Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
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Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
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Última edición por Fati20 el 11/26/2023, 3:24 am, editado 1 vez
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Me gusta como va cerrando la historia y este capitulo fue genial volvimos a esos capítulos super divertidos. Esperaremos con ansias mañana ese final. Feliz sábado cariño mio espero que tengas una linda noche
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Me gusta el detalle de todos los extra porque Permite que sepamos de los otros personajes. Te esperamos
Volkatin_420- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 13/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Extra 7: Nastya y Taeyeon
TAEYEON
Un par de años después
(No sé cuántos. No pregunten)
No me importa si a alguien más le suceden cosas buenas, esas cosas deberían de sucederme a mí en su lugar.
Usualmente era tolerante con mis compañeros de piso cuando se ponían pesados entre sus parejas, pero despertarme para presumir delante de mi cara ya era demasiado.
Era un veintiuno de septiembre por la madrugada, comienzo de la primavera. Al día siguiente tenía clases de literatura latinoamericana y había pasado toda la noche releyendo los textos que me quedaban pendientes en el sofá de la sala. Después de varias horas me quedé dormida ahí mismo, con el pensamiento inocente de que estaría a salvo.
Pero no. Ningún lugar era seguro cuando vivías con tres homosexuales en pareja. Y mucho menos si dos de ellos estaban saliendo entre sí.
Me desperté con el portazo de la sala principal y las risas que le siguieron. Oí pasos y murmullos.
Abrí los ojos y lo único que vi fue la habitación en absoluta oscuridad cuando de repente alguien cayó sobre mí.
Grité y empujé lo que sea que se clavó en mi estómago. La otra persona gritó y lo siguiente que escuché fue al peso de su cuerpo contra el suelo.
De repente la luz se encendió y yo volví a gritar cuando reconocí la melena rojiza de Fedor.
—¡¿Qué crees que haces?!
Levanté la manta para cubrirme mejor, aunque estuviera completamente vestida.
Fedor, por otro lado, no lo estaba. Le faltaba la camiseta y su cabello estaba revuelto. Me miraba aterrado desde el suelo con los hombros apoyados sin saber qué hacer. Entonces, su mirada se desvió a unos metros de distancia, donde estaba parado Nikolay.
Él estaba igual de impresentable que su novio, sin camiseta y con el cabello alborotado, pero en lugar de asustado, parecía divertido.
—Lo siento. No sabíamos que estabas ahí.
Se cubrió la boca para que no viera su sonrisa al mismo tiempo que Fedor se sobaba el trasero con una mueca de dolor.
—Tendrías que haber revisado antes de empujarme así contra el sofá.
—Es que no traje mi detector de duendes.
Los dos rieron.
—¡Y encima me insultan! — Me levanté y golpeé a Nikolay con la almohada — ¡Degenerados! Parecen perros en celo. ¡Vayan a su cuarto!
Intentó retenerme por las muñecas para que dejara de golpearlo, pero rápidamente se dio por vencido y comenzó a retroceder hacia su cuarto mientras reía. Fedor lo abrazó para ponerse entre los dos, pero sólo se ganó que también lo golpeara a él.
Los dos se metieron a sus cuartos entre risas y quejas de dolor. Ni siquiera les quedaba aire para respirar.
Dejé caer la almohada en al suelo en cuanto estuve otra vez sola.
¿Cómo se atrevían a ser felices delante de mi cara?
Apagué la luz y volví a acostarme. Ni siquiera conté cuántas horas me quedaban de sueño, pero probablemente fueron más de las que en realidad tuve porque, a las nueve de la mañana, volví a ser despertada por los gritos de Elena en la sala.
—¡Me has puesto en ridículo!
—¿Ridículo? ¿Ahora nuestro amor es ridículo? — me pareció que respondía Yulia.
Ni siquiera quise abrir los ojos. Hundí la cabeza en mi almohada y me tapé con las manos, cubierta con las mantas hasta las cabezas. Podía sentir la luz del sol entrar desde el balcón, pero no quería despertarme. Quería paz.
Un día de paz era lo único que pedía.
—¡¿Cómo me vas a llamar "Gatita" delante del rector?! — gritó Lena.
—¡Se me escapó!
—¿Es que tú no piensas?
—No cuando te tengo delante.
—¡Me tienes harta! ¡Terminamos!
—Ay, no otra vez — murmuré.
Abrí los ojos y me encontré con una escena digna de telenovela: Elena empujando a Yulia fuera del departamento y Yulia aferrándose al marco de la puerta mientras le juraba que su amor sería eterno.
Fedor y Nikolay desayunaban tranquilos en la mesa del comedor.
—Tienes mermelada aquí.
Fedor se acercó a su novio para limpiarle la comisura y aprovechó la distancia para darle un beso.
Del otro lado, Yulia amenazó con llamar al padre de Lena para que hiciera de intermediario.
—Deja de buscar excusas para hablarle a mi padre. ¡Está casado!
Le cerró la puerta en la cara, pero la cosa no terminó ahí. Yulia comenzó a llamarla y al no obtener respuesta cambió de táctica.
La pantalla del televisor se conectó por bluetooth al teléfono de Yulia y pronto se reprodujo "Un siglo sin ti" de Chayanne. La situación escaló a peor cuando Yulia comenzó a cantar a la par de la canción.
Uno de los vecinos golpeó la pared para que nos calláramos.
No podía seguir así. Me iba a dar un ataque al corazón del estrés.
Me levanté de mal humor y entré a mi cuarto, pero la música y la voz horrible de Yulia se seguía escuchando.
Ahora mismo tenía dos opciones:
1. Buscar otro sitio donde dormir aunque sea unos días para descansar de ellas.
2. Sacar un cuchillo de la cocina y asesinar a Yulia.
Pero me di cuenta de que si terminaba en la cárcel mi graduación se retrasaría, así que no podía matarla aún.
Por eso tomé la sabia decisión de armar un bolso con mis cosas y escaparme rumbo a la casa de mi novia.
Cuando abrí la puerta de entrada del departamento, Yulia seguía ahí, sentada en el suelo del pasillo, con youtube abierto en su teléfono.
—Gracias por abrirme, caniche rabioso.
Simuló hacerme una reverencia y se levantó del suelo.
—De nada, tapón de piscina.
Me hice a un lado para dejarla entrar. La discusión fue retomada, pero ahora Yulia estaba usando otra táctica.
—¿Y si te compro el álbum de Hobi? — le preguntó a su novia mientras la abrazaba por la espalda — Y vemos BTS in the Soop juntas.
Lena lo consideró.
Simulé una arcada y cerré la puerta.
A veces me preguntaba cómo dos personas tan incompatibles podían estar juntas y quererse tanto.
De camino al departamento de Nastya revisé el teléfono para ver si me había respondido el mensaje que le dejé hace unos minutos, pero no habían noticias de ella. Supuse que aún seguiría durmiendo, puesto que ella solía levantarse tarde. De todas maneras no me importó, porque tenía la llave de su casa.
Afuera el sol brillaba radiante. Hacía más calor del que esperaba y las parejas se paseaban tomadas de la mano incluso a una hora tan temprana del día.
Las tiendas tenían decoraciones con motivos de primavera afuera. Habían guirnaldas que iban de un poste de luz al otro, flores de papel maché pegadas en las vitrinas y las confiterías estaban a reventar.
Usualmente no compraba cosas para Nastya, pero me dije a mi misma que si iba a invadir su departamento por un par de días al menos podría comprarle el desayuno, así que hice una fila interminable en la panadería más cercana para comprar sus masas preferidas.
—¿Flores para la bella dama?
Me detuve al oír la voz del hombre.
Sentado en la acera, delante de una tienda de flores, un hombre preparaba un arreglo de rosas rojas. Levantó el ala de su sombrero de pescador, como si aguardara mi respuesta.
Suspiré.
Me dije a mi misma que no estaba siendo romántica, sino que estaba endulzando a Nastya para que me dejara quedarme en su casa, y compré un ramo de flores amarillas.
Muy dentro de mí yo sabía que nada de lo que estaba haciendo era necesario. Nastya me había dicho un millón de veces que podía ir a su casa cuando quisiera y quedarme el tiempo que me apeteciera. Pero iba a ignorar eso, porque me encantaba vivir en negación.
Quince minutos más tarde estaba entrando al departamento de mi novia con una bolsa de masitas y un ramo de tulipanes amarillos.
—¿Hay alguien despierto?
Mi voz hizo eco en la espaciosa sala de estar. Encendí las luces y miré a mi alrededor: todo estaba perfectamente ordenado, pero no había rastro de ella.
Colgué mi abrigo en el perchero justo cuando sentí algo tocarme la pierna.
Cuando me di la vuelta me encontré con Lolo, el perro de Nastya, que intentaba saltarme encima para lamerme.
Me agaché frente a él.
—¿Dónde está mamá?
Lolo era un perro que habíamos adoptado hace un tiempo. Era una cruza entre un caniche blanco y un callejero, por lo que aún guardaba cierto parecido con los caniches (como el cabello blanco y rizado, o los ojos negros), pero era un poco más agrande y tenía la trompa ligeramente más angosta.
Apenas tenía un año de edad, por lo que seguía siendo insoportablemente cariñoso e hiperactivo. Todo lo contrario a mí.
—¿Nastya?
Me levanté y dejé las masas sobre la mesa del living.
Lolo comenzó a corretear a mi alrededor, desesperado por atención, así que acabé alzándolo en mis brazos para no chocar con él.
—Me vas a dejar olor a perro — le dije en un tono cariñoso, que sólo usaba con él — Y tu mamá me va a echar.
El perro metió su hocico entre mi pelo para olisquearme la oreja. Reí por las cosquillas y lo bajé.
Cuando entré al cuarto de Nastya las luces estaban apagadas, así que las encendí.
Vi su cabello rubio sobresalir de la colcha de flores. Ella se removió y se descubrió unos centímetros. Lo suficiente como para poder espiar.
—¿Estabas durmiendo? — le pregunté.
—Estaba intentando.
Me senté en la cama junto a ella y bajé la manta. Me agaché para darle un beso, pero ella puso las manos en el medio.
—¡No, no! — Se volvió a cubrir con las mantas — Te voy a contagiar. Tengo fiebre.
—¡¿Tienes fiebre?!
Le quité la manta y toqué su frente. Estaba hirviendo y no sólo eso. Sus mejillas se veían rojas e incluso una gota de sudor caía por su sien.
Nastya tomó mi mano y la colocó en su mejilla, como si fuera una almohada, y suspiró.
—Estás fría.
—Y tú caliente — respondí preocupada.
Dejó un beso en la palma de mi mano, como si nada de eso le importara.
—Siempre lo estoy.
Qué chistosa.
—¿Por qué no me dijiste que te sentías mal? — Estampé el ramo de flores contra el pecho y ella lo atrapó, sorprendida — ¿Qué no sabes que estas cosas tienes que contármelas? ¿O es que ya tienes a otra para que te cuide? — Tomé aire — ¡¿Ya comiste?!
Nastya cerró los ojos y hundió el rostro en el ramo de flores para olerlas, ajena a todo. Así, en su cama, con su cabello rubio esparcido en toda la almohada y su rostro escondido detrás de los tulipanes, se veía como la bella durmiente.
—Flores amarillas — murmuró — Mis favoritas.
Nadie le había dado permiso para que se viera tan hermosa.
—Eh-Estaban en oferta — mentí — Las iban a tirar, así que las traje.
—El amarillo en las flores significa amistad y alegría — Se sentó en la cama y sacó una de las flores del ramo para olerla — Pero en tulipanes es un deseo de recuperación. Yo creo que el destino quiso que vinieras hoy.
—¿Para qué? ¿Para verte en tu lecho de muerte? — Me incliné hacia ella — No puedes morir aún. No me has puesto en tu testamento.
Levantó la mirada de su ramo.
—Cásate conmigo y todo lo mío será nuestro.
Aparté la mirada, me levanté de la cama y me abaniqué con la mano. De repente en el cuarto parecía hacer mucho calor.
—Qué bien — protesté — Ya estás delirando.
La última vez que tuve fiebre fue hace casi diez años. Recuerdo que en ese entonces mis padres me obligaron a estar en cama todo el día y me prepararon sopa. Yo nunca había cuidado de alguien enfermo. De hecho, nunca había cuidado de nadie. Punto. Así que no sabía que debía hacer.
Por lo que decidí recurrir a mis personas de confianza.
El closet
Taeyeon: Nastya tiene fiebre ¿Qué hago?
Lena: No dejes que se muera.
Rodé los ojos y volví a teclear una respuesta mientras caminaba en círculos.
Taeyeon: Gracias por el consejo que no me sirvió para nada.
Lena: De nada. Me alegra haber podido ayudarte.
Nikolay está escribiendo...
Nikolay: Ibuprofeno y a la cama. Si está sudando haz que se bañe.
Fedor: Que beba mucha agua.
Nikolay: Hazle un caldo.
Lena: Por favor cuídala. El viernes tenemos que exponer.
—¿Viniste a ignorarme? — preguntó Nastya a mi lado.
Resoplé.
—Vine a cuidarte.
Dejé un beso en su frente y me encaminé fuera del cuarto.
Nastya bajó el ramo de golpe, alarmada.
—¿A dónde vas?
Su reacción me sorprendió.
—A traerte medicina y prepararte el baño — La tranquilicé y señalé al perro — Quédate con Lolo.
—No le digas Lolo a tu hijo — Nastya bajó la mano para acariciar la cabeza del perro — Se llama Apolo Tercero Romano De Belmont.
—Sí, Lolo.
Dejé a Nastya sola y comencé a llenar la bañera. Mientras se terminaba de cargar busqué la medicina en su botiquín y se la llevé junto a un vaso de agua. Luego, fui a la cocina y revisé su heladera.
No tenía idea de cómo se preparaba un caldo, así que tuve que buscar una receta y rezarle un padre nuestro a la virgen del pollo hervido para que me diera su bendición.
Puse las flores en un florero y guardé las masas dentro de la alacena para que no las viera. A ella le encantaba comer porquerías y si las veía se iba a negar a tomar su caldo.
Para cuando la bañera estuvo lista, yo ya había cortado y dejado en el agua todas las verduras.
Si Elena o cualquiera de mis padres pudieran verme ahora, cocinando para mi novia, se burlarían de mí hasta el cansancio.
Tapé la cacerola y llamé a Nastya al baño luego de comprobar la temperatura del agua. Ella se apareció unos segundos después, descalza. No llevaba más que una playera de algodón blanca que le quedaba enorme y unos pantalones cortos que quedaban escondidos debajo de la playera. Su cabello ahora estaba recogido en un moño desordenado del que se escapaban varios mechones rubios.
—Métete al agua — le ordené.
Nastya resopló y se soltó el cabello.
—Sí, mamá.
Chasqueé la lengua y le salpiqué un poco de agua. Me había quitado los zapatos, por lo que las puntas de mis pies tocaban el piso frío de cerámica.
—No me digas así. No le des la razón a Freud.
Nastya dio un saltito hacia atrás riendo y se resbaló.
La atrapé por el cuello de la playera, pero ésta se rompió y las dos caímos al suelo. Quedé sobre ella, con una mano en el suelo para sostenerme y la otra aún cerrada alrededor de su playera destrozada.
Debajo podía ver su sostén deportivo.
Nastya bajó la vista a su playera, sorprendida.
—No tenías que arrancarme la ropa así.
Me tapé la boca ante la imagen que tenía debajo de mí. El cuerpo de Nastya no era ningún chiste.
Una gota de sudor cayó desde su cuello y se escondió entre sus pechos.
Cerré los ojos y pensé en la biblia.
—Lo siento — dije avergonzada.
Me sentí culpable por estar teniendo pensamientos tan indecentes cuando ella está indefensa y con fiebre.
Nastya será cualquier cosa, menos indefensa.
Mandé a callar esa vocecita de mi cabeza y le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Cuando me dio la espalda, miré horrorizada cómo iba quitándose los trozos de tela en los que se habían convertido su camiseta.
Rápidamente me distraje con su espalda, específicamente con el tatuaje de la parte baja con forma de alas de ángel.
—¿Ya terminaste de mirarme?
Levanté la vista. Nastya me miraba por encima de su hombro y me pregunté cuánto tiempo llevaba baboseándome como para que se diera cuenta.
—Estoy revisando el estado de tu cuerpo — Me toqué la barbilla y pretendí estar analizando algo en su espalda — Muy sano, por lo que puedo ver.
—¿Necesitas mejor vista?
Comenzó a bajarse el pantalón y tuve que apartar la mirada mientras maldecía mentalmente.
Débil. Soy una persona débil.
Pero si algún día me voy al infierno quiero llevarme conmigo a esta mujer.
Lavé su cabello con el mayor cuidado que pude para no lastimarla sin querer y vi cómo Nastya iba cerrando los ojos lentamente. Sus brazos estaban a los costados de la bañera para evitar que se hundiera en el agua y uno de sus codos se apoyaba sobre mi rodilla y mojaba mi pantalón.
Verla tan relajada después de cómo la había encontrado en su cama, hecha un desastre, me alivió.
Ella siempre estaba haciendo cosas por mí, incluso aunque no se las pedía, y me alegraba saber que podía devolvérselo. Incluso aunque sólo fuera por un día, dos, o los que durara su fiebre.
—¿Se siente bien? — le pregunté.
—Muy.
Nastya asintió, con los ojos cerrados, y descansó su mejilla en mi muslo. La espuma de su cabello se pegó en mi camiseta y pantalón.
—¡Eh! Mi ropa.
Intenté quitarme, pero ella pasó su brazo por detrás de mi cintura.
—Me arrancaste la playera ¿Por qué yo no puedo mojarte la camiseta?
—Te pagaré la playera.
—No, gracias — Levantó la cabeza y tiró de mi collar de perlas hacia abajo. Creí que iba a besarme, pero su rostro se detuvo justo unos centímetros antes — Me contento con que hoy seas mi esclava.
Le puse la mano en la cara y la aparté.
—Déjame lavarte la cabeza, Cristobal Colón.
Nastya me soltó y me dejó continuar. Me di cuenta de que, así enferma, cedía un poco más fácil a mis peticiones. Pero aún así seguía intentando ponerme nerviosa cada vez que tenía la oportunidad. Al parecer su lado dominante y provocador no era una fachada, después de todo.
Después de la cabeza, moví su cabello y continué con su espalda. Cuando me agaché para dejarle un beso entre los omóplatos ella se estremeció, pero no se quejó. Su cuerpo seguía caliente, pero ya no parecía estar sufriendo tanto ahora que estaba limpia y la medicina estaba haciendo su efecto.
—Si nos casáramos — murmuró — ¿Me cuidarías así siempre?
Otra vez con eso.
Levanté la vista de su espalda, pero ella no me estaba mirando. Abrazaba sus piernas flexionadas con la mejilla apoyada sobre sus rodillas. Su rostro apuntaba hacia el lado opuesto en el que me encontraba.
Nastya siempre tomaba decisiones sin pensarlas demasiado. La mayoría de las cosas que hacía eran por impulso, pero nunca llamó la atención de nadie. Todos pensaban que ella era prudente, porque tenía una personalidad muy relajada. Pero era todo lo contrario a eso.
Así que comencé a pensar que probablemente su pregunta no iba tan en broma.
—¿Te casarías conmigo? — Alcé una ceja.
Ella ni siquiera reaccionó.
—¿Por qué no? — dijo — Si con eso te quedas conmigo.
¿Sólo por eso?
Negué con la cabeza y enjuagué su espalda.
—Tienes que ser tonta para creer que me quedaré contigo si nos casamos.
Levantó la cabeza y y me miró con preocupación. Su cabello, ahora limpio, caía detrás de su oreja completamente mojado. Tuvo que pestañear cuando una gota de agua colgó de sus pestañas rubias.
—¿No quieres?
—¿Casarme contigo o quedarme contigo?
—Ambas.
Dejé la esponja en el borde de la bañera.
A veces, por su personalidad, me olvidaba que las dos teníamos la misma edad. Y que ella podía ser tan tonta como yo.
—Quiero casarme contigo — admití. Sólo yo sabía todas las veces que me había imaginado haciéndolo. Llamándola mi esposa — Y quiero quedarme contigo. Pero una boda no hará que esté más tiempo a tu lado. O que te cuide más — Tomé su mano entre las mías — Te cuidaré siempre que tú me cuides a mí. Y estaré contigo hasta que dejes de amarme.
—No voy a dejar de amarte — me advirtió — Nunca.
—Entonces no te dejaré nunca.
Apoyó los brazos sobre mis piernas. El agua salpicó afuera por el movimiento brusco. Pero ella ignoró mis quejas.
—Ven a vivir conmigo.
¿Por qué tenía que ser tan impulsiva? Yo sólo podía lidiar con una sorpresa a la vez.
—Quieres tenerme de esclava todos los días ¿No es así? — me quejé.
—Quiero despertarme todos los días junto a ti — dijo, completamente seria — Quiero volver contigo a casa todas las noches. Quiero llevarte a la cama cuando te duermas en la sala de estar y verte correr por todo el departamento cuando estés llegando tarde a clase. Quiero que llames a este lugar "casa". O a cualquier lugar en el que yo esté, porque sólo cuando estoy contigo siento que estoy finalmente en mi hogar.
Quedé sin palabras por un momento, sin creer que todo eso acabara de salir de su boca. Incluso aunque supiera que ella me quería, no me imaginé que pensara sobre mi de esa manera.
—¿Quieres? — insistió.
Se estiró para llegar más cerca de mi rostro y más agua se volcó por el suelo.
—¡...Sí! ¡Sí! — Miré a mi alrededor, al desastre que se estaba haciendo. Toda la ropa de Nastya mojada — ¡Pero quédate quieta!
Nastya rio y me estrechó entre sus brazos.
—¡Bienvenida!
Antes de que pudiera quejarme, tiró de mí y caí dentro de la bañera. El agua inundó el baño, pero ella no paraba de reír. Fuera, Lolo ladraba para que lo dejáramos entrar.
La dejé abrazarme y reí con ella.
A ninguna de las dos le extrañó cuando al día siguiente yo también me levanté enferma.
Ash-Quintana, excelente escritora y por ende una de mis favoritas. Más adelante podré compartirle otros de sus trabajos.
A uds, porque siempre están dispuestas a leer y a comentar cosas muy lindas y porque no, también uno que otro comentario negativo que me llega al DM, pero de todo hay en el mundo y no critico, solo trato de mejorar.
Un enorme abrazo y un beso , esperando volver a estar con uds, pronto.
TAEYEON
Un par de años después
(No sé cuántos. No pregunten)
No me importa si a alguien más le suceden cosas buenas, esas cosas deberían de sucederme a mí en su lugar.
Usualmente era tolerante con mis compañeros de piso cuando se ponían pesados entre sus parejas, pero despertarme para presumir delante de mi cara ya era demasiado.
Era un veintiuno de septiembre por la madrugada, comienzo de la primavera. Al día siguiente tenía clases de literatura latinoamericana y había pasado toda la noche releyendo los textos que me quedaban pendientes en el sofá de la sala. Después de varias horas me quedé dormida ahí mismo, con el pensamiento inocente de que estaría a salvo.
Pero no. Ningún lugar era seguro cuando vivías con tres homosexuales en pareja. Y mucho menos si dos de ellos estaban saliendo entre sí.
Me desperté con el portazo de la sala principal y las risas que le siguieron. Oí pasos y murmullos.
Abrí los ojos y lo único que vi fue la habitación en absoluta oscuridad cuando de repente alguien cayó sobre mí.
Grité y empujé lo que sea que se clavó en mi estómago. La otra persona gritó y lo siguiente que escuché fue al peso de su cuerpo contra el suelo.
De repente la luz se encendió y yo volví a gritar cuando reconocí la melena rojiza de Fedor.
—¡¿Qué crees que haces?!
Levanté la manta para cubrirme mejor, aunque estuviera completamente vestida.
Fedor, por otro lado, no lo estaba. Le faltaba la camiseta y su cabello estaba revuelto. Me miraba aterrado desde el suelo con los hombros apoyados sin saber qué hacer. Entonces, su mirada se desvió a unos metros de distancia, donde estaba parado Nikolay.
Él estaba igual de impresentable que su novio, sin camiseta y con el cabello alborotado, pero en lugar de asustado, parecía divertido.
—Lo siento. No sabíamos que estabas ahí.
Se cubrió la boca para que no viera su sonrisa al mismo tiempo que Fedor se sobaba el trasero con una mueca de dolor.
—Tendrías que haber revisado antes de empujarme así contra el sofá.
—Es que no traje mi detector de duendes.
Los dos rieron.
—¡Y encima me insultan! — Me levanté y golpeé a Nikolay con la almohada — ¡Degenerados! Parecen perros en celo. ¡Vayan a su cuarto!
Intentó retenerme por las muñecas para que dejara de golpearlo, pero rápidamente se dio por vencido y comenzó a retroceder hacia su cuarto mientras reía. Fedor lo abrazó para ponerse entre los dos, pero sólo se ganó que también lo golpeara a él.
Los dos se metieron a sus cuartos entre risas y quejas de dolor. Ni siquiera les quedaba aire para respirar.
Dejé caer la almohada en al suelo en cuanto estuve otra vez sola.
¿Cómo se atrevían a ser felices delante de mi cara?
Apagué la luz y volví a acostarme. Ni siquiera conté cuántas horas me quedaban de sueño, pero probablemente fueron más de las que en realidad tuve porque, a las nueve de la mañana, volví a ser despertada por los gritos de Elena en la sala.
—¡Me has puesto en ridículo!
—¿Ridículo? ¿Ahora nuestro amor es ridículo? — me pareció que respondía Yulia.
Ni siquiera quise abrir los ojos. Hundí la cabeza en mi almohada y me tapé con las manos, cubierta con las mantas hasta las cabezas. Podía sentir la luz del sol entrar desde el balcón, pero no quería despertarme. Quería paz.
Un día de paz era lo único que pedía.
—¡¿Cómo me vas a llamar "Gatita" delante del rector?! — gritó Lena.
—¡Se me escapó!
—¿Es que tú no piensas?
—No cuando te tengo delante.
—¡Me tienes harta! ¡Terminamos!
—Ay, no otra vez — murmuré.
Abrí los ojos y me encontré con una escena digna de telenovela: Elena empujando a Yulia fuera del departamento y Yulia aferrándose al marco de la puerta mientras le juraba que su amor sería eterno.
Fedor y Nikolay desayunaban tranquilos en la mesa del comedor.
—Tienes mermelada aquí.
Fedor se acercó a su novio para limpiarle la comisura y aprovechó la distancia para darle un beso.
Del otro lado, Yulia amenazó con llamar al padre de Lena para que hiciera de intermediario.
—Deja de buscar excusas para hablarle a mi padre. ¡Está casado!
Le cerró la puerta en la cara, pero la cosa no terminó ahí. Yulia comenzó a llamarla y al no obtener respuesta cambió de táctica.
La pantalla del televisor se conectó por bluetooth al teléfono de Yulia y pronto se reprodujo "Un siglo sin ti" de Chayanne. La situación escaló a peor cuando Yulia comenzó a cantar a la par de la canción.
Uno de los vecinos golpeó la pared para que nos calláramos.
No podía seguir así. Me iba a dar un ataque al corazón del estrés.
Me levanté de mal humor y entré a mi cuarto, pero la música y la voz horrible de Yulia se seguía escuchando.
Ahora mismo tenía dos opciones:
1. Buscar otro sitio donde dormir aunque sea unos días para descansar de ellas.
2. Sacar un cuchillo de la cocina y asesinar a Yulia.
Pero me di cuenta de que si terminaba en la cárcel mi graduación se retrasaría, así que no podía matarla aún.
Por eso tomé la sabia decisión de armar un bolso con mis cosas y escaparme rumbo a la casa de mi novia.
Cuando abrí la puerta de entrada del departamento, Yulia seguía ahí, sentada en el suelo del pasillo, con youtube abierto en su teléfono.
—Gracias por abrirme, caniche rabioso.
Simuló hacerme una reverencia y se levantó del suelo.
—De nada, tapón de piscina.
Me hice a un lado para dejarla entrar. La discusión fue retomada, pero ahora Yulia estaba usando otra táctica.
—¿Y si te compro el álbum de Hobi? — le preguntó a su novia mientras la abrazaba por la espalda — Y vemos BTS in the Soop juntas.
Lena lo consideró.
Simulé una arcada y cerré la puerta.
A veces me preguntaba cómo dos personas tan incompatibles podían estar juntas y quererse tanto.
De camino al departamento de Nastya revisé el teléfono para ver si me había respondido el mensaje que le dejé hace unos minutos, pero no habían noticias de ella. Supuse que aún seguiría durmiendo, puesto que ella solía levantarse tarde. De todas maneras no me importó, porque tenía la llave de su casa.
Afuera el sol brillaba radiante. Hacía más calor del que esperaba y las parejas se paseaban tomadas de la mano incluso a una hora tan temprana del día.
Las tiendas tenían decoraciones con motivos de primavera afuera. Habían guirnaldas que iban de un poste de luz al otro, flores de papel maché pegadas en las vitrinas y las confiterías estaban a reventar.
Usualmente no compraba cosas para Nastya, pero me dije a mi misma que si iba a invadir su departamento por un par de días al menos podría comprarle el desayuno, así que hice una fila interminable en la panadería más cercana para comprar sus masas preferidas.
—¿Flores para la bella dama?
Me detuve al oír la voz del hombre.
Sentado en la acera, delante de una tienda de flores, un hombre preparaba un arreglo de rosas rojas. Levantó el ala de su sombrero de pescador, como si aguardara mi respuesta.
Suspiré.
Me dije a mi misma que no estaba siendo romántica, sino que estaba endulzando a Nastya para que me dejara quedarme en su casa, y compré un ramo de flores amarillas.
Muy dentro de mí yo sabía que nada de lo que estaba haciendo era necesario. Nastya me había dicho un millón de veces que podía ir a su casa cuando quisiera y quedarme el tiempo que me apeteciera. Pero iba a ignorar eso, porque me encantaba vivir en negación.
Quince minutos más tarde estaba entrando al departamento de mi novia con una bolsa de masitas y un ramo de tulipanes amarillos.
—¿Hay alguien despierto?
Mi voz hizo eco en la espaciosa sala de estar. Encendí las luces y miré a mi alrededor: todo estaba perfectamente ordenado, pero no había rastro de ella.
Colgué mi abrigo en el perchero justo cuando sentí algo tocarme la pierna.
Cuando me di la vuelta me encontré con Lolo, el perro de Nastya, que intentaba saltarme encima para lamerme.
Me agaché frente a él.
—¿Dónde está mamá?
Lolo era un perro que habíamos adoptado hace un tiempo. Era una cruza entre un caniche blanco y un callejero, por lo que aún guardaba cierto parecido con los caniches (como el cabello blanco y rizado, o los ojos negros), pero era un poco más agrande y tenía la trompa ligeramente más angosta.
Apenas tenía un año de edad, por lo que seguía siendo insoportablemente cariñoso e hiperactivo. Todo lo contrario a mí.
—¿Nastya?
Me levanté y dejé las masas sobre la mesa del living.
Lolo comenzó a corretear a mi alrededor, desesperado por atención, así que acabé alzándolo en mis brazos para no chocar con él.
—Me vas a dejar olor a perro — le dije en un tono cariñoso, que sólo usaba con él — Y tu mamá me va a echar.
El perro metió su hocico entre mi pelo para olisquearme la oreja. Reí por las cosquillas y lo bajé.
Cuando entré al cuarto de Nastya las luces estaban apagadas, así que las encendí.
Vi su cabello rubio sobresalir de la colcha de flores. Ella se removió y se descubrió unos centímetros. Lo suficiente como para poder espiar.
—¿Estabas durmiendo? — le pregunté.
—Estaba intentando.
Me senté en la cama junto a ella y bajé la manta. Me agaché para darle un beso, pero ella puso las manos en el medio.
—¡No, no! — Se volvió a cubrir con las mantas — Te voy a contagiar. Tengo fiebre.
—¡¿Tienes fiebre?!
Le quité la manta y toqué su frente. Estaba hirviendo y no sólo eso. Sus mejillas se veían rojas e incluso una gota de sudor caía por su sien.
Nastya tomó mi mano y la colocó en su mejilla, como si fuera una almohada, y suspiró.
—Estás fría.
—Y tú caliente — respondí preocupada.
Dejó un beso en la palma de mi mano, como si nada de eso le importara.
—Siempre lo estoy.
Qué chistosa.
—¿Por qué no me dijiste que te sentías mal? — Estampé el ramo de flores contra el pecho y ella lo atrapó, sorprendida — ¿Qué no sabes que estas cosas tienes que contármelas? ¿O es que ya tienes a otra para que te cuide? — Tomé aire — ¡¿Ya comiste?!
Nastya cerró los ojos y hundió el rostro en el ramo de flores para olerlas, ajena a todo. Así, en su cama, con su cabello rubio esparcido en toda la almohada y su rostro escondido detrás de los tulipanes, se veía como la bella durmiente.
—Flores amarillas — murmuró — Mis favoritas.
Nadie le había dado permiso para que se viera tan hermosa.
—Eh-Estaban en oferta — mentí — Las iban a tirar, así que las traje.
—El amarillo en las flores significa amistad y alegría — Se sentó en la cama y sacó una de las flores del ramo para olerla — Pero en tulipanes es un deseo de recuperación. Yo creo que el destino quiso que vinieras hoy.
—¿Para qué? ¿Para verte en tu lecho de muerte? — Me incliné hacia ella — No puedes morir aún. No me has puesto en tu testamento.
Levantó la mirada de su ramo.
—Cásate conmigo y todo lo mío será nuestro.
Aparté la mirada, me levanté de la cama y me abaniqué con la mano. De repente en el cuarto parecía hacer mucho calor.
—Qué bien — protesté — Ya estás delirando.
La última vez que tuve fiebre fue hace casi diez años. Recuerdo que en ese entonces mis padres me obligaron a estar en cama todo el día y me prepararon sopa. Yo nunca había cuidado de alguien enfermo. De hecho, nunca había cuidado de nadie. Punto. Así que no sabía que debía hacer.
Por lo que decidí recurrir a mis personas de confianza.
El closet
Taeyeon: Nastya tiene fiebre ¿Qué hago?
Lena: No dejes que se muera.
Rodé los ojos y volví a teclear una respuesta mientras caminaba en círculos.
Taeyeon: Gracias por el consejo que no me sirvió para nada.
Lena: De nada. Me alegra haber podido ayudarte.
Nikolay está escribiendo...
Nikolay: Ibuprofeno y a la cama. Si está sudando haz que se bañe.
Fedor: Que beba mucha agua.
Nikolay: Hazle un caldo.
Lena: Por favor cuídala. El viernes tenemos que exponer.
—¿Viniste a ignorarme? — preguntó Nastya a mi lado.
Resoplé.
—Vine a cuidarte.
Dejé un beso en su frente y me encaminé fuera del cuarto.
Nastya bajó el ramo de golpe, alarmada.
—¿A dónde vas?
Su reacción me sorprendió.
—A traerte medicina y prepararte el baño — La tranquilicé y señalé al perro — Quédate con Lolo.
—No le digas Lolo a tu hijo — Nastya bajó la mano para acariciar la cabeza del perro — Se llama Apolo Tercero Romano De Belmont.
—Sí, Lolo.
Dejé a Nastya sola y comencé a llenar la bañera. Mientras se terminaba de cargar busqué la medicina en su botiquín y se la llevé junto a un vaso de agua. Luego, fui a la cocina y revisé su heladera.
No tenía idea de cómo se preparaba un caldo, así que tuve que buscar una receta y rezarle un padre nuestro a la virgen del pollo hervido para que me diera su bendición.
Puse las flores en un florero y guardé las masas dentro de la alacena para que no las viera. A ella le encantaba comer porquerías y si las veía se iba a negar a tomar su caldo.
Para cuando la bañera estuvo lista, yo ya había cortado y dejado en el agua todas las verduras.
Si Elena o cualquiera de mis padres pudieran verme ahora, cocinando para mi novia, se burlarían de mí hasta el cansancio.
Tapé la cacerola y llamé a Nastya al baño luego de comprobar la temperatura del agua. Ella se apareció unos segundos después, descalza. No llevaba más que una playera de algodón blanca que le quedaba enorme y unos pantalones cortos que quedaban escondidos debajo de la playera. Su cabello ahora estaba recogido en un moño desordenado del que se escapaban varios mechones rubios.
—Métete al agua — le ordené.
Nastya resopló y se soltó el cabello.
—Sí, mamá.
Chasqueé la lengua y le salpiqué un poco de agua. Me había quitado los zapatos, por lo que las puntas de mis pies tocaban el piso frío de cerámica.
—No me digas así. No le des la razón a Freud.
Nastya dio un saltito hacia atrás riendo y se resbaló.
La atrapé por el cuello de la playera, pero ésta se rompió y las dos caímos al suelo. Quedé sobre ella, con una mano en el suelo para sostenerme y la otra aún cerrada alrededor de su playera destrozada.
Debajo podía ver su sostén deportivo.
Nastya bajó la vista a su playera, sorprendida.
—No tenías que arrancarme la ropa así.
Me tapé la boca ante la imagen que tenía debajo de mí. El cuerpo de Nastya no era ningún chiste.
Una gota de sudor cayó desde su cuello y se escondió entre sus pechos.
Cerré los ojos y pensé en la biblia.
—Lo siento — dije avergonzada.
Me sentí culpable por estar teniendo pensamientos tan indecentes cuando ella está indefensa y con fiebre.
Nastya será cualquier cosa, menos indefensa.
Mandé a callar esa vocecita de mi cabeza y le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Cuando me dio la espalda, miré horrorizada cómo iba quitándose los trozos de tela en los que se habían convertido su camiseta.
Rápidamente me distraje con su espalda, específicamente con el tatuaje de la parte baja con forma de alas de ángel.
—¿Ya terminaste de mirarme?
Levanté la vista. Nastya me miraba por encima de su hombro y me pregunté cuánto tiempo llevaba baboseándome como para que se diera cuenta.
—Estoy revisando el estado de tu cuerpo — Me toqué la barbilla y pretendí estar analizando algo en su espalda — Muy sano, por lo que puedo ver.
—¿Necesitas mejor vista?
Comenzó a bajarse el pantalón y tuve que apartar la mirada mientras maldecía mentalmente.
Débil. Soy una persona débil.
Pero si algún día me voy al infierno quiero llevarme conmigo a esta mujer.
Lavé su cabello con el mayor cuidado que pude para no lastimarla sin querer y vi cómo Nastya iba cerrando los ojos lentamente. Sus brazos estaban a los costados de la bañera para evitar que se hundiera en el agua y uno de sus codos se apoyaba sobre mi rodilla y mojaba mi pantalón.
Verla tan relajada después de cómo la había encontrado en su cama, hecha un desastre, me alivió.
Ella siempre estaba haciendo cosas por mí, incluso aunque no se las pedía, y me alegraba saber que podía devolvérselo. Incluso aunque sólo fuera por un día, dos, o los que durara su fiebre.
—¿Se siente bien? — le pregunté.
—Muy.
Nastya asintió, con los ojos cerrados, y descansó su mejilla en mi muslo. La espuma de su cabello se pegó en mi camiseta y pantalón.
—¡Eh! Mi ropa.
Intenté quitarme, pero ella pasó su brazo por detrás de mi cintura.
—Me arrancaste la playera ¿Por qué yo no puedo mojarte la camiseta?
—Te pagaré la playera.
—No, gracias — Levantó la cabeza y tiró de mi collar de perlas hacia abajo. Creí que iba a besarme, pero su rostro se detuvo justo unos centímetros antes — Me contento con que hoy seas mi esclava.
Le puse la mano en la cara y la aparté.
—Déjame lavarte la cabeza, Cristobal Colón.
Nastya me soltó y me dejó continuar. Me di cuenta de que, así enferma, cedía un poco más fácil a mis peticiones. Pero aún así seguía intentando ponerme nerviosa cada vez que tenía la oportunidad. Al parecer su lado dominante y provocador no era una fachada, después de todo.
Después de la cabeza, moví su cabello y continué con su espalda. Cuando me agaché para dejarle un beso entre los omóplatos ella se estremeció, pero no se quejó. Su cuerpo seguía caliente, pero ya no parecía estar sufriendo tanto ahora que estaba limpia y la medicina estaba haciendo su efecto.
—Si nos casáramos — murmuró — ¿Me cuidarías así siempre?
Otra vez con eso.
Levanté la vista de su espalda, pero ella no me estaba mirando. Abrazaba sus piernas flexionadas con la mejilla apoyada sobre sus rodillas. Su rostro apuntaba hacia el lado opuesto en el que me encontraba.
Nastya siempre tomaba decisiones sin pensarlas demasiado. La mayoría de las cosas que hacía eran por impulso, pero nunca llamó la atención de nadie. Todos pensaban que ella era prudente, porque tenía una personalidad muy relajada. Pero era todo lo contrario a eso.
Así que comencé a pensar que probablemente su pregunta no iba tan en broma.
—¿Te casarías conmigo? — Alcé una ceja.
Ella ni siquiera reaccionó.
—¿Por qué no? — dijo — Si con eso te quedas conmigo.
¿Sólo por eso?
Negué con la cabeza y enjuagué su espalda.
—Tienes que ser tonta para creer que me quedaré contigo si nos casamos.
Levantó la cabeza y y me miró con preocupación. Su cabello, ahora limpio, caía detrás de su oreja completamente mojado. Tuvo que pestañear cuando una gota de agua colgó de sus pestañas rubias.
—¿No quieres?
—¿Casarme contigo o quedarme contigo?
—Ambas.
Dejé la esponja en el borde de la bañera.
A veces, por su personalidad, me olvidaba que las dos teníamos la misma edad. Y que ella podía ser tan tonta como yo.
—Quiero casarme contigo — admití. Sólo yo sabía todas las veces que me había imaginado haciéndolo. Llamándola mi esposa — Y quiero quedarme contigo. Pero una boda no hará que esté más tiempo a tu lado. O que te cuide más — Tomé su mano entre las mías — Te cuidaré siempre que tú me cuides a mí. Y estaré contigo hasta que dejes de amarme.
—No voy a dejar de amarte — me advirtió — Nunca.
—Entonces no te dejaré nunca.
Apoyó los brazos sobre mis piernas. El agua salpicó afuera por el movimiento brusco. Pero ella ignoró mis quejas.
—Ven a vivir conmigo.
¿Por qué tenía que ser tan impulsiva? Yo sólo podía lidiar con una sorpresa a la vez.
—Quieres tenerme de esclava todos los días ¿No es así? — me quejé.
—Quiero despertarme todos los días junto a ti — dijo, completamente seria — Quiero volver contigo a casa todas las noches. Quiero llevarte a la cama cuando te duermas en la sala de estar y verte correr por todo el departamento cuando estés llegando tarde a clase. Quiero que llames a este lugar "casa". O a cualquier lugar en el que yo esté, porque sólo cuando estoy contigo siento que estoy finalmente en mi hogar.
Quedé sin palabras por un momento, sin creer que todo eso acabara de salir de su boca. Incluso aunque supiera que ella me quería, no me imaginé que pensara sobre mi de esa manera.
—¿Quieres? — insistió.
Se estiró para llegar más cerca de mi rostro y más agua se volcó por el suelo.
—¡...Sí! ¡Sí! — Miré a mi alrededor, al desastre que se estaba haciendo. Toda la ropa de Nastya mojada — ¡Pero quédate quieta!
Nastya rio y me estrechó entre sus brazos.
—¡Bienvenida!
Antes de que pudiera quejarme, tiró de mí y caí dentro de la bañera. El agua inundó el baño, pero ella no paraba de reír. Fuera, Lolo ladraba para que lo dejáramos entrar.
La dejé abrazarme y reí con ella.
A ninguna de las dos le extrañó cuando al día siguiente yo también me levanté enferma.
Ash-Quintana, excelente escritora y por ende una de mis favoritas. Más adelante podré compartirle otros de sus trabajos.
A uds, porque siempre están dispuestas a leer y a comentar cosas muy lindas y porque no, también uno que otro comentario negativo que me llega al DM, pero de todo hay en el mundo y no critico, solo trato de mejorar.
Un enorme abrazo y un beso , esperando volver a estar con uds, pronto.
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A Fati20 y a Veroska les gusta esta publicaciòn
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Hay q lindo final de verdad que fue una historia muy especial por lo fresca y super divertida, en este capitulo con lena y julia peleando me reí demasiado . Y las demás parejas en especial Nastya también me conquistaron. Gracias por siempre elegir historias tan especiales y estar todos los días tomandote el tiempo de darnos estas historias yo lo valoro muchísimo y como siempre te he dicho leer cada capitulo es uno de esos momentos del día de felicidad de muchas emociones, muchas gracias cariño de mi corazón te mando muchos besos y saludos y por favor regresa como siempre muy rápido con una nueva historia. Feliz domingo
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Muy buena historia y demás está decir que todo lo que poesteas es muy bueno. En particular, me gusta buscar alguna historia de las autores que adaptas y ver su trabajo, son buenos en realidad y sé que no son tuyas pero nos deleitas y eso se agradece por mantenernos activas con las lecturas
Gracias cariño
Gracias cariño
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Y ahora que vamos a leer todas las noches 🥹 buena historia y me reí mucho gracias por compartir la kn todos
Te esperamos prontito
Te esperamos prontito
Volkatin_420- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 13/03/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Me encantó la trama, los personajes, todo estuvo super. Te esperamos por acá muy pronto con otra atrapante historia
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: Ella sabe que la odio // Ash-Quintana
Ay que Lindo! Te seré sincera, en he reído mucho por la forma tan graciosa, directa de la historia, tierna en varias partes y realista pero con un buen toque de gracia, la disfruté. Si sus otras historias tienen este toque, me quedo también para leer de nuevo otra historia de ella, gracias Mija.
Veroska- Mensajes : 107
Fecha de inscripción : 18/02/2023
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