MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A Fati20 y a Kathe les gusta esta publicaciòn
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Wow qué buena sorpresa nunca habíamos tenido 2 historias al mismo tiempo ya quiero leer esta también 🤩🤩🤩
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Awww porque siento que te amo?
LeaAgronsky- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 08/01/2024
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Quieres que nos de un infarto de emoción??
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Capítulo 1
Yulia no sabía cuándo se había dado cuenta de que la observaban. Iba en el tren camino de Moorgate. El día era agradablemente fresco, pero el intenso sol la hacia sentirse cálida y amodorraba en el recinto del tren. Reinaba un silencio extraño en el vagón, roto solo por el ocasional aleteo perezoso de las hojas de los periódicos. Aunque el tren se balanceaba mucho, parecía como si el compartimiento hubiese entrado en el cómodo reino del semisueño y la semivigilia. En ese lánguido estado, Yulia, mientras miraba con los ojos entrecerrados el imponente Alexandra Palace, se dio cuenta poco a poco de que los ojos de alguien se habían posado sobre ella. No quería mirar, en parte porque disfrutaba de su letargo, pero también porque estaba segura de que se toparía con algún viajero examinándola con intención.
En realidad, no le disgustaba ni le molestaba que la mirasen, pues ella misma disfrutaba observando a la gente y le encantaba tejer historias con algunos de los pasajeros habituales de su ruta. Yulia, entusiasta de la expresión poética, obtenía muchos de sus temas observando a los demás.
La poesía, pensó con aire soñador, era la única forma de describir su situación, y nada mejor que los versos de Laurie Lee en El nacimiento de abril:
Si alguna vez bendiciendo en el aire,
Las veo ahora en este día aún prematuro
En que el limonero en la vaporosa mañana gotea
Húmeda luz del sol en poder de mis ojos.
Pensar en ojos la sitúo de mala gana en la realidad. Seguía teniendo la sensación de que la observaban pero, curiosamente, le parecía que no era un exámen ofensivo o degradante. No podía explicárselo, pero la intuición le indicaba que todo estaba bien y que no tenía por qué preocuparse. Sin embargo, la curiosidad empezaba a domimnarla, apartando el manto somnoliento que la envolvía desde que había subido al tren en New Barnet. Yulia miró a los variopintos viajeros, la mayoría de los cuales estaban sumidos en sus propios mundos particulares de lectura o ensueño.
En un primer momento le pareció que había localizado al culpable cuando sus ojos tropezaron con los de un joven ejecutivo, pero casi al instante se dio cuenta de que el hombre había alzado la vista de su periódico para orientarse sobre dónde estaba mientras volvía la página. La vista del hombre regresó con toda naturalidad a la sección de deportes. "Dónde estas", preguntó en silencio mientras su mirada recorría el vagón. Nadie la miraba directamente: tal vez hubieran apartado los ojos antes se que ella se diese cuenta. "En fin - suspiró para sí -, tal vez deba ser un poco más avispada."
El tren estaba entrando a Finsbury Paro, una estación de enlace, para los trenes elevados y subterráneos, con varios puntos de Londres y del West End. La gente empezó a moverse: guardaban los periódicos a toda prisa en los maletines, se abotonaban los abrigos, buscaban los guantes, reseñado a ser los primeros en salir y encaminarse al siguiente medio de transporte.
Yulia los miraba, pensando que era el nuevo final de la historia, cuando de nuevo volvió a sentir que la observaban. La desconcertó, momentáneamente, que fuese una mujer. Desde el punto de vista racional no había motivos para sorprenderse, puesto que las mujeres suelen detenerse a valorar a otras mujeres. Ella misma lo había hecho.
Creía que las mujeres tendían a ser mucho más perceptivas, una idea que se había grabado en su mente después de una conversación con sus colegas masculinos que le confirmó que casi nunca observaban a otros hombres por miedo a ser acusados de cualquier cosa o a la violencia.
La mujer que estaba junto a las puertas mirándola la sorprendió porque era despampanante y destacaba entre los demás ocupantes del vagón. Era despampanante no sólo por su atractivo aspecto, sino también por su forma de vestir y su porte. Emanaba elegancia hasta tal punto que Yulia pensó que, aunque vistiera con sencillez, las cabezas se volverían a su paso. Su ropa parecía cara y de calidad, aunque nada llamativa. Llevaba un abrigo largo de lana negra con un amplio cuello sobre los hombros, desabotonado en la parte delantera, que dejaba ver un traje sastre rojo: un sencillo vestido de cuello redondo que llegaba a la altura de la pantorrilla, con una chaqueta larga. Completaba el conjunto un collar de perlas de una vuelta.
Yulia, impresionada con el estilo de la mujer, se fijo en sus rasgos. Era alta, lo cual se veía subrayado por el largo abrigo que llevaba. Pero el abrigo cumplía otra mision, pues era de color ideal para resaltar sus cabellos rojos naturales y su piel fresca y cremosa. El pelo se recogía en un moño francés, algo que casi no lucia nadie, pero a Yulia le pareció que en ella no desentonaba. Tenía los pómulos altos en un rostro de belleza clásica y sus labios eran de un rojo que hacia juego con su traje.
A Yulia le dio la impresión de que había dedicado mucho tiempo a aquella inspección, aunque sabía que sólo habían pasado unos segundos. En ese momento Yulia comprendió que la miraba, pues los labios rojos esbozaron una sonrisa preciosa y teñida de ironía. Y, aunque no podía verlos bien, tuvo la certeza de que los ojos de la mujer lanzaban traviesos destellos tras los cristales de las primorosas gafas modernas. Yulia desvío la vista, sintiendo de repente el calor del rubor que abrasaba sus mejillas.
El tren se detuvo en seco, y los viajeros se apresuraron a salir para dirigirse a su trabajos. Yulia volvió a mirar y percibió el resplandor de los cabellos rojos de la mujer mientras la multitud la arrasaba hacia el vasto mar de Londres. Retuvo en su cabeza la imagen de ella con aquella sonrisa traviesa que parecían tan a juego con la gloriosa mañana. Pero por qué se había ruborizado, se preguntó a sí misma con cierta irritación. Al fin y al cabo, la mujer la había mirado primero y por eso había reaccionado ella.
Feliz lunes, mis nenas hermosas les dejo el primer capítulo de la historia.
Disfrútenla y háganme saber sus comentarios.
Serán dos capítulos cada actualización
Yulia no sabía cuándo se había dado cuenta de que la observaban. Iba en el tren camino de Moorgate. El día era agradablemente fresco, pero el intenso sol la hacia sentirse cálida y amodorraba en el recinto del tren. Reinaba un silencio extraño en el vagón, roto solo por el ocasional aleteo perezoso de las hojas de los periódicos. Aunque el tren se balanceaba mucho, parecía como si el compartimiento hubiese entrado en el cómodo reino del semisueño y la semivigilia. En ese lánguido estado, Yulia, mientras miraba con los ojos entrecerrados el imponente Alexandra Palace, se dio cuenta poco a poco de que los ojos de alguien se habían posado sobre ella. No quería mirar, en parte porque disfrutaba de su letargo, pero también porque estaba segura de que se toparía con algún viajero examinándola con intención.
En realidad, no le disgustaba ni le molestaba que la mirasen, pues ella misma disfrutaba observando a la gente y le encantaba tejer historias con algunos de los pasajeros habituales de su ruta. Yulia, entusiasta de la expresión poética, obtenía muchos de sus temas observando a los demás.
La poesía, pensó con aire soñador, era la única forma de describir su situación, y nada mejor que los versos de Laurie Lee en El nacimiento de abril:
Si alguna vez bendiciendo en el aire,
Las veo ahora en este día aún prematuro
En que el limonero en la vaporosa mañana gotea
Húmeda luz del sol en poder de mis ojos.
Pensar en ojos la sitúo de mala gana en la realidad. Seguía teniendo la sensación de que la observaban pero, curiosamente, le parecía que no era un exámen ofensivo o degradante. No podía explicárselo, pero la intuición le indicaba que todo estaba bien y que no tenía por qué preocuparse. Sin embargo, la curiosidad empezaba a domimnarla, apartando el manto somnoliento que la envolvía desde que había subido al tren en New Barnet. Yulia miró a los variopintos viajeros, la mayoría de los cuales estaban sumidos en sus propios mundos particulares de lectura o ensueño.
En un primer momento le pareció que había localizado al culpable cuando sus ojos tropezaron con los de un joven ejecutivo, pero casi al instante se dio cuenta de que el hombre había alzado la vista de su periódico para orientarse sobre dónde estaba mientras volvía la página. La vista del hombre regresó con toda naturalidad a la sección de deportes. "Dónde estas", preguntó en silencio mientras su mirada recorría el vagón. Nadie la miraba directamente: tal vez hubieran apartado los ojos antes se que ella se diese cuenta. "En fin - suspiró para sí -, tal vez deba ser un poco más avispada."
El tren estaba entrando a Finsbury Paro, una estación de enlace, para los trenes elevados y subterráneos, con varios puntos de Londres y del West End. La gente empezó a moverse: guardaban los periódicos a toda prisa en los maletines, se abotonaban los abrigos, buscaban los guantes, reseñado a ser los primeros en salir y encaminarse al siguiente medio de transporte.
Yulia los miraba, pensando que era el nuevo final de la historia, cuando de nuevo volvió a sentir que la observaban. La desconcertó, momentáneamente, que fuese una mujer. Desde el punto de vista racional no había motivos para sorprenderse, puesto que las mujeres suelen detenerse a valorar a otras mujeres. Ella misma lo había hecho.
Creía que las mujeres tendían a ser mucho más perceptivas, una idea que se había grabado en su mente después de una conversación con sus colegas masculinos que le confirmó que casi nunca observaban a otros hombres por miedo a ser acusados de cualquier cosa o a la violencia.
La mujer que estaba junto a las puertas mirándola la sorprendió porque era despampanante y destacaba entre los demás ocupantes del vagón. Era despampanante no sólo por su atractivo aspecto, sino también por su forma de vestir y su porte. Emanaba elegancia hasta tal punto que Yulia pensó que, aunque vistiera con sencillez, las cabezas se volverían a su paso. Su ropa parecía cara y de calidad, aunque nada llamativa. Llevaba un abrigo largo de lana negra con un amplio cuello sobre los hombros, desabotonado en la parte delantera, que dejaba ver un traje sastre rojo: un sencillo vestido de cuello redondo que llegaba a la altura de la pantorrilla, con una chaqueta larga. Completaba el conjunto un collar de perlas de una vuelta.
Yulia, impresionada con el estilo de la mujer, se fijo en sus rasgos. Era alta, lo cual se veía subrayado por el largo abrigo que llevaba. Pero el abrigo cumplía otra mision, pues era de color ideal para resaltar sus cabellos rojos naturales y su piel fresca y cremosa. El pelo se recogía en un moño francés, algo que casi no lucia nadie, pero a Yulia le pareció que en ella no desentonaba. Tenía los pómulos altos en un rostro de belleza clásica y sus labios eran de un rojo que hacia juego con su traje.
A Yulia le dio la impresión de que había dedicado mucho tiempo a aquella inspección, aunque sabía que sólo habían pasado unos segundos. En ese momento Yulia comprendió que la miraba, pues los labios rojos esbozaron una sonrisa preciosa y teñida de ironía. Y, aunque no podía verlos bien, tuvo la certeza de que los ojos de la mujer lanzaban traviesos destellos tras los cristales de las primorosas gafas modernas. Yulia desvío la vista, sintiendo de repente el calor del rubor que abrasaba sus mejillas.
El tren se detuvo en seco, y los viajeros se apresuraron a salir para dirigirse a su trabajos. Yulia volvió a mirar y percibió el resplandor de los cabellos rojos de la mujer mientras la multitud la arrasaba hacia el vasto mar de Londres. Retuvo en su cabeza la imagen de ella con aquella sonrisa traviesa que parecían tan a juego con la gloriosa mañana. Pero por qué se había ruborizado, se preguntó a sí misma con cierta irritación. Al fin y al cabo, la mujer la había mirado primero y por eso había reaccionado ella.
Feliz lunes, mis nenas hermosas les dejo el primer capítulo de la historia.
Disfrútenla y háganme saber sus comentarios.
Serán dos capítulos cada actualización
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
A Fati20, Kathe, Veroska y a LenaVolkova66 les gusta esta publicaciòn
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Se lee interesante y misteriosa la manera en la que supongo Lena aparecerá
LenaVolkova66- Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 16/04/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Siguelaaaaaa
LeaAgronsky- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 08/01/2024
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Me gustooooo muchísimo!!! Estoy segura que será una gran historia. Empezó ya intenso con esa Elena elegante, hermosa una diosa qué le quita el aliento a todos y que lo pierde por su pequeña y preciosa Volkova. Ya tengo grandes expectativas y espero con ansias ese otro capitulo. Feliz lunes cariño mio
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Sexy y elegante Katina como no enamorarse de vos
Volkatin_420- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 13/03/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Capítulo 2
Yulia llevaba cinco años trabajando como contable de gestión en una pequeña empresa financiera en London Bridge y estaba razonablemente satisfecha. Sus dos colegas más próximos, Svetlana y su jefe de área Richard, eran muy agradables teníaia buena relación con los dos. Richard dejaba que Yulia demostrase sus facultades sin presionarla, lo cual los había beneficiado a ambos. La confianza en su valía estimulaba un trabajo bien considerado por los clientes, cuya estima redundaba en beneficios económicos para la pelinegra.
Sabía que nunca llegaría a los escalos superiores de la empresa, pero tenía un trabajo que le gustaba, un pequeño piso propio y dinero suficiente para comprar unos cuantos caprichos todos los meses. Con respecto al futuro, imaginaba que algun día encontraría al principe azul que la haría volar, pero no le preocupaba que no hubiese aparecido aún. Tenía amigos, pero eran sólo eso, amigos. Algunos incluso estaban felizmente casados. No los veía como seres adecuados, pero tampoco tenía inclinaciones románticas ni de otro tipo hacia ellos. Aparte de eso, le gustaban como personas y esperaba que ellos sintiesen lo mismo hacia ella.
No significaba aquello que no hubiera tenido relaciones en el pasado, pero eran las relaciones del desarrollo en que dos personas se conocen y disfrutan juntas antes de seguir adelante, probando opciones sin comprometerse.
Yulia no lamentaba nada del pasado, aunque algunas relaciones habían sido incompatibles y tormentosas, porque sabía que había aprendido lecciones de todas ellas y que se habían producido en una etapa en que no afectaban a su vida de forma significativa. Había tenido dos relaciones sexuales, pero no resultaron eróticas ni apasionadas. Sin embargo, no culpaba a sus parejas, sino a la inexperiencia, sobre todo en su caso, que pensaba que se resolvería el día en que encontrase al compañero ideal.
Durante el día a Yulia la distrajo de vez en cuando el recuerdo de la mujer del tren, aunque no lograba entender por qué la había afectado tanto. Se sintió agradecida cuando la sacó de su ensimismamiento una llamada de su hermana, Kristina.
-Hola, Yul. ¿Te apetece que quedemos para tomar algo después del trabajo? Hoy tengo que ir a Londres para comer con Peter. Como sale más tarde de trabajar, supuse que a lo mejor podrías hacerme compañía deurante un rato.
Kristina era su única hermana y le llevaba tres años. Entre ellas había un hermano, Leo, que trabajaba en Oriente Medio. El Peter al que Kristina se había referido era su prometido.
-Me encantaría, Kriss. ¿Dónde quedamos?- Yulia no frecuentaba habitualmente los pubs, así que su conocimiento de potenciales abrevaderos resultaba limitado.
-¿Qué te parece si me paso por tu oficina a las seis y buscamos algún sitio? - Kristina siempre había sido la más energética y decidida, rasgo que aplicaba a su relación con Peter con aparentes buenos resultados.
El resto del día transcurrió tranquilamente para Yulia, que trabajaba con en un proyecto presupuestario. A las seis se reunió en la entrada con una chispeante Kristina, que la saludó con el abrazo de siempre y un beso en cada mejilla.
-¡Uy! Estás fría - se quejó la pelinegra de buen humor cuando sus mejillas se rozaron - La verdad es que no me apetece beber alcohol; ¿te importa si vamos al café de la Galería Hays?
Al fin entraron a tomar un Malibú con Coca-Cola en el bar Halcyon, bastante tranquilo para ser un jueves por la noche. Encontraron una mesa junto a una ventana con vista al rió Támesis, las variopintas luces de colores de la torre del puente, el museo naval del buque Belfast y, en la orilla opuesta, la City.
-¿Cómo van tus planes de boda? - pregunto Yulia. Kristina y Peter pensaban casarse en junio, al cabo de tres meses.
-Creo que en gran parte ya están completos. Esperemos que todo salga bien ese día - Hizo una pausa, cavilando - Creo que la única novedad desde la última vez que te vi es que hemos reservado Middleton Hall para la recepción.
Mientras Kristina continuaba dando detalles de su próxima boda, Yulia se maravillaba de lo radiante que estaba Kristina desde su encuentro con Peter. Se habían conocido dieciocho meses antes en un coctel de la empresa para que ambos trabajaban, Melhuish & Jamieson, un pequeño banco británico. Como Yulia, Kristina trabajaba en la sección contable, aunque de jefa de departamento. Le habían presentado a Peter, su operador superior de derivados, y desde ese mismo instante habían estado juntos en cada momento.
Yulia se alegraba mucho por su hermana, pues siempre se habían sentido muy unidas y se reunían a menudo. Ademas, le caía bien Peter, un hombre amable y muy tranquilo a pesar se su profesión, el compañero perfecto para Kristina.
Yulia estudió los rasgos de su hermana, intercalando las pertinentes exclamaciones de afirmación en el entusiasta discurso de la también morena. Si no fuera por el pelo, mucha gente no se daría cuenta de que eran hermanas. El pelo y los ojos de ambas las delataban, pues ambas eran morenas de un profundo color azul en los ojos como el mar del océano en verano. Aunque habían llevado peinados similares en la adolescencia, Kristina había adoptado luego un estilo mas corto e informal, tipo duende, que le iba bien a su rostro alargado. A Yulia le encantaba tener el pelo largo y disfrutaba con la sensación de los finos mechones que le caían en cascada sobre los hombros y la espalda como una ondeante sábana de satén. Junto con el cabello, las dos habían heredado las pecas, aunque las de Kristina moteaban partes destacadas, mientras que las de Yulia eran como rocío que salpicaban su naricilla. El rostro de Kristina era alargado y esculpido, con labios que se extendían de forma encantadora cuando sonreia. Era muy guapa. Irónicamente, el rostro de Yulia parecía el de un hada, con los labios llenos y deseables de las modelos francesas. Uno de sus novios había dicho que "combinaba casi la indecencia de Angelina Jolie con la inocente malicia de Imogen Stubbs".
La figura de Kristina era un poco mas llena y curvilínea que la de Yulia, que sabía bien que su esbelta figura era consecuencia de su amor por la natación, pasatiempo que practicaba dos veces a la semana. No hacía mucho que había convencido a Kristina para que se uniese a ella y, cuando comprarían el vestuario, se había fijado en que los pechos de Kristina eran mucho más grandes que los suyos y sus caderas más anchas. Aunque tenían casi la misma estartura , sus formas resultaban muy diferentes. Peter no paraba de abrazar a Kristina y de decirle lo adorable que era, y Yulia lo entendía porque pensaba lo mismo. En un impulso extendió las manos y cubrió las de su hermana, estrujándolas con afecto.
-Estoy más contenta de lo que imaginas, de que todo encaje y de verte tan feliz. No se me ocurre que exista un hombre mas agradable que Peter para ti, y ya sabes lo posesiva que soy contigo - le dijo a su hermana con la voz entreverada de emoción.
-Gracias, Yul. Cuando lo dices, sé que lo sientes. Peter te quiere mucho, así que espero que nos visites a menudo. Le hablé del tiempo tan intenso que habíamos pasado juntas cuando murió papá y que nos sentíamos muy unidas desde entonces, así que lo sabe y se alegra de que seas una gran parte de mi vida - en el pasado enero su padre había estado dos semanas en coma en el hospital antes de morir, y durante las vigilias hablaron más que nunca de todo. En ese tiempo se había forjado un vínculo invisible que ambas querían conservar y proteger - A propósito mamá me ha preguntado a quién piensas llevar de invitado a la boda. Le he dicho que no hace falta que lleves a nadie, pero insiste en que Peter debe de tener algunos amigos que coincidan contigo. Intentaré disuadirla, aunque ya sabes cómo es cuando se le mete una cosa en la cabeza- añadió con una sonrisa cómplice.
Yulia sonrió al pensar en su madre, pero confiaba en que Kristina la protegiese; nunca se le ocurriría emparejarla con nada contra su voluntad.
-Le dije que eres una mumjer independiente, que podías llevar una amistad de cualquier sexo y que negarias a ir si creías que te habían arreglado una cita. Le aseguré que me destrozaría que no fueras, así que espero haberla convencido.
-Gracias, Kriss. Supongo que no hay por qué preocuparse por ella, aunque resulta crispante que me considere incapaz de sobrevivir sola. Aún no he pensado si llevaré a alguien pero, si lo hago, te lo comunicaré antes. Podría llevar a Patricia, puesto que nunca ha estado en una boda cristiana; aunque, si no te importa, lo dejaré para más tarde.
-Déjalo para cuando quieras, Yul, y lleva a quien te apetezca - dijo Kristina amablemente - Además, siempre podrías llevar a Patricia y decirle a mamá que ya no te gustan los hombres. ¡Eso arreglaría las cosas para siempre! - añadió en tono burlón.
Gracias por siempre estar ahí
Yulia llevaba cinco años trabajando como contable de gestión en una pequeña empresa financiera en London Bridge y estaba razonablemente satisfecha. Sus dos colegas más próximos, Svetlana y su jefe de área Richard, eran muy agradables teníaia buena relación con los dos. Richard dejaba que Yulia demostrase sus facultades sin presionarla, lo cual los había beneficiado a ambos. La confianza en su valía estimulaba un trabajo bien considerado por los clientes, cuya estima redundaba en beneficios económicos para la pelinegra.
Sabía que nunca llegaría a los escalos superiores de la empresa, pero tenía un trabajo que le gustaba, un pequeño piso propio y dinero suficiente para comprar unos cuantos caprichos todos los meses. Con respecto al futuro, imaginaba que algun día encontraría al principe azul que la haría volar, pero no le preocupaba que no hubiese aparecido aún. Tenía amigos, pero eran sólo eso, amigos. Algunos incluso estaban felizmente casados. No los veía como seres adecuados, pero tampoco tenía inclinaciones románticas ni de otro tipo hacia ellos. Aparte de eso, le gustaban como personas y esperaba que ellos sintiesen lo mismo hacia ella.
No significaba aquello que no hubiera tenido relaciones en el pasado, pero eran las relaciones del desarrollo en que dos personas se conocen y disfrutan juntas antes de seguir adelante, probando opciones sin comprometerse.
Yulia no lamentaba nada del pasado, aunque algunas relaciones habían sido incompatibles y tormentosas, porque sabía que había aprendido lecciones de todas ellas y que se habían producido en una etapa en que no afectaban a su vida de forma significativa. Había tenido dos relaciones sexuales, pero no resultaron eróticas ni apasionadas. Sin embargo, no culpaba a sus parejas, sino a la inexperiencia, sobre todo en su caso, que pensaba que se resolvería el día en que encontrase al compañero ideal.
Durante el día a Yulia la distrajo de vez en cuando el recuerdo de la mujer del tren, aunque no lograba entender por qué la había afectado tanto. Se sintió agradecida cuando la sacó de su ensimismamiento una llamada de su hermana, Kristina.
-Hola, Yul. ¿Te apetece que quedemos para tomar algo después del trabajo? Hoy tengo que ir a Londres para comer con Peter. Como sale más tarde de trabajar, supuse que a lo mejor podrías hacerme compañía deurante un rato.
Kristina era su única hermana y le llevaba tres años. Entre ellas había un hermano, Leo, que trabajaba en Oriente Medio. El Peter al que Kristina se había referido era su prometido.
-Me encantaría, Kriss. ¿Dónde quedamos?- Yulia no frecuentaba habitualmente los pubs, así que su conocimiento de potenciales abrevaderos resultaba limitado.
-¿Qué te parece si me paso por tu oficina a las seis y buscamos algún sitio? - Kristina siempre había sido la más energética y decidida, rasgo que aplicaba a su relación con Peter con aparentes buenos resultados.
El resto del día transcurrió tranquilamente para Yulia, que trabajaba con en un proyecto presupuestario. A las seis se reunió en la entrada con una chispeante Kristina, que la saludó con el abrazo de siempre y un beso en cada mejilla.
-¡Uy! Estás fría - se quejó la pelinegra de buen humor cuando sus mejillas se rozaron - La verdad es que no me apetece beber alcohol; ¿te importa si vamos al café de la Galería Hays?
Al fin entraron a tomar un Malibú con Coca-Cola en el bar Halcyon, bastante tranquilo para ser un jueves por la noche. Encontraron una mesa junto a una ventana con vista al rió Támesis, las variopintas luces de colores de la torre del puente, el museo naval del buque Belfast y, en la orilla opuesta, la City.
-¿Cómo van tus planes de boda? - pregunto Yulia. Kristina y Peter pensaban casarse en junio, al cabo de tres meses.
-Creo que en gran parte ya están completos. Esperemos que todo salga bien ese día - Hizo una pausa, cavilando - Creo que la única novedad desde la última vez que te vi es que hemos reservado Middleton Hall para la recepción.
Mientras Kristina continuaba dando detalles de su próxima boda, Yulia se maravillaba de lo radiante que estaba Kristina desde su encuentro con Peter. Se habían conocido dieciocho meses antes en un coctel de la empresa para que ambos trabajaban, Melhuish & Jamieson, un pequeño banco británico. Como Yulia, Kristina trabajaba en la sección contable, aunque de jefa de departamento. Le habían presentado a Peter, su operador superior de derivados, y desde ese mismo instante habían estado juntos en cada momento.
Yulia se alegraba mucho por su hermana, pues siempre se habían sentido muy unidas y se reunían a menudo. Ademas, le caía bien Peter, un hombre amable y muy tranquilo a pesar se su profesión, el compañero perfecto para Kristina.
Yulia estudió los rasgos de su hermana, intercalando las pertinentes exclamaciones de afirmación en el entusiasta discurso de la también morena. Si no fuera por el pelo, mucha gente no se daría cuenta de que eran hermanas. El pelo y los ojos de ambas las delataban, pues ambas eran morenas de un profundo color azul en los ojos como el mar del océano en verano. Aunque habían llevado peinados similares en la adolescencia, Kristina había adoptado luego un estilo mas corto e informal, tipo duende, que le iba bien a su rostro alargado. A Yulia le encantaba tener el pelo largo y disfrutaba con la sensación de los finos mechones que le caían en cascada sobre los hombros y la espalda como una ondeante sábana de satén. Junto con el cabello, las dos habían heredado las pecas, aunque las de Kristina moteaban partes destacadas, mientras que las de Yulia eran como rocío que salpicaban su naricilla. El rostro de Kristina era alargado y esculpido, con labios que se extendían de forma encantadora cuando sonreia. Era muy guapa. Irónicamente, el rostro de Yulia parecía el de un hada, con los labios llenos y deseables de las modelos francesas. Uno de sus novios había dicho que "combinaba casi la indecencia de Angelina Jolie con la inocente malicia de Imogen Stubbs".
La figura de Kristina era un poco mas llena y curvilínea que la de Yulia, que sabía bien que su esbelta figura era consecuencia de su amor por la natación, pasatiempo que practicaba dos veces a la semana. No hacía mucho que había convencido a Kristina para que se uniese a ella y, cuando comprarían el vestuario, se había fijado en que los pechos de Kristina eran mucho más grandes que los suyos y sus caderas más anchas. Aunque tenían casi la misma estartura , sus formas resultaban muy diferentes. Peter no paraba de abrazar a Kristina y de decirle lo adorable que era, y Yulia lo entendía porque pensaba lo mismo. En un impulso extendió las manos y cubrió las de su hermana, estrujándolas con afecto.
-Estoy más contenta de lo que imaginas, de que todo encaje y de verte tan feliz. No se me ocurre que exista un hombre mas agradable que Peter para ti, y ya sabes lo posesiva que soy contigo - le dijo a su hermana con la voz entreverada de emoción.
-Gracias, Yul. Cuando lo dices, sé que lo sientes. Peter te quiere mucho, así que espero que nos visites a menudo. Le hablé del tiempo tan intenso que habíamos pasado juntas cuando murió papá y que nos sentíamos muy unidas desde entonces, así que lo sabe y se alegra de que seas una gran parte de mi vida - en el pasado enero su padre había estado dos semanas en coma en el hospital antes de morir, y durante las vigilias hablaron más que nunca de todo. En ese tiempo se había forjado un vínculo invisible que ambas querían conservar y proteger - A propósito mamá me ha preguntado a quién piensas llevar de invitado a la boda. Le he dicho que no hace falta que lleves a nadie, pero insiste en que Peter debe de tener algunos amigos que coincidan contigo. Intentaré disuadirla, aunque ya sabes cómo es cuando se le mete una cosa en la cabeza- añadió con una sonrisa cómplice.
Yulia sonrió al pensar en su madre, pero confiaba en que Kristina la protegiese; nunca se le ocurriría emparejarla con nada contra su voluntad.
-Le dije que eres una mumjer independiente, que podías llevar una amistad de cualquier sexo y que negarias a ir si creías que te habían arreglado una cita. Le aseguré que me destrozaría que no fueras, así que espero haberla convencido.
-Gracias, Kriss. Supongo que no hay por qué preocuparse por ella, aunque resulta crispante que me considere incapaz de sobrevivir sola. Aún no he pensado si llevaré a alguien pero, si lo hago, te lo comunicaré antes. Podría llevar a Patricia, puesto que nunca ha estado en una boda cristiana; aunque, si no te importa, lo dejaré para más tarde.
-Déjalo para cuando quieras, Yul, y lleva a quien te apetezca - dijo Kristina amablemente - Además, siempre podrías llevar a Patricia y decirle a mamá que ya no te gustan los hombres. ¡Eso arreglaría las cosas para siempre! - añadió en tono burlón.
Gracias por siempre estar ahí
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
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A montsejade0847@gmail.com y a Fati20 les gusta esta publicaciòn
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Me sigue gustando mucho esa vida "estable" qué tiene Julia se ve que esa pelirroja sexy irresistible le va a enseñar lo que es sentirse viva de verdad y que es el verdadero amor. Esperare el miércoles con muchísimas ganas 🤩🤩🤩. Saludos cariño feliz noche y gracias a ti por siempre dedicar tu valioso tiempo a darnos las mejores historias y consentirnos cuando queremos más. Leer estas historias al menos para mi es un momento de relajación, paz, felicidad y emoción en los día a día, así que gracias a ti ya no sé como seria no tenerte aquí todos los días, ya son años
Fati20- Mensajes : 1370
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Creo que Lena le dará ese toque mi misterioso, sensual y místico a la historia
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Bro, no sabía que existían fics paralelos hahahaha, este me gusta el comienzo
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Hermosa y elegante como siempre mi pelirroja estrella te amo Lena
LeaAgronsky- Mensajes : 144
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Capítulo 3
Yulia no tenía ganas de cocinar cuando llegó a casa. Peter se había reunido con ellas a las ocho y había insistido en que se quedara con ellos y tomara algo más. Fue una agradable velada, pero Yulia se alegró cuando Peter dijo que debían irse a casa. Se ofreció a llevar a Yulia, pero eso habría supuesto apartarse mucho de su camino, así que la dejó amablemente en la estación de Finsbury Park. Mientras revolvía su ensalada de queso y preparaba su aliño a base de una mezcla de aceite de semilla de calabaza, aceite de nuez, aceite de oliva y limón exprimido, rememoró la conversación de la tarde con Kristina.
No sabía a quien llevaría a la boda... Patricia se había interesado en los preparativos y había comentado que nunca había asistido a una ceremonia similar, pero Yulia se daba cuenta de que, si su colega iba, necesitaría constante atención, ya que no conocía a nadie. Se sintió un poco egoísta, pues quería ir sola, mimar a su hermana en su gran día y no preocuparse más que de ella y de Peter.
Con un suspiro anotó mentalmente que tenía que llamar a su madre, aunque no estaba de ánimo para discutir aquella noche.
Decidió ponerse cómoda y se llevó la ensalada y el zumo de naranja al salón. Puso el CD de los conciertos de Brandermburgo de fondo, se hundió en el sofá y empezó a picar la ensalada con aire pensativo. Las cavilaciones del día arrastraron a su mente hasta el incidente de la mañana y a la mujer que la había observado. A Yulia la intrigaba, pues no la había visto antes en el tren. Sin duda se habría fijado en una persona tan guapa y bien vestida. Pero ¿qué veía aquella mujer en ella para mirarla así? Tal vez le recordase a alguien o tal vez sólo estuviera soñando mientras contemplaba los rasgos de Yulia.
Pero la sonrisa del final sugería una juguetona convivencia que descartaba la teoría del ensueño. Sabía que no iba a resolver nada aquella noche, así que, después de acabar la ensalada, se dio una ducha y se lavó el pelo.
Ducharse era un lujo del que Yulia siempre disfrutaba, el agua casi insoportablemente caliente fluyendo sobre su cuerpo sin interrupción. No era una sensación sexual, sino intensamente gosoza. De forma literal lavaba la suciedad del día y emergía humectante y feliz. Esa era una de las razones de que odiase la idea de pasar unas vacaciones sin comodidades y de que le gustase nadar. Las duchas en el Centro de ocio eran excelentes y hacía mucho más tolerable la pesades de cambiarse después de nadar. Mientras se enjabonaba con gel de melocotón, se encontró de nuevo pensando en la sonrisa de la mujer.
A pesar del calor de la ducha, se fijó en que el vello de sus brazos se erizaban y sus pezones se endurecían. Ligeramente embriagada por la sofocante temperatura, dejó que sus dedos acariciasen despacio sus firmes contornos. Sus pechos no eran grandes, pero tenía los pezones rosas y areolas que sobresalían como montículos, lo cual resultaba poco común, por lo que sabía de sus observaciones en el colegio.
Durante un momento imaginó los brillantes labios rojos de la mujer sobre ellos, antes de salir de pronto de la ensoñación, sintiendo un incómodo globo de rubor en la cara. ¡Aquello la había poseído! Como si alguien pudiera ver su embarazosa representación, empezó a lavar el pelo con energía, procurando ignorar lo que había sentido.
Aunque acabó de ducharse, se fijó en que le temblaban las manos, y no sabía por qué: ¿Culpa o pasión? Apenas se atrevía a depilar el vello púbico, algo que hacía siempre desde que la habían operado de apendicitis en la adolescencia, pero insistió con cuidado, centrándose en la tarea y evitando todo lo demás. A pesar de ello, sus manos seguían temblando ligeramente cuando salió del baño oliendo a melocotón y envuelta en un largo y suave albornoz.
Se preparó una taza de té de escaramujo y procuró convencerse de que no había nada de que preocuparse. Tal vez el calor de la ducha había sido excesivo y por eso había alucinado. Quizá la burlona referencia de Kristina a una relación con Patricia y ella, se había mezclado con sus recuerdos del día. Bueno, no pasaba nada, mejor lo olvidaba, pensó para sí tomando el escaramujo y llevándose una buena lectura a la cama antes de dormir.
Capítulo de madrugada 🤪
Yulia no tenía ganas de cocinar cuando llegó a casa. Peter se había reunido con ellas a las ocho y había insistido en que se quedara con ellos y tomara algo más. Fue una agradable velada, pero Yulia se alegró cuando Peter dijo que debían irse a casa. Se ofreció a llevar a Yulia, pero eso habría supuesto apartarse mucho de su camino, así que la dejó amablemente en la estación de Finsbury Park. Mientras revolvía su ensalada de queso y preparaba su aliño a base de una mezcla de aceite de semilla de calabaza, aceite de nuez, aceite de oliva y limón exprimido, rememoró la conversación de la tarde con Kristina.
No sabía a quien llevaría a la boda... Patricia se había interesado en los preparativos y había comentado que nunca había asistido a una ceremonia similar, pero Yulia se daba cuenta de que, si su colega iba, necesitaría constante atención, ya que no conocía a nadie. Se sintió un poco egoísta, pues quería ir sola, mimar a su hermana en su gran día y no preocuparse más que de ella y de Peter.
Con un suspiro anotó mentalmente que tenía que llamar a su madre, aunque no estaba de ánimo para discutir aquella noche.
Decidió ponerse cómoda y se llevó la ensalada y el zumo de naranja al salón. Puso el CD de los conciertos de Brandermburgo de fondo, se hundió en el sofá y empezó a picar la ensalada con aire pensativo. Las cavilaciones del día arrastraron a su mente hasta el incidente de la mañana y a la mujer que la había observado. A Yulia la intrigaba, pues no la había visto antes en el tren. Sin duda se habría fijado en una persona tan guapa y bien vestida. Pero ¿qué veía aquella mujer en ella para mirarla así? Tal vez le recordase a alguien o tal vez sólo estuviera soñando mientras contemplaba los rasgos de Yulia.
Pero la sonrisa del final sugería una juguetona convivencia que descartaba la teoría del ensueño. Sabía que no iba a resolver nada aquella noche, así que, después de acabar la ensalada, se dio una ducha y se lavó el pelo.
Ducharse era un lujo del que Yulia siempre disfrutaba, el agua casi insoportablemente caliente fluyendo sobre su cuerpo sin interrupción. No era una sensación sexual, sino intensamente gosoza. De forma literal lavaba la suciedad del día y emergía humectante y feliz. Esa era una de las razones de que odiase la idea de pasar unas vacaciones sin comodidades y de que le gustase nadar. Las duchas en el Centro de ocio eran excelentes y hacía mucho más tolerable la pesades de cambiarse después de nadar. Mientras se enjabonaba con gel de melocotón, se encontró de nuevo pensando en la sonrisa de la mujer.
A pesar del calor de la ducha, se fijó en que el vello de sus brazos se erizaban y sus pezones se endurecían. Ligeramente embriagada por la sofocante temperatura, dejó que sus dedos acariciasen despacio sus firmes contornos. Sus pechos no eran grandes, pero tenía los pezones rosas y areolas que sobresalían como montículos, lo cual resultaba poco común, por lo que sabía de sus observaciones en el colegio.
Durante un momento imaginó los brillantes labios rojos de la mujer sobre ellos, antes de salir de pronto de la ensoñación, sintiendo un incómodo globo de rubor en la cara. ¡Aquello la había poseído! Como si alguien pudiera ver su embarazosa representación, empezó a lavar el pelo con energía, procurando ignorar lo que había sentido.
Aunque acabó de ducharse, se fijó en que le temblaban las manos, y no sabía por qué: ¿Culpa o pasión? Apenas se atrevía a depilar el vello púbico, algo que hacía siempre desde que la habían operado de apendicitis en la adolescencia, pero insistió con cuidado, centrándose en la tarea y evitando todo lo demás. A pesar de ello, sus manos seguían temblando ligeramente cuando salió del baño oliendo a melocotón y envuelta en un largo y suave albornoz.
Se preparó una taza de té de escaramujo y procuró convencerse de que no había nada de que preocuparse. Tal vez el calor de la ducha había sido excesivo y por eso había alucinado. Quizá la burlona referencia de Kristina a una relación con Patricia y ella, se había mezclado con sus recuerdos del día. Bueno, no pasaba nada, mejor lo olvidaba, pensó para sí tomando el escaramujo y llevándose una buena lectura a la cama antes de dormir.
Capítulo de madrugada 🤪
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Esooo dejándonos sorpresas de madrugada . Hay Julia te entendemos quien no reaccionaria así si una Lena Katina te mirara así, espero se reencuentren muy muy pronto . Saludos cariño
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Preciento que sera una historia llena de cosas muy sensuales me encanta Elena tan enigmatica
LenaVolkova66- Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 16/04/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Uy yulia jajaja no conoces a Lena y ya te estás tocando por ella? Jajajaja
LeaAgronsky- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 08/01/2024
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Capítulo 4
La mente se puede engañar y manipular durante las horas del día, quitando importancia a la verdad y a la confusión con tenues explicaciones, pero la noche no ofrece esos jueguitos. En realidad, la noche no tiene compasión, se lleva por delante las excusas y azuza y pincha incansablemente los miedos y las pasiones hasta que el preocupado durmiente se despierta bañado en sudor y apabullado. Incluso después la noche sigue ejerciendo su hechizo, ya que en la oscuridad las dudas se vuelven concretas y los problemas parecen batallones. ¿Era el sueño, la realidad o una mezcla de ambos lo que los ojos frenéticos buscaban en el abismo negro azulado de una habitación que en otro tiempo resultaba acogedora?
Y eso le ocurrió a Yulia cuando se despertó sobresaltada, envuelta en sábanas húmedas y con chorros de sudor en la frente. Había tenido un sueño vívido tecnicolor, en el que veía una y otra vez una escena sensual. La mujer sonreía como la del tren antes de inclinarse sobre ella. Los demás pasajeros desaparecían y a continuación veía a la mujer arrodillándose ante ella; Luego, Yulia era atraída a la brillante humedad de sus labios entreabiertos.
Distinguió con claridad las suaves arrugas de aquellos labios celestiales, incluso olió su perfume, el embriagador aroma que excitó a la morena antes de que las bocas suaves y temblorosas se encontrasen.
Ahí terminaba y volvía a empezar otra vez, tan real y seductor, tan provocativo, que, sin darle tiempo a pensar, su mano se movió instintivamente para saciar el intenso anhelo que había arqueado su cuerpo con su ardor.
Yacía exhausta en la cama arrugada y húmeda, mirando al techo, pero sin fijarse en nada mientras sus pensamientos se precipitaban en una montaña rusa dentro de su cerebro, intentando dar sentido a aquellas emociones tan ajenas a ella. Nunca había experimentado unas sensaciones tan poderosas y que la dejasen tan agotada. Tampoco había albergado nunca ideas tan intensas sobre otra mujer, ni siquiera en el internado, que se consideraba caldo de cultivo para aquel tipo de relaciones. Lo más sorprendente y que no lograba comprender era que aquella mujer, a pesar de haber aparecido en su vida tan solo unos momentos, dejase una profunda marca en ella.
No sabia nada de la mujer del tren, ni siquiera cómo se llamaba. ¿Cómo podía oler su perfume en el sueño cuando en el tren no había estado tan cerca de ella? Yulia no se avergonzaba ni le molestaba el hecho de haber tenido un orgasmo, puesto que hacia una temporada que no mantenía relaciones y había dedicado algunas noches felices a explorar su cuerpo. No, sólo se sentía especialmente culpable por el objeto de su orgasmo. Resultaba increíble que la hubiese abrumado la intensidad del orgasmo, pues nunca había pensado en las mujeres más que como amigas.
¿La convertía aquello en lesbiana? La verdad es que no se consideraba una de ellas y, como no había hecho realmente el amor con ninguna mujer, se suponía que no podía calificarse como tal. Con la respiración mas regular y la mente empezando a razonar, le pareció que era el momento de ocuparse con algo. Después de la ducha de la noche anterior, otra parecía lo indicado.
Nunca había vestido mucho de vaqueros o de pantalones. Adoraba mostrarse femenina y le parecía que para ello le sentaba mejor los vestidos y las faldas. Le gustaban sobre todo los vestidos y en su armario había unos cuantos lisos y elegantes para el invierno, junto a otros de opulentos estampados para el verano. Aunque por la mañana brillaba el sol, se fijó en que había escarcha sobre la hierba del exterior. Escogió entonces un vestido azul real con chaqueta a juego mientras reflexionaba en si la atención añadida que había dedicado a su arreglo se debía a que esperaba volver a ver a la mujer.
Pero el sol de la mañana también había derretido el candor de la noche, y Yulia se mintió a sí misma, diciéndose que siempre ponía el mismo cuidado a su aspecto.
Tras un pausado desayuno a base de avena acompañada de té de escaramujo, Yulia buscó en su librería algo que leer. Había terminado los poemas elegidos de Laurie Lee y, después de aquellos hermosos versos, que goteaban en cada página como naranjas recién exprimidas, pensó que le costaría trabajo encontrar algo. Se decidió por otro de sus favoritos de siempre. El signo de Saturno de Sharon Olds, cogió el abrigo y se dirigió a la estación con alas en los zapatos. Aunque estaba convencida de que la mujer no había subido al tren en aquella estación, no pudo evitar escudriñar a la multitud subrepticiamente, centrándose en todas las pelirrojas que atisbó entre los viajeros que esperaban. Como suponía, no vio ni rastro de ella, aunque siguió mirando hasta que llegó el tren. Procuró entrar en el mismo vagón y, con una emoción que intentó suprimir, se fijó en que el mismo asiento volvía a estar libre. Con gesto despreocupado abrió el libro de poemas y se obligó a leer la primera línea.
Sólo entonces se atrevió a alzar la vista y a echar un vistazo al vagón. Estaba tan segura de que vería a la mujer de nuevo que, al no verla, sintió que le fallaba el corazón, decepcionado. Tal vez subiese en una estación posterior, razonó, puesto que no había reparado en ella hasta cerca de Finsbury Park. Sí, era eso. Se aferró tenazmente a la esperanza, estiró el cuello con los ojos alerta en cada parada. No se había imaginado el viaje sin ver a la mujer y la noche anterior le había asustado la posibilidad, pero en aquel momento empezaba a temer que no apareciese.
Era viernes, así que hasta después del fin de semana no tendría otra ocasión. Gimió por dentro. Sentía uno de esos dolores agudos, similares a los que experimentaba de niña cuando se despedía de su familia en Rusia antes de tomar el avión para regresar al internado de Gales. Era el dolor de querer tanto algo o alguien que hacía daño. Una vez más se recordó a sí misma que ni siquiera sabía su nombre, y mucho menos otros detalles de ella.
¿Sería aquello un "amor a primera vista"?, se preguntó. El creciente deseo de verla era intenso, más fuerte de lo que había sentido en relaciones anteriores. Con un sobresalto se dio cuenta de que empezaba a admitir que se trataba de una mujer.
***
El trabajo de los viernes se hacía pesado puesto que el negocio se relajaba casi tan rápido como el personal, a la espera del descanso del fin de semana. Por suerte, no tuvo que hacer demasiadas cosas durante el día y la alivió que no hubiese reuniones previstas, pues no confiaba de concentración. También por suerte, Kristina llamó al final de la jornada para agradecerle la compañía del día anterior, alejando la mente de Yulia de su anhelo por unos momentos. Se le hacia difícil creer que había visto a Kristina la noche anterior: le daba la impresión de que había transcurrido una vida.
-¿Te encuentras bien, Yul? Pareces más callada de lo habitual - preguntó Kristina con la preocupación reflejada en la voz. Instintivamente Yulia estuvo a punto de contárselo todo, pero su cabeza se impuso enseguida a su corazón y consiguió dar una respuesta neutra.
-Estoy bien, de verdad. Sólo un poco cansada, Kriss; no he dormido demasiado. Estaré mejor después de roncar esta noche.
-Este fin de semana estaremos aquí por si quieres pasar. Llamanos y dinoslo. Sabes que siempre eras bien recibida.
-Lo sé - renpondio Yulia, y era cierto - Gracias, Kriss, eres una joya y un ángel y me alegro mucho de tener una hermana como tú que cuida de mi.
-Lo mismo digo - repuso Kristina, e hizo una breve pausa antes de añadir - De todas formas, si no te cuido yo, ¿quién lo hará?
Un beso a todas! Nos leemos mañana con la otra historia 🫰
La mente se puede engañar y manipular durante las horas del día, quitando importancia a la verdad y a la confusión con tenues explicaciones, pero la noche no ofrece esos jueguitos. En realidad, la noche no tiene compasión, se lleva por delante las excusas y azuza y pincha incansablemente los miedos y las pasiones hasta que el preocupado durmiente se despierta bañado en sudor y apabullado. Incluso después la noche sigue ejerciendo su hechizo, ya que en la oscuridad las dudas se vuelven concretas y los problemas parecen batallones. ¿Era el sueño, la realidad o una mezcla de ambos lo que los ojos frenéticos buscaban en el abismo negro azulado de una habitación que en otro tiempo resultaba acogedora?
Y eso le ocurrió a Yulia cuando se despertó sobresaltada, envuelta en sábanas húmedas y con chorros de sudor en la frente. Había tenido un sueño vívido tecnicolor, en el que veía una y otra vez una escena sensual. La mujer sonreía como la del tren antes de inclinarse sobre ella. Los demás pasajeros desaparecían y a continuación veía a la mujer arrodillándose ante ella; Luego, Yulia era atraída a la brillante humedad de sus labios entreabiertos.
Distinguió con claridad las suaves arrugas de aquellos labios celestiales, incluso olió su perfume, el embriagador aroma que excitó a la morena antes de que las bocas suaves y temblorosas se encontrasen.
Ahí terminaba y volvía a empezar otra vez, tan real y seductor, tan provocativo, que, sin darle tiempo a pensar, su mano se movió instintivamente para saciar el intenso anhelo que había arqueado su cuerpo con su ardor.
Yacía exhausta en la cama arrugada y húmeda, mirando al techo, pero sin fijarse en nada mientras sus pensamientos se precipitaban en una montaña rusa dentro de su cerebro, intentando dar sentido a aquellas emociones tan ajenas a ella. Nunca había experimentado unas sensaciones tan poderosas y que la dejasen tan agotada. Tampoco había albergado nunca ideas tan intensas sobre otra mujer, ni siquiera en el internado, que se consideraba caldo de cultivo para aquel tipo de relaciones. Lo más sorprendente y que no lograba comprender era que aquella mujer, a pesar de haber aparecido en su vida tan solo unos momentos, dejase una profunda marca en ella.
No sabia nada de la mujer del tren, ni siquiera cómo se llamaba. ¿Cómo podía oler su perfume en el sueño cuando en el tren no había estado tan cerca de ella? Yulia no se avergonzaba ni le molestaba el hecho de haber tenido un orgasmo, puesto que hacia una temporada que no mantenía relaciones y había dedicado algunas noches felices a explorar su cuerpo. No, sólo se sentía especialmente culpable por el objeto de su orgasmo. Resultaba increíble que la hubiese abrumado la intensidad del orgasmo, pues nunca había pensado en las mujeres más que como amigas.
¿La convertía aquello en lesbiana? La verdad es que no se consideraba una de ellas y, como no había hecho realmente el amor con ninguna mujer, se suponía que no podía calificarse como tal. Con la respiración mas regular y la mente empezando a razonar, le pareció que era el momento de ocuparse con algo. Después de la ducha de la noche anterior, otra parecía lo indicado.
Nunca había vestido mucho de vaqueros o de pantalones. Adoraba mostrarse femenina y le parecía que para ello le sentaba mejor los vestidos y las faldas. Le gustaban sobre todo los vestidos y en su armario había unos cuantos lisos y elegantes para el invierno, junto a otros de opulentos estampados para el verano. Aunque por la mañana brillaba el sol, se fijó en que había escarcha sobre la hierba del exterior. Escogió entonces un vestido azul real con chaqueta a juego mientras reflexionaba en si la atención añadida que había dedicado a su arreglo se debía a que esperaba volver a ver a la mujer.
Pero el sol de la mañana también había derretido el candor de la noche, y Yulia se mintió a sí misma, diciéndose que siempre ponía el mismo cuidado a su aspecto.
Tras un pausado desayuno a base de avena acompañada de té de escaramujo, Yulia buscó en su librería algo que leer. Había terminado los poemas elegidos de Laurie Lee y, después de aquellos hermosos versos, que goteaban en cada página como naranjas recién exprimidas, pensó que le costaría trabajo encontrar algo. Se decidió por otro de sus favoritos de siempre. El signo de Saturno de Sharon Olds, cogió el abrigo y se dirigió a la estación con alas en los zapatos. Aunque estaba convencida de que la mujer no había subido al tren en aquella estación, no pudo evitar escudriñar a la multitud subrepticiamente, centrándose en todas las pelirrojas que atisbó entre los viajeros que esperaban. Como suponía, no vio ni rastro de ella, aunque siguió mirando hasta que llegó el tren. Procuró entrar en el mismo vagón y, con una emoción que intentó suprimir, se fijó en que el mismo asiento volvía a estar libre. Con gesto despreocupado abrió el libro de poemas y se obligó a leer la primera línea.
Sólo entonces se atrevió a alzar la vista y a echar un vistazo al vagón. Estaba tan segura de que vería a la mujer de nuevo que, al no verla, sintió que le fallaba el corazón, decepcionado. Tal vez subiese en una estación posterior, razonó, puesto que no había reparado en ella hasta cerca de Finsbury Park. Sí, era eso. Se aferró tenazmente a la esperanza, estiró el cuello con los ojos alerta en cada parada. No se había imaginado el viaje sin ver a la mujer y la noche anterior le había asustado la posibilidad, pero en aquel momento empezaba a temer que no apareciese.
Era viernes, así que hasta después del fin de semana no tendría otra ocasión. Gimió por dentro. Sentía uno de esos dolores agudos, similares a los que experimentaba de niña cuando se despedía de su familia en Rusia antes de tomar el avión para regresar al internado de Gales. Era el dolor de querer tanto algo o alguien que hacía daño. Una vez más se recordó a sí misma que ni siquiera sabía su nombre, y mucho menos otros detalles de ella.
¿Sería aquello un "amor a primera vista"?, se preguntó. El creciente deseo de verla era intenso, más fuerte de lo que había sentido en relaciones anteriores. Con un sobresalto se dio cuenta de que empezaba a admitir que se trataba de una mujer.
***
El trabajo de los viernes se hacía pesado puesto que el negocio se relajaba casi tan rápido como el personal, a la espera del descanso del fin de semana. Por suerte, no tuvo que hacer demasiadas cosas durante el día y la alivió que no hubiese reuniones previstas, pues no confiaba de concentración. También por suerte, Kristina llamó al final de la jornada para agradecerle la compañía del día anterior, alejando la mente de Yulia de su anhelo por unos momentos. Se le hacia difícil creer que había visto a Kristina la noche anterior: le daba la impresión de que había transcurrido una vida.
-¿Te encuentras bien, Yul? Pareces más callada de lo habitual - preguntó Kristina con la preocupación reflejada en la voz. Instintivamente Yulia estuvo a punto de contárselo todo, pero su cabeza se impuso enseguida a su corazón y consiguió dar una respuesta neutra.
-Estoy bien, de verdad. Sólo un poco cansada, Kriss; no he dormido demasiado. Estaré mejor después de roncar esta noche.
-Este fin de semana estaremos aquí por si quieres pasar. Llamanos y dinoslo. Sabes que siempre eras bien recibida.
-Lo sé - renpondio Yulia, y era cierto - Gracias, Kriss, eres una joya y un ángel y me alegro mucho de tener una hermana como tú que cuida de mi.
-Lo mismo digo - repuso Kristina, e hizo una breve pausa antes de añadir - De todas formas, si no te cuido yo, ¿quién lo hará?
Un beso a todas! Nos leemos mañana con la otra historia 🫰
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
Fecha de inscripción : 19/09/2016
Edad : 22
Localización : Buenos Aires
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
No, Yulia.... Pensar en una mujer no te convierte en lesbiana.... Tocarte pensando en una si hahaha
Corderito_Agron- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 18/02/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Que ansias qué se vuelvan a encontrar y que intensa impresión le quedo a julia de su diosa pelirroja misteriosa y que importar que eres tu consigue a tu mujer de ensueño y que tus fantasías se hagan realidad. Saludos cariño
Fati20- Mensajes : 1370
Fecha de inscripción : 25/03/2018
Edad : 32
Localización : Venezuela
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Uy una Yuli pervertida tocándose por una desconocida Lena provoca eso continúa que se pone interesante
LeaAgronsky- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 08/01/2024
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Me gusta como va la historia. Tiene un toque de suspenso
LenaVolkova66- Mensajes : 216
Fecha de inscripción : 16/04/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Actualización yaaaaaa
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
Fecha de inscripción : 06/03/2023
Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Capítulo 5
-¡Buenas noches, que pasen un buen fin de semana! - se oyó en toda la oficina mientras los ansiosos colegas se fundían con el río vespertino de humanidad siguiendo la flauta encantada que prometía diversión y descanso.
Yulia se sentía vacía y triste. Sabia que no tenía derecho a sentirse así, pero el dolor de algo perdido aumentaba a medida que las probabilidades de volver a ver a la mujer disminuían. Lo absurdo era que, aunque viese otra vez a la mujer, ¿Qué diría o qué haría? Era demasiado tímida para abordarla; tal vez intentase esbozar una sonrisa amistosa o un saludo opacado. Se daba perfecta cuenta de que tales acciones irían acompañadas por el más intenso de los sonrojos. Se recordó que tal vez hubiese sacado el asunto de sus casillas y que la sonrisa de la mujer seguramente sólo pretendía ser amable. La amistad sería un maravilloso regalo y cualquier cosa añadida un tesoro de cuento de hadas.
Pero ¿Qué pretendía?, se preguntó. ¿Adónde quería ir a parar con aquello? Suspiró profundamente, tanto que los viajeros que la rodeaban la miraron, sorprendidos por su melancolía. Se resistía a pensar que no volvería a ver a la mujer; si la veía, dejaría que la situación la guiase. Siempre se podía echar mano del impulso para ponerse en ridículo, pensó. Sacó el libro de poemas de Sharon Olds, pero, por más que se esforzó en concentrarse, las palabras soló eran borrosas figuras negras en la página.
-¿Qué estás leyendo? - preguntó una ronca voz ante ella.
La morena alzó los ojos, parpadeando mientras intentaba centrar la mirada. Sintió que se le desbordaba el corazón cuando empezó a asimilar la imagen que tenía delante. Era la mujer, aún con la traviesa sonrisa en los gloriosos labios, como si no se hubiera producido un interludio desde la última vez. La mujer se dio cuenta de que Yulia se esforzaba en responder, pero las cuerdas vocales le fallaban, así que se inclinó hacia delante y arrancó el libro con delicadeza de los rígidos dedos de Yulia.
-¡Ah! Sharon Olds. Creí que era yo la única que leía sus poemas, y he aquí otra admiradora. ¿Te gusta? - Su voz le pareció extraordinaria a Yulia, diferente a como se la había imaginado, aunque, a decir verdad, no había pensado en cómo sonaría. Era más grave y ronca que la mayoría de las mujeres que conocía, pero no resultaba en absoluto masculina. Era una voz muy femenina, pero diferente. No tenía el tono de las voces de las mujeres que fumaban mucho; menos áspera, más fluida. Hermosa.
-Sí - logró decir mientras trataba de controlar su propia voz - Hace mucho que me gustan sus poemas y releo a menudo - Incapaz de reprimirse, pues tenía que saberlo, preguntó - ¿Cómo te llamas?
-Elena, Elena Katina, y vivo en Hertfordshire. ¿Y tú?
-Yulia. Soy Yulia Volkova - respondió la morena, encantada de saber cómo se llamaba y de que posiblemente también viniera de Rusia. Elena Katina. Incluso el nombre tenía clase, y Yulia disfrutaba paladeandolo mentalmente.
-¡Hum! Yulia, un nombre hermoso. Encaja perfectamente con tu pelo y tus ojos. ¿Eres rusa o ucraniana? - preguntó, aún con el libro de Yulia entre las manos, acariciando con el pulgar la brillante cubierta.
-Mis padres son de la región fronteriza con Ucrania. Mi madre es pelinegra y tiene los ojos azules que hemos heredado mi hermana y yo - explicó - No logro imaginarme de dónde eres tú - añadió, pero, pensando que tal vez sonase grosero, comentó con la voz quebrada - Lo siento, sonó fatal, no quería decir eso.
-No me ofendes en absoluto, Yulia. Mis padres son rusos pero, como suele ocurrir entre la aristocracia rusa, no tienen acento distintivo - Sin embargo, percibo leves tonos del encantador acento de la frontera en ti.
Yulia se puso colorada de alegría con lo que interpretó como un cumplido.
-¿Te importa que te pregunte a qué te dedicas? - continuó Elena. Yulia aprovechó la oportunidad para mirarla a los ojos, una parte del rompecabezas que le faltaba cuando había evocado la imagen de Elena la noche anterior. Eran de un verde primavera: el único color con el que Yulia los identificaba era con el de los bosques tropicales cuando varían entre el verde más intenso y el gris de las nubes superficiales, el gris de ese intervalo.
Había una leve profundidad junto al iris, que se aligeraba con el movimiento. Casi podía distinguir los destellos de regocijo que arrancaba el sol en los extremos de los ojos.
-A nada exótico, me temo. Trabajo como contable de gestión en London Birdge. Es un trabajo que hago bastante bien y me proporciona un salario decente para mis pequeños lujos - respondió Yulia, un poco a la defensiva, pues imaginaba que la situación económica de ambas era muy diferente - Apostaría algo a que la contabilidad de gestión no es lo tuyo - comentó.
-La contabilidad de gestión es una profesión admirable - repuso Elena, percibiendo la leve incomodidad de Yulia - pero no. Soy arquitecta, especializada en la reconversión de depósitos de agua y granjas. Sin embargo, me intrigan tus lujos. Aparte de comida, ¿en qué gastas tu dinero?
Yulia le daba vueltas al fascinante trabajo de Elena. Una arquitecta especializada en la reconversión de depósitos de agua y granjas, no era el tipo de profesión que se mezclaba con la suya... esa gente sólo aparecía en los documentales televisivos de alto nivel. Y allí estaba, preguntándole en qué gastaba el dinero.
-¡Oh! Compro cosas corrientes. Supongo que la elección de las cosas es lo que las hace distintas. Me gusta comprar música, cuadros, esculturas, muchos libros, cosas para casa y, por supuesto, ropa y cosméticos para mantenerme sana y femenina - declaró, y al instante deseó poder borrar y formular de nuevo un final de frase menos absurdo.
Elena pareció no darse cuenta.
-Sin duda, Yulia, has conseguido el efecto deseado con la ropa y los cosméticos. ¿Qué esculturas coleccionas?
La morena se maldijo a sí misma mientras sentía de nuevo el ardor de la vergüenza que desde el pecho subía hasta su cuello y cara. "¿Por qué no puedo aceptar un cumplido sin convertirla en un petirrojo? Elena creerá que está hablando con una colegiala y no con una mujer adulta."
-Un día, en una galería de Mill Hill, encontré un pequeño desnudo titulado Chissie descansando, de un escultor que se llama Tom Greenshields. Me fascinó la belleza de la pieza y tuve que comprarla. Me gustaba tanto tenerla en casa que después compré otra, Claire estirándose. Estoy muy orgullosa de las dos, pero fueron muy varas, así que se quedaran en un par.
-Parecen maravillosas - dijo Elena - aunque no conozco a Tom Greenshields. Tendré que ver su obra. ¿Había también desnudos masculinos? - Yulia percibió otra vez el destello juguetón en los ojos de Elena y apartó la vista rápidamente para refrenar una segunda oleada de rubor.
-Creo que tiene desnudos masculinos, pero las figuritas femeninas me parecieron exquisitas. Supongo que estoy más familiarizada con las formas de mujer y reconozco los detalles - Se dio cuenta de que se había inclinado hacia delante para susurrar aquellas palabras a Elena, como si fueran sentimientos que no debía compartir con otros viajeros. Al hacerlo llegó hasta ella el efecto fascinador del perfume de la pelirroja.
Se sobresalió y miró por la ventanilla. ¿Dónde estaba el tren? ¿De cuánto tiempo disponía con Elena antes de bajarse? El miedo la dominó cuando vio que estaban entrando en su estación. Su mente era una maraña que intentaba encontrar la pregunta adecuada para volver a verla, pero las emociones se impusieron a la razón y la convirtieron en una colegiala torpe. Cuando el tren se detuvo, cogió su abrigo y su boca se despegó lo suficiente para preguntar:
-¿Vas todos los días a la ciudad?
-No, no voy a menudo, me temo. Toma, tu libro de poemas - dijo poniendo el libro en las manos de Yulia - ¡El poema de la página ocho merece mucha atención!
Buen día mis nenas hermosas, espero estén pasando unas ricas vacaciones porque yo SI acá les dejo un capítulo nuevo, así que disfrútenlo. Más tarde subiré el otro ️️
-¡Buenas noches, que pasen un buen fin de semana! - se oyó en toda la oficina mientras los ansiosos colegas se fundían con el río vespertino de humanidad siguiendo la flauta encantada que prometía diversión y descanso.
Yulia se sentía vacía y triste. Sabia que no tenía derecho a sentirse así, pero el dolor de algo perdido aumentaba a medida que las probabilidades de volver a ver a la mujer disminuían. Lo absurdo era que, aunque viese otra vez a la mujer, ¿Qué diría o qué haría? Era demasiado tímida para abordarla; tal vez intentase esbozar una sonrisa amistosa o un saludo opacado. Se daba perfecta cuenta de que tales acciones irían acompañadas por el más intenso de los sonrojos. Se recordó que tal vez hubiese sacado el asunto de sus casillas y que la sonrisa de la mujer seguramente sólo pretendía ser amable. La amistad sería un maravilloso regalo y cualquier cosa añadida un tesoro de cuento de hadas.
Pero ¿Qué pretendía?, se preguntó. ¿Adónde quería ir a parar con aquello? Suspiró profundamente, tanto que los viajeros que la rodeaban la miraron, sorprendidos por su melancolía. Se resistía a pensar que no volvería a ver a la mujer; si la veía, dejaría que la situación la guiase. Siempre se podía echar mano del impulso para ponerse en ridículo, pensó. Sacó el libro de poemas de Sharon Olds, pero, por más que se esforzó en concentrarse, las palabras soló eran borrosas figuras negras en la página.
-¿Qué estás leyendo? - preguntó una ronca voz ante ella.
La morena alzó los ojos, parpadeando mientras intentaba centrar la mirada. Sintió que se le desbordaba el corazón cuando empezó a asimilar la imagen que tenía delante. Era la mujer, aún con la traviesa sonrisa en los gloriosos labios, como si no se hubiera producido un interludio desde la última vez. La mujer se dio cuenta de que Yulia se esforzaba en responder, pero las cuerdas vocales le fallaban, así que se inclinó hacia delante y arrancó el libro con delicadeza de los rígidos dedos de Yulia.
-¡Ah! Sharon Olds. Creí que era yo la única que leía sus poemas, y he aquí otra admiradora. ¿Te gusta? - Su voz le pareció extraordinaria a Yulia, diferente a como se la había imaginado, aunque, a decir verdad, no había pensado en cómo sonaría. Era más grave y ronca que la mayoría de las mujeres que conocía, pero no resultaba en absoluto masculina. Era una voz muy femenina, pero diferente. No tenía el tono de las voces de las mujeres que fumaban mucho; menos áspera, más fluida. Hermosa.
-Sí - logró decir mientras trataba de controlar su propia voz - Hace mucho que me gustan sus poemas y releo a menudo - Incapaz de reprimirse, pues tenía que saberlo, preguntó - ¿Cómo te llamas?
-Elena, Elena Katina, y vivo en Hertfordshire. ¿Y tú?
-Yulia. Soy Yulia Volkova - respondió la morena, encantada de saber cómo se llamaba y de que posiblemente también viniera de Rusia. Elena Katina. Incluso el nombre tenía clase, y Yulia disfrutaba paladeandolo mentalmente.
-¡Hum! Yulia, un nombre hermoso. Encaja perfectamente con tu pelo y tus ojos. ¿Eres rusa o ucraniana? - preguntó, aún con el libro de Yulia entre las manos, acariciando con el pulgar la brillante cubierta.
-Mis padres son de la región fronteriza con Ucrania. Mi madre es pelinegra y tiene los ojos azules que hemos heredado mi hermana y yo - explicó - No logro imaginarme de dónde eres tú - añadió, pero, pensando que tal vez sonase grosero, comentó con la voz quebrada - Lo siento, sonó fatal, no quería decir eso.
-No me ofendes en absoluto, Yulia. Mis padres son rusos pero, como suele ocurrir entre la aristocracia rusa, no tienen acento distintivo - Sin embargo, percibo leves tonos del encantador acento de la frontera en ti.
Yulia se puso colorada de alegría con lo que interpretó como un cumplido.
-¿Te importa que te pregunte a qué te dedicas? - continuó Elena. Yulia aprovechó la oportunidad para mirarla a los ojos, una parte del rompecabezas que le faltaba cuando había evocado la imagen de Elena la noche anterior. Eran de un verde primavera: el único color con el que Yulia los identificaba era con el de los bosques tropicales cuando varían entre el verde más intenso y el gris de las nubes superficiales, el gris de ese intervalo.
Había una leve profundidad junto al iris, que se aligeraba con el movimiento. Casi podía distinguir los destellos de regocijo que arrancaba el sol en los extremos de los ojos.
-A nada exótico, me temo. Trabajo como contable de gestión en London Birdge. Es un trabajo que hago bastante bien y me proporciona un salario decente para mis pequeños lujos - respondió Yulia, un poco a la defensiva, pues imaginaba que la situación económica de ambas era muy diferente - Apostaría algo a que la contabilidad de gestión no es lo tuyo - comentó.
-La contabilidad de gestión es una profesión admirable - repuso Elena, percibiendo la leve incomodidad de Yulia - pero no. Soy arquitecta, especializada en la reconversión de depósitos de agua y granjas. Sin embargo, me intrigan tus lujos. Aparte de comida, ¿en qué gastas tu dinero?
Yulia le daba vueltas al fascinante trabajo de Elena. Una arquitecta especializada en la reconversión de depósitos de agua y granjas, no era el tipo de profesión que se mezclaba con la suya... esa gente sólo aparecía en los documentales televisivos de alto nivel. Y allí estaba, preguntándole en qué gastaba el dinero.
-¡Oh! Compro cosas corrientes. Supongo que la elección de las cosas es lo que las hace distintas. Me gusta comprar música, cuadros, esculturas, muchos libros, cosas para casa y, por supuesto, ropa y cosméticos para mantenerme sana y femenina - declaró, y al instante deseó poder borrar y formular de nuevo un final de frase menos absurdo.
Elena pareció no darse cuenta.
-Sin duda, Yulia, has conseguido el efecto deseado con la ropa y los cosméticos. ¿Qué esculturas coleccionas?
La morena se maldijo a sí misma mientras sentía de nuevo el ardor de la vergüenza que desde el pecho subía hasta su cuello y cara. "¿Por qué no puedo aceptar un cumplido sin convertirla en un petirrojo? Elena creerá que está hablando con una colegiala y no con una mujer adulta."
-Un día, en una galería de Mill Hill, encontré un pequeño desnudo titulado Chissie descansando, de un escultor que se llama Tom Greenshields. Me fascinó la belleza de la pieza y tuve que comprarla. Me gustaba tanto tenerla en casa que después compré otra, Claire estirándose. Estoy muy orgullosa de las dos, pero fueron muy varas, así que se quedaran en un par.
-Parecen maravillosas - dijo Elena - aunque no conozco a Tom Greenshields. Tendré que ver su obra. ¿Había también desnudos masculinos? - Yulia percibió otra vez el destello juguetón en los ojos de Elena y apartó la vista rápidamente para refrenar una segunda oleada de rubor.
-Creo que tiene desnudos masculinos, pero las figuritas femeninas me parecieron exquisitas. Supongo que estoy más familiarizada con las formas de mujer y reconozco los detalles - Se dio cuenta de que se había inclinado hacia delante para susurrar aquellas palabras a Elena, como si fueran sentimientos que no debía compartir con otros viajeros. Al hacerlo llegó hasta ella el efecto fascinador del perfume de la pelirroja.
Se sobresalió y miró por la ventanilla. ¿Dónde estaba el tren? ¿De cuánto tiempo disponía con Elena antes de bajarse? El miedo la dominó cuando vio que estaban entrando en su estación. Su mente era una maraña que intentaba encontrar la pregunta adecuada para volver a verla, pero las emociones se impusieron a la razón y la convirtieron en una colegiala torpe. Cuando el tren se detuvo, cogió su abrigo y su boca se despegó lo suficiente para preguntar:
-¿Vas todos los días a la ciudad?
-No, no voy a menudo, me temo. Toma, tu libro de poemas - dijo poniendo el libro en las manos de Yulia - ¡El poema de la página ocho merece mucha atención!
Buen día mis nenas hermosas, espero estén pasando unas ricas vacaciones porque yo SI acá les dejo un capítulo nuevo, así que disfrútenlo. Más tarde subiré el otro ️️
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