MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Corderito_Agron- Mensajes : 305
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Por la noche se acurrucaron en la gran cama de Elena con el portátil, visitando paginas web y anotando las casas que les parecían interesantes. Aunque había una amplia selección en la Dordoña, se atuvieron a su plan inicial de buscar algo en el Lot, una hermosa región menos frecuentada por los turistas. Su tenacidad obtuvo frutos, pues de pronto encontraron una casita que tenía lo que ellas querían y más. Una granja de trescientos cincuenta años de antigüedad, llena de lujosos detalles, situada en un terreno de cuatro hectáreas y rodeada por bosques y arroyos. Tenía un palomar restaurado, típico de la zona, y una piscina de doce metros. Contaba con el extra de una pista de tenis con iluminación artificial, aunque ni Yulia ni Elena eran grandes jugadoras.
Parecía perfecta; el único inconveniente era en que estaba pensada para seis u ocho personas. Eso encarecía el precio, pero Elena insistió en que podía pagarlo, para compensar las vacaciones que previamente había perdido.
-Pero Elena, tesoro, no puedo permitir que lo pagues tú sola. Yo también de debo contribuir - se quejó Yulia.
-Te propongo una cosa. ¿Y sí yo pago la casa y tú asumes el coste de los ferris y los hoteles? Compartiremos las facturas de comida. Por favor, déjame hacerlo. Lo deseo y el dinero no es problema. ¡Vamos, por favor! - pidió haciéndole cosquillas a Yulia en la espalda.
Yulia se escurrió.
-Muy bien, de acuerdo - se río - No es muy justo, pero si insistes...
-Sí, insisto - afirmó. Señaló la pantalla del ordenador, en la que se veía una fotografía de un puente del siglo Xlll sobre el rió Lot, y dijo - ¿Cómo no vamos a pasarlo bien, al lado de Villeneuve-sur-Lot, en un lugar rodeado de viñedos y ciruelos?
Se apresuraron a hacer una reserva de quince días para dos semanas después y, tras comprobar las fechas del servicio de ferris, reservaron pasajes y el hotel en Caen.
-Tenemos que extender el seguro para que puedas conducir el Land Cruiser y me ocuparé de pedir la tarjeta verde en la agencia - Una idea repentina asaltó a Elena, que dijo - No te lo había preguntado, pero ¿sabes conducir?
-Sí - afirmó Yulia con una risita - aunque será mejor que me dejes practicar con el Land Cruiser antes de conducir por la derecha.
Tras una hora tomando notas y revisando todo lo que tendrían que hacer antes de las vacaciones, estaban encantadas, aunque exhaustas. Yulia no dejaba de pensar en cómo pasaría la noche, pues el salón y el sofá quedaban descartados. Elena resolvió en parte la cuestión cuando, en medio de un bostezo, dijo:
-No creo que podamos hacer nada más esta noche... Me apetece un baño relajante. ¿Y a ti?
Yulia se puso colorada, aunque pensaba que ya lo había superado. Evidentemente no era así, pensó mientras preguntaba.
-¿Las dos juntas?
-Sí - respondió Elena - A menos que éste siendo demasiado atrevida. ¿No quieres compartir el baño conmigo?
-Claro que sí - Yulia se ruborizó otra vez - ¿Por qué siempre consigues que me poinga colorada y se me trabe la lengua?
-¡Porque estás condenadamente enamorada de mí y adoras el suelo que piso! - exclamó la pelirroja saltando de la cama y dirigiéndose a toda prisa al cuarto de baño. Yulia le lanzó una almohada, que dio contra la pared, y profirió divertidas maldiciones. Luego, se arrodilló en la cama y pensó que, aunque lo había dicho en broma, la afirmación de Elena no se apartaba mucho de la verdad.
A continuación, oyó el reconfortante sonido del agua corriendo y un estremecimiento de expectación se deslizó por su espalda. Aquello representaría un nuevo paso en su relación, porque para ella el acto de hacer el amor con Elena significaba un compromiso definitivo. A pesar de que su amor era muy reciente, Yulia sabia que no se trataba de un capricho, sino de algo firme y sincero. No era proclive al sexo casual ni a acostarse con cualquiera, así que su intenso deseo de hacer el amor con Elena asentaba en su mente su devoción por ella. Además, en lo más profundo de su alma estaba convencida de que Elena era genuina, no el tipo de persona que juega con los afectos de los demás. No, Yulia sabía que se complementaban la una a la otra y que con el tiempo estarían cada vez más unidas.
Abandonó la cama con aire feliz y fue al cuarto de baño. La bañera estaba llena e agua humeante, y Elena estaba preparando un baño de espuma con la fragancia de unas mágicas y prometedoras zarzamoras moradas. Se situó detrás de Elena, que estaba agitando el agua espumosa, y la agarró por la cintura, empujándola en broma como si quisiera arrojarla a la bañera, reteniéndola en el último momento.
Elena, sorprendida, gritó y dio la vuelta, sujetando a Yulia por los hombros con una expresión divertida en los ojos.
-¡Vaya, qué zorrita! - exclamó - Por ese descarado acto de insolencia, creo que debes probar el agua primero.
Tomó el rostro de Yulia entre sus manos y la atrajo para besarla; los labios de ambas de adhirieron, resistiéndose a separarse.
-Debemos mantener los ojos abiertos - susurró Elena mientras apretaba una vez más los labios contra los de Yulia, con sus verdes ojos prendidos en los ojos azules de Yulia en un vínculo demasiado fuerte para romperse. Su lengua realizó perversas incursiones, lamiendo las comisuras de la boca de Yulia antes de deslizarse sobre sus dientes y enredarse con su lengua juguetona. Cuando las piernas de Yulia empezaron a temblar ante la inminencia de la sacudida, Elena se apartó, absorbiendo con sus ojos soñolientos el efecto del beso sobre los labios rojos de Yulia. Sus manos se posaron de nuevo en los hombros de ésta, alejándola, pero manteniéndose lo suficientemente cerca para que percibiese su deseable aliento, que olía a uva. Sus ojos seguían clavados en los de Yulia y le enviaban mensajes de confianza y amor, de cariño, comprensión y amistad. Los dedos de Elena acariciaron con ternura el cuello esbelto de Yulia y continuaron por los contornos del rostro antes de parar junto a la boca. Cuando deslizó el pulgar con delicadeza sobre los labios de Yulia, ésta los abrió, invitando al pulgar a entrar, y luego lamió con la lengua la pulida uña. Las miradas de ambas continuaban inseparables.
-Hora de bañarse, jovencita - Elena se dirigía a aquellos ojos, con la voz ronca de deseo. Sus dedos se deslizaron dubitativos sobre la cara de la morena hasta el botón superior de su blusa de seda. Sus largos dedos, de pronto descoordinados, forcejearon con el minúsculo botón. Yulia cerró las manos sobre las de Elena, como si quisiera serenarlas, y luego las guió con leves y reconfortantes toques de sus propios dedos sobre los botones de la blusa. Cuando Elena llegó a la cintura de los pantalones de Yulia, tuvo menos dificultades y desabotonó al fin la blusa. Los ojos de Yulia, de un azul cálido, se fundieron con los de Elena, que deslizó las blusa por los hombros.
-Déjala caer - suspiró Yulia.
Elena desprendió de sus dedos la seda, que cayó sobre el suelo del cuarto de baño. Por primera vez en lo que parecía una eternidad de placer, los ojos de Elena resbalaron sobre la piel suave de los hombros de Yulia. Los ojos se desplazaron seguidos por las manos, ambos sentidos, el de la vista y el del tacto, igual de eróticos. Las yemas de los dedos recorrieron la turgencia de sus pequeños pechos, hundiéndose tentadoramente en las copas de encaje del sujetador rosa, antes de continuar bajo los brazos y rodear los broches, estos se abrieron y el tejido cayó al suelo junto a la blusa, Yulia reparó en la expresión de Elena.
-¡Oh, Yulia! ¡Qué hermosa eres! - susurró mientras sus dedos describían maravillosos círculos en torno a los grandes pero juveniles pezones rosados de la pelinegra, casi fundidos con las protuberantes areolas.
-No tengo los pechos grandes, pero la naturaleza me ha compensado con estos pezones - dijo Yulia, en parte reseñando cubrirlos por timidez y en parte orgullosa de exhibirlos ante el escrutinio admirativo de Elena, bajo cuya reverente mirada se mostraban erectos y sensibles.
-Tienes unos pechos gloriosos, Yulia. Los adoro - Como si quisiera subrayar su declaración, se inclinó y rozó con los labios húmedos el pezón derecho de Yulia, mientras sus dedos acariciaban el izquierdo. Los labios hambrientos de Elena se cerraron sobre el hinchado montículo, lamiendo lentamente, y luego succionando mientras jugaba con su receptiva extensión. Yulia emitió un gemido de placer y sus dedos se enredaron en los sedosos cabellos de Elena, que cedió tras rozar casi imperceptiblemente con los dientes los hinchados brotes. Elena sonrió con picardía a Yulia mientras se arrodillaba con aire seductor delante de ella, inclinándose hacia su estómago y deslizando los labios sobre la cálida ondulación, al tiempo que su lengua bailaba en el orificio del ombligo.
Retrocedió y empezó a bajar los pantalones dorados de Yulia, jugueteando con ellos sobre las caderas y las largas y atléticas piernas. Ésta se los quitó, odediente, sin confiar en su equilibrio debido a la intensidad del ardor que se había apoderado de ella.
Elena saboreó el momento con la cara a escasos centímetros de la braga de color rosa oscuro de Yulia.
Encima de ella oía la trabajosa respiración de la morena, que trataba de controlar su pasión, esperando con los sentidos abrasados a que Elena retirase el último vestigio de ropa para quedar desnuda ante su amor. Sus miembros se estremecieron, excitados, cuando los dedos de Elena ahondaron en la cintura de encaje de su braga y empezaron a deslizarse sobre los muslos. Le quitó la braga con tanta delicadeza que Yulia tuvo que equilibrarse agarrando los hombros de Elena para no caer de rodillas. La sensación era ardientemente erótica. Jamás había experimentado semejante sensación de vértigo como consecuencia de su pasión. Y era cada vez más embriagadora, más intensa a medida que los atrevidos labios de Elena seguían el viaje descendente de la braga, besando con ternura y transmitiendo una corriente propia de electrizante dicha.
Por segunda vez oyó la respiración de la ojiverde que, tras deslizar el vapororso tejido, comprobó que Yulia no tenía vello púbico y que una suave y sosegante pendiente cercaba los claros pliegues de su feminidad.
Elena no pudo contenerse, dominada por el deseo y la curiosidad, que se mezclaron en un potente cóctel, relegando la vergüenza a un lejano rincón de su ser. Olía la excitación de Yulia, casi podía saborearla, pues la impronta en sus sentidos era muy poderosa. Sus dedos volaron mientras su mente ardía. Con ternura y a la vez con insistencia separó, vio y acarició el punto de deseo líquido de Yulia, incitándola hasta un húmedo crescendo de éxtasis tan feroz que sus piernas dejaron de sostenerla y se derrumbó, desnuda y exhausta, junto a Elena en la alfombra. Aunque están en el suelo, continuó retorciéndose con las replicas de su orgasmo.
-¿Me reservas más sorpresas, jovencita? - preguntó Elena con la voz tomada por el influjo del acto. Sus ojos volaban sobre las formas, líneas y curvas de aquella mujer a la que amaba tanto.
-Dame tiempo para recuperarme y te voy a dar una más - replicó, con los azules ojos cerrados y opacos, saturados de plenitud. A Elena le resultaba increíble sentirse tan excitada sexualmente, todavía vestida.
La desnudez de Yulia era tan pura y absoluta que le costó trabajo no desgarrarse la ropa y rodearla, pero sabía que, tratándose de la primera vez que hacían el amor, debía ser también la más memorable. Debía dejar que Yulia hiciese lo que había hecho con ella: descubrir el gozo del cuerpo de otra mujer, aprender sus mensajes como los había aprendido la propia Elena.
Se inclinó sobre Yulia y sus dedos aletearon, enredándose en los rebeldes mechones negros, humedecidos por el esfuerzo, que caían de cualquier manera sobre sus ojos nublados.
-Hola - dijo Elena con una sonrisa.
-He estado esperando a Elena Katina desdén que nací - declaró Yulia mirando a la mujer que le había hecho traspasar, gloriosamente, las dimensiones y limites de lo posible.
¡Oh, aquellos cautivadores ojos verdes y los rasgos escultóricos! Su Elena. Le gustaba el sonido de su nombre y su mente se recreó en él. Yulia se daba cuenta de que había cambiado, de que en un determinado momento se había relajado y había dado un vuelco, abriendo los ojos al mundo nuevo.
Sus sentidos ardían. Si aquello era amor, y sólo podía ser amor, disfrutaría la diversidad de sus emociones, que concluían en el abrumador deseo de mantener y cuidar el radiante vínculo que tenía ante sí.
Se estiró, arrastrando el brazo mientras sus dedos dibujaban el perfil de Elena. La mano de Yulia se posó en la mejilla de la pelirroja y sus labios salvaron la escasa distancia para bordar un moroso y elocuente beso, en el que no hacían falta palabras para comunicarlo todo. Yulia se retorció e invitó a Elena a tumbarse en la alfombra; los cabellos rojos se extendieron sobre el azul real de la mullida moqueta. Yulia se sentó a horcajadas sobre Elena y sus ojos se clavaron en los alentadores ojos de la otra mujer, pidiendo previamente perdón por las caricias confusas, las posturas descabelladas o la agitada voracidad.
-No lo pienses - dijo Elena - Limítate a seguir el deseo de tu corazón y no te equivocarás.
Yulia respondió con una sonrisa tan cálida que Elena estuvo a punto de llorar. ¡Cuánto agradecía al destino aquel viaje en tren que había transformado su vida! Yulia se movió, con rodillas a ambos lados de la cara de Elena y la ardiente humedad sobre su estómago. Se apoyó en los codos y salpicó el cuello y cara de Elena de besos tiernos y dulces, mientras sus dedos jugueteaban con los lóbulos de sus orejas.
-Te amo tanto que me duele, tesoro - susurró Yulia a través de los labios entreabiertos, buscando luego los labios de su amiga hasta que la lengua, ávida, penetró y se disolvió en la suavidad de la boca de Elena. Los dedos de Yulia frotaron y acariciaron los brazos de aquella, deslizándose hasta el cuello para liberar uno, dos botones, y hundirse en el escote. La mano de Yulia se llenó con la protuberancia de un pecho; sólo un fino tejido de algodón se interponía entre su palma y el firme y sensible pezón deseoso de contacto. Los dedos de Yulia se escurrieron entre el sujetador y el pecho, describiendo círculos y estrujando ligeramente el vibrante bulto, mientras Elena intentaba sin éxito contener el aliento para que los dedos de Yulia tuviesen más espacio. Arqueó la espalda, ladeó la cabeza sobre los ojos extendidos, con los ojos cerrados en sumiso abandono mientras las manos de Yulia se deslizaban debajo de su cuerpo para liberar las restricciones del sujetador.
Rápidamente, con manos firmes y seguras, desabrochó los restantes botones de Elena, que apartó la ropa en una ráfaga y se quedó sólo con la braga a flores de algodón. Yulia cubrió el cuerpo de Elena con el suyo: los pechos pequeños y duros sobre los pechos más llenos y suaves, la cadera contra la cadera, con los dedos doblados y las piernas enredadas.
El cuerpo de Elena tembló cuando Yulia descendió hasta su pecho, dibujando su plenitud con la lengua en círculos descrecientes hasta que, al fin, la punta de la lengua jugó a seducir el pináculo rosa oscuro. Elena gimió con placentera gratitud mientras Yulia ejercía su magia sobre el otro pecho, manteniendo el primero erecto con delicados movimientos de los dedos.
Yulia se echó hacia delante; sus manos, boca y lengua aprendieron el lenguaje y las complejidades del cuerpo de Elena, sus texturas y matices. Los dedos recorrieron de forma casi imperceptible el camino entre las caderas y la pelvis, se deslizaron bajo el elástico de la braga, demorándose en los contornos y cavidades hasta un idílico rincón. Elena levantó las caderas para acogerla; los nervios cantaban en su cuerpo como si una corriente eléctrica fluyese hacia un punto de su ser en el que la lengua y los dedos de Yulia tejían su magia. El cuerpo de Elena se movió con voluntad propia, y la humedad y los flujos lucharon sus entrañas en el momento del inminente orgasmo. Una fantasía de luz y un puro estallido de emoción la dejaron de pronto agotada, jadeando entre sollozos.
Yulia la levantó, acunando la cabeza de la pelirroja en su brazo y borrando sus lágrimas con besos etéreos.
-¿Qué ocurre, cariño? ¿He hecho algo masl? - le susurró al oído.
-No lloro porque esté triste - respondió Elena a través de las lágrimas - Lloro porque soy muy feliz. Puedo decir con toda sinceridad que me has dado el momento más memorable de mi vida. ¿Cómo explicar lo que siento por ti cuando no hay palabras para expresar su magnitud? Me has llevado a cimas y lugares en los que no había estado.
-Ten por seguro que volverás a visitarlos - le aseguró Yulia.
-Es increíble lo agotada que estoy, Yulia. Di que siempre me amarás. No soporto la idea de perderte. Sé que no puedes predecir el futuro, pero espero que sigamos juntas.
-No voy a ir a ningún sitio sin ti. Arreglaremos las cosas y estoy segura de que envejeceremos juntas - Yulia sonrío.
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LenaVolkova66- Mensajes : 216
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Fati20- Mensajes : 1370
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Veroska- Mensajes : 107
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Corderito_Agron- Mensajes : 305
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psichobitch2- Mensajes : 292
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Más tarde se metieron en la bañera, cada una en un extremo, con los brazos colgando y las piernas entrelazadas bajo el agua jabonosa. Sus ojos continuaban unidos en una mirada a través del vapor, diciendo todo lo que los amoratados labios no formulaban. Se secaron después con toallas algonodosas, exultantes al compartir una tarea tan personal y mundana. Luego, se dirigieron a la cama de Elena, acariciándose y mimándose hasta alcanzar nuevas cimas de pasión; y, avanzada la noche, se quedaron al fin dormidas, Yulia acurrucada en la simetría natural del cuerpo cálido de Elena. Y aún en sueños, siguieron acompañándose, inhalando esperanzas y exhalando los sueños del futuro.
Cuando la mañana proyectó sus lentos y acogedores dedos de luz sobre la cama, Yulia se despertó con una sonrisa que saludaba el sol del nuevo día sin desprenderse de los recuerdos de la noche anterior. Se acomodó cuidadosamente y se maravilló ante la belleza de Elena en el capullo protector del sueño, con aquel rostro que exhibía una inocencia infantil.
Elena estaba de espaldas, con el cabello extendido sobre la almohada y la boca ligeramente abierta en una especie de mohín. Sus hombros perfectos se encorvaban, apenas alterados por la respiración superficial; y Yulia casi no podía contenerse ante la sorprendente curvatura de la columna que se perdía bajo el edredón. «He hecho el amor con esta diosa- pensó -, y la amo tan intensamente que, cuando la miro, como ahora, me duele quererla tanto. Me tienta deslizar los dedos sobre el vello de sus brazos. Pero la despertaría, y disfruto contemplándola.» Sabía que aquél no era el momento de hacer nada por Elena. Le sorprendía conocer el cuerpo femenino a través del suyo, aunque se daba cuenta de que conocía pocas cosas.
El de Elena, aunque de estatura similar, era muy distinto al suyo. Adoraba cada milímetro de aquel cuerpo y deseaba saber más de él; lo recorrió con los ojos pero no consiguió verlo todo. Requería muchas horas de exquisito estudio y Yulia era una persona concienzuda, dispuesta a culminar la tarea. Cuando se fijó en el rostro de Elena vio, a través de los cabellos desordenados, que tenía los ojos abiertos y que la miraba con una sonrisa inteligente en los labios.
-¡Te he pillado! - exclamó con su voz ronca.
-Lo confieso - se sonrojó Yulia riéndose -, no pude evitar aprovecharme de tu indefensión y dejar que mis sentidos se volcasen sobre ti.
-Tus sentidos, con una excepción, son malos, malísimos - se burló.
-¡Oh! ¿Y cuál de ellos pasa la inspección?
-El gusto, porque demuestras un gusto excelente al amarme y quiero que vuelvas a experimentar el gusto ahora - dijo inclinándose hacia Yulia y besándola en los hábiles labios.
Estuvieron juntas, disfrutando de la compañía mutua, salvo cuando acudió el personal de limpieza a recoger los cristales del salón. En las ventanas instalaron una resistente cubierta de plástico que serviría mientras el tiempo no empeorase. Aparte de eso, se tocaron, se besaron e hicieron el amor muchas veces, parando ocasionalmente para comer. Sin embargo, también la comida es una seducción, y actuaron como los amantes, compartiéndola y alimentándose la una a la otra entre risas al ver el aliño que chorreaba por la barbilla o el helado que impregnaba la nariz. A medida que avanzaba el fin de semana, progresaba su amor. Pensaban que ya no podrían amar más. Pero entonces, un giro casual de la cabeza, el hecho de retirar un mechón rebelde de la cara, una palabra, un roce o una mera inflexión de la voz bastaban para provocar una nueva oleada de protección. Y así, en diferentes momentos del día, Elena se acercaba a Yulia y la abrazaba, o Yulia se colocaba detrás de Elena, la rodeaba con sus brazos y apoyaba la mejilla en sus cabellos. Se perseguían, inconscientemente, con los ojos nublados, sin apartarse nunca. Cuando estaban juntas, las manos de ambas se buscaban y los dedos se entrelazaban, manifestando su amor con el contacto.
En un mundo de orden y razón que resultaban comprensibles esos escarceos, aunque no las emociones que los provocaba.
El lenguaje hablado tiene palabras limitadas para la añoranza, el consuelo, la necesidad pero el lenguaje del cuerpo y de los ojos resulta muy elocuente y resume en una mirada lo que se tardaría siglos en decir. Aún así, nos esforzamos por encontrar esas dos palabras que suelen pronunciar los amantes, siempre de forma particular. Las necesitamos porque nos dan fuerza.
Sin un «Te quiero» naufragamos y nos parece que nuestro amor es incompleto.
No era el caso de Yulia y Elena.
Ambas lo decían a menudo, y casi siempre reforzaban las palabras con la acción.
-Mañana te voy a echar mucho de menos en el trabajo - afirmó Yulia durante la cena - ¿Cómo quedamos durante la semana?
-Por desgracia tengo que llevarte a casa esta noche para que puedas ir al trabajo mañana. ¿Qué te parece si llevas algunas cosas y mañana por la noche, en vez de volver a tu casa, bajas en mi estación y te vienes aquí?
-¡Hum.! Me acabo de acordar de que mañana se lo voy a contar a Kristina.
-¿Te preocupa mucho? Supongo que, a medida que se acerca el momento, parece más difícil.
-Curiosamente - repuso Yulia -, ahora se me antoja más fácil. Me siento eufórica cuando estoy contigo. Sé que esto es bueno para nosotras y eso me da confianza para hablar con ella. No, no estoy preocupada. Lo que me preocupa es decirle sola en el momento en que existe esa amenaza para nuestra felicidad y reconozco que me sentiría mucho mejor si estuviésemos juntas.
-¡Oh, Dios! Tienes razón. ¿Sabes que al estar contigo el fin de semana me he olvidado de eso por primera vez desde hace mucho tiempo? Ni siquiera cuando arreglamos las ventanas, pensé en él. Por favor, quédate. Éstas en lo cierto: debemos permanecer juntas fuera del trabajo. ¿Tu casa está en orden o tienes que volver por algún motivo?
-Aparte de la ropa, no hay razón para que vuelva.
-Echemos un vistazo en mi armario. Otra ventaja de nuestra relación es que, salvo en el pecho, somos de la misma talla. Puedes lavar la ropa interior esta noche y la pondré en la secadora. Espero tener algo que te guste.
-Seguro que sí. En cuanto a nuestro busto...- dijo con una sonrisa picara.
***
El tiempo pasó volando hasta la hora de reunirse con Kristina el lunes. Yulia odiaba dejar a Elena en la estación, pero al menos la vería de nuevo por la noche. Se sintió rara en el tren, recordando su primer encuentro y la relación que desde entonces se había desarrollado entre ellas. Parecía como si hubiese pasado toda una vida. Y en realidad había sido una vida con las vicisitudes que había experimentado al confirmarse su mutuo amor y los contratiempos del miedo vengativo de Charlie Kiddney. No le gustaba reconocer ante Elena lo mucho que le atemorizaba la amenaza de la violencia potencial, pero comprendía el temor que había sufrido la pobre Elena durante tanto tiempo. No le extrañaba que ella se derrumbase cuando el acoso alzaba de nuevo la cabeza. Afortunadamente, tenían ante sí las vacaciones. Ojalá durante ese tiempo la policía localizase a Charlie y lo advirtiese o, mejor, lo detuviese. Con respecto a eso, en cuanto llegó al trabajo, comprobó con JB la posibilidad de pedir vacaciones dos semanas después, JB se mostró timido y rehuyó su mirada, algo extraño en él, que era de los pocos hombres que hablaban directamente con los demás. No obstante, le concedió enseguida las vacaciones, y Yulia no profundizó en aquel comportamiento evasivo.
Kristina se alegraba de verla, como siempre, y también como siempre derrochaba sonrisas y buen humor. Yulia envidiaba a los que trabajaban con Kristina, pues su hermana le parecía una fuente de inspiración. Hablaron de la boda y de amistades comunes, pero, cuando se sentaron en el restaurante tailandés, Kristina no se contuvo.
-¿Sabes, Yul? Durante el fin de semana he pensado más en ti que en la boda , ¡cuando los preparativos deberían ser mi único propósito en la vida! Repara el daño. Hablame de esa persona que has conocido.
-Como insinué, he conocido a alguien muy especial, de quien me he enamorado profundamente.
-¡Maravilloso! ¡Enamorada! Mejor - exclamó entre bocados de gang panang - ¿Y ese alguien tiene nombre?
Yulia cerró los ojos y tragó saliva. «Ya estamos -pensó - No hay vuelta atras.»
-Sí, claro. Se llama Elena, Elena Katina - Abrió los ojos con cautela y se encontró con la sonrisa de Kristina.
-¿Te ha resultado muy difícil,Yul? - preguntó Kristina.
-Un poco, pero no tanto como pensaba. Me sorprende tu reacción. Nada de pausas elocuentes ni suspiros horrorizados. ¿Qué tengo que hacer para desconcertarte?
-Te olvidas de algo, Yul. Nos conocemos muy bien. Además, cuando quedamos para comer, aludiste a esa persona, pero tuviste cuidado de no mencionar el género: dijiste que ibas a casa de una amistad, no a casa de él o de fulano de tal. Durante el fin de semana pensé que podría y tratarse de una mujer. Sólo fue una corazonada. Así que, aunque un poco sorprendida, ya estaba sobre aviso.
-No te engañes, Kriss. No lo había planeado. Tampoco había tenido tendencias lesbianas previamente. Pero con Elena sucedió rápidamente, y me enamoré de ella como persona, sin reparar en el género. Reconozco, no obstante, que con ella he experimentado una relación física intensísima. ¿Puedo llevarla de invitada a tu boda?
Kristina buscó algo en su bolso y sacó papel y bolígrafo.
-Escribe su nombre y dirección, y le enviaré una invitación. Sabiendo lo que sientes por ella, me ofendería que no fuese - Volvió a sonreír y tomó la mano de Yulia - Y ahora, cuentame todo desde el principio.
Yulia estaba en el séptimo cielo esa tarde, cuando subió al Land Cruiser de Elena en la estación de Brookmans Park. Se dieron un beso de amigas antes de que Elena arrancase.
-Pareces el gato después de comerse la crema - comentó Elena - ¿Qué hay en esa hermosa cabeza tuya?
-En primer lugar, conseguí el permiso de vacaciones - Mientras se lo contaba a Elena, recordó la extraña reacción de JB esa mañana - Aunque JB se mostró muy reservado conmigo, pero no por el tema de las vacaciones.
-A lo mejor está chiflado por ti y sospecha que has conocido a alguien. Tal vez tenga celos.
-No, está felizmente casado, señorita malentendidos - anunció dándole una palmadita en el brazo. Es otra cosa. En fin, la siguiente buena noticia: estuve con Kristina y casi se lo había imaginado. No pestañeó. En realidad, se alegra mucho por mí. Quiere conocerte y me ha preguntado si podíamos cenar con ellos el sábado. ¿Qué te parece?
El entusiasmo de Yulia era tan contagioso que Elena estalló en carcajadas.
-Me alegro de que se lo haya tomado tan bien. Me preocupaba que se lo dijeras, y claro que cenaremos con ellos. Estoy deseando conocer a esa extraordinaria hermana tuya.
-¡No te entusiasmes demasiado con ella! - advirtió Yulia.
Esa noche hicieron la reserva en firme para las vacaciones y los pagos pertinentes. Luego, hurgaron en el armario de Elena y hablaron de la ropa que llevarían. Cuando le tocó el turno a los bañadores, Yulia insistió en que Elena se probase uno delante de ella, pues le parecía excitante.
-¡No, ése no! ¡Quítatelo inmediatamente! ordenó Yulia con fingido horror - Éste es mucho, mejor - dijo mientras Elena se quedaba desnuda delante de ella.
-Nunca se sabe si tendremos intimidad en la piscina. Así que lo llevaré por si acaso - repuso Elena.
-Estas vacaciones tienen cada vez mejor pinta. Aunque me parece que necesito inspiración - sugirió, y le hizo señas a Elena con el dedo para que se acercase.
Se enredaron sobre la cama, en la habitación en penumbra. En el exterior, el cielo, de un rojo intenso que prometía otro día soleado, arrojaba combinaciones color canela sobre el suelo y sobre sus extremidades. Yulia lamió un hilillo de sudor que se deslizaba por el esbelto cuello de Elena, saboreando la sal, abordando a Elena.
-¿Qué es lo que más te gusta de mi cuerpo? - susurró Yulia al oído de Elena, dándole un leve mordisco en el lóbulo de la oreja.
Elena reflexionó.
-Para ser sincera, casi todo. Cuando beso tus labios, los amo. Cuando deslizo los dedos sobre tus cabellos, adoro la sensación. Cuando acaricio tus pechos, los venero. Cuando te saboreo, alcanzo el éxtasis. Es difícil, porque estoy enamorada del conjunto. Tengo especial afecto a esos pezones que sobresalen de forma tan erótica; hay en ellos un sabor curiosamente aromático que no sé describir, pero que intentaré identificar.
Empezó a acariciar y chupar los objetos de su aprecio, mordisqueándolos en broma. Poco después, el letargo posterior al clímax, lleno de destello rosados, fue reemplazado por una nueva urgencia, y el mutuo aprendizaje de sus cuerpos se plasmó en una nueva lección.
Y mientras retozaban y jugueteaban en la noche, hundiéndose en el sueño llenas de amor y satisfacción, las Parcas sonreían, celosas de felicidad y ávidas de imponerse a pesar de su ineptitud. Su necesidad de atención era tan infantil que muchas veces se presentaban en forma negativa.
Hola mis hermosas saludos. Acá les dejo un capítulo de la doble actualización de hoy
RAINBOW.XANDER- Mensajes : 1950
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Corderito_Agron- Mensajes : 305
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Al día siguiente, cuando Yulia llegó al trabajo, se dio cuenta en seguida de que pasaba algo raro. No había ningún jefe en el departamento y algunos empleados estaban recogiendo sus pertenencias con gestos incrédulos.
-¿Qué ocurre? - le preguntó Yulia a Svetlana.
-Estan echando a la gente - respondió una temerosa Svetlana - Hasta el momento han despedido a cuatro personas. JB está ahí con los otros directores de finanzas y el jefe de administración.
Yulia sintió escalofríos en la columna. ¿Será por eso por lo que JB no la había mirado a los ojos? Empezaba a comprenderlo, ¿o sería otra cosa? No servía de nada especular; ordenó su mesa, buscando los objetos personales y metiéndolos en una bolsa. En el pasado había visto a mucha gente tan afectada por la noticia que olvidaban llevarse cosas de valor. Cuando estaba recogiendo un colección de avioncitos de metal (recuerdo de sus días de internado, cuando viajaba de Londres a Rusia), llamaron por teléfono a Svetlana.
-Me han pedido que vaya a la sala de reuniones principal - anunció la rubia con voz temblorosa. Yulia se levantó y la abrazó.
-Adelante, Sveta. No les des la satisfacción de verte llorar.
Svetlana asintió, limpiando las lágrimas acumuladas en sus ojos mientras se dirigía a la puerta. La mayoría de los miembros del departamento de finanzas tenían las cabezas gachas, pero aún así la vieron salir. Yulia sabía que a continuación le tocaba a ella y, como lo sabía, no soportaba esperar la llamada de teléfono. En realidad, el despido (o como se decía eufemísticamente, la reestructuración) ya no era un estigma, aunque eso poco importaba a quien se veía en una posición tan desafortunada. A Yulia le daba la impresión de que había fallado, de que había cometido errores, aunque en el fondo sabía que no era así. «No pienses eso - se dijo - Presta atención a lo que te digan; es fácil pasar por alto cosas importantes cuando una está disgustada.»
A los pocos minutos sonó el teléfono. Yulia vio a sus colegas mirando, intentando localizar hacia dónde se dirigían las malas noticias. Tomó aliento y cogió el auricular.
-Yulia, ¿podrías venir a la sala de reuniones de los directores? - preguntó JB con voz neutra.
-Por su puesto - respondió Yulia, en tono igualmente neutro. «Que esperen», pensó, mientras se arreglaba. Tras unos minutos, se levantó y fue hacia la puerta. Como solía ocurrir en aquellas situaciones tan impersonales, el proceso resultó doloroso. Entendía el papel que JB debía adoptar, pero le molestó que un hombre al que respetaba tanto se mostrase tan formal y casi frío. A pesar de lo mucho que le apetecía llorar, se contuvo clavándose las uñas en la mano. En contra de su estado de ánimo, reconoció para sí que le habían ofrecido una compensación muy generosa. Sin embargo, no pensaba decírselo y permaneció con gesto inexpresivo todo el tiempo.
Por último, le pidieron que recogiese sus cosas, se despidiese y saliese del edificio lo antes posible. No le impusieron la vergüenza de un acompañante, pero cuando volvió a su mesa se sentía ofendida. Durante cinco años había pasado gran parte de su tiempo en aquel departamento, trabajando concienzudamente para la empresa, y en aquel momento, debido a la fusión con una entidad mayor, ya no la necesitaban. Naturalmente, estaba enfadada y quería marcharse enseguida. Sin embargo, contaba con un buen número de amigos que, cuando se enteraron de la noticia, acudieron a solidarizarse con ella y a desearle lo mejor. Esa fue la parte más difícil de sobrellevar y más de una vez hubo de tragarse las lágrimas. Antes de irse, llamó a Elena.
-Hola, Yulia, cariño. ¿Te encuentras bien? Pareces muy triste.
La voz de Lena fue de consuelo, y Yulia deseó estar con ella en aquellos momentos.
-Llamaba para ver si estabas en casa -dijo con voz apenada - Me acaban de despedir y necesito tu amor y tus cuidados.
-Ven a casa ahora mismo y tendrás todo lo que necesites y más. ¿Cómo se atreven a echar a mi amor? Peor para ellos. Ven corriendo; te recogeré en la estación.
Mientras el tren casi desierto emprendía el terapéutico trayecto que salía de Londres y penetraba en el campo, Yulia pensaba en lo catastrófico que habría sido que la hubieran despedido unas semanas antes. Elena y ella nunca se habrían conocido, y ella no habría recibido el consuelo y el apoyo de Elena. Sin duda, su familia no le habría fallado, pero se habría sentido muy sola y el mal se habría agravado. Su fe en Elena tenía fundamento: aunque mantuvo la compostura cuando se reunió con la pelirroja en la estación, al verse en casa y entre los brazos de su amante, toda su ira y frustración se desataron y los sollozos sacudieron su cuerpo. Elena la sostuvo, consolandola y susurrándole cosas al oído, pero dejó que diese rienda suelta a lo que sentía.
Cuando Yulia se calmó, tenía los ojos hinchados en torno a sus azules iris, así que Elena la llevó al cuarto de baño y le lavó la cara con delicadeza.
-Sugiero - dijo mientras secaba la cara de Yulia con un toalla - que vayamos a tu piso para cerciorarnos de que todo esté en orden y recojamos lo que necesites para esta semana. Luego, puedes quedarte aquí conmigo. Esta semana voy a trabajar mucho en casa, y nos haremos compañía.
-Tengo que pensar en conseguir otro trabajo - repuso sin ganas.
-No. Lo peor que puedes hacer es buscar trabajo. Éstas demasiado afectada y acabarías aceptando un trabajo inferior sólo por conseguir un empleo. ¿Por qué no esperas hasta que regresemos de vacaciones? Estarás recuperada y en mejor disposición de ánimo.
Una sonrisa iluminó el rostro recién lavado y sonrosado de Yulia.
-Sabía que dirías las cosas adecuadas. ¿Quién dijo «los argumentos de una boca hermosa son incontestables»?
-Bueno, tú me ayudaste el viernes, cuando volvió el acosador. Sé que juntas podremos superarlo todo - Respondió apretando la mano de Yulia - comamos algo, y luego vamos a tu casa.
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Corderito_Agron escribió:Botón para las que también les da mala espina el tal JB?
Te amo
soy_yulia_volkova- Mensajes : 234
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Corderito_Agron escribió:Botón para las que también les da mala espina el tal JB?
No te amo pero apoyo tu causa
LenaVolkova66- Mensajes : 216
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Elena no había estado en el piso de Yulia, así que mientras la morena ordenaba y guardaba cosas, se dedicó a recorrer las habitaciones curioseando entre las chucherías y detalles de la vida de Yulia. Tenía interés en ver el póster de Verónica Lake, pero, como la mayoría de la gente cuando se enfrenta a su parecido, no vio las similitudes que habían cautivado a Yulia. Le llamaron la atención especialmente las estatuas.
-¿Son éstas las estatuas de Tom Greenshields de las que me hablaste en el tren?
Yulia asomó la cabeza en el dormitorio.
-Si. ¿A que son las figuritas más encantadoras que has visto en tu vida?
-Si que lo son - admitió Elena, y añadió en voz baja - pero no las más bonitas. Ese honor lo reservo para ti.
Yulia hizo acopio de prendas de vestir para toda la semana, y Elena la ayudó a cargarla en el Land Cruiser.
-Se ve que te gusta mucho la música celta, a juzgar por tu colección de CD - observó la ojiverde - ¿Por qué no escoges unos cuantos y los llevamos? Necesito escuchar cosas nuevas.
-¿Qué pensaste la primera vez que me viste en el tren? - preguntó Yulia cuando regresaban a casa de Lena. Los sones de 1990 después de Cristo, el tema abiertamente sexual de Enigma, flotaban en el vehículo.
-Te lo expliqué cuando fuiste a la torre - protestó Elena.
-Ya lo sé, pero sígueme la corriente. Explícamelo otra vez, por favor - pidió pestañeando de broma, al estilo de las heroínas de las películas.
-Para ser sincera, durante unos minutos no pensé nada. A veces miras a las personas y crees que son guapas o atractivas, pero, cuando te fijas, descubres cosas que no te gustan: uñas sucias, tosen sin cubrirse la boca, zapatos rotos, ropa extravagante, generalmente detalles triviales. Sin embargo, cuando te vi, casi al momento supe que me enamoraría de ti. No hubo duda ni indecisiones, nada. Durante un momento me olvidé incluso de respirar. Luego, comprendí que mi corazón te pertenecía. No podía apartar los ojos de ti y, en cierto modo, quería que te dieras cuenta.
-¿Qué habrías hecho si no me hubieras vuelto a ver en el tren?
-No habría dudado en coger el mismo tren una y otra vez hasta encontrarte. La intuición me indicó que no se trataba de un viaje extraordinario, sino habitual.
Yulia se inclinó y le dio un beso en la mejilla.
-¡Mi dama de reluciente marfil acudió a rescatarme en su yegua blanca! - exclamó con una sonrisa.
La semana pasó en un mar de felicidad. Mientras Elena trabajaba en sus diseños, Yulia leía su extensa variedad de libros, entre ellos "Dos mujeres", del que le había hablado Elena en su primera cita. Por desgracia, el final dejó un sabor triste a Yulia, aunque también la decisión de profundizar en su amor por Elena y de no permitir que las influencias externas las separasen. Fingía que estaba leyendo y, mientras, se pasaba horas y horas estudiando a la pelirroja. Varias veces la había sorprendido con una deliciosa sonrisa, pero se esforzaba en no distraerla demasiado. Como Elena trabajaba, Yulia procuraba ser útil sirviendole bebidas, preparando la comida y dándole masajes en el cuello cansado. La segunda noche de aquella nueva etapa, se deslizó detras de Elena llevando sólo un camisón transparente y un perfume seductor y le susurró a través de las rojizas trenzas:
-La cena está lista y también la camarera - Elena las devoró a ambas, aunque no en ese orden.
El viernes hubieron de ocuparse de las ventanas. Como era necesaria una grúa para instalarlas, el ruido y las interrupciones no permitieron que Elena trabajase. Necesitaban evadirse, así que prepararon un picnic y fueron a dar un paseo, disfrutando del inaudito sol que favorecía a Inglaterra con su abrazo. Elena guío a Yulia hasta un estanque situado en un remanso de paz, un claro en el que el sol se colaba a través de las tenues hojas verdes de los árboles circundantes. Mosquitos minúsculos revoloteaban sobre la superficie del estanque, sumido en una tranquilidad absoluta....
-Esto es idílico - afirmó Yulia - ¿Forma parte de tu propiedad?
-Si - respondió Elena - Es mi refugio privado. A mi padre no le gusta pasear, así que creo que soy el único ser humano que viene aquí. En una ocasión, cuando estaba aquí sentada, apareció un corzo en el claro. Fue un momento efímero, pero me hizo sentir parte de algo muy especial. Ahora puedes compartirlo conmigo.
-Resulta impresionante. Gracias por traerme aquí.
Se sentaron sobre la hierba a comer los sandwiches que habían llevado, mientras observaban con regocijo a una familia de ruidosos estorninos. Los polluelos, tan grandes como sus padres, alegraban y piaban, esperando que los alimentasen sus cansados padres. Como no les hacían caso, se dedicaron a picotear el suelo con aire hiosco y a mostrar su disconformidad ruidosamente. Yulia y Elena intentaban sofocar la risa ante aquellas travesuras cuando el repentino crujido de una rama rota hizo que los espantados estorninos se refugiasen en el bosque y que ellas, alarmadas, se levantasen. Examinaron la zona, asustadas de pronto por aquel aislamiento que momentos antes les había parecido tan maravilloso.
-¿Habrá sido un trabajador que quiere algo? - preguntó Yulia, a quien se le habían puesto los pelos de punta.
-No. No saben venir hasta aquí. Rápido, volvamos. Coge las cosas.
Yulia agarró una de las cestas y siguió de cerca a Elena, de regreso a la torre. A la pelinegra le daba la impresión de que su corazón latía tan fuerte que lo podía oír todo el mundo. En ese momento, cuando se había alejado del claro y creían que las había asustado la naturaleza, Charlie Kiddney apareció desde atrás de unas matas de rododelos, bloqueando el estrecho sendero.
-Vaya, hola, Lena. Hace mucho que no nos vemos... bueno, al menos tan de cerca - Su voz tenía un timbre beligerante que aterró a Yulia, más asustada aún cuando el hombre clavó su vista en ella. Una vez había visto los ojos de un perro rabioso escondido bajo un coche aparcado en la calle cuando vivía en Rusia, y aquellos ojos que la traspasaban rezumaban la misma violencia y el mismo odio - Y tú. Tú debes ser la lesbiana que está contaminando a Lena con sus sucias perversiones. ¿Por qué has tenido que venir a estropearlo todo? Lena no necesita tus porquerías. Necesita que yo te borre del mapa y que cuide de ella.
Mientras él destilaba su vitriólica amenaza, la mente de Yulia emprendió un lento movimiento. Estaba ante una representación en tiempo real, pero le parecía como si pudiese observar a la vez todo lo que pasaba. Nunca había visto a Kiddney, pero supo enseguida que se trataba de él por la descripción de Elena. En otro lugar o en otrlo momento, lo habría encontrado atractivo, con el tipo de espectro confiado que se suele asociar con las estrellas de tenis o los iconos del fútbol. Pero allí no. Su amenaza rezumbaba por los poros llenos de odio, mientras su brazo agitaba una larga rama que le daba un aire malévolo e incongruente con la belleza del emplazamiento. Yulia se fijó en que Elena se adelantaba con los brazos extendidos para aplacarlo y las manos abiertas para demostrar su inocencia. La voz ronca de la ojiverde sonó tranquila y sosegante.
-Déjala, Charlie. Esto es entre tú y yo. Vamos a volver a la torre para arreglarlo. Sé que tu y yo podemos resolver las cosas sin hacer daño a nadie.
Mientras se acercaba a Kiddney, Elena le hizo un gesto con la mano a Yulia para que se retirase y saliese de la escena. No funcionó, pues Yulia no estaba dispuesta a dejar a Elena sola con aquel hombre; pero, además, Kiddney se adelantó y agredió a Elena. Sin darle tiempo a responder, la tiró al suelo tras darle un puñetazo en la barbilla. Luego, saltó ágilmente entre ellas y blandió la rama ante Yulia, que sintió un dolor punzante en el brazo que había alzado para protegerse y supuso que se lo había roto, aunque reaccionó con desafío y olvidó el dolor mientras le propinaba una patada en la entrepierna. Por desgracia, la furia de Charlie era tan intensa que le dio un segundo golpe con la rama en un lado de la cabeza. Mientras Yulia se desvanecía, su última visión consiente fue la de Elena, detrás de Kiddney, tambaleándose en el camino y huyendo.
Al menos no la tocaría, estaría segura...
Que alegría leerlas, en serio. Les dejo el capítulo nuevo, obviamente, esperen el segundo este mismo día. Besos.
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
Los recuerdos que tenía Yulia de los dos días siguientes eran fragmentarios. Había momentos en los que pensaba que estaba viendo un culebrón en el que ella era la protagonista, en una cama de hospital rodeada por Elena y su familia, todos observándola y esperando la señal de que había salido del coma. «Pero estoy aquí (pensaba). Os veo a todos. Miradme.» Sin embargo, no la miraban y acabó deslizándose hacia el terreno de los sueños enmarañados y las ráfagas de incidentes de la niñez olvidados hacia mucho tiempo. A veces veía parte de Elena, los ojos de gloria verde de la mañana, pero su mente estaba demasiado confusa para disfrutar del consuelo de los rasgos o de la figura. No obstante, aquellos ojos la ayudaban, porque el verde irradiaba una calle y un bienestar en el que se relajaba. Pidió a los ojos que se quedasen con ella y los buscó en el calidoscopio de sus reprensentaciones mentales por si desaparecían. De vez en cuando le parecía que movían su cuerpo y sentía dolor, pero, aunque intentaba disimular su incomodidad, tenía la vaga idea de que no podía moverse y de que su mente era más activa que su cuerpo.
La noche del segundo día abrió los ojos y, después de mucho parpadear, entendió lo que la rodeaba. Reconoció inmediatamente la habitación de un hospital. En una silla a su derecha se hallaba Kristina, acurrucada y dormida. Peter estaba sentado a su izquierda leyendo un periódico con la poca luz que entraba del pasillo. «¿Qué sucede? - se preguntó - ¿Qué hago aquí?» Peter debió de percibir un cambio sutil en la habitación, pues alzó la vista. Durante unos momentos, no comprendió lo que pasaba y sus ojos iban a regresar al periódico cuando se fijó en que Yulia lo miraba.
-Yulia, ¿puedes oirme? - preguntó, nervioso.
Yulia tenía la boca tan seca que le costaba responder. Le parecía como si tuviera que aprender de nuevo a hablar.
-Si, ¿Por qué estoy aquí Peter?
El sonido de su voz ronca conmovió a Kristina, que sacudió el sueño enseguida.
-Yul, cariño, ¿cómo te sientes? Estamos muy preocupados por ti.
-Creo que estoy bien. Me duele mucho el brazo y todo el cuerpo, pero me encuentro bien. ¿Qué estoy haciendo aquí?¿Dónde está Elena?
Kristina y Peter intercambiaron una mirada.
-¿No recuerdas cómo llegaste aquí? - preguntó Kristina con tono dulce.
-No. Me estalla la cabeza si pienso mucho. ¿Dónde está Elena?
-Durmiendo. No había dormido nada desde que llegaste, así que mamá la llevó a su casa. No se encuentra muy bien; mamá la está cuidando.
-¿Que no se encuentra bien? ¿Qué le pasa? ¡Por Dios, Kriss! Estoy confusa.
A Yulia le pesaban los ojos y el cansancio se apoderó de pronto de ella. Kristina vio cómo parpadeaba, intentando mantenerse despierta.
-Se pondrá bien, te lo prometo, Yul. Y tú también, cariño. Duerme y hablaremos más tarde.
***
A la mañana siguiente la despertaron las enfermeras, que la lavaron y cambiaron la ropa de la cama.
-¡Ah! Por fin se ha despertado. Nos tenía un poco preocupadas. El médico vendrá a verla enseguida.
Mientras atendían a Yulia, Peter y Kristina salieron de la habitación. Sin embargo, en cuanto terminaron, Kristina volvió a entrar.
-Hola otra vez, Yul. ¿Te sientes un poco mejor?
-Si, creo que si. Tú, en cambio, pareces cansada. ¿Llevas aquí mucho tiempo?
Kristina sonrió.
-No te preocupes por mi. Estaré fresca como una flor después de ducharme. Mamá y Elena vendrán dentro de un rato para relevarnos a Peter y a mí.
Yulia se alegró mucho al oir que pronto estaría con Elena, pero la frustraba no saber qué había ocurrido.
-No recuerdo casi nada, Kriss. Sé que estoy en un hospital, pero no en cuál ni por qué.
-Estás en el hospital Real del Condado, Yul. En cuanto al por qué, creo que es mejor que te lo cuente Elena porque ha estado contigo todo el tiempo. Actuó de forma brillante, y le estamos muy agradecidos porque te trajo al hospital - Kristina le dio la mano a Yulia - Yul, les he hablado a Peter y a mamá de tu relación con Elena. En estas circunstancias, me pareció lo correcto. Había que explicarles por qué estáis tan unidas y el motivo del ataque de Charlie.
¡El ataque! Las palabras desencadenaron una riada de recuerdos: el estanque, los estorninos, la rama rota. Las imágenes se fundieron en su mente cada vez más rápido hasta que se mezclaron con el miedo y la ira que bullían en su cabeza. La imagen fue tan vívida que Yulia dio un salto en la cama. Recordó haber visto a Elena tambaleándose en el camino mientras Charlie se cebaba con ella. Seguramente Elena había escapado, y luego había conseguido llevarla hasta allí. Le costaba trabajo esperar a Elena para averiguar lo que había ocurrido y darle las gracias.
-Estoy empezando a acordarme de todo -le dijo a Kristina - Me pareció un perro rabioso, aunque mucho más horrible. Esperaré a Elena para que me cuente qué pasó.
-Tus ojos indican que empiezas a recordar. Rezo para que ese hombre espantoso no os vuelva a molestar a ninguna de las dos. Elena nos contó que te habían despedido. Había oído que iban a prescindir de gente, pero, como no me dijiste nada, supuse que a ti no te afectaba.
Yulia se quejó. El despido le parecía muy lejano.
-Lo siento, Kriss. Tenia intención de decírtelo, pero aún no estaba preparada. Me dolió bastante y necesitaba tiempo para asimilarlo. Pasaba unos días con Elena, que me estaba ayudando a superarlo. Por desgracia, parece que clon el daño mental también tuve que soportar el daño físico - De pronto se le ocurrió una pregunta - ¿Dijiste que se lo habías contado a nuestra madre?
-Si, en efecto. Lo siento, pero el episodio no se entendería si no se lo explico. Elena coincidió en que era lo mejor; al fin y al cabo, lo habría sabido en algún momento.
-¡Oh Kriss! No te hecho la culpa. Sólo que no podía recordar si me lo habías dicho o lo había imaginado. Y ahora, cuentame. ¿Cómo se lo tomó? ¿La afectó mucho?
Kristina sonrió, y al hacerlo desaparecieron las señales de cansancio de su rostro.
-Yul, si creías que yo lo había tomado muy bien. Pues mamá no parpadeó. En realidad, dijo que le parecía perfecto y que ya era hora de que encontradas a alguien especial. Más aún: le tiene mucho afecto a Elena, como todos nosotros. Elena se negó a que le mirasen las heridas hasta que te atendieran. Mientras estabamos contigo, nos impresionó el amor que te profesa. Nos contó muchas cosas sobre sí misma y el tormento que había sufrido por culpa de ese acosador. Pobrecilla - Kristina se calló, dudando un momento antes de continuar. Al ver la expresión implorante de Yulia, siguió - Al principio estaba destrozada, sobre todo porque los efectos de tus heridas no se percibían a simple vista. No dejaba de echarse la culpa, diciendo que no debería haber metido a ese hombre en tu vida.
-Pero ya le he dicho que la quiero. Ella no lo ha metido en mi vida. Insiste en eso porque se siente culpable - dijo Yulia con tristeza.
-¡Bueno, no contaba con nuestra madre! - Kristina adoptó el tono autoritario de su madre - «Ya basta», dijo, «tú no has pedido que ese hombre te acose; de hecho, hiciste todo lo posible para disuadirlo. Y seguramente no lamemtas haberte enamorado de mi hija. Así que, por favor, nada de culpa. Si no fuera por ti, tal vez estuviese muerta; agradezcamos que esté viva. Y ahora, en vista de que Yulia no va a darme nietos, al menos quiero creer que he ganado una nueva hija feliz. Jovencita, nos gusta verte sonreír.
-¡¿Mamá dijo eso.?! - exclamó Yulia, riéndose. Aunque era uno de los estallidos típicos de su madre, se rió aliviada de que su madre hubiese aceptado a su amante con tanta facilidad y por no tener que pasar por el trago de contárselo.
-Más o menos. Creo que he dicho lo fundamental - dijo Kristina con una sonrisa.
-Si Elena le dedicó a mamá la misma sonrisa que a mí, no me extraña que la entusiasmara.
-Nos entusiasmó a todos. Nos gusta mucho y creo que encajará muy bien en nuestra absurda familia. ¿Tú qué opinas, Peter?
-Yul, si encajo yo, encaja cualquiera - repuso Peter de broma.
-Creo que no podríamos haber encontrado a dos personas más estupendas que Elena y tú para nuestra familia - confirmó Yulia - y os agradezco mucho que hayáis estado conmigo. Los hospitales no son los lugares más saludables del mundo.
En ese momento entró un hombre agradable, de mediana edad, vestido con la bata blanca de rigor y con un estetoscopio y un juego de bolígrafos en el bolsillo superior de la misma.
-Hola, querida - saludó, mirando a Yulia por encima de sus minúsculas gafas bifocales - Soy el doctor Phelps y me ocupo de usted. Me han dicho que se había despertado. ¿Cómo se siente hoy?
-Si he de ser sincera, me duele todo, especialmente el brazo izquierdo. ¿Puede decirme qué heridas he sufrido?
-Bueno, veamos - respondió, consultando las notas de una carpeta colocada a los pies de la cama - ¡Hum! Ese despreciable individuo le dio una paliza. Le hemos tratado dos costillas rotas en el lado derecho, la muñeca y el brazo izquierdo rotos y severos hematomas en el tronco. Pero se recuperará. Lo que más nos preocupaba eran los golpes en la cabeza. Por suerte, no parecen haber ocasionado daños visibles, aunque queremos mantenerla en observación unos días para asegurarnos. Tal vez sufra dolores de cabeza y esté incómoda durante un par de semanas.
-Doctor Phelps, mi amiga y yo hemos hecho una reserva para ir de vacaciones a Francia dentro de diez días. ¿Cree que podremos ir? - preguntó en tono ansioso.
-Siempre que se confirme que no ha sufrido heridas graves, no veo por qué no. Sin embargo, le recomiendo unas vacaciones tranquilas y en paz para que se recupere de esta prueba. Si había planeado hacer vuelo sin motor o banyi, tendré que pensarlo mejor - Soltó una risita ante su propio chiste y Yulia sonrió, a pesar de lo mucho que le costaba - Y ahora, ¿me permiten un poco de intimidad para que examine a esta jovencita? - preguntó dirigiéndose a Peter y Kristina.
En cuanto acabó el examen y el doctor Phelps salió de la habitación, entró Elena, con el rostro radiante de alegría por la recuperación de Yulia. Verla de nuevo fue como un tónico, pues cuando Yulia, después del ataque, cayó en la inconsciencia, existió la posibilidad de que no volviesen a verse nunca. Como ambas lo sabían, no pensaron en las sensibilidades de los presentes y se besaron para celebrarlo. Cuando al fin se separaron, sólo para verse bien las caras, Elena se hizo a un lado para que entrase la madre de Yulia.
-Ya veo que tenéis mucho que recuperar - dijo con rostro serio pero con un destello en los ojos - Kristina me informó de las heridas, pero parece que has tenido suerte al no sufrir daños cerebrales. Gracias a Dios que Elena te ayudó; si no, no se sabe lo que podría haberte hecho ese matón.
Mientras su madre hablaba, Yulia apartó los ojos de los de Elena y se fijó en la cicatriz de su barbilla. Estiró la mano y la acarició delicadamente con el dedo.
-¿Es donde te pegó? - preguntó Yulia.
-Parece peor de lo que es - repuso Elena- En aquel momento, lo único que vi fue estrellitas y mis piernas se volvieron gelatina. El miedo a lo que podría hacerte me obligó a moverme para pedir ayuda.
En ese punto la interrumpió la madre de Yulia.
-Yulia, lo siento, pero Kristina y Peter deberían irse a dormir. Bajaré con ellos y tomaré una taza de té en la cafetería. Así tendréis tiempo de resarciros.
-Claro - dijo Yulia - Perdona Kriss, debería de haberlo pensado. Os agradezco mucho vuestro apoyo en estos dos días, tanto a Elena como a mí. Lo valoro de verdad.
-Estupendo, Yul - repuso Kristina; luego, Peter y ella le dieron dos besos en la mejilla - Sé que harías lo mismo por mí. Intentaremos volver esta tarde si tenemos ocasión.
Yulia les dijo adiós con el brazo sano y volvió a darles las gracias hasta que desaparecieron.
-Me alegro de tener una familia tan encantadora - suspiró satisfecha.
-Y yo también - coincidió Elena - Han sido fantásticos conmigo. Reconozco que al principio no me importaba cómo se lo tomase tu madre porque estaba volcada en mi preocupación por ti, pero, cuando empecé a cansarme, agradecí su ayuda y su aceptación. Entiendo que esté tan unida a tu hermana, porque es adorable, pero también adoro las extravagancias de tu madre y la tranquilidad de Peter. Si, tienes una familia encantadora y me considero muy afortunada de que me hayan admitido.
-Quién no lo haría - dijo Yulia con una sonrisa - Mientras podamos, dame un beso y cuentame qué sucedió cuando me desmayé - Elena se inclinó y, con labios seductores, besó a Yulia delicada pero insistentemente. Yulia se deleitó con el suave tacto aterciopelado de su boca. Resultaba difícil de creer, pero cada beso de Elena derretía sus entrañas y le parecía imposible de superar. Luego, le daba otro beso y deshacía su teoría. Aquel momento, aquella segunda oportunidad que tenían, se selló con un beso de renovación, un beso de recuerdo y otro maravilloso que se demoró.
-¡Vaya besos, señorita Katina! Le gusta aprovecharse de una pobre chica escayolada e incapaz de defender su honor y dignidad. Debería darle vergüenza.
-¿Creía usted que me había puesto colorada de lujuria, señorita Volkova? No, era de vergüenza ante mi descaro. Mi pecho se agita por la audacia con que me he aprovechado de usted.
-Sepa entonces, señorita Katina, que sólo se sentirá tranquila cuando me comunique los hechos, pues he esperado pacientemente su llegada -Ambas se rieron ante sus vanos intentos de emular Cumbres Borrascosas en un tono más serio:
-Aunque me aturdió al ataque, pude darme cuenta de que, si no conseguía ayuda, él te mataría. Odiaba dejarte, pero, por suerte para mí, los hombres que estaban colocando las ventanas me vieron gritando y acudieron a ayudarme. Cuando hablaron, Charlie debió oír las voces y se adentró en el bosque para dirigirse a la carretera. Fue una pena que no lo alcanzaran, pero al menos no tuvo ocasión de infligir el daño que podría haber hecho si no estuvieran allí los hombres. Me cercioré de que tu corazón seguía latiendo, y luego llamé a la policía y a una ambulancia. No me atreví a moverte por miedo a empeorar las cosas, pero tuve que esforzarme para no abrazarte. En mi estado frenético me pareció que la policía y la ambulancia tardaban una eternidad en llegar, aunque en realidad fueron rápidos. Como sabía el nombre de Kristina, la policía se puso en contacto con ella que, a su vez, llamó a vuestra madre. Peter fue a recogerla ya que estaba documentando unos trámites cerca. Por último, acabamos todos aquí, donde tuve que informar a la policía y a tú familia de lo sucedido.
-¿Y qué pasó con Charlie? ¿Lo cogieron? - preguntó Yulia, nerviosa. La idea de que estuviese suelto no resultaba muy reconfortante.
-No, me temo que no y eso me aterroriza, pues ha recurrido a la violencia. La policía ha dispuesto la vigilancia de la torre, supuestamente para protegerme, pero sospecho que más bien para capturarlo si regresa. No me siento nada segura allí. Espero que no te importe, pero tu madre y yo usamos tu piso anoche. Encontramos las llaves en tu bolso.
-No seas tonta. Claro que no me importa. De hecho, me siento mejor sabiendo que estás a salvo. ¿Y qué hay del hospital? ¿Crees que se atrevería a venir aquí? - Tal y como se encontraba, era una perspectiva preocupante.
-Supongo que no sabe que estás en el hospital y seguramente le preocupa más huir de la policía. Aunque siga las noticias, el hospital tiene instrucciones de no informar de tu presencia. Lo más probable es que piense que estás en el Hospital Reina Isabel de Welwyn Garden City - Elena se quedó pensando un minuto - Con todo, tienes razón. Hablaré con el detective Smirnov porque no quiero que te pase nada más.
-Ojalá lo hubieran cogido. No odio a nadie, pero a él estoy empezando a odiarlo - dijo Yulia. Se encogió de hombros, como si quisiera sacudirse el recuerdo, y cambió de tema - ¡Oh! Le pregunté al doctor por las vacaciones y dijo que no habría problemas si no me aparecían heridas en la cabeza. Me disgustaría mucho tener que cancelarlas después de las cosas horribles que han sucedido últimamente. Casi no puedo esperar á estar sola contigo. Soy una egoísta.
-Yo casi he olvidado lo que son unas vacaciones, y tener un plan de dos semanas contigo me llena de emoción. Así que también yo soy una buena egoísta.
-Buena, pero no egoísta - repuso Yulia.
-¿Sabes cuánto tiempo vas a estar aquí? - preguntó Elena.
-El doctor dio a entender que dos días. Quieren asegurarse de que no he sufrido daños en el cerebro. Después, ¿puedo volver contigo?
-O eso o me instalo yo en tu piso. ¿Dónde preferirias estar o te sientes más segura?
-Tengo ropa en tu casa y prefiero estar allí. Si hay policía fuera de vigilancia, mejor. Sólo habrá que tener cuidado si salimos.
-Estupendo. Creo que utilizaré tu piso hasta que te den de alta. No me apetece estar sola en la torre.
-Pues claro. Mi casa está más cerca, así podrás hacerme compañía más tiempo. ¡Será un placer para ti! - Miró a Elena con una sonrisa traviesa.
-La verdad es que creo que será placer mutuo. Te leeré todas las cosas que me gustan y no podrás impedirlo, atrapada en la cama con la escayola.
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE
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