Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
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Corderito_Agron
Fati20
LenaVolkova66
soy_yulia_volkova
RAINBOW.XANDER
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Tienes razón corderito en varias cosas pero una persona herida con su pasado debe buscar ayuda y no hacerle pagar a las personas de presente es duro para ambos. El capitulo estuvo genial me encanto hay esa Julia es demasiado tierna es tan irresistible qué hasta para Lena q es durisima no logra resistirse a sus encantos y muy bien otra vez amigas de allí a que julia la vuelva hacer suya es un pasito . Feliz noche cariño mio y feliz inicio de semana
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Que bueno que al menos sean amigas y ya de alli, empezar de cero sin novios por el medio está más fácil. Tae creo que está enamorada de Lena o al menos lo estuvo, aunque Nastya le gusta Tae jajaja, saludos bebé
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
28. Me quedo
LENA
Pese a que Yulia nos aseguró que no se había golpeado muy fuerte la cabeza, el doctor le aconsejó que no condujera de regreso a su casa.
—Parece estar todo en orden — dijo mientras observaba las radiografías detrás de su escritorio — Pero si comienza a dolerte la cabeza, quiero que vuelvas.
—¿Y no me hará una radiografía del culo? — preguntó ella, sentada frente a él. El hombre rió, pero ella se veía muy seria — ¿Y si se me rompió algún hueso?
Tomaron otros diez minutos convencerla que no tenía ningún hueso roto, y aún así, Yulia insistió en que yo la ayudara a caminar. Tuve que aguantar la risa para que no pareciera que me estaba burlando de ella, porque no quería hacerla sentirse mal.
—No es necesario que me lleves a casa — dijo Yulia mientras bajábamos las escaleras de la entrada al hospital — Conduciré yo. Las dejo a ustedes y luego voy a mi casa.
Alcé la vista al cielo.
Ya era de noche y la contaminación lumínica no dejaba ver más que un par de estrellas solitarias. Los autos aún transitaban casi tanto como en el día, porque estábamos cerca de una avenida. Podía ver a personas sentadas en los balcones de sus edificios, adolescentes bien vestidos caminando juntos hacia algún sitio y a alguien paseando a su caniche.
—Ya escuchaste al doctor, Yulia, — Le di una palmada a su cabeza, sobre su cabello esponjado — Nosotras volveremos a casa en autobús.
La obligué a sentarse en el asiento del acompañante, como hicimos en el viaje desde la discoteca. Taeyeon se sentó atrás y conduje en silencio.
Creí que sería un viaje incómodo, considerando que era la primera vez que nos veíamos desde el evento desafortunado, pero Yulia se quedó dormida en seguida. Se quitó la chaqueta para colocársela como almohada y subió las piernas al asiento para hacerse bolita.
Ella era lo suficientemente pequeña como para entrar así sin problema.
Intenté no mirarla tanto mientras conducía, pero cada vez que pasaba por un agujero en el asfalto no podía evitar fijarme en ella para asegurarme de que siguiera durmiendo.
Todas las veces que dormí junto a ella, siempre fue la primera en despertarse, así que nunca pude verla dormir. Su respiración era mucho más calmada. Era casi extraño verla tan tranquila.
El auto dio un pequeño tumbo cuando pasamos por otro hueco en el asfalto y maldije mentalmente al intendente por no reparar las calles.
Había pasado tanto tiempo alejada de Yulia que no me di cuenta de lo mucho que había extrañado el sólo verla.
El viaje tomó más tiempo del que esperaba, porque intenté manejar lo más lento que pude para no despertarla. Pero eventualmente llegó a su fin y tuve que detenerme frente a su casa.
Apagué el motor casi con pena y toqué el hombro de Yulia para despertarla.
—Hemos llegado — dije.
La morena abrió los ojos sólo un poco, medio entrecerrados, y miró mi mano. Luego alzó la mirada y yo tuve que apartarla.
Cuando Yulia estaba lejos, sentía que podía evitarla sin ningún problema y volver a la normalidad, a antes de conocerla. Pero cuando estaba cerca y me miraba así, mi corazón daba un vuelco.
La puerta de su casa se abrió y su madre salió para abrirnos.
—¿No estabas trabajando? — preguntó cuando nos vio a Taeyeon y a mí salir del auto.
—Se cayó en el trabajo — dijo Taeyeon.
Yulia le dedicó una mirada asesina, aún somnolienta, y con la chaqueta sobre sus hombros. Su cabello estaba ligeramente despeinado.
—Nosotras sólo la trajimos. El doctor dijo que no condujera.
Su madre rió.
—¿Te caes y ya hay que llevarte al hospital? — le preguntó a su hija, pasando un brazo por sobre sus hombros — ¿Así de vieja estás?
Yulia rodó los ojos y se dejó abrazar.
Miré a otro lado, un poco incómoda.
Preferí centrar toda mi atención en el árbol que crecía junto a la puerta de entrada.
—Caí de las escaleras. Pude haber muerto.
—Nadie muere por golpearse el culo — dijo Taeyeon.
Yulia intentó ir a por Taeyeon, pero me puse en el medio antes de que esto escalara.
—Nosotras ya nos vamos.
—¿A esta hora? —preguntó la madre de Yulia con alarma, sin soltar a su hija — ¿Solas?
—No se preocupe. Tomaremos el bus.
Ella nos echó una mirada cargada con preocupación, probablemente preguntándose qué tan seguro era para dos chicas en tacones volver a casa solas y de noche.
—Puedo llamar a Nastya para que pase a buscarnos — sugirió Taeyeon en voz baja — No es que quiera verla. O sea, sería cien porciento por necesidad y porque no nos queda otra opción.
La madre de Yulia arrugó la frente.
—Puedo llevarl...
—No, voy a llamar a Nastya.
Taeyeon sacó su teléfono y se lo llevó a la oreja antes de que alguien pudiera protestar.
La señora nos dejó entrar a su casa para esperar a que pasaran a buscarnos. Dentro las luces estaban encendidas, pero no había nadie en toda la planta baja. No me di cuenta del frío que hacía afuera hasta que crucé la puerta de entrada y me encontré con la chimenea de la sala de estar, prendida.
Yulia iba caminando delante de nosotros con su madre.
—¿Pero te sientes bien? — le preguntó la señora mientras tocaba su frente.
—No creo tener la fuerza para subir las escaleras hasta mi cuarto — se quejó y yo rodé los ojos — Despierta a papá. Dile que me cargue.
Su madre chasqueó la lengua y la apartó al darse cuenta de que sólo estaba actuando.
—Ya debes de estar bien si estás siento tonta otra vez. Me voy a dormir.
Taeyeon rió cuando la mujer se marchó y Yulia se quedó viendo boquiabierta, desde el comienzo de las escaleras, cómo estaba siendo abandonada por su propia madre.
Me pareció apropiado alejarlas antes de que comenzaran a pelear.
—Vamos a tu cuarto, idiota — Me acerqué hasta donde ella estaba y señalé las escaleras — Sube.
—No me digas "idiota" — se quejó mientras subía — No me gusta que me hables feo.
Comencé a subir detrás de ella.
—De acuerdo ¿Y cómo quieres que te diga cuando estás siendo idiota? — Miré por sobre mi hombro a Taeyeon, que se acababa de sentar en el sofá frente a la chimenea — Déjame saber cuando llegue Nastya.
Taeyeon subió sus pies metidos en esos tacones rojos sobre la mesa y me levantó el dedo pulgar.
—Diviértanse.
—Puedes decirme "princesa" — me sugirió Yulia mientras subía las escaleras — "Amor". "Conejita" me gustó. ¿Ya viste a mi conejo? Se llama Pedro.
—¿Quieres que te diga "Pedro"? — le pregunté distraída.
—Qué graciosa que estás hoy — Se detuvo cuando terminó de subir todas las escaleras y me enseñó el dedo del medio — Podrías ser bonita conmigo de vez en cuando. Decirme lindura y sacarme el bozal legal.
—Sí — sonreí — Ni lo sueñes — La empujé con suavidad cuando llegué detrás de ella — Sigue caminando.
—Deja de darme órdenes — protestó.
—La otra vez no te quejaste.
Llegó a su cuarto refunfuñando y eso me hizo un poco de gracia. La primera vez que estuve aquí, yo era la que protestaba y ella era la que se burlaba.
Cómo se daban vuelta las cosas.
—¿Ya? — le pregunté una vez que las dos entramos. Yulia se paró junto a su cama y yo quedé en el marco de la puerta, sin querer acercarme mucho. Estaba exactamente igual a la última vez, desordenado y un poco caótico, sólo que ya no estaban las fotos de Alexey — ¿Algo más que quiera la princesa inválida?
—Sácame el bozal legal — insistió — ¿Cómo podemos hacer las pases si me tienes atada legalmente?
Entendía por qué podía molestarle, pero ella también tenía que entender que eran las medidas que tuve que tomar para mantenerme a salvo. Era la primera vez desde que nos conocíamos que me sentía en el control de la situación y había olvidado lo bien que se sentía.
—No te tengo atada. Simplemente no puedes hablar de mí en la tele o internet — Me mantuve firme — ¿O es que estás tan enamorada que no puedes dejar de hablar de mi en todos lados?
Yulia respiró hondo, inflando el pecho, y apartó la mirada, como si estuviera llamando a toda su paciencia.
—Pues yo también te pondré un bozal legal — me amenazó.
Levanté una ceja.
—Hazlo. Igual no hablo de ti.
Esa respuesta, por alguna razón, pareció dolerle. Vi cómo su expresión pasaba de enfado a tristeza en sólo unos segundos y me arrepentí de lo que dije de inmediato.
Yulia tenía razón. Podía ser un poco menos dura cuando le hablaba.
—A veces siento que tú nunca me quisiste de la misma manera que yo te quise — dijo.
Ahora fue mi turno de recibir el golpe.
Recordé todas esas veces que Yulia me dijo que me quería, todas esas veces que quiso que tuviéramos algo más serio y yo le respondí con negativas o evitando el tema. No estaba lista para corresponderle. Me daba mucho miedo abrirle mi corazón y que me lo rompiera.
Incluso ahora me daba miedo abrírselo, aunque ya no estuviéramos juntas, aunque ya no tuviéramos que fingir nada.
Y ahora sentía culpa porque nunca me paré a pensar en cómo debió de interpretar ella todo eso.
¿Cómo me habría sentido yo si le hubiera dicho que la quería y ella no me hubiera respondido nada?
—Yulia, no es así — Di un paso hacia ella — Yo también te quiero.
Separó los labios con sorpresa, aunque podía ver aún un poco del enfado de antes.
—¿Y por qué me lo dices ahora?
Tragué saliva.
—Simplemente tenía miedo de que me rompieras el corazón — le confesé.
—Bueno, te rompí el corazón — Rodó los ojos — Y tú a mí. Habría sido genial saberlo cuando todavía estábamos juntas.
—¿Habría cambiado algo? — le pregunté.
—¡Sí! Tal vez no para ti, pero si para mí — Extendió los brazos — Cada vez que te decía que te quería me sentía estúpida. A veces sentía que le hablaba a una pared. Sé que tenías miedo, pero... — Se dejó caer en la cama para sentarse sobre el colchón — Es frustrante. No saber si la otra persona te quiere.
—Te quiero — Me mordí el labio cuando sentí el temblor en mi voz — Lamento si no fui lo que esperabas.
—Tú siempre fuiste más de lo que esperaba, Lena.
Me sequé una lágrima con la palma de mi mano y cuando Yulia extendió los brazos para abrazarme, me dejé caer sobre su regazo.
Escondí el rostro en su cuello, para que no me viera llorar, y la abracé con fuerza. Sabía que ella podía sentir mis lágrimas humedeciendo su piel desnuda, pero no dijo nada al respecto y estaba agradecida.
Sentí su mano pasar por mi espalda como si quisiera reconfortarme y subí las piernas a la cama.
Extrañaba tanto abrazarla. Extrañaba sentir su aroma y su cabello negro contra mi rostro. Sus bromas, sus dramas, sus coqueteos y cómo ella siempre me hacía reír. No me había dado cuenta de lo segura que me sentía entre sus brazos hasta que la perdí.
—Te extrañé — dijo ella.
Me aferré con más fuerza a su chaqueta.
—Y yo a ti — admití, al borde del llanto — No quiero dejarte.
Pero tenía qué.
—No tienes que hacerlo — Metió la mano entre mi cabello — Quédate. Quédate, por favor.
Asentí, aunque ella no me viera. No tenía el corazón para decirle que no, y tampoco quería. Aunque fuera sólo esta noche, aunque fuera la última. No quería dejarla ir.
—¿Puedo quedarme esta noche? — le pregunté.
Yulia tomó mi rostro entre sus manos y me apartó para verme a los ojos. Me dio un poco de pena que me viera llorar, pero intenté mantenerle la mirada.
—Quédate hoy y quédate todos los días que quieras — Besó mi frente — Puedes venir a mí siempre que lo sientas necesario. No importa si estamos peleadas, si ya no nos hablamos, si estoy ocupada... no sé si pueda protegerte de todo, pero siempre estaré para ti.
LENA
Pese a que Yulia nos aseguró que no se había golpeado muy fuerte la cabeza, el doctor le aconsejó que no condujera de regreso a su casa.
—Parece estar todo en orden — dijo mientras observaba las radiografías detrás de su escritorio — Pero si comienza a dolerte la cabeza, quiero que vuelvas.
—¿Y no me hará una radiografía del culo? — preguntó ella, sentada frente a él. El hombre rió, pero ella se veía muy seria — ¿Y si se me rompió algún hueso?
Tomaron otros diez minutos convencerla que no tenía ningún hueso roto, y aún así, Yulia insistió en que yo la ayudara a caminar. Tuve que aguantar la risa para que no pareciera que me estaba burlando de ella, porque no quería hacerla sentirse mal.
—No es necesario que me lleves a casa — dijo Yulia mientras bajábamos las escaleras de la entrada al hospital — Conduciré yo. Las dejo a ustedes y luego voy a mi casa.
Alcé la vista al cielo.
Ya era de noche y la contaminación lumínica no dejaba ver más que un par de estrellas solitarias. Los autos aún transitaban casi tanto como en el día, porque estábamos cerca de una avenida. Podía ver a personas sentadas en los balcones de sus edificios, adolescentes bien vestidos caminando juntos hacia algún sitio y a alguien paseando a su caniche.
—Ya escuchaste al doctor, Yulia, — Le di una palmada a su cabeza, sobre su cabello esponjado — Nosotras volveremos a casa en autobús.
La obligué a sentarse en el asiento del acompañante, como hicimos en el viaje desde la discoteca. Taeyeon se sentó atrás y conduje en silencio.
Creí que sería un viaje incómodo, considerando que era la primera vez que nos veíamos desde el evento desafortunado, pero Yulia se quedó dormida en seguida. Se quitó la chaqueta para colocársela como almohada y subió las piernas al asiento para hacerse bolita.
Ella era lo suficientemente pequeña como para entrar así sin problema.
Intenté no mirarla tanto mientras conducía, pero cada vez que pasaba por un agujero en el asfalto no podía evitar fijarme en ella para asegurarme de que siguiera durmiendo.
Todas las veces que dormí junto a ella, siempre fue la primera en despertarse, así que nunca pude verla dormir. Su respiración era mucho más calmada. Era casi extraño verla tan tranquila.
El auto dio un pequeño tumbo cuando pasamos por otro hueco en el asfalto y maldije mentalmente al intendente por no reparar las calles.
Había pasado tanto tiempo alejada de Yulia que no me di cuenta de lo mucho que había extrañado el sólo verla.
El viaje tomó más tiempo del que esperaba, porque intenté manejar lo más lento que pude para no despertarla. Pero eventualmente llegó a su fin y tuve que detenerme frente a su casa.
Apagué el motor casi con pena y toqué el hombro de Yulia para despertarla.
—Hemos llegado — dije.
La morena abrió los ojos sólo un poco, medio entrecerrados, y miró mi mano. Luego alzó la mirada y yo tuve que apartarla.
Cuando Yulia estaba lejos, sentía que podía evitarla sin ningún problema y volver a la normalidad, a antes de conocerla. Pero cuando estaba cerca y me miraba así, mi corazón daba un vuelco.
La puerta de su casa se abrió y su madre salió para abrirnos.
—¿No estabas trabajando? — preguntó cuando nos vio a Taeyeon y a mí salir del auto.
—Se cayó en el trabajo — dijo Taeyeon.
Yulia le dedicó una mirada asesina, aún somnolienta, y con la chaqueta sobre sus hombros. Su cabello estaba ligeramente despeinado.
—Nosotras sólo la trajimos. El doctor dijo que no condujera.
Su madre rió.
—¿Te caes y ya hay que llevarte al hospital? — le preguntó a su hija, pasando un brazo por sobre sus hombros — ¿Así de vieja estás?
Yulia rodó los ojos y se dejó abrazar.
Miré a otro lado, un poco incómoda.
Preferí centrar toda mi atención en el árbol que crecía junto a la puerta de entrada.
—Caí de las escaleras. Pude haber muerto.
—Nadie muere por golpearse el culo — dijo Taeyeon.
Yulia intentó ir a por Taeyeon, pero me puse en el medio antes de que esto escalara.
—Nosotras ya nos vamos.
—¿A esta hora? —preguntó la madre de Yulia con alarma, sin soltar a su hija — ¿Solas?
—No se preocupe. Tomaremos el bus.
Ella nos echó una mirada cargada con preocupación, probablemente preguntándose qué tan seguro era para dos chicas en tacones volver a casa solas y de noche.
—Puedo llamar a Nastya para que pase a buscarnos — sugirió Taeyeon en voz baja — No es que quiera verla. O sea, sería cien porciento por necesidad y porque no nos queda otra opción.
La madre de Yulia arrugó la frente.
—Puedo llevarl...
—No, voy a llamar a Nastya.
Taeyeon sacó su teléfono y se lo llevó a la oreja antes de que alguien pudiera protestar.
La señora nos dejó entrar a su casa para esperar a que pasaran a buscarnos. Dentro las luces estaban encendidas, pero no había nadie en toda la planta baja. No me di cuenta del frío que hacía afuera hasta que crucé la puerta de entrada y me encontré con la chimenea de la sala de estar, prendida.
Yulia iba caminando delante de nosotros con su madre.
—¿Pero te sientes bien? — le preguntó la señora mientras tocaba su frente.
—No creo tener la fuerza para subir las escaleras hasta mi cuarto — se quejó y yo rodé los ojos — Despierta a papá. Dile que me cargue.
Su madre chasqueó la lengua y la apartó al darse cuenta de que sólo estaba actuando.
—Ya debes de estar bien si estás siento tonta otra vez. Me voy a dormir.
Taeyeon rió cuando la mujer se marchó y Yulia se quedó viendo boquiabierta, desde el comienzo de las escaleras, cómo estaba siendo abandonada por su propia madre.
Me pareció apropiado alejarlas antes de que comenzaran a pelear.
—Vamos a tu cuarto, idiota — Me acerqué hasta donde ella estaba y señalé las escaleras — Sube.
—No me digas "idiota" — se quejó mientras subía — No me gusta que me hables feo.
Comencé a subir detrás de ella.
—De acuerdo ¿Y cómo quieres que te diga cuando estás siendo idiota? — Miré por sobre mi hombro a Taeyeon, que se acababa de sentar en el sofá frente a la chimenea — Déjame saber cuando llegue Nastya.
Taeyeon subió sus pies metidos en esos tacones rojos sobre la mesa y me levantó el dedo pulgar.
—Diviértanse.
—Puedes decirme "princesa" — me sugirió Yulia mientras subía las escaleras — "Amor". "Conejita" me gustó. ¿Ya viste a mi conejo? Se llama Pedro.
—¿Quieres que te diga "Pedro"? — le pregunté distraída.
—Qué graciosa que estás hoy — Se detuvo cuando terminó de subir todas las escaleras y me enseñó el dedo del medio — Podrías ser bonita conmigo de vez en cuando. Decirme lindura y sacarme el bozal legal.
—Sí — sonreí — Ni lo sueñes — La empujé con suavidad cuando llegué detrás de ella — Sigue caminando.
—Deja de darme órdenes — protestó.
—La otra vez no te quejaste.
Llegó a su cuarto refunfuñando y eso me hizo un poco de gracia. La primera vez que estuve aquí, yo era la que protestaba y ella era la que se burlaba.
Cómo se daban vuelta las cosas.
—¿Ya? — le pregunté una vez que las dos entramos. Yulia se paró junto a su cama y yo quedé en el marco de la puerta, sin querer acercarme mucho. Estaba exactamente igual a la última vez, desordenado y un poco caótico, sólo que ya no estaban las fotos de Alexey — ¿Algo más que quiera la princesa inválida?
—Sácame el bozal legal — insistió — ¿Cómo podemos hacer las pases si me tienes atada legalmente?
Entendía por qué podía molestarle, pero ella también tenía que entender que eran las medidas que tuve que tomar para mantenerme a salvo. Era la primera vez desde que nos conocíamos que me sentía en el control de la situación y había olvidado lo bien que se sentía.
—No te tengo atada. Simplemente no puedes hablar de mí en la tele o internet — Me mantuve firme — ¿O es que estás tan enamorada que no puedes dejar de hablar de mi en todos lados?
Yulia respiró hondo, inflando el pecho, y apartó la mirada, como si estuviera llamando a toda su paciencia.
—Pues yo también te pondré un bozal legal — me amenazó.
Levanté una ceja.
—Hazlo. Igual no hablo de ti.
Esa respuesta, por alguna razón, pareció dolerle. Vi cómo su expresión pasaba de enfado a tristeza en sólo unos segundos y me arrepentí de lo que dije de inmediato.
Yulia tenía razón. Podía ser un poco menos dura cuando le hablaba.
—A veces siento que tú nunca me quisiste de la misma manera que yo te quise — dijo.
Ahora fue mi turno de recibir el golpe.
Recordé todas esas veces que Yulia me dijo que me quería, todas esas veces que quiso que tuviéramos algo más serio y yo le respondí con negativas o evitando el tema. No estaba lista para corresponderle. Me daba mucho miedo abrirle mi corazón y que me lo rompiera.
Incluso ahora me daba miedo abrírselo, aunque ya no estuviéramos juntas, aunque ya no tuviéramos que fingir nada.
Y ahora sentía culpa porque nunca me paré a pensar en cómo debió de interpretar ella todo eso.
¿Cómo me habría sentido yo si le hubiera dicho que la quería y ella no me hubiera respondido nada?
—Yulia, no es así — Di un paso hacia ella — Yo también te quiero.
Separó los labios con sorpresa, aunque podía ver aún un poco del enfado de antes.
—¿Y por qué me lo dices ahora?
Tragué saliva.
—Simplemente tenía miedo de que me rompieras el corazón — le confesé.
—Bueno, te rompí el corazón — Rodó los ojos — Y tú a mí. Habría sido genial saberlo cuando todavía estábamos juntas.
—¿Habría cambiado algo? — le pregunté.
—¡Sí! Tal vez no para ti, pero si para mí — Extendió los brazos — Cada vez que te decía que te quería me sentía estúpida. A veces sentía que le hablaba a una pared. Sé que tenías miedo, pero... — Se dejó caer en la cama para sentarse sobre el colchón — Es frustrante. No saber si la otra persona te quiere.
—Te quiero — Me mordí el labio cuando sentí el temblor en mi voz — Lamento si no fui lo que esperabas.
—Tú siempre fuiste más de lo que esperaba, Lena.
Me sequé una lágrima con la palma de mi mano y cuando Yulia extendió los brazos para abrazarme, me dejé caer sobre su regazo.
Escondí el rostro en su cuello, para que no me viera llorar, y la abracé con fuerza. Sabía que ella podía sentir mis lágrimas humedeciendo su piel desnuda, pero no dijo nada al respecto y estaba agradecida.
Sentí su mano pasar por mi espalda como si quisiera reconfortarme y subí las piernas a la cama.
Extrañaba tanto abrazarla. Extrañaba sentir su aroma y su cabello negro contra mi rostro. Sus bromas, sus dramas, sus coqueteos y cómo ella siempre me hacía reír. No me había dado cuenta de lo segura que me sentía entre sus brazos hasta que la perdí.
—Te extrañé — dijo ella.
Me aferré con más fuerza a su chaqueta.
—Y yo a ti — admití, al borde del llanto — No quiero dejarte.
Pero tenía qué.
—No tienes que hacerlo — Metió la mano entre mi cabello — Quédate. Quédate, por favor.
Asentí, aunque ella no me viera. No tenía el corazón para decirle que no, y tampoco quería. Aunque fuera sólo esta noche, aunque fuera la última. No quería dejarla ir.
—¿Puedo quedarme esta noche? — le pregunté.
Yulia tomó mi rostro entre sus manos y me apartó para verme a los ojos. Me dio un poco de pena que me viera llorar, pero intenté mantenerle la mirada.
—Quédate hoy y quédate todos los días que quieras — Besó mi frente — Puedes venir a mí siempre que lo sientas necesario. No importa si estamos peleadas, si ya no nos hablamos, si estoy ocupada... no sé si pueda protegerte de todo, pero siempre estaré para ti.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Cariño de mi corazón ya te extrañaba qué alegría que ya regresaras . Me gusto mucho este capitulo que Lena se de cuenta de lo hiriente que ha sido con la pobre Julia y se permita ser vulnerable y dar el amor que siente también recibir el amor y protección que Julia le da de una forma tan tierna . Feliz noche cariño mio no te nos pierdas, saludos y besos
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Ahora sí Lena, es tú momento ya que Yulia está vulnerable y sabe que la quieres más de lo que se imagina..comiencen de nuevo
Volkatin_420- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 13/03/2023
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Pueden empezar de cero si así lo quieren. Se extrañan mucho y se quieren que es lo que importa. Ay que esperar la reacción de yulia cuando llegue alexey y saber sus sentimientos por el
LenaVolkova66- Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 16/04/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
29. Perras ganas de besarla
LENA
Normalmente no dejo que me abracen, pero esa vez lo hice.
El sol acababa de salir, el viento entraba fresco desde la ventana y una pierna se enroscaba alrededor de la mía, helada. Las sábanas de Yulia olían a coco y su pecho subía y bajaba con calma mientras respiraba.
Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el pecho de la camiseta de Yulia. Era negra y tenía el título de "Lady Bird". Recordé haber hecho hace algunos años un análisis de la protagonista y no entendí por qué me sorprendió que a ella también le gustaran las películas hasta el punto de comprarse una camiseta. Yulia era actriz, así que tenía sentido.
Su cabello estaba en todos lados y, cuando levanté el brazo para acomodarlo detrás de su hombro, ella me abrazó con más fuerza.
—Quédate un poco más — me pidió sin abrir los ojos.
—Aún es temprano — le aseguré, para que entendiera que no planeaba irme.
Sentí un pinchazo de conciencia.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba en sus brazos y por qué no quería salir de ellos?
Sabía que tenía que moverme, que esto no estaba bien si lo que quería era ser sólo su amiga, pero también sabía que si me quitaba ahora, no volvería a sentirme tan en paz como lo estaba haciendo en mucho tiempo.
No quería terminar todo esto, pero no sabía qué hacer. Una parte de mí se preguntaba si no era dañino volver a intentarlo otra vez, esperar que la otra haya cambiado cuando sólo pasaron dos semanas. Era ingenuo y no me gustaba ser ingenua. Nunca lo había sido.
Apoyé la cabeza en su pecho, sin cerrar los ojos, y ella apoyó la mejilla sobre mi cabello. Vi un par de lunares en su escote y quise bajar el cuello de su camiseta para verlos, pero me contuve. Quería besar su piel y sostenerla con fuerza.
—¿Quién diría...? — murmuró. Su voz era ronca y baja mientras subía y bajaba sus dedos por mi espalda — Que en el fondo serías así de blanda.
—Eso es lo que pasa cuando tienes problemas paternales. Que no se te suba a la cabeza — le advertí y escondí el rostro en su cuello.
Ella rió.
¿Cómo podíamos estar aquí, como si nada hubiera pasado, después de todo?
—¿Siempre fuiste así? — preguntó — ¿O sólo conmigo eres un gatito que ronronea?
Pensé en mis parejas anteriores.
Durante la secundaria no pude salir con nadie. Entre las malas experiencias y la sobreprotección de mis padres, me daban miedo cosas tan básicas como ir a una cita a solas con alguien. O asistir a una fiesta.
Comencé a salir con chicos en la universidad, pero una parte de mí siempre temió pecar de confianza. Por mucho que me gustaran, hubo líneas que yo misma tracé y nunca me atreví a cruzar.
—Vuelve a llamarme así y te mato.
—Hmmm... — Tocó mi mejilla y me acarició con el dedo pulgar — ¿Puedo escoger cómo morir? Me gustaría que me ahorcaras o que me asfixiaras sentándote en mi cara.
Cerré los ojos.
—¿Cómo puedes seguir diciendo esas cosas después de todo lo que te hice?
Hubo un momento de silencio en el que creí que no iba a responderme. Abrí los ojos y miré a la ventana. Su otra mano seguía subiendo y bajando por mi espalda.
—Sé que no las hiciste para lastimarme. Y quiero pensar que las dos aprendimos algo de todo esto — Suspiró — Supongo que estoy muy enamorada. Eso es.
Apoyé la palma en el colchón y me levanté, sólo lo suficiente para verla desde arriba. Ese movimiento pareció asustarla, porque sus ojos se ensancharon, como si no se hubiera esperado una reacción de mi parte.
No entendía cómo Yulia podía decir esas cosas después de haber salido lastimada. Yo nunca habría tenido el valor, incluso aunque las cosas fueran bien.
—No me vuelvas a bloquear, Elena — me pidió, para sorpresa mía — Incluso si estás molesta conmigo, te daré tu espacio. Te daré los días que necesites. Pero no me alejes de ti cuando estás mal — Tomó una de mis manos y besó mis nudillos — Por favor.
Asentí con la cabeza y la dejé mimarme.
Yulia me prestó su ropa para volver a casa, porque no tenía ganas de bajar al comedor y viajar con el vestido de la noche anterior.
Supongo que fue por cómo quedé luego de todo lo que lloré anoche, o quizá que su declaración de amor me ablandó. Pero cuando me ofreció su camiseta del armario, la dejé ponérmela.
Tomé mi teléfono de la mesa de noche y revisé las notificaciones.
—Dame tu brazo.
Sin levantar la cabeza de la pantalla, aún sentada en la cama, le ofrecí mi brazo. Ella me colocó su camiseta de pijama. Primero un brazo, luego el otro, y me acomodó el cabello. Cuando levanté la cabeza me encontré con su mirada y tuve que presionar los labios para reprimir las ganas de abrazarla.
—¿Qué estás mirando? — me preguntó.
Mis mejillas se encendieron.
—Anoche subí una foto — murmuré y se la enseñé.
Estaba yo, sentada en las escaleras del hospital. No se veía el nombre de la institución, pero si una ambulancia en la entrada. En el pie de la foto se leía "Yulia y yo nos encontramos en el club. Ella se cayó y me ofrecí a traerla al hospital. Envíen buenos deseos".
Tomó mi teléfono para leer más de cerca.
—¿Por qué subiste eso? — preguntó — Creí que no querías que habláramos de la otra.
—Bueno, no en situaciones normales — intenté explicarme — Pero la gente nos vio salir juntas y sabe que estás lastimada. Era mejor aclarar las cosas antes de que se inventaran algo peor — La miré, algo insegura — ¿Crees que se pongan pesados en las redes por esto?
Ella lo pensó un rato, y luego me devolvió el teléfono.
—No desde que le pusiste el bozal legal a canal dos. Ahora los canales de televisión te hacen el feo.
—Ay, no, qué pena — ironicé y entré a la sección de comentarios — Deberías subir una foto para que la gente sepa que estás bien. O van a pensar que te enterré.
Le mostré los comentarios.
Lechuga_Quemada: Finalmente la mató.
TylerEvelynRood: Ya era hora.
SimpDeAsh: ¿Creen que Yulia se haya lastimado en serio? Están diciendo que tropezó con una chica bajita.
Lechuga_Quemada: No, fue un caniche.
SimpDeAsh: Ah, eso tiene más sentido.
Ungatomeow: SOY HIJA DE MADRES DIVORCIADAS.
Desayunamos juntas y me enseñó su dichoso conejo. Era enorme, antipático y parecía que quería matarnos. Pero ella lo cargaba como si fuera su más grande orgullo.
Llegamos a mi casa alrededor de las diez de la mañana. Yo llevaba su pijama y una chaqueta enorme para refugiarme del frío. Ella también, pero con una visera encima. Me acompañó hasta la puerta del departamento y luego retrocedió.
No quería que el día terminara aún. No quería decirle "adiós".
—Puedes entrar — le dije mientras metía la llave en la puerta de cristal — Podemos estudiar juntas.
Yulia vaciló.
Ahí, parada frente a su auto, con su pijama negro. Levantó ligeramente la visera que llevaba, como si quisiera verme mejor para asegurarse de que me había oído bien. Su cabello salía desordenado por debajo.
—¿Estás segura? — preguntó.
Me alcé de hombros.
—¿Por qué no?
—¿Tu amigo no me odiaba?
Fedor le había hecho la cruz a Yulia. A él nunca le gustó ella en primer lugar, aunque cuando sucedió todo lo del canal dos, tuvo la decencia de no opinar al respecto. La primera vez estuvo bien, pero ya se estaba abusando. Si él quería seguir opinando sobre Yulia, yo comenzaría a opinar sobre su vida amorosa, también, a ver si le gustaba.
—Mira, Yulia, yo también te odio, pero eso nunca te importó.
—¿De verdad me odias, o sólo odias que te haga dudar de tu sexualidad?
—Te odio, que te quede claro.
Le tendí la mano de mal humor.
Se lo pensó, pero finalmente aceptó.
Tomó mi mano y la hice entrar.
Cuando llegamos a mi departamento encontramos a Nikolay en el escritorio del living, trabajando. Para suerte nuestra, estaba completamente vestido.
—Pensé que no trabajabas los fines de semana — lo saludé mientras cerraba la puerta.
Nikolay empujó su silla con ruedas hacia atrás, con un pie sobre el asiento, y la giró para verme. Sus ojos fueron de mí a Yulia y luego a mí de vuelta. Fue un poco obvio cómo intentó disimular la sorpresa.
—Buen día — nos dijo — Normalmente no, pero hice un descuento en dibujos furrys y ahora tengo treinta y cinco pedidos.
—Dios mío.
—¿Dibujas furros? — Yulia estiró el cuello para espiar la pantalla de su tableta — ¿Cuál es tu presupuesto? Quiero a mi conejo como fursona.
Nikolay sonrió, listo para enseñarle su tabla de precios.
—¿Qué está pasando aquí? — Fedor salió de su cuarto, también vestido. Me supuse que se había preparado para su turno en la cafetería donde trabajaba. Llevaba su cabello corto atado en una cola de caballo y estaba segura de que su camiseta negra era de mi hermano — ¿Qué hace ella aquí? — señaló a Yulia.
—"Ella" tiene nombre — le respondió la aludida — Traje a Elena.
—Sí, Taeyeon me contó — Se cruzó de brazos y se apoyó contra el marco de la puerta — Pero creí que ustedes habían terminado. — Ahora me miró a mí — Creí que no querías saber nada de ella.
—Eso fue hace dos días, Fedor. Ahora soy una persona completamente diferente — Me dejé caer en el sofá, cansada — Ahora somos amigas.
—Estás loca. Sin ofender, Yulia, pero ¿Qué mierda? — Nos enseñó las palmas de su mano — Como dijo Taylor Swift: Ya me vi esta película y no me gustó el final.
—No es la misma película. Ahora somos amigas — Compartí una mirada sospechosa con Yulia — Además, Fedor, te estás tomando muchas libertades opinando. Yo nunca dije nada sobre tu desastrosa vida amorosa.
Ahora fue el turno de Yulia y de Nikolay de compartir una mirada, como si ninguno de los dos supiera de lo que estábamos hablando, pero ya se hicieran una idea de lo que se avecinaba.
Fedor me entrecerró los ojos.
—Yo no tengo tiempo para una vida amorosa.
Levanté una ceja.
—¿No tienes tiempo o no tienes huevos?
—¿Disculpa?
Me acomodé mejor en el sofá para contestarle. Si íbamos a discutir, íbamos a hacerlo bien.
—Está bien que opines sobre mi vida amorosa, Fedor, pero ya va siendo hora de que yo también opine de la tuya ¿No? — Me incliné hacia adelante y apoyé los codos en mis rodillas — ¿Por qué no hablamos de que llevas siete años enamorado del mismo chico, pero aún tienes miedo de que te rechace?
Fedor abrió la boca, sorprendido, pero no dijo nada. Probablemente no supiera qué decir.
—¿Están hablando de mí? — preguntó Nikolay — ¿O estoy imaginando cosas?
—¿Tú que crees? — respondí.
Fedor estaba demasiado sorprendido como para decir nada. Supuse que a esta altura, habían pasado tantos años, que él se había hecho a la idea de no decírselo nunca, de que siempre iban a ser amigos y nada más.
Siempre intenté mantenerme al margen, pero esto era ridículo. Si yo no decía nada ¿Él no iba a hacerlo nunca?
—¿Siete años? — preguntó Nikolay. Dejó su lápiz en el tintero y se levantó del escritorio. Yulia se hizo a un lado para dejarlo pasar — ¿Por qué nunca dijiste nada?
El pelirrojo retrocedió un paso.
—Yo te lo dije. Te dije que me gustabas. Y tú nunca me respondiste.
—Ah, como tú — Me susurró Yulia cuando estuvo cerca de mí — Tampoco me respondes cuando te digo que te quiero.
Le di un codazo para que se callara.
—Sí, pero eso fue antes de mi transición — Le respondió Nikolay — Hace años ¿Cómo iba a saber que te seguía gustando?
—¿Por qué me habrías de dejar de gustar?
—¡No lo sé! — Se pasó una mano por el cabello, como si estuviera frustrado — No lo sé. Nunca volviste a mencionarlo y yo...y supongo que me daba miedo preguntar.
Yulia tironeó de mi camiseta. Cuando levanté la vista, ella me hizo un gesto hacia la puerta de salida y formó un "vamos" con la boca, sin hablar.
Las dos salimos del departamento sin hacer ruido, para dejarlos discutir a gusto. No fue hasta que nos metimos en el elevador, que finalmente hablamos.
—¡¿Siete años?! — gritó Yulia una vez que se cerraron las puertas — Eso es perseverancia.
Apoyé la espalda contra el espejo del elevador.
—Fedor va a matarme. — Me tapé el rostro con las manos — No debí decir eso. No estuvo bien.
—Mira, las cosas no son blancas o negras a veces, Lena — Me enseñó los dedos de su mano — ¿¡Pero siete años!? Te dije que te quería a los dos meses de conocerte ¿Cómo hizo para aguantarse tanto? ¿No le hizo mal?
No pude evitar reír.
—Es una declaración, no un pedo.
Ella rió conmigo y se apoyó a mi lado mientras el ascensor seguía bajando.
—¿Lena?
Dejé de reír y la miré de reojo.
—¿Qué?
Ella levantó la mirada.
—¿Te incomoda cuando te digo lo que siento? — preguntó — Sé que se supone que somos amigas y que hay cosas que no tengo que decirte — Se rascó la nuca — Si no quieres que vuelva a mencionarlo, está bien.
Recordé a Yulia esta mañana, abrazándome. La recordé colocándome la camiseta, peinándome, abrigándome. Y las ganas que tenía de besarla en todo momento.
Nosotras éramos de todo, menos amigas.
—Sé tú misma conmigo, por favor — le pedí.
Ella rió.
—No puedo ser yo misma contigo.
Arrugué la frente.
—¿Por qué no?
—Porque siempre que estoy contigo, quiero besarte.
Hola mis niñas ¿Cómo están? Capítulo tempranero, eh?
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué rumbo piensan que deberían tomar Yulia y Lena? ¿Están listas para volver a intentarlo? ¿Mostraron un cambio, o les falta tiempo aún? ¿O no deberían volver?
Otra aclaración aunque ya muchos lo saben: Nikolay en trans, por eso habló de una transición
Se acerca el final. Quizá diez capítulos o un poco más, así que espero disfruten todos estos últimos capítulos y tal vez hoy haga un mini maratón.... Ya veremos.
LENA
Normalmente no dejo que me abracen, pero esa vez lo hice.
El sol acababa de salir, el viento entraba fresco desde la ventana y una pierna se enroscaba alrededor de la mía, helada. Las sábanas de Yulia olían a coco y su pecho subía y bajaba con calma mientras respiraba.
Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el pecho de la camiseta de Yulia. Era negra y tenía el título de "Lady Bird". Recordé haber hecho hace algunos años un análisis de la protagonista y no entendí por qué me sorprendió que a ella también le gustaran las películas hasta el punto de comprarse una camiseta. Yulia era actriz, así que tenía sentido.
Su cabello estaba en todos lados y, cuando levanté el brazo para acomodarlo detrás de su hombro, ella me abrazó con más fuerza.
—Quédate un poco más — me pidió sin abrir los ojos.
—Aún es temprano — le aseguré, para que entendiera que no planeaba irme.
Sentí un pinchazo de conciencia.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba en sus brazos y por qué no quería salir de ellos?
Sabía que tenía que moverme, que esto no estaba bien si lo que quería era ser sólo su amiga, pero también sabía que si me quitaba ahora, no volvería a sentirme tan en paz como lo estaba haciendo en mucho tiempo.
No quería terminar todo esto, pero no sabía qué hacer. Una parte de mí se preguntaba si no era dañino volver a intentarlo otra vez, esperar que la otra haya cambiado cuando sólo pasaron dos semanas. Era ingenuo y no me gustaba ser ingenua. Nunca lo había sido.
Apoyé la cabeza en su pecho, sin cerrar los ojos, y ella apoyó la mejilla sobre mi cabello. Vi un par de lunares en su escote y quise bajar el cuello de su camiseta para verlos, pero me contuve. Quería besar su piel y sostenerla con fuerza.
—¿Quién diría...? — murmuró. Su voz era ronca y baja mientras subía y bajaba sus dedos por mi espalda — Que en el fondo serías así de blanda.
—Eso es lo que pasa cuando tienes problemas paternales. Que no se te suba a la cabeza — le advertí y escondí el rostro en su cuello.
Ella rió.
¿Cómo podíamos estar aquí, como si nada hubiera pasado, después de todo?
—¿Siempre fuiste así? — preguntó — ¿O sólo conmigo eres un gatito que ronronea?
Pensé en mis parejas anteriores.
Durante la secundaria no pude salir con nadie. Entre las malas experiencias y la sobreprotección de mis padres, me daban miedo cosas tan básicas como ir a una cita a solas con alguien. O asistir a una fiesta.
Comencé a salir con chicos en la universidad, pero una parte de mí siempre temió pecar de confianza. Por mucho que me gustaran, hubo líneas que yo misma tracé y nunca me atreví a cruzar.
—Vuelve a llamarme así y te mato.
—Hmmm... — Tocó mi mejilla y me acarició con el dedo pulgar — ¿Puedo escoger cómo morir? Me gustaría que me ahorcaras o que me asfixiaras sentándote en mi cara.
Cerré los ojos.
—¿Cómo puedes seguir diciendo esas cosas después de todo lo que te hice?
Hubo un momento de silencio en el que creí que no iba a responderme. Abrí los ojos y miré a la ventana. Su otra mano seguía subiendo y bajando por mi espalda.
—Sé que no las hiciste para lastimarme. Y quiero pensar que las dos aprendimos algo de todo esto — Suspiró — Supongo que estoy muy enamorada. Eso es.
Apoyé la palma en el colchón y me levanté, sólo lo suficiente para verla desde arriba. Ese movimiento pareció asustarla, porque sus ojos se ensancharon, como si no se hubiera esperado una reacción de mi parte.
No entendía cómo Yulia podía decir esas cosas después de haber salido lastimada. Yo nunca habría tenido el valor, incluso aunque las cosas fueran bien.
—No me vuelvas a bloquear, Elena — me pidió, para sorpresa mía — Incluso si estás molesta conmigo, te daré tu espacio. Te daré los días que necesites. Pero no me alejes de ti cuando estás mal — Tomó una de mis manos y besó mis nudillos — Por favor.
Asentí con la cabeza y la dejé mimarme.
Yulia me prestó su ropa para volver a casa, porque no tenía ganas de bajar al comedor y viajar con el vestido de la noche anterior.
Supongo que fue por cómo quedé luego de todo lo que lloré anoche, o quizá que su declaración de amor me ablandó. Pero cuando me ofreció su camiseta del armario, la dejé ponérmela.
Tomé mi teléfono de la mesa de noche y revisé las notificaciones.
—Dame tu brazo.
Sin levantar la cabeza de la pantalla, aún sentada en la cama, le ofrecí mi brazo. Ella me colocó su camiseta de pijama. Primero un brazo, luego el otro, y me acomodó el cabello. Cuando levanté la cabeza me encontré con su mirada y tuve que presionar los labios para reprimir las ganas de abrazarla.
—¿Qué estás mirando? — me preguntó.
Mis mejillas se encendieron.
—Anoche subí una foto — murmuré y se la enseñé.
Estaba yo, sentada en las escaleras del hospital. No se veía el nombre de la institución, pero si una ambulancia en la entrada. En el pie de la foto se leía "Yulia y yo nos encontramos en el club. Ella se cayó y me ofrecí a traerla al hospital. Envíen buenos deseos".
Tomó mi teléfono para leer más de cerca.
—¿Por qué subiste eso? — preguntó — Creí que no querías que habláramos de la otra.
—Bueno, no en situaciones normales — intenté explicarme — Pero la gente nos vio salir juntas y sabe que estás lastimada. Era mejor aclarar las cosas antes de que se inventaran algo peor — La miré, algo insegura — ¿Crees que se pongan pesados en las redes por esto?
Ella lo pensó un rato, y luego me devolvió el teléfono.
—No desde que le pusiste el bozal legal a canal dos. Ahora los canales de televisión te hacen el feo.
—Ay, no, qué pena — ironicé y entré a la sección de comentarios — Deberías subir una foto para que la gente sepa que estás bien. O van a pensar que te enterré.
Le mostré los comentarios.
Lechuga_Quemada: Finalmente la mató.
TylerEvelynRood: Ya era hora.
SimpDeAsh: ¿Creen que Yulia se haya lastimado en serio? Están diciendo que tropezó con una chica bajita.
Lechuga_Quemada: No, fue un caniche.
SimpDeAsh: Ah, eso tiene más sentido.
Ungatomeow: SOY HIJA DE MADRES DIVORCIADAS.
Desayunamos juntas y me enseñó su dichoso conejo. Era enorme, antipático y parecía que quería matarnos. Pero ella lo cargaba como si fuera su más grande orgullo.
Llegamos a mi casa alrededor de las diez de la mañana. Yo llevaba su pijama y una chaqueta enorme para refugiarme del frío. Ella también, pero con una visera encima. Me acompañó hasta la puerta del departamento y luego retrocedió.
No quería que el día terminara aún. No quería decirle "adiós".
—Puedes entrar — le dije mientras metía la llave en la puerta de cristal — Podemos estudiar juntas.
Yulia vaciló.
Ahí, parada frente a su auto, con su pijama negro. Levantó ligeramente la visera que llevaba, como si quisiera verme mejor para asegurarse de que me había oído bien. Su cabello salía desordenado por debajo.
—¿Estás segura? — preguntó.
Me alcé de hombros.
—¿Por qué no?
—¿Tu amigo no me odiaba?
Fedor le había hecho la cruz a Yulia. A él nunca le gustó ella en primer lugar, aunque cuando sucedió todo lo del canal dos, tuvo la decencia de no opinar al respecto. La primera vez estuvo bien, pero ya se estaba abusando. Si él quería seguir opinando sobre Yulia, yo comenzaría a opinar sobre su vida amorosa, también, a ver si le gustaba.
—Mira, Yulia, yo también te odio, pero eso nunca te importó.
—¿De verdad me odias, o sólo odias que te haga dudar de tu sexualidad?
—Te odio, que te quede claro.
Le tendí la mano de mal humor.
Se lo pensó, pero finalmente aceptó.
Tomó mi mano y la hice entrar.
Cuando llegamos a mi departamento encontramos a Nikolay en el escritorio del living, trabajando. Para suerte nuestra, estaba completamente vestido.
—Pensé que no trabajabas los fines de semana — lo saludé mientras cerraba la puerta.
Nikolay empujó su silla con ruedas hacia atrás, con un pie sobre el asiento, y la giró para verme. Sus ojos fueron de mí a Yulia y luego a mí de vuelta. Fue un poco obvio cómo intentó disimular la sorpresa.
—Buen día — nos dijo — Normalmente no, pero hice un descuento en dibujos furrys y ahora tengo treinta y cinco pedidos.
—Dios mío.
—¿Dibujas furros? — Yulia estiró el cuello para espiar la pantalla de su tableta — ¿Cuál es tu presupuesto? Quiero a mi conejo como fursona.
Nikolay sonrió, listo para enseñarle su tabla de precios.
—¿Qué está pasando aquí? — Fedor salió de su cuarto, también vestido. Me supuse que se había preparado para su turno en la cafetería donde trabajaba. Llevaba su cabello corto atado en una cola de caballo y estaba segura de que su camiseta negra era de mi hermano — ¿Qué hace ella aquí? — señaló a Yulia.
—"Ella" tiene nombre — le respondió la aludida — Traje a Elena.
—Sí, Taeyeon me contó — Se cruzó de brazos y se apoyó contra el marco de la puerta — Pero creí que ustedes habían terminado. — Ahora me miró a mí — Creí que no querías saber nada de ella.
—Eso fue hace dos días, Fedor. Ahora soy una persona completamente diferente — Me dejé caer en el sofá, cansada — Ahora somos amigas.
—Estás loca. Sin ofender, Yulia, pero ¿Qué mierda? — Nos enseñó las palmas de su mano — Como dijo Taylor Swift: Ya me vi esta película y no me gustó el final.
—No es la misma película. Ahora somos amigas — Compartí una mirada sospechosa con Yulia — Además, Fedor, te estás tomando muchas libertades opinando. Yo nunca dije nada sobre tu desastrosa vida amorosa.
Ahora fue el turno de Yulia y de Nikolay de compartir una mirada, como si ninguno de los dos supiera de lo que estábamos hablando, pero ya se hicieran una idea de lo que se avecinaba.
Fedor me entrecerró los ojos.
—Yo no tengo tiempo para una vida amorosa.
Levanté una ceja.
—¿No tienes tiempo o no tienes huevos?
—¿Disculpa?
Me acomodé mejor en el sofá para contestarle. Si íbamos a discutir, íbamos a hacerlo bien.
—Está bien que opines sobre mi vida amorosa, Fedor, pero ya va siendo hora de que yo también opine de la tuya ¿No? — Me incliné hacia adelante y apoyé los codos en mis rodillas — ¿Por qué no hablamos de que llevas siete años enamorado del mismo chico, pero aún tienes miedo de que te rechace?
Fedor abrió la boca, sorprendido, pero no dijo nada. Probablemente no supiera qué decir.
—¿Están hablando de mí? — preguntó Nikolay — ¿O estoy imaginando cosas?
—¿Tú que crees? — respondí.
Fedor estaba demasiado sorprendido como para decir nada. Supuse que a esta altura, habían pasado tantos años, que él se había hecho a la idea de no decírselo nunca, de que siempre iban a ser amigos y nada más.
Siempre intenté mantenerme al margen, pero esto era ridículo. Si yo no decía nada ¿Él no iba a hacerlo nunca?
—¿Siete años? — preguntó Nikolay. Dejó su lápiz en el tintero y se levantó del escritorio. Yulia se hizo a un lado para dejarlo pasar — ¿Por qué nunca dijiste nada?
El pelirrojo retrocedió un paso.
—Yo te lo dije. Te dije que me gustabas. Y tú nunca me respondiste.
—Ah, como tú — Me susurró Yulia cuando estuvo cerca de mí — Tampoco me respondes cuando te digo que te quiero.
Le di un codazo para que se callara.
—Sí, pero eso fue antes de mi transición — Le respondió Nikolay — Hace años ¿Cómo iba a saber que te seguía gustando?
—¿Por qué me habrías de dejar de gustar?
—¡No lo sé! — Se pasó una mano por el cabello, como si estuviera frustrado — No lo sé. Nunca volviste a mencionarlo y yo...y supongo que me daba miedo preguntar.
Yulia tironeó de mi camiseta. Cuando levanté la vista, ella me hizo un gesto hacia la puerta de salida y formó un "vamos" con la boca, sin hablar.
Las dos salimos del departamento sin hacer ruido, para dejarlos discutir a gusto. No fue hasta que nos metimos en el elevador, que finalmente hablamos.
—¡¿Siete años?! — gritó Yulia una vez que se cerraron las puertas — Eso es perseverancia.
Apoyé la espalda contra el espejo del elevador.
—Fedor va a matarme. — Me tapé el rostro con las manos — No debí decir eso. No estuvo bien.
—Mira, las cosas no son blancas o negras a veces, Lena — Me enseñó los dedos de su mano — ¿¡Pero siete años!? Te dije que te quería a los dos meses de conocerte ¿Cómo hizo para aguantarse tanto? ¿No le hizo mal?
No pude evitar reír.
—Es una declaración, no un pedo.
Ella rió conmigo y se apoyó a mi lado mientras el ascensor seguía bajando.
—¿Lena?
Dejé de reír y la miré de reojo.
—¿Qué?
Ella levantó la mirada.
—¿Te incomoda cuando te digo lo que siento? — preguntó — Sé que se supone que somos amigas y que hay cosas que no tengo que decirte — Se rascó la nuca — Si no quieres que vuelva a mencionarlo, está bien.
Recordé a Yulia esta mañana, abrazándome. La recordé colocándome la camiseta, peinándome, abrigándome. Y las ganas que tenía de besarla en todo momento.
Nosotras éramos de todo, menos amigas.
—Sé tú misma conmigo, por favor — le pedí.
Ella rió.
—No puedo ser yo misma contigo.
Arrugué la frente.
—¿Por qué no?
—Porque siempre que estoy contigo, quiero besarte.
Hola mis niñas ¿Cómo están? Capítulo tempranero, eh?
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué rumbo piensan que deberían tomar Yulia y Lena? ¿Están listas para volver a intentarlo? ¿Mostraron un cambio, o les falta tiempo aún? ¿O no deberían volver?
Otra aclaración aunque ya muchos lo saben: Nikolay en trans, por eso habló de una transición
Se acerca el final. Quizá diez capítulos o un poco más, así que espero disfruten todos estos últimos capítulos y tal vez hoy haga un mini maratón.... Ya veremos.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A Fati20 y a Veroska les gusta esta publicaciòn
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Cariño mio que felicidad tenerte por aquí bien temprano con un capitulo tan bonito que Lena se deje querer por Julia qué es todo un amor en todo en sentido de la palabra y que bueno q ya le soltó lo de Fedor 7 años así es tremendo 🥺. Qué volvieran ya ya creo q no sería bueno quizás ser "amigas" un ratico les ayude sobretodo a Lena a darse cuenta que se aman y que vale la pena todo por eso. Me sorprende q ya quede tan poco es tan linda la historia y si si si si por favor si tienes oportunidad hoy regalanos ese maraton a tus fans aquí q tanto te adoramos feliz sábado cariño mio
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Triste porque ya la historia vaya acabarse y bueno, no sabía que Niko es trans así que ahora creo que lo amo con respecto a las chicas, es importante que sean amigas e irse descubriendo de nuevo que el amor que se tienen nunca va a morir pero la historia es muy agradable. Ojalá tenga chance de leer la original, pero ya uno se acostumbra a Yulia y a Lena que con otros personajes es algo extraño ️️
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
30. Los caminos de la vida
TAEYEON
(La noche anterior)
Nastya llegó media hora después de que la llamara para que pasara a buscarnos de la casa de Yulia.
Seré enana, pero no tonta, y me di cuenta de que Elena tenía otros planes en mente cuando me texteó "Ve tú. Yo me quedo" sin siquiera dignarse a bajar.
No hacía falta que me preguntara por qué no se despidió de mí en persona. El sólo imaginarme lo que podría estar haciendo con Yulia en ese cuarto me dio migraña.
—Odio a las parejas felices — dije mientras me metía al auto de Nastya.
El aire acondicionado estaba encendido y la radio también, pero el volúmen estaba al mínimo, así que apenas alcanzaba a escuchar un poco de Cigarettes After Sex.
—Qué linda te ves — me saludó Nastya desde el volante.
Yo, sentada a su lado, me acomodé un poco la falda corta de mi vestido rojo. Era de esos que acababan por encima de los muslos, así que había mucho que hacer al respecto.
No pude evitar sentirme un poco desnuda bajo su atenta mirada, aunque ella ni siquiera me estaba viendo, sino que estaba arrancando el auto.
Ella llevaba su cabello suelto y bien peinado, con dos trenzas pequeñas a los lados. Su blusa era de una tela delgada y floreada, pero su falda era de una tela más gruesa y oscura, sólo unos centímetros más larga que la mía.
—Sí, bueno, dime algo que no sepa — respondí, intentando mantenerme lo más digna posible. Como si ella no fuera diez veces más bonita que yo.
Nastya se acomodó un mechón suelto detrás de la oreja y siguió conduciendo.
No me había dado cuenta de lo mucho que me gustaban e incomodaban las mujeres independientes hasta que la conocí. Ella era millonaria (bueno, no en realidad), tenía su propio departamento, auto, se autogestionaba todo y siempre parecía tener las cosas en orden.
Cada vez que me miraba, se me revolucionaban las hormonas.
¿Pero saben una cosa? Ella era una manipuladora. Pensaba que podía tener todo como le gustaba y las cosas no funcionaban así. Aquí la única princesa caprichosa era yo.
—¿Sabes en que estoy pensando? — habló sin quitar la vista del camino — En ordenar algo ¿Cuál es tu comida favorita?
—No, gracias. Soy celiaca — respondí para llevarle la contra.
Ella me miró por primera vez desde que subí y me dedicó una de esas sonrisas amables, que se veían sinceras y yo no entendía. Porque, cómo alguien podía sonreír tan calmada cuando le llevaban la contra.
—Puedes pedir algo sin gluten, o puedo comer lo mismo que tú, si es lo que quieres.
Arrugué la frente.
–No es necesario que comas lo mismo que yo.
Su sonrisa se ensanchó.
—Está bien. Pide lo que quieras y luego pediré yo. Pago yo.
Tarde me di cuenta de lo que acaba de suceder.
—No, espera — Me enderecé en mi asiento — No dije que iba a cenar contigo. Quiero ir a mi casa.
Levanté la tira de mi vestido al notar que se había desacomodado.
Ella se alzó de hombros.
—Está bien. Podemos ir a tu casa ¿Qué vas a comer? Yo tengo antojo de pollo. Quizá pida a la parrilla, con salsa y guarnición — Me miró de reojo — ¿O vas a dormir con el estómago vacío?
Pensé en el arroz frío de la heladera que guardé esa tarde. En el medio huevo que podía cortar para agregarle un toque interesante. O la lata de arvejas que esperaba en mi alacena.
Me tapé el rostro con las manos.
Cómo me dolía ser pobre.
Apoyé el codo contra la puerta del auto y la mejilla contra mi mano cerrada. Mi estómago rugió y Nastya me levantó una ceja al oírlo.
Acababa de ser humillada.
—A lo mejor podemos comer en tu casa — cedí, como si en el fondo no quisiera, aunque sí quería.
Me bastó con sólo ver el espejo retrovisor para captar su sonrisa a través del reflejo.
—¿Y cómo harás para volver a tu casa? — preguntó con preocupación fingida — Es muy tarde.
Rodé los ojos.
—Puedo dormir en tu sofá si me dejas — sugerí de mal humor.
Ella se alzó de hombros.
—Ah, está bien. Podría haberte llevado a casa si me lo hubieras pedido, pero si así lo quieres, puedes quedarte en mi sofá. O puedo darte un colchón. Creo que tengo uno por ahí.
Le entrecerré los ojos con desconfianza mientras pasábamos sobre un puente. Las luces pasaban por delante de nosotras y nos atravesaban hasta desaparecer en el parabrisas de atrás. El frío que entraba por la ventana hacía que mi flequillo se alborotara, pero me refrescaba.
—¿Tenías esto planeado?
—¿Cómo podría tenerlo planeado, si no sabía que ibas a llamarme? — preguntó con sorpresa fingida, otra vez. Aunque sabía que una parte de ella tenía razón — Puedes decir que no. No quiero obligarte a nada que no quieras.
—No, si quiero — admití a la fuerza, con ese pollo a la parrilla en la cabeza — Quiero tu estúpido pollo en tu departamento lujoso y dormir en tus asquerosas sábanas que huelen bien
—Huelen a mí.
Sentí las mejillas calientes.
—No sé por qué estamos jugando este juego. Sé que te gusto y que quieres conmigo, y tú sabes que te voy a decir que no, por mucho que lo intentes. No me vas a coger. Suéltame.
Nastya rió y yo abrí más los ojos, sorprendida. Estaba segura de que era la primera vez que la había oído carcajearse o reír ¿Yo había provocado eso?
—¿No te gusto o qué es? — preguntó.
Me recosté contra la puerta. Cuando pensaba en Nastya, pensaba en esos "fuck boys" que intentaban de todo para conquistarte. Pero una sabe que ellos sólo quieren acostarse contigo, que te endulzarán los oídos y ya está.
No tenía nada en contra, pero tampoco era lo que estaba buscando.
—No es que no me gustes. Es que me siento como tu capricho, y para estar con alguien que después me va a botar, para eso ni estoy. Ya aprendí con mi ex.
Pensé en Clara, mi ex novia, y en cómo ella me había convencido de que lo que teníamos era especial, que yo era "madura para mi edad" y esas mierdas. Pero al mismo tiempo le avergonzaba que nos vieran juntas y me trataba como a una niña cuando le reclamaba algo.
Y también pensé en lo fácil que fue para ella separarse de mí.
—¿Y cuál es el problema si eres mi capricho? — preguntó con sinceridad — Eso no quita que me gustes. Me gustas — Estacionó su auto delante de su departamento y me miró — Me gustas, yo te gusto. Tú estás conmigo y yo te consiento hasta que te hartes de mi.
Esto se sentía como uno de esos mangas que Elena leía.
Era raro, pero al mismo tiempo era bueno y malo.
—¿Por qué me hartaría de ti? — pregunté.
Nastya comenzó a desabrocharse el cinturón. Sus aretes de oro tintinearon con el movimiento.
—No lo sé. Supongo que soy aburrida — Dijo y bajó la vista a mis manos, tratando de desabrochar el cinturón — Déjame a mí.
Se inclinó sobre mi asiento. Su cabeza quedó unos centímetros debajo de la mía mientras intentaba desabrocharme. Sus nudillos rozaron mi cadera y tuve que levantar la vista al techo para no ver el escote de su blusa floreada.
Pensé en el himno.
Oíd, mortales, el grito sagrado
Libertad, libertad, libertad...
—¡Listo!
Nastya levantó la cabeza con el cinturón desabrochado en su mano y cuando bajé el rostro nuestras narices casi se tocaron.
Ella me miró con esos ojos tan vacíos e "inocentes". Y yo sabía que de inocente ella no tenía nada, pero también sabía que era una chica linda, que me volvía loca, que tenía el mundo a sus pies y que era conciente de eso.
Era una chica que acababa de decirme que le gustaba y que quería darme todo lo que yo quisiera.
—¿Qué? — me preguntó al notar cómo la miraba.
No respondí. Tomé su rostro con las manos y la besé.
Nastya intentó mantener el equilibrio y me correspondió con más agresividad de la que esperaba.
Una de sus manos fue a mi nuca y me sostuvo con firmeza mientras la otra se cerraba alrededor de mi muslo.
Jadeé por la sorpresa y cerré las manos alrededor de la tela de su blusa.
La besé hasta que me quedé sin aire, porque temía enfrentar lo que viniera después de que nos separáramos. Afortunadamente, ella no parecía querer que acabara tan rápido, porque volvió a buscar mis labios tan pronto como los sintió alejarse.
Se inclinó más y más hasta que yo quedé con la espalda contra la puerta. Su mano en mi nuca bajó a mi espalda baja y cuando intenté cerrar mis piernas, su otra mano se cerró más arriba, a la cara interna de mi muslo.
Solté un gemido y tanteé la puerta hasta presionar el botón que levantaba la ventanilla. Nastya dio un respingo y al notar lo que hice, sonrió y bajó hasta mi cuello.
Sus besos se sentían calientes y hacían cosquillas al mismo tiempo. Sus manos se aferraban a mí con la misma fuerza que uno se aferra de algo para no caerse y había algo en la manera que lo hacía, como si me estuviera reclamando para si misma.
Levanté la vista al techo y suspiré.
—No vamos a hacer esto en un auto ¿No? — pregunté insegura.
El agarre de Nastya se aflojó y cuando levantó la cabeza, apoyó el mentón en mi pecho.
—Tienes razón — Besó mi mentón — Vamos a mi departamento.
Me iba a contradecir, pero sí. Sí a todo, por esa mujer.
Diez minutos más tarde estábamos entrando a su departamento y ella me estaba empujando a su cuarto. Su mano aún en mi cintura baja para evitar que me cayera y sus labios pegados a los míos.
Mis tacones se resbalaron contra el piso encerado y casi caí de no haber sido porque ella aún me sostenía. Esquivamos el sofá de su sala de estar, entramos a su cuarto y cuando me empujó con suavidad a la cama, mis rodillas se doblaron.
Respiré hondo luego de caer sobre el colchón. Nastya me miró desde arriba, parada junto a la cama, y yo le devolví la mirada a través de mis pestañas.
Respiré hondo y me levanté la falda.
—¿Qué tanto me ves? — pregunté mientras separaba las piernas.
Nastya ladeó la cabeza. Su cabello rubio cayó sobre su hombro y se arrodilló entre mis piernas. Se inclinó para besarme y arqueé la espalda. Su cuerpo contra el mío me hizo sentir calor.
Clavé mis dedos en su blusa y luego en su piel cuando su mano rozó mi ropa interior. Contuve el aire y mantuve sus labios atrapados con los míos.
—¿Esto es lo que quieres? — preguntó contra mis labios — Pensé que sólo venías a cenar.
Ni siquiera tuve que abrir los ojos para sentir su sonrisa. Ella estaba consiguiendo lo que quería y le encantaba. Ya tenía una mano en la rebanada de pastel y estaba a punto de pasar su lengua para probarla.
Y yo quería que la probara.
—Podemos tener postre primero — murmuré.
Ella besó de nuevo mi mentón. Estaba segura de que su mano podía sentir mi calor. Y algo más.
—¿Qué postre?
Cerré los ojos con fuerza.
—Yo. Podemos hacer esto primero. Exijo que hagamos esto primero — Abrí los ojos y los clavé en los suyos — Y te prohibo reírte de mí.
Ella me miró, confundida.
—¿Por qué me reiría de ti?
Porque estaba comenzando de verme desesperada. Pero me di cuenta de que eso, en realidad, le gustaba.
Parecía que le calentaba verme desesperada y tomar la iniciativa.
Así que tomé su mano libre y la llevé a mi pecho. Cerré la mía alrededor de la suya y la hice presionar con fuerza.
—¿Por favor? — pedi, manteniendo la mirada.
La vi respirar hondo.
Bajó a mi pecho, besó mi escote y tiró de la tela de mi vestido para seguir. Flexioné las piernas mientras sentí sus labios cálidos sobre la piel de mi pecho y enterré la mano en su cabello.
Se me escapó otro gemido que fue interrumpido cuando su mano se cerró alrededor de mi muñeca.
Quitó la tira que usaba de cinturón para su blusa y ató mis muñecas con ella. El aire abandonó mi cuerpo y vi con la boca abierta cómo ataba mis manos a la cabezera de la cama.
—Santa mierda.
Respiré con más fuerza, con el pecho al descubierto, debajo de ella. Nastya me levantó una ceja, pero yo le sonreí para que continuara.
El aire fresco endureció mis pezones. Ella pasó su mano por mi pecho para acariciar uno con el pulgar y me miró.
—¿Te duele? — Preguntó con su dedo en mi pezón. No comprendí — Tus manos ¿Quieres que te desate?
Negué con la cabeza y luego solté un "No" sin dejar de mirarla. Su mano siguió acariciándome en todo momento.
¿En dónde me había metido?
La sonrisa de ella se ensanchó antes de inclinarse y darme un beso.
—Qué chica buena — murmuró contra mis labios. Metió su mano de nuevo entre mis piernas y solté otro quejido, pero de placer — Habla conmigo — La mano que estaba en mi pecho subió a mis labios y metió su dedo pulgar para separarlos — Si algo no te gusta, dímelo y paramos.
Ella asintió para que yo la imitara. Asentí con ella y cerré los labios alrededor de su dedo pulgar. Sus cejas bajaron cuando sonrió.
—No hagas eso — me advirtió.
Me pregunté qué haría si continuaba, así que no la solté. Le mantuve la mirada, con mis labios alrededor de su pulgar, con mi pecho expuesto y sensible, con su otra mano en mi entrepierna.
No me di cuenta de lo mojada que estaba hasta que metió su mano dentro de mi ropa interior y su dedo índice se resbaló con facilidad. No lo metió, sino que lo movió en círculos durante unos segundos alrededor de mi entrada, como si estuviera asegurándose de que estaba bien lubricada.
—¿Por qué está tan caliente aquí? — preguntó.
—Por ti — respondí manteniéndole la mirada.
Ella me sostuvo por la espalda y metió un dedo dentro de mí. Inspiré hondo y miré al techo antes de cerrar los ojos.
Al principio lo hizo despacio, pero al ver que podía moverse con facilidad y que yo no me quejaba, comenzó a ir un poco más profundo y luego un poco más rápido.
Cerré los puños con fuerza, aún atados a la cabecera.
No protesté cuando me hizo darme la vuelta, ni cuando me hizo arrodillarme con la cara enterrada en los almohadones. Me sentí expuesta de una manera que nunca antes me había sentido, pero en cierta manera me gustaba. Y sabía que me gustaba porque se trataba de Nastya. Sólo de ella. Por alguna razón a ella podría dejarle hacerme lo que quisiera.
—¿Estás bien? — me preguntó mientras levantaba mi falda y bajaba mi ropa interior.
Asentí, con el rostro hundido en las almohadas.
Nastya tenía razón: olían a ella. A jazmines y otras flores.
—Puedes mordelas, si siquieres — me sugirió.
No entendí por qué tendría que morderlas, hasta que su mano, caliente, me tocó. Y tuve que volver a respirar hondo contra las almohadas.
Pero nada se comparó con la sensación de su lengua cuando tocó mi piel sensible. Mis codos se clavaron en el colchón mientras ahogaba mi voz contra el almohadón. Estaba segura de que lo único que me mantenía en esa posición era la mano de ella en mi estómago, sosteniendome.
Pero no le pedí que se detuviera y ella siguió. Siguió hasta que se dio cuenta de que me corrí.
Dejó un beso en mi cadera antes de soltarme y me desmoroné. Respiré profundo, agitada, y ella me ayudó a acostarme de espalda. Se sentó sobre mi estómago y desanudó mis muñecas.
Me parecía estar viendo las estrellas.
—¿Te duele? — Preguntó mientras pasaba su pulgar por la zona irritada de mis muñecas.
Eso me hizo volver a la realidad, e hice una mueca.
—Un poco — admití.
El cinturón de su blusa había dejado una marca rosada alrededor de mis muñecas por la fuerza con la que tiré sin darme cuenta. No había llegado a dejar marcas muy serias, así que esperaba que fueran del tipo que desaparecían en un día o dos.
—Pobrecita.
Nastya llevó una de mis muñecas a sus labios y le dejó un beso tan gentil que me sorprendió.
Yo estaba agotada y destrozada, yaciendo en su cama, y ella estaba besando mis heridas con tanto cariño y tanto cuidado. Sentía que estaba viendo otra parte de ella, una que ni Elena, ni Yulia, ni Fedor o Nikolay conocían.
Me gustaba la Nastya cuidadosa, tanto como la Nastya dominante o la Nastya empeñada en acercarse a mí.
Acaricié su rostro y ella lo acunó en mi mano antes de mirarme. Su brillo labial estaba corrido y su cabello me hizo cosquillas en el brazo.
—¿Mejor? — preguntó.
Asentí.
—¿Qué hay de ti?
Ella levantó la cabeza con sorpresa.
—¿Mi?
—Sí, tú — Bajé la vista a su blusa — Sigues vestida.
Ella no parecía comprender mi punto.
—¿Y eso es un problema?
Arrugué la frente.
—Por supuesto que es un problema ¿Qué hay de ti? — pregunté como si no fuera obvio — Te has encargado de mí ¿Pero quién se ha encargado de ti?
Abrió más los ojos al comprender.
—No es necesario que te preocupes por eso — respondió con sinceridad, pero yo ya estaba negando.
Quizá era porque yo tenía muy poca experiencia o porque no estaba acostumbrada a las maneras de Nastya, pero no me parecía bien que todo fuera sobre mí y no sobre ella, a menos de que no quisiera por alguna razón.
—Déjame encargarme.
—¿Qué?
Me senté y ella tuvo que bajarse de encima de mí. Aproveché para apoyar mi palma a un lado de ella y con la otra mano bajé y acomodé la falda de mi vestido. Ahora mi cabello se pegaba a mi piel por el sudor.
—Déjame encargarme de ti — volví a pedirle — Si tú quieres.
Me miró como si no supiera qué decir, y luego se miró a si misma, a su ropa perfectamente arreglada.
—Bueno, si tu quieres…
—No, no es "si yo quiero" — la corregí y me arrodillé en el colchón a su lado. Me sentí un poco mojada y pegajosa, y el hecho de no llevar ropa interior no ayudaba, pero tampoco es como si alguien fuera a decirme nada — ¿Quieres que te ayude?
Nastya asintió y yo bajé con cuidado, por si se arrepentía a último momento.
Sus piernas eran delgadas, pero mucho más firmes que las mías, y más bronceadas. Me aferré a una de ellas cuando toqué la tela de su ropa interior y la sentí estremecerse.
La mera idea de haber hecho a Nastya estremecerse me alegró. Tal vez porque fuera tan difícil de leer, porque no mostraba muchas emociones o porque no parecía del tipo de chica que se estremecía a menudo. Cualquiera que fuera la razón, me motivó a volver a intentarlo, pero esta vez con la lengua.
Nastya se aferró a la mesa de noche con una mano. Se sentó con la espalda contra su cabecera y usó su mano libre para cubrirse el rostro, como si le avergonzara mostrar lo afectada que estaba.
Cuando le quité su ropa interior ella me miró y sus mejillas estaban rosadas, curiosa.
Cuando la toqué con mi lengua fue cuando los ruidos comenzaron a ser más fuerte. Levantaba la cabeza de vez en cuando para ver cómo estaba, con mi mano cerrada alrededor de su tobillo, y la encontraba tapándose la boca o con las mejillas enrojecidas.
Entonces comenzó a soltar palabrotas. Le pregunté riendo si estaba bien, segura de que era la primera vez que la escuchaba maldecir. Ella asentía y volvía a decir otra palabrota.
—Lo siento — Dijo a la segunda vez — Se siente raro.
Su pecho subía y bajaba, acelerado, su expresión parecía de pena, como si no quisiera que la viera así, tan vulnerable.
Qué linda que se veía desde abajo.
—¿"Raro bueno" o "raro malo"? — pregunté.
Apartó la vista.
—Bueno — acabó respondiendo — Es sólo que no estoy acostumbrada. Pero sigue.
Parecía que le avergonzaba mostrar lo bien que se sentía.
Continué, con las manos sosteniendo sus muslos y mis oídos atentos a cualquier cosa que dijera, hasta que tuvo un orgasmo. Le tomó menos tiempo que a mi y cuando acabó se cubrió el rostro con el brazo, escondiéndose.
Subí para darle un beso.
Ella quitó el brazo y pude ver sus mejillas enrojecidas y su cabello ligeramente alborotado. Tomé su mentón y la besé. Ella pasó su lengua por mis labios y probó cada centímetro de mí y de ella, como yo lo hice.
Me ayudó a sentarme sobre sus piernas y descansó una mano en mi pecho mientras me acomodaba el escote del vestido.
—¿Está bien si repetimos esto otro día? — preguntó.
Me dejé caer con la oreja contra su pecho y asentí, sintiendo los latidos de su corazón contra mi.
—Si, pero ya no puedes extorsionarme con lo de "lechuga quemada".
Ella chasqueó la lengua y rió.
—Fue divertido mientras duró.
TAEYEON
(La noche anterior)
Nastya llegó media hora después de que la llamara para que pasara a buscarnos de la casa de Yulia.
Seré enana, pero no tonta, y me di cuenta de que Elena tenía otros planes en mente cuando me texteó "Ve tú. Yo me quedo" sin siquiera dignarse a bajar.
No hacía falta que me preguntara por qué no se despidió de mí en persona. El sólo imaginarme lo que podría estar haciendo con Yulia en ese cuarto me dio migraña.
—Odio a las parejas felices — dije mientras me metía al auto de Nastya.
El aire acondicionado estaba encendido y la radio también, pero el volúmen estaba al mínimo, así que apenas alcanzaba a escuchar un poco de Cigarettes After Sex.
—Qué linda te ves — me saludó Nastya desde el volante.
Yo, sentada a su lado, me acomodé un poco la falda corta de mi vestido rojo. Era de esos que acababan por encima de los muslos, así que había mucho que hacer al respecto.
No pude evitar sentirme un poco desnuda bajo su atenta mirada, aunque ella ni siquiera me estaba viendo, sino que estaba arrancando el auto.
Ella llevaba su cabello suelto y bien peinado, con dos trenzas pequeñas a los lados. Su blusa era de una tela delgada y floreada, pero su falda era de una tela más gruesa y oscura, sólo unos centímetros más larga que la mía.
—Sí, bueno, dime algo que no sepa — respondí, intentando mantenerme lo más digna posible. Como si ella no fuera diez veces más bonita que yo.
Nastya se acomodó un mechón suelto detrás de la oreja y siguió conduciendo.
No me había dado cuenta de lo mucho que me gustaban e incomodaban las mujeres independientes hasta que la conocí. Ella era millonaria (bueno, no en realidad), tenía su propio departamento, auto, se autogestionaba todo y siempre parecía tener las cosas en orden.
Cada vez que me miraba, se me revolucionaban las hormonas.
¿Pero saben una cosa? Ella era una manipuladora. Pensaba que podía tener todo como le gustaba y las cosas no funcionaban así. Aquí la única princesa caprichosa era yo.
—¿Sabes en que estoy pensando? — habló sin quitar la vista del camino — En ordenar algo ¿Cuál es tu comida favorita?
—No, gracias. Soy celiaca — respondí para llevarle la contra.
Ella me miró por primera vez desde que subí y me dedicó una de esas sonrisas amables, que se veían sinceras y yo no entendía. Porque, cómo alguien podía sonreír tan calmada cuando le llevaban la contra.
—Puedes pedir algo sin gluten, o puedo comer lo mismo que tú, si es lo que quieres.
Arrugué la frente.
–No es necesario que comas lo mismo que yo.
Su sonrisa se ensanchó.
—Está bien. Pide lo que quieras y luego pediré yo. Pago yo.
Tarde me di cuenta de lo que acaba de suceder.
—No, espera — Me enderecé en mi asiento — No dije que iba a cenar contigo. Quiero ir a mi casa.
Levanté la tira de mi vestido al notar que se había desacomodado.
Ella se alzó de hombros.
—Está bien. Podemos ir a tu casa ¿Qué vas a comer? Yo tengo antojo de pollo. Quizá pida a la parrilla, con salsa y guarnición — Me miró de reojo — ¿O vas a dormir con el estómago vacío?
Pensé en el arroz frío de la heladera que guardé esa tarde. En el medio huevo que podía cortar para agregarle un toque interesante. O la lata de arvejas que esperaba en mi alacena.
Me tapé el rostro con las manos.
Cómo me dolía ser pobre.
Apoyé el codo contra la puerta del auto y la mejilla contra mi mano cerrada. Mi estómago rugió y Nastya me levantó una ceja al oírlo.
Acababa de ser humillada.
—A lo mejor podemos comer en tu casa — cedí, como si en el fondo no quisiera, aunque sí quería.
Me bastó con sólo ver el espejo retrovisor para captar su sonrisa a través del reflejo.
—¿Y cómo harás para volver a tu casa? — preguntó con preocupación fingida — Es muy tarde.
Rodé los ojos.
—Puedo dormir en tu sofá si me dejas — sugerí de mal humor.
Ella se alzó de hombros.
—Ah, está bien. Podría haberte llevado a casa si me lo hubieras pedido, pero si así lo quieres, puedes quedarte en mi sofá. O puedo darte un colchón. Creo que tengo uno por ahí.
Le entrecerré los ojos con desconfianza mientras pasábamos sobre un puente. Las luces pasaban por delante de nosotras y nos atravesaban hasta desaparecer en el parabrisas de atrás. El frío que entraba por la ventana hacía que mi flequillo se alborotara, pero me refrescaba.
—¿Tenías esto planeado?
—¿Cómo podría tenerlo planeado, si no sabía que ibas a llamarme? — preguntó con sorpresa fingida, otra vez. Aunque sabía que una parte de ella tenía razón — Puedes decir que no. No quiero obligarte a nada que no quieras.
—No, si quiero — admití a la fuerza, con ese pollo a la parrilla en la cabeza — Quiero tu estúpido pollo en tu departamento lujoso y dormir en tus asquerosas sábanas que huelen bien
—Huelen a mí.
Sentí las mejillas calientes.
—No sé por qué estamos jugando este juego. Sé que te gusto y que quieres conmigo, y tú sabes que te voy a decir que no, por mucho que lo intentes. No me vas a coger. Suéltame.
Nastya rió y yo abrí más los ojos, sorprendida. Estaba segura de que era la primera vez que la había oído carcajearse o reír ¿Yo había provocado eso?
—¿No te gusto o qué es? — preguntó.
Me recosté contra la puerta. Cuando pensaba en Nastya, pensaba en esos "fuck boys" que intentaban de todo para conquistarte. Pero una sabe que ellos sólo quieren acostarse contigo, que te endulzarán los oídos y ya está.
No tenía nada en contra, pero tampoco era lo que estaba buscando.
—No es que no me gustes. Es que me siento como tu capricho, y para estar con alguien que después me va a botar, para eso ni estoy. Ya aprendí con mi ex.
Pensé en Clara, mi ex novia, y en cómo ella me había convencido de que lo que teníamos era especial, que yo era "madura para mi edad" y esas mierdas. Pero al mismo tiempo le avergonzaba que nos vieran juntas y me trataba como a una niña cuando le reclamaba algo.
Y también pensé en lo fácil que fue para ella separarse de mí.
—¿Y cuál es el problema si eres mi capricho? — preguntó con sinceridad — Eso no quita que me gustes. Me gustas — Estacionó su auto delante de su departamento y me miró — Me gustas, yo te gusto. Tú estás conmigo y yo te consiento hasta que te hartes de mi.
Esto se sentía como uno de esos mangas que Elena leía.
Era raro, pero al mismo tiempo era bueno y malo.
—¿Por qué me hartaría de ti? — pregunté.
Nastya comenzó a desabrocharse el cinturón. Sus aretes de oro tintinearon con el movimiento.
—No lo sé. Supongo que soy aburrida — Dijo y bajó la vista a mis manos, tratando de desabrochar el cinturón — Déjame a mí.
Se inclinó sobre mi asiento. Su cabeza quedó unos centímetros debajo de la mía mientras intentaba desabrocharme. Sus nudillos rozaron mi cadera y tuve que levantar la vista al techo para no ver el escote de su blusa floreada.
Pensé en el himno.
Oíd, mortales, el grito sagrado
Libertad, libertad, libertad...
—¡Listo!
Nastya levantó la cabeza con el cinturón desabrochado en su mano y cuando bajé el rostro nuestras narices casi se tocaron.
Ella me miró con esos ojos tan vacíos e "inocentes". Y yo sabía que de inocente ella no tenía nada, pero también sabía que era una chica linda, que me volvía loca, que tenía el mundo a sus pies y que era conciente de eso.
Era una chica que acababa de decirme que le gustaba y que quería darme todo lo que yo quisiera.
—¿Qué? — me preguntó al notar cómo la miraba.
No respondí. Tomé su rostro con las manos y la besé.
Nastya intentó mantener el equilibrio y me correspondió con más agresividad de la que esperaba.
Una de sus manos fue a mi nuca y me sostuvo con firmeza mientras la otra se cerraba alrededor de mi muslo.
Jadeé por la sorpresa y cerré las manos alrededor de la tela de su blusa.
La besé hasta que me quedé sin aire, porque temía enfrentar lo que viniera después de que nos separáramos. Afortunadamente, ella no parecía querer que acabara tan rápido, porque volvió a buscar mis labios tan pronto como los sintió alejarse.
Se inclinó más y más hasta que yo quedé con la espalda contra la puerta. Su mano en mi nuca bajó a mi espalda baja y cuando intenté cerrar mis piernas, su otra mano se cerró más arriba, a la cara interna de mi muslo.
Solté un gemido y tanteé la puerta hasta presionar el botón que levantaba la ventanilla. Nastya dio un respingo y al notar lo que hice, sonrió y bajó hasta mi cuello.
Sus besos se sentían calientes y hacían cosquillas al mismo tiempo. Sus manos se aferraban a mí con la misma fuerza que uno se aferra de algo para no caerse y había algo en la manera que lo hacía, como si me estuviera reclamando para si misma.
Levanté la vista al techo y suspiré.
—No vamos a hacer esto en un auto ¿No? — pregunté insegura.
El agarre de Nastya se aflojó y cuando levantó la cabeza, apoyó el mentón en mi pecho.
—Tienes razón — Besó mi mentón — Vamos a mi departamento.
Me iba a contradecir, pero sí. Sí a todo, por esa mujer.
Diez minutos más tarde estábamos entrando a su departamento y ella me estaba empujando a su cuarto. Su mano aún en mi cintura baja para evitar que me cayera y sus labios pegados a los míos.
Mis tacones se resbalaron contra el piso encerado y casi caí de no haber sido porque ella aún me sostenía. Esquivamos el sofá de su sala de estar, entramos a su cuarto y cuando me empujó con suavidad a la cama, mis rodillas se doblaron.
Respiré hondo luego de caer sobre el colchón. Nastya me miró desde arriba, parada junto a la cama, y yo le devolví la mirada a través de mis pestañas.
Respiré hondo y me levanté la falda.
—¿Qué tanto me ves? — pregunté mientras separaba las piernas.
Nastya ladeó la cabeza. Su cabello rubio cayó sobre su hombro y se arrodilló entre mis piernas. Se inclinó para besarme y arqueé la espalda. Su cuerpo contra el mío me hizo sentir calor.
Clavé mis dedos en su blusa y luego en su piel cuando su mano rozó mi ropa interior. Contuve el aire y mantuve sus labios atrapados con los míos.
—¿Esto es lo que quieres? — preguntó contra mis labios — Pensé que sólo venías a cenar.
Ni siquiera tuve que abrir los ojos para sentir su sonrisa. Ella estaba consiguiendo lo que quería y le encantaba. Ya tenía una mano en la rebanada de pastel y estaba a punto de pasar su lengua para probarla.
Y yo quería que la probara.
—Podemos tener postre primero — murmuré.
Ella besó de nuevo mi mentón. Estaba segura de que su mano podía sentir mi calor. Y algo más.
—¿Qué postre?
Cerré los ojos con fuerza.
—Yo. Podemos hacer esto primero. Exijo que hagamos esto primero — Abrí los ojos y los clavé en los suyos — Y te prohibo reírte de mí.
Ella me miró, confundida.
—¿Por qué me reiría de ti?
Porque estaba comenzando de verme desesperada. Pero me di cuenta de que eso, en realidad, le gustaba.
Parecía que le calentaba verme desesperada y tomar la iniciativa.
Así que tomé su mano libre y la llevé a mi pecho. Cerré la mía alrededor de la suya y la hice presionar con fuerza.
—¿Por favor? — pedi, manteniendo la mirada.
La vi respirar hondo.
Bajó a mi pecho, besó mi escote y tiró de la tela de mi vestido para seguir. Flexioné las piernas mientras sentí sus labios cálidos sobre la piel de mi pecho y enterré la mano en su cabello.
Se me escapó otro gemido que fue interrumpido cuando su mano se cerró alrededor de mi muñeca.
Quitó la tira que usaba de cinturón para su blusa y ató mis muñecas con ella. El aire abandonó mi cuerpo y vi con la boca abierta cómo ataba mis manos a la cabezera de la cama.
—Santa mierda.
Respiré con más fuerza, con el pecho al descubierto, debajo de ella. Nastya me levantó una ceja, pero yo le sonreí para que continuara.
El aire fresco endureció mis pezones. Ella pasó su mano por mi pecho para acariciar uno con el pulgar y me miró.
—¿Te duele? — Preguntó con su dedo en mi pezón. No comprendí — Tus manos ¿Quieres que te desate?
Negué con la cabeza y luego solté un "No" sin dejar de mirarla. Su mano siguió acariciándome en todo momento.
¿En dónde me había metido?
La sonrisa de ella se ensanchó antes de inclinarse y darme un beso.
—Qué chica buena — murmuró contra mis labios. Metió su mano de nuevo entre mis piernas y solté otro quejido, pero de placer — Habla conmigo — La mano que estaba en mi pecho subió a mis labios y metió su dedo pulgar para separarlos — Si algo no te gusta, dímelo y paramos.
Ella asintió para que yo la imitara. Asentí con ella y cerré los labios alrededor de su dedo pulgar. Sus cejas bajaron cuando sonrió.
—No hagas eso — me advirtió.
Me pregunté qué haría si continuaba, así que no la solté. Le mantuve la mirada, con mis labios alrededor de su pulgar, con mi pecho expuesto y sensible, con su otra mano en mi entrepierna.
No me di cuenta de lo mojada que estaba hasta que metió su mano dentro de mi ropa interior y su dedo índice se resbaló con facilidad. No lo metió, sino que lo movió en círculos durante unos segundos alrededor de mi entrada, como si estuviera asegurándose de que estaba bien lubricada.
—¿Por qué está tan caliente aquí? — preguntó.
—Por ti — respondí manteniéndole la mirada.
Ella me sostuvo por la espalda y metió un dedo dentro de mí. Inspiré hondo y miré al techo antes de cerrar los ojos.
Al principio lo hizo despacio, pero al ver que podía moverse con facilidad y que yo no me quejaba, comenzó a ir un poco más profundo y luego un poco más rápido.
Cerré los puños con fuerza, aún atados a la cabecera.
No protesté cuando me hizo darme la vuelta, ni cuando me hizo arrodillarme con la cara enterrada en los almohadones. Me sentí expuesta de una manera que nunca antes me había sentido, pero en cierta manera me gustaba. Y sabía que me gustaba porque se trataba de Nastya. Sólo de ella. Por alguna razón a ella podría dejarle hacerme lo que quisiera.
—¿Estás bien? — me preguntó mientras levantaba mi falda y bajaba mi ropa interior.
Asentí, con el rostro hundido en las almohadas.
Nastya tenía razón: olían a ella. A jazmines y otras flores.
—Puedes mordelas, si siquieres — me sugirió.
No entendí por qué tendría que morderlas, hasta que su mano, caliente, me tocó. Y tuve que volver a respirar hondo contra las almohadas.
Pero nada se comparó con la sensación de su lengua cuando tocó mi piel sensible. Mis codos se clavaron en el colchón mientras ahogaba mi voz contra el almohadón. Estaba segura de que lo único que me mantenía en esa posición era la mano de ella en mi estómago, sosteniendome.
Pero no le pedí que se detuviera y ella siguió. Siguió hasta que se dio cuenta de que me corrí.
Dejó un beso en mi cadera antes de soltarme y me desmoroné. Respiré profundo, agitada, y ella me ayudó a acostarme de espalda. Se sentó sobre mi estómago y desanudó mis muñecas.
Me parecía estar viendo las estrellas.
—¿Te duele? — Preguntó mientras pasaba su pulgar por la zona irritada de mis muñecas.
Eso me hizo volver a la realidad, e hice una mueca.
—Un poco — admití.
El cinturón de su blusa había dejado una marca rosada alrededor de mis muñecas por la fuerza con la que tiré sin darme cuenta. No había llegado a dejar marcas muy serias, así que esperaba que fueran del tipo que desaparecían en un día o dos.
—Pobrecita.
Nastya llevó una de mis muñecas a sus labios y le dejó un beso tan gentil que me sorprendió.
Yo estaba agotada y destrozada, yaciendo en su cama, y ella estaba besando mis heridas con tanto cariño y tanto cuidado. Sentía que estaba viendo otra parte de ella, una que ni Elena, ni Yulia, ni Fedor o Nikolay conocían.
Me gustaba la Nastya cuidadosa, tanto como la Nastya dominante o la Nastya empeñada en acercarse a mí.
Acaricié su rostro y ella lo acunó en mi mano antes de mirarme. Su brillo labial estaba corrido y su cabello me hizo cosquillas en el brazo.
—¿Mejor? — preguntó.
Asentí.
—¿Qué hay de ti?
Ella levantó la cabeza con sorpresa.
—¿Mi?
—Sí, tú — Bajé la vista a su blusa — Sigues vestida.
Ella no parecía comprender mi punto.
—¿Y eso es un problema?
Arrugué la frente.
—Por supuesto que es un problema ¿Qué hay de ti? — pregunté como si no fuera obvio — Te has encargado de mí ¿Pero quién se ha encargado de ti?
Abrió más los ojos al comprender.
—No es necesario que te preocupes por eso — respondió con sinceridad, pero yo ya estaba negando.
Quizá era porque yo tenía muy poca experiencia o porque no estaba acostumbrada a las maneras de Nastya, pero no me parecía bien que todo fuera sobre mí y no sobre ella, a menos de que no quisiera por alguna razón.
—Déjame encargarme.
—¿Qué?
Me senté y ella tuvo que bajarse de encima de mí. Aproveché para apoyar mi palma a un lado de ella y con la otra mano bajé y acomodé la falda de mi vestido. Ahora mi cabello se pegaba a mi piel por el sudor.
—Déjame encargarme de ti — volví a pedirle — Si tú quieres.
Me miró como si no supiera qué decir, y luego se miró a si misma, a su ropa perfectamente arreglada.
—Bueno, si tu quieres…
—No, no es "si yo quiero" — la corregí y me arrodillé en el colchón a su lado. Me sentí un poco mojada y pegajosa, y el hecho de no llevar ropa interior no ayudaba, pero tampoco es como si alguien fuera a decirme nada — ¿Quieres que te ayude?
Nastya asintió y yo bajé con cuidado, por si se arrepentía a último momento.
Sus piernas eran delgadas, pero mucho más firmes que las mías, y más bronceadas. Me aferré a una de ellas cuando toqué la tela de su ropa interior y la sentí estremecerse.
La mera idea de haber hecho a Nastya estremecerse me alegró. Tal vez porque fuera tan difícil de leer, porque no mostraba muchas emociones o porque no parecía del tipo de chica que se estremecía a menudo. Cualquiera que fuera la razón, me motivó a volver a intentarlo, pero esta vez con la lengua.
Nastya se aferró a la mesa de noche con una mano. Se sentó con la espalda contra su cabecera y usó su mano libre para cubrirse el rostro, como si le avergonzara mostrar lo afectada que estaba.
Cuando le quité su ropa interior ella me miró y sus mejillas estaban rosadas, curiosa.
Cuando la toqué con mi lengua fue cuando los ruidos comenzaron a ser más fuerte. Levantaba la cabeza de vez en cuando para ver cómo estaba, con mi mano cerrada alrededor de su tobillo, y la encontraba tapándose la boca o con las mejillas enrojecidas.
Entonces comenzó a soltar palabrotas. Le pregunté riendo si estaba bien, segura de que era la primera vez que la escuchaba maldecir. Ella asentía y volvía a decir otra palabrota.
—Lo siento — Dijo a la segunda vez — Se siente raro.
Su pecho subía y bajaba, acelerado, su expresión parecía de pena, como si no quisiera que la viera así, tan vulnerable.
Qué linda que se veía desde abajo.
—¿"Raro bueno" o "raro malo"? — pregunté.
Apartó la vista.
—Bueno — acabó respondiendo — Es sólo que no estoy acostumbrada. Pero sigue.
Parecía que le avergonzaba mostrar lo bien que se sentía.
Continué, con las manos sosteniendo sus muslos y mis oídos atentos a cualquier cosa que dijera, hasta que tuvo un orgasmo. Le tomó menos tiempo que a mi y cuando acabó se cubrió el rostro con el brazo, escondiéndose.
Subí para darle un beso.
Ella quitó el brazo y pude ver sus mejillas enrojecidas y su cabello ligeramente alborotado. Tomé su mentón y la besé. Ella pasó su lengua por mis labios y probó cada centímetro de mí y de ella, como yo lo hice.
Me ayudó a sentarme sobre sus piernas y descansó una mano en mi pecho mientras me acomodaba el escote del vestido.
—¿Está bien si repetimos esto otro día? — preguntó.
Me dejé caer con la oreja contra su pecho y asentí, sintiendo los latidos de su corazón contra mi.
—Si, pero ya no puedes extorsionarme con lo de "lechuga quemada".
Ella chasqueó la lengua y rió.
—Fue divertido mientras duró.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Wowwww estuvo muy bueno este capitulo uno ya no sabe si quiere una Julia, una Lena o una Nastya me encanta lo educada que es pero de una manera sexy y Taeyeon es un caso serio es muy chistosa haciéndose la difícil. Ya quiero leer más
Fati20- Mensajes : 1370
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Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
31. No necesitaba ver eso
LENA
—Porque siempre que estoy contigo, quiero besarte — dijo Yulia.
No pude ni siquiera mirarla a los ojos, porque temí que de hacerlo, delataría mis sentimientos, que a mi me sucedía exactamente lo mismo que a ella cuando estábamos juntas.
Si tuviera que responder como la Lena de siempre, le habría dicho "ese es el tipo de cosas que no puedes decirme". Pero no tenía sentido responder como la Lena de siempre cuando yo ya era otra persona. No había pasado por tantas cosas para seguir respondiendo a sus declaraciones con sequedad y lastimándola.
—¿Quieres que te cuente un secreto? — conté en voz baja. Miré a la puerta de metal, para no tener que verla a ella. Me sentía como esos niños de primaria que confesaban sus sentimientos y tenían demasiada pena como para levantar la vista del suelo — Yo también quiero besarte.
Sentí su mano en mi cintura un segundo antes de que me atrajera a ella con suavidad. Cuando levanté el rostro y me encontré con el suyo, me costó respirar.
Tragué saliva.
—No es el momento. — dije — Aún es muy pronto.
Yulia cerró los ojos como si aquella fuera una respuesta que se había estado temiendo y me soltó con la misma suavidad con la que me atrajo hacia ella.
¿Qué sentido tendría todo lo que hicimos si volvíamos a ser el desastre de hace unas semanas? Tal vez no tuviera la fuerza para olvidarla como me hice prometer hace poco. Tal vez incluso, luego de la fecha límite que me puse, siguiera igual de enamorada que en el primer día. Pero el volver con Yulia o no, era una decisión que tendría que tomar mi yo del futuro, no el de ahora.
Las puertas del elevador se abrieron en la planta baja y salimos como si nada hubiera sucedido.
Yulia se detuvo un metro antes de llegar a la puerta y miró el reloj de su muñeca.
El sol entraba fuerte a través del cristal de la entrada e iluminaba gran parte del pasillo y del cabello de Yulia. El púrpura de las puntas ahora era un lila grisáceo.
—Bueno, es sábado por la mañana. Tenemos literatura eslava — me recordó — Podemos ir a grabar la clase y luego te invito algo de comer en lo que tus amigos resuelven su problema.
Otra vez había olvidado literatura eslava y sólo podía faltar tres veces en todo el cuatrimestre. Bajé la vista a las pantuflas de mis pies y suspiré. No es como si alguien fuera a decirme algo por ir así vestida a clases, pero esto iba a perjudicar mi reputación de "pelirroja inteligente e inalcanzable".
—Suena bien — respondí con una mano en la frente — ¿Podemos invitar a Nastya y a Taeyeon al almuerzo?
Yulia asintió, así que llamé al chihuahua.
La última vez que la vi, tenía sus piernas sobre la mesa del living de Yulia y acababa de llamar a Nastya. No me avisó si había llegado bien, pero al haber vuelto en auto y con la rubia, lo di por sentado.
Abrí la puerta de cristal para que saliéramos en lo que oía los tonos de llamada contra mi oído. Taeyeon atendió al cuarto.
—¿Qué? — preguntó.
Ah, bueno, buenos días.
—¿Dónde estás? ¿Nastya te dejó en casa? No te vi cuando subí.
—¿Qué eres? ¿La policía de las lesbianas? — respondió a la defensiva.
Pero Taeyeon estando a la defensiva era algo habitual, así que no me extrañé. Bajé los escalones hasta la acera y tomé la mano que Yulia me ofreció para que no me patinara.
—Quería invitarte a comer, pero si estás de mal humor, puedes quedarte con hambre. Supongo que anoche llegaste sana y salva.
—Sí. Y no gracias a ti — me acusó — Puedes ir a comer sola. Yo tengo pollo a la parrilla con especias para recalentar — dijo y colgó.
Miré sorprendida a Yulia, que no había escuchado nada de la conversación, pero al notar mi expresión arrugó la frente.
—¿Qué pasó?
Me alcé de hombros.
—Dijo que va a recalentar pollo. Veré si Nastya quiere venir.
Marqué a la rubia, que atendió más rápido.
—¿Hola?
—Hola, Nastya — Aguardé junto al auto de Yulia hasta que ella me abrió para sentarme en el acompañante — Acabo de llamar a Taeyeon y se escuchaba más irritada que de costumbre ¿De casualidad volviste a molestarla?
Nastya rió.
—¿Esa es la reputación que tengo? ¿De bully? — preguntó de buen humor — Tal vez durmió tarde. Veo muy probable que la hayas despertado con tu llamada.
Eso tenía sentido. Taeyeon no era madrugadora, que digamos.
—Tal vez — Abroché mi cinturón — ¿Quieres almorzar con nosotras? Yulia y yo iremos a un restaurante.
Hubo un momento de silencio en el que me imaginé que estaría pensando mientras Yulia sacaba el auto. Por alguna razón se me hacía muy guapa cuando se concentraba en otras cosas. O tal vez era el hecho de que tuviera auto. Jamás lo sabremos.
—Tal vez otro día — respondió finalmente — Tengo un gnomo horrible en mi departamento. No sé cómo llegó, pero quiero hacerme cargo de él antes que nada.
—¿Un gnomo? ¿Cómo llegó un gnomo a tu departamento? — Me alarmé — ¿Lo tiraron desde otro balcón?
—Sí, tal vez.
No entendía, pero estaba preocupada. Un gnomo misterioso en el balcón parecía el título de un video de Dross.
—Ten cuidado, no vaya a ser cosa que alguien se haya metido a tu casa — le aconsejé, preocupada. Me toqué la mano con la boca — Llámame si sucede algo.
Nastya se despidió, risueña, y colgó. Me pareció que se oía muy contenta para ese acontecimiento tan extraño.
—¿Qué dijo?
Guardé el teléfono en el bolsillo de mi sudadera y me recargué contra el asiento.
—Tampoco viene. Comamos nosotras solas.
La clase no fue tan pesada, por suerte. Al no tener nada para tomar nota, encendí la grabadora de mi teléfono y me dediqué a escuchar al profesor con atención. Luego, cuando volviera a casa, tendría que pasar a escrito las cosas de la grabación.
Se sentía raro, después de todo lo que habíamos pasado, el estar sentadas una al lado de la otra en la clase donde, durante ciento veinte minutos, nuestra mayor preocupación era salvar la materia.
—Bueno, ahora tengo que leer un libro de seiscientas páginas para la próxima clase si quiero llegar al parcial — se quejó Yulia mientras salíamos del salón una vez acabada la materia.
En su mano sostenía el teléfono e iba haciendo zoom para leer las notas del profesor en el pizarrón. Su nariz estaba arrugada y sus ojos entrecerrados, como si no comprendiera su letra. O no le gustara lo que estaba leyendo.
—Puedes leer cien por día. Treinta en la mañana, treinta al mediodía y treinta en la noche. Si tienes el tiempo libre — agregué al recordar su agenda apretada — O leer de cincuenta a cien en la noche.
Cincuenta a cien páginas en una noche no parecía ser mucho. No, al menos, cuando se trataba de una novela contemporánea. Pero estábamos hablando de una que se había publicado hace siglos, donde a duras penas se entendía lo que se decía.
—Creo que tengo tiempo. — Miró al techo como si estuviera pensando y la tomé del brazo para apartarla antes de que chocara con un estudiante que iba con un lienzo sobre su cabeza — No me di cuenta de lo mucho que consumía mi vida esa serie hasta que dejé de asistir ocho o diez horas diarias a ese set del infierno — Me miró de reojo — Lo siento. Sé que dijiste que no querías hablar de trabajo.
Sentí un poco de culpa.
El trabajo era su vida. Por supuesto que no podría evitar hablar de eso.
—Está bien — Renombré la grabación de mi teléfono — Tengo más ganancias que antes, así que puedo trabajar menos durante los parciales y estudiar más. Esa novela de seiscientas páginas no se va a leer sola.
Yulia rodó los ojos.
—Te he visto leerte libros para armar videos de más de una hora. Yo sé que esto es pan comido para ti.
Le alcé una ceja.
—¿Ves mis videos de más de una hora?
Yulia abrió más los ojos, como si acabara de ser atrapada.
—Tal vez sí, tal vez no — se hizo la misteriosa y se me adelantó. Dio media vuelta para quedar frente a mí y movió sus manos — Nunca lo sabrás.
La molesté todo el camino al restaurante y durante gran parte de la comida sobre ser mi fan. Ella no lo admitió, pero me dejó hablarle de los videos que tenía planeado subir y todo lo que había aprendido para hacer el guión del último. Luego ella me contó que estaba tomando clases de teatro ahora que le sobraba el tiempo, y que esperaba audicionar para la temporada de verano, época en la que solían estrenar la mayoría de las obras.
Cuando volvimos a casa era pasado el mediodía. Yulia me dejó en la puerta y aguardó a que yo entrara antes de marcharse.
Subí a mi piso cansada, pero contenta. El tipo de "contenta" que estás luego de hacer algo emocionante con alguien. Esa sensación que hace que te eches en la cama y te quedes todo el día pensando en lo que sucedió.
Y eso planeaba hacer, hasta que abrí la puerta del departamento y fui atacada.
Alguien me tomó por el brazo, yo grité y lo golpeé. Fedor soltó un quejido y se llevó las manos al cuello, donde había recibido el golpe. Taeyeon y Nikolay salieron de sus respectivos cuartos al oír los gritos y se encontraron con el pelirrojo de cuclillas delante de mí, quejándose del dolor.
El primero en hablar fue Nikolay.
—¡¿Qué sucedió?!
—¡Sólo quise asustarla! — se lamentó Fedor — ¡Y ella casi me mata!
Cerré la puerta para que los vecinos no nos oyeran y le ofrecí mi mano al pelirrojo moribundo.
—¡Lo siento! No puedes asustarme así.
Taeyeon se tapó la boca para no reír y Nikolay también. Fedor le echó una mirada cargada de odio mientras se enderezaba.
—¿De qué te ríes?
El pelinegro se alzó de hombros.
—Sólo a ti se te ocurre asustar a alguien que sabe defensa personal.
Imité a Taeyeon y también me tapé la boca, sólo que yo sí estaba preocupada.
Aprendí defensa personal después de todo lo malo que me sucedió. No era la mejor y tampoco lo usaba mucho, pero había aprendido a reaccionar rápido. Era mejor pedir perdón y no permiso. Y el problema era que sucedían cosas así, como cuando le rompí la nariz por accidente al amigo de Alexey en las escaleras.
—Bueno. Pues asustar, me asusté. Así que no te pongas triste — Pasé mi mano por su espalda para consolarlo.
Fedor guardó distancia.
—Si nadie ha muerto, vuelvo a trabajar a mi cueva — se despidió Nikolay antes de volver a su cuarto.
Le eché una mirada a él y luego otra a mi amigo.
—¿Ya son novios?
—¿Qué te importa? — Fedor tomó una gran bocanada de aire y se tocó el pecho, como si quisiera asegurarse de que aún podía respirar bien — No volveré a contarte nada de mi vida. Nunca más.
Se me hizo que sí estaba enojado.
—¿Pero son novios? — lo molesté. Di un paso hacia él para sacudirlo y él retrocedió — ¿Se van a casar? ¿YA SE BESARON? ¿Qué te dijo Nikolay?
—Yo los vi besarse — respondió Taeyeon desde el sofá, echada. Tomó el control remoto y cambió de programa — Entré y estaban besándose en el salón. En horario escolar.
—¿No te da vergüenza hacer eso en horario escolar? — lo molesté.
Intenté verme enojada, pero no pude evitar la sonrisa que quería asomar de mi rostro.
Finalmente esos idiotas se habían confesado.
Él me señaló en advertencia.
—¡No está bien lo que hiciste!
Asentí, de acuerdo. Me sentía un poco culpable, pero la felicidad era más grande. Jamás creí que llegaría este día.
—Lo siento y de nada.
—¡No digas "de nada"!
Se marchó frustrado a su cuarto y yo reí. Luego recordé que Taeyeon estaba ahí, delante de mí, y volvió un poco de mi mal humor.
—¿Dónde pasaste la noche? — le pregunté.
—¿Yo? — la muchacha ni siquiera levantó la cabeza — Aquí.
—Acabas de decir que llegaste hace poco.
Ella ni se inmutó.
—Sí, del súper. Pasé la noche aquí. Llorando porque mi única amiga me dejó por un culo.
Me senté a su lado en el sofá. Ella protestó, pero movió sus pies para hacerme lugar. Ya no llevaba el vestido rojo de ayer, sino ropa de entre casa. Su cabello estaba atado en una cola de caballo y un suéter grueso cubría sus brazos hasta la mitad de sus manos.
—¿Sabías que se metió un gnomo en la casa de Nastya? — le pregunté.
Taeyeon se atragantó con su saliva y comenzó a toser.
Lo que me sospechaba.
—¿Dormiste en su casa? ¿Por qué no quieres que sepamos que te llevas bien con Nastya?
—¡Yo no me llevo bien con Nastya! — Alzó los brazos con exasperación y las mangas de su suéter se bajaron. Me pareció ver unas marcas en sus muñecas, como si las tuviera irritadas — No sé de qué estás hablando. Ella es una psicópata.
Quedé tan sorprendida que ni siquiera pude hablar.
¿Qué había sido eso?
Taeyeon reparó en lo que vi y se apresuró a volver a cubrirse.
—Di algo al respecto, y te asesinaré mientras duermes — me amenazó.
—¿Eso es lo que yo creo que es?
Yo no podía creer cómo alguien tan dulce como Nastya podía tener algo que ver con ella.
Mi teléfono comenzó a sonar con una llamada.
—Voy a hacer de cuenta que esto nunca pasó — le aseguré.
¿Cómo se borraba una imagen de la cabeza?
Me levanté del sofá y caminé a mi cuarto para atender.
—¿Hola?
—¿El cinco de julio te parece bien? — preguntó una voz masculina desde el otro lado de la llamada.
¿Alexey?
—¿Alexey?
—En carne y hueso. ¿El cinco de julio te parece bien? — repitió — Estoy sacando los boletos para ir a la capital. Luego del cinco comienzan las vacaciones de invierno y el precio sube al doble.
Por un momento no entendí de qué hablaba, y entonces recordé que le había pedido un mes antes de que viniera.
No creí que iría a hacerlo de verdad.
Entré en pánico.
—Haz lo que quieras. Deja de llamarme — colgué.
Alexey iba a venir.
El mismo día de la boda de mi padre.
Besos, princesas!! Fati20
LENA
—Porque siempre que estoy contigo, quiero besarte — dijo Yulia.
No pude ni siquiera mirarla a los ojos, porque temí que de hacerlo, delataría mis sentimientos, que a mi me sucedía exactamente lo mismo que a ella cuando estábamos juntas.
Si tuviera que responder como la Lena de siempre, le habría dicho "ese es el tipo de cosas que no puedes decirme". Pero no tenía sentido responder como la Lena de siempre cuando yo ya era otra persona. No había pasado por tantas cosas para seguir respondiendo a sus declaraciones con sequedad y lastimándola.
—¿Quieres que te cuente un secreto? — conté en voz baja. Miré a la puerta de metal, para no tener que verla a ella. Me sentía como esos niños de primaria que confesaban sus sentimientos y tenían demasiada pena como para levantar la vista del suelo — Yo también quiero besarte.
Sentí su mano en mi cintura un segundo antes de que me atrajera a ella con suavidad. Cuando levanté el rostro y me encontré con el suyo, me costó respirar.
Tragué saliva.
—No es el momento. — dije — Aún es muy pronto.
Yulia cerró los ojos como si aquella fuera una respuesta que se había estado temiendo y me soltó con la misma suavidad con la que me atrajo hacia ella.
¿Qué sentido tendría todo lo que hicimos si volvíamos a ser el desastre de hace unas semanas? Tal vez no tuviera la fuerza para olvidarla como me hice prometer hace poco. Tal vez incluso, luego de la fecha límite que me puse, siguiera igual de enamorada que en el primer día. Pero el volver con Yulia o no, era una decisión que tendría que tomar mi yo del futuro, no el de ahora.
Las puertas del elevador se abrieron en la planta baja y salimos como si nada hubiera sucedido.
Yulia se detuvo un metro antes de llegar a la puerta y miró el reloj de su muñeca.
El sol entraba fuerte a través del cristal de la entrada e iluminaba gran parte del pasillo y del cabello de Yulia. El púrpura de las puntas ahora era un lila grisáceo.
—Bueno, es sábado por la mañana. Tenemos literatura eslava — me recordó — Podemos ir a grabar la clase y luego te invito algo de comer en lo que tus amigos resuelven su problema.
Otra vez había olvidado literatura eslava y sólo podía faltar tres veces en todo el cuatrimestre. Bajé la vista a las pantuflas de mis pies y suspiré. No es como si alguien fuera a decirme algo por ir así vestida a clases, pero esto iba a perjudicar mi reputación de "pelirroja inteligente e inalcanzable".
—Suena bien — respondí con una mano en la frente — ¿Podemos invitar a Nastya y a Taeyeon al almuerzo?
Yulia asintió, así que llamé al chihuahua.
La última vez que la vi, tenía sus piernas sobre la mesa del living de Yulia y acababa de llamar a Nastya. No me avisó si había llegado bien, pero al haber vuelto en auto y con la rubia, lo di por sentado.
Abrí la puerta de cristal para que saliéramos en lo que oía los tonos de llamada contra mi oído. Taeyeon atendió al cuarto.
—¿Qué? — preguntó.
Ah, bueno, buenos días.
—¿Dónde estás? ¿Nastya te dejó en casa? No te vi cuando subí.
—¿Qué eres? ¿La policía de las lesbianas? — respondió a la defensiva.
Pero Taeyeon estando a la defensiva era algo habitual, así que no me extrañé. Bajé los escalones hasta la acera y tomé la mano que Yulia me ofreció para que no me patinara.
—Quería invitarte a comer, pero si estás de mal humor, puedes quedarte con hambre. Supongo que anoche llegaste sana y salva.
—Sí. Y no gracias a ti — me acusó — Puedes ir a comer sola. Yo tengo pollo a la parrilla con especias para recalentar — dijo y colgó.
Miré sorprendida a Yulia, que no había escuchado nada de la conversación, pero al notar mi expresión arrugó la frente.
—¿Qué pasó?
Me alcé de hombros.
—Dijo que va a recalentar pollo. Veré si Nastya quiere venir.
Marqué a la rubia, que atendió más rápido.
—¿Hola?
—Hola, Nastya — Aguardé junto al auto de Yulia hasta que ella me abrió para sentarme en el acompañante — Acabo de llamar a Taeyeon y se escuchaba más irritada que de costumbre ¿De casualidad volviste a molestarla?
Nastya rió.
—¿Esa es la reputación que tengo? ¿De bully? — preguntó de buen humor — Tal vez durmió tarde. Veo muy probable que la hayas despertado con tu llamada.
Eso tenía sentido. Taeyeon no era madrugadora, que digamos.
—Tal vez — Abroché mi cinturón — ¿Quieres almorzar con nosotras? Yulia y yo iremos a un restaurante.
Hubo un momento de silencio en el que me imaginé que estaría pensando mientras Yulia sacaba el auto. Por alguna razón se me hacía muy guapa cuando se concentraba en otras cosas. O tal vez era el hecho de que tuviera auto. Jamás lo sabremos.
—Tal vez otro día — respondió finalmente — Tengo un gnomo horrible en mi departamento. No sé cómo llegó, pero quiero hacerme cargo de él antes que nada.
—¿Un gnomo? ¿Cómo llegó un gnomo a tu departamento? — Me alarmé — ¿Lo tiraron desde otro balcón?
—Sí, tal vez.
No entendía, pero estaba preocupada. Un gnomo misterioso en el balcón parecía el título de un video de Dross.
—Ten cuidado, no vaya a ser cosa que alguien se haya metido a tu casa — le aconsejé, preocupada. Me toqué la mano con la boca — Llámame si sucede algo.
Nastya se despidió, risueña, y colgó. Me pareció que se oía muy contenta para ese acontecimiento tan extraño.
—¿Qué dijo?
Guardé el teléfono en el bolsillo de mi sudadera y me recargué contra el asiento.
—Tampoco viene. Comamos nosotras solas.
La clase no fue tan pesada, por suerte. Al no tener nada para tomar nota, encendí la grabadora de mi teléfono y me dediqué a escuchar al profesor con atención. Luego, cuando volviera a casa, tendría que pasar a escrito las cosas de la grabación.
Se sentía raro, después de todo lo que habíamos pasado, el estar sentadas una al lado de la otra en la clase donde, durante ciento veinte minutos, nuestra mayor preocupación era salvar la materia.
—Bueno, ahora tengo que leer un libro de seiscientas páginas para la próxima clase si quiero llegar al parcial — se quejó Yulia mientras salíamos del salón una vez acabada la materia.
En su mano sostenía el teléfono e iba haciendo zoom para leer las notas del profesor en el pizarrón. Su nariz estaba arrugada y sus ojos entrecerrados, como si no comprendiera su letra. O no le gustara lo que estaba leyendo.
—Puedes leer cien por día. Treinta en la mañana, treinta al mediodía y treinta en la noche. Si tienes el tiempo libre — agregué al recordar su agenda apretada — O leer de cincuenta a cien en la noche.
Cincuenta a cien páginas en una noche no parecía ser mucho. No, al menos, cuando se trataba de una novela contemporánea. Pero estábamos hablando de una que se había publicado hace siglos, donde a duras penas se entendía lo que se decía.
—Creo que tengo tiempo. — Miró al techo como si estuviera pensando y la tomé del brazo para apartarla antes de que chocara con un estudiante que iba con un lienzo sobre su cabeza — No me di cuenta de lo mucho que consumía mi vida esa serie hasta que dejé de asistir ocho o diez horas diarias a ese set del infierno — Me miró de reojo — Lo siento. Sé que dijiste que no querías hablar de trabajo.
Sentí un poco de culpa.
El trabajo era su vida. Por supuesto que no podría evitar hablar de eso.
—Está bien — Renombré la grabación de mi teléfono — Tengo más ganancias que antes, así que puedo trabajar menos durante los parciales y estudiar más. Esa novela de seiscientas páginas no se va a leer sola.
Yulia rodó los ojos.
—Te he visto leerte libros para armar videos de más de una hora. Yo sé que esto es pan comido para ti.
Le alcé una ceja.
—¿Ves mis videos de más de una hora?
Yulia abrió más los ojos, como si acabara de ser atrapada.
—Tal vez sí, tal vez no — se hizo la misteriosa y se me adelantó. Dio media vuelta para quedar frente a mí y movió sus manos — Nunca lo sabrás.
La molesté todo el camino al restaurante y durante gran parte de la comida sobre ser mi fan. Ella no lo admitió, pero me dejó hablarle de los videos que tenía planeado subir y todo lo que había aprendido para hacer el guión del último. Luego ella me contó que estaba tomando clases de teatro ahora que le sobraba el tiempo, y que esperaba audicionar para la temporada de verano, época en la que solían estrenar la mayoría de las obras.
Cuando volvimos a casa era pasado el mediodía. Yulia me dejó en la puerta y aguardó a que yo entrara antes de marcharse.
Subí a mi piso cansada, pero contenta. El tipo de "contenta" que estás luego de hacer algo emocionante con alguien. Esa sensación que hace que te eches en la cama y te quedes todo el día pensando en lo que sucedió.
Y eso planeaba hacer, hasta que abrí la puerta del departamento y fui atacada.
Alguien me tomó por el brazo, yo grité y lo golpeé. Fedor soltó un quejido y se llevó las manos al cuello, donde había recibido el golpe. Taeyeon y Nikolay salieron de sus respectivos cuartos al oír los gritos y se encontraron con el pelirrojo de cuclillas delante de mí, quejándose del dolor.
El primero en hablar fue Nikolay.
—¡¿Qué sucedió?!
—¡Sólo quise asustarla! — se lamentó Fedor — ¡Y ella casi me mata!
Cerré la puerta para que los vecinos no nos oyeran y le ofrecí mi mano al pelirrojo moribundo.
—¡Lo siento! No puedes asustarme así.
Taeyeon se tapó la boca para no reír y Nikolay también. Fedor le echó una mirada cargada de odio mientras se enderezaba.
—¿De qué te ríes?
El pelinegro se alzó de hombros.
—Sólo a ti se te ocurre asustar a alguien que sabe defensa personal.
Imité a Taeyeon y también me tapé la boca, sólo que yo sí estaba preocupada.
Aprendí defensa personal después de todo lo malo que me sucedió. No era la mejor y tampoco lo usaba mucho, pero había aprendido a reaccionar rápido. Era mejor pedir perdón y no permiso. Y el problema era que sucedían cosas así, como cuando le rompí la nariz por accidente al amigo de Alexey en las escaleras.
—Bueno. Pues asustar, me asusté. Así que no te pongas triste — Pasé mi mano por su espalda para consolarlo.
Fedor guardó distancia.
—Si nadie ha muerto, vuelvo a trabajar a mi cueva — se despidió Nikolay antes de volver a su cuarto.
Le eché una mirada a él y luego otra a mi amigo.
—¿Ya son novios?
—¿Qué te importa? — Fedor tomó una gran bocanada de aire y se tocó el pecho, como si quisiera asegurarse de que aún podía respirar bien — No volveré a contarte nada de mi vida. Nunca más.
Se me hizo que sí estaba enojado.
—¿Pero son novios? — lo molesté. Di un paso hacia él para sacudirlo y él retrocedió — ¿Se van a casar? ¿YA SE BESARON? ¿Qué te dijo Nikolay?
—Yo los vi besarse — respondió Taeyeon desde el sofá, echada. Tomó el control remoto y cambió de programa — Entré y estaban besándose en el salón. En horario escolar.
—¿No te da vergüenza hacer eso en horario escolar? — lo molesté.
Intenté verme enojada, pero no pude evitar la sonrisa que quería asomar de mi rostro.
Finalmente esos idiotas se habían confesado.
Él me señaló en advertencia.
—¡No está bien lo que hiciste!
Asentí, de acuerdo. Me sentía un poco culpable, pero la felicidad era más grande. Jamás creí que llegaría este día.
—Lo siento y de nada.
—¡No digas "de nada"!
Se marchó frustrado a su cuarto y yo reí. Luego recordé que Taeyeon estaba ahí, delante de mí, y volvió un poco de mi mal humor.
—¿Dónde pasaste la noche? — le pregunté.
—¿Yo? — la muchacha ni siquiera levantó la cabeza — Aquí.
—Acabas de decir que llegaste hace poco.
Ella ni se inmutó.
—Sí, del súper. Pasé la noche aquí. Llorando porque mi única amiga me dejó por un culo.
Me senté a su lado en el sofá. Ella protestó, pero movió sus pies para hacerme lugar. Ya no llevaba el vestido rojo de ayer, sino ropa de entre casa. Su cabello estaba atado en una cola de caballo y un suéter grueso cubría sus brazos hasta la mitad de sus manos.
—¿Sabías que se metió un gnomo en la casa de Nastya? — le pregunté.
Taeyeon se atragantó con su saliva y comenzó a toser.
Lo que me sospechaba.
—¿Dormiste en su casa? ¿Por qué no quieres que sepamos que te llevas bien con Nastya?
—¡Yo no me llevo bien con Nastya! — Alzó los brazos con exasperación y las mangas de su suéter se bajaron. Me pareció ver unas marcas en sus muñecas, como si las tuviera irritadas — No sé de qué estás hablando. Ella es una psicópata.
Quedé tan sorprendida que ni siquiera pude hablar.
¿Qué había sido eso?
Taeyeon reparó en lo que vi y se apresuró a volver a cubrirse.
—Di algo al respecto, y te asesinaré mientras duermes — me amenazó.
—¿Eso es lo que yo creo que es?
Yo no podía creer cómo alguien tan dulce como Nastya podía tener algo que ver con ella.
Mi teléfono comenzó a sonar con una llamada.
—Voy a hacer de cuenta que esto nunca pasó — le aseguré.
¿Cómo se borraba una imagen de la cabeza?
Me levanté del sofá y caminé a mi cuarto para atender.
—¿Hola?
—¿El cinco de julio te parece bien? — preguntó una voz masculina desde el otro lado de la llamada.
¿Alexey?
—¿Alexey?
—En carne y hueso. ¿El cinco de julio te parece bien? — repitió — Estoy sacando los boletos para ir a la capital. Luego del cinco comienzan las vacaciones de invierno y el precio sube al doble.
Por un momento no entendí de qué hablaba, y entonces recordé que le había pedido un mes antes de que viniera.
No creí que iría a hacerlo de verdad.
Entré en pánico.
—Haz lo que quieras. Deja de llamarme — colgué.
Alexey iba a venir.
El mismo día de la boda de mi padre.
Besos, princesas!! Fati20
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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A Fati20 le gusta esta publicaciòn
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Un gnomo se metió a la casa esas 2 son un caso serio. Me alegra que Lenita este cambiando de actitud y no maltrate a la pobre y dulce Jul pero al mismo tiempo sepa q aun no deben volver no es momento. Hay Alexey ese cabo suelto que resolver en parte me gusta que ponga insegura a Lena para q se ponga las pilas y veo q puede perder esa mujer tan especial qué la adora sera interesante esa llegada. Gracias por el mono maraton cariño mio siempre complaciendonos cuando puedes espero que allas tenido un lindo sábado y mañana descanses mucho, feliz noche cariño
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Gracias por los capítulos sos guachis!
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Pienso igual que Lena, pensé que Nastya era más inocentona pero ya ví que nada que ver con su personalidad amo esta pareja que hacen el gnomo y ella ja ja ja ja
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
32. De negro para el funeral de un infiel
La boda había comenzado hace veinte minutos y yo estaba llegando tarde.
La noche anterior quedé nerviosa porque sabía que tendría que ver a mis padres al día siguiente y no pude pegar un ojo. Me quedé trabajando hasta las cinco de la mañana, cuando finalmente caí rendida del sueño.
Ni siquiera escuché la alarma.
—¡¿Por qué no me despertaste?! — le grité a Nikolay por el teléfono mientras bajaba del autobús.
Mi vestido negro era lo suficiente largo como para tocar el suelo de la sucia calle. Tuve que levantar la falda y saltar la boca de un desagüe con mis tacones de aguja. Me daba miedo barrer con la tela alguna colilla de cigarrillo o algo aún más sucio.
El salón de fiestas estaba en el último piso de un enorme hotel ubicado en el centro de la ciudad. Uno creería que yo llamaría un mínimo de atención corriendo por las calles, chocando con personas y gritándole a alguien en el teléfono. Pero a nadie parecía importarle.
—Porque yo llegué varias horas antes con papá — me recordó mi hermano — De hecho, recuerdo a papá ofrecerte un lugar en el auto semanas atrás. Pensamos que como lo rechazaste, ya lo tendrías cubierto. No que vendrías en autobús a última hora.
—¡Me dormí!
Me tapé la nariz con mi mano enguantada cuando pasé junto a un puesto de perro calientes. Mi estómago comenzó a gruñir como si quisiera recordarme que no desayuné nada.
Desperté al mediodía, me puse el vestido como pude y estuve viajando por horas en medio del embotellamiento. La tarde pronto comenzaría a caer.
Sentía que estaba yendo a mi propio funeral.
—¿Dónde estás? — me preguntó — Tu padre no quiere comenzar hasta que llegues. La gente se está molestando.
—¡Casi llego! — grité cuando visualicé la entrada del hotel del otro lado de la avenida — Diles que una princesa se hace esperar. Que coman algo.
A Nikolay no le hizo gracia.
—No se suponía que el día girara alrededor de ti hoy — dijo antes de colgar.
Me quité el teléfono de la oreja y por un momento mi corazón se detuvo mientras los autos pasaban a toda velocidad delante de mí.
Me dije a mi misma "¿Esto no es lo que querías? Molestar a tu padre en su boda", pero ahora que lo había conseguido sin querer, me sentía culpable. Y nerviosa. De repente me dio miedo entrar, porque sabía que tendría que lidiar con el enojo de la gente.
No quería estar aquí. Quería estar en casa, viendo algún k-drama y comiendo gelatina. Entendía que tuviera que ser la dama de honor, porque era hija de uno de los novios, pero al mismo tiempo sentía que iba a ir sólo para estar incómoda o no saber qué hacer. No conocía a nadie.
—Sé una adulta — me regañé.
Alcé el mentón, levanté mi falda y crucé la avenida.
El trayecto en ascensor me pareció eterno. Especialmente porque yo era la única en él y tuve unos buenos diez minutos para reflexionar sobre todas las decisiones que me habían llevado hasta ese punto, hasta que finalmente mi mente llegó a donde yo no quería y me pregunté si, mientras yo estaba ahí, Alexey ya se encontraría en el autobús.
¿Habría llamado a Yulia para avisarle que vendría? ¿Ella le habría respondido?
Podría simplemente preguntárselo con un mensaje de texto, pero le temía a la respuesta.
¿Cuándo me había vuelto tan cobarde?
Las puertas del ascensor se abrieron y apareció frente a mí el altar.
Todos los invitados en el salón se giraron con el sonido que anunció la llegada de un nuevo invitado.
El salón era enorme, decorado con flores en las paredes y a los lados de los asientos, con varios candelabros enormes en el techo y un lado de la pared que era únicamente de cristal para tener toda la vista del atardecer en la ciudad.
Parecía como meterse dentro del palacio de un cuento de hadas.
En el fondo, mi padre y su novio, el padre de Nikolay, dejaron de hablar.
—Ya está aquí — me pareció escuchar.
Nadie se movió.
Vi a Nikolay en traje junto a su padre, quien era una copia exacta de él, sólo que varios años mayor. Nikolay iba lo más formal que lo había visto jamás, salvo por su cabello, que con suerte estaría peinado. Pero al menos él sí se había peinado, a diferencia de mí.
Me enderecé y caminé a paso rápido por el costado de los asientos hasta llegar junto a mi padre, en el lado opuesto al que se encontraban Nikolay y su padre. Intenté verme lo más digna que pude con mi vestido caro de satén, pero mi cara roja me delataba.
Los músicos de la orquesta retomaron donde lo habían dejado cuando llegué y pronto comencé a escuchar los violines, seguidos por un violonchelo.
Papá ni siquiera me saludó. Aguardó a que me parara a su lado antes de voltearse para decirle algo a quien presidiría la boda y todos guardaron silencio.
La ceremonia comenzó.
🫶
Intenté permanecer quieta y en silencio durante los siguientes cuarenta minutos. A veces prestaba atención a lo que decía, como cuando mi padre leyó sus votos. De momentos mi cabeza vagaba por el sueño y comenzaba a culparme por dormirme, lo que me llevaba pensar en el trabajo que dejé a medias y luego en los textos que tendría que leer luego de acabar mis trabajos a medias.
Cuando mi padre y el de Nikolay finalmente se besaron, el salón estalló en aplausos. De allí en más sentí que parte de la tensión que apareció con mi llegada finalmente desapareció, ahora que lo más importante, que era la ceremonia, ya estaba hecho.
Intenté acompañar a todos con los aplausos, pero por la tela de mis guantes mis aplausos casi no emitieron sonido.
La música se volvió más animada mientras todos iban hacia la pista de baile y las mesas.
Cuando la noche finalmente cayó, las luces comenzaron a encenderse y pude ver cómo, alrededor del candelabro más grande, habían decenas de adornos que se iluminaban. Al igual que en las columnas y los maceteros. De pronto me sentí pequeña entre tantos puntos luminosos en un espacio tan grande. Incluso el suelo de madera encerada reflejaba las luces.
Un grupo enorme de personas se reunió alrededor de mis padres para felicitarlos y casi fui absorbida por el tumulto. Conseguí hacerme un hueco para escapar cuando un brazo tiró de mí en ayuda.
—¿Estás bien?
Nikolay, que aún me sostenía por el brazo, comenzó a llevarme a la pista de baile. Asentí y me aferré a su brazo cuando papá pasó a mi lado. Él pasó una mano por mi cabello y lo revolvió antes de entrar a la pista de baile y ese fue todo el saludo que recibí de su parte.
—Todo se ve tan caro — observé mientras daban el primer baile.
No podía siquiera imaginarme cuánto habrían gastado en el salón, los arreglos, la música, la comida, la organización...
—¿Tú gastarías tanto en una boda? — Preguntó Nikolay cuando la primer canción acabó.
La gente se metió en grupos a bailar y nosotros los seguimos. No tenía idea de cómo se bailaba el vals, pero confiaba en que mi compañero no me iba a humillar.
—Yo no creo que algún día vaya a casarme — le confesé mientras bailábamos — No está en mis planes.
—Buah, casanova — se burló.
—Ya estás torciendo mis palabras — Lo empujé con suavidad — No le digas a Fedor, porque se va a burlar.
—¿Y qué gano a cambio?
—Que no te pegue — lo pisé.
Nikolay se quejó, pero seguimos bailando durante el resto de la canción. Busqué sin éxito algún rostro conocido con la mirada.
—No invitaron a mi madre — observé mientras girábamos.
—¿Tú la invitarías?
Me soltó un momento cuando una pareja intentó pasar entre nosotros y por unos segundos creí perderlo de vista, hasta que nos volvimos a encontrar y nuestras manos se unieron.
Él tenía razón. Mamá y papá no habían terminado en buenos términos y de hecho se seguían llevando mal, incluso casi diez años después de separarse. Si yo no era capaz de verla, papá era aún peor.
Él nunca la perdonó por su infidelidad y ella tampoco lo perdonó por salir con un compañero de trabajo de ella apenas terminaron la relación.
Pero por alguna razón me sorprendió que ni siquiera la hubiera invitado por formalidad.
—Aún así me invitó a mí.
Nikolay levantó una ceja.
—A ti no te odia — respondió como si fuera obvio.
—No, no digo que me odie — me apresuré a decir mientras dejaba una mano en su hombro. Era un poco difícil moverse por todo el salón con mis tacones, y mucho más para alguien como yo que no sabía bailar, pero me gustaba pensar que lo disimulaba bien — Pero tampoco nos llevamos bien.
—Sí, pero ¿por quién?
—¿Eh?
—Elena... — Nosuspiró, como si no quisiera opinar, pero acabó haciéndolo — Yo no digo que él no haya tenido la culpa de nada, pero lo haces sonar como si no se llevaran bien porque se caen mal, cuando él nunca tuvo nada contra ti. Ni él, ni mi padre.
Lo miré sorprendida.
—Nunca dije que tu padre tuviera algo contra mí.
—A veces te portas como si lo creyeras.
¿En serio?
Le eché una mirada a nuestros padres, bailando en el centro de la pista.
El padre de Nikolay era algunos años más joven que el mío. Se veía como una versión adulta de su propio hijo, pero mucho más risueña y con un guardarropas que iba más allá del negro.
Como si hubiera sentido la mirada sobre él, lo vi dejar de reír un momento y mirarme. Luego, tocó el hombro de mi padre, quien también me miró. Bajé la cabeza con prisa y bailando con Nikolay para no llamar la atención, pero fue demasiado tarde.
Unos segundos después alguien me estaba tocando el hombro.
—¿Puedo? — preguntó mi papá detrás de mí.
Nikolay me soltó y me dejó a mi suerte, así que no me quedó de otra que aceptar.
Comenzamos a bailar con el comienzo de la siguiente canción. Papá se había quitado la chaqueta y arremangado la camisa luego del primer baile, cuando ya le habían tomado todas las fotos.
—Felicidades — dije como saludo cuando la música comenzó.
Papá ni siquiera me miró.
—Gracias — Me miró de reojo — Llegaste tarde.
Rodé los ojos.
—Al menos vine ¿Cuándo estuviste tú en alguno de mis actos de la primaria?
Él ladeó la cabeza y me dedicó una de esas miradas de advertencia.
—Este no es un acto de la primaria.
—No, sí. Tienes razón — estuve de acuerdo — Tu eres un hombre adulto hoy. Yo tenía seis o siete años. — Lo vi quitarme una mano de la espalda para saludar a alguien con una sonrisa — No me pidas que ponga más voluntad de la que tú me pusiste a mí.
Ese comentario pareció molestarlo, porque volvió a prestarme atención.
—Yo te pongo voluntad — fue su respuesta — A ti. Intento estar para ti, asegurarme de que estés bien incluso cuando tú no quieres decirme nada ¿Cuántas veces te he invitado a comer y te has negado? ¿O te he visitado y me has echado a los minutos?
—Bueno, a lo mejor ya no lo quiero ¿No te has detenido a pensar en que tal vez ya no te necesite de la misma manera que te necesité cuando no estuviste para mí?
—Hay una enorme diferencia entre querer y necesitar — dijo él — Yo sé que no me necesitas. También se que no estuve para ti cuando lo hacías. No hay un sólo día en el que no me arrepienta de no haber estado para ti esos días — No hizo falta que aclarara a qué se refería con "esos días". Los dos sabíamos que se refería a la época donde se separó de mamá y comenzaron a acosarme — Pero tú sabes que he pasado los últimos años intentando reparar eso. Y también sabes que voy a estar para ti cada vez que me necesites, como lo estuve el mes pasado cuando salió ese video. Y estoy contento con eso.
—Ya lo sé — Esta vez fue mi turno de mirar para otro lado con incomodidad — Lamento llegar tarde a tu boda.
—Estoy contento de que vinieras — Miró mi vestido — Y de qué no te hayas puesto un vestido blanco como me amenazaste.
—No porque no quisiera — dije. Recordé el vestido blanco que me había comprado en la boutique, ese que manché con té rojo — El destino así lo quiso. Julio es un mes muy malo para usar blanco.
—Ya — rodó los ojos.
Bailamos unos minutos en silencio en los que me quedé pensando en eso que me dijo Nikolay sobre que a veces me portaba como si creyera que le caigo mal a su padre.
—Felicítalo de mi parte — dije. No hizo falta que aclarara a quién.
—¿Por qué no lo felicitas tú?
Abrí la boca para protestar, pero no supe qué responder. No tenía ninguna razón para no hacerlo. Simplemente me daba miedo hablar con él.
El timbre de mi celular me salvó.
—Disculpa.
Solté a papá y salí del círculo de personas bailando para atender. Me pareció ver el nombre de Yulia en la pantalla.
—¿Hola?
—¡Elena! Elena ¿Dónde estás? Alexey llamó.
Abrí más los ojos.
—...¿Que Alexey qué?
—¡Sí! No sé, no le entendí — respondió algo nerviosa — No sé nada de él desde principio de año y de la nada me llamó y me dijo que se había tomado un autobús para venir. Dijo que robaron su boleto de tren cuando bajó a hacer una escala.
—¿Qué?
—Está varado y sin dinero. Ni siquiera ha llevado sus tarjetas. Tengo que ir a buscarlo.
De repente comenzó a dolerme la cabeza.
¿Cómo un tipo con el que me acosté hace cinco meses podía seguir trayéndome problemas?
—¿No puede llamar a sus padres? No entiendo.
—Estoy más cerca. Le dije que iba a ir yo.
—No vas a ir sola — se me escapó.
El sólo pensar en Yulia viendo a Alexey a solas...
—En realidad, iba a pedirte que me acompañaras — me confesó.
No sabía si me sorprendió más la noticia de que Alexey la llamó, o esto.
—¿En serio?
—Sí. No quiero ir sola. Salgo mañana en la mañana ¿Quieres venir conmigo?
—Sí — respondí sin siquiera pensarlo.
Qué suerte que ya estaba vestida de negro, porque mañana probablemente hubiera un funeral.
La boda había comenzado hace veinte minutos y yo estaba llegando tarde.
La noche anterior quedé nerviosa porque sabía que tendría que ver a mis padres al día siguiente y no pude pegar un ojo. Me quedé trabajando hasta las cinco de la mañana, cuando finalmente caí rendida del sueño.
Ni siquiera escuché la alarma.
—¡¿Por qué no me despertaste?! — le grité a Nikolay por el teléfono mientras bajaba del autobús.
Mi vestido negro era lo suficiente largo como para tocar el suelo de la sucia calle. Tuve que levantar la falda y saltar la boca de un desagüe con mis tacones de aguja. Me daba miedo barrer con la tela alguna colilla de cigarrillo o algo aún más sucio.
El salón de fiestas estaba en el último piso de un enorme hotel ubicado en el centro de la ciudad. Uno creería que yo llamaría un mínimo de atención corriendo por las calles, chocando con personas y gritándole a alguien en el teléfono. Pero a nadie parecía importarle.
—Porque yo llegué varias horas antes con papá — me recordó mi hermano — De hecho, recuerdo a papá ofrecerte un lugar en el auto semanas atrás. Pensamos que como lo rechazaste, ya lo tendrías cubierto. No que vendrías en autobús a última hora.
—¡Me dormí!
Me tapé la nariz con mi mano enguantada cuando pasé junto a un puesto de perro calientes. Mi estómago comenzó a gruñir como si quisiera recordarme que no desayuné nada.
Desperté al mediodía, me puse el vestido como pude y estuve viajando por horas en medio del embotellamiento. La tarde pronto comenzaría a caer.
Sentía que estaba yendo a mi propio funeral.
—¿Dónde estás? — me preguntó — Tu padre no quiere comenzar hasta que llegues. La gente se está molestando.
—¡Casi llego! — grité cuando visualicé la entrada del hotel del otro lado de la avenida — Diles que una princesa se hace esperar. Que coman algo.
A Nikolay no le hizo gracia.
—No se suponía que el día girara alrededor de ti hoy — dijo antes de colgar.
Me quité el teléfono de la oreja y por un momento mi corazón se detuvo mientras los autos pasaban a toda velocidad delante de mí.
Me dije a mi misma "¿Esto no es lo que querías? Molestar a tu padre en su boda", pero ahora que lo había conseguido sin querer, me sentía culpable. Y nerviosa. De repente me dio miedo entrar, porque sabía que tendría que lidiar con el enojo de la gente.
No quería estar aquí. Quería estar en casa, viendo algún k-drama y comiendo gelatina. Entendía que tuviera que ser la dama de honor, porque era hija de uno de los novios, pero al mismo tiempo sentía que iba a ir sólo para estar incómoda o no saber qué hacer. No conocía a nadie.
—Sé una adulta — me regañé.
Alcé el mentón, levanté mi falda y crucé la avenida.
El trayecto en ascensor me pareció eterno. Especialmente porque yo era la única en él y tuve unos buenos diez minutos para reflexionar sobre todas las decisiones que me habían llevado hasta ese punto, hasta que finalmente mi mente llegó a donde yo no quería y me pregunté si, mientras yo estaba ahí, Alexey ya se encontraría en el autobús.
¿Habría llamado a Yulia para avisarle que vendría? ¿Ella le habría respondido?
Podría simplemente preguntárselo con un mensaje de texto, pero le temía a la respuesta.
¿Cuándo me había vuelto tan cobarde?
Las puertas del ascensor se abrieron y apareció frente a mí el altar.
Todos los invitados en el salón se giraron con el sonido que anunció la llegada de un nuevo invitado.
El salón era enorme, decorado con flores en las paredes y a los lados de los asientos, con varios candelabros enormes en el techo y un lado de la pared que era únicamente de cristal para tener toda la vista del atardecer en la ciudad.
Parecía como meterse dentro del palacio de un cuento de hadas.
En el fondo, mi padre y su novio, el padre de Nikolay, dejaron de hablar.
—Ya está aquí — me pareció escuchar.
Nadie se movió.
Vi a Nikolay en traje junto a su padre, quien era una copia exacta de él, sólo que varios años mayor. Nikolay iba lo más formal que lo había visto jamás, salvo por su cabello, que con suerte estaría peinado. Pero al menos él sí se había peinado, a diferencia de mí.
Me enderecé y caminé a paso rápido por el costado de los asientos hasta llegar junto a mi padre, en el lado opuesto al que se encontraban Nikolay y su padre. Intenté verme lo más digna que pude con mi vestido caro de satén, pero mi cara roja me delataba.
Los músicos de la orquesta retomaron donde lo habían dejado cuando llegué y pronto comencé a escuchar los violines, seguidos por un violonchelo.
Papá ni siquiera me saludó. Aguardó a que me parara a su lado antes de voltearse para decirle algo a quien presidiría la boda y todos guardaron silencio.
La ceremonia comenzó.
🫶
Intenté permanecer quieta y en silencio durante los siguientes cuarenta minutos. A veces prestaba atención a lo que decía, como cuando mi padre leyó sus votos. De momentos mi cabeza vagaba por el sueño y comenzaba a culparme por dormirme, lo que me llevaba pensar en el trabajo que dejé a medias y luego en los textos que tendría que leer luego de acabar mis trabajos a medias.
Cuando mi padre y el de Nikolay finalmente se besaron, el salón estalló en aplausos. De allí en más sentí que parte de la tensión que apareció con mi llegada finalmente desapareció, ahora que lo más importante, que era la ceremonia, ya estaba hecho.
Intenté acompañar a todos con los aplausos, pero por la tela de mis guantes mis aplausos casi no emitieron sonido.
La música se volvió más animada mientras todos iban hacia la pista de baile y las mesas.
Cuando la noche finalmente cayó, las luces comenzaron a encenderse y pude ver cómo, alrededor del candelabro más grande, habían decenas de adornos que se iluminaban. Al igual que en las columnas y los maceteros. De pronto me sentí pequeña entre tantos puntos luminosos en un espacio tan grande. Incluso el suelo de madera encerada reflejaba las luces.
Un grupo enorme de personas se reunió alrededor de mis padres para felicitarlos y casi fui absorbida por el tumulto. Conseguí hacerme un hueco para escapar cuando un brazo tiró de mí en ayuda.
—¿Estás bien?
Nikolay, que aún me sostenía por el brazo, comenzó a llevarme a la pista de baile. Asentí y me aferré a su brazo cuando papá pasó a mi lado. Él pasó una mano por mi cabello y lo revolvió antes de entrar a la pista de baile y ese fue todo el saludo que recibí de su parte.
—Todo se ve tan caro — observé mientras daban el primer baile.
No podía siquiera imaginarme cuánto habrían gastado en el salón, los arreglos, la música, la comida, la organización...
—¿Tú gastarías tanto en una boda? — Preguntó Nikolay cuando la primer canción acabó.
La gente se metió en grupos a bailar y nosotros los seguimos. No tenía idea de cómo se bailaba el vals, pero confiaba en que mi compañero no me iba a humillar.
—Yo no creo que algún día vaya a casarme — le confesé mientras bailábamos — No está en mis planes.
—Buah, casanova — se burló.
—Ya estás torciendo mis palabras — Lo empujé con suavidad — No le digas a Fedor, porque se va a burlar.
—¿Y qué gano a cambio?
—Que no te pegue — lo pisé.
Nikolay se quejó, pero seguimos bailando durante el resto de la canción. Busqué sin éxito algún rostro conocido con la mirada.
—No invitaron a mi madre — observé mientras girábamos.
—¿Tú la invitarías?
Me soltó un momento cuando una pareja intentó pasar entre nosotros y por unos segundos creí perderlo de vista, hasta que nos volvimos a encontrar y nuestras manos se unieron.
Él tenía razón. Mamá y papá no habían terminado en buenos términos y de hecho se seguían llevando mal, incluso casi diez años después de separarse. Si yo no era capaz de verla, papá era aún peor.
Él nunca la perdonó por su infidelidad y ella tampoco lo perdonó por salir con un compañero de trabajo de ella apenas terminaron la relación.
Pero por alguna razón me sorprendió que ni siquiera la hubiera invitado por formalidad.
—Aún así me invitó a mí.
Nikolay levantó una ceja.
—A ti no te odia — respondió como si fuera obvio.
—No, no digo que me odie — me apresuré a decir mientras dejaba una mano en su hombro. Era un poco difícil moverse por todo el salón con mis tacones, y mucho más para alguien como yo que no sabía bailar, pero me gustaba pensar que lo disimulaba bien — Pero tampoco nos llevamos bien.
—Sí, pero ¿por quién?
—¿Eh?
—Elena... — Nosuspiró, como si no quisiera opinar, pero acabó haciéndolo — Yo no digo que él no haya tenido la culpa de nada, pero lo haces sonar como si no se llevaran bien porque se caen mal, cuando él nunca tuvo nada contra ti. Ni él, ni mi padre.
Lo miré sorprendida.
—Nunca dije que tu padre tuviera algo contra mí.
—A veces te portas como si lo creyeras.
¿En serio?
Le eché una mirada a nuestros padres, bailando en el centro de la pista.
El padre de Nikolay era algunos años más joven que el mío. Se veía como una versión adulta de su propio hijo, pero mucho más risueña y con un guardarropas que iba más allá del negro.
Como si hubiera sentido la mirada sobre él, lo vi dejar de reír un momento y mirarme. Luego, tocó el hombro de mi padre, quien también me miró. Bajé la cabeza con prisa y bailando con Nikolay para no llamar la atención, pero fue demasiado tarde.
Unos segundos después alguien me estaba tocando el hombro.
—¿Puedo? — preguntó mi papá detrás de mí.
Nikolay me soltó y me dejó a mi suerte, así que no me quedó de otra que aceptar.
Comenzamos a bailar con el comienzo de la siguiente canción. Papá se había quitado la chaqueta y arremangado la camisa luego del primer baile, cuando ya le habían tomado todas las fotos.
—Felicidades — dije como saludo cuando la música comenzó.
Papá ni siquiera me miró.
—Gracias — Me miró de reojo — Llegaste tarde.
Rodé los ojos.
—Al menos vine ¿Cuándo estuviste tú en alguno de mis actos de la primaria?
Él ladeó la cabeza y me dedicó una de esas miradas de advertencia.
—Este no es un acto de la primaria.
—No, sí. Tienes razón — estuve de acuerdo — Tu eres un hombre adulto hoy. Yo tenía seis o siete años. — Lo vi quitarme una mano de la espalda para saludar a alguien con una sonrisa — No me pidas que ponga más voluntad de la que tú me pusiste a mí.
Ese comentario pareció molestarlo, porque volvió a prestarme atención.
—Yo te pongo voluntad — fue su respuesta — A ti. Intento estar para ti, asegurarme de que estés bien incluso cuando tú no quieres decirme nada ¿Cuántas veces te he invitado a comer y te has negado? ¿O te he visitado y me has echado a los minutos?
—Bueno, a lo mejor ya no lo quiero ¿No te has detenido a pensar en que tal vez ya no te necesite de la misma manera que te necesité cuando no estuviste para mí?
—Hay una enorme diferencia entre querer y necesitar — dijo él — Yo sé que no me necesitas. También se que no estuve para ti cuando lo hacías. No hay un sólo día en el que no me arrepienta de no haber estado para ti esos días — No hizo falta que aclarara a qué se refería con "esos días". Los dos sabíamos que se refería a la época donde se separó de mamá y comenzaron a acosarme — Pero tú sabes que he pasado los últimos años intentando reparar eso. Y también sabes que voy a estar para ti cada vez que me necesites, como lo estuve el mes pasado cuando salió ese video. Y estoy contento con eso.
—Ya lo sé — Esta vez fue mi turno de mirar para otro lado con incomodidad — Lamento llegar tarde a tu boda.
—Estoy contento de que vinieras — Miró mi vestido — Y de qué no te hayas puesto un vestido blanco como me amenazaste.
—No porque no quisiera — dije. Recordé el vestido blanco que me había comprado en la boutique, ese que manché con té rojo — El destino así lo quiso. Julio es un mes muy malo para usar blanco.
—Ya — rodó los ojos.
Bailamos unos minutos en silencio en los que me quedé pensando en eso que me dijo Nikolay sobre que a veces me portaba como si creyera que le caigo mal a su padre.
—Felicítalo de mi parte — dije. No hizo falta que aclarara a quién.
—¿Por qué no lo felicitas tú?
Abrí la boca para protestar, pero no supe qué responder. No tenía ninguna razón para no hacerlo. Simplemente me daba miedo hablar con él.
El timbre de mi celular me salvó.
—Disculpa.
Solté a papá y salí del círculo de personas bailando para atender. Me pareció ver el nombre de Yulia en la pantalla.
—¿Hola?
—¡Elena! Elena ¿Dónde estás? Alexey llamó.
Abrí más los ojos.
—...¿Que Alexey qué?
—¡Sí! No sé, no le entendí — respondió algo nerviosa — No sé nada de él desde principio de año y de la nada me llamó y me dijo que se había tomado un autobús para venir. Dijo que robaron su boleto de tren cuando bajó a hacer una escala.
—¿Qué?
—Está varado y sin dinero. Ni siquiera ha llevado sus tarjetas. Tengo que ir a buscarlo.
De repente comenzó a dolerme la cabeza.
¿Cómo un tipo con el que me acosté hace cinco meses podía seguir trayéndome problemas?
—¿No puede llamar a sus padres? No entiendo.
—Estoy más cerca. Le dije que iba a ir yo.
—No vas a ir sola — se me escapó.
El sólo pensar en Yulia viendo a Alexey a solas...
—En realidad, iba a pedirte que me acompañaras — me confesó.
No sabía si me sorprendió más la noticia de que Alexey la llamó, o esto.
—¿En serio?
—Sí. No quiero ir sola. Salgo mañana en la mañana ¿Quieres venir conmigo?
—Sí — respondí sin siquiera pensarlo.
Qué suerte que ya estaba vestida de negro, porque mañana probablemente hubiera un funeral.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A Fati20 le gusta esta publicaciòn
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Jajajajaja así es Lena no permitas qué tu mujer vaya a ir sola con ese Julia siempre tan linda y tierna mira como la llamo para q la acompañe . Espero estés teniendo un muy buen domingo cariño mio y que puedas subir más de la historia
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Lena vestida de negro es hermosa me la imaginé al derecho y al revés continúa pronto
Volkatin_420- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 13/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Te extrañamos 🥺🥺
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Si cariño mio te extrañamos mucho
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Claro que te extrañamos pero debes estar ocupado
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
33. Parece que llueve
LENA
Llegué a la casa de Yulia con el frío de las seis de la mañana. Si el viaje era de siete horas de ida y siete horas de vuelta, queríamos regresar a casa lo más pronto posible.
Yo veía esto como un viaje de trabajo, un "encargo". Para mí era algo que se debía hacer aunque no quisiera. Para Yulia... yo sabía que era más que eso.
—¿Estás segura de que quieres venir? — preguntó la morena junto a su auto.
El sol aún no había salido. Las dos estábamos cubiertas de pies a cabeza en abrigos y el viento fuerte que llegaba desde el río hacía que las ramas en los árboles de su jardín se azotaran contra el techo que resguardaba su auto.
Las dos estábamos temblando. Ni siquiera usar dos pantalones nos salvaba del frío matutino en pleno invierno.
Me acerqué hasta ella y tiré de su bufanda negra para atraerla hacia mí. Mi primer instinto fue besarla y creo que Yulia también esperó eso por la rapidez con la que sus mejillas tomaron color, pero me recordé a último momento que no estábamos saliendo.
—A donde tú vayas, yo voy — Fingí acomodarle la bufanda. Qué cobarde que era — ¿Estás segura tú de que quieres ir?
—Voy a ir — respondió. Ninguna de las dos dio una respuesta apropiada para esa pregunta — Tengo que ir.
Dejé un beso en la punta de su nariz y ella cerró los ojos.
—Entonces está dicho. Vamos las dos.
Pese a la hora y a que probablemente ninguna de las dos tuvo mucho tiempo para dormir, las dos estábamos espabiladas. Tal vez por lo que significaba esto. Yo apenas si pude pegar un ojo desde que llegué de la boda, a media noche.
Y sé, porque hablé con Yulia por teléfono apenas llegué, que ella tampoco pudo dormir.
Ella comenzó a conducir y yo apoyé la mejilla en el frío cristal del auto para ver los árboles pasar. Tuvimos alrededor de dos horas de viaje hasta que el sol comenzó a salir y para ese entonces ya nos encontrábamos en la ruta, así que pudimos ver el cielo hasta el horizonte, rosa, naranja y amarillo.
—Se ve como tú — dijo Yulia de repente.
Levanté la cabeza de la ventana, sin comprender.
—¿Qué cosa?
—El cielo — Yulia quitó una mano del volante y señaló al cielo con un dedo — Rosa y naranja como tú. Y amarillo también. Te gusta usar ropa poco práctica y pastel.
—Habló la gótica que se mete el dinero entre las tetas.
Yulia rió, metió la mano en el cuello de su sudadera negra y sacó su teléfono celular como si se tratara de un truco de magia.
—Tienes que estar bromeando.
—Pon nuestra playlist — me ordenó mientras me pasaba su teléfono — Nunca agregas canciones. Mete las que tu quieras.
—Podemos escuchar las canciones que tú has puesto.
—No, quiero escuchar algo tuyo.
La miré un momento, pero ella no me miró de regreso, así que le volví a prestar atención a su teléfono.
Eran esas cosas pequeñas que nadie había hecho nunca conmigo las que hacían que me gustara Yulia. Y también eran ese tipo de cosas que jamás iba a admitir que me gustaban porque mi reputación de mujer sin corazón debía seguir en pie.
Condujimos una o dos horas hablando de vez en cuando y escuchando música. A medida que el sol iba subiendo, el clima se volvía más y más agradable, hasta que casi ni se sintió el frío dentro del auto.
Llegando casi al medio día, Yulia bostezó.
—¿Quieres que siga yo? — le pregunté.
Ella se quedó con la vista al frente, como si estuviera pensando qué responderme. Hasta que finalmente cabeceó.
—¿Lo harías?
Asentí.
Paramos en una estación de servicio para comprar el almuerzo y cambiar de lugares. Las dos estacionamos el auto a un lado con la intención de entrar a la tienda.
Al parecer las dos estuvimos tan nerviosas, que ninguna se paró a pensar en qué comeríamos durante todo el día. Y ahora debíamos enfrentar las consecuencias y someternos a los alimentos de una estación de servicio.
Afuera habían algunos autos estacionados y varias personas sentadas contra el cristal de la tienda, comiendo.
Yulia se estiró y volvió a bostezar bajo el sol del mediodía antes de tomar mi brazo y apoyar la cabeza sobre mi hombro. Le di una palmada en la cabeza y entramos a la tienda.
—¿Cuánto has descansado estos días? — le pregunté preocupada.
—¿Quieres que te sea honesta? — se separó de mí para tomar algo de una de las góndolas y leer el paquete. Con su abrigo inflado, la bufanda y el cabello encrespado parecía una bola de ropa adorable — Apenas si he tenido tiempo para estudiar para los parciales, y eso que he acabado las grabaciones de la serie. No quiero imaginarme lo mal que lo habría pasado de seguir trabajando.
Abrí una de las neveras del final y saqué una caja de jugo. Yulia apenas si podía mantener los ojos abiertos mientras intentaba leer etiquetas.
—¿No crees que tal vez este no sea un ritmo sano para seguir?
No quería meterme mucho y opinar sobre su trabajo, pero tampoco quería quedarme sin decir nada, cuando se notaba que no la estaba pasando bien. Estaba segura de que había visto más tiempo a la Yulia cansada que a la Yulia normal y me entristecía pensar en eso.
—Ya sé. No pienso volver a grabar una serie en un tiempo — Tiró de la manga de mi chaqueta y cuando me volteé hacia ella, Yulia volvió a descansar la cabeza en mi hombro con los ojos cerrados — Pensé que podía hacer las dos cosas al mismo tiempo. Tú trabajas y estudias al mismo tiempo.
—Yo puedo trabajar menos o dejar de hacerlo si necesito tiempo para estudiar o descansar — le recordé — Si tú trabajas para alguien, no puedes. — Me mordí el labio — Cuidate, por favor.
Me dolía en el corazón verla así.
Movió el rostro para sólo apoyar la mejilla en su hombro y poder verme.
—Pareciera que te preocupas por mí.
Mi corazón se aceleró.
—Me preocupo por ti — respondí casi ofendida por el hecho de que siquiera se lo cuestionara.
—Es broma. Ya aprendí mi lección. Estoy tomando trabajos más livianos — Levantó su dedo meñique — Lo prometo.
Levanté mi dedo meñique y lo enganché con el de ella.
—Esto es serio. Si no lo cumples, se te caerá el dedo — le amenacé y ella sonrió — Ten. Ve a pagar. Tú invitas.
Le entregué la caja de jugo.
—¿Disculpa?
—Yo te invitaré una cena cara para celebrar cuando todo esto termine — agregué y eso la convenció.
La dejé marcharse a la caja registradora y yo aproveché mis segundos de privacidad para recobrar la compostura.
¿Cómo podía ponerme así de nerviosa una simple sonrisa? Esta mañana casi la había besado ¿Cómo iba a sobrevivir al resto del viaje?
Abrí otra de las neveras para sacar un yogurt de postre, con la esperanza de que esa distracción me sirviera para tranquilizarme. O quizá el frío de la máquina me bajara la temperatura del rostro.
—¿De casualidad tu amiga tiene novio? — preguntó una voz a mi lado.
¿?
Enderecé mi espalda y miré a través del cristal de la puerta, a mi lado. Un chico frente a la otra nevera me miraba. Era alto, delgado y sonreía con descaro.
Me levantó las cejas a la espera de una respuesta.
—Sí, si tiene — Saqué dos yogures para compartir con Yulia — Y soy yo.
—Ah... — el muchacho levantó más las cejas, como si comprendiera — ¿Y de casualidad no querrán a un tercero?
No, al parecer no había comprendido.
—O un cuarto — preguntó otro muchacho, asomándose por encima del hombro de él.
Al parecer era su amigo.
—Lo siento, muchachos — Cerré la puerta de golpe — Tenemos estándares.
Fui hasta la caja registradora y pagué los yogures.
Les eché una mirada a los dos chicos en el fondo de la tienda, sólo para asegurarme de que no tuvieran intención de acercarse a Yulia, y uno de ellos me saludó con la mano.
Lo ignoré y caminé afuera, hasta donde estaba el auto estacionado con Yulia sentada, apoyada en el capó. Cuando ella me vio, dejó de tomar sol y me sonrió.
—¿Por qué tardaste? — preguntó mientras se levantaba.
—Vamos.
La tomé de la cintura y le di un beso rápido en los labios antes de meterme al asiento del conductor. Yulia tardó en reaccionar y no la vi moverse de su punto hasta que yo me acomodé en mi sitio.
Se giró de golpe y se apresuró a sentarse a mi lado, con la energía renovada.
Parecía un perrito al que acababa de acariciar en la cabeza y no dejaba de mirarme en silencio.
—¿Qué me ves? — me hice la tonta mientras arrancaba el auto.
—Nada — Yulia apoyó la mano en el respaldo de su asiento, levantó las piernas para hacerse bolita y descansó la mejilla sobre su mano — Qué linda eres. Qué lindo besas.
Respiré hondo, nerviosa. No fue hasta que pude calmar los latidos de mi corazón que me digné a hablar de nuevo.
—Lo siento. Tuve que preguntar.
—Puedes besarme siempre que quieras. No me molesta. Es más: te ordeno que lo hagas.
Chasqueé la lengua, aunque no estaba molesta.
—Aún así tuve que preguntar. No estamos saliendo.
—Ah... — Yulia se fue hacia adelante y apoyó los brazos sobre la guantera y la cabeza sobre sus brazos sin dejar de verme — ¿Recuerdas esa vez que te dije que seamos novias o no, seguías siendo mía?
El auto frenó de golpe y volvió a arrancar. De no ser porque ambas llevábamos los cinturones de seguridad, nos habríamos dado un fuerte golpe.
—Lo siento — Tragué saliva y continué conduciendo — Conducir no es mi fuerte.
Pasamos por varias ciudades a medida que el sol se iba haciendo más fuerte y luego bajando un poco. Llegamos unas horas después del mediodía a la ciudad en la que se suponía que Alexey estaba y la tensión comenzó a crecer entre nosotras.
El silencio se volvió incómodo. Mi teléfono estaba cargándose conectado al auto, así que la música ya no sonaba. Y lo único que oíamos de fondo eran las instrucciones del GPS.
Pasamos la estación de trenes y conduje junto a las vías del tren por una zona de campo desolado hasta que comenzaron a aparecer casas. El sol brillaba sobre nosotras, pero no había una sola alma sobre las calles desiertas.
—¿Falta mucho? — preguntó Yulia a mi lado.
—No tanto — respondí calculando las calles.
Eché una rápida mirada a Yulia y la encontré con los ojos clavados en la ventana. Jugueteaba con sus propias manos, nerviosa, hasta que se las llevó al estómago.
—Me siento mal — dijo de repente.
No pude evitar preocuparme.
—Podemos volver, si quieres — le sugerí, aunque ya sabía cuál iba a ser su respuesta — Que se pudra Alexey aquí. Que vengan a buscarlo sus padres.
—Sus padres trabajan.
—¿Y nosotras no? No es nuestra culpa que les haya salido un hijo idiota — Resoplé, pero cuando volví a mirarla me arrepentí de inmediato por lo que dije. Yulia de verdad parecía sentirse mal — Lo siento.
Detuve el auto frente a nuestro destino, me desabroché el cinturón y le dejé un beso en la mejilla. Yulia ni se movió.
—¿Estás bien? — le pregunté.
Yulia comenzó a desabrocharse el cinturón.
—Eso pensaba, hasta que escuché su voz — Presionó los labios — Ahora no sé.
—Son los nervios — intenté calmarla — Pero será un momento. Es más, si es para deshacernos de él, le pagaré yo su boleto de regreso.
Yulia rió un poco, pero su risa no llegó a sus ojos. Abrió la puerta y finalmente salimos las dos.
Alexey dijo que le robaron antes de llegar a la estación de trenes y unos vecinos que lo vieron lo acogieron hasta que alguien pasara a buscarlo.
La casa donde se estaba quedando no era nada de otro mundo. Estaba apartada, al igual que las otras viviendas de esa zona. Estaba segura de que los vecinos más cercanos estaban a quizá un kilómetro de distancia.
Yulia tocó el timbre del jardín y aguardamos.
Una mujer abrió la puerta y se asomó.
—¡Hola! ¿Está Alexey aquí? — preguntó Yulia con las manos metidas en el bolsillo de su abrigo — Somos sus amigas.
Rodé los ojos.
La mujer nos pidió que aguardáramos y eso hicimos.
Quise abrazar a Yulia, pero sabía que no era el momento. Luego pensé en tomarle la mano, pero era muy cobarde para hacerlo.
Deja de ser cobarde, me dije a mi misma.
Deslicé mi mano junto a la suya y la tomé justo cuando la puerta de entrada se abría y Alexey salía.
Yulia soltó mi mano y dio un paso hacia él.
Fue sólo ese gesto, tan pequeño, pero por alguna razón me afectó más de lo que esperaba. Nunca fui el tipo de persona que lloraba porque le soltaban la mano... o tal vez sí. Tal vez siempre lo fui y me quise engañar.
Cerré la mano en un puño y la metí dentro del bolillo de mi abrigo antes de retroceder y apoyarme contra el auto, avergonzada.
Comencé a arrepentirme de haber venido.
Alexey se veía igual a la última vez que lo vi, pero al mismo tiempo completamente diferente.
Su cabello negro, otrora corto, había crecido varios centímetros y él no se lo había cortado. Llevaba una mochila al hombro y una camisa de leñador puesta. Estaba tan acostumbrada a su estilo deportista que no pude evitar arrugar la frente.
—Yulia — Miró a la muchacha sonriente y luego sus ojos me encontraron. Su sonrisa desapareció un momento en el que se aclaró la garganta — Lena —me saludó, esta vez con una sonrisa más formal.
Le enseñé el dedo del medio.
Alexey abrió el portón y Yulia retrocedió, con los puños cerrados a los lados de su cuerpo.
—Hola — fue lo único que pudo decir la morena.
Alexey se detuvo.
—Hola — dijo él también — Cuánto tiempo.
Ella sonrió un poco.
—Sí.
—Te extrañé.
—No puede ser — murmuré.
Los dos me miraron, pero en ese momento yo sólo podía fijarme en él.
Él, que me había humillado en esa fiesta cuando me gritó por los parlantes. Incluso si los gritos iban para Yulia. Él, que desapareció sin dar explicaciones, que dejó a su novia sin pensar en ella cuando descubrió su infidelidad.
Él, que no estuvo durante esos meses tan difíciles para Yulia en los que yo la cuidé, la defendí, la amé.
Alexey era una mala persona.
—Te vez molesta — observó el muchacho.
—El empático — me burlé desde mi sitio — Por supuesto que estoy molesta. Condujimos seiscientos kilómetros para salvarte el culo y ni siquiera te lo mereces. Nos engañaste a las dos y ni siquiera tuviste la materia gris para tomar la decisión de disculparte por tu propia cuenta.
Intenté mantener el tono de mi voz bajo, pese al enfado que sentía. Con la poca paciencia que le tenía a la gente me tuve que imaginar lo difícil que sería verlo. Pero estuve tan ocupada pensando en Yulia que no pude pensar en mí.
—Lo sé — dijo él — Y me arrepiento por eso...
—Qué felicidad. Se arrepintió — Levanté los brazos como si le agradeciera al cielo — Nuestros problemas se solucionaron.
Alexey resopló, como si no se lo pudiera creer.
—¿Qué problemas te pude haber traído? Salí contigo tres meses.
—Fueron cuatro.
—No, estoy seguro de que fueron tres.
Me quité los guantes y me acerqué con dos pasos grandes.
—A tres meses de coma te voy a inducir.
Yulia me detuvo colocando sus manos en mi pecho antes de que yo pudiera hacerle nada.
—Lena, sube al auto.
Le mantuve la mirada a Alexey, que se veía más nervioso que otra cosa.
—No.
—Quiero hablar con él. — Me empujó con suavidad hacia el auto — Ve al auto.
Ese empujón me dolió más de lo que debió dolerme.
—¿Me estás echando?
—¿Te puedes ir? Te quiero, pero esto no es sobre ti.
—¿Que tú quieres a quién? — preguntó Alexey.
—A mí, feo de mierda — lo empujé.
—¡Elena! — Yulia se colocó frente a él — Déjalo en paz. Estoy intentando arreglar las cosas y tú las empeoras.
—¿Arreglar qué? ¿Qué hay que arreglar?
—¡Lo que tú arruinaste!
Me detuve en mi lugar. Miré a Alexey y luego a Yulia, los dos uno junto al otro, frente a mí. Los dos enojados conmigo.
¿Lo que yo arruiné?
De repente Yulia pareció darse cuenta de lo que dijo.
—Lo siento, yo no...
Me dieron ganas de vomitar.
—Lo que yo arruiné — repetí.
De repente sentí un nudo extraño en la garganta. No había tenido esa sensación desde aquel día en la tienda de vestidos y no esperé que volviera tan pronto.
Pero ahora sentía que era peor.
—Eso no es lo que quise...
—Déjalo.
Aguanté las lágrimas, me di la vuelta y me fui, pero no al auto. Seguí caminando de largo, lejos de ellos.
Me pareció escuchar a Yulia llamarme, a lo lejos, pero no me detuve.
No porque estuviera enojada, sino porque no quería que me vieran llorando.
🫶🫶🫶
hola!! Lo siento, estuve de viaje y no podía editar el capítulo pero ya estoy por acá de nuevo con ustedes un beso enorme
LENA
Llegué a la casa de Yulia con el frío de las seis de la mañana. Si el viaje era de siete horas de ida y siete horas de vuelta, queríamos regresar a casa lo más pronto posible.
Yo veía esto como un viaje de trabajo, un "encargo". Para mí era algo que se debía hacer aunque no quisiera. Para Yulia... yo sabía que era más que eso.
—¿Estás segura de que quieres venir? — preguntó la morena junto a su auto.
El sol aún no había salido. Las dos estábamos cubiertas de pies a cabeza en abrigos y el viento fuerte que llegaba desde el río hacía que las ramas en los árboles de su jardín se azotaran contra el techo que resguardaba su auto.
Las dos estábamos temblando. Ni siquiera usar dos pantalones nos salvaba del frío matutino en pleno invierno.
Me acerqué hasta ella y tiré de su bufanda negra para atraerla hacia mí. Mi primer instinto fue besarla y creo que Yulia también esperó eso por la rapidez con la que sus mejillas tomaron color, pero me recordé a último momento que no estábamos saliendo.
—A donde tú vayas, yo voy — Fingí acomodarle la bufanda. Qué cobarde que era — ¿Estás segura tú de que quieres ir?
—Voy a ir — respondió. Ninguna de las dos dio una respuesta apropiada para esa pregunta — Tengo que ir.
Dejé un beso en la punta de su nariz y ella cerró los ojos.
—Entonces está dicho. Vamos las dos.
Pese a la hora y a que probablemente ninguna de las dos tuvo mucho tiempo para dormir, las dos estábamos espabiladas. Tal vez por lo que significaba esto. Yo apenas si pude pegar un ojo desde que llegué de la boda, a media noche.
Y sé, porque hablé con Yulia por teléfono apenas llegué, que ella tampoco pudo dormir.
Ella comenzó a conducir y yo apoyé la mejilla en el frío cristal del auto para ver los árboles pasar. Tuvimos alrededor de dos horas de viaje hasta que el sol comenzó a salir y para ese entonces ya nos encontrábamos en la ruta, así que pudimos ver el cielo hasta el horizonte, rosa, naranja y amarillo.
—Se ve como tú — dijo Yulia de repente.
Levanté la cabeza de la ventana, sin comprender.
—¿Qué cosa?
—El cielo — Yulia quitó una mano del volante y señaló al cielo con un dedo — Rosa y naranja como tú. Y amarillo también. Te gusta usar ropa poco práctica y pastel.
—Habló la gótica que se mete el dinero entre las tetas.
Yulia rió, metió la mano en el cuello de su sudadera negra y sacó su teléfono celular como si se tratara de un truco de magia.
—Tienes que estar bromeando.
—Pon nuestra playlist — me ordenó mientras me pasaba su teléfono — Nunca agregas canciones. Mete las que tu quieras.
—Podemos escuchar las canciones que tú has puesto.
—No, quiero escuchar algo tuyo.
La miré un momento, pero ella no me miró de regreso, así que le volví a prestar atención a su teléfono.
Eran esas cosas pequeñas que nadie había hecho nunca conmigo las que hacían que me gustara Yulia. Y también eran ese tipo de cosas que jamás iba a admitir que me gustaban porque mi reputación de mujer sin corazón debía seguir en pie.
Condujimos una o dos horas hablando de vez en cuando y escuchando música. A medida que el sol iba subiendo, el clima se volvía más y más agradable, hasta que casi ni se sintió el frío dentro del auto.
Llegando casi al medio día, Yulia bostezó.
—¿Quieres que siga yo? — le pregunté.
Ella se quedó con la vista al frente, como si estuviera pensando qué responderme. Hasta que finalmente cabeceó.
—¿Lo harías?
Asentí.
Paramos en una estación de servicio para comprar el almuerzo y cambiar de lugares. Las dos estacionamos el auto a un lado con la intención de entrar a la tienda.
Al parecer las dos estuvimos tan nerviosas, que ninguna se paró a pensar en qué comeríamos durante todo el día. Y ahora debíamos enfrentar las consecuencias y someternos a los alimentos de una estación de servicio.
Afuera habían algunos autos estacionados y varias personas sentadas contra el cristal de la tienda, comiendo.
Yulia se estiró y volvió a bostezar bajo el sol del mediodía antes de tomar mi brazo y apoyar la cabeza sobre mi hombro. Le di una palmada en la cabeza y entramos a la tienda.
—¿Cuánto has descansado estos días? — le pregunté preocupada.
—¿Quieres que te sea honesta? — se separó de mí para tomar algo de una de las góndolas y leer el paquete. Con su abrigo inflado, la bufanda y el cabello encrespado parecía una bola de ropa adorable — Apenas si he tenido tiempo para estudiar para los parciales, y eso que he acabado las grabaciones de la serie. No quiero imaginarme lo mal que lo habría pasado de seguir trabajando.
Abrí una de las neveras del final y saqué una caja de jugo. Yulia apenas si podía mantener los ojos abiertos mientras intentaba leer etiquetas.
—¿No crees que tal vez este no sea un ritmo sano para seguir?
No quería meterme mucho y opinar sobre su trabajo, pero tampoco quería quedarme sin decir nada, cuando se notaba que no la estaba pasando bien. Estaba segura de que había visto más tiempo a la Yulia cansada que a la Yulia normal y me entristecía pensar en eso.
—Ya sé. No pienso volver a grabar una serie en un tiempo — Tiró de la manga de mi chaqueta y cuando me volteé hacia ella, Yulia volvió a descansar la cabeza en mi hombro con los ojos cerrados — Pensé que podía hacer las dos cosas al mismo tiempo. Tú trabajas y estudias al mismo tiempo.
—Yo puedo trabajar menos o dejar de hacerlo si necesito tiempo para estudiar o descansar — le recordé — Si tú trabajas para alguien, no puedes. — Me mordí el labio — Cuidate, por favor.
Me dolía en el corazón verla así.
Movió el rostro para sólo apoyar la mejilla en su hombro y poder verme.
—Pareciera que te preocupas por mí.
Mi corazón se aceleró.
—Me preocupo por ti — respondí casi ofendida por el hecho de que siquiera se lo cuestionara.
—Es broma. Ya aprendí mi lección. Estoy tomando trabajos más livianos — Levantó su dedo meñique — Lo prometo.
Levanté mi dedo meñique y lo enganché con el de ella.
—Esto es serio. Si no lo cumples, se te caerá el dedo — le amenacé y ella sonrió — Ten. Ve a pagar. Tú invitas.
Le entregué la caja de jugo.
—¿Disculpa?
—Yo te invitaré una cena cara para celebrar cuando todo esto termine — agregué y eso la convenció.
La dejé marcharse a la caja registradora y yo aproveché mis segundos de privacidad para recobrar la compostura.
¿Cómo podía ponerme así de nerviosa una simple sonrisa? Esta mañana casi la había besado ¿Cómo iba a sobrevivir al resto del viaje?
Abrí otra de las neveras para sacar un yogurt de postre, con la esperanza de que esa distracción me sirviera para tranquilizarme. O quizá el frío de la máquina me bajara la temperatura del rostro.
—¿De casualidad tu amiga tiene novio? — preguntó una voz a mi lado.
¿?
Enderecé mi espalda y miré a través del cristal de la puerta, a mi lado. Un chico frente a la otra nevera me miraba. Era alto, delgado y sonreía con descaro.
Me levantó las cejas a la espera de una respuesta.
—Sí, si tiene — Saqué dos yogures para compartir con Yulia — Y soy yo.
—Ah... — el muchacho levantó más las cejas, como si comprendiera — ¿Y de casualidad no querrán a un tercero?
No, al parecer no había comprendido.
—O un cuarto — preguntó otro muchacho, asomándose por encima del hombro de él.
Al parecer era su amigo.
—Lo siento, muchachos — Cerré la puerta de golpe — Tenemos estándares.
Fui hasta la caja registradora y pagué los yogures.
Les eché una mirada a los dos chicos en el fondo de la tienda, sólo para asegurarme de que no tuvieran intención de acercarse a Yulia, y uno de ellos me saludó con la mano.
Lo ignoré y caminé afuera, hasta donde estaba el auto estacionado con Yulia sentada, apoyada en el capó. Cuando ella me vio, dejó de tomar sol y me sonrió.
—¿Por qué tardaste? — preguntó mientras se levantaba.
—Vamos.
La tomé de la cintura y le di un beso rápido en los labios antes de meterme al asiento del conductor. Yulia tardó en reaccionar y no la vi moverse de su punto hasta que yo me acomodé en mi sitio.
Se giró de golpe y se apresuró a sentarse a mi lado, con la energía renovada.
Parecía un perrito al que acababa de acariciar en la cabeza y no dejaba de mirarme en silencio.
—¿Qué me ves? — me hice la tonta mientras arrancaba el auto.
—Nada — Yulia apoyó la mano en el respaldo de su asiento, levantó las piernas para hacerse bolita y descansó la mejilla sobre su mano — Qué linda eres. Qué lindo besas.
Respiré hondo, nerviosa. No fue hasta que pude calmar los latidos de mi corazón que me digné a hablar de nuevo.
—Lo siento. Tuve que preguntar.
—Puedes besarme siempre que quieras. No me molesta. Es más: te ordeno que lo hagas.
Chasqueé la lengua, aunque no estaba molesta.
—Aún así tuve que preguntar. No estamos saliendo.
—Ah... — Yulia se fue hacia adelante y apoyó los brazos sobre la guantera y la cabeza sobre sus brazos sin dejar de verme — ¿Recuerdas esa vez que te dije que seamos novias o no, seguías siendo mía?
El auto frenó de golpe y volvió a arrancar. De no ser porque ambas llevábamos los cinturones de seguridad, nos habríamos dado un fuerte golpe.
—Lo siento — Tragué saliva y continué conduciendo — Conducir no es mi fuerte.
Pasamos por varias ciudades a medida que el sol se iba haciendo más fuerte y luego bajando un poco. Llegamos unas horas después del mediodía a la ciudad en la que se suponía que Alexey estaba y la tensión comenzó a crecer entre nosotras.
El silencio se volvió incómodo. Mi teléfono estaba cargándose conectado al auto, así que la música ya no sonaba. Y lo único que oíamos de fondo eran las instrucciones del GPS.
Pasamos la estación de trenes y conduje junto a las vías del tren por una zona de campo desolado hasta que comenzaron a aparecer casas. El sol brillaba sobre nosotras, pero no había una sola alma sobre las calles desiertas.
—¿Falta mucho? — preguntó Yulia a mi lado.
—No tanto — respondí calculando las calles.
Eché una rápida mirada a Yulia y la encontré con los ojos clavados en la ventana. Jugueteaba con sus propias manos, nerviosa, hasta que se las llevó al estómago.
—Me siento mal — dijo de repente.
No pude evitar preocuparme.
—Podemos volver, si quieres — le sugerí, aunque ya sabía cuál iba a ser su respuesta — Que se pudra Alexey aquí. Que vengan a buscarlo sus padres.
—Sus padres trabajan.
—¿Y nosotras no? No es nuestra culpa que les haya salido un hijo idiota — Resoplé, pero cuando volví a mirarla me arrepentí de inmediato por lo que dije. Yulia de verdad parecía sentirse mal — Lo siento.
Detuve el auto frente a nuestro destino, me desabroché el cinturón y le dejé un beso en la mejilla. Yulia ni se movió.
—¿Estás bien? — le pregunté.
Yulia comenzó a desabrocharse el cinturón.
—Eso pensaba, hasta que escuché su voz — Presionó los labios — Ahora no sé.
—Son los nervios — intenté calmarla — Pero será un momento. Es más, si es para deshacernos de él, le pagaré yo su boleto de regreso.
Yulia rió un poco, pero su risa no llegó a sus ojos. Abrió la puerta y finalmente salimos las dos.
Alexey dijo que le robaron antes de llegar a la estación de trenes y unos vecinos que lo vieron lo acogieron hasta que alguien pasara a buscarlo.
La casa donde se estaba quedando no era nada de otro mundo. Estaba apartada, al igual que las otras viviendas de esa zona. Estaba segura de que los vecinos más cercanos estaban a quizá un kilómetro de distancia.
Yulia tocó el timbre del jardín y aguardamos.
Una mujer abrió la puerta y se asomó.
—¡Hola! ¿Está Alexey aquí? — preguntó Yulia con las manos metidas en el bolsillo de su abrigo — Somos sus amigas.
Rodé los ojos.
La mujer nos pidió que aguardáramos y eso hicimos.
Quise abrazar a Yulia, pero sabía que no era el momento. Luego pensé en tomarle la mano, pero era muy cobarde para hacerlo.
Deja de ser cobarde, me dije a mi misma.
Deslicé mi mano junto a la suya y la tomé justo cuando la puerta de entrada se abría y Alexey salía.
Yulia soltó mi mano y dio un paso hacia él.
Fue sólo ese gesto, tan pequeño, pero por alguna razón me afectó más de lo que esperaba. Nunca fui el tipo de persona que lloraba porque le soltaban la mano... o tal vez sí. Tal vez siempre lo fui y me quise engañar.
Cerré la mano en un puño y la metí dentro del bolillo de mi abrigo antes de retroceder y apoyarme contra el auto, avergonzada.
Comencé a arrepentirme de haber venido.
Alexey se veía igual a la última vez que lo vi, pero al mismo tiempo completamente diferente.
Su cabello negro, otrora corto, había crecido varios centímetros y él no se lo había cortado. Llevaba una mochila al hombro y una camisa de leñador puesta. Estaba tan acostumbrada a su estilo deportista que no pude evitar arrugar la frente.
—Yulia — Miró a la muchacha sonriente y luego sus ojos me encontraron. Su sonrisa desapareció un momento en el que se aclaró la garganta — Lena —me saludó, esta vez con una sonrisa más formal.
Le enseñé el dedo del medio.
Alexey abrió el portón y Yulia retrocedió, con los puños cerrados a los lados de su cuerpo.
—Hola — fue lo único que pudo decir la morena.
Alexey se detuvo.
—Hola — dijo él también — Cuánto tiempo.
Ella sonrió un poco.
—Sí.
—Te extrañé.
—No puede ser — murmuré.
Los dos me miraron, pero en ese momento yo sólo podía fijarme en él.
Él, que me había humillado en esa fiesta cuando me gritó por los parlantes. Incluso si los gritos iban para Yulia. Él, que desapareció sin dar explicaciones, que dejó a su novia sin pensar en ella cuando descubrió su infidelidad.
Él, que no estuvo durante esos meses tan difíciles para Yulia en los que yo la cuidé, la defendí, la amé.
Alexey era una mala persona.
—Te vez molesta — observó el muchacho.
—El empático — me burlé desde mi sitio — Por supuesto que estoy molesta. Condujimos seiscientos kilómetros para salvarte el culo y ni siquiera te lo mereces. Nos engañaste a las dos y ni siquiera tuviste la materia gris para tomar la decisión de disculparte por tu propia cuenta.
Intenté mantener el tono de mi voz bajo, pese al enfado que sentía. Con la poca paciencia que le tenía a la gente me tuve que imaginar lo difícil que sería verlo. Pero estuve tan ocupada pensando en Yulia que no pude pensar en mí.
—Lo sé — dijo él — Y me arrepiento por eso...
—Qué felicidad. Se arrepintió — Levanté los brazos como si le agradeciera al cielo — Nuestros problemas se solucionaron.
Alexey resopló, como si no se lo pudiera creer.
—¿Qué problemas te pude haber traído? Salí contigo tres meses.
—Fueron cuatro.
—No, estoy seguro de que fueron tres.
Me quité los guantes y me acerqué con dos pasos grandes.
—A tres meses de coma te voy a inducir.
Yulia me detuvo colocando sus manos en mi pecho antes de que yo pudiera hacerle nada.
—Lena, sube al auto.
Le mantuve la mirada a Alexey, que se veía más nervioso que otra cosa.
—No.
—Quiero hablar con él. — Me empujó con suavidad hacia el auto — Ve al auto.
Ese empujón me dolió más de lo que debió dolerme.
—¿Me estás echando?
—¿Te puedes ir? Te quiero, pero esto no es sobre ti.
—¿Que tú quieres a quién? — preguntó Alexey.
—A mí, feo de mierda — lo empujé.
—¡Elena! — Yulia se colocó frente a él — Déjalo en paz. Estoy intentando arreglar las cosas y tú las empeoras.
—¿Arreglar qué? ¿Qué hay que arreglar?
—¡Lo que tú arruinaste!
Me detuve en mi lugar. Miré a Alexey y luego a Yulia, los dos uno junto al otro, frente a mí. Los dos enojados conmigo.
¿Lo que yo arruiné?
De repente Yulia pareció darse cuenta de lo que dijo.
—Lo siento, yo no...
Me dieron ganas de vomitar.
—Lo que yo arruiné — repetí.
De repente sentí un nudo extraño en la garganta. No había tenido esa sensación desde aquel día en la tienda de vestidos y no esperé que volviera tan pronto.
Pero ahora sentía que era peor.
—Eso no es lo que quise...
—Déjalo.
Aguanté las lágrimas, me di la vuelta y me fui, pero no al auto. Seguí caminando de largo, lejos de ellos.
Me pareció escuchar a Yulia llamarme, a lo lejos, pero no me detuve.
No porque estuviera enojada, sino porque no quería que me vieran llorando.
🫶🫶🫶
hola!! Lo siento, estuve de viaje y no podía editar el capítulo pero ya estoy por acá de nuevo con ustedes un beso enorme
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
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Localización : Buenos Aires
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Cariño de mi corazón que felicidad tenerte de vuelta te extrañamos mucho y a la historia también. Hay Julia tanto que te defendí y vienes a decir 4 palabras que rompieron un corazón que apenas se empezaba abrir mi pobre Lenita qué no hay hombre que se le compare. Ahora le va tocar pagar caro esto 🥺🥺🥺. Feliz noche cariño mio te mando muchos besos
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Que cagada se mandó Yulia! Que cagada! Pero que te pasa Yulia? Puedes madurar un poquito y considerar a Lenita que ha estado siempre contigo?
Corderito_Agron- Mensajes : 305
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Enserio que le pasa a yulia por la cabeza cuando ve a alexey que sea clara con Lena y escoja bien lo que quiere
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
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