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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

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katina4ever
Fati20
RAINBOW.XANDER
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/16/2021, 12:19 am

Capítulo 31: Dolor
________________________________________
Apenas tengo diecisiete años.

Eso es lo que muchos dirán. «Todavía no has vivido nada”, «todavía no sabes lo que es el dolor”.

La gente puede decir lo que quiera, pero yo puedo hablar de la experiencia.

Perder a tus padres duele.

Es duro, es… complicado. Puedo llorar cada noche pensando en todo lo que perdí cuando ellos decidieron darme la espalda, hasta podría considerarme una de ellas, yo misma me perdí por completo.

Desde entonces tengo esa constante agonía en el pecho que lamentablemente, se me ha hecho costumbre sentir.

Cuando recuerdo las palabras de papá el día que me echó de casa y se paró a vigilar qué me llevaba, cerrándome después la puerta del que era mi hogar, mi protección, dejándome sin nada, cada vez que lo hago, me recorre un espasmo por
dentro de la piel.

Cualquier persona que haya sentido el pinchazo de un alfiler, sabrá de lo que hablo.
Algunos dirán: «no, ese tipo de dolor es como si te fusilaran el corazón”. Pero no, es como un maldito alfiler picándote en la separación de la yema de tu dedo y el límite de la uña. Una punzada insoportable que enciende una reacción en cada nervio de tu cuerpo y te deja una sensación de malestar, que no se va.

Las palabras que mamá dijo la última vez que nos vimos, causan la misma reacción, otro alfiler.

«Prefiero tener a una hija muerta a una lesbiana”.

A eso vamos mamá, allá mismo vamos.

Y ahí está otra vez, ese cosquilleo de dolor que se esparce por tu pecho y llega hasta tus extremidades, el que obliga a tus ojos a lagrimar.

Sé lo que es el dolor. Así tenga «apenas” diecisiete años.
Hoy, llegué de la escuela —no fue un buen día, aunque haya iniciado así— y sentía que me costaba hasta caminar. Me dolía todo, físicamente, me pesaba vivir.

Una nota en mi casillero, en la mañana, me dio una punzada, esta vez, una feliz; una que me daba esperanzas, una que me hizo sentir tan bien.

Unas risas aquí y allá, sus miradas fijas en mí, como si nada más importara en el mundo, como si todo lo que Yulia necesitara es que le regresara el gesto y lo hice, todo el día, pero…

¿Existe la felicidad? En serio, ¿existe?

Mi examen de literatura fue una desgracia. No pude contestar más de la tercera parte de las preguntas y no es porque no leí el libro, lo releí, lo sabía todo, pero al sentarme frente a ese pedazo de papel, lo único en lo que podía pensar es en que… no tengo nada.

Pregunta uno: «¿Crees que el personaje principal logró superar los conflictos en el transcurso de la historia?”

Respuesta: …

Pregunta dos: «¿Llega el personaje principal a encontrar la felicidad a pesar de todas las contrariedades que sufre?”

Respuesta: …

Pregunta tres: «¿Cuál es el personaje secundario que ayuda a resolver el conflicto y cuáles son sus motivaciones?”

Respuesta: … ¿…? ¡¿…?!

Nada tenía sentido, nada. No supe cómo contestarlas. Pasó una hora, sonó el timbre y entregué la hoja casi en blanco.

Si no fuera por preguntas como: «¿Cuál es nombre del tío abuelo de Pepito, Juanito y Menganito?”, la única respuesta correcta habría sido mi propio nombre en la parte superior de la hoja.

Tiré la maleta en una esquina de mi habitación y me recosté hasta que Charlotte me llamara para bajar a comer. Nya aún no llegaba del trabajo, lo que me pareció extraño, pero la vida pasa, a veces hay problemas. Lo que no sabía, era que el problema llegaría con ella y lo encontraría en la sala cuando bajé, veinte minutos después.

Tan pronto como puse un pie en el primer piso, me golpeó el olor de su colonia. Un recuerdo me abofeteó justo en la cara, sus abrazos, su amor, su orgullo por mí, todo envuelto en ese aroma. Un segundo más tarde los vi, esperándome.

—Gayle me habló de tu… problema —habló él, dirigiéndose a mí. Papá nunca dijo un hola.

—Lo esperaba —respondí indiferente— Hace semanas, para ser honestos.

Sin duda mi guardado resentimiento para con él y su ausencia, se adueñaron de mi voz.

—Lena, estoy… —Pausó, interrumpiéndose a él mismo.

¿Qué podía decir? Su princesa era un perro perdido, una puta, una lesbiana, ahora una asquerosa enferma, una vergüenza más que apilar en la creciente lista de decepciones.

No necesitaba sus palabras.

—Estás asqueado, lo entiendo, gracias por venir, tengo que hacer un poco de tarea —espeté, corriendo rápidamente arriba.

Me sorprendió mucho que un sencillo trote hacia la segunda planta, me dejase sin aliento. Ya es una semana entera que he comido, que me he cuidado y sigo así, débil, decaída, inútil.

Charlotte me siguió un par de minutos después. Logré disimular mi mal estado físico, alegando que estaba furiosa por verlo ahí. Ha pasado casi un mes desde que mi psicóloga lo contactó y sí, sé que no estuvo en la ciudad, pero una maldita llamada no le costaba nada, un compromiso para una sesión, algo.

Mi tía subió subsecuentemente. No hubo reclamo. Simplemente me comunicó que, después del almuerzo, tendríamos una sesión juntos, mamá también vendría.
Mi estómago para ese entonces ya era un nudo imposible de soltar. Necesitaba descargar todo eso que sentía por dentro que empezaba a agobiarme, pero ni Nya, ni Charlotte, me dejaron un momento a solas.

Para cuando llegamos al consultorio, papá y mamá ya estaban allí, sentados a extremos contrarios del sofá grande. Nya y Charlotte se acurrucaron en el del frente. Bueno, no exageremos, estaban muy juntas y tomadas de las manos. Gayle se acomodó en uno de los sofás individuales y, el otro, esperaba por mí, tal cual un banquillo de acusados.

Dejé mi chaqueta colgada en el perchero del consultorio y pasé a sentarme. Fue extraño cruzar por medio de ese silencio, sintiendo la mirada de todos los presentes sobre mis hombros. Si querían más estrés y presión, estaban logrando su cometido.

—Esta tarde trataremos de tener una conversación sobre lo que aqueja a Lena, su bulimia, su anorexia y su sexualidad.

¡Esa, era una frase ganadora!, déjenme decirles.

Todos mis problemas juntos. «Nada más hablaremos de estas diminutas contrariedades”, le faltó decir.

Suspiré porque sentí que sería una tarde muy larga, seguramente se iría hasta la noche, correría sangre y uno de nosotros podría ser coronado como el ganador, con trinche en mano y, uno a uno, colocar en él los corazones de los que hayan perecido en la batalla.

—Yo quisiera… decir algo —comenzó papá. Yo evité regresar a verlo, no me importaba qué estuviera por decir.

Durante todo este tiempo —desde que no aparecieron por el Centro el día de visitas— me he enseñado a mi misma a no esperar nada de ellos.

—Sé perfectamente el papel que he jugado en todo esto y… lo siento.

Seguí sin mirarlo, es más, sé que negué con incredulidad completa. Un, lo siento, no arregla nada. Son palabras vacías.

—Hija… por favor… he tratado…

—No es suficiente… —respondí, interponiéndome en sus palabras. Porque no lo es.

La gente es tan malacostumbrada. Creen que porque piden disculpas, la parte afectada está en la obligación de aceptarlas y no es así. He vivido en el infierno, literalmente, el infierno, por más de seis meses… No es suficiente.

—Fui a un seminario sobre la sensibilidad de género. Yo mismo se lo pedí a mi comandante. Aprendí muchas cosas…

—Qué bueno… —volví a decir sin mucho interés. Por suerte, Gayle no cree que sus pacientes deban ser forzados a la comunicación. Sabe que la confianza de la palabra se gana, y no sucederá en la primera sesión. Me lo ha repetido en varias ocasiones.

Mi vista continuaba en el piso, aunque lograba ver que papá movía sus brazos con frustración y se re-acomodaba en su asiento.

—Hija… —Empezó nuevamente, como si hubiera practicado, sin fin, el discurso que yo no le permitía terminar— Quiero decirte que aunque no comparta tus decisiones, las toleraré…

Quizá fue la fuerza de sus palabras, la inexactitud de las mismas, lo que me indispuso más. Apreté mi mordida, seguramente reflejando mi enojo, mi decepción.

—Lena, ¿hay algo que quieras decir? —preguntó Gayle al verme. Ya me conoce, ya sabe cuando estoy forzándome a guardar algo, a no explotar— No necesariamente a tus papás.

—Vamos, amor. Estamos aquí para ti —dijo Nya.

Hasta que no sentí un frío recorrer mi mejilla, no comprendí que mi ira me estaba haciendo llorar. Pero no quería que confundieran mis lágrimas con tristeza, mucho menos con felicidad por lo que mi papá acababa de decir y me decidí a hablar.

—Yo no necesito tu tolerancia. Ni la quiero, ni la voy a aceptar.

—Lena…

—No, ahora hablo yo —le dije mirándolo por primera vez en meses— Esto, esto que soy, la etiqueta que ustedes decidieron ponerme, ¡no-es-una-decisión! —dije con muchísima dureza y levantando la voz— Yo soy lesbiana, tanto como tu compañero de la fuerza es negro —Lo vi endurecer su gesto, ¿cómo me atrevía a comparar «mi problema” de esa manera? Volví a afirmarlo—: Sí, de raza negra, afroamericano, negro. Es una cualidad con la que él nació, igual que yo.

—¡Eso no es verdad…!

—¡Guarda silencio, mamá! —le dije con la misma dureza dirigiéndole la peor de mis miradas.

Nya se ponía cada vez más nerviosa, Charlotte trataba de tranquilizarla estrujando con cariño su mano. Yo permanecí en silencio un momento más y continué.

—No he decidido nada, por lo tanto no espero tolerancia. Espero respeto y aceptación —les expliqué— Yo no tolero a un negro o a un asiático, los acepto. Yo no tolero a un niño con síndrome de down, lo acepto. Yo no tolero a un sordo o a un ciego, ¡los acepto! Jamás toleraré a un hombre por nacer hombre, tal vez no sea de mi gusto, pero no lo tolero, lo acepto. Eso es lo que espero de ustedes, aceptación.

—Hija, mi religión…

—¡Tu religión! Eso, es una elección y, eso, yo lo tolero, mas no lo acepto —volví a interrumpir. No fue un buen día, el peor para esa sesión— ¡Yo soy tu hija!, pero hoy estamos aquí porque, aparentemente, valgo más muerta que lesbiana.

—¡Yo nunca he dicho cosa así! —se defendió él y yo volteé a ver a mamá.

—Pero ella lo hizo, «prefiero tener a una hija muerta a una lesbiana”, ¿no, mamá? —le recordé sintiendo mi vista nublarse. Más dolor en el pecho de solo mencionarlo. Ella no dejó de mirar al piso, tal como yo en un inicio— La última vez que nos vimos, esas fueron tus palabras… pues… allá vamos.

—Lena… —murmuró Nya, con la voz cortada, la miré un segundo y estaba llorando, Charlotte también. Las estaba lastimando, pero así me sentía y debía hablar.

—Es la verdad —dije aceptando que nada va bien, nada— Voy en tratamiento ya casi tres meses y no he mejorado, he empeorado tanto que… —Paré antes de decirles que a veces sueño con que todo termine. Dios, sería lo mejor, a veces lo sería—… nada ha cambiado, cada vez estoy más enferma, más débil. Casi tengo un paro cardíaco de correr por las escaleras hoy… Un día de estos pasará, porque aceptémoslo, voy a morir con esto, y ese día pues… siéntete feliz mamá… tendrás a la hija muerta que tanto querías.

—Lena, creo que lo mejor sería que escuchemos a tus padres un momento.

—No —le contesté a la experta. Ella quería continuar con esa farsa, pero yo no, no tenía ánimos ni fuerza para escucharlos, para pelear— Por hoy, esto se acabó.

Me levanté del sillón y caminé hasta la puerta, tomé mi chaqueta y escuché a Nya:

—Espéranos en el auto, amor. Ya bajamos para ir a casa.

Abrí la puerta y me fui.

Al llegar al auto vi el atardecer, ya eran las seis, el cielo estaba de un color hermoso, anaranjado. El lago quedaba apenas a media hora de caminata y decidí seguir. No paré, no corrí tampoco, pero no me detuve en el auto a esperar a mis tías. Me fui.

Ya sabía que las actividades físicas estaban prohibidas, pero necesitaba mi soledad —raramente un poco más de lo normal—, quizá lo que necesitaba era cambiar de aire.

Llegué hasta el muelle y bajé la rampa para sentarme en la arena. Varias veces terminamos aquí cuando venía a correr con Yulia. Nos sentábamos a contemplar el agua, a beber un jugo… a reír un poco.

La extraño.

No hay nada más doloroso que sentir tu corazón romperse dentro de ti, sufrir una explosión justo en el medio de tu pecho…

Es ese tipo de dolor que te entumece, te atonta, te invalida… Ese que, de ser una pena insuperable, pasa a ser la peor aflicción que puedas experimentar.

Lo que no sé es, ¿qué es lo que duele más?… Ver a la persona que amas besar a otra, o saber que fuiste tú la que la alejó, la que la dejó en sus brazos.
Mi pluma…

Volví a la mesa por mi «pluma de la buena suerte”. La quería para el examen que fallé.

Lo había dejado sobre el mesón. Estaba demasiado ocupada pensando en caminar de una manera que le agradara a Yulia mientras salía del lugar, y la dejé allí olvidada.

Después de tomarla en mis manos, regresé mi vista para verla y… se estaban besando.

Era un beso dulce, tierno… sentido. El tipo de beso para el que debes tener sentimientos para darlo… y Yulia los tenía, era obvio…

Dolió…

Todavía tengo ese vacío en el pecho en este momento, ha estado conmigo desde que las vi.

No la dejé tocarme… esa noche… No la dejé.

Pero ¿qué hubiera pasado si lo hacía? Probablemente habría corrido más rápido de mí, muy, muy lejos.

He estado sentada frente a las olas que revientan en mis pies, por horas. Deteniendo mis impulsos por buscar un lugar donde pueda quitarme todo este cansancio que siento por dentro y cada minuto, encuentro menos razones para no hacerlo.

¿Estaba jugando conmigo?

¡No, no!

No quiero pensar en eso… realmente no quiero.

He estado evitando hacerme preguntas sobre Yulia toda la tarde, porque sé con certeza que, una vez que me responda a mí misma…, perderé toda mi fuerza y volveré al círculo de mi estúpida enfermedad, volveré a matarme lentamente. Quizá es ahí a donde debo ir, donde termina mi camino.

"No, no lo hagas Lena. No…"

"Concéntrate en algo más."

"¿Pero en qué?"

"¡No lo sé! En algo"
.

No quiero pensar, no quiero pensar… por favor…

Yulia se veía feliz… sin mí… La perdí…

Me desbarato en este lago. Mi llanto desconsolado seguramente inquieta a la gente que pasa, pero no puedo evitarlo… me permití responderme.

La quiero conmigo, la extraño, pero la perdí. Ella tiene a alguien más y… está bien… ella merece ser feliz, jamás lo será conmigo.

Hoy no fue un buen día.

Mi papá siempre me decía: «si hay algo importante en la vida, es que, hay que saber perder”.

Limpio las lágrimas que han caído de mis ojos desde que llegué aquí y me levanto. Debo tomar un taxi llegar a su casa y decirle un adiós, desearle buena suerte, olvidarme de todo… Dejarla ir.

No es difícil encontrar transporte, su casa no queda tan lejos de aquí. Diez minutos más tarde estoy asegurándome de no caer por la enredadera que da a su ventana y, cómo siempre, el picaporte no está pasado. Yulia dice que si un día hay una emergencia no quiere preocuparse de quitar los seguros para huir.

Las luces están apagadas, el aire al máximo y ella dormida, cubierta con cobijas hasta las orejas… Llegué demasiado tarde. Son las once de la noche, y aunque Yulia es de dormir tarde, hoy ya está del otro lado.

Se ve linda durmiendo, si tan solo pudiera… si tan solo…

Debo irme, tal como llegué. Ella no necesita un adiós…, pero me detengo antes de abrir nuevamente la ventana. Yo sí lo necesito, así no sea con palabras.
Me siento en el suelo y me arrimo a la pared. La contemplaré unos minutos. La grabaré en mi memoria así, una última vez y luego la dejaré en paz…

Una puerta se escucha en el corredor momentos después. Un golpe sin intensión y Yulia despierta.

Me mira confundida.

—¿Lena?… ¿Qué haces aquí?

—Yulia… yo…

—¡Ven, debes estar congelándote! —me dice abriendo las cobijas de un lado. Yo me niego a hacerle caso y ese dolor, esa punzada, esa explosión en mi pecho, vuelve.

Es una buena amiga, pero yo no quiero ser su amiga. No puedo compartir su cama.
Mis lágrimas vuelven a caer, no sé ni de donde. Me siento tan vacía que esperaba estar así, hueca, sin nada adentro.

—¡Ven!

Niego, debí irme…

Yulia se levanta y se acerca agachándose hasta mi altura y, tomándome de los brazos, me levanta del piso. Yo no puedo evitar abrazarme de su cuello una vez que estamos de pie.

—Regresa conmigo… Te extraño… Te amo… Lo siento tanto.

—Lena…

Lloro apretándola fuerte, lloro porque me duele, porque el dolor no me deja hacer nada más.

Yulia me abraza casi sin hacerlo y es que, esa noche, yo no la dejé tocarme…

—Lena… estás temblando.

—Yo… —Sé que lo hago, lo siento, ese frío en mis huesos, confundiéndose con toda la pena y angustia que tenía. No debería estar aquí— Se ven muy bien juntas…

Yulia no responde nada. Sé, por las apariencias que me ha dado estos meses, que no quería que me enterara de su nuevo romance, pero para que seguimos fingiendo. Yo vine a decirle adiós… y eso haré.

—Hacen una linda pareja… y yo… les deseo… Dios, debería irme —Trato de soltarme, pero Yulia no me lo permite, es más fuerte que yo.

—No, no te vas.

—Yulia, fue un error venir… tú estás con alguien más y yo… no debería estar aquí.

—Lena… no estoy con nadie. Sé que hablas de Inna, pero no estamos juntas.

—Está bien, es… linda…

—No.

—Sí, lo es… y te gusta… —digo, entendiendo justo ahora que quizá… la ama y mis lágrimas vuelven a caer.

—Sé que hablas del beso, sé que crees que estamos juntas, pero no es así… Fue Shapovalov, él nos obligó con uno de sus ejercicios. No estamos juntas y no me gusta Inna, es mi amiga, pero nada más.

Me suelto y me hago para atrás, tan solo para mirarla, saber si me está mintiendo.

—¿No están juntas?

—No… además, no es mi tipo.

—Tú tienes muchos tipos.

—Eso no sonó bien… y no es verdad… mi tipo eres tú, no tengo otro tipo, ni alguien que me guste más.

—Yulia…

—Ven —repite y me lleva hasta la cama. Me deja sentada en el filo y va a apagar el aire.

—¿Sabe Nya que estás aquí?

—No, tuve una discusión con mis padres y… —La miro y ella se decide a buscar un buzo y un pantalón, y me los entrega.

—Cámbiate, dormirás aquí esta noche —me dice y camina hacia la puerta de su habitación.

—No quiero hablar con Nya hoy, no quiero discutir… solo…

—Tranquila, le avisaré a mamá para que la llame y le diga que te quedas, ¿okey?

Asiento y espero a que salga para ponerme la pijama que me ofreció.

Escucho murmullos a los lejos. Su mamá no debe estar feliz con la situación. Quién estaría contenta con que su hija tenga cerca a una persona con tantos problemas.

Debería aprovechar e irme justo ahora, pero ella regresa en un instante.

—Listo, ahora ven aquí —Yulia entra rápidamente en la cama y abre sus brazos para que me acomode en su cuerpo. Me coloco de espaldas, como la primera vez que dormimos en esta cama. Ella me cobija completamente y me abraza por fuera del cobertor. Intentando, todavía, no tocarme.

—Duerme Lena, descansa. Estás helada tienes que recuperar calor.

Sintiendo su respiración en mi cuello consigo calmar un poco mi desasosiego.

Le creo… porque quiero hacerlo.

Pero si algo sé, es que, ese beso… fue algo más que un simple ejercicio.

Por el momento decido confiar… creer que soy yo a quien ella quiere. Que no vi lo que vi a medio día.

La extraño, estoy sola y, esto, esto me hace bien, aunque sea una mentira. Necesito la mentira, necesito creer en algo, que podré con esto. Nada más, solo creer.
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por Fati20 5/16/2021, 1:26 am

Hay no otra vez todo mal 💔💔💔 es tan duro todo lo q siente lena y pensar que muchas personas lo sienten unos lo superan y otros no. Espero de verdad que julia sea capaz de ayudarla a salir a flote y de verdad mejore
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/16/2021, 7:07 pm

Feliz finde a todos!!!! Otro capítulo y más luego subiré otro



Capítulo 32: La mañana siguiente
________________________________________
—Era Larissa —le dijo Nya a su esposa, tras colgar la llamada que había recibido unos minutos antes— Lena está en su casa, va a quedarse allí la noche.

Por fin, y tras de horas de buscar a su sobrina por cielo y tierra, tenía una ligera tranquilidad. Estaba bien, no en su casa, pero bien.

—Llamaré a Daryna para que les avise a los demás chicos que ya apareció.

Después de bajar la alarma en todos los que buscaban a Lena, se preparó para dormir, aunque le fue imposible conciliar el sueño.

Para cuando llegó el amanecer del martes, Nya ya estaba lista para ir a buscarla en casa de Larissa, esperando únicamente que den las seis de la mañana para salir. No quería molestar más a la familia Volkov llegando demasiado temprano.

—¿Quieres una taza de café? —le preguntó Charlotte a su esposa al entrar a la cocina para preparar el desayuno.

—No, gracias… ya tomé dos hace menos de una hora.

—Debes tratar de tranquilizarte, Lena está bien.

—No sé que «tan bien” después de lo que dijo ayer —mencionó Nya, mirando al jardín, sentada en el sillón de la sala— No puedo creer que su propia madre le haya dicho algo así.

—Ni siquiera Gayle sabía de esa conversación. Hay cosas que Lena tiene muy guardadas. Necesitamos hablar con ella, averiguar qué más la está aquejando o no llegaremos nunca al fondo de todo esto.

—Lo sé —le contestó con un suspiro—, debería salir ya.

No quería hacerse muy tarde, tenía que dictar una clase en la universidad a las ocho y quería hablar con Lena antes de dejarla en casa. Suponía que no asistiría a clases ese día, o en el mejor de los casos llegaría tarde a las primeras horas.

Se levantó y despidiéndose de su esposa, tomó su cartera y salió apurada. No le tomó mucho tiempo llegar, a esa hora la ciudad estaba todavía bastante tranquila. Bajó del auto y, con mucho pesar, timbró.

—Nya, es un gusto volver a verte. Pasa, por favor.

—No sé cuánto en estas circunstancias —dijo entrando hasta la sala, donde Larissa la invitó a sentarse— Lamento tanto la intrusión, debí retirarla anoche…

—No, no te preocupes. Yulia quería que Lena se quedara. ¿Quieres ir a verlas? Aún siguen dormidas.

Sin dudar un segundo Nya asintió y subieron hasta la segunda planta, se acercaron con cuidado y Larissa giró con suavidad la manija de la puerta de la habitación de su hija. Extendió una sonrisa y dejó a la pelirroja mujer ver la tierna escena.

Yulia abrazaba por la espalda a su sobrina, con una mano por sobre las cobijas y la otra rodeando su cuello, con sus labios reposando en su hombro, ambas respirando pesadamente, profundamente dormidas.

Larissa jaló de la manija y cerró la puerta con la misma delicadeza para evitar despertarlas y bajaron a la planta baja.

—¿Desayunaste ya?

—Tomé un café hace poco.

—Hablo de un verdadero desayuno, ven te prepararé algo.

Larissa podía ser joven, casi de la misma edad que Nya, pero tenía toda la calidez de una mujer mucho mayor, seguramente era la experiencia de ser madre a tan corta edad.

—Noto que estás preocupada —Reconoció la dueña de casa, acercándose al refrigerador.

—Sí, no sé que tanto sabes de lo que sucedió ayer.

—Yulia se acercó anoche diciendo que Lena había entrado por la ventana y que estaba muy inquieta. Que algo había pasado con su familia y se quedaría, que por favor te avise. No me dio más explicaciones a pesar que se las pedí —La dueña de casa sirvió un vaso de jugo de naranja mientras le comentaba lo sucedido y puso el sartén para preparar unos huevos revueltos.

—Gracias —respondió Nya pensativa, viendo al vaso y tomándolo con sus manos, dándole vueltas sobre la mesa— Tuvimos una sesión de terapia con sus padres y no fue nada bien. Después huyó. Todos entramos en pánico y empezamos a buscarla como locos hasta que me llamaste.

—Yulia no sabía nada, de lo contrario nos habría obligado a salir a recorrer la ciudad —añadió Larissa extrañada de que su hija ignorara la desaparición de su amiga.

—No, yo misma le pedí a sus amigos que no se le comentaran. Ya los pusimos bastante nerviosos cuando Lena huyó la primera vez, no quería indisponer a tu familia nuevamente.

—Nya, sabes que no es molestia cuando se trata de Lena —dijo la mujer sirviendo la preparación en un plato.

—Es solo que… está muy mal. Va cada vez peor en la escuela, se retiró de varias clases para poder concentrarse en otras y no ha sido de gran ayuda.

—Debe estar muy preocupada con lo que le está pasando. Sé que Yulia lo está. También ha bajado un poco su promedio y, con su papá, nos hemos dado cuenta que se está alejando de su grupo de amigos —Larissa se acomodó en la silla de al lado y continuó con el café que se había preparado antes de que llegara la pelirroja.

—Eso es lo que más temo, ¿sabes? No quisiera que Yulia sufra por esto, suficiente con todo lo que ha pasado ya.

—Mi hija es muy testaruda y está muy enamorada de Lena, créeme, no se le va a quitar la preocupación de la noche a la mañana.

Nya bebió un poco más de jugo, recordando la sugerencia que Gayle les había dado antes de dar por terminada la sesión el día anterior. Les había comunicado, a los cuatro adultos en la sala, que deben tener mucho tino con como se dirigen a Lena y en exponerla a factores que puedan desencadenar una recaída. Especialmente en sus relaciones personales, tanto con su familia, sus amigos y su novia, advirtiéndoles que es un tiempo en el que ella debería enfocar sus energías a su propia persona y lo más recomendable sería que no iniciara una relación sentimental con nadie.

Vio hace un momento a ambas chicas, abrazadas, tranquilas, dormidas; claramente violando la sugerencia que, según la terapeuta, le había repetido a su sobrina en varias ocasiones.

¿Qué hacer entonces? ¿Prohibirle ver a la única persona que parecía comprenderla, la única en la que confiaba?

—¿Te preocupa que estén juntas? —preguntó Larissa leyendo el rostro de la pelirroja.

—¿Soy tan transparente?

—Así estaría yo si fuera Yulia la que está pasando por momentos difíciles —le confiesa—, pero debes tener algo en cuenta y es que ellas mismas se están dando un tiempo, no han regresado aún y Yulia sabe muy bien la presión que una relación significaría en Lena.

—Ella no debe estar pasándola muy bien tampoco —asumió Nya correctamente.

—No, para decirte la verdad no. Yulia ha estado muy decaída de ánimo los últimos meses; triste, callada. Cuando ve a Lena y ha tenido un buen día se le nota, porque llega con otra actitud de la escuela. Debiste verla hace una semana que salieron con sus amigos por Halloween, su carita le brillaba y eso no es muy común en mi hija —le explicó, también dejando salir un poco de su propia preocupación.

—Lo entiendo, lo mismo pasa con Lena —Suspiró— Es por lo que dudo tanto… en ser más estricta con ella.

—Creo que por el momento podemos acordar entre «mamás” dejarlas descifrar su relación, con tino. Vigilando de cerca como van las cosas, si hay cambios, podemos conversar sobre lo que podemos hacer, ¿te parece?

Nya asintió mirando a Larissa, agradeciendo sus palabras. Era algo reconfortante, dentro de todo, tener a un apoyo fuera de su familia y su esposa.

Sin mucho aviso Viktor bajó corriendo las escaleras, sentándose a la mesa.

—¡Hola! —saludó el chiquillo— Tú debes ser tía de Lena, eres igualita.

—Sí, lo soy —respondió la pelirroja sonriendo.

—Ya están por bajar, se estaban arreglando en el baño.

—Bien —Nya se levantó a ayudar a la anfitriona a preparar el desayuno de los tres chicos. Necesitaba ocupar su atención en algo.

Pronto las chicas bajaron y, al ver a su tía, Lena congeló sus acciones y la miró con algo de temor. Nya no era conocida por su gran paciencia y ambas ya habían tenido algunos roces, pero esta vez, la mayor de las Katin se acercó y la abrazó sin pedirle permiso, la arrulló ligeramente en sus brazos y la besó en la frente.

—Resolveremos todo juntas, ¿okey?

Lena soltó una larga respiración y se dejó llorar por unos segundos devolviéndole el abrazo.

—Lo siento, Nya…

—Tranquila amor. Ya hablaremos de esto después —le dijo besándola una vez más.

—Por ahora, todos a tomar asiento —Les pidió Larissa, acercándose a su hija para encargarle que sea ella quien le sirviera a Lena lo que pudiera comer, sin presionarla. Yulia tomó la posta y cortó algo de fruta que sabía que a su ex novia le gustaba y le sirvió un poco de jugo.

—¿Así está bien? —le preguntó dejando el plato en frente y acercándole unos cubiertos.

—Sí, gracias… ¿puedo pedirte una tostada? Debo comer un carbohidrato.

—Okey, claro… —Yulia se apuró a prepararla y vio un cruce de miradas y sonrisas entre tía y sobrina.

Bueno, algo era algo. Ella tampoco sabía todavía qué exactamente había sucedido en la sesión el día anterior. Pero parecía que las cosas iban bien hasta el momento.

Sin entender nada o darle la suficiente importancia, Viktor comenzó a contarles sobre su entrenamiento de fútbol y los partidos que han ganado desde que inició el año, llenando el desayuno con sus historias. A nadie pareció importarle demasiado, era agradable que algo tan simple pudiera romper la tensión que todas sentían en ese momento.

Terminando el desayuno, se levantaron de la mesa para alistarse para salir a la escuela y el trabajo. Lena, sin querer, se provocó un ligero mareo, se había parado de golpe, cerró los ojos y permaneció quieta por unos segundos hasta que le pase el efecto.

—Yulia, ¿ustedes van juntas a la escuela? —le preguntó su mamá.

—No… —respondió súbitamente la pelirroja, antes de que Yulia pudiera confirmar algo— Creo que debería ir a casa, necesito tomar mis vitaminas, bañarme, recoger mis libros…

—Okey… pero vas, ¿no?

—Sí, nos vemos en unas horas, tengo libres las dos primeras.

Se despidieron y Nya subió en su coche con su sobrina camino a casa.

—¿Estás bien? Te vi un poco incómoda al terminar el desayuno.

—Sí, no es… no es nada, un mareo nada más.

—Debe ser porque no tomaste tus suplementos ayer en la noche.

—Sí, debe ser eso.

—Pensé que los martes no tenías clases —preguntó su tía, recordando el ofrecimiento de ir a la escuela.

—Sí, no tengo materias hoy. Iba a ir a la escuela solo para estudiar un poco y… —le confesó la menor, silenciándose antes de darle su mayor razón para asistir.

—¿Y… ver a Yulia?

—Mmhmm —le confirmó—, pero ya no tengo que hacerlo, así que mejor será que estudie en casa.

—Pero le ofreciste ir. ¿Pasó algo anoche… entre ustedes?

—No… —negó, ocultando sus dudas sobre la nueva relación que pensaba que Yulia tenía con Inna, no hacía falta que nadie más lo supiera. Ella encontraría la forma de irse alejando de su ex poco a poco— Todo está bien, solo me siento cansada y no debería sobrepasarme yendo en vano hoy.

Su tía sospechó que se trataba de algo más, pero lo dejó pasar. Ya iba tarde para su clase y podría continuar esa conversación en la noche.

—Okey, amor. Vamos a casa.

Lena se moría de ganas de pasar tiempo con Yulia, pero al pensarlo mejor decidió que no era la mejor de las ideas. Bastante indisposición se había provocado el día anterior al verlas besarse a la hora del almuerzo, además de estar convencida de que le ocultaba su noviazgo con la nueva, para no generarle una recaída. Sería mejor hacerse a un lado, por lo menos evitar el contacto no requerido.

Llegó a casa y, después de tomar sus vitaminas, fue a recostarse, no asistió a clases ese día, sentía que era inútil hacerlo, no es como si Yulia la estuviera esperando, ¿no? Seguro disfrutaba tener más tiempo tranquila con su nueva pareja.

Lo que ella no sabía es que la dejó allí por horas, preocupada y finalmente derrotada, dándose cuenta de que nunca llegaría, de que le había mentido y sí, lo primero que se le cruzó por la cabeza fue eso, Lena… no le creyó.
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por Fati20 5/16/2021, 7:53 pm

Feliz fin de semana también 😊. Espero que julia encuentre la manera de convencer a lena q no es novia de nadie y q la ama es solo a ella, estar juntas las ayudara mucho a las 2
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/16/2021, 11:59 pm

Capítulo 33: Marcha atrás
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Toda la mañana la vio muy pensativa, pendiente de cada puerta de cada salón, de la entrada de la escuela en el almuerzo, de la ventana que da al jardín, de todo, menos de alguna de las materias que tuvieron ese martes.

A la hora de salida decidió acercársele en el corredor y preguntarle qué le sucedía. No estaba de más, aunque sabía que la respuesta sería una palabra de cuatro letras que comenzaba con “L” y terminaba en “a”.

—¡No me sucede nada, Inna! ¿Quieres dejarme un rato en paz? Debo ir a casa y estudiar para el maldito examen de mañana. No tengo tiempo para perder con tus preguntas —Yulia se dio la vuelta, sacó un par de libros de su casillero y lo cerró de un portazo. Segundos después salió por la puerta al estacionamiento, esquivando a su amiga y sin despedirse.

—¿Qué le pasa a Yulia? —le preguntó Sash, que de lejos vio todo el incidente.

—Lena —respondió con un suspiro— Te juro que empieza a caerme mal esa pecosa, demasiado mal… increíblemente mal.

—Ambas han cambiado mucho —le comentó el chico— Yulia solía patear traseros. Jamás la habrías visto así de decaída, nunca, ni cuando terminaba con Boris. Casi me rompe el labio el año pasado, cuando quise aprovecharme de Lena.

—Me contaron de aquella vez, galán. Por eso te odia.

—Lo sé… —rió, el recuerdo le causaba gracia. Aunque él había terminado con una muy mala calificación y su reputación por el piso, ya había pasado un año y las cosas cambian — ya se le pasará, ya verás.

—Eso espero, porque no sé cuanto tiempo puedo aguantar a la Yulia miserable y deprimida.

—Deberías invitarla a la fiesta del viernes, tal vez podamos conseguirle a alguien nuevo… o nueva con quien distraerse. Que se olvide un poco de sus problemas con su ex.

—No quiere ir, pero lo volveré a intentar, mañana. Si se lo digo hoy seguramente me escupirá fuego, además, yo también tengo que estudiar para el examen.

—Bien, ¿te llevo a casa? —ofreció el chico y salieron finalmente de la escuela. Ya no quedaba nadie allí.

En la noche, Inna terminó de preparar las fichas de estudio para darles varias leídas antes de acostarse y sonó su teléfono con un mensaje.

Lo siento, soy una idiota”, Yulia se disculpaba por lo sucedido en la tarde.

Olvídalo, no pasa nada”, le respondió y ordenó sus cosas para irse a tomar un baño, cuando otro mensaje llegó.

En serio, Inna. Lo siento… no fue un buen día”.

Está bien, que no pasa nada”, respondió ella, sin ahondar más. Tomó su pijama y se dirigió al baño, entrando en una hirviente ducha.

Cuando salió, cuarenta minutos después, completamente relajada y con la toalla del cabello enrollada en su cabeza, se encontró con su amiga recostada en su cama. Leyendo las fichas de estudio que tanto le había costado hacer.

—Eres buena en esto de resumir —dijo la visitante, sin regresar a verla. Había llegado hace un poco más de quince minutos y se tomó la libertad de inspeccionar un poco la alcoba.

—Y tú escabulléndote… No te había dicho que todo estaba bien en el mensaje. No tenías que venir —Su tono de voz era un poco frío y reclamante.

—Lena cree que tú y yo somos novias —dijo Yulia, finalmente explicando su comportamiento y dando a conocer su nueva preocupación. Dejó los papeles de lado y se enderezó reposando la espalda en el respaldar de la cama.

—Ahora entiendo.

—Ayer pasó la noche en mi casa. Entró por la ventana y me pidió que regresáramos, antes de retractarse y decir que tú y yo nos veíamos muy lindas juntas.

—¿Y qué quieres que haga al respecto?

—Emm… ¿disculpa? —preguntó extrañada, no era el tipo de respuesta que esperaba de su amiga.

—Sí, Yulia, ¿qué quieres que haga al respecto?

—No espero que hagas nada…

—Sé que estás aquí porque no puedes decirles al resto de tus amigos lo que te pasa con Lena, porque todos te dirán que eres una egoísta que no piensa en su bienestar y bla, bla, bla. Sé exactamente por qué estás aquí.

—Yo… lo siento…

—Sí, lo sé. Explotaste conmigo en la escuela porque ya no podías más y tenías que reventar… Eso me importa muy poco, es parte de la amistad…

—¿Por qué estás tan enojada conmigo entonces?

—¡Porque veo en lo que te estás convirtiendo y no me gusta! —le dijo Inna, sorprendiéndola alzando la voz — ¿Te has visto en un espejo? ¿Te has preguntado quién diablos eres últimamente?

Yulia no atinaba qué responder. Se había hecho las mismas preguntas por días sin encontrar solución.

—Todo en tu vida, ahora se trata de Lena, todo gira en torno a ella, todo, y ¿tú? ¿Dónde diablos quedas tú?

—Inna…

—¿Estudiaste para el examen de mañana? —su repuesta fue el silencio de su amiga que seguía con la vista en su cubrecama— Simple pregunta, ¿estudiaste?

Yulia agitó su cabeza de lado a lado y, por un momento, regresó a ver las fichas de su amiga.

—Quince minutos —dijo, sin darse a entender por su amiga— Quince minutos de hablar de Lena y nos ponemos a estudiar. No puedes sacarte otra mala nota en historia o reprobaras el maldito semestre. Dale, tu tiempo empieza ahora.

La morena le contó todo lo sucedido la noche anterior, dejando en descubierto sus miedos.

¿Qué pasaría si no vuelve a confiar en ella?, ¿se alejará definitivamente?, ¿se pondrá peor?

Yulia no podía sentirse más culpable. Una reacción común de las personas más cercanas de alguien afectado con estos desórdenes. Algo debió haber hecho, pudo frenarlo si hubiese puesto más atención.

—Si quieres un consejo… creo que debes dar un paso atrás…

—Tú, la chica que siempre me está diciendo que vaya por Lena, que la invite a salir, ahora me dice que “de un paso atrás” —rió Yulia, pensando en un principio que era una broma, pero al no recibir ninguna confirmación frenó sus risas y abrió sus ojos en un ligero ladeo de cabeza— ¿Hablas en serio?

—Yulia…, cuando te conocí, eras una mujer que iba a por todo. Sí, estabas preocupada por tu novia, pero nunca descuidaste tus responsabilidades o las dejaste a un lado. Hablabas con tus amigos, preparabas shows increíbles, tenías una actitud ganadora —le explicó su amiga, rectificando la validez de su análisis— ¿Quién eres ahora? A la más mínima mención de Lena te haces bolita y te arrimas a la pared. Ni siquiera has podido concentrarte en algo más que no sea lo que pasó ayer y en sacar conclusiones sobre que no te creyó cuando le dijiste que, tú y yo, no somos nada.

—Inna, si ella piensa eso, podría decaer…

—¡Y si camina por la calle y se cae en un hueco se romperá la cadera! ¡Yulia, despierta! No todo tiene que ver contigo y sí, esto es algo que las afecta a ambas, pero ¿cómo crees que puedes ser un pilar para Lena, cuando le sigues el paso, tan de cerca, que caes tras ella en el mismo hueco?

Tenía razón. Cómo negarlo cuando su consciencia le gritaba lo mismo. Estaban demasiado involucradas sin estarlo al mismo tiempo. A ninguna le hacía bien la incertidumbre.

—Dile que está equivocada y que esperas que confíe en ti. Que la respetas demasiado como para mentirle de esa forma y que esperas que te crea cuando le dices algo, porque es la verdad y… ya, da un paso atrás. Enfócate en ser fuerte, porque si no lo haces, jamás la podrás ayudar.

Inna se quitó la toalla de la cabeza y fue a colgarla en el baño, regresó sujetándose el cabello con una liga de pelo y se sentó para comenzar a estudiar.

—Se acabaron los quince minutos.

De inmediato escucharon el crujido de la puerta y vieron a su mamá entrar a medio cuerpo.

—Chicas, ¿tienen hambre? Puedo prepararles un refrigerio.

—Vamos a estudiar mamá, cuando terminemos bajaremos a cenar algo.

—Asumo que te quedas esta noche, ¿verdad, Yulia?

—Sí mamá, se queda o reprobará —dijo recibiendo un no tan ligero golpe en el brazo, cortesía de su amiga.

—Bueno —sonrió la señora Zotova— se los dejo listo para que lo metan al horno. Yo iré a dormir temprano.

Agradecieron el gesto y se despidieron. Se venía una fuerte velada con las notas de historia, pero antes había algo más que Yulia necesitaba decir:

—Gracias por esto, de verdad lo necesito. Eso sí, no vayas a decirle a nadie que me quedé a dormir en tu casa.

—Veo que mi tan elaborado sermón te entró por un oído y te salió por el otro.

—No, te escuché, de verdad. Solo que no veo por qué debe empeorar la situación, no hace falta. Pero sí, te entiendo y creo que tienes razón, daré un paso atrás.

Pasados unos minutos, en la casa de Nya, Lena llegó del trabajo y se disponía a estudiar cuando le llegó un mensaje de Yulia al teléfono.

Lena, te esperé hoy. Te llamé varias veces sin respuesta. Sé lo que pasó, no me creíste. Me ofende y me lastima que no confíes en mí. Jamás buscaría hacerte daño, eso incluye mentirte y tú deberías saberlo, estar segura de eso”, leía la pecosa sintiéndose mal al instante. “Daré un paso atrás, dejaré que tú soluciones lo que sientes y yo intentaré reponerme, porque ahora mismo, me duele…”.

Leyó el mensaje repetidas veces, buscando sentirse menos afectada. Repasar esas palabras dolía, Yulia estaba claramente afectada, se sentía traicionada nuevamente por su falta de confianza. Quizá se lo imaginó todo, tal vez su pesimismo la había cegado y había juzgado a su ex novia injustamente. Al menos así lo daba a entender.

Te quiero, lo sabes y si no me crees te lo repito, te quiero. Estoy aquí para ti y cuando estés segura de eso… vuelve a mí”.

Eso era todo, no supo qué responder, pero sabía que debía hacer algo.

Okey”, fue lo único que pudo enviarle después de pensar varios minutos en qué sería lo mejor.

Tomarse unos días y ver las cosas desde lejos podía ser una buena idea.
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Hasta el otro finde!
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/22/2021, 8:37 pm

Hola chicas, feliz sábado!!!

A leer!


Capítulo 34: Un paso al frente
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Han pasado setenta y nueve horas con treinta y dos minutos desde la última vez que Yulia y yo cruzamos palabra por mensaje de texto. Y, a decir verdad, siento un nudo en la garganta después de todo lo que me he enterado estos días.

Odié pasar como un fantasma el miércoles, rondando los pasillos de la escuela, viendo de reojo a Yulia evitarme. Ella salía antes de clases, se sentaba al otro lado del aula, intentando tener el mínimo contacto conmigo. Me resultaba cómico —y a la vez, triste y patético— como pasamos de coquetearnos un día y, dos después, a actuar como si no nos conociéramos.

También se me hizo muy extraño ver a mi grupo de amigos reducidos de seis a cuatro. Notar como Oksana suspiraba y se perdía en algo que sucedía alrededor, en lugar de prestarles atención a los chicos. Seguramente hablaban de autos o sobre deportes, de chicas y ella no podía hacer nada más que estar allí, escuchándolos.

Así pasó el día completo. Al llegar la hora del almuerzo del jueves, hice un esfuerzo y me acerqué a Oksana. Con ella es como si el tiempo hubiera pasado. Habló conmigo como si nos hubiéramos reído a carcajadas ayer, no como si nos hubiéramos dejado de hablar hace un par de meses, que es lo más cercano a la realidad.

Me invitó a sentarme con ella en la mesa de siempre, los chicos llegarían atrasados, seguían guardando el equipo de escenografía en el teatro.

—Te ves mejor —me dijo sin darme un punto de referencia. ¿Mejor que mi peor punto? ¿Mejor que cuando hablaba con Yulia, por lo menos? ¿Mejor que qué?

Le agradecí y continúe con mi manzana. Una fruta, un sándwich de maní con jamón y queso, y una botella de agua al ambiente era mi almuerzo de rutina. No es mucho, pero es un refrigerio completo. Igual, debo llegar a comer en casa con mis tías, otro requerimiento del tratamiento.

—¿Cómo van las cosas con tus papás?

Excelente pregunta que no tenía ganas de contestar. Lo más probable es que, antes, le habría dado un lujo de detalles sobre lo sucedido y cómo me sentía al respecto, ahora, no veía el punto de ser tan… directa.

Me di cuenta ahí que lo que Yulia mencionó en sus mensajes, no era solo cierto con ella, sino con todos. Ya no sentía confianza con prácticamente nadie.

—Mejorando, espero.

—¿Has hablado con Yulia? —Pregunta obligatoria de seguimiento a la ya demasiado extraña conversación.

—No desde el lunes.

—¡Oh! —exclamó abatida, y curvó sus labios con tristeza — La extraño tanto, ¿sabes? Creo que se nos pasó la mano y ella ya no nos quiere.

—¿A qué te refieres?

—Pues… se resintió con nosotros cuando Boris le sugirió, en un almuerzo, que tal vez sería una buena idea que se aleje de ti —Cosa que finalmente sucedió el martes— Nosotros lo apoyamos, pensábamos que estaba siendo un poco… egoísta y que debía darte espacio para concentrarte en ti misma —me confesó mi amiga— Al día siguiente ya no volvió a sentarse con nosotros, creo que se sentía incómoda sabiendo que no apoyábamos su relación. Inna tampoco volvió, nos dijo que nosotros éramos los egoístas y ahora ellas… son mejores amigas.

No negaré que me sorprendió lo que me dijo, no esperaba que nuestros amigos nos dieran la espalda de esa manera. Cuando fueron al Centro a visitarme esa noche, todos parecían tan relajados con nuestra relación.

Oksana estaba triste y con justa razón. La que siempre fue su mejor amiga, ahora ya ni le hablaba. Yo me imaginaba que algo había sucedido entre ellos. Las últimas tres semanas había visto a Yulia muy distante y siempre con Inna. Pero nunca supe qué fue lo que pasó, no se lo pregunté.

—He tratado de concentrarme en la tarea de Shapovalov con Aleksandr y no pensar mucho en esto —me mencionó.

—¿Qué tarea?

—La del beso —dijo como si fuera de conocimiento común— Yulia e Inna, y Aleksandr y yo, fuimos las únicas dos parejas en sacar un diez. Mihail y Boris siguen esperando por el examen de improvisación. Así que si los ves besándose, recuerda, es por la clase de actuación.

Inmediatamente vino a mi memoria el recuerdo de la noche del lunes, cuando Yulia me aseguró que nada sucedía entre ella y la nueva. Esto lo confirmaba. Me sentí peor que cuando recibí el mensaje de mi falta de confianza y cómo la había lastimado, porque era la verdad. No confié cuando, analizando las cosas, Yulia es quizá la única persona en la que puedo confiar al cien por ciento.

Guardé silencio después de eso, me limité a escuchar sus historias, su reciente cariño por Aleksandr y como su relación iba trascendiendo de una simple tarea, pero no podía dejar de pensar en que Yulia se apartó de ellos porque se sintió traicionada y era lógico que se apoyaría en Inna, su nueva amiga y al momento la única que tenía.

—Lena, sé que hicimos mal en meternos, pero estábamos preocupados por ustedes, por ti. Solo queríamos protegerte y de alguna manera a ella también —repitió al verme alzar la vista en dirección a esa chica que sentía tan lejana.

—Entiendo, Oksana —le respondí tratando de aliviar su pena. No hacía falta que cargue con eso en los hombros. De que serviría, todos de alguna forma tenemos nuestra responsabilidad en todo esto, mayormente yo.

En ese momento llegó Mihail con una pregunta para mí:

—¿Qué dice mi vieja amiga?

Me sentía completamente fuera de lugar. Ya no pertenecía allí y me hacía falta alguien, ya sabemos quien. La que decidió dar un paso atrás.

Boris decidió no hablar mucho ese día, se veía preocupado, no por mí, más por Yulia. No dejaba de sortear su mirada entre ambas. Siempre fue bastante suspicaz, sabe lo que nos sucede y esa misma noche, fue a visitarme a mi casa.

—Quería disculparme por lo que le dije a Yulia aquella vez —declaró dando unos pasos dentro de la sala.

—Tal vez deberías disculparte con ella.

—Lo hice y aunque me aseguró que no se alejó por eso y que solo se sentía incómoda, yo…

—¿Tú sientes que es tu culpa? —completé, interrumpiéndolo.

—Sé que lo es, no por nada pasamos dos años de novios.

¡En mi cara! Dos años versus dieciocho días. Sentí como el puñal atravesaba mi corazón con la comparación. Exagero… un poco.

—Sea como sea, no tienes que disculparte conmigo.

—Me siento responsable… por todo. Cuando terminaron… de verdad creía que ella exageraba, pero luego pasaron todas estas cosas con tu… —Se calló antes de decir algo que no debía.

—… ¿mi… problema? —completé por él. Nadie sabe como referirse a mi desorden y los entiendo.

Parece lógico categorizarlo como un problema. Un desorden se ordena, debería ser fácil. Un problema debe resolverse, requiere muchas fórmulas y soluciones, ensayo y error. Es más lógico que sea un problema a un desorden.

—Solo creí que… sería lo mejor.

—Tú y mi psicóloga, mi familia, ella misma. No te culpes, Boris. Esto funciona así. Te desordenas y solo tú puedes re-ordenarte, o así dicen.

Él miraba a cualquier lugar, evitando mis ojos. No sabía qué decir o qué hacer, se sentía incómodo, casi como yo. Es más, yo no lo estaba, no como al medio día en la escuela. Puede ser porque estaba en mi casa o porque había pensado mucho en su razonamiento.

Quien tiene un problema, no debería echarse diez más encima, pero ahí yace el verdadero problema. Mi «desorden” no es una ecuación matemática. Yo, en lo personal, no necesito mi tiempo sola —aunque por varios meses me he ido apartando de todos— eso es, quizá, lo que no me ha dejado «ordenarme” del todo. Cada persona en mi vida juega un papel en mi desorden. Está presente en cada uno de ellos y mientras más regados están por todos lados, mientras más se alejan de mí, mi desorden crece.

—Debo irme… mañana tenemos…

—… examen, el último de la semana —terminé por él, ayudándolo con su excusa para irse.

—¿Nos… vemos entonces?

—Sí, claro que sí —le aseguré.

Al día siguiente consideré huir a la hora del almuerzo —como ya se me había hecho costumbre — más no tuve oportunidad de nada.

—Ten —me dijo Inna, acercándose a mí al finalizar la clase previa al descanso del medio día. Yo la quedé mirando, esperando que se explicara. No tenía ganas de hacer preguntas, pero ella esperó a que tomara en manos el bendito papel que me estaba entregando.

—¿Qué es esto? —le pregunté en mal tono. Inna, no me simpatiza. Que sea amiga de Yulia o no, no viene al caso, la tipa me cae gor-da.

—Es el mapa para la fiesta de esta noche —mencionó y leí el encabezado:

Varshavskoe Shosse
Domodedovo Hills, Moscú, RU
Viernes, 12 PM


—¿Y qué pretendes que haga con esto? ¿Qué me limpie la nariz?

—¿Sabes? A veces me pregunto ¿por qué diablos le gustas tanto a Yulia? En serio, no lo entiendo.

—¿Quieres meterte en tus propios asuntos y dejarme a mí y a Yulia en paz?

—Ella está esperando a que tú confíes en ella y que te acerques nuevamente —me informó, y claro, ¿cómo no lo imaginé? La tipa sabe todo lo que pasa entre mi ex y yo, es su maldita confidente — No lo niegues, tú te mueres por hacerlo. ¡Hazlo y ya, deja esta niñería de jugar al gato y al ratón!

—¿Disculpa, pero quién te crees que eres? —pregunté con prepotencia, y odié su respuesta.

—¡Soy la capitana de su maldito ship y estaré en el barco hasta que salga a flote o se hunda, ¿entiendes?!

Eso, la capitana, la única que quiere que estemos juntas y sí, odié su respuesta porque es verdad, nadie más lo quiere, ni la vida misma.

—Le pedí que diera un paso atrás hace unos días, porque ya me harté de verla siempre estar dándolo todo por ti, es tu turno.

—¿Así que tú fuiste la de la gran idea? ¡Podría matarte!

—Disculpa, pero ¿no fuiste tú la que la plantó ese martes que pasó pendiente de ti cada segundo del día? ¿No fuiste tú la que le mintió, la que va a dormir en su casa sin previo aviso para ilusionarla y luego romperla en mil pedazos?, ¿y eres tú la indignada?, ¿la que quiere matarme? ¡La que debería estar planeando tu funeral soy yo, pero no, aquí estoy dándote la mejor oportunidad para ganártela!

Inna sabía muchas cosas, algunas que hasta yo desconocía, que me hicieron sentir aún más culpable por ese día y por haber dudado de ella, de ser eso posible.

—La llevaré hoy noche, así tenga que arrastrarla por los pelos. Si quieres arreglar esto, ve; si quieres demostrarle que te importa, ve; si quieres que ella salga de tu vida, quédate en tu casa.

Diciendo lo último, se hizo a un lado y pasó de largo para salir al merendero. En ese momento —y antes de poder tomar mi camino e irme como ella— vi pasar al maestro de literatura al que buscaba como loca para pedirle que me dejara rehacer el examen o me asignara un trabajo extra. Tiré el papel a la basura y fui corriendo tras él.

Con una larga tarea de diez mil palabras de ensayo para el lunes a primera hora, sobre Matar un ruiseñor del escritor Harper Lee, me recosté en mi cama después de una cansada tarde y noche de trabajo, intentando comenzar la novela de 384 páginas.

En dos horas avancé alrededor de veinte, no era nada, así no terminaría el bendito trabajo extra ni en lo que quedaba del año escolar. Pero habían dos ideas que rondaban mi cabeza.

Una, Yulia estaba, ya a esa hora, seguramente en una fiesta llena de gente, donde podría darle ganas de «sacarse la espina”, alcoholizarse y volverse loca. ¿Por qué no? Es soltera y yo no le había dado razones suficientes para continuar su coqueteo conmigo como para que siga pensando en ambas como una pareja.

Y dos, ¿cómo diablos salir de casa para ir a la dichosa fiesta?

Nya no dejaría que vaya, peor salir pasada a las dos de la mañana, punto final.

La única manera era escapar por la ventana y si me sorprendían nuevamente, hasta ahí llegaba mi así llamada «libertad”.

Mi cerebro trataba de distraerse de mis pensamientos y enfocarse en la mecánica de leer, pero sin concentración, era una tarea inútil. Leía líneas y líneas que debía repetir dos o tres veces, mientras mi vista vagaba por el marco de la ventana y lo fácil que sería salir por el balcón al techo del porche y bajar por la columna. Tendría que abrir la puerta con mucho cuidado para no despertar a mis tías y salir a buscar un taxi dos cuadras más abajo o llamar uno y que me espere allí.

Cinco líneas, ver la ventana, seis líneas más, ver la ventana otra vez, regresar las once líneas, convencerme de vestirme, dejar el libro a un lado, tomar la billetera, el celular y mis llaves y emprender camino.

Llamé al taxi antes de salir por el balcón de mi habitación. Así estaría esperándome al salir de casa. Para cuando subí en él, ya casi eran las tres de la mañana, lo que no me dejaba mucha opción con respecto a la fiesta. Yulia también tiene toque de queda y a esa hora debía estar entrando en su alcoba, así que decidí venir y subir por su ventana para esperarla adentro, o despertarla y hablar con ella.

Pongo un pie adentro con cuidado, meto el otro y noto con claridad que aún no llega de la fiesta. Debo esperarla, no tardará en llegar. Cierro la ventana y me siento en la esquina de su habitación para no asustarla cuando llegue, no debería estar aquí sin avisarle, aunque en mi defensa ella me dijo que viniera a ella cuando confiara nuevamente y ahora lo hago, le debo una disculpa.

Miro el reloj y espero unos minutos oculta tras su sillón, pronto escucho unas voces que se acercan por el pasillo.

—Me siento mal… —la escucho decir, está borracha.

—Lo sé, tortolita, bebiste como si se acabara el mundo —Inna viene con ella, se la escucha muchísimo más coherente.

—No, no por el alcohol, no, no, no… no.

—Me lo imagino, Yulka. Lo siento… esperaba que Lena fuera a la fiesta.

Así que, así la convenció, diciéndole que yo iría.

—Yo no —murmura con una voz muy apagada y finalmente las veo entrar en la habitación. La nueva prende la luz del velador y la recuesta sobre su cama— ¿Inna? Lena ya no me quiere, ni siquiera quiere creerme.

—Hmm —suspira ella, negando con su cabeza duramente. No dudo de que en este momento me maldice— Ella se lo pierde, Yulia.

Comienza a desatarle los cordones de las botas y a quitarle las medias. Sin duda es una buena amiga. La cobija hasta el hombro y le acaricia por unos segundos la cabeza, como cuando recuestas a un niño pequeño.

—Duele… —susurra Yulia con la voz entrecortada, queriendo llorar— duele tanto…

—Trata de descansar, mañana hablaremos de esto y te prometo que encontraremos la forma de arreglarlo todo.

—Quiero a Lena conmigo, ¿por qué no puede estar conmigo?

—Calma, algo vamos a hacer, tranquila… duerme —Continua con sus caricias, es una buena amiga y yo una idiota.

—¿Inna?

—¿Ajá?

—¿Te vas a ir con Sash?

—Sí, la noche no ha terminado todavía para mí.

—¿Tienes condones?… Porque si no los tienes, yo tengo algunos en el cajón del ropero.

Inna ríe con la sugerencia de su amiga, yo nada más sonrío. Es una persona tan calculadora, que ni borracha se le escapan esos detalles.

—Tengo condones, Yulia, tranquila.

—Está bien, confío en ti, Dora.

—Me voy, Yulka —le dice apagando la luz— hablamos mañana.

—Okey —responde quedándose dormida, pero de repente despierta— ¡Inna, no dejes que termine adentro!

La nueva se va riendo por el pasillo al mismo tiempo que Yulia balbucea que no quiere tener un sobrino de Sash. Va apagando su voz hasta quedarse nuevamente en silencio.

Mi decisión de venir no ha dado el fruto deseado. Ella no está en condiciones de hablar. Pero verla así y escucharla decir lo que piensa de mis sentimientos, me provoca un pesar tan agudo en los huesos, que no puedo evitar el pensar en todo el daño que le estoy haciendo.

Ella y yo queremos lo mismo, estar juntas, ¿a qué diablos jugamos? Como me dijo Inna esta mañana, es como si nos correteáramos como el gato y el ratón.

Me acerco a su lado, me inclino sobre su frente y le doy un tierno beso. No contaba con que su sueño sea tan ligero, no en esta condición.

Abre sus ojos unos milímetros y, cuando me separo por completo ella estira sus manos a mi rostro y, torpemente, me jala hacia ella, hacia sus labios.

La beso…

Ella me besa y no demoro nada para, con cuidado, voltearla sobre su espalda y terminar recostada sobre su pecho, continuando un suave vaivén con mis labios. Realmente bebió demasiado esta noche.

—Te extraño —me dice con un susurro y una de sus manos comienza a bajar por mi pecho. Mi cuerpo reacciona y me separo, apoyando mis puños sobre el colchón— ¿Ni siquiera en sueños puedo tocarte?… Soy tan patética.

Yulia, cree que esto es un sueño, no se da cuenta de que en verdad estoy aquí.

—Lo siento… —le digo disculpándome por mi reacción a la más reciente acción de sus manos, así como por mi estúpido comportamiento esta semana— Nunca quise lastimarte así.

—Tengo miedo —dice, cortando la voz en sollozos que la hacen exhalar su pena en cortos intervalos. Se está agitando, lágrimas comienzan a rodar por los lados de sus ojos, sobre sus mejillas, y caen sin clemencia sobre la almohada.

—¿De qué tienes miedo, Yulia? —Me apoyo sobre mis codos y con mis pulgares comienzo a retirar esas gotas saladas de su rostro.

—Tengo miedo de perderte… de que un día despierte y… tú ya no estés más… —Su llanto se profundiza y yo me siento tan impotente—, de qué va a ser mi vida sin ti…

Cada razón que me da, me parte en dos y luego en tres y en cuatro. ¿Acaso tenía que pasar todo esto para darme cuenta de lo mucho que la estoy lastimando? A todos a mi alrededor de hecho, a mis tías, mi hermana, mis amigos, hasta mis papás…

—No me dejes —murmura abrazándose de mi cuello, impidiéndome continuar con mis caricias en sus mejillas.

Coloco mis labios en su cuello y le digo muy bajo:

—Aquí estoy… shhh, no voy a ningún lugar… te lo prometo.

Su llanto continua por varios minutos más hasta que la siento más suelta, se va quedando dormida. Bajo de su cuerpo y me coloco a un lado, la cubro de nuevo y yo hago lo mismo tras quitarme los zapatos. Su cansancio la venció por completo hasta que la escucho respirar hondo y sé que está dormida.

La idea de marcharme cruza mi mente, de regresar mañana y tener esa conversación que una vez más queda pendiente, pero no, decido quedarme. Le acababa de prometer algo y no voy a comenzar a romper mis promesas unos minutos después.

Si arde troya mañana en casa, pues arde. Esta noche, o lo que queda de la madrugada, estoy aquí para ella, como ella ha estado ahí para mí.
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/22/2021, 9:32 pm

Capítulo 35: Disciplina
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Estoy escondida en el peor lugar de todos, realmente el peor… para mí.

El baño.

No, no vine con intenciones de «librarme” de nada, todos piensan eso cuando me ven entrando a uno. Es solo que, es bastante incómodo estar en esta celebración y fingir que todo está bien o que no me afectan los comentarios de mis amigos, o la presencia del resto de mis compañeros de curso y sus constantes miradas y susurros. Es tan evidente que están hablando de mí y de mis problemas, de si la ensalada que comí junto con ese pequeño pedazo de pavo fue suficiente o si probaré el postre. Hasta cuando me llevo el vaso de agua a la boca se preguntan por qué no bebo jugo o un poco de la sangría «sin alcohol” que disfruta el resto.

Estaba comenzando a sentirme ansiosa, mis piernas no dejaban de temblar debajo de la mesa y decidí darme un respiro. Muchos de ellos se habían levantado durante la sobremesa y yo quería ordenar mis ideas, tranquilizarme un poco, tomar aire fresco.

¿Cómo terminé aquí entonces?

Mi idea era salir a la terraza; he estado en la casa de Oksana varias veces, por no decir muchas. Ella es la anfitriona de esta cena de último año, una tradición de la escuela en el día de acción de gracias… a la cual no pude decir que no.

Me escabullí hacia el segundo piso y di un paso afuera. Se supone que la fiesta estaba limitada a la primera planta, pero claro, Yulia ha estado en esta casa muchas más veces que yo y también conoce la tranquila terraza.

Me hice para atrás antes de que Inna, Sash y Yulia me vieran, estaban sentados en el suelo y yo no quería interrumpir su conversación. Inna últimamente es muy TeamYulia, menos TeamYulena y eso era de esperarse, así que preferí no salir y regresé mis pasos hacia la sala.

Fue una pésima idea, mis ganas de desaparecer se veían atacadas por Oksana que me buscaba a lo lejos. La escuché decir mi nombre y preguntarles a un par de chicos si me habían visto. Miré a todo lado para ver dónde esconderme y lo primero que se me ocurrió fue volver a subir al segundo piso y encerrarme en la primera habitación que encontrara vacía.

Resultó ser… el baño.

Entré y me miré al espejo. Creo que luzco bonita en este vestido. No es escotado, es negro, de mangas largas y sobrepasa la rodilla. La cena era formal, lo que no detuvo a algunos de venir lo más informal posible. Esos tres que ahora conversan ahí afuera, sin saber que yo puedo escucharlos perfectamente desde aquí adentro, vinieron casi uniformados. Unos jeans ajustados color negro, con una camiseta negra, dentro de una chaqueta de cuero… negra, para que nos engañamos. Lo único que hacen es eso, vestirse de los malos de la película y actuar como tales.

No es novedad que Yulia no es más parte de nuestro grupo de amigos, tampoco se lleva mucho conmigo, no desde esa noche de la fiesta del amigo de Sash, a la cual no asistí.

Han pasado cuatro semanas, ¡cuatro! Ya ni yo sé bien qué diablos sucedió.

Lo primero que recuerdo, de la mañana siguiente a la fiesta, son las palabras de la mamá de Yulia cuando hablaba por teléfono con mi tía.

—Nya, está aquí —susurró tras cerrar la puerta y confirmar que su hija me tenía en brazos; ambas «dormidas” después de una corta noche. La verdad es que, mi sueño era tan ligero, que el simple girar de la manija me despertó.

Eran las ocho de la mañana con algunos minutos y luego me enteré que Charlotte había pasado por mi habitación, encontrándola vacía y sin rastro de haber dormido ahí.

No era mi intensión preocuparlas, tan solo salí para poder hablar con Yulia y, como se dieron las cosas, y después de prometerle que no la dejaría, me acomodé a su lado y pronto el sueño me envolvió, algo que no sucedía en semanas. Amanecí allí, cobijada con sus brazos, con su cuerpo.

—Quédate tranquila. Dejémoslas dormir unas horas más, yo misma la llevaré a casa después de desayunar —le aseguró la dueña de casa a mi tía. Definitivamente, la posibilidad de que Troya ardiera, era grande.

Yo pretendí seguir dormida, Yulia me había abrazado hace unas horas, lo que me causaba una profunda satisfacción que no quería que se terminara todavía.

Yulia dormía profundamente por efectos de la cantidad de alcohol que bebió en la fiesta, sin duda, despechada de que yo no apareciera por ahí. Unos minutos después, volví a quedarme dormida.

Todo estaba bien… hasta que un grito desesperado nos despertó dos horas más tarde.

Viktor se había caído bajando la escalera por estar distraído con una revista de cómics y había aterrizado sobre el brazo que se había roto a principios del verano.

—¡Mamaaaaaá! —su llamado fue tan agudo que, de seguro, toda la manzana lo escuchó.

—¡Diablos! ¿Quién, qué? ¿Lena? —Yulia se despertó de golpe, dándose cuenta de su compañía. No tenía recuerdo alguno de haber pasado la noche conmigo, ni siquiera recordaba que me había confesado lo mucho que me extrañaba y que no quería que la dejara.

—¡Mamaaaaaá! —escuchamos nuevamente y, sin más, Yulia sacudió su cabeza, olvidándose de su sorpresa al verme y se levantó apurada, saltando por sobre mi cuerpo para correr por el pasillo en su búsqueda— ¡¿Viktor?!

—¡Aaaauuu! —lloraba él, con notable dolor— ¡Aaaahuuu, aaaauuu!

Yulia siguió los quejidos de su hermano, bajando apurada las escaleras, yo la seguía de cerca, hasta que lo vimos tirado en el suelo.

—¡Viktor!

Nos hincamos a su lado, tratando de revisar su brazo herido, pero él se abrazaba tan fuerte que no nos dejaba ver si se lo había roto otra vez.

En eso llegó su mamá, había salido a la tienda por leche y pan fresco. Como un milagro, Viktor fue calmándose hasta que dejó de llorar y pudimos comprobar que estaba bien.

—Yo no lo empujé esta vez —le aclaró Yulia a su mamá, cuando pasó el susto. Ella la miró con un «ya lo sé” en los ojos.

Nos vio a ambas, de pie a cabeza, aun llevábamos nuestra ropa del día anterior puesta. Le dijo al pequeño que fuera a la sala de estar y espere ahí su desayuno y se cruzó de brazos, manteniendo el silencio por un momento que se me hizo eterno.

—Lena, tu tía me llamó en la mañana, te estaba buscando como desesperada.

—Emm… —No sabía que decir, Larissa que siempre había sido tan amigable, me veía con cara de mamá enojada y… fue horrible— Lo siento, debí avisarles. Iré a llamarla.

—¡Sí, ve! Y luego baja para desayunar —me dijo y yo empecé a subir las gradas, cuando la escuché decir—: Eh, eh, eh, ¿a dónde crees que vas, Yulia?

Se quedó, protestando como siempre, lo que no duró mucho tiempo. Su mamá le reclamó que llegó unos minutos pasados las tres de la mañana, que ya conocen su acuerdo y ¿por qué diablos había llegado tan borracha? Le dijo que su cuarto apestaba a cantina y que está castigada. No es que yo me haya quedado a escuchar el sermón, los gritos de ambas hacían eco por toda la casa. Los Volkov son una familia de voz alta.

Yo por mi parte recibí un muy merecido «hablaremos claro cuando regreses a casa”.

La mañana que había empezado tan bien, ahora era un horrible sueño y cada vez se fue poniendo peor.

Colgué la llamada con Nya y busqué mis zapatos debajo de la cama. En ese momento Yulia entró en la habitación. Yo me incorporé con ambos en las manos y le sonreí, ella no hizo lo mismo. El ambiente se sentía incómodo y la noté claramente enojada.

—¿Qué haces aquí, Katina?

¿Qué hacía allí? Precisamente, no lo sabía. Quería hablarle, decirle que lo sentía por no haberle creído cuando me dijo que ella e Inna no eran pareja, que quise ir a la fiesta pero estaba castigada y además que necesitaba hacer el trabajo extra de literatura que ya no estaba segura de poder terminar. ¿Qué se yo? Quería arreglar las cosas, que todo regresara a su lugar, a los coqueteos, a la posibilidad de que pudiéramos regresar a ser novias.

—Vine anoche a verte para…

—Yo llegué sola… con Inna, ese era el plan y sé que tú no fuiste a la fiesta.

—No, no fui.

—¡Eso ya lo sé! —Debí saber que no era un buen momento para recordarle el porqué bebió tanto la noche anterior— ¿Entraste por la ventana?

—Sí, quería hablar…

—No hace falta.

—Quise ir, pero…

—No quiero oír más «peros”. Está bien no fuiste; está bien, no confías en mí; está bien, ya no somos nada y yo no debería estar esperando que volvamos a serlo; está bien, tooodo está bien —Me reprochaba duramente mientras buscaba ropa en su closet. La dejó sobre la cama y antes de entrar al baño volteó a verme— Vete a casa, Lena. No tenemos nada de qué hablar. Yo ya no quiero seguir hablando y hablando, es en vano.

Dio media vuelta y se encerró para tomar una ducha, como su madre le había ordenado.

Después de desayunar, Larissa y yo solas, me llevó a casa donde la reprimenda no se hizo esperar. Nya estaba fúrica, tanto que me recordó a papá cuando se enfadaba.

Repartió mi castigo, un mes sin salir más que: de la casa a la escuela, de la escuela a la casa, de la casa al trabajo o la terapia y de ahí, de vuelta a casa. Cero salidas al cine, cero salidas con mis amigos, cero pijamadas, cero tardes de estudio que no fueran en casa, cero televisión, cero todo.

No es que eso fuera un cambio radical a lo que ya venía haciendo hace meses, pero… aliviaba el enojo de mi tía.

—Y en todo el tiempo que tienes libre, estudiarás como loca porque no voy a permitir que repruebes el año.

Eso, lo más importante, recuperar mis calificaciones, dejarme de juegos y aplicarme.

De repente todos se olvidaron que tenía un «problema” lo que no sé si se sentía bien o no. Digo, sí, se sintió increíble que me trataran como una persona normal sin considerar mi desorden, pero al mismo tiempo, ¡¿cómo diablos querían que maneje mi tiempo y recupere mis notas, si lo que más tiempo y atención me quitaba era tratar de salir del maldito desorden?!

Pasé el resto de ese fin de semana leyendo y haciendo mi mayor esfuerzo por mejorar mi nota, no dormí en dos días, lo que no era lo más recomendable para mi metabolismo, pero ¿importaba? No, lo que importaba era que me aplique y lo hice.

—Haz bajado tres libras, Lena …me dijo Gayle, decepcionada a media semana. Otra vez llegaba a las tan legendarias 95 libras, mi peso más bajo— Necesito que hagas un esfuerzo por cumplir los horarios y por no descuidar tus horas de sueño, es importante.

Todo era importante.

Veía a Yulia a lo lejos. Lucía como un iceberg, fría, calculando cada paso, segura, ya no como lo que había venido siendo cuando estaba tan pendiente de mí.

Yo evité hablar con ella esos días, básicamente porque cada vez que me acercaba, se iba del lugar y buscaba a sus dos coartadas. Como si yo fuera a atreverme a buscarla ahí. Simplemente tomaba mi camino y me escabullía a la terraza de la escuela o a mi siguiente clase.

Harta disciplina hay que tener para hacer algo cuando tu cabeza vuela por otros lugares… harta.

Mis días se convirtieron en un: despertar, marcar tarjeta; desayunar a regañadientes; llegar a la escuela, marcar tarjeta y leer, estudiar o lo que fuera, en la biblioteca sin oportunidad de pasar por el seductor baño; ir a clases, salir a la biblioteca nuevamente; comer el refrigerio en la terraza de la escuela, marcando tarjeta; ir a más clases y volver a la casa a marcar otra tarjeta; almorzar, nuevamente con ganas de no hacerlo; salir al trabajo, marcar una verdadera tarjeta; salir de ahí —agotada— marcando tarjeta y llegar a casa para marcar la última tarjeta antes de cenar; ir a estudiar y tratar de dormir.

Nya me tenía en horario y en una línea recta de la que no podía salirme, y claro, si no tienes tiempo para nada más, todo estará bien, ¿no?

Harta disciplina, dije. Suficiente como para concentrarme en cualquier cosa menos en esa sensación de vacío que se formaba en el fondo de mi estómago cada vez que veía a Yulia en todos los intervalos de mis tareas.

A ella le va bien, mucho mejor que a mí. He escuchado que ha hecho varios proyectos interesantes con Inna y, en las clases que compartimos, tiene muy buenas notas.

Estar sin mí le ha hecho bien.

La nueva me odia, no sé qué fue lo que Yulia le dijo acerca de esa noche, pero ya me dejó claro que nuestro barco se hundió y yo quedé en medio del océano como Jack en el Titanic, en el medio del agua y al fondo.

El tiempo corre cuando todo es importante y no puedes pensar en nada más que el día que repetirás la mañana siguiente, tanto así que se multiplica por tres y, cuatro semanas se sienten como doce… vuela.

Hay algo que Nya me propuso hace unos días. Se veía desilusionada por mi «actitud”, como ella la llamó.

—Ya no te ves con tus amigos.

¿En serio? ¿Me estaba jodiendo? ¿A qué tiempo quería que los vea? En el trabajo es imposible con todas las obligaciones que tengo y ya no sé si puedo llamar a los chicos de la escuela mis amigos.

—¿Cómo te sientes?

—Bien, ocupada —le respondí mientras trataba de continuar mi lectura. Harta disciplina.

—Amor, sé que te estás esforzando en la escuela y que todo ha sido muy duro este último mes, solo… —Subí la mirada para verla— Tal vez… te será mejor cambiar un poco de ambiente, no sé, quizá puedas concentrarte más en tu tratamiento si estudias desde casa.

Y, por supuesto, yo estaba tan ocupada con las cosas importantes que, al parecer, no me había dado cuenta de que algo estaba haciendo mal.

—Hablamos con Gayle. Nos contó que has subido bastantes libras y que, físicamente, estás mucho mejor, pero…

Pero, pero, pero, pero… el pero nunca tiene buena cara.

—Nos dijo que cree que no has hecho ningún esfuerzo por integrarte a tu rutina normal.

No supe si mi cabeza ya había estallado o había perfeccionado la cualidad de que las cosas que importan dejen de importarme. Porque en todo lo importante que hacía, lo más importante, es lo que no hacía.

Este maldito desorden es complejo. No es fácil intentar mejorar cuando tienes tanta responsabilidad en los hombros. Aparte de eso, tu familia no sabe como comportarse, como seguir adelante con sus vidas cuando tienen que estar pendientes de las tarjetas que te pidieron que marques.

Y eso, eso es lo que ya no entiendo.

Me dieron tantas tareas que cumplir. Que estudie; que mejore mis notas; que trabaje; que coma, por Dios, qué difícil fue y sigue siendo comer, más que nada cuando marcas tarjeta cada vez que tragas una habichuela; que duerma bien, las pesadillas o el insomnio está prohibido.

¿A qué momento podía ponerme a sentir?, ¿a querer hacer cosas que me provoquen emociones distintas al maldito estrés? Y sé que no lo hicieron con intensión, pero ¡maldita sea! He hecho cada cosa que me pidieron, tanto Nya, Charlotte, Gayle y hasta Yulia, porque desde esa noche que no hablamos y ahora resulta que mi mayor problema es que no le he puesto atención a volver a la «normalidad”.

Todas las emociones que tenía adentro querían salir por mis ojos, por mi boca en forma de gritos, por mis puños con duros golpes… pero no lo hice. Harta disciplina.

—Creo que sería buena idea que lo pienses, Lena.

—Este fin de semana hay una cena del curso de último año, en la casa de Oksana. Es obligatorio.

—Oh, entiendo y… ¿cómo te sientes al respecto?

—Ya hablé con ella para asegurarme de tener algo que comer y… eso. Estoy bien —le dije volviendo a mi lectura— Debo terminar este capítulo hoy y hacer un resumen del libro —Me excusé, pidiéndole que me dejara a solas y lo hizo.

Y ahora, estoy aquí en este maldito baño sin saber cómo comportarme porque ya no sé ni qué es eso de la normalidad.

—Extraño el sexo.

—Uuuuuh, Yulia —la molestan sus amigos. Es tan extraño escucharlos desde aquí.

—Vamos, no porque ustedes lo hagan cada que pueden, quiere decir que todos los demás también lo hacemos —les respondió ella— Ya van más de cuatro meses y, de verdad, extraño estar con alguien. Extraño sentir… cosas.

—Hazlo y ya, como si una chica como tú no pudiera conseguirse a un interesado o interesada.

Gracias Sash. Sí, Yulia puede conseguirse a mil que quieran con ella. Gracias por tirarme esto en la cara.

—No quiero que sea un cualquiera.

—Empieza una relación con alguien — le dice Inna. Muy solidaria— Sal con chicos, con chicas, ten sexo y disfrútalo. Sinceramente, no sé qué estás esperando.

—No lo sé, solo lo extraño.

—Bueno, si tantas ganas tienes dile a Boris —Gran sugerencia del idiota de Kuzma— Es tu ex, tener sexo casual entre exes es bastante común.

—No sé…

—O un amigo o amiga —Vuelve a insistir.

—Uy, sí. Mis únicos amigos ahora son ustedes dos y… mejor cambiemos de tema.

Mi nombre ni siquiera toca sus labios, yo no soy ni parte de sus exes, ni su amiga. Es genial, me convertí en la innombrable y ni siquiera para quitarle las ganas sirvo.

—¡Chicos! —escucho a Oksana de lejos— ¿Han visto a Lena?

—No, ¿la buscaste en los baños? —le responde Yulia.

Y sí, eso es lo que todos esperan de mí, hasta ella.

Que no coma suficiente, que no beba lo que ellos creen que está bien y que luego huya a buscar un baño para compartirle mi cena y sobre todo, eso, que cumpla con hacer todas las cosas importantes.

Realmente este es el peor lugar para terminar la noche. Cumple con todas las expectativas de la gente e, irónicamente, es el único en el que me siento yo misma.

Harta disciplina.
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por Fati20 5/22/2021, 10:48 pm

Que triste que las cosas no mejoran ni un poquito tanto dolor y sufrimiento, es tan estúpido que creyendo q alejándola y aislandolande amigos y amor la van ayudar pero bueno espero subas al menos uno mas quisiera llegar a leer un poco de mejoría entre las chicas, feliz fin de semana, saludos 😚 😚
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/23/2021, 6:02 pm

Buen y feliz domingo!!


Capítulo 36: Sexo
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—Quiero tener sexo.

Eso, ya, lo dije, dicho, listo. ¿Ahora qué?

Gayle, mi terapeuta, me mira como si algo le incomodara o ¿qué sé yo?, como si hubiese nombrado al innombrable o algo.

—Bien, ¿con quién?

—Emm…

¿Y eso qué importa? Bueno, ¿qué le importa a ella con quién?, debería darle lo mismo, aquí la que tiene el problema soy yo, no la persona con quien lo voy a hacer.

—¿Estás saliendo con alguien?

Y ahí está la interrogación que no quería tener si lo hablaba con Nya, por ejemplo. No quiero darle explicaciones, solo que me diga qué tengo que hacer para poder tener sexo y no morirme.

—No.

—¿Entonces? ¿Quién es la afortunada?

Hmm, seguro, super afortunada Yulia. Siento que, en este momento, tendría que tener tanto cuidado conmigo como si fuera hecha de cristal y eso no es justo para ella, no es una fortuna, por eso quiero saber qué debo hacer. Claro, sí le cuento lo que siento ella va a entender y no le estoy diciendo nada.

—Es Yulia, quiero… Yulia, ella.

—Ya veo. Pensé que habían terminado.

Inteligente deducción, Gayle.

Por Dios, ella sabe todo de mi vida he estado en terapia por los últimos cuatro meses y medio, ¿por qué me pregunta esto? Ahora solo quiero que me trague la tierra.

—Bueno, pues… emm…

—¿Están saliendo?

—No.

Mátenme. Sigue con las preguntas y juro que, tal vez, Nya no hubiera hecho tantas.

—Dime por qué quieres tener sexo con Yulia si no están en una relación, o es que…

—¿Necesito darte una razón?

—¿Puedes darme una?

Genial, ahora tenía que justificarle las ganas que tenía de tener un orgasmo… con Yulia.

—Emm… Bueno, yo… emm… ella es linda y… más que linda, es guapa, atractiva, eso… y me gusta.

Ajá, súper elocuente respuesta, digna de un fappeador de trece años que encuentra a su compañera de escuela muy caliente.

—Entonces lo harías por satisfacer una atracción, por saciar un placer físico.

Aj, qué incómodo es todo esto, en serio. Súper incómodo, re-incómodo.

—Mmhm —asentí con mis labios presionados para adentro y ya había leído de esto en «El lenguaje de tu cuerpo”, un libro que te habla sobre los gestos delatadores que los seres humanos usamos inconscientemente. Yo, en este preciso instante no quiero hablar, me resisto y por eso me como los labios.

—Bien, entonces, quiero confirmar que no haya entendido algo mal —Se acomoda, se limpia la garganta y me mira— Quieres tener sexo con Yulia porque le tienes ganas.

Wow, eso se escucha tan mal y superficial y… mal, o sea, si quiero hacerlo y sí, le tengo ganas a mi ex-novia, pero se escucha como si quisiera forzarla o algo y estuviera pidiéndole permiso a mi adulto superior.

—Algo así.

—¿Algo así?

—No… Me refiero a sí, quiero… ya sabes, hacerlo con Yulia, pero no solo porque le tenga ganas.

—Entonces esto es emocional.

Okey, está tratando de confundirme. ¿Qué quiere que le conteste? Sí, para que me diga que no debería o, no, para que me diga que tampoco debería.

—Emm…

—A ver, no estoy tratando de tenderte una trampa —me aclara y deja su libreta a un lado. Esta conversación acaba de volverse demasiado seria y ese no era el punto— Tuviste una relación algo difícil con Yulia, desde que se hicieron amigas en el Café, luego lo del falso bebé, lo de la huida, el reencuentro y lo del Centro, ahora esta nueva amistad que ha sido difícil de llevar para ti y para ella —¿Si ven? Ella sabe de todo lo que me ha pasado, no necesita preguntarme nada.

—Aja… —Es lo único que digo.

—¿Qué sientes por Yulia?

Respiro profundo y ya, me doy por vencida, abrí la caja de Pandora y esto es lo que tenía adentro, una serie de reflexiones y nada de ayuda.

—Es mi ex-novia… y como ya dijiste… me gusta.

—Porque es guapa, ¿no?

—Aja.

—Y porque es especial para ti.

—Sí, eso también.

—¿Qué sientes por ella?

¿Otra vez la misma pregunta? ¿No la acabamos de responder, o bueno, ella por mí?

—No entiendo a qué te refieres.

—Lena… —menciona mi nombre como si no le hubiera sacado cero en el examen— tus sentimientos para con Yulia son más que evidentes. Estás enamorada.

—Yo… —No sabía si debía negarlo o qué, lo que si sabía es que no tomaría una negativa como la verdad— Puede ser.

—Te lo pregunto para ver si tú entiendes las implicaciones que esto tiene y tendrá para las dos.

—Entones crees que no es una buena idea.

Bien, entendido, ahora cambiemos de tema.

—Creo que debes entender las consecuencias de tus deseos antes de embarcarte en ellos. ¿Por qué decidiste contarme sobre lo que querías hacer?

—¿Por qué? —Ella asiente y espera por mi respuesta— Pues porque todavía tengo algunas condiciones que no puedo ignorar y no quisiera que en medio de… —Hago una seña tratando de darme a entender—… vaya a morirme o algo.

—Entonces te preocupa que tu condición te limite y te sobrepases en el acto.

Dios, todo suena tan mal, tan matemático y calculado, cero emoción… y…

… Por supuesto, por esto es que hace mil preguntas sobre qué siento por ella.

—No quisiera iniciar algo que no pueda terminar o… hacerla sentir culpable si algo me pasa.

—Has subido de peso a 102 libras, estamos fuera de la zona de peligro —dice ¿dándome ánimos?— Sin embargo, todavía fluctúas mucho en tu peso.
Y ahí se fueron todas mis esperanzas, genial. Deberé continuar en el banquillo de suplentes y eso es lo que más me preocupa.

Gayle me mira, supongo que lee en mis gestos mi decepción.

—Mira, haremos unos exámenes para saber cómo van tus niveles de todo en general y veremos qué nos dicen —Me informa escribiendo la tremenda cantidad de exámenes que debo hacerme— Quitaremos toda duda de tu condición física.

—Y… ¿si paso los exámenes, puedo tener sexo?

—Hasta que vengan los resultados, haremos unas sesiones en las que nos
enfocaremos en tus emociones.

—Entiendo… pero…

—¿Pero?

—¿Si los paso, puedo tener sexo?

Y ahora me mira con curiosidad y ya veo mil preguntas venir. ¡Aj!

—¿Yulia te está presionando?

—¡¿Qué?! No, para nada. Ella no sabe que yo… —Me detengo porque ahora noto en su expresión algo que reconozco muy bien. Es la cara con la que yo misma traté de convencerme que no debía tener esta charla. Esa que me gritaba que no estoy lista para ese paso aun.

—Entonces, no lo han hablado.

—Pues, en realidad no… —¡Dios, qué difícil se me hace hablar de esto!

—Lena, tú estás esperando que te diga que puedes tener sexo. Pero la persona con la que quieres tenerlo, y a quien amas, no tiene idea de tus intensiones. ¿Has pensado en qué pasaría si te dice que no? El rechazo puede, como antes, llevarte a una recaída.

Sí, lo sé. Lo he pensado tanto, pero quisiera creer que, si va a acostarse con alguien, me escogería a mí en lugar de Boris o Inna.

—Sí, lo he pensado es solo que… hace unas semanas, un mes —me corrijo—, ella me preguntó si podía tocarme y yo le dije que no aun y…

—Empecemos por ahí. ¿Por qué le dijiste que no?

—Hmmm, yo sentía que estaba muy delgada y que… ella se asustaría y se alejaría de mí. No quería que ella… que me vea desnuda.

—Sientes vergüenza de tu cuerpo y en este punto es normal. Tú crees que antes de todo esto eras más atractiva, cuando tú y Yulia se hicieron novias —enuncia lo obvio— ¿Crees que esa es la razón por la que terminaron juntas?

—Sé que, si me ve ahora, no pensará igual de mí.

Gayle vuelve a tomar el cuadernillo y hace unos apuntes. Toma unas notas pasadas y las revisa con cuidado.

—Cuando Yulia y tú fueron novias, tú pesabas 105 libras. Estás casi en ese peso.

—Aun no llego a él.

—Okey, vamos a parar aquí y voy a decirte de frente el problema con la pregunta que me hiciste al principio de la sesión.

Diablos, ¿qué dije? No entendí nada.

—No puedes permitirte enfocarte en el peso. Eso no es un paso para atrás, es un salto de diez metros y empezarás a caminar de espaldas.

¡Oh, no! Maldición…

—La meta no es llegar a 105 libras para que te sientas como la de antes y puedas conquistar a Yulia con un orgasmo.

Auch, eso dolió.

—Tu meta no tiene que ver con el peso o cómo te ves físicamente, va más allá. Es un compromiso con tu salud.

Hmm, okey, me desvié del camino.
Diablos, demonios, ¡maldita sea!

—Lena, tendrás sexo cuando estés lista, tanto física como emocionalmente y, esto último y tu estado de salud, es lo que más me preocupa.

Definitivamente es un no. No puedo tener sexo.

—Deja de pensar que es tu físico lo que a Yulia le gusta o que es lo que la atrajo a ti. Deja de pensar qué es lo más importante, no lo es —me dice con mucha preocupación y seriedad.

Esto es grave, es uno de los pasos en el camino incorrecto. Hacerme consiente de mi necesidad de llegar a un peso fijo, plantearme una meta basada en el peso. Si caigo en esto y continuo, me convertiré en una más de esas chicas de la clínica y… No, no voy a caer.

—Estoy segura de que Yulia o cualquier otra chica que llegue a tu vida, se fijará en ti por tu personalidad, pasará de tu físico. Así que deja de preocuparte por él.

Y ahí está la respuesta a todo.

Yo no puedo tener sexo. Yulia quiere tener sexo. Yulia va a tener sexo, pero no conmigo. Yulia va a enamorarse de alguien y se olvidará de mí.

Y yo, de todas maneras, ya di ese salto de diez metros, porque no me di cuenta cuándo fue que comencé a contar las libras y eso se volvió mi enfoque para ser feliz y reconquistar a Yulia.

Tal vez mis tías tengan razón y sea mejor dejar la escuela, estudiar en casa, concentrarme en recuperarme.

¿Quién sabe?, quizá.
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Mensaje por Fati20 5/23/2021, 8:22 pm

Hay no ahora todo esta peor 😔 no lo ayudan de verdad
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Mensaje por katina4ever 5/23/2021, 8:55 pm

Vaya! Ésto se jodió, cada vez está más alejada y en lugar de apoyo... En fin
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/23/2021, 9:39 pm

Disfruten del siguiente capítulo!


Capítulo 37: Decisiones
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¿Conocen esa sensación de inseguridad que tienes cuando debes tomar una decisión y simplemente no puedes entender cuál de las dos es la mejor alternativa?

¿Te llevas la chaqueta de cuero negra con el cuello corto o la que es más clásica y lo tiene pronunciado hasta el borde inferior?

O tal vez cuando estás por contestar la pregunta de un examen y no sabes si usar una formula u otra para llegar al resultado.

¿Qué tal cuando tus padres te preguntan si quieres un auto nuevo o un viaje? Nah, mis padres no lo harían, pero si lo hicieran, ¿qué elegiría? ¿Un mes lleno de memorias o un pedazo de metal con el que pueda crearlas por mucho más tiempo?

Una de esas preguntas es: ¿qué hacer con Lena?

¿Estaba Boris en lo correcto cuando me confrontó y me dijo que estaba siendo egoísta con ella y debía dejarla recuperarse antes de volver a buscarla? ¿O estaba yo haciéndole más daño manteniéndome lejos?

Apenas ayer pensaba, antes de dormir, ¿cómo pasaron cinco semanas desde nuestra salida en Halloween a esto? A no hablarnos, a ignorarnos por completo.

Fue mi culpa.

Estaba molesta y me sentía traicionada por su falta de confianza, después de que le había demostrado que estaba con ella y que la apoyaría en lo que necesitara de mí.

Mi enojo era tal que, toda esa semana antes de la fiesta, ni siquiera le hablé.

Yo no diría que soy una persona iracunda. No me veo así, aunque mis padres podrían decir lo contrario. Siempre se andan quejando de mis enojos, dicen que llegan de la nada, que suelen durar demasiado para lo que en realidad pasó, que son berrinches que ya no debería tener a mi edad.
Puede que tengan razón, más que nada, con ella.

El problema, no fue mi decepción por el error que Lena cometió al no creerme, eso era algo perdonable. Fue que yo no pude pasar la página lo suficientemente rápido como para arreglar las cosas a tiempo.

El día de la fiesta llegó. Inna me tenía harta con su insistencia. Yo no tenía ganas de ver a Sash, lo detestaba, no quería pasar con él, mucho menos un viernes por la noche. Mi amiga, como último esfuerzo, me confesó que había hablado con Lena y la había invitado a la fiesta asegurándole que yo iría. Eso no significaba que ella lo hiciera, pero abrió la posibilidad.

Segundo error. El primero fue no hablar de frente desde un inicio.

—Está bien, iré —le dije—, pero ustedes tendrán que llevarme porque yo no quiero preocuparme por si me dan ganas de pegarme un trago.

Error número tres.

Mi única razón para ir era verla, corregir el error número uno y no sé, ¿quizá regresar a nuestra relación? Pero terminé tan intoxicada que no recuerdo como me sacaron de allí.

Esa tarde estaba tan nerviosa. Quería lucir agradable para nuestro encuentro y me vestí con ese buzo que a ella tanto le gustaba —me lo había dicho en repetidas ocasiones— usé la fragancia que sabía que la hacía sonreír y ese dije de una luna menguante que se ve tan bien sobre mi pecho. Me vi en el espejo mil veces, dudando si el color de labial que había elegido era el mejor, si ir o no con chaqueta, si ponerme las botas negras o las rojas; hasta preparé algunas frases para romper el silencio al vernos.

«Te ves hermosa, como siempre”. «¿Me regalas un baile? Uno nada más, una canción suave, Katina. No te enloquezcas”. «Te extraño”. «¿Qué dirías si te pido que regreses conmigo?” «Intentémoslo, ¿qué podemos perder”.

En mi mente todas las respuestas eran las correctas. Quería tanto volverlo a intentar que, cuando vino el momento de afrontar la realidad, caí desde tan alto, que me hice mil pedazos.

Toda esa rabia que tenía por lo que sucedió antes, escaló y mientras la esperaba, parada en la puerta de esa casa, bebí… como idiota.

El despecho y el alcohol son los peores amigos.

No recuerdo haber entrado en mi casa, no tengo memoria de haber visto a Lena o abrazarla. Abrí mis ojos con los gritos de mi hermano y la encontré ahí, acurrucada a mi cuerpo. Mi brazo estaba amortiguado por la falta de flujo de sangre, lo sacudí y la miré extrañada porque no entendía si habíamos regresado juntas o habíamos hablado, no tenía idea de nada.


Viktor volvió a gritar y salí corriendo en su búsqueda, después vino el sermón de mi madre, sus reclamos que tenían toda la justificación, pero que yo creía innecesarios en frente de Lena y, al regresar a mi habitación, ya estaba más molesta que hace unos días.

Le pregunté qué hacía ahí y ella me respondió que había ido a verme esa noche para hablar.

¡Pero yo no quería hablar! Mi mamá me había mandado al diablo, hace nada, por llegar borracha a casa después de que fui a una fiesta a encontrarme con ella y ella nunca llegó.

La mandé a volar.

Error número cuatro, porque ese enojo me duró no menos de dos semanas y lo sé, lo sé, mis papás tenían razón con respecto a mis berrinches, son infantiles.

Yo nunca le quité mi atención. De lejos, pero estaba ahí.

Sus días se volvieron muy estructurados, llegaba, hacía lo que tenía que hacer, se reportaba con su tía: «sí, ya llegué”, «sí, ya comí”, «sí, entregué el trabajo”, «sí, saliendo de aquí voy directo a casa”.

A ella la habían castigado peor que a mí. Según lo que Daryna me contó una tarde —y algo que tenía a Nya bastante contenta y a mí me sorprendió por demás—, en apenas dos semanas, Lena había logrado ajustar sus notas haciendo trabajos extra y parecía que, ese orden que había sido impuesto por su familia y su terapeuta, comenzaba a dar buenos resultados.

¡Dos semanas!

Era una locura, dos semanas es tan corto tiempo para asegurar que ella estaba mejor y me pregunté: ¿estoy siendo egoísta al querer volver a su vida?, si todo parece comenzar a caminar en el sentido correcto, ¿está mejor conmigo o sin mí?

Decidí dejar pasar un poco más de tiempo. No fue fácil ignorarla por completo cuando lo único que yo quería era decirle un hola. La veía siempre con los libros en la cara, con un bolígrafo en la mano haciendo alguna tarea, o luchando con sus demonios a escondidas en la hora del lunch.

Lo peor de todo es que yo no sabía si, acercarme para intentar sacarle una sonrisa, le haría más daño.

"Un par de semanas más", fue mi conclusión. Si iba en buen camino, lo sabría y la dejaría seguir. Yo quería recuperar nuestra relación, pero no a su costo, podía esperar.

Noticias de su mejoría, llegaron a mis oídos por medio de los chicos del café. Según Daryna y Nat —quienes habían hablado con ella al respecto— la terapia avanzaba,
estaba preparándose para entablar un nuevo encuentro con sus padres, había subido de peso significativamente, sus calificaciones y participación en clase habían regresado a ser las de antes, todo iba viento en popa. Ya era un mes y en boca de sus allegados, mi ex-novia estaba cada vez mejor. Era un hecho, no me necesitaba a mí estorbándole.

Yo, en cambio, tuve que aplicarme bajo la amenaza de que, o me concentraba en la escuela nuevamente, o me quitarían el auto y mis privilegios. Lo que quería decir que no podría salir ni a la esquina si no era con ellos.

A ciegas y sin incluir detalles —si poníamos las cosas en una balanza—, tanto Lena como yo, producíamos más… apartadas.

Pero ahí estaba el problema, yo no me sentía bien así y, por lo que pasó hoy, ella tampoco.

Yo esperaba que sea un día como cualquier otro. Llegar a la escuela, ignorar a Lena y pasar con mis amigos, pero no lo fue.

Llegué atrasada y no encontré estacionamiento en mi lugar favorito. Tuve que conformarme con un puesto en el otro extremo, lejos de la entrada principal.

Por más que corrí hasta el aula, ya tenía minutos de retraso y mi maestro me disparó rayos láser al entrar.

Traté de disculparme contándole mi problema, pero era Troy, el ogro de ciencias, le importó un comino y me dijo que tenía que hacer un trabajo extra para compensar la «perturbación” que causé en su clase. Ya qué más daba, lo haría, prefería eso a detención el sábado con el vice-rector.

Busqué un lugar. Irónicamente había uno al lado de Lena, pero eso significaba que debíamos hablar, saludarnos, no sé, comportarnos como gente. Vi otro puesto en la fila de enfrente y pasé de largo. Regresé mi vista a la ventana y, de reojo, la vi colocar su maleta en el asiento vacío, me arrepentí.

Estaba a punto de roncar por lo aburrida que estaba esta clase. Lo juro, Troy puede hacer que Kill Bill parezca Los Cuatro Fantásticos, por suerte sonó el timbre. Quería que me diera rápido el trabajo y poder irme de esa pesada clase, pero me pidió que lo esperara, quería hablar antes con otra de sus alumnas.

—Lena, me contó el consejero estudiantil que piensas abandonar la escuela.

Escuchar esta noticia, tan de repente, me heló la sangre. No regresé a verla, tan solo puse una extrema atención a su conversación.

—Sí, es lo más seguro.

—Entiendo —le dijo él con genuina pena— Espero que recapacites, el último año de secundaria siempre es el mejor. No tanto por las materias, piensa en tus amigos, son buenos recuerdos —Continuó, tratando de convencerla, lo que a mí me puso muy incómoda. Por lo que yo sabía, ella ya no frecuentaba a ninguno de nuestros antiguos amigos y, gracias a mi tajante decisión de mantenerme al margen, tampoco se veía conmigo.

"Bien, Yulia. Esa es la forma de ser una buena amiga, ignorándola y ahora no tiene ni una razón para quedarse", pensé mordiéndome la lengua.

—Sea como sea, Lena. Quiero que sepas que me alegró mucho ver que recuperaste tus calificaciones y tu concentración en la materia. Siempre fuiste una buena alumna y te voy a extrañar —le dijo dándole una sonrisa y estrechó su mano— Cualquier cosa que necesites, tienes mi número, me encantaría ayudarte con una carta de recomendación a la universidad si la necesitas.
—Gracias, maestro Troy. Lo aprecio de verdad.

Mi ex estrechó su mano y salió apurada.

Después de recibir mi castigo, decidí faltar a mi siguiente clase. Necesitaba saber qué pasaba y me senté afuera de la oficina de consejería académica, esperando que el asesor regrese de su reunión con la directora para preguntarle qué sabía.

Para mí todo era muy confuso. ¿Por qué dejaría Lena la escuela? ¿Se estaría mudando de casa? No tenía sentido, al ser una escuela privada no necesitaba vivir en el mismo distrito para estudiar en nuestro colegio, es más, así se mudara al otro extremo de Los Ángeles, podía seguir asistiendo, a menos que se fuera a mudar a otra ciudad. ¿Pero era eso o qué?

—¿Por qué no estás en clases, Yulia? De lo que sé, tienes cálculo ahora —me preguntó nuestro consejero al verme.

—Tenía que hablar contigo, es por Lena.

—¿Qué con Lena? —siguió, dejándome pasar a su oficina.

—¿Cómo qué? ¿Por qué va a cambiar de escuela?

—Yulia, tu sabes muy bien que lo que está en el expediente de cada estudiante es privado y yo no puedo decirte qué es lo que pasa o por qué.

—Pero algo le pasa.

—Lena es tu compañera, puedes ir a preguntarle tú misma —me sugirió sin decirme absolutamente nada útil.

—Si vine a ti, es porque no puedo. ¡Solo dime!

—Lo siento, no puedo.

—¡Aj, ayúdame en esta, ¿sí?!

—De verdad lo lamento, Yulia. Pero si no tienes algo que te concierna a ti exclusivamente, voy a tener que pedirte que vayas a tu clase de cálculo.

Bufando, antes de dar un pequeño portazo, salí por el corredor y fui a la biblioteca. No tenía sentido llegar tan tarde a mi otra clase. Igual no es como si tuviéramos un examen o algo.

No había nadie a primera vista, lo que quería decir que Lena debía estar en su clase de literatura. Me senté y saqué mi teléfono para evitarle un mensaje a Oksana. Tal vez ella sabía algo, era una posibilidad muy remota, pero no perdía nada preguntando, ¿no?

No me contestó.

Dejé mi bolsa sobre la mesa y me senté de mala gana, no dejaba de hacerme miles de preguntas para las que no tenía respuesta. Había sido una tonta al creer que la situación era simple.

Me puse a ojear una revista de mecánica que alguien había olvidado en una de las mesas.

—¿Quién diablos lee esto? —me dije cerrando la tapa con indignación al ver de qué trataba y la empujé lejos de mí.

Cayó con un poco de ruido al piso y escuché un suspiro de susto. Alguien se escondía en uno de los pasillos.

Me levanté y despacio comencé a recorrer las hilas de libros.

Lena estaba allí, sentada en uno de los corredores entre las repisas. No lucía bien, trataba de leer, pero era evidente que tenía la mente en algo más, a menos que las páginas de ese libro estuvieran hechas de cebolla recién cortada y eso explicara las lágrimas que se limpiaba de sus mejillas.

Lloraba en silencio, escondida de todos.

—Yo también leí ese libro —le dije sorprendiéndola y me fui acercando de a poco hasta sentarme a su lado—… lo hice para martirizarme, es horrible.

Ella se limpió la cara lo más rápido que pudo y pretendió que no me había escuchado.

—Papá me dijo que para que se hiciera más ameno debía imaginar que la historia se desarrollaba en la actualidad y los diálogos tenían esa prosa antigua, como en la película de Romeo y Julieta con Leonardo Di Caprio.

Sonrió. Pero continuó así, con la vista en las páginas y sin hablar.

—Me costó un mundo terminarlo y ya casi ni me acuerdo de qué va.

—Guerra, amor prohibido, cosas que no entiendo… —Finalmente lo cerró y lo puso a un lado. Todavía sin verme.

—Pensé que tenías clases —resalté.

—Tú también.

—Sí, pues…, no quería otra tarea más por llegar tarde. Como sea, preferí venir aquí.

Asintió, acordando conmigo, había hecho lo mismo.

—Mis tías creen que es lo mejor… —me dijo sin esperar a que le pregunte—, que si dejo la escuela puedo sacar mi título equivalente estudiando desde casa y enfocándome más en mi tratamiento.

—Pensaba que todo iba… bien —le dije dejándole saber que había preguntado por ella—, Daryna me contó que… Solo cosas buenas.

—Sí, pero… parece que nada es suficiente —se quejó—, no he hecho el «esfuerzo de reintegrarme en mi vida normal”.

—Claro, entiendo. ¿Y lo más «normal” es que salgas de la escuela?

Echó su cabeza para atrás, arrimándose a la pared. Parecía cansada y confundida, insegura. ¿De dónde sacaban la idea de que Lena mejoraba? Estaba notablemente triste, decaída. Nada de eso era bueno.

Una alarma comenzó a pitar, tomó su teléfono celular de su maleta y la apagó. Se tomó la frente y ocultó sus ojos con su mano apoyando su codo en su rodilla.

Sus dedos iban y venían con dureza sobre su piel, debatía internamente y respiró muy fuerte, exhalando aún con más rigor.

—Tengo que comer —susurró con una voz quebrada y su quijada temblorosa—… No quiero comer… no quiero…

Comenzó a llorar a mi lado, sin poder controlarse, solo lloró por unos minutos. Yo no sabía si abrazarla, si tocarla siquiera, si decirle algo, porque… no tenía idea de qué decir y ella había aclarado que no quería que la tocara, no aun, aunque eso había sido hace semanas.

Se calmó sola y, abatida, se secó las lágrimas con la manga de su saco. Con dificultad sacó una bolsa de galletas junto con un jugo de frutas y las puso en el suelo contemplándolas.

Sus dedos presionaban las palmas de sus manos haciendo un puño, trataba de calmar la ansiedad que le provocaba lo que debía hacer. Respiró fuerte otra vez y me dijo:

—No necesitas quedarte, estaré bien.

Si eso era estar bien, estaba muy mal. En esa salida de Halloween ella había comido, seguramente con mucha dificultad interna, pero no tanto como esta vez. Se había acabado los nachos en la sala de cine sin problemas y presiones. ¡No estaba bien!

—No voy a ningún lado —le dije abriendo la funda de galletas por ella.

Lo sé, quién sabe si esa acción era correcta o no, pero fue un instinto. Lo hice y punto.

Se la acerqué y luego tomé el popote del jugo para introducirlo en el envase y lo tuve en mi mano hasta que ella estiró su mano y se lo entregué.

—Gracias —me dijo con un suspiro—, es la parte más difícil.

Recordé que me había dicho esa noche que me confesó tantas cosas que una forma para hacer la comida más pasajera era distraerse con algo, una conversación por ejemplo, así que comencé a hablar.

—Viktor va a jugar su primer partido oficial con la selección de la primaria este sábado —Le conté y ella pareció entender lo que hacía, sin mucha más protesta siguió comiendo— ¿Sabías que el muy bobo dio las pruebas para ser portero? Y además es bueno, pero con su brazo roto, solo espero no verlo con un yeso otra vez.

Rió.

¡Dios, cuánto extrañaba esa sonrisa, su voz… todo!

Seguí hablando de mi hermano como si fuera lo más interesante del mundo y pronto nos dimos cuenta de que había terminado esa tarea tan ardua. No menos de dos minutos después sonó su teléfono. Nya la llamaba para asegurarse de que había terminado su refrigerio.

—Sí, ya comí —Le dio la misma respuesta robotizada de siempre, la que había escuchado tantas veces cuando la espiaba en la terraza a la hora del almuerzo— Lo sé… sí, yo también.

Colgó la llamada y guardó su libro en la mochila, tomando la bolsa vacía y el empaque del jugo en sus manos para botarlas en la basura al salir. Nos pusimos de pie y dimos unos pasos cuando me preguntó:

—¿Así que ya me hablas?

—Quería hacerlo desde antes, pero todos me decían que estabas tan bien que yo… no quise… —largué un suspiro que tenía atorado por lo idiota que me sentía y me disculpé— Lo siento, Lena. Debí saber que… Nada, debí ser menos imbécil, de verdad lo siento.

—Yo también lo siento —me respondió y continuamos caminando a la salida— Debí confiar en ti e ir a esa fiesta. Me hubieran castigado igual y no habríamos perdido el contacto.

—Nada de eso importa ya… ¿verdad?

Ella sonrió acercándose, apoyó su mano en mi hombro y se inclinó hasta mi mejilla.
Sus labios se sentían fríos, su piel en general. Fue un corto y muy suave toque que lo cambió todo.

—No, ya no importa.

—¿Hablamos más tarde entonces?

—¿Me acompañas a almorzar en la terraza? O… tal vez quedaste de ver con tus amigos…

—¡No, no! Estaré ahí —le aseguré y cada una tomó su camino a la siguiente hora de clase.

Lo gracioso de tomar una decisión con la que debates entre el sí y el no, es que, cuando la respuesta es incorrecta, siempre te persigue la culpa. Debí elegir la chaqueta con cuello corto, debí usar el binomio cuadrado perfecto en el examen, debí irme de viaje… debí hablar con Lena.

Cuando tomas la correcta, te ganas el alivio, ese beso en la mejilla, un cruce de miradas, un almuerzo agradable y unas manos entrelazadas.

Lena y yo somos novias otra vez, porque yo no quiero seguir esperando a que las cosas regresen a ser como antes, a que la vida vuelva a enderezarse. No quiero perderla en el camino y ella tampoco quiere estar del otro lado.

Estamos juntas y espero que la gente lo acepte cuando decidamos contárselo, porque, a pesar de lo que ellos creen, solo nosotras podemos saber cómo nos sentimos y si de verdad nos estamos haciendo daño.

Solo hicimos una promesa: no correr. Iremos lento pero seguro, como la tortuga y, por el momento, no le diremos nada a nadie. No necesitamos que nos impongan una voluntad ajena que solo construye una casa de naipes que se destruirá con un soplido.

En todo caso, estoy feliz, ella también por la infinidad de smilies que acaba de enviarme por mensaje de texto. Todavía no podemos hablar por teléfono, sería demasiado evidente, la vigilan como si estuviera en libertad condicional. Aunque, esto, es suficiente. Por lo menos es algo.

—Yulia, baja a comer por favor —Mamá me grita desde la cocina— Y trae tu celular que hasta el viernes sigue confiscado por las noches —Me recuerda que mi castigo está por terminar.

Me despido de mi novia y bajo, se siente tan bien decirle mi novia a Lena otra vez.

Tan, pero tan bien.
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Mensaje por Fati20 5/23/2021, 10:48 pm

Que alegría por fin un capitulo con cosas buenas y por fin se decidieron a no hacer caso y estar juntas se necesitan y eso les hará bien a ambas, su amor las sanara, muero por leer el próximo 😍😍😍
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/29/2021, 9:00 pm

Feliz sábado a todas... He vuelto otro finde más para llevarles unos capítulos y así anunciarles que la historia está próxima a terminar.

Si!!! Lo sé, pero todo lo bueno tiene también un final, sino, se convierte en algo fastidioso

Embarassed Embarassed Embarassed

Gracias por leer!!!



Capítulo 38: El secreto
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Viernes, el castigo se había terminado para Yulia y venía el fin de semana. Lamentablemente no podría pasarlo con Lena, ella prácticamente vivía encerrada en su casa o en el Café…

"… Eso el Café".

Se levantó de la posición horizontal en la que había permanecido desde hace un par de horas pensando en como lograr ver a su novia durante el fin de semana, fue directo al armario a buscar un atuendo para salir en la noche y se vistió.

—¿A dónde vas? ¿No estabas castigada? —preguntó su hermano pequeño al verla alistándose.

—Mi castigo terminaba a medio día e iré a verme con… Daryna.

—¿Y mamá lo sabe?

Importante detalle, no, no lo sabía, pero con un mensaje se enteraría, mientras tanto, seguía eligiendo qué chaqueta llevar puesta y que botas le quedaban mejor, todavía tenía unos minutos para salir de casa antes de que llegara su madre y le dijera que no quería que fuera a ningún lugar.

«Lista para la noche de películas”, recibió un mensaje de su amiga Inna que iba en camino junto con su novio, Sash. Los tres tenían planes desde hace más de dos semanas, eso sería lo primero que haría el día que recobrara la libertad, claro que cuando decidieron hacer una maratón de películas de los ochentas, ella todavía no regresaba con Lena y eso lo cambiaba todo.

—Diablos, olvidé lo de esta noche.

«¿Podemos mejor salir de casa? Hoy termina mi castigo y la verdad no quiero pasarla aquí encerrada”.

En lo que enviaba el mensaje escuchó la puerta principal abrirse y los pasos inconfundibles de Larissa, había salido con anticipación de la oficina y llegó justo para encontrarse con su hija en la escalera.

"Maldición, maldición, maldición", se dijo a si misma mientras inventaba algo que decirle para poder salir.

—Hola, mamá.

—Hola, cariño… —La mujer se detuvo a contemplar a su hija, iba muy linda y bien arreglada, algo que era típico en ella si pretendía dejar la casa, es más, ese labial lo usaba únicamente en sus citas— ¿A dónde crees que vas?

—Emm… Inna y Sash acaban de mensajearme para que salgamos a tomar un café, querían ir al Magic Box.

—Hoy hay concierto, ¿no?

—Noche de micrófono abierto en realidad… según me contó Daryna.

Larissa recibió a su pequeño que entró de repente a la sala y saltó a sus brazos. Aun abrazada de él se enderezó y volvió la atención a su hija mayor.

—¿Y a qué hora piensas regresar?

—A eso de la media noche, una de la mañana, no más.

—Mhmm… —Larissa hizo un sonido gutural un tanto incrédulo y dándole unas palmadas en el trasero a Viktor lo mandó a alistar su maleta.

—Tengo que viajar hoy noche a Marfino y, tú y tu hermano, deben ir a pasar el fin de semana en la casa de tu papá…

—Aj, mamá, ¿es enserio? Ya tengo diecisiete años, no necesito a Agatha de niñera y puedo quedarme aquí, sola.

—¿Quieres dejarme terminar de hablar antes de que te quejes por todo?

Yulia rodó los ojos y volteó la cara mirando al techo cruzada de brazos.

—Tu papá me comentó que Agatha se siente un poco indispuesta de salud, así que prefiero que, si vas a salir, vuelvas y te quedes el fin de semana aquí.

—Bueno, si eso es lo que tú quieres… okey —Su hija no se demoró en contestar. Le estaban entregando oportunidades en una bandeja de plata.

—Ajá, tú tan complaciente, sobre todo, Yulia —Su mamá le contestó y se puso muy seria para la siguiente advertencia—: quiero que estés muy consciente de que has pasado castigada un mes por una estupidez que espero que no se te ocurra repetir este fin de semana.

—Mamá…

—Falta menos de un año para que cumplas los dieciocho, pero para beber, te faltan tres años más.

—Lo sé…

—Tú sabes que ni tu papá ni yo te hemos puesto limites o nos preocupa que tomes un trago en una fiesta, pero otra cosa es llegar completamente borracho a casa.

—Entendido…

—Yulia, hablo en serio. No quiero que vuelvas así a casa nuevamente o que se te ocurra tener una fiesta aquí o las mil cosas que estás pensando hacer sin supervisión.

—Mamá, relájate ¿quieres? Solo saldré a tomar un café y no haré nada más —Le aseguró su hija sonriendo internamente. Se le ocurrían mil cosas que hacer, sí, todas con Lena. Podrían inventar algo para que Nya le dé permiso de salir de su casa y voilà tendrían un lugar para ellas solas.

—Está bien, confío en ti…

La chica tenía ganas de ir ya con Lena e idear algo, se moría por contarle las noticias, pero sus amigos todavía no llegaban y su mamá tenía un par de preguntas más que hacerle.

—Así que van al Café… —mencionó su mamá con sospechas— ¿Vas a verte con Lena hoy?

—Emm, pues… no creo que trabaje hasta tan tarde, pero no lo sé… quizá.

—¿Y cómo te sientes al respecto?

—Aj, ¿vas a hacerme mil preguntas? ¿Qué, eres psicóloga ahora?

—Yulia, ¿cuándo será que dejarás de protestar tanto y empiezas a tener conversaciones como una persona adulta?

—Mamá, no quiero un sermón.

—Ya, ya, no quiero discutir. Si ves a Lena mándale un beso de mi parte.

—Gracias, mamá —Yulia le dio una rápida sonrisa y salió apurada para esperar a los chicos en la vereda.

—A un café… ajá, mi pobre hija cree que yo nací ayer —se decía a si misma la mujer mientras subía las escaleras para ayudar a su hijo a hacer su maleta con ropa para ambos días— Solo espero que las cosas vayan bien con Lena.

La noche iniciaba bien y todo prometía para un excelente fin de semana, claro, necesitaba primero idear algo para sacar a Lena de su casa, lo que sería difícil dado que la pecosa seguía castigada todavía. La suspensión de sus privilegios duraría hasta el final del semestre y únicamente si lograba aplicarse y seguir las instrucciones de la terapeuta. Bueno, algo pensarían juntas, ahora el problema era poder hablar a solas entre tanta gente.

Los tres chicos entraron por la puerta principal y sin demora los empleados del local y ex-compañeros de trabajo la saludaron de lejos.

—Miss Popularidad, ¿nos invitas un café? A ti te salen gratis, además nos cambiaste el plan entero —propuso Sash dándole un vistazo a la cartelera con los diferentes tipos de bebidas.

—No seas tacaño, y no, no te invito nada. Voy a saludar a los chicos —respondió ella excusándose—, ya regreso, guárdenme un asiento.

Se escurrió por entre la gente que se iba acumulando en el lugar y llegó hasta el mostrador intentando pasar a la sala de empleados hasta que un chico, evidentemente nuevo, la detuvo cuando quiso abrir la puerta del mesón.

—Esa es un área privada.

Yulia lo miró con curiosidad y leyó la etiqueta con su nombre «Bastian”. parecía un niño en comparación a sus amigos, delgado, bajo, narizón y respingado y el uniforme le quedaba enorme.

—Tranquilo Pinocho, soy parte del personal.

—Lo siento, pero no te puedo dejar pasar.

Algunas cosas se le ocurrieron, entre ellas darle un soplido para quitarlo del camino; otra era decir que era la novia de la sobrina de la dueña, pero eso todavía era un secreto, así que caminó unos pasos hasta la caja y saludó a Nadya.

—¡Yulia! —La chica la saludó de regreso— Déjala pasar, Pinocho.

Ella rió al ver que sus compañeros habían llegado al mismo apodo y, alzando sus cejas triunfante, pasó del chico, entrando hasta el salón de empleados donde se encontró con su pelirroja novia acompañada de Andrei y Nat.

—¡Hey, Gasparín! —exclamaron sus amigos.

—Hola —le dijo Lena discretamente y le regaló una tierna sonrisa.

—Bueno, nosotros… emm… —dijo el chico.

—Tenemos que… rellenar los azucareros… afuera… —Terminó su amiga y las dejaron allí codeándose en su camino al área frontal.

—Seguro que todos se traen una apuesta de cuánto tiempo nos tomará volver —rió Lena al verlos huir.

—No lo dudo, de seguro ganará Daryna.

—Me imagino que sí.

Un cortó silencio y una miradas cómplices las acompañaron por unos segundos. Todavía era muy extraño estar juntas en un sitio tan concurrido. Lena se limpió la garganta y presionando sus labios hacia adentro miró de lado a lado y tomó a Yulia por la muñeca, jalándola suavemente al baño.

Una vez que se fijaron que no había nadie en cada una de las cabinas, la pelirroja se acercó a la puerta y la cerró con seguro.

—Okey, así está mejor.

—Sí, mucho mejor —acordó Lena y se acercó dos pasos hasta quedar a cortos centímetros de su novia.

—No tienes idea de cuanto te extraño —le susurró Yulia, acercando apenas sus labios, dándole un corto beso, tomando sus manos en el proceso y entrelazándolas con tanto anhelo como si se tratara del abrazo que deseaba tanto.

Las muestras físicas de cariño avanzaban lentamente. Hace apenas dos días que habían retomado su relación y lo habían hecho únicamente con ese gesto, con sus manos entrelazándolas, paseando sus pulgares por la piel de la otra y nada más que sus labios juntándose en un beso, y ya, eso había sido todo.

Al día siguiente Yulia intentó acariciar sus mejillas mientras se escondían unos minutos en el armario del conserje, lo hizo cuando se besaban, colándolas por sus cabellos hasta su nuca y de regreso a su rostro, pasando, casi imperceptiblemente, por su cuello.

Lena, en cambio tenía más contacto, siempre que se escabullían para verse, reposaba sus manos sobre la cadera de su contraparte, presionando de cuando en cuando, sobre todo cuando sentía ansiedad por cuán lejos llegaba sus avances.

Ella intentaba no bloquear ninguno de los movimientos de la otra chica, a pesar de que cada uno le provocaba un gran temor. ¿Cuándo querrá bajar a su espalda, ir por su estómago, cuando sentirá su delgadez? ¿Cuándo tendrá la curiosidad de explorar la longitud de sus brazos o sus piernas?

Yulia iba con cuidado, dejando que sea su novia quien decida cada paso, cada roce, cada centímetro que le permitía tocar.

Dando una vuelta la llevó de espaldas hasta el mueble del lavamanos y, soltando el agarre de sus manos, se apoyó para subirse en él. Yulia se acercó y permaneció de pie, acomodándose entre sus piernas. Sus manos reposando a los lados de sobre el mesón.

En un giro repentino de eventos Lena volvió a tomar de sus manos y las llevó lentamente hasta el inicio de sus muslos, justo donde terminaba su cola. Yulia se alzó de cejas sorprendida por dicho acto, no esperaba que su novia quisiera un acercamiento tan directo, no todavía.

En silencio, mirándola tiernamente a los ojos, acercó su frente para reposarla junto con la de la pecosa. Ambas con cuidado de lo que sucedía, muy conscientes de cada movimiento.

Yulia inició un suave desplazamiento, sus dedos haciendo círculos en el mismo sitio en el que fueron depositados. Lena se abrazó por encima de sus hombros, acariciando la parte trasera de su cuello de la misma manera, en pequeños círculos que encendían las hormonas de ambas al máximo. Pronto Yulia fue navegando unos centímetros más, siguiendo las costuras de la agradable tela de ese jean que tenía puesto, hasta casi la mitad de sus muslos, deteniéndose de tanto en tanto siguiendo las instrucciones que su novia le daba con la mirada. Bajó por sus muslos en un ritmo continuo que le tomó unos minutos y, mucho antes de llegar a la rodilla, se detuvo y preguntó:

—¿Estás bien?

—Mmhmm —le contestó Lena, acercándose para darle un beso sentido, de verdad parecía que todo avanzaba en el área del contacto físico. Yulia decidió mantenerse un tiempo en esa posición, simplemente acariciándola.

—¿Y ahora? —Insistió unos instantes después, bajando sus dedos un par de líneas más, precipitando la respiración de su novia. Era suficiente por ahora. Hasta ahí llegaría el avance. Retrocedió sus manos hasta un lugar que se sentía más cómodo y continuó el beso. De verdad no tenía apuro y con eso había sido suficiente, estaba muy feliz de llegar tan lejos.

—Y… —Inició la importante conversación que tenía pensada al entrar con ella a ese lugar, la cual se perdió en medio de otras actividades más relevantes en el momento— Voy a pasar el fin de semana sola en casa de mi mamá. ¿Crees que habrá la posibilidad de inventarle a Nya algo para que pases un rato conmigo?

—No lo sé, sigo castigada —contestó la pelirroja con un poco de pena— ¿En serio vas a estar sola dos días? —preguntó de forma retórica— Te envidio tanto.

—Mamá no quiere que moleste a Agatha. Dios, papá sí que se consiguió a la peor esposa en el mundo.

—¿Por qué, qué pasó?

—No lo sé, dice que está indispuesta, enferma o algo.

—Emm… no creo que ella pueda evitar enfermarse, eres muy dura con ella.

—Sí, sí, ya sé que te cayó muy bien cuando la conociste. Igual, a mí no me agrada.

—Bueno, entonces ¿por eso pasarás a solas? ¿Y tú mamá?

—Viaje de negocios. Sería genial poder pasar unos días juntas, solas, sin presiones.

—Sí, lo sé. Estoy harta de que me vigilen como si hubiese asesinado al presidente o algo.

—Entonces no hay forma de que te escapes.

—Por escaparme es que estoy castigada, así que creo que no.

De repente se escuchó un golpe en la puerta del baño y, asustadas, regresaron a ver. Daryna había entrado con su copia de la llave, tenía una cara de mayor sorpresa que ambas juntas y cerró la puerta detrás de ella, nuevamente con seguro.

—¿Alguien me explica esto?

—¡Diablos! —susurró Yulia, ayudando a Lena a bajar del mueble.

—Emm… nada, Yulia tenía un… algo…, estaba ayudándola a quitárselo.

—Ajá, un perejil en los dientes —dijo la incrédula chica, que notó de primera el acercamiento que sus amigas tenían la una con la otra— Yulia, tus amigos te están buscando como locos. Quieren saber si vas a acompañarlos o ellos mejor se van al cine.

—¡Aj, idiotas, les dije que me esperen!

—Eso fue hace como veinte minutos —le contestó su amiga, aun esperando una respuesta a su pregunta previa—… ¿y bueno?

—Pues… okey, no puedes decírselo a nadie, Daryna…

—Entonces sí, ¿volvieron?

La pareja regresó a verse y negaron con gracia al escucharla.

—Sí, volvimos. ¡Pero es secreto, Daryna, ni una palabra!

—Claro, no se preocupen. ¡Sí!

—¿Apostaron?… ¿Cuánto? —preguntó Lena, vencida. Era obvio, sus amigos siempre apuestan algo.

—Cincuenta rublos que ya gané.

—Vaya, por lo menos es algo sustancial —dijo Yulia admirando el interés de sus ex-compañeros.

—Ve a ver a Inna y Sash que de verdad estaban por irse y dijeron que no tienes quién te lleve a casa.

—Sí, tienes razón, voy, pero antes… ¿puedes voltearte? Quiero besar a mi novia, tal vez no pueda volver a hacerlo hasta el lunes.

Dicho esto, Daryna se viró y cerró los ojos escuchando un par de «te amo” casi inaudibles y los sonidos de sus labios juntarse y separarse un par de veces.

—Te mensajeo en un rato a ver si algo se nos ocurre —le dijo a su novia mientras se alejaba y se dirigió a Daryna— Ni una palabra o te juro que te mato.

—Lo sé, lo sé, vete ya.

Yulia dejó el lugar y se encontró son sus amigos en la puerta del Café, a punto de dejarla allí, varada.

—¿No podían esperar un rato?

—¿Te encontraste con… Lena?

—¡¿Qué?! No, para nada, fui a saludar a los chicos —fingió demencia y cuando su amiga giró la media vuelta con una actitud de enojo, salió caminando tras ella— ¡Inna, vamos! —le suplicó que se detuviera.

—¡No, Yulia, maldita sea! ¿Me crees estúpida, no?

—¡¿Qué?! No yo…

—Eres mi mejor amiga, la mejor y sí, sé que durante todo este tiempo que no has estado con ella la seguías vigilando de lejos, hasta el miércoles que desapareciste por dos clases y al medio día y después de clases… y el jueves que pasaste metida en el armario del conserje medio día y la tarde, otra vez y hoy también, lo mismo.

—Inna…

—Entiendo, ¿sabes? La amas —continuó la chica todavía bastante molesta— Sabía que aunque te dispusieras a olvidarla eso no sucedería y por eso hablé con ella para que…

—¿Qué hiciste qué? ¿Cuándo hablaste con Lena?

Eso era algo que no le había contado. Después de la fiesta, se le había acercado a su entonces ex para advertirle que ya no la apoyaba más y que esperaba que se mantuviera alejada, que Yulia merecía más que estar tan destrozada por alguien que, al parecer, no daba ni un segundo de su tiempo o interés por ella.

—Estaba harta de ver como subías como la espuma y luego Lena dejaba que te des un clavado directo en el concreto.

—¡Eso no te incumbe!

—¡Claro que me incumbe, soy tu amiga! ¡Tú a-mi-ga!

—¡¿Si entiendes el daño que pudiste hacerle?!

—¡Lena, está bien, Yulia!, bastante bien, es más, todos lo notan y tú también has estado bien.

—¿Bien? ¡No me jodas, tú sabes perfectamente que no es así!

Esta vez Inna se quedó callada, aceptando que Yulia tenía razón, ella vio cuan duro fue para ella volver a respirar con normalidad, sin embargo, todavía creía que no se equivocó al hablar con la pecosa.

—¡Okey, okey, lo siento! Fue estúpido y no pensé en nada más que tus intereses, aunque… fui muy egoísta y… lo siento.

—Ya… ya fue… No importa —Bufó la ojiazul, tratando de pasar del disgusto con un rato de eterno silencio— Lena y yo… estamos juntas otra vez y estamos bien. Solo que no le diremos nada a nadie, bueno aparte de ti y, claro, Sash —Quien se había quedado parado en la puerta el instante que las chicas salieron discutiendo, evitando inmiscuirse en pelea ajena.

—Y… ¿ella está bien, bien?, ya sabes…

—Sí, creo. No lo sé, no es como si tuviéramos mucho tiempo para hablar o esas cosas.

—¿Por qué diablos están haciendo esto a escondidas?

Esa respuesta era un poco difícil de dar. Habían pasado por tantas contrariedades juntas. Sus padres le habían mencionado lo bien que ella había estado ese último mes, sus notas, su ánimo. Las tías de Lena habían hecho lo mismo. Gayle, la terapeuta, le había dicho a Lena que no es el momento de iniciar una relación, que necesitaba enfocarse en ella misma y se lo había recomendado a sus tutoras.

Con esa amenaza, lo menos que las chicas necesitaban, era que Lena sea retirada de la escuela a la fuerza. Por lo menos así, aun le daban la oportunidad de elegir qué quería hacer, pero ambas estaban seguras de que si sus tías creían que se veía afectada de alguna forma negativa, le quitarían ese derecho hasta quién sabe cuándo.

—No pueden ser tan estrictas.

—Pues eso piensa Lena y ella es la que vive ahí y, además, yo conozco a Nya, no creo que sean solo ideas de mi novia —dijo Yulia, ganándose una mirada escéptica de la otra chica— ¡Mira como la tienen, de un lado a otro como un robot!

—Okey, sí, puede ser. ¿Y qué planeabas hacer ahora, además de tenernos vigilando un asiento vacío?

—Estaré sola en casa el fin de semana y quería inventar algo para que Lena me visitara.

—Hmm, noche de pasión, pícara pícara.

—No seas idiota, Inna.

En ese momento sintieron la presencia de alguien a sus espaldas, era Daryna que venía a darle buenas noticias.

—El «mousse de chocolate” está listo. Pasa por aquí un cuarto para las doce recogiendo tu paquete y… tienes dos días… para terminarlo —dijo en clave, saliendo exactamente por donde llegó.

—¿Daryna lo sabe?

—Nos acabó de encontrar en el baño.

—No quiero detalles, por favor —resolvió Inna sacando su celular de su bolsillo.

—¿Vamos por ahí a dar vueltas hasta que sean las once y treinta y pasamos retirando a Lena?

—Gracias, Inna.

—Descuida, ahora iré por mi desentendido novio y saldremos de aquí.

Yulia tomó también su teléfono y envió un mensaje a su novia informándole que la retiraría en un par de horas y salió en camino al auto de su antes enemigo, Sash Kuzma.
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Mensaje por Fati20 5/30/2021, 12:28 am

Que genial que tengan un fin de semanas juntas, espero que antes de terminar la historia nos dejen disfrutar de ellas juntas felices porque en esta gustaría hemos sufrido como ninguna otra. Saludos y espero subas mas 😚😚😚
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/30/2021, 5:40 pm

Excelente domingo para todos!! No olviden dejar sus comentarios


Saludos!


Capítulo 39: Escabullidas – Parte 1


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El plan de ir a dar vueltas por ahí mientras llegaba la media noche para recoger a Lena en el Café, había sido un fracaso total, bueno, en parte.

El instante que Yulia tomó su lugar en el asiento trasero del auto de su nuevo amigo, Sash Kuzma, la parejita feliz la quedó mirando esperando instrucciones.

—¿Qué?

—¿No piensas preparar algo para Lena? —le preguntó su amiga, infiriendo que lo más lógico era que tuviera un plan para el fin de semana.

—¿Preparar algo como qué?

Bien, parecía que no era tan obvio ya que continuaba esperando una respuesta concreta, mirándolos intermitentemente. Ellos regresaron a verse, suspirando al mismo tiempo.

—¡¿Qué?, hablen!

—¿No te parece que vas a necesitar… no sé, pensar qué diablos harás con tu novia dos días?

—¿Y a ustedes eso qué les importa?

—Por ejemplo —Sash tomó la palabra— ¿Qué le vas a dar de desayunar mañana? ¿Qué van a almorzar? ¿A cenar? ¿Pensaste si ordenarán a domicilio o irán a un restaurante, saldrán de casa siquiera? ¿Tienes comida que Lena pueda comer?

Yulia frunció el gesto y perdió la mirada en el centro del parabrisas, observando de lejos a su novia caminar entre la gente que había asistido al evento de esa noche.

—No tengo idea… —contestó con un repentino abatimiento— no hemos hablado de qué puede comer y qué no, o… de nada de su dieta, en realidad.

—La vigilabas cuando iba a comer… —insistió Inna incrédula.

—¡Sí, a ella, no a su plato!

Nuevamente los chicos de los asientos delanteros se quedaron viendo con pena por la falta de observación de su amiga y levantaron los hombros girando hacia el frente.

—Ustedes creen que debería… no sé, llamarla y preguntarle… o…

—Tranquila, iremos al supermercado 24 horas y llamaré a mi hermana.

—¿Y de qué diablos nos servirá tu hermana?

—Ella es nutricionista —le contestó el muchacho poniendo el auto en arranque— nos dará ideas de qué podría comer.

No menos de media hora después, los tres chicos llevaban dos carritos llenos de productos que les había sugerido la especialista en alimentación, cubriendo todas las bases; vegetales, frutas, proteínas, carbohidratos complejos, esos empaques de jugo natural especial que la había visto tomar en la biblioteca aquella mañana y algunas cosas que quizá podría comer como desliz, todas sin gluten o lactosa.

—Ahí va mi mesada de dos semanas y el dinero que mamá me dejó para el fin de semana.

—Tener novia cuesta, lo sé —Se burlaba Sash, recibiendo un beso en la mejilla— Por lo menos, a mí me lo compensan en «otras áreas”.

—Aj, cállate sí —Yulia puso una cara de asco total— No quiero imaginarlos haciéndolo.

—Espera, pero excluyéndonos del tema, ¿no has pensado en eso tampoco?

—No hay nada que pensar. Nos lo estamos tomando con calma.

—Ajá, sí, claro…

—Así es. No todo tiene que ser sexo en la vida, Inna.

—Tienen diecisiete años, van a hacerlo este fin de semana, lo quieras aceptar o no.

—No, yo… estoy tranquila y Lena, ella todavía tiene muchas cosas en la cabeza como para pensar en sexo.

Los tres se pasaban las cosas, una por una, como si tuvieran que trabajar en equipo para ponerlas en la banda giratoria de la caja. Al terminar, Yulia miró a la repisa de en frente, donde tenían caramelos, chicles y, casualmente, unos paquetes de preservativos, a los que, sin pensar, se quedó mirando un segundo más de lo necesario, inconscientemente reflexionando en las palabras de sus amigos.

—Súper tranquila, ¿no? Lo harán. Tú quieres hacerlo, aunque esos son muy grandes para tus dedos, ¿o te lo pondrás en la lengua? —Inna aprovechó para burlarse al verla y, cambiando a un tono mucho más serio y curioso, le preguntó—: Oye, cuéntame una cosa. ¿Ustedes usan algún tipo de protección?

Yulia volteó para matarla con la mirada, percatándose que no solo su amiga esperaba una respuesta, también lo hacía Sash y el cajero. Rodó los ojos sin contestarles la pregunta. Fastidiada, tomó su dinero para dejarlo en la mesita de plástico.

—¿Y no tienes miedo de contagiarte de algo? —Insistió la chica con las preguntas, ahora sí, recibiendo dagas de esos ojos azules — ¡Yo solo digo!

—¡Mejor vámonos! —le contestó Yulia terminando de pagar la cuenta. Cada uno tomó tres fundas en sus manos y se dirigieron al auto con prisa. Debían pasar por casa de su mamá para dejar las compras en la alacena, disimulando lo que acababan de hacer, para que no parezca un acto desesperado, y tan solo tenían media hora para llegar al Café.

Después de guardar las compras, Yulia se detuvo en la salida, diciéndoles que iría a recoger a su novia en su propio auto.

—¿Segura?

—Sí, ya váyanse. Sé que quieren usar el paquete de condones que compraron en el supermercado. Además, ustedes no le simpatizan mucho a Lena y no quiero que empecemos el fin de semana de a malas.

—En eso tienes razón, pero ya deberían pasársele los celos que tiene conmigo… o lo que sea a este punto. Mírame a mí, ya estoy bien con lo suyo y de vuelta al barco.

—¿Sabes? Si fuera el tipo de persona que dice que ama a sus amigos, lo diría ahora, pero no lo soy, así que… ya váyanse.

—Sí, sí, suerte y… cuidado la matas en la cama —Reían ambos al despedirse. Yulia no tardó en entrar al vehículo y partir al encuentro.

Parqueó a no menos de diez metros de distancia, en el frente del local, esperando que sus amigos del Café salieran por la puerta trasera y no la vieran. Envió un mensaje de texto dejándole saber a la pecosa de su ubicación y esperó hasta la media noche.

”Seguro que Lena no está lista para llevar las cosas más lejos… segura… segurísima…”, pensaba mientras aguardaba en el auto. ”No, apenas me deja tocarle las piernas y las mejillas… No, no querrá ir más allá”.

Su preocupación creció cuando ese pensamiento se alternó con la idea de la comida. Para ser honestos, hasta que sus amigos lo mencionaron, ella no había pensado en ese detalle. Lo que más quería era recuperar un poco del tiempo perdido desde su ruptura, conversar, besarse, pero su mente no había ido más allá que eso.

”¿Y qué diablos se va a poner mañana y el domingo? ¿Mi ropa?”, otra duda más. ”Mis camisetas le van a quedar más que enormes, por obvias razones, aunque… ya no está tan delgada como antes, es más, yo diría que tiene el mismo peso de cuando lo hicimos en el hotel. La veo mucho mejor… creo… ¡Diablos, no pensé en nada! Soy la peor novia del mundo. ¿Qué me pasaba por la cabeza cuando se me ocurrió esta estúpida idea? ¿Y si le pasa algo? ¡¿Y si le da un paro cardíaco?!… No, no, tranquila. No haremos nada, no pasará nada… nada de nada…, nada”, trataba de tranquilizar sus repentinas dudas. ”Ajá, nos besaremos y eso… y le tocaré las piernas… y las mejillas… ¡Mierda! Soy un asco de novia”.

Repentinamente escuchó tres golpecitos en la ventana y se dio cuenta de que el sujeto de tantas preguntas y Daryna, esperaban a que les abriera la puerta para entrar.

—Soy tu coartada, así que me darás un aventón —le dijo su amiga, sentándose cómodamente detrás de ella. Lena tomó el lugar del copiloto y, después de que ambas se colocaran el cinturón, salieron de allí.

”Tranquila, no pasará nada. Será un genial fin de semana”.

—¿Quieres una pijama para dormir? —le preguntó Yulia una vez que entraron a su habitación y se descargaron de las cosas que llevaban encima, apilando sus bolsos y chaquetas en el sillón de lectura. ”¡Claro que quiere una, idiota, no va a dormir desnuda!

—Sí, gracias —respondió Lena con gracia, al ver que Yulia había cerrado sus ojos, reprochándose después de ofrecerle algo de ropa.

”La misma de la última vez, esa pareció agradarle”.

—Aquí tienes. Avísame si está bien, sino…

—Está perfecta, gracias.

—Bien —Le contestó Yulia, mirándola unos segundos de más— Claro, claro, te daré privacidad. Emm, iré por un vaso de agua, ¿quieres algo?

—No, estoy bien.

—Okey, ya regreso —Casi le faltan pies para salir de su cuarto lo más rápido que podía y bajó a la cocina lamentándose por como iban las cosas. Si seguía así de nerviosa, nada saldría bien.

”Cál-ma-te”, se dijo a sí misma, dándose unos golpes en la frente con la palma de su mano. Respiró hondo y abrió uno de los compartimientos del mueble superior para sacar un vaso. Como ya era su costumbre, no encendió ni una sola luz para guiarse, conocía el camino de memoria. Siempre que bajaba por algo a media noche, lo hacía automáticamente, nunca chocaba contra los muebles o regaba las cosas. Decía tener un radar que la ayudaba a navegar en la noche, como los murciélagos.

—¿Yulia?

Escuchó a una voz de repente que le hizo pegar un salto, soltando el vaso en el suelo. Este se partió en cientos de pedacitos, causando un eco agudo del vidrio rompiéndose y esparciéndose por todas partes.

—¡Por la grandísima…! ¡Lena, casi me matas de un susto! ¡¿Cómo se te ocurre entrar así?! —gritó Yulia, alterada al darse cuenta de que era su novia quién le había hablado; no esperaba que bajara tras ella. La pelirroja se encogió, asustada también— ¡No des un paso, te lastimarás con los vidrios! —demandó, asumiendo que Lena estaba descalza y cambiada de ropa. Ella tampoco movió los pies de su posición, extendió su brazo a su derecha y encendió una pequeña luz que salía de por debajo del anaquel.

Tal como lo presentía, el piso estaba lleno de pedazos diminutos, pero había unos claros huecos por donde pasar sin hacer mucho contacto.

Dando unos pasos en puntillas llegó hasta una puerta larga y delgada de donde sacó una escoba y un recogedor. Con suavidad —y en total silencio de su pareja— comenzó a barrer de un lado a otro, pasando por su lado en el proceso. Le pidió que se moviera a donde ya no había vidrios y con la voz baja y más tranquila se disculpó:

—Perdón por gritarte, de verdad me asusté.

—No, yo soy la que lo siente. Debí… quedarme arriba y cambiarme y… debería volver o… —sin saber si continuar balbuceando se detuvo, mirando al piso.

—¿Necesitabas algo? Puedo prepararte algo… si quieres… o, no sé…

—No, no era eso… Olvídalo, no pasa nada —Lena respondió, decidiendo que no compartiría lo que bajó a decir.

—¿Segura?

—Sí, no era nada importante. Yo… iré a cambiarme… sí, eso —La pecosa se abrió paso a un lado de la dueña de casa y volvió sus pasos hasta la habitación, donde permaneció sentada en la cama sin moverse hasta que Yulia la alcanzó minutos después con un nuevo vaso de agua en mano.

”Perfecto, la rompiste, igual que al vaso, idiota”, se decía internamente al ver a su novia tan retraída, todavía con su atuendo puesto, jugando con el esmalte transparente de sus uñas.

—¿Lena? —la llamó con cariño— Perdóname, de verdad, reaccioné mal —Pero ella no contestó. Yulia dejó el vaso sobre el velador y se sentó lentamente a su lado, preocupada.

”Que no se quiera ir, por favor, que no me pida que la lleve a su casa”.

—A veces, siento que… —Lena dijo unas pocas palabras, rompiendo el silencio—… no sé.

—¿Qué querías decirme abajo? —le preguntó Yulia, con mucha sutileza y suavidad.

La pecosa soltó el aliento que tenía atrapado en los pulmones con un poco de pesar. Cerró sus labios y los presionó para adentro de su boca.

—¿Lena?… ¿Estás bien?

Antes de regresar a verla, cerró muy fuerte los ojos como dándose fuerza para expresar lo que tenía atorado en la garganta. Tragó en seco, porque de verdad sentía que algo la aprisionaba. La miró y trató de darle una sonrisa, fallando notoriamente, y volvió a exhalar.

Yulia esperó, la miró con cariño dejándola acomodarse con la situación. Ella, de por sí, se sentía incómoda y extraña.

Dios, había sido una pequeñez, ¿y estaban así?

Definitivamente debería tratar de controlar mejor sus reacciones. Tener pendiente, cada segundo, la delicadeza que requería su novia. Algo que, únicamente, la ponía más insegura.

¿Sabía en lo que se había metido?

Quizá Lena necesitaba alguien responsable cerca y Yulia no se sentía lo suficientemente madura, para nada.

—Bajé porque… quería que supieras que hay cosas que no puedo… Que tengo horarios muy estrictos y que… ¡Diablos! —se reprimió una vez que decidió hablar.

—Solo dímelo —Yulia le pidió. Lena asintió levemente y trató de continuar.

—Debo desayunar, quiera o no, a las siete en punto, comer un refrigerio a las diez de la mañana, almorzar a la una de la tarde, tomar algo a las cuatro y cenar a las siete de la noche. Si me quedo despierta pasadas las diez, debo comer algo ligero a esa hora y así cada tres horas, si sigo despierta… Eso y… solo quería que sepas que… es muy tedioso hacer todo esto y, que si prefieres, puedo ir a casa y, no sé… venir unas horas mañana. Yo… podría inventar algo.

—Lena —volvió a repetir su novia con calidez—, me asustaste ¿sabes? Y no me refiero a lo de abajo.

La pelirroja cerró los párpados, inhalando profundo una vez más y dejó salir esa pesadez que sentía.

—Entiendo que hay cosas que necesitas y debes hacer. No tienes que sentirte mal por decírmelas, es más, con respecto a eso, ya me preparé un poco… ven —Yulia estiró la mano y se puso de pie, esperando que su novia la tomara y así poder guiarla hasta la alacena.

—En realidad, fue idea de… ya sabes. Ellos me acompañaron a comprar todo —La pecosa abrió los ojos con sorpresa al ver filas y filas de productos pensados solo en ella— Espero que puedas comer esto, sino podemos ir por otras cosas mañana —Se apuró en asegurar su novia.

—No —respondió con seguridad y un ánimo mucho más alto—, es justo lo que necesitaba.

Yulia sintió un apretón de su mano y como Lena reposó su cabeza por unos segundos sobre su hombro.

—Gracias y perdón por tanto drama. Es solo que, hace unas semanas, fui con mi hermana a casa de mi prima en Reutov para pasar un par de días. Nya pensó que sería una buena idea salir de casa y bueno, todavía cumplía con el castigo; visitaría a la familia, no era como si saliera a un club —explicaba al mismo tiempo que ambas volvían a caminar a la habitación— Pero bueno, no hago más larga la historia. Fue una pesadilla. Mi prima es la típica mujer soltera que vive de macarrones instantáneos con queso, pizzas a domicilio y soda. No tenía una sola fruta en casa o una maldita zanahoria. Su idea de comer carbohidratos era pedir una orden extra de papas fritas y su ensalada venía llena de salsa ranchera.

—No suena tan mal, pero es obvio que no es lo que puedes comer.

—Gayle me permite uno que otro capricho, pero no debo perder el control de esa manera, no con mi condición del corazón, no todavía.

Llegaron al cuarto y Yulia fue por su camiseta liviana de mangas cortas para cambiarse y acomodarse para la noche.

—Todo mi horario se alteró y Katya sabía que yo debía ser estricta, pero no llegó ni la tarde del primer día y ambas estaban hartas de tener que lidiar conmigo y todos mis problemas…

—No es un problema, no para mí.

La sonrisa de Lena ahora si se hizo presente, también un pequeño beso en su mejilla antes de tomar la ropa que le ofrecieron al llegar y dirigirse al baño para cambiarse con un poco más de privacidad, pero aún con la puerta entreabierta.

—Sé que todo esto es… incómodo y que molesta. Si a mí me tiene loca, me imagino lo que debe provocar en los demás que tienen que interrumpir sus vidas por estar pendientes de… —seguía diciendo al salir de nuevo a la habitación. Yulia se había quitado toda la ropa, dejándose puestas sus bragas y se colocó esa suave tela por sobre los hombros. Lena alcanzó a ver justo como cubría esos perfectos senos que recordaba tan bien.

—¿De? —preguntó Yulia, todavía sin ver la expresión que llevaba la chica enfrente de ella. El cuello de la camiseta le cubría los ojos.

—Emm… de… de mí, pendientes de mí… eso —concluyó Lena, nerviosa, se dio media vuelta para aparentar que no vio nada y se limpió la garganta, dejando su ropa doblada sobre el sillón.

—Me imagino que debe haber sido una experiencia que no quieres repetir.

—Lo fue. Creo que, en ese momento, caí en cuenta de todo el esfuerzo que Nya hace junto con Charlotte. Están siempre tan preocupadas de hacerme sentir cómoda. Ellas mismas han cambiado su dieta para acompañarme en esto y me lo hacen tan fácil en casa que, a veces, olvido que hay un mundo allá afuera en el que debo aprender a vivir.

—Entiendo, aunque te vigilan como si fueras a romperte.

—Es porque Nya se pone muy nerviosa si comienzo a bajar de peso, por eso me llama constantemente. Supongo que yo haría lo mismo si tuviera a alguien con mi desorden a mi cargo.

—Puede ser.

—Yo, tan solo, no quiero que te incomodes por mí. No es tu obligación.

—Ya te dije que no es un problema —Yulia abrió las cobijas de su lado de la cama y entró, dejando un puesto libre para invitar a su novia a acompañarla— ¿Quieres que encendamos la tele? Podemos ver una película o surfear canales hasta encontrar algo.

—No, está bien así o podemos escuchar algo de música si quieres.

—Claro, ¿eliges tú?

Lena accedió y sacó su celular para seleccionar la lista de canciones que había creado en la mañana, dejando el aparato sobre el velador. Se acomodó deslizándose hasta la almohada y colocó sus manos bajo su cabeza.

—Supongo que, si Inna y Sash te acompañaron, ya saben de lo nuestro.

—Inna adivinó. Es muy suspicaz, nada se le pasa por alto.

—Les agradeceré cuando los vea, se nota que son buenos contigo.

—Lo son.

—Y ella, ¿no te dio un sermón?… porque a mí me odia y me dio uno hace un tiempo.

—Me contó de eso hoy, pero no, no hubo sermón más que preguntarme qué planes tenía para el fin de semana —rió—, y no te odia. Ya reclamó su puesto de capitana del ship otra vez.

Ese término, para su relación, se le hacía por demás gracioso. Se sentía como aquellas parejas de famosos que tienen miles de fans que se emocionan cada vez que los ven juntos.

—¿Has hablado con Oksana?

—No, hace mucho tiempo que no cruzamos palabra —confesó la dueña de casa—, ya… no somos tan amigas como antes.

—Sé que te extraña mucho —Lena añadió con pena. No hablaba seguido con la pequeña, sin embargo, las pocas veces que lo hacían, siempre preguntaba por Yulia; después de un saludo corto en el pasillo o si se sentaban juntas en clase. Ellas tampoco compartían demasiado como para decir que seguían siendo las buenas amigas de hace unos meses.

—Es raro acercarme a ellos ahora, ya no sabría ni de qué conversar. Boris también se siente tan lejano y ni hablar de Mihail o Aleksandr.

Lena acordó asintiendo, manteniéndose en silencio.

”¿Y si la abrazo, así, casualmente, como si no pasara nada? O mejor se lo pregunto… Mhmm, se lo pregunto”.

Esperó un momento, sus ojos trataban de descubrir el momento correcto. La pelirroja se veía cansada y cómoda en su posición. Sería mejor no molestarla, que descanse.

La vio cerrar los ojos, creyendo que su compañera de cama iba perdiéndose en el sueño. Sería mejor seguir su ejemplo. Se acomodó para dormir y, de repente, sintió unas manos que la tomaban por los lados de su rostro y la jalaban delicadamente hacia esos labios rosados que tenía delante de ella.

Sin esfuerzo alguno, recibió ese beso tierno y sentido, correspondiéndolo con suavidad. Sus labios jugaban intercalándose entre plácidas succiones. La humedad de sus lenguas se sintió sublime, eran apenas roces ligeros, un beso tranquilo.

Yulia no se dio cuenta de lo que había hecho hasta que su pareja se detuvo ipso facto y se congeló respirando agitada. Su mano había recorrido las líneas de su cintura, posándose sobre la espalda descubierta de su novia.

—Perdón —Se retiró inmediatamente, reprochándose no haber sido más cuidadosa.

Lena respiró profundo, tomándose un tiempo para aligerar el aliento y acercó su mano para alcanzar la que la había abandonado, volviendo a colocarla en el mismo lugar.

Yulia creyó entender lo que quería que hiciera, sin embargo, esperó instrucciones, no quería sobrepasarse nuevamente.

A Lena le costaba acostumbrarse al calor que emitía esa palma sobre su piel, su respiración era intranquila y, eso, no hacía las cosas más fáciles.

Finalmente realizó un gesto de aprobación con su cabeza y Yulia inició su travesía lentamente. Las yemas de sus dedos casi no la tocaban causando un cosquilleo que la hacía temblar.

Yulia llegó con dificultad a la línea de los hombros, la camiseta le estorbaba un poco y decidió reposar su mano allí por unos segundos, dándole un corto beso en los labios a su nerviosa novia.

—Tranquila, no te haré daño —susurró, acariciando levemente la longitud de su cuello. Lena tragó en seco y exhaló pesadamente.

Yulia apretó un poco sus dedos sobre la piel hasta tener su mano completamente abierta y firme para iniciar su descenso. Su contraparte volvió a tensarse, tenía los ojos cerrados, realizando mentalmente el recorrido de esa mano que aún se sentía tan extraña.

Yulia iba con calma, observando con cuidado el rostro que tenía en frente, atenta de cada movimiento. El cuerpo que tocaba se sentía tibio, terso; sus yemas percibían como los pequeños bellos se erizaban con el contacto, repitiendo esa sensación de tener la piel de gallina en su propia piel.

La cavidad de la columna iba terminando, llegaba a la curvatura donde iniciaba su cola y, sin pensarlo demasiado, continuó por ese camino hasta reposar la mano sobre su muslo superior.

El silencio las acompañó por unos minutos, una canción lenta sonaba a sus espaldas mientras el dedo índice de Lena jugaba delineando los labios de su pareja. Ya mucho más tranquila, volvió a besarla y así permanecieron por un tiempo más.

Eventualmente se separaron y comenzaron a reír al verse tan nerviosas. Habían llegado mucho más lejos en aquel entonces, cuando iniciaron su relación la primera vez. Mas este pequeño acto se sentía mucho más íntimo.

—Ya va a ser la una, ¿te traigo algo de comer? —Ofreció la dueña de casa al ver el reloj que tenía sobre la mesa de noche— ¿Unas galletas y un jugo?

—Sí, gracias.

Yulia se puso de pie y rodeó la cama para ir a buscar el bocadillo, regalándole una sonrisa antes de salir del cuarto. Lena escondió su rostro en la almohada con un poco de vergüenza y la necesidad de saber qué era lo que su novia había sentido.

Llevó su mano derecha hasta su espalda, colándola por debajo de la camiseta y recorriendo con curiosidad su propia piel. No lo había hecho en mucho tiempo, hasta al bañarse evitaba tocarse demasiado. Hace unos meses, cuando estuvo en su peor condición, odiaba sentir sus huesos sobresalir, su piel era un tanto áspera, definitivamente no era algo agradable, por lo que, en lo posible, evitaba el contacto con esta área.

Esta vez era diferente. Con gusto, no pudo reconocer la locación de los huesos de su columna, lograba pellizcar bultos gruesos de piel, era plácido recorrerse a si misma. Bajó el borde de la camiseta para cubrirse nuevamente y dio un último suspiro; un respiro de completo alivio la llenó y le dejó una sonrisa marcada en los labios.

—Ten —le dijo Yulia acercándole un plato, también había traído unas galletas para ella y una taza de café caliente.

—¿Quieres desvelarte?

—Nah, la cafeína no tiene ese efecto en mí. En unos minutos estaré completamente dormida, ya verás.

Terminaron el refrigerio mientras conversaban de la excusa que las chicas le habían dado a Nya para que la dejara quedarse el fin de semana con Daryna.

Su tía todavía insistía con que sería mejor si salía de la escuela para concentrarse en su recuperación. Pensaba que su salud era más importante y podría continuar con tutores desde casa; si todo marchaba bien, repetir el año o recibir su título equivalente. Eso es lo que Daryna había hecho, se había retirado del último año de secundaria y había rendido exámenes para obtener su título.

Nya creía que Daryna podría persuadir a su sobrina y contarle las ventajas de tener más tiempo personal.

Su amiga en común no compartía esa opinión, de hecho es algo que ya había conversado con Lena, recomendándole que no pierda las experiencias que tendría con sus amigos y sus maestros, que eso es algo que no podrá recuperar después, así regrese en un año. Si el problema era el tiempo, lo mejor sería que deje de trabajar a abandonar la escuela.

—Estoy de acuerdo con Daryna.

—Yo también.

—¿Entonces no saldrás el próximo semestre? —preguntó Yulia, deseando que la respuesta sea la que esperaba. Solo pensar que su novia no estaría cerca le provocaba un vacío en el pecho.

—No, Nya me prometió que respetaría mi decisión y, ahora más que nunca, quiero quedarme.

Para cuando finalmente fueron a dormir ya eran las dos de la mañana.

Lena se dio media vuelta, colocándose de espaldas hacia la otra chica y alzó la cabeza, esperando que ese pálido brazo se sumergiera por debajo, para volver a acomodarse sobre la almohada. Yulia la abrazó cómodamente posando sus labios sobre la comisura de su cuello, descansando su quijada sobre el hombro de la pecosa.

—Descansa, Katina y, si necesitas algo, me despiertas… con tino no vayas a hacer que te tire de la cama —Ambas sonrieron con gracia por el comentario.

—Descansa tú también.

La música quedó sonando muy bajo y ambas se dejaron llevar de a poco hasta quedarse profundamente dormidas, sin darse cuenta de la infinidad de mensajes desesperados que comenzaron a llegarles.
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Comienza el drama final...
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/30/2021, 6:30 pm

Será que si subo la tercera parte hoy?


Capítulo 40: Escabullidas – Parte 2
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Pronto la pregunta se tornó absurda.

—¿Dónde has estado todo el fin de semana? ¡¿Dónde?!

Lena escuchaba las palabras que su tía le decía. La veía extrañada, le hablaba a ella eso era evidente porque estaba justo en frente y gesticulaba señalándola, oía todo, pero nada tenía sentido.

Estaba confundida por el eco de las voces y un sonido cercano, constante y fino, agudo y ensordecedor, un pitido sin fin.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó su tía de nuevo, una y otra vez, tratando de obtener una respuesta de la chica. Nada salió de sus labios.

Lena estaba aturdida y, de un momento a otro, perdió el control de sí misma, de su boca, de sus extremidades, sintió su cuerpo entumecerse y se derrumbó allí, en la entrada de su casa.

Se desmayó.

Nya pegó un grito desesperado a su esposa Charlotte para que llamara al número de emergencia, lanzándose al piso de rodillas para recoger la cabeza de la chica que yacía inconsciente.

—Lena, por favor, despierta. Cariño, por favor. ¡Charlotte!

La ambulancia no tardó en llegar, aún así, en la desesperación de su tía, pareció transcurrir una eternidad.

Los paramédicos entraron y tomaron cargo. Sacaron su botiquín y después de confirmar que la chica continuaba letárgica, alistaron el tanque de oxígeno y la subieron a la camilla para llevársela de urgencia al hospital.

Nya subió a la ambulancia a un lado de su sobrina, tratando de no interferir con los hombres que continuaban el trabajo de estabilización. La sirena la desesperaba más, la velocidad del vehículo aumentaba su intranquilidad y no veía la hora de llegar.

Su esposa los seguía de cerca en el auto, no a la misma velocidad. Tardó en arribar a la entrada de emergencias, donde la encontró sentada en la sala de espera.

La chica había ingresado a examinación. Correrían pruebas y la conectarían a las máquinas para monitorear sus signos vitales. No la dejaron pasar.

—Charlotte, qué voy a hacer si Lena…

—Calma, está en buenas manos. Esperemos. Tranquila.

La pelirroja mujer sabía que no había nada más que pudiera hacer que aguardar y rogar por buenas noticias. Ningún susto con su sobrina había sido tan grande como este y ella no podía dejar de preguntarse: ¿qué fue lo que la puso así?, ¿qué hizo el fin de semana?, y ¿en dónde estuvo en realidad?

Lo que no se imaginaba es que esa respuesta no llegaría esa misma noche, ni de la forma en que ella esperaba.

La madrugada del sábado inició muy temprano. No habían transcurrido ni un par de horas, cuando Yulia despertó. Su brazo se sentía muerto por el peso de la cabeza que reposaba sobre él y necesitaba moverlo para recuperar la circulación.

No quería despertar a su acompañante. Ella dormía tan apacible y calmada. Apenas dejaba escuchar el aire que entraba por su nariz y salía un poco más fuerte que lo normal. La profundidad de sus sueños era hipnotizante.

Aprovechó el momento para acogerse mejor de su cuerpo, jalándola suavemente con el brazo que la envolvía, apretándola más a su cuerpo. Se acomodó en el borde curvo que creaba el final de su cuello con su hombro, e inhaló el dulce matiz que desprendía su piel junto con el aroma de su perfume, el cual prácticamente se había desvanecido.

Dio un par de respiros más antes de exhalar y juntar sus labios contra la piel desnuda de su novia, repartiendo besos cortos y constantes, produciendo un cosquilleo en la otra chica que, con mucha sutileza, iba despertando.

Lena largó un quejido divertido y sonrió por la sensación, cuando estuvo más alerta, dio la vuelta lentamente para enfrentar a la dueña de sus risas.

Yulia permaneció inmóvil ante la acción hasta tener a su novia de frente y depositó el siguiente beso en sus labios.

—Hey, ¿no podías dormir? —murmuró la pecosa que llevaba los ojos entreabiertos y sus cachetes hinchados por el sueño.

—Mi brazo me está matando —respondió Yulia, después de hacer un gesto de negación con su cabeza.

La chica no demoró en entender y levantarse para que pudiera retirarlo entre quejas de dolor que se tornaron en risas.

—Gracias.

—Son casi las cinco —denotó la pelirroja tras ver el reloj sobre el mesón titilar en color rojo—falta poco para que amanezca.

Yulia se quedó quieta, mirando lo poco que podía distinguir de su rostro, el brillo de sus ojos, un tenue reflejo sobre sus pómulos, su oreja descubierta.

¿Cómo puede ser que, alguien que te produzca tanta ternura, te incite a hacerle las cosas más pecaminosas que pasen por tu mente? ¿Cómo es que en plena oscuridad, acompañadas de la ligera luminiscencia del exterior, casi sin verse, su interior comience a arder con el deseo?

Otro beso se hizo presente, este no tan inocente, para nada casto. El repentino movimiento de la pecosa sugería que a ella le sucedía lo mismo. Levantó su cuerpo y pasó su pierna hasta el otro lado de su novia, acomodándose sobre su cuerpo, continuando la oscilación de sus labios, jugando con su lengua sobre ese cuello blanco que no se distinguía mucho con la poca luz.

Lena reposaba sus manos sobre las cobijas mientras las de Yulia no demoraron en acariciarla por debajo de la camiseta, recorriendo su espalda.

—Avísame cuando detenerme… —le susurró la morena, procediendo a colarlas bajo la prenda inferior de su pijama, sintiendo la desnudez de su cuerpo. Esa era una zona que le era permitida, no dudó en comenzar por ahí. Continuó hasta bajarla un poco más y fue ayudada por su acompañante, quien se quitó la prenda con sus pies.

—No quiero que te detengas…

—Lena, pero… ¿estás segura? —quería una respuesta positiva, era lo que más anhelaba, pero aceptaría un: «tienes razón, detengámonos”, si eso era lo correcto debido a su condición.

—Yo estoy bien… puedo, tranquila…

Con esa rápida confirmación ella continuó sus caricias, subiendo nuevamente, esta vez para igualar la condición. Se levantó un poco con sus codos, sugiriéndole a su acompañante que retirara su camiseta.

Lena no dudó por un segundo en hacerlo y se enderezó, sentándose sobre las caderas de su novia, retirando con delicadeza esa prenda de color negro, descubriendo esos senos que había visto por accidente hace unas horas.

—¡Cómo extrañaba tú cuerpo! —Les dedicó una larga mirada, lucían perfectos en esa posición, justo con un rayo de luz desvanecida que se iba tornando cada vez más clara.

Yulia se acomodó en la cama, nuevamente sobre sus codos viendo a su novia tan entretenida y aprovechó para lanzar una broma.

—Si quieres puedes sacarles una foto, te durará más.

—Perdón —dijo ella, apretando sus ojos con fuerza y se mordió el labio inferior al mismo tiempo que un débil rubor le oscurecía las mejillas— Es que son tan lindos.

—¿Lindos? —rió mirándola divertida e intentó ponerse a su mismo nivel, empujando el cuerpo que la tenía aprisionada, con una mano posada en la cadera de su dueña y con la otra empujándose del colchón. Lena la ayudó haciéndose unos centímetros para atrás, hincándose cómodamente a horcajadas de su novia y posó sus brazos rodeando su cuello.

—Ahora sí… ven aquí… —Yulia estaba un poco más baja, su boca caía justo en la clavícula de la pelirroja. Sus labios fueron subiendo por su cuello, exhalando aire tibio que estremecía al ajeno cuerpo, siguió hacía su quijada hasta que pudo conectar nuevamente, labio con labio.

Lena sentía derretirse y apresuró su respiración mientras era acariciada bajo la camiseta que traía puesta.

Unas manos indecisas recorrieron su columna, forzando su pecho hacía adelante en reacción al contacto. Yulia aprovechó el movimiento para intentar quitarle esa prenda. No encontró objeción cuando lo hizo, por el contrario, Lena alzó sus manos por sobre su cabeza para ayudarla.

La remera cayó en algún lugar de la cama y sus ondulados cabellos cobrizos las cubrieron a ambas al volver suavemente a su posición. Yulia no se preocupó al sentir el cosquilleo que algunos de ellos producían sobre su rostro, estaba tan excitada y lo único que quería era continuar acariciando esa piel nívea.

La pelirroja estaba en igual estado, los movimientos de sus caderas no tardaron en tomar un ritmo suave que solo provocaba más deseo. Empujó a su novia de espaldas hasta la cama, acomodándose la separación de sus piernas dobladas hasta hacer contacto con su centro aún cubierto por su ropa interior.

—Esta posición… funcionaría mejor al revés —Jadeaba Yulia, sintiendo la fricción.

—Lo sé —rió Lena en su oído e inició su descenso por su pecho, tanto con sus labios como con sus manos.

La proporción de sus senos no le permitió a la pecosa tomarlos por completo ni con las palmas abiertas, pero era suficiente para apretarlos con delicadeza y disfrutar masajeándolos. Yulia se perdía en las caricias que recibía, gimiendo más alto cada vez que sentía la asistencia de esa húmeda lengua sobre su piel, encontrando cada punto débil en su camino a su ombligo.

Lena abandonó ese blando pecho tan solo para remover la prenda que le molestaba tanto. La luz aclaraba de a poco la escena y pudo ver la humedad que tenía marcada antes de quitársela.

En las pocas veces que habían tenido relaciones antes, nunca intentaron lo que Lena estaba a punto de hacer. Yulia estaba tan concentrada en sentir el pulgar de su novia ir de arriba abajo entre sus pliegues que ni siquiera se percató de lo que venía. De repente sintió una calidez extremadamente suave de su lengua, delicada, tibia y refrescante al mismo tiempo. La pecosa se acomodó mejor tras escuchar el cambio de la modulación de los gemidos de su novia, ahora menos controlados, más agudos. Se abrazó de sus piernas acariciándolas tiernamente, siguiendo con el ritmo que había fijado hace un momento.

—Dios, Lena…

Los pechos de la pelinegra se sentían incómodos, necesitados y los apretó con sus propias manos, tratando de calmar esa sensación fría que la recorría. Su novia tenía ocupadas las suyas allí abajo y ella no tenía intenciones de interrumpirla.

Con un movimiento rápido, la pelirroja jaló de sus extremidades para acomodarla mejor y continuó ya más cómoda, jugando entre sus pliegues rosados. La luz ya cubría el cuarto completo, había amanecido.

Yulia tenía los ojos cerrados tan fuerte que no veía más que un color rojo dentro de sus párpados y pronto comenzó a visualizar destellos, sintiéndose un poco mareada por la falta de constancia en su respiración. Su cuerpo se estremecía intermitentemente y no pudo evitar presionar la cabeza de su novia con sus piernas al último momento. Completamente rendida se soltó por completo sobre la cama. Sintiendo poco control de su cuerpo.

Lena fue subiendo lentamente, rozando su nariz por la piel de gallina que cubría a su acompañante, con una tierna sonrisa dibujada en los labios.

—Katina… e… n… jmmm —intentó hablar, pero su respiración todavía agitada no le permitió completar la oración.

—¿Te gustó?

—Tú… qué crees… jmmm.

Con una enorme y pícara sonrisa se acomodó a su lado y la abrazó, cubriéndolas ligeramente con la sábana.

—Dame un minuto para reponerme y…

—Descansa, tenemos todo el fin de semana —le sugirió la pelirroja que bostezó su propio cansancio, pronto ambas se quedaron dormidas por unas horas más.

Estaban acurrucadas de tal manera que daba pereza abrir los ojos y el cuerpo se resistía a despertar a pesar de que el timbre de la puerta sonaba como loco a lo lejos —muy, muy lejos—, no fue hasta que el sonido de unas piedras golpeando en la ventana se hizo presente, que ambas chicas despertaron.

—¿Eué ialos? —murmuró de manera incomprensible la dueña de casa, sintiendo el sol directo en la cara. Viró hacia el velador y fue cuando despertó completamente viendo la hora—: ¡Katina, son las ocho y media!

—¡¿Qué?! —gritó ella incorporándose rápidamente y se dio cuenta de que su teléfono estaba completamente muerto sobre la mesa de noche. La batería se había terminado en la madrugada mientras reproducía la música que las acompañó a dormir y, por eso, no sonó la alarma.

Yulia se paró unos segundos después, apurándose a vestirse con su camiseta y su ropa interior y fue a la ventana para ver quién insistía con los golpes. Dary estaba abajo, lucía desesperada haciéndole señas para que le abriera la puerta, por lo que ella se encaminó con prisa al primer piso, esto parecía urgente y abrió la puerta de un solo tirón.

—¡¿Qué te pasa, estás bien?!

—Buenos días, piernas largas… y muy lindas, por cierto… —Su amiga de trabajo olvidó por un segundo qué hacía en el lugar viendo a Yulia con poca ropa, de pies a cabeza— ¡¿Por qué demonios no contestan sus mensajes y llamadas?! —Le gritó recuperando su enojo inicial, entrando apurada a la casa. Yulia cerró la puerta detrás de ella y la siguió por las escaleras para buscar a Lena que ya se había colocado la pijama también— Nya está preguntando por tu novia desde anoche. Les avisé por mensaje que había logrado calmarla y que me dijo que llamaría a Lena muy temprano —Continuó hasta que llegaron a la habitación e hizo un corto gesto de saludo con la mano a su otra amiga— Bueno, tal parece que no le contestaste, ¡porque me está llamando a mí como loca desde hace más de una hora!

—Acabamos de despertar y yo no sé ni dónde está mi teléfono, el de Lena murió.

—¡Diablos! Llámale a tu tía del mío y dile que estás bien o me buscará para matarme.

La pecosa tomó el aparato. Había conectado el suyo, pero como siempre que la batería se acaba por completo, tomaría un tiempo en que se encienda de nuevo. Llamó esperando lo peor y un solo timbre sonó hasta que le contestaron.

—¡Daryna, te he estado llamando como loca!

—Soy yo, Nya.

—¡Lena, amor! ¿Por qué apagaste tu celular?

—Perdón. Se acabó la batería y ya sabes que esta cosa está un poco lenta para todo. Hasta ahora no enciende.

—Estuve llamándole a Daryna y no me contestaba. ¿Están bien?

—Si, no te preocupes, Dary acaba de… encontrar su teléfono… en la sala —le dijo inventando algo y alzándose de hombros frente a las otras dos chicas que la observaban pendientes de la conversación
— Lo dejó cargando ahí ayer y…

—¿Ya desayunaste?

Lena largó un sonoro suspiro.

"¿Tanto escándalo por un maldito desayuno?"

—No, Nya, la verdad es que nos despertamos hace muy poco, pero estamos apunto… Sí, comí cada tres horas ayer hasta que nos quedamos dormidas… Lo sé, ahora mismo desayunamos… Sí, yo también te quiero y estaré pendiente del teléfono, lo siento —Lena respondía intermitentemente cada pregunta o comentario que la mujer le hacía y, finalmente, le entregó el teléfono a su amiga— Quiere hablar contigo.

Daryna lo recibió y salió de la habitación hasta el pasillo para hacerlo con tranquilidad.

—¿Todo bien? —le preguntó Yulia una vez que se les pasó el susto.

—Sí, me dijo que ya se imaginaba que eso pasaría y que tan solo no olvide desayunar enseguida. Seguro ahora está preguntándole a Daryna si ya habló conmigo sobre abandonar la escuela.

Su amiga se despidió y colgó, volviendo a entrar al cuarto.

—Me debes dos, Lena. Y Yulia… —Volvió a verla con detenimiento. La morena seguía igual de descubierta, con sus piernas más que blancas y atractivas. Le sonrió a la pecosa y le mostró los pulgares arriba, dejándole saber su aprobación con la selección de su novia— Ahora entiendo tantas cosas —Por supuesto, Yulia le dio un golpe en el brazo por entrometida— ¡Auch! Eso dolió.

—Gracias, Dary —rió la pelirroja con la escena—, de verdad, me salvaste la vida.

—No es nada —le contestó sobándose el brazo—, por cierto, vamos al lago con Nat hoy, nos quedaremos en un motel en el norte hasta mañana. ¿No quieren venir con nosotras?

—No, pasaremos metidas en la casa y en la cama el resto del fin de semana.

—Bueno, ustedes se lo pierden. Sobre todo tú Gasparín. Tienes lindas piernas, pero no les caería nada mal algo de color.

—Así estoy bien… Daryna.

—Okey, okey, tortolitas. Yo me voy, se me hace tarde y Nat me espera en su casa para salir.

Las chicas continuaron conversando mientras caminaban hasta la puerta.

—¿Le contaste a Nat sobre nosotras?

—No hizo falta, ella vio a Yulia escondida ayer mientras esperaba en el estacionamiento, el resto de chicos también.

—Genial —bufó la recién nombrada.

—Tranquila, nadie dirá nada.

Apenas se despidieron, siguieron las instrucciones dadas por su tía y se apuraron a desayunar.

Tenían suerte de que a Nya no se le había ocurrido la idea de ir a buscarla en el departamento de su amiga. Si descubría que le había mentido pasaría castigada hasta cumplir los dieciocho y faltaban todavía dos meses para la ocasión.

Después de un par de huevos tibios, tostadas y fruta, subieron para acostarse unas horas más.

El plan de permanecer en la cama no se les hacía para nada descabellado. Era reconfortante tan solo compartir el calor de sus cuerpos, conversar a voz baja, besarse, volver a reconocerse.

—Ya son las diez, ¿vas a comer algo? —Su novia cortaba la acción con una pregunta.

—No, acabamos de desayunar hace una hora, creo que mejor será esperar a la una —murmuró intentando prender de nuevo la llama.

—¿Segura? —insistió Yulia, repitiendo cariños con la punta de su nariz por el rostro de su novia.

—Sí… —La pecosa había extrañado tanto esas suaves caricias, el contacto con otra persona y qué mejor si era Yulia— No es como si estuviéramos corriendo una maratón. Estamos acostadas, haciendo…, casi nada muy… físico —Los cariños continuaron, el roce ligero de sus dedos por la piel, ese aliento fresco y tibio de su compañera repartido en cada beso.

—Está bien —acordó su novia, disfrutando de esos pequeños apretones que le daba la pelirroja, esas caricias largas hasta llegar a sus piernas y envolverla por completo apegándola más a su cuerpo— Yo podría hacer esto todo el día.

Unas horas después, bajaron a preparar el almuerzo, todavía en pijama. Yulia, como nunca, se recogió el cabello en un moño, despejando su extenso cuello, dando una imagen completamente diferente a lo que todos estaban acostumbrados. Sobretodo Lena, que la observó por un largo rato hasta que se decidió alcanzarla por detrás y colocó sus manos alrededor de su cintura, abrazándola con cuidado.

—¿Qué tal si vamos al concierto de The 1975? —le preguntó a la morena.

—¿Hoy noche?

—Sí, ¿por qué no? No es una banda tan conocida y es un recital pequeño.

—¿Y puedes? Digo, con lo de tu condición… del corazón… y…

—¿Acaso no acabamos de poner eso en prueba? Estoy bien Yulia y quiero hacer cosas, no solo pasar encerrada mirando le reloj a ver si ya es hora de comer.

—Tienes razón, pero si te empiezas a sentir mal…

—Yo misma te pido que regresemos… Entonces, ¿vamos?

—Vamos.

Ninguna de las dos esperaba lo que sucedería allí y después de tomar un largo baño y arreglarse salieron para el teatro.
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por Fati20 5/30/2021, 9:29 pm

Siiii sube de una vez el otro capítulo a ver que fue lo q paso tan bien que iba todo pero ellas de verdad q no tienen suerte siempre pasa algo malo 😔
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/30/2021, 9:44 pm

Capítulo 41: Escabullidas – Parte 3
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La noche se sentía mágica, ellas no sabían por qué en realidad y se lo atribuyeron a estar juntas.

Salieron a la calle dejando el auto en el estacionamiento. El teatro en el que se llevaría a cabo el recital quedaba apenas a unas tres cuadras de distancia y el aire estaba tan fresco que se les hizo agradable caminar tomadas de la mano por la acera.

Yulia iba pensando en lo bien que habían pasado esa tarde, conversando, riendo, jugando póquer con apuestas. Una prenda cada vez que se perdía una mano. Se turnaron en perder.

Lena caminaba respirando cada emoción. Era la primera vez que salía con una de sus novias a un evento público como pareja, en su vida. Se sentía lindo sostener su mano, acariciarla con su pulgar mientras ambas se mecían por el movimiento que creaban sus pasos. Notó a algunas personas mirándolas, ella les daba una sonrisa que se le formaba de forma natural, ellos respondían de la misma manera. Se sentía perfecto, suspiraba y sonreía aún más.

Llegaron al evento y se pusieron a la fila, aún con sus dedos entrelazados.

—Pensé que habría menos gente.

—Eso es porque tú crees que nadie conoce esa banda, pero tienen sus fans.

—Así parece —confirmó Lena y se limpió la garganta con un poco de dificultad. Tenía mucha sed y le dio algo de carraspera.

—Pasará un rato hasta llegar a la boletería. Iré a buscarte algo de tomar —ofreció Yulia y le dio un corto beso en los labios antes de perderse entre la multitud. Había una tienda pequeña en la esquina que acababan de pasar, regresaría allí y volvería en un instante.

Los minutos pasaron y Lena seguía esperando, tanto por su novia como por que avanzara la fila. Se cruzó de brazos y comenzó a balancearse sobre los lados de sus pies, tratando de distraerse.

—¿Viniste sola? —le preguntó un chico desconocido, parándose a su lado. Era de mediana estatura, tan solo unos cinco centímetros más alto que ella. Descuidado en su look, demasiado casual y con el cabello despeinado.

Ella regresó a verlo con un poco de susto, no esperaba que alguien le hablara. Lo miró y él se alzó de cejas, esperando la respuesta.

—No…, no estoy sola.

—Te ves muy sola.

—No lo estoy.

—Te haré compañía hasta que regrese tu novio.

Lena marcó un gesto gracioso en sus labios y negó divertida con su cabeza, mirando, esta vez, hacia el frente.

—No creo que sea una buena idea… para ti.

—¿Ah, no?

—No.

—¿Por qué? No es bueno que una chica tan linda esté aquí, esperando por un chico que ni siquiera la cuida o está pendiente de ella —mencionó él, tirado a simpático— Las calles son peligrosas.

—Lo son, más con lo que te espera si no te vas.

Lena había sido bastante directa. El chico que la acompañaba se sintió ofendido, mucho más porque la mirada que tenía en la pelirroja era muy clara. Él quería algo con ella esa noche y no se rendiría tan fácilmente.

—¿Crees que me asusta la idea de que tu novio regrese? O es tu papá el que está por llegar. ¿Tengo que temer a una correa en mi trasero?

—¿Qué tal a una navaja que tengo guardadas en la bota? —le respondió Yulia, parándose en frente de él.

El muchacho la quedó viendo de pies a cabeza y rió con sarcasmo dándose cuenta de quién era la chica que lo había enfrentado.

—¡Wow!, así que la linda chica es lesbiana.

—La linda chica es mi novia, sí. Y si no te largas cortaré a tu mejor amigo en dos —Dirigió una mirada rápida a la entrepierna del muchacho y regresó a su rostro.

Amenaza que, más que asustarlo, lo divirtió. La quedó mirando fijamente a los ojos por segundos. Tenía grabada una sonrisa tortuosa en los labios, hasta malvada. Soltó unas carcajadas antes de dar vuelta a la pelirroja y guiñándole el ojo le dijo:

—Estaré cerca, solo para que, cuando te canses del marimacho, tengas a un hombre de verdad a quién acudir.

—¡Lár-ga-te, imbécil!

El chico —que ni siquiera les había dado su nombre— comenzó a retirarse caminando de espaldas, burlándose del enojo de la pelinegra. Giró en un paso y se marchó con la misma prepotencia con la que llegó.

—¿Te dijo marimacho?

—Quizá porque puede sentir que tengo más testosterona en un dedo, que él en todo su cuerpo. ¡«Hombre de verdad», mi trasero! Ojalá hubiese traído mis cuchillos.

—¿Para que te los quiten en la puerta mientras nos revisan?

—Lo sé… como sea. Aquí tienes tu agua.

La pecosa lo agradeció con un beso rápido en los labios y abrió la botella para beber más de la mitad de su contenido, de un solo trago. Estaba realmente sedienta.

Sin mucha dificultad, se olvidaron de lo acontecido a la entrada del teatro. Encontraron un buen puesto en el centro del lugar donde tenían una buena vista del escenario. El ambiente se prestaba para perderse en la música, bailar un poco e ignorar sus problemas.

No pasó mucho tiempo para que las luces se apagaran y unos rectángulos se encendieron, brillando en medio de los instrumentos.

Se sintió la adrenalina pura cuando unas luces blancas comenzaron a titilar desde los reflectores al público y el sonido de un saxofón comenzó a sonar.

Todos los asistentes clamaban por el inicio y las siluetas de los músicos se hicieron presentes en fila india, tomando sus lugares, frente a cientos de personas que los aplaudían con anticipación.

Las luces se apagaron por completo nuevamente, tan solo para prenderse al ritmo de la batería y la guitarra juntas. El teatro entero tarareó desde el inicio la tan conocida canción con la que dieron inicio al set.

Las chicas hicieron lo propio, bailaron, gritaron, cantaron y disfrutaron del concierto con los más de quinientos asistentes.

Entre ellos, el chico de afuera. Las observaba con atención desde unas filas atrás, sin dejarse notar. Ellas estaban despreocupadas, no imaginaban que él continuaba fantaseando con la pelirroja.

Ambas siguieron en lo suyo hasta que en la mitad del concierto se volvieron a quedar sin agua y el calor se puso insoportable.

—¡Quédate aquí, no vale la pena que camines hasta el stand de comida! ¡Regreso pronto! —le dijo Yulia casi gritándole para ser escuchada sobre la música y comenzó a hacerse paso por entre la gente.

Esta vez, el chico desaliñado, siguió a su rival y se adelantó a comprar una botella de agua, adivinando lo que iba a hacer.

La abrió con mucho cuidado y técnica —que claramente tenía de la experiencia—, sin romper la rosca de seguridad y vertió un líquido que traía en un cilindro pequeño que sacó de su bolsillo. Volvió a cerrar la botella y se quitó la chaqueta, despeinando un poco más su cabello hacia adelante para no ser notado. Sabía que si era reconocido su plan se iría al demonio.

Afuera, cuando se enfrentó con Yulia, se había percatado de que ella traía una botella de agua en las manos y, en el bar del lugar, únicamente vendían agua y gaseosa negra. Apostó por lo que le gritaba su sentido común. De donde sea que la chica había sacado la botella hace unas horas —allí, a la entrada—, también había tenido la posibilidad de comprar gaseosa, pero eligió la opción más sana. Esta vez fue igual.

Él fue acercándose de a poco hasta quedar a su lado y se camufló mirando de reojo. Tendría una oportunidad de hacer el cambio de botellas y, si funcionaba su plan, terminaría con Lena a solas al final de la noche.

La idea era simple. Las chicas, o por lo menos una de ellas, bebería del agua, comenzaría a sentirse mal y buscaría un baño. Si era Yulia la afectada, él iría a buscar a Lena para engañarla con una mentira sobre su novia y se la llevaría hasta su auto. Si era la pelirroja la que se excusaba, la seguiría hasta la entrada del lugar y se la llevaría en su inconsciencia. Si ambas bebían se ocuparía únicamente de la chica que se había robado su interés.

Lo único con lo que no contaba era que Yulia iba de vuelta al concierto más preparada que antes. Había comprado tres botellas. Él tan solo había cambiado una de ellas.

Al regresar a la sala, las vigiló desde su posición anterior. Cada una abrió una botella y bebió, casi hasta terminarla.

Pasaban los minutos y nada sucedía, presintió que la botella que habían dejado desatendida era la que él había manipulado y la ira iba creciendo en él hasta el final del recital, cuando estaban a punto de salir y a Lena ya no le quedaba nada de agua en su botella.

Cuando se disponía a abrir la tercera, el chico sonrió como antes, con una maldad y júbilo enorme, dirigiéndose a la salida donde se encontraban los baños. La esperaría allí, permaneciendo atento a lo que sucedía.

—Fue una buena noche —le mencionó Yulia a su novia, esperando que el área se desalojara un poco antes de emprender camino a casa.

—Sí, el concierto estuvo genial. Gracias por venir conmigo.

—Lo dices como si hubiese sido mi obligación.

—No, pero sé que quieres cuidarme y pasaste un tanto estresada toda la noche.

—Ese es el trabajo de una novia, no me lo agradezcas.

Lena rió y le agradeció de todas formas.

—¿Nos vamos?

Volvieron a tomarse de las manos, lo que enfureció al chico que las veía a lo lejos. Necesitaba de su plan de inicio y comenzaba a desesperarse.

—Yulia, ¿me regalas el último sorbo de tu botella? No quiero abrir la nueva en vano.

—Sí, toma —respondió ella, destrozando el objetivo final del extraño.

El tipo se decidió a seguirlas, las cosas no le salían mal jamás. Él siempre tenía lo que quería y la quería a ella, ahora más que nunca.

Iba con paso fijo a unos metros de distancia, planeando como sacarse a Yulia de encima y forzar a Lena a ir con él. Veía la botella adulterada siendo bamboleada en la mano de la pecosa y sentía la rabia correrle en su pecho. Entraba con una bocanada de aire tibio y salía con la más grande de las furias en un bufido.

Estaban por entrar al auto cuando un mensaje de Nya sonó el su celular.

«Llámame, únicamente si estás despierta».

—Genial, ¿y ahora qué quiere? —Lena se apresuró a subir en el auto, mientras se decidía si marcarle o no, buscando un poco de silencio, Yulia la siguió rápidamente sin entender y el chico ya no tuvo oportunidad de sorprenderlas. Siguió caminando hasta su vehículo para seguirlas de cerca. Algo haría, pero no terminaría la noche con las manos vacías.

—Es mi tía, quiere que la llame… si estoy despierta. Al diablo la lógica en ese mensaje, si no lo estaría, ni siquiera lo vería.

—La llamas mañana temprano, no es como si se fuese a acabar el mundo.

—Sí, mejor así. Si la llamo hoy querrá hablar con Daryna y no, mejor mañana y le digo que salió a la tienda o algo.

Ninguna de ellas se dio cuenta de que estaban siendo escoltadas. Había algo de tráfico por ser el fin de semana y se quedaron atoradas en un embotellamiento en la calle principal.

El misterioso tipo continuaba pensando en un plan para cuando llegaran al destino de las chicas. Se mantenía dos automóviles atrás, aún así, podía ver claramente como reían y conversaban, como, de vez en cuando, la pecosa se acercaba para robarle un beso.

El tráfico comenzó a ceder con el cambio de semáforo, las siguió por aproximadamente nueve cuadras más, hasta que un hombre algo tomado le lanzó al carro, obligándolo a frenar de golpe. Las chicas no se vieron afectadas por el incidente y siguieron, curvando en la siguiente cuadra a la derecha.

Para cuando él alcanzó la esquina, ningún auto se divisaba en la calle. Siguió lentamente y creyó ver un par de luces a unas dos cuadras a lo lejos, viraban nuevamente, esta vez a la izquierda. Aceleró para acortar la distancia, logró avanzar bastante, pero cuando dio el giro no pudo encontrar a las chicas.

El parqueadero de la casa de Yulia era interno, lo que dificultó las cosas para el malhechor, quien, después de dar vueltas al barrio por no menos de una hora dio un fuerte golpe al volante de su auto y desistió la búsqueda. Iría a conseguir lo que quería en otro lugar, con otra chica que no sería tan afortunada como Lena.

La mañana siguiente, Yulia ronroneaba por no decir que roncaba, quizá era la posición de su cuerpo la que no la dejaba respirar bien, pero a Lena no le preocupaba, le gustaba escucharla; era un lindo gato negro de ojos azules con un constante murmullo de su garganta.

Comenzó a imaginarla enojándose por la comparación y dejó escapar una risita que no pudo contener. Por suerte su acompañante no despertó, tan solo se dio media vuelta y continuó durmiendo.

Daban las 6:45 AM, era ya casi hora de desayunar y agradeció que su novia la había dejado libre para levantarse a preparar algo sin tener que despertarla.

En ese momento vio a su celular destellar con luces y se dio cuenta de que su tía le estaba enviando mensajes.

"Será mejor que la llame de una vez".

Se puso de pie con cuidado, muy lento y sin emitir ruido alguno. Yulia ahora parecía una linda muñeca de porcelana, completamente estática sobre su cama. Le dedicó un momento y una sonrisa. Suspiró, evitando las ganas de acercarse a depositar un beso en sus labios y, después de acomodarse su cabello hacia atrás, bajó a la cocina.

—Hola, Nya.

—Hola, cariño. Quería saber ¿cómo les estaba yendo?

—Bien, ya sabes, Daryna es una buena amiga.

—Sí, lo es —acordó la mujer que por unos segundos guardó silencio— ¿Han tenido… oportunidad de hablar?

Lena sabía a lo que se refería. La tan esperada charla sobre dejar la escuela.

—Sí, lo hicimos.

—Y…, ¿ya te decidiste?

—Sí, pero creo que será mejor hablarlo personalmente.

—Está bien, tienes razón, será mejor así.

Lena no sabía qué iba a decirle. Su tía estaba convencida de que era la mejor idea, sería difícil hacerle entender que, aunque no lo parecía, ella todavía tenía razones para querer graduarse con sus amigos.

—Charlotte y yo estaremos regresando del lago a eso de las tres de la tarde, ¿puedes estar a esa hora en casa? Así podremos hablar con calma.

—¿Fueron al lago?

—Sí, ejem… —La mujer tosió nerviosamente, más que eso con un poco de vergüenza. No quería admitirle a su sobrina que el fin de semana sin ella les había caído como anillo al dedo y con su esposa habían aprovechado para darse una corta luna de miel— Te hubiéramos traído, pero…

—¡No, no! Me parece genial. Nos vemos a las tres de la tarde entonces.

Colgó la llamada y comió algo rápidamente para regresar a la cama y pasar sus últimas horas con Yulia. No quería desperdiciar el día.

Unos minutos antes de la hora del encuentro, las chicas ya habían almorzado y estaban recostadas en el sofá, haciendo planes para verse durante la semana. Tendrían que hacer muchos malabares para pasar tiempo juntas. No sería nada fácil. De repente, una llamada entró al celular de cada una, prácticamente al mismo tiempo.

—¡Yulia!

—¿Daryna? —le contestó al escucharla tan alterada.

—¡Lena Katina!

—¿Nya, estás bien? —preguntó la misma, su tía bramaba, notablemente alterada.

—¡¿Dónde diablos estás?!

Lo que había sucedido hace unos minutos, es que el auto en el que Daryna y Nat viajaban de regreso a la ciudad —de su fin de semana en el lago—, terminó justamente a un lado del auto del de Nya y Charlotte.

Sí, el encuentro desató muchas preguntas y cero respuestas.

La mujer había virado la cabeza para saludarlas, estaban esperando a que cambie la luz del semáforo y notó que su sobrina no estaba en el auto.

Bajó el vidrio del asiento del pasajero y le preguntó a su empleada dónde estaba Lena. La cara de angustia de la chica hizo que se imaginara lo peor y la obligó a orillarse para cuestionarla.

No sirvió de nada. Daryna se mantuvo firme con que no podía traicionar a su amiga, que estaba bien y que no se preocupara. Que ella estaría en casa pronto y que por favor no insista, no le daría la respuesta que quería.

Nya explotó con la última negación, gritándole en frente de todos los que estaban alrededor:

—¡Tú, tú eres la persona a la que más confianza le he tenido, con mi negocio, con mi sobrina! ¡¿Cómo te atreves a faltarme así al respeto?! ¡A ponerla en peligro!

—Nya, ella está bien, créeme…

—¿Cómo esperas que te crea? ¡¿Cómo?!

—Yo te prometo que ella está bien, que no le ha pasado nada. Solo no puedo decirte lo que ella me confió en secreto. No puedo…

—¡Escúchame bien, Daryna! ¡Si a Lena llega a sucederle algo, te haré responsable de todo, ¿entendiste?! —La mujer seguía gritando y apuntándole con el dedo. Dary lloraba sin poder controlarse— Ah, y no pienses siquiera en ir al Café mañana, estás despedida —dijo finalmente y se subió nuevamente a su auto, acelerando lo más que pudo para llegar a casa. Aún en el camino, llamó Lena usando el altavoz.

—¡Tendremos una charla muy seria sobre tu futuro y lo que has hecho este fin de semana y, Lena, espero que estés en casa en diez minutos o conocerás la muerte misma!

La chica colgó y Yulia rápidamente le contó la historia que su amiga le había narrado entre llantos.

—Debo volar a casa.

—¡Te llevo, vámonos! —dijo Yulia tomando las llaves de su auto— Yo recogeré tus cosas y las llevo mañana a la escuela.

—Está bien… no, espera. ¡Mis vitaminas!

—Mejor tómatelas o Nya te cortará el cuello para depositarlas directo en el estómago.

—Gracias por la imagen tan dulce y agradable —respondió Lena, sacando las píldoras de los frascos y poniéndolas todas sobre la mesa. Volteó a la refrigeradora y sacó esa última botella de agua que trajeron del concierto y que habían guardado la noche anterior. La abrió e ingirió cada una de sus pastillas con un sorbo.

Sin pensarlo más, dejó la botella sobre el mesón y salieron disparadas a su casa.
Poco sabían que lo que las esperaba sería mucho más grave que un fuerte castigo, en realidad no sabían nada.
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Mensaje por Fati20 5/30/2021, 10:05 pm

Que desastre con ese loco y el agua adulterada vale de verdad q tienen demasiada mala suerte 😔
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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por Elena Sonda 5/31/2021, 1:36 am

Ahhhhhh!!!! 😬😬😬 qué angustia, la dejas en la mejor parte.

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EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA) - Página 4 Empty Re: EL CAFÉ // By: MookieRoo (ADAPTACIÓN A YULENA)

Mensaje por katina4ever 5/31/2021, 3:10 am

Va! Que a ti te encanta joder este asunto y dejar siempre con la intriga!! Jajajajajaja Que suerte tan mala!!! Y uno mordiendo hasta las uñas!!!
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Mensaje por Fati20 6/6/2021, 9:39 pm

Ya hoy si me esta preocupando un poco q nuestra escritora no aparezca si es muy cumplida, espero que estés bien y nos avises por aquí q todo esta bien
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 6/6/2021, 9:44 pm

Hola, siento no haber podido subir ayer ningún capitulo pero me fue imposible. Espero todavía quieran seguir leyendo y no ser tan mala por dejarlas colgadas

A leer!!


Capítulo 42: Shock
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—Por el momento, llévenla a terapia intensiva. Debemos esperar a que su cuerpo responda —El doctor dio las últimas indicaciones después de haber hecho todo lo que estaba en sus manos para ayudar a Lena y, cansado, dio un fuerte respiro. Su frustración era evidente, le hubiera gustado tener más control sobre su condición.

Su cabeza negaba con pena al ver a la chica ser atendida y limpiada por las enfermeras antes de ser colocada en la camilla que la llevaría a la planta alta. La miró por última vez conectada a las máquinas y salió de la pequeña sala de atención de emergencia, cabizbajo y pensativo.

Cerró la cortina para dar más privacidad a su paciente y se quitó los guantes con dificultad. Estaba nervioso y sabía muy bien el porqué. La noche anterior había llegado una chica en similar condición a la de Lena, no sobrevivió y temía que durante la noche le sucediera lo mismo.

Se retiró la bata higiénica, colocándola en el depósito de desechos y exhaló nuevamente al ver a la familia de la muchacha, sentada en la sala de espera al final del pasillo. Dar noticias no gratas no era su mejor virtud y, esta vez, tenía un peso más grande en sus hombros, la vida de la joven que no pudo salvar.

Caminó con pesadez, enderezándose a último minuto para enfrentar las preguntas que vendrían. Se quitó el gorro estéril que tenía puesto y lo apretó en sus manos, retorciéndolo un poco.

—¿Señora Katina?

—Doctor, ¿cómo está mi sobrina?

—Mi hija, doctor… ¿cómo…? —Sergey Katin también se encontraba en la sala de espera, su hermana lo había llamado por delicadeza. Lena era su hija después de todo y ningún padre debería vivir a ciegas de algo tan importante.

—Lena presenta un cuadro muy grave —les anunció el hombre, preocupado, lo que no calmó a la familia en lo absoluto— Corrimos hacer los exámenes de sangre de inmediato, encontramos un alto nivel de intoxicación por escopolamina. Dada su condición de corazón, decidimos hacerle un lavado urgente de estómago y le administramos sueros y soluciones salinas que ayuden a recuperar su balance químico. En este momento se encuentra en la sala de cuidados intensivos.

—Escopolamina es la droga que se usa para violaciones. ¿Doctor, alguien le hizo… daño a Lena? —preguntó el papá con miedo a una respuesta positiva.

—No es el caso. Hicimos un examen físico y la prueba de violación. Su hija presenta actividad sexual reciente, más no de forma agresiva, tampoco encontramos rastros de semen o uso de preservativos. Asumimos que la relación se llevó a cabo con consentimiento.

—Entonces eso era. Pasó con alguien el fin de semana —se lamentó Nya— Pero ¿cómo la envenenaron?

—Ha habido una ola de casos en los últimos siete días. Todos con el mismo grado de composición de la droga. Por la inmediatez del efecto, creemos que se ha administrado de forma líquida en alguna bebida. Parece que, la persona que administra la droga, desconoce los peligros. A ese grado de pureza… es prácticamente letal —explicó el médico— Lena tiene mucha suerte, por no haber consumido la dosis con mayor anticipación y de que ustedes hayan estado presentes cuando se desmayó. Veinte minutos de diferencia… quince —se corrigió— y no la habríamos podido salv… su condición aún es incierta —Quiso bajar las expectativas de la palabra que había mal utilizado. Lena no podía ser considerada un caso salvo hasta que no retome conciencia.

—¿Y, qué hacemos ahora, doctor?

—Esperar. Lena debería recuperar el conocimiento en varias horas, podrían ser un par de días, en realidad. Estaremos monitoreando su evolución y les daremos noticias continuamente.

Dicho esto, el decaído hombre se despidió y comenzó su regreso a la sala del personal cuando fue alcanzado por el detective. Él se presentó y procedió hacerle varias preguntas.

—Doctor, hemos tenido varias denuncias durante las últimas dos semanas en la comisaría sobre chicas jóvenes siendo drogadas con escopolamina. ¿El hospital ha recibido más casos como el de mi hija?

—Sí, detective. Tres chicas han llegado, lamentablemente, sin vida. Dos más fueron tratadas con éxito hace unos días y, ayer… falleció otra, de edad similar a la de Lena, mientras tratábamos de ayudarla.

—Ya veo. Por el momento tenemos el boceto de un hombre que es el principal sospechoso, pero me gustaría hablar con más de sus posibles víctimas. ¿Podría ayudarme con los nombres de las dos chicas sobrevivientes?

—Usted sabe que el hospital tiene un código de confidencialidad, detective. Sin embargo, yo podría hacerles llegar su inquietud cuando regresen a la revisión. Si ellas desean se contactarán con usted.

Sergey accedió a la propuesta del médico y le entregó varias tarjetas personales, dejándolo regresar a sus obligaciones. Por su parte, él haría todo lo posible por encontrar al culpable de lo que le había sucedido a su hija.

Sacó su teléfono del bolsillo frontal de su pantalón e hizo una llamada al comandante de la policía, informándole lo sucedido y la necesidad de alertar al público. Él se quedaría allí con su familia en espera de noticias. Sería una larga noche en esa sala de espera.

—El doctor dice que varias chicas han… fallecido —mencionó abatido, tomando asiento en uno de los sillones a un lado de su hermana— Creo que… creo que les debo a ambas… demasiados «gracias”.

—Gracias… claro —dijo Nya con ironía, sin poder disimular su frustración — Si de verdad la hubiera protegido, no estaría aquí, jamás habría pasado… todo esto.

—No puedes culparte, nada de lo que…

—¡Cállate, Sergey! Lena está entre la vida y la muerte, y no quiero… hablar ahora —gritó con un nudo en la garganta. La mirada de reproche de la enfermera la obligó a bajar la voz — Solo necesito que mejore, que esté bien.

La mano tibia de su esposa pronto encontró la suya en un apretón, dejándola desahogarse. La mujer se atribuía internamente toda la responsabilidad de haber dejado a su sobrina sin supervisión.
Pensaba que todo lo que habían atravesado los últimos seis meses, era resultado de su descuido, de no ser capaz de ser su tutora, de no imponer su criterio y dejar que sea Lena la que elija: que decida ir al centro a torturarse dos semanas para complacer a sus padres, dejar que cambie de terapeuta a su voluntad, permitirle la opción de quedarse en la escuela perdiendo el tiempo.

No lo haría más, estaba decidida a tomar las acciones que ella creía correctas. La primera, sacarla de esa escuela e internarla en la clínica de desórdenes alimenticios para que la ayuden de una vez por todas. No pediría opiniones a nadie, simplemente se lo comunicaría, por supuesto, una vez que la chica lograra despertar.

—Creo que deberíamos avisar a sus amigos que está aquí.

—Charlotte, por favor no insistas. Ya te dije que está muy alejada de todos y no sería justo preocuparlos cuando no pueden hacer absolutamente nada.

—Pienso que Lena podría usar un poco de soporte moral…

—Ella no necesita nada más que reponerse y despertar. Cuando esté bien… pensaremos en esto.

La rubia miró a su cuñado, él asintió acordando con lo dicho por su hermana y ella decidió no persistir más con el tema. No parecía ser el momento adecuado para contradecirlos.

Nya se levantó, suspirando con decaimiento y comenzó a caminar sola por el pasillo. Iba y venía sin decir una palabra. Pasó de ese modo por horas, tratando de encontrar una respuesta a qué fue lo que puso a su sobrina en esa situación.

La noche no transcurrió tranquila para Yulia tampoco. Intentó comunicarse con su novia durante horas. Al despedirse —a una cuadra de distancia de la puerta de entrada— acordaron esperar un tiempo prudente antes de llamarse, querían evitar más problemas, pero desde entonces no recibió una sola notificación.

—Tengo un mal presentimiento, Inna —le confesó a su amiga en la mañana del lunes. Estaba alistándose para salir a clases y terminando de guardar todo lo que Lena dejó abandonado la tarde anterior — De alguna forma se habría comunicado conmigo. ¡Yo le escribí y nunca me contestó… ni siquiera el visto!

—No creo que haya sido una charla muy agradable la que tuvo con su tía. Ya la verás en unos minutos, seguro está castigada otra vez.

—No me siento bien, tengo… un peso en el pecho. Y sí, ya la veré luego. Solo espero que su tía no haya decidido sacarla de la escuela con todo esto. Ese era el punto de que pasara con Daryna el fin de semana.

—Todo va a estar bien, no te preocupes tanto.

—¡Yulia, baja a desayunar! —Se escuchó gritar a su madre desde la cocina.

Ella se despidió, tomó su bolso y bajó para darle un sorbo a su taza de café.

—Siéntate y come unas tostadas.

—Mamá, no tengo tiempo para…

—¡Sién-ta-te! —Apuntó su madre al puesto a su lado, exigiéndole que hiciera lo que le decía. Yulia soltó sus cosas con violencia contra el piso y se sentó, empujando sonoramente la silla.

—¿Feliz?

—No nos hemos visto en tres días, quería pasar unos minutos contigo, así que, sí, estoy feliz.

Yulia fingió una sonrisa por un segundo y volvió a poner la cara preocupada de antes. Su intranquilidad desbordaba en impaciencia, ya quería salir de ahí. Tomó la rodaja de pan, jugando con él. Lo cortó en pedacitos que dejó en el plato, sin comer. Le daría unos segundos más a su madre y saldría con prisa.

—Noté que hiciste compras y… de cosas que nunca comes, cosas sanas —recalcó la mujer esto último, dándole a entender que quería explicaciones.

—Tenía ganas de probar algo diferente, ¿es pecado?

—¿También tenías ganas de experimentar con otra talla y estilo de ropa interior?

La joven se paralizó por la pregunta, recobrando movilidad únicamente para soltar lo que tenía en las manos y tomar un sorbo de su taza de hirviente café, eso la mantendría callada.

Su madre, obviamente, sabía lo que había hecho ese fin de semana y, quizá, hasta con quién.

—Hija, un consejo. Si vas a infiltrar a una chica en tu habitación el fin de semana, revisa que no queden evidencias en la máquina de lavandería.

—Mamá…

—Sé que es Lena y sé que regresaron a media semana —Yulia abrió los ojos de par en par y revisó todas las esquinas buscando por una cámara o algo parecido— No te estoy vigilando. Eres demasiado transparente, hija, especialmente con ella.

Yulia permaneció en silencio, no sabía qué decir más que: «emm…”, «este…”, «yo…”.

—Me imagino que Nya está al tanto que Lena se quedó aquí —No obtuvo respuesta — ¿Yulia? Dime que no hicieron esto a escondidas —Tampoco escuchó una negación — ¡Yulia!

—¡Mamá, Nya no la deja ni respirar!

—¡Y tiene una razón válida! Lena debe recuperarse.

—¡¿Y cómo puede hacerlo si la aíslan del mundo?!

—Hija…

—Sí, yo sé que Lena está en un situación difícil, pero lo hicimos todo bien. La cuidé y estuvo tranquila el fin de semana.

—¿Es por eso que estás tan apurada por salir?, ¿tan nerviosa? ¿Qué pasó?

El café seguía muy caliente, pero a la chica no le importó, volvió a beber un gran sorbo para quedar con la boca llena.

—¡Habla, Yulia!

—Okey, okey… —bufó vencida— lo que pasa es que nuestra coartada se fue al diablo. Nya llamó a Lena para que regrese temprano a casa y… me imagino que discutieron.

—¿Te imaginas? Es decir que no has hablado con ella.

—No, no me ha contestado y… tengo un mal presentimiento.

El televisor, que sonaba en el fondo, quedó como único ruido en su silencio. La nota que cubrían en ese momento llamó la atención de la mujer y, por imitación, a su hija.

«… Numerosas denuncias se han presentado en la fiscalía, evidenciando una ola de intoxicaciones en base a escopolamina. El hombre, de aproximadamente veinticinco años, nunca se identificó ante sus víctimas. Es caucásico y se considera peligroso, por lo que la policía recomienda estar alerta al salir a eventos públicos”, narraba la reportera mientras permanecía fijo el boceto del malhechor.

—Oh, por… —la imagen se asemejaba innegablemente al chico que se habían encontrado en la entrada del recital—… Dios.

—Por cosas como ésta es que me gusta saber en dónde estás y que no aceptas cosas de extraños.

—Mamá, ya no tengo cinco años —Se defendió la chica que se sentía aliviada por no haberse convertido en víctima de ese tipo.

—Y espero que, por esa misma razón, siempre seas responsable con tus decisiones.

—Sí, sí, mamá… —protestó poniéndose de pie — se me hace tarde para llegar a la escuela —Recogió sus cosas y se apresuró a salir de casa antes de que su mamá intuyera más cosas que no estaba lista a aceptar.

No había sucedido nada el sábado en el concierto, se habían librado de ese idiota, de qué serviría contarle sobre ese encuentro. Prefería ir y hablar con Lena, asegurarse que las cosas no hayan escalado con su tía. Solo eso la dejaría tranquila.

Le extrañó no verla a la entrada del instituto cuando llegó. Esperó, pendiente de cada persona que cruzaba el portal hasta que no le quedó otra alternativa que ir a su aula de clases.

No la vio en el cambio de la segunda hora, o de la tercera, o de la cuarta. La pecosa seguía sin responder sus mensajes o llamadas y Yulia ya no sabía qué más hacer. Había hablado con el asesor estudiantil, éste no supo darle razón; sinceramente le dijo que ni los Katin, ni la directora, habían mencionado algo al respecto con él.

Ninguno de sus antiguos amigos tenía alguna novedad. Inna hizo indagaciones discretamente, pero fue en vano.

Yulia, por su lado, llamó a sus amigos del Café. Los pobres chicos estaban más perdidos que ella, además, bastante consternados por el despido Daryna. Andrei le confesó que en el Magic Box todo era un caos, no había quién organice el trabajo y Nya no aparecía por ningún lado tampoco.

—¿Nada? —Les preguntó Sash a ambas chicas cuando se les unió en la hora del almuerzo. Llegaba con su teléfono en manos, escribiendo un mensaje.

—No, voy a tener que contratar a Liam Neeson para que la encuentre y me la traiga de regreso con vida.

—Eres tan dramática Yulia Volkova. Vas a tener que ir a su casa y ya.

El chico seguía con la vista fija en la pantalla, con rostro confuso.

—¿Y a ti que te pasa? —le preguntó la pelinegra.

—Mi mamá… está tratando de preguntarme algo y no se da a entender. Algo de una ex-novia… ¿Quién sabe? Olvídenlo, ¿qué contigo, irás a verla? —guardó el aparato y empezó a devorar sus papas fritas.

—Sí, apenas salga de aquí. Subiré por la jardinera que da a su terraza, entraré a su pieza, me cercioraré de que esté sana y completa, le daré un beso y me iré de regreso a casa con el corazón nuevamente en el pecho… ¡para mandarla al diablo por teléfono por no contestarme todo el santo día! —dijo, terminando de destrozar su comida con el tenedor— Tienes razón, Inna, estoy muy dramática hoy.

—¿Y no quieres mejor faltar la última hora e ir a verla? —sugirió Kuzma.

—Si me fugo mi mamá me va a matar… pero al diablo, necesito hablar con Lena.

—¿Y qué le digo a Shapovalov? —le preguntó Inna mientras la veía marcharse apurada.

—Dile que: tuve que ir a ver a una chica, él entenderá.

La casa de Sonya Katina no quedaba tan lejos de la escuela. Yulia llegó en menos de diez minutos. Se bajó del auto trotando hasta la puerta y, ya sin importarle nada más que verla, timbró con insistencia.

Volvió a hacerlo unos segundos después y otros más tarde. Caminó unos pasos para ver a través de separación de la puerta del parqueadero y confirmar si alguno de los autos estaba allí. Para su sorpresa era el de Nya, aunque a esa hora usualmente está en la universidad dando clases.

Regresó e insistió con el timbre, pero nada.

—¡Vamos, alguien! —dijo entre dientes, dando de golpes, nerviosamente, su pie contra el piso y volvió a caminar, esta vez, en dirección contraria para ver si podía escabullirse a la propiedad, subiendo por el muro del jardín.

Cuando estuvo a punto de hacerlo, escuchó una llamada y contestó sin demorarse, tal vez se trataba de Lena.

—¡Yulia!

—Inna, ¿qué quieres? Voy a entrar a la casa…

—¡No! Espéranos, estamos por llegar, no te muevas.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué les pasa?

—Solo espera… esto es… Yulia… —su amiga no sabía si decirle o no lo que sucedía—, es importante y… hazme caso, sí. Estamos casi ahí.

El tono con el que había expresado esa última frase no le gustó para nada.

—¿Inna…? —preguntó sintiendo la caída de su estómago hasta el piso. Su amiga no sonaba juguetona como siempre, despreocupada, tenía la voz cortada, lo que fuera parecía ser grave… muy grave—. ¿… es sobre Lena?

—Yulia…, estamos ahí en dos minutos, ¿okey?

En menos de eso el auto de Sash dio la vuelta a la esquina y aparcó justo en frente del de Yulia.

Ambos chicos bajaron apurados y antes de que su amiga pueda salir como loca por la calle, le pidieron las llaves de su auto.

—¡No les doy nada hasta que no me digan qué pasa!

—Yulia, dame las llaves y… déjanos ayudarte, ¿sí?

—¡¿Qué pasó?!

—Mi mamá… —Empezó Sash— Es cirujana en el Hospital de Moscú. Lo que quería decirme…

—¿Es Lena? —Yulia volvió a preguntar, temiendo lo peor.

Sash asintió estirando la mano para retirar las llaves de su posesión. Ella simplemente las soltó y se quedó inmóvil.

—Te llevaré en mi auto. Inna nos seguirá en el tuyo.

A la chica le tomó unos segundos caminar, seguida muy de cerca por el chico que le abrió la puerta y la ayudó a subirse en el asiento del copiloto. Cerró el auto con cuidado y le entregó las llaves a su novia, preocupado por lo que había escuchado de su madre. Dio la vuelta y se subió, colocándose el cinturón, emprendiendo el camino, aún sin saber qué les esperaba al llegar.
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Mensaje por Fati20 6/6/2021, 9:58 pm

Que bueno q estas bien q es lo importante y claro estamos con muchas ganas de saber que pasará con la historia esto de lena al borde la muerte la tía ahora más decidida para mal q nunca y Julia sin saber nada desesperada
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