Cap. XIV: "Protección"
Elena perdió su mano dentro de un costal y la elevó hasta mostrar los granos de trigo caer entre sus dedos. Era un hecho, esa sería la capa que envolvería todo su plan y allí estaba ahora, conociéndola y comenzando a estudiarla.
Detrás de ella, un pequeño campo con dos silos ocupaban el lugar ya creado por Jason y comenzado a trabajar. Estaban a casi unos 200 km de Anapa pero era el sitio más cercano a cultivar; y ella no quería arriesgarse a que los demás desconfiaran.
Había ideado el plan de manera efímera y ahora lo veía todo con más claridad. Desde su primer trabajo que Iván le dio aprendió una rápida lección: "solo te necesitas a ti misma, o un equipo, y un pequeño emprendimiento que crecerá por si solo con el pasar de los días".
Apretó los últimos granos y llevó uno a su boca. Lo mordió y sonrió luego de arrojarlo al piso.
- Necesito que esto llegue a Nikita Makarov - le dijo a Jason palmeando su pecho y caminando hacia otro costal. Tomó otra pequeña cantidad y repitió el acto, solo que esta vez lo tragó sin problemas - Y este llegará por cuenta de Yulia.
- Visitaré Anapa la semana entrante. Le llevaré el producto y armaré el resto antes de esa llegada. Lo que probaste del segundo costal, no lo hacemos aquí.
- Habla con Iván sobre esos gastos - dijo Elena, colocándose sus lentes de sol antes de estirar su brazo hacia él - Envíame un mensaje para saber con exactitud que día estarás por allí. Debo organizar otra reunión para hablarle de mi negocio antes a Makarov.
- Por supuesto, Elena, como siempre- le sonrió Jason, estrechando sus manos y viéndola partir luego.
La pelirroja se montó en su Cadillac y dio dos bocinazos antes de acelerar y alejarse de allí con velocidad. Ahora Yulia debía hacer su parte y otra capa iba a ir desapareciendo.
Yulia.
Sonrió y agitó la cabeza al aferrarse más al volante. Debía admitir que Iván tenía razón con aquella afirmación de que le gustaría este trabajo, por mucho que ella se haya negado al principio.
No se comparaban aquellas noches solas, en una cama grande, cuando evitaba socializar con una compañera de trabajo, a las noches abrazadas a Yulia ahora. Porque siempre se acostaban dándose la espalda pero ella misma terminaba girando y abrazando a la morena por la cadera. Y a Yulia parecía no molestarle, porque se arrastraba hacia atrás y sus cuerpos se fundían casi en uno solo.
Solo con Nadezhda había compartido un momento así. Pero Nadezhda había sido la persona más importante para ella luego de Iván y sus dos mejores amigas. Su relación duró lo que ninguna otra en su vida.
Se conocieron una noche en un bar, la llevó a su departamento tres horas después y desde allí fueron inseparables. La conocía cómo le gustaba y nadie descifraba mejor sus gestos que Nadezhda ante los demás. Había sido feliz desde sus 24 años hasta sus 27 y por esa misma felicidad, estropeada luego, ya no quería otra persona a su lado.
A causa de uno de sus trabajos, estuvo casi 5 meses en Europa, rondando las empresas de un magnate conocido. Su vuelo de regreso describía un horario pero ella se adelantó, intentando sorprenderla porque la había extrañado y estaba segura que no había experimentado ese sentimiento antes jamás.
Pero subió las escaleras del departamento que compartían y se sorprendió al verla dormida, desnuda bajo unas sábanas distintas que compartían y aún más al oír la ducha de la habitación. Dmitry abrió la puerta y aferrada a su cadera estaba la toalla de Nadezhda. Él era su compañero de empresa, dos oficinas atrás de la de ella y se conocían lo suficiente.
Ni siquiera despertó a Nadezhda ni le gritó que se largara. Simplemente regresó por las escaleras y volvió a tomar su valija; alejándose nuevamente en su auto.
Tal vez por esa única experiencia carecía del significado de amor. Tal vez si hubiese tenido otras parejas, sabría definir por qué su cuerpo reaccionaba así con Yulia cerca. O su piel; porque una vez los vellos de sus brazos se erizaron cuando Yulia clavó allí sus uñas. Aquella vez que tuvieron relaciones dentro de su auto.
Se había olvidado de Nadezhda ya. Pero le había resultado difícil, unas noches de borrachera y demasiadas lágrimas cuando se acordaba de ella o la llamaba de imprevisto. Y estaba segura que no quería pasar por eso otra vez.
Pero Yulia estaba comenzando a gustarle y si no lo detenía, podía llegar a terminar realmente en la misma situación. Y no tenía sentido que obviara esa opción; porque aún le quedaban meses por compartir con ella, una cama y muchas noches envueltas bajo la misma sábana.
Y Yulia era hermosa, había algo en su forma de ser que la hacia encantadora y estaba comenzando a pensar en ella cuando no compartían espacio. Como cuando manejaba, regresando a la casa que compartían y debía morder sus labios al pensar en los de la morena.
Aprovechando el semáforo en rojo metros más adelante, acomodó su manos libres y buscó entre los contactos de su celular.
- Mierda, genial - susurró, arrojándolo al asiento del acompañante al notar que aún no tenía agendado el número de Yulia. Movió la palanca de cambios y apretó aún más el acelerador, tenía una hora de viaje más pero quería llegar cuanto antes.
***
Así que allí estaban. Los había buscado toda la siesta para que la ayudaran en distintas tareas de la casa y ahora daba con ambos en el lavadero, tras un canasto lleno de ropa que ninguno de los cuatro usaba.
- ¿Qué hacen aquí? - les preguntó con sus manos en la cadera y sorprendiéndolos - Los estuve llamando desde que terminó su almuerzo, necesito que me ayuden a podar el césped.
- ¿Cómo nos encontraste? - inquirió Samir entre dientes, poniéndose de pie para sacudir sus pantalones.
- ¿Será porque dejaste un camino de migas con tu sándwich?...En todo caso, la pregunta es por qué debía encontrarlos - insistió Yulia, estirando su brazo y ayudando a Viktoria a dejar el piso - ¿Qué hacen aquí? Este lugar es frío.
- No lo es - murmuró Samir- es agradable y a Mumu le gusta estar aquí.
- Hablando de él, tienen que llevarlo a pasear. A Elena no le agrada que su olor esté todo el… ¿qué sucede? - se interrumpió la morena al notar la mirada de los niños entre ellos y el suspiro de Samir - ¿Samir?
- Nada - susurró él.
- A ver, no hago esto normalmente pero qué pasa con Elena. Hoy en el desayuno también la han evitado ¿Qué sucede?
- Es una molestia- soltó Viktoria y Yulia alzó las cejas al instante. Si, Elena tenía sus días en que no dejaba de nombrar la palabra trabajo ni cuando dormía pero de allí a una molestia, había un gran paso. Ni ella la había visto de esa manera apenas comenzaron a convivir.
- ¿De qué hablas Viktoria? No puedes decir eso. Ella es…
- Linda y debe besar bien. Si ¡pero para ti!- exclamó la niña abriendo sus brazos y ella se aclaró la garganta, retrocediendo un paso - pero es molesta, Yulia. Nunca otros adultos nos habían tratado así. Es insoportable.
- Y malhumorada - agregó Samir.
- Y nos obliga a madrugar ¡solo ella debería hacerlo!
- Y no le gustan los animales. Tampoco le agradamos nosotros.
- Es una quejica y gruñona - siguió Viktoria.
- Muy gruñona y molesta ¿ya dijimos que es molesta?
- Bueno ya, ya. Les entendí- los cortó Yulia, sorprendida por el hecho de que ellos tuvieran todas esas definiciones de la ojiverde. Si, era todo eso pero ella la entendía. A Elena no le agradaban los niños. Ninguno en especial y eso se separaba del hecho de convivir ahora con Samir y Viktoria. Pero Elena le gustaba y le gustaba aún más cuando la abrazaba de noche al dormir y pasaba su labio inferior por todo su hombro. Entonces no podía quejarse con ella pero comprendía también a los niños. Llevó una mano a su rostro y rascó su frente, intentando hilar bien las dos ideas - Pero por mucho que a Elena no le gusten los animales, les permitió quedarse con Mumu.
- Esa fuiste tú - le recordó Samir.
- Pero tuve que convencerla luego, prácticamente su jefe paga esta casa y por lo tanto debemos respetar algunas normas. Y ustedes si le agradan.
- No mientas - susurró Viktoria.
- ¡No miento! Ella es así niños, algo distante, quizás pero…creí que ya habíamos tenido esta conversación. Ustedes son importantes para ella.
- No es cierto - murmuró Samir, pasando a su lado con Viktoria detrás- somos importantes solo para su plan.
Yulia giró a verlos y se quedó con otras palabras para decir. A ella le agradaba compartir tiempo con Samir y Viktoria, a Elena no podían serle indiferente tampoco. O eso deseaba.
Mumu paso bajó sus piernas y corrió tras los niños entre ladridos que consideró tiernos por su edad. Era un cachorro color gris y con kilos de más, según ella, por la comida que entre ambos le daban.
Y todo eso se sentía bien de acuerdo a su visión. Era un ambiente familiar más allá del contrato y no quería que se arruinara o que los niños no se sintieran incluidos. Apagó la luz del cuarto y siguió los pasos de ambos.
***
- ¿Así que eso piensan de mi? - le preguntó Elena, apenas dobló el pasillo y recostada contra la pared. Yulia se detuvo frente a ella y se cruzó de brazos, intentando ignorar lo hermosa que se veía con su pantalón de trabajo y con su camisa desprendida los dos botones antes del cuello. Intentando ignorarla - Son unos conceptos bastantes….crueles.
- Te lo repito, Elena, son solo niños.
- Lo sé - le sonrió la pelirroja, irguiéndose y alejándose de la pared- y es por eso mismo que odio tener compañeros de trabajo. Tienes que lidiar con sus conceptos sobre ti. Y ellos no son cualquier niños, saben lo que dicen.
- Tal vez dicen eso porque así se sienten. Los tratas bien mientras cumplen con su trabajo, Elena. Cuando no, simplemente pareces otra.
- Yulia, ese es mi puesto aquí dentro. Y ellos lo saben, solo deben adaptarse a ello. Tomará tiempo, quizás.
- A mi no me tomó ningún tiempo llevarme bien con ambos. Y realmente me desagradan los niños ¿pero has visto cómo se comportan con nosotras? Ellos no ven esto como un trabajo.
- ¿Ellos te lo han dicho? - preguntó Elena con algo de burla, deteniéndose frente a ella y Yulia desvió su vista hacia el lavadero, donde toda aquella rara conversación comenzó.
- Es que yo misma dejé de ver esto de esa manera - murmuró con seguridad, penetrándola con la mirada y Elena frunció las cejas - ¿Cómo se supone que debe verlo entonces una empleada que tuvo sexo con su jefa? Si insistes en separarnos en ambos puestos, claro.
- ¿De qué estás hablando, Yulia?
- De todo. Por qué me tratas con dulzura frente a…no lo sé ¿Cezina? ¿O incluso cuando nadie está viéndonos me besas?... ¿por qué dormimos juntas cada noche si nadie nos ve realmente?... ¿Por qué no eres con los niños cómo eres conmigo?
Elena bajó su mirada, perdida y tragó su saliva con dificultad. Se pasó una mano por el cabello y lo acomodó hacia atrás, como cuando quería evitar que las lágrimas que juntaba no salieran.
Yulia la vió retroceder el paso nuevamente y ella lo dio hacia adelante, manteniendo la misma distancia como al inicio. Había pasado más de un mes, casi dos y no entendía si Elena tenía miedo de todas esas sensaciones producidas tan rápidas o simplemente era de esas personas que un día sentían algo y los otros seis no sentía nada.
Pero eran adultas. Los adultos solían pasar por esas situaciones y por lo mismo debían enfrentarlas.
- Solo no quiero encariñarme con ellos, Yulia - susurró la ojiverde y ella notó su voz ronca, aquella misma que oyó luego de decirle en su coche que la había ayudado a aliviar su tensión - No podemos hacerlo.
- ¿Y por qué no? Yo lo hice.
- Y por eso mismo perderás tu trabajo si se enteran. Y todos los posibles empleos que tendrías luego. Y ellos perderán los suyos, y para ambos todo recién comienza.
- Y este es el último tuyo - susurró la morena - y quieres que nada salga mal. Estás protegiendo a tu prestigio, a tu dinero. A todo lo que te espera para cuando lo obtengas y en qué lo gastes. Estás protegiéndote a ti misma.
- Tal vez solo estoy protegiéndolos a ustedes - masculló entre dientes. La morena se cruzó de brazos y negó ligeramente con la cabeza - dijiste que necesitabas cada empleo, cada dinero mensual que recibas. Leí su historial, Yulia. Samir ha tenido problemas de conducta en distintos de sus trabajos, un reporte más en reclamo y recibirá la advertencia. Tú sabes lo que eso significa.
- ¿Y qué tal si él la quiere?
- ¡Tiene 10 años! ¿A dónde va a ir a parar si lo echan? ¿Va a vagar por las calles? Porque no tiene familia…No puedo permitir eso.
- Si les demuestras cariño aquí dentro, nadie lo sabrám
- Lo notarán en la reunión final ¿qué no entiendes que cada día es importante?- preguntó Elena frustrada, enredando las manos en su cabello de la impotencia - Cada hora, Yulia. Todo, absolutamente todo está bajo el ojo de Iván, lo conozco. Y tú conoces a Romanov - la apuntó y Yulia comenzó a procesar sus palabras. Todo tenía sentido.
De hecho, Gianfranco descubrió su aventura con Parviz en la reunión previa a la firma de un nuevo contrato, cuando sus miradas eran obvias y sus roces aún más. Y si él lo notaba, Iván, la segunda cabeza creadora del negocio, lo haría aún más rápido. Llevaban años en esto y Elena tenía razón, nada se escapaba del radar de ambos.
- Pero los niños no saben eso - murmuró con la voz quebrada. Aún quedaban meses de convivencia ¿todo iba a seguir de esa manera entre Elena y los niños? Iba a ser realmente molesto entonces para todos.
- Y eso es mejor - aseguró la pelirroja - solo….ellos solo deben cumplir con su rol, Yulia, por favor, no hagas esto más difícil. Todo terminará en un momento y ellos tendrán más trabajo, más dinero y entonces, cuando cumplan la mayoría de edad o cuando lo deseen, se largarán y abandonarán esto… ¿me entiendes? - Sí, lo hacía pero ella no estaba actuando igual. Viktoria y Samir se habían ganado su aprecio y no se imaginaba tratándolos distantes; no ahora que ambos pensaban en Elena como una lejana posibilidad de cariño.
Asintió lentamente y apartó los brazos de Elena que iban en un abrazo. Pasó frente a ella y se alejó casi a trote hacia el patio delantero, donde la podadora esperaba por ella y por un trabajo de al menos 40 minutos.
***
Acomodó su cabello y encendió la máquina, comenzando a pasarla con pesadez y violencia en cada metro de césped.
- La destrozarás si la utilizas de esa manera - escuchó a Elena desde la puerta y aumentó la fuerza solo para demostrar que quería ignorarla - ¡Yulia!- la reprendió la pecosa y ella desenchufó los cables con molestia. Se anudó la remera a la altura de sus pechos y ató su cabello en una coleta a lo alto. Regresó todo a su lugar y continuó su trabajo, estaba furiosa y no iba a temblar en demostrárselo a Elena - ¿Qué se supone qué haces?- le reclamó la ojiverde, volviendo a desunir los cables y deteniéndose frente a ella.
- Haciendo valer cada rublo que me pagas - ironizó quitándose algo de sudor en la frente- coloca todo cómo estaba.
- Y tú haz lo mismo - le ordenó Elena señalando su remera.
- Esta es mi manera de podar el césped.
- Lo dudo. Llevas casada años conmigo, jamás te dejaría hacerlo de esa manera. Que te bajes la estúpida remera, Yulia.
- Pon a marchar la máquina de vuelta- replicó la morena.
- Lo haré si me obedeces antes.
- Tú y tus órdenes están comenzando a desesperarme. Necesito que solo te calles por unas horas ¡Solo unas horas!
- Me callaría si me obedecieras ¡Cualquier jefe se calla si su empleado trabaja!
- Tú no eres mi jefe - murmuró Yulia rodeando a la pelirroja e intentando arrebatarle el cable.
- Pero me haz tratado como tal mientras te lo he hecho creer - bromeó Elena, alzando sus brazos y sonriendo al ver el salto inútil de la morena por alcanzarla.
- Que graciosa. Dámelo ¡Elena!... ¿Qué haces? - le preguntó al verla desprender su camisa y quitársela, arrojándola sobre un arbusto cerca de la puerta.
- Pues te ayudaré. Siempre lo hago, cariño - continuó la pelirroja con una sonrisa y Yulia rodó los ojos. Tenían 31 años ambas, solo debían comportarse cómo cualquiera a esa edad pero Elena siempre terminaba con alguna tontería que le era difícil de obviar.
La ojiverde guardó el cable tras ella, dentro del bolsillo de su pantalón y Yulia apoyó su cuerpo contra el suyo, estirando sus brazos y llegando a su espalda desnuda. Ella mantenía su remera, doblada sí, pero la pelirroja llevaba apenas un top y no era lo mismo.
Oyó una pequeña risa tras ella y volteó, dos jovencitas susurraban al pasar y una tropezó por no quitar sus ojos de Elena. La fulminó con la mirada y regresó con violencia a la pelirroja, al oír un saludo para ellas.
Metió las manos en los bolsillos y empujó a Elena más contra ella, hurgando en el interior a pesar de que el cable ya había caído.
- Oh cariño, no toques allí. No aquí afuera- alzó la voz Elena continuando su broma y finalmente las risas de las muchachas desaparecieron junto con ellas.
- No seas tan idiota y conecta eso nuevamente.
- Para eso debes soltarme, cielo - susurró la ojiverde, bajando su vista y notando el roce de sus labios. O bajaba un poco más su rostro o Yulia elevaba el de ella y finalmente se besarían. Solo era necesario un leve movimiento.
- Yo lo haré por ustedes - dijo Viktoria, apareciendo al abrir la puerta y caminando hacia la placa de conexión.
- ¡No! - gritó Elena, corriendo a ella y jalándola centímetros antes de que lo hiciera - ¡Viktoria! ¿No ves que el estúpido enchufe está mojado? Y tiene los cables salidos ¡Por dios! - Ella lo había notado días atrás, cuando intentó conectar la aspiradora para el auto y debió ingresarlo al garaje, donde la conexión era más segura.
Yulia lo había conectado en la placa que estaba al abrir la puerta, dentro del living apenas ingresaban a la casa y la violencia con que ella se lo había arrebatado luego, produjo la desunión de los cables azul y rojo.
- Lo siento - susurró la niña - no lo había notado.
- Es que esto no es para niños - farfulló Lena, buscando su camisa y colocándosela con rapidez.
- No tengo 5 años - le recordó Viktoria- solo no lo noté.
- Eso te podría haber generado una descarga, me da igual la edad que tengas. No vuelvas a acercarte - terminó Elena, arrastrando el cable mientras se perdía en el interior de la casa.
- Nunca vamos a llevarnos bien - balbuceó Viktoria cuando Yulia se acercó a ella.
- Al contrario - le sonrió la morena, rodeándole un hombro y guiándola hacia adentro - solo está protegiéndote. A todosm
Yulia se cruzó de brazos y se recostó contra la pared; dentro del garaje, Elena continuaba quejándose del posible accidente que Viktoria podría haber sufrido. Que debía ver mejor lo que hacía o qué ciertas cosas los niños no deberían tocar y ellas no deberían permitírselo.
Caminaba en círculos mientras buscaba alguna herramienta y continuaba balbuceando, casi ignorando su presencia allí. Se acercó a ella y dejó una mano en su hombro, girándola levemente para que la mirara a los ojos.
- Está todo bien ya, Elena. Solo fue un descuido, te lo ha dicho ella ya, no tiene 5 años.
- Pero se supone que no tengo que cuidarlos ¡y es justamente lo que hago!
- Bueno ya, para tus altanerías. Estás molestándome a mí también - si, le molestaba cuando alzaba la voz pero también le agradaba que lo hiciera. Elena siendo intimidante y seria era su debilidad incluso más allá de aquella que la abrazaba sin aviso. Sacudió ligeramente la cabeza, estaba perdida ya si lo que más solía molestarle de ella ahora le gustaba.
- ¿Lo hago?
- Iré a casa de Oksana, tenemos gimnasio a las cinco - murmuró ella en cambio, negando con su cabeza - y le hablaré sobre el negocio, sí - se adelantó al ver a Elena abrir la boca, dispuesta a dar otra orden seguramente.
- Solo iba a decirte que la pases bien. Y que te cuides - le sonrió la pelirroja, estirando su mano y acariciando su mejilla suavemente con su pulgar.
- ¿Puedes hablar con los niños?
- Yulia.
- Por favor. Llévalos por un helado o acompáñalos al parque. Por favor- insistió cuando Elena desvió su mirada e infló su pecho para suspirar algo molesta. Sin embargo, terminó asintiendo por lo que se lanzó contra ella y la atrapó en un abrazo - gracias.
- ¿Y en qué te beneficias tú de todo esto?- inquirió la pelirroja, sujetándola por la cintura y evitando su huida. Yulia alzó los hombros.
- Solo deberías verte con ellos….es una imagen sumamente hermosa.
Elena la pegó a su cadera y se acercó a su boca, besándola con las ansias que había acumulado durante todo el día. Obligó a Yulia a caminar hacia atrás, cuando rodeó su cuello, y la alejó del piso, acomodándola sobre el capó de su auto en un rápido movimiento.
Separó los muslos de la morena y se acomodó entre ellos, un reconfortante calor se desprendió de esa unión por lo que atacó su boca con más ganas. Lamió su labio inferior y lo mordió, ingresando su lengua cuando Yulia suspiró derrotada.
Deslizó sus dedos a lo largo de sus brazos, sostenidos sobre el capó, y acarició cada centímetro con esmerada atención. Recordó que había una regla de su trabajo, una veinte y pico que decía algo sobre los acercamientos, pero la olvidó completamente cuando Yulia enroscó sus dedos en la camisa y la pegó a ella.
Dirigió su mirada a la entrada del garaje y descubrió la puerta hacia arriba, mostrando hacia el exterior lo que pasaría allí dentro. Maldijo y abrió la boca para protestar pero echó su cabeza hacia atrás: Yulia desprendía su pantalón con destreza y le impedía apartarse al sujetarse de su cinturón.
La morena abrió su camisa de un solo jalón y coló sus manos hasta su espalda, regresándola contra ella y rodeándola con sus piernas. O ambas tenían su cliché por hacerlo en su Cadillac o simplemente el calor de ambas se encendía cerca de el.
- No podemos hacerlo aquí - susurró Elena sobre su boca, antes de volver a besarla para pretender calmar su excitación. Yulia sonrió y apretó más su nuca, sujetándola para que no se detenga - Y tampoco tengo condones - la morena se detuvo con brusquedad y se apartó al instante, deslizándose hasta tocar el piso nuevamente y acomodar su ropa.
- ¿Los has usado todos ya? - preguntó Yulia con seriedad y cruzándose de brazos. Elena alzó una ceja al instante.
- ¡Claro que no!...Me refería a que no tengo aquí, en mi bolsillo. Ahora- Yulia tragó con vergüenza y balbuceó algo que ninguna entendió. Giró sobre sus talones y caminó hacia la salida - ¿A dónde vas?- la retuvo Elena, abrazándola desde atrás y apretando el botón para bajar la puerta.
- Tengo gimnasio…Elena…con Oksana - susurró la morena, tirando su cabeza contra el pecho de la pelirroja al notar su bulto aún duro. Para ella.
- ¿Yulia? - gimió Elena, sujetándola de las caderas para que no se moviera- Lo que pase entre nosotras, se queda entre nosotras ¿cierto?...Genial - agregó, dejándole un sonoro beso en el cuello luego de que Yulia asintiera.
- Solo lo haces para protegernos - bromeó la pelinegra, subiendo la puerta nuevamente y caminando hacia afuera- Y Elena- la llamó al voltear, mientras la puerta comenzaba a bajar - prometiste llevarlos por un helado- terminó apuntándola y Elena asintió con una sonrisa. Esperando por verla desaparecer para acomodar su ropa.
Nos leemos el finde, nenas!