, salió del local para poder hablar con tranquilidad.
Lena se mantuvo de pie mirando a la nada, su intento por hablar, había fallado una vez más, y de pronto sintió una necesidad de correr al baño y regresar todo lo que había ingerido hace unos minutos en el parque.
La flor, se quedó ahí, tirada en medio de la sala de empleados, olvidada y sin un perdón.
Yulia no regresó esa tarde, la coordinación del concierto del día siguiente la tenía corriendo de un lugar a otro de la ciudad, repartiendo los afiches e invitando a la gente del barrio a ir al café.
La banda que tanto había buscado, tocaría en la última presentación que organizaría para el Magic Box. El lunes iniciaban clases nuevamente y no tendría tiempo para trabajar a tiempo completo. Desde ese día se dedicaría a coordinar los eventos de películas y de vez en cuando los festivales de libros.
Nya por supuesto quería celebrar su participación en la cafetería y preparó un pequeño festejo con pizza y pastel para el día siguiente en la tarde. Así despedirían a los chicos que regresaban a clases y cerrarían con broche de oro en la noche en el concierto.
—Yulia acaba de llamar para decir que la banda estará aquí en media hora para hacer la prueba de sonido —le decía Daryna a Andrei a eso de las tres de la tarde— Puedes ocuparte de ayudarlos.
—¿A qué hora regresará?
—Dice que debe esperar a la niñera para que se quede con su hermano y viene.
El doctor había sacado el yeso del brazo de su hermano a mediodía, pero dado que su mamá había viajado a Marfino y su papá tenía un día ocupado en la corte, ella tenía que hacerse cargo del enano, por lo que no había puesto pie en la cafetería todo el día.
Lena por el contrario había llegado muy temprano en la mañana, y ya no resistía el cansancio.
Había salido una vez más de su casa sin desayunar, engañando a sus tías y en el almuerzo salió a «hacer unos trámites» dejando a los chicos sin mucho poder de obligarla comer algo.
—¡Viktor! —Se escuchó a varios de los chicos decir mientras veían al pequeño Volkov entrar por la puerta trasera.
—¡Hey, Andrei! —dijo él haciendo su recorrido por el Café, saludando a los amigos de su hermana.
—No llegó, jamás. No tengo niñera para esta noche —dijo Yulia viendo como su pequeño enano hacía saludos extraños con todos.
—Nooo, ¿entonces no puedes quedarte para el concierto? —preguntó Daryna lamentándose. Ambas se habían hecho muy amigas esas dos semanas que Lena estuvo lejos.
—Lo dudo, el doctor le mandó unas medicinas que se supone le calman el dolor, pero también lo mandan a dormir como una roca en minutos, a las ocho ya debe estar en la cama.
—¡Qué mal!, por lo menos comeremos pizza en un rato.
—Sí, ya nada.
El pequeño siguió dando la vuelta hasta que llegó al escritorio de Lena y se detuvo sin saber que hacer. Su hermana acababa de tener una charla con él en el auto acerca de las cosas que ya no debía hacer con la pecosa.
—Entonces, ¿no vamos a ver a Lena nunca más?
—No seas tan drástico, Vik —le respondió apagando el automóvil— Solo… ya no somos novias. Puedes hablarle, seguro le gustará eso, ella te aprecia mucho, pero no la invites a casa, ¿entendido?
—Pero me gusta Lena para ti.
—Deja de decir tonterías, enano.
—¡Es en serio! ¿Por qué no puedes estar con ella?
—Porque las cosas de grandes son complicadas, por eso —evitaba darle una explicación que simplemente no entendería.
—Deberías ser más infantil.
—¿Qué? ¿Estás loco?, no.
—¿Por qué no? Las cosas de niños son simples. Te peleas con un amigo y a los cinco minutos sigues jugando —comparaba el pequeño sacándole una media sonrisa a su hermana— ¿Ves? Simple.
—En eso tienes razón, ojalá todo fuera así de sencillo.
—Lo es, y tú deberías ser más infantil y regresar con ella —con ese comentario rodó los ojos y se quitó el cinturón de seguridad, aflojando también el de su hermano menor.
—¿Por qué te gusta tanto Lena?
—Porque ella te hace feliz y a mi me gusta verte feliz.
—Ya no, enano —se lamentó con un suspiro la mayor de los Volkov, negando con una mirada triste— Ya no… Mejor vamos por pizza, pastel y un vaso enorme de soda.
—Okey, pero a ti te toca porción doble —dijo el chico, Yulia subió sus cejas lo más alto que pudo, viéndolo detenidamente hasta que se explicara— ¡Para ver si puedes ser más infantil! —ella rió, obligando a su hermano a salir del auto y encaminarse junto a ella hacía el Café.
—Hola, Viktor —le saludó Lena, se notaba triste, tampoco sabía como comportarse ahora que ella y Yulia ya no eran nada.
Él no sabía como responderle, quería como loco invitarla a jugar a la casa, pero no podía. Quería decirle que todo estaría bien, que su hermana es así, pero no tenía la seguridad de que ella lo dejaría vivir si llegaba a escucharlo así que se limitó a acercarse para darle un beso y un abrazo, y aprovechó para hablarle al oído diciéndole:
—Ella te quiere…, pero creo que tiene miedo —Lena lo apretó un poco más y murmuró:
—Yo también, Viktor.
—Doble soda, pastel y pizza para ti —le dijo y la soltó para ir a saludar a Dary.
Lena se quedó sin saber que responder a eso, no entendía qué tenía que ver la comida en todo esto, pero sentía como si acabaran de recetarle algo que la haría sentir mejor.
Apenas entró el turno de la tarde con los chicos nuevos —que habían contratado como suplentes—, el resto se reunió en la sala de empleados e iniciaron el festejo.
Las pizzas llegaron, el pastel ya estaba esperándolos en la mesa y pronto Nya los reunió a todos para hacer un pequeño brindis.
—Debo admitir que después de un agitado comienzo con Yulia —dijo y alzó su vaso en su dirección— ha sido una de las experiencias más gratas que todos hemos tenido. Eres una gran chica y sobretodo trabajas siempre con mucho profesionalismo. Sé que tendrás éxito en el futuro, en cualquier cosa que decidas hacer y espero que continuemos con el mismo éxito en los días de películas, porque a la gente aquí le encanta tu trabajo y a nosotros nos agrada mucho tenerte cerca.
—Gracias, Nya y a todos, he aprendido mucho de ustedes y espero que siempre nos mantengamos en contacto —dijo Yulia al grupo.
—También quiero agradecerle a Lena que hoy también se despide del tiempo completo y quien nos ayudará en algunos eventos en lo que queda del año —continuó Nya— Gracias amor, por todo el cariño y dedicación que siempre le pones al trabajo, todos te adoramos aquí.
Lena prefirió no decir mucho, no estaba de ánimo, solo levantó su vaso y dijo:
—Salud.
Las cajas de pizza volaron al igual que el delicioso pastel de chocolate que Charlotte les había enviado. Había tanto alboroto que nadie, además de Yulia, se dio cuenta de que Lena había, ágilmente, dejado su plato a un lado de la mesa sin siquiera probarlo.
—Yulia —la llamó Nya a un costado— Charlotte y yo estamos preparando una cena de despedida a Katya que empieza clases en la universidad el lunes.
—Okey —respondió Yulia, sin saber a dónde iba tal comentario.
—Lena dijo que tú y Katya no se llevan muy bien, que tal vez no querrías venir, pero de todas formas quería invitarte. Es mañana en la noche.
—Gracias por pensar en mí, Nya, pero no creo que sea una buena idea.
—Estoy segura de que a Katya no le molestará que vayas, después de todo eres la novia de Lena…
—Em… no, ya no —le aclaró Yulia— Parece que ella no les comentó nada, pero Lena y yo terminamos el miércoles. Ya no somos novias.
La noticia le cayó como un balde de agua fría. Había hablado con su sobrina esa mañana sobre la invitación y ella no le había mencionado absolutamente nada, es más, le había ofrecido hablar personalmente con Yulia.
—Lo siento, no lo sabía.
—Gracias por la invitación, pero no creo que sea correcto ir.
—Entiendo y lo siento mucho, no… Lo siento.
En ese momento, Yulia tomó de brazos a su hermano y ambos fueron despidiéndose de todos los presentes. Lena no quería quedarse para ver como, una vez más, Yulia la ignoraba y decidió salir al frente de la cafetería a ayudar en la caja, cosa que su tía notó claramente, ya hablaría con ella con más tranquilidad en casa.
—Gracias a todos y lamento no quedarme para el concierto.
—Tranquila y nos mantendremos en contacto —le dijo Andrei, despidiéndose también de su hermano con un choque de puños.
Yulia miró ligeramente y notó que Lena no estaba por ningún lado, le hubiera gustado verla por un segundo antes de irse, agradecerle por la oportunidad que le había dado al ofrecerle trabajo al inicio del verano, pero no la encontró con la mirada. Puso sus manos sobre los hombros de Viktor y ambos salieron finalmente del café.
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Jajajaja!!! juré que cuando le dí "Enviar" se había publicado el capítulo.... Gracias Fati20
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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A katina4ever, Fati20, Vera Rivero y a Elena Sonda les gusta esta publicaciòn
Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
katina4ever- Mensajes : 280
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Disfruten!!
Capítulo 21: Naranja, fresa y piña
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—Pudiste haberme dejado con papá esta noche, no tenías que perderte el concierto —le dijo Viktor a Yulia al llegar a casa. Él podía ser un niño, pero se había dado cuenta de cómo su hermana mayor lo había puesto de excusa para no quedarse con sus amigos esa noche.
—No es eso, enano. No podía estar ahí. Es… complicado.
—Cosas de adultos, entendido —Bajó su mirada y se quitó el cinturón para salir del auto.
—¿Qué tal si jugamos Mario Kart 8? Es el último día de vacaciones. ¿Noche de Lobos? —le ofreció su hermana mayor, abriendo la puerta de entrada y dejándolo pasar.
—¡Sí, hagámoslo! —respondió el pequeño, que no perdió un segundo en subir corriendo las escaleras para encender el televisor y la consola.
—Yo ya voy, haré palomitas. ¿Quieres algo de tomar?
—¡Soda de manzana! —gritó él desde arriba.
No había duda de que a Yulia le hubiera gustado quedarse al concierto. La banda que había conseguido, para su último evento como coordinadora, era uno de sus grupos emergentes favoritos.
Habían sido entrevistados en el único programa de radio que escucha los sábados a media noche. Su música tenía un sonido tan único y fresco, le pareció lo mejor que había escuchado en mucho tiempo y, para su suerte, vivían en Moscú.
Llamó a la radio esa misma noche, pidiendo el contacto del manager, que resultó ser el mismo vocalista, y le propuso, de inmediato, tocar en el café. Eso les daría una buena exposición y podrían vender sus CDs durante el show.
A Mark no le pareció una mala idea, es más quiso decir que sí de inmediato, pero debía consultar a los miembros de su banda, quienes por el contrario pusieron varias condiciones antes de aceptar.
Uno, café gratis en las mañanas para los cuatro miembros por una semana; dos, que pudieran hacer la prueba de sonido ellos mismos; y tres, que tuvieran otra banda de apertura que, además, solo ellos podían seleccionar a su gusto.
Las dos primeras fueron otorgadas sin problemas, sin embargo la tercera había sido más compleja de conseguir.
Yulia les envío, con varias semanas de anticipación, por lo menos seis demos y ninguno les había agradado.
La única solución que se le ocurrió fue pedirle a Inna y a su grupo, que graben un cover de The Who; había escuchado en aquella entrevista, que era una de las bandas que los había influenciado desde sus inicios, no dirían que no después de escucharlos.
Fue un trabajo logístico bastante arduo. Casi se queda sin número para esa noche, pero valía la pena, eran así de buenos. Por lo que, disfrutar de esa última presentación con sus amigos del café, hubiera sido un cierre perfecto para el verano.
Si tan solo hubiera podido estar segura de que no se crearía otro conflicto con Lena a costa de Inna, pero no, prefirió evitarlo. El que no quisiera perdonar a su ex, por sus exageradas insinuaciones, no significaba que procuraría lastimarla cada oportunidad que se le presentara. Sobre todo después de notarla tan extraña esa tarde en el festejo, sin hablar con nadie o probar bocado alguno.
Al parecer, lo que les había confiado Nya con respecto a su «falta de apetito» era verdad.
«Inna te manda saludos», Daryna le enviaba un mensaje mientras esperaba a que los granos de maíz terminaran de reventar en el microondas. «La presentación principal empezará en quince minutos».
«Ah… ¿cómo está Lena?», respondió ella sin mucho ánimo, desentendiéndose del mensaje anterior.
—No le hizo mucha gracia ver a Inna abrir el show principal con su banda. Se disculpó con todos y se fue a casa de inmediato con Nya —Daryna aprovechó el receso de la presentación para hacerle una llamada rápida y continuar su conversación. Tal vez insistir en que le de otra oportunidad a su otra amiga— Parecía muy molesta, no escuchó ni una canción.
—Estupendo, sigue celosa —respondió Yulia sacando las palomitas y vertiéndolas en un recipiente— ¿Notaste que no comió nada en el festejo?
—No… la verdad no me fijé.
—Deberías hablar con ella y preguntárselo directamente, podría en realidad tener un problema.
—Yulia…, tal vez deberías hacerlo tú. Ella te escuchará más a ti.
—¡No! —respondió tajante mientras hacía un acto de malabarismo con la botella de soda en un brazo, el teléfono en el hombro, los vasos en una mano y las palomitas en la otra.
—¡Vamos! No te hagas esto. Sé que Lena se portó del asco ese día, pero… digamos que está pasándola mal.
—¡Esa no puede ser una eterna excusa, Dary!
—No lo es, en este caso no es una excusa, Yulia. Entiéndela, te necesita.
—¡Eso! No quiero estar con alguien que quiere una relación conmigo porque necesita un pilar en el cual arrimarse. Quiero que quiera estar conmigo, por mí. Porque me quiere, no porque le soy útil.
—Tú sabes que no es así.
—No, no lo sé. Porque ella no ha venido a decírmelo. Enano ayúdame con las cosas —le dijo en medio de la llamada a su hermano al llegar a la sala de estar.
—Quiso disculparse y tú la ignoraste. Hasta te trajo una flor y una muy linda, Yulia… Se la pensó.
—Pues la flor no bastaba, ¿sabes? Pudo tenerme de regreso ese día si, cuando yo le pregunté que si pensaba que lo arreglaría todo con una flor, me decía que no, pero si con una flor y un beso, como lo hablamos una vez.
—Awww, el dulce lado de Yulia Volkova sale de su oscuro agujero.
—¡Cállate, Dary! —dijo enérgica, deseando quitarle las risitas a la chica del otro lado del auricular y se sentó furiosa en el sillón— Yo también tengo derecho a que me gusten las cosas cursis, ¿no crees? Soy una persona, no una maldita roca en el desierto. Tengo derecho a la cursilería, sobre todo con mi novia.
Su hermano sonrió por un segundo, gesto que ella notó ligeramente.
—Ya, ya, no te exaltes, Gasparín. Ella no supo qué hacer o qué decir. Cometió un error.
—«Otro» error —puntualizó.
—Ya, está bien, se pasó de celosa. Dime que tú no lo hiciste alguna vez… o varias.
—Sí, lo hice con Boris. Pero aprendí que eso no me llevaba a ningún lado y, cuando terminamos, decidí que no me dejaría llevar por los celos. ¿Por qué crees que Nat sigue con su nariz intacta? —Este último comentario le volvió a causar gracia a Daryna y sin querer rió nuevamente.
—Eres el colmo. Pero en serio, creo que estás poniendo mucha presión en Lena. Ella actúa acorde a su experiencia y esta es la primera relación que tiene.
—¡Eso no es verdad y tú lo sabes! ¡Lena ha tenido más relaciones que yo!
Viktor reposó sus codos sobre sus rodillas y su rostro sobre sus manos, con un enorme puchero en los labios, esperando lo que parecieron eternidades hasta que su hermana terminara su conversación.
—No hablo de cosas de pasar el tiempo. Hablo de una relación verdadera, que valga la pena. Eres la primera persona que ama, ¿lo sabías? La primera. Tú por lo menos tienes a tu ex —mencionó Dary, obteniendo únicamente silencio— No esperes que sea perfecta, Yulia. Lena no es un personaje en un libro, no tiene las respuestas correctas en la punta de la lengua.
—Puede que tengas razón. Aún así, quiero que me demuestre que soy algo más que un conveniente bastón. Si quiere que regresemos tendrá que hacer un esfuerzo por demostrármelo. De lo contrario… ahí quedó todo —Después de decir esto miró una vez más a su hermano, de reojo. El pobre seguía esperándola con el mismo gesto de hace unos minutos. Se enderezó despidiéndose y le propuso a su amiga terminar esa conversación el domingo durante el desayuno.
—Perdón —le dijo Yulia a su hermano, tomando uno de los controles para iniciar el juego— Era Daryna.
—No pasa nada —respondió él acomodándose a su lado.
—… y, Vik… nunca en la vida, dejes que alguien te diga que hay algo de malo en ser cursi con una chica… o chico. Ser cursi es un derecho.
—Entendido —dijo el pequeño, comprendiendo perfectamente que Yulia estaba un poco avergonzada por haber dejado que escuchara su plática, sobretodo esa parte tan «característica» de ella.
—Es importante —enfatizó ella viéndolo fijamente.
—¡Okey, lo entendí!… ¿puedo ser Tanooki? —le confirmó y fue directo al punto que le interesaba.
—¡No, yo soy Tanooki, solo yo! Tú puedes ser la princesa Daisy, mejor aún Baby Daisy.
Viktor rodó los ojos y seleccionando a Waluigi, comenzaron a escoger el mejor vehículo y pista para iniciar la batalla.
Mientras tanto Lena llegaba agotada a casa y subió con debilidad a la alcoba que ahora compartiría con su hermana. Desde el lunes, todo volvería a la normalidad, una vez que Katya viajara a la universidad.
—¿Qué te pasó? Te ves terrible —señaló ella al verla entrar, estaba sentada cómodamente sobre la cama leyendo una revista de moda.
—Así me siento.
—Ya resolviste tu riña con Yulia.
—No, no quiere hablarme.
—Así son las relaciones, ya hablarán…
La pelirroja decidió no continuar esa conversación, tenía muy poca fe en que eso sucediera y no quería seguir tocando el tema.
Dejó su bolsa en la silla de la cómoda y sacó un par de prendas del primer cajón, entrando en el baño para cambiarse de ropa.
Por un segundo quiso disfrutar del silencio —aunque afuera había mucha bulla del televisor—, era la primera vez en el día que tenía un momento a solas.
Sin embargo, no obtuvo mucha paz que digamos. Al mirarse al espejo vio a una desconocida que portaba grandes ojeras en sus ojos y sus labios estaban completamente apagados y secos, su mirada parecía perdida, vacía; lucía fatigada y sin ánimos. No era para nada la Lena de hace apenas un par de semanas.
Sacudió su cabeza volviendo en sí y abrió la llave, dejándola correr hasta que cayera caliente. Se lavó la cara, los dientes y se colocó crema y un bálsamo para hidratarse los labios, saliendo finalmente para acostarse.
—¿No vas a comer? Nya acaba de decir que la cena está lista.
—Ya comí pizza en el festejo… y pastel —mintió, cobijándose bien— Estoy muy cansada, solo quiero dormir hasta mañana.
—Está bien, descansa —Katya salió, apagando la luz y, al llegar al comedor, le comunicó a sus tías lo que su hermana le había dicho.
Ambas mujeres se miraron preocupadas, pero decidieron dejarla descansar, ya podrían hablar con ella mañana.
Al despertar se dio cuenta de que estaba sola en la gran cama. Eran ya las diez y se sentía de mejor ánimo que el día anterior.
Su hermana se había levantado temprano para terminar de empacar las maletas que llevaría a Reutov ese domingo. No era mucho en realidad, cuando había salido protestando de su casa, su padre había aplicado la misma condición que con Lena, solo podría llevarse lo que haya comprado con su dinero, ni una cosa más.
—¡Lena, despertaste! —preguntó Charlotte.
—Y me bañé y me vestí —bromeó la pelirroja con su tía.
—¿Tienes planes para hoy?
—No, tal vez leer un poco, no lo sé aún.
—Ah, pues…perfecto. ¿Quieres ayudarme a preparar la cena para Katya? Seguro le gustará a tu hermana ese detalle —dijo la rubia, sirviéndole un jugo de naranja y unas tostadas. No le pidió que se las coma, solo las puso sobre la mesa para ver cómo reaccionaba.
Lena las miró por largo tiempo, hasta que finalmente se decidió a darles un mordisco. El jugo estaba rico, un poco ácido, pero mejor así, no quería sentir nada dulce por el momento.
Charlotte sonrió de espaldas a ella por el éxito de su plan mientras colocaba otro par de panes en la tostadora y continuaban su conversación.
—Entonces, salimos en más o menos quince minutos para comprar las cosas, ¿te parece?
Lena asintió terminando el jugo y se puso a revisar su página de Facebook donde lo primero que vio fue uno de los estados de Yulia.
«Tanooki rulz, bitches!»
Supo entonces que su ex había pasado una noche de juegos con su hermano, lo que le daba mucho gusto. Aunque entendía perfectamente que había mentido para no quedarse la noche anterior en el Café.
Yulia no quería verla, no quería hablarle, no quería nada que tuviera que ver con ella. Eso es lo que Lena creía.
—Voy a cambiarme de camiseta, acabo de darme cuenta de que me regué el jugo.
Charlotte no le dio mucha importancia y solo le dijo que se apresure para salir de una vez. No sospechaba que era una excusa más de Lena para realizar esa actividad que ya se estaba volviendo costumbre después de cada comida.
Tardaron un poco más de dos horas haciendo las compras, entre ir al supermercado y al puesto de comida orgánica que tanto le gustaba a la francesa.
Ya daba más de medio día y decidieron comer algo ligero para el almuerzo. Apenas una ensalada y un agua helada, alegando que ya en la noche tendrían un festín.
Y sí que lo fue, uno grande.
Al regresar, pusieron las manos a la obra y comenzaron a preparar todo. Lena se concentró en los entremeses y los acompañamientos. Pretendiendo ante su tía, que probaba de todo frente a sus ojos.
Una vez que todo estuvo listo, puso la mesa y fue a cambiarse de ropa para unirse al resto de la familia que había ido a despedir a Katya; el resto de sus tíos, sus primos y algunos amigos de su hermana.
Charlotte le había comentado a su esposa que Lena había desayunado con ella y habían almorzado también, que no se preocupara tanto, sin embargo Nya no le quitó un ojo de encima toda la noche.
Su sobrina se la pasó riendo con sus primos, poniendo el show de la chica sin problemas o preocupaciones. Pero eran los detalles que notó, lo que le causaron una preocupación mayor.
Charlotte había pasado unas cuantas veces por el grupo de chicos ofreciéndoles varios canapés y, aunque Lena los tomaba en manos, pretendía probar un poco y los ubicaba en un plato en una de las mesas esquineras. Si volvían a ofrecerle otro, decía que ya había tomado uno y lo señalaba con una sonrisa, para que no volvieran a insistir.
Durante la cena, hizo algo que Nya ya había leído en internet, cuando decidió buscar síntomas de lo que pudiera estarle sucediendo a Lena y que el pastor Efremov le había advertido. Era una técnica muy común para personas con problemas alimenticios, básicamente se dedicaban a cortar la comida en pedazos muy pequeños, repartiéndola desordenadamente por los filos del plato, para que pareciera que había comido más de lo que realmente había puesto en su boca y disfrazaba todo al final, ofreciéndose a limpiar la mesa, empezando por ella misma para que la gente no notase algo extraño o se fijara en su plato aún lleno.
Su sobrina tenía un problema, era definitivo. Tendría que enfrentarla sin más excusas.
La velada culminó tarde. Katya decidió pasar lo que quedaba de la noche, bailando con sus amigos y un par de primos. El resto de gente se notaba muy cansada y se despidieron de la misma manera.
Lena no dejaba de bostezar y lo único que quería, era salir de ese vestido y esos zapatos que ya comenzaban a pasarle factura, pero a Nya no le importó. Al momento que salió el último de sus familiares y quedaban en casa ella, su esposa y Lena, le pidió que, por favor, se sentara en la sala unos minutos.
—La cena estuvo deliciosa, Charlotte —dijo la menor, lo que no ayudó a la poca paciencia que tenía su tía después de presenciar su comportamiento toda la noche.
—¿Y cómo lo sabes? Ni siquiera la probaste.
—Claro que sí, lo hice frente a tus ojos. Estabas sentada, literalmente, frente a mí —reclamó la chica con toda seguridad.
—Y es por eso que te lo estoy diciendo. ¿Crees que me engañaste? Tal vez al resto de la familia, pero no a mí, Lena.
La chica no supo que decir al respecto, movía su pierna nerviosamente, sin darse cuenta, y decidió ponerse a la defensiva cruzando los brazos.
—No sé de qué hablas —dijo virando la cabeza hacia su otra tía, que las miraba a ambas sorprendida por lo que su esposa acababa de decir— ¡Charlotte me vio también!
—Charlotte cree que porque desayunaste con ella y almorzaron juntas, todo está bien, pero yo sé que no es así y tenemos que hablarlo, resolverlo —dijo con firmeza— ¿Desde cuándo está sucediendo esto, Lena?
—Nya, creo que exageras…
—Charlotte, por favor. Si no vas a ayudar, puedes ir a la alcoba y esperarme ahí —La rubia decidió entonces sentarse en uno de los sofás y guardar silencio, no quería desentenderse del problema o, menos aún, causar una pelea.
—Nada está pasando, yo estoy bien. No sé de qué te preocupas. Cené un poco menos porque comí, de todo un poco, mientras preparábamos la comida.
—Lena, no quieras engañarme. ¡Esto es algo serio!
—¡¿Por qué te engañaría?! Dime, ¿qué gano con eso?
—¡No lo sé, no entiendo qué es lo que te está pasando, pero esta ha sido una semana muy…!
—¿Muy…, qué?
—Extraña para ti.
—¡Oh, entiendo! —dijo con un tono lleno de indignación— Esto no tiene nada que ver con qué como y qué no, es acerca de Yulia.
—¿Y qué pasó con Yulia? —Nya reclamó— ¿Terminaron así nada más? ¿Después de que ella se desvivió por sorprenderte el sábado pasado en el Centro?
—¡No fue así nada más, fue porque me puse…! —dijo sin terminar, sin encontrar las palabras para expresar que había sido una tonta al ponerse celosa —… Solo ya no estamos juntas, ¿sí? Así es la vida.
—¿Así nada más?
—Bueno, ¿qué importa si tengo novia o no?
—¡Nada Lena, quiero saber desde cuándo estás haciendo esto, ¿cuándo empezó todo?!
—¿Tienes idea de lo que he pasado este verano, Nya?
—¡Por favor, ambas cálmense! —dijo Charlotte al ver que Lena se levantaba de su asiento, lo suficientemente molesta como para romper todo lo que había en la habitación — Creo que será mejor que descansemos por hoy. Hablaremos con calma mañana.
—¡No! ¡¿Quiero que Lena me diga qué le pasa por la cabeza?! ¡¿Por qué se comporta así?!
—¡No me pasa nada! —contestó ella a un decibel menos de lo que se consideraría gritar. Sin embargo fue lo suficientemente fuerte como para que Charlotte se pusiera de pie y, con una sola mirada, obligara a ambas a dirigirse a sus respectivas habitaciones sin decir una sola palabra más.
«Lena, ¿estás despierta aún?», le escribió Dary al verla conectada en su celular.
«Algo así, ¿qué pasó?»
«Pues… estoy aquí con Nat y… nos preguntábamos si tenías planes para mañana al desayuno».
Hmm, comer. Definitivamente algo que no le llamaba la atención.
«Antes de que digas que no, el plan es que te encuentres con Yulia».
Okey, eso cambiaba las cosas, pero… Yulia no querría verla, no voluntariamente. Eso significaba que le jugarían un numerito para que no piense que ella iría. No sabía si era una buena idea.
«Solo mira esto», le escribió justo antes de mandarle una captura de pantalla de una conversación que habían tenido horas antes, donde Yulia le insistía que sí, volvería con Lena, siempre y cuando ella hiciera algo para demostrarle que le importaba. Que la conquiste, que se la gane, sino no.
«¿Y cuál es el plan?», contestó la pecosa, todavía con dudas.
«Bien… Okey, vamos a vernos en la frutería del bulevar a las ocho de la mañana. Se supone que voy solo yo, pero iré y luego llegas tú, saludas conmigo, converjo también con Yulia, Nat me enviará un mensaje urgente y yo las dejo solas. ¿Qué tal? ¿Te prendes?».
«Creo que ella no se va a comer ese plan, lo verá venir apenas me vea».
«Eso no importa, igual te dará una oportunidad, además ya está dispuesta a que hagas algo. Ya no tiene esa idea fija de que no quiere nada de nada, con nadie».
«O sea conmigo», aclaró.
«Para que repetimos lo que ya sabemos. ¡Vamos, Lena! ¡Ustedes son nuestro OTP!», mensaje que le sacó una enorme sonrisa, sus amigas estaban locas.
«Está bien, solo no me digan que ya hicieron otra apuesta con nosotras en medio».
«¿Qué dices? Perdón… estamos entrando… a una zona de mala señal… creo que… se… corta la… tin…tin…tin…tin», jugaban las chicas.
«Ya me contarán qué apostaron, mañana. Entonces, ¿a las ocho en la frutería?»
«A media cuadra, tras la caseta de salvavidas. No queremos que Yulia te vea antes».
Quedaron de acuerdo y se despidieron. Tenía que jugar bien sus cartas y sacar provecho. Tal vez no tendría otra oportunidad para hablar a solas con ella. El lunes iniciaban las clases y seguro Oksana y los chicos estarían siempre merodeando. Sería prácticamente imposible.
A la mañana siguiente, despertó como nunca un domingo, seis de la mañana ya estaba en pie. Se visitó casualmente, pero con una remera de Los Ramones que seguramente Yulia apreciaría y se arregló con cuidado, asegurándose de cubrir sus ojeras que todavía eran muy visibles.
Primero pasaría, una vez más, por la floristería, rogando que estuviera abierta tan temprano. Quería escoger algo, aunque no le fuera de mucha ayuda, se lo ofrecería como un gesto de paz.
—¿No te fue bien con el lirio? —preguntó la amable dueña.
—En realidad, el lirio no tuvo mucho que ver con mi suerte, pero, por si las dudas, esta vez quiero un girasol. ¡Dime que tienes uno, por favor!
—Tengo algunos, ven a escogerlo.
Habían de todos los tamaños y todos estaban hermosos. Unos gigantes, mucho más grandes que la palma abierta de su mano, otros tan pequeños que podría cerrar sus dedos y abrazarlos con ellos. Pero no quería nada muy extravagante o muy insignificante, así que escogió uno de tamaño medio.
Ya con él en mano, se encaminó al punto de encuentro y se dio cuenta que todavía faltaba una hora para verse con sus amigas.
Tal vez, tan solo quizás, se había emocionado un poco, así que decidió sentarse en la subida de aquella abandonada cabina a esperar.
—¡Yulia! Viniste temprano —saludó Daryna unos minutos antes de la hora de su encuentro.
—Ajap —respondió la chica morena terminando de beber su batido energético— ¿Dary? —le preguntó— ¿Crees que soy idiota?
—¿Qué? ¿De qué hablas? ¡Claro que no!
—¿Sabías que yo corro en este lago todos los domingos?
—Em… nooo, no lo sabía.
—Pues te lo informo… también que vi a Lena llegar hace casi una hora. Está sentada mirando su celular cada cinco minutos, si no es cada dos. Me imagino que para ver si se movieron los números del reloj.
—Je, jem —se rió Dary nerviosa— Pues… okey, el plan es que sea casual.
—¿Por qué no la dejan que haga esto sola? Sabes que «esto», lo que estás haciendo… —decía Yulia, pero se vio interrumpida por la llamada de Nat, evidenciándola también—… lo que «están» haciendo, no es a lo que me refería cuando te dije que quería que «ella» me conquistara.
—Nosotros no vamos a hablar por ella, solo le dimos una oportunidad que tú te has negado a brindarle. Eso es todo —le explicaba su amiga.
—¿Así que vas a dejarme aquí con Lena, para que además me asegure de que ingirió alimento el día de hoy? Ingeniosa, tú. Buena chica —dijo sin ánimo y con completo sarcasmo.
—¡Tú ofreciste desayuno! —se quejó la otra chica.
—Olvídalo, Dary. ¿Cuándo viene Lena?
—Debería ya haber llegado, Nat tenía que llamarme cuando ella estuviera aquí, saludándonos.
—Tal vez se acobardó…
—No, ahí viene. ¡Actúa normal! —Yulia la miró con gracia y, a un metro de que Lena llegue a la mesa, se levantó y dijo:
—Ya vuelvo —Y sin prestarle un milímetro de atención se marchó.
Dary por supuesto entendía que le habían ganado sus ganas de estropearles el plan y quería hacer que Lena se sintiera incómoda por unos minutos, pero ya volvería.
—¿Viste? Te lo dije, olería esta farsa a kilómetros de distancia.
—Tranquilízate, ella… solo fue a tirar su vaso vacío… —dijo Dary mientras ambas miraban que todavía bebía de su popote— Okey, no importa, yo me voy, tú quédate aquí.
—¡No! —se quejó Lena exaltada— si me ve sola se marchará directo a su casa.
—Tranquila, no lo va a hacer… Tenías razón, ya sabe del plan, ahora quédate y espérala —insistió Daryna levantándose de su asiento— Ya sabes, conquístala —Levantó ambos pulgares y fue caminando de espaldas hasta que casi tropieza con la grada de la acera y, enderezándose, continuó su camino hasta Nat.
Efectivamente, Yulia no tardó en regresar y sí, por un segundo se sorprendió de que Lena no haya salido corriendo por su vida con su otra amiga.
—Ten —le dijo sentándose justo en frente— Naranja, fresa y piña, como en los viejos tiempos —Le había comprado el batido que bebieron cuando la sacaba a trotar para que mejore su estado físico, cuando aún creía que estaba embarazada.
—Gracias —dijo la pecosa, resignándose a que tendría que beberla. No se negaría a algo que Yulia le ofrecía, no en este momento— Esto es para ti.
—¿Un girasol? —preguntó ella, al verlo salir por detrás de su espalda, lo había ocultado bien hasta ese instante— Sabes que no bastará, ¿no?
—Sí, lo sé, pero es un inicio.
Yulia lo tomó en sus manos y lo revisó hoja por hoja, admirando cada uno de los pétalos y el patrón que se marcaba en el centro de la flor. Su largo cuerpo verde y ese aroma tan peculiar que le recordaba a su niñez.
—Gracias, lo aprecio —mencionó reposándolo con delicadeza sobre la mesa.
—Fui una idiota y lo sé, no voy a… disculparme nada más.
—Okey —fue lo único que dijo, quería seguir escuchando lo que seguramente había pensado todo el tiempo que estuvo ahí, esperándola en el lago.
—Te demostraré que valgo la pena. Que no perdías tu tiempo conmigo, que todo lo que hiciste por mí, mucho antes de que fuéramos novias me ayudó tanto… más aún, todo lo que hiciste desde que nos hicimos novias y sobretodo… esto —dijo levantando su batido.
Yulia cambió de gesto, su rostro se llenaba de preguntas, ¿acaso estaba aceptando lo que hasta ese momento era una suposición?
—Sé que de seguro… Nya te mencionó… —trató de decirlo en voz alta, pero no pudo. Todavía le costaba aceptar con ella misma que podía tener un problema—… Tal vez fue una mala idea venir.
—¡¿Qué?! Ibas muy bien hasta eso último —le dijo Yulia al verla volverse una bolita pequeñita e insegura en dos segundos— Lena, sea lo que sea que está sucediendo, no es algo que no puedas controlar. Lo… resolveremos juntas.
—Yulia… —susurró—, yo no puedo pedirte eso. Tú y yo… ya no somos nada y…
—Te equivocas —la interrumpió la morena— somos amigas y lo manejaremos juntas —Volvió a asegurarle, esta vez colocando la palma de su mano sobre el dorso de la de Lena y acariciándola ligeramente con su pulgar— Yo no soy el tipo de amiga que deja a otra sola, Lena… y lo sabes.
La pelirroja respiró con fuerza, remordiéndose los dientes intentando no llorar, porque de repente, así, de la nada, se sentía débil y quien más quería en el mundo estaba ahí, aún después de como ella la había tratado, ofreciéndole su apoyo. No sentía que lo merecía y no supo qué decir.
—Eso no significa que volvamos a retomar la relación así nada más —le recordó Yulia—, pero… estoy contigo. No te dejaré sola y si me necesitas, puedes siempre venir a mí, ¿okey?
Lena asintió nada más, dejando al aire salir de sus pulmones.
Todo estaría bien, ¿verdad?
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 22: La escuela
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No sé como llegamos a esto, realmente no lo sé.
Si alguien me decía que terminaría mi domingo corriendo en el lago con Yulia, no le hubiera creído, al menos no después de que el Condón Roto dejara de existir. Claro que después de la semana que tuve, esto de estar jadeando del cansancio, tirada en la arena a dos pasos del muelle, es lo mejor que me ha pasado.
—Si no te levantas en diez segundos, te dejaré aquí botada para que camines tu camino a casa —me advirtió duramente Yulia, empezando a contar a gritos.
Mi cuerpo no daba más, esperé hasta el número cinco para intentar moverme. En el número tres me senté y para cuando terminó el uno, ya cojeaba a encontrarme con ella en la rampa.
—¡Estás en peor forma que cuando fumabas! —me reclamó de muy mala cara, así que evité contarle que volví a hacerlo, no vaya a ser que se le ocurra obligarme a trotar en el parque todos los días, como antes.
—Es la falta de alimento, no tengo fuerzas —bromeé. No le pareció gracioso, pero bueno, ya que todos hablaban a mis espaldas sobre ello, qué mejor que yo misma me burle del «problema» que «no» tengo, ¿verdad?
—Pues ¿si eso es lo que te hace falta?, ahora mismo te comes un emparedado y dos jugos, ¿qué tal?
—Yulia… —Entonces, a la que no le pareció gracioso lo dicho era a mí. Lo peor es que ella no bromeaba, me obligó a comérmelo todo y, los dos vasos de jugo, eran tamaño jumbo.
Quedé asqueada todo el día, esa es la verdad. Tanta comida me tenía repleta, como si hubiese comido cien barras del chocolate más dulce o hubiese ido a un festival de comida a atragantarme cien hotdogs a toda velocidad. La sensación de llenura me dura hasta este momento y eso que esto sucedió hace más de doce horas.
Pero bueno, lo importante de todo, es analizar lo que ha sido de mí durante los últimos siete días.
Sí, veamos… emm… Empecemos por el domingo pasado, después de mi encuentro con Yulia en el malecón.
Ella me obligó a beber un jugo, que estaba rico, pero… que inmediatamente le cayó pesado a mi estómago. La urgencia que sentí de regresarlo todo, me invadió. Sin embargo ahí estaba ella, no podía excusarme para ir al baño, no porque sea una inútil, sino porque, al hacerlo, ella decidió ir conmigo. Decidí fingir que en realidad iba al baño y pues, fue un fracaso.
No había probado bocado o líquido alguno desde el día anterior, literalmente, no había nada en mí que necesitara dejar en ese lugar.
Yulia me preguntó: ¿por qué no lo hacía y ya?
Llevaba cinco minutos en el cubículo del baño y lo único que se me ocurrió decir es que seguramente mi vejiga se sentía tímida y salí de allí lavando mis manos, con una estúpida sonrisa. No creyó ni una sola palabra que le dije, después de eso, me chantajeó.
—Viktor me preguntó si vendrías a jugar Mario Kart, algún día —me comentó, haciendo círculos con su dedo, sobre la mesa, mirando a todos lados menos a mí. Intentaba parecer casual— Yo le dije que te preguntaría… y, si no tienes nada que hacer, podría ser hoy.
Ese «y» fue pronunciado como pregunta, una para la cuál ella ya tenía la respuesta, «¡vienes y punto!», esa era la bendita repuesta, ¿qué más podía hacer yo? Decirle un: «no, Yulia, gracias. Presiento que me obligarás a comer y no quiero tener que pensar eso cada segundo hasta que suceda, además, no-quiero-comer-más… por hoy».
—Sí, me encantaría.
—Bien —dijo a la ligera, llevándome a casa de Nya.
Me esperó afuera del baño a que tome una ducha, me vista y salga, sin oportunidad a que invente una excusa. Después fuimos a su casa, en donde en efecto, me obligó a comer un pollo al limón con hierbas frescas y papas con salsa de queso.
Fue una tortura terminármelo todo, pero lo logré. No conversé demasiado para poder concentrarme y terminar el plato al mismo tiempo que los demás, que sí se dedicaron a hablar como locos durante todo el almuerzo.
Finalmente conocí a la detestable Agatha, la nueva esposa de su padre. Me pareció muy sincera, agradable y graciosa, claro que a Yulia le dije que notaba la hipocresía salir con cada palabra que pronunciaba. No son buenos tiempos para ser sincera con ella, no vaya a querer desquitarse sobrealimentándome.
En fin, esa noche me llevó a casa, después de pasarla… relativamente bien. Si no hubiese sido por el tema alimenticio, la verdad, hubiese sido un día genial.
Al entrar, Nya insistió en que me sentara a la mesa a cenar, lo que ya me parecía el colmo. Ahora todo es comida, comida, comida. La maldita y estúpida comida que todos quieren que, valga la redundancia, coma.
Le dije que no podía más, que el almuerzo fue grande y que además había comido palomitas y papas fritas en la tarde con Viktor, sin embargo parece que ahora mi palabra no es suficiente, tuve que llamar a Yulia para que le confirmara a mis tías que decía la verdad.
Me sentí como una niña de cinco años a la cual le preguntan si se comió el crayón azul y ella contesta que no, no lo hizo, pero nadie le cree y le preguntan «¿entonces por qué tienes toda la boca y lengua pintadas de azul?», la respuesta es simple, tal vez me chupé el crayón azul, no me lo comí.
Daba lo mismo. Nadie entiende la diferencia de mentir y estirar la verdad; pero ese no es el punto.
Todos están demasiado preocupados con esto, yo estoy bien. Nada más me estoy cuidando. Además ¿qué tiene de malo no comer todo el santo día? ¡¿Desde cuándo la vida es solo comer?!
Subí a mi habitación, esperando un mensaje, una llamada, o por lo menos la llegada del macabro Segador Severo, mejor conocido como el Ángel de la Muerte, Grim Reaper, el Parca, etc., etc., para que me lleve de una vez. Nada más sucedía en el mundo. ¡Nada!
Recogía mi celular del colchón, una y otra vez, lo encendía para revisar su pantalla y no había ni una sola notificación. Lo apagaba y lo volvía a lanzar al mismo lugar.
Habíamos pasado un buen día juntas, ¿no? ¿Qué estaba haciendo? ¿No había nada de lo que quisiera hablar?
Tal vez pensaba que sería excesivo hablarme, acabábamos de vernos. "Sí, era eso", me convencí. ¿Por qué otra razón me ignoraría?
De repente la luz que acompañaba el timbre de ese aparato se encendió y, como si yo fuese un pajarito, moví mi cabeza en su dirección. Lo tomé en mis manos y rodé los ojos cuando caí en cuenta de que era un aviso de ese juego de granja con el que me había enviciado.
«Tus animales te extrañan».
Al menos «alguien» me extrañaba.
Intenté dormir un poco y del puro aburrimiento lo logré, por lo menos unas horas.
«11:49 PM»
Titilaba el divisor en el pequeño reloj de mesa cuando desperté. Una vez más tomé el teléfono y lo revisé, sorprendiéndome de encontrar una charla entre mis amigas del Café. Abrí la aplicación y empecé a leerla.
«¡¿Que le dijiste a Lena, qué?!», le reclamaba Daryna a Nat.
«Es que le ofrecí una rosquilla y ella la rechazó y tú sabes cuánto le gustan. Así que le pregunté directamente si le pasaba algo, ella lo negó y ahí fue que la confronté, y pues… se me salió».
Recordaba muy bien la incómoda charla con Nat esa mañana.
[I}«¿Se te salió? ¿Así nada más se te salió lo que Nya nos contó a Yulia y a mí? ¡¿Eres boba, Nat?!»[/i]
«¡Hey, hey, hey! No te pongas así. Lena y yo tenemos… historia. Es normal hablar de ciertas cosas, hacer preguntas…»
«¡No metas tu vida sexual en esto! Es en serio, Nat».
En ese punto reí, Nat y yo tuvimos algo, pero nunca fue tan serio como para llamarlo una «historia».
«¡Lo sé! Por eso mismo la enfrenté… Espera…, ¿este es el chat grupal, no?»
«¡Diablos!».
«Daryna, ¡¿no podías fijarte dónde me reclamas las cosas?!».
«¡Ya cállate Nat! Perdón, Lena.»
[/i]«Sí, perdón, Lena. Adiós»[/i].
"Genial", pensé al terminar la entretenida lectura. Me quedó muy claro que ahora soy el secreto tema de conversación de mis amigos, ya qué…
Apagué el celular, para no estresarme más, y volví a recobrar el sueño. Cuando desperté, vi el reloj y me quedaban apenas cuarenta y dos minutos para entrar a clases.
No había el tiempo suficiente para bañarme, cambiarme, arreglarme, pretender desayunar y tomar el bus. Tan solo el recorrido me tomaría más de veinticinco minutos, entre: salir de casa a la parada, esperar el transporte, el viaje a la parada de llegada y caminar hasta la escuela.
—Buenos días, dormilona —saludó mi tía al verme bajar— ya está listo el desayuno.
—Hola… No tengo tiempo Nya, voy atrasadísima y todavía necesito pasar por orientación para tomar el crédito de la clase de artes de este semestre.
—Yo te llevaré, ahora siéntate a comer algo.
—Nya…
—¡Lena, siéntate! —ordenó, con la suficiente autoridad como para que Charlotte, que bajaba en ese momento, también lo hiciera sin piar.
Pero sí, aunque me ahorré quince minutos en el recorrido, no me alcanzó el tiempo para inscribirme en la clase que quería. Tendría que ir a la oficina de matrículas en el descanso de la segunda hora.
Apresuré mis pasos hasta casi correr por el pasillo, deteniéndome súbitamente cerca de mi casillero, no sabía de donde había venido ese repentino mareo, pero no pude continuar caminando y me arrimé por un momento, reposando la cabeza sobre la puerta del mismo.
—Señorita Katina, ¿qué hace aquí en lugar de estar en su aula de clase? —me preguntó el vice-rector, que viraba por el pasillo.
—Yo… me sentí mal de repente, perdón… Voy corriendo ahora mismo.
—¡Eh, eh, eh! Espere un momento —dijo el hombre sacando un libretín de su chaqueta— Tiene detención este sábado.
—Pero…
—P-p-p-pero… ¡Detención! —gritó acercándome enérgicamente el papel. Lo tomé de la misma manera y bufé mi descontento— ¿Acaso quiere doble detención?
—¡No, no! Llego tarde… ya me voy.
Al parecer, había empezado el lunes con el pie derecho… ¡metido en un charco de agua!
Entré en el aula de escritura con el mismo apuro que dejé el corredor y frené de golpe al ver quién se encontraba al frente de la clase, presentándose.
—Muchas gracias, Inna, por esa agradable presentación. Estoy segura de que tus talentos musicales florecerán en esta escuela… —Escuché a la directora decir.
"¡¿Inna?!, tal parece que mi charco de agua acaba de convertirse en lodazal", pensé recobrando mis acciones y me ubiqué en el puesto más cercano para no interrumpir, justo en la esquina de atrás, al lado de la ventana.
Oksana no tardó en darme una tierna sonrisa y mover los dedos de su mano agitando un saludo, Yulia, al notar la acción, viró su cabeza y me miró por unos segundos regalándome una media sonrisa, que fue inmediatamente opacada por la chica que se sentó a su par.
Inna, esa chica sí que no pierde el tiempo.
Al terminar la primera hora de clases, me desentendí de mis amigos, que se reunieron en el graderío para conversar, y volé a la oficina de matrículas. Si no hubiese estado esas dos semanas en el Centro me habría inscrito a tiempo en la clase de vocalización y, si no lo hacía hasta ese día, tendría que esperar al siguiente semestre.
La mala noticia era que tenía tan solo diez minutos y me encontraba en una fila con tres personas más haciendo lo mismo que yo, tomando créditos a última hora.
—¡Vamos! —refunfuñé con impaciencia, dando un par de saltos en mi propio sitio, lo recuerdo porque alguien me imitó al pararse junto a mí.
—¡Lena!, tienes algún problema —Él salía de la rectoría con sus listas de alumnos para el semestre.
—¡Shapovalov!, ¿crees que puedas ayudarme? Todavía no tuve oportunidad para inscribirme en tu clase y…
—¿No te inscribiste? —Frunció el ceño y me miró cerrando la mirada.
—No, no estuve en la ciudad esos días y…
—¿Y entonces quién llenó el cupo?
¿Quién llenó el cupo? ¿Quién llenó el cupo? ¡¿Quién llenó el cupo?!
Mi maestro, buscó entre sus papeles el correspondiente a mi clase y revisó la hoja con cuidado, intentando descubrir al infractor.
—¡Ajá! Aquí está, Inna Zotova.
—¡¿Inna?!
—…Zotova —me recordó, completando el nombre— Sí, ella llenó el último cupo de mi clase. Lo siento Lena, pero haces la cola en vano. Mejor será que te apures a tu segunda hora de o llegarás tarde —me dijo, y apenas terminó, sonó la alarma.
—¡Ajjjjj! —protesté dejando mi puesto con el genio alterado e hice exactamente lo sugerido, me fui. No había nada que pudiera hacer. En esa escuela los cupos son limitados y así seas el hijo de los Jolie-Pitt, no podrás entrar.
Para la hora del almuerzo, tenía el día más arruinado que el cover cumbiero de Imagine.
Mi clase de música había sido un completo desastre. Me asignaron canción con el cuarteto de la escuela y tendría que aguantarlos todos los días, dos horas de ensayo, por una semana completa.
El día no podía ir peor, ¿verdad?
Pues, ¿si le estás preguntando al destino?, siempre puede ocurrírsele algo más. Para cuando llegué a la mesa habitual del grupo, no había ni un asiento disponible, alguien ocupaba «mi» lugar.
"Perfecto, he sido reemplazada por la prima incestuosa de Yulia", pensé al verlas sentadas a la par, vestidas con remeras ajustadas, chamarras de cuero, reflejos de colores en el cabello… ¿Faltaba algo más? Ah, sí, las dos tenían unos grandes atributos que resaltaban los collares que colgaban de sus cuellos.
—¡Lena, ya era hora! —me saludó Mihail, hasta ese momento no habíamos cruzado palabra desde que inició la mañana.
—Yo, solo venía a saludarlos, pero ya me voy —Quise dar media vuelta, pero un tirón de Oksana me detuvo. Empujó a Aleksandr más a su izquierda, quién hizo lo mismo con Boris y me hicieron un puesto, que me vi obligada a tomar— Gracias —les dije con mi vista clavada en la intrusa.
—¿Así que tú eres Lena? —me preguntó, analizándome de lejos— No pareces tan nerd como Yulia me hizo creer…
—¡Inna! —le reclamó de inmediato mi ex, golpeándola en el hombro con fuerza. Por lo menos eso me alegró.
—¡¿Qué?! —se quejó sobándose el brazo— En realidad no usó esas palabras…
—No, todo bien. Soy… la nerd —le sonreí hipócritamente y, al intercalar mi mirada con mi ex-novia, la borré negando vagamente con la cabeza. ¿Por qué diablos tenía que hablar de mí con esa idiota?
—Dijo que eras muy aplicada. Perdón, no pensé que sería gran cosa decir «nerd», no es como si fuese un insulto… ¿o sí? — dudó la nueva cuestionando a los presentes.
—No lo creo, Yulia siempre me dice nerd —acotó Aleksandr despreocupado.
—Hmm, sí. No lo vuelvas a decir —le advirtió la dueña del insulto a su nueva amiga. Todos nos quedamos sin saber qué decir, mirándonos los unos a los otros. La situación no podía ser más incómoda.
—Bueno, debo irme a sacar unas copias de biología para la siguiente hora.
—Es el primer día de clases, ¿qué copias necesitarías? —me preguntó «el nerd» destacando lo obvio, sin procesar que lo que necesitaba era una excusa no un interrogatorio.
—Esas que nos pedirán para mañana, ya saben, soy muy… «aplicada» —Me puse de pie y cuando estaba por irme Oksana volvió a detenerme para preguntarme si no deseaba un poco de su burrito, pensaba que estaba muerta del hambre.
—No, Oksana, gracias. Comí algo entre horas y tengo prisa —Le sonreí para no preocuparla y me perdí entre la multitud de estudiantes.
Dos días después, Oksana reía con Aleksandr en el corredor y me acerqué para saludarlos. Lucían muy cariñosos, tanto que me dio un poco de recelo continuar allí, me sentía como si cargara un arpa o un violín.
Mihail y Boris llegaron juntos y se unieron al grupo, sin embargo también tenían una vibra un tanto especial. Fue como si todos fueran parte de un secreto y la que estaba afuera era yo.
Cuando vi a la nueva entrar por el pasillo me excusé inmediatamente y huí como gallina a punto de ser degollada. No necesitaba aún más incomodidad de la que ya existía.
Subí al segundo piso y entré al área de mantenimiento, junto al closet de herramientas había una puerta que daba a la terraza. Nunca estaba con llave porque la cerradura estaba dañada, así que salí y encendí uno de mis Malboritos, sentada en medio de la nada, arrimada a un pequeño montículo que sobresalía del piso.
Hubiera preferido el filo, colgar mis piernas en el aire, observar el paisaje, pero no quería ser descubierta, no hacía falta arruinar mi nuevo escondite.
Allí es a donde empecé a ir en lugar de encontrarme con mis amigos en la cafetería. Cuarenta minutos de paz, en lugar de una detenida examinación de lo que entraba en mi boca. Perfecto.
Para el viernes, las cosas se pusieron aún más extrañas. Vi de reojo a Oksana y Aleksandr besarse tras la columna de la puerta que da al estacionamiento. No que no haya presenciado eso antes, es que apenas íbamos cinco días de clases y… no sé, simplemente me pareció extraño.
Hasta ese día, había evitado todo contacto con la intrusa. Para mi mala suerte eso también implicaba evitar a Yulia, quién ni siquiera se dignaba a enviarme un mensaje después de clases. Para ser justos, yo tampoco. ¿Qué podía preguntarle?
«¿Cómo está tu nueva amiga?»
No gracias.
Y entonces sucedió. Estaba por tomar el bus a casa y ella me detuvo interponiéndose con su auto.
Estaba sola, así que me detuve, preguntándole: ¿qué pensaba que estaba haciendo?
—Sube, te llevo a casa.
Mentiría si dijera que no lo pensé, pero el flash que tuve, lleno de preguntas, duró menos de un segundo. Hice lo que me pidió y le agradecí el gesto. Ya estaba harta de viajar en bus.
—Has pasado desaparecida toda la semana.
—Sí… lo sé. No me preguntes por qué.
—¿Ahora me dices qué hacer?
—¡Vamos, Yulia…! —No quería empezar una riña, solo quería disfrutar de su compañía.
—¿Es por Inna?
"Genial", pensé ese momento, queriendo con todo mi ser soltarme ese cinturón y aventarme por la puerta. Mi muerte era más entretenida que hablar de esa tipa.
—No, tengo muchas cosas que hacer, estudiar, hacer tareas, ir a grupos de estudio, hacer más tareas.
—¡Es la primera semana de escuela, ¿qué diablos tienes que estudiar?!
Esa era una linda manera de expresar que me extrañaba, ¡awww!
En ese momento solo quería que alguien me mate.
—¡Cosas!
—Está bien —frenó el auto en media calle y desaceleró hasta estacionarse— ¿Qué es lo que está pasando? Vienes a la escuela con tiempo, pero te encierras en el baño por, por lo menos, diez, quince minutos; llegas a clases tarde, todos los días; no apareces por ningún lado en los almuerzos y me has evitado por completo —Me dejó saber. Tal parecía que había estado vigilándome toda la semana, sabía exactamente mi rutina, y yo que hasta ese instante pensé que había sido tan cuidadosa.
—No me pasa nada.
—¡Lena, deja de hacerte la idiota! Sé que estás vomitando todo el desayuno cada vez que llegas a la escuela —me aclaró aún más detalles de lo que conocía— ¿Crees que esto es un juego?
—¡No estoy vomitando nada! Voy al baño para evitar encontrarme contigo y esa tipa, nada más.
—¡Seguro!, tu evasión suena mucho a vómito.
—Gracias por la imagen mental, Yulia, pero no la necesito —De hecho, tenía una más viva grabada en mi mente— Tal vez eso es lo que me provoca la idiota esa.
—¡¿Entonces esto sí es acerca de Inna?! —gritó enfrentándome con su frustración.
—¡No, me importa un pito la bendita Inna!
—¡Entonces, ¿qué?!
Bufé mi enojo, una y otra vez. Mi respiración era fuerte y enojada, pero no quería decir nada que me expusiera ante ella.
Sí, todos hablaban de mi problema; sí, todos creen que es más de lo que es; sí, ¡tengo un maldito problema!, lo acepto, pero no… no… ¡no quería que ella sintiera pena por mí!
Respiré hasta calmarme y solo agradezco que ella no hablara en el proceso. No necesitaba un sermón.
—Siento que algo me falta… ¿okey? Siento un maldito vacío en el pecho y… no quiero estar con nadie —Traté de explicarle— Evado a todos porque no quiero sentir sus miradas en mí, no quiero que me vean como un maldito perro callejero, que me vean débil… que sepan en lo que me convertí.
—Lena…
—¡No, no lo entiendes, Yulia! Tú tienes a tu nueva amiga, es genial. Yo la odio, no sé por qué, simplemente la odio.
—Ella no te ha hecho nada.
—Tal vez… Eso no quiere decir que deba quererla o que deba agradarme.
—No, tienes razón, no es tu obligación.
—Ella… Inna es ahora parte de su grupo y eso es magnífico, para ustedes. Yo… ya no lo soy, y estoy bien con eso… creo.
Justo lo que no quería sucedió. Me miró con una maldita pena, como si ella me hubiese fallado. Debió salvarme a tiempo, ¡oh pobre cachorrito abandonado!, odié ese momento.
—No me mires así ¿quieres?
—¿Cómo?
—Como si fuese la perdedora más grande del mundo. Suficiente tengo sintiéndome como un costal de papas.
—Eso podemos arreglarlo —dijo, condenándome al mismo tiempo— Espérame el domingo a las 6:05 de la mañana en la puerta de tu casa, iremos al lago a trotar.
Sí, su forma de ayudarme era ponerme en forma. No me sentiré más un costal de papas, ahora seré la saludable, musculosa y regenerada ¡Lena Katina, extraordinaire!
Lo que únicamente quiere decir que, los domingos comeré, prácticamente, por toda la semana y que si juego mis cartas de la manera correcta podré sacarla de mis hombros. Se tranquilizará y me dejará en paz en la escuela.
No necesito una niñera, mucho menos que ésta sea mi ex-novia, la cual ya se encuentra en camino de dejar la soltería con esa tipa.
Pero si puedo destacar algo bueno de todo esto, es que, un día a la semana, podré verla sin «la nueva» de por medio; pasar con ella, reírnos un rato.
El embutirme un día a la semana era un sacrificio «razonable», ¿no? Dudo que sea así, pero bueno, ¿qué más podía hacer?
Ahora lo entiendo, así es como llegamos a esto.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 23: Terapia
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—Ya es una semana de no vernos. Dime, como te fue con el cometido que te encargué la vez pasada.
"Hmm…", pensé al escuchar su saludo, ese psicólogo no es tan bueno que digamos.
Primero, evidencia lo obvio. Sabía perfectamente que era una semana, era lunes, había ido el lunes anterior, era una semana. Segundo, ¿qué psicólogo te deja tarea? Sí, tarea, escrita, aparentemente calificada, ¡tarea!
Al iniciar la primera sesión, se sentó en frente de mí y me preguntó cosas simples como mi nombre de pila, como iba en la escuela, si ya tenía pensado que quiero hacer en el futuro, como me siento con mi familia y si tenía “novio”.
Presentí entonces, que no era muy brillante.
Después de querer hacerse “mi amigo”, me dio un cuaderno a líneas y… la tarea.
—Escribe aquí todas las cosas, grandes o chicas, que te causan estrés.
Le sonreí hipócritamente y lo recibí, ese diminuto cuaderno no serviría de nada, aparte de que no tenía intención de hacer lo que me pedía, era tan pequeño que no alcanzaría a describir todo lo que me cruza por la mente últimamente. Sería más productivo utilizar como lienzo, un rollo de papel higiénico.
Así que, ¿cómo me fue con el cometido que me encargó? Pues, me dediqué a ocupar mi tiempo evitando a mis amigos, a mi ex con su nueva… “lo que sea” y a sobre analizar lo que me llevaba a tener esa maravillosa hora con él, como para ponerme a pensar las cosas que me estresan. De algo no hay duda, hacer tarea de mi loquero, me estresa.
—Lena, me doy cuenta de que no estás poniendo de parte —me dijo al ver que ni siquiera había llevado la libreta a la segunda sesión.
No creo que lleguemos a ningún lado como doctor-paciente, mucho menos cuando él, ni siquiera recuerda lo que le contesté en la primera sesión y, la verdad, me da mucha flojera repetirle que soy lesbiana y por eso no tengo novio, además que la situación con mis padres no ha cambiado.
¿Acaso no puede él mismo escribir estas cosas y destacar su importancia en sus propias notas? ¿Yo qué sé?, marcarlas con un círculo de color rojo o dibujarle un ojo a un lado.
—Me dice tu tía que estás teniendo problemas alimenticios.
"Hmm…", volví a pensar, realmente brillante.
¿No se supone que tiene que estar tratándome a mí y averiguar estas cosas al hablar conmigo? Si Nya tiene que hacer su trabajo por él… para qué me molesto.
—Creo que lo más importante es que te percates por ti misma de lo que estás haciendo, ten —Me acercó otro cuaderno más, uno con flores color rosa, encantador — Escribe aquí la fecha y la hora de cada una de tus comidas, además, qué es lo que has ingerido junto con la cantidad.
¡¿Estaba loco?!
¿Cómo demonios se supone que voy a mejorar haciendo eso?
Lo tomé, nuevamente fingiendo estar de acuerdo con él, y le aseguré que esta vez cumpliré sus solicitudes.
Ni loca, me propuse buscar ese mismo día a alguien competente. Si van a obligarme a visitar a un psicólogo, no será un idiota que al parecer se graduó pagando por sus calificaciones.
Llegué a casa y busqué algo que sabía que había guardado en el bolsillo de enfrente de mi maleta.
Gayle Donovan Nutricionista, psicóloga y experta en trastornos mentales.
Su número y dirección en el reverso de la tarjeta. Fui por el teléfono y la llamé.
Charlotte me comentó que a Nya no le cayó del todo bien cuando hablaron con ella en el Centro el día que me recogieron. Por esa razón habían buscado a otro especialista, pero cuando yo hablé con ella, durante esas semanas, por lo menos parecía tener una idea de lo que me pasaba.
—¿Gayle?
—La misma —respondió en tono de pregunta.
—Habla Lena Katina, soy…
—¡Lena, me da tanto gusto escucharte! ¿Cómo has estado? ¿Tus tías? ¿Qué tal el clima en Moscú? —Me invadió con preguntas, pero ahí está la diferencia. Se acordaba no solo de mí, sino de mi familia y de mi situación.
Estoy segura de que esta mujer no tiene una varita mágica para sacar esta información del reverso de su manga, se nota que se preocupa de sus pacientes por muy pasajeros que sean.
—El clima normal —le respondí— caliente, húmedo, helado, como siempre —reímos por un segundo.
—Dime Lena, ¿en qué puedo ayudarte?
—No sé si usted trabaja a distancia o…, tal vez por teléfono, pero me gustaría hablar sobre… algunas cosas.
—¿Te gustaría que nos veamos? Estoy en Moscú mañana hasta el viernes.
—¡Sería perfecto! —le contesté, era mucho más de lo que esperaba. Me imaginé que al vivir tan lejos, tendríamos que encontrarnos en una video llamada o algo parecido.
Nos despedimos y aquí estoy, esperándola sentada en el café de la competencia. Era el lugar más cercano a su hotel, además que si mi tía llegaba a verme con Gayle, pondrá el grito en el cielo.
—Lena, me alegra muchísimo verte.
—Gracias, créame, el sentimiento es mutuo —Saludamos y ella tomó asiento a mi derecha.
—Tutéame por favor, no creemos barreras entre nosotras —me pide amablemente y pronto llega una mesera a tomarnos el pedido— No se preocupe, nos acercaremos en un momento a la caja a ordenar personalmente.
La chica guardó su libreta en el delantal y se marchó. No pude evitar suspirar con alivio, no tenía ganas de comer o tomar nada y tan solo pensar en que tendría que hacerlo.
—Tranquila, todo a su tiempo —mencionó al escuchar mi sonora exhalación— Te noto preocupada y me alegra que me hayas llamado. Dime, ¿qué sucedió?
—Pues, mis tías me están obligando a ir con un psicólogo.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
—Regular… vamos dos sesiones, pero dudo que esto vaya por buen camino.
—Lo importante es que sigas yendo, notarás un avance con un poco de tiempo.
—Lo dudo, no creo que ese hombre sepa lo que habla, lo que dice, lo que me pide que haga cuando estoy en casa…
—¿Dime por qué tienes tan poca confianza en él?
—Es su forma de preguntarme las cosas, como si fuese una acusación. “¿Tienes novio?” —recalqué con el tono fuerte que siempre usa ese hombre — Cómo si no tener uno me convirtiera en un ser incompleto, o cómo ni siquiera me pregunta qué siento o por qué no… estoy… por qué… — se me dificulta exteriorizar mi problema.
—Entiendo — Acepta mi inconformidad, librándome del peso — ¿Sabías que, una de las facilidades que las personas tienen en este tiempo, y también la desventaja más grande, es el internet? —Me observa con una interrogante en el rostro, porque no entiendo de donde viene el cambio de tema— Sí, tienen un cúmulo de información en la punta de los dedos y, lo malo, es que no saben cómo manejarla en la mayoría de los casos —me explica. Ahora si comprendo y atinó una vez más, he leído sobre esto bastante y tal vez por eso es que dudo tanto de ese sujeto.
—Dime qué es lo que más te preocupa de su tratamiento. ¿Qué te ha dicho exactamente?
—¿Decirme? Nada en realidad. Son las cosas que quiere que haga las que me tienen tan tensa. Creo que el tipo va a lograr que termine adentrándome más en… esto… y, sinceramente, estoy asustada.
—¿Qué te hizo hacer? —Se alarma y con razón. Es decir, si una persona que negaba tener problema alguno hasta hace pocas semanas y se rehusaba a hablar con un terapeuta, ahora la llamaba por ayuda y le hablaba de cómo le preocupaba caer más bajo… debía ser grave.
—Me envió a casa con unos cuadernos para apuntar qué cosas me estresan y la cantidad de comida que…
—¡¿Te mandó a hacer un diario alimenticio?! —respondió apurada y sorprendida, asiento débilmente y de inmediato me urge a que no lo haga, que ni siquiera lo piense — Debes dejar de verlo y tira esas libretas a la basura de la calle hoy mismo; no en tu habitación, ¡en la calle! No debes tener cerca algo que te incite a iniciar por ese camino.
Yo tenía razón, la idea de hacerlo era estúpida, ¿a qué persona con un evidente problema alimenticio le dices que lleve un conteo de calorías?
Y sí, no puedo negar que estoy metida en esto, por lo menos la punta de los dedos y me llena de temor seguir, apropiarme de un paso más, no poder regresar a ser… normal.
Ya bastante tengo con la necesidad innegable que siento de deshacerme de cada cosa que entra en mi boca.
Desesperarme en las mañanas por llegar a la escuela y volar al baño; lo peor, es que la vergüenza que siento al hacerlo me invade completamente y el arrepentimiento me mata. Minutos después, lo único en que puedo pensar es en que debería volver a comer y, cuando lo hago, empieza el ciclo otra vez.
—Gayle, estoy consciente de que tengo un… problema y que necesito una guía, pero este hombre… Nya cree que es el mejor.
—Hiciste lo correcto al llamarme. Estoy aquí para ayudarte, ya te lo había dicho antes.
—Usted… Tú vives lejos y yo, me preguntaba si tienes a algún psicólogo conocido que pueda frecuentar aquí.
—Me gustaría hacerlo yo misma y si tengo que viajar hasta Moscú todas las semanas. No tengo problema, Lena.
—Mi tía Nya va a protestar con la furia de mil soles cuando le cuente que su especialista es una basura.
—No te preocupes, sé que no le agrado, pero su comodidad me tiene sin cuidado, debemos velar por tu salud. Hablaré hoy mismo con ella.
Le doy a Gayle los números de contacto, tanto de la casa como del Café, solo espero que mi tía no me mate por hacer esto a sus espaldas.
—Tranquila Lena, lo importante aquí, es resolver lo que te está provocando ese vacío por dentro —me anima. La verdad es que siento tanto alivio de solo escucharla. Necesito volver a ser yo, necesito ayuda, eso lo sé muy bien — Vas a estar bien, ¿okey?
Su sonrisa trae una esperanza que no quiero perder. Necesito volver a encontrar mi centro, mi paz, salir de esto antes de permitirme pensar en algo más.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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—Puedes ignorarme un poco más, un poco apenas, una milésima —Inna decía al aire, tratando de llamar su atención—… ¿Yulia? —No tuvo respuesta, la mirada de su amiga se encontraba fija en una pecosa y su almuerzo — Hfff… —Exhaló.
"Comió una manzana, bien. Ahora debe permanecer sentada ahí hasta que termine la hora del almuerzo y si se levanta, yo voy tras ella…", pensaba Yulia, con una voz al fondo que seguía murmurando no sabía qué cosa.
—… Y entonces, entró Boris y me dijo, «Inna, me muero por besarte» y yo le dije, «estás guapo, algo, pero a mi me gustan tipos como Sash»… ya sabes, ¿a quién no le gusta el chico malo? En ese momento, entró Lena y decidí mejor acostarme con ella, y vaya que fue una buena idea porque Lena… es Lena…
—¿Qué? —preguntó Yulia, sacudiendo su cabeza, volviendo en sí al escuchar la mención de su ex.
—Que si este «teorema» está correcto, solo nos faltan dos para terminar el trabajo de la siguiente hora —dijo la otra chica al recibir la atención que buscaba, por dos segundos— ¿Yulia?
Fue inútil. Lena perecía alistarse para dejar su asiento, guardó sus cosas y… permaneció sentada revisando su celular.
—¡Yulia!
—¡¿Qué?!
—¡¿Dónde mierda estás?! —preguntó Inna, cansada de su distracción, tenían tan solo quince minutos más para que sonara el timbre.
—¡Aj, dame eso! —Arrancó las hojas de sus manos y se puso chequear las respuestas y completar los ejercicios — Pon tus ojos en Lena, si se mueve dos centímetros, avísame.
Inna exhaló con frustración y se concentró en su encargo mientras Yulia escribía.
—Tu ex es muy bonita —mencionó casualmente la chica, ganándose un gruñido.
—Inna, cállate si quieres que termine esto.
Volvió a exhalar y miró a su reloj. Dos minutos más tarde, ya se sentía como una asechadora, una demente que observaba a la pelirroja como si de ella dependiera la paz mundial.
¿Qué tanto vigilaba Yulia a la pobre chica? ¿Si quería regresar con ella, por qué diablos no lo hacía y punto?
—Listo, ¿feliz?
—¿Cuál es tu trauma con Lena? Pareces una psicópata vigilándola así.
—Solo quiero asegurarme de que… —se detuvo al ver que, finalmente, se ponía de pie. Estuvo a punto de imitar la acción y salir tras ella, más un jalón la hizo regresar bruscamente a su asiento.
—¡Espera! Solo va a hablar con un maestro, cálmate.
La nueva tenía razón, no había nada de qué alarmarse. La pecosa se quedó unos minutos conversando con él y se despidieron con el toque de la campana.
La siguiente clase era una de las pocas que todos compartían, Inna y Yulia llegaron y se sentaron juntas en uno de los pupitres dobles. El resto de alumnos ingresaron tomando sus lugares, Oksana, Boris, Aleksandr hasta Mihail.
—¿Dónde está Lena? —se preguntó Yulia entre dientes. El maestro cerró el aula y empezó con su lección.
El pizarrón comenzó a llenarse de letras y números, y el ambiente de palabras y explicaciones que ella no tenía ningún interés en aprender.
No demoró en impacientarse y asemejar el sonido de una cabalgata con las yemas de sus dedos sobre la mesa, mientras su vista hostigaba la puerta del aula.
La pelirroja llegaría en algún momento con una ridícula excusa, no podía hacer nada más que esperar.
—Yulia, ¿podrías darme la respuesta? —le pidió el hombre, ella ni siquiera le contestó — ¡Señorita Volkova! parece que el almuerzo le cayó pesado y está un poco dormida.
—¿Perdón? —Su nombre la hizo reaccionar y detener el movimiento de sus dedos.
—¡Hágame el favor de ir a lavarse la cara y regrese lista para exponer su trabajo!
"Perfecto", pensó sin percatarse del regaño. El matemático acababa de hacerle un favor.
No perdió ni un segundo en salir, iría a buscar a Lena al mismo lugar al que la habían enviado. Entró al cuarto de baño y revisó, uno por uno los cubículos, estaban todos vacíos; sin perder el tiempo, corrió al segundo piso y confirmó lo mismo en el otro baño, seguramente ya estaba en camino a la clase.
"Maldición, yo también debería regresar", pensó, si no lo hacía, Inna y ella tendrían una mala calificación.
Caminó por el pasillo hasta las escaleras, no esperaba encontrarse con nadie, pero algo le llamó la atención. Era la silueta de una chica a través la rendija de la puerta, al fondo de la sala de mantenimiento.
Ladeó su cabeza y se adentró cada vez más, nunca había estado en esa sala, mucho menos salido a la terraza. Se acercó unos cuantos pasos y la encontró. Era ella, estaba sentada en el piso, junto con un vaso de yogurt vacío y una bolsa de sándwich a medio terminar.
—¿Lena? —no dudó en preguntar, aunque, al ver cómo se alteró su ex novia, se maldijo por no pensarlo mejor.
—¡Yulia, casi me das un paro cardíaco! —gritó a boca llena y con una mano en el pecho, tratando de tranquilizar su respiración.
—¿Estás…? —Iba a preguntar si estaba bien, hasta que su vista divagó a la caja de cigarrillos y la fosforera que sobresalían de su bolsa— ¿… fumando?
—No todavía.
—¡Ajá… ¿pero lo vas a hacer?! —reclamó y la pelirroja comenzó a reír sin control.
La sincera carcajada había sido en un volumen tan alto, que Yulia se apresuró a cerrar la puerta para que nadie las escuchara desde el corredor.
—No te preocupes, los viernes no hay clases en las aulas aledañas, estamos a salvo —dijo todavía entre risas.
—¿Se puede saber de qué tanto te ríes?
—De los pequeños favores de la vida —respondió alegre, invitándola a sentarse— Es tan atroz para ti que yo fume, que ni te diste cuenta de que estoy comiendo.
—Lo hice solo que…
—No lo arruines —la interrumpió—, es lo mejor que me ha pasado en días. Además, ¿con qué calidad moral me críticas? Tú también fumas y yo… ya no estoy embarazada —susurró lo último, riendo un poco más.
—Pensé que lo habías dejado.
—No, lo siento, solo mientras el Condón Roto existió.
—Buenos tiempos aquellos… —dijo Yulia, también bufando una risita y se silenció inmediatamente.
No le gustaba pensar mucho en esos días. Cuando se permitía hacerlo, solía culparse por lo que ahora atravesaba Lena. Se preguntaba si quizá ella, con su exigencia de salir a trotar y a comer más sano, no había detonado una bomba, si tal vez todo se hubiese podido evitar a tiempo.
—Tienes razón, fueron buenos tiempos —Lena prácticamente devoró el último pedazo de su sandwich y colocó la bolsa dentro del vaso de yogurt, lo tiraría en su camino a la última hora del día.
Acto seguido, abrió la caja de cigarrillos y sacó uno de los tubitos de nicotina.
—¿Quieres uno? —le ofreció a su amiga.
—Pfff, ya qué —Yulia lo tomó y dejó que Lena le ayudara a encenderlo, haciendo una cueva con su mano para que el viento no apagara la flama, mientras ella inhalaba el humo inicial. Hace ya varias semanas que no fumaba, no desde esa noche que fueron al club con los chicos del Café.
—Es muy tranquilo aquí —Notó mirando el cielo completamente despejado— me gusta, debe ser increíble en la noche.
—No lo dudo, la vista es de 360 grados.
El silencio era tal, que casi podía escucharse el filtro al absorber el humo y las hojas de tabaco quemarse con cada inhalación.
—Yulia, debo… emm, decirte algo… —Dio una pitada más antes de seguir— No voy a poder encontrarme contigo los domingos en el lago, al menos por un tiempo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Mi nueva psicóloga me lo prohibió, nada de esfuerzo físico hasta que ella lo autorice.
—¿Cambiaste de terapeuta?
—Sí, ahora me veo con Gayle, la doctora del Centro, ¿la recuerdas?
—Sí, algo.
Su nombre había salido a la luz en algunas ocasiones y la noche que fueron a verla, la conoció, la había saludado con gusto. Se imaginó que Lena le había contado sobre su relación.
—¿Pasó algo con el viejito?
—Sí, pasaron algunas cosas con él, pero no quiero hablar de eso.
—Okey —acordó—, así que… ¿no nos veremos los domingos?
—No —contestó Lena con pena—, no por el momento.
La noticia no era la mejor, a decir verdad, esperaba con desesperación ese día, hacer algo con ella, salir… Aunque ya no estuvieran juntas, era su forma de compartir algo en común con Lena. Se había alejado tanto de sus amigos que rara vez conversaban en la escuela, pocas veces se llamaban en las tardes, la distancia se hacía presente y, tener un día a la semana para verse, era prácticamente lo único que las unía.
—¿Qué otras cosas te prohibió?
—El ejercicio, acostarme muy tarde, escuchar reggaetón, ver programas de televisión real, ver películas de terror…
—¿Me estás cargando? —rió Yulia, cuando la pecosa le dio un guiño.
—Sí un poco —volvió a sonreír la pecosa bastante divertida— Solo el ejercicio y acostarme muy tarde, necesito normalizar mi metabolismo, ahora sigo un plan alimenticio, como podrás ver —recalcó levantando los desperdicios de su comida— ¡Oh!, y tengo prohibido el café.
—¡¿El café?!
—¿Normalizar mi metabolismo no te dice nada? Debo dormir con frecuencia y hacerlo por no menos de seis horas seguidas, así que cero café o té…, o cosas que me provoquen insomnio.
—Dios, eso si que debe ser una tortura. ¿Por lo menos está funcionando?
—Llevo dos días en tratamiento, aún no lo sé. No me molesta seguir un cronograma y el estrés está bajando un poco. Mi tía ya no me obliga a desayunar, lo cual es bueno, aunque debo seguir el plan que me dejó Gayle y tomar un jugo de naranja con zanahoria y espinaca, y unas tostadas todas las mañanas —comentó recibiendo una cara de asco infinito— Pensé lo mismo, pero tiene buen sabor, algún día deberías probarlo.
—Ni loca, pero me alegra saber que estás mejor.
—Gracias, eso espero. Es poco tiempo llevo dos días, no quiero ilusionarme tan solo quiero seguir, día tras día, comida por comida. No quiero preocuparme de nada más.
Ambas habían terminado el cigarrillo y apreciaban el ruido del ambiente, el tráfico no tan lejos, algunos pájaros, chicos en la cancha de basquet, el sonido del timbre.
—¡Oh, por Dios! —exclamó Yulia en un tono alarmado y se puso de pie— ¡No regresé nunca a clases!
—¿Qué?
—Vine a buscarte para ir a clase de matemática y… en realidad fui a lavarme la cara a pedido del maestro, pero tú… ¡Salí a buscarte a ti!
—Yulia, abandoné esa clase el miércoles. Ya tengo los créditos completos y no quiero tener carga extra. Dejé en total tres clases este semestre —le contó, levantándose apurada y recogiendo todo— Tenía el período libre.
—¡Voy a morir! —ambas entraron al pasillo y se apresuraron al aula que tenía nada más una estudiante rogándole una oportunidad más al enojado profesor. Era Inna — Tengo que ir a arreglar esto —dijo Yulia dando dos pasos hacia el frente y se detuvo girando a último momento— ¿Hablamos en la tarde?
Lena le sonrió y asintió. No más de un segundo después, sintió el golpe de una mirada y vio al antiguo maestro con la expresión más exasperada que había visto.
—Suerte.
—¡Señorita Volkova, hágame el favor de cerrar la puerta y explicarme qué le pasó!
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Saludos!!
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Besos
Capítulo 25: Voces
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—Cuéntame un recuerdo de tu niñez con tu padre.
Me preguntó Gayle, esta es mi doceava sesión, tengo tres cada semana.
No sé si las cosas han mejorado, no me siento más «aliviada» con mi problema, tampoco creo que esté saliendo de él. Hay días que estoy segura que empeoro, otros que me es más fácil seguir sus recomendaciones; de cualquier forma, veo a mi alrededor y… todo se mueve, todo menos yo.
Los días que decaigo son extremadamente difíciles. Empiezan muy temprano, llegan con el insomnio, con una voz que pasivamente ingresa en mis pensamientos y una vez que se acomoda se torna violenta, agresiva, acusadora.
«Jamás serás feliz».
«Tus papás te odian, te detestan».
«Siempre fuiste un asco de hija, lesbiana repugnante».
«Tu hermana perdió a su familia por tú culpa».
«Tus tías no pueden formar la suya porque les estorbas».
«Estorbas aquí… Estorbas allá… ¡Estorbas!»
«Das tanta pena, lástima, eres deplorable».
«Yulia nunca te quiso y se buscó a otra, porque por lo menos ella no le da asco, como tú; por lo menos ella es bonita; por lo menos ella es interesante; ¿qué tienes tú?…nada además de tus problemas».
«¡Tú eres un problema! ¡Eres el problema!»
«Eres tan inútil, tan débil de carácter, tan estúpida, ¿por qué se quedaría contigo?»
«Das asco, eres despreciable, una basura, una inmundicia, eres una porquería».
«¿Quién te querría a su lado?»
«Jamás Yulia, ilusa. Nunca tus padres, ¡ja, ja, ja!»
"¡BASTA!"
A veces gritar en mi mente es suficiente para acallar esa maldita risa, esa burla, a veces no.
Las preguntas se repiten una y otra vez, las acusaciones, los insultos, una y otra vez, minuto tras minuto, una y otra vez, por horas, una y otra vez, ¡hasta que no aguanto más!
Llego a sentir tanta repulsión y desilusión de mi misma que, me siento tan llena, tan hastiada, tan impaciente, mi cabeza empieza a aprisionar mi cerebro y, en un segundo, un mareo me envuelve y me doy cuenta que estoy arrodillada frente al inodoro, vomitando aire… porque, sencillamente, no hay nada en mi estómago.
Me recuesto contra la pared y sigo escuchando esa voz, perdiendo la pelea, dejando al llanto salir; lloro hasta sentir que no tengo nada adentro.
Es tan agotador.
Escucho a la alarma sonar desde el velador y suspiro mi último llanto, es hora de entrar en esa ducha, arreglarme para salir y pretender que tengo una vida.
Tomo una toalla del mueble y cubro el espejo antes de desvestirme. Odio verme, odio quitarme la ropa, porque cada vez, estoy más irreconocible y es lo que menos entiendo de esta enfermedad.
Gayle me explicó que no todos los trastornos alimenticios empiezan igual. Más del ochenta por ciento son casos de inseguridad, depresión, falta de control; más, las personas afectadas, en lugar de tratar estos problemas con un especialista, deciden enfocarlos en algo físico y personal, creyendo que algo tan superficial como su peso, será suficiente para resolverlos.
La sociedad dice que ser delgado, apuesto, estar en buena condición física es lo «correcto», es codiciable. ¿Qué mejor para la autoestima que perder un par de libras?, ¿qué tal un par más?, ¿diez? ¿veinte?
Muy pronto, el control que sentían que no tenían, lo encuentran en realizar actividades como: evitar las comidas, auto purgarse, sobre ejercitarse. Así es como muchos caen en esto.
Hay pocos casos como el mío, en que, la persona afectada —en este caso yo—, se detiene al principio y busca ayuda, o mejor dicho, le buscan una pésima ayuda y ella reacciona antes de que ésta la arruine.
No todas las personas anoréxicas o bulímicas ven una figura gorda en su reflejo, ese es mayormente un mito. No se miran en el espejo y automáticamente se ven con doscientas libras encima. Lo que tienen es una idea distorsionada de su propia figura, una que aun no llega a la meta que se han fijado. Podrían adelgazar aun más, sentirse «mejor».
Ninguno de estos es mi caso, yo no concentro mis esfuerzos en adelgazar, no empecé esto como una dieta para bajar para unas libras. Comenzó con una voz repitiendo lo desagradable que era, hasta que estaba tan asqueada de mí misma, que necesitaba expulsarlo. Era la única forma de silenciarla, de sentirme «mejor».
Vomitar es asqueroso, duele, arde, es molesto y visualmente la cosa más desagradable del mundo. Forzarte a hacerlo es aún peor; hay veces que lo único que sientes es como los ácidos de tu estómago te queman la garganta, además que te hace mierda los dedos y no hablemos del dolor de rodillas. Odio vomitar, por eso es que prefiero no comer.
He bajado 10 libras desde que fui al Centro hace dos meses, lo que para una chica que ya pesaba 15 libras menos de las que debería… es demasiado. Actualmente, mi peso está en 95 libras, cuando en realidad debería pesar, por lo menos, 120 por mi estatura.
Gayle me pesa cada semana para ver mi progreso —que básicamente no existe— subo un par de libras y las vuelvo a perder, a veces sin sentido, a veces porque tengo semanas con muchos días malos, como esta, como la anterior y la anterior a esa.
Es por eso que no me gusta desvestirme, ni siquiera frente a mi misma. Odio ducharme y sentir como mi cuerpo va desapareciendo, lo odio. Detesto ver hacia abajo y darme cuenta que la apertura de mi entrepierna es más pronunciada, que los huesos de mi cadera son más prominentes, que mis brazos son demasiado delgados. No me gusta verme así, no soy yo.
Tengo la suerte de que mi rostro siempre fue delgado y tuve pómulos muy pronunciados, eso no ha cambiado… mucho, y puedo ocultarlo con algo de maquillaje, sobretodo mis ojeras.
En días malos, tiendo a ocultarme, ahogarme en ropa. No importa cuanto calor haga, siempre termino usando un sostén deportivo —porque mis corpiños me quedan nadando, no puedo usarlos—, sobre este una camiseta sin mangas, sobre esa una con mangas y usualmente un saco suelto encima, que le robe atención a lo flojo que me queda todo. A veces uso un short de licra bajo mis jeans para que no se vean tan arrugados y prefiero usar zapatos de lona para no verme aún más alta y delgada.
Sí, a veces el clima es insoportable, pero prefiero vestirme así, a tener decenas de miradas sobre mí, preguntándose por qué simplemente no como y ya.
Si tan solo las cosas fueran tan fáciles como antes.
—Cuando era chica, mi papá me contó que él siempre quiso un hijo varón —comienzo a contarle mi recuerdo feliz con papá —… y tuvo a Katya. Al siguiente año, cuando mamá se embarazó nuevamente, estaba seguro de que sería un varón… y me tuvieron a mí —río un poco y Gayle sonríe conmigo — Me confesó que al verme en esa cuna de recién nacidos, se enamoró. Yo era su princesa y no importaba si un día él llegaba a tener un hijo. Me tenía a mí… y también a Katya —Mi boca se siente tan seca al hablar, tan adolorida, hoy no ha sido un buen día — Papá solía decirme que no había nada que su princesa no podía hacer. A diferencia de mi hermana yo si era «todo terreno», yo si jugaba a la pelota, lo acompañaba al estadio, jugábamos con carros a control remoto, escalábamos.
—Debe estar muy orgulloso de ti.
—Hmm —suspiro sin responderle—… Solía decir que sin importar que objetivo me trazara, lo lograría sin excepciones; su bebé…, su princesa podía hacerlo todo y yo le creí.
—Escucho un toque de amargura en tu relato, ¿ya no piensas que es así?
—Tal vez nunca fue así.
—¿Crees que no eres capaz de lograr lo que te propongas? —me pregunta y yo me alzo de hombros— No, o mis papás estarían conmigo y ellos me odian. Yo jamás seré feliz.
—Lena, tal vez no te des cuenta ahora, pero un día lo harás —me dice inclinándose hacia el frente, para que la escuche claramente— Tus papás no te odian, no te entienden, es diferente. Tú eres la chica más fuerte que conozco. Peleas contra lo que no quieres y sabes que, por más difícil que esto sea, puedes vencerlo. Eres luchadora, eres obstinada y no tienes miedo de enfrentarte a ti misma. Es lo único que necesitas para salir adelante, tu fuerza de voluntad.
En algo debe tener razón.
Esto es… extremadamente difícil. Días como hoy son una pesadilla hecha realidad, pero sigo aquí.
Quizá no es mi fuerza lo que me permite luchar, es mi miedo.
Temo tanto caer más y seguir adentrándome en esto, siento que si me permito cruzar el límite, seré devorada por la arena movediza y no quiero hacerlo.
No quiero que la voz que me hace tanto daño se entere de que puede pedirme que me enfoque en mi peso, que logre que odie quien fui, como soy ahora, como quiero verme. Que se quede hasta que lo único que yo quiera sea ver mis huesos, que desee admirarlos en el espejo, que necesite que sobresalgan de mi piel.
No quiero llegar a ver la comida como mi enemiga, como aquello que me hace daño, yo nunca fui así, nunca me importó cuánto pesaba y no quiero hacerlo ahora.
Muy temprano en mi tratamiento, Gayle se dio cuenta de que hablar de mi problema, específicamente, me afectaba demasiado, empeoraba la situación en un doscientos por ciento, despertaba a esa voz.
Desde entonces, mayormente hablamos de mi vida, de mi pasado, tratando de encontrar los detonantes que iniciaron esta travesía, para resolverlos, para que yo pueda perder el miedo a comer, a empacharme de sentimientos.
Porque eso es exactamente lo que me pasa. Pruebo bocado y no es mi estómago el que se llena, es mi mente y, hasta no vaciarlo, no puedo descansar.
—Lena, creo que es hora de hacer una sesión con tus padres.
Lo esperaba, es un mes, lo hablamos cuando iniciamos este camino. Solo espero que esto ayude. Si no es a la situación en general, por lo menos… a mí.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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—Estás deprimida y obsesionada con esa canción — dijo Inna al entrar a la habitación, destacando lo evidente. Por los últimos diez días había estado escuchando esa tonada en particular, sin parar.
—¿Quieres dejarme en paz?
—¿Quieres salir de esta ridícula monotonía?
La dueña de casa ignoró el comentario repitiendo la canción, dejándola en un ciclo infinito, y acomodó el control del equipo de sonido sobre el velador. Suspiró viendo al techo por unos segundos y dio media vuelta para recostarse sobre su lado derecho.
—Si quieres volver con ella, solo díselo.
—No es tan fácil, Inna.
—No, no lo es. Tendrás que ir a comprarle una caja de choc… —Frenó sus palabras al darse cuenta de lo absurdo de su sugerencia.
—¿Ves que no es tan fácil? —recalcó Yulia, con otro suspiro.
—Puedes darle unas flores, esas no las tiene que comer… o comprarle un disco que le guste. La música siempre es el mejor regalo.
—No sé… no debería.
La castaña rodó los ojos, no era la primera vez que le recomendaba que hiciera algo si la quería de vuelta. El verdadero problema era aquello que su ex novio le había dicho:
«Deja a Lena arreglar sus problemas antes de pedirle que sea tu novia”, le aconsejó Boris. «Necesita ayudarse a ella misma. Necesita concentrarse en mejorar y tú serás nada más una excusa para hacerlo”.
Inna por el contrario pensaba que tenerla a su lado, ayudaría a Lena a permanecer fuerte, a tener confianza. Pero Yulia estaba de acuerdo con él. Si Lena mejoraba tan solo por estar con ella, ¿qué pasaría el día que tuvieran una discusión?, ¿qué sucedería si volvían a terminar? Recaería, tal vez profundizando su trastorno.
No, no lo haría. No por el momento, no hasta que vea alguna mejoría. Sin embargo, las semanas pasaban y la terapia no parecía tener efectos muy prometedores. Lena lucía más débil con el pasar de los días, su ánimo más decaído, más delgada, más ausente.
—Solo te voy a decir una cosa que debes tener en cuenta, Yulia.
—¿Ahora qué, Dora?
—¿Todavía con el apodo de la exploradora? ¡Solo usé esa camiseta rosada un día en mi vida! —reclamó, sacando una mediana sonrisa de su decaída amiga.
—Y pantaloncillos color naranja.
—¡Estaba experimentando con un cosplay, okey! —aclaró Inna avergonzada. Usar ese traje, la primera vez que entró a la cafetería y conoció a Yulia, había sido el peor error que pudo haber cometido en su vida, o al menos eso creía — Como sea, el punto es que, cuando Lena se acerque a ti, no importa qué creas, o qué crea Boris, o la psicóloga, o quién mierda diga que debes permanecer al margen…, no lo hagas. Apóyala, ¿me entiendes?
—¿Cómo puedes estar tan segura de que vendrá a mí?
—Porque así como tu suspiras por ella, Lena de seguro está viendo al techo de su alcoba en este mismo momento, escuchando ¡la-misma-estúpida-canción! Ustedes dos son la una para la otra. No se dan ni cuenta de como se miran en la escuela.
—Eres muy romántica, ¿sabes? Debería gustarte Boris, no Sash.
—Te odio —le respondió, golpeándola con una almohada— no me gustan las pasivas…
—¡Heeey, esa pasiva era «mi novio”!
—¡¿Por qué crees que lo digo?!
Ambas se echaron a reír unos minutos, por lo menos en eso era bueno tenerla como su nueva amiga. Inna no tenía consideraciones con nadie más que con Yulia.
En esos días, era casi imposible hablar con Oksana sobre Lena. Ella también tenía sus preocupaciones, además de sus «alianzas”, por así decirlo. Se limitaba a mencionar lo necesario y a tratar de no revelar nada que involucrara directamente a Yulia. Lo mismo sucedía con Mihail y Aleksandr, siendo el eterno pretendiente de la pequeña castaña, no tenía un punto de vista objetivo. Con el que más se acercaba a tener una charla honesta era con Boris y aún así, él veía las cosas más del lado de sus amigos que de su ex-novia.
Tal vez esa era la razón más fuerte por la que ambas se habían hecho tan buenas amigas, en tan corto tiempo. Inna era sincera y no tenía otros intereses en el meollo.
—Mañana es la primera «prueba de fuego” y si no logramos convencer a Shapovalov, nos pondrá una nota que me hará arrepentirme de haber tomado su clase —le recordó Inna dándole un último golpe con la almohada— ¿Empezamos?
—No puedo creer que esta sea la tarea que tenemos que hacer juntas.
—No quiero enamorarte pero quiero que sepas que… —Limpió su garganta con un carraspeo e hizo el intento de sonar lo más sexy que pudo—… Esta, es mi primera vez.
—¡Pfff! —bufó Yulia, seguida de una carcajada. Para la que solo obtuvo una boca abierta con sorpresa, como respuesta y, por supuesto, otro almohadazo— Más vírgenes son mis boobies y no son taaan vírgenes.
—Demasiada información, Yulka —La detuvo sacudiendo sus manos y dejó la almohada de lado — Hagamos esto de una vez. Debo estar en casa en una hora.
—Okey —respondió Yulia, nuevamente colocándose sobre su espalda, acomodando su cabello a un lado, sobre el colchón —, ahora ven.
Inna inhaló y exhaló rápidamente, algo incómoda. En realidad era su primera vez besando a una chica y aunque estaban solas, no se sentía muy confortable con la situación. Esto de la actuación de escenas tan íntimas y personales, no era lo suyo.
—Vamos que no tenemos mucho tiempo y, tú misma lo dijiste, si no convencemos a la clase mañana…
La castaña asintió y se colocó a horcajadas sobre las piernas de su amiga. Acto seguido, bajó con cuidado, apoyándose con sus manos sobre el colchón, quedando a unos treinta centímetros de distancia.
—Así no vamos a convencer ni al papa, ¡acércate! —Incitó, usando sus manos para atraerla.
Inna apoyó sus codos sobre el colchón esta vez, y se empujó sobre Yulia, un poco hacia adelante, para poder tenerla en la posición precisa.
La chica de los ojos azules nubló su mirada al tenerla tan cerca, entristecida por un segundo. No había sido una acción que pudiera ocultarse, fue notable de inmediato y la castaña permaneció inmóvil hasta que Yulia le diera la indicación de continuar, lo que no sucedió.
La canción sonaba de fondo, «All I could think of was you…”, y Yulia no pudo contener más los recuerdos que tenía de Lena al ver los mismos ojos color grisáceos con verde en su amiga; lo mucho que la extrañaba, lo mucho que quisiera estar haciendo esto con ella, como desearía correr para pedirle que vuelva a ser su novia.
—Shhh —La tranquilizó Inna, recogiendo una lágrima que había rodado por un lado de su mejilla. Recorrió su blanco y afligido rostro con la mirada, acariciando con sus pulgares los bordes de su quijada, subiendo por sus pómulos para bajar nuevamente a su boca por las mejillas.
Yulia cerró sus ojos instintivamente al sentirla delinear sus labios rojos, imaginando a Lena y sus tersas manos. Otras lágrimas cayeron involuntariamente.
—Podemos sacar un cero, no importa —sugirió la castaña, al verla tan encontrada con sus sentimientos. Yulia negó con un débil movimiento de su cabeza— Okey —susurró, y lentamente acercó sus labios hasta presionarlos con los temblorosos de su amiga.
Con un sollozo, recibió Yulia el beso, todavía demasiado triste como para fingir el acto como necesitaba.
Inna permaneció allí por un momento, separándose apenas para regresar a besarla con más intención, atrapando uno de sus labios con los suyos y esperó a su contraparte para continuar.
Esta vez, Yulia no tardó en seguir, tratando de imaginar que estaba con su pelirroja, correspondiendo al acto sin permitirse analizar la situación demasiado. Ya habría tiempo para eso luego, ya tendrían oportunidad de practicar mejor la escena que debían representar en clase.
Inna sabía lo que su amiga hacía y no le molestaba ser la suplente. Notaba que lo necesitaba y estaba bien. A veces, para eso son los amigos, ¿no?
El beso continuó, tierno, dulce, trágicamente falso, hasta que Yulia no pudo evitar reír en los labios de su amiga.
—Besas del asco Inna… —continuó con la risa, logrando que la castaña la acompañara en el gesto.
—Perdón, pero no todas tenemos el toque mágico de Lena Katina —explicó, limpiando el último rastro de agua salada — ¿Estás bien?
—Eso creo —suspiró ya más tranquila.
—Yulia… no te quiero enamorar, pero… mis segundas veces… —le advirtió Inna, conservando el buen humor.
—Ya cállate y esta vez mueve más tus labios.
—Lo siento, es que es como si estuviera practicando besos con mi prima o algo así. Es raro.
—Gracias incestuosa, ahora que mencionaste «prima” solo tendré eso en mente.
—Pfff, como si nunca te hubieras besado con un primo…
—¿Qué? ¡Qué asco, no!
—¿Acaso nunca has escuchado la frase «a la prima con la pierna encima”?
—¡Aj!, creo que deberías lavarte la boca antes de volver a besarme.
Inna, se sentó sobre sus piernas, le arrebató la almohada que tenía bajo la cabeza y empezaron nuevamente una lucha hasta que su hermano menor abrió la puerta de la habitación y, extrañado, las invitó a comer una pizza que su mamá había ordenado.
Inna se apresuró a ponerse de pie y salió primera.
—Yulia… —preguntó el pequeño deteniéndose en el marco de la puerta— ¿Ustedes… son novias?
—¡No, enano! ¿Estás loco? Solo practicábamos una escena.
—Okey –exhaló Viktor, poniéndose en marcha para bajar a la cocina — Todavía creo que puedes arreglar las cosas con Lena…
Yulia marcó una media sonrisa en sus labios y cerrando la puerta de su habitación, le dijo:
—Eso espero, Viktor… eso espero.
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RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
A leer!
Capítulo 27: El plan
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La fecha siempre había sido muy especial en el Café. Además de cumplir un año más de funcionamiento, Halloween era la celebración que Nya más disfrutaba en el año.
El Magic Box Café se vestía de naranja y negro durante la semana previa. Se preparaban eventos especiales y un concurso al mejor disfraz el 31 de octubre. Las populares galletas y bocaditos que se vendían en el lugar, tomaban formas de brujas, murciélagos, calaveras y hombres lobo; las tazas de café cambiaban con un diseño especial, al igual que las servilletas; y un exquisito pastel de calabaza era el postre más popular.
Por las tardes se dictaban talleres de cuentos de terror, lideradas por un afamado escritor de libros infantiles y buen amigo de Nya, mientras por la noche, se pasaban películas de suspenso y horror para un público más adulto.
El concierto del viernes se transformaba en una noche de lectura de leyendas aterradoras, bajo la luz de las velas y el aroma de un café especial que solo se vendía en esas fechas.
Como era costumbre, los delantales del uniforme de los chicos se transformaban en parte de sus disfraces, Andrei amaba vestirse de científico loco, Daryna de muñeca poseída, Nat de la bruja malvada de Hansel y Gretel, Iván de bandalista del futuro y Nadya de Alicia en el país de las maravillas, todos con una personalidad que debían interpretar cuando atendían a los clientes.
Lena por el contrario no había elegido disfraz para este año. No porque no quisiera participar, era solo que su típico maquillaje de esqueleto, no era lo más adecuado. No quería incomodar a sus amigos. Tampoco servía el disfraz de fantasma o muerto viviente. No quería vestirse de princesa y usar un vestido que llamase demasiado la atención a sus piernas o sus brazos. En fin, todo parecía inapropiado y prefirió usar unos jeans y un suéter flojo, como todos los días.
Hace un par de semanas que había regresado a trabajar en el Café. Gayle le había sugerido retomar una rutina que le impida tener tiempo de más para pensar en cosas infructíferas. Únicamente se dedicaba a labores administrativas y tan solo por unas horas en la tarde. El objetivo principal era volver a la normalidad y, la actividad extra, la ayudaría a conciliar mejor el sueño por las noches, que era su mayor problema por el momento.
Ese viernes, previo a la noche de Halloween, entró apresurada por la puerta trasera del Café y saludó de lejos a Daryna, quien se encontraba en ese instante hablando con un proveedor.
—Claro, no hay problema… Gracias señor Plushenko —Colgó la llamada y se acercó a la pecosa.
—Perdón por la demora, no nos dimos cuenta de que nos habíamos pasado de la hora de terapia.
—Tranquila, ¿cómo te fue?
—Bien, tuvimos una buena charla y he aumentado tres libras, así que… ha sido una buena semana —sonrió sentándose en el computador para iniciar sus labores.
—Emm…, eso es estupendo… —dijo su amiga sin saber qué más acotar. Ella y el resto de chicos habían acordado no hablar de los temas delicados de Lena para no hacerla sentir extraña. Lo que no sabían es que lo que más la incomodaba era no poder hablar al respecto.
Por el momento, cada una se dedicó a sus labores. La tarde transcurrió agitada, lo que era muy normal para la fecha y la tertulia de leyendas de terror, trajo una gran cantidad de clientes que elogiaron el famoso café de la época, la especialidad de la casa.
A las once de la noche cerraron el local completamente agotados, pero no podían irse a casa aún, debían limpiar el lugar para la apertura el día siguiente.
Mientras pasaban los trapos de limpieza sobre las mesas y acomodaban las sillas, los chicos comenzaron a murmurar. Lena se dio cuenta enseguida de que algo tramaban, más ninguno se atrevía a hablar. Después de un par de golpes en los hombros y mirarlo, haciéndole señas, Andrei se limpió la garganta y, finalmente, se decidió a hablar.
—Lena…, emm… estábamos pensando que, como mañana salimos todos temprano y quedan los chicos del segundo turno, podríamos salir a pasear o algo. Ir al cine o, no sé, los bolos… —El chico hizo una mueca dándose cuenta de que tal vez los bolos no era la mejor idea. ¿Podría cargar una bola de 16 libras? Regresó a ver a sus amigos que le ponían cara de: «eres un idiota” y él no tuvo más respuesta que alzarse de hombros.
—Suena divertido —respondió la pelirroja con ganas. Una de las pocas veces, en todo ese tiempo, que sonreía con sinceridad y aceptaba una invitación— ¿Por qué no vamos a ese nuevo lugar de comida italiana? Fui ahí con Nya y Charlotte el lunes en la noche, ¡es delicioso!
Ninguno supo que responder.
¿Lena estaba sugiriendo salir a comer algo? ¿Era eso una buena idea?
—Pues, si tú quieres. A mí me parece perfecto —dijo Nat, rompiendo el silencio.
—Sí, claro…, sí…, supongo —respondieron lo demás chicos, uno por uno, acordando con su amiga. La sugerencia les parecía un poco extraña viniendo de ella pero… a todos les gustaba comer y ya habían escuchado que el lugar era bueno.
—¡Bien! —Yo no vengo mañana a trabajar. Así que, ¿a qué hora nos encontramos?, ¿a qué hora salen de aquí?, ¿a las cinco?
—Cinco y media, ¿qué tal si nos vemos a las seis de la tarde allá? —sugirió Iván, dando una última pasada al limpión sobre el mesón.
—Hecho —acordó la pelirroja y cuando entró a la sala de empleados para retirarse el delantal, todos se miraron con complicidad, dándose pulgares arriba y sonrieron, tratando de no hacer mucho alarde. Lena no tenía idea de la segunda parte del plan.
Esa noche, ya en casa, Daryna y Nat decidieron llamar a otra amiga para hacerle la misma propuesta.
—Están con suerte de que todavía estoy despierta o en este instante estarían corriendo por sus vidas —dijo sin ganas la semi dormida chica al contestar la llamada.
—Yulia, ¿qué tienes que hacer mañana a eso de las seis de la tarde?
—Amm, nada especial, tal vez salir al centro comercial con Inna…
—¡Detente, Gasparín! Cancela esa salida, vendrás con nosotros a comer —demandó Nat de inmediato.
—Oookeeey… —respondió ella con dudas—, ¿a comer qué, a dónde y por qué? ¿Está alguno de cumpleaños o algo así? Porque yo odio los cumpleaños.
—Nooo… — dijo Dary.
—Saldremos con Lena a una tarde de amigos y tú «debes” estar ahí —concluyó Nat, saltando directo al punto.
Escuchar ese nombre despertó a Yulia por completo. No podía resistirse a poner más atención a lo que le decían.
"Una salida, Lena, Lena, Lena", está bien, las escuchaba.
Sentía que habían pasado siglos desde la última vez que habían cruzado palabra, aparte de los típicos saludos al entrar a clases.
Sin embargo cada segundo que pasaba esto sonaba más a…
—No me digan que están planeando otra cita «a ciegas” entre nosotras —puntualizó.
—¡Nooo! —negaron ambas al unísono—, no es una cita, «cita”. Es… «un encuentro” —aclaró Nat.
—Un encuentro entre «amigos”… ajam —Definitivamente había gato encerrado en esta invitación, y sintiendo algo de intriga por la sugerencia preguntó—: ¿Y la llevarán a comer? ¿Están seguras de que es un buen plan?
—La idea fue suya. Ha estado de un excelente ánimo esta semana.
—Sí, además luego podrían hacer un plan propio, ir al cine o no sé a tu casa… —propuso Dary.
—¡Dejen de tratar de emparejarnos! ¿Qué apostaron?
Para ese entonces, Yulia ya conocía muy bien a sus amigos y si insistían tanto con algo, era porque tenían un acuerdo interno entre ellos. Siempre era así.
Las chicas rieron nerviosamente por la ocurrencia, jamás admitirían lo que en realidad pretendían con el plan, pero sí, Yulia estaba en lo correcto.
Le aseguraron que no existía una intención oculta, que lo único que querían era volver a salir como en los «viejos tiempos”, que si ella decidía hacer algo con Lena después, dependía completamente de ambas. Sin mucho reparo, Yulia accedió.
—Seis de la tarde en el Italian Grill.
No se perdería de la oportunidad de pasar una tarde con la pelirroja que extrañaba tanto. Antes de ponerse a pensar en todas las posibilidades del día siguiente se cubrió hasta los ojos con las cobijas y se rindió ante el sueño.
Despertó a eso de las siete de la mañana sin poder volver a pegar un ojo. Se levantó y tomó una corta ducha, se vistió y se recostó nuevamente a escuchar música para pasar unas horas.
A eso de las diez de la mañana empezó a sentir un olor muy particular y su necesidad de café se hizo presente. Dio un corto brinco se puso en pie para bajar a la cocina, persiguiendo el aroma.
Una jarra de café recién preparado la esperaba sobre la mesa, junto con fruta cortada y pan tostado.
—No esperaba verte de pie hasta medio día, pero al escuchar la música, al pasar por tu cuarto, decidí prepararte el desayuno —dijo su madre, separando la silla contigua para que se uniera a ella— ¿Vas a salir?
—No en este momento —respondió tomado asiento— pero los chicos del Café me invitaron a comer algo en la tarde.
—Me parece excelente, hace tiempo que no los ves —mencionó Larissa. Su hija asintió llevándose un trozo de papaya a la boca — ¿Irá Lena? —cuestionó, lo que provocó un ligero atoramiento, no esperaba la pregunta.
—Sí, iremos todos… —respondió después de toser y beber un poco de café para pasar el mal rato.
La madre enarcó una ceja pensando lo mismo que todos cuando escuchaban las palabras «Lena” y «comida” en la misma oración —¿Es eso una buena idea?
—¡Mamá! —exclamó fastidiada. No sabía si lo era o no, ese no era el punto de la salida.
—Está bien, no digo nada. Yo llevaré a tu hermano a pasear y pedir caramelos, y luego cenaremos con tu padre y Camila.
—¡Qué suerte tienen! —dijo despectivamente.
—Hija, un día de estos…
—Mamá, no arruines mi día, ¿quieres?
El resoplido que dio la mujer denotaba su cansancio con esa actitud, pero una vez más, decidió guardar silencio en vista de que una reprimenda no ayudaría con la situación. Su hija estaba claramente ansiosa con su reunión de la tarde, contradecirla no ayudaría en nada.
—¿Almorzarás con nosotros?
—Sí, le prometí a Viktor ayudarlo a pintarse de esqueleto y debo hacerlo antes de las tres para poder terminar a tiempo.
Cosa que casi no sucede, a las cinco y media todavía le faltaban los últimos toques de pintura en sus brazos y manos. Hizo su mejor trabajo y terminó tan solo con quince minutos para llegar al restaurante.
—¡Suerte con Lena! —le gritó su hermano, despidiéndose desde la sala, su disfraz había quedado increíble. Yulia había usado una pintura especial para piel color plateado, combinado con el blanco y negro para las sombras, y, como toque especial, pintura de color verde para el pelo. No cabía duda que sería el mejor esqueleto de la noche.
Era una suerte que el lugar quedaba a solo diez minutos de su casa. Desde el auto pudo divisar a Lena por la ventana, sentada sola en una de las mesas. Al apagar el auto se quedó sentada unos minutos, pensando en mejor esperar a sus amigos para evitar un momento incómodo. Dio un par de toques con sus pulgares sobre el volante y se decidió a bajar, era hora de enfrentar el momento sin temores.
¿Qué de malo podía pasar?
Respiró profundo un par de veces y abrió la puerta del automóvil, caminando en dirección al local.
"Aquí vamos, no lo arruines", se dijo a sí misma en la puerta al entrar.
—Hey, llegaste temprano — saludó a Lena al acercarse a la mesa.
—¡Yulia, qué «sorpresa” que hayas venido!
—¿Amaneciste un poco sarcástica, Katina? —preguntó dado el tono en el que fue recibida.
—Para nada, me da gusto que hayas venido —confirmó ya más relajada.
—A mí también me da gusto verte, Lena.
Una sonrisa compartida entre ambas, anunció al resto de los chicos —que permanecían escondidos en las afueras—, que era momento de entrar.
El plan estaba en marcha.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Las intenciones de mis amigos son nobles, a pesar de que estoy segura que hicieron una apuesta o tienen un trato entre ellos.
No soy tan inocente como para creer que, después de semanas de no vernos, ellos solo querían salir con Lena y conmigo para recordar viejos tiempos.
Sí, no soy tan inocente. Lo único que quieren es vernos juntas y que no olvidemos que todavía sentimos muchas cosas la una por la otra.
Les daré el crédito que se merecen, lo intentan. Quizá son los únicos que lo hacen. La distancia entre Lena y yo es abismal en este punto.
Para cuando ellos se unieron a nosotras en la mesa, ya habíamos ordenado un par de jugos y conversábamos sobre acontecimientos de la escuela. Nada muy personal, nada sobre lo que pasó entre nosotras, nada importante.
Lo primero que hizo al llegar su bebida fue darle un sorbo y sonreír del placer con su sabor, lo cual me sorprendió. Era como ver un reflejo de la vieja Lena, esa que dejé de encontrar en su mirada hace meses.
—Está rico, ¿quieres probar?
No iba a rehusarme. Sabía a lo que había ido, a reconectarme con Lena y el jugo estaba bastante bueno, mejor que el mío debo añadir.
Su ánimo estaba en lo más alto, aún así permanecía tranquila. Dary y Nat me comentaron que había tenido una buena semana y se le notaba. Tenía una pose que la hacía ver tan segura y esa risa tan placentera de escuchar. Yo no creo haber hecho un buen trabajo en ocultar mi sonrisa, no que tuviese ganas de hacerlo. Estaba feliz.
Lena ahora luce mayor.
No tanto por su seriedad, más por su forma de vestir. Unos jeans flojos —aunque creo que son los mismos de siempre— una camiseta de mangas largas, una blusa o suéter ligero por lo menos dos tallas más grande que usa a manera de abrigo y un par de collares que caen por su cuello. Tiene un aire bohemio y alternativo, tan distinto a su antiguo conjunto de colores brillantes que es tan común en chicos de nuestra edad.
No es novedad que lo que hace es ocultarse tras capas de tela. Trata de disimular un poco su figura y, mayormente, lo logra. Quizá si no la viera todos los días, me impactaría aún más su complexión, sus pómulos tan pronunciados, sus dedos tan delgados, sus muñecas tan pequeñas.
Un dolor en mi canilla me hizo voltear a mi frente, Nadya me había pateado bajo la mesa. Negaba ligeramente haciéndome caer en cuenta de lo que estaba haciendo. Me reprochaba el mirar fijamente a Lena.
Para disimular, pretendí limpiar un poco el individual y bebí mi jugo, tratando de concentrarme en «desconcentrarme”[i] de esa acción. No quería ponerla incómoda. Me imaginé que eso no estaba dentro del plan de mis amigos.
Lo bueno de los chicos es que están locos y nunca dejan de hablar de estupideces, lo que en momentos como este es lo mejor. El ambiente se daba para pasarla bien, sin enfocarnos en ningún problema, claro, eso fue hasta que la comida llegó.
Todos estábamos demasiado pendientes de sus movimientos, de cómo cortaba su ensalada en pedazos pequeños, como jugaba con la misma en el tazón. Intentamos hacer lo mismo y continuar con la charla normalmente, pero fue difícil, la tensión era más que evidente.
[i]«¿Pueden relajarse? Es agotador tratar de comer con tanta presión. Ella debe sentirla aún más”[i].
Mi mirada viajó de Andrei a Nat, luego a Daryna, Nadya e Iván, y comprendí que el mismo mensaje nos había llegado a todos. A todos menos a Lena, quien hizo una mueca y siguió comiendo. Los demás nos preguntábamos de dónde había venido, para ser precisos, de quién.
Traté de encontrar al responsable a nuestro alrededor, pero no lo conseguí, donde sea que estuviera podía vernos claramente.
[i]«Tarea de idiotas, no sean tan evidentes”[i], me llegó únicamente a mí. Tomé el celular en mano y me disculpé, levantándome.
—Perdón, es mi mamá. Regreso en dos minutos —Me retiré, presionando su número de contacto, y salí al corredor.
—¿Qué diablos haces llamándome, Yulia?
—¿Katya? ¿Dónde estás? —susurré en el auricular.
—¡En el segundo piso, ahora regresa a la mesa!
—¿Estás vigilando a Lena?
—¡Aj, Yulia, sí! —me respondió exasperada—, estoy en la ciudad por el fin de semana y hoy es la primera vez que Lena sale a comer afuera, sola —me comentó regresándome la mirada que le dí — Quería cerciorarme de que estaba bien, ¿okey? ¡Ahora regresa a la mesa!
—¡Cálmate, ¿quieres?! No tienes de qué preocuparte, está con sus amigos.
—Eso ya lo sé, Yulia. No soy estúpida, los estoy viendo.
—¿Y qué sigues haciendo aquí, entonces? —le pregunté, escuchando nada más un gruñido del otro lado.
—Ya me voy, pero… ¿puedes estar pendiente de ella? ¿Avisarme si…?
—Tranquila, yo la cuidaré —Soné increíblemente pretenciosa, como si su salud dependiera de mí— Te avisaré si algo sucede —le ofrecí y me despedí rápidamente, regresando a mi asiento. Acomodé la servilleta de tela sobre mi regazo y alcé la vista, encontrándome con la suya.
—¿Todo bien? —me preguntó con una ligera sonrisa y, de soslayo, vi que estaba por terminar su plato.
—Sí, mamá estaba por salir de casa con Viktor para pedir caramelos. Yo venía retrasada y olvidé pintarle de verde las cejas —Cosa que en realidad sucedió, mamá me llamó mientras conducía al restaurante para preguntarme cómo hacerlo ella misma— Le expliqué que debía hacer, nada de vida o muerte.
—¡Aw, me encantaba pedir caramelos de niña! —dijo Lena con nostalgia.
—¡¿A quién no?! —exclamó Andrei haciendo un ademán con sus manos, como si la idea de lo contrario fuese absurda.
No lo era, yo lo odiaba. Mis papás no me dejaban comer tanto por la noche cuando era niña. Decían que hacía voces y hablaba extraño hasta la madrugada, que parecía una niña poseída.
—A mí no —dije y todos reaccionaron graciosos, con [i]«ay”[i] y [i]«oh”[i], burlándose — ¡¿Qué?!
—Como siempre, Gasparín contradiciendo a todos —mencionó Nadya. Esta vez la de la patada fui yo. Solo frunció el ceño e hizo un puchero fingiendo dolor. No la golpeé taaan duro, vamos.
—Pensaba que Halloween sería tu fiesta favorita. ¿No te gustaba asustar a tus vecinos o algo así? —me preguntó Iván — Yo amaba hacerlo.
—¡¿O comer caramelos toda la noche?! —agregó Dary.
—Claro que asustaba a mis vecinos, pero haciéndoles bromas, no pidiéndoles dulces —les expliqué— Además, mis papás simplemente me usaban para conseguir caramelos gratis. A la mañana siguiente no quedaba nada en mi bolsa, ni una barra de chocolate.
—Tus papás te troleaban, son lo máximo.
—Gracias, Nat —le respondí, tirándole el papel del popote hecho bolita.
—A mi Katya no me dejaba ver televisión a menos que le pagara el cincuenta por ciento de mis dulces.
—¡Los impuestos!… Mi hermano Maxim hacía lo mismo —mencionó Andrei.
—¿Impuestos? ¿Por qué diablos no se me ocurrió hacer eso antes? —pregunté. En realidad no podría hacerlo, pero me pareció una buena idea, tanto que empecé a reír con maldad— Le quitaré las baterías a los controles del Wii y obligaré a Viktor a pagarme.
En serio, ¿cómo no se me había ocurrido antes? Tal vez porque el enano siempre me brinda de lo que haya recibido, no es tan aficionado de los dulces, lo que le gusta es disfrazarse.
En fin, la charla fue amena por la siguiente hora, pasamos el tiempo contando historias de cuando éramos niños. Lena mencionó que este era el primer año que no hacía nada por Halloween, ir a una fiesta o a una casa embrujada, vestirse de algo especial, lo que inmediatamente le dio la idea a Iván.
—Pensábamos salir de aquí a un karaoke, pero podríamos pasar por la Casa del Terror en el centro.
Estábamos tan animados con los recuerdos de todas esas aventuras que la emoción se apoderó de todos, menos de Lena.
—Pueden ir ustedes si quieren, yo… debo volver temprano a casa —se disculpó, pero al ver que todos fuimos bajando nuestras voces y le pusimos atención, se vio forzada a justificarse — Es solo que, además de no poder realizar actividad física [i]«fuerte”[i] —puntualizó—, tampoco puedo alterarme demasiado… Pero ustedes, vayan… seguro la pasarán increíble.
[i]"¿No puede alterarse? ¿No puede alterarse de qué manera?", repetía en mi cabeza tratando de encontrar lógica en su explicación.
Continuamos en silencio hasta que Nat, la tomó de la mano y acariciándola le preguntó si estaba bien.
—Sí, lo estoy, nada más tengo bradicardia —dijo y nuestra respuesta fue esperar, porque creo que todos, al menos yo, no tenía idea de qué decir, ni siquiera había escuchado esa palabra antes, pero ese «nada más”[i], no sonaba tan insignificante— No se alarmen así —bromeó sin recibir una risa o una sonrisa de ninguno, nuestra preocupación era palpable— Es una arritmia… —Continuamos igual— Un ritmo cardiaco anormal.
—Sabemos lo que es una arritmia, Lena. Pero ¿qué significa en ti? —la cuestioné con brusquedad y escuché mi nombre con reproche de varios de nuestros amigos, pero necesitaba saber… y ellos también. Debía preguntar.
—Mi corazón late más lento de lo normal por un desbalance químico que generé al bajar de peso, básicamente es una falta de sodio, potasio, calcio, magnesio, cosas así.
—¿Y eso… se cura? —preguntó Andrei, igual de preocupado que todos.
—Sí —bufó su respuesta riendo, tratando de relajarnos—, en el punto en el que me encuentro sí, hay recuperación.
Cada cosa que decía, añadía una repetición más de pensamientos, [i]"en el punto en el que me encuentro", lo que quería decir que si empeora, ya no. Lo que significaba que no es un «nada más”[i] lo que tiene, es un [i]«algo importante”[i], es tal vez una de muchas cosas, y eso me inquietó.
—Estoy tomando suplementos, además de incluir varios alimentos en mi dieta y debo evitar los sustos, el estrés, los enojos y el ejercicio en general hasta normalizarme y recuperar peso… Eso —terminó un tanto incómoda al final.
¿Cómo no estarlo?, cuando estábamos todos con los ojos pegados sobre ella y con rostros que gritaban desesperación y es que, ¿cómo asimilas este tipo de información?
Escuchas sobre anorexia y piensas, bueno, tiene que recapacitar, comer y listo, estará bien, ¿no? Nunca piensas en las consecuencias físicas de sus acciones, con las irreversibles que tendrá que lidiar por el resto de su vida.
Nat suspiró sonoramente y como es típico en ella, rompió el silencio con una broma.
—Bueno, creo que tengo el derecho de darle mis condolencias a tu vida sexual… ¡Y sí que fue una buena vida!, debo decirlo —sonrió, guiñándole un ojo.
—Idiota —dije yo en voz alta, sin pensar, lo juro, no era mi intención dar a conocer mi opinión al respecto.
Lena no regresó a verme cuando lo escuchó. Los chicos rieron por mi reacción, mis evidentes celos sobre ese comentario les habían causado la gracia necesaria para romper el hielo. Unos segundos después, sentí su mano alcanzar mi pierna por debajo de la mesa y la acarició con su pulgar un par de veces antes de retirarla, reconfortándome. Fue un gesto tan dulce y tan íntimo, que me tomó por sorpresa y me paralizó de inmediato.
No supe como contestarle, no hice nada más que limpiar mi garganta y ver como Daryna se encargaba de pedir la cuenta.
Un toque suyo, una muestra de cariño tan simple y me tenía con el estómago alborotado. Y es que es Lena, es esa chica por la cual llegué a sentir cosas tan profundas, tan increíbles, por la que tengo los amigos que están ahora mismo reunidos conmigo, por los buenos tiempos, los malos también, por todo. La extraño, la quiero conmigo.
Terminamos y lo único que hago es pensar en ella, en que lejos la siento estos días; en que, hablarle es extraño, pero también es excitante y divertido. Me muero por Lena y la quiero, la amo, la necesito a mi lado.
—¿Recuerdas cuando fuimos al karaoke aquella vez? —me preguntó sacándome de mis reflexiones.
Después de que la idea de la casa embrujada quedara de lado, entre todos decidimos ir al karaoke que habían abierto hace unas semanas en el centro de la ciudad. Es uno de los únicos lugares que, en lugar de poner las canciones de una computadora, tiene una banda que toca en vivo al cantar. Oksana me ha estado insistiendo para ir, pero no he tenido ganas de cargarles el arpa a ella y a Aleksandr.
Nos repartimos entre el auto de Iván y el mío, éramos los únicos que habíamos conducido al restaurante. Llegamos y el lugar estaba repleto. Había un concurso de duetos que estaba por empezar. Con un poco de suerte alcanzamos a inscribirnos, tan solo Lena y yo. Habían en total ocho parejas y nosotras seríamos las últimas en cantar.
A nuestros otros amigos no les importó no participar. Tenían todos sonrisas de cerdo horneado, solo les faltaba la manzana en la boca. Son tan patéticos, no pueden ocultar nada. Su plan parecía ir en buen camino. Yo pretendí no haberme dado cuenta y los ignoré. Tenía muchas ganas de seguir disfrutando la noche con Lena.
—¿Ya eligieron canción? —Llegó Iván con un mostacho sobre su labio, lo había tomado de la barra. También habían sombreros, parches, collares y unas pinturas por si querías disfrazarte al instante.
—No todavía, ¡pero yo quiero un bigote! —reclamó Lena y él sacó uno de su espalda junto con un parche pirata para mí. Alzó las cejas hecho el coqueto y dijo con una voz de galán super fingida:
—¡Yo soy un hombre listo y preparado para la acción!
De repente, vimos a Andrei correr como loco hasta la parte de atrás. Una familia que terminaba de comer se preparaba para irse y él, como águila los había estado vigilando hasta que dieron señales de movimiento y se apresuró a ganar la mesa para que estuviésemos más cómodos.
—No sabía que eras tan [i]«rápido”[i], Flash —puntualicé, molestándolo— Ni siquiera nos percatamos de qué estabas haciendo y ya habías terminado.
—¡Hey! —reclamó Iván, dándole un beso en la mejilla a su novio— Andrei es bastante considerado y puede hacer muchas cosas durar por hoooras.
Mi pequeña broma fue transformada en una bomba de imágenes que tomaban posición en mi mente y que traté de detener levantando mis manos. Imaginar a mis amigos teniendo sexo no era algo que quería tener presente por el resto de la noche.
—Una cosa más que no necesitaba saber de ustedes, tortolitos.
—Envidiosa.
—¿Yo? ¿De su vida sexual?
—¡Yo sí! —se entrometió Lena— Haré una misa por [i]«mi”[i] difunta vida sexual.
—¡Pueden hacer una juntas, ustedes dos! — Dary no tardó en ser la indiscreta mujer de siempre y me dio un golpe en el hombro.
—Sí, ¿no murieron las suyas el mismo día?
—Podrían hacer una cada mes.
—¡O cada semana!
—Por lo menos una cada semana.
Bromearon cada uno de nuestros amigos, dando la vuelta la mesa.
Me sobresalté y quise quejarme, pero una vez que escuché su risa, lo único que pude hacer fue esconder el rostro con la guía de canciones mientras un calor subía por mis mejillas.
¡¿A dónde se había ido mi actitud patea traseros?!
¿Quién diablos lo sabe y qué importa?
Escuchamos a la competencia tratando de decidir qué cantar, siendo las últimas en participar, debíamos aprovechar la ventaja de conocer nuestra competencia. Nada como las bobas de Tayra Ganzok o Hanna Ferkoskva, eso sí, ganar no sería nada fácil.
Escogimos una canción mucho más fuerte y con más actitud que las poperas de los otros concursantes. Si queríamos una oportunidad de causar una buena impresión en el público, debíamos salirnos de lo normal.
La practicamos a voz baja haciéndonos a un lado en la mesa. Parecíamos un par de locas preparando una canción de karaoke como si fuese una presentación en una premiación o algo así. Pero quién podría culparnos, después de todo, esto estudiamos, ¿no?
Cincuenta minutos después nos llamaron. Al terminar la pareja número siete, subiríamos al escenario. Tan solo en tres minutos más.
Quizá fue porque la había visto cantar esa canción tantas veces en el Café antes de abrir, que tenía toda la confianza en el mundo que lo haríamos excelente y así fue.
Dudo que alguien hubiese podido cantar [i]Best Of You de Foo Fighters, mejor que nosotras, claro, versión karaoke. David Grohl patea traseros con la mirada, pero después de él…
Para cuando terminamos el primer verso, todo el público estaba de pie amontonado en frente del escenario, nuestros amigos en primera fila cantando a coro con nosotras, Andrei imitando a la batería con sus dedos, todos los demás, sacudiendo la cabeza a nuestra par, saltando y bailando.
La banda en vivo se prendió como nunca y tocaron la canción a la perfección, como si la hubiésemos practicado por semanas. La gente de la iluminación del lugar, decidió hacer un juego de luces en el escenario. Nos sentíamos como si estuviéramos en un concierto real, Lena y yo, las estrellas del show.
¡Dios que cursi soy! Tan solo con recordarlo ahora, me siento derretirme como un cubo de hielo.
Ya para la última estrofa nos habíamos apropiado del local entero, dejando uno de los micrófonos a un lado para cantar ambas a una sola voz.
«Were you born to resist or be abused?”[i], canté yo, concentrada en su reacción, era como preguntarle directamente si se dejaría caer o saldría de esta.
[i]«I swear I'll never give in. I refuse”[i], cantó ella, dándome la respuesta con la mirada y me tomó de la mano por el resto de la canción.
Sí, soy una cursi, una idiota y todo lo que me calce en la felicidad que siento en este momento, mientras espero a que me atiendan en la fila del bar del cine.
Veremos una película, [i]Sweeney Todd, parte del plan de los chicos.
Una vez que nos entregaron el premio por ganar el concurso, propusieron entre ellos ir al bar para bailar y terminar la noche. Sabían que Lena no aceptaría y que yo le propondría otra actividad menos demandante.
Cupidos, eso es lo que son.
Ella aceptó sin pensarlo dos veces. Llamó a Nya y le dijo que iríamos al cine, que llegaría tarde y que no se preocupara. Yo lo confirmé para darle tranquilidad y nos despedimos de los locos de nuestros amigos, no sin que, antes, Daryna me jalara a un lado de la calle junto con Nat.
—Desde este punto, todo depende de ti Gasparín —dijo Nat.
—Lena te quiere, no seas la testaruda de siempre, empiecen de cero.
—No es…
—… tan simple —respondieron ambas al unísono, adivinando qué estaba por decir.
—Para Lena tampoco, pero no deja de mencionarte en el Café, de preguntar por ti y tú tampoco, acéptalo. Ambas están como idiotas evitándose, sin embargo, mira qué bien la han pasado juntas hoy.
—¡Sí! —exclamó Nat—, manos a la Lena, digo, a la obra…
—Idiota —reí—… Gracias —les dije a ambas y sin hacer mucho alboroto se fueron al auto de Iván, donde se acomodaron como sardinas en lata y partieron.
—¿Al cine entonces? —preguntó esperando que desbloquee el auto para entrar.
—¡Al cine! —le respondí, mirándola por unos segundos antes de presionar el botón.
Empezar de cero, veamos como funciona eso. Por el momento…
—Dos nachos con queso y dos aguas simples, por favor.
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RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Gracias por esos 2 capítulos saludos
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
A leer!!
Capítulo 29: Una simple charla
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Una cita, para eso vinimos al cine, para tener nuestra primera cita.
Nunca salimos cuando nos pusimos novias, solo lo hicimos y ya. Claro, después de tener sexo toda la noche, pero eso es otra cosa, no puede llamarse «cita”, seamos justos.
El cine parecía la idea más lógica, la más sensata. No hay mucho esfuerzo en permanecer sentado por un par de horas bajo la oscuridad. Eso sí, la selección de la película, probablemente no fue la mejor.
Sweeney Todd tiene una trama oscura, con un trasfondo cruel, inhumano y violento, especialmente cuando Benjamin Barker decide asesinar a todos los que pasen por su barbería y, después, Mrs. Lovett los tritura y cocina en riquísimos pastelillos de carne. Dada mi compañía y sus recientes problemas, quizá… debimos ver una película de Disney.
Lo que más me preocupa es no saber, hasta que punto, esta trama es un detrimento para Lena. No creo que quiera volver a comer pastelillos en el futuro, si es que piensa hacerlo algún día o mejor dicho, pensaba.
Pero bueno, no voy a martirizarme con este tema. Ella sabía muy bien de qué trataba, ya la había visto antes, al igual que yo. Ella misma la propuso cuando llegamos y vimos que había un festival del terror por el día de Halloween y sin más preguntas compró las entradas.
Sí, sí, yo la invité, yo debía pagar por todo y quise hacerlo, pero ella no lo permitió. Terca como una cabra.
—Tú pagas la comida, yo los tickets… y quiero unos nachos.
Eso fue lo que me distrajo.
Escuchar que quería algo de comer; que prácticamente lo exigía. Me emocioné y me despisté. Nadie puede culparme, ya no hay nada que pueda hacer.
Giro despacio mi cabeza en su dirección y fijo mi vista por una milésima de segundo. No quiero que sienta que la vigilo, aunque así lo esté haciendo. Esta es una escena muy sangrienta y me inquieta que le cause una impresión desagradable.
Nop…, está bien.
Bastante relajada, de hecho, y veo que le está yendo bien con los nachos. Sabía que le gustaban, tan solo… no me imaginaba que los comería, mucho menos con ese gusto y en medio de tanta sangre y carne triturada.
Me siento algo torpe.
Cuando veníamos al cine con Boris, siempre terminaba acurrucada en sus brazos, compartiendo las palomitas, el té helado y la bolsa de chocolates. Todas suyas, yo solía decir que no quería nada y después le robaba la comida.
Levantábamos el brazo del medio de nuestros asientos y hacíamos uno solo de ambos, era más cómodo ver la película así. Eso cuando no perdíamos el hilo de la historia y empezábamos a besarnos como locos. No era por nada que los encargados de sala se acercaban a pedirnos que salgamos, cosa que nunca hicimos; a mí nadie me saca de una película por la que pagué 9 rublos. Bueno, bueno, que Boris pagó por mí, pero da lo mismo.
Si yo quería masticar mi chicle en su boca era mi problema, las demás personas podían ver la película tranquilamente, no es como si lo hubiéramos «hecho” justo en la pantalla, o en medio de una película de vermut infantil.
Lo que me lleva nuevamente al asunto de la invitación y quién paga qué en una cita.
La gente cree que cuando estás en una relación heterosexual es el chico el que siempre tiene que pagar por todo. Yo no pienso igual.
A mi forma de ver las cosas, el que invita paga, para eso invita, sino mejor que se quede calladito. Como dicen por ahí: «calladito te ves más bonito”. Sobre todo si no tienes dinero para cubrir tu invitación.
Tal vez, es eso, lo que me molesta y no me deja pensar en otra cosa. Esto no es una cita, es una salida de amigas.
Cuando las amigas hacen planes todo va a medias, como ahora. Por eso se empeñó tanto en cubrir su parte, para que yo caiga en cuenta —dos horas más tarde—, de que nada de esto es válido, o es un avance en nuestra «no existente relación”.
Somos amigas, amigas… a-migas, a-mi-gas, ¡amigas!
—¿Pasa algo? —me pregunta, poniendo su mano izquierda sobre mi pierna derecha, deteniendo los inquietos movimientos que estoy haciendo. Estoy ansiosa y no me percaté de que hacía temblar los asientos.
Se agacha para dejar la vacía bandeja de nachos bajo el asiento y regresa, inclinándose para apoyar su cabeza sobre mi hombro…
Cita, estamos en una cita…
…creo.
—Podría enamorarme de Helena Bonham Carter, en cada película que hace —susurra mientras la vemos cantar una vez más, con tanta soltura y tranquilidad… en una alcantarilla llena de ratas.
—Yo de Johnny Depp…
—Sí, de él también —ríe por lo bajo.
Las últimas escenas son las más crudas, las más divertidas también. Toby se esconde después de encontrar un dedo en su pastelillo, unas costillas en la chimenea y, manos y pies en la trituradora. Todd regresa a la barbería y termina matando a su esposa, sin saber que es ella; momentos después toma su última venganza con el juez. La sangre casi brota fuera de la pantalla, cascadas y cascadas de ese rojo fluido se disparan desde el cuello del viejo a los ojos de Todd, su cara, su boca… es hermoso.
—Lo estás disfrutando —sonríe al verme de soslayo—, por un segundo me metí en la trama.
—¿Tú?
—Amo esta película —responde sujetándose de mi brazo, lo mejor de la noche justo en el final. A veces la vida me patea, justo en el trasero, y con ganas.
Nos quedamos en silencio mientras pasan los créditos y la gente comienza a irse, siempre huyen en esta parte. Nadie considera que, cada una de esas personas, ayudó a crear eso que acaban de ver. Lo menos que podrían hacer es quedarse cinco minutos más y disfrutar de la música.
—Gracias por traerme —Se reincorpora y, de repente, regresa a mí la duda, ¿qué fue esto, una cita o una salida?
—No hay de qué, la pasamos bien, ¿no? —presumo sin tener una respuesta. Veo como los chicos de la limpieza esperan solo por nosotras para entrar a hacer su último trabajo del día. Ya debe haber pasado la media noche, será mejor llevar a la princesa a su casa.
En el camino al auto, recibe una llamada. Es Nya, no tarda en saludarla. Debe estar esperándola, deseando que esté segura y durmiendo en su propia cama… tanto como yo la quisiera que estuviera en la mía. Si estos fueran los viejos tiempos de salir a una fiesta, es exactamente donde terminaríamos, pero las cosas han cambiado.
—Si creo… espera —Lena busca entre su saco y su pantalón, y hace una mueca decepcionada— No, las debo haber dejado en el auto cuando Katya fue a dejarme al restaurante… ¿Cuánto tardará ella en llegar?… ¿Y ustedes?
Algo sucede, fija su mirada en mí, tapa con una mano el micrófono de su teléfono y me se acerca para decirme algo entre susurros.
—¿Puedo quedarme esta noche en tu casa?
Y la vida se reivindica, tal parece que sí acabaremos la noche en mi cama.
—Claro, sí… no hay problema… por supuesto… siempre que quieras.
¡Ya cállate, Yulia!
Ella me sonríe, percibe mi nerviosismo y como no va a hacerlo si casi comencé a saltar de la alegría.
¡Se queda en mi casa, sí!
—Nya quiere confirmarlo contigo —me pasa el aparato negando divertida, debe ser una tortura que te traten como si fueras un niño indefenso.
—Hola, Yulia.
—Nya, ¿qué tal?
—Lena se olvidó las llaves de la casa en el auto esta tarde. Charlotte y yo estamos en una fiesta de Halloween, al igual que Katya y…
—Puede quedarse sin problema en mi casa —le digo demasiado rápido, sin dejar que lo pregunte.
La emoción te vuelve idiota, Yulia. Calma.
—Gracias, cielo. No sabes cuánto lo apreciamos.
—No hay de qué.
Si supieran el favor que me hacen. Quizá así podamos tener una buena charla, de esas que tanto extraño.
Entramos al auto y salimos del estacionamiento. Ella coloca algo de música en la radio yo voy a paso lento. Hay mucha gente en las calles, fiestas en cada esquina, pocos niños —adolescentes en realidad— todavía pidiendo dulces o, mejor dicho, haciendo bromas. Moscú últimamente festeja bastante esta fecha.
—Espero no arruinarte los planes de la noche… no más de lo que ya he hecho.
Si cree que es un estorbo se equivoca, si no fuese por ella me hubiera tocado la obligación de acompañar al enano por horas, dando vuelta al vecindario junto con todos sus amiguitos.
Además, quería estar con ella. Ha pasado tanto tiempo y es lo único que necesitaba hacer.
Inna me hizo una pregunta el otro día.
«¿Qué harías si ella quiere volver contigo?”
No supe que contestar, porque me muero por volver con Lena, pero sé que no es el mejor momento. No soy tan irresponsable como para imponerme en su vida sabiendo que tiene cosas más importantes a las cuales prestarle su entera atención.
Inna entonces siguió con otra pregunta.
«¿Qué harías si ella solo quiere ser tu amiga?”
Si la primera me sacó una sonrisa, la última mató toda la alegría que podía sentir. La posibilidad existe. Quizá Lena solo quiere una amistad conmigo, como la que formamos antes de que todo se fuera a la mierda. Es probable que yo esté sola en esto y que la preocupación que todos ven en ella, sea una mala interpretación de las cosas. Y, si es así, esta noche acabará muy mal… para mí.
Llegamos a casa y entramos evitando hacer mucho ruido. El ruido del televisor en el segundo piso es nada más eso, ruido.
Mi hermano está dormido y tapado con una cobija en el sofá junto con mamá. El tesoro de la noche —una bolsa llena de caramelos y chocolates— está regado sobre la mesa. Ambos agotados por la caminata. A mi barrio le fascina esto de los disfraces, casas embrujadas y doble porción de golosinas.
Guío a Lena a mi habitación y le alcanzo un buzo para que se sienta más cómoda.
—¿Puedes prestarme un pantalón también?
—Claro —le digo acercándome nuevamente a mi cómoda. Saco uno de tela, delgado y confortable, y se lo alcanzo. Debí saber que no querría que la viera en poca ropa… Ahora solo somos amigas, es lógico.
—Cámbiate, yo voy a despertar a mi mamá y a llevar al enano a su cama.
Viktor duerme como una roca, y pesa más de lo que luce. Lo juro, cuando lo veo saltar por todos lados me imagino que debe ser tan ligero como una pluma, pero cada día está más grande y… nada… la próxima vez… lo dejo en el sofá…
—Mamá —La mezo por el hombro— Ve a dormir ya es la una de la mañana.
—Hija a qué hora llegaste… y tú hermano.
—Ya está en su alcoba. Llegué hace quince minutos… con Lena… Va a quedarse a dormir —mencionarlo le causa felicidad, no contiene su sonrisa para nada.
—Me gusta verte feliz —me dice, yo también tengo una expresión en el rostro, una distinta a la cabizbaja amargada de las últimas semanas.
—Basta, mamá —Le abrí los ojos y me fui caminando a mi alcoba— Hasta mañana.
—¡Adiós, cariño y que tengan una buena noche!
Cierro la puerta detrás de mí y no la veo por ningún lado. No mucho después, escucho un ruido desde mi baño. El peor de los presentimientos recorre mi cuerpo; mi corazón baja hasta el piso de un solo golpe.
Camino despacio, acercándome con cautela, no quiero asustarla. No cerró bien la puerta y… la abre violentamente. Me sobresalto al encontrarme con su cara también asustada de verme tan cerca.
—¡Por la…! —Respira hondo y lo suelta con una mano en el pecho— ¡Yulia, me asustaste!
—¡Lo siento! —exclamo recordando su arritmia— No sabía que saldrías de la nada.
Idiota, no la mates.
—Todo bien —dice más calmada—, solo buscaba… ¿tal vez tienes un cepillo de dientes de repuesto o algo? —me pregunta entrando nuevamente al baño— Recuerdo que solías tenerlos en el segundo cajón del mueble, pero no los encuentro.
—Solo queda uno, espera —regreso a la habitación y busco en mi maleta— Lo iba a llevar a casa de papá el lunes —Lo encuentro y se lo entrego, preguntándome lo evidente, ¿qué hizo mientras me fui?
—Tranquila, no lo hice —me responde al atraparme arrimada desde la puerta, observando la taza del baño, como una-completa-idiota, porque eso mismo he sido toda la noche, patéticamente obvia y estúpida.
—Yo no dije nada —intento ocultar mi culpa y tomo mi cepillo para hacer lo mismo. Nadie quiere dormir junto a una linda chica que te encanta, con la boca sabor a nachos con queso.
Estamos por entrar a la cama y le pregunto si quiere ver algo en la tele, una película o tal vez un poco de música.
—Música está bien, así podemos hablar un rato, hasta que nos alcance el sueño.
Le sonrío de espaldas mientras busco mi reproductor y lo conecto a los parlantes. Coloco una lista que sé que le gusta, una que armé de todas las canciones que ella ponía en el Café.
Aquí vamos, una simple conversación.
¿De qué diablos vamos a hablar?
Siento que hemos perdido tanto el contacto. Ni siquiera he pasado mucho tiempo con los amigos que teníamos en común, ella tampoco, y estoy más que convencida de que, Inna, no es un tema que debamos tocar en lo absoluto.
Regreso a la cama y me apresuro a entrar en mi lado favorito, el izquierdo, ella ya está adentro, cobijada hasta los hombros. Aunque el ambiente está cálido, se abriga, abrazándose con la mano derecha por su estómago y la otra bajo su cabeza sobre la almohada.
—¿Tienes frío?
—No mucho, pronto me calentaré.
Esto no está bien, por qué tendría frío, es verano, para ser precisos, hace calor… todo el tiempo.
—Voy a bajar el aire acondicionado…
—¡No! —Se precipita a decirme cuando ve que me levanto— Está bien, de verdad. Solo me toma unos minutos adaptarme al ambiente.
—¿Segura?
—Sí, tranquila es por… —Hace una pausa y yo regreso a mi lugar, justo en frente de ella, esperando que termine lo que iba a decir— Perdí mucho peso y… me cuesta mantener el calor… más que nada en las noches — confiesa mirándome fijamente. Y creo, finalmente, entender el porqué está aquí. No olvidó su llave así nada más, debe haber presentido, como yo, que nuestros amigos planearían algo para dejarnos solas.
Lena quiere hablar de esto con alguien… conmigo. Me lo está pidiendo con sus ojos, siendo frontal y directa. Y si eso es lo que necesita, yo estoy aquí para escucharla.
—Te prometo que no hice nada en tu baño mientras no estabas, nada de lo que… —Vuelve a interrumpirse, le cuesta sincerarse. Debo encontrarla en medio camino y darle confianza. Dibujo una media sonrisa de apoyo en mis labios y ella responde suspirando ampliamente, cierra sus ojos y se decide—… No vomité…
—No te lo reclamé —susurro, asegurándole una mentira, porque aunque no lo hice en voz alta, lo pensé. Dudé.
—Es algo que todos piensan… algo que todos esperan.
—Yo no —Miento otra vez, he leído mucho de esto. Las personas que sufren de estos trastornos se vuelven expertas en desviar la atención de los demás, engañan, se ocultan, se camuflan en tareas simples.
—Lo haces, Yulia, pero lo entiendo. Tu confianza no tiene que venir de a gratis, yo tengo que ganármela.
—Yo no quiero… no… —Respiro hondo. Basta de pretender. Si ella va a ser sincera conmigo yo lo seré con ella— Lena, no quiero dudar de ti, de lo que me digas o pensar si me estás…
—¿Mintiendo?… Lo sé. No lo haré, no contigo.
Eso, no me dice mucho más que lo hace con otra gente, y en temas de confianza, no me da ninguna.
—¿Promesa de dedo chiquito? —le propongo. Es un serio juramento, por lo menos para mí. Lena ríe y saca la mano de debajo de su cuerpo.
—Promesa.
—Bien —le digo cruzando mi meñique con el suyo y los apretamos para llegar a un acuerdo.
—De verdad necesitaba un cepillo de dientes. Ahora debo cuidarlos mucho más, los lavo seis veces al día.
—¿Te volviste maniática de la limpieza?
—No, pero el dentista notó un desgaste en el esmalte de mis dientes, debido a… —Niega, como si tuviera que tomar fuerzas para hablar de esto. Tal vez se avergüenza o le da pena— Okey, diré las cosas y ya… ¿está bien?
—No voy a juzgarte… di lo que necesites decir.
—Okey… —Toma aliento y continúa—… Por vomitar… Los ácidos estomacales dañan mucho los dientes y soy más propicia a generar caries ahora… así que, debo tener más cuidado. Los lavo después de cada comida y también en las medias mañanas y las medias tardes.
Otra consecuencia de todo esto. Es una pesadilla. Tiene un problema del corazón, sus dientes, su imposibilidad de hacer cualquier tipo de actividad demandante. ¿No bastaba con lo que ya tenía que lidiar antes?, ¿con los estúpidos de sus padres y sus inseguridades?
—¿Puedo hacerte una pregunta estúpida? Muy estúpida, increíblemente estúpida.
—Ninguna pregunta es estúpida —Me sonríe—Dime.
—Si sabes que esto te hace tanto daño, ¿por qué no…?
—¿Como y ya? —Termina por mí. Yo asiento, acomodándome en la almohada— Hmm —Inhala y exhala un par de veces. Piensa sus palabras y espera para hablar—… Te pondré un ejemplo y… solo déjame hablar, ¿okey?
—Okey.
—Imagina que estás recostada en el jardín y, de repente, sientes un cosquilleo en el dorso de tu mano, como si se te hubiese parado una mosca. La sacudes, pero sigues sintiéndola ahí, sobre tu piel. Regresas a verla y te das cuenta que es una hormiga que está subiendo rápidamente por tu brazo, dándote un escalofrío. Tu primer instinto es matarla o empujarla con tu otra mano y ya. Pero antes de que puedas hacerlo, aparece otra y otra, y otra más. Al segundo tienes cientos y miles de hormigas en tus brazos. Son tantas que te pones de pie agitando tus extremidades para quitártelas de encima. Algunas caen, pero otras te muerden la piel para sujetarse y te llenas de angustia, porque esos insectos empiezan a cubrirte por completo y ese hormigueo, esa picazón invade tu cuerpo entero. Pasan por entre tus dedos, imagínalas ahí, en las partes más sensibles, moviéndose de un lado a otro, mordiéndote, desesperándote. Recorren tu pecho, pasan por tu ombligo, entrando en él. Otras suben por tu cuello, por detrás de tus orejas, se meten en tus oídos ¡y es insoportable! Solo quieres quitártelas con tus dedos sacarlas de ahí, pero estás tan llena de ellas que tan solo dejas más. Invaden tu cabeza, abriéndose camino por tu cabello, cayendo por tu espalda. Cada vez pica más, duele más. ¡Puedes sentir cada tascada, cada herida, cada una y son millones! Las sientes en tu cara, en los párpados de los ojos, dentro de tu nariz, por detrás de tus rodillas. ¿Qué haces entonces?, ¿cómo te las quitarías?
—¡Dios, no lo sé! Me metería en la ducha, bajo el agua caliente hasta que se mueran todas.
—Bien, ahora imagina que en lugar de que esto inicie en tus manos, empieza en tu estómago y las hormigas se reproducen dentro de ti. Esa sensación comienza a esparcirse dentro tu cuerpo, las hormigas bajan por tu intestino con rapidez, de alguna forma entran en tu torrente sanguíneo y ese cosquilleo inaguantable recorre cada centímetro en segundos, hasta la punta de los dedos de tus pies. Y no puedes simplemente sacudirlas, o ir a tomar un baño y que el agua las mate y alivie el dolor de la picazón. No hay nada que puedas hacer… más que forzarlas a salir… vomitando.
Hago un esfuerzo infinito en no dejarla ver mi angustia, en no llorar, porque solo de imaginar que esto es lo que atraviesa Lena todos los días… No puedo… yo amo a los insectos, pero acabo de sentir escalofríos de tan solo de imaginarlos sobre mí. Tengo un hormigueo en todo mi cuerpo, picazón en mi cabeza, en mis oídos, mi nariz. ¡Dios, hasta siento como si estuviesen caminando en las plantas de mis pies!
—Exacto… —dice mirando mi cuerpo sacudirse sin intención— Cada vez que como algo, siento esa desesperación. Mi mente convierte la comida en «hormigas” y esa ansiedad penetra cada uno de mis pensamientos, gritándome cosas, insultándome, riéndose de mí. Provocándome un desconsuelo que siento en mi piel, en mí pecho. Ahoga, duele, desespera… es una pesadilla y hasta no sacar la última… no para.
—Espera…, ¿escuchas voces?
Veo que es algo que no tenía ganas de revelar. Se toma su tiempo en responder.
—No quiero que… creas que… estoy loca. Porque… —Respira sonoramente— Bueno, ¿quién sabe?… Tal vez lo estoy.
—No lo estás, Lena.
—No tienes idea lo difícil que es comer, mucho más bajo presión.
—Explícame… porque sí, no lo entiendo. A ti te encantaba comer. Ha sido así desde que te conozco y, ahora, te cuesta tanto.
—Duele, literalmente, duele. Cada bocado es difícil, porque significa, que las voces pueden entrar y decir lo que quieran. Mientras más como, más hablan, así que es duro. No quiero seguir bajando de peso, de verdad no quiero. No quiero tener un problema, no quiero enfermarme más de lo que ya estoy y eso me duele. Pero las voces, la ansiedad, la culpa que siento… —pausa tan solo para cubrirse el rostro con la mano y presionar sus dedos contra su piel, reclamándose a si misma lo que está haciendo— Nunca pensé que tenía un problema con la comida, nunca. No me costaba comer, pero al parecer, mis hábitos ya son de varios años. El estrés de cualquier situación me consume y pierdo peso muy rápido porque mis nervios siempre me provocan… vomito.
—Recuerdo tus nervios cuando estabas en el Centro.
—Eso. Yo jamás lo relacioné, porque no era consciente. Lo asociaba con la situación, mas nunca conmigo o lo que sentía. Comía como loca por el estrés y luego vomitaba porque sentía nervios. Cuando en realidad era una forma de tratar de mantener el control de lo que me sucedía en ese momento. Un concurso de ciencias, una presentación, un recital, lo que fuere. Inconscientemente caía en ciclos de bulimia, solo que como nunca lo relacioné con eso, o con lo que la gente tiene en mente cuando escuchan sobre esta enfermedad. Para mí era otra cosa, no era grave. Yo no estaba tratando de adelgazar.
—Tal vez sí era otra cosa y se transformó en esto.
—No, es lo que yo creía, pero Gayle hizo una línea del tiempo completa con mi historia clínica y los archivos de la escuela, de mis dos escuelas, de hecho. Me enseñó un gráfico y en cada situación de alto estrés tenía una baja de por lo menos 5 libras en un lapso de dos semanas, luego las volvía a subir, llegaba otra crisis, las volvía a bajar.
—¿Así que esto es de años?
—Sí, agravándose cuando papá me echó de casa, unos meses antes, en realidad.
—Y… —No sé como preguntarle si yo influí en esto, si yo la puse en una situación más complicada con todo lo que pasó y el Condón Roto y el ejercicio. ¿Yo provoqué que esto escale más rápido?
—¿Y…?
—¿Cuándo fue que fuiste de picada? Porque…
—No fuiste tú, eso lo sé —me responde directamente, pero en algo afectó. Me siento tan culpable. ¿Cómo no lo vi venir?, ¿cómo no me di cuenta de todo esto?— Es más, para cuando tú me escuchaste en el baño vomitando esa vez y asumiste que era por el Condón Roto, yo ya llevaba tiempo en esto —Me aclara, y por supuesto, fue por eso y lo que escuché luego, que creí lo que creí— Unos meses antes de lo que sucedió con papá, Nya habló conmigo y yo le conté que era gay. Para eso yo ya tenía una relación con Max y mi tía lo sospechaba. Ella es Katinana así que yo cambié mucho mi dieta. Desde noviembre, más o menos, hasta abril, bajé 12 libras.
—¿Cuánto pesabas entonces?
—A mediados de abril, 110 libras. Está en los expedientes médicos de la escuela.
—¿Cuánto pesas ahora?
Es una pregunta que me pesa preguntar porque sé que es difícil para ella hablar de esto, pero necesito saber.
—Ahora, 98… —responde sin dar muchas vueltas, es muy poco, muy, muy poco. Eso está bien para alguien que mida quince centímetros menos— Pero mi peso más bajo fue 95 hace unas cuantas semanas.
Oh, menos aún…
—Cuando llegué el Centro en Agosto, pesaba 105 tan solo con dieta, aunque después de que terminamos con Max volvía a comer carne. Mis porciones ya eran muy reducidas, en comparación con lo que solía comer antes.
—Y ahí se fue todo al diablo, porque del Centro saliste a la terapia, ¿no?
—En el Centro bajé 6 libras en dos semanas. No comía nada, lo poco que comí lo devolvía, me deshidraté y de plano ya no tenía ganas de comer. Me agravé mucho de ánimo ahí y mi foco principal era no comer para no profundizar las voces que empezaban a gritarme cosas. Cuando estuve con el viejo loco, el psicólogo chiflado ese, bajé 4 libras más y en el proceso de estar con Gayle, he subido y bajado. Empecé con 95 y ahora estoy en 98.
—Me parece tan poco tiempo para que bajes tanto de peso. No es normal.
—No, no lo es. Es drástico, pero no es imposible. Mi problema fue una ausencia total de todo y una bulimia desmesurada si llegaba a comer y esa es una de las cosas que más preocupa a Gayle. Bajar de peso tan pronto complicó por completo mi salud. Una persona que lleva la anorexia gradualmente, tarda años en contraer mis problemas.
—Bueno, según lo que me acabas de contar, tú llevas… años contrayéndolos.
—Sí, es verdad —está de acuerdo conmigo— Ahora estamos tratando de enfocarnos en controlar las voces, en manejar mejor el estrés, en recuperar mi apetito y entrar en una dieta constante y plena, reincorporar alimentos que ya no puedo comer. Recuperar el sueño…
—¿Qué no puedes comer?
—Dejé de consumir lácteos los últimos tres meses, ahora casi no tolero la lactosa. No puedo tomar leche entera o comer queso, mantequilla, cosas así.
—¿Y los nachos del cine?
—¿Qué con ellos?
—Los comiste todos, son nachos con queso, te hará mal.
—Al queso le di dos probadas, lo que comí son los nachos, tranquila.
—¿Y eso no te «dolió”? —preciso usando sus propias palabras.
—Esta última semana he tratado de comer mientras me concentro en algo más. Intento no pensar cuando debo hacerlo. Es difícil, pero… debo hacerlo así. Además Gayle me deja ser libre con mis antojos. No me prohíbe nada en la dieta, siempre y cuando no me desmande con cosas que me pueden hacer daño.
—Entonces la comida de hoy con los chicos, la conversación, la película. Eso ayuda.
—Sí, mucho. Procuro hacer una acción mecánica, no una emocional. Me deja controlar mejor las voces.
Toma aire y caigo en cuenta que se le dificulta hablar, se cubre hasta los puños con el buzo. Tiene mucho frío.
—Lena, bajaré el aire…
—¡No!, no quiero incomodarte.
—No lo haces, me pongo una camiseta más liviana y listo —me levanto y bajo la potencia hasta la mitad— Sudar un poco en la noche no me va a matar.
—Gracias.
Realmente estaba a punto de ponerse a temblar. A mí me gusta dormir con el cuarto frío, cubierta con la pesadez del cobertor, pero no a costa de su bienestar.
—Daryna y Nat mencionaron ayer que esta semana ha sido buena—digo desde el baño mientras me cambio de remera. Aunque ahora que lo pienso, quizá no debí mencionarlas.
—Sí y no —contesta aún sintiendo el frío, ya se pondrá la habitación más caliente. Tal vez debería hacerle un té— Hace tres semanas, cumplí un mes de tratamiento con Gayle. Debía tener una sesión, o varias en realidad, con mis papás.
—No me digas que no fueron.
—Papá está en un congreso en Reutov y mamá se negó rotundamente a verme sin él.
—A veces me da ganas de golpear a tu mamá… sin ofender.
—Tú y yo tenemos los mismos deseos —Asegura volviendo a la historia— En fin, por dos semanas decaí de ánimo y volví a evitar todo lo que se tuviera que ver con la comida.
Sus papás juegan un rol tan importante en lo que le pasa. ¿Cómo pueden ser tan insensibles y desentenderse de su hija, de lo que tanto la aqueja?
—Iba tan bien en el tratamiento, ¿sabes? Cada vez más segura, sentía que mejoraba, hasta había subido algunas libras todo ese mes. Las cosas marchaban… bien. Volver a enfrentarme con un rechazo de mamá fue suficiente como para ponerme peor, mucho peor que antes.
—¿Fue por eso que faltaste el viernes pasado? —le pregunto, no puedo evitar estar pendiente de ella, la noto cuando está y cuando no. Cuando se esconde en la azotea, cuando se fuga de clases, cuando se encierra en el armario del conserje para evitar ir al baño…
—¡Sí, stalker! —ríe queriendo ser graciosa, y le sale, le sale. ¡Dios, es tan linda cuando ríe!
—Te haces querer, Katina. No me culpes.
—Como decía —continúa poniéndose más cómoda. El calor comienza a sentirse, por suerte tenía limpia una remera de tirantes— Ese día… el viernes pasado, me desmayé cuando salía a la escuela. Nya me llevó al hospital y… me internaron.
—¡¿Estuviste en el hospital?! ¿Por qué diablos nadie dijo nada?
—Tranquila, no es así —Trata de calmarme. Debo relajarme. Ella está aquí, eso ya pasó— Después de ponerme un suero para hidratarme, me llevaron a una clínica para desórdenes alimenticios, me internaron allí.
—¡¿Qué?! —No sé si esto es mejor o peor.
—Las seis libras que había subido durante el mes completo…, las bajé en dos semanas. Gayle se alarmó por mi decaimiento y recomendó dejarme allí el fin de semana.
—¿Seis libras? Lena…
—Lo sé, es bastante. Aunque dos de ellas eran pura agua, esas son las más fáciles de recuperar.
Y seguro que de perder también. A veces siento miedo de lo mucho que sabe al respecto de esto. ¿Cuál es el límite entre tener conocimiento y actuar sobre él? ¿Cuánto daño puede llegar a hacerse si, tan solo, decidiera que puede o debe hacerlo?
—¿Cómo es la clínica? No me imagino… un lugar de esos —Sigo la charla, prefiero no pensar en esa posibilidad.
—Horrible, literalmente es como uno de esos hospitales de juegos de terror.
—En otras circunstancias creo que me gustaría la idea que acabas de poner en mi mente.
—No lo dudo… fue el infierno.
—¿Y qué se hace ahí? ¿Tener terapia?
—Comer, terapia, comer, terapia, comer… Terminar el ciclo y repetir.
—¡Qué divertido! —exclamo sarcástica y ella niega divertida. Por lo menos puede reírse de todo esto.
—Divertidísimo, no tienes idea.
—¿Habían más… chicas como tú? —pregunto y la veo ladear la cabeza ligeramente, no entiende mi pregunta— Me refiero a gente que está iniciando a…
—No, no había más chicas como yo allí… Todas, sin excepción, estaban en otro nivel —Aprieta sus labios con lamento, levantando su quijada. Es un movimiento inconsciente— No tienes idea de lo horrible que es ese lugar.
Su mirada decae, se pierde en algún lugar en las sábanas. Es una imagen que ya se ha hecho muy común en este último tiempo.
—¿Estás bien?
Larga un bufido y asiente.
—¿Sabías que en esa clínica, no hay puertas en ninguna habitación? Ni siquiera en el baño… ¡Menos en el baño! —Se corrige— Hay una cortina como las de ducha, nada de privacidad, cero.
—¿Nada más una cortina?
—¡Ajá!, y cuando tomas una ducha hay una enfermera que te espera afuera.
¿Qué mierda es ese lugar? ¿Cómo diablos se les ocurre que eso la va a ayudar?
—Tu expresión es una copia de mi cara cuando llegué y me enteré de cómo funcionaban las cosas allí.
—¿Entiendo que el cuarto de baño sea para ustedes como una jeringa para un drogadicto, pero…? —Callo al darme cuenta de lo que estoy diciendo. Me rindo… Mi idiotez hoy me hace acreedora al premio para la niña que, aparentemente, más se cayó de la cuna de bebé.
—Cada vez que dices algo así te muerdes la lengua —ríe notando mi arrepentimiento inmediato— No te frenes, Yulia. Así es, eso mismo… No te sientas mal por decir lo que piensas. Sé que no estás haciendo nada con ánimos de ofenderme.
—Lo siento. Es solo que a veces no… sé qué es correcto decir y que no. Estoy siendo inconsiderada contigo… con la situación.
—No quiero que te calles las cosas que pasan por tu cabeza. Esto es así. Yo soy una bulímica, anoréxica y estoy en recuperación. Por lo menos contigo quiero ser lo más directa posible, hablar sin sentir que… me tengas pena o que te esfuerzas por no herirme. Ese no es el tipo de persona que eres —me mira y se reprende a si misma, porque lo que acaba de decir no se escuchó de lo más halagador, sugerir que busco hacerle daño— Me refiero a que tú nunca has tenido pelos en la lengua. Eres franca, sincera. Lo prefiero así. Honestidad brutal si quieres. Si tienes que insultarme porque estoy siendo estúpida hazlo, si tienes que… lo que sea… solo hazlo, ¿está bien?
—Está bien. —Acepto sus condiciones, trataré de no censurarme… demasiado— ¿Ya estás más caliente?
—Sí, gracias, mucho mejor —Saca su brazo de entre la cobija y se acomoda con más soltura, relajando el cuerpo. Yo me estoy asando.
—Bueno y ¿cómo te sentiste en ese lugar?
—Hmm —Reclama algo frustrada— Abusada, esa es una buena palabra.
Eso no se escucha nada bien y por el tono en el que lo dijo, entiendo que fue una muy mala experiencia.
—¿Qué pasó?
—Al llegar me asignaron una habitación, para mi suerte con la chica más detestable que he conocido en mi vida.
—¿Más que yo cuando llegaste a la escuela?
—Solo digamos que si me hubieras regado café encima por un año entero, aún hubieras sido un noventa y nueve por ciento más agradable.
—Tan mal, ¿eh? ¿Puedo preguntar qué tenía?
—Tenía un ego de mierda y una actitud aun peor. Me recibió con una mirada de asco única y me dijo que me veía obesa.
—¡Wow!, asumo que ella era más delgada que tú.
—No tienes idea, te juro que parecía un esqueleto andando —Niega efusivamente, sacudiendo esas imágenes fuera de su mente— Ese fue el golpe número uno. Yo llegué en la tarde del viernes, a tiempo para la primera terapia grupal, que más que terapia parecía un linchamiento.
—Seguro tenían envidia de que no has llegado tan lejos como ellas.
—¿Envidia? No, no me envidiaban, me odiaban. Una de las chicas dijo que le daba nauseas sentarse a mi lado porque yo olía, ¡mi piel olía! ¡No olía a nada! —Se queja indignada, ya me imagino como debió sentirse rodeada de chicas que solo querían fusilarla— Y entonces Alexandra, mi compañera de habitación, empezó a hacerme preguntas como: «¿ya comenzaste tu diario alimenticio?, ¿cada cuántas veces al día te pesas?, ¿cuántas horas te ejercitas?, ¿cuantas veces vomitas?”
—¿Qué le dijiste? Porque dudo que en tu nobleza la hayas golpeado como se merecía.
—Respondí cada una de sus preguntas. «No llevo diario, no me peso, no me ejercito, trato de no vomitar, pero si lo hago es en las mañanas y las noches”. Entonces todas empezaron a lanzarme comentarios como: «eres una intrusa, ¿qué haces aquí?, tú no sufres como nosotras, no tienes excusa para venir e imponer tu asquerosa figura, lárgate y regresa cuando valga la pena escucharte”.
—¿Y el maldito moderador?
—Trataba de calmarlas, pero es peor que enfrentarse a una pandilla. Yo era su enemiga y tenían que atacarme.
—¿Qué pasó entonces?
—Nada, nos llevaron al comedor y nos sentaron frente a un plato de comida que debíamos terminar o no podríamos levantarnos.
—Terapia, comida… repetir.
—¡Exacto! Ese día nos sirvieron, puré de papas, un poco de ensalada de pepinillo, tomate, un filete de pescado con jugo de frutas.
—¿Cuánto tiempo te tomó terminarlo?
Seamos realistas, no creo que lo haya hecho en diez minutos.
—Algo así como dos horas… además de una que tuve que permanecer sentada haciendo digestión mientras veía las paredes o lo que sea, en mi caso, leyendo el libro de la clase de literatura.
—Por lo menos hiciste la tarea.
—Casi lo termino esa noche, aunque no lo creas, no pude dormir. Fue una tortura escuchar a chicas llorar porque querían ir a deshacerse de lo que habían comido, gritaban en el pasillo, otras les gritaban a ellas para que se callen, Alexandra me insultaba desde su cama. Yo me puse los audífonos con música a todo volumen y leí hasta quedarme dormida.
—Lo siento, pero no entiendo, ¿qué quería lograr Gayle con esto?
—Espera, eso pasó al siguiente día, después del desayuno, en el que tardé algo así como una hora y media en terminarme un tazón de frutas y unas tostadas con mermelada.
—No creo que demores tanto cada mañana y estoy segura que Nya no te deja salir de casa sin desayunar.
—Sí, pero si las voces empiezan a gritarme en la mañana, tengo como «resolverlo” —puntualiza lo evidente. Va y vomita en la escuela— Allí tenía que lidiar con los gritos en mi cabeza y con los reclamos de las demás chicas sentadas en mi mesa. No había solución fácil.
—Por lo menos sabes que no es la ruta más adecuada para terminar con lo que te molesta.
—Lo sé, ahora. Ese día, quería morirme, ¿sabes? Quería desaparecer, dejar de existir. Si eso es lo que iba a ser mi vida no lo quería más.
Escuchar esas palabras de alguien que amas es… desolador. Yo no me imagino odiar tanto mi vida como para querer terminar con todo.
—Cada bocado que daba era un reclamo más que se acumulaba en mi mente en forma de un insulto de Alexandra. Es como si las voces se hubieran solidificado en ella, hablaban a través de su boca, su odio, sus miradas, sus gestos, su sola presencia me ahogaba. Pero no podía hacer nada… nada para aliviar el dolor. Más tarde, fuimos a la terapia grupal para discutir lo que había pasado el día anterior y todo lo que ellas me habían dicho.
—¿Otra vez te fusilaron con amor?
—Oh, créeme, fue más que eso. Cada una de ellas fue contando sus momentos más difíciles. Dijeron cosas que yo ni siquiera me había permitido pensar o leer en
todo este tiempo.
—¿Cómo qué?
—Como llegar al punto de ponerse metas de peso y darse premios, solo si las alcanzan. Como hacer ejercicio a escondidas cada segundo que tengan oportunidad. Como llevar una escala de calorías y cuántas corresponden a cada actividad, como cuántas pierdes por reír, cuántas por llorar, cuántas por subir diez escalones. Como pesar todo lo que van a comer con precisión para asegurarse de que cuando lo eliminen se deshagan de todo.
—Leí sobre eso es… asqueroso.
—Lo sé, fue terrible escucharlo, además, con detalle, porque se sienten orgullosas de cada cosa que hacen. Todo es parte de la meta, del logro. Del maldito control.
—¿Y tú hablaste de lo tuyo?
—No a mí me tocó en la tarde, después de otra sesión de comida e insultos en el comedor.
—Vaya, lindo lugar. El sitio perfecto para mejorar.
—Pues… —Piensa por unos segundos— Tal vez fue lo mejor para mí.
Me sorprende que se sienta así. ¿Qué tal si la dejaban un mes? ¿Sería lo mejor entonces?
—No entiendo como puede ser bueno escuchar a gente darte ideas que después querrás probar por ti misma.
—No se trata de eso. Mira… en la tarde era mi turno de hablar, pero antes de eso lo hizo Alexandra. Su historia es triste, su papá es alcohólico, su mamá los había abandonado y cuando regresó a controlar la vida que ella ya se había encargado de arruinar, se enfocó en la anorexia. La verdad, escucharla me dio pena, me hizo… entenderla de alguna manera.
—Eso no la excusa de ser tan, déspota contigo.
—No, y ahí fue que algo cambió en mí —me sonríe con dulzura— Quita esa cara. Vas a arrugarte.
—Sigue contando —le respondí relajando mi ceño.
—Bueno. Ella empezó a reclamarme que ¿por qué estaba ahí?, que yo no pertenezco a ese lugar, que soy una basura obesa, que doy asco, que no tengo control y que pronto estaré contando calorías, que mis problemas más graves serán el marcar en el calendario un día más de ayuno, uno más de perder peso, que no me haga ilusiones de salir de esto, porque yo no valgo nada, nadie me quiere y nadie me amará nunca.
Pe-rra… Esa tipa es una maldita perra.
—Algo se encendió en mí y me pregunté mientras escuchaba todas esas estupideces, ¿por qué diablos estoy complicando así mi vida? Soy gay, siempre fui una buena hija, siempre intenté ser una buena amiga, sé que pude ser una mejor novia, pero… —Pausa un segundo y eso dolió— Tengo una familia que solo quiere y se empeña por sacarme adelante, así no sean mis padres. Estoy en una buena escuela y me gustaría pensar que soy bonita, que no lo he perdido todo. No por esto y no quiero que sea así.
—Una epifanía.
—Algo así. Me levanté como un lobo al ataque y la enfrenté. Le grité que ella tiene razón, yo no pertenecía allí y lucharía con toda mi fuerza para salir y nunca volver. Que en sus vidas volverían a saber de mí, que me recuperaría y sería malditamente feliz comiendo pizza con tres quesos, sin preocuparme de si peso 20 libras más de lo que necesito.
—Katina, te pusiste los pantalones, me gusta.
Aunque la verdad me gusta más sin ellos, pero ya era hora de que se enfrente a esta tipa y a todo en general. A lo que le pasa y hasta a si misma.
—¿Puedes creer que me llamó ingenua y se rió en mi cara? —Recuerda algo irritada.
¿Cómo no? Le estás diciendo a Lena Katina que no podrá hacer algo? Ingenua tú misma.
—Los enfermeros nos separaron y nos sentaron otra vez. Las chicas gritaban, todo se fue al diablo y, una vez más, la solución más fácil para terminar la pelea fue llevarnos a comer.
El tratamiento de ese lugar es estúpido. Convierten a la comida en castigo, ¿qué ayuda es esa?
—Me pusieron el plato en frente y estaba tan, pero tan molesta por todo, que me dije a mi misma: «todo se va a la mierda, comeré y a mí, nadie, ni nada me jode”.
—¡Lena, versión Rambo… bien!
—Tonta —me dice riendo— Lo terminé todo, todo sin dejar un arroz en el plato. Me tomó veinte minutos y luego me senté como la persona más satisfecha y cómoda a seguir leyendo el libro. La mañana siguiente fue igual en el desayuno.
—¿Y las voces?
—Están, susurran cosas, pero las callo. Lucho contra ellas, contra mis deseos de correr al baño. Es… duro, duele, pero es un solo dolor. Lo hago, me siento mal, eventualmente me acuerdo de todo lo que le dije a Alexandra y me abstengo de recaer.
—Recuperaste el control.
—Aún no del todo, pero a eso voy. Por eso ha sido una buena semana, que empezó muy mal, pero va bien.
—¿Lena?
—¿Mmm-hmm?
—Tú… eres muy linda. Muy, muy, muy bonita y vales mucho para mí… para todos —le aseguro, no quiero que las palabras de esa idiota se queden grabadas en sus pensamientos.
—Es raro oírte ser tan comprehensiva y dulce, ¿sabes? Y gracias por lo de bonita.
—Estas últimas semanas, lo único que he querido es estar así contigo… como esta tarde, como ahora —le digo, buscando en sus ojos cierta complicidad. Una señal de que no estoy sola en esto.
—Te extraño, Yulia. Tanto como no tienes idea.
—Yo más.
—Imposible —Me sonríe— ¿Puedo… pedirte un favor?… No hay problema si no quieres…
—Lo que sea —respondo, viéndola dudar.
—¿Puedo…? —Exhala tomando fuerzas— ¿Puedo tocarte?
Asiento sin hablar porque no sé exactamente a qué se refiere.
Pronto siento su mano navegar mi cintura por sobre la remera de algodón. La observo cerrar sus ojos, concentrándose en la acción y yo me estremezco luchando por no dejárselo saber.
Este momento no es mío. No es para mí. Lo sé por cómo me aprieta. Ajusta sus dedos en mi piel, recogiéndola y la suelta, recorre mi espalda, presionándola, dándome un cosquilleo y regresa por las costillas de mi abdomen hasta retirar su mano.
Lo hacía por ella, es como si extrañara tocarse y sentir algo más que no sean sus prominentes huesos.
—Gracias —susurra, acomodándose en su posición previa.
—¿Lena? —pregunto esperando un rotundo no—, ¿puedo tocarte yo?
Veo que no le cae muy bien mi sugerencia, pero yo necesitaba hacerla. Tengo que saber los límites de esto, de qué tan íntimo puede ser mi acercamiento.
—Preferiría que no… no aun, pero pronto… ¿sí?
Mensaje entendido, no es el momento. Tendré que esperar, pero está bien, no tengo apuro.
—¿Qué tal esto? —pregunto nuevamente, acariciando la línea de su cabello, quitándole unos mechones que caían frente a sus orejas y paso mi mano por detrás de su cuello, colándome en su cobriza cabellera y acariciándola suavemente.
—Sí, puedes hacerlo así —contesta cerrando nuevamente sus ojos. Ya son las cuatro de la mañana y será mejor tratar de descansar.
No retiro mi mano de su posición. La acariciaré hasta que se quede dormida, o hasta que yo lo haga.
—¿Lena?
—Mmm-hmm —Ya casi está del otro lado.
—No importa qué pase, siempre estoy aquí. Cuando me necesites, no lo olvides… ven a mí.
—O-key.
Mañana se lo recordaré, por ahora el sueño pesa y solo necesitamos dormir.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 30: El Examen
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Lo primero que noté al ver a Lena hoy en la mañana, fue una sonrisa casi imperceptible; leve, modesta y discreta. Un esbozo de timidez en el rostro como respuesta a lo que acababa de encontrar en su casillero antes de la primera hora de clases.
«Te ves linda hoy”.
Un simple pedazo de papel con cuatro palabras, que le dejé unos minutos antes.
Sin decirnos nada fuimos, cada una, a su respectivo salón. Las dos primeras horas del lunes, no las tenemos juntas. Ella cambió tanto su horario para este semestre que compartimos muy pocas clases. Pero la tercera, biología, es una de ellas.
La materia en sí no es aburrida, sobre todo cuando nos hacen diseccionar animales, ranas, palomas, cosas así, o cuando estudiamos genética y enfermedades raras, pero hoy —particularmente hoy— fue una de las clases más aburridas de mi historia escolar.
Llegué temprano para guardarle un asiento a mi lado, muchas veces hacemos experimentos o trabajos en pareja, así que pensé que podríamos conversar un poco. Para mi mala suerte, Lena tardó un par de minutos en llegar, su clase anterior se había extendido. No había sido su culpa, tenía una papeleta de justificación del vice-rector. Eso no detuvo al maestro Troy de hacer un ejemplo de su impuntualidad y la obligó a sentarse en un puesto de la primera fila como castigo, tal como si tuviera diez años. ¿Qué se le va a hacer? Troy tiene casi sesenta, así se hacía en los viejos tiempos.
Cuando llegó, las cortinas ya estaban completamente cerradas de lado y lado, la luz del aula apagada en su totalidad y, en la pared de enfrente, se proyectaba un documental de naturaleza.
Los días de películas son lo peor porque además, Troy es muy estricto y todos debemos guardar un silencio sepulcral cuando vemos una. Tan solo se escuchaba el sonido del ventilador y el monólogo lento e hipnotizante del narrador que parecía un somnífero para todos los que estábamos presentes.
Veinte minutos después —yo y más de la mitad de la clase— éramos un festín de bostezos. Mi quijada reposaba cansadamente su sobre mi mano, mientras que con la otra dibujaba figuras absurdas en mi cuaderno, pretendiendo tomar apuntes.
De la nada, sentí una vibración sobre mis piernas, un sobresalto que me despertó. Regresé la mirada a mi regazo y, en la pantalla encendida de mi celular, se dejaba ver un nombre familiar y una simple pregunta.
«¿Aburrida?”, era Lena desde el otro extremo del salón. Mi aburrimiento se esfumó inmediatamente y deslicé mi dedo pulgar para contestarle.
«Algo. Esto de ver los rituales de apareamiento de los pájaros no es lo más entretenido del mundo”.
«¡Lo sé, es una pérdida de tiempo! Como si no hubiésemos visto este tipo de programas en la televisión cuando teníamos diez años”.
«Creo que podríamos aprender más de una película romántica de los años noventa”.
«O viendo porno…”
«¡O con porno! Exacto…”
Por lo menos con el porno cubriríamos más materia. Rituales de apareamiento, conquista ¡y apareamiento! Sería mejor que esa inútil clase de sexualidad que tuvimos en la primaria.
Sentí su mirada sobre mí y vi que su sonrisa se había extendido unos milímetros más, también la mía. Eso fue hasta que de la banca de enfrente, escuchamos un reclamo.
—Señorita Katina, ¿podría por favor apagar ese aparato y concentrarse en la clase?
—Sí, maestro Troy… Lo siento.
Ambas guardamos nuestros teléfonos y regresamos a la monotonía de la cinta, poniendo aún menos atención que antes.
Finalmente, una hora y media más tarde, sonó el timbre. Me puse de pie y guardé mis cosas. La hora siguiente, yo tenía clases de actuación y Lena la hora libre. No volveríamos a vernos hasta el almuerzo o tal vez después.
Casi como un instinto volví a buscarla con la mirada. Últimamente me he dado cuenta de que Lena es como un imán, mis ojos la persiguen a donde quiera que vaya. La contemplé por un momento y comencé a caminar en dirección a la puerta, encontrándome con ella justo al salir.
—Lamento que te hayan retado por los mensajes.
—Está bien, yo los empecé.
—Gracias por la distracción. Estaba a punto de ponerme a roncar.
—Igual que yo, lo que no sucedería si pusieran una película porno —repitió riendo. Viramos la esquina y me detuve por un instante antes de retomar mi rumbo en la dirección contraria.
—Estoy de acuerdo contigo, es una idea brillante. Deberíamos proponerlo como parte del currículo del siguiente semestre.
Otra risa corta nos acompañó hasta que sonó la segunda alarma. Me hubiera encantado mandar todo al diablo y tomarme la hora libre con ella, pero debía despedirme o llegaría tarde y no quería enfadar más a Shapovalov. Él ya estaba bastante molesto con todo el grupo porque, casi todos mis compañeros decidieron «olvidarse” de practicar para el ejercicio de actuación en parejas que nos asignó hace semanas y, cuando tuvimos que representar las partes en la obra, fallaron astronómicamente.
—¿Tanto les cuesta darse un beso en escena? ¡Uno! —nos reclamó el jueves anterior.
—Es que… es raro.
—¿Por qué? ¿Cuántas veces se han besado en ese escenario Boris y Yulia, Aleksandr y Oksana, o…?
"Lena y Boris, Lena y Aleksandr, Lena y alguna marioneta…", pensé, una vez más, con mi foco de concentración en esa linda pelirroja.
—¡Pero son chica y chico! —Lo interrumpió Mihail, protestando con sus manos en alto. Lo cual a mí me parecía estúpido. Inna y yo éramos chica y chica y no estábamos llorando como pasivas en cuento de hadas.
—¡Oh! ¿El galán de la escuela no puede besar a otro chico? —respondió el profesor.
Yo reí con ese comentario, ganándome una mirada brusca de mi maestro, pero era verdad. Mihail se las da de conquistador, pero cuando alguien le pone los labios de Boris al frente y se escandaliza.
—Dime, ¿no es él tu mejor amigo?, ¿no pueden compartir un beso «entre amigos”?
—Sabes a lo que me refiero, profesor. Podemos hacerlo aquí en clase, pero no eso de estar practicando…
—¡Es evidente que «no pueden” o el ensayo habría salido perfecto!¿Acaso no practicas una canción cuando la vas a presentar al público?
El profesor consiguió otro punto más con esa pregunta.
—Sí, pero…
—¡Pero nada! Ustedes están estudiando para ser actores, actrices, cantantes, compositores, arreglistas, etc. ¿y no pueden realizar una escena de un beso con otro compañero? —le reclamó con tanta indignación, que hasta yo la sentí— ¡Esto se acabó! Están cursando el último año de secundaria y deben ser responsables con lo que se les pide.
—Quizá si intercambiamos parejas, los chicos se sientan más cómodos…
—¡No, Oksana! —la cortó de un grito y, con ímpetu, fue hasta el pizarrón y escribió en la parte alta:
«Examen práctico sorpresa a partir de la siguiente semana”.
—¡¿Qué?! —se escuchó entre voces.
—Sí, mi querido Mihail Záitsev. Un día de la siguiente semana, tendrán su examen, cuando y como yo lo decida. Y el que no cumpla con las instrucciones tendrá un cero en el semestre, ¿entendido?
Las quejas siguieron escuchándose por varios minutos más, pero el profesor Iván estaba decidido y nadie cambiaría su parecer. Nos deseó un buen fin de semana y salió del salón.
Yo no tuve problema entonces, Inna y yo practicamos mucho y fuimos, aparte de Aleksandr y Oksana, las únicas que logramos el cometido, allá el resto.
Hoy, lunes, todos esperábamos que llegara nuestro maestro a la clase y nos hiciera pasar pareja por pareja al escenario. Pero no, se dedicó a hablar sobre el público en vivo y cómo lograr que una simple actuación sea creíble y bla, bla, bla. Yo, la verdad, estaba demasiado distraída viendo a Lena por la ventana como para prestarle atención.
Ella estaba sentada en el jardín, cruzada de piernas y comiendo a pequeños mordiscos una manzana, pasando lentamente las hojas de su grueso libro de literatura. Lena me comentó el domingo —mientras desayunábamos— que después de abandonar algunas clases, su promedio dependía considerablemente de sus calificaciones en el resto de materias y literatura era una de las más pesadas.
Se me hizo extraño verla a lo lejos. Notar lo mucho que ha cambiado. Ahora lleva un look más adulto, más maduro. Quizá porque después de la conversación de ese sábado, veía a una Lena más reflexiva, compleja, fuerte, con ganas de luchar. Aprendí muchas cosas sobre mi ex esa noche, acerca de todo lo que le está pasando. Fue bastante esclarecedor.
—Hmm… —Largo un suspiro, ha sido un día cansado. Ahora solo espero a que la clase termine, tomar mis cosas y salir a encontrarme con ella en ese mismo lugar. Conversaremos un rato, le preguntaré si quiere hacer algo conmigo en la tarde…
—Bien, espero que se preparen para su examen en estos días… No se olviden de practicar —dice Shapovalov, apuntando con los dedos a todos los que se han quejado estos días.
Yo evito a toda costa que me detengan mis amigos y salgo con prisa, ni siquiera voy a molestarme a ir a mi casillero. Debo dar toda una vuelta por el área de almuerzos, para llegar al otro lado del jardín…
… Lo que aparentemente no será necesario. Ahí está, sentada en una de las mesas, concentrada en su lectura. Debió venir aquí al sonar la campana, para estar más cómoda.
"La calificación es importante, déjala leer", pienso al verla. Mejor será que me resigne a no interrumpirla hoy.
El resto de mis amigos se acercan entre risas a una de las mesas más a la derecha. Lo malo es que almorzar con ellos se había vuelto tan tedioso últimamente. Mihail y Boris se la pasan hablando de autos o de chicas y, Oksana y Aleksandr o se besan, o hablan de estupideces, como «cuán linda es la luna cuando la ven juntos”, ¡puaj!
Veo a mi alrededor y, a falta de lugar, decido sentarme en el graderío, a un lado de la columna principal. Saco algo de comer de mi bolso y unos minutos después se me une Inna.
—Buen provecho, stalker —me saluda, sentándose a mi lado.
—Hey… —le respondo, indiferente.
—¿Ay, a quién torturas ahora, tortolito? —me pregunta con sarcasmo y rápidamente, añade—: ¡Ah, olvídalo! Ya lo sé, no tienes ojos para nadie más que para Lena.
—Mmm-hmm…
Mi respuesta es corta, un tono demasiado alegre, definitivamente es extraña para ella. Inna no tarda en darse cuenta de que algo no anda bien, que algo me sucede y, con cuidado, ladea su cabeza en mi dirección. Me observa por unos segundos, claramente alternando su vista entre Lena y yo un par de veces antes de volver a su posición inicial, es demasiado evidente.
De soslayo, la veo negar divertida, sé lo que está por hacer. Como ella dice, «cuando la vida te da una oportunidad de molestar a Yulia Volkova, ¡hazlo!”
—¿Es eso que veo en tu carita, es una sonrisa, Yulia? ¡Aww! —bromea, girando con su dedo índice sobre mi mejilla.
Probablemente no es la forma más idónea de preguntarme qué había sucedido el fin de semana, pero Inna no es la persona más normal que conozco. Es más, es por eso que me cae tan bien, le importa un comino si me enojo o no, o si sus comentarios me agradan. Lo cual, de cierta manera, la hacen la amiga perfecta.
—Si no quieres perder el dedo, Inna, más te vale que…
—Ya, ya. ¡Qué genio! —Prefiere dejar las bromas y prepara su ensalada. Lo único que come son ensaladas, claro que una vez que llega a casa de la escuela, devora un almuerzo completo — ¿No vas a comer nada?
Sin apartar mi vista de mi objetivo, levanto mi mano y le muestro una barra de chocolate a medio comer.
—¿Un Snickers? Ajá, tremendo almuerzo. No vayas a empacharte, ¿eh? No quiero tener que rodarte hasta tu casa después de la escuela.
—No tengo hambre —le informo y escucho un bufido que grita un «mejor me callo”.
—Y… ¿no vas a preguntarme qué hice el fin de semana? —pregunta cambiándome de tema.
—No.
—¡Aj, vamos! Sé buena amiga, pregúntame.
—Te viste con tu primo Diego…¡Go, Diego, go! —termino burlándome.
—¡Basta con lo de Dora la exploradora, ¿quieres?! —me pide una vez más, pero no lo haré, es el apodo perfecto. Jamás olvidaré de ese bochornoso disfraz— Pregúntame qué hice, se buena.
—¡Ya, ya! ¿Qué-hiciste-el-fin-de-semana? —preciso cada una de mis palabras con molestia en mi entonación. No tengo muchas ganas de hablar, estoy ocupada… viendo a Lena.
—¡Salí con Sash! —responde, bastante emocionada.
Le conté el tipo de chico que es, ¿pero me escuchó?, no.
—¡Inna, te dije que no-lo-hicieras!
—Y yo te dije «sí, claro, mamá”, ¿no era obvio que no te iba a hacer caso?
—Allá tú, te he dicho miles de veces que es un idiota.
—Un idiota…, pero guapo y besa muy bien.
Escuchar eso, me hace un nudo en la garganta. No puedo evitar rodar mis ojos y simular que me da arcada de pensar en dicho evento. No aguanto a Sash, mucho menos después de que intentó pasarse de listo con Lena hace un año.
—¡Qué asco, Inna! Es como imaginarte teniendo sexo con Godzilla.
—¡Eres taaan dramáticaaaa!… Es lindo y voy a salir con él otra vez… —pausa entre mordidas—… este viernes, ¿quieres venir?
—¿Qué? —La atención que tenía fija en Lena, se pierde al escuchar esa propuesta. Regreso a verla para asegurarme de haberla escuchado bien y ella asiente.
—Hay una fiesta en la casa de uno de sus amigos. Me dijo que si quería, podía llevarte. ¿Quieres venir?
—No, gracias —respondo lo más rápido que puedo. Inna habla en serio, pero yo ni loca iría a una fiesta con ese tipo.
—¡Ay, no seas aburrida! Una fiesta, una… ¡Una!
—No.
—¿Tienes mejores planes?
Regreso mi vista a la pecosa que tengo a varios metros de distancia. Al hacer contacto con esos lindos ojos color verdigris, se me marca una sonrisa que no puedo o quiero esconder.
Lena sonríe coqueta, mordiendo la punta de su bolígrafo, escondiendo ese gesto tras su libro. Se ve tan linda.
—¡Ohhh! —Inhala impactada— ¡Te estás coqueteando con Lena!
—No… —Negué inútilmente, como si mi amiga fuera estúpida.
—¡Tú y ella se están mandando miraditas!… ¡Aww, muero!
—Basta…
—¡Dime que por fin, por fin, me hiciste caso y decidiste hablarle!
No acepto o niego nada.
—¡Le hablaste!
—Puedes bajar las revoluciones… Sí, hablamos. Pasamos la noche del sábado juntas, ¿okey?
—¡¿Te acostaste con Lena?! —susurra emocionada. Por lo menos, no lo gritó a los cuatro vientos. Eso sí, ojalá lo hubiera hecho, ni siquiera me dejó tocarla— ¡Sí, lo hiciste!
—¡Innaa! —trato de apagar sus emociones. Esto va a un kilómetro por hora, lento. No necesito que quiera acelerar las cosas.
—¿Y qué tal fue? ¿Pasional? ¿Desenfrenado? ¿Romántico? Dime, en la escala de Sash a Aleksandr ¿de qué nivel estamos hablando?
—¡Ew, Inna! ¿Qué diablos con tus puntos de referencia? ¡Ninguno!
—Hmm, entonces es una Oksana…
—¡Hey!
—¡¿Qué?! —Se defiende— Oksana no es mi tipo.
—¿Y Aleksandr lo es?
—Mmmm —piensa por un momento—, bueno esa pinta de nerd no le queda taaan mal.
—¡Qué asco!
—Por algo dije de "Sash" a "Aleksandr".
—¡Igual, ninguno! No me acosté con Lena… Bueno, sí. Pero no hicimos nada, solo conversamos.
—¡Oh!… Así que fue un tire mental, entendido. ¿Y qué tal? Cuéntamelo todo.
Me limito a largar un molesto suspiro. No va a dejar de insistir hasta que le de un par de detalles, la conozco. Es peor que Tiger cuando se pone a saltar, no para más hasta que viene Conejo y le da un tortazo.
—Bien, fuimos a comer y al karaoke… y después hablamos mucho.
—¡Entonces, están saliendo!
—No, fue una salida grupal con otros amigos.
—Seguuuro… —Duda de mis palabras y, de un momento a otro, una sombra nos cubre del sol, haciéndonos regresar a ver unos centímetros más arriba.
—Yulia, Inna.
—Shapovalov —respondemos ambas al mismo tiempo.
—Tienen quince minutos.
Inna y yo nos quedamos en silencio esperando su respuesta.
—¡Su examen práctico, lo harán ahora!
—Tu clase terminó hace rato, nos lo tomas mañana —le recuerdo, terminando sin apuro mi chocolate.
—Nop, ahora mismo, aquí, en estos escalones y frente a todas estas personas que no saben que es una tarea.
—¡¿Aquí?!
—Sí, evocar el sentimiento de intimidad en un medio público es parte del ejercicio. Hablé de eso en la clase hoy.
La misma a la que yo no puse un centímetro de atención, ¡perfecto!
—Tienen… —Se detuvo para observar su reloj—… Doce minutos. Las estaré vigilando por ahí —Finaliza y se retira, casi saltando de la alegría.
—¡Diablos, diablos, diablos! —murmuro.
Es el peor momento del mundo. ¿Cómo se le ocurre pedirnos eso justo ahora?
—Tranquila, ya no nos sale tan mal. Tendremos buena nota.
—Me importa un comino la nota, Inna. ¡Lena está aquí!
Seguía leyendo en esa mesa. Lo que menos quería era hacerla sentir mal, mucho menos por andar besándome con la chica que, de una u otra forma, nos separó.
—Es un ejercicio de actuación. Ella estudia esto, debe entender…
—¡Lena no sabe que esto es un ejercicio, tonta! Pensará que tú y yo tenemos algo.
—No lo va a hacer, somos amigas, nada más… ¡tonta!
Eso, amigas nada más, ella también es mi amiga y nada más. Hacer esto debería ser fácil. No es como si le estuviera metiendo los cuernos. Era una tarea, pan comido, ¿verdad?
—No puedo hacerlo, lo siento —me retracto de mis conclusiones. No quiero herir a Lena.
—Yulia…
—¡No, Inna!
—Okey, tranquilízate —me dice tomándome de la quijada, virando mi cabeza en dirección a ella y la suelta con la misma delicadeza— Se está yendo ¿ves? Cuando salga del merendero damos el examen y listo.
Es verdad, Lena recoge sus cosas y las guarda con calma en su maleta. Se la pone al hombro y, apenas dando una mirada en nuestra dirección, me sonríe una despedida y sale del lugar.
—Listo, ahora podemos dar el examen.
Inna, definitivamente, es una buena amiga. Sé que si Lena no se hubiera ido, ella se habría bancado el cero conmigo, pero no hizo falta.
Me acerco y ella, con suavidad retira algunos mechones ligeros que se mueven con el viento sobre mi cara. Me sonríe y, tal como lo practicamos, yo le regreso el gesto. Vamos acercándonos y coloco mis manos sobre sus rodillas. No es la posición más cómoda, el plan inicial era abrazarme de su cintura. Ella llega hasta mi nariz con la suya y nos da un par de roces antes de unir nuestros labios.
Nos besamos. Tenemos esta nota en el bolsillo, no hay nada que hacer. Somos buenas, las dos.
Me tranquiliza que Lena no estuviera presente. No quiero que las cosas entre ambas cambien. Ya lidiaré después con los rumores que seguro escuchará. Le confirmaré que fue una tarea nada más. Solo espero poder hablar yo misma con ella, antes de que eso suceda.
Inna y yo nos separamos con un corto pico en los labios y pronto suena la alarma. Una hora más de clases y a casa.
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Creen que Lena haya visto el beso actuado?
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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