EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 10: ¿A dónde fuiste?
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Pasó el cordón por el último orificio y apretó fuertemente antes de hacer el nudo final. Estaban tan ajustadas que casi cortaban la circulación, pero se sentía tan bien estar dentro de ellas, era relajante volver a su ropa negra, al cabello suelto y desarreglado, al maquillaje fuerte y a sus botas rojas… sus hermosas botas rojas.
—Cariño, ¿vas a salir? —preguntó Larissa, viendo a su hija arreglándose en su habitación después del trabajo.
—No, solo quería sentirme normal.
—Te entiendo tanto, lo primero que pienso al llegar de la oficina, es quitármelo todo y andar por la casa con mi pijama y un buen libro.
—Odio el uniforme. Odio ese trabajo.
La madre miraba a su joven hija abatida, lo había hablado varias veces con su ex-esposo durante los últimos días. Yulia necesitaba volver a lo suyo, este empleo la estaba destruyendo de a poco.
—Corazón, ¿no has pensado tal vez, en… volver al Café?
—¡No! —dijo cortante, desinflándose de a poco con resignación— Hoy… hoy vi a Katina. Me dejó una carta de los chicos.
—Y… —su mamá dudaba en preguntar. Ese nombre había quedado terminantemente prohibido, pero ella había sido quién lo trajo a colación; haría el intento— ¿Cómo está?
—Triste… creo.
—Sé que no quieres hablar sobre lo que pasó, pero…
—No, no quiero… no todavía mamá, déjalo.
—Está bien —respondió entendiendo que su hija necesitaba algo de espacio aún— ¿Y leíste la carta?
—Sí… No quería, pero no pude evitarlo.
Su bebé tenía esa carita de nostalgia a la que no se podía resistir, le robó un beso y un corto abrazo antes de que ésta la hiciera a un lado, molesta.
—Apuesto a que te quieren de regreso en el Café.
—No apostaré algo que claramente perderé —dijo arreglándose un poco la ropa del estrujón de hace un momento.
—¿Por qué no vas a verlos, cariño? Hoy es viernes, hay concierto, ¿no?
—Sí, toca una banda bastante conocida, seguro el lugar va a estar repleto.
—Anda y distráete. Te hará bien salir de tanta rutina.
Yulia la dio la razón y se apresuró a tomar su chaqueta de cuero, su billetera y las llaves de su auto para ir al recital.
Después de la visita de Lena esa tarde a su nuevo lugar de trabajo —porque no podía llamarle a ese hueco, oficina — se sentó a leer lo que sus ex-compañeros de trabajo le habían escrito. Era una foto de todos en el club con una calcomanía de troll face sobre la cara de Lena y un papel que contenía una corta frase.
«Regresa, engendro del mal».
Se notaba que ellos estaban de su lado en todo esto, que no sabían qué había pasado y desaprobaban lo que había hecho su amiga. Simple, pero preciso: te queremos y estamos contigo, vuelve.
Le había causado melancolía; después de más de un mes de verlos a diario, salir con ellos a hacer locuras por la ciudad, conversar de estupideces en los recesos y mensajear los fines de semana, esta semana y media había sido el mismísimo infierno.
Además, lo que había dicho Lena era cierto. Muchas veces le repitió que no tendría un bebé, un par, que no estaba embarazada. Ella fue la que decidió no creerle, no hacerle caso, pensar que se trataba del aborto y cometió el error de ponerse en el lugar de un bebé que no existía, de intentar salvarlo, como si tratara de ella misma.
Aún así, seguía molesta con su amiga, no tanto por la mentira del bebé, sino por ocultarle que era gay. Algo que ella jamás pensaría que es razón de burla. Que lo gritaría a los cuatro vientos, por supuesto, Lena le gustaba lo suficiente como para alejar a cualquiera que quisiera algo con ella, pero no se burlaría, sobre todo porque no le gustaría que por lo mismo se burlaran de ella.
Llegó y no era para menos la sorpresa que se llevó. La banda que había contratado hace un par de semanas —antes de renunciar— había llevado a tanta gente hasta el Café que habían tenido que montar un escenario en el parqueadero y cerrarlo por la noche para que la gente pudiera estar cómoda.
Estacionó su auto a un par de cuadras y caminó hacia el lugar. Encontrar a sus amigos se le hacía una tarea casi imposible, mucho menos cuando los músicos comenzaron a tocar.
El ruido de la gente, los saltos, los empujones y los gritos desaforados, se sentían como una explosión. No sabía si agradecer ya no estar ahí para coordinar ese evento o si hubiese amado hacerlo… No, olvídenlo. Definitivamente lo habría amado, así le hubiera costado la vida. Todo era mejor que sacar copias en la boca del infierno.
Se detuvo un instante al llegar a la puerta trasera y respiró hondo virando la manija. Solo esperaba que Lena no estuviera ahí, aunque no tenía porque, le había dicho que ya no trabajaba en el Magic Box. Yulia, simplemente, no estaba lista para verla aún, necesitaba procesar su ira o esperar a que pasara algo más grande que la haga preguntarse ¿por qué estar enojada con la chica que le gusta, era tan importante?
—¿Yulia? —exclamó Nadya al verla y los otros dos chicos que se encontraban en la sala de empleados dieron vuelta para encontrarse con el mismísimo Gasparín que tanto extrañaban. La preocupación de sus rostros se transformó a una sonrisa.
—No se les ocurra abrazarme —les advirtió Yulia, poniendo una mano al frente, marcando más la expresión en sus rostros.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Daryna— No quiero decir que no estemos felices de verte, pero… no esperábamos que vinieras.
—Quería agradecer la carta —respondió cerrando la puerta a sus espaldas— y visitarlos un rato, conversar o algo.
—¿La carta? —preguntó Andrei mirando a sus dos compañeras.
—¡No! —se lamentó Nadya, caminando apresurada a su casillero, encontrándolo completamente vacío— ¿La foto? ¿Esa carta?
—Sí. Katina me la dio hoy cuando fue a verme en el lobby de papá…
—¡¿Viste a Lena?! —preguntaron al unísono, alarmados, sorprendidos y con muchas preguntas, ¿para qué había ido a verla y por qué se llevó la carta que se suponía que ni siquiera sabía que existía?
—Sí, hoy en la tarde —respondió la chica, observándolos confundidos.
—No debimos escribirla —Se lamentaba Andrei.
—Bueno ya lo hicimos, olvídalo, porque esa no fue la razón —dijo Nadya enojada con su compañero.
—¿Pueden explicarme qué diablos pasa?
—Lena salió a su break de la tarde y no regresó…
—Se fue, eso es lo que pasa… Lena se fue —interrumpió Andrei a Daryna de un solo golpe.
Todos en la cafetería estaban asustados, pero Nya les había encargado el local antes de salir muy apurada a casa para encontrarse con su esposa y entender que había ocurrido.
—No sabemos si se fue…
—¡Vamos, Daryna! —la cortó Nadya— Tú sabes muy bien como ha pasado los últimos días, mucho más hoy que estuvo con cara de zombi.
—¡Eso no quiere decir que se haya ido!
—¿Y por qué se fue Nya como loca a su casa, dejándolo todo después de más de dos horas de buscarla?
—¡Se fue, tomó sus cosas y se fue!
—¡¿Quieren callarse por favor?! —gritó Yulia, que ya no entendía nada sobre las voces de sus tres amigos— ¿Quién sabe qué pasó?
—Nadie —contestó Daryna acercándose— ¿Qué te dijo? ¿Por qué fue a verte?
—Fue a pedirme que regrese, me pidió disculpas, me entregó la carta y se marchó —respondió Yulia empezado a preocuparse. Finalmente algunas cosas cuadraban.
«Lo siento, Yulia. Te juro que nunca más vas a tener que preocuparte por mí», recordaba las palabras de la pecosa. «Yo ya no trabajo ahí… no tendrás que volver a verme».
—¿Qué más te dijo? —le preguntó Daryna tratando de entender.
—Que regrese y que no me preocupe, que ella ya no trabajaba aquí.
—¡¿Si ven?! —dijo Andrei alzando la voz— ¡Se fue!
—Voy a llamar a Nya…
—¡No Daryna! Debe estar muy preocupada en este momento, no es bueno que maneje hasta aquí —respondió dirigiéndose a la puerta— Voy directo a su casa, los mantendré informados —dijo Yulia, cerrando la puerta y corriendo hacia su auto. Lena había ido a verla, no solo para convencerla que regrese, fue a despedirse.
"Diablos… diablos, diablos, diablos", pensaba dando golpes a su volante. ¿A dónde pudo haber ido? ¿Y qué pasaría si no podían encontrarla? "¿Qué hiciste? ¿Qué diablos hiciste, Katina?"
Para cuando llegó a donde Nya, ya había llamado a su padres que no tardaron en hacerse presentes. Oleg Volkov es uno de los más reconocidos abogados en las cortes de menores, seguro podría ayudar de alguna forma.
—Entonces la última persona que habló con ella fuiste tú —preguntó su padre recibiendo un movimiento de cabeza afirmativo y una explicación de lo que le había dicho. Sabía que mientras más información tuvieran, sería más fácil encontrarla.
—Nya, voy a ser sincero contigo —dijo el papá de Yulia cruzándose de brazos— Lena es muy lista. Decidió irse un viernes, antes de un fin de semana largo, seguramente porque sabe que las carreteras estarán repletas de gente durante el feriado y será difícil seguir sus pasos.
—Pero ¿eso no le complicaría salir de la ciudad? —preguntó Charlotte apoyándose de su esposa.
—En este caso no, estuvo por la oficina a eso de las cuatro de la tarde, lo que quiere decir que partió justo antes de la hora pico —explicó el hombre todavía muy serio y preocupado— A esta hora puede estar dentro de alguno de los distritos.
—¿Y si salió de la ciudad, papá? —preguntó Yulia, pensando en como iban a encontrarla.
—No hija, Lena es muy lista como para hacer eso. Teniendo a un papá detective, debe saber muy bien que, si cruza las líneas del estado siendo menor de edad, el caso de su desaparición podría llegar a la policía federal, empeorando la situación.
—Tengo que ir a buscarla. Tengo que encontrarla, no puedo dejarla ir —decía desesperada su tía— ¡Está anocheciendo! ¿Dónde va a dormir? ¿Dónde está, Charlotte? ¿Dónde está? —Se abrazó de su esposa y se puso a llorar finalmente con todo el peso del mundo encima— Tengo que encontrarla.
—Hay otra cosa de la que tenemos que hablar antes de salir a buscarla —mencionó aún más serio Oleg— Lena aún está bajo la custodia legal de sus padres, tenemos que dejarles saber que su hija desapareció.
—Ellos la echaron de casa y en estos tres meses, a pesar de que los hemos buscado e insistido que vengan a visitarla, no han sido capaces ni de hacerle una llamada telefónica.
—Entiendo Nya. Podríamos tratar de entablar un reclamo de custodia, por lo menos temporal, por abandono y expulsión. Pero todo dependerá del juez que logremos conseguir y si los papás de Lena están dispuestos a dejarla ir sin pelear —sugirió el abogado, explicándoles las opciones que tenían— Pero tienen que estar conscientes que Sergey e Inessa pueden alegar que hubo descuido y falta de supervisión de su parte y hacer una contra demanda.
—¿Y qué hacemos entonces? —preguntó Charlotte por su esposa que estaba demasiado alterada como para hacer preguntas.
—No es obligación ni de los padres ni de los custodios informar a la policía sobre la huida de un menor de edad, sobre todo si está cerca de los dieciocho años, como en este caso. La policía local no va a darle prioridad, no la buscarán —explicaba las circunstancias normales que él veía a diario en su trabajo— El problema con Lena es que tu hermano es detective y él puede influenciar al departamento para iniciar la búsqueda inmediata, además de solicitar el paso de poder a los federales, si se llega a sospechar que Lena salió del estado.
—Entonces debemos llamar a Sergey.
—Espera Nya, aún no —dijo Oleg bajando la mano de la mujer que sostenía el teléfono, lista para realizar la llamada— Creo que lo mejor es intentar buscarla nosotros este fin de semana. Recopilar información lo más pronto posible y tratar de recuperarla sin involucrar a sus padres. Así evitaremos la posibilidad de la demanda y nos aseguramos de poder conseguir un buen juez que nos ayude con la custodia.
—Pero la policía podría encontrarla antes que nosotros —dijo Nya— eso es lo más importante.
—Mira, no voy a acusar a tu hermano de nada, porque no lo conozco más que por un par de reuniones de padres de familia en la escuela, pero trabajo de esto todos los días —aclaró a la desesperada mujer— Si Sergey e Inessa están en tal negación sobre el hecho de que su hija sea gay, podrían querer aprovechar la situación para recuperar a Lena e internarla en uno de los típicos centros de curación de la homosexualidad que existen en el país.
Esos lugares no eran legales pero se escondían bajo la bandera de campamentos y tratamientos de espiritualidad que albergaban a cientos de jóvenes que se veían obligados a negar su identidad o serían castigados severamente, manipulados mentalmente hasta llegar el colapso total y luego devueltos a sus familias completamente rotos y con depresiones que en muchos casos terminaban muy, muy mal.
Lo había visto tantas veces que no podía permitir que eso sucediera en esta ocasión.
—Lo mejor será buscarla esta noche por la ciudad. Ir a los albergues, a las estaciones de buses, hasta a los parques —sugirió rápidamente y viró su atención a su hija— Yulia, llama a Oksana, pregúntale si alguna vez habló con ella sobre que haría en estos casos y toma su computadora para revisar el historial del navegador de internet.
La joven asintió y rápidamente subió a su habitación buscando su tableta digital, el celular que había dejado atrás y la laptop que usaba en casa.
Revisó todo pero Lena había tenido mucho cuidado de borrar cada archivo y hacerlos desaparecer. Hasta encontró la aplicación para eliminar por completo documentos y registros de navegación, ahí, en el escritorio de la computadora.
Su celular no tenía nada, había removido la tarjeta de memoria y lo había formateado en su totalidad.
Bajó y con un suspiro avisó que no encontró ninguna pista y que ni siquiera había encontrado su tableta.
—Eso puede ser bueno —dijo el hombre— Podemos tratar de encontrarla con el GPS.
Llamaron a la compañía del servicio de telefonía celular y como Nya era la dueña del plan, no tuvo problemas en conseguir la información de donde se encontraba el aparato.
La dirección que les dieron estaba apenas a dos cuadras de distancia así que Charlotte se dirigió a la dirección acompañada de Yulia, mientras Nya se quedó en casa para tratar de dar la mayor cantidad de información al investigador privado de la firma de Oleg.
Lamentablemente, cuando llegaron a esa casa y tocaron el timbre, salió a recibirlas un joven de dieciséis años que les contó que había comprado algunas cosas a una chica pelirroja y muy bonita, entre los que se encontraba su tableta digital, la consola de videojuegos y el mp3; había sido toda una ganga para el adolescente. Según él, Lena necesitaba el dinero con urgencia y por eso lo vendía a ese precio.
Yulia y la rubia, regresaron a casa y explicaron lo que había acontecido. Nya ya había terminado con el investigador y todos se dispusieron a recorrer la ciudad buscándola.
Dieron varias vueltas a la ciudad. No dejaron un solo albergue sin inspeccionar, fueron a los parques y a las estaciones de gasolina acercándose a las afueras de la ciudad, pero nada, ni una sola pista de la pelirroja.
Al día siguiente, el investigador privado se dirigió al edificio de oficinas y logró descubrir algunas cosas útiles. Al ser un lugar muy importante, tenían su propia compañía de taxis y no fue difícil encontrar al conductor que había llevado a Lena a la estación de buses.
Siguieron la pista y pudieron localizar a la persona que le había vendido el boleto, lo malo es que no recordaba exactamente a dónde, ese fin de semana había vendido boletos a no menos de quinientas personas. El siguiente paso era preguntar, por toda la estación, si alguien había visto a la pecosa. Dialogaron con cada uno de los conductores y asistentes del día anterior, hasta que hallaron al indicado.
La ruta empezaba en Múrom, pasaba por Perm y terminaba en Kazán, atravesando casi todas las ciudades pequeñas. Al fin, tenían una idea de en dónde podía estarse escondiendo.
Mientras se realizaban estas averiguaciones, el papá de Yulia decidió trabajar en el caso de la custodia legal para Nya. El único problema fue que aún faltaban 27 días para poder realizar la petición de cambio de custodia por abandono.
—Ha pasado un día completo —dijo Nya, completamente exhausta al regresar a su hogar al toque de las 10:39 de la mañana.
—Debemos dormir unas horas para poder salir a buscarla en los pueblos aledaños —mencionó Charlotte, pero su esposa estaba demasiado preocupada y nerviosa como para irse a la cama, debía seguir intentando— Espera Nya, ¿a dónde vas?
—Al Café —respondió tomando sus llaves y mientras se marchaba por la puerta dijo: — los chicos podrían tener alguna novedad.
Al mismo tiempo, en la casa de Larissa, arribaban Yulia y su padre.
—¿Cómo les fue? ¿Alguna noticia?
—No —dijo Yulia, abalanzándose a los brazos de su madre— ¿Mamá, qué voy a hacer sin Lena? —dijo apretándola fuerte.
—Cariño… tranquila, bebé —La consoló, iniciando un tierno vaivén de lado a lado, su hija se notaba agotada y desesperada— Lena va a aparecer, ya verás.
—Yulia, hija —le habló su padre, posando una mano en su espalda— Trata de dormir, tenemos que emprender viaje en algunas horas, vamos.
Vencida volteó hacia su padre y le agradeció la ayuda que les estaba dando, dejando que su madre la guiara hasta su habitación, unos segundos después.
Yulia no se tomó ni la molestia de quitarse la ropa. Lanzó sus botas lo más lejos de su habitación y vio como manchaban la pared con el golpe, pero no le importó. Su impecable cuarto no le interesaba, su propia apariencia física tampoco, mucho menos su comodidad. Se tapó con un cobertor y se quedó dormida inmediatamente.
Despertó, tres horas más tarde, con una llamada de su amiga Oksana. La pequeña castaña no había atendido la noche anterior y con todo lo que tenían que hacer para encontrar a la pecosa ni se preocupó en volver a llamarla.
—¿Oksana? —contestó, todavía en sueños.
—Hey, perdón por no contestarte ayer, ¿necesitabas de mí?
—Oksana, Lena huyó de casa.
—¿Qué dijiste?
—Oksana, Lena se fue… se fue y yo soy tan estúpida que no pude darme cuenta. No entendí lo que quería decirme porque estaba tan molesta con ella que no presté atención a sus palabras— sollozaba Yulia en el auricular, mientras su amiga trataba de entender que había pasado.
—Cálmate —sentenció Oksana— ¿Cuándo pasó? ¿Qué pasó?
—Ayer, se fue ayer… fue a verme a la oficina de papá para disculparse conmigo y pedirme que regrese a la cafetería.
—¡Oh Yulia!, no me digas que la trataste de la patada, como siempre —preguntó su amiga, casi adivinando la charla entre ambas.
—Lo siento Oksana, te juro que lo siento —repetía la chica de esos hinchados ojos azules, que al momento tenían un rojizo tono alrededor— Si pudiera regresar el tiempo la besaría apenas entró al hueco.
Oksana trató de tranquilizarla y de recordar todas las charlas que tuvo con su amiga, pero no venía a su mente ni un solo detalle de qué harían si huyeran de casa. Ni una leve idea de donde podía estar.
—Voy a ducharme —mencionó la abrumada chica despidiéndose— Papá vendrá por mí en media hora para ir a recorrer las afueras de la ciudad.
—Espero que tengas suerte, de verdad y por favor avísame si… llegas a saber cualquier cosa.
—Seguro, Oksana —respondió antes de colgar la llamada. Se mantuvo pensativa. Estaba tan arrepentida, si tan solo hubiese escuchado, si le hubiese dado una oportunidad, pero no. Todo tenía que ser a su antojo, a su tiempo, a la voluntad de su capricho. Sollozó su cansancio lleno de pena y se levantó hacia al cuarto de baño.
Otro día de búsqueda, horas de horas de recorrido por cada pequeño callejón y por todas las avenidas y carreteras que no habían cubierto el día anterior. No tuvieron suerte, Lena debió haber ido a una ciudad grande a unas horas de distancia. San Petersburgo fue el primer destino en ser descartado, Max, su ex-novia, vivía allí y Lena sabía que la podrían encontrar con facilidad.
Analizaron todas las posibilidades y sugirieron viajar a Kungur —una ciudad de mediano tamaño que quedaba en el camino— era lo suficientemente extensa para perderse y sería la primera parada que revisarían antes de considerar separarse e ir a otros lugares.
El domingo por la noche, regresaron por la autopista principal con menos esperanzas que cuando iniciaron la búsqueda. Yulia iba con el asiento del copiloto totalmente reclinado, tratando de dormir un poco, lo que le fue imposible. Viró la cabeza, alejando su vista de la ventana, para observar detenidamente al hombre que manejaba a su izquierda.
—Gracias, papá —Su tristeza era palpable en su entrecortada voz.
—No tienes nada que agradecer, hija — contestó él, alcanzando su cabeza para darle una leve caricia que no fue rechazada. Su agotada hija sentía que necesitaba ese cariño o caería en una profunda depresión por toda la culpa que sentía.
—¿Crees que lograremos encontrarla?
—No lo sé —suspiró su padre, tomando nuevamente el volante con sus dos manos— Espero que sí… o que recapacite y regrese sola.
—Papá, tengo miedo.
—Lo sé, créeme… yo también —dijo honestamente, mostrándose por primera vez realmente intranquilo y continuó el camino a casa.
Hablaron sobre continuar la búsqueda y ella —sin pensarlo dos veces— se ofreció a acompañar a Nya y Charlotte, acordando con sus padres que no iría al trabajo esa semana y únicamente saldría de la ciudad acompañada de una o ambas de las tías de Lena, pero no sola. Ella seguía siendo menor y no querían que se metiera en problemas.
Al siguiente día, llegó a la casa de la pareja muy temprano en la mañana. Tocó el timbre a las 7:00 AM en punto y fue recibida con una taza de café recién hecha. Ya todo estaba listo, los mapas, las direcciones, las fotos para repartir, todo; de repente, el sonido de la puerta se repitió.
Charlotte se acercó rápidamente, por un momento tuvo la esperanza de que Lena estuviera del otro lado, pero no.
—¿Inessa?
—Hola… ¿Charlotte, verdad?
La rubia asintió y la dejó pasar a la sala.
—Amor, ¿quié…? —Se frenó de golpe al ver a su cuñada sentada en uno de los sofás.
—Inessa, ¿qué haces aquí?
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RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Todo parecía confabularse en su contra, justo cuando pensaban que las cosas no podían ponerse peor, Inessa Katina estaba en la sala de su casa, en su sillón favorito.
Estaba presenciando un evento que jamás en la vida pensó posible.
—Sonya —saludó fríamente.
—Inessa —respondió nerviosa y girando su vista hacia Yulia, le pidió que hablara con su papá para decirle que «estaban en camino». Todo era un código para que lo llame de urgencia y le informe sobre el giro de los acontecimientos.
—Sergey no sabe que estoy aquí —dijo la mujer en voz baja, como si tuviera miedo a ser escuchada— Me mataría si se entera que vine, pero necesito ver a Lena.
Las mujeres no sabían qué hacer o decir, un: «tu hija huyó de casa ayer y no tenemos ni la más mínima idea de donde puede estar», no era la respuesta más sabia al momento.
Yulia buscó de entre sus contactos el número de su padre y presionó el botón para llamarlo; era evidente que no iba a lograr llegar en los siguientes cinco minutos. La situación se sentía tan incómoda, que prefirió salir de la sala para hablar con mayor libertad.
—Inessa —dijo Nya, tomando unos segundos para continuar, buscando el valor para explicarle lo sucedido— Lena no se encuentra aquí.
—¿Saben dónde está? —pregunto la madre sin preocuparse— Me gustaría verla y pasar un rato con ella, antes de que su padre regrese de su juego de basquet —La mujer se puso de pie y colocó su cartera al hombro, esperando que le dieran una referencia y salir en busca de su hija.
—Inessa…, creo que será mejor que te sientes. Hay algo de lo que tenemos que hablar —dijo Charlotte tomando la iniciativa, su esposa parecía una estatua de piedra.
—¿Pasa algo? —preguntó, dándose cuenta de cuan tensas se encontraban ambas mujeres— ¿Dónde está Lena?
No había momento más incierto que ese, tanto Charlotte como Nya sabían que lo mejor sería decirle la verdad, pero temían que todo el infierno que desatara.
—La tarde del viernes, Lena dejó la cafetería en su receso y huyó de casa… No sabemos a dónde fue —explicó la rubia lo más calmada que pudo pero sus manos le temblaban y su voz se cortaba al hablar.
La madre palideció de inmediato. Sintió un hormigueo en el cuerpo y una impotencia que pronto se convirtió en pura ira. Sus gritos llenaban la casa y nadie se atrevió a contradecirla. Ambas entendían perfectamente lo grave de la situación, si ellas estaban así de preocupadas por la desaparición de su sobrina, ¿cómo podría estar su madre?
—Papá, apresúrate —le suplicó Yulia, escuchando los gritos desde el jardín— Al parecer ya se enteró de todo y está muy molesta.
—Estaré ahí pronto —respondió Oleg y colgó la llamada. Al entrar a la sala, Yulia escuchó reclamos e insultos y comenzó a alterarse y a perder la poca paciencia que, para ese entonces, tenía. Quería salir a buscar a Lena, no perder el tiempo con una interrupción.
—¡¿No te bastaba influenciar a mi hija hasta que se vuelva lesbiana?! ¡Además, tenías que perderla! —gritaba la mamá de la pecosa a las dos personas que la habían acogido y que no abrían la boca para defenderse— ¿Quién sabe dónde está? ¿Dónde diablos pasó la noche? ¡Si está viva o muerta!
—¿Qué diablos le pasa a usted? —gritó Yulia, interrumpiéndola. La mujer se detuvo de inmediato sorprendida de que una chiquilina le alzara la voz de esa manera.
—Yulia, no… —Nya trató de detenerla, pero por Dios, es Yulia Volkova, ella hace lo que quiere y en ese momento solo quería ver el mundo arder.
—¡No! —gritó nuevamente alzando la palma de su mano en dirección a su antigua jefa, sin cortar mirada con Inessa Katina— Ustedes la echaron de casa, la abandonaron, la ignoraron… ¡La dejaron en la calle! —exclamó mientras las tres mujeres la escuchaban sin decir una palabra— Usted ni siquiera pudo enfrentar al idiota de su esposo para proteger a su hija… ¿y así se atreve a reclamar a las dos mujeres que le abrieron las puertas para que no tuviera que dormir en la banca de un parque o prostituirse en una esquina?
—Yulia, cariño… —Charlotte intentó hablar durante una pequeña pausa de su discurso, pero no, fue callada por más reclamos de la adolescente.
—Lena sabe que ustedes se deshicieron de sus cosas, de sus fotos, de sus recuerdos, ¡de todo! Se siente rota, odiada y abandonada… Y eso… eso no es culpa, ni de Nya, ni de Charlotte, es culpa de ustedes, ¡de sus padres!, porque hasta la inútil de Katya ha hecho esfuerzos por estar pendiente de su hermana, pero ustedes dos… bien podrían ser los papás de Cujo, les importa un comino su hija.
Nya hizo todo el esfuerzo posible por no mostrar la sonrisa que se le marcó al escuchar esa última frase.
—¡Mira quién habla, Yulia! —reclamó la madre indignada de que le sacara en cara sus fallas— Pero ¿quién eres tú para hablar sobre tratar bien a Lena? ¿Acaso no pasaste dos años de tu vida fastidiando a mi hija? ¿Acaso no le tiraste café en la cara el primer día que la conociste?
—¡Yo-no-soy-sus-padres! Yo no tenía la obligación de protegerla, ni de apoyarla. En ese tiempo, ni siquiera éramos amigas, así que no me salga con su alta moral y cómo yo le arruiné la vida a su hija, porque lo que yo hice no se compara con lo que ustedes fallaron en darle.
—Voy a llamar a Sergey —dijo Inessa tomando su celular. No tenía nada más que refutarle a la chica que acababa de ponerla en su lugar de tan mala manera, odiaba ser aleccionada por una niña de diecisiete años y quería encontrar a su hija.
—Hace quince minutos estaba temblando con la posibilidad de que se entere que había venido a verla, ¿y ahora va a llamarlo para que la ayude? —preguntó irritada la adolescente— Usted sabe muy bien que a su esposo no le interesa su hija lesbiana. ¿Qué van a hacer, eh? ¿Internarla en algún lugar?
—¡Yulia! —la reprendió Nya con un ligero movimiento de cabeza, no quería que le empiece a dar ideas a su cuñada.
—¡Es la única forma de salvar a nuestra hija!
—¿Salvarla? —preguntó Charlotte sin entender, a qué había ido Inessa a su casa, ¿qué quería hablar con Lena?
—¡Lena no es lesbiana! —gritó la madre mostrando la impotencia que sentía— ¡Es mi hija y mi pequeña no es así!
—Inessa, ¿a qué viniste? ¿Qué querías con Lena? —preguntó enojada Nya, todavía dudando de lo que había escuchado. Tal parece que el papá de Yulia tenía razón, querían lavarle el cerebro a su sobrina, querían secuestrarla y forzarla a un tratamiento fútil contra su voluntad.
—Vine a convencerla de que venga conmigo y deje estas cosas atrás.
—¿Estas cosas? —preguntó la tía empezando a molestarse con su visita.
—¡Sí, esta novelería de ser homosexual!
—Creo que es mejor que te vayas, Inessa.
—Esta es culpa tuya Sonya, regresaste enferma de Paris y contagiaste a mi hija… ¡Mi hija! —se quejó señalándola con el dedo, tenía el cuerpo rígido, estresado y sentía un gran deseo de acercarse y romperle la cara de una bofetada a su cuñada— ¿Con qué derecho le metiste «estas cosas» en la cabeza? ¡No es tu hija, es mía!
La pareja se quedó atónita ante tal aseveración. Nya jamás pensó que la culpaban de esa manera, que ella era la causante de todo en los ojos de su hermano y su cuñada.
—Déjeme decirle que es la mujer más estúpida que he tenido el desagrado de conocer —dijo Yulia contestando a lo que había acabado de oír, llamando la atención de las tres mujeres en la sala— La homosexualidad no se aprende, ni se decide; no es una enfermedad. ¡Por Dios, ¿quién es usted?! ¿Dónde está la familia que todos envidiábamos? Los padres abnegados y cariñosos de Lena? ¿Dónde? —Esperó dos segundos por una respuesta, pero Inessa no le dio ninguna.
Yulia había escuchado lo triste que estaba la pelirroja por todo esto y como extrañaba a su familia, a los padres que recordaba, a su hermana, a su hogar. Pero ¿qué mierda extrañaba, si esto era lo que tenía esperándola? Unos padres intolerantes, un lugar lleno de odio y reproches. Un centro de rehabilitación que no necesitaba.
Todo le cerraba entonces, Lena no tenía nada; no tenía a su familia, esa idea terminó el día que salió del closet; no tenía a sus amigos cerca, la única que lo sabía era Oksana y estaba muy lejos; tenía miedo de que lo que le pasó en casa, le pase en la escuela… y con justa razón; lo que había vivido era horrible. A eso sumarle vivir en una casa en la cual no se sentía cómoda porque pensaba que era un estorbo.
«Si pudiera cambiar quién soy lo haría, porque no me ha traído nada más que problemas. Odio ser gay, ¡lo odio!», recordaba las palabras tan sentidas que había escuchado el día anterior y lo entendió… por eso se marchó, ya no tenía nada que perder.
—Sus palabras solo demuestran su ignorancia, su falta de sentido común y su odio. Por suerte ninguna de esas cosas es hereditaria —dijo Yulia finalmente.
—Yo no odio a mi hija —contestó entre dientes— Quiero que tenga oportunidades y una familia. Quiero que sea feliz y no que se refugie en una mujer por su miedo a fracasar con un hombre.
—¡¿QUÉ?! —contestaron las tres al mismo tiempo.
—¡Quiero a mi hija de regreso! A mi dulce Lena, a mi hija normal y sana.
No podía creerlo, simplemente no podía. Miró a Nya y a Charlotte con las manos en la frente y una pena terrible de cada cosa que escuchaban de esa mujer.
"¿Cómo aguantan tanto insulto, tanto disparate? ¿Por qué no la mandan al diablo?"
—Pff, yo me largo… —dijo la adolescente tomando su bolsa y sus llaves del auto.
—Yulia, espera —dijo Charlotte poniéndose de pie y siguiéndola a la puerta— Tú papá debe estar por llegar. Quédate.
—Lo siento, no lo esperaré —Agarró el picaporte y lo giró mientras decía: — Tengo que ir a buscar a «mi novia» y ya me harté de escuchar incoherencias.
—¿Su qué? —pregunto Inessa mirando a Nya que no supo que decir, también eran noticias para ella. Hasta para Yulia, que cerró la puerta a sus espaldas y se apresuró al automóvil para emprender camino a buscarla.
"¿Mi novia?, qué diablos, Yulia".
Pregunta que se hizo durante casi todo el trayecto.
—¿Qué hora es? —se dijo a si misma saliendo de la última cafetería a la cual había entrado a preguntar por información sobre la pelirroja. El viaje se le había hecho eterno, más que nada porque paraba en cada restaurante o estación de gasolina del camino —Sacó su celular y se dio cuenta de que, primero, no tenía la más mínima idea de la hora y segundo, su teléfono había muerto hace quién sabe cuanto tiempo. Ahora entendía por qué su papá no había intentado contactarla, después de todo, le habían dicho claramente que no saliera de la ciudad sin la compañía de un adulto y ella estaba segura de haber cruzado ya dos condados.
No había rastro de la pelirroja, todo indicaba que había viajado directo a su destino final.
Tanto Kingsburg como San Petersburgo eran ciudades grandes, con muchos lugares donde ocultarse. Podría pasar desapercibida, buscar trabajo fácilmente y continuar su vida.
De las dos, Kingsburg parecía la mejor opción, aunque en San Petersburgo Lena tenía a Max, podía estar con ella. Es decir, es su ex, la conoce; le tiene confianza y…
"No, no, no, no está ahí. Por su culpa se supo todo, la traicionó, no se iría con ella… ¿o sí?"
Necesitaba usar su celular para buscar a Max en la página de Facebook y encontrar algún indicio de donde vivía. Si no tenía éxito en un par de horas más, podía continuar el viaje directo allá y asegurarse si albergaba a la pecosa o no.
Manejó hasta el siguiente poblado, lo bueno de esa vía era que, pequeños pueblos quedaban a minutos de distancia y ella necesitaba encontrar un lugar donde comprar un cargador para su teléfono, llenar el tanque de gasolina y tal vez comer algo.
La localidad era muy pintoresca, con casas estilo sueco, hechas de adobe y vigas vistas de madera. Tranquilo, con las calles muy limpias y un ambiente relajado, hasta podría decirse que le daba una sensación muy hogareña el estar ahí.
Parqueó frente a un local de tecnología y estiró un poco las piernas. "Más de cuatro horas de viaje", pensaba al ver un gran reloj a través de la ventana del restaurante contiguo, ya era casi la una de la tarde.
Veía a la gente pasar y se imaginaba, ¿qué podía hacer Katina en Kingsburg? Si ella huyera de casa lo más seguro es que terminaría yendo a Ekaterimburgo para buscar trabajo como cantante o en algo que le apasionara. Pero ¿qué tipo de trabajo podría encontrar la pecosa en la ciudad a la que iba? Ningún otro que de mesera o tal vez de obrera en una fábrica o trabajadora de alguna granja. Nada que ver con la música.
Qué no daría por estar en su cabeza unos segundos y entender su lógica. Predecir a donde podía ir, que pensaba hacer en el futuro para poder encontrarla.
—Hola, ¿estás bien? —le preguntó un hombre de aproximadamente unos sesenta años de edad. Tenía el cabello muy blanco, así como su piel; estaba arrimado en la puerta de la tienda y llevaba observándola, por lo menos, unos cinco minutos.
—Sí, es más… vengo a comprarle un cargador de teléfono —dijo la chica regresando de sus pensamientos y tomó su aparato. Entró al local y oyó una campana sonar cuando la puerta se cerró detrás de ella.
—Espero que esa vieja campana no te haya asustado.
—Lo siento, estoy un poco nerviosa y cansada… y con hambre —respondió Yulia posando sus antebrazos sobre el mostrador mientras esperaba que el dueño del local saque el cargador de la caja para probarlo. También le vendió un novedoso estuche que incluía internamente una batería cargada al cien por ciento, para que pueda usar su teléfono inmediatamente, sin conectarlo a la pared.
—¿Puedo preguntar de dónde vienes? Es una ciudad pequeña y nos conocemos entre todos y no te había visto antes por aquí.
—Estoy de paso, vengo de Moscú pero necesito llegar a Pavshinov —respondió Yulia sacando el dinero para pagar.
—¿Acaso hay una árbol milagroso en esa ciudad o algo así? —preguntó el hombre con curiosidad— Eres la segunda chica que pasa por aquí en estos días con la misma trayectoria.
"¡Lena!", pensó rápidamente y se apresuró a sacar la foto que tenía guardada en su bolsa.
—¿Tal vez es esta la chica que vio?
—Sí, es ella… Lena, si no recuerdo mal.
"¡Dios, estuvo aquí!".
—Es muy bonita —mencionó devolviéndole la foto— Pero esa noche no se veía tan feliz como en la foto.
—¿El viernes? ¿A qué hora estuvo aquí? ¿Le dijo a dónde iría?
—¿Por qué la buscas? —preguntó dudando en darle más información, el hombre definitivamente se estaba reservando algo.
—Huyó de casa y todos estamos muy preocupados. Necesito encontrarla…
—¿Eres su familia?
—Mire señor, no quiero ser grosera pero lo seré si no empieza a hablar. Sé que se está guardando algo. Si sabe dónde está, será mejor que me lo diga.
—Así que tú eres… ¿Yulia?
"¿Le habló de mi? ¿Quién diablos es este viejo? ¿Dónde está Lena?", pensó poniéndose muy tensa, que tal si este hombre le había hecho algo, uno nunca sabe con quién está hablando. "¡Mierda, papá tenía razón… Debí venir acompañada".
—No te pongas nerviosa, te contaré lo que sé —dijo el dueño moviendo dos sillas a su lado y haciendo un gesto para que se sentara.
—Así estoy bien —respondió la joven que sospechaba del hombre; y en menos de unos pocos segundos pensó más de diez formas de salir de ahí si algo llegaba a suceder. ¿Qué había hecho yendo sola a ese lugar?
—Como prefieras —respondió y tomó asiento— El autobús en el que viajaba se averió, así que todos los pasajeros aprovecharon para bajar y comer algo en la ciudad mientras arreglaban la llanta ponchada del vehículo. Lena se sentó aquí en frente, en la banca y no dio señales de vida por alrededor de unos cinco minutos —le contaba con calma, pero Yulia no bajaba la guardia— Se mantuvo ahí, sin decir una palabra o moverse. Vi lágrimas correr por su rostro y no pude evitar acercarme.
—¿Y qué le dijo?
—Al principio nada, no quería hablar. Me pidió que la dejara sola y yo lo hice. Media hora más tarde anunciaban a los pasajeros que el bus estaba completamente descompuesto y que llamarían a una unidad nueva para que los recoja. Demoraría aproximadamente cuarenta y cinco minutos en llegar por ellos.
Yulia lo escuchaba atenta y precavida de salir corriendo si esto se tornaba una historia de terror. "Los idiotas de esas películas mueren porque nunca huyen cuando deben hacerlo, tal vez ya debí haber huido".
—Saqué un cartón de leche y unas galletas para que comiera algo, me imaginé que no lo hacía porque tal vez no tenía dinero, pero ella se negó. Me dijo que no tenía hambre y que solo esperaba el bus para llegar a Pavshinov.
—¿Le dijo que haría allí?
—No, pero le pregunté por qué lloraba y me dijo que había defraudado a alguien muy importante y que no tenía sentido seguir viviendo en la capital. Que lo que había hecho, nadie se lo perdonaría, que tenía que salir de ahí y dejar a los demás ser felices.
—Katina… —susurró Yulia con frustración.
—Finalmente le dije que errar es de humanos y que igual lo es el perdonar y me dijo: «usted no conoce a Yulia, ella no perdona, su carácter y su orgullo jamás se lo permitirían».
Yulia negó y suspiró sin saber que decir.
—No sé que pasó entre ustedes, pero tu novia está muy enamorada de ti, ¿sabes? —dijo el hombre levantándose de su asiento y retirando el que nunca usó la joven.
—¿Cómo sabe que… está enamorada de mi? —preguntó Yulia sorprendida, acaso le había dicho algo más.
—Reconocí su tristeza y sus lágrimas, era como mirarme al espejo, pequeña. Aún lloro así cuando pienso en mi esposa —respondió con seguridad— Lena te ama.
—Genial… ni siquiera sé donde está.
—Tal vez puedan darte más información en el Motel del Este.
—¿Disculpe? Pensé que me había dicho que había viajado en el bus de reemplazo esa noche.
—No, le pregunté si tenía donde quedarse cuando llegara a Pavshinov y me dijo que no, que tenía que buscar un hotel al llegar —mencionó sacando un papel y anotando algo mientras seguía hablando— Le sugerí que fuera a uno de los moteles de la ciudad y viaje en la mañana. Esta es una ciudad grande y puede llegar a ser peligrosa en la noche, mucho más para alguien que no la conoce —dijo entregándole el papel con la dirección del lugar— Tal vez ahí te den más información.
—Gracias, muchas, muchas gracias.
—Cuídate Yulia… y suerte encontrando a Lena.
Ella asintió mientras salía del lugar y subió a su auto apresurada. Conectó el teléfono para buscar la dirección en el GPS y apenas la pantalla se prendió, recibió una llamada de su padre.
—¡Yulia, ¿dónde diablos estás?!
—Papá, estaba camino a Pavshinov, pero…
—Te advertimos con mamá que no tenías permiso de salir de la capital…
—¡Para, creo que tengo una buena pista de Lena! —Interrumpió a su molesto padre para darle las noticias.
—¿La encontraste?
—No aún pero un hombre habló con ella el viernes y cree que pasó la noche en un Motel cerca de aquí.
—Hija, por favor no vayas sola a ese lugar.
—Papá, estoy muy cerca. Preguntaré por ella y si me dan alguna pista iré a buscarla.
—Yulia, escúchame —dijo finalmente Oleg, tratando de calmar la emoción de su hija— Necesito que regreses a Moscú.
—¿Qué? ¿No acabaste de oír lo que dije?
—Te lo voy a repetir por una última vez. ¡Regresa en este instante a casa!
—¿O qué, papá? ¿Me castigarás por el resto de mi vida? ¿Me sacarás del colegio que tanto odias? ¿Me forzarás a trabajar en tu firma de abogados? ¿Qué?
—Hija, es peligroso. Solo regresa —insistió su padre, bastante preocupado por su seguridad.
—No, tengo que encontrarla antes que sus padres. Tengo que pedirle que vuelva para que Nya y Charlotte pidan su custodia y no la fuercen a ir a esos centros de los que hablaste.
—Yulia, hablamos con calma con Inessa. Le expliqué con hechos la situación y está de acuerdo en que debemos encontrarla antes de que Sergey se entere de todo —explicaba Oleg lo que había acontecido en su ausencia— Así que ella misma habló con el juez para pedir un amparo legal y concederle la custodia temporal a Nya y Charlotte. Siendo un caso de emergencia estoy seguro de que la solicitud será tramitada entre hoy y mañana.
—Eso es muy bueno papá, pero de que sirve si no la encontramos.
—Una vez que todo esté solucionado con el juez, podrás organizarte con Nya para ir a buscarla.
—No, lo siento —respondió la joven firme a su decisión— No voy a perder el tiempo regresando a Moscú y esperar a que todo se resuelva solo. Voy a buscar a Lena.
—Yulia…
—Te avisaré si hay novedades —La muchacha colgó la llamada y apagó el aparato para evitar ser rastreada.
Sabía que estaba arruinándolo todo con sus padres, pero en ese momento lo único que le importaba era en encontrarla y pedirle que regrese a casa. Nada más, cualquier consecuencia que su decisión trajera, era mínima en comparación a no volver a verla.
Llegó rápido al lugar, no estaba tan lejos, era realmente una ciudad muy pequeña.
El Motel era en realidad un conjunto de edificios pequeños con una piscina en medio, parecía un diminuto resort vacacional, se veía muy bien cuidado y arreglado.
Entró en la recepción y se encontró con una mujer rubia de no más de cuarenta años que le dio inmediatamente la bienvenida.
—Hola, estoy buscando a una joven que pasó por aquí el viernes en la noche —dijo entregándole la foto de Lena.
—Oh, sí, la recuerdo bien. Pero no se hospedó aquí —dijo la mujer devolviendo la foto— Teníamos el lugar repleto.
—Entiendo —Exhaló Yulia muy fuerte— Tal vez le dio la referencia de otro lugar donde se podía hospedar.
—No, lo siento. Me pidió que la ayude llamando un taxi que la llevara a la estación de buses.
—Debe haber viajado a Pavshinov esa noche entonces —dijo Yulia en voz alta pero para si misma— Gracias de todas formas.
—No tienes de qué.
Estaba ya por salir de la oficina y dio media vuelta preguntando donde podía encontrar una gasolinera, todavía estaba andando casi sin una gota en el tanque, en cualquier momento se quedaría varada por ahí.
—Baja dos cuadras y a la derecha te encontrarás con la estación.
Yulia volvió a agradecer y se marchó directo a la gasolinera.
—Deme una bolsa grande de papas fritas y dos gaseosas de medio litro. También un café negro y cóbreme el tanque lleno, por favor —dijo al chico que atendía la micro tienda de la estación, alcanzándole un billete de 20 rublos.
—Aquí tienes —dijo entregándole todo en una bolsa negra junto con el cambio.
—Una pregunta, ¿tal vez has visto a esta chica? —preguntó enseñándole la imagen mientras bebía de un sorbo su café.
—Se acaba de ir hace no menos de cinco minutos.
—¡¿Qué?! —gritó regando su bebida sobre el mesón. "¡Katina está aquí, todavía está aquí!".
—Sí, pasa por aquí comprando algo de comer todos los días, bueno, los últimos tres o cuatro días —dijo el joven limpiando con un trapo el café desparramado.
—¿Y has visto por donde se va?
—Siempre cruza la calle y sigue recto hasta la esquina, luego baja para la calle principal.
—Gracias… y perdón por eso —dijo mientras corría con las compras a su auto y salía disparada a buscar a la pelirroja.
Estaba ahí, cerca muy, muy cerca; y pensar que estuvo a punto de no entrar a comprar nada, quería emprender viaje lo más pronto posible, pero el hambre la venció.
Bajó lento por la calle que le mencionó el muchacho y no la divisó. Pero se encontró con un letrero que decía: «Motel del Oeste», debía estar ahí.
Entró al estacionamiento para parquear su auto y dirigirse a la recepción, pero no le hizo falta… ahí estaba, a lo lejos, entrando a una de las habitaciones del tercer piso del edificio.
La pecosa no la vio, pero Yulia ya sabía donde estaba.
"Lena… te encontré… te encontré".
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Hasta mañana!!!
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 12: Regresa Conmigo
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Lena es hermosa cuando duerme. Completamente… hermosa.
Respira leve… Aún está en sueños, pero ya no tan profundos. Estoy segura de que pronto despertará.
No quiero tocarla para que no lo haga por mí, hay tiempo de sobra, la noche apenas está entrando a la madrugada y podríamos quedarnos aquí en esta cama por el resto de la semana, si por mí fuera.
Se abraza a ella misma cuando duerme, con un brazo sobre su hombro y el otro cruzado apoyado en el colchón.
Sus ojos están tan relajados, al igual que su rostro y su quijada está apenas apoyada en su antebrazo. Luce tan pacífica… tan linda… tan vulnerable.
Me pregunto que está soñando o si lo hace en absoluto, si cuando despierte seguirá así de tranquila o entrará en pánico como cuando me vio al abrir la puerta.
Pero eso no importa, nada importa, nada más que Lena.
Cuando la vi entrar al motel, me quedé en blanco. No sabía que hacer, si llamar a papá, ir a enfrentarla o simplemente esperar y ver que hacía.
Él seguro querría saber que la encontré, pero estaba tan molesto conmigo por desobedecerlo que tal vez no era la mejor idea, tampoco llamar a Nya. Sería más fácil pretender que no lo hice y decirles que seguía buscándola, quedarme allí afuera a esperar, a ver sus movimientos, pero no pude, lo llamé; la situación es grave y no puedo correr riesgos de que huya nuevamente, si lo hago no me lo perdonaría.
Papá contestó y sí, estaba muy molesto, pero lo dejó de lado al saber que la búsqueda había terminado. Fue muy claro cuando me dijo:
—Quédate ahí, Yulia. No la pierdas de vista ni un segundo. Antes de ir por ustedes tenemos que hablar con el juez y firmar la custodia o podríamos perderla completamente.
Entendí a la perfección. Hasta nuevo aviso de su parte, no me movería de aquí.
Terminé mis papas fritas y mi soda sin dejar de ver la puerta ni un instante. Fue una casualidad entrar a esa micro tienda a pagar. Pude haberlo hecho desde afuera pero me dio hambre. ¡Gracias, estómago vacío!
Ya había pasado una hora y yo seguía ahí afuera, pensando en que hacer, si hablarle, esperar, seguirla o qué. No quería asustarla, pero tampoco quedarme mucho más tiempo en este auto, ya me resultaba incómodo. Fue entonces que una idea llegó a mí y me hizo salir corriendo hasta su habitación.
"¿Qué tal si se fue?"
Sentí algo horrible recorrer mi pecho, una angustia que jamás había experimentado y es que todo cuarto de hotel o motel debía tener una ventana y yo no veía ninguna, así que seguramente estaba del otro lado del edificio y si me vio, seguro que salió por la escalera de emergencia y se fue.
En menos de cuatro minutos estuve jadeando detrás de la puerta, aunque al escuchar algo de ruido adentro, me tranquilicé. Estaba ahí, debía calmarme, así que respiré profundo para controlar mi respiración.
No tardé mucho en dar un par de golpes y esperar a que abra. Estaba lista para lo que fuera, no creía que saldría corriendo por la ventana al verme, pero si lo hacía, la perseguiría hasta tumbarla al piso y retenerla hasta convencerla de regresar conmigo.
Quiero hacerlo otra vez.
¡Dios, que despierte y hacerlo una vez más y otra más!… Y es que nunca pensé que me sentiría así con alguien, jamás lo hice con Boris, no así.
El sexo era sexo nada más, nunca fue de este modo, nunca un roce de su piel me recorrió por las venas, no como cuando ella me toca con la yema de sus dedos y todo mi cuerpo se estremece.
Lo hicimos en plena tarde con la luz que se filtraba por su ventana. La habitación estaba cálida, no muy caliente a pesar del verano y no muy fría gracias a la poca potencia del aire acondicionado. Todo fue perfecto, la temperatura adecuada para sentirnos cómodas con el calor de nuestros propios cuerpos.
No pude evitar besarla momentos después de verla abrir esa puerta. Me miró con tanta angustia, con tanto dolor. Tenía unas ojeras horribles, había estado llorando… demasiado, pero lo entiendo, han sido días muy difíciles para todos. Le tomó unos segundos reconocer el alivio en mi rostro y bajó la mirada, dándose por vencida.
Dejé salir un suspiro y me acerqué bruscamente para tomarla por la cintura y apretarla en un abrazo. Al principio dudó en devolvérmelo, pero finalmente soltó su cuerpo en el mío. Estábamos juntas y ya no importaba nada más que nosotras.
La besé, no quería hablar, solo demostrarle que todo estaba bien entre las dos que no hacía falta dar explicaciones. La quería conmigo y eso no necesitaba palabras.
Dejamos el beso continuar, ninguna de las dos quería que termine. La llevé de a poco contra la pared y sentí que ella acariciaba mi nuca presionándome aún más contra su boca, mientras su otra mano me abrazaba, apretándome a su cuerpo.
El aire faltaba y empecé a bajar por su cuello, a subir nuevamente sin desperdiciar la oportunidad de oler su piel. Es dulce, más no embriagante; es sutil como ella misma, tranquilizante y adictiva. Es como cuando llegas a casa y tienes ese sentimiento indescriptible de paz, de estar donde perteneces… así.
No sé ni como dimos vuelta; de un momento a otro Lena caminaba de espaldas y tropezamos la una con la otra cayendo sobre el colchón.
Reímos al darnos cuenta que estuvimos a pocos centímetros de terminar en el suelo. La miré hasta calmarnos, sus ojos verdes con fragmentos grises me cautivaron y no era por su color, sino por su profundidad, por lo que ella me decía al verme en ese momento.
Hablaba volúmenes enteros, desde un lo siento hasta un te amo y no, no lo dijo, pero yo lo sentí, yo la amo también.
No hablamos, ni una palabra. Me perdí en el momento, como si todo sucediera en cámara lenta, tracé las líneas de sus labios suavemente con mi pulgar, haciéndola suspirar. Al verla cerrar sus ojos le di un ligero beso, que fue seguido por otro en la punta de su nariz y luego su delicada mejilla, hasta viajar con mis labios a todas partes.
Es perfecta.
¿Cómo puede ser que nunca supiera de lo que me estaba perdiendo? ¿O es esto lo que se siente solo cuando estás enamorado? ¿O es ella? Porque es especial, porque es única, porque se robó mi razón.
Y ahí están esos ojos y su ligera sonrisa mientras despierta, batallando contra el sueño que todavía tiene.
—Hey —susurro cubriéndola un poco con la sábana.
—Hmm, hey —dice en una voz tan baja que casi no la escucho. Vuelve a cerrar los ojos, está tan cansada.
—¿Tienes hambre? —pregunto y me responde con una ligera negación sobre la almohada— ¿Quieres seguir durmiendo? —Responde asintiendo de la misma manera.
La acurruco con mi brazo sobre su cintura y junto nuestras frentes cerrando los ojos también. Tal vez debería dormir unas horas y reponerme de este día tan agotador.
Es tan agradable despertar de a poco con el calor de otro cuerpo junto al tuyo. Ese calor que irradia debajo de las sábanas y además sus caricias tiernas sobre mi piel. Ya está despierta y la siento observándome.
—Hey —dice con tanto cariño.
—¿Qué hora es? —Escucho mi voz ronca y bostezo contra la almohada. Lena me sonríe y me contesta que un poco más de las cuatro de la madrugada. Me acaricia la mejilla y se acerca a darme un corto beso.
—Eres hermosa.
—Hmm, estás haciendo lo mismo que yo hace rato.
—¿Ah sí? ¿Y qué es eso? —responde dejando las caricias a un lado, para pasar suavemente su índice desde la punta de mi nariz hasta mi quijada y luego volviendo a subir.
—Recordándolo todo —digo y atrapo con un beso la punta de su dedo cuando vuelve a bajar. Ella lo detiene ahí y empuja para abajo mi labio inferior. Yo aprovecho para atraparlo con mis labios y succionar apenas la punta de su pulgar, sonriendo mientras ella lo retira y lo repasa a lo largo de mis labios, antes de acercarse y llenarme de besos.
Empezamos otra vez y comienzo a sentir ese ardor entre mis piernas, esa necesidad de tenerla tan cerca, de satisfacer mi ansiedad en su cuerpo.
La jalo lo más que puedo hacia mí y la rodeo con mi pierna. Su piel es tan suave, ella es tan sexy y yo solo quiero hacerlo otra vez.
Nos doy vuelta dejándola sobre mí, no me importa que tome el control. Si soy sincera creo que hubiese sido un desastre si no lo hacía. Ella es mi primera vez con una mujer. Definitivamente me habría sentido torpe y un poco inútil.
Ser gay no es tan fácil. Mi muñeca dolía de tanto esfuerzo, pero yo no quería parar, me resistí hasta que realmente no pude más. Se que no logré hacer que Lena termine, ella lo logró en mí con muy poco, es avergonzarte y después, ella sola se encargó de cumplir sus deseos conmigo.
Así como ahora, está hincada sobre mí, nuestros centros conectados con un suave movimiento. Ella abrazada de mi pierna que descansa en su hombro, y yo, compartiendo ese vaivén con mis manos en su cintura, presionándola contra mí.
Comienza a subir la velocidad y aumentar la presión, y puedo claramente ver el sudor en su piel con la tenue luz que entra por la ventana.
La expresión de su rostro es de puro éxtasis, tan solo verla así, me dispara y me siento tan cerca. Trato de concentrarme en ella, esperando el momento en que ella esté más cerca —si es que logro hacerlo— aunque sea unos segundos o perderé completamente el control y ella no llegará, lo que sería un choque total con mi ego, otra vez.
Ya casi está ahí, su respiración es cada vez más agitada y entrecortada, sus movimientos más frenéticos y su agarre en mi piel cada vez más doloroso.
Ahí está, completamente entregada a este momento, con sus senos expuestos, hermosos, tan redonditos y alzados que no puedo evitar subir mis manos para tocarlos.
Los aprieto y siento sus botones rígidos. Los pellizco apenas y eso parece hacerla acelerar todo, contrae su cuerpo erráticamente sobre el mío y verla así solo me hace buscar más contacto para poder encontrarla en ese instante.
Baja hasta mi pecho y continua empujándose contra mi centro, hasta que, en muy poco, logra hacerme terminar con un temblor incontrolado de mi cuerpo bajo el suyo.
Sexy, completamente sexy, extraordinariamente perfecto. Quiero hacer esto cada minuto del resto de mi vida.
La abrazo justo aquí, porque no quiero perder su calor, pero escucho una alerta de mensaje en mi celular y debo dejarla a mi lado para buscar el infernal aparato, debe ser papá.
«A las nueve en punto firmamos la custodia. Pueden regresar entonces. Qué tengan buen viaje y vengan con cuidado».
—¿Quién era? —me pregunta tal vez cruzando las primeras palabras en todo este tiempo.
—Papá. Dice que podemos volver pasadas las nueve de la mañana.
La noto cambiar su actitud y fruncir un poco el ceño. Tal vez debería contarle todo lo que ha pasado en su ausencia.
—¿Estás bien?
—Nya debe estar tan decepcionada de mí.
—No, no lo está —digo acomodándome nuevamente a su lado— Está muy preocupada.
—Me siento tan estúpida —confiesa y se esconde con la sábana que, poco a poco, voy retirando de su cara para poder mirarla.
—¿Cuál era tu plan?
Espera un momento antes de contestarme, tal vez pensando si es una buena idea decírmelo, revelarse.
—Ir lo más al norte que pudiera, quedarme allí hasta cumplir los dieciocho y luego viajar a San Petersburgo, tratar de conseguir trabajo, terminar la escuela a distancia y no sé, probar suerte.
—Cuando me enteré que te fuiste pensaba a donde iría yo si huía y definitivamente era San Petersburgo.
—Grandes mentes...
—¿Piensan igual? —respondo con tristeza. Porque algo me dice que no quiere volver. No quiere verme; tiene su mirada fija en el colchón donde está haciendo un camino con su dedo — Lena… ¿vas a volver conmigo, verdad?
No dice nada, sigue concentrada en su camino, lo piensa y lo piensa y no responde y yo quiero que lo haga, pero si la obligo de que servirá, llegará a la ciudad y volverá a huir, solo que esta vez no cometerá los errores que me dejaron encontrarla.
—Las cosas han cambiado, ¿sabes? —digo tomando su mano y deteniendo ese desesperante movimiento, quiero que me escuche, que entienda— Los chicos te extrañan, están como locos. Tus tías te necesitan, no tienes idea cuanto. Mihail…
—¿Qué con Mihail?
—Ni siquiera se me ocurrió llamarlo. Hablé con Oksana, pero no con él.
—Acabas de mandar al diablo tu discurso —empieza a reír a carcajadas.
—Por lo menos ríes, eso es bueno —digo viéndola tranquilizarse de a poco, pero regresa a la misma triste mirada.
—No sé si puedo volver —dice con tanta pena y dolor.
—Puedes… ya no estás sola. Hoy tu mamá firmará tu custodia a Nya y Charlotte, y vas a poder estar tranquila.
—Ellas tienen otras preocupaciones, yo soy un estorbo.
—No es así, debes volver. Verás que ellas te aman, todos te extrañan, todos… y yo… yo aún más —digo como último intento, pudo haber pasado lo que sea esta noche, pero, Lena y yo, no somos nada. ¿Cómo la obligo?, ni siquiera si estuviéramos juntas tendría ese derecho— Regresa conmigo, podemos darnos una oportunidad —susurro acercándome lo más que puedo. Si va a decirme que no… por lo menos quiero este momento.
No quiere contestar, no quiere decepcionarme y yo no quiero regresar sola; sé que no podré vivir en paz sin ella después de esto… de saber como se siente tenerla conmigo.
—Lena…
—Lo siento… no puedo volver, no aún.
—¿Y qué harás entonces? —digo tratando de buscar la forma de calmar este vacío que se va formando en mi pecho.
—No lo sé… —dice cerrando sus ojos y rozando mi nariz con la suya dice—: Tenemos algunas horas todavía… ¿puedes… abrazarme y lo hablamos después?
—¿Lo pensarás?
—Mm-hmm —responde como afirmación y se voltea dándome la espada para que la estreche con mi cuerpo, como aquella vez en mi casa después del club.
No la dejaré un momento, dudo que pueda conciliar el sueño hasta la mañana, pero todavía tengo una oportunidad… tan solo una más.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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La luz daba justo en sus rostros, el suave ruido de la ciudad empezaba a notarse y ellas se escondían entre las sábanas, sus cuerpos aún desnudos desde la tarde de ayer.
El brazo de Yulia se sentía como un témpano de hielo por la presión que ejercía Lena, pero estaba tan profundamente dormida que ni siquiera lo sentía.
La pecosa no tardó abrir sus ojos y bostezar, dándose cuenta que estaba rodeada y no podría salir con facilidad. Se quedó unos minutos ahí, contemplando el brazo derecho de la morena que pasaba por encima de su cintura y terminaba entrelazando los dedos con los suyos.
"Esto es perfecto, simple, estúpida y tristemente… perfecto", pensó al darse cuenta de que, a pesar de todo, eso no cambiaba las cosas. "Tengo que salir de aquí".
Movió lentamente su brazo para zafar el agarre y poder levantarse, pero se detuvo al sentir que Yulia se movía un poco, temiendo despertarla, se quedó como estatua por lo menos quince segundos hasta que volvió a escuchar una respiración profunda y siguió quitándose la sábana, que era lo único que la mantenía dentro de esa cama.
Al sentir su cuerpo decaer por la falta de apoyo, la ojiazul abrió los ojos y murmuró:
—Lena-notevayas...
—Tranquila, solo voy al baño, descansa —susurró muy cerca de su oído y, dándole un beso en la mejilla, la cubrió nuevamente para que regrese a dormir.
—Notevasair-sinmi...
—No me iré sin ti, lo prometo, ahora duerme.
Yulia estaba tan exhausta que volvió a caer en un profundo sueño en segundos.
"Es hermosa", pensaba la pelirroja, al verla ahí acostada, desnuda bajo esas sábanas.
"¡Desnuda! ¡Oh por Dios! Dormí con Yulia… No, tuvimos sexo… mucho, increíble sexo… y luego… dormimos".
Dio media vuelta y cuando abrió la puerta para entrar al baño, ésta largó un fuerte crujido que trató de suavizar entrando lo más despacio que pudo.
—Tienes-unalinda-cola… —Escuchó un murmullo a sus espaldas.
—Regresa a dormir —susurró y con una sonrisa en los labios entró rápidamente a la pequeña habitación, cerrando la puerta con cuidado. Se apoyó en el diminuto lavabo que estaba anclado directamente en la pared —sin ningún mueble— y dejó salir un golpe de aire lleno de preguntas.
"Esto me descuadra todo el plan", pensó mirándose al espejo, sus ojeras habían desaparecido y por fin —después de días—, había logrado conciliar el sueño pacíficamente, olvidando todos sus problemas… sin complicaciones.
Se sentía tan bien.
"Será mejor que me apure antes de que se despierte… otra vez".
Comenzó a prepararse para partir. Se lavó la cara, los dientes, se puso un poco de crema y protector solar y se peinó con una cola de caballo.
Con cuidado, se dirigió al pequeño mueble donde había colocado su ropa, se puso una sudadera, unos leggins y sus converse negros. Estaba lista para partir.
Regresó a ver a la chica que seguía entre sueños y le dio una fugaz ojeada a la habitación. Sonrió al ver sus prendas tiradas por todo el lugar, el corpiño negro de Yulia sobre la lámpara del velador, sus panties en el filo de la cama, todo un desastre, pero había sido increíble. Nada de lo que pudiera arrepentirse.
Tomó su billetera y, revisando que tuviera el dinero suficiente, la guardó en el bolsillo delantero de la campera. Tuvo que esquivar la ropa sobre el piso hasta llegar a la puerta para poder abrirla y salir.
Una vez afuera respiró con más calma, todo estaba tan tranquilo que temía hacer un escándalo con un suspiro.
Bajó los tres pisos deprisa y caminó directo hasta el local de tecnología de aquel hombre que la consoló esa noche del viernes. Necesitaba comprar un teléfono de segunda mano para ahorrarse unos rublos y poder llamar a Katya para preguntarle como estaba todo en casa.
A esa hora, el local estaba cerrado. Aún no daban las ocho de la mañana —faltaban cinco minutos—, por lo que entró en el restaurante vecino que quedaba cruzando la calle.
El olor del café recién preparado se percibía desde la calle, dándole un sentimiento de nostalgia que la invitaba a pasar. Era un lugar pequeño, acogedor, de una pareja de mediana edad que la atendió con mucho gusto, vendiéndole dos tazas grandes de su mejor café y una docena de rosquillas de varios sabores, todo para llevar. Quería sorprender a Yulia con el desayuno.
Regresó minutos después al local de celulares y se sentó en la banca de enfrente a esperar a que el dueño llegara. Kingsburg era un pueblo bastante tranquilo, pintoresco y peculiar. Se sentía casi como si hubiese viajado al extranjero. Sería genial poder quedarse a vivir ahí, estaba completamente despreocupada y feliz.
—¡Hey, Lena! —La saludó el hombre mayor, caminando en dirección a la puerta de la tienda. Alcanzó el bolsillo delantero de su pantalón y sacó con calma la llave para abrirla, viendo a la muchacha con un ánimo muy distinto al de esa noche.
—Hola, ¿qué tal? —respondió ella, recogiendo la bolsa del desayuno mientras se ponía de pie.
—Ya te hacía en Pavshinov —dijo el hombre, haciendo a un lado la reja metálica para abrir la puerta de vidrio— ¿o estás de regreso a Moscú?
—Algo así.
—Eres una chica popular, ¿sabes? —mencionó, prendiendo las luces con paciencia, pasando detrás del mostrador— Yulia vino por aquí ayer… además de un par de policías que andaban siguiéndote la pista.
"¿Policías? Diablos, mi papá".
—Oh vaya, ¿y qué les dijo?
—A ambos lo mismo, que ibas para Pavshinov pero que esa noche te quedarías en el Motel del Este.
—Oh… no, no me quedé. En realidad no tenían habitaciones y esa misma noche viajé—mintió ella, esperando tratar de sonar convincente por si otro oficial se acercaba a hacer preguntas.
—¿Y cómo te fue?
—Bastante bien. Ayer recibí una llamada de mi abuela que vive en Reutov y decidí ir hasta allá a visitarla, por eso estoy de regreso.
—Ah, entiendo —respondió el hombre.
—Sí, mi bus sale en quince minutos.
—Entonces dime, ¿en qué puedo ayudarte?
—Bien, necesito un teléfono simple de segunda mano.
—¿Simple? Creí que a los adolescentes les gustaba todo eso de andar en el internet y esas cosas que no entiendo. ¿Por qué quieres un teléfono que no haga nada?
"Actúa normal, todo está bien, él no necesita saber nada más de ti, inventa algo y listo".
—Ay, no. Yo lo odio, es una intromisión total a la privacidad… y tiempo. Yo solo uso el teléfono para hacer llamadas y, a decir verdad, no quiero gastar una fortuna reponiendo el que dañé ayer.
—Bueno si es así, tengo el celular perfecto para ti —El mayor dio media vuelta y abrió un par de puertas, buscando adentro de una canastas lo que le había solicitado Lena.
—Oh, también necesito una nueva línea telefónica.
—¿No tienes tu antiguo chip?
—No, hizo corto circuito al caer al agua —dijo la muchacha fingiendo una risa, "debo salir de aquí antes de que este hombre llame a la policía. Seguro le dejaron un número por si me volvía a ver"— Lo cambiaré con mi viejo número cuando llegue a Reutov.
—Aquí tienes, Lena—dijo el dueño, terminando de instalar la nueva línea y encendiendo el aparato. Al comprobar que todo estaba funcionando, hizo el recibo de compra y se lo entregó— Fue un gusto volver a verte.
—Igualmente. Espero que no sea la última —La chica se despidió y salió por la puerta, lo más natural que pudo.
La cabeza ya estaba inundada de posibilidades, no habría tiempo ni de desayunar con tranquilidad. Caminó deprisa regresando al Motel, evitando a cualquier uniformado en su camino y haciendo un acto de malabarismo. Subió los tres pisos hasta la habitación que había alquilado y, para abrir la puerta, dejó algunas de las cosas que tenía en manos, en el barandal de enfrente. Giró la perilla, dejando una gran apertura para poder entrar con todas las cosas que tenía en las manos. Sin querer dio un golpe con el pie para cerrarla y Yulia —que ya no estaba en la cama— salió corriendo del baño, aún completamente desnuda.
—¡Lena, ¿qué diablos?! ¿A dónde fuiste?
—Buenos días, copito de nieve —respondió dejando todo sobre la mesa.
—¡Pensé que habías escapado otra vez!… Espera, ¿cómo me llamaste? —le preguntó, cayendo en cuenta de la cara burlona y pérdida de Lena en su pálido cuerpo.
—No tienes idea lo blanca que te ves —respondió comiéndola con la mirada de pies a cabeza— Solo fui a comprar un teléfono y pasé por el desayuno.
—¡Pero te fuiste, me dijiste que no lo harías!
—Dije que no me iría sin ti… Y no lo voy a hacer —La pecosa tomó una de las frazadas de sobre la cama y se acercó para cubrirla— Ahora tápate bien, que si tu cuerpo pierde más calor empezarás a tornarte transparente.
—¿Ah, sí? Me asustas de esa manera y te burlas —contestó acercándose a darle un beso— Tal vez el susto de no verte, le bajó algunos tonos a mi color normal de piel.
—«Tal vez» te de un resfriado si no te vistes —La pelirroja continuó el juego, rodeándola con sus brazos por dentro de la tibia tela, acariciando su frío cuerpo hasta llegar a esa linda cola y apretarla suavemente.
—¡Hey, Katina! Respeta mi desnudez —Protestaba Yulia entre risas —¿Quieres compartir la ducha?
—No creo que tengamos tanto tiempo. Papá me está buscando.
—¿Cómo lo sabes?, ¿qué pasó?
—El hombre de la tienda de celulares me contó que pasaste por ahí ayer, al igual que un par de oficiales. Lo que me recuerda, debo llamar a Katya —dijo soltándola y acomodó la cobija en sus hombros para que no cayera al piso.
—Y yo debería llamar a papá.
—Lo siento —Lena sacó su nuevo y moderno celular, marcó el número de su hermana y se lo colocó al hombro mientras esperaba que la llamada conectara —Oye, ¿quieres usar algo de mi ropa?, la tuya está sucia —Lena mencionó, recogiendo el top de Yulia y, después de olerlo, lo dejó con dos dedos sobre la cama.
—No seas exagerada —le contestó la otra chica, tomando la misma prenda y llevándosela a la nariz— Uff, está bien, me pondré algo tuyo.
La pelirroja fue directo al cajón del pequeño mueble de la habitación y sacó un buzo violeta casi negro y un par de medias limpias.
—No sé si mi talla de ropa interior te alcance.
—¡Ew, Lena!, no seas desagradable, no usaré tu ropa interior.
La ojiverde soltó una carcajada con esa respuesta y dijo:
—Primero: mi ropa interior está limpia, la tuya no; y segundo: ayer compré un paquete nuevo. No te estaba ofreciendo la usada. Ten —dijo alcanzándole uno de los coloridos interiores de algodón.
—¿Sabes? Es hora de que dejes de comprar ropa interior en la sección de niños —mencionó viendo la prenda de color turquesa con rayas horizontales blancas y amarillas.
—Bueno, si no te gusta, devuélvemela y vas así, sin nada o con tus calzones sucios.
—Qué-horrible-palabra —se quejó Yulia, escondiendo la prenda dentro del resto de su ropa, dejándolo todo sobre el colchón — Solo estoy diciendo que al llegar a casa te llevaré de compras a un verdadero almacén de ropa interior.
—Hmmm, ¿a un almacén de… ropa interior… sexy? —La pecosa la molestó, mas no pudo escuchar la respuesta, del otro lado, Katya le contestó.
—¿Lena?
—Hola, Kat.
—Me imagino que llamas para ver cómo están las cosas —susurró su hermana al auricular, entrando rápidamente al baño, encerrándose para pasar desapercibida con su progenitor.
—Sí, ¿sabes algo de los planes de papá?
Eso a Yulia, le llamó mucho la atención. Regresó a verla de reojo, escuchando un lado de la conversación, mientras esperaba que su propio padre conteste la llamada que acababa de hacer.
—Todo se fue al diablo. Papá sacó a mamá de casa.
—¿Qué? ¿Qué pasó?
—Nya y Charlotte van a firmar junto con ella el traspaso de tu custodia. Sacaron un amparo ayer alegando los planes de papá y el juez decidió que, por tu bienestar, debías estar a cargo de las tías —Katya le contaba a su hermana menor. Yulia empezaba a hablar con Oleg también.
—Papá, el señor Katin la está buscando, ¿qué hacemos?
—Tranquila, hija. Acabamos de firmar los papeles y el juez designó, una orden de alejamiento para Sergey.
—¿Y qué hacemos? ¿Vamos a Moscú?
—Sí, regresen lo más pronto posible. El juez advirtió a Sergey que si algo llega a sucederle a Lena, hará que lo arresten inmediatamente como el sospechoso número uno, prohibiendo que le den fianza. Dudo que continúe con la búsqueda, se metería en muchos problemas.
—¿Entonces es seguro volver?
—Si, regresen. Pero, Yulia, necesito que tengas todos los sentidos puestos en cualquier cosa que pase y me avises inmediatamente.
Mientras ella terminaba de recibir las instrucciones de Oleg, Lena colgaba la llamada con su hermana y empezó a guardar todas sus cosas en su maleta, notablemente alterada.
—¿Qué dijo tu papá? —le preguntó al verla cortar la comunicación con su padre, Yulia también se apresuró a recoger sus cosas.
—Que tu tía ya firmó la custodia, debemos regresar lo más pronto posible.
—¿Qué? Pero papá me está buscando, no iré a la boca del lobo.
—Papá ya se encargó de eso. El juez le advirtió que no puede ponerte un dedo encima.
—Katya dijo que papá está como loco y tiene a más de veinte amigos suyos, retirados y dentro de la fuerza, buscándome para llevarme al instituto ese dónde curan gays —Le contó mientras seguía guardando todo lo que podía— No puedo arriesgarme, Yulia. Él tiene muchas influencias, debo salir de este pueblo, seguir mi plan, no volver.
—¿Estás loca? Debemos regresar a Moscú, es la única forma en la que podrás estar protegida. Tu papá tiene una orden de alejamiento no podrá hacerte nada.
—¿Y tú crees que esas cosas sirven de algo? ¿Sabes cuántas veces él me contó sobre mujeres que amanecían muertas con dichas órdenes? Porque la verdad es que eso es un papel, no es un perro guardián o un muro invisible, no es nada más que un triste papel y en el momento en que la violan, se acabó todo.
—¿Y crees que seguir tu absurdo plan es más seguro? Si en realidad te están buscando te atraparán tarde o temprano, sin que tengas a alguien que pueda protegerte.
—En Moscú nadie puede protegerme, ¿por qué crees que huí? Katya me contó sobre los planes de mis padres de secuestrarme, ni Nya, ni un papel lo van a detener. Tengo que escapar y esconderme.
—¡No!
—¿No?
—Sí, ¡NO! —repetía Yulia, aún con más fuerza.
—¿No, qué?
—¡No te vas!
—No puedes obligarme a volver.
—¡Puedo y lo vas a hacer!
—¿Ah, sí? ¿Cómo?
—¿Cómo? Pues súper fácil —dijo encarándola y jugando la mejor carta que tenía, la culpa — Me lo prometiste y esta vez no vas a jugar conmigo. Si te vas, créeme Katina, dejas de existir. Nunca, escúchame bien, nunca vas a volver a verme.
Ambas se quedaron en silencio mirándose a los ojos, hasta que la pecosa no pudo más y bajó la mirada soltando un respiro lleno de frustración.
Decir que se la puso difícil era poco. La chica que, por meses, la volvió loca, a la que quiso sacarse de la cabeza poniéndose de novia con alguien más, la cual finalmente se convirtió en su amiga, su protectora, para después confesar que sentía algo por ella y además, con la cual había pasado la mejor noche —no solo teniendo sexo, pero abrazándose, besándose, entendiéndose, todo lo que jamás tuvo con Max—, todo lo que deseó por tanto tiempo, le estaba dando una única elección, regresar.
Si huía, la perdería y ya no podía hacerlo. Yulia valía el riesgo, lo valía todo.
—Está bien… regreso contigo.
Dijo esto y fue atrapada en los brazos de su amiga.
—Todo va a estar bien, ya verás —le susurró al oído. Lena empezó a reír notando algo y Yulia se alejó para verla.
—Te quedan lindos los calzones infantiles.
—Horrible palabra, es detestable. No la repitas, por favor.
—Pero se te ven adorables y ajustados… ¡Mmm!
—Mejor me quedan mis bragas de encajes —mencionó con un alzar de cejas, buscando sus pantalones para terminar de vestirse— Es más, si te portas bien, cuando estemos en Moscú, te daré la oportunidad de que me veas en ellas… hasta de que me las quites.
—¡Oh, wow!
—De la forma que tú quieras.
—Yo creo que no.
—¿No?
—No, porque cuando lleguemos a Moscú, esto del sexo casual… se terminó.
"Así que se acabó", pensaba Yulia mordiéndose la lengua antes de estropearlo todo con un: «no podrás resistirte, apostamos» y continuó como si nada, poniéndose las botas.
Reunió sus pocas cosas y las dejó todas juntas sobre el colchón, cruzándose de brazos frente a Lena.
Su rostro comenzaba a cambiar de expresión hasta llegar a una completamente seductora y sexy. Lena no quería romper el contacto para no declarar su debilidad, pero lo era. Esa era la mirada más moja bragas que había visto de Yulia y era para ella, con toda la intensión de hacer exactamente eso, mojarle las bragas de aquí a la China.
—Tu taza de café se está enfriando —dijo Lena tratando de romper el incómodo contacto visual.
—La tuya también.
—La prefiero fría.
—Yo la prefiero caliente —respondió la chica de ojos azules, casi sin pestañear — Me encanta cuando está tan, pero tan caliente, que gotas empiezan a recorrer todo el cuerpo de la taza y yo puedo poner mis manos en toda esa húmeda superficie y disfrutar de tanto ardor. Sentir que me queman las yemas de los dedos de solo tocarla y después, beber un poco de su esencia, perdiéndome en su aroma… en su caliente y dulce/amargo sabor.
Lena tragó con dificultad y sintió como Yulia cumplía su misión con cada una de sus palabras… Sus calzones infantiles completamente arruinados, tanto, que tendría que pasar por el baño cambiándolos por otro par. Pero antes, necesitaba dejar a Yulia de la misma forma.
—Pues… nada le gana a la taza fría de café, ¿sabes? —le dijo, acercándose hasta quedar a unos diez centímetros de distancia, acariciando esos pálidos labios con el pulgar, bajando lentamente por su cuello — Tienes que tener un gusto especial para poder degustarla, tomarla delicadamente por sus lados —dijo recorriendo sus dedos sensualmente por su clavícula para después descender por medio de sus senos hasta llegar al ombligo—, y cubrirla toda para mantener la temperatura correcta —Colocó ambas manos sobre su cintura y continuó hasta llegar a sus caderas— Si eres paciente verás como la mezcla de calores provoca que gotas empiecen a formarse en la superficie y recorran por sobre tu piel, haciendo que sientas escalofríos, pero no puedes separarlas o perderás la armonía —Continuaba esta vez jugando con uno de sus dedos en el filo del buzo que Yulia llevaba puesto— Me encanta poner mis labios en el filo de la taza y rozarlos de lado a lado hasta que se acostumbren a ese frío y luego abrirlos para tomar un bocado y apreciar mejor su concentrado sabor… poco a poco, lentamente… hasta que me domina completamente su aroma y me dejo llevar por el deseo de bebérmela entera… y lo hago, ¿sabes? Porque no tengo que cuidar de quemarme. Bebo esa taza de café y mi cuerpo completo reacciona, se estremece, hasta que se termina… bebo esa última gota y puedo ver todo con más claridad. Es perfecta.
Definitivamente Lena le ganó a Yulia en lo que a «beber café» se refiere; y si eso del sexo casual se acababa al llegar a Moscú estaría realmente jodida. O lo hacía en ese momento o sabría que lo lamentaría hasta que una oportunidad se diera de manera tan perfecta nuevamente.
—Café frío, ¿hmm?
—Mmm-hmm —afirmó Lena, con una seductora voz, acercándose cada vez más y bajando la mirada hasta donde estaban sus dedos jugando, pasó una mano por adentro de la prenda, rozando la piel de su estómago, obligando a Yulia a cerrar los ojos y terminar con la provocación.
La llevó obligada a la cama y la recostó, inmediatamente posándose encima y besándola apasionadamente.
—Creí que tu papá había dicho que regresemos pronto a Moscú —mencionó Lena aprovechando que Yulia bajaba por su cuello.
—Podemos tener nuestra última vez y luego acelerar.
—No creo que sea justo que «nuestra última vez» sea tan apresurada, no después de como pasaron las cosas anoche.
—No, no alcanzaríamos ni a la décima parte de todo. Pero… —Seguía regresando con sus labios hasta esa quijada llena de pecas —… Yo necesito una última vez.
Lena sonrió victoriosa, la necesitaba y escuchar eso se sentía espectacular.
—Hay otras formas y no tendría que ser la última vez.
Yulia quedó mirándola con curiosidad, se lo estaba pidiendo sin decirlo. Por supuesto, por eso mismo mencionó lo del sexo casual, pero no quería ser ella la que de el primer paso.
—¿Y tú quieres?
—Quiero, ¿qué?
—Vamos Lena, ¿lo quieres?
—Creo que tienes que decirme que es lo que tú crees que yo quiero para poder responderte —contestó con una sonrisa burlona. La obligaría a decírselo de una u otra forma.
—¿Quieres ser mi novia?
Esos tan marcados y perfectos pómulos se delineaban cada vez más en el rostro de Lena mientras Yulia confirmaba su respuesta con solo mirarla. ¿Quién sonríe así y te dice que no?
—¿Tu novia?
—No me hagas repetirlo… —dijo recibiendo un pequeño puchero— ¡Aj, sí mi novia!
—Tuya, de tu propiedad.
—¡Sí, Katina! Mi novia de nadie más, mía, mía, mía.
—¿Y yo qué gano a cambio?
—Me ganas a mí.
—¿Y qué serías tú para mi? —continuaba molestándola, quería ver hasta donde aguantaría tanta preguntadera.
—Katina… basta.
—Vamos Yulia, necesito saber para poder decidir.
—Hmm —suspiró enérgicamente. Le seguiría el juego tan solo un momento más— Yo sería tu novia.
—¿Mi novia? ¿Mía, mía, mía?
—Sí, tuya, toda tuya, solo tuya, de nadie más, exclusividad hasta con letrero de: «novia de Katina» en la camiseta… en la frente si quieres, ¡en donde quieras! —insistió tratando de cubrir todos los ángulos para que ya le respondiera de una buena vez— ¿Quieres ser mi novia?
—Me encanta tu intensidad —dijo susurrando y levantando un poco la cabeza para robarle un beso— Sí… quiero.
—¿Quieres qué? —preguntó Yulia jugando nuevamente.
—No, no lo vas a hacer.
—¿Hacer qué?
—Preguntarme infinitamente. ¡Sí quiero ser tu novia! Tuya, tuya, tuya.
—Perfecto.
Ambas iniciaron nuevamente algo que no podrían terminar pues, en ese momento, Yulia recibió una llamada de su padre preguntando si habían ya salido de Kingsburg.
—En este instante estamos sacando las cosas, papá —dijo Yulia poniéndose de pie. Lena le siguió y terminaron de empacar para salir enseguida del Motel.
—¡Vámonos! —dijo la morena, cerrando la cajuela y entró al auto. Ambas se colocaron los cinturones de seguridad y estaban a punto de partir, cuando escucharon un golpe en la ventana del conductor.
Las dos chicas se quedaron heladas al ver una patrulla de policía estacionarse justo a sus espaldas y a varios oficiales rodear el vehículo.
—¿Señoritas Yulia Volkova y Elena Katina?
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Bueno chicas, así funciona esto. Nos vemos el otro finde??
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 14: Emboscada
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—¿Señoritas Yulia Volkova y Elena Katina? —dijo un alto uniformado haciendo un gesto para que baje el vidrio.
—¿Sí? —respondió la conductora, abriendo apenas dos centímetros de su ventana.
—Necesito ver su licencia —Al verse rodeada no intentó nada, bajó el visor y sacó sus documentos para entregárselos al oficial.
—Gracias, señorita… Volkova. Soy el agente Mashkov y acabo de recibir la orden de escoltarlas hasta la comandancia de la policía local.
—Disculpe oficial, pero nosotras tenemos órdenes de regresar a Moscú.
—Lamentablemente tendrán que acompañarme, por favor bajen del auto.
—Lo siento, pero no lo haremos. Tenemos que volver a pedido de nuestros padres.
—¿Sus padres? —cuestionó con burla el hombre— La señorita Katina está reportada como desaparecida por ellos mismos y usted señorita Volkova, si no me equivoco, está siendo buscada por posible secuestro.
—¡¿Secuestro?! —respondió completamente ofuscada— ¿A usted le parece que mi acompañante está siendo forzada a estar en este auto, atada de alguna manera?
—De todas formas, debemos llevarlas a la comandancia de policía. No podemos dejarlas ir.
Yulia empezó a ponerse nerviosa con la situación y se aferró de la palanca de cambios para poner en marcha el auto y salir de ahí de alguna manera. Lena se percató de lo que planeaba hacer y la detuvo inmediatamente.
—No, Yulia, solo bajemos del auto.
—¡Jamás! Estos tipos no saben lo que dicen —susurró virando el rostro a su derecha.
—Si no lo hacemos solo empeorarán las cosas, cualquier malentendido lo pueden aclarar tus papás y Nya. Escapar no es la solución ahora.
—Mira quién lo dice… —protestó, la nerviosa chica— Esto puede ser una trampa Lena, no podemos arriesgarnos.
—No hagan que tenga que repetírselo, ¡bajen inmediatamente del auto! —demandó el policía llevando las manos al estuche de su arma, todavía sin sacarla.
—Tranquila, todo saldrá bien, tenemos que bajar —dijo la pelirroja y abrió la puerta de su lado para salir con las manos en alto.
Yulia se apresuró a hacer lo mismo y, una vez afuera del vehículo, el oficial la tomó de la muñeca, dándole vuelta para presionarla sobre el coche.
—Haz lo que te pidan sin poner resistencia, estaremos bien —Insistió Lena, mientras era llevada del brazo por otro oficial a la patrulla que se encontraba detrás suyo.
—Señorita Yulia Volkova, queda bajo arresto por el presunto secuestro de Elena Katina. Tiene el derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga o haga puede ser usada en su contra en un tribunal de la justicia. Tiene derecho a consultar con un abogado antes de hablar con la policía y que esté presente durante el interrogatorio, ahora o en el futuro. Si no puede pagar un abogado, el gobierno le asignará uno antes de iniciar cualquier interrogación, si así lo desea. Si decide responder a cualquier pregunta ahora, sin un abogado presente, usted todavía tiene derecho a dejar de contestar a cualquier momento hasta que hable con uno. ¿Entiende sus derechos como se los he explicado? —relataba el oficial mientras tomaba a la chica de las muñecas y le colocaba las esposas.
—Sí, entiendo —respondía con una expresión de dolor por como la estaban manejando.
—¿Está dispuesta a responder a mis preguntas sin un abogado presente? —añadió el policía, terminando de leerle sus derechos.
—No, quiero a mi representante, el señor Oleg Volkov.
—En ese caso le advierto que hasta que se alcen los cargos en su contra o se realicen las debidas investigaciones, queda completamente bajo el cargo de la policía de Kingsburg —el joven agente abrió la puerta del automóvil y, bajando la cabeza de la chica con la mano para evitar que se golpee, la ayudó a entrar en la patrulla.
—¿Por qué no nos llevan juntas? —preguntó Yulia sorprendida por la separación, esto no olía nada bien.
—Porque a ella se la escolta como víctima y a usted como sospechosa. Son las reglas.
—Usted no sabe lo que está pasando, su padre quiere secuestrarla, no yo.
—Señorita Volkova le recuerdo que usted aceptó sus derechos y que todo lo que está diciendo aun puede ser usado en su contra. Le recomiendo que espere a llegar a la estación y se encuentre con su abogado antes de continuar hablando.
Yulia bufó con furia pues sabía que algo no cuadraba. Muchas cosas podían pasarle a Lena si caía en malas manos. Además, una acusación de secuestro era demasiado grave como para no preocuparse.
Mientras tanto, en la otra patrulla, Lena viajaba en el asiento trasero, imposibilitada de abrir la puerta y salir del auto.
—¿Podría decirme quién dio la orden de buscarnos?
—Mi sargento Isyanov, pero su desaparición fue notificada desde el día lunes —le contaba tranquilo— Todos asumían que usted estaba en Marfino; no fue hasta que un hombre mayor dio la pista de haberla visto esta mañana, que empezamos a buscar en los alrededores —La pelirroja sabía que el viejito del almacén hablaría con la policía, no le cabía duda. Era un hombre mayor que desconocía los detalles de la situación, seguramente pensó que le hacía un favor — Tiene suerte que la encontramos. No se preocupe, pronto vendrán a retirarla sus padres.
—Ellos ya no tienen mi custodia, precisamente porque eran los que querían internarme en contra de mi voluntad.
—¿Internarla? ¿En un hospital?
—En un centro para curar la homosexualidad.
—Pero eso no se cura señorita y no hay nada de malo en ser gay. Mi hermano lo es y yo tengo muchísimo respeto por él.
—No todos piensan como usted. Mi papá me echó de casa al enterarse que soy lesbiana, no me dejó ni siquiera llevarme las cosas que no había pagado con mi dinero.
—Eso no es correcto, un padre debería siempre apoyar a sus hijos —empatizaba el joven oficial, regresando a verla por el espejo retrovisor.
—¿Entiende ahora? Mis padres quieren cambiarme, esa es la razón por la que huí de casa de mi tía, porque me avisaron de sus planes de secuestrarme. Esto es un malentendido, Yulia vino para llevarme de regreso a Moscú.
—Si es así, estoy seguro que Mi sargento podrá ayudarlas a ambas en la comisaría —respondió despreocupado mientras daba la curva a una calle secundaria poco habitada— No se preocupe tanto, confíe en que la ley la ayudará con esto señorita, ningún oficial de policía permitirá que la lleven a un lugar como esos.
—Mi papá es detective de la policía de Moscú, así que discúlpeme si no confío en todos los oficiales.
—Mi sargento Isyanov es un buen hombre, recto y justo; créame, él las ayudará cuando lleguemos a la estación, ya falta poco.
Pero, por supuesto, eso nunca ocurrió. Unas cuantas cuadras más adelante, el patrullero fue detenido por dicho sargento en persona, quién exigió un cambio de automóvil. Él llevaría personalmente a la chica a la estación como favor a su gran amigo Sergey Katin.
—Disculpe mi sargento, pero yo soy el oficial encargado de llevar a la señorita Katina, usted sabe que los cambios de patrulla, sin autorización de la central, están estrictamente prohibidos.
—¿Estás tratando de enseñarme la ley?
—No mi sargento, por supuesto que no —contestó el joven y se quedó callado antes de ser reprendido por su superior nuevamente.
—Sácala del auto.
El agente procedió a abrir la puerta y extenderle la mano sutilmente para ayudarla a salir. Ambos cruzaron una mirada preocupada.
—¡Vamos, que no tengo todo el día Tsyganov!, ¿o quieres que le diga al Comisario que eres un bueno para nada y te despida inmediatamente? Piensa en tus hijos —le dijo amenazándolo de muy mala forma.
—Lo siento —le susurró a la pelirroja mientras veía como su superior la jalaba fuertemente del brazo, provocando unos gritos de dolor.
—¡Suélteme! —Intentó todas las formas de zafar el agarre del hombre de mediana edad, pero no lo logró; el apretón era tan duro que estaba segura que le había dejado una marca grande de tanto forcejeo.
—¡Tranquila!, te llevaré a la estación —mentía el oficial de alto rango para evitar preguntas de su compañero, pero el joven oficial ya se imaginaba que no cumpliría con lo que estaba diciendo. Jamás se hubiera imaginado esa actitud de su superior.
Isyanov cerró la puerta del automóvil después de empujarla adentro, bloqueando las salidas con el control para que su nueva rehén no pudiera escapar y, dando la vuelta para subir al asiento del conductor, dijo al novato:
—Regresa a la estación y espérame ahí —Creía haber convencido al muchacho, entró al vehículo y encendió el viejo motor, dejándolo nervioso y con dudas, en medio de la calle.
El joven no perdió más tiempo y se apresuró a la comisaría para informar de lo sucedido a su capitán, solo él sabría que hacer en este caso.
Pasaron más de diez minutos en que Lena no habló una palabra, trataba de memorizar por donde la estaba llevando, para poder encontrar la salida si lograba escapar.
—¿A dónde me lleva? —preguntó una vez que ingresaron por una calle larga y desolada de un solo carril— Exijo que me libere inmediatamente.
—Pequeña, tu padre solo quiere ayudarte, no pongas resistencia —respondía el hombre, completamente relajado.
—Él ya no tiene poder legal sobre mí. Esto es secuestro.
—¿Te das cuenta de que estás hablando con un oficial de policía?… Secuestro, ja, ja, ja —se mofaba irónicamente el hombre, disfrutando de la inocencia de su acompañante.
—¿Entonces usted puede hacer lo que se le de la gana porque tiene una insignia en el pantalón? —lo acusó, inmediatamente recibiendo una bofetada en la boca, que bordeaba en un duro golpe.
—¡¿Con quién crees que estás hablando?! —gritó el sargento mientras continuaba conduciendo y ella largaba lágrimas sin control— Más te vale que te ubiques muñeca, porque tengo algo más en mis pantalones aparte de mi insignia y, por lo que escuché de tu padre, tal vez te hace falta un poco.
La pelirroja permaneció en silencio, temblando asustada. Conocía muy bien a tipos como este, que violaban la ley por pertenecer de alguna forma a ella, porque se creían superiores de lo que debían resguardar. Nada los haría entrar en razón, era mejor callar.
—Cuando estés rehabilitada, me darás las gracias, volverás con tus padres y serás feliz complaciendo a algún hombre, como debe ser —decía el detestable hombre, Lena solo esperaba llegar a donde fuese que la estaba conduciendo y planear una forma de fugarse.
De vuelta en la estación de policía, Yulia llegó junto con el oficial que la había puesto bajo arresto y fue procesada. Le abrieron su ficha policial, tomaron su fotografía y sus huellas digitales, le dieron un overol naranja y la encerraron en una celda temporal hasta que hicieran contacto con su abogado para aclarar los cargos.
Oleg, Nya y un oficial designado por la corte, viajaron inmediatamente después de recibir la llamada telefónica informándoles lo sucedido; sin embargo no les preocupaba la situación actual de Yulia, eso podía resolverse con los papeles oficiales firmados por el juez en Moscú, lo que más temían es lo que ya estaba sucediendo con Lena, que se la llevaran a escondidas a uno de estos centros de "rehabilitación" y que no pudieran encontrarla.
Había pasado ya casi una hora desde el momento en que las detuvieron en ese parqueadero y pusieron a Yulia bajo arresto; cuando de repente, el guardia de la celda se acercó y colocándole nuevamente las esposas, la llevó a uno de los cuartos de interrogación, para encontrarse con el detective encargado.
—Espera aquí —dijo el gorila, sentándola en el frío asiento de metal y ajustando las esposas a un tubo bajo el tablero de la mesa, para que no pudiera levantarse, y cerró la puerta al salir.
Era un cuarto gris, tal como en las películas o series de televisión, con un gran espejo en una de las paredes y una cámara en una de las esquinas. Esperó ahí por no menos de veinte minutos, al parecer había algún problema porque se escuchaba la exaltación fuera de aquella habitación.
Finalmente entró un hombre alto y rubio, vestido con un sencillo terno y una corbata delgada de tonos grises y negros. Tomó una silla y se sentó en frente suyo, dejando una carpeta con su expediente sobre la mesa.
—Yulia, ¿cómo estás? Soy el detective Jaratián —La saludó apurado y fue directo al grano— Quería hacerte algunas preguntas con respecto a lo sucedido.
—No tengo que contestarle nada, pedí por mi abogado.
—Es cierto, pero estamos tratando de entender que es lo que pasó con tu amiga.
—Estoy segura que ella ya debió explicarles… —paró, entendiendo lo que acababa de escuchar. Fijó su vista en el hombre y captó una contracción nerviosa que le dejó saber lo que había sucedido — ¡No! —exclamó empezando a desesperarse — ¡No! Dígame que Lena está aquí, que llegó con ese estúpido oficial.
—Yulia, las preguntas aquí, las hago yo…
—¡Son unos idiotas todos ustedes! —gritó queriendo dar un golpe con sus manos sobre la mesa, pero solo logró hacerse daño con las esposas— ¡Ella debió haber llegado antes que yo, ha pasado ya más de una hora!
—Yulia, tranquilízate.
—¡Sabía que algo así ocurriría, lo sabía! Por eso decidieron separarnos, la acusación de que yo la secuestré es un invento suyo —Protestaba alzando la voz a su máxima expresión— ¿Se da cuenta de lo que han hecho? Todos ustedes son cómplices de secuestro… ¡Ustedes, no yo!
—Mira, te creo, ¿está bien? —dijo el detective con una voz calmada, tratando de generar el mismo sentimiento en ella— Nadie te acusó de secuestro más que el sargento Isyanov, quién cambió de ruta a Elena en medio de su camino aquí.
—Déjeme salir, debo encontrarla —dijo desesperada.
—No puedo hacerlo, la acusación de secuestro sigue en pie. Por lo menos hasta que el mismo sargento Isyanov sea el que explique por qué decretó tu captura o tu abogado aclare la situación con un juez, no podemos dejarte ir.
—Hasta que eso suceda Lena puede estar muy lejos de aquí.
—Créeme, tú no podrás hacer más de lo que ya están haciendo más de treinta patrulleros —aseguró el detective— Todos están buscándola y pronto darán con ella.
—Si no es que, por lo menos la mitad, siguen encubriendo a este tipo.
—Están advertidos de que cualquier complicidad o asociación con el sargento Isyanov, resultará en la dada de baja de sus funciones de manera inmediata —explicó el hombre— Por favor, confía en la fuerza policial, estamos de tu lado.
—Ajá, por supuesto —bufó molesta—, por eso es que estoy yo tras las rejas y Lena desaparecida. Por su eficiente desempeño.
El detective bajó la mirada y respiró tratando de no perder la paciencia con los gritos y acusaciones de la chica que con justa razón reclamaba el paradero de su amiga. Así que trató de derivar atención nuevamente a la interrogación.
—¿Tienes una mínima idea de a que centro podrían haberla llevado? ¿Alguna vez escuchaste de alguien, no sé, de sus padres o su familia sobre lo que planeaban hacer?
—¿Cómo sabe usted sobre lo que tramaban sus padres? Yo no hablé con nadie y si Lena nunca llegó es obvio que tampoco lo mencionó.
—No directamente, pero conversó con el oficial que estaba trayéndola, justo antes de que el sargento Isyanov hiciera el cambio de vehículo —informó el investigador, intentando ponerla de su lado. De nada le servía alejarla, ya que si recordaba algo no querría decírselo y, en este caso, todo el departamento de policía de Kingsburg saldría mal parado— El nos informó tan pronto como llegó a la estación y confirmamos el cambio de custodia de Elena y las órdenes de tu padre de que viajaran a Moscú.
—No entiendo por que no me ponen en libertad entonces.
—Ya te lo dije. Tu acusación sigue en pie y aunque sepamos los hechos, únicamente podemos liberarte bajo la orden de un juez o del fiscal, una vez que hablen con tu abogado y esclarezcan la situación —insistía el hombre con toda la calma posible— Lo lamento Yulia, pero no puedo poner al departamento en más problemas, incumpliendo los procedimientos del caso. Ahora, ¿tienes idea de a dónde pudieron llevarla, recuerdas algún detalle, una pista?
—No… nunca supe, pero mi papá es especialista en casos de este tipo, estoy segura que él sabrá de varios centros.
—Está bien —dijo tomando la carpeta de la mesa y poniéndose en pie— El guardia te llevará a la celda nuevamente, pero no te preocupes, te mantendré completamente informada hasta que llegue tu papá y puedas salir.
—Solo una cosa —dijo Yulia llamando la atención del detective antes de que saliera por la puerta— Encuentren a Lena… Yo… Yo no puedo volver a perderla.
—Estamos dando nuestro trescientos por ciento en esto. No lo dudes, la encontraremos.
Con esto el hombre se esfumó por el corredor y ella fue trasladada nuevamente a su lugar de espera. Si tan solo pudiera volver el tiempo, no lo perdería pidiéndole a Lena que sea su novia, o provocándola antes de salir. Si no hubiera pasado la noche contemplándola, no habría estado tan agotada como para dormirse en la mañana y dejarla salir del Motel. Si tan solo hubiese presionado el acelerador y huido, en lugar de hacerle caso a Lena, ahora estarían juntas...
—¿Dónde estás, Lena? ¿Dónde?
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Espero sus comentarios!
Capítulo 15: Regresando
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—Llegamos —dijo el sargento, esperando a que abran el gran portal de una hacienda a las afueras de Nekrasovka.
Habían pasado ya tres horas desde que la sacó de la patrulla y la tomó prisionera y, desde el momento del golpe, solo se escuchaba la música de la radio.
Lena ya había dejado de prestar atención al paisaje, estaban demasiado lejos para recordarlo todo. Al menos sabía en que ciudad se encontraban porque al cruzar las líneas del condado divisó el letrero de bienvenida.
—Vas a ver que aquí lograras arreglarte y volver a la normalidad —dijo el hombre, conduciendo por el camino empedrado que llegaba hasta la enorme casa de color ámbar. Era una mansión realmente bonita, de estilo moderno, con grandes ventanales y un inmenso jardín. Para ser el infierno, lucía mucho como el cielo —Sal, seguro necesitas estirar las piernas —dijo apagando el motor, después de parquear el auto en el pequeño estacionamiento a la izquierda.
Lena miró el lugar, realmente apacible, lo que únicamente la llenaba de más incertidumbre.
Abrió la puerta y salió, su cuerpo estaba muy adolorido, la tensión con la que había viajado, ya estaba cobrando lo que le correspondía; tragó con dificultad, después de tanto llorar, su garganta estaba sentida y seca; literalmente podía decir que moría de hambre, no probaba bocado desde el almuerzo del día anterior. Esa mañana con Yulia, no alcanzaron a probar el desayuno que compró, quedó intacto dentro del auto de su novia.
—Sargento Isyanov, es un gusto volver a verlo —saludaba atentamente un hombre vestido con un simple pantalón negro y una camisa gris de manga corta— Se ve un poco cansado, le invito una limonada.
—Muchas gracias, pastor Efremov.
Ambos se adelantaron dejando a Lena unos pasos atrás mirando por todo el lugar; salir de ahí le sería muy difícil.
—¡Hey! —la llamó el religioso, cordialmente— debes tener sed también, ven con nosotros.
—Preferiría irme a mi casa.
—¡Eres una desagradecida muchachita! —Isyanov dijo regresando para tomarla del brazo— ¡Sergey debe estar muy avergonzado de ti!
—No, no, no, sargento —dijo el pastor con gran rechazo— Lena, ¿prefieres tomar un poco de sol aquí, mientras nosotros vamos por algo de beber? —sugirió señalándole unas bancas justo afuera de la gran casa— Te traeré algo cuando regresemos.
—Aún prefiero irme de aquí.
—No lo dudo, pero descansa un poco, hablaremos en un rato, solos tú y yo —Y antes de que el amigo de su padre pueda protestar nuevamente, lo invitó a pasar y lo llevó directo a la cocina.
—¡Pastor, no puede dejar que esta… chica, haga lo que le de la gana o le falte el respeto! —reclamó el policía mientras tomaba el vaso para calmar su sed.
—Sargento, trato con chicos como Elena todos los días, alejarlos no nos llevará a ningún lugar. Déjeme a mí trabajar con ella, le aseguro que la rehabilitaremos con el tiempo.
—Sergey, su papá, me encargó que le dijera que no permita que ella salga de aquí antes de que el pueda venir a la sesión familiar.
—Eso será en dos semanas —aclaró Efremov— Ella es menor, así quiera irse no se lo permitiríamos, por seguridad.
—Está bien, confío en que usted sabrá hacer lo necesario para curarla de esta aberración.
—No se preocupe, lo tenemos todo bajo control —Sonrió el pastor, llenando un vaso extra para Lena.
—Bueno, gracias por la limonada. Debo regresar a la estación y seguir con mi día—dijo estirando la mano, por supuesto lo primero que haría al llegar, es decir que la muchacha había escapado de su custodia, al menos ese era su plan— No puedo darme el lujo de tomarme más horas personales el día de hoy.
—Sí, no se preocupe. Lo acompaño afuera.
Para cuando los hombres volvieron, Lena estaba a por lo menos unos cien metros de donde la habían dejado. No porque trataba de huir, ese lugar era una fortaleza, con paredes muy altas en la entrada, la puerta resguardada con agentes de seguridad y alrededor la propiedad era enorme, ¿cómo sabría hasta donde llegaba?, seguramente la encontrarían antes de que ella descubra una salida.
—¡Ve lo que le digo pastor, ya está tratando de escapar!
—Relájese sargento, solo está estirando las piernas o ya habría corrido hacia la parte trasera de la hacienda y ahí no le iría tan bien, para llegar al muro debe pasar por las jaulas de los perros, ellos no le permitirían el paso ni a mi madre —rió el hombre despidiendo apresuradamente al furioso oficial que al parecer quería tomar medidas más violentas con Lena.
"Si no hubiese metido ese estúpido teléfono inservible en la mochila, ahora podría llamar a alguien", pensaba la pelirroja mientras pateaba unos dientes de león que sobresalían del césped. "Si no hubiese ido a comprar esa porquería de celular, en este momento estaría con Yulia en Moscú, en mi cama, después de una larga ducha… y a punto de comer, tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre…"
—¿Elena? —preguntó el pastor acercándose a sus espaldas, ella respondió girando un poco asustada.
—¡Quiero que me deje ir!
—Tranquila —Levantó una de sus manos y, con la otra, acercó la bebida hasta la intranquila chica— Es un largo viaje desde Kingsburg, debes estar agotada, con sed y hambre.
—No, yo estoy bien. Solo quiero irme de aquí —le contestó rechazando el ofrecimiento.
—Mira, regresemos a la casa, almuerzas algo y después de conversar un rato…
—¿Por qué accedió a esto? —cuestionó cruzada de brazos, sin moverse.
—¿A qué? ¿Ofrecerte una limonada y algo de comer?
—No, a retenerme aquí contra mi voluntad. ¿No le preocupa? Digo, ¿qué lo acusen de un grave delito?
—¿No crees que podríamos hablar más en calma con un plato de comida caliente?
—Puedo comer algo cuando regrese a casa.
—Eso no sucederá hoy.
—El día que sea, lo haré entonces —Luchaba hasta consigo misma, realmente tenía muchas ganas de comer algo y ese hombre no se lo hacía nada fácil. Pero su propósito era más fuerte y no daría su brazo a torcer.
—Piensas hacer huelga de hambre, ¿eh? —Lena asintió aún muy seria y hasta con un poco de orgullo— ¿Y cuál es tu demanda? —preguntó divertido el religioso.
—Regresar a mi casa.
—Ya te lo dije, no sucederá hoy. Vamos a comer algo, no puedes morir de hambre.
—Es insistente.
—Y tú, un poco testaruda.
—Lo siento es lo único que puedo hacer para protestar esto; no comeré. Si usted tiene hambre puede seguir, yo me quedo aquí.
—Yo ya almorcé con los chicos, si no quieres comer podemos hablar —dijo el pastor, tomando asiento sobre el césped.
—¿Puedo hacerle una pregunta? —dijo la pelirroja imitándolo.
—Por supuesto, Elena, dime.
—¿Por qué hace esto? —dijo señalando todo el lugar.
—¿Te refieres a ayudar chicos?
—Me refiero a tratar de cambiar las preferencias sexuales de la gente —reprochó la joven con dureza.
—Esa no es nuestra misión aquí.
—Pero este es un centro de cura de la homosexualidad, es un tanto hipócrita que diga que esa no es su intención.
—Esta es una casa de ayuda, una guía espiritual para aquellos que están perdidos.
—Así que usted considera que ser gay es una perdición.
—No.
—Lo acaba de decir.
—Confundes mis palabras —aclaró, dejando el vaso sobre el suelo— Aquí llegan muchos chicos que no tienen otro lugar a donde ir, también los que no encuentran su camino. Homosexuales, heterosexuales, transexuales… Muchos chicos han llegado a esta casa, no creo que ninguno de ellos sea una perdición; están perdidos, pero no son un mal.
—¿Es usted gay? —El hombre se atoró un poco y respondió:
—No, no lo soy —dijo sonriendo ligeramente—, pero… mi hijo lo fue.
—Tiene un hijo.
—Soy pastor no cura. Los evangelistas podemos tener una familia.
—Ese es otro punto, mi papá no es evangélico, somos católicos, esto es una hipocresía total.
—En esta casa, mucha gente tiene diferentes religiones y creencias, aunque los consejeros somos todos evangélicos, no discriminamos a nadie.
—Así que… por eso hace esto, por su hijo. El es ex-gay y usted cree logró curarlo.
—No, Elena… Grigori murió.
Escuchar esa inesperada declaración, fue un shock. Literalmente se quedó paralizada con la mirada suspendida en el hombre que tenía en frente y con una expresión de asombro y con pena ofreció sus condolencias.
—Gracias, pero fue hace mucho tiempo. Sé que él está mejor ahora.
—¿Puedo ser completamente indiscreta y preguntar que le sucedió?
—No es indiscreción, aprecio tu curiosidad —respondió sinceramente— El tomó su propia vida; no pudo conciliar el hecho de que yo era un pastor y que muchas veces hablé mal de sus preferencias, sin saber que él era homosexual.
—¿Así que… nunca se lo dijo?
—No, llegué a casa un día y lo encontré dormido o eso pensé. Dos horas más tarde fui a despertarlo y no respondía, su cuerpo estaba aun tibio; llamé a emergencias pero cuando llegaron me confirmaron que había fallecido horas antes —relataba el pastor mientras jugaba con algunas de las flores salvajes que tenía alrededor— cuando entré a su habitación y pensé que descansaba, pero… él ya no estaba más aquí.
—Lo siento, de verdad —Lamentó la chica, cerrando por unos segundos los ojos, el hombre se limitó a asentir— ¿Y cómo supo que era gay?
—Grigori dejó una carta explicándolo todo. Supe que había fallado como padre cuando la leí. Jamás le di oportunidad de venir a mí, de ser transparente conmigo y su madre, o de que él pudiera ser, existir en este mundo… sin miedos.
—Es… muy triste.
—Lo es, pero mira, las cosas no son siempre en blanco y negro. Yo ya no creo que ser gay sea un pecado o algo que Dios aborrece. Sé que lo que muchos chicos necesitan es una guía, tanto para descubrir si en realidad están confundidos o si nacieron homosexuales y sobre cómo afrontar esa realidad. Este es una casa de ayuda, de guía, no de rechazo.
—Estoy segura de que papá no sabe de esta «novedad».
—Ningún padre lo sabe, ellos lo único que quieren es ayudar a sus hijos. No tienen idea de como hacerlo, no lo hacen con maldad. Simplemente creen que, dejando a sus hijos aquí, los arreglan, los recuperan al punto en el cual vuelven a ser sus soñadas obras de arte.
—Eso fue bastante sarcástico para un pastor.
—Soy humano, no Dios —rieron un poco relajando el aire.
—Como mínimo, los chicos que vienen aquí salen de las presiones de sus casas, de la escuela o de sus propios amigos. Pasan «unas vacaciones», por así decirlo, apartados de las cosas que les hacen mal —dijo citando con los dedos mientras aclaraba la verdadera finalidad del centro.
—Yo no soy una chica mala, no merezco estar aquí por ser lesbiana. Nunca le he hecho daño a nadie, ni he robado, ni he matado…
—Ninguno de los chicos que pasan por aquí son malos, Elena, no me refería a eso cuando dije que están apartados de lo que les hace mal —explicaba con calma— Cuando ustedes cruzan ese portal, muchas veces tienen miedo, están confundidos, se sienten rechazados y lo que quieren es huir, salir de aquí… como tú —La señaló con un diente de león que tenía en la mano— Pero, ¿sabes?, aquí no tienen un guardia en la puerta de la habitación o terapias de shock o cosas de esas horribles. Los que dirigimos este centro, sabemos que cuidarlos es nuestra responsabilidad velar por su salud, tanto mental como física. No vamos a hacerles daño.
—No creo que todos ustedes sean tan abiertos de mente y tan respetuosos con la individualidad de otros como usted parece ser.
—¿Y por qué tienes esa idea?
—Porque si fuese así, no hubiera pasado las últimas tres horas conduciendo a este remoto y escondido lugar, con un hombre que me rompió el labio de un golpe.
—¿Que el sargento Isyanov hizo qué?
Lena entonces tomó con cuidado su labio inferior y lo bajó para que el pastor Efremov pudiera ver el corte que tenía en el interior.
—Es grande, pasaremos por la enfermería antes llevarte a tu habitación.
—No hace falta.
—¿Por qué reniegas de todo, Elena? Estamos tratando de ayudarte.
—Lamento no poder darle mi confianza, pero creo que sabiendo lo que mi propio padre puede hacer, es difícil creer que un perfecto desconocido sea tan… amable.
—Pues… a diferencia de tu padre, yo no tengo expectativas de quién eres o quién deberías ser.
—Eso es alentador… —dijo con ironía.
—Preferirías que te dijera: ¿quiero que abandones esa vida de pecado y te unas conmigo a las líneas del señor? —preguntó el hombre con una voz muy fingida y una mueca de enojo.
—Es gracioso, no lo voy a negar —Lena sonrió.
—No hay secreto aquí, ¿sabes? Nadie puede «sacarte lo gay» a rezos o amenazándote con una Biblia. Muchos creerán que lo pueden lograr, pero nosotros no.
—¿Así que, este no es un centro de cura para los homosexuales, hmm?
—Dime Elena, ¿estás enferma?
—No…
—Entonces que esperas que cure —la interrumpió Efremov— Tal vez los padres creen que envían a sus hijos aquí para eso, pero se equivocan si es así.
—Estoy segura de que el mío piensa exactamente eso.
—Con el tiempo se dará cuenta de que no podrá cambiarte, tal vez si tú le muestras la compasión que él te ha negado, algún día pueden entenderse mejor.
—¿Qué hará conmigo entonces?
—Tu papá quiere estar aquí para el día de la familia. Es en dos semanas.
—Él tiene una orden de alejamiento contra mí, no puede estar ni a la afueras de esta propiedad sin violar esa restricción.
—¿Disculpa?
—Sí, el sargento Isyanov me trajo aquí a fuerzas, sacándome de la custodia policial que me llevaba a la comisaría de Kingston.
—¿Kingston? —Preguntó alarmado— A mi se me dijo que tu padre te enviaba con un amigo de la familia, pero que venías directo de Pavshinov, de tu casa.
—Pues no, yo vivo en Moscú. Mi papá me sacó de la casa apenas se enteró de que era gay y he estado viviendo con mis tías por algunas semanas y hoy en la mañana firmaron mi custodia legal —le contaba al desconcertado pastor, que ya empezaba a preocuparse; una acusación como esa era en realidad grave y podría significar un golpe para el lugar que dirigía.
—Siempre traen a los chicos a fuerzas, pero jamás me mencionaron esto; esto es un verdadero problema.
—A mis tías esto no les va a parecer otra cosa que no sea un secuestro.
—No lo dudo —dijo el hombre mientras acariciaba su barbilla, tratando de encontrar una solución.
—Usted es claramente una buena persona pastor, pero… yo quiero regresar con mi familia, a mi casa. No voy a quedarme aquí dos semanas.
—¿No te llaman la atención unas vacaciones? Sabes que podrías demostrarle a tu padre que por lo menos lo intentaste, no dudo que él encuentre algo de confort en esa acción.
—No sé, tengo un trabajo, mis tías, mis amigos y mi nov…
—… ¿Tu novia? —preguntó el pastor con curiosidad, terminando la frase, ella asintió y bajó la mirada —Estás triste. ¿Pasó algo con ella?
—No… no entre las dos, pero cuando estábamos por regresar a Moscú, nos atrapó la policía y a ella la llevaron a la comisaría en otra patrulla —explicaba llenándose de angustia de no saber que fue de Yulia— Si ve. A mi me secuestraron para traerme aquí y a ella… no tengo idea qué le pasó.
—¿Sabes su teléfono?, ¿su número?
—No, no de memoria.
—¿Y el de tus tías?
—El de casa, no sus celulares.
—Bueno, vamos a intentar llamarlas —dijo levantándose y estirando la mano para ayudar a la chica a hacer lo mismo— De paso, comes algo. Luces cansada y con muuucha hambre —mencionó Efremov recogiendo el vaso del piso— Tú limonada está caliente, te prepararé otra adentro.
Pronto entraron a la inmensa casa, realizaron las llamadas respectivas para que fueran a recogerla y también dieron una corta visita a la enfermería donde le pusieron un líquido en el labio para que cicatrizara pronto. La comida estuvo excelente, además de la charla que continuó por algunas horas más, hasta que finalmente Nya llegó para llevarla a casa.
A eso de las cuatro de la tarde se escuchó un fuerte golpe de la puerta de su coche, al que todos giraron la mirada sin saber que sucedía. Como podrán imaginarse, a la amena charla, se les habían unido los otros ocho chicos que vivían en el centro por el momento.
—Esperen aquí —dijo Efremov, alarmado por los insistentes golpes en la puerta principal— ¿Buenas tardes?
—¿Dónde está mi sobrina? ¡Lena!
—Usted debe ser Nya, es un gust…
—¡¿Lena?! ¡Lena, dónde estás! —continuó gritando, haciendo a un lado al pastor mientras ingresaba a la casa.
La pelirroja se levantó del sillón al instante y se acercó a la puerta.
—Nya, aquí estoy —la mujer respiró al verla y la meció en brazos, apretándola muy fuerte, tanto que ésta empezó a sentir que se ahogaba y se separó un poco— Estoy bien, todo está bien.
—Amor, estábamos tan preocupadas, ¿por qué decidiste huir? Yo jamás… quise… yo…
—Lo siento, fue estúpido.
—Sí lo fue, pero ahora estás bien y ya no tienes que preocuparte por tu papá, no puede hacerte más daño.
—Lo sé, Nya… yo…
—¿Tienes todas tus cosas? —La interrumpió, recuperando la ira que sentía hace dos minutos.
—Em… sí, no tenía nada cuando me trajo el oficial.
—¡Vámonos entonces!
—¡Esperen! —dijo el pastor— Discúlpeme, pero acaba de viajar no menos de tres horas desde Kingsburg y debe estar cansada.
—¡Eso no importa vámonos!
—¿Por qué no se relaja unos minutos mientras toma una taza de café? —propuso el hombre haciendo una seña al comedor.
—¿Está loco? —contestó ofuscada, dando unos pasos para enfrentarlo.
—Nya, tranquila —dijo Lena al ver la furia de su tía.
—¡No, es que es el colmo! Traen a mi sobrina secuestrada, ¡¿y usted me invita un café?! ¡¿Está demente?! ¡Tenga muy en cuenta de que al llegar a Moscú lo demandaré por esto!
—Nya, no es así… él no sabía sobre la custodia, ni sobre papá.
Para esto, el grupo de chicos se había acercado para ver que sucedía con tanto grito y estaban reunidos en la entrada a la sala, viendo como se desenvolvía la situación.
—Pero tiene aquí prisioneros a todos estos chicos —Señalaba— ¿Y quién sabe cuántos más?… No voy a permitirle salirse con la suya; haré que cierren este lugar.
—¡¿Qué?! ¡No! —dijo uno de los menores asustado.
—Chicos, vayan a sus alcobas por favor —les pidió el pastor al verlos empezando a alterarse— Vayan, hablaremos luego, tranquilos.
—Nya, no, esto no es lo que parece, nadie está aquí de prisionero.
—Por favor, le pido que se tome un café antes de salir. Son más de cinco horas de viaje a Moscú.
—Tranquila Nya, está bien… todo está bien —insistía la muchacha tratando de calmarla.
Finalmente al ver a su sobrina tan preocupada por su reacción, dio un par de respiros y aceptó. El silencio se mantuvo por un momento. Se acomodaron en el comedor y fue cuando Lena comenzó a explicar la situación, logrando que su tía se diera cuenta del tipo de centro en el que estaba. No obstante, todavía se sentía consternada y nerviosa con lo que había sucedido los últimos cuatro días.
—¿Todavía va a hacer que cierren el rancho? — Dijo la voz de un pequeño de no más de doce años que se arrimaba al marco de la puerta de la cocina.
—No… lo siento, estaba molesta —respondió Nya viéndolo tan temeroso— No pasará nada, créeme.
—Fyodor, ¿quieres algo de tomar, tal vez un chocolate caliente? —le preguntó Efremov.
—No ahora, quizá más tarde —dijo el pequeño y sacudiendo su mano para despedirse, salió corriendo al jardín, donde se encontraban algunos de los chicos, dispuestos a jugar algo con un balón.
—Lamento todo el escándalo y la confusión —se disculpaba la mujer levantándose de su asiento—, pero el viaje era largo. Muchas gracias por las tazas de café, si algún día está en Moscú no olvide pasar por la cafetería, será un gusto volver a verlo.
—Gracias a usted y espero que no se haya llevado una mala impresión del centro —dijo el hombre acompañándolas hasta la puerta.
—Te espero en el auto —dijo su tía mientras Lena volteaba para despedirse.
—Gracias pastor, de verdad le agradezco todo esta tarde, mi fe en la humanidad ha sido restaurada.
—Eres graciosa… no lo voy a negar —mencionó repitiendo lo que ella le había dicho temprano— No te olvides, si necesitas un espacio para pensar y vacacionar un poco de la vida, las puertas están abiertas y tu estadía ya está pagada.
—Gracias, lo pensaré.
La pelirroja se acercó a darle un abrazo y despidiéndose con una sonrisa salió a encontrarse con su tía en el auto y comenzar el largo viaje a casa.
«¿En cuánto tiempo llegas?», leía un mensaje de Yulia.
«En más o menos dos horas».
«¿Tipo diez de la noche? Tendré que verte mañana».
«¿Por qué no vas a casa y vemos una película cuando llegue? Solo tengo que bañarme, me siento un asco total».
«Castigada», respondía Yulia que había tenido también un día cansado y lleno de angustia.
«Lo lamento, no quise meterte en problemas.»
«No fuiste tú, me castigaron por desobedecer e irte a buscar en primer lugar».
«No puedo creer que te hayan metido presa… y por secuestrarme x_x».
«Boba, no pongas esa cara; no pasó nada, solo tuve que esperar unas horas a que el juez dictara mi salida».
«Por lo menos ese idiota amigo de papá fue suspendido».
«Sí, eso sí»
«Debería estar en la cárcel, es tan injusto que a ti te metieran presa, pero a él deberían investigarlo primero. Malditos dobles estándares. Odio como solo por ser oficial de policía tiene más crédito que alguien que no cometió ningún delito».
«¿Sabes? Me encantas cuando te indignas y… te extraño».
«XD… Yo también».
«No puedo creer que ayer, a esta hora, estábamos teniendo sexo… increíble sexo… sexo… sexo».
«¡Yulia! Es el teléfono de mi tía, no me mandes esas cosas».
«Equis, pues bórralo», respondió Yulia sonriendo, tanto por el recuerdo como por la respuesta.
«Mejor no los mandes y punto».
«¿Punto? ¡¿Punto?! Pero… yo… Yo quería decirte lo muuucho que recuerdo tooodo lo que hiciste ayer y cooomo lo disfruté y lo sexy que te veías a contraluz… y tus pezones, mmm-hmm».
«¡Yulia, basta!».
«Y es que te juro que jamás me imaginé que tus senos serían tan lindos y sexys… y agarrables».
«¡Yulia! Lo borraré».
«Es que son hermosos, Lena. Son… paraditos y tus pezones rosados y súper devorables, ¡uff!».
«Súper borrado...»
«Ya, ya, está bien; esperaré a que llegues a casa para mandarte estos mensajes a tu propio teléfono».
«Trato hecho. Hablamos en un rato, creo que voy a manejar un poco; Nya está muy cansada y no quiero que tengamos un accidente».
«¿Y cuando aprendiste a manejar?»
«Ya sabía manejar, no tenía mi licencia antes, pero la saqué al iniciar el verano».
«Interesante… se abre un mundo de posibilidades».
«Ja, ya veremos. Bueno, debo irme. Te escribo cuando llegue a Moscú».
Durante las siguientes dos horas ella condujo por una carretera iluminada con luces de color naranja y franjas que brillaban en el piso. Iba tan concentrada en no chocar que ni siquiera prestaba atención a la horrible música que tocaba la emisora de radio. Mientras tanto, su tía yacía dormida en el asiento del copiloto, con el respaldar completamente bajado.
Una vez que llegaron a casa, Charlotte les dio la bienvenida con un fuerte abrazo y besos por todos lados de su rostro. Eran momentos como estos en los que afloraba su origen francés.
—Les calentaré la cena, las llamo cuando esté listo —dijo la rubia en el camino a la cocina— Lena, cariño por que no tomas una ducha caliente hasta que yo termine de preparar todo.
—Gracias Charlotte —respondió, y tomando la muñeca de su tía le dijo—: Nya, puedo hablar contigo un momento.
—Claro amor, ¿qué pasó? —preguntó acercándose con ella hasta la sala y poniéndose cómodas en uno de los sillones largos.
—Pues…, sabes que durante el viaje de regreso, estuve pensando que...
—No lo tienes que decir —respondió la mujer con pesadez— Ya lo sé…, quieres volver.
—¿Cómo lo supiste?
—Lo temí el momento en que te vi abrazando a ese hombre mientras te despedías —confesó apoyando su cabeza sobre su mano y con un suspiro preguntó—: ¿Puedes decirme por qué?
—Pues… no es el tipo de lugar que yo pensaba.
—No amor, no lo es, pero no entiendo que buscas al volver. Espero que no estés pensando que puedes… cambiar.
—No, no es eso —aseguró la muchacha impetuosamente—, es por papá.
—Cariño…
—Nya, yo… agradezco infinitamente lo que me has dado este tiempo, tú y Charlotte, sobretodo el apoyo, vivir en tu casa...
—«Tu casa», Lena, esta también es tu casa —interrumpió la mujer, no quería que se sienta una extraña, ella era una gran e importante parte de su familia y no solo como su sobrina, sino como una hija.
—Gracias, lo sé. Y lamento haber causado tanto alboroto y malestar.
—Ya está, no podemos cambiarlo, solo seguir adelante —Insistió queriendo dejar las culpas de lado, nada bueno habían traído— Pero, todavía no me dices para que quieres regresar.
—Creo que si papá ve que hice el esfuerzo, por él… no sé, que no huí y que di lo mejor de mí, quizá…
—Amor, tu papá no ha cambiado su punto de vista desde que es niño —le dijo su tía, recordando lo mucho que ella tuvo que aguantar de su familia mientras crecía— Lo siento, de verdad, pero no quiero que te ilusiones con esto; Sergey jamás aceptará a personas con una preferencia sexual distinta.
—… Lo extraño, ¿sabes? Extraño que me abrace, que esté orgulloso de mí, que tenga sus esos ojos llenos de alegría al verme —dijo Lena con desconsuelo y arqueando los labios con tristeza— Sé que lo más probable es que no cambie, pero debo intentarlo; creo que es la última oportunidad que tengo de acercarme a él.
—Entiendo lo que dices Lena, ¿pero estás segura?
—Son tan solo dos semanas hasta el día de la familia, donde irían papá y mamá a verme; bueno, tal vez solo papá ahora que sacó a mamá de casa.
—Inessa está bien, dolida por todo, pero está bien. Mañana puedes verla, pasar el día con ella, hablar, ver una película o algo; y… si aún quieres, el jueves podemos ir hasta el rancho nuevamente.
—¿Sí? —preguntó la pelirroja mirando fijamente a su tía.
—Lena, yo… lamento haberte dicho esas cosas. Tú eres como mi hija, no sabes cuánto me partió al corazón saber que te fuiste sin decirnos nada, que huiste —decía sin poder contenerse por más tiempo y dejó unas lágrimas recorrer sus mejillas en silencio, habían sido días muy difíciles— Ésta siempre va a ser tu casa, nunca creas que no tienes protección o amor aquí… ¿okey?
Su sobrina asintió y se abalanzó a un fuerte abrazo, la necesitaba; sentirse de pronto tan querida y comprendida, le aseguraba que estaba tomando la decisión correcta; si algo salía mal, tenía a dónde volver.
—Amor, acerca de Yulia… —Dudaba la mujer en preguntar— ¿Están juntas? ¿Son novias?
—Hmm —suspiró profundamente— Sí, desde la mañana.
—¡¿Desde hoy nada más?!
—Sí, hoy, antes de salir del motel, ¿por qué?
—Cuando vino ayer para salir a buscarte, ella dijo que debía encontrar a su novia, pensé que ya tenían una relación desde antes, es más pensé que por ella te habías ido —le confesó sorprendida.
—No, no éramos nada, pero ayer… —pausó sin saber si debía mencionarle lo sucedido—, hoy me lo pidió.
—Me imagino que… tuvieron relaciones… ayer…
—Nya… —Quiso explicarse, un repentino calor en las mejillas se marcó al escuchar a su tía.
—Sé que no es cómodo hablar de estas cosas, pero es importante —insistió la mujer que ahora se sentía más obligada a cuidar de su sobrina— Cuando regreses del rancho, iremos directo al doctor; quiero que te hagas exámenes y sería bueno que ella también lo haga; así podrán estar las dos tranquilas —dijo ganándose una mirada inquisitiva— Me refiero a que tú has sido sexualmente activa antes y me imagino que Yulia también. Es mejor siempre estar alertas de cualquier cosa.
—Sí, entiendo, lo haré.
—¿Cuándo piensas decirle que vas a volver al rancho?
—Esperaba que me dieras permiso de ir a su casa hoy.
—Ambas deben estar agotadas, ¿no sería mejor que hablaran mañana?
—Creo que no, se sentirá traicionada si no se lo digo hoy mismo y preferiría que fuese en persona.
—Okey, pero… date una ducha, cámbiate de ropa y come algo —dijo poniéndose de pie—, te daré un aventón hasta allá cuando termines.
A eso de las once y un poco más, Lena timbraba en la puerta de la casa de Larissa.
—¿Yulia, puedes ver quién está en la puerta?
—¡Aj, mamá! ¿No ves que estoy ocupada?
—¡No me hagas pedírtelo dos veces!
La chica que ya estaba lista para irse a dormir, se levantó del sillón del cual veía la televisión y bajó las escaleras camino a la puerta cuando, de repente, volvió a sonar ese timbre de una forma que la desesperó.
—¡Que ya voy! ¡¿Qué diablos hace timbrando la gente a esta maldita hor…?! —reprochaba mientras abría la puerta y se encontraba con una recién bañada pelirroja que le sonreía desde afuera— ¿Lena?
—Hey.
—Huuu… —exhaló con alivio al verla, como si hubiese contenido el aire desde la mañana cuando las separaron esos policías— ¡Ven aquí! —le dijo jalándola de la mano hasta que la pudo cubrir con sus brazos y caminó de espaldas guiándola adentro— Te hacía acostada y durmiendo.
—Yo también a ti pero necesitaba verte hoy mismo.
—Hmm, Katina… un poco pervertido de tu parte… —dijo alzando las cejas de manera seductora— Mi mamá está en casa y también Viktor.
—Yulia no, en serio, necesitaba verte y… hablar de algo.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Nya te sacó de su casa?
—¡¿Qué?! No, no, nada de eso.
—¿Entonces?
—Antes que nada… te ves muy bien con esos pantalones de pijama y ese top… ajustado —dijo mordiéndose suavemente el labio lastimado, pero no logró tranquilizar a la chica que tenía en frente; la cual, repentinamente, cruzó los brazos y casi se dispuso a contar hasta que le cuente que es lo que quería discutir— ¡Ay vamos! Un poco de humor no le hizo mal a nadie, además es verdad.
Yulia alzó las cejas y esperó a que Lena comenzara a explicarse de una vez por todas.
—Bueno… Okey… Entonces…
—¡Dilo-de-una-vez!
—Voy a volver al rancho en Nekrasovka —dijo frunciendo el ceño mientras esperaba el grito de su novia.
—¿Disculpa, qué? —preguntó completamente incrédula, sin siquiera alzar la voz.
—Pues… eso, voy a volver al rancho el jueves en la mañana… y quería que lo sepas.
—¡Ahhh, gracias! Querías que lo sepa… Bueno, muchas gracias entonces —dijo sarcásticamente, se le notaba lo molesta y Lena solo cerró los ojos, definitivamente no había sido la mejor forma de informarle de sus planes— ¡¿Se puede saber que mierda tienes en la cabeza?!
—Yulia…
—No, no vas y punto… —gritó y sin dejarla responder repitió—: ¡Y punto!
—¡Tú no decides lo que yo puedo o no puedo hacer! —respondió de la misma manera, ¿desde cuando se convirtió en una nena de cinco años a la que tienen que recordarle ir al baño antes de salir de casa?
—¡¿Ah, no?! ¡Yo soy tu novia ahora!
—¡Mi novia, no mi dueña!
—¿Dime, cómo se te ocurrió tan genial idea? ¿Te están obligando?
—No, por supuesto que no, yo lo decidí.
—Brillante, Lena, la mejor idea que has tenido en siglos.
—¡Tal vez lo sea!
—¡No seas idiota!… ¿Qué pretendes sacar regresando a esa maldita prisión?
—No es lo que tú crees. Es un lindo lugar.
—¡Lindas mis nalgas! ¡Es un infierno y tú quieres volver a él!
—¡Sí, son lindas tus nalgas, hermosas! ¡Vaya, son magníficas, pero yo debo volver, con o sin tus nalgas!
Las dos se quedaron mirando por un par de segundos antes de echarse a reír por los estúpidos comentarios que estaban haciendo en medio de su pelea.
—Está bien… me calmo —dijo Yulia bajando un par de cambios— Dime que no es cierto, que no vas a irte.
—Lo siento, pero es verdad. Me voy el jueves.
—Lenaaa…
—Yuliaaaa —respondió acercándose para tomarla de la cintura— Quiero intentarlo…, por papá.
—¿Intentar qué? —preguntó con vacilación— No… No te vas a convertir, ¿no? No me vas a salir con que ahora eres hetero o que eres "ex-gay", porque vi muchos videos de esa gente loca en YouTube.
Esto solo provocó más risas en la pelirroja, que le robó un dulce beso antes de contestar:
—No, no voy a convertirme a nada. Lo que quiero intentar es conseguir que mi padre se de cuenta de que por más que haga esto, nada cambiará, soy gay y él necesita aceptarlo.
—Así que le vas a dar gusto para ver si él… te da el gusto también, para ver si te acepta.
—Mmm-hmm —respondió Lena sin hablar.
—¿Y cuánto tiempo me abandonas?
—Dos semanas, no es nada. Solo hasta que sea el día de la familia y pueda verlo —explicó— Es un ambiente neutro y el pastor es muy amigable y perspicaz, te agradaría.
—Lo dudo.
—Puedes ir a visitarme un día y conocerlo.
—Conducir cinco horas solo por verte, pfff…
—Pfff, ¿hmm?
—Pues claro, tú estarás que te mueres sin mi ahí, seguro te pondrán un cinturón de castidad, ni siquiera podrás jugar con Manu.
—Ja, ja, ja, muy graciosa —respondió con ironía— Estoy segura de que podré, no solo jugar con "Manu", sino que además sextear contigo… ya sabes, tú… yo… la pantalla del celular —dijo esto último susurrándole al oído.
—¿Ah, sí? Ya veremos —dijo resistiéndose a expresar los pensamientos que estaban provocándole esas palabras— Tendrás que hacer muchos esfuerzos por ganarte uno de mi mensajes.
—Tal vez no tanto… —continuó besando su cuello, apretándola más a su cuerpo, sintiendo como Yulia tragaba en seco— ¿Ves?
—¡Yulia, si Lena se va a quedar la noche, tal vez sería mejor que vayan a tu habitación! — gritó su madre desde el segundo piso.
—Maldición —susurró Lena entre risas— Debería irme.
—¿Qué? ¡No! Mamá acaba de darnos su bendición para pasar la noche juntas, ni loca te vas; peor si vamos a estar separadas dos semanas.
—Tengo que avisarle a Nya.
—La llamas desde mi alcoba —respondió tomándola de la mano y jalándola a las escaleras— Vamos, que necesito continuar esta batalla, la resistencia no se dejará vencer tan fácilmente ante el imperio.
—¿El imperio, hmm? Gracias…
—Sí, sí, sí… la resistencia ganará, yo nunca pierdo —recalcó Yulia con una pícara sonrisa, curvando el último escalón del segundo piso.
—Y si te hago terminar… ¿gano o pierdo?
—Mmm, no sé… ¿Vamos a averiguarlo?
—Vamos.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Última edición por katina4ever el 4/17/2021, 7:58 pm, editado 1 vez
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
No es mi intención hacerlas sufrir... así es esta historia!!
Capítulo 16: Conversaciones
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La noche, el calor del verano, el aire acondicionado enfriándolo absolutamente todo, es como inician a veces las conversaciones más importantes; en la oscuridad, entre susurros y gritos reprimidos, entre piernas entrelazadas y manos que juegan con cuerpos ajenos; cuando los ojos no sirven de nada y debes aprender a reconocerte con el tacto, en el olor, poner la más grande de las atenciones al escuchar o podrías perderte de esas cosas que uno dice, solo en la intimidad de la noche.
—Voy a extrañarte… es demasiado tiempo.
—Es poco, hace apenas dos semanas y media salimos al club con los chicos y, después, todo se fue al diablo —dijo Lena con una ligera risa— Ahora míranos, somos novias.
—No sabes cuanto quería acercarme a ti esa noche y bailar como lo hacías con Nat —respondió apretando sus dedos por la cintura de su novia— Tan pegadas, fue tan sexy...
—¿Te gustó? ¿Verme con Nat, bailar con ella, tocarnos, abrazarnos, decirnos cosas al oído? —susurró sonriendo.
—¿Estás probándome, Lena? ¿Quieres saber cuánto puedes jugar con mis celos hasta que explote?
—No —reía— Pero si querías hacerlo, ¿por qué no viniste a mi? Pasaste la noche bailando con los chicos y hasta con algunas desconocidas.
—Tú también.
—Yo estaba tratando de ignorarte —dijo acercándose lentamente.
—Y yo de llamar tu atención.
La pecosa suspiró fuertemente acariciando su blanco rostro, cuando la sintió cerrar la distancia para robarle un beso. Yulia la apretó con el brazo que tenía sobre su cintura y la jaló aun más cerca de su cuerpo, ganándose un jadeo de sorpresa.
—No vas a ignorarme mientras estés en ese Centro, ¿verdad? —le preguntó, recibiendo una silenciosa negación— Solo nos quedarán unos días de vacaciones hasta entrar a la escuela cuando regreses.
—Lo sé.
—Ni siquiera hemos hablado sobre qué les diremos a los chicos.
—¿A qué te refieres?
—A si vamos a salir del clóset con ellos y decirles que estamos juntas o cómo nos comportaremos en la escuela.
Lena no supo qué responder, ni siquiera había pensado en eso.
—Oksana ya lo sabe, bueno, sabe de mí.
—Y de nosotras, hablé con ella esta tarde —le confió Yulia— ¿Hablaste tú con Mihail?
—No, él no sabe nada.
—¿No sabe que eres gay? Pensé que era tu mejor amigo.
—Lo es.
—¿Y por qué no se lo has contado?
—No lo sé, es complicado… No es como si no le tuviera confianza, pero… me he dado cuenta de que se comporta extraño cuando estoy con los chicos del Café y nunca le simpatizó Max, siempre la veía extraño y evitaba hablar de ella conmigo.
—¿Amigo celoso?
—No sé, simplemente no me nació contárselo, no todavía —explicaba con pena, ocultarle cosas a su mejor amigo no era algo que disfrutaba hacer.
—Boris sabe de mí y de lo que sentía por ti.
—¿Boris sabía que...? —preguntó sorprendida—… ¿yo te gustaba?
—Mhm —Asintió rozando sus narices.
—Espera… ¿desde hace cuánto te gusto? —preguntó la pecosa, tensionándose un poco y levantando una ceja. Esto es algo que necesitaba saber, ¿desde cuando andan jugando al gato y al ratón?
—Em… un poco antes de la penúltima vez que terminamos.
—¿La penúltima? ¡Eso fue hace más de seis meses!
—Lo sé, genio, era mi relación.
—¿Y por qué no me dijiste nada?
—¿Por qué no me lo dijiste tú a mí? —respondió con un reclamo.
—Buen punto, pero… nada. Es un buen punto.
—Y, ¿qué haremos? —preguntó Yulia robándole un corto beso— Mihail y Aleksandr son nuestros amigos y creo que… se merecen saberlo.
Lena suspiró con pesadez, una vez más, asintiendo y escondiendo el rostro por unos segundos entre Yulia y la almohada.
—No pasará nada, ya verás —dijo tratando de darle fuerzas— Si no estás lista, podemos esperar.
—No, no… Katya ya no estará en la escuela, así que… creo que estaría bien, ¿y tú?
—Nunca me ha importado el que dirán. Yo estoy bien con ello.
—Okey, entonces ¿seremos públicas? —preguntó Lena, esperando una confirmación definitiva. Realmente le incomodaba la idea, pero sabía que no estaba sola y era un paso que tenía que dar tarde o temprano.
—¿Nerviosa?
—Un poco —respondió abrazándose más, si eso era posible, un poco más— Sobretodo con lo del Centro y mis papás.
—Ellos tienen que reaccionar en algún momento, vas a estar bien.
—Espero que papá entienda que no puedo cambiar y, justo ahora, es lo que menos deseo.
—Ya vas a ver que sí, los Katin son fuertes y se aman, todo se arreglará —Yulia la alentaba acariciando su espalda, sintiendo como resoplidos golpeaban contra su pecho, de lo fuertes que eran los suspiros de su novia.
—Te envidio tanto, ¿sabes?
—No lo hagas, mi familia no es perfecta.
—Lo es, aunque quieras hacerte la rebelde, ellos te aman y te aceptan como eres, grites, patalees, te vistas de negro, llegues borracha, sea lo que sea, están ahí para ti.
—Igual lo están tus tías.
—Sí, eso es verdad. Nya es genial, estricta pero genial —dijo Lena riendo un poco— ¿Sabes lo que me dijo hoy?
—Al parecer, ¿una broma?
—Que regresando del Centro me llevará al ginecólogo para hacerme exámenes.
—¿Acaso cree que estas embarazada? Creí que ya se había aclarado esa mentira.
—No, exámenes de enfermedades venéreas, un obsequio para tu tranquilidad —dijo la pecosa mientras escuchaba a su novia reír en voz baja— También dijo que sería una buena idea que tú te los hicieras.
—¡¿Yo?!
—Pues sí, como tú también has estado con otras personas, deberías.
—Es verdad, me imagino que lo haré, para tu tranquilidad—respondió calmándose un poco— ¿Lena? Ya que estamos en el tema… ¿Con cuántas personas has estado?
—¿Vamos a tener «la charla» ahora?
—Te vas dos semanas, creo que es justo que aprovechemos la noche.
—¡Oh, Dios! —respondió graciosa— Está bien, pero tú primero.
—Okey —dijo Yulia limpiándose la garganta— Boris… y Moose.
—¡¿Te acostaste con el Alce?! —preguntó la pelirroja abriendo los ojos.
—Em… ¿sí?
—¡Pero eso fue la penúltima vez que terminaste con Boris! ¿No se supone que yo te gustaba en ese entonces?
—¿Y no se supone que eras lesbiana? Tú también estuviste tras Moose —se defendía Yulia recordándole todo lo que ella había hecho en aquella ocasión.
—Pero es que, ¿viste al chico? —dijo cayendo en cuenta de la estupidez de su pregunta— Por supuesto que lo hiciste… y desnudo, además lo sentiste —dijo cerrando un poco los ojos con una mueca de molestia— Por Dios, el tipo es enorme… ¿Te dolió?
Yulia reía con todo el análisis que Lena puso en esa pregunta.
—No, no dolió, no es tan grande...
—¿Sabes qué? Dejémoslo así, no quiero imaginarme a mi novia con un pene entre las piernas —dijo la pecosa negando algunas veces— Diablos, ya lo hice.
—¿Y qué de ti?
—Em, pues… tal vez no sea buena idea...
—¡Katina, habla! —la interrumpió su novia.
—Es que…
—Habla ahora o… —amenazó colocando sus dedos en las costillas de la chica que ya sospechó que habría una guerra de cosquillas si no confesaba lo que quería saber.
—Ya, ya, veamos… —dijo inhalando fuerte.
—¿Tanto así...?
—Shhh… No quiero interrupciones —dijo poniendo un dedo sobre los labios de Yulia— A ver…, perdí mi virginidad con Steven.
—¿El flaco que te metió los cuernos con Danila?
—Sí, él. No sabía que pensar, era lindo y yo no quería ser gay, así que… —respondió alzando los hombros— Después de que lo descubrimos, me refugié mucho en Nat y...
—¿Nat? ¿Te acostaste con Nat? ¿Nuestra compañera de trabajo… Nat? ¿La Nat con la que bailaste en el club?
—¿Ves que tal vez no era buena idea que hablemos de esto?
—¿Nat?
—Ella fue mi primera vez con una chica.
—¿Y después vino Max, no?
—Em…
—¡Lena!
—¿Querías que te conteste?, pues en eso estoy.
—Está bien, continua —se calló, esperando que la lista terminara pronto.
—Después, en la fiesta de cumpleaños de Daryna, conocí a su prima Ysabel y pues… —continuaba con una morena cada vez más sorprendida.
—Ajá, cuéntame más… —dijo creyendo que ese era el final pero no se esperaba que Lena continuara.
—Luego vino Olga, pero ella no cuenta.
—¿Cómo que no cuenta? —preguntó indignada— Si la mencionaste cuenta. Dime ¿qué hiciste con ella?
—Yo no hice nada, estábamos en la piscina en casa de Andrei y ella se me acercó diciendo que quería besarme… —comenzó a contar recibiendo un "ajá" de su novia para que continúe—… entonces yo le dije que no era tan fácil y que, así nada más, no probaría mis labios.
—¡Esa es mi novia!
—No te emociones, «novia» —contestó, incitando aún más curiosidad— Ella alzó las cejas y sonrió antes de sumergirse en el agua —seguía el relato con una atenta Yulia en frente, apretándola inconscientemente mientras transcurrían los segundos— Yo pensé que se había ido hasta el otro borde de la piscina, pero…
—¿Pero?
—… Obtuvo su beso —respondió vagamente ganándose una mueca que gritaba un «explícate»— Que besó mis labios… ya sabes —intentaba dar a entender fallidamente— Me besó ahí…
—Lena, ¿salió del agua y te besó de sorpresa? ¿O qué?
—O qué —dijo la pecosa ganándose un gruñido— Me beso ahí… abajo.
—¡¿Qué?! —respondió Yulia alzando la voz y luego dijo susurrando—: ¿Ahí? ¿En tus… labios? ¿Ahí?
—Sí, ahí —reía Lena mientras veía a su novia completamente sorprendida—, se sumergió y sentí como me tomaba por las piernas y me presionaba "ahí" con su boca… por unos segundos… apretando sus labios, como en un beso francés.
—¡¿Qué?! —dijo dando un fuerte apretón.
—¡Auch, Yulia!
—Lo siento —respondió soltando el agarre— ¿Y luego que hizo? ¿Se acostaron?
—¡No! Por eso decía que no cuenta, porque de eso no pasó. Salió del agua, me guiñó el ojo y se fue.
—Dime por favor que luego vino Max.
—Sí, luego vino Max y ahora tú.
—Steven, Nat, Ysabel, Olga, Max y yo… seis, seis personas… definitivamente voy a necesitar ver esos exámenes.
—¡Boba!
—No, hablo en serio… quiero verlos, no volveré a tener sexo contigo hasta que me pruebes que no tienes algún piojo o algo —decía Yulia alejándola un poco.
—¿Ah, sí?
—Sí, agradece que no te mando a dormir en el sillón; le tengo mucho cariño y no quisiera que se infecte.
—Ayer no te importó hacerlo conmigo.
—¡Ayer no sabía que te habías acostado con medio universo! —dijo Yulia ganándose un ligero puchero.
—Si me hubieras confesado que te gustaba cuando terminaste con Boris, hubieran sido solo tres.
—Tú tenías novia.
—Yo no amaba a Max… era simplemente alguien que me hacía sentir mejor.
—¿La usaste? Pero… lloraste cuando terminaron, lo recuerdo.
—No la usé, ella tampoco me amaba Yulia, no todas las relaciones se basan en el amor —respondió molesta, separándose también, lo cual a Yulia no le gustó, pero la dejó hablar— Este año perdí mucho, mi familia, mi casa… ella era mi amiga, me apoyaba, yo la necesitaba sí, pero no jugué con ella, si eso es lo que crees.
—Te apoyaba, como yo con lo del bebé.
—Hmm —suspiró una queja— Sí… exactamente así… tal cual. Porque al parecer ese es la forma en la que elijo a mis parejas —respondía con total sarcasmo, hasta parecía dolida, lo que a Yulia le disgustaba cada vez más, ella empezó a protestar en broma y de repente todo se fue tornando amargo.
—Cálmate quieres.
—No, todo bien —respondió haciéndose aún más atrás y sentándose de espaldas a Yulia— Creo que será mejor que me vaya a casa.
—Son las cuatro de la mañana, Lena.
—Puedo tomar un taxi.
—No, no te lo voy a permitir —dijo poniéndose de pie y acercándose hasta donde se encontraba, lista para vestirse.
—Pensé que no querías que te infecte.
—Basta, Lena, fue una broma.
—No estoy jugando contigo, ¿sabes? —dijo mirando fijamente al suelo.
—Lo sé, fue una broma. ¿Por qué saltas así? Estaba todo bien —preguntó Yulia tomándola suavemente por las mejillas obligándola a que la mire— ¿Estás nerviosa con lo de tus papás?
—¿Y qué hago si no sirve de nada?
—Pues… esto va a sonar horrible, pero… te olvidas de ellos —respondió con una pecosa sollozando en sus manos mientras negaba en silencio— Tienes a gente que te quiere, Charlotte, Nya, Oksana, Mihail… yo… principalmente yo. Sé que es duro, pero… los dejas atrás y sigues.
Lena entonces abrazó a su novia por el cuello y dejó salir todos sus miedos.
—Todo va a estar bien, ya verás.
—No estoy jugando contigo…
—¡Qué ya lo sé! —respondió desganada— Mejor ven, vamos a dormir que mañana tienes un día largo antes de abandonarme por una eternidad y yo quiero acordarme de tu olor en mi pecho.
—¿No te vas a bañar? —preguntó mientras entraba nuevamente a la cama, jalada por su obstinada novia.
—No lavaré tu pijama, eso es seguro.
—Pero podrías exponerte a las infecciones.
—Eso es tu culpa por ser trasero flojo —dijo cubriéndola con su brazo para que descanse justo bajo su quijada— Desde ahora eso se acabó, eres mi novia y nada de andar ofreciendo papayas en las piscinas.
—¿Ni siquiera a ti?
—Hmm… —dijo pensando en las infinitas posibilidades de hacer cosas divertidas con su pelirroja chica— Okey, pueden haber excepciones.
—Eres mi única excepción…
—Duérmete Katina, ya empezaste a balbucear letras de canciones y no quiero tener a Paramore en la punta de la lengua por dos semanas.
—Okey, hasta mañana —dijo riendo un poco y virando la cabeza para pedir un beso de buenas noches.
—Hasta mañana, trasero flojo.
Y así se acabó la noche, entre conversaciones y confesiones, ahora solo bastaba esperar a ver que les deparaba el futuro, dos semanas puede ser un laaargo tiempo.
________________________________________
Nos vemos mañana!
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Elena Sonda- Mensajes : 57
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Bien, domingo... tan ansiado divertido domingo (al menos para mi),,, otro capítulo más y luego subo el último por hoy. Así que disfrútenlo y comenten!!
Capítulo 17: Inessa
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—Yulia, ¿viste dónde dejé mi cinturón?
—Oo —contestó desde el baño, con la boca llena de pasta dental— ¿Oo jaaej ii óoe e jaaaj oj aaaooej?
—¡¿Qué?! —preguntó Lena al no poder descifrar una palabra de lo que Yulia había contestado.
—Que no, que ¿si no sabes ni dónde te sacas los pantalones? —repitió después de escupir la espuma mientras enjuagaba su boca.
—Ya estoy con mis pantalones puestos, lo que no encuentro es mi cinturón, ¿lo has visto? —preguntó nuevamente acercándose hasta el marco de la puerta y apoyándose para observar a su novia semidesnuda en el lavamanos.
—¿Se te perdió algo? —cuestionó Yulia, viéndola tan concentrada en su figura mientras se secaba el rostro y las manos con la pequeña toalla roja que colgaba a un lado del mueble y caminó hacia ella. Tenía una mano abrazada a su estómago descubierto y el dedo índice de la otra jugando entre sus dientes, ejerciendo una ligera presión que casi podía confundirse con una mordedura.
—Algunas cosas… —dijo con una voz sexy sonriendo al verla de pies a cabeza.
—Vaya, vaya, señorita Katina —respondió Yulia en un tono malditamente seductor que ninguna persona sería capaz de resistir— Se le ve increíble con ese corpiño negro y esos jeans bajos, mucho más cuando no lleva esa estorbosa remera.
La pecosa simplemente sonreía coqueta, apretando un poco más sus dientes sobre el delgado dedo. Dio dos pasos al frente y cerró la puerta tras ella, apoyándose de espaldas al mueble del lavabo.
—Igualmente…
—Dios, Lena. No voy a poder controlarme por dos semanas sin ti.
—Tendrás que hacerlo.
—¿Y cómo se supone que voy a calmar esta ansiedad con la que me dejas? —preguntó bajando la mirada, sin poder resistirse más a la visión que tenía en frente.
—Puedes usar a «Manu», a ella le gusta dar… unos buenos masajes.
—¿Ah, sí?
—Mhmm —confirmó la pelirroja con un ligero asentir.
—¿Y cómo son estos masajes que le gusta dar a «Manu»?
Lena entonces se aproximó un paso hasta donde se encontraba Yulia y la jaló bruscamente hasta terminar nuevamente reposando su propia cola en el mesón.
—Toma notas mentales —susurró—, que esto lo voy a demostrar una-sola-vez —puntualizó, desabrochando el pantalón de su compañera y bajando lentamente la cremallera para poder colar su mano dentro de esa negra y sedosa prenda— Al parecer todavía necesitamos un poco de ayuda —dijo sintiendo una clara sequedad. Así que subió inmediatamente hasta los blancos senos de su novia y, pasando a su espalda, desabrochó el corpiño de encajes que llevaba puesto; lo sacó en una rápida acción, liberando a esas dos pasiones que pronto molestaría con su lengua.
—Hhhmm —Dejó salir Yulia con un golpe de aire, al sentir a la pelirroja ir directo a uno de sus senos, succionándolo y agitando su lengua de arriba a abajo hasta que empezó a endurecer por la excitación.
—Me encantan tus pechos —dijo en voz baja, mientras dejaba un camino de besos hasta llegar al cuello y empezó a succionar su lóbulo izquierdo.
—Da gracias que mamá salió temprano al trabajo y se llevó al enano a su curso de verano.
—Lo hubiese hecho con ellos aquí —susurró la ojiverde en su oído—, solo que tú hubieras tenido que mantenerte en silencio… muy, muy en silencio —mencionó apretando esos grandes montes con cada mano, masajeándolos hasta que sintió a Yulia querer ejercer un poco de presión con su centro.
—Mmm, alguien ya parece estar lista para «Manu».
—Sé muy bien como satisfacerme, ¿sabes? —aclaró la bajita chica entre fuertes respiraciones— Lo he hecho por años, mucho antes de que perdiera mi virginidad.
—Esto no se trata de como tú lo haces, Yulia. Sino de cómo lo hago yo y como vas a recordarlo estas dos semanas, imaginando que lo estoy haciendo en ese lugar…, bajo las sábanas… o escondida en el baño —continuaba con un tono muy suave, ahora bajando sus manos hasta llegar hasta la cola de su novia, para apretarla con suaves movimientos—, lo haré pensando en ti y todo lo que vas a decir en los siguientes minutos.
—Dios, Lena, te voy a extrañar tanto —exclamó, ya respirando con dificultad.
—Shhh —indicó deslizando su mano nuevamente dentro de su ropa interior comprobando que ya estaba lista para empezar— Ahora sí —dijo bajando esos jeans apretados junto con la prenda negra hasta que cayeron a sus tobillos—, pon mucha atención. Quiero que recuerdes cada segundo de esto.
Lena dio la vuelta junto con Yulia, reposándola contra la fría pared de azulejos, sacándole un fuerte suspiro y separó un poco sus piernas colocando su muslo en medio. Su mano derecha regresó a su área íntima, acariciando su piel en el camino, haciendo que se le ponga la piel de gallina y deslizando dos dedos por los pliegues húmedos de su novia.
—Hhhhh —dejó salir Yulia una respiración agitada.
—¿Te gusta así? —preguntó incitándola a asentir suavemente—, ¿con unos suaves movimientos de atrás hacia adelante?, ¿resbalando mis dedos sobre tus labios inferiores hasta llegar al borde de tu entrada y regresando nuevamente hasta afuera?, ¿apretando apenas sobre tu botón? —continuó molestándola mientras realizaba todo lo que estaba describiendo en ese instante— ¿Así?
—Mm-hmm —confirmó ella sin exclamar una palabra.
—Bien —dijo Lena repitiendo la acción un par de veces— Ahora, ¿cómo te gustaría que continúe? ¿Ejerzo más presión en frente? —susurró, haciendo un movimiento circular sobre su botón por unos segundos—, o ¿te gusta ir directo al grano? —preguntó resbalando sus dedos, penetrándola apenas un par de centímetros sin dejar de moverlos suavemente.
—Maldición, Lena… —Jadeó su compañera con dificultad.
—Vamos, Yulia, ¿cómo te gustaría que yo lo hiciera cuando esté lejos? ¿Qué me harías tú?
—Soy nueva en esto…
—¿Y qué con eso? Además, pensé que eras una experta en el tema —dijo sin detenerse, ganándose algunos gemidos reprimidos.
—Me refiero a… que no sé… que es… lo que… a ti… te… te gusta…
—Eso es fácil —dijo regresando a sus pliegues—, me gusta la estimulación frontal… Llevar mi humedad hasta «este» punto y presionar mis dedos circularmente alrededor de mi centro —continuó demostrándolo—, y luego pellizcar mis labios inferiores sobre mi botón, hasta que ese calor llegue y sienta que debo apretar con más fuerza —siguió describiendo lo que hacía, midiendo la excitación de su novia en cada paso, sonriendo sobre su piel al sentirla reaccionar ante su toque—, y cuando ese ardor… empieza a dominarme… regreso mis dedos a mi entrada…
—Lena…
—… Y la acaricio, presionando mi palma en mi clítoris y continúo, cada… vez… con más rapidez…
—Hhhhh…
—Lo hago hasta sentir esa urgencia recorrerme y mis pezones duelen un poco de lo duros que están y siento la necesidad de que alguien los bese para aplacar esa sensación —dijo la pecosa, regresando con sus labios a los senos de su novia y los besó suavemente uno por uno.
—¡Dios!, eres increíble… —dijo Yulia apretándola más a su cuerpo.
—¿Sabes cómo calmo esa intranquilidad? —preguntó en un susurro, sintiendo a Yulia negar con su cabeza en medio de la agitación —Pues llevó los dedos de mi mano libre hasta mi boca para succionarlos un poco y humedecerlos, y luego acaricio mis senos suavemente —regresó rozando sus labios por la blanca piel hasta reposar su frente con la de Yulia y apurar sus movimientos—, hasta que todo en mí se tensiona y siento…
—Hhhhh
—… Como me vengo sobre mi mano…
—Lena hhhhhmm...
—Así…, ¿ves? —Terminó, sintiendo a su novia sacudirse ligeramente y más humedad cubría sus dedos—… Así me gusta.
Yulia gimió sonoramente, presionando las yemas de sus dedos sobre la espalda de su novia al terminar completamente extasiada.
Lena miraba a Yulia con ternura y picardía, sabiendo que logró su objetivo. Descansó su mano en su húmedo centro, hasta que su respiración se tranquilizó.
—Te odio… —Jadeó Yulia, suspirando al final.
—¿De verdad? Creo que todo esto grita que te gustó… —La pecosa le enseñó sus húmedos dedos y sonrió— ¿Cómo odiar algo que te hizo sentir así…, algo que te gustó… «tanto»?
—Eres la mejor —dijo robándole un beso—, mucho más que yo misma.
—Eso sí es un halago —dijo Lena sorprendida ante esa confesión— Gracias.
—Ahora déjame agradecer lo que acabas de hacer —Yulia dijo, dándolas vuelta.
—No podrás, no hoy.
—¿Qué? No, no, no, tengo que devolverte el favor.
—Esto no es una deuda, bebé. Somos una pareja, no todo es dar y recibir al mismo tiempo —aclaró la pecosa, riendo con cariño—, no hay cuentas por pagar.
—Pero yo quiero hacerlo —respondió Yulia.
—Y yo lo deseo más que nadie, pero tengo que verme con mi mamá en veinte minutos.
—¡Diablos, es verdad! —exclamó Yulia frustrada— Apurémonos entonces, te doy un aventón hasta su hotel en camino al Café, hoy empiezo nuevamente mi trabajo.
—Eso es genial, yo todavía debo hablar con mi tía al respecto, cuando regrese.
—Seguro te dice que sí.
Lena la besó tiernamente en los labios, terminando con un corto pico en el borde de su mejilla y se escabulló por un lado para ir a buscar su remera y colocársela rápidamente.
"Esto es tan injusto", pensó la chica ojiazul viéndose al espejo completamente desnuda, comparándose con su novia que terminaba de vestirse en su habitación.
—Yulia, ¿no has visto mi cinturón?, no sé dónde lo dejé.
Eran ya casi las ocho de la mañana y Lena golpeó la puerta de la habitación 301 del Hotel Sunrise, cerca de la calle principal.
Su mamá le había enviado por mensaje las indicaciones de como llegar y la esperaba para pasar la mañana con ella antes del viaje que emprendería el día siguiente. La tarde la pasaría con sus tías en casa, después de ir por el café visitando a los chicos.
—Lena, hija —dijo Inessa con una triste sonrisa— Pasa, amor.
—Gracias, mamá.
Era una habitación pequeña pero lucía cómoda y moderna. Tenía una mesa cuadrada para dos personas en el balcón y unos grandes ventanales que daban al lago, por donde entraba mucha luz y una brisa cálida.
Lena se detuvo de pie en medio de la habitación, esperando que su mamá dijera algo y se rompiera esa clara tensión que se sentía entre ellas. Hace meses que no cruzaban palabra, ni siquiera se habían dado un abrazo al saludarse.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó su madre acercándose al mini refrigerador.
—No, estoy bien. Acabo de desayunar.
—Yo también —respondió cerrando la pequeña puerta y sin concentrarse mucho en su hija, dio unos pasos hasta el balcón— acabo de regresar del restaurante del hotel. Siéntate…, por favor.
Lena la siguió y jaló la silla un poco para tomar asiento, respirando hondo antes de hacerlo. Su mamá tenía una actitud distante y fría, algo que no había visto nunca en su vida. Era hora de prepararse para lo que estaba por venir.
—Dime que no es cierto —Le pidió su madre.
—¿Qué cosa?
—Que después de todo lo que pasó estos días, ¿piensas regresar al Centro Juvenil? —preguntó con reproche.
—Sí, lo hablé con Nya ayer.
Inessa sonrió con ironía y negó dándole una impresión de queja a su hija.
—Quiero hacerlo por papá… por…por ustedes.
—Si hubieras querido eso, no hubieras indispuesto a todos con tu huida.
—Mira, yo…
—Te has comportado de una forma tan egoísta, que me sorprende que ahora digas que quieres hacer esto por nosotros —la mujer interrumpió a su hija con dureza en sus palabras, creando aún más incomodidad.
—Huí como consecuencia de sus acciones, mamá —respondió con fuerza en su hablar— No puedes ahora justificarte con todo lo que sucedió.
—Solo queríamos ayudarte.
—¿A qué? —preguntó su hija enfrentándola con la mirada— Vamos mamá, dime. ¿Qué es lo que querían sacar de eso?
—Recuperar a nuestra hija.
—Aquí estoy.
—A nuestra hija «normal», Lena —recalcó Inessa, puntualizando lo último.
—¿Y qué me hacía «normal»? ¿Qué me escondiera en un closet? o ¿qué pretendiera ser heterosexual?
—Tú no eres así, esto es una moda… influencias de tu tía.
La que rió con ironía ahora fue la pelirroja, lo que desconcertó y molestó más a su madre. No la convencería, para qué pretender.
—He sido así desde que tengo memoria. Me enamoré de mi maestra del preescolar, ¿sabías? —dijo recostando su cuerpo en el respaldar de su silla, ya veía por donde iba a ir esa charla con su madre y no estaba dispuesta a dejarse intimidar o permitir que la culpen con su intolerancia— Hasta de tu mejor amiga me enamoré de chica, Ivanka, ¿la recuerdas? La pelirroja hermosa. ¡Dios!, sus pecas me encantaban, por eso, siempre que iba a casa, la perseguía por todos lados para que juegue conmigo y me llene de besos…
—¡Basta, Elena!
—Es verdad, ¿o crees que lo estoy inventando para hacerte enfadar?
—¡Cuando te convertiste en esto…!
—¿En qué? ¿En una amargada adolescente que no tiene pelos en la lengua? —la interrumpió claramente enojada— ¿Quieres saberlo, mamá?
—¡Quiero saber cuando dejaste de ser mi bebé!
—Perfecto, te lo cuento —dijo enderezándose nuevamente— ¿Qué tal el día que papá gritó y me jaló por la tienda y luego me echó de casa?, ¿qué tal el día que tú y él vendieron todas mis cosas como si fuesen un estorbo?, ¿o el día que decidieron quitarme la palabra, no volver a hablar conmigo?… ¡Por meses!
—Tú decidiste ser esto, tu papá y yo no vamos a…
—¿A qué? ¿Tener una hija lesbiana? —la interrumpió con dureza. El silencio las acompañó por un tiempo hasta que Lena dejó salir su frustración exhalando fuertemente y dijo—: Esto no lo elegí yo, nací así, decidan creerlo o no.
—No puedo aceptar eso —contestó su madre evitando mirarla y desvió su atención a la gente en el lago y el lejano oleaje.
—Pero por lo menos pudiste entender que me estabas poniendo en peligro y accediste a ceder mi custodia a Nya —continuó Lena— De lo contrario estarías con papá ahora y yo estaría secuestrada.
—Pues me equivoqué —dijo con pesar—, creí que te protegía de algo que desconocía, pero tu padre sabía que ese era un buen lugar, que no te harían daño y yo decidí creerle al padre de tu «noviecita»… quién es una chica muy irrespetuosa y nada amable, por cierto.
—Ella solo trataba de protegerme…
—¿Insultándome? —la interrumpió— ¡Qué adorable, Lena!, hasta con el más inepto de tus ex novios estarías mejor.
—Estaría mintiéndome y Yulia es una gran persona…
—Es una perdida y se nota que te traerá muchos problemas.
—No la juzgues, tú, no la conoces.
Inessa bufó una risa y dijo:
—Yulia siempre te trató de una manera muy particular, te tiró café encima, te hacía la vida imposible, te hablaba con sarcasmo y con insultos ¿y así es una buena persona? —le recordó mofándose— Dime, ¿son todas las lesbianas así? ¿Enojadas, atrevidas, irrespetuosas y descaradas, hechas las duras, creando problemas donde quiera que vayan?
—¿Eso es lo que crees de mi? —dijo Lena sintiéndose triste, completamente atacada y burlada por su madre.
—Mi matrimonio está pendiendo de un hilo por lo que pasó, por tu culpa, tu egoísmo, tu estupidez; por querer actuar de manera depravada con otra mujer y creer que eso está bien —dijo Inessa con una clara amargura en su voz—, ¿acaso crees que valió la pena luchar por ti?
Lena tragó en seco escuchando las fuertes declaraciones de su madre. Ya no aguantaba más las lágrimas que sentía que tenía que derramar, pero no quería hacerlo frente a ella.
—Yo lucharé por ustedes —dijo la pelirroja decidida— Iré a ese Centro y los esperaré en dos semanas —Se levantó haciendo ruido con la silla, pero sin recibir ni siquiera una mirada de su mamá, que todavía tenía la atención perdida en el horizonte— Ojalá ustedes me encuentren en medio camino y vayan el día de la familia. Tal vez podamos hablar entonces, con más calma.
—No esperes que aceptemos esto —respondió su madre indiferente—, prefiero tener a una hija muerta a una lesbiana.
Eso fue la gota que derramó el vaso y todas las lágrimas contenidas de sus ojos. Dio media vuelta y salió por esa puerta lanzándola con fuerza, creando un eco en todo el corredor mientras corría hacia el elevador y salía de ese hotel.
Tal vez cometía un error, tal vez no valía la pena darles una oportunidad más.
Pero su corazón le gritaba que lo intentara, dos semanas más, tratar de reconciliarse con sus padres una última vez, al menos por su parte, saber que lo dejó todo, que no hubo más que pudiera hacer. Darlo todo antes de dejarse caer.
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
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Si no fuese por los pájaros que empezaron a cantar afuera de mí ventana hace unos minutos, seguiría durmiendo en mi cómoda y tibia cama hasta el mediodía. Es verano, pero no siento el calor acechador de siempre.
Me acerco a la ventana de mi habitación, no sin antes desperezarme completamente, estirándome sobre el colchón y empujando las sábanas hasta el filo inferior dejándolas caer sobre el cálido piso de madera. Después tenderé mi cama y ordenaré todo, ahora solo quiero tener el placer de sentir el sol en mi rostro.
El clima es templado y agradable; tal parece que el día permanecerá despejado, sin oportunidad de lluvias; completamente azul, ni una nube en el horizonte.
—¡Lena! —escucho mi nombre desde la planta inferior— ¡Baja a desayunar, por favor! ¡Ya estamos todos listos esperándote!
—¡Dame cinco minutos, mamá! ¡Tomaré un baño rápido! —grito y me apresuro al cuarto de baño y es que no hay nada mejor en la mañana que un poco de agua tibia, que se lleve al cansancio y que despierte el cuerpo y la mente para iniciar fresca un nuevo día, mucho mejor si es uno como el de hoy.
El agua está deliciosa, la temperatura precisa. Baña suavemente mi piel, cubriendo cada centímetro de mi cuerpo.
Ojalá tuviera a Yulia aquí conmigo. Compartir este momento con ella sería espectacular. Digo, jugar con la barra de jabón sobre su cuerpo, ayudar al agua a enjuagarlo después; hacer espuma con el shampoo mientras acaricio su cabello y reír por su desesperación si un poco llegase a entrar a sus ojos, porque no querría hacerme caso cuando le diga que los cierre.
Hmm, amaría tenerla aquí.
Salgo apresurada y me visto con algo casual y simple. Un par de shorts de jean, una camiseta violeta sin mangas y unos converse negros sin medias. Llevarla ligera parece lo más apropiado en un día como este.
—Ya te estabas demorando —dice mi padre con una gran sonrisa. Como siempre, como todas las mañanas.
—Sí, ya estaba muriendo de hambre —Katya me reclama, como ya es costumbre está leyendo una de sus revistas de chismes.
—Buenos días —Me acerco a regalarle un beso y un abrazo por la espalda a papá, arrugando sin querer su periódico. Él me regresa el abrazo y me retiene con él por unos segundos, apapachándome antes de que yo misma me suelte para acercarme a darle un beso mamá.
—¿Necesitas ayuda?
—Gracias, amor. ¿Podrías cortar la fruta? —Me señala la bandeja con papaya, piña y sandía.
Amo los desayunos de domingo, la familia reunida, cosas ricas para compartir. Los deliciosos panqueques de mamá, amo los domingos, aún más lo de verano… los amo.
—¿Qué piensas hacer hoy, Lena?
—Nada en realidad. Tal vez salir con los chicos, o ir al cine con Yulia, papá —le contesto sirviéndome un poco de jugo de naranja— ¿Por qué, necesitabas algo?
—No, princesa. Pura curiosidad.
—Yo saldré con Pavell —Comparte mi hermana.
—¿Con el troglodita? ¿Otra vez?
—Lena, no porque seas lesbiana quiere decir que todos los hombres son unos cavernícolas.
—En este caso… yo estoy de acuerdo con Lena —Papá suelta una pequeña risa. De golpe escuchamos un fuerte estruendo a las afueras de la casa. Salimos corriendo a la calle, pero todo está tranquilo, los vecinos nos saludan y pasan caminando con sus pequeños perros a nuestro lado. Tal vez fue el televisor.
—Cariño, ¿por qué no llamas a Yulia para que venga a almorzar? Hace tiempo que no la vemos por aquí —me sugiere mamá, así que voy para mi habitación a darle una llamada.
En mi camino, me tropiezo con mi gato Fausto, enorme y gordo como él solo. Gris de ojos verdes, apenas y se mueve para maullar. Me gruñe al pasar, como si tuviera que defenderse de mí. Viejo dramático, seguro y Katya será exactamente igual cuando llegue a su edad, amargada, gorda, malhumorada y gruñona.
Llego a mi dormitorio y con el celular en mano trato de marcar el número de Yulia, pero me es casi imposible. De verdad debería cambiar de celular, esta basura que tengo que cargar de lado a lado, con estas baterías de carro que confeccionó Aleksandr, me va a partir la espalda.
—¿Yulia?
—Katina.
—Em… ¿Cómo estás?
—…
—¿Yulia?
—Hola, Lena.
—¿Boris?
—Sí, Yulia me lanzó el teléfono para que continúe la llamada. ¿Sucede algo?
—Pues, me preguntaba si Yulia quería venir a almorzar a mi casa. Mamá la acaba de invitar.
—Em… —responde haciendo una pausa— Lo siento, Lena, pero dice que no —contesta su novio— Estás en altavoz.
Ya lo imaginaba, pero agradezco de mi amigo su advertencia, no vaya a decir algo que la enfurezca.
—Tranquilo, Boris. Solo era una boba invitación de mamá, dile a Yulia que no se preocupe.
—¿Por qué lo haría? —la escucho quejarse a lo lejos.
—¿Nos vemos en dos semanas, entonces?
—Sí, el primer día de clases, hasta entonces.
—Adiós, Lena. ¡Cuídate!
Boris es muy afortunado, Yulia es tan genial, me encantaría poder pasar el domingo con ella.
Momentos después, escucho, de la nada, otro estruendo y, ahora, uno que mueve toda la casa. Eso no fue mi imaginación o la televisión.
Salgo corriendo a la sala y veo a papá y mamá de lo más tranquilos en el sofá, viendo una película vieja. Iba a preguntarles si no sintieron ese temblor, cuando, nuevamente, otro fuerte sonido retumba el lugar como si hubiese caído algo sobre la casa. Esta vez, sí lo escucharon todos.
Me acerco a la ventana y el radiante sol de temprano ya no está. Las nubes se aproximan a lo lejos y el día va oscureciendo de a poco.
—Parece que va a llover —dice papá, apresurándose al garaje— Será mejor que empecemos a cubrir todas las ventanas y puertas. Lena, toma una cinta adhesiva y empieza a sellar todas las ventanas de la sala y la cocina. Inessa, toma éstas —dice lanzándoles un par de rollos—, ve con Katya a sellar las de la planta alta, yo cubriré las puertas.
La llovizna empieza pero pronto se torna en un aguacero que rápidamente rebasa toda la calle y el jardín.
—¡Papá, está entrando agua por algún lado! ¡Nos estamos inundando! —digo al sentir un frío palpable cubrirme los pies y, al regresar a ver al piso, veo como el agua va subiendo centímetro a centímetro sin parar— ¡Papá!
—¡Arriba, Lena! ¡Ven, vamos a salir a la terraza!
¿A la terraza? ¿Están locos? Bueno, tampoco es la mejor idea quedarse aquí, el agua ya me llega a las rodillas.
Subo y subo las escaleras, pero pelear con el agua es tan difícil y siento que es mucho más veloz que yo.
—¡Mamá! ¡Papá!
—¡Lena, sube rápido, ¿en qué piso estás?!
—¡En el séptimo!
—¡Apresúrate, no podemos tener la puerta abierta, entrará el agua a la terraza!
Eso no tiene sentido, la terraza es afuera, no adentro, y ya debería haber llegado.
—¡Katina, ¿por qué diablos no te apuras?! ¡Ya nos dejaron afuera!
—¡¿Qué?! —le respondo a Yulia que está parada justo a un lado de la puerta— Estamos adentro de la casa, no nos pueden dejar afuera.
—¡Pues, por tu lentitud, ellos ya están comiendo y nosotras no!
Me acerco a la ventanilla de la puerta y los veo allí, sobre la hierba del jardín en un lindo y limpio mantel, comiendo unos sándwiches y brindando con vino blanco. Papá, mamá y Katya, la familia feliz. Yulia y yo, estamos todavía estilándonos bajo la lluvia.
—¿Qué te pasa Katina? ¡Reacciona! Tenemos que irnos de aquí o nos vamos a ahogar —escucho a Yulia a lo lejos, mientras yo sigo viendo como ellos son más felices sin mi— ¡Katina, despierta!
—¡Despierta! ¡Lena, despierta!
—¿Qué?, ¿qué… pasó?, ¿qué…?
—Estabas soñando —me dijo Nikolái, mi compañero de cuarto—, en realidad, teniendo una pesadilla, pero ya pasó. Debe ser por la tormenta.
Era verdad, estaba lloviendo y muy fuerte esa noche.
—Mmhm —limpié mi garganta y le pregunté ¿qué hora era? Él me respondió que daban las dos y cuarto de la mañana, demasiado temprano o demasiado tarde para llamar a Yulia. Ya debía estar durmiendo y al día siguiente tenía trabajo en la cafetería.
—No te asustes por el temporal. Suele ser así durante el cambio de luna. Siempre se pone más intenso de lo normal.
—Gracias… por despertarme —dije levantándome y me puse las zapatillas para salir un momento de ese cuarto. Odio tener pesadillas y suelo continuar mis sueños si me duermo enseguida; mejor fui a caminar un poco y buscar un vaso de agua.
—¿Vas al baño?
—Sí, ya regreso.
Estar en este lugar, aquellos primeros días era extraño, aunque, para ese entonces, ya llevaba cuatro y aún ahora no me acostumbro a la cama. Es muy dura, siempre termino con dolor de espalda, además del frío. Aquí no es tan cálido como en Moscú, mucho menos en las noches, y peor cuando caen lluvias fuertes como la de esa noche en particular.
Ese sueño me dejó una angustia horrible y era la cuarta que tenía desde que llegué. Cada noche tenía una distinta, no podía dormir en paz pensando sobre todo lo que sucedía.
Faltaban doce días para la reunión con mis padres y estaba realmente deseosa de que aparecieran, de que vean que hice un esfuerzo por ellos, recibir un abrazo de su parte, pero era tan poco probable.
Todos los chicos me habían dicho que no tenga muchas esperanzas, que ninguna familia viene a visitar a sus hijos en la primera fecha. No sienten que se haya logrado algo representativo, además, les incomoda ver a otros jóvenes con los mismos «problemas». Prefieren pretender que no estamos listos, que necesitamos más tiempo y deciden no venir, por nosotros. Mi único deseo era que mi familia… decidiera lo contrario. Necesitaba explicarle a papá que no puedo y no quiero cambiar; saber que, todo lo que estaba haciendo no era en vano.
El piso del baño estaba tan frío, de igual manera, me senté sobre él para enviarle un mensaje a Yulia. Si estaba despierta me llamaría —solo quería… hablar con alguien—, si estaba dormida, lo vería en la mañana, todo bien, pero ansiaba que me llamara.
«Extrañándote… demasiado», le escribí. Simple, pero al punto.
Mientras esperaba una respuesta, no dejaba de preguntarme si, venir, fue lo correcto, si no me llevaría una peor decepción al final y aquí estoy ahora, todavía esperando.
Hay chicos en este lugar que han vivido años, literalmente, años dentro de estas paredes y nada cambia para ellos con sus familias.
Nikolái, por ejemplo —mi compañero de habitación—, nació chica, se llamaba Christyna. Ahora se reconoce como chico y todos lo tratamos como uno. Su único dilema son las reglas que prohíben que chicos y chicas compartan habitación con miembros del sexo opuesto y él es biológicamente una chica.
Es muy dulce y me ha ayudado mucho en todo. Le encantan los comics y también el cereal de chocolate, The Cure, el color lila y los panquecitos con chispas. Es bueno saber que compartimos tantas cosas siendo tan distintos y viniendo de dos realidades diferentes.
Así son todos los chicos aquí, muy abiertos y amigables y, sin embargo, no puedo dejar de pensar en mis propios amigos. En el miedo que he tenido de ser sincera con ellos, en que no he hablado con Oksana desde que todo se complicó con Yulia, jamás le he mencionado una palabra a Mihail o a Aleksandr, ni siquiera a Boris.
Defraudé a los chicos de la cafetería con una mentira y quién sabe si me perdonarán. Ni siquiera fui a despedirme de ellos ese miércoles. Después de lo que ocurrió con mamá no quise llevarme otro dolor más conmigo. No lo hubiese soportado.
Es irónico que la gente que me ha abierto los brazos en la vida, han sido aquellos que reciben mis mentiras y mis miedos; y los que siempre tuvieron todo de mí —mis padres—, me han abandonado en todo esto.
Tal vez sí cometí un error al venir.
Es curioso, te levantas de la cama en la mañana y es como si la luz del día te diera esperanzas de que todo es posible, «hoy, el mundo es mío»; y cuando te vas a dormir, la noche te llena de desesperanza y sabes que nada de lo que hagas, podrá algún día remediar las cosas. Nada funciona y perdiste. El esfuerzo no vale la pena.
«¿Estás bien?», Yulia me respondió el mensaje unos segundos después.
«Sí, bebé. Solo tuve una pesadilla, pero estoy bien» —respondí inmediatamente, esperaba no haberla despertado.
—¿Qué soñaste? —me preguntó apenas contesté su llamada, no le tomó ni veinte segundos marcar mi número.
—Hola —la saludé antes de responderle, escuchando del otro lado un bostezo que, seguramente, estaba tratando de disimular con las sábanas. La desperté.
—Hola, bebé —me dijo con una somnolienta y sexy voz— ¿Qué soñaste?
—Fue horrible… una pesadilla.
—¿Qué pasaba en ella?
—Estabas de novia con Boris —dije y ella rió del otro lado.
—Lo siento, Lena. Horrible sueño, no deseo tenerlo. Y, ¿pasó algo?
—No, en realidad soñé que estaba en casa un domingo, desayunando con mamá, papá y Katya. Era un día hermoso hasta que empezó a llover como si fuera el fin del mundo.
—Así que, ¿no soñaste conmigo? —dijo creyendo que le mentí antes, boba.
—Tuviste un cameo —le dije—, más que eso en realidad. Mi mamá te invitaba a almorzar, pero estabas con Boris y dijiste que no.
—Si fui grosera, ya veo. Era culpa de Boris. Es malo en el sexo, por eso era un ogro cuando estaba con él.
Reí sin poder controlar mi volumen por un segundo. No quise despertar a medio mundo y decidí calmarme.
—Pobre Boris.
—Pobre su abuela, ¡que aprenda! No le caería mal que le des unas clases —se interrumpió sola al darse cuenta de qué mal se escuchó eso—… Jamás menciones esta conversación, con nadie, y olvida lo que acabo de decir. Nada de clases con el inútil de mi ex. Tú eres solo mía.
—No seas intensa, puedo darle algunos consejos, si me lo pregunta, algún día.
—Ya, está bien, pero nada de demostraciones reales. Pueden usar a su oso de peluche.
—¿Boris tiene un oso de peluche? —pregunté poniéndola incómoda. Yulia, cuando está medio dormida no se da cuenta de que revela más de lo que debe.
—Olvida tooodo lo que he dicho…, por favor —pidió con pena, hasta me la imaginé escondiendo su cara en la almohada. Boris tiene un peluche, no lo olvidaré nunca— ¿Qué más pasó en tu sueño?
—Ah, pues nada. La casa empezó a inundarse y de repente estaba sola en la sala. Llamé a papá y él me dijo que suba hasta la terraza, que ¿quién sabe por qué?, quedaba en el décimo piso.
—¿Tenías una súper mansión de diez pisos?
—Lo que tenía era una angustia inmensa por llegar, pero cuando lo hice, te encontré ahí parada en la puerta, reclamándome que no habías podido salir a la terraza con mi familia para el picnic que había en el jardín, porque yo fui muy lenta al subir.
—¿Tenías un jardín en la terraza?
—Donde, por cierto, no llovía una sola gota y, mi papá, mamá y Katya, comían sándwiches de atún con vino blanco.
—¡Qué sofisticados! Creo que preferiría haberme ahogado en el primer piso —dijo, y yo no podía dejar de sonreír, definitivamente necesitaba hablar con alguien esa noche… con ella.
—Espera, acabo de encontrar qué significa tu sueño —mencionó con la boca llena, le había dado hambre. Lo que me recordó que yo no había cenado y también tenía hambre—. «Soñar que estás dentro de una inundación, representa tu necesidad de liberar algunos deseos sexuales». ¡Leeeenaa, no seas golosa! —rió un poco.
—Es que «tú», no has venido a visitarme.
—Tú dijiste que te llevarías a “Manu” y que ella te haría todos los favores que yo no pueda darte.
—Creo que necesito algo que “Manu” no tiene.
—¿Y qué es eso?
—Una… lengua —susurré al auricular.
—¡Leeena! —reclamó burlándose— ¡Cachonda, vete a dormir ya! No vaya a ser que te den ganas de transarte a alguna de las chicas que está ahí en esa casa, mucho más cerca que yo.
—Ja, ja —respondí con un tono insoportable—, jamás te pondría los cuernos, no soy de esas mujeres.
—Te creo. No tienes las agallas como para aguantar lo que yo te haré si llego a enterarme.
—¿Y, si no te enteras?
—¡Lena!
—Bromeo, boba —le contesté sacándole la lengua, como si pudiera verme. Tenía sueño— Creo que es buena idea eso de ir a la cama. Deberías dormir y yo, intentar no tener pesadillas.
Nos despedimos y me levanté del duro piso. "Esta casa lo tiene todo duro…", recordé pensar. "¡Dios, mi mente vuela con cochinadas! Necesito a Yulia para calmar mis ganas, tal vez la pesadilla tenía razón".
No puedo quejarme, este Centro es perfecto. El pastor es increíble, además de que tiene título de psicólogo y, una vez al día, los chicos y yo tenemos sesiones grupales con él para hablar sobre como nos sentimos o comentarle nuestros miedos, las cosas que nos han pasado y qué hemos aprendido.
Pero creo que hay mucho más que he perdido en esta travesía —digo, desde que salí del closet— que lo que he ganado.
Antes tenía una familia completa, un papá, una mamá, una hermana mayor. Ahora tengo a Katya por partes, porque ella también tiene miedo de perder a mis padres y la entiendo, yo hubiera preferido no hacerlo. Ella debe cuidarse y mantenerse al margen. Pero yo, me cuide o no, no tengo vuelta atrás con ellos, esa es la realidad, ¿no? Al menos es lo que siento.
Cada día es peor porque, aunque escucho de mis compañeros que esto siempre pasa al principio, que mis padres ya verán las cosas más claras y vendrán a buscarme, yo, la verdad, creo que cometí un error. Los perdí y fue mi culpa, ellos jamás entenderán. No porque no puedan, sino porque no quieren.
Me siento sola y mal. Destruí a mi familia completa, por mis gustos, por ser como soy. Ellos ya no se hablan, seguramente se divorciarán. Katya paga las consecuencias y yo… ya lo dije, los perdí.
Debí esperar para confesarme con mi padre, a ser más grande, más madura, a tener un trabajo a… Igual habría sido en vano. Ahora o mañana, ¿qué importa? Ellos igual me odiarían.
—Lena, me acompañas a mi oficina, por favor —me dijo el pastor Efremov unos días después —Siéntate, quería hablar contigo a solas sobre un par de cosas.
—Claro, gracias… ¿Todo bien? —le respondí tomando asiento, esas palabras se sintieron como un reproche.
—Sé que no has podido dormir bien durante toda la semana.
—Em… algo así.
—Han sido ocho días Lena, es mucho tiempo.
—Lo sé pero, tal vez es algo que comí durante el almuerzo y no me cayó muy bien —sugerí, aunque era la ansiedad de lo que podría pasar con mis padres lo que me tenía así— La leche, tal vez.
—¿Intolerancia a la lactosa?
—Seguramente.
—Lena, ¿cómo te sientes de verdad? Puedes confiar en mí.
—Yo… solo estoy un poco nerviosa.
Me miró con preocupación, pero ¿qué podía hacer? No lograba quitarme este vacío que sentía desde que hablé con mamá, simplemente no podía.
«Prefiero tener una hija muerta a una lesbiana», no es algo que una hija quiera o necesite escuchar, sobre todo quiera, no de su héroe, no de su madre.
—Pues, no quiero que vayas a enfermarte. Los nervios están bien, son buenos. Nos ayudan a saber que todavía hay cosas que podríamos perder —dijo como si fuese un alivio, no lo fue. No quería perder más, sería demasiado, no podía—… y que hay otras que podemos ganar. La vida siempre es así.
—No creo que un par de noches de malestar me vayan a enfermar.
—Un par, tal vez no, pero es ya una semana entera que no duermes casi nada. No has bajado a desayunar, no cenas, almuerzas muy poco y —pausó, presionando sus labios, estaba realmente preocupado—… Lena, todo en la vida puede superarse, no es necesario hacernos daño a nosotros mismos por los «nervios» que estemos sintiendo.
—Pastor, agradezco su preocupación, pero yo estoy bien —le aseguré, solo eran las ansias, estaba segura. Estaba bien— No soy una persona a la que le guste el desayuno y usualmente no ceno.
El asintió levemente, pero no cambió su ceño. En todo ese tiempo no lo había visto tan serio, ni una sola vez.
—Lena, quisiera que empieces a desayunar, aunque sea un poco y cenes algo con tus compañeros, ¿está bien?
—Si eso lo tranquiliza…
—Lo haría —respondió apresurado—, mucho.
Nada más que hablar, a partir de ese momento, tendría que obligarme a ir a la mesa para cenar algo antes de ver la película de las noches y luego ir a dormir.
Creo que, esa noche en particular, estuve mucho más nerviosa que otras. El malestar que tenía —ya de días—, desbordó después de la cena y me dolía el estómago como nunca.
Terminé regresándolo todo y llamaron al médico de guardia para que me revisara. Dijo que, seguramente, algo me cayó mal y que si seguía sintiéndome así, sería mejor que me lleven al hospital.
Pero no pasó a mayores, tenía mucho frío, así que asumo que tuve fiebre, aunque sea una ligera, porque yo no paraba de temblar.
Los siguientes dos días pasé con dieta blanda. Nada más que caldo de pollo con vegetales y, poco a poco, pan, puré de papa y finalmente un poco de pollo a la plancha, sin aditivos.
El sabor en realidad me dio igual, no quería volver a enfermar. Aunque creo que, en lugar de mejorar, esa sensación de angustia que tenía atorada en la boca del estómago solo se hacía más presente con el pasar de los días.
—¿Cómo te sientes? ¿Lograste retener algo de comida hoy? —me preguntaba mi novia, igual de preocupada que Efremov.
—Sí, todo —mentí, pero no quería preocuparlos más— Tranquila, deben ser los nervios, el día está cada vez más cerca y yo, no quiero…
—Tu familia estará contigo Lena, no lo dudes, ¿sí?
—Yulia, no puedes asegurar eso. Ni siquiera Katya cree que va a poder venir, esto será un desastre.
—Bebé, ¿quieres que yo vaya?
—No —contesté demasiado pronto. No quería que esté preocupada por mí, no quería que me complacieran porque sentían pena, no quería ver a mi novia el día que tendrían que venir mis padres, no quería… perderlos— Solo quiero que ellos vengan.
—Bueno, pero si cambias de opinión…
—Tranquila, Yulia. Estaré bien, solo… son los nervios.
Tres días más y llegaría el momento de la verdad. Y fue otra noche que no pude dormir, ya ni siquiera eran por las pesadillas, simplemente, no lograba cerrar los ojos.
Mi concentración estaba fija en el techo o la ventana, en como se mueven los árboles en el jardín o como las gotas de lluvia golpean la ventana, en la respiración de Nikolái, en los pasos de alguno de mis otros compañeros cuando iban al baño, en todo menos en conciliar el sueño.
Tres días más y tendría la última oportunidad entre mis padres y yo.
Triste… y desesperante, tanto que sentía mi estómago en nudos, todo el día, todos los días.
—Lena, podemos hablar un momento en mi despacho —preguntó, una vez más, el pastor. Era la tercera vez en los últimos cinco días.
—¿Cómo te sientes?
—Un poco descompuesta, deben ser los…
—Nervios —terminó mi frase, respirando profundamente al final.
—Sí, algo así.
—Lena, quisiera que hablaras mañana con una de las asesoras del lugar, Gayle.
—Emm… sí, seguro —respondí, sin entender para qué, mas, si él lo sugería, me imaginaba que sería algo relacionado con mis padres.
—Ella es una afamada terapeuta, especializada en varios temas, sobre todo en como manejar la ansiedad y como controlar nuestras inseguridades —me explicó. Yo no terminaba de entender qué es lo que podría sacar de esa mujer, no era como si mis nervios fueran a vacacionar hasta el sábado.
—Claro, no hay problema —le respondí y conversamos unos minutos más hasta que él tuvo que ir a resolver una emergencia administrativa y yo regresé a mi habitación.
La idea de tener que hablar con esta nueva terapeuta me puso peor. No pude retener nada del almuerzo, simplemente nada.
Me sentía débil y cansada, solo deseaba que todo termine; regresar a casa y dormir por varios días; ir con Yulia al karaoke; comer unas ricas alitas en salsa búfalo, papas fritas, helado de chocolate con grageas de almendra y más tarde pasar por el puesto de raspados de colores y pedir uno jumbo de fresa.
Necesitaba sentirme normal, no tener mi cuerpo quejándose todo el día por la inquietud que me carcomía.
Moría por jugar un Call of Duty con mi novia, salir a caminar al parque o a trotar al lago. Anhelaba fumarme una cajetilla completa de cigarrillos o un maldito porro, ¡algo! Quería salir a bailar con mis amigos, beber hasta el amanecer, tirarme en la cama y seguir durmiendo. Dormir la cruda entera, de hecho y luego, ir a la marisquería del muelle para devorarme una parrillada completa. Volver a tener lo que perdí, porque es así… lo perdí… los perdí.
Deseaba tanto abrazar a mis padres, oírlos decirme un: «te quiero», ¡un maldito y estúpido «te quiero»!
¡¿Cuesta tanto?! ¿Que mis padres me amen?, ¿que me acepten? ¡¿Un estúpido «te quiero»?!
¡Dios, tan solo quería quitarme esta angustia de encima! Ser la hija perfecta, la de antes, la que no cometía errores o mataba una mosca. Regresar, en sus ojos, a ser su hija… ¡viva!
—¿Cuántas noches llevas sin poder dormir? —me preguntó Gayle, la terapeuta. Es una mujer muy amable y afectiva, lo noté desde el primer segundo. Tiene el pelo corto hasta los hombros, castaño, y tiene unos ojos color miel muy redondos.
—Más o menos unas seis —mentí, para ese entonces ya había perdido la cuenta de cuántas noches no había podido pegar un ojo.
—Es mucho tiempo —respondió tratando de mantener la calma— Quisiera preguntarte, ¿qué es lo que piensas cuando estás recostada en la cama?
—Em… No lo sé. Am… Sobre mis padres, la escuela, mi novia… Esas cosas.
—¿Sexo? —preguntó francamente.
—Ammm…
—Es bastante normal, solo quiero saber si no has perdido tu libido.
—No —contesté respirando más tranquila— No está perdido, ahí mismo está —mentí. No he pensado en sexo, como tal, en más de una semana. Cuando pienso en Yulia, lo que más deseo es acurrucarme con ella, ir a algún lugar, pero no tener sexo.
Deben ser los nervios.
—Está bien si eso pasa, no quiero que me contestes lo que tú creas que quiero oír —me dijo incitándome a decirle la verdad.
—Tal vez no es lo primero en mi mente, pero está ahí. Solo… son los nervios.
—Tener nervios es estar tensa por una situación en particular. Me imagino que para ti es el día de la familia que es mañana.
—Sí —respondí recogiendo mis ideas, a veces siento que me estoy ahogando de pensar en tantas cosas—, temo que mis padres no vayan a venir.
—Tú sabes que quizá no lo hagan. La primera vez casi ninguno viene —me repitió lo que he escuchado desde el minuto que pisé este lugar— ¿Estás consciente de ese hecho?
—Sí, lo estoy. Pero no quiero perder la esperanza.
—Entiendo y eso es bueno, créeme —Aseguró acercándose a ofrecerme un dulce de una caja de madera que tenía sobre el escritorio y se sentó en él.
—No gracias.
—Toma uno, aunque sea para que lo comas luego.
No quería uno, ni creía quererlo luego. Había perdido completamente el apetito.
—Es uno pequeño, seguro no quieres otro.
—No, estoy bien así —respondí cortante, no deseaba llenarme de dulces que no comería.
—¿Qué tal está tu novia? ¿Haz hablado con ella?
—Sí, hoy en la mañana —fue una conversación corta. Yulia estaba muy ocupada con atender el café y el concierto de la noche, más que nada, porque yo no estaba ahí administrando las entregas. Daryna y Yulia cubren mi puesto, cumpliendo las funciones de las tres. En las noches llega tan agotada a casa, que hablamos muy poco.
—¿Han hablado sobre como te sientes aquí?
—Am… un poco. Trato de no preocuparla con mis cosas, ella tiene mucho trabajo.
—A veces es bueno tener alguien con quién hablar, mucho mejor si es la pareja —me dijo, pero no entendí la intensión.
¿Qué quería que le dijera a Yulia? ¿Que sentía como si un millón de agujas recorrieran mi piel cada vez que pienso en que la abandoné, por dos semanas, para darle una oportunidad a mis padres que me ignorarían de todas formas y que, gracias a todo esto, no puedo pegar un ojo o digerir un solo alimento que entra a mi boca? ¿Estaba loca?
—Voy a darte unas vitaminas. Son para que puedas recuperar un poco de energía, apetito y el sueño.
—No creo que haga falta, mañana es mi último día aquí. En la noche regresaré a Moscú.
—Lena, esto que voy a darte son pastillas que debes tomar por los siguientes dos meses, sin importar si mañana recuperas toda la tranquilidad, ¿entendido? —me explicó con bastante dureza— Y Lena —me dijo sacando un papel de su bolsillo—, esta es mi tarjeta personal, estoy disponible en ese número a la hora que sea, sin importar qué necesites, solo llámame, ¿okey?
—Sí, por supuesto, gracias —dije leyéndola rápidamente y guardándola en mi pantalón.
«Nutricionista, psicóloga y experta en trastornos mentales».
"Genial", ahora resultaba que estaba loca.
Finalmente me levanto, ya son las seis de la mañana y puedo tomar un baño, alistarme y esperar como idiota a que lleguen las diez en punto, para ver como los padres de todos vienen a visitar a sus hijos y los míos me ignoran salvajemente.
—Bebé, llamaba a desearte suerte, decirte que te extraño y que ya no puedo esperar por verte —me dice Yulia cinco minutos antes de la hora cero.
—Gracias, no sé que hubiese hecho estos días sin ti.
—Siento no haber ido ningún día a verte, es solo que…
—Lo sé, es un viaje largo, tienes responsabilidades y tu familia y… está bien, lo juro —la interrumpo inmediatamente, no quiero que se sienta mal. Esto es algo que yo decidí y ella siempre se opuso, no la forzaría a venir.
—Mañana nos vemos a primera hora, correremos por el lago como en los viejos tiempos y te compraré un batido espectacular.
—Hecho —le confirmo. Hemos planeado nuestro reencuentro, minuto por minuto, durante la última semana.
Apago el teléfono, porque no aguanto tener la vista pegada en la hora. Ya pasaron treinta minutos y nada, ni señas de ellos.
—No te preocupes, seguro están pensando en ti. Dales tiempo —me dice Nikolái, una hora después. Yo continúo sentada, un tiempo más, en el filo de piedra que rodea una parte de la casa.
—¿Cómo te encuentras, estás bien? —me pregunta Efremov, dos horas pasadas las diez.
—Me imagino que… no.
—Llamé a tu casa hace rato, pero tu papá no contestó, tampoco su celular. Tu mamá tampoco.
—Entiendo, no van a venir.
—Lo siento, Lena. Tal vez debí ser más insistente.
—No, usted hizo lo que pudo. No era su obligación convencerlos —le contesto con una sonrisa, pero lo único que quiero hacer, es irme a llorar en mi cuarto, encerrarme en el baño, correr hasta el fin del mundo, algo, algo que… me quite este dolor.
—¿Por qué no vas a tomar una siesta hasta el almuerzo? Te avisaré cuando esté listo.
Tomar una siesta será un desafío. Si ni en la noche más oscura he podido conciliar el sueño, dudo que ahora lo logre.
Me dirijo a mi habitación y paso por todas las familias. Tal vez no todos portan una gran sonrisa, pero hay muchos que abrazan a sus hermanos, se juegan bromas entre primos, los abuelos de Nikolái conversan amenamente con él.
Todos tienen a alguien y yo… ni siquiera pude aceptar que mi novia viniera a verme. ¡Qué estúpida soy!
Ella quería tanto venir, pasar unas horas conmigo y yo no se lo permití, tampoco a Nya, aunque ella vendrá en un par de horas para llevarme a casa.
Esto fue un error, un verdadero error.
Quisiera que el mundo esté en completo silencio, que no tuviera las risas de todos retumbando mis tímpanos. Desearía estar en casa ahora, en mi cama, con mi frazada favorita, esa que mamá me tejió cuando era niña. Acariciar el barco a control remoto que papá me regaló cuando íbamos al parque cuando era niña y jugábamos juntos en la laguna.
Qué no daría por escuchar a Katya balbucear cualquier cosa y exigirme que abra la puerta…
¡Quiero a mi familia! ¡Quiero mi vida de regreso!
"Ser gay apesta. Quiero ser normal, quiero ser normal, quiero ser normal, quiero ser normal, quiero ser normal…", pienso ahogando un grito en la almohada.
Odio esto, odio llorar como idiota por algo que yo sabía que sucedería, por algo que todos me advirtieron desde el principio, por ser tan inocente, por creer en ellos.
Siento ira, siento frustración y ¡esa maldita ansiedad no se va!
¡No se va!…
Siento que mis lágrimas siguen saliendo, en silencio, con quejas… Recorren mi piel ya lastimada por la sal y siguen así por horas.
—Lena, ya es hora de comer —dice ese buen hombre, empujando mi puerta y sentándose a mi lado.
—No tengo hambre pastor, gracias.
—Hija, debes comer algo —me dice con súplica, sigue preocupado, tal vez más ahora que el resto de días juntos.
Debo tener una cara insoportablemente afligida.
—No tengo ganas de ver a todos con sus familias. Por favor, comeré en la noche cuando llegue a casa —le explico esperando que me entienda y no me obligue, aunque durante todo este tiempo, jamás me han obligado a hacer algo.
—Con respecto a eso —dice dudando lastimarme aún más— Tu tía llamó a decir que está demorada, que llegará a las seis de la tarde, pero seguramente viajarán mañana.
Genial, un día más aquí.
—Gracias, pastor.
—Está bien, Lena. Trata de dormir —Me da un par de palmadas en el brazo y sale de la habitación.
Esto… definitivamente fue un grave error.
—¿Lena?
—¿Nikolái?
—Te dormiste un rato.
Lo hice, caí agotada de tanto llorar, como un bebé. Dormí un par de horas por lo menos.
—Tienes una visita, vinieron a buscarte.
Nya, ya era hora. Está por anochecer, no quería que se quede atorada en el camino de venida, es un tanto tétrico por la noche.
Bajo las escaleras bostezando, limpiando mis ojos de todo el maltrato que recibieron esta tarde, pero al final de los escalones está ella…
—¿Yulia?
—Hey.
—¿Qué haces aquí? —le digo acogiéndola en un abrazo.
—Vine a verte —responde entregándome un pequeño bouquet de flores silvestres—, no le digas al pastor o me matará — susurra a mi oído. Claro, ya se me hacían familiares, son flores del jardín.
Reí al recibirlas, están hermosas, pero nada ni nadie podrían serlo más que ella, mi novia. Después de todo, esto pudo ser un error, pero ella no lo es.
—Gracias —le digo dándole un beso en la mejilla y otro en sus labios.
—Ven, tengo algo que enseñarte —me dice tomándome de la mano y salimos por la puerta delantera al jardín, el cual, esta noche, se encuentra completamente iluminado con luces de color blanco por todos lados, globos de colores flotando sobre los arbustos y un camino alumbrado que lleva a la parte posterior de la casa.
—¿Qué es todo esto? —pregunté con sorpresa, esto no estaba así cuando me fui para la habitación— ¿Qué tramas?
—Ya verás, solo ven conmigo —me dice jalándome suavemente, entrelazando nuestros dedos hasta llegar al otro lado, pero justo antes de virar la esquina, me pide que cierre los ojos y los cubre por detrás de mí con sus manos, para que no haga trampa.
—Ahora sí, camina unos pasos y… ábrelos.
Y si no fuera porque la tengo parada en frente mío, jamás creería que esto sucedería.
—¡Katya!
Me abalanzo a ella casi cortándole la respiración, pero es que no podía creer que por lo menos ella estuviese aquí. Ella es la que más tenía que perder.
—¡Viniste! Mamá y papá te matarán.
—Ya no pueden hacerme nada, no soy una niña y… ya no vivo con ellos.
—¿Qué?
—Tienes una nueva vecina de alcoba. Desde hoy estoy viviendo con Nya también.
—Kat, lo lamento tanto — y siento como más lágrimas salen de mis rojos ojos. Yo no quería esto para ella, no quería que ella también los perdiera por mi culpa.
—No, no lo hagas. Tú eres mi hermana y mi orgullo, ¿entiendes? Jamás debí dejarte sola.
—Te quiero tanto —le digo apretándola nuevamente—, gracias por esto, por venir.
—No me agradezcas a mí. Iba a venir más temprano con Nya para recogerte, pero a Yulia se le ocurrió esta sorpresa, así que… Ven. Todavía hay algunas personas que quieren verte.
Por supuesto, Nya y Charlotte… y…
¿Oksana? ¿Mihail? ¿Boris? ¿Aleksandr?
¡Dios!
—Amor —dicen mis tías juntas, abrazándome de cada lado y llenándome de besos.
—Te amamos de aquí a la luna. Eres una de las cosas más lindas que nos ha pasado este año —dice Nya, sin separarse.
—Eres un regalo, amor —añade Charlotte—, una bendición y sin ti no sabría lo que es ser una madre.
—¿Qué?
Me sonríen con sonrisas dibujadas en sus labios y un silencio particular. Me recorre un escalofrío cuando Nya acaricia el vientre de Charlotte…
—¿Ya? ¡¿Están embarazadas?!
—No aún, pequeña —dicen riendo— Pero empezaremos a intentar el mes que viene —termina Nya— Así que tendrás un lindo hermano o hermana a quien cuidar cuando nosotras queramos ir a bailar.
Respiro con algo de alivio, no entiendo bien por qué. Un bebé sería una buena noticia.
—Trato hecho —les digo sonriendo y con la rabadilla de mi ojo veo a los chicos esperando por mí.
Tengo nervios, ansiedad y un nudo atando mis entrañas, justo en mi vientre.
Ya lo saben… Yulia debió contarles, pero… yo no sé si estoy lista, yo...
—Hey Lena —me saluda Mihail acercándose con esa marcada sonrisa en sus labios— ¿Sabes que siempre sospeché que tenías algo por las chicas?
—¿Ah, sí? —pregunto nerviosa.
—Siempre te quedabas viendo el parachoques posterior de Yulia cuando iba a la escuela con esos jeans negros ajustados —dice soltando unas carcajadas y ladeando la cabeza en complicidad. No voy a negarlo, pero… se supone que no era tan evidente.
—Lena, eres mi amiga…
—Y la mía —añade Aleksandr.
—Y… la mía también —dice Boris.
—Nosotros te queremos, como seas —continua Mihail—así que nunca dudes en confiar en nosotros.
—Cuídala —inmediatamente cambia de tono y sigue—: ya verás que es una dulce novia… cuando estén a solas —aclara y no puedo evitar burlarme de cómo tiene miedo todavía de decir cosas bonitas de su ex y mi actual novia— Trata de tenerla mucho a solas —susurra.
—Tonto, pero gracias por el consejo, nunca está de más —lo suelto de a poco y doy un par de pasos.
—Oksana.
—¿Sabes que hay teléfonos en Odintsovo, no?
—Lo siento, estas vacaciones han sido un verdadero…
—¿Desastre? Lo sé —dice colgándose de mi cuello—, pero bueno, ahora ya regresé y podemos hacer una pijamada uno de estos días. Tengo mucho que contarte.
—Nada me encantaría más y… nuevamente, yo… lo siento.
—¡Olvídalo! —insiste enérgicamente. Bueno, lo más ruda que pudo, es Oksana— No te pongas triste porque Yulia preparó algo especial para ti y no se vale estar con caras largas.
—¿Yulia? ¿Y dónde está?
—Aquí —dice detrás mío—, me concedes esta pieza.
Volteo a verla, pero no hay música tocando.
—¿Quieres que bailemos en silencio?
—¿Qué tal con esta canción?
Y veo entonces como Mihail, Oksana y Aleksandr toman asiento en unas bancas y preparan los instrumentos. Boris acompaña a Mihail con una segunda guitarra acústica, Oksana con un teclado eléctrico y Aleksandr con un platillo y un tambor pequeño que parecen de juguete.
¿Fix you?
—Me encantaría —digo y me toma de la mano hasta el centro del jardín, donde ahora nos rodean todos los chicos del centro. Los guías, los pastores y… mi familia.
—Te dije que no estarías sola hoy —murmura en mi oído, tomándome en brazos para bailar la suave melodía acústica que mis amigos prepararon para nosotras.
—Yulia —digo con la voz entrecortada, porque no puedo evitar llorar en este momento. Ella se encargó de todo, de hacerme sentir completa otra vez, de venir con toda la gente que me ama como a una hija, como a una hermana, como su amiga…
—Tú eres mi familia, cada uno de nosotros te considera parte de su familia y estamos aquí… para ti.
—Todo este tiempo me he preguntado si serviría de algo venir, pelear por mi familia —le confieso— Terminé convenciéndome de que era un error…
—No es un error tener fe —me susurra—, el error es perderla.
—Gracias por esto —le susurro cerrando los ojos en el lento movimiento de nuestros cuerpos— Gracias por recordarme que la familia, no es la que te toca —le digo mirando a mi alrededor, a todos los que están aquí conmigo—, la verdadera familia es la que se escoge… y la que te elige a ti a cambio.
—Recuerda que aún hay más en Moscú —me dice—, los chicos de la cafetería querían venir, pero ya no habían autos. Dijeron que te esperaban el lunes a primera hora.
—Los amo tanto.
—Lo sé y ellos también a ti.
—No —me explico separándome un poco para verla directamente a sus hermosos ojos azules—, a todos los que están conmigo, a mis tías, a mi hermana, a mis amigos, pero sobretodo a ti —le digo con un poco de miedo, es la primera vez que lo digo en voz alta, lo sentía desde hace mucho pero…
— Te amo, Yulia.
Ella se acerca y me da un tierno beso en los labios.
—También te amo, Lena —me dice, otra vez pegadas mejilla con mejilla—, no tienes idea cuánto.
Claro que lo sé. Todo esto lo dice a gritos. Se siente tan bien ser amada, realmente bien, aunque mi cuerpo aún esté lleno de tensión.
Solo quiero llegar a casa y que este vacío desaparezca, que pueda recobrar el sueño, la energía, que pueda comerme una vaca entera, que deje de dudar y pueda perdonar a mis padres. Pero sobretodo, quiero y deseo con toda mi alma, que todo vuelva a la calma. Solo quiero volver a sentirme normal, solo quiero ser normal.
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RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)
Capítulo 19: Trastorno
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No existe nada mejor para evadir la realidad que concentrarse en una tarea ridículamente simple, como observar lo lento que giran las manecillas del reloj.
—Llegaremos cuando finalmente lleguemos, Katina —dijo Yulia, mirando a su novia de reojo, la cual permanecía sentada en el asiento de copiloto, hipnotizada con una sutil intranquilidad en su camino de regreso a Moscú — Vas a detener el tiempo si sigues mirando ese segundero.
—No exageres. No es como si hubiera algo más que hacer aquí.
Era verdad, el camino era largo, el paisaje no era tan llamativo y su ánimo estaba en los suelos, algo que se notaba en su voz.
Poco quedaba de la sonriente chica que se desvivía por un abrazo y eso tenía a Yulia bastante preocupada. Se sentía incapaz de sacarla de ese estado, de descubrir qué le cruzaba por la cabeza en ese momento y realmente dudaba si podría hacerlo si le preguntaba, pero…
—¿Podrías decirme cómo te sientes? —Lo intentó, pero no tuvo buenos resultados. Lena continuaba contando los segundos, uno por uno, extendiendo la tortura del tiempo.
—¿Podemos mejor… no hablar de nada?
—Okey —Acordó la conductora, cambiando la música a algo que llenara ese silencio, si no lo hacía, se quedaría dormida en medio—…Antes de eso, quería decirte que Viktor me pidió que te dijera que te extraña y que le encantaría que pases por la casa para jugar Mario Kart.
—Seguro.
—Perfecto, tenemos que elegir un día. Todavía nos queda una semana de vacaciones, será mejor aprovecharla —Terminó de decir y nuevamente corrió el silencio, eso fue todo.
Dos horas más tarde, llegaron a las afueras de la ciudad. La morena había conducido casi en piloto automático, estaba agotada y tenía un hambre gigante.
—¿Qué tal si pedimos sushi y vemos una película por Netflix? Así como cuando pasamos esa noche de la araña en tu casa…
—Yulia, ¿puedes tan solo llevarme hasta donde Nya? —le pidió la pelirroja sin mucho ánimo, todavía con su vista fija en las manecillas de ese reloj— Quisiera darme un baño y dormir, si es que logro hacerlo, y… quedarme así por varios días.
—Está bien, aunque yo creo que… —quiso insistir, pero al verla se preguntó ¿para qué? Ella seguiría negándose— Olvídalo, te llevaré a tu casa.
No le quedó más remedio que morderse la lengua y ponerse en camino. Un día o dos y regresaría a lo normal, ¿no? Por lo menos ya estaba de regreso.
Yulia aparcó el auto y vio como Lena desabrochó su cinturón de seguridad para abrir la puerta, cuando decidió tomarla de la mano, obligándola a quedarse unos minutos más con ella.
—Lena… sé que todo esto fue duro y que ayer esperabas… más, pero…
—Hiciste lo que pudiste y te lo agradezco, de verdad —le contestó ocultándole la mirada— solo estoy cansada. No te preocupes.
—Odio verte así… —susurró Yulia con un suspiro, acariciando con su pulgar el dorso de la mano de su novia— Quisiera poder hacer algo para que te sientas… no sé, mejor.
No es que la pecosa no se diera cuenta de que su novia estaba tratando de hacerle saber cuánto la quería y que haría de todo por ver una sonrisa suya, pero por mejor intencionadas que hayan sido sus palabras, se escucharon como un reclamo que la llenaba de culpa.
—Hiciste bastante, solo que todo esto ha sido agotador y lo único que quiero es un baño y mi cama. Pero te agradezco lo de ayer, fue… genial.
Mintió, había pasado el día anterior esperando algo que soñó por dos semanas y que además esperaba inocentemente que resuelva el conflicto que tenía con su familia, pero —a pesar que la noche se cerró con broche de oro— en su mente, todo había salido mal.
—Descansa —Yulia se despidió soltando el agarre y habilitó la puerta para que pudiera salir.
Pronto se escuchó el jalón de la manija y la puerta de abrió. Lena tomó sus cosas del asiento trasero y, sin regresar a verla, cerró la puerta y se dirigió a su casa, lo que no fue muy grato para su novia, por lo menos esperaba un corto beso de despedida.
Esperó a que entrara por el portal de madera y se resignó, encendió nuevamente el auto y se marchó, dándole el espacio que le había pedido.
—Cariño, ¿cómo estuvo el viaje? —le preguntó Larissa al verla subir hasta la sala de estar, donde ella estaba acurrucada con su hijo menor.
—Un asco, mamá —respondió desanimada— Hazte para allá enano —Obligó al pequeño a encoger las piernas del otro lado y se sentó con ellos.
—¿Cómo salió el festejo? ¿Está todo bien con Lena?
—El festejo bien, pero no sé, Katina parece un… cadáver y me preocupa un poco. No habló más que un par de palabras en todo el camino.
—Hija, entiéndela. No debe ser fácil para ella.
Paciencia era la clave, según la mujer. Era momento de apoyarla, no exigirle cosas, presionarla. Le recomendó apoyarla de forma incondicional hasta que la situación se normalizara. Sería lo mejor.
La madre la abrazó por sobre los hombros y dejó que su hija se acomodara, cerrando los ojos para dormirse un momento. No sacaría nada pensando de más.
La mañana siguiente, Yulia decidió levantarse temprano, se arregló para salir al trabajo y pasó recogiendo a Daryna por su nuevo departamento, algo que ya se había hecho parte de su rutina diaria en esos días.
—¿Así que, no asomaron ni sus cabezas?
—Se dice «ni las narices» Dary y no, no fueron. Lena está mal y no sé cómo ayudarla. No es como si hubiésemos tenido meses de relación o una gran amistad antes de iniciar lo nuestro.
—Pero se han gustado por mucho tiempo, tú misma lo aceptaste.
—Sí, pero que me guste no me incorpora el chip de: «todo lo que se puede saber de Lena Katina» en el cerebro. No tengo idea de cómo tratarla.
A Daryna le extrañó un poco esa declaración. Ella y sus demás compañeros tampoco entendían la actitud de su amiga. Nunca había sido tan reservada como durante esas dos semanas que pasó lejos. De todas formas intentó no asustar a su amiga.
—No te sientas tan mal. Seguramente lo que necesita es tiempo, regresar a la rutina —sugirió, tratando de convencerse a sí misma— Dale unos días y ya verás que recupera el ánimo.
—Eso espero.
En la casa de Nya Katina, la mañana iniciaba temprano con Charlotte preparando el desayuno. Sus tan apreciados huevos rancheros, un poco de jugo de naranja mezclado con fresa, tostadas y fruta cortada. Katya la ayudaba, sentada en el sillón, mientras ojeaba una de sus revistas.
Lena había despertado temprano, o mejor dicho, se levantó. Curiosamente no había podido dormir al regresar a casa como ella lo esperaba. Decidió no forzarse a permanecer en posición horizontal todo el día y se alistó para acompañar a su familia unos minutos antes de tomar un libro y distraerse un rato. Antes de bajar se dio una última mirada al espejo.
"Bien Lena, un día más, sonríe", pensaba, practicando gestos para sobrevivir el día. "Eso es, la quijada más relajada… Perfecto, con esta cara nadie te preguntará como te sientes". Respiró profundo, dejando sus párpados caer y exhalando por la boca, se dijo en forma de mantra:
—¡Vamos, a actuar!
Dio un par de respiros más y bajó los escalones sin apuro, su rostro totalmente en neutro. Llegando a la planta baja sin levantar sospechas. Colocó la sonrisa que había practicado y deseó buenos días.
—Amor, luces muy bien —mencionó Charlotte desde la cocina —siéntate, te prepararé los huevos revueltos que tanto te gustan.
—Gracias, pero la verdad no tengo tanto apetito. La comida de ayer en la noche no me dejó dormir y todavía me siento un poco indispuesta.
Sus palabras, sacadas de contexto, no habrían tenido impacto alguno en su tía. Sin embargo algo había sucedido en el Centro la mañana del domingo, justo antes de salir de regreso con los chicos que habían ido a visitarla.
El pastor Efremov se les acercó después del desayuno, pidió a Nya y a la rubia que lo acompañaran a su despacho por unos minutos, quería discutir algo muy importante.
Al entrar les presentó a Gayle Donovan, la especialista que había tratado un par de veces a Lena durante ese tiempo y quien le ayudaría a explicar la situación.
—Lena ha mostrado señas de estar lidiando con graves problemas de auto aceptación —les dijo el hombre.
—¿A qué se refiere? —preguntó Nya, no tenía idea de donde venía ese comentario.
—Desde el día que llegó noté algunos comportamientos que me advirtieron de ciertos hábitos muy comunes en personas con trastornos de alimentación.
—Debe estar bromeando, pastor. Lena come como un caballo y come de todo. Es más, siempre me pregunto ¿en dónde entra tanto alimento en una figura como la suya? —respondió la mujer, poniéndose a la defensiva— Lena no tiene esos problemas.
—Señora Sonya, escúcheme por favor.
—Nya, por favor, llámeme Nya.
—Nya, no estoy diciendo que Lena tenga el problema arraigado en su mente. Lo que muestra son los síntomas comunes de estar empezando ese camino y es algo que debemos procurar detener.
—Usted me dice que ella está empleando hábitos de una persona enferma y mi sobrina nunca se ha preocupado por su peso. Jamás ha hecho una dieta y poco le importa cuántas calorías tienen las cosas que ingiere. ¡Nunca!
—Amor, escuchemos lo que tienen que decirnos, no te pongas así —le pidió Charlotte poniendo la palma de su mano sobre el muslo de su esposa.
—Los desórdenes alimenticios, la mayoría de veces, no son provocados por deseos de perder peso —aclaró Gayle.
—Está segura que es especialista en el tema, porque al parecer, no —protestó la mujer.
—Entiendo que esto sea difícil de asimilar, pero he estudiado por más de ocho años este tipo de trastornos y puedo asegurarle que, en mi experiencia, este es el momento de actuar —rectificó la doctora— La anorexia o la bulimia pueden traer consecuencias devastadoras para la salud de su sobrina, además que una vez que fijen raíces… será prácticamente imposible que se de una recuperación total.
—¿Pueden explicarnos qué es lo que han visto en Lena que les trajo estas dudas? Yo pienso que debe tratarse de un malentendido —dijo Charlotte para evitar que Nya les gritara su indignación.
—Desde el día que llegó al Centro comió muy poco. Suele arreglar los elementos en su plato para sugerir que ha comido más de lo que en realidad ha hecho y distrae a sus acompañantes con risas, chistes, llamando la atención a su personalidad antes que al alimento en frente de ella —Comenzó a contarles el pastor— Nunca desayunó o cenó más que un vaso de leche y los almuerzos fueron disminuyendo con la excusa de que algo le había caído mal.
—¡Eso no es así! Debe haber sido la preocupación por lo de sus padres, porque Lena desayuna y cena mucho en casa y todos los días…
—Y eso es bueno —la interrumpió Efremov—, quiere decir que todavía estamos a tiempo para ayudarla.
—Yo revisé a Lena por recomendación del pastor y como mi deber en este Centro. Puedo decirles es muy buena para ocultar o justificar sus acciones —La especialista les extendió el informe que había preparado con sus apreciaciones de hace dos días— Como pueden ver, está por debajo de su peso ideal. La encontré muy débil, sus ojeras eran muy evidentes, su ánimo está completamente decaído y, constantemente, intenta convencerse a sí misma de que es el estrés o los nervios lo que la tienen así.
—Y no dudo que lo sean, ¿saben ustedes cuán importante es para ella que sus padres la acepten?
—Nya, por favor, no se altere…
—¡¿Cómo me pide eso?! ¡Lena pasó aquí dos semanas, no más, y no creo que esto se le pegue a una persona como un resfriado!
—Su sobrina muestra señas que deben ser abordadas y tomadas con toda la seriedad del caso. Ustedes como su única familia cercana y sus responsables legales, deben tratar esto con ella, ponerla bajo supervisión. Además que yo recomendaría que inicie terapia con un psicólogo para solucionar los motivos que tenga para enfocar sus esfuerzos evitando la comida —recomendó Efremov.
—¡Ya les dije que ella no tiene un problema con su peso! —contestó su tía con dureza.
—Nya, la anorexia y la bulimia parten de una necesidad de controlar emociones que estén provocando un nivel excesivo de estrés —explicó Gayle con mucha calma— En este caso a Lena le está siendo imposible encontrar control en su vida por situaciones ajenas a su persona, como la aceptación de sus padres, por ejemplo. El problema inicia al momento en que empieza a interiorizar ese control, en su relación con la comida. Así sucede siempre, la obsesión con su peso será un resultado de esa búsqueda, no al revés.
—Este es el momento de enfrentar lo que le está sucediendo —opinó el pastor— Deben buscar a un especialista, yo les recomiendo a la doctora Gayle.
Pero Nya continuaba negando que su sobrina tuviera algún tipo de problema y les aseguró que regresaría a la normalidad una vez que estuviese en su casa. Se levantó, agradeció la preocupación de ambos encargados del Centro y salió de la oficina sin esperar nada, ni siquiera que su esposa hiciera lo mismo.
—Charlotte, esto no es un juego. Deben hacer algo. Por lo menos obsérvenla y si llegan a notar que no mejora, actúen con rapidez.
—Entiendo y no se preocupen yo estaré pendiente de cualquier cambio. Hablaré con mi esposa. Ella es muy pasional y, en temas familiares, siempre se pone a la defensiva —La rubia prometió estar atenta y, agradeciéndoles por todo, salió en búsqueda de su familia para iniciar su regreso a Moscú.
Para cuando el miércoles en la mañana llegó la perspectiva que Nya tenía con respecto Lena y su presunto desorden, había dado un giro de 180 grados.
Llegó al Café a eso de las ocho y treinta, le había encargado a su sobrina ir con Charlotte a retirar unas provisiones al otro lado de la ciudad. Tan pronto como pudo, reunió a los chicos en la sala de empleados y les adjudicó sus tareas, llamando la atención de dos en particular, para que se queden con ella unos minutos extra.
—Daryna, Yulia, necesito preguntarles algo —dijo a sus empleadas con una evidente preocupación.
—Claro —dijeron ambas indistintamente y se acercaron un poco para prestarle atención.
—Lena… tal parece que… algo está sucediendo con ella —les informó haciendo una pausa y tragando con dificultad. No era un tema sencillo para ella — Charlotte me comentó que, ayer y el lunes, casi no probó alimento y pues…, estamos un poco… intranquilas porque…
—¡Nya! —interrumpió Yulia impaciente, después de todo se trataba de su novia— ¿Qué pasa?, solo dilo.
—El pastor y la psicóloga del Centro hablaron con Charlotte y conmigo para comentarnos que… creen que Lena está desarrollando un trastorno alimenticio. Yo no sé que pensar, pero Charlotte está muy preocupada con su comportamiento. Lena nunca niega comida, jamás, si lo hace es muy esporádico, tal vez está apurada, pero luego lo compensa en la siguiente comida. Ya son tres días y lo máximo que la hemos visto comer es una tostada con jugo de naranja, ayer en la mañana.
—Yo no la he visto desde que se fue. Casi no hablamos, no sabría que decirte —mencionó Daryna, apoderándose también de la preocupación de su jefe.
—Yulia, ¿tú, has notado algo en particular?
—Yo… Nya, yo no sabía.
—¿Qué? Dime, ¿la has notado rara?
—Hablábamos casi todas las noches cuando estuvo lejos, muchas veces en la madrugada. Rara vez pudo conciliar el sueño y cuando lo hacía tenía muchas pesadillas, especialmente con sus padres.
—¿Algo más? Eso pudo ser por el…
—¿Estrés? —concluyó la chica—Esa era su excusa para todo, «debe ser el estrés».
—¿Entonces, tú crees que podría tener un problema?
—Esos días me contó que no podía retener alimentos, terminaba regresándolo todo después de comer, pero yo imaginé que… era el estrés.
—¡Dios! —murmuró la mujer sacudiendo ligeramente su cabeza. Su mano pronto cubrió su boca con intranquilidad— Miren —les dijo, bajando mucho más el volumen de su voz— necesito que estén pendientes de ella y me comenten cualquier cambio o comportamiento extraño.
—Está bien, no te preocupes —dijo Daryna, aceptando la solicitud.
—Yo, lo intentaré. Ha estado muy rara conmigo estos días. Desde el domingo no quiere pasar tiempo juntas y como no ha venido al local, no la he visto —dijo Yulia.
—Ella quería un descanso para dormir, reponerse del viaje. Regresa a sus actividades hoy, debe estar por llegar en cualquier momento —La mujer no disimulaba su preocupación, regresaba constantemente a ver a la puerta, esperando que en cualquier momento se abriera y ella tuviera en frente a esa chica que no sabía como ayudar— Por favor, no le mencionen esto del trastorno a ninguno de sus compañeros. Charlotte y yo queremos asegurarnos de que tenga un problema. No queremos darle una angustia innecesaria.
Ambas chicas asintieron y las tres se levantaron del sillón para retomar sus actividades.
Yulia se quedó intranquila. Debía cubrir por unas horas las tareas de Iván, que había ido a retirar algunos libros para la universidad. Por lo menos, atender a los clientes en la caja, la distraía un poco.
Lena llegó una hora más tarde, entró a la cafetería por la puerta trasera y después de dejar sus cosas en el escritorio, caminó la parte frontal del local para saludar a sus amigos. Los abrazos y palabras de cariño no se hicieron esperar. Todos estaban felices de verla de regreso. Ella llevaba esa sonrisa practicada, acompañada de una falsa felicidad y no era porque no le agradara ver a sus amigos o estar de vuelta en el trabajo, pero no sentía ánimos para ver a nadie. Lo que más quería en ese momento es estar fundida con las cobijas de su cama.
—Hola, bebé —le susurró por detrás a Yulia cuando por fin llegó hasta ella, la última en darle los buenos días.
Ella estiró su mano izquierda hacia atrás y tomó ligeramente los dedos de Lena acariciándolos unos segundos antes de continuar tomando la orden a un cliente. La pelirroja se moría por darle un beso en el hombro, pero se contuvo, siguiendo las normas que su tía había impuesto para el personal, «nada de exhibición pública de afecto en el local».
La morena volteó para confirmar la orden y la vio todavía ahí, colocándose el delantal de atención al cliente para asistirla con los pedidos, después de todo estaban en hora pico y, ese día en particular, tenían muchísima clientela esperando.
—¡Yulka! —una chica castaña, de ojos color marrón y unos labios muy pronunciados, dijo al llegar a la caja.
—Inna —contestó Yulia dibujando una media sonrisa al verla— Ya te dije que no me llames así, ¿en qué puedo ayudarte?
—Ya, ya, está bien —contestó risueña— Buenos días, Maléfica. Puedes, por favor, ayudarme con un café especial.
—Maléfica no me molesta, ella es genial —dijo Yulia escribiendo la orden en la máquina registradora— Son dos rublos.
Mientras tanto Lena estaba a sus espaldas preparando la orden anterior, escuchando el extraño intercambio de palabras con esa desconocida y preguntándose por qué su novia tenía ese tono de voz tan amigable con ella.
—Aquí tienes… Ah, y por si las dudas, ¿no dejé el viernes pasado mi chaqueta en tu oficina?
—Tal vez, pero no me fijé. Dame unos minutos y voy a revisar.
"¿Chaqueta en su oficina? ¿Quién diablos es esta tipa?", pensó la pecosa, regresando a verla mientras llevaba la taza de café, que acababa de preparar, hasta el mesón de las entregas— ¡Qué tenga un buen día, señor! —dijo volviendo su mirada a la atractiva chica de unos diecisiete años que tenía en frente, esperando su café especial.
—Lena, me ayudas por favor con un café especial para Inna —le pidió Yulia.
Quien sea que fuera esa chica, a la pelirroja le desagradaba más cada minuto que pasaba, ya que parecía tener algún tipo de relación especial con su novia.
—Claro, «amor». Estará listo en un minuto —dijo Lena acentuando la palabra de afecto con la que se había dirigido a Yulia, sin quitarle la vista de encima a la muchachita que abrió sus ojos al escucharla— Aquí tienes, «Inna» —puntualizó un momento después al entregar su pedido.
—Gracias, qué tengas un buen día —dijo la chica y, volteando a Yulia, añadió— Te espero en la mesa de siempre cuando te desocupes.
"¿Mesa de siempre?"
Media hora después, la multitud, que ya había sido atendida, se disipaba y la chica de ojos azules aseguró la caja pasando la posta a Nat, para ir en búsqueda de la chaqueta que su misteriosa amiga había mencionado antes; más, cuando llegó a su escritorio, se encontró con una mirada fulminante esperándola.
—¿Pasa algo? —preguntó ladeando la cabeza sin entender por qué tenía el ceño fruncido.
—¿Quién es Inna?
—¡Oh, por Dios! ¿Es en serio? —respondió virando los ojos y se puso a buscar la prenda de cuero entre los objetos abandonados y perdidos.
—¿Quién es, Yulia?
—Es una cliente del Café.
—No por mucho tiempo. No la he visto antes y trabajo en el Café varios años —enunció Lena, cruzada de brazos, todavía arrimada a la mesa de trabajo.
—No, es nueva en la ciudad. Llegó hace dos semanas de Rublëvo.
—Vaya, vaya. Sabes mucho de nuestra «nueva cliente».
—Por supuesto que lo sé. Ella y su banda tocaron aquí el viernes pasado —contestó finalmente encontrando la chaqueta— ¿Qué te pasa Lena, por qué estás así?
—¿Así cómo?
—¡Molesta! ¿Qué tiene que la conozca?, ¿No conoces tú a tus clientes frecuentes?
—Para que sean frecuentes tienen que haber venido por meses, no dos semanas. Además, yo no estoy coqueteándoles.
—¡¿Coqueteando?! ¿Estás loca? ¿Estabas a un metro de distancia y piensas que estaba coqueteándola?
—Pasé exactamente quince días lejos; las dos semanas en las que «ella» se convirtió en tu cliente frecuente… y al parecer algo más.
—¡Lena!… —dijo Yulia ofuscada, queriendo mandar todo al diablo y defenderse, pero respiró un par de veces y continuó con una voz calmada— Nada pasó mientras no estuviste. No sé de donde lo sacas y no le coqueteo a nadie. Inna es una cliente, nada más.
Lena no cambiaba su postura y su ceño se cerraba cada vez que apretaba la quijada.
—Voy a entregarle su chaqueta, ya regreso, para que podamos hablar —Yulia salió de la sala de empleados y se encontró con la chica en la mesa de atrás, entregó la prenda y se despidió lo más rápido que pudo, volviendo al lugar donde había dejado a su novia, pero no logró encontrarla.
—¿Andrei, viste a Lena?
—Sí, creo que fue a su descanso, tal vez está afuera.
La chica morena salió y revisó el estacionamiento, pero no la encontró, volvió a entrar al local y se dirigió al baño, pero tampoco estaba ahí, así que se acercó a sus compañeros que se encontraban en el frente y les hizo la misma pregunta. Ninguno supo darle razón.
—Vamos, Katina, contesta el teléfono.
Una, dos, cinco, diez llamadas, todas directo a mensaje de voz, lo que empezó a impacientarla.
—¿Nya? Hola, habla Yulia, quería saber si tal vez hablaste con Lena. La estoy llamando, pero no me contesta el teléfono y pues, me preocupa, porque no la encuentro por ningún lado. Podrías por favor avisarme si escuchas de ella, gracias —dejó un mensaje de voz como última alternativa después de buscarla, sin éxito, por los alrededores del Café.
—¿No la encontraste? —preguntó Daryna el momento en que colgó la llamada.
—No, ¿a dónde diablos se fue? No la dejé sola ni por dos minutos.
—Espero que no haya cometido otra estupidez —dijo Daryna algo inquieta— ¿En realidad crees que esté volviéndose anoréxica?
—Cállate, sí —demandó Yulia, no quería pensar en ese tema porque si era así, tal vez ella tenía mucha de la culpa. Una gran parte del estrés lo infringió ella misma con todo el tema del embarazo y de que cuide su dieta por el bebé. Se sentía completamente culpable, aunque no lo era— Pasaré por su casa al salir del trabajo.
Las horas fueron eternas, el resto de la mañana se la pasó sentada frente al computador, intentando organizar los eventos de la semana, pero lo único que hacía era revisar si Lena ingresaba a su página de Facebook y se encendía el círculo de conectada de color verde, lo que nunca sucedió. Pasó el almuerzo intentando comunicarse con Nya y Charlotte, hasta con Katya pero ninguna contestaba y Lena mucho menos. Mihail no sabía nada, Oksana no había hablado con Lena desde ese domingo, al igual que Boris y Aleksandr se había dado cuenta de que ya era miércoles. Simplemente no habían noticias.
Al dar las seis de la tarde, Daryna le pidió que cerrara el día, que ellos se encargarían del local y que fuera con urgencia hasta la casa de su jefe para averiguar que pasaba.
Yulia no lo discutió y se subió en su coche de inmediato. Al llegar las luces de la casa estaban completamente apagadas y nadie respondía el timbre.
—Dary, aquí no hay nadie. La casa está vacía.
—¿Qué vas a hacer entonces?
—Voy a esperar, no se me ocurre otra alternativa —respondió subiéndose nuevamente en su auto— Avísame si tienes alguna noticia.
Las chicas se despidieron y ella encendió la radio, acomodándose en el asiento pensando en como habían cambiado las cosas en menos de una semana.
Esos quince días en el Centro, Yulia había estado pendiente, día y noche, de su novia. Si la llamaba o enviaba un mensaje, ella inmediatamente le daba respuesta. Hablaban, conversaban, reían, se contaban cosas que les habían pasado.
¿Cómo era que fue a visitarla, tratando de darle apoyo y todo terminó en una nueva desaparición?
Ese domingo, antes de regresar a la ciudad, se había levantado y, cuando bajó para encontrarse con los chicos, la encontró en el jardín frontal de la casa, sentada con las piernas cruzadas sobre el césped, tomando un poco de sol.
Mencionó que ya había desayunado, pero cómo creerle con las nuevas noticias que Nya les había dado en la mañana. Ella tomó asiento también y le comentó que el sitio no parecía un infierno después de todo y el pastor le caía bien.
—Tal vez debí venir a pasar estas semanas contigo.
—No creo que lo hubieras disfrutado —respondió la pecosa a secas.
—Hubiéramos pasado juntas, yo creo que sí.
Pronto se les unieron el resto de sus amigos. Todos habían pasado la noche ahí, dado que el viaje a casa era largo y no era recomendable hacerlo en la oscuridad.
Boris comenzó a contarles de su nueva novia y Aleksandr sobre su experiencia en el club de comedia. Oksana no se detuvo con las historias sobre su hermano y cómo, al parecer, el tratamiento lo había ayudado muchísimo. Todo se sentía normal, hasta que se levantaron para despedirse de los chicos del centro y, finalmente, se repartieron en los autos para el regreso.
Nya y Charlotte tenían el vehículo más grande, así que Katya, Oksana, Mihail y Boris viajaron con ellas, Lena viajaría en su auto.
No notó lo pensativa que estaba hasta unos minutos después, cuando la vio mirando el paisaje y le acarició la pierna en un momento en que no necesitaba sostener la palanca de cambios. Lena cerró los ojos dos segundos con el gesto y continuó con su mirada perdida, sin decir una palabra.
Prácticamente pasaron el viaje de regreso sin hablar, así como el lunes, que Lena se negó a atender sus llamadas y luego le contestó en un mensaje que se había quedado dormida y que sentía no haberle contestado a tiempo; que apagaría su celular porque tenía un gran dolor de cabeza y no quería escuchar el sonido de las notificaciones; que hablarían al día siguiente. No obstante, resultó ser un día tan ocupado en el Café que Yulia no pudo prestarle atención hasta la noche.
—¿Qué tal tu día, dormiste?
—Bastante —respondió risueña la pecosa, nada le parecía extraño— Creo que ya estoy comenzando a sentirme mejor.
—Eso es bueno, Lena —dijo Yulia bostezando del cansancio— Te extraño, ¿sabes? Me muero por verte.
—Mañana llegará pronto y nos encontraremos en el Café. Tal vez te prepare ese que tanto te gusta.
—¿Estás tratando de seducirme, Katina?
—¿Con café? ¿Eres tan fácil?
—Fácil, ¿hmm? —respondió Yulia entre risas— Ya veremos que tan sencillo se te hace conquistarme… No me sacarás el siguiente beso «tan fácil».
—Ya veremos, bebé.
"Mierda", pensó creyendo darse cuenta de lo que había pasado. "Seguro cree que estoy haciéndome la difícil. Poniéndola celosa con Inna. ¡Qué idiota soy!"
—¿Yulia? —preguntó Katya golpeando el vidrio del conductor, sacándola de sus pensamientos. Acababan de llegar de algún lugar. Charlotte y Nya entraban al parqueadero con Lena en el asiento trasero y la saludaron a lo lejos— ¿Qué haces aquí?
—Vine a ver a Lena.
—Son las diez de la noche.
—Ya lo sé Katya, tengo reloj —protestó bajándose del auto para dirigirse a la casa, pero unos pasos más adelante vio a Lena salir en su dirección.
—Kat, puedes dejarnos solas, por favor —dijo la menor de las Katin, deteniéndose a un par de metros de su todavía novia.
—¡Katina!, ¿qué diablos te pasó? Fui a buscarte a la sala de empleados y ya te habías ido.
—Sí, Charlotte fue a buscarme para acompañarlas a Reutov con Katya. Fuimos a ver los dormitorios donde se quedará en la Universidad —respondió como si se tratara de ir a la tienda de la esquina.
—¡Pudiste avisarme! ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos los chicos y yo? ¡Como locos! Las hemos llamado a las cuatro y ninguna contestaba. No teníamos idea qué pasó contigo.
—Si te hubieras quedado conmigo, en lugar de ir a cortejar a Inna…
—¡Oh, no, no, no! No vas a poner esto sobre mis hombros. Le estaba devolviendo la chaqueta a una cliente, no lanzándole los perros —reclamó muy molesta— Además, eso no te resta la responsabilidad de decirme que te ibas.
—¿Acaso eres mi dueña, Yulia? —preguntó con sarcasmo, con un gesto duro grabado en su rostro— Yo hago lo que se me da la gana, no soy tu perrito para pedirte permiso para salir.
—¡¿Qué diablos te pasa?! ¿Estás celosa? ¿Es eso?
—¿Celosa, por Inna? —rió con burla.
Yulia prefirió no contestar. No quería seguir peleando por algo tan absurdo. Empezó a escribir el mensaje a Daryna para avisarle que Lena ya estaba en casa y estaba bien.
—¿A quién le escribes? ¿A esa tipa para ver si quiere salir contigo hoy noche? ¿Tal vez ir por un par de tragos, vacilar contigo en el mirador?
—¡¿Qué?!
—Vamos, Yulia. Por lo menos podrías esperar a que yo entre en mi casa, para largarte con la otra y tirártela por ahí.
—¡¿Estás demente?! Le mensajeaba a Daryna, para que sepa que estás viva y no huiste de nuevo por el mundo —dijo enseñándole el teléfono y que no hubiesen dudas de lo que hacía— Y yo me voy… No tengo idea de qué te cruza por la cabeza, Lena. Pero no voy a quedarme para que sigas insultándome, podemos hablar cuando estés más calmada, mañana.
—Te lo mereces, «Yulka» —dijo finalmente, provocándola una vez más, lastimándola en su orgullo. Ella no era ese tipo de novia, nunca le había puesto los cuernos a nadie y se sentía completamente ofendida por Lena que no tenía un solo motivo para quejarse.
—¿Quién crees que soy, eh? —preguntó acercándose a una distancia, que, en ese momento, se sentía incómodamente cercana y le susurró— Todo lo que acabas de decir demuestra que no tienes ni la más mínima idea, porque la mujer que tuviste de novia hasta hoy, jamás podría faltarte al respeto de esa manera.
Lena perdió todos los rasgos duros al escuchar esa última frase, no se esperaba que Yulia reaccionara así. Que peleara, sí, que discutiera, sí, pero que tan calmada le dijera que estaba terminando con ella, nunca.
La pelinegra retrocedió sus pasos hasta llegar al auto, se subió y se marchó sin decir nada más.
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