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MI ESTRATEGIA PARA AMARTE

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Mensaje por Veroska 4/30/2024, 5:01 am

Esa Lenita es de armas tomar, le va dar una muestra a Yulia para que se le vayan las dudas de a qué Volkov quiere ella... Supongo que debe ser atractivo y casanova como dice su hermana...
Me parece increíble y rápido que ya estén pensando en vender piso, una cuenca en común y colocar las escrituras de la casa de la torre a nombre de las dos... Denotan confianza, es algo bueno, en verdad espero que no se le ocurra dañar sus planes el psicópata de Charlie...
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Mensaje por soy_yulia_volkova 4/30/2024, 5:59 am

Están algo aceleradas, precipitadas, pienso yo... No sé conocen mucho tiempo y ya qiieren poner el testamento a nombre de cada una... No me pasa,nnnm jsjsjsj
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Mensaje por Fati20 4/30/2024, 7:47 am

Muy bien Lenita llevatela a la cama y demuéstrale quien es su persona favorita en este mundo 😏. Ellas como siempre desde el único van a mil por hora en esa relación pero su amor es tan puro y apasionado q quien las puede culpar. No hay problemas cariño sabemos q todos los días te esfuerzas en darnos los capítulos y muchas veces hasta maratones porque nos tienes muy consentidas así que no hay problemas. Ten una feliz noche cariño de mi corazón 😘😘😘I love youI love youI love you
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Mensaje por Volkatin_420 4/30/2024, 3:19 pm

Deja los celos yulia que lenita es solo tuya y ningún hermano tuyo va a quitartela... Saludos bello
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Mensaje por psichobitch2 5/1/2024, 5:47 pm

Estupenda historia, me encanta. Más que nada porque se basa en el romanticismo, nada de drama novelero que a veces crea ansiedad 😰 a pesar de que exista un demente que está al acecho, la trama es relajante y fresca I love you
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/1/2024, 6:56 pm

Capítulo treinta y dos

Villeneuve-sur-Lot se reveló como un tesoro oculto, sobre todo una luminosa y alegre tienda de ropa de la Rue Des Cieutats que, irónicamente, se llamaba «Ma Cherie». En las presentaciones, resultó que la propietaria, Rebecca, había trabajado varios años en una serie de grandes almacenes londinenses antes de regresar a Villeneuve y abrir su propio establecimiento. Eso no sólo le daba un gran dominio del inglés, lo cual tranquilizó a las chicas, sino también muy buen ojo para la ropa clásica bien confeccionada, ideal para ocasiones formales. Elena empujó a Yulia, poniéndole las manos en las caderas.

—Rebecca, ocúpese primero de Yulia. Habíamos pensado en algo azúl a juego con sus ojos.

—Bien. Sí, algo azúl iría muy bien con sus ojos y creo que también con su pelo. Tengo un vestido — Se acercó a un perchero con vestidos, situado al fondo de la boutique, sacó un vestido de cambrai fucsia sobre fondo blanco adornado con hojas y se lo ofreció a Yulia con una reverencia.

—¡Oh, Elena! Es precioso — exclamó Yulia — ¿Qué te parece?

—Estoy de acuerdo. Es muy bonito. Me gusta que no sea todo azúl, sólo el estampado. Te ayudo a ponértelo.

Parecía hecho a medida para la esbelta figura de Yulia. Como tenía el fondo blanco, resultaría más fácil encontrar un sombrero y un bolso para complementarlo. Mientras tanto, Rebecca no perdía el tiempo y apareció en el probador con un vestido largo de mezcla de algodón verde turquesa y chaqueta a juego.

—Creo que éste le sentará bien a usted — dijo ofreciéndoselo a Elena — El color me parece perfecto para su piel y sus cabellos rojos.

—¡Rebecca, es usted maravillosa! — exclamó Yulia — Seguro que estás espectacular, Elena. Vamos, te toca a ti desnudarte.

Yulia no paraba de dar vueltas, admirando su vestido, mientras Elena se enfundaba el suyo. Tenía razón, estaba espectacular y, además, era un vestido muy cómodo.

—Yulia, esto no me parece justo — dijo Elena — No puede ser que entré en una tienda y encuentre un traje como éste, bueno dos, contando el tuyo. Y no hemos tenido que trabajar duro, ni que sudar ni que maldecir.

—Sé a lo que te refieres, pero, si te molestas en mirar la etiqueta del precio, tendrás ocasión de maldecir — susurró la pelinegra.

Elena miró la etiqueta de su vestido.

—¡Caramba! Ya entiendo a que te refieres. Aún así, si solucionamos esto ahora, podremos concentrarnos en el traslado cuando estemos en casa. Además, si compramos los trajes aquí, en Francia, nos evitaremos chocar con alguien que lleve el mismo vestido ese día. Estoy dispuesta a pagar por evitar esa vergüenza.

Estaban pagando sus carísimos, aunque soberbios vestidos cuando Rebecca les preguntó:

—¿No necesitarán un sombrero para la boda?

—Sí, creo que nos vendría bien, sobre todo si hace calor — respondió Yulia.

—Entonces, tal vez pueda ayudarlas, mademoiselles — repuso Rebecca con una sonrisa — Una amiga mía tiene una tienda cerca de aquí, una sombrerería de señoras, como dicen ustedes. Puedo llevarlas si lo desean.

—Sería muy amable de su parte — dijo Elena.

—También vende bolsos a juego. Ya verán.

Y lo vieron. Rebecca cerró la boutique, las condujo por unas estrechas calles históricas hasta que desembocaron en otra calle importante, el Boulevard de la Republique. La sombrerería se encontraba, como algo incongruente, entre varios cafés que ocupaban la calle, pero parecía muy bien surtida.

—Ésta debe de ser su hermana, la tienda de Rachel — le comentó alegremente la morena a Elena mientras Rebecca saludaba a la dueña de la sombrerería — Su prima Michelle tiene la zapatería y su sobrina Samantha la corsetería.

Elena le dio un codazo.

—¡Chiss! ¡A veces eres incorregible!

—Forma parte de mis excelentes servicios — se burló Yulia, que en ese momento reparó en un sombrero — ¡Oh! ¡Fíjate en esto, cariño! Siempre quise tener uno igual desde que vi El Gran Gatsby — Arrastró a Elena hasta un sombrero de estilo años veinte que estaba junto al mostrador.

—Le quedaría muy bien con su vestido — aseguró Rebecca, a su espalda — El blanco hace juego con el fondo del vestido y los diseños también se conjuntan — Habló con su amiga en un rápido francés — Ésta es mi amiga, Madame Dubois. No habla inglés, así que les traduciré lo que diga.

De nuevo intercambiaron un chorro de palabras en francés.

—Dice que es un casquete de paja y sisal con ala de doble pliegue y copa arrugada. La cinta de terciopelo aplastado y la flor se han teñido para hacer juego con la paja del sombrero, y luego se han coloreado las hojas. ¿Quiere probárselo, por favor?

Sin darle tiempo a aceptar, Madame Dubois intervino con unas cuantas frases pronunciadas a toda velocidad. Rebecca asintió y se volvió hacia ellas.

—Mi amiga sugiere que se cambie si lo desea, para ver así el efecto del conjunto.

—Muy amable de su parte — dijo Yulia, que se dirigió a un probador situado al fondo del establecimiento — Lo siento, Elena. Debes de estar harta de vestirme y desvestirme.

—Nunca me cansaré de desvestirte — bromeó la pelirroja — pero tener que contemplar ese cuerpo tuyo y volver a vestirte sin poder hacer travesuras es demasiado duro para una pobre chica sujeta a tentaciones como yo.

—Sé buena y haremos travesuras después — se rió Yulia, que añadió bajando la voz — Vas a tener suerte. Seguro que Rebecca encuentra algún conjunto de camisa y bragas que tendremos que probar.

Tras ponerse de nuevo los vestidos de boda, Madame Dubois situó a Yulia delante de un espejo de cuerpo entero y le colocó el sombrero sobre el maleable cabello oscuro. Elena se quedó boquiabierta. Yulia estaba espectacular. Mientras absorbía la visión de aquella mujer con aspecto de sílfide, le costó trabajo asimilar que Yulia fuese su amante, algo muy íntimo. De pronto, la invadió una calidez interior y tuvo que esforzarse para no dar rienda suelta a la emoción y bañar su rostro con lágrimas de gratitud.

Yulia debió de percibir el sonido de sus contenidos sollozos, pues su alegre gesto se transformó en preocupación mientras miraba a Elena.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Te encuentras bien? — preguntó, llena de ansiedad.

—No es nada... Soy una tonta — respondió intentando sonreír.

Yulia utilizó el pulgar para limpiar con delicadeza las pocas lágrimas que habían superado las defensas de Elena y que relucían en sus ojos.

—Cuéntame, ¿qué te preocupa, tesoro? ¿Te he molestado en algo? — Yulia hablaba con voz amable y reconfortante.

—¡Oh! Lo siento, cielo. Te veo tan hermosa... y pienso que podía haberte perdido después del ataque... Se me ha echado encima el recuerdo. No soportaría perderte — confesó Elena con acento tembloroso.

—Sécate esos preciosos ojos verdes, pues no tengo intención de dejarte. ¡Soy tu adorable lapa! Deduzco por tu reacción que te gusta mi sombrero — dijo girando como una modelo exclusivamente para Elena.

—Me encanta el sombrero y me encantas tú con ese sombrero — repuso esbozando una sonrisa.

—Muy bien, entonces busquemos algo para ti y seré yo la que llore al verte.

Rebecca y Madame Dubois no descuidaban sus tareas. Mientras las chicas hablaban, buscaron un bolso para Yulia y un sombrero y un bolso para Elena. Se tomaron el trabajo muy en serio, pues los artículos que presentaron eran ideales: un discreto bolso blanco de tira larga, en el que cabían sólo el maquillaje esencial y la cámara obligatoria. El de Elena era parecido, de color turquesa, pero el punto fuerte estaba en el sombrero, también turquesa, a juego con el vestido; tenía la copa alta y plana, grandes lazos de seda salvaje, una cinta plegada y el toque de una gardenia de algodón. Cuando Madame Dubois lo puso sobre la cabeza de Elena, quedó claro que ya no había que seguir buscando sombreros. Yulia se acercó a Elena, ambas entrelazaron los dedos y se miraron juntas al espejo.

—Ojalá fuera nuestra boda — suspiró la pelirroja — Estamos hechas la una para la otra. Quien nos vea, no pensará otra cosa. ¿Y si hacemos un simulacro de boda algún día?

—Por suerte, no tendrá que ser un simulacro. En el ferry leí en el periódico que el gobierno va a aprobar una ley que legalizará las ceremonias entre parejas del mismo sexo y les concederá un certificado oficial, lo cual equivale a tener los mismos derechos que una pareja heterosexual. Así que no tendremos que esperar mucho, cariño.

—Sería fantástico. Casarme contigo será la culminación — dijo Yulia con una sonrisa.

Elena se volvió hacia las pacientes Rebecca y Madame Dubois, que esperaban su decisión.

—Señoras, son ustedes una maravilla. Ojalá pudiéramos llevárnoslo todo — declaró señalando los sombreros y los bolsos — ¿Saben de una buena zapatería por aquí cerca?

***

Una mañana, Elena fue al pueblo a comprar leche, huevos y cruasanes frescos. Cuando regresó, se sorprendió al ver un sobre pegado a la puerta principal con su nombre. Reconoció la letra de Yulia, así que se apresuró a abrirlo con una ligera sensación de aprensión en el estómago. Dentro había un billete de ferry, muy parecido a los de las líneas aéreas. «¡Qué raro!», pensó dando la vuelta a la página con aire distraído. En vez de los detalles del viaje, en el interior había una nota:

A LA PORTADORA DE ESTE BILLETE
Este billete concede a la portadora derecho de tránsito dentro de su ámbito.
Cuando acceda al recinto, la portadora debe depositar su equipaje en el compartimento adecuado y dirigirse inmediatamente a su camarote. Tendrá que ir directamente, evitando cualquier distracción. Esto no es un simulacro.


Elena se rió y siguió las instrucciones, dejando la leche y los huevos en el frigorífico antes de subir las escaleras y dirigirse a su habitación.

Entonces entendió a qué se referían las «distracciones». La ropa de Yulia estaba diseminada por las escaleras, empezando por una blusa y acabando por un provocativo sujetador colgado en el pasamanos superior. Elena, que se derretía al pensar en el juego de Yulia, abrió la puerta del dormitorio con mano temblorosa. Esperaba encontrar a la morena en posición seductora en la cama, así que la sorprendió ver la cama hecha y otra nota sobre la almohada. Elena esbozó una gran sonrisa mientras la leía:

Por razones de higiene, la dirección solicita a la portadora del billete que se despoje de toda la ropa. Luego, se dirigirá a nuestra sauna (cuarto de baño) y enseñará su tarjeta de embarque a la empleada. Recibirá entonces un tratamiento especial a cargo de una de nuestras expertas esteticistas. Esto es sólo para la portadora de la tarjeta, que no puede cambiarla ni venderla, sobre todo a la señora Martins.

Elena se despojó de su ropa rápidamente y, tras coger su «tarjeta de embarque», se dirigió al cuarto de baño del dormitorio.

Se detuvo ante la puerta y llamó educadamente.

—Hola, soy la pasajera Elena Katina y vengo a recibir mi tratamiento especial — dijo entre risitas.

La puerta se abrió, Yulia extendió una mano y habló imitando el acento de Europa del este.

—Por favor, ¿tiene su tarjeta de embarque a mano? — Los dedos de Yulia chasquearon, impacientes — Deprisa, por favor. Viajes Vulgar Volga está a punto de partir y desea que todos los pasajeros estén relajados y cómodos — Elena le entregó la tarjeta de embarque a Yulia, que retiró la mano. A los pocos segundos, la puerta se abrió completamente y apareció Yulia con su albornoz verde menta.

—Su tarjeta de embarque está en orden, madame, pero la KGB me exige, quiero decir Viajes Vulgar Volga, que compruebe que no lleva usted cámaras secretas ocultas en su persona. La dirección protege con gran cuidado los tratamientos especiales.

—Pero ¿dónde iba a esconder una cámara? — preguntó Elena inocentemente, señalando su desnudez con un expresivo gesto de la mano.

—Nuestros competidores tienen sus métodos, señorita Katina. Por favor, si se echa sobre esas toallas, la registraré. Como me he roto un brazo defendiendo a mi patria, el registro será con una mano. Una profesional como yo no tendrá problemas para hacerlo.

Elena se tumbó sobre las mullidas toallas extendidas en el suelo.

—Por favor, hágame cualquier cosa, señorita Olga. Estoy preparada — se rindió Elena.

Los ojos de Yulia se iluminaron.

—¡Ah, señorita Katina! Está usted, como diría, descubriéndose. Sólo una espía puede saber que me llamo Olga. ¡Veo que tendré que utilizar mis métodos más convincentes para arrancarle una confesión!

Yulia se colocó sobre Elena, con un pie a cada lado de las caderas, y con gesto sugerente se aflojó el albornoz, que dejó caer en un montón junto a la bañera.

Luego se puso encima de Elena, separando sus muslos con una rodilla para establecer un íntimo contacto con ella.

— Creo que investigaré primero su boca para buscar cápsulas de cianuro — dijo con voz ronca. Yulia se apretó contra Elena y se inclinó sobre su boca, deslizando la lengua por su labio inferior. Los cabellos azabache de Yulia caían como una delgada cortina sobre las caras de ambas hasta que Yulia, apoyándose en su codo sano, sostuvo la cara de Elena entre las manos. Durante un rato escudriñó los adorables y confiados ojos verdes como la gloria de la mañana, antes de hundirse en los húmedos y ávidos labios de Elena, quien probó y saboreó su lengua. Elena alzó el rostro hacia Yulia, buscó sus labios y los selló con un frenético beso.

La pelinegra se apartó y salpicó de besos el cuello y la garganta de Elena, escuchando y percibiendo al mismo tiempo los gemidos que se escapaban de la boca de su amante. A continuación, se inclinó sobre los pechos llenos de Elena, tomó un pezón erecto en su boca y lo rodeó con su cariñosa lengua mientras la ojiverde gemía y arqueaba la espalda para introducir el hinchado pezón en la boca de Yulia. Los suaves lametazos acrecentaban el deseo de Elena. Yulia saboreó ambos pezones y disfrutó del intenso placer que aquella estaba experimentando.

Yulia se arrodilló entre las piernas separadas de Elena y se echó hacia delante, mientras su cálida lengua rastreaba los pechos mojados de saliva de la pelirroja y descendía por el vientre, de suaves curvas, dibujando una línea sobre su dulce ombligo. Al hacerlo, los pechos de Yulia rozaron el montículo de Elena y la sensación hizo cosquillear sus salientes pezones. Tras la breve incursión en el ombligo de Elena, la lengua de Yulia continuó, deslizándose sobre el rubio vello púbico de Elena y por el interior de su muslo. Ésta extendió las manos y los dedos se le enredaron en los cabellos de Yulia, arrastrándola hacía sí mientras separaba más las piernas. Yulia acarició con la boca el pubis rubio de Elena y la miró con una sonrisa de éxtasis.

—Me temo que tendré que registrarla muy, muy a fondo — dijo con voz gutural y ronca.

Yulia lamió los muslos de Elena y deslizó los dedos sobre su nido de vello rubio, acariciando los relucientes pliegues y penetrando luego en su humedad. Elena se arqueó mientras Yulia descendía entre sus piernas, inhalando su aroma increíblemente femenino. Sin dejar de respirarlo, posó la lengua sobre el clítoris de Elena, deleitándose en su humedad y sabor mientras recorría la sensible glándula.

El cuerpo de la pelirroja se adaptó al ritmo de la osada lengua de Yulia, que lamía, la rodeaba y la saboreaba. Una pasión ciega envolvió los sentidos de Elena, y su cuerpo se agitó en espasmos y saltos al sentir la embestida de los dedos y el levísimo toque de la lengua danzarina. De pronto, los dedos de Elena se crisparon entre los cabellos de Yulia y sus muslos se tensaron sobre los hombros de la joven morena, apretándose y aflojándose, y dando un último salto contra la boca de Yulia antes de que un explosivo estremecimiento envolviese su cuerpo en los espasmos de un hipersensible orgasmo como una oleada. Mientras Yulia compartía el orgasmo, la oyó repetir:

—¡Oh, Yulia, mi amor! ¡Oh, Yulia!

Yulia besó el resplandeciente montículo de Elena y se tendió sobre las toallas al lado de ella, exhausta, retirando los húmedos mechones de pelo rojo de su frente. Elena abrió los ojos poco a poco y una cálida sonrisa iluminó su rostro cubierto de rubor mientras contemplaba los ojos azules absenta de Yulia.

—¡Oh, Yulia! Ha sido el momento más apasionado de mi vida. Gracias, cariño, por todo esto. Te amo — La sonrisa de Elena acarició el corazón de Yulia; luego acercó la cara y besó con delicadeza los labios hinchados de la ojiazul.

—Señorita Katina, creo que tiene usted un arma secreta muy poderosa. No tengo respuesta para ella, salvo la de pasarme a su lado. Sin embargo, como última manifestación de cortesía de la madre patria, la bañera está llena de agua caliente y recibirá usted el tratamiento especial.


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Mensaje por LeaAgronsky 5/1/2024, 8:19 pm

Que cachondas son estás dos tigresas, raaaawww, me encantan la química que tienen y que apuestan a su verdadero amor 😍
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/2/2024, 2:30 am

Capítulo treinta y tres

Los despreocupados momentos de gozoso abandono dejaron paso, demasiado pronto, a la tensión nerviosa cuando las vacaciones tocaban a su fin. A Yulia no le dolía regresar, pues tenía un plan y un objetivo, sabía que no tendría que separarse de Elena y le hacía ilusión la boda de Kristina. Elena, no acostumbrada a las vacaciones, se sentía triste; el tiempo pasado con su amante había sido mucho mejor de lo que hubiera imaginado. Pensaba, inevitablemente, que el caparazón protector que habían construido iba a abrirse a peligros potenciales. Aparte de eso, le entusiasmaba que Yulia fuese a vivir con ella y que hubiesen hablado incluso de matrimonio.

«Si no tuviésemos la agobiante amenaza de Charlie planeando sobre todos nuestros proyectos futuros y nuestra felicidad — pensó — volvería a casa sin la menor aprensión. Repetiremos estas vacaciones más veces.»

La última noche invitaron al coronel y a la señora Martins a tomar una copa. Por desgracia, el coronel no podía salir, pues sufría de una grave deficiencia respiratoria tras años de fumar tabaco barato durante sus viajes ultramarinos. La señora Martins, en cambio, aceptó encantada, deseosa de disfrutar de compañía, ya que la enfermedad de su marido la aislaba. Yulia y Elena habían hecho el equipaje, salvo lo que necesitarían de noche, cuando la señora Martins apareció en el camino de entrada.

—Hola, chicas. ¿Os gustaron las vacaciones? — preguntó, y aceptó la copa de vino que le ofrecía Elena.

—Han sido divinas — respondió Elena — Lo hemos pasado muy bien. Esta región es preciosa. Ahora entendemos por qué viven aquí — Llevaron a la señora Martins al patio, donde habían dispuesto un surtido de cosas para picar en palillos de cóctel.

—Siéntese, Henrietta, y tome lo que quiera. ¿Cómo se encuentra el coronel? — se interesó Yulia.

—Gracias, querida — dijo ecantándose por unas aceitunas — Me temo que el coronel nunca se pondrá bien del todo. Uno de los motivos de que vivamos aquí es que se encuentra mejor en un clima cálido, pero siempre tendrá dificultades para respirar y las tareas más básicas le cuestan mucho trabajo. Por desgracia, exige atención permanente, lo cual no me importa, salvo si me ocurre algo a mí. Eso me desvela.

—¿Tiene muchos amigos aquí? — preguntó Yulia.

—No demasiados, querida. Aquí vive poca gente, pero cuando hay algo extraordinario, fiestas o así, no siempre resulta fácil ir sin el coronel. La gente es muy amable y comprensiva, aunque han vivido aquí prácticamente toda su vida. Nosotros somos relativamente nuevos y pasará tiempo hasta que nos acepten por completo.

—¿Tiene familia a la que recurrir? — quiso saber Elena.

—Un hijo en el ejército. Boina roja. Ahora está de maniobras en Omán. Aún no se ha casado, pero, si decide establecerse, no sé si le interesará vivir aquí. Mantenemos la casita por si acaso, y es una buena fuente de ingresos mientras tanto. Además, así estoy ocupada y conozco gente.

—A su hijo tiene que gustarle esto a la fuerza — dijo Yulia con una sonrisa — Nosotras hemos disfrutado hasta el último minuto. Sin duda, es un lugar precioso para una familia. ¿Su hijo habla francés?

—Sí, con fluidez, también español y árabe. Tiene facilidad para los idiomas.

—En ese caso, seguro que esto será una gran tentación para él, sobre todo si encuentra trabajo cerca — afirmó Elena.

Más tarde, cuando estaban acostadas, les dio mucha pena la señora Martins. Le esperaba un futuro en un precioso lugar, pero en medio de la soledad. Ambas desearon por su bien que su hijo ocupase algún día aquella casa; aunque Elena pensó que, a menos que entablase una relación con una joven de la zona, llevar a una esposa de otra parte resultaría difícil, sobre todo por el aislamiento. Una cosa era estar de vacaciones, pero vivir en aquel alejamiento continuamente suponía pedirle mucho a una persona.

Se levantaron temprano, con los primeros rayos de sol, a la mañana siguiente y, tras cargar el Land Cruiser, limpiaron los últimos restos y fueron a casa de la señora Martins a dejar las llaves.

—He disfrutado con vosotras, muchachas, así que, cuando queráis volver, no tenéis más que decírmelo — dijo la señora Martins, con una expresión casi suplicante — Espero que todo salga bien en la boda de tu hermana. Sois encantadoras, cuidaros la una a la otra.

—De eso puede estar segura, Henrietta. Cuídese usted también; si le parece bien, le escribiremos de vez en cuando — afirmó Elena. Era lo menos que podían hacer por aquella mujer solitaria.

—Me encantará recibir noticias vuestras cuando tengáis tiempo. Os espera un largo viaje, así que partid y tened cuidado. — Yulia y Elena le dieron un beso en la mejilla antes de entrar en el Land Cruiser. La señora Martins parecía tan afectada cuando emprendieron la marcha que durante algún tiempo no hablaron, dominadas por la compasión que sentían.

—Odiaría que te convirtieras en una persona aislada si yo estuviese inválida — dijo Yulia después de algunos kilómetros.

—Es algo que haría por ti, cariño, como está haciendo la señora Martins. Evidentemente, ama al coronel. Supongo que lo triste de la vida son los compromisos y sacrificios. Aunque también simbolizan el verdadero amor, soportar las dificultades igual que las cosas buenas. Si hubieses sufrido daños cerebrales como consecuencia del ataque de Charlie, de ninguna manera me habría apartado de ti. En el tiempo relativamente corto que hemos estado juntas me has dado algo muy querido, tu amor. Y yo te he dado el mío. Eso no se puede cambiar. Nos amamos para lo bueno y para lo malo.

—¡Oh, Elena! Estoy de acuerdo. No me malinterpretes. Siento exactamente lo mismo por ti. No, me refería a que si fuera consciente de que te condenaba a una existencia solitaria, me pondría muy triste. Supongo que al final sería un círculo vicioso, con todo el mundo triste. La vida resulta muy injusta a veces — comentó Yulia con aire taciturno.

—Sí, a veces es injusta. Me pareció muy injusta en la universidad cuando Charlie me hacía la vida imposible, pero a pesar de ello conseguí un buen trabajo y, lo mejor de todo, te he conocido. Eso lo compensa todo. Puede que el hijo de la señora Martins acepte la casita con entusiasmo, cree una familia y la señora Martins acabe rodeada de nietos.

—Eres una mujer sensata, Elena Katina. Otro motivo para amarte — declaró Yulia dándole un beso a Elena en la mejilla.

El viaje de regreso fue muy parecido al de ida. Tuvieron buen tiempo, el hotel les pareció cómodo y el trayecto en ferry tranquilo. Tras la melancolía inicial que les había producido la señora Martins, decidieron vivir lo que les quedaba de vacaciones y disfrutar al máximo. En consecuencia, en el ferry formaron su propio club privado, al ver que no podían integrarse en el Club de Altos Vuelos. Lo llamaron el Club de la Mar Abierta y resolvieron admitir sólo a mujeres apasionadas a las que les gustase hacer el amor en un ferry.

Bromearon sobre la posibilidad de crear una página web y editar un periódico titulado: "Haciendo Olas", lo cual las animó y las ayudó a matar el tiempo. Sin embargo, cuando regresaron a las costas de Inglaterra, surgieron las cuestiones prácticas.

—Sugiero que vayamos a mi casa esta noche y mañana a la tuya. Podemos recoger casi todas tus cosas y dejar el piso listo para ponerlo a disposición de una inmobiliaria la semana que viene. Eso siempre que sigas pensando en vender — comentó Elena.

—Sí, sigo — afirmó Yulia — Desde que lo hablamos la semana pasada, estoy encantada con la idea de venderlo e ir a vivir contigo. A decir verdad, no creo que nos lleve mucho tiempo recoger mis cosas. No he acumulado demasiadas.

—Te sorprenderás — apuntó Elena — Resulta increíble todo lo que juntamos con el tiempo. Apuesto a que tardaremos mucho más de lo que crees. Bueno, al menos ahora tienes tiempo. ¿Has pensado en la propuesta de trabajo de Irene?

—Sí. Es muy amable por parte de Irene y la aceptaré. Me parece que haré la mudanza y esperaré a que pase la boda, pero tengo intención de ponerme en contacto con ella — repuso Yulia.

—Sería estupendo. Creo que es muy sensato que esperes unas semanas. Mudarte y trabajar al mismo tiempo resultaría muy estresante, aunque, como no tienes obstáculos para vender, espero que lo vendas enseguida — dijo Elena.

Esa noche se encontraban en el salón de la torre, con las ventanas abiertas para que la escasa brisa sustituyese al aire viciado de la estancia, cerrada durante tanto tiempo. Decidieron deshacer el equipaje y ordenar las cosas de inmediato, pues sabían muy bien que, si se relajaban, aunque sólo fuera un poquito, no tendrían energía ni ganas de hacerlo. Exhaustas, estaban sentadas con las piernas cruzadas en ambos extremos de un sofá, ante sendos vasos de chardonnay frío, mirándose como si fuese su primera noche.

—¿Lamentas haber regresado? — preguntó Elena.

—Supongo que un poco en los primeros momentos —respondió Yulia—, sobre todo porque lo pasamos de maravilla. Pero, ahora que hemos vuelto, me siento feliz, porque esto es el principio. Somos jóvenes y podemos hacer muchas cosas juntas. Saber que voy a vivir aquí contigo me emociona. Odiaba cuando me llevabas a casa.

—También yo odiaba llevarte. Me gusta estar en casa otra vez. Las vacaciones me parecen maravillosas, especialmente éstas, pero son un escapismo, una especie de fantasía; me alegro de regresar a la realidad y ver que la burbuja no ha estallado.

—No debemos bajar la guardia. Ten cuidado en todos los sitios a los que vayas y no creas que Charlie ha terminado. La próxima vez quiero que nos encuentre preparadas y que no pueda hacernos daño.

—Me pregunto cuándo llegará el momento en que no tengamos que preocuparnos más — dijo Elena con un hilo de voz.

—Sí, amor mío. No puede ocultarse siempre — aseguró Yulia.

Permanecieron calladas un momento mientras pensaban en un futuro sin amenazas. Yulia estudió subrepticiamente el rostro de Elena y la fascinó su gracia y su elegancia sin tacha. La estaba mirando cuando Elena se volvió de pronto hacia ella, con los exquisitos rasgos enmarcados por los rojos cabellos sueltos. A Yulia le pareció que Elena estaba totalmente ajena a sí misma, con la atención centrada en ella, como si fuera la única persona del mundo.

—A veces, cuando me miras de esa forma, me parece que miras a alguien que está detrás de mí. Me resulta increíble ser yo, tener la suerte de recibir tu atención —Elena habló con voz grave, en un tono tan sensual que Yulia creyó que se derretía.

—No puedo evitar mirarte —dijo Yulia— Eres tan hermosa que deseo retener todos los rasgos de tu cara en mi mente. No quiero olvidar nunca el mapa de tu rostro. Lo llevaré conmigo. Te amaré hasta que me muera.

Elena ahuecó los cojines que tenía detrás antes de tenderse en el sofá y señalar el espacio que quedaba a su lado.

—Ven, acuéstate junto a mí — pidió. Yulia se acercó y se tendió junto al cuerpo de Elena, entrelazó sus dedos con los de su amante y apoyó la cabeza en su hombro. Elena rodeó el cuello de Yulia con un brazo y posó los labios en su oreja.

—No hables de muerte, cariño. Tenemos toda una vida por delante.

Yulia asintió y miró a Elena. Sus miradas se cruzaron y algo resplandeció entre ellas. Algo embrionario y muy intenso. Yulia intentó retenerlo, describir la emoción, pero no pudo hablar. En vez de eso, se puso colorada; la sofocaba una ola de amor tan tierno hacia la pelirroja que la agarró con firmeza, arrancándole un jadeo con su ardor.

—¿Qué ha sido eso, amor mío? — preguntó Elena en un susurro.

— Mi declaración de pasión — respondió Yulia.

No intercambiaron más palabras, no hacía falta. Permanecieron acurrucadas la una junto a la otra en la habitación en penumbra, Yulia adaptándose a la espalda de Elena, con la mano en su pecho. «Estoy cansadísima, pero no creo que pueda dormir», pensó Yulia; y, nada más pensarlo, empezó a exhalar sueños, mientras su aliento dibujaba un ritmo cálido y reconfortante sobre el cuello de Elena.

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Mensaje por Veroska 5/2/2024, 6:30 am

Waoo! Son dos capitulos increíbles, por un lado una pena por el fin de vacaciones, la vida solitaria de la dueña de la cabaña pero a razón del amor que siente por el Coronel... Amor que Lena y Yulia lo sienten tan propio en ellas... Por otra el amor tiene tantas formas de mostrarse en pareja, incluso solo compartir un abrazo acurrucadas en un sofá y otro lugar ... Uno que todos quieren tener....
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Mensaje por Corderito_Agron 5/2/2024, 4:01 pm

Siento que de algún momento a otro se viene el drama, la tragedia, la cosa, el suspenso hahahaha. Estuvieron ricos estos dos capítulos, bro!!
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Mensaje por Fati20 5/4/2024, 4:41 am

El equilibrio perfecto entre mucho romance al punto de miel y la misma cantidad de sexo salvaje y pasional entre más 2 es maravilloso, muy lindos los capítulos y bueno ahora volver a la realidad y a luchar con todo. Saludos cariño mio 😘😘I love youI love you
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/4/2024, 8:35 pm

Capítulo treinta y cuatro


—Tienes una casa preciosa y muy poco convencional — dijo Kristina una semana después del regreso. Caminaban por el jardín después de enseñarle a Kristina la torre. Cuando Peter y ella habían ido a cenar tras la salida del hospital de Yulia, estaba demasiado oscuro para apreciar la grandeza del lugar.

—En realidad, no es mi casa, sino nuestra casa — precisó Elena dándole la mano a Yulia con una sonrisa.

Había dispuesto que sus abogados arreglasen los documentos al día siguiente de su regreso. Al principio, Yulia le sugirió que esperase hasta que estuviese segura, pero Elena se mostró firme, por tanto Yulia dejó de preocuparse y se alegró. Al fin y al cabo, se trataba de una declaración de confianza por parte de Elena y de la apuesta por su futuro común, algo que no debía rechazar por cuestiones mezquinas.

—Sí —confirmó Yulia— Hemos vaciado mi piso, lo hemos limpiado y puesto a disposición de una inmobiliaria. Mañana lo ponen en venta. Ahora vivo con Elena todo el tiempo.

—Me alegro por las dos —declaró Kristina— Cuando os veo juntas, me doy cuenta de que estáis hechas la una para la otra. Me satisface que todo vaya tan bien.

—Somos muy felices juntas, no cabe duda —admitió Yulia—, y con eso nos basta de momento. ¿Qué tal van tus cosas?

A Kristina se le iluminó la cara.

—No tengo demasiado trabajo. Se me ocurre algo, llamo a los organizadores, y ellos lo hacen. Reconozco que es un lujo no tener que preocuparse por todo. La boda será en Middleton Hall, el vestido está listo, las damas de honor, emocionadas, ya tienen sus trajes, y nuestra madre ha recorrido todas las tiendas de Cheltenham y al fin ha encontrado algo adecuado. Peter está muy tranquilo, me deja que me encargue yo de todo y se limita a firmar los cheques.

Las chicas se rieron.

—Pobre Peter, ¿sabe dónde se mete? —preguntó Yulia.

—Yo diría lo mismo de Elena — repuso Kristina— Elena, tenemos que hablar y comparar opiniones sobre mi perversa hermanita.

—¡Oh! Estoy impaciente —exclamó la pelirroja— Supongo que debo alegrarme de no tener una hermana que divulgue mis secretos.

—¿Qué hay de vuestros trajes? ¿Habéis mirado algo? —preguntó Kristina.

—Son nuestro secreto. No deberías curiosear —dijo Yulia en tono maternal.

—Vamos, alivia su preocupación — sugirió Elena— Cuéntale a Kristina nuestra experiencia francesa mientras yo preparo algo para comer. Os llamaré cuando todo esté listo —Yulia le lanzó un beso; Kristina y ella siguieron a Elena con los ojos hasta que entró en la casa.

—Es una chica encantadora — comentó Kristina— Entiendo que estés loca por ella.

—Me alegro de que te guste. Habría resultado muy incómodo que no te gustara o que rechazaras nuestra relación.

—Te quiero mucho, Yul, y no rechazaría nada que te haga feliz. No, hablo en serio cuando digo que me alegro por ti y que me gusta Elena. A Peter también, y siempre seréis bien recibidas en nuestra casa.

Yulia tomó la mano de Kristina entre las suyas, apretándola con cariño.

—Eres un ángel, un ángel maravilloso—dijo con la voz embargada por el amor que sentía por Kriss. Se quedaron calladas unos momentos, disfrutando del íntimo afecto fraternal que había entre ellas. Yulia percibió un flujo casi tangible que recorría sus dedos entrelazados.

—¿Habéis tenido noticias del acosador? —preguntó Kristina en voz baja, tras vencer su resistencia a sacar el tema.

—No. Elena llamó al detective después de nuestro regreso para que nos pusiera al día, pero no hay novedades. Parece como si se hubiera metido debajo de la tierra. La policía espera que esté asustado, pero reconozco que, por el bien de las dos, no descansaré tranquila mientras ande suelto por ahí.

—Te comprendo. Yo también temo por vosotras, sobre todo después de lo que te hizo. Me parece increíble que aún no lo hayan encontrado.

—El problema es que la policía se encuentra al límite, y supongo que, tal y como están las cosas, el caso es de baja prioridad. No sé. Me molesta que no se haya llegado a ningún lado. Parece como si se hubiera caído en la inercia. Apuesto a que, si me hubiera matado, no habrían ahorrado gastos para encontrarlo, pero un mero ataque no merece una investigación en condiciones —Habló con cierta amargura, que se evaporó rápidamente cuando añadió — Estoy segura de que lo buscan, pero ojalá lo encontrasen y lo encerrasen. Sería estupendo para Elena, sobre todo, no tener que pasarse gran parte de su vida en perpetuo estado de miedo.

Kristina le apretó la mano.

—Lo encontrarán. Ahora, háblame de vuestros trajes. Intuyo que hay una historia divertida detrás y creo que nos vendría bien reírnos.

Yulia acababa de contárselo todo cuando Elena las llamó desde el balcón de la torre, anunciando que la comida estaba lista. Ambas se reunieron con Elena en el salón, riéndose de las relaciones familiares de Villeneuve, capaces de vestir a una mujer de pies a cabeza.

—Creo que habéis tenido mucha suerte al encontrar los vestidos y los sombreros en una excursión a Villeneuve —le dijo Kristina a Elena.

—Sí, no daba crédito a nuestra suerte. Creí que tendríamos que pasarnos semanas de compras. Aun así, la prueba de si hemos tenido éxito se producirá en tu boda. Aunque no creo que te decepcionemos.

—No he pensado ni por un segundo que pudiese ocurrir tal cosa. A propósito, estaréis en la mesa principal con mamá, Leo y su novia Alana, los padres de Peter y su padrino.

—¿Quién es el padrino? ¿Lo conozco? —preguntó Yulia.

—No, no creo. Se trata de un amigo de la infancia de Peter que se llama Richard. Es cirujano en el Guys Hospital. Se parece mucho a Peter en temperamento, así que entiendo que congenien.

—Si Leo va a traer a una novia... ¿la obligará mamá a llevar un sarafán* a juego? —se burló Yulia.

—Ríete si quieres, pero lo sugirió. Por suerte, creo que hicieron oídos sordos.

Comieron cuscús, pan de pita y una variedad de verduras crudas y salsas de acompañamiento regadas con vino rosado de California bien frío. La conversación osciló entre la boda y las vacaciones. Las chicas le enseñaron a Kristina fotografías y le hablaron de la señora Martins.

—Ayer le escribimos una carta para agradecerle nuestra estancia en la casita y ponerla al tanto de las últimas noticias. Hemos prometido enviarle un par de fotografías de la boda, para animarla un poco.

—Eso me recuerda que vamos a poner cámaras desechables en todas las mesas, por si alguien olvida la suya, así que no hay por qué preocuparse. Muchas veces he olvidado la mía y me he maldecido por ello —comentó Kristina.

—Es una gran idea, Kriss. Usaremos una para la señora Martins, pobrecilla.

Cuando Peter acudió a recoger a Kristina a última hora de la tarde, las encontró divinamente. Por la relajada conversación que las tres estaban manteniendo, un extraño habría creído que hacía siglos que se conocían. Iban por la segunda botella de vino y animaron a Peter a tomar una copa antes de que Kristina y él se marcharan.

—¿Cómo te sientes ante la boda? —le preguntó Yulia a Peter cuando éste se sentó.

—Emocionado, lleno de aprensión, extático, nervioso, y a veces todo eso al mismo tiempo —anunció con una sonrisa.

—Espero que la aprensión no sea provocada por mi preciosa hermana — se burló Yulia.

—¡Válgame Dios! No —se apresuró a decir Peter— La aprensión es porque las cosas salgan bien.
Una boda deja una gran huella en la memoria, así que supongo que todo el mundo reza para que la suya salga bien.

—Seguro que saldrá —dijo Yulia, y le dio un beso a Peter en la mejilla para sellar la irrefutabilidad de lo dicho.

—¿Y vosotras dos? —preguntó, dudando ante su atrevimiento y volviéndose tímido de pronto— ¿Tenéis oportunidad de casaros? Me temo que soy muy ignorante al respecto.

—Bueno, supongo que, a menos que estés metido en el mundo del lesbianismo, no lo sabrás —dijo Elena tratando de disimular su evidente incomodidad ante la cuestión. Habló de la proposición de ley del gobierno que debería aprobarse en un futuro próximo.

—¡Eso sería maravilloso! —exclamó Kristina— Sería estupendo que también vosotras pudierais casaros —Al darse cuenta de que seguramente lo harían, añadió — ¿Os casaréis?

Elena y Yulia contestaron a la vez.

—¡Por supuesto! —Y prorrumpieron en risitas. Kristina no tardó en unírseles, aunque Peter se limitó a esbozar una amplia sonrisa.

Más tarde, cuando se iban a marchar, Kristina hizo un aparte con Yulia y con el pretexto de darle un beso de despedida le susurró al oído:

—¡Es divina! Si no te casas con ella, dímelo; me divorciaré de Peter y me casaré yo con ella.

—¡Eres terrible! —exclamó Yulia riéndose y dándole un cachete en el trasero— ¡Peter, lleva a esta chica mala a casa ahora mismo!

Yulia y Elena observaron cómo el coche desaparecía en la carretera. La próxima vez que viesen a Kristina sería como novia. Yulia le dio el brazo a Elena y la apretó contra sí.

—Kriss está muy impresionada contigo.

—Y yo con ella. Es tu hermana, pero, salvo eso, sólo me impresionas tú.

—¡Semántica! —exclamó Yulia haciéndole cosquillas— ¡Llévame dentro y tómame, brujita!

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😯🤤

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Mensaje por Volkatin_420 5/4/2024, 11:52 pm

Te entiendo Kriss porque Lena es un encanto total I love youI love youI love youI love you
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/5/2024, 2:06 am

Capítulo treinta y cinco

El día de la boda amaneció con buenos presagios, pues a las chicas las despertó temprano la luz que inundaba el dormitorio, bañando sus cuerpos entrelazados con olas de implícito calor, deslizándose bajo sus párpados y animándolas a despertarse y a venerar su brillo. Yulia rodeaba a Elena con un brazo, la acercó a sí y le plantó un beso en los labios.

—Hola, cariño — saludó. Siempre se quedaba maravillada ante Elena por las mañanas. Se despertaba fresca como una rosa, con los cabellos enmarcando un rostro que nunca mostraba los estragos de la noche. Yulia deslizó los dedos una y otra vez sobre los sedosos cabellos de Elena, y luego apretó la mejilla contra ellos, respirando el olor familiar del champú de hibisco que suscitaba sus deseos. No pudo evitar buscar los labios de Elena, dándole a su boca de exquisito terciopelo un beso amoroso, largo y elocuente. Elena le devolvió el beso, fundiéndose con la suavidad de los labios llenos de Yulia, y profiriendo un gemido de placer con su boca indefensa.

—Tus labios son la manzana de la tentación —murmuró la ojiverde —, y yo soy tu Eva. Estoy desnuda, pero ante ti no me avergüenzo.

—Entonces, saborea mis labios — pidió Yulia — Todos —añadió con picardía.

Elena respondió acercándose a ella. Con besos ligeros como plumas siguió el pulso acelerado de su garganta, su boca se deslizó sobre el cuerpo de Yulia con la misma impunidad que sus ojos, y sus rojizos mechones acariciaron sus pechos mientras avanzaba hacia su objetivo.

Yulia se retorció debajo de Elena y abrió las piernas en una urgente invitación a la vez que los nervios electrificados se estremecían anticipando el contacto de su amante. Elena mordisqueó los muslos depilados de Yulia antes de deslizarse sin vacilar hacia un lugar que arrancó sonoros y desenfrenados suspiros a la morena. Elena la penetró con sus largos dedos; el cuerpo de Yulia se arqueó y sus caderas se alzaron mientras Elena la penetraba más y su lengua acariciaba y giraba en el interior y por encima de la lasciva apertura de la pelinegra. Elena olió la dulzura y saboreó el néctar de almizcle mientras su lengua se agitaba sin parar, buscando el clítoris hinchado de Yulia y chupándolo al tiempo que sus dedos incrementaban su actividad. Yulia, cubierta por una fina capa de sudor, intentó apretar su cuerpo contra el de Elena, con los dedos clavados en la cama perfumada mientras sus músculos se contraían en torno a los dedos de su amante, agarrotándolos en su interior. Con el inminente orgasmo, Yulia se perdió absolutamente, mientras la lengua y los dedos la empujaban a un límite sensual en el que su único pensamiento era el nombre de Elena y una abrumadora liberación que envolvió su cuerpo en palpitaciones incontroladas. Yulia gritó, con los dedos enredados en los cabellos de Elena, y se apoyó en sus temblorosos muslos, húmedos y resbaladizos por efecto de los flujos de su propio deseo.

—¡Oh, Elena!... ¡Oh, cariño! — susurró entre los labios agotados, con el cuerpo desmadejado y glorioso extendido sobre la arrugada cama.

Elena se acostó a su lado y la besó en la boca. Yulia le devolvió el beso, saboreándose en los labios de Elena y oliendo el inconfundible aroma del éxtasis.

—Has vuelto a este planeta —le susurró la pelirroja al oído con los labios mojados.

—Me siento como una pluma, dando vueltas y vueltas antes de caer al suelo —repuso con voz ronca.

—Será mejor que nos duchemos y nos arreglemos —sugirió Elena— No podemos decirle a Kristina que llegamos tarde en su día especial porque hemos estado haciendo el amor sin parar.

—Probablemente entendería esa excusa. Me parece mal no hacer lo mismo por ti, mi amor.

—Que no te parezca tan mal, cariño; ten por seguro que espero una compensación completa después de la boda, así que procura guardar algo de esa juvenil energía. Vamos, para empezar, puedes enjabonarme la espalda en la ducha —Le tendió la mano, ayudó a Yulia a salir de la cama y la condujo a la ducha.

Consiguieron enjabonarse la una a la otra y lavarse el pelo sin volver a hacer el amor, pues se sentían emocionadas al pensar en el día que tenían por delante. Sería su primera gran aparición pública como amantes y, aunque estaban un poco nerviosas, la ocasión era tan alegre que arrinconaron en el fondo de la mente las reservas y los pensamientos negativos.

Sin embargo, a Elena le pareció que, por cortesía hacia Yulia, debía preguntar lo inevitable:

—Yulia, ¿prefieres que no nos demos la mano ni hagamos ninguna manifestación de afecto romántico en la boda? No quiero que nadie de tu familia se sienta incómodo.

Yulia se quedó callada unos momentos. Elena reparó en un instantáneo destello de ira que teñía sus ojos azules y que desapareció casi tan rápido como había surgido; ante eso, Elena se apresuró a añadir:

—No es que quiera cambiar nuestro comportamiento. Sólo pretendo evitar posibles situaciones embarazosas delante de tu familia y tus amigos.

Yulia comprendió que Elena hablaba movida por buenas razones, no porque se avergonzase de una relación pública con ella, así que sonrió.

—Espero que la eficiente red de mi madre haya extendido la noticia de nuestra relación mientras estábamos fuera. Eso habrá dado tiempo a todo el mundo para asimilarla, así que, en lo tocante a la boda de hoy, la mayoría de ellos habrán entendido la situación de una u otra forma. Hoy nos comportaremos como cualquier otra pareja enamorada. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —afirmó Elena riéndose.

Tras ponerse los trajes, se colocaron ante el gran espejo del dormitorio una al lado de la otra, mirándose con una mezcla de adoración y orgullo.

—Elena, estás impresionante — susurró Yulia — ¿Cómo podría oponerse alguien a que mostrase mi afecto por semejante belleza? ¡Me reñirían si no lo hiciera! —Para subrayar lo que acababa de decir, buscó la mano de la pelirroja y entrelazó los dedos con ella; luego, la alzó y la besó con ternura.

—Tú estás despampanante —afirmó Elena — Estaré orgullosísima de llevarte del brazo, aunque seas joven e impetuosa.

—¡Impetuosa! ¿Moi? —exclamó Yulia con fingido horror — ¡Vaya, supongo que es toda una hazaña: esta doncella de hielo me tiene muy disciplinada!

—Venga, tomemos un bocado y vámonos —sugirió Elena, dándole una palmada en el hermoso trasero.

Como Yulia era la primera persona a la que Kristina había consultado tras aceptar ésta la proposición de matrimonio de Peter, había tenido la ventaja de disponer de más tiempo para pensar en el regalo. Además, conocía bien los gustos de Kristina, y contando con ese conocimiento tomó su decisión. Cuando Kristina se había marchado de casa, sus padres le regalaron un juego de platos de Poole de la colección «clemátide silvestre». A Kristina le encantaba, pero hacía mucho tiempo que Poole había dejado de fabricar aquella serie, y las piezas eran difíciles de encontrar. Yulia se había pasado meses mirando en las páginas de subastas de Internet, haciendo búsquedas y consultando a un servicio de repuestos. Y su tenacidad había obtenido frutos, pues había conseguido encontrar varios platos de mesa, un par de platos de acompañamiento y una salsera. Habían sido caros, pero sabía que a Kriss le encantarían y que sería un regalo irrepetible. Como Yulia y Elena querían regalar algo juntas, Elena había comprado una mantelería egipcia bordada de algodón verde, el color de las clemátides de los platos. Estaban seguras de que a Kristina le gustaría y de que a Peter acabaría gustándole al ver el entusiasmo de Kristina.

Metieron los regalos en la parte de atrás del Land Cruiser y se dirigieron a Middleton Hall, donde iba a celebrarse la ceremonia en la capilla abovedada de la casa solariega.

—¿Sabes cuánta gente va a asistir? — preguntó Elena mientras conducía por los caminos rurales, sin prestar atención al coche rojo de cinco puertas que había salido de un área de descanso y las seguía a discreta distancia.

—Kriss comentó que a la capilla irían unas cuarenta personas y a la recepción unas ciento cincuenta. La recepción no es en la casa, sino en una carpa con todos los servicios. Por lo visto, los jardines son muy bonitos y los invitados pueden recorrerlos a su gusto.

—Suena estupendo. Me estoy emocionando al pensarlo. ¿Dónde están tu madre y tu hermano Leo?

—Krisa me ha contado que Leo llegó hace dos días y que su novia y él se alojan en casa de unos amigos en Chelsea. Mi madre dispone de la habitación de invitados de la casa de Peter en Highgate, y Kristina decidió que era más cómodo pasar la noche en Middleton Hall. Una especie de intercambio.

—Entonces, ¿Kristina no ha hecho despedida de soltera?

—Fue a comer con algunas amigas del trabajo, pero no es del estilo despedida de soltera. Prefiere una comida agradable con buenas amigas.

—No se lo reprocho —comentó Elena— Siempre he creído que es una lástima que la gente se emborrache y no disfrute de lo que debe ser uno de los días más bonitos de su vida por culpa de una horrible resaca. Cuando nos casemos, quiero recordar cada segundo.

—Tú lo has dicho, cuando nos casemos. Me hormiguean las entrañas al pensarlo. Nosotras haremos la despedida de soltera al mismo tiempo, así que tendremos que ponernos de acuerdo para vigilarnos la una a la otra.

—Pensaba vigilarte de todas formas —bromeó Elena—, pues soy una vieja romántica.

—¿Qué es eso de vieja? ¡Lo dices como si fueras a poner adornos nupciales alrededor de las muletas!

—Con las olimpíadas sexuales a las que me sometes, seguramente cuando llegue el momento me hará falta una silla de ruedas —se rió la ojiverde.

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Mensaje por Veroska 5/5/2024, 2:47 am

Es genial que Kristina acepte a Elena y por ente, adora el hecho que sea novia de su hermana... Si cualquiera ve la química de ambas, también las querría....
Me dió risa con eso de que la va dejar en silla de ruedas por las olimpiadas sexuales jajaja yo creo que está tratando de ponerse al día del tiempo perdido 😁
Gracias por ambos capitulos, estuvieron geniales, nos vemos 😉
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Mensaje por Corderito_Agron 5/5/2024, 3:28 pm

Ay nu! Alguien más si se fijó que las están siguiendo, neta?? 😰😰😰
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Mensaje por LeaAgronsky 5/5/2024, 5:31 pm

Corderito_Agron escribió:Ay nu! Alguien más si se fijó que las están siguiendo, neta?? 😰😰😰

También leí esa parte y la neta es qie tengo demasiada ansiedad 😰😰
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Mensaje por soy_yulia_volkova 5/5/2024, 5:35 pm

Lo que me encanta de esta historia es que ambas lleban poko tiempo conociéndose y su relación es como la de dos personas que llevan toda una vida amándose 😍 es lindo este fics en verdad
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Mensaje por Ice-Man 5/5/2024, 10:33 pm

Hojala que el asesino no le aga nada a las chica en la boda de la hermana de yulia y lena
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Mensaje por LenaVolkova66 5/6/2024, 12:55 am

Olimpiadas sexuales ... (Suspira hondo) no me.oasa 😪😮💨
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Mensaje por Fati20 5/6/2024, 7:13 am

Hay nooooo como qué más estan siguiendo 😱😱😱😱 el demente ese va arruinar la boda las va a secuestrar antes de que lleguen 😔😔😔 espero que estén bien. Se han confiado mucho y es peligroso. Saludos cariño mio 😘😘😘
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Mensaje por RAINBOW.XANDER 5/7/2024, 2:14 am

Capítulo treinta y seis


Middleton Hall era una impresionante mansión isabelina adornada con ladrillo en espina de pez y encantadoras chimeneas cilíndricas. Una avenida las condujo, entre adoquines que rodeaban a un solitario cedro del Líbano, hasta la fachada de la prodigiosa casa. Una señal de aparcamiento indicaba un camino situado más allá de la casa, detrás de un bosquecillo; el aparcamiento quedaba así escondido del resto de la propiedad.

Se asomaron y siguieron otro letrero que ponía «Boda y recepción del señor y la señora de P. Adamson»; Yulia cogió los bolsos de mano mientras que Elena se hacía cargo de los regalos. El camino bordeaba un bosquecillo y conducía a una amplia extensión de césped, con la casa a la derecha y una gran carpa a la izquierda. Vieron a la madre de Yulia en la entrada de la carpa y se dirigieron hacia ella. Estaba hablando con un camarero pero, cuando las vio, finalizó la conversación y se encaminó hacia las chicas.

—¡Caramba! Kristina y Peter tendrán que emplearse a fondo para que no les robéis el espectáculo. Estáis las dos preciosas. Me alegro de veros tan bien. — Las abrazó y les dio sendos besos en las mejillas.

—Tú también estás hecha una belleza, mamá — dijo Yulia con orgullo. Su madre llevaba muy bien la edad y aún conservaba sus bonitos cabellos azabache.

—¡Qué cosas dices! — exclamó su madre, claramente halagada, aunque fingiéndose sorprendida.

—No, en serio, está muy atractiva con ese vestido —declaró Elena.

—Benditas seáis — bromeó Larissa — Queréis animar a una pobre anciana. Acompañadme a la capilla. Leo y su novia están allí y tienen muchas ganas de conocer a Elena. Tenéis que contarme cosas de vuestras vacaciones pero, antes de nada, ¿queréis dejar vuestro regalo en la carpa junto a los otros?

—Sí, por favor —pidió Elena— Creo que me han crecido los brazos dos palmos.

Uno de los camareros, al ver que Elena se dirigía a la carpa, se acercó a ella, cogió el regalo y lo depositó en una larga mesa situada a la entrada, donde estaban los otros regalos, todos con espléndidos envoltorios. Elena miró a su alrededor y vio quince mesas redondas, cada una de ellas con capacidad para doce personas. Había adornos florales en las mesas, en blanco y verde, y servilleteros de plata con servilletas rosa salmón. Era muy bonito.

—¿Qué te parece? —preguntó la señora Volkova.

—Estaría en la gloria si fuera mi boda —respondió Elena. La señora Volkova le dio una palmadita en la mano.

—Lo tomo como algo positivo —dijo riéndose.

Cuando se acercaron a la capilla, vieron un grupo de gente junto a la puerta, esperando sin duda a que la madre de la novia los invitase a entrar. Cuando Leo las vio, dijo algo a la mujer que estaba con él y ambos se dirigieron hacia ellas.

—Hola, Leo — saludó Yulia, y abrazó a su hermano —, y tú debes de ser Alana. Yo soy Yulia y ésta es mi pareja, Elena. Me alegro de conocer a alguien capaz de desafiar el terrible gusto de mi hermano para vestir. Aunque, debes de haber ganado, porque lo encuentro irresistible.

—Confieso que ha sido una dura batalla —dijo Alana riéndose—, pero no sé si podré decir aún que he ganado.

Alana era bajita y un poco regordeta, pero con una bonita cara, franca y aniñada. Su pelo largo y castaño caía sobre el pecho generoso. Yulia comprendió por qué había atraído a Leo: tenía aspecto vulnerable, y a Leo le gustaba llevar la voz cantante siempre. No era partidario de las mujeres independientes y liberadas. Yulia se preguntó si su actitud no sería consecuencia de criarse con dos hermanas como Kristina y ella.

—Encantado de conocerte, Elena — dijo dándole la mano educadamente a la pelirroja, quien reparó en la mal disimulada valoración de su cuerpo por parte de Leo. «Seguramente lamenta que un cuerpo así se malgaste con otra mujer», pensó Elena.

—Y yo de conocerte a ti — respondió Elena automáticamente, aunque le sorprendió lo diferente que era Leo a las mujeres de su familia. Yulia, Kristina y su madre rebosaban sinceridad, pero en él había una soterrada agresión que a Elena le pareció desagradable.

No sabía si Leo la catalogaba según catalogaba a los hombres, es decir, los que eran como él y los que no. Por desgracia, con su pelo rubio desteñido, buen aspecto y actitud casi arrogante, se parecía demasiado a Charlie, y Elena se encontraba muy incómoda en su presencia. Afortunadamente, él vivía en el extranjero y no tenía costumbre de visitar Inglaterra a menudo. Así, tras el intercambio de las cortesías de rigor, Elena se alegró de que Yulia fuese a saludar a Peter, a su padrino Richard, y a los padres de Peter.

—¡Vaya! —bromeó Peter— Kristina tendrá que ponerse algo especial para superaros. Estáis fantásticas.

—Lo mejor para mi hermana y su futuro marido —repuso Yulia— ¿Cómo te sientes?

—Si digo que un poco nervioso me quedo corto —respondió con una sonrisa tensa.

—No te preocupes, Peter. Ella estará soberbia, y cuando la veas olvidarás esos nervios —aseguró Elena, dándole un apretón en el brazo.

—Sí, ¿cómo no ibas a sentirte cómodo bajo el hechizo de las chicas Volkov? —se burló Yulia.

—No se diga más —bromearon Elena y Peter entre carcajadas.

—Gracias, chicas. Sois un tónico. ¿Voy a preocuparme cuando las dos chicas más hermosas que hay aquí están hablando conmigo y mi celosa mujer está a punto de aparecer? Seré un buen anfitrión; os presento a Richard, mi padrino.

Las dos chicas se fijaron en Richard, un hombre serio que a menudo hacía gracia sin querer. Tenía una de esas encantadoras caras infantiles que seguramente inducía a las enfermeras a querer protegerlo. Pero era muy educado y su conversación resultaba interesante, pues había viajado mucho por motivos de trabajo. Evidentemente conocía su relación, al igual que los padres de Peter, y su trato con las chicas fue en todo momento de amabilidad y respeto.

—Tenéis que convencer a este hijo mío para que os lleve a vernos alguna vez; no vivimos lejos y nos gusta la compañía. Vosotras dos, preciosidades, llenareis de vida nuestra casa —dijo la madre de Peter.

—Nos encantará ir con Peter y con Kristina —aseguró Elena—, y no creo, después de oír cómo conversan Peter y ustedes, que a su casa le falte vida... Hay mucho amor familiar entre ustedes.

—¡Oh! Tenéis que venir y pronto — pidió el padre de Peter, aplaudiendo, entusiasmado, ante las palabras de Elena.

En ese momento apareció uno de los empleados de la finca y le dijo algo al oído a Peter. Cuando el hombre se fue, Peter se reunió de nuevo con ellos.

—Parece que mi futura esposa se ha apiadado o teme perderse nuestros cotilleos, pues ha decidido no hacernos esperar más. Entrad en la capilla, por favor, y los demás os seguirán.

Yulia le dio el brazo a Elena y entraron en la capilla detrás de los padres de Peter. El interior era precioso... A Yulia le parecía dulce, pero no creía que los demás entendieran su forma de verlo. Se trataba de una capilla pequeña, con capacidad para cuarenta y cinco o cincuenta personas sentadas, pero daba la impresión de ser más grande a causa de la luz. Las paredes estaban pintadas de blanco y había altas ventanas. Aunque las ventanas tenían vidrieras, no eran muy recargadas, lo cual permitía el paso de la luz, que proyectaba rayos de ángulos oblicuos sobre el pasillo. Yulia no era religiosa, pero la sobrecogió el escenario, como si la naturaleza hubiese creado aquellos arcos de luz bajo los que se deslizaría Kristina al pasar junto a la pila bautismal.

—Esto es místico —afirmó Elena en voz baja— ¡Casi espero ver a un unicornio en medio de la nave!

—Sí, y duendecillos y haditas asomándose sobre los respaldos de la sillería del coro —repuso Yulia con una risa sofocada.

Un empleado les preguntó sus nombres y las guió hasta los bancos delanteros, donde se acomodaron también Alana y la señora Volkova. En el lugar de su padre estaba Leo, que debía entregar a la novia. Los bancos de atrás se llenaron rápidamente con familiares y amigos. Yulia saludó con la mano a algunos de ellos e informó a Elena de quiénes eran. «No hay nada como una buena boda para sentirse romántica», pensó, tomando la mano de Elena entre las suyas. Elena debía de estar pensando algo muy parecido porque le dedicó a Yulia una de aquellas sonrisas que le derretían el corazón. Perdida en su amor, no reparó en que la capilla vibraba ante el solo de trompeta que anunciaba la entrada de Kristina. Durante unos breves momentos, sofocó la música el ruido de la gente al levantarse y volverse para mirar a la novia, acompañada por Leo. Cuando Yulia la vio, se quedó sin aliento. Sabía que su hermana era una mujer muy atractiva, pero nunca la había visto tan hermosa como con su vestido de novia.

Yulia creyó que se le paraba el corazón de lo orgullosa que se sentía. Al llegar ante su banco, Kristina miró a su hermana y le guiñó un ojo. Yulia, a su vez, le lanzó un beso.

—Está absolutamente increíble — susurró Elena al oído de Yulia.

—Sí, pero espero que no demasiado. ¡Recuerda que amas profundamente a esta otra Volkova! —dijo Yulia.

—¡Cómo podría olvidarlo! —repuso Elena poniendo los ojos en blanco.

El vestido se basaba en un sencillo pero elegante diseño medieval celta. La tela era un precioso crepé de china de pura seda; y un bordado de dibujos celtas en hilo de oro adornaba el cuello cuadrado y bajo, los remates de las mangas acampanadas y el cinturón. El vestido se ataba a la espalda con una cinta dorada. El cinturón, que caía por delante, descansaba sobre las caderas de Kristina. Parecía como si hubiera salido de las páginas de Camelot; la luz que se reflejaba en la capilla producía un efecto mágico. Detrás de ella caminaban cuatro jóvenes damas de honor, luciendo los tonos rosas y blancos de los aromáticos guisantes de olor en un diseño parecido al de Kristina, pero más sencillo. A Elena le parecía una coreografía perfecta. Al fin y al cabo, había crecido entre los libros de las hadas de las flores y aquella escena habría tenido perfecta cabida entre sus páginas.

—¿Te habló Kristina del vestido? —le preguntó Elena a Yulia en un susurro.

—No. Quería que fuera una sorpresa y, a decir verdad, yo también quería una sorpresa. Me alegro. En este lugar el efecto es encantador.

La ceremonia no duró mucho; como Yulia estaba disfrutando y prestaba atención a cada detalle, se le hizo muy breve. Al poco tiempo todo el mundo salía al crudo sol del mediodía entre los sones de la Tocata de Bach. Cuando salieron de la capilla, Kristina, que saludaba a la gente en la puerta, se lanzó virtualmente a sus brazos. Segundos después, las tres intentaban, entre lágrimas, hablar al mismo tiempo.

—¿Qué os parecen las damas de honor?

—¡Kriss, estás magnífica!

—La ceremonia ha sido mística.

—¿Dónde encontraste este exquisito vestido?

Y siguieron hablando hasta que el fotógrafo se llevó a Kristina para hacer las fotografías oficiales.

—No os alejéis —gritó Kristina— Quiero que salgáis las dos en las fotografías de familia.

Elena se había preocupado un poco al pensar en las fotografías, pues se reservaban a la familia inmediata, pero su preocupación había sido en vano. Cuando le dijo a Yulia que se uniera al grupo, tanto Kristina como Peter le hicieron señas para que participara. Kristina la agarró por la mano y la puso al lado de Yulia, diciendo:

—Ahora formas parte de nuestra familia, Elena.

A Elena le pareció uno de los momentos más intensos de su vida. La familia de Yulia la había aceptado sin reservas, demostrándole más amor y afecto en el poco tiempo que hacía que la conocían del que había recibido de sus padres. Mientras les hacían las fotos, casi no pudo contener las lágrimas al darse cuenta. En cuanto los fotógrafos acabaron su trabajo, Yulia y Elena tomaron unas cuantas instantáneas antes de que Kristina se acercase corriendo a ellas, empujada por una ola de adrenalina.

—Ya veo que tendré que ir a Villeneuve si quiero un traje especial. ¡Vosotras dos me habéis dejado quedar mal!

—Tonterías —dijo Yulia riéndose— Además, ninguna de las hermanas, primas o tías de Villeneuve tenía una escayola de diseño a juego para mi brazo, así que yo descartaría el tema.

—No me extraña que ninguna revista del corazón quisiese pagar la exclusiva. ¡Todo por culpa de mi querida hermana y sus moldes de escayola!

La señora Volkova y Peter se unieron a ellas en ese momento y captaron las últimas palabras.

—¿Cómo está tu brazo, cariño? —le preguntó a Yulia su madre.

—Curándose, gracias. Por suerte, pronto me quitarán la escayola, pero tendré que renunciar a nadar durante una temporada y también al trabajo de casa —dijo sonriéndole a Elena.

—Eso es lo que ella cree —repuso Elena— En cuanto le quiten la escayola, la haré limpiar y fregar hasta que se le pongan rojas las rodillas y los codos.

Con fingido horror, Yulia se escondió tras la espalda de su madre, mirando a Elena de refilón.

—¡Socorro, mamá! Sálvame de esta tirana malvada. Me tiene encerrada en la torre y ahora me amenaza con una horrible tortura: la limpieza.

—¡No me des la lata! —exclamó la señora Volkova entre risas, abrazando a su hija.

🔜🔜🔜🔜🔜🔜

Capítulo treinta y siete

Los grupos se dirigieron tímidamente a la carpa, mezclándose con los nuevos que llegaban a la recepción. Los camareros entraban y salían de las islas de gente con vinos espumosos fríos y zumo de naranja, esquivando a los niños, que se habían mantenido presentables diez minutos antes de que los faldones de las camisas colgaran de cualquier manera y se mancharan de hierba tras juguetear en los generosos jardines. Elena vio a las damas de honor: las pequeñas y delicadas hadas de los guisantes de olor se habían transformado en jóvenes ajetreadas y sudorosas que tropezaban con las largas faldas. Pero habían obedecido a las amenazas y advertencias de sus padres, así que en aquel momento tenían derecho a disfrutar como más les gustase.

«Hacen bien —pensó Elena— Que las chicas se diviertan. Al fin y al cabo son chicas.» Y los colores: azules pastel veraniegos y aguamarinas, elegantes limones y apetecibles naranjas, serenos tonos guinda y rojos atrevidos, todos componían un espléndido cóctel que se agitaba y se fundía a medida que los grupos se mezclaban, con toques de tartán aquí y allá.

—Ésta es la mejor boda de todas las que he visto —le dijo a Yulia cuando caminaban sobre el césped, con los dedos entrelazados.

—Supongo que no deberíamos tentar al destino, pero hasta el momento está resultando brillante —admitió Yulia.

—Tu familia es muy amable. Me cae muy bien Kristina. Es una de las personas más realistas y simpáticas que conozco.

—Conociendo a Kriss como la conozco, puedo decir que tú también le caes bien a ella. Y yo te quiero tanto que eso te vuelve encantadora y adorable.

La mayoría de los invitados se congregaron en torno a la entrada de la carpa, Yulia y Elena se quedaron atrás. Hacía demasiado calor para renunciar al espacio y a la esperanza de una brisa fugaz. Al poco rato, vieron que Leo y Alana se apartaban de la multitud y se dirigían hacia ellas.

—¡Y yo que pensaba que hacía mucho calor en Rusia! — se quejó Leo, secándose la frente con un pañuelo empapado y mirando al sol como si quisiera acusarlo de una radiación excesiva.

—Supongo que allá no te pones tus extraños conjuntos de ropa —comentó Yulia— A menos que quieras establecer una nueva moda. Creo recordar que pasas casi todo el tiempo en shorts, calcetines y botas de desierto.

—He conseguido que se ponga camisas de algodón, aunque no sin protestas —intervino Alana.

—¡Bien por ti, Alana! ¿Qué tal llevas lo del discurso, Leo? — preguntó Yulia. Se sentía un poco culpable por preguntárselo cuando sabía perfectamente que su hermano aborrecía hablar en público, pero era su dulce venganza al ver que Leo se estaba colocando en el mejor ángulo para contemplar el escote de Elena. Consiguió el efecto deseado, pues la cara de su hermano adoptó enseguida una expresión de preocupación y su mano se sumergió en la escarcela para comprobar por enésima vez si las notas del discurso estaban allí.

—Cuando mamá me pidió que lo hiciera, me pareció una buena idea, pero ahora tengo mis reservas —Como si quisiera subrayar las reservas, lanzó una significativa mirada a los abultados grupos de invitados.

—No te preocupes, Leo, será más rápido de lo que piensas. Procura no correr mucho para que no nos perdamos tus chistes.

Yulia no sabía si su hermano iba a contar chistes, pero había expresado sus sentimientos. Kristina se disgustó cuando supo que su madre se había adelantado y le había pedido a Leo que hiciese el discurso, pues ella quería que se encargase Yulia. La propia Yulia se había sentido herida, no tanto por el hecho de que fuese Leo, sino porque ella era la persona más próxima a Kristina. Su madre lo sabía y habría sido algo lógico. Sin embargo, la mayoría de las madres suelen tener una afinidad especial con sus hijos, un leve complejo de Clitemnestra dirían los psicólogos, y así, a Leo le había convencido su madre, aunque no estaba muy entusiasmado.

—¿Cuánto tiempo os vais a quedar en Inglaterra después de la boda? —dijo Elena, incluyendo de manera intencionada a Alana en la pregunta, pues se había fijado en que Leo no le prestaba atención.

—Sólo un día —saltó Leo— Tengo que regresar lo antes posible. El trabajo me llama. ¡Los malvados no descansan! —Sonrió como si hubiera dicho algo original y divertido.

—¿Y tú qué, Alana? —preguntó Elena sin titubear.

—Regresaré con Leo. Quería ver a algunos amigos de aquí, pero no va a poder ser. Por desgracia, Leo tiene que volver porque esperan a un gran número de turistas alemanes la semana que viene —No hablaba con el corazón, y Elena lo sintió por ella, pero era joven y, por la poca atención que le prestaba Leo, parecía fuera de aquella relación. Seguramente se recuperaría y aprendería del episodio, siempre que su autoestima se mantuviese intacta.

Por suerte, Yulia y Elena se ahorraron más momentos embarazosos, pues los invitados estaban entrando en la carpa. A los lados de la entrada habían colocado un gran plano con el lugar que correspondía a cada persona; con esa información y la ayuda de los empleados, los invitados enseguida encontraron sus sitios en las mesas numeradas. Elena y Yulia se sentaban frente a Peter y Kristina. La señora Katina estaba a la izquierda de Kristina, seguida por Leo y Alana. A la derecha de Peter se encontraban su madre, su padre y Richard. Elena se alegró mucho de no estar al lado de Leo, aunque sintió leves oleadas de culpabilidad por no admitirlo cuando el resto de la familia de Yulia la había acogido a ella. Nada más sentarse, un verdadero ejército de camareros y camareras salió de la zona de la cocina con el primer plato a base de manzanas gala en rodajas y melones dulces y de agua.

—¡Oh! Por cierto cariño, espero que no te importe, pero te he apuntado al menú vegetariano conmigo. No había muchos entre los invitados y me pareció que necesitaba apoyo, ¿quién mejor que tú para ofrecerse voluntaria? —Yulia añadió — Desde que me conoces, creo que casi te has hecho vegetariana. ¿Te molesta? Iba a preguntarte, pero se me olvidó.

—Empieza a tomarse libertades conmigo, señorita Katina. ¡Caramba! Esto se sumará a la deuda que ha contraído esta mañana.

—Si sigues así, acabaré viéndote con un corsé y botas altas, blandiendo un látigo mientras yo me arrodillo, vulnerable, ante ti.

—¡Vaya imaginación! No obstante, me quedaré con tu fantasía por si un día nos hace falta. ¡Y no vuelvas a rebuscar en mis bolsas de la compra!

La comida se desarrolló apaciblemente, y Elena y Yulia tuvieron ocasión de comprobar que Richard era tan ingenioso como inteligente. En la mesa todo el mundo estaba contento, salvo Leo, cada vez más nervioso a medida que se acercaba el momento del discurso. A Yulia, de buen talante, le daba pena y lo estaba animando cuando su madre soltó una pequeña bomba.

—¡Oh, Leo! ¡Los regalos de las damas de honor! Los he dejado en la habitación de Kristina —se lamentó, desconcertada por haberse olvidado de algo.

—No te preocupes, mamá, se los puedes dar a las chicas después — aseguró Yulia.

—No, quiero dárselos cuando Leo acabe el discurso y les dé las gracias — precisó— Voy a buscarlos.

—No puedes irte ahora, mamá — repuso Yulia, incrédula — Los discursos van a empezar de un momento a otro. No debes perdértelos.

—No hay más remedio —dijo su madre con decisión. Yulia echaba humo. ¿Cómo se le ocurría a su madre perderse los discursos por unos regalitos que podían esperar? Por desgracia, era muy obstinada y resultaba imposible hacerla cambiar de idea.

—¿Qué sucede, amor mío? — preguntó Elena, que estaba charlando con Richard y reparó en que Yulia parecía disgustada. Yulia le contó a Elena lo que ocurría y ésta se levantó inmediatamente.

—¿Vas al cuarto de baño? —quiso saber Yulia.

—No. Tu madre y tú debéis estar aquí durante los discursos. Sois de la familia. Si tiene tanto empeño en los regalos, que me diga dónde están e iré a buscarlos. —Le dio un apretón en la mano a Yulia.

—¡Oh, Elena! Eres una joya. Iría yo, pero sé que Kristina se enfadaría y, además, me parece un asunto trivial en un momento tan importante. Espero que no te importe.

—No te preocupes. Lo comprendo. A ver si regreso antes de que los discursos terminen —Se acercó a la señora Katina para coger la llave de la habitación de Kristina, en la mansión, y salió discretamente de la carpa. Yulia vio cómo se marchaba, fulminando en silencio a su madre, mientras en su mente bullían miles de preguntas, la fundamental ¿por qué no había querido esperar? Por culpa de su obstinación, alguien tenía que perderse aquellos importantes momentos, y le había tocado a Elena. Yulia estaba enfadada, así que se le estropeó la diversión.

🔜

Y bien... Solo quedan dos capítulos para que finalice la historia... 😞😞
Nos leemos pronto!!
RAINBOW.XANDER
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Mensaje por soy_yulia_volkova 5/7/2024, 5:32 am

Ok va a terminar y eso me pone triste pero aún el susto no a pasado Crying or Very sad
soy_yulia_volkova
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MI ESTRATEGIA PARA AMARTE  - Página 7 Empty Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE

Mensaje por LeaAgronsky 5/7/2024, 5:35 am

Guapas y enamoradas 😍😍😍 e gustaría que se casen pronto porque son re tiernas
LeaAgronsky
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MI ESTRATEGIA PARA AMARTE  - Página 7 Empty Re: MI ESTRATEGIA PARA AMARTE

Mensaje por LenaVolkova66 5/7/2024, 3:55 pm

me encantan que sean así... Aunque un tanto empalagosas pero se siente el amor verdadero
LenaVolkova66
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